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EDITORES Prólogo de Eugenio Raúl Zaffaroni
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LA INDUSTRIA DEL
CONTROL DEL DELITO

¿LA NUEVA FORMA DEL


HOLOCAUSTO?
LA INDUSTRIA DEL
CONTROL DEL DELITO
¿La nueva forma del Holocausto?

Nils Christie

Prólogo de Eugenio Raúl Zaffaroni

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EDITORES

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dEL PUERTO
Editores dEL PUERTO s.r.l.
Título original:
Crime Control as Industry. Towards GULAGS, Western Style?

© 1993 Nils Christie


© 1993 Universitetsforlaget
Kolstadgaten 1,0608
Oslo, Noruega

Traducción de Sara Costa


© de la edición castellana Editores del Puerto S.R.L.
Anchorena 1775 - 52"A"
(1425) Buenos Aires

Diseño de tapa: Sandra Monteagudo y Juan Ventura

Impreso en mayo de 1993


en "Segunda Edición"
General Fructuoso Rivera 1066
Buenos Aires.

Hecho el depósito de ley 11.723

ISBN 987-99437-0-8
A Ivan Illich
Indice

Prólogo 11
Capítulo 1 Eficiencia y decencia 21
Capítulo 2 El ojo de Dios 27
2.1 Completamente solo 27
2.2 El extraño 28
2.3 Donde el delito no existe 29
2.4 Una oferta ilimitada de delitos 31
Capítulo 3 Niveles de dolor intencional 33
3.1 Medidas de dolor 33
3.2 ¿Aquellos buenos viejos tiempos? 34
3.3 Europa occidental 37
3.4 Tendencias mundiales 38
3.5 La importancia de las ideas 41
Capítulo 4 ¿Por qué hay tan pocos presos? 43
4.1 Esperando el dolor 43
4.2 Tolerancia desde arriba 49
4.3 Entre el este y el oeste de Europa 54
4,4 El estado benefactor en crisis 58
4.5 ¿Cuánto va a durar? 62
Capítulo 5 El control de las clases peligrosas 65
5.1 El excedente de población 66
5.2 Accionistas de la nada 67
5.3 El control de las clases peligrosas 69
5.4 Europa fortificada. Occidente dividido 76
5.5 Dinero en esclavos 79
5.6 Huellas de un futuro 80
Capítulo 6 El modelo 87
6.1 A quien ames, castigarás 87
6.2 El gran encierro 88
6.3 De estado en estado 92
6.4 Los estados y las cárceles 94
6.5 El delito como explicación 98
Capítulo 7 El control del delito como producto 101
7.1 El mercado del control del delito 101
7.2 El estímulo del dinero 106
7.3 Cárceles privadas 107
7.4 La policía privada 111
7,5 El estímulo privado 116
7.6 El estímulo tecnológico 119
7.7 La materia prima del control 123
7.8 La gran tradición norteamericana 124
7.9 El modelo 130
Capítulo 8 La modernidad y las decisiones 133
8.1 4.926 aspirantes 133
8.2 Cuellos de botella 135
83 Manuales para decidir sobre el dolor 137
8.4 La justicia purificada 139
8.5 La colaboración del acusado 142
8.6 La despersonalización 144
Capítulo 9 ¿Una justicia empresarial? 147
9.1 La justicia de la aldea 147
9.2 La justicia representativa 149
9.3 La justicia independiente 151
9.4 La revolución silenciosa 153
9.5 El comportamiento expresivo 156
Capítulo 10 Hermanados por el control:
el derecho penal y la psiquiatría 159
10,1 Un manual para decidir
sobre los trastornos mentales 159
10.2 Manuales para la acción 163
Capítulo 11 La modernidad y el
control del comportamiento 165
11.1 Hijos de la modernidad 165
11.2 La máscara del diablo 169
11.3 ¿Límites al crecimiento? 172
11.4 La matanza industrializada 173
11.5 La matanza médica 175
11.6 La matanza legalizada 177
Capítulo 12 La cultura del control del delito 181
12.1 El núcleo común 181
12.2 ¿Cúal es el lugar del derecho? 186
12.3 Una cantidad apropiada de dolor 188
Bibliografía 193
Prólogo

1. Este libro no será pasado por alto, pues se trata de una de las contri-
buciones más importantes de los últimos años. Christie sigue siendo
el mismo de Limits to pain, pero aquí no se dedica a plantear la posible
abolición del sistema penal, sino a señalar un curso, a analizar un
fenómeno real y concreto, como es la preocupante evolución del siste-
ma penal estadounidense.
La valentía no es el menor de los méritos de este libro, teniendo en
cuenta que proviene de un académico del "primer mundo". Siempre
he pensado que la menor estabilidad de nuestras burocracias nos per-
mite el lujo de crear y criticar con mayor libertad, aunque esta libertad
pueda verse limitada por otras circunstancias, o no servir de mucho
en razón de la carencia de información, de medios, y de estímulos (o
presencia de exceso de estímulos contrarios). Pero lo cierto es que
entre nosotros los ostracismos burocráticos duran poco, siendo
mucho más difícil desafiar a la burocracia con la crítica y sufrir el ries-
go etiquetante frente a estructuras consolidadas. Esto es lo que Chris-
tie hace, desarrollando una tesis que no es nueva en sus elementos,
sino en su combinación: la sociedad industrial, con su sistema penal,
desemboca inevitablemente en el holocausto, mostrando que este es
el giro que va tomando el sistema penal de los Estados Unidos. Pero
Christie no se queda allí, sino que va más lejos: se anima a decir que
no ve salida y que sólo puede ofrecer palabras y pensamientos. No
teme reconocer, desde las primeras páginas, que su perspectiva es
pesimista.
Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta que se trata de un traba-
jo criminológico, puede afirmarse que este libro es más radicalmente
12 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

crítico que el famosos prólogo de Sartre a Fanon, tan explosivo hace


tres décadas. Lo que sucede es que Sartre era optimista, porque mos-
traba una alternativa. La originalidad de Sartre era el crudo dibujo del
colonialismo, pero por lo demás, se insertaba en la tradición de la
izquierda francesa de posguerra, que consideraba a los gulags como
un fenómeno pasajero y del que era mejor no hablar (para "no hacerle
el juego a la reacción" o para no ser estigmatizado como "reacciona-
rio"). Christie, en vez, escribe en una época en que no sólo la vieja
izquierda francesa, sino todos, se callan ante los gulags, porque la con-
signa es no pensar más allá de la "racionalidad" funcional para la res-
pectiva estructura burocrática y su intento es aún más insólito: invita
a pensar más allá, con el consiguiente efecto de malquistarse o de
generar desconfianza o desprestigio en la burocracia, y todo esto sin
prometer ni ofrecer absolutamente nada.
2.No es nuestra intención escribir un prólogo para consolar a lectores
desesperados. Tampoco lo hacemos para reforzar la alegre irresponsa-
bilidad de los operadores de agencias políticas y específicamente
penales que, con sus simplismos, pretenden ocultar su glotonería de
poder y disputar sus diminutos espacios. Pero tampoco podemos
ocultar que nuestra perspectiva es moderadamente más optimista
que la de Christie, si bien esto requiere una explicación.
3. La tesis central del libro de Christie es que la civilización industrial
conduce al holocausto. Esta tesis no es nueva para los investigadores
e historiadores del nazismo. Fue enunciada incluso durante la Segun-
da Guerra, en 1942, por un exiliado alemán, Karl Otten', en tanto que
la tesis contraria -que explica al nazismo a través de un particular
desarrollo histórico alemán- ya había sido sostenida por Vansittart2 en
1941.
Desde entonces, los intérpretes del nazismo se dividen entre estas dos
corrientes: la del "camino especial" (Sonderweg) y la de la "moderni-
zación", como las denominan Burleigh y Wippermarm3 quienes sin-
tetizan el debate para renovar su decidido apoyo a la primera tesis.
Podría pensarse que la preferencia siempre depende de la ideología
1 Karl Otten, A Combine of Agression; Masses, Elites and Dictatorsliip in Gerniany, Lon-
dres, 1942.
'Robert G. Vansittart, Black Record: German Past and Present, Londres, 1941.
Michael Burleigh y Wolfgang Wippermann, L Stato Razziale. Germania 1933-1945,
trad. de O. Fenghi, Milán, 1992.
PROLOGO 13

del intérprete, pero ello no es totalmente cierto, puesto que si bien los
autores marxistas prefirieron las teorías de la "modernidad" (llevarí-
an agua a su molino considerando al nazismo como la coronación del
capitalismo), hubo marxistas que postularon el Sonderweg alemán (co-
mo Bloch4), en tanto que también hubo autores liberales y conserva-
dores que apoyaron la tesis de la "modernidad"5.
La obra de Christie se inscribe abiertamente en la vertiente de la
"modernidad". Es difícil resistir la tentación de hacerlo cuando, con
las cifras a la vista, se reflexiona sobre el peligroso giro que ha tomado
el sistema penal de los Estados Unidos en los últimos quince arios y
en la insensata "guerra de la droga".
Por cierto que resulta preocupante la situación estadounidense y el
consiguiente riesgo de exportación de tecnología y modelo. La cues -
tión es saber si efectivamente se trata de un modelo idóneo para la
exportación y para su virtual universalización. La respuesta a este
interrogante depende, también aquí, de averiguar si se trata de un
fenómeno de "modernidad", o bien de un Sonderzveg estadounidense.
4. La antes señalada disyuntiva para explicar los holocaustos ("mo-
dernidad" o Sonderzveg) nos parece un tanto simplista. Creemos que
no está suficientemente incorporado otro dato que, por lo general, la
cultura europea apunta pero secundariza: el racismo.
Si bien, como hemos visto, ha habido autores de todas las ideologías
entre los que postularon la "modernidad" y el Sonderweg en la génesis
del nazismo, no cabe duda de que ambas tesis pueden ser instrumen-
tadas políticamente con diversos intereses: si fue un Sonderweg exclu-
sivamente alemán, el capitalismo no tendría nada que ver en ello; si
fue resultado de la "modernidad'', el discurso del marxismo institu-
cionalizado lo podría mostrar como ejemplo de la culminación del
capitalismo durante la "guerra fría"; si fue resultado de la "moderni-
dad" disminuye la responsabilidad alemana y viceversa; etcétera.
Pues bien: el racismo también es suceptible de interpretaciones instru-
mentables políticamente. A su respecto existe una tesis de Sonderweg
y otra que lo identifica con un problema de "clases sociales", pero el
resultado de ambas es que lo minimizan porque le desconocen enti-
dad: unos lo reducen a un brote o rebrote de elementos históricamen-

Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, Frankfurt, 1962.


Sobre ello, Burleigh y Wippermann, op. cit.
14 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

te superados, a un anacronismo; otros lo diluyen en una "macro-teo-


ría" de "lucha de clases". Con esta disolución entitativa del racismo se
llega al extremo de pasar por alto algo que a nosotros, desde el mar-
gen del poder mundial, nos resulta sumamente claro: la criminología
etiológica, por lo menos hasta la Segunda Guerra mundial y con con-
tadísirnas excepciones, no fue más que un capítulo del discurso racis-
ta neocolonialista'. El valor -o "desvalor"- entitativo del racismo era
lógico que lo rescatásemos nosotros y no los europeos, porque hay
una diferencia de perspectiva que es fundamental: el racismo en
Europa fue preferentemente usado para someter o destruir a minorías
étnicas, en tanto que en América Latina lo fue -al igual que en Africa-
para someter a las mayorías. Para no caer en confusiones, es necesario
que antes de proseguir, indicativamente -sin pretensión de definición
certera e inconmovible- digamos que para nosotros racismo es, apro-
ximadamente, el discurso que pretende legitimar la superioridad de
un grupo humano o el sometimiento de otro grupo humano, por
razones de superioridad biológica que explicarían la superioridad de
sus pautas y costumbres'.
Nadie ignora que la sociedad industrial se genera a partir de la revo-
lución mercantil (siglos XII y XIII) y que es sincrónico el surgimiento
del sistema penal tal como lo conocemos (con la expropiación o con-
fiscación de la víctima). El sistema penal nace racista y la obra funda-
cional del saber penal, que expone el primer modelo integrado de cri-
minología, derecho penal y derecho procesal penal, fue un monu-
mental discurso racista: el "Martillo de la brujas', o sea, el famoso
manual de la inquisición, donde todo el texto está destinado a repri-
mir a la mujer basándose en su inferioridad biológica. Con un único
golpe se eliminó, por inferior, a la mitad de la humanidad, y todo el
racismo posterior se ocupará de confirmar y reconfirmar este sello
primitivo'.

6 Cfr. nuestra Criminología. Aproximación desde un margen, Bogotá, 1986.


Ha habido etnocentrismos agresivos o pretensiones de "espiritualización" del racis-
mo, pero sin significación. Así, por ejemplo, el racismo italiano de Julius Evola, 11 mito
del sangue, Padua, 1978; Sintesi di dottrina della razza, Padua, 1978.
Mallei Maleficantm, Ludgu ni, Sumtibus Petri Immtry,1546 (ejemplar de la biblioteca de
la Universidad de Salamanca).
9 Valga por todos el clásico racista de Otto Weininger, Sesso e carattere, trad. de G.
Fenoglio, Torino, 1922. Sobre Weininger, George L. Mosse, II razzismo in Europa, dalle
origene all'olocausto, Roma, 1992, p. 118.
PROLOGO 15

Racista fue toda Europa: Spencer en versión "evolucionista", diversa


de la versión "Mvolucionista" de Gobineau. Pero Spencer era inglés,
Gobineau francés, Galton inglés, Lombroso italiano, etcétera. El capi-
talismo moderno se genera en Gran Bretaña y su acumulación origi-
naria de capital aventajó largamente a los otros países. La esteriliza-
ción de "anormales" se inició en los Estados Unidos y cundió por
toda Europa. Pero el holocausto se dió en Alemania.
Coincidimos con Christie en que el sistema penal y la idea de vengan-
za que lo sustenta están en la matriz genética de la sociedad indus-
trial, junto con la parcialización del conocimiento (saber para poder) y
a la imagen de progreso indefinido y de tiempo lineal, como diferen-
tes facetas de un mismo fenómeno'°. Por ello, creemos que es innega-
ble que la sociedad industrial brinda la ocasión del holocausto. Pero
no coincidimos con la linealidad de Christie, al menos en tiempos cer-
canos o medianos plazos: no es el simple desarrollo industrial lo que
provoca el holocausto, sino el desarrollo industrial en un país con una
cultura profundamente racista y siempre que tenga cerca minorías a
las cuales destruir.
La inmensa cantidad de literatura racista alemana desde un siglo o
más antes del nazismo no se produjo por azar, como tampoco lo fue
el éxito de Gobineau, donde lo tradujeron hasta en sus aburridas
novelas y en sus absurdos inventos acerca de la arianidad del renaci-
miento italiano", pese a que esto se ridiculizaba desde hacía años en
Francia'. Tampoco por azar un inglés se casó con la hija de Wagner y
escribió el libro de cabecera del Kaiser". No por accidente se produjo
el escalofriante caso de los "bastardos" de Frankfurt: en la primer
posguerra, los franceses ocuparon Frankfurt usando tropas senegale-
sas coloniales, lo que alzó una generalizada y escandalosa protesta
política, donde el propio gobierno socialdemócrata consideró una
afrenta que tropas de una "civilinción inferior" ensuciaran la univer-
sidad y la casa de Goethe. Como parece ser que la población local,

' Cfr. nuestro trabajo, ¡Qué pena!, en AA.VV., "El sistema penal entre el temor y la
esperanza", México, 1991, pág. 55.
" V. Graf Arthur Gobineau, Die Renaissanse. Historische Szenen, trad. de Anna Brunne-
mann, Leipzig, 1921.
12 Por ejemplo, Jean Finot, Le préjugé des races, París, 1906.
" Houston Stewart Chamberlain, Die Grundlagen des neunzelinten Jahrhunderts,
Munich, 1906.
16 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

especialmente femenina, no era tan racista en los hechos, varias ale-


manas tuvieron hijos con estos soldados. En 1927, en plena república
de Weimar, se propuso la esterilización de estos jóvenes, la que al fin
completó el nazismo en 193714.
En los Estados Unidos, los datos que nos proporciona Christie acerca
de los negros criminalizados son terribles, pero no hacen más que
confirmar el carácter racista de la criminalización estadounidense, es
decir, que el nuevo holocausto emergería con igual signo que los ante-
riores. Peno tampoco podía esperarse otra cosa, porque los estadouni-
denses no consideraron tradicionalmente a los negros como connacio-
nales, comenzando por George Washington y pasando por Lincoln,
hayan sido esclavistas o antiesclavistas". Aunque parezca increíble,
hace menos de tres décadas que se decidió la inconstitucionalidad de
las leyes de dieciséis Estados que prohibían los matrimonios mixtos y
los penaban por ilegales'. Exner, en los años treinta, había estado en
total acuerdo con sus colegas criminólogos estadounidenses sobre
cuestiones raciales' y atribuía la alta criminalización de negros a que
la sociedad estadounidense les exigía un esfuerzo que no estaban bio-
lógicamente capacitados para realizar". A comienzos del siglo, el pre-
sidente Taft les aconsejaba a los pocos negros que habían logrado lle-
gar a la Universidad que se marcharan a Afiica, donde tendrían más
suerte. Hace tres años la Corte Suprema resolvió que cifras como las
que aporta Christie no prueban ninguna discriminación racial, puesto
que para alegar la discriminación, ella debe probarse en cada caso. No
cabe duda de que, si bien quizás todos somos un poco racistas, lo cier-
to es que nos hallamos con una cultura racista muy particular y muy
prolongada.
En síntesis, queremos significar que si bien la sociedad industrial crea
las condiciones para el holocausto, éste se produce únicamente en lími-
tes aterradores en sociedades donde, además de su avanzada indus-
trialización, se padece una cultura largamente entrenada en el racismo.

14Cfr. Burleigh y Wippermann, °p. cit., p. 120.


Eh Ginzberg y Alfred S. Eiclmer, El negro y la democracia norteunericana, trad. de M.
Alvarez Franco, México, 1968, pp. 2-3 y 41.
international Herald Tribune, 16 de junio de 1992.
17 Cfr. Stephan L. Chorover, Del génesis al genocidio, Madrid, 1985.
's Franz Exner, Biología criminal en sus rasgos fundamentales, Barcelona, 1957, p. 73.
PROLOGO 17

Esta no es una "tercera vía" antojadiza, sino una observación históri-


ca. Tampoco es la negación de lo que observa Christie, sino una mera
corrección. En una perspectiva de largo alcance, es posible que la
sociedad industrial, toda sociedad industrial, profundice el racismo y
acabe en el holocausto, pero eso sería una mera hipótesis. En el tiem-
po medio observable históricamente, lo que comprobamos es que la
sociedad industrial prepara muy bien el terreno donde el Sonderweg
racista planta su semilla.
5. Esta prolongada explicación la hemos considerado necesaria para
apartar cualquier sospecha de optimismo gratuito e irresponsable.
Como resultado de ella, la única diferencia que resulta es que no cree-
mos que el modelo estadounidense sea automáticamente exportable
y menos aún universalizable Por cierto que esto no neutraliza el ries-
go de que el modelo estadounidense pueda ser asumido por otras
sociedades con culturas racistas, e ignoramos hasta qué punto no
pueden caer en ello sociedades que tienen ahora considerables mino-
rías étnicas de sus ex-colonias o colonias. El modelo nazi tampoco fue
automáticamente exportable (no se reprodujo en su aliado italiano,
por ejemplo), pero también es cierto que eso no evitó que fuese
impuesto en la Europa ocupada. Por ello, el desarrollo estadouniden-
se es altamente preocupante aunque no sea un modelo de exporta-
ción automática.
Si del nivel más general descendemos al más particular, veremos que
nosotros hemos conocido aspectLs parciales análogos, aunque no pro-
dujeron los mismos resultados. El criterio de la "tabla de penas" que
hasta un niño puede manejar, históricamente no es nada nuevo. Se
remonta al código de Brasil de 1831" y de allí lo tomó luego la legisla-
ción española en sus códigos 1848-1850 y 1870, aún vigente en su par-
te sustancia12° y lo copiaron todos los modelos latinoamericanos que
siguieron a esos códigos (sobrevive sólo el chileno).

" Es curiosa la "tablita" al pie de cada artículo en la edición de Josino do Nascimento-


Silva, Código Criminal do Império do Brasil,... com o calculo das penas em todos os gritos,
Río de Janeiro, 1873.
V. Código Penal de España, Edición oficial reformada, Madrid, En la Imprenta Nacio-
nal, 1850, p. 31; León Medina y Manuel Marañón, Leyes penales de España, conforme a
los textos oficiales, Madrid, 1902, p. 35 (los mismos autores publicaron: Código Penal
Vigente, con tablas de las penas).
18 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Es certera la observación de Chris tic sobre la forma en que el plea bar-


gaining cumple la misma función que la tortura en el modelo estadou-
nidense, pero lo cierto es que en casi todo el mundo periférico del
poder mundial se sigue usando directamente la tortura o bien se con-
dena con pruebas policiales o coactas, se declara después de largas
"incomunicaciones", se emplea generosamente el "secreto de suma-
rio", se limita la defensa por todas las vías imaginables, se fusilan per-
sonas por vía policial en proporción diez veces superior a la de los
Estados Unidos y cien veces superior a las de Europa, las prisiones
presentan tasas de mortalidad increíbles, etcétera.
En cuanto a la "independencia judicial" latinoamericana, pocas veces
supera el nivel de una mera declaración, y su calidad técnica no está
garantizada en casi ningún país (los jueces acceden por concurso sólo
en el Brasil; en el resto la nominación es política, en unos pocos por el
órgano supremo, lo que en cualquier caso provoca una total verticali-
zación de las agencias judiciales)'. No obstante todo esto, el holocaus-
to, en la forma tecnológica que amenaza a los Estados Unidos no
parece amenazarnos a nosotros. No lo descartamos, pero en las for-
mas tradicionales que conocemos, quizás un poco más tecnificadas.
6. En cuanto a razones particulares concretas -y siempre contando con
razones para un optimismo moderado y matizado- no podemos
pasar por alto que al predecir como muy poco probable en América
Latina y en los próximos lustros una importación del modelo esta-
dounidense, juega en favor de esta predicción el abismo tecnológico
que nos separa de dicho modelo.
En efecto: en América Latina es imposible pensar en un presupuesto
que permita prisonizar a una persona cada doscientas, incluso en las
peores condiciones imaginables. Brasil tiene sus cárceles repletas,
pero sobre tres veces más personas que las prisonizadas pesan órde-
nes de captura que no pueden ejecutarse por falta de espacio carcela-
rio, lo que aumenta el poder selectivo policial y la consiguiente
corrupción. La dictadura militar argentina inauguró la famosa "cár-
cel-torre" con dispositivos electrónicos; hoy está precariamente ocu-
pada y los dispositivos no funcionan (tampoco los ascensores). En
una visión más amplia, podemos asegurar que las cárceles latinoame-

21Cfr. nuestro trabajo, Dimensión política de un Poder Judicial democrático, en "El Dere-
cho", 27/ 11/ 1992.
PROLOGO 19

ricanas tienden a convertirse en: a) ghettos con componentes de alber-


gues y asilos; b) hoteles sostenidos por algunos clientes adinerados; o
c) campos de concentración primitivos, pero del todo extraños al
modelo nazi o a la cárcel californiana que describe Christie.
El modelo estadounidense sólo podría establecerse con fabulosos cré-
ditos o montos elevadísimos de cooperación internacional. Nada de
esto se percibe de momento, particularmente porque la justicia penal
tampoco es prioritaria en las agencias internacionales que, por regla
general, apenas alcanzan a cubrir sus gastos burocráticos. El mayor
interés internacional finca en privilegiar modelos de arbitraje y conci-
liación que suplan las deficiencias de la justicia civil y mercantil. La
insistencia en la "guerra" de las drogas tampoco va en el sentido esta-
dounidense, sino que termina en los jueces y testigos "sin rostro", a
los que terminan conociendo todos.
7. En un orden más general de ideas, existen también factores que no
podemos valorar certeramente desde nuestro actual momento históri-
co, pero que, sin embargo, forman parte de los imponderables que no
cabe descartar totalmente como alteradores del curso lineal que nos
señala Christie. En este orden, debemos tener en cuenta que el racis-
mo que se consolidó simultáneamente y merced a la aparición del sis-
tema penal en la Edad Media, fue el que marginó a la mujer. Ese racis-
mo no está superado, pero la mujer va ocupando espacios. El fenóme-
no es reciente (menos de un siglo es muy poco comparado con un
proceso que lleva un milenio), de modo que es muy difícil predecir su
incidencia en el desarrollo de la sociedad industrial, pero no puede
ignorarse que se trata de un interrogante abierto.
En el campo teórico, es verdad que existe un penalismo, de inspira-
ción preferentemente alemana, que se ocupa casi con exclusividad
del delito y del proceso y que minimiza la pena, desembocando en
un funcionalismo muy poco o nada ético, o en un retribucionismo
irracional que invoca a Kant (porque como está muerto no puede
poner distancia de semejante abuso). Esta tendencia podría decirse
que coincide políticamente con la "tablita" estadounidense, pero
tampoco es posible generalizar, porque por ejemplo, en Italia, se
manifiesta una tendencia contraria, muy fuerte, a problematizar doc-
trinariamente la cuestión de la pena (nos referimos a los trabajos de
Sgubbi, Ferrajoli, Cattaneo, Baratta, Pavarini, etcétera) y el propio
20 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

libro de Christie en Noruega es una muestra de que las aguas no es-


tán tan mansas como parecen.
8. Es conveniente insistir en que el prudente optimismo con que nos
separamos parcialmente de la tesis de Christie, de cualquier manera
no nos releva de- la preocupación por el modelo estadounidense y su
destino, por el discurso simplista que lo acompaña, por la exportación
de este discurso con la comunicación de entretenimientos, por el efec-
to que este discurso puede causar en las pugnas entre agencias y, por
supuesto, por el holocausto, sea donde fuere y aunque no se univer-
salice.
La única consecuencia práctica que extraemos de esta parcial disiden-
cia es que creemos percibir un espacio más amplio que el que admite
Christie para prevenir el holocausto y su extensión, como también pa-
ra disminuir la magnitud de los genocidios en marcha. Esta no es en
modo alguno una pretensión omnipotente, pues nadie puede creer en
el éxito total de una empresa que siempre será unfinished, inacabada y
abierta.

Eugenio Raúl Zaffaroni


Buenos Aires, enero de 1993
Capítulo 1

Eficiencia y decencia

Este libro es una advertencia ante el reciente desarrollo del control


social del delito. La idea central es simple. Las sociedades occidenta-
les enfrentan dos problemas principales. la distribución desigual de la
riqueza y la distribución desigual del acceso al trabajo remunerado.
Ambos problemas pueden dar lugar a disturbios. La industria del
control del delito está preparada para enfrentarlos: provee ganancias
y trabajo al mismo tiempo que produce control sobre quienes de otra
manera perturbarían el proceso social
En comparación con la mayoría de las industrias, la industria del con-
trol del delito se encuentra en una situación más que privilegiada. No
hay escasez de materia prima: la oferta de delito parece ser infinita.
También son infinitas la demanda de este servicio y la voluntad de
pagar por lo que se considera seguridad. Y los planteos habituales
sobre la contaminación del medio ambiente no existen. Por lo contra-
rio, se considera que esta industria cumple con tareas de limpieza, al
extraer del sistema social elementos no deseados.
Muy pocas veces quienes trabajan dentro de una industria dicen que
en un momento dado su tamaño es el conecto. Nunca dicen: "ahora
somos importantes, tenemos una buena posición, no queremos crecer
más". Un impulso de expansión está incorporado al pensamiento
industrial, aunque más no sea para combatir la competencia. La
industria del control del delito no es una excepción. Pero tiene venta-
jas muy particulares, porque provee armas para lo que se suele ver
como una guerra permanente contra el crimen. La industria del con-
trol del delito es como los conejos en Australia o los visones salvajes
en Noruega... ¡Hay tan pocos enemigos naturales!
22 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

La creencia en ese estado de guerra es uno de los fuertes motores del


desarrollo de esta industria. Otro es una adaptación general a las
características del pensamiento, la organización y el comportamiento
del mundo industrializado. La institución de la ley se encuentra en
medio de un proceso de cambio. El antiguo símbolo era una mujer
con los ojos vendados y la balanza en la mano. Su tarea era poner en
equilibrio un gran número de valores opuestos. Esa tarea ya no es tal.
Se ha producido una revolución silenciosa en el seno de la institución
de la ley; una revolución que brinda mayores oportunidades de creci-
miento para la industria del control del delito.
De esta manera, se crea una situación en la que cabe esperar un incre-
mento importante en el número de presos. Esto ya se puede observar
en los Estados Unidos, donde se ha alcanzado la cifra sin precedentes
de más de 1,2 millones de reclusos o 504 cada 100.000 habitantes. Este
índice es tan alto que no puede compararse con el de ninguno de los
demás países industrializados de Occidente. Pero ¿por qué solamente
1,2 millones? ¿Por qué no tres, cuatro o cinco millones? Y teniendo en
cuenta la intención de crear una economía de mercado en la ex-URSS,
¿por qué no volver a los Gulags*? Y además, al decaer los estados
benefactores europeos, ¿serán capaces de resistirse al tentador modelo
que ofrecerán las dos fuerzas hermanadas?
Pero también hay fuerzas que se oponen a este proceso. Como se pro-
bará más adelante, existen enormes discrepancias en el número de
presos en países que en otros aspectos son relativamente similares.
También encontramos variaciones "inexplicables" en un mismo país
a lo largo del tiempo. La población carcelaria a veces disminuye en
períodos en los que según las estadísticas, la economía y las condicio-
nes materiales debería aumentar, y se incrementa cuando por las mis-
mas razones debería disminuir. Detrás de estas variaciones "irregula-
res" se hallan ideas sobre lo que se considera justo y correcto hacerle a
otras personas, ideas que se contraponen a las soluciones económico-
industriales "racionales". En los primeros capítulos de este libro se
demuestran los efectos de estas fuerzas opositoras.
De lo dicho llego a la siguiente conclusión: en la situación actual,
extraordinariamente propicia para el crecimiento, resulta particular-
mente importante comprender que el tamaño de la población carcela-
ria es una cuestión normativa. Al mismo tiempo, somos libres y esta-

* Así se denominaban los campos de trabajo que existieron en la URSS desde 1930
hasta 1955 (N. de la T.)
EFICIENCIA Y DECENCIA 23

mos obligados a tomar una decisión. Es necesario ponerle límites al


crecimiento de la industria carcelaria. Nos encontramos en una situa-
ción en la que resulta crucial discutir seriamente hasta dónde se pue-
de permitir que se extienda el sistema de control formal. Las ideas, los
valores, la ética -y no el empuje industrial- deben determinar los lími-
tes del control, deben disponer cuándo es suficiente. El tamaño de la
población carcelaria depende de ciertas decisiones. Somos libres de
elegir. Es solamente cuando no tomamos conciencia de esta libertad
que las condiciones económico-materiales reinan libremente. El con-
trol del delito es una industria. Y las industrias deben mantenerse
dentro dé ciertos limites. Este libro trata sobre la expansión de la indus-
tria carcelaria y también sobre las fuerzas morales que se le oponen.
Nada de lo que aquí se ha dicho significa que la protección de la vida,
la integridad física y la propiedad no sean importantes en la sociedad
moderna. Por lo contrario, vivir en sociedades de gran escala a menu-
do significará vivir en un entorno en el que los representantes de la
ley y el orden son considerados la garantía básica de seguridad. Es
inútil pasar por alto este problema. Todas las sociedades modernas
deberán hacer algo con respecto a lo que en general se percibe como
el problema del delito. Los estados deben controlar este problema; tie-
nen que dedicarle dinero, personal y edificios. Lo que sigue no es un
alegato por el retorno a una etapa de la vida en sociedad sin control
formal. Es un llamado a reflexionar sobre los límites.

Detrás de mi advertencia ante estos fenómenos está latente la sombra


de nuestra historia reciente. Los nuevos trabajos sobre los campos de
concentración y los Gulags nos brindan nuevos puntos de vista. Las
preguntas que solíamos hacernos estaban mal formuladas. El proble-
ma no es: ¿cómo pudo ocurrir?, sino: ¿por qué no ocurre más a menu-
do? ¿Y cuándo, dónde y cómo ocurrirá la próxima vez'? El libro de
Zygmunt Bauman (1989) Modernity and the Holocaust marca un hito
dentro de este pensamiento.

' Es correcto afirmar que la pregunta no es cuándo o dónde tendrá lugar el próximo
Holocausto; ya está ocurriendo. La política industrial y financiera de Occidente causa
cada día más muerte y destrucción en el Tercer Mundo. A pesar de esto, en este libro
limitaré mi atención a la situación dentro del mundo industrializado. El control del
delito en Occidente constituye un microcosmos. Si entendemos lo que está ocurrien-
do en algunos de estos países, tal vez estaremos más cerca de comprender el fenóme-
no del Tercer Mundo.
24 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

Los sistemas modernos de control del delito pueden convertirse en


Gulags "a la occidental". Según los antecedentes históricos, tras el fin
c:ie la guerra fría, y en una situación de grave recesión económica en la
que las naciones industrializadas más importantes no tienen enemi-
gos externos contra los que movili7arse, no parece improbable que la
prioridad pase a ser la guerra contra los enemigos internos. En los
Gulags "a la occidental" no se exterminará a las víctimas pero sí se
podrá apartar de la vida común en sociedad a un segmento impor-
tante de perturbadores potenciales durante la, mayor parte de sus
vidas. Se podrá transformar lo que de otra manera hubiera sido el
período de vida más activo de esas personas en una existencia muy
similar a la expresión alemana que se refiere a una vida que no vale la
pena vivir. "... en el mundo contemporáneo no hay ningún tipo de
estado nación que sea completamente inmune a la posibilidad de ser
sujeto a un régimen totalitario" dice Anthony Giddens (1985, p. 309).
Me gustaría agregar: el mayor peligro del delito en las sociedades
modernas no es el delito en sí mismo, sino que la lucha contra este
conduzca las sociedades hacia el totalitarismo.

El presente es un análisis muy pesimista, que contrasta con la que yo


creo es mi actitud básica hacia la vida. Es además un análisis que se
refiere sobre todo a los Estados Unidos, un país al que por muchas
razones me siento muy cercano. He compartido partes de mi análisis
con colegas estadounidenses en seminarios y conferencias dentro y
fuera de los Estados Unidos, y sé que les duele. No es que no estén de
acuerdo, todo lo contrario, pero les duele que se les vea como repre-
sentantes -que de hecho son- de un país donde hay muchas probabili-
dades de que se produzcan los fenómenos que describo. En estas cir-
cunstancias, no resulta reconfortante saber que son muchas las proba-
bilidades de que una vez más Europa siga el ejemplo del hermano
mayor.
Pero una advertencia también es un acto de optimismo. Una adver-
tencia implica creer que hay posibilidades de cambio.

Este libro está dedicado a Ivan Illich. Su pensamiento está detrás de


mucho de lo que aquí se formula y, además, él significa mucho para
mí a nivel personal. Illich no escribe concretamente sobre el control
EFICIENCIA Y DECENCIA 25

social del delito, pero vio las raíces de lo que está ocurriendo ahora;
los instrumentos que crea la dependencia: el conocimiento acaparado
por los expertos y la vulnerabilidad de la gente común cuando se les
hace creer que las respuestas a sus problemas se encuentran en la ca-
beza y las manos de otros. Lo que ocurre en el campo del control in-
dustrializado del delito es la manifestación extrema de todo lo que
Ivan Illich ha denunciado. Incluyo referencias a algunas de sus obras
más importantes en la bibliografía, aunque en el texto no hago refe-
rencias directas. Sin embargo, están presentes'.
Algunos comentarios finales sobre mis pretensiones, la lengua y la
forma.
Lo que sigue es un intento de brindar una explicación coherente sobre
una gran variedad de fenómenos que suelen tratarse por separado.
Varios capítulos pudieron haberse convertido en libros diferentes,
pero me interesa presentarlos juntos para así abrir la búsqueda de las
posibles interrelaciones. Intento ayudar al lector a detectar esas inte-
rrelaciones por sí solo, sin profundizar demasiado mis propias inter-
pretaciones. El material que presento también se puede interpretar de
maneras muy diferentes a las que yo tengo en mente. Y eso está muy
bien. No quiero crear límites ni vallas, sino abrir el camino a nuevas
perspectivas en la búsqueda infinita del significado.
Además de la deuda intelectual que tengo con Ivan Illich y otros que cito en el texto,
un sinnúmero de colegas y amigos me ayudaron mucho en este libro. Desde los Esta-
dos Unidos, James Austin, Alvin Bronstein, Stephen Carter, Marc Mauer y Margo
Picken me brindaron información y nuevas ideas. También Bill Chambliss y Harold
Pepinsky tuvieron acceso al manuscrito y me hicieron críticas importantes. En Cana-
dá, Maeve McMahon y Ole Ingstrup me brindaron toda su ayuda. Vivian Stern me
ayudó amablemente desde el Reino Unido, Sebastián Scheerer desde Alemania,
Louk Hulsman y René van Swaaningen me asistieron desde Holanda y Mónica
Platek me dió información sobre Polonia y criticó el primer borrador del manuscrito.
Desde Rusia recibí la ayuda invalorable de Stevlana Polubinskaya y Alexander
Yakovlev, y desde Hungría de Katalin Gónczól. En Escandinavia me inspiraron y me
brindaron críticas constructivas del manuscrito Johs Andenws, Flemming Balvig,
Kjersti Ericsson, Heckla Giertsen, Cecilie Hoigárd, Thomas Mathiesen, Angelika
Schafft, Kristin Skjorten and Lill Scherdin. La Scandinavian University Press -perso-
nificada en Jon Haarberg y Anne Turner- me brindó ayuda y aliento durante todo el
proceso. Peter Bilton y Anne Turner me ayudaron a adaptar mi inglés dentro de lo
posible a las normas de esa lengua, pero no son responsables de los puntos en los que
insistí en conservar formas y formulaciones que me parecieron más similares al ritmo
noruego. Berit Blindheim, Turid Eikvam, Frode Reed y Grethe Aaraas me ayudaron
en diferentes etapas, y June Hansen hizo un trabajo excelente ordenando el manuscri-
to. La Asociación Noruega de Escritores y Traductores de Non-Fiction hizo posible
todos los viajes durante la preparación del libro.
26 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

En cuanto a la lengua y la forma: la jerga sociológica suele estar mina-


da de palabras latinas y estructuras oracionales complicadas. Parece
que utilizar palabras y oraciones corrientes reduce la confiabilidad de
los argumentos y los razonamientos. No soporto esa tradición. Muy
poco de la sociología que me interesa necesita recurrir a términos téc-
nicos y oraciones floridas. Yo escribo pensando en mis "tías favori-
tas", imágenes fantásticas de la gente común, a las que les caigo lo
suficientemente bien como para que quieran leer lo que escribo, sin
llegar al punto de interesarse por lidiar con oraciones y términos com-
plicados que harían que el texto suene más científico.
Capítulo 2

El ojo de Dios

2.1 Completamente solo


Domingo a la mañana. El centro de la ciudad de Oslo está desierto.
Las puertas del jardín que rodea la Universidad estaban cerradas con
llave cuando llegué. Lo mismo ocurrió con la puerta de entrada al
Instituto y la de mi oficina. Estoy convencido de que no hay ningún
otro ser vivo en todo el complejo. Nadie me puede ver. Estoy libre de
todos los controles, a excepción de los internos.
Históricamente, esta es una situación bastante excepcional. Nadie me
puede ver, solamente yo mismo. No fue así la vida de mis abuelas, ni
la de mi madre, por lo menos no completamente. Y cuanto más me
alejo en la linea de mis ancestros, más seguro estoy; nunca estuvieron
solos, siempre los observaban. Dios estaba ahí. Tal vez haya sido un
Dios comprensivo, tal vez aceptara algunas desviaciones, teniendo en
cuenta la situación general. O era un Dios clemente. Pero siempre
estaba ahí.
También estaban ahí los productos humanos de Su creación.
Hacia fines del siglo once, la Inquisición hacía sentir su peso en Fran-
cia. Algunos de los increíblemente detallados protocolos de los inte-
rrogatorios todavía se conservan en el Vaticano; Ladurie (1978) los
utilizó para reconstruir la vida en Montaillou, un pueblito de la mon-
taña, entre 1294 y 1324. Describe el olor, los sonidos y la transparencia.
Las viviendas no permitían privacidad alguna. No sólo no la permitía
el tipo de construcción, en parte debido a limitaciones materiales, sino
porque la privacidad no era importante. Si el Todopoderoso lo veía
todo, ¿para qué preocuparse por ocultar algo a los vecinos? Esto se
28 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

unía a una antigua tradición. La palabra misma "privado" viene del


latín privare, que significa privarse y se relaciona con perder, ser roba-
do. Aquí estoy, en una mañana de domingo, "privado", completa-
mente solo detrás de las puertas cerradas de la Universidad.
2.2 El Extraño
Fue en Berlfri, en 1903, que Georg Simmel publicó su famoso ensayo
"El Extraño", Exkurs über den Fremden. Para Simmel, el extraño no es
la persona que llega hoy y se va mañana. El extraño es la persona que
llega hoy y mañana no se va y tal vez no se va nunca, pero todo el
tiempo existe la posibilidad de que se vaya. Aunque no se vaya, nun-
ca abandona del todo la libertad de poder irse. Lo sabe muy bien.
También lo saben los que lo rodean. Participa, es un miembro activo,
pero en menor medida que el resto de la gente. Los que lo rodean
nunca pueden influenciarlo del todo.
Georg Simmel hubiera disfrutado del diagrama 2.1-1.
La línea continua que llega más arriba muestra el total de casos delic-
tivos investigados por la policía .,)ruega cada 1.000 habitantes desde
1956 hasta 1991. Esto es usual en la mayoría de las sociedades indus-
trializadas. En números absolutos significa -un incremento de 26.000 a
237.000 casos. La otra línea -en este caso, como son tan pocos, cada
100.000 habitantes- se refiere a casos de delitos contra el honor, calum-
nias e injurias, actos que en mi país todavía son considerados delicti-
vos. Como podemos observar, la tendencia va en la dirección opuesta.
Los delitos contra el honor han disminuido sustancialmente durante
los últimos 35 años, en números absolutos de 1.100 a 700.
Mi interpretación es trivial. La gente no se ha vuelto más amable ni
más respetuosa del honor ajeno. En general se puede decir que, sim-
plemente, no hay tanto para perder. El honor ya no es tan importante
como para recurrir a la policía cuando alguien lo ataca. En las socie-
dades modernas abundan los mecanismos -intencionales o no- que
tienen como resultado que las demás personas ya no sean tan impor-
tantes como lo fueron alguna vez. Estamos destinados a estar solos
-en privado- o rodeados de personas que sólo conocemos hasta cierto
punto, si es que los conocemos. O estamos rodeados de personas que
sabemos que podemos abandonar, o que nos abandonarían con la
naturalidad de un extraño. En este contexto, ya no es tan importante
perder el honor. Nadie nos va a conocer en la próxima etapa de nues-

EL OJO DE DOS 29

tra vida. Pero por ese mismo motivo, quienes nos rodean pierden
algo de influencia sobre nosotros, y la línea que indica la totalidad de
los delitos recibe un empujón extra hacia arriba.

Diagrama 2,1-1 Delitos de todo tipo investigados cada 1000


habitantes y casos de calumnias e injurias
investigados cada 100.000 habitantes.
60 Noruega 1956-1991.

E Delitos cala el hona


50 • Todo tipo de delitos

40

30

20

10

10 CO O CM CO 03 0 N 'Ir CO O N (O 03 0
LO U) CO CO r, N. N- r, 1. CO LO CO 03 O) a)
CS) a) O) C3) O) 03 0) O) a> Cr, O 17)

2.3 Donde el delito no existe


Una manera de entender el delito es percibirlo como una suerte de
fenómeno básico. Algunos actos son considerados intrínsecamente
delictivos. El caso extremo es el delito natural, actos tan horrorosos
que se definen a sí mismos como delitos o, por lo menos, así son con-
30 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

siderados por todos los seres humanos razonables. Si no los conside-


ran así, no son humanos. Probablemente este es el punto de vista que
más se acerca a lo que la mayoría de la gente intuye, piensa y dice so-
bre los delitos serios. Moisés bajó con los mandamientos; Kant utilizó
los delitos naturales como base de su pensamiento jurídico.
Pero los sistemas en los que predomina este punto de vista también
establecen ciertos límites a las tendencias criminalizantes.
El mecanismo subyacente es muy simple. Piensen en los niños, pro-
pios y ajenos. La mayoría de ellos a veces hacen cosas que la ley
podría considerar como delitos. Desaparece dinero de una cartera. Un
hijo no siempre dice la verdad, por lo menos no toda la verdad, sobre
dónde estuvo la noche anterior. Le pega al hermano. Pero, sin embar-
go, no les aplicamos categorías del derecho penal. No llamamos
delincuentes a los niños ni delitos a sus actos.
¿Por qué?
Simplemente porque no estaría bien.
¿Por qué no?
Porque sabemos demasiado. Conocemos el contexto: el niño necesita-
ba mucho el dinero, estaba enamorado por primera vez, su hermano
ya lo había molestado más de lo que cualquiera podría soportar. Los
actos fueron insignificantes, no se les agregaría nada al verlos desde la
perspectiva del derecho penal. Y a un hijo lo conocemos tan bien a
partir de miles de encuentros, que con tanta información una catego-
ría penal resulta demasiado estrecha. Tomó ese dinero, pero nos acor-
damos de todas las veces que compartió generosamente el suyo, o sus
caramelos, o su calidez. Le pegó a su hermano, pero lo ha ayudado
muchas más veces; dijo una mentira, pero básicamente, profunda-
mente, se puede confiar en él.
No cabe ninguna duda. Pero no podemos decir lo mismo,
necesariamente, sobre el niño de la familia que se acaba de mudar acá
enfrente.
Los actos no son por sí mismos, se convierten en. Lo mismo ocurre con
el delito. El delito no existe; se crea. Primero están los actos. Después
sigue un largo proceso en el que se les da significado a esos actos. La
distancia social tiene particular importancia. La distancia aumenta la
tendencia a interpretar ciertos actos como delitos y a ver a la gente
simplemente como delincuentes. En otros contextos -la vida familiar
EL OJO DE DIOS 31

es sólo un ejemplo entre muchos otros- las condiciones sociales son


tales que crean resistencia a percibir los actos como delitos y las perso-
nas como delincuentes.
2.4 Una oferta ilimitada de delitos
En las sociedades en las que la tendencia a percibir los actos como
delitos es limitada, y en las que el ojo de Dios, los vínculos entre los
vecinos y las restricciones situacionales frenan la mayor parte del
potencial de esos actos, la ley puede ser vista como la receptora del
remanente. La ley recibe la totalidad de lo poco que se escapó de la
primera linea de control y que llama la atención de las autoridades. En
esta situación no hay lugar ni necesidad de discutir la selección de casos.
Los jueces tienen que tomar lo que llega hasta ellos. Re-accionan'.
Pero, como hemos visto, esta no es nuestra situación. El sistema social
ha cambiado de manera tal que es más fácil percibir transgresiones
menores a las leyes como delitos y a sus actores como delincuentes. Y,
al mismo tiempo, nos encontramos en una situación en la que las
antiguas barreras que nos impedían cometer actos no deseados ya no
existen, mientras que hay nuevas formas técnicas de control. Dios y
los vecinos están reemplazados por la eficiencia mecánica de las for-
mas modernas de vigilancia. Vivimos la situación concreta del delito
como fenómeno masivo. La furia y la ansiedad originadas por los
actos que en las sociedades modernas también se podrían considerar
como delitos naturales se convierte en la fuerza motora de la lucha
contra todo tipo de delitos. Esta nueva situación, con una reserva ilimitada
de actos que pueden definirse como delitos, también crea ilimitadas posibilida-
des de lucha contra todo tipo de actos no deseados.
Con una tradición viviente que viene del período en que sólo existían
delitos naturales, y una reserva ilimitada de lo que en los tiempos
modernos se puede considerar actos delictivos, el terreno está prepa-
rado. El mercado del control del delito está esperando la llegada de
sus elitrepreneu rs.

