La aventura amorosa y sus personajes
Por Abdón Ubidia
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La aventura amorosa y sus personajes - Abdón Ubidia
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ABDÓN UBIDIA
La aventura amorosa y sus personajes
Anteriores ediciones en Ecuador:
© Diseño de cubierta: LARA BOTO
© Ilustración de cubierta: ANA SALGUERO
© Fotografía del autor en solapa: JUAN DIEGO ESPARZA
© AMBAMAR DEVELOPMENT, S. L., 2014
e-mail: [email protected]
Avenida de Machupichu, 17-3.28043 MADRID
Tel: 913880040.
www.izanaeditores.com
ISBN: 9788494522147
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
Prefacio
Un día, el autor de estas notas se percató de las muchas Aventuras amorosas que ocurrían en su ciudad, mirada, sobre todo por los viajeros que la visitaban -desde los tiempos coloniales-, como un lugar recoleto de costumbres relajadas pero escondidas. Dicho autor conocía grupos de amigos que, en las periódicas reuniones que mantenían en muy diversos sitios, se ufanaban de sus frecuentes conquistas públicas o clandestinas. Conocía también a algunas señoras que buscaban confidentes y contaban lo suyo. Somos dobles -pensó- queremos lo que tenemos y lo que no tenemos
. Qué parecidas eran, en más y en menos, esas historias a las que había leído en las grandes novelas de los grandes autores. Quería decir que lo que pasaba en su comarca ocurría en el mundo y que la literatura, de cualquier época, servía para testimoniar, desde la crasa realidad o desde la metáfora, un patrón amoroso perdurable que la Historia sólo modificaba según matrices epocales, es decir, perentorias. Hasta el desorden tiende a ordenarse
, pensó también. Cuando se asomó a viejas leyendas de viejas culturas, se le ocurrió escribir un libro que tratara de la Aventura amorosa y sus constantes, es decir, que se ocupara de sus personajes paradigmáticos. La idea se le hizo más clara cuando, con la crisis de la institución familiar, las Aventuras amorosas se multiplicaron en el mundo.
Agradecimientos
Son muchas las personas con las que he comentado los temas de este libro. Pero en especial, debo agradecer al crítico Raúl Serrano por su constante ayuda bibliográfica, a Francisco Pro año Arandi, autor de El tratado del amor clandestino, por la profunda lectura que hizo de este texto, a Denise Lemos por haberme traducido del sueco una frase de Bergman.
Si hay alguien en esta tierra que no conozca las artes del amor, lea este libro y (..) ame.
OVIDIO. El arte de amar
Gran cosa es el querer a dos a un tiempo, y el que ama a más de dos mejor lo pasa: cuando el alma vacila dividida, sus amores uno a otro se contrastan.
OVIDIO. Remedia amoris
(En la Trad. de Mariano Melgar)
Al principio pensé que esto no sería sino una aventura amorosa y que todo se resolvería por sí solo y sin ruido.
GRAHAM GREENE. El final de la aventura
Yo soy el Aventurero y el mundo me importa poco ...
Corrido mexicano
Índice
Prefacio
Agradecimientos
ÍNDICE
A
Al Introducción
UNO
DOS
TRES. ACLARACIONES
A2 Literatura y vida
A3 Superficialidad versus profundidad
A4 Matrimonio, pasión, aventura amorosa
PASIÓN VS. FELICIDAD
A5 Micropasiones
A6 Sexo y aventura amorosa
A7 Los personajes de la aventura amorosa
B
BI El Amante
DON JUAN, CASANOVA
EL PLAY BOY
EL AMANTE ABANDONADO
B2 El Amado
B3 El Engañado
EL CORNUDO
B4 El Rival
B5 El Confidente
B6 El Alcahuete
B7 El coro de los demás
B8 El Sustituto
B9 El fin de la aventura
LOS FINALES
B10 Principio de realidad y principio romántico
A
Al
Introducción
UNO
Este libro tendrá el valor que el lector le dé. Si lo acepta, algo habrá encontrado en él. Quizá la inquietud, no muy clara, que obligó al autor a escribirlo. No hallará abundancia sociológica ni histórica. Apenas las menciones imprescindibles. Pero sí unas pocas hipótesis tozudas y recurrentes:
Que el amor en los humanos (con sus relaciones básicas) es una capacidad más, como las de hablar o construir culturas y sociedades.
