Historia de La Iglesia 8

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Historia de la

Iglesia 8

Las persecuciones
«He visto debajo del altar las almas de aquellos
que han sido muertos a causa de la palabra de
Dios y del testimonio que han dado. Ellos clamaban
con voz fuerte: "¿Hasta cuándo, Señor, tú que eres
santo y verdadero, aplazarás el tiempo de juzgar y
vengar nuestra sangre en los habitantes de la
tierra?" Y a cada uno de ellos se le dio una
vestidura blanca, y se les dijo que aguardasen aún
un tiempo, hasta que fuese completo el número de
sus servidores y hermanos que han de ser
muertos como ellos» (Ap 6,9-11)
«Judíos y paganos nos persiguen en todas partes, nos
despojan de nuestros bienes y sólo nos dejan la vida
cuando no pueden quitárnosla. Nos cortan la cabeza, nos
fijan en cruces, nos exponen a las bestias, nos atormentan
con cadenas, con fuego, con atrocísimos suplicios. Pero
cuanto mayores males nos hacen padecer, tanto más
aumenta el número de los fieles» (San Justino Dialogo
Tryph. 110)
Algunos martirios del siglo II
San Ignacio, discípulo de los apóstoles
y obispo de Antioquía, se sabe sólo
que ocurrió bajo Trajano, o sea antes
del 117, y precisamente en Roma
Mientras era transportado a la capital
escribió sus famosas cartas, una
dirigida a los cristianos romanos, pide
que no den ningún paso para impedir
que se cumpla su condena.
• El anciano Simeón, segundo obispo de Jerusalén
• el papa Telésforo, que está atestiguado por
Ireneo
• el obispo Policarpo de Esmirna y seis
compañeros debió de ocurrir en el año 156
• El suplicio de Tolomeo, Lucio y un tercer
cristiano en Roma, en el año 160
Bajo Marco Aurelio (161-180) se
incrementaron los procesos
Aparte de Justino, cuya
muerte debió de ocurrir en
el año 163, hay que nombrar
un grupo de más de
cuarenta cristianos en Lyon,
encabezados por el
nonagenario obispo Fotino
Carpo (obispo), Papilas y Agatónica en Pérgamo de
los que conservamos el protocolo judicial
Soy cristiano. Yo adoro a Cristo, el Hijo de Dios que
vino a salvarnos de las acechanzas del demonio y
no sacrificaré a tus ídolos». Respondió Carpo al
gobernador
Soy cristiano. Esa es la única respuesta que daré a
tus preguntas, -respondió Papilas-porque no puedo
decir nada más grande ni más noble que ese
nombre». El juez le condenó también a la tortura
Esa es la única respuesta que daré a tus preguntas,
-respondió Papilas-porque no puedo decir nada
más grande ni más noble que ese nombre». El juez
le condenó también a la tortura
los doce mártires de Escilos,
en África
Poseemos también actas
fidedignas sobre el martirio
del noble Apolonio, senador
romano, que pertenece al
reinado de Cómodo,
alrededor del año 185.
Los decretos de los hombres no pueden suprimir el
decreto de Dios; más creyentes ustedes maten, y más se
multiplicará su número por obra de Dios. Nosotros no
encontramos duro el morir por el verdadero Dios; ya
vivos, ya muertos, somos del Señor.
Perenio: ¡Con estas ideas, Apolonio, tú sientes gusto en
morir!
Apolonio: Yo experimento gusto en la vida, pero es por
amor a la vida que no temo en absoluto la muerte;
indudablemente, no hay cosa más preciosa que la vida,
pero que la vida eterna, que es inmortalidad del alma que
ha vivido bien en esta vida terrena
De lo que dicen los escritores contemporáneos
se desprende que los mártires del siglo II que
conocemos nominalmente, no fueron los únicos
ni mucho menos. De todos modos, dada la
escasa importancia numérica de las
comunidades cristianas de entonces, no cabe
pensar en que su número fuera muy crecido.
SEGUNDO PERÍODO: PROCESOS EN
MASA
En el siglo III cambia el cuadro general de las
persecuciones. Hasta entonces no se había
tratado de grandes represiones organizadas
por el gobierno imperial, sino que los jueces
individuales dictaban sentencias también
individuales, a instancia de un acusador y bajo la
presión de la opinión pública, que en algunos
lugares, como en Lyon y Esmirna, se mostraba
particularmente hostil a la nueva doctrina.
En el siglo III, en
cambio, son los
emperadores
los que
desencadenan
persecuciones,
mientras que se
aplacan los
sentimientos
hostiles del
pueblo
Septimio Severo.
En el año 202 Septimio Severo
prohibió por medio de un edicto
las
conversiones al judaísmo y
también al cristianismo
Las disposiciones legales tenían
un punto flaco, que era definir
como hecho delictivo la simple
circunstancia de ser cristiano.
Empezó entonces una persecución de los
catecúmenos y neófitos
acudiéndose a investigaciones policíacas. Sobre la
manera cómo éstas se
llevaban a cabo, sólo tenemos noticias de
Alejandría Cartago, de forma que
ni siquiera estamos seguros de si el edicto se
extendía a todo el Imperio.
Entre los muchos que en
Alejandría sufrieron el
martirio, figuraba el padre
del gran Orígenes. Su hijo, que
contaba entonces dieciséis
años, le envió
una carta a la prisión,
exhortándole a perseverar en
su fe, sin dejar que la
consideración por sus hijos le
tentara a apostatar.
De Cartago poseemos la
colección de actas sobre el
martirio de la noble Vibia
Perpetua, de veintidós
años, con varios
compañeros. Su parte
principal consiste en un
breve diario que Perpetua
escribió en la cárcel,
después de su bautismo.
Llevada detenida junto a su
esclava adolescente,
Felicidad, y otros cuatro
compañeros de fe: Segundo,
Revocato (también esclavo y
hermano de Felicidad),
Saturnino y Sáturo, este
último se presento
voluntario ante el juez
declarándose cristiano.
A pesar de la ley de Septimio Severo, siguió en
vigor la cláusula del rescripto de Trajano. A los
neófitos se les continuaba reconociendo la
posibilidad de comprar su libertad sacrificando a
los dioses.
La persecución de los catecúmenos fue
suspendida pronto, sin que podamos saber la
causa.
Siguió un tiempo de relativa paz,
aunque no faltaron en él
algunos martirios aislados. Así
como el del papa Calixto en el
año 222a pesar de que no
estaba entonces en curso
ninguna persecución. Es,
empero, posible que tales casos
se expliquen como asesinatos
tumultuarios
Una persecución en forma no
volvió a haberla hasta el año
235, por obra del emperador
Maximino el Tracio.
Es muy poco lo que de ella
sabemos, aunque parece
haber apuntado
especialmente contra los
clérigos
Decio

