ECP_Clase_N_4
ECP_Clase_N_4
Clase número: 4
Fecha: 14/06/2018
Introducción
En esta unidad estar examinando los anudamientos que existen entre la política y la sociedad. De manera
particular, estamos viendo los múltiples vínculos e interacciones conflictivos de la dinámica política
entre los agentes (individuales y colectivos) y las estructuras que, en sus formas de (re)producción,
conforman la sociedad, en cierto espacio geográfico y tiempo histórico. En la clase pasada vimos los
aportes de Giddens. Luego, nos enfocamos en la perspectiva micropolítica de Foucault. Como vimos,
para este autor la política es entendida como el ejercicio de relaciones de poder (la mayor parte de ellas,
consensuales y muchas de ellas imperceptibles) que se ejercen en todas las relaciones sociales (no sólo en las relaciones entre
dirigentes de partidos políticos y ciudadanos y no sólo en un determinado país) y generan formas de subjetivación que
atraviesan a todas las sociedades desde sus intersticios. Analizamos también las formas (también
políticas) de resistencia social y la capacidad de transformación política de los agentes
frente a los poderes dominantes. Por último, destacamos algunos problemas de esta perspectiva
para darle una relativa autonomía a otras esferas. Así, desde esta perspectiva se corre el riesgo de
“imperialismo” de la Política que vimos con Caminal Badía en la clase 1. Foucault, además, no distingue
entre el poder privilegiado que ejercen determinados actores clave que cuentan con mayores recursos y
capacidades para ejercer el poder. Por ejemplo, los empresarios capitalistas dueños de los medios de
producción y que explotan, precarizan y pueden despedir a los trabajadores en las empresas, las
empresas oligopólicas de medios de comunicación que controlan la información, los organismos
multilaterales de crédito que condicionan a los países con el poder del dinero y los países
imperialistas del sistema mundial que dominan con el aparato militar y sus empresas
transnacionales.
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Si el texto del teórico político, filósofo y sociólogo Foucault que vimos presenta un enfoque crítico que
tiene vínculos con la tradición marxista (si bien en tensión con el materialismo histórico de Marx), en
esta clase vamos a centrarnos en una perspectiva de la sociología política diferente. Esta perspectiva se
centra en un análisis sistemático de los vínculos entre la sociedad y la política, pero enfocándose en las
formas de representación política desde el aparato estatal. Los aportes que vamos a examinar provienen
del célebre pensador alemán Max Weber (1864-1920), quien constituye indudablemente uno de los
grandes clásicos de las Ciencias Sociales y es una referencia central e ineludible de la CP. Weber es
considerado un teórico realista de la Ciencia Política, ya que analiza el ser (descriptivo y comprensivo) y
no el deber ser (prescriptivo y normativo). Y se destaca por haber desarrollado su obra de una forma
sistemática y rigurosa, con base en un exhaustivo análisis empírico.
En el transcurso de su obra Weber realizó una multiplicidad de aportes a las Ciencias Sociales en general
y a la politología en particular. Los principales aportes se condensaron en su famoso libro “Economía y
Sociedad” (publicado tras su muerte, en 1922, a partir de una recopilación que hizo su esposa). Sus
contribuciones más importantes a la ciencia de la política son su célebre definición de Estado y su
detallado análisis del modo de constitución y funcionamiento del capitalismo moderno y de sus formas
de dominación social, que incluyen un exhaustivo estudio histórico y comparado del papel y el modo de
funcionamiento de la burocracia, los liderazgos políticos y los partidos políticos. Además, en su libro
“La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1905), Weber aportó herramientas fundamentales
para comprender el origen y difusión ideológica del capitalismo en Occidente, y en las conferencias
publicadas en “El político y el científico” (1919) aportó reflexiones fundamental para comprender la
teoría y la práctica profesional de la política y la relación (tensional) que existen entre política, ciencia y
valores éticos.
Sin embargo, sus aportes no fueron sólo teóricos y socio-históricos. Weber, además, ideó un nuevo
método de análisis sociopolítico diferente del positivismo y del materialismo histórico marxista. Este
nuevo método de investigación, conocido como comprensivismo, hace hincapié en la relevancia de la
interpretación y la comprensión hermenéutica de los fenómenos políticos, a partir de la creación de
tipologías conceptuales (llamados tipos ideales) que le permiten al investigador o analista político
alcanzar una objetividad intersubjetiva del conocimiento. Como vimos, estas tipologías las empleó para
conceptualizar diferentes formas de dominación social, lo que contribuyó al análisis de una
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multiplicidad de fenómenos y situaciones histórico-políticas referidas a las formas de autoridad política
y legitimación social.
