El Ministerio Del Pastor Consejero Por James D

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El Ministerio del Pastor Consejero por James D.

Hamilton

1. La Naturaleza del Pastor Consejero

El ministro contemporáneo tiene muchas oportunidades para involucrarse en un amplio


campo de actividades consejeras en su pastorado. Buscan su consejo personas de todas
edades, angustiadas con muchos y variados problemas. No hay ministro que pueda negarse a
aconsejar a menos que se encierre en su cuarto de estudio.  Con frecuencia el ministro tiene la
responsabilidad de un grupo grande de personas con diferentes antecedentes, personas que
luchan con perturbadoras dificultades emocionales de toda clase.
El pastor no es un psicólogo, no obstante, se le busca para dar consejo como si lo
fuera. No es un consejero por vocación, pero se supone que ayude en este campo. No es un
consejero en asuntos educativos, pero con frecuencia los jóvenes vienen a él con problemas de
sus estudios. Tampoco es un psiquiatra; pero algunas veces confronta profundos problemas de
personas que necesitan atención de un psiquiatra, y por esto, debe conocer las manifestacines
de estos problemas para que pueda aconsejarlos inteligentemente.
Sobre todas las cosas, tendrá que saber aconsejar a personas con problemas
religiosos, y por lo tanto debe ser un perito en este campo hasta donde le sea posible.
LA NECESIDAD DE UN PASTOR CONSEJERO
Esta es una edad compleja. Es una edad de crisis y tensión en que la industria y la
maquinaria aprietan a los individuos dentro de su engranaje confrontándolos con problemas de
varios grados y magnitud.  Decisiones forzosas son la regla más bien que la excepción y estas
decisiones causan profundas implicaciones interpersonales. El hombre moderno no puede vivir
aislado. Esto quiere decir que sus acciones y reacciones, más que en ningún otro tiempo en la
historia, afectan las acciones y reacciones de sus prójimos. Un gran número de personas se
tambalea ante el impacto de “la vida” y sus miles de problemas; sienten la necesidad de ayuda
y consejo. Claro que no todos ellos buscarán el consejo del ministro, pero muchos sí lo harán.
Es por esto que el pastor debe esforzarse en ser un consejero competente que pueda
satisfacer las necesidades de las personas que acuden a él con sus problemas.
El consejo pastoral es tan viejo como el ministerio.  Holman dijo: La curación de las
almas—el cuidado espiritual de los miembros de una congregación—es una función antigua de
la iglesia cristiana y del ministro. Quizás el mayor aspecto fundamental de la labor ministerial
haya sido siempre su trabajo con individuos miembros de su congregación. En contacto
personal íntimo con su pueblo, el pastor ha procurado ayudar al tentado, renovar
espiritualmente al derrotado, asegurar al penitente de su perdón, confortar al preocupado,
dirigir al perplejo, dar valor al enfermo y afligido, y en una multitud de maneras, ver cómo
enfrentarse con las necesidades puramente particulares de los que componen su
congregación.
Siempre ha sido la labor del pastor funcionar como mediador entre el hombre y sus
problemas. El escritor Wood dice que no es cuestión de si el ministro ha de aconsejar o no,
sino qué tan bien lo hará. Dice que el 87 por ciento de los laicos creen que la técnica en
aconsejar ha de ser parte de la preparación del ministro.
¿QUE ES EL ACONSEJAMIENTO PASTORAL?
El consejero pastoral es muy diferente de otros tipos de dirección terapéutica, pues
incluye una dimensión religiosa. “El propósito del aconsejamiento espiritual es traer a personas
de ambos sexos dentro de una sana relación con Dios, y dirigirlos dentro de una vida
abundante.” “Salvar,” en griego quiere decir sanar o hacer completo; por lo tanto, salvación es
salud, racionalidad, libertad de todo desperfecto o mancha que deforme la personalidad
humana y que impida la amistad con Dios.

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El elemento de cambio en nuestra sociedad tiene sus implicaciones para el consejo
pastoral. El cambio no es un fenómeno nuevo; siempre ha estado presente. Por siglos los
filósofos se han estado preguntando, “¿Qué, en medio de todo cambio, no cambia?” La
respuesta es, “nada”. Heráclito, hace siglos, dijo: “Uno no puede pararse en el mismo río dos
veces”. Con esto, quiso afirmar la vieja idea del cambio. Todas las sociedades pasadas han
tenido que hacer frente a los cambios, pero la nuestra está pasando por cambios más rápidos y
complejos que nunca. Goldstein se permite observar que los líderes sociales serán instru-
mentos para afectar las formas de adaptación que la sociedad necesita tener al afrontar el
cambio. Esto quiere decir que el pastor consejero que sirve como líder social, tiene que estar
equipado para servir a las familias de su iglesia como un consejero sabio bajo las complicadas
condiciones causadas por los cambios tan rápidos. Hulme dice: “Las características de nuestra
era que llevan a las personas a buscar la sombra protectora del aislamiento, también originan
disturbios emocionales que les obligan a buscar un consejero.
Muchos que confrontan este complejo mundo carecen de preparación para resolver los
problemas que resultan de esta complejidad. Los que tienen una orientación religiosa van con
su pastor en busca de ayuda. Esto hace que se vuelva una labor del ministro, el ayudarles a
adoptar una actitud saludable y adecuada hacia la vida. Es necesario desarrollar dentro de
ellos la fortaleza humana que, junto con los recursos divinos, los prepare para enfrentarse con
las demandas de un mundo altamente complejo. Esto quiere decir, que la función de la relación
del consejero será doble: (1) “fortalecer el ego, el yo, o las funciones conscientes de la persona
a través de las cuales se obtienen los procesos de integración y madurez” (la dimensión huma-
na) y (2) “apropiar los recursos espirituales que Dios da” (la dimensión divina).
El pastor consejero tendrá que recordar que las heridas emocionales que el individuo
ha sufrido han venido a través de relaciones incorrectas con personas emocionalmente
significativas. Estas heridas quizá puedan ser curadas por otra persona quien, también sea
emocionalmente significativa. En muchos casos, será el pastor quien ayudará con su ministerio
de consejo a estos individuos lastimados. “Con frecuencia las personas que vienen a consultar
un ministro han perdido la fe en ellos mismos, tanto como en Dios, y en sus semejantes”. El
ministro tendrá que ayudar a reconstruir esa confianza para obtener una más clara perspectiva.
El aconsejamiento pastoral y la psiquiatría se parecen, pero no son sinónimos. La
psiquiatría, aunque no se opone necesariamente al aspecto religioso, no depende de él para su
diagnosis o tratamiento. El aconsejamiento pastoral, por el otro lado, se basa
fundamentalmente sobre una perspectiva e interpretación religiosa. Conscientemente trata de
desarrollar en el individuo una relación con Dios que le dé acceso a los recursos espirituales
que brotan de El. Bonneli caracteriza la tarea del pastor de esta manera:

El ministro que conduce a hombres y mujeres hasta un contacto vivo con Dios, que les
enseña cómo usar su Biblia para desarrollo espiritual, cómo meditar, cómo orar, cómo
desarrollar una fuerte y radiante fe, contribuirá un estimable servicio a las mentes y cuerpos de
sus feligreses y también a sus espíritus.

Una verdadera situación de aconsejamiento no existe necesariamente cuando el pastor


y un feligrés se ponen a conversar juntos. Aconsejar no es solamente un intercambio de
palabras. Es menester que haya una necesidad de la que se dé cuenta el que busca consejo y
que se dé también cuenta de que necesita ayuda para la solución del problema que le
preocupa. Hiltner escribe:

Una verdadera situación de aconsejamiento existe cuando el feligrés reconoce que algo
anda mal, y siente que esto de algún modo tiene que ver con él y está convencido de que
alguna persona profesionista pueda tal vez ayudarle, no dándole la respuesta sino ayudándole
a esclarecerla él mismo.

Así pues, aconsejar es una relación interpersonal en la que el pastor y el feligrés se


concentran en aclarar los sentimientos y problemas de este último, relación en que los dos
comprenden que es esto lo que se empeñan en lograr. Y será necesario que el ministro ayude
a quien busca su ayuda a vencer sus conflictos y tensiones internas, ayudándole a hablar de

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sus problemas a fin de que sean examinados críticamente. Cuando esto se ha logrado, ya hay
una verdadera situación de aconsejamiento.
REQUISITOS PERSONALES
Stolz dice, “La personalidad del pastor mismo es de primera importancia en su trabajo.
Para un buen servicio pastoral, la madurez y una perspectiva saludable de la vida son
esenciales”. El indica que cuando un ciego guía a otro ciego, los resultados son desastrosos
para ambos.
Mientras más maduro emocionalmente sea el pastor, mayor será su facultad de
entender y aceptar lo que sus feligreses le expresan. Si él no está bajo presión por la vida, y si
puede comunicar su madurez y saludable modo de ver a sus feligreses, ellos lo buscarán para
que les ayude a resolver sus problemas. Bonneil dijo que ningún pastor podía adecuadamente
ministrar a las más profundas necesidades del corazón humano si no ha aprendido a tratar
efectivamente con las suyas.
En un sentido, la marca de su propia adaptación será su capacidad de atraer a su
gente. Esto se obtendrá con su propia vida, no solamente invitando a la gente a venir a él con
sus necesidades: “Una persona no puede comunicar los más profundos e íntimos aspectos de
su vida a otra, a menos de que tenga un sentido de seguridad, confianza y fe en ella.” Esto es
absolutamente esencial si el consejo ha de llevarse a cabo. Las personas acudirán al pastor
sólo si confían en él y si ven en él la madurez que desearían ellos.
De primera importancia en evaluar las cualidades personales del pastor es una
consideración de su capacidad de entenderse él mismo—sus actitudes, sus móviles, y su
carácter. Sócrates expresó: “Conócete a ti mismo”. Este debe ser el objetivo de cada pastor.
Sin este conocimiento propio las cualidades y capacidades del pastor serán de muy poco valor.
Hiltner dice:

Es de gran importancia conocer a su feligrés, su inmensa realidad e individualidad


única. Pero tal vez sepamos todo lo que se puede saber de los feligreses y todavía no hayamos
podido establecer una relación fructífera de consejo… He llegado a sentir que aprender cuáles
son nuestras actitudes en aconsejar es el más sutil pero más importante aspecto de nuestra
labor.

FILOSOFIA Y VALORES DEL ACONSEJAMIENTO


En 1955, Cribbin hizo un estudio minucioso de doscientos libros de texto y artículos
para aprender el lugar de la filosofía y los valores de esta clase de aconsejar. Lo que sigue es
un resumen de los principios filosóficos que él descubrió en su investigación:
1.            Aconsejar se basa en el reconocimiento de la dignidad y valor del individuo y
su derecho a una ayuda personal en tiempos de necesidad.
2.            El aconsejamiento se centra en el paciente, y está al tanto del mayor
desarrollo de la persona total y una completa realización de sus potencialidades para fines
individuales y sociales.
3.            El aconsejar es un proceso continuo, con orden entre sus fases y educativo.
4.            Aconsejar tiene una responsabilidad ante la sociedad como también a los
individuos.
5.            El consejero debe respetar el derecho de cada persona para aceptar o
rechazar la ayuda y los servicios que ofrece.
6.            La actividad está orientada a la cooperación, no a la compulsión.
7.            El aconsejar implica asistencia dada a personas para que hagan decisiones,
planes e interpretaciones sabias y decisiones y ajustes en las situaciones críticas de la vida.
8.            El aconsejamiento demanda un estudio comprensivo del individuo en su
cultura local, con el uso de cada técnica científica posible.

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9.            El aconsejar debe confiarse sólo a los que están naturalmente dotados para la
tarea y tienen la preparación y la experiencia necesarias.
10.          El énfasis del aconsejamiento está en ayudar al individuo a darse cuenta y
actualizar lo mejor de lo que él es para solucionar problemas, ya sean problemas de él mismo,
o de la escuela o de otras instituciones.
11.          El aconsejar debe evaluarse continuamente en forma científica por lo que se
refiere a su efectividad.
ACONSEJAR PARA LOGRAR UN CAMBIO
El propósito final de aconsejar es efectuar un cambio en el aconsejado. Lo que sigue
son algunos cambios específicos que el pastor ayudará a sus feligreses a obtener:
1.            Reducción de ansiedad. Esto hace que la persona redirija su energía hacia la
solución de su problema inmediato, en lugar de usarla para alimentar su ansiedad.
2.            Lograr una mayor objetividad. El aconsejar sirve para disminuir la subjetividad
a través de la clarificación del problema y un entendimiento de la relación del aconsejado hacia
este problema.
3.            Un adelanto en motivación. Esto resulta cuando uno principia a ver que hay
base para una verdadera esperanza de que su problema puede ser resuelto.
4.            La capacidad de realizar pruebas de estado emocional. Esto se logrará
cuando uno aprende el por qué de el qué que le causa el problema.
5.            Una capacidad creciente para evaluar y confrontar la culpa. Esto resulta
cuando uno aprende a examinar la validez de su culpa (no todos los sentidos de culpa son váli-
dos), y trata con ellos de un modo constructivo tanto en la dimensión humana, como en la
divina.
6.            Un creciente concepto de él mismo. Esto se obtiene efectuando una relación
más cercana entre la percepción de sí mismo y sus experiencias propias.
7.            Una creciente destreza en sus relaciones interpersonales. Esto se efectúa de dos modos:
(1) Una experiencia franca con el pastor y en relación de aconsejamiento; y (2) experimentando franqueza
con otros en las situaciones de su vida.
8.            Una creciente capacidad para trabajar, para amar, y para ser. Estos
resultados se obtienen cuando la persona aprende a dirigir sus energías e intereses, partiendo
de una inútil subjetividad hacia una liberadora objetividad.
9.            Una creciente confianza al enfrentarse al futuro. Esto resulta cuando uno tiene
la experiencia del “dulce sabor de la victoria” en tratar con un problema serio, lo cual le da la
creencia de que puede, con la ayuda de Dios, resolver los problemas que vengan en el futuro.
10.          Un mejor concepto de Dios y un mayor entendimiento de su amoroso
carácter. Esto resulta cuando el pastor ayuda a su feligrés a aceptar verdaderamente al Dios de
la Biblia y a descartar, si la tiene, una opinión de Dios basada en sus propios sentimientos.
11.          Una creciente semejanza a Cristo en actitud y comportamiento. Esto se
obtiene cuando uno aprende a practicar los preceptos de nuestro Señor tanto en la dimensión
intrapersonal como en la interpersonal.
12.          Una capacidad creciente para expresar la fe cristiana en el servicio. Esto se
efectúa aprendiendo a entender que somos salvos para servir.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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2. Los Límites del Aconsejamiento Pastoral

INTRODUCCION
La función de consejero del pastor es completamente vieja o completamente nueva. Es vieja en el
sentido de que siempre ha habido intermediarios entre el hombre y sus problemas. Esto quiere decir que
siempre ha habido personas que han actuado como consejeros de personas que se enfrentan a problemas
serios.
A veces estos consejeros se ofrecían ellos mismos, en ocasiones eran designados por otros, en
virtud de su posición o edad, como en el caso de videntes, sabios, reyes magos, o profetas. Así era
particularmente en el mundo oriental. Cuando uno estudia la historia bíblica puede ver qué lugar tan
prominente se le daba al que actuaba como consejero en el pensamiento y la vida de los judíos. El
Antiguo Testamento, particularmente el libro de los Proverbios, hace muchas referencias al
aconsejamiento. Históricamente, el aconsejar ha sido visto más como una función que como una
profesión. El aconsejar se veía más bien como un producto de otra profesión.
Aconsejar es una función nueva en el sentido de que como disciplina profesional separada
principió a resaltar en este siglo. Históricamente estaba relacionada con tres cosas: (1) El surgimiento de
la psicología de factor y tendencia; (2) El desarrollo de la psicología motivacional; y (3) El surgimiento
de la enseñanza vocacional, que data desde la publicación del libro de Frank Parson titulado “Escogiendo
una Vocación” (Choosing a Vocation). El movimiento moderno de aconsejamiento principió cuando este
libro fue publicado a principios de esta centuria.
Ha habido un continuo cambio de énfasis, de problemas a personas en el movimiento consejero.
En esa forma la meta de esta actividad ha venido a ser que el individuo haga los ajustes necesarios en su
vida. Se cree que es la persona quien necesita ayuda y no el problema lo que necesita resolverse.
Aconsejar quiere decir muchas cosas diferentes para muchas gentes. Actualmente, el término
“consejero” ha sido motivo de mucho abuso. No nos sorprenda descubrir que hay personas que sirven
como consejeros de préstamos, de campamentos, de modelos, y aún para el cuidado del césped. Estos son
usos descuidados de una buena palabra.
RECOMENDAR, ACONSEJAR Y PSICOTERAPIA
El consejo pastoral abarca dos extremos: el de recomendar y el de una psicoterapia a fondo. El
consejo pastoral no es recomendar, porque recomendar intenta primordialmente resolver el problema en
forma superficial. Tampoco se puede decir que el consejo pastoral es una psicoterapia a fondo, porque
ésta busca hacer cambios de orden mayor en la estructura de la personalidad. Entre estos dos extremos: el
de recomendación y de psicoterapia a fondo, se hace el trabajo de consejo pastoral. El consejo pastoral
puede caracterizarse por los siguientes elementos:
1.            Es una interacción espiritual-psicológica entre el pastor y el feligrés, los métodos y
propósitos de los cuales, tal como se ha notado, yacen entre dos extremos: el de recomendar y el de la
psicoterapia a fondo.
2.            Los recipientes del consejo son consultantes o feligreses.
3.            El aconsejamiento se hace con personas normales o a quienes se cree normales.
4.            El aconsejamiento se hace con personas normales que están frustradas con frecuencia.
5.            Su propósito es lograr un auto-entendimiento a luz de la potencia de la persona y
requiere la modificación de actitudes y conducta.
6.            Le da más énfasis al presente y a lo consciente que al pasado y al inconsciente.
7.            Se hace dentro de un contexto cristiano y sus metas son enteramente cristianas.
Puesto que los límites del consejo pastoral se determinan por estas siete características, es muy
importante que se examinen más de cerca. Al hacerlo, sabremos qué es el aconsejamiento pastoral y cómo
se distingue de otros métodos de ayuda personal. Esto nos provee los límites dentro de los cuales opera.
1.            El aconsejamiento pastoral es una interacción psicológica y espiritual entre el pastor y
el feligrés con el propósito de resolver las dificultades de éste. Esto quizás se extienda desde la dificultad

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en enfrentarse con el problema de la vida en general, hasta la dificultad en enfrentarse con un problema
particular. Este encuentro espiritual-psicológico puede formalizarse; esto es, puede arreglarse anti-
cipadamente en un tiempo definido y en un lugar especial para la situación de consejo. Pero también
puede ser informal, o sea, se puede establecer una relación de ayuda con el feligrés cuando el pastor está
en contacto con él en algún otro tipo de relación y la situación de consejo resulta de ello. Puede iniciarse
simplemente cuando el feligrés dice, “de paso, pastor, hay algo que me ha estado preocupando y quisiera
hablar con usted acerca de ello”. No importa cómo se principie el contacto, sea formal o informalmente.
Lo esencial es que cada uno se dé cuenta de su papel en esta relación.
Esta interacción espiritual y psicológica quizá requiera varias sesiones o quizás sólo requiera una
sola conversación. El pastor sabio sabe que los problemas serios no se resolverán en una sola sesión. Por
tanto, ayudará a su feligrés a ver la necesidad de continuar recibiendo consejo hasta que el problema esté
adecuadamente resuelto. Esto no quiere decir que los problemas grandes no se puedan resolver en una
sesión. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esto no es posible. Tanto el pastor como el feligrés
desearán pero no esperarán una solución rápida.
Como ya se ha dicho, la interacción psicológica-espiritual no es ni una mera recomendación ni
una psicoterapia a fondo. La primera se hace generalmente con un mínimo de encuentro personal o
interpersonal. Es más bien unidireccional entre la persona que aconseja y la persona que recibe el consejo.
Esto hace a un lado el valor de una profunda interacción interpersonal. Y ésta es de vital importancia para
la continuación de una relación válida y de ayuda. La psicoterapia a fondo trata de hacer cambios
mayores en el individuo a través de una larga y ardua reestructuración de la personalidad. Solamente
personas con una intensa preparación, gran técnica y mucha experiencia, están capacitadas para hacer esta
clase de terapia. La mayoría de los pastores no lo están.
2.            Los recipientes del consejo pastoral se conocen como consultantes o feligreses. Los que
buscan ayuda de un consejero profesional o psicólogo se llaman clientes. A las personas que van con un
psiquiatra se les llama pacientes. Aunque estas distinciones no parezcan importantes, de hecho lo son. Un
cliente es el que emplea los servicios de un profesionista y usualmente paga una cantidad por estos
servicios. El término “paciente” ubica la relación de ayuda dentro de un marco de referencia médica.
Como el pastor no es ni un consejero profesional, ni un médico, no es propio que llame a sus feligreses
clientes o pacientes.
3.            El consejo pastoral se hace con gentes normales. El término normal, cuando se
relaciona a la personalidad, es muy difícil de definir. Unos piensan que es imposible definirlo. Otros
niegan que exista una persona verdaderamente normal. Esta posición resulta de la idea muy extendida por
cierto, de que la diferencia entre la salud mental y una enfermedad mental no es cuestión de clase, sino de
grado. Esta teoría sostiene que hay vestigios de enfermedad en la persona mentalmente sana y vestigios
de salud en la persona mentalmente enferma.
Cuando le pidieron a un psiquiatra que describiera una persona normal, contestó: “No puedo,
nunca me he encontrado con una”. No obstante, este libro asegura que las personas normales sí existen.
Sin intentar definir adecuadamente la normalidad, haremos un intento de describirla. Una persona
normal es aquella que tiene suficiente contacto con la realidad para enfrentarse, en un grado
razonablemente adecuado, con los más grandes aspectos de su vida. Puede trabajar, jugar, comer, dormir,
estudiar, manejar su automóvil y conversar de tal manera que mantenga su vida en orden. Aunque algunas
veces se halle frustrado, no está desintegrado. Sus amigos no lo consideran raro, extraño, o peligroso. El
pastor puede ayudar a personas “normales” en tanto que ellas confrontan los problemas en su vida. Por
otro lado, no puede ayudar inmediata o indirectamente a personas “anormales”. Estas son personas que
han perdido o están perdiendo contacto con la realidad, quienes se están comportando en una forma
extraña, y que son un peligro para ellos mismos y para otros. Estas personas necesitan ser recomendadas a
una clínica de psicología o a un psiquiatra.
4.            El consejo pastoral se hace con personas normales que están frustradas. La frustración
es un bloque o interferencia de una necesidad o meta por causa de una barrera u obstrucción. La
frustración es frecuente e inevitable. Una vida sin frustraciones es inconcebible, porque las necesidades
básicas del hombre frecuentemente quedan insatisfechas y sus metas son bloqueadas. Por lo tanto, la
frustración se presenta en varios grados en cada persona. No es cosa de si la frustración ocurrirá; sino
cuan grande será. La frustración crea un gran dolor emocional y hace que uno pierda su objetividad. Uno

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se pierde en sus problemas. No ve con claridad el modo de salir de ellos, es por esto que busca ayuda. La
frustración está presente en un grado intenso en la mayoría de las personas que buscan consejo pastoral.
5.            El consejo pastoral busca un auto-entendimiento a la luz de la potencialidad de la
persona y requiere una modificación de actitudes y conducta. Las actitudes y la conducta son los dos
campos en que el pastor trabaja.
6.            En el consejo pastoral se le da más énfasis al presente y al consciente que al
pasado y al inconsciente. En este aspecto el consejo pastoral difiere mucho del psicoanálisis.
El psicoanalista trata en su mayor parte con las experiencias pasadas de la persona y sus
impulsos inconscientes. Cree que la persona puede ser entendida solamente en términos de su
pasado y que el pensamiento consciente y conducta de uno se determinan por fuerzas
inconscientes. El pastor no tiene la preparación, técnica y experiencia para hacer esta clase de
trabajo. Por eso debe concentrar su énfasis sobre el presente y el consciente. Estas son dos
dimensiones con las que él cuenta inmediatamente, y son las dos áreas en las que él está
capacitado para trabajar. Este dominio está dentro del cuadro de la tradición cristiana y de la
teología cristiana.
El pastor consejero sabe que su aconsejamiento debe tener una dimensión divina.
Sabe muy bien que el hombre es un ser espiritual cuyas necesidades espirituales sólo pueden
ser atendidas por Dios. El pastor consejero considera al hombre en su relación con Dios y ve al
hombre en términos de valores eternos. Trata de traer al hombre dentro de una verdadera
relación con Dios. El pastor tiene una meta primordial y es que su feligrés, por sus consejos,
llegue a un mejor entendimiento de la fe cristiana, y “a la medida de la edad de la plenitud de
Cristo” (Efesios 4:13).
ACONSEJAMIENTO Y TEOLOGIA
El pastor consejero necesita hacer un estudio completo de teología, para que pueda
trabajar dentro de un marco bíblicamente acertado. Su teología tiene que estar completamente
apoyada por la Palabra de Dios. Si su teología se deriva de la literatura secularde
aconsejamiento, tendrá un conocimiento incompleto, si no inválido de la teología. Aun si limita
su lectura a la literatura de aconsejamiento, el pastor adquirirá una teología inadecuada porque
la literatura del consejo pastoral, desafortunadamente, ha sido influenciada más por la
psicología que por la teología bíblica. Una cuidadosa lectura de la literatura existente revelará
que solamente ha sido rociada con palabras sagradas sobre una estructura puramente secular.
Una de las áreas en las que la teología bíblica tiene algo que decirle al pastor consejero
es la naturaleza del hombre. Este es uno de los campos más cruciales en el arte de aconsejar.
Al estudiar la literatura de consejo y psicoterapia, uno descubre que hay una gran divergencia
en las teorías de la naturaleza del hombre. Los rogerianos creen que el hombre es sin pecado;
los freudianos afirman que el hombre carece de bien, y los behavioristas (o comportamentistas)
sugieren que el hombre carece de voluntad. Pero el punto de vista bíblico del hombre, salvará
al consejero del optimismo de los rogerianos, del pesimismo de los freudianos y del neutralismo
de los comportamentistas.
Otro campo crucial de la teología bíblica tiene que ver con el pastor consejero en
relación a la existencia, naturaeza y actividad de Dios. Si uno limita su lectura a libros de
aconsejamiento y psicoterapia, encontrará que en ellos frecuentemente se niega a Dios.
Algunas veces se le tolera pero usualmente se le hace a un lado. Por supuesto, el pastor
consejero no puede aceptar ninguna de estas perspectivas, porque sabe que el Dios de la
Biblia está activo tanto en la historia como en la experiencia humana. Un conocimiento de la
teología bíblica relacionada tanto al hombre como a Dios permitirá al consejero cristiano saber
qué es el hombre y que Dios trata con el hombre dónde él está y cómo él es.
EL VALOR DE LAS PERSONAS
Hay un concepto básico en las enseñanzas de Jesús que tiene una gran relación en el
consejo pastoral: el valor de las personas. Este concepto afecta mucho lo que Jesús dijo e hizo.
Jesús afirmó que el hombre era de más valor que todo el mundo. Oxnam dijo:

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Jesús creía que la personalidad era de un valor
supremo. Puso al hombre sobre las cosas. La cuestión sobre el
bien y el mal se decidió al referirla a su estimación del valor de
la persona. Enriquecer la personalidad es hacer el bien.
Destruirla es hacer el mal. El hombre tiene un valor infinito. 1

Luego asegura que “el hombre y no las cosas, son la meta de la vida social”. 2 Jesús, en
sus enseñanzas revela la gran importancia que le da al individuo. El no estaba interesado
primordialmente en las razas, nacionalidades, grupos selectos, o familias aisladas como fin en
sí mismas. Su interés yacía en los individuos que formaban estas relaciones. Brooks dice que
para Jesús, “la unidad final es el hombre y esa unidad de valor nunca salió del alma de Jesús.
Quitarle a la cristiandad la importancia de las personas sería privarla de su mismo hálito
viviente”.3 Este concepto de la personalidad cautivó tanto el pensamiento de Jesús que hizo de
ello el fin de la acción humana. La regla de oro refleja este principio con claridad: “Y como
queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros” (Lucas 6:31). Así pues,
Oxnam nos dice, “Jesús hace al hombre la meta de la vida social”. 4 Jesús consideró las cosas
ligeramente pero a las personas en alto grado. El hombre no era cosa para usarse sino una
persona para ser respetada. Scott dice, “Para Jesús el hombre tenía valor a la vista de Dios no
solamente como unidad social sino como persona humana.”5
Quizás esta parábola de Jesús refleje mejor que nada su concepto personal de valor
del hombre:

Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué


hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de
ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la
que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la
pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a
sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo porque he
encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así
habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente,
que por noventa y nueve justos, que no necesitan
arrepentimiento (Lucas 15:3-7).

Jesús dedicó su vida a la labor de buscar la oveja perdida. La oveja perdida era tan
valiosa que era digna de que El viviera buscándola y de que muriera por ella.
Jesús estaba firmemente convencido de que el individuo era más importante que el
grupo. Scott dice, “Jesús no piensa en términos de masas sino en términos del individuo.”6
Bogardus expresa un pensamiento similar cuando dice, “Trató con personalidades antes que
con instituciones. Miró al individuo antes que a las masas.”7 No solamente fue el valor de las
personas el concepto que Cristo enseñó; fue un principio que El ordenó a sus discípulos que
siguieran. El ideal de las enseñanzas de Cristo era que uno había de volverse desinteresado en
sus perspectivas, que la acción de uno fuera de una benevolencia natural a los individuos, sin
consideración de nivel social. Lo siguiente expresa este punto:

¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o


desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la
cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, le dirá: De cierto
os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:38-40).

La historia de Zaqueo el publicano es una buena ilustración del interés de Jesús en las
personas. Los publicanos eran aborrecidos por todos. El peor nombre que se le podía dar a un
individuo era “publicano”. Jesús notó el valor de Zaqueo, sin importarle lo que otros pensaran y
se propuso ir a su casa y cenar con él. Lo hizo a expensas de su prestigio. El vio una persona
que necesitaba el impacto de su vida. La respuesta de Cristo a la tan amistosa recepción de
Zaqueo fue, “el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que había perdido” (Lucas 19:10).

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Consideremos a los leprosos. Eran desterrados de la sociedad por su enfermedad. No
teniendo la ventaja de nuestros leprosarios, los leprosos de los tiempos bíblicos tenían que
separarse a sí mismos del resto de la sociedad, gritando, “inmundo” para que los demás no se
contaminaran. Cristo no los rechazó porque estaban en esa condición. Los recibió y los curó.
Reconoció su valor.
Uno de los primeros discípulos de Jesús fue Mateo, recaudador de rentas. Como los
recaudadores de renta trabajaban con los romanos a base de comisión, podrían hacerse una
fortuna con sobre-evaluar y añadir el impuesto a la propiedad. Y era por esto que los colectores
de impuestos eran odiados por la gente. Jesús, pasando por la oficina de impuestos, vio en
Mateo lo que otros no vieron: —un hombre—y lo hizo uno de sus discípulos.
O veamos al joven rico. Este joven poseía muchas cualidades. Era honrado, sincero, y
había ganado un gran prestigio. Cristo inmediatamente se impresionó de él. Marcos escribe
que cuando se encontraron, “Jesús mirándole, amóle” (Marcos 10:21). Este amor de Cristo
para el joven no fue por ser quién era sino por lo que era, —un hombre.
El amor era la llave. Toda la vida de Jesús estuvo saturada con amor. El demostró ese
amor en su vida y en su muerte. Durante su vida dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a
los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen” (Mateo 5:44). Desde la cruz, vio hacia los que le habían crucificado y dijo: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
¿Qué le dice todo esto al pastor consejero? Le dice que el pastor debe darle un gran
valor a las personalidades, como Jesús lo hizo; que el individuo viene a ser su motivación y la
esfera de todo su trabajo pastoral.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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3. Factores Positivos y Negativos en la Tarea de Aconsejamiento Pastoral

LA IMAGEN CULTURAL DEL MINISTRO


Los ministros hacen más labor de aconsejar que ningún otro grupo profesional. Esto se debe a la
imagen cultural del ministro. Las personas se acercan al ministro con sus problemas porque muchos los
consideran como personas de prestigio y respeto en la comunidad. Los ministros, históricamente, se han
considerado como personas serviciales y competentes para ayudar a la gente en tiempos de crisis. Aunque
ha habido un cambio general muy marcado en la actitud de la sociedad hacia los ministros, el ministerio
se considera todavía como una profesión de dignidad y respeto. Las personas se acercan a ciertos pastores
porque para ellos son el símbolo de una profesión respetada. Tienen confianza en su carácter como
persona y en su capacidad como consejero y esto enteramente aparte de su imagen como hombre de Dios.
La imagen cultural del ministro crea oportunidad y responsabilidad para el pastor. Muchos vendrán a él
por la sencilla razón de que es un pastor y esto le traerá muchas oportunidades para ayudar a los demás.
Sin embargo, estas grandes oportunidades también quieren decir que le acarrearán una gran respon-
sabilidad, no sólo con las personas a quienes aconseja, sino con la profesión que representa.
Aunque aconsejar es relativamente una nueva disciplina profesional, ha florecido rápidamente y
ha desarrollado muchas otras ramas. El consejero pastoral es una de las ramas que han surgido de la
noche a la mañana en el movimiento de aconsejamiento. Aunque hay algunos elementos básicos comunes
a todas las ramas de aconsejamiento, hay también disparidad entre ellos. En algunos aspectos, se puede
decir que el consejo pastoral es superior a otros tipos de consejo y en otros aspectos se puede decir que es
inferior. Al compararlo con otros tipos, notaremos que tiene tanto sus puntos fuertes como sus puntos
débiles.
PUNTOS FUERTES DEL ACONSEJAMIENTO PASTORAL
1.            Relación previamente establecida. El pastor consejero está un paso más adelante de
otros consejeros en que, en la mayoría de los casos, ya conoce a sus consultantes. Esto quiere decir que ya
ha establecido esa buena relación entre él y la otra persona, que es tan básica en todo tipo de consejo,
relación que se ha obtenido por la razón de la relación entre el feligrés y el pastor. Las personas que
vienen al pastor por consejo lo hacen porque ya saben que pueden confiarle, que los ama y que está muy
interesado en su bienestar. Esto no existe en la mayoría de los otros tipos de aconsejamiento, en los que
ha de obtenerse esa clase de relación durante el proceso de aconsejar. Personas que buscan otros consejos
con frecuencia lo hacen con muchas dudas. La verdad es que estas dudas con frecuencia les evitan buscar
la ayuda que necesitan, y si la buscan, no la prosiguen hasta el fin. Algunas personas frecuentemente
hacen citas en centros de consejo y no acuden a ellas o van a una entrevista y no regresan. Aunque no
puede decirse que esto siempre revela desconfianza del consejero o del consejo, muchas veces sí lo es.
Esto no sucede en el consejo pastoral.
Cuando uno va al consejero que no conoce, pasa bastante tiempo al principio poniendo a prueba
al consejero para descubrir si es de confianza. Los que vienen al pastor por consejo lo hacen con la
seguridad ya establecida de que él puede ayudarles con los problemas que les confíen. Esto es una ventaja
considerable que él tiene sobre otros tipos de consejeros.
2.            Disponibilidad del pastor. Los feligreses saben que el pastor siempre está disponible a
cualquier tiempo de día o de la noche. Aunque esto ponga una gran carga sobre el pastor, le proporciona a
los feligreses “24 horas de servicio”. Si bien algunos feligreses abusan de que el pastor está disponible,
esta inconveniencia es más que compensada por el hecho de que él tiene la oportunidad y privilegio de
ayudar a su pueblo cuando ellos lo necesitan más.
3.            El consejo es gratis. El decir que el consejo es gratis parece chiste, pero no lo es. El
hecho de que sea gratis no quiere decir sólo un ahorro para el feligrés. Quiere decir que obtiene ayuda que
de otro modo no sería posible obtener. Muchos no piensan en pagar por esta clase de ayuda. Son personas
que con gusto pagarían dinero al plomero, al pintor, al médico o al dentista por sus servicios, pero no
piensan en pagar a quien les aconseja. Así que el problema no es el precio por la consulta sino la idea de
pagar por esta clase de servicio.
4.            La dimensión espiritual. El aconsejamiento pastoral es único pues da un lugar elevado a
la dimensión espiritual. Acepta la creencia de que el hombre es un ser espiritual tanto como físico e

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intelectual. Este amplio concepto bíblico del hombre impone al pastor la necesidad de ver al hombre no
como parte de un todo sino como un ser total.
Aquí cabe bien una palabra de precaución. No sólo es cierto que la literatura y práctica generales
de aconsejamiento pasan por alto la dimensión espiritual del hombre, sino que también y como sería de
esperarse, la literatura sobre el aconsejamiento pastoral ha recibido a tal grado la influencia de la literatura
de aconsejamiento secular que no recalca propiamente el aspecto tan importante de la dimensión
espiritual del hombre.
El pastor que sea un estudiante diligente de la literatura general de consejo y de consejo pastoral
en particular, necesitará evaluar ambas a la luz del punto de vista bíblico del hombre. Si no lo hace, se
convertirá sencillamente en otro consejero secular y habrá abandonado el campo de su peculiar
jurisdicción.
5.            El aspecto sobrenatural. El reconocer ambos, pastor y feligrés, la dimensión
espiritual del hombre, les será fácil creer que lo sobrenatural está disponible en la solución de problemas
humanos. Aunque no hay que ver a Dios como el camino más fácil para salir de los dilemas humanos,
puede considerarse como la mejor solución. Esto quiere decir que tanto el pastor como el feligrés creen
que Dios obra en la personalidad humana y en las relaciones humanas y que sus medios pueden ser
utilizados cuando se busca seriamente la solución de su problema. El Espíritu Santo trae iluminación y
penetración a la relación de consejo haciéndola una verdadera experiencia para el pastor y para el feligrés.
El aceptar la dimensión espiritual del hombre y la creencia de que el elemento sobrenatural puede
intervenir en el proceso consejero, hacen natural y apropiado que se haga uso de la oración. El pastor
halla fácil y natural orar con el feligrés antes y después de aconsejar y orar con él durante el proceso de
consejo.
6.            El escogimiento de un consejero cristiano. Las personas vienen al pastor porque es
pastor, porque es representante de Dios, porque apoya los preceptos de la Biblia, y porque creen que la fe
cristiana en la cual él cree, la fe que predica, y vive, tiene algo que decir a los problemas con los que
tratan. Así que su escogimiento de un consejero cristiano es deliberado pues sienten que él puede ayudar
de un modo que otros consejeros no pueden.
LAS DEBILIDADES DEL CONSEJO PASTORAL
1.            El feligrés admite fracaso. Muchas personas dejan de buscar consejo pastoral porque, al
hacerlo, sienten que están admitiendo fracaso en vivir la vida cristiana. Creen que si hubieran sido la clase
de cristiano que debieran ser, no tendrían necesidad de buscar consejo. Esto no es en sí una limitación del
consejo pastoral, pero sí le impide al pastor proveer la ayuda que de otra manera podría proporcionar.
2.            Vergüenza del feligrés. Esto está estrechamente relacionado con el asunto de admisión
de fracaso del feligrés. Muchas veces los feligreses tienen vergüenza de revelar los problemas de sus
vidas a quien quizás los ha considerado ejemplos de cristianos victoriosos. Sienten que esto los hará verse
como algo menos que cristianos y menos que lo que el pastor los consideraba antes. Aunque el pastor no
tiene este concepto tan alto de perfección para sus feligreses, ellos a veces piensan que sí lo tiene, así que
encuentran difícil, y hasta imposible, comunicarle algunos de sus secretos íntimos.
3.            Miedo de ser desenmascarados. En muchos casos las personas no van con su pastor con
sus problemas porque tienen miedo de que él los revele. Esto es una lástima. Aunque uno no lo quiera
aceptar, muchos tienen razón válida para este temor. Algunos pastores no han sabido guardar secretos.
Son lenguaraces. Han sido personas a quienes no se les puede confiar. Los feligreses también saben que
algunos pastores usan las situaciones de consejo como ilustraciones para el sermón. Tienen miedo de que
sus problemas se conviertan en ilustraciones en el próximo sermón. Ningún feligrés quiere ser descubierto
ante los miembros de su congregación en esta forma. Si el feligrés sabe que su pastor tiene la costumbre
de “personalizar” sus sermones, aunque lo haga en forma anónima, no está seguro de que su problema no
será revelado a la congregación. Así que este miedo de ser revelado le impide recibir la ayuda que el
feligrés quiere y necesita.
4.            La falta de preparación en los pastores. Este libro ha mencionado ya la naturaleza
múltiple del ministerio pastoral, y el hecho de que el aconsejamiento pastoral es solamente una de las
muchas labores que el pastor desempeña. Durante su preparación, recibe una cierta cantidad de
instrucciones para aconsejar, pero esto no le imparte la pericia de un consejero profesional, cuya
preparación para esta sola labor es tan larga y tan intensa como es la preparación del pastor para todas sus

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labores. La falta de preparación del pastor es la más grande debilidad del aconsejamiento pastoral. Y por
cuanto su preparación es limitada no se espera que sepa el trabajo tan bien como uno que ha dedicado
muchos años estudiándolo y practicándolo. Además, en muchos casos el pastor no tiene el beneficio de la
preparación clínica que lo introduzca a los problemas humanos en los niveles más profundos. El
consejero profesional recibe esta clase de preparación y tiene el beneficio no solamente de ver estos
problemas tan profundos sino de trabajar con ellos bajo la dirección especializada de un maestro
capacitado. La mayor parte del conocimiento del pastor en aconsejar se obtiene a base de experiencia, a
veces buena, a veces mala. Aunque no se niega el valor de la experiencia, tampoco se puede decir que la
experiencia sola capacita al pastor para ser la clase de consejero que se necesita en esta sociedad
compleja.
Su preparación no incluyó el conocimiento de cómo dar, marcar e interpretar cuestionarios de
medición psicológica. Aunque no se puede decir que estos instrumentos (tests) revelen un valor total de
datos acerca de la personalidad humana, son de mucha ayuda.
Sin los beneficios del conocimiento que puede resultar de estos tests el pastor se pone en una
posición muy peligrosa al tratar con algunos problemas.
Se ha dicho que el consejo pastoral tiene sus puntos fuertes y sus debilidades, pero los puntos
fuertes exceden a las deficiencias. Por tanto, el pastor debe derivar la mejor ventaja posible de sus puntos
fuertes a la vez que procura mejorarse en sus flaquezas. Al mismo tiempo que se da cuenta de que sus
limitaciones pueden darle un sentido propio de modestia, al mismo tiempo debe estar completamente
consciente de que puede tratar con algunos problemas mejor que otros consejeros.
CERRANDO LA BRECHA CON EL CONSEJO
Algunas veces el pastor se da cuenta de que hay una zanja o vacío en el proceso de aconsejar.
Este vacío no es entre él y su feligrés; sino más bien entre el verdadero ego del pastor y su yo ideal. Por
supuesto este hueco está presente en todos los pastores y todos los feligreses y representa un hueco con el
cual tratan todos los cristianos sensitivos. Pero lo que lo hace especialmente amenazante y una fuente de
culpabilidad al pastor es que el feligrés trate de cerrar el hueco de su vida, en presencia de un ministro que
sabe bien en su interior que él está luchando con más o menos la misma clase de problema.
El pastor se sentirá a veces como hipócrita porque sabe que muchos feligreses creen que él ha
alcanzado el ideal. Aunque sabe que no es así y tampoco lo ha afirmado, de todos modos se siente que
vive una falsedad al llevar adelante el proceso de aconsejar. (Esto también lo siente cuando predica, pero
esto no lo trataremos aquí). Esto lo pone a él en una posición vergonzosa e inoportuna de aconsejar
“cerrar la brecha”. Hay que recalcar aquí que no nos referimos a ningún pecado, que se define como una
trasgresión voluntaria a la ley conocida de Dios. Más bien tiene que ver con el proceso de crecimiento en
la vida cristiana y de luchar con las implicaciones más profundas de la fe cristiana.
Al pastor le están abiertas dos opciones cuando se da cuenta de este hueco. (1) Negar que el
hueco existe, o (2) Admitírselo a sí mismo y a Dios. El primero lo debilita, el último lo libera. La primera
“solución” obliga al pastor a proteger una clase de yo que no existe; la segunda lo libera para ser el santo
que lucha y que él sabe que es. El primer camino le hace asumir una posición falsa de superioridad sobre
su consultante, tentándole a manejarlo o a considerarlo inferior; el segundo le deja estar en el mismo nivel
que su feligrés, dejándole en libertad de relacionarse con su pastor y de tocarlo.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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4. Aconsejar, una Función del Ministerio

LA NATURALEZA DEL MINISTERIO PASTORAL


El ministro es llamado a servir a una generación que no solamente está amenazada por los
problemas que todo hombre ha confrontado, sino también por una multitud de problemas que plagan la
generación presente. Entre ellos están: (1) la amenaza del hambre para millones por causa de la explosión
humana; (2) el peligro de aniquilación bajo la guerra nuclear; (3) las amenazas de rebelión por los jóvenes
cuya adolescencia se complica por la incertidumbre de la sociedad entre la libertad excesiva o la
autoridad y por ende escoge ambas; (4) el problema de su opulencia resultando en un materialismo que
hace que los hombres sean politeístas prácticos que hacen ídolos de las cosas; (5) la tragedia de la rápida
disolución del hogar; (6) el problema de la explosión educativa que ha dado por resultado que algunos
sean educados más allá de su sabiduría; y (7) el problema de un secularismo que hace a Dios a un lado y a
la iglesia anticuada e innecesaria.
Así es el mundo al que ha sido llamado el pastor. A esta clase de edad tiene que servir
significativamente. El ministerio pastoral puede entenderse mejor si se le basa en una trinidad de
premisas: (1) Es de Dios; (2) es por el Espíritu Santo; y (3) es para la gente.
1.            Es de Dios
Ningún estudiante serio de la Biblia puede poner en tela de duda que el ministerio es de Dios.
Esto se afirma tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. El pastor nunca debe alejarse de la
profunda verdad de que ha sido llamado por Dios para hacer la obra de Dios del modo que Dios quiera.
Una visión clara del punto de vista bíblico de su llamado y de la misión de la iglesia será, como Jowett
dice, “nuestra salvación de volvernos oficiales pequeños en empresas transitorias. Nos hará en verdad
grandes, y por tanto, nos evitará pasar nuestro tiempo en nimiedades.” Esto también le permitirá dedicarse
a actividades cuyo propósito es el cumplimiento de la misión de Cristo para la iglesia. ¡Qué tanta
“administración trivial” pastoral se eliminaría si los pastores conservaran una perspectiva clara de que su
obra es de Dios, y de que esta obra debe siempre guiarse por los objetivos que Dios ha dado para su
iglesia!
La Biblia no es muda acerca del carácter del ministro ni acerca de la naturaleza de su ministerio.
Las siguientes citas demuestran esta perspectiva bíblica:

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de


una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su
casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el
que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de
Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la
condenación del diablo. También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo
del diablo (I Timoteo 3:2-7).

Y de San Pedro:

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando


de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia
deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre
los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y
cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la
corona incorruptible de gloria (I Pedro 5:2-4).

Una pequeña estaba dibujando con sus crayolas. Su madre le preguntó qué estaba dibujando. “A
Dios” respondió ella. Su madre contestó, “Pero hija, nadie sabe cómo es El”. “Ya lo conocerán cuando yo

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termine”, dijo ella. Cuando el pastor ha terminado su ministerio en una iglesia dada, sus feligreses han de
conocer cómo es Dios porque han visto su retrato en el trabajo del pastor. Si su ministerio es de Dios,
representará a Dios.
El hombre que esta firmemente convencido de que su ministerio es de Dios estará por encima de
la lucha por prestigio que capta la atención de muchos pastores contemporáneos. Mucho se ha escrito
recientemente sobre la “crisis de identidad” que confrontan los ministros. Se da por sentado que
socialmente, el ministro sufre por la falta de una adecuada definición de su actuación. Ningún pastor, por
más listo que sea, escapa las implicaciones de la multiplicidad de expectaciones de su actuación impuesta
sobre él por una sociedad que no está segura de lo que debe ser el trabajo de un ministro.
Recientemente una agencia de evaluación pedagógica envió un cuestionario a mil líderes laicos
de varias denominaciones preguntándoles su concepto de “un ministro sobresaliente”. Los datos fueron
turnados a un grupo de examinadores psicológicos y se les pidió que dijeran a quién estaban describiendo.
Su respuesta fue, “Uno de los vicepresidentes de Sears y Roebuck.”
William E. Hulme dijo, “El ministro sufre de un sentido de inferioridad profesional. Ante sus
propios ojos él ocupa el último lugar, él está al pie de la lista de las profesiones”. Y siendo así, muchos
ministros anhelan ser reconocidos como doctores, licenciados, psiquiatras y psicólogos. De esta manera,
reflejan la enorme tendencia de la cultura a formar clasificaciones y agrupar a la gente en ella. Hay que
afirmar que si el ministro alguna vez gana un rango igual con otras profesiones, será un paso atrás para el
ministerio. Quizás los ministros debieran estar al tanto de los resultados de un estudio comprehensivo
hecho hace algunos años por una comisión federal sobre la salud mental. En respuesta a la pregunta: “¿A
dónde acude usted a buscar ayuda con un problema personal?”, La gente contestó así: el 42 por ciento
fueron con su clérigo; el 29 por ciento con su doctor; el 18 por ciento con psiquiatras o psicólogos; el 13
por ciento acudió a agencias de trabajo social; el 6 por ciento con licenciados; el 3 por ciento con sus
consejeros matrimoniales, y uno por ciento acudió a maestros, enfermeras, policías y jueces.
El estudio reveló además que los resultados fueron tan favorables, si no más, quizás, para la
persona que consultó a un clérigo, que para los que buscaron los servicios de otros profesionistas. El
ministro debe darse cuenta de que en la opinión de muchos, él ya posee el prestigio que con toda el alma
desea. Quizás él deba dar su atención a las cosas que en verdad importan. Si el ministro está deseoso de
una clasificación ¿qué tiene de malo la de “siervo de Dios”? ¿Qué más puede uno desear?
2.            Es por el Espíritu Santo
Esto no significa que es el ministerio del Espíritu aparte del ministro; sino más bien a través del
ministro. La Iglesia Primitiva consideró de sumo valor el ministerio de personas llenas del Espíritu, aún
para personas escogidas para ministrar en puestos subordidanos. En los Hechos de los Apóstoles se
recalcó que los diáconos tenían que ser hombres “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 6:3). El Espíritu
Santo llamó literalmente a Bernabé y a Saulo diciendo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a
que los he llamado” (Hechos 13:2). La historia nos informa que fueron “enviados por el Espíritu Santo”
(Hechos 13:4).
Sanders dice, “Hombres llenos del Espíritu Santo pueden ejercer sólo el liderato espiritual. Otras
cualidades son de desearse. Esta es indispensable.” 5 Asegura también que “la espiritualidad no es fácil de
definir, pero su presencia o ausencia fácilmente puede ser discernida.”6
Un ministerio sin el Espíritu es como un guante sin mano; tiene la forma, pero no la sustancia. El
pastor que hace el intento de ministrar significativamente a personas que están luchando con las
realidades ásperas de la sociedad contemporánea, muy pronto llegará a la bancarrota de sus propios
recursos humanos. El pastor debe confrontar que tiene que depender intensamente en los medios del
Espíritu Santo si quiere seguir pastoreando con un sentido de suficiencia.
El pastor puede ver los rostros de sus feligreses en cualquier día del Señor, y ver problemas
reflejados en ellos, cuyo número es excedido sólo por su profundidad. En una congregación de cualquier
tamaño, se puede encontrar personas azotadas por hondos complejos de culpa; personas cuyas vidas no
tienen sentido; jóvenes que han sido atrapados en las tormentas y preocupaciones de la adolescencia;
ancianos que se enfrentan a la cercanía de su propia muerte; los temerosos, los abandonados, los que
buscan amor. El tiene que servir a todos estos, los desheredados, el desengañado, y el desmayado. ¡Qué
labor tan grande tiene el pastor y cómo necesita el poder del Espíritu Santo en su vida!

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Hace algunos años el que esto escribe fue confrontado con una pregunta de la que no ha podido
escapar. La incluyo aquí con la esperanza de que trastorne a otros como lo trastornó a él. El Dr. Carl
Bates preguntó: “¿Qué está usted haciendo que no logrará hacer a menos que el poder de Dios descienda
sobre su ministerio?”7
3.            Es para la Gente
Un ministro le dijo una vez a su psiquiatra, “Mi vida se caracteriza por una multitud de contactos
y una pobreza de relaciones”. ¡Cuánta verdad hay en esto para muchos ministros! Los contactos
automáticamente existen por la naturaleza misma del ministerio, pero las relaciones que resultan de estos
contactos son enteramente la creación del ministro. La profundidad del ministerio de un hombre se mide
por las profundidades de sus relaciones interpersonales con su congregación. De estas relaciones se
originan tanto la agonía como la pasión del pastor, sólo que hay más pasión que agonía.
Uno de los errores más trágicos que un pastor puede hacer es el de no reconocer el valor de las
personas. Es el día más oscuro en la vida del pastor cuando mira a una persona, y ve una “cosa”. Las
cosas pueden usarse, pero las personas son para ser amadas. ¡Cuán sutil es la tentación del pastor de
dominar a su pueblo en vez de servirlo! Séneca dijo, “Dondequiera que hay un ser humano, allí hay una
oportunidad de ser amable”. Un proverbio japonés dice, “Una palabra cariñosa puede dar calor a tres
meses de invierno”. El éxito de un pastor se determina, no por el número de congregantes que tiene, sino
por el número de personas a quienes sirve.
Muchos ministros tienen un “complejo de edificios” que hace poner los templos como lo
principal en su ministerio. ¡Qué preocupados están muchos pastores de que sus edificios sean
suficientemente amplios para contener a sus oyentes! De mayor interés debería ser la pregunta; ¿tengo
lugar para todos ellos en mi corazón?
Si uno quiere servir a la gente, ha de principiar entendiéndolos. Lindgren dijo, “Mientras más
profundo sea su entendimiento de las personas y más cercana su relación pastoral con ellos, más éxito
logrará en hablarles significativamente”. Clinebell aseguró: “La única relación que en verdad es
importante, es la relación a las necesidades profundas de las personas”. Una mujer le dijo a su
aconsejador, “Cada persona es alguien buscando ayuda”. El pastor tiene que responder a este clamor, y el
no responder es tanto como negar que esas personas necesitadas son personas.
Jesús sentó el patrón en la parábola del buen samaritano. ¿No es acaso extraño que de las tres
personas que vieron el hombre herido—el sacerdote, el levita y el samaritano—fuese este último, el que
no era clérigo, el único que hizo algo por él? Es triste que el sacerdote y el levita estuvieran tan ocupados
con su ministerio, (o lo que fuera) como para servir. Se ha dicho que “pretendemos amar a todos, y al
generalizar nuestro amor para todos, dejamos de captar la relación de tú y yo. En vez de la intensidad de
una relación que hace algo por alguien, hemos aceptado el pobre substituto de darnos la mano con alegría
y de hacernos amigos e influir en la gente.”
En su evangelio, San Marcos afirma que quien quiera una posición prominente tiene que ser el
esclavo de todos, y recalca el argumento recordándonos que nuestro Señor “no vino para ser servido, sino
para servir” (Marcos 10:45).
En conclusión, debemos reafirmar que el ministerio pastoral descansa sobre esta trinidad de premisas: (1)
Es de Dios; (2) por el Espíritu Santo; (3) Es para su pueblo. Dejemos afuera el “de Dios” y el ministerio
se convertirá en una decisión vocacional en lugar de un llamamiento. Quitemos el “por el Espíritu” y el
ministerio será una actuación humanitaria. Quitemos el “para el pueblo” y el ministerio se convertirá en
una manipulación, no en una mediación.
EL LUGAR DEL ACONSEJAMIENTO EN EL MINISTERIO PASTORAL
Por ser el ministerio pastoral lo que es, el ministro tiene que enfocar todo, en vez de ser un
especialista. Cuando el pastor principia a “especializar” cualquier aspecto del ministerio, tal vez los otros
aspectos de su trabajo sufran. El pastor contemporáneo tiene que orar, estudiar, predicar, enseñar, planear,
organizar, visitar, administrar, aconsejar, amén de miles de responsabilidades diversas. Las labores
pastorales son tantas y tan diferentes que sería indeseable e imprudente que el ministro omitiera alguna o
le diera poca atención a otra.
El pastor tiene que aprender a organizar su tiempo para que una actividad no absorba demasiado
de su tiempo. Los pastores que escogen especializarse en una sola función de su ministerio carecen de una

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percepción adecuada del ministerio pastoral. La cosa más cercana a una especialidad en el trabajo pastoral
sería predicar, pero aún este objetivo valioso tiene sus peligros. Los pastores pueden dedicar a tal grado su
tiempo y atención en preparar sus sermones que se encierren como ermitaños alejados de su pueblo. Un
pastor que no está en constante contacto con sus ovejas no es un pastor.
Aconsejar es una parte importante del ministerio pero no es todo. El pastor que dedica mucho
tiempo aconsejando no sólo tiene una falta de comprensión de su ministerio pastoral, sino una evaluación
impropia de su técnica de aconsejar. Algunos que se creen muy buenos consejeros quizá ni merezcan esta
auto-evaluación, que los hace dedicarse tanto al aconsejamiento para compensar su deficiencia en otras
labores pastorales. “Anuncian” su ministerio de consejo, lo que resulta en una carga siempre en aumento.
Esto “justifica” —ante sus ojos— que no le dan el debido tiempo y atención a otras labores del pastorado.
La mayoría de los pastores tienen tanta oportunidad de aconsejar como ellos quieran, o necesiten,
sin titularse como “especialistas” en este campo. Una gran desventaja de dedicar demasiado tiempo al
aconsejamiento es que absorbe demasiado tiempo y energías del pastor para unos cuantos de sus
feligreses, al grado que no puede rendir servicios adecuadamente a los demás. Si unos cuantos feligreses
demandan continuamente una cantidad excesiva del tiempo del pastor, es casi seguro que la iglesia sufrirá
en lo general mientras solamente unos cuantos reciben ayuda. Es mejor ser conocido como un pastor que
aconseja, antes que como un consejero que pastorea. Alguien ha contado las veces que el Nuevo
Testamento informa que Jesús actuó como consejero, y encontró sólo 35. Sin embargo, Jesús se destacó
como el Predicador y Maestro. El pastor contemporáneo no puede ser mejor.
Si bien es posible que un pastor gaste demasiado tiempo en aconsejar, también es cierto que
algunos lo menosprecian, cosa que les hace evitar tantas situaciones de consejo como pueden. A algunos
pastores les repugna aconsejar, razonando que si los feligreses tuvieran una experiencia religiosa
adecuada, el consejo no sería necesario. Algunos tienen desconfianza de ellos mismos en este campo y
tienen miedo de meterse en estas relaciones con sus gentes. Algunos tienen miedo de las crudas realidades
de la vida que posiblemente descubran así, y por eso titubean en meterse en las experiencias de
aconsejamiento en manera formal.
El altar y el sofá. Algunos pastores, particularmente los de carácter conservador, no pueden ver
la relación entre el altar, y la silla o el sofá, en el proceso de consejo. Creen que la necesidad de aconsejar
niega lo que puede suceder y sucede en el altar de la oración. En un sentido amplio, muchos creen que el
altar es el símbolo de la teología conservadora, mientras que la silla de consejo es el símbolo de la
teología liberal. Pero esta es una caracterización innecesaria y falsa que resulta en una desagradable
polaridad. En realidad el altar y la silla de consejo no se oponen mutuamente: más bien se complementan.
Muchas personas cuyo arrepentimiento es real, cuya consagración es definitiva y cuyo servicio cristiano y
testimonio son indubitables, todavía necesitan hacer decisiones en una situación de consejo. Tanto el
pastor que se da cuenta de esto, como el feligrés que no se siente amenazado por ello, se sienten en
libertad de poner sus energías en libertad para la búsqueda de respuestas a estos problemas, sin sentir que
esto sea una negación de la fe del laico, una admisión de inefectividad del ministro o un insulto a la
tradición teológica de ambos.
Desventajas en un énfasis exagerado al aconsejamiento:
1.            Limita el ministerio del pastor a unos cuantos, cuando los muchos lo necesitan.
2.            Les da a los feligreses neuróticos demasiada oportunidad de recibir la atención que ellos
quieren, en lugar de hacer los cambios que necesitan.
3.            Evita que el pastor se dedique a otras labores pastorales que tienen igual o más
importancia.
Desventajas de descuidar esta actividad:
1.            Impide que los feligreses reciban la ayuda que necesitan en el consejo pastoral.
2.            Aísla al pastor de las crudas realidades de la vida que sus feligreses experimentan.
3.            Impide el desarrollo de una relación ínterpersonal entre el pastor y su gente, la cual
puede resultar de la relación de consejo.
Normas de guía para el pastor:

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El pastor puede mantener su aconsejamiento ministerial en perspectiva adecuada en la forma
siguiente:
1.            Manteniéndose al tanto de todas sus responsabilidades, para que no deje que su tiempo
se consuma solamente en actividades de consejo.
2.            Limitando cada entrevista de consejo, a una hora como máximo, excepto en casos muy
raros.
3.            Espaciando las entrevistas con cada persona una vez a la semana, para que los feligreses
tengan tiempo de aplicar a sus problemas la penetración y aprendizaje de las entrevistas anteriores.
4.            Reconociendo que muchos neuróticos buscan atención, y no necesariamente encontrar
la solución de sus problemas.
5.            Recomendando a sus feligreses a otras personas o agencias cuando sus problemas estén
más allá de su competencia.
ACONSEJANDO Y PREDICANDO
Generalmente hablando, el predicador puede hacer tres cosas relacionadas con el consejo: (1)
puede cerrar la puerta; (2) puede abrirle la puerta a esta actividad; y (3) puede reducir la necesidad para
aconsejar.
Hay dos factores que determinan si la predicación abre o cierra la puerta al aconsejamiento: (1) la
actitud del pastor, y (2) el contenido de su predicación. La actitud del pastor que se proyecta en su
predicación determina en gran parte la cantidad de consejo que él dará. Si en su predicación su actitud es
dura, fría, y propensa a criticar, sus oyentes inmediatamente sentirán que él no es la clase de persona a
quien ellos pueden comunicarle los aspectos más íntimos de sus vidas. (Por supuesto, la actitud del pastor
se revela en sus relaciones, además de la predicación, pero en ninguna más claramente que en ésta). Si por
el otro lado, su predicación revela simpatía, ternura y entendimiento, sus feligreses sentirán que pueden
hablarle sobre cualquier clase de problema, sabiendo que él los aceptará. Lamentablemente, algunos
pastores comparan la amabilidad con la debilidad y sienten que esta actitud es una negación de las
demandas del evangelio. Sin embargo, un examen de la predicación de Jesús desvanecerá esta creencia
porque el Nuevo Testamento claramente deja ver que la verdad más cortante es el amor.
El contenido de la predicación tiene la tendencia de determinar la cantidad de consejo que dará el
pastor a su feligrés. Si la predicación es severa y crítica (sobre la ley) alejará a los feligreses del pastor; si
es compasiva (llena de gracia) los unirá a él. Jackson dice:

Cuando sus palabras desde el púlpito son evidentemente el


esfuerzo de un pastor que está consciente de las personas, para mediar
el amor saludable de Dios, él abrirá las puertas del corazón de las
gentes, a la vez que las puertas del cuarto de consulta. Porque la
predicación efectiva siempre será una invitación a ir más allá en la
exploración de las necesidades personales.

La predicación puede eliminar la necesidad de muchas situaciones de consejo, al ministrar


propiamente a las necesidades personales con los recursos del amor y la gracia de Dios. La mejor clase de
predicación demuestra como la zafia entre la debilidad de la humanidad y las normas de la Deidad pueden
salvarse por el puente de la gracia. Así que la predicación es tanto una confrontación como una mediación
que son dos elementos presentes en una relación consejera sana.
Esto no quiere decir que la predicación puede eliminar la necesidad de todo consejo. Sólo quiere
decir que la clase de problemas que pueden ser resueltos por la predicación deben ser resueltos de ese
modo.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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5. Las Técnicas de Aconsejar

El pastor-consejero no necesita “entregarse” a ninguna teoría, escuelas o punto de vista respecto


al aconsejamiento. No hay una sola teoría que haya probado ser efectiva en todas las situaciones o
siquiera en tipos específicos de situaciones. Es por eso que no hay un método “correcto” para aconsejar.
Realmente muchas maneras de abordar el asunto y teorías pueden ser correctas, es decir, tal vez resulten
efectivas en ciertas situaciones, mientras que en otros casos aparentemente no hay teoría o tratamiento
que dé resultados satisfactorios.
Al estudiar la literatura sobre el aconsejamiento, resulta aparente que hay un amplio campo de
teorías de las cuales se puede escoger. El consejero vehemente tratará de aprender tantos tratamientos
como le sea posible, sabiendo que en ciertas ocasiones necesitará usar una técnica que no acostumbre
usar. Lo más cercano al tratamiento correcto es aquel que el consejero encontró ser el más efectivo y con
el cual se encuentra más seguro. Así como el mejor pianista usa todo su teclado al tocar, el pastor debe
estar al tanto de todo el teclado de aconsejamiento y su técnica, para que pueda emplear la porción que
desea usar cuando la necesidad llegue.
El aconsejamiento tiene que ver con el proceso de cambio en el consultante. Es muy interesante
notar que todas las escuelas de aconsejamiento tienen el mismo objetivo, de crear cambio en los
consultantes, pero su metodología para lograrlo es muy diferente.
ACONSEJAMIENTO INDIRECTO Y DIRECTO
En términos generales, todos los métodos de consejo se ubican entre dos extremos: indirectos y
directos. El indirecto de abordar el asunto es el que tiene su centro en el aconsejado, mientras que el
acercamiento directo se centra en el consejero. En el indirecto la persona se vuelve el centro del proceso
de consejo, mientras que en el acercamiento directo el problema es el centro. En el método indirecto el
énfasis está en aprender, mientras que en el método directo se da el énfasis a la enseñanza, la que se hace
por el consejero.
En la teoría indirecta la base para el cambio descansa en la comprensión que gana o adquiere del
consultante. Sin embargo, en el punto de vista directo la base del cambio es la razón. La teoría indirecta
pone su énfasis sobre la dimensión de lo afectivo que es la de los sentimientos y la emoción. En la teoría
directa se le da énfasis a lo cognoscitivo, que tiene que ver con el proceso de percibir y saber. En el
acercamiento indirecto el proceso se hace con el individuo, mientras que en el acercamiento directo el
proceso de consejo es para el individuo.
La actitud del estilo indirecto es democrática mientras que el estilo directo es la actitud de
autoridad. El consejero indirecto indulge en poca interpretación, en tanto que el consejero directo sí
interpreta mucho. El consejero indirecto asume poca responsabilidad por el tema de conversación, en
tanto que el directo asume mucha responsabilidad en ello.
El método indirecto de aconsejamiento podría más adecuadamente llamarse “teoría centralizada
en el cliente”. Principió en 1942 cuando Carl Rogers publicó un libro titulado: Counseling and
Psychoterapy. “El Aconsejamiento y la Psicoterapia”. Este libro fue el intento de Rogers para formular
una teoría sobre su propio método psicoterapéutico. Como practicante de psicoterapia, consideraba la
entrevista como el centro de origen para la intuición o comprensión (de su propio problema) que el conse-
jero recibe. Por tanto, el aspecto importante del aconsejamiento es la naturaleza subjetiva de la interacción
entre cliente y consejero. Rogers nunca ha declarado su teoría como una realidad, aunque algunos de sus
seguidores lo han hecho. Su teoría ha cambiado y sigue cambiando. Cuando por primera vez presentó su
método indirecto, lo presentó en una forma extrema. Sin embargo, desde ese tiempo, él ha cambiado la
teoría para incluir más actividad del consejero en el proceso de aconsejamiento.
Una de las características distintivas del método rogeriano o indirecto es el concepto del hombre.
Rogers cree en el ideal democrático, es decir, la dignidad, y el valor del individuo. Siente que el hombre
tiene derecho a su opinión propia, a su propio destino, a la libertad y a la independencia y a dirigirse a sí

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mismo. Siente que el hombre es predominantemente una criatura subjetiva que vive en un mundo
objetivo. Cree que en cada persona hay una tendencia hacia la actualización. Con esto quiere decir que
intrínsecamente el hombre camina hacia el crecimiento, la salud, el ajustamiento, la socialización, la
realización de sí mismo, la independencia y la autonomía. Cree que el hombre es honrado y es por esto,
básicamente bueno. La “maldad” es el resultado de defensas que separan al hombre de su naturaleza
inherente. Rogers también cree que el hombre es más sabio que su intelecto. Con esto quiere decir que el
hombre cuando funciona a la no-defensiva (o no en una forma defensiva), lo intuitivo se combina con lo
cognitivo haciendo que el total sea mayor que el pensamiento consciente solamente.
Rogers cree que el hombre existe en un mundo de cambio de experiencia del cual él es el centro.
Al mundo privado del hombre se le llama el campo de lo fenomenológico o campo de lo que se
experimenta y sólo el individuo puede conocerlo. El hombre reacciona a su campo tal como lo
experimenta y observa, este campo perceptual es la realidad. La conducta, como Rogers la ve, es el
intento del hombre para satisfacer sus necesidades tal como las experimentó y observó. El hombre
reacciona no a la realidad, sino a la percepción de la realidad. La realidad para él, es en efecto,
percepciones de la realidad, háyanse confirmado o no.
Rogers cree que la conducta se entiende mejor desde el punto de vista de su “cuadro (o
estructura) de referencia”. Este término significa todas las experiencias, sensaciones, percepciones,
emociones, y significados de uno, en cualquier momento dado de conciencia. El aconsejamiento trata de
conocer este cuadro interno de referencia concentrándose en la realidad subjetiva del aconsejado. Rogers
siente que en este proceso se necesita empatía. Cuando el consejero siente empatía, ve al aconsejado
como una persona. Sin embargo, si ve al aconsejado desde un cuadro externo de referencias, hay la
tendencia de tratarlo como un objeto.
Rogers cree que la mayoría de la conducta está en armonía con el concepto de uno mismo. El
concepto propio (o auto-concepto) es la vista que uno tiene de uno mismo, en relación a otras personas y
cosas, El concepto propio es flexible y cambiable, pero en un momento dado es una entidad fija. Rogers
cree que la falta de adaptación resulta de maniobras defensivas para hacer que las percepciones de
conducta sean consistentes con el concepto propio.
Rogers habla acerca de lo que él llama incongruencia o disociación. El cree que esto resulta
cuando hay una separación entre el concepto propio y las experiencias del yo. Esto se origina en la
temprana edad, cuando el niño necesita mucho amor de parte de sus padres y otros. Este amor de sus
padres o de otros es condicional; esto es, el niño recibe amor si se porta como ellos requieren. Así que, él
vive por valores que no son los de él. Son contrarios a su proceso normal de evaluar su experiencia. Por
tanto, el niño procura actualizar su yo que es contradictorio o incongruente con los procesos organísticos
de su tendencia a actualizarse. Rogers siente que cuando uno vive por valores adoptados de otros con la
idea de identificarse con ellos, está viviendo bajo las condiciones de valor. Esto es, se vuelve de valor
(vale algo) cuando hace lo que otros quieren que haga. Esto quiere decir que está viviendo su vida por los
valores de otros, antes que por los valores suyos.
La teoría centralizada en el cliente sostiene que cuando la experiencia contradice el concepto de
sí mismo, y uno se da cuenta de ello, existe un estado de ansiedad. En otras palabras, la incongruencia
percibida amenaza el concepto propio y da por resultado la ansiedad. Así, uno niega la experiencia o se
equivoca en su percepción, y la hace más consistente con el concepto propio. Esto lo protege, pero
deforma la realidad. El cambio resulta al crear condiciones donde hay menos amenaza y menos necesidad
de resistir. Rogers cree que una relación correlativa (el aconsejamiento) con otra persona puede disminuir
la necesidad de actuar sobre las condiciones de valor y aumentar la dignidad positiva de uno. La meta
importante es relajar, poco a poco, los límites del concepto propio del cliente, para que pueda asimilar las
experiencias negadas o deformadas. De este modo, el yo se vuelve más congruente con la experiencia.
Rogers cree que toda persona debe ser una persona que pueda funcionar completamente. La
persona completamente funcional puede considerarse como una persona idealmente ajustada quien acepta
todas sus experiencias:
Esto es, no demuestra estar a la defensiva, no vive bajo condiciones de valor, y experimenta un
interés positivo incondicional. Su concepto propio es congruente con su experiencia y él actúa en
términos de su tendencia actualizadora básica que actualiza el yo. Y al confrontar situaciones cotidianas,
su estructura propia las asimila.

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Es aparente que la teoría rogeriana no tiene el respaldo de la Biblia. El hombre no es, de hecho
básicamente bueno. El hombre no es fidedigno. Esto quiere decir, entonces, que el pastor no puede aplicar
toda la teoría rogeriana. Sin embargo, sí hay muchas intuiciones válidas y de valor que el método
rogeriano le ofrece al pastor. Y aunque no se pueda decir que la teoría de Rogers acerca del hombre es
bíblica, puede decirse que su teoría del valor de la personalidad humana es bíblica. El método rogeriano
le da un lugar elevado a la personalidad humana. Pone mucho énfasis sobre el valor de las personas. Por
eso, este aspecto del método rogeriano se usará frecuentemente en el aconsejamiento pastoral.
En contraste directo con el método indirecto, está el método directo, que es la forma más vieja de
aconsejamiento. Esta es la técnica del consejo que se ha usado por siglos. En esta técnica, el consejero se
vuelve la figura central, quien posa como una autoridad, alguien que sabe las respuestas a los problemas
de las personas. En esta perspectiva, el consejero funciona primordialmente como un consejero o dador
de información; toma el papel de maestro. El método directo da por sentado que el consejero tiene mayor
conocimiento, mejor experiencia, e intuición mayor que el aconsejado. Esto quiere decir que el consejero
tiende a tratar al aconsejado con condescendencia, en vez de en un plano de igualdad. Tiende a actuar
como el especialista que hace el diagnóstico, y quien afirma que conoce tanto la enfermedad como el
remedio. Hay un sentido en que el consejero directo opera desde una posición de presunción. Da la
apariencia de que tiene las respuestas a todas las preguntas. Por tanto, solamente necesita una
comprensión del problema para que pueda recetar el remedio.
Se puede ver inmediatamente que en este proceso el consultante no está muy involucrado. Su
más grande actuación como consultante es describir verbalmente su problema. Una vez que el consejero
conoce el problema, procede a dar el consejo necesario para resolverlo. Muchos pastores encontrarán
fácil, casi natural, participar en esta forma de aconsejamiento, debido a que la posición del ministro es
vista por muchas personas como una figura de autoridad. Los pastores que están inseguros encontrarán un
gran refugio en esta posición de autoridad. Les será más fácil hablar condescendientemente a sus
feligreses que trabajar con ellos. Cuando un pastor así habla a su gente, como “desde un pedestal” a los
que están abajo, no está en verdad interesado en ellos. Esto quiere decir que en realidad no experimenta lo
que ellos experimentan y no entiende completamente lo que ellos sienten. Por eso muchas personas
rehúsan acudir a su pastor para aconsejamiento. No quieren que se les predique a quemarropa.
La mayoría del tiempo el pastor estará operando entre los dos extremos de aconsejamiento
indirecto y directo. Al no entregarse completamente a ningún extremo puede utilizar los valores de ambos
métodos al mismo tiempo que evitar sus limitaciones. Habrá ocasiones cuando el pastor será muy
indirecto. Esto será particularmente cierto en las fases iniciales de la primera entrevista de consejo con el
individuo, porque es durante este tiempo que el pastor se da cuenta de lo que su feligrés experimenta. Lo
oye contarle sus problemas y procura introducirse en su estructura de referencia, para poder entender de
lleno sus problemas. Aunque el pastor puede principiar con el método indirecto en su entrevista de
consejo, no es bueno, ni deseable, que permanezca en ese extremo. Habrá veces cuando le será saludable
volverse un tanto directo, compartiendo sus sentimientos y enseñándole lo que él piensa que el feligrés
debe hacer. Una vez hecho esto, le convendría tomar una posición media, un acercamiento de coope-
ración, en el cual él trabaja con el consultante en resolver el problema específico. Así que no se trata de
escoger una alternativa entre los métodos directo e indirecto. No tiene que ser “uno u otro”. Esta
desafortunada polaridad ha existido por algún tiempo en el campo de aconsejamiento, forzando a los
consejeros a escoger un método, usarlo y defenderlo. No hay ya la necesidad de continuar una lucha que
de por sí nunca debió haber principiado.
OTRAS TECNICAS DE ACONSEJAMIENTO
Hay dos categorías amplias de terapia; la orientada a lo emocional (de los afectos) y la orientada
o lo intelectual (cognoscitiva). Hasta hace poco las terapias orientadas emocionalmente constituían la
mayoría de sistemas psicoterapéuticos. Sin embargo, están emergiendo nuevas formas de terapia
intelectualmente orientadas para que el desnivel no sea tan grande. En esta sección se explicarán
brevemente algunas de las nuevas maneras de abordar el aconsejamiento. El propósito de esta discusión
es enseñarle al pastor algunos métodos de consejo, parte de los cuales logre emplear en su ministerio de
aconsejamiento.
1.            Logoterapia. El originador y principal proponente de esta teoría es Víctor Frankl. Su
teoría puede encontrar-se en sus libros: Man’s Search for Meaning (La Búsqueda del Hombre por su
Identidad), Psychoterapy and Existencialism (Psicoterapia y Existencialismo), The Doctor and the Soul
(El Doctor y el Alma), y The Will to Meaning (El Deseo de Identidad). Esta teoría se centraliza en el

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concepto del deseo de ser. Frankl fue prisionero de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y durante ese
período sufrió mucho, y observó a otros sufrir tanto como él. A Frankl le pareció que muchos de sus
compañeros de prisión murieron porque habían perdido el significado de la vida, aun bajo esas
condiciones adversas.
La logoterapia tiene su raíz en la antropología. El hombre es libre de tomar cualquier actitud que
escoja hacia su situación existencial. Puede escoger atribuirle o darle significado y valor a cualquier cosa
que confronte. Este “deseo de (hallar) significado” se vuelve la fuerza motivadora en la existencia
humana.
La logoterapia da un lugar muy grande a la dimensión espiritual del hombre. Es una psicoterapia
personalista que intenta causar un cambio de actitud en una persona hacia su síntoma en vez de tratar
directamente el síntoma. Así que su énfasis es sobre el hombre total.
Aunque Frankl no escribe desde una perspectiva cristiana, el pastor encontrará que la logoterapia
es paralela en un grado considerable al pensamiento cristiano. Donald F. Tweedie, quien estudió bajo
Frankl, ha procurado poner la logoterapia dentro del marco de la teología cristiana. El pastor encontrará
que los dos libros de Tweedie Logotherapy and the Christian Faith (Logoterapia y la Fe Cristiana), y The
Christian and the Couch (El Cristiano y el Diván) ayudan mucho y son lectura interesante.
2.            Terapia de integridad. Esta teoría fue originada por O. Hobart Mowrer, y se puede
encontrar en dos libros: The Crisis in Psychiatry and Religion (La Crisis en la Psiquiatría y la Religión), y
The New Group Therapy (La Nueva Terapia de Grupo). Tiene su centro en dos campos amplios: culpa e
integridad. Desilusionado por la perspectiva freudiana para resolver la culpa, Mowrer, por su experiencia
personal, logró ver que la culpa tiene que resolverse por la confesión. La terapia de integridad busca el
desenvolvimiento de los individuos en personas responsables, por medio de un sistema de franqueza
(diálogo), confesión y por acción positiva. Asegura que cada individuo es una persona responsable con un
sistema de valores. Cuando se viola este sistema de valores (conciencia) el resultado es la culpa. La
solución de la culpa no se hace por represión sino por confesión. La confesión lleva a la restitución.
La terapia de integridad usa mucha terminología cristiana, como culpa, pecado, confesión y
restitución, pero no es en realidad una terapia cristiana. Sin embargo, John W. Drakeford ha sistematizado
la teoría y la ha puesto dentro de un marco cristiano. Su libro, intitulado: Integrity Therapy (Terapia de
Integridad) se recomienda a pastores como ayuda y guía en aconsejar desde este punto de vista, teórico.
3.            Análisis transaccional. Esta teoría originó con Eric Berne, quien escribió:
Transactional Analysis in Psychoterapy (Análisis Transaccional en Psicoterapia). Esta teoría fue
elaborada posteriormente por Paul MacCormick y Leonard Campos en su libro pequeño llamado:
Introduce Yourself to Transactional Analysis (Conozca el Análisis Transaccional), y por Thomas Harris
en su libro intitulado: I’m O.K., You’re O.K. (Yo Estoy Bien, y Tú Estás Bien).
La teoría sostiene que hay tres estados del yo, en cada individuo: (1) el padre, que siente, habla y
se porta como su padre lo hizo; (2) el adulto, el cual clasifica los hechos separándolos de los sentimientos;
y (3) el niño, que siente, habla y se conduce como uno lo hizo cuando era niño. En cualquier momento
dado uno de estos estados del yo, puede ejercer el control. Las relaciones entre las personas se llaman
transacciones (intercambios) entre personas. Las transacciones pueden ser intercambios como de adulto a
adulto, de adulto a padre, de padre a padre y de padre a niño. Cuando las líneas de intercambio no se
cruzan, resultan las transacciones simples, esto es cuando el estado del yo, en una persona, está
relacionado y responde al idéntico estado del yo en otra persona. Transacciones cruzadas es cuando el
estado del yo en una persona, se relaciona y responde a un estado diferente del ego en otra persona,
resultando en una interrupción de comunicaciones.
El pastor encontrará que esta teoría le ayudará mucho al procurar resolver problemas de
matrimonios y de familia, particularmente los primeros. El mejor uso de esta teoría se hace en el
aconsejamiento de matrimonios por grupo.
4.            Terapia de realidad. Este método lo originó William Glasser. En 1965, publicó un libro
intitulado: Reality Therapy (Terapia de Realidad), en el que aparece su teoría. Es una protesta contra el
interés de la psicología freudiana en el pasado. La terapia de la realidad tiene que ver con la realidad del
presente y su énfasis sobre una conducta de responsabilidad. Tiene que ver más con la conducta que con
las actitudes. El fin de la terapia de realidad es capacitar a las personas a funcionar en una conducta
caracterizada por el deseo de aceptar responsabilidad por sus acciones. La terapia de realidad busca

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ayudar a las personas a enfrentarse con la vida tal como es y ayudarles a enfrentarse a las consecuencias
de su propia conducta.
El pastor encontrará que hay mucho en la terapia de realidad que él puede usar en su trabajo de
aconsejamiento. Nos parece que da mejores resultados con personas que tienen un fuerte deseo de
cambiar y que tienen suficiente fuerza en su ego para hacerlo.
5.            Terapia racional. Esta terapia fue fundada por Albert Ellis, pero sus raíces vienen desde
el período griego filosófico cientos de años antes de Cristo. Trata de ayudar a las personas a resolver sus
problemas a través de la razón. Ellis colaboró con Robert Harper y publicó un libro en 1961 intitulado: A
Guide to Rational Living (Guía para una Vida Racional). Este libro señala los postulados básicos de la
teoría racional. La presuposición básica de la terapia racional es que los problemas del hombre son el
resultado de un pensamiento irracional, y que sus problemas se podrían evitar y resolverse haciendo que
su conducta esté de acuerdo con la razón. Sostiene que el hombre puede vivir una vida completa, creadora
y emocionalmente satisfactoria, organizando inteligentemente y disciplinando su manera de pensar.
Aunque este método tiene mucho que ofrecerle al pastor consejero, la teoría tiene también mucho
con lo cual él no puede estar de acuerdo. Hay cuando menos dos razones para esto: (1) Es una perspectiva
humanística, la cual no deja lugar a la dimensión divina; (2) niega el poder de las emociones para
deformar la razón.
EL PROCESO DEL CONSEJO PASTORAL
Si el ministro quiere ser de verdadero servicio a sus feligreses, necesita tener un conocimiento
completo de las técnicas de consejo. Si él no está seguro de lo que es el proceso del consejo pastoral, esto
irá en contra de las posibilidades de su éxito. Por eso tiene que estar bien versado en las técnicas de
aconsejamiento, al grado que se sienta como en “su casa” en el proceso de consejo.
Hay tres factores que afectan la manera en que el ministro aborda el aconsejamiento: (1) sus
actitudes hacia las personas y sus problemas, (2) su interpretación religiosa del hombre, y (3) su concepto
de sí mismo y su actuación como ministro. Estos factores determinan el curso y la calidad del proceso de
aconsejamiento.
Si el ministro da por sentado que él vale más, que es más inteligente y que tiene más fuerza moral
que sus feligreses, quizás tome una actitud autoritaria al aconsejar. Tal vez se vea tentado a dar consejos
en vez de lo que es propiamente el aconsejamiento. Quizá quiera manipular la entrevista haciendo
preguntas directas, dando interpretaciones y ofreciendo soluciones y respuestas de cajón. Carroll Wise
advierte, “El tendrá que confrontar la tentación a demostrar verbalmente su conocimiento superior y
resolverla en sí mismo. La mayor razón para esta demostración (de ese conocimiento superior) es la
satisfacción del ego que le da al consejero.” El pastor no debe ser agresivo, porque hay un daño muy
considerable que se le puede hacer al feligrés al forzarlo, al interrogarlo y al confrontarlo con más de lo
que él puede soportar. Forzar al aconsejado a que acepte ciertas interpretaciones puede crear un ataque y
hostilidad.
Según Karl Stolz, “En su connotación más pura, aconsejar es… una forma de interacción
creadora. Es más que un intercambio de opiniones.” Así que debe ser una empresa de cooperación en que
haya más que sólo hablar; tendrá que ser una transmisión de experiencias en términos de lo que
significan. “Lo importante no es lo que el consejero hace para el aconsejante; lo importante es lo que pasa
entre los dos.” Esto es el corazón del verdadero consejo. May lo llama la llave al proceso de aconsejar.
La comunicación es más que la conversación. Las expresiones faciales, la postura de cuerpo, los
gestos y otros tipos de conducta son también vías de comunicación. El ministro tendrá que saber qué es lo
que le quieren decir aun los gestos silenciosos.
La labor del consejero no es la de interpretar, sino de ayudar al aconsejado a hacer sus propias
interpretaciones. Esto quiere decir que el consejero tendrá que ser un experto en captar, en intuir, y debe
estar dispuesto a dejar que el aconsejado desarrolle su propia intuición. Wise llama a la intuición “la meta
del aconsejamiento”. A una persona con sentido de culpabilidad habrá que permitirle encontrar una
completa liberación de ésta al comunicarse con su ministro, quien ha creado una atmósfera de aceptación
y entendimiento. El pastor consejero tendrá que cuidarse para no dar una seguridad verbal a su
aconsejado. Algunos psicólogos insisten en que estas experiencias de tranquilidad son realmente
expresiones de las propias ansiedades del consejero. La seguridad “no se trasmite por el consejero, sino
que es más bien el resultado de los dos (consejero y aconsejado) tratando juntos en un intento de

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encontrar un sentido más profundo de realidad positiva en las experiencias del aconsejado.” La
tranquilidad viene como un resultado de compartir una experiencia entre el pastor y su feligrés.
El pastor debe evitar el imponer sus convicciones sobre su aconsejado. Esto no es conveniente,
porque hace que el consejero antes que el aconsejado sea el punto focal en la situación de aconsejamiento.
Hiltner dice, “Es un error si (el aconsejamiento) se hace en forma de explotación o de coerción, porque tal
acción hará a un lado la dignidad inherente de la persona. Bonnell lo expresa de este modo: “Toda
intimidad que se le da al consejero, éste ha de recibirla con espíritu de plena comprensión. No es su labor
ser el juez de la gente.” Deberá desarrollar una actitud tal que nunca se sorprenda por lo que le digan en
confianza. Bonnell ha dado algunos principios generales para el pastor consejero, que son dignos de
consideración:

1.            Pocas personas, ya sean feligreses o extraños, que vienen a


hablar con el ministro, presentan al principio con franqueza y
claridad la realidad del propósito de su visita.
2.            Oiga con paciencia al feligrés que ha venido a hablar con
usted.
3.            No acepte el diagnóstico que el feligrés le exprese a usted de
su propio problema.
4.            Familiarícese con los problemas de sus feligreses, a fin de
desarrollar una penetración de sus necesidades básicas.
5.            Toda revelación que se le haga a usted en entrevista personal
debe mantenerse inviolable.

La actitud del ministro hacia sus feligreses debe ser una actitud de respeto. A medida que ellos
aprenden a confiar en él, él también debe confiar en ellos. Su actitud constante hacia ellos debe revelar
que tiene fe en la humanidad y en el bien que reside en los seres humanos.
FUNCIONES DEL ACONSEJAMIENTO
1.            Escuchar. El consejero debe dejar que la historia del aconsejado proceda con
naturalidad, sin inyectar dominación o coerción alguna. Cuando el pastor intenta que el problema “nazca
mediante una operación cesárea”, hay la posibilidad de lastimar al paciente. El nacimiento natural de la
historia es más lento, pero ofrece mucho menos peligro. El aconsejado experimenta una forma de sanidad
mientras relata su historia de acuerdo a su propio paso. A muchas personas no les es fácil cambiar de su
aislamiento a la intimidad. Cuando el consejero procura acelerar este cambio, aumenta la ansiedad del
aconsejado en lugar de reducirla.
Cuando el pastor está escuchando bien, es llevado por la corriente de emociones del aconsejado.
Como el hombre que flota en un río que no es muy profundo, puede dejar que la corriente lo cargue y al
mismo tiempo “tocar el fondo”. Asimismo, él puede sentir las emociones del aconsejado sin dejar que lo
inunden. Puede ser llevado, pero sin ser dominado por ellas.
Muchas personas no son buenos oyentes. Solamente un porcentaje pequeño de lo que se dice es
escuchado. Sin embargo, millones están muriéndose (emocionalmente) porque no se les ha escuchado.
Una mujer, frustrada porque su esposo no la escuchaba, hizo esta dramática declaración: “Ya nadie
escucha a nadie”. Ella casi tenía razón. Nuestro más grande medio de contacto interpersonal es hablar.
Cuando se escucha lo que dice una persona cierta terapia ocurre; cuando no se le oye, viene la frustración.
El pastor está en posición de ayudar a las personas simplemente escuchándolas.
Lamentablemente muchos pastores no saben escuchar. Lo cual es fácil de entender, al recordar que su
mayor preparación es para comunicar, no para escuchar. Sus amplios estudios en los campos bíblicos,
teológico e histórico, como también su preparación en muchos de los campos prácticos, lo equipan a
comunicar sus conocimientos a otros. Ciertamente esto es de vital importancia. Pero aunque su
efectividad en el púlpito depende de su habilidad para comunicar (comunicar la verdad) mucho de su
éxito en la iglesia depende de su capacidad de escuchar.
Muchos pastores no pueden hacer fácilmente la transición entre hablar y oír. Al fallar en este
particular, impiden o casi destruyen su éxito al tratar de aconsejar.

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Casi las únicas personas que verdaderamente oyen a otros en nuestra sociedad, son los
psiquiatras, los psicólogos y los consejeros, y a ellos se les paga considerablemente por sus servicios.
¡Oidores pagados!
El consejo del pastor no puede ser mejor que su información. Solamente hay una
persona que tiene cierta información que el pastor necesita: el aconsejado. El único modo de
recibir esta información es oyendo. El consejo de Shakespeare, “Dale a cada hombre tu oído, y
a pocos la voz”, se aplica especialmente al pastor consejero. El pastor que escucha aprende.
Cuando un pastor consejero está hablando, el aconsejado está aprendiendo poco y el pastor
no está aprendiendo nada.
Algunos africanos se expresaron así acerca de un misionero: “Tiene orejas suaves”. El
oído suave puede ser una de las más grandes posesiones del pastor consejero. Y aunque
estamos de acuerdo en que el pastor debe tener más que un “oído atento” debe ver el valor de
escuchar, y debe escuchar con exactitud como el fundamento en que descansa el resto de su
arte de aconsejar.
Una mujer se quejó de su esposo con su consejero. “El no oye con su corazón.” No
todos los oidores “sin corazón” se encuentran en los hogares de los feligreses; algunos están
en las oficinas pastorales. El oír con el corazón permite al pastor oír gemidos silenciosos y ver
las lágrimas invisibles. El arte de escuchar, de un pastor dado, no está completamente
desarrollado sino hasta que no solamente oye lo que se le dice, sino también lo que no se le
dice.
Un error común es el de oír más rápidamente de lo que el aconsejado está hablando.
En esta forma el consejero se adelanta al aconsejado y principia a derivar conclusiones sobre
lo que piensa que el aconsejado va a decir. El aconsejado sabe que el consejero no “está con
él” y se sentirá frustrado mientras intenta hablar de su problema.
2.            Responder. Ya hemos dicho que escuchar es el fundamento sobre el cual
descansan todas las técnicas del consejero. Una de estas técnicas es la de responder.
Respondiendo propiamente a su conversación, el aconsejado siente que su pastor en verdad le
ha oído. Esto sucede cuando el pastor responde a lo que se ha dicho de tal manera que pueda
proyectar lo que siente, al menos en cierto grado, como el aconsejado siente. A esto se le llama
empatía. La empatía se ha definido como, “Tu dolor en mi corazón”. Sin embargo, la empatía
que uno siente no es suficiente. Debe comunicársele al aconsejado. Esta es la técnica de
responder.
El responder le comunica al aconsejado la idea, “sí, yo sé cómo se siente” o, “Sí, yo
también he estado en esa situación”. Este proceso de oír y responder puede ser muy
terapéutico para el aconsejado. Esto no quiere decir que todos los problemas se resuelven por
el proceso de oír y responder; pero, quiere decir que esto forma un vínculo entre consejero y
aconsejado, del que puede nacer una relación benéfica. Aconsejar no es tanto una
identificación de mentes como de sensaciones. La función del aconsejamiento no es lograr que
los feligreses se enteren en qué condición está el pastor; sino saber en qué condición están
ellos. Esto se obtiene principalmente escuchando sus sentimientos y respondiendo a ellos.
3.            Apoyar. Otra función del consejero es apoyar, término que aquí usamos con
varias definiciones tales como: sostener, llevar el peso o fuerza, soportar o evitar que uno se
hunda. Todas estas definiciones son aplicables a la actuación del ministro. Muchos vienen a su
ministro con una carga tan grande que ya no pueden soportar. Su función es la de ayudar a su
feligrés sosteniéndole, elevándole y evitando que se hunda. Esto no quiere decir que él asume
todo el peso y responsabilidad de los problemas de sus aconsejados. Pero sí que le ayuda a
soportar su carga en tanto que llegan mejores tiempos para ellos, a través del aconsejamiento
y tratando con sus problemas. El pastor dedicado ayuda con alegría y decisión a llevar esas
cargas porque en verdad le interesan sus feligreses.
4.            Aclarar. Otra función del aconsejamiento es la de ayudar a aclarar la
naturaleza del problema de su feligrés. En muchos casos esta aclaración se necesita porque el
feligrés ha estado tan cerca de su problema que ha perdido su perspectiva en relación con él.
Está tan hundido en él que no puede verlo objetivamente. Los problemas profundos evocan
emociones profundas que con frecuencia le impiden al feligrés ver aquello que el pastor puede

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ver fácilmente. La emotividad del feligrés afecta negativamente su razón. Se ve impulsado por
la emoción en vez de ser guiado por la razón. Aquí la actuación del pastor es doble: (1) Reducir
la emotividad dejando al feligrés ventilar sus sentimientos; y (2) aumentar la racionalidad
ayudándolo a examinar con la prueba de la realidad su condición emotiva.
Habrá que obtener la aclaración del problema si se quiere una adecuada solución. De
otro modo el intento del feligrés de resolver su problema resultará en tomar un camino incierto
hacia un destino indefinido.
5.            Interpretar. Este es un proyecto combinado del pastor y el feligrés. Incluye
tener un entendimiento de lo que es el problema, qué lo ha causado, cómo ha afectado al
aconsejado, y qué dirección general habrá que tomar hacia su solución. Esta es una etapa
crucial en el proceso de aconsejamiento.
6.            Formular. Esta función del aconsejamiento consiste en ayudar al feligrés en la
formulación de una solución de su problema. Este proceso será doble: (1) Una formulación de
actitud, y (2) una formulación de acción. La formulación de actitud incluirá un nuevo modo de
reacción y conducta. Debe haber un cambio de actitud antes de que haya un cambio de acción.
El cambio de actitud es intrapersonal en naturaleza mientras que el cambio de conducta es
generalmente interpersonal.
Hay que señalar que en la función de formulación, el papel del pastor es el de ayudar.
Tiene que darse cuenta de que es problema del feligrés y no de él; por tanto el feligrés mismo
tiene que formular la solución del problema, con la ayuda del pastor. Ocasionalmente, es
posible que la solución propuesta a cierto problema sea principalmente el trabajo del pastor,
pero el feligrés tiene que aceptarlo como “suyo propio” en el sentido de que ve la validez de él y
esté dispuesto a utilizarlo. Así lo adopta y se convierte en suyo.
El pastor tiene que evitar la práctica de andar dando recetas como soluciones a los
problemas de sus feligreses. Esta manera de abordar los asuntos niega la validez de una
perspectiva de cooperación, y tiende a facilitar que el pastor imponga planes de afuera antes
que permitir que aparezcan del fondo mismo de la relación de consejo.
7.            Guiar. La última función del pastor consejero es la de guiar al feligrés hacia
una meta, usando el mapa que fue creado durante el proceso de formulación. En los primeros
escalones del viaje del feligrés, tal vez el pastor tendrá que estar muy activo en su actuación
como guía. A medida que su feligrés progresa hacia su meta, el pastor tomará menos parte
hasta que finalmente su ayuda no será necesaria.
Y siendo que su meta final para sus feligreses es el crecimiento, la madurez y la
totalidad, el pastor consejero está buscando siempre cómo perder su trabajo a base de
solucionar el problema. Esto es, tal es el cambio operado en sus feligreses, que ya el pastor no
es necesitado del mismo modo que lo necesitaban cuando estaban en crisis.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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6. La Entrevista de Aconsejamiento

LA NATURALEZA DE LA ENTREVISTA
El pastor debe tratar de recabar tanta información como sea posible de su aconsejado y de su
problema. Esto se hace primordialmente en una entrevista. La técnica de la entrevista es ya vieja, pero no
conocemos una técnica más fundamental y valiosa. Por cuanto uno de los más grandes propósitos de la
entrevista de consejo es ayudar al aconsejado a desarrollar mejores planes para el futuro, es importante
que el pastor se dé cuenta de que en efecto, está ayudando a modelar el futuro de sus aconsejados. Tendrá
que darle mucha atención a cómo se relaciona él mismo con la tarea de la entrevista, dándose cuenta de
que ésta afectará las acciones futuras de su feligrés. Paterson, Schneidler y Williamson dicen:

La entrevista continúa siendo el aspecto más subjetivo del


procedimiento en diagnosticar. Sin embargo, a pesar de sus
limitaciones, es un paso indispensable en el programa de guiar. Su
propósito es triple. Incluye el reunir todos los hechos pertinentes
disponibles, hacer un diagnóstico sobre la base en la evidencia y
formular un plan apropiado de acción de acuerdo con el diagnóstico.

