La Reseña y La Crítica Literaria

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La reseña y la crítica.

Trama
argumentativa
Reconocer la trama argumentativa a partir del
abordaje de diferentes textos.
Reconocer los principales recursos
argumentativos empleados y la especificidad de
este tipo de textos.
¿Qué es una reseña literaria?
• Una reseña literaria es una presentación oral o escrita de la
opinión de un crítico sobre una obra, justificada con hechos a
incidentes específicos (pasajes) de la pieza en cuestión.
• Su propósito principal es dejar saber si vale la pena leer el
libro que está en discusión. Independientemente si el lector
ha leído la obra, el autor de la reseña debe incluir alguna
información sobre el contenido, sin olvidar nunca que el
objetivo de la reseña es una presentación de la opinión del
crítico literario.
• La reseña no debe confundirse con un reporte. Un reporte es
completamente comprensivo. Se limita a una presentación
totalmente objetiva de hechos: título, autor, género, precio,
datos relacionados con la publicación, condiciones bajo las
cuales la obra fue producida, construcción de los hechos,
ilustraciones presentadas, etc...
Actividad 1:
1) Lean los siguientes textos:
Llega un nuevo y adorable antihéroe
• Megamente (Megamind, Estados Unidos / 2010). Dirección: Tom McGrath. Guión:
Alan Schoolcraft y Brent Simons. Música: Hans Zimmer y Lorne Balfe. Edición:
Michael Andrews. Diseño de producción: David James. Película de animación
presentada por UIP en salas 2D y 3D. Duración: 96 minutos. Apta para todo
público. Nuestra opinión: muy buena.
• Esta nueva producción animada de la factoría DreamWorks apuesta por la
utilización cómica de dos aspectos muy de moda en el cine contemporáneo: por
un lado, la reivindicación del antihéroe (o, más precisamente, del lado bueno que
hay en todo malvado) y la crisis íntima, la carga emocional, el peso simbólico que
significa ser un superhéroe.
• En el arranque de Megamente tenemos a un superhéroe llamado Metro Man, que
está en la cúspide de su popularidad (es, literalmente, una estrella con un ego más
grande que sus poderes, capaz de convocar y manipular a las masas en las puertas
de un museo dedicado a la veneración de su persona), y a Megamente, un
malvado tan ambicioso como frustrado por sus sucesivas derrotas frente a Metro
Man. Sin embargo, cuando este -sorpresivamente- desaparece, el despiadado
villano azulado y de cabeza gigante toma el control absoluto de la ciudad. El
problema es que, una vez que se apodera de todo y da rienda suelta a sus deseos
y caprichos, se da cuenta de que no tiene rival ni, por ende, estímulos. Lo más
parecido al vacío existencial.
Por supuesto, el film, dirigido con buen pulso por Tom McGrath (el mismo de
Madagascar), apela a un objeto del deseo (un personaje femenino de fuerte
personalidad encarnado por una periodista televisiva), a un nuevo malvado (un
camarógrafo que pasa de la frustración a los excesos) y a un simpático comic-relief
como la mascota de Megamente, como para que todos los segmentos de un
entretenimiento masivo de consumo familiar estén debidamente cubiertos.
Megamente tiene unos cuantos elementos ya trabajados (en algunos casos, con mayor
inspiración) por propuestas como Los increíbles, Mi villano favorito, Superman o
Astroboy(las referencias y guiños son una de las bases de la dinámica de los guiones de
la factoría DreamWorks), pero McGrath y su equipo suplen cierto déjà vu con una
simpatía desbordante y con un despliegue visual que hace un excelente uso de las
posibilidades de la pantalla ancha y de los efectos diseñados para el lucimiento en las
pantallas digitales 3D. Así, en este juego de espejos, de contrastes y contracaras, de
inversiones de personalidad, Megamente surge como otro villano querible, de esos
que se han ganado en buena ley un digno lugar en el imaginario popular.

Diego Batlle, La nación.


