Capítulo 3 de La Pesa

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III.

LATÍN VULGAR Y PARTICULARIDADES


DEL LATIN HISPANICO

§ 15. L a t ín l it e r a r io y l a t ín v u l g a r 1.

Desde el m om ento en que la literatura fijó el tipo de la


lengua escrita, se inició la separación entre el latín culto,
que era el enseñado en las escuelas y el que todos preten­
dían^ escribir, y el latín empleado en la conversación de las
gentes m edias y de las masas populares. Mientras la len­
1 Véanse, entre otros, E. Bourciez, Elém ents de Linguistique Ro­
mane, 2> éd., París, 1923; W. Meyer-Lübke, Introducción a la Lingüis­
tica JRománica, trad., adiciones y notas de A. Castro, Madrid, 1926;
C. E. Grandgent, Introducción al Latin Vulgar, id. de id. de F. de B.
Moll, Madrid, 1928; H. F. Muller, A Chronology of Vulgar Latin,
Beihefte zur Zeitsch. f. rom. Philol., 78, Halle, 1929; S. da Silva Neto,
História da Lingua Portuguêsa, Rio de Janeiro, 1952, 161-315, e História
do latim vulgar, ibid., 1977; K. Vossler, Einführung ins Vulgàrlatein,
herausgegeben und bearbeitet von H. Schmeck, München, 1954; J. B.
Hofman, El latin familiar, trad, y anotado por J. Corominas, Madrid,
1958; B. E. Vïdos, Manual de Ling. Rom., Madrid, 1963; H. Lausberg,
Ling. Rom., 2 vols., Madrid, 1965*1966; V. Vàanânen, Introduction au
Latin Vulgaire, Paris, 1967 (Trad. esp. de Manuel Carrión, Madrid,
1968); I. Iordan y M. Manoliu, Manual de Ling. Rom., revisión, reelabo­
ración parcial y notas de M. Alvar, 2 vols., Madrid, 1972, así como la
Antología del Latín Vulgar de M. Díaz y Díaz, Madrid, 1950, y el Sermo
Vulgaris Latinus, V ulgarlateinisches Lesebuch de G. Rohlfs, Halle/
Saale, 1951; W. Manczak, Le problème de la langue romane commune,
«Atti XIV Congresso Internaz. di Lingüistica e Filol. Romanza», Napoli,
1974, II, 61-74; E. Coseriu, Der sogenannte eVulgarlatein» und die
ersten Diferenzierung in der Romania, «Zur Entstehung der rom.
Sprachen», D arm stadt, 1978, 257-291; A. Niculescu, El latín vulgar. Con­
sideraciones sobre un cottcepío, Anuario de Letras, XVII, 1979, 243*
255, etc.
gua literaria se depuraba hasta llegar al refinamiento de las
odas de Horacio o la prosa de César y Tácito, el habla vulgar
seguía apegada a usos antiguos; pero a la vez progresaba en
sus innovaciones, desarrollando tendencias existentes en el
idioma desde el primer momento, aunque repudiadas o acep­
tadas tan sólo parcialmente por la literatura.
Durante el Imperio, las divergencias se ahondaron en^'
grado considerable: el latín culto se estacionó, mientras que
el vulgar, con rápida evolución, proseguía el camino que
había de llevar al nacimiento de las lenguas romances. Las
gentes extrañas que iban romanizándose no percibían bien
distinciones de matiz antiguas en la lengua que aprendían;
en cambio, se percataban del valor significativo encerrado
en las expresiones que entonces empezaban a apuntar; así
ganaban terreno los usos nuevos. Al fin de la época imperial,
las invasiones y la consiguiente decadencia de la cultura ace­
leraron el declive de la lengua literaria. Desde el siglo vn
sólo la emplean eclesiásticos y letrados; pero su lenguaje
revela inseguridades y admite vulgarismos, fabrica multitud
de palabras nuevas y acoge, barnizándolas ligeramente, nu­
merosas voces romances o exóticas. Es el bajo latín de la
Edad Media.
Para el conocimiento del latín vulgar la documentación
es escasa: fragmentos de una novela realista de Petronio
que reflejan el habla ordinaria; textos descuidados, anónimos
o de escritores de la decadencia; inscripciones lapidarias
incultas; citas de gramáticos que reprenden incorrecciones
del lenguaje: a esto se reduce el testim onio de la antigüedad.
Pero, en cambio, disponemos de la comparación entre las
lenguas romances, cuya evolución podem os seguir paso a
paso, y que obligan a suponer base latina para muchos de
los cambios comunes que hay en ellas.
Veamos en qué diferían el latín literario y el vulgar:
§ 16. O r d e n de p a l a b r a s 2.

1. La construcción clásica admitía frecuentes transposi­


ciones; entre dos términos ligados por el sentido y la con­
cordancia podían interponerse otros. Los poetas extremaban
esta libertad; sin duda no pertenecían al habla normal frases
con hipérbaton tan extremado com o la de Virgilio «silves­
trem t e n u i musam meditaris a v e n a » ; pero eran corrien­
tes otras más moderadas, com o la de Cicerón «fuit ista
quondam in hac república virtus ». El orden vulgar prefería
situar juntas las palabras modificadas y las modificantes.
Petronio ofrece aún «alter matellam tenebat argenteam »,
«quonam genere praesentem evitarem us procellam », pero
tienden a imponerse «follem plenum habebat*, «notavimus
etiam res-novas».~Tras-un-lento proceso,-el-hipérbaton acabó
desapareciendo en la lengua hablada.
2. En el latín clásico, las palabras determ inantes solían
quedar en el interior de la frase: «Castra sunt in Italia contra
populum Romanum Etruriae faucibus conlocata». Entre
s u n t y c o n l o c a t a están encerrados los complementos;
el orden es curvilíneo, sintético. El latín vulgar propendía a
una marcha en que las palabras se sucedieran con arreglo
a una progresiva determinación; al m ism o tiem po el período
ñ s e h a c ía m e n o s e x t e n s o : « a p o c u la m u s n o s c ir c a g a llic in ia ,
lu n a lu c e b a t t a m q u a m m e r i d ie ; v e n im u s in t e r m o n im e n ta »
( P e t r o n i o ) . A l fin a l d e Ia é p o c a i m p e r ia l e s t e o r d e n s e a b r ía
c a m i n o i n c l u s o e n la le n g u a e s c r i t a , a u n q u e s o b r e v i v í a n r e s t o s

* V éanse E lise R ichter, Zur Entw icktung der romanischen Wortstel-


lung aus der lateinischen, H alle, 1903; J. M arouzeau, L ’ordre des m ots
dans la phrase latine. /. Les groupes nominaux, P aris, 1922; La phrase
à verbe initial en latin, R ev. des É tu d es L atines, X V , 1937, 275-305, y
La phrase à verbe intérieur en latin, Ib id ., X V I, 1938, 74-95.
del antiguo, sobre todo en las oraciones subordinadas. Frases
de ia Regla de San Benito (siglo v i) dan idea de la transfor­
mación realizada: «Ad portam m onasterii ponatur senex sa­
piens, qui sciat accipere responsum et reddere, et cuius ma­
turitas eum non sinat vagari».

§ 17. M o rfo lo gía y s i n t a x i s ,

1. Un cambio paralelo alteró esencialm ente la estructura


morfológica. En latín cada palabra llevaba en su terminación
los signos correspondientes a las categorías gramaticales:
la desinencia - u m de h o m i n u m añadía a la idea de «hom­
bre», representada por el tem a h o m i n - , las notas de geni­
tivo y plural; el tema a m a - quedaba atribuido a la tercera
persona del plural y recibía valor pasivo gracias a la adición
de los“ morfemas""-n t y - u r pospuestos ( a m a n t u r ) . No.
obstante las desinencias casuales no bastaban para expresar
con precisión las distintas relaciones encomendadas a cada
una, y ya desde el latín más arcaico se auxiliaban con prepo­
siciones especificadoras. Incluso en el lenguaje literario con­
tendían el genitivo y el ablativo con d e para indicar relacio­
nes partitivas, de materia, de origen, de referencia, etc.; así
alternaban «pauci m i l i t u m » y «pauci d e n o s t r i s » ,
« p i c i s glebas» y «templum d e m a r m o r e » , « g e n e r i s
Graeci» y «Argolica d e g e n t e » , «indignus a u o r u m » y
«digni d e c a e l o » . Igual ocurría en m uchos contextos con el
dativo («accidere a n i m o » , «accommodare c o r p o r i ves­
tem», «delegata p r i m o r i b u s pugna») y el acusativo con
a d («accidere a d a n i m u m » , «accommodare rem a d
t e m p u s » , «studiosos a d i l l u m volumen delegamus»).
Las construcciones con d e + ablativo y a d -f acusativo in­
vadieron los restantes dominios del genitivo ( « d e D e o
munus», « d e s o r o r e nepus») y dei dativo («hunc a d c a r -
n i f i c e m dabo», Plauto; « a d m e magna nuntiauit»). El
acusativo se em pleó con preposiciones que antes eran exclusi­
vas de ablativo: inscripcionespom peyanas dan «cum i u m e n -
t u m », «cum s o d a l e s » en vez de «cum j u m e n t o » ,
«cum s o d a l i b u s » 3.
Por otra parte, la evolución fonética suprimía la /*m / final,
elim inaba la distinción entre vocales largas y breves e igua­
laba la / ü / con la / o / (véase § 18i), con lo que las desinencias
de ciertos casos coincidieron con las de otros: el nominativo
r o s á dejó de distinguirse del acusativo r o s a ( m ) y del
^ablativo r o s a . Lo m ism o ocurrió con el acusativo a m i -
ç ü ( m ) y el ablativo a m i c ó , con los que confluyó en de­
terminadas áreas geográficas y niveles sociales el nominativo
ra m i c ü ( s ) , cuya /-s / om itían el latín arcaico y el rústico:
inscripciones hispanas ofrecen nominativos L a b e o , a u n -
c u l o , m a r i t u , f a m u l u , etc.4. En cambio, formas ro­
m a n ces com o hombre, luz, verdad, ladrón son resultado
.común de los acusativos h o m l n e ( m ) , l u c e ( m ) , v e -
- r i t a t e ( m ) , l a t r o n e ( m ) y de los ablativos h o m i n ë ,
. ÿ l u c ë , v e r i t a t ë , 1 a t r ô n ë , pero no de los nominativos
h o m o , l u x , v e r i t a s , l a t r o . En el plural, el sistema
latino clásico diferenciaba nominativo y acusativo en las dos
primeras declinaciones ( r o s a e / r o s â s , l u p ï / l u p ô s ) ;
pero en las tres últim as h o m i n e s , l u c e s , s e n s ü s ,
d i e s valían para los dos casos, am bivalencia contagiable
a los tem as en /-a / y en /-o /. En éstos los nominativos r o ­
s a e y a m i c l , l u p l tenían desinencias com unes con for­

J Remito a Los casos latinos: restos sintácticos y sustitutos en


españot, Bol, R. Acad. Esp., XLIV, 1964 , 62-73.
* M. Díaz y Díaz, Antología del Latín Vulgar, Madrid, 1950, 131-
135; Camoy, Le latin d'Espagne d'après les inscriptions, 1906, 185-206,
reúne alrededor de 60 ejemplos, que explica como descuidos o abre­
viaciones por estar generalmente en fin de línea. Tal explicación es
insatisfactoria para omisión tan repetida.
m as del singular: el genitivo y dativo r o s a e , el genitivo
a m i c i , 1 u p t respectivamente; por el contrario los acu­
sativos r o s a s , a m i c o s poseían morfemas inconfundibles
de plural. La distinción entre desinencias casuales de un
mismo número podía desaparecer sin gran daño para la
comprensión, gracias sobre todo a las preposiciones; pero
la oposición entre singular y plural no contaba con más ins?
truniento que las desinencias. Añádase que el indoeuropeo
tenía nominativos de plural / - a s / y / - o s / , conservados
en oseo, umbro y celta; para / - o s / en celtibérico, v. § 5i.
Motivaciones internas del sistema lingüístico se combinaron
con la acción del substrato para que inscripciones de diver­
sas zonas del Impèrio —entre ellas Hispania— atestigüen
abundantes nominativos de plural como f i l i a s , l i b e r ­
t a s ^ para que en el latín hispánico hablado / - ó s / se
generalizase como desinencia de nominativo y acusativo de
plural para los temas en / - o / 5.
A consecuencia de todos estos cambios la flexión del nom­
bre en el latín vulgar fue limitándose progresivamente hasta
oponer una forma única de singular a otra forma única de
plural. Sólo en francés y occitano antiguos sobrevivió una
declinación bicasual con formas distintas para el nominativo
y para el régimen o casó oblicuo; pero desapareció antes del
siglo XV mediante eliminación de las formas de nominativo.
2. También se simplificó la clasificación genérica: los
sustantivos neutros pasaron a ser masculinos ( m a n c i ­
p i u m > mancebo, t e m p u s > tiem po) o femeninos ( s a g -

