Manuel Maples Arce

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MANUEL MAPLES ARCE

Manuel Maples Arce (1900-1982). Poeta mexicano.

Nació en Papantla, Veracruz, en 1900, y murió en la ciudad de México en 1981.

Fundador del movimiento estridentista, fue escritor, político y diplomático.

Estudió en la Escuela Libre de Derecho de México y literatura francesa e historia del arte en la
Universidad de París.

Como secretario de gobierno de su estado natal ayudó a la publicación de obras educativas y


literarias. Entre éstas, la revista Horizonte.

Fue colaborador de los periódicos veracruzanos El Dictamen y La Opinión.

Fue diputado local en Veracruz y al terminar su gestión, en 1930, emigró a París para estudiar
derecho diplomático.

Después de ejercer labores políticas en Secretaría de Educación Pública y como diputado federal
Maples Arce inició su carrera diplomática en 1935. Los países en los que representó a México,
desde muy distintos cargos y hasta llegar al puesto de embajador, fueron Bélgica, Polonia, Italia,
Inglaterra, Panamá, Chile, Colombia, Japón, Canadá, Noruega, Líbano y Paquistán.

Fue autor de poesía, narrativa y ensayo sobre literatura y arte. Algunos de sus libros son: Rag.
Tintas de abanico (1920), Andamios interiores (1922), Urbe (1924), Poemas interdictos (1927), A la
orilla de este río (1964), El paisaje en la literatura mexicana (1944), El arte mexicano moderno
(1945), Incitaciones y valoraciones (1957) y Ensayos japoneses (1959).
Manuel Maples Arce (Papantla, Veracruz, México, 1898 – 1981) fue un poeta, abogado,
diplomático y escritor mexicano, fundador del Estridentismo en la década de los años 20.

Máximo representante del movimiento vanguardista conocido como estridentismo. Realizó sus
estudios de derecho en la Ciudad de México y en 1925 fue nombrado secretario general del
gobierno de Veracruz. Ocupó varios cargos diplomáticos en Europa y Latinoamérica. Maples Arce
se dio a conocer como poeta en obras como Rag. Tintas de abanico (1920), Andamios interiores
(1922), con la que inicia el estridentismo, y Urbe (1924), que él calificó como “superpoema
bolchevique en cinco cantos”.Su compromiso radical no se apagó después de la II Guerra Mundial
y su obra entró en un realismo social más comprometido, si cabe, que en la etapa vanguardista. Lo
que cambió fue su visión y esperanza, que se hicieron más sombrías. Así se ve en Memorial de la
sangre (1947) y en La semilla del tiempo (1971), obra en la que recoge poemas de distintas épocas
de su vida. En prosa escribió su autobiografía: A la orilla de este río (1964).Entre sus ensayos sobre
literatura y arte destacan: El paisaje en la literatura mexicana (1944), El arte mexicano moderno
(1945), Incitaciones y valoraciones (1957) y Ensayos japoneses (1959)..

Manuel Maples Arce1

(Papantla, 1898 - ciudad de México, 1981) Poeta mexicano, fundador del estridentismo. Estudió
la primaria en Tuxpan y la preparatoria en Jalapa y Veracruz, donce escribió para los diarios El
Dictamen y La Opinión. En 1920 se mudó a la capital, donde se obtuvo el título de abogado en la
Escuela Libre de Derecho (1925).

Años atrás había publicado Actual núm. 1, primer manifiesto estridentista, al que siguieron
varios poemas de vanguardia, publicados en la revista Cosmópolis, de Madrid, y el libro
Andamios interiores en México, con el que intentó una revolución literaria, al romper con la vieja
tradición poética y experimentar nuevas formas de expresión. Más tarde, publicó Urbe, Poemas
interdictos (considerado por el crítico Luis Mario Schneider como "uno de los poemarios más
relevantes de la vanguardia en castellano"), y Metrópolis.

Desde los veinte años se involucró en la vida política del país y contribuyó enormemente a
promover la publicación de textos literarios y educativos. Fue secretario general en el gobierno
de Veracruz (1925-1928), periodo en que publicó la revista Horizonte. En 1930 viajó a París para
estudiar derecho diplomático, historia y literatura en la Sorbona. A su regreso fue consejero
técnico de Narciso Bassols, secretario de Educación Pública, y diputado al Congreso de la Unión
por el distrito de Tuxpan (1932-1934).

POEMAS DE MANUEL MAPLES ARCE

PRISMA

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,

1
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maples.htm
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.

Margaritas de oro
deshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos


flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,


se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.


Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,


pero en aquella hora
gris de las estaciones,
sus palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.


