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La mente: la última frontera
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Libro electrónico766 páginas11 horas

La mente: la última frontera

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La psicología con más de un siglo de existencia no ha desarrollado todavía un modelo claro de la mente. La dimensión más elemental y transversal de nuestro psiquismo, su naturaleza consciente-inconsciente, ha sido objeto de todo tipo de abordajes como de olvidos, propiciando que otras ciencias asumieran la responsabilidad de esclarecer su misterio. La neurología, la filosofía y la inteligencia artificial han ocupado el primer plano en el debate sobre la naturaleza de nuestra consciencia y su papel en nuestro comportamiento. A través del diálogo entre el profesor y el alumno, hablando y debatiendo sobre la mente, se presenta una propuesta puramente psicológica que dialoga con el resto de disciplinas, en un intento de ampliar la perspectiva sobre nosotros mismos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 abr 2012
ISBN9788484684466
La mente: la última frontera

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    La mente - Juan Pedro Núñez Partido

    LaMenteLaUltimaFronteraC1.jpg

    Portadilla

    LA MENTE:

    LA ÚLTIMA FRONTERA

    Colección / Pedidos

    Portada

    Juan Pedro Núñez Partido

    LA MENTE:

    LA ÚLTIMA FRONTERA

    2ª edición

    2020

    Créditos

    Esta editorial es miembro de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE), lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional

    © 2012 Juan Pedro Núñez Partido

    © 2012 Universidad Pontificia Comillas

    © 2020 Universidad Pontificia Comillas (2ª edición)

    Universidad Comillas, 3

    28049 Madrid

    Diseño de cubierta: Belén Recio Godoy

    ISBN: 978-84-8468-876-1

    Depósito Legal: M-30648-2020

    Maquetación e impresión: Imprenta Kadmos, s.c.l.

    Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de la información, sin permiso escrito de la

    U

    NIVERSIDAD

    P

    ONTIFICIA

    C

    OMILLAS

    .

    Dedicatoria

    Para Alicia, la sonrisa del amanecer.

    Agradecimientos

    Agradecimientos: Este libro no hubiera podido ser escrito sin la generosa colaboración de todos aquellos que una vez fueron mis alumnos y supieron cuestionarme, ni de tantos y tan buenos maestros como he tenido a lo largo de la vida. Pero ciertamente tengo una deuda especial con el profesor Rafael Jódar, sin cuyo impulso definitivo este libro jamás habría visto la luz.

    Índice

    Índice

    Prólogo

    Un recuerdo siempre presente

    Vigésimo primer día. Al encuentro con la realidad

    R

    eflexiones de colega a colega

    1

    Vigésimo segundo día. Ordenando el caos

    R

    eflexiones de colega a colega

    2

    Vigésimo tercer día. Emergiendo de nuestra historia

    R

    eflexiones de colega a colega

    3

    Vigésimo cuarto día. Un torrente de acontecimientos internos

    R

    eflexiones de colega a colega

    4

    Vigésimo quinto día. Conocimiento único de naturaleza desconocida

    R

    eflexiones de colega a colega

    5

    Vigésimo sexto día. Humanoides

    R

    eflexiones de colega a colega

    6

    Vigésimo séptimo día. Un 1% de libertad

    R

    eflexiones de colega a colega

    7

    Último día. La despedida

    Notas y referencias bibliográficas por capítulos

    PRÓLOGO

    PRÓLOGO

    Aunque es un tópico decirlo, e incluso es un tópico recordar que lo es, para mí es un honor y un verdadero placer escribir estas líneas que prologan esta obra. Lo que el lector –estudiante de Psicología, investigador de ciencias Cognitivas o persona inteligente y curiosa– va a encontrar en estas páginas es algo poco común. En primer lugar, porque no es nada usual que un libro sobre el funcionamiento de la mente tenga como protagonista precisamente a la mente y su funcionamiento global e integrado. Fruto sin duda de factores sociales y políticos de las Universidades y centros de investigación, los equipos que se afanan por estudiar y comprender la respuesta emocional, no dialogan –por ejemplo– con los equipos que estudian determinada función memorística, de forma que la integración del conocimiento y la emergencia de una comprensión sobre cómo funciona integradamente la mente se deja en manos del alumno de Psicología o del investigador en formación. Sin embargo, esta visión integrada es extremadamente difícil de lograr (bien sabemos que la totalidad es más que la suma de las partes) y precisamente ésta es la gran contribución del profesor Juan Pedro Núñez: nos propone un puzle coherente con lo que sobre las distintas funciones mentales se ha ido aclarando y comprendiendo a lo largo del siglo de existencia de la psicología como ciencia. La psicología es una ciencia joven que no tuvo infancia, ni tiempo para construir un bagaje común y en unas décadas ha desarrollado una vertiginosa actividad investigadora, y como resultado se ha descuidado la actividad de recoger la sabiduría destilada a partir de estas investigaciones necesariamente parciales.

    En estas páginas, el autor va eligiendo aquellos datos y modelos que tanto por su solidez, como por la coherencia que tienen con el resto de las actividades mentales arrojan luz sobre cómo trabaja nuestra mente. Esta selección esconde la brillantez del autor. En estas selecciones y en el diálogo que surge a partir de los datos y modelos, el autor va tomando postura, aclarando términos, cambiando la perspectiva, y a la par, el lector es invitado a posicionarse, aclarar sus propios términos e ir ampliando y cambiando sus propias perspectivas. El recorrido empieza desde lo más elemental y termina en los aspectos más complicados y controvertidos de la investigación sobre la mente humana. Entra en el debate de temas complejos, en los que investigadores podrán encontrar novedosas tomas de postura generadoras de hipótesis específicas. Junto con ello, el libro no descuida al lego ni al estudiante de Psicología, para el que se destinan fichas técnicas más completas y de corte más académico.

    ¿Y cómo describir el modelo de funcionamiento integrado que se propone en esta obra? El modelo que se construye se fundamenta en un eje principal, la dimensión más importante de nuestra mente, y hasta hace poco la más ignorada por la psicología científica: la dimensión consciente-inconsciente. La gran osadía y la gran revolución es precisamente la elección de este centro de gravedad, la consciencia-inconsciencia, que permite tejer el tapiz integrado de los procesos mentales. La belleza del modelo se hace sublime cuando el lector se acerca a la comprensión de que en el centro de esta galaxia cuyos brazos en espiral son la consciencia y la inconsciencia, habita un agujero negro, el gran misterio por resolver en la ciencia contemporánea: no comprendemos (¿aún?) cómo surge la experiencia consciente a partir de la materia viva que conforma nuestro cerebro y el resto de nuestro cuerpo.

