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Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable
Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable
Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable
Libro electrónico104 páginas1 hora

Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable

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Un día amanecí con un tremendo dolor en mi cuerpo de tantos golpes, mis labios llenos de puntadas, los ojos hinchados de los golpes y me miré en el espejo: ¡No puede ser!, dije dentro de mí. Me preguntaba qué necesidad tenía yo de estar así, y empecé a recapacitar y mirar hacia atrás, mi pasado, y me preguntaba a mí mismo, hasta dónde había llegado con mi manera de ser y no he conseguido nada bueno. Desperdicié muchísimos años de mi vida, lo cual yo quisiera que tú evitaras, muchísimos años de sufrimiento, por no saber cómo vivir, muchísimos años se me fueron a la basura. Yo ya lo viví y no es nada agradable vivir una vida ingobernable. Qué no daría yo, con tal de empezar de nuevo y evitar este oscuro camino, lo único que sé, y he aprendido, es que después de esta vida ya no hay otra oportunidad, y el día de hoy es todo lo que tengo, por lo tanto debo de aprovecharlo al máximo.

Me costó muchísimo trabajo aceptar y dar mi brazo a torcer. No fue nada fácil para mí, tampoco imposible, pero lo logré. Y ahora soy un hombre diferente porque he cambiado mi vida, y lo puedo gritar al viento, ya que aquel Macario agresivo, lepero, malcriado, grosero, peleonero ya no existe dentro de mí, se ha disminuido y ha vuelto a renacer el verdadero Macario. Y bendito y alabado sea Dios porque ahora soy completamente diferente. Si yo pude cambiar mi vida, tú también lo puedes hacer, ya que todos somos hijos de un Dios amoroso.

Busqué la oportunidad y la oportunidad me llegó. Me sonrió y me dijo "Aquí estoy, estoy a tu lado y vamos hacia adelante, que la vida es una batalla".

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 may 2021
ISBN9781662489365
Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable

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    Las Consecuencias de Vivir una Vida Ingobernable - Macario Morales

    I

    El ser rebelde e insoportable

    Las consecuencias de vivir una vida ingobernable

    Al empezar a escribir este maravilloso libro, y digo maravilloso porque te comparto desde el fondo de mi corazón todas mis vivencias y mi pasado, las consecuencias y un precio muy caro que tuve que pagar por vivir una vida ingobernable. Espero que, al leer este libro te sirvan estas sugerencias de lo que yo viví y lo que pasé, y a la vez, para que puedas evitar una catástrofe en tu vida y no desperdiciar de 12 a 14 años como mínimo, que se me fueron a la basura.

    Estoy completamente seguro que si lees este libro hasta el final, te vas a identificar conmigo, y hasta vas a hacer un puente de comprensión con tu vida. A la vez, espero que puedas encontrar la paz y la tranquilidad que tu alma tanto necesita, ya que no es agradable vivir una vida amargada ¿por qué una vida amarga? porque no es normal que a ti te esté yendo de la patada en comparación a otras personas que te rodean; ellos son muy felices, están contentos y alegres. Mientras que tú, lo único que buscas son culpables y no por lo que te hicieron, sino quien te la va a pagar.

    Vivir una vida amargada te convierte como en un vampiro, le chupas la sangre positiva a las otras personas, principalmente si la otra persona estaba bien o iba bien, y tú con carácter la incomodaste y la hiciste sentir mal, no eres feliz; todo te cae mal, nada de lo que hacen contigo te cae bien. Al contrario, estás tan irritado e irritada y de mal genio. No tienes una manera de tratar a los demás, te peleas con cualquier persona simplemente porque se te voltean a ver, te enojas con la gente fácilmente.

    Tener una actitud negativa es una asquerosidad, y ese era mi problema, al no poder más me tuve que rendir por completo. Me di cuenta de que todo lo negativo se encargó de acabar conmigo. A donde sea que iba, siempre andaba con actitud enojada; enojado con la gente porque parecía que me seguían. Me enojaba por todo y por nada. Así era mi carácter, si yo iba a una tienda, me ponía bien frustrado con la gente, y cuando me ganaban en la fila para pasar y pagar, me sentía mal por dentro, decía: ¡A buena hora todos se ponen hacer fila!. La gente me caía tan mal; y más hacia la fila y ellos corriendo se adelantaban. Me la pasaba criticando y hablando mal de los demás, me volví una persona sínica que no sabía cómo tratar a los demás.

    Me convertí en un lángaro, en pocas palabras me convertí completamente en un sin vergüenza. Con mi carácter me enojaba en los bancos, especialmente si había otra tremenda línea y había que esperar ahí, y con las cajeras ni se diga. A donde sea que iba, sea en las tiendas, en los restaurantes, y más me enojaba cuando me decían: perdón señor, no escuché bien su orden, me lo podría volver a repetir. Ahí más me encendía de coraje cuando me hablaban en ese tono; luego les contestaba de muy mal modo y no es agradable pues, hacer sentir mal a un hijo o a una hija de Dios para que tengan un mal día. No podía captar que el de problema era yo, por tartamudear y en lugar de ser amable y escuchar con respeto y volver a contestar con amabilidad, me ponía más déspota con la gente.

