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Mi realidad virtual
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Libro electrónico211 páginas3 horas

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Vivimos en una época en que la tecnología nos permite llegar a las antípodas a la velocidad de la luz, sin embargo, cada día es más difícil la comunicación con las personas que nos rodean. En ese contexto nacen las páginas de amor y amistad en internet, lo cual en sí mismo no es ni bueno ni malo, pero hay dos características esenciales en ese modo de conocerse las personas: la primera es que se antepone el deseo de intimar con alguien al hecho mismo de conocer a esa persona, lo cual invierte los términos tradicionales de las relaciones humanas; la segunda es que uno es el que escribe y otro el que lo lee, por lo que la posibilidad de generar malos entendidos o alimentar erróneamente a la imaginación es muy alta. Eso es precisamente lo que, con una estructura de diario, encadena cada uno de los episodios de Mi realidad virtual, de Pepa L. Casanova: situaciones unas veces cómicas y otras amargas, pero contadas siempre con ingenio y sin resentimiento. Aderezado todo ello, además, con una chispita de erotismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 oct 2016
ISBN9788494371295
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    Mi realidad virtual - Pepa L. Casanova

    AUTORA

    PRÓLOGO

    Cuando mi amiga Pepa me propuso escribir el prólogo de su libro antes de conocer su contenido, nunca pensé que iba a quedarme enganchada entre sus líneas. Ella es una persona seria en su cotidianidad, responsable y comprometida, pero en la intimidad deja escapar ese puntito de picardía, divertido y sagaz del que el lector podrá disfrutar en estas páginas.

    Su lectura lo atrapará no sólo por sus toques amenos y sensualidad arrolladora, sino porque en ella podrá descubrir un enredo de dudas trascendentes que todos nos hemos podido plantear en algún momento de nuestras vidas.

    Nos conocemos desde la infancia, la soledad nos unió e hizo que compartiéramos relatos de amor y desamor donde la imaginación, guiada por la inocencia, podía hacernos disfrutar de momentos maravillosos.

    En el texto encontrará las contradicciones del amor que nos hacen pasar en cuestión de segundos del estado más eufórico a la desdicha más inconsolable. Todo ello en un lenguaje claro y libre de tapujos que logra lo que la autora se propone: volcar su interior hacia nosotros, compartir su experiencia a través de la palabra.

    Existe una constante en la lectura en la que se aprecia la incógnita que plantea entrar en una relación virtual: encajar la imagen que se crea de alguien cuando es un desconocido con la real.

    Mi curiosidad iba en alza y no quería seguir instalada en mi mundo virtual por más tiempo. Necesitaba cuanto antes, acoplar la imagen que tenía de Gonzalo en su perfil real, en su molde verdadero.

    Con esta curiosidad de la autora cierro este prólogo invitando al lector a sumergirse y ser partícipe de cada historia, cuyo contenido auguro que disfrutará.

    Quisiera plantear una pregunta: sabiendo que el amor es una paradoja que contrapone  la felicidad con la desdicha, ¿qué es lo que buscamos realmente en una pareja?

    LYDIA LEÓN RUIZ

    MI REALIDAD VIRTUAL

    8 de septiembre de 2005

    Anoche tuve un bonito sueño y creo que a partir de ahora las cosas habrán de ir algo mejor. Estaba en una sala con gente conocida y yo miraba un cuadro que me tenía embelesada. No recuerdo todos los detalles, sólo que era de muchos colores. Había multitud de estrellas. Empezaban a brillar y se salían del cuadro. Inundaban la sala en un espectáculo precioso al que yo invitaba con entusiasmo a los que me acompañaban. Me sentía muy bien. Según cree mi amiga Alicia, el sueño significa que recurro a la fantasía para soportar la realidad. Ciertamente. Lo de Manuel duele y mucho. Quiero creer y convencerme de que el día que menos lo espere, Manuel levantará el teléfono y me dirá que me echa de menos. Tiene que ser así. Me cuesta imaginar que esto tan grande que yo siento, este rico caudal de sentimientos hacia él, se diluya o evapore por el camino. No concibo que no quiera inundarse y ahogarse con ellos. Me llamará, es cuestión de tiempo. Sabré esperar y aquí estaré.

    Por otro lado, Alicia me decía esta mañana lo contrariada que se sentía porque Enrique, un hombre que conoció este verano y que le gustó bastante, de repente le dice que se ha ennoviado y que aunque le gusta mucho, ahora no puede mantener una relación con ella. También le cuesta encontrar una respuesta al interrogante de por qué los hombres no quieren continuidad, una vez que la conocen. Ella me decía dolida, que estaba harta de prepararlos a todos para el matrimonio. Como le pasó a la pareja que tuve en mi primera relación de convivencia. Después de cuatro años, Fernando lo dejó conmigo y a los dos meses, se casó con otra. Igual tenemos vocación de casamenteras y no nos hemos enterado aún.

