Conducta Humana
Conducta Humana
Conducta Humana
CAPITULO II
En esta sección analizaremos las reales posibilidades del hombre para adquirir un conocimiento, pero
no desde el punto de vista de la epistemología sino de los diferentes estudios hechos por la propia
psicología en el terreno de la neurología, la antropología, la evolución y la mente. Encontraremos que
existen dificultades y limitaciones impuestas por la naturaleza de nuestro cerebro, el funcionamiento
de la mente, por las influencias culturales y por la propia naturaleza humana en general.
Es responsabilidad de la psicología dar cuenta del ser humano como tal, como totalidad integrada,
como fenómeno complejo de la vida. Hablar de conducta es, en realidad, hablar de la forma en que el
ser vivo humano expresa su vivir. Sin embargo los métodos a emplear para obtener conocimientos
acerca del hombre, no parecen tan claros. Deberíamos preguntarnos ¿de qué manera se puede
estudiar al ser humano? Ya la medicina se ocupa del aspecto biológico, estudia el soporte orgánico
del hombre, pero un ser humano no es solo un conjunto de órganos interconectados. Es mucho más.
Pero ¿cómo estudiarlo? Una pregunta que nadie se plantea cuando se trata de estudiar una manzana
o una rana. También es cierto que muchos han emprendido el estudio del ser humano exactamente
como si fuera una manzana o una rana, sin atender las notables diferencias que plantea el hombre.
Deberíamos empezar por reconocer que tenemos una serie de dificultades para abordar el estudio
del hombre. A veces no muy claras. El hecho de no ser conscientes de tales dificultades puede
llevarnos a realizar estudios impertinentes, emplear métodos aberrantes, plantear hipótesis nulas o
estructurar teorías antojadizas. Por esta razón, antes de iniciar la comprensión del hombre haremos
una revisión de las dificultades obvias que nos plantea esta tarea.
El hombre está condenado a creer en su cerebro, no tiene ninguna otra opción, del mismo modo que
la tripulación de un submarino está limitada a la información que le dan sus instrumentos y tiene que
creer en ellos para sobrevivir. Si esta información fallara, los tripulantes del submarino no se darían
cuenta hasta que la situación fuera muy grave y sin duda morirían. Estos instrumentos se ajustan a
las posibilidades cognitivas del hombre, o sea que trasladan los valores de la realidad a formas que
los hombres puedan ver, leer y entender, y de este modo ellos reconocen el medio en que navegan
con datos que solo representan la realidad en una pantalla, pero que no son la realidad. Hay una
diferencia sustancial entre estas dos dimensiones que es preciso entender; es decir, una cosa son los
datos que recibimos de la realidad gracias a nuestros instrumentos, y otra cosa es la realidad tal cual.
Tomando este ejemplo que me parece perfecto, lo que debemos entender es que un submarino no
tiene todos los instrumentos necesarios para reconocer a cabalidad la totalidad de la realidad, sino
solo aquellos que le son necesarios para navegar. Su tarea no es el reconocimiento cabal de la
realidad submarina, sino, probablemente espiar o combatir y sobrevivir debajo del océano cuidándose
especialmente de otros submarinos enemigos. Esto hace que su preocupación esté mayormente
centrada en esos aspectos y es así como está configurado y construido. Es decir, lo que tiene es lo
que necesita. Del mismo modo, no todo lo que el cerebro nos proporciona como información existe en
la realidad tal cual, sino que están ajustadas a las posibilidades y necesidades de nuestro organismo
específico. Igualmente, su misión tampoco es reconocer la totalidad de la realidad ni descubrir la
Esa es la tarea específica del cerebro humano visto de una manera muy simple. Sin embargo, este
cerebro humano no se limita a proporcionar señales e interpretarlas para crear una impresión más
