El novio soñado
Por Susan Mallery
4/5
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Sin embargo, sus besos apasionados y su encanto irresistible le hicieron cambiar de opinión. Hasta cabía la posibilidad de que la profecía fuera cierta.
Susan Mallery
#1 NYT bestselling author Susan Mallery writes heartwarming, humorous novels about the relationships that define our lives—family, friendship, romance. She's known for putting nuanced characters in emotional situations that surprise readers to laughter. Beloved by millions, her books have been translated into 28 languages. Susan lives in Washington with her husband, two cats, and a small poodle with delusions of grandeur. Visit her at SusanMallery.com.
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El novio soñado - Susan Mallery
Editado por Harlequin Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1999 Susan W. Macias
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
El novio soñado, n.º 2029 - noviembre 2014
Título original: Dream Bride
Publicada originalmente por Silhouette® Books
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-5601-1
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
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Capítulo 1
OjalÁ estuviera a punto de soñar con el hombre de mi vida —dijo Cassie, sonriendo—. Debes de estar entusiasmada…
Chloe Bradley Wright acarició la suave tela del camisón que tenía entre las manos y, tras mirar a su hermana, replicó:
—Sí, tanto que no encuentro palabras para expresarlo. ¿Seguro que tengo que ponerme el camisón?
—No tienes que hacer nada si no quieres.
A Chloe le habría gustado que fuera cierto, pero estaba obligada a ponerse el estúpido camisón. Era el día de su vigesimoquinto cumpleaños y, en consecuencia, no le quedaba más remedio que participar en la leyenda de la familia. Sin embargo, ella no creía ni en la magia ni en los amores eternos. Desde su punto de vista, el amor era una forma prácticamente segura de terminar con el corazón roto.
Abrió la boca para decir lo que pensaba al respecto y la volvió a cerrar. Chloe no era creyente, pero a su hermana, Cassie, le sobraba la fe que a ella le faltaba. Además, ¿quién era ella para intentar que cambiara de opinión? Si Cassie quería creer en esas cosas, estaba en su derecho. Y, por otra parte, tampoco era para tanto.
Clavó la vista en un rostro que le resultaba casi tan familiar como el suyo. Cassie era adoptada, pero habían crecido juntas desde su más tierna infancia y, como Chloe solo le sacaba seis meses, eran las mejores amigas del mundo.
—Está bien, me lo pondré.
Cassie se acercó a ella y la abrazó.
—¡Lo sabía!
La hermana de Chloe saltó de la cama. Su corto y castaño cabello osciló suavemente alrededor de su cara.
—Iré a decírselo a la tía Charity —continuó—. Seguro que se lleva una sorpresa.
—Lo dudo —dijo en voz baja.
Chloe sabía que su tía tenía un sexto sentido para esas cosas, y estaba segura de que ya habría imaginado con quién iba a soñar.
En cuanto se quedó a solas, se quitó la camiseta y los vaqueros.
—Charity se equivoca. No voy a soñar con nadie —se dijo en voz alta—. Solo es un camisón. No tiene poderes mágicos… ¿Quién cree en esas cosas a estas alturas?
Se desabrochó el sostén y lo dejó en el suelo. Después, volvió a recoger el camisón y se lo puso. La tela estaba tan fría que se estremeció.
—No es nada —declaró en un intento por convencerse a sí misma.
Sin embargo, Chloe no las tenía todas consigo. ¿Qué pasaría si la leyenda era real? ¿Qué pasaría si efectivamente soñaba con el hombre que estaba destinado a ser su amor?
—Tonterías. Esa idea es tan absurda como la idea de que aparezcan unos extraterrestres y me rapten.
—Yo no estaría tan segura de eso…
Chloe se sobresaltó al oír la voz de su tía, que acababa de entrar en el dormitorio.
—¿Qué ha hecho Cassie para conseguir que te pongas el camisón? —siguió hablando—. ¿Retorcerte el brazo?
Chloe se encogió de hombros.
—No ha hecho nada. Simplemente, he pensado que es un rito tan inevitable entre las Bradley como los cumpleaños y los impuestos. Solo siento que se vaya a llevar una decepción por la mañana…
—Sí, será una pena. Cassie es de las pocas personas que creen de verdad en la leyenda. Ya no quedan muchas.