    Quiero abordar ahora aspectos de esta obra menos explícitos y que me parecen igualmente revolucionarios. Lo que va a encontrar el lector es un diálogo profesor-alumno, donde todo se va hilando y tejiendo para que al final, cuando se toca el tema de la consciencia y el inconsciente, la inteligencia artificial o la libertad, todo cobre sentido. No es casualidad que así sea, que este diálogo, este intercambio de dos mentes (conscientes e inconscientes) sea el telar del que surge el conocimiento. No es la mente la generadora de verdades, sino la comunicación, la red, el diálogo fructífero. Se supera así la visión de una mente aislada, tan común en las ciencias cognitivas, y se apunta a la mente en intercambio, como una frontera más de nuestro conocimiento, y al intercambio mismo como motor que expande estas fronteras. No cualquier red, cualquier diálogo es provechoso, y también conviene destacar las características de la comunicación que vamos a encontrar: el maestro escucha, alienta pero al mismo tiempo propone retos y problemas al discípulo. Esta tensión en el telar de la generación del conocimiento, pone al discípulo en búsqueda de las propias respuestas. En esta búsqueda, surgen estructuras de pensamiento implícitas e inconscientes, que el maestro va cuestionando con una mezcla insólita de acogida, crítica, orgullo, seguridad y humor. Este bien-hacer del maestro desencadena los recursos del discípulo que lejos de dejarse intimidar, acepta el cuerpo a cuerpo, como sabiendo que no hay nada que perder, que la derrota es mejor que la ignorancia, que la derrota no es tal. Aunque el diálogo socrático es un procedimiento bien antiguo, no tiene alternativa y Juan Pedro lo encarna también más allá de las páginas de este libro. En ocasiones el maestro se sabe expuesto al riesgo y acaba reconociendo cambios en sus perspectivas. Mi deseo es que el lector pueda sentir esta emoción tan trascendental que impregna la búsqueda, la certeza de que el descubrimiento no pertenece a ninguno de las dos personas que dialogan, sino que emana del mismo diálogo que juntos comparten.

    Este diálogo que he tenido la gran suerte de compartir con Juan Pedro, expresa metafóricamente el mismo procedimiento científico, quizá una de las invenciones más fructíferas del ser humano: la capacidad de generar un conocimiento provisional, la valentía de exponer las propias convicciones a la crítica, la convicción de que el conocimiento no pertenece a uno, sino que por ser comunitario y criticable es definitivamente conocimiento, (por ahora) válido. El diálogo maestro-discípulo es un viaje que no puede acabar mal, porque paradójicamente el viaje es la meta, y aunque siempre queden descubrimientos pendientes, la promesa de Ítaca alienta un viaje lleno de profundo encuentro y descubrimiento.

    No quiero terminar sin señalar otra gran novedad de este libro. Juan Pedro Núñez es psicólogo y escribe desde la Psicología y la Psicoterapia, y se nota. Por el contrario, la mayoría de las propuestas de divulgación sobre la mente provienen de la filosofía o la neurología. La mirada que vamos a encontrar en las líneas que siguen está llena de comprensión sobre las funciones de la mente, y su relación con el bienestar de los seres humanos, y el crecimiento de las personas y las comunidades en las que habitan. El diálogo abierto y valiente que Juan Pedro ha mantenido con alumnos, pacientes, amigos y consigo mismo ha generado el libro que tienes en tus manos. Te deseo un buen viaje.

    Rafael Jódar Anchía

    Laboratorio de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas

    Madrid, 24 de Noviembre de 2011

    UN RECUERDO SIEMPRE PRESENTE

    UN RECUERDO SIEMPRE PRESENTE

    Extraña vocación la del maestro que, como si de un agricultor se tratase, rotura, siembra, riega, poda, fumiga, mima y se desvela tratando de que arraiguen la sabiduría y los conocimientos en las mentes de sus discípulos. Pero a diferencia del labriego los campos que cultiva no le pertenecen y otros serán los que se beneficien de los frutos de su trabajo.

    Desapareció de mi vida con la misma elegante discreción con la que se presentó, pero su indeleble presencia quedó anclada en lo más profundo de mi corazón. Recuerdo como el atardecer siempre parecía interrumpirnos en el mejor momento. Aquel viejo zorro amaba el debate y disfrutaba con la confrontación, nunca te daba tregua y utilizaba su enorme talento para vapulear tu inteligencia sin ninguna consideración ni miramiento. Poco a poco, con el paso de los años y sin que me percatara de ello acabó siendo mi consejero y mi amigo. Todavía hoy le echo de menos, aún puedo oírle y de vez en cuando hablo con él en mi silencio y me río de mí mismo como él lo haría, cuando me descubro creyéndome un gigante simplemente porque me he visto reflejado en un espejo demasiado pequeño. He vivido tratando de seguir sus pasos y creo que moriré anhelando alcanzar su ejemplo.

    Durante todos estos años he conservado como oro en paño las grabaciones que de nuestras eternas conversaciones hacía mi maestro y a las que después añadía sus propios comentarios. Me las entregó en mano en la última visita que me permitió hacerle al hospital, cuando su cuerpo ya moribundo se había convertido en indigno refugio de su aún vigorosa e inteligente mirada.

    Nunca hasta ahora había querido ver dichas grabaciones, pensé que sería doloroso contemplarnos cómo en aquellos días en los que parecía que la vida nos hacía una oferta sin fecha de caducidad. Pero al buscar para ellas un sitio en mi nuevo despacho, me ha parecido escuchar su voz llamándome cobarde y, como entonces, no he podido resistirme al agitar de su capote. Durante unas horas me he vuelto a sentir joven, inmerso en aquellas conversaciones, reviviendo aquellos duelos y descubriendo para mi sorpresa que mi maestro dejó grabados para mí algunos comentarios y reflexiones. Ahí estaba yo como siempre arremetiendo con mi arrogante ignorancia, mientras él disfrutaba con cada una de mis embestidas pues en ellas afilaba más y mejor el estoque de su sabiduría. Pero curiosamente, con cada golpe que recibía más se acrecentaba mi hambre de conocimientos, más escalofriante se volvía la incertidumbre ante la vida y más sentía yo el apasionante vértigo de la libertad que nos brinda nuestro pensamiento…

    VIGÉSIMO PRIMER DÍA. AL ENCUENTRO CON LA REALIDAD

    VIGÉSIMO PRIMER DÍA.

    AL ENCUENTRO CON LA REALIDAD

    — Maestro… ¿de verdad podemos explicarnos a nosotros mismos? ¿no es algo pretencioso querer conocer objetivamente la mente a través de nuestra propia actividad mental?

    — Bueno, bueno…, parece que hoy nos hemos levantado ambiciosos, tu primera pregunta es la misma que trae de cabeza a la humanidad desde hace milenios. Lo que no me gusta es el tonito altanero que destila la segunda.

    — ¿Por qué dice eso maestro?

    — ¡Vaya! ahora nos hacemos los ingenuos, me temo que hoy va a ser un día muy largo si vamos a estar jugando al gato y al ratón todo el tiempo. Es evidente que, de alguna manera, ya estabas asumiendo que no es posible explicar objetivamente la mente. Y puesto que han sido muchos los grandes pensadores y científicos que a lo largo de la historia sí lo han creído posible, ya me dirás tú si no has estado un poquito petulante.

    — El día que nos separemos no sé qué recordaré mejor, si tantas lecciones llenas de erudición o estas pullas intelectuales con las que tan a menudo me obsequia para, según usted, "sembrar en mi la semilla de la humildad" aunque yo más bien creo que lo hace porque disfruta mermando mi ya precaria autoestima.