En el año 250 emprendió el emperador Decio


una gran persecución.
Decio fue uno de tantos emperadores
soldados, que así se los llama, que durante
todo el siglo III lucharon continuamente por
escalar el trono, y su autoridad sobre el
Imperio entero sólo duró algunos meses.
La intención de reforzar los cultos
tradicionales llevó a un enfrentamiento entre
Decio y los cristianos.
En enero de 250, Decio emitió un edicto para
la supresión del cristianismo. El edicto en sí
fue bastante claro:
La intención de reforzar
los cultos tradicionales
llevó a un enfrentamiento
entre Decio y los
cristianos.
En enero de 250, Decio
emitió un edicto para la
supresión del
cristianismo. El edicto en
sí fue bastante claro:
Se requiere a todos los habitantes del imperio para
que hagan sacrificios ante los magistrados de su
comunidad «por la seguridad del imperio» en un día
determinado (la fecha variaría en cada lugar y la
orden pudo haber sido que el sacrificio tenía que
estar consumado dentro de un específico período
después de que la comunidad recibiera el edicto).
Cuando hagan el sacrificio podrán obtener un
certificado (libellus) documentando el hecho de que
han cumplido la orden
Un feliz azar nos ha conservado un
cierto número de ejemplares de
estos documentos. En las
colecciones de papiros egipcios
han salido a la luz hasta ahora
más de cuarenta cédulas de esta
clase, todas redactadas según el
mismo esquema, nacionalidad,
filiación personal y diversas
firmas, en suma, verdaderas
tarjetas de identidad.
Muchos de los cristianos Fueron incontables los
cristianos que, sin haber
sucumbieron al primer
sacrificado a los ídolos,
embate y sacrificaron a
tenían en sus manos el
los dioses, con malicioso
certificado. Los obispos
regocijo de los paganos
se enfurecieron e
Así se deduce claramente impusieron a estos
de las indignadas cartas tramposos la penitencia
de los obispos, Cipriano eclesiástica más severa.
de Cartago y Dionisio de
Alejandría
Mientras nadie les denunciara, podían vivir tranquilos,
aparte de los tumultos populares que ocasionalmente
estallaban contra los cristianos.
Pero tales persecuciones tumultuarias eran ilegales, y
algunos emperadores dictaron incluso edictos para
impedirlas, como hizo Adriano y más tarde Antonino Pío.
No parece, sin embargo, que tales edictos surtieran
gran efecto.
Por lo demás, la vida de los cristianos discurría en la
publicidad que permitían tales circunstancia
Gracias

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