Aleixandre Poeta de La Consumacion

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VICENTE ALEIXANDRE, POETA

DE LA CONSUMACIN
R
. ESULTA revelador observar en un poeta, cuya trayectoria conoce-
mos como espejo de una vida adolescencia, juventud, madurez modu-
lada por una larga serie de distintos anhelos y sentimientos, cmo, cuando
el destino le lleva a permanecer en el mundo largos aos, se impone en
su trayectoria potica la consideracin, la intuicin y el sentimiento de la
vejez, ya que el poeta nunca abdica de su palabra ni cesa en su actitud por
imperativos de la edad. El paso del tiempo, y la fuerza del devenir vital
lanzan al poeta en los aos quiz ltimos de su vida a su consideracin,
a su revisin espiritual, y desde all su palabra, su voz, se trasmuta en una
nueva serie de motivos, de nuevos impulsos que inician un nuevo uni-
verso imaginstico, un nuevo mundo potico. La permanencia de la poesa es
la consecuencia obvia de esta actitud artstica.
Es lo que ha ocurrido con algunos poetas del 27, con Guillen, con
Aleixandre, con Alberti. Mientras Guillen nos ofrece en Y oros
poemas un mundo potico presente, tremendamente vitalizador e inmerso
en la srdida realidad cotidiana, Aleixandre contempla lcido y alucinado,
revelador y hermtico a un tiempo, el mundo desde la vejez como pr-
ximo a la consumacin. Por eso los Poemas de la consumacin, publicados
en 1968, a los setenta aos, y los Dilogos del conocimiento, publicados en
1974, a los setenta y seis aos, reclaman el inters del lector de Aleixandre,
y lo comprometen en una lectura encendida, un poco epistemolgica y
casi cientfica.
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Vamos a tratar algunos aspectos brevemente del mundo potico de
Poemas de la consumacin, solamente, como obra y como produccin de
autor mayor, como visin de la vida desde el ngulo de la vejez. Guillermo
Carnero, que quizs ha sido el que mejor ha clarificado el problema cen-
tral de estos libros ltimos de Aleixandre conocer frente a saber como
perspectivas vitales ha podido escribir que "con Poemas de la consu-
macin irrumpe en el mundo de Aleixandre un nuevo elemento: la ve-
jez" (1), palabras a las que aadimos que, todava dentro de una posicin
racional, justamente porque en la propia realidad existencial del poeta ha
irrumpido la vejez, o dicho de otro modo, porque el mismo poeta alma
y cuerpo ha entrado en la ltima edad. Poeta, lealidad, vida, en Alei-
xandre, conducen, unidos, un mundo totalizador, que en su libro de
los setenta aos se torna en reflejo de la vejez, (p. 78) (2).
O tarde o pronto o nunca.
Pero ah tras el cristal el rostro insiste.
Junto a unas flores naturales la misma flor
se muestra
en forma de color, mejilla, rosa,
tras el cristal la rosa es siempre rosa.
Pero no huele.
ha juventud distante es ella misma.
Pero aqu no se oye.
Slo la luz traspasa el cristal virgen.
El poema es conocido y pattico. Su ttulo tambin. Es profundamente
sugerente: "Rostro tras el cristal (Mirada del viejo)". Separacin de
cristal cruel que deja ver la realidad, la juventud-vida aleixandrina, pero
que no permite la plenitud de aprehensin sensorial. Pasa la luz, la ima-
gen pero no el aroma. Para ello los adverbios temporales han establecido
la cruel disyuntiva triple al principio de los versos, al comienzo de este
poema de la edad. Ante composiciones como stas se comprende la alu-
sin del ttulo del libro, como coleccin de poemas de la consumacin.
(1) GUILLERMO CARNERO; "Conocer y saber en Poemas de la consumacin",
en Vicente Aleixandre, edicin de J os Luis Cano, El escritor y la crtica, Taurus, Ma-
drid, 1977, p. 276.
(2) Utilizamos la edicin de Poemas de la consumacin de Selecciones de
poesa espaola, Plaza &J ans, Barcelona, 1968.
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porque el poema desde la vejez ya ha ejecutado su vida, prxima posi-
blemente a la conclusin. E este libro la accin de consumar est en
marcha, pero no el efecto. La consumacin no se ha producido todava.
"Cercano a la muerte" se titula un poema cuyos cuatro versos finales
hablan del recuerdo y del pasado, de la brevedad y sentimiento de las cosas,
del simblico "teln de sedas amarillas", clara alusin repetida en Poe-
mas de la consumacin (p. 86):
La majestad de la mem-oria es aire
despus, o antes. Los hechos son suspiro.
Ese teln de sedas amarillas
que un soplo empuja, y otra luz apaga.
La vida del poeta es en estos finales prximos a la consumacin, como
esa seda amarilla cuyo teln es leve y se vence al menor suspiro. El
poema "Ayer" nos ofrece de nuevo la sensible y plstica formulacin de
esta imagen (p. 87):
Ese teln de sedas amarillas
que un sol an dora y un suspiro ondea.
