Triduo Pascual

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TRIDUO SACRO

Introducción

El ars celebrandi (el arte de celebrar bien)


proviene de la obediencia fiel a las normas
litúrgicas (rubricas)en su plenitud, pues es
precisamente este modo de celebrar lo que
asegura desde hace dos mil años la vida de
fe de todos los creyentes.
La gran fiesta: origen y sentido del Triduo Pascual

El Triduo Pascual, centro del año litúrgico, está


formado desde muy antiguo por los días viernes,
sábado y domingo.

El Señor resucitó el primer día de la semana hebraica


(domingo), día en que según el relato bíblico, Dios
había comenzado su obra creando la luz y
separándola de las tinieblas.
Ya hacia el siglo II los cristianos
celebraban esta Pascua Anual
precedida por dos días de ayuno
(viernes y sábado) que dieron origen
al santo triduo, puesto que el número
tres en la mente semita evocaba la
acción y la presencia poderosa de
Dios.
El Triduo Pascual en la Liturgia actual
El triduo pascual se consideraba En el nuevo calendario y en las norma
como tres días de preparación a litúrgicas para la Semana Santa, el
la fiesta de pascua; comprendía el enfoque es diferente. El triduo se
jueves, el viernes y el sábado de la presenta no como un tiempo de
semana santa. Era un triduo de la preparación, sino como el núcleo y
pasión. centro de la pascua. Es un triduo de la
pasión y resurrección, que abarca la
totalidad del misterio pascual

El triduo comienza el Jueves Santo con la misa vespertina de la cena del Señor,
alcanza su cima el Viernes con la celebración de la Pasión de Cristo y cierra con
las
vísperas del domingo de pascua (Vigilia Pascual).
Cada celebración del Triduo presenta un esquema
particular:

1. La tarde del Jueves Santo conmemora la institución de la


Eucaristía.

2. El Viernes se dedica entero a la evocación de la pasión y


muerte de Jesús en la cruz.

3. Durante el sábado la Iglesia medita el descanso de Jesús en


el sepulcro.

4. Por último, en la Vigilia Pascual, los fieles reviven la


alegría de la Resurrección.
Misa Vespertina de la Cena del Señor
La Misa vespertina in Cena Domini abre el Triduo
Pascual.
La Iglesia en Jerusalén conocía ya, en el siglo IV,
una celebración eucarística conmemorativa de la
Última Cena, y la institución del sacramento del
sacrificio de la Cruz.

Al principio esta celebración se desarrollaba sobre


el Gólgota, en la basílica del Martyrion, al pie de la
Cruz, y no en el Cenáculo; hecho que confirma la
íntima relación entre la celebración eucarística y el
sacrificio de la Cruz.
En la actualidad el Jueves Santo se celebran dos Eucaristías, aunque por
razones de sentido pastoral, una de ellas, la Misa Crismal, suele trasladarse a
algún día anterior de esa misma semana para que los sacerdotes de la diócesis
puedan, junto a su obispo, renovar sus compromisos sacerdotales delante de la
comunidad a la que deben servir fielmente.

En una hora oportuna de la tarde o de la noche, la Misa de la Cena del Señor


reúne a toda la comunidad para conmemorar la institución del sacrificio
eucarístico.

Rito característico de ese día es el lavatorio de los pies que aparece en el


siglo V, pero que se popularizó en el medioevo como signo de fraternidad y de
servicio en la Iglesia.
Liturgia del Jueves Santo
El Jueves Santo conmemora un triple misterio:
1. La institución de la Sagrada Eucaristía
2. La institución del sacerdocio
3. El mandamiento del amor fraterno

MISA In Caena Domini (La Cena del Señor)


La Cuaresma termina con el inicio de la Misa de la Cena del Señor en la tarde u hora mas
oportuna del Jueves Santo, que es la única Misa permitida en este día. El altar puede
adornarse con flores (MR).
Con esta misa la Iglesia comienza el Triduo Pascual y evoca aquella última Cena, en la
cual el Señor Jesús en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre, bajo las especies de
Pan y vino, y los entrego a los Apóstoles, mandándoles que ellos y sus sucesores en el
sacerdocio también lo ofreciesen.
Ritos iniciales

El sagrario en el inicio de la misa, ha de estar vacío;


Se ha de consagrar en esta misa suficientes hostias para que
el clero y los fieles puedan comulgar en esa celebración y
en el oficio del Viernes Santo.

Se dice el Gloria. Mientras se canta, se hacen sonar las


campanas, y al terminar, permanecen silenciosas hasta el
Gloria de la Vigilia Pascual.