    — Pues sinceramente te diré que estoy convencido de que recordarás mejor las pullas que las genialidades y créeme que con ello sólo aspiro a que con el tiempo, tu hinchada autoestima se vista ocasionalmente de humildad para que puedas contemplar la vida con algo de sabiduría. De lo contrario, mi fracaso como maestro habrá sido total y no serás más que otro engreído y torpe discípulo que usará el conocimiento como pedestal sobre el que alzarse para destacar sobre el resto de los mortales. ¡Triste tarea la mía! regando y podando inteligencias sin saber nunca si el brote tendrá la paciencia para llegar a ser árbol que cobije y de sombra a cuantos a él se acerquen, o si correrá para convertirse en pomposo arbusto que ofrezca flores ocasionales que le adornen para simplemente llamar la atención.

    — No se pase con el toque poético que me abruma, ya sabe que ponerse dramático conmigo y adoptar el papel de viejo profesor ingratamente tratado por la vida no va a servirle de nada. Sus ojos no pueden ocultar al dragón que habita en su interior, por eso prefiero verle escupir fuego y chamuscarme en el lance que tener que aguantar sus empalagosas peroratas.

    — Jajaja…. ¡Tú también me caes bien! Me encanta que entres descaradamente al intercambio de golpes, sólo espero que no te hagas demasiado daño…, pequeño.

    — Maestro…

    — Está bien, está bien, empecemos la clase. La verdad es que no me cuesta nada reconocer en tu pregunta la vorágine emocional que la inspira y que yo también he experimentado. Por un lado, está el miedo que provoca el mero hecho de imaginar que algún día podamos acabar con el misterio, que lleguemos a lograr un control sobre nuestra naturaleza psíquica similar al que hoy tenemos sobre los átomos. Por otro lado, es verdad que, desde cierto punto de vista, mueve tanto a la risa como a la ternura contemplar la ingenuidad del que se propone explicar su mente utilizando su propia mente, es como el niño que quiere atrapar la imagen que ve en el espejo y que llega a mirar detrás del mismo con la esperanza de descubrir lo que no hay. Pero también es verdad que, al menos en mi caso, he experimentado un sobrecogedor sentimiento de admiración al contemplar a la única criatura del universo conocido que tiene la capacidad para preguntarse acerca de su propia existencia y sobre la esencia y forma de su ser, así como un profundo respeto hacia todos esos intrépidos y audaces hombres y mujeres que se han atrevido a buscar alguna respuesta a tan esquivas preguntas.

    Ahora te toca a ti decidir cuál de todas estas emociones marcará tu siguiente paso ¿te dejarás dominar por el miedo y no harás más preguntas, o embriagado de superioridad y paternalismo preferirás ver los toros desde la barrera mientras dejas que sean otros los que, tal vez henchidos de soberbia, pelean en un lodazal contra sus propias limitaciones tratando de explicarse a si mismos?

    — Al final va a ser verdad que mi autoestima rezuma exceso porque me tira lo de sumergir mi soberbia en un lodazal y tropezar con mis limitaciones.

    — ¿Por qué no me sorprenderá….? – (Aunque tú no lo sepas aún, se acerca el momento de separarnos, pronto dejaremos de ser maestro y discípulo y descubrirás la pequeñez que se siente ante la inmensidad de lo desconocido, ante la ignorancia que te revelan tus propios conocimientos. Por eso me enorgullece verte abandonar una vez más la exigua protección de lo conocido para explorar con bravura el océano de lo ignorado. Ojalá nunca escondas tus dudas, ni temas pasar por loco o por necio, pues sólo así podrás volar lejos). – En fin, tú lo has querido. Como primera respuesta te diré que no, que no podemos explicarnos a nosotros mismos, o al menos no al cien por cien, o de forma infalible como he supuesto que insinuabas por el tono de tu pregunta. Pero, por otro lado, he de añadir que lo mismo podríamos decir de cualquier otro objeto de estudio. Si bien es verdad que, en este caso, estamos además ante el enigma más grande que la ciencia se ha planteado y que apenas si hemos empezado a explorar tan vasto y oscuro territorio. Pero no desesperes, eso no quiere decir que no tengamos explicaciones y datos más o menos eficaces para poder enfrentarnos a ciertas cuestiones fundamentales. Naturalmente mucho de lo que hoy creemos con respecto a nuestro propio intelecto será engullido en un futuro cercano por nuevas y más potentes explicaciones.

    Si me permites una metáfora, somos como los primeros exploradores, pisamos un territorio prácticamente virgen y dónde hoy nuestros ojos apenas si ven a escasos metros debido a la espesura de la selva, mañana no tardarán mucho en levantarse gigantescas y modernas ciudades fruto del avance tecnológico y científico. Pero de nosotros depende encontrar las fuentes de agua potable y determinar dónde ubicar los primeros campamentos, y en la medida en que éstos resulten fiables se convertirán en el emplazamiento de las ciudades que otros habitarán, aunque después nadie recuerde el esfuerzo y el sacrificio que supuso llegar hasta allí por primera vez.

    Tampoco creas que en nuestro viaje vamos a estar solos o que viajamos a la deriva, seguimos algunas rutas marcadas en los mapas hace siglos por intrépidos navegantes que se lanzaron a mar abierto en apenas unos botes de remos y, en otros casos, contemplaremos hallazgos recientes que muy pocos han visto. No te voy a pedir que te aventures por sendas desconocidas ni que descubras rutas inexploradas, nuestro viaje es el viaje de un rey por sus inhóspitos y salvajes dominios, vamos a tomar posesión de lo que otros han descubierto para nosotros. No es un viaje de placer sino de aventuras, visitaremos zonas en conflicto y en algunos sitios nos sentiremos incómodos, observados y cuestionados. Sólo espero que al final tengas una buena perspectiva de lo que te pertenece como ser humano, como amo y señor de tu propia existencia y del conocimiento que sobre tu naturaleza se tiene, aunque sea sólo un conocimiento incipiente.

    — ¡Vaya! Esta vez ha sabido motivarme más de lo normal y eso que no era necesario pues este viaje lo llevo esperando desde que le conocí. Llegué a pensar que no querría acompañarme y al parecer estaba deseando que se lo pidiera. Por eso creo que debo ser honesto con usted y confesarle que llevo un tiempo investigando por mi cuenta, estudiando y leyendo algunos textos, así que me temo que esta vez no partimos de cero como a usted le gusta.

    — ¡Tan insensato como siempre, pero cada vez más rebelde e impulsivo! Hay que fastidiarse, encima te tendré que aguantar de listillo porque claro ¡cómo el señorito ha leído por su cuenta!… ¿Qué te he dicho yo mil veces?

    — Que lo que mueve la ciencia son las preguntas, hacerse las preguntas adecuadas, que para hallar la respuesta correcta hay métodos y el tiempo suele traerla bajo el brazo, pero las preguntas surgen espontáneamente sin que podamos controlarlo y que para preguntar sólo hace falta ignorancia…, y que esa es una de mis mejores virtudes.

