La Leyenda de San Gerardo

Descargar como pptx, pdf o txt
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

LA LEYENDA DE LA

PARROQUIA DE SAN
GERARDO

MATERIA: LENGUA Y LITERATURA

POR: ALBEIRO CÁRDENAS

AÑO: SÉPTIMO “A”


EL DUENDE DE SAN
GERARDO
En el poblado de San Gerardo,
una localidad sumamente cercana
a Riobamba, un sujeto de nombre
Juan, laboraba en un lugar
apartado del bosque, el cual se
encontraba muy lejos de la
parroquia del pueblo.
De hecho, para llegar a su sitio de trabajo, el hombre tenía
que cruzar un espeso bosque. Por eso, todos los días salía de
su domicilio antes de que el reloj marcara las 8:00 de la
mañana.

Luego de un par de horas de incesante caminar, llegaba a su


destino y comenzaba a trabajar hasta después de las 8:00 de
la noche, momento en el que retornaba a su hogar.

En una de esas veces en las que Juan regresaba a su casa, tuvo


la sensación de que alguien lo venía siguiendo. Al principio,
decidió no darle importancia a ese hecho, pues pensó que se
trataba del viento que movía las hojas de los árboles.
En una de esas veces en las que Juan regresaba a su casa, tuvo la sensación de que
alguien lo venía siguiendo. Al principio, decidió no darle importancia a ese hecho,
pues pensó que se trataba del viento que movía las hojas de los árboles.

Después de un rato de seguir caminando oyó una fuerte voz que le dijo:
– Por ninguna razón mires para atrás. Lo único que quiero es que me des el cigarro
que llevas en la mano.

No se sabe por qué razón Juan le hizo caso a la misteriosa voz. Lo importante es
que, al día siguiente, para no quedarse sin pitillos que fumar, el hombre se llevó una
cajetilla completa.
Al arribar a su casa, esta vez el hombre le contó lo que había pasado a
su mamá, quien le aconsejó que, desde el día siguiente, no saliera de
su casa sin llevar una cruz consigo, a fin de que ese amuleto lo
protegiera.

El sujeto se llevó la cajetilla de cigarros y el crucifico en su pantalón.


En esa ocasión, el duende no le pidió cigarrillos, sino que simplemente
empezó a darle latigazos por la espalda.

El dolor que Juan sentía producto de los azotes era casi insoportable.
Por eso, se armó de valor y tomó la cruz con una de sus manos y se la
enseñó al enano.
En ese instante, la criatura
desapareció en la oscuridad del bosque
y nunca más se le volvió a ver. Como
esta hay otras historias que cuentan
los encuentros que tuvieron los
lugareños de Riobamba con el duende
de San Gerardo.

FIN
I A S ¡
G R AC
¡

También podría gustarte