1 Altamira

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1 Altamira (Cantabria)

2 Municipio: Santillana del mar

Provincia: Cantabria
Comunidad autónoma: Cantabria
Ubicación del yacimiento (Avenida Marcelino Sanz de Sautuola, s/n, 39330 Santillana
del Mar, Cantabria)

3 La cueva de Altamira está en el norte de España, en Santillana del Mar (Cantabria).


Presentadas en 1880 las pinturas rupestres de su interior fueron base de discusión para
que la Arqueología prehistórica aceptase la muy alta antigüedad de esas
representaciones gráficas. En reiteradas reflexiones (a partir de las primeras de E.
Cartailhac y H. Breuil, a comienzos del siglo XX) se ha ido perfilando la determinación
de las etapas de los grabados y pinturas cuyo estilo cubre, sensu lato , desde el
Solutrense hasta el Magdaleniense inferior/medio. En el reconocimiento del depósito
paleo superior conservado en su embocadura intervinieron los sondeos por su
descubridor M. Sanz de Sautuola en 1879 y otras prospecciones menores y las tres
series de excavaciones : de H. Alcalde del Río en 1904, de H. Obermaier en 1924 y
1925 (sobre una amplia extensión y con numerosos hallazgos de industrias y fauna) y de
J. González Echegaray en 1980 y 1981 (para comprobaciones estratigráficas). La
identificación de las unidades de ese depósito arqueológico y su atribución cultural se
asientan en las descripciones de los excavadores (Alcalde del Río 1906, Breuil
Obermaier 1935, González Echegaray, Freeman 1996) y se perfilan en reflexiones que
integran el Solutrense de Altamira en su contexto regional (Corchón 1971, Straus 1983,
Freeman 1988, Rasilla Vives 1994). Se definen dos horizontes culturales,
correspondientes a sendos ’estratos’ : el inferior (con un espesor entre 40 y 80 cm) que
se atribuye al Solutrense y, sin que advierta hiatus sedimentario intermedio, el superior
(de entre 25 y 50 cm) reconocido unánimemente como del Magdaleniense inferior.
Sobre aquel depósito inferior se han advertido : a, su adscripción cultural al Solutrense
superior (Rasilla Vives 1994 : 73) y sobre ’el estrato’ que lo acoge la existencia en su
seno de “ al menos un episodio de desprendimientos ” (Straus 1983 : 59) y de diversas
situaciones (diferencias en bandas de color y/o contenido macro, buzamientos)
apreciadas en las campañas de excavación de J.González Echegaray (Freeman 1988,
Freeman, González Echegaray 2001). Se he datado por 14C/AMS un hueso recuperado
en los trabajos de Obermaier en lo solutrense en 18.540 ± 320 años BP (Gif-A-90045)
(Freeman, González Echegaray 2001 : 124). Fechaciones 14C/AMS de los pigmentos
de algunos bisontes pintados en el techo del gran salón de acceso a la cueva (con medias
de los 14.500 y los 13.720 años BP : Freeman, González Echegaray 2001 : 62-63)
coincidirían con las de ocupación del suelo de la entrada en el Magdaleniense inferior.
Los materiales extraídos del yacimiento (industrias lítica y ósea, fauna y arte mobiliar)
están dispersos por numerosas colecciones (que se detallan en Barandiarán 1972 : 66-
67, Straus 1983 : 58-61). los conjuntos de mayor entidad (los recuperados por Alcalde
del Río, Obermaier y González Echegaray) están casi al completo resguardados en el
Museo de Prehistoria de Cantabria (Santander) y en el Museo Nacional y Centro de
Investigación de Altamira. Desde hace más de diez años uno de nosotros (AT) está
definiendo, por criterios de microfacies petrológica las variedades de recursos líticos,
fundamentalmente silíceos, empleados desde el Paleolítico Medio al Calcolítico en el
amplio espacio entre España y Francia comprendido por la Comisa Cantábrica, el Alto
Ebro, el Pirineo occidental y el sur de la Cuenca aquitana en la vertiente septentrional
del Pirineo : se ha concluido ya -o se lleva a cabo actualmente-la identificación de ese
componente industrial en las ocupaciones de, oeste a este, los yacimientos
arqueológicos de Las Caldas (Asturias), Cualventi, El Linar y Las Aguas (Cantabria),
Antoliñako Koba y Santimamiñe (Vizcaya), Labeko Koba y Aitzbitarte-III (Guipúzcoa),
Kanpanoste y Atxoste (Alava), Mendandia (Treviño, Burgos), Aizpea, Mugarduia sur,
Coscobilo y Portugain (Navarra), Brassempouy (Landes), Isturitz (Pyrénées
Atlantiques) (Tarriño 1998, 2000, 2001, 2005, Aguirre 2002, Tarriño, Normand 2006).

