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59 mm

Otros títulos de Warhammer 40.000 Dan Abnett ha escrito más de cuarenta


novelas, entre ellas la aclamada serie de
Space Marine Battles Todos los mundos del Imperio temen a la los Fantasmas de Gaunt y las trilogías de
Inquisición. Son la fuerza justiciera del Eisenhorn y Ravenor. Sus novelas más
Helsreach
Emperador y aniquilan la herejía y la recientes de The Horus Heresy, La batalla
La batalla del Colmillo
corrupción en todas sus formas. Gregor de Calth y El imperio olvidado, han entrado
Pandorax EISENHORN
Eisenhorn es uno de ellos, elegido por en la lista de los más vendidos del New
La Legión de los Condenados
su fe inquebrantable, su voluntad York Times. Además de escribir para Black
de hierro y su increíble tenacidad. Library, Dan ha firmado guiones para
The Black Legion
A pesar de ser un puritano audio libros, películas, juegos y cómics para
La Garra de Horus 142 x 225 mm
entregado a la causa de la grandes editoriales tanto de Reino Unido
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destrucción del Caos y de todos como de Estados Unidos. Recientemente ha
Ultramarines 100x225mm
sus oscuros seguidores, incluso él se escrito el guion de la primera novela gráfica
59 mm
Primer Ómnibus
ve tentado a usar el gran poder del de The Horus Heresy, Macragge’s Honour.
Segundo Ómnibus También es autor de otras novelas de éxito
Caos. Cuando cruza la frontera, da el
como Torchwood: Border Princes, Doctor Who:
primer paso en el peligroso camino
The Silent Stars Go By, Triumff: Her Majesty’s
que podría llevarlo a convertirse en 4
Hero y Planeta 86. Vive y trabaja
aquello que ha jurado destruir.
en Maidstone, Kent.
Este volumen recopila las
novelas Xenos, Malleus y
Hereticus, así como dos
relatos ambientados en el
cruel mundo de la Inquisición.

PVP 35,00 € 10173649


www.timunmas.com
www.planetadelibros.com
@mundoswarhammer 9 788445 004289

13/12/2016
®

EISENHORN
DAN ABNETT

Los fantasmas de Gaunt 1 5 18/04/08, 12:35


Portadillas Eisenhorn.indd 5 01/12/2016 10:19:10
Título original: Eisenhorn
Traducción: Emma Fondevila García (Xenos)
Juan Pascual Martínez Fernández (Malleus, Hereticus y relatos)
Asesor de español para BL Publishing: J. A. Miguel Racher

Ilustración de cubierta: Clint Langley


basada en una ilustración original de Adrian Smith

Primera edición: enero de 2017

Eisenhorn, Eisenhorn, GW, Games Workshop, Warhammer 40.000, y todos los logos,
ilustraciones, imágenes, nombres, criaturas, razas, vehículos, localizaciones, armas,
personajes y la imagen distintiva están registrados en los distintos países como ® o TM
y/o © Games Workshop Limited y usados bajo licencia. Todos los derechos reservados.

Versión original inglesa publicada originalmente en Gran Bretaña en 2004


por Black Library
Games Workshop Limited.,
Willow Road, Nottingham,
NG7 2WS, UK
www.blacklibrary.com

Xenos y Malleus © 2001, Games Workshop Ltd.


Hereticus © 2002, Games Workshop Ltd.
Perdida en combate apareció por primera vez en Inferno! © 2001, Games Workshop Ltd.
Telón de fondo por una corona apareció por primera vez en Inferno! © 2002,
Games Workshop Ltd.

© De la traducción, Games Workshop Limited, 2007. Traducida y explotada bajo licencia


por Editorial Planeta. Todos los derechos reservados.

Edición publicada en España por Editorial Planeta, 2017


© Editorial Planeta, S. A., 2007, 2017
Avda. Diagonal, 662-664, 7.ª planta. 08034 Barcelona
Timun Mas, sello editorial de Editorial Planeta, S. A.
www.timunmas.com
www.planetadelibros.com

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes y situaciones descritos en esta novela
son ficticios, y cualquier parecido con personas o hechos reales es pura coincidencia.