Cuando castigan al agresor no son responsables. La responsabilidad descansa sobre la


persona que cometió el delito natural. Tal marco re-activo -a diferencia de uno pro-acti-
vo- brinda una protección considerable a quienes manejan el sistema. Se considera que
la responsabilidad de lo que ocurre después depende enteramente de quien cometió el
delito. El o ella actúan y las autoridades se ven obligadas a re-accionar. Quienes
quebrantan la ley son los que comienzan todo; las autoridades se limitan a restablecer
el equilibrio.
Capítulo 3

Niveles de dolor intencional

3.1 Medidas de dolor


La cantidad de castigo que impone el sistema jurídico de cada país se
puede medir de varias maneras. Yo voy a presentar más que nada
información sobre la cantidad de reclusos. Después de la muerte, el
encarcelamiento es el ejercicio de poder más severo que el Estado tie-
ne a su disposición. Todos nosotros tenemos la libertad limitada de
alguna manera: forzados a trabajar para subsistir, obligados a subor-
dinamos a nuestros superiores, encerrados en clases sociales o aulas,
prisioneros del núcleo familiar . Pero a excepción de la pena de muer-
te y la tortura física -medidas de uso limitado en la mayoría de los
países de los que trata este libro-, nada es tan extremo en cuanto a res-
tricciones, degradación y despliegue de poder como la cárcel.
Para medir el uso del encarcelamiento dentro de cada sociedad, voy a
utilizar una cifra relativa, es decir, el número de reclusos por cada
100.000 habitantes. No es un indicador preciso, pero es el más apto
para comparar la situación en países diferentes. Steenhuis y otros
(1983) critican este uso: se podría obtener como resultado una cifra
relativa baja, dicen, cuando hay muchos reclusos con sentencias cor-
tas o unos pocos con cadena perpetua. No estoy convencido. Más allá
de la distribución entre condenas cortas y largas, me parece razonable
decir que un país con 500 presos cada 100.000 habitantes hace más
uso de las medidas de dolor intencional que una sociedad con 50 pre-
sos cada 100.000 habitantes'.
A menudo se sugiere como indicador el número de nuevos ingresos a las peniten-
ciarías. Sin embargo, esto lleva al problema de definir qué es un ingreso. Cuando
34 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Lo que resulta más problemático es interpretar diferencias de este


tipo. El número de reclusos puede ser visto como un indicador de la
cantidad de delitos cometidos en el país correspondiente. Este punto
de vista concuerda con la perspectiva tradicional del delito natural y
el marco re-activo. El delincuente dio el primer paso, el poder judicial
reaccionó. Un incremento en el número de reclusos se entiende como
un incremento en el número de delitos cometidos, mientras que la
tendencia contraria significa que la situación mejora. Es decir, en el
mismo momento histórico, las sociedades con un alto nivel de castigo
deben tener un alto nivel de delitos, mientras que aquellas con bajos
niveles probablemente son como estanques pacíficos en medio de un
mundo turbulento. Esta es la manera tradicional de interpretar las
cifras.
Pero esta interpretación no está de acuerdo con el punto de vista que
presentamos en el Capítulo 2. Nos referíamos a una situación con una
reserva ilimitada de actos que pueden definirse como delitos. Enton-
ces, la interpretación alternativa del número de reclusos sería verlo
como el producto final de una miríada de influencias: tipo de estruc-
tura social, distancia social, revoluciones o disturbios políticos, tipo de
sistema legal, intereses económicos o empuje industrial. Lo que siem-
pre es visto como delito también jugará un papel; es una fuerza, una
entre muchas. Peno ver al número de reclusos como un indicador del
número de delitos es simplificar la cuestión. Y no condice con las
cifras que se detallan a continuación. Permítanme empezar por casa:
3.2 ¿Aquellos buenos viejos tiempos?
El diagrama 3.2-1 muestra la cantidad de reclusos que existieron en
Noruega por cada 100.000 habitantes desde 1814, el año en que san-
cionamos la Constitución, hasta el presente. La curva forma una mon-
taña muy alta, sobre todo a mitad del siglo pasado, y luego baja para
mantenerse relativamente estable a lo largo de este siglo. Los últimos
treinta años muestran un crecimiento sostenido, pero las cifras relati-
vas no alcanzan todavía el nivel de la depresión de los años treinta.

alguien es llevado a la comisaría, ¿se considera que es un ingreso? Permanecer en


una celda de detención provisoria durante cuatro, ocho o veinticuatro horas, ¿tam-
bién cuenta? ¿O tiene que ser encarcelamiento ordenado por el juez? En algunas
jurisdicciones esto tiene que ocurrir dentro de las 24 horas, mientras que en otras la
policía puede dejar pasar varias semanas hasta que la persona sea llevada ante el juez
y su encarcelamiento valga como tal.

NIVELES DE DOLOR INTENCIONAL 35

El aumento en el número de presos desde 1814 es muy fácil de expli-


car. Abandonar el siglo dieciocho significó abandonar en gran medi-
da la pena de muerte, así como también los azotes, las marcas de hie-
no en la frente de los ladrones y las mutilaciones tales como cortar
dedos de la mano, entre otras. La tasa de cambio para la transición
entre la tortura física y la pérdida de libertad fue establecida por una
Ley del 15 de octubre de 1815:
En lugar de la pérdida de una mano, reclusión de 10 años; en vez de horadar
y arrancar una mano, reclusión de dos años; y en vez de horadar una mano,
reclusión por un año.

Diagrama 3.2-1. Número de presos cada 100.000 habitantes.


Noruega 1814-1991.
200 -

180 -

160 -

140 -

120 -

100 -

80 -

60 -'-

40

20 -

•Lt ODO O) OD CO CO CM 1-O CO CO ir-


CM CO 27- LO CC) CO CO <7) O CO 10- CO CO
CO CO CO CO CO CO ' CO CO CO CO O) O) O) 0) 0) O) O) 0) O) O>
......... •
36 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Pero esta transición creó nuevos problemas. En primer lugar, aumen-


tó la presión sobre el sistema carcelario: de ser una entre muchas for-
mas de castigo, la prisión se convirtió en la principal medida de reac-
ción ante el delito. Las penitenciarías y otras instituciones penales se
llenaron al punto de explotar. Desde 1814 a 1843, el número diario de
ingresos de presos en Noruega aumentó de 550 a 2.325. Esto represen-
tó un incremento de 61 a 179 reclusos cada 100.000 habitantes, es decir
que, en el curso de treinta años, el total se triplicó. Pero una vez más
algo ocurrió. Desde 1842 hasta el fin de siglo, se aprobaron una larga
serie de reformas al código penal que tendían a reducir las condenas
o directamente a evitar el encarcelamiento. Desde el pico máximo en
el número de presos registrado en 1843, debieron pasar alrededor de
60 arios para volver al nivel de 1814. Desde entonces Noruega mantie-
ne ese nivel de presos sin mayores variaciones.
Esta situación parece no guardar relación con el número de personas
declaradas culpables en Noruega. El diagrama 3.2-2 muestra las cifras
cada 100.000 habitantes desde 1835 a 1991. Como vemos al comparar
los dos diagramas, el número relativo de personas declaradas culpa-
bles permanece estable durante la mayor parte del siglo diecinueve,
mientras que el número relativo de presos disminuye hasta ubicarse a
un cuarto del nivel más alto de 1844. El incremento más importante
en el número de personas declaradas culpable no se inicia hasta 1960.
Pero esto no afecta al número de presos hasta los últimos años... Es
decir 35 años después.

Diagrama 3.2-2 Personas declaradas culpable. Noruega


1835-1990
500

450

400

350

300

250

200

150

100

50 I

O
O u 1 u, O u, O u, O in N
77.> 'O' 12 S,' I,' SI 'n
11
NIVELES DE DOLOR INTENCIONAL 37

3.3 Europa occidental


El diagrama 3.3-1 está basado en las estadísticas del Consejo Europeo;
muestra el número de presos cada 100.000 habitantes, principalmente
para 1990.
Lo que más llama la atención de este diagrama son las marcadas dife-
rencias que se observan entre estas naciones europeas. En el extremo
superior encontramos los países que conforman el Reino Unido:

Diagrama 3.3-1 Número de presos cada 100.000 habitantes


en algunos países europeos, 1990,

Irlanda del N. 109

G. B. 90
962
Inglaterra y Gales
Escocia .942

Luxemburgo 942

Alemania 78

Turquía 82

Portugal 87

España 86

Francia 82

Austria 82
Suiza 76

Malta 672

Bélgica 67

Dinamarca 66
Finlandia 62

Suecia 58

Irlanda 562

Italia 56
Noruega 56
Grecia 502
Holanda 44
Islandia 41
Chipre 38

1.Fuente: datos preliminares del Consejo Europeo. Prison Informatíon Bulietin,


a publicarse en 1992.
2. Datos de 1989. Fuente: Consejo Europeo. Prison Information Bulletin.
38 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Irlanda del Norte va a la cabeza, pero Escocia no está muy lejos.


Durante mucho tiempo Turquía se ubicó cerca del Reino Unido, pero
ahora está mucho más atrás. En cambio, Luxemburgo está cerca de la
cima. En el otro extremo del diagrama vemos a los pequeños Islandia
y Chipre, pero también, sorprendentemente, a Holanda. Grecia está
cerca de Holanda, luego se ubican Noruega, Italia, la República de
Irlanda y Suecia.
Intuitivamente, parece correcto que Islandia se encuentre bien abajo.
Es un país al que no llegan muchas influencias y cuya población es
tan pequeña que "la mayoría de la gente" se conoce -y tal vez hasta se
necesiten mutuamente-. Quizás el honor todavía cuenta. En Chipre
tal vez ocurre lo mismo. Pero luego viene Holanda, con un alto grado
de industrialización, gran densidad de población, grandes minorías
étnicas y donde es más fácil conseguir drogas que en cualquier otro
lugar del mundo. Si el tamaño de la población carcelaria reflejara la
cantidad de delitos, en Austria y los países que se encuentran más
arriba en el diagrama se cometerían el doble de delitos que en Holan-
da. Eso, simplemente, no puede ser.
Esta discordancia entre los delitos registrados y la población carcela-
ria se hace más evidente si salimos de Europa Occidental.
3.4 Tendencias Mundiales
Cuadro 3.4-1 Población carcelaria de la URSS, Polonia, Hungría,
Canadá y EE.UU, 1979-1991
1979 1989 1991
URSS 660 353
Polonia 300 107
Hungría 134
Canadá 100
EE.UU. 230 426 504

El cuadro 3.4-1 muestra dramáticas diferencias entre los países y a tra-


vés del tiempo. En 1979 la URSS estaba a la cabeza, con 660 presos
cada 100.000 habitantes. Después venía Polonia, luego los Estados
Unidos con 230 cada 100.000 habitantes y finalmente Canadá con una
cifra cercana a la media de Gran Bretaña.
NIVELES DE DOLOR INTENCIONAL 39

Al pasar a las cifras para 1989, nos encontramos una situación com-
pletamente diferente. En diez años, Polonia disminuyó su población
carcelaria de 300 a 107 y Hungría bajó de un pico desconocido a 1345.
Resulta particularmente complicado evaluar las cifras de la URSS. He
luchado durante arios para tener una visión clara del tema. Hasta el
momento en que escribo este libro, el número de reclusos se sigue
considerando secreto de estado. Como muestra el cuadro, mi estima-
ción es que las cifras cayeron de 660 en 1979 a 353 diez años después.
Mis estimaciones se basan en lo siguiente:
En 1979, un ex-fiscal de la URSS estimaba que el número de reclusos
era de 660 cada 100.000 habitantes. Así lo dijo en una presentación que
tuvo lugar en ese año ante la Sociedad Americana de Criminología.
En una visita a Moscú en 1989, oí que un colega decía que la cifra
correcta para ese año era 214 presos cada 100.000 habitantes. Un año
más tarde, se realizó una Conferencia Internacional sobre Conducta
Desviada fuera de Moscú. En esta reunión se conoció información
nueva. La estimación más baja mencionada fue 800.000 presos, lo que
significa 282 presos cada 100.000 habitantes. Unos meses después, en
un encuentro de investigación conjunta entre los países escandinavos
y la URSS, presenté toda la variedad de cifras que había recolectado y
pedí una suerte de reacción. Las respuestas llegaron, la mayoría sin
palabras. Las cifras extremas como la de 1979 de 660 cada 100.000
habitantes se recibieron con irritación. La sugerencia de 214 cada
100.000 fue acogida con sonrisas amables que hacían referencia a mi
ingenuidad. La cifra 353 -que en aquella época era mi estimación pre-
ferida- se recibió con un silencio satisfecho. Hoy en día me lo hubie-
ran dicho. El Sentencing Project (Proyecto de Determinación de la
Pena) sugiere la cifra 268 para la URSS (Mauer 1991). Probablemente
sea demasiado baja.
Mi conclusión tentativa es que la cifra 353 cada 100.000 habitantes es
correcta para 1989. Con este número de presos, la URSS todavía tiene
una población carcelaria extremadamente grande según los niveles

Estas cifras se basan en estimaciones que me proporcionaron mis colegas, en parti-


cular Mónica Platek, y tengo todas las razones para creer que son exactas. Lo mismo
puedo decir de los datos correspondientes a Hungría, proporcionados por Katalin
Gónczól desde Budapest. Según sus estimaciones, las cifras de Hungría también dis-
minuyeron significativamente.
40 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

europeos. Helsinki Watch, en un informe de diciembre de 1991, confir-


ma mi estimación. Basándose en extensas entrevistas con las autori-
dades soviéticas, concluyen que "el número de procesados y conde-
nados encarcelados en la URSS llega a una proporción de 350 cada
100.000" (p. 10). Por otra parte, hay 160.000 personas confinadas invo-
luntariamente en instituciones de tratamiento para alcohólicos y dro-
gadictos. Si las incluimos, llegamos a 1,1 millón de presos o 392 cada
100.000 habitantes.
Como podernos ver en el cuadro, en todos los países del Este la ten-
dencia se orienta hacia una disminución considerable de la población
carcelaria. Probablemente este fue también el caso de China continen-
tal. Recientemente Domenach (1992) describió el sistema de los
Gulags de ese país. Domenach estima que a principios de la década de
los cincuenta en China había aproximadamente 10 millones de perso-
nas encerradas en Gulags, mientras que en la actualidad se limitan a
entre 4 y 5,5 millones. Sobre una población de mil millones, esto signi-
fica una población carcelaria de entre 400 y 550 cada 100.000 habitan-
tes'. La URSS también parece haber alcanzado el máximo de presos
en los Gulags a principios de los años cincuenta. En 1989 Gorbachov le
pidió a la Academia de Ciencias que investigara los archivos secretos
del Ministerio del Interior. Se formaron varios grupos de historiado-
res dirigidos por Viktor N. Semskov. Semskov publicó un informe
preliminar, que sólo pude consultar indirectamente (Beck 1992). El
descubrimiento más importante fue que los Gulags llegaron al máxi-
mo oe presos en 1950 con 2,5 millones de reclusos. Teniendo en cuen-
ta la población de aquel tiempo, eran 1423 presos cada 100.000 habi-
tantes. Desde entonces, las cifras declinaron.
Pero en los Estados Unidos, el número de presos se mueve en la
dirección opuesta. Las cifras subieron desde 230 en 1979 a 426 en
1989, según los datos oficiales y del Sentencing Project (Mauer 1991). Y
el crecimiento continúa. Vamos a volver a las cifras de los Estados
Unidos en el capítulo 6.2. Pero aquí mismo: mientras que la URSS
redujo casi a la mitad la población carcelaria en los últimos diez años,
los Estados Unidos muestran el perfil opuesto y de hecho doblaron el
número de reclusos en el mismo período. Incluso Sudáfrica está
detrás de los Estados Unidos, con "sólo" 333 presos cada 100.000

" Domenach en Weekelidaviseri, Copenhage, Junio 4-11, 1992.


NIVELES DE DOLOR INTENCIONAL 41

habitantes (Mauer 1991). Unicamente China se encuentra en la misma


categoría que los Estados Unidos. Es interesante observar que Cana-
dá, el más cercano de los vecinos -teniendo en cuenta la geografía, el
desarrollo industrial, el idioma y varios factores culturales-, no se ha
visto afectado por lo que está ocurriendo en los Estados Unidos con
respecto a la población carcelaría. En 1989 el número relativo de pre-
sos en Canadá era 111. En 1979 era apenas más bajo. Canadá se man-
tiene cercana a Gran Bretaña, en general y en lo que respecta al trata-
miento de aquellos declarados culpables. Probablemente la diferencia
en la cantidad de delitos cometidos no sea la mejor explicación para
esta sorprendente diferencia en el tamaño de la población carcelaria
de países tan cercanos como Canadá y los Estados Unidos.
3.5 La importancia de las ideas
Toda esta información apunta a la misma dirección: el número de reclu-
sos no se puede utilizar corno indicador del número de delitos cometidos. Esto
se ve con la perspectiva histórica que analizamos en el caso de Norue-
ga. Tampoco las diferencias observadas dentro de Europa se pueden
explicar en términos de diferencias en el número de delitos cometi-
dos. Un estudio realizado por un grupo de expertos del Consejo
Europeo llegó a la misma conclusión. El presidente del grupo, Hans
Henrik Brydensholt (1982) afirma contundentemente:
... no existe relación directa entre el número de delitos cometidos y el núme-
ro de encarcelamientos o... el número de presos cada 100.000 habitantes en
ningún punto en el tiempo en particular.
A nivel mundial, esto se vuelve casi obvio. La tendencia descendente
que se observa en los datos de Europa Oriental no puede ser el resul-
tado de lo que se denomina la "situación del crimen". Y más que nin-
guna otra cifra: el crecimiento enorme del número de reclusos de los
Estados Unidos no puede ser un reflejo realista de las variaciones en
la cantidad de delitos cometidos en ese país. Nuestra conclusión
general es clara: el volumen de presos no puede explicarse por lo que
se considera el nivel de delitos de una sociedad en particular.
Las ideas y las teorías generales no son símbolos irreales que yacen en
las mentes o en los libros; le abren camino a la acción. El creer que la
población carcelaria refleja el número de delitos cometidos, y la resis-
tencia que esta creencia muestra ante los hechos coincide con la anti-
gua perspectiva del derecho natural, y también con ideas sobre cuál
42 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

debe ser la respuesta ante tales delitos. Estas creencias están en armo-
nía con el pensamiento reactivo. Si el delincuente hace algo y lo único
que pueden hacer las autoridades es reaccionar, entonces, natural-
mente, el volumen de presos está causado por los delitos y refleja el
nivel de delitos. Es una cuestión del destino, no una decisión.
Pero las sociedades modernas tienen a su disposición una reserva ili-
mitada de actos que pueden definirse como delitos. Y ya vimos que a
esa reserva le dan usos muy diversos; por lo menos difieren en el uso
de una de las más importantes maneras de infligir dolor: el encarcela-
miento. Habiendo llegado a esta conclusión, podemos pasar a nuevas
preguntas. Si el volumen de delitos no explica el volumen de presos,
entonces, ¿cómo se lo puede explicar? Estas sociedades tienen en
común que todas ellas -con variaciones importantes- tienen un alto
grado de industrialización. ¿Cómo puede ser que sin embargo difie-
ran tanto en el uso que le dan al encarcelamiento? ¿Cómo podemos
explicar las enormes variaciones que encontramos, a través del tiem-
po y entre naciones?
Voy a intentar encontrar una explicación en dos etapas. Esto se debe a
que hay dos problemas igualmente fascinantes. Primero: ¿por qué
hay algunas naciones que hacen tan poco uso del encarcelamiento? Y
el segundo problema: ¿por qué encontramos sociedades dentro de
esa misma familia de naciones industrializadas que tienen diez veces
más presos que otras?
Permítanme una vez más empezar por casa, o cerca de casa, donde la
pregunta será: ¿porqué tienen tan pocos presos estos países?
Capítulo 4

¿Por qué hay tan pocos presos?

4.1 Esperando el dolor


En Noruega hay 2.500 presos. Los números permanecieron relativa-
mente estables durante este siglo, pero ahora están subiendo. Un total
de 2.500 sobre 4,2 millones de habitantes significa aproximadamente
58 cada 100.000. Esto todavía es relativamente poco para un país alta-
mente industrializado. Con la modernidad, la despersonalización y el
sentimiento de alienación crecientes, y un aumento sostenido del
número de delitos denunciados a la policía, ¿por qué no se desorbita-
ron las cifras?
No ocurrió porque ubicamos a los presos potenciales en listas de
espera.
Mantenemos a 2.500 personas en prisión. Pero tenemos 4.500 en lista
de espera. Los ponemos en hilera y los hacemos esperar para entrar.
A las autoridades les da vergüenza. Listas de espera para los jardines
de infantes, listas de espera para hospitales, listas de espera para el
servicio de enfermeras a domicilio. Y además listas de espera para
recibir dolor. No puede ser.
Entiendo por qué se ponen incómodas las autoridades, sobre todo
cuando trato de explicar esta situación en Inglaterra o en Estados Uni-
dos. Los ciudadanos de esos países no pueden creer lo que oyen. ¿Lis-
tas de espera para las cárceles? Suena bastante fuera de lugar, una
disonancia, como un poco de rock pesado en pleno Debussy.
¿Por qué?
Probablemente se ponen incómodos porque esta situación desentona
44 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

con los estereotipos actuales sobre los presos y la función de las cárce-
les. Todos conocemos las reglas básicas del juego de policías y ladro-
nes. La policía tiene que capturar a los ladrones, encarcelarlos y man-
tenerlos encerrados. Es un trabajo duro y peligroso. Si a los malos se
les da una oportunidad, se escapan. Así era el juego infantil. Y es el
juego de los medios de comunicación, una realidad que respeta el
guión. Se arresta al delincuente, se lo detiene mientras espera el juicio
y después se lo manda a prisión a cumplir con su condena.
Y esta descripción es real, en algunos casos muy serios. Pero la mayo-
ría de los casos no lo es. Entonces, aquí viene la disonancia. La mayo-
ría de la gente condenada es gente, gente común, no pertenece a nin-
guna raza especial, no son bandidos. Son culpables de algo, pero no
son animales salvajes. Pueden esperar, todos podemos. Se terminó el
juego.
La cola desentona con los estereotipos'. Reconocer la cola es reconocer
que los que están parados en hilera no son peligrosos, no son mons-
truos. Van a la cárcel -eventualmente- no por la seguridad de la pobla-
ción sino por otras razones. Esto nos obliga a reflexionar. Por eso esta
situación es buena. Pero también es mala..., para quienes están en la
cola. Es difícil planear el futuro cuando se está en la lista de espera. Y,
sabiendo que el dolor va a llegar, la gente es infeliz. Algunos perma-
necen pasivos, en sus casas, como si ya estuvieran presos. Según Frid-
hov (1988), se preocupan más por la futura estadía en prisión quienes
ya estuvieron presos; saben lo que les espera. Los primarios lo toman
con más calma, no saben.
Otra consecuencia de la cola es el efecto inhibitorio que tiene sobre las
autoridades. La policía sabe que no hay lugar en las cárceles y se con-
trola. Los jueces saben. En los que se consideran casos serios, esto no
impide el uso del encarcelamiento. Pero una vez más, la mayoría de
los casos no son serios.
La pregunta lógica siguiente es: ¿por qué no construir más cárceles o
por lo menos ampliar la capacidad de las que ya existen? La mayoría
de los presos en Noruega tiene "habitación privada", es decir hay una
y sólo una persona en cada celda. Hay excepciones: celdas más gran-
des construidas para varios reclusos, pero no son muchas. Si ubi-

' Es muy diferente esperar el juicio que esperar la condena. Al esperar el juicio el jue-
go continúa, respetando el guión y no en sentido contrario a este.
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 45

cáramos dos personas en cada celda, la mayor parte de la lista de


espera desaparecería en unos pocos años. Cuando las autoridades se
dieron cuenta de esto, decidieron que varias celdas individuales pasa-
rían a ser dobles.
Una coalición de dos fuerzas ha bloqueado hasta ahora esta posibili-
dad. En primer lugar, los guardias. El movimiento sindical es muy
fuerte; están agremiados y tienen bastante peso político. Además,
vigilan sus propias condiciones de trabajo. Se oponen firmemente a
que las cárceles funcionen por encima de su capacidad. En 1990, en
una reunión de todos los representantes (Landsstyret), redactaron una
declaración formal donde afirmaron que estaban:
firmemente en desacuerdo con la decisión de ubicar dos reclusos en celdas
construidas para una persona y destacamos las siguientes consecuencias
negativas:
No es aceptable desde el punto de vista de la seguridad.
Las condiciones de trabajo de los guardias se verán deterioradas.
No es aceptable permitir que los reclusos vivan por debajo de las normas
decentes sociales y sanitariass.
Escriben cartas a la Comisión de Asuntos Legales del Parlamento,
arreglan entrevistas con politicos y se mantienen cerca del partido que
ha gobernado al país durante más tiempo. Una y otra vez las autori-
dades carcelarias insistieron con la decisión de ubicar dos reclusos en
algunas celdas, pero por razones misteriosas esto resultaba imposible.
Las autoridades sanitarias también protestaron contra este deterioro
de las condiciones de vida de los presos. Un nuevo Ministro de Justi-

Estos no son solamente argumentos convencionales. En 1989, la misma organiza-


ción y otras similares de Dinamarca, Finlandia, Islandia y Suecia convinieron en un
conjunto de normas éticas para los guardias de prisión. Estas establecen:
Los reclusos no forman ningún tipo de grupo homogéneo. Tienen, sin embar-
go, sea cual fuere el crimen que cometieron, la misma necesidad de toda la
gente de ser respetados como seres humanos. El hecho de que muchos de
ellos cometieron delitos muy serios hace necesario enfrentarlos con una acti-
tud mancomunada que nace del papel que cumple el trabajador experimen-
tado en este campo. Un rasgo básico de este papel es la actitud basada en la
ética común. Esta, una vez más, se basa en el respeto por el valor de cada ser
humano.
A aquellos condenados a permanecer encarcelados no se les debe causar
sufrimientos innecesarios. Un guardia no debe comportarse de tal manera
que degrade innecesariamente al recluso o a aquellos cercanos a él.
46 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

cia revirtió la decisión y se preservó el principio de una persona para


cada celda9.
Probablemente los guardias no hubieran tenido éxito de no ser por
otras dos fuerzas que empujan en la misma dirección: a la mayoría de
los presos les desagrada mucho la idea de compartir la celda y la opo-
sición liberal está en contra. Pero tradicionalmente estas voces son
débiles. ¿Por qué se las escucha esta vez?
Para explicar eso, tenemos que ir a las montañas.
Todos los años, poco después de Navidad, una reunión muy peculiar
se lleva a cabo en algún lugar de las montañas noruegas. Después de
haberse realizado veinte veces, ya es una suerte de tradición. Doscien-
tas personas participan durante dos noches y tres días de esta reu-
nión, que se realiza en un hotel de considerable prestigio.
Son cinco grupos.
Primero: operadores oficiales del sistema penal. Directores de cárce-
les, guardias, médicos, trabajadores sociales, agentes de probation,
docentes de cárceles, jueces, policías.
Segundo: políticos. Miembros del Storting (la Asamblea Legislativa),
a veces Ministros, y siempre asesores de algún tipo y politicos locales.
Tercero: la "oposición liberal". Legos interesados en politica criminal,
estudiantes, abogados defensores, profesores universitarios.
Cuarto: gente de los medios de comunicación.
Quinto: presos, a menudo gente que todavía está cumpliendo con su
condena, pero con permiso para salir durante estos días. Algunos lle-
gan en vehículos de la prisión y acompañados por el personal peni-
tenciario. A otros se los libera temporariamente y llegan en medios de
transporte público. No a todos se les da permiso para salir de la pri-
sión y participar; si se considera probable que un recluso se escape, no

9 La importancia de esta lucha por la preservación del principio de una persona para
cada celda se aprecia desde la perspectiva de las condiciones en Gran Bretaña (Stern
1989, p. 6):
En 1966 Lord Mountbatten dijo: "Debería saberse más de lo que se sabe que
todavía hay miles de presos durmiendo de a tres en una celda diseñada en el
siglo XIX para un solo hombre". Más de veinte años después las cosas no
mejoraron. En estas mismas celdas, construidas hace más de un siglo para
una sola persona, viven 5.000 personas de a tres y aproximadamente 14.000
de a dos por celda.
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS'? 47

se le da permiso. Pero suele haber participantes que se encuentran en


la cárcel por diversos motivos: homicidio, drogas, robo armado,
espionaje. Durante tardes y noches se puede ver -si por casualidad
uno sabe quién es quién- a presos, directores de cárceles, guardias,
policías y representantes de la oposición liberal discutiendo acalora-
damente sobre política criminal en general y las condiciones carcela-
rias en particular. Pero también se los puede encontrar en medio de
una charla relajada y amistosa sobre los planes para la jornada de ski
del día siguiente".
Una consecuencia importante de estos encuentros es que se incluyen
presos en la comunidad moral de quienes toman decisiones. Noruega
es un país pequeño. Quienes tienen la responsabilidad de dirigir el
sistema formal de control del delito no pueden evitar conocerse unos
a otros directa o indirectamente. No pueden escaparse de los críticos
y los críticos no pueden escaparse de los que tienen la responsabili-
dad. Estamos obligados a guardar un cierto grado de proximidad. La
situación no permite llegar a la distorsión completa. Se pueden tener
sentimientos fuertes de animosidad, pero siempre con alguna duda
de algún tipo; tal vez los otros tienen algo de razón. Otro factor pecu-
liar es que la mayoría de los funcionarios son graduados en derecho;
fueron alumnos de quienes hoy son sus críticos. Los monstruos nunca
prosperan en estas condiciones.
Pero esta descripción es demasiado idílica. Los participantes son una
unidad selecta. Algunos defensores del derecho severo y el orden
estricto ni soñarían con participar en la reunión de las montañas. Pero
un número suficiente de todos los sectores se hace presente para

w Los encuentros son organizados por KROM, una organización que lucha por la
reforma penal. Hace veinticinco arios que se realizan, en gran medida gracias a la ini-
ciativa y energía de Thomas Mathiesen (1974, 1990). Durante muchos arios fue el pre-
sidente. Mathiesen hizo hincapié en la necesidad de mantener esta organización a
nivel intermedio, de mantener la distancia tanto de los movimientos políticos más ra-
dicales como del sistema. En este sentido fue vital la aceptación de "lo inacabado" co-
mo una condición valiosa:
La oposición y la competencia con la vieja sociedad tienen lugar en el desa-
rrollo mismo de la "sociedad alternativa". La oposición y la competencia con
la vieja sociedad tienen lugar en el inicio y crecimiento de la nueva... La socie-
dad alternativa, entonces, se encuentra en el desarrollo mismo de la nueva,
no en su terminación. La terminación, o el proceso de finalización, implica
una toma del poder completa y ya no hay oposición. Tampoco competenciá
(Mathiesen, 1974, p. 17).
48 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

hacer posible la comunicación. Un número suficiente se hace presente


para filtrar en el sistema una duda fundamental sobre la productivi-
dad que tendría contar con más cárceles, así como algunas dudas
sobre la utilidad de esa tendencia en Europa en general y en los Esta-
dos Unidos en particular.
Esto no se limita a las montañas. También ocurre dentro de las univer-
sidades, a donde se suele invitar a profesionales. Y también dentro
del marco del Consejo Escandinavo de Investigación sobre Crimino-
logía, que regularmente organiza seminarios conjuntos con profesio-
nales e investigadores de varias áreas.
Probablemente una consecuencia general de todos estos encuentros
es que se establecen normas mínimas sobre qué se considera decente
hacer en nombre del castigo y también la postura de que estas nor-
mas son válidas para todos los seres humanos. Por qué las normas son
como son resulta casi imposible de explicar. Hago un intento en el
capítulo 11 sobre El control del delito como cultura. Pero con respecto a
su validez para toda la gente, permítanme sugerir, como mínimo, que
esto tiene que ver con la capacidad de imaginar, de verse en la situa-
ción de la otra persona. En la situación opuesta, viendo al delincuente
como a un ser de otra especie, una no-persona, una cosa, no hay lími-
tes para las atrocidades posibles. Cohen (1992, p. 12) describe un tipo
de justificación para la tortura utilizado en la Israel moderna: "...y
después de todo, no lo sienten realmente, basta con ver la violencia
que existe entre ellos." En los debates públicos se suele oir: "Estar en
la cárcel es más duro para los de mejor situación".
La capacidad de identificarse con el otro hace que las normas genera-
les sean válidas para todos y funciona como un freno a las medidas
más extremas. Podría haberme pasado a mí que me declaren culpa-
ble, que me lleven a la cárcel. La capacidad de identificarse con el otro
provoca la situación misma que Rawls (1972) construye como instru-
mento para crear soluciones justas para varios conflictos. Es una
situación en la que los que toman las decisiones no saben a cuál de las
partes pertenecen en un conflicto. Acercarse a los reos tiene el mismo
efecto. Da lugar a todo tipo de inhibiciones. Mentalmente, el juez
actúa, según las palabras de Rawls, bajo el velo de la ignorancia. Pero
si se lo acerca al reo, ve que pudo haber sido él. Y entonces tiene que
decidir con cuidado.
Jessica Mitford (1974, p. 13) cita la columna Talk of the Tozvn de la revis-
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 49

ta The New Yorker luego del levantamiento de Attica*:


... millones de norteamericanos se encontraron por primera vez cara a cara
con delincuentes condenados. La mayoría de nosotros no estábamos prepa-
rados para ver lo que vimos... Lo que vimos por televisión no fue -una multi-
tud fuera de control, sino una reunión con un fin determinado; y los hom-
bres que vimos no eran bestias, aunque tal vez habían sufrido como bestias.
Sin duda eran hombres enteros, actuando con dignidad.
Una vez más, no hay que exagerar. La comunidad moral toda está ba-
jo presión. Una breve mirada al otro país europeo que tiene pocos
presos muestra la vulnerabilidad de la situación.

4.2 Tolerancia desde arriba


Holanda tiene una superficie pequeña, gran densidad de población,
alto nivel de industrialización, grandes divisiones religiosas y étnicas
y, sin embargo, hasta hace poco su población carcelaria se ubicaba
entre las más pequeñas de Europa. Es un misterio. Y es uno de los
argumentos más importantes en el debate europeo sobre la necesidad
de que existan más cárceles. Si Holanda puede, ¿por qué no el resto
de Europa?
Louk Hulsman (1974) describe el nivel de indulgencia en el momento
en que el número de presos era casi mínimo:
... la disminución de la población carcelaria se puede atribuir no a una caída
en el número de condenas de cumplimiento efectivo, sino exclusivamente a
la reducción de las condenas. Tal vez su brevedad relativa y la continua ten-
dencia a reducirlas aún más sea la característica principal del desarrollo
reciente del derecho penal holandés. En 1970 se dictaron solamente treinta y
cinco condenas de tres años o más, de las que catorce fueron casos de homi-
cidio (aunque sesenta y tres personas fueron halladas culpables de ese delito
en ese año), dos de violación (número total de fallos de culpabilidad: sesenta
y odio), trece por robo con violencia, y las seis restantes por hurto combina-
do con extorsión... En casi todos los casos se dicta la libertad condicional, sin
estar esta condicionada por la voluntad del preso a participar en programas
de rehabilitación (p. 14).
David Downes (1988) describe algunos de los mecanismos que hicie-

* La cárcel de Attica es una unidad penitenciaria de máxima seguridad que se


encuentra al norte del estado de Nueva York. En septiembre de 1971 los internos se
amotinaron durante cuatro días. Los medios se ocuparon ampliamente del conflicto,
que finalizó en un choque sangriento con la policía (N. de la T.).
SO LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

ron esto posible. Holanda sufrió la guerra y la ocupación. Varios de


los académicos más importantes fueron tomados prisioneros y tras
esta experiencia se convencieron de los efectos negativos del encarce-
lamiento. Entre ellos hubo muchos profesores de derecho penal que
enseñaron los peligros del encarcelamiento prolongado. Esto penetró
todo el sistema penal, incluso la policía, tal como muchos represen-
tantes de la ley y el orden pudieron experimentar al visitar Holanda.
Pero en Bélgica y Francia también hubo académicos importantes que
fueron tomados prisioneros durante la Segunda guerra mundial. Ellos
también tuvieron experiencias difíciles. Sin embargo la población car-
celaria de sus países no se ha reducido visiblemente como consecuen-
cia. ¿Por qué esta diferencia?
David Downes destaca la tradición holandesa de tolerancia. Louk
Hulsman (1974) coincide y utiliza la balanza de Oudewater, cerca de
Gouda, como un símbolo de esta tolerancia. En la época de la caza de
brujas en la Europa del siglo diecisiete, la gente se acercaba desde
todos lados a Oudewater para probar que tenían peso -y así diferen-
ciarse de las brujas, que, según se suponía en esos tiempos, no pesa-
ban nada-. En Oudewater se les daba un certificado de peso que
impedía que los persiguieran allí y en todas partes. Rutherford (1984,
p. 137) cita una fuente de 1770 que afirma que se ejecutaban más cri-
minales en Londres por año que los que había habido en Holanda
durante 20 años.
A esta tolerancia se suma un peculiar mecanismo holandés para solu-
cionar conflictos. La historia del país está minada de conflictos exter-
nos, así como también internos. La gente aprendió a convivir con sus
diferencias internas y aprendió el arte de negociar. Una manera de
escapar de los conflictos es delegar la toma de decisiones, dejarla en
manos del sector más alto del sistema. Así se delega en los represen-
tantes de fuerzas opuestas de la sociedad holandesa la responsabili-
dad de sortear sus diferencias y ofrecer soluciones que sean aceptadas
por todos los partidos. No es una solución democrática, pero es prefe-
rible a la guerra civil a nivel local. El control del delito está organizado
según los mismos principios. Los holandeses no tienen jueces legos,
se trata de un sistema muy profesionalizado. Los representantes de la
ley y el orden reciben el mandato para manejar la política penal de
acuerdo con su propio punto de vista sobre lo que es necesario. Eso
les da poderes extraordinarios. Teniendo presente la experiencia de la
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 51

segunda guerra mundial, utilizaron este poder para resistir la expan-


sión de la industria del control del delito.
Pero no estaban solos. El Parlamento estuvo detrás de ellos. De acuer-
do con Hulsman (1974):
El debate en el Parlamento holandés sobre el presupuesto del Ministerio de
Justicia para el año 1947 fue excepcionalmente interesante, ya que una
amplia mayoría instaba al gobierno a reconsiderar su posición básica con
respecto a la cuestión penal. Dado que la opinión de la mayoría era que el
sistema penal constituye un problema social en sí mismo, se exigía que el
gobierno preparase un plan concreto para abordar este tema fundamental.
Pero un sistema basado en la tolerancia desde arriba es vulnerable.
Como señala David Downes (p. 74):
El precio más grande, por decirlo así, que se paga por este arreglo es que las
élites, dentro y fuera del gobierno y el Parlamento, están relativamente aisla-
das de las críticas, a excepción de circunstancias extraordinarias.
Y ahora parece que estas circunstancias extraordinarias llegaron a su
fin. Holanda está entrando en acción. Los cambios en el número de
presos cada 100.000 habitantes desde 1880 se presentan en el diagra-
ma 4.2-1, que también incluye datos de Inglaterra y Gales. Vemos que
ambas líneas se mueven en dirección descendente desde fines del
siglo pasado. Detrás de la tendencia británica estuvo Winston Chur-
chill. Rutherford (1984, pp. 125-126) cita las palabras que pronunció
Churchill en la Cámara de los Comunes:
No debemos permitir que el optimismo, la esperanza o la benevolencia nos
lleven demasiado lejos en estos temas. No debemos olvidar que cuando se
hayan concretado todas las mejoras materiales en las cárceles, cuando se
hayan solucionado los problemas de temperatura, cuando se haya provisto
la comida necesaria, cuando los doctores, sacerdotes y visitantes hayan
entrado y salido, el recluso se encontrará privado de todo lo que el hombre
denomina vida.
Esto no se olvidó hasta la segunda guerra mundial. Después Inglate-
rra comenzó la carrera por el campeonato europeo de encarcelamien-
to, mientras que Holanda continuó con el mismo nivel hasta hace
muy poco. Pero ahora esto parece haber llegado a su fin, porque las
cifras están subiendo de nuevo.
¿Qué ocurrió?
Sin duda Holanda sintió la presión internacional que le exige una
52 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Diagrama 4.2-1 Población carcelario: promedio del índice


diario cada 100.000 habitantes, 1877-1985
(no se incluyen los delincuentes detenidos
en institutos psiquiátricos y colonias de
trabajo estatales)

1880 85 1890 95 1900 05 (910 15 1920 25 1930 35 1940 45 1950 55 1960 65 1970 75 1980 85 1990

1.Inglaterra y Gales
2. Holanda
3. Incluyendo institutos psiquiátricos
4. Proyección Fuente: Downes (1988, p. 7)

política de drogas más severa; en particular Alemania y Suecia desde


hace tiempo sostienen que Holanda es el eslabón débil de la defensa
de Europa contra la droga. Aunque David Downes demuestra que
esto no es verdad, estas presiones tal vez afectaron la política
criminal. Quizás los expertos del sistema se avergüenzan de la situa-
ción. Como en todos los demás países europeos, estos expertos cada
vez se vinculan más con sus opositores dentro del sistema internacio-
nal y tal vez, poco a poco, lleguen a compartir con ellos el marco de
referencia. Los representantes holandeses se convierten en el blanco
de la irritación internacional provocada por la política del país con
respecto al tema drogas.
Holanda también se está adaptando a las normas europeas en otros
aspectos. Las viejas divisiones desaparecieron; esto hace que sea
menos importante darle a la elite el poder para que solucione todos
los problemas aislada de la gente. La política criminal deja de ser un
área exclusiva de los expertos, los medios masivos de comunicación
comienzan a interferir y la población hace sentir más sus exigencias
sobre los políticos. Las viejas divisiones desaparecen y dejan lugar a
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 53

las nuevas, esta vez entre la gente común y aquellos vistos como
criminales.
Otro factor es la reducción de los beneficios sociales. Hulsman enu-
mera con orgullo varios de estos beneficios en su artículo de 1974 y
afirma que se deben a la excepcional indulgencia del sistema holan-
dés. Hoy en día, (comunicación oral) explica su creciente severidad
por la ausencia de varios de esos beneficios.
Vale la pena mencionar también dos fenómenos relacionados con las
universidades holandesas. Se reemplazó una generación de profeso-
res de derecho; los veteranos dejaron las cátedras, llevándose con
ellos su influencia personal y sus experiencias como prisioneros de
guerra. También se observaron cambios dentro del campo de la crimi-
nología. Holanda siempre fue la fortaleza de la criminología en Euro-
pa. La mayoría de las universidades tenían cátedras de criminología o
quienes ocupaban las cátedras de derecho penal tenían como interés
principal la criminología. Además, la criminología holandesa era
muy peculiar; era crítica, se interesaba más por plantear preguntas
que por darle a las autoridades respuestas de aplicación inmediata.
También se trataba de una criminología muy ligada a las actividades
humanísticas y culturales. Según van Swaaningen, Blad y van Loon
(1992), varios de los criminólogos eran novelistas o poetas de bastante
éxito. Recientemente, esta tradición declinó en gran medida en
Holanda: las cátedras de criminología están vacías y se cerraron insti-
tutos enteros. En cambio, la investigación cercana al gobierno creció
rápidamente. En el centro de investigación y documentación del
ministerio trabajan tantos criminólogos como en todas las universida-
des juntas. Es difícil decir si este fenómeno es un efecto o una causa
de lo que está ocurriendo en el área penal.
Las últimas noticias provenientes de Holanda son tristes para
aquellos a quienes les gustaba ese país como era antes. El número dia-
rio de presos para los primeros meses de 1992 es aproximadamente
7.600, lo que significa 52 cada 100.000 habitantes. Si se mantiene esta
tendencia, llegarán a ser 62 cada 100.000 habitantes en 1995. Según
Rutherford (1984, p. 137), en 1975 había 2.356 presos, lo que entonces
implicaba 17 cada 100.000 habitantes. Holanda triplicó su población
carcelaria desde 1975 y Europa perdió el ejemplo de tolerancia más
espectacular que tenía.
54 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

4.3 Entre el este y el oeste de Europa


Durante mucho tiempo, Finlandia fue el país nórdico que más presos
tuvo. El diagrama 4.3-1 muestra la situación general". Se pueden
observar tres tendencias.
En primer lugar, la similitud inicial en todas las curvas que se extien-
de hasta 1918. Vemos el mismo incremento en la población carcelaria
durante la primera parte del siglo pasado en Finlandia y en los otros
países nórdicos, y más tarde la misma disminución. En esa época,
Finlandia formaba parte de Rusia, pero no respecto de la política de
reparto de dolor*.
Pero luego viene la desviación. Sorpresivamente, en 1918 las cifras
finlandesas dan un salto y llegan a 250 presos cada 100.000 habitantes.
Más tarde fluctúan alrededor de los 200 presos, mientras que, en com-
paración, la población carcelaria de los otros países nórdicos se man-
tiene estable en un nivel bastante modesto de entre 50 y 100 reclusos
cada 100.000 habitantes.
El tercer fenómeno es la reciente disminución de las cifras finlandesas
que se observa en el diagrama 4.3-2. Se incluye el período que va des-
de 1965 a 1990. En cuanto a 1991, el número total de presos bajó aún
más hasta llegar a 2.427, lo que significa que Finlandia ese año tuvo 49
reclusos cada 100.000 habitantes. De ser el país que más utilizaba el
encarcelamiento -incluso de acuerdo con los estándares europeos-
ahora está cerca del mínimo.
Desde una perspectiva nacional y política, estas tres etapas resultan
bastante paradójicas. Desde 1809 Finlandia formó parte de Rusia,
pero su politica criminal era nórdica. Desde 1919 consiguió la inde-
pendencia, pero abandonó la familia nórdica y se volvió mucho más

En el caso de Noruega no se incluye a los colaboradores de la ocupación alemana


encarcelados. Los datos finlandeses comienzan en 1886, es decir poco antes de que
terminaran las deportaciones a Siberia. En total 3.236 prisioneros finlandeses fueron
deportados durante el período 1826-1888. Las cifras noruegas son muy bajas al prin-
cipio porque no se incluye a los condenados a trabajar en las pesquerías (o, las muje-
res, en casas de familia) del norte. Las cifras suecas son muy bajas porque no fueron
incluidas algunas decisiones administrativas.
* En inglés, pain delivery. El autor utiliza esta frase porque sostiene que la imposición
de dolor se ha organizado y normalizado de tal manera que se asemeja al reparto de
un producto cualquiera (p. ej. leche). Cf. Christie, N., Los límites del dolor, trad. de
Caso, M., Fondo de Cultura Económica, México, 1984, p.24 (N. de la T.).
• •

¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 55

Diagrama 4.3-1 Número de presos cada 100.000 habitantes


en Escandinavia 1887-1987
300 7

250

200

150

100

50

o lifillif111111111111111111111111111}11111111111fillillillii111111111111111111111111111111111111iii+-H-1
N. r- cu I. CJ r- r- r- r- CV r-o CV N-
GO 0) O) cz,O CV CV O) CO '4' II) LO CO cO cc)
00 OZ) CO O) 0) O) 01, 05 C7) 01 O) Cr) O) Cr) Cr) a>

severa. Pero más tarde, en la última etapa, se separó de los países nór-
dicos en la limitación del uso del encarcelamiento.
Pero mirando un poco más de cerca podemos encontrar algunas pis-
tas. Voy a concentrarme en lo que ocurrió a partir de 1918. Lo más
fácil de explicar es el incremento radical de ese año: 1918 fue el ario de
la guerra de la independencia, a la que siguió una guerra civil increí-
blemente violenta. Ocho mil personas fueron ejecutadas inmediata-
mente después de la derrota y 10.000 más murieron siendo prisione-
ros. Esta terrible división en la población se mantuvo igual hasta que
las dos guerras contra la URSS, la primera desde 1939 a 1940 y la
56 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Diagrama 4.3-2 Número de presos 1965-1990


8000

7000

6000

5000

4000

3000

2000

1000

O
65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90

• Mínimo
• Máximo Promedio

fuente. K. J. Long (1989)


segunda desde 1941 hasta 1944, consolidaron la unidad interna. Fin-
landia se acostumbró a un nivel de dolor y sufrimiento que supera
ampliamente los niveles nórdicos habituales.
K. J. Láng es el director general del sistema carcelario de Finlandia.
Comparado con sus pares de los países nórdicos, es quien tiene más
antigüedad en el servicio. No se muestra demasiado optimista con
respecto a las razones del número elevado de presos (Láng 1989a, pp.
83-84):
... el número de reclusos tiene poco que ver con los delitos cometidos. El
número de reclusos es consecuencia de la situación general de equilibrio
político y de confianza en la sociedad. Los disturbios políticos a lo largo de
tres guerras, los movimientos de derecha de los años treinta y el movimiento
comunista corrupto (de aquella época), todo llevó a un mayor uso del encar-
celamiento en Finlandia que en cualquier otro país nórdico... La legislación
hizo que nos acostumbrásemos a un alto nivel de severidad con condenas
muy largas... Durante los años setenta Finlandia tuvo tres veces más presos
que Noruega. No porque Finlandia haya mandado tres veces más personas
a prisión, sino porque cada recluso permanecía en la cárcel el triple de tiem-
po en Finlandia que en Noruega.
Pero luego viene la cuestión de la disminución. ¿Qué hay detrás de la
reciente disminución radical del uso del encarcelamiento en Finlan-
dia? Una razón puede ser que las causas del incremento ya no exis-
ten, pero esa explicación no es suficiente. Las condiciones sociales
tienden a mantenerse iguales, respondiendo a la tradición o a intere-
ses creados. Lo que es así, es así porque así es. Pero algo ocurrió en
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 57

Finlandia. Patrik Tomudd (1991) lo describe: señala una combinación


única de antecedentes históricos, ideologías y trabajo duro por parte
de un número de individuos muy dedicados.
Antes que nada, según Tornudd, hace falta ver el problema,
precisamente, como un problema. Para esto fue necesario tomar con-
ciencia de que el número de presos de Finlandia era excepcionalmen-
te alto. También fue necesario entender que el origen de esta situación
no era un número inusual de delitos cometidos en el país. Y finalmen-
te, fue necesario rechazar todo intento de ver con orgullo el número
elevado de presos, por ejemplo como indicador de la determinación y
la dureza del sistema penal, o de su buena disposición para gastar
recursos en esfuerzos de rehabilitación prolongados y en la protección
de la población.
De acuerdo con Tomudd, los criminólogos profesionales proporcio-
naron la información necesaria. Demostraron que Finlandia no con-
cordaba con los demás países nórdicos en cuanto al tamaño de la
población carcelaria y refutaron la explicación popular que afirmaba
que el crimen en Finlandia era muy diferente del crimen en el resto de
los países nórdicos. Pero esto no hubiera sido suficiente para reducir
el número de reclusos; los expertos no sólo brindaban información
esencial sino que además, ocupaban posiciones que les permitían
hacer cambios. Dice Tornudd (p. 5-6):
... una característica general de los países nórdicos es la tendencia a permitir
la intervención de expertos y se ha dicho que Finlandia es el país escandina-
vo en el que esta afirmación es más correcta.