elaborada y totalizada. Resulta que también es muy capaz de proporcionarnos ideas, y a veces ideas
muy complejas. Pero acá el cerebro tampoco está interesado en que el individuo defienda la verdad y
la justicia. Su único interés sigue siendo el de mantener vivo al individuo, así que nuestro maravilloso
cerebro es muy capaz de brindarnos cualquier idea disparatada si esta le sirve para mantenernos vivo
y continuar la especie. Es así que muchas de las ideas, incluso las más populares, que dominan a los
seres humanos y dirigen sus conductas sociales y políticas, están muy lejos de ser verdades o justas,
tan solo cumplen su papel en el mantenimiento de la vida de una comunidad. Cualquier examen de la
historia de la humanidad puede hacer una extensa colección de ideas absurdas que fueron y son
mantenidas aun hoy como verdades capitales, pero que en realidad solo sirven para sostener una
determinada cultura. Para nosotros será más fácil tomar como ejemplo las ideas de otras culturas,
como aquellas que adoran a las vacas, a los monos, a un meteorito caído del cielo (la Kaaba), a los
fanáticos que cometen atentados suicidas convencidos de que su dios los espera en el paraíso con
77 vírgenes, a los que siguen severos regímenes alimenticios, a los que condenan a la mujer a una
vida de enclaustramiento y de ignorancia, etc. Es interminable la mención de las ideas absurdas que
rigen a las sociedades humanas. No vamos a mencionar las ideas que dominan nuestra cultura, pero
no quiere decir que no existan o que no sean igualmente absurdas, sino que indudablemente no será
tan fácil reconocerlas ya que somos presa de ellas.
Es verdad que existe una pequeña porción de seres humanos empeñados en emplear las facultades
de su cerebro para adquirir conocimientos acerca de los principios de la naturaleza y del cosmos,
pero se enfrentan con la dificultad primaria de sus limitaciones como seres orgánicos específicos, y
no sabemos qué parte de la realidad es aquella a la que nuestros aparatos sensoriales y cognitivos
nos permiten llegar. En todo caso, este grupo de seres humanos es muy reducido, y por lo general no
son escuchados, y menos aun si contradicen las ideas populares. El resto de los seres humanos tan
solo seguimos las ideas que nos proporciona nuestro cerebro. Cualquier idea que sea útil para la vida
del individuo o para la sobrevivencia de su etnia o comunidad, será alojada y defendida con vigor, al
margen de que sea cierta o justa. Cada grupo humano tiene una verdad a su exacta medida.
Ahora examinemos brevemente las posibilidades de nuestro cerebro para captar la realidad. Por un
lado, el cerebro está íntimamente vinculado a su medio externo y orientado hacia afuera, a la realidad
externa, de la cual hace una copia –relativamente parecida- en la conciencia. No podemos decir que
la imagen de la realidad que existe en nuestra conciencia sea “cierta” en el sentido de que se ajusta
exactamente a lo que hay fuera de nosotros. Este tipo de “realidad exacta” solo es accesible a los
seres inferiores carentes de conciencia y, pensándolo bien, ni siquiera a ellos. En todo caso, toda
realidad percibida es siempre una “porción de realidad”, aquella que nuestros órganos son capaces
de captar. Casi siempre son las mínimas necesarias para la supervivencia en un ambiente concreto.
Así, cada organismo vivo posee las mínimas capacidades sensoriales necesarias para sobrevivir en
su propio ambiente. Si no le hace falta tener ojos, pues no los tiene. Sin embargo, el ser humano se
comporta absurdamente como si tuviera acceso a toda la realidad completa. Y ese ya es un grave
error de partida en sus consideraciones cognitivas. Igual que cualquier otra especie, el hombre está
confinado a reconocer tan solo una porción de la realidad. Los humanos poseemos apenas 5 órganos
En el ser humano la realidad también se construye considerando las condiciones propias del sujeto.