Y la locura de Edison a manos de lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso


refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines se suben como la champaña,
y mientras las orejas sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.

Mis nervios se derraman.

La estrella del recuerdo

naufragaba en el agua
del silencio.

Tú y yo

Coincidimos

en la noche terrible,

meditación temática
deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,
arsenales, telégrafos.

El amor y la vida
son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.

PUERTO

Llegaron nuestros pasos hasta la borda de la tarde;


el Atlántico canta debajo de los muelles
y presiento un reflejo de mujeres
que sonríen al comercio
de los países nuevos.

El humo de los barcos


desmadeja el paisaje;
brumosa a travesía
florecida de pipas.
¡Oh rubia transeúnte de las zonas marítimas,
de pronto eres la imagen
movible del acuario!

Hay un tráfico ardiente de avenidas


frente al hotel abanicado de palmeras.
Te asomas por la celosía
de las canciones
al puerto palpitante de motores
y los colores de la lejanía
me miran en tus tiernos ojos.

Entre las enredaderas venenosas


que enmarañan el sueño
recojo sus señales amorosas;
la dicha nos espera
en el alegre verano de sus besos;
la arrodilla el océano de caricias,
y el piano
es una hamaca en la alameda.

Se reúne la luna allá en los mástiles,


y un viento de ceniza
me arrebata tu nombre;
la navegación agitada de pañuelos
y los adioses surcan nuestros pechos,
y en la débil memoria de todos estos goces
sólo los pétalos de sus estremecimientos
perfuman las orillas de la noche.

Poema Paroxismo de Manuel Maples Arce2

Camino de otros sueños salimos con la tarde;


una extraña aventura
nos deshojó en la dicha de la carne,
y el corazón fluctúa
entre ella y la desolación del viaje.

En la aglomeración de los andenes


rompieron de pronto los sollozos;
después, toda la noche
debajo de mis sueños,

2
http://www.poemasde.net/paroxismo-manuel-maples-arce/
escucho sus lamentos
y sus ruegos.

El tren es una ráfaga de hierro


que azota el panorama y lo conmueve todo.

Apruo su recuerdo
hasta el fondo
del éxtasis,
y laten en el pecho
los colores lejanos de sus ojos.

Hoy pasaremos junto del otoño


y estarán amarillas las praderas.

¡Me estremezco por ella!


¡Horizontes deshabitados de la ausencia!

Mañana estará todo


nublado de sus lágrimas
y la vida que llega
es débil como un soplo.

Poema Saudade de Manuel Maples Arce

Estoy solo en el último tramo de la ausencia


y el dolor hace horizonte en mi demencia.

Allá lejos,
el panorama maldito.

¡Yo abandoné la Confederación sonora de su carne!


Sore todo su voz,
hecha pedazos
entre los tubos de la música!

En el jardín interdicto
-azoro unánime-
el auditorio congelado de la luna.

Su recuerdo es sólo una resonancia


entre la arquitectura del insomnio.
¡Dios mío,
tengo las manos llenas de sangre!

Y los aviones,
pájaros de estos climas estéticos,
no escribirán su nombre
en el agua del cielo.

Manuel Maples Arce,   México, 1898

Puerto3

Llegaron nuestros pasos hasta la borda de la tarde;


el Atlántico canta debajo de los muelles
y presiento un reflejo de mujeres
que sonríen al comercio
de los países nuevos.

El humo de los barcos


desmadeja el paisaje;
brumosa a travesía
florecida de pipas.
¡Oh rubia transeúnte de las zonas marítimas,
de pronto eres la imagen
movible del acuario!

Hay un tráfico ardiente de avenidas


frente al hotel abanicado de palmeras.

Te asomas por la celosía


de las canciones
al puerto palpitante de motores
y los colores de la lejanía
me miran en tus tiernos ojos.

Entre las enredaderas venenosas


3
http://www.poesiabreve.com/manuelmaples.html
que enmarañan el sueño
recojo sus señales amorosas;
la dicha nos espera
en el alegre verano de sus besos;
la arrodilla el océano de caricias,
y el piano
es una hamaca en la alameda.

Se reúne la luna allá en los mástiles,


y un viento de ceniza
me arrebata tu nombre;
la navegación agitada de pañuelos
y los adioses surcan nuestros pechos,
y en la débil memoria de todos estos goces
sólo los pétalos de sus estremecimientos
perfuman las orillas de la noche.

Tras los adioses últimos4

Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,


tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.

El ascensor eléctrico y un piano intermitente


complican el sistema de la casa de "apartmentes",
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.