Pero el hecho de que haya sido posible llevar a la práctica una gran cantidad
de reformas que tenían por objeto reducir el nivel de castigo dependió en
última medida del hecho de que el pequeño grupo de expertos que estuvo a
cargo de la planificación de la reforma, o que trabajaban como expertos en
control del delito en institutos de investigación y universidades, compartían
unánimemente la convicción de que el elevado índice de presos de Finlandia
era una vergüenza y de que sería posible reducir significativamente la canti-
dad y la extensión de las condenas sin que esto tuviese repercusiones negati-
vas en el índice de delitos cometidos.
ornudcl. concluye (p. 13):
El facto L ivo en Finlandia fue la buena disposición de los funcionarios,
el poder judici,11 y las autoridades carcelarias para tomar todas las medidas
58 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

necesarias para reducir el número de reclusos. Gradas a los esfuerzos de un


grupo de individuos clave fue posible definir el número de reclusos de Fin-
landia como un problema, y a su vez, al comprenderse este problema, se
produjo un conjunto de actividades, desde reformas legales hasta decisiones
cotidianas de bajo nivel, que contribuyeron al resultado final.
Dado que el origen de los esfuerzos por reducir la población carcelaria fin-
landesa tuvo antecedentes únicos, nada garantiza que las tendencias actuales
vayan a continuar su curso. Durante el año pasado la tendencia en el núme-
ro de reclusos fue ascendente.
Tornudd hace bien en preocuparse. Existen similitudes muy intere-
santes entre Finlandia y Holanda. En ambos casos, el bajo número de
presos parece ser el resultado de la acción de una elite central. Pero
ese tipo de poder es vulnerable. Además, el cielo finlandés se está
cubriendo de nubes negras. Tras el colapso de la URSS, la economía
finlandesa se encuentra en una situación muy difícil. En estas condi-
ciones, es probable que el número de presos se incremente una vez
más. Quienes trabajaron para que se redujera la población carcelaria,
lo hicieron en circunstancias de pleno empleo y prosperidad. Los
logros que ellos alcanzaron serán puestos a prueba cuando los que
defendieron estas ideas ya no ocupen los mismos puestos y las condi-
ciones materiales del país hayan cambiado. Eso es lo que está a punto
de ocurrir.
4.4 El estado benefactor en crisis
Los antiguos estados benefactores se encuentran en una situación de
equilibrio inestable. Probablemente los más resistentes son aquellos
países que tienen una economía relativamente estable, una tradición
sólida de estado benefactor, y una población pequeña y homogénea.
La prosperidad facilita la tolerancia, la tradición hace que compartir
sea menos ofensivo, y en las poblaciones pequeñas y homogéneas la
gente tiende menos a excluir a quienes están necesitados de ayuda.
También es posible que una situación inestable se estabilice si la socie-
dad reconoce varios criterios diferentes para las metas de la vida y si
se respeta a los "pobres pero puros" o se valora la generosidad en vez
de la eficiencia.
Pero los estados homogéneos y pequeños también tienen problemas.
Se ven obligados a destinar más dinero a la asistencia social. El cua-
dro 4.4-1 muestra lo que ocurrió en Noruega desde 1970 a 1990. En el
grupo etano que va desde los 16 a los 49 años, el número de personas
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 59

que recibe pensiones por invalidez de algún tipo se elevó de 26.400 a


63.800. Esto no significa que en 1990 había más gente enferma, Sino
que había más gente que necesitaba que se la considere inválida para
tener derecho a recibir ayuda económica. Más gente todavía recibió
beneficios sociales generales: el total de beneficiarios subió de 21.500 a
141.000. Entre el 10 y el 15 por ciento de ellos tal vez recibió, además,
pensiones por invalidez. En el mismo período y para el mismo grupo
etano, el desempleo subió de 20.000 a 99.000. Estos son los problemas
concretos; lo que los vuelve todavía más graves es el hecho de que,
además, los estados benefactores tienen que adaptarse a los principios
organizativos que les impone la industrialización. El crecimiento tiene
lugar en los centros, se hace necesaria la división del trabajo, las com-
pañías de seguros reemplazan el apoyo solidario y las relaciones
impersonales se vuelven cada vez más importantes. Todo esto erosio-
na la base moral del estado benefactor. Al mismo tiempo, estos cam-
bios también están detrás del incremento en el número de delitos
cometidos que registran las autoridades. Asimismo se relacionan con
la disminución de denuncias de delitos contra el honor.
En estas nuevas circunstancias, hasta el más conservador de los esta-
dos benefactores debe enfrentar tentaciones. La tentación de proteger-
se a sí mismo o a los organismos de servicio social, en vez de a los
necesitados.
Se formaron varias lineas de defensa. Una está dentro del mismo sis-
tema de ayuda social. Algunos asistentes sociales crean una mayor
distancia entre ellos y quienes necesitan los beneficios sociales. Algu-
nos trabajadores de centros sociales municipales se protegen de sus
clientes: reciben solicitudes solamente unos pocos días a la semana,
durante dos o tres horas de la mañana, de rmnera que los interesados

Cuadro 4.4-1
Edad 16-49 1970 1975 1980 1985 1988 1990
Beneficiarios
por invalidez 26.400 30.400 34.400 44.100 55.300 63.800
Beneficiarios
del seguro social 21.500 33.200 45.900 87.500 121.8(X) 141.000
Desempleados 20.000 34.000 30.000 48.000 62.(11) 99.000
Datos de Breivk (1991)
60 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

deben hacer cola desde las cinco de la mañana para poder hacer el
trámite. No contestan los teléfonos, la policía privada vigila el edificio
y llaman a la policía común si se sienten amenazados. Esto último
puede ocurrir fácilmente, dado el extrañamiento creado por la distan-
cia que existe entre los trabajadores sociales y los clientes. Es posible
observar este tipo de líneas de defensa, pero sólo excepcionalmente.
Otra posibilidad es alejar de la gente común a quienes causan proble-
mas y ubicarlos en áreas aisladas. El ejemplo más extremo es lo que se
va a construir en Suecia. En la ciudad de Orebro durante mucho tiem-
po tuvieron el problema de inquilinos desprolijos y ruidosos en los
edificios de departamentos. Se consideraba injusto que se le permitie-
ra a esta gente molestar a la gente común que vivía en el mismo edifi-
cio. Pero ahora las autoridades municipales encontraron la solución.
El periódico más importante de Suecia, Dagens Nyheter, publicó la
siguiente nota el 28 de septiembre de 1991:
En Orebro se está planeando la construcción de un área residencial apartada
para inquilinos particularmente desequilibrados y molestos. Pisos, paredes y
techos a prueba de incendio, puertas exteriores de acero, las demás puertas
reforzadas para poder resistir patadas y ventanas pequeñas en la parte supe-
rior de las paredes.

Hace tres años que la municipalidad trabaja en estos planos; los llaman
viviendas protegidas. Los críticos prefieren llamarlos bunkers de acero.

Las características del piso deben ser tales que no se incendie la casa si queda
un cigarrillo encendido. Las puertas deben poder resistir ataques; los inquili-
nos suelen estar acompañados de un séquito de visitantes más o menos vio-
lentos. "Y además nadie quiere arriesgarse a que le den un hachazo a la
puerta como castigo por alguna deuda que quedó pendiente en el bar", dice
Torgny Larsson, asistente social de la unidad de adultos violentos del servi-
cio social de Orebro.

Y agrega: "Diez años atrás esto hubiera sido imposible y hubiera despertado
protestas contra los ghettos sociales. Por supuesto que tenemos que ser soli-
darios en nuestra política de vivienda, pero hay ciertos limites. No me parece
correcto que, en el nombre de la solidaridad, se permita a una persona
molesta arruinar todo un edificio en el que vive gente decente".
Con edificios de este tipo los estados benefactores están bastante cerca
de construir sus propias cárceles. Pero por supuesto, hay una diferen-
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 61

cia. Los inquilinos de Orebro no perderían la libertad de dormir deba-


jo de un puente en lugar de en las jaulas de acero municipales, por lo
menos si logran hacerlo sin que los vean las autoridades municipales
o la policía.
El llamado movimiento de "des-institucionalización" también crea
otros problemas. Es muy probable que este movimiento presione en
el futuro sobre el nivel de presos de los estados benefactores. La ten-
dencia es, como en todas partes, hacia la "normalización": se cerraron
asilos mentales y escuelas especiales. El slogan es "volver a la normali-
dad". Esto puede tener dos consecuencias. Algunas personas extraor-
dinarias tal vez no puedan soportarlo y por lo tanto van a terminar en
la cárcel. Pero también hay otro aspecto importante. La des-institucio-
nalización no significa que las instituciones desaparecen, sino que
permanecen vacías, y también se conserva el personal, con las manos
vacías. Esto crea a la vez presión y una tentación. Algunos de estos
edificios pueden convertirse fácilmente en cárceles y los empleados
en el personal de la cárcel. En este momento se está librando una gue-
rra en Noruega sobre la ubicación de una nueva "cárcel de salud"
para "reclusos particularmente desviados" 1', a quienes no se conside-
ra enfermos, pero sí tan desviados que es necesario contar con exper-
tos muy calificados para tratarlos. Estos expertos no abundan; viven
en las grandes ciudades o en sus alrededores, en el sur del país. Pero
los edificios y las manos vacías están en la costa oeste. Ya está listo un
nuevo depósito; es una reproducción de lo que cuenta Foucault (1967)
sobre los leprosarios medievales transformados en hospitales para
locos.
En estos días hasta el sistema educativo quiere sacarle provecho al
servicio penitenciario. Algunos sectores del sistema educativo necesi-
tan más alumnos. Esto ocurre sobretodo en algunos "Colegios Secun-
darios Populares", internados que suelen estar ubicados en el campo.
En Noruega, uno de ellos pertenece a la DNT, una rama de The Inter-
nntional Templars (Los Buenos Templarios Internacionales), orga-
nización basada en la total abstinencia de alcohol. Pero la sequía tam-
bién les llega a los alumnos, así que los abstemios ofrecen todo el cole-
gio -en venta o alquiler- al Ministerio de Justicia para que se utilice
como cárcel abierta. Para mantener la tradición, quieren que sea una

Dagbladet (diario noruego), 11 y 15 de noviembre de 1991.


62 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

cárcel especial para quienes son detenidos por conducir borrachos y


sugieren que:
el Ministerio de Justicia alquile el edificio y pida a la DNT que lo dirija de
acuerdo con pautas daramente definidas y que el personal carcelario confor-
me el cuerpo de inspectores.

Nos hacernos responsables de quienes se encuentran trabajando en el lugar y


garantizamos que son empleados responsables y eficientes.
La DNT es una organización humanitaria. Durante 130 años trabajamos dis-
tribuyendo información sobre los peligros de las sustancias tóxicas, en parti-
cular el alcohol. No representarnos ningún interés privado con fines de
lucro, sino que deseamos brindarle un servido útil y significativo a la socie-
dad.

Algunos miembros de la DNT se preocuparían si Sunny Hill fuera llamada


"cárcel". Nosotros creernos en las cárceles abiertas... Por esa razón, propone-
rnos que el lugar se llame: Sunny Hill - Centro de expiación y estudio
Sugerimos el siguiente slogan:
Expiación con significado.
En Escandinavia no hay ni cárceles privadas ni empresarios interesa-
dos en comprarlas. Pero cuando el dinero de la ayuda social o de los
estudiantes desaparece, los instrumentos que se utilizaban para la
asistencia social o para la educación quedan listos para aplicarse a
otros fines. Los restos de la ayuda social y de las organizaciones
humanitarias idealistas se convierten en una suerte de alternativa
funcional para el empuje más directo de los intereses de los capitales
privados que se describe en el capítulo 7. Tras la disminución de las
tensiones internacionales, los cuarteles militares también van a que-
dar vacíos y van a necesitar nuevos usuarios. La industria militar, en
particular la electrónica, también va a buscar afanosamente nuevos
campos de aplicación.
4.5 ¿Cuánto va a durar?
El número reducido de presos en estos arquetipos de estados benefac-
tores se ve amenazado por varias fuerzas. Algunas son de carácter
general y tienen que ver con los efectos de la industrialización, el mer-
cado laboral y los conflictos nacionales. De ellas me voy a ocupar en
los próximos capítulos.. Pero otras se relacionan especialmente con
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 63

acontecimientos que tienen lugar dentro de la institución del sistema


penal o en círculos cercanos. A estas nos referiremos a continuación.
En primer lugar, creo que la comunidad moral, una entre los respon-
sables de la política criminal de estos países, se enfrenta a grandes
dificultades. El año 1968 y la revolución estudiantil significaron una
cierta democratización. Hicieron pósible que se les prestara más aten-
ción a los derechos de ciertos grupos que se encuentran entre los más
débiles y vulnerables. Pero al mismo tiempo también adquirieron
más influencia todos los niveles del sistema penal. Como parte de la
democratización general, estos sectores crearon sus organizaciones
laborales y grupos de presión propios frente a las autoridades políti-
cas. En Noruega los guaidias impidieron que se ubiquen dos presos
en la misma celda, pero están haciendo presión para que haya más
cárceles. Las organizaciones que representan a la policía también
están luchando por la expansión. Un siglo atrás no eran más que las
herramientas mudas de los políticos. Las condiciones mejoraron y a la
vez se deterioraron.
La creciente internacionalización es otra fuerza que pone en jaque el
bajo nivel de reparto de dolor. En los viejos tiempos también hubo
políticos mundiales muy activos: Lombroso y Ferri en Italia, y más
tarde von Lizt en Alemania fueron figuras muy conocidas en los
debates nórdicos. Como prueban Naucke (1982) y Radzinowicz
(1991b), los objetivos oficiales de la Asociación Internacional de Políti-
ca Criminal, y especialmente las ideas de von Lizt, contenían los gér-
menes de lo que ocurriría en 1933 en Alemania. No queda claro qué
efectos tuvieron estas ideas en Escandinavia. La caída general en el
número de presos llegó a su fin al terminar el siglo; podría haber ter-
minado sin ayuda del exterior. Uno de los resultados más importan-
tes de los contactos internacionales fue la creación de varios tipos de
las llamadas "medidas especiales" de educación o tratamiento obliga-
torio, o de encarcelación prolongada para aquellos que se suponía
eran "incorregibles". Llevó más de un siglo librarse de la mayoría de
estas medidas.
Actualmente, la internacionalización se profundiza, y llega hasta
quienes trabajan en las cárceles, al personal a cargo del servicio de
probation y a la policía. Todos estos profesionales cada vez se relacio-
nan más con sus pares internacionales, se contactan con grupos de
consulta de otros países, obtienen información sobre cómo es "la rea-
64 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

lidad" del mundo y así pueden restarle importancia con mayor facili-
dad a las críticas de los "teóricos", a quienes ven situados en un mun-
do "irreal" de torres de marfil.
Otro factor que actúa sobre los valores que mantienen bajo el número
de reclusos es la penetración de la ideología empresarial en la admi-
nistración del estado. En otros tiempos, un miembro de su personal se
veía a sí mismo como funcionarios públicos que debía obedecer un
conjunto complejo de reglas. A menudo se los caricaturizaba escondi-
dos detrás de una montaña de papeles, lentos, pero confiables. Con la
orientación empresarial, adquieren más importancia los resultados
concretos y la pmxiuctividad. Un gran número de personas "esperan-
do dolor" se podría interpretar como un signo de falta de eficiencia.
En algunas burocracias escandinavas también se puede observar lo
que Feeley llama (1991b) "la nueva penología", que se centra en el
manejo de las poblaciones agregadas. La ideología empresarial tam-
bién está invadiendo las universidades: desde arriba, la administra-
ción de la universidad exige planificación, eficiencia e informes sobre
los objetivos alcanzados. Y desde abajo, los estudiantes exigen conoci-
mientos útiles, es decir, el conocimiento que los futuros jefes -los
gerentes del estado y de las empresas- les van a exigir a ellos. Esto sig-
nifica que los antiguos niveles universitarios del pensamiento crítico
están amenazados. Los estudiantes están más interesados en equipar-
se de respuestas que resuelvan problemas administrativos que de
preguntas críticas que no hacen más que complicar la tarea de quie-
nes tienen responsabilidades administrativas. Así se disminuye el
poder moral de quienes hacen las preguntas.
El futuro es confuso. Tal vez los países que tienen un número excep-
cionalmente bajo de reclusos van a orientar sus pasos hacia el nivel
común en tantos países industrializados. Mucho depende de la evo-
lución general del mundo industrializado.
Capítulo 5

El control de las clases peligrosas

Lugar: una gran ciudad industrial de algún lugar de Europa.


Tiempo: un día de septiembre, agradable, soleado, ni caluroso ni frío,
ideal para salir a dar una vuelta. Eso es exactamente lo que muchos
hicieron ese día. No fueron a los bares ni a los cafés, sino a las esqui-
nas, cerca de los estacionamientos, o se reunieron en los terrenos que
habían quedado vacíos después de que se demolieran casas viejas sin
que se construyeran nuevas.
Color: gris. El sol había salido, pero no era real. La gente estaba gris.
Las casas estaban grises; el polvo, la basura y la miseria reinaban en el
lugar.
La mayoría de los que estaban allí eran desempleados. Esa era la
razón de su presencia.
Viniendo de uno de estos rincones protegidos del continente donde
todavía no había atacado el desempleo -esto ocurrió un tiempo antes-
tuve que controlar lo que sabía era mi instinto ingenuo: comprar mil
escobas grandes y organizar. un festival para limpiar el lugar y el
ambiente. Una escoba para cada hombre, porque eran casi todos
hombres -las mujeres no habían salido, estaban ocupándose de la casa
y los niños- y entonces hubiéramos podido barrer un poco del gris, el
polvo, la suciedad, la miseria.
Pero por supuesto, sabía que era una idea ingenua y no lo hice. Sabía
que el desempleo no tiene nada que ver con que no haya tareas que
deban hacerse con urgencia. El desempleo no implica falta de trabajo,
implica falta de trabajo remunerado. El desempleo es un problema
organizativo... que tiene consecuencias terribles. Tiene que ver con la
66 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

distribución del boleto de entrada para lo que en estas culturas se


considera el símbolo más importante de pertenencia. Tiene que ver
con el poder de ser capaz de obtenerlo o con la solidaridad necesaria
para compartir esos boletos.
La competencia por el status del trabajo remunerado está suavizada
por varios mecanismos. La postergación de la entrada al mercado de
trabajo, sobre todo a través de la educación obligatoria, hace que sea
legítimo que los jóvenes conserven el papel de consumidores. Las ide-
as sobre el aprendizaje permanente también mantienen a la gente fue-
ra de la competencia por el trabajo remunerado. La jubilación tempra-
na o el uso liberal del criterio de "enfermedad" para pedir licencias
son maneras honrosas de salir de la posición del trabajador pago.
Todos estos mecanismos brindan medios de consumo sin oponerse
frontalmente a las normas del consumo como resultado de la pro-
ducción.
5.1 El excedente de población
Las "manos vacías" son un problema desde la primera etapa del pro-
ceso de industrialización. Se considera que los desocupados causan
por lo menos dos tipos de problemas: uno debido a que pueden pro-
vocar disturbios, y el otro por la contradicción que existe entre el esti-
lo de vida forzado del desempleo y la moral oficial de la laboriosidad.
Se podría sospechar que los desempleados disfrutan de su destino.
Para ambos problemas, los "trabajos forzados" representaron una
solución. Pero esta solución fue sólo temporaria; los estados eran
pobres, hacía falta capital privado para la infraestructura y otros tipos
de inversiones ofrecían mayores ganancias. En Europa, la emigración
a los Estados Unidos ayudó bastante. Finalmente se abolieron las
casas de trabajo. Y por último, la cruda realidad es que en su momen-
to las dos guerras mundiales también aliviaron el problema.
Pero el problema básico no se solucionó. Todo lo contrario, nuevas
categorías quieren acceder a lo que se considera la vida plena. Las
mujeres están volviendo al mercado del trabajo remunerado, exacta-
mente donde estaban a principios del proceso de industrialización. Si
el contingente de la población que busca trabajo en 1992 fuese el mis-
mo que en 1965, no existiría el "desempleo" en países como Dinamar-
ca y Noruega. En sociedades organizadas como las nuestras, ser jus-
tos con las mujeres crea.complicaciones para los hombres de las clases
más bajas.
EL CONTROL DE LAS CLASES PELIGROSAS 67

A todo esto se suma lo que está ocurriendo en Europa del Este. Más
allá de todos los defectos de los antiguos regímenes, tuvieron un
aspecto positivo que fue no aceptar el desempleo. Bajo el régimen
anterior, el estado tenía como principal responsabilidad garantizar
que todos aquellos aptos para trabajar tuvieran un trabajo remunera-
do. Probablemente no se trate de una idea muy productiva; todos
conocemos las anécdotas sobre las fábricas y las oficinas excedidas de
personal. Pero así se le ponía trabas al desempleo. Se garantizaba el
derecho a compartir uno de los instrumentos más importantes de la
dignidad humana. Un método antieconómico, derrochador, abierto al
fraude y a la corrupción... pero era una garantía; todos podían partici-
par en el proceso del trabajo.
Tras la caída de ese sistema, Europa del Este está empezando a pade-
cer los problemas del Oeste. Al mismo tiempo, cada vez es mayor la
hegemonía de las formas más extremas de los sistemas basados en
creencias occidentales sobre las ventajas de la libre competencia y las
fuerzas del mercado. Parece que no hay alternativas. En el Este se
compartía trabajo y eso no funcionó: el trabajo compartido podría ser
peligroso. Entonces nos queda el excedente de población, los que
están fuera de la producción. Y nos queda el problema clásico: ¿cómo
controlar a las clases peligrosas? ¿Cómo controlar a los que no están
controlados por sus compañeros de trabajo y a los que tal vez les
parezca injusto quedarse fuera de algo tan significativo y dignificante
como el proceso de producción? ¿Cómo controlar a aquellos que, ade-
más de todo eso, se ven obligados a vivir en condiciones materiales
considerablemente inferiores a las de quienes trabajan?
5.2 Accionistas de la nada
En los días en que se suponía que el ojo de Dios lo veía todo, dentro
del sistema también había recompensas para el buen comportamien-
to. La vida no terminaba con la muerte, a continuación podían venir
recompensas o castigos. Inclusive quizás se tenía en cuenta el estilo de
vida. El evangelio de San Mateo, Capítulo 5, versículo 3, dice lo
siguiente:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cie-
los.
En algunas traducciones se lo afirma de manera más directa:
Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.
68 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Los teólogos no se ponen de acuerdo sobre cuál de estas dos traduc-


ciones es la correcta. En la actualidad, la primera es la oficial. Pero la
segunda es, por lejos, mucho más efectiva cuando se trata del control
social. En ella todos los pobres reciben la recompensa, eventualmente.
Una sociedad así no necesariamente se preocupa por el excedente de
población. Ese sector de la población puede esperar, pobre pero
honesto.
Pero esa sociedad no es la nuestra. La nuestra está fundada en una
cantidad considerable de cháchara sobre la igualdad en esta vida y
también en la insatisfacción que causa darse cuenta de que esa chá-
chara es solamente eso. Por lo tanto, tenemos que recurrir a otras for-
mas de control.
Un principio básico del control social es que los que tienen mucho y
los que no tienen nada son los dos extremos más difíciles de gobernar.
Esto es así porque los que tienen mucho también tienen mucho poder
y los otros, al no tener nada, no tienen nada que perder. Son accionis-
tas de la nada; no tienen propiedades, tal vez ni siquiera un entorno
social y, por lo tanto, ni siquiera honor. Esto es lo que Jongman (1991)
denomina una teoría de vínculos. Jong-man cita información fascinan-
te proveniente de Groningen, un pueblo de Holanda. En los años
treinta la tasa de desempleo era muy alta y hoy esta situación se repi-
te. En ambas épocas el volumen de trabajo de la policía aumentó. Y
en los dos períodos, los investigadores demostraron que el desempleo
era un factor muy importante. Y cada vez más. Aparentemente lo que
ocurre es que se debilita la legitimidad de la desigualdad. En perío-
dos en los que se está cerca del pleno empleo, los pocos que no tienen
trabajo tal vez se ven a sí mismos deficientes y los demás también los
ven de esa manera. Ellos mismos son responsables de su desempleo.
Pero cuando el desempleo es masivo, la sensación de culpa desapare-
ce". Resulta natural ver al desempleo como un producto de la socie-
dad y echar las culpas en esa dirección. Jock Young (1989, p. 154) hace
una crítica importante a la manera de entender la pobreza en épocas
anteriores:
El fracaso de la opinión social democrática de la década de 1950 que afirma-
ba que una mejora en las condiciones reduciría la delincuencia se basaba en
la idea de la reducción de la pobreza absoluta. Pero no es la pobreza absoluta

Aparentemente lo mismo ocurre en el complejo tejido social de los Estados Unidos.


Sobre el tema, consultar el artículo de Freeman (1983).
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 69

sino la relativa la que provoca la delincuencia (Lea y Young 1984). No es el


nivel absoluto de riqueza, sino lo que se considera una distribución desigual
de los recursos lo que afecta el desarrollo de la delincuencia.
Y Young continúa con una receta para prevenir la delincuencia que
parece ser una lista de las medidas que no se tomaron en estos últi-
mos arios en los estados benefactores modernos:
Para reducir la delincuencia debernos reducir la privación relativa garanti-
zando que se ofrezcan buenos trabajos con salarios justos, viviendas decen-
tes de las que la gente pueda estar orgullosa e instalaciones recreativas para
todos; y también insistiendo en que la vigilancia se mantenga dentro del
marco de la ley tanto para la clase trabajadora como para la clase media,
para blancos y negros.
Balvig (1990, p. 25) señala que el problema básico tiene que ver con la
inutilidad. El mensaje del sistema es que ya no hay razones para con-
fiar en que el estado benefactor pueda proporcionar trabajo para
todos. Gradualmente, la sociedad está pasando de tener una raciona-
lidad compartida -común- a una racionalidad individual.
5.3 El control de las clases peligrosas
Para la policía, al igual que para la mayoría de la gente, resulta difícil
enfrentar esta situación. En la mayoría de las naciones industrializa-
das el número de denuncias a la policía está aumentando rápidamen-
te. Algunos lo llaman delincuencia, otros quejas. De cualquier mane-
ra, detrás de todo esto hay actos que van desde molestias hasta peli-
gros y sufrimientos serios que afectan a gente que no ve otra solución
más que dirigir sus quejas a la policía. Pero en realidad la policía no
puede hacer mucho. La cantidad de bienes que se pueden robar
aumenta en forma sostenida. Hay tanto para sacar, tanto para beber.
Hay demasiada poca gente en las áreas residenciales durante el día y
demasiada gente en las zonas de esparcimiento por la noche. La gente
no se conoce. La policía no puede hacer magia. A excepción de casos
serios de violencia en los que se movilizan todos los recursos, en una
sociedad así no pueden resolver mucho más que lo que se puede
resolver sin ellos. Esto crea una crisis en la hegemonía del Estado,
según Philippe Robert (1989, p. 109-110):
De hecho, dado que a menudo la víctima no puede identificar al delincuente,
¿qué otra cosa le queda por hacer si no la denuncia? Recurrir al sistema de la
justicia penal ya no es un paso estratégico: es un proceso automático para el
que no hay alternativas.
70 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

...la acción de la policía se vuelve cada vez más indiferente porque en la


mayoría de las dentmcias no hay sospechosos y, como todo el mundo sabe,
esto significa que hay muy pocas probabilidades de que la policía resuelva el
caso.
Fue en este contexto que surgió la guerra contra las drogas y se con-
virtió en una posibilidad alternativa para controlar la población peli-
grosa. Pero permítanme agregar algo: detrás de este punto de vista no
hay ninguna teoría conspirativa. Varios argumentos racionales apo-
yan el deseo de controlar de alguna manera la importación y el uso
de drogas, aunque se podría discutir sobre los medios. Que la guerra
contra el narcotráfico también ofrece una oportunidad para controlar
las clases peligrosas en general no desacredita ni las razones origina-
les ni a los actores centrales de esta guerra. No son lo mismo las con-
secuencias que las razones.
Recibir un salario por no hacer nada desentona, en alguna medida,
con nuestra ética de trabajo usual. ¿Quién aceptaría un trabajo desa-
gradable cuando el subsidio de desempleo es casi igual que el salario
más bajo? Si quienes reciben un salario por no hacer nada usan ese
dinero con malos propósitos, especialmente en lo que se consideran
fines hedonistas y delictivos, se crea una doble provocación. Primero,
consiguen el dinero sin tener que ofrecer trabajo a cambio. Segundo,
consiguen placeres ilegales sin ningún esfuerzo.
A esto se suma la opinión básicamente negativa que tienen muchos
de los fundadores del estado benefactor sobre las drogas. Sobre todo
en el comienzo de la guerra contra las drogas, en Escandinavia toda-
vía creíamos que todo iba bien. Teníamos pleno empleo, educación
gratuita, servicios médicos gratuitos y creíamos en el progreso cons-
tante. Los que así lo deseaban podían trabajar hasta alcanzar la buena
vida merecida. Pero entonces vinieron las drogas. Llegaron los hippies
y rechazaron algunos de los frutos de la prosperidad. Después de los
hippies vinieron los desertores de todo tipo. Dos interpretaciones fue-
ron posibles: tal vez el sistema todavía tenía defectos; tal vez la indus-
trialización -aun bajo los estados benefactores- perjudicó a algunas
personas. Y tal vez las viejas injusticias sociales se habían conservado
y los desertores representaban a los antiguos perdedores, pero de una
manera nueva. La otra interpretación posible era que el peligro estaba
en las drogas. En realidad, las drogas eran tan peligrosas que des-
truían a la gente incluso en las sociedades más perfectas.
Es fácil darse cuenta de cuál de las dos respuestas era más apropiada
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 71

para los responsables de la fundación del estado benefactor. Se decla-


ró la guerra contra las drogas. Y esta guerra armonizaba con el siste-
ma. Un elemento del estado benefactor es la preocupación por la gen-
te, aun en contra de sus propios deseos, y también la protección de
quienes se encuentran indefensos ante los peligros de la vida. Esto
puede llevar fácilmente al tratamiento coercitivo de quienes son con-
siderados necesitados y a severas medidas penales contra quienes son
considerados un peligro para la población.
Una guerra contra las drogas también armonizaba con la antigua y
fuerte tradición de abstinencia de varios países escandinavos. Pero ya
se había perdido la guerra contra el alcohol y esa era otra razón para
ser estricto con otras drogas. En este tema Noruega y Holanda toma-
ron caminos diferentes: Holanda -donde el alcohol ha tenido un papel
muy diferente del que tuvo en Noruega- participa de la guerra contra
las drogas de manera limitada, para gran irritación de los principales
guerreros de Europa.
Pero Noruega se lanzó a la lucha. Se convirtió en uno de los luchado-
res más intransigentes contra las drogas ilegales. Esta política se basó,
sobre todo, en medidas penales. Hasta 1964 el máximo castigo para
causas por estupefacientes era 6 meses de cárcel. Después de 1964, las
condenas podían llegar hasta lo que entonces se consideraba el altísi-
mo nivel de 2 años de reclusión. Pero luego se aceleró el proceso: en
1968, el máximo podía ser 6 arios; en 1972, 10 años; en 1981, 15 años; y
en 1984, el tope se alcanzó con 21 años de prisión, que es la condena
más severa que se puede imponer en Noruega.
Las guerras suelen causar tanto ganancias como costos inesperados.
Un costo general de la guerra contra las drogas fue que la gente optó
por la solución más fácil: si no hubiese sido por las drogas, las condi-
dones sociales hubieran sido mucho mejores. Cuando la pobreza se
explica con las drogas, no es necesario emprender una discusión más
seria sobre las fallas de los mecanismos de asistencia social Otro costo
fue la falta de atención a los problemas relacionados con el alcohol.
Bajo la sombra de la guerra contra las drogas, el consumo de alcohol
adquirió nuevas formas.
Los avances inesperados -desde el punto de vista de quienes ven lo
siguiente como ventajoso- son de otro tipo. La guerra contra las dro-
gas se convirtió en gran medida en una repetición de lo que Gusfield
(1963) describe acerca del período de la Ley Seca. En aquel tiempo la
72 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

cruzada estaba dirigida no sólo al alcohol, sino también contra los


nuevos pretendientes a la hegemonía de los Estados Unidos. En todas
las sociedades industrializadas, la guerra contra las drogas se volvió
una guerra que fortalece de manera concreta el control del estado
sobre las clases potencialmente peligrosas. Estas últimas no significan
un desafío, según las describe Gusfield, sino que su estilo de vida
resulta ofensivo. No solamente se deplora el hedonismo y se explican
(disculpan) problemas sociales, sino que también, muy concretamen-
te, se ubica detrás de las rejas a gran parte de la población improducti-
va. Gran parte del incremento increíblemente veloz de la población
carcelaria de los Estados Unidos se origina en la puesta en práctica de
leyes y prácticas más estrictas en materia de estupefacientes. Gran
parte de la presión que soportan las cárceles europeas se origina en
esa misma guerra contra las drogas.
El Cuadro 5.3-1 refleja los efectos que tuvieron estos cambios en
Noruega durante los últimos diez años. Lo que hice, simplemente,
-aunque en la práctica no es tan simple- fue contar cuántos años de
reclusión dictaron los jueces en cada año desde 1979. Como se puede
ver en el cuadro, casi duplicaron el número de años de dolor intencio-
nal: de 1.620 a 3.022. La. columna siguiente indica cuántos se debieron
a condenas originadas en causas por estupefacientes. Aquí vemos
que el aumento es de 219 a 789 años: cuatro veces más en diez años. Y
por último, vemos que las drogas jugaron un papel cada vez más
importante en el presupuesto de dolor hasta 1983. En la actualidad,
un cuarto del total de años de dolor intencional se debe a causas por
estupefacientes.
La impresión general es que el incremento en el uso del castigo en
Noruega en los últimos diez años -en términos del número de conde-
nas y de su severidad- se debe mayormente a causas relacionadas con
drogas. Sobre todo en las condenas de encarcelamiento extremada-
mente largo predominan los delitos relacionados con estupefacientes.
Esto es evidente incluso en la manera en que se presentan las estadís-
ticas oficiales. En años anteriores, nuestra tradición era tal que tres
años de cárcel parecía un período extremadamente largo. No eran
comunes las condenas de este tipo; las estadísticas lo mostraban al
especificar las condenas en unidades menores de días y meses. Pero
cuando se empezaron a tomar años de la vida de la gente, el Servicio
Central de Estadísticas decidió que bastaba con una división simple
de 1 a 3 años y además una categoría combinada para los pocos casos
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 73

Cuadro 5.3-1 Número de años de prisión impuestos por año


en los tribunales noruegos de 1979 a 1990.
Año Total Casos Porcentaje
de drogas sobre el total

1979 1.620 219 14


1980 1.630 245 15
1981 1.792 326 18
1982 2.073 388 19
1983 2.619 650 25
1984 2.843 684 24
1985 2.522 592 24
1986 2.337 458 20
1987 2.586 683 26
1988 2.688 756 29
1989 3,022 832 28
1990 3.199 789 25

de más de 3 años. Esto fue suficiente hasta 1986 inclusive. Pero des-
pués la categoría combinada no dio abasto y se la dividió en de 3 a 4,
5 a 6, 7 a 8, 9 a 10, 11 a 12, 13 a 14, y 15 años y más. Los delitos con
estupefacientes constituyen la mayor parte de los casos que reciben
de 3 a 8 años de reclusión.
Pero no es solamente en este extremo del control del delito que las
drogas se convierten en un camino hacia el sistema. También ocurre
lo mismo en el extremo más suave. Se ataca a la población supuesta-
mente peligrosa por dos frentes. A algunos se los ve como importado-
res de drogas, a los que se les suele llamar profesionales. Pero tam-
bién se los define, y a menudo se trata de las mismas personas, como
una amenaza al orden público y por eso se los somete a medidas
coercitivas.
Con la reciente tendencia descendente de la economía, el uso indebi-
do de drogas se volvió una invitación particularmente tentadora para
ciertas formas de control penal. El aumento del desempleo se refleja
en que cada vez más gente vive en los barrios pobres. Una vez más, la
pobreza se ha vuelto visible. Los que no tienen techo y los que no tie-
nen trabajo están en la calle. Andan por todos lados, sucios, ofensivos,
provocativos por su inutilidad. Estamos ante una repetición de lo que
74 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

ocurrió en los años treinta, pero con características más acentuadas


porque las ciudades se reconstruyeron desde entonces. Se reemplaza-
ron los escondites de las villas miserias y las esquinas oscuras por las
arcadas calefaccionadas que llevan a paraísos comerciales resplande-
cientes. Por supuesto, los que no tienen dónde vivir y/o los desem-
pleados también buscan estas alternativas públicas a los lugares de
trabajo y los hogares de los que se los excluye. Y es igualmente obvio
que se encuentran con que se les pide agitadamente que salgan de la
vista y de la cabeza de quienes los ven. En los años treinta esto se
lograba viendo a la gente en situación similar como "enfermos" y
necesitados de tratamiento. Así fue que se construyó una cárcel espe-
cial, en la que la gente arrestada por ebriedad callejera permanecía
encerrada durante largos períodos con el pretexto de que recibían tra-
tamiento para problemas relacionados con el alcohol. También en Fin-
landia y en Suecia existieron mecanismos similares. Finalmente, en las
décadas de 1960 y 1970 se abolió todo esto. Hoy en día, los recién lle-
gados al sector de los no deseados son considerados nuevamente
enfermos o, por lo menos, carentes de la fuerza de voluntad normal,
ya que padecen de una necesidad de drogas supuestamente irresisti-
ble. Y ahora esta clasificación resulta todavía más apropiada para la
acción penal. En los años treinta se relacionaba la enfermedad de
estas personas con el alcohol, después de todo una sustancia legal y
que la mayoría consumía. Solamente se podía penar el abuso, no el
uso. Hoy en día, todo uso es abuso. La ilegalidad crea una diferencia
muy definida entre "ellos" y "nosotros".
Hubo otros acontecimientos que prepararon el terreno para el incre-
mento del uso de medidas coercitivas contra quienes consumen
drogas.
Incluso en los estados benefactores, gobernados por social demócra-
tas, la diferencia entre las clases se hace cada vez mayor. El número de
gente extremadamente rica aumenta, mientras que el nivel de vida de
la población en general está descendiendo. Esto crea la necesidad de
que cada uno conserve la distancia que lo separa del fondo. En los
años treinta, los que estaban en el fondo también representaban el
fondo de la clase trabajadora. Hoy en día, de alguna manera, esas per-
sonas están por debajo de la escala ordinaria y parece razonable cam-
biar la terminología: hablar de castas en vez de clases. Todo el mundo
sabe que gran parte de los enfermos de SIDA son consumidores de
drogas pesadas, y esto crea disgusto y ansiedad a la vez. De hecho,
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 75

esta gente cada vez está más cerca de adquirir el status de intocable.
En el debate público se sugirió que todos los portadores de HIV
tuvieran un tatuaje en el cuerpo que denunciara la verdad. En los vie-
jos tiempos se les colgaban campanillas a los leprosos para avisar
cuando se acercaban. En el campo del control social, rara vez se intro-
ducen invenciones radicalmente nuevas.
Pero no es del todo correcto decir que estos intocables pasaron de
tener el status de clase al de casta. La situación es todavía peor. En las
sociedades tradicionales de castas los miembros de las castas más
bajas deben enfrentarse a formas de discriminación extremas. Están
obligados a mantenerse a distancia de los privilegiados. Pero las des-
ventajas tienen ciertos límites. Los miembros de las castas inferiores
son útiles para el resto del sistema porque se ocupan de los trabajos
más bajos, pero necesarios. A través de sus actos, hacen posible que
las castas puras se mantengan puras. Esto implica una cierta protec-
ción. Los adictos están por debajo de ese tipo de utilidad y, por lo tan-
to, carecen de la protección que les daría ser necesarios. La principal
utilidad que se les da es como ejemplos de las condiciones no desea-
das y como materia prima de la industria del control. Dado que están
apartados del resto de la sociedad y provocan disgusto y temor, se
encuentran en una posición muy vulnerable.
Concretamente, la guerra contra las drogas preparó el terreno para
una guerra contra las personas consideradas más inútiles y potencial-
mente peligrosas de la población, los que Spitzer (1977) llama basura
social, pero que en realidad son considerados más peligrosos que la
basura. Son los que evidencian que en el tejido social no todo está
como debería estar y al mismo tiempo son una fuente potencial de
disturbios. En la terminología de Spitzer, se convierten en basura y
dinamita al mismo tiempo. A través de la guerra contra las drogas, se
los encierra como con una tenaza. Por algunos de sus actos, se los
considera delincuentes serios. Se los llama "los tiburones de la droga"
y se los encierra durante períodos excepcionalmente largos si impor-
tan o venden más de una cantidad mínima de droga. En realidad, la
mayoría de las personas que reciben este tipo de castigos son consu-
midores de bajo nivel social (13oda11982). Existen traficantes de gran
escala de clase media y alta, incluso dentro de las cárceles, pero no es
lo más común. Del otro lado de la tenaza vemos iniciativas para
imponer curas obligatorias. En este sentido, se ve a esa misma gente
76 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

como a unos pobres inadaptados. Desde ambos lados de la tenaza, se


los aprieta con mucha fuerza.
5.4 Europa fortificada, Occidente dividido
Escribo este libro durante uno de los períodos más turbulentos de la
historia de la Europa moderna. Mientras escribo, la URSS está llegan-
do a su fin y también la cortina de hierro. En el extremo norte de mi
país, tenemos un límite común con lo que ahora es Rusia. Sin la corti-
na de hierro, tenemos que enfrentarnos a las nuevas realidades de ese
vecindario.
No todo lo que vemos nos gusta.
Es especialmente incómodo tener una imagen tan clara de la pobreza.
Los que viven cerca de la frontera reaccionan como buenos vecinos.
Invitan a la gente hambrienta a comer o recolectan comida para man-
darles. Pero a nivel gubernamental, resulta muy diferente. Rusia es
muy grande: ¿qué pasaría si a toda esa gente, o aunque sea a una par-
te, se le ocurriera venir al oeste? Esos vecinos hambrientos sin duda se
comerían todo, hasta dejarnos sin nada. Según un estudio de la
Comunidad Europea de enero de 1992, 2,5 millones de adultos ya
decidieron mudarse al oeste. Otros 10,5 millones afirman que proba-
blemente van a hacer lo mismo".
El problema es similar en países que se ubican más abajo en el mapa.
Es el mismo en toda Europa occidental. Todos estamos rodeados por
vecinos hambrientos y queda claro cuál es la solución: la antigua cer-
ca que crearon Stalin y gente como él debe alzarse una vez más y esta
vez debe extenderse hacia el sur. Africa también está hambrienta. Y lo
mismo ocurre en Asia. La fortaleza europea está tomando forma:
vamos camino a una Europa fortificada y un Occidente dividido.
El terreno ya estaba preparado antes de que se disolviera la URSS. Ya
se habían tomado varias medidas. La primera se simboliza con la
sigla TREVI; así se denomina un foro intergubernamental formado
por los Ministros del Interior y de Relaciones Exteriores de la Comu-
nidad Europea. El grupo también les concedió el status de observado-
res a otros países, tales como los Estados Unidos, Canadá, Marruecos
y los países nórdicos. TREVI significa Terrorismo, Radicalismo, Extre-
mismo y Violencia. El grupo se creó en 1976, principalmente para

14 Aftenposten (diario noruego), enero 1992, p. 3.


EL CONTROL DE LAS CLASES PELJGROSAS 77

combatir el terrorismo, pero el objetivo original se extendió a grupos


especiales de "Cooperación Policial", "Delitos Graves y Tráfico de
Drogas" y, último en orden pero no en importancia, "Implicaciones
Policiales y para la Seguridad del Mercado Unico Europeo".
El marco legal de estas operaciones quedó establecido en gran medi-
da en el Schengen Agreement. Schengen es un pueblo de Luxemburgo
en donde, en 1985, ese país junto con Francia, Alemania Occidental,
Bélgica y Holanda, firmaron un acuerdo formal para abolir los contro-
les de frontera antes de que lo hiciera el resto de la Comunidad Euro-
pea. Se lo consideraba un proyecto piloto para la nueva comunidad.
Tras muchas discusiones, y no menos críticas a la extrema reserva que
rodeó al acuerdo, en junio de 1990 se firmó un convenio muy detalla-
do. En esa ocasión se sumaron Italia, España y Portugal. Según Abel y
otros (1991, p. 4):
aunque todavía no ha sido ratificado, las cláusulas sobre la colaboración
policial y el intercambio de información brindan una idea muy clara de
cómo van a ser las cosas en el futuro.
Y ese futuro ya es realidad en la Europa Fortificada.
En primer lugar, la policía podrá cruzar las fronteras. Estarán autori-
zados a portar sus propias armas, pero se les prohibirá el acceso a
domicilios particulares y lugares no accesibles al público.
En segundo lugar, se establecerá un sistema de información común
(art. 92 del Convenio):
El Sistema de Información Schengen permitirá a las autoridades designadas
por las Partes Contratantes, a través de un sistema de búsqueda automatiza-
da, tener acceso a información sobre personas y objetos con el propósito de
realizar inspecciones de frontera y controles, y otras investigaciones policia-
les y aduaneras que se llevaran a cabo dentro del país...
También se dispondrá de nuevas herramientas técnicas para este tipo
de control. En Europa, un nuevo boletín de noticias sobre justicia
penal, se dijo (Vol. 1,1\121, p. 3):
Un grupo de investigadores de la Universidad de Essex, Inglaterra, está
haciendo experimentos con un sistema de detección de huellas digitales que
puede adosarse a las tarjetas de crédito para reducir fraudes. Essex Electronic
Consultants, una empresa que es propiedad de la Universidad, está exami-
nando un modelo del dispositivo para resolver algunos problemas.