El problema de quedarse sin villanos
CINE › MEGAMENTE, PELÍCULA DE ANIMACIÓN DIRIGIDA POR TOM MCGRATH
El problema de quedarse sin villanos
Los primeros diez o quince minutos del nuevo film de DreamWorks entusiasman, pero
con el correr de la trama el efecto “Superman como villano” se va diluyendo. Como
corresponde a estos tiempos, hay excelencia técnica y sobreabundancia de gags.
A Megamente (la película) le sucede lo que a Megamente (el personaje): de entrada
encuentra el rival perfecto. Pero por algún motivo que la película y el personaje tal vez
deberían dilucidar en terapia, cuando todo parecería encaminado a un también
perfecto matrimonio en el infierno, en lo que podría considerarse la noche de bodas
(primer enfrentamiento a matar o morir), película y personaje pierden a su
contraparte. Cuando lo recuperan, es tarde. Y ya se sabe (si lo sabrá la política
argentina) que sin un buen enemigo no se puede vivir bien. Por lo cual tras unos
primeros diez o quince minutos para relamerse y gozar, durante la restante hora y pico
película y personaje se la pasan buscando un rival a su altura, sin encontrarlo.
Ausencia que se llena al mejor estilo DreamWorks Animation: con chistes,
espectacularidad, tecnología de punta y alto diseño de producción. O también puede
ser que el crítico no la haya entendido del todo y Megamente sea una osadía
metalingüística de lo más sofisticada, que no sufre la falta de una razón de ser, sino
que la expone. El problema, claro, es que, sin un relato que la sostenga, la
metalingüística no es algo que resulte la mar de entretenido.
Superman, pero con Superman como villano, no como héroe. Ese es el hallazgo genial de (los
primeros diez o quince minutos de) Megamente, escrita por los debutantes Alan J. Schoolcraft y
Brent Simons y dirigida por el hombre de la casa Tom McGrath (director de ambas Madagascar).
Para que el hallazgo funcione, basta con invertir el punto de vista desde el cual se narra la
historia. La historia es una descarada paráfrasis de Superman, con un planeta lejano a punto de
estallar, dos bebés lanzados por sus padres al espacio y la caída de ambos no en una ciudad
llamada Metrópolis, sino en una llamada Metrocity. El chiquito calvo y no muy simpático no
nació para ser amado. Por lo cual será “bueno para hacer el mal”. El pequeñín del rulito en la
frente será a la larga Metro Man, psicopatón demagógico, que sabe que a la gente hay que darle
circo y superpoderes para devenir paladín de la ciudad. Metro Man y Megamind: hasta la
sonoridad de sus nombres los condena a ser uno, y el espectador tiene bien claro por cuál de los
dos hinchar.
Derrotado Metro Man, Megamente comprende que deberá inventarse un villano. Inventa al
Jimmy Olsen de turno, Hal, nerd ligeramente irritante pero definitivamente no a su altura. Para
seguir con la coartada metalingüística, ¿se tratará de poner en escena el debilitamiento de la
idea misma de villanía? Problema: un villano débil representa una herida mortal para una
película de superhéroes. Algo que no sucedía, por poner un ejemplo cercano (en tiempo, en
intenciones, en registro visual), en Los increíbles, sofisticada reflexión sobre el sentido y el mito
del superhéroe, que no desdeñaba el carácter de relato popular de aventuras. Ante la falta de
villanos, Megamente se entrega, en cambio, a una deriva de ideas que no hacen relato: la Luisa
Lane moderna, audaz e inteligente, el comic relief extravagante, el asombroso diseño de una
ciudad futura, el fascistoide monumentalismo de masas y el sinfín de etcéteras previsible en una
película que trabaja por acumulación.
Con Ben Stiller como productor ejecutivo, su compinche Justin Theroux (coguionista de Una
guerra de película) y un inesperado Guillermo del Toro como consultores creativos, con las voces
de Will Ferrell, Brad Pitt, Tina Fey, Jonah Hill y un montón más (en las escasísimas versiones
subtituladas), en términos de diseño de producción, estado del arte tecnológico y despliegue
visual, Megamente deja boquiabierto. Pero es justamente allí donde la película construye un
espectador no muy distinto del de las superproducciones monumentalistas de Metro Man: una
masa de ciudadanos ululantes, extasiados con los superpoderes del héroe. Así, el punto de vista
de Megamente empieza siendo el de nuestro villano favorito, para igualarse a la larga con el del
héroe al que había prometido odiar.

