Henry Miller - Uno
Henry Miller - Uno
Henry Miller - Uno
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enry Valentine Miller naci el 26 de diciembre de 1891 en Nueva York, en el seno de una familia humilde de origen alemn, siendo su madre Louise Nieting y su padre Heinrich Miller, quien se dedicaba a la sastrera. Principalmente autodidacta, Miller estudi durante dos meses en el City College neoyorquino hasta que el joven rebelde, gran amante de la literatura, en especial del escritor ruso Fedor Dostoievski, fue expulsado de la universidad, ocupndose posteriormente en distintos oficios, entre ellos ranchero o mensajero de la Western Union. En 1917 contrajo matrimonio con una muchacha llamada Beatrice Sylvas Wickens, con quien tuvo una hija, Barbara. En 1924 se divorci de Beatrice y se cas con la bailarina June Mansfield Smith, mujer que fue sumamente influyente en Henry por su modo liberado y despreocupado de vivir.
Con sus padres y su hermana Lauretta
En los aos 30 y en plena poca de la Gran Depresin, Miller y June trasladaron su residencia a Pars, ciudad en la cual llev una existencia bohemia junto a Anas Nin, Gilberte Brassai y Alfred Perls, empapndose de diferentes corrientes literarias, entre ellas el surrealismo. En la capital francesa aparecera su primer libro publicado, Trpico de Cncer (1934), un volumen prologado por su amiga Anas y censurado en su pas hasta la dcada de los '60. Junto a Nin escribira Una pasin literaria (1932-1953, libro que recoga la correspondencia entre ambos autores. El mismo ao de la aparicin de Trpico de Cncer, publicada en la editorial Obelisk Press de Jack Kahane, Henry y June se divorciaran. Posteriormente Miller escribi novelas como Primavera negra (1936), El universo de la muerte (1938) y Trpico de Capricornio (1939). A pesar de que Trpico de Cncer fue la primera novela publicada en su trayectoria como literato, Miller haba escrito previamente varios libros que no lograron ver la luz en su da, como Clipped Wings, Moloch y Crazy Cock. Sus textos, ausentes de una estructura convencional y el uso June Mansfield Smith de una narracin lineal, se vinculan a la exposicin instrospectiva desde un universo esencialmente masculino, con tendencia a la exposicin ertica y el proceder nihilista modelado con un cierto sentido lrico de la prosa, esencia libertaria y vitalista, y plasmacin autobiogrfica en base al flujo de conciencia. En 1939 Henry dej Francia, pas en el que lleg a trabajar como profesor de ingls en el Liceo Carnot de Dijon, y pas un tiempo junto a Lawrence Durrell en Grecia para retornar en plena Segunda Guerra Mundial a los Estados Unidos, ubicndose en California. All escribira libros como El coloso de Marussi (1941), ttulo que abordaba su experiencia griega, Pesadilla del aire condicionado (1945), Das tranquilos en Clichy (1956), Big Sur y las naranjas del Bosco (1957) o la afamada triloga La crucifixin rosada, conformada por los volmenes Sexus (1949), Plexus (1952) y Nexus (1959), los cuales volvan a incidir en el aspecto sexual que Miller con Janina Martha Lepska singulariza sus trabajos literarios. Al margen de sus novelas Miller tambin escribi ensayos sobre Marcel Proust, James Joyce o D. H. Lawrence. Despus de su divorcio con June, Henry se cas en 1944 con Janina Martha Lepska, joven inmigrante polaca, estudiante de filosofa, con quien tuvo dos hijos, Tony y Valentine. En 1952 se divorciaran. Un ao ms tarde contrajo matrimonio con Eve McClure, de quien se separara en 1960.
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Su ltima esposa fue la cantante de cabaret japonesa Hiroko Tokuda, con quien estuvo casado entre 1967 y 1977. Una de sus ltimas amantes fue la joven actriz Brenda Venus. El libro Querida Brenda (1986) recoge las cartas de amor remitidas por el autor de Nueva York a la morena intrprete, vista en pelculas como Foxy Brown o Lmite 48 horas. Miller, cuya influencia es muy apreciable en los escritores de la denominada Generacin Beat, como Jack Kerouac, Allen Ginsberg o William Burroughs, morira a causa de problemas circulatorios en la localidad californiana de Pacific Palisades. Era el 7 de junio de 1980 y el escritor tena 88 aos.
BIBLIOGRAFA - 1934. Tropic of Cancer / Trpico de Cncer - 1934. Black Spring / Primavera Negra - 1935. Aller Retour New York - 1938. Max and the White Phagocytes / Max y los fagocitos blancos - 1938. Tropic of Capricorn / Trpico de Capricornio - 1939. The Cosmological Eye / El ojo cosmolgico - 1940. The World of Sex / El mundo del sexo - 1941. The Colossus of Maroussi / El Coloso de Marusi - 1944. Sunday After the War / Un da despus de la Guerra - 1945. The Air-Conditioned Nightmare / Pesadilla de aire acondicionado - 1945. Semblance of a Devoted Past - 1947. Remember to Remember - 1948. The Smile at the Foot of the Ladder / La Sonrisa al pie de la escala - 1949. Sexus - 1950. Rosy Crucifixion / La Cruxificcin rosada - 1952. Rimbaud / El Tiempo de los Asesinos - 1953. Plexus - 1955. Nights of Love and Laughter / Noches de amor y alegras - 1957. Big Sur and the Oranges of Hieronymus Bosh - 1961. To Paint is to Love Again http://www.alohacriticon.com/viajeliterario/article1190.html http://www.elortiba.org/hmiller.html
AL CUMPLIR OCHENTA
i a los ochenta aos no ests ni tullido ni invlido y gozas de buena salud, si todava disfrutas una buena caminata y una comida sabrosa (con todo y acompaamientos), si duermes sin pastillas, si las aves y las flores, las montaas y el mar te siguen inspirando eres de lo ms afortunado y deberas arrodillarte en la maana y en la noche para darle gracias al Seor por mantenerte en forma. En cambio si eres joven pero ya tienes cansado el espritu y ests a punto de convertirte en autmata, sera bueno que te atrevas a decir de tu jefe en silencio, claro Al carajo con ese fulano, no es mi dueo!. Si no te has quedado culiatornillado y si te sigue emocionando un buen trasero o un magnfico par de tetas, si todava puedes enamorarte las veces que sea y si perdonas a tus padres por el delito de haberte trado al mundo, si te hace feliz no llegar a ningn lado y vivir al da, si puedes olvidar y perdonar y evitar volverte amargado, cascarrabias, resentido y cnico, hombre, ya vas ganando. Lo que importa son las cosas pequeas, no la fama ni el xito o el dinero. La cima es muy estrecha, pero abajo hay muchos como t que no se estorban ni se molestan. Ni por un instante se te ocurra que los genios viven felices; todo lo contrario, dan gracias por ser del montn.
Henry Miller
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Si tuviste una buena trayectoria, como es de suponer que yo la tuve, los ltimos aos podran ser los ms infelices de tu vida (salvo que hayas aprendido a tragarte tus mentiras). El xito, desde el punto de vista mundano, es la plaga del escritor que an tiene algo que decir, pues cuando llega la poca en que podra disfrutar un poquito del ocio, resulta que est ms ocupado que nunca porque se ha vuelto vctima de admiradores y adeptos y de todos los que desean explotar su nombre. Aqu se enfrenta otro tipo de lucha: el problema consiste en mantenerse libre y hacer slo lo que uno quiere. Con todo y una visin del mundo que es producto de una gran experiencia, con todo y una filosofa elaborada para la vida diaria, uno cae en la cuenta de que los tontos se vuelven ms tontos y los pelmazos ms pelmazos. De uno en uno la muerte se lleva a tus amigos o a los grandes hombres que reverenciabas; mientras ms viejo, ms pronto se te mueren. Al final te quedas solo y ves a tus hijos o a los hijos de tus hijos cometer los mismos errores absurdos, esos errores casi siempre lamentables que cometiste t a su edad, y ni lo que digas ni nada de lo que hagas podr evitarlo. Sin duda al observar a los jvenes se termina por comprender lo idiota que uno mismo fue en su momento (y tal vez lo siga siendo). Hay algo que para m se vuelve cada vez ms claro: en lo fundamental la gente no cambia con los aos. Salvo raras excepciones la gente no evoluciona ni se transforma: un roble sigue siendo un roble, un cerdo cerdo y un zopenco zopenco. Lejos de mejorar, el xito por lo general acenta las faltas o fracasos. No es raro que los tipos brillantes de la escuela en cierta medida dejen de serlo una vez que salen al mundo. Si en tu grupo te disgustaban ciertos chicos o si los despreciabas, despus te parecern peores convertidos en hombres de negocios, estadistas o generales de cinco estrellas. La vida nos obliga a aprender ciertas lecciones pero no necesariamente a crecer. Aqu entre nos, con dificultad cuento a una docena de individuos que logro aprender las lecciones de la vida; la gran mayora no sabra ni su nombre si yo lo pronunciara. En cuanto al mundo en general, no slo no lo veo mejor que cuando era yo un nio de ocho aos sino mil veces peor. Un escritor famoso alguna vez lo resumi de este modo: el pasado me parece horrible, el presente gris y desolado y el futuro totalmente espeluznante. Por fortuna, no comparto este sombro punto de vista. En primer lugar, no me interesa el futuro; en cuanto al pasado, bueno o malo, le he sacado el mayor partido; lo que me quede de futuro es producto de mi pasado. El futuro del mundo se lo dejo a los filsofos y visionarios. Lo nico que tenemos todos es el presente, pero muy pocos lo vivimos alguna vez a plenitud. No soy pesimista ni optimista; para m el mundo no es esto ni aquello sino todo al mismo tiempo y as ser para cada quien en su propia medida. A los ochenta creo que soy una persona mucho ms alegre que cuando tena veinte o treinta aos. Para nada querra ser adolescente otra vez: la juventud puede parecer gloriosa pero tambin duele sobrellevarla. Es ms, lo que llamamos juventud no es tal, en mi opinin se trata ms bien de algo as como una vejez prematura. Con la maldicin o la bendicin de haber vivido una adolescencia eterna, alcanc cierta madurez pasados los treinta aos, No fue sino hasta los cuarenta que comenc a sentirme joven en serio; para entonces ya estaba listo (Picasso dijo alguna vez: uno comienza a volverse joven a los sesenta pero para entonces ya resulta demasiado tarde). En esa poca haba perdido muchas ilusiones, pero por suerte mantena el entusiasmo, la dicha de vivir y una curiosidad inagotable. Tal vez fue esa curiosidad por todo y por cualquier cosa lo que me convirti en el escritor que soy. La curiosidad nunca me ha faltado y hasta el peor pelmazo me puede provocar inters (si an tengo el nimo de escuchar). Con este atributo viene otro que valoro sobre todos los dems: el sentido del asombro. Sin importar qu tan limitado pueda volverse mi mundo, no me lo imagino sin mi capacidad de asombro; en cierto sentido creo que puedo definir esta capacidad como mi religin. No me pregunto de qu manera surgi la creacin en que nos hallamos sumergidos, slo la disfruto y la valoro. Rabiando por la condicin de la vida y la forma en que la vivimos, ya dej de creer que yo tengo el remedio. Quiz pueda modificar
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hasta cierto punto mi propia situacin pero nunca la de los dems. Ni veo que nadie, en el pasado o el presente, por grande que fuera, haya podido realmente alterar la condition humaine. El mayor temor de la gente al pensar en la vejez es que ser incapaz de hacer nuevos amigos, mas quien tuvo alguna vez la facultad de cultivar nuevas amistades, no la perder por viejo que sea. En mi opinin, despus del amor, la amistad es lo ms valioso que nos ofrece la vida, Nunca he tenido problemas para hacer amigos; de hecho, a veces esa facilidad se ha convertido en un obstculo. Dice el dicho: dime con quin andas y te dir quin eres, pero mucho he reflexionado yo qu tan cierto es esto. Toda la vida tuve amigos provenientes de mundos totalmente dismiles, tuve y sigo teniendo amistad con personas que no son nadie y debo confesar que se cuentan entre mis mejores amigos. He sido amigo de criminales y de ricos despreciables. Mis amigos me mantienen vivo, me han dado nimo para proseguir y tambin, muchas veces, me han aburrido hasta las lgrimas. En lo nico que insisto con todos mis amigos, sin importar su clase social o su condicin, es que hablen con la verdad; si no puedo ser abierto y franco con un migo, o l conmigo, no me interesa. La capacidad de ser amigo de una mujer, en particular de la mujer a la que amas es, para m, la mayor de las proezas. El amor y la amistad rara vez van de la mano. Es ms fcil ser amigo de un hombre que de una mujer, sobre todo si es atractiva. En toda mi vida he conocido apenas unas cuanHenry Miller y Brenda Venus tas parejas que son amigos adems de amantes. Tal vez lo ms alentador de envejecer con gracia sea la capacidad cada da mayor de no tomar las cosas demasiado en serio. Una de las grandes diferencias entre un sabio genuino y un predicador radica en la jovialidad: cuando el sabio re la risa sale de la panza; cuando se re el predicador (raras veces) le sale de la mejilla equivocada. Al hombre sabio de verdad incluso al santo! no le interesa la moral; est por encima y ms all de tales consideraciones, tiene un espritu libre. Con la edad mis ideales, que por lo general niego tener, se alteran en forma definitiva. La idea es vivir sin ideales, sin principios, sin ismos ni ideologas. Quiero sumergirme en el ocano de la vida como un pez en el mar. De joven me interesaba enormemente el estado del mundo; hoy, aunque todava pataleo y me enfurezco, me contento con slo deplorar el estado de las cosas,. Puede sonar petulante hablar as pero en realidad significa que me he vuelto ms humilde, ms consciente de mis limitaciones y de las de mis semejantes. Ya no intento convertir a la gente a mi propia visin, ni sanarla, ni me siento superior porque no muestra gran inteligencia. Uno puede combatir el mal, pero contra la estupidez no existe arma posible. Creo que la condicin ideal de la humanidad sera vivir en un estado de paz en el amor fraterno, pero debo confesar que no conozco forma alguna de producir tal condicin. He aceptado el hecho, sumamente difcil, de que los seres humanos se inclinan a portarse de una forma que ruborizara a los propios animales. Lo irnico, lo trgico, es que muchas veces nos comportamos de manera innoble en nombre de los que consideramos motivos sublimes. La bestia no se disculpa por matar a su presa; la bestia humana, en cambio, llega a invocar la bendicin de Dios cuando masacra a su prjimo, olvida que Dios no est de su lado sino a su lado. Aunque sigo siento lector, cada da me abstengo de ms libros, Mientras que en los aos mozos buscaba en ellos instruccin y orientacin, hoy leo sobre todo por placer. Ya no me tomo tan en serio ni los libros ni a los autores, en especial los libros de Pensadores. Hoy su lectura me parece letal y cuando en realidad emprendo la lectura de lo que se podra llamar u libro serio, busco ms corroboracin que ilustracin. El arte puede ser teraputico, como dijo Nietzsche, pero slo de modo