3 D. Gazdaru, Prejuicios persistentes en la m orfosintaxis románica,


Romanica, I, 1968, 69-115, defiende justificadam ente la necesidad de
tener en cuenta los nominativos / - a s / y / - o s / al explicar el plural
románico. Pero en el singular, salvo en francés y occitano antiguos
y en cultismos o semicultisraos de otros romances, son excepcionales
los restos inequívocos de nominativo.
m a > jalma), con no pocas vacilaciones y ambigüedades,
sobre todo para los que terminaban en -e o en consonante
( m a r e > el mar y la m ar; 1 a c > fr. le lait, port, o leite,
esp. la leche). Muchos plurales neutros se hicieron femeninos
singulares a causa de su -a final: f o l i a > hoja, b r a c c h i a
> braza, r a m a > rama, l i g n a > leña. De ahí el valor
colectivo que conservan a veces, patente en «la caída de
la hoja » y en el contraste brazo / braza, leño f teña, etc.
3. En la lengua clásica los comparativos en - i o r y los
superlativos - i s s i m u s alternaban con perífrasis com o m a -
g i s d u b i u s , m a x i m e i d o n e u s . El latín vulgar re­
emplazó f o r m o s i o r , g r a n d i o r por m a g i s f o r m o ­
s u s , p l u s g r a n d i s , y a l t i s s i m u s por m u l t u m
altus.
4. La influencia del lenguaje coloquial, que daba amplio
margen^ aLelem ento deíctico o señalador, originó un profuso^
empleo de los dem ostrativos. Aumentó, sobre todo, el nú­
mero de los que acompañaban al sustantivo, en especial
haciendo referencia (anáfora) a un ser u objeto nombrado
antes. En este empleo anafórico, el valor dem ostrativo de
i l l e (o de i p s e , según las regiones) se fue desdibujando
para aplicarse también a todo sustantivo que indicara seres
u objetos consabidos sin mención previa; tal fue el punto
^ d e partida en la formación del artículo determinante, ins­
trumento desconocido para el latín clásico y que se desarrolló
al formarse las lenguas romances. A su vez el numeral ü n u s ,
empleado con el valor indefinido de 'alguno', 'cualquiera',
'cierto', extendió sus usos acompañando al sustantivo que
designaba entes no m encionados antes, cuya entrada en el dis­
curso suponía novedad o conllevaba carga expresiva. Un per­
sonaje de Plauto dice «dum edormiscam u n u m somnum»,
frase traducible por 'mientras echo un sueñecito'; y Catulo
habla de un poetastro que cuando lee sus propios versos se
revela como « u n u s fossor aut caprimulgus» 'como un ca­
vador o un cabrero'. Así se inició la creación del artículo in­
definido 6.
5. En la conjugación muchas formas desinenciales fue­
ron sustituidas por perífrasis. Todas las formas simples de
la voz pasiva fueron eliminadas: a p e r i u n t u r , a m a b a -
t u r , dejaron paso a s e a p e r i u n t , a m a t u s e r a t . Se
olvidaron los futuros c a n t a b o , d i c a m , mientras cun­
dían c a n t a r e h a b e o , d i c e r e h a b e o , que en un prin­
cipio significaban 'he de cantar', 'tengo que decir'. Una ex­
presión semejante, c a n t a r e h a b e b a m , dio lugar a la
formación de un tiempo nuevo, el postpretérito o condicional
románico (cantaría , amaría). El verbo h a b e r e con el par­
ticipio de otro yerbo servía para indicar la acción efectuada,
pero mantenida en sí o en sus consecuencias, como en espa­
ñol^ fe«er^('tengo estudiado eteasunto-); más tarde adquirió
el valor de perfecto, y al lado de d i x i , f e c e r a m surgie­
ron h a b e o d i c t u m , h a b e b a m f a c t u m .
6. El desgaste que tuvo el significado de las preposicio­
nes al aumentar sus usos hizo necesaria la formación de
partículas compuestas, como d e x ( d e - e x ) , a b a n t e ,
i n a n t e , d e í n t r o , d e t r a n s ( > esp. ant. des , arag.
avant, esp. ant. y vulgar enante, enantes, esp. general de­
lante, dentro, detrás ).

e Remito a Del demostrativo al artículo, Nueva Rev. de Filol.


Hisp., XV, 1961, 23-44 y Dos estudios sobre la actualización det sus­
tantivo en español. I: «Un», «una· como artículo indefinido en español,
Bol. de la Comls. Perm, de la Asoc. de Academias, núm. 21, 1975, 39-49.
§ 18. C ambios fo n étic o s .

1. En la fonética "hay que señalar en primer término los


cambios referentes al sistema acentual y al vocalismo7. El
latín clásico tenía un ritmo cuantitativo-musical basado en
la duración de las vocales y sílabas. Desde el siglo m em­
pieza a prevalecer el acento de intensidad, esencial en las
lenguas romances. Combinada con la transformación del
acento, hubo también radical transformación en las vocales.
En un principio las diferencias de duración estaban ligadas
a diferencias de timbre: las vocales largas eran cerradas,
y de timbre medio o abiertas las breves. De este modo, el
timbre de una /ü / breve (abierta) se aproximaba al de la
/o / larga (cerrada), y lo mismo ocurría con la /I / y la /ë /.
Desaparecida la distinción cuantitativa, se confundieron /y /
y /9 fr ¡ \ ! y /$ /- En Hispania, Galia, Retía y casi toda Italia
las diez vocales clásicas quedaron reducidas a siete, según
el esquema siguiente8:
Ï l ? ë à à P 9 $ ü
i i i i i i l i
i i ? t a 9 9 Í* u
i i i i
i e P a 9 o u

1 H. Schuchardt, Der Vokalismus des Vulgar la teins, 3 vols., Leip­


zig, 1866-1868.
8 Los romances de Cerdeña, Calabria, Lucania, Sicilia y Dacia
parten de otros sistemas vocálicos latino-vulgares. H. Lüdtke (Die
sírukturetle Entw icklung des rontanischen Vokalismus, Bonn, 1956)
creyó encontrar vestigios de estos sistem as en español y portugués:
pero lo rechazó convincentemente Dámaso Alonso, La fragmentación
fonética peninsular, «Encicl. Ling. Hisp.», I, Suplemento, Madrid, 1962,
4-21.
Por último se pronunciaron largas las vocales acentuadas
que terminaban sílaba y breves las que estaban en sílaba
acabada por consonante. En Hispania estas diferencias de
duración debieron de ser menores que en otras zonas de la
Romania, pues la rpisma suerte han corrido /e /, /6 / en
p ê - d e m , n ó - v u m , que en s é p - t e m , p ó r - t a m :
unas y otras han dado /ié /, /u é/ (pie, nuevo, siete, puerta )?
En cambio, en otros romances ha habido evolución distinta
según fuera libre o trabada la sílaba (fr. pied-sept, neuf-
porte', it. piede-sette, nuovo-porta ). El problema de la dip­
tongación es uno de los más controvertidos en el devenir de
las vocales latinas9; las más afectadas, aunque no en toda
la Romania, fueron la /ë / y la /$ /, cosa bien explicable:
mientras los cambios acentuales y cuantitativos recién ex­
puestos condujeron a resultados /if , f éf , / 6 / , / ú / que per­
petuaban la doble condición de vocales largas y cerradas,
esas mismas transformaciones convirtieron la /£ / y la /Ç/
acentuadas en /¿ / y /φ/, fonemas que rompían los hábitos
del sistema al ofrecer insólitamente asociados los rasgos de
largas y abiertas. Ya en el siglo i de nuestra era el originario
carácter breve de la /£ / no fue obstáculo para que se con­
9 Menéndez Pidal, Orígenes, §§ 22, 244, 25 y 26; F. Schürr, Umlaut
und Diphthongierung, Rom. Forsch., L, 1936, 275-316; La diptongación
iberorrománica, Rev. de Dialec. y Trad. Pop., VII, 1951, 379-390; La
diphtongaison romane, Tubinga, 1970 (síntesis de otros varios estu­
dios); Epitogo alia discusione sulla dittongazione romanza, Rev. de
Ling. Rom., XXXVI, 1972, 311-321; La metafonía y sus funciones
fonológicas, «Homenaje a V. García de Diego», I, Madrid, 1976, 551-
555 y Origen y repartición de tos ie, uo (ue) iberorromdnicos, Ibero-
romania, n.° 8, 1978, MO; H. Weinrich, Phonologtsche Studien zur rom.
Sprachgeschichte, Münster, 1958, 175-183; E, Alarcos Llorach, Fonología
española, 3.* ed., 1961, §§ 143 y 144; Dámaso Alonso, La fragmentación
fonét. peninsular, «Encicl. Ling. Hisp,», I, Suplemento, 1962, 23-45;
G. Bonfante, Italia e Grecia, «To honor R. Jakobson», The Hágue-Paris,
1967, 364-365; G. Hilty, Zur Diphthongierung im Galloromanischen und
im Iberoromanischen, «Philologische Studien für J. M. PiéU, Heidel­
berg, 1969, 95-107; P. Spore, La diphtongaison romane, Odense, 1972, etc.
fundiera con el diptongo / a e / monoptongado en /§/: una
inscripción hispana de los años 96-98 presenta N a e r v a e
por N e r v a e , y otras del siglo n t r i b u n i c i e , q u e s ­
t u s , por t r i b u n i c i a e , q u a e s t u s 10. Lo desacostum­
brado de estas dos nuevas vocales / f / y / ç / fue sin duda
una de las causas de la inestabilidad y pronta bimatización
de su timbre, mediante articulación cerrada de su momento
inicial; poco antes del 120 d. de J. C. se registra n i e p o s
por η δ p o s , y en África, también durante el Imperio, D i e o
por D e o , aparte de ejemplos menos seguros y posibles
ultracorrecciones n.
2. Desde los tiempos más remotos del latín hay casos de
vocal postónica perdida. Ya en Plauto aparecen a r d u s ,
d o m n u s , c a l d u s por a r i d u s , d o m i n u s , c a l ï d u s ,
como consecuencia de la fuerza con que el latín primitivo
había acentuado :la sflaba4nicial.-En el latín, vulgar, bajo^el·
Imperio, el nuevo acento de intensidad renovó la tendencia
a omitir la vocal: o c l u m , t r i b l u m , a u c a , de o c ü -
l u m , t r i b ü l u m , a v l c a , etc. En casos como v e t ü 1 u s ,
v i t ü 1 u s , la caída de la postónica dio lugar a la formación
del grupo inusitado /t l/ ( v e t i u s , v i t l u s ) , que pasó a
/c l/ ( v e c l u s , v i c i u s ) por analogía con los numerosos
- c 1 u s procedentes de - u c ü 1 u s , - i c ü l u s ( a u r i c l a ,
o v i c 1 a , etc.). En menor grado se debilitó también la vocal
protónica, que en algunas regiones, sobre todo en Galia,
llegaba a elidirse: f r i g d a r i a < f r i g i d a r i a , v e t r a -
nus < veteranus'*.