En el negocio donde se quiere realizar la compra se utilizaría un detector


78 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

para comparar la imagen de las huellas digitales del portador de la tarjeta


con la grabada en su franja magnética. Además de para impedir casos de
fraude con tarjetas de crédito, esta técnica podría tener muchas otras aplica-
dones, entre las que se incluyen cajeros automáticos, licencias para conducir,
pasaportes y todo tipo de identificación personal.
Y en tercer lugar, se estableció un sistema de control de extranjeros
muy estricto. Las fronteras externas solamente se pueden cruzar en
los cruces autorizados. Todos los estados van a implementar una poli-
tica común con respecto a la gente que no pertenece a la Europa Forti-
ficada. También van a uniformar las políticas de otorgamiento de
visas y pedidos de asilo, y van a intercambiar información sobre quie-
nes son considerados no deseados. Es posible negarle el acceso a una
persona si otro "país Schengen" posee información negativa sobre
ella. "Un no de un país es un no de doce países. Un sí de uno es un sí
de solamente uno" (Morén 1991, p. 43). La empresa que transporta a
alguien a través de la frontera puede ser multada si esa persona no
posee los documentos correspondientes. Hace ya dos años que Gran
Bretaña aplica esta regla, con un costo para las empresas de transpor-
te de 11 millones de libras esterlinas.
¿A qué lleva todo esto?
A una suerte de continente sitiado. Se debilitan las fronteras interio-
res, pero esto se compensa con un control interno más estricto: la poli-
cía armada tiene la autoridad suficiente para cruzar las fronteras
nacionales y se establece un sistema de información compartida. Y un
elemento esencial: el sistema de control de las fronteras externas se
hace mucho más eficiente. Cae la cortina de hierro. Se alza la cortina
de Visa.
Quizás, por lo menos por un tiempo, Europa Occidental va a poder
tener un nivel de presos relativamente bajo, al mantener a los elemen-
tos más peligrosos fuera de este conjunto de sociedades prósperas.
Quizás Europa Occidental se pueda conservar por un tiempo como
una isla de bienestar, al dejar a los pobres afuera en vez de encerrarlos
en las cárceles de la Fortaleza. Al librar una guerra contra los extranje-
ros, tal vez también podamos tener que preocuparnos menos por la
lucha contra quienes tradicionalmente son considerados los enemigos
internos. La pregunta es si el precio de esta situación ideal de las cár-
celes no es demasiado alto. Espero que estas últimas reflexiones nos
protejan de la vanidad europea cuando, en los próximos capítulos,
analicemos lo que está ocurriendo del otro lado del Atlántico.
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 79

5.5 Dinero en esclavos


En ciertas épocas, tener esclavos fue muy buen negocio. En el caso de
este siglo, hubo varias experiencias exitosas. Los campos de trabajo de
Stalin y los campos de concentración de Hitler cumplieron con nume-
rosas tareas; cuando dejaron de funcionar, no fue porque hubieran
dejado de cumplir con los objetivos que les habían dado origen. Inclu-
so en las últimas etapas de los antiguos régirnenes de Europa Orien-
tal, varios de los sistemas carcelarios tenían fines de lucro. La moral
de trabajo era muy baja tanto dentro como fuera de la prisión, pero
adentro era mucho más fácil de controlar. Recuerdo una visita que
hice a una cárcel modelo de Polonia, antes de la democratización.
Mirando desde el último piso, las fábricas se perdían en el horizonte.
Estas fábricas estaban rodeadas por una pared maciza y pertenecían a
la cárcel. Según el vicedirector de la administración del sistema carce-
lario de todo el país, el sistema en su conjunto daba ganancias consi-
derables. Hoy en día, esas ganancias probablemente desaparecieron.
Pero no en todos lados. El Helsinki Watch (1991, p. 36), después de rea-
lizar un estudio extenso y detallado sobre las condiciones carcelarias
de la Unión Soviética, dice lo siguiente:
Los presos reciben un salario del que se extrae dinero para pagar los gastos
de manutención. Se ocupan de prestar los servicios de la colonia, tales como
limpieza, cocina, mantenimiento, atención médica (si tienen la preparación
necesaria) o si no trabajan en la fábrica de la prisión. Algunas de las indus-
trias que se desarrollan en las colonias son: cobre, mueblería, trabajos con
metales y electrónica simple. La producción de la prisión se vende al público
y hasta hace poco se exportaba a "hermanos países socialistas". No queda
daro cómo afectó a la exportación de estos productos la caída de la mayoría
de los gobiernos comunistas de Europa del Este y la nueva orientación de las
relaciones comerciales soviéticas a las transacciones con divisas fuertes, pero
un informe de la prensa comentaba los esfuerzos de las cárceles por formar
joint ventures con empresas de Europa Occidental. La producción carcelaria
es una parte vital de la economía soviética, ya que significa un ingreso de 8,5
mil millones de rublos por año. En 1989, la ganancia de la producción de las
cárceles llegó a 1,14 mil millones. En algunas áreas las cárceles son producto-
res monopólicos, en particular de maquinaria agrícola.
La situación es similar en China. Domenach estimó en una entrevista'
que China exporta cada año 100 millones de dólares en bienes produ-

Weekendavisen, Copenhague, 4-11 de junio de 1992 & L' Evénernent do Jeudi.


80 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

cidos en los Gulags. Domenach también afirma que esto es menos


deplorable que otras condiciones relacionadas con los Gulags. Para
que se haga el trabajo, es necesario tratar a los reclusos con un míni-
mo de dignidad y también asegurarse de que las condiciones mate-
riales no se deterioren demasiado. Con esta observación, volvemos a
nuestra reflexión sobre la diferencia entre clases y castas. Al ser
importantes para la economía, los presos suben un poco en la jerar-
quía. Por lo menos se vuelven algo importantes; eso también implica
un mínimo de poder. En el futuro, esto podría causarles problemas a
las autoridades.
5.6 Huellas de un futuro
Los capítulos 11 y 12 tratan sobre las perspectivas para el futuro leja-
no. Pero ya en este punto tal vez sea útil intentar sugerir algunas
líneas de desarrollo posibles. Estas sugerencias no van a ser las fina-
les. Son útiles simplemente como medio para poner la casa en orden
antes de embarcarnos en una descripción más extensa del proceso de
industrialización en general y de la situación de los Estados Unidos
en particular.
Una primera sugerencia se relaciona con el modelo finlandés-holan-
dés-noruego. Son los estados benefactores en crisis, por las razones ya
explicadas. Están lejos de estar seguros de poder mantener su perfil,
pero hay señales de que estos modelos se pueden rescatar, e incluso
fortalecer, a través de lo que ocurra en otras naciones europeas. El
número de presos en Alemania y en Gran Bretaña está disminuyen-
do. En ocasiones se hace referencia a una politica pro-activa conscien-
te, que muchas veces está motivada por cuestiones económicas, ya
que las cárceles se vuelven demasiado costosas. Y hay portavoces de
esta tendencia. En Gran Bretaña, Rutherford (1984) es el principal
defensor de lo que él denomina un programa reduccionista. Un pun-
to de importancia central en este programa es la propuesta de simple-
mente reducir la capacidad física del sistema carcelario -en un 50 %,
según sugiere él-:
El objetivo de reducción para los primeros años de la década de 1990 no
debería estar alrededor de 52.0(X), como lo planeó la Oficina Interna, sino en
22.000 o, en términos del índice de población carcelaria cada 100.000 habitan-
tes, no 110 sino alrededor de 35.
En un libro bastante reciente, Grozving Out of Crime, Rutherford (1992)
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 81

registra una reducción drástica en el uso del encarcelamiento de los


delincuentes más jóvenes en Inglaterra y Gales.
En Europa el descrédito de las cárceles también se vio estimulado por
el libro de Mathiesen Prison on Trial. A Critica! Assessment (1990), en el
que se analizan y refutan los argumentos tradicionales a favor del
encarcelamiento y se presentan alternativas radicales. Los libros de
Rutherford y Mathiesen, y no son los únicos, ejemplifican posturas
que todavía son válidas en Europa Occidental. La alternativa más
radical al derecho penal son los escritos -y, sobre todo, las clases- de
Louk Hulsman de Rotterdam. Su tema principal es intentar llevar
actos no deseados desde el dominio del derecho penal al del derecho
civil. En armonía con este enfoque, describe al derecho penal no como
una solución, sino como un poblema social en sí mismo. En conse-
cuencia, el objetivo no es limitar el uso del encarcelamiento, sino abo-
lir la totalidad del derecho penal. O, según las palabras de otro holan-
dés, Willem de Haan (1991):
El abolicionismo (como se suele denominar a esta tradición de pensamiento)
se basa en la convicción moral de que la vida social no debería y, de hecho,
no puede ser controlada eficientemente por el derecho penal, y que, por lo
tanto, el papel del sistema de justicia penal debería reducirse drásticamente...
(p. 203)
... Esto no niega que existen todo tipo de hechos desafortunados, problemas
o conflictos más o menos serios que pueden provocar sufrimiento, daño o
perjuicio en un menor o mayor grado. Estos problemas se deben tomar con
seriedad, por supuesto, pero no como "delitos" y, en cualquier caso, no
deberían tratarse por medio del derecho penal (p. 208).
Pero también hay indicadores que apuntan en la dirección opuesta.
Los acontecimientos que están teniendo lugar en Europa del Este son
muy importantes. Los efectos inmediatos de la Glasnost y todo lo que
le siguió ileVaDDII a la marcada reducción del número de reclusos que
comentamos en el capítulo 3. Pero la Glasnost también significó la
apertura a los medios masivos de comunicación de la preocupación
por el crimen. De ser un tabú, se convirtió en el mismo tipo de entre-
tenimiento que es en Occidente. Pero en medio de una situación
social en la que existen todas las razones para temer disturbios y en la
que el sistema carcelario todavía tiene gran importancia económica
para el estado. Un informe del Helsinki Watch (1991, p. 36) afirma:
Dado que el trabajo en las colonias es tan valioso para la economía soviética,
la presión contra una reforma significativa del sistema penal es muy grande.
82 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Reducir el número de presos condenados a las colonias de trabajo, reducir


las condenas, incrementarles el salario o darle mayor importancia a la reha-
bilitación en el sistema de trabajo, todo esto va en contra de los objetivos eco-
nómicos. Alterar la economía de las colonias de trabajo significa alterar el
conjunto de la economía, lo que agregaría otro problema a una economía
que se está contrayendo y que está al borde de la hiperinflación. La reforma
del sistema de colonias de trabajo requiere entonces un compromiso político
serio del más alto nivel. .
No hay signos de que exista tal compromiso. Por lo contrario, se suele
presionar a la tambaleante estructura de gobierno para que haya más
ley y orden. El control social del delito se puede ver como un campo
muy útil para mostrar fuerza, sobre todo cuando el espectáculo da
ganancias. Los últimos datos oficiales sobre el número de personas
sentenciadas a prisión en la URSS no prometen demasiado. El cuadro
5.6-1 muestra la reducción esperada de 1986 a 1988, pero luego vuelve
a subir en 1989 y 1990. Ese fue el año del final de la URSS, pero los
colegas rusos sugieren que el incremento continuó en 1991.
Pero una vez más por lo menos hay posibilidades de que las cosas
cambien. Con la Perestroika y Glasnost nacieron ideas de protesta. Los
centros de detención para procesados dentro de Rusia y en los otros
estados de la antigua URSS son simplemente terribles. El Helsinki
Watch" (1991) dice lo siguiente sobre las condiciones de vida en esos
centros (pp. 14-15):
Las condiciones de vida en los centros de detención de procesados son ate-
rradoras. En los que visitamos los reclusos estaban más que abarrotados, no
había ventilación suficiente, hacía calor en verano y frío en invierno, y casi
siempre había muy mal olor. El centro Butyrskaia en Moscú, construido ori-
ginalmente cientos de años atrás como una fortaleza, tiene capacidad para
3.50017 reclusos. El 11 de junio de 1991, cuando lo visitamos, había 4.100
reclusos, de los cuales entre 250 y 300 estaban cumpliendo condenas cuya
apelación estaba pendiente. Krasnopresneskaia, con una capacidad de 2.000
reclusos, siempre tiene entre 2.200 y 2.300; cuando lo visitamos había 2.264

16Helsinki Watch forma parte de la Human Rights Watch. Esta es una organización
compuesta por cinco comités de control: Africa Watch, Americas Watdi, Asia Watch,
Helsinki Watclz y Middle East Watch y el Fund for free Expression (Fondo para la Libre
Expresión). En el capítulo 6.4 citamos el informe que realizaron sobre las condiciones
en las prisiones de los Estados Unidos.
Dado que entre el 10 y 15 % de las celdas suelen estar en reparaciones o se utilizan
para otros fines, la capacidad real es de alrededor de 3.000 reclusos.
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 83

Cuadro 5.6-1 Número de personas condenadas a prisión en la


URSS entre 1986 y 1990*.
Año Personas condenadas
1986 458.729
1987 305.495
1988 231.767
1989 244.785
1990 292.992
* Estadísticas: Crimes and other offences in the USSR 7990. Moscú 1991.

redusos. "Doscientos sesenta y cuatro no tienen donde dormir" nos dijo el


director de la cárcel, "y tienen que compartir la cama o dormir en el piso". El
famoso centro de detención Kresty, el más 9-ande de los dos que sirven a los
5 millones de personas que viven en la zona de Petersburgo, tiene capacidad
para 3.300... pero una población de entre 6.000 y 6.500 redusos. "Cuanto más
lejos de Moscú," nos dijo un funcionario, "peor son las cosas".
Un equipo del diario danés Politiken18 confirma el informe del centro
Kresty de San Petersburgo. Kresty significa cruz; una metáfora muy
adecuada para una prisión en la que hay hasta 14 presos en celdas de
ocho metros cuadrados.
"Me duele todo el cuerpo porque nunca puedo estirar ni las piernas ni la
espalda" dijo un hombre joven y alto. Había sido el último en ingresar, así
que tenía que dormir cerca de la puerta y del retrete.
O una vez más según el Helsinki Watch (p. 15):
Los redusos se sientan o se acuestan en las camas, a menudo doblados si les
toca la cama de abajo. Las ventanas permanecen cerradas o, si están abiertas,
están tan bloqueadas por barras o persianas de metal que no pasa ni luz ni
aire. Las puertas son sólidas, con sólo una mirilla o a veces una ranura por la
que se pasa la comida. La ventilación es virtualmente inexistente; las celdas
son calurosas en verano y frías en invierno, y a menudo tienen escasa ilumi-
nación.
Las autoridades de la prisión están desesperadas, pero las posibilida-
des de que tenga lugar una reforma son pocas. "Yo sé cómo debería
ser una prisión" les dijo el director a los periodistas. "Fui a Finlandia

18 Politilcen, Copenhague, 10 de mayo de 1992.


84 U\ INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

en un viaje de estudios. Pero para nosotros esas condiciones son sola-


mente un sueño".
La pregunta es por cuánto tiempo más el director y el personal van a
poder controlar la situación. En Kresty hubo varios casos de violencia
contra los guardias. En febrero de 1992, tomaron dos guardias como
rehenes y mataron a otro. El Helsinki Watch (1991, p. 22) informa que
cada vez son más comunes los motines y la toma de rehenes. Esta es
la lista que citan:
- Octubre de 1991 - Centro de detención de procesados Grozny - motín de
600 presos. Dos muertos después de que se controlara el levantamiento por
la fuerza. Quejas de los detenidos: desconocidas.
- Julio de 1991 - Centro de detención de procesados Novokuznetskii - Huel-
ga de hambre de 400 detenidos. Quejas de los detenidos: ventilación escasa,
asistencia médica deficiente, alimentación escasa, tratamiento cruel de los
guardias.
- Agosto de 1990 - Centro de detención de procesados ng 2 Armavirskii
Krasnodarskii krai - 200 detenidos participan en huelga de hambre. Quejas:
escasa alimentación, falta de cigarrillos, asistencia médica deficiente, celdas
repletas.
- Junio de 1990 - Centro de detención de procesados Dnepropetrovskaia - Al-
zamiento de más de 2.000 detenidos - Incendios y motines. Controlado por
fuerzas especiales que irrumpieron violentamente en el edificio. Cinco dete-
nidos murieron; los informes difieren sobre si las tropas fueron responsables
de las muertes. Quejas de los detenidos: superpoblación, asistencia médica y
condiciones de vida deficientes.
Los centros de detención de procesados son los peores y por eso sue-
len estar amenazados por disturbios. En general los Gulags son mejo-
res lugares donde vivir, pero allí también puede haber problemas en
el futuro. Los presos van a darse cuenta de que son importantes para
el sistema, importantes como productores. Poco a poco van a exigir
que se mejoren las condiciones de vida y que se les de una participa-
ción en las ganancias. La situación de los esclavos va a parecerse a la
de los trabajadores. Y ahora se enfrentan a una situación completa-
mente nueva, dado que el sistema de alguna manera está más abierto
a las ideas occidentales. Esto va a incrementar el poder de negocia-
ción de los reclusos.
Incluso en los Gulags chinos parece que se están produciendo cambios
en estos días. Domenach hace una observación muy interesante.
EL CONTROL DE LAS CLASES PELIGROSAS 85

Explica que el sistema de control dentro de las cárceles chinas es


extremadamente detallado. La desviación más pequeña, un suspiro
en el momento o lugar equivocados, y alguien tal vez llegue a la con-
clusión de que esa persona se apartó del buen camino. Perfecto es
solamente aquel preso que sabe de memoria la ideología oficial y
también los deseos de las autoridades antes de que los expresen. Para
alcanzar este objetivo, se creó un complicado sistema de control
mutuo muy estricto dentro de cada uno de los pequeños grupos a los
que pertenecen los presos. Allí no hace falta el ojo de Dios. Los miem-
bros de cada grupo ven todo, oyen todo, sienten todo y pueden corre-
gir todo. Pero en la perfección también se encuentra el peligro del
régimen. Y Domenach agrega (la traducción del danés es mía)'9:
Una lectura minuciosa de la historia de los Gulags chinos permite entender
las paradojas del control totalitario. Este intento de controlar la población es
al mismo tiempo ambicioso y peligroso. Para que este control estricto de gru-
pos e individuos tenga éxito, la voluntad de gobernar debe ser completa y
permanente. La historia de los Gulags es la historia de las consecuencias del
desvanecimiento de esa voluntad... En tal situación, el control estricto se eva-
pora. Los pequeños grupos que antes funcionaban como instrumentos de
control quedan aislados. Y gradualmente desarrollan una experiencia de
destino compartido e intereses comunes... El sistema de control estricto se
vuelve contra quienes lo inventaron. Esta es la razón por la que el casi per-
fecto sistema chino parece derrumbarse a un paso más acelerado que otros
sistemas similares.
Hasta este punto, en general centramos nuestra atención en Europa,
al oeste y al este, con algunas referencias adicionales a la China conti-
nental. La impresión general hasta este momento es la de una situa-
ción bastante inestable. Los arquetipos de los estados benefactores
pudieron mainener la población carcelaria en niveles relativamente
bajos, pero se enfrentan a fuertes presiones. Los dos grandes imperios
de Gulags redujeron significativamente el número de reclusos, pero,
por lo menos en Rusia, esa reducción no parece tener una base muy
sólida. Por otro lado, es difícil entender cómo les va a ser posible, a
largo plazo, mantener un segmento tan grande de la población en los
Gulags, si estas naciones abrazan las ideas aceptadas en los países
occidentales. Pero una vez más, esta es sólo una conclusión prelimi-
nar, pues todavía no nos embarcamos en el análisis de la mayor
potencia industrial del mundo.

" Weekendavisen, Copenhague, 4-11 de junio de 1992 & L' Evénentent du Jeudi.
Capítulo 6

El modelo

6. 1 A quien ames, castigarás


Hay pocos países tan agradables para visitar como los Estados Uni-
dos. Como noruego, me siento casi en casa, muchas veces mejor que
en casa. Siempre decimos que hay tantos noruegos en los Estados
Unidos comó en Noruega. Ganaron mucho materialmente al abando-
nar el viejo país y también, tal vez, socialmente. La calidez del trato
humano, la amabilidad con los nuevos vecinos, la fascinación de la
diversidad en las grandes ciudades.
Escribo estas palabras con el afán de contrarrestar ciertas interpreta-
dones totalmente equivocadas de lo que sigue. Intento hacer lo impo-
sible. Trato de decir que estimo profundamente un país y a su gente,
que me siento muy cerca de él, también por una cuestión de tradición
nacional. Pero al mismo tiempo, voy a sostener que hay algo extrema-
damente alarmante en el tejido social de los Estados Unidos. Y justa-
mente porque me siento tan cercano, porque siento el país casi como
si fuese mío, me resulta cada vez más difícil mantenerme callado y sin
expresar mi preocupación.
Lo más difícil es encontrarme con colegas de los Estados Unidos. La
criminología estadounidense domina la mayor parte del mundo; sus
teorías sobre el delito y sobre el control social del delito ejercen una
gran influencia. Los criminólogos estadounidenses son personas
amables y cuidadosas; amables con los visitantes, cuidadosos con las
normas de la actividad científica. Las normas de ellos pasan a ser
nuestras normas y las soluciones que ellos implementan se copian en
el extranjero.
88 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Tal vez sea por eso que se me ocurre pensar en Alemania, la de los
años veinte en adelante. Alemania, país de cultura y conocimiento, de
ciencia, de pensamientos racionales y corazones románticos. Noruega
siempre se orientó más hacia Inglaterra y los Estados Unidos que
hacia la Europa continental. El transporte era más fácil a través de los
océanos que por los caminos de montaña. Pero el respeto por Alema-
nia siempre fue muy grande. Se tenía un concepto muy alto de los
estudiosos de derecho, y de la politica de ley y orden de ese país. Los
académicos iban a Alemania. Las autoridades policiales y de las fisca-
lías iban a Alemania. Fue el modelo más importante, tal vez por
demasiado tiempo.
Hoy vamos a Estados Unidos.
6.2 El gran encierro
Cuando Michel Foucault (1967) escribió el libro Historia de la Locura en
la Epoca Clásica, incluyó un capítulo llamado "El Gran Encierro". El
pensaba en Francia. Describió los esfuerzos que se realizaban para
mantener bajo control las clases y categorías desviadas. Se construye-
ron hospitales y se transformaron antiguos leprosarios, y así París se
convirtió en una ciudad segura para la burguesía. Foucault también
incluye cifras sobre los logros de esta empresa; en el punto máximo,
uno por ciento de la población llegó a estar encerrada. Y Foucault
también da las razones de tal encierro:
Antes de tener el significado médico que le darnos hoy, o que por lo menos
nos gusta suponer que tiene, el encierro se necesitó para algo muy distinto
de cualquier preocupación por curar a los enfermos. Lo que lo hizo necesario
fue un imperativo de trabajo... Desde sus inicios, la institución se propuso la
tarea de prevenir "la mendicidad y la ociosidad como fuentes de todos los
desórdenes". De hec_ho, esta fue la última de las grandes medidas que se
tornaron desde el Renacimiento para ponerle fin al desempleo o por lo
menos a la mendicidad (p. 4647).
Como ya demostramos en la sección 3.4, llamada Tendencias Mundia-
les, la población carcelaria total de los Estados Unidos se ubicará muy
pronto a mitad de camino del ejemplo central del gran encierro que da
Foucault. Vale destacar que las cifras estadounidenses corresponden al
país entero, incluyendo estados y distritos que tienen muy poca canti-
dad de presos, mientras que los datos que cita Foucault se refieren sólo
a París y por lo tanto serían mucho mayores para toda Francia. Ade-
más, los datos sobre Estados Unidos no incluyen asilos mentales.
EL MODELO 89

Por otro lado, esas cifras están creciendo explosivamente.


En junio de 1983, en la Correctional Magazine se decía lo siguiente
sobre el crecimiento de la población carcelaria de los Estados Unidos:
"Fantástico... enorme... aterrador" eran las palabras que elegía Norval
Morris, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago, para des-
cribir el incremento observado el año anterior.
"El aumento es sorprendente" dice Alfred Blumstein de la Universidad C.ar-
negie-Mellon de Pittsburgh.
"Estoy realmente sorprendido; el crecimiento es asombroso" dice F'ranklin
Zimring, director del Centro de Estudios sobre Justicia Penal de la Universi-
dad de Chicago.
"Es mucho peor de lo que esperaba" dice Kenneth Carlson de Abt Assoda-
tes de Cambridge, Massachussets. "Cada vez es más aterrador."
Esto es lo que dijeron estos expertos sobre el crecimiento de la pobla-
ción carcelaria observado hasta 1983. Yo también estaba aterrado y
guardé el artículo pensando en escribir algo sobre él. Pero las cifras y
los comentarios perdieron vigencia en muy poco tiempo. Desde 1983,
en menos de diez años, el número de reclusos casi llegó a duplicarse.
El cuadro 6.2-1 da una idea más detallada del control formal en los
Estados Unidos. Muestra, primero, las cifras para los tres tipos de pri-
siones más importantes de ese país: prisiones federales, prisiones
estatales y cárceles comunes. Es en las instituciones federales y estata-
les donde se cumplen más condenas. Como vemos en el cuadro, la
mayoría de los reclusos se encuentran en prisiones federales y estata-
les, mientras que aproximadamente un tercio de los presos cumplen
sus condenas en cárceles comunes. Pero esto no significa que se trate
solamente de condenas cortas. Debido a que las prisiones federales y
estatales no dan abasto, las cárceles comunes se ven obligadas a reci-
bir reclusos que formalmente deberían ingresar al sistema federal o
estatal. Más abajo, el cuadro incluye los totales de quienes están bajo
probation y libertad bajo palabra.
Lo que más impresiona del cuadro es la enormidad de las cifras. Con
una población carcelario de más de 1,2 millones de reclusos, los Esta-
dos Unidos tienen en este momento 504 reclusos cada 100.000 habi-
tantes. Si les sumamos las personas bajo probation y libertad bajo pala-
bra, concluimos que alrededor de 4,5 millones de personas se encuen-
tran bajo algún tipo de control legal. Cuatro millones y medio: eso
significa 1794 personas cada 100.000 habitantes.
90 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Cuadro 6.2-1 Población bajo control formal, EE.UU. 1990/1991*


Acumulado
Prisiones federales 1991 71.608 71.608
Prisiones estatales 1991 751.806 823.414
Cárceles comunes 1991 429.305 1252.719
Total población carcelario 1.252.719
Cada 100.000 habitantes 504
En probation 1990 2.670.234 3.922.953
En libertad bajo palabra 1990 531.407 4.454.360
Total población bajo control penal 4.454.360
Cada 100.000 habitantes 1794
* Bureau of Justice Statistics, Prisoners in 7991 (NCJ-134729). Los datos sobre las
cárceles comunes son estimativos, Los datos sobre las personas bajo proba-
flan y libertad bajo palabra son de 1990.

Para darnos una idea del crecimiento que desembocó en estas cifras,
podemos referimos al período que va desde 1989 a 1990, en el que el
aumento fue del 8,6 por ciento. Es decir que hubo 58.808 reclusos nue-
vos en instituciones estatales y federales. Según Steven B. Dillingham,
el director del servicio, (Corrections Digest, mayo de 1991, p. 1) esto
significa que cada semana hacen falta 1.100 camas nuevas -esa es la
unidad que se utiliza en los Estados Unidos-. El incremento en las cár-
celes fue del 5,5 por ciento, o sea 21.230 reclusos, lo que probablemen-
te hizo que la necesidad de nuevas "camas" cada semana subiera de
1.400 a 1.500.
Desde esta perspectiva, el gran encierro de la antigua París de Fou-
cault ya no es tan grande. Más de 1,2 millones de presos; es una canti-
dad tan inmensa que resulta difícil imaginársela. Más que la pobla-
ción de Praga y también más que la de Copenhague. Si incluimos
además las personas que están bajo probation y libertad bajo palabra,
el total supera la población total de Noruega.
Por supuesto, se podría objetar que la probation y la libertad bajo pala-
bra son formalidades sin contenido, formas de control relativamente
suaves. Tal vez esto sea así en algunas áreas, pero no en todas, como
se prueba en el capítulo siguiente.
EL MODELO 91

Diagrama 6.2-2 Cantidad de reclusos en EE.UU. desde 1850 a


1990 cada 100.003 habitantes
250

.o
200
o
_C

§ 150
g

O
100
o
0
.o
S 50

E
2
Ci_ O i f I I I 1 1 I 1 4 I I I

1850 1860 1870 1880 1890 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1985 1989

También desde una perspectiva histórica más amplia, este crecimien-


to de la población carcelaria ha sido bastante extraordinario. El dia-
grama 6.2-2 (de Austin y McVey 1989, p. 2) muestra la curva desde
1850 a 1989. Como se puede ver, hay tres grandes incrementos: el pri-
mero desde 1850 a 1870, luego desde 1920 a 1940 y finalmente desde
1970 hasta poco tiempo atrás. En los dos primeros períodos el aumen-
to se detuvo después de veinte años, pero esta vez el crecimiento sim-
plemente continúa. Austin y McVey también realizaron una proyec-
ción para los próximos cinco años: anticipan un incremento del 65 por
ciento para 1994. Y parece que en realidad se quedaron cortos (con-
versación con James Austin).
La mayoría de quienes se encuentran en las prisiones federales o esta-
tales van a permanecer encerrados durante mucho tiempo. La estadía
promedio de los presos liberados en 1990 fue de aproximadamente 24
meses. Pero en realidad no todos son liberados; 11.759 personas cum-
plían con lo que los estadounidenses llaman natural le sentences
(reclusión perpetua). Es difícil entender qué tiene de natural esa vida.
Detrás de esa formulación hay una decisión de mantenerlos en la cár-
cel para siempre. Además había 44.451 personas cumpliendo conde-
nas "ordinarias" y de prisión perpetua. 105.881 cumplían condenas
de más de 20 años y otras 2.424 personas esperaban ser ejecutadas
(The Corrections Year-book,1991). Stimson (1991) describió las condicio-
nes de vida de esas personas; y él sí que sabía de qué estaba hablan-
do. Es el "socio principal de una firma de arquitectura, ingeniería y
92 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

planeamiento que se especializa en el diseño de infraestructura para


la justicia penal". En un artículo llamado "Un Diseño Mejor para una
Mayor Seguridad Antes de la Ejecución", describe un diseño en el
que los reclusos no tienen contacto visual entre ellos y no se pueden
comunicar. Las únicas personas con las que los reclusos pueden
comunicarse es con las del personal de la penitenciaría de guardia en
ese sector. De esta manera el personal puede familiarizarse con el
comportamiento de cada recluso, dice el señor Stimson, y "podrían
detectar cualquier cosa fuera de lo común"... sea lo que fuere.
6.3 De estado en estado
Pero estos Estados Unidos no se parecen demasiado en cuanto al
tema del castigo. Esto se puede comprobar en el diagrama 6.3-1. Lo
que más impresiona es la extrema variedad entre los estados. Mien-
tras que Dakota del Norte, Minnesota y Virginia Occidental se ubican
en la parte inferior con menos de 100 reclusos cada 100.000 habitan-
tes, Idaho tiene más de 200, Nueva York más de 300, Oklahoma supe-
ra los 400, Nevada ronda los 50(1 y la capital misma, el Distrito Fede-
ral, está a la cabeza de la nación con la increíble cifra de 1.168 presos
sentenciados a un año o más cada 100.000 habitantes de la zona. Esta
cantidad probablemente no sea exacta para la capital. Dado que se
trata de un área geográfica muy pequeña, muchos van a Washington
desde los distritos aledaños, los arrestan y los condenan allí, y termi-
nan figurando en las estadísticas locales.
Pero al evaluar estas estadísticas debemos tener en cuenta que estas
cifras incluyen únicamente las condenas más severas -de más de un
año- cumplidas en prisiones federales y estatales. Esto significa que
más de 460.000 presos, o el 37 por ciento, quedan fuera del cuadro.
Dakota del Norte tiene 68 presos cada 100.000 habitantes, pero si esti-
mamos que la omisión en este caso también es de aproximadamente
un 37 por ciento -un método bastante discutible-, Dakota del Norte
llegaría a los 93 reclusos cada 100.000 habitantes. Es decir que este
estado se mantiene dentro de los niveles de Europa Occidental. Pero
Minnesota y Virginia Occidental ya superan el nivel de Inglaterra y
Gales con 108 y 112 respectivamente, agregando el 37 por ciento, y de
ahí en más se pierde todo contacto con los niveles europeos. Con el
mismo método, Louisiana, Nevada y Carolina del Sur llegan a tener
más de 600 presos cada 100.000 habitantes. Dado que las mujeres
EL MODELO 93

Diagrama 6.3-1 Cantidad de presos cada 100.000 habitantes


en 1991, en EE.UU. Condenas de más de 1
año, en instituciones federales y estatales.

Distrito Federal 1188


Nevada 477
CCIrdind Ciá Sur 473
LOUSiala 466
OlddlOrna 414
AlCbarla 392 /1~111~11~1
Arizona 398
Mictigcn 387 -1111~~~1.
Maylcnd 366
Rorida 346 — ~1~111~
Aaska 344 MIMIN~1.1.
Georgia 342 1~111111111111IMM
Delawcze 342 MMONI■1111.1
Mi8§5§PPI 335 111111111~111~
Olio 323
California 320 1111111111~11111.1
Nueva York 319 TII~.1~11
MCI719ZIS 314
Nueva Jersey 300 71~11111~
Virginia 297
Texas 297 TMMIIIIIII~1
Missouri 294
COrYleCiiCUt 282
Caolina del Norte 270
KallUCiq 261
Colorado 247
Illinois 246
Kansas 230,
Oregon 229
Tennessee 227
Indcna 226
WyOrling 225
Idaho 212
Pennsylvania 192
ftevo México 191
Dakota del Sur 190
Washington 183
Montana 182
Rhocie idald 172
Hawai 172
Wisconsin 158
Massachusetts 150
Utah 149
Nebraska 146
lowa 144
New Hampshire 132
Moine 127
Vermont 125
West Virginia 82
Mimesota 78
Dckota dél Norte 66


o 200 400 600

800 1000
12OO

Fuente: Bureau of Justice Statistics. Población carcelaria de 1991


94 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

encarceladas son tan pocas, podemos concluir que, en todo momento,


por lo menos el uno por ciento de la población masculina de estos
estados está en prisión.
6.4 Los estados y las cárceles
De todos los estados que me gustan, California probablemente sea el
número uno. Allí están el sol y el ocio; Berkeley, Stanford y el paraíso
de la vida académica; alli están los negocios, la expansión y el trabajo;
allí está la fábrica de sueños del mundo: Hollywood.
Y también allí se encuentran algunas de las prisiones más famosas de
los Estados Unidos. Alcatraz ya no existe, pero San Quintín se conser-
va y su fama llega más allá de los límites de los Estados Unidos. Y
también está Folsom con 7.000 reclusos, 500 de los cuales probable-
mente nunca saldrán en libertad. Y en estos años se están agregando
nuevas estructuras a esta gran tradición californiana.
En California hay 101.808 presos en instituciones federales y estatales.
Teniendo en cuenta los condenados a un año o más, son 320 reclusos
cada 100.000 habitantes. Si agregamos el 37 por ciento estimativo de
quienes cumplen condenas más cortas y quienes están en cárceles
comunes, concluimos que en 1991 había 438 presos cada 100.000 habi-
tantes. Pero California alienta el crecimiento, y planea tener 800 cada
100.000 habitantes para fines del siglo. Y no son sólo planes, ya están
construyendo. Así se describía una de las cárceles que se encuentra en
construcción, en Los Angeles Times el 1Q de mayo de 1990:
El centro penitenciario Pelican Bay está totalmente automatizado, de manera
tal que los reclusos virtualmente no tienen ningún contacto cara a cara con
los guardias o entre ellos. Durante veintidós horas y media por día, los reclu-
sos permanecen en celdas sin ventanas; las celdas están construidas con blo-
ques sólidos de hormigón y acero inoxidable para que no tengan acceso a
materiales que puedan convertir en armas. Los reclusos no trabajan en
industrias dentro de la prisión, no tienen acceso a ningún tipo de recreación
y no se mezclan con otros presos. Ni siquiera tienen permiso para fumar
porque los fósforos son considerados peligrosos.
Los redusos comen en las celdas y sólo salen para tomar breves duchas y
realizar 90 minutos de ejercidos diarios. Se duchan solos y hacen ejercido
solos en pequeños patios de cemento completamente vados; que están rode-
ados de paredes de cemento de seis metros de altura. Estas paredes además
están cubiertas por mallas de metal. Un guardia abre y cierra electrónica-
mente las puertas de las celdas desde la cabina de control.
EL MODELO 95

De hecho en el edificio no hay ninguna reja; las puertas de las celdas están
formadas por capas perforadas de acero inoxidable y tienen una ranura para
la fuente de comida. Tampoco hay guardias que caminan de un lado al otro
de los pisos con las llaves colgadas del cinturón. Ahora los guardias están
encerrados en cabinas de control con paredes de vidrio y se comunican con
los reclusos a través de un sistema de altoparlantes.
La SHU (Unidad Habitacional de Seguridad) tiene enfermería propia, biblio-
teca legal propia (en la que los presos permanecen en cuartos cerrados y se
les hacen llegar libros a través de una ranura) y sala de audiencias propia.
Los reclusos pueden pasar años sin dar un paso fuera de la Unidad.
El gobernador de California, Ceorge Deukrnejian, anunció los objeti-
vos de la nueva prisión el 14 de junio de 1990. Según la Correction
Digest (27 de junio de 1990, p. 9) dijo lo siguiente:
"Ahora California posee una cárcel de alta tecnología que se va a convertir
en un modelo para el resto del país... Pelican Bay simboliza nuestra filosofía
que dice que la mejor manera de luchar contra el delito es poner a los delin-
cuentes detrás de las rejas". El gobernador también destacó que el costo
anual que significa mantener un delincuente en la cárcel es de U$S 20.000,
mientras que el delincuente de carrera que está suelto le cuesta a la sociedad
U$S 430.000.
Pero California no está sola. El 24 de febrero de 1991, el Sunday Okla-
homa informó lo siguiente sobre el estado de Oklahoma:
Los reclusos alojados en la unidad de seguridad "máxima" pasan 23 horas
por día en sus celdas y la hora restante en una pequeña área de recreo hecha
de hormigón. Esta última está rodeada de paredes de 200 pies y la cubre una
malla de metal. Teóricamente, un recluso podría ser trasladado a este nuevo
centro y no volver a poner un pie afuera. Los primeros residentes de la uni-
dad serán los 114 hombres que están esperando ser ejecutados. Esta unidad
también contiene una nueva cámara de ejecuciones.
La organización Human Rights Watch investigó las condiciones de vi-
da en las cárceles de los Estadós Unidos. Este estudio se realizó en for-
ma paralela al que llevó a cabo el Helsinki Watch sobre el mismo te-ma
en la Unión Soviética. En un estudio muy detallado (1992) Hurnan
Rights Watch describe la tendencia hacia el aislamiento total que se
observa en las cárceles de Estados Unidos. Esta tendencia se denomi-
na "Marionización". Una prisión federal llamada Marion implementó
una serie de medidas de seguridad extraordinarias en 1983 y 36 esta-
96 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

dos siguieron el ejemplo, creando sus propias instituciones de máxi-


ma seguridad que en la jerga carcelaria se denominan "Maxi-Maxi".
En las "maxi-maxis", las autoridades administran el encierro sin ninguna
supervisión independiente; esto lleva a una situación en la que los reclusos
de hecho pueden ser sentenciados dos veces: una vez por el juez, a un deter-
minado período de encarcelamiento; y una segunda vez por la administra-
ción de la prisión, a condiciones particularmente duras.
Las condiciones en Manan son mucho más duras que en cualquier otra pri-
sión federal: los reclusos -por ejemplo- pueden permanecer encerrados en las
celdas hasta 23 horas por día y se les niegan las visitas con contacto (p. 4).
Lo mismo ocurre en las prisiones estatales. Desde Florida, se informa
lo siguiente:
Un ejemplo particularmente deslumbrante es el ala "Q" de la cárcel estatal
de Florida en la dudad de Starke. Este sector no tiene ninguna ventana y los
redusos nunca salen del edificio. Algunos presos han permanecido allí hasta
. siete años (p. 4).

Los reclusos pueden permanecer en tales condiciones indefinidamente, en


algunos casos, según nos informaron, hasta 15 años. Se les permite ducharse
tres veces al día y hacer ejercicio al aire libre dos licúas por semana: son las
únicas ocasiones en que abandonan las celdas. Pueden comprar un número
limitado de artículos en la cantina y sacar un libro por semana de la bibliote-
ca (a menos que estén "suspendidos" de la biblioteca, otra medida discipli-
naria posible). A los reclusos que se encuentran bajo control estricto no se les
permite, a veces, salir de la celda a hacer ejercicio o salir al aire libre durante
años. Las normas de Florida sostienen que "el Control Estricto no es de natu-
raleza disciplinaria y los reclusos que se encuentran bajo este régimen no
están siendo castigados" (p. 44).
El encierro disciplinario es más serio todavía y se aplica a los internos
que violan alguna regla de la cárcel. A las restricciones asociadas al
Control Estricto se suma que no se les permite tener acceso a ningún
material de lectura excepto sobre temas legales. Pero la vida se puede
volver aún peor. Esta cárcel tiene un ala "Q" para quienes vuelven a
desobedecer las reglas cuando ya se encuentran en alguna de las cate-
gorías descriptas arriba. En este sector las celdas miden 2,07 por 2,65
metros, y tienen un camastro, un retrete y un lavatorio. No hay venta-
nas ni muebles. La puerta es de metal. Según Human RightsWatch el
calor dentro de estas celdas era sofocante (p. 45).
Pero Estados Unidos es un país de contrastes. El aislamiento extremo
EL MODELO 97

es una forma de crueldad, pero el contraste absoluto con el aislamien-


to también tiene su costo. Human Rights Watch también describe las
siguientes condiciones (p. 19 y 20):
Se supone que en las cárceles comunes los presos permanecen durante
períodos más breves que en las prisiones y esto se refleja en la estructura físi-
ca de la mayoría de los centros. Las cárceles comunes suelen contar con áreas
de recreo limitadas; se encierra a los presos en celdas sin ventanas y los dete-
nidos tienen poco o nada de privacidad.
Por ejemplo, el Criminal Justice Centre de Nashville, Tennessee, se construyó
en 1982 con capacidad para aproximadamente 300 reclusos. Cuando lo visi-
tamos en 1990, había allí más de 800 reclusos y se nos dijo que no mucho
tiempo antes habían llegado a ser 1.100. Durante seis meses, según nos contó
un miembro del personal, se utili7ó el gimnasio para alojar a varias centenas
de procesados. En el gimnasio hay dos baños y dos duchas. En el momento
de mayor superpoblación, se utilizó el tund subterráneo que lleva al edifido
de los tribunales para alojar 200 reclusos; en ese área no hay duchas ni baños.
...en Rikers Island, en la ciudad de Nueva York, cuando hicimos nuestra
visita, alrededor de 300 de los 1.516 reclusos permanecían en celdas mientras
que el resto vivía en los dormitorios y la cubierta de barcos transbordadores,
que habían sido adaptados para este uso y permanecían anclados a orillas de
la isla. Había hasta 57 reclusos en cada dormitorio...
En la cárcel común Sybil Brand de Los Angeles, entre 130 y 156 mujeres dor-
mían en un mismo pabellón. Mugar estaba repleto y no permitía privad-
dad alguna.
Las quejas de estos presos eran sorprendentemente similares a las que
ya citamos de los presos rusos (capítulo 5.6):
Cuando realizamos nuestra visita, había alrededor de 90 reclusos en pabello-
nes con capacidad para 50. Los internos se quejaron de la falta de espacio y
de que no podían elegir al compañero de celda. Una mujer seriamente exce-
dida de peso (nos dijo que pesaba alrededor de 140 kilos) nos contó que
cuando ella y su. compañera de celda estaban juntas en el cubículo, literal-
mente no se podían mover (p. 34).
Un recluso... describió la celda de la siguiente manera (en otra prisión): "La
pintura de las paredes está descascarada; hay filtraciones de agua; los vidrios
de las ventanas están rotos; no hay suficiente luz; hay cual rachas, ratas, rato-
nes, hormigas y mosquitos; las almohadas y los colchones están sucios y
mohosos, y no tienen funda de plástico; el calor en verano es insoportable y
el frío en invierno es muy intenso".
Pero Estados Unidos también es un país de contrastes en otro sentido.
98 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Una vez más, según Human Rights Watch (p. 61):


De todas las instituciones que visitó la Human Rights Watch, solamente Bed-
ford Hills permite a las reclusas que dan a luz durante el encarcelamiento
conservar a los bebés en la cárcel. Según una ley del estado de Nueva York,
las reclusas pueden conservar a los bebés durante un ario.
Además de las comodidades para los bebés, en Bedford Hills, un centro en el
que el 75 por ciento de las reclusas tienen hijos, se toman las medidas necesa-
rias para ayudarlas a que se mantengan en contacto con los hijos de más
edad. En el verano, se organizan programas semanales para que los hijos de
las reclusas que están alojados con familias de la zona pasen el día con las
madres dentro del centro. Pueden jugar con ellas en una amplía sala de visi-
tas que se llena de juguetes y también pueden participar de varias activida-
des organizadas especialmente. También pueden utilizar los juegos del
patio. Durante todo el ario, según la autoridad de la prisión, desde las ciuda-
des de Nueva York y Albany una vez al mes salen colectivos que permiten
que los niños visiten a sus madres sin necesidad de estar acompañados por
otros familiares.