4 La cavidad fue descubierta por un lugareño, Modesto Cubillas, hacia el año 1868.
Acompañado por Cubillas, Marcelino Sanz de Sautuola visitó por primera vez la cueva
en 1875 y reconoció algunas líneas que entonces no consideró obra humana.

Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888), abogado de profesión, contaba con una


amplia formación científica, siendo un destacado estudioso de entomología, botánica y
temas agropecuarios. Fueron notables sus experiencias en la cría de gusanos de seda o
en la aclimatación de especies arbóreas exóticas. Además de estas aficiones naturalistas,
desarrolló un importante trabajo como historiador, especialmente desde la
Vicepresidencia de la Comisión Provincial de Monumentos y como correspondiente de
la Academia de la Historia. En 1878, Sanz de Sautuola acudió a la Exposición Universal
que se celebraba en París. Durante su estancia visitó el pabellón de antropología para
conocer de primera mano los objetos que se exponían, procedentes de cuevas del sur de
Francia, los cuales le impactaron de tal forma, que se decidió a realizar investigaciones
similares en la provincia de Santander. Si bien esta nueva faceta se abría, sugerente y
llena de incógnitas, a un hombre que siempre demostró ser receptivo a las nuevas
aventuras del conocimiento, no hay que olvidar que el afán coleccionista acompañaba a
algunos de estos primeros investigadores y les motivaba para realizar sus prospecciones
en busca de fósiles, monedas o curiosidades. En el transcurso de estos trabajos de
campo, descubrió las cuevas de Camargo y del Pendo y participó en las excavaciones
que su amigo Eduardo de la Pedraja practicaba en la cueva de Covalejos, yacimientos
todos ellos situados en el valle de Camargo, cerca de Santander. En 1879, Sanz de
Sautuola decidió volver a una cueva, llamada Altamira, situada en Santillana del Mar,
que ya había visitado tiempo atrás, hacia 1875 o 1876. La cavidad había sido
descubierta por un labrador de nombre Modesto Cubillas quien informó de su existencia
a Sanz de Sautuola, que residía en la cercana localidad de Puente San Miguel. En su
primera visita ya había visto algunos dibujos existentes en las galerías más profundas,
pero sería con ocasión de su retorno a la cueva, acompañado por su hija María, cuando
la niña descubriera las famosas pinturas. Así pues, el regreso a Altamira le depararía el
descubrimiento del arte prehistórico que, por primera vez en el mundo, era reconocido
como tal y valorado adecuadamente.

En el verano de 1880 apareció publicado el pequeño librito en el que Sanz de Sautuola


daba cuenta del resultado de sus trabajos en las cuevas que había investigado hasta ese
momento y del hallazgo del arte rupestre de la cueva de Altamira. Se titulaba Breves
apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander y en él
informaba del hallazgo de colgantes de piedra, silex tallados, conchas y huesos
trabajados con forma de puntas, agujas y punzones. A continuación, describía las
pinturas de toda la cueva haciendo especial hincapié en las que se encontraban en el
techo de la primera sala, es decir, las pinturas policromas. En su análisis identificaba la
especie animal representada como el bisonte europeo, prácticamente extinguido en
Europa, que Sanz de Sautuola conocía a partir de los bellos grabados existentes en las
obras del naturalista Buffon (fig. 7); explicaba la técnica artística como pintura realizada
con ocres y establecía vínculos entre los restos hallados en el yacimiento arqueológico,
especialmente los colorantes, y las pinturas. En su descripción no elude la referencia al
talento artístico que demostraban aquellas obras y las compara con los objetos de arte
mueble ya conocidos y publicados en las obras de Lubbock y otros autores, haciendo la
siguiente reflexión: "No será aventurado admitir que si en aquella época se hacían
reproducciones tan perfectas, grabandolas sobre cuerpos duros, no hay motivo fundado
para negar en absoluto que las pinturas de que se trata tengan también una procedencia
tan antigua"". El gran mérito de Sanz de Sautuola reside en su afirmación,
fundamentada en el conocimiento cien- tífico, el análisis y la comparación, de que las
pin- turas pertenecían "sin género alguno de duda a la época denominada con el nombre
de paleolítica". Esta deducción no le traería a su autor más que la incredulidad general y
el descrédito.

