Arce Carrasco Conocimiento Lenguaje Muno
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Arce Carrasco Conocimiento Lenguaje Muno
H-4003 Teora del conocimiento Dr. Javier Serrano Teora del conocimiento Arce Carrascoso, Jos Luis PARTE III. Conocimiento. Lenguaje. Mundo Sntesis 1 84-7738-626-9 2000 169-210 41
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Conocimiento y lenguaje. Cuestiones fundamentales
7 . 1 . Primera aproximacin al lenguaje: el problema filosfico Q u es el lenguaje y qu papel puede jugar en la Teora del c o n o c i m i e n to, m u y especialmente en referencia a la posibilidad de conseguir una objetividad estable y pblica para los sujetos humanos? He aqu la pregunta general que vertebra todos los puntos a los que atiende este captulo. Q u e se trata de algo que no es una realidad ms entre otras, que no es una simple cosa entre las cosas, parece obvio: siendo algo que propiamente pertenece al hombre, ste no dispone de l c o m o si de un mero instrumento se tratara. Antes bien, por ser constitutivo de la naturaleza humana, podra decirse que el lenguaje posee al hombre, algo que, por otra parte, no parece exagerado si se repara en el papel humanizador y "racionalizador" que es capaz de desempear. Sea cual fuere el caso, lo que no requiere mayores comentarios es el h e c h o de que el lenguaje no puede ser entendido c o m o una objetividad cumplida y acabada de la que se disponga a pleno antojo, c o m o si se tratase de algn tipo de propiedad de la que se dice disfrutar; tampoco disponemos del lenguaje de forma similar a c o m o tenemos nuestro propio cuerpo. Antes bien, el lenguaje es un sutil inst r u m e n t o que se modula en cada h o m b r e , adquiriendo diversas tonalidades en cada caso y que va configurndose cada vez con mayor riqueza en cada acto lingstico, en cada frase que proferimos. Es una instancia que tiene la virtualidad de decir el m u n d o y de decirnos a nosotros mismos. Todas estas cuestiones nos ponen en aviso de que la tematizacin que hagamos sobre el lenguaje y sus caracteres esenciales no puede ser fcil, unitaria o inmediata. El problema que se plantea con la pregunta sobre la esencia del lenguaje tiene una infinidad de perfiles y ramificaciones que dificultan la posibilidad m i s m a de una c o n t e s t a c i n adecuada. Llegar a sus aspectos ms p r o fundos exige una c o n t i n u a reflexin, sin la cual f c i l m e n t e se c a e r a en
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo simplificaciones empobrecedoras. Bruno Liebrucks lo ha reconocido con toda precisin al afirmar que "nadie puede sostener la opinin de que la esencia del lenguaje se capta de un solo golpe", ya que, por su propia contextura, exige "ser enunciado slo por grados" (Liebrucks, 1 9 7 5 : 1 1 ) . Y tratar del lenguaje con una ptica profunda -y eminentemente filosfic a - obliga, a su vez, a considerarlo en relacin con el problema del c o n o c i miento, de su objetividad y fundamentos. Por ello, en el fondo, de lo que se trata, en nuestro caso, es de llevar a cabo un anlisis del papel desempeado por el lenguaje en la constitucin del c o n o c i m i e n t o objetivo, e n t e n d i e n d o c m o el entramado lingstico es un efectivo elemento mediatizador dentro de la estructura procesual del conocimiento. Por ello se insiste, precisamente, en el papel activo y c o n f o r m a d o r del lenguaje respecto del m i s m o c o n o c i miento h u m a n o , con respecto al cual, lejos de comportarse c o m o un simple rgano de expresin, se instituye en autntica enrgeia modeladora de lo que para nosotros representa el mundo. El lenguaje, en definitiva, medio en el que se expresa y cristaliza el sujeto, es tambin, en la misma medida, el factor en el que se constituye y refleja el "mundo". El lenguaje da significado al m u n d o y, en su propio decir, ste alcanza su madurez de sentido. Gracias a l, el m u n do se puebla de c o n t e n i d o s simblicos que por s solo n u n c a podra tener. Ahora bien, considerar el lenguaje c o m o medio por el que se expresa el sujeto y se dice el m u n d o implica un claro deseo de evitar el repliegue de la palabra sobre s misma. El lenguaje no es, en ningn caso, un i n s t r u m e n t o a n n i m o , sino que siempre remite a una subjetividad a la que configura y da consistencia. Pero, por lo mismo, el sujeto sin el lenguaje no sera sino un mero proyecto sin confirmar. Solamente cuando posee la capacidad verbal podemos decir que nos encontramos ante una subjetividad concreta y efectiva. Y, por el otro extremo, el lenguaje tambin tiene su dimensin ontolgica, ya que nunca se clausura sobre s mismo, sino que apunta intencionalmente hacia la realidad externa al sujeto y nicamente cuando alcanza la realidad se caracteriza c o m o objetivo. As pues, el lenguaje no clausura en la estricta c o n c i e n c i a , en el oscuro m u n d o de la intimidad subjetiva. El sujeto de la actividad lingstica es un sujeto inserto en una sociedad y abierto a un mundo. Gracias a ella, el sujeto de c o n o c i m i e n t o emerge y se constituye c o m o tal dentro de los lmites del m u n d o de la palabra. Tambin el lenguaje indica la presencia inevitable de un receptor al que se destina el mensaje, un "oyente" al que apunta la actividad intencional del lenguaje con el objeto de "entenderme" con l. Y, finalmente, el lenguaje marca una conexin con el m u n d o de los objetos, con el m u n d o
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c o m o "estado de cosas", que es aquello sobre lo cual yo hablo e intento entenderme c o n el otro. En definitiva, se podra resumir la cuestin diciendo que el lenguaje no es otra cosa que un m o d o de relacin intersubjetiva en el que se constituye la individualidad del sujeto, a la vez que se constata la objetividad y se plasma el mundo: es, pues, tanto expresin c o m o presentacin, porque es una realidad con una doble cara, subjetiva y objetiva a la vez. R e a l m e n t e , este carcter bipolar del lenguaje se diversifica en tres direcciones, ya sea que desde l se apunte al mundo de los objetos, se remita al sujeto que habla, o se cuente, tambin, con el destinatario de la emisin lingstica. En principio, la palabra se reviste de un carcter simblico, guarda una relacin simblica con respecto a los objetos por ella representados. En segundo lugar, el lenguaje es indicacin del sujeto, o del emisor, cuya interioridad expresa el signo: se dice "indicio", y con tal concepto se entiende una especial marca de algo que no aparece espontnea ni explcitamente, sino que, por el contrario, en virtud de su singular situacin ontolgica debe ser rastreado; es preciso seguir el rastro que la propia subjetividad deja en el lenguaje; por eso, la crtica del lenguaje debe ser una actitud que nos lleve a entender que el lenguaje ms que nuda y acabada objetividad debe incluir una referencia que remite a un principio subjetual que se expresa en la palabra. F i n a l m e n t e , el lenguaje tambin es seal, llamada e incitacin, es decir, una apelacin al oyente, c o m o destinatario. T o d o este c m u l o de consideraciones es lo que p e r m i t e concluir que una consideracin crtica y filosfica del lenguaje debe, c o m o primera c o n d i c i n , evitar cualquier cierre cosificante del m i s m o para poderse abrir a una panormica en la que se muestre c o m o mbito trascendental y posibilitante del conocer humano. La consideracin crtica del lenguaje, en referencia al problema del conocimiento humano, obliga a reconocer una subjetividad que no se encierra en s misma, sino que se constituye y concretiza en plena comunicacin y entendimiento lingstico con otros, formndose un contexto intersubjetivo dentro del cual se destaca a s mismo. En ese mismo contexto es donde se nos pone de manifiesto la realidad del mundo, o algo relacionado con el mismo mundo. El tratamiento crtico del lenguaje "lo que debe investigar, pues, es la naturaleza de la relacin entre el sentido, el significado y la realidad" (Urban, 1 9 7 9 : 3 1 - 3 2 ) . De todo el conjunto de instrumentos de los que se sirve el h o m b r e para el desarrollo de sus posibilidades los que ms nos interesan son los sgnicos y los simblicos, que constituyen el campo especfico del lenguaje. Puede afirmarse, de este m o d o , que el lenguaje posee una funcin instrumental y, con ella, una funcin mediadora en la configuracin y constitucin del proceso c o g -
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noscitivo. El lenguaje lleva a cabo una concreta funcin de mediacin entre subjetividad y m u n d o , entre la conciencia y los objetos: papel mediador que se completa y enriquece en cuanto que tambin aparece c o m o vehculo informativo y corporativo que interviene activamente en la configuracin de lo que para nosotros es y significa el m u n d o . Porque, si bien el lenguaje posee un carcter instrumental, no puede decirse que sea un simple medio pasivo que consista en conformarse c o n las imposiciones procedentes de la m e n t e o del mismo mundo. Antes bien, pudiera suceder lo contrario, es decir, la prioridad del lenguaje frente al pensamiento y su carcter conformador y apririco respecto de nuestra concepcin del mundo. Es preciso, en efecto, poner de relieve este carcter activo que posee, concibiendo al lenguaje c o m o una instancia estructuradora y organizadora de la experiencia, lo que nos permitira concluir que posee una virtualidad tal, por la que podra ser calificado de "trascendental", al jugar un papel posibilitador tanto del sujeto c o m o del m i s m o "mundo". El lenguaje, efectivamente, es advertido en su pleno sentido cuando se le considera no c o m o un medio de exteriorizacin del pensamiento, sino c o m o una instancia intersubjetiva, capaz de dar cuenta de lo que es el sujeto cognoscente y el m u n d o objetivo. Las funciones del lenguaje son, entre otras, las de c o m u n i c a c i n , expresin y constitucin y reflejo del mundo. En primer lugar, desempea una funcin comunicativa. Toda frase, dentro de un lenguaje determinado, informa sobre algo a otro sujeto con el que nos comunicamos. En el lenguaje nos entendemos unos c o n otros acerca de algo. En este c o n j u n t o de relaciones intersubjetivas que implica la actividad del lenguaje se configura el c a m p o de las significaciones objetivas. En segundo lugar, el lenguaje tiene tambin una funcin expresiva. Es el mismo sujeto quien se expresa y determina a travs de la palabra. Pero esto, en rigor, debe ser comprendido de una forma exacta. Nos reconocemos c o m o sujetos de una actividad lingstica en el m o m e n t o en que intervenimos en un dilogo, efectuamos una comunicacin: en esta situacin es en la que yo puedo ser reconocido c o m o una individualidad personal, es decir, c o m o un "sujeto". Finalmente, el lenguaje, respecto al c o n o c i m i e n t o , tiene una doble funcin, pues, de un lado, nuestra visin del m u n d o se refleja en su estructura, pero, de otro, es el mismo lenguaje el que constituye nuestra propia visin del mundo. Hay, por tanto, una interaccin entre estas dos ltimas funciones gracias a la cual puede advertirse el doble papel que el lenguaje desempea c o n respecto al c o n o c i m i e n t o : por una parte, p e r m i t e su gnesis y, por otra, hace que se decante y cristalice c o m o algo constatable y concreto. Es esta doble funcin en la que vamos a reparar. D e j a m o s , pues, de
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lado la cuestin acerca de la funcin socializadora que realiza el lenguaje, de igual forma que prescindimos por el momento de considerar la funcin mediadora entre el "yo", el "otro" y las "cosas", para poner de relieve el significado que tiene con respecto al origen del conocer y al grado de objetividad que ste puede alcanzar. Q u e el lenguaje desempea un papel fundamental en la gnesis del pensar y del conocer, aparece claro al reparar en el hecho de que es en el interc a m b i o comunicativo donde se produce el fenmeno del aprendizaje. De ah que aprender a hablar sea tambin aprender a pensar, y que el c o n o c i m i e n t o , con efectividad, y c o m o "producto" slo pueda alcanzarse tras una "internalizacin" de aquellos contenidos que previamente parece poseer la sociedad. Pero tambin est el hecho de que el mismo lenguaje puede provocar muchos pensamientos que nicamente aparecen en un contexto lingstico y c o m u n i c a tivo. Tambin debe reconocerse, y quizs esto sea lo ms relevante, que un pensamiento no dicho es un pensamiento mudo, es decir, un pensamiento que, por carecer de la debida expresin, queda en la pura indeterminacin de lo que todava no se ha decantado. Por todo ello puede decirse que el lenguaje juega una funcin d e t e r m i nante tanto en la gnesis c o m o en la cristalizacin efectiva del pensamiento. Quizs ello se deba a que el entramado lingstico acte c o m o condicin ineludible para la categorizacin de las impresiones sensibles, c o m o de la m i s m a realidad que trasparece en ella. De una forma similar y paralela a ciertos supuestos kantianos, podramos decir que la posibilidad misma de clasificar la infinita variedad de objetos propios de la experiencia vital de cada da, depende de la accin determinante y categorizadora del lenguaje. Los objetos son clasificados, ordenados y estructurados segn las categoras lingsticas que se utilizan para referirse a ellos. Pero, adems, igualmente cabe entender que el lenguaje impone sus categoras al pensamiento mismo: pensamos los objetos desde el singular entramado de la lengua y su gramtica. Por eso se ha podido considerar al lenguaje c o m o condicin de posibilidad para la objetividad del conocimiento humano, c o m o un principio a priori determinante y configurador de nuestra imagen y de nuestra experiencia del m u n d o , tanto c o m o una instancia que impone su forma sobre el pensamiento mismo. El lenguaje, en este sentido, funciona, con respecto a los individuos de una c o m u n i d a d hablante, c o m o un elemento a priori que posibilita, c o n diciona y marca los lmites de todo el campo conceptual y cognoscitivo: "Los lmites de mi lenguaje significan los lmites de mi m u n d o " ( T , 5. 6 ) , deca Wittgenstein, lo que, desde luego, no est muy alejado de cuanto se viene aqu
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afirmando. El lenguaje se nos manifiesta c o m o un imperativo del que difcilm e n t e puede escaparse, aun cuando slo sea por el h e c h o de que raramente t o m a m o s c o n c i e n c i a de l, de su capacidad y su poder. Es, por el contrario, algo que puede manifestarse a la reflexin cuando nos percatamos de que l es el vehculo con el que se nos impone una determinada concepcin del m u n do. Y toda concepcin del mundo, toda cosmovisin se sustantiviza en el lenguaje dentro del cual se encarna. Hay, a fin de cuentas, una funcin configuradora que se inicia ya en la mera actividad denominativa de las cosas, pero que alcanza el propio nivel de formacin de las ideas y formulacin de los juicios. Segn lo reconoci ya en su da E. Cassirer: Antes de que se inicie el trabajo intelectual de concebir y comprender los fenmenos, debe haberle precedido y haber alcanzado cierto grado de elaboracin la tarea de la denominacin, porque es esta tarea la que transforma el mundo de las impresiones sensibles, tal como las poseen los animales, en un mundo mental, en un mundo de ideas y significaciones. Todo conocimiento teortico parte de un mundo ya preformado en el lenguaje, y tambin el historiador, el cientfico y an el filsofo viven con sus objetos slo cuando el lenguaje se los presenta. Y esta dependencia inmediata, inconsciente, es ms difcil de comprobar que todo aquello que el espritu crea mediatamente a travs de procesos concientes de pensamiento (Cassirer, 1975: 1 0 1 ) .