6.5 El delito como explicación


La explicación convencional para el aumento de la población carcela-
ria es verlo como reflejo del aumento del número de delitos cometi-
dos. El delincuente da el primer paso y la sociedad tiene que reaccio-
nar. Este es el pensamiento re-activo. Como ya comentamos en el
capítulo 3.5, esta manera de pensar no es válida para Europa. Y no
tiene mejor suerte en los EE.UU.
Durante los últimos diez años se duplicó la población carcelaria. Pero
el Bureau of Justice Statistics (National Update January 1992, p. 5) afirma
lo siguiente sobre el número de víctimas:
Las tasas de victimizadón continúan la tendencia descendente que se inició
hace un década.
En 1990 hubo aproximadamente 34,4 millones de delitos contra las personas
y contra la propiedad atentando al domicilio, mientras que en 1981 su suma
alcanzó los 41,4 millones.
Desde 1973 a 1990, el índice de delitos contra las personas cayó en un 24,5 %
y el índice de delitos que atentan contra el domicilio (hurto, robo en el domi-
cilio, robo de automóvil) cayó en un 26,1 %.
Debido a que la National Crime Victimization Survey (Comisión Nacional de
Seguimiento de la Víctima) solamente torna en cuenta los casos en que se
EL MODELO 99

puede entrevistar a la víctima, no se induyen los homicidios. Esto no altera


significativamente las estimaciones generales.
El número de víctimas se redujo. Además, y nuevamente a diferencia
de las creencias populares sobre el crimen en EE.UU., el número de
delitos graves denunciados a la policía también muestra una pequeña
disminución. Las estadísticas del FBI sobre los delitos serios indica-
ban hasta 5,1 millones en 1980 y en 1989 sumaban 4,8 millones. Pero
la severidad de las penas para. estos delitos se incrementó. En 1980, de
cada 1.000 arrestos por delitos serios, 196 delincuentes resultaban con-
denados a prisión. En 1990, el número de encarcelamientos por deli-
tos de este tipo había aumentado a 322, según el Bureau of Justice Sta-
tistics on Prisoners.
Mauer (1991, p. 7) comenta lo siguiente:
Aunque nadie duda que Estados Unidos tiene un alto índice de delitos, los
datos parecen indicar que el incremento en el número de personas encarcela-
das observado en los últimos años es consecuencia de las severas políticas
judiciales de la década pasada y no una consecuencia directa del avance de
la delincuencia.
Dicen Austin e Irwin (1990, p. 1):
Las estadísticas nacionales muestran que la mayoría (65 por ciento) de los
delincuentes son enviados a prisión por delitos contra la propiedad o el
orden, y relacionados con drogas. Un número considerable de todos los
arrestados (15 por ciento) no son encontrados culpables de ningún delito,
pero vuelven a la cárcel por violar las "condiciones" de la libertad condicio-
nal (p. ej., violaciones de horarios, negativa a participar en algún programa,
uso de drogas probado, etcétera).
A partir de un estudio que realizaron ellos mismos -basado en los
ingresos a prisiones de tres estados- también concluyen que la gran
mayoría de los reclusos son condenados por delitos menores que no
significan ni un peligro serio para la seguridad pública ni un perjuicio
económico significativo para la víctima.
El aumento explosivo del número de presos en los Estados Unidos no
puede explicarse diciendo "causado por el aumento de delitos come-
tidos". Tenemos que buscar otras explicaciones. De eso tratan los
próximos capítulos.
Capítulo 7
El control del delito como producto

7.1 El mercado del control del delito


Se sabe que en los Estados Unidos todo es más grande que en el resto
del mundo. Sin embargo, cualquier extranjero se sorprendería si lle-
gara a sus manos la publicación oficial de la American Correctional
Association. Se llama Corrections Today; es una revista de impresión im-
pecable, en colores y con papel brillante. Incluye un número conside-
rable de avisos publicitarios que probablemente significan una fuente
importante de recursos para la asociación.
En el número de junio de 1991 había 111 avisos. Se referían a tres cate-
gorías principales:
1. Construcción de unidades carcelarias: enteras o por partes.
Había dieciseis avisos que ofrecían este servicio. "Usted nos llama y
nosotros construimos. Seis meses después de su llamado, la cárcel
está lista". Una de estas empresas es Besteel; en un aviso que ocupa
una página completa nos dice:
Unidad penitenciaria del condado de Albany, pabellones de 64 camas... Listo
en 6 meses.
La Bell Construction también tiene un aviso de una página con el titu-
lar:
Los Profesionales de la Construcción.
Hace más de 20 años que estarnos construyendo. Construyendo nuestra
reputación. Construyendo una lista de clientes y construyendo unidades
penitenciarias. Esa es nuestra especialidad: construir. Y lo hacernos muy
bien. Veinticinco cárceles por valor de 300 millones de dólares nos dieron la
experiencia y ahora nuestros clientes nos llaman "los profesionales".
102 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

¿Está pensando en construir o renovar una unidad penitenciaria? ¿Le intere-


sa un proyecto original a un precio razonable? Si quiere saber más sobre
nosotros, llame al Sr. Don Estes, vicepresidente de...
Algunas autoridades tal vez necesiten un lugar donde establecer una
unidad carcelaria. El grupo Bibby Line tiene la solución, siguiendo la
antigua tradición de la nave de los tontos:
Unidades Penitenciarias Flotantes.
Los tiempos cambian... Bibby OFRECE alternativas para las cárceles con ba-
se en tierra. Bibby ENTREGA:
- Apoyo de Emergencia en 90-120 días.
- Hasta 650 camas en 9 a 12 meses.
2. Equipamiento para cárceles. En esta categoría, el número de
junio incluía 43 avisos de todo tipo. Entre ellos había tres de teléfonos
especiales para cárceles, veinte de una gran variedad de sistemas de
vigilancia electrónica, tres de armas y siete de otros tipos de equipa-
miento de seguridad.
Teléfonos que se imponen
... dice un aviso de una página de la USWEST Communication:
Estos teléfonos hacen lo que Usted quiera. Controlan cuánto tiempo duran
las llamadas. No permiten el acceso a ciertos números. Controlan y graban
todo, según sus indicaciones... Para que Usted también pueda tener bajo con-
trol a los reclusos que tienen privilegios para usar el teléfono...
O también:
Especial para profesionales de la justicia penal: ¿consumo de drogas? Sí o no
en tres minutos... Cuando los resultados llegan rápido no hay tiempo para
excusas... ONTRAK no da tiempo a las excusas y le permite controlar perfec-
tamente las condiciones del test...
PULSERA CARCELARIA
Identifique a los internos con una pulsera sumergible de alta resistencia. Dos
broches a presión de metal le garantizan un sistema de identificación
intransferible de alta resistencia. No hacen falta herramientas especiales para
cerrar los broches. Se puede grabar una inscripción en la superficie o intro-
ducir una tarjeta. SECUR-BAND, la solución para la identificación de
reclusos.
El número de junio de Corrections Today contenía una cantidad enor-
me de avisos, pero poco después pasó a ser insignificante. En julio el
número de páginas pasó de 160 a 256. Los avisos ordinarios aumenta-
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 103

ron de 111 a 130; en parte eran los mismos que en junio, como el de
gas lacrimógeno:
El sistema TG Guard, ya instalado en las cárceles más importantes, es un sis-
tema estratégico de pulverizadores automáticos de gas lacrimógeno que se
ubica a nivel del techo. Este sistema se enciende con control remoto desde
una consola protegida y se puede controlar de manera tal que el gas se dis-
tribuya con distintos niveles de concentración en áreas diferentes, para así
obligar a los internos a evacuar un área en particular siguiendo la ruta que
Usted determine.
Si el gas lacrimógeno no es suficiente, se puede recurrir a un chaleco
Point Blank:
A algunos reclusos les encantaría apuñalarlo, acuchillarlo, apalalearlo, que-
marlo... a Usted. Pero no van a poder atravesar el chaleco especial anti-moti-
nes S.T.A.R.
Además de los avisos habituales, el número de julio también incluyó
sesenta páginas amarillas llamadas:
Guía de Servidos y Productos Penitenciarios
Esta sección contaba con una lista de 269 empresas y el detalle de los
productos que ofrecen, ordenados alfabéticamente, desde la A (p. ej.,
sistemas de control de los accesos), pasando por la P (p. ej., celdas
portátiles), hasta la X (p. ej., equipos de detección con rayos X). La lis-
ta muestra los últimos adelantos de la electrónica y también firmas
tradicionales como:
Compañía de Sujetadores Humanos
Sujetadores de cuero de primera calidad. Fabricados en los Estados Unidos
desde 1876. Llámenos o escríbanos y le enviaremos un folleto gratuito.
Esta publicación oficial de la American Correctional Association no sola-
mente contiene avisos pagos, también incluye algunos artículos apre-
tados entre los avisos. Pero los autores de varios de los artículos son
empleados de las mismas empresas que hacen publicidad en la revis-
ta. En el número de julio se publica un artículo de Ostroski y Rohn,
ambos de Precision Dyiumics Corporation, una fábrica de sistemas de
identificación. Lo que sigue es lo que dicen desde Los Angeles, don-
de, según ellos, se encuentra el centro de detención para procesados
más grande "del mundo libre". En este lugar extraordinario, ellos se
han encargado durante 14 años de las pulseras identificatorias de los
reclusos. Pero Georgia tiene un sistema más sofisticado:
104 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEL! i O

en la unidad carcelaria del condado de DeKalb, cerca de Atlanta, Georgia,


hay más de 1.200 reclusos. En el invierno de 1989, las autoridades decidieron
empezar a utilizar pulseras identificatorias con código de barras, que
emplean la misma tecnología de base de los códigos de los productos en los
negocios de venta de ropa o supermercados.

Para hacer posible una atmósfera propicia a la rehabilitación -sin dejar de


garantizar el más alto grado de seguridad- las autoridades de la unidad ins-
talaron un sistema portátil de recolección de información con tecnología
láser para identificar y controlar a los internos.
Al usar dispositivos manuales con tecnología láser para leer las pulseras, la
información ingresa a una pequeña computadora. Este método de recolec-
ción de información elimina la papelería que supone controlar los movi-
mientos de los reclusos. •

Se está desarrollando la tecnología necesaria para grabar una foto del recluso
en la pulsera, junto con la información en código de barras... Los reclusos no
pueden cambiarse las pulseras, lo que imposibilita las equivocaciones cuan-
do llega el momento de liberar a un recluso (pp. 142-145).
Dos fotos ilustran el artículo: en las dos se ven brazos negros -nada
más- con la pulsera puesta. En la primera un par de brazos blancos
controla el dispositivo y en la otra se ve el cuerpo entero de una per-
sona de raza blanca haciendo lo mismo. Es difícil imaginarse una
situación en la que podamos estar más cerca de tratar seres humanos
como mercadería, utili7ando una tecnología tan conocida por su apli-
cación en los supermercados.
3. Administración de cárceles. Este rubro también es importante y
en el número de junio contaba con 20 avisos, como por ejemplo:
Si le hace falta ajustar la dieta y la moral, cuente con nosotros... Service Ame-
rica trabaja detrás de las rejas en todo el país y está respaldada por un histo-
rial de buen comportamiento... Si tiene bajo su responsabilidad a comensales
cautivos, diríjase a los especialistas en servicios de comida que saben cómo
hacer justicia. Llámenos...
Para asegurar la paz también son necesarias las armas eficaces. Varias
firmas muy eficientes ofrecen armas, tanto no mortales como morta-
les. Entre las primeras:
Cap-Stun II
Utilizada por el FBI y 1.100 organismos policiales y judiciales. En 14 años
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 105

nunca ocasionó problemas legales. Eficacia demostrada con drogadictos y


psicópatas. También tenernos modelos para amigos y personas queridas.
Entre los 111 avisos de junio, algunos se referían a productos comunes
para gente común, no necesariamente relacionados con el mercado
carcelario.
El número de julio también contiene otra sección extraordinaria:
varias páginas de agradecimiento a los patrocinadores del banquete a
realizarse en el 1212 Congreso Penitenciario de Minneapolis en agosto
de 1991. Desde compañías de teléfonos hasta fabricantes de vidrio a
prueba de balas, todos pagan y las autoridades penitenciarias feste-
jan. Una atracción extra de la estadía en Minneapolis es que podrán
irse manejando "un espléndido Dodge Daytona ES 1991, modelo
deportivo, cero kilómetro y completamente equipado con todos los
accesorios imaginables". La única condición es visitar el Salón de
Exhibiciones donde la industria muestra sus productos. Al registrarse
en la puerta de entrada al Salón, los visitantes participan automática-
mente en el sorteo del auto.

Un comentario personal sobre la adaptabilidad del hombre: la prime-


ra vez que leí Corrections Toda, no podía creer lo que estaba leyendo.
La imagen de los presos que insinuaban los avisos era increíble. Y
también lo era la franca manifestación de la relación que une al siste-
ma penitenciario con los intereses industriales. Por supuesto, las
revistas médicas son similares y las empresas farmacéuticas se espe-
cializan en sobornar a los médicos patrocinando congresos, semina-
rios, viajes a Hawaü con las esposas y todo lo demás. Pero se supone
que los médicos benefician a sus pacientes. La American Correctional
Association es diferente; es la organización encargada de administrar
el máximo poder de la sociedad. Es la organización encargada de la
administración de dolor, en este caso patrocinada por quienes fabri-
can las herramientas.
Pero, continuando con mi comentario personal, volví a sorprenderme
unas semanas más tarde, cuando leí una vez más las revistas. Los avi-
sos ya no me parecían tan alarmantes. Vi los avisos de pulverizadores
de gas lacrimógeno de techo, sin asociar inmediatamente la foto o el
texto a viejas imágenes de los campos de exterminio, y leí sin dema-
siado interés que a los reclusos les encantaría apuñalarme, acuchillar-
106 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

me, apalalearme, quemarme... a mí y a otros lectores. Me había acos-


tumbrado; me había habituado a un punto de vista muy peculiar
sobre el prójimo y también había adquirido nuevos criterios mínimos
(mucho menos exigentes) acerca del tipo de ambientes donde, según
decidan algunas personas, tienen que vivir otras.
7.2 El estímulo del dinero
Ya es obvio, así que voy a ser breve: cárcel quiere decir dinero. Mucho
dinero. En los edificios, en el equipamiento y en la administración.
Esto es así, se trate de una cárcel privada o estatal. En los sistemas
occidentales siempre intervienen empresas privadas, de una manera
u otra.
Incluso en el sistema federal de prisiones de los Estados Unidos, que
es relativamente pequeño, entran en juego cifras enormes. Para 1992,
el sistema requiere más de 2.100 millones de dólares, lo que significa
un incremento del 24 por ciento con respecto al ario anterior (The Was-
hington Post, 25 de abril de 1991). Según Knepper y Lilly (1991):
Con la explosión de la población carcelaria, el castigo se volvió un muy buen
negocio. Si la población carcelaria continúa creciendo al mismo ritmo que en
la década de 1980, tendrá un costo de por lo menos 100 millones de dólares
por semana, solamente para la construcción de edificios nuevos. Se estima
que en 1990 los gastos totales operativos y de capital del sistema penitencia-
rio de los condados, estatal y federal superó los 25.000 millones de dólares.
Knepper y Lilly afirman que los dos sectores de la floreciente indus-
tria penitenciaria que están creciendo con mayor rapidez son la asis-
tencia médica y el servicio de comidas. En junio la fábrica de sopas
Campbell informó que el sistema penitenciario es el mercado alimen-
ticio que crece con mayor rapidez. Pero donde se obtienen mayores
ganancias es en el área de la construcción y la financiación (p. 5):
El costo promedio de cada cama en una cárcel de los Estados Unidos en
1991-1992 era U$S 53.100, mientras que en 1987-1988 era U$S 42.000. No sor-
prende entonces que más de cien empresas se dediquen exdusivamente a la
arquitectura de cárceles. El negocio de la construcción de cárceles les permite
a estas empresas facturar entre 4y 6.000 millones de dólares al año.
Feeley (1991a, pp. 1 -2) lo describe de la siguiente manera:
Hacia octubre de 1988 más de 25 empresas privadas, muchas de ellas apoya-
das por capitales de riesgo, competían por los derechos para construir,
poseer y operar las cárceles comunes y prisiones de los Estados Unidos (Pri-
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 107

vate Vendors in Corrections, 1988). Las privatizaciones de los correccionales de


menores se han incrementado aún más rápido. Durante los últimos treinta
años se ha vuelto muy común enviar a los menores a organizaciones priva-
das (p. ej., centros de capacitación, programas de tratamiento y orientación
en internados, familias sustitutas y programas de recreación) en vez de a ins-
tituciones estatales. Actualmente en los Estados Unidos gran parte de los
menores que se encuentran bajo supervisión de un juez son destinados a
programas privados. Y en los últimos años las cárceles comunes, prisiones y
correccionales de menores también recurrieron a proveedores privados para
abastecerse de gran cantidad de servicios tales como comida, asistencia
médica, asesoramiento, capacitación vocacional, educación...
Además, en los últimos años el sector privado ha alterado radical-
mente la manera en que se construyen y se financian las unidades
carcelarias. Los acuerdos privados de arrendamiento con opción a
compra están reemplazando a los bonos emitidos por el gobierno.
El dinero de las empresas privadas está presente en todo el sistema.
Pero, por supuesto, el ejemplo más claro es el de las cárceles privadas.
Veamos ese caso.
7.3 Cárceles privadas
"Actualmente, en los Estados Unidos, incluso la pena de muerte es
administrada, en algunas ocasiones, por contratistas privados".
Encontré esta oración en un libro muy importante sobre las cálceles
privadas (Logan 1990, p. 59). La pena de muerte solamente se men-
ciona en esta oración, perdida entre otros ejemplos de las demás tare-
as que administra el sector privado. En cuanto al resto, podemos dar
rienda suelta a nuestra imaginación. Y yo me pregunto: los contratis-
tas privados de la pena de muerte, en los tiempos que corren, ¿quié-
nes son ? ¿Cómo operan? ¿Se trata de una empresa privada, de la que
alguien es dueño, o cotiza en el mercado bursátil como Administra-
ción de Dolor S.R.L.? Responsabilidad limitada... ¿limitada a qué? ¿Y
qué pasa con el equipamiento necesario: las sillas, las agujas, el vene-
no? ¿Lo proveen ellos mismos o subcontratan el servicio? ¿Y la capa-
citación del personal? ¿Se valen de la preparación técnica disponible?
Joseph Ingle (comunicación personal, pero ver también su libro de
1990) describió el fenómeno del hombre de la pierna izquierda. Es el
que, junto a un grupo de seis, se especializa en sujetar la faja que ro-
dea a la pierna izquierda, a diferencia del de la pierna derecha. Seis
especialistas reducen al hombre que va a morir a seis partes de una
cosa.
108 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

¿Por qué reaccionar así ante los contratistas de la muerte? Sin duda,
los que van a ser ejecutados fueron condenados por jueces comunes;
todo cumple con las reglas básicas y los funcionarios se van a ocupar
de que todo se haga según lo decidió el estado. En realidad, tal vez la
ejecución se va a llevar a cabo de mejor manera que si el estado metie-
ra las manos. Quizás la última comida esté mejor preparada; los psi-
quiatras y el clérigo tal Vez sean del nivel más alto dentro de sus acti-
vidades, es decir de los que no se pueden contratar con los presu-
puestos estatales normales; y la muerte misma tal vez tenga lugar sin
los avergonzantes intentos frustrados que a veces informa el personal
estatal. Los que van a morir probablemente aprecien la calidad del
servicio privado.
Esta es la línea básica de razonamiento del libro de Logan; la única
diferencia es que escribe sobre la cárcel privada, no sobre la ejecución
privada. La conclusión a la que llega con respecto a las cárceles priva-
das es muy clara. Todo lo que está haciendo el estado, las empresas
privadas pueden hacerlo mejor o igualmente bien:
Los argumentos en contra de las cárceles privadas varían en solidez y credi-
bilidad, pero no encuentro ningún problema en las cárceles privadas que por
lo menos no exista en igual o mayor medida en las cárceles administradas
por el estado... Dado que no plantean problemas que sean a la vez nuevos e
insuperables, se debería permitir que las cárceles privadas compitan (y coo-
peren) con los organismos estatales, de manera que podamos descubrir cuál
es la mejor manera de contar con cárceles que sean seguras, humanas, efi-
cientes y justas (p. 5).
Sigo sin convencerme y me siento bastante molesto. ¿Por qué lo que
para Logan es tan evidente para mí es totalmente dudoso? En su
libro, que escribió con mucha prolijidad, hay un capítulo entero dedi-
cado a la idoneidad de las cárceles privadas (pp. 49-75). Y le parece
adecuado lo siguiente:
Nuestros representantes ejercen muy poco poder directamente; lo que hacen
es dar instrucciones y directivas que los subordinados deben cumplir... Sin
embargo, es falso pensar que la integridad de una cadena de funcionarios es
necesariamente superior a una cadena contractual.
Detrás de este razonamiento está John Locke y sobre todo Robert
Nozick, especialmente en sus primeros trabajos (p. ej., 1974). Ambos
guían a Logan en la siguiente afirmación (p. 52):
En la tradición clásica liberal (o, en términos modernos, libertaria) sobre la
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 109

que se basa el sistema de gobierno de los Estados Unidos, todos los derechos
son individuales, no colectivos. El estado es artificial y no tiene más autori-
dad, poder legítimo o derechos propios que aquellos que los individuos le
transfieren.
Desde este punto de vista puedo entender la muerte privatizada de
Logan y su deseo de privatizar la administración de dolor en general.
Pero al mismo tiempo veo que se trata de un mecanismo que puede
convertirse fácilmente en un monstruo, un monstruo aparentemente
blando. Robert E Weiss (1989, p. 38) describe esa apariencia:
las empresas que administran cárceles privadas.., prescinden de uniformes y
rangos paramilitares; el vocabulario y el orden marcial, que han caracteriza-
do al servicio penitenciario desde sus inicios, ya no se utilizan. Las empresas
carcelarias todavía pretenden crear la ilusión de una autoridad legítima,
pero la imagen que proyectan es comercial en vez de seudo-oficial. En las
unidades administradas por la empresa CCA, por ejemplo, no se refieren a
los reclusos como "internos" sino como "residentes" y los guardias son
"supervisores de los residentes". Luciendo sweaters de color camello, con la
insignia de la empresa bordada discretamente, los guardias privados se ven
como lo que podríamos llamar "técnicos de seguridad".
El estado de Logan es el estado contratista. Los particulares eligen a
los representantes; los representantes contratan una empresa para que
administre el castigo. Si la empresa trabaja mal, se contrata otra. El
guardia privado representa a la empresa. No hay nada más que
representar, el estado es un artefacto. Pero esto significa que se puede
controlar menos al guardia.
En el caso opuesto, en el que el estado existe, el guardia depende de
mí. Es mi mano la que está sobre su llave o sobre el botón de la silla
eléctrica que él aprieta. El podría ser un mal empleado y yo podría ser
malo. Juntos formamos un sistema muy malo que la historia del casti-
go describe muy bien. Pero yo sé que soy una parte responsable del
sistema. Es muy probable también que algunas personas dentro del
sistema no sean malas, que se comprometan con más facilidad con lo
que hacen. El guardia es el guardia de ellos, responsabilidad de ellos,
no un empleado de una sucursal de General Motors o Volvo. En las
cárceles privadas desaparece el carácter comunitario del castigo. Da-
do que la cárcel privada moderna es en gran medida un invento esta-
dounidense, es natural preguntarse si se olvidaron del viejo maestro
Charles Horton Cooley (1864-1929), que vio a la comunidad como la
base de la individualidad.
110 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

Hace mucho tiempo solíamos burlarnos -cariñosamente- de los


empleados públicos, imaginándolos con dos tinteros sobre el escrito-
rio, uno para las cartas oficiales y el otro para las personales. Esa ima-
gen pertenece al pasado, pero no completamente. La recordamos
cuando los empleados públicos cometen algunos tipos de delitos
como presentar las mismas facturas de viáticos dos veces, etc. Estos
abusos se consideran más serios que cuando los cometen personas
comunes. El empleado público representa no solamente a él mismo,
representa a la comunidad, es decir a mí. El empleado del estado tie-
ne entonces mayor responsabilidad y mayor poder que quienes tra-
bajan para una empresa privada. Esto nos lleva una vez más a la
cuestión del honor. Si vivo en "condiciones comunitarias", los políti-
cos son parte de mí. Y también lo son quienes tienen a su cargo la
tarea y la condición simbólica de ser los empleados del estado que tie-
nen el deber de llevar a cabo funciones esenciales. Sus fracasos son mi
vergüenza; su éxito y decencia mi orgullo.
Quizás esta postura le resulte más extraña a un lector de los Estados
Unidos, donde los intereses privados y el estado contratista son más
fuertes, que a un lector de Europa, donde el otro estado ha existido
desde siempre. Dahrendorf (1985) describe aquellos días increíbles de
la Berlín de 1945, durante el intervalo que separó los dos régimenes,
cuando cayó el estado nazi y la URSS tomó el poder. Transcurrieron
algunos días sin poder estatal y luego se volvió a las condiciones nor-
males, en las que el estado tiene el poder, sólo que esta vez, era un
estado diferente. Tal vez Flemming Balvig tenga razón cuando (al co-
mentar mi manuscrito) dice que los europeos consideran en mayor
medida a los estados y culturas nacionales como algo que existe des-
de siempre, mientras que para los estadounidenses se trata de algo
creado por ellos como individuos. Es probable que el estado contratis-
ta de Logan armonice con la idiosincracia estadounidense. Pero estas
diferencias no parecen estar bien definidas. Jessica Mitford termina su
libro de la siguiente manera (1974, p. 297):
A los que estamos afuera no nos gusta pensar que los guardias son nuestros
sustitutos. Sin embargo lo son. Y están unidos íntimamente a los cautivos
humanos en un abrazo mortal, detrás de las paredes de la cárcel. Por exten-
sión también lo estamos nosotros.
La pregunta original de la ética humana adquiere un doble sentido aterra-
dor: ¿soy yo acaso el guarda de mi hermano?
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 111

Tal vez el respeto por el empleado público esté en decadencia a


ambos lados del Atlántico. Históricamente los funcionarios eran los
hombres del rey y contrastaban con los militares por ser civiles. Al
declinar el poder de los reyes, se convirtieron -teóricamente- en los
hoMbres del estado. En esta situación, estas personas representan
todo el conjunto de valores de una sociedad en particular, valores
expresados por los políticos, por el público en general o por todo tipo
de especialistas. Pero con el gran crecimiento de la administración
estatal de las naciones modernas, otro peligro se vuelve inminente:
los funcionarios pueden convertirse en servidores de su propio gru-
po, de los funcionarios en general. La historia de los apparatchiks en la
ex-URSS es el mejor ejemplo de este fenómeno.
7.4 La policía privada
Con respecto a la policía privada, se puede seguir una línea de razo-
namiento similar a la de las cárceles privadas. Esto es lo que hacen
Rosenthal y Hoogenboom en un informe presentado al Consejo Euro-
peo (1990, p. 39):
Imaginémonos que los policías privados fueran más eficientes y efectivos
que las fuerzas policiales del estado. Imaginémonos, para ir un poco más
lejos, que los policías privados trataran a toda la gente por igual, y de acuer-
do con todas y cada una de las normas de la justicia. En ese caso, ya pesar de
que se cumplan satisfactoriamente todas esas condiciones extrínsecas, esto
no sería evidencia suficiente a favor de la policía privada. En un marco conti-
nental, la gente se sentiría mejor si el estado se encargara de estas tareas, sin
tener en cuenta la calidad relativa de su rendimiento.
Pero la situación en la mayoría de las naciones industriales no mues-
tra sensibilidad alguna ante este problema. Por el contrario, se obser-
va una fuerte tendencia a la expansión de la policía privada. Los tipos
de cárceles privadas comentados más arriba todavía tienen una
importancia menor en compara€ión con las cárceles estatales; incluso
en Estados Unidos la porción del mercado del castigo que controlan
probablemente no exceda el 10 o 12 por ciento. Pero la seguridad pri-
vada se está expandiendo, tanto en los Estados Unidos como en Euro-
pa. En un informe del National Institute of Justice de Washington, Culi-
ningham y otros afirman lo siguiente (1991, pp. 1-5):
Hoy en día la seguridad privada es claramente el medio de protección más
importante de la nación. Según un estudio reciente de la industria privada
de la seguridad realizado por el National Institute of Justice (NIJ), su presu-
112 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

puesto supera en un 73 por ciento al de la fuerza policial estatal y su perso-


nal es 2,5 veces mayor. Actualmente, el gasto anual de las empresas privadas
de seguridad es U$S 52.000 millones y emplean a 1,5 millón de personas. La
fuerza policial estatal gasta U$S 30.000 millones al año y aproximadamente
600.000 personas trabajan en ella.
En la industria privada de la seguridad se identifican nueve categorías:
Seguridad de la propiedad (domiciliaria)
Servidos de vigilancia
Sistemas de alarmas
Investigaciones privadas
Automóviles blindados
Fabricantes de equipos de seguridad
Cerraduras
Ingenieros y expertos en seguridad
"Otros", que incluye categorías tales como perros guardianes, tests de consu-
mo de drogas, análisis forenses, y detectores de mentiras.
El informe incluía los diagramas 7.4-1 y 7.4-2. El primero muestra el
número de personas que trabajan en empresas privadas de seguri-
dad, en comparación con las que trabajan para el estado. El segundo
muestra el gasto en miles de millones de dólares. El "punto de cruce"
indica que 1977 fue el primer año en que se utili7ó más dinero en la
industria privada de seguridad que en la del estado. Y los autores del
informe dicen lo siguiente:
Mientras que para el año 2000 el gasto público en la fuerza policial habrá
alcanzado los U$S 44.000 millones, este monto será mínimo comparado con
los gastos de la industria privada de la seguridad que alcanzarán los U$S
104.000 millones. La tasa promedio anual de crecimiento de la seguridad pri-
vada será del 8 por ciento o sea que duplicará la de las fuerzas públicas.
Este espléndido crecimiento no tiene lugar en forma aislada de la
policía ordinaria. Tiempo atrás, la policía y los grupos de seguridad
privados no colaboraban entre sí, pero esto ha cambiado:
Sin embargo en la década de 1980, la Asociación Internacional de Jefes de
Policía, la Asociación Nacional de Comisarios de Policía y la Sociedad Norte-
americana para la Seguridad Industrial, comenzaron a realizar reuniones
para fomentar una mayor cooperación entre el sector público y privado. En
1986, con fondos del Instituto Nacional de Justicia, estas organizaciones for-
maron el John Council of Law Enforcement and Prívate Security Associations
(Consejo Mixto de Asociaciones Policiales y de Seguridad Privada). Varios
grupos locales y regionales también organizaron programas de colaboración
en los que interviene la policía y las empresas privadas de seguridad.
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 113

Diagrama 7.4-1. Personal de las empresas privadas de se-


guridad y de las fuerzas públicas.


1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
Años
Diagrama 7.4-2. Gasto de seguridad privado y público
120

o 100
o
c
o
E.'
O 80
a-

c
o
1
El punto de cruce fue 1977

2J

O Agg■---
F
1970 1985 1990 1995 2000
Años
1 14 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

En Gran Bretaña se observa el mismo fenómeno. Y parece ser definiti-


vo. South (1989, p. 97) afirma:
según parece no es probable que en el futuro, por así decirlo, desaparezca el
sector privado. En la mayoría de las economías occidentales fuertes se ha
comportado como una industria vigorosa y "resistente a la recesión" desde,
por lo menos, los años sesenta. Y todo sugiere que continuará creciendo.
Francia se encuentra en la misma situación. Ocqueteau (1990, p. 57)
describe de qué manera los operadores privados han alcanzado o
están alcanzando a los organismos estatales en Estados Unidos y
Canadá.
... ese no es todavía el caso de la Europa continental. Sin embargo se estima
que en Francia, el país europeo del que se dice que tiene más cantidad de
policías por habitante, hay tres operadores privados por cada cinco miem-
bros de la fuerza policial estatal.
Este fenómeno plantea varios problemas. Sin embargo, la similitud
con el tema de las cárceles no es completa, como revelan los estimu-
lantes trabajos de Shearing y Stenning (p. ej., 1987) y también un
artículo muy importante de Phillipe Robert (1989). Ellos comienzan
por considerar tres puntos cruciales. En primer lugar, por supuesto
que la policía evolucionó de ser privada a convertirse en un instru-
mento público del estado. Por consiguiente, la policía privada no es
nada nuevo. En segundo lugar, con el desarrollo de sociedades mate-
rialmente ricas y de gran escala, la policía común no tiene ninguna
posibilidad de resolver más que una pequeña parte de todos los pro-
blemas que se le plantean. Esto lleva a que surjan soluciones alternati-
vas. Y luego el tercer punto: la policía privada también está obligada,
en circunstancias normales, a comportarse como lo suelen hacer las
personas y las organizaciones privadas. No tienen el aparato penal a
su disposición. Por lo tanto no se inclinan particularmente por el cas-
tigo:
... la lógica de los sistemas de seguridad privada es abiertamente empresa-
rial: se centra en el manejo de riesgos y reduce las inversiones al menor costo
posible. La represión está lejos de ser una prioridad; es contraproducente
con los objetivos de la empresa y también es cara, dado que normalmente
implica recurrir a organismos estatales. Las prioridades son entonces la pre-
vención, la racionalización y la responsabilidad (Robert, p. 111).
Esto abre, una vez más, nuevas posibilidades a más soluciones civiles
para los conflictos en los que de otra manera la justicia penal sería
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 115

considerada la única -y deficiente- alternativa posible.


La policía privada depende de la policía estatal... como último recur-
so. Pero cuando el cuerpo privado tiene que recurrir al público, se
reduce su autoridad. Y esto es estratégicamente peligroso. La eficien-
cia de la empresa privada depende de que el público confíe en que la
policía común le brindaría todo su apoyo si fuese necesario. Pero tal
vez esto no siempre sea así.
Mientras que las cárceles privadas mejoran la capacidad de las cárce-
les, la policía privada quizás lleve a un uso reducido del encarcela-
miento. Desde este punto de vista, tal vez los desarrollos recientes no
sean tan negativos. Según la opinión de Shearing y Stenning, la poli-
cía privada contemporánea es una evidencia del resurgimiento de las
autoridades privadas que a veces desafían eficazmente el supuesto
monopolio del estado sobre la definición del orden (1987, p. 13):
... lo que ahora se conoce como la policía privada muestra a las daras... que
de lo que estamos siendo testigos a través del crecimiento de la acción poli-
cial privada no es solamente de una reorganización de la responsabilidad de
la vigilancia del orden público, sino del surgimiento de un orden definido
por los privados, y controlado por agentes empleados en forma privada, que
en algunos casos no concuerda con el orden público proclamado por el esta-
do, o incluso se le opone.
Pero hay que contrastar lo que se podría ganar al retirar el control del
dominio de la justicia penal -el sueño de los abolicionistas- con los
dos mayores defectos de la policía privada: la discriminación social y
las posibilidades de que se produzcan abusos en situaciones de con-
flictos políticos serios.
La discriminación social presenta dos aspectos. El menos problemáti-
co es el hecho obvio de que con mucha facilidad las clases altas van a
poder pagar para no verse implicados en situaciones embarazosas.
Esto también ocurre dentro del sistema penal común. Es casi obvio
que todos los sistemas formales de control concentran su atención en
determinados estratos de la población, que se encuentran a una cierta
distancia de quienes detentan el poder. Los casos excepcionales en
que una figura poderosa llega ante el juez son simplemente eso: casos
excepcionales. Una consecuencia mucho más problemática del accio-
nar de la policía privada es que no protegen las áreas e intereses de
las clases bajas. Este es el mensaje central de los New Realists (Neore-
alistas) de Gran Bretaña, cuyos principales exponentes son Young y
116 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

Matthews (1992), Young (1989), y Lea y Young (1984). No se equivo-


can cuando dicen que la clase trabajadora, y las que están por debajo,
son las que más sufren robos simples, violencia y vandalismo. La
policía privada, al ocuparse de los que pueden y quieren pagar, tal
vez haría que las clases. más altas reduzcan su interés por tener una
buena policía pública y así la situación de las otras clases empeoraría
aún más.
A esto se suma el problema del control de los controladores. ¿Cómo
hacer para impedir que la policía privada se convierta en un poder
aún más difícil de controlar que la policía pública? ¿Cómo controlar
que la policía pública no contrate a alguno de los agentes privados,
formal o informalmente, para hacer lo que no se le permite hacer a la
policía pública? ¿Cómo impedir que el poder del estado no se valga
de la tan necesitada ayuda de los grupos privados, cuya tarea no se
ve entorpecida por todos esos jueces y abogados benignos?
Si la Gestapo o la KGB hubiesen sido ramas de una empresa privada
contratada por los dictadores, sus métodos de trabajo hubiesen sido
igualmente eficaces y terribles, pero no hubiesen intimidado en la
misma medida al propio estado. Cuando partes del sistema de con-
trol social del delito pertenecen al estado, por lo menos nos queda la
esperanza de que esas partes van a destruirse cuando se destruya al
estado. Sólo la esperanza; no podemos estar seguros, como nos lo
muestran los recientes acontecimientos en varios estados de Europa
del Este. Pero si son privadas están aún más protegidas cuando cae el
régimen, ya que pertenecen a un tipo de organización en la que tanto
los intereses internacionales como nacionales se ocupan de que se les
permita continuar existiendo. La Gestapo y las tropas de los SS fueron
eliminadas después de la Segunda Guerra Mundial, pero las empre-
sas que facilitaron los equipos para los campos de concentración, y
que recibieron a los prisioneros y los hicieron realizar trabajos forza-
dos, siguen existiendo en Alemania. Lo mismo ocurre con las univer-
sidades que recibieron material de investigación proveniente de los
campos de concentración.
7.5 El estimulo privado
Las características esenciales de la modernidad en el control social del
delito se observan en el movimiento privatizador y en particular en la
re-invención de la cárcel privada. Este tipo de cárcel no es el que pre-
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 117

domina -en cuanto al número de reclusos- en el mundo industrializa-


do. Pero se está abriendo camino, sobre todo en Estados Unidos, y
también a través de varios descendientes espirituales en algunos paí-
ses europeos. Y es importante porque representa tendencias recientes.
La cárcel privada no simboliza una prolongación de la vieja idea de
los condenados a galeras y las casas de trabajo. El modelo es la asis-
tencia a los pobres a nivel municipal. Se realizaban licitaciones y los
que ofrecían la oferta menor debían hacerse cargo de la ayuda a los
pobres. La posibilidad de obtener ganancias a través de las casas de
beneficiencia siempre ha sido un tema polémico. Pero gracias a las
organizaciones de gran escala que están surgiendo en la actualidad,
ya no quedan dudas. Hay mucho dinero en juego. Y, más importante
aún, con este grado de interacción con los intereses privados, que
llega hasta el nivel de las cárceles privadas, se está sumando al siste-
ma un factor de crecimiento importante.
El debate general sobre la "privatización" de las cárceles, y también
de la policía, se ha centrado en gran medida en el problema ético: ¿es
correcto darle a las empresas privadas el derecho de manejar tanta
fuerza?; o en lo económico: las empresas privadas ¿podrán adminis-
trar las cárceles con un costo menor que el estado? Pero es igualmente
importante la fuerza de expansión de un sistema basado en la privati-
zación. La pregunta central es, como la planteara Feeley (1991a, p. 2):
¿en qué medida la privatización expande y transforma la capacidad de casti-
gar del estado?
Logan (1990) opina que la privatización no necesariamente va a llevar
a una mayor capacidad de las cárceles:
En última instancia, sin embargo, los negocios no prosperan cuando se esti-
mula la demanda espuria, sino cuando se anticipa con exactitud la naturale-
za y el nivel de la demanda real (p. 159).
Y entonces ¿cómo se decide cuál es la "demanda real"?
el flujo de reclusos debería responder al nivel de delito, que el estado no pue-
de controlar; por lo tanto, la capacidad de las cárceles debería ser flexible (p.
170).
Actualmente, según Logan, hay una demanda genuina de encarcela-
miento que está insatisfecha (p. 161). Y eso es peor que el exceso de
oferta:
Si tanto el exceso como la falta de oferta pueden causar injusticias, debería-
118 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

mos, en principio, inclinarnos hacia el lado del exceso, aunque es muy poco
probable que esto ocurra por algún tiempo (pp. 151-152).
Tiene razón, sobre todo basándose en la información que él mismo da
dos páginas más adelante:
Quienes opinaron que los jueces deberían ser más severos aumentaron de
un 48,9 por ciento en 1965 a 84,9 por ciento en 1978... desde 1980 hasta 1986
entre el 82 y 86 por ciento de los estadounidenses apoyaban la imposición de
penas más severas para los infractores de la ley.
Considerando el delito como un recurso ilimitado de la industria del
control del delito, este tipo de razonamiento nos parece peligroso. Los
intereses económicos de la industria, y aquí contamos con la confir-
mación de Logan, siempre van a estar del lado del exceso de oferta,
tanto de policía como de capacidad carcelaria. Esto significa que hay
una fuerza extraordinariamente potente que apoya la expansión del
sistema.
A esto se suma el hecho de que la privatización hace que sea más fácil
construir y administrar las cárceles. Este punto preocupa a los defen-
sores de las cárceles privadas. Es difícil defender la velocidad, la flexi-
bilidad y las ventajas económicas de las cárceles manejadas por em-
presas privadas y al mismo tiempo sostener que estas ventajas no van
a llevar a un exceso de oferta. Logan describe así las ventajas (p. 79):
Las empresas privadas han demostrado una y otra vez que pueden ubicar,
financiar, diseñar y construir cárceles con mayor rapidez que el estado. Co-
rrections Corporation of America (CCA) informa que sus costos de construcción
son alrededor de un 80 por ciento de los del estado. La CCA también señala
que puede construir no solamente más rápido, ahorrando así los costos infla-
cionarios, sino también con un costo inmediato menor, dado que los contra-
tistas de la construcción le cobran más al estado.
El financiamiento privado también permite que el gobierno viva más
tranquilo, ya que no necesita pedirle permiso a los votantes para
construir nuevas cárceles. Según lo expresa Logan, "...evita el costo de
un referéndum" (p. 79). También facilita la administración de las cár-
celes porque se pueden prevenir las huelgas de los empleados:
Dado que ante una huelga u otra interrupción el gobierno podría rescindir el
contrato, el desempleo causado por una huelga significaría una verdadera
amenaza para las autoridades privadas. En cambio, tales amenazas no sue-
len disuadir las huelgas del sector público.
A manera de ayuda, también para el sector público, Logan sugiere:
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 119

unificar legislación que requiera que todo el personal penitenciario -público


y privado- esté autorizado especialmente para ejercer sus funciones, con le-
gislación que prevea que todo aquel agente que participe en una huelga sea
automáticamente destituido.
Con las cárceles privadas como ejemplo extremo, pero también con el
sistema económico/industrial como proveedor de servidos para las
cárceles estatales, un factor de crecimiento muy efectivo se hace pre-
sente en el sistema. Tal como lo ilustra la revista Corrections Today: los
vendedores interesados se paran en hilera, se exhiben las herramien-
tas de la administración efectiva del sufrimiento y se soborna a los
posibles compradores para que vengan y vean. Cuando al gobierno
se lo apoya para que evite a los votantes e impida las huelgas del per-
sonal, se crean mecanismos de expansión muy eficaces.
Otro factor de crecimiento es la "adaptación mental" provocada por
los numerosos pronósticos del área. Como afirmara Flemming Balvig
en los comentarios escritos sobre mis borradores:
los pronósticos son una herramienta de los dirigentes: le quitan gravedad a
los acontecimientos. No hubiese podido ser de otra manera. ¿203.000 presos
en California en el año 2000? Hace mucho que lo sabemos. Y tal vez termina-
mos con 190.000 y entonces las condiciones no se considerarán tan malas
como se había anunciado.
De esta manera el interés se centra en la exactitud de los pronósticos,
no en el horror del acontecimiento, no en cómo impedir que los pro-
nósticos se hagan realidad.
7.6 El estímulo tecnológico
El extraordinario aumento del número de presos en California que se
produjo desde 1980 hasta 1990 es casi un misterio. Esos fueron arios
prósperos para California. Frank Zimring (1991, p. 22) incluye un dia-
grama de ese período que muestra cómo la tasa de desempleo cae
drásticamente, mientras la tasa de encarcelamiento se va directo a las
nubes. Messinger y Berecochea también brindan datos confusos;
demuestran que el período que va desde que una persona es encarce-
lada hasta la primera vez que es liberada ha disminuido en forma
constante en los últimos diez a quince arios. Durante un tiempo la
media para los hombres era de más de 36 meses, pero en los últimos
años cayó casi hasta 12 meses. Esto debería hacer que las cárceles en
California estén prácticamente vacías. Pero no ha sido' así, y Messin-
120 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

ger y Berecochea tienen una explicación: la permanencia en la cárcel


es más corta, pero a veces se puede estar dentro de la prisión estando
afuera, por lo menos ese es el caso de quienes son liberados antes de
cumplirse la condena. Quienes salen bajo probation son un ejemplo y
la probation ha cambiado sus características. El diagrama 7.6-1 fue
extraido de Messinger y Berecochea (1991, p. 43), y muestra lo ocurri-
do desde 1975 a 1987. Lo que se demuestra es que la salida de la cár-
cel es sólo temporal; los autores afirman:
...cada vez más, el asunto no termina con la liberación. Hasta el primer cuar-
to del siglo veinte, la mayoría de los presos no volvía a la cárcel después de
haber estado en ella, por lo menos no dentro de la misma condena; queda-
ban liberados de la condena en la puerta de la unidad. Luego, en la mayoría
de los casos, al salir de la prisión ingresaban en un período de libertad condi-
cional. Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, la primera vez
que salían de prisión era definitiva bajo la misma condena: la mayoría que-
daba libre después del período de libertad condicional. Actualmente, este no
es el caso; retornar a la Prisión no es algo inusual sino la experiencia más
común de los reclusos. Las condenas de encarcelamiento se están cumplien-
do en cuotas.

Diagrama 7.6-1 Retorno a prisión dentro de los dos años


siguientes. Por años de libertad condicional.


Juez Junta (de libertad condicional)
1987*
1986
1985
1984
1983
1982
1981
1980
1979
1978
1977
1976
1975

40 30 20

10

o 10

20

30

40
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 121

¿Por qué?
Por dos razones. En primer lugar, en California, el sistema de proba-
tion corría peligro de perder terreno... y empleos. Para sobrevivir, el
personal a cargo debió elegir entre ser asistentes sociales sin trabajo o
controladores del delito con trabajo y armas. Prefirieron esta última
alternativa en una actitud que ilustra mucho de lo que Stan Cohen
(1985) denomina "confusión de papeles". Smith (1991, p. 114) descri-
be el fenómeno:
A fines de los años setenta la función de la libertad condicional en California
pasó de ser la rehabilitación y el servido para centrarse en el control y el
cumplimiento de la ley. Esto fue causado por cambios en la actitud de la
sociedad en general y en las leyes que definieron que el papel de la cárcel y
la libertad condicional sea más punitivo que rehabilitador. Además, hubo un
intento serio de abolir legalmente la libertad condicional. Quedó claro que si
la libertad condicional debía sobrevivir, tenía que tener un carácter más
agresivo.
Y así les dieron armas al personal a cargo de la probat ion. Una vez
más, según Smith (p. 124):
Elegimos el modelo 64 del revólver de calibre 38 Smith & Wesson. Es relati-
vamente liviano, de acero inoxidable y tiene un cañón de dos pulgadas. Tie-
ne seis cartuchos y es fácil de esconder bajo la ropa que los agentes suelen
usar. Elegimos municiones que aseguran máximo poder de frenado sin frag-
mentación.
El estado de Florida está haciendo lo mismo. El Departamento Peni-
tenciario anunció que los agentes de probation y de libertad condicio-
nal estarán autorizados a portar armas a partir del 1.Q. de julio (Correc-
tional Digest, 8 de enero de 1992, p. 10).
La otra razón por la que se incrementó el número de personas que
vuelve a prisión es que la ciencia y la tecnología también apoyaron a
los agentes de probation. Según Messinger y Berecochea (p. 36):
el año pasado aquí se realizaron alrededor de 400.000 tests de consumo de
drogas a personas que estaban bajo libertad condicional. Me parece que se
les fue la mano con las muestras de orina.
Lo que ha ocurrido es que la. liberación del preso va seguida de un
control muy estricto y ahora que se puede contar con tecnología, se la
utiliza fervientemente. Cada tanto se obliga a los presos liberados a
orinar; pero ellos pertenecen al segmento de la población en el que el
consumo de drogas forma parte del estilo de vida. Antes, cuando el
122 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

sistema de probation todavía era una forma de asistencia social, sim-


plemente se les hacía una advertencia y, con un poco de suerte, se les
daba algo de ayuda para que pudieran sobrevivir. En la actualidad se
aplica una técnica de control... y terminan de vuelta en la cárcel. Es un
ejemplo perfecto de cómo se controla a las clases peligrosas. Ya no es
necesariamente el delito original el que los lleva de vuelta a la cárcel,
sino algo que forma parte de su estilo de vida. Controlar el consumo
de drogas implica controlar a las clases más bajas.
A los que vuelven a la cárcel por consumir drogas durante el período
de libertad condicional se suman los que directamente son condena-
dos por delitos relacionados con el consumo de drogas. Estas dos
categorías juntas conforman la mayor parte de la población carcelaria.
En 1986 eran el 30 por ciento, en 1988 el 35 por ciento y en 1991 el 53
por ciento del total de la población carcelaria. En 1995, según Michael
J. Quinian, director de una prisión federal, los condenados por delitos
relacionados con el consumo de estupefacientes van a llegar a ser el
69% de la población carcelaria de las prisiones federales (The Washing-
ton Post, abril de 1991). Austin (1991) ofrece evidencias de que en Flo-
rida se está produciendo un fenómeno similar, pero a nivel estatal.
Esta tendencia también se observa claramente en los estados benefac-
tores europeos, como se demuestra en el capítulo 5.5. En todos los
estados modernos, el consumo de drogas se ha convertido en la for-
ma de desviación que más se utiliza como llave para el control de
quienes se encuentran más abajo en la escala social. Con una pequeña
ayuda de la industria de los tests de consumo de drogas, las posibili-
dades son casi ilimitadas.
El único eslabón débil del sistema es la falta de capacidad carcelaria.
Pero en este punto, una vez más, la industria le da una mano: el arres-
to domiciliario controlado electrónicamente acaba de dar un paso
gigante hacia adelante.
Hace mucho tiempo que se conocen y se aplican los principios de este
tipo de arresto domiciliario. Se coloca un dispositivo electrónico en la
muñeca o el tobillo del preso y a su vez este brazalete se conecta al
teléfono. Si el preso abandona su casa, se rompe la conexión con el
teléfono y suena una alarma en la central de policía o de probation. El
mercado de este dispositivo está floreciendo, especialmente en los
Estados Unidos, pero también en otros países. Recientemente Singa-
pur compró equipos por valor de U$S 7 millones en una sola transac-
ción (Lacotte 1991).
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 123

Pero el sistema tiene un defecto: no se puede saber con exactitud qué


hace el preso en su casa. Por supuesto, no se les permite ni siquiera
tocar bebidas alcohólicas en sus hogares, es decir, sus cárceles. Pero tal
vez lo hacen.
Mitsubishi ha solucionado este problema llevando la ley y el orden a
las cárceles domiciliarias estadounidenses. En un aviso de una página
en la revista Corrections Today de junio de 1991, se muestra un paquete
de control completo. Contiene el brazalete habitual, y además un telé-
fono conectado a un transmisor de televisión y un dispositivo para
examinar el nivel de alcohol en sangre. Muy pronto, estoy seguro,
van a agregar la micción televisada. El siguiente es un extracto de lo
que describe Mitsubishi:
Para poder satisfacer todas las necesidades del arresto domiciliario, el siste-
ma de control debe ser versátil y confiable, y debe poder utilizarse para con-
trolar el consumo de alcohol. No se puede correr el riesgo de aceptar menos.

El sistema llama automáticamente al cliente (hasta 4 por vez), da una orden


(en cualquier idioma) y graba la imagen con hora, fecha y nombre (que pue-
de utilizarse como prueba)

Cuando se trata de examinar el consumo de alcohol a través del test del


aliento, sólo MEMS le permite obtener pruebas exactas visuales, a distancia y
sin asistencia, del nivel de alcohol de cada cliente junto con su identidad. To-
do se hace automáticamente desde la computadora central.