Chloe había cumplido veinticinco años, pero en ese momento se sintió como si tuviera diez y Charity la estuviera mirando con recriminación por no haber sacado notas tan buenas como esperaba.
—No me digas que tú crees en la leyenda, tía.
Chloe se sentó en el borde de la cama y su tía se acomodó a su lado. Charity era de altura media y tenía los ojos y el cabello oscuro de todos los Wright. Debía de haber cumplido los cincuenta y cinco años, pero se conservaba tan bien que habría podido pasar por una mujer de cuarenta y tres o cuarenta y cuatro.
—Bueno, he viajado por todo el mundo y he visto cosas verdaderamente maravillosas —dijo—. En cuanto a la magia y las leyendas… ¿Quién sabe qué es real y qué no lo es?
Chloe soltó un bufido irónico.
—Oh, vamos. ¿Intentas convencerme de que este camisón tiene varios siglos de antigüedad y, por si eso fuera poco, poderes mágicos?
Esta vez fue Charity quien se encogió de hombros.
—No pretendo convencerte de nada.
Chloe acarició la tela de nuevo.
—Para ser tan viejo, está perfecto.
—Como yo, cariño —afirmó Charity.
—Tú no eres vieja… —Chloe suspiró—. No sabes cuánto me gustaría que la leyenda fuera verdad, pero no lo creo.
—Porque eres periodista —observó con humor.
—Sí, es posible. Pero es importante que alguien tenga sentido práctico en nuestra familia. Cassie y tú estáis todo el día con la cabeza en las nubes.
Justo entonces, Cassie entró en la habitación.
—Ya estoy aquí —dijo.
Cassie llevaba algo en la mano, pero Chloe no se pudo interesar al respecto porque su hermana lo lanzó al aire antes de que pudiera preguntar. Docenas de pétalos de color rosa, rojo y amarillo cayeron sobre ellas.
—Es mi contribución —declaró con una sonrisa.
Cassie se sentó en el pequeño sillón de orejas que estaba junto a la puerta del armario. Chloe se quitó los pétalos del cabello y, al ver lo bonitos que eran, su enfado por tener que participar en la tradición de la familia desapareció al instante.
—Como ves, has ganado —dijo, levantándose de la cama.
Su tía también se levantó.
—Es lo mejor, cariño. Ya lo verás…
Charity se dirigió a la puerta y, antes de salir, dijo:
—Que duermas bien.
Cassie se acercó entonces a su hermana y sonrió.
—Espero que sueñes con un hombre maravilloso; un hombre muy guapo y que quiera estar contigo para siempre.
—Eres una romántica —replicó con ironía—. Pero haré lo que pueda.
—Cuando amanezca, me lo contarás todo. Y con todo lujo de detalles.
—Está bien…
Cassie salió de la habitación. Chloe apagó la luz y se metió en la cama donde dormía desde los trece años. Había redecorado varias veces la estancia, pero la cama era la misma y, normalmente, tenía la impresión de que no había cambiado nada.
Sin embargo, aquella noche no era como las demás. Todo le parecía distinto.
Se tapó con el edredón, cerró los ojos y sonrió al pensar en su fiesta de cumpleaños. No quería que fuera grande, de modo que solo invitó a unos cuantos familiares y amigos. Charity y Cassie se encargaron de preparar la cena y, tras el postre, le dieron los regalos.
Su mente ya se estaba empezando a relajar cuando se acordó de la leyenda. Por lo visto, una joven había salvado la vida a una vieja gitana que, a cambio, le regaló un camisón. La joven era una Bradley, y la gitana le había asegurado que, si las mujeres de su familia se ponían ese camisón durante la noche de su vigesimoquinto cumpleaños, soñarían con el hombre del que se iban a enamorar y serían felices con él.
—Qué tontería —susurró Chloe—. Eso es tan probable como que aparezca un príncipe en un caballo blanco y me rapte.
Chloe sabía exactamente lo que iba a soñar: lo que siempre había soñado, nada en absoluto. Sus noches eran tan tranquilas y poco interesantes como un cajón vacío y, a decir verdad, le gustaban así.
