Trailer oficial HD (ITALIANO con subtítulos en INGLÉS)
Ver 3 más- Sinopsis
- Serie de TV (2025-). 1 temporada. 6 episodios. Las vidas personales y profesionales de un equipo de policías antidisturbios en Roma se desmoronan poco a poco a causa del odio que arde en el interior de cada uno de ellos.
- Género
- Serie de TV Thriller Drama Acción Policíaco
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2025 / Italia
- Título original:
- ACAB
- Duración
- 45 min.
- Guion
- Música
- Fotografía
- Compañías
Categorías 1
Para ACAB ar con los odios
19 de enero de 2025
No es mi propósito aburrir con reseñas histórico-jurídicas. Sólo para iniciar este comentario creí necesario aludir al concepto básico del Estado que, como es mayoritariamente sabido, se trata de una organización política milenaria de instituciones burocráticas estables, por medio de las cuales ejerce el monopolio de la fuerza aplicado a una población dentro de límites territoriales preestablecidos. Hoy el Estado –Nación es la forma predominante a la que están sometidas las personas.
Creo que en esta sucinta definición están encerradas dos referencias claves para aplicar a la idea que pretende transmitir esta formidable serie estrenada hace escasos días por un servicio de streaming: el monopolio de la fuerza aplicado a una población y el sometimiento de las personas a esta forma de organización, dentro de la cual transcurren las vidas de los humanos. El Estado, para sobrevivir, requiere preservar necesariamente el orden público y de este modo asegurar una pacífica convivencia donde puedan ejercerse los derechos y obligaciones de los ciudadanos, preestablecidos también en un previo contrato social. Cuando esos límites del orden público se sobrepasan de un lado o quieren ser mantenidos inconmovibles en el otro, se produce la inveterada confrontación originadora del cortocircuito que va a afectar de modo dañoso a ambas partes en pugna (los sometidos y los encomendados para utilizar la fuerza).
Esa es la esencia que en síntesis alimenta la línea argumental de esta narración llevada adelante magistralmente por sus realizadores y basada en la novela homónima del autor italiano Carlo Bonini.
La sigla “ACAB” (All cops are bastard). que resulta ser el verdadero nombre del film, resume la motivación de un antiguo conflicto entre manifestantes que protestan por las calles del mundo y quienes tienen el encargo de reprimir los desbordes de ese descontento. Se trata de una proclama ya extendida globalmente -aunque en muchos lugares pueda ignorarse su significado- que, tal como lo retrata la trama, las multitudes indignadas corean utilizando la melodía de la conocida canción infantil francesa “Allouette”: Todos los policías son unos bastardos, aunque este último adjetivo suele trocarse por sinónimos de mayor intensidad ofensiva, conforme el tiempo y lugar donde se la entone.
Todo este confrontamiento tiende generalmente a escalar hasta generar una debacle que deja consecuencias lastimosas en uno y otro bando. En la película serial se conforma esa situación nacida de las agresiones que van in crescendo hasta llegar a los desbordes motivados, en este caso, por los abusos de la fuerza ilegítima y la que es autorizada oficialmente.
La base de la historia tiene como antecedente una película con el mismo título, del realizador Stefano Sollima del año 2012. No estoy en condiciones de asegurar si esta nueva versión -presumo que corregida y aumentada- es una exacta remake de la anterior, pero curiosamente, uno de los personajes principales, el policía Mazinga, es encarnado por el mismo actor Marco Giallini en ambas versiones.
