Leyendas Ecuatorianas
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Leyendas Ecuatorianas
En una de esas veces en las que Juan regresaba a su casa, tuvo la sensación
de que alguien lo venía siguiendo. Al principio, decidió no darle importancia a
ese hecho, pues pensó que se trataba del viento que movía las hojas de los
árboles.
Después de un rato de seguir caminando oyó una fuerte voz que le dijo:
– Por ninguna razón mires para atrás. Lo único que quiero es que me des el
cigarro que llevas en la mano.
No se sabe por qué razón Juan le hizo caso a la misteriosa voz. Lo importante
es que, al día siguiente, para no quedarse sin pitillos que fumar, el hombre se
llevó una cajetilla completa.
Una vez más a medio camino de su casa, la voz le pidió que le diera un
cigarrillo. Juan se hizo el despistado, pero logró ver a través del rabillo del ojo
que quien le pedía los cigarros era un hombre de muy baja estatura que en su
mano izquierda llevaba un látigo y en la derecha un sombrero demasiado
grande.
El dolor que Juan sentía producto de los azotes era casi insoportable. Por eso,
se armó de valor y tomó la cruz con una de sus manos y se la enseñó al enano.