Ilustracion XVIII
Ilustracion XVIII
Representantes de la Ilustración
Las nuevas ideas, imbuidas de un espíritu eminentemente liberal, nacieron por obra de aquellos
famosos pensadores llamados también «filósofos», quienes difundieron sus nuevas concepciones,
políticas, sociales, económicas, etc., que orientaron el pensamiento europeo de aquella época,
contra el injusto sistema de gobierno imperante. Es decir, que tales teorías e ideas, se erigieron
en una vigorosa corriente de opinión pública totalmente contraria al Régimen absolutista de
Francia, así como de otras naciones de Europa y del mundo.
Este caudal enorme de opiniones y pensamientos se vio grandemente enriquecido
gracias, precisamente, a la magnífica contribución de aquellos eminentes innovadores de
la ciencia económica, denominados «economistas», quienes pertenecen igualmente a
esta luminosa corriente intelectual de la Nuevas Ideas de la ilustración.
Las Nuevas ideas, nacidas mayormente en el seno de las Burguesía, se divulgaron rápidamente por
casi todas las clases cultas de la sociedad, como, asimismo, en el pueblo y en ciertos sectores del
Clero. Igualmente lo hicieron en algunas monarquías en las que soberanos liberales dieron origen
al Despotismo Ilustrado. El medio más eficaz de difusión de las Nuevas Ideas, es decir, del
pensamiento Ilustrado, fue la Enciclopedia, un monumental diccionario de los conocimientos
humanos hasta entonces logrados.
Estas nuevas ideas perseguían fundamentalmente:
2. En el Orden Social: El establecimiento de la justicia para todas las clases de la sociedad; así
como el reconocimiento de la igualdad entre todos los hombres.
El Despotismo Ilustrado
Constituyó una forma de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con las nuevas ideas de
la Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses de la monarquía con el bienestar de los
gobernados. Se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XVIII. El término tiene su origen en la
palabra italiana "Déspota", es decir, soberano que gobierna sin sujeción a ley alguna.
Buena parte de los soberanos europeos desarrollaron en mayor o menor medida esta forma de
gobernar, utilizando su indiscutible supremacía como herramienta para incentivar la cultura y la
mejora de las condiciones de vida de sus súbditos. Pero al hacerlo, prescindieron de su concurso y
opinión. La famosa frase acuñada “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” se hizo eco de una
realidad que intentaba aunar la tradición con la novedad.
Para llevarla a cabo se valieron de una serie de reformas que en cierto modo buscaban modernizar
las estructuras económica, administrativa, educativa, judicial y militar de sus respectivos estados.
Todo ello, sin embargo, respetando la esencia del régimen absolutista y la división estamental de
la sociedad. La planificación y puesta en práctica de esas actuaciones recayó sobre una serie
de
ministros y altos funcionarios de la administración estatal, entre los que destacaron el marqués de
Pombal en Portugal, el marqués de la Ensenada en España o Turgot en Francia.
Descollaron los siguientes déspotas: (en orden según la secuencia de imágenes) En España, Carlos
III; en Austria, María Teresa y José II; en Prusia, Federico II; en Rusia, Catalina II. No obstante, la
moderna historiografía pone en duda la verdadera intencionalidad reformista de algunos de ellos.
Tal es el caso de Catalina de Rusia o Federico el Grande de Prusia.
En Francia, cuna de las revoluciones burguesas, el despotismo ilustrado no alcanzó el relieve que
en otros estados europeos, ya que las iniciativas de sus defensores (los ministros Turgot, Necker,
Brienenne o Calonne) se toparon con la incomprensión y oposición de los privilegiados a los que
las reformas afectaban negativamente.
Las limitaciones del despotismo ilustrado fueron evidentes: obtuvo relativos éxitos en los campos
administrativo, educativo y económico. Sin embargo fracasó en el social ya que sus promotores no
fueron partidarios de acometer reformas en profundidad que pudiesen alterar las viejas
estructuras del Antiguo Régimen. Este fracaso abrió el camino a posiciones más radicales. A la
postre, el intento de modernización del absolutismo se vio frustrado por las revoluciones
burguesas, hecho al que se había anticipado Inglaterra en el siglo XVII tras el establecimiento de la
monarquía parlamentaria.