Por las características del desarrollo y de la configuración cerebral, estrechamente vinculadas a la
estimulación de sus funciones en época temprana a base de las experiencias individuales, podemos
afirmar que no hay dos cerebros iguales. Asimismo, la enorme diversidad que existe entre los seres
humanos en su configuración orgánica y corporal, hace que no existan dos individuos iguales, como
es fácil observar a simple vista. Esto quiere decir también que la realidad que cada individuo concibe
en su cerebro es única, es una realidad personal que cada quien establece para sí en función de sus
propias características, deseos, temores, fantasías, creencias, etc. Así pues, en cuanto se refiere a
seres humanos es muy difícil hablar de la realidad, salvo que nos refiramos al mundo estrictamente
físico, o atendiendo exclusivamente a las condiciones que llamamos “objetivas”, o sea, los aspectos
que no han sido distorsionados por nuestra conciencia, lo cual es también difícil de conseguir. ¿Cómo
podríamos ser “objetivos” frente a las acciones humanas, por ejemplo? Sabiendo que las acciones
humanas son llevadas por una intención que no es visible ni evidente. Esta es la principal fuente de
las discrepancias entre los seres humanos y causa de sus diferencias, pleitos y guerras. No obstante
todas estas notables dificultades para reconocer nuestra realidad exterior, pretendemos emplear esta
misma herramienta para captar y comprender nuestra realidad interior y al propio ser cognoscente.
Más aun, lo que intentamos es estudiar y comprender al otro, es decir, su ser y su mundo interno.
Parece evidente que la herramienta con que contamos para emprender este propósito no será la más
adecuada, y menos aun si empleamos las mismas estrategias que usamos en el reconocimiento y
comprensión de la realidad exterior. No obstante todo ello, tenemos la esperanza depositada en una
poderosa herramienta propia del hombre -todavía poco estudiada- que es la conciencia, de la cual
hablaremos más adelante. Por ahora, revisaremos solo algunos de sus aspectos.
Para lograr programar la conducta de forma dinámica, el cerebro ha debido desarrollar una enorme
masa cortical que posee una capacidad muy compleja que es la conciencia. Esto nos permite tener
una especie de simulador virtual de escenarios. Pero también ha tenido que aprender algunas reglas
de proceso que le permitan estructurar un programa lógico. Con estas habilidades podemos intentar
reflexionar sobre nuestra propia realidad interna, pero ¿cómo saber si los significados serán los
pertinentes? ¿Cómo saber si podemos interpretar correctamente nuestro mundo interior? ¿Cómo
saber si las reglas que nos permiten entender el mundo externo sirven también para entender nuestro
mundo interno? Sabemos que el cerebro nos engaña y en algunos aspectos de la realidad física
hemos logrado detectar tales artificios cerebrales y corregirlos a fin de conocer adecuadamente la
realidad, pero cuando se trata de nuestra propia conciencia ¿cómo saber si nos estamos engañando?
¿Podemos ser conscientes del engaño de nuestra propia conciencia? ¿Qué aspecto o dimensión del
fenómeno humano quedaría a cargo para detectar el engaño de la conciencia? Ya no queda nada
más allá, aunque la conciencia parece trabajar en diversos niveles jerárquicos, y es posible que en
cada nivel superior se adquieran capacidades que puedan gobernar las funcionas inferiores, pero
igual, siempre quedará un nivel que nos suponga una duda.