Una vez más, pensó que el camisón no era mágico y que la leyenda solo era una leyenda.
Luego, se quedó dormida.
Apareció en mitad de la oscuridad. No en un caballo blanco, sino en un jeep que rugía por la pendiente de una montaña.
—Esto no puede estar pasando —se dijo Chloe dentro del sueño.
Desconcertada, se apoyó en una roca y se quedó sorprendida cuando el viento azotó su camisón e hizo que se hinchara como la vela de un barco. No llevaba más ropa que la prenda supuestamente mágica.
—Estás soñando —continuó—. No es más que un sueño. No pasará nada.
Momentos después, el jeep se detuvo a su lado y el hombre bajó del vehículo. Era delgado y alto; sustancialmente más alto que ella, que medía un metro setenta. Chloe pensó que al menos era guapo y se alegró por no estar soñando con una especie de ogro.
El hombre no dijo nada. Se limitó a acercarse, arrancarse la camisa y abrazarla con fuerza, contra su pecho desnudo.
—Me gusta —dijo ella en voz alta.
—Calla, amor mío. Soy tu destino.
—Sí, claro… Y yo soy descendiente de la reina Victoria.
Chloe clavó la mirada en los ojos más verdes que había visto nunca. El sueño era increíblemente real. Podía sentir el viento, el calor del desconocido y el aliento que le acariciaba la mejilla. Incluso podía sentir su erección.
—Te deseo —declaró él.
—Pues tómame. Soy tuya.
El hombre la besó y ella soltó un gemido de sorpresa y de placer. Su boca la conquistó de la más perfecta y experta de las formas. Se sintió pequeña, delicada y, paradójicamente, inmensamente libre. Pero era un sueño. Nada más.
Chloe rompió el contacto y dijo:
—Quiero pedirte una cosa.
—Lo que tú quieras.
—No desaparezcas hasta que hayamos terminado. Odio esas ensoñaciones eróticas que se estropean treinta segundos antes de llegar a lo mejor.
En lugar de contestar, él la alzó en vilo y la llevó a una cueva, en la que ardía un fuego. Al ver la suave y limpia cama de paja que estaba dentro, Chloe sonrió y dio las gracias a su imaginación por ser tan previsora.
—¿Quién eres? —le preguntó cuando ya se habían tumbado.
—Tu destino —repitió él.
—Sí, ya lo has dicho antes, pero tendrás un nombre… ¿O quieres que te llame Destino?
Él la miró con tanta intensidad que ella se sintió como si pudiera ver hasta los lugares más recónditos de su alma. Quiso decir algo más, pero no pudo. Sabía que aquello era un sueño, pero habría dado cualquier cosa con tal de que no lo fuera.
—Ya me conocerás —respondió él.
La cueva se quedó completamente a oscuras. Chloe intentó aferrarse al desconocido, que se difuminó como un fantasma.
Cuando se quiso dar cuenta, él se había ido y ella estaba sola.
—¿Y bien? ¿Cómo ha sido? Cuéntamelo todo, desde el principio.
Chloe parpadeó al sentir la brillante luz del sol y comprendió que ya había amanecido. Estaba en su cama, en su dormitorio, mirando a una Cassie que sonreía de oreja a oreja.
—Bueno, ¿quién es él? ¿Con quién has soñado? —insistió su hermana.
—¿Cómo?
Chloe notó que estaba más embotada que de costumbre. Era como si no hubiera descansado; como si hubiera estado corriendo toda la noche o, más bien, haciendo el amor con un desconocido verdaderamente guapo.
Sacudió la cabeza y se dijo que eso era una tontería, que no había pasado nada, que el desconcertante sueño era consecuencia de haber tomado demasiada tarta durante su fiesta de cumpleaños.
—No me digas que no has soñado con nadie…
Chloe se sentó en la cama. Los músculos le dolían más que agradablemente, y había una extraña humedad entre sus piernas; pero, a pesar de eso, se dijo que solo había sido un sueño erótico, nada que ver con ninguna leyenda familiar.
—No, no he soñado