ISBN: 978-84-450-0428-9
Preimpresión: gama, sl
Depósito legal: B 22534-2016
Impreso en España por Book Print

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema


informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del
editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra
la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal)
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web
www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

Portadillas Eisenhorn.indd 6 12/12/2016 11:55:19


ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Xenos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Perdida en combate (relato) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333

Malleus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363

Telón de fondo por una corona (relato) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 713


Hereticus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 743

9
XENOS

15
POR ORDEN DE SU SACRATÍSIMA MAJESTAD
EL DIOS-EMPERADOR DE TIERRA

EXPEDIENTES INQUISITORIALES RESERVADOS


SÓLO PERSONAS AUTORIZADAS

EXPEDIENTE 112:67B:AA6:Xad
Sírvase introducir su código de autorización *************

Validando…

Gracias, Inquisidor.
Puede continuar.

TRANSCRIPCIÓN VERBAL DE DOCUMENTO


REGISTRADO EN IMÁGENES

LUGAR: MAGINOR
FECHA: 239.M41

RECUPERADO DEL MÓDULO DE MEMORIA


DEL SERVIDOR

19
TRANSCRITO POR EL SABIO ELEDIX, FACULTAD DE LA
BIBLIOTECA DE DATOS INQUISITORIAL ORDO
HERETICUS, FIBUS SECUNDOS, 240.M41

[Pictorregistro de ruido en blanco sigue a] Oscuridad, sonidos de dolor


humano distante. Un destello de luz [¿posible fuego de láser?]. Ruido
de pasos precipitados.

El pictorregistro se desplaza, rastrea, vibra. Algún muro de piedra en


primerísimo plano. Otro destello, más brillante, más cercano. Quejidos
de dolor [origen desconocido]. Un destello extremadamente brillante
[pérdida de imagen].

[Imagen borrosa durante 2 minutos 38 segundos; cierto ruido de fondo.]

Un hombre [sujeto (i)] con túnica larga pasa gritando cerca de la fuen-
te de imagen [voz irrecuperable]. Entorno, piedra oscura [pos. ¿túnel?
¿tumba?]. Identidad de (i) desconocida [sólo visión parcial del rostro].
El pictograbador se acerca por detrás de (i), observando cómo (i) extrae
un martillo de energía que llevaba colgando bajo la túnica a la altura del
muslo. Enfoca las manos de (i) aferrando el mango. Anillo de sello in-
quisitorial perfectamente visible. (i) se vuelve [el rostro oscurecido por
las sombras]. (i) habla.

VOZ (i): ¡Entra! ¡Entra en nombre de lo más sagrado! ¡Vamos y [pala-


bras tapadas por un estallido sonoro] a ese monstruo bastardo
hasta aniquilarlo!

Más destellos luminosos, ahora claros impactos de láser cercanos. Los


filtros del pictograbador no consiguen impedir el destello [imagen en
blanco].

[Imagen en blanco durante 0 minutos 14 segundos; lentamente se recu-


pera la resolución.]

El pictograbador pasa a través de una alta entrada de piedra de alguna


estancia de proporciones considerables. Piedra gris, toscamente tallada.

20
Vista panorámica. Cuerpos a la entrada y también sobre los escalones
interiores. Presentan heridas espantosas, destrozados. Piedras cubiertas
de sangre fresca.

VOZ EN OFF [¿(i)?]: ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¡Déjate ver!

El pictograbador entra. Dos formas humanas pasan a su lado por la iz-


quierda, borrosas [la imagen revela que una de ellas [sujeto (ii)] es un
hombre, aprox. 40 años, robusto, lleva pectoral de la Guardia Imperial
[sin insignia ni identificación], importante cicatriz facial [antigua], lle-
va una ametralladora pesada alimentada por cinta; la otra (iii) es una
mujer, aprox. 25 años, esbelta, piel teñida de azul, tatuajes y armadura
ceñida de iniciado en el Culto de la Muerte Morituri, esgrime espada
psíquica [aprox. 45 cm de largo].