La entrevista, en su estado más refinado, es semejante al arte—una destreza desarrollada del


entrevistador, la cual se manifestará en su forma diestra de escuchar, de observar y de hablar.
Generalmente, es mejor que el pastor le dé a su aconsejado un poco de tiempo para que se oriente
a la relación de consejo antes de principiar a hablar de su problema. Esto se puede obtener principiando la
entrevista con una referencia acerca del juego de pelota reciente, o haciendo una observación acerca del
tiempo, o hablando sobre alguna cosa de interés o algún pasatiempo del feligrés. Este elemento de la
entrevista no debe tomar mucho tiempo; así que después de darle atención breve al tema introductorio, la
entrevista debería proceder lenta y naturalmente al problema que confronta el aconsejado.
El pastor consejero principiante debe tener cuidado de no dar por hecho que el problema
presentado (la expresión inicial del problema) es en verdad el problema o que es todo el problema.
Algunas veces el consultante usa el problema, tal como él lo presenta para examinar al consejero. En
estos casos puede ser un intento premeditado de ver cómo reacciona el pastor, o también puede ser una
manera del feligrés para ver cómo responde el pastor. A veces, el problema presentado es un intento
premeditado para esconder del pastor un problema más profundo. Sin embargo, en la mayoría de los
casos no es intencional, sino inconsciente.
El pastor necesita saber que el problema expuesto quizá sea como una montaña flotante de hielo,
de la que sólo una séptima parte está al descubierto y las otras seis séptimas partes están sumergidas. Si el
pastor ataca el problema tal como se presenta al principio nunca confrontará el problema completo.
Cuando pasa esto, el feligrés se irá todavía frustrado y el pastor creerá falsamente que ya resolvió el
problema.
Es importante darle al aconsejado todo el tiempo que necesite. Esto permitirá expresar
completamente su problema y en el proceso, proveerá un descanso emocional necesario. Si se le permite
al aconsejado esta clase de expresión libre, él sentirá que el pastor no lo está forzando. Esto también le
ayudará a sentir que puede confiarle. Si lo está apurando o forzando, el aconsejado quizá se calle y el
problema no sólo no se resolverá sino que se hará más profundo. Si el aconsejado cae en un período de
silencio, el pastor no debe alarmarse o preocuparse por la falta de progreso. Muchos escritores han dicho
que este silencio puede ser un modo de forzar el problema a que salga a la superficie. Por tanto, los
períodos de silencio, y los momentos que le siguen inmediatamente, pueden ser una parte muy
significativa de la entrevista.
Una vez que el problema ha sido adecuadamente presentado y los dos están convencidos que es
el verdadero problema, pueden trabajar juntos hacia la solución. La técnica básica que se necesita en el
consejero es la capacidad de hacer preguntas pertinentes y con sentido, cuyas respuestas den las causas
del problema del aconsejado. La entrevista tiene que tener una meta. “Si queremos lograr mucho, se
necesitará una clasificación de los objetivos, de otra manera la entrevista caerá en un período de conver-
sación inútil.”

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Hacia el final de la entrevista, es conveniente y necesario un resumen del progreso adquirido.
Este resumen será iniciado y dirigido por el pastor, pero en realidad hecho por el aconsejado. Esto dará
mayor claridad a ambos sobre lo que se ha hecho y lo que falta por hacer.
Shostrom y Brammer sienten que la parte más importante de la entrevista es la etapa de hacer
síntesis. Esta etapa es la que cristaliza toda la información recibida en la entrevista en un plan de acción
definido. Erickson está de acuerdo, y añade que el aconsejado debe irse con algunos planes para acción y
con alguna decisión de llevar a cabo estos planes en su programa de acción. El aconsejado debe irse con
un sentido de satisfacción sabiendo que su consejero lo ha ayudado, tanto a ver su problema
objetivamente como a encontrar la solución.
Erickson concibe la técnica de la entrevista como un servicio profesional muy delicado. Esta
técnica se obtiene solamente con un cuidadoso estudio y mucha experiencia. El pastor necesita desarrollar
flexibilidad y como las personas son distintas, también las técnicas de la entrevista serán distintas. El
consejero que desarrolla esta cualidad de adaptación (a la diversidad de situaciones) habrá dominado su
problema principal en su entrevista de éxito.
Hahn y MacLean dicen: “A pesar de que la entrevista es tan antigua en la historia profesional, ha
sido sujeta relativamente a poca investigación de tipo crucial.” Con el desarrollo continuo en la
investigación y metodología de la entrevista, tal vez esta información abrirá áreas desconocidas e
inexploradas hasta ahora en el campo de aconsejamiento, que ayudará inmensamente al pastor en su
función de ministerio de aconsejamiento.
EL LUGAR PARA CONSEJO
Aunque el sitio para el aconsejamiento es un asunto importante, no es de primordial importancia.
Mucho se ha escrito acerca del lugar ideal, dando al lector la impresión de que si no se puede conseguir lo
ideal, la relación de consejo no podrá ser efectiva. Aunque el ideal es de desearse, está muy lejos de ser lo
necesario. Hay dos factores primordiales que recordar: (1) debe haber una situación privada hasta lo
máximo posible, un “máximo de aislamiento” y (2) debe haber un mínimo de interrupción. “El máximo
de aislamiento” quiere decir que las cosas que se están discutiendo, las oyen solamente el consejero y el
aconsejado. “El mínimo de interrupción” quiere decir que el proceso de aconsejamiento debe proceder sin
intrusiones abruptas que hagan difícil para el aconsejado hablar libremente y para el consejero escuchar
libremente.
Es posible establecer una relación de consejo en varios lugares, como el estudio del pastor o en
otra parte del templo, en la casa del aconsejado o del pastor, en un automóvil, en un restaurante o en el
campo.
1.            En el estudio. De acuerdo a las dos consideraciones arriba mencionadas, es posible que
el mejor lugar para el aconsejamiento sea el cuarto de estudio del pastor. Aunque no hay garantía de que
éste ofrezca un máximo de aislamiento y un mínimo de interrupciones, la posibilidad de ambos factores
allí es mayor que en cualquier otro lugar debido al factor de control.
Si un visitante llama a la puerta, el pastor puede tratar el asunto en unos cuantos segundos o, si
no, simplemente decir: “Estoy en conferencia en este momento. ¿Podríamos hablar después?” Del mismo
modo, si su teléfono suena durante la entrevista de consejo, esa interrupción se puede resolver
rápidamente. En los casos en que tiene secretaria, ésta puede interceptar a los visitantes y las llamadas por
teléfono, para que el proceso de aconsejamiento continúe en completo aislamiento y sin interrupciones.
2.            En la iglesia. El consejo pastoral se puede hacer en la iglesia misma, pero hay siempre
la posibilidad de ser interrumpido por una maestra que llegue a arreglar su cuarto para la próxima lección
del domingo, o la organista o pianista que viene a practicar, el conserje a hacer sus faenas, o un repartidor
que trae los materiales de la iglesia. Por el otro lado, el feligrés siente que otras gentes, además del pastor
están oyéndolo, por cuanto está en un edificio público, abierto a cualquiera y en cualquier tiempo.
3.            En el hogar. El consejo pastoral se puede hacer en el hogar del feligrés, pero aquí
también hay las posibilidades de falta de aislamiento y de interrupciones. En cualquier momento pueden
llegar otros miembros de la familia, o puede sonar el teléfono o un vecino llegará de visita, o un vendedor
llamará a la puerta. Donde hay niños pequeños se vuelve extremadamente difícil para una relación de
consejo sin interrupciones.

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4.            En la casa pastoral. Esta ofrece un lugar posible para la entrevista de consejo, pero
muchas personas no quieren ir allí, particularmente las mujeres, porque sienten que están entrando en el
dominio privado de otra mujer. Además, si se han de discutir asuntos que debe saber solamente el pastor,
el feligrés quizá no se sienta libre para “explayarse completamente” aún si los miembros de la familia del
pastor no están en el cuarto, sino en otras partes de la casa.
5.            En un automóvil. El aconsejamiento se puede hacer también en un automóvil, pero no
ofrece el mejor lugar para una buena relación de consejo. Se está a la vista de todos y las posibilidades de
interrupción son enormes. Además, estos lugares de consejo son adecuados solamente a miembros del
mismo sexo del pastor pues de otro modo creará sospecha, reflejando dudas sobre el carácter del pastor y
del feligrés.
6.            En un restaurante. El consejo pastoral puede hacerse en un restaurante, o en otro
edificio público, pero hay desventajas grandes en hacerlo, precisamente por las razones ya mencionadas.
7.            En un campo. Mucho se ha dicho en favor de dar consejo pastoral cuando el pastor va
de cacería o de pesca o en alguna otra clase de excursión con alguno de sus adultos o jóvenes.
Generalmente, el consejo puede continuar con calma bajo las condiciones de aislamiento e intimidad.
Sabio es el pastor que pueda convertir un tiempo de placer en una actividad genuina de relación de ayuda
a sus feligreses.
FACTORES FISICOS
Suponiendo que el pastor elija hacer la mayoría de sus consultas en su estudio, puede lograr
mucho a muy poco costo, para que el lugar de consejo sea agradable. Si el pastor participa de la
construcción y los planes de su estudio, debe darle atención a varias cosas: (1) la puerta del estudio debe
ser puesta de modo que al abrirse, no revele al consultante que está dentro; y (2) el cuarto debe estar a
prueba de ruido de ser posible, (con alfombras y cortinas, si se puede); (3) no debe ser ni muy grande, ni
muy pequeño; (4) y debe arreglarse de tal manera que el pastor pueda sentarse en otro lugar que no sea
atrás de su escritorio durante la consulta; (5) las sillas deben ponerse de modo que ni el pastor ni el
feligrés tengan enfrente la luz del sol; (6) la iluminación debe ser un poco baja y arreglada para que ni al
pastor ni al feligrés les dé directamente; y (7) el estudio debe tener una entrada fácilmente identificada y
accesible desde la calle. Si la iglesia tiene secretaria y una oficina para ella, la oficina debe estar situada
de tal manera que sea un cuarto de recepción para el estudio del pastor.
El pastor debe darle atención también a las sillas en las que sus consultantes se sentarán. Deben
ser cómodas, de preferencia con brazos, y un tanto erectas y rígidas.
La oficina o estudio debe estar en orden y limpio. El escritorio del pastor debe estar limpio de
papeles, cartas y libros para que el feligrés no sienta que está interrumpiendo el “trabajo” del pastor. (El
aconsejar es su trabajo como cualquier otra cosa que él haga). En fin, el estudio debe estar bien arreglado
y amueblado, la atención del pastor y su actitud deben ser tales como para sugerirle al feligrés que es
bienvenido y que tiene “derecho” a una entrevista de consejo.
FACTORES PSICOLOGICOS
Si ha de obtenerse una relación en las situaciones de aconsejamiento, el pastor debe darse cuenta
de los factores psicológicos presentes en la relación de consejo. El pastor debe recordar que en muchos
casos el consultante viene con timidez. Esto tal vez sea una característica de su personalidad, o a un
sentido de temor, o a la falta de información sobre “lo que le pasará” o “qué será lo que el pastor hará”.
Quizás sea sólo cuestión de vergüenza debido a que, en realidad, el hecho de que está aquí ante el pastor,
es evidencia de su incapacidad para enfrentarse a su problema. Estos elementos deben enseñarle al pastor
la necesidad de crear una condición de amistad y sin restricciones que reduzcan la tensión, el temor y la
ansiedad del feligrés.
Cuando dos personas se encuentran por primera vez, formulan su propia opinión la una de la otra,
opiniones que son alteradas o aprobadas más tarde. Si en la reunión inicial el aconsejado forma opiniones
contrarias, el proceso de consejo irá más lento hasta que se establezca una relación de trabajo. Le será de
ayuda al consejero examinarse el mismo al principio de cada entrevista para que haya el mínimo de
obstáculos de opinión.
El feligrés debe recibir la impresión de que su problema es el trabajo más importante, y el único
trabajo del consejero en este momento. Esto le ayudará a entrar en un intercambio saludable de ideas y

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pensamientos. Hahn y MacLean ven el establecimiento de relación * como una responsabilidad mutua del
consultante y del consejero.
Dicen:

De parte del consultante incluye el desarrollo de un sentido de


quietud nacido de una confianza creciente en la competencia, interés,
conocimiento y destreza del consejero, y en un sentido de libertad para
revelar tantos eventos y hechos como emociones. De parte del
consejero significa tratar al consultante como un adulto responsable y
ser considerado en cuanto a sus actitudes y sentimientos.

La mayoría de los pastores no consideran necesario tomar notas durante la sesión de consejo.
Aunque esto se hace regularmente en las clínicas o centros de aconsejamiento, no se recomienda a los
pastores consejeros. Esto es por varias razones; (1) la mayoría de pastores consejeros conocen a sus
feligreses y sus problemas tan bien, que no necesitan tomar notas, (2) algunos feligreses no quieren que
sus pastores conserven los aspectos íntimos de sus vidas en forma escrita; y, (3) el tomar notas puede
distraer tanto al pastor como al feligrés. Sin embargo, si el aconsejamiento del pastor es mucho y variado,
y su memoria es tan raquítica, que crea necesario tomar notas durante la entrevista, puede hacerlo pero sin
intentar hacerlo “a escondidas” del consultante.
En muchos casos el pastor puede escribir sus datos después de la entrevista, evitando así los
aspectos negativos de tomar notas ya mencionadas. Cuando se toman notas de una entrevista, el pastor
debe conservarlas cuidadosamente, y estar seguro de que él es el único que tendrá acceso a ellas, excepto
cuando tenga la aprobación escrita de la persona implicada para su divulgación.
Lo que se ha dicho acerca de tomar notas también se puede decir acerca de cintas grabadas en
una entrevista. Muchos pastores no considerarán necesario o conveniente el conservar sus entrevistas en
cintas. Sin embargo, si algún pastor lo hace, debe hacerlo sólo con el conocimiento y consentimiento del
feligrés y debe tenerse un gran cuidado de conservar la anonimidad y el secreto del individuo.
Aunque el lugar de consulta es importante, es necesario que se entienda que la cosa más
importante es la relación de consejo. Si la relación entre el pastor y el feligrés es fuerte y positiva, puede
celebrarse una sesión fructífera aún en las circunstancias más adversas. Por el otro lado, si la relación no
está caracterizada por un entendimiento franco de relación y confianza, el resultado será de muy poco
valor aunque la consulta se lleve a cabo en un lugar ideal. Aunque el pastor no logre hacer su
aconsejamiento bajo condiciones ideales, siempre puede crear un clima de interés, y esta es la
circunstancia que de veras importa.
LO QUE NO SE SABE ACERCA DE ACONSEJAR
Aunque hay muchas cosas que sabemos acerca de aconsejar, hay algunas cosas que no sabemos.
Estas son algunas de ellas:
1.            No sabemos exactamente qué es lo que ayuda a las personas a resolver sus problemas.
Estamos seguros que no es la técnica que el consejero usa. A medida que uno lee la literatura de
aconsejamiento y aprende los varios estilos y técnicas que se están empleando, se puede ver que hay un
amplio campo de métodos. La mejor deducción a la que uno puede llegar es que la razón por la cual la
persona recibe ayuda es la relación que ella establece con el consejero. La mayoría de libros sobre este
campo que uno lee afirmará esto, pero debe señalarse que esto no puede probarse científicamente.
2.            No se sabe por qué la persona cambia. Es probable que sus heridas lo fuercen a buscar
una existencia caracterizada por menos dolor y más placer. Esto parece ser una deducción válida, pero es
sólo una suposición.
3.            Tampoco se sabe cómo la persona cambia. ¿Hay alguna forma de mecánica de cambio
que reside en el interior de la persona? A esto, tampoco encontramos respuesta.
4.            Y no se sabe si debemos abordar un caso dado primordialmente mediante una
modificación de la conducta o por una modificación del medio ambiente. Aunque en muchos casos será
necesario el cambio de los dos, el problema es saber cuál de éstos debe seguirse primero y en qué área
recibirá la mayor atención durante el proceso de aconsejamiento.

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5.            No se sabe por adelantado qué tan directo o indirecto debe ser el consejero en un caso
dado. La literatura de este campo sugiere que las personas jóvenes, las menos maduras y con menos
conocimientos recibirán mejor ayuda por un aconsejamiento más directo, en tanto que una persona de
más edad, madurez o educación, responderá mejor al método indirecto. Sin embargo, todo consejero con
experiencia sabe que esta teoría no siempre da buen resultado. Esto quiere decir, entonces, que la relación
precede a la técnica y que la sesión de consejo misma dictará cuál es la mejor técnica, con una persona
dada en un tiempo dado.
6.            No se sabe si hay una correlación directa entre la cantidad y el tipo de preparación del
consejero y su éxito en el consejo. Por supuesto, se cree que hay tal correlación directa, y este libro ha
sugerido que tal correlación existe. Sin embargo, no hay una verdadera forma de probar que sea así. Los
estudios han demostrado que han obtenido mucho éxito esas personas designadas como “consejeros
laicos”, cuya preparación es limitada.
Por cuanto hay tanto que no se sabe acerca del aconsejamiento, la empresa debe abordarse con
mucha modestia. No debemos aferrarnos a opiniones preconcebidas; al contrario, uno debe estar
dispuesto a despojarse de ellas en cualquier tiempo cuando la evidencia haya demostrado que no son
correctas.
ALGUNAS COSAS QUE EL PASTOR CONSEJERO NO DEBE HACER
1.            No apure al consultante.
2.            No pida inmediatamente una aclaración en algún punto si el consultante está hablando
libremente. El asunto puede aclararse después.
3.            No dé por hecho que la razón es más fuerte que la emoción en la persona que está
pasando por una crisis.
4.            No busque información que no es necesaria o que no será usada.
5.            No se muestre escandalizado con ningún problema que se le presente.
6.            Procure no probarle al consultante que él está correcto o equivocado.
7.            No intente forzar al consultante a que acepte ciertos valores éticos o morales.
8.            No dé por sentado ni diga que usted sabe la solución de todos los problemas que le
traigan.
9.            No dé por sentado que se espera que usted sepa la solución de cada problema que le
presentan.
10.          No tenga miedo de recomendar al consultante algún consejero profesional si usted no
puede ayudarle.
ALGUNAS COSAS QUE EL PASTOR CONSEJERO DEBE HACER
1.            Recuerde que el consultante le ha ofrecido una invitación de intimidad que requiere que
usted aborde su problema con tanto tacto y competencia como se pueda.
2.            Reconozca que usted nunca debe traicionar la confianza que ha depositado esa persona
en usted.
3.            Debe ser comprensivo, compasivo, e interesado en el consultante.
4.            Escuche mucho y hable poco.
5.            Debe estar atento a lo que se dice y a lo que no se ha dicho.
6.            Recuerde que la frustración de su feligrés ha causado en él una subjetividad que tiene
que ser diluida por la objetividad de usted.
7.            Usted debe creer que su consultante es normal hasta que se convenza de que no lo es.
8.            Debe creer en la capacidad de usted de ayudarlo hasta que se compruebe lo opuesto.
9.            Busque conceptos torcidos acerca de Dios que su consultante pudiera tener.
10.          Mantenga un punto de vista bíblico del hombre.

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8. Aconsejamiento Matrimonial

Al pastor contemporáneo se le busca para varios tipos de aconsejamiento: religioso, social,


personal, vocacional, educacional, pre-marital. Muchos ministros principiantes se molestan al darse
cuenta de que el tipo de consejo para el cual están bien preparados—el religioso—no es el tipo de consejo
para el cual son llamados más frecuentemente. Probablemente descubran que se les busca más para dar
consejo en problemas matrimoniales y familiares que de cualquier otro tipo. Y esto les preocupa, porque
ni su experiencia ni su educación los ha equipado para ministrar efectivamente como consejeros en estas
áreas. No pocos desearán haber tenido sus títulos en psicología o sociología y aún los que recibieron esos
títulos desean haber oído mejor y haber estudiado más. Con frecuencia sus ex-maestros en el seminario o
universidad les oyen la queja: “¡Nunca soñé que las gentes tuvieran tantos problemas y que sus problemas
fueran tan complejos! ¡Necesito ayuda!”
Este capítulo tratará con algunos de los aspectos principales de esta clase de consejo.
Se espera que le dé al lector cierta intuición e información al tratar con este tipo de
aconsejamiento tan difícil pero que al mismo tiempo trae tantas recompensas.
PRESIONES DE LA SOCIEDAD SOBRE EL MATRIMONIO
De todas las relaciones interpersonales el matrimonio es la más compleja. Y lo es
porque la dimensión efectiva de la personalidad está relacionada más en el matrimonio que en
ninguna otra relación. No es una cosa sencilla para dos personalidades separadas y distintas el
volverse una, al mismo tiempo que mantienen su identidad. El tratar de hacerlo en una
sociedad que, por su misma naturaleza y valores, pone enormes presiones a las relaciones de
matrimonio, complica más el problema. Estas fuerzas externas tienen su modo de introducirse
en las relaciones de matrimonio, complicando así una situación de por sí tan delicada y
compleja. Algunas de estas presiones sociales son:
1.            El desgaste de los valores morales. Ya no hay una definición universal bien
clara de moralidad. Hemos llegado a un período como el de los jueces bíblicos cuando “cada
uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). Para millones de personas en la sociedad
contemporánea, cosas como el adulterio, la homosexualidad, el aborto, y el divorcio son
asuntos sobre los que ellas tendrán que decidir—y su evaluación es final—si son correctos o
no. Para ellos no hay normas universales y externas que gobiernen la conducta.
2.            La importancia que se le da al materialismo. Peter Marshall llamó al
materialismo, “el anzuelo con la carnada de seguridad”. Emerson dijo: “El problema con el
dinero es que cuesta mucho”. Parte de ese costo es la pérdida de la vida de un matrimonio que
desesperadamente pero sin éxito insiste en pagar algo para lo cual nunca tuvo dinero y no
debió comprar. La búsqueda de seguridad y el deseo por las cosas puede hacer que las
personas den su atención y pongan valores en las cosas que pueden destruir la relación
matrimonial en vez de conservarla. Al matrimonio debe acercarse uno cualitativa y no cuantita-
tivamente.
3.            La confusión de roles entre esposos. Esto es un resultado de que ya no hay
una distinción bien clara entre el trabajo del hombre y el trabajo de la mujer. En millones de
hogares hay dos que traen el “pan a la casa” en lugar de uno. Esto quiere decir que lo que una
vez fue claramente el trabajo (y por tanto la autoridad y responsabilidad) de uno se ha
convertido en la tarea compartida de ambos. Esto da por resultado que las parejas no saben el
verdadero papel de cada uno y los niños no saben la verdadera actuación de sus padres.
4.            El valor que se le ha concedido a la juventud y a la atracción física. El hogar
moderno está siendo continuamente bombardeado por la prensa a través de los ideales
gemelos de la sociedad: la juventud y la atracción física. El mensaje que transmite es que la
persona “vieja” (mayor de 30 años de edad) y el feo (menos que bien parecido) no son
deseables. Esto es lo que nos comunican los periódicos, revistas, carteleras, radio, televisión, y
está afectando a los matrimonios modernos más de lo que ellos reconocen.
FUNCIONES DEL CONSEJERO MATRIMONIAL

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1.            La primera función del consejero matrimonial es oír las angustias que los
consultantes están sintiendo. En muchos casos estos dolores son intensos, de larga duración, y
no se han expresado a una tercera persona. La razón por la cual el consejero necesita oírles,
es que el consultante siente que su compañero no le ha oído verdaderamente. Los intentos de
ser oído por su cónyuge no han dado resultado, y esto añade a su ansiedad y frustración.
Cuando siente que su consejero está captando su mensaje y siente como él y con él, el
consultante experimenta la catarsisque necesita para tratar su problema en forma más
apegada a la realidad.
2.            Otra función del consejo matrimonial es la de clarificar los problemas. La
mayoría de las personas que vienen al aconsejamiento, se dan cuenta de sus síntomas, pero
no entienden que es lo que los produce. Una mujer casada y turbada me dijo: “Mi problema es
que no sé cuál es mi problema”. A través del proceso de consejo se dio cuenta de su problema
marital y cómo se había desarrollado.
3.            Una tercera función consiste en ayudar a entender los papeles de los
cónyuges. En muchos casos de crisis marital, hay una zanja entre la percepción y la actuación
del rol o papel de cada cónyuge, así como que hay también una zanja entre la expectación y la
actuación de esos roles. La zanja entre la percepción del rol y la actuación del mismo es la
diferencia entre como uno se ve a sí mismo y como actúa. La zanja entre expectación del rol y
la actuación del mismo es la diferencia entre cómo piensa uno que su cónyuge debe actuar y
cómo él se conduce de hecho. Por cuanto es difícil que uno vea la zanja entre su percepción de
sí mismo y su conducta, siente que es mal interpretado si su cónyuge le señala esta
discrepancia. Cuando los dos están así criticándose, ambos se sienten maltratados y
frustrados.
4.            La cuarta función del consejo matrimonial es la de facilitar la comunicación. En
vista de que el asunto de comunicación será discutido después en este capítulo, no trataremos
de él aquí, excepto para mencionar que en la base misma de muchos desacuerdos maritales
hay un problema de comunicación.
5.            Una quinta función es la de estimular el cambio en percepción y conducta. No
es suficiente que el consejero escuche quejas, que aclare problemas, que ayude en el
entendimiento de actuaciones y ayude a facilitar la comunicación. También debe ayudar a
motivar a las parejas tanto para pensar en una nueva forma de conducirse, como en una nueva
forma de pensar. La motivación generalmente se obtiene, al menos en ciertos grados, cuando
los sentimientos se han expresado, cuando el problema se ve en una perspectiva clara y las
líneas de comunicación se han abierto.
LA GUERRA Y EL CAMPO DE BATALLA
El matrimonio que principia como una conspiración para vencer el aislamiento y la
soledad a través de un mutuo rendimiento, con frecuencia se deteriora en una guerra a fuego
abierto. En los conflictos maritales es importante que el consejero distinga entre la guerra y el
campo de batalla. Muchas cosas: el sexo, el dinero, los familiares políticos, la disciplina de los
niños—pueden convertirse en campo de batalla, pero quizás ellos no sean la base del conflicto.
Pueden ser las ocasiones, pero no las causas del conflicto marital. El porqué de la batalla
tendrá que separarse de el dónde de la batalla. En la Segunda Guerra Mundial algunas de las
batallas más feroces fueron peleadas en islas que eran de poco valor en sí mismas. Las
fuerzas opositoras estaban peleando, pero en realidad no por esas islas. Lo mismo pasa con
frecuencia en los conflictos maritales.
La mayoría de las parejas no saben la diferencia entre el conflicto básico y lo que ha causado la
tensión. Y mientras ambos asuntos se confundan, no habrá ninguna solución al problema. Una de las
mayores tareas del pastor es ayudar a los dos a entender por qué hay un conflicto. Mientras la pareja y el
consejero están examinando el campo de batalla no les será posible que puedan entender las razones de la
guerra. Las razones de una guerra marital pueden ser limitadas, pero los campos de batalla en que están
peleando son ilimitados.
EL PROBLEMA DE LA COMUNICACION

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La causa más grande del conflicto marital es la falta de comunicación. Una y otra vez el
consejero matrimonial escucha este tema: “No podemos hablarnos”. Hay muchas estrofas en
este canto tales como:
“Ella nunca me dice lo que piensa.”
“El nunca me dice cómo se siente.”
“Yo no puedo entenderla. En realidad no la conozco.”
“Todo lo que me da es su silencio”.
“No nos entendemos.”
Una comunicación efectiva incluye tanto el envío como la recepción de mensajes. Pero
la comunicación en los matrimonios debe ser profunda: debe ser también el envío y la
recepción de sentimientos. En otras palabras, la comunicación tiene que ser racional y
emocional. Cuando la comunicación incluye los hechos y los sentimientos facilita el
entendimiento entre las dos personas. Una comunicación exacta servirá dos funciones básicas:
(1) Revela “la posición” de las personas, y (2) facilita la adaptación al revelar la distancia entre
ambas.
Siempre hay una zafia entre dos personas que han entrado en relaciones. El hueco se
resuelve cuando las dos personas están decididas a hacerlo. A esto se le llama “ajuste”. El
vacío puede cerrarse menos efectivamente cuando solamente una de las dos decide hacerlo. A
esto se le llama “sumisión”.
La sumisión es con frecuencia sólo racional en naturaleza. Por cuanto no es ambas,
racional y emocional, es de poca duración; o si lo resiste, lo hace a costa de cierto grado de
pérdida de la dignidad de su persona de parte de quien es sumiso. Uno siente que está
jugando un papel y su corazón no está en ello.
Es como aplaudir con una mano; es una frustración silenciosa.
La sumisión o condescendencia, por virtuosa que sea, no puede sustituir al ajuste. El
ajuste se obtiene cuando las dos partes ven la distancia o zanja (porque en verdad se han
comunicado), los dos ven la razón de la zanja, ambos desean que ésta disminuya y los dos
deliberada y gustosamente principian a acercarse el uno al otro. Así que los elementos de
ajuste son dobles: racional (viendo la necesidad de un ajuste) y afectivo (queriendo ajustarse).
Lo siguiente describe la naturaleza de la falta de comunicación en el matrimonio.
Imaginemos a una pareja en un gimnasio, en una noche obscura, con todas las luces
apagadas, cada uno con calcetines o medias y con una mordaza en su boca. Seguramente,
estas personas podrían pasarse toda la noche procurando encontrarse, y fracasando
completamente en su intento. O si se “encuentran”, bien podría resultar en una dolorosa
colisión. Algunos matrimonios operan sobre esta base. Los resultados son la frustración y la
angustia.
Continuando con la ilustración, la comunicación “enciende la luz”, revelando el lugar exacto de cada uno,
revelando así la dirección que cada uno debe tomar para encontrarse. Una comunicación saludable no
sólo revela la dirección que cada uno debe tomar, sino que también determina una distancia razonable que
cada uno debe viajar para reunirse. La expresión, “el matrimonio es una proposición en que dos personas
tienen, cada una, el cincuenta por ciento”, suena bien en teoría pero en su operación es defectuosa.
Algunas veces el matrimonio será un 100 a 0, o 90 a 10, o 20 a 80, o 40 a 60. Las personas que gozan una
relación de confianza no tienen necesidad de reunir o superar estadísticas de direcciones, y distancias.
Las necesidades emotivas duales de amar y ser amado son como el acto de inhalar y exhalar. Así
como la vida física no puede sostenerse a base de inhalar solamente o exhalar, la vida emocional no puede
sostenerse sólo con amar o ser amado. El proceso mutuo de enviar y recibir sensaciones positivas (amar y
necesitar ser amado) forma personas fuertes y matrimonios sólidos. La cantidad de palabras no es un
factor importante de la comunicación; lo que vale es la naturaleza y la calidad de la revelación de uno
mismo.

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Los problemas de comunicación pueden tomar varias formas: (1) Comunicación defectuosa, (2)
comunicación negativa, (3) comunicación engañosa, (4) comunicación en un solo nivel, y (5) falta de
comunicación (silencio).
1.            La comunicación defectuosa quizá resulte, ya sea por hablar sin claridad, u oír sin
claridad. Algunas veces es el resultado de ambos. Un consultante le dijo a su consejero: “Mi esposa y yo
no podemos comunicarnos. Nos enviamos mensajes pero no son oídos con exactitud”. El estaba en lo
correcto a medias pues ninguno estaba hablando exactamente. Este problema de comunicación dual obró
una crisis en su matrimonio, y los llevó con un consejero. Otra pareja, cuyo problema superficial era
financiero, por la apuración de tener que pagar $160 en pagos mensuales de casa con un salario de sólo
$360, sufrió una crisis por una comunicación inexacta. Ninguno había querido comprar la casa, pero
ambos habían pensado que el otro la quería. Las ilustraciones sobre esta clase de problema de
comunicación son interminables.
2.            Una forma seria del problema de comunicación es la comunicación negativa. Esto
quiere decir que el hablar tiene como objeto destruir o lastimar a la otra persona.
Algunas veces las palabras se usan como cinceles para quitar algo de la personalidad de otra. El
ser lastimado trae el deseo de vengarse. Por lo tanto se convierte en una pauta que tiene en sí las semillas
de su propio fracaso. Este estilo de comunicación es en extremo difícil de cambiar y en muchos casos
traerá la relación a un grado de crisis del cual quizás nunca se recupere. Generalmente, un cambio en este
estilo de comunicación incluye un cambio de motivación, una hazaña que es muy difícil de llevar a cabo,
aún bajo la dirección de un consejero hábil.
3.            La comunicación engañosa es un intento deliberado de esconder los verdaderos
sentimientos con mentiras, por ejemplo: hablando de amor, cuando no hay amor. Las personas que
practican esta forma de comunicación pueden hacerlo por varias razones, tales como: (1) Miedo de
lastimar al otro; (2) miedo de enfrentarse a los problemas que resultan por la franqueza; y, (3) deseo de
mantener el matrimonio intacto a la vez que se participa en una relación ilícita. No todas las
comunicaciones revelan; algunas ocultan. Esta forma de problema de comunicación es uno de los más
serios porque le da al cónyuge datos incorrectos con los cuales trabajar. Cuando se revela la verdad, causa
mucho daño porque la confianza, que es el cemento de una relación, se desintegra y el matrimonio se
destruye.
4.            La comunicación de un solo nivel trata sólo con asuntos superficiales de naturaleza
impersonal. Este es el tipo de comunicación que está presente en muchos, si no en casi todos los
matrimonios. Las parejas quizá platiquen pero su plática nunca revela cómo se sienten en verdad,
particularmente el uno con el otro. Un consejero le dijo a dos cónyuges cuando se retiraban de la oficina:
“Un día de estos quizá lleguen a conocerse”. Cuando regresaron una semana después, la esposa dijo: “He
pensado toda la semana acerca de lo que usted nos dijo cuando estábamos saliendo. Me doy cuenta de que
en verdad usted tenía razón—nosotros todavía no nos conocemos uno al otro”. Sus diez años de
matrimonio se habían caracterizado por mucha plática, que nada decía. Su comunicación de un solo nivel
se había centralizado en lo externo e impersonal. El nivel más profundo de comunicación trata con
asuntos de naturaleza personal e interna. A través de esta última uno se demuestra, se descubre uno
mismo al otro, al revelar sus sentimientos. El pastor necesita enseñar a sus consultantes cómo participar
en un nivel más profundo de comunicación.
5.            La falta de comunicación o incomunicación (silencio) es una forma de comunicación
que bien puede ser pasiva o agresiva. El silencio de incomunicación puede “decir” muchas cosas tales
como: (1) “Yo no puedo hablarte”; (2) “tengo miedo de hablarte”; o (3) “no quiero hablarte”. Estas no son
comunicaciones saludables. Las parejas que no se hablan están viviendo juntas como en una celda de
incomunicados. Viven juntos y separados. Quizás vivan bajo el mismo techo, duerman en la misma cama,
y coman a la misma mesa, pero esto es solamente un compañerismo geográfico. Y conforme las capas del
silencio se acumulan más y más altas, las parejas se conocen menos y se quieren menos. En la pared de la
oficina de cierto consejero hay un anuncio que dice: “Las Personas se sienten solas porque hacen paredes
en lugar de puentes”.
El mejor servicio que un pastor puede rendir a personas en conflicto marital es ayudarlas en el
proceso de una comunicación adecuada. Necesitará enseñarles el calor de la franqueza y ayudarlos a
experimentar algunas de las recompensas de la franqueza. Hay una clase de franqueza sin limitaciones
que no es deseable; aun la franqueza necesita direcciones. Estas direcciones son: (1) Propósito (el objeto

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de franqueza en una situación dada); (2) modo (el método que se ha de usar para obtenerse el propósito);
y (3) el tiempo oportuno (el tiempo apropiado para usar la franqueza respecto al asunto). Cuando la
franqueza se gobierna por estos tres criterios resultará en una relación más y más satisfactoria.
METODO DE PROCEDIMIENTO
Cuando ambos cónyuges en un matrimonio desean buscar aconsejamiento, el pastor tiene varios
caminos que puede escoger en cuanto al procedimiento: (1) Puede ver a los dos juntos; (2) puede verlos
individualmente; o (3) también puede verlos usando una combinación de ambos. Hay algunas situaciones
que hacen necesario que las entrevistas sean separadas, pero hay mucho de ventaja en el uso del método
de comunicación. Un caso típico de aconsejamiento matrimonial incluyendo digamos, seis sesiones para
cada uno, puede ser como sigue: en la primera y la última sesión el pastor verá a los dos cónyuges juntos;
en las sesiones dos hasta la quinta debe verlos separados. Este método le ayuda a ver (en la primera
sesión) cómo ha afectado la crisis a cada uno, cómo se relacionan y reaccionan el uno al otro, quién es
más dominante y quién es más pasivo, quién puede comunicarse mejor y quién puede oír mejor.
Al ver a los cónyuges por separado, el pastor reúne nuevos datos que analiza a la luz de la
primera reunión en que los vio juntos. A medida que el aconsejamiento continúa, el pastor se vuelve más
activo en el proceso, dando información, compartiendo intuiciones, ofreciendo sugerencias y evaluando el
progreso de cada uno.
Cuando se ve a los dos cónyuges juntos en la última reunión, el pastor ya puede juzgar el
adelanto que han hecho y también notar las áreas débiles que necesitan todavía su atención. Reforzará las
ganancias y ofrecerá dirección en las áreas que necesitan ser fortalecidas. Viéndolos juntos en la última
reunión le da también la oportunidad de ver cómo se están relacionando y comunicando entre sí.
El proceso de aconsejamiento marital se vuelve muy complicado si el pastor sólo puede ver a un
cónyuge. (Algunas veces uno de los dos rehúsa buscar consejo). En tal situación, el pastor no ve todo el
cuadro del problema marital porque está viendo solamente un lado de él. El necesita darse cuenta de que
el cónyuge que busca aconsejamiento, inconscientemente si no es forma consciente, presenta un punto de
vista deforme de lo que sucede en su matrimonio. El pastor debe también aclarar al cónyuge consultante,
debido a esta circunstancia, que él debe hacer lo mejor de su parte para efectuar un cambio.
Algunas veces un compañero recalcitrante cambiará de opinión respecto a recibir
aconsejamiento, si ve que su compañero es sincero en hacer que su matrimonio mejore. Esto es
especialmente cierto cuando ve que suceden algunos cambios de actitud y conducta en su esposo o
esposa. Algunas veces, un cónyuge que no quiere recibir consejo puede ser animado por su pastor para
buscarlo. Quizás una visita personal o una llamada por teléfono sea todo lo que él necesita para ayudarle a
ver su necesidad de tal ayuda. Si el pastor se presenta ante la persona como un amigo interesado y no
como una persona de autoridad, estará en mejor condición de recibir la cooperación que busca. Sin
embargo, el pastor debe tratar el caso de tal manera que el cónyuge encuentre fácil aceptar o rechazar el
ofrecimiento de sus servicios.
CONCLUSION
Algunos problemas maritales son como un apéndice inflamado, capaz de matar, pero
relativamente sencillo para operar. Habrá otros problemas de tanta profundidad y tan severos que el
pastor no podrá tratarlos. Esto quiere decir que necesitará recomendarlos a un consejero profesional, un
psicólogo, o un psiquiatra. El pastor necesita reconocer esta ayuda y no sentirse fracasado por su incapa-
cidad para ayudar a ciertas personas. Y si esto le da algún consuelo, debe darse cuenta de que algunos
problemas maritales, están aún más allá de la técnica de los mejores profesionistas. Por tanto, aunque
quizá se sienta triste de que no pudo ayudar en algún caso, no debe avergonzarse por esta incapacidad.
Estos fracasos deben de animarle a continuar estudiando acerca del consejo, para que sus conocimientos
se amplíen y su destreza aumente.
Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

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9. Aconsejando a la Juventud

Para aconsejar a los adolescentes no se necesita la aplicación de un juego especial de técnicas;


sino más bien, la adquisición de algo que podemos describir como un juego especial de entendimientos.
La diferencia está en el punto de conocimiento, no pericia o destreza. Antes de que un pastor pueda
ayudar a los adolescentes debe entenderlos. Este conocimiento se centraliza en la naturaleza y
características de la adolescencia. La secuencia para aconsejar a la juventud es: (1) Entenderlos; y (2)
relacionarse con ellos; y (3) ayudarles.
PROBLEMAS DE LA JUVENTUD
Hay algunos problemas principales que el adolescente tiene al hacer su transición de la falta de
madurez a la madurez; algunos de ellos, peculiares a nuestro día. El pastor debe tener entendimiento de
estos problemas. Algunas de las situaciones más grandes a las que se enfrentan los jóvenes al dejar atrás
la infancia y entrar a la edad adulta, son:
1.            Ganando su independencia del hogar. La emancipación del hogar es muy dura, tanto
para los padres como para los adolescentes. En un grado u otro, cada joven lucha por su independencia.
Esto es lo que quiere más que ninguna otra cosa y está dispuesto a pagar cualquier precio para ganarla.
Sin embargo, no se mueve en un constante progreso hacia la independencia. De hecho, el joven que en
una ocasión es extremadamente independiente, de un momento a otro retrocede a un modo de conducta
dependiente.
Un joven quiere ser tratado como adulto aunque no se porte como tal. Algunas veces los jóvenes
asumen actitudes irrazonables y actúan en forma también irrazonable para afirmar su independencia. En
fin, quizá hasta asuman una actitud rebelde. Generalmente, la rebeldía sirve dos propósitos: (1) Convence
al mundo adulto de que el joven es independiente; (2) convence al joven mismo de que es independiente.
Una persona joven pondrá a prueba los límites de la autoridad. Consciente o inconscientemente procurará
fijar los límites dentro de los cuales él tendrá que vivir.
Lo más interesante del asunto es que los jóvenes respetan la autoridad contra la cual protestan.
Aunque a la mayoría de los jóvenes no les gusta vivir bajo autoridad, se sienten inseguros si la autoridad
no está allí. Un joven que cursaba su primer año en la universidad, y quien pertenecía a una familia con
trece hijos, expresó su frustración de que no tenía metas algunas que alcanzar impuestas por sus padres.
Los hijos podían hacer lo que quisieran, ir donde quisieran, y observar las horas que quisieran. Esto le dio
un gran sentido de inseguridad y confesó que envidiaba a sus amigos cuyos padres ponían límites en su
conducta. Dijo: “¡Si tan sólo mis padres me hubieran dicho no a mí!” Pero por extraño que parezca, este
mismo joven que deseaba esa clase de autoridad, habría protestado y se habría opuesto a ella si hubiese
existido.
El pastor tiene que aprender a confiar en los jóvenes. Si no confía en ellos, en alguna forma ellos
se darán cuenta de este sentimiento de desconfianza, y al mismo tiempo entenderán que él los ve como
niños, y no como adultos. Encontrará que es más sabio hablar sobre los asuntos con los jóvenes, en vez de
simplemente decirles qué hacer. El hablar con ellos los hace sentirse adultos; el decirles les hace sentirse
niños.
La lucha por la independencia es una crisis por la que los jóvenes tienen que pasar y es una lucha
con la que tienen que tratar. Esto quiere decir que sus modos de ser y su carácter cambiarán rápida y
drásticamente. El pastor que quiere relacionarse con el joven necesita entender sus caprichos, aceptarlos y
no ser indebidamente fastidiado por ellos.
2.            Ganando posición en el grupo. La aceptación de sus compañeros, para el adolescente,
es más importante que la aceptación de cualquier otro grupo. Para el adolescente sólo un grupo vale la
pena: el de sus compañeros. Esto, a veces desespera a los padres, a los maestros, a los obreros en la
iglesia, y a los pastores. Los jóvenes están de tal manera preocupados por la aprobación de sus amigos
que tratan de hacer todo lo que puedan para recibir su aceptación. Hablará como ellos hablan, se vestirá
como ellos y actuará como ellos. El joven siente constantemente que necesita la aprobación social, y se
esfuerza por obtenerla. Si no la obtiene, se opondrá al grupo porque siente que el grupo lo ha rechazado.
Cuando se separa del grupo puede tomar varios pasos: (1) Tal vez se retire de todas las relaciones
sociales; (2) quizá tome una actitud de indiferencia—“no me importa”; o (3) tal vez adopte una conducta
demasiado agresiva.

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El ser aceptado por el grupo tiene beneficios muy específicos. Le da seguridad al joven y un
sentido que allí “pertenece”. Le ayuda a desarrollar técnicas sociales. Le da un refugio del mundo adulto,
que él considera opresivo, injusto y hostil. Algunas veces la actuación del pastor será ayudar a los jóvenes
a aprender técnicas sociales, para que tengan la satisfacción de ser aceptados por su grupo. Algunas
ocasiones puede ayudar a los jóvenes a vencer características que su grupo rechaza. Además, si el pastor
sabe qué tan importante es el grupo para sus jóvenes, hará todo esfuerzo posible por desarrollar un clima
de interés en ellos que los atraiga a su iglesia. Una demostración de interés en ellos traerá muchos jóvenes
nuevos a la amistad del grupo y conservará a los que ya están en él. El pastor o el director de jóvenes
evitará que se principien a desarrollar “grupitos” que excluyan a los recién llegados. Formará un grupo
fuerte de jóvenes en su iglesia que se volverá el grupo más importante para cada uno de los jóvenes en su
iglesia.
3.            Usando el tiempo de ocio. Los jóvenes algunas veces tienen más tiempo de lo que
necesitan y del que pueden usar sabiamente, especialmente durante las vacaciones. Necesitarán ver el
valor de participar en pasatiempos adecuados o en actitudes de recreación sana, o desarrollar intereses
nuevos, y usar su tiempo para servir a Dios y a la iglesia. Si los jóvenes están inactivos, se fastidiarán.
Esto les da oportunidad de usar el tiempo mal y abre las puertas para que participen en actividades
indeseables. Si la iglesia insiste en que la juventud evite esta conducta—y debe hacerlo—tendrá también
que asumir la obligación de ayudar a proveer substitutos adecuados y alternativas atractivas para sus
jóvenes.
Pero hay algunas implicaciones que resultan de esto: (1) La iglesia tiene que proveer
oportunidades adecuadas de recreación bajo la dirección de líderes de la juventud interesados y
dedicados; y (2) debe también proveer oportunidades de servicio cristiano para sus jóvenes. Los jóvenes
pueden ayudar invitando, visitando la comunidad, distribuyendo literatura, y trabajando en las escuelas
bíblicas vacacionales. También pueden ayudar en proyectos de trabajo en la iglesia. La iglesia debe ver
estas actividades de sus jóvenes como un ministerio, y no meramente como algo para mantenerlos
ocupados. La meta no es simplemente evitar que los jóvenes se metan en dificultades; también hay que
ayudarles a ser parte del ministerio de la Iglesia de Jesucristo. La iglesia debe también estimularles a
compartir en los programas de campamentos de verano e institutos.
4.            Ganando independencia financiera. No es fácil para algunos jóvenes hacer la transición
de una persona que recibe dinero a una persona que lo gana. Algunos nunca hacen esta transición. Sin
embargo, todos quieren hacerlo y tarde o temprano ganan su independencia financiera, pero no antes de
experimentar muchos conflictos tanto ellos mismos como con sus padres. Generalmente, la independencia
financiera que los jóvenes obtienen viene más tarde de lo que los padres desearían. El ganar la
independencia financiera tiene que ver mucho con las metas de uno. Un joven que nunca ha demostrado
mucho interés en trabajar, de un momento a otro principia a hacerlo si tiene cierta meta específica, tal
como desear sacar a una señorita, comprar un automóvil, ahorrar para su educación o querer casarse.
5.            Seleccionando una vocación. La selección de una vocación es una meta de largo
alcance en que los jóvenes necesitarán ayuda. Ellos se ven forzados a pensar en su vocación futura por las
presiones de los adultos, especialmente en el hogar y en la escuela. El deseo de emancipación del hogar
demanda que piensen en cómo prepararse para una vocación. También, el deseo de casarse los obliga a
pensar en esta forma.
Escoger una vocación es una decisión tremenda. ¿Qué trabajo haré? ¿Qué tal me gustará? ¿Qué
tanto me pagarán? y, ¿Me ascenderán? ¿Es importante? ¿Estaré satisfecho? ¿Es ésta la voluntad de Dios
para mi vida? Todas estas preguntas, y muchas más, crean una especie de crisis de identidad en el joven,
porque no puede pensar en su futuro vocacional sin pensar en términos de su concepto de sí mismo. Y
mientras examina las muchas alternativas que ante él se presentan teóricamente, tiene que evaluar sus
propios talentos y habilidades, para decidir si algunas de estas alternativas le están automáticamente
veladas. Esto crea una gran crisis para las personas jóvenes. En el proceso de llegar finalmente a escoger
una vocación o profesión, tendrán que haber hecho muchas decisiones previas y temporales.
El pastor tiene que ayudar a sus jóvenes a ver que aunque no hayan sido llamados a ser ministros,
misioneros o profesores en algún instituto bíblico, Dios todavía es el dueño de sus vidas y ellos deberían
considerar su decisión de vocación basados en lo que sea la voluntad de Dios para ellos.
6.            Preparándose para el matrimonio. La adolescencia es el tiempo cuando los jóvenes
desarrollan sus intereses hetero-sexuales. La pubertad viene más temprano en las niñas que en los niños, y

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socialmente las jovencitas maduran también más pronto que los muchachos. En este tiempo (de la
pubertad) ambos sexos manifiestan más interés por el sexo opuesto. Quieren estar juntos pero no saben
cómo relacionarse entre ellos. La adolescencia por tanto, es un campo de preparación para relaciones
hetero-sexuales y un período de preparación para el matrimonio. A medida que se desarrolla el interés
entre el joven y la señorita, los jóvenes tienen muchos “amores”. Esto quiere decir que experimentan
muchas alegrías y muchos dolores.
La iglesia necesita estar alerta a la gran transición por la que los jóvenes pasan durante el tiempo
de la adolescencia. Puede hacer una gran contribución a los jóvenes y a sus padres al ofrecer programas
sólidos de educación sobre lo que es la vida de la familia. La iglesia necesita también enseñarle a sus
jóvenes el punto de vista cristiano del sexo, que completa el cuadro del sexo biológico que ellos reciben
en las escuelas públicas. La iglesia también necesita hacer todo lo que pueda por formar hogares
cristianos sólidos para que los jóvenes vean una demostración de lo que quiere decir vivir juntos en un
amor verdadero bajo la soberanía de Cristo.
7.            Llegando a una filosofía. Una filosofía para la vida tiene que ver con los valores
principales que la juventud adquiere. Y éstos se convierten en el centro alrededor del cual giran sus vidas.
Usando otra imagen, una filosofía de vida se vuelve un cuadro en el cual el joven pone el retrato de su
vida. Y la iglesia puede y debe hablar sobre este importante tema. La iglesia debe desafiar a los jóvenes
para que sean cristianos verdaderos en sus actitudes y reacciones, tanto como en experiencia personal
religiosa. Tiene la responsabilidad de revelarles a los jóvenes la realidad de Dios, el deseo de El de
trabajar en ellos, de sus planes para ellos y los derechos de Cristo sobre ellos.
CARACTERISTICAS DE LOS ADOLESCENTES
1.            Son sensibles. Esto quizá sea por varias razones, muchas de ellas relacionadas con
características físicas tales como: manchas en la cara causadas por el cambio de la química del cuerpo;
cierta brusquedad de movimientos que se debe a que han crecido más rápidamente que la capacidad de
sus músculos de coordinar los miembros del cuerpo, y por la falta de desarrollo o el desarrollo demasiado
rápido del cuerpo. A través de la prensa y otros medios de comunicación, la juventud recibe el concepto
cultural de un cuerpo ideal, con el cual compara el suyo. La diferencia entre lo ideal y lo real es
devastador para muchos jóvenes, y los hace extremadamente sensibles.
Los jóvenes son también sensitivos porque saben que les falta destreza interpersonal. Sus
compañeros, especialmente los del sexo opuesto, son más importantes para ellos pero no saben qué hacer
para ganar su aprobación.
Los jóvenes son también sensitivos porque no se comprenden a sí mismos. No sólo son un
enigma para los adultos; son un crucigrama para ellos mismos. Los cambios en su cuerpo, en sus
emociones, y en sus ideas han sucedido tan rápidamente que ellos se dan cuenta de que viven con un yo
que ya no conocen.
Todo esto quiere decir que frecuentemente es muy difícil entender a los jóvenes, y por lo tanto es
difícil saber cómo relacionarse con ellos.
2.            Son impulsivos. Los jóvenes están experimentando grandes cambios emocionales así
como físicos. Se inclinan a abordar la vida emotiva y no racionalmente. Esto quiere decir que su conducta
será un tanto irregular y voluble, porque reaccionan demasiado pronto a lo inmediato. Su inseguridad les
hace adelantar conclusiones. No están seguros de lo que creen, pero lo que sea que creen en ese momento,
lo creen con mucha convicción. Sin embargo, una creencia firme de un día es descartada al siguiente día
por otra de la que se sienten tan seguros como con la anterior.
3.            Son idealistas. Su idealismo les hace desear un mundo perfecto, un gobierno perfecto,
una escuela perfecta, una iglesia perfecta y un hogar perfecto, todos éstos dirigidos por autoridades
también perfectas. En fin, los jóvenes desean una vida perfecta y personas perfectas. Cualesquier cosa que
no sea perfección la clasifican como “falso”. Los adolescentes rechazan lo que es o parece ser falso.
Desilusionados por la realidad, frecuentemente viven o participan en fantasías más aceptables a su sentido
de idealismo.
4.            Se sienten inseguros. Por cuanto un adolescente no sabe por que se siente de ese modo,
o por qué obra de ese modo, experimenta una enorme inseguridad. Su búsqueda de identidad personal ha
sido un desastre; así que los límites de su ser están opacos. En pocas palabras, no sabe quién es él. Esto le
produce ansiedad, y lo hace sentirse más inseguro. El quizás se ponga muchas máscaras para esconder su

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inseguridad, tales como presunción, orgullo, atrevimiento, extremada agresividad, e indiferencia, pero
detrás de la máscara hay un espíritu asustado, en busca de un yo.
George Lawton ha captado la actitud adolescente y expresado la esperanza del adolescente en las
siguientes normas:
1.            Queremos a alguien a nuestro lado, no encima de nosotros.
2.            Hacednos sentir que somos amados y que nos necesitan.
3.            Preparadnos para la vida mediante una firmeza cariñosa.
4.            Criadnos de tal modo que no os necesitemos siempre.
5.            Tratad de que vuestras palabras y vuestras acciones digan lo mismo.
6.            Procurad no hacernos sentir inferiores.
7.            Decid, “¡qué bien!” cuando hacemos algo bien hecho.
8.            Demostrad respeto por nuestros deseos aún cuándo no estéis de acuerdo con ellos.
9.            Dad respuestas directas a las preguntas directas.
10.          Demostrad interés en lo que hacemos.
11.          Tratadnos como si fuéramos normales, aún cuando nuestra conducta os parezca un poco
rara.
12.          Enseñadnos mediante vuestro ejemplo.
13.          Tratadnos a cada uno como Una persona diferente.
14.          No esperéis que seamos jóvenes demasiado tiempo.
15.          Necesitamos diversión y compañerismo.
16.          Hacednos sentir que nuestro hogar nos pertenece.
17.          No os riáis de nosotros cuando usamos la palabra “amor”.
18.          Tratadnos como asociados jóvenes en una empresa.
19.          Haced de vosotros un adulto con el cual un niño puede vivir.
20.          Preparadnos para vivir nuestras vidas y no las vuestras.
21.          Dadnos el derecho de una voz principal en las decisiones de nuestras vidas.
22.          Dejadnos cometer nuestros propios errores.
23.          Permitidnos los fracasos o yerros de hijos normales—así como nosotros permitimos
vuestros fracasos o yerros, como padres normales.
Si el pastor entiende los problemas que los jóvenes confrontan así como las características de la
personalidad adolescente, tendrá las bases para entenderlas y relacionarse con ellos que de otra manera no
tendría. El pastor que desea dar una dirección adecuada a la juventud de su iglesia, debe tratar de aprender
más acerca de la adolescencia en general, y más cerca de sus jóvenes en particular. Tratará de mantenerse
a sí mismo y a su iglesia en contacto con las necesidades de los jóvenes, nunca asumirá una actitud de
condescendencia hacia ellos. Frecuentemente se reirá con ellos pero nunca de ellos. Tratará de proveer un
modelo tal de liderismo, tanto en él como en sus obreros laicos jóvenes, que los jóvenes respeten y
quieran imitar. Debe ver a los jóvenes como un segmento vital de su iglesia, y tratará de traerlos a una
relación personal con Cristo. Utilizará la energía y los recursos de sus jóvenes en el cumplimiento de la
misión de la iglesia.
Las siguientes son hipótesis que ameritan una consideración seria del pastor que quiera entender
a sus jóvenes y relacionarse con ellos.
Hipótesis No. 1: Los jóvenes, en todas las capas socio-económicas, toman mucho más en serio la
búsqueda de su fe de lo que nosotros hemos dado por sentado.

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Hipótesis No. 2: El ministrar hacia otros, la vida y obra de servicio, es de mucho más valor para
los jóvenes de lo que nosotros suponemos.
Hipótesis No. 3: En nuestra sociedad cambiante y fluctuante, se necesitan nuevas y más flexibles
formas y áreas de ministerio juvenil.
Hipótesis No. 4: Hay mucho más interés de parte de la juventud de comunicarse con los adultos
(incluyendo a los padres) y de cooperar con ellos de lo que se ha creído.
Hipótesis No. 5: Aunque los jóvenes son la iglesia en misión, tienen necesidades especiales que
la iglesia no debe menospreciar.
Como dijimos al principio de este capítulo, el aconsejar a los adolescentes no requiere la
aplicación de un juego de técnicas. Más bien, requiere la adquisición de una comprensión profunda de la
naturaleza de la adolescencia. Si el pastor demuestra tal entendimiento, sus jóvenes lo sentirán, lo
apreciarán y vendrán a él buscando dirección y consejo.
Al pastor que entiende a sus jóvenes, ellos le concederán el desafío y la responsabilidad de
ayudarlos a hacer lo que se llamaría las tres más grandes decisiones de la juventud— una misión, un
cónyuge y un Amo: algo que hacer, alguien a quien amar, y Alguien a quien servir.

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10. Cuándo y Cómo Acudir a un Profesional

No es posible que el pastor tenga respuestas para todos los problemas que se le
presentan durante el curso de su ministerio pastoral. Feliz es el pastor que reconoce que no se
avergüenza por su falta de entendimiento, porque los muchos dilemas que su gente confronta
son muy amplios y variados. El pastor que acepta sus limitaciones sin sentirse derrotado por
ellos es una persona madura que está libre de la formidable labor de procurar ser lo que no es.
El pastor maduro puede admitir ante una persona que él no tiene todas las respuestas a su
problema sin sentir vergüenza o un sentido de inferioridad.
Aunque no se espera que el pastor tenga todas las respuestas a los problemas
humanos, se espera que sepa cómo ayudar a sus feligreses a encontrar la solución de sus
problemas. A veces hará esto al recomendarles que acudan a otra persona. Este es el proceso
de proveer a los feligreses información acerca de dónde encontrar ayuda y poner los medios
para que la reciban. En todas las comunidades hay medios disponibles que pueden ser de una
gran ayuda a las personas que la necesitan.
Algunas de las personas a quienes se les puede recomendar son: médicos, licenciados,
consejeros, psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales. Cada uno de estos es un experto
en su campo y sus conocimientos y técnica deben ser utilizados cuando sea necesario. Otros
medios de ayuda son agencias de la ciudad, del municipio y del estado, agencias de servicio
social, clínicas y hospitales. El pastor debe conocer los recursos de la ciudad, de la provincia,
región y del estado disponibles para sus feligreses, para que sus servicios sean utilizados
cuando se necesiten.
Muy al principio de cualquier pastorado el ministro debe hacer un inventario de los
recursos de referencia disponibles, para que así pueda hacer las recomendaciones en forma
inteligente cuando sea necesario.
En la mayoría de los casos el asunto de hacer recomendaciones es más o menos
sencillo, siendo que los problemas de los feligreses, aparte de los de índole religiosa, pertene-
cerán más bien al campo de otra persona profesional, tal como un médico o un licenciado. Sin
embargo, dada la naturaleza compleja de la enfermedad mental, esto no es así en lo que se
refiere a una recomendación a un psiquiatra. Y en vista de que esta es decisión difícil que lleva
en sí muchas implicaciones profundas, le daremos a este asunto atención especial y
cuidadosa.
LAS REFERENCIAS A UN PSIQUIATRA
La siguiente es una definición representativa y descriptiva de una referencia al
psiquiatra por los pastores, que generalmente sería aceptada por escritores en el campo de
aconsejamiento pastoral:

La recomendación debería ser la iglesia buscando


ayuda especializada en su ministerio a la persona como un
todo. Es enteramente obvio que en el proceso de terapia… el
papel de la religión como una fuerza positiva se vuelve algo
intensamente pertinente mientras el ministro y la iglesia toman
su lugar en una relación vital con el psiquiatra y con el hospital
respectivamente.

Esta definición de referencia ve a la persona como un todo, reconoce que el pastor es


incapaz por sí solo, de ayudar a la persona, que el psiquiatra se vuelve un aliado de la iglesia, y
que la relación pastor-feligrés continúa durante y después del tratamiento del psiquiatra. Hay
que tener presente esta definición de referencia mientras continuamos con esta discusión.
Sin duda alguna, el pastor ocupa una posición clave en relación al asunto de la
enfermedad mental. La pregunta no es si tiene un papel que jugar en este problema; por lo
contrario, es asunto de qué tan bien lo ejecuta. El pastor, por la misma naturaleza de su
actuación, entra en las más importantes situaciones en la vida de muchos de sus feligreses—al

41
nacer, casarse, en la muerte, así como en otros eventos cruciales. Esto incluye también la
crisis de enfermedad mental, que muchos confrontan hoy día.
Laycock dice que el clérigo quizá tenga un papel en ayudar a la persona enferma
mentalmente a aceptar la necesidad de un tratamiento, confiar en las autoridades bajo cuya
responsabilidad ha sido admitida y entender algo de la naturaleza del tratamiento que se le da.
Muchas veces el pastor funciona como consejero a los familiares del enfermo, más que con el
futuro paciente. Cuando esto sucede, el aconsejamiento pastoral su vuelve más bien asunto de
dar información. Laycock sugiere que en este caso los familiares necesitan ayuda en darse
cuenta de lo siguiente:

(a) que la enfermedad mental es una enfermedad como


cualquiera otra, y que afecta a más personas que la totalidad
de las que son víctimas del polio, las enfermedades de
corazón, y el cáncer; (b) que la enfermedad mental no es una
sola enfermedad, y que se expresa en muchas formas; (c) que
la enfermedad mental no se hereda necesariamente, y que los
factores constituyentes de la enfermedad mental no son bien
conocidos; (d) que la enfermedad mental no ataca sin previo
aviso—que, aunque quizá sea precipitada por una crisis tal co-
mo un revés financiero o la pérdida de un ser querido, esto es
sólo el tiro de un gatillo; (e) que la enfermedad mental puede
tener un tratamiento, y que el número de los que han sido
dados de alta en los hospitales mentales ha estado creciendo
rápidamente con los nuevos métodos de tratamientos; y (f) que
la enfermedad mental no es ya más una desgracia o vergüenza
para el individuo y la familia, como tampoco lo es cuando un
miembro de la familia se enferma de pulmonía, del corazón o
de cáncer.

Clinebell dice:

En relación a una persona psicótica su actuación (del


ministro) es la de: (a) Reconocer la dificultad como enfermedad
mental; (b) dar auxilio a la persona para encontrar ayuda de un
psiquiatra; (c) mantener una relación de apoyo pastoral durante
el tratamiento como paciente externo; (d) y mantener una
relación estrecha y estar disponible para aconsejamiento
durante el período de ajustamiento que sigue al tratamiento.

Ese autor dice que, como hay muchas gentes que confían en el criterio del ministro y
vienen a él espontáneamente cuando los atacan sus problemas, él está en una posición
estratégica para ayudarlos a encontrar ayuda competente y especializada. Añade que “una
recomendación sabia es uno de los servicios más significativos que pueda darle a un feligrés
que está sufriendo”.
Y sea que el ministro trate con un futuro paciente mentalmente enfermo o con la familia
de esa persona, el pertinaz problema que se le presenta es el de saber cuándo recomendarlo
para recibir ayuda psiquiátrica. Indudablemente, si la persona ha perdido contacto con la
realidad, es un peligro para sí misma y una amenaza para los demás, la decisión de
recomendarlo es sencilla. Sin embargo, hay muchos casos cuando el asunto de enfermedad
mental no está tan arraigado así. Es en relación con esto último que el ministro tendrá que
meditar profundamente sobre la decisión de una recomendación. Laycock dice que esta
decisión dependerá de cinco cosas: (a) El grado de preparación general que el clérigo tiene en
su técnica de aconsejamiento; (b) la clase y calidad de preparación especial que el ministro ha
tenido para tratar en este campo específico de aconsejamiento; (c) la naturaleza del problema;
(d) la seriedad del problema; (e) los recursos disponibles para el feligrés. Laycock afirma que
en último análisis el bienestar final o superior del paciente debe ser lo que defina el asunto.6

42
Pero esta advertencia no es fácil de seguir cuando menos por dos razones: (1) Un
ministro dado quizá no esté equipado por una preparación profesional para hacer una
evaluación adecuada respecto a lo que es “el bienestar final o superior” del paciente; y (2) el
ministro con frecuencia se confunde por las múltiples advertencias de los “expertos”, de
mantenerse al margen del diagnóstico del psiquiatra.
Los estudios han enseñado claramente que la preparación de muchos pastores no les
ha capacitado para sentirse con confianza en tratar con problemas de aconsejamiento con
profundas raíces psicológicas. Blizzard analizó cuidadosamente programas de entrenamiento
de ochenta seminarios y los comparó con las experiencias de los graduados. Encontró que la
mayoría de estos hombres no estaban capacitados para funcionar adecuadamente en el campo
de las relaciones humanas. Su conclusión fue que se necesitaba una mayor y mejor
preparación en los campos de la “conducta”. Un estudio en la Universidad de Denver reveló
que los problemas de enfermedades mentales eran los problemas que los ministros se sentían
menos capacitados para tratar. Un estudio por el Proyecto sobre Religión y Salud Mental de la
Universidad de Harvard de 100 ministros de Boston, encontró que: (1) Solamente el 10 por
ciento de los problemas traídos a los ministros tratan de cuestiones religiosas; (2) los
problemas de tensión psicológica por lo que toca a frecuencia, eran menores solamente a los
problemas de matrimonio y de familia; y (3) los ministros se sentían menos capacitados para
tratar con problemas de tensión psicológica.
Algo más que complica el problema es que la literatura de aconsejamiento pastoral
abunda en recomendar precaución al pastor para que se refrene de hacer diagnosis de
psiquiatría y de intentar un tratamiento psiquiátrico.
Las siguientes advertencias son representativas de esas:

El ministro no debe determinar si una persona tiene una


enfermedad mental; ésta es la responsabilidad de un médico.

Aquí debe darse una palabra de precaución a todos


aquellos ante quienes vienen personas enfermas en busca de
aconsejamiento. La determinación de una enfermedad mental
está en las manos de un psiquiatra.

Excepto en el caso de un desorden leve de


personalidad, el ministro debe hacer cuanto esté de su parte
para ayudar a sus feligreses a obtener la ayuda experta que
necesitan. Debe estar al tanto de sus propias limitaciones y
evitar involucrarse en un diagnóstico psiquiátrico y en el
tratamiento correspondiente.

El ministro no debe intentar diagnosticar la naturaleza


específica de la dificultad. Esto es la jurisdicción y responsabili-
dad del psiquiatra.

Se ha sabido de algunos ministros que desanimaron a sus feligreses


cuando éstos querían buscar la ayuda necesaria de un psiquiatra.
Todas las personas en depresión psicológica son candidatos
potenciales al suicidio. Al menospreciar el tratamiento que podría
haber dado un psiquiatra, el clérigo podría ser indirectamente
responsable de una tragedia que pudo haberse evitado.

Se vuelve patente cuando uno lee la literatura sobre el aconsejamiento pastoral que el ministro no
debe, él mismo, tratar con enfermedades mentales. Tal estudio demuestra que el ministro ha sido
preparado para saber “qué hacer mientras que llega el psiquiatra”, en vez de ayudarle a tratar
personalmente con una persona trastornada mentalmente. Mowrer siente que esta es una situación
lamentable y cree que esto refleja “una manera en que la iglesia ha procurado hacer la paz con las
profesiones de sanidad”. El duda que esta “división de trabajo” esté en armonía con la realidad. También

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pone en tela de duda la costumbre de tachar a la enfermedad mental como una enfermedad, en vez de
pecado. Dice:

Ahora que los psicólogos están principiando a desconfiar de


abordar los desórdenes de la personalidad como si fueran una
enfermedad y ahora que principian a demostrar un interés más
benigno y respeto hacia ciertos preceptos morales y religiosos, los
religiosos mismos han sido capturados y hechizados por el mismo
sistema inadecuado de pensamiento como aquel del que nosotros los
psicólogos estamos principiando a recuperarnos.

Mowrer cree que la explicación bioquímica de las enfermedades mentales es un intento de


mantenerlas bajo el dominio de la medicina; lo cual eximiría al ministro de esta responsabilidad. Cree
también que por cuanto se les ha recordado continuamente sus “limitaciones”, les falta la confianza para
tratar con problemas de enfermedades mentales.
Sea cual fuere el concepto de la actuación del pastor en relación con la enfermedad mental,
hemos de recordar que comparativamente hablando, Mowrer es la “voz de uno que clama en el desierto”;
que la preponderancia de consejo a los ministros es que se abstengan de intentar un tratamiento para el
enfermo mental.
El hecho de que los pastores se sientan intranquilos en situaciones de presión psicológica,
además de las ya mencionadas “advertencias” en la literatura de aconsejamiento para ministros, puede
hacer que muchos de ellos le recomienden a un feligrés que vaya con un psiquiatra cuando tal
recomendación quizá no sea necesaria. El ministro que hace una recomendación innecesaria, debe darse
cuenta de ciertos resultados que pueden originarse de tal recomendación.
ALGUNAS CONSIDERACIONES QUE AFECTAN LA RECOMENDACION AL PSIQUIATRA
1.            La decisión de recomendar puede basarse primordialmente sobre evaluaciones de
otros acerca de enfermedades mentales. Mechanic dice que hay diferentes definiciones de enfermedad
mental que se han hecho desde varios puntos de la estructura social. Por ejemplo, el paciente quizá defina
su propia enfermedad sobre la base de cómo se siente; su patrón tal vez lo juzgue enfermo porque actúa
independientemente del grupo; y su familia quizá lo considera enfermo basándose en la actitud que
profesa o su conducta en ciertas situaciones.
Y puesto que no hay una definición universalmente aceptada de enfermedad mental, es muy
posible que un ministro pueda ser indebidamente forzado por otros a aceptar la definición de enfermedad
mental. Si acepta y actúa sobre la evaluación de otros, tal vez esté prestando su influencia que facilite el
futuro tratamiento de una persona, sea que lo necesite o no. Esto no quiere decir que el pastor deba
ignorar las manifestaciones de la enfermedad mental; por el contrario, en vista de que con frecuencia no
se le permite ver completamente la conducta de un paciente dado, quizá, lamentablemente, haga su
decisión de recomendación basado en lo que se le ha informado en vez de basarse en cómo la persona se
está conduciendo de hecho.
Tal recomendación quizá facilite a los familiares el deshacerse de una persona que no quieren y
quien de hecho no esté enferma mentalmente. Hemos de suponer que el ministro, siempre concede valor a
la dignidad de la personalidad humana. Siendo esto así, no puede concienzudamente contribuir a un
proceso que milite contra la dignidad y derechos de un individuo. Sin embargo, si basa su decisión de
recomendación primordial, si no exclusivamente, en la evaluación de otros, quizá esté actuando en contra
de los mejores intereses de dicho individuo.
El ministro no debe nunca dar por sentado, o concluir que su evaluación o la de otros, sobre
enfermedad mental, no son decisivas. Mechanic dice:

El laico generalmente considera que su concepto de enfer-


medad mental no es una definición importante porque el psiquiatra es
el experto y se entiende que él hace la decisión final. Pero al contrario,
personas de la comunidad son traídas al hospital sobre la base de
definiciones de los laicos, y una vez que llegan, su sola apariencia es
considerada como evidencia suficiente de la enfermedad.

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Tal recomendación puede poner en movimiento un proceso que es innecesario e indeseable.
Mechanic agrega también que la decisión básica acerca de la enfermedad mental casi siempre se hace por
los miembros de la comunidad y no por personas profesionales, y que el psiquiatra que practica en centros
grandes de tratamiento debe con frecuencia también dar por hecho la enfermedad del paciente. Dice que
aunque las personas que indudablemente están enfermas generalmente se hallan en hospitales mentales,
hay algunas personas que están tan enfermas como ellas y no son atendidas mientras las que reciben trata-
miento sólo están moderadamente enfermas. “Esta selección”, dice, “claramente se basa en un criterio
social, y no en una opinión del psiquiatra”. 23 Si Mechanic está correcto en su análisis, resulta patente que
un ministro, sin querer, se convierta en cómplice inocente en la iniciación de tratamiento para personas
que quizá no lo necesiten.
2.            La recomendación es casi equivalente a una hospitalización ya sea que la persona esté
enferma mentalmente o no. Mechanic estudió dos hospitales de enfermedades mentales por un período de
tres meses e informó que nunca observó un caso en que el psiquiatra le dijera al paciente que no
necesitaba tratamiento. Por el contrario, todos los que llegaban al hospital se consideraban ya como
pacientes. No se puede dar por hecho que lo que Mechanic encontró es lo que sucede universalmente,
pero la evidencia es muy importante y de peso como para pensar que esto no suceda con frecuencia. El
ministro debe darse cuenta, entonces, de que con recomendar, de hecho está recetando hospitalización,
cuando en realidad sólo intenta ayudar a la persona a obtener una diagnosis profesional. Así que su
opinión de “laico” se convierte en efecto, en una diagnosis profesional.
Wiesbauer, caracterizando la actitud adecuada del pastor acerca de la hospitalización de una
persona con enfermedad mental, dice: “Su función es muy difícil pues consiste en ser compasivamente
neutral”. Uno se pregunta cuál es en realidad la extensión de esta neutralidad.
3.            Recomendar puede resultar en paralizar al individuo en su capacidad de trabajo
después de que ha “sanado” de su enfermedad mental. Regresar a su empleo con frecuencia se vuelve
muy difícil si el patrón se da cuenta que el solicitante ha tenido problemas mentales. Olshansky, Grob, y
Malamud encontraron que las empresas prefieren no dar empleo a una persona cuando se enteran de que
ha tenido alguna enfermedad mental. Dice: “Una evidencia más de esta preferencia es que solamente
cinco supervisores entrevistados expresaron que estaban dispuestos a considerar darle empleo a algún
expaciente mental, por capacitado que estuviera, en un futuro inmediato”  Estos patrones objetaron
especialmente por las razones siguientes: (1) miedo de violencia, (2) miedo de que el empleado sea
“incompatible”, y (3) miedo de una conducta extraña.
Además se encontró que los patrones tenían la tendencia a creer que los ex-pacientes mentales
sólo podrían hacer cierta clase de trabajo, sin mucha técnica y que no les pusiera en “tensión”, o trabajos
de “responsabilidad”, o trabajos “peligrosos” o muy “difíciles”. Es muy claro que el ex-paciente mental es
considerado un riesgo por los patrones. El ministro que está buscando un psiquiatra para recomendar a
alguien debe pensar en esto. Si su recomendación no es justificada, bien puede contribuir a un proceso
que haga muy difícil que el paciente encuentre trabajo, o, en algunos casos, forzar al paciente a hacer un
trabajo más bajo que lo que su preparación debe darle. Esto va de acuerdo con la proposición de Scheff de
que “Los que llevan la etiqueta de desviados son castigados cuando intentan regresar a su papel
convencional”. El doctor Robert C. Hunt, del Hospital “Hudson River” en Pughkeepsie, Nueva York,
dice:

El hombre que logra recuperarse de un ataque de enfermedad


mental con todo su talento vocacional o profesión intactos, y al que
después le niegan empleo, está tan incapacitado en su vocación, como
si su capacidad intrínseca de trabajo hubiera sido totalmente destruida.

Linn y Schwarz advierten contra lo que ellos llaman una “recomendación prematura”. Al
informar sobre un estudio por el Departamento de Salud de la Universidad de Yale dijeron que había una
ola grande de temor de los psiquiatras entre el cuerpo estudiantil. Creían que esto se debía en parte al
proceso de ponerle etiquetas a las personas, etiquetas que después los descalificaría de ciertos puestos, sin
consideración de sus habilidades. Concluyeron que muchos estudiantes que necesitaban y aún querían,
ayuda del psiquiatra, la evadían.29
4.            La recomendación quizá resulte una desorganización del proceso mental de la vida
diaria de una persona por el hecho de su hospitalización. No es extraño que la hospitalización de un

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enfermo mental se extienda por un período de muchos años. Estamos de acuerdo en que algunos, quizá
muchos, necesitan ser hospitalizados por largos períodos de tiempo, pero es de dudar que esto sea
necesario para todos los que están en estos hospitales mentales. Se han hecho investigaciones cuyos
resultados demuestran que hay una relación entre el nivel económico y el tiempo de estancia en el
hospital. White, citando al bien conocido estudio de Hollingshead y Redlich dice,

… El 93% de los pacientes de la clase pobre en los hospitales


del estado, estaban hospitalizados todavía 10 años después de su
admisión. Los psiquiatras se preguntan por qué los pobres resisten la
psicoterapia, y atribuyen su resistencia a la ignorancia o la
predisposición. La verdadera razón es que los pobres ven que la
enfermedad mental les lleva a hospitales de enfermedades mentales, lo
cual consideran como una de las peores catástrofes que pueda caer
sobre cualquier persona.

Hollingshead y Redlich notan una asombrosa diferencia de clase en el diagnóstico psiquiátrico y


el tratamiento. Descubrieron que lo que se llama neurosis si la persona tiene dinero, se le llama psicosis si
no lo tiene, y el que tiene dinero es tratado con psicoterapia individual o de grupo, mientras que el pobre
es hospitalizado.
5.            La recomendación quizá resulte en un costoso tratamiento psiquiátrico que está más
allá de los recursos económicos de muchas personas. Si hubiera amplia evidencia para creer que tal costo
resultara en alivio para el enfermo mental, el costo estaría fácilmente justificado. Sin embargo, es bien
sabido que el tratamiento psiquiatra puede ser lento y costoso y que con frecuencia produce muy poco
beneficio. Mucho de lo que se promete como “éxito” del tratamiento psiquiatra se basa en la necesidad de
una relación de largo tiempo. Las personas con pocos o limitados medios, con frecuencia abandonan el
tratamiento porque no ven resultados rápidos, así que terminan su tratamiento prematuramente. Esto
tiende a prejuiciarlos contra la psiquiatría y los excluye de recibir los beneficios que pudieran haber
resultado de un tratamiento de larga duración.
6.            La recomendación quizá resulte en iniciar un programa de tratamiento del que derive
muy poco beneficio. Y como Mowrer ha observado, los resultados del tratamiento psiquiátrico están lejos
de elogiar a la psiquiatría. Sugiere que los que “sanan” no son solamente limitados en número sino que
aun algunos psiquiatras admiten libremente su falta de éxito.
7.            La recomendación quizá resulte en que la persona sea “marcada” por causa de un
tratamiento psiquiátrico. Hay una aguda diferencia entre lo que los libros dicen de lo que debe ser la
actitud de la sociedad hacia la enfermedad mental y lo que en realidad la sociedad piensa del enfermo
mental. Aunque la sociedad no debe considerar la enfermedad mental como una desgracia para el
individuo o para su familia, el hecho es que esto es exactamente lo que la sociedad hace. Tal como Biddle
dice, “Los que han sufrido enfermedad mental no han cometido un crimen, pero ¡cuán frecuentemente la
sociedad los rechaza cuando regresan a la vida de la comunidad!” Goffman, en su libro intitulado Stigma:
Notes on the Management of Spoiled Identity, trata ampliamente con el asunto del estigma que acompaña
al enfermo mental. Lo caracteriza como “la situación del individuo que está descalificado para ser
aceptado por la sociedad”. Así pues, toda persona marcada como enfermo mental, corre el riesgo de ser
estigmatizado por sus amigos. Esto complica su problema en que lo último que esta persona necesita es
sentir que nadie lo acepta. El ministro tiene que tener mucho cuidado de no hacer una recomendación
innecesaria que pueda dar por resultado que el feligrés se enfrente con los efectos debilitantes del estigma
social.
8.            La recomendación al psiquiatra quizá dé por resultado que el paciente sea dislocado
de su orientación religiosa. Algunos psiquiatras, particularmente los de la escuela freudiana, no son
solamente anti-religiosos sino que identifican la religión como parte del problema del paciente. Si un
psiquiatra cree seriamente que esto es la verdad, considerará su “deber” despojar a su paciente de su
“religión neurótica” a fin de efectuar una sanidad de la personalidad. Fairbanks dice que un psiquiatra
raramente “regresa” a un paciente-feligrés al ministro que lo recomendó. De hecho es un interesante
fenómeno que muchos hospitales y muchos médicos procuran proteger a sus pacientes del ministro y de
la religión. A una persona con orientación religiosa, esta negación de la validez de la religión puede serle
devastadora.

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CUANDO DEBEN HACERSE LAS RECOMENDACIONES
Las recomendaciones a otras personas profesionales o agencias deben hacerse bajo las siguientes
circunstancias:
1.            Cuando es bien claro y evidente que el problema del feligrés está más allá del alcance
de la capacidad del pastor para ayudar.
2.            Cuando hay personas competentes en la comunidad o en el área que están capacitadas
para ayudar.
3.            Cuando el pastor pueda hacer tal recomendación con la conciencia clara de que la fe de
su feligrés no será destruida o sus futuras relaciones sociales puestas en entredicho.
4.            Cuando él puede desligarse del problema pero seguir sosteniendo al feligrés en una
relación de apoyo.
DIRECCIONES PARA HACER RECOMENDACIONES
1.            Conozca a la persona profesional o agencia más capacitada para ayudar al feligrés con
su problema.
2.            Tenga confianza en la competencia e integridad de la fuente recomendada.
3.            Apoye a la persona profesional o agencia en el curso que se está persiguiendo hacia la
solución del problema del feligrés a menos de que haya una evidencia clara de que no lo beneficia.
4.            Continúe una relación de apoyo al feligrés durante la recomendación y después de ella.

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PRINCIPIOS BIBLICOS DEL ARTE DE ACONSEJAR
L. J. Crabb

1. Ampliando nuestra visión


La mayoría de la gente tiene problemas. Hay personas que no se llevan bien con sus
maridos o con sus esposas; otras están abrumadas por problemas de dinero o de educación de
los hijos; otras sufren depresión nerviosa; otras sienten una especie de vacío interior que les
impide realizarse; hay en fin otras esclavizadas por el alcohol o por el sexo. No hay suficientes
consejeros profesionales para dar abasto con tantos problemas. Y aunque los hubiera, son
relativamente pocas las personas con dinero y paciencia suficientes para aguantar las caras y
lentas series de sesiones que a menudo exigen los tradicionales métodos de esta clase de
psicoterapia profesional. Además, es preciso admitir que el porcentaje de éxitos por parte de
psicólogos y psiquíatras no justifica la conclusión de que una terapia profesional que esté al
alcance de todos los bolsillos, sea la respuesta deseada.

El aumento de problemas personales y una creciente desilusión en los esfuerzos


profesionales por resolverlos, han dado paso al intento de buscar nuevas vías de solución. Ha
llegado el momento preciso para que los creyentes que tomen a Dios en serio, desarrollen un
método bíblico de aconsejar que afirme la autoridad de la Escritura y la necesidad y suficiencia
de Cristo. La amargura, la culpabilidad, la preocupación, el resentimiento, el mal genio, el
egoísmo quejumbroso, la envidia y la lascivia están consumiendo a nivel psíquico, espiritual (y,
a menudo, a nivel fisiológico) las vidas de los hombres. Al menos en nuestro subconsciente, se
ha encastillado la idea de que, para nosotros los creyentes, la entrega a Cristo y la
dependencia del poder y de la guía del Espíritu Santo, nos exigen someternos a lo que el
médico prescriba. Pero el caso es que la psicología y la psiquiatría profanas se han empeñado
en meternos en la cabeza la noción de que los problemas emocionales son efecto de un
desequilibrio psíquico y dentro de esos límites se mueve todo el diagnóstico, así como la
terapia, del especialista en psicología. Un renombrado psicólogo, O. Hobart Nowrer, ha recrimi-
nado a la Iglesia el haber vendido su espiritual primogenitura en cuanto al derecho a enseñar a
la gente el modo de vivir con eficacia, a su colega el psiquiatra, no pocas veces su antagonista,
a cambio de un plato de lentejas en forma de propaganda.

Estoy convencido de que la iglesia local debe y puede asumir con éxito la
responsabilidad de contar entre sus filas hombres capaces de restaurar en la gente con
problemas la salud espiritual que les permita llevar una vida plena, productiva y creadora. Un
psiquiatra comentaba recientemente que sus pacientes todos estaban básicamente
hambrientos de cariño y acogida y dónde debería manifestarse mejor el cariño que en una
iglesia local centrada en Cristo. Jesús oró para que todos los suyos fuesen uno. Pablo habla de
alegrarse con el que se alegra, de llorar con el que llora y de sobrellevar los unos las cargas de
los otros. En la medida en que se cumple el objetivo que el Señor le fijó a su Iglesia, queda
también satisfecho dentro de la Iglesia el profundo anhelo de ser amado y acogido, el cual
engendra tantos problemas psicológicos cuando no encuentra la debida satisfacción.

Según explicaremos en detalle más adelante, la gente no sólo necesita amor, sino
también un objetivo para sus vidas. La vida debe tener un sentido, un destino y una meta que
no son pasajeros ni se producen automáticamente. Y es la iglesia local la destinada a
suministrar una orientación al respecto. El Espíritu Santo ha distribuido sus dones espirituales
entre todos y cada uno de los miembros del Cuerpo. El ejercicio de tales dones contribuye a la
más importante de todas las actividades que tienen hoy lugar en el mundo, es a saber, la
edificación de la Iglesia de Jesucristo. ¡Qué objetivo tan magnífico y de una importancia eterna
para la vida, queda específicamente a disposición de los hombres en el interior de las
estructuras organizadas de la iglesia local. Más adelante, explicaré más detenidamente mi
creencia en que la iglesia local ha recibido en exclusiva de parte de Dios el ministerio de
satisfacer las necesidades de la gente que padece trastornos emocionales.

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Si hemos de esperar algún éxito del desempeño de una responsabilidad tan inmensa y
tan seriamente descuidada, los pastores necesitan volver al modelo bíblico, que no consiste en
que el pastor sea el único que ejerce este ministerio con todos, sino en equipar a los miembros
de la congregación para que ellos mismos puedan cumplir esta tarea por medio del ejercicio de
sus dones espirituales. Las congregaciones necesitan recobrar aquel maravilloso sentido de la
«koinonía» o comunión, practicando una verdadera comunicación de bienes. Los pastores
necesitan también entender la perspectiva bíblica sobre los problemas personales y enfatizar
desde el pulpito la necesidad de aconsejar según la Biblia. En cada iglesia debería haber
hombres y mujeres adiestrados en este ministerio sin par, de aconsejar de acuerdo con la
Palabra de Dios. El desarrollo de una iglesia local hasta convertirse en una comunidad
equipada para aconsejar, utilizando sus recursos singulares de comunión fraternal y ministerio,
es una idea apasionante que necesita mucha reflexión. Como base para dicha reflexión es
preciso que contestemos antes a la pregunta siguiente: ¿Cuál es el método bíblico que ha de
usarse en el arte de aconsejar? Es preciso dedicar una atención urgente, inteligente y de
mucha amplitud a la tarea de desarrollar un método para ayudar a la gente, el cual, al par que
eficiente, sea en todo consecuente con la Biblia.

Todo concepto sobre el arte bíblico de aconsejar debe basarse en el principio


fundamental de que existe realmente un Dios infinito y personal que se ha revelado a Sí mismo
en forma de proposiciones escritas, en la Biblia, y personalmente en una Palabra viva y
encarnada, Jesucristo. Conforme al testimonio de ambas, la Biblia y Jesucristo, el problema
primordialmente básico de todo ser humano es su separación de Dios, el abismo creado entre
ambos por el hecho de que Dios es santo y nosotros no lo somos. Mientras no se establezca
comunicación entre ambas orillas, la gente podrá dar a sus problemas personales ciertas
soluciones transitorias y parciales, echando mano en mayor o menor cuantía de los principios
que ofrece la Biblia, pero nunca podrán disfrutar de una existencia completamente satisfecha ni
en esta vida ni más allá de la tumba. El único modo de encontrar a Dios y disfrutar de la vida en
comunión con El, es por medio de Jesucristo. Cuando estamos de acuerdo con Dios respecto a
nuestra condición pecadora, nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos toda nuestra fe
y confianza en la sangre de Jesús como el precio total de nuestro rescate de la esclavitud del
pecado y del demonio, ello basta para conducirnos a una íntima relación con Dios (un hecho
verdaderamente asombroso) y nos abre la puerta a una vida plena y con sentido.

Ahora bien, si los cristianos se sienten inclinados a sustituir la pura psicoterapia


profana por unas normas bíblicas aplicadas en el contexto de la iglesia local, hemos de decirles
que el justo medio consiste en no quitar importancia a los aspectos científicos y en no
contentarnos con ellos. Los Evangélicos suelen irse a uno de los dos extremos. No basta con
decirle sin más a una persona que sufre depresión, que es pecadora y que debe confesar sus
pecados al Señor prometiéndole no volver a pecar. Tal modo de proceder presentaría al mundo
el rostro de un Cristianismo más opresivo que liberador, como un sistema insensible lleno de
normas duras de cumplir. Recientemente se ha intentado programar un arte cristiano de
aconsejar a la manera en que se planearía una cacería de brujas: localizar el pecado y echarlo
a la hoguera. Más adelante explicaré las razones que tengo para creer que este modo de obrar,
aunque correcto en su base teológica, es incorrecto y no precisamente bíblico en su meto-
dología. Es un error muy grave el pensar que Cristo sólo puede ayudar en problemas específi-
camente espirituales, pero que no le compete el resolver problemas de tipo psíquico personal
(como la depresión), para cuya solución es preciso echar mano de la psicoterapia profana. Los
que repiten sin más que «Jesús es la respuesta», no suelen tener mucha experiencia en el
trato concreto y personal de los problemas cotidianos que afectan al hombre de la calle.
Cuando llega el caso de enfrentarse con la cruda realidad de un problema personal, emocional,
familiar, etcétera, o se limitan a animarles o que tengan más fe, más oración y más estudio de
la Biblia (buen consejo, pero a menudo tan poco útil como el decirle a un enfermo que se tome
la medicina) o recogen velas y se van al otro extremo, diciéndoles: «Su problema no es
espiritual, sino mental. Yo no puedo ayudarle; más le vale acudir a un psiquiatra».

Debemos desarrollar un método sólidamente bíblico para aceptar en el arte de


aconsejar, un método que tenga en cuenta los avances de la psicología sin traicionar los
principios de la Biblia, que sepa encarar con todo realismo y en toda su hondura los problemas
de la gente, así como la probabilidad de éxito y la importancia que su solución tiene para la

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existencia personal y lo que es más importante, con una fe inquebrantable y apasionada en la
inerrancia de la Biblia y en la completa suficiencia de Jesucristo.

La primera parte de este libro está destinada a quienes aconsejan con regularidad a los
creyentes con problemas, que «busquen la ayuda de un profesional». Aun cuando la
intervención de un consejero profesional puede servir de ayuda, a veces tiene el inconveniente
de basarse en principios doctrinales diametralmente contrarios a los de la Biblia. Aquí vamos a
analizar brevemente y dar nuestra opinión crítica, desde una perspectiva bíblica, de un
determinado número de posiciones que representan las corrientes de pensamiento de la
psicología profana.

El resto del libro presentaré mis ideas sobre un método realmente bíblico de practicar
el arte de aconsejar.

2. Confusión existente en el arte de aconsejar


Antes de que una persona preste oídos a una solución, es preciso que sepa que hay un proble-
ma. En este capítulo y en el siguiente, voy a enfocar el problema analizando la situación
corriente en la psicología profana. Los mayores esfuerzos del hombre por construir una torre
que llegue hasta el cielo, siempre resultan inútiles. La inteligencia del ingeniero, el genio del
teórico y el esfuerzo del obrero especializado, se han conjugado para construir la torre de la
psicología con resultados sorprendentes. Pero, mientras no veamos que dichos resultados
están lejos de alcanzar las metas soñadas, no nos sentiremos inclinados a buscar otra
alternativa.