7.2. El lenguaje como hilo conductor en la Teora del conocimiento As pues, la primera idea de la que debemos partir es que si el conocimiento en cuanto tal implica un plus sobre el pensamiento, un "exceso" con respecto a las frmulas lgicas, siendo, en definitiva, una sntesis de juicio y de discurso, y que, adems, una proposicin fuera del mismo contexto determinativo del discurso queda indeterminada hasta desaparecer, resulta entonces que no es posible separar el problema del conocimiento del campo del lenguaje, c o m o si se tratara de dos cuestiones ajenas entre s. Por el contrario, hay que convenir que el problema de la relacin del lenguaje con el conocimiento va ms all del problema de la relacin del lenguaje con la Lgica. Los problemas del conocimiento no pueden separarse de los problemas del lenguaje. El conocimiento es "juicio ms discurso". La verdad es la relacin de una proposicin con la realidad, pero una proposicin fuera del discurso no es nada.
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Conocimiento y lenguaje. Cuestiones fundamentales El conocimiento no puede separarse de la expresin. La verificacin, que es parte esencial del conocimiento, no puede separarse de la confirmacin dentro del discurso y la comunicacin. Se sigue que los problemas ltimos del conocimiento son problemas de lenguaje y expresin, y es, por esta razn, por lo que los problemas del lenguaje son los problemas ltimos y ms profundos del espritu filosfico (Urban, 1979: 2 7 3 ) . El lenguaje considerado crtica y filosficamente, fuera de las exigencias reductivistas y objetivas de la ciencia, es un gua indeclinable para un proyecto en el que el problema del conocimiento adquiere un nuevo enfoque y una nueva luz. H a y muchos autotes que, en este sentido, se decantan por afirmar que "el problema fundamental de toda la Teora del conocimiento, hasta nuesttos das, ser as mismo iluminado por el lenguaje" (Liebrucks, 1 9 7 5 : 18). Este problema, c o m o bien sabemos, no es otro que el de la posibilidad misma de la objetividad y verdad de un conocimiento que tiene el sujeto humano. C o n lo cual, de lo que se trata es de analizar el papel que el lenguaje realiza para la configuracin y definicin precisa de la subjetividad cognoscente, as c o m o el de tomar conciencia de su eficacia para la consecucin de la objetividad. Desde una simple consideracin fenomenolgica del lenguaje no puede concluirse que ste sea un simple medio de exteriorizar unos contenidos m e n tales previos. T a m p o c o resulta adecuado entenderlo c o m o un entramado simblico que reprodujera una realidad ontolgica independiente a la que su estructura sintctica y categorial hubiera de subordinarse. En rigor, el lenguaje no puede exclusivizarse ni en el polo del sujeto ni en el del objeto. Ni el lenguaje es el resultado de una actividad mental ptopia y exclusiva de la subjetividad, ni es una copia o traduccin amorfa de un m u n d o dado de antemano, al que tuviera que someterse. M s que polarizarse en uno u otto extremo del b i n o m i o cognoscitivo, sujeto-objeto, el lenguaje es una estructura sinttica que posibilita tanto al uno c o m o al otro. En efecto, porque hay un lenguaje que yo he aprendido y poseo, puedo decir de m que soy un sujeto c o m p e t e n t e para conocer. Y, a la par, hay un m u n d o con autntica significacin, porque es un m u n d o estructurado, categorizado y racionalizado por la actividad lingstica. No cabe sujeto sin lenguaje, ni m u n d o que no se exprese en l. T e n e m o s as una pieza maestra en virtud de la cual puede hallarse una va superadora de reductivismos subjetivos y objetivos, permitiendo dejar atrs aquella concepcin que enclaustraba a la subjetividad dentro de la i n m a n e n cia de la conciencia. El sujeto, cuando es sujeto hablante que interviene en una actividad de entendimiento mutuo y comunicacin, no puede ya reducirse a
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ser interioridad que se clausura en s misma, sino una estructura abierta hacia el mundo. Por ello, tampoco es lcito considetar al lenguaje sin un sujeto hablante o c o m o algo ajeno a la objetividad del conocer, porque, precisamente, es en el lenguaje d o n d e n i c a m e n t e puede aparecer sta. La palabra i m p l i c a una doble direccin al apuntar hacia el hombre-sujeto que se expresa en ella y hacia el m u n d o que capta y conceptualiza: Antes de avanzar hoy hacia los problemas de la Teora del conocimiento que se tienen por envejecidos, haremos bien en practicar el arte de recoger del lenguaje de los siglos el encuentro del hombre con el mundo. Si la estructura del lenguaje es la estructura visible del encuentro del hombre con el mundo, su desarrollo en la historia tiene que ser un espejo del desarrollo de la experiencia humana [...] La Teora del conocimiento cree hasta hoy en su obligacin de mantener en alto la construccin de un sujeto frente al cual se yergue la realidad en todas sus modalidades como suma de objetos. La fenomenologa de la conciencia, en cambio, si parte del lenguaje, mostrar el punto donde, en el hombre, el encuentro con el mundo se separa en dos partes abstractas: subjetividad y objetividad (Liebrucks, 1975: 2 6 ) . El lenguaje est revestido c o n un poder tal que puede recabar para s el carcter de categora fundamental para la propia Teora del c o n o c i m i e n t o , erigindose, a la vez, c o m o fecundo hilo conductor en el que se enhebran todas las cuestiones crticas. Podra decirse que el lenguaje se comporta c o m o estructura trascendental posibilitante de la misma objetividad y c o m o principio sinttico a priori del que dependen tanto el sujeto c o m o el objeto. Trascendental, p o r q u e es f u n d a m e n t o del m i s m o c o n o c e r al que estructura segn sus propias categoras. C o n o c e m o s el m u n d o a travs de las categoras lingsticas y gramaticales, que, c o m o aprioridad constitutiva, marcan los lmites de nuestro m u n d o , de lo que puede ser afirmado. Pero es tambin ptincipio sinttico, ya que nos manifiesta el punto en el que conectan entre s el sujeto y el o b j e t o , y es a priori por cuanto es anterior a la experiencia, a la que, propiamente, condiciona imponiendo su sello. En definitiva, el lenguaje por su propia estructura y especial situacin se instituye en enlace sintetizador de la subjetividad y la objetividad, permitiendo una caractetizacin adecuada de ambas, pero tambin es factor constitutivo de la objetividad, ya que es capaz de organizar nuestra experiencia del mundo. Por todo ello, el lenguaje puede ser un elemento que configure la Teora del c o n o c i m i e n t o de m o d o trascendental, kantiano y antikantiano a la vez. K a n t i a n o , porque desde la estructura lingstica es posible proceder a una
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reflexin sobre la objetividad del c o n o c i m i e n t o humano remontndose hasta las condiciones de posibilidad que sean su fundamento. Pero, a la vez, antikantiano, puesto que anota no nos remitimos a una razn pura, ni a un sujeto trascendental, sino que, por el contrario, nos remitimos a un "yo" lingstico, incardinado en el mundo fctico y real. "El Yo puro, sin lenguaje, no se da en el c o s m o s " (Liebrucks, 1 9 7 5 : 1 6 5 ) . C o n otros trminos, todo el p r o b l e m a acerca de la ineludibilidad del sujeto vuelve a replantearse ahora con una nueva forma de reflexin que ya no nos encierra en la inmanencia de la c o n c i e n cia, sino que nos pone sobre el aviso de que el sujeto, c o m o ncleo de responsabilidad terica, slo puede surgir dentro de las complicadas redes de la accin intersubjetiva, dentro de la accin mediante la cual yo me entiendo con otros acerca de algo. Y esta actividad de entendimiento mutuo exige c o m o c o n d i c i n indispensable el que c o n c i b a m o s al sujeto c o m o sujeto hablante, lo cual, a su vez, remite a la intersubjetividad. As se ha podido decir: El clebre "yo pienso" de Kant, que ha de poder acompaar a todas mis representaciones, si se trata de representaciones, y, por tanto, en general de representaciones humanas, tiene no slo su ubicacin concreta, sino tambin su ubicacin lgica en el seno del respectivo lenguaje en que se mueve el hombre como sistema de representacin. Los idiomas son como mares sobre los que se mueven las bien construidas embarcaciones de nuestros pensamientos. Kant reconoci este mar slo como estril ocano que baa la tierra del conocimiento, pero como mar que en nada hubiera contribuido para la constitucin de las islas mismas (Liebrucks, 1 9 7 5 : 1 6 4 ) . R e t o m a n d o , pues, la cuestin acerca del papel que el lenguaje lleva a cabo en la realizacin de la objetividad y, con ello, su eficacia para constituir una disciplina realmente crtica sobre el conocimiento, encontramos que si el lenguaje, ms que representar y reflejar el mundo, es capaz de dar forma y c o n s tituir las "islas" de nuestro conocer, es porque se trata de una actividad "creadora" de objetividad. El lenguaje constituye la experiencia, siendo, a la vez, el v n c u l o en el que se hacen transparentes los objetos para la subjetividad h u m a n a , pero que, incluso -y ello tiene su indiscutible importancia, hace que dicho sujeto se haga trasparente para s mismo. El nico m o d o de que el "yo" t o m e conciencia de s es a travs del lenguaje. La nica va abierta para alcanzar la autoconciencia es a travs de la mediacin introducida por el lenguaje. H e m o s dicho que el lenguaje puede ser entendido c o m o un e l e m e n t o a priori condicionante del conocer, lo cual no resulta extrao si se repara en lo
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo esencial que es para el h o m b r e esa actividad lingstica. Gracias a ella, el sujeto h u m a n o est capacitado para conocer el m u n d o y conocerse a s m i s m o . El lenguaje es el medio en el que el hombre, trascendiendo el estricto c a m p o de los c o n c e p t o s mentales, se abre al m u n d o de los objetos y al m u n d o social, pudindose, adems, hacer efectivo y real el propio "yo". El lenguaje, crticam e n t e considerado tiene la virtualidad de trascender y sobrepasar el c a m p o subjetivo de las impresiones ms inmediatas para acercarse al mundo, que ahora adquiere un valor significativo, y a los otros, con los que, al entrar en c o n tacto, llego a constituirme c o m o verdadera subjetividad, ms all de cualquier idealizacin. El lenguaje, pues, goza de una primordialidad esencial, no derivada, que hace que el h o m b r e real y efectivo pueda aparecer c o m o autntico sujeto de c o n o c i m i e n t o . Su aprioridad hace que la subjetividad cognoscente no se reduzca a ser medio reflectante de una realidad constituida previamente, sino, antes bien, una condicin ineludible para posibilitar la objetividad del c o n o c i m i e n t o . El lenguaje, en efecto, no se comporta n u n c a a la manera de un simple espejo que refleje las imgenes que se forman en l de un ser dado, ya sea exterior o interior; no es un medio indiferente, sino condicin de visin y origen de toda configuracin. Esta actividad singular que se desarrolla a travs del lenguaje n i c a m e n t e puede tener lugar en cuanto que es un nexo efectivo entre sujeto y objeto, un elemento medial, no advenido a los extremos, entre el h o m b r e y el m u n d o , porque no resulta factible decir que primero exista el h o m b r e verdadero y el m u n d o repleto de significaciones propias y que despus entren en c o n t a c t o el uno c o n el otro a travs del lenguaje. Antes bien, cuando se considera el lenguaje c o m o nexo sintetizador entre sujeto y objeto, lo que quiere decirse c o n ello es que ese lenguaje ejerciendo una funcin sintetizadora hace que se definan en su plenitud tanto el sujeto c o m o el objeto. El sujeto que ya no puede ser una simple conciencia reflejante o constituyente de un m u n d o ideal, sino un h o m b r e que posee un lenguaje, con el que se integra, adems, en las redes intersubjetivas; y una objetividad que adquiere su plenificacin en el m o m e n to en que es entendida desde la palabra y categorizada desde las estructuras gramaticales. As pues, la estructura del lenguaje es el m o m e n t o de la trascendencia, tantas veces buscado por la filosofa moderna, por el que h o m b r e se abre cognoscitivamente hacia la realidad, configurando de forma precisa, lejos de cualquier abstraccin y formalidad, el campo subjetivo que ya no puede ser "yo" ideal, o una "razn pura", y el objetivo que instalndose fuera de la estricta representacin inmanente ahora se encarna en el m b i t o vivo de la palabra:
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Conocimiento y lenguaje. Cuestiones fundamentales Por consiguiente, ni las meras descargas afectivas, ni la repeticin de estmulos sonoros objetivos representan ya el sentido y la forma caracterstica del lenguaje. Este surge, ms bien, ah donde ambos extremos se unen en uno solo, creando una nueva sntesis, no dada anteriormente, del yoy del mundo (Cassirer, 1971: 36). Para que una categora acte c o m o instancia fundamental en la Teora del c o n o c i m i e n t o tiene que poseer las virtualidades suficientes c o m o para que, desde ella, pueda concebirse de forma adecuada lo que es el sujeto, lo que es el o b j e t o y qu sea el m i s m o c o n o c i m i e n t o . Sin este requisito difcilmente podremos decir que ella pueda originar una cumplida reflexin sobre el fenm e n o del c o n o c i m i e n t o y su naturaleza. La Teora del c o n o c i m i e n t o ha sido una disciplina que ha tenido su mayor desarrollo a lo largo de la Filosofa de la poca moderna, a partir de Descartes. Considerando la cuestin en sus trminos ms generales cabe decir que, para toda la corriente criticista, el c o n o cimiento se entiende c o m o una representacin de objetos, que el sujeto se identifica con la conciencia y que el objeto de conocimiento era, bien algo propio e inmanente a la conciencia, bien algo que se encuentra necesariamente bajo la rectora de ciertos principios subjetuales. De este modo se haba venido procediendo a una Gnoseologa fundamentalmente conciencialista que, en mayor o m e n o r grado, siempre pecaba de cierto formalismo y abstraccin. Por eso, resultaba imprescindible buscar una nueva instancia que permitiera redefinir con mayor precisin, de forma concreta y "tangible", esos tres conceptos: el de sujeto, el de objeto y el de conocimiento. Es lo que la Teora del conocimiento de nuestro tiempo, apoyada en el indiscutible desarrollo que ha tenido tanto la Lgica c o m o la Filosofa del lenguaje, ha podido realizar. Desde las posibilidades de reflexin abiertas desde el mismo lenguaje puede procederse a entender que el sujeto no es tanto una pura inmanencia conciencial en la que, a m o d o de receptculo mental, se fueran a instalar las ideas, sino un sujeto que habla y, al hablar, se expresa a s mismo, dice algo sobre el m u n d o y entra en conexin comunicativa con la sociedad. El sujeto de conocimiento ya no es, ni puede ser, una pura nocin metafsica imposible de detectar; no es el ingrediente cognoscitivo que resistiera la misma objetivacin y que siempre se ocultara detrs de ella. Antes bien, es un campo de naturaleza relacional cuya consistencia y coherencia se decanta y manifiesta en la actividad hablante. El sujeto de conocimiento es el sujeto lingstico competente para hablar, y que en el uso concreto y efectivo del lenguaje es reconocido y aceptado como sujeto por una intersubjetividad con la que, al entenderse mutuamente, se pone de acuerdo sobre algo.