Las formas borrosas de (ii) y (iii) salen del campo del pictograbador. El
pictograbador toma panorámica en redondo, toma vista lateral de (ii) y
(iii) enzarzados en un rápido combate cuerpo a cuerpo con adversarios
en los escalones inferiores. Los adversarios son una mezcla heterogénea:
seis humanos con implantes quirúrgicos/biónicos, dos mutantes, tres
servidores ofensivos [véase archivo adjunto para detalles de lugar]. (ii)
dispara la ametralladora pesada [distorsión de la banda sonora].

Dos adversarios humanos pulverizados [el humo de la explosión desdi-


buja parcialmente la imagen]. (iii) decapita a un mutante, da una voltereta
hacia atrás [conjetura de transcripción, pictograbador demasiado lento
para seguirlo] y atraviesa a un adversario humano. El pictograbador se
mueve hacia abajo [imagen espasmódica].

VOZ EN OFF: ¡Maneesha! ¡A tu izquierda! ¡A tu iz…!

El pictograbador toma una vista parcial mientras (iii) recibe varias des-
cargas de fuego de energía. (iii) sufre convulsiones, estalla. El pictogra-
bador es salpicado por la sangre pulverizada [la imagen se hace borro-
sa]. (ii) grita y avanza saliéndose del campo visual mientras dispara su
ametralladora pesada. Repentino fuego cruzado de láser [los destellos láser
ciegan la óptica del pictograbador].

21
[Diversas fuentes de ruido, voces no identificadas, alguien grita.] [Vuelve
la imagen.] (i) está justo delante del pictograbador. Entra a la carga en la
estancia amplia, sencilla, iluminada por la luz verde de las lámparas
químicas [rostro iluminado por la luz durante 0,3 segundos]. Sujeto (i)
identificado positivamente como el Inquisidor Hetris Lugenbrau.

LUGENBRAU: ¡Quixos! ¡Quixos! ¡Pasemos a todos por la espada y


por el fuego purificador! ¡Ahora tú, monstruo! ¡Aho-
ra tú, bastardo!

VOZ [no identificada]: Aquí estoy, Lugenbrau. Kharnagar espera.

Lugenbrau (i) sale de foco. El pictograbador toma una panorámica. La


imagen da saltos. Restos humanos esparcidos por el suelo [composición
identifica al sujeto (ii) como uno de nueve cadáveres]. Detonación(es)
importante(s) y cercana(s). La imagen tiembla. El pictograbador cae de
lado.

[Imagen en blanco durante 1 minuto 7 segundos. Importante ruido de


fondo.]

[Vuelve la imagen.] Lugenbrau se ve en un plano parcial a la izquierda


luchando. El rastro luminoso de los golpes del martillo de energía quedan
superpuestos a la imagen durante varios segundos [imagen indistinta].

El pictograbador vuelve a enfocar a Lugenbrau. Lugenbrau enzarzado


en combate cuerpo a cuerpo con enemigo desconocido. Movimientos
demasiado rápidos para el pictograbador. Imagen borrosa. Figuras hu-
manas [identidad desconocida, pos. soldados enemigos] avanzan desde
la derecha. Las cabezas de las figuras humanas estallan. Las figuras caen.

[Imagen en blanco. El pictograbador queda bloqueado. Duración des-


conocida.]

[Vuelve la imagen, imperfecta.] Tomas inestables de suelo y muros.


Reenfoque borroso. El pictograbador vuelve a enfocar a Lugenbrau y
adversario en combate [el humo empaña la imagen]. La lucha sigue sien-

22
do demasiado rápida para la pictofuente. Mucho ruido de fondo. Una
línea brillante [supuestamente una espada] atraviesa a Lugenbrau. La
imagen da saltos [cierta pérdida de imagen]. Lugenbrau cae [la imagen
se extingue].

[Pausa/imagen en blanco durante tiempo indeterminado.]

[Vuelve la imagen.] Primer plano de rostro mirando al pictograbador.


Identidad desconocida [sujeto (iv)]. (iv) es bien parecido, escultural,
sonriente, de mirada vacía.

VOZ (iv): Hola, pequeño, soy Cherubael.

Destello luminoso.

Grito [proveniente, al parecer, de la pictofuente].