7.7 La materia prima del control


La cárcel, entonces, soluciona varios problemas en los países indus-
trializados. En los estados benefactores, suaviza la oposición entre la
idea de la asistencia a los desempleados y la idea de que el placer del
consumo debería ser el resultado del proceso de producción. También
permite controlar a partes de la población ociosa en forma directa y
crea nuevas tareas para la industria y sus propietarios. Desde este
último punto de vista, los reclusos adquieren un papel nuevo e
importante: se convierten en la materia prima del control. Es un
mecanismo ingenioso. Los cheques de asistencia social facilitaban
dinero que podía utilizarse con fines cuestionables. Para evitar esto, a
veces se repartían comestibles o bonos para comprar productos de
primera necesidad. Pero, aun así, algunos beneficiarios se las arregla-
124 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

ban para cambiar los productos por drogas o bebidas alcohólicas. Las
cárceles solucionan este problema. Las condiciones materiales de
algunas cárceles son increíblemente altas, pero el consumo está total-
mente controlado y así se soluciona el antiguo problema de la indus-
trialización. Se aparta a la población potencialmente peligrosa y se la
mantiene bajo total control como materia prima , o como partes, del
mismo complejo industrial que la volvió inútil y ociosa fuera de las
paredes. Son la materia prima del control o, en todo caso, consumido-
res cautivos de los servicios de la industria del control.
Lo ideal hubiese sido que estos presos pudieran ser, además de mate-
ria prima del control, una fuente eficiente de producción. Entonces
hubieran facilitado no sólo trabajo para los guardias sino bienes para
la sociedad en general. Pero parece extraordinariamente difícil que
esta combinación se haga posible en las sociedades de tipo occidental.
La revista Business Week informa que alrededor de 5.000 reclusos esta-
dounidenses trabajan para la industria privada; son 5.000 entre 1,2
millones. Los presos son importantes para la economía de Estados
Unidos, pero no por lo que producen, sino por lo que necesitan en tér-
minos de vigilancia y comida20.
7.8 La gran tradición norteamericana
En los últimos diez años ha habido muchos cambios en el área penal
de los Estados Unidos. Pero desde una perspectiva más amplia, en
realidad no hay nada nuevo. Todo lo contrario, la excepción fue el
período que siguió a la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad,
Estados Unidos está volviendo a la normalidad, pero con más fuerza.
Dos términos claves caracterizan la situación: Privatización y Escla-
vitud.
La Privatización no es nada nuevo. Fue con la privatización que
empezó todo, primero en Inglaterra y después en Estados Unidos. La

2° Pero en la China se habló mucho del artículo de Busines Week. "El noticiero de la
cadena de televisión nacional y la mayoría de los diarios importantes, todos bajo
control del gobierno comunista, le dieron amplia cobertura a un artículo sobre el
trabajo en las cárceles al estilo estadounidense publicado en el número del 17 de
febrero de la revista Business Week... Los informes de la prensa china sugerían que el
gobierno de los Estados Unidos, que acusa a China de violar las leyes estadouniden-
ses exportando a los Estados Unidos productos fabricados por reclusos, debería prac-
ticar lo que predica o cambiar de sermón". Correctional Digest, 19 de febrero de 1992,
p. 10.
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 125

acusación era privada, la policía era privada, las cárceles eran priva-
das.., las administraban los dueños de las tabernas. Más importante
todavía: la deportación fue consecuencia de la iniciativa privada y del
instinto comercial. El resultado fue que alrededor de 50.000 condena-
dos fueron enviados a cruzar el Atlántico. Según Feeley (1991a, p. 3):
Poco después de que los primeros colonos llegaran a Virginia en 1607, los
siguió un puñado de condenados que habían sido deportados allí a manera
de indulto, para ser vendidos como servidumbre. Así comenzó a operar un
nuevo sistema penal, un sistema que funcionó con éxito durante casi 250
arios...
... las deportaciones al Nuevo Mundo fueron el resultado de la unión entre la
eficacia y la efectividad. La mayor parte de los costos estaba a cargo de
comerciantes sedientos de ganancias que vendían el cargamento humano y
por los hacendados que lo compraban.
... las deportaciones al Nuevo Mundo fueron una novedad promovida por
intereses comerciales que los funcionarios del gobierno sólo apoyaron de
mala gana, poco a poco, a medida que apreciaron su eficacia en función de
los costos.
... La politica de las deportaciones multiplicó la capacidad penal del estado
con un costo bajo para el gobierno. Hizo posible expandir el alcance y la efi-
cacia de la sanción penal sin necesidad de recurrir a una burocracia centra-
lizada.
Y la tradición privatizadora se aplicó directamente al campo peniten-
ciario. Cuando las deportaciones vieron su fin, parte del excedente de
barcos se destinó a la Bahía de San Francisco. Las unidades carcelarias
flotantes, como las publicita el grupo Bibby Line, tienen una historia
muy larga. Los convictos permanecieron en la Bahía de San Francisco
mientras se construía la cárcel de San Quintín. Las numerosas cárceles
que se construyeron en Estados Unidos en aquellos tiempos también
dependieron del dinero de contratistas privados que utilizaban la
mano de obra de los presos. Varias cárceles de gran tamaño se arren-
daban a contratistas privados.
El tamaño de la población carcelaria no lo determinaba la cantidad de delitos
cometidos o la necesidad de control social, o la eficiencia de la policía, sino el
deseo de que los delincuentes paguen... los sueldos de los empleados del go-
bierno y privados.
Fue Novak (1932) quien afirmó esto último, según lo citan Ericson,
Mc. Mahon y Evans (1987, p. 358) en un artículo que lleva un título
muy revelador: "Castigo con fines de lucro". Y agregan lo siguiente:
126 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

El sistema carcelario de Mississippi pudo celebrar cada año el hecho de que


daba ganancias hasta la Segunda Guerra Mundial. Fue sólo a fines de la
década de 1920 y a principios de la de 1930 que la legislación dio fin al siste-
ma de arrendamiento de convictos, aparentemente para responder a las pre-
siones de los productores rurales y los sindicatos, que ya no podían soportar
la competencia, especialmente con la llegada de la Depresión.
Incluso la idea central de cómo debían organizarse las cárceles fue
formulada por personas que querían crear cárceles con fines de lucro.
Es sabido que Jeremy Bentham diseñó el Panóptico, el edificio que de
alguna manera simboliza el control absoluto. Pan opticon significa vi-
sión total. El invento de Bentham se construye con un enorme arma-
zón en círculo con una torre alta en el centro; en el círculo exterior se
encuentran las celdas, que tienen ventanas que dan adentro y afuera.
Los guardias se ubican en la torre del centro; desde esta posición pue-
den ver a través de cada celda y observar sin que se los vea. Así, este
edificio garantizaba la máxima vigilancia con un costo mínimo.
Jeremy Bentham también planeó tubos que permitirían controlar los
sonidos de cada celda.
Bentham diseñó y desarrolló planos para que sean contratistas priva-
dos quienes administren su institución. Y más aún, según Feeley
(1991a, pp. 4-5), Bentham mismo "se movió sin descanso para obtener
este contrato, porque creía que con él se volvería rico... Desde princi-
pios de la década de 1780 hasta el inicio de la década de 1800, estuvo
obsesionado con esta idea. Invirtió miles de libras de su propio dinero
en su esfuerzo por adquirir un terreno y desarrollar un prototipo del
panóptico".
Perdió el dinero, pero las bases del diseño tuvieron mucha importancia, tan-
to en lo arquitectónico corno en lo económico.
La conclusión de Feeley sobre la historia de la privatización es que:
... cuando el estado se enfrenta a demandas que no puede satisfacer, los
empresarios pueden ayudar, y de hecho eso hacen, a desarrollar una res-
puesta que en última instancia expande la capacidad del estado. Al igual que
en el caso de las deportaciones, los contratistas de las cárceles respondieron a
una crisis generalizada, desarrollaron soluciones novedosas y las llevaron a
la práctica con rapidez. El hecho de que sus invenciones fueran modificadas
o adoptadas por el estado .no indica el fracaso sino el éxito.
La otra parte de la gran tradición norteamerican nació con la importa-
ción de esclavos desde Africa. No existe ningún registro oficial del
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 127

comercio de esclavos. Gunnar Myrdal (1964, pp. 118-119) estima que


es probable que el número total de esclavos que llegaron a Estados
Unidos antes de 1860 fuera inferior a un millón. En 1808 una ley fede-
ral prohibió el comercio de esclavos. Para entonces habían llegado
entre 300.000 y 400.000 esclavos, pero se sumaron más al anexar terri-
torios y sobre todo a través del contrabando de esclavos. Buena parte
de los esclavos negros que fueron liberados después de la Guerra
Civil había nacido en Africa. Actualmente en los Estados Unidos hay
15 millones de hombres negros.
Casi la mitad de la población carcelaria de los Estados Unidos es
negra. En dos informes (1991 y 1992), Marc Mauer calculó el total de
reclusos negros y además los comparó con la situación en Sud Africa.
En el cuadro 7.8-1 repetimos las cifras que él dio. En este momento
medio millón de hombres negros están encarcelados; esto significa
que 3.400 de cada 100.000 -3,4 por ciento- de la población masculina
negra están encarcelados en este mismo momento. La seriedad de la
situación, a nivel internacional, se puede ver al compararla con la de
Sud Africa, donde 681 de cada 100.000 hombres negros -0,7 por cien-
to- están privados de su libertad.
Cuadro 7.8-1 Hombres Negros Encarcelados en EE.UU. y Sud
Africa - 1989 y 1990
Estados Unidos Sud Africa
Pobl. masculina negra-1989 14.625.000 15.050.642
Hombres negros presos-1989 454.724 109,739
Tasa de encarcelación 3.109 729
cada 100.000 hab.-1989
Hombres negros presos-1990 499.871 107.202
Tasa de encarcelación 3.370 681
cada 160.000 hab.-1990
Fuente: Mauer, Cuadro 2

Con un 3,4 por ciento en la cárcel, probablemente más del doble estén
bajo probation o bajo libertad condicional, lo que significa que entre
siete y ocho por ciento de los hombres negros están bajo algún tipo de
restricción legal.
Una vez más, esta estimación es bastante conservadora. Blumstein
(1991, p. 53) dice lo siguiente:
128 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

... si pensamos en el grupo de mayor riesgo -los hombres negros de entre


veinte y treinta arios- el índice de encarcelamiento es de alrededor de 4.200 o
4,2 por ciento del grupo. Esto significa que actualmente por cada 20 hombres
negros de entre 20 y 30 años, casi uno se encuentra en una cárcel estatal o
federal. Sumando las cárceles municipales, donde se encuentra otro 50 por
ciento, llegarnos al 6,3 por ciento, que es la fracción de los hombres negros de
entre 20 y 30 años que se encuentran en una prisión federal o estatal, o en
una cárcel municipal en los Estados Unidos. Si reconocernos que la cárcel
representa alrededor de un sexto del número total de personas que están
bajo control del sistema penal (incluyendo el sistema de probatian y la liber-
tad condicional), debemos multiplicar el número anterior (4,2 por ciento) por
seis y eso da alrededor de un 25 por ciento.
Veinticinco por ciento; es decir uno de cada cuatro hombres negros de
entre 20 y 30 años. Pero esto es para la totalidad del país. Si pensára-
mos sólo en la juventud de las ciudades, es muy probable que tenga-
mos que concluir que, de acuerdo con las estimaciones de Blumstein,
un número significativamente mayor que este cuarto de la población
masculina negra está bajo el control del sistema penal en todo
momento.
Teniendo en cuenta todos estos datos, es fácil entender que Marc
Mauer (1991, p. 9) formule uno de los subtítulos de su informe de la
siguiente manera:
LOS AFROAMERICANOS: ¿UNA ESPECIE EN EXTINCION?
Y Mauer continúa:
Los afroamericanos, cuya abrumadora mayoría percibe bajos ingresos,
enfrentan diversos problemas, entre los que se encuentran: la decadencia
socio-económica de los barrios bajos y las reducidas oportunidades de pro-
greso de la juventud; el fracaso continuo de las escuelas, los sistemas de asis-
tencia médica y otros apoyos institucionales que preparan a los jóvenes
negros para ocupar lugares legítimos en la sociedad; la pobreza continua y
una distribución de la riqueza que ha provocado una mayor desigualdad
entre ricos y pobres a lo largo de los últimos veinte años.
Y esta mayoría de negros aumenta en forma sostenida. Austin y
McVey (1989, p. 5) señalan que la guerra contra las drogas es una
explicación importante:
La lucha contra la droga se ha centrado en el crack, que es la droga
que prefieren las clases más bajas, que también se componen despro-
porcionadamente de negros e hispanos. En consecuencia, la propor-
ción de delincuentes no blancos condenados a prisión va en aumento.
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 129

Mauer se refiere a lo mismo:


De 1984 a 1988 el porcentaje perteneciente a la comunidad negra del total de
personas arrestadas por delitos relacionados con estupefacientes en todo el
país aumentó del 30 al 38 por ciento. En Michigan, el total de arrestos por
estupefacientes se duplicó desde 1985, mientras que se triplicaron los arres-
tos por estupefacientes de personas negras. Dado que la "guerra contra las
drogas" se libra mayormente a través del sistema penal y tiene como princi-
pal objetivo a los consumidores que habitan en el casco urbano, el resultado
final es un número creciente de presos y una proporción aún mayor de
presos negros.
En este aspecto, probablemente Florida sea el estado más extremo de
todos. Entre 1982 y 1983, en ese estado hubo 299 causas relacionadas
con drogas contra menores, de los cuales 54 eran negros. En 1985, los
blancos eran 336, mientras que los negros ya los habían superado con
371 causas. Pero entre 1989 y 1990 las causas contra negros habían
llegado a 3.415, mientras que los blancos se quedaban atrás con sólo
52621 causas. El arquitecto de este crecimiento, el Gobernador Martí-
nez, perdió las elecciones para un segundo período como gobernador,
pero se convirtió en el zar de la droga de todo el país.
No parece descabellado pensar que la combinación de ser negro y
pobre también es una desventaja en los tribunales, aunque esto toda-
vía se debate (cfr. la discusión entre Wilbanks y Mann, 1987). Perso-
nalmente, nunca pude olvidarme de los resultados de un pequeño
estudio que realizaran ya en 1962 Wolfgang, Kelly y Nolde. Lo que
hicieron fue comparar los presos que estaban esperando para ser eje-
cutados; no quedan dudas de que los negros llegan a esta situación
con más facilidad -es decir, de alguna manera, por razones de menor
peso- que los blancos. Como consecuencia, se podría esperar que
eventualmente una porción relativamente menor de negros fuera eje-
cutada, después de pasar a través de los diferentes procedimientos de
apelación. Pero los resultados mostraron lo contrario; el número rela-
tivo de negros ejecutados es mayor. El último informe de Mauer
(1992, pp. 11-12) cita varios ejemplos de mecanismos generales que
funcionan en perjuicio de los negros en el proceso legal.
Pero permítanme agregar: las cárceles europeas también se han vuel-
to más oscuras; y si la pobreza tuviera color, estarían todavía más
oscuras. No hay razón para el chauvinismo europeo frente a Estados
21 Fuente: Comisión de Prejuicios Raciales de la Corte Suprema de Florida, 1991.
130 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

Unidos. La clase y la raza no están ausentes del número de presos


negros de ese país. Pero también tanto en Australia como en Canadá
ay una proporción desmedida de minorías étnicas entre rejas.
7.9 El modelo
No hay "límites naturales" en la percepción de lo que es una pobla-
ción carcelaria enorme. Con el crecimiento observado en los EE.UU.,
cambian los criterios. En un mundo tan influenciado por lo que ocu-
rre en los Estados Unidos, este fenómeno puede tener consecuencias
en todos los países industrializados. ¿Tal vez en Europa somos dema-
siado clementes, teniendo en cuenta que a los Estados Unidos les va
tan bien con un número de presos diez veces mayor? Las ideas sobre
la privatización también cruzaron el Atlántico. Sir Edward Gardner
(1989) fue el presidente del Comisión Parlamentaria Multipartidaria
de Asuntos Internos; él llevó a los miembros de este cuerpo a los Esta-
dos Unidos y al volver dijo lo siguiente:
... todos nosotros, que fuimos a Estados Unidos a ver estos nuevos estableci-
mientos, nos preguntábamos si no perdíamos el tiempo; en mi diario escribí
que esta propuesta parecía más absurda que real. Pero, en nuestro carácter de
miembros de la Comisión, recorrimos estas instituciones en lugares como
Memphis, Panama y Nashville. Lo único que puedo decirles es que comenza-
mos a cambiar radicalmente de opinión. Nos sorprendió lo que vimos: la cali-
dad de la administración y el éxito de la idea en sí de las cárceles privadas.
Sir Edward realmente cambió de opinión al punto de que, cuando dio
una conferencia en el Instituto para el Estudio y Tratamiento de la
Delincuencia, se había convertido en el presidente de la empresa
"Contract Prisons PLC" (Cárceles Privadas PLC).
Y no está solo. Taylor y Peace (1989) proponen aprovechar esta opor-
tunidad para llevar adelante una reforma. La cuestión central, dicen,
no es si una cárcel tiene fines de lucro o no, sino si se respetan criterios
aceptables y adecuados. Entre estos últimos, especifican que ningún
contrato debería extenderse más de un período de cinco años, des-
pués del cual se debería realizar otra licitación pública. Asimismo, no
se debería permitir que las cárceles privadas reciban solamente los
casos fáciles, de manera que nadie que cumpla una condena inferior a
los 18 meses sería admitido. Y más importante aún: un objetivo tácito
debería ser que se cumpla un cierto período posterior a la liberación
en el que el reo no vuelva a cometer delitos y esto sería, además, parte
del arreglo. Ellos sostienen (p. 192) que si la privatización de las cárce-
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 131

les se lleva a cabo simplemente copiando la experiencia de los Esta-


dos Unidos, la situación en Gran Bretaña probablemente empeoraría.
Y concluyen:
Resumiendo, las ventajas potenciales que ofrecen las cárceles dependen de
una variedad restringida de esquemas posibles. Por lo tanto nuestro apoyo a
estos esquemas es una estrategia de alto riesgo; si todos los elementos correc-
tos no están en su lugar, ... le habremos abierto las puertas a un caballo de
Troya particularmente desagradable.
Es difícil no estar de acuerdo.
Pero esta perspectiva de la influencia que tiene Estados Unidos sobre
el resto del mundo tal vez sea demasiado restringida. No se trata sola-
mente de si lo que ocurre hoy en EE.UU. va a pasar mañana en Gran
Bretaña y en Canadá. Según Lilly y Knepper (1991), la privatización
no es el resultado de un flujo unidireccional de políticas penales des-
de los Estados Unidos a Gran Bretaña:
... la relación entre las dos naciones no se basa tanto en la transferencia de
política criminal como en la copropiedad de las empresas...2
La relación entre el Reino Unido y Estados Unidos implica que las empresas
unen sus fuerzas para comercializar productos y servidos penitenciarios en
ambos países. Más que limitarse a llevar a la práctica las políticas criminales
de los EE.UU. en el Reino Unido, algunas empresas británicas han compra-
do acciones en el mercado penitenciario estadounidense. Más allá de que las
cárceles privadas se vuelvan comunes o no en el Reino Unido, las empresas
van a seguir beneficiándose con el castigo en los Estados Unidos, que consti-
tuye el mercado penitenciario más grande.
Permítanme hacer algunos comentarios finales sobre el empuje
industrial. Si el nivel y la forma del control social están determinados
por las características de la organización social, podría darse que estas
características generales se manifiesten en todos lados. El número
total de presos en Europa también se ha incrementado en los últimos
Consideremos el mercado del seguimiento electrónico. El seguimiento electrónico
de los delincuentes ha generado gran interés comercial. En 1987, tres proveedores
etadounidenses -BI Incorporated, Correctional Services Incorporated y Digital Pro-
ducts- controlaban el mercado de los dispositivos identificatorios electrónicos. Desde
entonces, dos proveedores estadounidenses se unieron a empresas británicas para
producir y comercializar un modelo perfeccionado del dispositivo... En 1989 Correc-
tions Services, Inc. expandió una vez más sus conexiones comerciales internacionales
con Mitsubishi, de origen japonés. En 1990 la misma empresa extendió aún más sus
relaciones comerciales internacionales a través de un convenio con Electron Dart,
Ltd. de Tel Aviv, Israel (Lilly y Kneper, pp. 15-16).
132 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Diagrama 7.9-1 Número de presos de los estados miembros


del Consejo Europeo desde 1970,0
excepción de Austria, Islandia, Holanda, Suiza
y Turquía.
240 240

230 En miles al 12 de enero 230

220 220

210 210

200 200

190 190

180 180

170 170
1971 1975 1980 1985

años; el diagrama 7.9-1 muestra lo que ha ocurrido. Incluso Holanda


ha extendido su población carcelaiia. Como se describe en el capítulo
4, en estos días las soluciones implementadas por los países que tie-
nen bajo nivel de reclusos deben soportar grandes presiones. Son
especialmente importantes las tendencias en el área de la política de
drogas -una vez más con Estados Unidos como modelo-. También tie-
nen peso las tendencias recientes de los medios masivos de comuni-
cación: si el delito es el tema principal, se hace difícil mantener la anti-
gua tradición. A esto se suman otros dos factores: la capacidad de la
sociedad industrial moderna para institucionalizar grandes segmen-
tos de la población y también que tal solución armonizaría con otras
tendencias importantes que se observan en estas naciones. Este es el tema
del capítulo siguiente.
Capítulo 8

La modernidad y las decisiones

8.1 4.926 aspirantes


El otro día tuve algunos problemas, pero no demasiado graves. En mi
universidad tenemos un comité de selección de aspirantes a la Facul-
tad de Derecho, del que soy miembro. Una vez al año definimos el
cupo de estudiantes nuevos que va a ingresar a la Facultad. Este vera-
no hubo 4.926 aspirantes, de los que podían ingresar 500. El desem-
pleo juvenil presiona considerablemente sobre el sistema de enseñan-
za superior, pero para la mayoría de nosotros la tarea es simple. La
mayoría de las decisiones se toman sobre la base de las calificaciones
de la escuela secundaria. Las notas se suman y a esa cifra total a veces
se le agregan algunos puntos extra en razón de algunos tipos de expe-
riencia laboral. Una secretaria muy eficiente y responsable prepara
todo y confecciona la lista según los resultados. Al comité sólo le que-
da la tarea de decidir cuál es el mínimo necesario; los aspirantes que
estén por sobre ese mínimo ingresan.
Pero tenemos dos problemas adicionales. Algunos aspirantes solici-
tan el ingreso extraordinario por razones sociales y de salud. Tal vez
sufrieron una enfermedad muy seria o perdieron a un familiar en la
época de los exámenes finales; o son sordos, ciegos o paralíticos; o
tuvieron graves problemas con drogas o con la justicia; o sufrieron de
algún tipo de inestabilidad emocional. Lo que hacemos es discutir
cada caso y admitimos a la mayoría. Los profesores deben hacer su
parte con los que tienen problemas. Pero al mismo tiempo, y en
miniatura, nos enfrentamos al problema general de la asistencia
social: ¿es correcto hacer que sea igualmente fácil entrar a la Universi-
134 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

dad a través de la cárcel o de un hospital psiquiátrico que gracias al


trabajo y las buenas calificaciones en el estudio? En la mayoría de los
casos, hemos dicho que sí. Afortunadamente no han habido muchos
de estos aspirantes.
Hay otra categoría que también crea problemas, no por cómo son los
aspirantes en particular, sino por el tipo de escuela del que provienen.
Estas escuelas se obstinan en negarse a calificar a sus alumnos de
acuerdo con la escala oficial. Insisten en decir que los exámenes fina-
les y las notas no nos dicen demasiado sobre el alumno. En cambio,
cada profesor escribe un breve ensayo sobre cada alumno de cada
materia y agrega una evaluación detallada de un trabajo importante
que haya hecho el alumno: una pintura, una exposición de fotogra-
fías, un ensayo sobre Sartre, una reconstrucción de un par de skis
antiguo...
Esto es imposible... para el comité de selección. Este año se presenta-
ron tres egresados de esas escuelas. Como no podía ser de otra mane-
ra, me acuerdo muy bien de los tres; los tuve muy cerca. Todos prove-
nían de las llamadas escuelas Waldorf, o Rudolf Steiner, como se las
llama en Escandinavia. Los alumnos muchas veces tienen el mismo
maestro durante los 12 años; los maestros los conocen, tal vez dema-
siado bien. Suelen describir a los alumnos con mucho detalle y en la
mayoría de los casos también con amor. Estuvieron cerca de los alum-
nos y nos los acercan a nosotros. Esto hace que la tarea de quienes
deben tomar las decisiones se vuelva imposible.
Tres aspirantes sin calificaciones y unos pocos "casos sociales". Estos
fueron los aspirantes que llegué a conocer, pero hubo por lo menos
otros 4.400 que no ingresaron. Gente joven con todo tipo de cualida-
des y todo tipo de necesidades de ingresar. Pero sus méritos se habían
expresado en números y sus números no eran los correctos.
Para colmo, y esto tiene que ver con el tema de las consecuencias de
la Modernidad, yo estoy en contra de los exámenes y las notas, por
una cuestión de principios. Fui un miembro activo de la Comisión
Real que propuso la abolición de las notas en nuestro sistema educati-
vo obligatorio. Y peor aún, también estoy en contra del ingreso res-
tringido a la Universidad y he votado en su contra en varias oportu-
nidades. Pero perdí las batallas y me siento obligado a participar en
las tareas administrativas que se me asignan. Si yo no aceptase, lo
haría otra persona. Tal.vez yo pueda rescatar a una o dos personas
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 135

que de otra manera no ingresarían a la Tierra Prometida.


8.2 Cuellos de botella
Una de las razones por las que la justicia es tan lenta es que los tribu-
nales están sobrecargados de. trabajo y muy mal equipados. Esto lo
sabe todo el mundo. En muchos juzgados no pasa el tiempo; desapa-
recieron las pelucas, pero no el ritmo lento. Las máquinas de escribir
reemplazaron a las plumas de ganso y algunos juzgados tienen com-
putadoras, pero en general siguen siendo cuellos de botella, incapaces
de adaptarse a la demanda. A esto se suma que la producción no pasa
el control de calidad. Numerosos estudios muestran gran disparidad
en los fallos; los mismos actos dan lugar a meses de encarcelamiento
en un distrito y a años en otro. Esto significa trabajo extra para los tri-
bunales de apelación o da lugar a injusticias, cuando los fallos no se
apelan.
En los Estados Unidos todo esto está por cambiar. Ya se ha hecho bas-
tante.
En 1984 el Congreso aprobó la Ley de Reforma del Sistema de Deter-
minación de la Pena. El objetivo básico de esta ley fue aumentar la
capacidad del sistema judicial penal para combatir el delito a través
de un sistema de determinación de la pena eficaz y justo. Justo en el
sentido de menos desigual: los mismos actos recibirían el mismo cas-
tigo. Con esta finalidad, la reforma les dio a la vez más y menos
poder a los jueces. Les dio más poder al abolir el sistema anterior de
condenas indeterminadas y las juntas de libertad condicional que
decidían sobre la liberación de los reos. A partir de ese momento los
jueces se encargarían de decidir en qué momento se produciría la
liberación. Pero también les quitaba poder al establecer un sistema de
instrucciones detalladas para determinar la pena en cada caso indi-
vidual.
Con este objetivo, el Congreso creó la Comisión de Sentencias. Se
trata de:
un organismo independiente, perteneciente al poder judicial, formado por
nueve miembros ex oficio, siete con voto y dos sin voto. Su principal objetivo
es establecer políticas y prácticas de determinación de la pena para el sistema
de justicia penal federal que garanticen el fiel cumplimiento de los objetivos
de la justicia, al promulgar pautas detalladas que prescriban las penas apro-
piadas para aquellos hallados culpables de delitos federales (Pautas de la
Comisión de Sentencias, 1990, p. 1.1).
136 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

Cuadro 8.3-1 Tabla de determinación de la pena (en meses de


prisión.
Categoría en puntos por antecedentes penales
Nivel de I II III IV V VI
delito (00 1) (2 o 3) (4,5 o 6) (7 a 9) (10 a 12) (130 mes)
1 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6
2 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6
3 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6 0-6
4 0-6 0-6 0-6 2-8 4-10 6-12
5 0-6 0-6 1-7 4-10 6-12 9-15
6 0-6 1-7 2-8 6-12 9-15 12-18
7 1-7 2-8 4-10 8-14 12-18 15-21
8 2-8 4-10 6-12 10-16 15-21 18-24
9 4-10 6-12 8-14 12-18 18-24 21-27
10 6-12 8-14 10-16 15-21 21-27 24-30
11 8-14 10-16 12-18 18-24 24-30 27-33
12 10-16 12-18 15-21 21-27 27-33 30-37
13 12-18 15-21 18-24 24-30 30-37 33-41
14 15-21 18-24 21-27 27-33 33-41 37-46
15 18-24 21-27 24-30 30-37 37-46 41-51
16 21-27 24-30 27-33 33-41 41-51 46-57
17 24-30 27-33 30-37 37-46 46-57 51-63
18 27-33 30-37 33-41 41-51 51-63 57-71
19 30-37 33-41 37-46 46-57 57-71 63-78
20 33-41 37-46 41-51 51-63 63-78 70-87
21 37-46 41-51 46-57 57-71 70-87 77-96
22 41-51 46-57 51-63 63-78 77-96 84-105
23 46-57 51-63 57-71 70-87 84-105 92-115
24 51-63 57-71 63-78 77-96 92-115 100-125
25 57-71 63-78 70-87 84-105 105-125 110-137
26 63-78 70-87 78-97 92-115 110-137 120-150
27 70-87 78-97 87-108 100-125 120-150 130-162
28 78-97 87-108 97-121 110-137 130-162 140-175
29 87-108 97-121 108-135 121-151 140-175 151-188
30 97-121 108-135 121-151 135-168 151-188 168-210
31 108-135 121-151 135-168 151-188 168-210 188-235
32 121-151 135-168 151-188 168-210 188-235 210-262
33 135-168 151-188 168-210 188-235 210-262 235-293
34 151-188 168-210 188-235 210-262 235-293 262-327
35 168-210 188-235 210-262 235-293 262-327 292-365
36 188-235 210-262 235-293 262-327 292-365 324-405
37 210-262 235-293 262-327 292-365 324-405 360-perp,
38 235-293 263-327 292-365 324-405 360-perp. 360-perp.
39 262-327 292-365 324-405 360-perp. 360-perp, 360-perp.
40 292-365 324-405 360-perp. 360-perp. 360-perp. 360-perp.
41 324-405 360-perp. 360-perp, 360-perp. 360-perp. 360-perp,
42 360-perp. 360-perp. 360-perp. 360-perp. 360-perp. 360-perp.
43 perpetua perpetua perpetua perpetua perpetua perpetua
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 137

En un fallo (Misretta v. United States) la Corte Suprema de los Estados


Unidos confirmó la constitucionalidad de esta Comisión, que había
sido puesta en duda en varias oportunidades, de manera que en la
actualidad la Comisión declara ser el factor determinante a nivel fede-
ral en lo que se refiere al derecho penal de los Estados Unidos.
8.3 Manuales para decidir sobre el dolor
El cuadro 8.3-1 reproduce uno de los frutos más importantes de la
labor de la Comisión de Sentencias. Es lo que se denomina la Tabla de
Determinación de la Pena. El principio básico de la tabla es muy sim-
ple. Primero veamos algunos ejemplos de niveles de delitos, es decir
la columna vertical de la izquierda. La tarea del juez en este caso es
decidir de qué tipo de delito se trata. El delito puede ser Piratería Aé-
rea o Intento de Piratería Aérea. El manual, en su sección 2.14, es muy
claro:
a) Nivel Básico de Delito: 38
b) Si resultare la muerte, agregar 5 niveles
Si resultare la muerte, el delincuente termina con 38 + 5 = 43, lo que
en la tabla significa "perpetua".
Un caso más complejo sería el robo de un domicilio. Las instrucciones
son las siguientes:
Robo de un Domicilio
(a) Nivel Básico de Delito: 17
(b)Características Específicas del Delito
(1)Si el delito involucrara premeditación, agregar dos niveles.
(2) Si la pérdida excediera los U$S 2.500, agregar niveles de la siguiente
manera:
Pérdida (aplicar el máximo) Incremento
(A) U$S 2.500 o menos -
(B) Más de U$S 2.500 agregar 1
(C) Más de U$S 10.000 agregar 2
(D) Más de U$S 50.000 agregar 3
(E) Más de U$S 250.000 agregar 4
(F) Más de U$S 800.000 agregar 5
(G) Más de U$S 1.500.000 agregar 6
(H) Más de U$S 2.500.000 agregar 7
(I) Más de U$S 5.000.000 agregar 8
(3) Si se sustrajera un arma de fuego, un elemento destructivo o una
138 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

sustancia controlada, o si la sustracción de dicho objeto fuera un objeto del


delito, agregar 1 nivel.
(4) Si se cometiere con armas peligrosas (induye armas de fuego), agregar 2
niveles.
Como vemos, el nivel máximo de castigo sería 17. En el peor caso, el
máximo es 30.
De esta manera, la mitad del trabajo está hecho. Lo que falta es deter-
minar la Categoría de Antecedentes Criminales. En la sección 4.1 del
manual se nos dice cómo hacerlo:
(a) Sumar 3 puntos por cada condena anterior de encarcelamiento que exce-
da un año y un mes.
(b) Sumar 2 puntos por cada condena anterior de encarcelamiento de por lo
menos sesenta días no contados en (a).
(c) Sumar 1 punto por cada condena no incluida en (a) o (b), hasta un total
de 4 puntos por este item.
(d) Sumar 2 puntos si el acusado cometió el delito mientras cumplía con una
condena penal, incluyendo probaticm, libertad condicional, libertad vigilada,
prisión, salida de trabajo o prófugo.
(e) Sumar 2 puntos si el acusado cometió el delito menos de dos arios des-
pués de haber sido liberado de prisión bajo la condena contada en (a) o (b), o
mientras cumplía con el encarcelamiento o se hallaba prófugo. Si se suman 2
puntos por el item (d), sumar sólo 1 por este item.
El máximo de la Tabla es 13 puntos; cuatro condenas anteriores de
más de 13 meses de encarcelamiento y una condena menor producen
ese resultado.
Con estas instrucciones, todos podemos hacer este trabajo.
Se produjo un robo (nivel 17), con premeditación (avanzar al nivel
19), que causó daños y perjuicios de más de U$S 10.000 (avanzar al
nivel 21), pero no se sustrajeron armas ni drogas y no se Utilizaron
armas de fuego, por lb que terminamos en el nivel 21 de la escala
vertical.
Dado que el delincuente había sido condenado dos veces a más de 13
meses de encarcelamiento, su Categoría de Antecedentes Criminales
en la escala horizontal es VI. Desde ese punto bajamos hasta la línea
horizontal del nivel 21 y el resultado es muy claro: el juez puede ele-
gir una condena de encarcelamiento de entre 77 y 96 meses.
Un cuello de botella ha sido eliminado.
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 139

8.4 La justicia purificada


La ventaja que ofrece un Manual de este tipo es su honestidad; deja
muy claro qué se incluye, pero también qué se excluye. El Congreso
fue muy específico en las instrucciones que le dio a la Comisión sobre
este punto:
requiere que la Comisión asegure que las pautas y los lineamientos de politi-
cas que dicte reflejen la impropiedad de considerar la educación, prepara-
ción profesional, antecedentes laborales, y lazos y responsabilidades familia-
res o comunales del acusado al determinar si se debe dictar una condena de
encarcelamiento o el plazo de encarcelamiento (El Manual, p. 5.35).
Tengo que confesar que tuve que leer dos veces: ¿impropiedad?
Según mi formación, yo hubiera esperado que se requiera que el
manual refleje la propiedad de considerar todos esos factores. Pero
ese no es el caso y la Comisión obedece dando órdenes específicas de
no considerar:
Edad
Educación y preparación profesional
Condiciones psíquicas y emocionales
Estado físico, induyendo drogadicción y abuso de alcohol
Antecedentes laborales
Lazos y responsabilidades familiares y
Lazos comunales
Raza, sexo, origen, credo, religión y situación socio-económica (El Manual, p.
5.35-5.37).
Para alguien habituado a la antigua tradición europea de política
criminal, estas directivas son, por así decirlo, sorprendentes. Si quere-
mos hacer una interpretación amable, tal vez la decisión de excluir
algunos de estos factores esté destinada a reflejar un intento de lograr
un tipo de justicia diferente. Quizás el Congreso temió que quienes
cumplieran con ciertos requisitos recibieran, por esa razón, un trata-
miento preferencial. Los delincuentes de clase alta podrían señalar
sus lazos familiares y comunales, así como sus importantes responsa-
bilidades, y de esa manera salvarse del castigo que recibirían perso-
nas sin esos lazos y responsabilidades.
La persona que es rica en dinero y en relaciones sociales no debería
escaparse del peso del castigo gracias a esa buena fortuna. De acuer-
do. ¿Pero qué ocurre con las personas carentes de relaciones y respon-
sabilidades, y de muy baja condición social? Al impedir que los jueces
140 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

consideren todos estos factores -para no darles más ventajas a los que
ya son privilegiados- anulan la posibilidad de mostrar más indulgen-
cia con los que están particularmente en desventaja. Eliminan com-
pletamente la justicia social. ¿Qué ocurre con el delincuente pobre que
roba por hambre o la gente solitaria que no tiene nada que la ate a la
sociedad? Para impedir el abuso de las (pocas) personas adineradas,
los legisladores hacen que sea ilegal que la justicia tome en cuenta los
factores que precisamente se hallan presentes en el entorno de la
mayoría de la población carcelaria: pobreza y privaciones, participa-
ción nula en la buena vida, en fin: todos esos atributos claves de la
"clase peligrosa" que no produce nada.
Si el Congreso hubiese querido asegurar que aquellos que tienen una
buena posición social y económica no obtengan ventajas, hubiese
podido hacerlo. No es más complejo hacer cálculos matemáticos con
factores sociales que con actos que se interpretan como delitos. Permí-
tanme asistir a la Comisión proponiéndole la siguiente escala de Nie-
les de Delito:
Primero sumamos:
Delincuentes con educación superior (quienes por lo tanto sabían lo que
hacían), sumar 2 puntos.
Delincuentes que hayan percibido en los últimos dos años un ingreso anual
superior a X dólares, sumar 4 puntos.
Delincuentes con previas relaciones y responsabilidades sociales de peso,
sumar 5 puntos.
Y luego restamos:
Delincuentes que no hayan completado la educación mínima obligatoria,
restar 3 puntos.
Delincuentes que vivan por debajo del nivel de pobreza, restar 4 puntos.
Delincuentes que hayan vivido situaciones traumáticas en su niñez y cuyo
entorno social sea deficiente según un estudio social, restar 5 puntos.
La lista podría ser más larga y la cantidad de puntos a restar o sumar
podría ser mayor. ¿En qué medida es culpable una mujer que fue
maltratada y abusada sexualmente por su padre durante la niñez,
que vive en la miseria.., y que luego, desesperada, mata a su padre? O
para que no sea demasiado obvio: ¿qué ocurre con un caso en el que
además su madre estaba al tanto del maltrato y no interfirió? ¿Qué
valor se le puede dar como circunstancia atenuante al hecho de que se
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 141

haya criado en una villa miseria? ¿Podrían darse las condiciones de


que, al tener en cuenta todos los factores atenuantes, algunos reos ter-
minaran por debajo del Nivel de Delito 1, de manera que el juez se
viera obligado a condenar a la sociedad a compensarlo? Avanzar en
estas reflexiones significaría destruir el control del delito como un
tema útil del debate político... para quienes participan de ese debate.
Radzinowicz y Hood (1981) describen los acontecimientos que
desembocaron en esta situación. Gran parte de la reforma se originó
en una voluntad genuina de disminuir el uso del encarcelamiento. El
influyente Committee for the Study of Incarceration (Comité para el Estu-
dio del Encarcelamiento) (von Hirsch, 1976) se pronunció de manera
bastante explícita a favor de que se impongan penas menores y no
mayores. Según el comité, abandonar el modelo de la rehabilitación
sin una disminución simultánea de las condenas de encarcelamiento
sería muy peligroso e increíblemente cruel. Cinco años de encarcela-
miento, excepto para casos de homicidio, sería la pena más severa.
Radzinowicz y Hood también citan (p. 142) al ex juez de la Corte
Suprema Bazelon (1978) cuando dicen que él:
... da en el davo cuando castiga el proyecto de ley del Senado que propone
crear una Comisión, debido a que, según la retórica de la igualdad, el pro-
yecto "concibe al proceso penal corno un vasto aparato de control social".
Así como el problema del delito está incrustado en las condiciones sociales
de una sociedad, "las decisiones se deben tomar dentro del variado contexto
del entorno del acusado". El intento de "automatizar" este delicado proceso
"priva a los participantes, y al público mismo, de información esencial para
nuestro concepto de justicia penal".
Las razones para no incluir los factores sociales en la tabla de determi-
nación de la pena se basan en la ideología del justo merecido. El conte-
nido principal de esta idea es que la pena debe reflejar la culpabilidad
de los actos delictivos. Y cuanto menos factores sociales se incluyan
en el cálculo, más clara se vuelve la relación entre el acto concreto y la
pena. Los factores sociales oscurecen la obvia y supuestamente mere-
cida pena que resulta del acto delictivo. En el contexto del castigo
merecido, esto se considera perjudicial; la escala moral -y la claridad
del mensaje que se le hace llegar a la población- se vuelve confusa. Lo
mismo ocurre con la posibilidad de impedir injusticias, en el sentido
de diferentes penas para los mismos actos. El objetivo es impedir
injusticias, pero el efecto para la sociedad es que otros valores impor-
tantes se escabullen del sistema que se aplica para tomar decisiones.
142 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

El castigo merecido se vuelve justo en un sentido, pero muy injusto al


darle más peso a algunos valores que a otros. Dado que estos otros
hubieran favorecido a los desfavorecidos, las limitaciones del castigo
merecido crean -en su totalidad- un sistema extremadamente injusto.
Por el simple hecho de que es muy simple, se convierte en una teoría
muy útil para agilizar la justicia y despersonalizar al acusado durante
el proceso penal.

8.5 La colaboración del acusado


Según la Declaración de Derechos de la Constitución de los Estados
Unidos, todos los estadounidenses acusados de haber cometido un
delito tienen derecho a ser juzgados por un jurado imparcial. En el
mundo real, casi ningún acusado hace uso de este derecho. Más del
90 por ciento -en algunas jurisdicciones un 99 por ciento- se declara
culpable. Si esto no fuera así, si aunque sea un pequeño porcentaje de
ellos no se declarara culpable, el sistema judicial entero de los Estados
Unidos se paralizaría completamente.
¿Pero por qué se declaran culpables?
Porque no pueden correr el riesgo de declararse inocentes.
El mecanismo que asegura esta fabulosa colaboración del acusado se
denomina plea bargaining. Cuando el fiscal cree que puede probar que
el supuesto delincuente cometió los actos A, B, C y D, le promete_que
sólo va a acusarlo de los actos A y B si el acusado se declara culpable de
estos actos. De esta manera a los estadounidenses no se los condena
por lo que hicieron, sino por lo que acuerdan con el fiscal que van a
revelar en el juicio.
A los integrantes de la Comisión de Sentencias no les gustaba este sis-
tema y trataron de abolirlo'. Pero finalmente se echaron atrás, entre
otras cosas porque no pudieron:

" La Comisión sostiene lo siguiente (p. 1.4-1.5):


Uno de los temas más importantes que debió decidir la Comisión fue si las condenas
se basarían en la conducta real del acusado, sin considerar los cargos por los que fue-
ra procesado o acusado (sentencia por "delito real"), o en la conducta que constituye
los elementos del delito por el que fuera acusado y del que fuera hallado culpable
(sentencia por "delito presentado"). Un ladrón de un banco, por ejemplo, tal vez utili-
zó un arma, atemorizó a los testigos presenciales, robó U$S 50.000, hirió a un emplea-
do, desobedeció las órdenes de la autoridad y huyó causando daños materiales. Un
sistema puro basado en el delito real lo condenaría teniendo en cuenta toda la con-
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 143

encontrar una manera práctica de reconciliar la necesidad de un método jus-


to para dictar la sentencia con la necesidad de un proceso de determinación
de la pena veloz... (p. 1.5).
Entonces, cuando un juez utiliza la Tabla, no tiene en cuenta el acto
que se probó que había realizado el acusado, sino el acto que el acusa-
do y el fiscal acordaron decir que había realizado... si el acusado es lo
suficientemente amable como para declararse culpable y así asegurar
una sesión fácil y rápida.
Langbein (1978) señala dos consecuencias de este sistema. Primero,
que concentra una cantidad enorme de poder en la parte acusadora
(p. 18):
Nuestro derecho procesal prevé una división de las responsabilidades. Se es-
pera que el fiscal se ocupe de la presentación de los cargos, el juez y en espe-
cial el jurado de dar el veredicto, y el juez de dictar sentencia. El sistema de
plea bargaining pone las tres fases del procedimiento, acusatoria, decisoria y
sancionadora, en las manos del fiscal.
Radzinowicz y Hood están completamente de acuerdo (1981, pp. 142-
143):
Una restricción drástica de las facultades discrecionales del poder judicial y
su supervisión a cargo de una comisión reducirá el papel del juez en el pro-
ceso penal y aumentará el poder de los fiscales.
Peno para poder obligar al delincuente a que confiese, algo terrible tie-
ne que poder ocurrir si no lo hace. Según Langbein (p. 12):
En Estados Unidos, en el siglo veinte, hemos duplicado la experiencia central
del procedimiento penal de la Europa medieval: pasamos de un sistema de
acusación a un sistema de confesiones. Coercionamos al acusado contra
quien tenernos causa presunta para que confiese su culpabilidad. Por
supuesto, nuestros métodos son mucho más amables; no usamos ni rastri-
llos, ni tornillos de tortura, ni botas españolas para golpearle las piernas.
Pero al igual que los europeos de siglos atrás, quienes sí empleaban esas
herramientas, hacemos que para un acusado sea muy costoso reclamar su
derecho al debido proceso. Lo amenazamos con requerir una sanción mate-
rialmente mayor si se vale de su derecho y luego es hallado culpable. La po-
sible diferencia en el resultado de la sentencia es lo que hace que el sistema
de pica bargaining sea coercitivo.

ducta probada. Un sistema puro basado en el delito presentado pasaría por alto algu-
nos de los daños que no constituyeran elementos estructurales del delito por el que el
acusado fuera hallado culpable.
144 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

Y en un nota al pie (p. 17) plantea la pregunta de si el sistema de plea


bargaining es responsable de la severidad de las penas en los Estados
Unidos. Afirma lo siguiente:
En los siglos diecinueve y veinte, cuando los europeos estaban suavizando
las condenas, nosotros no lo hacíamos. Se me ocurre preguntarme si los
requisitos del sistema de plea bargaining no serán en alguna medida respon-
sables.
8.6 La despersonalización
La decisión política de eliminar la preocupación por el entorno social
del acusado implica mucho más que el hecho de que estas caracterís-
ticas no se tengan en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre el
dolor. A través de esta medida, el delincuente queda en gran parte
excluido como persona. No tiene sentido conocer el entorno social, la
niñez, los sueños, las derrotas -tal vez mezcladas con el brillo de algu-
nos días felices-, la vida social, todas esas pequeñas cosas que son
esenciales para percibir al otro como a un ser humano. Con el Manual
y su primer fruto, la Tabla de Determinación de la Pena, el delito se
normaliza en los Niveles de Delito y la vida de una persona en el
Puntaje por Antecedentes Criminales, y las decisiones sobre el reparto
de dolor se reducen a encontrar el punto donde coinciden dos líneas.
El dolor se convierte en una unidad monetaria.
De esta manera el procedimiento penal se torna similar a lo que
Georg Simmel (aquí en 1950) describe sobre la vida económica. Para
él, el dinero se convierte en la unidad condensada y anti-individualis-
ta que hace posible la vida moderna. Su preocupación es que la
modernidad destruya la autonomía y la individualidad:
... la individualidad de los fenómenos no se puede medir con el principio
pecuniario.
... Estos rasgos también deben colorear el contenido de la vida y favorecer la
exclusión de aquellos rasgos e impulsos irracionales, instintivos y soberanos
que aspiran a determinar el modo de vida desde adentro, en vez de recibir la
forma de vida general y precisamente esquematizada desde afuera (pp. 409-
413)
A los efectos de la condena, el acusado podría no estar en el juicio.
Todo se relaciona con el acto y con actos previos que fueron conside-
rados delitos. Las oportunidades que tiene el acusado de presentarse
como un miembro común y por lo. tanto peculiar del universo de la
humanidad son mínimas.
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 145

Este sistema de adopción de decisiones tiene la consecuencia obvia de


que crea distancia con la persona a ser condenada. Cuando se elimi-
nan los atributos sociales, se crea un sistema aparentemente "objeti-
vo" e impersonal. El daño es la unidad monetaria.., un daño cuyo
precio es el dolor. Se trata de un sistema en total acuerdo con los crite-
rios burocráticos normales y al mismo tiempo extraordinariamente
apropiado para quienes detentan el poder.
Se puede crear distancia físicamente usando un arma de largo alcan-
ce, socialmente a través de las clases, profesionalmente a través de
una incapacidad entrenada para ver a la persona como si fuese un
vecino, amigo o amante. En una estructura jerárquica se crea una dis-
tancia adicional al actuar obedeciendo órdenes. La Tabla de Determi-
nación de la Pena es un ejemplo de ese tipo de órdenes desde arriba.
Tal vez el juez sea benigno, tal vez sienta que se trata de una persona
que vivió en la miseria. Pero la Tabla está ahí; lamento mucho, pero su
nivel de delito es 38. No soy yo el que decido, me limito a ejecutar.
Con este sistema, las autoridades van a tener mucho más control que
antes. Se desarrolló un sistema que registra todas las decisiones que
se han tomado en las sentencias y eso no es todo (Informe Anual de la
Comisión de Sentencias de los Estados Unidos, 1989). Así se avanza
un paso más arriba en la escalera, un paso más lejos de la identifi-
cación con el delincuente y un paso más cerca de las autoridades
centrales.
Se crearon Comisiones similares en varios estados de EE.UU.: Minne-
sota, Oregon, Pennsylvania y Washington. En general se considera
que el caso de Minnesota fue muy exitoso (p. ej., von Hirsch, 1982),
mientras que Tonry (1991, p. 309) sostiene que la experiencia a nivel
federal fue desastrosa. Pero los principios básicos de la labor de
ambas parecen ser los mismos; crean tablas simplistas basadas en los
tipos de delitos y la cantidad de condenas previas, y así la respuesta
está dada24.