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo De forma paralela, tambin es factible proceder a una redefinicin de lo que hayamos de entender por objetividad del conocimiento. Si para el realismo antiguo el objeto era sinnimo de la cosa en s, de la realidad misma existente, c o m o algo dado de antemano a la actividad cognoscitiviva, y si en la poca moderna el objeto de conocimiento pasa a considetarse como la "representacin" o "idea", ahora va a tesultar que no podemos hablar de objetividad si con este trmino no nos referimos a algo que goce de "publicidad". La objetividad no puede encontrarse en la inmanencia del sujeto, sino que, encomindose en el "patio de los objetos", es accesible pata todos los posibles participantes en una experiencia comn. La objetividad slo queda configurada cuando se encuentra instalada en un signo perceptible, y ste, en rigor, debe ser el del lenguaje que acta no c o m o simple envoltura de una significacin ideal, sino c o m o el instrumento que al poseerla la hace cristalizar. Podramos exponer esto diciendo que la objetividad no queda configurada en plenitud hasta que no es asumida por la actividad lingstica de los hombres que, al llamar a las cosas con un nombre, hacen que ella entre en los lmites del m u n d o h u m a n o y social. El o b j e t o de conocimiento no puede ser la pura y nuda cosa en s, independiente de toda la actividad moldeadora y constitutiva del sujeto. El objeto es la cosa ms la condensacin cultural que se ha depositado sobre ella y este plus significativo tiene lugar en virtud del lenguaje. El objeto ha dejado de ser un ingrediente inmanente de la conciencia, porque ha pasado al campo de las significaciones c o n cretas del lenguaje, cuando ste es usado por una comunidad. Finalmente, en tercer lugar, tambin el propio concepto de "conocimiento" puede someterse a una redefinicin que le haga adoptar una forma ms precisa y apropiada. El conocer no es la simple posesin mental de un contenido de conciencia que represente fidedignamente la naturaleza de las cosas. T a m p o c o puede considerrsele c o m o un puro tener ideas, c o m o si stas fuesen el autntico objeto de c o n o c i m i e n t o , al representar "simblicamente" las cosas y los hechos existentes. Estas concepciones representan opciones caducas que ni dan cuenta de los caracteres procesuales y activos que intervienen en el fenmeno del c o n o c i m i e n t o , ni pueden explicar su dimensin trascendente. El c o n o c i m i e n t o es, bsicamente, un producto h u m a n o que acaece en virtud de la eficacia del lenguaje, al hacer que unas significaciones perduren a travs de la historia y constituyan una ted donde nicamente puede localizarse una objetividad accesible para todos los miembros de una c o m u n i d a d que hace uso de ellas. La hiptesis de que el lenguaje puede constituirse en instancia apropiada para llevar a cabo un replanteamiento de los problemas crticos y o n t o l g i -
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eos del c o n o c i m i e n t o queda as confirmada. Ahora nicamente queda hacer una referencia a la historia moderna de este "giro", de los diversos pasos que ha dado la Filosofa para adaptarse a este nuevo paradigma del lenguaje, con el o b j e t o de proceder a una nueva comprensin de las cuestiones gnoseolgicas. Podramos decir que si la S e m i t i c a filosfica, segn la caracterizacin cannica que de ella hizo C h . Morris (Morris, 1 9 8 5 : 33 ss.), consta de sintaxis, semntica y pragmtica, precisamente stos van a ser los tres grandes conceptos alrededor de los cuales se desarrolla toda la teora lingstica del c o n o cimiento, que va a dividirse en tres etapas. La primera de ellas, vertida sobre el Anlisis lgico del lenguaje, pondr el acento en la relevancia de las cuestiones formales para la dilucidacin del problema del conocimiento, tarea que habr de llevar a cabo el positivismo lgico en sus primeros tiempos, bajo la conviccin de que los problemas semnticos pueden, en ltima instancia, ser reducidos a cuestiones sintcticas. Un segundo momento vendra a estar constituido por la S e m n t i c a y habra de desarrollarse al hilo de la idea de que lo propiamente importante de la Teora del conocimiento es el significado y sentido de las palabras y proposiciones, que es lo que nos permitira hablar de autntica objetividad. Un tercer y ltimo m o m e n t o , representado por la Pragmtica, incidira en la dimensin intersubjetiva y comunicativa del lenguaje c o m o nico c a m p o posible para que tenga lugar el fenmeno cognitivo: para esta tercera posibilidad, la nica forma de reconocer la dimensin cognitiva del lenguaje es insertndole en una dimensin intersubjetiva y c o m u n i c a t i va. Mientras que el desarrollo lgico-semntico de la Teora del c o n o c i m i e n to fue llevado a cabo por m u y diversos autores, desde B. Russell a L. W i t t genstein, el planteamiento pragmtico surge con efectividad en este ltimo autor, en sus Investigaciones filosficas, adquiriendo notables dimensiones gracias a los trabajos realizados, entre otros, por J. Habermas. Son autores y problemas a los que dedicamos sendos captulos en este trabajo. Pero previamente debe tomarse en consideracin una doble cuestin importante para la c o m prensin adecuada de la versin y giro lingstico en la Teora del c o n o c i miento: el problema de las relaciones entre pensamiento, lenguaje y realidad.
7.3. Lenguaje, pensamiento y realidad En primer lugar, el mbito del pensamiento se ha entendido a lo largo de toda la tradicin cartesiana c o m o el mundo de la conciencia y sta era el horizonte subjetivo indispensable para poder explicar el fenmeno del conocer, c o m o un
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tener ideas. En esta c o m e n t e de pensamiento se consideraba que el lenguaje era un signo evidente de la presencia y eficacia de una razn por la que el hombre se diferencia esencialmente de los animales. Lo decisivo aqu era, pues, el mundo del pensamiento, que puede ser posteriormente expresado gramaticalmente en un lenguaje. Este no poda tener, consiguientemente, ninguna relevancia con respecto a la constitucin misma de la subjetividad ni de sus contenidos. Sin embargo, esta situacin cambia tadicalmente con una nueva actitud que podramos llamar verbalista. El lenguaje es la instancia que condiciona el pensamiento, sin que sea posible hablar de otra forma de pensamiento que aquel que se encuentra inserto en las redes lingsticas. Se llega as a considerar que no hay otro pensamiento que el lenguaje. Posicin, sin duda, exagerada, pero que acierta de lleno en lo referente al carcter determinante que debe jugar para la comprensin de la objetividad en el conocimiento humano. A c t u a l m e n t e , sin llegar a extremos tan radicales c o m o los que en su da defendi el conductismo, y gracias adems a una nueva reivindicacin del mentalismo al que acude la moderna Filosofa de la mente, no se sigue defendiendo ni una identificacin ni una absorcin del pensamiento en el lenguaje. H o y es idea c o m n m e n t e aceptada la de que entre pensamiento y lenguaje no se da una absoluta identificacin, debindose hablar de dos rdenes de realidad que en un m o m e n t o pasan a confluir, dndose entre ellos una singular retroalimentacin. Todo ello, por supuesto, sin descuidar el hecho de que el lenguaje ejerce una d i m e n s i n vitalizante en el m u n d o del p e n s a m i e n t o ; de que, en definitiva, ejerce una dimensin apririca y constitutiva de objetividad. En segundo lugar, con respecto a la cuestin acerca de la conexin entte el lenguaje y la realidad, tambin aqu es preciso reconocer que ste es la red mediante la cual interpretamos y racionalizamos el mundo. El lenguaje es el medio por el cual no slo accedemos al mundo, sino que, incluso, podemos tener "un" mundo. De ah que no slo interesa el estudio del lenguaje en su dimensin lgica, sino que preocupa la posibilidad que l encierra para decir "lo que hay", convirtindose en una clave indispensable para la categorizacin que de la realidad hace el hombre. Ahora bien, dentro del campo de lo que llamamos realidad, puede distinguirse entre dos amplios horizontes, el horizonte fsico y el m u n d o humano. C o n respecto al mundo natural ya hemos dicho el papel que juega el lenguaje, pero cul es el que lleva a cabo con referencia al problema de la intersubjenvidad, respecto al mundo social? Surge as todo un fecundo nudo de cuestiones a las que diversas disciplinas, desde la Sociologa del conocimiento a la Teora de la comunicacin, han intentado dar respuesta y a las que la propia Teora del c o n o cimiento no es ajena, tal c o m o tendremos ocasin de ver.
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7.3.1.