[La imagen se extingue. Fin de la grabación.]

23
24
Uno

Una fría bienvenida


La muerte en las catacumbas letárgicas
Algunas reflexiones puritanas

P
ersiguiendo al reincidente Murdin Eyclone, llegué a Hubris en
el Letargo de 240.M41, según el calendario sideral imperial.
El Letargo duró once meses del año lunar de veintinueve me-
ses de Hubris, y los únicos signos de vida eran los custodios, con sus ga-
rrotes luminosos y sus trajes térmicos, encargados de vigilar los precintos
de las tumbas de hibernación.
Dentro de esas catacumbas tenebrosas de basalto y ceramita, dormían
los grandes de Hubris, soñando en tristes catacumbas de hielo, esperando
el Deshielo, la estación intermedia entre Letargo y Vital.
Incluso el aire era gélido. Las tumbas estaban cubiertas de escarcha
y una capa de hielo tapaba la tierra sin relieve. En lo alto, constelacio-
nes estelares titilaban en la curiosa noche permanente. Una de ellas era
el sol de Hubris, ahora tan distante. Cuando llegase el Deshielo, Hubris
giraría otra vez en el cálido abrazo de su estrella.
Se convertiría entonces en un globo ardiente cuando ahora era ape-
nas un borrón luminoso.
Mientras mi cúter artillado se posaba en el campo de aterrizaje de
pistas cruzadas de Punta Tumba, ya me había puesto un traje ceñido con
calefacción interna y vendas de material aislante para el mal tiempo, pero

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a pesar de todo, el peligroso frío me cortaba como una espada. Me llo-
raban los ojos y las lágrimas se me congelaban en las pestañas y las
mejillas. Recordé los detalles del informe cultural que me había prepa-
rado mi sabio y rápidamente bajé el visor antiescarcha tiritando mien-
tras el aire caliente empezaba a circular bajo la máscara de plástico.
Los custodios, alertados de mi llegada por los astrópatas, me esperaban
al pie de las pistas de aterrizaje. Encendieron estacas a modo de home-
naje en medio de la noche helada, el aire se convertía en vapor con el
calor que salía de sus ropas. Los saludé con una ligera inclinación de
cabeza y mostré a su jefe la insignia de mi cargo. Me esperaba un trineo,
un vehículo color óxido en forma de flecha de veinte metros de largo
montado sobre esquís y orugas.
Con él abandoné la pista de aterrizaje, dejando atrás las luces parpa-
deantes de señalización de mi cúter artillado en medio de la perpetua
noche invernal.
Las orugas levantaban detrás de nosotros una estela de escarcha. Por
delante, a pesar de las lámparas, el paisaje era negro e impenetrable. Lores
Vibben, yo y tres custodios íbamos en una cabina iluminada sólo por
la luz ámbar del panel de control del vehículo. Los orificios de ventila-
ción, ocultos en los asientos de cuero, insuflaban aire caliente que olía
a cerrado.
Un custodio le pasó a Vibben una placa de datos. Ella le echó una
rápida mirada y me la entregó. Me di cuenta de que todavía llevaba puesto
mi visor. Lo levanté y empecé a buscar las gafas en mis bolsillos.
Con una sonrisa, Vibben sacó unas del interior de su propio traje
aislante. Le di las gracias con una inclinación de cabeza, me las calcé sobre
la nariz y empecé a leer.
Acababa apenas de leer las últimas placas de texto cuando el trineo
se detuvo.
—Procesional Dos-Doce —anunció uno de los custodios.
Desmontamos tras volver a bajarnos los visores.
Copos brillantes de escarcha flotaban en la oscuridad en torno a
nosotros, lanzando destellos de luz al atravesar el campo de los faros de
nuestro vehículo. Había oído hablar del frío amargo, pero ruego al
Emperador no volver a sentirlo nunca más. Era mordaz, atenazador y
realmente sabía amargo en la punta de la lengua. Todas mis articulaciones
se quejaban y rechinaban.