En un trabajo con el sombrío título "Regresiones Penales", Radzinowicz (1991) dice


lo siguiente: Considero que las Comisiones de Sentencias adolecen de imperfecciones
de un tipo u otro. No deberían considerarse como una solución a los problemas que
enfrenta la política contemporánea de determinación de penas... Tal vez sirvan para
aconsejar, pero no para ordenar (p. 434).
Capítulo 9

¿Una justicia empresarial?

Las bromas de la revista New Yorker a veces resultan incomprensibles


para los europeos. No pertenecemos al mismo medio cultural, y no
siempre entendemos los símbolos y su doble sentido. Los símbolos
culturales sólo se pueden entender en un contexto de experiencias
compartidas.
A la mayoría de la gente en nuestros días, y a ambos lados del Atlán-
tico, el símbolo de la Justicia les resulta familiar y lo ven cargado de
sentido. Es la imagen de una mujer que en una mano tiene una espa-
da y en la otra una balanza, por supuesto, de las que se usaban antes,
que hace referencia al principio de equilibrio. Tiene los ojos vendados
y suele estar vestida con ropas blancas.
Este símbolo es muy importante pero, por supuesto, no para toda la
gente. Quizás podamos entender mejor a la ley si comparamos siste-
mas sociales en los que ella no tiene ninguna importancia con siste-
mas en los que tiene un significado virtualmente sagrado. Vamos a
hacerlo comparando tres tipos de organizaciones legales: la justicia de
la aldea, la justicia representativa y la justicia independiente. La
siguiente será una descripción ideal, un intento de aclarar algunos
principios generales sobre los que se basan los sistemas jurídicos.

9.1 La justicia de la aldea


... sería un sistema en el que el símbolo de la Justicia no tiene significa-
do alguno.
En primer lugar, ¿por qué habría de tener los ojos vendados en una
aldea? Imaginemos una aldea con autonomía suficiente para decidir
148 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

sobre los conflictos internos, con una larga historia -por lo menos lo
suficientemente larga como para haber establecido normas sobre qué
está bien y qué está mal- y con relaciones relativamente igualitarias
entre las personas. En un sistema de estas características, la ley está a
cargo de todos los adultos de la aldea, quienes aprenden las reglas a
través de la participación. Aunque las decisiones legales se formaliza-
ran en alguna medida, la propiedad del conocimiento legal no se
monopolizaría. Al vivir allí, todos saben qué hacer y participan natu-
ralmente de la toma de.decisiones. Estas decisiones no son para nada
simples, pero al no haber expertos, no hay nadie con autoridad defini-
da para delimitar el volumen o el tipo de argumentos. Las discusio-
nes a veces tardan días enteros; se actualizan las viejas historias y se
ponen sobre el tapete decisiones anteriores.
En un sentido muy fundamental, la justicia de este tipo funciona muy
cerca de los aldeanos. Con frecuencia todos participan; todos entien-
den del tema y todos tienen que convivir con las consecuencias de las
decisiones. Pero esta descripción también explica por qué el símbolo
de la Justicia estaría fuera de lugar en la aldea. La Justicia está por
arriba de todos; vestida de blanco, intacta e intocable, sin ser parte del
todo. Y, además, con los ojos vendados y con una espada en la mano,
en una situación en la que todo es pertinente -todo debe poder verse-
y en la que una espada es inadmisible porque daría lugar a conflictos
que podrían destruir la aldea. Donde no hay autoridad, se debe llegar
al consenso. Por lo tanto, la justicia de la aldea tiende a recurrir a solu-
ciones civiles -compensaciones y acuerdos-, en vez de dicotomías
entre culpabilidad o inocencia y dolor para el perdedor.
Estas son las características principales. Pero antes que nada permí-
tanme agregar algo: la justicia de la aldea no necesariamente es "jus-
ta". Sobre todo, brinda poca protección a los que no tienen poder y
conexiones en la aldea. Muchas veces, aunque no siempre, las muje-
res se encontraron en esa situación. Esta fue la justicia de una época
que tuvo lugar hace mucho tiempo. Pero entre nosotros todavía que-
dan restos de ella.
Se pueden encontrar vestigios de esta tradición en el término "juez de
paz". Cuando la autoridad no era ni fuerte ni distante, fue necesario
hallar soluciones aceptables para ambas partes, para asegurar la paz.
Esto se vuelve más importante cuanto más cerca están los que toman
las decisiones de los participantes de un conflicto. La paz le asegura,
¿UNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 149

al pacificador, honra y una vida mejor, en medio de un entorno pacífi-


co; por eso él conoce la importancia que tiene llegar a un acuerdo.
Pero no puede tener los ojos vendados, por lo contrario, él o ella van a
necesitar todos los sentidos para percibir cuál puede ser el punto de
confluencia donde las partes podrían ponerse de acuerdo. Y una
espada sería una herramienta absolutamente inadecuada, porque
simboliza el uso de la fuerza.
9.2 La justicia representativa
En la aldea, el símbolo de la Justicia no tiene lugar, no puede ser
comprendido. Pero los hijos de la modernidad tal vez tengan también
dificultades con esa imagen, sobre todo si son defensores acérrimos
de la democracia. De acuerdo con varias escalas de valores, es obvio
que es positivo que la institución de la ley esté cerca de la gente. Esto
puede adoptar dos formas:
A. los jueces y fiscales se eligen democráticamente,
o
B.los legisladores tienen gran influencia sobre lo que ocurre en los tribunales.
Para hacer realidad la primera forma, la Justicia debería presentarse a
elecciones directas, para convertirse en un juez elegido por la gente.
Esto suena muy democrático, y se podría ir más lejos todavía si el fis-
cal y el jefe de policía también se presentaran a elecciones. Si no actú-
an de acuerdo con los deseos del electorado, tal vez en la próxima
elección tengan que dejar sus cargos.
Pero entonces, ¿por qué tiene los ojos vendados el símbolo de la Justi-
da? Sería contradictorio acercarla a la gente sin que pueda ver las dis-
cusiones. Por supuesto, la idea de que sea ciega es volverla más obje-
tiva, para impedir que vea y se deje influir por lo que ve. Pero el
hecho de que sea elegida democráticamente significa que puede ser
destronada si sus decisiones no coinciden con la opinión del electora-
do. Es un conflicto inherente a esta postura; una justicia cercana a la
gente -incluso una justicia que idealmente representa a la gente- es
una justicia que está bajo el máximo control de la gente. Así es la justi-
cia de la aldea, donde no hay lugar para el símbolo de la Justicia. Pero
tampoco habría lugar para ella en una elección moderna; para sobre-
vivir una elección tiene que ver y escuchar. Además, en la realidad de
las sociedades modernas, ser elegido democráticamente no significa
150 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

representar a todos. Menos de un 50 por ciento participa en las elec-


ciones, o sea que ganar implica representar sólo a la mayoría de los
que votaron. Esto suele significar representar a un tercio, incluso has-
ta a un cuarto de la población, no a la totalidad y, sobre todo, no a sec-
tores pequeños que tal vez no comparten el estilo de vida y los valo-
res básicos de la mayoría. Por lo tanto, estar cerca de la gente, en
sociedades como las nuestras, significa estar cerca de sólo un segmen-
to de la población. Al mismo tiempo, significa alejarse de situaciones
en las que la justicia puede tener la tranquilidad necesaria para
encontrar el equilibrio sobre valores que son importantes para la tota-
lidad. Esto es especialmente relevante en las sociedades en las que
ejercen mucha influencia los medios masivos de comunicación com-
binados con los sondeos de opinión. Los medios prosperan gracias al
crimen y dan una imagen distorsionada de la situación. Y los sondeos
reflejan las opiniones superficiales resultantes, que a su vez fortalecen
las tendencias de los medios.
Pero el símbolo de la Justicia también es un anacronismo para la for-
ma B, donde la legislatura controla minuciosamente lo que ocurre en
la corte. Una vez más, este control está de acuerdo con los ideales
democráticos; el pueblo al poder y, por lo tanto, la legislatura al poder
y no los jueces.
Y, por supuesto, la legislatura es quien se encarga de dictar las leyes y
siempre ha sido así en las sociedades que se consideran democráticas.
El problema real tiene que ver con el nivel de especificación de las
leyes que dicta la legislatura. Una ley podría decir:
el robo es un delito que debe penarse,
o
el robo es un delito que debe penarse con encarcelamiento de hasta 3 arios,
o
el robo es un delito que debe penarse con encarcelamiento de 2 a 3 arios,
o
el robo de tipo 19 es un delito que debe penarse con encarcelamiento de 30
meses.
El decano del derecho penal escandinavo, el profesor Johs Adenxs,
sostuvo lo siguiente en un artículo reciente (1991, p. 386):
Personalmente, no estoy de acuerdo con el cambio en la relación de la legis-
latura con los jueces que representa una regulación detallada del uso del cas-
CUNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 151

tigo por parte de los jueces... En una democracia politica, no se puede decir
nada en contra del derecho de los legisladores a tomar las decisiones básicas
sobre los valores que definen qué criminalizar y la severidad del castigo a
imponer. Pero para los legisladores es difícil tener una concepción concreta y
realista de las situaciones que los jueces encontrarán en cada caso concreto e
individual. Suele ocurrir que los legos reaccionan de manera diferente cuan-
do llegan a conocer el caso individual que cuando hacen afirmaciones gene-
rales sobre el delito y el castigo. No hay razones para creer que a los legisla-
dores no les ocurre lo mismo.
Probablemente, al hacer esta afirmación, Andens pensaba en los
jueces legos. Con frecuencia se observa, y la literatura lo confirma,
que tienden a ser más benignos con los derincuentes que los jueces
que tienen una formación legal. Tal vez en abstracto defienden una
política penal con medidas muy severas, pero luego hacen una excep-
ción con el delincuente que conocen en un caso en particular. Hay
tantas circunstancias especiales en este caso; básicamente el acusado
es una persona decente, no es un delincuente "verdadero"; por decir
lo menos, ella o él han sufrido tanto en la vida que una sanción estric-
ta sería muy injusta.
Las Tablas de Determinación de la Pena que crean las Comisiones de
Sentencias representan el caso extremo de la Justicia Representativa.
Los políticos controlan completamente la sentencia y el juez es igual-
mente impotente a la hora de fallar; no tiene ningún tipo de libertad
para considerar las peculiaridades de cada caso, solamente puede
decidir sobre los hechos concretos: ¿el acusado lo hizo o no lo hizo?
Pero el problema de los factores atenuantes y agravantes queda fuera
de su dominio. En esta situación, la Justicia no necesita tener los ojos
vendados; no tiene qué ver, excepto una Tabla. Las autoridades cen-
trales representadas por la Comisión de Sentencias tomaron las deci-
siones y ya no hace falta la balanza. La tarea es más simple. Con
razón todo se hace más rápido; ese es un punto a favor de la moderni-
dad. Pero hoy es más fácil que nunca usar la espada. Una espada diri-
gida por una tabla.
9.3 La justicia independiente
Los niños se adaptan de alguna manera a las reglas. Las aprenden
sobre la marcha. En los sistemas de menor escala, como la aldea, las
personas heredan los principios básicos del sistema legal, pero des-
pués -en un proceso en el que todos participan- el juego sigue. Lo que
152 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

hacen al discutir es clarificar las normas. Lentamente, toda la comple-


jidad del caso sale a la luz; los argumentos se seleccionan, se aceptan o
se rechazan, se les da un valor y se los suma. Es mucho más que
ponerlos sobre los platillos de la balanza de la Justicia. Es un proceso
de continua revisión de los hechos y de comparación de los hechos
con las normas. Lo que tiene lugar es una suerte de cristalización de
valores, una clarificación para todos de los valores básicos del sistema.
Los tribunales tradicionales todavía tienen sus raíces en esta tradi-
ción. Un juez no es libre como un niño para decidir las reglas, y tam-
poco tiene la libertad relativa de los adultos de la aldea. A este tipo de
juez, si no se trata de un juez lego, lo guían la ley y su formación. Pero
hay lugar para algo más, para lo inesperado, para aquellas preocupa-
ciones que no se le habían ocurrido a nadie antes de que se volvieran
obvias al ser formuladas.
Pero, básicamente, esto no es democrático. Los jueces de este tipo no
están cerca de la gente, como en la aldea, ni los dirige la gente, como
en el caso de la justicia representativa. Los llamamos jueces indepen-
dientes. Esa independencia puede variar; la independencia extrema
se da cuando un cuerpo de otros jueces los designa, cuando se man-
tienen en el cargo de por vida, cuando todo el proceso de apelación
queda en sus manos y cuando la riqueza y/o el rango los protege del
resto de la sociedad.
Es fácil entender la crítica democrática de este tipo de juez. Las ins-
trucciones detalladas del Parlamento o de las Comisiones de Senten-
cias son una respuesta posible, un intento de mantener a los jueces
bajo control. Los sondeos de opinión son otra posibilidad, porque
registran opiniones de la población que se pueden utilizar como crite-
rio para definir el castigo justo. Pero las preguntas de estas encuestas
no son suficientemente profundas, y en nuestros días suelen reflejar
los estereotipos creados por los medios. Los cuestionarios no se res-
ponden bajo el peso de la responsabilidad. Los actos son la mejor
prueba de las opiniones. Los actos concretos. Es a través de la partici-
pación responsable de la gente común en casos concretos en los que
tienen que decidir sobre el uso del dolor que podemos saber cuáles
son sus principios de justicia. Sólo cuando ellos personalmente tienen
que decidir sobre el uso del dolor, y preferentemente cuando tienen
que ejecutar ellos mismos la decisión, llegamos a conocer las opinio-
nes básicas que emergen del proceso de participación.
¿UNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 153

Tal vez deberíamos aceptar que no hay ninguna salida. Quizás haya
que rescatar la vieja idea de la distancia entre el poder ejecutivo, legis-
lativo y judicial. Pero en esta situación, la idea del símbolo de la Justi-
cia se llena de significado. El juez tradicional es un hombre libre,
aunque con ciertos límites. Tiene que tener algunos valores funda-
mentales en la base de su razonamiento, y las decisiones no están a la
venta. En este punto entra el símbolo de la Justicia: no puede dejarse
influir por superficialidades -dinero, relaciones, parentesco-. Tiene
que mantenerse limpia -blanca- y necesita la balanza. La tarea que
debe realizar es complicada. El problema central de todas las luchas
legales siempre ha sido determinar qué es correcto poner en los plati-
llos. Primero, qué tipo de argumentos es conecto poner, y luego, qué
peso se le puede dar a esos argumentos.
9.4 La revolución silenciosa
Con razón, los gerentes modernos suelen abandonar la sala del tribu-
nal disgustados. Tal vez fueron como testigos, víctimas o acusados de
un delito. Y se encuentran con las formalidades: las togas, la gente
que se pone de pie cuando entra el juez, tal vez los juramentos con
una mano sobre la Biblia. Y, además, el ritmo lento, la documentación
detallada, las repeticiones sin fin hasta que se termina.., o eso cree el
gerente hasta que se entera que pasarán semanas o incluso meses
antes de que llegue el veredicto.
Es fácil entender la impaciencia del gerente. En comparación con los
mecanismos de toma de decisiones que hay en la industria moderna,
los juzgados llaman la atención por lo arcaicos. Están fuera de lugar
en los tiempos modernos y hay que cambiarlos.
Eso es exactamente lo que está ocurriendo.
El sistema legal estadounidense ha sufrido cambios revolucionarios
en los últimos años. Pero el país no parece ser conciente de su propia
revolución. Con razón.
La primera revolución industrial llegó con máquinas ruidosas y
humeantes, de las que no pueden pasar desapercibidas. Pero la pro-
ducción moderna y el reciente proceso revolucionario tienen como
rasgo característico el silencio. La mayor parte tiene lugar en un nivel
simbólico. El dinero se mueve a través de señales enviadas electróni-
camente; en gran medida, el producto son símbolos, palabras, pers-
pectivas, nuevas maneras de concebir y organizar la vida. Esta revo-
154 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

lución es aparentemente suave y pacífica, y promete confort para


mucha gente.
En el área legal, el sistema de la ley y el orden se está adaptando silen-
ciosa pero eficientemente a la modernidad; se está adaptando para
convertirse en un fruto de la industrialización. Los valores centrales
son ahora la definición de los objetivos, el control de la producción, la
reducción de costos, la racionalidad y la división del trabajo; todo
coordinado por un nivel de poder más alto. Estamos de vuelta con
Max Weber y un sistema de total eficiencia para alcanzar esos objeti-
vos claramente definidos.
Como lo afirmara Flemming Balvig en su comentario escrito del
borrador de este libro:
La adaptación puede verse en los cambios físicos que tienen lugar dentro de
las salas. Lentamente, toman la forma de oficina de director junior de una
gran empresa. Desaparecen las togas. Las viejas reproducciones de las pare-
des se reemplazan con litografías modernas, formas de expresión más direc-
tas, y los lugares se disponen de manera similar a los del personal directivo
de cualquier empresa. La computa ,ra ocupa un espacio natural. La imagen
solemne de poder, tradición y justicia, es reemplazada por el confort y la
eficiencia.
La adaptación también se aprecia en el rendimiento del sistema penal.
El proceso de producción es más rápido; hoy se puede condenar a
mucha más gente con menor esfuerzo. Los fallos son más uniformes;
actos similares que se consideran delitos reciben penas semejantes.
Para quienes entienden la justicia como igualdad, y la igualdad como
lo que se logra cuando todas las personas con los mismos anteceden-
tes criminales y que cometen el mismo acto reciben el mismo tipo de
dolor intencional, el nivel de justicia ha aumentado. La predictibili-
dad dentro del sistema también aumentó. Un niño puede leer la Tabla
de Determinación de la Pena, encontrar el nivel de delito de los actos
pertinentes y decidir si vale la pena.
Los principales cuellos de botella ya no existen. El sistema de pica bar-
gaining garantiza las confesiones rápidas y los manuales de
determinación de la pena garantizan decisiones rápidas con respecto
a las penas. Esto crea ilimitadas posibilidades de procesar casos. Muy
pronto los manuales se van a llevar a una base de datos, si es que ya
no se lo ha hecho; con todos los factores pertinentes automatizados,
¿UNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 155

una secretaria puede preparar todo hasta el momento en que el juez


toca el botón final que da el tiempo posible de condena... y muy pron-
to, sin duda, la alternativa preferida dentro de esa escala.
Velocidad, rendición de cuentas, similitudes, mensajes claros para los
posibles delincuentes, un sistema que permite ser controlado fácil-
mente por autoridades centrales representadas por la Comisión de
Sentencias que, a su vez, está bajo el control de los representantes ele-
gidos por la gente... todo equivale a una perfecta adaptación a la
modernidad.

Y una vez más: lo que ocurre en Estados Unidos ocurre en todas par-
tes. Incluso Inglaterra y Gales están en camino a un mayor control del
poder judicial. En un informe oficial sobre el Delito, la Justicia y la
Protección de la Población (Ministerio del Interior del Reino Unido,
1990) se aplaude el modelo del castigo merecido. En el punto 1 del
Resumen de las principales propuestas del gobierno, se afirma:
- un marco legislativo coherente para la determinación de la pena, en el que
la severidad de la misma coincida con la seriedad del delito...
Y luego, en las páginas 1 y 2:
El Gobierno recibe con agrado las recomendaciones del Tribunal de Apela-
ciones sobre la determinación de la pena para algunos de los delitos más
serios de los que se ocupara la Corte de la Corona. También el Colegio de
Magistrados ha preparado lineamientos provisionales para causas llevadas
en los juzgados de paz. No obstante esto, los principios que deberían gober-
nar la determinación de la pena todavía son inciertos, y no se cuenta con
suficiente orientación al respecto. El tema de la liberación de los presos bajo
libertad condicional se encuentra en una situación similar de incertidumbre.

En consecuencia, el Gobierno propone un marco legal nuevo y más homogé-


neo para la determinación de la pena, que se basa en las recomendaciones
del Tribunal de Apelaciones.

El objetivo de la propuesta del Gobierno es mejorar la justicia a través de un


enfoque más coherente de la determinación de la pena, de manera que los
delincuentes reciban su "castigo *merecido". La severidad de la condena de
la corte debería depender directamente de la seriedad del delito.
Pelo en Inglaterra y Gales la interferencia del gobierno todavía tiene
limites (pp. 8-9):
156 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

La legislación se expresará en términos generales. No es la intención del


Gobierno que el Parlamento obligue a las cortes con lineamientos legislativos
estrictos. Dado que las cortes han mostrado gran habilidad para determinar
la pena en los casos excepcionales, estas continuarán gozando debidamente
de las amplias facultades discrecionales que les son necesarias para tratar
con justicia la gran variedad de delitos que son llevados ante ellas. El Gobier-
no rechaza la creación de un marco legal rígido, del tipo de los que se intro-
dujeran en los Estados Unidos, o un sistema de penas mínimas u obligato-
rias para algunos delitos. Esto dificultaría la determinación justa de la pena
en los casos excepcionales y también causaría más veredictos absolutorios
del jurado, quedando libres injustamente más hombres y mujeres culpables.
Dos pasos adelante y uno atrás en Inglaterra y Gales. Pero la posición
del Procurador General es nueva en estos países. A través de varias
apelaciones, las penas provocadas por él van a ser más uniformes y
-según se deduce del informe oficial- van a representar una cierta pre-
sión en dirección a la materialización de las ideas sobre el castigo
merecido. El Gobierno también promete tomar las medidas necesa-
rias para capacitar al personal para que se dé efecto a las nuevas polí-
ticas de fijación de la pena, y a la nueva y más detallada interpreta-
ción de la legislación del Tribunal de Apelaciones. Además:
Las nuevas disposiciones legislativas, las penas máximas para cada delito,
las recomendaciones del Tribunal de Apelaciones y las nuevas facultades del
Procurador General para remitir al Tribunal de Apelaciones las condenas
demasiado benignas que se aplicaran a delitos muy serios, todo ello debería
contribuir al desarrollo de prácticas homogéneas de determinación de la
pena, que luego se podrán difundir a las cortes a través de la Junta de Estu-
dios Judiciales. Dentro de este marco (las bastardillas son mías), el Gobierno
no ve la necesidad de que un Consejo desarrolle políticas o recomendaciones
para la determinación de la pena.
Tal vez el paso hacia atrás no fue completo.
9.5 El comportamiento expresivo
Modernidad equivale a racionalidad. Pero algunos aspectos del delito
van más allá de los limites de lo racional. Para la víctima, el caso -si es
serio- suele ser una experiencia única y cargada de tensiones. Si el
delito se considera serio, la víctima tal vez sienta cólera o incluso aflic-
ción. Ningún tribunal -a excepción de los de la aldea- es demasiado
bueno para enfrentar estas emociones. El personal suele ser frío y se
concentra solamente en el trabajo. La víctima no es un personaje
importante de la acción; al caso lo dirigen personas que dicen repre-
¿UNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 157

sentar a las partes. Este distanciamiento de la víctima tal vez sea una
de las razones de su descontento y de las veces en que se dice que los
delincuentes cometen sus fechorías impunemente. La demanda de
penas más severas tal vez sea consecuencia de la falta de atención a la
necesidad de la víctima de exteriorizar sus emociones, y no a deseos
de venganza.
Una manera de solucionar esto sería darle a la víctima una posición
más central en el procedimiento y, a la vez, tratar de reducir el carác-
ter utilitario de toda la operación. En otro contexto* ya hice un inten-
to de comparar la cólera con la aflicción (Christie 1977). La muerte es
una experiencia que suele despertar una aflicción extrema; es legítimo
manifestarla en los funerales. Que yo sepa nadie se ha metido -toda-
vía- con esta situación. No hay propaganda en las paredes del crema-
torio que diga: "Si no hubiera fumado, hoy no estaríamos aquí". Los
funerales son uno de los pocos espacios que quedan donde todavía se
acepta el comportamiento expresivo.
Desde hace mucho tiempo los tribunales no han sido buenos espacios
para el comportamiento expresivo. Al modernizarse, se vuelven peo-
res. Las instrucciones detalladas, y sobre todo automatizadas, que se
dan para determinar la pena están tan desubicadas dentro del proce-
so de dictado de la sentencia como lo estarían en la interacción entre
un pecador y un sacerdote. La venganza regulada por una tabla o por
un botón representa un paso más en el camino que nos aparta de la
situación en que la cólera y la aflicción pueden expresarse legítima-
mente. El sistema ha pasado del ritualismo expresivo a la eficiencia
administrativa.
Parte del aumento explosivo del número de presos en Estados Uni-
dos tal vez se relacione con una suerte de malentendido interinstitu-
cional. La institución de la ley se ha acercado demasiado a la política
y, al mismo tiempo, el pensamiento utilitario que la institución pidie-
ra prestado para mejorar la producción parece tener la supremacía
absoluta.

* El trabajo citado ha sido traducido al castellano y públicado recientemente bajo el


título Los conflictos como pertenencia, trad. de Bovino, A. y Guariglia, F., en AA.VV.,
De los delitos y de las víctimas, ed. a cargo de Maier, J. B. J., Ad Hoc, Buenos Aires,
1992 (N. de la T.).
Capítulo 10
Hermanados por el control: el derecho penal
y la psiquiatría

10.1 Un manual para decidir sobre los trastornos mentales


En la psiquiatría ocurre lo mismo que en el derecho penal. También
ellos tienen un manual, en este caso el Manual Diagnóstico y Estadís-
tico de Trastornos Mentales (DSM-III-R, 1987).
El manual psiquiátrico se parece mucho al de la Comisión de Senten-
cias. Los dos son muy grandes: el psiquiátrico tiene 467 páginas, el
penal 687 páginas. También se parecen por la manera en que fueron
concebidos; ambos son el producto de procesos largos y tediosos que
tuvieron lugar dentro de organizaciones cercanas al poder político y
profesional. El manual de sentencias es el resultado de la "gran políti-
ca" que tiene lugar en la legislatura, pero también de debates profesio-
nales así como de un proceso burocrático dentro de la Comisión mis-
ma. El manual sobre trastornos mentales es en mayor medida una
consecuencia de la política profesional. En ambos casos las organiza-
ciones que les dieron origen son jerárquicas: en lo más alto del ma-
nual sobre trastornos mentales se encuentra la Asociación Americana
de Psiquiatría, en colaboración con el Instituto Nacional de Salud
Mental y la Organización Mundial de la Salud. Debajo de ellos está el
grupo central de trabajo y más abajo alrededor de veintiseis comités
asesores con más de doscientos miembros seleccionados en base a su
experiencia en las áreas particulares.
En ambos casos se hicieron grandes esfuerzos para que estén repre-
sentados amplios segmentos de expertos. Desde el principio, la Comi-
sión de Sentencias invirtió mucha energía para averiguar qué tipo de
sentencias se dictaban para varios delitos. Recolectaron una cantidad
160 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

enorme de decisiones legales y calcularon las tendencias nacionales.


Estas tendencias luego se usaron como una fuente importante del
manual. La norma estadística se convirtió en la norma legal. Los psi-
quiatras, por otro lado, confiaron más en el trabajo de los sub-comités.
Le dieron gran importancia al consenso (p. XX):
"Con frecuencia las decisiones tornadas por el comité asesor tenían que
reconsiderarse cuando los temas eran trabajados por los grupos más peque-
ños y, en algunos casos, el comité asesor fue requerido de nuevo para discu-
tir con mayor detalle algún terna. Muchas de las decisiones del comité asesor
eran el resultado de un consenso entre sus propios miembros. Sin embargo,
algunas controversias, particularmente en las áreas de la infancia, psicosis,
ansiedad y transtomos del sueño, tuvieron que resolverse por votación".
De esta manera, ambos manuales tienen una suerte de base empírica.
La Comisión de Sentencias recolectó decisiones legales y las utilizó
como base para establecer criterios generales. Los psiquiatras estable-
cieron criterios sobre la base de las decisiones de numerosos comités.
No sorprende que ambos manuales, producidos en tales condiciones,
sean explícitamente a-teóricos. El manual psiquiátrico encuentra
impracticables las teóricas (p. XX iii):
"La mayor justificación para el enfoque generalmente a-teórico adoptado en
el DSM-III y el DSM-III-R respecto a la etiología reside en que la inclusión de
diferentes teorías etiológicas podría resultar un obstáculo para los clínicos de
distintas orientaciones que quieran usar el manual, dado que sería imposible
presentar todas las teorías etiológicas racionales para cada trastorno."
Pero agregan amablemente (p. XXIV):
"Hay que señalar que el enfoque a-teórico de la clasificación y definición de
los trastornos mentales en el DSM-III-R no implica que las teorías sobre los
orígenes de estos trastornos no sean importantes en otros contextos. Muchos
clínicos las encuentran útiles para establecer categorías terapéuticas. De la
misma manera, son muchas las investigaciones llevadas a cabo para probar
diferentes teorías sobre la etiología de los trastornos mentales."

A continuación, el contenido: un punto de partida natural son los cri-


terios para el diagnóstico de (p. 55) sobre los:
Trastornos de conducta:
"Alteración de la conducta que ha persistido por lo menos seis meses y que
manifiesta por lo menos tres de los siguientes items:
EL DERECHO PENAL Y LA PSIQUIATRIA 161

1) Robo sin enfrentamiento con la víctima, en más de una ocasión (induyen-


do falsificación)
2) Fuga del hogar familiar durante la noche, en más de dos ocasiones mien-
tras vive con los padres o en un hogar sustituto (o una vez sin volver al
hogar)
3) Mentiras frecuentes (que no sean para evitar un abuso físico o sexual)
4) Provocación deliberada de incendios
5) Frecuentes ausencias a la escuela sin el conocimiento de los padres (en el
caso de adultos, ausentismo laboral)
6) Violación de la propiedad privada (casa, edificio, automóvil)
7) Destrucción deliberada de la propiedad ajena (por medios distintos al
incendio)
8) Crueldad física con los animales
9) Violación y abuso sexual
10)Empleo de armas en más de una ocasión
11)Frecuente inicio de peleas
12)Robo con enfrentamiento a la víctima (ataque con violencia, arrebato de
bolsos, extorsión, asalto con arma)
13) Crueldad física con la gente".
En una descripción más general, el trastorno de conducta se describe
de la siguiente manera (pp. 53 54):
-

La sintomatología esencial de este trastorno consiste en un patrón persistente


de conducta en el que se violan los derechos básicos de los demás y las nor-
mas sociales apropiadas a la edad. Este patrón de conducta se da en la casa,
la escuela, con los compañeros o en la comunidad. Los problemas de con-
ducta son más importantes que los observados en el negativismo desafiante.
La agresión física es bastante frecuente. Los niños o adolescentes que sufren
este trastorno inician la agresión y pueden ser físicamente crueles con otra
gente o con los animales y con frecuencia destruyen de forma deliberada la
propiedad de los demás (esto incluye prender fuego). Pueden implicarse en
robos en los que hay confrontación con la víctima, maniatándola con violen-
cia para arrebatarle el bolso o los objetos de valor, o bien pueden dedicarse a
la extorsión, el chantaje o el asalto a mano armada. En las edades más avan-
zadas, la violencia física puede tomar la forma de violación, asalto y, en algu-
nos casos, homicidio.
El robo encubierto es frecuente. Este puede ir desde "tomar prestadas" las
posesiones de los demás hasta el robo en tiendas, falsificaciones y violación
de viviendas, edificios o coches para entrar a robar. Las mentiras y las tram-
pas en los juegos y en las actividades académicas son una constante. Es fre-
162 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

cuente que los más jóvenes se ausenten de la escuela sin el conocimiento de


los padres y se escapen de casa.
Sintorriatología asociada. Se puede observar un uso regular de tabaco, bebidas
alcohólicas o fármacos no prescritos médicamente y un inicio precoz de su
actividad sexual en relación al grupo de niños de su medio. El niño puede no
preocuparse por los sentimientos, deseos y bienestar de los demás, como lo
demuestra su conducta desaprensiva, sin sentimientos apropiados de culpa
o remordimiento. También puede delatar a sus compañeros, acusándolos de
fechorías que no han hecho.
La autoestima suele ser baja, aunque la persona puede dar una imagen de
"dureza". Son rasgos frecuentes la baja tolerancia a la frustración, la irritabili-
dad, el temperamento irascible y la temeridad. También son frecuentes los
síntomas de ansiedad y depresión, y pueden justificar diagnósticos adi-
cionales.
Pero algunas personas se causan más problemas a sí mismas que a los
demás. Permítanme citar los criterios de diagnóstico para Trastorno
Histriónico de la Personalidad (301.50 Histrionic Personality Disorder ):
Pauta generalizada de emocionalidad y de búsqueda de atención exagera-
das, que se hace patente desde el inicio de la vida adulta y que se da en
diversos contextos, como se pone de manifiesto por al menos cuatro de las
siguientes características:
(1)busca o solicita apoyo, aprobación o alabanza constantemente;
(2) es seductor sexualmente de manera inapropiada en apariencia o con-
ducta;
(3)está exclusivamente preocupado por el atractivo físico;
(4) expresa las emociones con una exageración inapropiada; por ejemplo,
abrazos excesivos a conocidos casuales, llanto incontrolable por motivos sen-
timentales nimios y crisis nerviosas;
(5) se encuentra incómodo en situaciones en las que no es el centro de aten-
ción;
(6)manifiesta cambios rápidos en la expresión de las emociones;
(7) está centrado en sí mismo y sus acciones están dirigidas a obtener satisfac-
ción inmediata; no tolera la frustración por la demora de las gratificaciones;
(8) su estilo de lenguaje es excesivamente impresionista y falto de detalles;
por ejemplo, cuando se le pide que describa a su madre no va más allá de
decir que "es una persona encantadora".
EL DERECHO PENAL Y LA PSIQUIATRIA 163

10.2 Manuales para la acción


Había oído que el Manual que acabo de describir era una herramienta
nueva y útil para la ciencia, un importante paso hacia adelante, pero
debo confesar que me desilusionan un poco los adelantos científicos.
Cuando veo los detalles, no pienso que mi punto de vista sea más rico
si me encuentro con un informe sobre personas clasificadas
como"histéricas" o padeciendo un "trastorno de conducta".
Pero lo que sí veo es que este Manual es útil a los efectos del control.
Con este Manual en la mano, no me sería para nada difícil encontrar
categorías de diagnóstico adecuadas tanto para mí como para los que
me rodean. No creo que esto se deba solamente a rasgos personales o
de mi entorno.
El Manual ofrece diferentes posibilidades para tomar decisiones por-
que presenta categorías amplias y poco precisas, y en particular por-
que recurre a la técnica de sumar estos criterios alternativos. Si cuatro
de estos ocho están presentes, el trastorno de él o ella es del tipo...
Estos rótulos, o categorías de diagnóstico, como diría la Asociación
Americana de Psiquiatría, no ayudan demasiado para conocer pro-
fundamente las peculiaridades de una persona en particular. Para lle-
gar a conocerla bien, de ser esto posible, harían falta muchas conver-
saciones y observaciones, y también algo de empatía. Los rótulos psi-
quiátricos basados en el Manual están tan vacíos como las categorías
que se derivan de la Tabla de Determinación de la Pena. Para los pro-
pósitos de la sentencia, el rótulo clasifica a la persona como merece-
dora de 36 meses de reclusión. Para los propósitos psiquiátricos, el
rótulo clasifica a la persona como merecedora de tratamiento para
trastorno de conducta.
También en otro sentido el manual es cómodo para quienes toman
decisiones. Una vez más nos enfrentamos a un sistema de clasifica-
ción que crea distancia con la persona sobre la que pesará la decisión.
Y una vez más nos enfrentamos a un sistema apto para ser automati-
zado. Cuando en el transcurso de una breve entrevista se puede obte-
ner la cantidad necesaria de información, también se puede llegar a
una conclusión con la misma facilidad. El Manual no impresiona por
su valor científico, pero tiene posibilidades como una herramienta ad-
ministrativa muy eficiente.
164 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

En la psiquiatría ocurre, una vez más, lo mismo que en el derecho


penal. La mayoría de nosotros hemos cometido actos que podrían
habe...; sido considerados delictivos y la mayoría de nosotros hemos
actuado de maneras que podrían haber causado que nos diagnostica-
ran algún tipo de trastorno mental. Gracias a la habitual colaboración
que se da entre el derecho penal y la psiquiatría, la totalidad del con-
trol se vuelve perfecta.
Y... ¿Estamos seguros de que esto no puede ocurrir aquí?
Prestémosle atención a lo que describe Feeley (1991a, p. 7):
Por cada delincuente alojado en una cárcel privada, hay cientos que partici-
pan de programas de tratamiento sin reclusión administrados por empresas
privadas, que operan a través de contratos con los gobiernos estatales y
municipales. A pesar de su número e importancia, estos programas privados
no suelen tenerse en cuenta en las discusiones sobre la privatización del sis-
tema penitenciario. Esto tal vez se deba a que tales programas se consideran
meros proveedores de servidos en vez de programas penales. O tal vez se
deba a que su papel como agentes del control del estado no es tan claro por-
que participan voluntariamente. Pero si ampliamos nuestro marco de refe-
rencia y los consideramos como formas de castigo (o sustitutos del encarce-
lamiento), debemos darnos cuenta de que estos nuevos programas de trata-
miento también son componentes integrales del sistema penal que extienden
el alcance de la sanción penal y expanden la variedad de penas que puede
imponer el estado. Como tales, forman parte de un repertorio muy extendi-
do de castigos que pueden ser utilizados en forma conjunta. Por otro lado,
también constituyen una extensión importante del control estatal que a
menudo está exceptuada de las normas del debido proceso que deben cum-
plir los organismos oficiales...
Capítulo 1 1

La modernidad y el control del comportamiento

11.1 Hijos de la modernidad


El título de este capítulo se eligió con cuidado; mi intención es hacer
referencia a un libro muy importante de Zygmunt Bauman llamado
Modernity and the Holocaust (La Modernidad y el Holocausto, 1989).
Bauman representa a la tercer corriente interpretativa de los campos
de exterminio de la Segunda Guerra Mundial.
Primero surgió la corriente que explicó los campos como un producto
de mentes anormales. Desde Hitler hasta los guardias de los campos
mismos, todos los que trabajaban allí se consideraban desviados,
locos y por supuesto malvados, o personalidades autoritarias altera-
das (Adorno y otros, 1950), o por lo menos que estaban bajo las órde-
nes de personas de esas características. ¿De qué otra manera se podía
explicar ese horror? ¿De qué otra manera se podía entender que todo
anduviera tan mal en la tierra de Goethe y Schiller y de lo más avan-
zado de la ciencia?
La segunda corriente explicativa pasó de las personas desviadas a los
sistemas sociales desviados. Las atrocidades tenían algo que ver con
defectos profundos de la nación alemana, tal vez con una constela-
ción de políticas peculiares que implementaran personas del tipo de
las que describe la primera corriente, es decir, gente malvada, loca o
profundamente autoritaria. La gente normal comete actos anormales
cuando la situación se vuelve anormal. Yo mismo he escrito dentro de
esta tradición sobre los guardias de los campos de concentración
(Christie, 1951).
166 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

La tercer corriente es totalmente diferente. El exterminio no se consi-


dera una excepción, sino una prolongación lógica de nuestro princi-
pal tipo de organización social. Desde este punto de vista, el Holo-
causto se convierte en una consecuencia natural de nuestro tipo de
sociedad, no una excepción. En lugar de ser una regresión a una etapa
anterior de barbarie, el exterminio se convierte en un hijo de la
modernidad. Las condiciones que dieron lugar al Holocausto son pre-
cisamente las que han ayudado a crear la sociedad industrial: la divi-
sión del trabajo, la burocracia moderna, el espíritu racional, la eficien-
cia, la mentalidad científica y, en particular, el hecho de relegar
valores de importantes sectores de la sociedad. En este sentido, el
Holocausto es un ejemplos, pero sólo uno, de lo que podría ocurrir
cuando gran cantidad de las actividades dejan de ser evaluadas por
todo el conjunto de valores -las normas comunes de la decencia-. Pro-
bablemente el comandante de Auschwitz no hubiera invitado a su tía
favorita; uno de los médicos invitó a su esposa y después lo lamentó
mucho (Lifton 1986).
Los campos de exterminio fueron como fotocopias de las sociedades
organizadas racionalmente. Tal como dice Bauman (pp. 11-12):
... ninguna de las condiciones sociales que hicieron Auschwitz posible han
desaparecido completamente y no se han tomado medidas efectivas para

25La historia colonial europea es otro ejemplo. Estamos a punto de cumplir el cente-
nario de varias de las grandes victorias europeas en Africa. La base intelectual de lo
que resultaron ser atrocidades increibles fueron las teorías del desarrollo y la supervi-
vencia de los más aptos. Las herramientas de la supervivencia del más apto eran las
armas contra las flechas. El tema del debate entre los historiadores y sociólogos en
Alemania es si Hitler aprendió sus métodos de Stalin. Un disparate, según Lindqvist
(1992, pp. 199-200). Hitler los aprendió en su niñez; el aire que lo rodeaba, y también
a los demás europeos durante los años de juventud, estaba saturado con la convic-
ción de que el imperialismo era una necesidad biológica que llevaría a la inevitable
exterminación de las razas inferiores. El Hitler de nueve años no estuvo presente en
el Albert Hall el 4 de mayo de 1898. Fue en esta gran ocación -en la cumbre de las vic-
torias en Africa- que Lord Salisbury, el Primer Ministro de Gran Bretaña, sostuvo que
las naciones del mundo se podían dividir en las que agonizaban y las que estaban
vivas. Hitler no estuvo allí; pero lo supo, como lo supieron todos los europeos. Ellos
supieron qué había hecho Francia en Africa, qué había hecho Inglaterra, y, en carácter
de recién llegados, qué había hecho Alemania en 1904. Las naciones agonizantes
necesitaban ayuda para morir de una vez por todas.
Por lo tanto, el exterminio no es nada nuevo. No debiéramos estar tan sorprendidos.
Los campos de concentración de Hitler y Stalin simplemente fueron parte de una
antigua tradición. Pero tuvieron lugar dentro de Europa; eso significó que se acerca-
ran... y a la vez se volvieron más incomprensibles.
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 167

impedir que estas posibilidades y principios generen catástrofes del tipo de


la de Auschwitz.

Propongo que, ahora que los historiadores ya la han estudiado en detalle, la


experiencia del Holocausto sea considerada, por así decirlo, como un "labo-
ratorio" sociológico. El Holocausto expuso y examinó atributos tales de
nuestra sociedad que no se revelan, y a los que por lo tanto no se puede acce-
der empíricamente, en condiciones "reales". En otras palabras, propongo
que se utilice el Holocausto como una prueba inusual, aunque significativa y
confiable, de las posibilidades ocultas de la sociedad moderna.
Los optimistas felices", aquellos que creen en el progreso constante e
infinito de la humanidad, no pueden encontrar mucho aliento en el
libro de Bauman. Existe una alianza secreta entre quienes creen en el
progreso y los muchos otros que creen en el "estado jardín", que ven
a la sociedad como un objeto para diseñar, cultivar y desmalezar. Bau-
man se opone firmemente a todo esto; él trabaja dentro de la tradición
de Ivan Illich y el grupo que lo rodea, cuya más reciente manifesta-
ción es el "Diccionario del Progreso" (Sachs, 1992). Para Bauman, el
Holocausto es más que los horrores que lo conforman. Es una señal
de advertencia. Hasta el momento es el indicador más claro de que la
industrialización no implica el progreso, de que estamos en el camino
equivocado y de que el remedio no puede ser más de lo mismo.
Bauman advierte la tendencia judía a monopolizar el Holocausto, a
convertirlo en un fenómeno peculiar de los judíos. Ivan Illich coincide
con él y sostiene (comunicación oral) que la atención dada al antise-
mitismo nos ha impedido ver las raíces más generales del exterminio.
Esta monopolización tampoco nos ha dejado ver qué fue de los otros
grupos -gitanos, homosexuales, comunistas- dentro de los campos de
concentración y de los supuestos opositores al régimen soviético den-
tro de los Gulags.

Norbert Ellas (1978, 1982) es considerado uno de ellos. Su perspectiva optimista es


la siguiente: tras vivir en condiciones que nos exigían estar siempre dispuestos a
luchar, con nuestras emociones en juego, para defender la vida y las posesiones ante
ataques físicos, pasamos a una sociedad compleja que nos exige civilidad y modera-
ción personal. Pero su mensaje contrasta completamente con la dedicatoria; el libro
está dedicado a la memoria de sus padres, muertos en Breslau en 1940 y en Ausch-
witz en 1941. El comportamiento de -o para- los estados parece estar en gran medida
fuera del interés de Ellas en estos libros. Para una visión más positiva de Elias, ver
Garland (1990).
168 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

La parte central de la interpretación de Bauman del Holocausto es la


producción social de indiferencia moral en las sociedades modernas. Esa indi-
ferencia nació de la autorización, normalización y deshumanización
de las víctimas a través de definiciones y adoctrinamientos ideoló-
gicos.
La burocratización fue esencial para este proceso. Como afirmara Hil-
berg en su monumental estudio The Destruction of The European Jews
(La Destrucción de los Judíos Europeos, 1985, vol. III, pp. 10-11):
Ninguna burocracia occidental enfrentó nunca una ruptura tal entre los pre-
ceptos morales y la acción administrativa; ningún aparato administrativo
soportó nunca la carga de una tarea tan drástica. En un sentido la tarea de
destruir a los judíos sometió a la burocracia alemana al máximo examen.
Y no era gente peculiar. Desde arriba hasta abajo, era gente común.
Hilberg continúa con su argumento:
Cualquier miembro de la Policía del Orden podía ser guardia de un ghetto o
de un tren. Se suponía que todos los abogados de la Oficina Central de Segu-
ridad del JZeich podían convertirse en lideres de las unidades móviles de
matanza; cualquier experto en finanzas de la Oficina Central de Economía y
Administración podía naturalmente cumplir funciones en un campo de
exterminio. En otras palabras, todas las operaciones necesarias se llevaban a
cabo con el personal disponible.
El exterminio no se decidió en el primer momento. En un principio, el
objetivo era que Alemania quedara judenfrei: libre de judíos. Pero lue-
go se agregó Austria y también hubo que librarla de los judíos. Se los
podría haber arrojado a los territorios del este, pero las autoridades
locales protestaron. Se consideró la posibilidád de Madagascar; Eich-
marm estuvo todo un año con esa idea, pero era complicado porque
Inglaterra dominaba las aguas. Se le ordenó a Eichmann que, en cam-
bio, optara por la exterminación física:
El resto dependió de la cooperación de distintos departamentos de la buro-
cracia estatal, la planificación cuidadosa, el diseño de la tecnología y los equi-
pos técnicos adecuados, el cálculo del presupuesto, el planeamiento y la
movilización de los recursos necesarios.., la decisión fue consecuencia de un
esfuerzo serio por encontrar soluciones racionales para sucesivos "proble-
mas" a medida que se planteaban en medio de circunstancias cambiantes
(Bauman, pp. 16-17).
No fueron monstruos quienes dirigieron el proceso. Lo organizó la
Sección de Administración y Economía. Se manejó con precisión y
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 169

rapidez, y de acuerdo con parámetros universalmente establecidos.


