Powers, Tim - La Fuerza de Su Mirada
Powers, Tim - La Fuerza de Su Mirada
Powers, Tim - La Fuerza de Su Mirada
La fuerza de su mirada
Coleccin dirigida por Alejo Cuervo Traduccin de Albert Sol Cubierta: Geest/Hverstad Ilustracin: Manuel Morales
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos, as como la exportacin e importacin de esos ejemplares para su distribucin en venta, fuera del mbito de la Comunidad Econmica Europea.
Ttulo original: The Stress of Her Regard. Publicado por acuerdo con Scott Meredith Literary Agency, Inc., Nueva York 1989 by Tim Powers 1992, Ediciones Martnez Roca, S. A. Gran Via, 774, 7. , 08013 Barcelona ISBN 84-270-1610-7 Depsito legal B. 445-1992 Fotocomposicin de Pacmer, S. A., Miquel ngel, 70-72, 08028 Barcelona Impreso por Libergraf, S. A., Constituci, 19, 08014 Barcelona Impreso en Espaa - Printed in Spain Edicin digital: Septiembre 2003 Escner y correccin: Scalm ([email protected]) Revisin: Kory ([email protected])
Para Dean y Gerda Koontz, por diez aos de amistad alegre, hospitalaria y tolerante. Y con mi agradecimiento a Gregory Santo Arena, Gloria Batsford, Gregory Benford, Will Griffin, Dana Holm Howard, Meri Howard, K. W. Jeter, Jeff Levin, Monique Logan, Kate y Serena Powers, Joe Stefko, Brian M. Thomsen y Tom Whitmore. Y a Paul Mohney, por aquella conversacin sobre Percy Shelley que mantuvimos hace ya muchos aos mientras nos tombamos unas cervezas en la Caja de Yescas.
... y, aun as, el pensamiento ha de ver esa vspera del tiempo que ningn hombre anhela ya, sorda ante la Esfinge de la Vida, cuyos labios estn [sellados; cuando desde los espacios de la Eternidad el silencio, Medusa inflexible, vuelve la fuerza de su mirada hacia el mundo perdido.
CLARK ASHTON SMITH,
Esfinge y Medusa
Prlogo 1816
Trae tambin contigo... un nuevo bastn estoque... (el que tena cay a este lago... ).
LORD BYRON,
Hasta que lleg la tempestad las aguas del lago Leman estaban tan tranquilas que los dos hombres que hablaban en la proa de la embarcacin podan colocar sus copas de vino sobre las bancadas sin que stas corrieran ningn peligro de caerse. La estela de la embarcacin se extenda a cada lado de sta como una ondulacin sobre el cristal. Por babor acababa perdindose en el lago, y por estribor iba movindose lentamente junto a la orilla, y la luz de las ltimas horas del atardecer haca que pareciese llegar hasta las verdes estribaciones de las colinas que se movan como un espejismo sobre los peascos y escarpas que formaban el rostro del Dent d'Oche, ahora cubierto de nieve. Un sirviente estaba reclinado en uno de los asientos leyendo un libro. Los marineros no haban tenido que corregir su rumbo desde haca ya varios minutos y daban la impresin de dormitar, y cuando la conversacin de los dos pasajeros pasaba por un perodo de silencio, la brisa que les llegaba de la orilla traa consigo la distante meloda de los cencerros de las vacas que hacan pensar en campanillas movidas por el viento. El hombre inmvil en la proa contemplaba la orilla este del lago. Slo tena veintiocho aos, pero su rizada cabellera castaorrojiza ya estaba surcada por algunas vetas de color gris, y la plida piel que rodeaba sus ojos y su boca mostraba las arrugas creadas por el humor irnico. Ese castillo de ah es Chillon observ volvindose hacia su acompaante, un poco ms joven que l, donde los Duques de Saboya encerraban a los prisioneros polticos en mazmorras situadas por debajo del nivel del agua. Imagnate qu sentiras una vez hubieras trepado hasta alguna ventana protegida por barrotes y vieras todo esto... Movi la mano en un gesto que abarc la remota inmensidad blanca de los Alpes. Su amigo pas los dedos de una flaca mano por entre los finos mechones de su cabellera rubia y mir hacia adelante.
Se encuentra en una especie de pennsula, no? Parece como si la mayor parte quedara dentro del lago... Supongo que deba de alegrarles estar rodeados por tanta agua. Lord Byron mir a Percy Shelley. No estaba muy seguro de qu haba querido decir con esas palabras, cosa que le ocurra con frecuencia. Le haba conocido en Suiza haca menos de un mes, y aunque compartan muchas cosas tena la sensacin de que an haba muchas cosas de l que se le escapaban. Los dos se haban exilado voluntariamente de Inglaterra. Byron haba abandonado el pas haca poco huyendo de la bancarrota y un matrimonio fracasado y, aunque esto era menos conocido, del escndalo que significaba haber tenido un hijo de su media hermana. Cuatro aos antes la publicacin de su largo poema considerablemente autobiogrfico Las peregrinaciones de Childe Harold le haba convertido en el poeta ms famoso y aclamado de toda la nacin, pero la sociedad que antes se postraba ante l haba acabado rechazndole. Los turistas ingleses se complacan en sealarle con el dedo cuando le vean por la calle y su presencia sola hacer que las mujeres sufrieran desmayos de lo ms melodramtico. Shelley era mucho menos famoso, aunque sus ofensas contra lo que se consideraba correcto eran de tal magnitud que a veces lograban impresionar incluso al mismsimo Byron. Slo tena veinticuatro aos, pero ya haba logrado que le expulsaran de Oxford por escribir un panfleto en defensa del atesmo. Su opulento padre le haba desheredado y el joven poeta haba abandonado a su esposa y sus dos hijos para escaparse con la hija de William Godwin, el famoso filsofo radical londinense. Ver como su hija llevaba a una prctica demasiado real sus argumentos abstractos en favor del amor libre haba irritado considerablemente a Godwin. Byron dudaba mucho de que Shelley se hubiera alegrado de estar rodeado por tanta agua. Los muros de piedra no podan ser demasiado hermticos, y slo Dios saba qu clase de enfermedades y miserias podan atacar al hombre que se hallase prisionero en semejante lugar. Era la ingenuidad lo que le impulsaba a decir tales cosas, o era alguna cualidad espiritual ultraterrena como la que dominaba a esos santos que haban consagrado sus vidas a sentarse sobre columnas de piedra perdidas en el desierto? Y en cuanto a sus condenas de la religin y el matrimonio... Eran sinceras o haba que considerarlas como el astuto truco de un cobarde decidido a hacer siempre su voluntad sin verse obligado a cargar con las consecuencias de sus actos? Una cosa s era cierta, y es que Shelley no daba la impresin de ser muy valiente. Cuatro noches antes Shelley y las dos jvenes con las que viajaba visitaron a Byron, y la lluvia les oblig a refugiarse dentro de la casa. Byron haba alquilado Villa Diodati, una mansin porticada rodeada de viedos en la que Milton se haba alojado haca ya dos siglos. Cuando el clima clido permita que los huspedes de la casa exploraran los varios niveles de jardines o se acodaran en la barandilla del gran porche que daba al lago, la mansin pareca muy espaciosa, pero esa noche la tempestad alpina y una planta baja inundada consiguieron que diera la impresin de ser tan pequea y asfixiante como la choza de un pescador. Y, aparte de eso, Byron se haba sentido especialmente incmodo porque Shelley haba trado consigo no slo a Mary Godwin sino tambin a su hermanastra Claire Clairmont, quien por una maligna coincidencia, haba sido la ltima amante de Byron antes de que huyera de Londres, y que ahora pareca estar esperando un beb suyo. La tormenta que aullaba al otro lado de los cristales y las errticas corrientes de aire que hacan bailotear la llama de las velas, tuvo como consecuencia casi ineludible el que la conversacin acabara centrndose en los fantasmas y lo sobrenatural. Eso fue una autntica suerte, pues pronto qued claro que Claire se dejaba aterrorizar con mucha facilidad por semejantes temas, y Byron no tuvo que esforzarse demasiado
para que el miedo desorbitara sus ojos y la mantuviera reducida al silencio, roto slo por algn que otro jadeo ahogado de horror. Shelley era tan crdulo como Claire, pero disfrutaba enormemente con los relatos de vampiros y fantasmas; y despus de que el mdico personal de Byron un joven muy vanidoso llamado Polidori, contara una historia sobre una mujer a la que se haba visto caminando por los alrededores con una calavera en lugar de cabeza, Shelley se inclin hacia adelante y, en voz muy baja, les revel la razn por la que l y la esposa a la que haba abandonado huyeron de Escocia haca ya cuatro aos. La narracin consisti ms en alusiones y detalles atmosfricos que en una autntica historia, pero la obvia conviccin de Shelley sus manos de largos dedos temblaban a la luz de las velas y sus grandes ojos brillaban entre la aureola formada por sus revueltos mechones rizados, hizo que incluso la siempre prctica y racional Mary Godwin lanzara alguna que otra mirada de inquietud hacia los ventanales por los que se deslizaba la lluvia. Pareca ser que poco tiempo despus de que los Shelley llegaran a Escocia se haba encontrado el cadver de una joven criada llamada Mary Jones que trabajaba en una granja cercana al sitio en el que se alojaban. Las autoridades suponan que la joven haba sido mutilada hasta morir, con unas tijeras de las que se usaban para esquilar ovejas. Se supona que el culpable haba sido un gigante susurr Shelley, y cuando hablaba de esa criatura la gente de por all le llamaba el Rey de las Montaas. Una criatura? gimi Claire. Byron se volvi hacia Shelley y le lanz una rpida mirada de gratitud, pues daba por sentado que Shelley tambin estaba intentando asustar a Claire para que no abordara el tema de su embarazo; pero el joven ni tan siquiera se enter. Byron comprendi que, sencillamente, Shelley disfrutaba asustando a la gente. Aun as, Byron segua estndole agradecido. Las autoridades arrestaron a un hombre, un tal Thomas Edwards sigui diciendo Shelley. Le acusaron del crimen y acabaron ahorcndole, pero yo saba que le haban utilizado como chivo expiatorio. Nosotros... Polidori se reclin en su asiento y le interrumpi con la mezcla de nerviosismo y ganas de discutir tan tpica de su carcter. Cmo poda estar seguro de que no haba sido l? pregunt con voz temblorosa. Shelley frunci el ceo y empez a hablar ms deprisa, como si la conversacin se hubiera vuelto repentinamente demasiado personal para su gusto. Porque... Yo... Gracias a mis investigaciones. El ao anterior haba estado muy enfermo. Tuve alucinaciones y unos dolores terribles en el costado, as que..., eh..., dispuse de mucho tiempo para estudiar. Estaba investigando la electricidad, la precesin de los equinoccios..., y el Antiguo Testamento, el Gnesis... Mene la cabeza con impaciencia y Byron tuvo la impresin de que pese a la aparente irracionalidad de la respuesta la pregunta le haba pillado por sorpresa y haba logrado arrancarle parte de una verdad que no deseaba revelar. Shelley sigui hablando. Bien, el caso es que el veintisis de febrero, un viernes, supe que deba acostarme con dos pistolas cargadas junto a mi lecho. Polidori abri la boca para volver a hablar, pero Byron se le adelant con un seco Cllate. S, Pollydolly1 dijo Mary, espera a que haya terminado de contar la historia.
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El apodo burln deformacin de su apellido con que se conoca a Polidori puede traducirse por algo as como Muequita linda. (N. del T. )
Polidori se ech hacia atrs y frunci los labios. Y no llevbamos ni media hora acostados cuando o ruido en el piso de abajo dijo Shelley. Baj a investigar y vi una figura que se dispona a salir de la casa por una ventana. La criatura me atac y yo logr herirla..., en el hombro. La mala puntera de Shelley hizo que Byron frunciera el ceo. Y la criatura retrocedi un par de pasos tambalendose, pero luego vino hacia m y me dijo: Osas disparar contra m? Juro por Dios que me vengar! Matar a tu esposa. Violar a tu hermana. Y se desvaneci. La mesita que haba junto a su silln sostena un tintero, papel y pluma. Shelley cogi la pluma, la meti en el tintero y dibuj rpidamente una figura. ste es el aspecto de lo que me atac dijo, acercando la hoja de papel a la vela. LO primero que pas por la cabeza de Byron era que Shelley dibujaba como un nio. La figura que haba esbozado sobre la hoja de papel era una autntica monstruosidad, una cosa con el pecho de tonel y las piernas como barricas cuyas manos parecan ramas de rbol y cuya cabeza haca pensar en una mscara africana. Claire se neg a mirar el dibujo, e incluso Polidori dio claras seales de inquietud. Eso... No es una figura humana! exclamo. Oh, Polidori, yo no estoy tan seguro... dijo Byron contemplando el dibujo con los ojos entrecerrados. Creo que es un hombre prototpico. Dios cre a Adn del barro, no? Este tipo parece haber sido fabricado con una ladera de Sussex como materia prima. Qu osada! exclam Shelley con cierta agitacin. Cmo puede estar seguro de que no ha surgido de la costilla de Adn? Byron sonri. Vaya, con que se trata de Eva, eh? Si los ciegos ojos de Milton llegaron a ver algo semejante espero que no fuese durante su estancia aqu... Y si la vio aqu, espero que no ande rondando cerca de la casa esta noche. Y, por primera vez en toda la velada, Shelley pareci ponerse nervioso. No se apresur a decir, y mir por la ventana. No, dudo que... Dej la frase sin terminar y se reclin en su silln. Ya era algo tarde para preocuparse por ello, pero Byron sinti el temor de que toda esta charla sobre Adn y Eva pudiera acabar llevando la conversacin hacia senderos ms domsticos, por lo que se apresur a levantarse, fue hacia un estante lleno de libros y cogi un pequeo volumen. Lo ltimo de Coleridge dijo, y volvi a sentarse. Contiene tres poemas, pero creo que Christabel es el ms adecuado para esta noche. Empez a leer el poema en voz alta, y para cuando lleg a los versos en los que Christabel volva a su casa acompaada por la extraa mujer llamada Geraldine con quien acababa de encontrarse en el bosque, ya haba conseguido capturar la atencin de todos los presentes. Despus llegaron los versos en que Geraldine se hunda, como a travs del dolor, cuando llegaban a la puerta del castillo del padre de Christabel, quien haba enviudado recientemente, y Christabel se vea obligada a llevarla en brazos hasta el otro lado del umbral. Shelley asinti. Siempre tiene que darse algn gesto de invitacin. No pueden entrar sin que se les invite a hacerlo. Invit a la mujer de barro a que entrara en su casa de Escocia? pregunt Polidori.
No fue necesario replic Shelley con una sorprendente amargura en la voz. Se removi en el silln apartndose de la ventana. Mi... Otra persona le permiti acceder a mi presencia siempre que lo deseara dos dcadas antes. Byron reanud su lectura del poema despus del breve silencio que sigui a estas palabras, y recit los versos en que Coleridge describe cmo Geraldine se desnuda para acostarse revelando su pecho marchito: Contemplad sus senos y la mitad de su costado, visin para las pesadillas, mas no para las palabras! Oh, protegedla! Proteged a la hermosa Christabel! Y Shelley grit, salt de su silln y tres zancadas frenticas le llevaron fuera de la habitacin. Pas junto a la mesa como un rayo, derribando una silla, pero se las arregl para coger una vela encendida. Claire tambin grit, Polidori dej escapar un chillido alzando los brazos como un boxeador acorralado y Byron dej el libro sobre la mesa y se volvi rpidamente hacia la ventana por la que Shelley haba estado mirando. El porche azotado por la lluvia estaba vaco. Ve a ver si se encuentra bien, Polidori dijo Byron. El joven doctor fue a la habitacin contigua para coger sus instrumentos y parti en busca de Shelley. Byron volvi a llenar su copa de vino, se reclin en el asiento y, con las cejas enarcadas, se volvi hacia Mary. Mary lanz una risita nerviosa. Mi seor se comporta as con frecuencia, y as ha sido desde su juventud dijo citando a Lady Macbeth. Byron sonri, aunque con cierto esfuerzo. Si dejis que ello os afecte le ofenderis y aumentaris el desorden de sus pasiones. Los ojos de Byron recorrieron la habitacin en que estaban. Bien, dnde ha visto el fantasma de Banquo? Los espritus rara vez escapan a mi atencin, pero debo confesar que no he visto nada. l... empez a decir Mary, pero vacil y no complet la frase. Mirad, ya vuelve. Shelley acababa de entrar en la habitacin y, a juzgar por la expresin de su rostro, pareca entre asustado y avergonzado. Su rostro y su cabellera estaban mojados, lo cual indicaba que Polidori le haba echado agua encima, y apestaba a ter. Yo... No fue nada. Una fantasa que se adue momentneamente de m, como tener una pesadilla estando despierto. Lo siento. Algo relacionado con... empez a decir Polidori. Shelley le lanz una mirada de advertencia, pero es posible que el joven doctor no se diera cuenta, pues sigui hablando. Con... Una mujer que tena ojos en los pechos, dijo usted? La mueca de asombro que se apoder de los rasgos de Shelley dur slo un momento, pero Byron lleg a captarla. Un instante despus Shelley ya haba logrado disimularla y estaba asintiendo. S, as es replic. Una alucinacin, como acabo de explicarles. Byron estaba intrigado, pero la inquietud que le inspiraba la obvia incomodidad de su amigo hizo que tomara la decisin de no seguir inquiriendo sobre lo que Shelley haba dicho realmente y Polidori no haba entendido bien. Le gui el ojo y cambi de tema. Bien, creo que cada uno de nosotros debera escribir una historia de fantasmas! dijo con voz jovial. Averigemos si somos capaces de hacer algo con esa criatura de barro que ha estado siguiendo al pobre Shelley de un lado para otro.