Lenguaje
pensamiento
El problema de las relaciones entre el pensamiento y el lenguaje tiene ya una dilatada historia, en la que se dan cita las ms diversas opiniones, desde las que preconizan la prioridad del pensamiento frente al lenguaje hasta las que, por el contrario, llegan a identificar todo pensamiento posible con las diversas formas de hablar. En trminos generales, podramos comenzar indicando que se ha pasado de considerar al lenguaje c o m o expresin y manifestacin del pensamiento a entender que incluso el mismo pensamiento es una modalidad lingstica, defendindose, consiguientemente, una opinin que, en su forma ms radical, llegara a afirmar que "todo es lenguaje". Idea sta que, c o m o es obvio, resulta harto exagerada. La primera posibilidad con la que nos encontramos es la de entender que el pensamiento guarda una relacin de prioridad y privilegio frente al lenguaje. Es la opcin mentalista, que defiende la idea de que el pensar es una actividad independiente del lenguaje, el cual, por su parte, es simplemente una mera expresin o "vestido" del pensamiento. En esta lnea, uno de los primeros pensadores que hace tal caracterizacin es Aristteles, inaugurando una forma de interpretacin con gran fortuna histrica. Este autor establece la anterioridad del pensamiento, mientras que el lenguaje no es otra cosa que un signo convencional con el que nos referimos a las cosas. Los conceptos se obtienen mediante abstraccin, pero las palabras no guardan ninguna relacin de semejanza con los conceptos, por lo que no pueden ser considerados ni jugar ningn papel decisivo para desencadenar el proceso cognoscitivo: Las palabras habladas son smbolos o signos de las afecciones del alma; las palabras escritas son signos de las palabras habladas. Al igual que la escritura, tampoco el lenguaje es el mismo para todas las razas de los hombres. Pero las afecciones mentales en s mismas, de las que las palabras son primariamente signos, son las mismas para toda la humanidad, como lo son tambin los objetos, de los que esas afecciones son representaciones, semejanzas, imgenes o copias (Aristteles, De Interpretatione, 16a). Es una forma de considerar la cuestin que, con ligeras variantes, discurre a lo largo de toda la historia y que, concretamente, es asumida por J. L o c k e en los inicios del pensamiento crtico empirista de la modernidad. En el Ensayo sobre el entendimiento humano se sigue defendiendo un claro mentalismo a la par que se supone dogmticamente que entre el mundo del pensamiento y
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el del lenguaje existe una profunda independencia, ya que ste no es otra cosa que un puro signo de las concepciones internas y expresin de las ideas que se encuentran alojadas en la inmanencia de la mente humana. El planteamiento de J. L o c k e c o m i e n z a a establecerse del siguiente modo: Dios, habindose propuesto que el hombre mese una criatura social, le hizo no slo con una inclinacin y bajo la necesidad de tener buen trato con los de su propia especie, sino que lo provey del lenguaje para que ste fuera el gran instrumento y el vnculo comn de la sociedad. El hombre, por lo tanto, tiene sus rganos de tal modo dispuestos naturalmente que est equipado para poder formar sonidos articulados, que llamamos palabras. Pero no bast eso para producir el lenguaje, puesto que los loros y otros pjaros pueden ser enseados a formar con distincin suficiente sonidos articulados, los cuales no son de ninguna manera lenguaje (Ensayo, III, 1,1: 6 0 5 ) . J. Locke, segn manifiesta su obra, distingue entre dos aspectos de la racionalidad: el individual y el social. Por un lado, hallamos el campo racional estrictamente terico e individual por el que el hombre se constituye c o m o conciencia subjetiva. Pero, por otra parte, parece que el autor sintiera la necesidad de reconocer un rgano plenamente diferenciado de la conciencia, que abriera al hombre hacia el mbito de la intersubjetividad. Por eso, precisamente, dir que "adems de los sonidos articulados fue necesario an, por lo tanto, que el h o m bre pudiera ser capaz de usar esos sonidos como signos de concepciones internas, y de poderlos establecer como seales de las ideas alojadas en su mente, a fin de que pudieran ser conocidas por otros hombres" (Ensayo, III, 1 , 1 : 6 0 5 - 6 0 6 ) . El lenguaje c o m o instrumento de la naturaleza social del hombre est instituido con el objeto de exteriorizar el mundo del pensamiento, el mundo subjetivo de las ideas de la mente. Estas son lo primero, lo que ha de estar ya previamente dado, para que despus sea expresado a travs del lenguaje, en la palabra que, claro est, no es en esencia otra cosa que una seal sensible de la idea. Las expresiones lingsticas no son conceptos corporeizados, ideas sensibilizadas, sino, simplemente, seales que slo significan algo en cuanto que dependen de ideas: Resulta, pues, que el uso de las palabras consiste en que sean las seales sensible de las ideas; y las ideas que se significan con las palabras son su propia e inmediata significacin (Ensayo, III, 2, 1 : 6 1 0 ) . Este mentalismo que advettimos en Aristteles y J. L o c k e no acaba c o n ellos. Es una cottiente de pensamiento que, procedente de la antigedad, reco-
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rre toda la poca moderna, pudindose encontrar autores que en pleno siglo XX siguen aceptndolo c o m o algo vigente. Tal es el caso de Jean Piaget, que admite una primaca de lo cognitivo frente a lo lingstico: el lenguaje es un captulo concreto dentro del c o n j u n t o de la actividad simblica y n u n c a un factor decisivo y nico para el desarrollo de las operaciones intelectuales; la funcin representativa es anterior al mismo lenguaje, aun cuando ste, una vez aparecido, pueda colaborar activamente en el cumplimiento y acabamiento de la funcin simblica del pensamiento: El lenguaje no basta para expresar el pensamiento, pues las estructuras que caracterizan a ste ltimo hunden sus races en la accin y en mecanismos sensomotores ms profundos que el hecho lingstico. Pero es tambin evidente que cuanto ms refinadas son las estructuras del pensamiento, tanto ms necesario es el lenguaje para completar su elaboracin. El lenguaje es, pues, una condicin necesaria, pero no suficiente en la elaboracin del pensamiento (Piaget, 1975: 123-124). Esta actitud mentalista que recorre todo el largo decurso histrico hasta llegar a nuestros das ha elegido lo que M a x Black llam el "modelo del vestido" o el "modelo del ropaje" (Black, 1 9 6 9 : 1 0 5 ) , que para muchos se tratara de una posicin "hertica". Lo esencial de esta actitud est en considerar que el lenguaje slo constituye el lado externo y accidental del pensamiento: "La relacin entre el pensamiento y su manifestacin externa es, en este aspecto, similar a la relacin existente entre el cuerpo humano y sus ropas. El cuerpo sigue siendo el m i s m o , con independencia del traje que lo recubra; un pensam i e n t o sera tambin algo, con independencia de su ropaje verbal" (ibdem). Ahora bien, podra ocurrir que el vestido influyera negativamente y que ocultara, ms que desvelar, lo que se sita en su interior. Podra ocurrir que el signo ms que indicarnos la naturaleza y los caracteres del pensamiento, nicam e n t e sirviera, c o m o en la teora de los idola baconianos, para ocultarlo o, incluso, deformarlo. De ah que muchas veces al modelo del ropaje se le haya considerado c o m o la "teora del disfraz". A sta se refiere L. Wittgenstein cuando en el Tractatus escribe: "El lenguaje disfraza el pensamiento. Y de tal m o d o que por la forma externa del vestido no es posible concluir acerca de la forma del p e n s a m i e n t o disfrazado" ( T , 4 . 0 0 2 0 ) . Por eso, justamente, c u a n d o u n lenguaje inadecuado disfraza el pensamiento, lo que se impone es, o prescindir del lenguaje para acercarnos directamente al mundo del pensar con el objeto de contemplarlo en su pura desnudez - l o que, en verdad, resulta imposib l e - o i n t e n t a r modificar y purificar el lenguaje con el fin de adecuarlo al
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m i s m o pensamiento. Podra aparecer entonces un lenguaje ideal en el que, a ttavs de sus proposiciones, apareciese definitivamente expresado el contenido, sin las deformaciones usuales en el lenguaje ordinario (T., 3. 2 ) . En o p o s i c i n al m e n t a l i s m o conciencialista y, en buena medida, c o m o reaccin a l surge la teota de la identidad entre pensamiento y lenguaje, que, de h e c h o , se decantar c o m o la opcin verbalista que considera la prioridad gentica y ontolgica del lenguaje frente al pensamiento, a la vez que define a ste c o m o una simple modalidad de aqul. En el extremo opuesto del m e n t a lismo e n c o n t r a m o s anota el verbalismo, para el que todo el pensamiento es lenguaje y debe entenderse dentro de los confines del lenguaje. El pensamiento no puede quedar desgajado y fuera de los lmites marcados por el m b i t o lingstico, por lo que puede decirse que es una posicin rotundamente reduccionista, quizs tan exagerada c o m o la del mentalismo. La corriente de pensamiento que va a proceder ms decididamente a una identificacin de pensamiento y lenguaje es la del ptimer c o n d u c t i s m o , siendo M. M l l e r y W a t s o n los autores ms radicales al respecto. Para stos una estricta c o m p r e n s i n cientfica del problema obliga a identificar uno y otro, reduciendo el primero al segundo. El pensamiento es palabra, y la palabra el n i c o p e n s a m i e n t o , de tal manera que no puede suponerse g r a t u i t a m e n te la existencia independiente de un puro pensamiento. Ahora bien, esta concepcin m o n i s t a y verbalista fue modificndose y suavizndose c o n el tiempo, hasta dejar relegados los postulados estrictamente conductistas, ya que resultaban difcil de sostener al no respetar la totalidad de los datos del problema. Esta posicin es asimilable a lo que M a x Black ha llamado el "modelo de la meloda", que l resume con las siguientes palabras: "La segunda tesis redond a m e n t e rechaza esta c o n c e p c i n (representada por el m o d e l o del vestido): pensar un 'pensamiento', c o m o si fuera separable de su manifestacin lingstica es tan absurdo c o m o imaginar un ser h u m a n o sin cuerpo. Hablar sobre un pensamiento no es ms que hablar, desde otro ngulo, de una cierta clase de compuestos verbales. La relacin entre el pensamiento y su expresin verbal es semejante a la existente entte una meloda y su encarnacin en sonidos reales: la misma meloda ttaspuesta a otras tonalidades o interpretada en diferentes instrumentos, mantiene su identidad: la idea, en c a m b i o , de una meloda separada de toda representacin acstica es un absutdo. Podemos llamar a ste, el modelo de la meloda" (Black, 1 9 6 9 : 1 0 5 ) . En m u c h o s de los planteamientos actuales, sin llegar a las exageraciones del estricto verbalismo, se ha procurado en mayor o m e n o r grado distinguir
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entre un c a m p o y otro, pero siempre poniendo de relieve el papel c o n s t i t u tivo y configurador del pensamiento que ejerce el lenguaje. En este sentido, es clsica la postura defendida en su da por B. L. W h o r f , quien, siguiendo ciertos postulados de H u m b o l d t , considera al lenguaje c o m o una actividad reorganizadora y clasificante que, al operar sobre la experiencia sensible, c o n duce irrevocablemente a una determinada categorizacin y o r d e n a c i n del mundo: En realidad, el pensar es extremadamente misterioso, y la mayor luz que hemos podido arrojar sobre esta actividad procede del estudio del lenguaje. Este estudio muestra que las formas de los pensamientos de una persona son controladas por inexorables leyes de modelos, de las que ella es inconsciente. Estos modelos son las sistematizaciones, imperceptiblemente intrincadas, de su propio lenguaje, como queda suficientemente demostrado por una ingenua comparacin y contraste con otras lenguas, especialmente con aqullas que pertenecen a una familia lingstica diferente. Su pensamiento se lleva a cabo en una lengua, ya sea sta el ingls, snscrito o chino. Y cada lengua es un vasto sistema de modelos, unos diferentes de otros, en los que se hallan culturalmente ordenadas las formas y categoras mediante las que no slo se comunica la personalidad sino tambin se analiza la naturaleza, se nota o se rechazan tipos de relacin y fenmenos, se canalizan los razonamientos y se construye la casa de la conciencia (Whorf, 1971: 183). E s , pues, segn parece, la estructura de un lenguaje la que determina la estructura de nuestra "realidad" y cada lengua analiza de una peculiar m a n e ra la realidad concreta a la que se enfrenta para ordenarla y encajarla segn su propia retcula. La manera de razonar de cada hablante depende de la lengua que se emplea en el razonamiento. Segn la tesis defendida por W h o r f , la lengua no es slo un medio de expresin del pensamiento, sino el m o l d e en el que se configura y concretiza dicho pensamiento. Las tendencias actuales, y quiz las ms aceptables, son, en fin, aquellas que defienden una distincin entre los rdenes del p e n s a m i e n t o y del l e n guaje, pero dando a este ltimo una dimensin activa y constituyente con respecto al primero. No hay la menor duda de que a la hora de considerar y c o m prender tanto el origen c o m o la misma validez objetiva del c o n o c e r hay que tener en cuenta la mediacin lingstica a la que debe someterse, sin la cual no podra cristalizar c o m o c o n o c i m i e n t o . Y, siguiendo los dictados de esta opinin, son muchos los autores que coinciden en reconocer que entre el pen-
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo Sarniento y el lenguaje existe una irreductibilidad, a la par que una profunda conexin, en virtud de la cual se produce esa actividad mediatizadora y constituyente de la que venimos hablando. M u y de acuerdo con reconocer el papel activo del lenguaje se manifiesta un autor c o m o E. Cassirer, para quien entre pensamiento y lenguaje, entre los aspectos sensibles de las palabras y lo espiritual, propio del pensamiento, existe una inevitable reciprocidad en la que se determina y t o m a su propio sentido cada uno de estos dos rdenes. El m u n do del pensamiento habra de quedar en la pura indeterminacin si no contase c o n una forma de expresin en la que cristalizar. A su vez, el signo lingstico nicamente puede llegar a ser tal en virtud de la penetracin intencional que el m u n d o conceptual realiza en l: El signo no es una mera envoltura eventual del pensamiento, sino su rgano esencial y necesario. No sirve slo para la comunicacin de un contenido de pensamiento conclusivamente dado, sino que es el instrumento en virtud del cual ese mismo contenido se constituye y define completamente (Cassirer, 1971: 2 7 ) . Es, pues, razonable considerar al pensamiento, juntamente con el lenguaje, c o m o un todo estructural y no c o m o una simple unidad indiferenciada, ni, m u c h o menos, c o m o dos rdenes de la realidad plenamente extraados entre s. Es una estructura mltiple y sinttica en la que no se disuelve ni aniquila ninguno de los elementos que la c o m p o n e n . C o n M. Merleau-Ponty podramos c o n c l u i r r e c o n o c i e n d o que no nos hallamos ante dos c o m p a r t i m e n t o s estancos, p l e n a m e n t e diferenciados, pero t a m p o c o en un recipiente n i c o . Q u e d a nicamente una tercera posibilidad en virtud de la cual es posible afirmar que: No existe el pensamiento y el lenguaje por separado, sino que cada uno de los dos rdenes se desdobla en el examen y un ramal enva al otro. Existen las palabras sensatas que llamamos pensamiento y las palabras fallidas. Cuando no comprendemos es cuando decimos: esto no son ms que palabras, y, por el contrario, que nuestros propios discursos son para nosotros puro pensamiento. Los pensamientos que tapizan la palabra y hacen de ella un sistema comprensible, los campos o dimensiones de pensamiento que los grandes autores y nuestro propio trabajo han establecido en nosotros, son conjuntos abiertos de significados disponibles que nosotros no reactivamos, son surcos del pensar que no trazamos de nuevo, sino que nosotros continuamos (Signos: 26-27).
