La Industria Del Control Del Delito PDF
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EDITORES Prólogo de Eugenio Raúl Zaffaroni
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LA INDUSTRIA DEL
CONTROL DEL DELITO
Nils Christie
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EDITORES
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dEL PUERTO
Editores dEL PUERTO s.r.l.
Título original:
Crime Control as Industry. Towards GULAGS, Western Style?
ISBN 987-99437-0-8
A Ivan Illich
Indice
Prólogo 11
Capítulo 1 Eficiencia y decencia 21
Capítulo 2 El ojo de Dios 27
2.1 Completamente solo 27
2.2 El extraño 28
2.3 Donde el delito no existe 29
2.4 Una oferta ilimitada de delitos 31
Capítulo 3 Niveles de dolor intencional 33
3.1 Medidas de dolor 33
3.2 ¿Aquellos buenos viejos tiempos? 34
3.3 Europa occidental 37
3.4 Tendencias mundiales 38
3.5 La importancia de las ideas 41
Capítulo 4 ¿Por qué hay tan pocos presos? 43
4.1 Esperando el dolor 43
4.2 Tolerancia desde arriba 49
4.3 Entre el este y el oeste de Europa 54
4,4 El estado benefactor en crisis 58
4.5 ¿Cuánto va a durar? 62
Capítulo 5 El control de las clases peligrosas 65
5.1 El excedente de población 66
5.2 Accionistas de la nada 67
5.3 El control de las clases peligrosas 69
5.4 Europa fortificada. Occidente dividido 76
5.5 Dinero en esclavos 79
5.6 Huellas de un futuro 80
Capítulo 6 El modelo 87
6.1 A quien ames, castigarás 87
6.2 El gran encierro 88
6.3 De estado en estado 92
6.4 Los estados y las cárceles 94
6.5 El delito como explicación 98
Capítulo 7 El control del delito como producto 101
7.1 El mercado del control del delito 101
7.2 El estímulo del dinero 106
7.3 Cárceles privadas 107
7.4 La policía privada 111
7,5 El estímulo privado 116
7.6 El estímulo tecnológico 119
7.7 La materia prima del control 123
7.8 La gran tradición norteamericana 124
7.9 El modelo 130
Capítulo 8 La modernidad y las decisiones 133
8.1 4.926 aspirantes 133
8.2 Cuellos de botella 135
83 Manuales para decidir sobre el dolor 137
8.4 La justicia purificada 139
8.5 La colaboración del acusado 142
8.6 La despersonalización 144
Capítulo 9 ¿Una justicia empresarial? 147
9.1 La justicia de la aldea 147
9.2 La justicia representativa 149
9.3 La justicia independiente 151
9.4 La revolución silenciosa 153
9.5 El comportamiento expresivo 156
Capítulo 10 Hermanados por el control:
el derecho penal y la psiquiatría 159
10,1 Un manual para decidir
sobre los trastornos mentales 159
10.2 Manuales para la acción 163
Capítulo 11 La modernidad y el
control del comportamiento 165
11.1 Hijos de la modernidad 165
11.2 La máscara del diablo 169
11.3 ¿Límites al crecimiento? 172
11.4 La matanza industrializada 173
11.5 La matanza médica 175
11.6 La matanza legalizada 177
Capítulo 12 La cultura del control del delito 181
12.1 El núcleo común 181
12.2 ¿Cúal es el lugar del derecho? 186
12.3 Una cantidad apropiada de dolor 188
Bibliografía 193
Prólogo
1. Este libro no será pasado por alto, pues se trata de una de las contri-
buciones más importantes de los últimos años. Christie sigue siendo
el mismo de Limits to pain, pero aquí no se dedica a plantear la posible
abolición del sistema penal, sino a señalar un curso, a analizar un
fenómeno real y concreto, como es la preocupante evolución del siste-
ma penal estadounidense.
La valentía no es el menor de los méritos de este libro, teniendo en
cuenta que proviene de un académico del "primer mundo". Siempre
he pensado que la menor estabilidad de nuestras burocracias nos per-
mite el lujo de crear y criticar con mayor libertad, aunque esta libertad
pueda verse limitada por otras circunstancias, o no servir de mucho
en razón de la carencia de información, de medios, y de estímulos (o
presencia de exceso de estímulos contrarios). Pero lo cierto es que
entre nosotros los ostracismos burocráticos duran poco, siendo
mucho más difícil desafiar a la burocracia con la crítica y sufrir el ries-
go etiquetante frente a estructuras consolidadas. Esto es lo que Chris-
tie hace, desarrollando una tesis que no es nueva en sus elementos,
sino en su combinación: la sociedad industrial, con su sistema penal,
desemboca inevitablemente en el holocausto, mostrando que este es
el giro que va tomando el sistema penal de los Estados Unidos. Pero
Christie no se queda allí, sino que va más lejos: se anima a decir que
no ve salida y que sólo puede ofrecer palabras y pensamientos. No
teme reconocer, desde las primeras páginas, que su perspectiva es
pesimista.
Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta que se trata de un traba-
jo criminológico, puede afirmarse que este libro es más radicalmente
12 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
del intérprete, pero ello no es totalmente cierto, puesto que si bien los
autores marxistas prefirieron las teorías de la "modernidad" (llevarí-
an agua a su molino considerando al nazismo como la coronación del
capitalismo), hubo marxistas que postularon el Sonderweg alemán (co-
mo Bloch4), en tanto que también hubo autores liberales y conserva-
dores que apoyaron la tesis de la "modernidad"5.
La obra de Christie se inscribe abiertamente en la vertiente de la
"modernidad". Es difícil resistir la tentación de hacerlo cuando, con
las cifras a la vista, se reflexiona sobre el peligroso giro que ha tomado
el sistema penal de los Estados Unidos en los últimos quince arios y
en la insensata "guerra de la droga".
Por cierto que resulta preocupante la situación estadounidense y el
consiguiente riesgo de exportación de tecnología y modelo. La cues -
tión es saber si efectivamente se trata de un modelo idóneo para la
exportación y para su virtual universalización. La respuesta a este
interrogante depende, también aquí, de averiguar si se trata de un
fenómeno de "modernidad", o bien de un Sonderzveg estadounidense.
4. La antes señalada disyuntiva para explicar los holocaustos ("mo-
dernidad" o Sonderzveg) nos parece un tanto simplista. Creemos que
no está suficientemente incorporado otro dato que, por lo general, la
cultura europea apunta pero secundariza: el racismo.
Si bien, como hemos visto, ha habido autores de todas las ideologías
entre los que postularon la "modernidad" y el Sonderweg en la génesis
del nazismo, no cabe duda de que ambas tesis pueden ser instrumen-
tadas políticamente con diversos intereses: si fue un Sonderweg exclu-
sivamente alemán, el capitalismo no tendría nada que ver en ello; si
fue resultado de la "modernidad'', el discurso del marxismo institu-
cionalizado lo podría mostrar como ejemplo de la culminación del
capitalismo durante la "guerra fría"; si fue resultado de la "moderni-
dad" disminuye la responsabilidad alemana y viceversa; etcétera.
Pues bien: el racismo también es suceptible de interpretaciones instru-
mentables políticamente. A su respecto existe una tesis de Sonderweg
y otra que lo identifica con un problema de "clases sociales", pero el
resultado de ambas es que lo minimizan porque le desconocen enti-
dad: unos lo reducen a un brote o rebrote de elementos históricamen-
' Cfr. nuestro trabajo, ¡Qué pena!, en AA.VV., "El sistema penal entre el temor y la
esperanza", México, 1991, pág. 55.
" V. Graf Arthur Gobineau, Die Renaissanse. Historische Szenen, trad. de Anna Brunne-
mann, Leipzig, 1921.
12 Por ejemplo, Jean Finot, Le préjugé des races, París, 1906.
" Houston Stewart Chamberlain, Die Grundlagen des neunzelinten Jahrhunderts,
Munich, 1906.
16 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
21Cfr. nuestro trabajo, Dimensión política de un Poder Judicial democrático, en "El Dere-
cho", 27/ 11/ 1992.
PROLOGO 19
Eficiencia y decencia
* Así se denominaban los campos de trabajo que existieron en la URSS desde 1930
hasta 1955 (N. de la T.)
EFICIENCIA Y DECENCIA 23
' Es correcto afirmar que la pregunta no es cuándo o dónde tendrá lugar el próximo
Holocausto; ya está ocurriendo. La política industrial y financiera de Occidente causa
cada día más muerte y destrucción en el Tercer Mundo. A pesar de esto, en este libro
limitaré mi atención a la situación dentro del mundo industrializado. El control del
delito en Occidente constituye un microcosmos. Si entendemos lo que está ocurrien-
do en algunos de estos países, tal vez estaremos más cerca de comprender el fenóme-
no del Tercer Mundo.
24 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
social del delito, pero vio las raíces de lo que está ocurriendo ahora;
los instrumentos que crea la dependencia: el conocimiento acaparado
por los expertos y la vulnerabilidad de la gente común cuando se les
hace creer que las respuestas a sus problemas se encuentran en la ca-
beza y las manos de otros. Lo que ocurre en el campo del control in-
dustrializado del delito es la manifestación extrema de todo lo que
Ivan Illich ha denunciado. Incluyo referencias a algunas de sus obras
más importantes en la bibliografía, aunque en el texto no hago refe-
rencias directas. Sin embargo, están presentes'.
Algunos comentarios finales sobre mis pretensiones, la lengua y la
forma.
Lo que sigue es un intento de brindar una explicación coherente sobre
una gran variedad de fenómenos que suelen tratarse por separado.
Varios capítulos pudieron haberse convertido en libros diferentes,
pero me interesa presentarlos juntos para así abrir la búsqueda de las
posibles interrelaciones. Intento ayudar al lector a detectar esas inte-
rrelaciones por sí solo, sin profundizar demasiado mis propias inter-
pretaciones. El material que presento también se puede interpretar de
maneras muy diferentes a las que yo tengo en mente. Y eso está muy
bien. No quiero crear límites ni vallas, sino abrir el camino a nuevas
perspectivas en la búsqueda infinita del significado.