Les cost un cierto esfuerzo de voluntad, pero todos acabaron arreglndoselas para rer. Una sombra pas sobre las torres de Chillon y cruz los kilmetros de lago que se extendan entre el lgubre castillo y la embarcacin. Byron se removi en su asiento para mirar hacia el norte y descubri que desde su ltimo examen de aquel punto cardinal una nube se haba movido hasta ocupar la mitad del cielo. Creo que haramos bien atracando en St. Gingoux dijo, sealando hacia la nube. Su sirviente cerr el libro que haba estado leyendo y se lo guard en un bolsillo. Shelley se puso en pie y se apoy en la borda. Es una nube de tormenta, verdad? Ser mejor que obremos como si lo fuese. Despertar a esos malditos marineros... Qu ocurre? pregunt, pues Shelley acababa de apartarse de la borda y estaba hurgando en el montn de equipajes que haban trado consigo. Necesito un eisener breche! grit Shelley, y volvi a incorporarse un segundo despus con el bastn estoque de Byron en la mano. Cuidado, encima de tu cabeza! Byron subi de un salto a la borda, una curva de madera de un metro de ancho que abarcaba la proa de la embarcacin con el bauprs como centro. Estaba medio convencido de que Shelley haba acabado sucumbiendo a la locura, y empez a calcular la longitud del salto que le llevara hasta la alforja colgada del mstil que contena dos pistolas cargadas aparte de varias botellas de vino, pero el tono apremiante de la voz de Shelley consigui que corriera el riesgo de lanzar una rpida mirada hacia lo alto. La nube que se les aproximaba a gran velocidad estaba llena de abultamientos y nudosidades extraas, y una parte de ella era muy parecida a una mujer desnuda que hubiese surgido repentinamente del cielo con la clara intencin de precipitarse sobre la embarcacin. Byron se dispuso a lanzar una carcajada de alivio y mortificar a Shelley con alguna observacin sarcstica, pero un instante despus vio que aquella silueta femenina no formaba parte de la nube distante o, al menos, ya no, sino que era un conjunto de vapores mucho ms pequeo de lo que haba credo al principio..., y estaba mucho ms cercano. Sus ojos se encontraron con la furia de aquella mirada, y lo que vio en ella le hizo saltar hacia el mstil y sus pistolas. La figura hecha de vapores choc con la embarcacin hacindola oscilar. Shelley y los marineros gritaron, y cuando Byron rod sobre s mismo hasta quedar agazapado con una pistola en la mano vio a Shelley blandiendo el acero del estoque ante la mujer-nube, que flotaba sobre la borda, y aunque el impacto pareci encontrar una resistencia tan imposible de vencer que el acero se detuvo con la brusquedad suficiente para quebrarse por la mitad, la nube pareci retroceder y su forma se hizo un poco ms vaga. Haba sangre sobre la mejilla de Shelley y en su cabellera. Byron apunt hacia el centro de la nube y apret el gatillo. La seca detonacin de la plvora hizo que le zumbaran los odos, pero no le impidi or el grito de Shelley. Bien! El plomo no es mal conductor de la electricidad... Pero el oro o la plata son mejores! Shelley apoy su alta y delgada silueta en la borda e hizo girar el fragmento de estoque en un autntico golpe de leador dirigido a la mujer. La nube volvi a retroceder. Se haba convertido en una turbulencia salvaje que ya no guardaba ningn parecido con una mujer. Shelley lanz un nuevo golpe, y el fragmento de estoque
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choc con la borda. Byron pens que su amigo haba fallado, pero un instante despus Shelley asest un nuevo golpe contra la borda y Byron comprendi que estaba intentando desprender un trozo de la madera que la formaba. Shelley arroj el estoque roto a las aguas del lago y sus delgados dedos cogieron la astilla. Deprisa, la otra pistola! Byron la sac de la alforja y se la arroj. Shelley meti la astilla de madera en el can del arma, apunt la pistola rematada en aquella extraa bayoneta hacia la nube y dispar mientras Byron le gritaba que no lo hiciese. La nube se dispers emitiendo un olor cido parecido al de una piedra cuando se la parte en dos. Shelley se dej caer sobre una bancada. Pasado un momento sac un pauelo de su bolsillo y empez a limpiarse la sangre que le cubra la frente. Tienes una suerte de mil demonios dijo Byron. No se le ocurri nada mejor. Su corazn lata como un potro desbocado, y se meti las manos en el bolsillo para que Shelley no las viera temblar. Obstruir el can de una pistola de esa manera... No s cmo no te has quedado sin mano. Era un riesgo necesario. La madera es el peor conductor que existe. Shelley se puso en pie y contempl el cielo con expresin preocupada. Deprisa, haz que los marineros nos lleven hacia la orilla. Crees que podemos encontrarnos con otra cosa de sas? Byron se volvi hacia los marineros. Sus rostros se haban puesto de un color gris ceniciento. Llevadnos a la orilla... Bougez nous dans le rivage plus prs! Vite, maldicin, vite! Se volvi nuevamente hacia Shelley y se oblig a hablar en un tono de voz lo ms tranquilo posible. Qu era esa cosa? Y... maldita sea, qu diablos quera? Shelley ya se haba limpiado la sangre. Dobl cuidadosamente el pauelo y lo guard en su bolsillo. Al parecer no le importaba que alguien le viera temblar, pero cuando se volvi hacia Byron le mir a los ojos y sin pestaear. Quera lo mismo que los turistas cuando van a Ginebra y me sealan con el dedo dicindose los unos a los otros quin soy. Quera echar un vistazo a una criatura perversa... Movi la mano indicndole a Byron que guardara silencio. En cuanto a lo que era... Puedes llamarla lamia. Qu mejor sitio que el lago Leman para encontrarse con una? Byron dio un paso hacia atrs como poniendo punto final a su desafiante interrogatorio de Shelley. Nunca haba pensado en el nombre de este lago. Leman..., una amante. Dej escapar una carcajada algo temblorosa. Parece que la has hecho enfadar. Shelley tambin se relaj y se apoy en la borda. No se trata del lago. Lo bautizaron con el nombre de su especie, eso es todo. Diablos, pensndolo bien... El lago casi es un aliado. El timonel haba llevado la embarcacin hacia la brisa de la orilla, y ahora el castillo de Chillon se encontraba a babor. Las copas de vino haban cado hacindose aicos contra los tablones de madera cuando la mujer-nube les atac, por lo que Byron cogi una botella. Sac el corcho con los dientes, bebi un buen trago y le pas la botella a Shelley. Bien, si la madera es el peor conductor que existe... Por qu dio tan buen resultado? le pregunt. Dijiste que... Shelley bebi un sorbo de vino y se limpi los labios con el extremo de la manga. Creo que debe de ser... una especie de extremo, elctricamente hablando. Creo que son como los peces de las lagunas, igualmente vulnerables a los rpidos o a las aguas estancadas. Sus labios se curvaron en una sonrisa sarcstica y tom otro trago de vino. Balas de plata y estacas de madera, no?
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Cristo bendito, de qu estamos hablando? Eso me recuerda a los vampiros y los licntropos. Shelley se encogi de hombros. No se trata de ninguna coincidencia. Lo indudable es que la plata es el mejor conductor de la electricidad que existe, y la madera el peor que puede encontrarse. Normalmente la plata siempre ha resultado demasiado cara para las personas que creen en las viejas historias, por lo que tradicionalmente han tenido que conformarse con estacas de hierro. Eisener brechen... As las llaman. Es un trmino muy antiguo que significa algo as como brecha de hierro, o rotura de hierro y tambin violacin de hierro, aunque brechen tambin puede hacer referencia a la refraccin de la luz e incluso al adulterio. Evidentemente en algn contexto arcaico todas esas cosas eran ms o menos sinnimas... Una idea muy extraa, eh? De hecho, lo que dije en tu casa hace cuatro noches fue eisener breche, pero el idiota de Polidori crey que haba dicho ojos en sus pechos2. Shelley se ri. Cuando recuper el control no tuve ms remedio que seguirle la corriente y no pude corregir su ridculo malentendido. Mary pens que me haba vuelto loco, pero eso siempre ser mejor que permitirle averiguar cules fueron mis palabras. Y por qu queras una de esas cosas? Esta criatura que hemos visto hoy... Estaba al otro lado de mi ventana aquella noche? S. Ella o una muy parecida... Byron abri la boca para decir algo, pero no lleg a hacerlo. Sus ojos fueron hacia el norte. Una ola de turbulencia deslustrada se deslizaba sobre las aguas y ya estaba muy cerca de la embarcacin. La vela... Desserrez la voile! grit volvindose hacia los marineros. Agrrate donde puedas aadi con voz tensa mirando a Shelley. El viento golpe la embarcacin con la fuerza de una avalancha, desgarrando la vela y escorando el casco por estribor hasta que el mstil qued casi horizontal, y masas de agua que parecan casi slidas entraron por las regalas estrellndose contra el timn y las bancadas. Durante varios momentos pareci como si la embarcacin fuera a quedar invertida el viento aullaba intentando arrancar la borda de sus manos y arrojaba torrentes de espuma contra sus rostros, pero por fin, el mstil volvi a subir de tan mala gana como la raz del rbol que emerge del suelo cuando el tronco es obligado a perder la vertical y la embarcacin se balance lentamente sobre la revuelta superficie de las aguas. Un marinero empez a mover el timn hacia atrs y hacia adelante, pero slo consigui hacerlo bailar en su agarradera. El gobernalle se haba roto. Los coros del vendaval seguan gritando por el desgarrn de la vela y entre los cordajes, y haban creado un oleaje que se estrellaba contra las rocas de la orilla, a cien metros de la embarcacin. Byron se quit la chaqueta y empez a tirar de sus botas. Parece que tendremos que llegar a nado grit para hacerse or por encima del estruendo. Shelley mene la cabeza sin soltar la borda. Nunca he aprendido a nadar. Su rostro estaba muy plido, pero no pareca asustado y casi daba la impresin de sentirse extraamente feliz. Cristo! Y dices que el lago es tu aliado? No importa, qutate la chaqueta. Buscar un remo al que podamos agarrarnos y si te ests quieto creo que conseguir llegar hasta esas rocas. Coge...
La confusin resulta relativamente fcil en ingls, por cuanto eisener brechen y eyes in her breasts (ojos en sus pechos) suenan de una forma similar. (N. del T. )
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Shelley tuvo que gritar para que el ruido de la tempestad no ahogara sus palabras, pero su voz son firme y tranquila. No voy a permitir que me salves. Bastante trabajo tendrs salvndote t Contempl el amasijo de rocas que soportaban imperturbables las embestidas del oleaje, se volvi hacia Byron y sonri nerviosamente con el rostro casi oculto por los desordenados mechones de su cabellera rubia Ahogarme no me da miedo... Y si me ofreces un remo para que me agarre a l te prometo que lo soltar apenas lo tenga entre los dedos. Byron le observ en silencio durante un par de segundos, se encogi de hombros y fue hasta popa agarrndose a lo primero que encontraba. Su sirviente y un marinero estaban llenando frenticamente cubos con el agua que chapoteaba alrededor de sus muslos y la arrojaban por encima de la borda. El otro marinero tiraba de los cordajes intentando conseguir que los restos de la vela quedaran en direccin opuesta al viento y sirvieran de algo. Byron cogi dos de los cubos destinados a las situaciones de emergencia y arroj uno hacia donde estaba Shelley. En ese caso y si quieres ver de nuevo a Mary ve achicando el agua lo ms deprisa que puedas. Shelley permaneci inmvil durante un momento con las manos tensas sobre la borda. Despus encorv los hombros y asinti; y aunque cogi el cubo que flotaba en el agua y se dispuso a ayudar Byron pens que pareca entristecido y algo avergonzado, como si acabara de descubrir que su fuerza de voluntad no era tan grande como se haba imaginado hasta entonces. Los cuatro hombres trabajaron furiosamente durante los minutos siguientes, sudando y jadeando mientras arrojaban cubo tras cubo de agua por la borda devolvindola al lago. El marinero que se ocupaba de la vela consigui que la botavara virase a estribor, con lo que el viento empez a impulsarles pese a haber perdido el gobernalle. Y la furia de la tempestad estaba disminuyendo. Byron corri el riesgo de quedarse inmvil y dejar de achicar agua durante un momento. Confieso que... me haba equivocado... totalmente... en cuanto a tu... coraje jade. Te pido disculpas. No importa resopl Shelley inclinndose para volver a llenar su cubo. Arroj el agua por la regala ms prxima y se dej caer sobre una bancada. Yo tambin he cometido un error sobreestimando la extensin de mis conocimientos cientficos. Tosi, y su tos fue lo bastante seca y fuerte para que Byron se preguntase si sufrira de consuncin. Hace poco elud a una de esas criaturas y la dej a buen recaudo en Inglaterra... Cruzar el agua les resulta prcticamente imposible, y en el Canal de la Mancha hay cantidades de agua ms que suficientes, pero no se me ocurri que poda encontrarme con algunas otras de su especie aqu..., y mucho menos que..., que sabran quin soy nada ms verme. Alz su cubo. Pensaba que Suiza estara libre de ellas sigui diciendo. La gran altitud... Pero ahora creo que lo que me atrajo a los Alpes es la misma..., esa especie de reconocer y ser reconocido..., es decir... No lo s. Estoy empezando a pensar que no podra haber huido a un lugar ms peligroso. Meti su cubo en el agua que ahora slo les llegaba a las espinillas, se incorpor y alz el cubo hasta colocarlo sobre la borda. Antes de arrojar su contenido al lago contempl las cimas alpinas que lo circundaban. Pero es como si nos estuvieran llamando, verdad? La embarcacin acababa de doblar la punta de tierra. La playa de St. Gingoux se extenda ante sus ojos, y la orilla estaba llena de gente que les saludaba con la mano.
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Byron arroj un poco ms de agua al lago y dej caer el cubo sobre los tablones. La nube ya estaba lejos. Mir hacia el sur y el valle del Rhne, y pudo ver la luz del sol reflejndose en los distantes picachos del Dents du Midi. S dijo en voz baja. Es cierto, nos llaman. Con cierta voz que cierta clase de personas pueden or... Y creo que or esa extraa llamada no les resulta nada beneficioso. Mene la cabeza con expresin cansada. Me pregunto quin ms estar respondiendo a ese cntico de sirenas. Shelley sonri y, quiz pensando en la aventura que acababan de tener, respondi con una frase de la misma obra que Byron y su esposa haban citado cuatro das antes. Supongo que hay muchos otro que son como dos nadadores agotados que se aferran el uno al otro consumiendo intilmente sus ltimas energas. Byron le mir, parpadeando a causa de la perplejidad que senta. Una vez ms, no estaba demasiado seguro de qu haba querido decir Shelley con esas palabras. Muchos otro? exclam con voz irritada. Querrs decir muchos otros, no? No estoy seguro dijo Shelley. Sus labios seguan curvados en una leve sonrisa mientras observaba la orilla que cada vez estaba ms cerca de ellos. Pero... No, lo que quera decir... Creo que cada uno es como dos nadadores agotados. Una embarcacin de rescate vena hacia ellos remando velozmente sobre las aguas iluminadas por el sol, y algunos de los marineros que iban a bordo ya hacan girar sobre sus cabezas los extremos emplomados de los cabos trazando grandes crculos acompaados por el silbido del aire. Los marineros de la embarcacin de Byron corrieron a proa y empezaron a dar palmadas para demostrar que estaban dispuestos a agarrar los cabos y dejarse remolcar.
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Hadas, peris y diosas, ya sean moradoras de lago, caverna o cascada, no hay hermosura entre ellas que iguale a la de una mujer real cuyo linaje descienda de los guijarros de Pirra...
JOHN KEATS,
Lamia
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Lucy dijo la camarera en un murmullo cargado de nfasis mientras guiaba a los dos hombres hasta el comienzo de la escalera de roble, y pensaba que a estas alturas ya te acordaras..., y mantn baja tu maldita voz hasta que hayamos salido. El haz luminoso de la linterna parpadeante que llevaba en la mano choc con los peldaos que se alejaban subiendo a su derecha y les arranc un rimero de destellos horizontales que disminuan rpidamente de tamao, y Jack Boyd que acababa de preguntarle cmo se llamaba por cuarta vez en lo que iba de noche, aparentemente decidi que subir con ella quiz fuese buena idea, por lo menos ahora que recordaba su nombre y antes de que volviese a olvidarlo. Dios, enseguida se nota que eres de la Armada sise la camarera con voz exasperada. Gir sobre s misma para librarse del beodo abrazo del hombretn y fue por el pasillo hasta llegar al oscuro umbral del comedor que poda reservarse para banquetes. Boyd perdi el equilibrio y cay pesadamente sobre el primer peldao mientras Michael Crawford, que se haba mantenido algo rezagado para poder caminar sin perder la dignidad tambalendose, frunca el ceo y meneaba la cabeza con expresin entristecida. Atribuir los defectos de algunos hombres de la Armada a todos cuantos prestaban sus servicios en ella por muy conspicuos que fuesen esos pocos, y Crawford deba admitir que lo eran, demostraba sin lugar a dudas que aquella chica estaba llena de prejuicios. Appleton y la otra camarera se les haban adelantado y ya estaban movindose por la oscuridad del comedor. Crawford oy el sonido de un pestillo que era descorrido y una puerta que se abra, y la repentina corriente de aire fro que acarici su rostro trajo consigo el olor a lluvia cayendo sobre los rboles y arcilla mojada. Lucy se volvi para mirar por encima del hombro a la pareja de borrachos y sopes la botella que sostena en su mano izquierda. Habis pagado por una o dos horas de servicio de bar extra murmur, y Louise tiene las copas, as que a menos que queris dormir la mona en alguna cama ya podis ir viniendo... Y no hagis ningn ruido. El jefe duerme a slo dos puertas pasillo abajo. Desapareci por el umbral que daba al comedor. Crawford se inclin con bastante dificultad, puso la mano sobre el hombro de Boyd y le sacudi.