    — Pues ya ni eso puedes ofrecerme porque ahora seguro que preguntas para demostrar lo que sabes, o te dejas llevar por los planteamientos de otros en vez de dejarte guiar por tus propias intuiciones. ¿No te das cuenta que no hay prueba más dura para todo conocimiento que enfrentarse a las preguntas elementales y básicas, las que surgen de lo cotidiano?

    — Está bien, no se enfade, prometo olvidarme de todo, no pasarme de listo, ser obscenamente espontáneo o al menos perspicaz y de no conseguirlo le invitaré a una cena cuando terminemos con este tema.

    — Umm… ¿Elijo yo el sitio?

    — ¡Por supuesto! No faltaría más.

    — No sabes cuánto voy a disfrutar con esto, me estoy relamiendo sólo de pensarlo.

    — Concéntrese que todavía no ha ganado nada.

    — Como el ser humano no puede surgir de la nada, suponemos que lo primero es la existencia de una realidad externa, de la que obviamente surgimos, pero no sólo evolucionamos de ella sino que nos configura desde el primero hasta el último de nuestros días en una constante interacción pues en ella debemos sobrevivir y a ella debemos adaptarnos. Por eso si queremos entender cómo funciona nuestra mente conviene empezar por conocer cómo se alimenta y se construye, es decir, con la percepción.

    — Esto va a ser más duro de lo que me imaginaba, acabamos de empezar y ya voy a tener que faltar a mi palabra. Pero no puedo evitarlo, supongo que es imposible renunciar a lo que uno sabe ¿acaso no asumimos como primera realidad al yo pensante (o consciente) de Descartes? Si algo podemos afirmar incuestionablemente es que pienso luego existo, tal vez no exista lo que veo y oigo, pues sabemos que la percepción puede ser engañosa, pero veo rojo luego existo, siento frío luego existo aunque ni el rojo ni el frío existan, el que los experimenta sí existe. ¿Cómo se le ocurre empezar entonces asumiendo la realidad externa para llevarme al estudio de la percepción? ¡Que encima es un tema de lo más aburrido!

    — Querido amigo, con intervenciones como éstas vas subiendo, sin saberlo, el precio del cubierto de la cena que vas a pagar. Sinceramente he de decirte que el panorama que veía oscuro y sombrío empieza a despejarse y llena mi alma y mi estómago de una suculenta esperanza.

    ¡Claro! que la primera realidad y tal vez la única que podemos conocer de forma infalible sea nuestra propia existencia a través de nuestras experiencias conscientes aunque los contenidos de éstas pudieran no ser ciertos. Pero a no ser que no quieras plantearte nada más ni adquirir otros conocimientos, aunque sean algo menos fiables, no te queda más remedio que seguir preguntándote y buscando las respuestas más sólidas posibles.

    Que la única realidad a la que tengamos acceso directo sea a nuestra experiencia consciente y con ello a nuestra existencia, no quiere decir que ésa sea la única realidad ni la primera. Si fuera así, nuestra consciencia sería un ente completo en sí mismo y el único elemento del universo y por tanto, habría surgido de la nada (algo difícil de asumir) o sería eterna (aunque curiosamente no tenemos recuerdo consciente de tan vasta existencia). Este supuesto también implica que nuestra consciencia trabajaría exclusivamente para dotarse a sí misma de la falsa sensación de que existen cosas externas e independientes a ella, lo que en sí ya es bastante absurdo, pero es que además lo haría paradójicamente sin darse cuenta, sin consciencia (no se tú, pero yo no tengo experiencia subjetiva de crearme una realidad paralela para justificar mi existencia) y esto hace que el absurdo sea completamente rocambolesco, sería algo así como afirmar que "sólo existe mi consciencia, que inventa cosas que no existen y lo hace sin ser consciente de que lo está haciendo".

    La otra opción que nos queda es asumir que tiene que existir algo más que justifica las experiencias de las que se alimenta la consciencia. Ese algo más, bien pudiera ser una especie de ser superior algo malévolo que le gusta jugar al engaño con el ser que ha creado haciéndole creer que hay algo más cuando sólo están ellos dos, o bien pudiera existir de verdad una realidad externa (creada o no por un Dios, pero ahí no nos vamos a meter) a la que nuestra consciencia tiene acceso y va conociendo poco a poco. Tú elige tu supuesto, pero la ciencia ha optado por el segundo y desde ahí es de donde partimos y por eso no nos queda más remedio que empezar por el estudio de la percepción. Trataré de no ser aburrido, al menos gratuitamente, pero créeme que para entender nuestro psiquismo los procesos más básicos y elementales, que no los más simples, son los que mejor nos enseñan de qué pasta estamos hechos.

    — Vale, me ha quedado claro, pero creo que antes de seguir deberíamos acordar un presupuesto para la cena.

    — Eso sería algo inteligente por tu parte y estúpido por la mía...

    — Ya veo.

    — ¡Ya veo, ya veo…! me temo que todavía no has visto nada chaval, no sólo porque aún no te he explicado la percepción, sino porque la factura de la cena es futuro y eso escapa a tus capacidades perceptivas que se centran irremediablemente en el aquí y el ahora.

    — La verdad es que ahora mismo soy incapaz de recordar cómo me he metido en este lío, pero el irónico sadismo con el que adereza sus explicaciones está por encima de lo que en usted es habitual, lo que supone todo un reto para mí. Así que no voy a amedrentarme, pagaré, pero ya que el gasto final escapa a mi control, disfrutaré de la contienda, le advierto que no pienso morderme la lengua, aunque al final sea sólo usted el que cene y yo tenga que conformarme con mirar.

    Si empezamos por la percepción, supongo que seguiremos por todas y cada una de las funciones psicológicas y hasta dónde yo sé, eso no sólo podría llevarnos mucho tiempo pues las investigaciones a este nivel están muy desarrolladas, sino que tampoco me parece a mí que nos vaya a servir para tener una visión unificada del funcionamiento de nuestra mente, puesto que las investigaciones en cada uno de estos campos están cada vez más especializadas y desconectadas del resto, incluso en muchas ocasiones y en mi modesta opinión, se utilizan conceptos y términos distintos para referirse a funciones psíquicas muy parecidas, por no decir idénticas.

    — Sin lugar a dudas has decidido ir a por todas. Y en esta ocasión, aunque me pese reconocerlo, estoy en parte de acuerdo contigo. Por eso mi intención no es repasar exhaustivamente todas y cada una de las funciones psicológicas, sino traer algunos de los aspectos que conocemos de ellas como argumentos o ejemplos que, a modo de hilo lógico, nos lleven a entender la mente como lo que es, un todo en armonía, una unidad de trabajo y funcionamiento única en el mundo por su versatilidad, eficacia y complejidad. No debemos olvidar que su división en partes es artificial, la hemos realizado nosotros para facilitar su estudio, pero no conviene confundir la estrategia de investigación con la naturaleza del objeto a estudiar, aunque dicha estrategia sea muy sensata y su división en partes responda a aspectos fácilmente distinguibles. Nuestra mente es una compleja y coordinada unidad de trabajo y hacerte entender las claves de su hermosa armonía es lo que nos ocupa.