Además de la deuda intelectual que tengo con Ivan Illich y otros que cito en el texto,
un sinnúmero de colegas y amigos me ayudaron mucho en este libro. Desde los Esta-
dos Unidos, James Austin, Alvin Bronstein, Stephen Carter, Marc Mauer y Margo
Picken me brindaron información y nuevas ideas. También Bill Chambliss y Harold
Pepinsky tuvieron acceso al manuscrito y me hicieron críticas importantes. En Cana-
dá, Maeve McMahon y Ole Ingstrup me brindaron toda su ayuda. Vivian Stern me
ayudó amablemente desde el Reino Unido, Sebastián Scheerer desde Alemania,
Louk Hulsman y René van Swaaningen me asistieron desde Holanda y Mónica
Platek me dió información sobre Polonia y criticó el primer borrador del manuscrito.
Desde Rusia recibí la ayuda invalorable de Stevlana Polubinskaya y Alexander
Yakovlev, y desde Hungría de Katalin Gónczól. En Escandinavia me inspiraron y me
brindaron críticas constructivas del manuscrito Johs Andenws, Flemming Balvig,
Kjersti Ericsson, Heckla Giertsen, Cecilie Hoigárd, Thomas Mathiesen, Angelika
Schafft, Kristin Skjorten and Lill Scherdin. La Scandinavian University Press -perso-
nificada en Jon Haarberg y Anne Turner- me brindó ayuda y aliento durante todo el
proceso. Peter Bilton y Anne Turner me ayudaron a adaptar mi inglés dentro de lo
posible a las normas de esa lengua, pero no son responsables de los puntos en los que
insistí en conservar formas y formulaciones que me parecieron más similares al ritmo
noruego. Berit Blindheim, Turid Eikvam, Frode Reed y Grethe Aaraas me ayudaron
en diferentes etapas, y June Hansen hizo un trabajo excelente ordenando el manuscri-
to. La Asociación Noruega de Escritores y Traductores de Non-Fiction hizo posible
todos los viajes durante la preparación del libro.
26 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
El ojo de Dios
EL OJO DE DOS 29
tra vida. Pero por ese mismo motivo, quienes nos rodean pierden
algo de influencia sobre nosotros, y la línea que indica la totalidad de
los delitos recibe un empujón extra hacia arriba.
40
30
20
10
10 CO O CM CO 03 0 N 'Ir CO O N (O 03 0
LO U) CO CO r, N. N- r, 1. CO LO CO 03 O) a)
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11
NIVELES DE DOLOR INTENCIONAL 37
G. B. 90
962
Inglaterra y Gales
Escocia .942
Luxemburgo 942
Alemania 78
Turquía 82
Portugal 87
España 86
Francia 82
Austria 82
Suiza 76
Malta 672
Bélgica 67
Dinamarca 66
Finlandia 62
Suecia 58
Irlanda 562
Italia 56
Noruega 56
Grecia 502
Holanda 44
Islandia 41
Chipre 38
Al pasar a las cifras para 1989, nos encontramos una situación com-
pletamente diferente. En diez años, Polonia disminuyó su población
carcelaria de 300 a 107 y Hungría bajó de un pico desconocido a 1345.
Resulta particularmente complicado evaluar las cifras de la URSS. He
luchado durante arios para tener una visión clara del tema. Hasta el
momento en que escribo este libro, el número de reclusos se sigue
considerando secreto de estado. Como muestra el cuadro, mi estima-
ción es que las cifras cayeron de 660 en 1979 a 353 diez años después.
Mis estimaciones se basan en lo siguiente:
En 1979, un ex-fiscal de la URSS estimaba que el número de reclusos
era de 660 cada 100.000 habitantes. Así lo dijo en una presentación que
tuvo lugar en ese año ante la Sociedad Americana de Criminología.
En una visita a Moscú en 1989, oí que un colega decía que la cifra
correcta para ese año era 214 presos cada 100.000 habitantes. Un año
más tarde, se realizó una Conferencia Internacional sobre Conducta
Desviada fuera de Moscú. En esta reunión se conoció información
nueva. La estimación más baja mencionada fue 800.000 presos, lo que
significa 282 presos cada 100.000 habitantes. Unos meses después, en
un encuentro de investigación conjunta entre los países escandinavos
y la URSS, presenté toda la variedad de cifras que había recolectado y
pedí una suerte de reacción. Las respuestas llegaron, la mayoría sin
palabras. Las cifras extremas como la de 1979 de 660 cada 100.000
habitantes se recibieron con irritación. La sugerencia de 214 cada
100.000 fue acogida con sonrisas amables que hacían referencia a mi
ingenuidad. La cifra 353 -que en aquella época era mi estimación pre-
ferida- se recibió con un silencio satisfecho. Hoy en día me lo hubie-
ran dicho. El Sentencing Project (Proyecto de Determinación de la
Pena) sugiere la cifra 268 para la URSS (Mauer 1991). Probablemente
sea demasiado baja.
Mi conclusión tentativa es que la cifra 353 cada 100.000 habitantes es
correcta para 1989. Con este número de presos, la URSS todavía tiene
una población carcelaria extremadamente grande según los niveles
debe ser la respuesta ante tales delitos. Estas creencias están en armo-
nía con el pensamiento reactivo. Si el delincuente hace algo y lo único
que pueden hacer las autoridades es reaccionar, entonces, natural-
mente, el volumen de presos está causado por los delitos y refleja el
nivel de delitos. Es una cuestión del destino, no una decisión.
Pero las sociedades modernas tienen a su disposición una reserva ili-
mitada de actos que pueden definirse como delitos. Y ya vimos que a
esa reserva le dan usos muy diversos; por lo menos difieren en el uso
de una de las más importantes maneras de infligir dolor: el encarcela-
miento. Habiendo llegado a esta conclusión, podemos pasar a nuevas
preguntas. Si el volumen de delitos no explica el volumen de presos,
entonces, ¿cómo se lo puede explicar? Estas sociedades tienen en
común que todas ellas -con variaciones importantes- tienen un alto
grado de industrialización. ¿Cómo puede ser que sin embargo difie-
ran tanto en el uso que le dan al encarcelamiento? ¿Cómo podemos
explicar las enormes variaciones que encontramos, a través del tiem-
po y entre naciones?
Voy a intentar encontrar una explicación en dos etapas. Esto se debe a
que hay dos problemas igualmente fascinantes. Primero: ¿por qué
hay algunas naciones que hacen tan poco uso del encarcelamiento? Y
el segundo problema: ¿por qué encontramos sociedades dentro de
esa misma familia de naciones industrializadas que tienen diez veces
más presos que otras?
Permítanme una vez más empezar por casa, o cerca de casa, donde la
pregunta será: ¿porqué tienen tan pocos presos estos países?
Capítulo 4
con los estereotipos actuales sobre los presos y la función de las cárce-
les. Todos conocemos las reglas básicas del juego de policías y ladro-
nes. La policía tiene que capturar a los ladrones, encarcelarlos y man-
tenerlos encerrados. Es un trabajo duro y peligroso. Si a los malos se
les da una oportunidad, se escapan. Así era el juego infantil. Y es el
juego de los medios de comunicación, una realidad que respeta el
guión. Se arresta al delincuente, se lo detiene mientras espera el juicio
y después se lo manda a prisión a cumplir con su condena.
Y esta descripción es real, en algunos casos muy serios. Pero la mayo-
ría de los casos no lo es. Entonces, aquí viene la disonancia. La mayo-
ría de la gente condenada es gente, gente común, no pertenece a nin-
guna raza especial, no son bandidos. Son culpables de algo, pero no
son animales salvajes. Pueden esperar, todos podemos. Se terminó el
juego.
La cola desentona con los estereotipos'. Reconocer la cola es reconocer
que los que están parados en hilera no son peligrosos, no son mons-
truos. Van a la cárcel -eventualmente- no por la seguridad de la pobla-
ción sino por otras razones. Esto nos obliga a reflexionar. Por eso esta
situación es buena. Pero también es mala..., para quienes están en la
cola. Es difícil planear el futuro cuando se está en la lista de espera. Y,
sabiendo que el dolor va a llegar, la gente es infeliz. Algunos perma-
necen pasivos, en sus casas, como si ya estuvieran presos. Según Frid-
hov (1988), se preocupan más por la futura estadía en prisión quienes
ya estuvieron presos; saben lo que les espera. Los primarios lo toman
con más calma, no saben.
Otra consecuencia de la cola es el efecto inhibitorio que tiene sobre las
autoridades. La policía sabe que no hay lugar en las cárceles y se con-
trola. Los jueces saben. En los que se consideran casos serios, esto no
impide el uso del encarcelamiento. Pero una vez más, la mayoría de
los casos no son serios.
La pregunta lógica siguiente es: ¿por qué no construir más cárceles o
por lo menos ampliar la capacidad de las que ya existen? La mayoría
de los presos en Noruega tiene "habitación privada", es decir hay una
y sólo una persona en cada celda. Hay excepciones: celdas más gran-
des construidas para varios reclusos, pero no son muchas. Si ubi-
' Es muy diferente esperar el juicio que esperar la condena. Al esperar el juicio el jue-
go continúa, respetando el guión y no en sentido contrario a este.
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 45
9 La importancia de esta lucha por la preservación del principio de una persona para
cada celda se aprecia desde la perspectiva de las condiciones en Gran Bretaña (Stern
1989, p. 6):
En 1966 Lord Mountbatten dijo: "Debería saberse más de lo que se sabe que
todavía hay miles de presos durmiendo de a tres en una celda diseñada en el
siglo XIX para un solo hombre". Más de veinte años después las cosas no
mejoraron. En estas mismas celdas, construidas hace más de un siglo para
una sola persona, viven 5.000 personas de a tres y aproximadamente 14.000
de a dos por celda.