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Vamos dijo. No slo te ests deshonrando a ti mismo. Tambin me haces quedar mal. Deshonrando? farfull el hombretn. Logr ponerse en pie y oscil a un lado y a otro. Al contrario... Tengo intencin de contraer matrimonio con... Se qued callado y frunci el ceo. Con esa joven dama. Cmo ha dicho que se llamaba? Crawford le hizo entrar de un empujn en el comedor y le llev hasta la puerta abierta que haba al otro extremo y la noche que aguardaba ms all de ella. Lucy estaba esperndoles con expresin impaciente en esa puerta, y la vacilante luz de su linterna hizo que Crawford pudiera ver las molduras de escayola que decoraban las paredes, y record las complicadas chimeneas que haba atisbado durante un momento, asomando por encima del tejado cuando la diligencia abandon el camino de Horsham aquella tarde. Estaba claro que la fachada georgiana de la posada haba sido aadida a una estructura Tudor mucho ms antigua. No le sorprendera nada enterarse de que la cocina tena el suelo de piedra. Maana celebraremos una doble boda sigui diciendo Boyd por encima de su hombro mientras tropezaba con las sillas en la oscuridad. Supongo que no te importar compartir la gloria, verdad? Naturalmente, eso significa que no podr hacerte de padrino..., pero, qu diablos, estoy seguro de que Appleton acceder a ser padrino de los dos. Cuando dejaron atrs el refugio del tejado que cubra el porche, el silbido de la lluvia se hizo mucho ms fuerte, y el aire fro despej buena parte de los vapores del vino que nublaban la cabeza de Crawford. Se dio cuenta de que el porche empezaba en la puerta por la que haban salido y se extenda hacia el sur, alejndose de la habitacin del dueo hasta casi llegar a los establos. Appleton y Louise ya se haban instalado en dos de las maltrechas sillas esparcidas a lo largo del porche, y Lucy estaba echando vino en sus copas. Crawford atraves el porche y se detuvo cuando la cortina de lluvia hubo quedado a escasos centmetros de su nariz. Contempl la oscuridad del patio. Apenas poda distinguir los retazos de hierba y el ondular de los rboles parecidos a cabelleras revueltas que haba ms all del recinto. Se dispona a dar la vuelta cuando una cegadora luz blanca hendi el cielo y un instante despus Crawford oscil sobre sus talones a causa de un trueno tan potente que durante unos momentos tuvo la seguridad de que medio techo de la posada se habra quedado sin tejas. Oy un grito femenino casi ahogado por el retumbar del trueno. Que me aspen! jade, retrocediendo involuntariamente un paso mientras los tremendos ecos se alejaban en direccin este por encima del Weald para asustar a los nios del lejano Kent. Habis visto eso? Le zumbaban los odos, y habl en un tono de voz demasiado alto. Pasados unos segundos, dej escapar el aliento y sonri. Supongo que ha sido una pregunta ms bien estpida, no? Pero... Bueno, Boyd, te aseguro que si hubiese cado un poco ms cerca maana me habras llevado a una ceremonia eclesistica muy distinta de la que tienes planeada, y no bromeo. Hablar en tono de broma le cost un autntico esfuerzo. Un sudor repentino haba perlado su rostro, dejndolo tan empapado como si hubiera salido del porche para aventurarse bajo la lluvia, y el aire estaba cargado de un olor que pareca la mismsima esencia del miedo. Durante un momento haba tenido la impresin de que estaba participando en el estremecimiento de sorpresa que haba sacudido a la tierra. Se dio la vuelta y parpade. Sus ojos ya estaban lo bastante acostumbrados a la oscuridad para permitirle ver que sus compaeros no se haban movido, aunque las dos mujeres parecan bastante asustadas.
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Ni soarlo dijo Boyd, sentndose y llenando su copa. Recuerdo haber visto como la Ta de Corbie se enroscaba alrededor de tu cabeza durante una tormenta en Vigo. Esas cosas te aman, recurdalo. Y quin es la ta de Corbie? pregunt Appleton, en un tono de voz que slo expresaba diversin. Crawford se dej caer en una de las sillas y acept una copa concentrando toda su voluntad en la tarea de conseguir que sus dedos no temblaran. Nada de quin dijo. La palabra adecuada es qu. La verdad es que el nombre autntico es italiano, Corposanto, Capra Saltante o algo parecido... Nosotros le llamamos el Fuego de San Telmo... Luces fantasmales que se aferran a los mstiles y los cordajes de los navos. Algunas personas... aadi echando vino en su copa y agitndolo ante el rostro de Boyd antes de beber un trago. Algunos creen que es un fenmeno relacionado con el rayo. Boyd haba vuelto a ponerse en pie y estaba sealando hacia la parte sur del patio. Y qu son esos edificios de ah abajo? Lucy le asegur con voz cansada que a ese extremo del patio no haba ningn edificio, y le pidi que no hablase tan alto. Los he visto insisti Boyd. A la luz de ese rayo... Unos edificios muy bajos con ventanas. Se refiere a los carruajes viejos dijo Louise. Mir a Boyd y mene la cabeza. No son ms que un par de viejas berlinas que pertenecieron al padre de Blunden y llevan como treinta o cuarenta aos all. La tapicera debe de estar hecha una ruina, por no hablar de los ejes. Ejes... Quin los necesita? Mike, silba y haz volver a la Ta de Corbie. quieres? Seguro que ella ser capaz de ponerlos en marcha... Boyd ya haba bajado del porche y estaba avanzando con paso tambaleante por el patio enfangado yendo hacia las viejas berlinas. Oh, diablos suspir Appleton mientras haca retroceder su silla . Supongo que tendremos que ir a buscarle y meterle en la cama, eh? Y, naturalmente, no se te habr ocurrido traer algo de ludano. No. Se supone que estoy de vacaciones, recuerdas? Ni tan siquiera he trado el frceps o la lanceta. Crawford se puso en pie y se sorprendi al descubrir que la perspectiva de verse obligado a caminar bajo la lluvia no le produca ninguna irritacin. Incluso la idea de dar un paseo imaginario en un carruaje semidestrozado pareca poseer cierto encanto. Haba dejado su sombrero en el guardarropas, pero la caricia de la lluvia sobre su rostro y su nuca era agradablemente fresca, y cruz con paso vivaz el patio sumido en las tinieblas confiando en la suerte para que se ocupara de mantener alejadas sus botas de cualquier charco profundo. Appleton y las mujeres le siguieron, y pudo or el sonido de sus pasos a su espalda. Vio como Boyd tropezaba y agitaba los brazos logrando recuperar el equilibrio cuando le faltaban pocos metros para llegar a la confusa mancha rectangular de negrura que eran los carruajes, y en cuanto lleg a ese lugar Crawford comprendi el porqu de su tropezn. Los carruajes estaban encima de una extensin de viejo pavimento cuyos contornos irregulares sobresalan unos cuantos centmetros del resto del suelo. Una luz amarilla se encendi detrs de l. Era lo bastante intensa para crear reflejos dorados en las hojas mojadas y permitirle ver a Boyd subiendo a uno de los carruajes. Appleton y las mujeres estaban a poca distancia detrs de l, y Lucy segua sosteniendo la linterna. Crawford se detuvo para permitir que le alcanzaran.
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Galopad, mis corceles celestes! grit Boyd desde el interior del carruaje. Ta, por qu no te acercas un poquito ms? Supongo que si ha de perder el juicio ste es el mejor sitio que poda encontrar observ Lucy con cierto nerviosismo, alzando la linterna aureolada de humo e intentando ver algo por entre el aguacero. Esos viejos carruajes no son ms que ruinas, y estamos tan lejos de la posada que no es probable que Blunden oiga sus delirios. Estaba temblando y la luz no paraba de bailotear. De todas formas, yo me vuelvo dentro. Crawford no quera que la fiesta terminara tan pronto. Era la ltima de que disfrutara siendo soltero. Espera un momento dijo. Yo puedo sacarle de ah. Dio un paso hacia adelante y se qued quieto. Baj la vista hacia el pavimento y lo contempl con los ojos entrecerrados. No caba duda de que era una superficie dura. La lluvia remova los charcos de agua fangosa que se haban acumulado sobre l, pero le pareci que aquellas piedras estaban adornadas con bajorrelieves. Qu era esto originalmente? pregunt. Haba algn edificio o qu? Appleton maldijo con voz impaciente. S, pero hace mucho tiempo de eso dijo Louise, quien se haba agarrado al brazo de Appleton y, sin darse cuenta de lo que haca, estaba manchndole la pechera de la camisa con el vino de su copa. Fue construido por los romanos o por gente de aquel entonces. Cuando las lluvias de primavera aumentan el caudal de los arroyos siempre encontramos trozos de estatuas y cosas as. Crawford record sus especulaciones sobre la antigedad de aquel lugar, y comprendi que haba errado los clculos por un millar de aos o algo ms. Boyd grit algo incomprensible y se removi ruidosamente en el interior del viejo carruaje. Lucy volvi a estremecerse. Hace mucho fro. Oh, no te vayas todava, espera un poco protest Crawford. Le entreg su copa de vino a Appleton y se retorci torpemente para librarse de su chaqueta. Toma dijo, yendo hacia Lucy y ponindosela encima de los hombros. Te mantendr caliente. Slo tardaremos uno o dos minutos, y despus de todo os he pagado para que siguierais sirvindonos un par de horas despus del cierre, no? No has pagado lo suficiente para que estemos helndonos debajo de esta maldita lluvia, pero... De acuerdo, slo un par de minutos ms. Appleton mir a su alrededor como si acabara de or un sonido distinto a la mezcla de silbido y repiqueteo de la lluvia. Yo... Me vuelvo a la posada dijo. Y por primera vez en el curso de aquella noche, su voz no estaba impregnada por el tonillo de sarcstica confianza en s mismo tpico de Appleton. Quin eres? grit Boyd. Pareca asustado. Empezaron a or furiosos golpes y movimientos dentro del carruaje, y la luz de la linterna les permiti ver como oscilaba violentamente sobre sus viejos muelles; pero la agitacin pareca quedar empequeecida por la noche, y desapareca sin crear ningn eco entre las oscuras filas de rboles. Buenas noches dijo Appleton. Gir sobre sus talones y se dirigi apresuradamente hacia la posada, llevando a Louise cogida del brazo. Aprtate de m! aull Boyd. Dios mo, esperadme murmur Lucy, y fue en pos de Appleton y el aguacero se hizo repentinamente ms intenso que nunca. Las gotas agua caan sobre el techo de la posada, el camino que llevaba a ella y las solitarias cimas de colinas perdidas a kilmetros de distancia entre la noche, y durante un momento Crawford
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crey or un coro de voces speras y estridentes que cantaban en el cielo imponindose al ruido de la lluvia. Un instante despus se encontr apretando el paso para alcanzar a las tres siluetas que se alejaban, y slo despus de haberse puesto a la altura de Lucy comprendi que estaba abandonando a Boyd. Un par de imgenes nada agradables acudieron a su mente, como le ocurra siempre en los momentos de crisis un bote volcado que se mova entre el oleaje y un pub delante del que arda una casa, y no quera correr el riesgo de aadir el patio trasero de esta posada a ese catlogo que tanto le torturaba; por lo que cuando Lucy se volvi hacia l, se apresur a pensar en una razn distinta al miedo que pudiera justificar el haberles seguido. Mi anillo jade. El anillo de boda que... he de darle a mi prometida maana... est en el bolsillo de la chaqueta. Disculpadme. Meti la mano en el bolsillo, hurg dentro de l durante un momento y acab sacando la mano con el anillo entre el pulgar y el ndice. Eso es todo. La luz de la linterna que llevaba en la mano le permiti ver como el rostro de la camarera se tensaba en una expresin ofendida ante el insulto implcito en su gesto, pero Crawford le dio la espalda y avanz con paso decidido bajo la lluvia dirigindose hacia Boyd, quien segua gritando en la oscuridad. Ya voy, idiota grit, intentando influir sobre la noche con su tono de confianza. Se dio cuenta de que llevaba el anillo en la mano. Sus dedos lo apretaban con tanta fuerza como si el anillo fuese una bala y sus dedos las mandbulas de un marino que va a ser operado por un cirujano naval. Comprendi que estaba cometiendo una imprudencia. Si dejaba caer el anillo en aquel barrizal se necesitaran aos para encontrarlo. Los rugidos de Boyd eran claramente audibles pese al estrpito de la lluvia. Crawford llevaba unos pantalones ceidos que carecan de bolsillos, y el anillo le quedaba tan grande que de ponrselo en algn dedo tema que resbalara y cayese al suelo si acababa teniendo que someter a Boyd por la fuerza. Mir desesperadamente a su alrededor buscando alguna rama de rbol delgada que apuntara hacia el cielo o algo en que colgar el anillo, y vio una estatua blanca junto a la pared trasera del establo. La estatua era un desnudo de mujer de tamao natural con la mano izquierda levantada en un gesto de invitacin. Boyd volvi a rugir y Crawford avanz chapoteando por entre el barro hacia la estatua, desliz el anillo en el dedo anular de la mano de piedra y corri hacia los viejos carruajes. Resultaba fcil ver en cul se encontraba el enloquecido teniente de la Armada. El carruaje temblaba con tal violencia que estaba empezando a desintegrarse, como si se hallara unido por un lazo de magia simptica a un gemelo que estuviera despendose en aquellos mismos instantes por algn barranco de montaa. Crawford lo rode a la carrera, logr poner la mano sobre la manija de la portezuela y la abri de un tirn. Dos manos salieron disparadas de la oscuridad y le agarraron por el cuello de la camisa. Crawford lanz un grito de alarma, pero Boyd ya le haba obligado a entrar en el carruaje. El hombretn le arroj sobre un asiento que apestaba a moho y pas velozmente junto a l dirigindose hacia el hueco de la portezuela. Una telaraa formada por hebras de tapicera podrida se enred alrededor de los pies de Boyd y le hizo caer, pero aun as el hombretn logr que la mitad superior de su cuerpo quedase fuera del carruaje. Crawford crey or aquel cntico distante durante un momento y cuando algo le roz suavemente la mejilla dej escapar un rugido tan salvaje y enloquecido como cualquiera de los que haba proferido Boyd. Se levant de un salto, pero antes de que pudiera pasar por encima del hombretn se apoy en la pared..., y se relaj un poco, pues se dio cuenta de que las hebras y trozos de tapicera estaban tan erizados como el vello que cubre la espalda de un perro furioso, y comprendi que aquel mismo
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fenmeno deba de ser la causa de que los restos de tapicera del asiento sobre el que haba cado se hubieran enderezado rozndole el rostro haca unos momentos. Muy bien se dijo con firmeza. Admito que esto es muy extrao, pero no justifica el que pierdas el dominio de ti mismo. No es ms que algn efecto elctrico causado por la tormenta y las curiosas propiedades fsicas del cuero y la piel de caballo a medio pudrir. Lo que debes hacer es calmar al pobre Boyd y llevarle de vuelta a la posada. Boyd haba logrado liberarse de los restos de tapicera y se haba arrastrado hasta caer sobre los charcos de agua que cubran el pavimento. Crawford baj del carruaje y vio que el hombretn estaba ponindose en pie. Boyd entrecerr los ojos y contempl con suspicacia los rboles y los carruajes. Crawford le cogi del brazo, pero el hombretn le apart de un empujn y empez a avanzar chapoteando bajo la lluvia con direccin a la posada. Crawford logr alcanzarle y acompas sus zancadas a las de Boyd. Qu pasa, tenas un montn de escarabajos enormes debajo de la camisa? le pregunt con voz tranquila despus de que hubieran dado unos cuantos pasos. Haba ratas que intentaban subir por las perneras de tus pantalones? Apuesto a que te los has mojado, aunque teniendo en cuenta que ests calado hasta los huesos nadie lo notar. Delirium tremens, as llaman los doctores a este espectculo con que acabas de obsequiarnos. Te avisa de que debes dejar la bebida. En circunstancias normales no habra sido tan brusco ni aun con alguien a quien conoca tan bien como Jack Boyd, pero esta noche casi le pareca que sta era la mejor forma de enfocar el asunto. Despus de todo si la causa del ataque de terror sufrido por Boyd se reduca a un considerable exceso de alcohol difcilmente se le poda culpar por haber sucumbido a l. En realidad, lo que tema era que Boyd no hubiese estado ni con mucho lo bastante borracho para que sa fuera la explicacin de lo ocurrido. Estaba claro que la fiesta haba terminado. Lucy y Louise haban empezado a quejarse de que tendran que acostarse con el pelo mojado. Appleton se mostraba evasivamente irritable y, como para confirmar el repentino malhumor que se haba apoderado de todos, el dueo de la posada dej escapar unos cuantos gruidos furiosos y se removi de tal forma que sus rodillas o los tablones del suelo de su habitacin emitieron un crujido amenazador. Las mujeres dejaron la linterna y huyeron a sus cuartos. Appleton mene la cabeza con expresin disgustada y subi la escalera diciendo que iba a meterse en cama. Crawford y Boyd se apropiaron de la linterna, fueron de puntillas hasta la puerta que daba acceso al bar, aun sabiendo que estara cerrada con llave, e intentaron abrirla. El picaporte se neg a girar. Bueno, probablemente sea mejor as suspir Crawford. Boyd mene la cabeza lentamente, se dio la vuelta y empez a subir la escalera, pero se detuvo a mitad del trayecto. Eh... dijo sin mirar hacia atrs. Gracias por..., por sacarme de ah, Mike. Crawford le salud con la mano y un instante despus comprendi que Boyd no haba podido ver su gesto. No fue nada dijo en voz baja. Probablemente ms pronto o ms tarde necesitar que alguien haga una cosa parecida por m. Boyd reanud su lenta ascensin y Crawford pudo or como el pesado eco de sus pasos se alejaba por la escalera y se perda en algn pasillo del piso de arriba. Hizo un nuevo intento de abrir la puerta de la taberna que result tan infructuoso como el anterior, y pens durante unos momentos en la posibilidad de averiguar dnde estaban los cuartos de las camareras, pero acab encogindose de hombros, cogi la linterna y
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subi la escalera. Su habitacin no era muy espaciosa, pero las sbanas estaban limpias y secas, y haba mantas ms que suficientes. Mientras se desnudaba volvi a pensar en el bote y la casa que arda delante del pub. Haban pasado veinte aos desde que aquel bote de remos fue encontrado entre el oleaje de Plymouth Sound, y la casa haba ardido hasta los cimientos casi seis aos antes, pero segua parecindole que eran lo que mejor le defina, los axiomas de los que derivaba su personalidad. Haca mucho tiempo que se haba acostumbrado a llevar encima una petaca con el fin de que su mente olvidara aquellos recuerdos el tiempo suficiente para permitirle conciliar el sueo. La sac y desenrosc el tapn. El trueno le despert unas horas despus. Alz la cabeza de la almohada y, medio dormido y medio despierto, pens en lo agradable que era estar borracho en cama cuando los caminos, los rboles y las colinas que haba fuera de la posada se hallaban tan fros y mojados..., y un instante despus record el anillo de boda que haba dejado en el patio. Sinti un escalofro en el vientre y se irgui en el lecho, pero pasado un momento se relaj. Puedes recuperarlo por la maana se dijo. Bastar con que te despiertes pronto y vayas a buscarlo antes de que haya nadie levantado. Y, de todas formas, quin crees que puede andar rondando por detrs de los establos? Ahora lo que ms necesitas es dormir. Vas a casarte hoy mismo, dentro de unas horas, as que debes estar descansado. Volvi a apoyar la cabeza en la almohada y tir de las mantas hasta dejarlas debajo de su mentn, pero apenas hubo cerrado los ojos su mente empez a murmurar. Mozos de establo. S, es muy probable que vayan por all y apuesto a que se levantan a primera hora. Pero quiz no vean el anillo que puse en el dedo de la estatua..., el anillo de oro con ese diamante de buen tamao incrustado en l. Bueno, si lo ven seguramente informarn de que lo han encontrado sabiendo que obtendrn una buena recompensa..., despus de todo si intentaran venderlo slo conseguiran una pequea parte de su valor real..., que ascendi a dos meses ntegros de mi sueldo... Maldita sea... Crawford sali de la cama, busc la linterna y su caja de yescas y logr encender la linterna tras varios minutos de manejar furiosamente el pedernal. Contempl con expresin de disgusto el montn de ropas empapadas que seguan yaciendo en el rincn donde las haba arrojado varias horas antes. Dejando aparte una muda, slo haba trado consigo la elegante chaqueta verde, el chaleco bordado y los pantalones blancos que pensaba ponerse para la boda. Se puso la camisa mojada y los pantalones, resoplando y torciendo el gesto mientras luchaba con las fras telas empapadas que se negaban a dejarse manipular por sus dedos. Decidi prescindir de los zapatos y fue descalzo hacia la puerta, intentando caminar de forma que el contacto entre su camisa y la piel quedara limitado al mnimo imprescindible. Cuando abri la puerta del saln comedor una rfaga de viento cargada de lluvia le peg la camisa al pecho y falt poco para que abandonara toda la empresa, pero saba que si volva a la cama sin haber recuperado el anillo la preocupacin no le permitira descansar, por lo que murmur una maldicin y sali al exterior. Todo estaba ms oscuro, y el fro era mucho ms intenso que antes. Las sillas seguan en el porche, pero tuvo que buscarlas a tientas para averiguar dnde estaban. El extremo sur del patio que albergaba los establos y los viejos carruajes se hallaba an ms negro que el cielo.