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7.3.2.
Lenguaje y realidad
T o d o cuanto llevamos dicho acerca del papel conformador que el lenguaje ejerce con respecto al conocimiento y lo que, de forma paralela, hemos advertido sobre las telaciones entte el pensamiento y el lenguaje nos lleva a concluit del siguiente modo: el pensamiento por s solo, c o m o un mbito cerrado y exclusivo de la actividad humana, independiente de todo hablat, queda en la estricta indeterminacin y precariedad. Igualmente, un lenguaje que se desarrollara independiente de la fuerza del pensamiento, para darle plena significacin, no sera otra cosa que un hablar "sin ton, ni son". Un sucedneo ruidoso del autntico lenguaje, imposible de pensar sin una referencia directa al m u n d o del pensamiento y sin una subjetividad que pudiera expresarse en l. Pero resulta que, adems, a travs del lenguaje puede decirse algo del mundo. En rigor, lo que entendemos por "mundo" es siempte algo que se expresa y est conceptualizado por las redes del lenguaje, siendo aqu donde adquiere su plenitud significativa. Hasta tal punto es ello as que no resulta desafottunado reconocer que la realidad, tal c o m o transparece a la comunidad humana, es una "realidad cuya experiencia es aclarada y ordenada en un lenguaje comn" (Habermas, 1 9 7 1 : 1 9 6 ) . Ya B. L. W h o r f haba indicado que una de las principales funciones del lenguaje era la de organizar y clasificar el mundo. El lenguaje, efectivamente, acta sobre el flujo de la expetiencia sensible, procediendo a una ordenacin racionalizadora de lo que para nosotros es la realidad. Por esto cabe afirmar que la esttuctura del lenguaje consolida la de la realidad, siempre que una tal afirmacin se mantenga en sus justos lmites y con su sentido ms preciso. Porque, realmente, lo que quiere decirse es que cada lengua analiza de una manera singular y propia la realidad concreta. Esto es lo esencial de la tesis de la relatividad lingstica, segn la cual "la ordenacin del m u n d o que lleva a c a b o una comunidad est profundamente condicionada por los presupuestos de la gramtica" (Whorf, 1 9 7 1 : 2 4 1 ) . El conocimiento, en efecto, no debe ser entendido c o m o una produccin abstracta que efectuara un sujeto idealizado y solipsista. Al contrario, puede decirse que es un producto comunitario y social que cada pueblo realiza desde las posibilidades y estructuras que le btinda la lengua propia. Por todo ello se dice que la lengua i m p o n e un orden al m u n d o percibido. El lenguaje lleva a cabo una actividad fragmentadora y categorizadora de la realidad para hacerla expresable mediante smbolos. Trata de i m p o ner un orden, lo que, en definitiva, no es otra cosa que proyectar sobre la realidad un c a a m a z o c o n c e p t u a l y s i m b l i c o por el que parcelamos n u e s t r o m u n d o con el objeto de hacerlo manejable y reconocible para el hombre:
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo Nosotros dividimos la naturaleza, la organizamos en conceptos y adscribimos significados, principalmente porque hemos llegado al acuerdo de hacerlo as, un acuerdo que se mantiene a travs de la comunidad que habla nuestra misma lengua y que est codificado en los modelos de nuestro lenguaje. Naturalmente, este acuerdo es implcito y no queda expresado, pero sus trminos son absolutamente obligatorios; no podemos hablar sin adscribirnos a la organizacin y clasificacin de informacin que determina el acuerdo (ibdem). No se trata, pues, de adoptar ninguna postura radicalmente idealista, c o m o si quisiramos afirmar que la eficacia del lenguaje es una eficacia creadora de la objetividad. Lo que se quiere decir es no tanto que el lenguaje "abra" un m u n d o , en el sentido de darle existencia metafsica, sino que es un arma eficaz y colaboradora para la configuracin significativa de la realidad. De este m o d o , el lenguaje asume los papeles de una estructura apririca, aun cuando en este caso diste m u c h o del riguroso sentido que esta expresin tena en el planteamiento kantiano. C o n todo, no hay duda del papel moldeador y constitutivo que puede ejercer; no es ninguna dimensin interna de una c o n c i e n cia especular, sino una instancia intersubjetiva que permite marcar los lmites y el sentido mismo que la objetividad puede alcanzar, cuando sta queda expresada en el lenguaje: El lenguaje, como ha dicho Hegel, es la actualidad de la cultura. Slo cuando la cultura se actualiza en el lenguaje y en otras formas relacionadas con el lenguaje, la vida sale de la existencia puramente natural y dada, solamente entonces es cuando pasa de los procesos puramente biolgicos a las formas de inteligencia y espritu. Pero todava ms, slo cuando el dato bruto dado de ese modo se actualiza o expresa en el lenguaje, es cuando pasa a ser, en un modo con sentido e inteligible, realidad. El lenguaje que, como hemos visto, es inseparable del pensamiento y del conocimiento no est modelado sobre la realidad. Es ms bien el molde en que la realidad, como significativa, se da primero. Este es el mnimo idealista que debe estar presente en toda adecuada filosofa del lenguaje (Urban, 1979: 3 9 ) . As, pues, para concluir podramos recordar alguna de las ideas que hizo suyas en su da la Sociologa del conocimiento, al poner de relieve el carcter social del sujeto y el papel socializador y objetivante que juega el mismo c o n o cimiento. Fcticamente el lenguaje es un cauce de accin mediatizadora y determinativa de la imposicin que la sociedad ejerce sobre el individuo. Por ello,
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precisamente, puede considerarse c o m o un elemento a priori del conocer, aun cuando esta aptioridad se ejerza desde la exterioridad. A travs del lenguaje el sujeto se hace social y con ello se constituye c o m o sujeto. Pero, a la vez, la pretendida objetividad que antes pateca encontrarse en la inmanencia de la c o n ciencia, ahora se considera c o m o "publicidad" y es puesta en el haber de la esttuctura social: El lenguaje usado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual stas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene sentido para m. [...] De esta manera, el lenguaje marca las coordenadas de mi vida en sociedad y llena esa vida de objetos significativos (Berger y Luckmann, 1968: 39).
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Conocimiento y lenguaje: L. Wittgenstein
8 . 1 . El problema del conocimiento y el giro lingstico La Teora del c o n o c i m i e n t o ha desarrollado su temtica esencial a lo largo de la modernidad, sobre todo desde Descartes a Hussetl, pasando por Kant c o m o punto ms significativo. En cuanto disciplina primera, destinada a m o s trar los fundamentos sobte los que se levanta el edificio del saber, surge en el planteamiento cartesiano, con el tema del cogito y sus ideas. Desde entonces hasta nuestro siglo ha recorrido un largo camino en el que las cuestiones g n o seolgicas se han venido estudiando tradicionalmente desde lo que se ha dado en llamar el "paradigma de la conciencia", por cuanto se le conceda a sta un lugar privilegiado para la c o m p r e n s i n del proceso cognoscitivo. En lneas generales, podra decirse que toda la crtica del c o n o c i m i e n t o que se ha desarrollado en ese largo perodo histrico se incardinaba en el m o d o de hacer propio de la Filosofa idealista, centrndose en la subjetividad, para entender que el c o n o c i m i e n t o es una teptesentacin, a travs de las ideas, en el c a m p o m i s m o de la conciencia. U n a cuestin prioritaria era la de dar razn y justificar el c o n o c i m i e n t o cientfico, universal y necesario, que realizaba una subjetividad finita y c o n tingente c o m o la humana, sin caer en dogmatismos tealistas o teologizantes: sin embatgo, para el mismo Descartes, el cogito era algo individual que, en ltimo extremo, exiga la veracidad divina c o m o criterio de certeza adecuado, porque l, por s m i s m o , no poda ser fundamento de todas las verdades, especialmente de las eternas. Esta situacin, continuada pot la Filosofa racionalista, hizo que la radicalizacin reflexiva y trascendental del planteamiento crtico kantiano recurriera a una nueva nocin la del sujeto trascendental, que, libre de las limitaciones existenciales, pudiera servir para dar razn del conocimiento cientfico q u e pareca exceder a las capacidades cognoscitivas del h o m b r e .
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo C m o es posible que una subjetividad finita, c o m o la humana, limitada espacio-temporalmente, pueda llegar a establecer una modalidad cognoscitiva universal y necesaria? Para dar respuesta a esta pregunta surgi una nueva forma de Filosofa subjetiva, que, con el objeto de explicar la posibilidad de la ciencia, remiti hacia un mbito subjetual puro e ideal - l a razn pura-, desde donde se prometa una explicacin y justificacin del saber cientfico. A h o r a bien, a la par que se fue desarrollando la Filosofa trascendental, comenz a cundir la idea de que no era posible identificar la subjetividad pura con la conciencia, c o m o si sta se tratase de un estricto recinto egolgico interno, clausurado sobre s mismo. De esta forma vino a exigirse la necesidad de incardinar la trascendentalidad del sujeto en el mundo, para que pudiera ser una nocin realmente eficaz y operativa. Y una de las formas, quiz la que ms resultados ha ofrecido, era aquella que entenda que el sujeto trascendental sin lenguaje era una pura abstraccin. De esta manera, al ir dndose cada vez ms importancia a la cuestin del lenguaje, se fue fortaleciendo la opinin de que la nica forma de llevar a cabo un proyecto epistemolgico coherente y ajustado era siguiendo el hilo c o n ductor del lenguaje. Pero, por este lado, tambin comenz a ser c o m n m e n te aceptada la idea de que el m i s m o lenguaje no poda ser ya un simple instrumento del que se sirve la mente para expresar y hacer tangibles los contenidos cognoscitivos. Por el contrario, el lenguaje se manifestaba c o m o una actividad constituyente y configuradora de nuestra propia visin del mundo, con lo que tambin pudo entenderse c o m o una instancia crtica desde la que superar las insuficiencias del trascendentalismo clsico, que pona el fundamento del c o n o cer en el haber de una razn pura, tan "pura" que, de hecho, no poda existir en ninguna parte. El paso del paradigma de la conciencia al paradigma del lenguaje es lo que se ha llamado "giro lingstico" y supone el abandono de las viejas categoras conciencialistas, para situarse en un horizonte ms ntido y contrastable - e l lenguaje, desde el que llevar a cabo una reformulacin de las clsicas preguntas acerca del conocimiento. C o n este cambio bien pudiera parecer que lo que se produce es un abandono del mtodo y de la temtica gnoseolgica que haba venido desarrollando la Filosofa de la subjetividad, para pasar a una estricta filosofa del lenguaje. Sin embargo, aunque en algn caso pudiera ser as, esto no ocurre siempre. H a y autores en los que, debidamente transformada, sigue perviviendo una actitud y modo de reflexin crtica trascendental. Es, a nuestro juicio, lo que ocurre en algunos trabajos de autores como L. Wittgenstein y J. Habermas, a los cuales deberemos referirnos con cierto detenimiento.
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Por el m o m e n t o , sin entrar en mayores precisiones, para dejar constancia de que lo que se produce es una "transformacin" y no una "destruccin" de los planteamientos trascendentales clsicos, quiz fuera til tener en cuenta que el paso de la problemtica de la conciencia a la del lenguaje no se encuentra en el rechazo de la "conciencia", del "alma" o del "sujeto", por ejemplo, sino en una radical trascendentalizacin en la que se identifica el sujeto metafsico con el sujeto lgico del lenguaje en general. No debe concluirse, pues, que la aparicin del paradigma del lenguaje signifique el desplome de la temtica de la Teora del c o n o c i m i e n t o o el olvido de una reflexin crtica acerca de las condiciones de posibilidad del conocer humano. Lo nico que se arrincona es la n o c i n de una "conciencia eternitaria" clausurada sobre s misma y el c o n cepto de una "subjetividad" c o m o "razn pura", con el fin de poner de relieve el papel que juega el lenguaje en esa disciplina para intentar tesolver sus problemas centrales. Cabra decir que, en esta nueva perspectiva, la nica forma viable de abordar el tema de la subjetividad competente de c o n o c i m i e n t o es considerndola dentro de las redes intersubjetivas del lenguaje, de m o d o que la forma correcta de enfocar el problema de la objetividad es la de adoptar una perspectiva lingstica.
