1) O documento discute o desenvolvimento do clericalismo e anticlericalismo na Espanha contemporânea.
2) A oposição da Igreja Católica ao liberalismo levou ao aumento do clericalismo e surgimento de um violento anticlericalismo entre 1822-1823, 1834-1835, 1868-1873, 1909 e 1934-1939.
3) O documento argumenta que o conflito entre a Igreja e o liberalismo espanhol se deve à perda de poder e influência da Igreja com as revoluções liberais e a secularização do
1) O documento discute o desenvolvimento do clericalismo e anticlericalismo na Espanha contemporânea.
2) A oposição da Igreja Católica ao liberalismo levou ao aumento do clericalismo e surgimento de um violento anticlericalismo entre 1822-1823, 1834-1835, 1868-1873, 1909 e 1934-1939.
3) O documento argumenta que o conflito entre a Igreja e o liberalismo espanhol se deve à perda de poder e influência da Igreja com as revoluções liberais e a secularização do
1) O documento discute o desenvolvimento do clericalismo e anticlericalismo na Espanha contemporânea.
2) A oposição da Igreja Católica ao liberalismo levou ao aumento do clericalismo e surgimento de um violento anticlericalismo entre 1822-1823, 1834-1835, 1868-1873, 1909 e 1934-1939.
3) O documento argumenta que o conflito entre a Igreja e o liberalismo espanhol se deve à perda de poder e influência da Igreja com as revoluções liberais e a secularização do
1) O documento discute o desenvolvimento do clericalismo e anticlericalismo na Espanha contemporânea.
2) A oposição da Igreja Católica ao liberalismo levou ao aumento do clericalismo e surgimento de um violento anticlericalismo entre 1822-1823, 1834-1835, 1868-1873, 1909 e 1934-1939.
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MOLINER PRADA, A.
Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 59
Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR CLERICALISMO Y ANTICLERICALISMO EN LA ESPAA CONTEMPORNEA Clericalismo e anticlericalismo na Espanha contempornea Clericalism and anticlericalism in contemporary Spain Antonio Moliner Prada * RESUMEN El artculo propone una refexin sobre el desarrollo del anticlericalismo espaol en la historia contempornea, considerado como una realidad autnoma. El escaso desarrollo del catolicismo liberal y la divisin in- terna de los catlicos motivaron el auge del clericalismo y la aparicin del anticlericalismo violento que se desarroll principalmente entre 1822-1823, en el bienio 1834-1835, en el Sexenio revolucionario (1868- 1873), en 1909 (Semana Trgica) y durante la II Repblica (1934) y la Guerra Civil (1936-1839). Finalmente reivindica la laicidad positiva y el dilogo interreligioso en el mundo actual. Palabras-clave: Espaa; clericalismo; anticlericalismo; laicidad po- sitiva. RESUMO O artigo prope uma refexo sobre o desenvolvimento do anticleri- calismo espanhol em histria contempornea, considerada como uma realidade autnoma. O lento desenvolvimento do catolicismo liberal ea diviso interna dos catlicos levou ao surgimento do clericalismo e do surgimento de anticlericalismo violento que se desenvolveu principalmente entre 1822-1823, para o binio 1834-1835, no Sexenio revolucionrio (1868-1873), em 1909 (Semana Trgica) e durante a Segunda Repblica (1934) ea Guerra Civil (1936-1839). Por fm alegou laicidade positiva eo dilogo inter-religioso no mundo. Palavras-chave: Espanha; clericalismo; anticlericalismo; o secularismo positivo. * Professor de Histria da Universidad Autnoma de Barcelona. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 60 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR ABSTRACT The paper refects on the development of Spanish anticlericalism in modern History, considered as an autonomous reality. The limited development of liberal Catholicism and the internal division of Catholic led to the rise of clericalism and the emergence of violent anticlericalism was mainly between 1822-1823, for the biennium 1834-1835, during period revolutionary (1868-1873), in 1909 (Tragic Week) and during the Second Republic (1934) and the Civil War (1936-1939). Finally claiming positive secularism and interfaith dialogue in todays world. Key-words: Spain; clerical; anticlerical; positive secularism. La oposicin frontal al liberalismo En la sociedad europea del Antiguo Rgimen la religin impregnaba todas las esferas de la vida, al estar inmersa en el universo de la cristiandad, concebida como una unidad de civilizacin. Globalmente la sociedad era cristiana, pero no de manera homognea en todos los territorios. Josep Prez seala que la cristianizacin fue ms intensa en la ciudad que en el campo porque aqu lleg ms tarde 1 . Con el movimiento intelectual de la Ilustracin y la Revolucin francesa el mundo de la cristiandad y de la teocracia qued cuestionado en la medida en que el racionalismo se impuso como explicacin a todos los interrogantes del hombre. Para el espritu ilustrado el progreso solo era posi- ble en oposicin a la Iglesia. La flosofa marxista introdujo posteriormente en el siglo XIX un nuevo aspecto al ver la religin como el opio del pueblo. Ante el proceso de las revoluciones liberales las iglesias nacionales tuvieron que acomodarse a la nueva realidad poltico social que se impuso y vivieron momentos delicados en su relacin con el Estado. Por otra parte los confictos con el poder civil obligaron a la Iglesia a reafrmar la autoridad del Papa que condujo al ultramontanismo, sobre todo entre el bajo clero. El conficto hay que situarlo en la confrontacin entre el catolicismo y la 1 PREZ, J. Religin y sociedad. In: AUBERT, Paul (Ed.). Religin y sociedad en Espaa (siglos XIX y XX). Madrid: Casa de Velzquez, 2002. P. 1-2. (Collection de la Casa de Velzquez, n. 77). MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 61 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR modernidad, polmica iniciada con la Revolucin francesa en el proceso abierto de laicizacin del Estado y secularizacin de la sociedad, que afect en mayor o menor grado a todos los pases de tradicin catlica. Frente al espritu revolucionario y liberal de la primera mitad del siglo XIX la Iglesia catlica impuls la contrarrevolucin y el ultramonta- nismo. Durante el papado de Po IX (1846-1878) Roma respondi al mundo moderno con la intransigencia y la condena del liberalismo en la encclica Quanta cura (1864), acompaada del Syllabus errorum que recopilaba ochenta tesis consideradas herticas, y con la defensa de la monarqua ab- soluta que culmin con el dogma de la infabilidad aprobado en el concilio Vaticano I (1870). En cierto sentido la prdida del poder temporal de la Iglesia, sobrevenida al fnal de la unifcacin de Italia, conllev el repliegue del Papa al Vaticano y la reafrmacin de su autoridad absoluta en la Iglesia. En esta tesitura de defensa de las monarquas contrarrevolucionarias y de oposicin frontal al liberalismo, la posicin de la Iglesia se hizo difcil y los confictos con la sociedad civil y los gobiernos se incrementaron. La pugna entre dos mentalidades y dos universos diferentes provoc sin duda en los pases catlicos una guerra sin cuartel, sobre todo en Espaa, aun- que el pensamiento contrarrevolucionario de la Iglesia no era monoltico ni inmutable. El anticlericalismo espaol sorprende por su amplitud y violencia y forma parte principal de la accin poltica en la Espaa contempornea. Solo esa actitud es explicable en un pas en el que la religin catlica era hegemnica y donde el Tribunal de la Inquisicin ejerca un control frreo en todos los mbitos de la