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Tenía las manos y la mente entumecidas. Realmente espantoso.
El Procesional Dos-Doce era una tumba de hibernación situada en
el extremo occidental de la gran Avenida Imperial. Albergaba a doce mil
ciento cuarenta y dos miembros de la elite gobernante de Hubris.
Nos aproximamos al gran monumento y subimos haciendo crujir con
nuestros pasos los escalones negros recubiertos de escarcha.
—¿Dónde están los custodios de la catacumba? —pregunté detenién-
dome.
—Haciendo su ronda —me respondieron.
Miré a Vibben e hice un gesto de contrariedad. Ella deslizó la mano
bajo su traje ribeteado de piel.
—¿Sabiendo que veníamos? —insistí volviendo a dirigirme a los cus-
todios—. ¿Sabiendo que esperábamos encontrarlos aquí?
—Voy a ver —dijo uno de ellos, el mismo que nos había entregado
la placa de datos. Se adelantó y subió los escalones haciendo balancear
la luz fosforescente de su bastón.
Los otros dos no parecían muy cómodos.
Hice una señal a Vibben para que me siguiera escaleras arriba. Lo
encontramos en una terraza inferior mirando los cuerpos tendidos de
cuatro custodios cuyos bastones luminosos yacían apagados a su alrededor.
—¿Co… cómo? —balbuceó.
—Hágase a un lado —le dijo Vibben sacando su arma. Su diminuta
runa de color ámbar activada destelló en la oscuridad.
Saqué mi espada que emitió un zumbido al activarse.
La entrada sur de las tumbas estaba abierta y del interior salían rayos
de luz dorada. Rápidamente se iban confirmando todos mis temores.
Entramos. Vibben barría el lugar de lado a lado con su pistola. La sala
era estrecha y alta, iluminada por brillantes globos químicos. La escarcha
ya había penetrado y empezaba a extenderse sobre el basalto pulido de
las paredes.
A unos cuantos metros de la entrada otro custodio yacía muerto sobre
un espejo de sangre que se iba endureciendo. Pasamos por encima de él.
A cada lado se abría un pasillo que daba paso a los pabellones de hiber-
nación. En todas direcciones se veían filas y filas de literas de hielo que
llenaban las lisas cámaras de basalto.
Era como entrar en el mayor depósito de cadáveres del Imperio.
Admito que a esas alturas estaba nervioso, ansioso de acabar de una

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vez con una cuestión que ya duraba seis años. ¡Eyclone llevaba seis años
rehuyéndome! Había pasado día tras día estudiando sus métodos y so-
ñando con él por las noches, pero ahora podía olerlo.
Levanté mi visor.
Del techo caía agua. Agua de deshielo. Aquí dentro estaba subiendo
la temperatura. En sus literas de hielo, algunas de las desdibujadas figuras
empezaban a removerse.
¡Demasiado pronto! ¡Era demasiado pronto!
El primer hombre de Eyclone me salió al encuentro desde el oeste
cuando iba cruzando un corredor transversal. Giré sobre mis talones con
la espada de energía en la mano y le corté el cuello antes de que pudie-
ra descargar su hacha de hielo.
El segundo vino del sur, el tercero del este y después fueron llegan-
do más y más.
Una confusa multitud.
Mientras luchaba oí un furioso intercambio de disparos en las cata-
cumbas que quedaban a mi derecha. Vibben estaba en apuros.
Podía oírla a través del enlace de voz de nuestras capuchas.
—¡Eisenhorn! ¡Eisenhorn!
Me di la vuelta asestando golpes a diestro y siniestro. Todos mis
oponentes llevaban trajes térmicos e iban armados con instrumentos de
hielo que hacían las veces de eficaces armas. Tenían los ojos oscuros y
amenazadores. Aunque eran rápidos, algo en ellos daba la impresión de
que actuaban como autómatas, respondiendo a órdenes.
La espada de energía, un arma antigua y elegante, bendecida por el
propio Prevoste de Inx, respondía a los movimientos de mi mano. Con
cinco movimientos rápidos acabé con ellos, y el vapor que emanaba de
su sangre quedó suspendido en el aire.
—¡Eisenhorn!
Me di la vuelta y corrí, chapoteando por un corredor lleno de agua
de deshielo. De arriba llegaron más disparos y un grito sobrecogedor.
Encontré a Vibben caída sobre una tubería de refrigeración. La sangre
congelada la había adherido al plástico helado. Ocho de los sirvientes
de Eyclone yacían a su alrededor. Su arma estaba fuera del alcance de su
mano con el cargador agotado fuera de la empuñadura.
A mis cuarenta y dos años estándar, estoy en la plenitud según las
normas imperiales y soy joven aplicando las de la Inquisición. Toda mi