Vivimos en un tiempo en que se tiende a difuminar las diferencias, las cosas más
opuestas se aparean para engendrar productos híbridos que no son ni una cosa ni otra, y los
compromisos económicos son jaleados como prueba de amor y de apertura mental. Están
incluso desapareciendo las diferencias entre hombre y mujer para darnos un ser unisexual:
niños bonitos y muchachos de pelo en pecho. Los conceptos del bien y del mal (que siempre se
pensó que eran opuestos) han adquirido ahora una relatividad tal, que lo bueno es a veces
tenido por malo, y lo malo es tenido por bueno moralmente. Las creencias religiosas se han
ampliado hasta abrirse a puntos de vista antagónicos entre sí, dentro de una estructura tan
simple como elástica. En el fondo de todos estos fenómenos se oculta la extendida y creciente
suposición de que no existe lo absoluto, ni realidades objetivas fijas que confronten a una
persona, porque siendo la existencia de un sujeto personal lo único verdaderamente real, el
hombre rehúsa simplemente someterse a ninguna presión. Y cuando se abandona la creencia
en los valores absolutos, inevitablemente sobreviene una enorme confusión en las masas.
Cada cual tiene sus propias ideas sobre cómo deberían marchar las cosas, sin que exista
norma alguna absoluta y exterior al hombre, con la que poder contrastar la validez de una idea
determinada. Y en ninguna parte proliferan tan notoriamente las distintas nociones difíciles de
contrastar, tanto como en los despachos de los psicólogos.

En 1959 se publicó un libro con el título de Psicoanálisis y Psicoterapia, 36 Métodos. Si


se escribiera una edición de dicho libro, puesta al día, habría que doblar, por lo menos, el nú -
mero de sistemas de psicoterapia al presente en boga. Si a esto se añade el que cada sistema
queda modificado por la personalidad, estilo, trasfondo educacional y sesgo peculiar de cada
consejero, tenemos que encarar el hecho inquietante (quizás exageramos, pero sólo muy poco)
de que hay tantos métodos distintos de aconsejar como son los consejeros profesionales. Y,
con todo eso, seguimos hablando como si el término «aconsejar» se refiriese a una entidad o
proceso razonablemente uniforme y fácil de identificar. Conozco una pareja que fueron a ver a
un «consejero», quedaron escamados de la experiencia y desde entonces se han decidido a no
volver jamás a ver a un «consejero». No se dan cuenta de que puede haber otro consejero que
piense y hable tan diferente del primero como para no admitir comparación alguna.

Es obvio que la necesidad más urgente en este terreno del aconsejar, es que existiese
una unidad básica claramente establecida, dentro de la que cupiese una diversidad de detalle.
En otras palabras, debemos disponer de una estructura fija, un cupo acorde e inmutable de
verdades con un sentido claro, capaz de aglutinar los diversos elementos que caen bajo el

50
dominio de la psicoterapia. Francis Schaeffer habla de forma y libertad en la iglesia local. La
Biblia especifica una forma fija con límites perfectamente delineados. Dentro de la forma
prescrita, hay sitio para una considerable libertad de acuerdo con las circunstancias del
momento, los sujetos que intervienen y una caterva de otros factores de varias índoles. Cuando
no existe dicha forma, la libertad queda sin marchamo y a la deriva, desembocando en palos de
ciego y confusión sin límites (es de notar que la confusión se cura, a veces, con dogmatismos).

Los psicólogos tratan a menudo de dignificar la confusión aplicándole la etiqueta de


«eclecticismo». Pero cuando falta la sólida base de una comprensión clara, objetiva e
inmutable de la naturaleza del hombre y de sus problemas, el eclecticismo puede convertirse
en el disfraz técnico de la osada chapucería o de la conjetura. Sencillamente, no cabe
esperanza de llegar a una diversidad razonable (o, como la llama un psicólogo, un
«eclecticismo técnico»), mientras no se haya fijado una norma estable y unificadora. Sólo
puede darse verdadera libertad dentro de una forma fija y clara en su sentido.

Hasta hace poco, creía que la unidad necesaria podía obtenerse y perfeccionarse
mediante la investigación científica; pero son ya muchos los que ahora sostienen que los
métodos de investigación científica carecen en sí de la adecuada capacidad para definir la
verdad. La ciencia no puede suministrar ni pruebas ni sentido. En otro lugar, hice notar que la
moderna filosofía científica confiesa la incurable impotencia de la ciencia sibilina para hacer
ninguna afirmación categórica. La ciencia nos proporciona probabilidades, pero no puede llegar
a más. Alcanzar certidumbre exige de nosotros el sobrepasar (no el negar) la razón y ejercitar
la fe. La tesis del optimismo humanístico de que el hombre se basta a sí mismo para resolver
sus problemas, se ha demostrado bajo el peso de la incapacidad de la ciencia para asegurar
con claridad y certeza el que una sola proporción sea verdadera. Necesitamos principios
universales demostrados y la ciencia es incapaz de ofrecerlos. Por tanto, debemos por fe
alargar la mano más allá de nuestro propio alcance, si queremos obtener lo que necesitamos.

La fe dispone, en último término, de dos opciones entre las que elegir. Cuando las
cuestiones que plantea la filosofía se comprenden en su sentido propio, la gama de posibles
respuestas se torna reducida. La final apelación que, con todo acierto, lanzó Sartre a la
especulación filosófica: «¿Cuál es la razón de que exista algo en vez de nada?», admite
únicamente dos modos posibles de contestarla de manera definitiva: o existe un Dios personal,
que piensa, siente y escoge, o existe un Dios impersonal, más bien un objeto que un sujeto,
algo que, a falta de personalidad propia, obra al azar según los principios de la casualidad.
Dicho de otra manera: o nuestro mundo ha sido diseñado por un Diseñador infinito, o todo ha
sucedido accidentalmente por pura casualidad. Estas son las dos opciones que se ofrecen a la
fe; no hay otra alternativa. La unidad tan necesaria para poner orden en el caos de los métodos
de aconsejar, tiene que depender de Dios o de la casualidad. Si el azar constituye la realidad
última, el orden que observamos es accidental, toda predicción se vuelve imposible, y los
esfuerzos sistemáticos para ver de aconsejar conforme a unos patrones previamente
observados, se tornan por fuerza de la misma lógica indefendibles (aunque a veces suene la
flauta por casualidad). El aconsejar de una forma consecuente con la negación de Dios
equivale a aconsejar de una forma consecuente con la creencia en el azar y en nada más. Pero
si un consejero obrase así, su profesión tendría los días contados. No hay un solo terapeuta, ni
cualquier otra persona que tenga algo que ver con esta materia, que se comporte en la práctica
como si el azar fuese la última realidad. Ahora bien, esto les deja en la incómoda posición de
seguir viviendo como si Dios existiera, pero negándose a tomar una dirección que conduzca a
Dios. Uno de los Huxley dijo en cierta ocasión que, aunque no hay Dios, las cosas marchan
mucho mejor cuando creemos que existe. El arte de aconsejar funciona mejor cuando los
consejeros presuponen que hay un orden, que las cosas pueden predecirse y que existe la res-
ponsabilidad, elementos o fenómenos que, según el cálculo de probabilidades, no se darían a
menos que exista un Dios personal.

Por supuesto que todos los consejeros dan por cierta la existencia de una determinada
estructuración coordenada (por ejemplo los mecanismos mentales instintivos de Piaget) y
pueden trabajar eficientemente en la medida en que las supuestas categorías universales que
dan por ciertas, corresponden a lo que la observación empírica les proporciona. La metodología
científica puede aumentar nuestra confianza en que nos hemos posesionado de alguna parcela
de la realidad mediante la detección experimental de los que parecen ser elementos invariables

51
de la naturaleza humana. Nadie se atreve seriamente a poner en tela de juicio que existe
alguna forma de orden y que dicho orden puede ser observado y descrito. La pregunta
relevante en esta materia es si este orden guarda un sentido lógico.

El negar la existencia de Dios y por tanto, el aceptar, al menos de modo implícito, que
el universo es, en último término, un mero producto del azar, conduce necesariamente a dos
resultados que con mucha frecuencia se pasan por alto: primero, que, según el cálculo de
probabilidades, habríamos de esperar de este mundo mucho menos orden del que observamos
en él (del caos, es más probable que surja el caos que no el orden); segundo, sea cual sea el
orden que encontramos, hemos de considerarlo como una ocurrencia casual (aunque
realmente ordenada). El único sentido que un evento casual puede ofrecer (no importa lo
ordenado que aparezca) es un hecho presente, concreto en su existencia fenoménica, sin más
relevancia que el presentarnos «una realidad actual, dentro de la presente experiencia». Lo
más que se puede afirmar de lo que es una realidad actual es que es una realidad actual. (El
énfasis en la experiencia del momento presente, característico del moderno movimiento de
grupos de encuentro, se parece mucho a una puesta al día de la antigua filosofía «comamos,
bebamos y nos divirtamos, que mañana moriremos.») Lo único que tiene sentido es el radical
ahora.

 El orden que pueda encontrarse en un universo fruto del azar, no comporta ninguna
implicación acerca de lo que debería ser; se limita a describir cómo están las cosas y cómo
reaccionan a determinadas fuerzas. El mejor modo de actuar conforme al orden que
observamos no puede estar determinado por el orden mismo. Y, sin embargo, todo consejero
desea hacer algo con el orden que percibe. En el caso de que un consejero de cida seguir una
determinada dirección respecto de un cliente, debería tener una razón convincente para
hacerle seguir una determinada dirección y no otra. Si piensa defender sus procedimientos
como «correctos» y «buenos», debe apelar a algo que trascienda el orden que le sirve de
orientación para su trabajo. Pero si, al mirar más allá de la gama de regularidades observadas
por él, no encuentra más que el azar (o, como lo describe Schaeffer, no encuentra ningún
hogar en el Universo), carece de base lógica para recomendar un determinado curso de acción
a seguir. En realidad, no existe lógicamente razón alguna que dé sentido a nuestras acciones.
En un Universo de azar, el orden se limita simplemente a existir por casualidad, pero no lleva a
ninguna parte, porque, en fin de cuentas, no tiene ningún sentido. Una Psicología sin Dios
nunca puede proveer una estructura consistente para poder desenvolverse en el terreno del
aconsejar.

En pocas palabras, mi argumento es el siguiente: el campo del aconsejar requiere una


unidad segura y provista de sentido, cosas que la ciencia no puede suministrar de sus propios
fondos. Podrá otorgar mayor o menor probabilidad a ciertas hipótesis, pero nunca puede
demostrar una sola proposición. Puede describir las regularidades que observe en la naturaleza
humana, pero no alcanza a establecer el sentido invariable de ninguna clase de estructura. En
cada caso, el metido a consejero tiene que escoger sus procedimientos de acuerdo con una
teoría, quizás definida y descrita de un modo muy pobre e impreciso, pero teoría al fin. Si dicha
teoría no está religada a Dios como a última realidad, las diversas técnicas no se podrán
desenvolver libremente dentro de una forma segura y provista de sentido.

El pensamiento que late en el presente libro es muy simple: si realmente existe un Dios
personal, entonces existe una verdad última acerca de la gente y de sus problemas, la cual
puede suministrar la base necesaria o la estructura requerida para una variedad de técnicas en
el arte de aconsejar. Y las verdades básicas que no se refieren directamente a la existencia
misma de Dios, no se pueden conocer con certeza a no ser mediante la revelación divina.
Hemos de concluir, pues, que la tarea del psicólogo cristiano consiste en proveer una
comprensión de la gente, de sentido universal y verdadero, derivada de la revelación bíblica. Si
se descarta la revelación como fuente de verdad, nos encontramos encerrados en la
incertidumbre. El capítulo siguiente analiza lo que ha ocurrido en psicología por haber ignorado
la revelación de Dios.

Crabb, L. J., Principios Bíblicos del Arte de Aconsejar, graciasoberana.com

52
Sin base de sustentación
            Los creyentes se sienten a veces inclinados a prestar su apoyo a cualquiera que tenga
en menos la sabiduría humana y enfatice la suficiencia de la Biblia como base de todo nuestro
pensar. Pero el rotular como inútil todo el pensar profano, equivale a negar el hecho evidente
de que todo conocimiento verdadero procede de Dios. Está claro que Dios a dado al hombre
una inteligencia y que bendice el ejercicio mental con una mayor comprensión del mundo
creado por Jesucristo.

Los psicólogos han venido ejercitando durante años sus mentes y han acumulado un
gran acervo de información útil y técnicas provechosas, como las pruebas de inteligencia y los
métodos para curar a los tartamudos. Han contribuido enormemente a comprender cosas como
el por qué la gente reacciona a ciertas clases de estímulo de la manera que lo hace, cómo
piensa el hombre y la relación que existe entre el pensar y la acción o la emoción, así como las
etapas de desarrollo por las que pasa un niño. No quiero que nadie vaya a ver en este capítulo
algo así como un desprecio olímpico de la psicología científica. Creo firmemente que la
psicología, como disciplina totalmente secular (lo mismo que la odontología o la ingeniería)
tiene su valor real. Lo que aquí pretendo es analizar los presupuestos básicos acerca del
hombre y de sus problemas, conforme los defiende la psicología científica y mostrar, a la luz de
la Biblia, que dichos presupuestos son totalmente inadecuados como estructuras fijas y dignas
de todo crédito en el arte de aconsejar. Sólo la Palabra de Dios puede suministrar la base
estructural que necesitamos. Los esfuerzos de la Psicología, aunque arrojen luz en muchas
direcciones, no le prestan al consejero que vaya en busca de sólidas bases, mayor utilidad que
la que pueden prestar a un barco las anclas a bordo, en medio de un mar proceloso. El
diagrama n.° 1 presenta un esbozo demasiado simplificado, pero preciso, del pensamiento
central de cinco teorías representativas de sendas escuelas sobre la salud mental. Cada
posición explica el problema básico de la gente y sugiere una solución. En el diagrama, cada
círculo simboliza al ser humano. El presente capítulo analiza cada teoría con detalles
suficientes para sacar la conclusión de que ninguna de ellas suministra una base terapéutica
compatible con la revelación bíblica.

Sigmund Freud

Freud es digno de estudio por varias razones. Antes de él, los problemas personales o
emocionales solían en general atribuirse o a una posesión diabólica o a un defecto orgánico
oculto. La responsabilidad por la curación caía así o sobre el exorcista o sobre el médico. Freud
levantó la tapa de la mente y abrió de esta manera una caja de Pandora que contenía el miedo,
la envidia, el resentimiento, la lujuria, la agresividad y el odio. Años de profunda investigación
convencieron a Freud de que en el centro de la personalidad humana latían dos instintos
básicos que pugnaban por encontrar satisfacción: la inclinación hacia el placer sensual (eros) y
la inclinación al poderío y a la destrucción (thánatos).

Cuando a estos instintos se les negaba el expresarse libremente, surgían según Freud
los problemas emocionales. En otras palabras. Freud afirmaba que el instinto primordial del
hombre era la autosatisfacción. La gente es radicalmente egoísta. El signo menos (—) en el
círculo del diagrama' representa el egoísmo. Pero Freud añadía que la mayoría de la gente no
se da cuenta de que es egoísta (así lo indican las rayas que cortan oblicuamente el círculo) o,
para ser más exactos, no llegan a atisbar una motivación egoísta en su conducta, sino que
revisten de nobles ropajes sus motivos egoístas: «Yo no quiero sino lo que más le conviene» —
dice la esposa que se niega a aceptar a su marido tal cual es y le urge a cambiar. El motivo real
se camufla en el inconsciente a fin de proteger al súper-ego (la conciencia) de sentirse
ofendido.

Permítaseme exponer estos mismos conceptos de un modo algo más técnico. La trama
que la gente teje en el taller de su neurosis representa el retorcido esfuerzo por satisfacer sus
propios deseos de una forma que no aparenta violar las normas introyectadas en la conciencia.

La ansiedad, que según Freud es el factor básico que subyace a todo desequilibrio psíquico,
tiene lugar cuando un impulso inaceptable («Yo querría matar a mi padre porque lo odio tanto»)

53
se hace tan fuerte, que el individuo se ve casi forzado a admitir conscientemente la existencia
de tal impulso. Las señales de peligro que avisan a la inminencia de un choque entre los
deseos egoístas de uno (lo que Freud titula el id o «ello») y la escala de valores impuesta por la
conciencia (el súper-ego), producen en el sujeto un sentimiento de ansiedad.

En este punto, hay cierto paralelismo con el punto de vista de la Biblia. Según la
Palabra de Dios, el hombre vive para sí mismo; insiste en conducir su vida por un camino que,
en su propia opinión, le llevará a la felicidad. «Cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jue.
21:25); es decir, lo que creía más conveniente para satisfacer sus propias necesidades. La
gente tiende a llenar el vacío que siente en su interior, siguiendo su propio parecer, más bien
que ajustándose al plan de Dios. El paralelismo entre el punto de vista freudiano y el bíblico se
quiebra súbitamente cuando se busca una solución al problema. Para resolver el problema de
la oculta motivación egoísta, propone Freud un proceso de curación en tres etapas:

(1)     descubrir la oculta motivación;

(2)     suavizar la conciencia hasta un punto en que resulte aceptable el motivo de


autosatisfacción;

(3)     promover la autosatisfacción dentro de unos límites realistas y aceptables socialmente.

Cuando un paciente llega a percatarse de que toda su conducta está teñida de egoísmo desde
el núcleo de sus motivaciones, puede llegar a sentirse molesto. Su reacción emocional ante la
vista de su egoísmo radical es producida por una conciencia intolerante y rígida. Suavizando la
conciencia y rebajando su normativa hasta un punto en que el egoísmo aparezca como inevi-
table biológicamente (al fin y al cabo, para Freud, el hombre es meramente un animal instintivo)
y, por tanto, al menos como tolerable, el paciente encontrará el remedio para relajar la tensión
entre lo que es y lo que debería ser.

Mowrer ha demostrado hasta la evidencia que el aceptar el «es», olvidando el «debe


ser», lleva a una conducta autodirigida (autónoma), sin la contención del freno moral, condición
que los psicólogos llaman sociopatía. (Sociopatía. También llamada psicopatía, es una
enfermedad mental denominada como trastorno disocial de la personalidad.) Está claro que la
terapia freudiana consiste realmente en promover una vida autónoma sin la carga de una con-
ciencia. La etapa tercera viene a subsanar este vacío de conciencia en la conducta con el
disfraz de una permisiva aceptación por parte de la sociedad. Después de haberse
desembarazado de una conciencia neurótica a causa del moralismo impuesto, el paciente se
acepta a sí mismo como un animal que necesita satisfacer sus instintos y se dispone a
procurarse dicha satisfacción de la manera más inteligente posible, decidido a encontrar los
medios que no le creen conflictos con la sociedad Freud llama a esto vivir según los principios
del realismo, en vez de hacerlo según los principios del simple hedonismo. Por ejemplo, si uno
desea satisfacer su instinto sexual, no es conveniente que recurra al rapto, porque podría
incurrir en la indignación de gran parte de la sociedad; lo más aconsejable es que busque un
cómplice dispuesto a complacerle o que lo pague de su bolsillo. Las cuestiones de inmoralidad
no deben inquietarle. Dentro del conocido esquema de Freud: id, ego y súper-ego, la conducta
ha de tener en cuenta el id (el instinto) y el ego (el contacto personal con el mundo) y
desentenderse de las normas morales o súper-ego. Lo más que hace Freud es aconsejar un
hedonismo socialmente aceptable. En último término, la terapia freudiana conduce a sus
pacientes hacia la sociopatía. Los creyentes debemos rechazar completamente la solución
básica freudiana como amoral y anti-bíblica.

La psicología del «ego»

Los psicólogos de esta escuela operan dentro de la óptica freudiana, pero creen que
Freud (especialmente en sus primeros tiempos) puso demasiado énfasis en el egoísmo básico
del hombre y no acertó a prestar suficiente atención a la capacidad del hombre para conducirse
de una personalidad realista y flexible. La diferencia entre la psicología del ego y la antigua
posición clásica freudiana consiste en un cambio de énfasis. Los psicólogos del ego tratan de
desarrollar el potencial necesario para modelar una conducta prudente, razonable y forjada a

54
base de decisiones inteligentes (un ego estructural), capaz de domesticar los instintos brutales
y canalizarlos de una manera aceptable y fructífera. El círculo correspondiente en el diagrama
n.° 1 incluye un más (+), representando un ego débil, pero potencialmente fuerte. La tarea del
psicólogo adicto a esta escuela consiste en fortalecer esta capacidad de adaptación que existe
dentro del ser humano (construir el ego), a fin de equiparle con una carta de navegar que le
permita disfrutar de una vida plena y satisfecha.

En este punto, algunos creyentes podrían inclinarse a aseverar con toda fuerza que, a
menos que Dios le capacite para ello, el hombre no dispone de los medios para poder vivir
como debe (no importa el desarrollo que su ego haya podido alcanzar). Así es, en efecto, pero
no es una objeción de peso contra la posición de un psicólogo del ego. Este no dice que la
gente sea capaz, por un mero acto de su libertad, de vivir de acuerdo con las normas de su
conciencia. Lo que sí asegura es que una persona que se conozca bien a sí misma y tenga una
confianza realista en sí misma, puede programar su vida de tal manera que sus deseos de
placer y de dominio puedan encontrar satisfacción razonable, sin entrar en serios conflictos con
su ambiente social. Queda, pues, claro que la psicología del ego participa del mismo error
culpable y catastrófico de negar a la conciencia moral su función directiva. El énfasis que la
psicología del ego pone en la adaptación funcional, exige a pesar de todo una ulterior res-
puesta por parte de la Biblia (una respuesta que tiene validez para el sistema de Freud, pero
adquiere una resonancia más clara en el caso presente). Al hablar de adaptación de las
necesidades biológicas dentro de una estructura social realista, los psicólogos del ego
presuponen implícitamente que el ser humano es meramente un ser biológico, sin más
necesidades primarias que las biológicas. (Digamos de paso que resulta un absurdo metafísico
el hablar de verdadera racionalidad —que es condición indispensable para la correcta
funcionalidad del ego— en un ser biológico que se desarrolla al azar. Cómo pueden las
operaciones mentales evadir el encasillamiento dentro de la categoría de fenómenos biológicos
casuales —exclusión necesaria para que puedan llevar adecuadamente la etiqueta de
racionales— en un mundo desprovisto de un supremo Diseñador personal, es algo difícil de
concebir).

El creyente en la Biblia, se apresurará a responder que el hombre es algo más que un


ser biológico, pues de hecho es un ser personal también, creado a imagen de un Dios personal.
Como ser personal, tiene necesidades personales (concepto que analizaremos más adelante)
que requieren urgente satisfacción, se ha de disfrutar, y aún tener una mera experiencia, de su
condición de persona. Como quiera que esté caído y, por ello, separado del Dios personal que
es el único que puede satisfacer cumplidamente sus necesidades personales, el hombre sin
Dios debe forzosamente quedar incompleto como hombre (tanto a nivel personal como
biológico).

Es, pues, obvio que la psicología del ego centra su atención en las necesidades
biológicas y exhorta a encontrar los medios propios de que valerse para satisfacerlas dentro de
una adaptación inteligente. En la medida en que esta terapéutica le da buenos resultados, se
desarrolla un orgulloso sentido de independencia y el paciente se siente más alejado de Dios
que antes de la curación. Pero como las necesidades personales básicas quedan insatisfechas,
es inevitable que surja en él una profunda sensación de vacío y frustración. La conocida queja:
«Algo marcha mal; no sé en qué consiste, pero lo cierto es que no me siento plenamente
realizado», saldrá a la superficie o quedará drásticamente suprimida por los agresivos
esfuerzos de una mayor confianza en sí mismo. Las dos únicas salidas que ofrece la psicología
del ego —el orgullo o la frustración— no merecen la pena de que un consejero bíblico las tenga
por dignas de consideración.

Carl Rogers

El próximo a analizar es Carl Rogers, pionero del movimiento de trabajo en equipo


(encuentro a nivel de grupo) en Norteamérica. Según Rogers, Freud está en un error: el
hombre no es un ser negativo; los psicólogos del ego también están equivocados; el hombre no
es un ser negativo con un embrión positivo en espera de desarrollo. Rogers se complace en
creer y enseña con firmeza que en el interior del hombre, todo es positivo. Todo lo que hay
dentro de su círculo propio es bueno. La corrupción le viene de fuera. El ser humano dispone

55
de una tendencia congénita a realizarse a sí mismo, que sólo necesita verse libre de
restricciones o forzados encauzamientos, para conducirle a la satisfacción personal y a la
armonía social. Esta ilusión utópica (que sin duda ha de provocar en cualquier padre sincero
una sonrisa de incredulidad) está representada en el diagrama n.° 1 por una gruesa
circunstancia que sugiere el entorno social rígido, moralizante y opresivo, que bloquea la
bondad interior (el signo +), impidiéndole expresarse. A mí me parece que Rogers podría curar
la rebelión eliminando las normas contra las que rebelarse (sin ley no hay conocimiento del
pecado). Cuando yo sigo este procedimiento con mis hijos, los resultados no tienden
precisamente a una mayor integración personal ni a una mayor unidad de la familia. Quizá
Rogers replicaría que debo continuar permitiéndoles que se expresen libremente, que por muy
desastrosa que parezca su conducta, no es más que una reacción contra la presión ambiental
sutilmente mantenida, y que cuando desaparezcan completamente las inhibiciones de una li-
bertad total, es cuando podré observar la verdadera naturaleza de mi hijo. Estoy de acuerdo.
Es precisamente dicha perspectiva la que me mantiene en la actitud de imponerle una
normativa.

Para Rogers, todos los problemas tienen su raíz en no acertar a ser uno mismo.
Naturalmente la solución a este problema es la liberación. Quitemos toda traba, confiemos
enteramente en la persona, animémosla a que exprese libremente todo lo que lleva dentro («si
lo siente, hágalo»), y llegará un día en que el impulso hacia la adecuada realización del yo, se
manifestará en un sentimiento externo e interno de integración. La angustia, que según la
mayor parte de los psicólogos es la raíz de los problemas mentales, surge cuando a las
internas experiencias viscerales (sentimientos viscerales) no se les permite integrarse en el
campo de la conciencia, a causa de una evaluación negativa impuesta por la educación. Por
ejemplo, a mí se me ha enseñado que el odio es cosa mala (evaluación negativa aprendida).
Cuando alguien se comporta conmigo de una manera ruin (quizás un padre o una madre poco
acogedores), surge automáticamente en mí un sentimiento de odio (interna experiencia
visceral). Pero como califico el odio como cosa mala, me niego a reconocer que el odio es algo
corriente en mí y de esta manera, se produce una especie de escisión en mi propia
personalidad. Estoy separando el «yo» aceptado por mí, del «yo» que realmente soy. La
tensión por mantener esta dualidad se siente en forma de angustia.

La correcta respuesta cristiana a Rogers no consiste en rechazar con mofa todo lo que
dice como si fuesen desvaríos de un optimista equivocado. Rogers ha puesto el dedo en la
llaga de un problema que aqueja de verdad a la gente, incluyendo a muchos creyentes. Como
se supone que los creyentes aman de verdad, nos resistimos a admitir la realidad cuando no
amamos, y entonces lo fingimos. Toda hipocresía separa a la persona de su íntima realidad y
reduce al nuevo hombre en Cristo a un fantasma despedazado. Rogers está en lo cierto al
insistir que debemos reconocernos tales cuales somos, incluyendo nuestros sentimientos
viscerales, pero está trágicamente equivocado al creer que el mejor modo de conseguir la
integración es estimular a la gente a que exprese todo lo que hay en su interior. Estimular la
libre expresión de mis pecaminosos sentimientos de odio supondría hacer traición a mi
conciencia y contristar al Espíritu Santo que mora en mí. La integración está maravillosamente
al alcance de cualquier persona que sinceramente reconozca sus sentimientos de odio, los
califique como obra de la carne, los confiese como pecaminosos, y aprenda a amar bajo la con-
ducción y el poder del Espíritu de Dios.

Rogers sufre una terrible equivocación al suponer que, dejado a mi propio impulso, sin
direcciones ajenas, escogeré siempre el mejor modo de obrar. Al suponerlo así, niega
tajantemente la enseñanza bíblica acerca de la depravación de nuestra naturaleza. La Escritura
nos dice que no hay ni uno bueno, ni uno solo; que los malos están descarriados desde el
vientre de sus madres. Retirar toda dirección impuesta desde fuera supone una invitación a una
conducta autónoma y caótica. Como ha dicho Dorothy Sayres: «Si quieres seguir tu propio
camino. Dios te dejará marchar por él. El infierno es el disfrute eterno del propio camino».
Durante algún tiempo, parece agradable. El relativismo funciona bien a ratos, pero conduce
ineludiblemente al hedonismo absoluto y al libertinaje. Rogers piensa que el permitir a la gente
seguir sus propios caminos comporta gozo, armonía y amor, pero la Escritura proclama que
dichas cualidades son el fruto del Espíritu Santo, mientras describe las obras de la carne
(seguir su propio camino) en términos radicalmente diferentes. El que un consejero cristiano
adopte para su trabajo el sistema rogeriano supone una abierta rebelión contra la Palabra de

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Dios. Pero insisto de nuevo en que el rechazar todo cuanto Rogers dice y hace, por el hecho de
que sus presupuestos básicos son trágicamente erróneos, no es precisamente lo que se le pide
a un creyente. Como hemos mencionado anteriormente, Rogers ha clarificado ciertos
problemas de la personalidad, para los que la Biblia ofrece soluciones adecuadas. También ha
contribuido en gran manera a resaltar el valor de la sinceridad, el calor humano y la mentalidad
positiva como cualidades necesarias para un consejero eficiente. La Sagrada Escritura no sólo
reconoce la importancia de tales valores, sino que proporciona una base realista para su
promoción y desarrollo.

B. F. Skinner

B. F. Skinner es el cuarto de esta lista. En su opinión, el ser humano no es algo


negativo (Freud), ni tampoco una mezcla de negativo y positivo (psicología del ego), ni
totalmente positivo (Rogers). Según Skinner, el ser humano es simplemente un cero enorme y
vacío, es realmente nada. En su reciente libro, Más allá de la Libertad y de la Dignidad, Skinner
afirma explícitamente e insiste con ardor en que el hombre es un ser totalmente controlado
fatalmente. Haríamos bien, añade, en anunciar que debemos zafarnos todo lo posible del
hombre en cuanto hombre. La interpretación que Skinner da a los datos que nos suministran
los laboratorios nos urge, a su juicio, a rechazar la ficción de que el hombre es un ser personal,
con iniciativa propia, capaz de escoger y responsable. Estos puros mitos sin prueba son sólo
un obstáculo para el desarrollo de su utopía mecanicista. El ser humano no es más que una
especie de perro más complicado, absolutamente determinado por su ambiente hasta en los
más insignificantes detalles de su pensamiento, de su sentimiento y de su conducta. Es de
notar que este concepto determinista no es exclusivo de Skinner. También Freud enseñó que el
hombre está determinado por el dinamismo de unas fuerzas interiores que escapan a su con-
trol. Pero Skinner rechaza la dinámica de Freud como una objetivación de abstracciones
mentales y traslada el centro controlador del hombre a fuerzas físicas exteriores (incluyendo las
estructuras genéticas) y a factores fisiológicos (los estados químicos del organismo). El
creyente necesita reaccionar con violencia contra esta teoría, pues lo que Skinner hace es
nada menos que despojar a la persona humana de todo valor. Todo el concepto de
responsabilidad personal absolutamente vaciado de sentido. El problema del crimen queda
resuelto diciendo simplemente que no existe. Ya no hay criminales, sino circunstancias que
inducen a lo que llamamos crimen. Mientras que Freud trata de integrar la interna es tructura de
la personalidad, Skinner quiere modificar el entorno de la persona de tal modo que pueda
cambiar automáticamente su conducta en la dirección que el modificador escoja.

En el diagrama n.° 1, las flechas que apuntan hacia el círculo representan el impacto
del ambiente, mientras que las flechas que parecen partir del círculo representan la reacción
del organismo, como resultado que se sigue inevitablemente de dicho impacto y que puede
predecirse con toda seguridad. El problema que agobia a la gente es que nos vemos
controlados por formas que impiden nuestra adaptación normal, a causa de las diversas
contingencias que surgen sin que podamos percatarnos de ellas, pues son debidas a un
destino ciego (la gente siempre hace lo que surte efectos que refuerzan su propio mecanismo).
La curación sólo se obtiene descubriendo estas fuerzas que controlan la conducta y mani-
pulándolas sistemáticamente a fin de producir el tipo de conducta que deseamos. Reflexionen
ustedes sobre estos conceptos durante unos momentos. Adviertan que todo esto reduce al
hombre a una colección impersonal de reacciones potenciales. No hace mucho, me contaba un
psiquiatra cristiano cómo se las había arreglado para vencer la «inercia matinal», consistente
en un sentimiento depresivo que cada mañana le hacía ver como una labor difícil y un peso
inaguantable el levantarse de la cama y acudir al trabajo. Para curarse, planeó que su primera
hora mañanera incluyese un café caliente y uno de sus pasteles favoritos tan pronto como
llegase a su oficina, como recompensa a su esfuerzo por ir a trabajar. No es que yo tenga nada
que objetar a que alguien quiera comenzar el día de un modo agradable; pero sí me preocupa
el que un psiquiatra creyente (que debiera conocer mejor la materia) se trate a sí mismo como
un objeto manipulante, más bien que como un hijo de Dios que debería dedicar
responsablemente su tiempo al Señor y dejarse conducir por el Espíritu que mora en él y recibir
así el poder necesario para conducirse como Dios desea de él. Hacer de un dulce el motivo
estimulante, cuando se tiene a mano el designio y el poder de Dios, es una necedad culpable.
Con tal que la voluntad de Dios sea lo que guíe nuestro hacer cotidiano, el café y las galletas

57
pueden ofrecer también un legítimo placer mañanero (e incluso algo que estimule a trabajar
mejor).

La teoría de Skinner ofrece, a lo más, el reajuste mecánico de una persona que no fue
creada para reaccionar mecánicamente jamás. Andando el tiempo, el camino que Skinner
desea que andemos nos llevaría directamente a una tiranía tecnocrática. Un jefe de control (o
un grupo de controladores) asumiría el papel de manipular todas las fuerzas que controlan la
conducta (alimento, vestido, abrigo, etcétera) y distribuirlas entre la gente que se conduciría de
acuerdo al plan establecido.

En un folleto titulado Retorno a la Libertad y a la Dignidad, Francis Schaeffer señala


dos fallos centrales en el pensamiento de Skinner. Primero, si todos están realmente
controlados, ¿quién controlará al controlador? El concepto de control recíproco (todos nos
controlamos los unos a los otros) sostenido por Skinner, es sólo una evasión al problema. Si ha
de existir un plan de control organizado en la sociedad, debe haber alguien por encima de
todos los controles, a fin de seleccionar y proyectar con sentido dichos controles de acuerdo
con un plan. Pero en el sistema de Skinner, no existen agentes libres; por tanto, no hay nadie
cualificado para el oficio de controlar, sino que todo el mundo está controlado ya. Segundo,
dando por supuesto que fuese posible dicho control, habría de determinarse en qué dirección
debería conducirse a la gente y rectificar su rumbo. Toda decisión acerca de un cambio,
presupone implícitamente un sistema de valores. Pero en el sistema de Skinner, radicalmente
mecanicista y evolucionista, no caben bases lógicas para determinar lo que está bien o lo que
está mal. Como hace notar Schaeffer, el sistema de valores del ateo se reduce necesariamente
a la creencia del Marqués de Sade de que todo lo que ocurre está bien. Skinner despacha esta
objeción como una polémica innecesaria, e insiste en comenzar estableciendo el valor
notoriamente manifiesto de la supervivencia. Pero resulta difícil el admitir que la supervivencia
en un universo casual y totalmente mecanicista, sea algo más que una coincidencia casual.
Cualquier sentimiento positivo que nosotros abriguemos hacia este destino (o negativo acerca
de lo que nos ocurra) es meramente el producto de un azar ciego y, por tanto, sin sentido
alguno. Aunque no es mi intención el hacer ahora un análisis más profundo, unos pocos
minutos de reflexión bastarían para percatarse de la cantidad y complejidad de problemas
éticos que habríamos de afrontar, aun en el caso de que diéramos por supuesto el valor básico
y primordial de la supervivencia.

Los creyentes debemos rechazar la enseñanza de Skinner de que el hombre no es


más que un perro más complicado. Cristo murió por nosotros porque hemos sido hechos a
imagen de Dios y se nos ha otorgado un valor real como personas. La libertad que el hombre
posee para escoger su dirección, es un concepto claramente enseñado en la Biblia y resulta
necesario para vindicar la justicia de Dios cuando castiga el pecado. A un nivel más pragmático
(no deseo entrar en la discusión sobre el tema de la soberanía de Dios y el albedrío del
hombre, pues cualquiera que sea la posición que se adopte en el plano teológico, no es preciso
que aporte un peso decisivo en el punto que quiero enfatizar), yo, como consejero creyente que
soy, hago a mis pacientes responsables del modo con que eligen ordenar sus vidas. Si eligen
el desconocer las normas divinas son reprensibles. Reconozco su dignidad y su libertad. Una
persona no debe cargar a cuenta de su ambiente la responsabilidad de sus propias acciones.
El marido que dice: «Mi esposa se negó a tener conmigo trato sexual, y por eso he cometido
adulterio», da de su conducta una parcial explicación, pero no una justificación. La respon-
sabilidad por el pecado recae enteramente en el pecador; nunca debe achacarse a las
circunstancias, por muy difíciles que éstas puedan ser.

Con todo, los cristianos le deben a Skinner el haber especificado de qué modo la
conducta es influenciada (no controlada) por las circunstancias. En otro lugar he desarrollado
este concepto con detalle. Permitidme que repita que un conocimiento no debe ser rechazado
como anticristiano por el solo hecho de que proceda de una fuente no cristiana. La obra de
Skinner sobre reflejos condicionados incluye algún conocimiento verdadero acerca de mi
relación con el mundo circundante (como agente activo que soy, más bien que pasivo) y puede
ser provechosa para un consejero creyente que trabaje exclusivamente dentro de unas
estructuras cristianas. Por eso, no estoy de acuerdo con Jay Adams en rechazar en bloque la
tecnología de Skinner. En su Hand-book of Christian Connseling, habla de cómo vencer un
hábito evitando las circunstancias que sirven de tentación. Si una persona es golosa, no debe

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fomentar la tentación paseándose junto a una pastelería. Skinner ayuda a analizar el influjo de
dicha tentación en su obra sobre el control de los estímulos; así que un consejero cristiano,
familiarizado con las investigaciones de Skinner se hallará en mejor posición para aconsejar a
su cliente sobre el modo de comportarse, que otro que no sepa nada de las teorías de Skinner.

EXISTENCIALISMO

La última posición teórica en el diagrama número 1, no es tanto un punto de vista


unificado, cuanto una colección de ideas más o menos afines y agrupadas bajo el común
denominador, por llamarlo de alguna manera, de existencialismo. En mi opinión, de las cinco
teorías expuestas en este capítulo, el existencialismo es el que más atrevidamente se encara
con las necesarias implicaciones del naturalismo: si la causa es impersonal y, por tanto, ciega,
el resultado debe ser también impersonal y, por tanto, casual. Cualquier comienzo impersonal
que uno escoja, ya sea la materia o la energía, no puede sobrepasarse a sí mismo para
producir algo que implique una finalidad. No puede haber un proyecto sin un programador. Y si
no existe ningún proyecto, no hay ninguna cosa con sentido que la razón pueda descubrir. El
hombre es algo incognoscible, sencillamente porque no hay nada que pueda conocerse
racionalmente. Desde este punto de vista, el ser humano es un gran signo de interrogación. Es
evidente que es algo, porque está ahí, pero como se trata de un mero conjunto de fenómenos
casuales, no hay nada que la razón pueda afirmar de él con sentido. Es un puro accidente, un
evento surgido no se sabe de dónde, que no obedece a ninguna ley y marcha a la deriva sin
destino fijo. El psicólogo existencialista no dice acerca del hombre otra cosa más  sino  que 
«es».  Pero terapeutas como Víctor Frank1 insisten enfáticamente (y con toda razón) en que
una persona no puede vivir sin un destino o sin una dirección. El problema básico de la gente,
según Frankl, consiste en lo que él llama neurosis noogénica, una crisis de sentido. La gente
no sabe quiénes son ni por qué están aquí. El  existencialista  no  parece  darse cuenta de que
resulta por lo menos curioso el que toda la gente haya desarrollado casualmente (según su
teoría) una necesidad de alcanzar un sentido dentro de un mundo que no tiene ningún sentido.
Esto significa o un cruel y consecuente quiebro burlón que nos hace el destino (aunque el
término «cruel» pierde su sentido estimativo en un Universo casual: lo que llamamos «cruel» es
un simple y anodino «así es»), o es una demostración evidente de que hay un sentido objetivo,
perceptible, al menos tenuemente, para toda criatura humana.

Un estudio atento de la logoterapia de Frankl nos convence de que Frankl no es


partidario de la teoría del sentido objetivo. El trata más bien de solucionar el problema de la
neurosis noogénica (falta de sentido) persuadiendo a sus pacientes a que se agarren a ciegos,
arbitrariamente, a algo por lo que merezca la pena vivir. Puesto que no existe cosa alguna real
u objetiva que dé sentido a la vida, su solución se reduce a una fe ciega: hacer algo, sentir
algo, ser algo, vivir por algo, y esperar que esto le aporte a uno el sentido que echa de menos
en la vida. Quizás la pasión sexual, la euforia de las drogas, el encanto de la música, la
experiencia de una libertad sin límite, la satisfacción que comporta la educación, escribir libros
o construir hospitales, podrán suministrar el sentido tan apasionadamente deseado. Sea cual
sea el destino que uno quiera dar a su vida, carecerá de base racional, puesto que para el
existencialista todo es absurdo. La solución propuesta es claramente un intento irracional de
vivir felizmente. Una esperanza irracional se asirá a cualquier objeto que, mediante un acto de
la voluntad, pueda proporcionar un sentido transitorio. Pero la gente persiste en ser racional.
Estamos acostumbrados a pensar, a hacer preguntas, a buscar respuestas. Y el pensamiento
derriba súbitamente los puntales sobre los que se nos haya ocurrido levantar un sentido para
nuestra vida. Y como a todos nos llega un momento en que nos paramos a pensar (hasta el
más simple de los mortales es consciente de que anhela conocer las razones de algo), la
solución existencialista se derrumba sin remedio, para dar lugar a la desesperación más
profunda: nada tiene sentido y nos tenemos que conformar de por vida con no ser otra cosa
que un gran signo de interrogación, un desdichado error, producido por un sádico accidente
para hacernos anhelar algo que nunca podremos conseguir.

Los creyentes debemos afirmar muy alto que nuestra fe se basa en hechos, no en
sentimientos. Todo el sistema cristiano se apoya en la historicidad de Jesucristo, su real
identidad de naturaleza con Dios, su muerte verdadera y su resurrección corporal. El
cristianismo comienza con un Dios personal que suministra un sentido objetivo. El hombre no
es un signo de interrogación, sino que ha sido creado a imagen de Dios, aunque ahora es un

59
ser caído. Ya sea que lo sienta en su interior, o crea que todo ello es una realidad, eso no
afecta a la condición real de los hechos. Se trata de verdades objetivas que pueden ser ana-
lizadas y conocidas racionalmente. El problema del hombre consiste en que, como agente
moral con libre albedrío, situado en un mundo proyectado por Dios, ha escogido
voluntariamente afirmar su propio derecho a la supremacía autónoma y a la autodeterminación.
Por tanto, está realmente separado, a causa del pecado, de la única fuente que da verdadero
sentido a la vida. Desde el punto de vista cristiano, la neurosis noogénica del hombre es algo
real que sólo tiene una solución en este mundo nuestro, que tiene un sentido, pero se halla en
estado de caída. La solución al dilema del hombre no es una esperanza arbitraria en el sentido
de «¡adelante, a ver si esto funciona!». La esperanza bíblica nunca es un intento irracional de
ignorar las conclusiones del raciocinio, sino más bien un conjunto de verdades fijo, seguro,
comunicable y proposicional, basado en el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de
Jesucristo, y que encara racional y lógicamente el problema objetivo del pecado. Los conseje-
ros cristianos siempre trabajan sobre una base conocida. Nunca cabe la duda acerca de la
dirección que una persona debe tomar si desea en serio resolver su problema. Los creyentes
no disponen de libertad para recomendar a un cliente que trate de encontrar su propia solución,
sino que siempre deben dirigirle a una solución que se ajuste a lo que enseña la Biblia.

Freud dijo que el hombre es egoísta y lo primero que tiene que hacer es reconocerlo y
después aceptarlo como cosa normal. La psicología del ego proclama que al hombre se le
pueden dar fuerzas suficientes para canalizar con éxito su egoísmo por cauces aceptables
tanto a nivel personal como social. Rogers niega que alberguemos en nuestro interior ningún
elemento malo y añade que el hombre está lleno de bondad y, por tanto, debe permitir que se
manifieste todo lo que hay en su interior. Skinner defiende que el hombre no es bueno ni malo,
sino un enredado ovillo de reacciones que, en términos de valor intrínseco, equivalen a un gran
cero. Como quiera que el hombre pueda ser controlado, dejemos que los expertos psicólogos
de la escuela de Skinner lo manipulen hacia unos fines deseados, en último término, por un
controlador que a su vez está totalmente controlado (un casual círculo vicioso que no admite
escape). Los existencialistas no saben si el hombre es malo (como dice Freud), o bueno
(Rogers), o ambas cosas a la vez (psicólogos del ego), o ninguna de las dos (Skinner). El
hombre es, en pura lógica, un absurdo, pero necesita algo aparte de su irracional sinsentido;
así que debe echarse la racionalidad a la espalda y esperar a ciegas que venga alguna
experiencia a llenar el vacío.

La metodología científica no es apta para establecer la validez de ningún concepto


sobre la naturaleza básica del hombre. Sin el peso de la certeza, cualquier sistema es un ancla
flotante. El escoger una posición básica acerca de la naturaleza del hombre, el principio
universal tan urgentemente necesario en el campo de la psicoterapia, es como una flecha
lanzada a ciegas al blanco, si no existe a nuestra disposición alguna fuente objetiva de
conocimiento. Para encontrar la certeza, sencillamente no hay otro camino por andar, excepto
la revelación bíblica.

Crabb, L. J., Principios Bíblicos del Arte de Aconsejar, graciasoberana.com

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4. A vista de pájaro
            Los psicólogos se dan una maña estupenda para complicar lo sencillo. Pero los
creyentes son a veces culpables de simplificar demasiado las materias que realmente son
complicadas. Un análisis provechoso de la naturaleza de la gente, por qué arrastran a menudo
una vida renqueante, cómo surgen y se complican los problemas, y el sende ro cristiano que
conduce desde una vida sin provecho a una vida abundante, debe necesariamente implicar
cierta complejidad, menos de lo que los freudianos piensan, pero quizás algo más que el
trillado tópico del «lea, ore y confíe» que muchos creyentes emplean. En un esfuerzo por hacer
más inteligible la inevitable complejidad del tema, voy a esbozar aquí los principios generales
que pienso desarrollar en detalle en el resto del libro.

La gente que tiene problemas suele quejarse de sus sentimientos: «Me siento
deprimido»; «Mi esposa me saca de quicio»; «Me siento tan ofendida cuando mi marido no
hace caso de mí»; Siempre estoy preocupado; no me puedo quitar de encima esta molestia». A
veces los consejeros animan al paciente a desembuchar todos sus sentimientos, abrigando la
ilusión optimista de que, cuantos más sentimientos negativos vomite la persona, más libre se
verá de sus problemas emocionales. Una vez oí a un consejero animar a una atormentada
cliente a que expresase con toda libertad el odio que abrigaba contra sus padres, para que
«arrojase el veneno que llevaba dentro». Otros consejeros tratan de hallar la causa de dichos
sentimientos en alguna circunstancia externa, sobre la que recaiga la responsabilidad de
producir y fomentar una emoción negativa. Un consejero puede decirle a su cliente: «Usted
está con ese enfado, porque su esposa se niega a estar de acuerdo con la decisión de usted»
o «Sus sentimientos hostiles hacia las mujeres se deben al carácter frío, de rechazo, de su
madre».

Ninguno de los dos métodos me parece ajustado a la Palabra de Dios. Pablo asegura
que nuestra transformación se realiza mediante la renovación, no de los sentimientos ni de las
circunstancias, sino de nuestro entendimiento. Recomendar la catarsis como un objetivo que
cura por sí mismo, equivale a desconocer la realidad de nuestra naturaleza pecaminosa, que
posee ilimitados recursos de sentimientos negativos. El buscar en una circunstancia externa la
causa de un problema emocional interno, despoja al individuo de su propia responsabilidad
ante sus problemas y contradice abiertamente la enseñanza del Señor de que no es lo que
entra dentro del hombre lo que le mancha, sino lo que sale de su interior.

Cuando una persona experimenta el fruto del Espíritu Santo, seguramente que no
siente amargura, rebeldía, disgusto ni celos. Pablo enseña que dichos sentimientos se cuentan,
en realidad, entre las obras de la carne. El consejero bíblico debe reaccionar ante los
problemas de sentimientos, investigando las situaciones en que dichos sentimientos se
muestran con mayor fuerza y luego estudiando atentamente la conducta del cliente en tales
situaciones. Es de esperar que encuentre pautas de conducta que reflejen la obra de la carne.
Por ejemplo, si su marido se queja de sentir enfado hacia su esposa, el consejero debe
exhortarle a que especifique cuándo se siente más enfadado. Puede ser que su esposa le
obsequie a menudo con una cena cicatera, rutinaria y hecha aprisa y corriendo a última hora.
Sin excusar la conducta de la esposa, no debe dirigir la atención a la conducta de la esposa ni
a la subsiguiente reacción emocional del marido, sino enfocarla en la precisa actitud que el
marido adopta cuando se sienta a la mesa ante aquella insulsa cena. Quizás él expresa su
irritación agriamente en los siguientes términos: «¿Por qué no tratas de comportarte como una
esposa de verdad, siquiera por una vez? ¿Voy a dar gracias? ¡No hay de qué!». O tal vez es el
tipo de persona que prefiere mantenerse en silencio, requemándose en su interior y se
desentiende fríamente de su mujer durante el resto de la velada. En la mayoría de los casos,
no será difícil cazar al vuelo algún gesto característico a propósito para producir fricción y
reducir la armonía.

Muchos creyentes que se dedican a dar consejos, piensan que en estos casos, tanto
los sentimientos como las actitudes deben ser forzosamente calificados de pecaminosos. El
cliente debe reconocer que está violando el principio bíblico de «amad a vuestras mujeres, así
como Cristo amó a la iglesia» (En otras palabras, por muy mal que le trate a usted, debe
amarla: «Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores —es decir,

61
sin motivo alguno para amarnos—, Cristo murió por nosotros»). Según este punto de vista, el
arte de aconsejar se reduce a una exhortación a confesar su pecado, arrepentirse de él, y
prometer enmendarse. Se supone que la transformación de la persona depende enteramente
de un cambio de conducta.

Este punto de vista tan cerrado comporta una dificultad. Es cierto que los clientes
pueden confesar su culpa, arrepentirse y cambiar responsablemente de conducta. Y, ante el
Señor, están obligados a hacerlo. Pero la dificultad con este modo de encarar el problema,
surge cuando uno se percata de que el sentimiento y la conducta pecaminosos de una persona
revelan algo totalmente específico acerca de su naturaleza pecaminosa, lo cual, si no se tiene
en cuenta debidamente, podría causar ulteriores problemas más adelante. En el capítulo 7,
desarrollaré la idea de que la raíz de nuestra pecaminosidad congénita se halla en nuestra
mentalidad. Otra forma de expresar esta misma realidad es decir que el pecado comienza en el
mundo del pensamiento. Por debajo de los sentimientos y de la conducta, están las creencias.
Si los sentimientos y la conducta son pecaminosos, las creencias que anidan tras ellos,
forzosamente han de ser malas.

El marido de nuestro caso anterior, quizá mantenga implícitamente la errónea creencia


de que «Yo puedo realizarme en mi matrimonio, sólo si mi esposa me muestra afecto
respetuoso, y de este modo me hace sentirme importante». En este caso, estaría depositando
en su esposa el poder de hacerle a él feliz o desgraciado. Puesto que probablemente está
también convencido (como lo estamos la mayoría) de que tiene derecho a ser feliz, considerará
la conducta negligente de su esposa como una violación de sus derechos. De tal mentalidad
brotan naturalmente sentimientos y palabras de enfado. Aun cuando tal marido llegue a ser
persuadido a confesar que su cólera es un pecado y al realizar esfuerzos para cambiar de
conducta, mientras sus convicciones queden sin corregir, existe un porcentaje de probabili-
dades peligrosamente alto de que volverá a encolerizarse la próxima semana y así
sucesivamente. Estoy convencido de que los fallos en descubrir y corregir los errores mentales,
son los que tienen la culpa de gran parte de los repetidos fracasos de gentes que tratan
sinceramente de vivir una vida cristiana.

En todos y cada uno de los casos, la mentalidad equivocada implicará la creencia


pecaminosa de que, para resolver los propios problemas, se necesita algo más que el apoyo
que Dios puede prestar con su providencia. Una mente renovada renueva en cada instante la
creencia a la que uno se agarró con firmeza en el momento de la conversión: Dios es
totalmente suficiente para mí. Pero con frecuencia decimos: «Para ser feliz, yo necesito seguir
mis planes». Mientras una persona abrigue tal creencia, será incapaz de aceptar con gratitud
las circunstancias que obstaculizan sus planes; más bien, las mirará con resentimiento (se
pondrá furioso con ella), dará coces contra el aguijón que para él suponen (se quejará de ello a
su esposa), y se lamentará depresivamente de su mala suerte («estoy atado a ella de por
vida»).  Después  que  el  consejero bíblico haya descubierto la maldad de la mentalidad
errónea responsable de la conducta antipática y del sentimiento molesto, debe estimular a una
nueva conducta consecuente con un recto pensar. Puede decirle al marido: «Mire, Dios dice
que Él es suficiente para usted. La necesidad que usted tiene de sentirse importante, no
depende del efecto que su esposa le profese, sino de que usted ejercite los dones espirituales
que posee. ¿Lo está haciendo usted así?» Una nueva conducta que incluyese alguna forma de
ministerio en la iglesia, una mayor responsabilidad en el ejercicio de su profesión, y una
conducta cariñosa hacia la esposa,  producirían  entonces  el  fruto  del  Espíritu Santo, la
maravillosa experiencia del amor, del gozo y de la paz.

Todo el proceso puede resumirse en un sencillo diagrama que bosqueje los seis pasos
del arte de aconsejar de la manera siguiente:

DESCUBRIR EL PROBLEMA

1.                           Descubrir los sentimientos negativos y pecaminosos que dan como


resultado una conducta negativa.

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2.                   Descubrir los sentimientos negativos y pecaminosos que, junto con los
sentimientos negativos, es causada por el pensar erroneo.

3.                              Descubrir la mentalidad erronea y pecaminosa.

REALIZAR EL CAMBIO MEDIANTE LA ENSEÑANZA

4.                                Promover un pensar correcto.

5.                             Planear una conducta correcta producida por un pensar recto.

6.                              Descubrir los sentimientos que satisfagan a la persona, producidas


por una conducta y una mentalidad también correcta.

           En este esbozo, el paso crucial implica el cambio de mentalidad del cliente, renovando
su mentalidad. Si es cierto que los procesos de nuestro pensar (aquello con que llenamos
nuestra mente) determinan en gran medida el talante de nuestra conducta y el tono de nuestros
sentimientos, entonces debemos dedicar una atención considerable a todo este asunto del
pensar erróneo. El pensar tiene siempre un contenido; siempre estamos pensando en algo. Por
tanto, a fin de entender el pensar incorrecto, debemos antes considerar la temática sobre la
que la gente piensa de un modo falso. Esta sera la materia que vamos a tratar en los dos
capítulos siguientes.

            Crabb, L. J., Principios Bíblicos del Arte de Aconsejar, graciasoberana.com

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5. Tratando de comprender nuestros más profundos anhelos (I)
           Tras la lectura de las publicaciones del pensamiento psicológico profano, el lector
cristiano llega a convencerse (si ya no lo estaba antes) de que la confusión sólo puede dar
paso al orden mediante un apelar a la Revelación como base para una estrategia correcta en el
arte de aconsejar. La Sagrada Escritura pone repetidamente en claro que todo correcto pensar
acerca de los problemas de la gente debe comenzar por el reconocimiento de que el ser
humano no está ahora en una condición normal; ha fallado en cumplir la norma; ha errado el
blanco; es un pecador. Pablo comienza su inspirado tratado, dirigido a los romanos, sobre las
bases de la teología cristiana, afirmando contundentemente la verdad de que el hombre se ha
separado de Dios mediante una rebelión voluntaria. Y concluye su introducción insistiendo en
que todos absolutamente debemos bajar en silencio la cabeza y cerrar la boca cuando nos
encaramos con Dios. Somos culpables y no tenemos excusa ni defensa posible. Después de
reconocer nuestra condición culpable y desvalida, nos hallamos silenciosos y temblorosos en la
presencia de Dios, esperando a ver lo que Él va a hacer, y temerosos de que, en cumplimiento
de lo que Su justicia demanda, nos arroje de Su presencia por toda la eternidad. Un concepto
adecuado de la realidad del pecado es necesariamente un primer punto  de referencia crítica
para adquirir la comprensión de los puntos de vista cristianos acerca de cualquier tema. Una
psicología digna del adjetivo «cristiana» no debe situar el problema del pecado al mismo nivel
de los demás problemas ni reducirlo a la categoría de una simple neurosis o de una torcedura
psicológica.

El efecto del pecado es la separación. Cuatro distintas separaciones son el resultado


de la total catástrofe introducida por la rebelión voluntaria del ser humano:

En primer lugar, el hombre está separado de Dios —tiene problemas espirituales.


En segundo lugar, está separado de sus semejantes —tiene problemas sociales o
interpersonales.
En tercer lugar, está separado de la naturaleza —tiene problemas ecológicos y físicos.
En cuarto lugar, está separado de sí mismo —tiene problemas psicológicos.

Los cristianos se dan cuenta de que la última y definitiva causa de toda dificultad es el pecado,
es decir, una decisión de vivir su vida sin tener en cuenta la autoridad de Dios.

En estos últimos años, algunos creyentes han cobrado fuerzas de los escritos de
psicólogos tan notables como O. Hobart Mowrer y Thomas Szasz, hasta afirmar con denuedo
que no existe tal cosa como la llamada enfermedad mental. Más bien hay que pensar que los
problemas mentales son, no un disease o enfermedad, sino un disease o dificultad, (En inglés,
la palabra "enfermedad" es "disease". La palabra "ease" significa "estar a gusto" por lo cual
"dis-ease" es "disgusto" es decir, la incomodidad real e inevitable, de la culpabilidad
ocasionada por el pecado. Estos señores afirman que la gente con problemas se siente
incómoda en su interior a causa de verse realmente culpable moralmente de algún determinado
pecado personal; viven una vida negativa, dominada por la ansiedad, a causa de sus
pecaminosas normas de conducta. Se proclama que el método bíblico de aconsejar (y yo
quiero ser uno de sus heraldos) es el tan esperado correcto modo de encarar dichos
problemas, que debería (y quizás pueda conseguirlo un día) reemplazar la falsa religión de la
psicoterapia profesional, con sus pretensiones de brindar amor, gozo, paz, paciencia y dominio
de sí mismo, a las personas que llevan una vida desconcertada, sin dedicar por otra parte ni un
solo pensamiento al Espíritu Santo de Dios.

Me preocupa el hecho de que, dentro de una recepción justificadamente entusiástica


del concepto del arte bíblico de aconsejar, se pueda perder cierto grado de delicada
sensibilidad hacia las profundas necesidades humanas. El afirmar, sin más, que la gente es
pecadora, no enferma, puede promover una confrontación con el problema demasiado áspera,
hasta el punto de no tener la debida consideración a la persona humana y a las necesidades
insatisfechas que le duelen en lo más vivo. Es cierto que los consejeros necesitan a menudo
penetrar con el bisturí a través de las capas de quejas emocionales, hasta dar con el problema
medular de un pecaminoso módulo de vida que subyace al problema exteriorizado. Tan pronto

64
como las pautas íntimas de conducta quedan al descubierto, es tentador para el consejero el
emprender inmediatamente un programa de reprimendas autoritarias («esa norma de conducta
es pecaminosa») y de exhortaciones rígidas («usted tiene que arrepentirse, confesarse y cam-
biar de vida»). Con la idea obsesiva que le zumba en los oídos de que «no existe tal cosa como
es la llamada enfermedad mental, sino sólo una vida pecadora», el consejero llega a veces a
estereotipar sus esfuerzos (como hemos mencionado anteriormente) dentro de una rutina
semejante a una constante caza de brujas con la probable perspectiva de la hoguera final.

Sin retirarme ni una sola pulgada de la posición mía de que la gente es responsable de
sus propios problemas por causa de su vida pecaminosa, creo que el consejero bíblico necesita
también escudriñar un poco más adentro hasta dar con la mentalidad que se esconde tras la
decisión de vivir en pecado. La suposición simplista de Jay Adams de que, detrás de toda
angustia emocional, se esconde una específica culpabilidad personal acerca de algún
determinado pecado, pierde de vista un problema más básico. La conducta se mueve siempre
en dirección a un objetivo. La gente escoge decisiones erróneas sobre la base de una falsa
mentalidad acerca de cómo conseguir un objetivo. A menos que dicha falsa mentalidad sea
corregida, el equivocado pensador continuará tomando decisiones igualmente erróneas, con
las que equivocadamente cree que va a satisfacer sus necesidades. Un verdadero arte de
aconsejar ha de contener algo más que reprimendas y exhortaciones. Resulta básico el
enseñar una nueva manera de pensar, y el corregir los erróneos modos de pensar que
subyacen a una mala conducta y a unos malos sentimientos. Un consejero que se reduzca
meramente a exhortar, sólo puede esperar éxitos a corto plazo y probables recaídas (o una
perseverancia sin gozo y con fatiga, bajo la dictadura de una continua exhortación).

En el punto siguiente, voy a desarrollar la noción de que cada persona debe primero
alcanzar el objetivo de su realización como persona. Hasta que dicho objetivo no se consiga, el
ser humano no es realmente libre para vivir para algo o para alguien. Las personas tienen
profundas necesidades personales que deben ser satisfechas. En el presente capítulo y en el
siguiente, voy a esbozar el que, a mi ver, es el punto de vista bíblico acerca del hombre y de
sus necesidades vitales. Y en el capítulo 7 expondré el proceso del pensamiento y pondré en
claro que todos los problemas personales son realmente problemas de mentalidad o
convicciones; falsas convicciones acerca del modo como satisfacer las aludidas necesidades».

Necesidades básicas de la gente

Un punto de vista cristiano acerca de las necesidades de la gente siempre debe


comenzar por la comprensión de que el hombre está hecho a imagen de Dios. Para entender
claramente lo que esto significa, es preciso reconocer que el Dios de la Biblia es infinito y
personal. Un Dios infinito es un ser no contingente, esto es, no depende de ninguna otra cosa
fuera de El para existir. El problema más profundo de la Metafísica (por qué existe algo, más
bien que la nada) requiere recurrir a un principio infinito. La pregunta decisiva, cuya respuesta
configurará cada uno de los aspectos de nuestra mentalidad acerca de la gente y sus
problemas es el dilema de si dicho principio es personal o impersonal. Si es impersonal,
entonces todo (incluyendo esta frase misma) se reduce meramente a fenómenos casuales, que
no pueden reclamar importancia ni sentido. Si se niega un Dios personal (como ha puesto de
relieve Francis Schaeffer), entonces todo cuanto existe debe ser considerado como el producto
de lo impersonal, más el tiempo, más el azar, y nada más. En el momento en que alguien
insiste en que su pensar tiene su base en la realidad, o en el momento en que una persona
alega que necesita amor o un destino para su vida, ya ha añadido algo a la fórmula; ya ha
introducido alguna clase de designio, una alusión a la personalidad, algo más que la casualidad
absoluta. Skinner niega que haya un principio personal y así se ve encerrado en el principio de
lo fortuito. Y, a pesar de ello, hace dos cosas extrañas: 1a, realiza experimentos para discernir
las regularidades que se dan en nuestro Universo, y luego repite su experimento para estar
seguro de que ha descubierto una regularidad estable. Pero un mundo no sometido a una ley
superior al azar, es más que improbable que sea un mundo en orden y sometido a repetidas
medidas; 2a, asegura que sus teorías son de algún modo verdaderas y deberían ser puestas
en práctica en nuestros medios sociales. Pero en un mundo con un principio impersonal, no
hay verdad que se pueda conocer con propiedad. Cada aserto es una ocurrencia casual,
basada en casuales movimientos del cerebro; y los asertos de Skinner no pueden ser una
excepción. El buscar prosélitos para un determinado programa personal supone que hay un

65
camino recto o un mejor modo de hacer las cosas. Pero entonces, nos encontramos de nuevo
con que, sin una verdad objetiva y sin una norma diseñada para mostrar cómo se debe actuar,
todo queda reducido a preferencias subjetivas («resulta que yo prefiero pegarle a la gente
antes que ser amable»), sin razón adecuada para establecer que las preferencias de una
persona son de algún modo mejores que las de otra. El replicar que todo marcha mejor cuando
se sigue una determinada pauta, presupone un juicio de valor acerca de lo que significa el
término «mejor». Y sólo se puede dar una respuesta adecuada cuando existe un punto de
referencia infinito que sea personal. Sin necesidad de fatigarse por prolongar esta discusión,
permítanme insistir en que la creencia en un Dios infinito y personal es, al menos, una
necesidad práctica (y, para mí, también intelectual). Tan pronto como tenemos la seguridad de
que existe un Dios, que es, a la vez, infinito y personal, ya estamos en condiciones de entender
con claridad las necesidades de los seres humanos.

Si Dios es infinito y, a la vez, personal; y si el hombre está hecho de algún modo a Su


imagen (lo cual doy por supuesto, en vez de gastar tiempo en defenderlo), entonces el hombre
viene a ser algo no infinito (el infinito no puede crear otro infinito; el hecho de la creación define
al ser creado como dependiente de su creador) y, con todo, es un ser personal. Puesto que el
hombre no puede ser infinito como Dios, entonces el «hecho a Su imagen» debe significar que
el hombre es personal justamente como Dios es personal. Así pues, el ser humano es, por una
parte, un ser físico, contingente y limitado y, por otra parte un ser genuinamente personal.
Como criatura limitada que es, necesita algo; por ejemplo alimento. Sin alimento, el hombre
muere físicamente; necesita desesperada y perentoriamente el alimento, si ha de continuar
existiendo como una criatura física viviente. (Es interesante el notar que la libertad, en este
contexto, se define mejor como la capacidad para ser verdadero con lo que realmente existe,
es decir, para adaptarse convenientemente a la realidad. No existe tal cosa como la libertad
absoluta. Soy libre para lanzarme desde un alto edificio, pero soy esclavo de la ley de
gravedad. La libertad aquí, en su verdadero sentido, significa la libre decisión de no arrojarse
desde un alto edificio y evitar así los efectos perjudiciales de la gravedad.)

Pero el hombre es algo más que un ser físico; es también personal. Y, como ser
personal, tiene necesidades personales. A menos que estas necesidades físicas estén
convenientemente satisfechas y, sin embargo, queda un vacío, un profundo sentimiento de
descontento que, con frecuencia, es paliado mediante la satisfacción de las necesidades físicas
hasta el punto de la glotonería.

A fin de entender el arte bíblico de aconsejar, debemos descubrir con claridad las más
profundas necesidades personales de la gente. Aquí es donde realmente se halla el fondo del
problema. La mayor parte de los síntomas psicológicos (ansiedad, depresión, mal genio que no
sabe controlarse, el mentir patológico, problemas sexuales, miedos irracionales,
megalomanías) o son el resultado directo de unas profundas necesidades insatisfechas o son
los intentos defensivos de acomodarse a tal insatisfacción. (Con todo, hay casos en que los
síntomas son orgánicos). La Escritura nos da discernimiento de nuestras necesidades
personales al instruirnos en el modo de educar a los hijos: «Padres, no exasperéis a vuestros
hijos, para que no se desalienten» (Col. 3:21). «Desalentarse» comporta la idea de «rotos de
ánimo», completamente desilusionados de sí mismos, carentes de todo sentimiento interior de
valer personal. En Proverbios 18:14, está la pregunta: «¿quién soportará al ánimo
angustiado?». Aunque existe una forma de quebrantamiento que Dios en Su misericordia
inflige, a fin de conducir al hombre a percatarse de su condición desesperada si está apartado
de Dios, Pablo sugiere en Colosenses que, cuando un hombre quebranta el ánimo de otro, los
resultados son desastrosos. Cuando es Dios quien me quebranta, El dispone de todos los
recursos necesarios para recomponerme como una nueva criatura en El. Cuando soy que-
brantado por un semejante o cuando fracaso en volverme a Dios para que me reconstruya, mi
personalidad queda destrozada, fragmentada, fatalmente herida. La básica necesidad personal
de todo ser personal consiste en verse a sí mismo como un ser humano valioso. No hay nada
pecaminoso en la necesidad de sentirse valioso. Dios (como veremos dentro de un momento)
ha puesto maravillosamente a nuestra disposición la provisión necesaria y suficiente para
satisfacer tal necesidad. Amarse a sí mismo en el sentido de mirar a Dios como innecesario y a
sí mismo como auto-suficiente, es un pecado cuyo resultado es la muerte personal. Pero
aceptarse a sí mismo como una criatura valiosa, es algo absolutamente necesario para una
vida eficiente, espiritual y gozosa.

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Alguien que haya seguido pacientemente el hilo de este libro hasta el presente, puede
que me pregunte cuando descienda al terreno de lo «práctico»: ¿Cómo se las arregla usted
para ayudar a una persona deprimida? ¿Qué le dice usted? ¿Con qué frecuencia habría que
hablar a tales personas?, etcétera. Hay que recordar que un médico tiene que estudiar
anatomía antes de ponerse a reducir la fractura de una pierna. Las funciones básicas de la
personalidad dependen todas del acierto en satisfacer la necesidad central de verse a sí mismo
como algo valioso. El arte eficiente de aconsejar requiere una clara comprensión de esta
necesidad.

Por vía de paréntesis, debo decir que adrede he evitado cuidadosamente el


expresarme de la siguiente manera: «la gente necesita sentirse valiosa». Yo puedo investigar la
evidencia y concluir que soy valioso en Cristo sin sentirme especialmente bueno en mí mismo.
Los sentimientos afloran cuando doy un paso adelante con fe, creyendo lo que es evidente y
actuando con la fuerza que me prestan mis creencias. Nótese que el orden es el mismo que
hemos establecido en el capítulo 4: corregir las creencias, poner la conducta en línea con las
creencias, y después gozar de los buenos sentimientos que de ello resultan: hechos, fe y
sentimientos. Cualquier variación que se introduzca en este orden, no dará el resultado ape-
tecido.

Si es cierto que un sentido de valer personal es decisivo para una vida eficiente, si
todos los problemas personales con que se encaran los consejeros bíblicos son el resultado de
un fracaso en satisfacer dicha necesidad, debemos entender precisamente cómo puede llegar
una persona a considerarse a sí misma como algo valioso.

Sentido de la vida

A fin de experimentar la profunda convicción de que «yo soy algo valioso», cada
individuo debe ser racionalmente consciente de dos elementos que entran en su vida. El
primero es un sentido, un proyecto o propósito para mi vida, que pueda darme un impacto real
y duradero dentro de mi mundo, y que yo esté en condiciones completamente adecuadas para
realizarlo. Los psicólogos seculares han descrito consecuentemente como básica esta
necesidad. Viktor Frankl habla de la parte noética de la personalidad, que aspira a encontrar
una razón para la propia existencia. El pasó un número considerable de años en un cam po de
concentración y quedó impresionado por el hecho de que los hombres que pasaron la prueba
sin quedar psicológicamente destrozados, eran personas que estaban viviendo con un
propósito bien definido (quizás su familia, el objetivo de ocupar un puesto, de terminar un libro,
etcétera).

Bruno Bettlheim, que ha trabajado por mucho tiempo en la recuperación de niños


autistas, describe un sencillo proceso de tres etapas en el desarrollo psicológico. Primero, el
niño aprende a nombrar las cosas: «silla», «mesa», «ventana». Segundo, se hace consciente
de la relación entre estas partes de su mundo: «Cuando la silla es empujada contra la mesa, se
detiene». Tercero, busca la manera de formar parte de este mundo, para convertirse en causa
dentro de una secuencia «causa-efecto». Se desarrolla la intencionalidad. Se da cuenta de que
su mamá le presta siempre mayor atención cuando derrama la leche. Cuando, por ello, quiere
llamar la atención, aprende a derramar la leche con solapada deliberación. De esta manera
logra un impacto en su mundo. Se siente importante, porque causa un efecto. Comienza a ver
un sentido en sus actos, pues ve que puede producir en su mundo unas diferen cias visibles.
Los niños que no consiguen llegar a la tercera etapa, comienzan a padecer problemas
psicológicos. ¿Por qué? Porque no se sienten importantes y, por consiguiente, no encuentran
ninguna base para verse a sí mismos como algo valioso.

En su libro Power and Innocence, sugiere Rollo May que, cuando la necesidad de
causar impresión se siente frustrada, tal frustración conduce a la agresión y a la violencia. Los
estudiantes universitarios que han sido despersonalizados por una cultura que presta más
atención a las personas, y a los sistemas más que a los propios estudiantes, se desatan en
ramalazo de violencia. Esta conducta no tiene excusa y merece el más estricto control
disciplinario. Con todo, no dará resultado el llamarlos simplemente rebeldes y pecadores
(aunque las etiquetas estén bien puestas) y dejar las cosas así. Bajo la pecaminosa confusión

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de las revueltas estudiantiles de los años 60, latían profundas e insatisfechas necesidades de
importancia y significado personales, de proyectos por los que mereciera la pena morir, por un
sentido de la vida que pueda afrontar un escrutinio racional, por un impacto claro, constructivo y
duradero. El incendiar un edificio o el boicotear el funcionamiento académico de una
Universidad mediante una sentada de huelga en el interior del edificio, confiere a una persona
un sentimiento de poder llamar la atención y ofrece atractivos de hacer algo por un objetivo.
Los cristianos debemos responsabilizar a la gente por su conducto ilegal, pero no podemos
contentarnos con eso. Hemos de calar hasta el interior de dicha conducta y descubrir las
profundas necesidades personales. Entonces habremos de ofrecer respuestas cabales a sus
legítimas preguntas, tales como: «¿Qué cosas hay por las que, para mí, merezca la pena
vivir?»; «¿Cómo puedo encontrar el verdadero sentido valioso de mi persona?».

CÓMO SATISFACER LAS NECESIDADES DE  SENTIRSE  IMPORTANTE

Los humanistas de estilo rogeriano dicen que somos importantes por el simple hecho de ser
humanos. Los partidarios de Skinner, por otro lado, someten a un análisis funcional el aserto:
«Yo necesito ser valioso», para determinar qué clase de factores del entorno producirán el
resultado verbal de la expresión: «Yo soy importante». Estos no reconocen en las necesidades
internas absolutamente ninguna realidad sustantiva (recordemos que, en su sistema, el hombre
es sólo un objeto físico, no un sujeto personal), y así resuelven el problema de encontrar algún
valor personal negando simplemente su existencia. Los freudianos tienden a tratar el problema
del valer personal como un síntoma de la frustración física de los instintos del placer o del
poder. En un sistema reduccionista que no reconozca otra realidad que la materia, las
necesidades personales quedan reducidas a necesidades físicas. Los existencialistas como
Frankl parece ser que reconocen la validez de la necesidad por buscar un sentido (aunque sus
prejuicios ateos hacen de tal necesidad un accidente sin sentido, pues no cabe esperanza
racional de poder realizar su satisfacción) y animan a cada individuo a encontrar sus propias
soluciones.

Cualquier solución que pretenda suministrar un hombre inconverso para satisfacer la


necesidad concreta de encontrar un sentido de importancia personal, resulta, en pura lógica,
horriblemente inadecuada. Voy a explicar por qué: Si usted no tiene ninguna formación
filosófica, lea esta parte despacio, pero, por favor, no la pase por alto. Los consejeros bíblicos
han de tener capacidad para afirmar y defender inteligentemente la proposición de que Cristo
es realmente la respuesta necesaria y suficiente para las necesidades del ser humano. De lo
contrario, es probable que no convenzan por su ciego dogmatismo. Con todo, el cristianismo,
cuando es presentado de un modo racional, no es ciego ni le falta mordiente para convencer.
En el capítulo 1, ya he sugerido lo que Schaeffer discute más detalladamente en su libro He Is
There and He Is Not Silent («Dios está ahí y no está callado»), a saber, que la rea lidad final
debe ser o un Dios personal o un Dios impersonal.

Si aceptamos que Dios es algo impersonal, debo añadir que, sin un principio personal,
no cabe un destino. Y sin un destino, no puede haber propósitos u objetivos, no cabe tampoco
un movimiento programado intencional hacia un determinado punto final. La suposición de que
no existe un Dios personal, le obliga a uno a afirmar que el puro azar o casualidad es la
suprema realidad que nos gobierna.

Jean Paul Sartre ha hecho la observación de que un punto finito (limitado) requiere un
punto infinito de referencia, si es que ha de tener algún sentido. Dicho de otra manera, un punto
finito deriva su sentido de su contexto. Ahora bien (y aquí está el nudo de la cuestión), si el
punto finito de mi vida o de cualquier elemento singular incluido en dicho punto, existe en el
contexto de un Dios impersonal (o, al menos, no en el contexto consciente de un Dios
personal), su sentido es idéntico al de su contexto. Mi vida viene a ser una ocurrencia de la
casualidad, un accidente sin sentido y que no conduce a ninguna parte. Pero yo no puedo vivir
con eso. Yo tengo unas necesidades personales concretas que tienen que ser satisfechas para
que yo no desaparezca como persona. Siendo así las cosas, yo me decido a no pensar en
profundidad y me propongo proyectos a corto plazo (la casa, el coche, la familia, los ingresos,
mi posición social, lo que sea). Me sumerjo en estas cosas externas. Con tal de que me
mantenga frenéticamente ocupado (o borracho, o dormido) y evite hacerme preguntas

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trascendentes y reales, experimento un facsímil de importancia con que satisfacer (aunque
incompletamente) mis necesidades. Hay creyentes que se quedan atónitos a la vista de tantos
inconversos que parecen marchar viento en popa, mientras que algunos creyentes están
literalmente a punto de estallar en pedazos. Para gozar de una salud psíquica, la gente debe
satisfacer su necesidad de aparecer importantes. Los no creyentes (y también muchos
creyentes) obtienen alguna importancia perecedera a base de objetivos a corto plazo y, de este
modo, marchan razonablemente bien. Pero en sus momentos de un sincero auto-examen, los
más admiten percibir un sentimiento de «algo que marcha mal allí en lo profundo de su ser». Al
carecer de normales explicaciones o respuestas, se hacen sordos a sus profundas inquietudes
y, para compensarlo, redoblan sus esfuerzos por ganar importancia mediante la obtención de
objetivos temporales.

Pablo no estaba avergonzado del Evangelio, porque se daba cuenta de que tenía un
poder («dynamis») parecido al de la dinamita. Transformaba a las personas muertas en
vivientes; a las débiles, en fuertes, y a las vacías y anhelantes por significar algo, en personas
profundamente realizadas y satisfechas con un objetivo real para sus vidas y con una
importancia que está a su disposición por medio de Cristo. Pablo apela en romanos a los
recursos cristianos para satisfacer las necesidades de verse importante. En el capítulo primero
y en el versículo veintiuno, nos dice que el primer mal paso de la gente, el cual con duce a la
más extrema degeneración y a la muerte personal, es que fracasaron en glorificar a Dios como
es digno de Dios.

Dios es glorificado cuando me inclino humildemente ante El, reconociendo el derecho


que tiene a regir mi vida, y poniéndome en línea con mi Creador como una obediente criatura
suya. El aceptar la muerte de Cristo como el paso del rescate por mis pecados, me pone en
una posición en la que puedo centrar el Espíritu Santo, quien produce en mí «así el querer
como el hacer, por su buena voluntad» (Fil. 2:13). Ahora, cada momento de mi vida, cada
unidad de mi conducta (levantarme de la cama, jugar con mis hijos, besar a mi esposa) se
puede considerar como partes de un todo lleno de sentido. El contexto de mi vida viene a ser el
eterno designio del soberano Dios del Universo. Como quiera que un punto finito derive su
significado de su contexto, mi vida entera y cada uno de sus detalles pueden proclamar con
toda razón que tienen una verdadera importancia como parte del apasionante designio de Dios
mismo. Los consejeros bíblicos deben captar bien este punto y darse cuenta de su fundamental
importancia.

Cuando alguien dice: «Soy un nadie; a nadie le importo de verdad nada», un creyente
no debe responder con ardor humanista: «Oh, usted es algo importante, porque usted es un ser
humano y eso le da a usted suficiente importancia». Sin una base bíblica, dichas expresiones
son lógicamente absurdas. Tampoco debe un consejero creyente ofrecer una respuesta
simplista, por muy bíblica que suene, tal como: «Fíjese bien, déjese ya de sentir compasión de
sí mismo y preocúpese por vivir para los demás y por servir a Dios, y arrepiéntase de esta
pecaminosa preocupación por sí mismo y por el concepto que tiene de su persona». Una vez
comprendido el hecho de que el hombre, creado a imagen de Dios, es un ser personal y
necesita realmente ser importante, un consejero bíblico debe responder de esta manera:
«Debe de ser una sensación horrible el sentirse tan poco importante. Usted está en lo cierto al
preocuparse acerca de este problema. Pero yo tengo buenas noticias para usted: Dios le ha
creado a usted con la necesidad de sentirse importante, y ha provisto un medio apasionante
para satisfacer profunda y plenamente tal necesidad. ¿Quiere usted probar la solución que Dios
le ofrece para su problema concreto? Echemos un vistazo al plan que Dios tiene para usted en
sus actuales circunstancias. Si usted sigue Su plan y hace lo que El quiere que usted haga,
usted experimentará el sentimiento gozoso de ser realmente alguien, alguien destinado
cuidadosamente desde toda la eternidad a ser un importante hijo de Dios.»

En Efesios 4, Pablo habla del Cuerpo de Cristo, es decir, la verdadera Iglesia, como
algo que crece de acuerdo con la actividad efectiva de cada miembro. Otras porciones de la
Escritura (cf. Rom. 12, 1Cor. 12) enseñan que todo creyente nacido de nuevo está dotado por
el Espíritu Santo para contribuir al crecimiento de la Iglesia. Dios tiene un destino definido para
cada individuo, un programa planeado de antemano para llevar a cabo Su soberano designio
mediante cada miembro del Cuerpo de Cristo (Ef. 2:10). En Cristo, Dios ha provisto a cada
persona de una importancia real, de un destino peculiar para vivir con sentido.

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Una de las señales que acreditan el actual movimiento de «renovación de la Iglesia» es
el énfasis que se pone en un ministerio acreditado por sus dones. El pastor no es la única
persona dotada para trabajar en la iglesia local. La llamada ordenación no se exige como un
prerrequisito para el ministerio o, para expresarlo de otra manera mejor, Dios ha ordenado a
cada creyente para el ministerio. En un sentido real, no existen los creyentes laicos. Todo
creyente es un sacerdote y un ministro delante de Dios, con la responsabilidad y el privilegio,
primeramente de dar culto a Dios directamente, y después servirle de acuerdo con el don que
de Dios ha recibido. Yo estoy convencido de que Dios ha destinado a la iglesia local a ser el
vehículo primordial mediante el cual los miembros tienen que ejercitar sus dones, los dones
que dan sentido e importancia a sus rivales. Los pastores necesitan volver al modelo que se les
propone en Efesios 4:11-12, y equipar a su congregación «para la obra del ministerio», de
manera que tanto el fontanero como el maestro, el ama de casa y el profesional de toda clase,
puedan gozarse en el privilegio de ser algo importante para ayudar a edificar el cuerpo eterno
de la Iglesia de Jesucristo. Si los pastores se empeñan en hacer ellos solos todo el trabajo de
la iglesia local, están robándole a su congregación las oportunidades de satisfacer sus
necesidades según el propósito de Dios.

Quedan por mencionar otros dos aspectos de la respuesta que la Biblia da al problema
este de la importancia personal. Sea cual sea el papel para el que Dios me haya destinado y
me llame a cumplirlo, El me equipará para desempeñarlo adecuadamente, y yo debo mirarme a
mí mismo como apto en Cristo. Cuando llego a casa por la noche y mi mujer me saluda con
gesto atormentado mientras me refiere algún problema que ha tenido con los niños, me
acomete un repentino sentimiento de ineptitud. Yo soy el cabeza de familia, como me dice
Pablo, y soy responsable de las decisiones que han de tomarse. Pero no me siento con
capacidad para ello. Entonces dirijo internamente al Señor la siguiente oración: «Señor, dame
sabiduría. Amén». Todavía sigo sintiendo mi incapacidad. No soy consciente de que brote de
repente en mí un chorro de sabiduría como resultado de mi oración. Es al llegar a este punto
cuando debo dejar a un lado mis sentimientos y horrorizarme a mis creencias. Dios promete
sabiduría para cumplir con las responsabilidades a las que me ha llamado. Yo lo creo y, por
consiguiente, actúo por fe. Reflexiono, escucho a mi esposa, vuelvo a reflexionar y, finalmente,
llego a una decisión —incluso temblando con sentimientos de ineptitud—; pues debo decidir en
virtud de la fuerza que me presta mi fe en Dios, quien llevará a cabo Su voluntad por me dio de
mí, aun en el caso de que mi decisión no sea acertada. Conforme continúo practicando la fe y
actúo en virtud de mis creencias, los agradables sentimientos de aptitud y capacidad van
surgiendo. Fíjense una vez más en el correcto orden: hecho, fe, sentimiento; o, conforme a los
términos que he usado anteriormente: creencia, conducta, sentimiento. Si todo marido creyente
captase los conceptos del presente párrafo, ninguno renegaría de su responsabilidad bíblica en
comprometerse íntimamente en los problemas de su familia, desde su puesto de autoridad
amorosa.

El segundo aspecto que afecta a la capacidad y a la importancia personal es el


aceptarse uno sí mismo como es. Hay mucha gente que se pasa la vida diciendo: «Yo podría
aceptarme a mí mismo como una persona de importancia y de valer, si fuese más elegante,
más guapo, de complexión atlética, o dotado de un mayor talento, etcétera.» Cuando un
creyente capta la verdad de que Dios le ha diseñado y creado perfectamente para encajar con
el mayor ajuste en el designio que para él tiene, y el creyente se apresta con todo el empeño
de su voluntad a seguir en todo la voluntad de Dios, el aceptarse a sí mismo viene a ser el
producto natural de un sentimiento creciente de agradecimiento a Dios por lo perfecto de sus
planes divinos. El asunto del aceptarse a sí mismo es lo suficientemente importante como para
merecer más atención de la que el objetivo de este libro permite prestarle. Quizás surjan otros
libros que traten detalladamente sobre el método que un creyente ha de observar para llegar a
una verdadera aceptación de sí mismo.

           Permítaseme, en un breve resumen, aseverar que la gente debe aceptarse a sí misma
como personas aptas para desempeñar un papel verdaderamente importante a fin de que
puedan considerarse sinceramente a sí mismas como algo valioso y gozar así del ideal de
poder realizarse como personas normales. La necesidad de sentirse importante sólo puede ser
satisfecha, si glorifico a Dios en mi vida, sometiéndome totalmente a El y a sus designios para
mí Si yo vivo en completa docilidad a Su voluntad, El proveerá la capacidad para llevar a cabo
mis tareas. Entonces yo me acepto a mí mismo como perfectamente diseñado para mi trabajo,

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y experimento mi realización como persona, al comprometerme en el proyecto eternamente
importante de edificar la Iglesia de Jesucristo. Quiero enfatizar de nuevo que el ejercicio de los
dones espirituales en la iglesia local, es la estrategia más natural para comprometerme en una
actividad del más profundo sentido y, mediante ello, satisfacer mi necesidad de verme como
algo valioso e importante.

           Crabb, L. J., Principios Bíblicos del Arte de Aconsejar, graciasoberana.com

6. Tratando de comprender nuestros más profundos anhelos (II)


           Para poder considerarnos a nosotros mismos como algo valioso, no sólo necesitamos
alcanzar importancia, sino también estar seguros de que se nos quiere de veras. El cristianismo
es esencialmente el drama de una relación comunitaria. Es una historia de amor que comienza
con un divorcio. Nuestros primeros padres despreciaron el amor de un Creador-Compañero.
Pero esta actitud los dejó vacíos. No sólo se separaron a sí mismos de una vida con sentido e
importancia, sino que se destituyeron a sí mismos del amor que demandaba
desesperadamente lo más íntimo de su ser. Pero, como Dios es Amor, El no dejó de amarnos,
sino que inmediatamente confeccionó Su plan para proveernos de un camino de vuelta hacia
El, de forma que la relación de amor pudiese quedar restablecida para siempre.

Pablo expresa a gritos su gozo por el hecho emocionante de que nada nos podrá
separar del amor de Dios (Rom. 8:39).

No hace mucho, hablaba yo con una señora creyente que se empeñaba en que Dios
había dejado de amarla. Se sentía desesperadamente insegura. Su conducta durante los
últimos años había sido tal, que seguramente me habría dado mala espina acerca de ella; pero
por fortuna ella tenía Alguien más fiel y amoroso que yo, de quien poder depender. Le rogué
que leyese Romanos 8:32, 33. Se echó a llorar mientras poco a poco se iba percatando de que
no podía conseguir que Dios cesase de amarla, aunque se dedicase ella a intentarlo durante el
resto de su vida. (Es interesante y de algún modo acobardante el considerar la rica profundidad
del mandato de Pablo a los maridos de amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia.)
Incluso cuando yo era un pecador todavía, muerto espiritualmente y enemigo de Dios, El me
amó, me buscó, y me constriñó con su amor inexplicable a que me acercase a El. La gente
necesita esta clase de amor. Necesitamos, sí, necesitamos realmente ser amados tales como
somos, ser amados a pesar de nuestros peores defectos. Necesitamos considerarnos a
nosotros mismos como algo valioso. Para llegar a conseguirlo, no sólo necesitamos sentirnos
importantes, sino también estar seguros del amor incondicional que nos profese otra persona.
Necesitamos esta clase de relación.

Hay mucha gente que conoce la historia verdadera que tuvo lugar en un orfanato.
Algunos bebés que estaban físicamente sanos, se iban muriendo misteriosamente. Nadie podía
explicarse les muertes de estos niños que, en el plano físico, estaban bien cuidados. Por fin,
alguien se dio cuenta de que parecía existir una relación directa entre la personal atención
amorosa y la salud física. Los niños que sobrevivían eran los más lindos y que eran tomados
en brazos con más frecuencia por el personal del orfanato. Alquilaron entonces a «madres
profesionales» que acariciaban a los bebés, los llevaban en brazos con cariño y los apretaban
contra su pecho con amor. Los bebés se sobrevivían. El misterio estaba resuelto. Los seres
humanos necesitan desesperadamente ser amados con verdadero afecto.

La gente en general opera en uno o dos frentes para satisfacer su necesidad de


sentirse seguros. A veces, damos los peores pasos para poner a prueba la sinceridad de los
que dicen que nos quieren de veras. Una chica menor de veinte años que tenía un miedo
terrible a no parecer atractiva, había contraído el hábito desconcertante de comportarse muy
rudamente con todo aquél que mostrase un verdadero interés hacia ella. Cuando los chicos se

71
marchaban de ella, ella se confirmaba más y más en el temor que abrigaba de que nadie la
querría. El acercarse a un consejero le proveyó de alguien que perseverase en cuidarse de su
caso, sin desanimarse por su modo de obrar. Aunque nunca justifiqué su conducta y rehusé
actuar irresponsablemente, yo continué, con la gracia de Dios, amándola con un amor cristiano
y le recordé con insistencia que ella nunca podría apagar el amor del Señor.

Hay una manera más típica (y más racional) de afrontar el problema de satisfacer la
necesidad de seguridad, que consiste en comportarse del modo más amable posible, a fin de
ganar confianza. Este método parece resultar mejor que el anterior, pero el precio que hay que
pagar es demasiado alto. Tras un período de tiempo en que deliberadamente se intenta ganar
la confianza del paciente, quedamos atrapados en la necesidad de continuar presentando
nuestros puntos aceptables y disimulando cuidadosamente nuestras debilidades inaceptables.
No hace mucho, una señora que había abandonado a su marido, presentó ya en nuestra
primera sesión una historia increíble de perversión sexual, que incluía adulterio, incestos y
lesbianismos. Yo me di cuenta de que, al terminar aquella primera sesión, ella estaba
literalmente temblando de inseguridad. Cosas que durante tanto tiempo habían quedado
cuidadosamente ocultas, las desahogó ella en un momento de repentina efusión emocional.
Ella temía que una lista semejante de inaceptables modos de conducta me inducirían con toda
seguridad a rechazarla por completo. Es tanta la frecuencia con que tratamos de ser buenos a
fin de ser aceptados... Los creyentes necesitamos agarrarnos con firmeza a la verdad libera-
dora de que ahora ya no necesitamos aparentar ser buenos, precisamente porque ya hemos
sido aceptados tales como somos por una persona infinita que, mediante Su muerte, nos ha
garantizado una total aceptabilidad.

Me ocurrió una vez tener que conversar con una señora que había estado casada por
muchos años con un individuo áspero, descontentadizo y sin cariño. Ella se había secado
personalmente, famélica de amor y hambrienta de seguridad de ser amada. En medio de su
profunda agonía personal, se había refugiado en el amor de otro hombre casado. Tan grande
era su necesidad de ser amada y tan satisfactoria la nueva experiencia de una relación cálida y
cariñosa, que con toda naturalidad sacó la conclusión de que su conducta estaba de acuerdo
con la voluntad de Dios. Después de todo, ¿no quiere Dios que seamos fe lices? ¿Cuál debe
ser la respuesta de un consejero bíblico a esto? Si le dice con amabilidad: «Sí, usted necesita
amor. Si se encuentra más segura con otro hombre, váyase con él», esto sería diametralmente
opuesto a la enseñanza de la Biblia y totalmente inaceptable. Si le da una severa reprimenda y
le dice: «Usted se ha metido en una vida de pecado. Tiene que arrepentirse y confesar su
pecado. Vuélvase a su marido y aprenda a ser sumisa», esto no le ayudaría en manera alguna
en su verdadera necesidad de ser amada. Un consejero bíblico, equipado con una correcta
comprensión de la personalidad de su cliente y de la profunda necesidad personal de amor que
ella sufre, tendría que decirle con calma, con firmeza y con afecto: «Usted está en su derecho
de buscar una satisfacción a su necesidad de amor. Dios ha creado a usted con esa profunda
necesidad y quiere que pueda ser satisfecha. La tarea de usted consistirá en comprender cómo
ha programado Dios el satisfacer su necesidad de seguridad dentro de los límites de Su
voluntad respecto al matrimonio y la moral. Si usted está dispuesta a creer que Dios la ama y
quiere lo mejor para usted, usted va a confiar en El lo suficiente para arrepentirse de su
conducta pecaminosa y volverse a su marido. Echemos un vistazo a lo que Dios espera de
usted como esposa, y tratemos de comprender cómo va El a satisfacer sus necesidades
mediante la obediencia que usted Le preste.»

Tratando de satisfacer la necesidad de seguridad 

Necesitamos una clara comprensión de la manera precisa con que Dios quiere
satisfacer nuestra necesidad de seguridad. Los creyentes no tienen dificultad en hablar acerca
de la suficiencia de Cristo; pero el depender radicalmente de El para satisfacer cada una de
nuestras necesidades, eso es harina de otro costal. Sin percatarse de lo que está ocurriendo,
hay creyentes sinceros que abandonan su absoluta dependencia del Señor y mientras
continúan afirmando la suficiencia de Jesús, comienzan a mirar a otros más bien que al Señor
cuando se trata de satisfacer sus necesidades personales. La premisa primordial de mi
argumentación es que no necesitamos literalmente nada más que al Señor y la provisión que
ha escogido para nosotros. En un corto artículo sobre la depresión, un psicólogo cristiano
negaba dicha premisa al dar implícitamente por supuesto que la dependencia de otra persona

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para satisfacer la necesidad de seguridad, es válida. Hacía ver que la gente deprimida son
personas típicamente dependientes, cuya necesidad de seguridad no está siendo satisfecha
por aquellas otras personas de quienes están dependiendo respecto a la aceptación y al amor.
Cuando las necesidades no están satisfechas, se sufre, y cuando se sufre, puede predecirse
como cosa corriente que surja el enfado y la ira contra la causa del sufrimiento (un deseo de
hacer daño al que está haciéndole daño a uno). Pero una persona dependiente por naturaleza,
no expresará su ira por miedo a perder lo poco de aceptación que todavía pueda quedar.
Entonces, esa ira que no ha desaparecido y que tiene que descargarse de alguna manera, la
vuelve el individuo contra sí mismo y el resultado de ello es la depresión.