El contexto histórico-político particular de la obra de Weber remite al desarrollo del imperio alemán de
comienzos del siglo XX, a la profunda crisis económica (hiperinflación) e institucional (polarización y
fragmentación de posiciones entre los múltiples partidos políticos del Parlamento alemán) de la
República de Weimar, y al poder creciente de la burocracia civil y, sobre todo, militar (que condujo a
Alemania a la Primera Guerra Mundial en 1914).
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trascendentales (religiosos) para ejercer el poder político. Como derivación, se hace necesario construir
políticamente alguna fuente de poder racional y secularizada para obtener obediencia social de los
representados. En otras palabras, si en la época medieval existían Reyes o Monarcas absolutos que
justificaban la validez de su gobierno despótico (poder absoluto y sin control) apelando a la idea que
eran enviados de Dios, con el desarrollo de las ideas racionalistas y seculares de la Modernidad el
ejercicio del poder político debe ser justificado ante la sociedad desde principio racionales (los más
habituales históricamente han sido la defensa y el bien de la Nación y/o del Pueblo). Nicolás
Maquiavelo, con su obra “El Príncipe” (escrito en el año 1513), fue el primer pensador político que se
ocupó de reflexionar sobre este problema central de la actual Ciencia Política, que consiste en la
justificación racional y secular del poder del Estado, como organismo que reclama el poder legítimo
para tomar las decisiones y obtener obediencia de sus representados, sin apelar a una justificación
teológica-religiosa (los designios de Dios) o meramente moral (el deber ético) del poder1.
Weber retoma esta concepción realista de Maquiavelo (fundador de la Ciencia Política tal como la
conocemos hoy en día) sobre cómo son las cosas (y no como estas deberían ser o quisiéramos que sean)
para analizar de forma sistemática, rigurosa y con base empírica las características, el modo de
funcionamiento y de legitimación del Estado en la Modernidad (es decir, desde los siglos XVI y XVII
hasta por lo menos finales del siglo XX). Según nos dice Weber, en una clásica definición, el Estado
consiste en:
Aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama para sí (con éxito)
el monopolio de la violencia física legítima.
Fíjense que esta definición (la más aceptada hoy en día dentro de la CP, si bien hay disputas con las
visiones marxistas) hace referencia a ciertas características particulares de todo Estado, que podemos
descomponer del siguiente modo:
1. Es una asociación política.
2. Ejerce la violencia física.
3. Lo ejerce de un modo monopólico y, a su vez, legítimo o válido.
4. Lo ejecuta sobre un territorio determinado y delimitado.
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La mala fama histórica de Maquiavelo es, en gran medida, producto de esta crítica radical al poder de la Iglesia. Maquiavelo
no sólo nunca dijo la famosa frase “El fin justifica los medios”, sino que además tampoco defendía una política libre de
valores. De hecho, en su libro “Discurso sobre la primera década de Tito Livio” se puede apreciar a un Maquiavelo firme
defensor de la República y de los valores republicanos, contra las formas opresivas de las tiranías monárquicas de su tiempo.
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Ello implica tomar en cuenta una serie de elementos centrales:
a) Todo Estado tiene el monopolio legítimo para emplear el aparato represivo sobre los individuos para
garantizar su propia permanencia. Así, todo Estado disponía de un cuerpo profesional de policías y de
Fuerzas Armadas que puede tanto amenazar como apelar a la represión social y la violencia física de un
modo legítimo (válido) para garantizar el orden público y la seguridad nacional (esto es lo que se conoce
como “Razón de Estado”).
b) Este poder del Estado sólo lo puede ejercer sobre un territorio determinado, esto es, en un
determinado espacio geográfico y territorial que cuenta con fronteras delimitadas, que demarcan su
soberanía política frente a otros Estados también soberanos. La jurisdicción del Estado, por lo tanto, es
nacional.