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Cuando baj del porche y empez a avanzar por el patio, el fango se desliz entre los dedos de sus pies como si fuese arenilla viscosa. Esperaba que nadie hubiese tirado alguna copa rota por all. El corazn le lata fuertemente dentro del pecho, pues aparte de preocuparse pensando en la posibilidad de que alguna copa rota se le clavara en los pies, segua recordando los delirios sufridos por Boyd haca pocas horas, y era agudamente consciente de que en aquellos momentos deba de ser el nico ser humano despierto en un radio de diez kilmetros a la redonda. La estatua result bastante difcil de encontrar. Lleg al establo y recorri toda su longitud con la mano pegada a las planchas de la pared, pero no hubo suerte. Estaba a punto de dejarse dominar por el pnico y empezaba a pensar que alguien se haba llevado la estatua cuando dobl la esquina y vio los vagos contornos de la posada a su izquierda. Eso quera decir que se las haba arreglado para recorrer la pared sur en vez de la oeste, por lo que volvi sobre sus pasos y sigui cuidadosamente la trayectoria de otras dos paredes obligndose a poner los cinco sentidos en la tarea cuando llegaba el momento de girar hacia la derecha, pero sus entumecidos dedos acabaron posndose sobre la pared de la posada, que ni tan siquiera estaba unida al establo. Crawford mene la cabeza. Cmo era posible que siguiese estando tan borracho? Acab recorriendo la oscuridad del patio en zigzag con los brazos extendidos al mximo. Y as fue cmo la encontr. Sus dedos entraron en contacto con la fra piedra que la lluvia haba vuelto considerablemente resbaladiza mientras volva a tientas hacia la pared del establo, y falt poco para que dejara escapar un sollozo de puro alivio. Desliz su mano a lo largo de la mueca de piedra hasta llegar a la mano. El anillo segua all. Intent sacarlo del dedo de la estatua, pero pareca haberse quedado atascado en l. Y un instante despus vio por qu, pues un rayo ilumin todo el patio. La mano de piedra se haba cerrado convirtindose en un puo, aprisionando el anillo de forma tan irremisible como si fuese el ltimo eslabn de una cadena. No haba grietas ni seal alguna de que la piedra se encontrara rota. Era como si la mano de la estatua jams hubiese estado en una posicin distinta. La lluvia caa sobre el blanco rostro de piedra, y el blanco vaco de sus ojos pareca observar a Crawford. El trueno que lleg una fraccin de segundo despus del rayo pareci quitarle el suelo de debajo de los pies, y cuando stos volvieron a posarse en el barro Crawford ya estaba corriendo en una loca competicin con los ecos del trueno cuya meta final era la posada, y tuvo la impresin de que entr en ella y logr cerrar la puerta en las narices de la noche justo cuando el trueno caa sobre el edificio como una ola que se estrella contra una roca. Crawford despert varias horas despus dominado por la firme conviccin de que haban ocurrido cosas horribles y de que no tardara en exigrsele que se esforzara al mximo para evitar que la situacin empeorase todava ms. El doloroso palpitar de su cabeza era tan intenso que le impeda recordar en qu haba consistido exactamente la catstrofe, y ni tan siquiera poda recordar dnde se encontraba, pero quiz su confusa mente tuviera razn al decirle que eso era algo a lo que deba estar agradecido. Lo que ms necesitaba era seguir durmiendo, pero cuando abri los ojos vio una mancha de barro casi seco en la sbana..., y cuando ech las ropas de la cama a un lado vio que sus pies y sus tobillos estaban cubiertos por una costra de barro. Salt de la cama emitiendo un jadeo de autntica alarma. Qu diablos haba estado haciendo anoche? Habra tenido un ataque, de sonambulismo? Y dnde estaba Caroline? Le habra echado de casa? Quiz estuviera en alguna especie de asilo para locos...
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Un instante despus vio su bolsa de viaje debajo de la ventana y record que estaba en un pueblo llamado Warnham, en Sussex, y que su destino final era Bexhillon-Sea, donde volvera a contraer matrimonio. Caroline haba muerto en aquel incendio haca ya casi seis aos. Resultaba extrao, pero desde el incendio aquella era la primera vez en que haba olvidado que su difunta esposa ya no se hallaba en este mundo, aunque slo hubiera sido durante unos segundos... Bien, cmo haba podido ensuciarse los pies de aquella forma? Haba llegado a esta posada caminando? Aun as, seguramente no habra venido descalzo, verdad? No pens, ya me acuerdo. Cog la diligencia para venir hasta aqu y reunirme con Appleton y Boyd... Boyd ser mi padrino, y Appleton me permite fingir ante el padre de Julia que su elegante land me pertenece. Crawford dej que la tensin de sus msculos se relajara un poco e intent conjurar algo de alegra en su interior. Quera considerar su temor reciente y su malestar actual como las simples consecuencias de una francachela compartida con unos viejos amigos. Si anoche estaba en compaa de esos dos pens con una tmida y algo nerviosa sonrisa, bien sabe Dios que existen muchas respuestas a la pregunta de cmo he podido acabar tan sucio. Supongo que la conducta desordenada puede darse por segura... Espero no haber cometido ningn asesinato o violacin. De hecho, creo recordar haber visto una mujer desnuda..., no, no era ms que una estatua... Y entonces lo record todo, y su frgil jovialidad se esfum como si nunca hubiera existido. Los msculos de su rostro se aflojaron hasta quedar desprovistos de toda expresin y no tuvo ms remedio que sentarse. Aquel puo de piedra cerrado tena que haber sido un sueo; o quiz la mano de la estatua nunca haba estado abierta, quiz era eso lo que se haba imaginado, y lo nico que hizo fue acercar el anillo a la mano y su embriaguez le impidi darse cuenta de que caa al suelo en cuanto lo solt... Y cuando volvi a ver la estatua, lo que haba alrededor del dedo de piedra deba de ser otra cosa un trocito de alambre o algo parecido. El cielo azul iluminaba los paneles esmerilados de la ventana, y su claridad haca que no le resultase demasiado difcil creer que todo haba sido un sueo o el estpido error que poda esperarse de un borracho. Despus de todo, tena que serlo, no? Fuera lo que fuese una cosa estaba clara, y era que haba perdido el anillo. Abri su bolsa de viaje sintindose muy viejo y frgil y sac de ella su muda limpia. Lo que ms deseaba era un caf caliente. Un coac con agua resultara ms tonificante, pero tena que ir en busca del anillo con la cabeza lo ms clara posible. Appleton y Boyd an no se haban levantado, cosa de la que Crawford se alegr bastante, y despus de haber engullido a toda velocidad una taza de t caliente era la nica bebida disponible en la cocina, pas una hora vagando por el fangoso patio trasero de la posada. Cuando empez estaba tenso pero albergaba esperanzas de encontrar el anillo, mas cuando el sol hubo subido lo suficiente en el cielo para siluetear las ramas de los robles que haba al otro lado del camino, la furia y la desesperacin ya se haban adueado de l. El posadero acab saliendo del edificio pasado un tiempo, y aunque se compadeci de su apuro e incluso se ofreci a venderle un anillo con el que sustituir al que haba perdido, no logr recordar haber visto jams ninguna estatua de una mujer desnuda por aquellos lugares. Los dos compaeros de Crawford bajaron la escalera con paso vacilante alrededor de las diez para desayunar. Crawford se sent con ellos. pero ninguno de los tres tena gran cosa que decir, y lo nico que pidi fue brandy.
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La sub a grupas de mi corcel, y nada ms vi en todo el da; pues en m se apoyaba, cantando la cancin de un hada.
JOHN KEATS,
Las nubes de tormenta se haban dispersado alejndose en direccin norte, y Appleton ech hacia atrs la capota en forma de acorden de su carruaje para que el sol veraniego pudiera disipar los venenos de la bebida que saturaban sus organismos durante el trayecto; pero la mayora de caminos existentes entre Warnham y el mar resultaron ser muy angostos. Estaban flanqueados por muros de piedras amontonadas haca siglos por las manos de los granjeros que haban limpiado los pramos, y Crawford experiment repetidas veces la sensacin de que estaban movindose por algn corredor antediluviano hundido en las profundidades de la tierra. Robles de considerable edad extendan sus ramas a travs del cielo por encima de sus cabezas, dando la impresin de que se esforzaban por proporcionar el techo que le faltaba al corredor, y aunque el cochero contratado por Appleton maldijo cuando el carruaje se vio retrasado durante un rato al encontrarse con un apretado rebao formado por dos docenas de ovejas que eran guiadas de forma ms bien lnguida por un collie y un anciano de barba blanca, Crawford se alegr de la compaa que les proporcionaban. El paisaje haba estado volvindose demasiado opresivo e inanimado. Se detuvieron al medioda en una taberna de Worthing, y recuperaron fuerzas en una terraza sombreada por castaos que dominaba la cabrilleante extensin del Canal Ingles, donde tomaron varias jarras de cerveza que acompaaron con una docena de pepinillos y tres inmensos pasteles rellenos de buey y gachas, con las iniciales de cada uno grabadas en la corteza, lo que les permitira saber a quin perteneca cada pastel cuando desenvolvieran la parte que no se haban comido ms avanzado el da. Crawford acab empujando su plato hacia el centro de la mesa, volvi a llenarse la jarra y contempl a sus dos acompaantes con un belicoso fruncimiento de ceo. He perdido el anillo dijo. La brisa agitaba su cabellera castaa apartndosela de la frente, con lo que el sol poda hacer brillar las canas de sus sienes siempre que stas no quedaran bajo la sombra proyectada por el movimiento de las ramas o las gaviotas que revoloteaban sobre las orillas del canal emitiendo sus ruidosas llamadas. Appleton le mir y parpade.
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El anillo repiti con voz tona. El maldito anillo de boda, el que se supone que Jack debe entregarme esta noche... Lo perd la noche pasada cuando estbamos haciendo el imbcil en el patio de esa posada. Jack Boyd mene la cabeza. Cristo, Mike... Lo siento, fue culpa ma. Perd la cabeza. No s por qu beb tanto. Te conseguir otro. Te aseguro que... No, yo soy el culpable le interrumpi Appleton. Su sonrisa, aunque algo melanclica, era la primera digna de ese nombre que le haban visto en todo lo que llevaban de da. Estaba ms sobrio que vosotros, pero me dej asustar por la oscuridad y sal corriendo... Diablos, Michael, si incluso vi como sacabas el anillo del bolsillo de tu chaqueta despus de habrsela puesto sobre los hombros a la camarera que se estaba quedando tiesa de fro, y comprend que corras el riesgo de perderlo, pero tena tantas ganas de volver a la posada que no quise decirte nada. Insisto en que me permitas darte el dinero para que compres otro. Crawford se puso en pie y apur su jarra de cerveza. Su rostro an no haba perdido del todo el intenso bronceado que se adquiere viviendo a bordo de un navo, y cuando sonri sus rasgos adquirieron un aspecto vagamente extranjero, como si hubiera nacido en Norteamrica o Australia. No, no. Yo soy el que lo perdi y, de todas formas, le compr un anillo al posadero antes de marcharnos. Me cost la mitad del dinero que llevaba encima, pero creo que servir. Extendi el brazo hacia sus amigos con el anillo en la palma de la mano para que lo vieran. Appleton ya volva a ser el de siempre. Bueno... Si dijo con expresin pensativa. Supongo que estos rsticos del sur nunca han visto oro autntico..., de hecho, es posible que nunca hayan visto ningn metal. S, creo que servir para sacarte del apuro. Cmo se llama ese sitio? Undercut-by-the-Sea?3 Crawford abri la boca para recordarle que se llamaba Bexhill-on-Sea, pero los tres haban logrado recuperar algo parecido a su jovialidad habitual y pens que sera mejor contenerse para no aguar la fiesta. S, algo as dijo secamente. Envolvieron las sobras de los pasteles y volvieron al lugar donde estaban esperndoles el carruaje y el cochero. Los caminos ya ofrecan panormicas ms amplias, y el mar se hizo visible casi en todo momento a su izquierda mientras el carruaje se meca sobre sus ejes dejando atrs los muelles de piedra de Brighton y Hove Boyd hizo algunos comentarios despectivos sobre las pequeas embarcaciones cuyas velas color marfil puntuaban el azul de las aguas, e incluso cuando se desviaron a la izquierda para seguir el camino de Lewes que cruzaba las South Downs tierra adentro, los campos verdes siguieron extendindose a cada lado del camino hasta confundirse con las colinas, y los muretes que separaban los campos de las granjas eran de poca altura. El nico momento desagradable lleg cuando estaban pasando junto a la cara norte de la colina Windover. Crawford despert de un sueo intranquilo y vio la silueta gigantesca de un hombre toscamente tallada en la pizarra del risco. Se agazap en el asiento sin perder ni un segundo y agarr la manija de la portezuela como si tuviera intencin de saltar del carruaje en marcha y volver corriendo por donde haban venido
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hasta llegar al mar, pero Boyd le agarr por los hombros y le oblig a echarse hacia atrs. Crawford sigui contemplando la silueta con expresin asustada, y sus acompaantes se removieron en el asiento para ver qu le haba puesto tan nervioso. Venga, Mike, por el amor de Cristo dijo Boyd con voz algo nerviosa. No es ms que una vieja figura sajona. Hay docenas de ellas esparcidas por las colinas de esta comarca... Ese tipo se llama el Hombre Alto de Wilmington. No es ms que... Por qu nos est observando de esa manera? murmur Crawford interrumpindole. An no haba despertado del todo, y sus ojos seguan clavados en aquella silueta grabada sobre la blanca superficie de la colina de la que les separaban varios kilmetros de tierras de labor. Estabas soando dijo Appleton con voz algo estridente. Oye, si el alcohol te hace tener semejantes pesadillas, por qu sigues bebiendo? Sac una petaca del bolsillo de su chaqueta, tom un buen trago, se inclin hacia adelante y le orden al cochero que fuese ms deprisa. Dejaron atrs la primera casita de piedra y paja de Bexhill-on-Sea ya bien avanzada la tarde. Recorrieron unos cuantos kilmetros ms y se encontraron avanzando por las calles del pueblo, pasando ante hileras de pulcras casas edificadas en el siglo diecisiete. Todas las casas haban sido construidas con la piedra caliza color miel tpica de aquella zona. Las flores alegraban los contornos de los patios y las calles, y la casa ante cuya puerta se detuvieron apenas si era visible desde el camino a causa de los centenares de rosas rojas y amarillas que se mecan de un lado para otro sobre las parras anudadas alrededor de los postes de la valla. Crawford baj del carruaje y apenas puso los pies sobre la hierba un muchacho que haba estado acuclillado junto a la valla se levant de un salto, cruz corriendo el csped y entr en la casa. Unos momentos despus el melanclico gemir de una gaita asust a los pjaros que dormitaban en los rboles y Appleton, que haba seguido a Crawford y estaba intentando eliminar las arrugas de su chaqueta, torci el gesto en cuanto lo oy. Un sacrificio de sangre? pregunt cortsmente. Planeas celebrar alguna especie de rito druida, verdad? No dijo Crawford, ponindose a la defensiva. Eh... Tengo entendido que la ceremonia se celebrar a la manera tradicional escocesa. Naturalmente, ya s que estamos en el extremo equivocado de la isla, pero... Cristo le interrumpi Boyd con expresin algo preocupada, supongo que no pensarn obligarnos a comer esos estmagos de cordero rellenos que tanto les gustan. Cmo los llaman? Agonas? Haggis. No, comeremos lo habitual en un banquete de bodas, pero... Oh, bueno, me imagino que habrn blanqueado las cejas de Julia con antimonio y antes de ponerme en camino les envi una jarra de henna para que las doncellas de la novia pudieran pintarle los pies despus de habrselos lavado... Estaba alargando el brazo hacia la parte trasera del carruaje para coger su bolsa cuando se qued totalmente inmvil, como paralizado. Eh, Mike dijo Boyd, inclinndose por el hueco de la portezuela para ponerle la mano encima del hombro. Te encuentras mal? Te has puesto ms plido que un cielo de invierno. Crawford se estremeci, pero un instante despus continu el gesto interrumpido y sus dedos temblorosos empezaron a desceir las correas de cuero. N... no, estoy estupendamente dijo. Es slo que... Me he acordado de algo.