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indirecto. Todos necesitamos estmulo e inspiracin, pero stos nos llegan por distintos caminos y casi siempre en una forma que escandalizara a los moralistas. Cualquier camino que uno elija ser como caminar en la cuerda floja. Tengo muy pocos amigos o conocidos de mi edad o de edad cercana. Aunque suelo sentirme incmodo en compaa de ancianos, me despiertan gran respeto y admiracin dos hombres muy viejos que parecen eternamente jvenes y creativos. Me refiero a Pablo Cassals y a Pablo Picasso, ambos hoy de ms de noventa aos. Esos nonagenarios juveniles ponen en vergenza a los jvenes, a hombres y mujeres de mediana edad y clase media, decrpitos en verdad, cadveres vivientes, por as decirlo, esclavos de sus cmodas rutinas que imaginan que el status quo ha de durar siempre, o que tienen tanto miedo de que sea otro el desenlace que se retiran a sus refugios mentales para esperar el fin. Jams he sido parte de ninguna organizacin religiosa, poltica ni de ninguna otra ndole. Nunca en mi vida he votado; he sido anarquista filosfico desde mi adolescencia. Soy un exiliado voluntario que tiene hogar en todas partes salvo en su propia casa. De nio tuve muchos dolos y hoy, a los ochenta, an tengo algunos: la capacidad para admirar a otros aunque no necesariamente implique hacer lo mismo que ellos me parece de suma importancia; pero importa ms tener un maestro, el punto es cmo y dnde encontrarlo; casi siempre habita entre nosotros pero no lo reconocemos. Por otro lado he descubierto que tal vez uno pueda aprender ms de un nio pequeo que de un maestro acreditado. Pienso que el Maestro (con mayscula) tiene la misma calidad del sabio y el profeta. Es una pena no poder criar ese tipo de ejemplares. Lo que suele llamarse educacin para m es una tontera absoluta que impide el crecimiento. A pesar de todos los cataclismos sociales y polticos por los que pasamos, los mtodos educativos aceptados en todo el mundo civilizado siguen siendo, al menos a mi modo de ver, arcaicos y estpidos; slo contribuyen a perpetuar los males que nos hacen invlidos. William Blake dijo: Los tigres de la ira son ms sabios que los caballos de la educacin. Yo no aprend nada de valor en la escuela; dudo que pudiera pasar un examen de primaria en cualquier materia incluso hoy. Aprend ms de los idiotas y de los don nadie que de los profesores de esto y aquello. La vida es el maestro, no el Consejo de Educacin, Por extrao que parezca, me inclino a coincidir con aquel miserable nazi que dijo: Cuando escucho la palabra Kultur me dan ganas de empuar mi revlver. Nunca me han interesado los deportes organizados; me importa un carajo quin rompe ese rcord o aqul. Los hroes del bisbol, el ftbol y el bsquetbol me son prcticamente desconocidos. Me disgustan los juegos de competencia: uno no debe jugar para ganar sino para disfrutar el juego, sea lo que sea. Prefiero jugar en vez de hacer ejercicios y hacerlo solo en vez de formar parte de un equipo. Nadar, andar en bicicleta, caminar en el bosque o jugar pong pong satisface toda mi necesidad de ejercicio. No creo en las lagartijas, ni en levantar pesas ni en el fisicoculturismo; no creo que haya que hacer msculos a menos que se utilicen para algn fin vital, Creo que las artes de autodefensa deberan ensearse desde una edad temprana y utilizarse slo como tales (y si la guerra es el orden del da para las generaciones futuras, entonces debemos dejar de mandar nuestros hijos al catecismo y mejor ensearles a convertirse en asesinos profesionales). No creo en la alimentacin sana ni en las dietas; lo ms seguro es que no haya comido adecuadamente durante toda mi vida y estoy bien. Como para disfrutar mi comida; haga lo que haga, primero ha de ser para disfrutar. No creo en los exmenes mdicos; si algo me falla prefiero no saberlo, pues slo me preocupara y agravara mi mal. Con frecuencia la naturaleza se encarga de nuestras dolencias mejor que cualquier mdico. No creo que exista receta mdica alguna para una larga vida; adems, quin quiere vivir cien aos?, qu casi tendra? Una vida breve y alegre es mucho mejor que
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una larga vida sustentada por el miedo, la cautela y la perpetua vigilancia mdica. Con todo y el progreso de la medicina an tenemos todo un santoral de enfermedades incurables; las bacterias y microbios siempre parecen tener la ltima palabra. Cuando todo falla, el cirujano sale a escena, nos corta en pedazos y nos despoja hasta del ltimo centavo, es eso el progreso? Lo que le falta a nuestro mundo actual es grandeza, belleza, amor, compasin y libertad. Se fueron los das de los grandes hombres, los grandes lderes, los grandes pensadores. Para sustituirlos creamos un engendro de monstruos, asesinos, terroristas, que parecen inoculados de violencia, crueldad, hipocresa. Al citar los nombres de las figuras ilustres del pasado, como Pericles, Scrates, Dante, Abelardo, Leonardo da Vinci, Shakespeare, William Blake o aun el loco de Luis de Baviera, se olvida uno de que aun en tiempos ms gloriosos hubo extrema pobreza, tirana, crmenes inconfesables, horrores de guerra, malevolencia y traicin. Siempre han existido el bien y el mal, la fealdad y la belleza, lo noble y lo innoble, la esperanza y la desesperacin. Parece imposible que los contrarios dejen de coexistir en lo que llamamos mundo civilizado. Si no podemos mejorar las condiciones en que vivimos podemos al menos ofrecer una salida inmediata y sin dolor, Hay una forma de escape mediante la eutanasia, por qu no se le ofrece a los millones de miserables desahuciados que carecen de toda posibilidad de disfrutar siquiera una viuda de perros? No pedimos nacer, por qu negrsenos el privilegio de dejar el mundo cuando las cosas se vuelven insufribles]? Debemos esperar a que la bomba atmica nos acabe a todos juntos? No me gusta terminar con una nota amarga. Como bien lo saben mis lectores, mi lema de toda la vida ha sido siempre contento y siempre luminoso. Tal vez por eso nunca me canso de citar a Rabelais: para todos tus males te doy la risa. Al mirar hacia el pasado, veo mi vida llena de momentos trficos pero la contemplo ms como una comedia que como una tragedia. Una de esas comedias en las que mientras te doblas de risa tambin sientes que se te quiebra el corazn. Qu mejor comedia podr haber? El hombre que se toma demasiado en serio no tiene salvacin. La tragedia que vive la gran mayora de los seres humanos es otro asunto: para ello no veo elemento de alivio alguno, Cuando hablo de una salida sin dolor para los millones de personas que sufren no hablo con cinismo o como quien no ve esperanza alguna para la humanidad. En s, la vida no tiene nada de malo., es el ocano en el que nadamos y se trata de adaptarse o hundirse, pero nuestra capacidad como seres humanos radica en no contaminar las aguas de la vida, no destruir el espritu que nos infunde aliento. Lo ms difcil para un individuo creativo es evitar el impulso de ver el mundo segn su propia conveniencia y aceptar al prjimo por lo que es, malo o bueno o indiferente. Uno tiene que poner todo su esfuerzo aunque nunca resulte suficiente. Finis . Henry Miller, Al cumplir ochenta, Mxico, UNAM (Coleccin Pequeos Grandes Ensayos, n 20), 2004 Traduccin de Zulai Marcela Fuentes. http://elojoenlapaja.blogspot.com/2007/07/fusilado-henry-miller.html
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Xavier Quirarte
En el fondo, puedo ser muy tierno, muy clido y, a la vez, cuando se me ocurre, puedo ser tambin tan fro y brutal como un monstruo. Existen en m esas dos cosas. Soy una paradoja viviente. Henry Miller lto, extremadamente delgado, el anciano de rasgos orientales duerme con placidez. En un momento determinado, contrae el rostro, mueve los labios como si quisiera decir algo, pero no alcanza a pronunciar palabra alguna. Si en ese momento pudiramos penetrar en su mente, veramos que en sueos el hombre mira su reflejo en un espejo. Est a punto de afeitarse, cuando descubre que la imagen que le devuelve la superficie bruida no es la suya. Sabe que est loco y su destino final, inevitable, ser en un hospicio. Sin saber cmo, ahora el hombre est instalado en un asilo. Ms que la locura, le aterra saber que se ha quedado solo. Solo. Miller, Pars, 1931.Foto de Brassa El hombre abre los ojos y, por un momento, su afabilidad parece haberse agotado. Describir la pesadilla que continuamente le ha visitado desde hace una decena de aos tal vez no es lo ms recomendable para un corazn de 80 aos. Pero, Christian de Bartillat sabe que el corazn del hombre que tiene enfrente es un msculo fuerte, correoso, hasta podra decirse que imbatible. A continuacin, con esa mirada que parece sondear las profundidades del alma, el anciano deja que una sonrisa dibuje las palabras con las que describe su sueo ms hermoso: "Debe ser un sueo sexual -dice la voz grave, en un francs que nunca ha perdido su acento estadounidense- pero no s de qu forma, porque ahora, ya no existe el deseo, o mejor dicho, mis deseos estn realizados. Buda dijo que debemos destruir el deseo pero, cmo se le destruye? Hay que desear para poder destruir el deseo al que, al fin y al cabo, nunca se destruye. Est all -es como el ego-, siempre permanece con nosotros". Ego y deseo. A una edad en la cual la mayora de los hombres son un manojo de enfermedades reales o imaginarias-, Henry Miller no ha perdido ninguno de los dos atributos ni mucho menos su espritu creativo. De Bartillat, que como resultado de una serie de largas entrevistas escribir ms adelante Conversaciones con Henry Miller (Barcelona, Granica Editor, 1977) constata que el anciano disfruta la vida, pinta y escribe, pero tambin se enamora, sufre y en ocasiones llora. Se sabe poseedor de la clase de sabidura que slo otorga una vida plena, una sabidura que no deja de plantear dudas, preguntas. La vida de Miller, nacido el 26 de diciembre de 1891, fue una constante lucha por mantener la libertad que aprendi a saborear desde que era nio, como lo recuerda en sus conversaciones con De Bartillat. "Poda corretear por el campo desde la maana, deambular por las calles todo el da con mis amigos, volver a casa de noche, muy tarde. Nadie me preguntaba nada. Es lo que aprecio por encima de todo, mi libertad. La tuve muy temprano en mi vida y, desde entonces, siempre he luchado incansablemente por ella. La libertad es lo ms precioso. Algo que ningn gobierno puede darnos: debemos crearla de nuevo, a partir de nosotros mismos" "Su vida fue una constante lucha por mantener la libertad" Si algo atrae de la obra de Henry Miller -desde su Trpico de Cncer hasta El libro de mis amigos- es su pasin desmedida, incontenible, cualidad que durante muchos aos la sociedad estadounidense puritana redujo al trmino de porngrafo. Durante tres dcadas Trpico de Cncer y Trpico de Capricornio