Otra característica humana que podría suponer un serio escollo es que el hombre está predispuesto a
creer en lo que hay en su cerebro como imagen o idea. No está hecho para dudar de lo que piensa
sino para creer en su mente y actuar en consecuencia. Ni siquiera está hecho para dudar de lo que
escucha sino para creer en lo que le dicen, pues ello nos garantiza la transmisión del aprendizaje y el
sostenimiento de la cultura. Por esto mismo tiene tanto éxito la publicidad que induce a la gente a
comprar las cosas más absurdas y a realizar los actos más irracionales. De modo que también esto
podría jugar un papel contraproducente para entender nuestra propia naturaleza ya que muchas
cosas se nos han dicho a lo largo de la historia acerca del hombre y ya forman parte de nuestra
estructura y lógica mental. A esto debemos añadir la tendencia humana a apropiarse de las ideas que
tiene y defenderlas como si hubiera pasado a formar parte integrante de su ser. No importa qué clase
de idea sea, desde las religiosas hasta las científicas, el hombre asume tales ideas y las defiende con
Ahora examinemos las características lógicas del cerebro. Al estudiar su mundo interno, el hombre
tratará, inevitablemente, de emplear las mismas estrategias cognoscitivas que emplea para abordar el
mundo externo. Así, procurará, por ejemplo, descubrir estructuras y compartimientos porque está
preparado para entender las cosas de ese modo y porque sabe que todo es así en el mundo que le
rodea. Aplicará las reglas de proceso que conoce (no conoce otras) tanto para interpretar lo que cree
percibir de su mundo interno como para razonar sobre él; estas reglas de procesamiento mental nos
resultan muy efectivas para los análisis y actos comprensivos acerca de la realidad exterior, y
específicamente para entender mejor lo que ocurre en la superficie de este planeta. Así por ejemplo
nuestro cerebro analiza la luz sabiendo que viene de arriba, contamos con el hecho de que nuestro
cuerpo estará pegado al suelo y que los sonidos se transmiten. Ya contamos con esta clase de reglas
para cualquier clase de razonamiento y estas conducen nuestro pensamiento. Por ejemplo, sabemos
que todos tienen un padre y que los padres son protectores. En consecuencia, cuando el hombre se
pregunta ¿de dónde venimos? Pensamos inevitablemente en un padre, y en uno justamente protector
y a veces castigador. Es una forma muy natural de explicarnos la cuestión. Pero hay otras formas
más sutiles de razonamiento. La relación causa-efecto, por ejemplo, es una regla básica en nuestro
razonar. Dado que todo ocurre por alguna causa en el mundo que vemos, parece lógico pensar que
las cosas cuya causa no vemos directamente están originadas por algún poder invisible que las
ocasiona por su voluntad, tal como lo haría una persona. Otra explicación natural. También existe la
tendencia a identificar clases y la necesidad de clasificar y generalizar. Todas estas fórmulas que la
mente humana emplea para razonar y para comprender el mundo que le rodea, son las mismas que
empleará luego para tratar de entender su naturaleza interior. En consecuencia, queremos por
ejemplo, establecer clases de personas, causas de la infidelidad, determinar exactamente cómo son
los hijos únicos y los hijos de padres divorciados y qué les espera, etc. Es decir, empleamos el mismo
esquema mental de razonamiento en aquellos aspectos de la realidad que son radicalmente distintos.
Es evidente que estas reglas de proceso mental no serán las más adecuadas para comprender
nuestra propia naturaleza subjetiva y fenomenológica. Al menos no han sido útiles hasta hoy.
La mayor expresión de nuestro modelo mental de análisis ha sido lo que hoy se conoce como ciencia.
La ciencia no es más que una forma muy especializada y eficiente de conocer la realidad. Consiste
en esquivar las distorsiones propias de nuestra conciencia para llegar a la realidad tal cual. Por ello
nos ha dado tan buenos resultados en el dominio de la naturaleza. La ciencia ha proporcionado a los
hombres tantos beneficios que la gente prácticamente la venera, aunque no la comprenda. Esta es la
actitud que llamamos “cientificismo”. Aun cuando el conocimiento científico goza de un merecido alto
prestigio, no es una forma ilimitada de conocimientos, también tiene sus restricciones y limitaciones;
pero el cientificismo no tiene ninguna duda en emplearlo en todos los dominios, incluso en el estudio
de la naturaleza humana y -en su expresión más excéntrica- hasta para conocer a Dios. A través de
una forma muy concreta de abordaje cognoscitivo llamada “método científico” se espera que la
verdad surja en la forma de una evidencia. Pero lo cierto es que no hay manera de aplicar con éxito
este procedimiento tan elemental en los fenómenos complejos de la realidad, donde intervienen
cantidades infinitas de variables interdependientes, y donde los sistemas se interrelacionan formando
nuevos sistemas que incrementan el grado de complejidad logarítmicamente, dando lugar a sistemas
que se autoconstruyen, tal como ocurre con la vida y la conciencia humana. Pero el cientificismo no
se da por vencido y defiende su verdad y su método. Todo esto significan interferencias culturales,
entendidas como la dificultad que nos plantea nuestro propio ambiente cultural para entender al
hombre y estudiarlo apropiadamente; interferencias que llegan no solo desde el lado del cientificismo
sino también desde posturas religiosas, pues todas las religiones manejan conceptos sobre el ser
humano, su origen, naturaleza y su destino final.
