Las Etapas de La Vida - Romano Guardini
Las Etapas de La Vida - Romano Guardini
Las Etapas de La Vida - Romano Guardini
Romano Guardini
INDICE
INTRODUCCIN
FASE Y CONTEXTO
LA CRISIS DE LA MADURACIN
EL JOVEN
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA
EL MAYOR DE EDAD
LA CRISIS DE LA DEJACIN
EL HOMBRE SABIO
LA ENTRADA EN LA ANCIANIDAD
LA PERSONA SENIL
RECAPITULACIN
DEL ENVEJECER
INTRODUCCIN
Universidad Complutense
El lector no debe olvidar, por tanto, que el texto fue escrito con
vistas a su exposicin oral y a ser completado y desarrollado en las
clases, por lo que exige que el lector piense con l y desarrolle por
su cuenta los pensamientos que contiene. Los frecuentes puntos
suspensivos estn al servicio de esa misma finalidad.
FASE Y CONTEXTO
I
representa algo nuevo. As sucede, por ejemplo, con una parte del
da: la maana, el medioda o el atardecer; o con una unidad de da
y noche respecto de la precedente; o con una estacin del ao a
diferencia de la anterior; o con este ao entero comparado con el
ao pasado. En todos esos casos estamos en efecto ante algo
nuevo, aunque slo sea en el sentido de que la fase de la vida en
cuestin es nica porque no volver a darse. La facilidad con la que
decimos de una vida concreta que ha durado tantos das,
semanas, aos es un engao mediante el cual tratamos de
escapar de la seriedad de la irrepetibilidad. Ponemos en primer
plano la uniformidad mecnica de las horas o das abstractos. En
realidad, cada hora, cada da, cada ao son fases vivas de nuestra
existencia concreta, y cada una de ellas se da una sola vez, ya que
ocupa un lugar propio dentro del todo de esa existencia y es
irreemplazable con cualquier otra.
II
Entre las fases que hemos mencionado hay crisis tpicas: entre el
nio y el joven se sita la crisis de la pubertad... entre el joven y el
mayor de edad, la de la experiencia... entre el mayor de edad y la
persona madura, la de la vivencia de los lmites... entre la persona
madura y el anciano, la consistente en tener que separarnos de
cosas y personas... entre la del anciano y la persona ya senil, la
crisis de ver que ya no podemos valernos por nosotros mismos.
Les ruego que no dejen de tener en cuenta una cosa. El marco que
nos viene dado no nos permite establecer finas distinciones, sino
que tendremos que trazar las respectivas imgenes a grandes
rasgos. Por ello, se podrn hacer objeciones a cada imagen: eso lo
he experimentado yo de otra forma; las personas que conozco me
han producido una impresin distinta, etc. Para que la
caracterizacin fuese enteramente correcta, debera pintar el estado
en cuestin tal y como se ha desarrollado en una persona
determinada. Pero entonces no estaramos haciendo filosofa, sino
I
Comencemos describiendo la forma de vida infantil. Dado que ya no
somos nios, tenemos plena conciencia de las posibilidades de
equivocarse a que est expuesto el adulto en relacin con su propia
infancia: sta le es familiar a la par que ajena; se acuerda de ella,
pero tambin la ha olvidado, por lo que corre peligro como se
aprecia en los recuerdos de la infancia de tener una imagen de ella
deformada en algn sentido.
II
LA CRISIS DE LA MADURACIN
I
As se va transformando paulatinamente el modo de existencia
infantil. La proteccin ofrecida por el hogar paterno va perdiendo
intensidad. Los encuentros, cada vez ms frecuentes, con cosas,
personas y sucesos hacen que penetre el mundo exterior y lo llevan
en tanto que tal a la conciencia. Esto suceder tanto ms rpida e
intensamente cuanto ms expuesto se halle el nio a esa
penetracin a causa de una situacin econmica o social poco
favorable, o de la falta de cario por parte de sus padres.
II
La crisis decisiva, que se plantea por y desde dentro, se debe a la
irrupcin de dos impulsos bsicos: la autoafirmacin individual y el
instinto sexual.
EL JOVEN
I
Una vez superada esa crisis, aparece la forma de existencia propia
del joven.
Por eso mismo, aqu radica tambin el gran peligro de ser seducido
por aquellos que, calculando framente, utilizan la magnanimidad de
la vida emergente para sus propios fines. Basta echar una mirada a
la poltica para ver cmo este abuso de la vida joven se convierte en
un mtodo.
II
Tenemos que estudiar ahora el problema tico propio de esta fase
de la vida. Para poder hacerlo correctamente, hemos de retroceder
un poco.