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fueron prohibidas hasta que el autor gan el juicio que levant el veto. En Genio y lujuria. Un recorrido a travs de las principales obras de Henry Miller (Barcelona, Grijalbo, 1979), Norman Mailer habla del vaco crtico en torno a las aportaciones del autor de La crucifixin rosada. Seala que a pesar del indudable influjo de Miller sobre escritores como William Burroughs, Jack Kerouac, John Updike y l mismo, slo se haya escrito "para adularle o para pulverizarle". Sin embargo, dice Mailer, "Miller posiblemente ha ejercido mayor influencia estilstica que cualquier otro autor americano del siglo XX, a excepcin de Hemingway. Es lgico preguntarse si libros tan distintos como Almuerzo desnudo, El lamento de Portnoy, Miedo de volar y Por qu estamos en Vietnam? hubiesen sido tan bien recibidos (o escritos con igual libertad estilstica) sin la irrigacin que Miller dio a la prosa americana". El hombre que en vida slo recibi un premio literario -el de libro del ao en Npoles por Como el colibr, cuando contaba con 79 aos- mantiene un sitio privilegiado entre los jvenes que han aprendido a vivir a travs de las pginas de sus libros, lectura que invariablemente se inicia con su Trpico de Cncer. "Este no es un libro -escribe desafiante Miller apenas en las primeras pginas-. Es un libelo, una calumnia, una difamacin. No es un libro en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del Arte, una patada en el culo a Dios, al Hombre, al Destino, al Tiempo, al Amor, a la Belleza... a lo que os parezca. Cantar para vosotros, desentonar un poco tal vez, pero cantar. Cantar mientras la palmeis, bailar sobre vuestro inmundo cadver". El escritor regido por el signo de Escorpin -"siento ms que la mayor parte de la gente, de una forma exagerada. Todo en m es exagerado. Mis errores, mis sentimientos, mis ternuras, mi amor, todo se presenta en un grado extremo"- no conoce la mesura. Por eso, el primer encuentro con Trpico de Cncer es definitivo para adoptar a Miller -y recorrer con l un mundo habitado por dioses y demonioso para rechazarlo definitivamente. Es una obra viva, descarnada y, por tanto, contradictoria. Es, en palabras de Mailer, "un libro de horrores, pero lo leemos y nos sentimos felices. Porque en el horror hay honor, y metfora en lo abominable. Por qu? Sera imposible explicarlo. Tal vez porque los nimos humanos son mucho ms variados, autorregeneradores, robustos y astutos de lo que Hemingway supuso. En el fondo de las alcantarillas de la existencia en donde se cuece el cncer, Miller rebulla". Hay un Miller antes y despus de Trpico de Cncer. El hombre que haba sobrevivido como librero, taxista, repartidor postal, sepulturero, vendedor de poemas de puerta en puerta, tabernero, corrector de galeras, mendigo, profesor de ingls y otros trabajos eventuales, a los 40 aos descubri en Pars su juventud. "Viva por aquel entonces en Pars, y mi descubrimiento era que, en Pars, por fin poda yo ser joven, mientras que en Nueva York, a los veinte aos, haba sido completamente viejo". Pars tambin le permiti conocer a Anas Nin que comparta con Miller su horror por el arte con mayscula y sera una pieza fundamental en su desarrollo como autor. "Cuando digo: Todo se lo debo a Francia, no es verdad. Anas es Francia. Para m ella era Francia, me abri los ojos, me instruy. En los hechos le debo todo, porque sin ella, no creo que hubiera llegado a ser gran cosa como escritor". El prefacio que Nin escribi para Trpico de Cncer describe magistralmente la esencia de toda la obra milleriana: "He aqu un libro que, si tal cosa fuera posible, podra renovar nuestro apetito por las realidades esenciales. La nota predominante puede parecer la amargura, y hay en l amargura hasta la saciedad. Pero tambin contiene una salvaje exuberancia, una loca jovialidad, una gran fuerza verbal, un gusto extraordinario y, por momentos, un verdadero delirio. Un continuo vaivn entre todos los extremos, con desnudos prrafos que saben a descaro y dejan el regusto del vaco. Est ms all del pesimismo o del optimismo. El autor nos ha entregado el ltimo Escena de Henry y June, de Kaufman. frisson. El dolor ya no tiene ms escondrijos secretos". Como otros grandes autores, en medio centenar de obras Miller es creador de un gran libro: el libro de su vida. Una vida que por momentos es repetitiva pero no se agota. Alguna vez un astrlogo le coment que l no era como los dems, pues pensaba en crculo. "Es verdad. Comienzo aqu, paro y vuelvo al punto de partida", confesaba. Sabedor de que la unin entre dos puntos no siempre es la lnea recta, antes de retornar al punto de partida -para luego volver a partir-, deambula en diversas
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direcciones, hilvana historias que enriquecen la columna vertebral de su obra. Por eso eligi la figura del cangrejo para su Trpico de Cncer. "El Cncer es el cangrejo que puede ir en todas las direcciones y este cangrejo, que no est obligado a ir siempre recto, siempre me ha fascinado. Para los chinos era un gran smbolo: el de la combinacin". Resulta una idea tentadora pensar qu hubiera hecho Miller de haber sido msico, dado que por un tiempo se dedic al piano. "Dej de tocar a los 25 aos -le contaba a Christian de Bartillat-. Me fren completamente y jams pude volver a tocar. De modo que, hoy en da no s tocar, pero dos veces por mes asisto a un curso especial que mi amigo Kimpo dicta para sus alumnos avanzados. El hace la crtica de su trabajo, les indica la manera en que deben tocar y, para m, eso vale ms que beber champagne. Simplemente es maravilloso, tan bueno para lo que escribo, para mi pintura y para todo; en todo caso, constituye una inspiracin". Miller consideraba a la msica como un arte mayor. As se lo hace saber a su amigo el fotgrafo Brassa, autor de dos esplndidos libros: Henry Miller: tamao natural y Henry Miller: duro, solitario y feliz, en una entrevista incluida en este ltimo: "Renunci totalmente. No tena talento suficiente. Pero adoro la msica! Es algo ms elevado que la pintura o la literatura... Tanto si debo escribir o pintar, trabajo mejor cuando escucho algunos de mis trozos favoritos. E incluso jugando al ping pong, la msica me estimula". Henry Miller y Hoki Tokuda La prosa de Miller est imbuida de un ritmo musical irresistible en el cual las palabras son como notas que desbordan el pentagrama, como un gran solista de jazz que cada vez que toca nos conduce hacia un territorio desconocido incluso para l. "Madame -escribe en El coloso de Marusi-, siempre hay dos caminos para tomar: uno, de regreso hacia el confort y la seguridad de la muerte, el otro, hacia delante, hacia ninguna parte". Impecable es su retrato sobre Louis Armstrong en el mismo libro: "Louis puso sus adorables labios gruesos en su trompeta dorada y sopl. Sopl una gran nota spera (...) y las lgrimas salieron de sus ojos y el sudor le escurri por el cuello. Louis sinti que traa paz y jbilo a todo el mundo". La pintura constituy tambin un fuerte aliciente en la vida de Henry Miller. Si la hoja en blanco poda convertirse en una obsesin, estar frente al lienzo siempre fue un placer. Esto lo llevaba a afirmar: "Cuando escribo, trabajo; cuando pinto, juego". Aunque en un principio en la escuela los maestros le pedan que se saliera del saln de clases porque en cuanto empezaba a pintar todos se rean, con el tiempo cre un estilo propio. Adems, en momentos difciles, sus cuadros le ayudaron a sobrevivir, pues los cambiaba por material de pintura, vino, comida, ropa o cuentas del dentista. "Empec a pintar alrededor de los veinticinco aos, en Brooklyn, casi por la misma poca en que empezaba a soar con escribir -le contaba a De Bartillat-. La pintura se convirti en algo muy importante en mi vida. En ella encuentro un trabajo creador que me hace feliz; puedo ver mi obra colgada de la pared y sentir placer. No sucede lo mismo con mis libros. Escribes un libro y lo olvidas. No tienes ganas de leerlo. Pintar es ver con ojos diferentes; es la diferencia entre ver y mirar. Para m la pintura es ms mgica que el hecho de escribir. Soy un pintor literario, aun cuando no pinto temas literarios, mi manera de abordarlos es diferente... La expresin es literaria, ms que sensual. Me gustara ser un buen pintor, un verdadero pintor, porque sostengo mejores conversaciones con los pintores que con los escritores." Miller fue un hombre dedicado a sus amigos, casi ninguno clebre, salvo Anas Nin, Lawrence Durrell o Brassa. En El libro de mis amigos, escrito a los 82 aos, rememoraba a quienes, sin llegar a ser conocidos, fueron fundamentales en su vida. Escribe que su primer edn fue en el vientre materno -una de sus grandes obsesiones-, donde tena "casi todo lo que uno puede desear... excepto amigos, y una vida sin amigos es indigna de este nombre". Las celebridades le tenan sin cuidado. "Es curioso, en mi vida, mis mejores amigos son unos cualquiera, gente de poca importancia -le confiaba a De Bartillat-. Ni un solo gran hombre. Creo que el escritor se alimenta de los cualquiera. Constituyen la materia prima. Hombres como Picasso o como Braque no podan darme nada, porque ya eran completos, genios que ya tenan todo en s mismos, mientras que yo busco -como un dios-, busco aquellos que puedan inspirar algo. La gente siempre dice: Ah! Conoci a Picasso? Conoci a Matisse? Conoci a fulano o a mengano? Les digo: No, de ningn modo, solamente conozco a desconocidos, que son mis amigos. Aparte de Durrell, por
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ejemplo, mis amigos ms ntimos no eran nadie. Siempre hablamos de los maestros, pero no los reconocemos. El maestro puede ser un vagabundo". A su amigo Brassa le debemos un retrato inmejorable del escritor: "Nunca olvidar esa cara rosada emergiendo de un impermeable arrugado, el labio inferior carnoso, los ojos de color verde mar, ojos de marino habituados a escrutar el horizonte a travs de la bruma, esa mirada tranquila, llena de serenidad -la mirada ingenua y atenta de un perro- emboscada tras unas gruesas gafas de concha, investigndome con curiosidad. Esbelto, nudoso, sin un gramo de carne de ms, tena el aspecto de una asceta, de un mandarn, de un sabio tibetano". Pero este sabio tibetano suele ser motivo de escarnio por quienes dicen no encontrar el amor en sus obras. Cierto, Miller suele ser despiadado e implacable en cuestin de amores; puede pasar de un estado de exaltacin de la mujer a uno de sometimiento o postrarse de las formas ms humillantes. Tal vez no sea Amor con mayscula, pero s es el amor resultado de una relacin real, con sus profundas contradicciones. Si a alguien am en su vida fue a June Edith Smith, mujer que al incitarlo a dejar su empleo en la compaa telegrfica Western Union y viajar a Pars para convertirse en escritor, le dio las alas que su genio peda a gritos. June vive una relacin profunda con Miller, al grado de aceptar compartir, ambos, la vida sexual con Anas durante algn tiempo, pero tambin habita en sus obras. Ya viejo, Miller le confesaba con amargura a Brassa que June -de quien se divorci en la ciudad de Mxico por carta poder en 1934-, vieja, sin dinero, viva recluida en un asilo y desde all le mandaba cartas de amor "slo para decirme que sigue pensando en m, en su `querido Val`". En Trpico de Capricornio confesaba su profunda devocin hacia June: "En esta tumba que es mi memoria, veo, ya sepultada, a aqulla a quien am ms que a cualquier otra, ms que al mundo, ms que a Dios, ms que a mi carne, ms que a mi sangre". "Esbelto, nudoso, tena el aspecto de un asceta" En esa larga serie de conversaciones con Brassa que constituye Henry Miller: duro, solitario y feliz, le confesaba la importancia de June en su vida: "June era un ser excepcional y si yo no la hubiera conocido, quiz hubiese sido siempre un fracasado y nadie conocera mi nombre... Tambin fue ella la que me proporcion el tema principal de mis libros: Trpico de Capricornio, Sexus, Plexus, Nexus, acaso existira sin ella? Fue ella la que me llev a Pars, la que me form, la que literalmente me transform. Por eso la he llamado MONA, la sola, la nica! Slo ahora, examinando mi vida, puedo medir su grandeza y su abnegacin". Esto no le impidi buscar otros amores, de los que no siempre sala bien librado. Despus de su separacin de la pianista japonesa Hoki Tokuda, con quien vivi durante diez aos, le comentaba a De Bartillat: "Uno de estos das me gustara releer la historia de Goethe y su ltimo amor. Me gustara saber qu senta l, aquel gran hombre, aquel gran europeo, cuando se enamor de una joven muchacha que lo rechaz, justo en momentos en que todo el mundo lo consideraba un dios". El destino lo puso entonces frente a la actriz Brenda Venus. A los 84 aos, la salud de Miller haba minado. Durrell recuerda que haba mantenido en secreto la serie de operaciones que le haban practicado. "Pero la vivacidad de su mente y de su corazn le hacan tan alegre y ligero que uno se engaaba creyndole ms joven de lo que era. Slo al ver su cuerpo comprend cun y delgado se haba quedado. Una arteria artificial, como un pedazo de manguera, que le iba desde el muslo hasta el sistema cardiaco le palpitaba ominosamente en el cuello y el pecho. Y por si fuera poco estaba completamente ciego de un ojo y casi casi del otro".
"Su prosa est imbuida de un ritmo musical irresistible"
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Prcticamente relegado a su lecho, Miller encontr en Brenda Venus motivos suficientes para aferrarse a la vida. "Ella le permiti dominar sus enfermedades y degustar las delicias del Paraso", escribe Durrell en el prlogo de Querida Brenda: las cartas de amor de Henry Miller a Brenda Venus (Mxico, Seix Barral, 1988)."Me gustara poder escribirte en ruso, en azteca (sic), en armenio y en iran -le dice en una de las misivas-. Porque eres ilimitada. Eres lo que los griegos llaman `nada en moderacin`. Eres Mona, Anas, Lisa, tout le monde, todas combinadas. Fuego, aire, tierra, ocano, cielo y estrellas". A lo largo de esta seleccin de alrededor de las mil 500 cartas que le envi a Brenda, Miller lucha por mantenerse con vida y continuamente le agradece haberse encontrado con ella. "Ests prolongando mi contrato de vida", le escribe en una de ellas. "Aqu, como en sus libros autobiogrficos, nos ofrece un completo retrato de s mismo en el umbral de la muerte", anota su amigo Durrell en el prlogo del libro. Henry Miller, el amante cnico y despiadado, falleca el 7 de junio de 1980 en su casa de Pacific Paladisades. Das antes, el anciano de rasgos orientales todava mostraba el ardor de un amante joven, aunque saba que la muerte rondaba. Tal vez por eso, en una de sus ltimas cartas le peda a Brenda: "No lamentes nunca este romance a mitad de tu joven vida. Los dos hemos sido bendecidos. No somos de este mundo. Somos las estrellas y el universo de ms all" Xavier Quirarte es periodista cultural. Su ms reciente libro es Ritmos de la eternidad http://www.etcetera.com.mx/2000/383/xq383.html
Trpico de Cncer
(Tropic of Cancer, 1934)
Fragmentos
Estas novelas darn paso, con el tiempo, a diarios o autobiografas: libros cautivadores, siempre y cuando sus autores sepan escoger de entre lo que llaman sus experiencias y reproducir la verdad fielmente.