Horacio Bernades, Página/12


Bueno para hacer el Mal
Crítica Megamente. El filme animado de DreamWorks es original por donde se lo mire,
y con más vuelo se transformaría en un clásico.
Hace unos meses, cuando se estrenó la también animada Mi villano favorito, cabía la
pregunta de qué tienen los personajes malvados, viles y sinvergüenzas para atraer
tanto a los espectadores. Gru le pinchaba un globo a un niño en su presentación, pero
luego se descubría que tenía un buen corazón. Megamente casi, casi tiene su razón de
ser villano y asolar Metrociudad como contraposición a Metro Man, el héroe. Ambos
llegaron de bebés con ultrapoderes desde el espacio exterior, pero terminaron en
distintas cunas. Megamente se crió en una prisión, y Metro Man en un hogar a puro
lujo.
Uno, genio criminal, y otro, guardián heroico, son como la oposición y el oficialismo:
uno no puede existir sin el otro. Y cuando Megamente elimina a Metro Man -ni él lo
puede creer-, se da cuenta de que lo tiene todo, sí, pero le falta algo (o alguien) con
quién pelear. De allí que en su guarida secreta “crea” a Titán, un nuevo héroe... ¡desde
la caspa de Metro Man!, modificando a Hal, un camarógrafo enamorado de Roxanne,
la periodista que siempre se interponía entre uno y otro.
Megamente es bueno para hacer el Mal, pero no es tan, tan malo. Los chicos van a
disfrutar de algunos de sus “trucos”, como su arma deshidratadora, y hay guiños a
Superman -se dice que a Metro Man lo perjudica el cobre, no la kriptonita-, a Donald
Trump y a Marlon Brando que atraparán más los mayores que los niños.
Los avances en la animación computarizada siguen siendo deslumbrantes. El asunto
con las comedias infantiles animadas pasa más por el lado de los guiones. Hablando en
generalidades, suele haber muchos simplistas, o acumulaciones de gags visuales
(Madagascar), pero a veces alguien se destapa y luce original -como en Cómo entrenar
a tu dragón-. Que este y Megamente sean los nuevos productos de DreamWorks abre
una esperanza: no todo está perdido, ni Pixar estaría solo en el horizonte.
Los mayores que vayan solos al cine y elijan las copias originales, sin el doblaje, podrán
escuchar las voces de Will Ferrell (Megamente), Brad Pitt (Metro Man), Tina Fey
(Roxanne), Jonah Hill (Titán) y Ben Stiller, que también la produjo (Bernard). O sea, no
han escatimado billetes. Igual, no es de los doblajes localistas, por lo que papás, tíos o
abuelos pueden acompañar a los niños y pasar una hora y media divertida, tanto en
3D como en proyecciones standards.

Pablo O. Scholz, Clarín.


Observa el siguiente link,
correspondiente al tráiler de la película
Megamente. Luego de ver el video,
escribe una crítica para la película.

• http://www.youtube.com/watch?v=dT5vw-
9afTU&feature=related
• Respondan las siguientes preguntas:

• a) ¿Qué tienen en común estos textos?


• b) ¿Qué diferencias y qué similitudes se encuentran
respecto a la película cuyo objeto es la crítica? ¿A
qué creen que se deben las diferencias?
• c) ¿Qué elementos en común, en cuanto a
estructura, se encuentran en los textos?
• d) Armar una presentación en Impress con la
estructura de la crítica de cine.
• e) ¿Para qué sirven las críticas de cine?

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