Durante siglos se han manejado conceptos acerca del hombre, pero básicamente aquellos extraídos
de creencias mágico-religiosas que se caracterizan por ser simples, fáciles y agradables, y que han
dominado nuestro pensamiento y aun continúan ejerciendo una influencia gravitante. Además de las
creencias estrictamente religiosas, contamos con una amplísima gama de creencias diversas que le
Lo anterior es solo un ejemplo de cómo se puede estructurar una gran teoría social, con implicancias
históricas, basados en conceptos errados, aunque sean científicos. Algo similar ocurrió en psicología
con el conductismo y el psicoanálisis. Detrás de ellos existían ideas preconcebidas recogidas de su
ambiente cultural. El psicoanálisis procuraba identificar a toda costa las causas directas de ciertos
síntomas (del tipo de una relación “si A entonces B”) y pretendía descubrir la “estructura” de la mente
en una intrincada red de compartimientos (como si se tratara de un órgano al que se puede
diseccionar), cada una de las cuales actuaba con voluntad propia interponiendo sus intereses a los
del otro, en una franca disputa de la cual el sujeto no era consciente. Si bien hoy sabemos que algo
muy parecido ocurre en el cerebro, no era necesario inventar toda una mitología especial alrededor
del hombre. El conductismo, influido por el cientificismo imperante de su época, desarrolló métodos
experimentales para estudiar la conducta humana. Pero lo cierto es que no hay forma de estudiar al
hombre en ambientes artificialmente creados, y mucho menos a través de experimentos en animales
carentes de conciencia. Aun así, persiste en la psicología un segmento empeñado en el empleo del
método científico como el único procedimiento válido para estudiar al ser humano. En este enfoque
cientificista se pretende estudiar objetivamente los aspectos más subjetivos del hombre (en ocasiones
llegan a negar los aspectos subjetivos) y se valen de curiosos “instrumentos de medición” fabricados
expresamente para cuantificar los aspectos cualitativos del hombre y objetivar lo subjetivo, de modo
que puedan obtener los datos necesarios para el empleo del método científico. Una vez más lo que
se pretende es adaptar la compleja realidad humana al método. Este modelo “científico” de estudiar al
hombre no ha logrado aportar mucho dentro de la psicología, pero aun persiste esta tendencia. Así
pues, vemos que también la ciencia puede actuar como una influencia que determina una manera de
abordar al ser humano con preconceptos. El cientificismo actúa exactamente como una religión que
venera el método científico como la única forma de llegar a la verdad, y se muestra tan arrogante y
dogmática como cualquier otra ideología, imponiendo sus preceptos, castigando las desviaciones y
desarrollando sus propios ritos en la forma de normas y protocolos de forzada observancia.
Resumiendo, vemos pues que es necesario reconocer las diversas dificultades que debemos superar
para iniciar el estudio del hombre. El reconocimiento de tales dificultades, evidentemente, implica un
conocimiento del ser humano. Precisamente todo lo avanzado hasta ahora, con sus intentos fallidos y
exitosos, nos permite recomponer el panorama y distinguir mejor cuál es la ruta más adecuada. En el
siguiente cuadro exponemos en un gráfico de tales dificultades.
DIFICULTADES PARA EL
ESTUDIO DEL SER HUMANO
NATURALES CULTURALES
ESTRUCTURA Y DISEÑO
DEL CEREBRO HUMANO
RELIGIÓN CIENTIFICISMO
PROGRAMACIÓN LÓGICA
DEL PENSAMIENTO
Si somos conscientes de todas estas dificultades que se nos plantean para estudiar al hombre, quizá
podamos evitarlas. Debemos tener muy claro que el estudio del hombre como sujeto no es igual que
el estudio de cualquier otro elemento de la naturaleza, que hay un mundo interior que no podemos
explorar con los mismos métodos que empleamos para el mundo exterior, que los preconceptos y los
prejuicios culturales nos conducen por derroteros que pueden no ser los más adecuados, que la
ciencia misma puede no ser la más adecuada si lo que deseamos es comprender la naturaleza
fenomenológica y el carácter subjetivo del ser humano. Aun con todas estas dificultades debemos
emprender nuestra misión.