8.2.. Conocimiento y significacin: el primer Wittgenstein 8.2.1. El proyecto epistemolgico del Tractatus
Ha sido frecuente considerar que la produccin filosfica de L. W i t t g e n s tein es ajena a la temtica epistemolgica y que l, personalmente, no tuvo especial preocupacin por la Teora del c o n o c i m i e n t o . Sin embargo, o p i n i o nes de este tipo olvidan declaraciones que el propio autor hizo sobre l mismo o sobre su obra y, lo que es peor, parecen desconocer el significado preciso de muchos de sus textos. El propio Wittgenstein tendra ocasin de calificar su actitud, tefirindose a su primera y temprana produccin, c o m o idealismo epistemolgico de corte schopenhaueriano, lo que parece una buena caractetizacin para comprender al primer Wittgenstein, si bien hay que advertir de entrada que no se va a tratar de una modalidad epistemolgica similar a la que desarrollara el Crculo de Viena. Fueron los propios miembros de este Crculo los que procedieron a una lectura positivista del Tractatus, equiparando las proposiciones a t m i c a s de W i t t g e n s t e i n c o n sus proposiciones de base, convirtindolas en proposicio-
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo nes de observacin, es decir, descripciones de datos y percepciones sensibles. De este m o d o se desembocaba hacia los tpicos problemas de la primera epistemologa positivista, colaborando a una interpretacin que dista m u c h o de ser ajustada, tal c o m o hicieron, por ejemplo, R. Carnap y Neurath. Estos y otros autores argumentaban que la Epistemologa que subyace al Tractatus no es otra cosa que una pervivencia de ciertos postulados del anlisis lgico del lenguaje. O t r o s , por el contrario, desde una panormica radicalmente diferente, acentuando el idealismo y las posibilidades religiosas y msticas que aparecen en las ltimas proposiciones de la obra, exageran la capacidad terica y metafsica del lenguaje c o m o recinto del ser. En este sentido, se produce una aproximacin entre el pensamiento de Wittgenstein y el de Heidegger. Frente a todos estos intentos de exclusivizar el pensamiento wittgensteiniano en un extremo u otro hay que recordar la frase de Mauthner, uno de los hombres que ms influyeron en l, y que indica el enfoque y sentido general en el q u e se va a desarrollar su primera filosofa: "La filosofa es T e o r a del conocimiento. La Teora del conocimiento es crtica del lenguaje". Y, en efecto, parece inevitable tener que reconocer la profunda interconexin que para l existe entre "Filosofa", "crtica del lenguaje" y "teora del c o n o c i m i e n t o " ( T , 4 . 0 0 3 1 ) , debindose considerar que esta ltima es crtica de la racionalidad que consiste, a su vez, en el anlisis lgico del lenguaje, algo que, en el fondo, supone una nueva versin de la cuestin kantiana acerca de la necesidad de fijar lmites al conocer humano (Reguera, 1 9 8 0 : 1 4 ) . Por ello, precisamente, reconoce que: Este libro quiere, pues, trazar unos lmites al pensamiento, o mejor, no al pensamiento, sino a la expresin de los pensamientos. [...] Este lmite, por lo tanto, slo puede ser trazado en el lenguaje, y todo cuanto quede al otro lado del lmite ser simplemente un sinsentido ( T , prlogo: 3 1 ) . Es evidente que las estructuras y categoras mentales deben manifestarse en el lenguaje y, por lo tanto, el anlisis de las estructuras objetivadoras - e s decir, con valor significativo y descriptivo ha de llevarse a cabo siguiendo las exigencias impuestas por el mismo lenguaje, aun cuando ste deba ser formalizado y depurado al mximo por medio del anlisis lgico. Por este motivo, lo que hace Wittgenstein en materia de Teora del c o n o c i m i e n t o es pasar desde una entidad c o m o el entendimiento o la razn a otra c o m o el lenguaje, a la vista de las exigencias que le i m p o n e su espritu positivista y l g i c o . Sin
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Conocimiento y lenguaje: L. Wittgenstein embargo, ello tambin implica una concepcin terica y una forma de practicar la Filosofa, similar a la preconizada por Kant - n o olvidemos, en este sentido, que los ctculos vieneses en los que se form filosficamente etan fund a m e n t a l m e n t e de tendencia neokantiana (Janik y T o u l m i n , 1 9 7 4 ) - . Pero, adems, se ttata de algo que el ptopio Wittgenstein se encarg de dejar claramente expuesto al afirmar que "la Teora del conocimiento es la filosofa de la psicologa" ( T , 4 . 1 1 2 1 ) . Ahota bien, cuando se pronuncia de esta manera no est pensando en una psicologa que estudie los procesos mentales de forma meramente emprica: Wittgenstein consideraba que la Psicologa nicamente analiza de forma superficial los fenmenos cognitivos, de m o d o que una teora de tales procesos tiene un "escaso inters para la filosofa", siendo "ms bien desdeable por el peligro de psicologismo que comporta" (Blasco, 1 9 9 3 : 2 8 ) . U n a Teora del c o n o c i m i e n t o de orientacin psicolgica es matginal, por lo que, frente a ella, lo que se impone es llevar a cabo un "anlisis lgico de los procesos mentales", o si se prefiere "una investigacin de la esttuctura lgica del pensamiento, o mejor, de la expresin del pensamiento, la investigacin de una notacin lgica general de la proposicin". Y, en definitiva, lo que se habra de desarrollar es un proyecto epistemolgico que, siendo lgico y metatsico, "desprecie la subjetividad psicolgica" (Blasco, 1 9 9 3 : 2 2 ) . Lo esencial a la Teora del c o n o c i m i e n t o es un "anlisis lgico del lenguaj e " , o bien una "crtica del lenguaje", ya que, entre una expresin y otra hay una identidad de significado. Pero, con ello, lo que se lleva a cabo es una actividad filosfica esencialmente epistemolgica, si bien el centro neurlgico se ha trasladado desde la c o n c i e n c i a al lenguaje, debindose reconocer, c o n s e cuentemente, un cietto paralelismo entre Kant y Wittgenstein entre las categoras constituyentes de la conciencia del primero y las categoras lgicas del lenguaje del segundo. As pues, de lo que se trata ahora no es tanto de realizar una reflexin trascendental sobre la esttuctuta apririca de la subjetividad, cuanto de recalar en el campo ms claro y detetminable de la "gramtica del lenguaje", c o n el o b j e t o de poder encontrar en ella la solucin al p r o b l e m a centtal de la T e o r a del c o n o c i m i e n t o , que no es otro q u e el de m o s t r a r la correspondencia, relacin y, si se quiere, armona existente entre el pensamiento y la realidad. Podramos resumir afirmando que, efectivamente, lo que puede encontrarse en el primer Wittgenstein es un aptiorismo trascendental que petmite entender el papel "constitutivo" del lenguaje con respecto a la "realidad". Q u otro sentido puede tener aquella expresin del Diario filosfico en la que el autor reconoce que "el modo de representacin determina cmo ha de comportarse la rea-
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo lidad con la figura" ( D . E , 3 1 - 1 0 - 1 9 1 4 : 42)? La "figura", que determina la esencia del lenguaje, es lo que posibilita y condiciona nuestra concepcin de la realidad, dejando, de este modo, muy atrs el reduccionismo sintctico del Crculo de V i e n a , para dar paso a un planteamiento semntico, ms respetuoso y menos distorsionador de las cuestiones acerca de la objetividad. C o n su aportacin de la teora del lenguaje c o m o figura de la realidad, W i t t g e n s t e i n , en efecto, se aleja del estricto sintacticismo, para buscar otro encuadre terico desde el que dar respuesta al problema de la objetividad del c o n o c i m i e n t o . El lenguaje efectivo no es otra cosa que un c o n j u n t o de proposiciones y cada proposicin acta y se determina c o m o una figura. La figura, en cuanto tal, se encuentra en lugar de los objetos, pero se religa a la realidad. Es un elemento "proyectivo" sobre el mundo que, en su misma proyeccin, determina la posibilidad y el m o d o c o m o las cosas pueden ser dichas en un lenguaje con sentido. En definitiva, el concepto de figura nos hace ver que el lenguaje es un principio lgico y apririco d e t e t m i n a n t e de nuestra visin racionalizadora, es decir, categorizadora, de la realidad. La figura debe considerarse c o m o un modelo para la realidad, por lo que, a la vez que se religa con ella, acta al m o d o de una escala que se le aplica. Hay, en consecuencia, m o t i vos sobrados para entender que, en Wittgenstein, la Teora del c o n o c i m i e n t o se instaura c o m o una nueva L g i c a trascendental en la que "reflexionando apriori sobre la estructura lgica de todo lenguaje se llega al ncleo m i s m o de qu es el conocer y su conexin con la realidad" (Blasco, 1 9 9 3 : 2 8 ) . La Epistemologa a la que apunta el Tractatusse define, justamente, por la interconexin entre tres categoras fundamentales: "mundo", "figura" y "pensamiento" o "lenguaje" - c o n c e p t o s que se corresponden con las clsicas categoras que haba venido manejando la Teora del conocimiento en su historia: as c o m o c o n el c o n c e p t o de mundo se alude al polo objetivo de la relacin cognoscitiva, los de lenguaje y pensamiento inciden en la vertiente subjetiva, mientras que, entre uno y otro extremo, es preciso reconocer una interconexin que quedar establecida, precisamente, por la "figura". S o n todos stos c o n c e p t o s que se definen en diversas proposiciones del Tractatus, dejando claro, desde un primer m o m e n t o , el funcionamiento epistemolgico que lleva a cabo cada uno de ellos. En primer lugar, el "mundo" queda caracterizado del siguiente m o d o : 1.- El mundo es todo lo que acaece (lo que es el caso). 1.1.- El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas. 1.13.- Los hechos en el espacio lgico son el mundo.
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En segundo lugar, el "pensamiento", que se entiende c o m o la figura lgica de los hechos, y el "lenguaje", que es la expresin senso-perceptual del pensamiento: 3.- El pensamiento es la figura lgica de los hechos. 3.02.- El pensamiento contiene la posibilidad del estado de cosas que l piensa. Lo que es pensable es tambin posible. 3.03.- Nosotros no podemos pensar nada ilgico, porque, de otro modo, tendramos que pensar ilgicamente. 3.1.- En la proposicin, el pensamiento se expresa perceptiblemente por los sentidos. 3.12.- Llamo signo proposicional al signo mediante el cual expresamos el pensamiento. Y la proposicin es el signo proposicional en su relacin proyectiva con el mundo. Finalmente, concepto de "figura": 2.1.- Nosotros nos hacemos figuras de los hechos. 2.12.- La figura es un modelo de la realidad. 2. 1512.- Es como una escala aplicada a la realidad. 2. 1511.- La figura est ligada as con la realidad; llega hasta ella. 4. 032.- La proposicin es una figura de un estado de cosas. Pues bien, una vez recogidas las proposiciones bsicas a tener en cuenta para un ptimer acercamiento conceptual a la problemtica del c o n o c i m i e n t o en el primer Wittgenstein, puede resumirse el funcionamiento de tales categoras del siguiente m o d o : 1. W i t t g e n s t e i n consttuye una teora lgica del lenguaje que se corresponde con una teora epistemolgica del pensamiento. 2. D i c h a teora exige la presencia de otra teora del mundo, ya que no hay pensamiento sin ser pensamiento de algo, no hay lenguaje en el que no se diga algo. Se requiere, en consecuencia, el "mundo", que debe aparecer con una inevitable densidad ontolgica y que, adems, por su parte, posee una estructura que le permite ser descrito por tal lenguaje y puede ser conocido o analizado por el propio pensamiento. 3. Y, finalmente, entte ambos extremos, subjetivo y objetivo, Wittgenstein coloca un elemento sinttico e intermediario, una species epistemolgica, la "figura", un hecho lgico, que es lo que deben tener en comn pen-
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo Sarniento y realidad para que aqul pueda figurar a sta (Reguera, 1 9 8 0 : 47-50 y 77-79). La importancia crtica y gnoseolgica de esta ltima categora resulta difcilmente exagerable. Adems de ser la clave para su teora del significado, es la piedra de toque de toda la cuestin epistemolgica (T., 4 . 0 1 , 4 . 0 3 ) . Para W i t t genstein, en definitiva, "las proposiciones figuran la realidad, el estado de hechos que representan: hay una coincidencia figurativa entre la forma de la realidad (del estado de hechos) y la forma lgica de la proposicin" (Blasco, 1 9 7 3 : 3 3 ) , dando por supuesto que ha de existir una especie de armona preestablecida entre un mbito y otro, por cuanto pensamiento y realidad coinciden en una idntica estructura lgica que manifiesta la proposicin lingstica. Por esto puede escribir que: "Si D i o s crea un m u n d o en el cual ciertas proposiciones son verdaderas, crea tambin un mundo en el cual todas las proposiciones que derivan de ellas son verdaderas. Y de m o d o semejante, no puede crear un m u n d o en el cual la proposicin "p" sea verdadera, sin crear todos sus objetos" (T., 5 . 1 2 3 ) .
8.2.2.