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vida he tenido fama de frío, de insensible. Algunos dijeron de mí que
no tenía corazón, que era inclemente, incluso cruel. Pero no lo soy. No
soy ajeno a las emociones ni a la compasión. Sin embargo, poseo algo
que tal vez mis superiores consideren como mi principal virtud: una
singular fuerza de voluntad. A lo largo de mi carrera me fue muy útil
servirme de esta capacidad y galvanizarme, inflexible, contra todo lo que
esta desdichada galaxia pueda ponerme por delante. El dolor, el miedo
o la pena son lujos que no puedo permitirme.
Lores Vibben había servido conmigo durante cinco años y medio.
En ese tiempo me había salvado la vida dos veces. Se consideraba mi
asistente y mi guardaespaldas, pero en realidad era más bien una com-
pañera y una camarada. Cuando la recluté en los barrios bajos de Tor-
nish, la elegí por su habilidad en el combate y por su fuerza brutal, pero
luego llegué a apreciarla por su agudeza, su ingenio y su mente despe-
jada.
Me quedé mirando su cuerpo durante un momento, puede que in-
cluso hubiera pronunciado su nombre.

Apagué mi espada de energía y, devolviéndola a su vaina, retrocedí


hacia las sombras que había en el extremo de la galería de hibernación.
Lo único que se oía era el ruido cada vez más persistente del deshielo.
Sacando mi arma secundaria de la funda de cuero que la sujetaba bajo mi
brazo izquierdo, comprobé la carga y abrí un enlace de voz. Indudable-
mente, Eyclone estaba controlando todo lo que entraba y salía del Pro-
cesional Dos-Doce, de modo que me valí de Glossia, un lenguaje cifrado
informal que sólo conocíamos yo y mis allegados más directos. La ma-
yoría de los inquisidores se inventan sus lenguajes particulares para sus
comunicaciones confidenciales, unos más complejos que otros. Glossia,
cuyos principios básicos había desarrollado diez años antes, era razona-
blemente compleja y había evolucionado, orgánicamente, con el uso.
—Espina desea égida, bestias entusiastas abajo.
—Égida, naciendo, los colores del espacio —respondió de forma in-
mediata y correcta Betancore.
—Espina de rosa, abundante, junto a la media luna púrpura.
—¿Junto a la media luna púrpura? —dijo tras una pausa—. Confirme.
—Confirmado.
—¡Sendero de cuchilla delphus! ¡Dibujo de marfil!

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—Dibujo denegado. ¡Dibujo de crisol!
—Égida, naciendo.
La comunicación se interrumpió. Estaba de camino. Había tomado
la noticia de la muerte de Vibben tan mal como yo había supuesto.
Esperaba que eso no afectara a su conducta. Midas Betancore era un
hombre impetuoso, sanguíneo, y a eso se debía en parte que me caye-
ra bien, y que recurriera a él.
Volví a salir de las sombras empuñando el arma. Una pistola naval
modelo Scipio, acabada en cromado mate con empuñadura de marfil
incrustada; su peso en mi mano enguantada resultaba tranquilizador.
Diez proyectiles, capaces de parar a un hombre sin fallar, iban en un
cargador de muelle en la ranura que había dentro de la empuñadura. Tenía
otros cuatro cargadores llenos en el bolsillo de la cadera.
No recuerdo de dónde había sacado la Scipio, pero llevaba varios años
conmigo. Una noche, de esto hacía tres años, Vibben le había quitado
las placas de ceramita de la empuñadura ya muy gastadas y adornadas
con el Águila Imperial y el escudo de la Marina, y las había reemplazado
por unas piezas de marfil que había tallado con sus propias manos. Me
dijo que era una costumbre de Tornish cuando me la entregó al día si-
guiente. Las nuevas cachas llevaban tallada a cada lado de forma rudimen-
taria una calavera humana con una rosa llena de espinas que salía de una
de las cuencas vacías, dejando caer unas cómicas gotas de sangre. Ella
había incrustado unas piedras preciosas rojas para que se viera bien su
naturaleza. Debajo de la calavera aparecía mi nombre grabado en un tosco
pergamino.
Me había hecho reír. A veces incluso me había avergonzado sacar
aquella arma barriobajera en un combate.
Pero ahora, ahora ella estaba muerta y me di cuenta de que había sido
un honor para mí que me dedicara aquel trabajo.
Me hice una promesa: mataría a Eyclone con esta arma.