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS'? 47
w Los encuentros son organizados por KROM, una organización que lucha por la
reforma penal. Hace veinticinco arios que se realizan, en gran medida gracias a la ini-
ciativa y energía de Thomas Mathiesen (1974, 1990). Durante muchos arios fue el pre-
sidente. Mathiesen hizo hincapié en la necesidad de mantener esta organización a
nivel intermedio, de mantener la distancia tanto de los movimientos políticos más ra-
dicales como del sistema. En este sentido fue vital la aceptación de "lo inacabado" co-
mo una condición valiosa:
La oposición y la competencia con la vieja sociedad tienen lugar en el desa-
rrollo mismo de la "sociedad alternativa". La oposición y la competencia con
la vieja sociedad tienen lugar en el inicio y crecimiento de la nueva... La socie-
dad alternativa, entonces, se encuentra en el desarrollo mismo de la nueva,
no en su terminación. La terminación, o el proceso de finalización, implica
una toma del poder completa y ya no hay oposición. Tampoco competenciá
(Mathiesen, 1974, p. 17).
48 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
1880 85 1890 95 1900 05 (910 15 1920 25 1930 35 1940 45 1950 55 1960 65 1970 75 1980 85 1990
1.Inglaterra y Gales
2. Holanda
3. Incluyendo institutos psiquiátricos
4. Proyección Fuente: Downes (1988, p. 7)
las nuevas, esta vez entre la gente común y aquellos vistos como
criminales.
Otro factor es la reducción de los beneficios sociales. Hulsman enu-
mera con orgullo varios de estos beneficios en su artículo de 1974 y
afirma que se deben a la excepcional indulgencia del sistema holan-
dés. Hoy en día, (comunicación oral) explica su creciente severidad
por la ausencia de varios de esos beneficios.
Vale la pena mencionar también dos fenómenos relacionados con las
universidades holandesas. Se reemplazó una generación de profeso-
res de derecho; los veteranos dejaron las cátedras, llevándose con
ellos su influencia personal y sus experiencias como prisioneros de
guerra. También se observaron cambios dentro del campo de la crimi-
nología. Holanda siempre fue la fortaleza de la criminología en Euro-
pa. La mayoría de las universidades tenían cátedras de criminología o
quienes ocupaban las cátedras de derecho penal tenían como interés
principal la criminología. Además, la criminología holandesa era
muy peculiar; era crítica, se interesaba más por plantear preguntas
que por darle a las autoridades respuestas de aplicación inmediata.
También se trataba de una criminología muy ligada a las actividades
humanísticas y culturales. Según van Swaaningen, Blad y van Loon
(1992), varios de los criminólogos eran novelistas o poetas de bastante
éxito. Recientemente, esta tradición declinó en gran medida en
Holanda: las cátedras de criminología están vacías y se cerraron insti-
tutos enteros. En cambio, la investigación cercana al gobierno creció
rápidamente. En el centro de investigación y documentación del
ministerio trabajan tantos criminólogos como en todas las universida-
des juntas. Es difícil decir si este fenómeno es un efecto o una causa
de lo que está ocurriendo en el área penal.
Las últimas noticias provenientes de Holanda son tristes para
aquellos a quienes les gustaba ese país como era antes. El número dia-
rio de presos para los primeros meses de 1992 es aproximadamente
7.600, lo que significa 52 cada 100.000 habitantes. Si se mantiene esta
tendencia, llegarán a ser 62 cada 100.000 habitantes en 1995. Según
Rutherford (1984, p. 137), en 1975 había 2.356 presos, lo que entonces
implicaba 17 cada 100.000 habitantes. Holanda triplicó su población
carcelaria desde 1975 y Europa perdió el ejemplo de tolerancia más
espectacular que tenía.
54 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
250
200
150
100
50
o lifillif111111111111111111111111111}11111111111fillillillii111111111111111111111111111111111111iii+-H-1
N. r- cu I. CJ r- r- r- r- CV r-o CV N-
GO 0) O) cz,O CV CV O) CO '4' II) LO CO cO cc)
00 OZ) CO O) 0) O) 01, 05 C7) 01 O) Cr) O) Cr) Cr) a>
severa. Pero más tarde, en la última etapa, se separó de los países nór-
dicos en la limitación del uso del encarcelamiento.
Pero mirando un poco más de cerca podemos encontrar algunas pis-
tas. Voy a concentrarme en lo que ocurrió a partir de 1918. Lo más
fácil de explicar es el incremento radical de ese año: 1918 fue el ario de
la guerra de la independencia, a la que siguió una guerra civil increí-
blemente violenta. Ocho mil personas fueron ejecutadas inmediata-
mente después de la derrota y 10.000 más murieron siendo prisione-
ros. Esta terrible división en la población se mantuvo igual hasta que
las dos guerras contra la URSS, la primera desde 1939 a 1940 y la
56 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
7000
6000
5000
4000
3000
2000
1000
O
65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90
• Mínimo
• Máximo Promedio
Pero el hecho de que haya sido posible llevar a la práctica una gran cantidad
de reformas que tenían por objeto reducir el nivel de castigo dependió en
última medida del hecho de que el pequeño grupo de expertos que estuvo a
cargo de la planificación de la reforma, o que trabajaban como expertos en
control del delito en institutos de investigación y universidades, compartían
unánimemente la convicción de que el elevado índice de presos de Finlandia
era una vergüenza y de que sería posible reducir significativamente la canti-
dad y la extensión de las condenas sin que esto tuviese repercusiones negati-
vas en el índice de delitos cometidos.
ornudcl. concluye (p. 13):
El facto L ivo en Finlandia fue la buena disposición de los funcionarios,
el poder judici,11 y las autoridades carcelarias para tomar todas las medidas
58 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
Cuadro 4.4-1
Edad 16-49 1970 1975 1980 1985 1988 1990
Beneficiarios
por invalidez 26.400 30.400 34.400 44.100 55.300 63.800
Beneficiarios
del seguro social 21.500 33.200 45.900 87.500 121.8(X) 141.000
Desempleados 20.000 34.000 30.000 48.000 62.(11) 99.000
Datos de Breivk (1991)
60 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
deben hacer cola desde las cinco de la mañana para poder hacer el
trámite. No contestan los teléfonos, la policía privada vigila el edificio
y llaman a la policía común si se sienten amenazados. Esto último
puede ocurrir fácilmente, dado el extrañamiento creado por la distan-
cia que existe entre los trabajadores sociales y los clientes. Es posible
observar este tipo de líneas de defensa, pero sólo excepcionalmente.
Otra posibilidad es alejar de la gente común a quienes causan proble-
mas y ubicarlos en áreas aisladas. El ejemplo más extremo es lo que se
va a construir en Suecia. En la ciudad de Orebro durante mucho tiem-
po tuvieron el problema de inquilinos desprolijos y ruidosos en los
edificios de departamentos. Se consideraba injusto que se le permitie-
ra a esta gente molestar a la gente común que vivía en el mismo edifi-
cio. Pero ahora las autoridades municipales encontraron la solución.
El periódico más importante de Suecia, Dagens Nyheter, publicó la
siguiente nota el 28 de septiembre de 1991:
En Orebro se está planeando la construcción de un área residencial apartada
para inquilinos particularmente desequilibrados y molestos. Pisos, paredes y
techos a prueba de incendio, puertas exteriores de acero, las demás puertas
reforzadas para poder resistir patadas y ventanas pequeñas en la parte supe-
rior de las paredes.
Hace tres años que la municipalidad trabaja en estos planos; los llaman
viviendas protegidas. Los críticos prefieren llamarlos bunkers de acero.
Las características del piso deben ser tales que no se incendie la casa si queda
un cigarrillo encendido. Las puertas deben poder resistir ataques; los inquili-
nos suelen estar acompañados de un séquito de visitantes más o menos vio-
lentos. "Y además nadie quiere arriesgarse a que le den un hachazo a la
puerta como castigo por alguna deuda que quedó pendiente en el bar", dice
Torgny Larsson, asistente social de la unidad de adultos violentos del servi-
cio social de Orebro.
Y agrega: "Diez años atrás esto hubiera sido imposible y hubiera despertado
protestas contra los ghettos sociales. Por supuesto que tenemos que ser soli-
darios en nuestra política de vivienda, pero hay ciertos limites. No me parece
correcto que, en el nombre de la solidaridad, se permita a una persona
molesta arruinar todo un edificio en el que vive gente decente".
Con edificios de este tipo los estados benefactores están bastante cerca
de construir sus propias cárceles. Pero por supuesto, hay una diferen-
¿POR QUE HAY TAN POCOS PRESOS? 61
lidad" del mundo y así pueden restarle importancia con mayor facili-
dad a las críticas de los "teóricos", a quienes ven situados en un mun-
do "irreal" de torres de marfil.
Otro factor que actúa sobre los valores que mantienen bajo el número
de reclusos es la penetración de la ideología empresarial en la admi-
nistración del estado. En otros tiempos, un miembro de su personal se
veía a sí mismo como funcionarios públicos que debía obedecer un
conjunto complejo de reglas. A menudo se los caricaturizaba escondi-
dos detrás de una montaña de papeles, lentos, pero confiables. Con la
orientación empresarial, adquieren más importancia los resultados
concretos y la pmxiuctividad. Un gran número de personas "esperan-
do dolor" se podría interpretar como un signo de falta de eficiencia.
En algunas burocracias escandinavas también se puede observar lo
que Feeley llama (1991b) "la nueva penología", que se centra en el
manejo de las poblaciones agregadas. La ideología empresarial tam-
bién está invadiendo las universidades: desde arriba, la administra-
ción de la universidad exige planificación, eficiencia e informes sobre
los objetivos alcanzados. Y desde abajo, los estudiantes exigen conoci-
mientos útiles, es decir, el conocimiento que los futuros jefes -los
gerentes del estado y de las empresas- les van a exigir a ellos. Esto sig-
nifica que los antiguos niveles universitarios del pensamiento crítico
están amenazados. Los estudiantes están más interesados en equipar-
se de respuestas que resuelvan problemas administrativos que de
preguntas críticas que no hacen más que complicar la tarea de quie-
nes tienen responsabilidades administrativas. Así se disminuye el
poder moral de quienes hacen las preguntas.