Después de la homilía, en aquellos lugares donde lo


aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los
pies.
El lavatorio de los pies
Significa el servicio y el amor de Cristo, que ha venido no para ser servido, sino para
servir.

Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos
preparados para ellos en un lugar visible a los fieles. El sacerdote (dejada la casulla si es
necesario) se acerca a cada una de las personas designadas y con la ayuda de los ministros.
Les lava los pies y se los seca.

Mientras tanto se canta algunas de las siguientes antífonas que el misal contempla para ese
momento o algún otro canto apropiado.

Oración de los fieles. En esta misa no se hace la profesión de fe.


Traslado del Santísimo Sacramento

Dicha la oración después de la


comunión, el sacerdote, de pie, pone
incienso en el incensario, y de rodillas
inciensa tres veces el Santísimo
Sacramento.

Después, poniéndose el paño de


hombros de color blanco, se levanta,
toma en sus manos la píxide y la cubre
con el extremo del humeral.
Procesión
Se organiza la procesión, en la que, en medio de cirios e incienso, se lleva el Santísimo
Sacramento por la iglesia hasta el lugar de la reserva, preparada en alguna parte de la
iglesia o en alguna capilla convenientemente ornamentada.
Va delante un ministro laico con la cruz, en medio de otros dos con cirios encendidos.
Le siguen otros llevando velas encendidas. Delante del sacerdote que lleva el Santísimo
Sacramento va el turiferario con el incensario humeante.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote, con la ayuda del diácono
si es necesario, deposita la píxide en el tabernáculo dejando la puerta abierta. A
continuación, de rodillas, inciensa al Santísimo Sacramento, mientras se canta el Tantum
ergo u otro canto eucarístico. Después, el diácono o el mismo sacerdote, cierra la puerta del
sagrario.
Después de un tiempo de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros, hecha la genuflexión,
vuelven a la sacristía.

Recomendaciones
Terminado la misa se despoja el altar y se quitan si es posible, las cruces de la iglesia. Si quedan
algunas cruces en la iglesia, conviene que se cubran con un velo.

El Santísimo Sacramento ha de ser reservado en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca


una exposición con la custodia.

El Sagrario o la urna no han de tener la forma de un sepulcro. La capilla de la reserva no se prepara


para representar la sepultura del Señor, sino para conservar el Pan eucarístico destinado a la comunión
del Viernes de la Pasión del Señor.

Exhórtese a los fieles a que dediquen algún tiempo de esta noche, según las circunstancias y
costumbres de cada lugar, a la adoración del Santísimo Sacramento. Esta adoración, con todo, si se
prolonga más allá de la medianoche, debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de
la pasión del Señor.
VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
En este día en que ha sido inmolado nuestra Víctima pascual, Cristo. La Iglesia meditando sobre la pasión de
su Señor y Esposo, así como adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido
en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo.
La iglesia siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía, la sagrada comunión se
distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no
pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.

Celebración de la Pasión del Señor

Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más tardía, tiene lugar
la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes:
Liturgia de la Palabra,
Adoración de la Cruz y
Sagrada comunión.
El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color
rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y,
hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra
(significa la humillación del hombre terreno), o si se
juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún
espacio de tiempo. Todos los demás se postran de rodillas.

Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede,


donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las
manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin decir
la invitación Oremos.
Primera parte

LITURGIA DE LA PALABRA

Particularidad
Se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1-19, 42), del mismo modo que el domingo
precedente.

Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, el sacerdote
puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración durante un breve espacio de tiempo.

Oración universal
La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: el diácono, silo hay,
o en su ausencia un ministro laico, en pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la
intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la
sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración.
Segunda parte

ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ


Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las dos formas que se
proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias
pastorales.

Mostración de la santa Cruz


Primera forma
El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz
procesionalmente por la iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole
dos ministros con velas encendidas.

El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva,
comenzando la invitación: Miren el árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la
«schola». Todos responden: Vengan y adoremos, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante
unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola, canta la
invitación: Miren el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.

Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación: Miren el árbol,
y se hace todo lo restante como la primera vez.

Adoración de la santa Cruz


Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo del
presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez
dejadas las velas a ambos lados de la cruz.

Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que, silo juzga conveniente,
puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se
acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de
veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.
Para la adoración sólo debe exponerse una cruz.

Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno


de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote,
después que una parte de los fieles haya hecho la adoración,
toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve
monición a que adore la santa cruz.

Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la


adoran en silencio.

Improperios
El misal romano las prevé que se canten o de lo contrario se
pueden cantos populares.
Terminada la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva la Cruz a su lugar junto al altar.
Las velas encendidas se colocan cerca del altar, sobre el altar o junto a la Cruz.

Tercera Parte

SAGRADA COMUNIÓN
Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal.

Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el
Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos
permanecen de pie y en silencio.

Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas
cerca del altar o sobre el mismo.
Padre Nuestro

No se contempla el rito de la paz

Comunión

Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a


algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las
circunstancias, lo reserva en el sagrario.

Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o
cuatro candeleros.

Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la hora de
Vísperas.
SÁBADO SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor,


meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando su
resurrección en oración y ayuno.

La Iglesia se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar
hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la resurrección,
se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días
pascuales.

En este día no se puede distribuir la sagrada comunión, a no ser en el modo de


Viático.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Vigilia pascual en la noche santa


Según una antiquísima tradición , esta es una noche de vela en honor del
Señor, y la vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa
en la que el Señor resucito, ha de considerarse como la Madre de todas las
Vigilias.

La Vigilia de esta noche, que es la mayor y más noble de todas las


solemnidades, ha de ser una sola en cada iglesia.

Se desarrolla de la siguiente manera:

Rito del lucernario y Pregón Pascual


Liturgia de la Palabra
Liturgia Bautismal
Liturgia Eucarística
El sacerdote y el diácono se revisten con las vestiduras blancas que han de usar en la misa.

Han de prepararse velas para todos los fieles que participen en la Vigilia. Se apagan las luces de la iglesia.

Primera parte:
LUCERNARIO O SOLEMNE COMIENZO DE LA VIGILIA

Bendición del fuego y preparación del cirio

En un lugar adecuado, fuera de la iglesia, se enciende la hoguera. Congregado allí el pueblo, llega el sacerdote
con los ministros. Uno de ellos lleva el cirio pascual.

No se lleva la cruz procesional ni los ciriales.

El sacerdote y los fieles se signan cuando él dice: En el nombre del Padre... El sacerdote saluda, como de
costumbre, al pueblo congregado y hace una breve monición sobre el sentido de esta vigilia nocturna.
Seguidamente el sacerdote, con las manos extendidas,
bendice el fuego diciendo.

Bendecido el fuego nuevo, un acólito, u otro


ministro, lleva el cirio pascual ante el celebrante;
este, con un punzón, graba una cruz en el cirio.

Después, traza en la parte superior de esta cruz la letra


griega alfa, y debajo de la misma la letra griega
omega; en los ángulos que forman los brazos de la
cruz traza los cuatro números del año en curso.
Mientras hace estos signos, dice:
1. Cristo ayer y hoy,
Graba el trazo vertical de la cruz.
2. principio y fin,
Graba el trazo horizontal.
3. alfa
Graba la letra alfa sobre el trazo vertical.
4. y omega.
Graba la letra omega debajo del trazo vertical.
5. Suyo es el tiempo
Graba el primer número del año en curso en el ángulo izquierdo superior de
la cruz.
6. y la eternidad.
Graba el segundo número del año en curso en el ángulo derecho superior
de la cruz.
7. A él la gloria y el poder,
Graba el tercer número del año en curso en el ángulo izquierdo inferior de
la cruz.
8. por los siglos de los siglos. Amén.
Graba el cuarto número del año en curso en el ángulo derecho inferior de la
cruz.
Acabada la incisión de la cruz y de los
otros signos, el sacerdote puede
incrustar en el cirio cinco granos de
incienso, en forma de cruz, mientras
dice:

1. Por sus llagas


2. santas y gloriosas,
3. nos proteja
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.
El sacerdote enciende el cirio pascual con el fuego nuevo.
Encendido el cirio, uno de los ministros toma carbones encendidos
del fuego y los pone en el incensario.
El sacerdote, según costumbre, impone el incienso.
El diácono, o en su ausencia otro ministro idóneo, recibe del
ministro el cirio pascual y se organiza la procesión.
El turiferario, con el incensario humeante, camina delante del
diácono o el ministro que lleva el cirio pascual.
Sigue el sacerdote con los ministros y el pueblo, llevando todos
en la mano las velas apagadas. A la puerta de la iglesia, el diácono,
de pie y levantando el cirio canta: Luz de Cristo /// Demos gracias
a Dios
El diácono pone el cirio pascual sobre un
candelero solemne colocado junto al ambón o en
medio del presbiterio.