vida hasta fechas muy tardas. Todos los confictos civiles y su deriva blico-militar tuvieron un teln de fondo eclesistico. El liberalismo espaol en auge desde las Cortes de Cdiz fue visto por la Iglesia como culpable de la fractura social sobrevenida entre los espaoles durante la Guerra de la Independencia y causa de la aparicin de las dos Espaas irreconciliables, la tradicional catlica frente a la liberal, impa y extranjerizante. Para el pensamiento eclesistico reaccionario el liberalismo se convirti en la expresin moderna de la revolucin, cuyo origen deviene de la Revolucin francesa, y se inocul en las constitucio- nes liberales basadas en el principio de la soberana nacional que niega el derecho divino. De ah deriva la democracia que destruye el orden natural y se sustenta en el sufragio universal. Por eso el parlamentarismo es visto MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 62 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR como un sistema artifcial y los partidos polticos como negativos frente al orden corporativista tradicional, sostenido desde la religin. En el contexto europeo del Congreso de Viena, tras las guerras napolenicas, el pensamiento poltico dominante se articul en torno al legitimismo y el tradicionalismo. La alianza entre el Altar y el Trono se impuso en el pensamiento eclesistico espaol en las dos restauraciones absolutistas de Fernando VII, entre 1814-1820 y 1823-1833, a travs de publicaciones eclesisticas como las obras del capuchino Rafael Vlez (Apologa del Trono y del Altar, 1818; Preservativo contra la irreligin o los planes de la flosofa contra la Religin y el Estado, editado en 1812 y reeditado posteriormente), el dominico Francisco Alvarado El Filsofo Rancio (Cartas crticas, 1824-1825), el clrigo Jos Clemente Carnicero (La Inquisicin, 1816), el dominico Francisco Puigserver (El telogo de- mocrtico ahogado en las anglicas fuentes, 1815), Fray Manuel Martnez director del peridico El Restaurador, rgano ofcial del clero rigorista e inquisitorial (1824) y Fray Jos Vidal (Orgenes de los errores revolucio- narios de Europa y su reforma (1827), entre otros. La Biblioteca de Religin (1826-1829), inspirada por el cardenal Pedro Inguanzo, arzobispo de Toledo, y los editores Basilio Antonio Car- rasco y Fray Antonio Daz Merino, tena como objetivo cooperar del modo posible al desempeo del cargo pastoral con el desengao de los seducidos por los impos y la lectura de los malos libros, como un preservativo para los dbiles y como una obra que comunicando nuevas luces a los sabios los emplearan en benefcio de sus semejantes 2 . La Biblioteca tradujo obras de Felicit de Lamennais, Joseph de Maistre, Fray Antonio Valsechi, Luis Mozzi y F. X. Feller. El objetivo principal del catolicismo espaol fue rescatar el orden antiguo, basado en la idea de la religin y de la monarqua. Donoso Corts denunci la infltracin en Espaa de las ideas revolucionarias procedentes de la Revolucin francesa a travs del liberalismo y del socialismo (Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, considerados en sus principios fundamentales, 1851). Protestantes, masones y revolucionarios, anarquistas o liberales, pretendan cambiar su destino, siempre ligado en 2 GONZLEZ CUEVAS, P. C. Historia de las derechas espaolas. De la Ilustracin a nuestros das. Madrid: Biblioteca Nueva, 2000. p. 77. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 63 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR su historia con el catolicismo. El liberalismo, al reivindicar la autonoma de la poltica y la defensa del derecho natural independiente de la religin y propugnar la separacin de la Iglesia y del Estado, conduca de forma irremisible a la desintegracin de Espaa. La religin se identifc con el pensamiento poltico conservador de la derecha y su rechazo convirti al anticlericalismo en un ingrediente obligado de las posturas liberales, democrticas, republicanas, socialistas, anarquistas y marxistas. De este modo anticlericalismo y antirreligin se convirtieron en el anverso y el reverso de una misma medalla. El anticleri- calismo se volvi militante y excluyente, frente al clericalismo. El enfrentamiento entre religin y sociedad en el siglo XIX tiene cuatro vertientes: 1) un aspecto sociolgico, el catolicismo parece haberse convertido en la religin de los ricos; 2) un aspecto flosfco, al ser difcil conciliar la ciencia con la fe religiosa; 3) un aspecto poltico, se tiende a separar la Iglesia del Estado; 4) y un aspecto moral, la sociedad se secu- lariza, al alejarse de las normas religiosas en cuestin de tica y valores 3 . El anticlericalismo No se trata de reescribir la historia del anticlericalismo castizo o folklrico del que tenemos abundantes testimonios en la literatura y en el refranero, aspectos estudiados con profundidad por el antroplogo Julio Caro Baroja 4 . Manuel Revuelta ha sealado la relacin estrecha que se da entre el anticlericalismo y la revolucin o revoluciones del mundo contem- porneo, burguesas o proletarias. En ellas a menudo se dio el fenmeno del revisionismo religioso y en ocasiones la persecucin religiosa 5 . La historiografa espaola ha tardado demasiado tiempo en estudiar el fenmeno del anticlericalismo como una realidad autnoma al considerar- 3 Ibdem, p. 6. 4 CARO BAROJA, J. Introduccin a una historia contempornea del anticlericalismo espaol. Madrid: Ediciones Itsmo, 1980. 5 REVUELTA, M. El anticlericalismo espaol en el siglo XIX. In: AUBERT, Paul (Ed.). Religin y sociedad en Espaa (siglos XIX y XX). Madrid: Casa de Velzquez, 2002. p. 156. (Collection de la Casa de Velzquez, n. 77). MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 64 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR lo tradicionalmente como un simple epifenmeno, tras el cual se ocultaban realidades ms profundas, como la lucha de clases, la manipulacin de la burguesa de los instintos populares o la crueldad irracional de las turbas al romperse los controles de la religin 6 . Fue en los aos noventa del siglo pasado cuando se realizaron estu- dios ms serios tanto desde la ptica de la antropologa como de la historia. Ciertamente los estudios antropolgicos, como los realizados por Manuel Delgado, inciden sobre manera en reducir el fenmeno del anticlericalismo a la cuestin religiosa, sin tener en cuenta las causas econmicas y sociales, y forma parte recurrente de una tradicin cultural secular 7 . Tal visin sim- plista no comprende que el fenmeno del anticlericalismo contemporneo es muy diferente a las pocas anteriores en las que apareci, como en la Edad Media. Las actitudes populares tradicionales antieclesistica de esta poca son diferentes a las manifestaciones de anticlericalismo moderno. El origen del anticlericalismo espaol lo encontramos en los in- tentos de reformas eclesisticas de los ilustrados del siglo XVIII, dirigidas a combatir la conducta muy alejada del espritu evanglico primitivo de las rdenes religiosas 8 . El liberalismo posterior busc tambin los mismos objetivos. A lo largo del siglo XIX se aprecian cuatro pocas principales relativas al anticlericalismo 9 : 1) anticlericalismo y revolucin liberal en la crisis del Antiguo Rgimen; 2) anticlericalismo frente a las pretensiones de la Iglesia concor- dataria (1851) durante la poca isabelina; 3) anticlericalismo y revolucin democrtica de 1868 y su entron- que con la libertad religiosa; 4) el anticlericalismo reorganizado frente a la recuperacin de las fuerzas eclesisticas durante la Restauracin. 