El futuro es confuso. Tal vez los países que tienen un número excep-
cionalmente bajo de reclusos van a orientar sus pasos hacia el nivel
común en tantos países industrializados. Mucho depende de la evo-
lución general del mundo industrializado.
Capítulo 5
A todo esto se suma lo que está ocurriendo en Europa del Este. Más
allá de todos los defectos de los antiguos regímenes, tuvieron un
aspecto positivo que fue no aceptar el desempleo. Bajo el régimen
anterior, el estado tenía como principal responsabilidad garantizar
que todos aquellos aptos para trabajar tuvieran un trabajo remunera-
do. Probablemente no se trate de una idea muy productiva; todos
conocemos las anécdotas sobre las fábricas y las oficinas excedidas de
personal. Pero así se le ponía trabas al desempleo. Se garantizaba el
derecho a compartir uno de los instrumentos más importantes de la
dignidad humana. Un método antieconómico, derrochador, abierto al
fraude y a la corrupción... pero era una garantía; todos podían partici-
par en el proceso del trabajo.
Tras la caída de ese sistema, Europa del Este está empezando a pade-
cer los problemas del Oeste. Al mismo tiempo, cada vez es mayor la
hegemonía de las formas más extremas de los sistemas basados en
creencias occidentales sobre las ventajas de la libre competencia y las
fuerzas del mercado. Parece que no hay alternativas. En el Este se
compartía trabajo y eso no funcionó: el trabajo compartido podría ser
peligroso. Entonces nos queda el excedente de población, los que
están fuera de la producción. Y nos queda el problema clásico: ¿cómo
controlar a las clases peligrosas? ¿Cómo controlar a los que no están
controlados por sus compañeros de trabajo y a los que tal vez les
parezca injusto quedarse fuera de algo tan significativo y dignificante
como el proceso de producción? ¿Cómo controlar a aquellos que, ade-
más de todo eso, se ven obligados a vivir en condiciones materiales
considerablemente inferiores a las de quienes trabajan?
5.2 Accionistas de la nada
En los días en que se suponía que el ojo de Dios lo veía todo, dentro
del sistema también había recompensas para el buen comportamien-
to. La vida no terminaba con la muerte, a continuación podían venir
recompensas o castigos. Inclusive quizás se tenía en cuenta el estilo de
vida. El evangelio de San Mateo, Capítulo 5, versículo 3, dice lo
siguiente:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cie-
los.
En algunas traducciones se lo afirma de manera más directa:
Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.
68 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
de más de 3 años. Esto fue suficiente hasta 1986 inclusive. Pero des-
pués la categoría combinada no dio abasto y se la dividió en de 3 a 4,
5 a 6, 7 a 8, 9 a 10, 11 a 12, 13 a 14, y 15 años y más. Los delitos con
estupefacientes constituyen la mayor parte de los casos que reciben
de 3 a 8 años de reclusión.
Pero no es solamente en este extremo del control del delito que las
drogas se convierten en un camino hacia el sistema. También ocurre
lo mismo en el extremo más suave. Se ataca a la población supuesta-
mente peligrosa por dos frentes. A algunos se los ve como importado-
res de drogas, a los que se les suele llamar profesionales. Pero tam-
bién se los define, y a menudo se trata de las mismas personas, como
una amenaza al orden público y por eso se los somete a medidas
coercitivas.
Con la reciente tendencia descendente de la economía, el uso indebi-
do de drogas se volvió una invitación particularmente tentadora para
ciertas formas de control penal. El aumento del desempleo se refleja
en que cada vez más gente vive en los barrios pobres. Una vez más, la
pobreza se ha vuelto visible. Los que no tienen techo y los que no tie-
nen trabajo están en la calle. Andan por todos lados, sucios, ofensivos,
provocativos por su inutilidad. Estamos ante una repetición de lo que
74 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
esta gente cada vez está más cerca de adquirir el status de intocable.
En el debate público se sugirió que todos los portadores de HIV
tuvieran un tatuaje en el cuerpo que denunciara la verdad. En los vie-
jos tiempos se les colgaban campanillas a los leprosos para avisar
cuando se acercaban. En el campo del control social, rara vez se intro-
ducen invenciones radicalmente nuevas.
Pero no es del todo correcto decir que estos intocables pasaron de
tener el status de clase al de casta. La situación es todavía peor. En las
sociedades tradicionales de castas los miembros de las castas más
bajas deben enfrentarse a formas de discriminación extremas. Están
obligados a mantenerse a distancia de los privilegiados. Pero las des-
ventajas tienen ciertos límites. Los miembros de las castas inferiores
son útiles para el resto del sistema porque se ocupan de los trabajos
más bajos, pero necesarios. A través de sus actos, hacen posible que
las castas puras se mantengan puras. Esto implica una cierta protec-
ción. Los adictos están por debajo de ese tipo de utilidad y, por lo tan-
to, carecen de la protección que les daría ser necesarios. La principal
utilidad que se les da es como ejemplos de las condiciones no desea-
das y como materia prima de la industria del control. Dado que están
apartados del resto de la sociedad y provocan disgusto y temor, se
encuentran en una posición muy vulnerable.
Concretamente, la guerra contra las drogas preparó el terreno para
una guerra contra las personas consideradas más inútiles y potencial-
mente peligrosas de la población, los que Spitzer (1977) llama basura
social, pero que en realidad son considerados más peligrosos que la
basura. Son los que evidencian que en el tejido social no todo está
como debería estar y al mismo tiempo son una fuente potencial de
disturbios. En la terminología de Spitzer, se convierten en basura y
dinamita al mismo tiempo. A través de la guerra contra las drogas, se
los encierra como con una tenaza. Por algunos de sus actos, se los
considera delincuentes serios. Se los llama "los tiburones de la droga"
y se los encierra durante períodos excepcionalmente largos si impor-
tan o venden más de una cantidad mínima de droga. En realidad, la
mayoría de las personas que reciben este tipo de castigos son consu-
midores de bajo nivel social (13oda11982). Existen traficantes de gran
escala de clase media y alta, incluso dentro de las cárceles, pero no es
lo más común. Del otro lado de la tenaza vemos iniciativas para
imponer curas obligatorias. En este sentido, se ve a esa misma gente
76 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
16Helsinki Watch forma parte de la Human Rights Watch. Esta es una organización
compuesta por cinco comités de control: Africa Watch, Americas Watdi, Asia Watch,
Helsinki Watclz y Middle East Watch y el Fund for free Expression (Fondo para la Libre
Expresión). En el capítulo 6.4 citamos el informe que realizaron sobre las condiciones
en las prisiones de los Estados Unidos.
Dado que entre el 10 y 15 % de las celdas suelen estar en reparaciones o se utilizan
para otros fines, la capacidad real es de alrededor de 3.000 reclusos.
EL CONTROL DE LAS CLASES PEUGROSAS 83
" Weekendavisen, Copenhague, 4-11 de junio de 1992 & L' Evénentent du Jeudi.
Capítulo 6
El modelo
Tal vez sea por eso que se me ocurre pensar en Alemania, la de los
años veinte en adelante. Alemania, país de cultura y conocimiento, de
ciencia, de pensamientos racionales y corazones románticos. Noruega
siempre se orientó más hacia Inglaterra y los Estados Unidos que
hacia la Europa continental. El transporte era más fácil a través de los
océanos que por los caminos de montaña. Pero el respeto por Alema-
nia siempre fue muy grande. Se tenía un concepto muy alto de los
estudiosos de derecho, y de la politica de ley y orden de ese país. Los
académicos iban a Alemania. Las autoridades policiales y de las fisca-
lías iban a Alemania. Fue el modelo más importante, tal vez por
demasiado tiempo.
Hoy vamos a Estados Unidos.
6.2 El gran encierro
Cuando Michel Foucault (1967) escribió el libro Historia de la Locura en
la Epoca Clásica, incluyó un capítulo llamado "El Gran Encierro". El
pensaba en Francia. Describió los esfuerzos que se realizaban para
mantener bajo control las clases y categorías desviadas. Se construye-
ron hospitales y se transformaron antiguos leprosarios, y así París se
convirtió en una ciudad segura para la burguesía. Foucault también
incluye cifras sobre los logros de esta empresa; en el punto máximo,
uno por ciento de la población llegó a estar encerrada. Y Foucault
también da las razones de tal encierro:
Antes de tener el significado médico que le darnos hoy, o que por lo menos
nos gusta suponer que tiene, el encierro se necesitó para algo muy distinto
de cualquier preocupación por curar a los enfermos. Lo que lo hizo necesario
fue un imperativo de trabajo... Desde sus inicios, la institución se propuso la
tarea de prevenir "la mendicidad y la ociosidad como fuentes de todos los
desórdenes". De hec_ho, esta fue la última de las grandes medidas que se
tornaron desde el Renacimiento para ponerle fin al desempleo o por lo
menos a la mendicidad (p. 4647).
Como ya demostramos en la sección 3.4, llamada Tendencias Mundia-
les, la población carcelaria total de los Estados Unidos se ubicará muy
pronto a mitad de camino del ejemplo central del gran encierro que da
Foucault. Vale destacar que las cifras estadounidenses corresponden al
país entero, incluyendo estados y distritos que tienen muy poca canti-
dad de presos, mientras que los datos que cita Foucault se refieren sólo
a París y por lo tanto serían mucho mayores para toda Francia. Ade-
más, los datos sobre Estados Unidos no incluyen asilos mentales.
EL MODELO 89
Para darnos una idea del crecimiento que desembocó en estas cifras,
podemos referimos al período que va desde 1989 a 1990, en el que el
aumento fue del 8,6 por ciento. Es decir que hubo 58.808 reclusos nue-
vos en instituciones estatales y federales. Según Steven B. Dillingham,
el director del servicio, (Corrections Digest, mayo de 1991, p. 1) esto
significa que cada semana hacen falta 1.100 camas nuevas -esa es la
unidad que se utiliza en los Estados Unidos-. El incremento en las cár-
celes fue del 5,5 por ciento, o sea 21.230 reclusos, lo que probablemen-
te hizo que la necesidad de nuevas "camas" cada semana subiera de
1.400 a 1.500.