10 M. Díaz y Díaz, El latín de ¡a Pen. Ibér., I. Rasgos lingüísticos,


«Encicl. Ling. Hisp.», I, 1960, 160.
11 Bourriez, Éléments, § 154; Grandgent, Introd., § 177; A. Tovar,
Estado latente en latín vulgar: ¿cuándo se inicia la diptongación de
breves?, «Estudios ofrecidos a E. Alarcos Llorach», I, Oviedo, 1977,
241-246.
12 S. Kiss, Les transformations de la structure syllabique en
3. La separación silábica tuvo un cambio de gran impor­
tancia: f i - l í - u , v i - n ë - a y sus similares agruparon en
una sola sílaba las vocales en contacto, con lo que la escan­
sión fue f i -1 i u , v i - n e a > v i - n i a 13. En casos como
v a - r ï - 5 - l a , m u - l l - f i - r e , la sinéresis acarreó el trán­
sito del acento a la vocal más abierta ( v a - r i ó - l a , mu -
l i é - r e ) . Esas /0 /, /I/ átonas, así convertidas en semicon­
sonantes, originaron multitud de alteraciones fonéticas; son
el elemento revolucionario que en lo sucesivo llamaremos
yod14. La yod, fundiéndose con la consonante que precedía,
la palatalizó: m u l i e r e > [mulere], f i l i u > [filu], v i -
n ia > [vina]. Así nacieron los fonemas palatales /1/ y
/n / (representados con II y ñ respectivamente en nuestra
ortografía actual), desconocidos por el latín clásico y carac­
terísticos de las lenguas románicas. El grupo /t + yod/ se
asibiló en.: /s^-Kyod/. o simplemente en /§/: _los dos grados
se hallan descritos por gramáticos latinos1S, y una inscrip­
ción da ν ΐ η ο β η ί ζ υ β por V i n c e n t i u s . Evolución pa­
recida siguió el grupo /c -f yod/, con resultado, ya que no
idéntico al de /t + yod/, sí lo bastante cercano para que

latin tardif, Studia Romanica, Series Lingüistica, fase. It, Debrecen,


1972, 99-100.
u Ibid., 93-98.
M El térm ino «yod» designará tam bién la QJ semivocal que nació
al evolucionar grupos como /c 'l/, /c t/, /c s/, /g ’l/, /g n / y originó re­
sultados con consonante palatal ( / o c ' 1 u / > [oilu] > fo \o f > / o ío /,
o/o, con ; palatal en castellano antiguo; / f a c t u / > [fa^tu] >
ffajto] > tfelto] > /feCo/, fecho; / l a x u s / > [laxsus] > [lajsus]
> [lei§os] > [leSos], cast. ant. lexos; / p u g n u / > [puinu] >
/pugo/, puño). -,
i* Dice Quinto Papirio: « I u s t i t i a cum scribitur, tertia sylla­
ba sic sonat, quasi constet ex tribus litteris t, z, et i, cum habeat
duas t et i· (Keil, Grammatici Latini, VII, pág. 216). O tro gram ático,
Pompeyo, afirma a propósito de la i en el grupo / 1 + yod/: «si dicas
Titius..., perdit sonum suum et accipit sibilum» (Ibid., V, pág. 104).
hubiera grafías como Μ α ρ σ ι ά ν ο ς y m e n d a t i u m por
M a r c i a n u s , m e n d a c i u m . Los grupos /d -f yod/,
/g + yod/ se redujeron a [j] o [y] ( a d j u t a r e > a y u -
t a r e ) ; pero / d + yod/ se asibilaba frecuentemente, equi­
valiendo entonces a j l f , y en esta alternancia, el sufijo verbal
griego - 1 ζ ε i v dio en latín el doble resultado - ï d ï a r e
e - i z a r e (véase § II 2).
4. En latín clásico, / c e / , / c i / sonaban /ke/, /k i/ y
el valor de / g e / , / g i / era el que nosotros damos a gue,
gui. Durante la época imperial las oclusivas /c /, /g / situadas
ante /e /, / i / 16 sufrieron un desplazamiento de su punto de
articulación: las vocales palatales las atrajeron hacia la parte
delantera de la boca. La [é] llegó a pronunciarse de modo
semejante a / c / (nuestra ch), grado que ofrecía el romance
de la España visigoda y que conservan el italiano» retorro­
mano, dálmata, rumano y picardo; y avanzando más aún,
se hizo / s / (esto es, como ts) alveolar o dental; desde fines
del siglo m hay ejemplos epigráficos ( p a e e , p a z e , i n t -
c . i t a m e n t o , f e s i t en vez de p a c e , i n c i t a m e n t o ,
f e c i t ) que revelan claramente la asibilación. La [é] pasó
a· [j] o [y] (βειέντι por v i g i n t i ) y era frecuente su pér­
dida entre vocales ( f r i d u m por f r i g i d u m ) 17.
5. Las consonantes sordas intervocálicas empezaron a
contagiarse de la sonoridad de las vocales inmediatas. Ins­
cripciones hispánicas de la época imperial dan i m u d a v i t
y p e r p e d u o por. i m m u t a v i t , p e r p e t u o (véase § 46).
Según veremos, la sonorización no fue general en la Roma­
nia, y en España tardó muchos siglos en eliminar por com­
pleto la resistencia culta.

16 Las representarem os en adelante con los signos /<5/ y /é/-


17 Véase R. Menéndez Pidal, Manual de gramática hist, española,
sexta edición, 1941, § 342.
6. Otros fenómenos de asimilación y absorción: el grupo
/n s / solía pronunciarse como sim ple /s /: m e n s a , a n s a
> m e s a , a s a ; / r s / pasaba a / s s / y aun a /s / : d o r s u m
> dossum; sursum, deorsum > süsum, de­
o s u m (de donde vienen nuestros adverbios medievales suso
'arriba', yuso 'abajo'); en la Romania occidental y en Italia,
/p t / dio / t t / , luego reducida en español a sim ple /t / ; a p v
t a r e > a t t a r e > esp. atar; s e p t e m > s e t t e m > es­
pañol siete; y la / v / seguida de / u / desapareció frecuente­
mente: r i v u s > r i u s ; f l a v u s > f l a u s .

§ 19. V ocabulario 18.

1. El léxico del latín vulgar olvidó muchos términos del


clásico, con lo cual se borraron diferencias de matiz que
la lengua culta expresaba con palabras distintas: g r a n ­
d i s indicaba principalmente el tamaño, y m a g n u s alu­
día con preferencia a cualidades morales; el latín vulgar
conservó sólo g r a n d i s . A l i u s era 'otro, diferente'; a l t e r
'otro entre dos, el otro'; pero a l t e r asumió el papel de
a l i u s . Muchas voces clásicas fueron sustituidas por otras
que al principio no eran sinónimas de ellas: j o c u s 'burla'
reemplazó a 1 u d u s 'juego'; c a s a 'cabaña', a d o m u s ;
a p r e h e n d e r e 'asir, coger’, a d i s c e r e ; c a b a l l u s
'caballo de carga, rocín', a e q u u s : Son frecuentes las metá­
foras humorísticas: p e r n a 'jamón, pem il' se aplicó a m iem­
bros humanos en lugar de c r u s ; t e s t a 'cacharro, tiesto'
se empleó para designar la cabeza ( > fr. tête, esp. ant. ties­
ta), al lado de c a p u t ( > it. capo, cat. cap); junto a c o ­

is Véase H. Lüdtke, Historia del léxico románico, Madrid, 1974,


31-65.
m e d e r e ( > esp. comer), que sustituyó al clásico e d e r e ,
cundió m a n d u c a r e ( > fr. manger, prov. manjar), forma­
do por derivación de M a n d u c u s , personaje ridículo de
la comedia. A veces los térm inos vulgares eran extranjeros:
g l a d i u s sucum bió ante el grecism o s p a t h a ( > esp. es­
pada) y d i v e s ante el germánico r i k s ( > rico).
2. El latín vulgar fue muy aficionado a la derivación. La
expresividad afectiva prefería usar diminutivos como a u ·
r i c ü l a , g e n ü c ü l u m , s o l i c ü l u m ( > esp. oreja, hi­
nojo; fr. soleil), en vez de a u r i s , g e n u , s o h Muchos
vocablos con suñjo átono lo cambiaron por otro acentuado:
así r o t Ü 1 a pasó a r o t ó l l a > esp. rodilla; f i b ü I a a
* f i b ë 11 a > esp. hebilla. Adjetivos derivados de nombres
se sustantivaron: d i u r n u m ( > fr. jour, it. giorno) ocupó
el puesto de d i e s en gran parte de la Romania; m a n e
‘m añana^( > la man en jsl_Cantar_.de_Mío. Cid) decayó. ante
* m a n e a n a o m a t u t i n u m ( > esp. mañana, ant. ma~
tino, fr. matin, it. mattino). La form ación verbal fue muy
fecunda también: se crearon verbos derivados de nombres,
como de c a r r u s , * c a r r i c a r e ( > esp. cargar), y de
f o l l i s , f o l l i c a r e ( > esp. holgar); derivados de adje­
tivos, como d e a l t u s , * a l t i a r e ( > alzar) y de a m a r u s ,
a m a r i c a r e ( > amargar); y derivados de otros verbos.
Estos últim os, en especial los frecuentativos formados sobre
participios, tomaron tal increm ento que en muchos casos
reemplazaron total o parcialm ente a los verbos de que pro*
cedían: * a u s a r e ( > esp. osar) sustituyó a a u d e r e ; a d ­
j u t a r e ( > ayudar), a a d j u v a r e ; * f i g i c a r e ( > port.
ficar, esp. hincar), a f i g e r e ; ‘ u s a r e ( > usar), a u t i ;
* a c u t i-a r e ( > aguzar), a a c u e r e , etc.
§ 20. E l l a t í n v u l g a r d e H is p a n ia e n r e l a c i ó n c o n e l
DEL RESTO DE LA ROMANIA 19.

1. El latín vulgar se mantuvo indiviso, y en cierto grado


uniforme, durante la época imperial; pero esta fundamental
unidad no implicaba falta de diferencias regionales. Indu­
dablemente las había, aunque frenadas mientras se mantu­
vieron la cohesión política del Imperio, la com unicación entre
las diversas provincias, el influjo unificador de la adm inis­
tración y el servicio militar. Deshecho el Imperio en el si­
glo v, las provincias, convertidas en Estados bárbaros, que­
daron aisladas unas de otras; la decadencia de las escuelas
dejó al latín vulgar sin la contención que antes suponía el
ejem plo de la lengua clásica. En cada región se abrieron
camino -innovaciones^ fonéticas- y-gram aticales, nuevas cons­
trucciones de frases, preferencias especiales por tal o cual
palabra. Y llegó un m omento en que la unidad lingüística

19 Véanse J. Jud, Problèmes de géographie linguistique romane,


Rev. de Linguistique Romane, I, 1925, y II, 1926; M. Bartolí, Introdu-
zione alia Neolinguistica, Ginebra, 1925; Per la storia del latino votgare,
Archivio Glottologico Italiano, XXI, y Carat teri fondam entali della
lingua nazionale italiana e delle tingue sorelle, Torino, 1936; G. L.
Trager, Classification o f the Romance Languages, Rom. Rev. Quart.,
XXV, 1932,129-136; W, von W artburg, Evolution et structure de la tangue
française, 1934 (Trad. esp. de Carmen Chust, Madrid, 1966); Die Aus-
gliederung der romanischen Sprachrüume, Zeitsch. f. rom. Phil., LVI
(trad, por M. Muñoz Cortés con el título de La fragmentación lin­
güistica de la Romania, Madrid, 1952); Die Entstehung der romanischen
Volker, Halle, 1939; La posizione della lingua italiana, Florencia, 1940;
Dámaso Alonso, reseña de los tres últim os estudios de W artburg en
la Rev. de Filol: Esp., XXIV, 1937*40, 384-396; H arri Meier, Die E n t­
stehung der romanischen Sprachen und Nationen, Frankfurt, 1941;
Serafim da Silva Neto, História da Lingua Portuguêsa, Rio de Janeiro,
1952-54, 114 y sigts., y Fontes do Latim Vulgar. O Appendix Probt, Rio
de Janeiro, 1956; A. Tovar, A Research Report on Vulgar Latin and
its Local Variations, Kratylos, IX, 1964, 113-134, etc.
latina se quebró, y las diferencias locales constituyeron dia­
lectos e idiom as distintos.
Es difícil precisar cuáles de estas diferencias habían apa­
recido ya en el latín imperial y cuáles corresponden a la
época románica primitiva, pues no alcanzaron pleno des­
arrollo hasta mucho después. Aun así, cabe distinguir en
la Romania dos grupos lingüísticos bien caracterizados: el
oriental, que comprende la antigua Dacia, cuna del rumano,
Dalmacia y los dialectos de la península itálica; y el occi­
dental, constituido por Hispania, Galia, Norte de Italia o
Galia Cisalpina, y Retia.
2. En los romances occidentales el ritmo del lenguaje
tiende a concentrar la fuerza espiratoria en la vocal acentua­
da, detrás de la cual no suelen tolerar más de una sílaba.
En consecuencia, ha desaparecido o se ha reducido mucho
la acentuación dactilica. En cambio, los romances orientales
conservan gran número de esdrújulos. Así, f r a x ï n u , t a -
b û l a , p e c t i n e dan en francés frêne, table, peigne; en
provenzal, fraisse, taula, penche o pen te; en catalan, freixa,
taula, pinte, y en español, fresno, tabla, peine; pero en ita­
liano frassino, tavola, pettine, y en rumano, frasine, piep -
ten(e) 20.