Y se encienden las luces de la iglesia, excepto las


velas del altar.

El diácono, una vez incensados el libro y el cirio,


anuncia el pregón pascual en el ambón o púlpito,
estando todos de pie y con las velas encendidas en
las manos.
Segunda parte:
LITURGIA DE LA PALABRA

En esta vigilia, «Madre de todas las vigilias», se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo
Testamento y dos del Nuevo (Epístola y Evangelio), que se han de leer todas donde sea posible,
para salvaguardar la índole de la Vigilia, que requiere larga duración.

Por motivos graves de orden pastoral puede reducirse el número de lecturas del antiguo Testamento.
Deben leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, concretamente de la Ley y los
Profetas, y cantarse los respectivos salmos responsoriales. Nunca puede omitirse la lectura del
capítulo 14 del Éxodo (tercera lectura) ni su canto.

Se apagan las velas.


Después de la última lectura del Antiguo Testamento, con su salmo responsorial y oración, se encienden los
cirios del altar, y el sacerdote entona el himno Gloria a Dios, que todos prosiguen mientras se hacen sonar las
campanas, según las costumbres de cada lugar.

Acabado el himno, el sacerdote dice la oración colecta, como de costumbre.

Acabada la epístola, todos se levantan, y el sacerdote entona solemnemente por tres veces, elevando
gradualmente el tono de la voz, el Aleluya, que repiten todos. Si fuese necesario, el salmista entona el Aleluya.

Después el salmista o cantor proclama el salmo 117, y el pueblo intercala Aleluya en cada una de sus estrofas.

El sacerdote, según el modo acostumbrado, pone el incienso y bendice al diácono. Para el Evangelio no se
llevan cirios, sino solamente incienso.

Después del Evangelio no se omita la homilía, aunque sea breve.


Tercera parte:
LITURGIA BAUTISMAL
Después de la homilía se procede a la liturgia bautismal. El sacerdote, con los ministros, se
dirige a la fuente bautismal, si esta se encuentra situada a la vista de los fieles.

Si no es así, se coloca un recipiente con agua en el presbiterio.

Si hay catecúmenos, se los llama y sus padrinos los presentan; pero si los catecúmenos son
niños, son sus padres y padrinos quienes los llevan y presentan a toda la asamblea
congregada.
Dos cantores entonan las letanías a las que todos responden estando en pie (por razón del
tiempo pascual).

Si no hay bautismos ni se ha de bendecir la fuente, omitidas las letanías, se procede


inmediatamente a la bendición del agua.
Bendición del agua bautismal

El sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo la


siguiente oración con las manos extendidas:
Y, metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en
el agua una o tres veces, prosigue: Te pedimos, Señor,
que por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente
el poder del Espíritu Santo,
Y, teniendo el cirio en el agua, prosigue

Renuncia al pecado
Profesión de fe.
Bautismo
Crismación
Renovación de las promesas del bautismo.
Acabado el rito del bautismo (y de la confirmación),
o después de la bendición del agua, si no hubo
bautismos, todos de pie y con las velas encendidas
en sus manos, renuevan las promesas del bautismo,
a no ser que se hubiera hecho junto con los que van
a ser bautizados.

El sacerdote asperja al pueblo con agua bendita,


mientras todos cantan.
Cuarta parte:

LITURGIA EUCARÍSTICA
Para despedir al pueblo, el diácono, o el mismo sacerdote, canta:
Pueden ir en paz, aleluya, aleluya. Y todos responden: Demos
gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Esto se observa durante toda la Octava de Pascua.

El cirio pascual se enciende en todas las celebraciones litúrgicas más


solemnes, mientras dura el tiempo de Pascua.
¿Puede celebrarse el Triduo Pascual en ausencia de presbítero?
En caso de que falte un presbítero, no pueden realizarse las celebraciones del
Triduo Pascual. La Santa Sede ha dicho que en los lugares en donde faltan los
ministros necesarios, es decir, los presbíteros “no se celebren los oficios del
Triduo pascual” (Congregación para el Culto Divino, Normas sobre la Semana
Santa, n. 43).

En estos lugares puede tener lugar una celebración de la palabra, presidida


por un diácono o por un laico, pero no pueden tener lugar los ritos del
lavatorio de los pies, del lucernario y la renovación de promesas
bautismales, pues son parte de celebraciones eucarísticas, y no pueden
tener lugar fuera de éstas, cuyo ministro es única y exclusivamente el
sacerdote (CIC 900).

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