RALPH WALDO EMERSON
Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningn sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aqu estamos todos solos y estamos muertos. Anoche Boris descubri que tena piojos. Tuve que afeitarle los sobacos, y ni siquiera as se le pas el picor. Cmo puede uno coger piojos en un lugar tan bello como ste? Pero no importa. Puede que no hubiramos llegado nunca a conocernos tan ntimamente Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos. Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Es un profeta del tiempo. Dice que continuar el mal tiempo. Habr ms calamidades, ms muertes, ms desesperacin. Ni el menor indicio de cambio por ningn lado. El cncer del tiempo nos est devorando. Nuestros hroes se han matado o estn matndose. As que el hroe no es el Tiempo, sino la Intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisin de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar. Estamos ahora en el otoo de mi segundo ao en Pars. Me enviaron aqu por una razn que todava no he podido desentraar. No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre ms feliz del mundo. Hace un ao, hace seis meses, crea que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de m. Ya no hay ms libros que escribir, gracias a Dios. Entonces, ste? ste no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamacin. No es un libro en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del Arte, una
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patada en el culo a Dios, al Hombre, al Destino, al Tiempo, al Amor, a la Belleza... a lo que os parezca. Cantar para vosotros, desentonando un poco tal vez, pero cantar. Cantar mientras la palmis, bailar sobre vuestro inmundo cadver... Para cantar, primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y algunos conocimientos de msica. No es necesario tener un acorden ni una guitarra. Lo esencial es querer cantar. As, pues, esto es una cancin. Estoy cantando. Para ti, Tania, canto. Quisiera cantar mejor, ms melodio-samente, pero entonces quiz no hubieses accedido nunca a escucharme. Has odo cantar a los otros y te han dejado fra. Su cancin era demasiado bella o no lo bastante bella. Es el veintitantos de octubre. Ya no llevo la cuenta de los das. Diras: mi sueo del 14 de noviembre pasado? Hay intervalos, pero intercalados entre sueos, y no queda conciencia de ellos. El mundo que me rodea est desintegrndose, y deja aqu y all lunares de tiempo. El mundo es un cncer que se devora a s mismo... Pienso en que, cuando el gran silencio descienda sobre todo y por doquier, la msica triunfar por fin. Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, remar el caos de nuevo, y el caos es la partitura en la que est escrita la realidad. T, Tania, eres mi caos. Por eso canto. Ni siquiera soy yo, es el mundo agonizante que se quita la piel del tiempo. Todava estoy vivo, dando patadas dentro de tu matriz, que es una realidad sobre la que escribir. () La comida es una de las cosas que disfruto tremendamente. Y en esta hermosa Villa Borghese apenas hay nunca rastros de ella. A veces es verdaderamente asombroso. He pedido una y otra vez a Boris que encargue pan para el desayuno, pero siempre se le olvida. Al parecer, sale a desayunar fuera. Y cuando vuelve viene limpindose los dientes con un palillo y le cuelga un poco de huevo de la perilla. Come en el restaurante por consideracin hacia m. Dice que le duele darse una comilona mientras le miro. Van Norden me gusta, pero no comparto la opinin que tiene de s mismo. No estoy de acuerdo, por ejemplo, en que sea un filsofo ni un pensador. Es un putero y nada ms. Y nunca ser un escritor. Tampoco lo ser nunca Sylvester, aunque su nombre resplandezca en luces rojas de cincuenta mil bujas. Los nicos escritores a mi alrededor por los que siento algn respeto ahora son Carl y Boris. Estn posedos. Arden por dentro con una llama blanca. Estn locos y carecen de odo. Son vctimas. En cambio, Moldorf, que tambin sufre a su manera, no est loco. Moldorf se embriaga con las palabras. No tiene venas, ni arterias, ni corazn, ni riones. Es un bal porttil lleno de innumerables cajones, y stos tienen escritos fuera rtulos en tinta blanca, tinta marrn, tinta roja, tinta azul, bermelln, azafrn, malva, siena, albaricoque, turquesa, nix, Anjou, arenque, Corona, verdn, gorgonzola... He trasladado la mquina de escribir a la habitacin contigua, donde puedo verme en el espejo mientras escribo. Tania es como Irene. Espera cartas voluminosas. Pero hay otra Tania, una Tania semejante a una enorme semilla que disemina el polen por todos lados... o, digmoslo al modo de Tolsti, una escena de establo en la que desentierran al feto. Tania es una fiebre tambin... les votes urinaires, Caf de la Libert, Place des Vosges, corbatas brillantes en el Boulevard Montparnasse, cuartos de bao oscuros, oporto seco, cigarrillos Abdullah, el adagio de la sonata Pathtique, amplificadores auriculares, sesiones anecdticas, pechos de siena rojiza, ligas gruesas, qu hora es, faisanes dorados rellenos de castaas, dedos de tafetn, crepsculos vaporosos que se vuelven acebo, acromegalia, cncer y delirio, velos calidos, fichas de pquer, alfombras de sangre y muslos suaves. Tania dice de modo que todo el mundo pueda orla: Le amo! Y mientras Boris se calienta con whisky, ella dice: Sintate aqu! Oh, Boris... Rusia... Qu voy a hacer? Estoy a punto de estallar!
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Por la noche, cuando contemplo la perilla de Boris reposando sobre la almohada, me pongo histrico. Oh, Tania! Dnde estar ahora aquel clido coo tuyo, aquellas gruesas y pesadas ligas, aquellos muslos suaves y turgentes? Tengo un hueso en la picha de quince centmetros. Voy a alisarte todas las arrugas del coo, Tania, hinchado de semen. Te voy a enviar a casa con tu Sylvester con dolor en el vientre y la matriz vuelta del revs. Tu Sylvester! S, l sabe encender un fuego, pero yo s inflamar un coo. Disparo dardos ardientes a tus entraas, Tania, te pongo los ovarios incandescentes. Est un poco celoso tu Sylvester ahora? Siente algo, verdad? Siente los rastros de mi enorme picha. He dejado un poco ms anchas las orillas. He alisado las arrugas. Despus de m, puedes recibir garaones, toros, carneros, nades, san bernardos. Puedes embutirte el recto con sapos, murcilagos, lagartos. Puedes cagar arpegios, si te apetece, o templar una ctara a travs de tu ombligo. Te estoy jodiendo, Tania, para que permanezcas jodida. Y si tienes miedo a que te jodan en pblico, te joder en privado. Te arrancar algunos pelos del coo y los pegar a la barbilla de Boris. Te morder el cltoris y escupir dos monedas de un franco... Cielo azul y despejado de nubes lanudas, rboles macilentos que se extienden hasta el infinito, con sus oscuras ramas gesticulando como un sonmbulo. rboles sombros, espectrales, de troncos plidos como la ceniza de un habano. Un silencio supremo y enteramente europeo. Postigos echados, tiendas cerradas. Aqu y all una luz roja para sealar una cita. Fachadas abruptas, casi repulsivas; inmaculadas, salvo por los manchones de sombra proyectados por los rboles. Al pasar por la Orangerie, recuerdo otro Pars, el Pars de Maugham, de Gauguin, el Pars de George Moore. Pienso en aquel terrible espaol que sobrecoga al mundo entonces con sus saltos de estilo a estilo. Pienso en Spengler y en sus terribles pronunciamientos, y me pregunto si no se habr perdido el estilo, el estilo elegante. Digo que esos pensamientos ocupan mi mente, pero no es cierto; hasta despus, hasta que no he cruzado el Sena, hasta que no he dejado atrs el carnaval de luces, no dejo jugar a mi mente con esas ideas. Por el momento no puedo pensar en nada... excepto que soy un ser sensible apualado por el milagro de esas aguas que reflejan un mundo olvidado. A lo largo de las orillas, los rboles se inclinan pesadamente sobre el espejo empaado; cuando el viento se levante y los llene con un murmullo rumoroso, derramarn algunas lgrimas y se estremecern, mientras pase el agua en torbellinos. Eso me corta el aliento. Nadie a quien comunicar ni siquiera parte de mis sentimientos... Lo malo de Irene es que tiene una maleta en lugar de un coo. Quiere cartas voluminosas para embutirlas en su maleta. Inmensas, avec des choses inoues. En cambio, Liona s que tena un coo. Lo s porque nos envi unos cuantos pelos de ah abajo. Liona... un asno salvaje que olfateaba el placer en el aire. En todas las colinas altas haca de puta... y a veces en las cabinas telefnicas y en los retretes. Compr una cama para su rey Carol y un cubilete de afeitarse con sus iniciales. Se tumb en Tottenham Court Road con el vestido levantado y se acarici con el dedo. Usaba velas, candelas romanas y pomos de puerta. No haba una picha en todo el pas bastante grande para ella... ni una. Los hombres la penetraban y se encogan. Necesitaba pichas extensibles, cohetes de los que explotan automticamente, aceite hirviendo compuesto de cera y creosota. Si se lo hubieras permitido, te habra cortado la picha y se la habra guardado dentro para siempre. Un coo nico de entre un milln, el de Liona! Un coo de laboratorio, y no haba papel de tornasol que pudiera tomar su color. Tambin era una mentirosa, aquella Liona. Nunca compr una cama a su rey Carol. Le coron con una botella de whisky, y su lengua estaba llena de piojos y de maanas. Pobre Carol, lo nico que poda hacer era encogerse dentro de ella y morir. Respiraba ella y l caa afuera... como una almeja muerta. Cartas enormes, voluminosas, avec des choses inoues. Una maleta sin correas. Un agujero sin llave. Tena la boca alemana, las orejas francesas, el culo ruso. El coo internacional. Cuando la bandera ondeaba, era roja hasta la garganta. Entrabas por el Boulevard Jules Ferry y salas por la Porte de la Villette. Echabas los bofes en las carretas... carretas rojas con dos ruedas, naturalmente. En la confluencia del Ourcq y el Marne, donde el agua prorrumpe a travs de los diques y se extiende como cristal bajo los puentes. Liona yace all ahora y el canal est lleno de cristal y astillas; las mimosas lloran y la hmeda
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bruma de un pedo empaa los cristales de las ventanas. Una gach nica de entre un milln, aquella Liona! Toda ella coo y un culo de cristal en que se puede leer la historia de la Edad Media. () Mi mundo de seres humanos haba perecido; estaba completamente solo y por amigos tena a las calles, y las calles me hablaban en ese lenguaje triste y amargo compuesto de miseria humana, anhelo, pesadumbre, fracaso, esfuerzos intiles. Al pasar una noche bajo el viaducto por la rue Broca, despus de enterarme de que Mona estaba enferma y en la miseria, record de pronto que fue aqu, en la desolacin y sordidez de esta calle hundida, aterrorizada quiz por una premonicin del futuro, donde Mona se me agarr y con voz trmula me hizo prometerle que nunca la abandonara, nunca, pasara lo que pasase. Y slo unos das despus me encontraba en el andn de la Gare St. Lazare y miraba partir el tren, el tren que se la llevaba: ella estaba asomada a la ventana, igual que se haba asomado a la ventana cuando sal de Nueva York, y tena la misma sonrisa triste e inescrutable en la cara, esa expresin de ltima hora con la que se pretende comunicar tantas cosas, pero que es slo una mscara desfigurada por una sonrisa vaca. Haca slo unos das que se haba agarrado a m desesperadamente, y despus algo ocurri, algo que ni siquiera est claro para m ahora, y por su propia voluntad subi al tren y me volvi a mirar con esa sonrisa triste y enigmtica que me desconcierta, que es injusta, forzada, de la que desconfo con toda mi alma. Y ahora soy yo, parado a la sombra del viaducto, quien tiendo los brazos hacia ella desesperadamente y en mis labios aparece esa misma sonrisa inexplicable, esa mscara que he colocado sobre mi pena. Puedo quedarme aqu parado y sonrer inexpresivamente, y por fervorosas que sean mis plegarias, por desesperado que sea mi anhelo, hay un ocano entre nosotros; ella seguir all en la miseria, y yo caminar aqu de una calle a otra, con lgrimas ardientes quemndome el rostro. Esa clase de crueldad es la que est incrustada en las calles; eso es lo que nos salta a la vista desde las paredes y nos aterroriza, cuando reaccionamos de repente ante un miedo indescriptible, cuando nuestra alma es presa de un pnico atroz. Eso es lo que da a los faroles sus terribles efectos, lo que les hace llamarnos con seas y atraernos hacia su abrazo estrangulador; eso es lo que hace que ciertas casas parezcan las custodias de crmenes secretos y sus ventanas ciegas las cuencas vacas de ojos que han visto demasiado. Una cosa de esa clase, escrita en la fisonoma humana de las calles, es la que me hace escapar, cuando veo por encima de m la inscripcin Impasse Satn. Lo que me hace estremecer, cuando a la entrada misma de la Mezquita observo que hay escrito: Lunes y jueves, tuberculosis; mircoles y viernes, sfilis. En todas las estaciones de metro hay calaveras que hacen muecas y te saludan con un Dfendezvous contre la syphilis! Dondequiera que haya paredes, hay carteles con cangrejos brillantes y malignos que anuncian la proximidad del cncer. Vayas donde vayas, toques lo que toques, hay cncer y sfilis. Est escrito en el cielo; flamea y danza, como un mal augurio. Nos ha corrodo el alma y no somos sino una cosa muerta como la luna. () Mona sola decirme, en sus arranques de exaltacin: Eres un gran ser humano, y aunque me dej aqu agonizando, aunque puso bajo mis pies un gran abismo terrible de vaco, las palabras que se encuentran en el fondo de mi alma, brotan afuera e iluminan las sombras debajo de m. Soy uno que se perdi entre la multitud, a quien las luces chisporroteantes aturdieron, un cero a la izquierda que vio todo lo que le rodeaba reducido a objeto de burla. Pasaron junto a m hombres y mujeres inflamados con azufre, porteros con librea de calcio abriendo las mandbulas del infierno, la fama caminando con muletas, empequeecida por los rascacielos, masticada y reducida a jirones por la boca cubierta de pas de las mquinas. Camin entre los altos edificios hacia el frescor del ro y vi las luces elevarse como cohetes entre las costillas de los esqueletos. Si yo era verdaderamente un gran ser humano, como ella deca, en ese caso, qu significaba esa idiotez babeante que me rodeaba? Era un hombre con cuerpo y alma, tena un corazn que no estaba protegido por una bveda de acero. Tena momentos de xtasis y cantaba con chispas ardientes. Cantaba al Ecuador, a sus piernas de plumas rojas y a las islas que se perdan de vista. Pero nadie oa. Una bala de can disparada a
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travs del Pacfico cae en el espacio porque la tierra es redonda y las palomas vuelan patas arriba. La vi mirarme a travs de la mesa con ojos apesadumbrados; la pena, extendindose hacia dentro, se aplastaba la nariz contra su espina dorsal; la mdula batida hasta la piedad se haba vuelto lquida. Era tan ligera como un cadver flotando en el mar Muerto. Los dedos le sangraban de angustia y la sangre se converta en baba. Con el hmedo amanecer lleg el repique de campanas y por las fibras de mis nervios las campanas tocaban sin cesar y sus badajos me martilleaban en el corazn y retumbaban con frrea malicia. Era extrao que las campanas repicaran as, pero ms extrao todava el cuerpo que revienta, esa mujer convertida en noche y sus palabras como gusanos royendo el colchn. Segu adelante bajo el Ecuador, o la espantosa risa de la hiena de mandbulas verdes, vi el chacal de cola sedosa y el dig-dig y el leopardo moteado, todos olvidados en el Jardn del Edn. Y entonces su pena se dilat, como la proa de un acorazado y el peso de su hundimiento me inund los odos. Aluvin de lgamo y zafiros deslizndose, vertindose, por las neuronas alegres, y el espectro empalmado y las bordas sumergindose. O girar las cureas con la suavidad de una pata de len, las vi vomitar y babear: el firmamento se hundi y las estrellas se volvieron negras. El negro ocano sangrando y las estrellas meditabundas engendrando pedazos de carne fresca e hinchada, mientras por encima revoloteaban los pjaros y del alucinado cielo caa la balanza con mortero y pistadero y los ojos vendados de la justicia. Todo lo que aqu se cuenta se mueve con pies imaginarios por los paralelos de globos muertos; todo lo que se ve con las cuencas vacas se abre como hierba en flor. De la nada surge el signo del infinito; bajo las espirales eternamente ascendentes se hunde lentamente el agujero profundo. La tierra y el agua asociados hacen versos, un poema escrito con carne y ms fuerte que el acero o el granito. A travs de la noche infinita, la tierra gira hacia una creacin desconocida... Traduccin de Carlos Manzano.