Que las culturas, la historia (o las historias), sólo modelan, a su manera, los sistemas permanentes, suprahistóricos, de las relaciones básicas del amor humano. En primer lugar, la relación madre-hijo (o hija).
Que, al menos, en las sociedades occidentalizadas, tales sistemas implican: 1) el amor conyugal que perdura en la Norma (que busca afianzar la reproducción, el apego, el cariño profundo, la cordura, el legado, la legitimidad); 2) el amor apasionado, loco, hipnótico, que tiene que acabarse y, desde luego, 3) la Aventura amorosa; a veces, como fase previa de cualquiera de ellos; a veces, como intrusa conflictiva, simultánea, clandestina de los dos.
Que si se prohíbe lo deseado, se deseará lo prohibido. De allí nace el valor adicional de la Aventura amorosa: su carácter subversivo, cuando ha de ser secreta o no está permitida.
Que la Familia y la Aventura amorosa (en el caso de estar ya establecida) son sistemas relativos uno a otro que, cuando no se confunden entre sí (los cónyuges que se comportan como Amantes, o viceversa), se niegan porque se amenazan y necesitan. Es decir, que se afirman y complementan de otro modo. Aunque fuere de manera virtual o platónica. O como posibilidad amenazante en el vacío de lo no tenido. No desearás a la mujer de tu prójimo, dice el mandato bíblico. Ese mandato implica el reconocimiento de un deseo concreto: la mujer de tu prójimo. La Norma es insuficiente para dar cuenta del avatar humano. Una Familia normada, legítima, o una unión de hecho, siempre estarán asediadas por su sombra, la nostalgia de lo que está más allá de la ciudadela conyugal: la tentación y represión de lo prohibido que alguno de sus miembros podrá sentir como fidelidad forzada, como interdicción obligada para no incursionar en aquello que bulle en el infinito mundo. ¿Qué decir cuando la ciudadela, la fortaleza familiar, en momentos breves o permanentes, se parece a una cárcel o a un infierno?
Que si la Familia normada cuenta con personajes propios (los llamaremos así: roles que se actúan): el Esposo, la Esposa, los hijos (después de la infancia y la pubertad, se escoge ser hijo, se actúa como hijo); la Aventura amorosa tiene, por su parte, los suyos:
Amante, Amado, Engañado, Confidente, etc.
Que tanto el Matrimonio como la Aventura amorosa son matrices sociales posibles. Pueden no estar completas. No contar con todos sus elementos. Pero su forma canónica subsiste: en la Familia: madre, padre, hijos (por extensión: tíos, abuelos). En la Aventura: Amante, Amado, Engañado, etc. En uno y otra, sus actores están presos de papeles que deben representar. No importa si son públicos o clandestinos, siempre serán roles sociales. La sociedad no sólo existe en sus verdades oficiales.
Que esos roles implican una identificación con nuestra psique más profunda: un Amante apasionado asume el rol que actúa. Se vuelve por entero una conciencia que ama. Pero un individuo y otro y otro tienen sus Amadas. Y sus experiencias que creen únicas. No lo son. Es decir que ya han ocurrido, ocurren y ocurrirán. Que los roles Amante y Amado se seguirán repitiendo siempre. Somos los roles que actuamos y repetimos.
Que la Aventura amorosa, suprahistórica como es, provoca transformaciones históricas. Si bien los hijos ilegítimos, su resultado más obvio, son accidentales -no programados, no queridos pero proliferantes-, ellos explican, en medida grande, fenómenos históricos y sociales como el mestizaje latinoamericano.
Que si hubo épocas, como las clásicas, en las que predominó el Matrimonio, o las románticas que acentuaron la Pasión; hay otras, como la actual, en las que triunfa el discurso amoroso interrumpido o fragmentario, inacabado, de la Aventura amorosa.
Que si el Matrimonio tiende a perdurar y la Pasión a acabarse, la Aventura amorosa, si superficial, se acaba no más cuando se interrumpe sola; si profunda, culmina de modo formal, en el primero, o se extrema, en la segunda.
Que noviazgo, matrimonio y unión de hecho, terminan la Aventura amorosa y la elevan, cualitativamente, a otro nivel, el de la Norma social.