En ntima dependencia de todo lo expuesto hasta este momento, cabe concluir que no es posible dejar de lado la perspectiva epistemolgica y crtica para comprender adecuadamente la Filosofa del Tractatus. Toda la problemtica del lenguaje se engarza con una singular teora del conocer que aparece c o m o "Lgica trascendental" que ha dejado muy atrs toda la especulacin psicolgica, para analizar "la conexin de la proposicin con el hecho, de la Lgica con la O n t o l o g a " (Blasco, 1 9 9 3 : 2 3 ) . Comprender la conexin entre el pensamiento y la realidad: sta es la cuestin central alrededor de la cual se desenvuelve toda la problemtica epistemolgica del Tractatus. Ahora bien, el medio en el que cristaliza el pensar y conocer es el lenguaje, y ste, por su parte, se articula alrededor de las proposiciones, cuyo valor de verdad deriva del "valor de verdad de las proposiciones elementales", por lo que, en ltima instancia, toda la cuestin acerca del c o n o cimiento queda vertebrada en la objetividad y verdad de dichas proposiciones. He aqu, pues, "el problema epistemolgico fundamental": la "determinacin del valor de verdad de las proposiciones elementales" (ibdem), y esta labor va a depender fundamentalmente de la Lgica.
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Pero mientras que la sintaxis lgica del lenguaje se exclusivizaba en los aspectos meramente formales del lenguaje, la Lgica wittgensteiniana no prescinde de la dimensin semntica, a diferencia de lo que se haba defendido en los primeros m o m e n t o s del Crculo de Viena y sus fundadores. Ahora, por el contrario, nos encontramos con el hecho de que la Lgica est interesada por cuestiones acerca de la realidad. " S l o la realidad intetesa a la Lgica", hasta tal p u n t o que lo que constituye c o m o tal a una proposicin no es la forma lgica externa, sintctica, sino que "las proposiciones slo son en la medida en que son figurast la realidad" (D.F., 5 - 1 0 - 1 9 1 4 : 2 2 ) . Consecuentemente, en la Lgica no se hace absttaccin de la dimensin significativa y semntica del lenguaje. La proposicin es una "figura" de la realidad y la Lgica, propiamente dicha, no se recluye en el mbito de la estricta fotmalidad vaca de todo c o n tenido: "La Lgica no es una docttina, sino un reflejo del m u n d o . La Lgica es trascendental" (T., 6 . 1 3 ) , lo cual debe ser entendido en el sentido de que, siendo la Teora del conocimiento una Lgica trascendental, se interesa por el sentido filosfico radical del c o n o c i m i e n t o : qu telacin hay entre las proposiciones elementales y el mundo?, cmo pueden ser verdaderas estas proposiciones?, en resumen, cmo es posible fundamentar el c o n o c i m i e n t o de la realidad? o, incluso, cmo es posible el conocimiento? C o n todo ello, efectivamente, en cuanto se pregunta por el fundamento y por las condiciones de posibilidad del fenmeno del conocer, se est relanzando la cuestin epistemolgica hacia el terreno de la Metafsica y de la Ontologa. La proposicin es, pues, una figura de la realidad ( T , 4 . 0 1 ) , gracias a estar determinada por una forma lgica (T., 3 . 3 1 1 y 4 . 0 0 3 1 ) . Esta forma es un elem e n t o c o m n que c o m p a r t e la proposicin con el hecho, por lo que W i t t genstein puede afirmar que "lo que cada figura debe tener en c o m n con la realidad para poderla figurar por completo - j u s t a o falsamente es la forma lgica, esto es, la forma de la realidad" ( T , 2 . 1 8 ) . Este compattir la forma lgica, tanto por parte del pensamiento c o m o por parte del mundo, es lo que hace que la teora de la figuracin, es decir, la teora de que el lenguaje y la proposicin son figuras del m u n d o , haya merecido la calificacin de isomorfismo. Este c o n c e p t o se utiliza para referirse a una temtica central de la E p i s t e m o loga wittgensteiniana, que, c o m o hemos visto, se centra en la posibilidad de justificar el valor de verdad de las proposiciones ms simples - q u e son, precisamente, aquellas que convienen y comparten la forma lgica con la realidad. La c o n e x i n inmediata entre el m u n d o y el pensamiento es lo que p e r m i t e fundar adecuadamente la objetividad y el valor de verdad del c o n o c i m i e n t o . Por esto, cabra resumir diciendo que "el verdadero problema epistemolgico
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo y o n t o l g i c o es el status de las proposiciones elementales y los hechos", que, por otro lado, es el problema neurlgico del empirismo. "Las proposiciones elementales sostienen el edificio de todo el conocimiento, y las proposiciones elementales comparten la misma forma lgica" (Blasco, 1 9 9 3 : 2 6 ) . El lenguaje refleja el m u n d o , pero tambin lo que para nosotros es el m u n d o queda a su vez determinado por la accin estructurante y organizadora del lenguaje. Si, por un lado el lenguaje refleja el m u n d o , en contrapartida, el m u n d o se supedita a las posibilidades y disponibilidades del lenguaje concreto desde el que describimos el mundo (T., 6 . 3 4 1 ) .
8.3. La inflexin hacia un planteamiento pragmtico: el segundo Wittgenstein M u c h o se ha dicho acerca de la honestidad intelectual de W i t t g e n s t e i n que, ante la insatisfaccin a la que le haba conducido la situacin final del Tractatus, h u b o de replantearse todo el problema sobre el sentido de la F i l o sofa, del anlisis lingstico y, con ello, tambin su c o n c e p c i n acerca de la Epistemologa que, a raz de las Investigaciones filosficas, sufrir una radical modificacin para instaurarse ahora desde la dimensin pragmtica del lenguaje y poner de relieve los conceptos de uso, juego lingstico y forma de vida. De esta manera, Wittgenstein aparece c o m o uno de los pioneros de la nueva forma de plantear el problema del lenguaje -y del conocimiento, atendiendo no tanto al significado, sino al uso que hacemos de nuestras expresiones. Por ello, precisamente, es un hito que indiscutiblemente debe ser tenido en cuenta para comprender el origen y el sentido del desarrollo que la pragmtica del lenguaje va a tener hasta nuestros das. C u a n d o nos acercamos a las Investigaciones filosficas de L. Wittgenstein podemos encontrar una serie de textos muy significativos que nos avisan del c a m b i o de estilo de la nueva produccin filosfica: "Volver al terreno spero" ( L E , prg. 1 0 7 ) ; "una figura nos tuvo cautivos" ( L E , prg. 1 1 5 ) , y otras muchas similares. Efectivamente, se trataba de abandonar la estricta idealidad de un lenguaje radicalmente optimizado para situar la especulacin en el mbito concreto del lenguaje natural, lejos de las exigencias dictatoriales del c o n c e p t o de forma lgica que, c o m o hemos tenido ocasin de ver, haba centrado el problema gnoseolgico. En realidad, las esperanzas de Wittgenstein cayeron pronto por tierra. No se haba alcanzado la misma realidad, sino que, por el c o n trario, "se crea seguir la naturaleza cuando slo se iba costeando la forma a travs de la cual se la consideraba" ( L E , prg. 1 1 4 ) . Si las frmulas del Tracta-
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tus se nos manifiestan de carcter metafsico, c o m o su autor haba de reconocer una y tantas veces, era preciso llevar a cabo un cambio de sentido: ahora, nosotros reconducimos las palabras de su uso metafsico a su empleo c o t i diano" ( L E , prg. 1 1 6 ) . C o n respecto al problema fundamental de la Epistemologa - q u e no era otro que el de la relacin entre el lenguaje y el m u n d o , para el que, al fin y al cabo, habra hecho toda una reconstruccin de los dos polos del binomio gnoseolgico: sujeto-objeto-, se trata ahora de volver al lenguaje ordinario, llevando las palabras a su cauce natural, libres del riguroso andamiaje lgico donde eran usadas de forma metafsica, c o m o esencias lgicas o "formas", presupuestos idnticos entre el mundo y el pensamiento. Y si en el Tractatus se pona de relieve la trascendentalidad de la Lgica, ahora, por el contrario, se evidenciar el carcter pragmtico de las palabras que ms que significados son actos intersubjetivos fundados en situaciones y formas de vida h u m a n a ( L E , prg. 5 4 6 ) .
S.3.1.
Sentido general de la
nueva
Epistemologa
Desde la nueva perspectiva que se anuncia, saber y conocer va a consistir en una verdadera descripcin de hechos. C o n o c e r es, propiamente, describir facticidades. Y, a su vez, esos hechos, tanto internos c o m o externos, nicamente pueden entrar en el dominio de la Teota del conocimiento a travs del lenguaje y solamente son cognoscibles, verdaderos o falsos, en su expresin. Segn esto, la armona entre el conocimiento y los hechos deber buscarse en la gramtica del lenguaje. Pues bien, tales conceptos descripcin, expresin y gramtica- van a ser las categoras lingsticas con valor crtico que siguen definiendo, ahora c o n nuevos matices, toda la problemtica del c o n o c i m i e n t o y su c a m p o de accin. Aquella nocin wittgensteiniana de la Lgica, c o m o Lgica trascendental que llenaba el m u n d o (T., 5 . 4 7 1 1 ) , queda ahora c o m o un simple instrumento con el que poder contrastar el lenguaje a unos niveles m n i m o s de c o h e rencia sintctica. En efecto, la prosecucin del anlisis lgico se va a manifestar c o m o radicalmente inoperante a niveles profundos del lenguaje, por lo que, adems, aquel formalismo cognoscitivo, fundado en esencias o formas lgicas, que mantena el primer Wittgenstein, desaparece y la Filosofa crtica c o n la que se a n u n c i a b a aquel proyecto t o m a ahora unos matices funcionalistas o pragmatistas, con raz en las formas de vida y en la interaccin social, c o m o se reconoce m u y frecuentemente. El lenguaje, y con l el conocimiento, no es un
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo fenmeno que pueda ser analizado y ordenado por la Lgica, sino una realidad que debe ser comprendida desde y por las formas de vida, tanto c o m o por la prctica social intersubjetiva. C o n todo, y a pesar de las apariencias, las cosas no son tan radicales. En primer lugar, no hay duda acerca de la persistencia de un cierto formalismo de base que sigue estando, aunque muy matizado, presente. En efecto, c o m prender una proposicin es dominar una cierta tcnica, que exige c o n o c e r el lenguaje intersubjetivo. Comprender un nombre es conocer su uso general en el lenguaje, ya que ste determina el significado de una palabra ( L E , prg. 4 3 ) . Por eso, cabe decir que la teora general de la significacin, de la constitucin del sentido de los nombres, es una teora del uso de la expresin que, por lo tanto, tiene un carcter operativo en cuanto que implica una forma de vida. Wittgenstein, en definitiva, no cree que la Lgica sea ya intil, o carezca de utilidad dentro del campo de la Filosofa. Por el contrario, puede servir para aclarar los significados, es decir, los usos de las expresiones. As pues, para el autor, sigue siendo imprescindible estudiar formas y reglas -aquellas que rigen los diversos juegos lingsticos y las situaciones vitales en las que nacen. Naturalmente que esas formas no son ya esencias lgicas, como en el Tractatus. Ahora las formas consisten en una pura o simple semejanza o parecido de familia. En el lenguaje "lo que vemos es una complicada red de parecidos que se superponen y entrecruzan. Parecidos a gran escala y en detalle" ( L E , prg. 6 6 ) . Y "los juegos del lenguaje estn ms bien ah c o m o objetos de comparacin que deben arrojar luz sobre las condiciones de nuestro lenguaje, por va de semejanza y desemejanza" ( L E , prg. 1 3 0 ) . Esta nueva modalidad formalista, tan alejada de la del Tractatus, se a c o m paa de un cierto funcionalismo y un claro pragmatimo, aunque ninguno de estos conceptos por s slo puede ser adecuado para definir y caracterizar el nuevo proyecto crtico y epistemolgico de Wittgenstein, cuyas categoras fundamentales deben ponerse de relieve.
8.3.2.