Desde esta perspectiva, el gran encierro de la antigua París de Fou-
cault ya no es tan grande. Más de 1,2 millones de presos; es una canti-
dad tan inmensa que resulta difícil imaginársela. Más que la pobla-
ción de Praga y también más que la de Copenhague. Si incluimos
además las personas que están bajo probation y libertad bajo palabra,
el total supera la población total de Noruega.
Por supuesto, se podría objetar que la probation y la libertad bajo pala-
bra son formalidades sin contenido, formas de control relativamente
suaves. Tal vez esto sea así en algunas áreas, pero no en todas, como
se prueba en el capítulo siguiente.
EL MODELO 91
.o
200
o
_C
§ 150
g
O
100
o
0
.o
S 50
E
2
Ci_ O i f I I I 1 1 I 1 4 I I I
1850 1860 1870 1880 1890 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1985 1989
o 200 400 600
800 1000
12OO
De hecho en el edificio no hay ninguna reja; las puertas de las celdas están
formadas por capas perforadas de acero inoxidable y tienen una ranura para
la fuente de comida. Tampoco hay guardias que caminan de un lado al otro
de los pisos con las llaves colgadas del cinturón. Ahora los guardias están
encerrados en cabinas de control con paredes de vidrio y se comunican con
los reclusos a través de un sistema de altoparlantes.
La SHU (Unidad Habitacional de Seguridad) tiene enfermería propia, biblio-
teca legal propia (en la que los presos permanecen en cuartos cerrados y se
les hacen llegar libros a través de una ranura) y sala de audiencias propia.
Los reclusos pueden pasar años sin dar un paso fuera de la Unidad.
El gobernador de California, Ceorge Deukrnejian, anunció los objeti-
vos de la nueva prisión el 14 de junio de 1990. Según la Correction
Digest (27 de junio de 1990, p. 9) dijo lo siguiente:
"Ahora California posee una cárcel de alta tecnología que se va a convertir
en un modelo para el resto del país... Pelican Bay simboliza nuestra filosofía
que dice que la mejor manera de luchar contra el delito es poner a los delin-
cuentes detrás de las rejas". El gobernador también destacó que el costo
anual que significa mantener un delincuente en la cárcel es de U$S 20.000,
mientras que el delincuente de carrera que está suelto le cuesta a la sociedad
U$S 430.000.
Pero California no está sola. El 24 de febrero de 1991, el Sunday Okla-
homa informó lo siguiente sobre el estado de Oklahoma:
Los reclusos alojados en la unidad de seguridad "máxima" pasan 23 horas
por día en sus celdas y la hora restante en una pequeña área de recreo hecha
de hormigón. Esta última está rodeada de paredes de 200 pies y la cubre una
malla de metal. Teóricamente, un recluso podría ser trasladado a este nuevo
centro y no volver a poner un pie afuera. Los primeros residentes de la uni-
dad serán los 114 hombres que están esperando ser ejecutados. Esta unidad
también contiene una nueva cámara de ejecuciones.
La organización Human Rights Watch investigó las condiciones de vi-
da en las cárceles de los Estadós Unidos. Este estudio se realizó en for-
ma paralela al que llevó a cabo el Helsinki Watch sobre el mismo te-ma
en la Unión Soviética. En un estudio muy detallado (1992) Hurnan
Rights Watch describe la tendencia hacia el aislamiento total que se
observa en las cárceles de Estados Unidos. Esta tendencia se denomi-
na "Marionización". Una prisión federal llamada Marion implementó
una serie de medidas de seguridad extraordinarias en 1983 y 36 esta-
96 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
ron de 111 a 130; en parte eran los mismos que en junio, como el de
gas lacrimógeno:
El sistema TG Guard, ya instalado en las cárceles más importantes, es un sis-
tema estratégico de pulverizadores automáticos de gas lacrimógeno que se
ubica a nivel del techo. Este sistema se enciende con control remoto desde
una consola protegida y se puede controlar de manera tal que el gas se dis-
tribuya con distintos niveles de concentración en áreas diferentes, para así
obligar a los internos a evacuar un área en particular siguiendo la ruta que
Usted determine.
Si el gas lacrimógeno no es suficiente, se puede recurrir a un chaleco
Point Blank:
A algunos reclusos les encantaría apuñalarlo, acuchillarlo, apalalearlo, que-
marlo... a Usted. Pero no van a poder atravesar el chaleco especial anti-moti-
nes S.T.A.R.
Además de los avisos habituales, el número de julio también incluyó
sesenta páginas amarillas llamadas:
Guía de Servidos y Productos Penitenciarios
Esta sección contaba con una lista de 269 empresas y el detalle de los
productos que ofrecen, ordenados alfabéticamente, desde la A (p. ej.,
sistemas de control de los accesos), pasando por la P (p. ej., celdas
portátiles), hasta la X (p. ej., equipos de detección con rayos X). La lis-
ta muestra los últimos adelantos de la electrónica y también firmas
tradicionales como:
Compañía de Sujetadores Humanos
Sujetadores de cuero de primera calidad. Fabricados en los Estados Unidos
desde 1876. Llámenos o escríbanos y le enviaremos un folleto gratuito.
Esta publicación oficial de la American Correctional Association no sola-
mente contiene avisos pagos, también incluye algunos artículos apre-
tados entre los avisos. Pero los autores de varios de los artículos son
empleados de las mismas empresas que hacen publicidad en la revis-
ta. En el número de julio se publica un artículo de Ostroski y Rohn,
ambos de Precision Dyiumics Corporation, una fábrica de sistemas de
identificación. Lo que sigue es lo que dicen desde Los Angeles, don-
de, según ellos, se encuentra el centro de detención para procesados
más grande "del mundo libre". En este lugar extraordinario, ellos se
han encargado durante 14 años de las pulseras identificatorias de los
reclusos. Pero Georgia tiene un sistema más sofisticado:
104 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEL! i O
Se está desarrollando la tecnología necesaria para grabar una foto del recluso
en la pulsera, junto con la información en código de barras... Los reclusos no
pueden cambiarse las pulseras, lo que imposibilita las equivocaciones cuan-
do llega el momento de liberar a un recluso (pp. 142-145).
Dos fotos ilustran el artículo: en las dos se ven brazos negros -nada
más- con la pulsera puesta. En la primera un par de brazos blancos
controla el dispositivo y en la otra se ve el cuerpo entero de una per-
sona de raza blanca haciendo lo mismo. Es difícil imaginarse una
situación en la que podamos estar más cerca de tratar seres humanos
como mercadería, utili7ando una tecnología tan conocida por su apli-
cación en los supermercados.
3. Administración de cárceles. Este rubro también es importante y
en el número de junio contaba con 20 avisos, como por ejemplo:
Si le hace falta ajustar la dieta y la moral, cuente con nosotros... Service Ame-
rica trabaja detrás de las rejas en todo el país y está respaldada por un histo-
rial de buen comportamiento... Si tiene bajo su responsabilidad a comensales
cautivos, diríjase a los especialistas en servicios de comida que saben cómo
hacer justicia. Llámenos...
Para asegurar la paz también son necesarias las armas eficaces. Varias
firmas muy eficientes ofrecen armas, tanto no mortales como morta-
les. Entre las primeras:
Cap-Stun II
Utilizada por el FBI y 1.100 organismos policiales y judiciales. En 14 años
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 105
¿Por qué reaccionar así ante los contratistas de la muerte? Sin duda,
los que van a ser ejecutados fueron condenados por jueces comunes;
todo cumple con las reglas básicas y los funcionarios se van a ocupar
de que todo se haga según lo decidió el estado. En realidad, tal vez la
ejecución se va a llevar a cabo de mejor manera que si el estado metie-
ra las manos. Quizás la última comida esté mejor preparada; los psi-
quiatras y el clérigo tal Vez sean del nivel más alto dentro de sus acti-
vidades, es decir de los que no se pueden contratar con los presu-
puestos estatales normales; y la muerte misma tal vez tenga lugar sin
los avergonzantes intentos frustrados que a veces informa el personal
estatal. Los que van a morir probablemente aprecien la calidad del
servicio privado.
Esta es la línea básica de razonamiento del libro de Logan; la única
diferencia es que escribe sobre la cárcel privada, no sobre la ejecución
privada. La conclusión a la que llega con respecto a las cárceles priva-
das es muy clara. Todo lo que está haciendo el estado, las empresas
privadas pueden hacerlo mejor o igualmente bien:
Los argumentos en contra de las cárceles privadas varían en solidez y credi-
bilidad, pero no encuentro ningún problema en las cárceles privadas que por
lo menos no exista en igual o mayor medida en las cárceles administradas
por el estado... Dado que no plantean problemas que sean a la vez nuevos e
insuperables, se debería permitir que las cárceles privadas compitan (y coo-
peren) con los organismos estatales, de manera que podamos descubrir cuál
es la mejor manera de contar con cárceles que sean seguras, humanas, efi-
cientes y justas (p. 5).
Sigo sin convencerme y me siento bastante molesto. ¿Por qué lo que
para Logan es tan evidente para mí es totalmente dudoso? En su
libro, que escribió con mucha prolijidad, hay un capítulo entero dedi-
cado a la idoneidad de las cárceles privadas (pp. 49-75). Y le parece
adecuado lo siguiente:
Nuestros representantes ejercen muy poco poder directamente; lo que hacen
es dar instrucciones y directivas que los subordinados deben cumplir... Sin
embargo, es falso pensar que la integridad de una cadena de funcionarios es
necesariamente superior a una cadena contractual.
Detrás de este razonamiento está John Locke y sobre todo Robert
Nozick, especialmente en sus primeros trabajos (p. ej., 1974). Ambos
guían a Logan en la siguiente afirmación (p. 52):
En la tradición clásica liberal (o, en términos modernos, libertaria) sobre la
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 109
que se basa el sistema de gobierno de los Estados Unidos, todos los derechos
son individuales, no colectivos. El estado es artificial y no tiene más autori-
dad, poder legítimo o derechos propios que aquellos que los individuos le
transfieren.
