Pequeñas Alegrías

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Pequeas Alegras

Entre estas alegras estn en primer lugar las provenientes de nuestro contacto diario con la naturaleza. Especialmente nuestros ojos, estos ojos tan maltratados, tan sobrecargados del hombre moderno pueden ser, si queremos, fuente inexhausta de delicias. Cuando yo salgo por la maana a mi trabajo, diariamente caminan junto a mi o me salen al paso muchos otros trabajadores que acaban de saltar de la cama y marchan rpidos y ateridos de fro por la calle. La mayora camina con prisa y tienen los ojos fijos en su itinerario o, a lo sumo, observan el vestir y la cara de los transentes. Alcen la cabeza, amigos! Hagan un esfuerzo para mirar... un rbol o al menos un trocito de cielo. No ser un cielo lmpido y azul, pero de alguna manera se puede siempre percibir la luz del sol. Acostumbrase a mirar al cielo cada maana, por un momento, y sentir de pronto el aire en torno nuestro, el fresco matinal que se nos regala en ese intervalo entre el sueo y el trabajo. Encontrar que cada da posee su luz y cada alero de tejado su encanto especial. Demorarse un poquito en la contemplacin, y los proveer para todo el da de un mnimo de bienestar y de comunin con la naturaleza. Paulatinamente se va educando el ojo, sin esfuerzo, para servir como mediador de muchas pequeas sensaciones, para la contemplacin de la naturaleza, de las calles, para captar la gracia innumerable del diario acontecer. De ah hasta la visin educada para el sentido artstico resta solo el trecho ms corto de camino; lo principal es el comienzo, el abrir los ojos. Un trozo de cielo, una tapia de jardn desbordada de verde ramaje, un brioso caballo, un hermoso perro, un grupo de nios, un bello rostro de mujer... son espectculos que no debemos dejar escapar. El que se ha iniciado en este ejercicio es capaz de descubrir en la ruta diaria cosas preciosas, sin necesidad de perder un minuto de tiempo. Este ejercicio no fatiga nuestros ojos, sino que los fortalece y renueva, y no solo ellos salen ganando. Todas las cosas poseen una faceta bella, aun las cosas feas o desprovistas de inters; solo hace falta saber mirar. Y con la visin entra la jovialidad, el amor y la poesa. La persona que por vez primera corta una florecita para tenerla junto a s durante el trabajo, ha dado un paso adelante en la alegra de vivir. Frente a la casa donde yo estuve trabajando una temporada haba una escuela de nios. Los nios rodeaban los diez aos y su patio de recreo daba a este lado. Yo tena que concentrarme en el trabajo y a veces me molestaba la algaraba de los nios juguetones, mas no es para decir la alegra que me proporcionaba una simple mirada al patio de recreo. Aquellos vestidos multicolores, aquellos ojos alegres, aquellos movimientos giles y llenos de vida incrementaban en m las ganas de vivir. Una escuela de equitacin o un corral de

patos me hubieran producido seguramente un efecto similar. El que se ha detenido alguna vez a observar los juegos de la luz sobre una superficie monocolor, por ejemplo sobre el muro de una casa, sabe de las satisfacciones y goces que los ojos pueden proporcionar. Vamos a contenernos en los ejemplos. Sin duda a ms de un lector le ha venido a la mente otras pequeas alegras, tan exquisitas como aspirar el aroma de una flor o el vapor de la leche recin hervida con canela, escuchar la propia voz o la ajena o atender a las conversaciones infantiles. Entre ellas est tambin el tararear o silbar una meloda y mil otras minucias que pueden componer un bello rosario de pequeos goces para nuestra vida.

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