1
De la Fuente, Ramón (1996) “Psicología Médica”. FCE México.
PROGRAMA
LÓGICO
CORTICAL
PROGRAMA
BIOLÓGICO
ARCAICO
Cada persona se mueve en todo momento a lo largo de esa amplitud de extremos en función de las
diversas circunstancias que afronta. Es impropio de este enfoque tratar de determinar en qué punto
de esa escala se mueve una persona en particular, y mucho menos la humanidad entera, ya que
hacerlo sería desconocer la naturaleza dinámica y aleatoria del individuo humano. No hay pues forma
de establecer una norma universal. En muchas ocasiones el pensamiento le ha servido al ser humano
para justificar actos que tienen un evidente origen animal, por herencia antropológica, como por
ejemplo la agresividad o conductas más complejas como el racismo. Esto significa que a veces el
hombre simplemente se deja llevar por sus impulsos animales primitivos, pero no deja de elaborar
complejas explicaciones teóricas que recubren sus acciones con racionalidad. En este caso, ambos
extremos parecen estar actuando simultáneamente con una curiosa complicidad. Freud reconoció
este fenómeno y lo denominó “racionalización”, atribuyendo el mecanismo a un acto de defensa de la
conciencia, debido a que de esta manera disminuye su sentimiento de culpabilidad. Recordemos de
cuántas maneras justificaban la esclavitud en una época y en un país marcado por una profunda
religiosidad como EEUU. La esclavitud no es más que una conducta muy primitiva, pero se defendía
apelando incluso a versículos de la Biblia y se aseguraba que era un mandato de Dios. Recordemos
de qué manera justificaba el nazismo el exterminio de los judíos. En ámbitos más cotidianos podemos
escuchar las explicaciones que dan algunos padres por la violencia que emplean contra sus propios
hijos, las explicaciones que nos ofrecen los violadores y criminales que actúan como predadores. Al
decir que el ser humano es un ser racional, no significa que esta racionalidad sea siempre positiva y
buena. La racionalidad se puede emplear para planificar o justificar conductas monstruosas. De
manera que racionalidad y juicio tan solo hacen referencia a la capacidad del cerebro para emplear
procesos lógicos y no fines altruistas.
Si admitimos que la conducta humana es generada de una manera dinámica en cada momento, sin
implicar necesariamente el dominio de uno de sus aspectos como una regla general, veremos la
necesidad de comprender los dos extremos involucrados. De modo que resulta imperativo enfrentar
Psicología evolutiva
De los hallazgos de la antropología parece quedar claro que la aparición del ser humano tardó unos 5
millones de años hasta quedar bajo una apariencia muy similar a la actual hace aproximadamente
200,000 años. En los últimos descubrimientos hechos en la cueva de la Gran Dolina (Atapuerca,
España) se han hallado restos fósiles de la especie Homo Antecessor cuya antigüedad se calcula en
800,000 años. Sin embargo, se admite que el hombre moderno aparece hace no más de 100,000
años. En el transcurso de la evolución su transformación física progresiva incluyó el aumento de su
3 3
capacidad craneana desde unos 350 cm hasta los 1,400 cm con la aparición del neocórtex. Es
decir, lo que terminó de surgir para constituir al hombre fue lo que hoy llamamos neocórtex. Lo que
nadie ha logrado explicar de manera convincente es qué alentaba este gradual crecimiento cerebral.
Unos proponen el cambio de la dieta; otros, la visión estereoscópica; también la posición erguida y la
utilización de las manos con su consiguiente necesidad de coordinación visomotora, pero pese a ser
interesantes observaciones, ninguno de estos planteamientos justifica semejante crecimiento craneal.