6 PREZ LEDESMA, M. Viva la libertad, mueran los frailes! El anticlericalismo en la Espaa contempornea. Revista de libros, n. 30, p. 14, junio de 1999. 7 DELGADO, M. La ira sagrada. Anticlericalismo, iconoclastia y antirritualismo en la Espaa contempornea, Barcelona: Ed. Humanidades, 1992; ______. Las palabras de otro hombre. Anticlericalismo y misoginia. Barcelona: Muchnik, 1993. 8 LA PARRA, E. Los inicios del anticlericalismo espaol contemporneo. In: LA PARRA, E.; SUREZ, M. (Eds.). El anticlericalismo espaol contemporneo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1998. p. 17-68. 9 Ibdem, p. 161 y ss. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 65 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR El anticlericalismo, en sus diversas facetas, poltico, ideolgico y social, tuvo una manifestacin profunda durante este siglo. El anticlerica- lismo poltico se hizo presente en el largo proceso de la revolucin liberal y democrtica, en los primeros liberales, progresistas de mediados del siglo y demcratas del Sexenio revolucionario (1868-1873) y del Partido Liberal al inicio del siglo XX, en la fgura de Canalejas. El ideolgico aparece en los movimientos y organizaciones particu- lares, sociedades secretas, masonera y en la Institucin Libre de Enseanza. Dicha institucin fue fundada en 1876 por un grupo de catedrticos, entre ellos Francisco Giner de los Ros, Gumersindo de Azcrate y Nicols Sal- mern, que haban sido separados de la Universidad por defender la libertad de ctedra y negarse a ajustar sus enseanzas a los dogmas religiosos en materia religiosa, poltica o moral. El social se desarroll en torno a los movimientos sociales obre- ros, opuestos a la competencia de las obras asistenciales de la Iglesia. El clero aparece como enemigo del progreso, de la libertad y de la sociedad moderna. En la visin dicotmica impuesta desde el mundo clerical en el ltimo tercio del siglo XIX, los enemigos de los curas son los pillos, comunistas, petroleros, borrachos, ladrones y gentes de mal vivir, y sus amigos las gentes honradas, los hombres de bien, las personas caritativas, fnas y educadas 10 . La utilizacin de la violencia contra los clrigos se relaciona con la inestabilidad poltica generada a partir del golpe de Estado de 1814 y la restauracin del absolutismo, que fren la primeras medidas reformistas de las Cortes de Cdiz en el terreno eclesistico (desamortizacin eclesistica, reforma de la Iglesia mediante la convocatoria de un Concilio nacional, reduccin del nmero de conventos, etc.). Fue durante el Trienio Liberal (1820-1823) cuando algunos eclesisticos se sumaron al movimiento rea- lista y contrarrevolucionario y despus tras la muerte de Fernando VII en 1833 dieron tambin su apoyo al bando carlista. Aunque haba un ncleo de clrigos liberales, la Iglesia no permaneci neutral y tom parte activa y combativa en ambos movimientos. 10 DE SGUR, Mgr. Los enemigos de los curas. Lo que son y lo que dicen. Madrid: Librera de la propaganda catlica, 1875. p. 3 y 41. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 66 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR La violencia clerical desatada en 1822-1823 y en 1834-1835 se debi en gran manera por la cobertura ideolgica eclesistica, principalmente el clero regular, al realismo y al carlismo. El degello de frailes 11 en Ma- drid en 1834 y los tumultos violentos anticlericales que se desarrollaron en Zaragoza, Reus y Barcelona en 1835 tienen un objetivo comn, desprestigiar a los frailes a quienes se les culpabiliza de envenenar las aguas en 1834, esconder armas y apoyar a los carlistas, presentndolos como los enemigos de las ciencias y del progreso 12 . El proceso revolucionario de 1868 acab con la dinasta borbnica y afect drsticamente a la Iglesia. Fernando Garrido en un artculo publicado en La Discusin el 8 de octubre escribi que el verdadero enemigo de la libertad no era Isabel II sino el poder negro al que estaba sometida, la Iglesia catlica. Las autoridades eclesisticas y la Santa Sede mantuvieron un fuerte pulso con el gobierno provisional, y sobre todo cuando en las Cor- tes se trat de la libertad de cultos, que la Constitucin de 1869 acept sin ambages. Para la Iglesia se abra un proceso que conduca irremisiblemente a la poblacin a la indiferencia religiosa, al relativismo moral y al laicismo. No se puede relacionar directamente el fenmeno de la descristia- nizacin creciente de las masas en la segunda mitad del siglo XIX con la violencia anticlerical, pues sta disminuy en este periodo con respecto al primero 13 . Los incidentes violentos fueron aislados y excepcionales durante el Sexenio revolucionario 14 . Durante la Restauracin alfonsina a partir de 1874 la Iglesia espaola recuper en gran manera el espacio perdido anteriormente y en las dcadas fnales del siglo se introdujo una calma relativa y las muestras de anticlericalismo no fueron ms all de los artculos de prensa o de las tribunas de los locales y ateneos republicanos 15 . La hostilidad contra las 11 Eco del Comercio, n 81, domingo, 20 de julio de 1834. 12 MOLINER PRADA, A. El anticlericalismo popular durante el bienio 1834-1835. Hispania Sacra, n. 49, p. 532-533, 1997. 13 PREZ GARZN, S. Curas liberales e la revolucin burguesa. In: CRUZ, R. (Ed.). El anticlericalismo. Ayer, Madrid: Marcial Pons, n. 27, 1997. 14 MOLINER PRADA, A. Anticlericalismo y Revolucin liberal (1833-1874). In: LA PARRA, E.; SUREZ, M. (Eds.). El anticlericalismo espaol contemporneo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1998. p. 116-120. 15 DE LA CUEVA, J. Movilizacin poltica y identidad anticlerical, 1898-1910. In: CRUZ, R. (Ed.). Op. cit., 1997. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 67 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR instituciones religiosas y el clero por parte de los demcratas y republicanos radica en la idea de que son extraos al pueblo, al convertirse en un poder de control moral, ideolgico y poltico 16 . Del mismo modo el proceso de secularizacin creciente en la se- gunda mitad del siglo XIX comport tambin un cambio de las valoraciones religiosas, del mundo secular frente al religioso, de la razn frente a la fe. Aspecto positivo, aunque a menudo al ser impulsado de forma forzada y agresiva conllev aspectos negativos. En cualquier caso la afrmacin secular impuls tambin el retroceso del clericalismo. El fracaso de la Unin Catlica y la divisin de los catlicos Tras el 68 naci una Iglesia combativa que apoy la Asociacin de Catlicos de Espaa para defender la doctrina y su infujo social, cuyo primer presidente fue el marqus de Viluma, organizacin que se extendi por todas las provincias. La Unin Catlica, bajo el amparo de la Monar- qua Tradicional, vertebr a los catlicos bajo la bandera del carlismo en contra de la revolucin liberal. Son momentos de confrontacin en medio de la tercera guerra carlista que se inici en 1872 hasta 1876. Por su parte la prensa obrera y republicana present al clero como el freno de las ideas democrticas y el culpable de la ignorancia del pueblo. Los anarquistas ga- ditanos, que se decan cristianos, identifcaban a la Iglesia con la burguesa latifundista a la que haba que combatir. Como referente de la poca se debe resaltar la fgura y el pen- samiento del cannigo cataln Jaume Collell. En uno de sus escritos que public en la Biblioteca Popular Catlica, inspirada por Flix Sarda y Salvany, titulado La revolucin i les antigualles, la revolucin aparece como antirreligiosa y anticatlica y su objetivo declarar la guerra a la 16 CASTRO ALFIN, D. Jacobinos y populistas. El Republicanismo espaol a mediados del siglo XIX. In: LVAREZ JUNCO, J. (Comp.). Populismo, caudillaje y discurso demaggico. Madrid, 1987. p. 213-215. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 68 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR Iglesia de Cristo. La civilizacin moderna y el progreso son funestos porque conducen de forma inexorable a la disolucin social y la anarqua. Frente a la revolucin propone la bandera de la tradicin y de la contrarrevoluci- n. Posteriormente su pensamiento evolucion hacia planteamientos ms moderados y conciliadores con el pensamiento catalanista, la restauracin de la comunidad y de los valores tradicionales 17 . En el nuevo clima eclesial introducido con el pontifcado de Len XIII (1878), era necesario evitar el deterioro eclesistico frente al mundo moderno. Por ello se impuso la frmeza doctrinal pero tambin el pragmatis- mo, para desvincular al cristianismo del Antiguo Rgimen y priorizar ms la religin que une sobre la poltica que disgrega. La preocupacin preferente de la Iglesia se dirigi entonces a la cristianizacin de las elites de la so- ciedad, el acatamiento de los poderes civiles y el combate de la legislacin anticristiana por los medios legales. Se abandona as la va insurreccional de la Iglesia y se abre un nuevo camino con la encclica Au milieu des sollicitudes (1892), que condujo al perodo del Ralliement en Francia. A pesar de ello an permaneci en el discurso la defensa de los elementos tradicionales: la condena del liberalismo como ideologa, el mantenimiento el poder absoluto del Papa y la defensa de su poder temporal, el impulso de la religiosidad popular y la denuncia de que el Santo Padre permaneca prisionero en el Vaticano 18 . Tras la traumtica experiencia vivida por la Iglesia espaola du- rante el Sexenio revolucionario, sta no dud en apoyar la restauracin monrquica alfonsina con el fn de recuperar su papel que haba tenido antes en la sociedad. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado mejoraron y se estabilizaron, el Concordato de 1851 se aplic en favor de la Iglesia, y, tras la tensin suscitada por la aprobacin del artculo 11 de la Constitucin de 1876 que admita un principio de tolerancia de cultos, la Iglesia espaola acept la nueva realidad poltica impuesta. Nunca la Iglesia fue tan libre de cara a afanzar sus centros edu- cativos e instituciones, aunque tambin tuvo que competir con los grandes movimientos laicistas de la poca (Institucin Libre de Enseanza, libre- pensamiento, masonera, Iglesia Evanglica Reformada y otras confesiones 17 COLLELL, J. La revoluci i les antiguallas. Barcelona: Biblioteca Popular, 1872. 61 p. Citado en: ______. Escrits poltics. Prleg de Isidre Molas. Barcelona: 1997. p. 22-23. 18 Ibdem, p. 24- 25. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 69 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR protestantes) 19 . No obstante el catolicismo espaol no consigui articularse en una organizacin poltica estable, vlida y duradera en estos nuevos tiem- pos, al persistir en su interior una divisin profunda en materias polticas. A pesar de los impulsos dados desde el Vaticano por solucionar la difcil cuestin de la unidad de los catlicos, la corriente tradicionalista e integrista que propugnaba la unidad catlica excluyente siempre tuvo un peso mayor que en otros pases de nuestro entorno como Francia y Blgica en los que se haba desarrollado ampliamente un catolicismo liberal. El carlismo haba provocado en dos ocasiones la guerra civil y presion a los catlicos ms moderados hacia actitudes ms intransigentes y ultramontanas. Los gobiernos conservadores y liberales intentaron atraerse a los catlicos ms intransigentes para as neutralizar la hostilidad manifesta que contra el rgimen tena el tradicionalismo catlico, que consideraba a los liberales como el enemigo a batir y al liberalismo como pecado y origen de todos los males. La corriente posibilista marcada desde Roma por el pontifcado de Len XIII, que buscaba el compromiso poltico de los catlicos espaoles y la unin de los diferentes grupos, tampoco consigui el efecto deseado, al no ser aceptada por el sector catlico intransigente 20 . En este ambiente la restructuracin del bloque contrarrevoluciona- rio en Espaa se produjo en tres fases. La primera entre 1880 y 1888, cuando la Unin Catlica devino partido poltico, auspiciado por el Vaticano, y se integr en el partido conservador a partir de 1884. Dicho proceso conllev la escisin entre un sector minoritario del sector tradicionalista, los mes- tizos, partidarios de colaborar con los catlicos liberales, y los carlistas integristas que mantuvieron sus posturas irreductibles. La doctrina de este grupo se vehicul a travs de la obra de Flix Sard i Salvany El liberalismo es pecado (1884), que condenaba claramente la posicin de colaboracin 21 . La segunda fase culmina con la separacin de los integristas de carlismo y la fundacin en 1888 de un partido propio, el Partido Integrista. La tercera fase se produjo a partir del reconocimiento del Vaticano de la Reina regente 19 REVUELTA GONZLEZ, M. Las creencias. In: PIDAL, Menndez (Dir. J. M. Jover Zamora). Historia de Espaa, v. XXXVI, La poca de la Restauracin (1875-1902). Madrid, p. 53-54, 2002. 20 MIRANDA RUBIO, F. La Iglesia espaola a fnales del siglo XIX. Letras de Deusto, v. 27, n. 77, p. 113-114, oct.-dic. 1997. 21 MOLINER PRADA, A. Flix Sard i Salvany y el integrismo en la Restauracin. Bellaterra: UAB, 2000. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 70 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR y de su hijo Alfonso como heredero al trono de Espaa. En esta ltima etapa nacieron las corrientes regionalistas catlicas y se produjo la colaboracin entre mestizos e integristas. De este modo la jerarqua eclesistica espaola se emancip del carlismo y colabor con el rgimen monrquico impuesto, que le reconoca un poder social a la Iglesia. En la dcada de los noventa los catlicos espaoles continuaron di- vididos entre mestizos, carlistas e integristas 22 , sin que tuvieran xito primero los intentos del arzobispo vallisoletano, cardenal Cascajares, de reagrupar a todos ellos en una empresa colectiva, y despus los proyectos de crear un po- tente partido catlico en torno al general Polavieja capaz de regenerar el pas. El movimiento catlico espaol, inspirado en los ejemplos de Bl- gica, Alemania, Francia e Italia, quiso apoyar la unin entre los catlicos que aun reconociendo los diferentes pareceres y discrepancias que pudieran existir entre ellos en el campo poltico, todos deban de defender los intereses de la religin y los derechos de la Iglesia desde la legalidad constituida. Era preciso el trabajo constante y el empleo de todos los medios para regenerar, purifcar y reformar la sociedad desde la religin aceptando los cambios sobrevenidos con la revolucin liberal. En defnitiva la actuacin de los catlicos en la vida poltica era una necesidad ineludible. Dicho movimiento se articul en torno a los diversos congresos catlicos nacionales celebrados en Madrid (1889), Zaragoza (1890), Se- villa (1892), Tarragona (1894), Burgos (1899) y Santiago (1902), como respuesta organizada ante el avance y consolidacin de una sociedad liberal secularizada en Espaa. El mismo informe de la Nunciatura de 1896 trazaba un balance negativo de los primeros congresos e insista en la necesidad que tenan los catlicos espaoles de aprovechar los mismos mtodos que utilizaba el enemigo: la asociacin, la prensa, la participacin en la vida pblica y en las instituciones. El folleto titulado La unin de los catlicos, publicado en 1900 por La Asociacin del Apostolado de la prensa, revela una vez ms el talante integrista de la Iglesia espaola e insiste en las mismas consignas: 22 El mensaje de Len XIII a los peregrinos espaoles en Roma el 18 de abril de 1894 peda la unin y concordia de los catlicos por encima de las pasiones polticas, guiados siempre por los obispos para promover por todos los medios que las leyes permitiesen los intereses de la Religin y de la Patria. Cf. La Unin de los Catlicos segn las bases establecidas en el Congreso Catlico de Burgos. Valencia: Biblioteca Nacional de Madrid, C/13506-10, 1899. p. 6. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 71 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR La unin de los catlicos debe hacerse en el terreno poltico religioso donde se moderan, segn declaraciones de los Prelados reunidos en el Congreso Catlico de Burgos, las relaciones de la Iglesia y el Estado. Las bases fundamentales de esta unin salvadora, deben buscarse en las condenaciones fulminantes en el Syllabus contra el liberalismo en todos sus grados y formas, pues los que no acepten el Syllabus por bandera, aunque se llamen catlicos, no son elementos tiles y aprovechables para dicha unin. Esta ha de combatir al liberalismo bajo cualquier forma violenta y atenuada, sin excluir la del liberalismo catlico catolicismo liberal que es, por lo insidioso, el enemigo ms formidable de los derechos de la Religin y de la Iglesia 23 . A instancias del arzobispo de Sevilla, se form en mayo de 1901 una Liga catlica con el objeto de presentar a las elecciones candidatos catlicos en todas las provincias andaluzas 24 . Tambin los catlicos de Valencia (carlistas, integristas e independientes) presentaron en 1901 de forma unitaria la candi- datura de Manuel Polo y Peyroln a las elecciones de diputados, y la prensa integrista, como El Combate de Jan, se mostr partidaria de ello 25 . Pero se trataba ms de una unin antiliberal catlica que de una aceptacin plena del rgimen liberal, como se lee en La Regeneracin de Espaa, extracto del libro La voz de Espaa contra todos sus enemigos interiores y exteriores (1901). La divisin entre los catlicos espaoles, entre los colaboracionistas y los intransigentes con el rgimen liberal, fue un problema persistente. En muchos pueblos haba corporaciones catlicas duplicadas, una organiza- cin sola ser fel a la lnea alfonsina prxima al partido conservador de Maura y la otra se situaba cercana al carlismo o al integrismo 26 . Y aunque se consigui la presentacin de candidaturas unitarias catlicas en Navarra, Olot y Manresa en 1903 y se constituyeron diversas Ligas catlicas en la archidicesis de Valladolid, Orihuela, Sevilla y otras dicesis, de hecho la faccin integrista en torno a Nocedal y el partido Integrista sigui organizada hasta la muerte de aqul en 1906. 23 La unin de los catlicos. Apostolado de la prensa, XCIX, marzo 1900. Madrid: Impt. Catlica de A. Ruiz. p. 54. 24 Por la unin. Revista Popular, 13 junio 1901, p. 372-374. 25 Por la unin. Revista Popular, 2 mayo 1901, p. 280. 26 ANDRS GALLEGO, J. Pensamiento y accin social de la Iglesia en Espaa. Madrid, 1984. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 72 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR El Correo Cataln, en una serie de artculos publicados en 1905 con el ttulo Despus de las elecciones, se haca eco de esta dura realidad, y denunci la divisin existente entre los catlicos, frente a los partidos de la izquierda, los liberales y republicanos y los partidos turnantes, causa de los exiguos resultados en las elecciones 27 . El cardenal Casaas de Barcelona en una pastoral (fechada el 15 de octubre de este ao) sobre las elecciones en general y en particular sobre las municipales que iban a tener lugar, pidi la participacin de los catlicos y la bsqueda de la unidad por encima de todo, cualquiera que sea el partido poltico a que pertenezcan, sacrifcando en cuanto fuere necesario las simpatas y afecciones personales y de partido, en aras del bien comn 28 . En el breve Inter Catholicos Hispaniae (20 febrero 1906), dirigi- do al obispo de Madrid, Guisasola y Menndez, el Papa intent resolver el viejo problema de la unin de los catlicos. Dicha carta se interpret como un respaldo al criterio sostenido desde la revista Razn y fe por el jesuita Garca Villada, que afrmaba que en virtud de la vieja doctrina del mal menor era posible colaborar con un gobierno liberal, frente a la tesis contraria, defendida por el tambin jesuita Minteguiaga y mayoritaria entre los miembros de la compaa 29 . La Revista Popular se hizo eco de la controversia y reprodujo el texto de la carta pontifcia, que en realidad ni reprobaba ni contradeca a ambos jesuitas, tan slo recomendaba a los catlicos su participacin en las elecciones votando a los candidatos que parezca que han de mirar mejor por los intereses de la Religin y de la Patria en el ejercicio de su cargo pblico 30 . Las discusiones sobre la Ley de asociaciones de 1906 de carcter anticlerical, inspirada por Canalejas, provoc de nuevo un profundo malestar entre los catlicos integristas, carlistas y alfonsinos, que organizaron mtines de protesta de noviembre de este ao a enero de 1907 en numerosas ciudades espaolas, y entre el episcopado espaol y la Asociacin de Eclesisticos para el Apostolado Popular recientemente creada en Barcelona, la cual pre- 27 Citado en la Revista Popular, 19 octubre 1905, p. 241-242. 28 Revista Popular, 2 noviembre 1905, p. 277. 29 ANDRS GALLEGO, J. La poltica religiosa en Espaa, 1889-1913. Madrid, 1975. p. 321 y s.; ______. Sobre el origen de los propagandistas I.C.A.I. y El Debate. Hispania Sacra, v. 45, p. 249 y s., 1993. 30 Cuestin fallada, en Revista Popular, 8 marzo 1906, p. 147-148. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 73 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR sent a la comisin parlamentaria una brillante informacin-protesta contra la citada ley 31 . Menndez Pelayo aunque no pudo asistir por motivos de salud a los actos de protesta organizados en enero de 1907 en Santander se adhiri a stos porque la ley violaba los sagrados derechos de la Iglesia 32 . La Revista Popular reivindic una vez ms la necesidad que haba de unidad y de organizacin entre todos los catlicos para evitar la aprobacin de dicha ley y desde sus pginas apoy el mitin celebrado en la Plaza de Toros de Las Arenas de Barcelona el 20 de enero donde habl Juan Vzquez de Mella al que acudieron unas veinticinco mil personas, y cont con el soporte del cardenal Casaas 33 . Anticlericalismo e irreligin en torno a la Semana Trgica de 1909 A principios del siglo XX se produjo un acontecimiento en Catalua que tuvo hondas repercusiones polticas y sociales. Una simple protesta contra la guerra de frica, por la incorporacin de los reservistas catalanes, se convirti en una quema generalizada de edifcios religiosos (conventos, escuelas, parroquias y otros locales) en Barcelona, acontecida en la noche del 26 al 27 de julio de 1909. Hechos similares se produjeron tambin en otras ciudades como Manresa, Sabadell, Badalona, Sant Adri del Bess, Granollers y Premi de Mar 34 . Los ataques se prolongaron a lo largo de siete das y en total fueron incendiados unos 80 edifcios y perdieron la vida tres religiosos. Los muertos civiles durante la semana de disturbios alcanzan la cifra de 112 y unos 300 heridos. 