Como devoto miembro de la Inquisición de su alta majestad el Dios-


Emperador, creo que mi filosofía está más próxima a la de los amalatia-
nos. A la galaxia exterior, los miembros de nuestras órdenes les parecen
todos iguales: un inquisidor es un inquisidor, un ser que provoca temor,
un perseguidor. Muchos se sorprenden al saber que dentro de la Inqui-
sición hay ideologías enfrentadas.

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Sé que sorprendió a Vibben. Me pasé toda una tarde tratando de
hacerle entender las diferencias, y no lo conseguí.
Reducido a su más simple expresión: algunos inquisidores son pu-
ritanos y otros radicales. Los puritanos creen y procuran imponer la
doctrina tradicional de la Inquisición, trabajando para librar a nuestra
comunidad galáctica de cualquier elemento criminal y malévolo: el triun-
virato del mal que son los alienígenas, los mutantes y los demonios.
Cualquier cosa que choque con la norma pura de la humanidad, las
prédicas del Ministorum y la carta de la Ley Imperial es motivo de aten-
ción para un inquisidor puritano. Duro, tradicional, inclemente… así es
el estilo puritano.
Los radicales consideran que cualquier método es aceptable siempre
que cumpla con su cometido inquisitorial. Algunos, a mi entender, real-
mente hacen suyos y emplean recursos prohibidos, entre ellos la propia
Disformidad, como armas para combatir a los enemigos de la especie
humana.
He oído sus argumentos muchas veces. Me horrorizan. La creencia
radical es herética.
Soy puritano por vocación y amalatiano por elección. Las formas
ferozmente estrictas de la filosofía monodominante me convencen a
veces, pero hay en ellas una leve sutileza que no es para mí.
Los amalatianos debemos nuestro nombre al cónclave reunido en el
monte Amalath. Nuestro cometido es mantener el statu quo del Imperio,
y trabajamos para identificar y destruir a cualquier persona u organis-
mo que pueda desestabilizar el poder del Imperio desde fuera o desde
dentro. Creemos que la unión hace la fuerza. El cambio es el mayor
enemigo. Creemos que el Dios-Emperador tiene un plan divino, y tra-
bajamos en pro de la estabilidad del Imperio hasta que se dé a conocer
ese plan. Deploramos las facciones y las luchas intestinas… De hecho
a veces resulta una ironía dolorosa que nuestras creencias nos señalen
como una facción dentro de la espiral política de la Inquisición.
Somos la inconmovible columna vertebral del Imperio, sus anticuer-
pos, encargados de combatir la enfermedad, la locura, el daño, la inva-
sión.
No concibo una forma mejor de servir, ni una forma mejor de ser
inquisidor.
Así queda completo mi retrato. Gregor Eisenhorn, inquisidor, pu-

31
ritano, amalatiano, cuarenta y dos años estándar de edad, con dieciocho
años como inquisidor. Soy alto y ancho de hombros, fuerte, resuelto.
Ya les he hablado de mi fuerza de voluntad y estoy seguro de que ha-
brán notado mi habilidad con la espada.
¿Qué más puedo decir? ¿Si llevo barba? ¡No! Además tengo ojos
oscuros y el pelo aún más oscuro y espeso. Éstos son detalles sin impor-
tancia.
Déjenme que les cuente ahora cómo maté a Eyclone.

32

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