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Mencionar la vieja costumbre escocesa de lavar los pies de la novia antes de la boda haba hecho acudir a su mente un recuerdo de la noche anterior que se le haba escapado hasta el momento. Crawford se haba quitado los pantalones embarrados y se lav los pies en cuanto lleg a su cuarto despus de haber huido de la estatua; y ahora le pareca que no se los lav porque quisiera acostarse con los pies limpios, sino a causa de un miedo irracional a la arcilla de Sussex. Por lo tanto, tena que haber salido de su cuarto una vez ms..., como mnimo. Se devan los sesos buscando algn recuerdo de ello, pero no encontr ninguno. Sera posible que hubiese vuelto a buscar el anillo? La pregunta le asust apenas se la hubo planteado, pues implicaba otra razn y haca que pareciese terriblemente plausible. Se oblig a concentrarse en la tarea de coger su equipaje. La gente estaba empezando a salir de la casa. Crawford reconoci al sacerdote con quien Julia y l tomaron el t en la rectora local haca quince das; y el hombre que iba detrs del sacerdote era el padre de Julia; y la dama con el chal de terciopelo azul cuyo paso deslizante y casi digno de una criatura marina decidi era el resultado de su reluctancia a bajar la vista hacia las piedras que estaba pisando por miedo a desordenar su complejo peinado adornado con rosas deba de ser la ta de Julia, aunque durante sus visitas anteriores Crawford siempre la haba visto con una bata y la cabellera recogida en un tenso moo. Y la joven del ceo fruncido que se mantena un poco rezagada deba de ser Josephine, la hermana gemela de Julia. Supongo que tiene la misma tez que Julia pens, pero est demasiado delgada... Y por qu encorva los hombros de esa manera? Quiz se trate de la pose "mecnica" defensiva que Julia me ha contado adopta en las situaciones de cierta tensin... Bueno, debo reconocer que es todava menos atractiva y mucho menos graciosa de lo que me haba imaginado oyendo a Julia. Haber salido del carruaje con sus olores a cuero y pasteles de buey hizo que notara por primera vez los aromas del campo al este de Essex: arcilla, flores y una casi imperceptible vaharada de estircol que llegaba de una vaquera distante. Aquellos aromas eran muy distintos a la pestilencia almizclada de los enfermos y el acre olor de las paredes del hospital, continuamente lavadas con vinagre. Acab arreglndoselas para liberar su equipaje y lo dej sobre la gravilla de la cuneta justo a tiempo para que el muchacho volviera a surgir corriendo de la nada, cogiera los bultos y se los llevara hacia la casa movindose con una mezcla de trote y andar de pato. Crawford se acord de que Josephine desaprobaba el que su hermana fuera a casarse con un mdico especialmente con uno especializado en un rea de la medicina que, por tradicin, se consideraba dominio inviolable de viejas sin ningn entrenamiento profesional, por lo que fingi no verla y se dedic a saludar con gran efusin a su padre y su ta. Julia est arriba muy preocupada por su cabello y su ropa dijo su padre mientras guiaba a los recin llegados hacia la casa. Ya sabes cmo son las novias, eh? Crawford oy la voz de Josephine murmurando algo a su espalda, y un instante despus el anciano pareci caer en la cuenta de que haba dicho algo que no deba. Yo... Eh... Slo quera decir que... Crawford se oblig a sonrer. Estoy seguro de que no tiene ningn motivo para preocuparse por esas cosas dijo. Siempre que la he visto la he encontrado esplndida. El viejo seor Carmody se apresur a asentir con la cabeza, parpadeando y sonriendo, visiblemente aliviado al ver que su aparente referencia a la primera esposa de Crawford no haba tenido ningn resultado desagradable. Oh, claro, claro... Julia es la viva imagen de su difunta madre que en paz descanse.
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Mientras el seor Carmody deca aquellas palabras Crawford se haba vuelto hacia el camino y el carruaje, por lo que vio como la expresin del flaco rostro de Josephine cambiaba instantneamente del despecho a la vacuidad. La joven sigui caminando, pero sus brazos y sus piernas se haban envarado, y cuando desvi la mirada su cabeza se movi con una sacudida muy brusca que le hizo pensar en el desplazarse de una araa. Sus fosas nasales estaban dilatadas y la piel que las rodeaba pareca an ms blanca que la del resto de su cara. S, no caba duda de que sta era su pose mecnica... Crawford se volvi hacia su padre esperando ms balbuceos de disculpa por haber sacado a relucir lo que estaba claro era otro tema delicado, pero el anciano sigui caminando sin prestarle atencin, sonriendo y meneando la cabeza en respuesta a algn comentario hecho por Appleton. Crawford enarc una ceja. El seor Carmody no le haba parecido un hombre atolondrado o poco observador, pero... Bueno, si el tema de su difunta esposa resultaba tan evidentemente traumtico para una de sus hijas l tendra que haberlo notado en algn momento u otro, no? Haba tenido veinte aos para tropezar con ese hecho, pues la madre de las gemelas muri desangrada pocos minutos despus de haber dado a luz a Josephine, la segunda de la pareja de hermanas. Una vez dentro de la casa los viajeros fueron obsequiados con jarras de sidra y platos que contenan pan y queso, y mientras coman y beban fingieron disfrutar con los esfuerzos del joven que estrujaba su gaita arrancndole lgubres melodas. El seor Carmody acab poniendo fin al recital y se ofreci a mostrarles las habitaciones donde se alojaran. Crawford subi obedientemente a su habitacin y se lav la cara con el agua de la palangana colocada sobre la cmoda, pero despus baj a la sala y fue cautelosamente hasta el cuarto de Julia, quien le abri la puerta en cuanto le oy llamar. Descubri que estaba sola pese a los preparativos de la boda, y an no haba empezado a acicalarse. Llevaba puesto un sencillo traje de algodn verde y el ir descalza haca que pareciese an ms bajita de lo habitual, con lo que la opulencia de su silueta y la delgadez de su cintura resultaban todava ms atractivas. Se haba lavado su larga cabellera castaa haca poco, y an no estaba seca. Llegas casi un da entero tarde dijo ella despus de que se hubieron besado. Se os rompi alguna rueda? Me he retrasado a causa de un parto difcil le explic Crawford. Un caso de la sala de caridad... Su familia la haba puesto en manos de una comadrona estpida y esperaron a que sta casi hubiera acabado con ella para llevarla al hospital. Se sent en la repisa de la ventana. Por fin he visto a tu hermana..., acabo de encontrarme con ella delante de la casa. Realmente tiene muy mal aspecto. Julia se sent junto a l y le cogi la mano. Oh, no es nada... La pobre Josephine est preocupada porque te me llevars lejos de aqu. Yo tambin la echar de menos, pero he de vivir mi propia vida. Josephine tiene que... Bueno, tiene que convertirse en Josephine. Julia se encogi de hombros. Sea quien sea esa persona, claro. Creo que ser alguien con bastantes problemas. Cunto tiempo lleva practicando ese truco mecnico suyo? Oh, prcticamente desde que era un beb... Recuerdo que cuando ramos nias en una ocasin me pregunt qu haca para impedir que los monstruos de la noche se me llevaran cuando nos acostbamos. Yo le pregunt qu haca ella, y me cont que se meca hacia adelante y hacia atrs como si fuera el brazo de una bomba, un mecanismo de relojera o algo as, para que los monstruos se dijeran... Julia us el tono de voz ms grave de que era capaz. Oh, esto no es un ser humano, esto no es una presa..., esto es alguna clase de artefacto. Julia sonri con tristeza.
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Bueno, pues us ese mismo truco hace un rato en el patio cuando tu padre habl de tu madre. No creo que pensara que los monstruos de la noche andaban detrs de ella en ese momento. No, la pobrecita ya no teme a los fantasmas. Ahora hace su numerito del mecanismo de relojera cuando ocurren cosas que no puede soportar. Supongo que piensa que si Josephine no puede aguantar lo que est ocurriendo la mejor solucin es que Josephine deje de existir hasta que las cosas hayan cambiado para mejorar. Jess... Crawford se volvi hacia la ventana y contempl las hojas iluminadas por el sol que caa sobre las ramas ms altas. Y eso.. ? Quiero decir que... Bueno, supongo que t y tu padre habis intentado ayudarla a que superase esa mana motivada por la muerte de su madre, verdad? Porque... Pues claro que lo hemos intentado. Julia extendi las manos hacia l. Pero nunca ha servido de nada. Siempre le hemos dicho que no tiene la culpa de que nuestra madre muriese, pero es como si no nos oyese. Desde que era pequea ha estado convencida de que la mat. Crawford contempl el sendero en el que haba visto por primera vez a Josephine y mene la cabeza. Te aseguro que hemos intentado ayudarla, Michael. T me conoces bien y sabes que nada me gustara ms que ayudarla, pero es intil. Y, realmente... Bueno, intenta imaginarte lo que ha significado vivir con ella! Cielo santo, si hasta hace pocos aos de vez en cuando crea ser yo... Era humillante. Se pona mis ropas, visitaba a mis amistades... No puedo explicarte lo que senta. Supongo que habrs conocido a algunas chicas jvenes cuando estabas creciendo, y sabrs lo fcil que es herir sus sentimientos! Si he de serte sincera, hubo momentos en los que estuve convencida de que la nica solucin era escaparme de casa y hacer nuevas amistades en algn otro sitio. Y. naturalmente, mis amistades se divertan de lo lindo fingiendo que me confundan con ella. Crawford asinti con expresin de simpata. Oye, supongo que no pensar hacer algo parecido ahora... La mera idea de Josephine montando alguna escena en la que finga ser su prometida le hizo torcer el gesto. Julia se ri. Sera un autntico drama, verdad? No, logr que dejara de hacerlo. Un da me encar con ella cuando estaba molestando a unas amigas mas e incluso entonces sigui con esa..., esa mascarada durante uno o dos minutos. Mis amigas se rieron tanto que estuvieron a punto de morir asfixiadas. Naturalmente el humillarnos a las dos de esa forma result bastante duro para m, pero funcion. Julia se puso en pie y sonri. Y ahora, se supone que no debes estar aqu. Sal y vstete. No tardaremos mucho en volver a vernos. La boda se celebr a las nueve de la noche en la espaciosa sala de estar de los Carmody con la novia y el novio arrodillados sobre un par de almohadones en el suelo. Los rayos del sol atravesaron las ventanas del oeste durante casi toda la ceremonia, cayendo en ngulo sobre las copas colocadas en un estante y arrancndoles destellos rosa y oro, y cuando la claridad empez a desvanecerse y la servidumbre trajo las lmparas el sacerdote declar a Julia y Michael marido y mujer por la autoridad que le haba conferido la Iglesia. Josephine haba sido una madrina sorprendentemente poco dada a las exhibiciones emocionales, y una vez llegado este momento de la ceremonia se supona que ella y Boyd deban ir a la cocina y volver, Josephine con un pastel de avena y Boyd con una jarra de madera llena de cerveza. La jarra ira pasando por las manos de
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todos los presentes despus de que Crawford hubiera tomado el primer sorbo y Josephine tena que partir solemnemente el pastel sobre la cabeza de Julia, asegurando con aquel acto simblico la fertilidad de la novia y dando buena suerte a los invitados que recogieran las migajas cadas al suelo. Pero cuando Josephine sostuvo el pastel sobre la cabeza de Julia lo contempl en silencio durante unos momentos, lo baj y acab acuclillndose para dejarlo con mucho cuidado en el suelo. No puedo partirlo en dos dijo con voz casi inaudible, como si estuviera hablando consigo misma, y volvi a la cocina caminando muy despacio. Bueno, adis nios... dijo Crawford para romper el silencio que sigui a la desaparicin de Josephine. Tom un sorbo de la jarra de madera y ocult su incomodidad con la sonrisa propia de quien acaba de saborear una cerveza estupenda. Parece que tienen buenas destileras por aqu dijo en voz baja volvindose hacia Boyd mientras le pasaba la jarra. Gracias a Dios que le encargaron llevar el pastel, y no esto. Crawford quera tener nios. Su primer matrimonio no haba tenido descendencia, y Crawford albergaba la esperanza de que el defecto estuviera en la pobre Caroline y no en l..., y no quera creer el rumor de que Caroline se encontraba embarazada cuando la casa en que haba estado viviendo ardi hasta los cimientos, pues por aquel entonces llevaba un ao sin hablar con ella. Despus de todo, era especialista en obstetricia un accoucheur, y pese a los dos aos que haba pasado cosiendo las heridas y aserrando los miembros fracturados de los marineros de Su Majestad durante las guerras con Espaa y los Estados Unidos, traer bebs al mundo era lo que saba hacer mejor. Ojal la madre de Julia hubiera sido atendida por alguien con sus conocimientos y habilidad... El parto difcil en el Hospital de San Jorge haba hecho que l y Boyd perdieran la diligencia del sur de Londres que tenan planeado tomar a primera hora del da de ayer, y mientras esperaban la llegada de la diligencia siguiente en la taberna Boyd, algo irritado, le haba preguntado por qu quera desperdiciar el complejo adiestramiento quirrgico que tanto le haba costado adquirir, consagrando su carrera a un rea de la medicina que no slo le haca llegar tarde a su propia boda sino que llevaba milenios en manos de las viejas comadres con unos resultados estupendos. Crawford pidi otra jarra de cerveza, volvi a llenar su vaso y se dispuso a explicrselo. Mira, Jack, para empezar las viejas comadres no han obtenido resultados estupendos. A la mayora de madres les ira bastante mejor si pariesen solas que con la ayuda de una comadrona. Normalmente se me llama slo despus de que la comadrona haya cometido algn error garrafal, y algunas de las escenas con que me he encontrado te haran palidecer... S, incluso a ti, con tus cicatrices de Abukir y Trafalgar. Y recuerda que en esos casos la situacin es muy distinta, porque se trata de un beb, una persona para la que... Bueno, para la que no se te puede ocurrir ningn bueno-despus-de-todo. Ya sabes... Bueno, despus de todo saba a lo que se expona cuando se alist o Bueno, despus de todo si alguna vez ha habido un hombre que se lo mereciese era l o Bueno, despus de todo su fe se lo ha hecho un poco ms llevadero. Un beb es... S, es inocente, pero no slo eso. No slo es inocente sino que adems es un ser vivo y consciente. Es una persona que no ha visto, comprendido o dado su conformidad a nada pero que podr hacerlo si goza del tiempo suficiente para ello, y por lo tanto no puedes darte por satisfecho con un mero ndice de supervivencia aceptable, como si los bebs fueran... Oh, no s, tomateras o la carnada de una perra de raza. Aun as, estoy seguro de que la situacin no tardar en mejorar y de que se instaurar alguna clase de sistema asistencial dijo Boyd. Crees que hay trabajo suficiente en esa rea para mantenerte ocupado durante toda tu vida?
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Crawford apur su vaso y pidi otra jarra de cerveza antes de contestarle. Eh..., s. S. Vers, slo hay una razn por la que esta rea de la medicina se ha convertido en una especie de jungla protegida por vallas que sigue siendo asombrosamente primitiva, y la razn hay que buscarla en los prejuicios y la gazmoera. Incluso hoy en da lo habitual es que un mdico slo pueda asistir a una parturienta si la han tapado con una sbana. El mdico tiene que arreglrselas como pueda palpando a ciegas por debajo de la sbana, por lo que en muchas ocasiones corta el cordn umbilical por el sitio equivocado y la madre o el beb mueren desangrados. Y an no hay nadie que haya empezado a pensar qu clase de alimentos debe comer o no comer una mujer embarazada que desee tener un beb sano, y la maldita literatura que existe acerca del tema no es ms que una acumulacin de supersticiones, hiptesis sin comprobar y observaciones incoherentes hechas por los veterinarios. La camarera trajo la jarra de cerveza y Boyd se la pag. Crawford, que segua absorto en el tema que tanto le apasionaba, se ri, pero su frente sigui arrugada. Qu diablos... sigui diciendo mientras volva a llenar su vaso de forma casi automtica. Hace algunos aos fui a la biblioteca de la Corporacin de Cirujanos y busqu un manuscrito suizo que, segn el catlogo, trataba del nacimiento por cesrea. Era un portafolio enorme conocido como La miscelnea Menotti..., y descubr que no hablaba para nada del parto. La persona que catalog el manuscrito haba echado un vistazo a los dibujos en orden inverso. Boyd frunci el ceo y, un instante despus, enarc las cejas. Cmo, intentas decirme que ese manuscrito explicaba la manera de meter un beb dentro de una mujer? Casi. Describa un procedimiento para implantar quirrgicamente una estatuilla dentro de un cuerpo humano. Crawford tuvo que alzar la mano para impedir que Boyd hablara. Djame acabar. El manuscrito estaba en una especie de latn abreviado, como si el cirujano que lo escribi hubiera estado haciendo anotaciones para s mismo y jams hubiera esperado que fuesen ledas por otra persona, y los dibujos eran bastante toscos, pero no tard en darme cuenta de que el cuerpo dentro del que se introduca la estatuilla no era el de una mujer, sino el de un hombre. Y, aun as, ese manuscrito lleva centenares de aos catalogado como una obra sobre el parto mediante cesrea! Se haba vuelto hacia la ventana de la taberna y vio como la diligencia entraba en el patio de la posada. Vaci su vaso de unos cuantos tragos. Ah llega nuestro transporte a Warnham, donde nos reuniremos con Appleton. Bueno dijo mientras se ponan en pie y cogan su equipaje, supongo que ahora comprenders por qu estoy convencido de que traer nios al mundo tardar bastante en llegar a ser un arte ordenado y racional. Crawford y Boyd sacaron su equipaje del edificio y cruzaron el pavimento hasta llegar a la diligencia. Estaban cambiando los caballos, y el cochero haba desaparecido, probablemente dentro de la taberna que acababan de abandonar. Y bien? exclam Boyd por fin. Crawford le mir con cara de no entender a qu se refera y Boyd sigui hablando en un tono de voz casi irritado. Ese macarroni de tu manuscrito... Por qu diablos quera meter una estatua dentro de alguien? Oh! Oh, s, claro... Crawford pens en ello durante unos momentos y acab encogindose de hombros. No lo s, Jack. El manuscrito tiene setecientos u ochocientos aos de antigedad... Lo ms probable es que nadie lo averige jams. Pero lo que yo intentaba hacerte comprender... Te he comprendido perfectamente le asegur Boyd con expresin cansada Te gusta traer nios al mundo.