    A mí con Manuel, fíjate... Se supone que cuando yo le conocí, él había terminado con su mujer. ¿Cómo es posible que, después de varios meses de salir conmigo, esté más unido a ella y hasta es posible que vuelvan? No es justo. ¿Tanto le pedimos al otro sexo? Justamente, aprovechando estos momentos de debilidad y desesperanza, Alfonso, mi ex, con quien terminé para conocer a Manuel, ha llamado de nuevo a mi puerta. Le dejé entrar, necesito desfogar por algún lado. Ha sido mi colchón desde entonces. Aquél en el que nos abandonamos con la certeza de que nos aportará la dosis necesaria de descanso y cubrirá las necesidades que no pueden cubrir otros que nos gustan más.

    Me da rabia reconocerlo, pero mucha de la autoestima nuestra fluctúa en función de como coticemos en el mercado de los hombres. Yo, ahora mismo la tengo medio nivelada porque no dejo de comprar acciones para impedir que desaparezca de la bolsa, pero ya podía alguien plantarme una opa hostil o no, me da igual… que yo pueda afrontarla con una contra-opa.

    12 de septiembre de 2005

    Ya pasó otro fin de semana. Penoso, con la lágrima fácil. Cuando estoy con Alicia todo me recuerda a él… fueron compañeros de trabajo y se conocen muy bien. De hecho, ella fue quién me lo presentó. No le puedo sacar el tema, me vengo abajo… ya le he dicho que no quiero saber nada de él. A menos que le pregunte por mí y le diga que me echa de menos, no quiero saber nada de nada… como si no existiera. Me duele que me cuente cosas de su vida, de su familia. Me duele si vuelve con la mujer y me duele si no vuelve también. Me duele que no pueda tener ni un recuerdo para mí, ni un gesto de reconocimiento a esos meses en los que vivimos nuestra historia. Me gustaría que le reconociera a Alicia, ya que no me lo reconoció a mí, que por lo menos durante ese tiempo le ayudé a superar su trance, que lo vivió con ilusión. Algo, que no me haga sentir como una bayeta.

    Me he propuesto lavar esta mancha con otra de mora. Voy a aprender a chatear por Internet con mi amiga Loli, a ver si conocemos a alguien. También me he reencontrado con una amiga que trabajó conmigo allá por el año 1982, a la que no veía desde hacía más de veinte años. ¿Quién sabe? Igual ella me puede presentar a algún solitario. Todo menos quedarse quieta en casa a llorar por los rincones. He de empezar a mirar este tema con más pragmatismo. Echar a un lado los sentimientos y no olvidar que Manuel no me interesa. No puedo perder tiempo, energía ni mis pensamientos con él. Todo esto va a saco roto. He de volver a invertir, pero en ilusiones nuevas, no en ilusiones rotas imposibles de reconstruir.

    14 de septiembre de 2005

    Hoy hace justo un mes de la noche decisiva, la que me puso en la picota, la que colmó el vaso y me hizo tocar fondo. Poco ha cambiado la cosa respecto de mis sentimientos. Aún sigo pensando que volveré a verle el próximo fin de semana, sigo remirando mi teléfono, como si no hubiera pasado nada. Todos los huecos libres de mi mente los sigue ocupando él. Llevo un par de días releyendo mi diario desde que le conocí. Empecé a enamorarme de él en el segundo encuentro, el día de mi santo que salimos a cenar con Alicia y luego fuimos al Pub. La mirada que me dirigió ese día me fulminó y apenas puedo recomponer lo que ha quedado de mí. El recuerdo de esa mirada es la que me hace albergar la esperanza de que puede llamar de nuevo a mi puerta. No sé cuando, pero lo hará.

    Hoy también, una vez que los calores se aplacaron, me arranqué a dar un paseo. Cerca de una hora con los cascos escuchando EL Mesías, andando por el Paseo Marítimo. Se respira de maravilla, olor marino, el aire acariciando la cara y los brazos y la música envolviéndolo todo. Una gozada. Tengo que hacer el firme propósito de lanzarme todos los días a la calle. Me cuesta, pero luego lo disfruto mucho y además las piernas lo agradecen.

