La Gallina Deshilachada

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LA GALLINA DESHILACHADA

(1 Ago 2009)

LA GALLINA DESHILACHADA vivía arriba de un ciruelo, la lluvia del sur se


trensa y las pollas abajo se acurrucan como la flor del cardenal. La gallina
deshilachada las mira, caen pétalos de ciruelo sobre sus plumas.

A bailar se ponen las pollas cuando caen algunos granos, de este hombre
que se dice ser su dueño, de manos blancas cuando quiere comer pan, de
manos rojas cuando quiere comer cazuela.

La gallina deshilachada baja del árbol finalmente, algo le ha picoteado


entre ceja y ceja, una mazorca de choclo de granos de oro, como el sol de
mediodía, cuando no se larga a llover a cántaros. Esta cuelga de una mata y
aunque la gallina deshilachada era una ave que podía saltar muy alto, esta
estaba lejos del alcance de sus garras, de su pico y de su vuelo alborotado.

No encontró mejor idea, que esperar el momento indicado, cuando una


polla o un gallito que ande pajaroneando, le sirva como escalera perfecta entre
sus garras y el choclo deseado. Y así fue, que con un increíble salto, paso por
encima pisando la cresta del pobre pollo Mario, picoteando el tallo y cortando
el choclo de la mata de un guadañazo.

– “Crooooa!”
Tremendo grito que pegó el pobre gallo Mario. Cortó el choclo, claro esta,
pero no lo pudo sostener por ser tan grande y pesado, por lo que la mazorca
salió rodando, por entre las piedras y la nieve y las rocas, los pastos, los pollos
las pollas, el brillo del sol, la lluvia, el viento y la cerca de alambrado, hasta que
por las cosas del destino y la continuidad de este cuento le pego de lleno en la
cabeza de una anciano. ¡De una anciana! La vieja se da vuelta y lanza su cara
de granizo, como si un perro se sacudiera en los pelos de su cabellera y con el
roble de sus manos, alzo su mano al alto cielo, produciendo un silencio
inmediato.

Se quiebran de risa los pollos insolentes, mientras por la quebrada la


vieja apura el tranco. Antes de que sus risas se fueran disipando opaco sol que
les pegaba se fue amarillando, se fue anaranjando, se fue coloreando, se fue
adendentando, se fue amazorcando, le salieron dientes de maíz, de choclo y
fue como si un choclo del cielo estuviese colgando.
Al caer las primeras gotas de la lluvia cotidiana, los rayos de este sol que
la vieja había transformado, de amarillo tiño las gotas de agua, en granos de
choclo la lluvia había transformado.

Saltaban de alegría los pollos anaranjados, bailaba cueca la gallina y si


hubieran tenido, dos gallos se hubiesen dado la mano.

Había en el gallinero y junto al ciruelo una gran montaña de granos


amarillos y anaranjados, antes de que ningún pollo pudiera probar bocado, la
gallina deshilachada se para sobre la montaña de granos de choclo y se pone a
gritar cacareando.
– Quien toque un grano de esta loma va a conocer la picadura del
zancudo y el arañazo del gato, no se vayan a atrever a coger ni un solo grano,
ya que mi aleteo material destruye todo a su paso. Las he visto toda mi vida
desde mi ciruelo alto, comiendo las tristes migajas que les tira nuestro amo.
Sin embargo, como ustedes yo no me rebajo; me muero de hambre, es cierto,
alimentarse de las flores del ciruelo no es un buen almuerzo para una gallina o
un gallo, mas siempre tuve en mi mente un objetivo bien claro, coger aquella
mazorca de choclo, para poder comer cada uno de sus granos. Plan maestro
que a ustedes no se les hubiera ocurrido aunque se levantaran dos horas mas
temprano. Todos sabemos que mi canto es el mas agudo y el mas claro, y mi
vista que le sigue, es certera como un rayo. El que haya fallado un poco mi
cálculo y el choclo se haya caído por el barranco, es un detalle pensando que la
vieja era bruja y dejó caer del cielo este milagro. En conclusión, no les dejo ni
siquiera pensar en acercar no una sola pluma hacia esta montaña de dientes
dorados, ya que es mía, mía, es mía, de ninguna gallina, de ningún gallo.