20 Estas diferencias no han de entenderse como hechos cumplidos


en el latín vulgar, ni siquiera en el de los siglos v al vn, sino como
tendencias apuntadas entonces y que se fueron desarrollando en. el
transcurso de varias centurias. El español de los siglos x y xi decía
aún tdbola, cuém petet, póttero 'potro', en alternancia con tabla,
cuem ptet, poltro, cada vez m ás favorecidos (Menéndez Pidal, Oríge­
nes del español, §§ 32 y 58). La conservación o síncopa de la vocal pos­
tónica es uno de los aspectos del fenómeno, pero no el único; el español
ha transform ado voces dactilicas en trocaicas mediante la apócope de
la vocal final (m árm ol, árbol, césped, huésped, pómez, ant. juez, etc.),
procedim iento que se da tam bién en otros romances occidentales;
el portugués llega a igual resultado rítm ico eliminando la / y n inter­
vocálicas y deshaciendo los hiatos subsiguientes ( m a c ü l a > ma-
3. En Occidente las oclusivas / p /, / t / , / c / situadas entre
vocales se sonorizaron por la acción del substrato céltico
propicio (véanse §§ 46 y 18s), sufrieron ulteriores relajaciones
y han desaparecido en ciertos casos: r i p a , l a c t u c a , m u -
tare, spatha, spica, catena, caput, focus,
a m i c a dan, por ejemplo, en español riba, lechuga, mudar,
espada, espiga, cadena, cabo, fuego, amiga; en francés, rivière~
laitue, muer, épée, épie, chaîne, feu, am ie. En Oriente las
oclusivas sordas se mantienen inalteradas: rumano ripà, tâp-
tucâ, muta, s pat à, spicâ; dálmata de Veglia raipa, spuota,
spaica, kataina. En Italia los dialectos. del Norte sonorizan
y llegan con frecuencia a la om isión de la consonante (riva,
spada, cadena y kena, fogo y fo, amiga y spia), mientras
los del Sur conservan por lo general la sorda; las dos ten­
dencias contienden en toscano y en la lengua literaria (riva,
lattuga, spada, redina < r e t i n a , pero mutare, catena, capo,
fuoco, amica, con dobletes como spica / spiga)21. Añádase
que en Occidente, también por probable influjo del substrato
celta, los grupos /c t / y / c s / han pasado a / it / o / c / , /is /,
/iS / o /S / (v. §§ 4j y 18 η. 14), lo que no ocurre en el Centro
y Sur de Italia, ni tampoco en la Dacia.

goa, n e b ü l a > nevoa, f r a x ï n u > freixeo > freixo). Por otra


parte, la pérdida de las vocales finales en rumanON transform a des­
pués en trocaicas muchas formas originariam ente dactilicas.
21 La conservación de las oclusivas sordas intervocálicas en ara­
gonés pirenaico debe considerarse como fenómeno local de substrato
vasco (ν'. § 45), por lo que no altera el hecho general de que la sonori­
zación domine en todo el Occidente románico. Para el italiano, véanse
G. Rohlfs, Historische Grammatik der italienischen Sprache, I, Bern,
1949, §§ 194-209 y 212; R. G. Urciolo, The Intervocalic Plosives in Tus­
can, -P-T-C-, Bern, 1965 y reseña de H. Meier, Rom. Forsch,, LXXVII,
1965, 409-415. Replantea el problema general en términos fonéticos
I. Iordan. Évolution des occlusives latines en roman, Rev. de Ling.
Rom., XXXVIII, 1974, 297-301.
4. En italiano, retorromano, dálmata y rumano la evo­
lución de la [ó] (§ 18*) no rebasó el punto de articulación
prepalatal: c a e l u m , c e r v u s , v i c i n u s tienen / c / o
/5 / en los ital. cielo, cervo, vicino, retorr. tiel, ôierv o Cerf,
vim , vegliota til, viàain, rum. cer, cerb, vecin. En Occidente,
salvo en mozárabe, picardo y walón, prosiguió el desplaza­
m iento hasta alcanzar articulación dental o interdental: fr.
ciel, cerf, voisin, esp. cielo, ciervo, vecino, port, ceo, cervo,
vizinho.
5. En los plurales de nom bres y adjetivos hay divergen­
cias muy características. En retorromano, catalán, español
y gallego-portugués los de tem a en -o adoptan com o desinen­
cia única la del acusativo - o s , apoyada en Hispania por
el nominativo celtibérico - o s (§ 5i y 17i); a igual resultado
llegaron el francés y el occitano al abandonar la declinación
bicasuaL En cambio él italiano y el rumano prefirieron el
nominativo -Ï (it. lupi, muri, alti, buoni, rum. lupi, ΐηαΐξϋ),
cuya / i / final coincidió con el resultado fonético de los plu­
rales en - e s ( h o m i n e s , c l a v e s , m u l i e r e s > it.
uomini, chiavi, rum. oameni, m u ie r i)n.
6. EI futuro románico se ha formado con el auxilio de
h a b e r e en Occidente e Italia: esp. cantaré, fr. chanterai,

22 HI plural de los temas en -a se formó en la Romania occidental


con la desinencia - a s común a nominativo y acusativo en la lengua
vulgar (§17|). Las form as italianas piet re, câpre y las rum anas piatre,
câpre, etc., se han venido reconociendo como continuadoras de los
nominativos latinos p e t r a e , c a p r a e . Sin embargo Paul Aebischer
ha dem ostrado que en la Alta Edad Media documentos de toda Italia
atestiguan profusam ente plurales -as > *es, que con la pérdida de la
s final pudieron dar origen a las formas con -e generalizadas en el
italiano normal, y a las dialectales en -a: la sorèta 'las hermanas*,
tre kkapra ‘tres cabras', etc. (Le pluriel - â s de la première déclinaison
1atine et ses résultats dans tes langues romanes, Zeitsch. f. rom. Philol.,
LXXXVII, 1971, 74-98).
it. canterà, de c a n t a r e h a b e o . En Oriente, el auxiliar
es v e l l e : rum. voiiX cinta, de v o l o c a n t a r e .
7. Dentro de la Romania occidental unas lenguas se
muestran más revolucionarias y otras m ás conservadoras.
El francés ha llevado hasta el últim o extrem o las tendencias
generales. No se ha contentado con suprimir la acentuación
esdrújula, sino que, debilitando toda vocal posterior al acen­
to, ha generalizado el ritm o agudo. Después de sonorizar
/p / , / t / , / c / , ha suprimido la sonora resultante de / t / y
en muchos casos la de / c / ( s p a t h a > espée, épée; j o ­
c a r e > jouer, etc.)· En cambio, e l español es m ás lento
en su evolución. En él domina el acento llano o trocaico,
interm edio entre los abundantes proparoxítonos del Oriente
y el ritmo oxítono del francés; incluso conserva la vocal
postónica con relativa frecuencia (pám pano, huérfano, cán­
taro, trébede, vWorâ y tantos otros). La relajación de las
sonoras intervocálicas procedentes de / t / y / c / latinas no
ha llegado a una pérdida tan extensa com o en francés (esp.
espada, jugar). En términos generales puede decirse que los
primeros textos franceses están ya más alejados del latín
que el español actual.

§ 21. Arcaísmos del latín h ispá n ic o .

Ha sido frecuente entre los rom anistas relacionar esta


evolución reposada con el carácter español, apegado a tradi­
ciones y poco amigo de la expresión plebeya. Dejando a un
lado estas razones psicológicas, poco seguras refiriéndose
a época tan lejana, otros factores debieron contribuir a que
el latín hispánico tuviera aspecto arcaizante en relación con
el de Galia y, en muchos rasgos, con el de Italia.
1. La romanización de la Península comenzó a fines del
siglo xn antes de Cristo, al tiem po que Ennio y Plauto em ­
pezaban a elaborar literariam ente el latín. Así com o en Amé­
rica sobreviven usos que en los siglos xvi y x v i i eran co­
rrientes en el español peninsular y hoy no existen en él, de
igual m odo el latín de Hispania retuvo arcaísm os que en
Roma fueron desechados. Por ejem plo, el esp. cueva, cata­
lán y portugués cova, exigen un latín c ô v a , anterior a la
form a clásica c a v a . En el latín arcaico existía un adjetivo
relativo c u i u s - a - u m , que llega hasta Virgilio, pero que
después no se emplea sino en el Derecho; de ese adjetivo
provienen el español cuyo-a y el portugués cu jo-a; los demás
rom ances lo desconocen; sólo se ha conservado en Cerdeña,
romanizada antes que Hispania. En Nevio, Plauto, Ennio y
Terencio, contem poráneos de las primeras conquistas roma­
nas en la Península, se encuentran f a r t u s con el sentido
de nuestro harto', p e r n a con el valor de pierna; c a 11 i
'cierta parte com estible del buey', probablemente los cattos;
c a m p s a r e o c a n s a r e > cansar; s a r r a r e > cerrar;
r e s n a t a ‘las circunstancias, las cosas como están’ y n a t u s
n e m o , antecedentes de los medievales cosa nada, homne
nado y de los indefinidos nada y nadie. En el n i n g u l u s
de Ennio, formado sobre s i n g u l u s y equivalente de
n u l l u s , parece configurado el elem ento inicial de ninguno.
Terencio usa q u a e r e r e con el significado del español
querer, y en el latín del siglo I I son comunes f a b u l a r i y
p e r c o n t a r i > esp. hablar, preguntar, port, falar, per-
guntar. Tres autores que intervinieron en las guerras his­
pánicas emplean en sus obras vocablos que sólo han tenido
descendencia en los romances peninsulares: entre los tér­
m inos referentes a la vida agrícola usados por Marco Porcio
Catón (234-149) figuran l a b r u m > lebrillo, t r a p e t u m
> trapiche, p o c i l l u m > pocillo, v e r v a c t u m > bar­
becho, m a t e r i e s y m a t e r i a > madera, m u s t a c e u s
> mostachón, y en otro campo semántico l a c e r a r e , que
había de perdurar en lazerado 'lastimado' y lazrar 'padecer'
del español antiguo; en las sátiras de Lucilio (180-103) cons­
tan voces expresivas o jergales como r o s t r u m 'morro,
jeta' > esp, rostro, port, rosto, b a r o , - o n i s 'ganapán' >
varón, g u m i a 'tragón' > gomia, c o m e d o , - o n i s > co*
mitón; también el adverbio d e m a g i s > cat. demes, esp.
demás, port, demais. Varrón (116-h. 26) atestigua c a p i t i u m
'cabezón de la túnica', precedente de c a p i t i a > cabeza;
asim ism o menciona la l u c a n a ‘cierta.clase de embutido',
de donde deriva la l u c a n i c a de Marcial y otros, origen a
su vez de * l u c a n i c e a > longaniza, cat. llonganisa. Más
joven que Varrón y muerto antes que él, Lucrecio (97 ó 96-
55 ó 53), aunque nunca estuvo en Hispania, emplea s a l i r e
en la acepción de 'brotar una planta', sólo conservada en el
español salir. Más tarde escritores de la Edad de Plata naci­
dos en la Península prueban que en el latín hispánico seguían
vigentes antiguas voces que han sobrevivido exclusiva o casi
exclusivamente en español y portugués: Séneca el filósofo
muestra gran apego por a p t a r e ( > esp. y port, atar), y,
lo m ism o que Quintiliano, se vale de p a n d u s 'curvo' ( >
esp. pando); las dos palabras corrían desde Plauto y E n nio23.
El repetido uso de t r i t i c u m por Columela y el de « t r i -
t i c e u m frumentum» por Marcial anuncian la superviven­
cia de la palabra (sobre cuya etimología había discurrido
Varrón) en el esp. y port, trigo (véase el apartado siguiente).