Las
categoras fundamentales
del segundo
Wittgenstein
Entender el sentido del proyecto lingstico del segundo Wittgenstein de una forma que no implique reduccionismo obliga a tener en cuenta el juego que se lleva a cabo entre las categoras filosficas con las que se determina el propio campo de investigacin. De este m o d o se pueden poner las bases para una consideracin ajustada de la Teora del c o n o c i m i e n t o subyacente a las
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nugaciones filosficas. Estas categoras son: "juego lingstico", "parecido iliar", "formas de vida" y "lenguaje privado". 1. Segn Wittgenstein, comprender un concepto o una palabta significa usarlo gramaticalmente bien, es decir, entender su funcin en un juego lingstico. Pero hay una multitud de reglas que rigen diferentes juegos, con lo que, a nivel de lenguaje, no puede decitse que ste sea nico y, menos an, que su lgica se identifique con la lgica del m u n d o . Existen numerosos lenguajes, tantos c o m o juegos lingstic o s , y es en el j u e g o c o n c r e t o en el que aparece d o n d e un n o m b r e determinado adquiere significacin, y en virtud del objeto al que patece representar de forma arbitraria. La objetividad, c o n s i g u i e n t e m e n te, apatece en el contexto de un juego lingstico, sin tener que remititse a un significado a travs del cual se refiera al m u n d o . T a n t o el n o m b t e c o m o el m i s m o o b j e t o no tienen sentido fuera de la situacin vital y del juego, o juegos, del lenguaje en el que aparecen. Es una idea, por lo dems, que encontramos repetidamente a lo largo de la obra. El significado de una palabra es su uso en el lenguaje ( L E , prg. 4 3 ) , siguiendo unas reglas. Y seguir una regla no es otra cosa que una cost u m b t e , un uso, una institucin, hasta tal punto que "entender una oracin significa entender un lenguaje. Entender un lenguaje significa dominar una tcnica" ( L E , prg. 1 9 9 ) . Hacer comprender esto es someterse a la cura teraputica que ejerce la Filosofa. T o d o lo dems, esto es, pensar en cualquier otra entidad pata c o m p t e n d e r el significado, sera suponer la existencia de un contenido sustancial y admitir, c o n ello, un "fantasma metafsico". 2. Esta teora del significado c o m o uso en un juego lingstico del lenguaje ordinario hace que, en algn sentido, siga perviviendo y vigente cierta teora de la "figura", con tal de que se la entienda de una forma nueva. El concepto no figura los hechos en cuanto forma c o m n basada en una identidad esencial, permanente, a pesar de su variabilidad de usos en el lenguaje. Podra seguir dicindose que el concepto figura los hechos, pero con tal de que con ello entendamos que lo que se expresa es un mero parecido familiar entre sus usos en el lenguaje. Por eso, Wittgenstein habla de las relaciones de parentesco y similitud que surgen y desaparecen continuamente entre los diversos juegos, y tambin, por consiguiente, entre los diversos juegos lingsticos:
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El resultado de este examen reza as: Vemos una complicada red de parecidos que se superponen y entrecruzan, parecidos a gran escala y en detalle (LE, prg. 6 6 ) . No puedo caracterizar mejor esos parecidos que con la expresin 'parecidos de familia', pues es as como se superponen y entrecruzan los diversos parecidos que se dan entre los miembros de una familia [...] (LE, prg. 6 7 ) . 3. Pero adems, estos usos no son, al fin y al cabo, otra cosa que los papeles a desempear en diferentes formas de vida. Es decir, existen situaciones vitales pragmticas que estn a la base de los juegos lingsticos. H a y un c o n j u n t o cambiante de formas de vida que es el caldo de cultivo en el que se funda el lenguaje y no una estructura de tomos lgicos inalterable, tal c o m o se supona en el Tractatus. La pretendida objetividad del lenguaje ha de ser puesta en el horizonte vital en el que surge, apoyndose en el m u n d o de la vida, y no en dependencia ideal de una estructura lgica que le determine c o m o una red ideal inalterable: Imaginar un juego siginifica imaginar una forma de vida (LE, prg. 19). La expresin "juego de lenguaje" debe poner de relieve aqu que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida (LE, prg. 23). Verdadero y falso es lo que los hombres dicen; y los hombres concuerdan en el lenguaje. Esta no es una concordancia de opiniones sino de forma de vida (LE, prg. 2 4 1 ) . A h o r a bien, considerar el lenguaje c o m o una forma de vida y en relacin con una situacin vital en la que surge va a imponer al segundo W i t t g e n s t e i n dos tareas nuevas, que antes no c o n s i d e r a b a c o m o autnticas y genuinamente filosficas. En primer lugar, tal c o m o acabamos de ver, si la verdad es lo que los hombres dicen, algo que pertenece al mbito del discurso, y si adems consiste en un consenso, es notoria su anticipacin a ciertas ideas que H a b e r m a s desarrollar en su Teora de la accin comunicativa a la vez que, c o n ello, se da una vuelta de clavija a la clsica teora del significado, que ahora va a recibir una respuesta ajena al denotacionismo y connotacionismo: Lo que corresponde al nombre, y sin lo cual no tendra significado, es un paradigma que se usa en el juego del lenguaje en conexin con el nombre ( L E , prg. 5 5 ) .
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Cul es este paradigma al que hay que remitirse para poder decir que un trmino es significativo? Recordemos que, para Wittgenstein, los juegos del lenguaje son sistemas de comunicacin h u m a n a y que la c o m u n i c a c i n aparece dentro de "situaciones lingsticas que constituyen un marco", y es en esos marcos donde debe analizarse la significacin de las expresiones, ya que es dentro de ellos donde se utilizan (Blasco, 1 9 7 3 : 9 9 ) . Cuando Wittgenstein remite todo el problema de la significacin y de la objetividad hacia el "uso", tiene en mente la idea de que toda la actividad lingstica est determinada por unas reglas de juego, de m o d o que, en consecuencia, es preciso someterse al d o m i n i o de esas reglas que se comportan c o m o un paradigma, puesto que es lo que puede conferir significado a los trminos: "Las sentencias son significativas (es decir, tienen objetividad, son objetivas) c u a n d o en su construccin se han respetado las reglas de uso de los trminos". En definitiva, no hay que recurrir a ninguna teota semntica para entender y precisar el problema del significado de una oracin. Entre la palabra y la cosa no existe ninguna telacin mgica o misteriosa q u e las conexione. La denotacin no es otra cosa que el "criterio pragmtico de uso de la expresin". T a m p o c o es necesario suponer ningn c o n t e nido ideal o mental para decir que un trmino sea significativo. La c o n notacin es simplemente la "tegla de uso" a la que debe someterse la expresin para que tenga sentido (Blasco, 1 9 7 3 : 1 0 3 y 1 0 8 ) . En segundo lugar, la otra tarea va a ser la de llevar a cabo un anlisis filosfico del campo de la conciencia, es decir, de volver a retomar, de alguna forma, todas aquellas tareas propias de la "psicologa superficial", que antes se haban considerado poco relevantes para la Epistemologa. Ahora vuelve a imponerse una consideracin reflexiva sobre ciertos eventos mentales, ya que las formas de vida se refieren a la naturaleza del h o m b r e que vive y se mueve en un contexto intersubjetivo. En efecto, este nuevo cometido lo lleva a cabo Wittgenstein en su anlisis del lenguaje privado (concepto al que, por otro lado, va a someter a las ms fuertes crticas) y tambin de los fenmenos o estados internos. Las Investigaciones filosficas dedican muchos pargrafos a conceptos c o m o comprender, pensar, saber, recuerdo y otros similares. Pero todo ello, con un propsito fundamental: buscar la salida del sujeto, para fundar el sentido del lenguaje y del conocimiento, en una contrastacin intersubjetiva que les d validez. En un "lenguaje privado", es decir, en el crculo ntimo e interior de un sujeto, o en el crculo de sus vivencias propias, no
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Parte III: Conocimiento. Lenguaje. Mundo slo no podramos saber si lo que pensamos es verdadero o no, sino que ni siquiera sabramos qu es lo que pensamos, esto es, estaramos en la ignorancia de saber a qu es a lo que ese pensamiento corresponde. Para Wittgenstein, una sentencia presupone una regla de la gramtica, que debe ser observada, y tal regla es una convencin de una comunidad lingstica y, precisamente por ello, es pblica y objetiva, sin tener que ver nada con los procesos internos del pensamiento. Negando la validez del lenguaje privado puede buscarse la salida, introducindonos en el campo de un lenguaje intersubjetivo que todos entendemos, es decir, del que conocemos las reglas de su uso o juego.
S.3.3.
El problema de la certeza
De lo que se trata, fundamentalmente, es de salir del angosto c a m p o del sujeto c o m o conciencia, para entrar en las redes prcticas de un lenguaje intersubjetivo. Pero, cmo liberarnos de las redes mismas del lenguaje? C m o evitar el crculo lingstico que, de una manera u otra, persigue todo el desarrollo de la reflexin wittgensteiniana? Siempre se ha visto, por parte de este autor, la necesidad de trascender el estricto dominio del lenguaje. El concepto de forma, c o m n a lenguaje y realidad, era en el Tractatus el punto de inflexin que poda, efectivamente, favorecer esa salida. Pero, cul puede ser ahora el fundamento de la certeza? T o d o el cmulo de cuestiones que se engarzan en torno a este concepto Wittgenstein va a intentar solucionarlo desde dos ngulos ntimamente conectados entre s: el problema de un lenguaje primitivo natural y el replanteamiento del problema escptico. Por una parte, se inclina por buscar la certeza en un lenguaje primitivo natural ( L E , prgs. 7 y 5 9 8 ) , que expresara hechos naturales bsicos muy generales y que estara compuesto de proposiciones de "sentido comn", simples y sencillas, similares a las que utiliz G. M o o r e c o m o apoyo de su Epistemologa. En cualquier caso, el apoyo en un lenguaje natural no puede ser fundam e n t o adecuado para permitir el paso del lenguaje a lo "real". Precisamente, el lenguaje natural es lenguaje y nada ms; afirmar sus proposiciones no puede significar llegar a las cosas. Ahora bien, por otra parte, negarlas podra suponer una prdida del juicio. Ante esta situacin el problema vuelve a situarse nuevamente ante el llamado "problema escptico", es decir, ante la "duda". El paso definitivo y decisivo hacia lo real no puede plantearse ingenua ni dogmticamente. Por ello, parece
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inevitable volver a tomar el camino de la duda que, en manos de Wittgenstein, habr de tomar una direccin diferente. Parece propio del sentido comn tenet que admitir que hay ciertos juicios de expetiencia que deben quedar fuera de toda duda para que pueda realizarse una accin con sentido: "Esto significa que partimos siempre de hechos de experiencia, que los juicios de experiencia estn fuera de toda duda" (Brand, 1 9 8 0 : 2 1 ) . C o m o dice el propio Wittgenstein:
Para poder obedecer una orden ha de haber un hecho de experiencia sobre el que no tengas duda de ningn tipo. En efecto, la duda descansa slo en lo que est fuera de duda ( S . C . , prg. 5 1 9 ) .
Ahora bien, si la duda descansa y se hace posible desde un presupuesto que no es dudoso, ella misma no puede ser ni infinita, ni ilimitada. Antes bien, todo lo contrario. De este m o d o se puede afirmar que "una duda que dudara de todo no sera duda" ( S . C . , prg. 4 5 0 ) , y una duda que se fuera mordiendo la cola, convirtindose en duda de la duda, es decir, en una duda sin fin, tampoco podra constituirse c o m o ejercicio dubitativo. Para dudar hay que comenzar a dudar y esta actividad tiene que tener un punto final: "Las medidas de precaucin slo tienen sentido porque en algn m o m e n t o llegan a un trmino. U n a duda sin t r m i n o no es ni siquiera una duda" ( S . C . , prg. 6 2 5 ) . Es decir, la actividad de dudar ha de tener sus propios lmites. La duda no es lo primero en el orden de la fundamentacin del conocimiento, c o m o pretenda Descartes; "cuando llega, llega detrs" (Brand, 1 9 8 0 : 2 3 ) . Es cierto, c o m o se ha dicho repetidas veces, que la duda surge c o m o actividad crtica frente al error. Pero el error es, o parece ser, una excepcin que slo aparece sobre un fondo de concordancia y acuerdo. Por eso precisamente ocurre que el h o m b r e razonable ponga fuera de cuestin, sin dudar, ciertas cuestiones ( S . C . , prg. 2 1 9 ) . Adems, la persona razonable no puede, ni siquiera pudo Descartes, mantenetse obstinadamente en una duda constante y universal. Slo se duda en determinadas ocasiones ( S . C . , prg. 3 3 4 ) . Ahora bien, podra ocurrir que, aunque la duda no sea ni primera, ni universal, alguien, por algn extrao motivo, se empeara en seguir adelante con su duda. Tal podra ser, por ejemplo, el caso del citado Descartes, que, a pesar de considerar que era razonable tomar c o m o necesarias ciertas verdades, sin embargo, a nivel filosfico, insisti en proponer y proponerse a s m i s m o una duda terica - e s decir, metodolgica- de carcter hiperblico. En este caso - p o c o probable, por otra parte-, podemos dejarle inmerso en las redes tericas y reflexivas de su duda, porque sta no se llegar a manifestar nunca en la prctica:
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Es posible, en consecuencia, superar toda duda y, si ello no fuera factible tericamente, al m e n o s lo es desde la propia "accin". A u n c u a n d o pretendiendo superar un estado de duda no encontrara ninguna razn o justificacin que me lo permitiera, ello no sera problema. Cuando acto, acto mecnicamente, corporalmente, de forma inmediata, respondo de forma "instintiva" a los estmulos. Mi accin no est mediatizada por ninguna representacin, c o m o tampoco se exige una certeza terica absoluta para llevar a cabo mi actividad ( S . C . , prg. 1 4 8 ) . De este modo, es posible una cierta fundamentacin, una justificacin de nuestras creencias, a pesar de que no venga por va de una evidencia inmediata del objeto al sujeto, a travs de una forma de visin privilegiada, clara y distinta, en la que se constate, fuera de toda duda, la existencia del objeto o la verdad de la proposicin. En definitiva, no es la presencia del objeto, sino el m u n d o de la actividad prctica la que puede erigirse en fundamento de nuestras creencias, sacndonos de la duda terica:
La fundamentacin, la justificacin de la evidencia tiene un lmite: pero el lmite no est en que ciertas proposiciones nos parezcan verdaderas de forma inmediata, c o m o si fuera una especie de ver por nuestra parte. Por el contrario, es nuestra actividad, (accin) la que subyace en el fondo del juego del lenguaje ( S . C . , prg. 2 0 1 ) .
Es as, a travs del rodeo que nos ha impuesto la cuestin de la certeza y la necesidad de fundamentar las proposiciones, c o m o h e m o s vuelto, nuevamente, al lenguaje, aun cuando en este caso vaya a concebirse c o m o una actividad, c o m o un acto. T o d o lenguaje se determina y cristaliza en un "acto de habla" y ste es, en ltima instancia, el principio que nos permite salir del oscuro y reducido m u n d o de la conciencia. Si hay algn lugar por donde la m o s ca pueda salir del mosquitero del lenguaje, ha de ser desde el lenguaje m i s m o en cuanto es una actividad ( L E , prg. 3 0 9 ) .
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