La serie actual, que engañosamente puede inducir en sus tres primeros capítulos a la creencia de que vamos a asistir al relato continuo y monótono de los operativos de una brigada urbana antidisturbios, se va agigantando a partir de allí por el dinámico guión y la firme dirección de Michele Alhaique, laureado en su país, quien, con una gran maestría de ritmo persistente no lo deja decaer en ningún pasaje y además demuestra su excelente tarea en la conducción actoral. Muestra de ello, y además de por sus propias cualidades, sobresalen las interpretaciones del cuarteto principal (el ya mencionado Giallini (Mazinga), Adriano Giannini (Nobili) , Valentina Bellè (Marta) y Perluigi Gigante (Salvatore). Alhaique se ha decidido por unos planos prolongados donde las expresiones de éstos cobran una magnitud y esfuerzo interpretativo inusitado. En especial Giannini, Bellè y Gigante brindan una master class para exhibirnos cómo el rostro y especialmente los ojos de los actores pueden hablarnos de fuertes sentimientos y emociones contenidos que no requieren complemento de palabras. Quizás no haga justicia con el resto del elenco, especialmente con la niña que interpreta a la hija de Marta, cuyo nombre artístico no he podido detectar y con todos los demás que han aportado la cuota teatral de excelencia que requería el argumento.
Párrafo aparte merece la música incidental y la selección de temas italianos clásicos e intensos que agregan un gran dramatismo emocional a la trama. Especialmente la vertiginosidad que en una escena fundamental aporta la conmovedora canción “E non andar piú via” del recordado Lucio Dalla.
En cuanto a la narrativa, como antes adelanté, va in crescendo en su transcurso y deja expuestas en carne viva las divisiones sociales, la venganza, la problemática migratoria europea, los prejuicios y la tirria sobre personas que tienen que llevar a cabo una tarea ingrata que se ha bautizado como abuso de la represión, pero que padecen por igual las injusticias del sistema y el repudio del cuerpo social propiamente dicho. Si bien la comunión corporativista y el sentido exagerado de la lealtad pueden conducir a silenciar un hecho aberrante, ninguna autoridad ni órgano superior del cuerpo policial reivindica el padecimiento del efectivo que queda condenado de por vida a trasladarse en una silla de ruedas a raíz de la violencia del “bando contrario”. La sociedad, como en muchas partes de este mundo, está hoy parcializada en un lado u otro de una ancha grieta nacida de la inconcebible incomprensión humana.
Creo que en esta sucinta definición están encerradas dos referencias claves para aplicar a la idea que pretende transmitir esta formidable serie estrenada hace escasos días por un servicio de streaming: el monopolio de la fuerza aplicado a una población y el sometimiento de las personas a esta forma de organización, dentro de la cual transcurren las vidas de los humanos. El Estado, para sobrevivir, requiere preservar necesariamente el orden público y de este modo asegurar una pacífica convivencia donde puedan ejercerse los derechos y obligaciones de los ciudadanos, preestablecidos también en un previo contrato social. Cuando esos límites del orden público se sobrepasan de un lado o quieren ser mantenidos inconmovibles en el otro, se produce la inveterada confrontación originadora del cortocircuito que va a afectar de modo dañoso a ambas partes en pugna (los sometidos y los encomendados para utilizar la fuerza).
Esa es la esencia que en síntesis alimenta la línea argumental de esta narración llevada adelante magistralmente por sus realizadores y basada en la novela homónima del autor italiano Carlo Bonini.
La sigla “ACAB” (All cops are bastard). que resulta ser el verdadero nombre del film, resume la motivación de un antiguo conflicto entre manifestantes que protestan por las calles del mundo y quienes tienen el encargo de reprimir los desbordes de ese descontento. Se trata de una proclama ya extendida globalmente -aunque en muchos lugares pueda ignorarse su significado- que, tal como lo retrata la trama, las multitudes indignadas corean utilizando la melodía de la conocida canción infantil francesa “Allouette”: Todos los policías son unos bastardos, aunque este último adjetivo suele trocarse por sinónimos de mayor intensidad ofensiva, conforme el tiempo y lugar donde se la entone.