Ahora bien, como observa Weber desde la experiencia histórica (al igual que ya lo había apreciado
Maquiavelo varios siglos antes), ningún Estado se basa en la pura coerción o coacción (fuerza) física. En
realidad, todo Estado se caracteriza por realizar una mezcla de consenso y de fuerza. Es más, el uso de
la fuerza física es sólo la última ratio (opción) del Estado cuando este no obtiene el consentimiento
social (legitimidad) de sus gobernados. En ese marco, debemos incorporar una importante distinción
weberiana entre los conceptos de poder y dominación.
En la clase pasada vimos la concepción foucaultiana del poder, que parte de la base que todas las
relaciones sociales (incluso las consideradas habitualmente como privadas) son políticas, ya que en
todas ellas se ejercen determinadas relaciones de poder de ciertos individuos o grupos sobre otros/as.
Para el Foucault genealógico, por lo tanto, todo es político. Weber, en cambio, vincula centralmente a la
política con el Estado y, por lo tanto, con el dominio público. En su concepción la política es definida
como la “Aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos
Estados o dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de hombres que lo componen”.
Si descomponemos esta definición podemos observar, en primer lugar, que el eje radica en la relación
directa de la política con el poder. Como señala Weber en una conferencia publicada en el libro “El
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político y el científico”, desde un crudo realismo, todo aquel que hace política busca el poder, ya sea que
lo busque como un medio para otros fines, o bien como un fin en sí mismo. De allí que la política tenga
una estrecha relación con los intereses en torno a la distribución, la conservación y/o la transferencia del
poder.
Sin embargo, a diferencia de Foucault, para quien el poder se encuentra también en los intersticios de las
relaciones sociales cotidianas, sean estas públicas o privadas, nacionales o internacionales, para Weber
el poder se circunscribe al poder soberano del Estado y, en particular, a la dirección política del Estado,
en tanto principal asociación pública de la Modernidad.
Una última diferencia importante entre estos autores radica en la distinción que efectúa Weber entre el
concepto de poder y el concepto de dominación, que en Foucault aparecen entrelazados 2. Por poder
Weber entiende: “La probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun
contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”.
Lo relevante de esta definición es el vínculo del poder con la imposición de la voluntad sobre un otro/a,
aún si este se opone o resiste y más allá de los motivos que fundamenten el poder. Otro aspecto que es
importante tener en cuenta es que siempre se trata de una “probabilidad” de, lo que supone la posibilidad
de no alcanzar sus objetivos previstos.
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Por otra parte, debemos considerar también las diferencias políticas, ya que el análisis de Weber es meramente descriptivo
(lo que termina siendo justificativo), sin pretensiones críticas y socialmente transformadoras. A fin de cuentas, Weber es un
pensador liberal y Foucault un heredero (critico) del marxismo.
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Poder: Probabilidad de imponer la voluntad por la fuerza, aún en contra de toda resistencia. Se centra en
el aspecto puramente coactivo.
Es muy importante que comprendan que para Weber la dominación no es un concepto peyorativo,
sino que el mismo es descriptivo de las múltiples relaciones sociales en los que los individuos-
representados probabilísticamente aceptan y validan (legitiman) determinadas ideas y mandatos
recibidos como si fueran propios. Mientras que el ejercicio del poder descansa en la fuerza física, la
violencia y el miedo, en la base de la dominación se encuentra el concepto clave de legitimidad, esto es,
el reconocimiento, la aceptación (internalización) y la probabilidad de obediencia social a determinados
valores, creencias, normas y mandatos ajenos por una vía consensual que, de este modo, los valida
políticamente.
Weber destaca que todo Estado expresa una relación de dominación legítima de ciertos hombres sobre
otros. Como es legítima, esta dominación se basa en que los dominados asumen como propio el mandato
proveniente de la autoridad política. En ese contexto, existen, en el ejercicio del poder político, tres
formas o “tipos ideales” de dominación:
1) Tradicional: Los dominados obedecen por costumbres o tradiciones arraigadas desde tiempos
inmemoriales (porque “siempre fue así”). Es propia de la época feudal, donde el ejercicio de la
dominación por parte de los reyes se heredaba de generación en generación. Hoy en día podemos pensar
en los Principados (por ejemplo, el Principado holandés).