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Y ahora su flamante cuada estaba haciendo de las suyas con los rituales de fertilidad tradicionales de su boda. Julia dej a su padre y al sacerdote hablando junto a la ventana de la sala y fue hacia donde estaban Crawford y Boyd. Crawford le sonri. Bueno, casi todo ha ido segn la tradicin escocesa, querido dijo Julia inclinndose para coger el pastel que Julia haba dejado en el suelo. Y, de todas formas, no era un autntico pastel de avena... No es ms que un pastel al estilo de Biddenden. Los hacen en Kent, al otro lado del Weald. Le entreg el pastel a Crawford. Me acuerdo de esos pasteles, seorita..., perdn, seora Crawford dijo Boyd, quien haba crecido en Sussex. Solan regalarse en Pascua, verdad? As es dijo Julia. Michael, no crees que deberamos ir subiendo al carruaje del seor..., a tu carruaje para marcharnos? Est oscureciendo, y Hastings se encuentra a unos cuantos kilmetros de distancia. Tienes razn. Crawford dej caer el pastel dentro del bolsillo de su chaqueta. Y se supone que debemos estar en la embarcacin que va a Calais al medioda... Empezar con las despedidas. Appleton y Boyd se quedaran a pasar la noche all y volveran a Londres al da siguiente en diligencias separadas. Crawford les dio la mano, y sonri para ocultar un repentino y fugaz impulso de volver con ellos y dejar que almas dotadas de ms coraje que la suya se enfrentaran a la ardua empresa del matrimonio. Julia apareci a su lado y le puso la mano en el hombro. Crawford se despidi de sus amigos con una ltima inclinacin de cabeza, se dio la vuelta, la cogi del brazo y empez a llevarla hacia la puerta principal. El land avanzaba por el camino de la costa mientras la luna jugaba al escondite entre nubes de apariencia casi musculosa, y el viento que se haba levantado haca poco ahogaba la lejana respiracin de las olas. Crawford envolvi ms apretadamente su cuerpo y el de Julia con la capa de pieles, contento de que la capota del carruaje estuviera corrida. Observ cmo la nubecilla de vapor de su aliento se disipaba en el aire, pens en el cochero y alberg la compasiva esperanza de que hubiera tomado una buena cantidad del brandy del seor Carmody antes de su partida. La inclemencia de la noche pareca haberse contagiado a los caballos, pues tiraban de sus arneses prcticamente lanzados al galope, con las orejas echadas hacia atrs y los cascos envueltos en nubes de chispas aunque el camino no era particularmente pedregoso. Slo diez minutos despus de haber abandonado Bexhillon-Sea el carruaje ya atravesaba como una flecha las calles de St. Leonards, afortunadamente desiertas, y poco despus Crawford pudo ver las luces y edificios de Hastings delante de ellos, y oy como el cochero maldeca a los caballos mientras tiraba de las riendas intentando detenerlos. El carruaje acab inmovilizndose con una ltima sacudida delante de la posada Keller, y Crawford ayud a Julia a poner los pies sobre el pavimento. Despus de aquella veloz y salvaje cabalgada, el suelo pareca mecerse como si fuera la cubierta de un barco. Les estaban esperando, y varios jvenes vestidos con la librea de la posada salieron rpidamente del edificio para bajar el equipaje. Crawford intent pagar el trayecto, pero el cochero le dijo que Appleton ya se haba encargado de ello, por lo que tuvo que contentarse con darle una generosa propina antes de que volviera a instalarse en el pescante para marcharse rumbo a Londres y la casa de Appleton, donde dejara el carruaje. Crawford sinti una repentina mezcla de impaciencia y timidez, cogi a Julia por el codo y sigui a los sirvientes cargados con su equipaje hasta el interior del edificio.
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Siete minutos despus la llama de una lmpara recin encendida revel los contornos de una ventana del piso de arriba llenndolos con su luz ambarina y se extingui enseguida. Los cristales esmerilados de la ventana deformaban los rayos de sol del amanecer, dispersndolos como los chorros de una fuente congelada sobre la pared, cuando Crawford despert al or la llamada de la doncella. Tena el cuerpo envarado y se senta casi febril, aunque la noche anterior apenas si haba bebido, y durante los minutos que pas inmvil contemplando la pared que tena delante su mente estaba convencida de que segua en Warnham y de que era esta noche cuando deba contraer matrimonio. Las manchas marrones que haba sobre la colcha parecan confirmar ese convencimiento. Claro pens confusamente. Anoche sal descalzo al patio..., tuve una especie de alucinacin provocada por la bebida y no consegu encontrar el anillo de boda. Ser mejor que vuelva a buscarlo esta maana. Se pregunt distradamente de qu minerales estara formado aquel barro. Una cosa era indudable, y es que la habitacin ola muy raro, como si su atmsfera estuviera saturada por los pesados olores de una sala de operaciones. Y qu hacan esos cristales de cuarzo azulados encima de la sbana? Deba de haber por lo menos media docena de ellos, y cada uno era tan grande como el huevo de un gorrin. Poda comprender el impulso que le haba hecho recogerlos eran bastante bonitos, algo nudosos y, aun as, tan brillantes como las amatistas, pero... por qu los haba esparcido sobre la cama? La doncella volvi a llamar con los nudillos. Crawford dej escapar un gemido, rod sobre s mismo... Y un instante despus grit y salt de la cama con todo el cuerpo convulso, cay al suelo y empez a retroceder a gatas sobre la pulida madera de los tablones amontonando la alfombra a su espalda hasta que la pared le detuvo, y cada rpida inhalacin y exhalacin de aire iba acompaada por un nuevo alarido. Las manchas marrones no eran fango. Sus pulmones se expandan y se contraan dentro del recinto formado por sus costillas a causa del esfuerzo que les exiga aquel aullar inhumano, pero su mente se haba detenido y estaba tan inmvil como un reloj hecho pedazos; y aunque tena los prpados cerrados, lo nico que poda ver era la terrible blancura de los huesos asomando por entre la carne desgarrada, y la sangre, la sangre por todas partes... Haba dejado de ser Michael Crawford, y ni tan siquiera poda llamrsele humano. Durante un minuto interminable slo fue un nudo cristalizado hecho de horror y la ms absoluta negativa imaginable. Todo su ser se haba reducido a un impulso que le ordenaba dejar de existir, pero el mero hecho de respirar segua unindole al mundo, y el mundo empez a insinuarse dentro de l. Su voluntad se esforz al mximo intentando negarlos, pero volvi a ser consciente de los sonidos que le rodeaban. La doncella sali corriendo al or su primer grito, pero ahora haba voces masculinas al otro lado de la puerta, que temblaba a causa de unos golpes lo suficientemente fuertes para ser odos por encima de los incesantes alaridos de Crawford. El panel de madera vibr bajo el impacto de algo muy pesado. Despus hubo otro impacto, y la tercera embestida hizo que la puerta se apartara del quicio lo suficiente para que un ojo pudiera atisbar por el hueco, y un instante despus una mano nudosa se desliz por l, encontr el pestillo y lo descorri. La puerta gir sobre sus goznes. Los primeros dos hombres que entraron en la habitacin fueron corriendo hacia la cama, pero despus de una rpida mirada a la rojiza y hmeda ruina aplastada que
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se haba acostado siendo Julia Crawford volvieron sus tensos y plidos rostros hacia Crawford, quien haba logrado ahogar sus gritos mordindose el puo con todas sus fuerzas y clavando los ojos en el suelo. Crawford fue consciente de que los hombres haban salido tambalendose de la habitacin, y pese al ruido que segua haciendo pudo or gritos y unos sonidos extraos que quiz fueran los jadeos y las nuseas de alguien vomitando inconteniblemente. Pasado un rato, unos hombres que podan ser los mismos de antes entraron en la habitacin. Los recin llegados recogieron apresuradamente sus ropas y sus zapatos y le ayudaron a vestirse en el pasillo, y le acompaaron a la cocina llevndole prcticamente en vilo por la escalera. Cuando el agotamiento hubo puesto fin a sus cada vez ms roncos gritos y gemidos le dieron una copa de brandy. Hemos avisado al sheriff dijo uno de ellos con voz temblorosa. Por todos los santos, qu ha ocurrido? Crawford tom un buen sorbo de licor y descubri que era capaz de pensar y hablar. No lo s! murmur. Cmo es posible que..., que ocurriera eso? Y mientras yo estaba... Estaba dormido! Los dos hombres se miraron el uno al otro y le dejaron solo en la cocina. Le bast con echarle un vistazo para comprender que estaba muerta haba visto demasiadas muertes violentas en la Armada para que le fuese posible albergar alguna duda al respecto, pero si le hubiesen trado un cadver en semejante estado despus de una batalla naval habra dado por sentado que le haba cado encima un trozo de mstil, o que un can no lo bastante bien sujeto se haba movido violentamente hacia atrs al ser disparado, aplastndolo contra un mamparo. Qu le haba ocurrido? Crawford record que uno de los hombres que haban entrado en la habitacin alz los ojos hacia el techo como si esperase ver un gran agujero del que se haba desprendido un titnico fragmento de yeso y madera, pero dejando aparte unas cuantas manchas de sangre el techo segua intacto. Y cmo era posible que Crawford no slo estuviera ileso y sin un araazo, sino que hubiera seguido durmiendo mientras ocurra todo aquello? Le habran drogado, habra perdido el conocimiento? Pero Crawford era mdico, y saba que los efectos residuales que cualquiera de esas dos cosas habra provocado en su organismo estaban totalmente ausentes. Qu clase de marido es capaz de seguir durmiendo durante el brutal asesinato y, posiblemente, violacin, aunque dado el estado del cadver del piso de arriba no habra forma humana de averiguarlo de su esposa? No haba algo sobre el proteger en los juramentos que haba pronunciado durante la ceremonia de anoche? Pero cmo se las haba arreglado el asesino para entrar en la habitacin? La puerta estaba cerrada desde dentro, y la ventana se encontraba a un mnimo de cuatro metros del pavimento y, en cualquier caso, era tan pequea que ni un nio habra podido deslizarse por ella..., y este asesinato no era obra de ningn nio. Crawford estaba convencido de que, aun disponiendo de un martillo como los que usaban los peones camineros, hara falta un hombre de gran fortaleza fsica para que una caja torcica quedase tan destrozada. Y, en el nombre de Dios, cmo era posible que hubiese seguido durmiendo sin enterarse de nada? Sus ojos seguan viendo aquel horror destrozado que yaca en la cama, y comprendi que esa imagen completaba un triunvirato. La casa en llamas donde haba muerto Caroline, el bote mecindose entre el oleaje que haba ahogado a su hermano menor y ahora esto... Y comprendi que a partir de ahora aquellas cosas seran
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obstculos para cualquier otro tema en el que intentara concentrar su atencin, como peascos que obstruyeran los pasillos y umbrales de una casa que habra sido muy cmoda y agradable sin ellos. Y, tan desapasionadamente como si estuviera pensando en otra persona, se pregunt si le sera posible dar con alguna solucin que le impidiera morir por su propia mano. Haba vuelto a llenar su copa de coac por lo menos una vez, pero los vapores del alcohol le hicieron sentir nuseas. No quera ensuciar el suelo de la cocina (Claro, no hay que ensuciar el suelo de la cocina! le interrumpi histricamente su cerebro Oh, s, y el suelo de la habitacin de arriba, y la cama y el colchn?), por lo que decidi salir al jardn. La fresca brisa marina logr disipar sus nuseas, y empez a vagar sin rumbo por los caminitos sumidos en la sombra intentando perder su aborrecible individualidad entre los vvidos colores y aromas de las flores. Meti las manos en los bolsillos de su chaqueta y encontr algo que, pasado un momento de perplejidad, logr identificar como el pastel de Biddenden que Josephine no haba conseguido partir en dos durante la boda de anoche. Lo sac del bolsillo. Haba una zona de la corteza que sobresala del resto, y cuando la examin ms de cerca vio que era una representacin de dos mujeres fsicamente unidas por la cadera. Crawford haba ledo textos donde se hablaba de mujeres que haban nacido as, aunque no tena ni idea de qu motivo poda tener la ciudad de Biddenden para homenajear a semejante pareja en uno de sus pasteles. Apret el pastel entre sus manos hasta convertirlo en migas y las dispers por el sendero para que sirvieran de alimento a los pjaros. Pasado un rato empez a volver hacia la pared trasera de la posada que se alzaba sobre el verdor de la yedra, pero se detuvo en cuanto oy voces detrs del seto que tena delante, pues no quera hablar con nadie. Qu quiere decir con eso de que deberamos haberle encerrado en algn sitio? pregunt con irritacin una voz masculina. No soy miembro de la Ronda... Y, de todas formas, quin poda imaginarse que se escapara? Tuvimos que bajarle en brazos por la escalera hasta la cocina. Los asesinos suelen ser buenos actores dijo otra voz. Crawford sinti una rabia tan intensa que se mare, e incluso lleg a retroceder un paso tambalendose. Trag una honda bocanada de aire, pero antes de que pudiera gritar oy otra voz que deca: Saben cmo muri su primera esposa?. Encorv los hombros y dej escapar el aire.
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Seco cual heno le dejar y da o noche, tanto da, el sueo le robar, expulsndolo de sus prpados. Suya ser la vida de los hechizados, nueve veces nueve semanas pasarn, que triste, flaco y dbil le dejarn, y aunque su barca no pueda hundir, el azote de mil tempestades le har sufrir.
SHAKESPEARE,
Macbeth
Su primera esposa? No. Cmo se ha enterado? El padre y la hermana de esa pobre seora muerta del piso de arriba llegaron hace unos minutos. Ahora estn en el comedor. Dicen que su primera esposa se escap con un marinero que la dej embarazada, que Crawford se enter y que prendi fuego a la casa donde ella viva. Su marinero intent entrar para salvarla, pero Crawford luch con l en plena acera delante de la casa en llamas y le retras el tiempo suficiente para que nadie pudiese hacer nada. Los ojos, las mandbulas y los puos de Crawford estaban tensos, y tuvo que encorvarse para no caer de bruces al suelo. Poda or la presin de la sangre zumbando dentro de su cabeza. Jess dijo el primer hombre. Y han visto lo que le hizo a la joven de los Carmody? Es como si le hubiese pasado por encima la piedra de un molino... Y despus se volvi a dormir! El doctor dice que a juzgar por su temperatura y por lo seca que est la sangre debi de matarla alrededor de la medianoche. As que el viejo Crawford estuvo durmiendo junto a esa cosa de la cama por lo menos siete horas! Sabe qu le digo? No pienso registrar este maldito jardn sin llevar una pistola en la mano. Tiene razn. S, vamos a... Las voces se alejaron. Crawford se dej caer sobre la hierba y se cogi la cabeza con las manos. Aquellas personas estaban tan terriblemente equivocadas sobre tantas cosas que le pareca imposible poder hacerles comprender la verdad, pero lo peor de todo era que, aparentemente, el seor Carmody crea esa vieja historia sobre la muerte de Caroline. Haca ya seis aos de aquello. Caroline le haba abandonado para marcharse a Londres, pero aunque saba en qu casa estaba viviendo Crawford no haba sido capaz de reunir el coraje suficiente para ir all y encararse con ella. Visitarla era excesivamente parecido a un salto muy peligroso desde un tejado a otro. Un error resultara fatal. Poda caer o poda acabar definitivamente con cualquier posibilidad de
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que volviera a vivir con l, pues estaba seguro de que slo habra una posibilidad. Conoca muy bien a Caroline y saba que slo se sentira obligada a concederle una conversacin. sa fue la razn de que dejara transcurrir diez das sin aparecer por su consulta sentado hora tras hora en el pub que haba enfrente de la casa en que viva, intentando calcular cul sera el momento ms adecuado para verla y pedirle que volviera con l. Y antes de que hiciera nada la casa se incendi. Ahora Crawford pensaba que el marinero poda haberle prendido fuego intencionadamente cuando se enter de que Caroline estaba embarazada o cuando empez a sospechar que poda estarlo. Crawford dej caer su jarra de cerveza al suelo del pub en cuanto el humo empez a salir por las ventanas del piso de arriba. Sali corriendo del local, cruz la calle y ya haba empezado a golpear la puerta principal de la casa con el hombro cuando el marinero la abri desde dentro para salir tosiendo y tambalendose envuelto en una acre nube de humo. Crawford le apart de un empujn y se dispuso a pasar junto a l. Tuvo el tiempo justo de gritar Caroline! antes de que el marinero le cogiera por el cuello de la camisa, le hiciese girar sobre s mismo y le sacara a empujones de la casa. Es imposible jade con voz ronca. Slo conseguira matarse. Pero Crawford haba odo un grito procedente del interior de la casa. Es mi esposa! grit, y logr librarse del marinero. Slo haba dado un paso hacia la casa cuando un puetazo en los riones le hizo caer de rodillas, pero en cuanto el marinero le agarr por debajo de los brazos para arrastrarle hacia la calle Crawford hundi el codo con toda la fuerza de que fue capaz en su ingle. El marinero cay hecho un fardo. Crawford le cogi del brazo y le llev hasta la calle, donde se derrumb al suelo y empez a rodar de un lado para otro entre gemidos. Crawford se volvi hacia la puerta abierta, pero el piso superior cedi en ese mismo instante y se derrumb sobre la planta baja. El umbral dej escapar tal oleada de chispas y calor que Crawford fue levantado en vilo por la onda expansiva y acab cayendo encima del marinero. Sus cejas y gran parte de su cabello haban desaparecido, y su ropa habra empezado a arder en cuestin de segundos si alguien no le hubiese arrojado encima el agua de un cubo que haban trado para mojar la pared de una de las casas vecinas. Las autoridades acabaron considerando que se trataba de un incendio accidental, pero los rumores e incluso un par de baladas callejeras insinuaban que Crawford lo haba provocado para vengarse de su mujer, y que haba impedido que el marinero entrara en la casa para rescatar a Caroline. Crawford pensaba que los primeros rumores podan haber sido provocados por el mismo marinero, pues un par de los mirones que se congregaron junto a la casa incendiada hicieron algunas observaciones bastante cidas sobre lo apresurado de su huida. Y esto de ahora... Esto era peor, mucho peor. Naturalmente todo el mundo dar por sentado que he matado a Julia pens. No me escucharn. Los errores ya han empezado a acumularse..., como esa afirmacin del doctor segn la cual muri a medianoche. S que segua viva poco antes del amanecer. Recuerdo que le hice el amor medio dormido mientras las cortinas empezaban a iluminarse; ella estaba montada a horcajadas encima de m y aunque no estoy seguro de si llegu a despertar del todo, s que no lo so. Puedo quedarme, permitir que me arresten y, casi con toda seguridad, que acaben ahorcndome..., o puedo salir huyendo y marcharme del pas. Naturalmente, si huyo todo el mundo llegar a la conclusin de que la mat, pero no creo que el presentarme voluntariamente para que me arresten y me juzguen les haga cambiar de opinin.