A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.


Despachos emotivos desangran mi interior.

Sugerencia, L-10 y recortes de periódicos;


¡oh dolorosa mía
tú estás tan lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida!
4
http://www.poetaspoemas.com/manuel-maples-arce/tras-los-adioses-ultimos
En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.

                              Las canciones domésticas


                        de cocos a la calle.

(¡Ella era un desmayo de pretigios supremos


y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos!)

Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas


renegridas a fuerza de gritarnos adiós
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.

Manuel Maples Arce (1898-1980)5

PRISMA

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,


equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,


se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.


Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,


5
http://www.cucsh.udg.mx/CUCSH/argos/antologi/maples.htm
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
sus palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.


Y la locura de Edison a manos de lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso


refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines se suben como la champaña,
y mientras las orejas sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.

Mis nervios se derraman.

La estrella del recuerdo

naufragaba en el agua
del silencio.

Tú y yo

Coincidimos

en la noche terrible,

meditación temática
deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,
arsenales, telégrafos.

El amor y la vida
son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.

Andamios Interiores, 1922

VRBE

(fragmento)

IV
Entre los matorrales del silencio
la oscuridad lame la sangre del crepúsculo.
Las estrellas caídas
son pájaros muertos
en el agua sin sueño
del espejo.
Y las artillerías
sonoras del atlántico
se apagaron,
al fin,
en la distancia.
Sobre la arboladura del otoño,
sopla un viento nocturno:
es el viento de Rusia,
de las grandes tragedias,
y el jardín;
amarillo,
se va a pique en la sombra.
súbito, su recuerdo
chisporrotea en los interiores apagados.
Sus palabras de oro
criban en mi memoria.
Los ríos de las blusas azules
desbordan las esclusas de las fábricas
y los árboles agitadores
manotean sus discursos en la acera.
Los huelguistas se arrojan
pedradas y denuestos,
y la vida es una tumultuosa
conversión hacia la izquierda.

Al margen de la almohada,
la noche es un despeñadero;
y el insomnio
se ha quedado escarbando en mi cerebro

¿De quién son esas voces


que sobrenadan en la sombra?
Y estos trenes que aúllan
hacia los horizontes devastados.
Los soldados
dormirán esta noche en el infierno.
Dios mío,
y de todo este desastre
sólo unos cuantos pedazos
blancos,
de su recuerdo,
se me han quedado entre las manos.

Vrbe, 1924

PUERTO

Llegaron nuestros pasos hasta la borda de la tarde;


el Atlántico canta debajo de los muelles
y presiento un reflejo de mujeres
que sonríen al comercio
de los países nuevos.

El humo de los barcos


desmadeja el paisaje;
brumosa a travesía
florecida de pipas.
¡Oh rubia transeúnte de las zonas marítimas,
de pronto eres la imagen
movible del acuario!

Hay un tráfico ardiente de avenidas


frente al hotel abanicado de palmeras.

Te asomas por la celosía


de las canciones
al puerto palpitante de motores
y los colores de la lejanía
me miran en tus tiernos ojos.

Entre las enredaderas venenosas


que enmarañan el sueño
recojo sus señales amorosas;
la dicha nos espera
en el alegre verano de sus besos;
la arrodilla el océano de caricias,
y el piano
es una hamaca en la alameda.

Se reúne la luna allá en los mástiles,


y un viento de ceniza
me arrebata tu nombre;
la navegación agitada de pañuelos
y los adioses surcan nuestros pechos,
y en la débil memoria de todos estos goces
sólo los pétalos de sus estremecimientos
perfuman las orillas de la noche.
Poemas interdictos, 1927

« Carlos Álvarez

Juan Ramón Jiménez »

Manuel Maples Arce

La poesía de Manuel Maples Arce (1900-1981 6), fundador del estridentismo, movimiento de
vanguardia mexicano que pretendió conjugar la modernidad del futurismo con la irreverencia
Dadá, se caracteriza por su gran variedad de registros y su constante inquietud de renovación.

CANCIÓN DESDE UN AEROPLANO

Estoy a la intemperie
de todas las estéticas;
operador siniestro
de los grandes sistemas,
tengo las manos
llenas
de azules continentes.

6
http://poeticas.es/?p=145
Aquí, desde esta borda,
esperaré la caída de las hojas.
La aviación
anticipa sus despojos,
y un puñado de pájaros
defiende su memoria.

Canción
florecida
de las rosas aéreas,
propulsión
entusiasta
de las hélices nuevas,
metáfora inefable despejada de alas.