III
El padre de la pedagoga moderna, Herman Nohl, ha dicho en cierta
ocasin que el educador es el defensor de los intereses vitales del
nio frente a las pretensiones de los adultos, aunque desde luego
tambin frente a los instintos del nio mismo. Tiene que velar, as
pues, por que pueda ser realmente nio.
IV
Las tareas especficas del joven, esto es, de la persona que ha
pasado por la crisis de la pubertad y est llegando o ha llegado ya a
la mayora de edad, son ms comprensibles si las ponemos en
relacin con todo lo anterior.
LA CRISIS DE LA EXPERIENCIA
I
Hemos hablado de la imagen esencial del joven, y posteriormente,
avanzando en el desarrollo lgico de nuestro tema, hemos dirigido
nuestra atencin al problema tico del nio y del joven.
Pero lo que en verdad sucede es que se pasa por alto esa realidad.
No se la ve correctamente: ni la realidad del propio ser, de lo que
ste puede y no puede, de los elementos que impulsan y de los que
perturban su desarrollo, ni tampoco la realidad del entorno, de las
circunstancias econmicas y sociales, de la actitud interior de las
dems personas, de las ayudas y obstculos que pueden surgir por
su causa, etc.
II
Pero justo en ese momento es cuando empezamos a tomar
conciencia de la realidad.
una aret, una virtud reconocida como correcta, son todas ellas
cosas harto difciles.
EL MAYOR DE EDAD
I
Si es esto ltimo lo que sucede, se conforma una nueva figura vital,
a la que vamos a llamar la fase de la mayora de edad, dando a
esta expresin un sentido personal, no biolgico o jurdico.
I
Tambin esta forma de existencia tiene que atravesar una crisis.
Pero antes de comenzar a describirla tengo que hacer una
advertencia previa.
II
Pero tambin en ese momento comienza la crisis: una sensacin
cada vez ms clara de los lmites de las propias fuerzas. La persona
experimenta que existe un demasiado: de trabajo, de lucha, de
responsabilidad.
I
Si es esto ltimo lo que sucede, comienza la fase vital de la persona
que ha aprendido de la experiencia. Se caracteriza por el hecho de
que ahora el hombre sabe qu son los lmites, y ve y acepta las
fronteras, insuficiencias y miserias de la existencia.
II
En esta actitud hay mucho de disciplina y renuncia. Se trata de una
valenta que no posee tanto el carcter de la intrepidez cuanto el de
la resolucin.
LA CRISIS DE LA DEJACIN
I
En ese momento se asiste a una nueva crisis. Est en estrecha
relacin con el envejecimiento, y nos gustara denominarla dejacin.
II
Pero muy pronto las cosas toman otro cariz. El hecho del final se
hace patente con una fuerza elemental. Concretamente, podemos
describir el proceso en cuestin de la manera siguiente.
III
Habra mucho que decir al respecto. Pero puede que lo visto hasta
ahora sea suficiente para caracterizar las causas de la crisis de que
hablbamos. S y cmo el individuo concreto puede superarla, es
algo que depende de hasta qu punto acepte el final y siga las
indicaciones que le proporcionan lo pasajero y la mencionada
prdida de peso de las cosas.
Esa persona puede que aparte sus ojos del final ya cercano, que
haga como si ste no se estuviese acercando, que se aferre al
estadio de la vida que se est acabando, que se las d de joven: las
EL HOMBRE SABIO
I
Cuando es esto ltimo lo que sucede, aparece la forma de vida de
la persona anciana, o expresado valorativamente, del hombre sabio.
II
De estas experiencias procede la capacidad de distinguir entre lo
importante y lo que no lo es, entre lo genuino y lo inautntico, entre
el conjunto global de la existencia y la relevancia intrnseca de los
distintos elementos que la configuran: todas ellas formas de
expresar lo que solemos denominar sabidura. La sabidura es
algo distinto de una mente perspicaz o de la destreza prctica para
la vida. Es lo que aparece cuando lo absoluto y eterno penetra en la
conciencia finita y pasajera, y desde sta arroja luz sobre la vida.
LA ENTRADA EN LA ANCIANIDAD
I
Cuando la vida de un hombre dura lo suficiente, la fase de la
persona mayor o sabia no es la ltima, sino que le sigue la de la
persona muy vieja o senil. En las reflexiones que venimos haciendo
hemos visto que a cada nueva fase de la vida le precede una crisis.
Vamos a ver, por tanto, si tambin ahora es se el caso.
II
Lo que acabamos de decir parece estar en contradiccin con la
impresin que frecuentemente produce la personalidad (le los muy
mayores. De su interior emana tranquilidad. Poseen una dignidad
que procede no de los logros de su actividad, sino de su ser mismo.