23 S. da Silva Neto, História da Lingua Portugttêsa, 116 y 117;


A. Tovar, Latin de Hispania: aspectos léxicos de la romanización,
discurso de recepción en la R. Acad. Esp., Madrid, 1968, 10-35 y 45-46;
AUlatein tind Romanisch: s a r r a r e , nicht s a r d a r e f, Glotta,
XLVI, 1968, 267-274, y Catón y el latin de Hispania, «Philologische Stu-
dien für Joseph M. Piel»», Heidelberg, 1969, 201-208.
2. El distanciamiento geográfico de la Península respecto
al Centro del Imperio fue otra causa para que su latín cam­
biara con m enos rapidez. Las innovaciones partían de Roma,
foco principal de la Romania; allí confluía la población dis­
persa de las provincias y se emitían las modas de lenguaje.
Galia era otro centro irradiador: su com unicación con la
metrópoli, más estrecha que la de las demás regiones, el
establecim iento de sede imperial en Tréveris y el carácter
revolucionario del latín galo favorecían allí ía difusión de
las novedades procedentes de Roma, a las que se añadieron
otras. En cambio, comarcas más alejadas, com o Hispania,
Cerdeña, el Sur de Italia, Sicilia, los valles alpinos, Dalmacia
y Dacia, ignoraron muchos neologism os y conocieron otros
en grado insuficiente para que pudieran enraizar.
Así se explican las coincidencias léxicas entre el español
y - l Q s rom ances-m eridionalesrorientales y^de^zonas"aisladas.
Al desaparecer el clásico 1 o q u i , triunfó f a b u l a r i o
* f a b e l l a r e , que subsisten en el esj>. hablar, port, falar,
sardo faedçlare, retorromano favler; pero Italia y Galia adop­
taron el tardío * p a r a b o l a r e (fr. parler, it. parlare). Las
coincidencias del español con el rumano son especialmente
abundantes; y como la Dacia quedó separada del resto de
la Romania a partir del siglo iii, revelan una etapa lingüís­
tic a anterior a la escisión. En lugar del latín clásico i n ­
v e n i r e , el lenguaje vulgar acudió a una metáfora propia
de la caza: a f f l a r e ‘resollar el perro al oler la presa’ pasó
a significar ‘encontrar’ (esp. hallar, port, achar, dialectos
m eridionales de Italia ahhari, aSá, siciliano aíari, retorr.
obvaldés unflá, dálmata aflar, rum. afta)', después surgió
* t r o p a r e , de origen discutido, que ha dado el fr. trou­
v er y el it. trovare. De los adjetivos p u l c h e r y f o r m o ­
s u s , el primero, más selecto, no subsistió en el latín vulgar;
f o r m o s u s , más popular, queda en el español hermoso,
port, ferm oso y rum. frumos; pero b e l l u s , netam ente
vulgar y más reciente, prevaleció en el Centro de la Romania
(fr. beau, it. bello; el español bello ha sido siem pre literario,
o, al m enos, poco general). F e r v e r e Se m antiene en el
esp. hervir, port, ferver, pullés ferve, rum. fierbe; pero
b u l l i r e 'echar burbujas' se propagó por casi toda Italia
( boltire) y Galia (bouillir), desplazando a f e r v e r e . De m odo
sim ilar l a t r a r e (esp. ladrar, rum. latra), m e n s a (esp.
mesa, rum. mas#) y a r e n a (esp. arena, rum. ariná) son
más antiguos que * b a u b a r e (fr. aboyer, it. abbaiare),
t a b u l a (fr. table, it. tavola) y s a b u l u m (francés sable,
it. sabbia, sabbione). T r i t i c u m , cuya presencia en escri­
tores hispanorromanos acabamos de mencionar, sólo se ha
conservado en el esp. y portugués trigo, en el sardo tridicu
y en valles de los Alpes réticos (tridik, tredi); el resto de la
Romania-p r e f i r i ó - f r u m e n t u m ^ > i t ^ f r u m e n t o ) o a d o p tó
* b 1 a t u m , tomado del fráncico ( > fr, blé, prov. y cat, b la t).
A estos ejem plos se podrían añadir bastantes m á s 24.
3. Igual ocurre con fenóm enos de tipo gramatical. Entre
los sustitutos del comparativo clásico b r é v i o r , l o n g i o r ,
la perífrasis m a g i s l o n g u s era anterior a p l u s l o n g u s
y estaba más admitida; m a g i s es la partícula comparativa
que sigue usándose en los romances peninsulares y en ru­
mano (port, mais, esp. más, cat. mes, rumano mal); la Ro­
mania central prefirió p l u s (fr. plus, italiano ptU )75.

w Véanse los estudios de Bartoli citados en la nota 19; S. da Silva


Neto, História da Lingua Portugu&sa, 118-130; G. Rohlfs, Die lexikall-
sche Differem ierung der romanischen Sprachen, München, 1954 (trad,
y notas de M. Alvar, Diferenciación léxica dé las lenguas románicas,
Madrid, 1960). Para las coincidencias entre los rom ances hispánicos y
el rumano, v. bibliografía en Baldinger, La formación de los dominios
ling. en ta Pen. lb., 108, η. 100.
25 La comparación con p l u s no fue desconocida en España: las
Glosas del siglo x traducen a s p e r i u s por «plus áspero, más»; en
portugués medieval existió chus, y Berceo usa plus y chus: en ca­
Los dem ostrativos h i c , i s t e , i l l e indicaban en latín
la gradación de distancia en relación con las tres personas
gramaticales; al perderse h i c , el latín peninsular expresó
la triple gradación con i s t e , i p s e y e c c u ( m ) i 11 e o
a t q u e 26 ( e c c u m ) i 11 e (esp. este, ese, aquel; port, este,
esse, aquele); en los demás países románicos, salvo Sicilia
y el Sur de Italia, los dem ostrativos se redujeron a distinguir
la proximidad y la lejanía (fr. celui-ci, celui-là; it. questo,
q u e llo u , rumano acest, acel). A igual polarización en dos
categorías ha llegado el catalán moderno; pero el medieval
distingue los tres grados como hace todavía hoy el valencia­
no (est, eix, aquell) 27.
En español, portugués y catalán (sobre todo catalán anti­
guo y valenciano) se conserva el pluscuam perfecto latino
a m a v e r a m , p o t u e r a m , total o parcialmente con­
vertido en subjuntivo (esp. amara, pudiera; portugués amara,
podera, dormira; cat. amara, poguera, dormira); fuera de
la Península sólo existe en provenzal y en dialectos del Sur
tie Italia; el francés lo olvidó muy pronto. El futuro a m a ­
n e r o sólo queda precariamente en España y en la Romania
oriental (port, cantar, dormir; esp. cantare, durmiere; dál-
mata kanturo, con valor de futuro imperfecto; rumano de
Macedonia chitaret dormire).
talán ant. y dialectal hay pits. Pero tales restos no invalidan la general
preferencia de los romances peninsulares por m a g i s .
26 Como introductor enfático a t q u e aparece frecuentem ente ante
dem ostrativos y sobre todo ante e c c u m , e c c a m (Thesaurus Lin­
guae Latinae, I, 1076). Véase F. González Ollé, Precisiones sobre ta
etimología de «aquel», «Homenaje a Muñoz Cortés», Murcia, 1977, II,
863-869. En gall.-port. ant. hay aqtte 'he aquí’ (Dámaso Alonso, E tim o­
logías hispánicas, Rev. de Filol. Esp., XXVII, 1943, 41-42).
27 Véase A. Badia, Los dem ostrativos y los verbos de movimiento
en iberorrománico, «Estudios dédies, a M. Pidal», III, 1952, 3-31. En
italiano central la triple referencia se m antuvo m ediante la creación
de cotesto, codesto ( < e c c u ( m ) t i b i i s t u m ) ; pero ya en el
siglo XIV se extendía a costa suya questo, y hoy está en decadencia.
4. Otras veces los romances peninsulares concuerdan con
los de rincones alpinos, Cerdeña o Dacia, en usos ajenos al
latín clásico, que ha mantenido los suyos en Galia e Italia.
En estos casos hay que suponer que las coincidencias son
resultado fortuito de evoluciones independientes entre sí,
o bien que se trata de innovaciones generales a toda la Ro­
mania en un tiempo determinado, pero desechadas más tardé^
en Italia y Galia, mientras se conservaban en regiones latera­
les o aisladas. Esto último parece haber ocurrido con g e r ­
m a n u s ( > esp. hermano, port, irmâo, catalán germá), que
desplazó en España al clásico f r a t e r { > fr. frère, it. fratel-
lo), cosa que ocurre también en los dialectos de Bérgamo y
la Valtelina: tales son los restos de un dominio anterior más
amplio, pues g e r m a n u s aparece sustituyendo a f r a t e r
en textos merovingios, y prevaleció hasta el siglo x n en toda
Italia, a excepción del extremo S u r 28. En el fr. vouloir, it.
volere, cat. voler, pervive v e l l e , vulg. v o 1 e r e, mientras
que el Centro y Occidente de la Península, así como Cerdeña,
adoptaron q u a e r e r e 'buscar', que Terencio (v. apartado 1)
usaba como expresión de voluntad ( > esp. y port, querer,
logudorés kerrere); pero el francés antiguo conoció tam­
bién querre ‘désirer, vouloir', después elim inado29. En
el latín clásico p a s s e r significaba propiamente 'gorrión,
pardal'; pero en algún pasaje de Cicerón parece tener el
sentido amplio que ha prevalecido en el esp. pájaro, port.

24 P. Aebischer, L ’italien prélittéraire a-t-il dit «germano» et «ger­


mana» pour «frère» et «soeur»? Étude de stratigraphie linguistique,
Zeitsch. f. rom. Philol., LVII, 211-239.
29 En el siglo x m Adam de la Halle alterna los dos verbos: «De
bien am er veil m aintenir l'usage: / plus douchement ne quier mon
tans user* (Bartsch, Chrestom., 760 a, 21-22). Los únicos restos de
v o l e r e en español están fosilizados en pronombres indefinidos ar­
caicos: el preliterario qualbis (Menéndeí Pidal, Orígenes, § 69) y
sivuelque, sivuelqual, qualsivuel 'cualquiera1, sivuelquandó ‘cuando·
quiera’, usados por Berceo.
pdssaró y rum. p a s á r e 30; el resto de la Romania prefirió
a v i c e l l u (fr. oiseau, it. uccello, prov. auzel, cat. aucel).
5. Sólo en el Centro y Occidente de la Peninsula guardó
el latín hablado ciertos rasgos de época clásica que desapa­
recieron en el uso de las demás provincias. Los numerales
de decena mantuvieron la acentuación clásica - a g i n t a , ase­
gurada por una inscripción hispana del siglo vi ( s e p t u a -
z i n t a ) y por los derivados romances sessaenta, setaenta
( > port, moderno sessenta, setenta; esp. moderno sesenta,
setenta); en el resto de la Romanía la terminación - a g i n t a
sufrió un cam bio de acento y se contrajo en - a n t a (fr. qua­
rante, soixante; it. quaranta, sessanta).
Estas y otras particularidades, unidas a los demás arcaís­
m os señalados antes, debían de dar al latín de España cierto
dejo de vetustez, compensado por la originalidad y abundan­
cia de sus innovaciones^ v¿ § 23).

§ 22. D ialectalism os i t Alico s en el latín de H is p a n ia 31.