Yo no voy a discutir esta formulación básica, sino la curación que el referido autor
sugiere. El sugiere que, puesto que el problema resulta de dirigir el enojo contra sí mismo, la
curación se efectuaría dirigiendo el enojo hacia fuera, enseñando a la persona deprimida la
manera de expresar su enojo aceptablemente. La exhortación de Pablo: «Airaos, pero no
pequéis» (Ef. 4:26) es un texto al que se apela para sancionar bíblicamente el consejo aludido.
Ahora bien, es ciertamente verdadero que el enojo expresado en términos bíblicos para corregir
una mala situación, puede ser sano y constructivo. Pero a mí me parece que con este método
de aconsejar, el problema central de vital importancia queda sin resolver. El problema no es el
enojo; la verdadera culpabilidad (desde un punto de vista bíblico) radica en colocar mal la
dependencia. La persona que se enfada con otra por no encontrar en ella el amor que exige de
ella, está dando por descontado que necesita el amor de dicha persona a fin de considerarse a
sí misma como algo valioso.

Por supuesto, es algo legítimo el desear ser amado por alguien y el desearlo de un
modo tan imperioso que su ausencia llega a ocasionar una pena y un sufrimiento profundo.
Pero no se debe llegar al extremo de suponer que tal amor es absolutamente necesario para
satisfacer la necesidad básica de seguridad. Si tal suposición fuese correcta, entonces Dios no
estaría en ese momento dando satisfacción cumplida a las necesidades de un hijo Suyo.
¿Acaso ha dado Dios pruebas de ser infiel? La suposición de esa persona deprimida es una
equivocación, porque no se compagina con la realidad del Ser ni del Amor de Dios. No
necesitamos absolutamente ninguna otra cosa que lo que Dios quiere o permite que tengamos.
Pero habrá quien replique que Dios no tiene nada que ver con la pecaminosa actitud de esa
otra persona que deliberadamente me rechaza sin motivo. A ello respondo que, aunque es
cierto, sin lugar a dudas, que Dios jamás es autor del pecado, dicha objeción comporta una
situación que puede provocar el pánico, porque de ser válida, no podríamos confiar en que
Dios tuviese en sus manos el control de las circunstancias, de forma que hiciese que todas las
cosas nos ayuden para bien (Rom. 8:28), sino que el pecador podría desbaratar el designio
amoroso de Dios de proveer para cada una de nuestras necesidades. La única esperanza sería
que la gente que nos rodea decidiese cooperar con los planes de Dios; de lo contrario, nuestra
necesidad de amor quedaría insatisfecha. ¡Qué estado de cosas tan horrible e impensable!

En cambio, por débil que sea nuestra comprensión de la omnipotencia y de la


soberanía de Dios, ya es suficiente para que nuestra inquietud se relaje, porque entonces
estamos seguros de que Dios satisfará nuestras necesidades y nadie podrá detener Su amor ni
desbaratar los planes de Su amor. Me veo en Sus manos y allí descanso seguro. Cuando
alguien a quien amo me rechaza, yo puedo reaccionar con preocupación y tristeza por la
quiebra de una relación personal. Pero, si reacciono con un daño personal causado por la ame-
naza a mi seguridad básica, y si el daño que siento conduce al enfado, si estoy diciendo en mi
interior: «Tú no has satisfecho mi necesidad y eso me vuelve loco o loca», entonces estoy
pensando que, a fin de tener satisfecha mi necesidad personal de seguridad, tengo que poseer
el amor de esta persona, es decir, algo que, por el momento, Dios no ha provisto para mí. Esta
creencia es falsa. Porque no hay alternativa: o Dios me ha fallado o no me ha fallado; o está
dando satisfacción a mis necesidades aquí y ahora, o no lo está haciendo. Mi fe cristiana exige
que yo confíe en que Dios es fiel. Si yo necesitase de veras el amor de dicha persona, Dios se
encargaría de que no me faltase. Si no lo tengo, es que no lo necesito, aun cuando su ausencia
pueda causarme un profundo sentimiento de pérdida. (A menos que usted crea con todo su ser
que de veras hay un Dios, este argumento es un callejón sin salida). Si yo dependo de la
provisión que Dios ha dispuesto para mis necesidades, y no de lo que a mí me parece que
necesito, reaccionaré ante el rechazo no con enojo, sino con una deliberada acción de gracias
en medio de mi tristeza; y será una reacción sincera. Quizás habrá muchos que, al llegar a este

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punto, dirán: «¿Dar gracias por el rechazo de tal o cual? Puede ser que tenga fuerzas
suficientes para llegar a decir (gracias), pero de seguro que no lo diría de corazón». Sin
embargo, si mi mente está bien convencida del hecho asombroso de que el Dios soberano del
Universo me ama y se ha comprometido a proveerme de todo cuanto yo necesite, si realmente
creo esta verdad, entonces doblaré sinceramente mis rodillas en acción de gracias (a veces
con gran dificultad, pero sí sinceramente) al experimentar el rechazo por parte de otra persona,
no porque el amor de Dios me compense de tal rechazo, sino porque el amor de Dios puede
obrar a través de tal rechazo.

Los creyentes tienen a menudo un romántico, pero retorcido, punto de vista acerca del
amor de Dios, que viene a decir: «Creeré que me amas si puedo salirme con la mía, si puedo
hacer lo que quiera, ser lo que quiero ser, y tener lo que quiero tener». Esto equivale a mirar a
Dios, no como a un verdadero Padre, sino más bien como a un indulgente y bonachón abuelito
celestial. Cuando algo no marcha bien, piensan que Dios ya no les quiere como antes; de lo
contrario, no hubiese consentido que sucediera esto. Lo cierto es que Dios nunca, desde el
principio, nos ha querido con esa clase de amor Su amor procura sin cejar lo que más nos
conviene, incluso cuando nosotros nos quedaríamos tan felizmente satisfechos con lo que más
nos perjudica. Dios está trabajando sin cesar en la tarea de santificarme y purificarme. Aunque
ya estoy completamente perdonado, y disfruto con El de una relación familiar de Padre e hijo,
relación que jamás cambiará, no es menos verdad que todavía albergo en mi interior el poder
del pecado con el problema que comporta, y Dios me ama lo suficiente como para enderezar
mis torceduras, limar mis aristas y cepillarme la suciedad, hasta que el brillo de Su Hijo
resplandezca a través de mi vida. A veces, el proceso de la santificación comporta sufrimiento.
Cuando, en medio de la dificultad, estoy anhelando que Dios me muestre Su amor, a menudo
estoy pidiendo que me evite el pasar por las difíciles circunstancias. Si comprendiera el amor
de Dios, me percataría de que, en realidad, estaría pidiéndole a Dios que me amase menos,
como si le dijese: «Déjame en paz. No tengo ganas de seguir siendo refinado a fuerza de tri-
bulaciones. Baja un poco la temperatura de ese amor ardiente Tuyo que, mediante ese dolor
que me tuesta la piel, intenta moldearme a imagen de Jesucristo. Confórmate con una
perfección de segunda clase y no me quieras tanto.» Pero esto es algo que El no puede hacer
y no lo hará, porque El siempre quiere para mí lo mejor y desea presentarme un día santo y sin
mancha (Ef. 5:27). El proceso de limpiarme puede ser difícil. Quizás incluya el que yo sea
rechazado por otra persona. Si esto ocurre, debo creer firmemente que Dios me está amando a
través de tal circunstancia, y responder con acción de gracias, no precisamente por el rechazo,
sino por la continua operación del amor de Dios, la cual puede hacer que tal rechazo resulte un
medio para mi bien.

Job era un candidato hecho adrede para la depresión. A pesar de que tuvo que pasar
por pruebas horribles y sufrió la más profunda angustia de alma, el relato bíblico sugiere que
nunca sufrió esa clase de depresión que es producida por el enojo contra la circunstancia que
luego una persona lo dirige contra sí misma. Y eso que todas las circunstancias se habían
puesto en contra suya: riquezas, salud, familia; todo le había desaparecido. A cualquiera le
hubiera parecido un buen consejo psicológico el que se desahogase expresando su enfado por
tantas pérdidas, en vez de recomerse en su interior. Pero, aunque Job experimentó la más
profunda angustia de alma, no mostró por ello ningún resentimiento. En rea lidad, no tuvo que
atormentarse por el problema del enojo, simplemente porque se percató de que el punto central
de la vida es la confianza, una completa, sencilla e ingenua dependencia de Dios:

«Aunque él me matare, en él esperaré» (Job 13:15). Como quiera que no dependiera


de ninguna otra cosa más que de Dios, nunca llegó a enojarse y, por tanto, nunca padeció de
depresión. El centro del problema que comporta el consejo de expresar el enojo como remedio
contra la depresión, se palpa en la imprudente manera con que lo enfocó la mujer de Job.
Reconociendo la soberanía de Dios, ella se dio cuenta de que Dios es la causa suprema y final
de todo lo que ocurre, incluyendo la actividad de Satanás (y, por supuesto, todas las obras que
él estimula, como el adulterio, el insulto, un desaire que otra persona nos hace en la iglesia,
etc.). Por eso, ella alentó a Job a expresar su enfado y, según sus premisas, dio correctamente
por supuesto que, en fin de cuentas, el enojo por el daño o la pérdida que sufre una persona
siempre va dirigido contra Dios, puesto que El era el que había permitido que ocurriesen todas
aquellas cosas tan horribles. Sus palabras: «Maldice a Dios y muérete» (Job 2:9), reflejan el
error fundamental del consejo de dar rienda suelta a la expresión del enojo. El enfado es, al fin

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y al cabo, un enfado contra Dios por permitir que me ocurra esto o lo otro. No sirve el decir
(como he oído tantas veces): «Yo no me enfado contra Dios; lo que pasa es que yo me com-
porto bien y me enfado solamente por la manera como me trata mi marido.» No olvidemos que
Dios está al final del corredor de las responsabilidades. Como El es soberano, a mí no me
queda otra alternativa que o darle las gracias o echarle la culpa por cuanto me sucede. Si yo
pudiese expresar mi enojo por el pecado de ser rechazado por otra persona sin que yo
estuviese personalmente amenazado o perjudicado por el pecado aludido, entonces el enojo
sería correcto. Pero, por definición, la persona deprimida lo ha tomado ya como cometido
contra ella misma (dice, por ejemplo: «El no me quiere y eso es lo que me vuelve loca, porque
necesito su amor», o mis hijos, o mi dinero, o lo que sea).

Aun cuando se hubiese necesitado la clase de fe que traslada montañas, para que Job
dijese «Gracias» en medio de sus problemas, soy de la opinión de que Job pudo fácilmente dar
gracias a Dios por todo ello, al contemplar con una mirada retrospectiva el maravilloso designio
amoroso de Dios en el trasfondo de todos sus problemas. El libro de Job es una vivida
ilustración de la verdad expresada en Romanos 8:28: «Y sabemos que a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.»
¿Cuál es su propósito? He sido escogido en él (Cristo) antes de la fundación del mundo, para
que fuese santo y sin mancha delante de él (Ef. 1:4). Y ahora, con las promesas de Dios y con
la ilustración de esas promesas ante mis ojos en la Escritura, yo debo caminar por fe y dar
gracias a Dios por cualquier prueba que me ocurra en la vida, incluyendo aquellos penosos
momentos en que las personas a quienes amo me rechazan. Pero esto lo puedo hacer
solamente si me limito rígidamente a depender siempre de Dios en último término.

Con todo, el limitar estrictamente nuestra dependencia a sólo Dios no significa


minimizar la importancia y el provecho de las relaciones humanas. Es justo y normal el disfrutar
de un maravilloso sentido de seguridad emanado del amor y de la compañía de una esposa, de
unos amigos, de hermanos y hermanas en Cristo. Cuando Dios me bendice con el amor de
otras personas, yo debo responder con gratitud, disfrutando de ese amor y recibiendo el calor
de la seguridad que dicho amor me presta; pero siempre he de reconocer que mi más profunda
necesidad y preocupación por mi seguridad está ya satisfecha y lo estará siempre por un
eterno e inmutable Dios de amor. Si aquellos a quienes amo me vuelven la espalda, si me veo
en una situación en que un cálido compañerismo no está a mi alcance, debo creer
valerosamente que la ruta bíblica que conduce a la satisfacción de las necesidades de segu-
ridad está en reconocer que el soberano Dios del Universo me ama. Con El me basta para todo
lo que necesito, porque El dispondrá todas mis circunstancias hasta el más mínimo detalle de
cada minuto (el creer esto requiere fe en un gran Dios), de tal manera que todas mis
necesidades básicas serán satisfechas si confío en El. Por tanto, cualquier cosa que me
suceda, ya sean insultos, pérdida de amor, rechazo, desaires, el no ser invitado a una
determinada reunión social, yo he de reaccionar con la respuesta racional y confiada de acción
de gracias.

Sin embargo, la mayoría de nosotros reaccionamos «automáticamente» con enfado en


circunstancias de frustración o sufrimiento. No estoy sugiriendo que reprimamos estoicamente
la ira, que pretendamos que no existe, y que forcemos a nuestros labios a decir «Gracias,
Señor», en un esfuerzo por mostrar cuánto confiamos en El. Cuántas veces la gente oculta
solapadamente su resentimiento, porque piensa que tales sentimientos no son propios de un
cristiano. Cierto que no lo son, pero el ocultarlos sólo sirve para transigir con el problema. Hay
una gran diferencia entre sentir enojo y reconocerlo como algo personal, y darle libre escape en
un ataque de cólera. Lo primero es ineludible. Lo segundo es pecaminoso. La persona
deprimida debería comportarse dentro de su enfado, no con resentimiento ni tratando de atacar
a quien le ha causado el daño, sino (después de reconocer el enojo que ha sentido y confesarlo
como un pecado de dependencia equivocada) dando gracias a Dios por el acontecimiento que
ha excitado su enojo, y con fe firme en que Dios está proveyendo amorosamente para él, en
cada circunstancia, lo que precisamente es lo mejor para su crecimiento espiritual y para
parecerse cada día más a Jesús. ¿Maldecir a Dios y morirse? ¿Continuar dependiendo de
otros para satisfacer la necesidad de seguridad? ¿Reaccionar con un ataque exterior de enojo
para vengarse del daño recibido? ¿No llegar jamás a estar seguro en las manos de un Dios de
amor, dejarse morir como persona, quedarse sin ser amado? ¡NO! No maldiga usted a Dios ni
se muera, sino dé gracias a Dios y viva. Descanse en la seguridad del soberano amor de Dios

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y siéntase profundamente seguro como una persona que depende absoluta y solamente de
Dios, confiando y esperando en El, aunque le mate; porque El siempre desea para nosotros lo
mejor. Dé gracias a Dios y viva una vida plena, rica y satisfecha personalmente, como
corresponde a todo aquel cuyas necesidades personales más profundas de seguridad han sido
y están siendo satisfechas en la persona de Jesucristo.

Permítaseme ilustrar este punto con un incidente personal más bien trivial. Hace
aproximadamente un año, fuimos en una excursión familiar de fin de semana a Disneylandia.
Metimos las cosas en el coche, paramos junto a los naranjales para comprar jugo fresco de
naranjas de Florida y proseguimos nuestro viaje de tres horas y media con el mejor de nuestros
ánimos. Nuestros dos hijos (que por entonces tenían tres y cinco años respectivamente) no
podían estarse quietos de tanto entusiasmo, mi esposa iba sonriendo, y yo ardía interiormente
de gozo con el pensamiento de lo que nos íbamos a divertir en aquella salida familiar. Apenas
habíamos viajado durante quince minutos, cuando se nos deshinchó una rueda. De una forma
típica que yo tengo esperanzas de que se pase de moda, yo reaccioné con furiosa impaciencia,
llevando enojado el coche hacia un lado de la pista, dando un portazo al salir de él, y abriendo
de una sacudida el maletín de herramientas para emplear el gato. Mi esposa se apresuró a
prepararme un vaso de naranjada fresca, en un esfuerzo por rebajar mi temperatura emocional.
Con gesto ceñudo, me tragué de una vez el jugo y permanecí a temperatura de ebullición.
Luego me percaté de que, en aquel momento, yo no estaba amando a mi esposa como Cristo
amó a la Iglesia (ni mucho menos), y de que tampoco estaba educando a mis hijos en la
disciplina y la admonición del Señor. Estaba siendo culpable de cometer pecados graves,
contra los que a menudo he aconsejado y predicado. Con todo, a pesar de percatarme de ello,
yo me sentía atrapado en mi furor. Mi problema no radicaba tanto en la dirección de mi enojo
como en la presencia misma del enojo. En pocas palabras, yo estaba fuera de mí por lo que
había ocurrido. No estaba consiguiendo lo que quería. Expresar mi irritación en «términos
sanos y aceptables» no parecía la solución adecuada. El objetivo deseado era echar de mi
organismo aquel enojo, pero el gritar, dar patadas a la rueda y tirar violentamente al suelo el
maletín de las herramientas, eran cosas que no parecían conducirme en modo alguno hacia el
objetivo deseado. En realidad, tendían a provocar el efecto contrario. Otra alternativa era forzar
una sonrisa, pero me parecía totalmente imposible y, en el mejor de los casos, una actitud
hipócrita. Estaba deseando zafarme de mi enojo y disfrutar de una calma interior, real y
profunda; pero ¡cómo conseguirlo!

Entonces flotaron en mi conciencia las palabras de Pablo en Efesios 5:20: «Dando


siempre gracias por todo.» ¿Por una rueda deshinchada? Pero yo no disfruto con ruedas
deshinchadas y no veo ninguna ventaja en tener una así. Por cierto, descubrí que mi rueda
estaba tan echada a perder que no admitía reparación posible. También se me ocurrió que un
Dios que es soberano y omnipotente, podía ciertamente haberme prevenido del estado de la
rueda; pero también me vino a la mente con nueva intensidad que este Dios fuerte me ama con
un amor perfecto y sempiterno. Si yo creía de veras en todas estas cosas y concentraba el foco
de mi atención mental en ellas (lo más recio de la batalla consiste en con centrar la mente en
las verdades bíblicas en medio de circunstancias adversas), entonces, creyendo firmemente
que todo debe obrar conjuntamente para bien si dichas cosas son una realidad, tuve ya una
base racional para dar gracias por la rueda deshinchada. Yo no me sentía en dispo sición
natural de dar gracias; pero los hechos garantizaban y sostenían una conducta de acción de
gracias como una actitud expresiva de una fe racional, lógica (nótese, una vez más, el orden:
Comenzar por los hechos; actuar por fe en ellos; los sentimientos ya surgirán).

Pero a considerar (de pie todavía junto al coche estropeado al lado de la pista) la
verdad abrumadoramente confortante de que nunca puede sucederme nada que no cuente con
el permiso de mi poderoso y amoroso Padre. El que me dio de buen grado a Su propio Hijo, no
me negará ninguna cosa buena, incluso una rueda deshinchada. A fin de apreciar la clase de
«cosa buena» que incluye ruedas deshinchadas, se me hizo inmediatamente evidente que mi
vida debe estar totalmente dedicada a cumplir los designios de Dios. Una rueda desinflada
nunca la tendría yo por buena, si mis preferencias fuesen objetivos proyectados por mí mismo,
como el llegar a Disneylandia a tal o cual hora con una determinada suma de dinero en mi
cartera. Esta observación me sugirió un principio general: cuando quiera que yo tenga dificultad
en dar gracias por algo que me pueda suceder en mi vida diaria, es presumible que mi objetivo
en tal momento no está en conformidad con la formación de la imagen de Cristo en mí. Si yo he

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puesto a los pies de Cristo todo derecho a cuanto yo pueda desear y he fijado mi decisión libre
de vivir para cumplir Su designio (lo cual de un sentido importante a mi vida), estoy en posición
de agradecer racionalmente a Dios todas las cosas, porque descanso seguro sabiendo que
cuanto pueda sucederme se convierte para mí en una experiencia de crecimiento espiritual. Un
segundo principio aparece evidente: Lo que importa no es lo que pueda suceder, sino mi
reacción a lo que me suceda; si reacciono con ira, porque pienso equivocadamente que mi
seguridad está amenazada o porque mis objetivos están programados por mí mismo, corro el
riesgo de la depresión o del resentimiento; si reacciono con acción de gracias, aceptando con
mansedumbre cuando Dios haya provisto para mí, me voy asemejando más a Aquél que
voluntariamente se entregó en manos de inicuos, porque su deleite y su alimento era hacer la
voluntad de Su Padre, hallándose seguro en una relación amorosa que nunca habría de fallar.

Aunque el hecho de que Dios nos ama es una verdad maravillosa que llena y satisface
nuestras necesidades, resulta difícil para cada uno de nosotros el echar mano y apropiarse de
la realidad del amor de una Persona intangible e invisible. Jesús nos mandó amarnos unos a
otros (Juan 15:12), para mostrar un verdadero sentido de comunidad y de unidad. El entrar
dentro de la plenitud del amor de Dios es un proceso de crecimiento, el cual Dios ha
determinado que sea estimulado y fomentado en la comunión amorosa de la iglesia local. No
estoy, pues, sugiriendo que, puesto que ya me ama Dios, puedo convertirme en una isla
espiritual sin perder nada maravilloso. En cierto sentido, nos necesitamos los unos a los otros.
En mi propia vida personal, encuentro que la comunión entre los creyentes (disfrutando de
sincera intercomunicación con otros creyentes en conversaciones centradas en la persona de
Cristo, en momentos de sana diversión, en mutua exposición de nuestros problemas, en
nuevos rayos de luz sacados de la Palabra de Dios) es una fuente vital de aliento y estímulo.
¿Lo necesito? ¡Sí! Y por eso lo ha provisto Dios para nosotros. Pero, si por alguna razón,
hubiese algún tiempo en que no estuviese a mi alcance disfrutar de tal comu nión, creo
firmemente (aunque necesitaría mucha provisión de gracia para reforzar mi fe) que la persona
de Jesucristo sería enteramente suficiente, por sí sola, para satisfacer mis necesidades
personales y mantener íntegro y estable mi equilibrio psíquico.

No debemos suponer que, por el hecho de que el amor de Dios es suficiente,


quedamos descargados de la responsabilidad de amarnos los unos a los otros de una manera
sacrificada y genuina. Todo lo contrario. Si yo soy salvo por la gracia de Dios, tengo ahora el
privilegio y la responsabilidad de servir de vehículo, mediante el cual puede Dios mostrar Su
amor por ustedes. Las iglesias son a menudo unos lugares tan fríos... Todo el afecto se limita a
una sonrisa medio forzada y a un «¿Cómo se encuentra usted hoy?». Dios nunca pretendió
que eso fuese así. La gente está necesitada de afecto. Cristo nos ama. Y él ha establecido que
la comunión amorosa de los creyentes sea el medio visible de demostrar Su amor unos hacia
otros y también hacia el mundo. La comunidad cristiana local es el instrumento primordial de
Dios para que podamos satisfacer nuestra necesidad de seguridad, lo mismo que la de nuestra
importancia personal.

RESUMEN

Si hemos de comprender los problemas de la gente, debemos investigar, por debajo de


los síntomas, las verdaderas necesidades personales de unos seres creados a semejanza de
un Dios personal. Para una correcta comprensión de la gente, es básico el reconocer que las
personas necesitan considerarse a sí mismas como algo valioso. A fin de conseguirlo, se
necesita poseer un verdadero sentido de la propia vida y una verdadera seguridad. Aun cuando
la mayoría de la gente de nuestro tiempo parece contentarse con una base falsificada, más o
menos satisfactoria para llenar dichas necesidades, en último término dichas necesidades sólo
pueden encontrar plena satisfacción en Jesucristo. Es urgentemente necesario considerar esta
verdad no como una mera conversación religiosa, sino como una realidad perentoria que marca
una aplastante diferencia en el dilema de sentirse vacío o lleno, descontento o profundamente
satisfecho. Finalmente, es también necesario desarrollar los recursos espirituales de la iglesia
local (ejercicio de los dones y verdadera comunión) para responder a dichas necesidades

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7. La raíz del problema
           Uno de los puntos más debatidos en Psicología se refiere al papel que desempeña el
pensamiento en la determinación de la conducta. Todos parecen estar de acuerdo en que la
gente piensa, y que lo que piensa tiene importancia, pero son abundantes los diferentes puntos
de vista acerca del grado de importancia que tiene el pensar y acerca de los motivos que
impelen a la gente a pensar de un modo determinado. Voy a justificar la siguiente semi-técnica
discusión acerca del pensar (el término «percepción» podría ser un vocablo más apropiado
para lo que intento demostrar) afirmando mi fe en que la Biblia enseña que el punto de partida
de todo problema emocional que no sea causado por una disfunción orgánica, es un problema
de pensamiento, una creencia equivocada acerca del modo de satisfacer las necesidades
personales. Para comprender adecuadamente los problemas en que la gente se mete, no
tengo más remedio que desarrollar algunas ideas acerca del modo de pensar de la gente.

Freud habló del pensar como de un proceso primario; se refería a un modo de pensar
modelado conforme al principio del placer (experimentar placer a toda costa), sin considerar
para nada el principio de la realidad (qué es en realidad lo pensado). Si una madre no permite
mamar a su bebé, surge en el niño un proceso secundario o pensamiento realista con que
aceptar la dilación, tras el cual surge el intento de acortar el plazo o, si esto no le es posible,
llega a aceptar la dilación. El proceso primario del pensamiento podría conducir a la alucinación
de experimentar el disfrute de algo que no existía allí. Un continuado proceso primario del
pensamiento conduce a una persona a encerrarse en su mundo interior, privado e irreal, donde
la satisfacción que se piensa como inalcanzable en la realidad, se puede alcanzar me diante un
esfuerzo de la imaginación o fantasía. El elemento que yo quiero subrayar aquí es el concepto
de que la gente tiene capacidad para tratar de satisfacer sus necesidades por vías irracionales.
El mundo de sus pensamientos comienza a incluir creencias e ideas desconectadas de una
realidad que ellos perciben como un incentivo para una satisfacción inalcanzable.

Rogers nos retrotrae diez pasos atrás al minimizar lo que una persona pueda pensar y
enfoca su atención hacia los sentimientos. La frase «problema emocional» refleja este énfasis
en el plano sentimental de una persona. Rogers no cree que, para ayudar a una persona con
problemas, se necesite algo más que ayudar a esta persona a que asimile sus sentimientos (y
él quiere decir literalmente reacciones viscelares, no conocimientos sentimentales). Siempre
que una persona, con buena intención, pero sin la debida formación profesional, trata de
aconsejar a alguien, lo primero que hace es preguntarle: «¿Cómo se siente usted?». La
pregunta es correcta, pero ¿qué hará usted si le responde: «Me encuentro desastroso»? Los
adeptos de Rogers responderían con un «Usted se siente muy decaído hoy». Si el cliente
replica entonces: «Si así es. ¿Puede usted ayudarme?», el consecuente y ejemplar consejero
podría decirle: «Usted abriga la esperanza de que yo pueda servirle de ayuda». Yo sé de un
aficionado a las teorías de Rogers que, en un papel de consejero académico de noveles
universitarios, dicen que respondió a uno que le pidió consejo, con la siguiente perogrullada:
«Usted está preocupado acerca de los cursos que le convendría tomar para pasar con éxito los
exámenes de grado.»

Conste que yo me opongo a quienes, en nombre de las Escrituras, se niegan a


escuchar ni una sola palabra de Rogers. No hay nada malo, y a veces mucho bueno, en reflejar
delicada y cálidamente los sentimientos de un cliente en un intento por comprenderle y (a
menudo, igualmente importante) por ayudarle a sentirse comprendido. El problema de Rogers
no está tanto en lo que hace cuanto en lo que deja de hacer. Si yo llevo mi coche al mecánico y
le digo que los frenos no funcionan, es de suponer que me llevaría una agradable sorpresa al
escuchar de sus labios: «¡Vaya contrariedad! Apuesto a que eso le preocupa de veras». Pero,
si al pedirle yo que me los repare, pusiese él cálidamente la mano en mi hombro y me replicase
con una sonrisa: «Usted se siente ansioso de veras por ver esto arreglado», supongo que mi
agradable sorpresa inicial se tornaría en desconfianza y frustración. Yo necesito su
comprensión conceptual del problema y su consiguiente competencia en el arte de reparar mis
frenos. Su simpatía es de apreciar, pero eso no basta; ¿por qué? Sencillamente, porque el co-
che ha sido fabricado de acuerdo con un plan racional (aunque el descapotar alguno tienda a
sembrar sospechas sobre lo correcto de tal suposición) y su reparación exige una comprensión
inteligente de dicho plan.

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Ahora bien, es igualmente claro que la mayor parte de las cosas son producto de un
plan o proyecto, o al menos funcionan de acuerdo con una cierta (aunque, a veces, no
especificada) regularidad. Las cosas no parecen suceder al azar, sin más ni más. Cuando
siento un dolor en el pecho, supongo que no es una ocurrencia casual que carece de causa y
de remedio. Es posible que mi médico no sea capaz de diagnosticar la causa o que pueda
equivocarse en prescribir el remedio, pero tanto él como todos los de su profesión suponen que
existe una causa. Francis Schaeffer ha hecho notar que la ciencia moderna está basada en la
suposición de que en la naturaleza existen unas leyes discernibles y posibles de predecir. Yo
necesito algo más que simpatía de parte de mi médico. Quiero que descubra la causa real de
mi problema y que me prescriba lógica y científicamente (sobre la base de una regularidad
previamente constatada) el tratamiento que haya de surtir efecto. Yo no supongo (nadie lo
supone) que mis síntomas físicos sean algo que me ha sobrevenido al azar, por pura
casualidad.

No hay absolutamente ninguna razón para suponer a priori que los síntomas psíquicos
(una conducta inadaptada, miedos irracionales, etcétera) respondan menos que los físicos a
unas leyes previamente programadas. En un determinado momento, un consejero necesita
suministrar información acerca de las normas que regulan una vida psíquica eficiente. En
cambio, Rogers nos dice que habríamos de estimular a los pacientes a que marchen en la
dirección que les indiquen sus «sentimientos viscerales». El suponer, como lo hacen los
adeptos de Rogers, que no existe ninguna ley externa que sea de universal aplicación y a la
que, por tanto, la gente deba someterse, si es que desea disfrutar de salud personal (no
precisamente física), equivale a sostener que cada una de las funciones de una persona es
algo aparte y totalmente diferente de cualquiera otra que pueda operar en la naturaleza. Lo que
estoy tratando de enfatizar es lo razonable que resulta el suponer que existe una verdadera
realidad exterior que debemos conocer y a la que debemos ajustamos, si es que esperamos
que nuestra psicología funcione de un modo eficiente.

Permítaseme reafirmar los dos puntos desarrollados hasta ahora. Primero, que la gente
puede evadirse de la realidad en su esfuerzo por satisfacer sus necesidades personales.
Segundo, que existe de veras una realidad determinada a la que debemos ajustamos, si es que
realmente hemos de ver satisfechas nuestras necesidades.

La próxima observación que es preciso hacer, implica el discutir cómo el pensamiento


influye en nuestros sentimientos y en nuestro comportamiento. Los behavioristas o conductistas
fisiológicos (externos) a estímulos que provienen del exterior. Como ya dijimos en el capítulo
tercero, Skinner afirma que el ser humano es un cero en el terreno racional y emocional, y que
en el interior de la mente humana no ocurre nada que tenga ningún sentido causal. Sostiene
que todo lo que una persona hace es enteramente el resultado de una conjunción de fuerzas (y
de la historia de esas fuerzas) que irrumpen y hacen su impacto sobre tal persona. Ahora bien,
en un recuento fascinante de una serie de experimentos, Don Dulany ha reunido evidencia
suficiente de que el modo como una persona interpreta su medio ambiente, lo que ella cree que
existe en ese su mundo y los valores que asigna a los diversos elementos de su entorno,
influyen decisivamente en su comportamiento y de hecho controlan su conducta. Este señor ha
sistematizado sus ideas en lo que él llama la teoría del control proposicional. Las proposiciones
(es decir, los juicios lógicos) que una persona alberga en su mente, esto es, lo que él se dice a
sí mismo en su interior, es lo que controla directamente todo cuanto él hace después en cada
situación. Albert Ellis da un paso más y asegura que estas expresiones internas de una
persona (en lo que consiste realmente el pensar) no sólo controlan la conducta de esa persona,
sino también sus sentimientos. El modo en que una persona enjuicia un suceso determinado
(aquello es terrible, esto es estupendo, etc.) determina el modo con que tal persona
reaccionará emocionalmente ante tal suceso. Por ejemplo, si un allegado nuestro a quien
queremos (llamémosle A) se muere, uno de nosotros (llamémosle B) se apena profundamente.
¿Qué es lo que causa dicha pena? La respuesta normal y corriente será: «Naturalmente, la
muerte de A ha hecho desdichado a B.» Supongamos que A ha muerto, pero B despreciaba a
A. Ahora tendremos que un mismo acontecimiento (la muerte de A) produce una reacción de
sentimientos positivos, simplemente porque B asigna un valor diferente (formula en su mente
un juicio diferente) a tal suceso. En otras palabras, no es el suceso el que controla al
sentimiento, sino el valor que la mente atribuye al suceso. Ellis llama a esto la Teoría A-B-C de

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la emoción: A (lo que le sucede a uno) no controla a C (lo que uno siente), sino que B (lo que
uno piensa de A) es en realidad lo que tiene la responsabilidad directa de C (lo que uno siente).

Aun cuando estos argumentos quedan en pie, existe suficiente evidencia psicológica
para mantener el siguiente tercer aserto que voy a sentar: la manera de pensar de una persona
tiene mucho que ver con lo que dicha persona hace y con el modo como se siente.

La Biblia, que es la norma definitiva del creyente, está a favor de los psicólogos que
enfatizan la importancia del pensamiento. «Cual es su pensamiento (del avaro) en su corazón,
tal es él» (Prov. 23:7). En Romanos 12:2, Pablo nos exhorta a no conformarnos a este siglo
(que es una falsa realidad), sino a transformarnos por medio de la renovación de nuestro
entendimiento. Nótese que ello implica: 1) que es posible creer, en la zona mental, en una
realidad falsa; 2) que existe una realidad verdadera a la que debe ajustarse nuestra mentalidad;
3) si estoy dispuesto a ordenar mi vida correctamente en la presencia de Dios, es necesario
que piense pensamientos correctos. En Efesios 4:17, escribe Pablo: «Esto, pues, digo y
requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su
mente», y añade en el versículo 18 que el entendimiento de dichos gentiles está entenebrecido.
Un pensar en falso conduce a un andar en falso (conducta y sentimientos). La Escritura abunda
en referencias a la importancia que tiene el pensar correcto (V. Fil. 4:8). Es, pues, evidente que
lo que pensamos tiene una tremenda importancia.

Voy a resumir lo dicho hasta ahora, pero voy a cambiar el orden de los puntos en otro
más lógico:

1. Lo que pienso tiene una influencia decisiva en lo que hago y siento.


2. Existe una realidad verdadera, de la que debo percatarme (pensar en ella, estar con-
vencido, creer) y a la que debo conformar mi conducta, si he de disfrutar de un sen-
timiento de bienestar personal y de una vida eficiente.
3. Es posible que uno crea algo que es falso y que, por tanto, se comporte y sienta de tal
modo que el resultado de todo ello sea el no encontrar satisfacción para sus nece-
sidades.

El tema de este capítulo puede definirse en una sola frase compuesta: Los problemas
personales comienzan con una creencia errónea, la cual conduce a comportamientos y
sentimientos que nos privan de satisfacer nuestras más profundas necesidades personales.
Fíjense en la tentación a Eva. Dios había dicho que un determinado comportamiento quedaba
prohibido. Imaginémonos un círculo y llamémosle el mundo que Dios había proyectado para
Eva. El comer del árbol prohibido era un acto fuera de dicho círculo. Lo esencial de la tentación
de Satanás consistió en animar a Eva a decirse a sí misma cosas falsas, a creer algo falso:
«Mis necesidades personales pueden encontrar una mayor satisfacción y yo seré una persona
más importante si me salgo fuera del círculo de Dios.» Antes ya de comer del árbol prohibido
estaría naturalmente resentida de los límites del círculo, porque ya pensaba que sus
necesidades podían ser mejor satisfechas fuera del círculo. Así fue como experimentó el
problema del resentimiento. Tan pronto como se salió del círculo de la obediencia (a lo que le
condujo su erróneo pensar) ofendió las normas de un Dios santo que le había exigido
obediencia, y así experimentó el problema de la culpabilidad.

Los problemas de resentimiento, culpabilidad y angustia parecen ser los tres


desordenes básicos que subyacen a todos los problemas personales; y los tres existen
simplemente porque concebimos pensamientos incorrectos (ver el diagrama 1 en la página
siguiente). Comenzamos por pensar que lo que Dios ha provisto para nosotros no es lo mejor,
ya se trate de unos padres ásperos, de una esposa frígida, de un marido sin afecto, de una en -
fermedad física o de cualquier otra cosa. Estamos resentidos de lo que Dios nos ha dado.
Cuando desobedecemos a Dios a fin de obtener lo que El ha prohibido (divorciarse de una
esposa desagradable), estamos en una situación de culpa. Cuando todo marcha en nuestra
vida por nuestros propios caminos y, para ser felices, dependemos de esos caminos, nos
preocupa el que las cosas puedan tomar un sesgo diferente el día de mañana, y eso nos
produce ansiedad. Y todo ello tiene como base unas convicciones equivocadas acerca del

80
mejor modo de satisfacer nuestras necesidades personales. Creemos que, para ser felices,
debemos organizar nuestra vida de una determinada forma, necesitamos ciertas cosas y
estamos decididos a obtenerlas como sea. Y así fallamos en confiar que nuestro amoroso e
infinito Dios satisfará nuestras necesidades.

La tarea inicial del consejero bíblico consiste en percatarse de las básicas necesidades perso-
nales de la gente (importancia personal y seguridad) y en descubrir los falsos conceptos acerca
del modo como dichas necesidades deben ser satisfechas; esos falsos conceptos que han
originado una conducta pecaminosa (el problema de la culpabilidad) o unos sentimientos
pecaminosos (resentimiento o ansiedad). La personalidad humana no puede marchar sobre
ruedas, mientras le acosen los sentimientos de culpa, de resentimiento o de ansiedad. Para
deshacerse definitivamente.

Las tres raíces de los problemas emocionales

de esos problemas, deben ser puestos en claro y corregidos a tiempo esos procesos erróneos
del pensar que ocasionaron el problema, procesos mentales que obedecían a un falso punto de
vista acerca del modo de satisfacer las necesidades personales. Y el poder llevar esto a cabo
es la parte primordial de la tarea de un consejero.

El círculo representa el mundo en que vivimos. A mí me gusta B (por ejemplo, el


dinero), pero dependo de tenerlo para satisfacer mis necesidades. Como no está en mi mano el
asegurar que tendré B mañana, me sobreviene la ansiedad. Aborrezco a 2 (por ejemplo, un
marido que no me quiere) y me niego a aceptarlo como una provisión amorosa de Dios, porque
abrigo la convicción equivocada de que necesito otra cosa para sentirme como algo valioso.
Por eso, me invade el resentimiento. Me convenzo de que necesito a Y (por ejemplo, otra
mujer) y me salgo fuera del círculo de lo que Dios ha provisto, a fin de conseguirla. Entonces
soy culpable. La base para la curación está en aprender a estar satisfecho dentro del círculo
que Dios me ha asignado.

81
8. Quitando telarañas
           Hasta ahora he desarrollado el concepto de que la gente tiene sus necesidades y he
analizado unos cuantos conceptos básicos acerca del pensar. Mi propósito en el presente
capítulo es investigar cómo puede un consejero, pertrechado con dichas ideas fundamentales,
comprender la enrevesada lista de problemas que se le presentan a diario en su despacho.

Viene una madre lamentándose: «Yo quiero a mi hija, pero pierdo la paciencia con ella.
Se pone a veces tan insoportable que le pego fuerte en mis accesos de cólera. Ya sé que eso
está mal. Ya me lo ha dicho mi pastor y ha insistido en que cese de hacerlo. Pero continúo
haciéndolo, a pesar de saber que es algo terrible.» Un consejero bíblico se diría a sí mismo,
mientras escucha a esta desconcertada madre: «Se ve que tiene una profunda necesidad de
considerarse a sí misma como algo valioso. A fin de satisfacer dicha necesidad, tiene que
satisfacer las dos necesidades subordinadas a la primera, que son la importancia personal y la
seguridad. No hay duda de que tiene un falso concepto acerca del modo de sa tisfacer tales
necesidades; está dependiendo de bases falsas. Ya lo veo, pero, ¿qué debo hacer ahora?» El
objetivo del presente capítulo es rellenar la no pequeña brecha que media entre los principios
básicos y el problema concreto. Para llenar tal brecha es preciso analizar antes el desarrollo de
la primera infancia. Frente al hechizo del momento presente, que podría hacernos ver la
investigación de tal desarrollo histórico como algo tan innecesario (y, algunas veces, casi tan
largo) como los cuarenta años del errabundo peregrinar por el desierto, el investigar los
componentes genéticos de los problemas personales podría también parecer contrario a las
normas bíblicas. La mayoría de la gente está completamente desilusionada con la tradicional
terapia de esos largos viajes de vuelta a la infancia, para escudriñar las inconscientes fijaciones
infantiles que contienen la clave de nuestros problemas de adultos. Behavioristas, gestaltistas,
terapeutas del realismo, rogerianos, existencialistas, mowrerianos y demás consejeros de esta
laya, han objetado convincentemente al psicoanálisis ortodoxo que, sin un estudio detallado del
contenido histórico (que se presupone cargado de emociones negativas, reprimidas en el
inconsciente), no pueden tener lugar en una persona cambios de importancia. La Escritura
insiste en la liberadora verdad de que no somos esclavos de nuestro pasado, sino de Cristo,
quien nos ha liberado de la esclavitud de una naturaleza pecaminosa. El Señor posee un poder
maravilloso para revolucionar nuestras vidas. El tomó a un individuo tan impetuoso y agresivo
como Pedro y lo transformó (sin escudriñar su infancia, que sepamos) en el tipo paternal,
todavía lanzado, pero bien armado ahora de paciencia, que sus dos epístolas nos muestran.
(Quizás sea más exacto decir que le cambió el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y de
allí en adelante. (Nota del traductor).

 El apóstol Juan sufrió también una notable transformación: siendo un hombre
vengativo (Lc. 9:54), excluyente (Lc. 9:49) y ambicioso (Mt. 20:21), fue transformado en el
tierno apóstol del amor. El tiempo que pasó con Jesús cambió su personalidad. La lista de tipos
de conducta pecaminosa registrados en 1Cor. 6:9, 10; es larga y deprimente. Pablo añade: «Y
esto erais algunos», en tiempo pasado. Aquellas gentes habían cambiado. ¿Cómo?
Allegándose al Salvador y echando mano del poder de Su Espíritu para llegar a ser conformes
a la imagen del Hijo de Dios. Podríamos presentar innumerables testimonios de maridos
borrachos, mentirosos, estafadores, coléricos, etc., como prueba de la realidad del grandioso
poder de Dios para cambiar profundamente a las personas.

El consejero bíblico debe acometer su tarea profundamente convencido de estas


apasionantes verdades. Pero necesita algo más. Necesita comprender con precisión cuál es el
problema que está impidiendo a su cliente el experimentar el transformante poder de Dios.
Sabe que la transformación se realiza mediante la renovación de la mente, a fuerza de pensar
ideas exactas, basadas en la realidad de Dios. Necesitará conocer con exactitud cuál es el
proceso mental del cliente que le está creando el problema. Y a fin de conocer lo que el cliente
piensa de momento, le ayudará mucho el comprender cómo aprende la gente a pensar de una
manera determinada acerca del modo como sus necesidades pueden verse satisfechas. La
Historia cobra su importancia cuando contribuye a que comprendamos el presente o, más

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exactamente, el actual pensar erróneo que late tras el comportamiento o los sentimientos de un
determinado problema.

En los primeros años de su vida, los niños adquieren una impresión general acerca del
mundo, particularmente del mundo de las personas que les rodean. Unas les parecen amables;
otras, dañosas; unas les quieren, otras no les hacen caso. Conforme comienzan a hablar, las
primeras impresiones generales e inarticuladas comienzan a revestirse de palabras y a
desarrollar pensamientos o convicciones. Perciben el mundo de un modo más bien global e
indiferenciado. Ven a todas las personas como revestidas de unas cualidades similares a las de
los adultos que más relevancia tienen en su vida infantil. Es en este mundillo de personas,
conforme El lo percibe, donde el niño que va creciendo tiene que aprender algún modo de
satisfacer sus profundas necesidades de importancia y seguridad personales. Proverbios 22:15
enseña que la necedad está ligada en el corazón del muchacho. Es natural que los niños
anden buscando los modos de satisfacer sus necesidades sin tener en cuenta a Dios. En esto
consiste la necedad, pues no existen tales modos; pero los niños carecen de sensatez. No hay
ninguno que busque a Dios, ni los de usted ni los míos. Los niños toman como una verdad la
mentira de Satanás a Eva de que «tú puedes satisfacer tus necesidades según tus caprichos;
decide tú misma el curso de tus acciones; mira por ti misma; si deseas ser dichosa, insiste en
tener las cosas del mundo que a ti te plazcan». El pecado original está produciendo su efecto
mortífero en las mentes de los niños desde el momento en que nacen. El comportamiento de
los niños traiciona su modo de pensar: «Me quedaré satisfecho si me dan una zurra cada vez
que yo grite.» Conforme el niño comienza a andar y luego es ya un escolar, su mente va
ideando cuál es el mejor método para satisfacer su necesidad de tenerse a sí mismo como
persona importante: «Si tengo la más primorosa bicicleta del barrio, si consigo que mamá se
fije en mí más que en mi hermano, si gano en el juego de damas, etc.» Parece ser que,
conforme el tiempo va pasando, cada persona va desarrollando una creencia general que se
convierte en la actividad rectora de todo su comportamiento. Adler llama a esto una ficción
rectora, un sentido erróneo acerca del mejor modo de compensar el sentimiento de inferiori dad,
una falsa creencia que influye decisivamente en lo que se hace o se deja de hacer. Tim La
Haye ha escrito un interesante estudio sobre los diversos temperamentos, resucitando la idea
hipocrática de que cada uno tiene un estilo personal relativamente fijo. La mayoría de los
padres estarán de acuerdo en que, a pesar de la semejanza en el procedimiento de educar a
sus hijos, cada uno desarrolla una personalidad única, profundamente individualizada. Sin
entrar en discusiones acerca del porcentaje de importancia que corresponde a la herencia y a
la educación, me atrevería a decir que los diversos estilos de personalidad se explican, en
parte, cuando se comprende: 1) el modo cómo un niño percibe su mundo; 2) cuál piensa él que
es el mejor modo de maniobrar en este mundo para conseguir las satisfacciones que necesita.
Una simple experiencia de un penoso trauma puede enseñar a un niño susceptible que «la
gente hace daño o perjudica». El mejor modo de desenvolverse en un mundo lleno de gente
dañosa es andarse con precaución. Como resultado de no tener jamás una relación cálida y
abierta con otras personas, dicho sujeto nunca podrá experimentar el gozo alentador de una
relación interpersonal de mutua solicitud e intimidad. Quizás es éste uno de los géneros de
trasfondo que produce el tipo de individuo malhumorado, ensimismado y melancólico que des-
cribe La Haye.

Los dos puntos críticos que es necesario entender son: primero, que cada uno de
nosotros tiende a percibir inconscientemente a la gente (al menos al mundillo de la gente más
próximo a nosotros) de un modo más bien estereotipado, según lo aprendimos en la niñez;
segundo, que seguimos manteniendo una convicción básica acerca del módulo de conducta
que nos parece más adecuado para satisfacer nuestras necesidades dentro del mundo que nos
rodea. En la medida en que dicha convicción sea errónea, tendremos problemas en nuestra
vida.

Para ilustrar este pensamiento, vamos a volver al caso de la madre que pierde el
control sobre su hija. Antes de que traspase el umbral de su despacho, ya sabe el consejero
bíblico que ella tiene profundas necesidades personales que probablemente no están
debidamente satisfechas (son muy pocas las personas que vienen a un consejero a decirle lo
felices que son), y que, por tanto, debe de estar actuando conforme a falsos presupuestos
acerca del modo adecuado de satisfacer dichas necesidades. Unas simples y directas pre-
guntas que se le ocurran al consejero al primer golpe de vista pueden servir para revelar la per-

83
tinente información que seguirá después. La madre era un tipo de mujer fría, sin afecto y poco
expansiva. El padre era D. Neutral y raras veces aparecía por casa. De estos pocos factores
podría sacarse con bastante probabilidad la conclusión de que el mundo de su niñez poseía
pocos atractivos.

La posterior lista de preguntas habría de hacerse respecto a los módulos de conducta


que un niño o niña con un entorno de tales características, podría creer que eran los más
eficientes para satisfacer sus necesidades. Conforme iba creciendo, podría descubrirse que las
únicas cosas por las que pudo atraer la atención de otras personas eran su habilidad para
organizar con éxito las actividades de un club o un guateque con los amigos o, a lo más, para
estudiar de lo lindo a fin de conseguir buenas notas. Así es cómo llega a la siguiente
conclusión: «Me voy a considerar a mí misma como persona importante si puedo arreglármelas
para organizar cosas, porque lo único que me ha merecido alguna atención por parte de mis
padres ha sido la habilidad en organizar algo.» Más tarde se casa, aferrándose todavía a su
falsa presuposición. Quizá se unirá a un hombre más bien dócil, al que cree que podrá manejar
a su gusto. Durante algún tiempo, parece tener éxito en su vida matrimonial y se siente relati-
vamente segura, aunque, sin un amor incondicional al Señor que pueda llenar su corazón, se
encontrará a sí misma bajo una constante presión para continuar demostrando sus habilidades
a fin de mantener su sentimiento de seguridad. Luego viene al mundo su hija. El bebé se
encuentra a gusto en brazos de su madre, tiene para ella (su base de aprovisionamiento) más
sonrisas que para ninguna otra persona y la madre se siente estupendamente competente en
su nuevo papel y felizmente segura.

Tan pronto como pasan unos pocos años, la madre se percata más y más del
desconcertante comportamiento de su hija, la cual no es tan obediente como debiera, ni se
comporta en muchas cosas como sería el deseo de su madre. Quizás el padre se limita a
comentar negativa e imprudentemente que la hija parece escapar a todo control o critica cosas
que hace la madre. Entonces la madre se ve amenazada y reacciona con una especie de
pánico, de frustración, etc., casi de histeria. Lo que se halla en juego es la nece sidad de
seguridad que la madre siente. Cada caso de mala conducta por parte de la hija se convierte a
los ojos de la madre en un reto a su competencia y, como quiera que su seguridad esté ligada
a su sentimiento de competencia, sus más profundas necesidades personales quedan también
implicadas. Todo esto le ocurre a causa de un concepto erróneo e insensato sobre el modo de
obtener su seguridad personal. Por eso redobla sus esfuerzos por controlar a su hija. Resulta
fácil el predecir que la hija opondrá más y más resistencia a esa mayor presión, hasta resultar
cada vez más difícil de controlar. La madre empieza a salirse de sus casillas y a sufrir accesos
de histeria, precisamente lo contrario de la mujer tranquila y competente que se había
propuesto ser. Al sentirse frustrada, se enfurece contra el obstáculo que se opone a la
realización de sus deseos, es decir, contra su ingobernable hija; y así es cómo se desarrolla el
problema.

Mowrer habla de la «paradoja neurótica». ¿Por qué se comporta la gente de unas


maneras que son obviamente ineficaces para producir los resultados que se desea obtener?
Creo que la respuesta es clara: porque está creyendo una mentira, una errónea suposición
acerca del modo de satisfacer sus necesidades, y se comportan en consecuencia con tal
suposición. Como su estabilidad psicológica (que depende del sentimiento de la propia
importancia) está en juego, siguen tozudamente manteniendo su falsa creencia. Pero, al ser
erróneo su pensar, su conducta no puede conducirles a la satisfacción de su necesidad.

¿Qué es lo que el consejero bíblico podría decir a esta madre frustrada? «Usted
necesita sentirse segura. Usted ha aprendido que el modo de sentirse segura es poder manejar
las cosas eficientemente, desplegando así su competencia y ganándose el reconocimiento de
los demás. En primer lugar, esta creencia es simplemente incorrecta, según veremos más
tarde. En segundo lugar, su creencia carece de eficacia, pues le lleva a esforzarse sin éxito por
controlar a su hija. Ahora bien, ¿qué necesidades está usted tratando de satisfacer cuando
corrige o amonesta a su hija? ¿Las de su hija o las de usted misma? Sin duda, las de usted.
Por eso su hija se siente manipulada por usted, y así es en efecto, pues se percata de que
usted quiere que sea buena, no por el bien de ella, sino por quedar usted satisfecha. Y eso
contribuye a que ella se sienta insegura. Y está ahora aprendiendo a compensar su inseguridad
a base de luchar contra usted, para no verse arrastrada a una situación familiar en la que ella

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queda reducida a la condición de un mero objeto, en vez de ser una persona. ¿Se da usted
cuenta, por tanto, de que el actuar según su creencia resulta simplemente ineficaz para hacer
que su hija le obedezca por fin? Pero todavía nos queda un problema por resolver: si el método
que usted emplea para satisfacer su necesidad de seguridad carece de eficacia, ¿qué método
habría de emplear? La respuesta depende de la primera observación que le hice: que su
creencia es simplemente incorrecta. La seguridad no se alcanza por el mero hecho de tener
éxito en controlar a una persona.»

Al llegar a este punto de la discusión, debe procederse a persuadirle de la necesidad


real de un amor incondicional, presentando a renglón seguido el evangelio del amor en
Jesucristo. Debo añadir que está muy bien el darle al cliente una lección acerca de lo que es un
error o una equivocación. Sin embargo, una mini-conferencia presenta dos peligros: (1) que el
cliente no preste atención a lo que usted le diga y se distraiga en otros pensamientos; (2) que el
oírle la verdad a otra persona no tiene tanta eficacia como el ver la verdad por sí mismo. A
veces, el método socrático de conducir al cliente a que saque él mismo las correctas
conclusiones es más efectivo. Las cuestiones de técnica necesitan ser discutidas a fondo en
otra oportunidad.

Hay una gama tan variada de creencias incorrectas como personas hay en este
mundo. Con todo, la formulación básica no varía: «Yo creo que me sentiré seguro y persona
importante si...». Cuando el consejero consiga el final de la frase, tendrá una explicación del
problema concreto del cliente.

Permítaseme poner otro ejemplo de lo enredadas que están muchas marañas con el
ovillo de unas creencias erróneas. (Los detalles están suficientemente alterados para impedir
una identificación. Esté seguro el lector de que no me estoy refiriendo a nadie que él pueda
pensar). Un joven de treinta y tres años me consultó acerca del serio problema que suponía ser
un mentiroso crónico. Desde un punto de vista bíblico, debo llamar a la mentira pecado, no
simplemente un síntoma de enfermedad mental del que mi paciente no sea responsable. No se
sigue de esto que el aconsejar vaya a convertirse en un mero reprender el pecado y exhortar a
la honestidad, aunque, por supuesto, ambos elementos deben incluirse en cualquier intento de
aconsejar basado en la Escritura. Resulta interesante el notar que el apóstol Pablo, justamente
antes de exhortarnos a vestirnos del nuevo hombre y a desechar la mentira (Ef. 4:24, 25), habla
de la necesidad de renovarnos en el espíritu de nuestra mente. El consejero bíblico necesita
meterse dentro de la mente de su cliente, para determinar qué clase de pensamiento es el que
le está creando el problema. Si usted tiene una personalidad lo bastante fuerte y agresiva,
quizá sea capaz de reprender el vicio con el suficiente impacto como para producir un marcado
descenso en el hábito de mentir. Pero con eso, no habrá resuelto usted el problema. La
creencia errónea no habrá cambiado.

Un breve relato obtenido del cliente incluía la siguiente información pertinente: él era el
más joven de los cinco hermanos, su padre era la figura dominante del hogar, pero él no
recordaba ninguna interrelación cálida con su padre. La madre era una persona tranquila y
dulce, amaba a su hijo tiernamente. Quizás mimaba al más joven un poco más de la cuenta,
viendo en él a su niño «especial». Los afanes perfeccionistas de su padre (y la severa
disciplina en cualquier caso de imperfección), combinados con la actitud de la madre de que
«mi Juanito no cometerá ninguna falta», le introducían en un mundo donde el reconocimiento y
la aprobación dependían de una conducta intachable. Si cometía pifia, su padre le castigaba en
un acceso de ira y frustración; y si su madre le veía comportarse mal (de una manera
demasiado obvia como para poder echarle a otro las culpas), la desilusión que ella sufría era
notoria y penosa. Así fue como se forjó su convicción básica: «Mis éxitos dependen de mi
perfección. Cuando no me encuentre perfecto, podré mantener mi sentido de suficiencia no
admitiendo mi imperfección, y así no incurriré en un rechazo airado o en una mirada de triste
desilusión.»

A causa de su errónea convicción, este joven experimentaba ahora el problema de la


culpabilidad. Se sentía obligado a mentir para proteger su suficiencia, y el mentir cae fuera del
círculo que Dios ha programado para nuestras vidas. También le embargaba el problema del
resentimiento, en especial contra sí mismo por no hallarse perfecto. En lugar de aceptarse a sí

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mismo como un pecador quien, a pesar de sus pecados, es querido por un Dios lleno de
misericordia y de amor, había llegado a odiar profundamente toda señal de imperfección,
porque ello representaba una amenaza contra su suficiencia. La ansiedad también era un
problema para él. Se sabía imperfecto y estaba resentido de ello; se veía culpable de mentir
con el fin de ocultar su comportamiento reprensible. Siempre estaba temeroso de que se le
sorprendiera in fraganti, lo cual le proporcionaba un desasosiego profundo y angustioso.
Nótese cómo una convicción errónea e insensata había creado las tres raíces de los problemas
personales: la culpabilidad, la ansiedad y el resentimiento.

Esta forma de análisis no pretende reducir las dimensiones nefastas del pecado,
provocando simpatía hacia un pecador indebidamente educado. Más bien constituye un intento
de clarificar mejor todos los aspectos del pecado, investigando bajo la cresta del iceberg —la
mentira—, para ver la hondura de su base, una convicción incorrecta y pecaminosa. La fase
diagnóstica del proceso curativo, dentro del arte de aconsejar, está llamada a descubrir las
falsas creencias que sirven de base a un módulo pecaminoso de comportamiento. El
tratamiento propiamente dicho incluye el inculcar creencias correctas, el exhortar a conducirse
de acuerdo con dichas creencias, y el mostrar cuáles son los sentimientos de felicidad que una
conducta correcta produce.

Apéndice al capítulo anterior

Permítaseme ahora describir en forma breve, esquemática, otros tres casos más, para
su estudio. Lea usted la presentación del problema, las presuposiciones y la historia. Luego,
antes de leer la raíz del problema y las observaciones, vea si puede completar la frase para
cada paciente: «Me veré a mí mismo como algo valioso si...» Trate de encontrar una base para
el resentimiento, la ansiedad, o la culpabilidad.

A. Presentación del problema: Un conflicto conyugal; la comunicación se ha venido


abajo.

Presupuesto: El marido no es cariñoso y la esposa no es sumisa, porque ninguno de


los dos cree que las normas bíblicas les conducirían a realizarse. Cada uno trata de algún
modo de satisfacer sus respectivas necesidades mediante una conducta hostil, fría. El núcleo
del problema reside en un pensar equivocado.

Historia: Esposa: criada por un padre alcohólico y por una madre dominante. Nunca
supo lo que es estar segura de un amor paternal constante: él prometía mucho y daba poco.

Marido: Criado por un padre estricto y extremadamente áspero y por una madre débil y
extremadamente dócil. Recuerda haber sido azotado severamente (por cosas fútiles) enfrente
de sus hermanitos. Se juró a sí mismo: «No me dejaré controlar por nadie mientras viva.»

Raíz del problema:

Esposa: CREENCIA EQUIVOCADA: Necesito que se muestre el afecto cariñoso que


nunca he tenido. Si mi marido no hace nada por mí, ello indica que no me quiere y, por tanto,
que no tengo ningún valor para él.

RESUMIENDO: Ligada emocionalmente a su padre, a causa de su ojeriza contra él.


Trata de resarcirse al presente del problema, encadenándose al pasado por medio del
resentimiento. Se resiente de la menor indelicadeza por parte del marido, pues eso le hace
sentirse amenazada, de acuerdo con su modo de pensar, en sus más profundas necesidades
personales.

Marido: CREENCIA EQUIVOCADA: Sólo puedo considerarme como un hombre


(independiente, importante, etc.), si no me someto a los requerimientos de nadie.

ANSIEDAD: Miedo de ser dominado.

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RESENTIMIENTO: Contra su padre por azotarle y contra su mujer por tratar de
dominarle (exigiéndole un besito, etcétera).

Ambos experimentaban sentimientos de culpabilidad por conducirse de acuerdo con


sus pecaminosas opiniones. Ella continuaba ejerciendo una presión creciente y sintiéndose
frustrada en sus manipulaciones. El resistía a los requerimientos de ella retirándose airado; a
veces, llegó a cometer adulterio para demostrarse a sí mismo que ella no le dominaba.

Cada conversación se convertía en un intento de cambiar al otro, para satisfacer las


necesidades propias: «Tú debías ser más amable conmigo»; «Tú no deberías tratar de
dominarme.»

Observaciones:

1. Una solución no cristiana podría  ofrecer algún alivio; el marido podría ver que el ser
amable con su mujer no significaba ser dominado, sino más bien una opción madura y
responsable. A la mujer se le podría hacer ver que la frialdad del marido no indicaba un
rechazo, sino una mera reacción por satisfacer sus propias necesidades. Si ella
cambiase su actitud (no exigiendo demasiado), él se sentiría aliviado y presto a ser
amable.
2. Si este proceder consiguiera su efecto, todavía quedaría por resolver el fondo del
problema: ella estaría aún dependiendo de él en cuanto a su propia seguridad, y él
seguiría resistiéndose a someterse a ninguna autoridad. Las mentalidades equivocadas
de ambos continuarían ocasionando trastornos siempre que uno de los dos no se
saliese con la suya.

Caso B. Presentación del problema: Rebeldía de un adolescente: un chico de


diecisiete años, siempre en pugna con sus padres, quiere marcharse de casa, dejar la escuela,
conseguir un oficio y adquirir un piso. Ni las razones ni las intimaciones han servido para nada.

Presupuestos: Se trata de un chico que lucha por aparecer importante por medio de
esta conducta pecaminosa (desobediente) a causa de su mentalidad equivocada.

Historia: Su padre es un hombre competente, cariñoso y verdadero cabeza de familia;


la madre es amable, apacible y bondadosa. Ambos, siempre pendientes del joven (el menor de
cuatro hermanos). Han intervenido en todas las decisiones que él ha tenido que tomar. El joven
se entregó al Señor a los doce años, «con fervor» de neófito, desde entonces hasta poco
después de haber cumplido los dieciséis. Su rebeldía ha crecido gradualmente en los últimos
catorce meses hasta llegar a las proporciones actuales.

Raíz del problema: CREENCIA ERRÓNEA: A fin de adquirir importancia y respeto


hacia mí mismo, necesito ser yo mismo, lo cual implica el tomar yo mis propias decisiones, en
vez de seguir a papá como un corderito.

RESENTIMIENTO: Contra mi padre por brindarme tantos consejos (aunque buenos).

CULPABILIDAD: Una conducta pecaminosa con relación a sus padres. Ha tratado


varias veces de cambiar, pero se enfada cada vez que su padre le da algún consejo (es una
amenaza contra la importancia que él pretende).

La conducta de este chico era totalmente consecuente con su mentalidad. Obrando en


contra de lo que su padre sugería, lograba su objetivo de asegurar su importancia personal.

Observaciones: El aceptar a sus padres como agentes de Dios para conducirle a llevar
una vida con sentido, exigía un criterio diferente acerca de la propia importancia: nuestra
importancia se basa en cumplir la voluntad de Dios.

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Caso C. Presentación del problema: Depresión: Dice una chica de veintitrés años: «Me
odio a mí misma; mi tipo, mi personalidad, todo». Ha manifestado pensamientos de suicidio.

Presupuestos: No me siente querida como ella es. Se ha encerrado en una depresión


insociable, con algo de agitación y una vida superficial e indolente; por tanto, es menester
preguntarse si sus síntomas son realmente un esfuerzo para llamar la atención o son más bien
una mental reacción de desesperación frente a un sentimiento de inevitable menosprecio de sí
misma.

Nótese respecto del suicidio: Cuando un paciente está agitado y todavía disgustado, no lo da
todo por perdido. El intento de suicidio, si llega a efectuarse, sería con toda probabilidad un
gesto para manipular a los demás.

Cuando el paciente está simplemente «tranquilo», dispuesto a cooperar (según


parece), el riesgo es mucho mayor, porque tal conducta refleja una actitud de carencia de toda
esperanza. Esta clase de gente necesita con toda urgencia el mensaje bíblico de la esperanza
(1Cor. 10:13).

Historia: «Fea como un coco» desde su nacimiento: problemas de piel, dentadura,


ojos, tipo, pelo. Dos hermanitas, normalmente atractivas. El sentirse rechazada por los de su
edad (comentarios, chistes, etc.) le ha llevado a la conclusión de que es inaceptable. La
genuina aceptación por parte de sus padres aparece a sus ojos como algo forzado, insincero.
Se ha deslizado gradualmente por la pendiente de la depresión hasta lo profundo. No hay
signos de que se libre de ella, conforme esperaban sus padres.

Raíz del problema: FALSA CREENCIA: A fin de ser aceptada por alguien, necesito
ser más agraciada. Sólo me sentiré segura cuando se me acepte por mis propios
merecimientos. Como desmerezco tanto, nunca me sentiré segura. No abrigo esperanza
alguna de satisfacer mi necesidad: soy personalmente un cadáver.

RESENTIMIENTO: Contra compañeros y compañeras por rechazarla; contra sus


padres por su cariño «forzado»; sobre todo, contra su propio físico, aprendió pronto a odiarse a
sí misma.

Observaciones:

1. Si prescindimos del cristianismo, el afán humanista de animar a una persona a que se


acepte a sí misma, es como meras palabras que se lleva el viento. «Tú estás tan bien como
cualquier otra». —No tanto como para ser aceptada—. «Lo exterior no importa, la belleza
interior es la que cuenta». —Será muy buena la idea, pero no sirve para cambiar el hecho real
de que un exterior desdichado produce en los demás una reacción penosa.

2. Sólo el reconocimiento de que un Dios amoroso lo controla todo, puede proporcionar


seguridad. El cristianismo provee una base razonable para decir «¡Gracias!», a pesar de todos
los aspectos negativos, pues produce una genuina aceptación de sí mismo.

           Crabb, L. J., Principios Bíblicos del Arte de Aconsejar, graciasoberana.com

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Psicoterapia para aprender a vivir por Prof. Dr. Sergio
Andrés Pérez Barrero

Introducción   

    Aprender a vivir es una compleja tarea que toma toda la vida y no siempre se logra el
resultado deseado.

    Son muchos los factores que contribuyen a ello, como la pérdida de figuras significativas en
edades tempranas de la vida, una niñez desdichada en un medio familiar caótico, matizado por
maltrato infantil, abuso sexual o psicológico, abandono; el padecimiento de enfermedades
mentales graves que deterioran el juicio, las emociones y la conducta; determinadas
enfermedades físicas que comprometen la calidad de vida de quienes las sufren, por invalidez,
discapacidad o el dolor que traen consigo, entre otros.

     Además de estas contingencias, otras razones conspiran contra el propósito de aprender a
vivir, entre las que se encuentran: la utilización constante de comportamientos ineficaces para
una adaptación creativa; el autoengaño en sus diversas formas de presentación como la
justificación de las conductas desadaptativas; la complacencia por lo logrado, teniendo metas
acuciantes por cumplir; la magnificación de problemas que no son tales y minimizar los
recursos propios, por sólo citar algunos ejemplos.

     Vivir en la inmediatez, como algunos individuos que no son capaces de posponer las
gratificaciones para poder alcanzar otros objetivos más importantes a mediano o largo plazo —
patrón de comportamiento muy identificado entre los dependientes del alcohol, las drogas, los
fármacos u otras sustancias—, también conduce a una mala vida, así como la presencia de
pensamientos suicidas, la tentativa de autoeliminación y el suicidio consumado.

     Enseñar a vivir a otros constituye, sin lugar a dudas, un arduo y complejo proceso
participativo, en el que el protagonismo fundamental le pertenece al sujeto que lo intenta y
cuyos resultados afectarán, para bien o para mal, a él mismo y a sus familiares.

     Psicoterapia para aprender a vivir es un esfuerzo más en este sentido, en su lectura usted
encontrará una serie de expresiones escritas con la exactitud con que fueron manifestadas por
una gran cantidad de personas atendidas por mí durante un cuarto de siglo de práctica
profesional ininterrumpida, ellas reflejan mecanismos reactivo-adaptativos que conspiran contra
el crecimiento personal de quienes las pronuncian, como: las encargadas de justificar un
comportamiento anormal; las de defensa para culpar a otros de lo que les ocurre por su propia
manera de comportarse e impiden la introspección; las que obstaculizan alcanzar el
autoconocimiento; las que hacen más difícil la solución de las dificultades... Podrá hallar
también consejos útiles para enfrentar problemas universales como son las relaciones paterno-
filiales, las matrimoniales, el mal hábito de fumar, el consumo de drogas en la adolescencia, el
logro del autocontrol, las formas de enfrentamiento al estrés, etcétera.

     Además, consideramos oportuno tratar aspectos relacionados con la prevención del suicidio,
para lo cual incluimos varias técnicas de entrevistas y algunas formas de enfrentamiento y
manejo de las personas con pensamientos suicidas que hayan intentado contra su vida, y de
los familiares del fallecido por este medio.

     Para aprender a vivir fue escrita esta psicoterapia. Ojalá usted logre ese propósito.

Expresiones engañosas 1

DOCTOR, MI VIDA NO TIENE SENTIDO 


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      Cada vez que escucho esta expresión no dejo de sobrecogerme a pesar de la experiencia
acumulada y de todo lo aprendido durante mis años de trabajo. Y es que cuando la vida carece
de sentido, el próximo paso para una cantidad no despreciable de seres humanos que así se
expresan, es la autodestrucción, ya sea por suicidio o mediante formas de vida insanas.

      Una existencia sin sentido no tiene calidad. Es por ello que el ser humano debe empeñarse
en encontrar la vía por la cual dirigir sus energías hacia el logro de una trascendencia social
cuyo resultado sea la satisfacción personal. Claro está, el sentido de la vida no es algo común
para todos los individuos, es personal, porque lo que me lo da a mí no lo dará a mi pareja o a
mis hijos. Luego, lo primero que usted debe hacer para dar sentido a su vida, es preguntarse
cuál es su mejor atributo, su mejor cualidad, en qué aspecto es realmente bueno. Y de eso no
es difícil darse cuenta. Muchas personas a lo mejor lo buscan porque es buen conversador, o
sabe arreglar bien los cabellos, o explicar bien las cosas para que otros la entiendan, o sabe de
mecánica o de computación, o hace unos dulces de guayaba exquisitos, o cose muy bien, o
escribe a máquina de manera impecable...

      Una vez que descubra ese atributo, dedíquele una parte de su tiempo para buscar la mayor
perfección, y hágalo de manera consciente, no como un pasatiempo, sino como una obligación:
usted le está dedicando a ese atributo una parte de su tiempo porque ello le dará un sentido a
su existencia y su deber es perfeccionarlo al máximo. Si sabe arreglar los cabellos, debe tratar
de llegar a ser un estilista, estar al tanto de lo que se hace en otros lugares dentro y fuera de su
país, de la última moda; y si no desea ponerse metas tan ambiciosas, pues al menos debe
conocer qué están haciendo los peluqueros de su ciudad o pueblo, y tratar de hacerlo, al
menos igual, si no lo puede hacer mejor que ellos. Recuerde que esas personas tienen dos
manos y un cerebro lo mismo que usted. Lo demás es la dedicación personal y el amor con que
haga lo suyo. Cuando empiece a notar que arreglar los cabellos a las personas dejó de ser un
trabajo y ya es otra cosa, no ajena a sí mismo, sino que es parte suya como lo puede ser un
lunar o las canas, entonces, estará en el momento adecuado para empezar a dedicarle todo el
tiempo de su vida, pues le está brindando un sentido a su existencia.

      Otras veces no hay que descubrirse atributo alguno, ni competir con nadie. Simplemente
mire a su alrededor y trate de encontrar la persona más necesitada de usted, por ejemplo, su
abuela, su pequeño hijo, su esposa enferma, su esposo con una gran cantidad de
responsabilidades, etc. Dedíquese a mejorar la calidad de vida de ellos y eso también mejorará
la suya.

      Dicho incentivo en ocasiones se puede encontrar en su propia tragedia. He conocido


madres que han perdido un hijo por suicidio y se han consagrado a ayudar a otras madres y
familiares con una experiencia similar y ello le ha complacido. También hay padres que han
tenido un hijo con Síndrome Down (mongolismo) y se han entregado a su educación en todos
los sentidos, sumando en ese empeño a quienes tienen hijos portadores de la misma
enfermedad. Otros llegaron a darle un sentido a sus vidas, en la búsqueda de las causas de la
enfermedad de su hijo, hasta ese momento desconocidas para la ciencia.

      Al parecer, para algunos no hay nada que los entusiasme, y en esos momentos tal vez un
animal afectivo pueda lograrlo. Hemos encontrado en nuestra práctica profesional sujetos que
viven solos, sin pareja ni hijos, muy tristes, y junto con el tratamiento psicofarmacológico, se les
ha sugerido criar un animal de compañía al cual brindar afecto y atención y así han encontrado
una razón para vivir.

      Como puede darse cuenta, siempre habrá alguien o algo, incluso cuando usted considere
que no, que abra un nuevo horizonte para su vida.

QUIERO OLVIDAR Y NO PUEDO

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      Esto es frecuentísimo en personas que han estado envueltas en algún acontecimiento
doloroso: pérdida de seres queridos, o de una relación amorosa, situación laboral frustrante,
etcétera.

      Esta expresión pudiera parecer adecuada, porque es muy lógico para esa persona querer
olvidar el acontecimiento causante de ese dolor moral. Para ella esto es normal. Y ahí radica
precisamente lo anormal de la expresión.

      El ser humano olvida cuando está enfermo del cerebro de manera irreversible o de forma
reversible a causa de una enfermedad local del propio órgano o de las sustancias que a él
llegan. Es lo que sucede en los ancianos dementes o arterioescleróticos cuya memoria de
fijación está deteriorada, conservándose en cierta medida la memoria de evocación, es decir, la
que le permite recordar hechos pasados. Al avanzar la enfermedad, esta memoria también
sufre un deterioro significativo.

      El ser humano olvida aquellos estímulos que no fueron capaces de dejar una huella en el
cerebro para ser evocada. Un ejemplo de ello es que nadie seguramente puede memorizar las
vestimentas de todas las personas con las que se tropezó durante el día de hoy; o el color de
los ojos de quien nos pasó por delante en la tercera calle de nuestro recorrido. No recordamos
tales hechos porque no les prestamos la debida atención, pues no eran de nuestro interés y por
tanto, los estímulos no dejaron huella alguna. Sería agotador para el cerebro almacenar toda la
información recibida sin discriminación.

      Ahora bien, cuando un estímulo, un hecho, es lo suficientemente significativo, usted no lo


puede ni lo podrá olvidar nunca más. A no ser que comience a padecer una enfermedad
cerebral de las que hice referencia: no se le olvida nunca mientras esté sano su cerebro el
nacimiento de un hijo, aunque ya no sienta los dolores de parto; no se le olvida su primer amor,
aunque ella o él hicieran sus respectivas vidas; no se le olvida su primer maestro, aunque hoy
esté fallecido; no se le olvida cuando se divorció, aunque ya el malestar de ese momento no
existe; no se le puede olvidar el fallecimiento de su ser querido, aunque se sonría, ría a
carcajadas o haga bromas hoy que han transcurrido varios años de ese suceso doloroso.

      La única forma que existe de no recordar algo es que nunca hubiera ocurrido en nuestras
vidas. Por tanto, la estrategia no es querer olvidar lo sucedido sino recordarlo de otro modo.
¿Por qué es menester evocar los sufrimientos de mi ser querido antes de fallecer y no sus
buenas cualidades, su carácter, su forma de ser conmigo, los años pasados juntos?

      ¿Por qué rememorar tristemente a la pareja que perdí y no complacerme por haberla
tenido? Por tanto, no se empeñe en olvidar lo que es inolvidable. Recuérdelo de una diferente
manera y el tiempo también le ayudará.

LO QUE ÉL TIENE ES PROPIO DE LA VEJEZ


      Esta afirmación me hace pensar que para un buen número de personas esa etapa de la
vida llamada vejez, tercera o cuarta edad, ancianidad y otras denominaciones, es un gran saco
en el que todo cabe o es una tierra de nadie donde todo está permitido y todo es “normal”. Y
eso es un grave error.

      No pretendo dar una explicación de lo que es una vejez normal, pero sí quiero reflexionar
sobre una condición muy frecuente en esta etapa y que si no se detecta a tiempo y se trata
adecuadamente trae enorme sufrimiento a quien la padece, a sus familiares y puede, si alcanza
una intensidad grave, terminar con la vida del anciano. Y esa condición mórbida, común y mal
diagnosticada y peor tratada, es la depresión.

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      La depresión en el anciano puede tener diversas formas de presentación y no es mi interés
brindar una clasificación académica de este trastorno, sino proporcionar una guía para que
cualquier persona pueda pensar en esta posibilidad ante un anciano con los síntomas a los que
me referiré. Paso a describirlos:

I. Depresión que se presenta como el envejecimiento normal.

     En este caso el anciano muestra disminución del interés por las cosas que habitualmente lo
despertaban, de la vitalidad, de la voluntad; tendencia a revivir el pasado, pérdida de peso,
trastornos del sueño, algunas quejas por falta de memoria, tiende al aislamiento y permanece
la mayor parte del tiempo en su habitación. (Para muchos este cuadro es propio de la vejez y
no una depresión tratable.)

II. Depresión que se presenta como envejecimiento anormal.

     En el anciano aparecen diversos grados de desorientación en lugar, en tiempo y con


respecto a sí mismo y a los demás: confunde a las personas conocidas, es incapaz de
reconocer lugares; aparece deterioro de sus habilidades y costumbres, relajación esfinteriana,
esto es, se orina y defeca sin control alguno, trastornos de la marcha que hacen pensar en una
enfermedad cerebrovascular, trastornos de conducta como negarse a ingerir alimentos, etc.
(Para muchos este cuadro es propio de una demencia con carácter irreversible y no una
depresión tratable.)

III. Depresión que se presenta como una enfermedad física, somática u orgánica.

     El anciano se queja de múltiples síntomas físicos, como dolores de espalda, en las piernas,
en el pecho, cefaleas. Puede quejarse también de molestias digestivas como digestión lenta,
acidez, plenitud estomacal sin haber ingerido alimentos que lo justifiquen; tiende a tomar
laxantes, antiácidos y otros medicamentos para sus molestias gastrointestinales; refiere pérdida
de la sensación del gusto, falta de apetito y disminución del peso, problemas cardiovasculares
como palpitaciones, opresión, falta de aire, etcétera. (Para muchos este cuadro es propio de
alguna enfermedad del cuerpo y no una depresión tratable.)

      Como se evidencia, no es conveniente atribuir cualquier síntoma del anciano a su vejez, a
los achaques de la misma, a una demencia o a una enfermedad física, pues puede ser la
manifestación de una depresión tratable y, por tanto, puede el anciano recuperar su vitalidad y
el resto de las funciones comprometidas. Si no se diagnostica adecuadamente, se puede hacer
crónica y en el peor de los casos, termina su vida con el suicidio.

MI HIJO TIENE UN CARÁCTER FUERTE


      Es una locución muy utilizada por aquellas madres que se quejan del comportamiento de
sus hijos, calificados de poseer un carácter fuerte; fuertes, así a secas, por el hecho de ser
impulsivos, dominantes, incapaces de posponer sus deseos o gratificaciones, caprichosos.
Todo tiene que ser como ellos quieren en el momento que lo desean. Y por estos rasgos del
carácter se les atribuye la supuesta fortaleza.

      Y estas personas, evidentemente, no tienen un carácter fuerte, sino todo lo contrario, muy
débil, pues son presas de sus emociones, de sus impulsos, de sus caprichos. El carácter débil
es excitable, tornadizo, manipulable, provocable, con facilidad se le saca de sus casillas.
También puede ser pasivo, dependiente, timorato, poco tolerante a las frustraciones,
impresionable, sugestionable, emocionable, dubitativo, etc. El carácter fuerte, por el contrario,

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es aquel que cuenta con diversas posibilidades adaptativas, hace en cada momento lo debido,
es capaz de inhibir sus impulsos, si la situación lo requiere, es dueño de sí y no una víctima de
sus emociones, no es violento en sus manifestaciones de ira, reconoce sus limitaciones y su
fortaleza, y tiene en cuenta las opiniones de los demás aun cuando no muestren puntos de
coincidencia con las suyas.

      Las personas de carácter débil reaccionan desproporcionadamente a los estímulos. Si se


les ofende, pueden tener crisis de llanto desconsolado, desmayarse, irles encima al ofensor,
salir corriendo del lugar en que se encuentran, realizar un acto suicida. Las personas de
carácter débil tratan de demostrar que no lo son mediante rasgos del carácter que esconden
esa debilidad entre los que se puede encontrar el autoritarismo, la violencia. Ellos quieren tener
autoridad pero no saben cómo obtenerla sin ser autoritarios, violentos, dominantes,
caprichosos, tercos.

      Las personas de carácter fuerte, frente a una ofensa no se dejan provocar, meditan sus
posibles consecuencias, valoran las diversas respuestas a la misma y eligen la más adecuada,
la que, por lo general, evita males mayores. Ellos no necesitan demostrar su autoridad la cual
emana de su propio comportamiento, de su serenidad al enfrentar situaciones complejas, de su
sabiduría; de su manera de dirigirse a los demás con respeto, independientemente de quien se
trate; de sus actitudes ante el estudio, el trabajo, la familia y la sociedad.

      Muchas veces se confunden las cosas y se dice que Fulano o Mengana tienen tremenda
personalidad porque son personas vistosas, altas, fuertes, bien parecidas, bien vestidas y otra
serie de aspectos exteriores. Eso no es tener personalidad, sino tener determinada figura. Por
otra parte, el que es bajito, gordito y feo y no sabe vestirse, también tiene una personalidad,
pues todos los seres humanos la tenemos, ya sea normal o con trastorno. Un sujeto puede ser
alto, fuerte, buen mozo y vestirse muy bien y, sin embargo, ser portador de una personalidad
histérica, paranoide, obsesiva o de otro tipo, todas clasificables como anómalas. Otro sujeto,
gordito, feo, que no se sepa vestir adecuadamente, puede ser un brillante científico, amante
esposo, buen padre, buen vecino y tener un ajuste psicosocial adecuado, en otras palabras, ser
poseedor de una personalidad normal aunque su aspecto externo no sea atractivo como el del
ejemplo precedente.

      Luego, la manifestación que nos ocupa debiera ser, a partir de esta lectura: “Mi hijo tiene un
carácter débil”.

YO LE HE DICHO MIL VECES QUE SE PREOCUPE POR ELLA


      Esta expresión, al parecer, envía un mensaje positivo, pues preocuparse por uno es bueno.
Y también brinda la imagen de que a quien se le está diciendo no se preocupa por ella misma,
y por eso la otra persona se lo ha repetido en infinidad de ocasiones. Nada más lejos de la
verdad.

      Quien la pronuncia generalmente es alguien no preocupado por sí mismo y en la


responsabilidad familiar que tiene (la madre o el padre) considera que cumple su papel
pidiéndole a sus hijos que se preocupen por sus vidas, cuando él no ha sabido hacerlo. Esto es
una falta de respeto doble, a sí y a los hijos.

      Y sucede que la conducta de las figuras significativas, como son los padres, los maestros,
los dirigentes o jefes, tiende a servir de modelo imitable. Si no se preocupa por usted es risible
pedirle preocupación a su descendencia cuando ese no es el mensaje que le transmite su
proceder cotidiano.

      Pero hay más, ese llamado de atención encierra el famoso mensaje de “Haz lo que yo digo
y no lo que yo hago”, que es inmoral, pues exigimos para los demás lo que no consideramos
para nosotros. Y cuando son los hijos quienes escuchan esto, conocedores de sus padres, el

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efecto es muy desagradable pues quieren hacerles creer algo negado por su propia
experiencia.

      No le pida a sus hijos que se preocupen por ellos. Preocúpese por usted. Tenga en cuenta
que es la persona más importante de su familia, porque si usted no funciona bien, ello será una
preocupación para sus seres queridos, pues no podrán funcionar como cuando todo se
desarrolla normalmente. Preocúpese de su salud física y mental, para que ellos lo imiten.
Preocúpese de sí mismo y podrá llamarles la atención en el momento en que descuiden este
aspecto y lo más significativo, tendrá toda la autoridad moral para hacerlo.

      Si no lo hace de forma sana, sus seres queridos tendrán muy pocas posibilidades de
ocuparse de ellos porque la mayor parte del tiempo lo tendrán que dedicar a los problemas de
usted. Evite, pues, reclamar atención sin necesidad, mecanismo utilizado con mucha frecuencia
por personas con una ilimitada necesidad de afecto. Ellas les piden a sus seres queridos que
se preocupen por sí mismos y cuando éstos se disponen a hacerlo, le surgen al aconsejante
problemas, como una descomposición estomacal repentina, una migraña insoportable, un
incremento de la presión arterial no comprobada, o muy cercana a las cifras habituales, un
malestar impreciso, en fin, cualquier queja que evitará a los demás realizar sus planes. En fin,
les piden que se preocupen por sus vidas, pero en realidad no los dejan hacerlo.

DOCTOR, YO LE IBA A EXPLICAR LO QUE A ÉL LE OCURRE


PORQUE ÉL NO SE SABE EXPRESAR
      Así exponen con frecuencia quienes hacen todo lo posible por llevar la voz cantante en el
consultorio y la entrevista es el momento idóneo para plantear sus juicios sobre lo que está
experimentando su ser querido. No dudo del valor de las opiniones de los familiares, que
ayudan, como información complementaria, a conformar un juicio mucho más cercano a la
realidad. Mientras más fuentes de información se tengan, más conoceremos al sujeto que
recaba nuestra ayuda.

      Ahora bien, a veces sucede que determinados familiares, por lo general muy vinculados
afectivamente al necesitado de ayuda, comienzan a darnos todos los detalles, sin siquiera
permitirnos intercambiar unas palabras iniciales con el paciente. Si logramos conocer el nombre
del que se supone deba recibir la consulta y le hacemos una pregunta, como por ejemplo:
“¿Dónde trabajas, José?”, el pobre José es interrumpido por el familiar, quien responde: “Él
trabaja como ascensorista, pero hace tres días que no asiste a su trabajo”. Y así
sucesivamente. Y cuando le aclara que usted desea escuchar a José, que la consulta es de
José, que quien está necesitado de ayuda es José, entonces hacen el consabido
pronunciamiento. Y claro, José no se expresa no porque no sepa, sino porque no se lo
permiten. Y nunca aprenderá mientras tenga alguien con una necesidad desmedida de
protagonismo y de autoridad aberrante.

      Estos familiares son muy susceptibles, se duelen con facilidad y se sienten maltratados
cuando se les pide hacer silencio, fundamental para el ejercicio médico de entrevistar al
enfermo que sufre. Algunos persisten en sus propósitos de ser voceros de su representado y
no queda otra alternativa que pedirles de favor dejarnos a solas con el paciente. Éstos, por
suerte, son los menos.

      Cuando usted quiere que alguien aprenda a expresarse, lo más lógico es permitirle que lo
haga por sí solo. Al principio no lo hará bien, más tarde lo hará menos mal, y finalmente será
capaz de tener una comunicación fluida. El ensayo y el error y la corrección del error y el nuevo
ensayo, facilitan un adecuado aprendizaje. Y ese aprendizaje debe facilitarse desde épocas
tempranas de la vida, permitiendo a los hijos describir sus dolencias, invitándolos a expresar
sus criterios, pidiéndoles su opinión sobre determinados asuntos con el objetivo de lograr
desarrollar su capacidad de comunicación.

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EL MEJOR PSIQUIATRA ES UNO MISMO
      Así dicen personas que sufren con la pretensión de enfrentar su pesar, o sus allegados
para estimularlas. Sin embargo, es una de las expresiones más peligrosas que he escuchado,
pues su repercusión en la salud mental del falso psiquiatra puede traer males mayores.

      En primer lugar, revela niveles nada despreciables de autosuficiencia en quienes la


pronuncian, pues ser psiquiatra significa haber logrado vencer, tras años de estudios
universitarios, unos contenidos científicos que conforman el cuerpo de conocimientos de esa
especialidad médica, además de un mínimo de aptitudes para lograrlo. No es posible asumir
dicho papel sin una preparación previa.

      Detrás de ella se esconde un real temor a los psiquiatras, a la psiquiatría y por añadidura a
la enfermedad mental, un intento de evitar el contacto con este profesional ya que si “el mejor
psiquiatra es uno mismo”, no hay necesidad alguna de ir a uno de verdad. Este miedo
encubierto denota no estar en su sano juicio o una escasa cultura médica.

      Pretende, además, minimizar la ayuda que estos profesionales pueden ofrecer en pro del
restablecimiento de su salud. En mi opinión, usted no puede y no debe ser su psiquiatra
aunque lo fuera, pues un psiquiatra no debe ni puede ser su propio terapeuta. Y digo más, no
debe serlo ni siquiera de sus allegados, pues la proximidad afectiva distorsionaría sus
decisiones.

      Llama la atención que a nadie se le ocurre decir “el mejor cirujano es uno mismo”, “el mejor
cardiólogo es uno mismo”, “el mejor neurólogo es uno mismo”, etc. No se trata de
especialidades más respetadas que la psiquiatría ni de mayor complejidad, pero sí de un
desconocimiento mayor de ella, considerada por muchos una especialidad para atender a los
“locos”.

      Por tanto, en la medida en que una persona posponga el momento de asistir al psiquiatra
tendrá mayor tiempo de sufrimiento, más tiempo de evolución de la enfermedad que lo aqueja,
mayor demora en la implantación de un tratamiento efectivo y puede llegar a convertirse en un
padecimiento crónico por no tomar una medida oportuna. El mejor psiquiatra no es usted. Es
aquel que usted elija y en el cual deposite su confianza.

TODOS NO TENEMOS LOS MISMOS PROBLEMAS


      Aquí puede encerrarse un mensaje válido de carácter universal, pero es también un
mecanismo defensivo utilizado por aquellas personas a quienes se les señala que las actitudes
que han adoptado para resolver alguna situación, pueden demandar otras maneras más
eficaces de afrontamiento. Entonces dejan entrever que han actuado bien pero sus problemas
son mayores que los de los demás o son incomparables.

      Somos seres humanos diferentes y realmente todos no tenemos los mismos problemas.
Pero éstos pueden ser clasificados en diversas categorías y ya no son tan disímiles, como por
ejemplo: escolares, laborales, amorosos, familiares, paterno-filiales, con las figuras
representativas de autoridad, de salud física, de salud mental, de vivienda, económicos y un
largo etcétera. En este sentido, cada categoría de ellos puede ser subclasificado en otros
tantos: los escolares tratarían las cuestiones relacionadas con el rendimiento académico, con la
asistencia y puntualidad, con la relación alumno-profesor, etc. Y estas subcategorías podrían
ser analizadas por partes, de manera que el problema escolar con el rendimiento académico
consiste en dificultades con las matemáticas, específicamente la sustracción. Y aún se puede
continuar la especificación, refiriéndose a cuál tipo de dificultad en la sustracción presenta el

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estudiante. Y al final, veremos que este inconveniente lo tienen muchos otros estudiantes de
diferentes grados o incluso de la misma aula. A pesar de tratarse de alumnos diferentes los
problemas son similares.

      ¿En qué consiste la defensa en esta expresión? Simplemente, se detiene en la diversidad
de ellos que es la parte conflictiva de la situación y no hace referencia a las soluciones
efectivas para esas supuestas dificultades, lo cual sería la parte positiva. Por tanto, si tratamos
de ser lo más justos posible, la sentencia pudiera ser: “Todos no tenemos los mismos
problemas, pero sí muy similares de solucionar”, o bien “Todos los problemas, por muy
disímiles que parezcan, tienen su solución”. (Es necesario aclarar que cuando me refiero a una
solución, incluyo dentro de esta categoría la aceptación como forma de enfrentamiento a los
asuntos insolubles, por ejemplo: la muerte de un ser querido o la espera paciente cuando se
trata de algunos cuya solución no se consigue a corto o mediano plazo.)

      Y si usted se detiene en los problemas con una actitud contemplativa o los utiliza para que
lo aplasten o para justificar su inmovilismo, no sólo se está defendiendo, sino que está
participando activamente en su mantenimiento y por tanto en su malestar. No se defienda al
considerar los suyos como únicos, múltiples, insolubles, difíciles. Luche contra ellos y piense en
quienes los han tenido iguales o mayores que los de usted. Piense que otros en parecidas
circunstancias han encontrado soluciones adecuadas, incluso con menos recursos y apoyo. La
cuestión no radica en la cantidad de problemas sino en la diversidad de mecanismos
satisfactorios para enfrentarlos, en la capacidad para asumir las complejidades de la vida,
superarlas y utilizarlas a su favor.

YO NO TENGO NADA
      Ésta es una de las expresiones más importantes que puede oír un psiquiatra en su práctica
profesional. Cuando se escucha por primera vez, se percibe una sensación extraña de
incomprensión y discreto temor, pero después de años de experiencia, reconocemos en ella un
elemento más para el diagnóstico de una enfermedad psiquiátrica grave. Y siempre que el
psiquiatra se enfrenta a enfermos mentales graves, experimenta una sensación similar.
Cuando una persona refiere que no tiene nada, pudiera ser que, efectivamente, no presente o
le aqueje malestar alguno, por lo general esta respuesta se obtiene al realizar un examen
médico masivo y como parte de él, el facultativo pregunta si padece o ha padecido
enfermedades o tiene determinados síntomas.

      En otras ocasiones, es la respuesta rebelde u obstruccionista de quien, aunque no padece


una enfermedad mental grave, ha tenido algunas conductas interpretadas por los familiares
como no habituales. Casi siempre responden así los adolescentes, al asumir posiciones en
contra de los familiares que los han obligado a asistir a la consulta del psiquiatra y de esa
manera exponen su desacuerdo. En estos casos, una relación empática, no agresiva,
respetuosa con el adolescente, puede romper la barrera en la comunicación y lograr que se
manifieste abiertamente y permita ser ayudado.

      Sin embargo, como apuntábamos en el primer párrafo, puede ser pronunciada por sujetos
con grave compromiso de su salud mental, de tal magnitud, que les impide conservar su
sentido crítico y no se dan cuenta de lo que les está ocurriendo.

      Pero lo curioso es que este tipo de enfermo dice que no tiene nada porque para él sus
alteraciones, por muy anormales que parezcan, son expresión de sus realidades. Y aunque
piense que lo quieren envenenar, que lo persiguen, que existe un complot para matarlo, que lo
están dirigiendo por control remoto y que le controlan sus afectos, sus pensamientos y su
conducta por telepatía, todo esto no se debe a enfermedad mental alguna.

     Simplemente lo quieren matar, lo persiguen y lo están controlando.

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      Los familiares tienen la costumbre de “seguirle la corriente”, lo cual es un error pues lo
sumerge más aún en su mundo caótico. Si bien no es juicioso tratar de corregir lo absurdo de
sus pensamientos mediante el razonamiento lógico, el expresar desacuerdo con lo que él
manifiesta en forma firme pero respetuosa, es la conducta adecuada para estos casos.