La gallina deshilachada había hablado y el resto de los pollos se le quedó


mirando. Tras un silencio en que algunos se quedaron pensando, otros
divagando y otros simplemente se habían quedado paralizados, salta al frente
de todos un gallito colorado.
− ¡Tenemos hambre, manito de guagua, gato del campo, ladrón, suelta
esos granos que te has acaparado!-- A lo que la gallina deshilachada
le responde:
− No te pongas altanero, gallo colorado. Este chaleco lo he tejido sin la
ayuda de otros pollos o caballos. Solo yo, desde lo lejano de mi árbol.
Los conozco a todos, flojos. Los tengo a todos identificados.
Entre todos los pollos hambrientos y asustados sale un gallo, viejo, pero
no tanto, que entre sus plumas gastadas sostenía un pedazo de lana, como si
un pedazo de lana sostuviera entre sus manos. A diferencia de las gallinas que
gritaban aleteando, la voz de este gallo era lenta, ronca y pausada, como la de
un tronco, como la de las alas de un cóndor, como la ola de un lago.
− Atento he tanteado tus tontorrones argumentos, escuchado tus
palabras, he oído tu canto, y no me compro ni una pluma, ni una pita,
ni un grano de tu montaña, de tu chaleco, de apelotonadas mentiras
que torpemente has trenzado. Todo lo que hiciste y lo que eres, todo
lo que serás es parte de un tramado, un nudo, una trenzado que une
todas las acciones que se te ocurrieron allá arriba con los que vivimos
acá abajo. El que cayera esta lluvia de granos dorados es
consecuencia, es causa directa, de que acá nosotros vivamos.
− Como es eso, gallo desplumado, explícate de manera clara, ya que
ninguna gallina, pollito, ni siquiera el caballo que vive al lado, me ha
dicho ni me ha propuesto nada de nada de lo que yo solo he realizado
y que la abundancia es para que yo, yo y solo yo pueda desayunar,
almorzar y hasta tomar once a paso relajado.
Tras decir esas palabras, dureza de las palabras de la gallina
deshilachada de detiene. Nota que en su garra izquierda hay un cordel, el cual
no esta amarrado, sino que salía directamente desde ella misma y, siguiéndola
llega hasta las alas del viejo gallo. Este, le dice de manera definitoria.
− Si la coronta de choclo no le hubiera llegado tan violentamente a la
cabeza de la vieja bruja que estaba pasando, no estarías parado en
este momento sobre esa montaña de granos, si no hubieses pasado
por encima de el pollo Mario, no hubieras alcanzado la coronta de
preciosos granos y si la prima ¡ngela, nunca hubieras visto la mazorca,
ya que ella fue la que un buen día planto el cuesco de la ciruela del
árbol en que toda tu vida has habitado. Así, te podría enumerar una
serie infinita de hechos y situaciones, los que han determinado todo lo
que tu has hecho y que nos tiene exactamente aquí, en donde
estamos parados.
− ¡Puras coincidencias chamullento gallo pelado! Yo fui quien tuvo la
voluntad y planificó la parte mas importante de lo que aquí ha pasado,
la punta de este cordel es mía y el resto del chaleco trama, poncho
telar o como quieras llamarlo, no tiene importancia para mí, ya que no
tiene protagonismo en lo que yo he elaborado.
− Si estas hablando de voluntad, de decisiones, hay un cordel dentro de
este telar infinito el cual estas ocultando o estas olvidando. Cuando
esperabas el momento preciso para saltar hacia tu choclo deseado,
pudiste haber saltado por sobre mí, lo que, por ser tan viejo y
patuleco, inmediatamente me hubiera matado. Sin embargo,
recordaste con los hilos de tu memoria los momentos que conmigo tu
habías pasado. Recordaste como te escuchaba, como te guiaba y la
bondad con que yo te había tratado. Elegiste saltar y dañar al pollo
Mario en vez de saltar y dañarme a mi, por que respetas mi palabra y
nos une un vínculo de respeto, de amor y todas esas cosas buenas
que por viejo me da lata seguir enumerando. Respeta mi palabra y
escucha, un hilo que se olvida de quienes se compone, es un hilo
deshilachado.
El viejo gallo tira del cordel que tiene entre sus manos y todos los pollos,
las gallinas y los gallos comienzan a unirse entre el tejido del viejo gallo. La
gallina deshilachada trató de escapar en el acto, pero al ver como su pata se
empezaba a descocer supo que debía compartir el grano ya que todos, ella,
gallos, gallinas, la vieja, los hombres y hasta la montaña de choclos en la que
estaba parado, eran todos cordeles de un mismo chaleco, granos de mismo
choclo y piedras de un mismo prado.

JMDLPH
Valparaíso, Agosto 2009

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