Es obvio que algo ocurría en el cerebro del humanoide, algo que no estaba urgido precisamente por
la adaptación ambiental. Esta tesis es falsa, insostenible, pues es evidente que para esas épocas el
medio ambiente ya era bastante estable y el antropoide tenía un nicho ecológico propio. ¿A qué
premuras respondía entonces este crecimiento desmesurado del neocórtex? Tampoco podemos
admitir la tesis de simples mutaciones arbitrarias, pues ya está demostrado que para poder surgir una
mutación favorable precisamente en el sentido de la necesidad que se enfrenta, la probabilidad de
que esto ocurra por azar es tan ínfima que requeriría muchos miles de millones de años. Ninguna
evolución puede explicarse por simples mutaciones al azar. Debemos buscar en otra dirección. Sin
duda tuvo mucho que ver la progresiva habilidad en el manejo de herramientas y el control de los
movimientos finos de la mano, pero aun esto no explica la conciencia. ¿Acaso se trataba de una
actividad genética directa destinada a transferir el control de la conducta? Ciertamente la genética
había llegado a un punto de complejidad que resultaba peligroso seguir por ese rumbo, es impráctico
arrastrar los programas evolutivos generados durante millones de años, almacenados en una larga
cadena de ADN. Incrementar esta cadena todavía mucho más para incorporar nuevas y complejas
conductas no resultaría eficiente, la cadena se haría muy vulnerable. Por otro lado, los cambios
ambientales eran cada vez más sutiles. La genética ya no podía tomarse miles de años para producir
una adaptación en esas nuevas circunstancias. Sin duda eran buenas razones para transferir el
control de la conducta al cerebro, es decir, la conducta ya no estaría enteramente programada por la
biología sino que se le dotaría al cerebro con la capacidad para programarla y formar así una nueva
especie animal. Por supuesto, la biología nunca empieza de cero. Sobre la base del cerebro de los
antropoides empezó a crecer una nueva capa con mayores recursos, principalmente diversos tipos de
memoria especializada que al interconectarse crearon una capacidad novedosa y extraordinaria: un
espacio dinámico en donde surgió la conciencia. Era necesario ganar una lógica de proceso, tener un
ambiente virtual de trabajo para probar los programas, debido a que programar requiere producir
modelos, probarlos idealmente, rectificarlos y ensamblar las instrucciones según una lógica. Ese es
todo el propósito del neocórtex: es un ambiente de trabajo para programar.
Sin embargo, subsistía una base programada biológicamente. La cuestión acá era determinar ¿cuál
de los dos iba a mantener el control de la conducta? ¿Estaba el neocórtex destinado a prevalecer?
¿Se iba a establecer una especie de negociación entre los fundamentos biológicos primarios
ubicados no solo en el sistema límbico sino principalmente en el tronco encefálico, la base reptil, con
el neocórtex, a manera de una conferencia tripartita? En realidad hay algo de todo esto. Podría
decirse que el sistema límbico es un moderador del cerebro primario, y al surgir el neocórtex amplía
sus funciones de moderación hacia él. De modo que el neocórtex, aparece con la misión de
programar la conducta del nuevo animal y adaptarlo a las circunstancias inmediatas, pero antes debe
aprender a programar, debe ganar su lógica, y esta le llega del medio. En resumen, el cerebro
Mientras que la amígdala del sistema límbico proporciona los primeros auxilios en situaciones
emocionales extremas, el lóbulo prefrontal se ocupa de la delicada coordinación de nuestras
emociones. Esta vinculación estrecha que existe entre los tres cerebros del ser humano define la
complejidad de su esencia. El sistema límbico que apareció como una especie de moderador de la
conducta, una capa que le otorgaba una influencia subjetiva a las experiencias básicas del primer
cerebro, mantuvo sus funciones de moderación luego del surgimiento del neocórtex, y es la que se
interpone entre los impulsos primitivos, por un lado, y los razonamientos producidos en la conciencia,
creando una especie de tribunal intermedio que influye en la decisión final de la conducta. Esta es la
base que seguiremos en adelante para comprender toda la complejidad de la conducta humana y aun
la psicopatología.
Febrero, 2008
Extracto del libro en proceso “Psicología Médica” del Lic. Dante Bobadilla.