    Hoy en día, ya analizándome, me doy cuenta de que el transcurso de la vida que he recorrido, yo era como una bomba de tiempo con mi persona. Muchas veces armaba un escándalo en el establecimiento y luego me ponía al tú por tú con los manejadores, y ellos me decían con amabilidad: Señor bájele un poco a su tono de voz, por favor, me decían, pero yo al contrario gritaba más, hablaba con más cizaña, con sarcasmo, como que diciendo que eran unos rateros para hacerlos quedar mal ante otras personas. Esa era mi mente.

    En un buffet muy famoso en la ciudad de Clovis CA, llegamos unos cinco minutos antes de que cerraran el establecimiento. Antes de entrar nos dijeron que la comida se les estaba terminando, y estaba en nosotros si queríamos comer de lo que había ahí, mis hijos dijeron que sí y amablemente nos dejaron pasar. Me puse tan bravo que hice que el manager mandara a cocinar la comida que faltaba, toda la gente que había en ese establecimiento se volteaban a verme.

    Me ponía tan bravo que mi color moreno, cuando me enojaba, se ponía más oscuro todavía, mis oídos se calentaban al igual que mi cara y en mi frente aparecían unas arrugas; y luego ponía ojos de becerro o los abría como si me fueran a echar gotas, y para el colmo, empiezo a tartamudear. No se me entendía lo que decía; hasta por teléfono me enojaba cuando me ponían una grabación que decía: presione el uno, presione el dos, presione el tres. No estamos deje mensaje, esas palabras me sacaron mis canas.

    Para hacer un reclamo, nunca lo hice con amabilidad ni con respeto, mi vocabulario era muy sarcástico A mí no me grite, me contestaba la operadora y me colgaban el teléfono. Me ponía más bravo todavía cuando me hacían eso; usaba palabras más fuertes, más desagradables que si hoy en día las usara fuera el hombre más corriente en el planeta tierra.

    Irritado: Todo el tiempo, quejándome de la gente en la calle. Yo no podía comprender que no era el único en esta vida como para decir que a las 8:00 am las calles estuvieran vacías para mí solito. Los semáforos parecía que me estaban esperando para ponerse en rojo; no me gustaba que mis hijos me hablaran en el camino porque más me irritaba. Nunca hice las cosas con amor, con alegría, con gozo, o con ánimo, enojado de mal humor todo el tiempo.

    Mal genio: En el trabajo no sabía cómo comportarme, nunca tuve la amabilidad de tratar a las personas con amor, cariño, cortesía, era muy criticón y criticar a las personas era mi mero mole. Desde chiquillo, a la edad de 10 o 12 años, le ponía apodos a los demás como: la tuza, el cacahuate seco, el caballo, trompón, el pocas trancas, la jirafa, la elefanta o el elefante. Que si las menciono todas, llenaría la página completa porque para eso si estaba bien preparado. Al platicar con ellos, ya les andaba buscando un sobrenombre. Unos amigos hicieron este comentario delante de mí: ¿Ya escuchaste a Mack cómo se expresa de los vecinos, cariño?, ¿y a nosotros qué apodo nos habrá puesto?.

    A unos de mis compañeros, como estaba obeso, le puse barril sin aros o costal de papas, y a veces los miraba y les hacía este comentario: Oye, ¿tú estás estudiando para ser abogado o abogada?, la otra persona me preguntaba: ¿Por qué?, y yo respondía: Porque con ese cuerpo que traes, estás listo o lista para el caso de las carnitas. Y si no en cuando los miraba, les decía: ¿Pero todavía andas aquí? ¿no que te habían aventado en la alberca?, y luego me preguntaban: ¿Por qué?, y yo respondía: porque alguien había pedido una torta ahogada. Y si estaban flacos calaca, palo de escoba, les decía varilla, y si usaban anteojos Varilla con ojos, y si no, Anteojos con fondos de botellones. Y eso era todo el tiempo para hacerlos sentir mal, me encantaba basilar con la gente, pero tenía un defecto que no sabía aguantar.

    Irrespetuoso: Esta palabra la confundía, ni sabía el significado de esta palabra. Mi vocabulario fue todo el tiempo malas palabras y ofender a las personas. En el transcurso de media vida que llevo, de mis labios nunca salieron palabras de ánimo, de aliento, palabras para alegrar a la gente. Y digo gente porque la gente que estaba a mi alrededor nunca me procuraron como amigo, y más cuando la persona es mezquina y tacaña y eso era lo lógico. ¿Quién quiere entablar una amistad con una persona con este carácter y con una personalidad agresiva, grosera, irrespetuosa, peleonera? ¿Quién quiere tener amistad con una persona así de mal genio y de mal modo de ser? Solamente un loco o una loca va a procurar una persona así, y mucho menos de dejarla entrar en su casa. Un conocido me dijo: Te quiero mucho Mack, yo dije dentro de mí que a todo dar, luego me contesta: Te quiero como el sol, entre más lejos es mejor, y eso era lógico, al ser un payaso y hablar puras babosadas nadie quiere tu amistad.

    Pertenecí a un grupo juvenil de la parroquia de la

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