Desde este punto de vista puedo entender la muerte privatizada de
Logan y su deseo de privatizar la administración de dolor en general.
Pero al mismo tiempo veo que se trata de un mecanismo que puede
convertirse fácilmente en un monstruo, un monstruo aparentemente
blando. Robert E Weiss (1989, p. 38) describe esa apariencia:
las empresas que administran cárceles privadas.., prescinden de uniformes y
rangos paramilitares; el vocabulario y el orden marcial, que han caracteriza-
do al servicio penitenciario desde sus inicios, ya no se utilizan. Las empresas
carcelarias todavía pretenden crear la ilusión de una autoridad legítima,
pero la imagen que proyectan es comercial en vez de seudo-oficial. En las
unidades administradas por la empresa CCA, por ejemplo, no se refieren a
los reclusos como "internos" sino como "residentes" y los guardias son
"supervisores de los residentes". Luciendo sweaters de color camello, con la
insignia de la empresa bordada discretamente, los guardias privados se ven
como lo que podríamos llamar "técnicos de seguridad".
El estado de Logan es el estado contratista. Los particulares eligen a
los representantes; los representantes contratan una empresa para que
administre el castigo. Si la empresa trabaja mal, se contrata otra. El
guardia privado representa a la empresa. No hay nada más que
representar, el estado es un artefacto. Pero esto significa que se puede
controlar menos al guardia.
En el caso opuesto, en el que el estado existe, el guardia depende de
mí. Es mi mano la que está sobre su llave o sobre el botón de la silla
eléctrica que él aprieta. El podría ser un mal empleado y yo podría ser
malo. Juntos formamos un sistema muy malo que la historia del casti-
go describe muy bien. Pero yo sé que soy una parte responsable del
sistema. Es muy probable también que algunas personas dentro del
sistema no sean malas, que se comprometan con más facilidad con lo
que hacen. El guardia es el guardia de ellos, responsabilidad de ellos,
no un empleado de una sucursal de General Motors o Volvo. En las
cárceles privadas desaparece el carácter comunitario del castigo. Da-
do que la cárcel privada moderna es en gran medida un invento esta-
dounidense, es natural preguntarse si se olvidaron del viejo maestro
Charles Horton Cooley (1864-1929), que vio a la comunidad como la
base de la individualidad.
110 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
Años
Diagrama 7.4-2. Gasto de seguridad privado y público
120
o 100
o
c
o
E.'
O 80
a-
c
o
1
El punto de cruce fue 1977
2J
O Agg■---
F
1970 1985 1990 1995 2000
Años
1 14 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
mos, en principio, inclinarnos hacia el lado del exceso, aunque es muy poco
probable que esto ocurra por algún tiempo (pp. 151-152).
Tiene razón, sobre todo basándose en la información que él mismo da
dos páginas más adelante:
Quienes opinaron que los jueces deberían ser más severos aumentaron de
un 48,9 por ciento en 1965 a 84,9 por ciento en 1978... desde 1980 hasta 1986
entre el 82 y 86 por ciento de los estadounidenses apoyaban la imposición de
penas más severas para los infractores de la ley.
Considerando el delito como un recurso ilimitado de la industria del
control del delito, este tipo de razonamiento nos parece peligroso. Los
intereses económicos de la industria, y aquí contamos con la confir-
mación de Logan, siempre van a estar del lado del exceso de oferta,
tanto de policía como de capacidad carcelaria. Esto significa que hay
una fuerza extraordinariamente potente que apoya la expansión del
sistema.
A esto se suma el hecho de que la privatización hace que sea más fácil
construir y administrar las cárceles. Este punto preocupa a los defen-
sores de las cárceles privadas. Es difícil defender la velocidad, la flexi-
bilidad y las ventajas económicas de las cárceles manejadas por em-
presas privadas y al mismo tiempo sostener que estas ventajas no van
a llevar a un exceso de oferta. Logan describe así las ventajas (p. 79):
Las empresas privadas han demostrado una y otra vez que pueden ubicar,
financiar, diseñar y construir cárceles con mayor rapidez que el estado. Co-
rrections Corporation of America (CCA) informa que sus costos de construcción
son alrededor de un 80 por ciento de los del estado. La CCA también señala
que puede construir no solamente más rápido, ahorrando así los costos infla-
cionarios, sino también con un costo inmediato menor, dado que los contra-
tistas de la construcción le cobran más al estado.
El financiamiento privado también permite que el gobierno viva más
tranquilo, ya que no necesita pedirle permiso a los votantes para
construir nuevas cárceles. Según lo expresa Logan, "...evita el costo de
un referéndum" (p. 79). También facilita la administración de las cár-
celes porque se pueden prevenir las huelgas de los empleados:
Dado que ante una huelga u otra interrupción el gobierno podría rescindir el
contrato, el desempleo causado por una huelga significaría una verdadera
amenaza para las autoridades privadas. En cambio, tales amenazas no sue-
len disuadir las huelgas del sector público.
A manera de ayuda, también para el sector público, Logan sugiere:
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 119
Juez Junta (de libertad condicional)
1987*
1986
1985
1984
1983
1982
1981
1980
1979
1978
1977
1976
1975
40 30 20
10
o 10
20
30
40
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 121
¿Por qué?
Por dos razones. En primer lugar, en California, el sistema de proba-
tion corría peligro de perder terreno... y empleos. Para sobrevivir, el
personal a cargo debió elegir entre ser asistentes sociales sin trabajo o
controladores del delito con trabajo y armas. Prefirieron esta última
alternativa en una actitud que ilustra mucho de lo que Stan Cohen
(1985) denomina "confusión de papeles". Smith (1991, p. 114) descri-
be el fenómeno:
A fines de los años setenta la función de la libertad condicional en California
pasó de ser la rehabilitación y el servido para centrarse en el control y el
cumplimiento de la ley. Esto fue causado por cambios en la actitud de la
sociedad en general y en las leyes que definieron que el papel de la cárcel y
la libertad condicional sea más punitivo que rehabilitador. Además, hubo un
intento serio de abolir legalmente la libertad condicional. Quedó claro que si
la libertad condicional debía sobrevivir, tenía que tener un carácter más
agresivo.
Y así les dieron armas al personal a cargo de la probat ion. Una vez
más, según Smith (p. 124):
Elegimos el modelo 64 del revólver de calibre 38 Smith & Wesson. Es relati-
vamente liviano, de acero inoxidable y tiene un cañón de dos pulgadas. Tie-
ne seis cartuchos y es fácil de esconder bajo la ropa que los agentes suelen
usar. Elegimos municiones que aseguran máximo poder de frenado sin frag-
mentación.
El estado de Florida está haciendo lo mismo. El Departamento Peni-
tenciario anunció que los agentes de probation y de libertad condicio-
nal estarán autorizados a portar armas a partir del 1.Q. de julio (Correc-
tional Digest, 8 de enero de 1992, p. 10).
La otra razón por la que se incrementó el número de personas que
vuelve a prisión es que la ciencia y la tecnología también apoyaron a
los agentes de probation. Según Messinger y Berecochea (p. 36):
el año pasado aquí se realizaron alrededor de 400.000 tests de consumo de
drogas a personas que estaban bajo libertad condicional. Me parece que se
les fue la mano con las muestras de orina.
Lo que ha ocurrido es que la. liberación del preso va seguida de un
control muy estricto y ahora que se puede contar con tecnología, se la
utiliza fervientemente. Cada tanto se obliga a los presos liberados a
orinar; pero ellos pertenecen al segmento de la población en el que el
consumo de drogas forma parte del estilo de vida. Antes, cuando el
122 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
ban para cambiar los productos por drogas o bebidas alcohólicas. Las
cárceles solucionan este problema. Las condiciones materiales de
algunas cárceles son increíblemente altas, pero el consumo está total-
mente controlado y así se soluciona el antiguo problema de la indus-
trialización. Se aparta a la población potencialmente peligrosa y se la
mantiene bajo total control como materia prima , o como partes, del
mismo complejo industrial que la volvió inútil y ociosa fuera de las
paredes. Son la materia prima del control o, en todo caso, consumido-
res cautivos de los servicios de la industria del control.
Lo ideal hubiese sido que estos presos pudieran ser, además de mate-
ria prima del control, una fuente eficiente de producción. Entonces
hubieran facilitado no sólo trabajo para los guardias sino bienes para
la sociedad en general. Pero parece extraordinariamente difícil que
esta combinación se haga posible en las sociedades de tipo occidental.
La revista Business Week informa que alrededor de 5.000 reclusos esta-
dounidenses trabajan para la industria privada; son 5.000 entre 1,2
millones. Los presos son importantes para la economía de Estados
Unidos, pero no por lo que producen, sino por lo que necesitan en tér-
minos de vigilancia y comida20.
7.8 La gran tradición norteamericana
En los últimos diez años ha habido muchos cambios en el área penal
de los Estados Unidos. Pero desde una perspectiva más amplia, en
realidad no hay nada nuevo. Todo lo contrario, la excepción fue el
período que siguió a la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad,
Estados Unidos está volviendo a la normalidad, pero con más fuerza.
Dos términos claves caracterizan la situación: Privatización y Escla-
vitud.
La Privatización no es nada nuevo. Fue con la privatización que
empezó todo, primero en Inglaterra y después en Estados Unidos. La
2° Pero en la China se habló mucho del artículo de Busines Week. "El noticiero de la
cadena de televisión nacional y la mayoría de los diarios importantes, todos bajo
control del gobierno comunista, le dieron amplia cobertura a un artículo sobre el
trabajo en las cárceles al estilo estadounidense publicado en el número del 17 de
febrero de la revista Business Week... Los informes de la prensa china sugerían que el
gobierno de los Estados Unidos, que acusa a China de violar las leyes estadouniden-
ses exportando a los Estados Unidos productos fabricados por reclusos, debería prac-
ticar lo que predica o cambiar de sermón". Correctional Digest, 19 de febrero de 1992,
p. 10.