      También hemos escuchado esto en individuos que a pesar de no sentirse emocionalmente
bien, consideran que al decir sus malestares a otros, están dando muestras de poca
masculinidad, de imperfección, de vulnerabilidad. Otras veces, se trata de sujetos a los que el
miedo al psiquiatra, o su rechazo a este tipo de profesionales, les inhibe la capacidad de
expresar sus síntomas.

      Si en alguna oportunidad usted lo oye de alguno de sus familiares, amigos o vecinos, tenga
en cuenta estas posibilidades y de seguro podrá brindarles una ayuda oportuna.

DOCTOR, EL PROBLEMA ES QUE YO NO SÉ DECIR QUE NO


      Acostumbran a decir esto personas que acuden a la consulta con manifestaciones de
neurastenia, es decir, cansancio físico y mental, dificultades para concentrarse, lo cual les
acarrea trastornos de la memoria de diversos grados, cefalea suboccipital referida como un
“peso en el cerebro”, somnolencia diurna e insomnio nocturno, disminución de la productividad
del trabajo y desarreglos en la esfera sexual. Estos trastornos que afectan diversas esferas de
la vida del individuo son consecuencia en la mayoría de las ocasiones de la manera en que
enfrenta su vida.

      La persona que “no sabe decir que no” es un sujeto con magníficos atributos personales:
puntual, disciplinado, cumplidor, confiable, obediente, permeable a la crítica y a la presión del
grupo, etc. Además, también goza del respeto y la consideración de los compañeros de trabajo,
de familiares y amigos.

      Entre sus características se encuentra la incapacidad para evitar que sobre sí mismo se
multipliquen las responsabilidades y obligaciones. Y no sabe evitar nuevas tareas impuestas, a
pesar de tener muchas más que el resto de sus compañeros. Así, es jefe del colectivo de
estudio o de trabajo, además de monitor de varias asignaturas o dirigente sindical; con cargos
en alguna organización de vecinos, política, fraternal o religiosa; con una familia a la que
atiende de forma esmerada. En otras palabras: “el hombre orquesta”.

      Pero, como su vida se diluye entre incontables obligaciones, cada una de las cuales le
demanda determinada cantidad de energía física y mental y la mayor parte de su tiempo, él,
que no sabe decir que no, comienza a agotarse y a pensar que tiene alguna enfermedad física,
generalmente anemia o hepatitis, causante de su decaimiento y la somnolencia durante el día,
hasta que, después de un chequeo de rutina en el cual los exámenes habituales arrojan
resultados negativos, es enviado a la consulta de psiquiatría.

      Y uno de los primeros consejos a este tipo de personas es el deber de aprender a decir No,
como mecanismo defensivo para evitar el exceso de responsabilidades y tareas. Este recurso
le permitirá hacer un uso más racional de sus potencialidades, conservar su capacidad laboral,
conocer sus limitaciones por las experiencias pasadas, etc. Y lo más importante, evitar las
manifestaciones neurasténicas.

      Decir No le dejará brindar una oportunidad a otro individuo para desarrollar sus
capacidades, demostrar sus habilidades y contribuir al buen funcionamiento del colectivo de
estudios o de trabajo.

      Decir No le protegerá contra quienes no desean tener responsabilidad alguna ni tampoco
desean asumir una actitud de compañerismo hacia aquel que está atiborrado de obligaciones.

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      Hay situaciones en las que no se puede decir No; otras en las que no se debe decir No;
algunas en las que no es prudente o no conviene decir No. Pero hay un gran número de
oportunidades en las que sí podrá decir claramente No y esa negativa no le ocasionará
problema alguno.

      Por último, usted ha dicho casi siempre Sí. Por una vez que diga No, el mundo no se
detendrá. Y mañana, el sol volverá a brillar para todos.

Psicoterapia para aprender a vivir por Prof. Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero. En este
material se incluyen expresiones y consejos extraidos de la experiencia profesional del autor,
con el objetivo de servir de ayuda a personas que pasan por dificultades vitales.

Expresiones engañosas 2

YO NO TENGO SUERTE
      Muchas personas con dificultades en sus vidas, con frecuencia dicen algo semejante. Es
una declaración negativa pues quien lo dice se priva de algo positivo. Sería como si dijera: “Yo
no tengo inteligencia”, “yo no tengo valor”, “yo no tengo bondad, honor, etc.”. Es además
pesimista, pues no tener suerte es sinónimo de ser un fracasado. Es, pues, un pensamiento
negativo. Por tanto, usted no tiene suerte no porque no la tenga, sino porque piensa que no la
tiene.

      Detrás de esta expresión se esconde también una forma “mágica” de pensar. Si las cosas
salen bien es por la buena suerte y si salen mal es por la mala suerte que tenemos. Todo
depende de ella. Niega la posibilidad a la persona de influir en su futuro, en que las cosas le
salgan bien, regular o mal, lo deja todo a la suerte. Quienes piensan así no ven la participación
que tienen en que su vida cambie.

      ¿Por qué no se tiene suerte? Porque se hacen muchas cosas impropias: si no le fue bien
en el matrimonio, puede haber elegido la pareja inadecuada, no la conoció suficiente antes de
formalizar la relación, no modificó determinados rasgos de su carácter que entorpecen la
convivencia en pareja, etc. Entonces se divorcia y encuentra (para usted) el hombre ideal o la
mujer de sus sueños, pero con el inconveniente de tener compromiso. Ahora se lamenta de su
mala suerte y decide rehacer su vida con alguien que lo necesite y comienza otra relación con
una persona a la cual usted le lleva veinte años y que efectivamente le necesita, pero... por un
tiempo.
Y así, irá de fracaso en fracaso, echándole la culpa de su falta de previsión a la mala suerte.
Por favor, no culpe a la suerte de su incorrecta manera de actuar. ¡Su mala suerte es usted!

YO SÉ QUE VOY A TENER PROBLEMAS. YO SÉ QUE ESO NO VA


A FUNCIONAR
      Hay personas que suponen ser capaces de pronosticar las cosas que les van a suceder y
de la forma en que éstas ocurrirán. Y al final, efectivamente, ellas tuvieron los problemas
anunciados y las cosas funcionaron como habían pensado.

      Al analizar con detenimiento tal manifestación, nos damos cuenta de que el pronóstico no
se debe a facultades extraordinarias de clarividencia, o a una bola de cristal por la cual
pudieran ver hacia el futuro, sino porque se propusieron tener los problemas o que las cosas no
funcionaran. Quizás esto le parezca descabellado pero no lo es. A veces las personas se
predisponen, piensan que algo les va a suceder y comienzan a comportarse de una manera

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que les lleva de la mano a que les ocurra lo anunciado. Igual sucede, aunque con saldos
favorables, cuando nos preparamos de modo positivo para enfrentar una situación dada. Por
tanto, esa disposición previa asumida puede influir muchísimo en los resultados obtenidos.

      Si usted piensa que va a fracasar ante una evaluación de competencia, comienza a
devaluar sus potencialidades, su estado anímico se modifica negativamente, su atención
fluctuará del aquí-ahora hasta el futuro momento del fracaso y por tanto no tendrá posibilidades
de lograr una buena preparación, pues su rendimiento se ha afectado por esa disposición
anímica derrotista. Llegado el momento, usted fracasará tal y como lo había pensado.

      Por el contrario, si piensa que va a salir bien en un examen, eso lo condicionará
anímicamente para que se sienta confiado, seguro de sí, dispuesto a estudiar con
responsabilidad las horas necesarias, se planificará autoevaluaciones, confrontará con otros
compañeros, aclarará las dudas y tomará cuantas medidas puedan garantizar el resultado
exitoso que se ha propuesto.

      A esto se llama hoy tener “pensamientos positivos” y se ha comprobado que éstos no sólo
mejoran el ánimo sino también la salud física. La repercusión de los acontecimientos vitales
estresantes sobre la función inmunitaria es uno de los campos investigativos más apasionantes
en la actualidad y se sabe que las situaciones negativas se asocian a una depresión del
sistema inmunológico con disminución de la resistencia a las enfermedades.

      Le invito entonces a eliminar esa predisposición negativa y sustituirla por una disposición
positiva para obtener resultados favorables en lo que se proponga.

ES QUE YO SOY ASÍ


      Con ese decir “es que yo soy así” se cierran las posibilidades al diálogo, la confrontación, el
análisis. Efectivamente, si es así significa que los demás tienen que aceptar sus
consecuencias: si usted se disgusta y comienza a destruir lo que está a su alcance, debe
soportarse por el mero hecho de usted ser así; si ingiere bebidas alcohólicas y se comporta de
una forma grosera, debemos soportarlo porque usted es así; y si por ello se ausentó del
trabajo, sus compañeros, sus jefes, tienen el deber de soportarlo, tolerarlo, justificarlo porque
usted es así.

      Que usted sea de esa manera es un problema enteramente suyo, pero quienes le rodean
no tienen que pagar las consecuencias de su mal proceder. Si por eso justifica sus actos, en
ningún momento será una excusa válida para los demás.

      Decir así es un mecanismo defensivo muy conformista, pasivo-agresivo, justificativo de lo


mal hecho, de resistencia al cambio, egoísta, etcétera. Contrarrestarlo no es una tarea fácil,
pues en cada interpretación, análisis o confrontación la persona puede defenderse mediante
dicha afirmación.

      A veces puede traer algún cambio de actitudes preguntar a estas personas qué ventajas les
ha traído en su vida personal, familiar, laboral y social esa manera de ser y qué desventajas les
ha traído en esas mismas esferas de la vida dicho comportamiento. Si tienen un mínimo de
autocrítica es posible que ese análisis biográfico pueda llevarles a algún cambio.

      Si usted es de los que utiliza esta manifestación, por favor suprímala por todos los
inconvenientes que puede traerle en su vida y le propongo trazarse la meta de no seguir siendo
de esa manera para lo cual puede ser de utilidad preguntarse ¿Qué debo hacer para no ser
así?

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¿POR QUÉ YO SOY ASÍ, DOCTOR? EXPLÍQUEME
      Las personas están muy interesadas en saber el porqué de las cosas lo cual es muy lógico
y necesario, pues sin esa sana curiosidad es imposible el desarrollo de la ciencia y la técnica y
de la propia humanidad. Pero a veces este interés es un mecanismo defensivo empleado por
algunos seres humanos para posponer su necesario cambio.
Suponga que usted es así porque sus padres se divorciaron cuando era un niño. O porque sus
padres peleaban. O porque su padre ingería bebidas alcohólicas y maltrataba a su madre. En
definitiva, usted puede ser como es por cualquiera de las razones frecuentes en las personas
que sufren.

      Ahora, ¿qué otro valor, que no sea histórico o biográfico, tiene esa información? ¿Podemos
volver atrás el tiempo y evitar el divorcio, que el padre no ingiriera bebidas alcohólicas y no
maltratara a la madre o que no se pelearan? Eso no tiene solución porque el tiempo es
unidireccional, va del pasado pasando por el presente hacia el futuro. Incluso, sin recurrir a un
hecho significativo la supuesta explicación recuerda aquello de “¿quién fue primero, el huevo o
la gallina?”

      Esa pregunta ¿por qué yo soy así?, lejos de reflejar un genuino interés en encontrar las
causas para modificar la forma de ser, si ello fuera posible, refleja una pasiva curiosidad, es
para evitar preguntarse: “¿Doctor, qué debo hacer para dejar de ser así?”, que sí sugiere una
actitud participativa, una invitación a la acción.

      Aunque estoy de acuerdo con que cualquier persona haga esta u otra interrogación que
estime conveniente, sugiero no olvidar la que le he propuesto, pues le dará la posibilidad de
escuchar aquellas cuestiones que pueden facilitar su crecimiento emocional, trazar un plan de
acción para cambiar y otras opciones para dejar de ser de la manera que usted no desea. Y es
de extrema importancia saber utilizar la información obtenida de ella.

      ¿Por qué yo soy así?, como ya dije, no le servirá para volver al pasado, pero sí para evitar
cometer los mismos errores que sus padres cometieron en su crianza. Si sus padres le
maltrataron, no maltrate usted a sus hijos. Si sus padres se divorciaron, trate de ser estable en
su relación matrimonial, si su padre era alcohólico y vejaba a su madre, trate de ingerir bebidas
alcohólicas con responsabilidad, evite embriagarse y respete siempre a su pareja.
Sólo de esa manera es útil esta información pues hace realidad la sentencia del filósofo
español: “Los que no conocen su pasado están condenados a repetirlo”.

NO SOPORTO ESTAR SOLO


      Así se escucha decir a personas que al parecer tienen una necesidad excesiva de estar
acompañadas. Digo al parecer porque eso no es lo más relevante en ellas. Su problema no
consiste en sus deseos de estar en compañía de otros sino en su incapacidad para
permanecer con ellas mismas. Literalmente hablando, estas personas no se soportan a sí
mismas porque no han aprendido a disfrutarse. Y es por eso que no toleran estar solas.

      Cuando uno ha aprendido a estar solo, disfruta de esos momentos de soledad. Siempre
tiene algo útil que hacer, algo o alguien en quien pensar, alguna forma creativa de emplear el
tiempo cuando la única compañía es uno mismo. Hay quienes, aun junto a sus seres queridos,
necesitan, en determinados momentos, estar solos, aunque sea por breves períodos de tiempo.
Y lo logran sin que por ello se afecte la comunicación ni el clima emocional de la familia.

      ¿Cuántas cosas puede hacer una persona cuando está a solas? Muchas. Por ejemplo,
puede decorar la casa de manera diferente, preparar una comida especial, leer un buen libro,
hacer ejercicios físicos, de relajación, oír música, cuidar del jardín, sembrar alguna nueva

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planta, arreglar y ordenar el armario, sus gavetas, hacer una limpieza general, descansar,
meditar, dormir.

      Sin embargo, quienes no se soportan cuando están a solas no tienen una rutina cotidiana
establecida, hacen las cosas sin deseos, desmotivados, como si fuera un castigo, sin
creatividad alguna. Están aburridos, a pesar de que quizás haya muchas cosas por hacer o, por
el contrario, las hacen con tal rapidez que en breve tiempo han terminado y vuelven a quedar
ociosos, supuestamente, y esa inactividad artificial les genera malestar, ansiedad, tedio,
estados anímicos desfavorables los cuales conspiran contra su bienestar. En otras palabras, no
saben planificar qué hacer cuando están a solas para no sentir soledad.

      El ser humano está necesitado de compañía. Es una condición humana. Así como también
lo es su individualidad, su privacidad. Por tanto, las relaciones con otras personas son
imprescindibles y la soledad también para lograr una personalidad armónica.

ESO NO ES NORMAL - ESO ES NORMAL


      Estas expresiones seguramente las ha escuchado, por separado, desde luego. Sin
embargo, las he unificado con toda intención para llevar a su mente que lo anormal y lo normal
son valoraciones relativas, es decir, lo normal en una situación dada, puede constituirse en una
anormalidad en otra.

      Reírse es algo normal y por demás muy saludable sobre todo en una fiesta o en un grupo
de amigos que cuentan chistes; pero lo mismo, en un velorio, delante de los familiares de un
moribundo, además de ser una grosera falta de respeto y de sensibilidad humana, es una
conducta muy anormal. Aquí lo anormal no es el hecho de reírse, sino el contexto en el cual se
ríe.

      Pongamos otro ejemplo: usted tiene un demente en su hogar, que puede ser un tío, su
padre, su madre o un hermano. Desde que el proceso demencial se hizo evidente su vida
cambió de forma radical. Ya no puede salir a distraerse como antes, ya no puede dormir
profundamente, tiene que estar pendiente de lo que él o ella está haciendo, lo que se lleva a la
boca, lo que toca, tiene que bañarlo como si fuera un niño pequeño, etc. El demente, por su
propio proceso, hará sus necesidades fisiológicas sin aviso previo, en la cama, en el sillón
donde permanezca sentado, en sus propios pantalones o faldas. Y tendrá que asearlo, que
soportar insultos, gritos, agresiones... y es en esos momentos en los que usted puede desear la
muerte a su ser querido, por toda la rabia acumulada debida al vuelco que su vida ha sufrido.
Ese tipo de pensamiento, como es lógico, le hace sentir muy culpable, pues le está deseando
la muerte a su tío, su padre, su madre, su hermano.

      Debe saber que esos pensamientos son... normales. Le repito. Esos pensamientos de
muerte hacia estos seres queridos son normales, porque ni los ha dejado de amar, ni realmente
les desea la muerte, ni tiene impulsos criminales ni nada por el estilo. Ocurre que no es una
enfermera entrenada en el manejo de pacientes portadores de demencia, la cual, además de
cursar estudios, sólo permanece una parte del tiempo con el enfermo y después es relevada
por otra y ésta por aquélla. En otras oportunidades, estos enfermos son llevados a instituciones
especializadas donde son atendidos por un personal ejercitado en estos menesteres.

      Usted está agotándose mentalmente, por el cansancio físico y la depresión por ver a su ser
querido en ese estado y es en el contexto de esa situación agobiante que surge ese aparente
pensamiento anormal. Si deseara todos los minutos de todas las horas de todos los días la
muerte a su familiar entonces fuera una anormalidad, y ésta no estaría dada por la idea en sí,
sino por la elevada frecuencia con que la piensa.

      Otras veces las anormalidades son permitidas y pasan como algo normal para muchas
personas. Fumar daña la salud y es una conducta anormal que denota una habituación al

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tabaco, conocida por tabaquismo. Pero, mucha gente lo hace y lo considera como algo
“normal”. Ser homosexual es algo normal y sin embargo criterios machistas y sexistas lo
consideran una desviación de la normalidad, una aberración, una degeneración.

      Como se puede evidenciar “eso no es normal”, “eso es normal” es un par dialéctico que no
debe ser separado.

DOCTOR, YO NO TENGO PROBLEMAS DESDE QUE ESTOY


TOMANDO LA PASTILLITA DE LA ALEGRÍA
      Dicen esto muchas personas que se autoadministran trifluoperazina de un miligramo, la
persiguen, literalmente hablando, en cuantas farmacias se les ocurre visitar; cuando no logran
conseguirla, compran la trifluoperazina de cinco miligramos, la dividen en cuatro partes y se
empiezan a tomar un cuarto de esa tableta varias veces al día.
No existe ninguna pastilla de la alegría. La alegría es un estado anímico que expresa
satisfacción, bienestar, complacencia y es el resultado de una complejísima interacción de
diversos factores personales, psicológicos, situacionales, metabólicos, biológicos, etc. Este
complejo proceso no puede ser motivado por una tableta, a la que atribuyen esta propiedad por
tener discreto efecto euforizante, es decir, una sensación de bienestar o mejor dicho, de falso
bienestar, o falsa alegría, que es, por definición psicopatológica, el concepto de euforia. El
eufórico no está alegre. La euforia es la alegría sin motivo, no es contagiosa, el observador no
encuentra motivos para ese estado, parece artificial, como si fuera fingida. Este tipo de
medicamentos puede ocasionar esa falsa sensación de alegría, de bienestar. Pero, este efecto
pasajero puede traer otros males. Paso a enunciarlos.

El primer mal que este tratamiento le puede originar es poner su alegría en función de una
tableta, en función de algo externo a usted.

El segundo problema es desarrollar una dependencia psicológica de ella, la cual vendrá a


constituirse en una especie de muleta sin la que no sabrá caminar por la vida.

El tercer problema le vendrá poco a poco, en la medida en que lleve más tiempo ingiriendo el
medicamento sin necesidad real, o con ella pero no indicado por un facultativo encargado de
ajustar las dosis y determinar el tiempo durante el cual lo requerirá.

     Estos efectos a largo plazo se deben a que la trifluoperazina está incluida entre los
psicofármacos calificados como neurolépticos, los cuales pueden producir determinados
efectos secundarios, y los más relevantes son los llamados síndromes extrapiramidales, con
las siguientes manifestaciones clínicas:

Distonías agudas: Estas alteraciones se observan con mucha frecuencia en los jóvenes y
consisten en incremento del tono muscular (hipertonía), contracciones dolorosas de los
músculos, calambres, dificultades para tragar, falta de aire si se comprometen los músculos de
la respiración, protrusión de la lengua, tortícolis y crisis oculógiras, es decir, movimientos
giratorios involuntarios de los ojos, como si se les fueran hacia arriba y hacia atrás. Pueden
presentarse con sólo ingerir una tableta del fármaco.

Parkinsonismo: El consumidor comienza a presentar rigidez en el cuerpo, inexpresividad en el


rostro, temblor, disminución de la flexibilidad de los brazos al caminar, tendencia a asumir una
postura encorvada y salivación profusa, que sale por las comisuras labiales. Generalmente
aparece durante el primer mes.

Acatisia: Este síntoma consiste en una inquietud insoportable en los miembros inferiores,
conocido como el “síndrome de los pies inquietos”, pues el sujeto tiene que estar en constante
movimiento, lo cual le impide permanecer sentado o acostado.

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Discinesia tardía: Aparece en el 5 % de las personas que están expuestas a los neurolépticos
cada año y en los individuos que llevan diez años consumiendo estas moléculas (tabletas), la
incidencia puede llegar hasta el 50 %. Este cuadro clínico es muy incapacitante por tratarse de
movimientos coreicos, atetoides, mioclónicos de carácter anormal que afectan diversos
territorios como la cara, la boca, las extremidades. La persona con una discinesia tardía
mantiene movimientos masticatorios que recuerdan los que se realizan cuando se tiene un
bombón en la boca, saca la lengua rítmicamente o puede proyectarla contra las mejillas. Este
cuadro se recupera con dificultad.
Al conocer estas complicaciones, que no son todas ni mucho menos, podrá evaluar con mayor
rigor científico si “la pastillita de la alegría” es tan inofensiva como creía.

MI TÍA ME REGALÓ UNAS AMITRIPTILINAS Y ES LO QUE ESTOY


TOMANDO
      Es seguro que usted ha escuchado esta declaración, por lo general, a personas aquejadas
de síntomas psiquiátricos menores, pero con una necesidad exagerada de automedicarse con
lo primero que se les ofrece. Y esta conducta es en extremo peligrosa. Veamos por qué.

      La automedicación es una actitud negativa hacia las enfermedades, que consiste
precisamente en la autoadministración de tratamientos farmacológicos, sin tener conocimientos
para ello y sin haber sido orientados por facultativo alguno.

      En el caso de los psicofármacos, la autoadministración es muy frecuente, como si estos


medicamentos no tuvieran tantos inconvenientes como los utilizados en otras especialidades
médicas. A muy pocas personas se les ocurriría ponerse una penicilina rapilenta dos veces al
día durante varios meses, o tomar una tableta de cloranfenicol cada seis horas por un año. Y
esto no sucede muy a menudo porque consideran que los antibióticos mal utilizados pueden
perjudicar la salud. Y el error consiste en no pensar lo mismo de los psicofármacos.

      Para que se tenga una idea, los antidepresivos tricíclicos, entre los que se encuentran la
imipramina y la amitriptilina, no deben ser administrados a personas alérgicas a ellos, a los que
padecen de glaucoma agudo de ángulo estrecho, a los que presentan infarto agudo del
miocardio o tienen aumento de volumen de la próstata, así como tampoco a los individuos con
trastornos del ritmo cardíaco, las llamadas arritmias. Pero hay más, estos medicamentos tienen
una serie de efectos colaterales, como son convulsiones, hipertensión, episodios psicóticos o lo
que es igual, locura, pesadillas, temblores, incoordinación motora y tics.

      Por si fuera poco, ellos, cuando se suprimen por una u otra causa, pueden ocasionar el
llamado Síndrome de Discontinuación, consistente en cinco agrupaciones de síntomas: distrés
somático general, alteraciones del sueño, acatisia o parkinsonismo, activación conductual y
arritmias cardíacas. Esto se traduce en lo siguiente: el sujeto experimenta desvanecimientos,
vértigos, trastornos del equilibrio y la marcha, pesadillas, inquietud en las piernas que no le
permiten estar tranquilo en un solo lugar, rigidez facial con incremento de la salivación, marcha
a pequeños pasos; sensación de quemazón, de shock eléctrico, de aleteo cardiovascular;
ansiedad, agitación, crisis de llanto, irritabilidad, palpitaciones y taquicardia. Este Síndrome de
Discontinuación también se puede acompañar de fatiga, tos, coriza, escalofríos y
manifestaciones de un estado gripal.

      Como ve, no son pocos los inconvenientes que traen estos fármacos que algunas personas
utilizan para situaciones en las que no son médicamente indicados, como aumentar de peso,
evitar los dolores de dientes, contrarrestar el insomnio, calmar el nerviosismo, etcétera.

      Mi consejo es que no se automedique. Usted puede convertirse en el mejor amigo de su


salud o también, si no actúa de una manera responsable, en su propio verdugo.

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ESO NO ESTÁ EN MÍ; YO NO QUISIERA SER ASÍ; ANTES YO NO
ERA ASÍ Y ¿USTED CREE QUE YO QUIERO ESTAR ASÍ?
      Muy a propósito he unificado estas expresiones pues todas son dichas, una detrás de otra y
en ese orden por numerosas personas a las que he tratado y todas constituyen, por separado y
en su conjunto, mecanismos defensivos de quienes las pronuncian. Pasemos a su análisis.

      “Eso no está en mí” es utilizada cuando se quiere justificar algo que se ha hecho o se ha
dejado de hacer y en lo cual el sujeto no quiere verse involucrado, responsabilizado. Si eso no
está en él muy poco puede hacer por evitar lo ocurrido. Entonces es cuando se impone la
pregunta: ¿En quién está si no es en usted?, con la finalidad de hacer consciente al individuo
que efectivamente él es el responsable de lo sucedido. Acto seguido, pronuncia la siguiente
para justificar lo hecho (de nuevo) y también por no darse cuenta de ser él el máximo
protagonista: “Yo no quisiera ser así”, a pesar de que hace todo lo posible por ser de esa
manera que no desea. Se impone la siguiente pregunta: ¿Quién le obliga a usted a ser así? Es
evidente, nadie le obliga. Es así porque lo desea. Si yo no deseo ser impaciente, me llamo a la
calma, intento mejorar mi capacidad de espera, trato de caminar y hablar despacio.

      Cuando la persona irremediablemente llega a la conclusión de que sí está en él y hace


cosas para estar así, surge la tercera justificación, como las anteriores y que lleva a la inercia:
“Antes yo no era así”. Es el rejuego para no darse cuenta de quién es en estos momentos, en
el aquí-ahora; con ella el sujeto se refugia en el pasado para no enfrentar el presente de cara al
futuro, trata de vivir de las glorias pasadas, en fin, tiene el llamado “Síndrome de Yo soy aquel”
(yo era el que..., yo fui quien...); es como esconderse en una cueva para no enfrentarse
consigo mismo.

      Si se le hace consciente de lo que está tratando de hacer, surge, como un dardo dirigido en
su contra, la siguiente expresión, más justificativa que las anteriores: “¿Usted cree que yo
quisiera estar así?” Mediante esta agresividad hacia el terapeuta la persona intenta poner fin al
análisis de las actitudes, pues se supone que ninguna persona desee sentirse mal. Eso es
parcialmente cierto. Se supone. Y la suposición, entre otros significados, es la opinión que no
está fundada en pruebas positivas. Pongamos un ejemplo, un paciente dice: “Todas las
mañanas me levanto con tos y falta de aire. Me tomo una taza de café y me fumo el primer
cigarro de los treinta diarios que consumo. He padecido de bronconeumonías a repetición a
pesar de los consejos médicos de dejar ese mal hábito”. Aquí se puede preguntar: ¿Realmente
desea no tener falta de aire y bronconeumonías a repetición? Si deseara no padecerlos dejaría
de fumar de inmediato. (El ejemplo, a título personal, fue cierto. Desde hace más de tres años
no fumo.) Por tanto, antes yo deseaba, consciente o no, ser así, padecer bronconeumonías,
tener falta de aire y tos y en definitiva, suicidarme palmo a palmo, cigarro a cigarro.

      Evite decir estas cosas y evite que sean dichas por sus seres queridos.

      Eso sí está en usted, usted desea ser así, usted ahora es así y usted desea estar como
está.

YO ESTOY ASÍ POR LA CRIANZA QUE ME DIERON


      Una justificación muy socorrida por quienes, siendo adultos, pretenden responsabilizar a
otros de su manera de comportarse, en este caso, a los padres.

      Si bien es cierto que una niñez caótica puede influir en la formación del sujeto, no sólo es la
familia la que contribuye a la conformación de la personalidad sino también el medio escolar,
laboral y social. Pero de manera fundamental es el propio sujeto quien, consciente y

104
deliberadamente puede contribuir a que su propia formación sea buena, regular o mala. Todos
hemos estado rodeados de cosas que no nos pertenecen. La mayoría de las personas respeta
la propiedad de otros, pero existe una minoría que se apropia de lo ajeno porque lo desea y no
inhibe tales deseos.

      Muchas adolescentes y jóvenes en cualquier parte del mundo tienen carencias materiales
de todo tipo y lógicos deseos de poseer ropas, zapatos, cosméticos, perfumes, etc. La mayor
parte de ellas trata de trabajar decorosamente para ir obteniendo poco a poco y muchas veces
no en la medida de sus deseos, esas cosas materiales a las que hago referencia. Otras, por el
contrario, se prostituyen para lograr esos mismos objetivos.
Como se evidencia, los seres humanos pueden tener igualdad de oportunidades para hacer las
cosas bien hechas y para hacerlas mal. ¿Por qué un grupo de personas se inclina por esta
última opción y después pretende culpar a otros de lo que ellos como adultos hacen?

      Se puede tener una niñez muy infeliz con carencias de todo tipo y eso influir de manera
negativa en la forma de ser. Pero, ¿eso es un fatalismo que debe arrastrar toda la vida? Pienso
que no. La verdadera enfermedad mental grave que invalida al ser humano que la padece en
sus proyecciones vitales, hasta hoy, no se considera causada por determinado tipo de crianza.
Si usted tiene una predisposición a padecer una enfermedad mental grave, puede padecerla
aunque se haya criado en un hogar armónico. Si usted no tiene esa predisposición, saldrá
relativamente ileso tras haber pasado una infancia en un clima emocional familiar inadecuado.

      Nadie le deseó una niñez infeliz ni le eligieron sus padres. Nadie tiene la culpa de esa
niñez, usted tampoco. Y ya eso no tiene solución pues no lo podemos volver a criar como
hubiera querido.

      Lo importante es el presente y el futuro y lo que esté haciendo ahora que es un adulto por
vivir de forma creativa.

Expresiones engañosas 3

YO NO ME PUEDO DISGUSTAR. YO NO ME PUEDO MOLESTAR


      No hay expresión más absurda e irreal que ésta.

      Comenzaría por preguntar: ¿Quién es esa persona para no disgustarse ni molestarse, si la
inmensa mayoría de los seres humanos en alguna ocasión tenemos que pasar por esa
experiencia?

      Cuando alguien pronuncia esto, además de engañarse a sí mismo, intenta manipular a los
demás a su favor, haciéndoles creer algo que es imposible de lograr, pues si lo fuera, de
seguro todos lo intentarían. Si llega a conseguirlo, la familia funcionará de modo anormal a
partir de ese momento y el sujeto se convertirá en el foco de atención, no precisamente por ser
el más ecuánime, sino por ser el más frágil, el más vulnerable.

      Si usted no se puede disgustar o molestar, eso significa que no podrá recibir noticias
desagradables, no podrán contradecirle sus opiniones por muy descabelladas que fueran, no
se le podrá llamar la atención por algo inadecuado que haya hecho, los demás tendrán que
hacer las cosas que a usted le gustan, como a usted le gustan y en el momento que usted
precise, las opiniones y criterios de los demás serán las que usted desea escuchar y no otras,
en fin, que todos a su alrededor harán en cada momento lo que a usted no le disguste ni le
moleste. Todo lo anterior, ¿no es impensable?, ¿no es una locura? ¿En qué lugar del planeta
usted va a vivir donde nunca se disguste ni moleste? Quizás en una isla desierta, en la cual
tenga todas sus necesidades resueltas, y eso también es una locura pensarlo.

      Sería más provechoso y más realista que aprendiera a tener disgustos y molestias, a
reaccionar de una manera adecuada a eventos vitales desagradables. De esta forma estaría

105
más preparado para vivir, sería una persona más normal y todo le pudiera ir mejor a usted y su
familia.

      Para ello es necesario que intente reaccionar frente a cada disgusto o problema de una
manera diferente a la última vez, más ecuánime, más dueño de sí, sin dejarse provocar ni dar
rienda suelta a la parte fea de su carácter, que es la que le hace pronunciar la expresión de
marras.

LA GENTE NO ME ENTIENDE
      Así se manifiestan “los incomprendidos”. A este tipo de personas nadie los entiende ni los
comprende. Hablan sobre la incomprensión de sus familiares, de sus compañeros de estudio o
de trabajo, de sus amistades, en fin, de cuantas personas se relacionan con ellos. En muchas
ocasiones en mis consultas me los he tropezado y me dicen: “Doctor, usted no me entiende” y
les he contestado “Eso es muy cierto. Yo no le entiendo y soy psiquiatra y me pagan para
entender a las personas. Esa es mi profesión y me cuesta un enorme trabajo llegar a
comprenderle del todo. ¿Se imagina qué pudiera pasar con aquellas personas que no son
psiquiatras como es el caso de sus familiares, compañeros y amigos? ¿No será que para usted
comprenderle y entenderle es ponerse de acuerdo con usted, es pensar como usted aunque
estemos en desacuerdo y pensemos de manera diferente?”

      Estas personas “incomprendidas” al parecer no se han preguntado: ¿No será que soy yo el
que no se deja comprender? Es muy difícil que ellas se hagan esta pregunta, pues les resulta
más fácil asumir el papel de incomprendidas que el de incomprensibles. Ellas no desean darse
cuenta de que si son incomprendidas por los familiares, los compañeros de estudio o de
trabajo, los amigos, el factor común a todos son ellas mismas. Puede ocurrir que la familia sea
poco comprensiva, pero, ¿también son poco comprensivos los amigos y los compañeros de
trabajo? Demasiada casualidad. En la generalidad de las ocasiones se autotitulan así porque
sus criterios, opiniones, conductas, son impropias en el contexto en que se manifiestan, no son
todo lo realistas que debieran ser, no guardan la coherencia que la situación requiere.

      Pongamos por ejemplo que yo diga que mi familia no me entiende porque no me dejan
escribir estas conferencias con la tranquilidad deseada. Esto pudiera parecer cierto y constituir
una lógica demanda. Pero yo no le he dicho todavía que mi compañera trabaja al igual que yo y
nuestro hijo apenas tiene cinco años y a este último personaje le importan poco por no decir
que no le importan en lo absoluto estas conferencias ni otras. A él, como niño normal, le
interesa por sobre todas las cosas jugar. Y hay que jugar con él. Pero además, hay que
cooperar en las tareas hogareñas, compartir los quehaceres domésticos que, además de aliviar
la carga a la mujer, es una buena manera de demostrar afecto y consideración a la pareja.

      Por tanto, si yo quiero hacer estas conferencias cuando mi hijo me demanda que juegue
con él o mi esposa me pide que compre el pan y la leche, soy yo quien no entiende las
necesidades de ninguno de los dos. Pero si yo juego con él, coopero con ella y decido
sentarme a escribir cuando el niño duerme y mi esposa estudie o descanse, los habré
comprendido y no tendré motivos para decir que no me entienden.

ME DAN DESEOS DE ACABAR


      Esta declaración es frecuente en consultas de psiquiatría y de psicología; o en cualquier
otro lugar, pero siempre dicha por personas cuyo comportamiento, en ocasiones como esas,
tiene manifestaciones muy primitivas y es la agresividad mal canalizada uno de sus rasgos
prominentes.

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      Cuando se les pregunta con qué desean acabar, ellas contestan: “con todo, con el que se
me ponga delante”. Y esto recuerda a ciertos animales, que por motivos baladíes arremeten
contra todo. Pensemos en las corridas de toros, cuando ellos salen del cepo a una velocidad
considerable, embisten a los picadores, a los caballos, y al torero mostrarles el capote, un
simple y sencillo pedazo de tela roja, con la agresividad salvaje propia de esa raza de toros,
acometen contra la tela que se mueve y no precisamente contra quien la está moviendo, por
suerte, claro está.

      Muy similar a este comportamiento es el de las personas que tienen “deseos de acabar”. A
veces de los deseos pasan a la acción y maltratan a los hijos, les pegan con violencia
inusitada, otras veces la emprenden contra los objetos y rompen platos, vasos, su propia ropa.
En ocasiones, esa agresividad la toman contra la pareja y la ofenden de palabras, la humillan y
pueden llegar a la agresión física, desde las lesiones sin peligro para la vida, hasta las que
provocan la muerte en el peor de los casos.

      Una parte de ellas dirige la agresividad contra sí y manifiestan cosas impensadas, en un
momento y lugar inadecuados, sobre personas significativas, o bien se autolesionan intentando
contra su propia vida.

      El mero hecho de desear acabar no es en sí el problema mayor, sino que se convierte en
tal cuando se quiere acabar con algo o alguien que no debiéramos acabar.

      Si realmente tiene estos deseos, yo le sugiero acabar con aquellas cosas que deben
terminar de una vez por todas: Usted puede acabar con la desconsideración, las malas
costumbres, la descortesía, la incomprensión, la deshonestidad, la discriminación, el
desconocimiento, la parcialidad, la chapucería, la ingratitud, el irrespeto, la irresponsabilidad, la
imprudencia, la deslealtad, la insuficiencia, el desorden, la indisciplina, la desconfianza
infundada, el descontento, la infelicidad, la impaciencia, la irreflexión, el pesimismo, el
descuido, la enemistad, la intolerancia, la antipatía y también puede acabar con la queja inútil
que prostituye el carácter y no conduce a otro sitio que no sea la desmoralización personal.

      Fíjese, pues, cómo esa expresión, habitualmente improductiva, dañina y que impide
adaptarse, se puede en la práctica ir transformando en productiva, adaptativa, creativa, en fin,
muy útil para contribuir a su crecimiento personal.

SIEMPRE ESTOY APURADO


      ¿Cuántas veces usted habrá oído esto? Seguramente muchas y quizás lo haya dicho en
alguna oportunidad. Así es, hay personas que siempre están apuradas, como si el tiempo no
les fuera a alcanzar para hacer lo que se proponen o como si todo lo que hicieran fuera una
obligación.

      Se levantan temprano, desayunan rápido, a veces de pie o caminando, salen rápido de sus
casas para sus respectivos trabajos, caminan rápido, terminan su labor y salen disparadas para
sus casas, se ponen a hacer los quehaceres rápidamente para terminarlos rápido y así hacen
todos los días hasta que comienzan a sentir, a darse cuenta de que “siempre están apuradas”.

      Estas personas en todo momento tienen los dientes apretados, se quejan de dolores en las
piernas, el cuello y la espalda debido a la tensión muscular. También pueden tener dolores de
cabeza por la misma razón.

      ¿Qué se pudiera hacer para evitar estar siempre apurado? Lo primero es percatarse de que
se está de prisa, es decir, hacerlo consciente. Una vez ocurrido esto, todo será más fácil.

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     Hay determinadas situaciones en las que necesariamente hay urgencia. Por ejemplo, en las
mañanas para llegar puntual a la fábrica, oficina, escuela, en fin, al lugar donde trabajamos o
estudiamos, con lo que podemos evitar problemas adicionales. Realizar bien las funciones
laborales o estudiantiles, docentes o asistenciales, de servicios o productivas, es otro paso
imprescindible para contrarrestar la sensación de apremio.

      Una vez terminada la jornada laboral sería prudente no retirarse de inmediato al hogar. Es
recomendable permanecer aunque sean cinco minutos sentado, tranquilo, relajado, con los
ojos cerrados en el propio puesto de trabajo, en el vestidor, en el salón de espera, para tratar
de “dejar ahí” parte de las tensiones laborales, o se puede emplear ese tiempo en ejercicios de
relajación y respiratorios.

      Al ir hacia el hogar no debe hacerlo de prisa. Si el trayecto lo hace caminando, puede
desviarse de la ruta habitual, entrar a las tiendas aunque sólo vea lo que se está ofertando,
llegue a hacer una breve visita a casa de algún conocido, sólo para saber de él o ella, o
simplemente camine lo más despacio posible, disfrute de su propio andar. Puede sentarse en
algún parque a leer algún artículo del periódico preferido. Todo lo descrito llevará quizás diez,
veinte o treinta minutos más de lo habitual, pero el beneficio del autocontrol los requiere.

      Si el trayecto lo hace en ómnibus, una variante pudiera ser, si no es excesiva la distancia
por recorrer, abandonarlo una parada antes o después de la que le pertenece y hacer lo
descrito en párrafos precedentes. Si el trayecto lo realiza en un automóvil privado, se deben
evitar aquellas carreteras de mayor tráfico, aunque eso implique unos minutos de demora hacia
el destino.

      Al llegar al hogar, tampoco es recomendable entrar inmediatamente. Pueden utilizarse otros
cinco o diez minutos sentado en el umbral de su puerta, en los bancos de la entrada, en el
parque de enfrente. Al entrar a casa es una buena opción ponerse a hacer lo más perentorio, lo
más necesario. Y trate de tener un pensamiento económico que ponga todo en función de
usted y no al revés. Fregar la vajilla es importante, pero si lo necesita, decansar es más
importante aún. Mantener la casa limpia es importante, pero dormir lo es más si tiene sueño.
Lavar la ropa es importante, pero comer lo es más si tiene mucho apetito. En fin, su casa y lo
que en ella usted tiene que hacer son importantes, pero usted es mucho más importante que
todas esas cosas juntas.

      Al sentarse, no olvide tratar de poner los glúteos, es decir, las nalgas, lo más cercanas al
borde del asiento, tirar las piernas hacia adelante, entreabrirlas ligeramente, descolgar los
brazos a ambos lados del cuerpo y dejar caer la cabeza sobre el pecho o recostarla del asiento
hasta lograr una posición lo más cómoda posible. Otra variante de esta posición es apoyar los
brazos semiflexionados en los muslos como hacen los cocheros. Entonces, cierre los ojos y
piense en un cielo azul, una pradera verde, un mar azul claro en calma, lo cual contribuirá a su
relajación.

      Por último, oblíguese a esperar, a caminar despacio, a hablar despacio, leer despacio, en
definitiva, a andar despacio en este camino que se llama vida.

EL ESTÓMAGO ME SALTA Y NO ME DEJA VIVIR


      Así dicen las personas que acuden a la consulta con este síntoma de ansiedad, y para
algunos el más molesto. Sin embargo, es necesario informarle varios aspectos del
funcionamiento del cuerpo humano que le proporcionarán alivio cuando aparezca esta
sensación.

      Primero, es conveniente saber que el estómago no salta, nunca ha saltado ni saltará. Los
movimientos propios de este órgano no se traducen de esta manera sino de otras, entre las

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que sobresalen las contracciones sufridas cuando tenemos hambre, las cuales pueden ser muy
dolorosas.

      El llamado “salto del estómago” no ocurre precisamente en él, sino por detrás del mismo y
se trata del latido imprescindible de la aorta abdominal, el vaso sanguíneo más grueso del
organismo encargado del transporte de la sangre proveniente del corazón hacia el resto del
cuerpo. Por tanto, ese salto, es la manifestación palpable de que usted está vivo. Cuando ese
latido deje de molestarle, de sentirse, de producirse, es porque usted también ha dejado de
molestarse, de sentir, de ser productivo, en fin, habrá dejado de existir como ser viviente.
Tendrá esa impresión durante toda la vida, hasta que muera, pues es una condición inherente
a la vida. Sin salto de estómago no hay, nunca habrá vida.

      La diferencia entre su salto de estómago y el mío, es que usted centra su atención en él y
yo no le presto atención al mío, que usted lo ha hecho consciente y yo no me doy cuenta de su
existencia. En esto tiene mucho que ver la dirección de nuestra atención: usted la tiene dirigida
hacia su cuerpo, en vez de dirigirla hacia el medio externo, el ambiente, fuera de sí. La atención
debe ser utilizada en la relación con el mundo y no en la autobservación enfermiza de nosotros
mismos. La atención es para saber por ejemplo si el cielo está gris o azul, si hace sol o es de
noche, si en el periódico se habla de determinado acontecimiento interesante, si en el televisor
se exhibirá un ciclo de un famoso director de cine, si el hijo de la vecina terminó sus estudios, si
hay un salidero en la tubería del agua, si mi hija ya me supera en estatura, si mi pareja luce
mejor con esa ropa. En fin, la atención sirve para darnos cuenta de lo bello y lo feo alrededor
nuestro.

      La atención centrada hacia sí mismo constituye un síntoma de diversas enfermedades


psiquiátricas entre las que se encuentran los trastornos depresivos y las hipocondrias y estados
afines. Esto quiere decir que si usted está muy preocupado por su cuerpo sería prudente hacer
una visita a este tipo de profesional. Pero también es posible determinada enfermedad física
que está dándole molestias y reclama su atención. En este caso consulte a su médico de
familia.

      Ahora bien, saber dirigir la atención hacia uno mismo, puede resultar un ejercicio muy
estimulante cuando la utilizamos para lograr un estado de relajación, de paz interna. Ello no es
difícil de alcanzar y en el presente texto encontrará algunas sugerencias de cómo hacerlo.

DOCTOR, TENGO LAS DEFENSAS BAJAS


      Para muchas personas esta es la forma de transmitir a su médico algún problema sexual.
También pueden decir que están “impotentes”, que tienen problemas con “la naturaleza”, que
están hechos “unos niños chiquitos”, “que no son hombres”, etcétera.

      No pretendo dar una visión científica del asunto, para lo cual otros profesionales están
mucho mejor preparados, pero sí algunas reflexiones como ayuda a estas personas con una
supuesta “impotencia”.

      Todo hombre con dificultad en su funcionamiento sexual habitual lo primero que debe hacer
es ponerse el calzoncillo cuando esto ocurra, pues “el horno no está para galleticas” según el
refrán. Ese funcionamiento desfavorable no es un signo de enfermedad sexual por sí solo. Fue
el aviso para saber que no era el momento adecuado para tener relaciones sexuales. Y
lamentablemente, la mayoría de los hombres no hacen utilización de esa prenda interior en ese
instante, sino que se empeñan en “hacer el papel de hombre” (¿?), y tratan de “quedar bien”
(¿?) con la pareja, lo intentan en múltiples ocasiones y cada una de ellas se convierte en otro
fracaso, pues la preocupación bloquea el propio rendimiento.

      Si usted vuelve a presentar dificultades con la erección al tener relaciones con su pareja,
revise su forma de vivir. El exceso de trabajo, las preocupaciones, la falta de distracción, el

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consumo de cigarros y alcohol, las condiciones en que se realiza el acto sexual, entre otros
factores, pueden conspirar contra el buen desenvolvimiento de ambos. Muchos cometen el
gravísimo error de buscar otra pareja para comprobar si con esa no fracasan. Los que actúan
así no saben el daño que se hacen y le hacen a la pareja habitual. Este tipo de hombre
demuestra un profundo desconocimiento sexual, probablemente el que lo lleva a una
disfunción, es decir, a una enfermedad del funcionamiento sexual, sin descartar la posibilidad
de una ETS (enfermedad de transmisión sexual como la gonorrea, la sífilis o el SIDA).

      Si falla en alguna otra oportunidad, pregúntese: “¿Quién soy yo para no fracasar en la
relación sexual?”. Muchos hombres tienen complejo de computadoras, incapaces de cometer
errores en esto y esos son los más sorprendidos cuando sucede, pues olvidan que dicha
función corporal es como el apetito, el sueño u otra que no tienen siempre el mismo
comportamiento y ello no significa enfermedad. Usted no ingiere todos los días las mismas
cucharadas de alimento, ni duerme la misma cantidad de minutos. A veces no tiene apetito y no
se obliga a comer. A veces no tiene sueño y no se obliga a dormir. Entonces, ¿por qué se
obliga a tener relaciones sexuales?
Es importantísimo cuando se tiene esta dificultad, continuar haciendo su vida normal porque
muchos se detienen en el síntoma y ello empeora el pronóstico. Le sugiero distracción: pasee
con su pareja, emplee el tiempo libre en algo útil, haga ejercicios, cultive alguna planta, críe un
animal de compañía o peces, coleccione sellos o monedas, lea poemas o novelas, según su
preferencia. Pero no se dedique las veinticuatro horas del día a pensar en su pene, pues usted
es más que eso.

      Si a pesar de todo continúan los problemas funcionales, que le impiden llevar una vida
emocionalmente feliz, le sugiero dirigirse con su pareja a un psicólogo o un psiquiatra de su
área de salud, los que de seguro buscarán una solución.

      Por último, instrúyase en lo referente al sexo. En cualquiera de nuestras bibliotecas hay
folletos y libros al respecto, y pueden contribuir a que tenga una vida sexual más plena.

QUIERO DORMIR Y NO PUEDO


      Los trastornos del hábito de sueño son de los motivos más frecuentes de consulta en la
práctica médica. Todo el que ha pasado una noche de insomnio no lo puede ocultar porque se
le nota en el rostro, en los ojos, en los bostezos, en la somnolencia, y en la disminución del
rendimiento productivo, por sólo mencionar ciertos signos.

     agamos algunas reflexiones en torno al tema.

1. Debe imaginar que el sueño es como un pájaro, poco menos que imposible de atrapar con
las manos pues sale volando. Luego, si usted intenta tal cosa pierde su tiempo.
2. A la cama se va cuando se tiene sueño y si no ha sentido esa sensación lo mejor que puede
hacer es no acostarse aún.
3. Si luego de dormirse se despierta y le cuesta trabajo conciliar el sueño de nuevo, lo
aconsejable es salir de la cama para evitar el círculo vicioso que se establece al querer dormir,
no lograrlo, cambiar con frecuencia de posición para acomodarse y poder conciliarlo, no
conseguirlo, optar por otra posición en apariencia más adecuada y así hasta el amanecer.
Usted no ha analizado que cuando uno desea permanecer despierto y el sueño lo invade:
moverse y cambiar de posición es lo mejor. Entonces, para dormir está haciendo justamente lo
contrario.
4. Si no está durmiendo bien debe prescindir de todos aquellos factores agravantes de su
trastorno como son tomar café, té, bebidas alcohólicas, fumar tabaco o cigarros, evitar
actividades que requieren acción muscular excesiva o moderada, y muy importante, eliminar
las siestas o el permanecer acostado en la cama durante el día aunque no duerma, pues le
restará horas de sueño.
5. Establezca una rutina antes de ir a dormir, trajines que le sirvan de señales preparatorias

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para este acto.
6. Evite por todos los medios la automedicación, pues las medicinas utilizadas para facilitar el
sueño pueden deteriorarlo y complicar más aún las cosas. Tampoco es recomendable el
consejo erróneo que dan algunos de tomarse uno o dos tragos antes de dormir para conciliar el
sueño, porque con esta receta al pasar los años tendrá además del insomnio otro
inconveniente mucho más grave: el alcoholismo.
7. No use la cama para resolver problemas ni realizar planificaciones de lo que se debe hacer
al siguiente día, porque esto también contribuirá a mantenerlo despierto.
8. No utilice las relaciones sexuales para autoprovocarse el sueño, pues además de no ser éste
el verdadero sentido de las mismas, puede llevarle a una disfunción sexual.

      Y si con las medidas anteriores no logra dormir, le sugiero mantenerse despierto la mayor
cantidad de horas posible. Usted creerá que se trata de una broma, o un absurdo mandar a
mantenerse despierto a quien desea dormir. Se trata de un tipo de orientación denominada
paradójica, es decir, opuesta o contraria a la opinión común y al sentir general de las personas,
la cual es utilizada para modificar determinados síntomas. Con dicha técnica se han obtenido
buenos resultados no sólo en los trastornos del sueño, sino en algunos trastornos depresivos.

      Le aseguro que con esta técnica sólo le ocurrirá lo que usted desea: DORMIR.

MI ESPOSO ME MALTRATA, INCLUSO ME HA PEGADO


     Esto, por desgracia, no lo escuchamos tan poco como deseamos. La violencia doméstica
existe en no pocos de nuestros hogares, sea verbal o física y es la mujer en la mayoría de las
ocasiones la que lleva la peor parte.

     Detrás de estas palabras hay diversas cuestiones que merecen ser analizadas. En primer
lugar, una mujer que se respete difícilmente será objeto de maltrato alguno en las relaciones
conyugales ni en ninguna otra situación cotidiana. Una mujer decidida a que se le respete,
infunde, a mi juicio, más temor que cualquier hombre. En segundo lugar, ¿quién la maltrata? Le
maltrata el hombre elegido con libertad y con el cual muchas veces continúa a pesar de ese
referido maltrato. En tercer lugar, esta persona se queja diciendo que “incluso le ha pegado”.
Amigo lector o amiga lectora, sepa usted que todo hombre que le pega a una mujer una vez, lo
seguirá haciendo después, si se le tolera o perdona. Esto es una realidad. Y en la expresión
analizada se deduce no sólo el maltrato, sino la recurrencia a otra forma mucho más peligrosa,
degradante, inhumana y, más que todo, poco viril en su relación, la violencia física. Sin
embargo, en este caso, esa relación continuó de forma anormal, la cual no sólo es dañina para
los cónyuges, sino también para los hijos.

     Si se trata de hijas, se les está enseñando a soportar vejaciones, insultos, golpes, y por el
modelo de relación matrimonial, es posible que eviten el casamiento porque el ejemplo recibido
es infeliz.

     Si se trata de hijos, se pueden convertir, como su padre, en abusadores habituales de sus
parejas, pues si el padre le pegaba a la madre y ella lo toleraba, “¿por qué no pegarle a mi
pareja, si no es mejor que mi madre y ella lo permitía?” Y este razonamiento, además de
convertirlos en sádicos, les ocasionará una inestabilidad matrimonial, sin dudas, porque no
todas las mujeres soportan ni permiten que sus maridos las maltraten.

     Luego, por el bien suyo, de su matrimonio y de sus hijos, en fin, de la familia, evite por todos
los medios, pronunciar algo semejante en su vida.

ÉL NO ME DEJA...

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     Lamentablemente, tal manifestación aún se escucha en nuestro medio, a pesar de todos los
esfuerzos que se han venido realizando a favor de la plena igualdad de la mujer.

     En “Él no me deja...” los puntos suspensivos pueden ser sustituidos por disímiles
actividades, como por ejemplo: trabajar, pasear, cortar el cabello, poner determinada pieza de
vestir, maquillar de una forma específica, visitar algunos lugares, hablar con ciertas personas,
etcétera.

     Quienes utilizan esta expresión, deben entender que aunque se dice “Él no me...”, en
realidad debiera ser “Yo permito que él no me...”, pues conscientes y muy a gusto, toleran,
permiten, acceden, desean, ser tratadas con este tipo de imposiciones que las limitan. Otras,
las menos, permiten este tipo de limitaciones sin una conciencia cabal de los perjuicios
ocasionados en su desarrollo personal; pero repito, la mayoría de ellas participa
conscientemente de estas conductas anómalas en su relación matrimonial: si el esposo no la
deja trabajar es porque a ella le hace sentir bien no tener obligaciones laborales, si el esposo
no la lleva a distraer es porque a ella le gusta quedarse en la casa y asumir el papel de víctima
o de mártir, si el esposo la maltrata verbal o físicamente y no responde, tiene evidentes rasgos
masoquistas en el carácter.

     Quizás usted considere que para ganar a veces hay que perder y si la esposa no cede, el
matrimonio puede entrar en conflicto y disolverse. Todos esos argumentos son buenas
justificaciones para asumir un papel pasivo en las relaciones conyugales.

     Si la mujer no trabaja tiene que depender económicamente de su pareja, y se cumplirá el


principio administrativo “el que paga manda”. Si ella permite que él no comparta las
distracciones, puede ocasionarle síntomas neurasténicos, como el cansancio físico y mental,
irritabilidad, peso en el cerebro, disminución de la productividad, dificultades con la atención, la
concentración y la memoria, poca o ninguna satisfacción sexual, los ruidos le resultarán
insoportables y la llevará a pegarle a sus hijos, a no dejar que oigan música y ni siquiera que
jueguen o le hablen.

     Al permitir a su esposo el maltrato físico o verbal, estará iniciando una relación
sadomasoquista, es decir, cuando una persona siente placer en ocasionar dolor, sea físico o
moral y la otra persona lo siente al recibirlos.
Pienso que es preferible modificar “Él no me...” por “Yo no permito que...”

PARA DARME EN LA CABEZA SE EMBORRACHA


     Esta desgraciada y poco feliz declaración la escuché de una joven, refiriéndose a su pareja.
Pero no sólo el hecho de embriagarse, puede ser: dejar los estudios para “darle en la cabeza a
los padres”, dejarse un embarazo para “darle en la cabeza a la pareja o a sus familiares” o
cualquier otra situación en la que un individuo hace algo contra sí mismo, para atacar o castigar
a otros.

     ¿Quién no se da cuenta de que estas personas no son capaces de manejar adecuadamente
su hostilidad, su agresividad? Alguien normal puede verlo, excepto quien asume dichas
actitudes, que no es, desde luego, una persona normal.

     En el ejemplo señalado, el marido se molestó con la esposa y para darle en la cabeza fue y
se embriagó. ¿Quién es el perjudicado? Sin discusión él y no ella. Él no tuvo capacidad para
arreglar con naturalidad ese disgusto y se autoagredió en contra de su salud. Este mecanismo
evasivo puede repetirse y en un plazo corto de tiempo, esta persona llegará a convertirse en un
bebedor problema o peor aún, en un alcohólico.

112
     La mujer que se deja el embarazo para, supuestamente, darle en la cabeza a la pareja o a
sus familiares, traerá al mundo un hijo no deseado, con todos los inconvenientes que eso
provoca.

     O aquel muchacho o muchacha que abandona los estudios, limitando en gran cuantía su
futuro, embruteciéndose por agredir a los padres, maestros u otras personas.

     Antes de “darle en la cabeza a otro” piense en qué medida el perjudicado a corto, mediano o
largo plazo será usted mismo y no quien ha pretendido agredir. Antes de atacar a otros, piense
en buenas formas de solucionar el problema causante de ese estado anímico, para que no
incurra en los errores mencionados.

Consejos1

(Agradezco a quienes me guiaron)

PARA BUSCARSE UN PROBLEMA


      El enunciado de este consejo pudiera parecer contradictorio, pues quien brinde su opinión
profesional para que usted tenga dificultades, no debe gozar de una salud mental óptima.

      Pero, es eso precisamente lo que quiero poner a consideración del lector. Quiero dar
algunos consejos para que se busque sólo un problema, no dos y más. Vamos a reflexionar
usted y yo en torno a esto.

      Los problemas cotidianos muchas veces nos hacen transitar de los menos malos a los
peores. Se da solución a uno de ellos, y ésta hace buscarse otros problemas a un plazo
inmediato o mediano por no utilizar los mecanismos de afrontamiento más adecuados. Se dice
que “dinero llama dinero” y yo diría que “problema llama problema”.

      Generalmente cuando se tiene un conflicto conyugal, su estado anímico se encuentra por
lógica comprometido. Ello puede llevar sus pensamientos en torno a lo que le ocurre en su vida
privada y descuide otras facetas de su existencia. Y no es infrecuente sufrir una merma en el
rendimiento laboral evidente para sus compañeros. O no atiende a sus hijos con la misma
calidad de antes. O se siente tan desgraciado o desgraciada que se “tira a morir en una cama”
y sólo piensa en el sufrimiento que le embarga. Aunque parezca muy exagerado, este ejemplo
es común y seguro conoce a alguien que ha transitado por este camino.

      Ante una dificultad es cuando mejor tiene que funcionar para evitar buscarse otra. Si es en
una esfera de su vida, trate de no comprometer otras que no han sido afectadas. Volvamos al
ejemplo anterior.

      Un problema conyugal le hará sentir mal, pero su trabajo no tiene culpa de ello, ni sus
compañeros de labor tampoco tienen que sufrir las consecuencias de esta fase en su vida
privada. Es posible, porque es un ser humano, que su funcionamiento no sea óptimo y le
cueste más trabajo del habitual dedicarse por entero a su tarea sin volver a pensar en la
situación conflictiva. Pero también debe tener presente que mientras más tiempo mantenga su
mente ocupada en el trabajo, menos tiempo tendrá libre para dedicarlo a sus preocupaciones.
Pero además, esta actitud evitaría un llamado de atención de sus superiores o jefes e incluso
una sanción laboral por no cumplir con lo debido y por lo que se le paga un salario.

      Con lo que le está ocurriendo si emplea su tiempo libre en interactuar más íntimamente con
sus hijos, incrementaría la comunicación eficaz y su imagen para ellos alcanzaría una
dimensión diferente, mucho más positiva, más cercana.

      Si en vez de “tirarse a morir”, emplea su tiempo en hacer cosas que ha dejado de hacer,
como redecorar la casa, sembrar nuevas plantas, limpiar y ordenar el cuarto de desahogo,

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ordenar el librero o el armario, su sufrimiento no cesará, pero no le habrá impedido continuar
teniendo una calidad de vida más cerca de la que usted se merece.

      Pero, este modo de enfrentar un problema tiene otras ventajas importantísimas, como es
haber aprendido a utilizar mecanismos de afrontamiento creativos, sanos y que pueden ser
imitados por su descendencia cuando ellos lo requieran.

PARA UNA BUENA COMUNICACIÓN CON SU HIJO


ADOLESCENTE
       La adolescencia es una etapa de la vida tildada de “edad difícil”, “edad crítica”, como si los
únicos que hubieran pasado por ella fueran otros y no nosotros mismos, como si fuera una
etapa sólo vivida por aquellos “adolescentes difíciles” y no por otros que la vivieron
normalmente, según las características específicas que le dan el torrente hormonal, el
crecimiento súbito, la necesidad de independencia, la definición sexual y la acentuación de los
caracteres secundarios, la elección o inclinación vocacional, entre las más significativas.
Como cualquier período, la adolescencia se rige por determinados principios que no deben ser
olvidados jamás, pues ello acarreará, en la mayoría de las ocasiones, serias dificultades en la
comunicación paterno-filial. Para lograr una buena comunicación con nuestros adolescentes es
prudente desterrar de nuestro vocabulario determinadas expresiones como las que a
continuación se relacionan:

1. “Tú tienes que...” En este caso es preferible preguntar qué ha pensado hacer al respecto,
antes de trazar pautas ajenas a él. El adolescente debe aprender a encontrar soluciones
propias, a manejar el estrés, las relaciones difíciles, etc.
2. “Por qué tú no hiciste...” Lo que no se hizo no tiene solución pues pertenece al pasado. Es
mucho mejor que el adolescente aprenda de los errores cometidos y sea capaz de volver a
intentarlo, por lo que se le debe asegurar que él es capaz de hacerlo, que él puede lograrlo.
3. “Muchos de tu edad...” Esta desafortunada comparación no debe ser pronunciada jamás.
Lo importante es aceptar al adolescente tal y cual es, y solidarizarnos con sus decisiones, las
que por lo general, son adecuadas a sus intereses.
4. “Cuando yo tenía tu edad...” Otra comparación peor que la anterior, pues provocará una
rivalidad entre padres e hijos. Cuando usted tenía su edad las cosas eran muy diferentes a
como son en estos momentos. Es más inteligente invitarlo a dialogar sobre el tema que
consideramos problemático, o el que posiblemente necesite alguna orientación, pero nunca
ponernos como modelo que no somos.
5. “Yo en tu lugar haría...” Otro error en la comunicación, pues estamos cometiendo fraude,
con el inconveniente de que nuestra opinión pudo haber sido válida para nosotros, mediatizada
por nuestra experiencia pasada que no la tiene el adolescente y por nuestros juicios de valor
que no son los de él. Es mucho más sensato aproximarnos a él preguntándole qué piensa
hacer ante la situación que tiene y de esa manera conoceremos cuán acertadas o no son sus
decisiones. Si son correctas deben ser estimuladas y si no lo son se le debe incitar a manejar
otras opciones más productivas.

     Estas orientaciones persiguen proveer al adolescente de relaciones afectivas y efectivas,


que le sirvan de soporte ante las nuevas exigencias que esta etapa le plantea,
fundamentalmente, una apropiada interacción social con sus semejantes. Esta manera
adecuada de comunicarse con el adolescente le permitirá contar con usted cuando le sea
necesario a él, no cuando usted lo desee. En este sentido, no trate de ser el mejor amigo de su
hijo para que él le mantenga al tanto de cuanto hace, lo cual es un atentado a su individualidad
e intimidad. Lo inteligente es lograr que el adolescente tenga su vida privada, sus secretos y
sólo nos comunique aquello que le es confuso, extraño, hostil, teniendo en cuenta que ellos
tienen que vivir sus vidas y nosotros las nuestras.

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PARA NO PERDER LA AUTORIDAD CON LOS HIJOS
     Una de las quejas más frecuentes de muchos padres que escucho en mi práctica
profesional, es que los hijos no los respetan y comienzan las comparaciones con los tiempos
pasados: antes la cosa era distinta, había que tratar a los padres de usted o decirle señor;
antes había más respeto de los hijos hacia los padres, de los muchachos para con los adultos.
Y en estas comparaciones la nueva generación sale muy mal plantada. Pienso que la pérdida
de autoridad de los padres de antaño y los de ahora se debe a una misma causa: su mal uso.
Para tener autoridad ante los hijos no hay que pasar curso alguno, ni ser académico ni nada
por el estilo.

     Simplemente, se necesita hacer un uso adecuado de eso llamado “sentido común”. Y para
ello lo primero es... NO TEMER PERDERLA. Cuando los padres temen perder su autoridad,
comienzan a hacer una utilización irracional, desmedida, injustificada de ella, para que los hijos
se den cuenta de que son ellos quienes la tienen. Pero de seguro ellos interpretarán ese
desmedido autoritarismo como la evidencia más firme de que usted la está utilizando de una
manera anómala, que ya no sabe mandar. Y he aquí el segundo consejo, para mantener la
autoridad con los hijos haga un uso racional de ella.

      En este aspecto, es necesario dejar vivir a nuestros hijos, pues ellos están realizando un
proceso intransferible, que consiste en vivir su propia vida y nadie, incluidos los padres, puede
variar esa realidad. Por tanto, cuídese de estar sentando pautas constantemente, dando
orientaciones a cada minuto, advirtiéndole en cada momento cómo hacer cada cosa. Siempre
que asiste alguien a mi consulta con una situación de este tipo le pongo el ejemplo de los
entrenadores de boxeo, quienes entrenan a sus pupilos lo mejor que pueden, con todo el amor
y la dedicación posibles, pero quien enfrenta al adversario no es el entrenador, no es quien
entrena, sino el pupilo, el entrenado, quien recibió el entrenamiento. Y cada vez que termina un
round o asalto, el entrenador le da nuevas instrucciones, le corrige supuestas fallas y vuelve el
boxeador al combate, no el entrenador. Y en ocasiones, el entrenador dice o le grita alguna
estrategia desde su esquina y el boxeador equivoca la táctica y pierde la pelea por puntos, por
RSC o por nocaut. Y no la perdió el entrenador, la perdió el boxeador.

      Y en la vida la función de los padres se semeja en buena medida a la de un entrenador.


Debemos preparar a los hijos para que celebren su combate con la vida y salgan victoriosos
ante ese difícil contrincante. Pero usted no puede vivir la vida por su hijo y el aspirar a hacerlo,
es otra postura que atenta contra su autoridad. Dígale más o menos qué hacer y cómo, pero
deje que él le ponga su sello personal y si desea buscar otras vías y formas, mucho mejor.
Estimúlelo.

      Otra manera de no mantener la autoridad con los hijos es exigirles un tributo por ser hijos
nuestros, por la crianza dada, por la inversión hecha en ellos. Y no se alarme con esto que
acaba de leer, pues he conocido un número no despreciable de padres que cobran esto a sus
hijos y les reclaman dinero, que se ocupen de ellos, que les presten ayuda, que no los dejen
solos, que les resuelvan sus problemas, etc. Y necesitan asumir esta actitud simplemente
porque perdieron su autoridad y también el verdadero afecto de sus hijos debido a su propia
mezquindad. Ellos, en la generalidad de los casos, les recuerdan que no les pidieron que los
hicieran o parieran, con lo que tratan de evitar la manipulación de sus sentimientos.

      Si usted no desea perder la autoridad ante sus hijos, no tema perderla, no sea autoritario,
no la utilice mal, sea flexible, tenga en cuenta que cada día que pasa sus hijos lo necesitarán
de una manera diferente, aunque parezca que ya no lo necesitan.

115
A LOS PADRES Y LAS MADRES
      I. Las drogas se han convertido en un flagelo para la humanidad, principalmente entre los
adolescentes y jóvenes de casi todas las latitudes. La cafeína, la nicotina, el alcohol y la
marihuana ocupan los primeros lugares entre las más utilizadas, pero hay otras que constituyen
un grupo muy peligroso y cada vez en aumento, la cocaína en sus diversas formas, los
inhalantes y los psicofármacos. Aunque cada una de ellas tiene un cuadro clínico diferente, la
conducta adictiva es el denominador común a todas. Y sobre este particular trata el consejo
que brindamos a continuación.

      La conducta adictiva o de dependencia se caracteriza por la incapacidad de


desprendimiento de algo (o alguien), lo cual limita la libertad del sujeto en relación con ese algo
y cuya ausencia provoca diversos malestares físicos y psicológicos, de variable gravedad y
duración, los que pueden ser revertidos por el adicto o dependiente.
Por tanto, cualquier conducta con estos requisitos mínimos, puede predisponer al sujeto para el
desarrollo de una drogodependencia. Claro está, en ocasiones esta conducta es normal en
parte de la vida del niño, como por ejemplo, su dependencia de la madre como fuente de
protección y nutrición, o en el adolescente, su dependencia al grupo de iguales o a un
determinado compañero, el clásico compinche o amigo preferido. No es a estos rasgos
normales a los que hacemos referencia.

      Más bien se trata de otras evidencias nocivas en la actitud del adolescente, en apariencia
naturales. Por ejemplo, cuando consume su tiempo en actividades poco importantes como el
juego en cualquiera de sus formas: billar, máquinas computarizadas, carreras y peleas de
animales, dados, barajas, etc., en detrimento de otras de mayor utilidad: el estudio, la sana
recreación, la familia, etc. Este tipo de entretenimiento se convierte en adictivo cuando se gasta
dinero y tiempo en mayor cantidad de lo que se propone el sujeto, o cuando se repite a pesar
de los trastornos ocasionados, como pueden ser ausencias a clases por el juego, deudas,
conflictos ante la imposibilidad de pagarlas o hurtos de dinero a los familiares para saldarlas.
Cuando todo esto ocurre estamos ante el llamado “juego patológico”, porque ya existe
dependencia de él, es una enfermedad del control de los impulsos. En estos individuos hay
mayores posibilidades para la instalación de otras dependencias que en quienes no presentan
estos problemas.

      Los padres deben dosificar este tipo de actividad y evitar por todos los medios la realización
de apuestas, que pueden actuar como reforzadoras de esa conducta, tanto cuando se obtiene
éxito y se juega para continuar lográndolo, como cuando se pierde y se trata de recuperar lo
perdido.

      Otra manifestación de conducta adictiva es la utilización de la televisión como vía evasiva,
cuando el adolescente se mantiene durante muchas horas inmerso en semejante mundo, ajeno
a la realidad, que le impide, aunque sea temporalmente, pensar o reflexionar sobre sus propios
problemas. Igual dependencia se observa en muchos relacionados con la música, sobre todo
con el hard rock o rock duro, por la cual tienen predilección los suicidas. En estos casos es
prudente que el adolescente desarrolle diversos intereses, que tenga varios amigos y el apoyo
familiar, condiciones necesarias para evitar dichos comportamientos anormales.

      También pueden hacer suponer una adicción en nuestros adolescentes, los cambios en la
conducta, por ejemplo el hábito de fumar, cuando nunca antes lo había realizado, el consumo
de bebidas alcohólicas con frecuencia creciente, señales de pinchazos en antebrazos o la cara
anterior de los muslos, ulceraciones o sangramientos nasales por aspiración de cocaína,
demanda progresiva de dinero para pagar deudas, hurto o robo de sumas importantes de
dinero a los familiares, cambio de amigos, sustituyéndolos por otros que también consumen
drogas, empleo del lenguaje marginal de estos grupos, o la jerga propia de la sustancia que
consumen diferente para cada cultura. Frente a cualquiera de estas manifestaciones lo más
aconsejable, antes de asumir una actitud punitiva, es pedir ayuda especializada, pues la
drogadicción, en tanto trastorno grave de la conducta, es también una enfermedad de causa
múltiple, que requiere tratamiento médico.

116
II. La condición de adultos nos ofrece la posibilidad de planificar nuestra vida, de asumir una
actitud activa ante las dificultades y sus soluciones. Eso no ocurre en la niñez, y en la
adolescencia, aunque la validez es mayor, aún persisten lazos de dependencia que la limitan.

      El papel de los padres en la conformación de la personalidad de los hijos tiene una
importancia capital, y en muchas ocasiones, si no hay un correcto clima emocional familiar, las
consecuencias en los hijos pueden ser graves y determinar la aparición de diversos grados de
patología mental.

      Hay un grupo de factores denominados de riesgo, que aumentan las posibilidades de
manifestar un trastorno, una enfermedad, un comportamiento anómalo.

      Por ejemplo, el divorcio de los padres o la separación, influye de forma negativa en la
psiquis de los hijos, ocasionándoles diversos tipos de problemas, entre los que cabe mencionar
los emocionales, como la depresión, los sentimientos de culpa por la desavenencia, el rechazo
hacia el progenitor que se queda y la añoranza por el que se ha ido; la aparición de dificultades
con el rendimiento escolar, inexistentes antes de la ruptura; la inseguridad al perder una fuente
de protección y apoyo, lo cual puede desencadenar ansiedad, trastornos de la conducta de tipo
disocial o antisocial, así como sentimientos de incompetencia en la comunicación con sus
iguales.

      Las malas relaciones entre los padres, sin que se llegue a la ruptura, también entraña
serias contrariedades para los hijos, quienes pueden comenzar a presentar una agresividad,
muy similar a la que están contemplando, en sus relaciones con otros niños, en el propio hogar
y en la escuela. Pueden iniciar síntomas como son la enuresis, o sea, se orinan en la cama, se
empiezan a comer las uñas, se les afectan el apetito y el sueño, aparece caída del pelo en
forma de pesetas o sacabocados, o caída de las cejas, tendencia al aislamiento o a
solidarizarse con el progenitor víctima, y experimentar un miedo excesivo hacia el que inicia las
discusiones o las peleas.

      El abuso o maltrato infantil es otro problema muy frecuente y muy dañino para la víctima.
Por el maltrato de sus padres muchos niños han fallecido o han sufrido graves complicaciones
derivadas de esta conducta de sus progenitores. De inicio, cuando los padres tratan mal a un
hijo se produce una profunda distorsión de la comunicación paterno-filial y de la imagen que el
niño va adquiriendo de ellos, lo cual perjudicará sus futuras relaciones interpersonales, como
parte de la afectación más general que él padecerá. Y entre los trastornos más frecuentes
están el desarrollo de una personalidad anormal, que puede manifestarse con tendencias
antisociales; diversos hábitos para mitigar el dolor de su existencia o llevar una vida enajenada;
depresiones; intentos de suicidio en busca de una vía para poner fin a sus sufrimientos.

      La imagen que los hijos tienen de sus padres también puede ser un factor de riesgo, sobre
todo cuando ésta genera grados variables de malestar en ellos. De hecho, un padre ausente
emocionalmente de sus hijos, no interesado por sus logros y sus fracasos, que no esté a su
lado en “las verdes y las maduras”, muy poca o ninguna seguridad puede generar en su
descendencia. Un padre o una madre que en su modo de vida incluya el llanto frecuente como
forma de comunicarse y relacionarse con los demás, o asuma papeles de víctima, muy poca
posibilidad dará a sus niños y adolescentes de que le confíen sus problemas y sus intimidades,
y ellos crecerán con sentimientos de soledad. También hay que mencionar a los padres con
problemas de conducta, transgresores de las normas sociales, quienes los pueden transmitir a
sus hijos y ellos presentarlos por simple imitación.

      Usted es la persona más importante para su hijo, para su desarrollo físico, mental y social.
Esa responsabilidad nunca la debe olvidar.

III. Así como existen factores de riesgo ya señalados que repercuten de forma adversa en el
desarrollo de la personalidad del niño, existen también los llamados factores protectores o
condiciones para dar seguridad a su salud.

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¿Cuáles son esos factores?

1. El amor entre los padres y de éstos hacia los hijos. Una familia unida es una fuente de
seguridad para todos sus integrantes, por lo que nunca serán muchos los esfuerzos para lograr
este objetivo. Como parte de este amor está la aceptación de cada uno en su individualidad y
diferencias. Esto cuesta mucho trabajo, porque los padres pretenden que sus hijos sean a su
imagen y semejanza; es el error de querer recriarse a través de los hijos, y si el padre quiso ser
doctor o ingeniero y no pudo, entonces pone todo su empeño y esfuerzos para que el hijo
llegue a ser lo que él no pudo.
2. Tener personas significativas en quienes confiar. No es prudente cuando nuestros hijos nos
cuenten sus dificultades, tomar medidas represivas o asumir actitudes alarmistas, que
silenciarán sus futuras confidencias.
3. También los hijos necesitan tener padres que les impongan determinados límites a su
conducta, y eviten con ello una utilización desordenada de la libertad, tan dañina a estas
edades. Los límites deben ser racionales, no excesivos ni arbitrarios, pues perjudican tanto o
más que la ausencia de límites.
4. Los hijos precisan sentirse atendidos en sus momentos difíciles, como pueden ser las
dificultades escolares, amorosas o cuando padecen alguna enfermedad. Ello incrementará su
seguridad, su autoestima.
5. Tener una opinión positiva de sí mismos, una autoestima elevada. Para ello es importante
destacar sus buenas cualidades en vez de los defectos, enseñarles habilidades diversas para
enfrentar el estrés y resolver sus problemas, lo cual favorecerá el surgimiento de sentimientos
favorables hacia sí mismos; desarrollar en ellos la capacidad de controlar y modular sus
emociones, para evitar la manipulación de sus afectos o dar una respuesta impulsiva o
impensada.
6. La intolerancia de los padres ante las conductas desviadas. Permitirlas es un estímulo para
que sean repetidas y convertidas en un mal hábito. En este caso es importante la unidad de
criterios en toda la familia al desaprobar determinada conducta desadaptativa y no sólo la
desaprobación de una parte de ella, pues el niño o adolescente hará alianzas contra quienes le
reprueben su conducta, solidarizándose con quienes se la aprueban o estimulan. Además de
rechazar las desviaciones, debe controlarse frecuentemente para que no se estén presentando,
y así se desestimulará su ocurrencia.
7. Es indispensable para los hijos la conducta de los padres: si los padres nos crecemos ante
las dificultades; si somos dueños de nuestras emociones; si somos estables en el
comportamiento social (familia, trabajo, vecindario); si conocemos nuestros puntos flojos,
nuestras limitaciones; si somos buenos trabajadores, creativos, no rutinarios; si sabemos ser
responsables, confiables; si sabemos disfrutar, seguro seremos un buen modelo a imitar por
nuestra descendencia.

AL AMA DE CASA: EL SÍNDROME DE LA LOCOMOTORA


     No se alarme que no pretendo hacer ningún aporte a la clasificación sindrómica en la
psiquiatría. Sucede que en mi práctica profesional he escuchado respuestas muy parecidas al
ulular de una locomotora y por ello, gráficamente, he llamado así al síndrome que las ocasiona.

     El síndrome de la locomotora se observa con mayor frecuencia en las mujeres, sobre todo
amas de casa, aunque también lo pueden padecer las trabajadoras. Estas mujeres se sienten
histéricas, cansadas, hastiadas, sin deseos de hacer las cosas, no quieren ser tocadas por sus
esposos, y se generan problemas en la pareja, no sienten placer sexual, lo cual incrementa el
rechazo a dichas relaciones, creen tener alguna enfermedad que explique sus molestias
físicas, como es la anemia, infección en los riñones o alguna afección maligna, y buscan ayuda
médica para, por diversos análisis, se llegue al diagnóstico de esa supuesta enfermedad.

      Cuando se les pregunta qué hacen el lunes, responden: “Me levanto, pongo a hacer el café,
preparo después el desayuno a los de la casa y desayuno yo también, arreglo las camas,
empiezo a preparar el almuerzo. En ese intervalo de tiempo voy a la plaza, al mercado, lavo
algunas ’ropitas’ y plancho unas ’boberías’ (le dicen así a pocas prendas de vestir). Almuerzo,

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me recuesto un rato y después espero a que vengan los hijos de la escuela, los mando a
bañar, les controlo las tareas, hago lo que vaya a hacer de comida, espero que llegue mi
esposo, y después que comemos veo la novela. Antes de acostarme les preparo la ropa del
colegio a los niños”.
¿Y qué hace usted los domingos?, esa es la segunda pregunta que se le debe hacer, y la
respuesta es: “Más o menos lo mismo”. No existe diferencia entre un día cualquiera y los fines
de semana.
Si se trata de una trabajadora y se le pregunta ¿qué hace un día cualquiera de la semana?, le
dirá: “Lo mismo, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo”.
Una vez hechas las preguntas, tales respuestas significan que posiblemente estas personas
padezcan del síndrome de la locomotora.

 Para llegar a su diagnóstico final se les debe preguntar:


—¿Desde cuándo usted no va a la playa?
Respuesta: Uuuuuh (como la locomotora).
—¿Desde cuándo usted no va a un restaurante?
Respuesta: Uuuuuh (como la locomotora).
—¿Desde cuándo usted no lee un libro?
Respuesta: Uuuuuh (como la locomotora).
—¿Desde cuándo usted no va al cine o al teatro?
Respuesta: Uuuuuh (como la locomotora).
—¿Desde cuándo usted no va a algún lugar a bailar?
Respuesta: Uuuuuh (como la locomotora).
—¿Desde cuándo...?
Respuesta: Uuuuuuuuuuuh.

      Y a estas personas se les explica que no están enfermas, están cansadas de llevar un
modo de vida rutinario y monótono que puede enfermarlas, y si quieren sentirse bien, tienen
que modificarlo. Y la mejor y única medicina para esto es distracción, distracción y distracción.

      La distracción es parte de lo que todos los seres humanos deben programarse dentro de su
plan de vida para facilitar la recuperación de las energías perdidas en las obligaciones
cotidianas. No olvide esto nunca.

A LOS HIJOS: NO HACER ALIANZAS


      Este tema está destinado, en especial, a los hijos cuyos padres tienen problemas
matrimoniales y están por separarse y divorciarse. Va dirigida, desde luego, a aquellos hijos
que son adolescentes o jóvenes, no así a los niños que en la mayoría de las ocasiones harán
lógica alianza con la madre, su fuente de nutrición, protección y seguridad en estas edades.

      Generalmente, si hay hembras y varones entre ellos, se efectuará una distribución en las
alianzas. Algunos defenderán al padre en sus razones y otros, a la madre. Los unidos al padre
tendrán problemas en sus relaciones con la madre y con los hermanos que la apoyan. Los
otros sufrirán las reprimendas del grupo contrario.

      Pero no se les puede olvidar que han formado alianza con su padre, en contra de su madre
y viceversa. Es decir, no la forman con un ser querido en contra de un enemigo, sino en contra
de otro ser querido, de ahí su inconveniente.

      El adolescente o el joven que se una a un progenitor en contra del otro, tendrá desde ese
momento un progenitor y un enemigo, en vez de dos progenitores. Esto no debiera ser, pero
sucede.

      Una postura inteligente sería tratar de no inmiscuirse en esos asuntos y sólo hacerlo si se
les pide opinión, la cual deben dar con una imparcialidad a toda prueba. Sé que resulta difícil

119
para un adolescente o un joven no tomar partido en este tipo de situación, pero deben
ocuparse de sus propios asuntos y dejar a los adultos resolver el problema por sí solos de
forma civilizada.

      Aunque sean sus padres, recuerden ese viejo refrán que dice “entre marido y mujer nadie
se debe meter”. Y eso es válido también para ustedes.

      Además de los inconvenientes ocasionados por dichas alianzas en la relación paterno filial,
otro tanto ocurre entre los hermanos, quienes establecerán rencillas personales, disputas,
rencores, y esto, lógicamente, los marcará en lo adelante.

      Las peleas pueden influir desfavorablemente, porque un progenitor puede al atacar afectar
la imagen del otro y profundizar más aún los problemas de relación en la familia. Por último,
además del refrán anterior que es válido, como ya dije, para aplicar con sus padres, no olvide
que “no se puede ser juez y parte”. Y este otro refrán le viene a usted, adolescente o joven con
padres en conflictos matrimoniales, como “anillo al dedo”.

Consejos 2

PARA LA REFLEXIÓN: EL DEDO DE LA AGRESIVIDAD Y EL


DEDO DE LA RESPONSABILIDAD
      Usted pensará que esto es un barbarismo, pues hasta hoy los dedos de la mano son el
pulgar, el índice, el mayor o el del medio, el anular y por último, el meñique. Sin embargo, ¿cuál
es el dedo de la agresividad y cuál el de la responsabilidad? Pues el dedo índice y el pulgar,
respectivamente.

      Cuando se conoce de una infidelidad conyugal por parte de una mujer, el hombre y muchas
otras personas, califican de disímiles formas a la infiel y ninguna de ellas afable. Y se dirá que
es “mala”, “una cualquiera”, “una degenerada”, “una prostituta”, “cornuda”, etc. Y el dedo índice
campeará por su respeto autoengañando al que lo emplea.

      No comparto la infidelidad por parte de ninguno de los dos sexos, pero me gustaría que se
utilizara el dedo pulgar al que yo he denominado el dedo de la responsabilidad. ¿Cuál sería el
discurso?: “Yo hice cosas que facilitaron que mi pareja buscara en otros lo que yo no le di”. “Yo
dejé de hacer cosas que debí hacer o hice otras que no debí hacer nunca”. “Yo di pie para la
décima”.

      El primer mecanismo, el del índice agresivo y acusador tiene una ventaja y es precisamente
esa, descargar nuestra hostilidad hacia afuera, en este caso hacia la pareja. Pero tiene un gran
inconveniente y es el no permitir la introspección, el autoanálisis, la reflexión adulta y madura.

      El segundo mecanismo, el del dedo pulgar, tiene el inconveniente de que nos culpamos y
responsabilizamos, pero la gran ventaja de permitirnos ver en qué fallamos, nuestra
participación y responsabilidad en lo ocurrido. Todo este análisis nos ayudará a evitar
situaciones similares en el futuro.

      El dedo índice es muy fácil de utilizar y se recurre a él con rapidez, porque las culpas “no
pueden caer al piso” según se dice y es más fácil echárselas al de enfrente que a nosotros
mismos.

      Utilizar el dedo pulgar requiere un entrenamiento previo para aprender a controlar su
hostilidad, a interpretar la conducta de las personas y la suya propia, a tener reales deseos de
crecer como persona, y esto debe hacerse de forma racional pues su exceso puede ser muy
doloroso. Al igual que en los tiempos del César, es éste el dedo que nos salva o nos hunde, en
dependencia de la sabiduría con que lo utilicemos. Si nunca lo emplea, nadie lo salvará, ni el
mismísimo César.

120
PARA APRENDER DE LOS ANIMALES: EL ZOOLÓGICO DE LA
SABIDURÍA
      El zoológico de la sabiduría es un recurso psicoterapéutico que he utilizado en mi práctica
profesional con muy buena aceptación y resultados empíricos.

      Consiste en mostrarle a las personas cómo el hombre, que es un animal racional, puede y
debe aprender de los animales. Es proverbial la laboriosidad de las abejas obreras, la vagancia
de los zánganos, la lentitud de la tortuga, la memoria de los elefantes, etc. Sin embargo, hay
otras conductas en los animales inferiores que bien debieran ser imitadas por los seres
humanos y si no, al menos, sacar la enseñanza correspondiente.

      Iniciemos el análisis por la yegua y su potrillo. Si usted se ha fijado en una yegua parida y
su potrillo cuando van por la carretera, notará como ella va por el estrecho camino, muy pegada
a la carretera, sin apenas intervención alguna del jinete. Detrás, delante o al lado, correteando
de un lugar para otro, va el potrillo; si se aproxima un vehículo o algún otro peligro, él
simplemente se pone detrás de la madre siguiéndole los pasos.

      Seguro habrá visto a una gallina con sus pequeños pollitos cuando comienza a llover. Los
llama piándoles y protege a todos cubriéndolos con las alas. Y eso lo repetirá en incontables
ocasiones hasta que los pollitos han crecido y no le caben debajo de las alas. Y ella, al parecer,
se da cuenta del crecimiento y les deja hacer cada vez más sus propias vidas hasta que se
hacen gallos y gallinas en el patio donde les ha tocado vivir.

      También habrá tenido la oportunidad de observar al palomo y la paloma haciendo el amor,
o como popularmente se dice: “un palomo cubriendo a la paloma”. O quizás haya visto al gallo
corriendo detrás de la gallina y haciéndole la ronda para tener sexo. O habrá visto al perro
cómo huele a la perra, le lame, le ladra, le da vueltas antes de tener dicha relación. Y así todos
los animales hacen lo mismo antes: cortejan a la hembra, la seducen, la preparan para ese
momento de aparearse.

      Muchos seres humanos se olvidan del efecto imitativo que su conducta provoca en los hijos
y aunque se les dé libertad de acción, es necesario mostrarles por qué camino se debe
transitar para evitar peligros. Un comportamiento razonablemente adecuado, no perfeccionista,
es una buena guía para la descendencia. Pero también pueden ser imitadas la ingestión
excesiva de bebidas alcohólicas y la conducta suicida. Sírvale de modelo a seguir a sus hijos,
así como sucede con el potrillo.

      Hay madres y padres que quieren mantener a sus hijos, ya adultos, debajo de su regazo.
Con ello, además de irrespetarlos, les coarta su libertad, impidiéndoles alcanzar la necesaria
validación que les permita el desarrollo personal. Si la gallina se da cuenta que el tiempo pasa
y los hijos crecen, ¿por qué muchas personas no? Si la gallina le ofrece a los pollitos en cada
momento lo que ellos necesitan, ¿por qué algunas personas no hacen lo mismo con sus hijos?

      Por último, ¿cuántas mujeres desearían que sus parejas las cortejaran, las sedujeran, las
deslizaran suavemente en el acto sexual y no continuaran haciéndolo de esa manera tan
rutinaria, impersonal, monótona? Es seguro que el palomo pudiera enseñarle cómo hacerlo de
esa manera añorada.

      Sólo les ofrezco tres ejemplos del zoológico de la sabiduría. Puede encontrar muchos más
al observar las conductas de los animales y se dará cuenta que de ellos también se pueden
aprender cosas que le ayuden a vivir, e imitar las que hagan mejor que usted.

121
PARA MODIFICAR LOS SIETE RASGOS NEGATIVOS DE LA
PERSONALIDAD
      Parece que el número siete es un número socorrido. Así se mencionan los siete pecados
capitales, las siete maravillas del mundo y en el cine Los siete magníficos y Los siete samurais.
Y ahora les propongo analizar los siete rasgos negativos de la personalidad.

      Es posible que para usted éstos no sean los rasgos más negativos y está en lo cierto. Pero
por algunos había que iniciar y elegí los siguientes: la susceptibilidad, la desconfianza, la
impulsividad, el pesimismo, el egocentrismo, la timidez y la duda.

      Pasemos a detallar cómo estos rasgos influyen de forma negativa en nuestras vidas.

      La susceptibilidad es aquel rasgo del carácter mediante el cual el sujeto se convierte en
una esponja para recoger... todo lo malo (real o que él se imagina). El susceptible siempre o
casi siempre se siente herido, despreciado, humillado por cuestiones insignificantes, como
puede ser no darle los “buenos días” a él en específico; porque, como puede ocurrir, se
olvidaron de su cumpleaños; porque, con justeza, le hicieron una llamada de atención; porque
el hijo, de tres años de edad, le dijo que no lo quería y que ella o él no era su mamá o el papá,
cosa que dicen la mayoría de los niños a esa edad, pero el susceptible lo toma en serio; y así
sucesivamente.

      Debido a este carácter tiene lógicas dificultades en sus relaciones interpersonales, pues no
hay manera alguna de quedar bien con él. Un rasgo que lo complementa es la manipulación:
casi nunca dice las cosas tal y como ocurren, sino que las “arregla” según su modo susceptible
de pensar. Y con frecuencia trata de involucrar a otros en sus problemas en los que, desde
luego, él siempre lleva la peor parte, es decir, es la víctima. “Usted me hizo tal cosa”, “Usted me
ofendió”, “Usted me maltrató”, “Usted piensa mal de mí”, “Yo no le caigo bien”, “Usted la tiene
cogida conmigo”, “No me quieres como antes”, “Sí, yo lo hice todo mal pero usted no tenía que
llamarme la atención de esa manera”. Ésta es una característica muy acentuada en él y es lo
que yo denomino “tener la susceptibilidad en la punta de la nariz”, pues se hiere mucho por lo
que se le dice y no por lo que hizo para merecer que le dijeran tales cosas. Está muy alerta de
cómo le dicen las cosas y no de cuál es el contenido de lo que le dicen. Esto obviamente
también le ocasiona dificultades.

      Hay que saber ser susceptible y una buena forma es siéndolo en relación con uno mismo,
no con los demás, lo cual es una manera de defenderse. Es muy útil preguntarse: ¿Por qué me
duele lo que me dicen y no lo que hice para que me lo dijeran? Para empezar a cambiar éste
pudiera ser un buen recurso.

      La desconfianza es otro rasgo que, cuando no está bien proporcionado, se convierte en un
martirio para quien lo padece. Se trata de la falta de confianza en sí mismo y en quiénes le
rodean. Al faltarle la confianza en los demás, el desconfiado pensará que le tratan con
hipocresía, le dicen sólo una parte de las cosas y le ocultan información; piensa, cuando entra
en la oficina y los demás se callan, que estaban haciendo algún comentario malintencionado de
su persona; considera las palabras amorosas dichas por su pareja un medio para obtener algo,
y no porque las siente y porque le quiere, piensa incluso que “algo” está pasando, pues “ella no
es tan cariñosa” y debe haber “gato encerrado”. No puede tener amigos porque también
desconfiará de ellos.

      La falta de confianza en sí mismo se observa disfrazada de orgullo y autosuficiencia.


Considera merecerlo todo y desprecia lo que no está a la altura de su supuesto valor. La
inseguridad propia del desconfiado explica los celos, al pensar que otra persona con sus
atributos es capaz de hacer sentir mejor a su pareja que él.

      No hay otro remedio para este rasgo que comenzar a confiar. Trate de intentarlo al menos,
pero de buena fe, no para decirse usted mismo que hizo lo que le sugirieron y no resultó.

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      La impulsividad está en las personas que no meditan sus acciones y se dejan arrastrar por
el primer impulso; imagínese cuántos inconvenientes puede acarrear este rasgo de la
personalidad si no se maneja adecuadamente.
El impulsivo se comporta como un toro en el ruedo, que con sólo moverle la capa embiste con
una furia propia de lo que es: una bestia. Y por desgracia se encuentran personas con tal
comportamiento: acaban, ofenden, agreden, ya sea física o verbalmente, a quienes le rodean,
por motivos frente a los que se pudiera haber reaccionado de una forma más civilizada. Él será
el erizo dispuesto a pinchar al más mínimo roce, por lo que sus relaciones con los demás se
verán afectadas de manera sensible.

      Esta persona es un esclavo de sus impulsos, es su caballo, no lo que debiera ser: el jinete
de sus emociones. Sería aconsejable para ella hallar el control de sus impulsos por todos los
medios, incluyendo los psicofármacos, muchos de los cuales han sido utilizados
frecuentemente con magníficos resultados en este sentido.

      Busque ayuda en un psiquiatra para aliviar este rasgo y sus consecuencias cuanto antes.

      El pesimismo es una disposición anímica que lleva a pensar siempre lo peor. El pesimista
es aquella persona que se deja dominar por el pesimismo. Imagínese cómo puede ser su
mundo si todo lo ve con gafas oscuras; piensa que nada le saldrá bien, que no tiene sentido
luchar si no va a obtener éxito, está derrotado antes de iniciar la lucha. Es un perdedor nato.
Pierde porque lleva en él la predisposición y la disposición para la derrota y no hace otra cosa
que reafirmarla con sus actos.