1. Por testim onio de los historiadores antiguos se sabe
que entre los legionarios venidos a Hispania durante e l si­
so De Finibus, 2, 23: «Voluptas, quae p a s s e r i b u s nota est
o m n i b u s , a nobis, a nobis intelligi non potest?».
îl Véanse R. Menéndez Pidal, Orígenes, §§ 52-55 y 96; A propósito de
J- y 11 latinas. Colonización suditdíica en España, Bol. R. Acad. Esp.,
XXXIV, 1954, 165*216; y Dos problemas iniciales relativos a los ro­
mances hispánicos, «Enclcl. Ling. Hisp.*, I, 1960, Lix-cxxxvni; H.
Meicr, Ensaios de Fitología Románica, Lisboa, 1948, 11-16; S. da Silva
Neto, História da-Lingua Port., 116-117, y Fontes do Latim Vulgar, Rio
de Janeiro, 3.a ed,, 1956, 166-169; V. Bertoldl, Episodi dialettaîi nella
storia del latino delta Campania e detVîberia, «Est. dedic. a M. Pidal»,
III, 1952, 33-53; Dámaso Alonso, Metafonla y neutro de materia en
España (sobre un fondo italiano), Zeitsch. f. rom. PhHol., LXXIV,
1958, 1-24; La fragmentación fonética peninsular, «Encicl. Ling. Hisp.»,
I, Supl., 1962, 105-154; A. Tovar, Latín de Hispania, 1968, 37-46. Entre
los contradictores de la tesis suritálica destaca G. Rohlfs, La impor­
tancia del gascón en los estudios de los idiomas hispánicos, *1 Con-
g l o I I antes de J. C. los romanos estaban en minoría respecto
a itálicos de otra procedencia cuya lengua originaria no era
el latín, sino el oseo o el úmbrico, otros dialectos indoeuro­
peos. Muchos de esos legionarios se asentaron com o coloni­
zadores. La presencia de itálicos no latinos se renovó después
con las guerras sertorianas de los años 80-72: Sertorio había
nacido en la Sabina, tierra de dialecto sabélico-osco, y se­
guramente le acompañaron paisanos suyos. Las inscripciones
hispano-latinas abundan en nom bres personales como C a m ­
panus, Sabinus, Lucanus, Tuscus, Apulus,
que proclaman oriundez no romana. Otros gentilicios itálicos
se han perpetuado en la toponimia española: la comarca
de los Oseos en el Occidente de Asturias, Salentinos en León,
Polentinos en Avila, se añaden al antiguo S p o l e t i n u m ,
cercano a la gran I t a l i c a , la «Itálica famosa» de Rodrigo
Caro..Tales gentes reprodujeron en su nueva residencia los
nombres de la originaria: Abella (Lérida), Vinuesa (Soria),
el antiguo S u e s s a (Tarragona) y Suesa (Santander) son
evidente recuerdo de A b e l l a , V e n u s i a y S u e s s a de
Campania y Apulia.
2. Mucho se ha discutido la influencia que los inmigran­
tes itálicos no latinos pudieron ejercer en el habla de las
provincias. Ha de tenerse en cuenta que hasta la Guerra
Social (com ienzos del siglo i antes de J. C.) tanto el óseo
como el úmbrico gozaban plenitud de vida; doscientos años
más tarde el oseo seguía usándose aún, según lo demuestran
inscripciones pompeyanas. Es muy significativo que una ins-
greso Internae, del Pirineo», 1952; Concordancias entre et catalán y el
gascón, «VII Congr. Internae, de Ling. Románica», II, 1955, 663-672;
Oskische Latinitât tn Spanien?, Revue de Ling. Romane, XIX, 1955,
221-225, y Vorromischer Lautsubstrate auf der Pyrendenhatbinset?,
Zeitsch. f. rom. Philol., LXXI, 1955, 408-413; C. Blaylock, Latin l-, -It-
in the Hispanic Dialects: Retroflexion and Lenition, Rom. Philol., XXI,
1967-68, 392-409. Bibliografía crítica y más completa en K. Baldinger,
La formación de tos dom., ling, en la Pen. Ib., 1972, 104-124.
cripción pam plonesa del año 119 dé o c t u b e r por o c t o ­
b e r , pues el vocalism o oseo tenía /G / donde el latín /ó /;
de o c t ü b e r proceden el esp. octubre, ant. ochubre, port.
outubro, cat. u yíubre; en igual caso están el esp. nudo y el
cat. nu, que presuponen * n ü d u s en vez de n ô d u s . Tam­
bién los esp. p ó m ez , esteva y cierzo, port, pom es y cat. cerç
provienen de formas dialectales p ô m e x , s t ë v a y c ë r -
c i u s (este ultim o, usado por Catón) y no de las latinas
puras p ü m e x , s t i v a y c ï r c i u s .
3. La hipótesis del influjo suritálico en el latín traído a
Hispania se fortalece en vista de una serie de coincidencias
que se dan entre los actuales dialectos del Mediodía italia­
no, Sicilia y Cerdeña de una parte, y los romances hispánicos
de otra. En el italiano meridional, siciliano y sardo la / r /
inicial de palabra se refuerza hasta pronunciarse / r / , esto
es, com o rr-, igual que en catalán, español, portugués y gas­
cón. En zonas de ambas penínsulas se refuerza también la
/1-/ iniciaC que, equiparada a la /11/ interior, da en unas áreas
resultado palatal (/11/, Jyyf o, simplificado, /1/, /y /) , y resul­
tado cacum inal32 en otras ( /d d /, /t^ /, / d /, f \¡ , etc.); así
los suditálicos actuales lluna, ¡una, çlduna, yupo, daña,
44engua tienen su paralelo en los catalanes lluna, Uop, llana,
llengua, en los astur-leoneses lluna, llobu, llana, Uingua o
díuna, fsuna, tsobu, tsana, tsingua, en los mozárabes yengua,
llancas 'lanzas', etc., y en otras num erosas m uestras en tex­
tos y toponimia del Centro y Sur peninsulares (v. § 44j).
La cacuminalización de /-11-/ interior y no de /1-/ inicial ocurre
en la mayor parte del Mediodía italiano y en Sicilia, Cerdeña,
el Pirineo aragonés y Gascuña Menor pujanza que el refuer­
31 «Cacuminales», «retroversos»' o «retroflexos» son los sonidos
que se articulan elevando la lengua hacia el paladar o los alvéolos de _
modo que los toque con el borde o cara inferior del ápice.
33 El meridionalismo del fenómeno tiene además en su apoyo el
hccho de que el latín africano pronunciaba l l a r g u s , 11 e x , según
zo de /r -/ y /1-/ tiene el de /n -/ inicial, manifiesto sólo en
astur-leonés (ño, nariz) y esporádicamente en Italia (nnutu
nnido en Apulia, ignudo del italiano general, e tc .)33bl*.
4. Caso más problemático es el de las reducciones /m b /
> /m /, que se da en catalán, aragonés, castellano y gascón
( l u m b u > lomo, cat. Horn) * p a l u m b a > paloma, c o ­
l u m b a > catalán coloma); /n d / > /n /, general en catalán^
( d e m a n d a r e > demanar) y gascón, frecuente en aragonés
antiguo; y /ld / > /11/, /1/ o /1/ ( s o 1 d a t a > soltada),
que se ve en ejem plos dispersos, pero numerosos, de Aragón,
Castilla, León, Toledo y hasta de Sevilla y Cádiz, en la Edad
Media 33 ter. Las tres asimilaciones son nórmales en los dialec­
tos del Centro y Sur de Italia, con las mismas diferencias de
extensión e intensidad que en España; allí guardan innegable
relación con el substrato lingüístico osco-um bro33 qua‘CT. Tam­
bién la sonorización de /p /, / t / , /k / tras nasal, / r / o /1/, prac­
ticada en valles alto-aragoneses (cambo, fuande, por campo,
fuente) es corriente en el Centro de Italia y existía en úmbrico.
Aunque esta sonorización alto-aragonesa se halla en estrecha
relación con la habitual en vasco (v. § 4s), la influencia de los
colonizadores itálicos pudo reforzar las tendencias nativas.
Los cuatro fenómenos, aunque /m b / > /m / alcance mayor di­
fusión, se congregan en España hacia la región pirenaica,

aseguran el gramático Pompeyo y San Isidoro (H. Schuchardt, Vo-


kalismus des Vulgarlatems, III, 303; Silva Neto, História da Lingua
Poríugitésa, 124),
33 bis Hay ejemplos aragoneses medievales y alguno actual aislado;
v é a s e Menéndez Pidal, «Encicl, Ling. Hisp.*, I, l x x x i x -x c .
33 ,er A los ejemplos aducidos por Menéndez Pidal (Orígenes, § 54)
añade B, Pottier los de alcalle, cabillo, que llegan a superar en fre­
cuencia a los de alcalde, cabildo en el siglo xiv y decaen más tarde
(Geografía dialectal antigua, Rev. de Filol. Esp., XLV, 1962, 241-257).
33 quater Para la conservación de -mb- y -nd- en la escritura y en el
uso culto o urbano durante la Edad Media y siglo xvi, véase Alberto
Várvaro, Capitoli per la storia lingüistica delV Italia Meridionale e
delta Sicilia, Medioevo Romanzo, [1980].
en torno a las ciudades sertorianas O s c a e I l e r d a ; el
nombre de O s e a ( > Huesca) alude a la procedencia de
sus colonos
5. En el N oroeste peninsular la / ú / latina en posición
final, articulada en romance como / u /, cierra la vocal tónica.
El fenómeno está registrado en Portugal, el centro de As­
turias y el valle del Pas, en Santander; falta exploración
suficiente respecto de Galicia. En portugués la m etafonía
provocada por la / u / final (escrita o), aparte del caso excep­
cional t ô t u > tudo, afecta casi exclusivamente a la /e/ y
la f o f procedentes de / ë / y / 6 / latinas; ambas vocales se
cierran ante la / u / de nombres y adjetivos m asculinos en
singular (corno, horto, sogro) pero se conservan abiertas
ante la / a / del fem enino y ante el resultado del plural latino
/-ô s / (cçrnos, hçrta, hçrtos, sçgra, sçgros). En el asturiano

M Menéndez Pidal (Orígenes, § 55 bis y aEncicí. Ling, Hisp.», I,


Lxii-Lxvi) asienta que O s c a es el nom bre dado por los romanos
a la ciudad, m ientras las inscripciones monetales más antiguas en
escritura ibérica la llaman B o l s e a n , y sólo unas pocas de las
m ás m odernas H o l s c a n ' u O I s c a n . Se ha atribuido a vasquis-
mo la pérdida de Ia / b / inicial, pero es hipótesis carente de funda­
mento: L. Michelena, Fonética Histórica Vasca, 1961, no menciona
sem ejante fenómeno. Por otra p arte O I s c a n es demasiado tardío:
« O s e a —dice Menéndez Pidal— era corriente en latín cuando todas
las monedas decían B o l s e a n y no O I s c a n » ; y la supuesta re­
ducción de 0 1 s c ann a O s e a , contraria a la cronología, lo es tam ­
bién a la evolución fonética norm al, ya que no se explica la desapari­
ción de la /1/ sin dejar rastro. Finalmente es tentador el parecido
entre B o l s e a n y el nom bre de los v o 1 s c o s , el pueblo itálico
vecino y enemigo de Roma en tiempo de Coriolano (véanse una leve
insinuación de A. Tovar, Anales de Filol. Clás., 5, Buenos Aires, 1950-
52, 157, y el artículo de M. t>olç Los prim itivos nombres de Huesca,
Argensola, 1951, 153-165); en el siglo IX Tltlnio menciona juntos a
oscos y volseos como gentes que hablan sus lenguas respectivas por
ignorar el latín (Tovar, Latin de Hispania, 38-39); sin embargo la
identificación de B o l s e a n y v o l s e i exigiría dem ostrar previa­
mente que B o l s e a n es nom bre posterior a la llegada de ítalos y
no, como parece, indígena.
central la acción de Ia / u / alcanza a toda / o / , / e / y /a /; ya
hacia 1155 se documenta mancibo frente a manceba; hoy,
pilu, cuirnu, sentu, silicusu, frente a petos, cuernos, santos y
santa, silicosos. Y en el habla pasiega son norm ales babiru,
ispiju, arruyu, lubu, niitu, puiblo contra baberos, espejos,
nietos, pueblos, etc.; la /a /, sin llegar a / ç / , se hace algo
palatal ante /u /. Excepción im portante es el adjetivo aplica­
do a nom bres de materia: termina invariablemente en /-u /,
/-o /, aunque el nombre sea fem enino, y no cierra la vocal
tónica («tá negro el arroz», «borona secu»); los sustantivos
de tema en /*o/ usados en sentido general de m ateria no
cierran su vocal final ni inflexionan la tónica (pelo), pero
lo hacen cuando se refieren a unidades concretas y numera­
bles (pilu). Este neutro de materia se extiende desde el cabo
de Peñas y Pola de Lena hasta zonas de la Montaña santan-
derina, como_Cabezón de la Sal, y el valle del Pas, Tanto la
m etafonia como el neutro de materia tienen en el Mediodía
italiano áreas, antigüedad y pujanza mayores que en el
N oroeste de nuestra Península. La filiación no deja lugar a
dudas, pese a diferencias explicables por las distintas con­
diciones en que ambos fenóm enos se desarrollaron en el
país de origen y en el colonizado, aislados entre sí desde la
caída del Imperio rom ano33.
6. Las lenguas iberorrománicas concuerdan con los dia­
lectos del Sur de Italia y Sicilia en rasgos característicos de
su m orfología y sintaxis: sistem a y form as de los tres de­
m ostrativos (v. § 21a); empleo de la preposición a ante objeto
directo que designe persona individuada («si w is to a ffrá-