EL CONTROL DEL DELITO COMO PRODUCTO 125
acusación era privada, la policía era privada, las cárceles eran priva-
das.., las administraban los dueños de las tabernas. Más importante
todavía: la deportación fue consecuencia de la iniciativa privada y del
instinto comercial. El resultado fue que alrededor de 50.000 condena-
dos fueron enviados a cruzar el Atlántico. Según Feeley (1991a, p. 3):
Poco después de que los primeros colonos llegaran a Virginia en 1607, los
siguió un puñado de condenados que habían sido deportados allí a manera
de indulto, para ser vendidos como servidumbre. Así comenzó a operar un
nuevo sistema penal, un sistema que funcionó con éxito durante casi 250
arios...
... las deportaciones al Nuevo Mundo fueron el resultado de la unión entre la
eficacia y la efectividad. La mayor parte de los costos estaba a cargo de
comerciantes sedientos de ganancias que vendían el cargamento humano y
por los hacendados que lo compraban.
... las deportaciones al Nuevo Mundo fueron una novedad promovida por
intereses comerciales que los funcionarios del gobierno sólo apoyaron de
mala gana, poco a poco, a medida que apreciaron su eficacia en función de
los costos.
... La politica de las deportaciones multiplicó la capacidad penal del estado
con un costo bajo para el gobierno. Hizo posible expandir el alcance y la efi-
cacia de la sanción penal sin necesidad de recurrir a una burocracia centra-
lizada.
Y la tradición privatizadora se aplicó directamente al campo peniten-
ciario. Cuando las deportaciones vieron su fin, parte del excedente de
barcos se destinó a la Bahía de San Francisco. Las unidades carcelarias
flotantes, como las publicita el grupo Bibby Line, tienen una historia
muy larga. Los convictos permanecieron en la Bahía de San Francisco
mientras se construía la cárcel de San Quintín. Las numerosas cárceles
que se construyeron en Estados Unidos en aquellos tiempos también
dependieron del dinero de contratistas privados que utilizaban la
mano de obra de los presos. Varias cárceles de gran tamaño se arren-
daban a contratistas privados.
El tamaño de la población carcelaria no lo determinaba la cantidad de delitos
cometidos o la necesidad de control social, o la eficiencia de la policía, sino el
deseo de que los delincuentes paguen... los sueldos de los empleados del go-
bierno y privados.
Fue Novak (1932) quien afirmó esto último, según lo citan Ericson,
Mc. Mahon y Evans (1987, p. 358) en un artículo que lleva un título
muy revelador: "Castigo con fines de lucro". Y agregan lo siguiente:
126 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
Con un 3,4 por ciento en la cárcel, probablemente más del doble estén
bajo probation o bajo libertad condicional, lo que significa que entre
siete y ocho por ciento de los hombres negros están bajo algún tipo de
restricción legal.
Una vez más, esta estimación es bastante conservadora. Blumstein
(1991, p. 53) dice lo siguiente:
128 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DELITO
220 220
210 210
200 200
190 190
180 180
170 170
1971 1975 1980 1985
consideren todos estos factores -para no darles más ventajas a los que
ya son privilegiados- anulan la posibilidad de mostrar más indulgen-
cia con los que están particularmente en desventaja. Eliminan com-
pletamente la justicia social. ¿Qué ocurre con el delincuente pobre que
roba por hambre o la gente solitaria que no tiene nada que la ate a la
sociedad? Para impedir el abuso de las (pocas) personas adineradas,
los legisladores hacen que sea ilegal que la justicia tome en cuenta los
factores que precisamente se hallan presentes en el entorno de la
mayoría de la población carcelaria: pobreza y privaciones, participa-
ción nula en la buena vida, en fin: todos esos atributos claves de la
"clase peligrosa" que no produce nada.
Si el Congreso hubiese querido asegurar que aquellos que tienen una
buena posición social y económica no obtengan ventajas, hubiese
podido hacerlo. No es más complejo hacer cálculos matemáticos con
factores sociales que con actos que se interpretan como delitos. Permí-
tanme asistir a la Comisión proponiéndole la siguiente escala de Nie-
les de Delito:
Primero sumamos:
Delincuentes con educación superior (quienes por lo tanto sabían lo que
hacían), sumar 2 puntos.
Delincuentes que hayan percibido en los últimos dos años un ingreso anual
superior a X dólares, sumar 4 puntos.
Delincuentes con previas relaciones y responsabilidades sociales de peso,
sumar 5 puntos.
Y luego restamos:
Delincuentes que no hayan completado la educación mínima obligatoria,
restar 3 puntos.
Delincuentes que vivan por debajo del nivel de pobreza, restar 4 puntos.
Delincuentes que hayan vivido situaciones traumáticas en su niñez y cuyo
entorno social sea deficiente según un estudio social, restar 5 puntos.
La lista podría ser más larga y la cantidad de puntos a restar o sumar
podría ser mayor. ¿En qué medida es culpable una mujer que fue
maltratada y abusada sexualmente por su padre durante la niñez,
que vive en la miseria.., y que luego, desesperada, mata a su padre? O
para que no sea demasiado obvio: ¿qué ocurre con un caso en el que
además su madre estaba al tanto del maltrato y no interfirió? ¿Qué
valor se le puede dar como circunstancia atenuante al hecho de que se
LA MODERNIDAD Y LAS DECISIONES 141
ducta probada. Un sistema puro basado en el delito presentado pasaría por alto algu-
nos de los daños que no constituyeran elementos estructurales del delito por el que el
acusado fuera hallado culpable.
144 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
sobre los conflictos internos, con una larga historia -por lo menos lo
suficientemente larga como para haber establecido normas sobre qué
está bien y qué está mal- y con relaciones relativamente igualitarias
entre las personas. En un sistema de estas características, la ley está a
cargo de todos los adultos de la aldea, quienes aprenden las reglas a
través de la participación. Aunque las decisiones legales se formaliza-
ran en alguna medida, la propiedad del conocimiento legal no se
monopolizaría. Al vivir allí, todos saben qué hacer y participan natu-
ralmente de la toma de.decisiones. Estas decisiones no son para nada
simples, pero al no haber expertos, no hay nadie con autoridad defini-
da para delimitar el volumen o el tipo de argumentos. Las discusio-
nes a veces tardan días enteros; se actualizan las viejas historias y se
ponen sobre el tapete decisiones anteriores.
En un sentido muy fundamental, la justicia de este tipo funciona muy
cerca de los aldeanos. Con frecuencia todos participan; todos entien-
den del tema y todos tienen que convivir con las consecuencias de las
decisiones. Pero esta descripción también explica por qué el símbolo
de la Justicia estaría fuera de lugar en la aldea. La Justicia está por
arriba de todos; vestida de blanco, intacta e intocable, sin ser parte del
todo. Y, además, con los ojos vendados y con una espada en la mano,
en una situación en la que todo es pertinente -todo debe poder verse-
y en la que una espada es inadmisible porque daría lugar a conflictos
que podrían destruir la aldea. Donde no hay autoridad, se debe llegar
al consenso. Por lo tanto, la justicia de la aldea tiende a recurrir a solu-
ciones civiles -compensaciones y acuerdos-, en vez de dicotomías
entre culpabilidad o inocencia y dolor para el perdedor.
Estas son las características principales. Pero antes que nada permí-
tanme agregar algo: la justicia de la aldea no necesariamente es "jus-
ta". Sobre todo, brinda poca protección a los que no tienen poder y
conexiones en la aldea. Muchas veces, aunque no siempre, las muje-
res se encontraron en esa situación. Esta fue la justicia de una época
que tuvo lugar hace mucho tiempo. Pero entre nosotros todavía que-
dan restos de ella.
Se pueden encontrar vestigios de esta tradición en el término "juez de
paz". Cuando la autoridad no era ni fuerte ni distante, fue necesario
hallar soluciones aceptables para ambas partes, para asegurar la paz.
Esto se vuelve más importante cuanto más cerca están los que toman
las decisiones de los participantes de un conflicto. La paz le asegura,
¿UNA JUSTICIA EMPRESARIAL? 149
tigo por parte de los jueces... En una democracia politica, no se puede decir
nada en contra del derecho de los legisladores a tomar las decisiones básicas
sobre los valores que definen qué criminalizar y la severidad del castigo a
imponer. Pero para los legisladores es difícil tener una concepción concreta y
realista de las situaciones que los jueces encontrarán en cada caso concreto e
individual. Suele ocurrir que los legos reaccionan de manera diferente cuan-
do llegan a conocer el caso individual que cuando hacen afirmaciones gene-
rales sobre el delito y el castigo. No hay razones para creer que a los legisla-
dores no les ocurre lo mismo.
Probablemente, al hacer esta afirmación, Andens pensaba en los
jueces legos. Con frecuencia se observa, y la literatura lo confirma,
que tienden a ser más benignos con los derincuentes que los jueces
que tienen una formación legal. Tal vez en abstracto defienden una
política penal con medidas muy severas, pero luego hacen una excep-
ción con el delincuente que conocen en un caso en particular. Hay
tantas circunstancias especiales en este caso; básicamente el acusado
es una persona decente, no es un delincuente "verdadero"; por decir
lo menos, ella o él han sufrido tanto en la vida que una sanción estric-
ta sería muy injusta.
Las Tablas de Determinación de la Pena que crean las Comisiones de
Sentencias representan el caso extremo de la Justicia Representativa.
Los políticos controlan completamente la sentencia y el juez es igual-
mente impotente a la hora de fallar; no tiene ningún tipo de libertad
para considerar las peculiaridades de cada caso, solamente puede
decidir sobre los hechos concretos: ¿el acusado lo hizo o no lo hizo?
Pero el problema de los factores atenuantes y agravantes queda fuera
de su dominio. En esta situación, la Justicia no necesita tener los ojos
vendados; no tiene qué ver, excepto una Tabla. Las autoridades cen-
trales representadas por la Comisión de Sentencias tomaron las deci-
siones y ya no hace falta la balanza. La tarea es más simple. Con
razón todo se hace más rápido; ese es un punto a favor de la moderni-
dad. Pero hoy es más fácil que nunca usar la espada. Una espada diri-
gida por una tabla.
