Saga de la Ascensión: 6
Por Grace Goodwin
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El traidor dentro de la casa Jax fue hallado; las repercusiones son asombrosas, con Faith apenas sobreviviendo y su emparejamiento destruido. Pero Faith siempre ha sido impredecible —basta con preguntarle a sus hermanas—, y nada le impedirá obtener lo que desea... y desea a Thor. Aun si el deseo significa la muerte para ella.
¡Descárgalo ahora para vivir el emocionante final de la historia de Faith!
Grace Goodwin
Grace Goodwin is a USA Today and internationally bestselling author of sci-fi and paranormal romance. Grace’s titles are available worldwide in multiple languages in e-book, print, and audio formats. Two best friends, one left-brained, the other right-brained, make up the award-winning writing duo that is Grace Goodwin. They are both mothers, escape room enthusiasts, avid readers, and intrepid defenders of their preferred beverages.
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Saga de la Ascensión - Grace Goodwin
1
Thordis Jax, albergue de montaña Jax
El macho alerano que había atado a la silla sangraba, no por algún tipo de tortura o abuso que hubiese sufrido bajo mis manos, sino por sus intentos de liberarse de las esposas de metal que lo sujetaban. Había estado aquí por un día y aun así no me había dicho nada.
Eso estaba a punto de cambiar.
—¿Dónde está la reina? —pregunté.
—No sé de qué estás hablando —escupió—. Libérame. Te pudrirás en las mazmorras de la unidad Optimus por esto. Déjame ir. Lo exijo. —Por supuesto que él hablaba en serio.
—Pero, eres tú quien está atado. Este no es un calabozo. —Miré alrededor de la habitación de los sirvientes en el último piso del albergue. Solo utilizábamos el lugar de retiro unas pocas semanas al año y solo había dos sirvientes que permanecían en sus labores todo el año. Vivían en una pequeña casa en otra parte de la propiedad. Esta habitación era austera. Una cama, una mesa y una silla. Una silla a la que ahora estaba atado el bastardo. En la pared detrás de mí había una pantalla de vídeo, grabando todo lo que estaba sucediendo. Él levantaba la vista a menudo y se veía en la pantalla.
—Pero te lo prometo, seré despiadado contigo si no comienzas a hablar.
Era noble, rico. Un hijo mimado de una familia acomodada. Y el primo lejano de mi compañera. Me tomé un momento para pensar en el árbol genealógico real. La madre de la reina Celene tenía una hermana, Zetta. Ella tenía un hijo, Coburt, ahora conocido como Lord Wyse. Lord Wyse y su compañera tuvieron a Radella. Cuando la reina Celene desapareció décadas atrás, Radella se mudó al palacio con su compañero, Danoth. Unos años después, tuvieron un hijo. Pawl. El pequeño hijo de puta frente a mí.
Parecía que el fruto no caía muy lejos del árbol, ya que había llegado a odiar al abuelo de Pawl, Lord Wyse, el inspector Optimi de la unidad Optimus, de quien ahora sospechaba que intentaba no solo arrestar e interrogar a mi compañera, sino asesinarla a sangre fría. Mi madre, con su último aliento, lo había delatado.
Él era mi enemigo. Un enemigo de toda Alera y, sin embargo, ocupaba una de las posiciones más poderosas del planeta.
Él sería capaz de matar a Faith y a sus hermanas si tuviera la oportunidad. Ya había tenido varias y, afortunadamente, no había tenido éxito.
Mi propósito en la vida cambió en el momento en que mi madre confesó sus pecados y luego murió en mis brazos. Mi único objetivo era asegurarme de que Faith estuviera a salvo. Mi madre había tratado de envenenar a mi pareja, a la mujer que amaba más allá de todo pensamiento o razón, y luego confesó sus pecados mientras mi padre yacía muerto, en lugar de Faith.
Perdí todo en cuestión de momentos. Mi familia. Mi honor. La riqueza y el estatus de la familia Jax nos serían despojados. Incluso si no pasara el resto de mi vida pudriéndome en una celda de la prisión, sería una desgracia para todo el planeta. El único Jax que permanecía con vida, el único con vida para llevar la carga de los pecados de mi madre. Toda Alera me juzgaría por mi línea de sangre, y si no, por mis actos.