En un soplo el ayer vacila, y cruje.
En el espacio an es, pero se piensa
o se ve. Dormido quien lo mira no responde,
pues ve un silencio, o es tm amor dormido.
El ritmo aleixandrino nuevo crea un lenguaje lapidario y sentencioso,
y el verso se distiende y recorta en un juego rtmico quebradizo y dbil.
El poema contina con las palabras aisladas, casi sin complementos, en
su pureza, en su desnudez:
Dormir, vivir, morir. Lenta la seda cruje dimi-
nuta,
finsima, soada: real. Quien es as signo,
una imagen de quien pens, y ahi queda.
Trama donde el vivir se urdi despacio, y
hebra a hebra
qued para el aliento en que an se agita.
Ignorar es vivir. Saber, morirlo.
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La muerte, presente en renovada y nueva representacin potica, parte
en este poema del smbolo plstico del teln de color brillante pero
de seda y de la evocacin shakespeareana de la vieja gradacin aqu
desordenada intencionadamente, para alcanzar el ms genuino y perso-
nal tema-problema aleixandrino en estos tiempos: conocer, saber, ignorar,
enfocados desde el vivir.
Antes hemos citado a Guillermo Carnero y recurrimos ahora de nuevo
a l para recordar que la concepcin potica de Aleixandre de estos tr-
minos est enfocada desde una doble perspectiva imperfectiva-perfectiva re-
lacionada con la luz. Trazamos una serie de esquemticos paralelismos
para, nicamente, facilitar el ingreso intelectivo en el poema que comen-
tamos :
conocermirarimperfectivo
saberverperfectivo
conoceractividad
saberpasividad
conocerjuventudvidamirarexperiencia de los sentidos
sabervejezmuerteverconclusiones del pensamiento.
Relase el ltimo verso del poema antes recogido. Sus dos juicios, sen-
tencias, son claros. El pronombre encltico del ltimo verso ms problem-
tico lo explica Carnero convincentemente:
Ignorar es vivir. Saber, morirlo.
A las acertadas opiniones de Guillermo Carnero (3) podramos aadir
por nuestra parte que son posibles tan sutiles distinciones en Aleixandre
porque la contextura de Poemas de la consumacin funciona como libro
de vejez, como libro de experiencia y por qu no como libro de saber,
no de conocer, porque recurdese que estos son los poemas de la consu-
macin.
La preocupacin aleixandrina por la edad, sal y cmputo numrico
de la vida, le conduce a una muy peculiar manera de recuerdo, de memoria.
Los verbos del Hamlet son ahora el motivo introductor del poema titulado
de manera tan clsica "El poeta se acuerda de su vida", que encabezan las
(3) GUILLERMO CARNERO: Op. cit., passim, que contiene su clara interpre-
tacin de este problema "clave" en el entendimiento de las ltimas obras de Aleixandre.
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palabras del irresoluto prncipe dans: "Vivir, dormir, morir: sonar
acaso" (p. 82):
Perdonadme: be dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que
an nos vivan.
Vivir en ellas.^ Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
As esta noche clara. Ayer cuando la aurora,
o cuando el da cumplido estira el rayo
final,y da en tu rostro acaso.
Con un pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.
El recuerdo de la vida del poeta se reduce o se extiende, mejor an, en
este poema a la percepcin de la fluidez de los das, a la sucesin ininterrum-
pida de los tiempos. Las evocaciones de la noche, la aurora, el ayer, el
ocaso, trascienden su bella significacin plstica para sugerir un vertiginoso
paso del tiempo como tema, contemplado desde la atalaya de la vejez.
J os Olivio J imnez piensa que la vejez est en el libro "asumida por
una conmovedora diafanidad y cargada de esa mxima sabidura que es
slo posible en tan alta y definitiva edad de la vida. Mas esa misma vejez
aade, y de aqu dimana su patetismo, es sentida como intil, opaca y
estril. El hombre viejo sabe, pero no puede sino recordar que es una
forma enmascarada y penosa de la muerte. La vida verdadera slo est en
la juventud: los jvenes conocen, quieren conocer; y este anhelo es lo
nico que da valor y razn a la existencia. Lograr ya ese conocimiento,
poseerlo y convertirlo en sabidura equivale a morir" (4).
La idea queda as muy bien concretada y los ejemplos que podramos
acompaar son numerosos. La problemtica de la edad es la que sobresale
en este libro de vejez como tema principal para, desde ah, desarrollar
otros temas trascendentes, en elaboraciones complejas que desembocarn
en el libro siguiente. Leopoldo de Luis, que tan bien conoce la obra
de Aleixandre, ha insistido en este mismo tema aadiendo la nota de sere-
(4) J OS OLIVIO J I MNEZ: "Aleixandre y sus Dilogos del conocimiento", n-
sula, 331, 1974, p. 1-10.