    A veces abordaremos algunos debates teóricos que nos servirán para ir aclarando el modelo de la mente que manejamos y que pretende arrojar algo de luz sobre la relación entre la actividad psíquica consciente y la inconsciente. Nada de lo que te voy a enseñar está libre de discusión o revisión, nada será original, pero tampoco puedo eludir responsabilidades con respecto al encaje final de las piezas. De hecho, es muy probable que algunas de estas piezas encajen tras el esfuerzo al que me obliguen tus preguntas y cuestionamientos, teniendo a veces que deslizar en el diálogo algunos puntos de vista un poco más personales.

    En cualquier caso, al final del viaje tendrás herramientas suficientes para continuar explorando todo aquello que haya despertado tu interés y tu curiosidad, así como para contrastar lo que te haya podido resultar más confuso, equívoco o sorprendente.

    Pregunta cuantas veces sea necesario, intentaré estar a la altura, pero es la única forma de que no sólo no te aburras y me dejes divagando en la estratosfera de tus intereses, sino de que también puedas seguirme hasta el final.

    — Ummm ¡más sabe el diablo por viejo que por diablo! cómo le he dicho que la percepción me aburría va y menciona la relación entre la consciencia y el inconsciente, me anuncia debates y me exhorta a que pregunte y cuestione. No quiere perder la apuesta, no quiere que me duerma, busca provocarme para que meta la pata, quiere que mi arrogancia exhiba lo que he aprendido por mi cuenta para obligarme a pagar la cena, quien sabe si incluso anhela tener nuevas oportunidades con las que humillarme. Pecados de gula, soberbia e ira unidos en un solo acto, un viejo profesor deseoso de imponerse sobre un pobre e indefenso alumno…

    — Va a ser divertido, muy divertido, aprovechas cualquier resquicio para contra atacar, eso me gusta. Lo que pasa es que no soy tan viejo como tú te crees, así que no esperes que la benevolencia que sobreviene con el paso de los años te proteja de tus impertinencias. No pidas piedad, ni solicites una tregua, vigila tus espaldas y tal vez superes la prueba.

    — Definitivamente a mi autoestima no le pasa nada, estoy deseoso de poner a prueba su sabiduría contra mi ignorancia y de enfrentar su experiencia contra mi imprudencia, ha llegado el momento de esgrimir nuestras armas. Por mi parte me buscaré un trabajito de fin de semana que me permita ir ahorrando. A fin de cuentas, tampoco es tan mala la perspectiva, creo que pagaré con gusto sólo para verle comer hasta reventar en su intento por llevarme a la bancarrota.

    — Bueno, pues para empezar creo que es importante que entiendas la importancia que tiene la sensopercepción[a], pues se trata del canal de entrada, procesamiento y elaboración de la información de la que se alimenta nuestro psiquismo. Equivale al aparato digestivo para la vida biológica pues nuestra mente se alimenta de la realidad. Gracias a la sensopercepción nos relacionamos con el mundo exterior y con nosotros mismos. Además, sin ella sería imposible que nuestra mente se desarrollase pues necesitamos entrar en contacto con la realidad constantemente para que las distintas funciones psicológicas puedan evolucionar y mantener su actividad en sus más altos niveles de eficacia y rendimiento[b].

    Para que puedas captar mejor su relevancia, te pido que te imagines el inverosímil caso de que un ser humano con consciencia de sí mismo, pero sin la capacidad para experimentar sensaciones de ningún tipo (algo que en la práctica es imposible ya que para que la consciencia de sí mismo se desarrolle, nuestro cerebro[c] necesita interaccionar con el medio, es decir, recibir y procesar suficiente cantidad, calidad y variedad de estímulos del exterior y del interior del propio cuerpo). Pero bien, en el caso de que fuera posible, la vida psíquica de esa persona estaría … ¡VACÍA! ya que no dispondría de contenidos con los que llenarla, ni olores, ni sabores, ni colores, ni imágenes, ni sonidos, ni frío, ni calor, ni suavidad, ni aspereza... Sus pensamientos, de tenerlos, no podrían referirse a nada, pues nada ha podido conocer.

    Y dicho esto, ahora me interesa saber qué has aprendido en todos estos libros que dices haber leído ¿Te atreverías a definir la percepción?

    — Si sus retos van a estar e este nivel más vale que lo dejemos ahora y así yo me ahorro una cena y usted descansa que falta le hace.

    — No seas insolente y colabora un poco porque ponerte gallito tan pronto es además una temeridad que está por debajo de tu capacidad intelectual.

    — Está bien, pero no me sermonee que no lo soporto. "La percepción es el proceso psicológico mediante el cual el individuo interpreta y da sentido a la información que constantemente le llega a través de sus distintos órganos sensoriales, ya sea información lumínica, sonora, mecánica o química".

    — Perfecto, ahora abre los ojos y dime que ves[d].

    — Cosas, figuras, colores....

    — ¿Y qué esfuerzo, operaciones o actividades has tenido que hacer para ver esas cosas, figuras y colores?

    — Ninguno.

    — ¡Uhmm!

    — ¡Vale, vale!, ninguno conscientemente.

    — Bueno, pues ya hemos llegado al primer puerto. Para algunos autores como Gibson¹ no habría más que explicar puesto que entiende la percepción como una aprensión directa de la realidad. Pero nosotros no podemos quedarnos aquí. Son muchos y muy importantes los datos que apuntan a un complicado proceso inconsciente de computación que realiza nuestro cerebro, para descifrar las señales caóticas que le llegan a través de los receptores sensoriales y para construir nuestra experiencia consciente de la realidad.

    — Creo que se lo habría preguntado en cualquier caso, pero precisamente por el empacho de textos que me he metido entre pecho y espalda, necesito que me aclare aunque sea someramente ¿qué entiende usted por consciencia y por inconsciente? no vaya a ser que utilicemos los términos de forma distinta.

    — Será un placer querido amigo. Entre tú y yo y de aquí en adelante utilizaremos el término consciencia para referirnos al "sistema compuesto por el conjunto de contenidos, actividades y procesos cognitivos de los que el organismo tiene una vivencia propia y que le permite dar cuenta de ellos en un momento dado".

    Y llamaremos inconsciente al "sistema compuesto por el conjunto de contenidos, actividades y procesos cognitivos de los que el organismo no tiene una vivencia propia y por tanto no puede dar cuenta de ellos en un momento dado".

    Ambas definiciones no pueden ser más simples, de hecho, no pretenden ser exhaustivas y seguro que serían objeto de furibundas críticas si algún experto nos estuviese oyendo, pero en su sencillez está su poder y que sean claras es lo que necesito de momento. Primero, te quiero hacer notar que ambas subrayan que la calidad consciente o inconsciente de algo es temporal. Lo que en un momento dado es o está en el inconsciente, por ejemplo, lo que hiciste en tu último cumpleaños, puede pasar a ser consciente al instante siguiente por el mero hecho de habértelo recordado yo ahora mismo. Y viceversa, lo que yo te iba a decir antes de que me interrumpieras puedo olvidarlo y no saber siquiera durante un tiempo en qué estaba pensando en el preciso momento en el que me interrumpiste.