Y Faith. Maldición, mi corazón sufría por mi compañera. Mi miembro ansiaba hundirse en su calor, llenarla de nuevo con mi semilla mientras ella acababa, ordeñando mis bolas. Ella merecía algo más que una follada hábil y un hombre cuya alma no estuviera manchada por un legado tan terrible. Y niños que no estuvieran manchados. Faith era una jodida princesa. Si bien no era heredera directa del trono —Trinity se convertiría en reina después de su madre—,era de la realeza de pies a cabeza.
No era digno de Faith, pero podía protegerla. Y era lo que haría, a toda costa. Si significaba torturar y asesinar al bastardo mentiroso que estaba ante mí, su primo Pawl, entonces enterraría mi disgusto y haría lo que fuera necesario. No era un asesino, era un noble, un hombre de negocios y de la ley.
Pero por Faith, debía hacer excepciones. No me importaba una mierda si el asesinato de Pawl era descubierto por la guardia de la reina. Mi vida terminaría sin Faith. Mientras estuviera a salvo, nada importaba.
—¿Dónde está la reina Celene? —Me senté en una silla frente al joven idiota, observando su mirada mientras me escudriñaba con los ojos de un mentiroso, un tramposo. Su mirada se aguzó mientras me reclinaba en mi silla, con los brazos cruzados, completamente a gusto como él podía ver. En el interior, me enfurecía la necesidad de arrancarle la cabeza de los hombros y desatar el dolor que había en mi interior en forma de violencia contra mis enemigos.
Eso no funcionaba bien cuando uno de esos enemigos era mi propia madre.
Mierda. Pawl tal vez podría ser el nieto de un traidor, pero yo también era hijo de una.
—Te lo dije, no lo sé —repitió—. No tengo ni idea de lo que estás hablando.
Mentiras. Mentiras. Mentiras. Suspiré y saqué una esfera de comunicaciones de mi bolsillo. Manteniéndola en el aire, activé las imágenes holográficas que había almacenado allí para este propósito y me aseguré de sostenerla para que estuviera claramente a la vista en el dispositivo de grabación en la pared.
Tan pronto como dejé a Faith, llamé a Nix para garantizar su seguridad. Pero en el momento en que vi la llegada del asesino y salí de la propiedad Jax, ya tenía una misión. La misión de llegar a la verdad, a la mente maestra. Mi madre, a pesar de ser culpable, era un peón. Justo como Zel. Yo sabía a dónde ir, dónde cavar. Pagué sobornos muy grandes a algunos miembros de rango inferior de la unidad Optimus a quienes no les agradaba el estilo de liderazgo de Lord Wyse, pero finalmente encontré lo que necesitaba: las órdenes de Lord Wyse a Pawl, ¿dándole instrucciones solo unas semanas atrás para dejar el planeta e ir a dónde?
A la Tierra.
¿Coincidencia? No.
Reproduje la grabación y vi los ojos de Pawl ensancharse al darse cuenta exactamente de lo que yo había encontrado. No solo demostraba su culpabilidad, sino que su padre, Danoth, había estado con él cuando recibió la orden de Lord Wyse. Parecía que el mal corría en la familia.
En las comunicaciones no se había mencionado a la reina por su nombre ni había órdenes directas o algo sustancial. Nada que pudiera llevarle a la princesa Trinity o a la unidad Optimus y que fuera una evidencia lo suficientemente fuerte como para derrocar a su líder.
Pero lo sabía. Lo sabía, y estaba a punto de infringir la ley para proteger lo que era mío. A Faith. Por ella, mataría a mil hombres como este.
—No creo que me entiendas, Pawl. —Me incliné hacia delante, volviendo a meter la comunicación holográfica en el bolsillo de una de mis mejores túnicas. Parecía que acababa de llegar del palacio. Bien vestido. Poderoso. Conectado. Todo era parte de mi plan, a pesar de que no había dormido desde que salí de la mansión Jax y de la vida de