Primavera Negra
(Black Spring, 1934)
Fragmentos
EL DISTRITO DECIMOCUARTO
Lo que no est en el medio de la calle es falso, derivado, es decir, literatura.
Soy un patriota del Distrito Decimocuarto de Brooklyn donde me cri. El resto de los Estados Unidos no existe para m, excepto como idea, o historia o literatura. A los diez aos fui arrancado de mi suelo nativo y llevado a un cementerio, un cementerio luterano, donde las lpidas estn siempre en orden y las coronas nunca se marchitan. Pero yo nac en la calle y me cri en la calle. "La calle abierta de la era post-mecnica donde la ms hermosa y alucinante vegetacin de hierro... ", etc. Nac bajo el signo de Aries, que da un cuerpo fogoso, activo, enrgico y algo inquieto. Con Marte en la novena casa! Haber nacido en la calle significa vagar toda la vida, ser libre. Significa accidente e incidente, drama, movimiento. Significa, sobre todo, ensueo. Una armona de acontecimientos irrelevantes que dan a nuestro vagabundeo una certitud metafsica. En la calle se aprende lo que realmente son los seres humanos; de otro modo, o ms adelante, uno los inventa. Lo que no est en el medio de la calle es falso, derivado, es decir, literatura. Nada de lo que se llama "aventura" se acerca nunca al sabor de la calle. No importa que volemos al polo, que nos sentemos en el fondo del ocano con una almohadilla en la mano, que levantemos nueve ciudades una tras otra o que, como Kurtz, remontemos un ro y nos volvamos locos. No importa cun excitante, cun intolerable sea la situacin, siempre habr salidas, siempre habr mejoras, comodidades, compensaciones, peridicos, religiones. Pero alguna vez no hubo nada. Alguna vez fuimos libres, salvajes, asesinos...
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Los muchachos a quienes hemos adorado la primera vez que pisarnos la calle se quedan con nosotros para toda la vida. Son los nicos hroes reales. Napolen, Lenin, Al Capone todos pertenecen al mundo de la ficcin. Napolen no vale para m nada frente a Eddie Carney, que me puso por primera vez un ojo negro. Ningn hombre que yo haya encontrado nunca me ha parecido ms principesco, ms regio, ms noble que Lester Reardon, quien, por el mero hecho de caminar por la calle, inspiraba miedo y admiracin. Julio Verne no me llev nunca a los lugares que Stanley Borowski conoca y tena ocultos, al caer la noche. Robinson Crusoe careca de imaginacin frente a Johnny Paul. Todos estos muchachos del Distrito Decimocuarto todava tienen un sabor especial. No eran inventados, imaginados: eran reales. Sus nombres resuenan como monedas de oro Tom Fowler, Jim Buckley, Matt Owen, Rob Ramsay, Harry Martin, Johnny Dunne, para no mencionar a Eddie Carney o al gran Lester Reardon. Todava ahora, al nombrar a Johnny Paul, los nombres de los santos me dejan mal gusto en la boca. Johnny Paul era el Odiseo vivo del Distrito Decimocuarto; el hecho de que ms tarde se convirtiera en un simple camionero no tiene nada que ver. Antes del gran cambio nadie notaba que las calles eran feas o sucias. Si las rejillas de las cloacas estaban abiertas nos apretbamos las narices. Si nos sonbamos la nariz encontrbamos en el pauelo mocos, y no nuestra nariz. Haba paz interior y contentamiento. Estaban los bares, el hipdromo, las bicicletas, las mujeres fciles y los caballos de trote. La vida avanzaba descansadamente. Por lo menos en el Distrito Decimocuarto. Los domingos por la maana nadie estaba vestido. La seora Gorman bajaba en su salto de cama con los ojos sucios a saludar al pastor "Buenos das, padre". "Buenos das, seora Gorman... " y la calle quedaba limpia de todos sus pecados. Pat McCarren llevaba el pauelo colgado en una de las colas del frac; all quedaba lindo y como el trbol en su ojal. La espuma de la cerveza desbordaba, como quien dice, y la gente se detena a conversar entre s. En mis sueos vuelvo al Distrito Decimocuarto como vuelve un paranoico a sus obsesiones. Cuando pienso en esos grises barcos de guerra en el amarradero de la marina los veo en una dimensin astrolgica, en la que yo soy el artillero, el qumico, el comerciante de altos explosivos, el sepulturero, el aguacil, el cornudo, el sdico, el abogado y el litigante, el sabio, el inquieto, el chiflado y el cara dura. Mientras otros recuerdan de su juventud un hermoso jardn, una madre cariosa, una estada en el mar, yo recuerdo, con una claridad que parece grabada en cido, las sombras paredes cubiertas de holln, las chimeneas de la fbrica de hojalata de enfrente, los brillantes pedazos redondos de lata que se tiraban a la calle, algunos relucientes y brillantes, otros apagados, oxidados, color cobre, que dejaban una mancha en los dedos; recuerdo las aceras donde arda el rojo horno y los hombres caminando hacia el ardiente pozo con enormes azadas en la mano; afuera quedaban las chatas formas de madera como atades atravesados por varas, en las que nos desgarrbamos las pantorrillas o nos rompamos el pescuezo. Recuerdo las manos negras de los forjadores; el polvo de hierro que se haba metido tan profundamente dentro de la piel que nada poda sacarlo, ni el jabn, ni la grasa, ni el dinero, ni el amor, ni la muerte. Era como una marca negra sobre ellos! Marchaban hacia el horno como diablos de manos negra y despus, cubiertos de flores, fros y rgidos en sus trajes domingueros, ni siquiera la lluvia poda lavar el polvo. Todos esos hermosos gorilas suban hasta Dios con sus msculos hinchados, con su lumbago y sus manos negras... Para m el mundo entero estaba comprendido en los confines del Distrito Decimocuarto. Cualquier cosa que pasara fuera, o no pasaba, o careca de importancia. Si mi padre iba a pescar fuera de este mundo, la cosa a m no me interesaba. Slo recuerdo su aliento de borracho cuando llegaba a casa por la noche y abriendo su gran canasta verde desparramaba en el suelo los resbaladizos monstruos de ojos saltones. Si un hombre iba a la guerra, yo recuerdo slo su regreso, un domingo por la tarde cuando, plantado frente a la casa del pastor, vomit hasta las tripas y se sec en la ropa. Pasamos imperceptiblemente de una escena, una edad, una vida, a otra. () Sbitamente, al caminar por una calle, ya sea en realidad o en sueos, se descubre por primera vez que los aos han huido, que todo se ha ido para siempre y que vivir slo en el recuerdo; entonces el recuerdo se vuelca hacia adentro con una claridad aferrante, extraa y volvemos perpetuamente sobre esas escenas y esos incidentes, en sueos y en ensueos, mientras caminamos por una calle, mientras nos acostamos con una mujer, mien-
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tras leemos un libro, mientras hablamos con un desconocido... Sbitamente, pero siempre con aterradora insistencia y siempre con aterradora precisin, estos recuerdos intervienen, surgen como fantasmas e impregnan cada fibra de nuestro ser. A partir de entonces todo se mueve en niveles cambiantes: nuestros pensamientos, nuestros sueos, nuestras acciones, toda nuestra vida. Un paralelogramo en el que saltamos de un escaln de nuestro cadalso hacia otro. A partir de entonces caminos divididos en millares de fragmentos, como un insecto de cien pies, un ciempis de patas delicadas que bebe en la atmsfera; caminamos sobre filamentos delicados que beben vidamente el pasado y el futuro, y todas las cosas se derriten en msica y en tristeza; caminamos contra un mundo unido, afirmando nuestra divisin. Todas las cosas, cuando caminamos, se dividen con nosotros en miradas de fragmentos iridiscentes. La gran fragmentacin de la madurez. El gran cambio. En la juventud ramos un todo y el terror y el dolor del mundo penetraban en nosotros total y enteramente. No haba una aguda separacin entre la alegra y el pesar: se fundan en una sola cosa, como nuestra vida de vigilia se funde con el ensueo y con el sueo. Nos levantbamos siendo un ser por la maana y por la noche bajbamos a un ocano, nos ahogbamos completamente, aferrando las estrellas y la fiebre del da. Despus llega un tiempo en el que todo parece al revs. Vivimos en la mente, en ideas, en fragmentos. Ya no bebemos la salvaje msica exterior de la calle la recordamos solamente. Como maniticos revivimos el drama de la juventud. Como una araa que escupe el hilo de su tela siguiendo una trama obsesiva, logartmica. Si nos conmovemos ante un gordo busto es por el recuerdo del gordo busto de una puta que se inclin una noche de lluvia y nos mostr por la primera vez la maravilla de sus grandes globos lechosos; si nos conmueven los reflejos de una calzada mojada es porque a los siete aos fuimos sbitamente aguijoneados por la premonicin del porvenir mientras mirbamos sin pensar el brillante y lquido espejo de la calle. Si la visin de una puerta que se mueve nos intriga es por el recuerdo de un crepsculo de verano en el que todas las puertas se movan suavemente y all, donde la luz se inclina para acariciar a la sombra, haba pantorrillas doradas, encajes y brillantes sombrillas y, a travs de las rendijas de la puerta que se mova, como fina arena que se agita sobre un lecho de rubes, se agitaba all la msica y el incienso de fabulosos cuerpos desconocidos. Quizs, cuando esa puerta se abra para darnos una sobrecogedora visin del mundo, quizs, entonces, tuvimos la primera percepcin del gran impacto del pecado, la primera vislumbre de que, en estas mesitas redondas que giran en la luz, mientras nuestros pies perezosos rascan la viruta y nuestras manos tocan el fro borde de los vasos, aqu, en estas mesitas redondas que ms adelante vamos a mirar con tanta nostalgia y reverencia, aqu, repito, vamos a sentir en los aos venideros el primer hierro del amor, las primeras manchas de la oxidacin, las primeras negras manos como garras del pozo, los primeros brillantes trozos circulares de latn, en las calles, las siniestras chimeneas de color de holln, el desnudo olmo que surge como un latigazo en el relmpago de verano que grita mientras arrecia la lluvia, mientras, saliendo de la clida tierra los caracoles se deslizan milagrosamente y todo el aire se vuelve azul y como de sulfrico. Aqu, sobre estas mesas, a la primera llamada, al primer contacto de una mano, vendr el amargo y mordiente dolor que retuerce las tripas; el vino se agria en nuestras barrigas; un dolor brota de las plantas de los pies y las redondas mesitas giran con la angustia y la fiebre de nuestros huesos ante el suave y ardiente contacto de una mano Aqu est enterrada leyenda tras leyenda de juventud y de melancola, de noches salvajes y de pechos misteriosos bailando en el mojado espejo del pavimento, de mujeres que ren bajito mientras se araan, de gritos de marineros enloquecidos, de largas colas frente al vestbulo, de barcos rozndose en la niebla y de remolcadores pitando furiosamente contra la marea que sube, mientras all, en el puente de Brooklyn, un hombre espera en agona, para saltar, o para escribir un poema, o para que la sangre deje al fin sus arterias porque, si da un solo paso, el dolor del amor lo matar. El plasma del ensueo es el dolor de la separacin. El ensueo prosigue despus que el cuerpo est enterrado. Caminamos por las calles con mil patas y ojos, con peludas antenas que registran la ms mnima clave y recuerdo del pasado. En el vagabundeo sin direccin nos detenemos aqu y all, como largas plantas pegajosas, y tragamos enteros los trozos vivos del pasado. Nos abrimos suavemente y nos entregamos a beber en la noche y en los ocanos de sangre que ahogaron el sueo de nuestra juventud. Bebemos y bebemos con sed insaciable. Traduccin de Patricio Canto.
