Revista de Filología y Lingüística de La Universidad de Costa Rica
Revista de Filología y Lingüística de La Universidad de Costa Rica
A mi hermano Alexánder
RESUMEN
Este artículo procura explicar qué es el latín vulgar e identificar algunos de sus aportes al conocido
latín clásico.
Palabras clave: latín vulgar, latín clásico, Roma, lenguas romances, evolución lingüística.
ABSTRACT
This paper explains what Vulgar Latin is and shows some contributions of the Vulgar Latin to the
known Classical Latin.
Key words: Vulgar Latin, Classical Latin, Romance Languages, linguistic evolution, Rome.
M.L. Henry Campos Vargas. Universidad de Costa Rica. Escuela de Filología y Lingüística. Costa Rica.
Correo electrónico: [email protected]
Recepción: 22- 10- 2014
Aceptación: 13- 11- 2014
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corresponde en modo alguno a la realidad lingüística. Y querrían reemplazarla por términos más precisos:
latín popular, latín familiar o latín cotidiano, que estarían más de acuerdo con el punto de vista social o
sincrónico; romance común o protorromance, que situarían los fenómenos no clásicos en una perspectiva
histórica, como base de las lenguas romances. Otros, por fin, se resignan a conservar el término consagrado,
útil al fin y al cabo, aun deplorando su impropiedad y su imprecisión. (Väänänen, 1967, pp. 25-26)
Para este autor, quien sigue a Manuel Díaz y Díaz, se trata de un calco de la frase
sermo uulgaris ciceroniano.
Con este sintagma ocurre lo mismo que con muchísimos conceptos: se puede hablar de él
y emplearlo, pero cuando se pregunta sobre su significado hay serias dificultades para precisarlo.
Este problema de opacidad es difícil de superar. Por ejemplo, de acuerdo con József
Herman, el latín clásico es solo una de las variantes del latín. Frente a esta, una de ellas se erige
como fuente común de las lenguas románicas, conocida como latín vulgar.
Para este connotado investigador, el latín vulgar identifica “[...] el conjunto de
innovaciones y tendencias evolutivas aparecidas en el uso –sobre todo oral– de las capas
latinófonas no influidas o poco influidas por la enseñanza escolar y los modelos literarios”
(Herman, 2001, p. 14).
A pesar de las posibles virtudes de esta definición, su enfoque es muy limitado,
máxime si se parte de que la literatura latina escrita tiene su aparición hacia el siglo III a.C.
Esto conlleva que el concepto propuesto por Herman no puede extenderse más allá de esta
época; además de que desmerece la posible existencia de puntos de coincidencia y contacto
entre las variantes del latín clásico y el vulgar.
En un sentido semejante se expresa Veikko Väänänen, quien considera que el latín vulgar
[...] comprende los estados sucesivos desde la fijación del latín común, al terminar el período arcaico,
hasta la víspera de la consignación por escrito de textos en lengua romance; no se excluyen, pues, ni las
variaciones sociales ni aun las regionales. (Väänänen, 1967, p. 29)
Este latín era una variante de la lengua asociada a su práctica verbal, que coexistió
junto al propio latín arcaico.
[Este] latín oral comenzó a ser empleado como subcódigo escrito en documentos epigráficos, el primero
de los cuales es la Fibula de Preneste, principios del VI [...] A partir de los documentos arcaicos, la
evolución es lenta hacia la consolidación de un sistema estructural, al cual se le implanta la razón, base
de toda lengua escrita estructuralmente bien consolidada. (Quirós-Rodríguez, 2003, p. 46)
El latín vulgar corresponde, etimológicamente, al latín del vulgo, es decir, del pueblo,
la plebe, la masa de gente. Sin embargo, el vulgo no es necesariamente una categoría político-
económica, como correspondería con el vocablo plebe. El vulgo es el pueblo lato sensu.
Esta variante del latín es el equivalente lingüístico de los soles respecto de la materia
que hay en el universo. Es el motor en el que se genera, se crea, se transforma y vive la lengua,
en este caso, el latín.
El latín vulgar y el clásico interactúan entre sí a lo largo del tiempo en diversos
campos, pero principalmente en:
a. la lengua
b. la literatura
En literatura, el latín vulgar marca una impronta ya que aparece registrado en
numerosos textos clásicos, ámbito en el que parece haber constituido una especie de código,
de marca de legitimación literaria que habría sido inaugurada por los primeros iniciadores de
la literatura romana, en particular, Livio Andrónico, Gneo Nevio y Ennio, quienes registran en
su obra numerosas apariciones del latín vulgar de su época.
A partir de ellos, sus continuadores literarios consideraron esta como una práctica
legítima e, incluso, necesaria, en sus creaciones. Por esto, no es de extrañar que Cicerón, Virgilio,
Horacio, Ovidio... consignen gran cantidad de vocablos que asociamos a este registro en sus textos.
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Tal y como se aprecia, sus campos semánticos son idénticos y sus significados son
prácticamente los mismos. Empero, el segundo deriva del primero. En efecto, en el plural
neutro opera el vulgo identificó una palabra femenina de la primera declinación, merced a su
terminación en -a breve, y la regularizó. Con el pasar del tiempo, este neologismo se incorporó
al uso general del latín y se gramaticalizó, lo que ha dado lugar a un doblete semántico.
Tómese este otro ejemplo: conuentiō y contiō. De la primera tenemos:
conuentiō, -ōnis, f., asamblea del pueblo, reunión, junta || in manum c., sumisión al poder militar ||
convención, pacto || citación a juicio, acusación. (Segura-Munguía, 2003, p. 168)
Es evidente que contiō es el resultado de una síncopa de la sílaba –uen–. Sus primeras
acepciones coinciden con las de conuentiō, pero es patente que operó una especialización,
producto del uso, en ciertos contextos. Es precisamente este empleo, aunado a principios de
economía lingüística que se dio esta contracción y surgió el neologismo.
Así como ocurrió con opera y contiō muchas voces surgieron producto de fuerzas
propias del latín vulgar, ya de orden fonético, ya psíquico.
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3. Conclusiones
A lo largo de la prolongada vida de la lengua latina, siempre existió una variante
del latín vulgar, la cual no fue una expresión monolítica del latín, ya que estuvo sometida a
numerosas y diversas vicisitudes de muy diversa índole.
Se ha podido mostrar cómo el propio latín vulgar contribuyó de alguna manera a la
conformación de lo que conocemos como latín clásico en dos campos muy importantes: los
neologismos y la morfología de las palabras.
De esta manera, se espera que la tensión que en no pocas ocasiones suele establecerse
entre estos dos registros disminuya y se alcance una visión más rica y dinámica de su
compleja realidad.
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