La "irracionalidad" se excluyó a lo largo de toda la operación. Sin
duda, la gente sospechosa de disfrutar de la matanza hubiera sido
excluida terminantemente.
Al ser tan racional, la operación armonizaba con los elementos bási-
cos del proceso de civilización, un proceso caracterizado por la inexo-
rable eliminación de la violencia de la vida social. O, según una
importante colaboración de Bauman, un proceso caracterizado por la
concentración de violencia bajo el control estatal. Lo que ocurre aquí
también requiere silenciar a la moralidad como preocupación princi-
pal. Bauman afirma (las bastardillas son suyas) (p. 28-29):
... el proceso de civilización es, entre otras cosas, un proceso de despojo de todo cálculo
moral del uso y despliegue de violencia, y es también un proceso en el que la
racionalidad busca emanciparse de le interferencia de las normas éticas o las
inhibiciones morales.
... las condiciones del desarrollo racional de los negocios -como la notoria
separación entre el hogar y la empresa, o entre el ingreso privado y los fon-
dos públicos- funcionan al mismo tiempo como factores poderosos que ais-
lan la acción utilitaria y racional del intercambio con procesos regidos por
otras normas (inacionales por definición), volviéndola así inmune al impac-
to restrictivo de los postulados de la asistencia mutua, la solidaridad, el res-
peto recíproco, etc., que se mantienen en la práctica de formaciones no
comerciales.
Para Bauman, el Holocausto no fue una descarga irracional de
tendencias salvajes, sino un residente legítimo del edificio de la
modernidad.
11.2 La máscara del diablo
Los pensamientos son impensables sólo hasta que se formulan:
La idea de Hitler tenía que ver con el Volk, la pureza de la raza y el
espacio -Lebensraum- para el producto purificado. Y tuvo la capacidad
para ejecutarla. El campo de exterminio fue un producto de la indus-
trialización, un producto entre otros de una combinación de un
modelo de pensamiento, una organización social y herramientas téc-
nicas. Yo sostengo que el sistema penitenciario de los Estados Unidos
avanza rápidamente en la misma dirección. También es muy proba-
ble que esta tendencia se extienda a otros países industrializados, en
especial en Europa del Este. Si esto no ocurre nunca, me sorprendería
170 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

mucho más que si efectivamente ocurriera en esta década.


Para algunos, la sola idea de que la política penal de las sociedades
democráticas industrializadas pueda recordar aunque sea mínima-
mente las épocas nazis y los campos de exterminio suena absurda. La
mayoría de nuestras sociedades altamente industrializadas son
democráticas y tienen por objetivo protegerse del crimen, no exter-
minarlo.
Por supuesto, esto es verdad. Y no creo que las cárceles de las socieda-
des industriales modernas terminen siendo copias exactas de los cam-
pos. Aun en las peores condiciones, en los sistemas carcelarios
modernos no se va a matar intencionalmente a la mayoría de los pre-
sos. Algunos convictos van a ser ejecutados, pero eventualmente la
mayoría de los reclusos van a ser liberados o morirán por suicidio,
violencia carcelariar o por causas naturales. Por lo tanto, un término
más adecuado para lo que puede ocurrir de aquí en más es Gulags. Mi
oscura sugerencia se limita a decir que gran parte de los hombres de
clase baja tal vez termine pasando la mayor parte de su vida activa en
la cárcel o en campos. Ni siquiera digo que esto vaya a ocurrir con
seguridad, pero las probabilidades son muchas. El progreso y la civili-
zación industrial carecen de garantías intrínsecas contra este fenó-
meno.
Por lo contrario, podemos ver los inicios: en los cambios que tienen
lugar dentro del aparato legal, en la ideología del castigo merecido, en
el crecimiento y la eficiencia de las fuerzas de control, en el número
creciente de presos y también en la base del manejo de estos presos.
Malcolm Feeley (1991b, pp. 66-67) habla de la "nueva penología"
para referirse a una penología que no está orientada a los individuos,
y especialmente no se preocupa por cambiar estos individuos a través
de la rehabilitación o la pena, sino que, en cambio, se centra en la
organización de poblaciones agregadas.
La tarea es organizativa, no de transformación.

La herramientas de esta empresa son "indicadores", tablas de predicción, y


esquemas de clasificación en los que el diagnóstico y la respuesta individual
quedan desplazados por los sistemas colectivos de clasificación con objetivos
27
Rights Watch (1991) informa (p. 38) que, durante la última década, la segun-
da o tercera causa principal de muerte en las cárceles estatales fue el asesinato por
parte de otros reclusos. La primera causa fueron enfermedades y otras causas natura-
les, y los suicidios y homicidios entre reclusos alternaban en segundo lugar.
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 171

de vigilancia, encierro y control.


Una característica central de la nueva penología es el reemplazo de la descrip-
ción moral o clínica del individuo por un lenguaje matemático cargado de cál-
culos de probabilidades y distribuciones estadísticas aplicadas a poblaciones.
Según Feeley, esta nueva política penal no se ocupa del castigo ni de
la rehabilitación de individuos culpables. Lo que hace, en cambio, es
identificar y organizar grupos indisciplinados. Desde el punto de vis-
ta de este libro: simplemente lo que hace falta para controlar las clases
peligrosas. Y con la gran ayuda que significa la distancia que crea esta
nueva penología; del individuo a la categoría, de la moralidad al pen-
samiento organizativo y matemático.
Si queremos controlar al diablo, tenemos que conocerlo. Debemos
entender los principios generales de lo que ocurrió en Alemania -y
preferentemente también en la URSS- para luego tratar de traducir
esos principios a lo que resulte adecuado para entender nuestra pro-
pia situación aquí y ahora.
Pero el diablo tiene sus trucos, cambia todo el tiempo de disfraz. Si
queremos sacarle la máscara al diablo, tenemos que verlo como una
categoría general y sobre esa base entender cómo va a aparecer la
próxima vez.
Un primer paso sería detectar los principales puntos de tensión de
nuestra estructura presente y preguntarnos: ¿cómo se manifiestan
esos problemas en nuestras naciones industrializadas?
Hitler purificó la raza y vio la necesidad de un Lebensraurn. Los esta-
dos superindustrializados tienen los dos problemas que ya hemos
señalado; primero, no encuentran lebensraum para sus productos;
segundo, necesitan una solución para quienes ya no son necesarios
cuando aumenta la eficiencia de las máquinas.
Y aquí viene la observación desagradable: hemos visto que las cárce-
les resultan muy útiles para ambos problemas. En el más estable de
los estados benefactores, la acción penal estricta contra el no-contribu-
yente más provocativo deja lugar a una política de asistencia para el
resto. En otras naciones industrializadas, el encarcelamiento significa
el control de las clases peligrosas. Pero además, y cada vez con más
peso, se suma el hecho de que toda la institución misma del control
del delito es una parte del sistema productivo. De hecho es un siste-
172 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

ma que tiene un gran interés económico tanto para los propietarios


como para los empleados; es un sistema de producción muy impor-
tante de las sociedades modernas. Produce control.
Desde este punto de vista, el problema que se plantea es el siguiente:
¿cuándo suficiente es suficiente? La industrialización tiene una ten-
dencia intrínseca a expandirse. ¿Qué va a ocurrir con la política
criminal si continúa el desarrollo industrial?
11.3 ¿límites al crecimiento?
En este campo no hay "limites naturales". La materia prima no tiene
limites ni hay movimientos verdes que se interpongan en el camino
de la industria. Todos somos pecadores ante Dios y la mayoría de
nosotros ha cometido actos por los que nos hubieran podido llevar
frente a las autoridades estatales, si hubiesen tenido suficiente interés
en castigarnos. Como quiera que sea, es evidente que una parte
mucho mayor de la población podría caer en las redes, si estas fuesen
suficientemente fuertes y de trama muy fina como para sostenerla.
Una razón suficiente para frenar la expansión del sistema carcelario
sería que el desarrollo Industrial entero se interrumpiera. Eso haría
añicos el sueño de la libre empresa. Muchos que nunca habían estado
cerca de la pobreza experimentarían en carne propia que el desem-
pleo no es necesariamente una consecuencia de la falta de iniciativa,
la vagancia o un estilo de vida hedonista. El flujo de dinero que ali-
menta la industria del control también se secaría y el dinero de los
impuestos -de los pocos que tendrían algo para pagar- tendría que
reservarse para necesidades aún más esenciales.
Sin embargo, una recesión fuerte también es una situación en la que
las cárceles pueden verse como la más esencial de todas las necesida-
des. En una recesión fuerte, la clase peligrosa crece en tamaño y se
vuelve más peligrosa que nunca antes. Como hemos visto, la mayoría
de las personas confinadas en todos los sistemas carcelarios conoci-
dos pertenecen a las clases bajas.
No hay límites naturales. La industria está ahí. La capacidad está ahí.
Dos tercios de la población tendrá un nivel de vida ampliamente
superior a cualquier otro -para una proporción tan grande de una
nación- en cualquier lugar del mundo. Los medios masivos de comu-
nicación florecen gracias a los informes sobre los peligros de los crí-
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 173

menes que comete el tercio restante. Se elige a los gobernantes que


prometen poner al tercio peligroso detrás de las rejas. ¿Por qué habría
de terminar todo esto? No hay limites naturales para las mentes racio-
nales.
Las fuerzas motoras son abrumadoramente fuertes. Los intereses que
las respaldan armonizan con los valores básicos. Tienen una base
moral muy sólida. ¿Por qué no habrían de triunfar completamente en
un futuro previsible?
Alemania fue capaz de hacerlo para encontrar una solución final en
medio de una guerra, a pesar de la urgente necesidad de utilizar de
otra manera las vías y los guardias. La URSS fue capaz de desarrollar
los Gulags en medio de los preparativos para la guerra, y de adminis-
trarlos durante y después de la misma. No sólo fueron capaces de
hacerlo, sino que se beneficiaron con ello. ¿Por qué no habrían de
tener más éxito todavía las naciones industrializadas modernas?
Hitler y su gente se enfrentaron a una tarea casi imposible. Lo mismo
les ocurrió a los líderes de la URSS. ¿Cuánto más difícil va a ser mane-
jar a las nuevas clases peligrosas?
El terreno ya está preparado. Los medios lo preparan todos los días y
noches. Los políticos se unen a las filas de los medios; políticamente
es imposible no estar en contra del pecado. Se trata de una competen-
cia que gana el que más apuesta. Ninguna causa es más justa que pro-
teger a la gente del crimen. Al mismo tiempo, los productores de con-
trol luchan con aliffico para conseguir pedidos. Tienen la capacidad y
no hay limites naturales. Una sociedad libre de delitos es un objetivo
sagrado para tantos, que ni siquiera importa el dinero. ¿Quién pre-
gunta por los costos en medio de una guerra total? El verbo manejar*
tiene como segunda acepción "gobernar los caballos o usar de ellos
según arte". El modelo del que maneja es el domador, que con su láti-
go controla a los caballos. El éxito del control se relaciona con la habi-
lidad para simplificar estructuras de valor. Esta condición parece
cumplirse en la sociedad moderna.
11.4 La matanza industrializada
La industria alemana fue muy útil para la concreción de la "solución
final". Para el exterminio se utilizó un gas llamado Zyklon, que hubo

* En el original, el autor menciona la etimología de la palabra management (manejo)'


que proviene del francés nzaWge, que significa doma (N. de la T.).
174 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

que comprar a empresas privadas. Según Hilberg (1985, p. 886), las


empresas proveedoras pertenecían a la industria química y se espe-
cializaban en desinfectar edificios, cuarteles y ropa en cámaras de gas
especialmente construidas. La empresa que desarrolló el método con
gas fue la Deutsche Gesellschaft für Schádlingsbekámpfung, DE-
GESCH. La firma era propiedad de tres sociedades: I.G.Farben (42,5
por ciento), Deutsche Gold- und Silber-Scheideanstalt (42,5 por cien-
to) y Goldsmidt (15 por ciento). En 1942 las ganancias fueron 760.000
reichsmark 28 y las ventas continuaron como de costumbre hasta ya
avanzada la guerra. Una planta fue bombardeada y sufrió grandes
daños en marzo de 1944. En ese momento, las SS hacían los preparati-
vos necesarios para enviar 750.000 judíos a Auschwitz, entonces el
único centro que existía. Pero una vez más TESTA llegó a tiempo y se
enviaron 2.800 kg de Zyklon a Auschwitz. De acuerdo con Hilberg (p.
891), la empresa "averiguó rápidamente a quién debía facturar". El
suministro continuó hasta el último momento.
I. G. Farben participó en la producción del gas para Auschwitz, pero
no se sabe si realmente sabían qué era lo que estaban haciendo. Desde
1938 a 1943 se duplicaron las ventas de Zyklon, pero también se lo
utilizaba con otros fines, en particular para despiojar barracas y sub-
marinos militares. Una tonelada de Zyklon es suficiente para matar
un millón de personas. En 1943 se produjeron 411 toneladas (Hayes
1987, p. 362). Por lo tanto, los productores tal vez no estuvieron al tan-
to de que se usaban sus productos para exterminar seres humanos.
Ninguna de las autoridades de I. G. Farben fue responsabilizada por
este aspecto de las atrocidades.
Pero tenían que respirar cuando visitaban sus propias fábricas. Una
estaba ubicada cerca de Auschwitz y el campo suministró los trabaja-
dores-esclavos para su construcción. Incluso los ejecutivos de mayor
nivel no podían evitar el "hedor penetrante que emanaba de los cre-
matorios de Auschwitz y Birkenau". El olor "simplemente aplastaba

28 "Dos empresas producían çl Zyklon: Dessauer Werke y Kaliwerke de Colonia. Una


planta de I. G. Farben (de Uerdingen) producía el estabizador para el gas. La distri-
bución del Zyklon estaba controlada por DEGESCH, que en 1929 se dividió el merca-
do mundial con una empresa norteamericana, Cyanamid. Sin embargo, DEGESCH
no vendía el Ziklon directamente a los usuarios. Dos firmas se encargaban de la ven-
ta minorista: HELI y TESTA. El territorio de estas dos firmas estaba dividido por una
línea... (esto) le aseguraba a HELI la mayoría de los clientes privados y a TESTA so-
bre todo el sector gubernamental, incluyendo el Welumadzt y las SS".
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 175

la explicación oficial de que la batalla continua de los campos contra


el tifus obligaba a quemar los restos humanos"(Hayes 1985, p. 364).
Además, los trabajadores-esclavos conocían muy bien el destino que
se les había preparado. Los supervisores de I.G.Farben "no sólo
hablaban abiertamente de lo que se hacía con el gas, sino que lo utili-
zaban como una amenaza para que trabajaran más". En algunas
minas de la zona, también a cargo de I.G.Farben, las condiciones eran
todavía peores. La comida era mejor, pero la esperanza de vida en las
minas se redujo a un período entre las cuatro y seis semanas.
Cinco autoridades de I.G.Farben fueron juzgadas después de la gue-
rra por hacer uso del trabajo de esclavos. Las penas no fueron severas;
algunas de las razones que diera la corte son pertinentes para la dis-
cusión de las cárceles privadas:
no Podemos decir que un particular se halla en la posición de estar obligado
a determinar en pleno estado de guerra si su gobierno hace lo correcto o no,
o, si en un principio hiciera lo correcto, cuándo comienza a equivocarse (Ci-
tado por Hayes, 1985, p. 332).
En 1951, la última de las autoridades de I.G.Farben salió de la cárcel.
De allí en más todos ellos recuperaron el prestigio y la prosperidad
como asesores o ejecutivos de numerosas empresas alemanas. Y, ¿por
qué no?, se pregunta Hayes (1985, pp. 380 y 382):
en esta situación las autoridades de Farben prefirieron comportarse como
hombres de negocios, no corno revolucionarios

El sentido del deber profesional los llevó a considerar cada cuestión princi-
palmente en los términos de sus aptitudes y responsabilidades, en este caso,
para con sus actividades y accionistas. Al obedecer esta orden, se libraron de
la obligación de emitir juicios morales o sociales, o de examinar las conse-
cuencias generales de sus decisiones.
11.5 La matanza médica
No puede suceder aquí. Vivimos en países democráticos. Sabemos
más. Nuestras poblaciones tienen un nivel de educación muy supe-
rior. Más importante todavía, nuestras sociedades han entrado en una
etapa en la que los criterios profesionales más altos tienen una
influencia muy grande.
Sin embargo aquellos de nosotros que hemos trabajado con proble-
mas relacionados con los campos de concentración permanecemos
176 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

impávidos o, peor aún, llenos de la desconfianza más profunda.


Lo que ocurrió en los días del exterminio fue precisamente que los
profesionales hicieron el trabajo, colaborando espléndidamente con la
burocracia.
La participación de los científicos fue esencial. La idea más básica fue
la purificación de la raza. Los no tan puros no deben tener hijos y los
puros deben tener muchos. Después vinieron la esterilización de los
no deseados y los premios a la productividad de los puros. Esas ideas
no eran desviadas. Los científicos norteamericanos informaban en su
patria, llenos de envidia, cómo las ideas de la higiene de la raza, ideas
que también se apreciaban en los EE.UU., en aquel momento se esta-
ban poniendo en práctica en Alemania.
Pero continúan apareciendo algunas personas no deseadas, como los
que tienen impedimentos físicos. Se consideró que tenían "vidas que
no vale la pena vivir" y en un decreto secreto se autorizó la eutanasia.
Con la guerra cada vez más cerca, los criterios para los que se iba a
matar se ampliaron, pasando de los defectos físicos a los mentales.
Primero esto se limitó a quienes padecían trastornos mentales serios,
luego se incluyó a los nó tan retardados, después a los locos, los psicó-
patas, los homosexuales y, como casos fuera de discusión dentro de
todas estas categorías, toda persona de la raza equivocada. Se desa-
rrollaron las herramientas perfectas. Un simple disparo resultaba
muy caro y tensionaba a los asesinos; las inyecciones eran menos efec-
tivas que las emanaciones venenosas de los motores de autos. Pero se
comprobó que los insecticidas gaseosos eran lo mejor y por lo tanto se
decidió usarlos.
Los médicos fueron esenciales. Las analogías médicas se utilizaron
todo el tiempo. La nación alemana se veía como un cuerpo; un cuerpo
que necesitaba un tratamiento. Cuando una parte está enferma, hace
falta cirugía. Los judíos eran el cáncer y era obvia la necesidad de
amputar la parte infectada del cuerpo social. No era una matanza, era
un tratamiento. Los médicos traducían la teoría en actos y rendían
cuentas ante los teóricos. Su posición los llevaba a actuar personal-
mente, por el solo hecho ser médicos. Lifton (1986) la llama matanza
médica. El entrevistó a veintinueve hombres que habían participado
significativamente en los altos niveles de la medicina nazi; cinco ha-
bían trabajado en campos de concentración. También entrevistó a
otros antiguos profesionales nazis de cierto prestigio y, finalmente,
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 177

habló con ochenta ex-prisioneros de Auschwitz que habían trabajado


en bloques médicos. Más de la mitad eran médicos. Un hallazgo im-
portante de este estudio fue la importancia del pensamiento médico
tanto en la preparación de toda la operación, como en la acción con-
creta del exterminio. Incluso en los andenes, donde llegaban los tre-
nes provenientes de los ghettos, siempre había médicos presentes. Allí,
en un instante, decidían sobre los casos concretos de cirugía del cuer-
po nacional; a la izquierda -exterminación inmediata-, a la derecha -
una suerte de vida en el campo de trabajos forzados-. Si no había mé-
dicos disponibles, también podía hacerlo un dentista o un farmacéuti-
co. Era importante no ceder sobre este punto: se trataba de una deci-
sión médica. Si los médicos, o las personas de su entorno, no hubie-
sen estado en el andén, hubiera sido una matanza.
La peor pesadilla nunca va a hacerse realidad. La población peligrosa
no va a ser exterminada, a excepción de los que mueran ejecutados.
Pero hay muchas probabilidades de que a los que son considerados
miembros clave de la población peligrosa se los encierre, se los depo-
site, se los guarde y se los obligue a vivir durante la mayor parte de
sus años activos como consumidores de control. Se puede hacer
democráticamente y bajo estricto control de las instituciones legales.
11.6 La matanza legalizada
- si el Holocausto fue un producto de la sociedad industrializada,
- si los métodos burocráticos racionales fueron una condición impor-
tante para llevar a la práctica la operación,
- si las teorías científicas tuvieron un papel importante,
- si el pensamiento médico fue otra condición esencial para hacer lo
impensable,
- entonces, hay muchas razones para pensar que pueden volver a dar-
se fenómenos similares, si llega el momento correcto y se presentan
las condiciones esenciales.
¿Estamos lejos de ese momento?
Las sociedades industrializadas están ahí, más que nunca, y también
están sufriendo más presiones que nunca. La economía de mercado
gobierna el mundo, con una "obvia" demanda de racionalidad, utili-
tarismo y, por supuesto, ganancias. Las clases bajas, fácilmente trans-
formadas en clases peligrosas, están ahí. También hay teorías científi-
cas que pueden pasar a la acción. Las teorías sobre la droga están allí
178 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

para afirmar que ciertas drogas -no las que ya se consumen en


cantidad, sino algunas nuevas- tienen características tales que los
métodos más severos de investigación y castigo son legítimos para
luchar contra ellas. Y los teóricos de la criminología y del derecho
también prestan su apoyo. Ya nadie cree en el tratamiento, pero la pri-
vación de la capacidad ha sido un tema favorito desde el nacimiento
de las teorías positivistas del control social del delito.
El sistema legal se adapta espléndidamente a las demandas de los
tiempos modernos. La idea del justo castigo hace posible racionalizar
el sistema y, sobre todo, restarle importancia a todos los valores que
no sean la gravedad del acto. El ideal de equiparar la gravedad de un
delito con una porción de dolor tiene como consecuencia que todos
los otros valores básicos que los jueces tradicionalmente deben sope-
sar quedan fuera del procedimiento. Lo que fue un sistema de justicia
se convierte en un sistema de control del delito. La distinción clásica
entre el poder judicial, el ejecutivo y el legislativo en gran medida ya
no es tal Los tribunales se convierten en herramientas en manos de
los políticos o, en los casos más extremos, los jueces -así como los fis-
cales- se convierten ellos mismos en políticos. Sin embargo, esto está

La Asociación Internacional de Política Criminal (Internationale Kriminalistische


29

Vereinigung) fue fundada en 1889. La figura central era von Liszt, quien insistía en
ayudar a la naturaleza a controlar las clases peligrosas, sobre todo los "incorregibles",
esos opositores natos del orden social. Una y otra vez, von Liszt sostuvo que quienes
no podían reformarse debían ser transformados en discapacitados. Radzinowicz
(1991) consideraba que el control de este grupo era la tarea central y más urgente de
la política criminal:
Alrededor del 70% de los presos eran reincidentes y por lo menos la mitad debería
designarse "delincuentes habituales incorregibles". La sociedad debe protegerse de
ellos y, "... como no deseamos decapitarlos ni colgarlos y no podemos deportarlos...",
lo que nos queda es la reclusión de por vida o por un período indeterminado (p. 39).
... todo delincuente hallado culpable por tercera vez debería ser considerado
un delincuente incorregible y como tal se le debería imponer este tipo de
segregación casi permanente (p. 40).
Es necesario volver inofensivo al delincuente reincidente a costa suya (las bas-
tardillas son de von Liszt), "y no nuestra", agrega Radzinowicz (p. 40) y hace
que von Liszt suene muy moderno.
Naucke (1982, p. 557) sostiene lo siguiente sobre el programa de Marburgo que for-
mulara von Liszt:
Esta teoría está a disposición de quienes controlan el derecho penal. El Pro-
grama de Marburgo no contiene ningún instrumento para diferenciar a aque-
llos a quienes se les debería ofrecer este servicio de aquellos a quienes se les
debería negar.
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 179

más allá de toda crítica. No presenta ninguna de las graves ilegalida-


des que marcaron al Holocausto o a los Gulags. Hoy se trata del con-
trol democrático del delito a través del voto de la mayoría. Para esto
no hay límites naturales, en la medida en que las acciones no perjudi-
quen a esa mayoría.
No hay ninguna razón en especial para ser optimista. No hay ningu-
na salida fácil, ninguna receta para un futuro en el que lo peor no va a
llegar a lo peor. Porque trabajo con las palabras, no tengo más que
palabras para ofrecer; palabras, intentos de aclarar la situación en la
que nos encontramos, intentos de traer a la superficie algunos de los
valores que se están dejando de lado en los recientes intentos caóticos
de adaptarse a las demandas que están de moda en este momento.
Echémosle un vistazo una vez más a la institución de la justicia, para
ver si después de todo no hay algo de valor en algunas de las anti-
guas formas de esa institución..
Capítulo 12
La cultura del control del delito

12.1 El núcleo común


Taiwán acepta Organos. Este era el título de un artículo corto de la
publicación Corrections Digest del 27 de noviembre de 1991. Y luego
decía:
Donaron treinta y siete órganos de 14 delincuentes taiwaneses que fueran
ejecutados, según afirmó un experto en transplantes japonés el 30 de sep-
tiembre, citando a un cirujano taiwanés. Fue Masami Kizaki, presidente de la
Sociedad Japonesa para el Transplante, según dijo Chun-Jan-Lee, profesor
de la Universidad Nacional de Taiwán, quien reveló los transplantes. El Dr.
Lee señaló que los convictos estaban de acuerdo en donar los corazones,
hígados y riñones "para ser redimidos del pecado". Los donantes fueron
muertos a tiros mientras estaban conectados a un respirador, para que la cir-
culación sanguínea y la respiración no se interrumpieran abruptamente.
Una vez más no puedo creer lo que veo. No puede ser, simplemente
no puede ser que hagan algo así. Pero obviamente sí puede ser, ya se
hizo.
Miro a mi alrededor y me pregunto quién va a hacer algo, quién va a
ir a las barricadas a protestar.
¿Los médicos?
¿Por qué habrían de protestar? Tal vez algunos, pero no necesaria-
mente por ser médicos.
Los que fueron ejecutados estaban satisfechos, por lo menos con este
aspecto en particular. Los que recibieron los órganos estaban felices;
los médicos tal vez también estaban felices: tanta salud gracias a lo
182 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

que de otra manera no hubiera sido más que desperdicio y miseria.


Por lo menos esto es mejor que robar y matar niños para extraerles los
órganos, como se hace en América Latina, o que engañar a los turcos
para sacarles los riñones, como en Inglaterra. Algunos legos tal vez
tengan dificultades para entenderlo y aceptarlo, pero los médicos
están entrenados para pensar racionalmente. Es casi un milagro; un
ciego podría recobrar la vista, el marido y padre con un corazón defi-
ciente podría vivir muchos arios junto a su esposa e hijos después del
transplante.
Algunos todavía no se convencerían y tal vez se les ocurriría que los
jueces podrían protestar. ¿La gente con una formación legal no permi-
tiría que la pena de muerte se use de esta manera?
Depende de las leyes. Tal vez no haya leyes en contra o, lo que sería
más terrible, tal vez haya leyes que favorecen estas prácticas. Si la ley
estableciera que se puede ejecutar a la gente a tiros mientras están
conectados a un respirador, los jueces lo aceptarían, a pesar de alguna
vaga sensación de intranquilidad, a pesar de las reacciones de los
legos, a pesar de las preguntas sorprendidas de las esposas e hijos a la
vuelta de un día extenuante en la corte.
Hitler tuvo el mismo problema.
A la gente común le resultaba difícil entender y aceptar su programa
para la superación de la nación alemana. En las primeras etapas de la
operación se presentaron serios problemas. El primer asesinato de un
niño extremadamente discapacitado realizado con autorización oficial
fue iniciado y aceptado por el padre; aun así, se mantuvo en secreto.
Pero a medida que el programa se iba extendiendo, y los criterios de
"vida que no merece ser vivida" se hacían más amplios, hubo mani-
festaciones de protesta desagradables en la población alemana. Los
familiares pedían detalles sobre por qué y dónde habían muerto sus
conocidos. También hubo episodios desagradables de protestas de los
vecinos de las áreas de exterminio e incineración. Los grupos religio-
sos unieron sus fuerzas. Esto frenó el operativo... dentro de Alemania.
Pero el aparato ya estaba listo y, cuando comenzó la guerra, la mayor
parte de la operación se trasladó desde Alemania a los territorios ocu-
pados; allí se fortaleció y se concretó de la manera que todos conoce-
mos.
¿Qué estoy tratando. de decir?
LA CULTURA DEL CONTROL DEL DELITO 183

Estoy tratando de decir que Charles H. Cooley tiene razón (1909,


1956). Cooley, ese gran padre de la sociología de los Estados Unidos
que ya nadie recuerda, sostenía que todos los seres humanos tienen
una base común. Todos son básicamente similares, no por la biología,
sino porque comparten una experiencia humana básica. La experien-
cia de ser el más vulnerable de todos los seres durante el período que
sigue al nacimiento y de estar condenados a una muerte prematura,
de no recibir el cuidado necesario. Todos, básicamente, compartimos
esta experiencia humana. Si no, no seríamos humanos. ¿De otra
manera cómo se explica, se pregunta Cooley, que leamos los dramas
griegos, y los encontremos pertinentes e importantes para nuestra
vida actual y los entendamos perfectamente? Según mi lectura de
Cooley, él ve en esta experiencia compartida la base de un núcleo
común a la humanidad, una base de valores y reglas compartidas
sobre cómo actuar. Todos tenemos sensaciones básicas sobre lo que
está bien y lo que está mal, y una base común para percibir los con-
flictos imposibles cuando se plantean. Todos, legos y expertos, sabe-
mos de derecho desde la edad cero, y tenemos incorporadas en la
mente bases de datos enormes y a menudo llenas de conflictos sobre
cuestiones morales, que conservamos por el resto de la vida. Un tér-
mino noruego para este conocimiento sería folkevett o, en términos un
poco más anticuados, den folkelige fornuft, una suerte de sentido
común intuitivo que todos compartimos.
Este punto de vista es básicamente optimista. Los que sobreviven a la
niñez recibieron el apoyo necesario; experimentaron por lo menos un
mínimo, y en muchos casos un máximo, de contacto social, apoyo y
calidez, y así también absorbieron las reglas básicas de la vida en
sociedad. De otra manera no hubieran podido crecer. Los problemas
son los mismos en todos lados; las experiencias acumuladas también.
Este núcleo común es sorprendentemente resistente. Los seres huma-
nos tienen experiencia de la vida en sociedad. No es descabellado que
Durkheim (1966) mencione al suicidio altruista como uno de los tipos
más importantes. Los seres humanos son capaces de morir por otros.
Es normal, si se trata de gente común, si el altruismo es necesario y si
las partes están suficientemente cerca como para percibirse mutua-
mente como seres humanos. Pero este último punto sobre la cercanía
es importante y nos atañe a todos. La mayoría de nuestras obligacio-
nes también tiene límites; es necesario para la supervivencia. Estamos
184 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

atrapados por el viejo dilema ético: ¿cómo puedo comer cuando sé


que hay gente, en este mismo momento, a menos de seis horas de
avión, que se está muriendo de hambre? Pero como y así sobrevivo.
Lo mismo hizo, durante un tiempo, la policía judía del ghetto de Lodz.
Este era el más grande de los que había en los territorios ocupados del
este. Lodz era una ciudad vieja y muy industrializada, una suerte de
Manchester polaca. A M. G. Rumkowski, el judío más anciano y con
poder absoluto dentro del ghetto, se le ocurrió que podrían sobrevivir
haciéndose indispensables para la maquinaria bélica alemana. El
gheto se convirtió en una gran fábrica, muy bien organizada, muy dis-
ciplinada y sin problemas con los sindicatos. Algunos trabajadores jó-
venes intentaron movilizarse, pero se los controló fácilmente. Sin
embargo, las autoridades de las SS nunca estaban del todo satisfe-
chas. En el predio interior al alambre de púas, el ghetto tenía sus pro-
pias autoridades bastante independientes, pero los alemanes siempre
inspeccionaban. Veían a gente muy anciana y a niños pequeños, con-
sumidores no productivos, y ordenaban que se los transporte a "un
lugar más confortable" fuera de la ciudad. Algunos aceptaban, hasta
que volvían los camiones cargados con las ropas usadas y la realidad
de ese lugar supuestamente confortable aparecía frente a los habitan-
tes. Desde entonces, se hizo más difícil completar el contingente que
las SS requerían de Lodz. La gente trataba de esconderse entre los
familiares y amigos;-los que se escondían no recibían alimentos y des-
pués de un tiempo a los familiares también se les negaba la comida.
Se dieron pruebas de un altruismo extremo. Muchas veces cuando se
encontraba a alguien escondido, otros miembros de la familia -que
todavía podían trabajar- rechazaban el privilegio de permanecer en
Lodz y en cambio emprendían con los niños, los enfermos o los
padres lo que ya sabían sería su último viaje. A la policía, la policía
judía, se le hacía muy difícil detectar, arrestar y deportar a los que tra-
taban de esconderse, pero había que hacerlo para que el ghetto sobre-
viva. Como recompensa para los policías, se exceptuaba a sus familia-
res más cercanos de ser deportados, hasta que, al final, los mandaban
a todos. Rumkowski mismo, y su joven esposa, parecen haber sido
deportados en uno de los últimos trenes que salió de Lodz. Cada día
de la vida del ghetto se publicaba un diario de circulación interna, con
cuatro ejemplares. Se conservó uno y ya hay grandes porciones publi-
cadas en inglés (Dobrozycki, 1984). No se han publicado muchos
documentos más crudos que este en la descripción de la magnitud
LA CULTURA DEL CONTROL DEL DELITO 185

del ser humano. Tampoco debe haber muchos documentos de este


tipo que muestren el otro lado de la humanidad: la posibilidad de
llegar a la destrucción total bajo coacción, cuando el hambre, la hume-
dad, la escarcha y la desesperación destruían todo o cuando gente
normalmente honesta perdía todas las inhibiciones habituales en el
intento de rescatar a sus seres queridos de la deportación.
Por lo tanto, como todos hemos aprendido en la vida diaria, ese
núcleo común fruto de experiencias previas similares no ofrece garan-
tías absolutas. Muchas veces funciona, sobre todo en relación con la
gente que tenermos más cerca. Pero el núcleo puede volverse nulo
debido a la distancia o al carácter extremo de la situación que nos
rodea.
O puede volverse nulo debido a la formación y a la práctica profe-
sional.
Este no es el lugar para denunciar el profesionalismo. Es una bendi-
ción recibir un servicio profesional de alta calidad cuando ese servicio
es lo que pedimos y lo que sabemos que necesitamos. Pero es inevita-
ble hacerse una pregunta. La formación profesional implica una larga
especialización; implica el perfeccionamiento de ciertas habilidades,
pero también de ciertos valores. Una larga especialización implica ale-
jarse del núcleo básico de la experiencia humana. La profesionaliza-
ción suele garantizar un buen trabajo realizado en el área en cuestión,
pero reduce las probabilidades de que se le preste atención a la totali-
dad de los valores, al popular sentido común. Lo que le ocurrió a la
medicina en la época nazi no es tan peculiar; no hay garantías intrín-
secas.
En este contexto, podemos volver a concentrarnos sobre el derecho.
Es una profesión que trabaja con valores. Si no se puede confiar en los
abogados, ¿en quién se puede confiar?
Depende del tipo de justicia.
Depende, primero y principal, de lo cerca que esté la justicia del
núcleo básico de la experiencia humana común. ¿Se trata de una justi-
cia arraigada en este núcleo, o de una justicia aislada de ese área y en
cambio completamente anclada en las necesidades de la nación, en
las necesidades del gobierno, o en el manejo general del sistema eco-
nómico/industrial? O, una idea más cercana a lo que yo creo es el
ideal, ¿cómo se puede alcanzar el nivel legal más alto en todos estos
186 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

sectores especiales sin perder de vista las normas y valores básicos


provenientes de la fuente de experiencia humana común?
12.2 ¿Cuál es el lugar del derecho?
Dag Osterberg (1991) divide las principales instituciones sociales en
cuatro categorías básicas. Una es la de la producción, en la que predo-
mina el cumplimiento racional de los objetivos. Otra es la de las insti-
tuciones reproductivas, en la que predominan la asistencia y el servi-
cio. En una tercera categoría, encontramos las instituciones de la poli-
tica y el poder, y en la cuarta instituciones que se ocupan de la coordi-
nación de principios, valores y formas de pensar. A esta última perte-
necen las instituciones culturales y científicas, y es donde se produce
y reproduce el conocimiento, donde tiene lugar la discusión sin fin
sobre cómo percibir el mundo y sobre las relaciones entre la naturale-
za y los seres humanos.
¿Y cuál es el lugar del derecho? Hedda Giertsen (1991) se ocupa de
este problema en un trabajo titulado "El derecho como actividad
humanística". Su respuesta se refleja en el título. En vez de considerar
el derecho como parte del poder y la politica, ella destaca los aspectos
esencialmente humanos de la toma de decisiones sobre cuestiones
legales. El derecho tiene que ver con la conceptualización y la evalua-
ción; muchas veces trabaja con fenómenos conflictivos y no se limita a
tratar con pesos exactos en una escala unid imensional.
Con la modernidad, todo esto ha cambiado. Se ha empujado.el dere-
cho en dirección a la primer clase general de instituciones, la de la
producción. El derecho se está convirtiendo en un instrumento utilita-
rio, apartado de su proximidad con las< instituciones culturales. De
esta manera, el derecho pierde cualidades esenciales, en particular sus
raíces en el nucleo básico de la experiencia humana.
La clasificación del conjunto total de instituciones en cuatro tipos
básicos permite ver los problemas que significa integrar elementos de
un tipo de institución en instituciones que pertenecen a las otras cate-
gorías básicas. Las soluciones de un tipo de institución no necesaria-
mente son adecuadas para los otros. Las universidades no se pueden
administrar como fábricas (aunque algunos rectores intenten hacerlo)
sin que se pierda parte de la habilidad imaginativa y crítica. De la
misma manera, las cortes no pueden funcionar como herramientas de
control sin sacrificar su influencia más importante como protectoras
LA CULTURA DEL CONTROL DEL DELITO 187

de los valores; una tarea que llevan a cabo al explicitarlos, al contras-


tar unos con otros y al ocuparse de que los objetivos particulares de
algunos entornos institucionales no tengan un peso indebido en la
totalidad. El derecho como disciplina humanística se mantiene en
contacto con las actividades puramente humanas y por lo tanto tam-
bién con la experiencia común. Con ese anclaje, el poder judicial está
preparado para enfrentar lo increíble y reaccionar instintivamente, tal
como le ocurre a cualquier individuo en la mesa familiar. Tal vez no
haya ninguna ley contra las ejecuciones con respirador, pero no está
bien y hay que frenarlo.
Recuerdo un invitado de Polonia que vino a visitar nuestro instituto
hace muchos arios, en medio de la peor época de opresión de los
países del este. El número de presos aumentaba sostenidamente, de-
jando atrás el bajo nivel previo a la Segunda Guerra Mundial. Las
cifras todavía no se censuraban, por lo que pudimos pedirle a nuestro
invitado, el Dr. Jerzy Jerzinski de la Academia Polaca de Ciencias, que
nos explicara esa tendencia. Dijo que no era ningún misterio; los jue-
ces anteriores ya no estaban, los nuevos eran del partido. Pero las sen-
tencias más severas no se debían a la politica del partido, tenían más
que ver con una cierta afiliación cultural. Los anteriores provenían de
la intelligentsia; pertenecían a una suerte de élite cultural, lo que
podría ser criticable. Esto probablemente significaba que eran bastan-
te snobs -me temo que estoy apartándome de lo que nos pueda haber
dicho el Dr. Jerzinski para continuar con mi propia interpretación-,
pero también que tenían mayor contacto con la gente polaca que tra-
bajaba con los problemas básicos de su tiempo, desde Sófocles hasta
Dostoievski. También significaba que tenían mayor contacto con gen-
te que en su estilo de vida personal probablemente manifestaba
tendencias y dilemas que se mantendrían encubiertos en los círculos
cercanos al centro de poder. Un juez con una base cultural sólida, tan-
to en lo que hace a la lectura como a la vida, no caería con tanta facili-
dad en la trampa de creer que auqellos a quienes condena pertenecen
a una raza completamente diferente a la suya.
Se puede establecer un terreno común a todas las clases a través del
reclutamiento de todas ellas: se pueden tomar las medidas necesarias
para que los jueces provengan de todas las clases sociales, con la
variedad de orígenes étnicos que represente al país. El peligro que se
corre en este proceso es la pérdida de las raíces. El juez de clase baja
puede identificarse con la clase alta y adoptar sus características de tal
188 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO

manera que parezca haber nacido en esa clase. La única alternativa


viable parece ser preservar ese terreno común a través de una verda-
dera integración del derecho con la cultura. Esto significaría, en la for-
mación y en la práctica, fortalecer los principios generales del derecho
y desalentar todos los tipos de especialización. También significaría
fomentar el trabajo con valores y normas básicas, y una mayor habili-
dad para equilibrar muchos valores, muchas preocupaciones e inclu-
so muchas institudones, sin dejarse llevar por soluciones rápidas y
simplistas.
Pero tales acciones requieren fuerza y jueces blindados. La arrogancia
es un tipo de protección posible; eso es lo irónico de la situación. En
una sociedad injusta, el juez que llega a su cargo por las vías más
democráticas posibles, un igual entre los iguales, podría estar mal
equipado para demostrar un respeto independiente por los valores
básicos. En una sociedad que presenta grandes desigualdades, parece
ser particularmente importante vincular al juez tanto como sea posi-
ble a todos los otros trabajadores de los símbolos, del significado, de
la interpretación y del desarrollo futuro del núcleo común.
El apoyo del núcleo común también requiere libertad con respecto a
otras autoridades. Un juez reducido a ser un funcionario que aprieta
un botón para obtener la respuesta correcta está muy lejos de ser libre.
El derecho penal es el área legal que más necesita que el poder judi-
cial sea independiente y se vincule a la cultura. Permítanme tratar de
ilustrar esta idea.
12.3 Una cantidad apropiada de dolor
Hemos visto que el nivel de dolor que impone una sociedad no está
determinado por los delitos cometidos, que el castigo no es una sim-
ple reacción ante los actos viles, que el nivel de castigo no afecta
demasiado el nivel de delitos y que la ley no es un instrumento natu-
ral para administrar la sociedad. Esto también nos libera de la carga
de la utilidad; aun para aquellos que optan por la concepción utilita-
rista del castigo, queda claro que tenemos derecho a optar. Para el res-
to de nosotros, esto siempre estuvo claro.
Pero esta libertad plantea inmediatamente nuevos problemas. Si el
delito no provoca el castigo, ¿cómo habremos de determinar la canti-
dad apropiada de dolor que se puede repartir dentro de una determi-
nada sociedad? Somos libres, pero sin claras pautas establecidas. ¿Por
LA CULTURA DEL CONTROL DEL DELITO 189

qué no habríamos de tener más gente en la cárcel de la que hay


actualmente? ¿Por qué no un quinto de la población masculina o en
todo caso un tercio? ¿Por qué no volver a introducir los azotes públi-
cos? ¿Y por qué no hacer un uso más extensivo de la pena de muerte?
Es posible encontrar una respuesta. Es posible, si intentamos conser-
var la proximidad entre la institución de la ley y las otras instituciones
culturales. Una cantidad apropiada de dolor no depende de la utili-
dad social, del control del delito, de si funciona o no. Depende de nor-
mas que se basan en valores. Es una cuestión cultural.
Este problema se puede enfocar de dos maneras principales. Una es
crear teorías penales que se basen en autoridades fuertes e incuestio-
nables. Las teorías utilitaristas tienen al Estado como cimiento. La
mayoría de las teorías no-utilitaristas tienen a las escrituras de Dios,
profetas u otras autoridades; se basan en la concepción de que la ver-
dad existe en algún lugar, una autoridad absoluta la define y la tarea
del religioso es solamente traducirla al idioma moderno. El represen-
tante de las teorías no-utilitaristas de este tipo es un vocero de Dios, de
la misma manera que el utilitarista es el vocero del Estado. Pero inclu-
so una perspectiva cultural puede ser capturada por el estado; Hitler
mismo decidía sobre cuestiones relacionadas con el arte, sobre todo
pintura y música. Pero 'esas no eran las únicas expresiones culturales
que le parecían importantes. Se trataba de manifestaciones que expre-
saban al estado y que debían ser decididas por el estado, es decir por
él. Franco, Mussolini y Stalin tuvieron inclinaciones similares.
Una alternativa para la concepción de la ley como algo preexistente,
proveniente de Dios o de la naturaleza, es la que sostiene que los
principios básicos de la justicia están ahí todo el tiempo, pero sus for-
mulaciones concretas tienen que re-crearse una y otra vez. Según esta
alternativa la justicia no está formada por principios preexistentes que
deben ser excavados utilizando los métodos del derecho o de las cien-
cias sociales, sino por el conocimiento común que cada generación
debe formular en principios legales. Esto implica la concepción de
cada ser humano como un agente moral y, para relacionarlo con el
derecho natural, de todos y cada uno de nosotros como un profeta.
El castigo puede entonces considerarse como un reflejo de nuestro
entendimiento y de nuestros valores, y por lo tanto está regulado por
normas que la gente aplica todos los días sobre aquello que es posible
y aquello que no es posible hacerle a los demás. Estas normas se ven
190 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO

en la práctica, no sólo las registran los sondeos de opinión. Más que


una herramienta de la ingeniería social, el nivel y el tipo de castigo es
un espejo de las normas que reinan en una sociedad. Entonces la pre-
gunta para todos y cada uno de nosotros es: ¿estaría de acuerdo con
todo mi conjunto de valores vivir en un estado que me representara
de esta manera en particular? El Teatro Nacional de Oslo me repre-
senta como noruego. Lo mismo puedo decir de nenrik Ibsen y Ed-
vard Grieg. Pero lo mismo ocurre con el hecho de que ejecutamos a
25 prisioneros después de la Segunda Guerra Mundial. La matanza
de Quisling es parte de mí. También lo es el tamaño de la población
carcelaria, que también en mi país puede caracterizarse como "Una
Afrenta a la Sociedad Civilizada" (Stern 1991, p. 1-8). Pero al pertene-
cer a la cultura occidental industrializada, por supuesto también me
representa lo que ocurre en los Estados Unidos. De alguna manera
también me afecta que a mis familiares culturales les parezca acepta-
ble hacerles semejantes cosas a tantos de sus hermanos ciudadanos.
No es obligatorio tener un teatro nacional o fondos para los artistas.
Los argumentos a favor sólo se pueden basar en valores morales. En
mi opinión es correcto tenerlos; son muy caros, pero necesarios. Lo
mismo ocurre, en última instancia, con las críticas a ciertas formas de
castigo. No está bien cortar dedos como castigo, no actualmente. Nos
pareció bien hasta 1815, cuando fue abolido del código penal. Para mí
tampoco está bien tener a 2.500 personas en la cárcel. Somos libres de
elegir el nivel de dolor que nos parece aceptable; no hay pautas esta-
blecidas, excepto en nuestros valores morales.
Aquellos que trabajamos cerca del sistema penal tenemos responsabi-
lidades especiales, pero no como expertos. Como criminólogo siento
cada vez más que mi función es similar a la de un crítico de libros o
de pintura. El guión nó es coherente y nunca va a poder serlo. Los
autores -la comisión de asuntos legales del Storting, por ejemplo- no
se encuentran en la situación de poder dar una descripción plausible,
dentro del marco de una ley, de la totalidad del problema que enfren-
tan. Un sistema legal sin espacio para maniobrar crea guiones y repre-
sentaciones como los que se encuentran en los regímenes totalitarios.
Todo está predeterminado, para beneficio de la autoridad.
La autoridad, y en los estados democráticos los políticos, siempre tra-
tan de dar la impresión de que la suya es una tarea racional que se
enmarca en un campo en el que el pensamiento utilitarista es obvia-
LA CULTURA DEL CONTROL DEL DELITO 191

mente importante. Nuestra oposición, como trabajadores de la cultu-


ra -o miembros de la intelligentsia, como dirían en Europa del Este-,
consiste en demoler ese mito y traer toda la operación nuevamente al
campo de la cultura. El hecho de repartir dolor, a quién y por qué,
contiene un conjunto infinito de serias ,preguntas morales. Si hay
algún experto en estos temas, se trata de los filósofos. También suele
haber expertos en decir que los problemas son tan complejos que no
podemos actuar sobre ellos. Tenemos que pensar. Tal vez esa no sea la
peor alternativa cuando la otra opción es el reparto de dolor.
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