Que esa Norma cumple precisos fines: la reproducción segura de la especie humana en los hijos; pero también, como dicen Wreich y Foucault, la preservación de los cuerpos económicos y sociales: la preservación de sus clases. Los ricos se reproducen como ricos y los pobres como pobres.
Que la Aventura amorosa quiere romper la Norma. Porque, en los comienzos, el sexo, es decir, su fuerza incontrolable, camal o sublimada, erótica, no reconoce ninguna norma. Pues es el único espacio real de la libertad humana.
Que el erotismo nació cuando el sexo se hizo imaginario: representación, objeto de culto. Sea en presencia, cuando la cópula es sabia y resume una ansiedad de posesión sagrada en la que todos los hechos del amor se juntan y hay un lenguaje, un saber, una historia, un proyecto o un vacío, el pasado y el futuro de una mente que goza en otra carne vibrante; sea en ausencia, cuando el sexo se sublima en nostalgia, angustia, soledad, autocomplacencia, ansiedad de lo no tenido, esperanza desesperada, deseo de un deseo, ensueño: un fragor mental propicio para la creación: gemido, aullido o risa: el canto que exalta o maldice al Amado, o el relato que cuenta la Aventura amorosa, sobre todo cuando ha culminado en amor pasional. O se ha perdido. Éste es el pasto natural de la literatura.
Que la Pasión es la exasperación de la Aventura amorosa con todos los ingredientes y personajes que le hicieron ser.
Que el debilitamiento del amor conyugal (y de su proyección necesaria: la Familia establecida), su transformación forzada por los hechos sociales de hoy, ha modificado también la Aventura amorosa y la ha tomado más frágil y, por eso, más frecuente. Las causas de la crisis de la familia actual serían, entre otras: 1) el rebajamiento del pater familias, vertical, al de simple proveedor, horizontal, como dirá Terry Martin en su próximo texto El padre (que explorará las ideas de Robert Griswold, expuestas en Fatherhood in America); 2) las migraciones que destruyen los lazos parentales; 3) los nuevos trabajos globales que alejan, periódicamente, a los cónyuges de los hogares; 4) la formación de otras formas familiares: antes, las familias grupales, las comunas de artistas; hoy: las pandillas juveniles, por ejemplo; 5) las nuevas uniones glbti (gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, e intersexuales, como se llama ahora a los hermafroditas); 6) el incremento de divorcios, matrimonios falsos, experimentos eventuales (tríos, grupos), uniones informales, matrimonios que no quieren hijos, sexo casual, etc.; 7) la incomunicación que producen, en el interior de las familias, los multimedios tecnológicos de hoy: televisión, computador, Internet, teléfonos inteligentes, ipods, pdas, etc.
Que lo anterior apunta, al menos por el momento, a la disolución de la familia tradicional, excepto (y acaso como un efecto adicional de la revolución femenina) en la relación fundamental madre-hijo (o hija). Hasta en los grupos pandilleros extremos, como los maras, se puede observar que, con excepción de algunos hijos de la calle (gamines, etc.), esa relación es respetada o delegada. Como declaró un joven miembro de un combo de Medellín: Lo único que no cambia es tu mamá
. Y que, incluso, en las familias tradicionales, cuando muere la gran abuela, la matriarca, la Familia tiende a debilitarse o disolverse.
Que si la fragilidad de la familia actual y la de la Pasión son trágicas, la de la Aventura amorosa no deja de ser bella.
Que si bien muchos ya han constatado esta distensión: el aflojamiento, la liquidez, de las relaciones humanas actuales (como dice Bauman, en El amor Líquido, para diferenciarlas de la solidez de las relaciones de otros tiempos, y este autor habla no sólo de esa liquidez, sino, además, de su gasificación, de su vaporosidad), persiste, sin embargo, como apetencia, como juntado por una fuerza gravitatoria, el sistema permanente del amor humano. De sus relaciones básicas. Que así como el agua se une en ríos, lagos y mares, y las nubes se organizan también en volúmenes que ahora, gracias a la geometría de los fractales, hasta pueden ser calculados con exactitud, las relaciones humanas básicas tienden a formar, aunque fuese de modo muy perentorio, bajo la figura de la Aventura amorosa, sistemas gregarios y ordenados