31 Revista Popular, 22 noviembre 1906, p. 331-332. 32 SANTOVEA SETIN, A. Marcelino Menndez Pelayo. Revisin crtico-biogrfca de un pensador catlico. Universidad de Cantabria, 1994. p. 225, nota 266. 33 Revista Popular, 10 y 24 enero 1907, p. 17-18 y 53-62. 34 RUB CASALS, M. G. Algo ms que la quema de conventos. La Semana Trgica en Catalua, la historia de una desafeccin. In: MOLINER PRADA, A. (Ed.). La Semana Trgica de Catalua. Barcelona: Nabla Ediciones, 2009. p. 81-136. Las refexiones que hago sobre la Semana Trgica estn extradas de la Introduccin que escrib en la obra citada anteriormente. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 74 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR Ciertamente, la protesta contra la guerra que fue el origen de la huelga general desarrollada en Barcelona, era coherente con lo que vena siendo el lerrouxismo y con sus crticas a las guerras coloniales. No hubo ataques generalizados a patronos ni destrozos de la propiedad industrial, ni a los bancos. No se ocuparon fbricas ni talleres. Lo que puede hacer pensar que la propaganda anarquista no haba penetrado totalmente entre aquellas masas proletarias de Barcelona y de otras ciudades. Pero la quema de conventos e iglesias s que necesita una explicacin 35 . Lo que sucedi en 1909 en Barcelona fue fruto de un movimiento social que hay que encuadrarlo, como en otros pases de Europa, dentro del largo proceso de secularizacin desarrollado a lo largo de los siglos XIX y XX. La ofensiva anticlerical estall en Espaa en el contexto revisionista y regeneracionista tras el desastre del 98. La conviccin de que la prepo- tencia eclesistica era una de las causas de su decadencia, o al menos una fuerte rmora para su progreso y modernizacin, impuls los movimientos anticlericales y los aglutin en un frente comn 36 . La confrontacin poltica entre clericalismo y anticlericalismo, que se recrudeci entre 1900 y 1909 se debi a una serie de causas: las difciles relaciones entre la Iglesia y el Estado y las tensiones suscitadas en el campo republicano durante la Restauracin; la poltica secularizadora desarrollada por Canalejas a comienzos del siglo XX a favor de la libertad de culto y un sistema escolar ms neutral y el control civil sobre las actividades religio- sas de las congregaciones religiosas y de sus actividades no pastorales; la caracterizacin del anticlericalismo popular a travs de la movilizacin y ocupacin de la calle propiciada por los republicanos y la eclosin anticle- rical y sacrofbica que conoci la Semana Trgica frente a un clericalismo intenso que iba ms all del mbito religioso y de sus estrictas atribuciones. La Iglesia y la jerarqua eclesistica, identifcada con el rgimen de la Restauracin monrquica, no consigui sintonizar con los sectores polticos e intelectuales ms avanzados y con la emergente clase obrera. Gran parte del mundo proletario encontr motivos sufcientes para combatir 35 ROMERO MAURA, J. La Rosa de Fuego. El obrerismo barcelons de 1899 a 1909. Barcelona: Grijalbo, 1975. p. 519. 36 REVUELTA GONZLEZ, M. La recuperacin eclesistica y el rechazo anticlerical en el cambio del siglo. In: AA.VV. Espaa entre dos siglos (1875-1931). Continuidad y cambio. Madrid: Siglo XXI, 1991. p. 216-217. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 75 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR el llamado clericalismo, al considerar a la Iglesia como un obstculo para el progreso y la emancipacin de las clases trabajadoras. Y cuando la Iglesia se plante acercarse al mundo obrero, a travs de las instituciones educativas o benfcas, fue criticada por la forma como ejerca su accin social. Socialistas, anarquistas y republicanos desarrollaron programas lai- cistas que fueron vistos por la Iglesia como los causantes de la indiferencia religiosa que exista entre los obreros. Por otro lado no se debe olvidar el anticlericalismo tan arraigado que haba en Catalua desde los orgenes de la revolucin liberal, reavivado, entre otras causas, por la infamada oratoria de Alejandro Lerroux. Baste recordar la proclama Rebeldes. Rebeldes!, que l mismo lanz en 1906 a los jvenes brbaros, incitndoles a la regeneracin por la destruccin iconoclasta, pues la Iglesia era el gran obstculo para la educacin y el progreso 37 . Barcelona se convirti en aquellos aos en una ciudad cosmopolita con una poblacin que superaba el medio milln de habitantes. Se calcula que anualmente llegaban a la ciudad unos 20.000 emigrantes, principalmente de Valencia y Aragn, que engrosaron las flas del proletariado. El 1910 la poblacin joven, entre 15 y 30 aos, representaba el 41% del total. Estos jvenes emigrados, que vivan en condiciones precarias, fcilmente debieron ser sensibles a las campaas anticlericales y mantuvieron una oposicin al sistema y de rebelda social. En todo caso, no podan aceptar las prdicas de la resignacin que diriga la Iglesia. Cuando a principios del siglo XX se plante el problema del cle- ricalismo, los grupos de inspiracin anarquista coincidan en el empleo de la accin directa, en la propaganda de la huelga general, el uso de la dema- gogia y la infuencia de un cierto radicalismo matizado de anticlericalismo y extremismos verbales que no eran especfcamente obreros. Extremismo que se hizo patente en Barcelona por infujo de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer y Guardia y que tuvo su principal manifestacin en los incendios de la Semana Trgica 38 . La participacin de un nmero elevado de personas en los ataques a conventos e iglesias signifca, tambin, la 37 La Rebelda, Barcelona, 1-09-1906. 38 REVUELTA GONZLEZ, M. La recuperacin eclesistica y el rechazo anticlerical en el cambio del siglo. Op. cit., 1991. p. 230. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 76 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR considerable penetracin y operatividad que tena en la conciencia popular el discurso anticlerical 39 . Del mismo modo se debe tener en cuenta, a la hora de encontrar explicaciones de los motines anticlericales, el plano de lo cultural, lo sim- blico y la misma mentalidad preponderante. La antropologa y la historia social y de la cultura nos han ofrecido muestras a lo largo de la historia de ese comportamiento de las masas ante los smbolos sagrados. La violencia contra los edifcios, ms que contra las personas, nos remite al componente simblico que toda violencia arrastra 40 . La lgica iconoclasta se ense en 1909 con los lugares de culto porque pretendan encarnar a la comunidad y ser ella misma 41 . Tambin hay que ver en la violencia ejercida contra los conventos e iglesias una especie de rito dionisaco de liberacin de la moralidad represiva que representaba para muchos la Iglesia. Las barriadas obreras de Barcelona contaban con pocas parroquias y sacerdotes y stos solan vivir tan pobremente como sus feligreses, pero como contraste el clero regular viva en grandes edifcios situados princi- palmente en el centro de la ciudad, no accesibles a todo el pblico y en condiciones mejores. En ellos se formaban los hijos de la burguesa y de la clase media y alta. Tal circunstancia los haca misteriosos, lo cual explot con efcacia la propaganda anticlerical. El ataque a los conventos de rde- nes contemplativas fue impulsado, sin duda, por una mezcla de curiosidad macabra sobre la vida dentro del claustro. En 1909 la Iglesia se convirti en protagonista y al mismo tiempo en vctima de los estragos. Es cierto que en aquella situacin tan compleja y difcil se levantaron voces aisladas desde la propia institucin a favor de la refexin, la serenidad y la concordia, como hizo por ejemplo el poeta Joan Maragall. Tras la negativa de la Veu de Catalunya a publicar el artculo que haba titulado La Ciutat del Perd, escribi otro para hacer or su voz, Lesglsia cremada, que public el 18 de diciembre de 1909. En este lcido escrito Maragall pensaba que la persecucin religiosa sufrida por la Iglesia durante la Semana Trgica era una ocasin propicia para que la Iglesia de 39 DE LA CUEVA MERINO, J. Si los curas y frailes supieran La violencia anticlerical. In: JULI, Santos. (Dir.). Violencia poltica en la Espaa del siglo XX. Madrid: Taurus, 2000. p. 208. 