      Al pesimista le ocasiona gran dificultad mantener adecuadas relaciones interpersonales,


pues todos tratarán de evitarlo. Su discurso sombrío, sus puntos de vista derrotistas, sus
lamentaciones, no son del agrado de los que tienen una manera diferente de comportarse ante
la vida, y son la causa de las dificultades referidas. Tiene una imagen negativa de sí mismo y
del mundo, al que considera frustrante, competitivo, exigente, agresivo. Su visión de las
expectativas futuras es mala y las imagina muy difíciles, con sufrimientos, privaciones,
fracasos, etc.

      Sería útil para el pesimista tratar de probar que la vida es realmente una “basura” o que él
no sirve para nada. La imposibilidad de demostrarlo, quizás pueda enseñarle lo absurdo de sus
pensamientos, que le generan el pesimismo y lo refuerzan.

      El egocentrismo es otro rasgo que puede dificultar el desarrollo individual. Ego significa yo,
y centrismo, el centro. Egocéntrico es la persona que se considera el centro y todo debe girar
alrededor de él. El niño pequeño es, por naturaleza, así y es lógico, pues requiere de cuidados
constantes para su supervivencia.

      Resulta muy difícil establecer relaciones interpersonales armónicas con un egocéntrico,
pues se cree lo mejor, lo más importante, sus puntos de vista son los más adecuados, sus
necesidades son las principales que hay que satisfacer, todo tiene que ser subordinado a él,
tiene que ser “el ombligo del mundo”, esto es, de la pareja, de la familia, del grupo de amigos. A
él hay que tenerlo en cuenta para todo y rendirle cuenta de todo. Sus dolores son los mayores,
sus problemas no tienen comparación, sus sufrimientos no tienen límites. Como se evidencia,
la tendencia a la exageración es parte intrínseca del individuo egocentrista.

      Pero nadie es el ombligo del mundo y él no debe creerse que lo es. Y si se lo hacen creer
es para hacerle el juego y lo tratan como si fuera un anormal o un bebé, quien sí lo necesita. En
el adulto estas actitudes son anormales y es conveniente que haga consciente su necesidad de
reclamar atención, independientemente de las diversas formas que utilice para ello, como el
llanto, el enojo, la simulación de determinados malestares o la exageración de síntomas
banales, etc. También tiene que enfrentar, además de lo anterior, que él puede ser el centro
para un grupo de personas, pero no para todas, o durante un tiempo, pero no siempre.

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      La timidez es otro rasgo que trae innumerables dificultades interpersonales a quien lo
posee de manera relevante. El tímido padece de ella y eso significa encogimiento, temor para
establecer relaciones, para decir lo que piensa, para exponer sus puntos de vista, para
defender sus derechos, para competir con otros; también lo tendrá de estar en grupos, sentirá
pena por todo, y esas actitudes harán que sea visto como “el raro del grupo” o se le tendrá
lástima o compasión por esa forma de ser. Pero la lástima y la compasión no son afectos
normales entre los seres humanos. Luchar contra la timidez no es tarea fácil, pero tampoco
imposible.

      A continuación se ofrecen algunos consejos para ir venciendo este rasgo.


• Hable hasta por los codos cuando se encuentre entre los familiares y amigos que le quieran
bien y ante los que usted no tenga gran temor de manifestarse.
• Hable hasta por los codos ante desconocidos que probablemente no vuelva a ver y cuyas
opiniones sobre usted no son determinantes ni influyentes en su vida.
• Hable hasta por los codos que es preferible hacer el ridículo algunas veces y no estar
haciéndolo durante toda la vida.

      La duda es el último rasgo que se analizará. Hay personas con carácter dubitativo y
siempre están pensando si lo que hicieron estuvo bien hecho o no, si cerraron la puerta o la
dejaron abierta, si dicen sí en determinado asunto o dicen no. Son esas personas que para
tomar una decisión, la piensan tanto y hasta en los últimos pormenores que cuando se deciden
ya no es el momento de tomarla.

      Reflexionar es bueno y pensar antes de hacer las cosas también lo es, pero no es ni regular
disfrazar la duda y la indecisión con ropas de reflexión. Y eso ocurre con quien duda; por su
inseguridad tiene que pesar y sopesar hasta el último de los detalles buscando lo que no tiene:
seguridad.

      Este rasgo es dañino pues se acompaña con frecuencia de rumiación de ideas y el cerebro
literalmente no descansa, porque estará pensando en los pro y los contra; por ello, siempre
estarán preocupados, tensos; incapaces de bromear, de disfrutar. Y esto a la larga, les llevará
al cansancio mental.

      Los siguientes consejos les pudieran ser útiles:


• Tome las decisiones en conjunto con personas en las que tenga plena confianza.
• Recuerde que no se puede tener la seguridad absoluta de acertar en todas las decisiones.
• Tomar una decisión inadecuada no es el fin del mundo y no es usted el único que comete
errores.
• Aprenda a reírse de sus propias dudas y trate de mirarse desde fuera.
• Sea tolerante con usted mismo, no sufra del llamado complejo de Dios o de la perfección en
todo momento.
• Practique ejercicios físicos y técnicas de relajación.

      Finalmente, si usted tiene alguno de los siete rasgos muy acentuado, debe darse a la tarea
de eliminarlo.

124
PARA LOGRAR LA QUIETUD ESPIRITUAL O LA TRANQUILIDAD
MENTAL
      La paz interna cada cual la puede lograr de forma muy diversa según los gustos
personales, la cultura, la religiosidad, la personalidad y, muy importante, el medio donde se
desenvuelve el sujeto, que puede facilitar o entorpecer la búsqueda y consecución de ese
estado.

      A continuación le brindaré algunos consejos que pudieran ayudarle a lograr la tranquilidad
mental o quietud espiritual.

1. Para alcanzar la tranquilidad mental deseada hay que tener una actitud positiva hacia la vida,
esto es, tratar de ver el lado bueno de las cosas y actuar en consecuencia. Una actitud
pesimista, rencorosa, temerosa, rígida, dominante, pasiva, etc., puede impedir llegar a este
estado.

2. La tranquilidad mental, además de un estado que se puede lograr con determinado


entrenamiento, es también una filosofía de la vida, practicada desde tiempos inmemoriales. No
desear más de lo que se necesita, no aferrarse a cuestiones intrascendentes, hacer una vida
sana, tener motivaciones elevadas, hacer el bien siempre, no hacer daño en ningún momento,
ser humilde, etc., eran algunas de las características que sugerían los antiguos para lograr
dicho estado.

3. Entrene el cuerpo en la búsqueda de este estado. Para ello lo primero es colocarse en una
posición cómoda, que puede ser la de imitar a un cochero o también sentarse en el piso, con la
espalda lo más recta posible, preferiblemente bien pegada a la pared, entrelazar las manos y
situar las piernas de la forma que le resulte más cómoda. En esta posición, cierre los ojos e
imagine algo agradable, como ir por algún lugar cubierto de árboles de abundante follaje, un
hermoso césped verde que invita al reposo y en el que sólo se escucha el sonido del viento y el
canto de las aves.
    Una vez lograda cierta tranquilidad en su cuerpo y en su mente al imaginar lo anterior, un
elemento muy importante es el control de la respiración: debe concentrarse en ella y realizar
inspiraciones profundas por la nariz (tomar el aire) y botarlo por los labios semicerrados. Estos
ejercicios de inspiración-espiración debe realizarlos hasta que sienta un leve mareo. Después,
trate de mantener una respiración en forma de vaivén, esto es, que su pecho suba y baje lo
más lentamente posible.

4. Lograr la relajación deseada y con ella la tranquilidad mental, no se alcanza en varios días,
ni semanas siquiera, así que no se desanime si por usted mismo no lo consigue en los
primeros intentos.

5. Una vez que se haya relajado, concentre su atención en un lugar de su cuerpo, por ejemplo,
el dedo grueso del pie izquierdo o el que le resulte más fácil de mantener en su mente y
olvídese del resto. Éste, a partir de ese momento, es sólo el dedo grueso de su pie izquierdo.

6. Al realizar estos ejercicios, si le cuesta trabajo concentrar su atención en la parte señalada,


otra posibilidad es mantener en la mente una palabra sin sentido conformada en lo fundamental
por la vocal “a” como “akrasna” por ejemplo.

7. Al finalizar los ejercicios, tome un baño lo más caliente posible, dejando correr el agua
suavemente sobre su piel, con preferencia, cara, cuello y espalda. Séquese mediante suaves
toques repetitivos y prepárese para realizar actividades sedentarias.

125
PARA OBTENER UNA MAYOR AUTOCONFIANZA
      La autoconfianza podríamos definirla como la confianza en uno mismo, en nuestras reales
posibilidades. No todas las personas confían en sí mismas, y en ello puede haber influido un
gran número de factores. Sin embargo, nunca es tarde para empezar, por lo que a continuación
le ofrecemos una serie de consejos, base de una técnica psicoterapéutica, denominada Terapia
Asertiva, que persigue, entre sus principales objetivos, evitar la manipulación que tratan de
hacer los demás sobre nosotros y mejorar la visión de uno mismo. Es muy útil en los tímidos,
los pasivos, los dependientes, los dubitativos y los que tienen muy en cuenta “el que dirán”.

1. Usted es y debe ser el juez de su conducta. Debe ser el responsable de las consecuencias
de sus actos, los cuales no necesitan tener la aprobación de los demás, aunque mientras más
personas aprueben su conducta, significa que es socialmente bien vista, pero si esto no fuera
así, no se alarme, ello puede ocurrir.

2. No está obligado a pedir disculpas, ofrecer excusas o dar razones explicativas de sus actos
a no ser que ello haya sido conveniado antes con usted. Sólo las dará a las personas que
decida y no a otras.

3. No está obligado a encontrarle soluciones a los problemas de otros. Sólo ocurrirá si desea
hacerlo.

4. Tiene derecho a cambiar de opinión cuantas veces desee, siempre y cuando sea posible. No
sienta pena por modificar una decisión previa, pues no está obligado a mantenerla. Nunca le
haga caso a los argumentos que esgrimirán quienes tienen interés en que no revoque su
decisión.

5. Tiene derecho a decir “No sé” cuando se le pregunta algo, aunque sepa la respuesta precisa.
Es libre de dar esa y otras informaciones a quien elija para ofrecerlas.

6. Tiene todo el derecho de equivocarse y de hacerse responsable de las consecuencias de


dicha equivocación. No sienta culpa por ese error, pues todos los seres humanos los
cometemos. Dése a la tarea de aprender de ellos para no repetirlos.

7. Tiene derecho a opinar diferente a la mayoría de las personas y mantenerla por el tiempo
que usted decida hacerlo.

8. Tiene derecho a tomar una decisión que no sea la mejor a los ojos de los demás, sin afectar
otros intereses que no sean los propios.

9. Tiene derecho a decir “No comprendo” y “No me importa” cuando lo estime prudente.

10. Tiene derecho a caerle mal a un grupo de personas, regular a otros y bien a los terceros. La
proporción entre estos grupos le mostrará el grado de aceptación que usted tiene en ellos, lo
cual no tiene importancia alguna.

126
11. Tiene derecho a persistir en su decisión, y emplear para ello la técnica del disco rayado, o
sea, la repetición exacta de lo que eligió responder: “No sé, no sé, no sé...”; “Porque sí, porque
sí, porque sí...”; “No quiero, no quiero, no quiero”...

12. Tiene el derecho a responder las preguntas que le hacen con otras preguntas, como por
ejemplo: “¿Por qué usted me pregunta eso?” “¿Está molesto usted?” “¿Hice algo indebido?”.

13. Tiene derecho a hacer el ridículo. Antes que usted muchos otros lo hicieron. Después de
usted lo hará una cantidad similar.

14. Si ninguno de estos consejos le resulta de utilidad, usted tiene el derecho a no tenerlos en
cuenta.

Consejos 3

PARA DEJAR EL HÁBITO DE FUMAR


      Mucho se ha escrito sobre el mal hábito de fumar y las repercusiones sobre la salud del
fumador y de quienes le rodean. También se han propuesto múltiples técnicas terapéuticas que
incluyen fármacos, parches de nicotina, gomas de mascar con esa sustancia, psicoterapias de
los más diversos tipos, individuales y en grupos, etc. En esta oportunidad no voy a referirme a
ninguna de ellas en específico, sino daré algunos consejos que pudieran ser de utilidad para
quienes padecen una habituación nicotínica o tabaquismo, como se le conoce en la literatura
científica. Ellos me sirvieron para dejar de fumar hace tres años, y poniéndolos a disposición de
los fumadores estoy cumpliendo otro de los pasos reafirmadores de la decisión de abandonar
este mal hábito que es ayudar a otros aquejados del mismo problema.

1. Debe darse cuenta de que padece tabaquismo, pues muchas personas consideran que
fuman porque les gusta, porque no les hace daño, porque les calma los nervios, porque les
quita el apetito y no los hace engordar, y un largo etcétera, capaz de incluir las más disímiles
justificaciones, lo cual es común a todas las habituaciones. Y estas justificaciones son
autoengaños. Usted tiene un problema de salud ni más ni menos.

2. Dése cuenta de su autodestrucción, de su “espíritu suicida a largo plazo”, al fumar su salud


se daña y le produce, antes que cáncer, una serie de molestias a nivel de la boca, el aparato
respiratorio, el corazón, las arterias, el estómago, los órganos sexuales, los nervios periféricos,
en fin, en todo el cuerpo, lo cual disminuye su calidad de vida.

3. No piense todo el tiempo que se propondrá dejar de fumar. Muchas personas dicen: “No voy
a fumar más”. Eso es funesto, pues quien dice tal cosa comenzará a boicotear su decisión con
reflexiones como: “¿Tú sabes lo que significa que más nunca pueda fumarme un cigarrito?” “¿Y
cuándo me tome un buchito de café?” “¿Y cuándo me tome un trago?”. Y otras similares que
irán minando la decisión tomada a tan largo plazo. Esta expresión es un error, suprímala.

4. Es necesario tener reales deseos de abandonar ese mal hábito. Si no está preparado para
dejar de fumar es preferible que no lo intente, pues de hacerlo sin estar en realidad decidido,
volverá a fumar y esa “recaída” le servirá de justificación sobre lo difícil que resulta “dejar el
vicio”, porque lo intentó y no lo logró. Eso reforzará su adicción.
Pero además, ese aparente fracaso le dará un sentimiento de ineficacia, de no tener voluntad
que será reforzado por quienes le rodean y le hará incrementar el consumo de cigarrillos.

127
5. Una vez decidido, prepárese psicológicamente para sentirse mal, para sentirse irritable,
somnoliento, intranquilo, con deseos de fumar muy intensos, que son los síntomas del llamado
Síndrome de supresión, siempre presentes con mayor o menor intensidad cuando se suspende
de pronto un tóxico al cual se está habituado. Pero también es necesario saber que esos
malestares, al igual que el deseo de fumar, pasan. Son intensos, pero pasajeros. Continúe
manteniendo su decisión, a pesar de ellos; y ese mal rato pasará y habrá ganado una batalla
más en su lucha.

6. Si fuma sólo satisface el deseo momentáneo de quitarse el malestar que le está ocasionando
no hacerlo, pero mientras más tiempo lo haga, mayores serán los malestares cuando se decida
a dejarlo. Es común a cualquier habituación que los síntomas de supresión sean más intensos
mientras mayor sea el transcurso en contacto con el tóxico y si se incrementa su cantidad.

7. Si satisface ese deseo momentáneo estará posponiendo la toma de su decisión más


sensata, dejar de fumar, que favorecerá su salud y la de los suyos.

8. Piense en no fumar hoy. A usted no le debe interesar mañana, pues esa fecha nunca llegará.
Mañana será hoy. Su vida está formada por muchos hoy y ningún mañana.
Antiguamente en Cuba se podía leer en algún establecimiento privado: “Hoy no fío, mañana sí”.
Y mañana encontraba el mismo cartel con el mismo mensaje, porque ese mañana en el que se
fiaba no llegaba nunca. Siempre era hoy. Este consejo tiene mucho que ver con esa frase. La
única diferencia es que evitamos hacer referencia al mañana. A eso se denomina abstinencia
de veinticuatro horas en el tratamiento del alcoholismo, otra habituación patológica.

9. No baje la guardia y mantenga al enemigo (el cigarro) lejos de usted. Por tanto, con los
enemigos no se “coquetea”. Desaparezca los ceniceros, bote las colillas, deshágase de las
cajetillas que todo fumador guarda, evite los lugares donde se fuma y a los fumadores aunque
sean sus amigos o familiares. Si ellos están en la sala, usted se va para el patio.

10. Aprenda a decir NO, pues como fumador que es, le brindarán cigarros y esa debe ser su
respuesta, sin dar muchas explicaciones, no está obligado a ello.

11. Lea sobre técnicas para dejar de fumar que complementarán su decisión y le harán sentir
más seguro.

12. Debe autoestimularse, autopremiarse por lo logrado. Se puede comprar algún regalo con el
dinero ahorrado por su decisión de dejar el mal hábito.

13. Ayude a otros a dejar de fumar, ínstelos a, igual que lo ha hecho usted, enfrentar la vida sin
cigarros.

14. Evalúe sus progresos en salud (respira mejor, no tose en las mañanas, es sexualmente
más capaz, no tiene dolor en las piernas, ni peste a cigarros en el aliento, ni quemaduras en las
ropas, ni manchas de nicotina en manos y dientes, etc.).

15. NO OLVIDE QUE ES UN FUMADOR HASTA QUE SE MUERA. No sea autosuficiente y

128
crea que porque lleva diez años sin fumar ya está curado. Yo no lo creo. Más fácil es
considerarse un fumador abstinente y evitar llevarse el primer cigarrillo a la boca.

16. Disfrute de los comentarios favorables de sus familiares y amigos sobre usted, su nueva
imagen, su voluntad por vencer su habituación, su capacidad para tomar una decisión a tiempo,
y otros muchos halagos que le harán.

Recuerde: si hay una cosa útil que usted puede hacer es dejar de fumar.

PARA HACER FRENTE AL ESTRÉS


      El estrés es una sensación desagradable: la persona puede experimentar tensión, apremio,
autoexigencia desmesurada, inquietud y zozobra. Para enfrentarlo se necesitan disímiles
mecanismos de adaptación que permitan evitar la sobrecarga emocional que la vida moderna
demanda. A continuación les expongo diversas sugerencias que pudieran ser de utilidad en ese
empeño.

1. Es imprescindible pensar positivamente, lo cual mejorará su estado anímico y lo preparará


para emprender cualquier tarea por complicada que sea. No es lo mismo decirse: “Esta tarea
que debo enfrentar es tediosa y aburrida”, que darle el enfoque siguiente: “Aunque esta tarea
no resulta agradable, otras veces la he realizado sin problema alguno. Hoy, sin lugar a dudas,
puedo volver a hacerla”.

2. Trate de delimitar el problema a uno de sus aspectos más importantes. Si tiene una serie de
cosas que realizar recuerde esto: Primero lo primero.

3. Trate de generalizar sus reacciones afectivas para evitar una opinión desfavorable sobre sí
mismo. Ante un temblor de tierra usted siente miedo, deseos de salir corriendo, de orinar y
defecar. Piense que cientos de miles de personas han tenido sensaciones muy similares a las
suyas cuando han estado expuestos a un temblor de tierra y usted no es una excepción.

4. Se hace necesario aprender a enfrentarse a los síntomas del estrés, reconózcalos, aunque
molestos, no se trata de síntomas graves que pueden poner en peligro su vida. Si siente
angustia, su corazón latirá más rápido que de costumbre. Si esto le provoca temor de sufrir un
ataque cardíaco, el propio temor incrementará los latidos de su corazón y con ellos su miedo a
la inminencia de este supuesto ataque, quedará así cerrado el círculo vicioso: palpitaciones-
temor-aumento de las palpitaciones-temor.
Una opción es, al sentir las palpitaciones, comenzar a respirar suave y profundamente, lo cual
le proporcionará una sensación de tranquilidad y relajación, normalizará sus latidos cardíacos.
Es de mucha utilidad dejar de imaginar posibles riesgos que pudieran ocurrir si los síntomas
continúan, pues éstas son reacciones corporales normales.

5. Trate de encontrar diversas alternativas para hacer frente al estrés, como dejar de hacer lo
que está haciendo, dar un pequeño paseo, hacer una broma, ir al cuarto de baño y lavarse la
cara con agua fría, respirar hondo y relajarse, hacer una llamada telefónica a algún amigo para
saludarse, etc. Cuando se sienta menos tensionado, continúe su labor.

6. Acepte las presiones externas que puedan limitar su rendimiento. Pudiera usted decirse más
o menos lo siguiente: “Teniendo en cuenta todo el tiempo dedicado a esta actividad y lo

129
agotado que estoy sintiéndome, creo haberla hecho bastante bien. He acabado casi todo
menos una tarea, por lo que debo tomarme un descanso para continuar mañana”.

7. Debe reforzarse usted mismo apreciando lo bien que se puede sentir cuando es capaz de
manejar el estrés con estas simples medidas, que seguramente serán enriquecidas con su
creatividad.

PARA HACER MÁS GRATA NUESTRA VIDA COTIDIANA


      Cuando estaba realizando este libro, le pregunté a mi pequeño hijo de siete años, sobre
qué debía escribir para que los seres humanos aprendieran a vivir mejor. Con la sinceridad
característica de la infancia, él me dijo lo siguiente: “No pegar los pies en las paredes”, “no
subirse en los árboles”, “no tumbarle los nidos a los pajaritos”, “no echar basura en las playas
porque se contaminan”, “no matar los perros callejeros”, “no maltratar los ómnibus”, “no tirarle
piedras a los pajaritos porque se mueren”, “no tirar piedras por las calles porque pueden
romper un cristal de un carro o una ventana de una casa”, “no darle latigazos a las plantas ni
arrancarles las hojas”, “no quitarle la pintura a las paredes”, etc.

      Al preguntarle dónde aprendió todo eso me contestó: “En el mundo en que vivimos”.

      Efectivamente, esa es una asignatura impartida en las escuelas primarias de nuestro país,
a mi juicio, de una importancia capital por la sensibilidad que despierta en los niños hacia la
naturaleza y la propiedad social.

      El hombre, por muchos mecanismos reactivo-adaptativos adecuados que posea, vive en un
determinado entorno y si no lo cuida, le hace la vida poco saludable, aburrida, triste. Debemos
desarrollar una mentalidad ecológica y con un compromiso social que permita a las
generaciones futuras vivir en un mundo habitable.

      Y la actitud de los mayores contribuirá a que los hijos la imiten, pues los hechos dicen más
que las palabras. Por eso nunca será tarde para evitar llenar nuestro entorno de desperdicios
cuando existen depósitos habilitados para ellos; nunca será tarde para aprender a admirar las
rosas en las plantas sin tomarlas, pues si cada ciudadano toma una flor de los jardines, la
ciudad se queda sin rosas; nunca será tarde para asumir la responsabilidad con los animales
afectivos a nuestro cargo y su descendencia, y evitar lanzarlos a la calle para morir de hambre,
transmitir enfermedades y llevar una verdadera “vida de perros”; nunca será tarde para cuidar
lo que es de todos como son las instalaciones deportivas, los teléfonos públicos, las calles y
avenidas, los hospitales y las escuelas, las playas y los ríos, el aire que respiramos.

      No seremos verdaderos seres humanos si no nos comportamos como el más evolucionado
de los mamíferos superiores y si no hacemos una utilización adecuada de ese privilegiado
órgano que es el cerebro humano. Y nuestro crecimiento y desarrollo debe insertarse
armónicamente en el entorno del cual somos una parte importante pero no la única.

      Otros seres vivos también tienen su espacio entre nosotros y debemos respetarlos
mediante una actitud protectora de la flora y la fauna, lo cual contribuirá a incrementar la
espiritualidad y la admiración del ser humano por lo bello. Y por igual deben respetarse y
cuidarse las obras de los hombres, que son parte importante de la historia de un país, como los
edificios, los parques, los monumentos, las bibliotecas y sus libros, los cines y sus asientos. Y
todo lo que se repite se convierte en un hábito, bueno o malo; si practicamos todos los días
alguno de los buenos hábitos descritos con antelación, llegará a formar parte de nuestra
personalidad, de nuestra cultura.

130
PARA EVITAR LA VIOLENCIA EN LAS RELACIONES
INTERPERSONALES
      Habitualmente se hace mayor énfasis en el aspecto visible de la violencia, esto es, en el
maltrato físico o psicológico, en la conducta violenta manifiesta en forma de gritos, amenazas,
palabras soeces, injurias, golpes, empujones, agresiones físicas más severas que pueden
ocasionar daños, mutilar y a veces comprometer la vida del agredido. Sin embargo, hay otros
tipos de violencia, más sutiles, pero no menos dañinos, patentes en las relaciones
interpersonales, entre sujetos que, en apariencia, no se solidarizan con la conducta violenta ni
la practican conscientemente. A este tipo es al que me quiero referir.

      Así es, hay formas de comportamiento, en apariencia normales, que son violentas, pues
tratan de forzar una situación a su antojo; por ejemplo, cuando nos inmiscuimos en la vida
ajena sin que nos pidan un criterio u opinión, sólo porque esa persona no está actuando como
lo haríamos nosotros, como si fuéramos el modelo a seguir, y considerar a todo lo diferente de
ese supuesto “modelo de normalidad”, como algo que hay que modificar, cambiar, rehacer.

      Otra manera de manifestarse la violencia doméstica es cuando se desconocen los atributos
positivos de la pareja o son objeto de burla. Así, una profesional con éxitos en su vida científica
se queja de la recriminación de su esposo porque “lo único que haces últimamente es estudiar
y escribir”, a pesar de ella haber sido capaz de complementar su actividad científica con la
atención a la familia.

      En ocasiones, el silencio es una forma de violencia en las relaciones interpersonales, pues
privan a los seres humanos de la tan necesaria comunicación. Esto se hace más evidente
cuando las parejas no viven solas, sino con la familia de uno de los cónyuges. En este caso, el
cónyuge que propicia el silencio, mantiene el trato con los otros miembros de su familia y deja
“abandonado al silencio” al que no tiene familia alguna en ese medio. Si bien puede conversar
con otros convivientes, la calidad de la comunicación se encontrará comprometida de manera
importante.

      Otra forma de violencia en las relaciones interpersonales es cuando se trata de subordinar
los intereses de la familia a los de uno de sus miembros, cuando ni siquiera son los importantes
en ese momento. Así, por ejemplo, se quiere poner a todos en función del niño enfermo y éste
sólo tiene un catarro común. O que el esposo espere a su pareja para ir al trabajo, cuando ella
habitualmente llega retrasada. O que los niños y adolescentes sufran la pérdida de un ser
querido con las mismas manifestaciones de duelo que el adulto.

      También es conducta violenta la manipulación del sexo, es decir, utilizar las relaciones
sexuales como un arma contra la pareja. Y es el caso cuando un cónyuge se molesta con el
otro y deja de tener relaciones sexuales varios días, aunque la molestia bien podía ser resuelta
en cinco minutos. Prolongar innecesariamente los disgustos, es otra forma de violencia, se
dilata el malestar para tener ventajas en la relación. Ésta debe ser complementaria, no
competitiva, y cuando esto ocurre en la pareja es una forma muy destructiva, por cierto. Cada
cónyuge debe tratar de tener el mayor éxito en lo que hace y el que tenga menos posibilidades
por uno u otro motivo, debiera sentirse feliz porque su pareja lo haya logrado, esto no pasa
siempre y el éxito se convierte en motivo de diferencias e incomprensiones por parte unas
veces de quien los obtiene y otras, de quien no los pudo obtener.

      Otra manifestación de violencia es cuando no se comparten las tareas de la familia y se


recargan en uno de sus integrantes o cuando las tareas no son repartidas de forma lógica, para
que cada cual pueda hacer una utilización más racional de su tiempo.

      En definitiva, la conducta violenta tiene muchas maneras de manifestarse y debemos evitar
que la anómala forme parte de nuestro comportamiento.

131
PARA MEJORAR EL “MIEDO ESCÉNICO”
      El popularmente conocido “miedo escénico” es la fobia social, esto es, un miedo persistente
a hacer el ridículo en situaciones públicas o cualquier actividad social. Existen diversos criterios
diagnósticos para esta condición, entre los que cabe mencionar el temor intenso de la persona
ante el público o quienes no pertenezcan a su ámbito familiar o de sus conocidos, con la
sensación de actuar de manera humillante o embarazosa para ella.

      La exposición a estas situaciones sociales a las que teme, provoca, por lo general, gran
ansiedad en el sujeto, reconocida por él como irracional o excesiva y, para no experimentarla,
limita su actividad, evitándolas. Este comportamiento interfiere de manera importante el
establecimiento de una rutina cotidiana, complica las relaciones laborales, estudiantiles o
sociales o bien le puede ocasionar un malestar significativo.

      Para mejorar el “miedo escénico” es importante estar consciente de haber comenzado a
sufrir por algo no ocurrido aún y que ésta es una manera irracional de pensar. Usted no puede
predecir el futuro, pero si se le ocurre hacer un pronóstico, trate de que sea positivo. Podrá
enfrentarse a cualquier multitud, sintiendo lo que habitualmente experimentamos todos ante
grandes multitudes: miedo. Pero, ese temor es muy normal, e irá disminuyendo en la medida
en que repita con éxito el afrontamiento, aunque nunca desaparece del todo, siempre se
experimentará en cierta medida.

      También, al dirigirse al público, debe tener en cuenta que nadie podrá atender a todos los
individuos presentes en un gran conglomerado. Precisamente, por definición, esta atención
activa a la que me refiero, es la focalización de la conciencia: sólo se atiende así a un suceso, a
una sola persona, etc. Por ello, elija a cual dirigirá la palabra, y debe ser alguien interesado en
lo que usted está diciendo o comentando, y no permanezca demasiado tiempo focalizado en
esa única persona, sino que debe elegir otra, esta vez en el extremo opuesto a la anterior. Si la
primera era una señora de la tercera fila, la próxima será el señor canoso de la última fila a la
izquierda. Y ese ejercicio realícelo varias veces durante su exposición, conversación o discurso
ante muchas personas.

      Debe pensar además, que el público es muy benevolente y, por lo general, cuando se
queda mal parado ante él, trata de disimular el malestar de la persona en cuestión; y es cuando
más aplaude, cuando más se solidariza, cuando más evalúa el esfuerzo realizado, cuando más
se pone en la situación del otro. Usted no está ante el circo romano.

      Por último, otra de las cosas que debe hacer es imaginarse frente a la multitud que tanto
teme, tratando de mantener la calma, tranquilo, relajado, seguro de sí mismo. Repita este
ejercicio hasta la saciedad, combinándolo con incursiones en multitudes reales cuando usted
no tenga que desempeñar un rol protagónico importante.

¿QUÉ HACER CUANDO FALLECE UN SER QUERIDO?


      El fallecimiento de un ser querido resulta siempre un acontecimiento muy doloroso. Cuando
esto ocurre, el ser humano pasa por diversas etapas, las que a continuación serán descritas:
Primera etapa o de negación. Como su nombre indica, en esta etapa el sujeto niega la muerte
del ser querido y son frecuentes las siguientes expresiones: “No, eso no puede ser”, “eso es
mentira”, “díganme la verdad”, “no lo puedo creer”, etc. Al fallecido se le imagina de todas las
formas menos muerto.

Segunda etapa o de rabia. En ella el doliente despliega su hostilidad contra todos, hacia
todos, incluyendo el propio fallecido. Culpa a los médicos porque supuestamente no le
brindaron toda la atención necesaria o no le prestaron el debido interés. Esto debieran saberlo
no sólo los familiares sino también los médicos para poder entender que éste tratar de

132
responsabilizarlos a ellos y a la institución de lo ocurrido, es una reacción normal y habitual en
todo el que pierde a un ser querido, y no un problema personal.

      En esta etapa dirige la rabia contra el fallecido y es frecuente la pregunta “¿por qué me
dejaste?”, hacerle reclamos, e incluso agredirlo: lo pueden apretar, golpear, sacudir, pidiéndole
que le responda, que le hable, que le conteste, o simplemente que no se muera.

      Es propio de la etapa que este familiar se culpe de no haber hecho todo lo posible por su
ser querido y son comunes los siguientes pensamientos: “debí llevarlo a otro hospital”, “si lo
hubiera tratado el Dr. X quizás no se hubiera muerto”, “si yo me hubiera dado cuenta antes, a
tiempo, otro hubiera sido el desenlace”, y muchos otros similares.

Tercera etapa o de regateo. Ésta se caracteriza por la búsqueda de un consuelo que


disminuya su sufrimiento, y entonces se dice: “ya descansó”, “que Dios lo tenga en la gloria”,
“menos mal que sufrió poco” y otras por el estilo. Como su nombre indica, esta etapa es de
negociación, cuyo objetivo es liberarse de las culpas de la etapa previa.

Cuarta etapa o de aceptación. Es el resultado final de la evolución normal del duelo. Ahora no
se habla de resignación, que es una conformidad dolorosa, sino de aceptación, proceso
mediante el cual se aprende a vivir sin el ser querido fallecido, a ser productivo, creativo,
nuevamente libre y con una vivencia de mejor preparación para la vida.

      Es importantísimo conocer estas expresiones y sobre todo las de la rabia, saber que es
normal, y todos nos echamos la culpa por lo que pudimos hacer y no hicimos porque provoca
una sensación de alivio considerable.
Otro aspecto notable en el manejo del duelo es facilitar el llanto y permitir expresar los afectos y
emociones displacenteras, no reprimirlas con las conocidas frases “pon de tu parte” y “ponte
fuerte” porque en nada ayudan al doliente.

      Luego del duelo, es de mucha utilidad recoger y guardar las pertenencias del ser querido,
así como las fotografías, de manera que no se conviertan en un estímulo depresógeno
generador de mayor tristeza.

      Otra sugerencia es evitar acudir al cementerio con frecuencia. Desde épocas inmemoriales
la frase “en paz descanse” se utiliza para poner en las lápidas de los fallecidos en distintos
países. Y dejarlos descansar es una opción acertada. Escoja un día para ir a ver la tumba del
ser querido, que puede ser el Día de las Madres o de los Padres, el día de su nacimiento o
cuando desee. No así el día que falleció, por ser un momento doloroso que no debe ser
actualizado.

      Por último, una recomendación útil es hacerle caso al cuerpo en todo momento, pues la
evolución normal del duelo le irá diciendo lo que usted podrá ir haciendo. Si el cuerpo le pide no
ingerir alimentos, no los ingiera. Ya llegará el momento de comer como habitualmente. Si el
cuerpo le pide llorar, llore. Ya llegará el momento de volver a sonreír.

PARA QUIENES GUSTAN DE AYUDAR A OTRAS PERSONAS EN


SITUACIONES DIFÍCILES
      Hay una buena cantidad de seres humanos que les gusta ayudar a otros. Ese sentimiento
solidario es muy agradecido por quienes lo reciben. Claro está, no todas las personas poseen
la misma preparación técnica y científica para que esa ayuda sea efectiva de forma inmediata y
lo más importante, a mediano y a largo plazo cuando se pueda dotar al sujeto de las
herramientas necesarias que le permitan enfrentar con éxito problemas similares en el futuro.
Por eso me referiré a algunos factores que pudieran contribuir a que quienes tienen esas

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aptitudes logren ofrecer la ayuda de manera más efectiva, sin necesidad de recibir una
enseñanza especializada.

      En los diversos tipos de psicoterapia, existen actividades que debe realizar un terapeuta,
independientemente de la escuela que propugne, una de ellas es la escucha, esa capacidad de
permitir a otra persona expresar sus pensamientos con libertad, sin interrupción alguna. En la
actualidad, hay todo un cuerpo de conocimientos teóricos relacionados con la llamada Listening
Therapy o Terapia de Escucha, donde lo fundamental es saber escuchar y considerar que el
ser humano tiene una sola boca, mientras posee dos orejas, lo cual significa que la naturaleza
le otorgó un privilegio al sentido del oído. Aunque esta aseveración pudiera ser discutible, es un
recurso que muchos emplean para recalcar la importancia de la escucha.

      El que brinda ayuda debe fomentar el rapport, esto es, propiciar una relación armónica,
empática, ponerse en el lugar del otro, ser capaz de experimentar lo que está experimentando
la otra persona, pero manteniendo una prudencial distancia que permita ser más objetivo. En
otras palabras, si usted desea ayudar a una persona, debe evitar involucrarse demasiado en el
problema, pues entonces pasará a ser parte del mismo. Entrar en la situación conflictiva y
saber salir, pues “desde fuera se ve mejor”, es la clave.

      La actitud de apoyo es otra condición indispensable, la cual se logra, además de lo


anteriormente explicado, con la aceptación del sujeto en su individualidad, con la solidaridad
manifestada con nuestra presencia, que contribuya a mitigar su soledad, con la orientación
oportuna (visitar un facultativo, no tomar una decisión importante con ese estado anímico,
tomar vacaciones, aceptar un certificado médico, leer determinado libro, etc.).
También es fundamental la realización de preguntas, pero no cualquiera de ellas, sino aquellas
que le permitan al sujeto expresar sus emociones y sentimientos y a nosotros conocer cómo
piensa, cuán pesimista, poco realista, agresivo, autodestructivo, es su pensamiento. Las
preguntas bien realizadas recaban una información muy valiosa, mediante la cual logramos
acercarnos a un conocimiento más fidedigno de la problemática del individuo, cuándo se inició
ésta, de qué manera, cómo él se sintió, cómo la intentó resolver, etc.

      Otras actitudes que pueden ayudar a una persona en situación difícil, es el reforzamiento, o
sea, la aprobación de una conducta o pensamiento positivo, mediante la felicitación, un apretón
de manos, unas palabras de elogio. Asimismo, se deben castigar aquellas conductas o
pensamientos negativos con desaprobación: un llamado de atención, expresar desacuerdo con
esas actitudes, en otras palabras, corregir toda manifestación negativa. Esa es una manera
valiosa de ayudar a otros.

      Se puede asistir a un sujeto sobre quien han existido determinadas presiones emocionales
que le hacen suponer que todo el mundo reaccionará de igual forma con él, al usted hacerlo de
una manera diferente, eso lo ayudará a corregir su experiencia emocional pasada: no todos
reaccionan como él piensa. Y el bienestar encontrado al interactuar con otro ser humano que
no le reprueba, critica, rechaza, hostiliza, por sí solo, es terapéutico. A este auxilio se conoce
como “experiencia emocional correctiva”, término utilizado por las terapias psicoanalíticas no
ortodoxas, para designar la neutralidad afectiva del terapeuta.

      Con estos elementos, seguro usted, que tiene esa capacidad para ayudar a otros muy
desarrollada, estará en mejores condiciones de brindarla.

134
Cómo prevenir el suicidio 1

CRITERIOS EQUIVOCADOS Y CIENTÍFICOS CON RESPECTO AL SUICIDIO


     Existen diversos criterios erróneos con respecto al suicidio, a los suicidas y a los que
intentan el suicidio, que deben ser eliminados si se desea colaborar con este tipo de personas.
Pasemos a enunciar algunos de ellos, no todos, desde luego, y expondremos los criterios
científicos que desde este momento deben primar en usted para poder hacer efectiva su ayuda
en la prevención del suicidio.

Criterio equivocado: El que se quiere matar no lo dice.


Criterio científico: De cada diez personas que se suicidan, nueve de ellas dijeron claramente
sus propósitos y la otra dejó entrever sus intenciones de acabar con su vida.

Criterio equivocado: El que lo dice no lo hace.


Criterio científico: Todo el que se suicida expresó con palabras, amenazas, gestos o cambios
de conducta lo que ocurriría.

Criterio equivocado: Los que intentan el suicidio no desean morir, sólo hacen el alarde.
Criterio científico: Aunque no todos los que intentan el suicidio desean morir, es un error
tildarlos de alardosos, pues son personas a las cuales les han fracasado sus mecanismos útiles
de adaptación y no encuentran alternativas, excepto el intentar contra su vida.

Criterio equivocado: Si de verdad se hubiera querido matar, se hubiera tirado delante de un


tren.
Criterio científico: Todo suicida se encuentra en una situación ambivalente, es decir, con
deseos de morir y de vivir. El método elegido para el suicidio no refleja los deseos de morir de
quien lo utiliza, y proporcionarle otro de mayor letalidad es calificado como un delito de auxilio
al suicida (ayudarlo a que lo cometa), penalizado en el Código Penal vigente.

Criterio equivocado: El sujeto que se repone de una crisis suicida no corre peligro alguno de
recaer.
Criterio científico: Casi la mitad de los que atravesaron por una crisis suicida y consumaron el
suicidio, lo llevaron a cabo durante los tres primeros meses tras la crisis emocional, cuando
todos creían que el peligro había pasado. Ocurre que cuando la persona mejora, sus
movimientos se hacen más ágiles, está en condiciones de llevar a vías de hecho las ideas
suicidas que aún persisten, y antes, debido a la inactividad e incapacidad de movimientos
ágiles, no podía hacerlo.

Criterio equivocado: Todo el que intenta el suicidio estará en ese peligro toda la vida.
Criterio científico: Entre el 1 % y el 2 % de los que intentan el suicidio lo logran durante el
primer año después del intento y entre el 10 al 20 % lo consumarán en el resto de sus vidas.
Una crisis suicida dura horas, días, raramente semanas, por lo que es importante reconocerla
para su prevención.

Criterio equivocado: Todo el que se suicida está deprimido.


Criterio científico: Aunque toda persona deprimida tiene posibilidades de realizar un intento
de suicidio o un suicidio, no todos los que lo hacen presentan este desajuste. Pueden padecer
esquizofrenias, alcoholismo, trastornos del carácter, etc.

Criterio equivocado: Todo el que se suicida es un enfermo mental.


Criterio científico: Los enfermos mentales se suicidan con mayor frecuencia que la población
en general, pero no necesariamente hay que padecer un trastorno mental para hacerlo. Pero
no caben dudas de que todo suicida es una persona que sufre.

Criterio equivocado: El suicidio se hereda.


Criterio científico: No está demostrado que el suicidio se herede, aunque se puedan encontrar
varios miembros de una misma familia que hayan terminado sus vidas por suicidio. En estos

135
casos lo heredado es la predisposición a padecer determinada enfermedad mental en la cual el
suicidio es un síntoma principal, como por ejemplo, los trastornos afectivos y las esquizofrenias.

Criterio equivocado: El suicidio no puede ser prevenido pues ocurre por impulso.
Criterio científico: Toda persona antes de cometer un suicidio evidencia una serie de
síntomas que han sido definidos como síndrome presuicidal, consistente en constricción de los
sentimientos y el intelecto, inhibición de la agresividad, la cual ya no es dirigida hacia otras
personas reservándola para sí, y la existencia de fantasías suicidas, todo lo que puede ser
detectado a su debido tiempo y evitar se lleven a cabo sus propósitos.

Criterio equivocado: Al hablar sobre el suicidio con una persona en este riesgo se le puede
incitar a que lo realice.
Criterio científico: Está demostrado que hablar sobre el suicidio con una persona en tal riesgo
en vez de incitar, provocar o introducir en su cabeza esa idea, reduce el peligro de cometerlo y
puede ser la única posibilidad que ofrezca el sujeto para el análisis de sus propósitos
autodestructivos.

Criterio equivocado: El acercarse a una persona en crisis suicida sin la debida preparación
para ello, sólo mediante el sentido común, es perjudicial y se pierde el tiempo para su abordaje
adecuado.
Criterio científico: Si el sentido común nos hace asumir una postura de paciente y atenta
escucha, con reales deseos de ayudar al sujeto en crisis a encontrar otras soluciones que no
sean el suicidio, se habrá iniciado la prevención.

Criterio equivocado: Sólo los psiquiatras pueden prevenir el suicidio.


Criterio científico: Es cierto que los psiquiatras son profesionales experimentados en la
detección del riesgo de suicidio y su manejo, pero no son los únicos que pueden prevenirlo.
Cualquiera interesado en auxiliar a este tipo de personas puede ser un valioso colaborador en
su prevención.

Criterio equivocado: El tema del suicidio debe ser tratado con cautela por los problemas
sociopolíticos que ocasiona.
Criterio científico: El tema del suicidio debe ser tratado de igual forma que otras causas de
muerte, evitar las noticias sensacionalistas y aquellos manejos que provoquen la imitación de
esa conducta. Por otra parte, el suicidio como causa de muerte, se observa en países de
regímenes socioeconómicos diferentes, desde los muy desarrollados hasta los que apenas
tienen recursos, pues responde a factores diversos, como son los biológicos, psicológicos,
sociales, psiquiátricos, existenciales, etc.

CÓMO SE INTERROGA SOBRE SUS IDEAS SUICIDAS A QUIEN LAS TENGA


     La idea suicida abarca una serie de pensamientos que expresan los deseos de alguien de
terminar con su vida; puede adquirir las siguientes formas de presentación:
A. Idea suicida sin planeamiento de la acción: Es aquella idea en la cual el individuo
expresa deseos de matarse aunque no sabe cómo hacerlo. Es frecuente que al preguntarle
cómo ha pensado quitarse la vida, responda: “No sé”.

B. Idea suicida con un método inespecífico o indeterminado: Es aquella en la que el sujeto


expresa deseos de matarse y maneja varios métodos sin decidirse aún por uno específico. Es
común cuando se le pregunta de qué forma ha pensado quitarse la vida, responda lo siguiente:
“De cualquier forma, ahorcándome, quemándome, tirándome delante del tren”.

C. Idea suicida con un método específico pero no planificado: Es aquella idea en la que el
individuo desea morir, ha elegido un método específico, pero aún no ha considerado cuándo
hacerlo, en qué lugar y qué precauciones ha de tomar para llevar a cabo el suicidio.

D. Plan suicida: Es aquella idea que, además de expresar sus deseos de autoeliminación,
contiene el método específico, el lugar determinado y las precauciones que ha de tomar para

136
lograr no ser descubierto y alcanzar el propósito anhelado de morir. Es muy grave cuando se
presenta.

      Contrariamente a lo que se piensa, interrogar sobre la existencia de las ideas suicidas no
incrementa el riesgo de desencadenar este tipo de acto y puede ser la única oportunidad, tal
vez la última, de iniciar las acciones preventivas.

      Varias son las maneras de abordar el tema de la ideación suicida cuando el sujeto no las
manifiesta de forma voluntaria:

Primera variante. Se le puede decir lo siguiente a la persona que se supone en peligro:


“Evidentemente usted no se siente bien, me he dado cuenta de eso, y desearía saber de qué
forma ha pensado resolver su situación actual”. En esta variante se realiza una pregunta
abierta para que el sujeto pueda expresar sus pensamientos y así poder descubrir sus
propósitos suicidas.

Segunda variante. Se puede escoger un síntoma de los que más moleste al individuo y
apoyándose en él, indagar sobre la presencia de ideas suicidas, como por ejemplo: “Usted me
dice que apenas duerme y yo sé que cuando eso ocurre le vienen a uno a la cabeza muchos
pensamientos. ¿Podría decirme en qué piensa usted cuando está insomne?”

Tercera variante. Se puede abordar al sujeto de la siguiente manera: “Durante todo este
tiempo que se ha sentido tan mal, ¿ha tenido pensamientos malos?”. En esta modalidad la idea
suicida se hace sinónimo de pensamientos malos, aunque también se le puede calificar de
ideas desagradables, barrenillos, pensamientos raros, etc. Si la respuesta es afirmativa, se
debe preguntar cuáles son esos malos pensamientos, pues pueden ser temores infundados,
miedo a enfermedades, a que le den una mala noticia, etc.

Cuarta variante. Se inicia el interrogatorio interesándose el entrevistador por la conducta


suicida en la familia del sujeto, para en otro momento preguntar sobre el mismo tema, pero en
el propio individuo. Sería como sigue: “Deseo saber si en su familia alguien se ha suicidado o
ha intentado el suicidio. (Esperar respuesta.) ¿Usted lo ha intentado alguna vez? ¿Ahora lo
está pensando hacer?”

Quinta variante. Se le puede preguntar directamente si ha pensado matarse, lo que haría


como se ejemplifica: “¿Ha pensado en matarse por todo lo que le ocurre?; ¿ha pensado
suicidarse?; ¿ha pensado acabar con su vida?”.
Sexta variante. En ésta es fundamental que el entrevistador conozca algún caso de suicidio
entre los familiares, amigos o vecinos del individuo en riesgo, para abordarlo con lo que sigue:
“¿Estás pensando solucionar tu problema de la misma manera que lo hizo Fulano, quitándose
la vida?”.

      Una vez determinado si la persona tiene una idea suicida, es aconsejable continuar
profundizando, con esta secuencia:

1. ¿Cómo ha pensado suicidarse?


2. ¿Cuándo ha pensado suicidarse?
3. ¿Dónde ha pensado suicidarse?
4. ¿Por qué ha pensado suicidarse?
5. ¿Para qué ha pensado suicidarse?

OTRAS MANIFESTACIONES NO VERBALES DEL SUJETO CON IDEAS SUICIDAS


     Cuando el individuo no “verbaliza” sus ideas suicidas, se puede llegar a sospecharlas
mediante determinadas manifestaciones: algunos tienden a restar importancia a las ideas
suicidas, minimizarlas, sobre todo con una sonrisa y expresiones como: “No te preocupes por
mí”, “No va a pasar nada”. El cese de la angustia, una sensación de paz y tranquilidad internas,
un período de calma después de una fase de agitación, son signos de grave peligro suicida,

137
pues se ha resuelto el conflicto entre los deseos de vivir y los deseos de morir a favor de estos
últimos (la calma antes de la tormenta).

     Otras veces el sujeto se iguala, se identifica de manera velada o explícita con un conocido
suicida con expresiones como: “Yo no pienso hacer lo mismo que hizo mi primo que se suicidó”
(y usted no ha mencionado el tema durante la conversación). O también comparar su situación
con la similar de una persona que se suicidó: “Fulano se mató cuando supo que tenía cáncer”
(y a él se le está investigando para diagnosticarle un cáncer).

      Apuntan hacia la presencia de una idea suicida las conductas asumidas cuando se le
pregunta si ha pensado en quitarse la vida, entre las que se destacan el llanto sin pronunciar
palabra alguna, bajar la cabeza y mirar el piso, hacer silencio repentino, motivado por la propia
pregunta; fruncir el ceño, mostrarse intranquilo o angustiado, etc.

      Hablan a favor de la existencia de un plan suicida, la tenencia escondida del futuro método
para lograrlo (acumular tabletas, llevar consigo el tóxico, la soga), dirigirse hacia el lugar
elegido para realizar el acto suicida y que usualmente no es visitado por el sujeto, ingerir
bebidas alcohólicas en cantidades y con una frecuencia inusuales que llaman la atención de
quienes lo conocen, mediante lo cual el individuo trata de lograr “el valor” necesario para llevar
a cabo sus intenciones.

      En no pocos casos las manifestaciones de angustia, miedo, intranquilidad, zozobra, son la
expresión de una idea suicida que tiene la característica de ser recurrente, conminatoria,
intrusiva en el campo de la conciencia del sujeto, sin que él se lo proponga y que es vivenciada
como ajena, impuesta desde el exterior, aunque la reconoce como propia. Esta idea reviste
grave peligro, pues personas impresionables y sugestionables, mediante un proceso de
autohipnosis pueden llevar el suicidio a vías de hecho.

      Por último, se debe prestar especial atención a aquellas personas que experimentan
cambios ostensibles en su comportamiento habitual que limitan sustancialmente su
adaptabilidad social (ingestión de alcohol o drogas, deserción laboral, divorcio, disidencia del
grupo de pertenencia, etc.), aunque algunos autores excluyan estos cambios por considerar
que se sustentan en motivaciones diferentes.

LA PERSONA CON RIESGO SUICIDA Y SU MANEJO


     A continuación expondré varias maneras de manejar a una persona con la posibilidad de
realizar un acto suicida y alerto al lector de que cualquier método, siempre que sea auténtico,
armonice con las características de la personalidad de quien lo emplea, sea utilizado por quien
crea en su efectividad y persiga como objetivo impedir la consumación de dicho acto, puede
lograr buenos resultados en la prevención del suicidio.

I. Frente a todo paciente con riesgo de suicidio lo primero que se evalúa es si el sujeto
puede responsabilizarse con su vida o no está en condiciones para ello. Esto implica
considerar quién ha sido esta persona, quién es ahora, comparándola con los datos recabados
previamente, para hacer patente las diferencias, si existieran, y que pueden precipitar un acto
suicida. Aquí queda incluida también, la búsqueda de la parte sana e inteligente del paciente,
con la que debemos trabajar para disminuir las probabilidades de llevar a vías de hecho los
propósitos autolesivos. Paralelamente, se debe explorar qué otros recursos en la familia y en el
medio están disponibles para evitar el intento o el suicidio de la persona.

      Al igual que se evalúa la parte sana, debe evaluarse la parte enferma del individuo, es
decir, su grado de perturbación mental: si está privado o no de sus facultades mentales y si es
capaz de participar de manera constructiva o no en su autoayuda. Y también si esta persona
tiene reales motivos para seguir viviendo, por lo que se hace necesario averiguar si está
casado, si tiene hijos, si trabaja y se siente satisfecho con lo que hace, si tiene amigos o
pertenece a alguna organización política, religiosa, fraternal, etc., su estado de salud física y
sensación de bienestar, entre otras cuestiones.

138
      Luego de este análisis entre quién era este sujeto y quién es ahora, en este momento de
riesgo, se pueden dividir las personas potencialmente suicidas en tres categorías:

* Primera categoría: Personas imposibilitadas de hacerse responsables de sus vidas. En esta


categoría se incluyen a los que tienen muy pocos motivos para seguir viviendo, como los
ancianos solos y sin familia que se ocupe de ellos y tengan otros factores de riesgo suicida
sobreañadidos, como enfermedad dolorosa, incapacitante, que requiera varias intervenciones
quirúrgicas, mala situación económica, tristeza, llanto, ideas suicidas, amenazas de quitarse la
vida, ingestión frecuente de alcohol, insomnio marcado, demencia incipiente, etcétera. Los
individuos portadores de enfermedades psiquiátricas graves como las esquizofrenias, los
trastornos del humor, la depresión y el alcoholismo complicado; los dementes y los retrasados
mentales moderados a severos, así como aquellos enfermos físicos portadores de cáncer o
SIDA, y los que padezcan de dolor crónico intenso.
Por último, los niños deben quedar entre las personas que no son responsables de sus vidas,
pues, realmente, no lo son.

* Segunda categoría: Personas con responsabilidad parcial sobre sus vidas. En esta categoría
quedan incluidos quienes padezcan las enfermedades del acápite anterior en determinado
momento de su evolución, cuando es posible mantener contacto con el facultativo, son
manejables en su medio familiar y sus síntomas actuales no son de gravedad. Se incluyen
también los retrasados mentales ligeros, los alcohólicos no complicados y, desde luego, a los
adolescentes, que aunque no son enfermos al igual que los niños, requieren a diferencia de
éstos, no tutelaje, sino orientación, consejos.

* Tercera categoría: Aquí se incluyen a las personas con plena responsabilidad sobre sus
vidas, como los que presentan trastornos de la personalidad, enfermedades psiquiátricas
menores o no graves, enfermedades físicas con repercusión psicológica pero con conciencia
lúcida, problemas situacionales sin síntomas de graves alteraciones del funcionamiento
psíquico; y, desde luego, los adultos sin trastornos psiquiátricos.

      Con cada una de estas categorías se debe hacer una intervención diferente, según el
siguiente diagrama:
Este manejo se propone en lo fundamental, comprobar si el sujeto puede colaborar con el
cuidado de su propia vida y con quienes le quieren ayudar a que se la cuide. Mientras menos
cooperación haya, se deben extremar las precauciones pues es más probable la realización del
acto suicida, independientemente del grado de responsabilidad que tenga sobre su vida.

II. Esta variante es para enfrentarnos con quien haya realizado un intento de suicidio.
Consiste en tratar de dar respuesta a una serie de preguntas en conversación con el suicida en
potencia. Pasemos a enunciarlas:

1. ¿Quién era esta persona antes de intentar contra su vida?


     De las respuestas a esta pregunta se pueden conocer los factores que elevan el riesgo de
cometer suicidio:
• Padecer enfermedad psiquiátrica previa
• Antecedentes de intentos de suicidio
• Inadaptación social
• Inadaptación laboral
• Inadaptación familiar
• Provenir de una familia psiquiátrica o tener familiares psiquiátricos, locos
• Provenir de una familia de suicidas o sobrevivientes de suicidios.

2. ¿Quién es esta persona ahora?


     La comparación entre las respuestas a la pregunta precedente y a ésta puede dar más
aproximación al riesgo de suicidio, pues mientras mayores sean las diferencias entre lo que
una persona fue y lo que es, éste puede incrementarse. Aquí queda incluido además, el cuadro
clínico actual, es decir, los síntomas presentados y es la idea suicida planificada la más
peligrosa por la cercanía a la ejecución del acto; la inadaptabilidad familiar, laboral y social en

139
el presente, los factores que desencadenaron el intento suicida, entre los que sobresalen los
conflictos de familia y pareja, las enfermedades físicas asociadas, etc.

3. ¿Es alta su letalidad?


     Aquí las respuestas nos deben orientar sobre el método empleado, pues aunque cualquiera
en determinadas circunstancias puede ocasionar la muerte, los llamados métodos duros, como
el ahorcamiento, el fuego, la precipitación de lugares elevados creados por el hombre o
naturales, sección de grandes vasos, sumersión y otros, son más peligrosos. Con respecto a
las circunstancias, debe prestarse especial atención a los que eligen lugares de difícil acceso,
en los que las posibilidades de rescate son mínimas, aunque se han realizado suicidios ante las
cámaras de televisión y millones de televidentes.

4. ¿Qué es lo que dice el paciente?


     Con esta pregunta se trata de verificar a qué se ajusta la ideación suicida: si existe el
propósito de morir o al acto se le atribuye otro significado como el deseo de mostrarle a otros
cuan grandes son sus problemas, escapar de una situación intolerable, petición de ayuda, etc.
La presencia de un plan suicida incrementa sustancialmente el peligro de repetirlo con éxito, al
igual que las ideas distorsionadas sobre la realidad, los clásicos “disparates” al decir de los
familiares, que cuando tienen como tema supuestas culpas, autorreproches, miserias,
tragedias, calamidades, enfermedades incurables, etc., comportan elevado riesgo de suicidio.

5. ¿Qué parte sana tiene el sujeto?


     La respuesta a esta pregunta tiene una importancia estratégica pues de ella depende el
manejo definitivo de la crisis suicida del sujeto. Las situaciones diversas que se pueden
presentar transcurren desde personas sin apenas perturbación psíquica hasta las gravemente
perturbadas, desde las que tienen una crítica razonada de lo ocurrido hasta las que consideran
el suicidio como única posibilidad.

6. ¿De qué se puede aferrar este sujeto, además de mí, para seguir viviendo?
     Como se ve, mediante esta pregunta debe conocerse todo aquel que trate con la persona
con riesgo suicida; esto es de gran valor humano, fraternal, solidario, porque, además de
nuestra ayuda, debemos recabar apoyo de hijos, cónyuges, compañeros de trabajo, vecinos,
etc.

7. ¿Qué más puedo hacer por esta persona?


     Su contestación permite hacer una revisión de lo hecho hasta este momento que, en lo
fundamental, ha consistido en la evaluación del riesgo suicida. En lo adelante, se deben
concentrar los esfuerzos en dirigir a la persona con intento suicida, amenazas suicidas, ideas
suicidas planificadas o no, a recibir atención calificada, que puede ser el médico de la familia,
psicólogos, psiquiatras, unidades de intervención en crisis de los hospitales generales , etc.
Este objetivo de acercar al individuo en crisis suicida a los centros de salud es fundamental, y si
él no va a ellos, se puede pedir una visita en el domicilio al médico de la familia, si es que ya no
la ha realizado como parte de sus deberes.

      Por último, recuerde no dejar solo en ningún momento a la persona en una crisis suicida.
No lo olvide.

8. ¿Lo he hecho todo?


     Como se puede observar, ésta es una pregunta incisiva que complementa la anterior
pretendiendo con ella sean movilizados todos los recursos disponibles, entre ellos, la familia,
amigos, vecinos, comunidad, instituciones, organizaciones y todo cuanto sea necesario para
enfrentar a un sujeto con intenciones suicidas.

III. Otra variante para el manejo de la persona con riesgo suicida.


     Lo primero que se debe hacer cuando una persona nos confía sus ideas suicidas, es
TOMARLO EN SERIO, dándole la importancia requerida a la situación, pues muchos cometen
el grave error de considerar a quienes intentan el suicidio como chantajistas, manipuladores,
que se están haciendo los locos, que eso es un teatro o un alarde. Si piensan así, no podrán
nunca comprender ni ayudar a un presunto suicida.

140
      Un segundo paso en este manejo es tratar de comprender al sujeto, los motivos que tuvo
para intentar contra su vida, y para lograrlo, es importantísimo escuchar con real interés lo que
él dice, detenidamente, con atención, así se facilita la liberación de emociones y sentimientos lo
cual cumple una función catártica, vomitiva, con el consiguiente alivio, aunque sea
momentáneo, pero alivio al fin. Todo lo anterior favorecerá la relación con él y la ayuda que se
desea brindar.

      En tercer lugar debemos tratar de facilitar en el individuo la búsqueda por sí mismo de
soluciones a su problemática actual, de alternativas realistas y posibles, pues en momentos de
crisis éstas están sustancialmente reducidas, y predominan los sentimientos de
autodestrucción.

      No es conveniente erigirse en juez supremo de los actos del sujeto o querer
responsabilizarse con su vida si él está en condiciones de hacerlo por sí mismo.

      Lo cuarto es desterrar del pensamiento la idea falsa de minimizar el motivo por el cual una
persona puede intentar el suicidio con expresiones como: “No lo hará pues lo que le está
pasando no es motivo para quitarse la vida”. Para usted u otro individuo sin riesgo suicida,
puede que ese motivo no desencadene dicho acto, pero para el sujeto en riesgo, un motivo
similar puede precipitarlo.

      Lo quinto que NUNCA DEBE HACERSE es retarlo, sugiriéndole métodos de mayor
letalidad del que haya empleado en caso de ser sobreviviente de un intento de suicidio, como:
“¿Y si tenías tantos deseos de morir por qué no te tiraste delante del tren?, y el sujeto sólo
había ingerido tabletas de un ansiolítico de acción breve; o “Acaba de matarte de una vez que
me tienes aburrido” o “Usted no se mata nada, no esté haciendo papelazos”, estas expresiones
deben ser abolidas de nuestro léxico y criticar a quien las pronuncie porque, evidentemente, no
sabe la hostilidad que este tipo de personas genera en él.

      Pierda el temor de enfrentarse a personas con ideas suicidas, quienes, por lo general, son
capaces de establecer una buena relación con usted, están muy necesitados de ser
escuchados y desean seguir viviendo con solo que ocurran pequeñas modificaciones en sus
vidas.

      Y no olvide nunca que si intuitivamente considera que el sujeto está en crisis suicida y
puede consumar el suicidio, trate por todos los medios de dirigirlo a un centro médico para su
tratamiento especializado.

IV. Al enfrentarnos a una persona potencialmente suicida, es necesario tener en cuenta


nuestras propias opiniones y puntos de vista con respecto a quienes lo intentan, los
cuales pueden oscilar desde el rechazo manifiesto, considerándolos como cobardes, hasta la
plena justificación, catalogándolos de héroes.

      No es prudente asumir, al enfrentarlos, ni una posición ni la otra. Los individuos que atentan
o desean atentar contra su vida, no son ni cobardes ni valientes, pues la cobardía y la valentía
son cualidades del carácter no cuantificables por la capacidad que tengan los seres humanos
de privarse de sus vidas o no. A estas personas les ha fallado su capacidad reactivo-
adaptativa, les han fracasado sus mecanismos útiles de adaptación ante los avatares de la
vida, y como sucede en cualquier caso de crisis, se encuentran desesperados, confusos y con
una mezcla ambivalente de sentimientos.

      Ante esta situación es muy útil servir de “modelo ortopédico” a este tipo de individuos,
dándoles apoyo frecuente, ayudándoles en el análisis de sus problemas y dificultades,
facilitando la participación de ellos en la búsqueda de soluciones en conjunto con otros
familiares, compañeros de estudio o de trabajo, con la finalidad de disminuir hasta donde sea
posible los sentimientos recurrentes de soledad tan frecuentes en las personas suicidas.
Es una buena técnica de ayuda no intentar convencerlos de lo maravilloso que resulta estar
vivo, de lo buena que es la vida y otras conversaciones similares, pues ellos, precisamente, no

141
son capaces de pensar eso y lejos de ayudar, se pueden incrementar sus sentimientos de
ineficiencia, inutilidad, minusvalía, por sentirse incapaces de disfrutar de los beneficios de vivir.
En este sentido, es más útil precisar con detalles lo que dicen sobre sus vidas y porqué
consideran que carecen de sentido y es mejor morir, pues la sola expresión de estas opiniones
pudiera llevarles cierto alivio, además de permitirnos conocer cómo piensan.

      No se debe olvidar ni por un momento que las personas con este riesgo, tienen alternativas
muy limitadas para resolver problemas y la más socorrida es el suicidio, por lo que resulta de
gran importancia conocerlas y evaluar cuan realistas son, y si el peligro es elevado; desde ese
momento no se deben dejar solas.

      Por último, emplee una parte del tiempo junto a ellas en hacerles comprender las otras
opciones no suicidas para resolver los problemas, y que ocasionarían sufrimiento a personas
allegadas si murieran; así como también hay quienes desean ayudarles, sin olvidar mencionar
las fuentes donde recurrir en busca de salud mental, si persisten los deseos de
autoeliminación, en cuyo caso, usted es la persona indicada para acercarlas a ellas.

V. Una variante un tanto complicada de manejar a estas personas con riesgo de suicidio,
es aquella en la cual lo primero es realizar el diagnóstico del significado de quitarse la
vida para quien desea hacerlo o lo haya intentado.

      No todos los que se autoagreden tienen reales deseos de morir. A los efectos resultantes
de autoagresiones sin propósitos de muerte se les denominan daños autoinfligidos y como he
señalado con anterioridad, pueden tener diversos significados, necesarios de precisar para
hacer un manejo más efectivo de estas personas.

      Muchos se infligen daño para evitar con ello el dolor físico, síntoma fundamental
ocasionado por determinada enfermedad. No es menester la evidencia del mismo, sino que
pueden atentar contra la vida a causa de lo por venir, como es el caso de enfermedades
incurables. En esta situación, lo esencial es asegurarle al individuo que existen los
medicamentos fundamentales en cantidad suficiente para hacerle frente a esta contingencia y,
de fracasar, hay otras técnicas para poner fin al dolor, disponibles en instituciones
especializadas.

      Algunos desean con el suicidio agredir a otros seres queridos por lo que se hace
provechoso discutir el tema de la agresividad y cómo hacerla socialmente útil, pues no es malo
ser agresivo, sino hacer un mal uso de ella. Un boxeador que no sea agresivo no es un buen
deportista, pues en todos los deportes de combate la agresividad es fundamental. Y ni siquiera
en estos casos puede ser utilizada a tontas y a locas, sino de manera inteligente que se
traduzca en la victoria. En lo cotidiano hay que hacer lo mismo.

      Otros reaccionan de esta manera ante la pérdida de una relación valiosa, y en estos casos
se les debe recordar otras pérdidas que hayan precedido a la actual, relacionar los estados
anímicos pasados con los presentes y valorar en qué medida esta situación ha vuelto a tener el
mismo significado de las experiencias pasadas. Pero ahora es un adulto y se espera de él
enfrentarlas de forma más madura, más realista, menos dependiente, menos dañina para él y
los que le rodean.

      Muchos de los que intentan contra su vida nos están indicando que en ellos ha hecho su
debut determinada enfermedad mental de importancia, con necesidad de atención
especializada cuanto antes por el peligro de llegar a consumar el suicidio, y se hace
impostergable la orientación hacia una clínica psiquiátrica para su diagnóstico, tratamiento y
seguimiento de su evolución por profesionales competentes.

      Una parte de ellos recurren al suicidio tratando desesperadamente de pedir ayuda por
encontrarse ante un problema, incapaces de resolver por sí solos, pues sobrepasa sus
capacidades de ajuste. En estos casos, lo mejor será retirarlos de la situación si fuera posible
mediante cambio de ambiente, hospitalización, etcétera, enseñarles otras variantes de

142
enfrentamiento y pedir apoyo a cuantas personas tengan que ver con este individuo y la
solución de su contrariedad.

      Por último, hay quienes desean quitarse la vida para salir de una dificultad agobiante como
pudiera ser una relación conflictiva y difícil, una situación socioeconómica precaria,
responsabilidades ineludibles para las que no se está preparado, etc. Una buena alternativa en
estos casos es brindar apoyo emocional al sujeto, calor humano y valorar de qué manera el
estrés puede ser reducido para aliviar sus tensiones.

VI. Una forma de poder ayudar a las personas en peligro de suicidio es conocer cómo se
sienten en esos momentos.

     Es común en ellas sentirse terriblemente solas, sin nadie interesado que las entienda. En
muchas oportunidades, el aislamiento en que se sumergen les facilita estos sentimientos. Con
frecuencia consideran a la vida carente de sentido alguno, suponen que las demás personas se
sentirían mejor si ellas no existieran y es preferible estar muertas. Se sienten pesimistas, creen
que nada les ha salido, les sale ni les saldrá bien en sus vidas, que son una calamidad y sus
dificultades no tienen solución.

      No son pocos los desesperados cuyas fantasías suicidas en sus mentes, cada minuto que
pasa se hacen más firmes y convincentes. Pero unido a ello sienten también muchos deseos
de seguir viviendo si determinados cambios ocurrieran, si se les brindara un poco de ayuda.

      Es conveniente eliminar el criterio equivocado de no poder ayudarlos con el simple sentido
común, pues ellos sólo necesitan que se les escuche y se les asista.

Ante una persona que le confía sus deseos de suicidarse, le sugiero lo siguiente:

• No se alarme al recibir esta información, pero siempre tómela en serio.


• Estimúlela a que le confíe sus problemas y cómo ellos le hacen sentir.
• Hable usted lo menos posible para que predomine siempre la voz de la persona que sufre.
• Toque a la persona, pues el contacto piel con piel facilita la comunicación (ejemplo: ligera
presión manual del antebrazo mientras le invita a que se desahogue).
• No se ponga de ejemplo, ni le hable de usted y sus experiencias personales.
• No le dé las soluciones que fueron buenas para usted, pues puede ser que para ella no sirvan
en lo absoluto.
• Si no se siente seguro en lo que está haciendo, pida ayuda. No es aconsejable el manejo en
solitario de personas con riesgo de suicidio cuando haya inseguridad.
• Acompáñela hasta que el peligro haya pasado, lo cual puede manifestarse al ser capaz de
expresar verbalmente su crítica hacia los pensamientos suicidas cuando mejora su estado de
ánimo, y se muestra más relajada, tranquila, cooperadora e interesada por las actividades
cotidianas.
• Si el riesgo suicida persiste, lleve al sujeto para que reciba atención psiquiátrica
especializada.
• Inténtelo de nuevo cuando cualquier otra persona le confíe sus propósitos suicidas y le saldrá
mejor que la primera vez, como a todos los que nos hemos dedicado a la prevención del
suicidio.

143
Cómo prevenir el suicidio 2

MANEJO DE QUIEN REALIZA UN INTENTO SUICIDA POR VENGANZA O CHANTAJE


     El intento suicida por venganza o chantaje, es el realizado por personas con rasgos
anormales en su carácter, quienes pretenden, mediante este acto, castigar a otros, ponerlos en
evidencia como culpables de su acto suicida y, en el caso de fallecer, hacerlos responsables de
su muerte.

      Las personas que realizan este tipo de intento suicida han asumido con relativa frecuencia
el papel de víctimas en sus relaciones interpersonales o el de manipuladoras de los demás. En
la generalidad de los casos, pretenden castigar a alguien muy estrechamente relacionado con
ellas, como el padre, la madre, cónyuge, novio, novia, etc., por algo que hizo o no esperaba
que hiciera o no lo hizo y ellas querían que se hiciera. Casi siempre, el tiempo transcurrido
entre el problema o motivo supuesto y la tentativa de suicido, es breve: minutos, horas,
raramente días, de manera que la otra persona y con ella los demás, se puedan dar cuenta de
la estrecha relación entre lo ocurrido y el acto suicida. A veces pueden dejar notas de
despedida o mensajes contradictorios como el que sigue: “No culpen a Fulana de lo que hago,
pero desde lo que me hizo no puedo pensar en otra cosa que no sea la muerte” (¡?)

      Este tipo de intento suicida debe ser manejado de la siguiente manera:
1. Es conveniente hacerle saber a esta persona que ningún ser humano es culpable ni puede
hacer que otro se suicide: es el propio sujeto que intenta el suicidio quien elige el método y él
mismo quien lo lleva a la práctica. Cuando un individuo causa la muerte a otro, ya no es un
suicidio, que por definición es matarse a sí mismo, sino un homicidio. En este sentido, se dice
que el suicidio es el homicidio de sí mismo.

2. Debe entender que la responsabilidad del intento suicida es del propio sujeto que lo realiza,
por no tener un adecuado control de su impulsividad y manejar de manera inadecuada su
hostilidad, por no haber aprendido a enfrentar situaciones complejas y elegir mecanismos
anormales de afrontamiento.

3. Se debe hacer el análisis de quién castiga a quién con dicho intento. Sin lugar a dudas, la
persona a quien se pretende castigar seguirá viviendo, aunque con cierto grado de
culpabilidad, mayor cuanto más cercano sea el vínculo afectivo que los unía. Sin embargo, el
castigado con más severidad es quien lo intenta, pues en primera instancia puede perder la
vida o afectar su salud; puede perder la confianza de sus seres queridos quienes empezarán a
tratarlo con miedo, lástima o compasión, pero no como a una persona normal; será el
comentario del vecindario, pues pensarán que no está gozando de una buena salud mental.
Hay que hacer énfasis en que el supuesto castigador, a partir de ese momento, tendrá
dificultades para conocer por qué se continúan las relaciones con él o ella, si es porque aún
existe amor o porque le tienen miedo a sus reacciones, en caso de que se haya tratado de la
pareja, uno de los casos más frecuentes.

      También debe entender cuánto se limitan sus posibilidades futuras de estabilidad afectiva y
de encontrar una pareja normal, pues es difícil mantener vínculos duraderos con quien haya
intentado el suicidio para vengarse de un ser querido.

4. Hay que invitarlo a que modifique su manera anormal de querer, pues es un grave error
creer aquello de “quien bien te quiere te hará llorar”; cuando realmente se quiere no se
chantajea al ser amado ni se hace objeto de venganza alguna o manipulación.

5. Necesita comprender lo imprescindible de modificar la forma de ser y hacer, es decir, el


comportamiento, si es que pretende ser una persona lo más equilibrada posible. Y una de las
características de ésta es que no se autoagrede para culpar a otros de lo que hace contra sí
mismo.

144
6. El sujeto es el único responsable de su vida y también de su muerte, y en esa muerte por
suicidio, el papel principal será desempeñado por su propia manera de ser, por ninguna otra
persona y hay que hacerle comprender esto.

7. Se debe enfatizar con él en la necesidad de establecer diferencias entre el motivo de algún


hecho y su causa. El motivo de un intento suicida por venganza o chantaje puede ser
cualquiera, un disgusto, la ruptura de una relación, una frustración, etc. Pero la causa de esta
conducta anómala es el propio sujeto, con su forma anormal de manejar situaciones.

8. Por último, es preciso invitarlo a que haga utilización de la parte buena, adulta y responsable
de su personalidad, que seguramente impedirá la realización de actos de este tipo, muestra
evidente, sin lugar a dudas, de rasgos inmaduros del carácter.

MANEJO DE QUIEN REALIZA UN INTENTO SUICIDA POR MIEDO


     Este tipo de intento de suicidio lo realizan quienes tratan de evitar una situación muy temida,
de ahí la importancia de definir de qué se trata.

      Hay momentos que generan temores diversos en la generalidad de los seres humanos,
como son las guerras, las epidemias, las hambrunas, las catástrofes naturales. Algunos, sólo lo
generan en determinadas personas, no así en otras, por tratarse de circunstancias que
habitualmente no producen este tipo de emoción. Son las llamadas fobias, temores irracionales
a dificultades, objetos o animales y múltiples cosas en dependencia de su origen.

      Existen otras contrariedades muy temidas, no por la situación en sí misma, sino por las
consecuencias derivadas de ella en ciertos contextos culturales. Pongamos por ejemplo el caso
de una adolescente en un hogar, educada con rígidos principios morales entre los que la
virginidad es la principal divisa de la honra, y perderla significa ser una deshonra para ella y la
familia. Supongamos que esta adolescente, por amor, curiosidad, embullo, o cualquier otra
razón válida para sí en ese momento, tiene relaciones sexuales con su novio, ese temor a
enfrentarse a las consecuencias de su acto, puede llevarla a realizar un intento de suicidio para
evitar la cólera paterna o materna, los regaños de los familiares, las habladurías y los
comentarios, etcétera. En estos casos, los familiares reaccionan con una gama de efectos
entremezclados, que pueden ir desde el enojo, hasta la agresividad física, por sentir que la
adolescente les ha humillado ante todos.

      En circunstancias de este tipo, sugiero realizar el siguiente manejo:


1. Hay que hacerles comprender a los padres lo limitado de su criterio de una hija buena y
honrada, pues una buena hija lo es porque es estudiosa, sociable, bondadosa, sacrificada,
cariñosa, respetuosa, veraz, puntual, y toda una serie de cualidades personales que seguro su
hija tiene y ellos no se han detenido a valorar, pues sólo les interesa si es o no virgen.

2. Por la rigidez antes descrita, que ha desempeñado el papel de muro separador, existen
dificultades en la comunicación padres-hija, e impidió que la adolescente comunicara lo
ocurrido y optara por intentar el suicidio.

3. Ha existido una deficiente educación sexual en la adolescente y en los padres, lo cual


favoreció la relación sexual prematrimonial en esta etapa de la vida.

4. La adolescente debe entender que las situaciones muy temidas lo son para todos los seres
humanos por igual y el resto se puede calificar como muy importante, importante y poco
importante, y ayudarla a clasificar la suya según este nuevo criterio, que excluye el miedo.

5. Los familiares y el adolescente deben saber que debe darse a cada problema su justo valor.
Ni sobrevalorarlo ni subvalorarlo, y es aconsejable ponerlo en conocimiento de otros no
inmersos en él y que pueden tener una visión más realista del mismo. Para ello se puede
utilizar el médico de la familia, el psicólogo, el psiquiatra, el sacerdote o pastor, un buen amigo,
etc.

145
6. Debe llegarles el mensaje de que en momentos importantes como el referido, es cuando se
demuestra ser padre o madre para su hija, pues es preferible tener una hija que no sea virgen
que tener una hija muerta o sobreviviente de una tentativa de suicidio.

7. La adolescente debe entender que en momentos importantes se demuestra a los padres que
se es hija al confiar en ellos. Al principio no reaccionarán como se espera, pero si sigue su vida
como siempre, cumple con sus obligaciones, les da un tiempo para la reflexión, todo volverá a
la normalidad.

8. La familia debe analizar que los problemas surgidos en su seno, no necesariamente son
para crear el caos, la desorganización. Muchas veces las crisis en la familia contribuyen al
crecimiento individual de sus integrantes desde el punto de vista emocional y ello se traduce en
lazos más sólidos y realistas. En esta nueva dimensión se instará a que funcione la familia que
se pretende ayudar.

      Por último, existen múltiples situaciones generadoras de actos suicidas, pero todas tendrán
como denominador común la intolerancia, el miedo unilateral motivado por factores culturales,
que a pesar nuestro y suyo, aún persisten.

MANEJO DE QUIEN REALIZA UN INTENTO SUICIDA POR DESESPERACIÓN


     El intento suicida por desesperación ocurre en el curso de circunstancias con gran
repercusión emocional en individuos con poca tolerancia a las frustraciones; más
frecuentemente después de desengaños amorosos, aunque no es privativo de ellos ni tampoco
son las únicas en que se puede presentar.

      Para el manejo de este tipo de intento de suicido primero se hacen las siguientes preguntas
al sujeto en cuestión:
• ¿Siempre todo nos tiene que salir bien en la vida?
• ¿Las cosas siempre tienen que salirnos como las pensamos y deseamos?
• ¿Los seres humanos estamos vacunados contra los fracasos, las decepciones, los
desengaños?
• ¿Los desengaños, las frustraciones y cuantos problemas nos ocurren, son para que nos
suicidemos o para que los enfrentemos, suframos y les demos solución, si la tienen y
continuemos viviendo con esa experiencia ganada?

      Acto seguido sería de mucha utilidad reflexionar con el individuo:


1. No todo en la vida tiene que salir bien y eso no constituye una tragedia. Él es quien la hace,
porque no le salió de la forma deseada y porque aún no ha aprendido a enfrentar situaciones
adversas.
Una persona que desee ser equilibrada tiene que ser capaz de reconocer sus equívocos, de
desprenderse de posesiones valiosas o renunciar a algo cuando las circunstancias lo
requieran.

2. Él no es el único que ha sufrido los fracasos amorosos, las frustraciones, los desengaños, la
pérdida de seres queridos, en fin, los diversos problemas que ocurren, porque forman parte,
precisamente, de eso que se llama VIDA y hay que VIVIR, aunque sean dolorosos y muy
frecuentes.

3. Ningún ser humano está inmunizado contra el fracaso. Existen vacunas para múltiples
enfermedades infecciosas y nuestro país está en una posición de avanzada en este campo de
la medicina, pero no existe ni será creada una vacuna antidisgusto, antifracaso, antiproblema.
Nunca se diga “Yo no me puedo disgustar”, “Yo no me puedo molestar”, cuando para ser justos
debiera decirse “Yo no he aprendido a disgustarme”, “Yo no he aprendido a molestarme”. En
efecto, hay quienes desde épocas tempranas de sus vidas siempre fueron complacidos en
todos sus caprichos por parte de sus seres queridos y siendo adultos, creen firmemente que el
resto de las personas que no son sus familiares, están obligadas a complacerlos como lo
hacían ellos. Y eso la mayoría de las veces no ocurrirá, y ocasionará en el sujeto la
confrontación inesperada y el consiguiente malestar.

146
      Para lograr ser equilibrado debe evitar molestarse innecesariamente, evitar los disgustos
porque los tiene en cuenta y los previene; pero no rehuirlos tampoco si se presentan, pues en
el transcurso de la vida debe aprender a enfrentarlos.

4. Los fracasos, los desengaños amorosos, hacen que las personas se sientan anímicamente
mal, frustradas, desilusionadas, pesimistas, irritables o cualquier otro tipo de estado psíquico no
usual, pero tampoco anormal, pues es la respuesta lógica a un acontecimiento doloroso y
desagradable que les ha ocurrido.

      Si se desea ser equilibrado, sufrirá su malestar pero continuará haciendo, quizás con
menos eficacia y creatividad, lo que realizaba antes del sufrimiento: trabajar, criar los hijos,
estudiar, etc. Puede pedir consejos a su médico de familia, psicólogo, psiquiatra, sacerdote o
pastor o simplemente a una persona en quien confíe. Todo eso es normal.

      Ahora, si desea complicar su propia vida, hará justo lo contrario: al no soportar estar
sufriendo, comenzará a dejar de hacer las cosas que le pueden ayudar a disminuir dicho
sufrimiento. Comenzará entonces a desatender el trabajo, los hijos, la familia, encerrándose en
sí mismo. No buscará ayuda médica y si la busca no cumplirá cabalmente las indicaciones
terapéuticas, tampoco confiará sus problemas a otros que pudieran socorrerle, y es en esos
momentos de soledad más aparente que real cuando ocurren estos actos suicidas.

5. Es fundamental que sufra su dolor y trate de seguir funcionando lo más normal posible,
aprendiendo de todo lo ocurrido y tratando de preguntarse cuál ha sido su participación para
evitar incurrir en errores similares en el futuro.

      Si desea ser equilibrado, debe ser capaz de darse cuenta cuándo ha dejado de significar
para alguien lo que significaba antes. Eso siempre es triste y doloroso, pero no es el fin del
mundo. Seguimos siendo lo que somos pero sin esa criatura.

      Una persona que desee complicarse la vida pensará que todo lo hizo bien, a la perfección,
que el otro es el culpable, que con ella jugaron, fue engañada, manipulada, utilizada y sin ese
otro ser y el conflicto al que limita su mundo, se le acabará todo. Los hijos, la familia, los
estudios, el trabajo, las amistades, no forman, para ella, parte de su mundo y debe recordársele
que sí lo son.

6. Hay que ayudarla a encontrar otras alternativas que no sea el suicidio a la hora de
enfrentarse a situaciones dolorosas, pues es una solución definitiva a malestares que son
temporales.

MANEJO DE LA FAMILIA DE UN SUICIDA


     A partir de determinada edad, que oscila entre los siete y los diez años aproximadamente,
todos los seres humanos normales saben que tienen que morir. Sin embargo, a pesar de eso,
la muerte siempre afecta, en mayor o menor medida, a los que continúan viviendo, y por ello
cobra mayor importancia la forma en que se muere, y sobre todo si esa muerte es por suicidio,
violenta e inesperada en la mayoría de las veces. Al respecto, se ha señalado “la persona que
se suicida pone su esqueleto psicológico en el armario emocional de los sobrevivientes que
tienen que tratar con sentimientos negativos, pensamientos sobre su posible participación en el
suicidio o lo que dejaron de hacer para evitarlo”.

      La causa de muerte que genera mayor culpabilidad, hostilidad y estigmatización es el


suicidio. Por tanto, al enfrentar a la familia del suicida, lo primero es:

• Tener en cuenta el grado de shock y qué recursos inmediatos están a la disposición de la


familia para su apoyo emocional.
• Detectar los sentimientos de culpa y responsabilidad por lo ocurrido.
• Detectar posibles pensamientos suicidas, amenazas y otras conductas afines entre los
familiares del occiso.
• Ayudar a la familia a reconocer que el suicidio estuvo relacionado con la posible enfermedad

147
del individuo y no con una falla de ellos, pues está comprobado que los familiares de los
suicidas están en peligro de tener un comportamiento similar por diversos mecanismos, entre
los que la imitación desempeña su papel.

      Es conveniente considerar que la clásica reacción de duelo, en el caso de los familiares del
suicida, es catastrófica por sus manifestaciones.

      En la fase primera de shock, la marcada tristeza es evidente entre los familiares que tenían
una relación más estrecha con el suicida, y coexiste con síntomas físicos, como salto de
estómago, dolores precordiales, hipersensibilidad a los ruidos, sentimientos de irrealidad, falta
de aire, pérdida de energía, trastornos del apetito y del sueño. A la fase de shock le continúa
una fase de rabia, la cual puede dirigirse en contra de todos, de los médicos que atendieron al
individuo, el propio sujeto, el suicida, Dios, etcétera. A esta fase le sigue la de culpabilidad, en
la cual es notoria la angustia por no haber previsto el desenlace, los anhelos no satisfechos del
suicida, las diferencias no resueltas en las relaciones con el difunto, posibles motivos que
contribuyeron al desenlace fatal, pensamientos repetitivos y recuerdos del fallecido.

      Por último, la fase de reorganización permite a los sobrevivientes reorientar sus energías
psíquicas a nuevas motivaciones si el duelo es resuelto de forma satisfactoria.

      Algunos afirman reconocer las fases del duelo y no actuar de manera inmediata. En mi
experiencia, sustentada en una efectiva relación médico-paciente-familia, comienzo las
acciones de salud en el propio funeral, limitándome en esos momentos a permitir las
manifestaciones de dolor y pena e, incluso, estimularlas en aquellos familiares que tratan de
mantener un control excesivo sobre sus emociones, velando siempre por llevar la voz de la
razón donde predomina la voz de los afectos. En este momento se le brinda el mayor apoyo
emocional a quienes estaban afectivamente más vinculados al suicida.

      En los días que siguen se trabajará con la familia en establecer diferencias entre las
muertes esperadas y las no esperadas como el suicidio, con la finalidad de que comprendan
cuán devastador resulta este tipo de muerte para los sobrevivientes, y se trata de evitar que los
mismos hagan pasar a los demás por la experiencia traumática que ellos están viviendo.

      Otro aspecto importante es establecer lo que he denominado “priorizar” el duelo, es decir,
establecer una jerarquía de dolientes, y precaver la usurpación del dolor por otros familiares
que no son los más afectados, pero por determinadas características de personalidad, se
comportan como si fueran los que más sufren. Este procedimiento no se debe aplicar si no se
tiene una sólida relación con los familiares y un profundo conocimiento de los vínculos entre
ellos y con el occiso, para lograr de esta manera la solidaridad del resto de la familia y se
brinde apoyo emocional al “doliente priorizado”, sin que los otros sientan minimizados sus
sentimientos, e incrementar sus actitudes altruistas.

      En cuanto a la culpabilidad que con frecuencia sienten los sobrevivientes a un suicida, es
posible manejarla en dependencia del grado de responsabilidad que sobre su vida pudo tener
el fallecido. Así, si el suicidio fue realizado por un sujeto sin responsabilidad alguna sobre su
vida en esos momentos o sólo la tenía parcialmente, le hacemos entender a los familiares que:

• La culpa es una fase habitual por la que todos pasamos cuando muere un ser querido, con
independencia de la causa que la origine; ésta dura cierto tiempo en el cual el individuo se
cuestiona constantemente qué hizo o qué dejó de hacer para que los hechos ocurrieran. Eso es
muy normal.
• Hay enfermedades, como la padecida por esa persona, en las que el suicidio, aunque ocurrió
en ese determinado momento, pudo haber ocurrido mucho antes y si no sucedió así, en eso
mucho tuvo que ver los cuidados y las atenciones brindadas por la familia. El suicidio en esas
enfermedades es como la fiebre en la amigdalitis, siempre está presente y no es fácil de evitar
cuando la persona no tiene poca o ninguna responsabilidad sobre su vida.
• El propio suicida no hubiera deseado padecer la enfermedad que lo llevó al suicidio, ni la
familia, ni el médico, ni el psicólogo, ni el psiquiatra.
Si el suicida tuvo plena responsabilidad sobre su vida, se le hace comprender a la familia lo

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siguiente:
• Las personas, cuando tienen determinada forma de ser, o ciertos rasgos en su carácter, se
convierten en sus propios enemigos más peligrosos.
• Se interroga al familiar: ¿Cómo usted podía evitar esto?, y por lo general responde con
aquellas ideas que reflejan la culpabilidad por lo sucedido, esto es, lo que no hizo o hizo mal.
Se le escucha atentamente y se le pregunta entonces: ¿Durante qué tiempo usted iba a poder
evitar lo ocurrido? Es posible que responda con un plazo, tras lo cual se debe indagar: Y
después, ¿cómo iba a evitar el suicidio si él seguía siendo de esa manera y no tenía interés en
cambiar?

      Si aún no ha comprendido el mensaje que se le quiere dar de no sentir culpabilidad por lo
ocurrido, se razona como sigue: ¿Qué culpa tiene mi madre si ahora, cuando yo termine de
hablar con usted, intento el suicidio? ¿No se da cuenta de que soy un adulto, hago lo que
deseo y nadie lo puede impedir? Para hacerlo, tendría mi madre que encadenarse a mí, dormir
conmigo, bañarse conmigo, salir conmigo, y eso es imposible. Suponiendo que se pudiera
hacer todo eso por un tiempo, la vida no tendría ninguna calidad para ella ni tampoco para mí.
Por otra parte, si deja de estar encadenada a mí yo puedo intentar el suicidio, por lo que tendría
que pasarse toda su vida de esa manera, lo cual es un absurdo.

      En seguida otra interrogación: ¿Quién le cuida a usted y a mí para que no nos suicidemos?
Obviamente, ninguna persona tiene que hacerse responsable de la vida de otra, si no se trata
de un niño, un enfermo mental grave sin capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo, un
demente que ha perdido su total entendimiento o un retrasado mental grave que nunca lo ha
tenido.

      Un último recurso puede ser preguntar al familiar si él le inculcó la idea del suicidio, si le
facilitó los medios para llevarlo a cabo, las cuales seguramente serán respondidas de manera
negativa. Acto seguido se le asegura el conocimiento de todo lo hecho por él para modificar su
manera de ser, cuántos consejos le dio y todo lo sufrido por ese carácter del difunto.

      Más difícil se hace el manejo cuando la culpa se basa en hechos reales, como por ejemplo,
que haya familiares con intento suicida previo al del ser querido. En casos como esos no es
prudente intentar eliminar toda la culpabilidad, pues eso puede ser percibido como un engaño o
que se le trata de consolar sin las razones suficientes para ello. Es conveniente conocer lo
siguiente en relación con este fenómeno:

• El efecto imitativo de la conducta suicida está reconocido. En 1841, Willian Farr sentenció:
“No hay un hecho mejor establecido que el efecto imitativo en la conducta suicida”. En nuestros
días, este efecto está relacionado con el manejo que hacen del tema los medios masivos de
difusión y las noticias sensacionalistas sobre el suicidio. Los antecedentes familiares de esta
conducta siempre se citan como un factor de riesgo y restarle o negar su importancia sabiendo
lo anterior, pondría al descubierto su falta de autenticidad ante la persona en crisis, la cual tiene
una sensibilidad especial para detectar cuando se le brinda una información distorsionada.
• Este tipo de persona del cual estamos hablando, necesita sentirse culpable, pero no
totalmente. Él tolera una parte de la culpabilidad que le pertenece y agradece que se le permita
cargar con ella y continuar viviendo con dignidad.

      Teniendo en cuenta estos dos aspectos mencionados, le haremos la siguiente observación:
“Usted, es cierto, había intentado contra su vida y eso como es lógico lo hace sentir culpable
del suicidio de su familiar y yo considero que ese antecedente pudo haber influido. Pero si se
detiene a reflexionar, él tenía unas características en su forma de ser muy diferentes a las
suyas. ¿De quién las aprendió? No sabemos. De igual manera que no podemos determinar de
quien aprendió esas cosas, tampoco se puede decir que no quererse la vida lo aprendió de
usted, única y exclusivamente.

      Pero, además, usted se da cuenta cuando otra persona está haciendo algo mal hecho y no
lo imita a ciegas por el mero hecho de presenciarlo o de saber que ocurrió. En otras palabras,
si se conoce lo que es bueno, regular y malo, no tiene porqué imitar esto último a menos que lo
desee, porque nadie está obligado fatalmente a imitar lo malo cuando puede tratar de imitar lo

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bueno. ¿Cómo veo las cosas, entonces? Para mí usted hace un tiempo hizo algo que no
estuvo correcto lo cual tal vez influyó de alguna manera en lo sucedido con su ser querido, pero
eso no constituye la causa del suicidio, pues este tipo de conducta se ocasiona debido a la
conjunción de múltiples factores y nunca uno solo de ellos. En este caso en particular, el mayor
peso lo constituyeron sus rasgos anormales de carácter, que no sólo le ocasionaron la muerte
sino que antes lo llevó a tener dificultades en su escuela, el matrimonio, con los amigos, en el
trabajo, etc”.

      Una vez asistido el familiar del suicida con antecedentes de igual tentativa, es útil tomar
determinadas medidas de carácter general que faciliten la elaboración del duelo y, por tanto, su
evolución dentro de límites normales. Estas medidas son:

• Retirar fotos del fallecido de los lugares donde con frecuencia se reúne la familia. Cuando el
duelo se haya resuelto, se puede colocar alguna donde se estime, pues ya no se recordará con
la intensidad afectiva de los primeros días. Mientras, es mejor tener algún lugar para ir
expresamente a eso y no donde se encuentre la imagen con solo pasar.
• No llevar fotos del fallecido consigo (billeteras, monederos, documentos de identificación,
medallas, etc.).
• Retirar sus objetos personales guardándolos en un lugar seguro, pero no visibles a simple
vista.
• Modificar la habitación del fallecido o el lugar donde permanecía.
• No asistir con frecuencia al cementerio.
• Seguir vistiéndose como siempre lo ha hecho. Si hay tradición de llevar luto no tratar de
impedirlo.
• Permitir que los niños continúen viviendo su rutina cotidiana, esto es, jueguen, vean los
programas infantiles en la televisión, etcétera.
• No olvidar que el adolescente tiene su propia manera de experimentar su aflicción por lo
ocurrido y no tiene que manifestarse de su misma forma. Aunque se le vea riendo en
determinados momentos, él sufre tanto como usted, no lo olvide.
• Es conveniente hablar con los menores sobre lo ocurrido, y relacionar siempre el suicidio con
la locura (aunque no sea cierto), pues esta asociación puede disminuir la posibilidad de
imitación, “el loco es el que se suicida y yo no lo estoy, por tanto, yo no me suicido”.