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nidad, de gravedad en nuestro poeta: "Es el jardn, es la juventud, es la
vida, contemplados acaso sean una misma cosa tras el cristal del
tiempo que slo traspasa la luz o la idea. No es, sin embargo, un libro de
nostalgias, sino un libro de conocimiento. Slo a cierta altura de la vida
es posible escribir una poesa, que siendo tan grave, sea tan serena". (5).
Gimferrer, por su parte, ha destacado la vecindad de la muerte junto a la
vejez como la perspectiva desde la que se considera la vida en Poemas de
la consumacin, y que de hecho esta consideracin es el tema central del
libro (6).
Pero a todas estas opiniones tan precisas, quiz fuera posible tambin
aadir que, ms que la vejez, lo que a Aleixandre en todos los poemas preo-
cupa es la edad, las distintas edades del hombre que son reflejo evidente
del fluir de la vida humana. Estas distintas etapas, que l ha conocido, son
las que marcan muchos poemas del libro. Para ello, vase, por ejemplo,
"El cometa", uno de esos poemas que J os Luis Cano clasificaba como
"alucinados e irracionales" con gran acierto (8) (p. 55):
La cabellera larga es algo triste.
Acaso dura menos
que las estrellas, si pensadas. Y huye.
Huye como el cometa.
Como el cometa "Haly" cuando fui nio.
Un nio mira y cree.
Ve los cabellos largos
y mira, y ve la cauda
de un cometa que un nio iz hasta el cielo.
Pero el hombre ha dudado.
Ya puede l ver el cielo
surcado de fulgores.
Nunca creer, y sonre.
(5) LEOPOLDO DE LUI S: "Aproximacin a la poesa de Vicente Aleixandre:
Antologa potica, Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 28.
(6) PERE GIMFERRER: "La poesa ltima de Vicente Aleixandre", en Vicente
Aleixandre, edic, cit., p. 265.
(7) J OS LUIS CANO: "Poemas de la consumacin de Vicente Aleixandre", n-
sula, 266, 1969, p. 8.
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Slo ms tarde vuelve
a creer y ve sombras.
Desde sus blancos pelos ve negrores,
y cree. Todo lo ciego es ciego,
y l cree. Cree en el hito entero qtie l tentase.
As nios y hombres
pasan. El hombre duda.
El viejo sabe. Slo el nio conoce.
Todos miran correr la cola vivida. _
He aqu, simbolizada, la vida, en la rapidez del cometa, en la belleza
y fugacidad de su cola. He aqu representada la vida en sus tres edades
nio, hombre, viejo conociendo, dudando, sabiendo. Falta la juventud,
a la que Aleixandre dedica una especial atencin en el libro, por ser
quiz la poca ms sentida, no ms aorada, que aqu no hay nostalgias.
La juventud est presente en muchos poemas en los que nos la represen-
ta tambin con la misma ignorante inquietud que les incita a mirar, a
conocer. Por eso, y porque Poemas de la consumacin contiene composi-
ciones tremendamente patticas y al mismo tiempo serenas como "Los
viejos y los jvenes", podemos permitirnos afirmar que este libro de Alei-
xandre contiene toda una preocupante ansiedad, en que temas como el
paso del tiempo revelado en las distintas etapas de la vida del hombre,
obtienen el ms original tratamiento de la literatura contempornea, slo
posible en la transfiguracin literaria de un poeta grande y sensible que
ha continuado su produccin lrica hasta la vejez, y en esta edad ha demos-
trado la permanencia de su creatividad potica, de su mantenida juventud
lrica. Pero veamos, antes de terminar, ese significativo poema (p. 16):
Unos, jvenes, pasan. Ah pasan, sucesivos,
ajenos a la tarde gloriosa que los unge.
Como esos viejos
ms lentos van uncidos
a ese rayo final del sol poniente.
Estos s son conscientes de la tibieza de la
tarde fina.
Delgado el sol les toca y ellos toman
su templanza: es un bien quedan tan
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pocos! ,
y pasan despaciosos por esa senda clara.
Es el verdor primero de la estacin temprana.
Un rio juvenil, ms bien niez de un manantial
cercano,
y el verdor incipiente: robles tiernos,
bosque hacia el puerto en ascensin ligera.
Ligersima. Mas no van ya los viejos a su ritmo.
Y all los jvenes que se adelantan pasan
sin ver, y siguen, sin mirarles.
Los ancianos los miran. Son estables,
stos, los que al extremo de la vida,
en el borde del fin, quedan suspensos,
sin caer, cual por sieinpre.
Mientras las juveniles sombras pasan, ellos s,
consumibles, inestables,
urgidos de la sed que un soplo sacia.
Poemas, pues, de hombre que al llegar a la vejez, a sus setenta aos,
nos plantea la formulacin de un sentimiento del tiempo, que en la vida
humana queda plasmado en las edades, y nos ofrece la muestra original
de una poesa de vejez distinta, de una lrica fecunda, llena de humana
pasin por la vida, de serena contemplacin de esa existencia que pronto
va a llegar a su consumacin.
(Nota de Francisco Javier Diez de Revenga)
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