    Por otro lado, estas definiciones nos permiten saber fácilmente si algo es consciente o inconsciente por lo que no tendrás que preguntarme constantemente para aclararlo, si puedes o pudiste dar cuenta de ello es o ha sido consciente y si no, es o ha sido inconsciente.

    — De acuerdo, ahora si no le importa vayamos a otro asunto al que también le ha dado carpetazo demasiado rápido ya que de primeras tengo la sensación de estar más cercano a los planteamientos de ese tal Gibson, pues a mí la percepción no me parece nada compleja y, en cambio, me resulta muy difícil imaginarme ese proceso tan complicado del que usted habla.

    — Pero eso es porque, como tú mismo has reconocido antes, se trata de procesos inconscientes de los que no puede dar cuenta. El aparentemente simple acto de ver el mundo no es tan simple y nos es dado por procesos que no controlamos.

    — Ya, pero ¿por qué da por hecho que ver requiere complejos procesos de cálculo y actividad no consciente?

    — Para poderlo entender no puedes perder de vista que los órganos sensoriales, por ejemplo el ojo, contienen un singular número de células receptoras híper especializadas cada una de las cuales reacciona a rasgos muy simples que descomponen el objeto real en un puzle caótico de millones de piezas que nuestra mente tiene que organizar y reconstruir (y lo mismo se podría decir de las neuronas del córtex sensorial que procesan dicha información). Los contenidos de nuestra percepción consciente son, por tanto, el resultado final de un complicadísimo proceso llevado a cabo íntegramente de forma inconsciente.

    Para qué que te hagas una idea, Hubel y Wiesel² pusieron en evidencia el grado de especialización de las células de nuestro córtex visual. Así una célula que es capaz de reaccionar a una línea vertical que se desplaza en cierta zona concreta del campo visual, deja de reaccionar a la mínima variación en el grado de inclinación que adopte dicha línea. Imagina la cantidad de puntitos, rayitas, colores, brillos, formas dispares, que llegan simultáneamente del mundo exterior a través de las vías ópticas. Es decir, el árbol que ves o el rostro de tu madre cuando lo miras, se desintegran en un torrente de piezas inconexas que son transportadas junto con las señales de todos los estímulos que los rodeaban.

    Más aún, tampoco puedes olvidar que ni siquiera nuestros órganos sensoriales captan toda la estimulación del medio, es decir que la pretendida aprensión directa de la realidad no es tal. Hay dimensiones físicas para las que no tenemos un órgano sensorial especializado y para aquellas que sí lo tenemos, sólo captamos aquellas magnitudes que entran dentro de determinados umbrales. A propósito ¿sabes lo que son los umbrales absolutos?

    — Por supuesto. Nuestros órganos sensoriales tienen células especializadas sensibles a las distintas dimensiones de los estímulos (intensidad, frecuencia, temperatura etc.) pero sólo reaccionan a las mismas si su magnitud entra dentro de unos límites o umbrales. El umbral absoluto es la cantidad de estimulación necesaria para que detectemos conscientemente el estímulo por encima del 50% de las veces que es presentado.

    — Muy bien, pero por debajo del umbral absoluto nuestros órganos sensoriales todavía detectan la estimulación presentada, pero ésta se procesa de forma inconsciente.

    — ¿Aunque la reduzcamos al mínimo?

    — Lógicamente existe un nivel de estimulación por debajo del cual ya no detectamos nada, ni siquiera de forma inconsciente.

    — Y estos límites ¿son iguales para todos?

    — No. Es verdad que hay unos umbrales de especie por encima o debajo de los cuales ninguno de nosotros detecta nada, pero dentro de los mismos hay diferencias individuales, incluso los umbrales de un sujeto pueden variar en función de su estado físico o psicológico (cansancio, alimentación, motivación etc.).

    — ¿Por qué ha dicho por encima o por debajo?

    — Porque también existe un límite superior, por ejemplo, hay dimensiones de la luz o del sonido que si sobrepasan cierta magnitud no detectamos nada[e] o aunque lo detectásemos no lo identificaríamos o nos dañaría.

    — Es verdad, un ruido o una luz muy intensa nos provocan dolor o nos ciegan y no podemos identificar lo que oímos o vemos.

    — Ya que estamos ¿sabes que son los umbrales diferenciales?

    — Esto empieza a resultar un poco coñazo… El umbral diferencial es la variación mínima en la cantidad de estimulación que es necesaria para que nos demos cuenta de que ha habido un cambio en la misma.

    — Muy bien, ya no te interrogo más. Pues como te iba diciendo, además de no detectar toda la realidad física hay que tener en cuenta que, si somos completamente estrictos, es incorrecto decir que nuestras vías nerviosas transportan rayitas, puntitos o colores, pues lo único que hacen es excitarse unas a otras a través del intercambio de ciertas sustancias químicas llamadas neurotransmisores[f]. Luego es inevitable tener que asumir que en nuestro cerebro ha de darse cierto proceso de reconstrucción de la realidad, reorganizando el caos de señales sensoriales de entrada que llegan constantemente y transformándolo en nuestra experiencia subjetiva consciente.

    — O sea, si no lo he entendido mal, la parte inconsciente de nuestra mente tiene que realizar un montón de complicadas operaciones para que podamos ver el mundo tal y como lo conocemos. Supongo entonces que no es descabellado afirmar que en algunas ocasiones podría equivocarse y realizar mal esos cálculos con lo que podríamos llegar a ver cosas irreales.

    — Es correcto lo que dices, si bien yo preferiría expresarlo de otra manera, tal y como lo dices parece que ese tipo de errores podría cometerse cada dos por tres. La parte inconsciente de nuestra mente es un sistema de computación muy evolucionado a través de miles de millones de años y sus reglas y mecanismos de funcionamiento están muy bien establecidos y es difícil que fallen. De hecho, nos manejamos muy bien en el mundo exterior, no nos estamos chocando a cada momento con los estímulos que nos rodean, identificamos y distinguimos tanto objetos como personas, calculamos distancias y cogemos y lanzamos todo tipo de cosas sin ningún problema, etc. Nuestra percepción debe ser un modelo bastante ajustado a la realidad externa.

    Otra cosa muy distinta es que las reglas y protocolos que rigen su funcionamiento sean infalibles o sirvan para cualquier tipo de circunstancia. Obviamente eso es imposible, no existe ningún sistema ni organismo en este mundo que sea infalible y tenga la respuesta adecuada para cualquier tipo de situación que pudiera presentarse. Por tanto, lo que sí que puede ocurrir es que en determinadas circunstancias para las que dichas reglas no están diseñadas, al ser aplicadas se genera un error de interpretación que da lugar a las ilusiones ópticas[g].

    — ¿Me lo podría explicar mejor?

    — Dicho de otra manera, las reglas que utiliza nuestra mente son muy eficaces para interpretar los datos que normalmente le llegan, pero cuando se aplican en situaciones raras o poco habituales el resultado final suele ser una paradoja visual. A veces nos damos cuenta porque lo que vemos no es razonable, es algo imposible que no se ajusta a nuestra experiencia de la realidad, pero aún así no podemos dejar de verla incluso aunque conozcamos la razón de nuestra distorsión perceptiva.