En su naturaleza propia se hace presente algo que apenas se
puede caracterizar de otra manera que mediante el concepto de lo
eterno.
LA PERSONA SENIL
II
La senilidad se caracteriza por el hecho de que todas las formas de
experiencia y de actividad y todos los impulsos vitales pierden
espontaneidad e intensidad.
Todo ello produce una manera de ser global en la que los aspectos
negativos ganan terreno. Si adems se aaden otras circunstancias
especiales debidas a la enfermedad o a una aguda debilidad fsica,
como dolores, perturbaciones en las funciones corporales, prdida
de facultades o descuido de la propia persona, toda la situacin se
hace cada vez ms difcil tanto para el afectado mismo como para
las personas que le rodean.
IV
Pues bien, la tarea tico educativa de la senilidad se puede
estructurar en torno a dos puntos de vista.
Tambin hay otra cosa que puede ayudar a ello: el humor. Cuando
la obstinacin, el querer criticarlo todo y la desconfianza tpicas del
anciano empujen a la desesperacin a quienes conviven con l,
puede ser verdaderamente liberador que stos logren mirar las
cosas desde cierta distancia, de modo que vean la comicidad de la
desproporcin en que estn las pretensiones del anciano con su
V
La pregunta por la tarea moral de la ltima fase de la vida quedara
respondida slo a medias si no nos refirisemos tambin a la
participacin de la persona senil misma en la superacin de los
problemas que plantea su peculiar modo de existencia. El hombre
no es nunca un mero objeto, es esencialmente persona, y por lo
tanto es siempre sujeto de su existir. Su responsabilidad est
naturalmente en correspondencia con la medida de sus fuerzas
espirituales y anmicas, y no tendra sentido formular exigencias que
excediesen esas fuerzas. Pero mientras la persona sea capaz de
contemplar su propia vida, dispone de la posibilidad de hacer las
cosas mejor o peor, por lo que constituye una tarea para s. Ha de
saber por tanto que no slo debe exigir cosas de los dems, sino
que tambin debe exigirse a s misma.
VI
Hemos dedicado ms espacio a la ltima fase de la vida de lo que
de suyo hubiese sido correcto en atencin a su relevancia para el
conjunto de la misma. Pero parece ser que los aos de la edad
avanzada estn ganando en importancia. Tanto las estadsticas del
movimiento de poblacin como la experiencia mdica muestran que
la edad media que se alcanza la esperanza de vida, est
creciendo rpidamente. Las causas de la muerte se combaten con
mayor eficacia. La medicina desarrolla una doctrina ms exacta del
estado del anciano y de los cuidados que necesita: una
gerontologa y una gerontoterapia. La previsin social crea las
condiciones materiales para que pueda alcanzarse una edad
progresivamente ms avanzada.
RECAPITULACIN
I
De lo ltimo, de la muerte, hablaremos en otro lugar.
Cada fase existe a su vez con vistas al todo y a cada una de las
dems fases, Lo que la dae daar tambin al todo y a cada parte
del mismo. De esta manera, en el joven est incluida la infancia
correcta o incorrectamente vivida; en la persona mayor de edad, el
impulso ascendente del joven; en la persona madura, la plenitud de
actividad y de experiencia de la mayor de edad; en el anciano, la
herencia del conjunto de la vida, si bien la edad avanzada slo
podr tener un sentido positivo en la medida en que en los aos que
la precedieron haya alcanzado una relacin con la muerte distinta
del mero apartar la vista de ella. Por otra parte, cada fase constituye
por s misma una forma de vida peculiar, tiene su sentido propio y
II
Para apreciar adecuadamente lo que aqu hemos dicho, es preciso
subrayar que todas las descripciones que hemos ofrecido han
adoptado preferentemente el punto de vista del varn.
No tiene nada que ver con el filosofar: para fortuna suya, pues
filosofar significa sobre todo una toma de conciencia en virtud de la
cual el hombre conoce qu es, y precisamente por esa causa pasa
a ser responsable de ello. Al nio le est permitido sencillamente
existir, vivir y crecer. Pero tambin l hace experiencias,
continuamente, con todo su ser y con una intensidad que nunca
Pero las cosas tampoco son as. Nada de sueos, nada de meras
apariencias que atraviesen nuestra mente mientras dormimos, sino
ms bien misterio, del que entrevemos que es el guio que nos
hace la verdadera realidad.
DEL ENVEJECER
UNA CHARLA RADIOFNICA
Quien por tanto intente decir algo sobre el sentido de la vejez, est
afirmando en cierto modo que ha hecho algo de todo eso, y como
es natural tal cosa no es fcil. En cualquier caso haba que sealar
claramente estas cuestiones, a fin de clarificar el marco de nuestra
reflexin.