9.3 La justicia independiente
Los niños se adaptan de alguna manera a las reglas. Las aprenden
sobre la marcha. En los sistemas de menor escala, como la aldea, las
personas heredan los principios básicos del sistema legal, pero des-
pués -en un proceso en el que todos participan- el juego sigue. Lo que
152 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
Tal vez deberíamos aceptar que no hay ninguna salida. Quizás haya
que rescatar la vieja idea de la distancia entre el poder ejecutivo, legis-
lativo y judicial. Pero en esta situación, la idea del símbolo de la Justi-
cia se llena de significado. El juez tradicional es un hombre libre,
aunque con ciertos límites. Tiene que tener algunos valores funda-
mentales en la base de su razonamiento, y las decisiones no están a la
venta. En este punto entra el símbolo de la Justicia: no puede dejarse
influir por superficialidades -dinero, relaciones, parentesco-. Tiene
que mantenerse limpia -blanca- y necesita la balanza. La tarea que
debe realizar es complicada. El problema central de todas las luchas
legales siempre ha sido determinar qué es correcto poner en los plati-
llos. Primero, qué tipo de argumentos es conecto poner, y luego, qué
peso se le puede dar a esos argumentos.
9.4 La revolución silenciosa
Con razón, los gerentes modernos suelen abandonar la sala del tribu-
nal disgustados. Tal vez fueron como testigos, víctimas o acusados de
un delito. Y se encuentran con las formalidades: las togas, la gente
que se pone de pie cuando entra el juez, tal vez los juramentos con
una mano sobre la Biblia. Y, además, el ritmo lento, la documentación
detallada, las repeticiones sin fin hasta que se termina.., o eso cree el
gerente hasta que se entera que pasarán semanas o incluso meses
antes de que llegue el veredicto.
Es fácil entender la impaciencia del gerente. En comparación con los
mecanismos de toma de decisiones que hay en la industria moderna,
los juzgados llaman la atención por lo arcaicos. Están fuera de lugar
en los tiempos modernos y hay que cambiarlos.
Eso es exactamente lo que está ocurriendo.
El sistema legal estadounidense ha sufrido cambios revolucionarios
en los últimos años. Pero el país no parece ser conciente de su propia
revolución. Con razón.
La primera revolución industrial llegó con máquinas ruidosas y
humeantes, de las que no pueden pasar desapercibidas. Pero la pro-
ducción moderna y el reciente proceso revolucionario tienen como
rasgo característico el silencio. La mayor parte tiene lugar en un nivel
simbólico. El dinero se mueve a través de señales enviadas electróni-
camente; en gran medida, el producto son símbolos, palabras, pers-
pectivas, nuevas maneras de concebir y organizar la vida. Esta revo-
154 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
Y una vez más: lo que ocurre en Estados Unidos ocurre en todas par-
tes. Incluso Inglaterra y Gales están en camino a un mayor control del
poder judicial. En un informe oficial sobre el Delito, la Justicia y la
Protección de la Población (Ministerio del Interior del Reino Unido,
1990) se aplaude el modelo del castigo merecido. En el punto 1 del
Resumen de las principales propuestas del gobierno, se afirma:
- un marco legislativo coherente para la determinación de la pena, en el que
la severidad de la misma coincida con la seriedad del delito...
Y luego, en las páginas 1 y 2:
El Gobierno recibe con agrado las recomendaciones del Tribunal de Apela-
ciones sobre la determinación de la pena para algunos de los delitos más
serios de los que se ocupara la Corte de la Corona. También el Colegio de
Magistrados ha preparado lineamientos provisionales para causas llevadas
en los juzgados de paz. No obstante esto, los principios que deberían gober-
nar la determinación de la pena todavía son inciertos, y no se cuenta con
suficiente orientación al respecto. El tema de la liberación de los presos bajo
libertad condicional se encuentra en una situación similar de incertidumbre.
sentar a las partes. Este distanciamiento de la víctima tal vez sea una
de las razones de su descontento y de las veces en que se dice que los
delincuentes cometen sus fechorías impunemente. La demanda de
penas más severas tal vez sea consecuencia de la falta de atención a la
necesidad de la víctima de exteriorizar sus emociones, y no a deseos
de venganza.
Una manera de solucionar esto sería darle a la víctima una posición
más central en el procedimiento y, a la vez, tratar de reducir el carác-
ter utilitario de toda la operación. En otro contexto* ya hice un inten-
to de comparar la cólera con la aflicción (Christie 1977). La muerte es
una experiencia que suele despertar una aflicción extrema; es legítimo
manifestarla en los funerales. Que yo sepa nadie se ha metido -toda-
vía- con esta situación. No hay propaganda en las paredes del crema-
torio que diga: "Si no hubiera fumado, hoy no estaríamos aquí". Los
funerales son uno de los pocos espacios que quedan donde todavía se
acepta el comportamiento expresivo.
Desde hace mucho tiempo los tribunales no han sido buenos espacios
para el comportamiento expresivo. Al modernizarse, se vuelven peo-
res. Las instrucciones detalladas, y sobre todo automatizadas, que se
dan para determinar la pena están tan desubicadas dentro del proce-
so de dictado de la sentencia como lo estarían en la interacción entre
un pecador y un sacerdote. La venganza regulada por una tabla o por
un botón representa un paso más en el camino que nos aparta de la
situación en que la cólera y la aflicción pueden expresarse legítima-
mente. El sistema ha pasado del ritualismo expresivo a la eficiencia
administrativa.
Parte del aumento explosivo del número de presos en Estados Uni-
dos tal vez se relacione con una suerte de malentendido interinstitu-
cional. La institución de la ley se ha acercado demasiado a la política
y, al mismo tiempo, el pensamiento utilitario que la institución pidie-
ra prestado para mejorar la producción parece tener la supremacía
absoluta.
25La historia colonial europea es otro ejemplo. Estamos a punto de cumplir el cente-
nario de varias de las grandes victorias europeas en Africa. La base intelectual de lo
que resultaron ser atrocidades increibles fueron las teorías del desarrollo y la supervi-
vencia de los más aptos. Las herramientas de la supervivencia del más apto eran las
armas contra las flechas. El tema del debate entre los historiadores y sociólogos en
Alemania es si Hitler aprendió sus métodos de Stalin. Un disparate, según Lindqvist
(1992, pp. 199-200). Hitler los aprendió en su niñez; el aire que lo rodeaba, y también
a los demás europeos durante los años de juventud, estaba saturado con la convic-
ción de que el imperialismo era una necesidad biológica que llevaría a la inevitable
exterminación de las razas inferiores. El Hitler de nueve años no estuvo presente en
el Albert Hall el 4 de mayo de 1898. Fue en esta gran ocación -en la cumbre de las vic-
torias en Africa- que Lord Salisbury, el Primer Ministro de Gran Bretaña, sostuvo que
las naciones del mundo se podían dividir en las que agonizaban y las que estaban
vivas. Hitler no estuvo allí; pero lo supo, como lo supieron todos los europeos. Ellos
supieron qué había hecho Francia en Africa, qué había hecho Inglaterra, y, en carácter
de recién llegados, qué había hecho Alemania en 1904. Las naciones agonizantes
necesitaban ayuda para morir de una vez por todas.
Por lo tanto, el exterminio no es nada nuevo. No debiéramos estar tan sorprendidos.
Los campos de concentración de Hitler y Stalin simplemente fueron parte de una
antigua tradición. Pero tuvieron lugar dentro de Europa; eso significó que se acerca-
ran... y a la vez se volvieron más incomprensibles.
LA MODERNIDAD Y EL CONTROL DEL COMPORTAMIENTO 167
El sentido del deber profesional los llevó a considerar cada cuestión princi-
palmente en los términos de sus aptitudes y responsabilidades, en este caso,
para con sus actividades y accionistas. Al obedecer esta orden, se libraron de
la obligación de emitir juicios morales o sociales, o de examinar las conse-
cuencias generales de sus decisiones.
11.5 La matanza médica
No puede suceder aquí. Vivimos en países democráticos. Sabemos
más. Nuestras poblaciones tienen un nivel de educación muy supe-
rior. Más importante todavía, nuestras sociedades han entrado en una
etapa en la que los criterios profesionales más altos tienen una
influencia muy grande.
Sin embargo aquellos de nosotros que hemos trabajado con proble-
mas relacionados con los campos de concentración permanecemos
176 LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTO
Vereinigung) fue fundada en 1889. La figura central era von Liszt, quien insistía en
ayudar a la naturaleza a controlar las clases peligrosas, sobre todo los "incorregibles",
esos opositores natos del orden social. Una y otra vez, von Liszt sostuvo que quienes
no podían reformarse debían ser transformados en discapacitados. Radzinowicz
(1991) consideraba que el control de este grupo era la tarea central y más urgente de
la política criminal:
Alrededor del 70% de los presos eran reincidentes y por lo menos la mitad debería
designarse "delincuentes habituales incorregibles". La sociedad debe protegerse de
ellos y, "... como no deseamos decapitarlos ni colgarlos y no podemos deportarlos...",
lo que nos queda es la reclusión de por vida o por un período indeterminado (p. 39).
... todo delincuente hallado culpable por tercera vez debería ser considerado
un delincuente incorregible y como tal se le debería imponer este tipo de
segregación casi permanente (p. 40).
Es necesario volver inofensivo al delincuente reincidente a costa suya (las bas-
tardillas son de von Liszt), "y no nuestra", agrega Radzinowicz (p. 40) y hace
que von Liszt suene muy moderno.
Naucke (1982, p. 557) sostiene lo siguiente sobre el programa de Marburgo que for-
mulara von Liszt:
Esta teoría está a disposición de quienes controlan el derecho penal. El Pro-
grama de Marburgo no contiene ningún instrumento para diferenciar a aque-
llos a quienes se les debería ofrecer este servicio de aquellos a quienes se les
debería negar.
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