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Trpico de Capricornio
(Tropic of Capricorn, 1938)
Fragmentos
A ella
Introduccin a Historia Calamitatum (Historia de mis desventuras) Muchas veces el ejemplo es ms eficaz que las palabras para conmover los corazones de hombres y mujeres, como tambin para mitigar sus penas. Por eso, como yo tambin he conocido el consuelo proporcionado por la conversacin con alguien que fue testigo de ellas, me propongo ahora escribir sobre los sufrimientos provocados por mis desventuras para quien, aun estando ausente, siempre sabe dar consuelo. Lo hago para que, al comparar tus penas con las mas, descubras que las tuyas no son nada verdaderamente, o a lo sumo de poca monta, y as podrs soportarlas ms fcilmente.
EN EL TRANVA OVRICO
Una vez que has entregado el alma, lo dems sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos. Desde el principio nunca hubo otra cosa que el caos: era un fluido que me envolva, que aspiraba por las branquias. En el substrato, donde brillaba la luna, inmutable y opaca, todo era suave y fecundante; por encima, no haba sino disputa y discordia. En todo vea en seguida el extremo opuesto, la contradiccin, y entre lo real y lo irreal la irona, la paradoja. Era el peor enemigo de m mismo. No haba nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de nio, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quera rendirme porque luchar careca de sentido para m. Consideraba que la continuacin de una existencia que no haba pedido no iba a probar, verificar, aadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados, o, si no, ridculos. Sobre todo, los que haban tenido xito. Estos me aburran hasta hacerme llorar. Era compasivo para con las faltas, pero no por compasin. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectculo de la miseria humana. Nunca ayud a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no poda dejar de hacerlo. Me pareca intil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiara, sin un cambio del corazn, y quin poda cambiar el corazn de los hombres? De vez en cuando un amigo se converta; era algo que me haca vomitar. Tena tan poca necesidad de Dios como El de m, y con frecuencia me deca que, si Dios existiera, ira a su encuentro tranquilamente y le escupira en la cara. Lo ms irritante era que, a primera vista, la gente sola considerarme bueno, amable, generoso, leal, etc., porque estaba exento de envidia. La envidia es la nica cosa de la que nunca he sido vctima. Nunca he envidiado a nadie ni nada. Al contrario, lo nico que he sentido ha sido compasin hacia todo el mundo y por todo. Desde el principio mismo deb de haberme ejercitado en no desear nada demasiado ardientemente. Desde el principio mismo, fui independiente, pero de forma falsa. No necesitaba a nadie porque quera ser libre, libre para hacer y dar slo lo que dictaran mis caprichos. En cuanto esperaban algo de m o me lo pedan, me plantaba. Esa fue la forma que adopt mi independencia. En otras palabras, estaba corrompido, corrompido desde el principio. Como si mi madre me hubiera amamantado con veneno, y,
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aunque me destet pronto, el veneno permaneci en mi organismo. Parece ser que, incluso cuando me destet, me mostr completamente indiferente; la mayora de los nios se rebelan, o fingen rebelarse, pero a m me importaba un comino. Era un filsofo, siendo todava un nio de mantillas. Estaba contra la vida, por principio. Qu principio? El principio de la futilidad. Todos los que me rodeaban luchaban sin cesar. Por mi parte, nunca hice un esfuerzo. Si pareca que haca un esfuerzo, era slo para agradar a alguien; en el fondo, me importaba un bledo. Y si pudierais decirme por qu haba de ser as, lo negara, porque nac con una vena de maldad y nada puede suprimirla. Ms adelante, cuando ya haba crecido, me enter de que les cost un trabajo de mil demonios sacarme de la matriz. Lo entiendo perfectamente. A santo de qu moverse? A son de qu salir de un lugar agradable y clido, un refugio acogedor donde te ofrecen todo gratis? El recuerdo ms temprano que tengo es el del fro, la nieve y el hielo en el arroyo, de la escarcha en los cristales de las ventanas, del helor de las verdes paredes maderosas de la cocina. Por qu vive la gente en los rudos climas de las zonas templadas, como las llaman impropiamente? Porque la gente es idiota por naturaleza, perezosa por naturaleza, cobarde por naturaleza. Hasta que no cumpl diez aos, nunca me di cuenta de que existan pases clidos, lugares donde no tenas que ganarte la vida con el sudor de la frente ni tintar y fingir que era tnico y estimulante. En todos los sitios donde hace fro hay gente que se mata a trabajar y, cuando tienen hijos, les predican el evangelio del trabajo, que, en el fondo, no es sino la doctrina de la inercia. Mi familia estaba formada por nrdicos puros, es decir, idiotas. Suyas eran todas las ideas equivocadas que se hayan podido exponer en este mundo. Una de ellas era la doctrina de la limpieza, por no hablar de la de la probidad. Eran penosamente limpios. Pero por dentro apestaban. Ni una sola vez haban abierto la puerta que conduce hasta el alma; ni una sola vez se les ocurri dar un salto a ciegas en la oscuridad. Despus de comer, se lavaban los platos con presteza y se colocaban en la alacena; despus de haber ledo el peridico, se plegaba cuidadosamente y se guardaba en un estante; despus de lavar la ropa, se planchaba y doblaba y luego se guardaba en los cajones. Todo se haca pensando en el maana, pero el maana nunca llegaba. El presente slo era un puente, y en l siguen gimiendo, como el mundo, y ni a un solo idiota se le ocurre volar el puente. Mi amargura me impulsa con frecuencia a buscar razones para condenarlos, para mejor condenarme a m mismo. Pues soy como ellos tambin, en muchos sentidos. Durante mucho tiempo crea que haba escapado, pero con el paso del tiempo veo que no soy mejor, que soy un poco peor incluso, porque yo vi siempre las cosas con mayor claridad que ellos y, sin embargo, segu siendo incapaz de cambiar mi vida. Cuando rememoro mi vida, me parece que nunca he hecho nada por mi propia voluntad, sino siempre apremiado por otros. A menudo la gente me toma por un aventurero; nada podra estar ms alejado de la verdad. Mis aventuras han sido siempre casuales, siempre impuestas, siempre sufridas en lugar de emprendidas. Pertenezco por esencia a ese pueblo nrdico, altivo y jactancioso que nunca ha tenido el menor sentido de la aventura, a pesar de lo cual ha recorrido la Tierra y la ha vuelto del revs, esparciendo vestigios y ruinas por todas partes. Espritus inquietos, pero no aventureros. Espritus agonizantes, incapaces de vivir en el presente. Vergonzosos cobardes, todos ellos, yo incluido. Pues slo existe una gran aventura y es hacia dentro, hacia uno mismo, y para sa ni el tiempo ni el espacio ni los actos, siquiera, importan. Cada ciertos aos estuve a punto de hacer ese descubrimiento, pero fue muy propio de m que siempre consiguiera escurrir el bulto. Si intento pensar en una buena excusa, la nica que se me ocurre es el ambiente, las calles que conoc y la gente que viva en ellas. No puedo pensar en calle alguna de Amrica, ni en persona alguna que viva en ella, capaces de ensearle a uno el camino que conduce al descubrimiento de s mismo. He recorrido las calles de muchos pases del mundo, pero en ninguna parte me he sentido tan degradado y humillado como en Amrica. Pienso en todas las calles de Amrica combinadas y como formando una enorme letrina, una letrina del espritu en que todo se ve aspirado hacia abajo, drenado y convertido en mierda eterna. Sobre esa letrina el espritu del trabajo agita una
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varita mgica; palacios y fbricas surgen juntos, y fbricas de municiones y de productos qumicos y aceras y sanatorios y prisiones y manicomios. El continente entero es una pesadilla que produce la mayor miseria para el mayor nmero. Yo era uno solo, una sola entidad en medio de la mayor francachela de riqueza y felicidad (riqueza estadstica, felicidad estadstica), pero nunca conoc a un hombre que fuera verdaderamente rico ni verdaderamente feliz. Yo por lo menos saba que era desgraciado, que era pobre, que estaba desarraigado, que desentonaba. Ese era mi nico consuelo, mi nica alegra. Pero no bastaban. Habra sido mejor para mi paz espiritual, para mi alma, que hubiera expresado mi rebelin a las claras, que hubiese ido a la crcel, que me hubiese podrido y hubiese muerto en ella. Habra sido mejor que, como el loco Czolgosz, hubiera matado a tiros a algn honrado presidente McKinley, a algn alma apacible e insignificante como sa que nunca hubiese hecho el menor dao a nadie. Porque en el fondo de mi corazn anidaba un asesino: quera ver a Amrica destruida, arrasada de arriba abajo. Quera verlo suceder por pura venganza, como expiacin por los crmenes que cometan contra m y contra otros como yo que nunca han sido capaces de alzar la voz y expresar su odio, su rebelin, su legtima sed de sangre. Yo era el producto maligno de un suelo maligno. Si no fuera imperecedero, el yo de que escribo habra quedado destruido hace mucho tiempo. A algunos esto puede parecerles una invencin, pero lo que quiera que imagine haber ocurrido sucedi efectivamente, por lo menos para m. La Historia puede negarlo, ya que no he participado en la historia de mi pueblo, pero aun cuando todo lo que digo sea falso, parcial, rencoroso, malvolo, aun cuando sea yo un mentiroso y un envenenador, aun as es la verdad y tendrn que tragarla. () Quien, por un amor demasiado grande, lo que al fin y al cabo es monstruoso, muere de sufrimiento, renace para no conocer ni amor ni odio, sino para disfrutar. Y ese disfrute de la vida, por haberse adquirido de forma no natural, es un veneno que tarde o temprano corrompe el mundo entero. Lo que nace ms all de los lmites del sufrimiento humano acta como un boomerang y provoca destruccin. De noche las calles de Nueva York reflejan la crucifixin y la muerte de Cristo. Cuando el suelo est cubierto de nieve y reina un silencio supremo, de los horribles edificios de Nueva York sale una msica de una desesperacin y una ruina tan sombras, que hace arrugarse la carne. No se puso piedra alguna sobre otra con amor ni reverencia; no se traz calle alguna para la danza ni el goce. Juntaron una cosa a otra en una pelea demencial por llenar la barriga y las calles huelen a barrigas vacas y barrigas llenas y barrigas a medio llenar. Las calles huelen a un hambre que no tiene nada que ver con el amor; huelen a la barriga insaciable y a las creaciones del vientre vaco que son nulas y vanas. En esa nulidad y vaciedad, en esa blancura de cero, aprend a disfrutar con un bocadillo o un botn de cuello. Poda estudiar una cornisa o una albardilla con la mayor curiosidad mientras finga escuchar el relato de una afliccin humana. Recuerdo las fechas de ciertos edificios y los nombres de los arquitectos que los proyectaron. Recuerdo la temperatura y la velocidad del viento, cuando estbamos parados en determinada esquina; el relato que lo acompaaba se ha esfumado. Recuerdo que incluso estaba recordando alguna otra cosa entonces, y puedo deciros lo que estaba recordando, pero, para qu? Haba en m un hombre que haba muerto y lo nico que quedaba eran sus recuerdos; haba otro hombre que estaba vivo, y ese hombre deba ser yo, yo mismo, pero estaba vivo slo al modo como lo est un rbol, o una roca, o un animal del campo. As como la ciudad misma se haba convertido en una enorme tumba en que los hombres luchaban para ganarse una muerte decente, as tambin mi propia vida lleg a parecerse a una tumba que iba construyendo con mi propia muerte. Iba caminando por un bosque de piedra cuyo centro era el caos, bailaba o beba hasta atontarme, o haca el amor, o ayudaba a alguien, o planeaba una nueva vida, pero todo era caos, todo piedra, y todo irremediable y desconcertante. Hasta el momento en que encontrara una fuerza suficientemente
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grande como para sacarme como un torbellino de aquel demencial bosque de piedra, ninguna vida sera posible para m ni podra escribirse una sola pgina que tuviera sentido. Quizs al leer esto, tenga uno todava la impresin del caos, pero est escrito desde un centro vivo y lo catico es meramente perifrico, los retazos tangenciales, por decirlo as, de un mundo que ya no me afecta. Hace slo unos meses me encontraba en las calles de Nueva York mirando a mi alrededor, como haba hecho hace doce aos; una vez ms me vi estudiando la arquitectura, estudiando los detalles minsculos que slo capta el ojo transtornado. Pero aquella vez era como si hubiera llegado de Marte. Qu raza de hombres es sta?, me pregunt. Qu significa? Y no haba recuerdo del sufrimiento ni de la vida que se extingua en el arroyo; lo nico que ocurra era que estaba observando un mundo extrao e incomprensible, un mundo tan alejado de m, que tena la sensacin de pertenecer a otro planeta. Desde lo alto del Empire State Building mir una noche la ciudad, que conoca desde abajo: all estaban, en su verdadera perspectiva, las hormigas humanas con las que me haba arrastrado, los piojos humanos con los que haba luchado. Se movan a paso de caracol, cada uno de ellos cumpliendo indudablemente su destino microcsmico. En su infructuosa desesperacin haban elevado ese edificio colosal que era su motivo de orgullo y de jactancia. Y desde el techo ms alto de aquel edificio colosal haban suspendido una ristra de jaulas en que los canarios encarcelados trinaban con su gorjeo sin sentido. Dentro de cien aos, pens, quizs enjaularan a seres humanos vivos, alegres, dementes, que cantaran al mundo por venir. Quizs engendraran una raza de gorjeadores que trinaran mientras los otros trabajasen. Tal vez habra en cada jaula un poeta o un msico, para que la vida de abajo siguiera fluyendo sin trabas, unida a la piedra, unida al bosque, un caos agitado y crujiente de nulidad y vaco. Dentro de mil aos podran estar todos dementes, tanto los trabajadores como los poetas, y todo quedar reducido de nuevo a ruinas como ha ocurrido ya una y mil veces. Dentro de otros mil aos, o cinco mil aos, o diez mil, exactamente donde ahora estoy parado examinando la escena, puede que un nio abra un libro en una lengua todava desconocida que trate de esta vida que pasa ahora, una vida que el hombre que escribi el libro nunca experiment, una vida con forma y ritmo disminuidos, con comienzo y final, y al cerrar el libro el nio pensar qu gran raza eran los americanos, qu maravillosa vida hubo en un tiempo en este continente que ahora habita. Ninguna raza por venir, excepto quiz la raza de los poetas ciegos, podr nunca imaginar el caos agitado con que se compuso esa historia futura. Caos! Un caos tremendo! No es necesario escoger un da concreto. Cualquier da de mi vida all, al otro lado del charco servira. Cualquier da de mi vida, mi minscula, microcsmica vida, era un reflejo del caos exterior. A ver, dejadme recordar... () As fue siempre, da tras da, durante casi cinco aos completos. El continente mismo se vea asolado constantemente por ciclones, tornados, marejadas, inundaciones, sequas, ventiscas, oleadas de calor, plagas, huelgas, atracos, asesinatos, suicidios: una fiebre y un tormento continuos, una erupcin, un torbellino. Yo era como un hombre sentado en un faro: debajo de m, las olas bravas, las rocas, los arrecifes, los restos de las flotas naufragadas. Poda dar la seal de peligro, pero era impotente para prevenir la catstrofe. Respiraba peligro y catstrofe. A veces la sensacin era tan fuerte, que me sala como fuego por las ventanas de la nariz. Anhelaba liberarme de todo aquello y, sin embargo, me senta atrado irresistiblemente. Era violento y flemtico al mismo tiempo. Era como el propio faro: seguro en medio del ms turbulento mar. Debajo de m haba roca slida, la misma plataforma de roca sobre la que se alzaban los imponentes rascacielos. Mis cimientos penetraban en la tierra profundamente y la armadura de mi cuerpo estaba hecha de acero remachado en caliente. Sobre todo, yo era un ojo, un enorme reflector que exploraba el horizonte, que giraba sin cesar, sin piedad. Ese ojo tan abierto pareca haber dejado adormecidas todas mis dems facultades; todas mis fuerzas se consuman en el esfuerzo por ver, por captar el drama del mundo. Si anhelaba la destruccin, era simplemente para que ese ojo se extinguiera. Anhelaba un terremoto, un cataclismo de la naturaleza que precipitase el faro en el mar, deseaba una metamorfosis, la conversin en pez, en leviatn, en destructor. Quera que la tierra se abriera, que tragase todo en un bostezo absorbente. Quera ver la ciudad en el seno del mar. Quera sentarme en una cueva y leer a la luz de una vela. Quera que se extinguiera ese ojo para que tuviese ocasin de conocer mi propio cuerpo, mis propios deseos. Quera estar solo durante mil aos para reflexionar sobre lo que haba visto y odo... y para olvidar. Deseaba algo de la tierra que no fuera producto del hombre, algo absolutamente separado de lo humano, de lo cual estaba harto. Deseaba algo puramente terrestre y absolutamente despojado de idea. Quera sentir la sangre corriendo de nuevo por mis venas, aun a costa de la aniquilacin. Quera expulsar la piedra y la luz de mi organismo. Deseaba la oscura fecundidad de la naturaleza, el profundo
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pozo de la matriz, el silencio, o bien los lamidos de las negras aguas de la muerte. Quera ser esa noche que el ojo despiadado iluminaba, una noche esmaltada de estrellas y colas de cometas. Pertenecer a la noche, tan espantosamente silenciosa, tan absolutamente incomprensible y elocuente al mismo tiempo. No volver a hablar ni a or ni a pensar nunca ms. Verme englobado y abarcado y abarcar y englobar al mismo tiempo. No ms compasin, no ms ternura. Ser humano slo terrestremente, como una planta o un gusano o un arroyo. Verme desintegrado, privado de la luz y de la piedra, variable como una molcula, duradero como el tomo, despiadado como la tierra. Traduccin de Carlos Manzano.