    15 de septiembre de 2005

    Hoy no tenía pensamiento de escribir nada, pero Alicia me acaba de dar el puyazo. Manuel ha vuelto definitivamente con su mujer. Viven juntos de nuevo. Adiós para siempre remota posibilidad. Le comento que llevo dos días releyendo mi historia vivida con él y he llegado a la conclusión de que he tenido motivos para ilusionarme, que todo no ha sido producto de mi imaginación. Ella me contesta que ya me lo había advertido, que él era muy seductor con las mujeres y que le gustaba regalarles el oído. Que lo había hecho con ella, con Elisa, con María… ¿Cómo interpreto estos comentarios? Al terminar con él, me consuela que sea verdad el motivo que me expuso, aunque me duele profundamente. Pero el no haber significado nada de nada estos meses que estuvo conmigo y dejarme a ras de la misma relación que tuvo con ellas, eso me descorazona. Tengo que reaccionar, dejar de lamerme las heridas y no perder ni un minuto más de mi tiempo con este hombre. Tengo que caminar y mirar hacia adelante, porque ahora lo que hago es caminar hacia atrás, aunque mire hacia adelante… así no voy a ningún sitio. RIP Manuel (22-08-05)

    16 de septiembre de 2005

    Vuelvo a estar triste y con el nudo en la garganta. Y lo peor es que ahora no tengo la regla para buscarle una excusa a la tristeza. Hoy me siento abandonada por todos. Alicia me hizo un comentario el otro día al respecto. Ella cree que si cuando eres niño sufres abandono familiar o desarraigo y evidentemente nosotros lo sufrimos, es probable que de adulto cualquier desengaño amoroso o cualquier pérdida afectiva nos afecten el triple. Ahora entiendo cómo me agarro emocionalmente y cuando dejo o me dejan (creo que al final es lo mismo) esa sensación de abandono es lo que me hace tanto daño. Me gustaría, cuando conozco a alguien no mirar más allá de lo que es una noche o un rato divertido. No implicarme emocionalmente. Pero, ¿cómo se consigue eso? Además, para mí es importante y vital entregarme sin reservas, tirarme sin paracaídas, vivirlo sin condón, a pelo. Es de las pocas cosas en la vida en las que no me mido, ni guardo la compostura. Cuando siento, necesito dejarme arrastrar por esos sentimientos. Por supuesto eso tiene sus riesgos, o me hace feliz o desgraciada. Pero es de la única manera que lo siento como auténtico. El dolor o la euforia de la felicidad en el amor son siempre preferibles al estado anestesiado y permanente que vivo cuando no estoy realmente enamorada. En esta ocasión, confío en que esté tocando fondo y pueda coger impulso pronto para tirar hacia arriba con fuerzas.

    Esta semana por más que he querido mirar con optimismo hacia adelante, hacia proyectos y personas, me encuentro con dificultades o con el ninguneo de aquellos a los que he acudido, que me han ignorado, como si no existiera.

    20 de septiembre de 2005

    No me apetece mucho escribir pero no quiero abandonarme a no hacer nada porque esté inapetente, porque de esa manera puedo acabar en un rincón mirando las musarañas y he decidido andar hacia adelante, aunque sea a pasitos cortos y no tenga muchas ganas de caminar. Además, de todo lo que estoy leyendo ahora sobre cómo superar el desamor o el abandono, una de las mejores recomendaciones es precisamente ésta, escribir sobre ello, dejar fluir el bolígrafo y darle rienda suelta a todo lo que se le pase a uno por la cabeza. Es buena terapia, te hace distanciarte un poco de la situación y verlo desde otras perspectivas. En ésas estamos. Además, haberle hecho la esquela de defunción me hace pensar en él de otra manera.

    Hoy empieza el otoño, a ver si se lleva todas las hojas que ya no dan savia a mi tronco, llueve un poquito y nos preparamos para el renacer de la primavera. Por este orden: salud para mi familia y para mí, mi casa y un nuevo amante…

    22 de septiembre de 2005

    Ya hace un mes de… Descanse en paz. Esta mañana en el trabajo, las puñeteras coincidencias, a mi compañera le sonó el móvil, le estaban enviando un mensaje. Sentí un vuelco. El tono era el mismo que tiene Manuel en su teléfono cuando le llaman. Es increíble a lo que se agarra una. Se me agolparon tantos recuerdos en un momento oyendo ese soniquete… Al rato, otra puñetera coincidencia, apareció un compañero de trabajo para tratar algo sobre su expediente. ¡Qué casualidad! Se llama también Manuel Aranda. Desde entonces hasta le miro con otros ojos. Y claro, es que yo no necesito nada para acordarme de él… pasemos página.