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No concluy. Lo nico que puedo hacer es huir. Haber tomado una decisin hizo que se sintiera un poco mejor. Por lo menos ahora tena un objetivo preciso, y algo en qu pensar aparte del cuerpo intolerablemente destrozado de Julia. Se puso en pie cautelosamente..., y apenas lo hubo hecho oy un grito y el bang ensordecedor de un disparo, y la rama de rbol que haba junto a su cabeza estall convertida en una nube de astillas que se clavaron en su rostro y sus manos. Y un segundo despus Crawford estaba corriendo por los caminitos del jardn hacia el muro de atrs. Otro disparo retumb a su espalda y su mano izquierda se alz bruscamente como si tuviera voluntad propia rocindole los ojos de sangre, pero salt, se agarr al muro con su mano derecha y contorsion el cuerpo hacia arriba y hacia adelante a travs del aire; un instante despus su flanco choc con la dureza de los guijarros y la tierra, pero apenas hubo dejado de resbalar por el suelo se puso en pie y baj cojeando por una pendiente que llevaba a un callejn sobre el que caa la sombra de los edificios. No se dio cuenta de que haba cogido una piedra tan grande como el puo hasta ver al hombre montado a caballo inmvil en la calle que haba al final del callejn, y su brazo retrocedi casi por s solo para arrojarla con toda la fuerza que le quedaba. Michael! murmur el hombre. Crawford reconoci su voz y dej caer la piedra. Dios mo jade con voz entrecortada mientras avanzaba cojeando a toda prisa, torciendo el gesto a cada paso. Tienes que... Tienes que sacarme de aqu! Creen que... Ya s lo que creen dijo Appleton bajando de la silla de montar. Puedes...? empez a decir, pero se call y observ a Crawford con ms atencin. Cielo santo, ests herido? No es nada, slo mi mano. Crawford la mir por primera vez y el shock de lo que vio hizo que sus pupilas se contrajeran. El ndice y el meique parecan haber sido despellejados, pero el anular haba desaparecido junto con su anillo de boda, y en su lugar slo haba un reluciente mun de contornos irregulares del que caa un copioso chorro de sangre. Las manchas rojas empezaron a esparcirse sobre el polvo y la puntera de sus botas. Cristo... murmur, sintiendo que se le empezaban a doblar las rodillas. Cristo, fjate en lo que me han... Se le nubl la vista, pero Appleton dio un paso hacia adelante antes de que tuviera tiempo de caer al suelo y le abofete la cara dos veces, una con el dorso y otra con la palma. Desmyate despus gru. Ahora tienes que montar o morirs. Hazte un torniquete en cuanto hayas logrado despistar a tus perseguidores... Hay cincuenta libras y una nota dentro de la alforja, pero tengo la impresin de que lo primero que necesitars es el cordel que us para hacer el paquete. Soy un hombre muy previsor, eh? Ya podan or voces gritando al otro lado del muro, y los cascos de un caballo repiqueteaban sobre los adoquines en algn lugar cerca de ellos. Appleton ayud a un Crawford de rostro gris ceniza a poner una pierna sobre la silla de montar, y por su expresin casi pareca esperar ver como pasaba limpiamente por encima del caballo para caer al otro lado. Pero Crawford cogi las riendas con su mano derecha, puso las botas en los estribos, baj los tacones para poder sujetarse al caballo y en cuanto Appleton le dio una sonora palmada en la pata que tena ms cerca, se encorv hacia adelante una fraccin de segundo antes de que su montura saliese disparada hacia el oeste por la ancha calle de Hastings inundada de sol matinal. Tens las mandbulas sobre el mun
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del dedo que haba perdido y trat de contener el vmito que intentaba subir por su garganta. La diligencia avanzaba lentamente por entre el abundante trfico que ocupaba la calle Borough High de Londres. Los rojizos rayos del ocaso slo iluminaban las chimeneas ms altas, y cuando la diligencia se detuvo delante de una posada cerca de la nueva prisin de Marshalsea Crawford fue el primer pasajero que baj de ella. El medioda le haba encontrado anudndose un pao limpio alrededor del mun en un rincn de una taberna de Brighton y empapndolo con brandy antes de ponerse cautelosamente sus guantes. Ahora, despus de un rato ms de cabalgada sin descansar y las seis horas que haba pasado en la diligencia de Londres encajonado entre dos mujeres muy gordas despus de haber abandonado a su exhausta montura, estaba claro que su organismo haba sucumbido a la fiebre. La mano le palpitaba como el fuelle de un herrero, su respiracin ola a metal recalentado y creaba un sinfn de ecos sordos que retumbaban dentro de su cabeza. Haba utilizado parte del dinero de Appleton para comprar ropas y una nueva bolsa de cuero en la que llevarlas, y aunque comparado con el que haba dejado en la habitacin del hotel de Hastings su nuevo equipaje apenas pesaba nada, cuando lo cogi del lugar en que lo haba dejado caer el cochero tuvo que apretar los dientes para contener un gemido de dolor. Subi por Borough High mantenindose entre las sombras y avanz bajo los segundos pisos de las viejas casas de madera que se cernan sobre la acera. Tener tantas prisiones cerca le pona algo nervioso. En la orilla del Tmesis que haba delante de l se alzaban las ruinas calcinadas de la famosa prisin de Clink y a su espalda, al sur de la nueva prisin ante la que se haba detenido la diligencia, estaba la prisin de King's Bench. Maldito Appleton pens con una irritacin casi infantil. Por qu no pens en la alarmante naturaleza de esta zona? Habra podido enviarme a alguna otra... Las numerosas alcantarillas de Borough High siempre olan fatal, pero en aquel clido da de verano los vapores pestilentes parecan indicar alguna especie de fermentacin cloacal, y Crawford empez a preocuparse pensando que aquella atmsfera deletrea poda agravar todava ms su fiebre. Bueno, al menos se alojara con estudiantes de medicina... La calle estaba repleta de carretas que volvan a los pueblos de donde haban salido y cada una pareca contar con su propio perro, pero no tard en poder ver el arco del Puente de Londres asomando por encima de ellas. Record las instrucciones contenidas en la nota de Appleton y torci hacia la derecha por la ltima calle antes del puente. Volvi a torcer hacia la derecha en la siguiente esquina y, tal y como deca la nota, se encontr en la calle Dean. Fue hasta la angosta fachada de la casa nmero ocho estaba enfrente de una capilla baptista, otro presagio ms bien dudoso, y llam obedientemente con la aldaba. Un fuerte dolor de cabeza estaba empezando a formarse detrs de sus ojos, y sudaba profusamente debajo de la chaqueta. Repas mentalmente la nota de Appleton mientras esperaba inmvil sobre los adoquines. Finge que eres estudiante de medicina haba escrito Appleton. Ya eres algo mayor, pero los hay an ms viejos que t. S franco sobre tu experiencia en la Armada, pues podras haber sido ayudante de un cirujano naval sin haber conseguido ninguna credencial por ello, pero mustrate lo ms vago posible en todo cuanto haga referencia a esas conferencias a las que ests asistiendo. Es improbable que te reconozcan pero, naturalmente, que no se te ocurra hablar de obstetricia. En cuanto sepa que eres amigo mo Henry Stephens no te har demasiadas preguntas, y tampoco permitir que te las hagan los dems.
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La puerta se abri revelando a un joven corpulento y algo ms bajo que Crawford, quien pens que ms pareca un obrero que un estudiante de medicina. Estaba claro que su cabellera castaorrojiza haba sido apartada de la frente haca slo unos momentos. S? pregunt el joven. Est...? dijo Crawford con voz enronquecida. Est en casa Henry Stephens? No, ha salido. Puedo ayudarle en algo? Bueno... Un amigo suyo me dijo que quiz pudiera encontrar habitacin aqu. Crawford se apoy en el quicio de la puerta e intent no jadear. Creo que me habl de que poda ayudar en los gastos comunes o algo as. Aquella maana haba gritado tanto que estaba casi afnico. Oh. El joven le contempl en silencio durante unos momentos y acab abriendo del todo la puerta. Eh... Entre, entre. Supongo que se ha enterado de que Tyrrell se mud hace una semana y de que no nos ira mal una ayudita, verdad? Usted... Le observ con expresin dubitativa. Tambin estudia medicina? S. Crawford cruz el umbral entrando en el calor y la luz de las lmparas y se dej caer en un silln. Me llamo... Se pregunt qu apellido poda dar. Tena la mente en blanco. Slo poda recordar dos de las palabras que Appleton haba escrito en la nota. S franco4. Me llamo Michael Frankish. El joven pareci opinar que tanto el nombre como el apellido eran plausibles y le ofreci la mano. Yo soy John Keats. Estudio en el Guy's Hospital, justo al doblar la esquina. Usted tambin estudia en el Guy's? Eh... No, estoy en el Santo Toms. Le complaci haber recordado el nombre del hospital que estaba justo enfrente del Guy's. Keats se fij en el vendaje ennegrecido que cubra el mun del dedo de Crawford y puso cara de preocupacin. Qu... ? Su dedo! Qu le ha ocurrido? Oh, yo... dijo Crawford, algo confuso. Hubo que amputarlo. Gangrena. Keats le contempl con expresin algo inquieta durante unos momentos. Supongo que habr tenido un viaje muy duro dijo por fin mientras cerraba la puerta. Cree que le sentara bien tomar un vaso de vino? Me sentara tan bien como el trigo sobre la cabeza de Salomn dijo Crawford. Estaba tan cansado que no le importaba que sus palabras tuvieran sentido o no. S aadi, viendo que Keats le estaba mirando con cierta perplejidad. Qu rama de la medicina estudia? se apresur a preguntar. Keats haba ido al cuarto contiguo, por lo que tuvo que alzar el tono de voz. Ciruga y farmacia respondi la voz del joven, quien reapareci un momento despus con una botella medio llena y dos vasos. Este jueves ir a la Guilda de Boticarios para examinarme, aunque no podr ejercer la profesin hasta el treinta y uno de octubre. Crawford acept el vaso de vino que le ofreca y tom un buen trago. Cmo, la vspera de Todos los Santos? Cre haberle odo decir ciruga, no brujera. Keats dej escapar una carcajada algo vacilante y la inquietud volvi a apoderarse de sus rasgos. Es cuando cumplo la mayora de edad. Nac el treinta y uno de octubre. Mi... Se call al ver que Crawford estaba mirando fijamente unos cristalitos azulados de superficie algo nudosa colocados sobre un estante.
4 Be frankish. s franco. (N. del T. )
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Qu son? pregunt Crawford. Oyeron el sonido de una llave que era introducida en la cerradura de la puerta principal y un hombre bastante alto abri la puerta y entr en la habitacin. No pareca tan joven como Keats, y su delgado rostro mostraba una expresin bienhumorada. Henry! exclam el joven Keats con un claro alivio en la voz. Te presento a Michael... Myrrh? Michael..., eh..., Frankish5 le corrigi Crawford. Se puso en pie, pero no lleg a apartar la vista de los cristalitos. Sus facetas reflejaban la luz de la lmpara convirtindola en agujas brillantes que parecan aumentar la presin ejercida por la fiebre agazapada detrs de la frente de Crawford. Arthur Appleton me dijo que poda encontrar alojamiento aqu. Estudio medicina en el Hospital de San Telmo... Mene rpidamente la cabeza y tosi intentando disimular su confusin. Quiero decir en el Hospital de Santo Toms. Henry Stephens le obsequi con una sonrisa tan amable como escptica, pero aparte de eso se limit a asentir con la cabeza. Si viene recomendado por Arthur... Bueno, me basta con eso. Puede... Cmo, John, te marchas? Me temo que s dijo Keats cogiendo una chaqueta colgada en un perchero junto a la puerta. Tengo que ver a los pacientes de caridad del doctor Lucas. Me alegra haberle conocido, Michael aadi mientras iba hacia la puerta. En cuanto la puerta se hubo cerrado, Stephens se dej caer en un silln y cogi el vaso de vino que Keats haba dejado en la mesa. San Telmo, eh? Crawford estaba agotado, pero sonri y cambi de tema. Qu es eso de los pacientes del doctor Lucas? Stephens inclin la cabeza un par de centmetros. El joven John es ayudante del cirujano ms incompetente de todo Guy's. Los ayudantes de Lucas siempre tienen montones de vendajes infectados que cambiar. Crawford seal los cristalitos con la mano. Qu son? Stephens quiz se diese cuenta de que la estudiada tranquilidad con que Crawford formul su pregunta era una mera pose, pues le observ atentamente antes de responder. Son clculos biliares. Piedras de vejiga, ya sabe... dijo lentamente. El doctor Lucas trata a muchos pacientes que padecen de clculos. Ya he visto piedras de vejiga con anterioridad y ninguna tena ese aspecto dijo Crawford. Parecan guijarros de caliza con muchas aristas. stos parecen cuarzo. Stephens se encogi de hombros. Son lo que Lucas saca de sus pacientes cuando les abre. Estoy seguro de que ellos deben de estar hartos... Cualquier da el administrador llamar a Lucas a su despacho y le dir: Doctor, est agotando los recursos minerales de nuestros pacientes!. Stephens se reclin en su asiento y ri suavemente durante unos segundos. Despus tom un sorbo de vino y sigui hablando. Ver, Keats no es muy buen estudiante. Los chicos que trabajan como ayudantes de Lucas nunca lo son. Pero las dotes de observacin de Keats quiz sean... Bueno, quiz sean algo ms grandes de lo que se imagina el administrador del hospital. Crawford se dio cuenta de que se le estaba escapando algo. Ah, ya... dijo intentando que no se le nublara la vista. Y por qu guarda esas cosas en vez de tirarlas a la basura?
El juego de palabras se pierde en castellano. Myrrh significa mirra y frankincense incienso. Keats no recuerda bien el apellido falso dado por Crawford y se hace un lo con los Reyes Magos. (N. del T. )
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Stephens mene la cabeza en un gesto de desilusin bienhumorado pero aparentemente autntico. Maldicin... Los estaba observando con tanta atencin que durante unos momentos cre que quiz lo saba! Confieso que no tengo ni la ms mnima idea, pero recuerdo que en una ocasin Keats estaba jugueteando con ellos, sostenindolos delante de la luz y esas cosas, comprende?, y le o hablar en voz muy baja, como consigo mismo. Tendra que tirarlos dijo. S que puedo seguir mi autntica vocacin incluso sin ellos. Crawford tom otro sorbo de vino y bostez. Ya. Y cul es su autntica vocacin? Quiere ser joyero? Seran unas joyas ms bien desagradables, verdad? No. Stephens observ a Crawford con las cejas enarcadas. No, Keats quiere ser poeta. Crawford estaba a punto de quedarse dormido, y saba que en cuanto cerrara los ojos dormira un mnimo de doce horas, por lo que pregunt a Stephens cul iba a ser su habitacin y en cuanto le hubo acompaado hasta ella dej caer su bolsa de viaje en el suelo. Fue a coger su vaso y se qued inmvil durante un momento en el pasillo haciendo girar los tres centmetros de vino que quedaban en el fondo del vaso. Y qu tiene que ver la poesa con las piedras de la vejiga? pregunt volvindose hacia Stephens, quien le haba ayudado a coger las mantas del armario donde guardaban la ropa de cama. No espere que sea yo quien se lo aclare dijo Stephens. No mantengo relaciones ntimas con las Musas. Al principio crey que la mujer del sueo era Julia, pues incluso en la penumbra estaban en una caverna? poda ver el brillo plateado del antimonio alrededor de sus ojos, y Julia se haba blanqueado las cejas con antimonio para la boda. Pero cuando su silueta desnuda se puso en pie y fue hacia Crawford cruzando el suelo se dio cuenta de que no era ella. La luz de la luna trep por un muslo blanco cuando pas junto a una ventana o hendidura en la pared de la caverna, y Crawford pudo oler el aroma del jazmn que florece de noche y de las olas del mar. Un instante despus ella estaba en sus brazos y l la besaba apasionadamente, sin importarle que la suave lisura de su piel fuese tan fra como las baldosas de piedra que haba bajo sus pies descalzos, ni que sus fosas nasales se hubieran visto repentinamente invadidas por un extrao olor almizclado. Unos momentos despus estaban rodando sobre las baldosas, y lo que haba debajo de las yemas de sus dedos no era piel, sino escamas, y eso tampoco le import; pero el sueo no tard en cambiar, y ahora estaban en el claro de un bosque donde la luna creaba manchas de una luz muy plida, que se encenda y se apagaba en un continuo guio, como el de monedas de plata que girasen sobre su eje, y las ramas que haba encima de su cabeza se agitaban impulsadas por el viento mediterrneo... La mujer escap de su abrazo y desapareci entre la espesura, y aunque la sigui a rastras llamndola en voz alta sin importarle las heridas que le causaban los espinos, el murmullo de su avance se fue haciendo cada vez ms lejano y no tard en desvanecerse. Pero haba algo que pareca estar respondiendo a su llamada. O era l quien responda a la llamada de aquel algo? Las identidades empezaron a confundirse, tal y como suele ocurrir en muchos sueos, y un instante despus se encontr contemplando una montaa, y aunque nunca haba estado all le bast con verla para saber que era un pico de los Alpes. Pareca tener kilmetros de altura y ocultaba toda una parte del cielo, aunque la delgada capa de nubes que acariciaba su seno con dedos hechos de sol y sombra le revel que se encontraba a muchos kilmetros de distancia..., y a pesar de la anchura de sus hombros y de los robustos contornos de su mandbula supo que la montaa era una mujer.