5 El descubrimiento de la cueva de Altamira tuvo lugar en el año 1868. Sanz de


Sautuola la prospectó a partir de 1875 y realizó excavaciones en 1876 y en 1879 en la
zona próxima a su entrada (Sanz de Sautuola 1880). Tras estas intervenciones, de
Pedraja, Sainz, Vilanova, Taylor Ballota y Harlé, entre otros, llevaron a cabo recogidas
de materiales no sistemáticas. Posteriormente, Alcalde del Río realizó excavaciones
entre 1902 y 1906, abriendo una trinchera de unos 30 m2 , e identificó dos niveles que
adscribió al Magdaleniense y al Solutrense (Barandiarán Maestu 1972; Breuil y
Obermaier 1935; Cartailhac y Breuil 1906; Heras Martín et al. 2007; Straus 1983). No
se iniciarán nuevas investigaciones en la cueva hasta 1924, año en el que Breuil, junto
con Obermaier, excavan en el vestíbulo, en la zona contigua al gran muro actual que
separa aquél de la sala de pinturas (Breuil y Obermaier 1935) (Figura 2). Documentaron
dos niveles arqueológicos por debajo de un nivel formado por bloques del techo que
estaban sellados por una costra estalagmítica formada tras el último derrumbe que cerró
la boca de la cueva. El nivel superior, de 50 cm de espesor, estaba compuesto por limos
arcillosos de color muy negro, y fue adscrito al Magdaleniense inferior. El nivel
arqueológico inferior, de 35 cm, estaba formado por limos de un color más rojizo y se
calificó como Solutrense. La industria lítica magdaleniense y solutrense fue estudiada
por González Echegaray (1971), por Straus (1977) y por Utrilla (1981). La industria
ósea, característica en el nivel superior y menos representativa en el inferior, fue
estudiada por Barandiarán Maestu (1973) y Corchón Rodríguez (1986), mientras que
los objetos de adornocolgantes fueron investigados por Álvarez Fernández (2001;
2006). Los restos faunísticos solutrenses fueron revisados por Altuna Echave y por
Straus (1976). Por debajo de ellos se documentó un potente nivel de bloques calizos
desplomados. Breuil y Obermaier excavaron este nivel hasta que los bloques se lo
impidieron, recogiendo huesos de animales y lapas (Breuil y Obermaier 1935: 178).
Posteriormente, Obermaier señaló que aquí se documentaron puntas de la Font Robert
(Obermaier 1929 a y b), características del Gravetiense, lo que indicaría la presencia de
un nivel más antiguo en la cueva. De las primeras excavaciones del yacimiento se
obtuvieron cuatro fechas radiocarbónicas procedentes de muestras del nivel
magdaleniense: 15500±700 BP (M-829; carbón; 17008±230 cal. BP1 ); 13900± 700 BP
(M-828: conchas; 14786±1008 cal BP) (Almagro Gorbea 1970); 14250±260 BP (Gif.-
A-90047; hueso; 15517±320 cal BP) y 14480±250 BP (Gif.- A-90057; hueso;
15749±399 cal BP), y una del nivel solutrense: 18540±320 BP (Gif.-A-90045; hueso;
20223±472 cal BP) (Valladas et al. 1992). La última campaña de excavaciones que se
realizó en Altamira fue dirigida por J. González Echegaray, asistido por L.G. Freeman,
F. Bernaldo de Quirós Guidotti y V. Cabrera Valdés, entre el 30 de diciembre de 1980 y
el 9 de enero de 1981. A través de los restos arqueológicos documentados (industrias
lítica y ósea, fauna, polen, etc.) se pretendía precisar la estratigrafía del yacimiento, así
como hacer una interpretación sobre las actividades llevadas a cabo por los grupos de
cazadores-recolectores del Solutrense y del Magdaleniense que habitaron en el vestíbulo
de la cueva. Se identificaron varios niveles que se adscribieron al Magdaleniense
inferior (niveles 1, 2 superior y 2 inferior) y uno, probablemente, al Solutrense (nivel 3)
(Freeman y González Echegaray 2001; González Echegaray y Freeman 1996; Heras
Martín et al. 2007). En 1993 se procedió a la limpieza de los perfiles del yacimiento y a
la obtención de muestras polínicas, que fueron estudiadas por P. Uzquiano (Álvarez
Fernández 2001, 2006). Finalmente, en los años 2004 y 2006 se hizo una limpieza
general del vestíbulo y se reavivaron los perfiles del corte estratigráfico conservado,
procedente de las excavaciones de los años ochenta. Aquí se diferenciaron ocho niveles
arqueológicos. Los cinco primeros coinciden con los identificados por González
Echegaray y Freeman (niveles 1, 2 superior y 2 inferior), es decir, pertenecientes al
Magdaleniense inferior. Los estratos inferiores (niveles 6 y 7) han proporcionado dos
fechas radiocarbónicas (17200 ± 70 BP: 18706 ± 284 cal BP y 19630 ± 80 BP: 21473 ±
337 cal BP, respectivamente) que los sitúan en el Solutrense. La última capa (nivel 8)
representaría la base de la secuencia y se sitúa justo por encima de los grandes
6 La mayor parte de las representaciones pertenecen a los períodos Magdaleniense y
Solutrense, dentro del Paleolítico Superior.