    24 de septiembre de 2005

    El tema de Manuel parece que empiezo a llevarlo con más calma, aunque de vez en cuando sigo pendiente del teléfono, por si acaso… ya hace días que no lloro, que no releo la carta que le entregué, empiezo a aceptar que la cosa se terminó. En fin, que después de la fase de rabia y dolor por la pérdida, viene la de aceptación. Confío que ésta tampoco se alargue mucho y que la fase de olvido y la posterior, de comenzar de nuevo, vengan rauda y veloz.

    Esta noche tuve un sueño curioso. Caminaba descalza por el arcén de una carretera. Desconozco dónde iba, pero me volví para calzarme unos zapatos. Me veo en un piso pequeño. Estaba con Fernando (un ex de mi juventud), que se había separado y compartía el piso con otro hombre. Mis amigas Alicia y Paqui, que estaban conmigo, se fueron. Me quedé a solas con Fernando que me pidió matrimonio. Le dije que de casarme, lo haría por adquirir un compromiso, como si de un contrato laboral se tratara. Me asomé a la terraza y me dio vértigo, era un piso muy alto. Cuando me iba, me llevaba muchos bolsos, algunos vacíos.

    28 de septiembre de 2005

    Hacía mucho tiempo que no me dolía la cabeza. Llevo tres o cuatro días con varios frentes abiertos: El piso que me acabo de comprar, el difunto, mi madre, etc... Me la tienen calentita, pero no he de dejarme arrastrar por ello, prefiero hablar sobre circunstancias mejores. Por ejemplo, ayer comí con mi amiga Marina. Fue una velada muy agradable. Pude hablar con ella de todo lo que me preocupa y me ayudó a sentirme mejor. Las lágrimas me vuelven a los ojos cuando hablo de Manuel o pienso en él. ¿Cuándo conseguiré arrancarlo de mi cabeza y de mi corazón? Mientras él, de seguro que estará tan tranquilo, incluso parece ser que ha cogido unos cuantos kilos. Debe estar de lo más feliz.

    Por fin me animé y me inscribí hace un par de días en CITA2, una página de contactos de Internet. Mi amiga Loli me inició y me enseñó cómo funciona el chat. Me abrí una cuenta, aunque aquí se llama perfil. Pones todos tus datos y una breve exposición de cómo eres, de tus aficiones, de cómo es el hombre que buscas… Piden foto, pero yo de momento, no la voy a colocar. Entro en este mundillo expectante, un poco incrédula y con bastante reserva. No sé si es por pudor, pero si cuelgo la foto, puedo tener la sensación como de estar expuesta en un escaparate. Así que con lo que he puesto, voy más que servida. Después de buscar un Nick con el que identificarme, me quedé con Metafórica, no me gusta mucho cómo suena, pero me aburrí buscando nombres. Todos los que se me ocurrían estaban ya asignados. Tenía la posibilidad de añadirle un número, pero eso sí que me sonaba mal. Pensándolo bien, la foto con una camisa de rayas y el Nick con el número en el centro y una frase que dijera: Aquí estoy, presa por amor. Podría tener su gracia…

    Pocos hombres han visitado mi perfil. Dos de ellos, que han querido chatear conmigo, eran muy jóvenes. Los otros, de mi edad han consultado mi página pero no me han enviado mensaje alguno.

    3 de octubre de 2005

    Estoy de lo más entretenida con el tema del chat. Aunque he de reconocer que Manuel sigue rondando en mi cabeza, apenas me apetece escribir desde que se terminó nuestra historia. Dios mío ¡cuánto le echo de menos! Cada vez que voy a Málaga y paso por su barrio, vuelvo peor. Se me van los ojos para todos lados. Incluso esta mañana que tuve cita con el médico en el Hospital Carlos Haya, en mi misma consulta nombraron a uno que se llamaba exactamente como él. Sentí un pellizco en el estómago. No dejo de preguntarme, ¿hasta cuándo durará esta sensación, que me persigue las veinticuatro horas del día?

    Ahora que estoy chateando e intentando contactar con algún hombre, no puedo por menos que decir que de momento, la experiencia es como poco, curiosa. Tan sólo uno se ha dirigido a mí para conocerme y desde luego la planta que tiene en la foto no se corresponde ni con su voz, ni con lo que expresa. Éste debe andar muy desesperado en conseguir una mujer y se salta a la torera el protocolo de seducción. En cambio, le he mandado mensajes a tres perfiles, dos profesores y un médico… ninguno me respondió. ¡Qué éxito!

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