Cantar
Cantar.
Todo es desde arriba
equilibrado y superior,
y la vida
es el aplauso que resuena
en el hondo latido del avión.

Súbitamente
el corazón
voltea los panoramas inminentes;
todas las calles salen hacia la soledad de los horarios;
subversión
de las perspectivas evidentes;
looping the loop
en el trampolín romántico del cielo,
ejercicio moderno
en el ambiente ingenuo del poema;
la Naturaleza subiendo
el color del firmamento.

Al llegar te entregaré este viaje de sorpresas,


equilibrio perfecto de mi vuelo astronómico;
tú estarás esperándome en el manicomio de la tarde,
así, desvanecida de distancias,
acaso lloras sobre la palabra otoño.
Ciudades del norte
de la América nuestra,
tuya y mía;
New-York,
Chicago,
Baltimore.

Reglamenta el gobierno los colores del día,


puertos tropicales
del Atlántico,
azules litorales
del jardín oceanográfico,
donde se hacen señales
los vapores mercantes;
palmeras emigrantes,
río caníbal de la moda,
primavera, siempre tú, tan esbelta de flores.

País donde los pájaros hicieron sus columpios.


Hojeando tu perfume se marchitan las cosas,
y tú lejanamente sonríes y destellas,
¡oh novia electoral, carrusel de miradas!
lanzaré la candidatura de tu amor
hoy que todo se apoya en tu garganta,
la orquesta del viento y los colores desnudos.
Algo está aconteciendo allá en el corazón.

Las estaciones girando


mientras capitalizo tu nostalgia,
y todo equivocado de sueños y de imágenes;
la victoria alumbra mis sentidos
y laten los signos del zodíaco.

Soledad apretada contra el pecho infinito.


De este lado del tiempo,
sostengo el pulso de mi canto;
tu recuerdo se agranda como un remordimiento,
y el paisaje entreabierto se me cae de las manos.

Poemas interdictos, 1927.

ARS POÉTICA
Hay algo todavía que no debo callar.
Es siempre preferible solamente gustar
a unos cuantos selectos que a mil de lo vulgar.
No busques a la Plebe, no sigas las charangas.
No creas que la poesía es un juego de mangas.
Tampoco el espejo del tiempo en que te ves.
Es lo real absoluto como dijo un romántico.
¿El rosal, la mujer, la estrella de mi cántico
o la viva nostalgia de lo que pudo ser?
Poesía es lo que es.
Son Las flores del mal, de Carlos Baudelaire,
Rimbaud, Nerval, Stéphan Mallarmé,
maestro de la ausencia y el imposible ¿qué?
Cendrars, Apollinaire.
Incluyo a las Españas:
A Jorge Manrique, el de la muerte sentida,
Góngora, Quevedo, quien dijo del Osuna:
“Su tumba son de Flandes las campañas
y su epitafio la sangrienta luna”,
Juan Ramón, andaluz de universal medida,
García Lorca, el gitano, eterno asesinado,
Aleixandre, el Nobel de vendimias extrañas,
el segundo Machado, el del tiempo y la vida.
A México también con Ramón López Velarde,
el primero en Zozobra, sin desdén para tantos
de un afán infinito, cuyo corazón arde
bajo el cielo sediento de pájaros y hechizos
en las altas planicies, y los que nuevos cantos
trajimos de los ríos de viejos paraísos.
La poesía es lo que vive más que una sepultura.
Es la pura excepción. Un soplo de altura.
La flor invulnerable a la espada temida.
El último reducto que nos deja la vida.
Es angustia, horizonte, anhelo del confín.

En «Estrofas para un amigo», 1978, de «Poemas no coleccionados, 1919-1980», La semilla del


tiempo, 1981.

EL POETA Y EL CIEGO

Una tarde que en Londres paseaba ociosamente


adosado a una esquina hallé un ciego cantor;
parecía una escultura por su mirar ausente.
Mi socorro en sus manos le puse con fervor.

En sus brazos brezaba un acordeón doliente


de voces quejumbrosas y dolor de arrabal.
Cantó algo parecido a mi vagar trausente,
por el tiempo y los muros de una edad ideal.

¡Cuánto me gustaría que los viejos juglares


cantaran las estrofas de mi viviente afán,
por calles trajinantes de mancillados lares!

Y que siempre se canten en las tardes de duelo,


polvorosas de gente, como en Portobelo,
entre harapos y huesos que al camposanto van.

En «El oro de los días», de «Poemas no coleccionados, 1919-1980», La semilla del tiempo, 1981.

Etiquetas:estridentismo, vanguardia, XX

Publicado en Autores, Literatura mexicana

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