II
Esto no es, en modo alguno, algo que quepa dar sin ms por
supuesto, y tampoco es de ninguna manera fcil. Con mucha
frecuencia sucede que la persona no acepta su envejecimiento, sino
que meramente lo sufre. Como es natural, con ello no puede
suprimir el hecho de que tiene setenta aos en vez de cincuenta o
treinta; que sus fuerzas ya no le dan para subir con bro las
escaleras, sino que tiene que hacerlo muy despacio; que su piel ya
no es tersa, sino arrugada. Pero lo intenta, y de esa manera cae en
una profunda falsedad. Qu frecuentemente es esto lo que sucede,
nos lo muestra ya la primera mirada que dirijamos a las personas
que encontramos en el tranva, en una reunin social o en el teatro.
Hacen todo lo posible por encubrir el hecho del envejecimiento y
aparentar una juventud que no poseen. Pero ese engao no les
sale bien ni siquiera externamente, ya que a la mirada
experimentada no se le escapa que estn representando una
comedia, de manera que a la falsedad se aade el ridculo.
a cabo* [39]. Llevar a cabo algo quiere decir sin duda lo mismo
que terminarlo, pero de manera que aquello que se lleva a cabo
alcanza su plenitud. La muerte, as, no es la anulacin de la vida,
sino su suma final: algo que nuestra poca ha olvidado. Los
antiguos hablaban del ars moriendi, del arte de morir, con lo que se
referan a que hay formas incorrectas y formas correctas de morir:
el mero secarse y hundirse, pero tambin el llevar a trmino o a
cabo, la realizacin ltima de la figura de la existencia. Si esto se
puede decir de la muerte, tanto ms del envejecimiento.
III
En qu consiste por tanto el sentido de la vejez? Me parece que
en dos cosas.
percibe con claridad esta idea de Dios para l. No lo har hasta que
se vea apremiado por el final que se acerca, hasta que empiece a
mirar hacia atrs. Entonces ser cuando vea y comprenda las
relaciones que existen entre cosas muy dispares, suponiendo desde
luego que tenga el valor suficiente para querer ver lo que es y la
honradez necesaria para querer ver solamente lo que sea
verdadero.
Tambin aqu hay que poner una condicin previa: que la persona
sepa de algo eterno. Esto es, que no haya cado en el desconsuelo
de limitarse a ir viviendo, sumergida por completo en la corriente del
tiempo. Esas personas conocen solamente el ayer y el maana, y
entre ellos un delgado ahora. Nada saben de lo que no est
IV
El problema del envejecimiento consiste, por tanto, en que la
persona lo acepte, comprenda su sentido y lo haga realidad. Pero
an hay que aadir otra cosa: es mucho lo que depende de que
tambin la sociedad acepte por su parte la vejez y le reconozca
honrada y amablemente el derecho a la vida que le corresponde.
NOTAS
[1] Esta versin fue traducida con el ttulo Las edades de la vida. Su
significacin tica y pedaggica.
[4] Cfr. Ethtik. Vorlesangen an der Universitt Munchen (19501962), vol. 1, 1993, pp. 591-661.
[7] Una primera edicin fue publicada con el mismo ttulo por la
editorial Werkbund, Wrzburg, en 1953. Las editoriales Grnewald
(Maguncia) y Schningh (Paderborn) publicaron en 1965 una
edicin ampliada con el ttulo Den Menschen erkennt nur, wer von
Gott weiss (Slo conoce al hombre el que sabe de Dios).
[8] En su obra Der Mensch vor der Frage nach dem Sinn (El hombre
en busca de sentido), Piper, Munich 1989, 7 ed., V. Frankl advierte
que el ser humano puede alcanzar cotas de alta dignidad incluso en
la situacin lmite de un campo de concentracin. Cuenta, a este
respecto, que los prisioneros de Auschwitz que no le preguntaban a
la vida qu poda darles todava sino a quin podan ellos ayudar
tenan fuerza para soportar las mximas penalidades y sobrevivir.
No as los que daban por hecho que una vida en tales
circunstancias careca de todo sentido.
[17] Cfr. O. cit., p. 88. S algo de lo que son los sentidos desde
que voy perdiendo odo y vista (O. cit., p. 38).
[31] Cfr. a este respecto el profundo poema de Rilke LaB Dir, daB
Kindheit war..., en Werke, 1957, II, pp. 130 y ss.
Hay un escritor que quiz no sea uno de los ms grandes, pero que
tiene un especial rango de verdad y pureza: Adalbert Stifter*. Su
obra est dedicada en lo esencial a estos valores del carcter, de la
fidelidad a s mismo y a la propia obra, de la constancia en la
fundacin, continuacin y maduracin.