DESVENTAJAS DE LA CONDUCTA SUICIDA PARA QUIEN LO INTENTA Y SU FAMILIA


     Algunas personas piensan que el suicidio tiene la ventaja de impedir el sufrimiento. Eso es
cierto, pero esa supuesta ventaja es en realidad una gran desventaja. ¿Por qué?

1.Porque se pretende dar una solución definitiva en contra de la propia persona a sufrimientos
y situaciones que son temporales. Uno puede sentirse mal durante un mes, tres meses, un año,
cinco años, pero no va a sentirse mal los setenta y cinco años que como promedio se vive en el
país.

2. En ese instante predomina la parte más egoísta y menos inteligente de la persona, pues sólo
piensa en sus sufrimientos, en sus malestares y no en el sufrimiento que le ocasionará a sus
seres queridos.

3. Es incapaz en esos momentos de amar a otros, pues para querer a los demás lo primero es
quererse sanamente uno mismo. ¿Puede un padre o una madre querer a sus hijos si los va a
dejar huérfanos? ¿Puede el esposo querer a su esposa si la va a dejar viuda? Reflexione en
torno a esto.

4. Dice un refrán muy conocido: “De tal palo tal astilla”. Y otro no menos conocido: “Hijo de gato
caza ratón”. “A buen entendedor, pocas palabras”, dice un tercero. Si la persona no desea que
sus seres queridos aprendan a suicidarse, no se lo debe enseñar. Así como se aprenden cosas
buenas, también se pueden aprender cosas malas, y es conocida la influencia en la conducta
suicida de los hijos con antecedente de padres o madres suicidas o sobrevivientes de una
tentativa de suicidio. Esto en los progenitores, coloca automáticamente en peligro a la

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descendencia. Como usted puede observar, quien intenta el suicidio por tener un problema,
tendrá dos: el que tenía y desde ese momento, los familiares en riesgo.

      Además de estas desventajas, hay otras que también son importantes. Pasemos a su
análisis. Cuando alguien intenta contra su vida, empieza a contribuir a la formación de su
imagen de persona trastornada mentalmente entre los vecinos, no expertos en cuestiones de
psiquiatría; los compañeros de estudio o trabajo, que tampoco lo son, y ellos pueden utilizar
diversas expresiones humorísticas para referirse al suicida como son “tiene guayabitos en la
azotea”, “tiene un cable a tierra”, “le falta un tornillo”, “tiene las tuercas flojas”, “está sansi” y
otras no menos ingeniosas, y no lo considero una falta de sensibilidad humana, sino más bien,
una característica cultural propia del cubano.

      Quien intenta contra su vida es poco probable que pueda formar una pareja estable con
una persona normal, pues las normales no tienen afinidad con él, porque no les proporciona
seguridad.

      Si quien intenta contra su vida tiene esposa o novia, ésta puede continuar la relación
porque teme que se realice el acto suicida si la termina; puede continuar porque le tiene lástima
o compasión, pero muy difícilmente por amor, ya que ha sido puesto en peligro de acabar por el
suicidio. A veces no es fácil determinar cuáles son las verdaderas motivaciones para
continuarla.

      Otro inconveniente, a partir de ese momento el suicida deja de ser tratado como lo era
antes, aparece la desconfianza y el miedo. Y le estarán supervisando sus actos, le situarán un
acompañante forzoso para controlar lo que hace, cuándo lo hace, para qué lo hace, dónde lo
va a hacer, en fin, le espiarán cada uno de sus actos pues la familia teme otra tentativa de
autoeliminación.

      Y estas actitudes de desconfianza y temor no son más que la natural reacción de los seres
queridos ante el intento suicida y será la propia persona cuando muestre un comportamiento
diferente, estable y controlado quien les devolverá la confianza perdida. Eso lleva tiempo, a
veces años, con el lógico malestar ocasionado a quien recibe la observación y a quien la hace.

      Esto que ocurre con los familiares también puede suceder con otras personas, como son
los compañeros de estudio o de trabajo, quienes asumirán un comportamiento similar.

      Es importante insistir en que todo suicida que tenga hijos, como ya se anotó, los pone en
riesgo de que hagan lo mismo, de que lo imiten. Y es muy común que los progenitores que han
tenido dicha conducta se defiendan tratando de no asumir su responsabilidad con expresiones
como las siguientes:

• “Ellos están pequeños”. Argumento no convincente, pues lo que los pone en riesgo, no es
el tamaño ni la edad que tengan, sino el ser hijos de la persona en cuestión.
• “Ellos no estaban allí, cuando el intento de suicidio”. Tampoco este argumento convence,
pues aunque no estuvieran allí son hijos de la persona que intentó contra su vida y es eso lo
que constituye el riesgo y no el lugar donde se encontraban.
• “Ellos no lo saben”. Lo sepan o lo desconozcan, los pone en riesgo ser hijos del suicida, no
el conocimiento del hecho.
• “Ellos son adultos y saben lo que hacen”. Argumento poco sólido, pues quien intentó
contra su vida, sea el padre o la madre, siempre será más adulto que su hijo y, sin embargo, lo
hizo. Es prudente recordar que los hijos, aunque sean adultos e incluso ancianos, continúan
siéndolo. Nunca dejan de serlo.
• “No lo van a hacer, se lo aseguro yo”. Otro argumento fútil. Esa persona no quiere saber lo
que no le conviene, pues hay miles de investigaciones científicas serias cuyas conclusiones
son que las probabilidades de realizar un acto suicida se incrementan con creces en la
descendencia. Está demostrado que los hijos de estas personas se suicidan o lo intentan con
más frecuencia que los hijos de quienes no han tenido este tipo de conducta.

151
      Como el amigo lector habrá podido notar, el intento de suicidio y el suicidio sólo tienen
desventajas para el que lo realiza y sus familiares. Por tanto, nunca usted intente contra su
vida, pues se convertirá en el peor enemigo de su familia, en el que más daño le ha de
ocasionar.

Manual de Consejería Cristiana


 Ps. Fernando Alexis Jimenez

El propósito de Dios para el hombre: Una vida plena


El Senor Jesus dijo: "El ladron solamente viene para robar, motor y destruir. Yo vine para que la gente
tenga vida y la tenga en abundancia" (Juan 10:10. Versión: Nuevo Testamento, la Palabra de Dios para
todos).

Pienso que si pudiera apilar el enorme volumen de correspondencia que llega a diario con problemas de
diversa índole, la oficina que ocupo no podria contener tantos documentos. Los corresponsales son
hombres y mujeres sinceros, cuyo principal propósito es vivir a Jesucristo en el día a día pero encuentran
dificultades para aceptar, asimilar y llevar a la práctica su nueva condición de hijos de Dios -nacidos de
nuevo-.

Por supuesto, nada reemplaza el contacto cara a cara, pero curiosamente el que las personas puedan contar
sus dificultades al amparo del relativo anonimato que ofrece un correo electrónico, abre las puertas para
que haya franqueza y confianza al volcar sus sentimientos.

La principal dificultad estriba en que no podemos hacer un seguimiento a cada caso como quisiéramos,
porque muchas veces al intentar restablecer el contacto para conocer como evolucionan las cosas, los correos
simplemente se pierden en ese lugar indeterminado del Internet a donde van a parar los mensajes que nadie
quiere o considera conveniente responder.

Ahora bien, el relativo éxito que arrojo abrir en nuestra Página de Internet www.heraldosdelapalabra.com
una Sección de "Consejería Pastoral" vino acompañado con otro aspecto de suma trascendencia: Decenas de
pastores, obreros y líderes de todos los paises reclamaban sumarse a la tarea de aconsejar. Sin embargo su
interrogante siempre converga en un solo punto: ¿Como hacerlo de una manera sencilla, sujeta a los
principios bíblicos y que ademas, se manifestaran eficazmente mediante un adecuado acompañamiento con
orientaciones oportunas?

Rene Mondejar y yo no podemos desconocer la enorme responsabilidad que nos asiste de atender lo que
consideramos un requerimiento en Latinoamérica y el mundo: la publicación en formato asequible a todos, de
un MANUAL DE CONSEJERÍA PASTORAL.

No pretendemos escribir y difundir un tratado magistral sobre el análisis, atención y aplicación de pautas
que lleven a corregir todos los problemas que aquejan al ser humano; por el contrario, estamos convencidos
de que hay otras disciplinas válidas y de suma importancia como la Sicología y la Psiquiatría, que son las mas
apropiadas en muchos casos. Sin embargo, con este MANUAL aspiramos servir de orientadores para quienes
tienen sobre sus hombros la enorme responsabilidad de orientar a otros.

El propósito divino para nosotros: una vida plena

Cuando Dios dio vida al género humano, lo puso en un Jardín preparado con antelación para que pudiera
disfrutar de todo aquello que había ocupado sus primeros días de creación. Imagine a un padre amoroso que
construye una casa para su hijo, la provee de todo lo necesario y cuando considera que todo esta a punto, le
entrega las llaves. Eso fue lo que hizo el Señor con nosotros!

¿De donde provienen entonces las situaciones traumáticas que afloran en decenas de personas trayendo
amargura a su existencia? Del pecado. Cuando vamos en contraria de los propósitos del Creador para nosotros,
asumimos las consecuencias.

152
Pero hay una buena noticia: el Señor Jesus -mediante su muerte en la cruz- eliminó la brecha que nos
separaba de Dios y ahora podemos disfrutar de la plenitud de vida que tenía planeada desde un comienzo para
usted y para mi. "Por eso el sacrificio del cuerpo de Cristo nos hace sanos porque el hizo lo que Dios quería al
sacrificarse una sola vez y para siempre. Nos ha limpiado y liberado de toda culpa, y ahora nuestro cuerpo
esta lavado con agua pura... "(Hebreos 10:10, 22. Versión: Nuevo Testamento, la Palabra de Dios para
todos)

¿Hay razón para que continuemos en tal condicion de tristeza, amargura y desesperanza no solo en el
presente sino hacia el future porque todavía nos gobiernan los recuerdos y sensacion de culpa de cuanto
hicimos en el pasado? En absoluto. Fuimos lavados y cada día es un nuevo capítulo por escribir.

En cierta ocasión el Señor Jesucristo se encontraba en Nazaret, el pueblo donde había crecido. Conforme a su
costumbre fue a la Sinagoga en el día de reposo. "Le dieron el libro del profeta Isaías, lo abrio y encontró la
parte donde está escnto: El señor ha puesto su Espíritu en mi, porque me escogio para anundar a buenas
notidas a los pobres. Me envió a contarles a tos prisioneros que seran liberados. A contarles a los demás que
verán de nuevo...Luego Jesus enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Los que estaban en la
sinagoga le ponian mucha atención. Entonces Jesús les dijo: —Lo que acabo de leerles se ha cumplido hoy"
(Lucas 4:17-20. Versión: Nuevo Testamento, la Palabra de Dios para todos).

Cuando leemos el texto con detenimiento podemos imaginar la escena, en la que decenas de hombres estaban
atentos al Maestro. Unos enfrentaban dificultades. Tal vez su temperamento, los temores, recuerdos de
errores pasados que no les permitían avanzar. Sin numero de situaciones que venían atropelladamente a su
memoria y les llevaban a coincidir en un punto: todavía eran presa de traumas que les impedían crecer como
personas pero tambien, en la vida espiritual. Es probable que no fueran traumas sino limitaciones que ellos
mismos ponian a su paso y que mantemían sus vidas en estancamiento.

Pero las palabras del Señor Jesus trajeron sanidad a su mente y a su corazón. He aquí el punto: Sanidad Interior!
Ese es el centro de todo el asunto: que las personas a quienes ustedes y yo orientemos, encuentren sosiego y
además, con ayuda de los principios bíblicos, encuentren sanidad para sus heridas...

El MANUAL puede ser enseñado por Lecciones, a grupos de liderazgo. Tambien puede convertirse en la
base fundamental para un retiro espiritual. Es probable que lo incluya en la Escuela para el Servicio Cristiano
de su denominación. O simplemente, sirva como su instrumento de estudio personal. En todos los casos nuestra
oración es que sea útil para su existencia y la de quienes le rodean. Así es que, tome su Bíblia, papel y lápiz
y ... Fernando Alexis Jimenez

Capítuto 1 
Sanados para sanar... Si hay algo complejo en la existencia de todo ser humano,
aprender a llevarse bien con quienes le rodean.
El padre que discute con sus hijos, la esposa que considera imposible mantener un buen entendimiento
con su cónyuge, el compañero de trabajo que explota a la más mínima provocación o el vecino que nos
mira mal sin que le hayamos hecho nada, en su conjunto, constituyen algunos ejemplos de los factores
que inciden negativamente en la meta de mantener unas buenas relaciones interpersonales.

Las fricciones o diferencias de criterio conducen en buena parte de los casos a malentendidos,
desacuerdos, gestos de desaprobación o un ceño fruncido que hiere a las personas, aun sin que nadie se lo
proponga.

Cada quien es un mundo diferente y por esa razón es tan complicado entender a los demás y que nos
entiendan. Aunque nos esforcemos, no podemos mantener a gusto a nuestro semejante.

Sobre esta base, ¿considera que es fácil asumir la tarea de Consejero en la iglesia en la que se congrega?
Es probable que a primera vista piense que si, sin embargo cuando medita en el asunto, comprobará que
se necesita mucho mas que buenas intenciones para desarrollar una buena consejería.

153
Para sonar a otros mediante la orientación con fundamento en lo que plantean las Escrituras, es necesario
que nosotros mismos estemos sanos. De lo contrario nuestro trabajo será ineficaz. El principio esencial
es: "Sanados para sanar". No se trata de un simple juego de palabras sino de una pauta que nos llevará a
cumplir una labor oportuna, exitosa y con resultados sólidos.

Relaciones apropiadas

Quién anhela servir al Señor Jesucristo en el campo de la Consejería Cristiana debe cumplir un proceso
que sienta las bases en tres direcciones ineludibles:

1.- Una buena relación con Dios.

2.- Una buena relación consigo mismo.

3.- Una buena relación con los demás.

Imagine por un instante que el proceso es como un edificio de tres pisos. No se puede llegar a un nivel
superior hasta tanto esté construida la estructura del primer piso, con bases sólidos. Y el tercero no será
edificado hasta tanto este terminado el segundo nivel.

Igual usted y yo, si no tenemos una buena relación, no estaremos en paz con nosotros mismos y, por
supuesto, experimentaremos cheques y confrontaciones con el prójimo.

Un buen comienzo

El mejor comienzo para adelantar exitosamente el proceso de preparación hacia la Consejería


Cristiana, es practicarnos un auto exámen.

La mejor ilustración la arroja quien se mira frente al espejo. A menos que lo haga, no sabrá como se
encuentra. Los demás pueden saberlo, pero el interesado ignora.

Esta idea es la que fundamenta la necesidad de evaluarnos de forma honesta y sin apasionamientos,
reconociendo los errores.

Como si estuviéramos llenando un formulario, es preciso que respondamos a conciencia algunos aspectos
que nos ayudarán a elaborar la radiografía sobre como nos encontramos, espiritual y emocionalmente:

1.- ¿Cuáles son nuestras reacciones ante cualquier estímulo? ¿Nos embarga el temor, la ira, la
incertidumbre?

2.- ¿Qué aspectos de una conversación nos afectan mas? iSentimos que aquel que nos lleva a
reconocer nuestros errores lo hace con el propósito de herirnos?

3.- ¿Qué factores externos o internos producen en nosotros variaciones en los estados de ánimo?

4.- Frente a circunstancias adversas o inesperadas ¿Nos embargan estados de seguridad o de


inseguridad? ¿Podriamos explicar las razones?

Conforme vaya avanzando en el auto análisis, emergerán nuevos interrogates. Revisten particular importancia
porque le permitirán tener una mayor aproximación a cual es su estado como persona. De paso, le permitira
identificar fallas que es necesario corregir -con ayuda del Señor Jesucristo- para desarrollar una tarea eficaz
en materia de Consejería Cristiana. El propósito final es determinar que nos hace sentir mal y trazar pautas que
nos permitan superar esa sensación, frustrante para quienes no saben manejarla.

Este avance paso a paso es lo que podríamos definir como Sanidad Interior que debe experimentar todo
cristiano, tanto el que asiste a la congregación cada semana como aquel que trabajará en labores de Consejero.

154
Ahora, si vamos al terreno de la psicoterapia o la psiquiatría para encontrar fundamento a la importancia de
la Sanidad Interior, no lo hallaremos porque -aunque reconocemos y valoramos estas ramas del conocimiento—
se limitan a trabajar con fundamento en principios de ciencia y no espirituales. Los cristianos por nuestra
parte nos orientamos primero a la parte espiritual, sin desconocer los aportes hechos por la ciencia.

I.- Una buena relación con Dios

Todo ser humano tiene un área espiritual, lo reconozca o no, que le abre las puertas para relacionarse con Dios
o como le llaman algunos, con un Ser Superior. Esta área es de suma importancia. Sin embargo no estará en
pleno desarrollo hasta tanto restablezcamos la relación con Aquel que creó todas las cosas, incluso a usted o a
mí. ¿Que nos separo del Señor? El pecado de Adan y Eva que sembraron en todas las generaciones desde entonces
hasta la nuestra, una naturaleza pecaminosa siempre latente.

Construir un puente que nos acercara al Padre fue posible por la obra del Señor Jesucristo. Aun así, hay
quienes no conocen ese proceso maravilloso de liberación del pecado que se produjo en el Monte Calvario y
siguen distanciados del Creador. Para eliminar esa brecha, Jesucristo nos llama a todos. El dijo: "Yo estoy a
la puerta, y toco; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa, y cenaré contigo" (Apocalipsis 3:20.
Biblia de Traducción en Lenguaje Actual TLA - SBU).

La obra ya se hizo en la cruz. Somos libres. Sin embargo tal libertad no será posible hasta tanto la
comprendamos, asumamos y pongamos en práctica para dar paso a una naturaleza renovada. ¿Como lograrlo?
Derribando los muros que nos mantienen alejados de Dios. Y, ¿como nos acercamos a El? Por medio del Señor
Jesucristo. "Jesús le respondió (a Tomas) Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sin mi, nadie puede
llegar a Dios el Padre" (Juan 14:6 TLA - SBU).

¿Desea ser un Consejero Cristiano? Primero, restablezca su contacto con Dios. ¿La razón? Hay decenas
de personas que hablan de Dios, aconsejan asegurando que lo hacen sobre la base de pautas bíblicas y posan de
ser cristianos, pero todavía no conocen a Dios. No han tenido un encuentro personal con El, que es posible a
través del Señor Jesucristo.

II.- Una buena relación consigo mismo

Volvamos al ejemplo de quien se mira al espejo. Es probable que nos haya ocurrido cientos de veces recién
nos levantamos. Ahora, Usted acepta a la persona que encuentra reflejada en el cristal? ¿Hay algo que le
molesta de ese ser que incluso le lleva a considerarlo distante?

El problema estriba en quienes no logran aceptarse a si mismos, porque tienen una baja autoestima. Al
respecto el apóstol Pablo escribió: "Dios en su bondad me nombró apóstol, y por eso les pido que no me
crean mejores de lo

que realmente son. Mas bien, veanse ustedes mismos segun la capacidad que Dios les ha dado
como seguidores de Cristo" (Romanos 12:3 TLA - SBU).

¿Qué significan estas palabras? Que es necesario aceptarnos tal como somos y reconocer que tenemos
fortalezas y debilidades, estas últimas en proceso de ser superadas gracias a la fortaleza que provienen del
Señor Jesucristo.

Comprende ahora la importancia del auto examen? Nos proporcionó bases sólidas para
identificar fallas y correctivos.

Somos criaturas de Dios y El nos ama, a pesar de nuestras fallas. Obviamente su propósito desde la
eternidad para nosotros es que crezcamos en los niveles espiritual y personal. ¿En nuestras fuerzas? No, en
las que provienen de Dios.

Un hombre de la antiguedad quién comprendio que los planes del Señor para el eran fabulosos, escribio:
"Soy una creación maravillosa y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso, ;de eso estoy
bien seguro! Tu viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; aun no
había vivido un solo dia, cuando tu ya habías decidido cuanto tiempo viviría! “Lo habías anotado en
tu libra!" (Salmo 139:14-16 TLA - SBU).

155
Nuestro amado Padre definió las características genéticas, el aspecto físico, las emociones y los rasgos
básicos del carácter y la personalidad. ¿Quién podría obrar mejor un cambio en nosotros que Dios quien
nos creó? Cuando se produce tal transformación, es como si cayera el velo que nos impedía reconocer
cuál es el propósito que tiene para nosotros.

En el proceso de trato del Señor con cada uno, llegamos a aceptarnos tal como somos y emprendemos la
tarea de crecer en todos los órdenes; por supuesto, tal crecimiento implica aplicar ajustes donde hay
fallas.

¿Cuanto demoran los cambios que tanto anhelamos? No hay un parámetro para determinar que será
cuestión de días, meses o de años. En esencia es un proceso y debemos entenderlo como tal, de acuerdo
como lo describe el apóstol Pablo al referirse a los cambios que podían apreciarse en sus pensamientos y
acciones: "Con eso no quiero decir que yo haya logrado hacer todo lo que les he dicho, ni tampoco que
ya sea yo perfecto. Pero si puedo decir que sigo adelante luchando por alcanzar esa meta, pues para eso
me salvó Jesucristo. Hermanos, yo se muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido
no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que falta por recorrer"
(Filipenses 3:12, 13. TLA - SBU).

¿Podríamos resumir en tres puntos lo que anotaba Pablo? Por supuesto que si. De su escrito aprendemos:

1.- Que la transformación y crecimiento personal y espiritual constituye un proceso en la vida de todo
cristiano.

2.- Que es necesario olvidar el pasado y no vivir atormentados por lo que hicimos o nos hicieron ayer.
Por mucho que nos esforcemos, no volveremos atrás en el tiempo.

3.- Que es esencial seguir adelante bajo un convencimiento: siempre hay una nueva oportunidad para
aprovecharla.

Hay aspectos que se forjaron en nosotros al interior de la familia que dificilmente podrán ser modificados
(a menos que lo haga Dios, por supuesto). Vienen a ser como una impronta. Muchos descubrán en usted
y en mi rasgos que identificaban a nuestros padres, quizá a los tíos e incluso, a los abuelos.

¿Quién sana esos recuerdos? El Señor Jesucristo durante el proceso de transformación que desarrolla en
nuestras vidas.

Insisto en algo: es necesario recordar que no podemos cambiar a los demás como tampoco ellos nos
pueden cambiar a nosotros. Quién lo hace es Dios.

Cuando tenemos claro este principio, es fácil comprender las etapas por las que atravesamos cuando
estamos dando pasos de significación en el proceso de transformación personal y espiritual: La primera
es el idealismo. Es aquella en la que soñamos un mundo perfecto con personas perfectas. La segunda es
la confrontación. Es la fase en la que descubrimos que hay una enorme brecha entre el mundo que nos
imaginamos y el real. Quienes nos rodean actúan muy distinto de como quisieramos. Una tercera etapa
es la de ajustes, cuando entendemos que el cambio comienza primero con nosotros antes de que se
produzca un cambio en nuestro prójimo

III. Mi relación con quieres me rodean

Una vez tenemos una buena relación con Dios y con nosotros mismos, pasamos a la fase de cimentar una buena
relación con los demás.

Dios instruyó a su pueblo desde la antigiiedad al trazar pautas de vida en comunidad. El dijo:
"Recuerden que cada uno debe amar a su prójimo como se ama a si mismo" (Levítico 19:18, 19. TLA
- SBU).

Es evidente que si me acepto tal como soy --consciente de mi necesidad de aplicar ajustes-- puedo aceptar
a los demás. Si no tengo amor propio, tampoco podré amar a quienes me rodean.

156
Comprende ahora la importancia de haber edificado los dos primeros pisos? Una buena relación con Dios y
consigo mismo, sienta las bases para que las relaciones interpersonales resultan exitosas.

El apóstol escribio: "Amén a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten
de lo que sea bueno. Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre. No maldigan a sus
perseguidores; mas bien, pídanle a Dios que los bendiga. Vivan siempre en armonía. No se crean más
inteligentes que los demás. Si alguién los trata mal, no le paguen con la misma moneda. Al contrario,
busquen hacerles el bien a todos. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo"
(Romanos 12:9, 10, 14, 16-18. TLA - SBU).

Sobre la base de las pautas bíblicas, aprendemos varios aspectos primordiales en el trato con los demás:

Primero, amor sincero exento de fingimientos e hipocresía; segundo, desechar rencor, resentimiento y todo
aquello que pueda levantarse como un muro que interfiera la relación con el prójimo; tercero, el respeto a la
dignidad del otro; cuarto, no pagar con la misma moneda sino, con amor y gracias a la ayuda divina, orar por
quienes nos hacen daño y en lo posible, ayudarles; quinto, poner de nuestra parte para que el trato
interpersonal resulte edificante. Por supuesto, hay situaciones en las que resulta literalmente imposible
cualquiér tipo de acercamiento. Existen personas intolerantes. Es algo que no vamos a cambiar de la noche a la
mañana. En tal caso, es Dios y en oración, quién nos concede la salida.

Capítulo 2 
Adentrándonos en el maravilloso mundo de la vida interior
 Ps. Fernando Alexis Jimenez

"Los cimientos son esendales para que una estructura pueda soportar varios pisos. En caso de que la
cimentadon sea débil, inevitablemente se producirá un colapso y el edificio se vendrá a tierra". Con estas
palabras un amigo ingeniero con quien dialogaba en la oficina, sustento la importancia de tener una base sólida
en toda construcción.

Igual ocurre con nuestra vida. A menos que haya un buen basamento, experimentaremos trastornos que
serán evidentes a todos. Enfrentaremos dolor y lo provocaremos en los demás.

Hace pocos días leí el libro "Relaciones Humanas Aplicadas" del sicoterapeuta Juan Francisco Gallo quien
asegura que la situación no solo es preocupante sino que podría evitarse con una edificación personal y
espiritual apropiada.

En su criterio: "Los complejos, la timidez, el nerviosismo, la preocupación, el temor, la agresividad y la


inestabilidad de ánimo, son trastornos de la conducta originados en la mala formacíón de nuestra
personalidad, o sea, que los materiales con los que está fundamentada son falsos y maleables" ("Relaciones
Humanas Aplicadas", Pag. 21. Ediciones Paulinas. 1987. Santafe de Bogota. Colombia).

Considero que se trata de una ilustración que grafica dos elementos sobre los que debemos trabajar
como preámbulo a una Consejería Cristiana eficaz, oportuna y bíblica: la Personalidad y la
Conducta.

Para quién estudia psicología o quizá recibió asignaturas afines durante su formación académica en el
Seminario o en el Instituto Bíblico, es fácil comprender de que se trata; sin embargo, como aspiramos tornar
muy sencilla la enseñanza de tal manera que además de asequible a todo Pastor, Obrero o Líder que trabaja en
la obra de Jesucristo, sea muy práctica, debemos comenzar por definir estos dos grandes conceptos de manera
que los podamos comprender y asimilar con facilidad.

La Personalidad

Latinoamérica se vio sacudida hace algún tiempo con la noticia sobre un hombre que, comenzando la
mañana y frente a su negocio de ferretería en una plaza de mercado, procedió a agredir con un
destornillador a los transeuntes. No había razón aparente para su comportamiento.

157
Las autoridades reaccionaron con rapidez. Pese a ello no fue fácil detenerlo, es mas, era literalmente
imposible. Seguía lanzando ataques con aquella herramienta.

Los intentos de un agente del orden por detenerlo degeneraron en una gresca hasta que un disparo
zanjó las diferencias. El hombre murió.

Su tragedia había comenzado dos horas atrás. Apenas se sento a beberse un cafe en el desayuno, la
esposa le recordó que debían tres meses de renta, a los hijos les habían devuelto dos veces de la escuela por
estar atrasados en el pago de la colegiatura y, además, aquel día no tenían nada para el almuerzo. "iQue hago,
mujer, si el negocio cada día va peor?", grito ofuscado al tiempo que echaba por el suelo el pocillo con café.
Salió dando tremendo portazo. Estaba angustiado. La más mínima provocación desencadenó su ira irracional.

Alguien que presenció la escena resumió el asunto al decir: "A este pobre hombre lo mató la desesperación".
Tenía razón. Estaba atravesando por un mal momento que se dimensionó como producto de problemas en su
personalidad.

Un hombre de la antiguedad a quién se consideraba ejemplo, delante de Dios y de los hombres, la


esencia misma de la rectitud, se encontró en un abrir y cerrar de ojos en una penosa situación: perdió sus
posesiones, en un absurdo accidente murieron sus hijos y para coronar la sucesión de incidentes trágicos,
evidenció una enfermedad que no podían controlar los médicos de la época.

Fue una presión externa enorme que golpeó su vida y, por ende, su personalidad. Presa de la desesperanza
escribió: "Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: "Un varón ha sido concebido". ¿Por
que no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre? Porque ahora yo yacería tranquilo;
dormiría, y entonces tendría descanso...¿Por que se da luz al que sufre, y vida al amargado de
alma; a los que ansían la muerte, pero no

llega, y cavan por ella más que por tesoros; que se alegran sobremanera, y se regocijan cuando
encuentran el sepulcro? Porque al ver mi alimento salen mis gemidos, y mis clamores se derraman como
agua. Pues lo que temo viene sobre mí, y lo que me aterroriza me sucede. No tengo reposo ni estoy
tranquilo, no descanso, sino que me viene tribulación" (Job 3:1, 11,20, 21, 24-26. La Biblia de las
Américas).

¿Le resultan familiares estas reacciones? ¿Acaso ha tenido la oportunidad de apreciar actitudes así en
amigos, familiares o tal vez en su propio ser? Si es así -como no dudo que haya ocurrido—hay problemas
de personalidad tras los comportamientos errados descritos. Ese es el punto clave al que debe dirigirse el
Consejero Cristiano. Ahora, para alcanzar mayor eficacia en la tarea, tanto de análisis como de
acompañamiento con una orientación fundamentada en la Escritura, es necesario que definamos que es la
Personalidad.

La forma mas sencilla de describir la personalidad es precisando que se trata del conjunto total de
nuestras facultades físicas, mentales y emocionales, que a lo largo de la vida de cada ser han sido
construídas a partir de vivencias, experiencias y aprendizajes tanto favorables como desfavorables,
positivos y negativos.

Estos rasgos nos tornan distintos de las demás personas. Son algo único en cada hombre y mujer, porque
igual, cada uno de nosotros es un mundo diferente. Sobre esa base, es natural que las reacciones difieran
en las personas cuando reciben un estímulo igual. Por ejemplo: a Job, el personaje bíblico, le avisaron
que había perdido sus propiedades y más aun: sus hijos. Se pronunció con calma ante quienes trajeron
las malas noticias: "Desnudo sali del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el
Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor" (Job 1:22. La Biblia de las Américas).

Moisés, el profeta que guíado por Dios sacó a Israel de la esclavitud egipcia, también experimentó una
situación delicada. Caminando en el desierto habían llegado a un lugar entre Elim y Sinaí. Tenían
hambre y fatiga. "Y toda la congregación de los hijos de Israel, murmuró contra Moisés y contra
Aarón en el desierto." Los dos siervos de Dios se llenaron de angustia. ¡Era toda una nación en su
contra! Fueron al Señor en procura de ayuda. La calma retornó cuando Él se pronunció: "Entonces el
Señor le dijo a Moisés: he aquí, haré llover pan del cielo para vosotros, y el pueblo saldrá y recogerá
diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley" (Éxodo 16:2, 4.
La Biblia de las Américas).

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Como podrá apreciar, mientras que Job guardó la calma y recurrió a Dios cuando las circunstancias se
hicieron cada vez mas difíciles y minaron su confianza en el poder divino, en Moisés la reacción fue
opuesta: inmediatamente buscó al Supremo Hacedor porque en ocasiones, fácilmente sucumbía a las
presiones.

El ego, las circunstancias y la personalidad

Al primer concepto es esencial que le añadamos otro que está íntimamente ligado. Se trata del yo o del
ego que hay en todo ser humano. Es lo que la Biblia llama espíritu. Vendría a ser el eje central de
nuestra personalidad.

¿Ha observado con detenimiento las aspas de un ventilador al girar? Pues bien, si tomamos esta gráfica
mental para ilustrar el asunto, diríamos que el yo es el punto central sobre el que la hélice da vueltas y
vueltas.

Ahora, se preguntará usted, ¿que relación hay entre el ego y la personalidad? Para ilustrar la respuesta,
tomaremos como ejemplo un cerillo. Sobre esta base, el ego es el trozo de madera o de papel encerado
sobre el que se fija el fósforo. La acción de pasar el fósforo sobre una superficie corrugada para generar
el fuego, vendría a ser como las circunstancias que ejercen influencia en el ego; y la llama sería, en
este caso específico, la personalidad, es decir, lo que se produce al término de todo el proceso. Son
tres elementos que estan estrechamente unidos entre si.

Un ser que tenga la cimentación necesaria para guardar equlíbrio frente al cúmulo de factores positivos y
negativos que afectan su vida desde fuera, sin duda reaccionará con equilibrio. Por el contrario, quién
tiene problemas en su personalidad, desencadenará reacciones impredecibles. ¿Comprende ahora el
valor de la sana personalidad y por que razón el Consejero Cristiano debe tomar nota del asunto antes de
brindar una orientación a quién le consulta su problema?

Ahora, ¿de qué manera influye el yo o el ego? Es como la página en blanco que tengo abierta en el
computador. Esta vacía. Pero conforme voy escribiendo, tendrá un mensaje que usted podrá leer. Todo
depende de la concatenación de términos, frases y párrafos que consigne allí. Bien podría escribir una
novela costumbrista latinoamericana o, como lo estamos haciendo, un MANUAL DE CONSEJERÍA
PASTORAL. El papel (en este caso el yo

o el ego) es el mismo en todos los casos, el resultado es el fruto de todo aquello que escriba (lo que
llamaríamos personalidad, para el ejemplo que nos ocupa).

Hay algo más que debo agregar: nuestra personalidad no es estática; por el contrario, es dinámica. Jamás
podemos decir que ya esta formada porque siempre está en proceso de formación. Se desenvuelve en
actividad y evolución pero tambien puede manifestar deterioro cuando dejamos de lado cultivarla,
orientarla y desarrollarla mediante el proceso constante de crecimiento personal y espiritual, y por
supuesto, de sanidad interior.

En particular estas últimas palabras le invito para que las lea de nuevo y tome conciencia de que todo ser
humano, cuando mediante una adecuada orientación, es encaminado a asumir y a avanzar en el proceso
de transformación de Dios, puede cambiar. ¡No todo está perdido!

Satanás, nuestro adversario espiritual y quién mantiene al mundo cegado a la nueva oportunidad de vida
que ofrece Dios gracias a la obra redentora del Señor Jesucristo, nos vende la idea de que no podemos
cambiar y, cuando lo estamos logrando y por alguna razón fallamos, nos trae desánimo. Sin embargo en
Jesucristo hay esperanza. El dijo: "Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y
saldrá y hallará pasto. El ladrón solo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10: 9, 10).

El Consejero Cristiano debe conocer elementos esenciales que componen a todo ser humano. La gran
diferencia es que no pretende ser psicólogo y menos competir con el sicoanalísta, sino brindar
aconsejamiento con fundamento en los principios de vida que se hallan en las Escrituras.

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Cuando tenemos una comprensión básica del yo o del ego, su relación con las circunstancias
exteriores y de que manera se forma una personalidad, podemos afirmar que la personalidad se
puede mejorar, transformar y perfeccionar.

La Conducta

Ahora, ¿como definimos la conducta? Es sencillo. Conducta es la manifestación de la personalidad.


Podríamos decir que la conducta es el lenguaje o medio a través del cual se expresa la
personalidad.

Si tenemos una personalidad que tiene conflictos y problemas, reflejaremos estas anomalías en nuestros
hechos, es decir, en la conducta. Nadie que enfrente desórdenes tendrá una conducta equilibrada.

Hay un hecho que no podemos desconocer. Es el de personas que en apariencia son absolutamente
calmadas y equilibradas, pero sorpresivamente tienen comportamientos que riñen con la imagen que nos
habíamos formado. ¿Que ha ocurrido en tal situación? Que el individuo ha estado tratando de disimular
y ocultar sus condiciones personales, antes que disponerse a superarlas. Cuando toma la determinación
apropiada, es decir, volcarse al cambio de la mano del Señor Jesucristo, es posible mejorar y transformar
el carácter, la personalidad y la conducta.

Capítulo 3 
Los fundamentos de la personalidad
En Latinoamerica hay un refrán popular que encierra una profunda sabiduría. Dice: "Caras vemos,
corazones no sabemos". La grandeza de su significación radica en que dentro de cada uno hay un mundo que
solo Dios y cada quien conoce. Ese cosmos al que estudiaremos hoy como un nuevo paso en la Consejería
Pastoral es la Personalidad y se afianza en nueve fundamentos.

Cuando aprendemos a conocerlos se facilita el proceso de identificación de la problemática que enfrenta


una persona y, con ayuda de Dios, se logran establecer los pasos a seguir en el proceso de resolución de su
conflicto interior.

¿Recuerda una definición sencilla de la Personalidad? Sin duda que si. No obstante
recordémosla: Es la manifestación del individuo frente a los hechos de la vida.

Allí radica la importancia de que las personas tengan una aproximación clara respecto a su realidad. No
olvide que aquel no sabe quién es en realidad, dificilmente podrá experimentar con éxito los estímulos
--tanto positivos como negativos-- provenientes de su medio ambiente.

Mirándonos al espejo del alma

Parece curioso pero es real: todas las personas nos encontramos frente a tres facetas—diferentes una de la otra—
en cuanto a lo que realmente somos. Son concepciones distintas de acuerdo a quién nos mira. ¿Cuáles son?

1.- La perspectiva que tenemos de nosotros mismos. Generalmente es una visión equivocada porque
considerarnos tener más virtudes de las que efectivamente hemos cultivado.

2.- La perspectiva que los demás tienen de nosotros. Generalmente un concepto equivocado porque hay a
quienes les caemos muy bien en el plano personal y también aquellos a quienes les parecemos "pesados" sin
que hayamos hecho méritos para que tengan tal concepción nuestra. Puede darse también el caso inverso, en el
que nos han idealizado de tal manera que tienen una extraordinaria imagen de nuestro comportamiento y,
apenas fallamos, descubren la faceta real.

3.- La perspectiva de lo que realmente somos. Distinta de lo que nosotros creemos ser y de
aquello que los demás creen que somos.

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Ahora la tarea es llegar, con estos tres elementos, a un punto de equilibrio que nos permita identificar los
errores, áreas y puntos débiles, aspectos en los que somos fuertes y de que manera podemos mejorar.

Es necesario conocernos

Lo que llamamos "Yo" o expresión de la Personalidad se conjuga en tres elementos. El apóstol Pablo los
describió así al desear parabienes a los creyentes de Tesalónica: "Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible
para la venida del Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5:23).

Si observa el texto detenidamente, encontrará que siglos antes de que los expertos en psicología se
pronunciaran, el apóstol tenía claros tres componentes de toda persona: espiritu -el que nos otorga Dios al
darnos vida física y a través del cual nos podemos comunicar con El-; el alma -la capacidad pensante de
todo ser, es decir, el elemento esencial que nos lleva a tener conciencia de que existimos, a razonar y tomar
decisiones--, y por último el cuerpo, que es el revestimiento material en el que se anidan el espiritu y el
alma.

jComo se construye la Personalidad?

La edificación de la Personalidad constituye todo un proceso en el que, como si estuviéramos


levantando un muro, cada experiencia positiva o negativa, representa un ladrillo -único e irrepetible—
pero a la vez de suma importancia

para que la estructura quede bien construida o tenga algunos puntos vulnerables. Levantada la muralla,
se conjugan el "Yo" y la Personalidad. No olvide que el hombre es una unidad inseparable.

Es probable que diga: "Vamos despacio, Fernando, Explíqueme un poco más acerca del “Yo” y su
significación en el ser". De acuerdo. El "Yo" concentra las facultades de expresión que se manifiestan como
la razón, la imaginación, las emociones, los sentimientos y la voluntad, entre otros.

Un excelente complemento hacia el hombre que, como lo anota Pablo en la primera carta a los
Tesalonicenses es "guardado irreprensible hasta la venida del Señor Jesucristo", lo constituye un
adecuado cultivo de su personalidad. ¿De que manera? Mediante el afianzamiento de dos principios
esenciales: el primero, equilibrio y, el segundo, organización.

Es probable que usted analice su comportamiento y razones que obra inequitativamente, sus reacciones
no miden consecuencias y tiene una idea desacertada del medio que le rodea. A esta perspectiva suma el
hecho de que no sabe a ciencia cierta quienes es, para donde va y que es lo que realmente espera de la vida. Si
responde afirmativamente a estos segmentos que hemos identificado, sin duda usted necesita cultivar su
personalidad para responder adecuadamente a las exigencies del medio ambiente.

La construcción de la Personalidad se cimienta en tres bases: la primera, los estímulos. Asi sean
experiencias agradables o desagradables, si estamos preparados con una Personalidad estructurada, en la que
Dios esta obrando, no nos causaran daño.

La segunda, el aprendizaje. Cada nuevo incidente que nos ocurre a diario debe llevarnos a aprender una
lección. Y la tercera es la aceptación de las influencias positivas. Por naturaleza determinamos que
consideramos favorable y cuales ocurrencias de la cotidianidad son desventuradas. Una Personalidad con
fundamento no permitirá que lo negativo tome fuerza ante que lo positivo que hayamos aprendido. El apóstol
Pablo lo describe de la siguiente manera: "No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal"
(Romanos 12:21).

La renovación mental: el secreto

El apóstol Pablo escribió: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación
de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta" (Romanos 12:2).

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Los seres humanos tenemos una serie de paradigmas que van encasillado nuestro comportamiento
sujetándolo a determinadas reacciones. incluso nuestros deseos obedecen a los clichés que el mundo nos
enseñó, son los que traen realización personal, placer y satisfacción, así estén errados.

Alguién podrá pensar—por ejemplo-que escuchar música y beber toda la noche hasta caer exhausto es una
manifestación de "haberlo pasado bien" mientras que otro, a quién no dudo que puedan considerarlo
equivocado en sus apreciaciones, puede pensar que "una noche a todo dar" podría ser leer las Escrituras,
meditar en ellas y orar.

Cuando iniciamos el cultivo de nuestra Personalidad es necesario someternos a una Reprogramación


mental. Los cristianos la miramos desde la perspectiva de someternos al obrar de Dios cuando comprendemos
que le pertenecemos a Aquel que murió en la cruz por nuestros pecados y nos dio una nueva vida. "De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aqui todas son hechas
nuevas" (2 Corintios 5:17).

Hay quienes esbozan el método de impulsar la Reprogramación de nuestro ser a fuerza de la sugestión y
la repetición de principios para que tomen forma en nosotros. La idea no es mala, pero tiene el
fundamento necesario cuando esa transformación sea parte de nuestra entrega a Dios para que El obre en
nosotros conforme a Su voluntad.

Recuerdos: no en el pasado ni en el future, en el presente

Hay algo bien interesante cuando estamos hablando de la Reprogramación. Son los recuerdos.

Cuando usted y yo evocamos un buen o mal momento, nuestro ser no identifica que acareció en el pasado ni
determina la fecha, hora y lugar en que tuvo ocurrencia la escena. Trae al presente la imagen y revive la
sensación grata, de dolor o de molestia que pudo producir aquel incidente.
Podemos anotar entonces que el "Yo" no vive ni en el pasado ni en el futuro sino en el presente. Y algo
que pudo haber acontecido hace cinco años, al rememorarlo, puede avivar viejas heridas. Las experiencias
negativas que evocamos pueden tornarse traumaticas. Sus estados emocionales y orgánicos se manifiestan
como si estuviera atravesando nuevamente por la misma situación. De ahí la necesidad de que alguien que
acude a Consejería Pastoral torne conciencia sobre la importancia de someterse a la Sanidad Interior que
proviene de nuestro amado Dios y Padre.

Concluyamos para adentrarnos en los fundamentos: El "Yo" se expresa a través de la Personalidad.


No son diferentes. La Personalidad a su vez se forma con los conocimientos del "Yo".

¿Que son los fundamentos?

La pregunta que nos asalta ahora es, ¿qué son los fundamentos de la Personalidad? Son los medios por
los cuales recibimos estímulos internos y externos que contribuyen a la formación de la Personalidad.
Representan los "materiales": componentes, pianos, estructuras y pilares de la Personalidad.

1.- La Herencia

Todos los seres humanos traemos una carta de información producto de las características físicas,
orgánicas y glandulares que nos transmitieron nuestros padres. Las características dan forma a la parte
física y biológica de la Personalidad.

Los padres o quienes tuvieron a su cargo nuestra formación primaria influyen en nuestra vida con
aspectos positivos y negativos. Los primeros nos estimulan a la imitación a futuro, los segundos se
convierten en la mayoría de los casos en experiencias traumáticas que deben ser sanadas.

Ahora, es necesario aclarar aquí que la Personaiidad no se transmite por herencia de una manera
marcada sino ciertos rasgos básicos que pueden ser modificados por el ambiente que nos rodea. Lo que
hacen los progenitores es servir de modelo básico en la formación incipiente de la Personalidad del niño.

2.- El Temperamento

Lo podemos definir como el conjunto de particularidades fisiológicas, morfológicas y glandulares que


diferencian a los individuos entre si, determinando características particulares de reacción frente a los

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estímulos. Todo se relaciona con sus estados internos. Podemos decir que en el Temperamento es
hereditario en alto grado. A el se asocian las tendencies impulsivas, afectivas y emotivas.

¿Es inmodificable? En absoluto. El Temperamento es susceptible de ser encausado. No podernos


permitir—en nuestra condición de cristianos—que obre con los parámetros de siempre.

3.- Las Emociones

Las Emociones son hijas legítimas del Temperamento. Constituyen su forma de expresión. Aquel que
educa sus Emociones incide directamente en su Temperamento y a la inversa. Las emociones se expresan
en ciclos. Se les denomina "ciclos emocionales" que es menester aprender a conocer y a manejar.

Las Emociones se pueden conducir. Son susceptibles de "forjar estados de ánimo positivos" cuando llega
la depresión o el desánimo, tal como lo leemos en el texto del apóstol Pablo: "Por nada esteís afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias, Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6, 7),

Cuando nos sometemos al Señor se producen los cambios que por años anhelamos y que eran
imposibles dependiendo de nuestras propias fuerzas.

4.- Los Instintos

Una definición sencilla de los Instintos podnamos orientarla al decir que se trata de la impulsión natural que
domina el comportamiento de un ser humano. Constituyen una fuerza poderosa que amenta su satisfacción de
una

manera imperiosa, por ejemplo el hambre, reaccionar frente al peligro de muerte y descansar, entre
otros. Son eminentemente algo biológico que influye en el Temperamento y a su turno, el
Temperamento en los Instintos.

5.- Los Factores Externos

¿Cuáles son los Factores Externos que influyen en la Personalidad? Hay por lo menos tres. El primero es
el medio ambiente vital, que es la concatenación de experiencias que ocurren en el individuo desde la
niñez y que le afectan positiva o negativamente en su desarrollo físico, mental y emocional. Estos
incidentes repercuten en su personalidad. Entre ellos podemos mencionar las manifestaciones de afecto,
amor, comprensión y tolerancia de padres y allegados.

El segundo es el medio ambiente social en el que toman parte la sociedad en la que nos desenvolvemos y
la cultura prevaleciente. Es la realidad con la cual se enfrenta el ser humano apenas tiene uso de razón;
por tal motivo es necesario que se adapte a las circunstancias que le rodean. Es imperativo, entonces,
que preparemos al niño para asumir las vivencias que pueden ser positivas o negatives afrontándolas con
equilibrio.

El tercer y último factor sobresaliente es el medio ambiente ético en donde priman aspectos morales, la
influencia que ejerce la religión y la formación educativa. Es una fase de suma importancia porque se
afianzan los valores del ser humano.

6.- El Intelecto

Al Intelecto lo definimos como la capacidad de pensar, entender, comprender y aprender, Unos seres
pueden desarrollar mas habilidades que otros, pero eso no significa que tengan mayor desarrollo de
inteligencia que sus congéneres.

El Intelecto o Inteligencia influye y modifica la Personalidad. Aprender a pensar equivale a aprender a

vivir bien. 7.- La Salud Integral

Ante todo en este estudio es necesario tener en cuenta que la Salud Integral debe ser física, mental y
emocional. Cuando se produce un trastorno de la Personalidad, hay serias fallas en la salud. Es una

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enfermedad del alma o de la mente que debe ser atendida ya que pueden manifestarse como afecciones
orgánicas.

8.- Las Experiencias

Se constituyen en la colección de vivencias que el individuo experimenta durante su existencia, bien sean
positivas o negativas y quedan grabadas en nuestra mente. Aunque no seamos concientes, afectan nuestros
actos. Al revisar el pasado recordamos las imágenes y que tipo de experiencias evocan, y a partir de allí
es probable corregir la influencia que ejercieron en nosotros.

9.- El Carácter

El Carácter integra todos los fundamentos de la Personalidad y vendría a ser como el tronco de un árbol
cuyas raíces son las bases que mencionamos anteriormente. El Carácter al igual que la Personalidad es
susceptible de ser modificado con la ayuda de Dios.

Conocer nuestro mundo interior y lo que representa la Personalidad para nuestro ser, es esencial para
quien ejerce la Consejería Pastoral. Primero, porque puede abrirse al mover de Dios con el propósito de
que aplique los cambios que requiere, y segundo, porque podrá comprender facilmente que ocurre con
aquellos que van en su búsqueda en procura de orientación.

Capítulo 4 
Los sentimientos: su influencia en nuestro ser
 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Conocer la vida interior es trascendental en el proceso de identificar nuestros errores, aplicar correctivos y
emprender la renovación personal. Solo cuando logramos conocernos y se ha producido una sanidad en nuestro
mundo individual podemos dar pasos sólidos hacia la CONSEJERÍA PASTORAL. No se puede concebir un
pastor, obrero o líder que pretende aconsejar cuando su existencia es un caos. Una vez haya orden en su ser
podra orientar a otras personas.

En cierta ocasión el Señor Jesus se encontraba reunido con sus discípulos y multitud de personas que lo
escuchaban. "Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caeran ambos en
el hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfecdonado, será como su
maestro" (Lucas 6:39, 40). La Palabra es clara: debemos ser sanos para sanar.

Hasta el momento hemos despejado interrogantes en torno a la Personalidad y sus fundamentos. Hoy
nos adentraremos en los sentimientos y la poderosa influencia que ejercen en nosotros.

En la presentación del libro "The power of pleasant feelings" (El poder de las sensaciones agradables),
escribió Aloysius G. Rego: "Los sentimientos no nos deben gobernar, nosotros somos quienes debemos
gobernar nuestros sentimientos; los sentimientos negativos deben ser vigilados, frenados y controlados;
los sentimientos positivos deben ser alimentados, fomentados y desarrollados—para la construccíon de
una personalidad bien formada".

Esta faceta del género humano reviste particular importancia porque los sentimientos vienen a ser
controladores en nuestras relaciones interpersonales, como quiera que en la mayoría de los casos debemos
interactuar con otras personas.

Definamos conceptos

Para entender que son los sentimientos, es esencial que primero hagamos diferencia entre
Sentimientos y Emociones. Con frecuencia muchas personas confunden los términos e incurren en
un error.

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Los Sentimientos toman forma en el mundo interior de cada individuo y son subjetivos. De manera aislada,
los sentimientos no afectan decididamente lo que hacemos; en cambio, la sumatoria de sentimientos si esta
asociada con las emociones. Estas son las que determinan si nuestras acciones serán agradables o desagradables.

Sobre esta base, los sentimientos agradables producen entusiasmo, ánimo, placer, felicidad, alegría y
deleite, entre otras manifestaciones. Los sentimientos desagradables -a su turno-desencadenan descontento,
pesar, tristeza, aflicción, desaliento y sentido de inferioridad.

Probablemente usted diga: “El asunto es complicado, ¿podrías explicarte un poco más?”. De acuerdo. El
propósito del MANUAL DE CONSEJERÍA PASTORAL es que haya claridad en los conceptos. De esta
manera su proceso de acompanamiento a alguien que va en búsqueda de un consejo, será más eficaz.

Aqui es esencial que comprendamos algo: tanto los Sentimientos como las Emodones son de caracter afectivo
por naturaleza.

Cuando se concatenan varios sentimientos positivos tendríamos un sentimiento general de bienestar o,


por el contrario, de depresión en caso de que se trate de sentimientos negativos

DIFERENCIAS ENTRE SENTIMIENTOS Y EMOCIONES

Sentimientos
Emociones
Enriquecen nuestra vida y le dan significado.

Son necesarias como elemento que nos estimula a


Transforman nuestra cotidianidad en algo
vibrante y con razón de ser. Pueden fluctuar.
Revisten mayor intensidad.
Son transitorios

Son de naturaleza más prolongada y de esta


Pueden ser positivos o negativós; agradables o
desagradables.
Las emociones varian en su especie.
A traves de los Sentimientos determinamos si
algo es placentero o desagradable para nosotros.

Las emociones nos conducen hacia acciones


Toman forma en el mundo interior.
Determinan nuestras acciones.

Diferencias entre Sentimientos y sensaciones


Ahora que dimos unos esbozos encaminados a que hagamos una adecuada diferencia entre Sentimientos y
Emociones, vamos a identificar que marca la contraste entre Sentimientos y Sensaciones.

 
DIFERENCIAS ENTRE SENTIMIENTOS Y SENSACIONES

Sentimientos
Sensaciones

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No tiene ningún órgano terminal.

Puede referirse a órganos


Es subjetivo.

Se producen en estado consciente. El


El placer o el disgusto pueden ser
producidos por estimulos en cualquier
organo. Son específicas.
No es posible localizarla.
Puede ser localizada en un ser humano.
Puede ser una reaccion a imagenes, recuerdos o
procesos mas elevados de pensamiento.
Es objetiva.
Dependiendo de si son agradables o
desagradables, pueden acelerar o disminuir el
ritmo del corazón e influyen incluso en
nuestro sistema digestivl.
Se manifiestan en nuestras expresiones.

¿De dónde provienen los sentimientos?

Los seres humanos nos movemos por sentimientos. En muchos casos no tomamos conciencia de su existencia
a menos que sean fuertes, profundos o airados, entre otras características. Cuando estamos conscientes de
que están allí, los sentimientos son registrados en billones de células que forman parte de nuestro sistema
nervioso.

Lo curioso del asunto es que en muchas ocasiones, apenas nos consideramos estimulados por un
sentimiento, lo expresamos de un modo o de otro. El asunto complicado es que muchas veces los
manifestamos con alguien que no es el responsable de que se produzcan en nosotros.

Manifestamos contrariedad contra la persona equivocada, en el momento equivocado y en el lugar


equivocado.

Una pregunta apenas natural: ¿Que hacer con los sentimientos desagradables? La recomendación es dejar
que haga su tránsito natural por nuestra vida. ¿Un ejemplo? Alguien pierde a uno de sus progenitores.
¿Acaso no es previsible que experimentará dolor? Por supuesto que si. Reprimirlo no conduce a nada. El
luto o tristeza y hasta depresión durará un tiempo, pero pasará. Cuando supera esa situación recobra
energias para seguir adelante.

No podemos desconocer que el sistema de comunicacion mas desarrollado en un ser humano son los
sentimientos. Revelan quienes somos en realidad.

Controlando los pensamientos

Una forma práctica de controlar nuestros sentimientos es poniendo freno a los pensamientos perjudiciales.
Sobre esta base, avanzamos hacia un equilibrio personal cuando ejercemos control sobre los pensamientos.

Imagine por un instante alguien que debe presentarse a una entrevista previa a la concesión de un empleo.
Sobre su mente vienen múltiples pensamientos: "En aquella reunión se presentarán hombres y mujeres
más capaciados que tu", "Tu serás derrotado", "No estás en capacidad de asumir un reto de ese
género", "Quien hace la entrevista con solo verte, sabrá que debe descalificarte". Este conjunto de
ideas preconcebidas inevitablemente conducirán a un sentimiento de temor y sobra decir que las
consecuencias serán impredecibles.

En este caso, ¿qué hizo el sentimiento de temor? Revelar su estado ánimo, además, si lo permitimos, puede
tomar control de lo que haga al reflejarse en una emoción.

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El apóstol Pablo lo expresó de la siguiente manera en su carta a los cristianos de Filipos: "Por lo demás,
hermanos, todo to que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre; su hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses
4:8).

En el libro de Proverbios leemos que "Los pensamientos de los justos son rectitud...", y tambien:
"Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá"
(19:21).

Capítulo 5
Los sentimientos y su relación con los sentidos, los estímulos y las actitudes
Con frecuencia llegan a consultar al Consejero Pastoral quienes experimentan una lucha constante con sus
sentimientos. "No puedo controlarlos" me dijo en cierta ocasión una mujer que no encontraba
coherencia entre aquello que quería hacer y la forma como finalmente obraba.

Guardando las proporciones, el apóstol Pablo refiere al asunto cuando escribe: "No entiendo lo que me
pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy
de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el
pecado que habita en mi, Yo se que en mi, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita.
Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero" (Romanes 7:16-19. Nueva Version Internacional).

¿Acaso es imposible vencer? ¿Quien viene a nosotros debe irse desatentado porque no hay nada que hacer?
¿Acaso sus sentimientos lo llevan a enfrentar cada vez mas dificultades para interactuar con los demas? En
absoluto. Lo que se requiere es emplear los sentimientos de manera constructivo.

En el libro "Cultive sus sentimientos" de J. Maurus, a quien cité en el capítulo anterior, menciona
algunas actitudes que le llevarán a ser mucho más eficaz en la meta de transformar los sentimientos:

1.- Acepte sus sentimientos, que son una parte suya natural. Experimente con ellos (hacia

el cambio).

2.- Trate de sacar alegría constante de su trabajo.

3.- Tome conciencia de la función de sus sentimientos. Ellos -como un fusible—le señalan cuando se está
rompiendo una relación, que algo debe ser ajustado o quizá llegar a una concertación en algún aspecto.

4.- Libere sus fuerzas creativas.

5.- Alégrese de que sus sentimientos ponen en acción lo mejor que hay en su ser y puede determinar como
actuar en cada circunstancia: con delicadeza o valentia.

6.- Los sentimientos dinamizan sus acciones pero guarde prudencia antes de dejarse mover por ellos,
como si se tratara de jueces que señalan sus acciones para cuestionarlas o aprobarlas.

7. - Permanezca sereno. No reaccione inmediatamente movido por sus

sentimientos.

8,- Sea cuidadoso para no confundir sus sentimientos con el amor.

9.- Sea paciente en aquellos momentos en los que se siente desanimado. Siga sonriendo aunque
prefiera estar serio.

"Cultive sus sentimientos", J. Maurus. Pag. 25. Editorial San Pablo, 1993. Santafe de Bogota,

Colombia. Educar los sentidos y la percepcion

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Usted como Consejero Pastoral y, aquellos a quienes atienda, son personas en proceso de cambio con ayuda
del Señor Jesús. En ese órden de ideas, debe educar positivamente sus sentidos y someterlos a la razón. No
podemos obrar movidos únicamente por el instinto o quiza por las emociones.

Hay que tener en cuenta que los incidentes que impresionan nuestros sentidos inician un impulse en los
terminales sensoriales de los nervios,llegan al cerebro e inmediatamente nos lleva a tomar conciencia de
lo que está ocurriendo y de su alcances en nosotros. Se producen entonces tres elementos: percibir,
interpretar y dar sentido a las sensaciones.

Es fundamental, entonces, que seamos muy cuidadosos con nuestra forma de percibir todo lo que ocurre
alrededor. Un ejemplo práctico es cuando alguién nos saluda. De acuerdo a nuestro estado de ánimo (emocional)
podemos percibir que lo hicieron afectuosamente, con desdén o quizá, friamente.

¿Cuántas veces hemos reaccionado negativamente porque, aunque nuestro interlocutor no se lo proponga,
percibimos sus pensamientos y palabras como algo ofensivo? Sin duda, muchas veces, deducimos entonces que tal
vez la percepcion del asunto fue errada...

Ahora bien, conforme transcurre el tiempo, la percepción se perfecciona y nos lleva a ser mas
reflexivos y mesurados al reaccionar.

Al comenzar el libro de los Proverbios, el rey Salomon escribió que tenían un propósito específico: "... para
adquirir sabiduría y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección
que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad; para infundir sagacidad en los
inexpertos, conocimientos y discreción en los jóvenes. Escuche esto el sabio, y aumente su saber;
reciba direction el entendido..." (Proverbios 1:1-6. NVI),

Reaccion frente a los estimulos

Los sentimientos agradables y desagradables están íntimamente relacionados con nuestras sensaciones y estas a su
vez a lo que producen los sentidos del ser humano asi como la forma como operan en cada uno el intelecto y la
voluntad. Nuestro sentido central procesa las sensaciones que recibimos y de acuerdo con la percepción que
tengamos, determinaremos si es agradable o desagradable.

Cuando logramos el equilibrio para reaccionar frente a los estímulos, así alguien se proponga hacernos la vida
imposible, es posible que conservemos la calma tras comprender que las provocaciones externas no deben
movernos a nada.

Un dicho común en Latinoamérica señala que "todo entra por los ojos" y, sin duda, tiene fundamento. El
sentido mas importante es el de la visión. Es el que nos permite tener contacto directo con el mundo que nos
rodea.

El Señor Jesús dijo: "El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, Todo tu ser
disfrutara la luz. Pero si tu visión esto nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en
ti es oscuridad, !que densa será esa oscuridad!" (Mateo 6:22, 23. NVI).

Es imperativo pedirle a Dios que nos ayude a reaccionar positivamente frente a lo que es sano. En muchas
ocasiones solo obramos por lo que vemos de inmediato y dejamos de lado lo que pudo ocurrir antes o lo que
ocurrirá después.

Viene a mi mente un incidente grave que ocurrió en una familia cristiana:

En casa habían alojado a un líder de jóvenes de la iglesia. El asumió la tarea de acompañar con consejería a uno
de los hijos de la pareja que generosamente le recibio.

En cierta ocasión mientras oraban, el lider y el joven estaban tornados de la mano y justo en ese instante
entro el padre, ¡imagínese la tormenta que se desencadeno!

El hombre juzgo únicamente por aquello que vio en ese instante... Difícilmente aceptó que no tenía
suficientes elementos de juicio para indicar que el líder juvenil era homosexual.

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El sentido del tacto es otro elemento de suma importancia que despierta sentimientos agradables o
desagradables. Nos permite expresar afecto o también desagrado.

A este sentido sumamos otro: el oído. Gracias a el podemos desarrollar el arte de escuchar, el cual enfocado
con la sabiduría que nos otorga Dios, traerá sensaciones agradables o desagradables.

La actitud del ser humano

En todo proceso de Consejería Pastoral juega un papel determinante el hecho de que identifiquemos las
actitudes de la persona a quien estamos brindando orientación. Actitud es la inclinación de un individuo
hacia algo y la

consecuente reacción. Las attitudes son estimuladas internamente y tambien, externamente. Es la


tendencia o resolución de una persona a obrar de determinada manera bajo un conjunto de
circunstancias.

Algo sorprendente es que las actitudes ejercen influencia en nuestro cuerpo y nuestra mente, y hasta
tanto lo comprendamos, incurriremos en fluctuaciones emocionales.

¿En donde se aprende a asumir una actitud frente a algo? Las actitudes se asimilan de acuerdo a lo que
veamos en casa, entre los miembros de la familia, lo que observamos en la soledad e incluso, a través de la
información que recibimos cada día.

La forma o actitud son la que asumamos todo cuanto nos ocurre, determinará las reacciones.

Un electrodoméstico en casa se descompuso. Llamamos a un técnico para que lo reparará. Era cristiano
evangélico, como nosotros. Aunque el daño en apariencia era fácil de resolver, resulto complicado.

El hombre recibió el asunto con tranquilidad. "No voy a dejar que me venza ni el desánimo ni la molestia",
explico. A mi esposa y a mi nos sorprendió porque un año antes, cuando contratamos a alguien que no era
creyente en Jesus para que hiciera una reparación similar, comenzó a lanzar palabras soetes cuando las
cosas no salían como el quería.

¡Qué gran diferentia entre uno y otro! Todo se debia, sin duda, a la actitud.

Si las actitudes positivas gobiernan nuestro ser, actitudes positivas que proceden de una fe indeclinable de
que Dios nos ayudará en cualquier situación difícil, seguramente no perderemos la tranquilidad con
rapidez. Por el contrario, si nuestra actitud es negativa, interpretaremos todo cuanto nos ocurre como una
provocación y las reacciones, como es natural, serán negativos...  

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Capítulo 6 
Escuchar: clave de la Consejería Pastoral 
 Ps. Fernando Alexis Jimenez
Hace algun tlempo leí una nota del periódico en la que se informaba sobre un servicio muy especial que
ofrecía una agencia en España. Consistia en Consultorios a los cuales acudian las personas para -simplemente-
ser escuchadas.

A decir verdad tenían tantas emociones represadas en su interior, que el mayor anhelo era encontrar a
alguien dispuesto a oirles. Se liberaban de sus frustraciones, temores, estados de desesperanza, angustia y
sinnúmero de sentimientos que los ahogaban por momentos.
Lo sorprendente es la enorme demanda del servicio. El periodista relataba que decenas de personas
apartaban cita con antelación.
¿Ha experimentado la sensación de tranquilidad que le embarga cuando logra descargase de una pesada
carga que considera insufrible? Sin duda que si. Lo sorprendente es que basto que alguien estuviera
dispuesto a atenderle y, por supuesto, a interesarse con sinceridad en sus problemas.
El Consejero y su papel cuando escucha
La Consejería Pastoral reviste singular importancia para la Iglesia. Los estudios revelan la existencia de
gran número de denominaciones en las que llegan almas con regularidad a los pies de Cristo pero, en
breve, abandonan el lugar. ¿La razón? Adolecen de quien se interese de corazón por los nuevos convertidos.
Pero hay algo más: quienes llegan a las iglesias generalmente enfrentan problemas y andan en búsqueda de
respuestas a sus interrogantes y, ¡no hay quien los escuche y atienda!

El Consejero debe preocuparse por las personas. Dios mismo lo manifestó así cuando se refiere al
cuidado que tiene por su pueblo: "Como pastor pastorea a su rebaño; recoge en brazos a los corderitos, en
el seno los lleva, y trata con cuidado a las pandas" (Isaías 40:11 Biblia de Jerusalen), y también:
"Buscare la oveja perdida, tornará a la descarriada, curará a la herida, confortará a la enferma..."
(Ezequiel 34:16 Biblia de Jerusalén).

Un ministerio en la iglesia no será eficaz en la medida en que el bienestar de las almas no


representen preocupación en nuestro corazón; si las miramos con indiferencia, iremos en
contraria de una actitud que identificaba al Señor Jesucristo.

En cierta ocasión "... al desembarcar, vio a mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como
ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Marcos 6:34 Biblia de Jerusalén).

Una primera tarea, entonces, es sentir compasión por todas las personas que no tienen a Cristo como su único
y suficiente Salvador. De lo contrario, debemos pedir a Dios en oración por millares de hombres y mujeres
que parten a la eternidad sin Jesús el Señor en sus corazones. La segunda tarea, desarrollar un principio
fundamental en nuestra condición de consejeros, y es aprender a escuchar.

Dominar la tendencia de hablar


Una tendencia comun entre quienes ocupamos cierto grado de responsabilidad o liderazgo en la iglesia,
es que hablamos más de lo que escuchamos.

Es cierto que en los evangélios hallamos diversas escenas en las que el Señor Jesús es quien
asume una actitud proactiva al intervenir, pero hay que tomar nota del buen número de diálogos que
sostenía con las personas, a quienes escuchaba con detenimiento.

Quiero aludir a dos ejemplos específicos. El primero, el encuentro que sostiene con una mujer, la
samaritana. La historia la ubicamos en el Evangelio de Juan, capítulo 4, versículos del 1 al 26. La segunda, la
breve aunque profunda conversación que sostuvo con una mujer adúltera. También se encuentra en el relato
de Juan. Quienes deseaban apedrearla, tras la intervención del Maestro, se alejaron. "... y se quedó Jesús con
la mujer, que seguía en media. Incorporándose Jesús le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no
peques más" (Juan 8:9-11. Biblia de Jerusalén).

170
Usted y yo tenemos que asumir este principio: permanecer en atenta escucha.

Cuando nos encontramos frente a alguien que viene en procura de orientación con fundamento en
principios bíblicos, además de amabilidad debemos expresar el deseo que tenemos de oirle. Hay que darle
plena libertad para que se exprese, sin poner límites, los cuales podrían estar representados en mirar
constantemente el reloj o quiza, preguntar por el intercomunicador a la secretaria si ha llegado alguien a
buscarnos.

Aunque parezca gracioso, son estrategias que utilizan algunas personas que se desenvuelven en el campo
de la Consejería para hacer entender con actitudes y gestos, que el tiempo del interlocutor ha terminado
o, al menos, que está llegando a su límite.

Como ya hemos visto una serie de elementos relacionados con el ser humano y su mundo interior, lo
esencial es que usted asuma la disposición de oír a quien tiene enfrente con el propósito de reunir los
elementos de juicio que le ayuden en el proceso de diagnóstico.

Mientras habla la persona que solicitó aconsejamiento, mírela con detenimiento y vaya tomando
apuntes. Haga el mayor número posible de anotaciones: me refiero a los hechos y detalles que, aunque
luzcan intrascendentes a primera vista, pueden resultar de significativa importancia.

Dos métodos de diagnóstico


Cuándo estamos tomando anotaciones, es probable que nos hayamos inclinado por uno de los dos grandes
métodos de aconsejamiento.

Indistintamente de cual hayamos elegido, a llegar el mayor número de información sobre el entorno y
los incidentes que rodean a quien pidió orientación, es esencial.

Veamos de cuales métodos hablamos:

1.- Método Directivo o de


Direccionamiento.

2.- Método no Directivo.

¿En que consisten? Vamos a describirlos brevemente. El Método Directive es aquella técnica en la cual
el Consejero asume un papel similar al del medico, es decir, toma la información del paciente que
obtiene mediante la formulación de preguntas, hace el diagnóstico con fundamento en su evaluación y
prescribe el remedio. Es una de las más utilizadas en la Consejería.

El segundo metodo es el no Directive. Este toma elementos del psicoanálisis cuyo mayor exponente fue
el médico austriaco Sigmund Freud. Quien hace las veces de Consejero escucha al paciente, analiza cada
detalle, aplica principios orientados a comprender la situación por la que atraviesa el aconsejado, y le
ayuda a identificar cual es la solución mas apropiada de acuerdo con su caso.

¿Cuántas sesiones deben emplearse?


Usted debera emplear cuantas sesiones considere oportunas. Puede que con la primera entrevista -la
cual generalmente dura entre cuarenta y cinco minutos o una hora-, considere que tiene todos los
elementos necesarios para orientarle. Sin embargo no olvide que en la Consejería Cristiana -a
diferencia de la psicología- median la oración, la sanidad interior y la orientación con base en los
principios trazados por la Biblia. Por tanto, no debe apresurarse.
Usted debe estudiar la integralidad del individuo y no permitir que lo muevan las apariencias. Es
importante que tome tiempo para orar por el asunto y tener claridad respecto al direccionamiento que
brindara.
Deberá revisar los apuntes. Lo hará con sumo cuidado. No tenga afan al hacerlo. De su habilidad en este
aspecto depende la eficacia de su trabajo como ministro cristiano en el área de la Consejería.
Su tarea, al termino de este capítulo, es desarrollar con ayuda de Dios el principio de escuchar. Póngalo
en práctica con sus compañeros de trabajo, con su familia y, en general, con quienes le rodean. Tómese
el trabajo de oir antes de hablar. ¡Se sorprenderá de los resultados!

171
Capítulo 7 
La necesidad de estar bien
Con la diferencia de los términos utilizados, la persona que tenía frente a mi revolviéndose las manos
con desesperación, estaba repitiendo las palabras del apóstol Pablo: "Porque yo se que en mi, es decir,
en mi naturaleza débil, no reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz
de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer" (Romanes 7:18,
19. Versión Popular).

Alguién que va junto con su familia a la iglesia en mitad de semana y el día domingo. Un buen empleado en
el taller de mecánica para el que labora. Un compañero excepcional, en criterio de quienes comparten el
sitio de trabajo. Un vecino con virtudes, distinto de los demas, presto a colaborar.

Sin embargo con raptos de ira, reacciones que dejan sorprendidos a familiares y amigos: unas veces de
temor, otras de agresividad y otras más de indiferencia, aun cuando el mundo se esté cayendo a pedazos a su
lado.

-He pensado en el suicidio; creo que es la única salida. No hay forma de encuentre paz en mi existencia.
-me dijo después que analizamos la situación con detenimiento.

Volvimos a las páginas de la Biblia. Al fin y al cabo el no habia acudido a nadie distinto que a un
pastor, amigo y, para el caso específico que nos ocupaba, un Consejero Cristiano como lo es usted o
quizá está en camino de serlo.

El Señor Jesucristo dijo hace ya muchos siglos y, nos dice hoy día: "... yo he venido para que tengan
vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10. Versión Popular).

Dios nos ama. Quiere lo mejor para nosotros. Y sin duda hay algo que quiere satisfacer en cada uno: la
sensación permanente y real de bienestar. Es lo que todas las personas, si usted realizara una
encuesta respecto a que desean, le responderían sin dudarlo. iA quién no le gustaría vivir a gusto,
sintiéndose bien? Dudo que a alguién o, tal vez, a muy pocas personas.

Necesidades básicas
Cuando alguien busca su ayuda como Consejero Cristiano, es el primer aspecto que debe
considerar: aquella persona, en lo mas íntimo de su corazón, desea esfar bien. ¿Por qué solicitan
ayuda? Porque sienten amenazado el propósito de estar y sentirse bien.

Todo ser humano tiene necesidades sociales, físicas y sicológicas que deben satisfacerse para que
gocen de una buena salud mental. ¿Cuáles son algunas de ellas? La aprobación por parte de quienes le
rodean; sentirse seguro y con manejo del entorno en el que se desenvuelve; la satisfacción de
conquistar nuevas metas y de realizarse en aquello que desean.

No hay absolutamente que rechace la aceptación de alguien o de un grupo, en el que se valore


apropiadamente su individualidad, se le respete y se le conciba como alguien digno.

Ahora, entre las necesidades físicas hallamos la de alimentarse, el bienestar en cuanto a salud y
cubrir sus necesidades sexuales (aunque pareciera que hay quienes consideran que este no constituye
un aspecto que pueda ser considerado como "necesidad" natural en todo individuo). Y en último renglón
están las necesidades sicológicas entre las que identificamos el anhelo de felicidad, de ser libre para
actuar y de liberar sus capacidades para alcanzar aquellas metas que guardan en su corazón.

Cuando no logran atenderse los anteriores aspectos y muchos otros que no enumeré porque haría
interminable la lista, se presentan en la persona estados de tendencia o desequilibrio. Es lo que suele
llamarse "un problema psicológico", y desde la perspective cristiana sería una situación de
"desorden" que debe atenderse en la integralidad de su ser involucrando a Dios, quién nos creó y por
tanto, puede obrar la reparación donde quiera que se hayan registrado dificultades, bien en la parte
consciente o inconsciente.

172
Un mundo único con sus particularidades
Todo ser humano es alguien único, con una cosmovisión muy particular del mundo que le
rodea y, por tanto, con una forma singular de asumir las cosas. Hay quienes no se afectan, por
ejemplo, si llueve y se desatan relámpagos y 

truenos. Otros por el contrario se sienten aterrorizados. El ejemplo nos señala la individualidad de
cada uno y la forma como asume las cosas.

¿Por que actúan o reaccionan de determinada forma los individuos tan distintos de otros? Por tres razones
en particular: La primera, por conductas inconscientes; la segunda, por los complejos que subyacen dentro
de si, muchos de los cuales toman forma por experiencias pasadas, y la tercera, por las expectativas que tienen
en cuanto al futuro.

¿Por qué mencionar estas particularidades? Porque cuando usted tenga enfrente a alguien que busca
orientación, esos son los primeros elementos que debe considerar:

1.- La individualidad de cada cual, con sus componentes


físicos y sicológicos. 2.- Sus condiciones particulares de ver y
asumir la vida. 3.- El hecho de que cada uno
es un mundo.

Lo que experimenta en el ámbito psicológico una persona, le afecta en la dimensión física y se puede
reflejar en dolores de cabeza, temores en apariencia injustificados que le generan sudoración o dolor
estomacal, úlceras, asma, fatiga o probablemente alérgicas.

Su misión: aconsejar acertadamente

¿Comprende la enorme responsabilidad que le asiste? Ante sus ojos está alguien muy particular. Debe tomar
nota de todos los aspectos que aborda durante la conversación, identificar detalles, tener claro que
indistintamente de los errores que haya cometido, esta buscando ayuda.

En cumplimiento de su misión, en su condición de Consejero se orientará a disminuir el impacto de las


emociones destructivas en el individuo que pide orientación.

¿Cuáles? Enojo, angustia, ideas preconcebidas de que quitarse la vida es la única solución. Solo de esta
manera podrá pensar con lucidez y encontrará -con la ayuda y poder de Dios—el camino a la solución del
problema que enfrenta.

Usted llevará al aconsejado a valorarse como persona, quitándole toda concepción de que "no vale la pena"
y, paso a paso conforme va ayudando a despejar el estado de ánimo que le asiste, le ayudará a identificar
cuál es el verdadero problema.

Supongamos que alguien consulta porque tiene problemas en el hogar. Su inquietud es que, desde que está la
suegra en casa, tiene problemas constantes con la esposa. En su criterio, es la esposa con quien tiene
dificultades y por tanto ella es la "culpable".

El asunto, como podrá notarlo con calma, no está en el cónyuge de aquel individuo sino en la
importancia de resolver el verdadero problema: ¿que hacer con la suegra que interfiere en la relación de
pareja?

En quién consulta usted ayudará a que identifique cuando es el culpable, asuma la responsabilidad y se
comprometa en la búsqueda de alternativas o salidas a la situación que enfrenta.

Ayudará al asesorado a utilizar sus recursos interiores y a echar mano de los de Dios en los momentos de crisis.
No podrá depender siempre ni del pastor ni del Consejero.

Hasta aquí hemos avanzado en algo de suma importancia: la relación entre el Consejero Cristiano y el
aconsejado. Hasta tanto tengamos claro que aquella persona a quien estamos asesorado es sumamente
importante, alguien a quien Dios amó hasta tal punto que envio a su Hijo Jesús a morir por sus pecados, es
improbable que tomemos con responsabilidad el problema que enfrenta y le encaminemos hacia las
soluciones, con fundamento en los principios biblicos.

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Concluyo este capítulo recordando un hecho anecdótico que junto con mis compañeros de curso en el
Seminario donde curse la carrera de teología, nos llevó a dimensionar la enorme responsabilidad que
encierra la Consejería Cristiana.

Fernando, un companero de asignatura, estaba sumamente emocionado con los principios de Consejería
que estaba recibiendo. ¡Y quería aconsejar a todo el mundo! Sentía que reunía las capacidades, como
persona pero también como profesional, para brindar orientación.

En cierta ocasión fue a aconsejar a una joven que iba a la iglesia pero atravesaba por períodos depresivos
constantes.

Fernando hizo gala de todos sus conocimientos e inició el proceso. La jóven que hasta entonces estaba
llorando, secó sus lágrimas y dijo: "Ya regreso, voy al baño". Mi amigo suponía que todo iba bien. "Estoy en
camino de ser un buen consejero", razonaba. Al percatarse que la chica demoraba demasiado, alertó a sus
familiares. Cuando fueron a ver que ocurría encontraron a la chica sangrando! Se había cortado las venas.

El remedio, en este caso, resultó peor que la enfermedad. Y aunque lograron salvar a la joven, es evidente que
se requirió tomar una medida salomónica: cambiar de Consejero...

Capitulo 8

La evaluación del grado de madurez del aconsejado  


 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Hemos avanzado de manera significativa sentando las bases de la Consejería Pastoral. ¿Por que recién entramos
en aspectos de tanta importancia como la evaluación del grado de inmadurez de una persona y aspectos que
abordaremos en próximos capítulos como complejos y sanidad interior? Porque brindar acompañamiento a
quien solicita orientación no es un trabajo que debemos tomar a la ligera. Por el contrario, debe obedecer a un
proceso serio, solido y con objetivos específicos.

Recordemos que aquellos que asumen el ejercicio de la Consejería Pastoral deben reunir características
esenciales: la primera, ser alguien con quien se pueda tratar, dueño de una mentalidad abierta -que no se
escandalice por el sinnumero de situaciones que deberá escuchar por parte de sus aconsejados--; la segunda,
manifestar sociabilidad, de tal manera que quien solicita un consejo encuentre en el Consejero a alguien que
humanamente evalúa las circunstancias; que no está para condenar sino para ayudar.

Una tercera característica es mostrarse asequible, y la cuarta, que reviste particular importancia, es que
demuestre verdadero interés por el problema de aquél a quien brindará orientación.

Si priman la insensibilidad e indiferencia en el Consejero, su labor no será eficaz. Además, por su


condición de desinterés no reflejará el caracter y el amor de Cristo que seguramente se manifestaría
hacia los demás siendo sensible a los problemas, ansiedad, frustraciones y anhelos de su interlocutor.

Conversaciones que revelan mucho

Cuando estamos hablando con la persona que solicito acompañamiento en Consejería, las expresiones que
utiliza son fundamentales ya que nos permitirán ir conociendo aspectos que en apariencia pasan inadvertidos y
que están estrechamente relacionados con su grado de madurez o inmadurez tanto en su personalidad como en
su carácter.

Primero, veamos algunas senates de inmadurez que es necesario tomar en

cuenta:

Un carácter explosivo

El aconsejado al relatar aspectos sobre su cotidianidad compartirá acerca de reacciones explosivas, que
se producen con facilidad y en la mayoría de los casos por asuntos insignificantes. Sin duda nos encontramos
con alguien que no tiene manejo de sus emociones. Lo mas probable es que esta predisposición para responder

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a lo que considera una provocación, esté acompañada por la ansiedad e interés que le asisten de resolver
aquellas circunstancias o situaciones que le afectan, con carácter inmediato y sin importarle que pueda herir
a terceras personas.

Un ejemplo específico lo ofrecen quienes se enojan porque su interlocutor no comparte su forma de ver
la vida y espera que -así el haya cometido el error- sea su interlocutor quien admita las fallas. Y en buena
parte de los casos presiones hasta lograr su objetivo. No dan un compás de espera en procura que los asuntos se
solucionen sino que se inclinan por soluciones rápidas, aunque impliquen imposición de sus opiniones.

Autocompasión

Sin duda ha encontrado en personas que van en procura de su ayuda, a hombres y mujeres que sienten
que todos a su alrededor están en contra y que son las víctimas inocentes de las circunstancias adversas
que deben enfrentar. Se sienten frustrados porque no logran sus objetivos y atribuyen tal situación a que
todo el mundo conspira en su contra para tornarle un fracasado.

Dependencia de apoyo

Se manifiesta en quienes, a pesar de sus enormes potencialidades, jamás asumen un compromiso hasta
tanto encuentro voces de estímulo o de apoyo. Se niegan a los cambios o tal vez a lo desconocido,
porque esperan que puedan compartir responsabilidad con otras personas. Como una tortuga, se
enfrascan en las condiciones difíciles que están alrededor y caen, por tanto, en constantes períodos
depresivos.
Una actitud madura
Hemos visto una cara de la moneda cuando hablamos del grado de madurez e inmadurez de una persona.
Vamos a mirar la perspectiva que nos ofrece alguien maduro. Hay características que le identifican:

Autosuficiencia

No se trata de la actitud arrogante de quien cree que todo lo puede y menosprecia a los demás, slno de
aquel que conoce cuales son sus potencialidades y cuales son las aptitudes y talentos que tal vez tiene
dormidas y puede desarrollar con ayuda de Dios.

Imagine un competidor que tiene frente así el reto de correr dos kilómetros en el menor tiempo
posible. Si es alguien "autosuficiente" marchará bajo el convencimiento de que tiene todas las
condiciones para lograrlo.

Buenas relaciones interpersonales

Una manifestacion evidente en la madurez tanto en el carácter como personalidad de un individuo, la


constituyen sus buenas relaciones interpersonales. Desde la perspectiva cristiana encontramos que se
lleva bien con Dios, consigo mismo y, por tanto, esta abierto a una buena interactuación con quienes le
rodean. Les acepta tal como son y reconoce que sus fallas, son ante todo humanas y pueden corregirse.
Se adapta por tanto a la sociedad, la culture y el ambiente que constituyen su entorno.

Autodominio

En la medida que usted habla con alguien que pide ayuda a través de la Consejería podrá descubrir si
evidencia o experimenta falta de autodominio, es decir, que sabe gobernar sus emociones, así se vean
exaltadas por situaciones ajenas a su voluntad. Le caracteriza el equilibrio, como lo describe el apóstol
Pablo (2 Timoteo 1:7). En síntesis, no se deja mover por los impulsós.

Aceptación de circunstancias difíciles

Una inclinación natural de todo ser humano es buscar la linea de la menor resistencia, es decir, hacer el
menor esfuerzo posible. Inevitablemente nos gusta evadir los problemas y si miraran en lo mas profundo
de nuestro ser, descubrirían que ansiamos que todo sea fácil, en particular las situaciones complejas.

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Quien ha alcanzado madurés no se rinde ante los obstáculos sino que reconoce que en la vida, así como
hay períodos de paz y de éxito, también se experimentan períodos de sufrimiento, también se presentan
adversidades. Pese a ello no dan márgen a un revés espiritual o en sus relaciones interpersonales.

Interés por el bienestar de los demás

Una última característica que cabe mencionar es el interes que demuestra alguien maduro, por el
bienestar de los demás. Aprende a escuchar y procura ayudar, en la medida de sus posibilidades, para
que situaciones complicadas puedan ser resueltas.

En el próximo capítulo estudiaremos un aspecto apasionante: el inconsciente y los mecanismos de


defensa. Orientamos nuestros pasos hacia la identificación de los problemas de fondo y las alternativas
que se ofrecen al aconsejado...

Estoy convencido que no querrá perderse un elemento de tanta importance en el proceso de Consejeria
Pastoral...

Capítulo 9

Adentrándonos en los mecanismos de defensa


Hay una dimensión de la personalidad que ejerce una poderosa influencia en el comportamiento
humano. Es el inconsciente. A él están estrechamente ligados los mecanismos de defensa o de escape
de las personas.

Para tener una idea clara de lo que significa inconsciente, es necesario que primero definamos que es
consciente. Es aquella área del ser humano en la que podemos racionalizar; la dimensión en la que
tenemos claridad de que esta ocurriendo en nosotros y alrededor y también, el por que ocurre todo
aquello.

Inmediatamente encontramos otra zona que llamaremos preconsiente, la cual se compone de los
conocimientos, experiencias e imágenes que hemos percibido pero que hemos olvidado temporalmente.
Con algo de esfuerzo se pueden recuperar y traerles a la parte consciente.

Una tercera área es el inconsciente. Es como una enorme bodega en la que se guardan experiencias que
tuvieron lugar incluso en la niñez y que no son fáciles de recordar. Se trata de impresiones que
albergamos en forma de impulsos, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos, tanto activos
como impulsivos.

Están ahí pero no emergen a la parte consciente de inmediato. ¿La razón? La mente es como una inmensa
grabadora. Registra todo lo que alguien ve, hace y experimenta. Aunque pareciera estar detenida,
contiene todo un cúmulo de información que aflora cuando menos lo esperamos.

El Señor Jesucristo, aunque no habló específicamente del consciente o el inconsciente, dejó sentada una
verdad que debemos recordar al abordar este tema. El dijo: "De la abundancia del corazón habla la
boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su
maldad saca el mal" (Mateo 12:34b, 35. Nueva Versión Internacional).

Es evidente que hay un buen número de emociones, sentimientos y pasiones en apariencia dormidas en
cada quien y sin que haya tornado conciencia de su existencia, pero que ejercen una enorme influencia
sobre su conducta.

Es fundamental sanar recuerdos


Con frecuencia el Consejero Pastoral se enfrenta casos sin aparente explicación, en los que alguien
reacciona de manera inexplicable. Solo cuando se profundiza en el asunto nos damos cuenta que sus
actuaciones son producto de la influencia que recibió en la niñez e incluso, antes de nacer. Las

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experiencias quedaron grabadas en su ser y emergen. Por esa razón no puede definir conscientemente
por que razón obra así.

También hay conflictos dentro del hombre que surgen en medio de la batalla que libra entre sus
deseos y la disciplina que le imponen su religión, su cultura y la sociedad en la que se desenvuelve.

Ante esta situación puede huir de la realidad o enfrentarla. Quien decide no enfrentar lo que ocurre
consigo mismo acude a mecanismos de defensa que le permiten resolver superficialmente el conflicto.
Puede ser negando, falsificando o tergiversando la verdad de lo que le ocurre.

Mecanismos de defensa
Sin duda se pregunta, ¿Cuáles son los mecanismos de defensa que operan en el hombre? Vamos a
describirlos brevemente:

Represion: Mecanismo que se manifiesta olvidando aquello que nos desagrada. La represión, de manera
inconsciente, es acogida por el individuo para protegerse. Se guarda de los recuerdos que le provocan
dolor. En la mayoría de las ocasiones la represión esta asociada a evitar una acción que generaría un
sentimiento de culpa o ansiedad, como por ejemplo, agredir a alguien así nos esté causando daño.

Desde esta perspectivo, la represión es un mecanismo natural de defensa que si bien es cierto es
utilizada por quienes desean huir de la realidad, libran a una persona de infinidad de recuerdos
que tornarían infeliz su existencia.

Proyección: Es el mecanismo al que acuden quienes se sienten incómodos por algún defecto moral
o cometer alguna falta, y alivian su sentido de culpa atribuyendo su mal a otra persona.

Quien se siente culpable experimenta alivio identificando en otros su propia debilidad, así su
señalamiento no tenga asidero. Así por ejemplo quien está acostumbrando a engañar asume que son los
demás quienes engañan. También quien enfrenta algún grado de infelicidad considera que los demas
también son infelices.

El mayor problema estriba en que es sumamente complejo ayudar a alguien que no es consciente de
su propia realidad. Generalmente ocurre con quienes evaden su responsabilidad.

Substitución: Este mecanismo ocurre cuando la persona que enfrenta un problema con algo o alguien
no tiene el valor o quizá la oportunidad de descargar su enojo contra la situación que despierta su
malestar o tal vez la persona, y proyecta su contrariedad contra una tercera persona. Transferir sus
emociones no hace mas que provocar dolor a inocentes. Es así como el esposo que ha sido tratado mal por
parte de su jefe, llega a casa y se desquita con la esposa o quizá con los hijos.

Sublimación: Este mecanismo de defensa se refleja en quienes enfrentan instintos e impulsos muy
fuertes que no siempre pueden expresar. Acuden en cambio a liberar esa energía en otras actividades.
De esa manera se sienten satisfechos.

Rationalización: Es el mecanismo a través del cual quien comete un error alude a razones que justifican
su obrar. Bien sea por sus acciones negativas o por la incapacidad de hacer algo. Todos los seres
racionalizan sus actos, encontrando excusas a favor para eludir la culpa.

Quienes se amparan en la rationalización tornan mas tolerables las frustraciones de la vida. Pese a
ello, se les impide asumir la realidad. Y es apenas natural que, cuando no se asume la realidad, no
se dan pasos concretas orientados a resolver la situación.

Fantasía: Este mecanismo de defensa es el preferido de quienes desean escapar a sus frustraciones y
limitaciones, imaginando que son alguien diferente que si puede alcanzar desarrollo en diferentes áreas.
La fantasía no se puede negar alivia las frustraciones pero aislan de la realidad y en este sentido si son
perjudiciales porque llevan al individuo a vivir en un mundo de ensueño.

Regresión: Cuando niños no teníamos mayor responsabilidad y eran los adultos quienes entraban a
resolver nuestros problemas. Así, quien acude a este mecanismo de defensa, lo que hace es asumir una
posición infantil para tratar de eludir la situación. Sus reacciones son ridículas y se manifiestan con

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gritos o reacciones de mal humor ante lo que le desagrada. Ocurre generalmente con personas de edad
avanzada.

Compensación: Es un mecanismo de defensa al que acuden quienes compensan sus limitaciones físicas,
sociales o intelectuales desarrollando su capacidad positiva. Es así como aquellos que no tienen un nivel
de desenvolvimiento intelectual destacado, vuelcan sus esfuerzos a sobresalir en disciplinas como el
arte o tal vez el deporte. Generalmente lo logran.

Identificación: Este mecanismo de defensa opera en quienes quieren replicar en su vida las
características de otra persona. Si considera que alguien es exitoso en su desenvolvimiento, tratará de
asumir elementos de su personalidad. El problema radica en quienes, pese al paso de los años, jamás
logran identificarse consigo mismos y andan imitando a todos aquellos que admiran o que despiertan
respeto o autoridad en la sociedad, lugar de trabajo o iglesia.

Una tarea final


La tarea ahora es que usted como Consejero estudie detenidamente cada uno de estos mecanismos de
defensa, utilizado en muchos casos para escapar de la realidad, y aprender a identificarlos en quienes vienen
en procura de orientación. Solo de esta manera podremos avanzar en el proceso de sanidad interior que
ocuparán nuestros próximos capitulos.
Capítulo 10 
Clasificación de la Consejería
 Ps. Fernando Alexis Jimenez
Cuando hemos avanzado en el conocimiento del ser humano aunque, tal como lo explican las
Escrituras quien nos conoce tal como somos es Dios (Salmo 139:2, 4), pasamos a una nueva fase
en el proceso de preparación: la clasificación de la Consejería Pastoral.

Esta clasificación nos indica cuales son las diferentes opciones por las que podemos inclinarnos,
de acuerdo con el caso específico que estemos tratando. ¿Cuáles son esas clases de Consejería
disponibles?

Orientación espiritual
La esencia de la Consejería Pastoral es brindar una orientación espiritual. No podemos desconocer
que, si bien en nuestros procedimientos pueden existir elementos que tocan las fronteras de la
psico-terapia, nuestro principal cimiento es el Señor Jesucristo y la orientación que brindamos se
encuentra respaldada en las Escrituras.

Por ese motivo cuando alguien viene en procure de ayuda, debemos aterrizarlo hacia cual será
nuestro direccionamiento: espiritual. Cuando sentamos bases dejando clara nuestra inclinación, se
ahorra mucho camino porque hay quienes vienen pidiendo consejo pero no tienen el propósito de
reconocer que en algunas de sus actitudes se encierra el pecado y que el mismo debe ser
corregido, conforme lo espera Dios de nosotros.

Aconsejando en un ambiente informal


Generalmente para ofrecer aconsejamiento acudimos a la oficina o quizá, el templo. No está mal.
Sin embargo es recomendable que la conversación -en lo posible- la sostengamos en un
ambiente informal que bien podría ser en un parque, una cafetería cercana o quizá mientras se
toma un helado. ¿Se pueden tomar allí notas? Por supuesto.

¿Que ventajas ofrece un ambiente informal? Fundamentalmente que se rompe el hielo que en muy
buena parte de los casos lleva a que las personas se sientan intimidadas de hablar, porque están
en un ambiente eclesial o en la frialdad de cuatro paredes.

¿Que hay si el Consejero no tiene facilidad de prestar sus servicios en un ambiente informal?
Puede hacerlo, por supuesto, en su lugar de trabajo pero siempre ofreciendo al aconsejado interés
en sus palabras, un tono amistoso, una sonrisa amplia y el grado de confianza para que entienda
que está hablando con un amigo.

Brindando apoyo

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Quien está frente a nosotros, en procura de una orientación con fundamento en las Escrituras, es
alguien que necesita apoyo. No que hagamos caer el mundo en contra suya, haciéndole sentir
culpable, sino por el contrario, que le mostremos el camino a seguir para su restablecimiento
personal y espiritual.

A este género de Consejería Pastoral pareciera referirse el apóstol Pablo cuando escribió:
"Jesucristo murió por nosotros, para que, ya sea sigamos despiertos o que nos durmamos
con el sueño de la muerte vivamos juntamente con el. Por eso, anímense y fortalezcanse
unos a otros, tal como yo lo estoy hacienda" (1 Tesalonicenses 5:10, 11. Versión Popular).