*3 R. Menéndez Pidal, Pasiegos y vaqueiros, Archivum, IV, 1954,


3-18; D. Alonso, v. nota 31; R. J. Penny, E l habla pasiega: ensayo de
dialectología montañesa, Londres, 1970, §§ 41-45 y 158. Robert A. Hall,
Jr., niega la existencia de un «neutro de materia» y trata de explicar
^ el fenómeno como resto del ablativo partitivo latino {‘Neuters', Mass-
nouns, and the Ablative in Romance, Language, XLIV, 1968, 480-486).
tim o ?» '¿has visto a mi hermano?’); uso de t e n e r e a costa
de h a b e r e para expresar la posesión, e incluso como verbo
auxiliar; precedente umbro para f u i com o perfecto de e s s e
y de i r é , etc. En el léxico, aparte de las coincidencias que
H ispania y las hablas suritálicas comparten con otras zonas
periféricas de la Romania (§ 2h), hay otras exclusivas de las
dos penínsulas o de ambas y Sicilia o Cerdeña: el calabrés
dassare y el siciliano dassari corresponden al cat. deixar,
esp. dejar, gall, y port, deixar; la evolución semántica de
p l i c a r e , a p p l i c a r e ha conducido a igual resultado en
el cal. akkikare, sic. kikari, esp. allegar, llegar, gall, y port.
çhegar; lo m ism o l e v a r e > cal. levare, sic. livari, esp.
llevar, gall, y port, levar. En estos casos las preferencias
suritálicas e iberorrománicas contrastan con la elección de
l a x a r e , * a r r i p a r e y p o r t a r e en la Romania Cen­
tral (fr. laisser, arriver, porter, it. lasciare, arrivare, portare).
A estos ejem plos podrían añadirse o tr o s36. Además no debe
olvidarse la procedencia de autores arcaicos latinos en cuyas
obras se han señalado antecedentes de vocablos hispanos
¡típicos (§ 21|): Nevio y Lucilio habían nacido en Campania,
Plauto en Umbría y Ennio en Calabria. Por otra parte el
gaditano Columela aplica a la higuera el adjetivo b i f e r a ,
que solo subsiste, sustantivado, en Cosenza ( bífartt), los
Abruzzos (vefere), el esp. breva, gall, bebra y port, beberá,
befara.
7. El influjo suritálico en el latín de Hispania no se ma­
nifiesta de manera uniforme. Son generales el refuerzo de

3* Véanse G. Rohlfs, Die Quellen des unteritalienischen Wortschatzes,


Zeitsch. f. rom . Philol., XLVII, 1926, 135-164; H. Meier, Ensaios de
Filol. Rom ., 11-16; Silva Neto, Hist, da U n. Port., 122-124; Menéndez
Pidal, Colonización sudit., cxxxvni; Dámaso Alonso, La fragmentación
fonét. peMirt., 140*146; A. Tovar, Latín de Hisp., 36 y 43; Joseph Palermo,
It probtema del siciliano. Alcune isoglosse tbero-siciliane rilevanti, «Atti
XIV Congr. Internaz. di Ling, e Filol. Romanza, Napoli, 1974, 17-29».
/ r / inicial en / r / f la subsistencia de los tres demostrativos,
el acusativo con a d para el objeto directo personal, la ex­
tensión de t e n e r e y f u i a costa de h a b e r e e i v i ,
* d a x a r e por l a x a r e , etc. Pero la palatalización de /1/
inicial en /J/ no alcanzó a la Gallaecia ni al Oeste de Lusi­
tania; la asimilación /m b / > /m / solo arraigó en la Tarra­
conense, y /n d / > /n / en el Nordeste de ella. En cambio 1S
/ u / final sólo provoca metafonía en el Noroeste, y el neutro
de materia se limita a parte de Asturias y de la Montaña.
Por últim o los resultados cacuminales de /1-/ y /-11-/ sólo se
producen en una zona de Asturias y León, a caballo de la
cordillera cantábrica, y en otra del Pirineo aragonés. Estas
diferencias han de atribuirse a factores de diversa índole:
la variedad lingüística del Sur de Italia era y es muy grande.
El contingente de legionarios y colonos de unas y otras re-
giones no hubo de ser el mismo en cada expedición ni en
cada época. Es de suponer que los itálicos asentados en la
Tarraconense durante el siglo n estarían menos latinizados
que los combatientes de las guerras cántabro-astúricas bajo
Augusto. Por otra parte los dialectalism os de su latín encon­
traron en layetanos, ilergetes y vascones substratos distintos
de los precélticos y célticos del Noroeste.
8. Sobre la posible relación del betacism o del Norte
peninsular con el suritálico, v. § 4¡, n. 2 8 .

§ 23. N eo lo g ism o s d e l l a t ín h is p á n ic o .

1. En el latín hispánico apuntaban seguramente noveda­


des exclusivas suyas. Perduraban rasgos de pronunciación y
vocablos procedentes de las lenguas primitivas (v. §§ 4-6).
Otras veces eran procesos autóctonos del latín peninsular y
pueden inducirse del ulterior desarrollo de los romances his-
panos; así la tendencia a elim inar la conjugación - ë r e en
beneficio de las en - e r e o - I r é , reduciendo a tres los
cuatro paradigmas verbales ( f a c é r e > hacer, s c r i b ë r e
> escribir); así también form aciones léxicas com o * e x -
p e r g i t a r e ( > esp. y port, espertar, despertar) por e x -
p e r g i s c f i r e ; * a p p a c a r e ( > esp., cat. y port, apagar),
por e x s t i n g u e r e ; * c a l l a r e ( > esp. y cat. callar, port.
calar), por t a c e r e ; * m a n e a n a ( > esp. mañana, port.
manhâ) junto a m a n e ( > «la man» en el Cantar de Mió
Cid); * v e r a n u m t e m p u s ( > esp. verano, port, verâo);
* c i b a t a ( > esp. cebada, port, cevada; con el sentido de
'avena', prov. y cat. civada); c e r e o l a ( > esp. ciruela, gall.
cirola) por p r u n a ; cambios de función gramatical, como
el del participio c a l e n s , - e n t i s convertido en adjetivo
sustituto de c a l i d u s (cat. calent, esp. caliente, port, quen-
fe);^o^la" extensión^del^adverbio^t a r d e^a^uso^sustantivor
en vez de s e r a (esp., port, tarde); y cambios semánticos
como el de s o b r i n u s 'primo segundo', que ocupó el lugar
de n e p o s (esp. sobrino, port, sobrinho); el de r ï v u s ,
que del significado de 'arroyo' pasó al de 'curso importante
de agua' ( > cat. riu, esp. y port, rio), propio de f l u v i u s
o f l u m e n ; y el de c i b a r i a 'alimentos' a 'cereales, grano'
(esp. cibera) 37.
2. Poseemos noticias concretas acerca de unas cuantas
palabras características del latín hablado en nuestro suelo:
Columela usa v u l t u r n u s 'viento del Sur' ( > esp. bochor­
no); él y Séneca emplean s u b i t a n e u s ( > esp. supitaño);

31 Véanse J. Jud, Problèmes de géographie linguistique romane,


Rev. de Ling. Rom., I, 1925, 181-236, y II, 1926, 163-207; Paúl Aebischer,
Les dénominations des 'céréales', du ‘blé' et du 'fro m ent' d ’après les
données du latin médiéval, «Essais de Philologie Moderne», 1953,
77 y sigts.; G. Rohlfs, Aspectos y probtemas del español en su enlace
con los otros romances, «Probl. y principios del estructuralism o ling»,
Madrid, 1967, 231-239.
y Séneca da a p r a v u s el valor de 'duro, riguroso, violento’
conservado en el esp. bravo. Plinio cita el hispanism o f o r -
m a c ë u s ‘pared’, que ha dejado por única dpscendencia
románica el español hormazo 'pared hecha de tierra’. En
inscripciones hispanolatinas se encuentran otras: c o 11 a c-
t é u s , regresión de c o l l a c t a n S u s 'hermano de leche’,
es el origen del español m edieval cotlaço; el m asculino m a n -
c i p i u s , en lugar del neutro clásico m a n c i p i u m , prue­
ba que era térm ino usado entre el vulgo español; en efecto,
se ha conservado en la Península (esp. mancebo, cat. masip),
mientras se ha perdido en el resto de la Romanía. A l t a ­
r i u m por a l t a r e es forma precursora del español otero,
port, outeiro.
3. En los albores de la época romance, San Isidoro re­
coge muchas voces usadas en el habla vulgar de España.
A lpüías^són privativas de-ella: a n t e n a t u s ( > español
alnado); a r g e n t ë u s 'blanco' ( > esp. ant. arienço); b o s -
t a r 'establo de bueyes' ( > esp. bostar, port, bostal); c a ­
t e n a t u s ( > esp. candado, port, cadiado, catalán cadenat);
c o l o m e l l u s 'diente canino’ ( > esp. colm illo); s e r r a -
1 i a 'lechuga silvestre' ( > esp. cerraja, port, serralha, cat.
serralla). Una caprichosa etim ología isidoriana dice que al
gato se le llamaba c a 11 u s «quia c a t t a t , id est, videt»;
con ello nos da la certeza de que en el siglo v il los hispano-
godos empleaban el verbo c a t t a r e ( < c a p t a r e ) con
el sentido de ‘ver, mirar', propio del esp. medieval catar,
conservado hoy en catadura 'aspecto’, catalejo, cataviento.
Y la afirmación isidoriana «omne satis viride a m a r u m
dicitur» aclara el origen del esp. amarillo, port, amarelo

38 Menéndez Pidal, Manual, § 2; Camoy, Le latin d'Espagne d'après


les inscriptions, Bruxelles, 1906; J. Sofer, Lateintsches und Romanlsches
aus den Etymologiae des Isidorus von Sevilla, Gottingen, 1930; A. To­
var, Latin de Hisp., 34 y 36.
4. Frente a la consideración general del español y deí
rumano com o romances arcaizantes, hay reacciones que, con
justicia, ponen de relieve la potencia creadora de sus neo­
lo g ism o s39. Realmente son dos aspectos complementarios de
la fuerte peculiaridad que caracteriza a cada una de las dos
lenguas.

§ 24. D if e r e n c ia s r e g io n a l e s en el latIn . h is p á n ic o .

1. Durante el período romano el latín peninsular debía


de ser bastante uniform e. Sin embargo, entre los siglos vi
y X lo verem os fraccionarse en diversos dialectos románicos.
Ya se han indicado los factores que contribuyeron a man­
tener la cohesión lingüística bajo el Imperio, y cómo, al des­
aparecer aquéllos, hubieron de surgir las variedades roman­
ces. Pero cuando tratamos de inquirir si antes del siglo vi
apuntaban en España diferencias regionales que pudieran
ser base de futuras escisiones, hemos de renunciar a la cer­
tidumbre absoluta y contentam os con hipótesis.
2. La división administrativa romana no era arbitraria.
Los conventos jurídicos que integraban las provincias pare­
cen haberse atenido, en su demarcación, a núcleos previos
de pueblos indígenas. A esta diversidad étnica —y posible­
m ente de substrato lingüístico— se añadió la concentración
de actividades de cada convento en tom o a su capital. For­
mábanse de este m odo subcomunidades, dentro de las cua­

39 I. Iordan, Paralelos lingüísticos rumano-españoles, «Actas del


II Congreso Intern, de Hispanistas», Nijmegen, 1967, 347-355; El lugar
del español entre los idiomas romances, «Actas del V Congreso...», I,
Bordeaux, 1977, 49-58. Más ponderadam ente, Marius Sala, El rumano
y el español, áreas laterales de la Romania, «Lengua, Literatura, Fol­
klore. Est. dedic. a R. Oroz», Santiago de Chile, 1967, 439-448.
les se perpetuaban arcaísmos o aparecían innovaciones ex­
trañas a las comarcas vecinas. La Iglesia estableció sus se­
des episcopales con arreglo, generalmente, a la distribución
de conventos y provincias romanas, continuándolas después
del Imperio y profundizando la disociación. En la geografía
dialectal quedan huellas de tan antiguas divisiones: la re­
gión de Miranda do Douro, que perteneció al convento y
diócesis de Astorga, habla dialecto leonés, no obstante ha­
llarse enclavada políticam ente en tierra portuguesa desde
fecha muy lejana Cantabria formaba parte de la Gallaecia,
mientras la m eseta burgalesa correspondía a la Cartaginen­
se; el castellano de la Montaña y otras zonas norteñas fue,
por algún tiempo, distinto del de Burgos en ciertos carac­
teres 41.
3. La romanización se efectuó en distintas épocas y con­
diciones para cada región. Iniciada en la Bética y la Tarraco­
nense, hubo de formarse en ellas el sedim ento lingüístico
qiffe fue llevado más tarde al interior. En la Bética, apartada
y culta, patria de retóricos y poetas, se hablaría seguramente
un latín conservador, purista en cierto grado. En cambio,
la Tarraconense oriental era ruta obligada de legionarios,
colonos y mercaderes; es de suponer que acogiera una po­
blación flotante que se expresaría con descuido, traería no­
vedades de lenguaje y propendería sin duda al neologismo.
AI progresar la romanización, los focos ciudadanos de Évo-
ra, Brácara, Emérita y Astúrica recibieron, probablemente,
el latín de la Bética, mientras el de la Tarraconense, avan­
zando por la vía romana del Ebro, debió de llegar hasta la
m eseta septentrional42. En Cataluña, Aragón y Burgos en­