40 SUREZ CORTINA, M. Anticlericalismo, religin y poltica durante la restauracin. In: ______. El anticlericalismo espaol contemporneo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1998. p. 181-182. 41 DELGADO RUIZ, M. Luces iconoclastas. Anticlericalismo, espacio y ritual en la Espaa contempornea. Barcelona: Ariel, 2001. p. 50-51. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 77 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR los ricos y de los poderosos se convirtiera en la verdadera Iglesia de los pobres, oprimidos y desesperados (els odiadors) 42 . Los obispos de la provincia eclesistica de la Tarraconense publi- caron dos protestas contra aquellos hechos. La primera, dirigida a los ecle- sisticos y feles de esta provincia, del 21 de agosto de 1809, el arzobispo de Tarragona Costa y Fornaguera culpaba de todo a la prensa anticatlica. La segunda, en un documento enviado al consejo de ministros presidido por el conservador Maura, del 30 de agosto de 1909, tras constatar que se haba atacado a las instituciones sociales de la Iglesia, se haca tambin culpable de lo sucedido al pueblo, pero sobre todo la prensa sectaria y las escuelas revolucionarias 43 . Por otro lado el obispo de Vic, doctor Torras y Bages, culpabilizaba a la secta masnica de tales hechos, y el obispo de Tuy, Valeriano Menndez Conde, vio en el odio contra el catolicismo y sus instituciones, dirigido por la escuela racionalista, derivada del liberalismo flosfco y poltico, el causante de tamaos males 44 . Para el nuncio de la Santa Sede en Madrid, Antonio Vico, el movimiento revolucionario de 1909 fue principalmente anticatlico y radicalmente antirreligioso, y se convirti en una verdadera persecucin religiosa. Detrs de todo se esconda la masonera 45 . En todo caso, la posicin de una minora de catlicos crticos con la actuacin paternalista de la Iglesia y alejada del pueblo fue desoda por la jerarqua eclesistica, que apoy el Manifesto del Comit de Defensa Social de Barcelona. En l se peda que se castigase como delito todo ataque a la religin, o los atentados contra la familia y la propiedad, la prohibicin de cuantas sociedades conspiraran contra estos principios y como remedio propona en trminos paternalistas la promocin de obras de carcter social 46 . Dicho Comit de Defensa Social, que se puede considerar en sentido estricto como un partido catlico, formado en 1903, tena como objeto la defensa de 42 BENET, J. Maragall y la Setmana Trgica. Barcelona: Ed. 62, 1965. p. 195-203. 43 CORTS I BLAY, R. Anticleriscalisme i Setmana Trgica. Algunes refexions. In: ______. Els fets de la Setmana Trgica (1909). Actes de les jornades organitzades del CHCC. Barcelona: CHC, 2010. p. 156-157. 44 Ibdem, p. 159-163. 45 Ibdem, p. 164-165. 46 Si la Revolucin ha sido satnica, dice el Manifesto la reaccin tiene que ser divina, y para esto hay que empezar por acudir a Dios, solicitar su Misericordia para reparar las ofensas que se le han hecho. Manifesto del Comit de Defensa Social de Barcelona sobre los sucesos de julio. Barcelona, 8 de septiembre de 1909. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 78 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR 47 ROMERO MAURA, J. La Rosa de fuego, op. cit., p. 523. los intereses religiosos, morales y sociales de todas las clases. En 1909 tan solo tena 161 miembros, sin ninguna implantacin social entre el pueblo y nula representacin poltica. Alguna vez en esos aos el C. D. S. present candidatos, que no salieron elegidos ni por causalidad 47 . La escasa infuencia del liberalismo catlico espaol, el problema de la divisin entre los catlicos, incapaces de formar un partido poltico moderno durante la Restauracin, propici a la postre la pervivencia dentro de la Iglesia de los planteamientos y corrientes ms integristas a lo largo del siglo XX. Por otro lado se debe sealar que los partidos reformistas de en- tonces y el mismo partido republicano no estaban dispuestos a consolidar un Estado ms neutral donde la Iglesia catlica y las otras confesiones tuvieran reconocidos sus derechos como los derivados de la sociedad civil. De la II Repblica a la Guerra Civil de 1936-1939 La Iglesia espaola, que no haba dudado en apoyar el rgimen monrquico de la Restauracin, en el que fue una pieza clave, dio tambi- n soporte a la dictadura militar de Primo de Rivera instaurada en 1923. Sin embargo, cuando sobrevino la II Repblica en 1931 la Iglesia se vio desbordada por el nuevo rgimen y sus planteamientos secularizadores, a pesar de la actitud posibilista que manifest la Santa Sede frente al nuevo gobierno. La Repblica vio a la Iglesia como a la aliada del rgimen cado y no se limit solo a llevar a cabo un proceso de desconfesionalizacin del Estado y de la vida civil en virtud de la libertad de cultos y del pluralismo ideolgico, sino que desarroll una poltica claramente anticlerical. La Iglesia se empe por su parte en no reconocer el proceso de secularizacin impuesto, al contrario, sigui creyendo que era la nica conciencia moral de la poblacin espaola y busc desesperadamente la confesionalidad y la proteccin del Estado. La Iglesia no estaba dispuesta a aceptar la tesis de Azaa de que el autntico problema religioso no poda MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 79 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR exceder los lmites de la conciencia personal y lo nico que se trataba era de constituir un Estado secularizado superando as la tradicional identifcacin entre el Estado y la Iglesia. La frase pronunciada por Manuel Azaa en las Cortes cuando se discuta los artculos 26 y 27 de la Constitucin, Espaa ha dejado de ser catlica, fue desvirtuada y sacada de contexto y utilizada por la derecha poltica para acusar a los gobernantes de pretender descristianizar el pas. A partir de entonces la cuestin religiosa polariz a los dos bandos ideolgicamente irreductibles. La jerarqua eclesistica reaccion ante la legislacin anticlerical introducida de una forma cada vez ms intolerante (Decreto de disolucin de la Compaa de Jess de 24 de enero de 1932; Decreto de secularizacin de los cementerios de 30 de enero del mismo ao; Ley de divorcio de 2 de febrero de 1932 y la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas de 2 de junio de 1933). La Carta del episcopado de 25 de mayo de 1933, conden todas las ingerencias y restricciones que la ley de congregaciones impona a la Iglesia. El propio Papa Po XI en la encclica Dilectissima Nobis (3 de junio de 1933) conden tambin les espritu abiertamente anticristiano del rgimen espaol. Si el error de la Repblica fue haber atacado frontalmente los senti- mientos religiosos de muchos espaoles a travs de una