Otro autor sagrado recomendó: "...anímense unos a otros cada día, mientras dura ese "hoy"
de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su
corazón se vuelva rebelde"(Hebreos 3. 13. Versión Popular).

Sobre esta base, en los momentos de crisis de alguien que pide ayuda, nuestra función es brindarle
apoyo. Puede constituir una de las primeras fases del aconsejamiento con el propósito de que
encuentre sosiego y manifieste apertura para la búsqueda de soluciones, con el poder de Dios.

Confrontando al aconsejado con la realidad

Un dicho popular en Latinoamérica y que grafica lo que deseamos ilustrar, se refiere a que
adoptar la posición del avestruz que esconde la cabeza en la arena, no resuelve los problemas;
por el contrario, es confrontándolos como encontramos las soluciones.

En la Consejería Pastoral esta fase es esencial. Pongo un ejemplo. Llegó a la oficina alguien
que argumentaba, toda su familia era un problema. Tenía cheques con la esposa y cada uno
de sus cuatro hijos. Una evaluación del caso demostró que era aquel hermano en la fe y no sus
allegados, quien representaba el problema. El paso a seguir fue confrontarlo con la realidad de
cara a proseguir con la alternativa para resolver la situación.

iRecuerda el incidente de Jesús y la mujer samaritana que relata el capítulo cuatro del evangelio
de Juan? Ayudarle a encontrar el camino correcto implicó que el Maestro la condujera a reconocer
su situación: "Jesus le dijo:--Ve a llamar a tu marido y vuelve acá. La mujer le contesto:—No
tengo marido. Jesus le dijo:—Bien dices que no tienes marido porque has tenido cinco
maridos, y el que ahora tienes no es tu marido. Es cierto (o que has dicho. Al oir esto, la
mujer le dijo:--Señor, ya veo que eres un profeta." (Juan 4:16-19. Versión Popular).

¿Por que la necesidad de confrontar a alguien? Porque quizá el último en percatarse de sus
errores, es quien incurre en ellos como lo anota la Biblia: "¿Quien se da cuenta de sus
propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!" (Salmo 19:12. Versión Popular).

Nuestra labor se encamina entonces a que, si se trata de un pecado, el aconsejado afronte la


situación en la que ha incurrido, la confiese a Dios y, por último, cambie de actitudes.

Hasta tanto se admira el yerro, no se podrá avanzar en el proceso de cambio y crecimiento


personal y espiritual.

Ahora, usted como Consejero no debe presionar la decisión de quien tiene enfrente; su
función es orientar y señalar el camino, no impulsar a alguien para que obre de tal o cual
manera. Igualmente debe estar preparado para que se produzca una reacción de enojo o de
resistencia a su consejo; no obstante debe proseguir con prudencia porque su labor es
mostrar la senda.

Ofreciendo una alternativa a través de la educación


En cierta ocasión y ante el interrogate de decenas de personas que reconocieron delante de
Pedro sus errores y pecados, el les orientó sobre que camino tomar: "Por eso, vuélvanse ustedes
a Dios y conviértanse, para que el les borre sus pecados, y el Señor les mande tiempos de
alivio, enviándoles a Jesús, a quien desde el principio había escogido como Mesías para
ustedes" (Hechos 3:19, 20. Versión Popular).

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Nuestra función en la Consejería Pastoral esta orientada a educar a quien consulta. Es
probable que tal persona este acudiendo a muchas actitudes, aprendidas en la mayor parte de
los casos, que resultan ineficaces. Al educarle, lo que hacemos es llevarle a tomar conciencia
de que sus acciones y reacciones están desencadenando problemas.

En esencia es una tarea de re-aprendizaje. ¿De que se trata? Fundamentalmente de que,


aquellos que piden una orientación, aprendan nuevas formas de pensar y de actuar, conforme
lo enseñan las Escrituras, con el propósito de modelar sanamente su comportamiento. No se
trata de alienar mentalmente sino de llevar a la senda apropiada. Y tal tarea comienza
cambiando nuestra forma de pensar, como lo recomienda el apóstol Pablo: "... piensen en
todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro,
en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de
virtudes, en todo lo que merece alabanza" (Filipenses 4:8. Versión Popular).

Si los pensamientos que albergamos en nuestro ser son sanos, nuestra conducta igualmente
será sana.

La terapia de grupo
Cerramos las opciones de aconsejamiento pastoral con las terapias de grupo. Son apropiadas
para personas inmersas en la farmaco dependencia, matrimonios en crisis o grupos de
jóvenes.

El mejor ejemplo de su eficacia lo ofrecen los resultados que arroja para los Alcohólicos
Anonimos. Por afíos han utilizado este método y ha demostrado validez.

Usted como Consejero no esta llamado a encasillarse con un solo método. Utilice el que
considere ajustado a las circunstancias.

Capítulo 11 
Hacia la Sanidad Interior
El apóstol Pablo escribió en el primer siglo de nuestra era a los cristianos de Tesalónica: "Y el
mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo,
sean guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os
llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:23, 24).

Cuando leemos cuidadosamente el texto encontramos que el propósito eterno de Dios ha sido el
que mantengamos equilibrio en nuestro ser. Cuando haya alguna descompensación, Dios mismo
sera nuestro ayudador para subsanarla. Sobre esta base entendemos que la Sanidad Interior es uno
de los maravillosos planes que El tiene para nosotros, Conoce nuestros sufrimientos, expectativas y
temores.

iEn que áreas se produce la Sanidad Interior?

Cuando alguien por factores externos e incluso generacionales, evidencia algún grado de
desequilibrio, es necesario que experimente en su vida la Sanidad Interior en la cual Jesucristo,
como nuestro Señor y guiador, juega un papel fundamental. La sanidad se opera en tres áreas:

1
.
-

Á
r
e
a

180
S
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c
o
l
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3
.
-

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e
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s
i
c
a

La sumatoria de estas tres áreas constituyen el ser en su integralidad que es como lo describe
el apóstol Pablo: espíritu, alma (gr. Sique) y cuerpo.

Area Sicológica
Aunque la Psicología ha hecho avances de significación en el tratamiento de alguien que enfrenta
algún grado de afección en su Psiquis, solamente Jesucristo puede obrar una sanidad plena e
integral.

Jesucristo dijo: "Venid a mi todos los que estaís trabajados y cargados, y yo os haré
descansar" (Mateo 11:28). Con este simil estaba explicando que temores, delirios,

181
inquietudes y traumas, entre otros, debemos entregárselos a El para que ministre la
sanidad en nuestro ser.

Los sicólogos ayudan hasta cierto punto, pero no pueden obrar plenamente hasta en la parte más
íntima de una persona. Cristo si, porque El mismo estuvo desde antes de que todo existiera y fue
participe de nuestra creación. El es quien puede sanarnos realmente.

Área Espiritual
El Señor Jesús dijo: "El Espíritu del Señor esta sobre mi, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a
predicar el año agradable del Señor. Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros"
(Lucas 4:18-21).

Estas palabras son sumamente reveladoras. Nos muestran al amado Hijo de Dios en su propósito
divino de liberarnos de toda atadura, entre ellas las de carácter espiritual.

El proceso comienza cuando reconocemos, comprendemos y asumimos el perdón que El logró en


la cruz de todos nuestros pecados. Todo lo que hicimos en el pasado queda absolutamente borrado.
Delante de nosotros se abren las páginas en blanco de una nueva vida.

Si Dios nos perdonó por el sacrificio redentor de Jesus, ¿por que seguir atormentándonos
por el ayer? No tiene sentido.

Asumir que El ya ganó el perdón (gr. Soso que significa perdón, salvación) para nosotros, nos
libera del sentimiento de culpa que arrastran decenas de personas en todo el mundo.

Área Física

Cuando leemos los evangelios hallamos que lo primero que hacía el Señor Jesús era sanar a las
personas. Una vez se producía su sanidad física o emocional, venía la conversión. ¿Extraño? Es
posible que si, desde nuestra lógica pero no desde la perspectiva de Dios. Para el un ser humano
era importante en su totalidad, no solo en un área específica.

Dios entonces planeo desde la eternidad nuestra sanidad física, espiritual y sicológica. El nos
acompaña en el proceso. Su obrar es perfecto y no dejará nada a medio camino.

Es probable que a estas alturas del Capítulo se pregunte, igual es la diferencia entre la asistencia
que se brinda con principios sicológicos y la ayuda a través de la Consejería Pastoral? En esencia
medían dos aspectos diversos. El primero, que la orientación se fundamenta en pautas que traza la
Biblia, y el segundo, que se atiende las personas poniendo particular énfasis en la oración. ¿Para
que orar? Para que se abran las puertas al trato del Señor Jesús con quien busca ser sano en su
mundo interior.

¿Por que se producen las heridas en el alma?


Una respuesta directa podría estar encaminada a clarificar que es producto de las
necesidades humanas fundamentales que no se lograron satisfacer desde la propia niñez.
Es en la infancia cuando se produce la consolidación progresiva de un ser humano y
muchos traumas tienen orígen en esa etapa del crecimiento.

A continuación describimos algunas de las necesidades fundamentales:

Protección. Todo infante tiene la necesidad de experimentar la seguridad que se deriva de


padres que protegen, abrigan, cubren y se convierten en una especie de muro entre el nino y el
mundo alrededor. Ahora bien, es necesario tener en cuenta que protección no puede confundirse
con sobreprotección, que es el otro extremo, fruto de padres que no permiten que el niño asuma
sus propios mecanismos de defensa y asimilación de lo que ocurren en su entorno.

182
Elogio. Un niño a quien se le reconocen sus pequeños logros, será en un futuro alguien que
reconozca los logros de los demás. Al pequeño le enriquece el reconocimiento a sus ejecutorias,
por insignificantes que parezcan.
Perdón. Cuando a un infante se le perdona -aunque se le haga notar los errores que cometió-
sera en el futuro alguien dispuesto al perdón, comprensivo y tolerante. Nadie perdona mas que
aquel que ha sido perdonado. En esta área se presentan muchas dificultades y sinnúmero de
personas arrastran por años un complejo de culpa producto de que antes que ayuda al incurrir en
cualquier falla, se les cuestionó e hizo sentir que no tenian perdón alguno.
Amor. Este elemento ocupa un lugar preponderante. El primer contacto del niño con el amor se
produce a través de sus padres. Ellos deben manifestarlo de tal manera que sus hijos aprendan a
sentirlo. Quien recibe amor, puede dar amor; nadie que no ha sido amado puede tener un corazón
amoroso, a menos por supuesto que haya permitido que el Señor Jesucristo entre en su corazón
como Salvador personal.
Hay otras dos necesidades que enumeraremos también: el abrigo y la confianza.

¿Que ocurre cuando en un ser no se satisfacen estos factores? Se generan las condiciones para dos
complejos que es de cuidado.

1.-
Complejo
de
Inferiorid
ad. 

2.-
Complejo
de
Superiori
dad.
Alguien con estos complejos tendrá marcadas tendencies a aislarse de los demás o tal vez, buscar
llamar la atención; ser susceptibles, evidenciar una actitud posesiva; ser perfeccionistas, inclinarse
a criticar todo cuanto hacen los demás o a encontrar supuestos errores en sus semejantes que son
justamente los defectos de comportamiento que el mismo arrastra.

El Consejero Pastoral debe tener sumo cuidado en las entrevistas que sostiene con quien
viene en procura de orientación, con el fin de ir identificando el perfil y los aspectos a tratar
con ayuda de Dios y los principios que hallamos en las Escrituras.

Jimenez, Fernando Alexis, Manual de Consejería Pastoral, Ministerio de Evangelismo y Misiones "Heraldos de Vida", Usado con

Capítulo 12 
Heridas del alma que aun no han sanado, ¿qué producen? Las heridas de
nuestra alma y corazón, que todavía no sanan, nos impiden crecer en los
planos personal y espíritual
 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Sinnumero de personas gozan de capacitación académica e incluso ministerial; pese a ello


permanecen estancadas. No dan un paso ni adelante ni atrás. ¿La razón? Dentro guardan
conflictos sin resolver, que marcaron sus existencias y que se constituyen en obstáculos enormes
para dar pasos sólidos hacia su desarrollo.

¿Cuales son algunas de esas heridas? Entre las heridas que estudiaremos figuran:

La auto aceptación.

iHa meditado en el impedimento que representa para hombres y mujeres el hecho de no


aceptarse tal como son? Hay quienes se miran al espejo e inmediatamente se sobresaltan e

183
incluso rechazan porque no comparten el que tengan una nariz de tal o cual forma, que tengan
unos kilos de más, que en el rostro muestren presencia de acné, porque son bajitos o tal vez muy
altos.

Hay algo dentro que no les gusta y por años arrastran esa inconformidad hasta tal punto que
se rechazan a si mismo y mentalmente, cuando analizan sus actividades, se culpan porque "no
sirvo para nada", "con este cuerpo, ¿que más podría lograr?" Y buen número de apreciaciones
erradas que tomaría mucho tiempo y espacio enumerar.

Una actitud crítica y rechazo

Con frecuencia muchos infantes son el bianco de las críticas de sus padres. Por alguna
circunstancia, hay algo en los chicos que no satisface plenamente las expectativas de sus
progenitores y lo expresan sin tener en cuenta que cada palabra encierra un poderoso mensaje
que se guarda en el inconsciente de cada menor.

También encontramos el caso de madres embarazadas que rechazan el ser que mueva dentro y
manifiestan rabia, antes que amor a la pequeña vida que se está gestando.

Una vez avanzan en su proceso de crecimiento, comienzan a aflorar las consecuencias de la


actitud crítica y el rechazo del que fueron victimas. Sus reacciones hacia sus semejantes reflejan
todo lo que guardan en su existencia, que fue grabado con letras indelibles por los gestos y
palabras de sus padres.

Inseguridad

Cuando un menor, adolescente o joven no encuentra seguridad en sus padres, desarrolla en su ser
un estado de inseguridad que le impide avanzar con pasos firmes en cualquier proyecto o
empresa. Las relaciones sentimentales e interpersonales se ven afectadas.

Por el contrario, quienes se edifican en un ambiente seguro y gozan de la aceptación de sus


progenitores, desarrollan en su vida tal seguridad y pueden brindar a su semejante aceptación,
aprobación y comprensión.

Carencia de auto perdón

Dentro de las heridas del alma que persisten y que se convierten en obstáculos, ocupa un sitial
importante, el sentimiento de culpa y falta de perdón que cargan a sus espaldas quienes obraron de
alguna manera en el pasado y reconocen que no estuvo bien.

Un ejemplo es la mujer que cometió un aborto. Con el paso de los años el sentimiento de culpa
se torna más pesado y se rechaza por considerar que "no debí; obrar así".

No se perdonan a si mismos y por tanto, así se les explique que Dios ya les perdonó cuando
se arrepintieron, no aceptan esta realidad.

Sentimientos de odio y resentimiento

Cuando la persona toma conciencia del daño que le causaron desde la niñez, tiende a desarrollar
en su corazón el resentimiento y odio hacia sus padres, familiares, personas cercanas y -en las
etapas posteriores- compañeros de trabajo o aquellos con quienes en hechos aislados tuvo una
relación sentimental.

¿Como avanzar en el proceso de Sanidad Interior?

El primer paso sin duda, es reconocer que muchos de nuestros pensamientos y actitudes no
estan bien, y son el fruto de hechos traumáticos que nos acompañan desde la niñez,
adolescencia, etapa joven o la adultez. Admitir que hay un desequilibrio es el mayor reto.

184
El segundo reviste igualmente mucha importancia. Consiste en elaborar una lista con haciendo
recuento de las escenas, palabras e incidentes que marcaron nuestra vida. Allí cabe incluir
también los aspectos que no nos gustan de nosotros mismos.

Un tercer paso es aceptar que nuestro Padre es un Dios de perdón, el cual se hizo realidad en
la obra sacrificial del Señor Jesús en la cruz. Allí nos perdonó todas las culpas.

Gracias a esa misericordia inmerecida, es necesario pedirle a Aquel que todo lo puede que nos
ayude a comprender, aceptar y embargarnos de su amor ilimitado. Solo así, cuando abrimos el
corazón a su mover poderoso, podremos perdonar también a otros.

Recordemos que si bien es cierto no podemos viajar en el tiempo hacia los instantes en que
ocurrieron hechos traumáticos en nuestra vida, con el propósito de resolver los conflictos que se
generaron, si podemos entregar todos esos sentimientos y emociones -todavía sin sanar—en
manos del Señor Jesucristo para quien no hay tiempo porque El es eterno. Cuando lo hacemos, es
posible que haya Sanidad Interior.

Una forma práctica es llevar todo el odio, resentimiento, temor, celos, inseguridad y otras
heridas, en oración al amado Hijo de Dios. Siéntalo allí, a su lado, de que manera toma en sus
manos todas sus frustraciones y dolor.

No olvide que El dijo: "Venid a mi todos los que estaís trabajados y cargados, y yo os
hare descansar," (Mateo 11:28}

Nuestro amado Salvador espera que usted le entregue todo cuanto ha guardado en su
corazón. Una vez lo deposite todo en Sus manos, pídale allí en oración que comience a sanar
todo su ser. El lo hará, sin duda, porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros ya que dijo:
"...yo he venido para que tengan vida, y para que la tenjan en abundancia." (Juan
10:10 b.)

Cristo Jesus llevó nuestros pecados pero tambien nuestras enfermedades y traumas hasta la
cruz. Y allí nos hizo libres. Ese es un principio que debemos grabar en el corazón de
quienes vienen en busca de orientación y Consejería. Y, por supuesto, ayudarles en su
proceso de sanidad...  

Capítulo 13 
Obstáculos para la Sanidad Interior
El proceso de Sanidad Interior -que personalmente considero el mas eficaz sin que, por
supuesto, tenga nada en contra de la psicología como disciplina psicoterapeútica-, puede
enfrentar algunos obstáculos que es necesario, de un lado identificar, y de otro, corregir.

Los impedimentos están representados en la imagen errada que pudieramos tener de Dios
como autoridad suprema, temor a reconocer que tenemos un problema, echar la culpa a los
demás por los desequilibrios emocionales que experimentamos, e incluso, la ansiedad que
despierta hacer un examen interior para descubrir que hay guardado desde nuestra niñez,
adolescencia y período juvenil, que está afectando nuestro presente.

1 .-Una imagen errada de Dios

Cuando niños quizá tuvimos un padre intolerante, carente de amor y de ternura, despiadado
y que todo error lo relacionaba con un fuerte castigo y, además, que no escuchaba cuando
queriamos hablarle.

Es el primer contacto que tenemos con una figura paterna y de autoridad, que en la juventud e
incluso edad adulta, homologamos con Dios.

185
Es probable que consideremos que El es castigador, que no podemos llegar a su santa
presencia, que está pendiente de pillarnos en una falla para traernos dolor, que no nos ama y
además, no comprende ni los problemas ni nuestras expectativas.

Esa es la asociación de ideas que hacen millares de personas en todo el mundo. Para ellos Dios es
muy lejano.

Si esa es la situación de la persona a quien usted aconseja, sin duda el proceso de Sanidad Interior
se encontrará boicoteado y es fundamental que le guiemos para que cambie su imagen del Padre.

La tarea que le asiste como Consejero es tomar el tiempo suficiente, acompañado de textos
bíblicos, para mostrarle las caracteristicas amorosas del Dios en el que hemos creído, quien es
precisamente el Sanador del ser en su totalidad.

2.- Temor a decir la verdad

Una mujer había practicado el aborto. Se deshizo de su criatura en gestación a los cuatro meses.

¿Sabe que impedía el que avanzáramos en el proceso de Sanidad Interior? El temor de esta
jóven a decir la verdad. Creía que su pecado era tan terrible, que sin duda yo jamás habría oido
algo así. La concepción que tenía la llevaba además, a tratar -por supuesto, algo imposible—de
Dios. "No puedo decírselo a El porque me castigaría", repetía una y otra vez.

Igual ha ocurrido, por ejemplo, con un ejecutivo de una agencia de seguros, casado y con dos
hijos, que tenía un enorme temor de confesar que era homosexual.

Carlos José, otra persona a quien brindamos apoyo a través de la Consejería Pastoral, se
negaba a contar que—tres años atrás y mientras ejercía como sicario-habrá dado muerte a dos
personas.

Estas personas inconscientemente levantaban muros que impedían dar pasos sólidos hacia la
Sanidad Interior.

¿Que paso se siguió? Darle confianza a cada uno de ellos para que comprendiera que, quien
perdona los pecados y nos ayuda sobrenaturalmente a sanar las heridas del alma, es el Señor
Jesucristo.

El es nuestro amigo, quiere ayudarnos y nos guía en el camino para ser libres.
3.- ¿Quién fue el culpable?

Un tercer obstáculo está representado en el temor de admitir que quizá fueron sus hermanos,
padres, familiares cercanos, vecinos o compañeros de estudio o de trabajo, quienes provocaron -en
muchos casos sin proponérselo--, una situación traumática que golpea todavía sus vidas.

Reconocer que nos hicieron daños no es culpar. Es, por el contrario, mirar dentro de nuestro
ser en procura de encontrar donde está el asunto que nos causa dolor para proceder a
arrojarlo de nuestra alma para alcanzar la libertad que el Señor Jesucristo quiere para
nosotros.

Temor a lo desconocido

Cuando estamos brindando orientación a través de la Consejería Pastoral y al conocer que como
cristianos pediremos al Señor Jesús que nos ayude en el proceso de Sanidad Interior, es probable
que nos pregunte: "¿Que puede ocurrirme?".

Es algo apenas previsible. Todos los seres humanos, en mayor o menor medida,
enfrentamos el temor a lo desconocido.

A su manera, creen que tienen el control de todo, aunque por supuesto, están equivocados.

186
Esta es la razón por la que haya quienes, en medio de sus crisis o situación traumática, sientan
relativa comodidad. Simplemente ya se acostumbraron al sufrimiento y prefieren seguir sujetos a
el, que abrir las puertas al mover de Cristo en su corazón. La realidad es que temen encontrarse
con "sorpresas" al auscultar su ser interior.

Una vez descubrimos que el aconsejado está atravesando por una situación así, es necesario con
paciencia, comprensión y seguridad, despejar todas sus inquietudes. En particular enfatizar en el
hecho de que solo un auto examen—con ayuda de Dios -permitirá dejar atrás el sufrimiento
producto de situaciones traumáticas del pasado, y ser libres.

Recuerde que generalmente todo ser humano es producto de una cadena de sucesos que marcaron
su existencia. Ya menos que se produzca la Sanidad Interior, la cadena proseguirá y golpeara a
nuestros hijos, nietos y toda la generación que se desprenda de nosotros...

En su condición de Consejero cristiano, el reto que tiene es enorme, pero debe asumirlo. Aquel
a quien brinda acompañamiento debe dejar de lado los temores, encontrar seguridad y abrir su
corazón a avanzar en los siguientes
Capítulo 14 
Cerrando las puertas abiertas al ocultismo
 Ps. Fernando Alexis Jimenez
A Nelly la atendieron todos los médicos imaginables, desde facultativos de atención general hasta
especialistas de la más alta categoría. Ella aducía que algunos temores o incertidumbre generaban
en su cuerpo brotes alérgicos.
La remitieron a un psicólogo, luego a otro y otro más. Nada mejoraba. Un siquiatra descartó que
tuviera problemas cerebrales. Su cuerpo evidenciaba enrojecimiento y posteriormente
amoratamiento.
Finalmente y presa de la angustia, acudió a la iglesia. Un análisis preliminar llevó a descartar que
experimentara hechos traumáticos profundos, provenientes de la niñez y etapa de juventud.
En medio de las continuas conversaciones, afloró algo a lo que temía enfrentar: había abierto
puertas al ocultismo. Le habían practicado conjures, tenía espíritus guía y, además, concertó con
un ex marido, un pacto de sangre. "No lo mencioné antes porque supuse que no tendria mayor
importancia", argumentó.
Como ella, muchas personas han tenido estrecha relación con el ocultismo. Han practicado algún
grado de hechicería. Incluso, incurrir en la lectura asidua del Tarot o el horóscope, conducen a la
contaminación espiritual. En la Biblia estas prácticas fueron abiertamente condenadas
(Deuteronomio 18:10-12).
Una vez un ente demoniáco anida en la persona, busca generar daño. De ahi que en muchos
casos se produzcan reacciones sicosomáticas.
Una mala utilización de las capacidades
Todo ser humano tiene la capacidad de comunicarse con el mundo sobrenatural. Y para nadie es
desconocido que existen dos mundos: el de la luz, en donde gobierna Dios (Juan 8:12), y el de las
tinieblas, en donde gobierna Satanás (Efesios 6:12).
Ahora bien, cuando se abren las puertas al mundo de lo oculto, de las tinieblas, se cede
terreno a los poderes demoniácos.
Es facil identificar a quien se encuentra en esta situación. No quieren leer la Biblia, rechazan
toda invitación a congregarse en una iglesia y, además, desechan toda insinuación de que
hagan oración.
¿Que hacer entonces?

Cuando abordamos la Sanidad Interior en quienes han incurrido en el ocultismo, quedan dos pasos
ineludibles:

187
1.- Renunciar a los compromisos con el mundo de lo oculto.

Para que tal proceso sea eficaz, es necesario que el aconsejado haga una lista de las ocasiones en
las que tuvo alguna práctice ocultista e identificar de que se trató. También reviste importancia
que indique con que frecuencia lo hizo. La enumeración es fundamental en el momento de
avanzar en la Sanidad Interior.
2.- Recibir a Cristo y permitirle el pleno gobierno de nuestro ser.
Cuando Jesucristo entra a gobernar nuestro corazón, toda fuerza de lo oculto pierde terreno.
Alguien que abrió las puertas al mundo demoniáco, generalmente encontrará motivos para no recibir
a Jesucristo y expresará renuencia aduciendo que "cree en el mundo espiritual", ignorando o
quiza ocultando que el mundo espiritual que conoce es el de la maldad.
Al compartirle la Palabra, el Espiritu Santo abre puertas. No olvide que no es en nuestras
fuerzas sino en las de Dios.
Rompa toda cadena ancestral
En su condition de Consejero Cristiano lleve al aconsejado a renunciar a toda atadura con el
ocultismo pero también, que en su oración renuncie a toda atadura generacional, de tal manera
que en el nombre de Jesucristo cancele todo pacto que sus abuelos, bisabuelos o cualquier otro
pariente, hayan hecho con el mundo espiritual de maldad.
Recuerde que el amado Hijo de Dios es quien obra sanidad interior, rompiendo toda ligadura, y
además, quien cura nuestras heridas emocionales.

Capítulo 15 
Seguimiento al proceso de Sanidad Interior
Así como el proceso de cambio y crecimiento tanto personal como espiritual es eso, es decir un
proceso que no se concluye en un abrir y cerrar de ojos, también la Sanidad Interior no debe ni
puede circunscribirse a una sola sesión con el Consejero Pastoral.

No podemos olvidar que Satanás trabaja todos los días las veinticuatro horas, y bien sea que el
aconsejado haya estado inmerso en actividades ocultistas o que su situación particular obedezca a
hechos traumáticos, buscara recorder a la persona sus errores del pasado y las consecuencias que
trajeron, generando condiciones de desánimo y sensación de fracaso.

El apóstol Pablo reconocía que era necesario perseverar en el camino hacia la superación en todos
los órdenes. Por tal motivo escribió: "No quiero decir que lo haya conseguido todo, ni que ya
sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me
alcanzo primero. Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que si hago es
olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a
la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por media de Cristo Jesús"
(Filipenses 3:12-14).

El paulatino avance hacia la Sanidad Interior arroja resultados que, al principio pueden parecer
lentos, pero que si están sometidos en manos del Señor Jesucristo, serán eficaces trayendo
transformación al individuo.

Los pensamientos, una fortaleza

Los mayores ataques que tiene todo ser humano en proceso de Sanidad Interior son los
pensamientos. Es en la mente donde se pierden o se ganan las batallas. Ese es el motivo por el
cual usted debe insistir al aconsejado sobre la necesidad e importancia de tener control de ellos,
con ayuda de Dios.

188
El apóstol Pablo hizo una recomendación que cobra particular vigencia con las personas a las que
orientamos. El escribió: "Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo
obedezca a el, y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia, una vez que ustedes
obedezcan perfectamente" (2 Corintios 10:5).

Nuestro enemigo espiritual, Satanás, quiere echar por tierra el trabajo de Consejería sembrando
derrota en aquellos a quienes estamos guiando en el proceso. Genera además, ideas que le
asocian con un pasado traumático.

Al respecto, debemos instruirlo en el sentido de que -siendo libre en Cristo- debe experimentar
una transformación radical en su forma de racionalizar las cosas, como aconseja el apóstol Pablo:
"No os conformeís a este siglo, sino transformaos por media de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobeís cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta." (Romanos 12:2).

Es importante, entonces, que reemplace esa perspectiva errada de la vida con una vision
renovada, como lo escribe el autor sagrado en su carta a los cristianos de Filipos: "Por lo demos,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad" (Filipenses 4:8).

Solo cuando le enseñamos al aconsejado sobre la necesidad de dejar de lado los pensamientos
negativos para dar cabida a aquellos que son positivos, podremos tener tranquilidad plena porque
no será presa fácil de los ataques en procura de vuelva atrás en su Sanidad Interior.

Características que deben rodear al Consejero

Quien asume su compromiso como Consejero debe estar secundado por cuatro características de
suma importancia que le llevaran a ser mas eficaz y oportuno en su labor:
1. Atento
Solo una actitud perspicaz nos permitirá identificar los avances, estancamiento o retroceso
que experimenta el aconsejado.

En muchas ocasiones quien acude en procura de orientación y desea superar, bien hechos
traumáticos o las consecuencias que se derivan de su participación en actividades ocultistas, niegan
que estén enfrentando de nuevo pensamientos obsesivos o ataques de orden espiritual.

Recuerdo el caso de una persona a quien orientamos en el proceso de Sanidad Interior. Había hecho
pacto de sangre con su ex marido y, cuando por fin se cayó el velo de sus ojos y pudo apreciar la
realidad en su verdadera proporción y se apartó de el, la asediaba invocando espíritus que le
producían escozor en todo el cuerpo.

La liberación como tal, tomó varias horas. Pero en los días siguientes no solo volvió a acudir a los
espíritus en procura de ayuda, sino que el domingo siguiente, después del culto y, cuando le
pregunté como seguía, se limitó a responder: "Muy bien, pastor". Su madre fue la que contó que,
por el contrario, en la noche la despertaban los gritos aterrorizados de la mujer ya que la
asediaban los espíritus de nuevamente.

Estar atento a los cambios en la persona, permitirá identificar en que aspectos es necesario
hacer mayor énfasis dentro del proceso de Sanidad Interior.

2.- Perseverancia

La Sanidad Interior implica que haya perseverancia. No podemos suspender la atención de alguien
que está siendo aconsejado, simplemente porque nos cansamos o creemos que ya "se puede
defender solo".

189
Recuerde que la persona, hasta tanto no cumpla el proceso, es como un bebé indefenso en medio
de un centro comercial lleno de personas. Usted debe guiarlo hasta comprobar que, en efecto y por
el poder de Dios, está libre, bien y en crecimiento tanto personal como espiritual.

3.- Edificación

Corresponde a quien esta adelantando la Consejería Pastoral brindar orientación permanente con
fundamentos bíblicos. En esta tarea se incluye llevarle a dejar pensamientos y actitudes del pasado
y llevarle a adoptar nuevos principios y valores, sobre la base de que Dios ofrece una nueva
oportunidad de vida.

4.- Estímulo

Es necesario fortalecer la autoestima en el aconsejado. Por esa razón es importante llevarle a


comprender que ha avanzado en el proceso de Sanidad Interior. Frases como "Tu puedes
superar el pasado y cambiar porque no estas solo, Dios esta contigo", son de gran ayuda.

5.- Revisión permanente de los apuntes

No olvide que el Consejero Pastoral debe estar al tanto del proceso, estancamiento o retroceso del
aconsejado. Una forma eficaz de lograrlo es mediante las anotaciones en cada sesión. Constituyen
su bitácora. Y debe consultarlas con frecuencia.

¿Cuál es el proposito? Recordar que habló con la persona en la ultima reunion; citas bíblicas que
utilizó en la orientación; identificar de que maneja el aconsejado esta aplicando las enseñanzas;
reconocer cuales son los puntos débiles en la Sanidad Interior asi como las fortalezas.

Los temas bíblicos de aconsejamiento que vaya a utilizar en cada caso, debe tenerlos
claros desde antes de comenzar la sesión.

Capítulo 16 
Rompiendo pactos con el ocultimo y los recuerdos traumáticos
Hasta el momento hemos insistido en la importancia de tener un seguimiento cuidadoso del
aconsejado en el proceso de Sanidad Interior. Tampoco conformarnos con unas pocas
sesiones sino persistir hasta llevarlos, en el poder de Jesucristo, a una libertad plena.

El Consejero debe guiarle a cerrar todas las puertas abiertas a Satanás en las diferentes áreas de su
vida. Incluso, en el proceso es probable que hallemos portillos que no imaginábamos. La persona
había guardado silencio por temor o quizá esperó hasta tener un grado de confianza suficiente
para compartir todas sus inquietudes.

No es fácil vivir en un mundo sin Cristo

Para quienes caminamos de la mano del Señor Jesucristo, vivir en un mundo caído donde prevalece
el pecado en todos los ordenes, no es fácil. Pese a ello, nuestro compromiso es vencer por encima
de las circunstancias y enseñar al aconsejado a sobreponerse a los obstáculos que seguramente
encontrará a cada paso. Es esencial que desarrolle confianza en Dios.

En procura de que avance en el proceso es imperativo enseñarle que todo su pasado, incluyendo
pecados y errores que haya cometido en el orden conductual y de pensamientos, el Señor Jesús lo
llevó y dejó en la cruz (Colosenses 2:13-15.

Si toma conciencia de lo maravilloso que ocurrió en su existencia, puede dar un nuevo paso
consistente en la renuncia a todo pacto o juramento que haya hecho con el ocultismo.

En cierta ocasión junto con dos pastores más ministramos liberación a una joven de dieciseís años
que había hecho pacto con Satanás. El diablo le insistía que tal pacto no se podía romper. En

190
desarrollo de la ministración comprendió la grandeza que había ocurrido con su existencia gracias
a la muerte sacrificial de Jesucristo y su resurrección gloriosa. Y rompió todo pacto en el nombre
de Jesús! Fue libre.

El amado hijo de Dios dijo: "Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serón verdaderamente
libres," (Juan 8:36. Version Popular). El apóstol Pablo hizo además el siguiente comentario:
"Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad." (Gálatas 5.13. Versión Popular).

Renunciando a los recuerdos

Quien está viviendo el proceso de Sanidad Interior no solamente debe renunciar a todo pacto con
el ocultismo sino además, a sus recuerdos del pasado.

Aunque parezca insólito, hay quienes se aferran a escenas traumáticas ocurridas en el


pasado. Constituyen su pretexto para vivir amargadas culpando a los demás por sus tristezas
y fracasos.

Por tanto se le debe confrontar con la realidad. Que tome conciencia de que si persiste en una
actitud así, jamás será libre.

Una sugerencia práctica es que le ayudemos a elaborar un listado de los recuerdos dolorosos y que, en
oración, vaya entregándolos uno a uno al Señor Jesús quien dijo: "Vengan a mi los que estén
cansados y agobiados, que yo los hare descansar. Acepten la mision que les doy y aprendan de
mi que soy paciente y humilde. Conmigo encontraran descanso. La misión que les doy es
agradable y la carga facil de llevar." (Mateo 11:28-30. "Nuevo Testamento: La Palabra de Dios
para todos").

Sin duda alguna el propósito de Dios es la sanidad de nuestra alma y que permanezcamos en ese
estado de equilibrio, inclinados hacia el crecimiento personal y espiritual. Así lo dejó claro el apóstol
Pablo cuando escribió: "Que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos,
y les conserve todo su ser, espiritual, alma y cuerpo, sin defecto alguno para la venida de nuestro
Señor Jesucristo. El que los llama es fiel y cumplirá todo esto." (1 Tesalonicenses 5:23, 24).

Es nuestro amado Hacedor quien nos concede la paz que tanto anhela el corazón. El es
quien hace posible ese proceso. En nuestras fuerzas no podemos lograrlo. Tampoco por
muchas capacidades que tenga usted en su condición de Consejero Pastoral.

Por supuesto, Satanás, nuestro adversario mas aguerrido, buscará que haya pensamientos
acusatorios. De hecho el siempre lo ha hecho, como leemos en el libro de Apocalipsis: "Entonces
oí una voz fuerte en el cielo, que decía: 'Ya llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Mesías; porque ha sido expulsado el acusador de nuestros
hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios." (Apocalipsis 12:10.
Versión Popular).

Sin duda el Creador quiere obrar salvación espiritual, física y sicológica en todas las personas.
Y romper ataduras con el ocultismo y con los recuerdos traumáticos forma parte de tales pasos
que debemos orientar para que siga el aconsejado.

Conclusión

¡Es hora de poner en practice todo lo aprendido!


Curiosamente la labor de escribir genera una sensación de paternidad con todos los textos
que, conforme van fluyendo en nuestra mente, son plasmados en el ordenador. Cuando
concebimos las primeras líneas, es como si tuviéramos en frente un bebé tierno y pequeño. El
paso de los días, las semanas y los meses da lugar a que el material que preparamos no
solamente tome forma y solidez, sino que también se encamina a un final apropiado cuando
consideramos que ya quedo dicho cuanto teníamos para compartir con nuestros lectores.

191
Por esa razón, llegar al final del camino con el MANUAL DE CONSEJERÍA PASTORAL encierra
tanto significado para quienes trabajamos en su estructuración y publicación. En esta tarea
hemos avanzado hombro a hombro con el hermano Rene Mondejar y no dudo que el comparte
esta nostalgia.

Hay mucho más por decir en material de Consejería, pero considero oportuno que lo
abordemos en un segundo seriado.

En la primera entrega compartimos las bases de la Consejería, las cuales deben tomar firmeza
con la experiencia que irá adquiriendo quien desarrolla este ministerio extraordinario.

En cierta ocasión me visito un periodista recien graduado de la Universidad. Conociendo


mi desempeño en los medios de comunicación, me interrogó: ¿Como se aprende a
escribir? ¿Hay alguna tactica?

Estoy seguro que lo que no esperaba fue mi respuesta: "Jovencito, a escribir se aprende
escribiendo. Es un proceso que comienza desde arrugar muchas hojas de pope/ porque las
palabras no afloran como quisiéramos, hasta revisar una y otra y otra vez lo que hayamos escrito y,
en la medida que lo hacemos juiciosamente, descubrimos errores y allí, en ese momento,
estamos aprendiendo.".

Yo estoy apenas aprendiendo a escribir. Igual en mi condición de pastor evangélico. El


Seminario Teológico me brindo las herramientas, pero ahora el trabajo debo realizarlo en
íntima comunion con el Señor Jesucristo. El es quien nos ayuda a "aprender" como hacer las
cosas.

Todo lo anterior para decirle, mi amado lector, que la Consejería es un camino largo y para ser
un buen Consejero, debe disponerse para avanzar de la mano del Hijo de Dios. Pero puedo
anunciarle: la experiencia de brindar orientación a las personas, con fundamento en pautas
bíblicas, es una experiencia a la par maravillosa y enriquecedora.

Gracias... esa es la palabra que viene a mi corazón: decirle a todos "Mil Gracias por
acompañarnos siempre leyendo el material que publicamos". Y mi oración permanente porque
saquen el mejor provecho al MANUAL DE CONSEJERÍA PASTORAL.

Fernando Alexis Jimenez.

La Biblia habla sobre las Adicciones


1 Corintios 6:19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Pues habéis sido comprados por
precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo.

Lucas 21:34 Mirad por vosotros, que vuestros corazones no estén cargados de glotonería, de
embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y que aquel día venga sobre vosotros de
repente como una trampa;

Proverbios 20:1 El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es
sabio.

Proverbios 21:17 El que ama los placeres se empobrecerá; el que ama el vino y los perfumes
no se enriquecerá.

Proverbios 23:29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién será el dolor? ¿Para quién serán las
rencillas? ¿Para quién los quejidos? ¿Para quién las heridas gratuitas? ¿Para quién lo
enrojecido de los ojos? 30 Para los que se detienen mucho sobre el vino; para los que se lo
pasan probando el vino mezclado. 31 No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su
color en la copa, cuando entra suavemente. 32 Al fin muerde como serpiente, y envenena
como víbora. 33 Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. 34

192
Serás como el que yace en medio del mar, o como el que yace en la punta de un mástil. 35
Dirás: "Me golpearon, pero no me dolió; me azotaron, pero no lo sentí. Cuando me despierte, lo
volveré a buscar."

Efesios 5:15 Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis; no como imprudentes sino como
prudentes, 16 redimiendo el tiempo, porque los días son malos. 17 Por tanto, no seáis
insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. 18 Y no os embriaguéis con vino,
pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con
salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;

1 Corintios 6:9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis:
que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados,
pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y
en el Espíritu de nuestro Dios.

Proverbios 23:19 Escucha tú, hijo mío, y sé sabio; endereza tu corazón en el camino. 20 No
estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne.

La Biblia habla sobre la Adolescencia


Eclesiastés 11:9 Alégrate, joven, en tu adolescencia, y tenga placer tu corazón en los días de
tu juventud. Anda según los caminos de tu corazón y según la vista de tus ojos, pero ten
presente que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio. 10 Quita, pues, de tu corazón la
ansiedad, y aleja de tu cuerpo el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

Eclesiastés 12:1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud: antes que vengan los
días malos, y lleguen los años de los cuales digas: "No tengo en ellos contentamiento";

Proverbios 3:1 Hijo mío, no te olvides de mi instrucción, y guarde tu corazón mis


mandamientos; 2 porque abundancia de días y años de vida y bienestar te aumentarán. 3 No
se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello. Escríbelas en las tablas de tu
corazón, 4 y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. 5 Confía
en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia. 6 Reconócelo en todos
tus caminos, y él enderezará tus sendas.

Proverbios 1:7 El temor de Jehová es el principio del conocimiento; los insensatos desprecian
la sabiduría y la disciplina. Advertencia contra la codicia 8 Escucha, hijo mío, la disciplina de tu
padre, y no abandones la instrucción de tu madre; 9 porque diadema de gracia serán a tu
cabeza y collares a tu cuello. 10 Hijo mío, si los pecadores te quisieran persuadir, no lo
consientas. 11 Si te dicen: "Ven con nosotros; estemos al acecho para derramar sangre y
embosquemos sin motivo a los inocentes;

Proverbios 4:1 Oíd, hijos, la enseñanza de un padre; estad atentos para adquirir
entendimiento. 2 No abandonéis mi instrucción, porque yo os doy buena enseñanza. 3 Pues yo
también fui hijo de mi padre, tierno y singular delante de mi madre. 4 Y él me enseñaba y me
decía: "Retenga tu corazón mis palabras; guarda mis mandamientos y vivirás." 14 No entres en
el sendero de los impíos, ni pongas tu pie en el camino de los malos. 15 Evítalo; no pases por
él. Apártate de él; pasa de largo.

Proverbios 6:20 Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no abandones la instrucción


de tu madre. 21 Átalos siempre a tu corazón, y enlázalos en tu cuello. 22 Te guiarán cuando
camines; te guardarán cuando te acuestes, y hablarán contigo cuando te despiertes. 23 Porque

193
el mandamiento es antorcha, y la instrucción es luz. Y las reprensiones de la disciplina son
camino de vida. 24 Te guardarán de la mala mujer, de la suavidad de lengua de la extraña.

Proverbios 13:18 Pobreza y vergüenza tendrá el que desprecia la disciplina, pero el que
acepta la reprensión logrará honra.

Proverbios 15:31 El oído que atiende a la reprensión de la vida vivirá entre los sabios. 32 El
que tiene en poco la disciplina menosprecia su vida, pero el que acepta la reprensión adquiere
entendimiento.

1 Corintios 15:58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, abundando
siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro arduo trabajo en el Señor no es en vano.

Efesios 6:10 Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de


toda la armadura de Dios, para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo;

Génesis 39:6 La mujer de Potifar calumnia a José era de bella presencia y de hermoso
semblante. 7 Y sucedió después de estas cosas, que la mujer de su señor puso sus ojos en
José y le dijo: _Acuéstate conmigo. 8 El rehusó y dijo a la mujer de su señor: _He aquí que mi
señor, teniéndome a mí, no se preocupa de nada de cuanto hay en la casa. Ha puesto en mis
manos todo cuanto tiene. 9 No hay otro superior a mí en esta casa; y ninguna cosa se ha
reservado, sino a ti, porque eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría
contra Dios?

Daniel 1:8 Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida
del rey ni con el vino que éste bebía. Pidió, por tanto, al jefe de los funcionarios que no fuera
obligado a contaminarse. 9 Dios concedió a Daniel que se ganara el afecto y la buena voluntad
del jefe de los funcionarios,

Daniel 3:16 Sadrac, Mesac y Abed_nego respondieron y dijeron al rey: _Oh Nabucodonosor,
no necesitamos nosotros responderte sobre esto. 17 Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos
culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. 18 Y si no,
que sea de tu conocimiento, oh rey, que no hemos de rendir culto a tu dios ni tampoco hemos
de dar homenaje a la estatua que has levantado.

Éxodo 20:12 "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra
que Jehová tu Dios te da.

Efesios 6:1 Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. 2 Honra a tu
padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa) 3 para que te vaya bien y
vivas largo tiempo sobre la tierra.

2 Timoteo 2:22 Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz
con los que de corazón puro invocan al Señor.

La Biblia habla sobre el Amor


1 Juan 4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo
unigénito al mundo para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en expiación por
nuestros pecados. 11 Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos
unos a otros.21 Y tenemos este mandamiento de parte de él: El que ama a Dios ame también a
su hermano.

194
1 Pedro 1:22 Habiendo purificado vuestras almas en obediencia a la verdad para un amor
fraternal no fingido, amaos los unos a los otros ardientemente y de corazón puro;

1 Pedro 4:8 Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una
multitud de pecados.

1 Corintios 13:1 Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo
a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. 2 Si tengo profecía y entiendo todos
los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes,
pero no tengo amor, nada soy. 3 Si reparto todos mis bienes, y si entrego mi cuerpo para ser
quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor tiene paciencia y es bondadoso. El
amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. 5 No es indecoroso, ni
busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. 6 No se goza de la injusticia, sino
que se regocija con la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Romanos 12:9 El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno: 10
amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a
los otros;

Juan 13:34 Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como os he
amado, amaos también vosotros los unos a los otros.

Filipense 2:3 No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los
demás como superiores a vosotros mismos; 4 no considerando cada cual solamente los
intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás. 5 Haya en
vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús:

Mateo 20:26 Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre
vosotros será vuestro servidor; 27 y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro
siervo. 28 De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y
para dar su vida en rescate por muchos.

Mateo 25:35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui
forastero, y me recibisteis; 36 estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis;
estuve en la cárcel, y vinisteis a mí." 40 Y respondiendo el Rey les dirá: "De cierto os digo que
en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis."

Gálatas 6:9 No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si
no desmayamos. 10 Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y
en especial a los de la familia de la fe.

Romanos 15:1 Así que, los que somos más fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los
débiles y no agradarnos a nosotros mismos. 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para
el bien, con miras a la edificación.

Tito 3:14 Y aprendan los nuestros a dedicarse a las buenas obras para los casos de
necesidad, con el fin de que no sean sin fruto.

1 Juan 3:16 En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También
nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 17 Pero el que tiene bienes de este
mundo y ve que su hermano padece necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo morará el amor
de Dios en él? 18 Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad.

Santiago 2:15 Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, 16 y
alguno de vosotros les dice: "Id en paz, calentaos y saciaos", pero no les da lo necesario para
el cuerpo, ¿de qué sirve? 17 Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.

Santiago 4:17 Por tanto, al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, eso le es pecado.

195
Mateo 22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y
con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento. 39 Y el segundo es
semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos
dependen toda la Ley y los Profetas.

Juan 14:23 Respondió Jesús y le dijo: -Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo
amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. 24 El que no me ama no guarda
mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me envió.

1 Crónicas 28:9 Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre y sírvele con un corazón
íntegro y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña todos los corazones y entiende toda la
intención de los pensamientos. Si tú le buscas, él se dejará hallar; pero si le abandonas, él te
desechará para siempre.

Romanos 13:13 Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en


pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia. 14 Más bien, vestíos del Señor
Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne.

2 Corintios 7:1 Así que, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
impureza de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

La Biblia habla sobre la Ansiedad


Mateo 6:25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué
habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni
siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de
mucho más valor que ellas? 28 ¿Por qué os afanáis por el vestido? Mirad los lirios del campo,
cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan; 34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque
el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal.

Filipenses 4:6 Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.

1 Pedro 5:6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él os exalte al debido
tiempo. 7 Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros. 3 Confía
en Jehová y haz el bien. Habita en la tierra y apaciéntate de la fidelidad. 4 Deléitate en Jehová,
y él te concederá los anhelos de tu corazón. 5 Encomienda a Jehovah tu camino; confía en él, y
él hará. 6 El exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. 7 Calla delante de
Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo de los que prosperan en su camino, por el
hombre que hace maldades.

Proverbios 12:25 La congoja abate el corazón del hombre, pero la buena palabra lo alegra.

Proverbios 17:22 El corazón alegre trae sanidad, pero un espíritu abatido seca los huesos.

Proverbios 3:5 Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia.
6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.

Salmo 91:1 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso. 2
Diré yo a Jehová: "¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!"

Salmo 121:1 Alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene
de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. 3 No permitirá que resbale tu pie, ni se adormecerá el

196
que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni se dormirá el que guarda a Israel. 5 Jehová es
tu protector; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te herirá de día, ni la luna de
noche. 7 Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu vida. 8 Jehová guardará tu salida y tu
entrada, desde ahora y para siempre.

Mateo 14:31 De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe!
¿Por qué dudaste?

Lamentaciones 3:22 Por la bondad de Jehová es que no somos consumidos, porque nunca
decaen sus misericordias. 23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. 24 "Jehová es
mi porción", ha dicho mi alma; "por eso, en él esperaré."

Salmo 37:1 No te impacientes a causa de los malhechores, ni tengas envidia de los que hacen
iniquidad. 2 Porque como la hierba pronto se secan, y se marchitan como el pasto verde. 3
Confía en Jehová y haz el bien. Habita en la tierra y apaciéntate de la fidelidad. 4 Deléitate en
Jehová, y él te concederá los anhelos de tu corazón. 5 Encomienda a Jehová tu camino; confía
en él, y él hará. 6 El exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. 7 Calla
delante de Jehová, y espera en él.

Isaías 40:11 Como un pastor, apacentará su rebaño; con su brazo lo reunirá. A los corderitos
llevará en su seno, y conducirá con cuidado a las que todavía están criando. 28 ¿No lo has
sabido? ¿No has oído que Jehová es el Dios eterno que creó los confines de la tierra? No se
cansa ni se fatiga, y su entendimiento es insondable. 29 Da fuerzas al cansado y le aumenta el
poder al que no tiene vigor. 30 Aun los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes
tropiezan y caen. 31 Pero los que esperan en Jehová renovarán sus fuerzas; levantarán las
alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán

Isaías 43:1 Pero ahora, así ha dicho Jehová, el que te creó, oh Jacob; el que te formó, oh
Israel: "No temas, porque yo te he redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío. 2
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y cuando pases por los ríos, no te inundarán.
Cuando andes por el fuego, no te quemarás; ni la llama te abrasará. 3 Porque yo soy Jehová tu
Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. A Egipto he entregado por tu rescate; a Etiopía y a Seba
he dado por ti.

Salmo 50:15 Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me glorificarás."

Nahum 1:7 ¡Bueno es Jehová! Es una fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en
él se refugian

Isaías 49:14 Pero Sion dijo: "Jehová me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí." 15
"¿Acaso se olvidará la mujer de su bebé, y dejará de compadecerse del hijo de su vientre?
Aunque ellas se olviden, yo no me olvidaré de ti. 16 He aquí que en las palmas de mis manos
te tengo grabada; tus murallas están siempre delante de mí.

Salmo 62:5 Oh alma mía, reposa sólo en Dios, porque de él es mi esperanza. 6 Sólo él es mi
roca y mi salvación; es mi alto refugio; no seré movido. 7 Dios es mi salvación y mi gloria; en
Dios está la roca de mi fortaleza y mi refugio. 8 Oh pueblos, esperad en él en todo tiempo;
derramad delante de él vuestro corazón, porque Dios es nuestro refugio. (Selah)

La Biblia habla sobre la Autoestima


Jeremías 1:5 -Antes que yo te formase en el vientre, te conocí; y antes que salieses de la
matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones.

197
Mateo 10:29 ¿Acaso no se venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a
tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. 30 Pues aun vuestros cabellos están todos
contados. 31 Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos.

2 Crónicas 43:26 Así diréis al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Jehová: "Así ha
dicho Jehová Dios de Israel con respecto a las palabras que has escuchado: 27 ’Por cuanto tu
corazón se ha enternecido y te has humillado delante de Dios, cuando escuchaste sus palabras
contra este lugar y contra sus habitantes; por cuanto te humillaste delante de mí y rasgaste tus
vestiduras y lloraste en mi presencia, yo también te he escuchado, dice Jehová. 28 He aquí que
yo te reuniré con tus padres, y serás reunido en tu sepulcro en paz. Tus ojos no verán todo el
mal que traeré sobre este lugar y sobre sus habitantes.’ "

Salmo 8:3 Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has
formado, 4 digo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre, para que
lo visites? 5 Lo has hecho un poco menor que los ángeles y le has coronado de gloria y de
honra.

Isaías 43:1 Pero ahora, así ha dicho Jehová, el que te creó, oh Jacob; el que te formó, oh
Israel: "No temas, porque yo te he redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío.

1 Juan 3:1 Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de
Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

Santiago 4:6 Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da
gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros. 8
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y purificad
vuestros corazones, vosotros de doble ánimo. 9 Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se
convierta en llanto, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.

Proverbios 16:5 Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; de ninguna manera quedará
impune. 18 Antes de la quiebra está el orgullo; y antes de la caída, la altivez de espíritu.

La Biblia habla sobre la Culpabilidad


Proverbios 28:13 El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los
abandona alcanzará misericordia.

Génesis 4:6 Entonces Jehovah dijo a Caín: ¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha decaído
tu semblante? 7 Si haces lo bueno, ¿no serás enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado
está a la puerta y te seducirá; pero tú debes enseñorearte de él.

Salmo 32:1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y ha sido cubierto su
pecado. 2 Bienaventurado el hombre a quien Jehovah no atribuye iniquidad, y en cuyo espíritu
no hay engaño. 3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir, todo el día. 4 Porque
de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; mi vigor se convirtió en sequedades de verano.
(Selah) 5 Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: "Confesaré mis rebeliones a
Jehovah. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. (Selah) 11 Oh justos, alegraos en Jehovah
y gozaos; cantad con júbilo, todos los rectos de corazón.

Isaías 1:18 "Venid, pues, dice Jehovah; y razonemos juntos: Aunque vuestros pecados sean
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana.

198
Isaías 55:6 ¡Buscad a Jehovah mientras puede ser hallado! ¡Llamadle en tanto que está
cercano! 7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos. Vuélvase a Jehovah,
quien tendrá de él misericordia; y a nuestro Dios, quien será amplio en perdonar.

Salmo 51:1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante
compasión, borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi
pecado. 3 Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. 4
Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en
tu palabra y tenido por puro en tu juicio. 5 He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me
concibió mi madre. 6 He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho
comprender sabiduría. 7 Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco
que la nieve. 8 Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado.
9 Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades. 10 Crea en mí, oh Dios, un
corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí. 11 No me eches de tu presencia, ni
quites de mí tu Santo Espíritu. 12 Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso
me sustente. 13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se
convertirán a ti. 14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo
cantará mi lengua tu justicia. 15 Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza. 16
Porque no quieres sacrificio; y si doy holocausto, no lo aceptas. 17 Los sacrificios de Dios son
el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios. 18 Haz bien
a Sion, con tu benevolencia; edifica los muros de Jerusalén. 19 Entonces te agradarán los
sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada. Entonces se ofrecerán
becerros sobre tu altar.

Salmo 103:8 Compasivo y clemente es Jehovah, lento para la ira y grande en misericordia. 9
No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. 10 No ha hecho con nosotros
conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. 11 Pues
como la altura de los cielos sobre la tierra, así ha engrandecido su misericordia sobre los que le
temen. 12 Tan lejos como está el oriente del occidente, así hizo alejar de nosotros nuestras
rebeliones.

Mateo 11:28 "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.
29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."

Lucas 7:47 Por lo cual, te digo que sus muchos pecados son perdonados, puesto que amó
mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son
perdonados. 49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste,
que hasta perdona pecados? 50 Entonces Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en
paz.

1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados
y limpiarnos de toda maldad.

Proverbios 28:13 El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los
abandona alcanzará misericordia. 14 Bienaventurado el hombre que siempre teme, pero el que
endurece su corazón caerá en el mal.

Salmo 25:7 No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis rebeliones. Conforme a tu


misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehovah.

Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios. 9 No es por obras, para que nadie se gloríe.

2 Corintios 5:18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio
de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación: 19 que Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y
encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.

199
La Biblia habla sobre la Depresión
Salmo 42:5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque
aún le he de alabar. ¡El es la salvación de mí ser, 6 y mi Dios! Mi alma está abatida dentro de
mí. Por esto me acordaré de ti en la tierra del Jordán y del Hermón, en el monte de Mizar.

2 Corintios 4:8 Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no


desesperados; 9 perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos. 16 Por
tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el
interior, sin embargo, se va renovando de día en día. 17 Porque nuestra momentánea y leve
tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; 18 no
fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se
ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas.

Salmo 23:1 Jehovah es mi pastor; nada me faltará. 2 En prados de tiernos pastos me hace
descansar. Junto a aguas tranquilas me conduce. 3 Confortará mi alma y me guiará por sendas
de justicia por amor de su nombre. 4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré
mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. 5 Preparas
mesa delante de mí en presencia de mis adversarios. Unges mi cabeza con aceite; mi copa
está rebosando. 6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de Jehovah moraré por días sin fin.

Salmo 91:1 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso. 2
Diré yo a Jehovah: "¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!"

Salmo 73:23 Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha. 24 Me has
guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria

Romanos 8:18 Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de
comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada. 28 Y sabemos que Dios hace que
todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme
a su propósito. 31 ¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros? 38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

2 Corintios 9:8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de
que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra;

2 Corintios 12:9 y me ha dicho: "Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu


debilidad." Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite
en mí el poder de Cristo.

Apocalipsis 21:3 Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: "He aquí el tabernáculo de
Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará
con ellos como su Dios. 4 Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron."

Salmo 55:22 Echa tu carga sobre Jehovah, y él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo.

2 Corintios 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, 4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones.
De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios,
también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación.

Isaías 40:10 He aquí que el Señor Jehovah vendrá con poder, y su brazo gobernará por él. He
aquí que su retribución viene con él, y su obra delante de él. 11 Como un pastor, apacentará su

200
rebaño; con su brazo lo reunirá. A los corderitos llevará en su seno, y conducirá con cuidado a
las que todavía están criando.

Filipenses 4:19 Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en
gloria en Cristo Jesús.

La Biblia habla sobre el Duelo


Salmo 23:4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. 6 Ciertamente el bien y la
misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehovah moraré por días
sin fin.

Juan 14:1 No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. 2 En la casa de
mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. 3 Y si voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para
que donde yo esté, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino

Filipenses 1:21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

Salmo 115:15 Estimada es en los ojos de Jehovah la muerte de sus fieles.

Apocalipsis 14:13 Y oí una voz del cielo que decía: "Escribe: ¡Bienaventurados los muertos
que de aquí en adelante mueren en el Señor!" "Sí," dice el Espíritu, "para que descansen de
sus arduos trabajos; pues sus obras les seguirán."

1 Tesalonicenses 4:16 Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz
de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego
nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes, para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor. 18
Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

2 Corintios 5:6 Así vivimos, confiando siempre y comprendiendo que durante nuestra estancia
en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor. 7 Porque andamos por fe, no por vista. 8 Pues
confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del
Señor.

Romanos 14:8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.
Así que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor.

Juan 11:23 Jesús le dijo: -Tu hermano resucitará. 24 Marta le dijo: -Yo sé que resucitará en la
resurrección en el día final. 25 Jesús le dijo: -Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en
mí, aunque muera, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre.
¿Crees esto?

Romanos 14:38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

2 Samuel 12:22 El respondió: -Mientras el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando: "Quién
sabe si Jehovah tendrá compasión de mí, y el niño vivirá." 23 Pero ahora que ha muerto, ¿para
qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? ¡Yo iré a él, pero él no volverá a mí!

Apocalipsis 21:21 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera
tierra pasaron, y el mar ya no existe más. 2 Y yo vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que

201
descendía del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo. 3
Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: "He aquí el tabernáculo de Dios está con los
hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como
su Dios. 4 Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá
más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron."

La Biblia habla sobre el Divorcio


Génesis 2:24 Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y
serán una sola carne.

Malaquías 2:13 "Y esto habéis hecho de nuevo: Cubrís el altar de Jehovah con lágrimas, con
llanto y con suspiros, porque ya no miro las ofrendas ni las acepto con gusto de vuestra mano.
14 Y decís: ’¿Por qué?’ Porque Jehovah ha sido testigo entre ti y la mujer de tu juventud, a la
cual has traicionado, a pesar de ser ella tu compañera y la mujer de tu pacto. 15 ¿Acaso el
Único no hizo el cuerpo y el espíritu de ella? ¿Y qué es lo que demanda el Único? ¡Una
descendencia consagrada a Dios!" Guardad, pues, vuestro espíritu y no traicionéis a la mujer
de vuestra juventud. 16 "Porque yo aborrezco el divorcio," ha dicho Jehovah Dios de Israel, "y
al que cubre su manto de violencia." Jehovah de los Ejércitos ha dicho: "Guardad, pues,
vuestro espíritu y no cometáis traición."

Mateo 19:4 El respondió y dijo: -¿No habéis leído que el que los creó en el principio, los hizo
varón y mujer? 5 Y dijo: "Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a
su mujer; y serán los dos una sola carne." 6 Así que ya no son más dos, sino una sola carne.
Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

Romanos 7:1 Hermanos (hablo con los que conocen la ley), ¿ignoráis que la ley se enseñorea
del hombre entre tanto que vive? 2 Porque la mujer casada está ligada por la ley a su esposo
mientras vive; pero si su esposo muere, ella está libre de la ley del esposo. 3 Por lo tanto, si
ella se une con otro hombre mientras vive su esposo, será llamada adúltera. Pero si su esposo
muere, ella es libre de la ley; y si se une con otro esposo, no es adúltera.

1Corintios 7:10 Pero a los que se han casado mando, no yo, sino el Señor: que la esposa no
se separe de su esposo 11 (pero si ella se separa, que quede sin casarse o que se reconcilie
con su esposo), y que el esposo no abandone a su esposa. 12 A los demás digo yo, no el
Señor: que si algún hermano tiene esposa no creyente, y ella consiente en vivir con él, no la
abandone. 13 Y si alguna esposa tiene esposo no creyente, y él consiente en vivir con ella, no
lo abandone. 14 Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no
creyente en el creyente. De otra manera vuestros hijos serían impuros, pero ahora son santos.
15 Pero si el no creyente se separa, que se separe. En tal caso, el hermano o la hermana no
han sido puestos bajo servidumbre, pues Dios os ha llamado a vivir en paz. 16 Porque, ¿cómo
sabes, oh esposa, si quizás harás salvo a tu esposo? ¿O cómo sabes, oh esposo, si quizás
harás salva a tu esposa?

Deuteronomio 24:1 "Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y sucede que ella no le
agrada por haber él hallado en ella alguna cosa vergonzosa, le escribirá una carta de divorcio,
la entregará en su mano y la despedirá de su casa. 2 "Salida ella de su casa, podrá ir y casarse
con otro hombre. 3 Si este hombre la llega a aborrecer, le escribe una carta de divorcio, la
entrega en su mano, la despide de su casa; o si muere este hombre que la tomó por mujer, 4
entonces su primer marido que la despidió no podrá volverla a tomar para que sea su mujer,
después que ella fue mancillada, porque esto sería una abominación delante de Jehovah. No
has de traer pecado a la tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad.

202
La Biblia habla sobre el Enojo
Proverbios 14:16 El sabio teme y se aparta del mal, pero el necio es entremetido y confiado.
17 El que es irascible hará locuras, y el hombre malicioso será aborrecido. 29 El que tarda en
airarse tiene mucho entendimiento, pero el de espíritu apresurado hace resaltar la insensatez.

Santiago 1:19 Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para
hablar y lento para la ira; 20 porque la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios

Proverbios 10:12 El odio despierta contiendas, pero el amor cubre todas las faltas.

Proverbios 17:9 El que cubre la transgresión busca amistad, pero el que divulga el asunto
aparta al amigo.

Proverbios 19:11 El discernimiento del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la
ofensa.

1 Pedro 4:8 Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una
multitud de pecados.

Proverbios 15:1 La suave respuesta quita la ira, pero la palabra áspera aumenta el furor. 18 El
hombre iracundo suscita contiendas, pero el que tarda en airarse calma la riña.

Proverbios 22:24 No hagas amistad con el iracundo, ni tengas tratos con el violento, 25 no sea
que aprendas sus maneras y pongas una trampa para tu propia vida

Proverbios 25:28 Como una ciudad cuya muralla ha sido derribada, es el hombre cuyo espíritu
no tiene freno.

Proverbios 29:22 El hombre iracundo suscita contiendas, y el furioso comete muchas


transgresiones.

Proverbios 30:33 Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla; el que con fuerza se
suena la nariz sacará sangre, y el que provoca la ira causará contienda.

Gálatas 5:22 Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley, 24 porque los que son de
Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Ahora que vivimos en el
Espíritu, andemos en el Espíritu. 26 No seamos vanidosos, irritándonos unos a otros y
envidiándonos unos a otros.

Mateo 5:9 "Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Romanos 12:18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los
hombres.

La Biblia habla sobre las Fobias


Romanos 8:15 Pues no recibisteis el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor,
sino que recibisteis el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: "¡Abba, Padre!"

2 Timoteo 1:7 Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y
de dominio propio.

203
Salmo 27:1 Jehovah es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehovah es la fortaleza de mi
vida; ¿de quién me he de atemorizar?

Salmo 56:3 El día en que tengo temor, yo en ti confío 4 En Dios, cuya palabra alabo, en Dios
he confiado. ¡No temeré lo que me pueda hacer ningún mortal! 10 Porque grande, hasta los
cielos, es tu misericordia; y hasta las nubes, tu verdad. 11 ¡Seas exaltado sobre los cielos, oh
Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria!

Josué 1:9 ¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes,
porque Jehovah tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.

Mateo 10:28 No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma. Más bien,
temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno. 29 ¿Acaso no se
venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento
de vuestro Padre. 30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados. 31 Así que, no temáis;
más valéis vosotros que muchos pajaritos

Mateo 6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?30 Si
Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará
mucho más por vosotros, hombres de poca fe?

Mateo 11:28 "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.
29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."

Juan 14:27 La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo.

La Biblia habla sobre el Matrimonio

Génesis 2:18 Dijo además Jehová Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una
ayuda idónea." 24 Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y serán una sola carne.

Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y
serán los dos una sola carne.

Colosenses 3:19 Esposos, amad a vuestras esposas y no os amarguéis contra ellas.

1 Pedro 3:7 Vosotros, maridos, de la misma manera vivid con ellas con comprensión, dando
honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para
que vuestras oraciones no sean estorbadas.

Efesios 5:22 Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, 23 porque el
esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es
salvador de su cuerpo. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las
esposas lo estén a sus esposos en todo.

1 Pedro 3:1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que si
algunos no obedecen a la palabra, también sean ganados sin una palabra por medio de la
conducta de sus mujeres, 2 al observar vuestra reverente y casta manera de vivir. 3 Vuestro
adorno no sea el exterior, con arreglos ostentosos del cabello y adornos de oro, ni en vestir
ropa lujosa; 4 sino que sea la persona interior del corazón, en lo incorruptible de un espíritu

204
tierno y tranquilo. Esto es de gran valor delante de Dios.

Proverbios 31:10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su valor sobrepasa a las perlas.
11 Confía en ella el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias. 30 Engañosa es la
gracia y vana es la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ella será alabada.

Gálatas 5:15 Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis
consumidos los unos por los otros.

Mateo 12:25 Pero como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: -Todo reino dividido
contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma
permanecerá.

La Biblia habla sobre el Perdón


Mateo 6:12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. [Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.] 14 Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros.

Mateo 18:21 Entonces Pedro se acercó y le dijo: -Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano
contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta siete veces? 22 Jesús le dijo: -No te digo hasta siete, sino
hasta setenta veces siete.

Lucas 17:3 Mirad por vosotros mismos: Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente,
perdónale. 4 Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: "Me
arrepiento", perdónale.

Efesios 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda
maldad. 32 Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Marcos 11:25,26 Y cuando os pongáis de pie para orar, si tenéis algo contra alguien,
perdonadle, para que vuestro Padre que está en los cielos también os perdone a vosotros
vuestras ofensas.

1 Corintios 13:4 El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es


ostentoso, ni se hace arrogante. 5 No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni
lleva cuentas del mal.

1 Pedro 4:8 Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una
multitud de pecados.

Gálatas 6:1 Hermanos, en caso de que alguien se encuentre enredado en alguna transgresión,
vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con espíritu de mansedumbre, considerándote a
ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

2 Corintios 2:5 Si alguno ha causado tristeza, no me ha entristecido sólo a mí, sino en cierta
medida (para no exagerar) a todos vosotros. 6 Basta ya para dicha persona la reprensión de la
mayoría. 7 Así que, más bien, debierais perdonarle y animarle, para que no sea consumido por
demasiada tristeza. 8 Por lo tanto, os exhorto a que reafirméis vuestro amor para con él. 9
Porque también os escribí con este motivo, para tener la prueba de que vosotros sois
obedientes en todo. 10 Al que vosotros habréis perdonado algo, yo también. Porque lo que he

205
perdonado, si algo he perdonado, por vuestra causa lo he hecho en presencia de Cristo; 11
para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.

Génesis 45:4 Entonces José dijo a sus hermanos: -Acercaos a mí, por favor. Ellos se
acercaron, y él les dijo: -Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5 Ahora
pues, no os entristezcáis ni os pese el haberme vendido acá, porque para preservación de vida
me ha enviado Dios delante de vosotros. 9 » Apresuraos, id a mi padre y decidle: "Así dice tu
hijo José: ’Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. Ven a mí; no te detengas. 10
Habitarás en la zona de Gosén, y estarás cerca de mí, tú, tus hijos, los hijos de tus hijos, tus
rebaños, tus vacas y todo lo que tienes. 11 Allí proveeré para ti, pues todavía faltan cinco años
de hambre; para que no perezcáis de necesidad tú, tu casa y todo lo que tienes.’ " 50:19 Pero
José les respondió: -No temáis. ¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios? 20 Vosotros pensasteis
hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con
vida a un pueblo numeroso. 21 Ahora pues, no tengáis miedo. Yo os sustentaré a vosotros y a
vuestros hijos. Así les confortó y les habló al corazón.

La Biblia habla sobre Ser Padres


Deuteronomio 6:6 Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. 7 Las repetirás a
tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y
cuando te levantes. .

Efesios 6:4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la
disciplina y la instrucción del Señor.

Génesis 18:19 Porque yo le he escogido y sé que mandará a sus hijos y a su casa después de
él que guarden el camino de Jehová, practicando la justicia y el derecho, para que Jehová haga
venir sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.

1 Timoteo 3:4 Que gobierne bien su casa y tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad.

Colosenses 3:21 Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se desanimen.

Proverbios 13:24 El que detiene el castigo aborrece a su hijo, pero el que lo ama se esmera
en corregirlo.

Proverbios 22:15 La insensatez está ligada al corazón del joven, pero la vara de la disciplina la
hará alejarse de él.

Proverbios 23:13 No rehúses corregir al muchacho; si le castigas con vara, no morirá. 14 Tú lo


castigarás con vara y librarás su alma del Seol.

Proverbios 29:15 La vara y la corrección dan sabiduría, pero el muchacho dejado por su
cuenta avergüenza a su madre.17 Corrige a tu hijo, y te dará reposo; él dará satisfacciones a tu
alma.

Hebreos 12:11 Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza;
pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados.

1 Samuel 3:13 Yo le he declarado que juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad que él
conoce; porque sus hijos han blasfemado contra Dios, y él no les ha reprochado.

Proverbios 22:6 Instruye al niño en su camino; y aun cuando sea viejo, no se apartará de él.

206
La Biblia habla sobre la Sexualidad
Hebreos 13:4 Honroso es para todos el matrimonio, y pura la relación conyugal; pero Dios
juzgará a los fornicarios y a los adúlteros.

1 Corintios 7:3 El esposo cumpla con su esposa el deber conyugal; asimismo la esposa con
su esposo. 4 La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; asimismo el
esposo tampoco tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposa.5 No os neguéis el uno
al otro, a menos que sea de acuerdo mutuo por algún tiempo, para que os dediquéis a la
oración y volváis a uniros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra
incontinencia.

Proverbios 5:18 Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, 19 como una
preciosa cierva o una graciosa gacela. Sus pechos te satisfagan en todo tiempo, y en su amor
recréate siempre. 20 ¿Por qué, hijo mío, andarás apasionado por una mujer ajena y abrazarás
el seno de una extraña?

Mateo 5:27 "Habéis oído que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que todo el
que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo
derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno
de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es
ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

Colosenses 3:5 Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación,
impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría. 6 A causa de estas
cosas viene la ira de Dios sobre los rebeldes. 7 En ellas anduvisteis también vosotros en otro
tiempo cuando vivíais entre ellos.

Proverbios 4:23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida. 24
Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la falsedad de los labios. 25 Miren tus ojos lo
que es recto, y diríjase tu vista a lo que está frente a ti. 26 Considera la senda de tus pies, y
todos tus caminos sean correctos. 27 No te apartes ni a la izquierda ni a la derecha; aparta tu
pie del mal.

Mateo 15:19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios,
las inmoralidades sexuales, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. 20 Estas cosas
son las que contaminan al hombre, pero el comer sin lavarse las manos no contamina al
hombre.

1 Corintios 6:9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis:
que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados,
pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y
en el Espíritu de nuestro Dios.12 Todas las cosas me son lícitas, pero no todo me conviene.
Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna. 13 La comida es
para el estómago, y el estómago para la comida, pero Dios destruirá tanto al uno como a la
otra. El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
14 Pues como Dios levantó al Señor, también a nosotros nos levantará por medio de su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de
Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! 16 ¿O no sabéis que el
que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán
una sola carne. 17 Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es. 18 Huid de la
inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el
fornicario peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Pues
habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo.

207
1 Tesalonicenses 4:3 Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os
apartéis de inmoralidad sexual; 4 que cada uno de vosotros sepa controlar su propio cuerpo en
santificación y honor, 5 no con bajas pasiones, como los gentiles que no conocen a Dios; 6 y
que en este asunto nadie atropelle ni engañe a su hermano; porque el Señor es el que toma
venganza en todas estas cosas, como ya os hemos dicho y advertido.

Éxodo 20:14 "No cometerás adulterio.

Proverbios 23:26 Dame, hijo mío, tu corazón, y observen tus ojos mis caminos. 27 Porque
fosa profunda es la prostituta; pozo angosto es la mujer extraña. 28 También ella acecha como
asaltante, y multiplica entre los hombres a los traicioneros.

Proverbios 9:17 "Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es delicioso." 18
No saben ellos que allí están los muertos, que sus invitados están en lo profundo del Seol.

Génesis 39:9 No hay otro superior a mí en esta casa; y ninguna cosa se ha reservado, sino a
ti, porque eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría contra Dios?10
Sucedió que ella insistía a José día tras día, pero éste no le hacía caso para acostarse con ella,
ni para estar con ella.

Levítico 18:22 "No te acostarás con un hombre como uno se acuesta con una mujer. Eso es
una abominación.

Génesis 19:4 Pero antes de que se acostasen, los hombres de la ciudad, los hombres de
Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo, rodearon la casa. 5 Y
llamaron a Lot y le dijeron: -¿Dónde están los hombres que vinieron a ti esta noche?
Sácanoslos, para que los conozcamos. 24 Entonces Jehová hizo llover desde los cielos azufre
y fuego de parte de Jehovah sobre Sodoma y Gomorra. 25 Y trastornó aquellas ciudades, toda
la llanura con todos los habitantes de las ciudades y las plantas de la tierra.

Romanos 1:26 Por esta causa, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues sus mujeres
cambiaron las relaciones naturales por relaciones contra naturaleza. 27 De la misma manera,
también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se encendieron en sus
pasiones desordenadas unos con otros, cometiendo actos vergonzosos, hombres con
hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución que corresponde a su extravío.

1 Corintios 6:9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis:
que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados,
pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y
en el Espíritu de nuestro Dios.

La Biblia habla sobre la Soledad


Isaías 49:15 "¿Acaso se olvidará la mujer de su bebé, y dejará de compadecerse del hijo de su
vientre? Aunque ellas se olviden, yo no me olvidaré de ti. 16 He aquí que en las palmas de mis
manos te tengo grabada; tus murallas están siempre delante de mí."

Isaías 54:10 Aunque los montes se debiliten y las colinas se derrumben, mi misericordia no se
apartará de ti. Mi pacto de paz será inconmovible, ha dicho Jehová, quien tiene compasión de
ti.

Mateo 28:20 y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."

208
Juan 14:15 »Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre. 17 Este es el Espíritu de verdad, a
quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque
permanece con vosotros y está en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros

Romanos 8:35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ¿angustia?
¿persecución? ¿hambre? ¿desnudez? ¿peligros? ¿espada? 36 Como está escrito: Por tu
causa somos muertos todo el tiempo; fuimos estimados como ovejas para el matadero. 37 Más
bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38
Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo
presente, ni lo porvenir, ni poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Salmo 69:1 ¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta mi alma! 2 Estoy hundido
en el lodo profundo, donde no hay suelo firme. He llegado a las profundidades de las aguas, y
la corriente me ha arrastrado. 3 Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido. Mis
ojos han desfallecido esperando a mi Dios. 4 Los que me aborrecen sin causa se han
aumentado; son más que los cabellos de mi cabeza. Se han fortalecido mis enemigos que me
destruyen sin razón. ¡He tenido que devolver lo que no había robado! 5 Oh Dios, tú conoces mi
insensatez; mis pecados no te son ocultos. 6 No sean avergonzados por mi culpa los que
esperan en ti, oh Señor Jehová de los Ejércitos. No sean confundidos por mí los que te buscan,
oh Dios de Israel. 7 Por tu causa he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi cara. 8 He venido
a ser extraño a mis hermanos, y extranjero para los hijos de mi madre.

Isaías 41:10 No temas, porque yo estoy contigo. No tengas miedo, porque yo soy tu Dios. Te
fortaleceré, y también te ayudaré. También te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Jeremías 1:5 -Antes que yo te formase en el vientre, te conocí; y antes que salieses de la
matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones.

Jeremías 29:11 Porque yo sé los planes que tengo acerca de vosotros, dice Jehovah, planes
de bienestar y no de mal, para daros porvenir y esperanza.

Deuteronomio 31:6 ¡Esforzaos y sed valientes! No tengáis temor ni os aterroricéis de ellos,


porque Jehová tu Dios va contigo. El no te abandonará ni te desamparará."

Eclesiastés 4:9 Mejor dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por su trabajo. 10
Porque si caen, el uno levantará a su compañero. Pero, ¡ay del que cae cuando no hay otro
que lo levante! 11 También si dos duermen juntos, se abrigarán mutuamente. Pero, ¿cómo se
abrigará uno solo? 12 Y si uno es atacado por alguien, si son dos, prevalecerán contra él. Y un
cordel triple no se rompe tan pronto.

La Biblia habla sobre el Suicidio


Salmo 40:1 Pacientemente esperé a Jehová, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor. 2 Y me hizo
subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre una roca y afirmó
mis pasos. 3 Puso en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios. Muchos verán
esto y temerán, y confiarán en Jehová

Salmo 119:11 En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti.16 Me deleitaré
en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras.

Proverbios 13:12 La esperanza que se demora es tormento del corazón, pero el deseo
cumplido es árbol de vida.

209
Jeremías 29:11 Porque yo sé los planes que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, planes de
bienestar y no de mal, para daros porvenir y esperanza.

Efesios 1:15 Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y
de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros,
recordándoos en mis oraciones. 17 Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de
gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; 18 habiendo
sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a
que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la
inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la
operación del dominio de su fuerza. 20 Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los
muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, 21 por encima de todo
principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad
sino también en la venidera.

Jueces 16:28 Entonces Sansón clamó a Jehová diciendo: _¡Señor Jehová, por favor,
acuérdate de mí! Dame, te ruego, fuerzas solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez
tome venganza de los filisteos por mis dos ojos. 29 En seguida Sansón palpó las dos columnas
de en medio, sobre las cuales descansaba el edificio; y se apoyó contra ellas, contra una con
su mano derecha y contra la otra con su mano izquierda. 30 Y dijo Sansón: -¡Muera yo con los
filisteos! Entonces empujó con fuerza, y el edificio cayó sobre los jefes y sobre toda la gente
que estaba en él. Y fueron más los que mató al morir que los que había matado durante su
vida.

1 Samuel 31:4 Entonces Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y atraviésame con ella, no
sea que vengan esos incircuncisos y me atraviesen, y hagan mofa de mí." Pero su escudero no
quiso, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella.

La Biblia habla sobre los Trastornos


Salmo 18:2 Jehová es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. Mi Dios es mi peña; en él me
refugiaré. El es mi escudo, el poder de mi liberación y mi baluarte. 3 Invocaré a Jehová, quien
es digno de ser alabado, y seré librado de mis enemigos. 4 Me rodearon los dolores de la
muerte, y los torrentes de la perversidad me atemorizaron. 5 Me rodearon las ligaduras del
Seol; me confrontaron los lazos de la muerte. 6 En mi angustia invoqué a Jehová y clamé a mi
Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. 25 Con el
misericordioso te muestras misericordioso, e íntegro con el hombre íntegro. 26 Con el limpio te
muestras limpio, y eres sagaz con el perverso. 27 Salvas al pueblo humilde, y humillas los ojos
altivos. 28 Ciertamente haces que mi lámpara alumbre. Jehová, mi Dios, ilumina mis tinieblas.
29 Contigo desbarataré ejércitos; con mi Dios saltaré murallas. 30 Perfecto es el camino de
Dios; probada es la palabra de Jehová. El es escudo a todos los que en él se refugian.

Lamentaciones 3:55 "Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la profunda cisterna. 56 Mi voz


has oído: ’¡No escondas tu oído cuando clamo por alivio!’ 57 Tú te has acercado al día en que
te invoqué, y dijiste: ’¡No temas!’

2 Corintios 4:8 Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no


desesperados; 9 perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos.

Salmo 27:10 Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, Jehová me recogerá.

Salmo 34:18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; él salvará a los contritos de
espíritu.

210
Salmo 46:1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2
Por eso no temeremos aunque la tierra tiemble, aunque los montes se derrumben en el
corazón del mar, 3 aunque sus aguas rujan y echen espuma, y se estremezcan los montes por
su braveza. (Selah) 4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario,
morada del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella; no será movida. Dios la ayudará al clarear la
mañana. 10 "Estad quietos y reconoced que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las
naciones; exaltado seré en la tierra."

Salmo 146:2 Alabaré a Jehová en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. 3 No
confiéis en príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él liberación.

Proverbios 3:5 Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia.
6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas. 7 No seas sabio en tu propia
opinión: Teme a Jehová y apártate del mal, 8 porque será medicina para tu carne y refrigerio
para tus huesos.

Isaías 61:1 El Espíritu del Señor Jehová está sobre mí, porque me ha ungido Jehová. Me ha
enviado para anunciar buenas nuevas a los pobres, para vendar a los quebrantados de
corazón, para proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel, 2 para
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová y el día de la venganza de nuestro Dios, para
consolar a todos los que están de duelo, 3 para proveer a favor los que están de duelo por Sion
y para darles diadema en lugar de ceniza, aceite de regocijo en lugar de luto y manto de
alabanza en lugar de espíritu desalentado. Ellos serán llamados robles de justicia, plantío de
Jehová, para manifestar su gloria.

2 Corintios 1:8 Porque no queremos que ignoréis, hermanos, en cuanto a la tribulación que
nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas,
hasta perder aun la esperanza de vivir. 9 Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de
muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos,
10 quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte. Y en él hemos puesto nuestra esperanza
de que aún nos librará, 11 porque vosotros también estáis cooperando a nuestro favor con
ruegos, a fin de que el don que se nos concedió sea para que muchas personas den gracias a
nuestro favor.

Salmo 34:18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; él salvará a los contritos de
espíritu. 19 Muchos son los males del justo, pero de todos ellos lo librará Jehová.

Proverbios 13:12 La esperanza que se demora es tormento del corazón, pero el deseo
cumplido es árbol de vida.

Isaías 40:28 ¿No lo has sabido? ¿No has oído que Jehová es el Dios eterno que creó los
confines de la tierra? No se cansa ni se fatiga, y su entendimiento es insondable. 29 Da fuerzas
al cansado y le aumenta el poder al que no tiene vigor. 30 Aun los muchachos se fatigan y se
cansan; los jóvenes tropiezan y caen. 31 Pero los que esperan en Jehová renovarán sus
fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se
fatigarán.

La Biblia habla sobre la Vejez


Salmo 37:25 Yo he sido joven y he envejecido; pero no he visto a un justo desamparado, ni a
sus descendientes mendigando pan.

Salmo 71:9 No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se


acabe. 18 Aun en la vejez y en las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la
posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir.

211
Salmo 91:14 "Porque en mí ha puesto su amor, yo lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha
conocido mi nombre. 15 El me invocará, y yo le responderé; con él estaré en la angustia. Lo
libraré y lo glorificaré; 16 lo saciaré de larga vida y le mostraré mi salvación."

Salmo 92:12 El justo florecerá como la palmera; crecerá alto como el cedro en el Líbano. 13
Plantados estarán en la casa de Jehovah; florecerán en los atrios de nuestro Dios. 14 Aun en la
vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos, 15 para anunciar que Jehovah, mi roca,
es recto, y que en él no hay injusticia.

Proverbios 17:6 Corona de los ancianos son los hijos de los hijos, y la gloria de los hijos son
sus padres.

Proverbios 23:22 Escucha a tu padre, que te engendró; y cuando tu madre envejezca, no la


menosprecies.

Lamentaciones 3:22 Por la bondad de Jehová es que no somos consumidos, porque nunca
decaen sus misericordias. 23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

2 Corintios 4:7 Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del
poder sea de Dios, y no de nosotros. 8 Estamos atribulados en todo, pero no angustiados;
perplejos, pero no desesperados; 9 perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no
destruidos. 10 Siempre llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús por todas partes, para que
también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús. 11 Porque nosotros que vivimos,
siempre estamos expuestos a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que en nosotros actúa la muerte, pero en
vosotros actúa la vida. 13 Sin embargo, tenemos el mismo espíritu de fe, conforme a lo que
está escrito: Creí; por lo tanto hablé. Nosotros también creemos; por lo tanto también
hablamos, 14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros
con Jesús y nos presentará a su lado juntamente con vosotros. 15 Porque todas estas cosas
suceden por causa vuestra para que, mientras aumente la gracia por medio de muchos,
abunde la acción de gracias para la gloria de Dios. 16 Por tanto, no desmayamos; más bien,
aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando
de día en día. 17 Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un
eterno peso de gloria más que incomparable; 18 no fijando nosotros la vista en las cosas que
se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que
no se ven son eternas.

Tito 2:1 Pero habla tú lo que está de acuerdo con la sana doctrina; 2 que los hombres mayores
sean sobrios, serios y prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la perseverancia. 3 Asimismo,
que las mujeres mayores sean reverentes en conducta, no calumniadoras ni esclavas del
mucho vino, maestras de lo bueno, 4 de manera que encaminen en la prudencia a las mujeres
jóvenes: a que amen a sus maridos y a sus hijos, 5 a que sean prudentes y castas, a que sean
buenas amas de casa, a que estén sujetas a sus propios maridos, para que la palabra de Dios
no sea desacreditada.

1 Timoteo 5:1 No reprendas con dureza al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más
jóvenes, como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; y a las jóvenes, como a
hermanas, con toda pureza.

La Biblia habla sobre la Violación


Salmo 34:19 Muchos son los males del justo, pero de todos ellos lo librará Jehová. 20 El
guardará todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. 21 Al impío le matará la maldad,
y los que aborrecen al justo serán desolados. 22 Jehová redimirá el alma de sus siervos. No
serán desolados cuantos confían en él.

212
Salmo 11:4 Jehová está en su santo templo; Jehová tiene su trono en los cielos. Sus ojos ven;
su vista examina a los hijos del hombre. 5 Jehová prueba al justo, pero su alma aborrece al
impío y al que ama la violencia. 6 Sobre los impíos hará llover brasas; fuego, azufre y vientos
huracanados serán la porción de la copa de ellos.

Salmo 27:5 Porque en su enramada me esconderá en el día del mal; me ocultará en lo


reservado de su tabernáculo; me pondrá en alto sobre una roca. 6 Ahora levantará mi cabeza
sobre mis enemigos que me rodean, y en su tabernáculo ofreceré sacrificios de júbilo. Cantaré
y entonaré salmos a Jehová.

Salmo 119:50 Esto es mi consuelo en mi aflicción: que tu palabra me ha vivificado. 73 Tus


manos me hicieron y me formaron; hazme entender, para que yo aprenda tus mandamientos.
74 Los que te temen me verán y se alegrarán, porque en tu palabra he puesto mi esperanza.
76 Que tu bondad me consuele, conforme a lo que has prometido a tu siervo. 77 Llegue a mí tu
misericordia para que yo viva, porque tu ley es mi delicia.

2 Corintios 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, 4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones.
De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios,
también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación. 5 Porque de la
manera que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así abunda también nuestra
consolación por el mismo Cristo.

Levítico 19:29 No profanarás a tu hija, haciendo que ella se prostituya, para que no se
prostituya la tierra y se llene de maldad.

Tamar fue violada por su medio hermano, quien a su vez fue matado.

2 Samuel 13:1 Absalón hijo de David tenía una hermana hermosa que se llamaba Tamar. Y
aconteció después de esto que Amnón hijo de David se enamoró de ella. 2 Amnón estaba
angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana; porque siendo ella virgen, le parecía a
Amnón difícil hacerle algo.5 Y Jonadab le dijo: -Acuéstate en tu cama y finge estar enfermo.
Cuando tu padre venga a verte, dile: "Te ruego que venga mi hermana Tamar para que me dé
de comer. Que ella prepare delante de mí una comida, de modo que yo la vea y la coma de su
mano." 10 Entonces Amnón dijo a Tamar: -Trae la comida al dormitorio para que yo la coma de
tu mano. Tamar tomó los pasteles que había cocido y los llevó a su hermano Amnón, al
dormitorio. 11 Cuando ella se los puso delante para que él comiese, él asió de ella y le dijo:
-Ven, acuéstate conmigo, hermana mía. 12 Ella le respondió: -¡No, hermano mío! ¡No me
fuerces, porque no se debe hacer esto en Israel! ¡No hagas tal vileza! 13 Porque, ¿adónde iría
yo con mi deshonra? Tú mismo serías considerado como uno de los hombres viles en Israel.
Ahora pues, habla al rey, y él no rehusará darme a ti. 14 Pero él no la quiso escuchar; sino que,
siendo más fuerte que ella, la forzó y se acostó con ella. 15 Luego la odió Amnón con tal odio,
que el odio con que la odió fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: -
¡Levántate; vete! 16 Ella respondió: -¡No! Porque este mal de echarme es mayor que el otro
que me has hecho. Pero él no la quiso escuchar. 17 Más bien, llamó a su criado que le servía y
le dijo: -¡Echa a ésta fuera de aquí, y pon el cerrojo a la puerta tras ella! 20 Su hermano
Absalón le preguntó: -¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Calla, pues, ahora, hermana
mía. Tu hermano es; no tomes tan a pecho este asunto. Entonces Tamar se quedó desolada
en la casa de su hermano Absalón. 28 Absalón había dado órdenes a sus criados diciendo:
"Mirad; cuando el corazón de Amnón esté eufórico por el vino y yo os diga: ’¡Herid a Amnón!’,
entonces matadle. No temáis. ¿No os lo he mandado yo? Esforzaos, pues, y sed valientes." 29
Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado. Entonces se
levantaron todos los hijos del rey, montó cada uno en su mulo, y huyeron.

La mujer violada por una pandilla y la guerra que causó.

Jueces 19:22 Cuando estaban alegrándose, he aquí que los hombres de la ciudad, hombres
pervertidos, rodearon la casa y golpearon la puerta diciendo al anciano, dueño de la casa: -
¡Saca fuera al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos! 23 Aquel hombre,

213
dueño de la casa, salió a ellos y les dijo: -¡No, hermanos míos! Por favor, no cometáis esta
maldad, porque este hombre ha entrado en mi casa. No cometáis esta vileza. 24 He aquí mi
hija virgen y la concubina de él. Yo os las sacaré; humilladlas y haced con ellas lo que os
parezca bien. Pero no hagáis esta vileza a este hombre. 25 Pero aquellos hombres no le
quisieron escuchar; por lo cual, tomando el hombre a su concubina, la sacó afuera. Ellos la
violaron y abusaron de ella toda la noche hasta el amanecer, y la dejaron cuando rayaba el
alba. 26 Cuando amanecía, la mujer vino y cayó delante de la puerta de la casa de aquel
hombre donde estaba su señor, hasta que fue de día. 27 Y levantándose de mañana su señor,
abrió las puertas de la casa y salió para seguir su camino. Y he aquí la mujer, su concubina,
estaba tendida delante de la puerta de la casa, con sus manos sobre el umbral. 28 El le dijo:
-Levántate, y vámonos. Pero no hubo respuesta. Entonces el hombre la cargó sobre el asno, se
puso en camino y se fue a su pueblo. 29 Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo, y sujetando
firmemente a su concubina, la desmembró en doce pedazos y los envió por todo el territorio de
Israel. 30 Y sucedió que todo el que lo veía, decía: -¡Jamás se ha hecho ni visto cosa
semejante, desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto, hasta el día
de hoy! ¡Consideradlo, deliberad y manifestaos! Condenación del crimen de Gabaa. 20:1
Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y
la asamblea acudió como un solo hombre a Jehová en Mizpa. 2 Los jefes de todo el pueblo, de
todas las tribus de Israel, estaban presentes en la reunión del pueblo de Dios, 400.000
hombres de infantería que sacaban espada. 3 Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de
Israel habían subido a Mizpa. Entonces dijeron los hijos de Israel: -Decid cómo fue cometido
este crimen. 8 Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó y dijo: -¡Ninguno de
nosotros irá a su morada, ni nadie regresará a su casa! 9 Y ahora, esto es lo que haremos a
Gabaa: Subiremos por sorteo contra ella. 10 De todas las tribus de Israel tomaremos 10
hombres de cada 100 y 100 de cada 1.000 y 1.000 de cada 10.000, que lleven provisiones al
pueblo, para que yendo a Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la vileza que ha
cometido en Israel. 11 Todos los hombres de Israel se juntaron contra la ciudad, unidos como
un solo hombre. 12 Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín,
diciendo: -¿Qué crimen es éste, que se ha cometido entre vosotros? 13 Ahora pues, entregad a
esos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos y extirpemos el mal de en
medio de Israel. Pero los hijos de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los
hijos de Israel. 14 Más bien, los hijos de Benjamín vinieron de sus ciudades y se reunieron en
Gabaa para salir a la guerra contra los hijos de Israel. 15 Aquel día fueron contados los hijos de
Benjamín: 26.000 hombres de las ciudades, que sacaban espada, sin contar a los habitantes
de Gabaa, que fueron 700 hombres escogidos. 16 Entre toda aquella gente había 700 hombres
escogidos que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no
fallaban. 17 Fueron contados los hombres de Israel, excluyendo a los de Benjamín: 400.000
hombres que sacaban espada, todos hombres de guerra. 20 Salieron los hijos de Israel a la
batalla contra Benjamín. Y los hombres de Israel dispusieron la batalla contra ellos junto a
Gabaa. 21 Pero los hijos de Benjamín salieron de Gabaa y aquel día dejaron muertos en tierra
a 22.000 hombres de Israel.

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