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Esta triada de pluma rebelde destac por abordar crudamente el tema del erotismo desde sus libros. Miller afirmaba que ste, era consecuencia del ejercicio desbocado del amor; era como alcanzar un grado de espiritualidad mxima. Anas en cambio, supo cubrir ese erotismo con velos transparentes de misterio, provocados por los arraigos y desarraigos del autoconocimiento. Durrell teoriz sobre el placer como bsqueda. Los tres escritores previamente haban sido influenciados por el escritor britnico D. H. Lawrence, y su novela El amante de lady Henry Miller y Lawrence Durrell en 1962 Chatterley, donde se narran las relaciones sexuales entre una mujer y el guardabosque de su noble esposo. Miller y Anas haban comenzado sendos ensayos sobre ste. El de Anas se public en 1932 con el nombre D. H. Lawrence: An Unprofesional Study; mientras que el de Miller se edit con el nombre de World of Lawrence en 1979 (lo que haba comenzado como un simple ensayo en 1933 y con el que Miller brome durante el resto de su vida, pues estuvo a punto de no terminarlo nunca). Estos encuentros entre Henry Miller, Anas Nin y Lawrence Durrell lo que hacen es reafirmar la conocida frase de Borges que deca que cada escritor crea a sus propios precursores. Los encuentros entre los tres escritores fueron en parte casuales, y en parte buscados por cada uno de ellos, de tal manera que los tres buscaban compartir y desarrollar una nueva forma de escritura, en que se primara el impulso vital, y donde el erotismo no fuese censurado. As, con un poco de suerte, era inevitable que antes o despus dichos escritores se acabasen conociendo. Leyendo los libros autobiogrficos que se realizaron a partir de conversaciones con Henry Miller, el de Bradley Smith Mi vida y mi tiempo y el de Christian de Bartillat Conversaciones con Henry Miller sorprende sin embargo una ausencia entre sus influencias. Sorprende que en ningn momento Miller nombrara al pintor Balthus, aunque el motivo fuese posiblemente que esa misma casualidad que hizo que se acercara a Anas y a Durrell, fuera tambin la que impidi que se cruzara con Balthus. Los dos artistas coincidieron en Pars durante la dcada de los 30, pero en aquella poca Pars era un hervidero de artistas, con el dadaismo y el surrealismo en pleno auge. Adems, tanto Miller como Balthus se mantuvieron siempre independientes a aquellos crculos artsticos, por los que sus influencias fueron bastante particulares. Miller siempre tuvo un inters especial hacia la pintura, l mismo presuma de haber llegado a pintar varios millares de acuarelas. Y es que, nicamente tras la prdida de visin del ojo derecho en sus ltimos aos, dej de pintar. Deca que para l escribir era trabajar mientras que pintar significaba en cambio jugar. La relacin de Miller con la pintura fue siempre muy estrecha: expuso la primera vez sus acuarelas en 1927, en Greenwich Village; en los momentos de penuria econmica las acuarelas llegaran a servirle como tabla de salvacin al ser canjeadas por comida, ropa o incluso las cuentas del dentista. Miller public tambin un libro dedicado a la pintura Pintar es volver a amar (1960). El escritor, preguntado por sus gustos sobre pintura, expona sus preferencias: Hans Reichel, Paul Klee, John Martin, Picasso, George Grosz, Marc Chagall, etc, pero nunca Balthus. Y por qu debera de estar Balthus? Porque Balthus fue a la pintura lo que durante esos aos Miller fue a la escritura. Balthus, nacido en Pars en 1908, cuyo nombre verdadero era Balthazar Klossowski de Rola, descenda de un linaje aristocrtico. Se caracteriz por una pintura muy realista, llena de vida y erotismo. Durante muchos aos se le critic el uso de jovencitas para sus cuadros, a lo que l siempre contest que su bsqueda artstica iba encarrilada hacia encontrar la pureza y la belleza, y stas caractersticas eran especialmente notorias en las jvenes lolitas, que utilizaba como modelos. En Francia, Miller escribi: "Un hombre escribe para expulsar el veneno que ha acumulado debido a su estilo de vida falso. Est intentando recapturar su inocencia, pero todo lo que logra hacer (escribiendo) es inocular el mundo con un virus de su desilusin. Ningn hombre pondra una sola palabra en un papel si tuviera el coraje de vivir aquello en lo que crea." Tanto Miller como Balthus sufrieron la dura crtica norteamericana por su elevado erotismo. Miller sufri la censura y durante treinta aos la publicacin y venta de sus dos Trpicos fue prohibida en los Estados Unidos, las ediciones originales en ingls publicadas en Francia seran un bien muy buscado para aquellos norteamericanos que pasaban por Francia. Pero tambin all, tras la publicacin de Sexus
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se form un gran escndalo: fue interrogado por un tribunal parisino con la posibilidad de que se le abriera un proceso penal, del que finalmente fue absuelto. Balthus por su parte, protagoniz un duro enfrentamiento contra los crticos norteamericanos que le colgaron la etiqueta de pintor pornogrfico y que incluso llegaron a acusarle de pedofilia. Curiosamente, tanto Miller como Balthus declararon que su arte era un canto a la libertad, a la vida y a la belleza; que el erotismo era slo una consecuencia de sus obras. Ambos, a lo largo de su vida se desvincularon una y otra vez de estar haciendo arte pornogrfico, e incluso los dos confesaran en sus escasas entrevistas, que sta no slo no les estimulaba sino que les aburra. Otro dato anecdtico que parece unir a ambos artistas, es su atraccin hacia las culturas orientales. A Miller le gustaba leer sobre el budismo zen, sobre la China, el Tibet y el arte Japons. Balthus viaj varias veces al Japn. Se da la casualidad de que ambos se casaron en 1967 con mujeres japonesas, a las que superaban en varias decenas de aos. Balthus se cas con Setsuko Ideta, siendo esta su segunda esposa mientras que Miller se casara en su quinto matrimonio con la pianista japonesa Hoki Tokuda, un matrimonio que se rompera diez aos despus, aunque ya nunca volvera a divorciarse. Su ltimo gran amor correspondera a la actriz Brenda Venus a la cual dedicara los ltimos aos de su vida, muy menguado fsicamente, pero dotado con la misma intensidad vital que tena durante los aos locos de Pars. (Daniel Vigo, Miller, encuentros y desencuentros, Minotauro Digital, Enero 2003) http://www.babab.com/no18/miller.php
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June viaja a Pars, y deslumbra a Anas con su exhuberante belleza y su extraa forma de ser. En marzo de 1932 June vuelve a Nueva York. Anas y Henry dan comienzo a una ardiente relacin que significa para ella un despertar sexual. En octubre de 1932 June vuelve a Pars, dando comienzo a una relacin triangular. Anas encuentra en cada uno una atraccin diferente: "Henry me da el mundo, June me da la locura". El amor de Anas tiene mucho del amor que ella ha sentido por su padre. Intenta descifrar el alma de estos dos seres incomprendidos y duramente juzgados por su entorno. La relacin con June es tambin una liberacin de la rgida educacin catlica recibida durante su infancia. Representa un viaje hacia la esencia de lo femenino: "Esta noche saldr con June. Me hundir en una atmsfera femenina, el anhelo constante de amor, la dependencia perpetua de un hombre. Seales de amor, atencin, llamadas, regalitos, efusividad, ningn trabajo que rivalice" Mientras, Anas contina escribiendo su diario. Es en l donde deja las huellas de su viaje hacia los mundos que cada ser humano amado por ella esconde dentro de s, a los que llama "Atlntidas". En 1933, June se marcha definitivamente a Nueva York, dolida al descubrir la relacin entre Anas y Henry. Intenta separarlos, pero no lo consigue. Anas escribe: " Henry, mi amor, mi amor, Henry. He luchado y combatido para ser digna de ti, para ser mujer, ser fuerte e intrpida. Te he amado contra el miedo y sin esperanza de felicidad; me he arriesgado a sufrir la mayor herida, la rivalidad ms peligrosa. No era coraje, sino amor, amor. Te amaba tanto que corr el riesgo de perderte" Henry ha descubierto en el amor incondicional de Anas la armona y la belleza que desconoca, sintindose inspirado a escribir como nunca antes. Anas se siente atrada por la bestialidad y vulgaridad de Henry. "Soy la mujer que da ilusin y a quien es dada la imaginacin del hombre" Anas financia la publicacin de Trpico de Cncer (1934), dando impulso a lo que llegara a ser la exitosa carrera literaria de Henry Miller. Anas escribe en su diario " Al salir de mi gran soledad, inexperiencia, vida fantasiosa, pude afrontar la experiencia de Henry y June sin torpezas, supe fascinarlos, despojarlos de sus corazas, amarlos y recibir su amor como su par en poder y experiencia mientras maduraba da a da, a la vez que disimulaba mi enorme ignorancia e ingenuidad" Durante aos Anas le presta ayuda econmica a Henry. Ella mantiene oculta esta relacin ante los ojos de su esposo, hacindole creer que se trata de una mera colaboracin intelectual. Mientras Miller tiene aventuras con prostitutas, Anas comienza a tener una serie de amantes, hombres y mujeres. Sin embargo, no tiene la intencin de divorciarse: "Temo mi libertad. Hugo es el hombre a quien debo la vida. Le debo todo lo ms bello que poseo; su abnegacin me ha servido de puente a todo lo que tengo hoy: trabajo, salud, seguridad, felicidad, amistades. Ha sido mi verdadero dios generoso. Estoy eternamente endeudada con l: con su conmovedora y magnfica fidelidad. Slo podra liberarme si l fuera cruel, fro, mezquino pero ahora no tengo la menor justificacin. l es el hombre ms extraordinario del mundo, el nico capaz de demostrar amor y generosidad" Anas comienza a psicoanalizarse con Rene Allendy y contina con el famoso discpulo de Freud, Otto Rank. Con ambos tiene relaciones sexuales durante las sesiones de terapia. Sin embargo, contina sintindose dividida e incompleta. Descubre entonces que mientras no vuelva a encontrar a su padre, esta sensacin que la abruma se quedar con ella. En 1933 se produce el reencuentro e inicia una intensa relacin incestuosa con l. Gracias al apoyo de Henry y del psicoanlisis rompe con l cuando logra superar el trauma que le caus su abandono y la necesidad enfermiza de obtener su aprobacin. En 1934 descubre que est embarazada y supone que sera de Henry Miller. Ella rechaza la maternidad y aborta: "Hijos. Qu son los hijos? La capitulacin ante la vida. Aqu, pequeo, te transmito una vida de la que hice un soberano fracaso. No. No. No" Anas decide reservar su fecundidad para su obra y para sus amores. Contina escribiendo cartas, su diario y comienza a escribir ficcin: La Casa del Incesto e Invierno Artificial. Miller escribe Primavera Negra (dedicada a Anas) y Trpico de Capricornio (un estudio sobre D. H. Lawrence). Cada uno ayuda al otro a encontrar su propia Atlntida en la escritura, a encontrar la ms profunda verdad de su ser. Se leen sus textos, se animan y se aconsejan, todo en el marco de una relacin entre iguales. "T me has dado la realidad y yo te he dado la introspeccin", escribe Anas a Henry. En 1939 abandonan Pars a causa de la guerra. En Nueva York escriben juntos relatos erticos. Henry se muda a California y quiere que ella vaya a vivir con l, pero Anas no abandona a Hugo. "Me retiene por medio de mi sensacin de culpa, de responsabilidad, mi incapacidad para causar dolor"
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La relacin entre Anas y Henry se va apagando progresivamente. Miller vuelve a casarse. Anas frecuenta a jvenes artistas, la mayora de ellos homosexuales. En 1962 vuelven a verse. Henry se ha convertido en un escritor rico y famoso. Ella comienza a obtener reconocimiento recin en 1966, con la primera edicin (censurada) de su diario. Anas muere en 1977 y Henry en 1980. Sin embargo, hasta la muerte de Hugo, ocurrida en 1986, Anas no autoriza la publicacin completa de sus diarios, segn consta en su testamento. Hasta el ltimo momento quiso evitarle el dolor a Hugo de descubrir sus infidelidades, especialmente Anas Nin y Henry Miller en 1974 su larga y apasionada relacin con Henry. La vida de Anas Nin es un desesperado intento de alcanzar la plenitud actuando sobre la plenitud de los dems. Un anhelo de llegar a comprenderse a s misma comprendiendo a los dems, regalando esta comprensin con la mayor de las ternuras imaginables. Sus diarios constituyen un puente con la realidad mientras se sumerga en sus ms grandiosos sueos. El legado de Anas a la humanidad es su mundo interno. Es a travs de su soledad que logr acercarse a la soledad de quienes la rodeaban. Ella nos devolvi la confianza en la intuicin, en lo onrico, en lo irreal. Su escritura es una invitacin a amar el mundo de la sensibilidad y de la imaginacin, liberndonos de todo posible prejuicio y lgica. "Vamos ahora a la Luna. En realidad, no est tan lejos. El hombre puede ir muchsimo ms lejos sin salir de s mismo" Anas Nin La primera publicacin no censurada del diario de Anas se llam Henry Miller, Su Mujer y Yo y abarca el perodo comprendido entre 1932 y 1934. Fue llevada al cine por Phillip Kaufmann con el nombre de Henry and June, con Mara de Medeiros en el rol de Anas y Uma Thurman en el rol de June.