    — Hay muchos ejemplos circulando por internet de ilusiones ópticas, pero el que más me impactó fue la ilusión del gato de Chesire³.

    — Ciertamente es muy interesante, cuéntame qué sabes de ella.

    — Se utiliza un visor que nos permite ver directamente por un ojo lo que tenemos delante de nosotros y por el otro lo que tenemos a uno de nuestros lados (gracias a la colocación de un espejo interno). Delante del visor se coloca el rostro de una persona que tiene detrás una pantalla en blanco y en el lado que ve el otro ojo sólo hay una pared o pantalla en blanco[h]. El efecto óptico sólo se obtiene si conseguimos tener una visión del rostro de la persona sobre un fondo blanco como si la miráramos con los dos ojos. Una vez conseguida dicha percepción integrada, si se pasa una mano por la abertura por la que vemos de lado y que sólo tiene la pared en blanco, durante unos instantes veremos la pantalla en blanco y los ojos, la nariz o la boca de la persona como si salieran a través de la pared, en una visión algo fantasmagórica[i].

    — ¿Sabrías explicar por qué ocurre?

    — Sinceramente, no.

    — El ejemplo es perfecto porque nos permite entender lo que te quería decir, el fenómeno se produce porque nuestro cerebro es engañado. En un primer momento, la situación creada le permite actuar como siempre, es decir, integrando la información que le viene a través de ambos ojos. En este caso no hay nada que impida dicha integración pues la imagen final es el rostro de una persona como figura y detrás de ella, como fondo, una pared en blanco. Cuando se detecta movimiento por uno de los ojos y no por el otro, nuestra mente tiene un conflicto que no sabe cómo resolver pues se enfrenta a lo que normalmente es imposible que ocurra y es que veamos cosas distintas con cada ojo. La integración ya no es posible. A nuestra mente no le queda más remedio que aplicar los principios más básicos de la percepción. Por eso prioriza la zona por la que se ha detectado el movimiento ya que es vital para la supervivencia, convirtiendo la zona de la pared en figura y el rostro queda en segundo plano. Cuando sólo se aplica este principio, la persona desaparece de nuestro campo visual tapada por la pared o pantalla en blanco, aunque nuestro ojo la sigue teniendo delante. En otras ocasiones, el cerebro además también prioriza el rostro humano como clave preceptiva[j], especialmente el triángulo formado por los ojos, la nariz y la boca. En estos casos es cuando se produce esa ilusión de un rostro semi traslúcido flotando en el espacio, como si dichos rasgos emergieran de la pared.

    — Ahora sí entiendo lo que me decía sobre la aplicación de principios altamente eficaces en situaciones para las que no están diseñados.

    — Y por eso mismo las ilusiones ópticas son otra forma de poner de manifiesto que la realidad no nos llega tal cual es. Queda claro que el proceso perceptivo es constructivo y que sólo somos conscientes del resultado final. Los cálculos que realizamos y las reglas que aplicamos escapan a nuestro control ya que lo hacemos inconscientemente[k] y por eso, por mucho que nos empeñemos, no podemos evitar ver las ilusiones ópticas, aunque sepamos que no son reales.

    — Pero a veces sí podemos controlar en alguna medida nuestra percepción, por ejemplo, los estímulos ambiguos o las figuras reversibles[l] que podemos verlos de formas distintas (según las reglas que apliquemos para verlos) y jugar a pasar de verlo de una manera a verlo de otra.

    — No sabes lo que me alegra que lo hayas explicado como lo has hecho, pero de eso ya hablaremos. En cualquier caso, tienes razón, con ese tipo de estímulos la percepción final no está rígidamente cerrada, pero por ahora basta con que nos quedemos que son también una prueba más de cómo vemos con la mente, de cómo configuramos la realidad activamente.

    — Lo que pasa es que, sinceramente, decir que nuestra mente está súper evolucionada y asumir a la vez que puede cometer errores me parece un poco contradictorio, lo ideal sería que no los cometiera.

    — Tu dificultad es la dificultad de muchos. Me atrevería decir que surge de una idealización tan grande de nosotros mismos que acaba siendo extremadamente infantil. Cuando desgranemos alguna de esas reglas que aplica nuestra mente para representar internamente la realidad, verás lo sofisticadas y complejas que pueden ser. Tal vez así aprendas a admirar lo maravillosa que es tu mente y lo eficaces y útiles que son dichas reglas para la mayoría de las situaciones a las que nos tenemos que enfrentar.

    Pero lo que tendrás que hacer tú solito es renunciar a ser una especie de dios todopoderoso e infalible, capaz de desconfigurarse internamente para reorganizarse de otra manera en un momento concreto, borrando lo que miles de años de evolución han conseguido y así adaptar su funcionamiento a lo que una situación extraña y poco probable exija.

    — Vale, vale, cuando se pone contundente no hay quien lo frene, sinceramente creo haberlo entendido.

    — Las leyes que rigen nuestro funcionamiento interno no son un mero accidente evolutivo, son las que nos han convertido en la súper especie que domina el mundo (para bien o para mal) y no podemos alterarlas caprichosamente.

    — Es algo así como si en una cadena de montaje (proceso perceptivo) se alterase en un momento dado el orden en el que entran los materiales (situación extraña), el resultado sería nefasto (ilusión óptica), pero eso no quiere decir que el sistema de montaje no sea excepcionalmente bueno para la forma habitual en la que los materiales son introducidos en dicha cadena (realidad).

    — El ejemplo es realmente bueno, lo único que espero es que no sea copiado de alguno de esos libros que dices haber leído y ahora te las quieras dar de creativo y perspicaz conmigo.

    — Le juro que el ejemplo se me acaba de ocurrir después de haberle oído a usted. A veces me da miedo pensar la imagen que de verdad tiene usted de mí.

    — Te sorprendería, sin lugar a dudas, te sorprendería...

    — Hace un rato, no sé en qué momento, me ha parecido entender que insinuaba que sólo captamos parte de la realidad.

    — Sí, es correcto. Y este es otro aspecto de nuestra percepción que tampoco deberíamos olvidar. Las células receptoras especializadas que están presentes en nuestros órganos sensoriales sólo captan cierta dimensión de la energía que les llega y siempre y cuando esté dentro de determinados umbrales. Que tú y yo no podamos escuchar ahora mismo la emisión de una cadena de radio es simplemente porque no tenemos el órgano receptor adecuado. Pero las ondas de la emisora llegan hasta aquí y para demostrarlo sólo hace falta sintonizar la frecuencia adecuada en una radio normal y corriente, dotada de un receptor sensible a la frecuencia de dichas ondas. Lo mismo podríamos decir de animales de otras especies que captan partes de la realidad que a nosotros nos están vedadas.

    — Ciertamente da un poco de vértigo pensar que hay una gran parte de la realidad a la que no podemos acceder.

    — Consuélate pensando en que accedes a aquella parte de la realidad que es útil para tu supervivencia ya que si algo importante se nos escapara, no habríamos podido sobrevivir como especie.