2) Carismática: los dominados obedecen por efecto de una gracia o cualidad personal extraordinaria de
cierto caudillo, líder o chamán. En este caso, la obediencia proviene de la creencia que los dominados
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atribuyen en determinadas virtudes y cualidades personales, consideradas como extraordinarias y casi
mágicas. Por ejemplo, podemos pensar en los chamanes y otros líderes religiosos (como el Papa
Francisco), en un caudillo político (como Rosas, Perón o Menem) o en un jefe militar (como Napoleón).
Esta tipología que realiza Weber (y de allí el término de “tipos ideales”) no es un espejo de una realidad
objetiva, sino que constituye una construcción conceptual que elabora el sociólogo con el objeto de
comprender lo más objetivamente posible la realidad histórico-social. Ahora bien, al analizar los
ejemplos concretos, Weber nos advierte que estos tres tipos de dominación nunca se producen de forma
“pura”. Es por eso que constituyen tipos ideales, es decir, esquemas interpretativos aproximativos. En
los hechos, la obediencia a la autoridad política suele establecerse a partir de una mezcla o combinación
de estas formas de dominación. En ese sentido, podemos decir, por ejemplo, que la dominación legítima
que ejerció Juan D. Perón en la Argentina de su tiempo se debió a una combinación de elementos
racionales-legales (fue legitimado con el apoyo mayoritario del pueblo, según los mecanismos formales
del Estado de Derecho, establecidos por escrito en el sistema electoral argentino), tradicionales (fue
apoyado en el marco de un respaldo histórico en a Argentina a caudillos políticos y liderazgos fuertes,
que se remonta a los caudillos federales del siglo XIX) y carismáticos (su dominación descansó en gran
medida en la atracción emotiva que generaba su enorme carisma personal).
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La dominación burocrática
Como observa Weber, el Estado moderno se caracteriza por un proceso de creciente racionalización
(expansión de la racionalidad instrumental o formal), secularización (pérdida de fundamentos religiosos)
y burocratización (expansión de la administración burocrática). En ese marco, el pensador alemán
destaca el creciente predominio que adquiere el tipo de dominación racional-legal. Es importante tener
en cuenta que el concepto de burocracia de Weber no es peyorativo, sino descriptivo de las
características que adquiere el orden social en los Estados modernos, producto de la creciente
modernización, racionalización, cálculo técnico y eficiencia que caracteriza a la Modernidad.
La importancia que adquiere este tipo de dominación legal con cuerpo burocrático se vincula a un
fenómeno más amplio de expansión del derecho formal impersonal, desencantamiento del mundo
religioso y creciente profesionalización, especialización de funciones y división de tareas del
capitalismo. Este proceso de racionalización social del capitalismo moderno se ve acompañado con la
creación de un cuadro de funcionarios independiente. Este cuadro administrativo, con reglas y
procedimientos burocráticos específicos y estables, centra su modo de funcionamiento en elementos
impersonales, basados en el cálculo técnico/objetivo. De allí que existan reglamentos y procedimientos
legales expresamente tipificados, que hacen que la forma típica de ejercicio de la dominación del
capitalismo moderno sea racional-legal, esto es, la obediencia a reglas, leyes y procedimientos formales.
A diferencia del orden feudal-estamental, que se basaba en la presencia de esclavos vitalicios, los
cuadros administrativos propios de todo Estado moderno (incluso en los países comunistas) se basan en
una serie de características específicas:
En primer lugar, el pago de premios materiales establecidos bajo la forma de salarios temporales a
cambio de su trabajo.
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Una tercera característica de la burocracia weberiana es su creciente grado de especialización y
profesionalización, lo que hace que sus decisiones se basen en disposiciones puramente técnicas,
objetivas e impersonales, ajenas a la “arbitrariedad” de los políticos profesionales. En ese marco, según
Weber, lo que caracteriza al auténtico funcionario público es la administración imparcial, a partir del
cálculo técnico y objetivo, contrapuesto a los intereses políticos, las pasiones y las arbitrariedades
subjetivas de los dirigentes políticos.
Además, como destaca Saín en la carpeta de trabajo, este cuadro administrativo presenta una serie de
características adicionales:
Por último, las principales consecuencias políticas de dicho proceso son las siguientes:
Como pueden apreciar, los aportes teórico-conceptuales de Weber (como diferentes a los de Foucault y a
los de Giddens) son de una importancia fundamental para comprender y analizar el ejercicio del poder
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desde el Estado y las diferentes tipos de dominación social en los que descansa la pretensión de
legitimidad de la autoridad política.
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