LA LECTURA EN EL RETRETE
Henry Miller
ay un tema relacionado con la lectura de libros que creo que vale la pena desarrollar porque implica un hbito que es muy generalizado y sobre el cual, que yo sepa, muy poco se ha escrito: me refiero a la lectura en el retrete. Siendo joven, en busca de un lugar seguro donde devorar los clsicos prohibidos, a veces acuda a refugiarme en el cuarto de bao. Desde esa poca juvenil ya nunca volv a leer en el retrete. Cuando busco paz y quietud tomo el libro y me marcho al bosque. No conozco mejor lugar para leer un buen libro que las profundidades de la espesura. Con preferencia junto a un arroyo. Inmediatamente escucho objeciones. Pero no todos tenemos la fortuna de usted! Tenemos empleos, vamos al trabajo y regresamos de l en tranvas, autobuses y metros atestados; a duras penas tenemos un minuto que podamos llamar nuestro. Yo mismo fui trabajador hasta los treinta y tres aos. Fue en este perodo temprano de mi vida cuando realic la mayor parte de mis lecturas. Invariablemente lea en condiciones difciles. Recuerdo que cierta vez me reprendieron al sorprenderme leyendo a Nietzsche, en vez de corregir el catlogo de pedidos por correo, que era entonces mi ocupacin. Ahora que lo pienso comprendo que
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fue afortunado que me hayan despedido. Acaso Nietzsche no fue mucho ms importante en mi vida que el conocimiento del negocio de los pedidos por correo? Durante cuatro aos consecutivos, en el trayecto de ida y vuelta entre las oficinas de la Everlasting Portland Cement Co. y mi casa, le los libros ms pesados. Lea de pie, apretujado por los cuatro costados por pasajeros como yo. No solamente lea durante estos viajes en el suburbano sino que memorizaba extensos pasajes de esos tomos demasiado compactos. Aunque no hubiera servido para otra cosa, fue un valioso ejercicio en el arte de la concentracin. En este empleo muchas veces me quedaba trabajando hasta muy avanzada la noche, por lo general sin almorzar, no porque quisiera leer durante la hora del almuerzo sino porque no tena dinero para comer. De noche cenaba deprisa y corra a reunirme con mis compaeros. En esos aos, y muchos aos despus, raras veces dorm ms de cuatro a cinco horas diarias, pero lea enormemente. Adems, repito, le por lo menos para m los libros ms difciles y no los fciles. Nunca le para matar el tiempo. Raras veces leo en la cama, a menos que me sienta indispuesto o finja sentirme mal para gozar un breve descanso. Contemplando el pasado, me parece que siempre lea en posicin incmoda. (Que es la forma en que escriben la mayora de los escritores y pintan la mayora de los pintores, segn compruebo.) Pero lo ledo penetr. Lo importante es, y debo recalcarlo, que lea sin desviar la atencin y con todas las facultades que posea. Cuando jugaba me suceda lo mismo. De vez en cuando iba a pasar la noche en la biblioteca pblica, para leer. Eso era como ocupar un palco en el paraso. A menudo, cuando abandonaba la biblioteca, deca para mis adentros: Por qu no vienes ms a menudo? El motivo de que no lo hiciera, por supuesto, era que la vida se interpona en el camino. Uno muchas veces dice la vida para indicar el placer o cualquier distraccin tonta. Por lo que he podido establecer mediante conversaciones con amigos ntimos, la mayora de las lecturas que se hacen en el retrete es lectura intil. Los peridicos, las revistas grficas, los folletines, las novelas policacas y de aventuras, y todos los cabos sueltos de la literatura, es lo que la gente lleva al bao para leer. Algunos, segn me dicen, tienen estantes con libros en el cuarto de bao. Su material de lectura los espera, por as decirlo, como los espera en el consultorio del dentista. Es sorprendente la avidez con que la gente examina el material de lectura, segn se le llama, que encuentra en grandes pilas en las salas de espera de los profesionales. Ser para distraer la mente de la dolorosa prueba que los aguarda? Mis limitadas observaciones me indican que estos individuos ya han absorbido ms de lo que les corresponde en cuanto a los acontecimientos de actualidad: guerra, accidentes, ms guerra, desastres, guerra otra vez, homicidios, ms guerra, suicidios, guerra de nuevo, asaltos de bancos, nuevamente guerra y ms guerra, fra y caliente. No cabe duda de que son los mismos individuos que tienen la radio funcionando prcticamente todo el da y la noche, que van al cine con la mxima frecuencia posible donde reciben ms noticias frescas, ms acontecimientos de actualidad y que compran televisores para sus hijos. Todo para estar informados! Pero saben algo que realmente valga la pena saber sobre estos acontecimientos de tremenda importancia que conmueven al mundo? La gente podr insistir en que devora los diarios o pega las orejas a la radio (a veces las dos al mismo tiempo) para mantenerse al corriente de las actividades del mundo, pero es pura ilusin. Lo cierto es que apenas estos tristes individuos no estn activos, no estn ocupados, adquieren nocin de un siniestro y doloroso vaco dentro de s mismos. Francamente no importa con qu papilla se harten, lo importante es no ponerse cara a cara frente a s mismos. Meditar sobre el problema del da, o siquiera sobre los problemas personales, es lo ltimo que el individuo normal quiere hacer. Incluso en el retrete, donde uno creera innecesario hacer algo, pensar algo, donde por lo menos una vez al da uno se encuentra a solas consigo mismo y todo lo que suceda sucede automticamente, hasta este momento de gloria, porque es en realidad un tipo de gloria menor, debe ser interrumpido mediante la concentracin en el material impreso. Creo que cada cual tiene su tipo de lectura preferida para la intimidad del excusado. Algunos navegan por largas novelas; otros, en cambio, slo leen la hojarasca ms superficial. Algunos, no cabe la menor duda, simplemente vuelven las pginas y suean. Cmo son los sueos que suean?, nos preguntamos. De qu se tien sus sueos? ()Es cierto, sin embargo, que existen biblimanos que leen durante las comidas o mientras caminan; puede que algunos hasta consigan leer y conversar al mismo tiempo. Hay un tipo de persona que no puede resistir la lectura de todo cuanto entra dentro de su campo visual: leen
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literalmente de todo, hasta los avisos de objetos perdidos en el diario. Estn obsesionados y son dignos de compasin. Quiz no est de ms un sano consejo en esta encrucijada. Si tus intestinos se niegan a funcionar, consulta a un herborista chino. No leas para distraer la mente de la ocupacin que tienes entre manos. Al sistema autnomo le agrada la concentracin total y responde a ella, sea al comer, dormir, evacuar o lo que t quieras. Si no puedes comer, si no puedes dormir, es porque algo te molesta. Hay algo sobre tu mente, donde en realidad no debera estar, en otras palabras. Lo mismo reza en cuanto a las deposiciones. Elimina de tu cabeza todo lo que no sea la ocupacin que ests cumpliendo. No importa lo que hagas, encralo con la mente libre y la conciencia limpia. Este es un consejo antiguo y sano. En la actualidad se tiende a intentar varias cosas al mismo tiempo para aprovechar el tiempo al mximo, como se dice. Esto es completamente desacertado, antihiginico e ineficaz. Las cosas se hacen con lo fcil! Ocpate de las cosas pequeas, porque las grandes se hacen solas. Todo el mundo escucha eso cuando es nio. Muy pocos lo practican. () S, desde el momento en que comenc a escribir con absoluta dedicacin, mi nico deseo fue sacarme de encima este libro que llevo dentro, en lo profundo de mi ser, a todas las latitudes y longitudes y en todas las faenas y vicisitudes. Arrancar este libro de mis entraas, darle calor, vida y existencia fsica, tal ha sido mi empeo y preocupacin... El mago iluminado que aparece en onricos destellos oculto en un cofre diminuto cofre soado, podramos decir quin es sino yo mismo, el ms antiguo de mis seres? Acaso no tiene en las manos un llavero? Y est situado en el centro crucial de todo el misterioso andamiaje. Pues bien, qu es ese libro desaparecido, entonces, sino la historia de mi corazn segn el nombre tan hermoso que le ha dado Jefferies? Acaso un hombre puede narrar otra historia que no sea la suya? Acaso no es sta la ms difcil de narrar entre todas las historias, la ms oculta, la ms abstrusa, la ms mistificadora? El hecho de que hasta en sueos leamos es un hecho significativo. Qu leemos, qu podemos leer en las tinieblas del inconsciente, no siendo nuestros ms profundos pensamientos? Los pensamientos jams cesan de agitar el cerebro. En ocasiones percibimos la diferencia entre los pensamientos y el pensamiento, entre el que piensa y la mente que es todo pensamiento. A veces, como a travs de una pequea hendidura, captamos un destello de nuestro ser dual. Cerebro no es mente, de eso podemos estar seguros. Si fuese posible localizar el asiento de la mente, entonces sera ms correcto situarlo en el corazn. Pero el corazn es simplemente un receptculo o transformador por cuyo intermedio el pensamiento se torna reconocible y efectivo. El pensamiento tiene que pasar por el corazn para volverse activo y significativo. Existe un libro que forma parte de nuestro ser y que est contenido en nuestro ser, y ese libro es el registro de nuestro ser. He dicho nuestro ser y no nuestro devenir. Comenzamos a escribir este libro en el momento de nacer y lo proseguimos despus de la muerte. Solamente cuando estamos a punto de renacer lo terminamos y le ponemos la palabra Fin. En consecuencia, es toda una serie de libros que, desde un nacimiento hasta el siguiente, contina la historia de la identidad. Todos somos escritores, pero no todos heraldos ni profetas. Lo que sacamos a relucir del registro oculto lo firmamos con nuestro nombre de pila, que jams es el nombre real. Pero lo nico que llega a conocer alguna vez la luz es lo mejor de nosotros, lo ms fuerte, lo ms valiente, lo mejor dotado. Lo que entorpece nuestro estilo, lo que falsea la narracin, son las porciones del registro que ya no podemos descifrar. El arte de escribir no lo perdemos nunca, pero lo que a veces perdemos es el arte de leer. Cuando encontramos un adepto de este arte, recuperamos el don de la visin. Es el don de la interpretacin, naturalmente, porque leer siempre es interpretar. La universalidad del pensamiento es suprema y est por encima de las cosas. Nada escapa a la comprensin o al entendimiento. Lo que falla en nosotros es el deseo de saber, el deseo de leer o interpretar, el deseo de dar significado a todo pensamiento que expresamos. Acidia: el gran pecado contra el Espritu Santo. Abrumados por el dolor de la privacin, cualquiera sea la forma en que se manifieste y asume muchas, muchas formas, nos refugiamos en la mistificacin. La humanidad, en el sentido ms profundo, no es hurfana porque haya sido abandonada, sino porque obstinadamente se niega a reconocer su paternidad divina. Terminamos el libro de la vida en el otro mundo porque nos negamos a comprender que hemos escrito aqu y ahora (Fragmentos de Los libros en mi vida Captulo XIII, Traduccin de Mario Marino)
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