Todo este confrontamiento tiende generalmente a escalar hasta generar una debacle que deja consecuencias lastimosas en uno y otro bando. En la película serial se conforma esa situación nacida de las agresiones que van in crescendo hasta llegar a los desbordes motivados, en este caso, por los abusos de la fuerza ilegítima y la que es autorizada oficialmente.
La base de la historia tiene como antecedente una película con el mismo título, del realizador Stefano Sollima del año 2012. No estoy en condiciones de asegurar si esta nueva versión -presumo que corregida y aumentada- es una exacta remake de la anterior, pero curiosamente, uno de los personajes principales, el policía Mazinga, es encarnado por el mismo actor Marco Giallini en ambas versiones.
La serie actual, que engañosamente puede inducir en sus tres primeros capítulos a la creencia de que vamos a asistir al relato continuo y monótono de los operativos de una brigada urbana antidisturbios, se va agigantando a partir de allí por el dinámico guión y la firme dirección de Michele Alhaique, laureado en su país, quien, con una gran maestría de ritmo persistente no lo deja decaer en ningún pasaje y además demuestra su excelente tarea en la conducción actoral. Muestra de ello, y además de por sus propias cualidades, sobresalen las interpretaciones del cuarteto principal (el ya mencionado Giallini (Mazinga), Adriano Giannini (Nobili) , Valentina Bellè (Marta) y Perluigi Gigante (Salvatore). Alhaique se ha decidido por unos planos prolongados donde las expresiones de éstos cobran una magnitud y esfuerzo interpretativo inusitado. En especial Giannini, Bellè y Gigante brindan una master class para exhibirnos cómo el rostro y especialmente los ojos de los actores pueden hablarnos de fuertes sentimientos y emociones contenidos que no requieren complemento de palabras. Quizás no haga justicia con el resto del elenco, especialmente con la niña que interpreta a la hija de Marta, cuyo nombre artístico no he podido detectar y con todos los demás que han aportado la cuota teatral de excelencia que requería el argumento.
Párrafo aparte merece la música incidental y la selección de temas italianos clásicos e intensos que agregan un gran dramatismo emocional a la trama. Especialmente la vertiginosidad que en una escena fundamental aporta la conmovedora canción “E non andar piú via” del recordado Lucio Dalla.
En cuanto a la narrativa, como antes adelanté, va in crescendo en su transcurso y deja expuestas en carne viva las divisiones sociales, la venganza, la problemática migratoria europea, los prejuicios y la tirria sobre personas que tienen que llevar a cabo una tarea ingrata que se ha bautizado como abuso de la represión, pero que padecen por igual las injusticias del sistema y el repudio del cuerpo social propiamente dicho. Si bien la comunión corporativista y el sentido exagerado de la lealtad pueden conducir a silenciar un hecho aberrante, ninguna autoridad ni órgano superior del cuerpo policial reivindica el padecimiento del efectivo que queda condenado de por vida a trasladarse en una silla de ruedas a raíz de la violencia del “bando contrario”. La sociedad, como en muchas partes de este mundo, está hoy parcializada en un lado u otro de una ancha grieta nacida de la inconcebible incomprensión humana.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante
20 de enero de 2025
Si te gustó "Suburra", como es mi caso, "Desorden público" te gustará. No porque traten de lo mismo sino porque tienen planos, tramas y bandas sonoras similares. Y, claro, ambas son italianas.
La serie me ha gustado, aunque quizá me ha faltado algo más de trama. Seis capítulos en los que se profundiza por las complejas vidas de los protagonistas. Lo que al principio parece una historia superficial, movida por el día a día de la figura del antidisturbios en Roma, acaba siendo un acertado relato movido por el odio, el rencor y las emociones.
La serie me ha gustado, aunque quizá me ha faltado algo más de trama. Seis capítulos en los que se profundiza por las complejas vidas de los protagonistas. Lo que al principio parece una historia superficial, movida por el día a día de la figura del antidisturbios en Roma, acaba siendo un acertado relato movido por el odio, el rencor y las emociones.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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