    — Ya, pero también me descoloca mucho el saber que la realidad no es exactamente lo que veo u oigo. Y todavía en el caso de los sonidos me resulta un poco más fácil entenderlo porque desde muy pequeño me he dado cuenta de que las palabras no son nada en sí mismas, sólo son ruidos que emitimos con la boca y sólo si se trata de nuestra lengua materna los entendemos sin ningún esfuerzo. Por tanto, hay algo en mi cabeza que yo no controlo y que hace de traductor. Siempre lo he tenido claro. Pero lo que veo con mis ojos, lo puede ver cualquiera, no hay diferencias aunque hablemos lenguas distintas.

    — Sin darte cuenta estás cometiendo un error y por eso te cuesta ver la semejanza entre ambos procesos. Basta con que cambies en tu ejemplo la palabra oída por una palabra escrita y comprenderás que la visión también cambia. Si sabes leer y la palabra está escrita en tu lengua materna automáticamente accederás a su significado, mientras que si la lengua y el grafismo te son desconocidos sólo verás garabatos.

    — O sea que vemos y oímos cosas distintas según lo que hayamos aprendido en nuestra vida.

    — ¡Uff! vas demasiado rápido. Aunque en alguna medida esa afirmación que has hecho es correcta, no lo es en cambio para el aspecto más básico y fundamental de la percepción. Todo ser humano oirá los mismos fonemas y verá los mismos rasgos escritos, pudiendo reproducirlos mecánicamente sin ningún problema (según la habilidad de cada uno) aunque no sepan qué significan. En dónde nos diferenciamos es en la interpretación de los estímulos. Es ahí donde el proceso perceptivo depende en parte de la experiencia y el aprendizaje. Nuestras experiencias se guardan en nuestros bancos de memoria asociadas a los estímulos involucrados en las mismas. Cada vez que el estímulo es procesado se activan todos los contenidos relacionados con él.

    — Por lo que veo, memoria y percepción están muy interrelacionadas.

    — Sospecho que ya lo sabías. Desde el principio anunciaste lo difícil que podría llegar a ser diferenciar los distintos procesos psicológicos en la medida que interaccionan unos con otros constantemente. Y ya te dije que habíamos sido nosotros los que los habíamos separado arbitrariamente para poderlos estudiar de forma más asequible, pero la mente como tal no es más que la acción coordinada de todos ellos.

    — Bueno ¿y hasta qué punto la percepción depende del aprendizaje o es un proceso innato?

    — Es importante para que no me vuelvas loco haciéndome esta pregunta constantemente que entiendas que, como cualquier otro organismo vivo, somos fruto tanto de nuestro código genético como de nuestra interacción con el medio. Pero como especie y especialmente en lo que a nuestra mente se refiere, la genética nos marca mucho menos que al resto de los seres vivos. Por supuesto, traemos genéticamente unos parámetros y tendencias que marcarán el desarrollo del cerebro, así como una serie de procesos prediseñados para interactuar con el medio ambiente de forma eficaz. Pero siempre necesitamos de la estimulación y las experiencias adecuadas para que todos estos procesos y tendencias se desarrollen apropiadamente y su funcionamiento no se deteriore. Y en cuanto a contenidos se refiere, son la experiencia y el aprendizaje las fuentes que llenan de vivencias nuestra vida psíquica pues apenas si traemos unos pocos elementos en forma de contenido cuando nacemos.

    Por eso, siempre que no haya ningún tipo de lesión se espera que todo ser humano pueda ver sin ningún problema. Pero cuando nacemos prácticamente es como si fuéramos ciegos. Apenas si distinguimos entre la luz y la sombra. Tenemos que aprender a distinguir contornos, a percibir y reconocer las formas, a ver en tres dimensiones, calcular las distancias y ver en colores. Pero si el recién nacido no es estimulado adecuadamente, pasado un período crítico la capacidad no se desarrollará adecuadamente⁴.

    — O sea que aunque vengamos preparados genéticamente, necesitamos ciertas experiencias y estimulación para poder desarrollar la mayoría de funciones y procesos psicológicos.

    — Eso es, pero no olvides que hemos hablado de dos cosas, por un lado de descifrar la realidad y por otro lado de reconstruirla en nuestro interior.

    — Eso no acabo de entenderlo muy bien.

    — Verás, el mundo exterior no es exactamente como nosotros lo percibimos. Y precisamente el color es un buen ejemplo de ello porque el color no existe en la realidad, sino que es una creación de nuestro cerebro.

    — Ahora sí que me ha dejado fuera de juego, no se quede ahí tan pancho disfrutando del impacto que me ha provocado y más vale que me lo explique muy bien y empiece a apaciguar mi atormentada cabeza antes de que me estalle.

    — Tienes razón, causarte impacto ha sido intencionado, pero es que si no consigo desde el principio darle la vuelta como a un calcetín a las ideas y esquemas preconcebidos que seguro tienes sobre ti mismo y sobre el mundo, difícilmente podré llevarte hasta el final del viaje.

    — El calcetín está listo, así que por eso no se preocupe. Ahora bien, estoy seguro que los dichos y expresiones populares en español le ofrecen una amplia gama de alternativas más elegantes con las que comparar mi bagaje intelectual que no sea con un calcetín. Se lo digo para evitar futuras suspicacias.

    — Hacerte el ofendido no te servirá y muy a mi pesar debo decirte que como actor no tienes futuro, ni siquiera me trago que mis afirmaciones te hayan sorprendido. Pero reconozco que estás jugando bien, a fin de cuentas estás haciendo las preguntas oportunas. Mientras sigas prefiriendo pasar por ignorante antes que exhibir tus conocimientos, puede que tengas una oportunidad de librarte de pagar la cena. Eso sí, espero que todo esto no forme parte de una cutre estrategia para tratar de pillarme en algún renuncio, me ofendería que me tuvieras en tan baja estima.

    — Jamás se me ocurriría una cosa así, reconozco que alguna vez lo he soñado, pero mi sueño siempre ha terminado en una terrible pesadilla por lo que créame que, sólo con pensar en intentarlo, se despiertan en mí ancestrales temores infantiles. Y está bien, reconozco que las preguntas no las ha provocado usted con sus afirmaciones, pero sí es cierto el interés que tengo por escuchar sus respuestas y descubrir a dónde nos llevan.

    — Vayamos allá entonces. Para que podamos ver un objeto tiene que estar iluminado. La luz que incide sobre él será en parte absorbida y en parte reflejada. Cuando la luz reflejada impacta en nuestra retina es cuando podemos ver el objeto.

    — Hasta ahí le sigo sin problemas, continúe.

    — La energía lumínica se desplaza por el aire en un movimiento ondulatorio y la distancia que recorre cada onda hasta que se inicia la siguiente se conoce como longitud de onda.

    — Cuando habla de distancia y longitud, ¿se refiere a centímetros, milímetros, kilómetros etc.?

    — Eso es. En nuestra retina hay unas células especializadas que reaccionan diferencialmente a las distintas longitudes de onda de la luz. Estas células se llaman conos debido a la forma que tienen. Alrededor del 45% de los conos de nuestra retina están especializados en reaccionar primordialmente cuando las ondas que llegan son las más largas que somos capaces de detectar,

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