El arte rupestre es numeroso y variado. Contiene la práctica totalidad de temas, recursos


técnicos y estilos conocidos. Las figuras se distribuyen por el espacio subterráneo,
siendo elevada la concentración en dos sectores: el Gran Techo de las pinturas
policromas y la galería final. En los años sesenta, Leroi-Gourhan (1965) modificó la
percepción de una dilatada acumulación (Breuil, 1952) por otra reducida que incluía la
totalidad de las representaciones en sus estilos III y IV, datando el inicio artístico de
Altamira en el Solutrense. Esta propuesta de corto recorrido, así como otras posteriores
(Bernaldo de Quirós, 1994; Lasheras, 2002) hacen coincidir el periodo de ocupación
humana de la cueva con el de realización artística, reconociendo una fase Solutrense
superior y otra Magdaleniense inferior. Las posibilidades del AMS 14C han permitido
datar las fases artísticas más recientes (Valladas et al., 1992; Moure y González-Sainz,
2000) entre hace 19.528 y 15.204 años cal. BP. La aplicación del método del
desequilibrio de la serie del Uranio ha permitido obtener dos fechas: – Muestra O-53
(fig. 5): gran caballo rojo con restos de puntuaciones en el vientre del sector I (Gran
Techo). Se obtuvo una edad mínima procedente de una formación que cubría el motivo.
El resultado corregido es de 22.110 ± 130 años. – Muestra O-50 (fig. 6): signo rojo. Está
situado en el sector central del Gran Techo. Se obtuvo una edad mínima procedente de
una formación que cubría el motivo. El resultado corregido es de 36.160 ± 610 años.
7 La cueva de Altamira tiene un régimen de acceso controlado y muy limitado de visita
pública. Este régimen de acceso, aprobado por el Patronato del Museo, establece un
máximo de cinco personas a la semana (260 personas al año).
8

Imagen extraida de la web http://www.arterupestrecantabrico.es/cuevas/cueva-de-


altamira.html

BIBLIOGRAFÍA

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https://www.cultura.gob.es/mnaltamira/cueva-altamira/visita-a-la-cueva.html

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