40 Menéndez Pidal, El dialecto leonés, 1906 (ed. Oviedo, 1962, 19-20).


*1 Véase después, § 47j.
42 Véase H. Meier, Beitrage zur sprachlichen Gliederung der Py~
contraremos más adelante ciertos rasgos innovadores que
no aparecen en el Sur y el Oeste (reducciones /a i/ > /e / ,
/a u / > / o / , /m b / > /m /).
La Tarraconense comunicaba con Italia y Galia m ás es-
trechamente que el resto de la Península, lo que dio lugar
a mayor influencia lingüística de la Romania central. Así
adoptó la contracción - a n t a en los numerales de decena
(cat. y arag. sixanta, quaranta), en vez de - a g i n t a , y co­
noció como posesivo de la persona ellos el genitivo i l l o ­
r u m (cat. Uur, arag. lor, tur, como el francés leur e italiano
loro) al lado de s u u s . En la parte más oriental de la región
no fue eliminada la conjugación proparoxítona - ë r e , que
subsistió también en Galia e Italia (cat. p r e h e n d ë r e >
pendre, r e d d ë r e > retre, frente a prender, render, rendir,
de los otros romances peninsulares). En el léxico, los cata­
lanes m enjar,-parlar, trobar, voler, taula, cosí ( < * c o s i ­
n u s , de c o n s o b r i n u s ) , donar, cercar ( < c ï r c a r e ) ,
ociure ( < o c c i d e r e ) , etc., muestran preferencias opues­
tas a los castellanos y portugueses comer, hablar - f alar,
hallar - achar, querer, mesa, cormano - gall, curmán ( < c o n -
g e r m a n u s ) , dar, buscar, matar. No es forzoso que todas
estas divergencias aparecieran ya en la época imperial, ni
tampoco en la visigótica; la mayoría debió de surgir en el
^último período de formación de los romances, cuando Cata­
luña dependía del Estado carolingio43.

renüenhalbinsel, Hamburg, 1930, y Die Enistehung der rom. Sprachen


und Nationen, Frankfurt, 1941.
« La cuestión de si el catalán, en su origen, es lengua iberorromá-
nica o galorrománica ha sido muy debatida. Véanse, entre otros, los
estudios de K. Salow, Sprachgeographtsche Untersuchungen über den
ôstlichen Teit des Katalanisch-Languedokischen Grenzgebietes, 1912;
Λ. Griera, La frontera catalano-arágonesa, 1914, y crítica de R. Menén­
dez Pidal en la Rev. de Filol. Esp., III, 1916, 80 y sigts.; A. Griera,
Afro-románic o Ibero-románic?, Butlletí de Dialectología Catalana, X,
§ 25. P alabras po pu la res, cultas y s e m ic u l t a s

1. La civilización occidental ha heredado el latín en dos


formas distintas: como lengua hablada, madre de los idiomas
románicos, y como vehículo universal y permanente de cul­
tura. Consagrado por la Iglesia, se conserva en sus usos
oficiales y en la liturgia católica, si bien con creciente retro­
ceso frente a las lenguas de los respectivos países; la admi­
nistración, leyes y cancillerías lo emplearon hasta la baja
Edad Media, y aún más tarde, en todos los países europeos;
fue instrum ento general de la exposición científica, y todavía
hoy se usa como tal alguna vez; y las literaturas modernas,
en especial desde el Renacimiento, no han perdido de vista
el m odelo de los poetas, historiadores y didácticos latinos.

1922, 34-53; W. Meyer-Lübke, Das Katalanische, 1925; reseña de esta


obra por W. von W artburg, Zeitsch. f. rom. Phitol., LVIII, 1928, 157-
161; Amado Alonso, La subagrupación románica del catalán, Rev.
de Filol. Esp., X III, 1926, 1*38 y 225*261, y Partición de las lenguas ro­
mánicas de Occidente, en «MisceHánia Fabra», Buenos Aires (ambos
artículos incluidos en Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid,
1951, 11-127): M. Hagedorn, Die Stettung des Katálanischen auf der
Ibertschen Halbinsel, Zeitsch. f. neusprach. U nterrlcht, XXXVIII, 1939,
209-217; las gram áticas históricas catalanas de ,A. Badia, 1951, §§. 2 y
3, y de F. de B. Moll, 1952, §§ 5-8; G. Rohlfs, Concordancias entre
catalán y gascón, «VII Congreso Internae, de Ling. Rom.», II, B ar­
celona, 1955, 663-672; Diferenciación téxica de las lenguas románicas,
traducción y notas de Manuel Alvar, Madrid, 1960, y Catalan, pro­
vençal, gascon et espagnol, «Estudis... dedicáis a la memórla de
Pompeu Fabra», I, 1963-68 C197U. 7-10; R. Brummer, Das Katalanische
—eine autonome Sprache, Ibid., 7-18; K. Baldinger, La formación de
los dominios lingüísticos en la Pen. Ib., Madrid, 1972, 125-160 (capit.
«El catalán, lengua-puente»); G. Colón, Quelques considérations sur
le lexique catatan, «La linguistique catalane. Actes et colloques», Paris,
1973, 239-280, y El léxico catalán en ta Romania, Madrid, 1976, etc.
44 Véanse José Jesús de Bustos Tovar, Contribución al estudio det
cultismo léxico medieval, Madrid, 1974, 9-114, y R. Wright, Semicult is-
mo, Archivum Linguisticum, VII, 1976, 13-28.
A consecuencia de este doble legado, el vocabulario la­
tino ha pasado a las lenguas romances siguiendo diversos
caminos: unas palabras han vivido sin interrupción en el
habla, libres del recuerdo de su forma literaria y abando­
nadas al curso de la evolución fonética; se han transformado
al tiem po que nacían las nuevas lenguas y muestran en sus
sonidos cam bios regulares característicos; por ejem plo,
f i l i u s , g e n e s t a , s a l t u s han dado en castellano hijo,
hiniesta, soto, según leyes fonéticas que distinguen el caste­
llano de otras lenguas rom an ces45. Son las palabras llamadas
populares o tradicionales, que constituyen el acervo más re­
presentativo de cada lengua.
2. T an'antiguas como las voces populares, y pertene­
cientes como ellas a la lengua hablada, hay otras que no han
tenido un proceso fonético desembarazado de reminiscencias
cultas. Mientras a r g i l l a y r i n g e r e se deformaban
hasta llegar a arcilla, reñir, no sucedía igual con v i r g i n e
o a n g e l u s , que en la predicación y ceremonias religio­
sas sé pronunciaban de una manera más o menos distante
de la platina pura, pero esencialm ente respetuosa con ella;
el oído de las gentes se acostum bró a la pronunciación ecle­
siástica, cuyo influjo im pidió que se consumaran las ten­
dencias fonéticas usuales: v i r g i n e dio virgen, no *ver-
zen, y a n g e l u s , ángel, en vez de *año o *anlo. De igual
m odo s a e c ü l u m , r e g ü l a , a p o s t ó l u s , e p i s c ó -
p u s , m i r a c ü l u m , p e r ï c ü l u m , c a p ï t ü l u m , pa­
saron a sieglo > siglo, regla, apóstol, obispo, milagro, peligro,

45 En f i 1 i u ( s ) la / f / ha tenido igual suerte que la de f a r i n a


> harina, ‘ f a m i n e > hambre, etc., y el grupo /1 + yod/ la misma
que en m u l i e r e > m ujer, a l i e n u ( s ) > ajeno. En g e n e s t a
la /g / inicial ha desaparecido como la de g e r m a n u > hermano,
g e l a r e > helar, y la /ë / tónica ha diptongado como en 16 s t u >
tiesto, 1 ë p o r e > liebre. En s a l t u s / a l / ante consonante ha
dado jo /, como en a l t e r u m > otro, c a l c e m > coz, etc.
cabildo, muy distintos de las solucionés norm ales46. La in­
fluencia de la administración fue semejante a la de la Igle­
sia, aunque menos extensa. Los notarios redactaban sus
documentos en latín, con arreglo a fórmulas muy repetidas,
que, al ser leídas a los otorgantes, se grababan en su me­
moria, Cláusula muy usada en escrituras era «vendo tibi
mea r a t i o n e in illa terra», y con este sentido perduró
ración con su / i / latina, que desapareció en el vulgar razón;
en la data se mencionaba el nombre del monarca, y las re­
peticiones « r e g n a n t e Adefonso in Legione», « r é g n a n ­
t e rege nostro Ordonio», juntamente con el « r e g n u m
Dei» de la liturgia, hicieron que r e g n a r e y r e g n u m
se detuvieran en reinar, reino y no llegaran a *reñar, *reño.
En la mayoría de los casos citados, y en p h y s i c u s >
fésigo, t o x ï c u s > tósigo, c a n o n i c u s > canónigo, etc.,
la acción de la cultura no fue bastante poderosa para man­
tener la integridad formal de la palabra, pero sí para frenar
o desviar el proceso fonético iniciado en ella; el resultado
es lo que los lingüistas llaman semicultismo.
3. Los cultismos puros se atienen con fidelidad a la forma
latina escrita, que guardan sin más alteraciones que las
precisas para acomodarla a la estructura fonética o grama­
tical romance ( e v a n g e l i u m > evangelio, v o l u n t a t e
> voluntad). Algunos se han transmitido por el habla y la
escritura combinadas; pero en su mayor parte han sido
tomados directamente del latín literario, aunque éste fuera
el bajo latín m edieval47.

46 De haber obedecido a las leyes fonéticas, hubieran dado *sejo,


*reja, *abocho, *besbo o *ebesbo, *mirajo, *perijo, *cabejo como
r e g ü I a > reja, t e g ü 1 a > teja, v e t ü 1 u > viejo, etc.
. 47 por ejemplo, aniquilar no procede del clásico n i h i 1, sino de
la pronunciación bajo-Iatina n i c h i l (fnikilj).
Una palabra latina puede originar dos romances, una
culta y otra popular. En ocasiones los resultados tienen
acepciones com unes (fosa y huesa, frígido y frío, íntegro y
entero), pero aun en ellas hay distinto matiz afectivo o con­
ceptual; por lo general son palabras com pletam ente indepen­
dientes, sin más nexo que el de la etim ología, olvidado en el
uso (laico y lego, signo y seña, fingir y heñir, artículo y artejo,
concilio y concejo, radio y rayo, cátedra y cadera). Nótese
que las voces populares suelen tener un sentido m ás con­
creto y m aterial que las eruditas. Otras veces la duplicidad
se da entre un derivado culto y un sem icultism o (secular y
seglar) o entre un sem icultism o y una voz popular ( regla y
reja). La lengua se ha servido de estos dobletes para la dife­
renciación semántica: el culto litigar ha descargado al po­
pular lidiar de uno de sus sentidos.
- Desde que los -idiomas- románicos alcanzaron^ florecimien­
to literario, su léxico se ha enriquecido con incesante adop­
ción de cultism os. En el siglo x m , cuando los poetas del
m ester de clerecía y Alfonso el Sabio habilitaron el español
para la expresión ilustrada, fueron muchas las voces latinas
introducidas. A partir del Renacimiento, latinism os y gre­
cism os dieron vestido a las nuevas ideas y sirvieron como
elem ento estilístico de primordial importancia. Y en los
tiem pos modernos el latín y el griego siguen siendo cantera
inagotable de neologism os. Si las palabras populares son
las que mejor reflejan la tradición oral del latín vulgar y
ofrecen los rasgos fonéticos peculiares de cada romance, los
cultism os revelan la perenne tradición del espíritu latino
en la civilización europea. Su m enor interés fonético se com ­
pensa crecidamente con el histórico-social: son índice de
las apetencias, inquietudes, orientaciones ideológicas y con­
quistas científicas de los m omentos culturales en que pene­
traron.

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