legislacin de corte anticlerical, aun antes de haber emprendido otras reformas sociales, el de la Iglesia fue no apoyar posturas ms conciliadoras, como la que propugnaba entre otros obispos el cardenal Francesc Vidal y Barraquer. Se impuso la posicin del sector ms integrista e intransigente, para quien el proceso de secularizacin era visto todava como fruto lgico de los principios liberales. Desde entonces el anticatolicismo militante de una parte y la actualizacin de la cruzada religiosa por otra polarizaron ideolgicamente a los dos ban- dos y se impuso la cultura de la violencia y del exterminio del contrario. Todos los historiadores que han estudiado la Revolucin y Guerra Civil espaola de 1936-1939 coinciden en sealar la gran importancia que tuvo el aspecto religioso en el conficto. Lo cierto es que mientras los catlicos sufrieron una persecucin cruenta en la zona repblica, en la zona sublevada se adopt un aire de cruzada religiosa contra el comunista, masn o liberal. En las zonas controladas por los republicanos se desat el odio y exterminio del clero, acusado de connivencia con los poderosos y de legitimar la injusticia mientras viva en medio de la riqueza. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 80 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR Fue la Iglesia quien legitim la guerra desde la religin cuando en los meses siguientes a la sublevacin militar y civil del 18 de julio de 1936 se vio sometida a una sistemtica persecucin de sus miembros por el hecho de ser catlicos. Solo en agosto de 1936 fueron asesinados 2.077 eclesisticos, unos 70 cada da, cifra que se elev a casi 7.000 a lo largo de toda la guerra 48 . Sin olvidar un grupo de religiosos, clrigos y catlicos que fueron asesinados por militares, carlistas o falangistas tras interceder a favor de condenados a muerte por auxilio a la rebelin 49 . Esta violencia contra los eclesisticos y catlicos era fruto del odio secular acumulado que haba aforado de forma explosiva como se ha indicado en 1822-1823,1834- 1835 y 1909. La matanza fratricida de religiosos y catlicos sirvi de coartada a la Dictadura franquista, a pesar de que fueron los mismos militares quienes, al fracasar el golpe de estado sedicioso, haban dado paso a la revolu cin 50 . La Carta colectiva del Episcopado espaol a los Obispos del mundo en- tero sobre las causas de la guerra (1 de julio de 1937), fue sugerida por el mismo Franco al cardenal Gom para servir de propaganda poltica del Movimiento Nacional e impedir una paz negociada. Con este documento el episcopado espaol responda tambin a los sectores catlicos europeos, fundamentalmente intelectuales franceses como Maritain, Mauriac, Mounier y otros, que en enero de 1937, en un escrito dirigido a la opinin pblica, haban denunciado la actitud de la Iglesia catlica con respecto a la guerra. La Iglesia espaola legitim al nuevo rgimen nacido de la victoria militar y se convirti en uno de sus pilares bsicos del nacionalcatolicismo durante la Dictadura franquista que dur 40 aos. Despus la Iglesia ha realizado un largo periplo bajo los vientos de cambio introducidos por las doctrinas conciliares del Vaticano II: aceptar la libertad religiosa y de cultos, de conciencia y reconocer la autonoma del campo poltico frente al poder religioso. El documento de la Asamblea conjunta de obispos y sacerdotes 48 MOLINER PRADA, A. La Iglesia espaola y el primer franquismo. Hispania Sacra, n. 91, p. 341-362, 1992. 49 El historiador Paul Preston ha estudiado con rigor las races del terror y la violencia ejercida durante y despus de la Guerra Civil en una obra reciente, El Holocausto espaol. Odio y exterminio en la Guerra Civil y despus. Barcelona: Debate, 2011. 50 SOL I SABAT,, J. M. Proleg del libro de Albert J. El silenci de les campanes: La persecucin religiosa durant la Guerra civil. Barcelona, Proa, 2007, p. 12. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 81 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR (1971) y el de la Conferencia Episcopal Sobre la Iglesia y la comunidad poltica (1973) representan el punto de infexin de la Iglesia sobre el R- gimen franquista. La fgura ms sobresaliente del nuevo rumbo eclesial la encarn sin duda el cardenal Vicente Enrique y Tarancn (1907-1994), cuya impronta ha perdurado en un sector de la Iglesia espaola hasta nuestros das. Sin duda ayud al espritu de la transicin hacia la democracia que se plasm en la Constitucin de 1978. Hacia una laicidad positiva El avance de la laicidad es imparable en el mundo contemporneo pero tambin es cierto que el referente religioso an tiene vigencia entre muchos hombres y mujeres. Hoy se puede constatar que aunque el hecho religioso ha retrocedido en el viejo continente europeo est en auge en otros continentes. Existen diversas formas de entender el laicismo en la actualidad, siendo oportuno tener en cuenta el desarrollo histrico de este concepto. Si en la Edad Media su signifcado era de oposicin a los poderes civiles y eclesisticos, simple fel cristiano, ni clrigo ni del estado religioso, en los tiempos modernos se le ha atribuido una acepcin opuesta, en el sentido de la exclusin de la religin de la vida pblica y de la sociedad, confnada en el mbito de la privacidad y de la conciencia individual. Tal concepcin extrema basada en la separacin total entre el Estado y la Iglesia, ha llevado segn el Papa Benedicto XVI a imponer un pensa- miento laico de la vida en la que no cabe ninguna referencia a lo religioso o a Dios. Por eso sera mejor plantear el concepto de laicidad en trminos positivos, reconociendo la legtima autonoma de las realidades terrenas sin eliminar la referencia del orden moral que deriva del reconocimiento de la realidad trascendente. Precisamente los valores humanos no son antagnicos a los valores religiosos y son comunes a todas las religiones 51 . 51 Benedicto XVI. Discurso a los juristas catlicos, 9 de diciembre de 2006. MOLINER PRADA, A. Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea 82 Histria: Questes & Debates, Curitiba, n. 55, p. 59-82, jul./dez. 2011. Editora UFPR Todava hoy predomina de algn modo en Espaa una cierta polarizacin individual generalizada, bien sea la visin anticlerical o an- tirreligiosa o la de una religiosidad utilizada como refuerzo de posiciones polticas clericales y de derechas. Ciertamente los confictos y problemas ideolgicos persistirn, pero se deben encauzar en una sociedad laica por encima de viejos resentimientos 52 . Los poderes pblicos y religiosos deben superar las actitudes be- ligerantes de antao y promover una sana laicidad, partiendo de una clara distincin entre la esfera poltica y religiosa, el reconocimiento indispensable de la libertad religiosa y de la funcin positiva de las religiones y de sus instituciones en la vida pblica. Esta laicidad positiva comporta la inde- pendencia mutua del poder poltico y de las Iglesias as como la aceptacin del relieve pblico de la fe en su manifestacin exterior y en su proyeccin tica en la confguracin de la sociedad. Cabe hacer una observacin fnal. En el mundo globalizado en el que vivimos se ha confgurado un universo multicultural y multirreligioso, por ello el dilogo interreligioso debe ser tambin una tarea ineludible de todos, tanto de las instituciones religiosas como de los gobiernos y de la sociedad civil en general. Recebido em fevereiro de 2011. Aprovado em maio de 2011. 52 GONZLEZ FAUS, J. I. La difcil lacitat. Quaderns Cristianisme i Justcia. Barcelona, n. 113, 2005.