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El dolor del mun le despert antes de que amaneciese. Dos das despus, estaba subiendo por los anchos peldaos que llevaban a la entrada principal del Guy's contemplando las columnas de estilo griego que se extendan por encima de su cabeza, naciendo sobre el arco que coronaba la puerta hasta perderse en el tejado dos pisos ms arriba; pero tanta piedra lisa haca que la luz del sol pareciese demasiado fuerte e hiriente, por lo que dej que sus ojos acabaran posndose en los tacones de las botas de Keats, que iban ascendiendo por los peldaos justo delante de l. Durante los dos ltimos das haba estado asistiendo a varias conferencias en el Guy's y el Santo Toms. Confiaba en que podra ponerse en contacto con Appleton para que ste reconociera como buena la firma que haba falsificado en su solicitud de matrcula..., suponiendo que Crawford decidiera seguir la va oficial que le llevara a convertirse nuevamente en cirujano bajo el nombre de Michael Frankish. Y estaba prcticamente seguro de que no se encontrara con nadie que pudiera delatarle. Para empezar, el doctor Crawford siempre haba trabajado en hospitales situados al norte del ro y, adems, Michael Frankish ya no se pareca mucho al antiguo doctor Crawford. Durante los ltimos tiempos haba hecho cuanto estaba en su mano para perder peso, con el fin de ser un novio lo ms guapo posible, y haba descubierto que segua perdiendo peso, aunque ahora de forma involuntaria. Nadie que le hubiese conocido una semana antes le habra descrito diciendo que tena las mejillas chupadas y los ojos hundidos en las cuencas, y ahora las dos cosas eran tan desgraciadas como innegablemente ciertas. Keats lleg al final de la escalera y se volvi hacia Crawford con el ceo fruncido. Est seguro de que se encuentra bien? Me encuentro estupendamente. Crawford sac un pauelo de su bolsillo y se limpi la frente. Estaba algo mareado, y le pas por la cabeza que Newton deba de tener razn cuando afirm que la luz era un conjunto de partculas, pues hoy poda sentir claramente cmo stas chocaban con su cuerpo. Se pregunt si iba a desmayarse. Qu tiene hoy? Teora y prctica de la Medicina? No dijo Keats. Esta maana tengo que echar una mano en las salas de tajos... Los pacientes que se estn recuperando de las litotomas, ya sabe. Le importa que..., que le acompae? pregunt Crawford intentando que sus labios formaran una sonrisa despreocupada. Se supone que debo asistir a la clase de anatoma del viejo Ashley, pero si voy a escucharle conseguir que me quede dormido. Adems, estoy seguro de que podr familiarizarme ms con el tema recorriendo las salas que sentado oyendo una maldita conferencia soporfera. Keats pareci vacilar durante unos momentos y acab sonriendo. Me ha dicho que trabaj como ayudante de un cirujano naval, verdad? Bueno, en tal caso supongo que estar acostumbrado a ver cosas mucho peores. Venga conmigo. Sostuvo la puerta para que Crawford entrara. Maana tengo que examinarme y despus estar fuera durante dos meses trabajando en Margate... Puede que acabe sucedindome en el puesto de ayudante del doctor Lucas, por lo que quiz sea buena idea que le ensee un poco el lugar. Se presentaron en el despacho del jefe de cirujanos, quien ni tan siquiera alz los ojos cuando se le dijo que Michael Frankish iba a ser el nuevo ayudante de Lucas. Lo nico que hizo fue entregarle un certificado de admisin y ordenarle que se limpiara las botas antes de subir a las salas. Atender a todos los pacientes del doctor Lucas requiri algo ms de una hora. Cuando era estudiante, a Crawford no le haba importado atender a los pacientes operados que se recuperaban en las salas de convalecencia. El teatro de operaciones era mucho peor, un pandemonio horripilante en el que corpulentos celadores luchaban con algn paciente que no paraba de gritar, intentando impedir que
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se levantara de la mesa mientras un cirujano sudaba, maldeca y hurgaba con el bistur en tanto que sus zapatos abran surcos en la arena ensangrentada del suelo cuando se apoyaba en ella para asestar un nuevo tajo que el paciente resistira con todas sus fuerzas. Las salas de saliveo donde los sifilticos babeaban sin poder evitarlo como resultado del ungento de mercurio con que se cubran sus lesiones eran igual de pesadillescas, aunque bastante ms tranquilas, pero al menos las salas de convalecencia eran el lugar donde un estudiante de medicina poda ver cmo el proceso de la curacin iba desarrollndose lentamente da tras da. Las salas de convalecencia del doctor Lucas eran distintas. Despus de haber cambiado el primer vendaje maloliente y empapado en sangre y secreciones, Crawford comprendi que Stephens estaba en lo cierto cuando hablaba tan despectivamente sobre las habilidades del cirujano. Jams haba visto incisiones ms torpes, y estaba claro que el porcentaje de pacientes que moriran iba a ser por lo menos tan elevado como el de los que saldran beneficiados de la operacin en que se les haban extrado una o varias piedras de la vejiga. Un sacerdote de cabellos grises estaba arrodillado junto a la ltima cama de su recorrido, y alz la cabeza en cuanto Keats se inclin sobre el paciente. El viejo sacerdote pareca haber estado profundamente absorto en la plegaria, pues sus ojos necesitaron varios segundos para centrarse en los recin llegados, e incluso entonces lo nico que consigui hacer fue mover la cabeza en seal de asentimiento y darse la vuelta. Disculpe, reverendo dijo Keats. Tengo que cambiar los vendajes. El sacerdote volvi a mover la cabeza, se apart de la cama y meti la mano dentro de su casulla..., pero Crawford tuvo tiempo suficiente para ver la sangre que haba en sus dedos. Alz los ojos hacia su rostro sintiendo una considerable perplejidad, vio como se lama rpidamente el labio superior y se pregunt si tambin habra estado manchado de sangre. Los ojos del sacerdote se encontraron con los suyos durante una fraccin de segundo y el rostro del anciano se tens a causa de alguna emocin curiosamente parecida al odio o la envidia. Una mano ensangrentada emergi de la casulla durante una fraccin de segundo con el dedo anular oculto dentro del puo, y un dedo manchado por una sustancia oscura seal la mano izquierda de Crawford. El anciano movi los labios como si le escupiera, se dio la vuelta y sali rpidamente de la sala. Keats estaba inclinndose sobre la silueta que yaca en el lecho. Alarg el brazo y le abri un ojo. Est muerto dijo, hablando en voz lo bastante baja como para no alarmar a los pacientes de las camas contiguas. Puede avisar a una enfermera? Dgale que busque a un doctor y al portero para que podamos llevarlo al osario. El corazn de Crawford estaba latiendo a toda velocidad. Dios mo, John, ese sacerdote tena sangre en las manos! Y antes de salir corriendo de aqu me mir de la forma ms horrible que se pueda imaginar... Seal el cadver de la cama. Cree que... ? Keats le observ durante unos momentos y acab volvindose hacia la puerta por la que haba salido el sacerdote. Despus agarr las mantas y las baj para contemplar el vendaje en forma de paal. Mientras lo haca, Crawford pens que el rostro de Keats pareca an ms anciano que el del sacerdote. No, no le ha matado dijo Keats en voz baja pasados unos segundos. Pero estaba..., estaba saqueando el cuerpo. La sangre de... ciertos pacientes tiene un..., tiene cierto valor. Estoy casi seguro de que no era un autntico sacerdote, y me ocupar de que se le impida entrar aqu en el futuro. A partir de ahora tendr que conformarse con las salas de convalecencia del San Jorge. Movi la mano. Busque a una enfermera.
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Las palabras de Keats le haban disgustado e intrigado al mismo tiempo, pero cuando se alej por el pasillo el que un joven de veinte aos acabara de darle rdenes con tanta seguridad en s mismo hizo que el estado anmico de Crawford fuese ms bien de amarga diversin. Pero en cuanto empez a bajar por la escalera su diversin se convirti en una mezcla de horror e incredulidad. Una enfermera suba lentamente por la escalera con paso envarado y Crawford ya haba extendido la mano para atraer su atencin cuando ella alz los ojos y la reconoci. Era Josephine Carmody, y pareca totalmente dominada por su personalidad mecnica. La mano de Crawford vacil una fraccin de segundo a mitad del movimiento que haba iniciado, y acab subiendo para posarse sobre su cuero cabelludo y rascarlo como si nunca hubiera tenido la ms mnima intencin de que el gesto atrajese la atencin de la enfermera. Crawford baj los ojos y se apart para dejarla pasar. Su corazn vibraba huecamente con el eco de cada latido, y estaba tan aterrorizado que apenas saba lo que haca. La enfermera sac la pistola de debajo de su blusa cuando estaba demasiado cerca de l, y en vez de meterle el can en la oreja slo consigui que el metal recalentado por el contacto con la carne se deslizara sobre su nuca. Crawford vio como retroceda un paso para poder apuntar. Lanz un grito de alarma y golpe la mano que sostena la pistola con su puo derecho. El aliento escap en un silbido por entre sus dientes y la pistola sali despedida de entre los dedos de Josephine, pero choc con la pared y slo cay tres peldaos. Josephine se lanz sobre ella. Crawford pens que no lograra alcanzarla antes de que hubiese recuperado el arma, por lo que gir sobre s mismo, encorv el cuerpo y medio corri medio se arrastr escalera arriba. Josephine no dispar, pero poda or sus pisadas siguindole y el imperturbable sonido de esas zancadas casi metronmicas resultaba todava ms aterrador que la pistola. Crawford corri por el pasillo gimoteando y entr en la sala donde estaba esperndole Keats. Crawford avanz tambalendose por la sala desprovista de ventanas. Keats le oy, alz los ojos y le mir sorprendido. Ha conseguido encontrar alguna... ? empez a decir. John, deprisa le interrumpi Crawford. Cmo puedo salir de aqu aparte de por la escalera? Pero el sonido de los pies que se movan como un metrnomo ya haba llegado al piso en el que se encontraban. Jess! chill Crawford. Corri hacia la puerta y sali de la sala. Josephine estaba a diez metros de distancia apuntndole con la pistola. Crawford se sent en el suelo y se tap el rostro con un brazo. Su nica esperanza era que Josephine apretara el gatillo enseguida sin tomarse el tiempo de apuntar cuidadosamente..., y un instante despus algo sali disparado del umbral de la sala que estaba a su derecha. La pistola emiti un relmpago acompaado por una fuerte detonacin, y Crawford no sinti el impacto de ningn proyectil. Baj la mano..., y vio una criatura iridiscente que pareca un cruce de serpiente y arco iris. Su enorme cuerpo escamoso se enroscaba en el aire interponindose entre l y Josephine. Crawford intent ver si posea alas que se movan demasiado deprisa para que pudiese distinguirlas con claridad, como las de un colibr, o si estaba suspendida de alguna especie de telaraa, pero la criatura se esfum antes de que pudiera decidirlo. La atmsfera del pasillo ola a rancio, y una rfaga de aire imposiblemente helado choc contra su cuerpo hacindole estremecer. Josephine estaba contemplando con ojos desorbitados el lugar donde haba flotado la criatura. Un instante despus se dio la vuelta y huy corriendo hacia la
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escalera movindose con una veloz gracia animal que era el reverso de su postura mecnica anterior. Keats ya estaba junto a Crawford. Entre aqu oy que le deca con voz ronca. Si le preguntan, niegue haber visto nada que se saliese de lo normal. Tir de Crawford hasta hacerle entrar en la sala. Los pacientes estaban muy nerviosos y preguntaban con voces chillonas qu ocurra y quin les llevara a un lugar seguro si el edificio estaba siendo atacado por los franceses. Keats les explic que una enfermera se haba vuelto loca y haba disparado con una pistola, y para gran sorpresa de Crawford aquella explicacin pareci calmarles enseguida. Acte como si fuera medio retrasado murmur Keats. De todas formas le han nombrado ayudante de Lucas, as que todo el mundo le tomar por tal... Dgales que este tipo seal el cadver que yaca en la cama ya estaba as cuando entramos. Crawford se dispona a abrir la boca para decir que el paciente realmente estaba muerto cuando entraron en la sala, pero antes de que hubiera tenido tiempo de hablar, sus ojos se posaron en la figura que ocupaba la cama. El cuerpo se haba derrumbado sobre s mismo como una nasa de pesca a la que se le han quitado los anillos metlicos que le dan forma, y la boca era un agujero calcinado desprovisto de dientes. Crawford alz la vista y descubri que Keats le estaba observando con expresin impasible. Su... La cosa que le salv sali de ah dijo Keats. Si ese viejo saqueador disfrazado de sacerdote no le hubiese robado parte de su potencia, probablemente no se habra conformado con detener el proyectil y habra matado a esa mujer.
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Las piedras... ............ empiezan a perder su dureza y, poco a poco, se ablandan, para cobrar forma, para aumentar de tamao, y se van volviendo menos speras hasta parecer seres [humanos, o por lo menos todo lo humanas que parecen las estatuas cuando el escultor acaba de ini [ciar su trabajo; imgenes atrapadas a medio hacer...
OVIDIO,
Metamorfosis
Crawford sigui el consejo dado por Keats. Cuando fueron interrogados por el jefe de cirujanos habl con voz pastosa y dej que su boca tendiera a abrirse lo ms posible ante cada pregunta. El aturdimiento y el asombro que senta eran reales, por lo que no tuvo que fingirlos, as como tampoco fingi la propensin a dar un salto cada vez que se produca algn movimiento brusco cerca de l. El jefe de cirujanos les cont que la enfermera que haba disparado contra Crawford consigui huir del hospital, por lo que ste pudo decir que no la haba visto nunca y que no tena ni la ms mnima idea de qu esperaba conseguir con semejante acto. El estado del cadver de la cama fue atribuido a un rebote del proyectil disparado por la pistola, y asentir diciendo que pareca la explicacin ms probable requiri unas capacidades de actor que Crawford jams haba imaginado poseer. La jornada laboral de Keats haba terminado y Crawford saba que el hecho de que Josephine se las hubiera arreglado para encontrarle tambin haba puesto punto final a sus das como estudiante de medicina, por lo que los dos salieron del hospital y fueron por la calle Dean. Unos cuantos hombres estaban descargando fardos de ropas viejas de unas carretas en la esquina sur del Hospital de Santo Toms, y los gritos de los vehculos de los comerciantes y cocheros que haban quedado atrapados en el atasco casi ahogaban el clamor de las docenas de muchachos y perros que jugaban alrededor de las ruedas. Keats y Crawford empezaron a abrirse paso con los codos entre la multitud y ninguno de los dos dijo nada durante varios minutos. John, qu era esa cosa? pregunt Crawford por fin cuando hubieron dejado atrs lo peor del ruido. Qu era esa serpiente voladora? Keats pareci amargamente divertido. Est intentando decirme que no lo sabe? Crawford pens en ello durante unos segundos. S respondi.
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Keats se detuvo y le mir, obviamente enfadado. Cmo es posible? Diablos... Hasta dnde espera que llegue mi credulidad? Por ejemplo, se supone que he de creer que la causa de ese dedo amputado fue realmente la gangrena? Crawford dio un paso hacia atrs y alz las manos intentando calmarle, aunque Keats era ms bajo que l y catorce aos ms joven. Admito que eso es mentira dijo. No estaba muy seguro de si deseaba compartir su historia personal ms reciente con Keats, por lo que intent cambiar de tema. Se dio cuenta de que ese falso sacerdote me mir el..., el sitio donde estaba mi dedo antes de que lo perdiera? Mene la cabeza con expresin de perplejidad. Pareci como si..., como si eso le irritara. S, desde luego. Oiga, es posible que realmente no sepa nada sobre todo esto? Crey que usted haba ido all por la misma razn que l, y se enfad porque bastaba con verle la mano para darse cuenta de que no tena ninguna necesidad de estar en esa sala de hospital. Estaba... ? Qu diablos intenta decirme? Que haba ido all para que le amputaran un dedo? Y que estaba celoso de m porque me falta un dedo? John, lo siento, pero eso ni tan siquiera... No hablemos de estas cosas en la calle. Keats pens en silencio durante unos momentos, acab volvindose hacia Crawford y le mir fijamente. Ha estado alguna vez en la Galatea, debajo del puente? La Galatea? No. Qu es, una taberna? A juzgar por el nombre cualquiera pensara que... No lleg a completar la frase, pues haba estado a punto de decir que las camareras son estatuas vivientes. Lo que dijo fue: Por qu est debajo del puente? Keats ya se haba puesto en movimiento. Por la misma razn que los trolls se cobijan debajo de los puentes replic mirndole por encima del hombro. La Galatea era una taberna y estaba debajo del Puente de Londres. Keats y Crawford bajaron por un tramo de peldaos de piedra que les llev a la angosta orilla del ro hasta llegar a las sombras de las barcazas de carbn atracadas en ella, donde los dos se abrieron paso por entre los borrachos inconscientes y los montones de algas medio podridas, se adentraron en la hmeda oscuridad que haba debajo del puente y en un momento dado incluso tuvieron que caminar en fila india por una cornisa de treinta centmetros de anchura suspendida encima del agua, y Crawford se pregunt si habra alguna otra entrada para los suministros o si la comida y la bebida consumidas en la taberna llegaran hasta su puerta transportadas en botes. Antes de llegar a la puerta dejaron atrs los deformados marcos de las ventanas de la taberna. La luz de las lmparas creaba manchones ambarinos en los cristales de psima calidad, y al verlos Crawford pens que el ancho vientre de piedra del puente que haba sobre sus cabezas hara que la luz del sol jams pudiese llegar hasta all. Nueve lamparillas minsculas ardan sobre la puerta, y Crawford se pregunt si seran los restos de un dibujo original que haba perdido unas cuantas luces, pues sus posiciones cuatro agrupadas, luego dos y despus tres, no parecan obra del azar. Keats le precedi, empuj la puerta y desapareci en el interior del local. Crawford le sigui y vio que la taberna no tena ningn suelo realmente digno de ese nombre. Cada mesa se sostena sobre su propia losa o saliente de los cimientos primordiales, y estaba unida a sus vecinas por pasajes o escalerillas, y cada una de la media docena de lmparas que colgaban del techo posea una cadena individual de
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longitud distinta a la de las dems. Crawford se sorprendi de que el local no oliera a barro y arcilla mojada, sobre todo teniendo en cuenta su emplazamiento. Aquella maana de verano haba muy pocos clientes, y Keats gui a Crawford hasta dejarlos atrs siguiendo un largo trayecto serpenteante que les llev hasta una mesa situada sobre un viejo pedestal, en lo que Crawford supuso deba de ser la parte trasera de la taberna. Una lmpara se balanceaba a un par de metros sobre la maltrecha superficie negra de la mesa impulsada por alguna brisa subterrnea, pero cuando tomaron asiento, las sombras que cayeron sobre ellos para engullirles eran tan negras como impenetrables. Vino? sugiri Keats con una alegra algo incongruente. Aqu puede conseguir que se lo sirvan en un cuenco de amatista, sabe? Los antiguos griegos crean que el vino servido en esos recipientes perda su capacidad de embriagar. Lord Byron tena la costumbre de beber vino en un crneo hecho de amatista. S, le algo sobre eso... Pero creo que no era ms que un crneo, una vieja calavera de hueso dijo Crawford, negndose a dejarse intimidar por los extraos modales de Keats. Creo que era la calavera de un monje. Parece ser que la encontr enterrada en su jardn. Y, s, el vino es la bebida ms adecuada para un da como hoy... Tomar jerez, si tienen alguno que sea bien espeso y tonificante. Un hombretn bigotudo con un delantal trep al pedestal por el lado donde estaba Keats y les sonri. Crawford supuso que se haba dejado crecer el bigote para ocultar una parte del bulto indudablemente canceroso que le desfiguraba la mandbula. Vaya, vaya, mira a quin tenemos aqu! exclam el hombretn. Qu, amigos, han venido a buscar un poco de compaa? Quieren celebrar este da tan magnfico del que disfrutarnos compartindolo con algn neffy6? No estoy muy seguro de a quin tenemos disponible hoy, pero no me cabe duda de que habr ms de uno dispuesto a pagar por... Conoces a mi amigo? le interrumpi Keats. Mike Frankish, Pete Barker. Barker hizo una leve reverencia. Cualquier persona capaz de convencer al seor Keats para que honre mi estable... Slo queremos tomar una copa volvi a interrumpirle Keats. Un jerez oloroso para mi amigo y un clarete de la casa para m. La sonrisa del hombre sigui siendo tan burlonamente sabia como antes, pero repiti lo que le haban pedido y se march. No te conoce. Keats pareca pensativo. Y Barker conoce a todos los que se relacionan con los neffs de Londres. Qu es eso de neff, y por qu crees que soy un neff? El hombretn volvi con sus bebidas y Keats esper a que Barker hubiera vuelto a perderse entre las tinieblas. Oh, no te quepa duda de que eres un neff, Mike. Si no lo fueses, ahora estaras agarrndote a los lados de la mesa de operaciones mientras algn mdico hurgaba en tu abdomen buscando esa bala de pistola. Pero lo supe en cuanto te vi... La marca es inconfundible, comprendes? Esa especie de brillo enfermizo y febril que se percibe en los ojos resulta imposible de ocultar. Est claro que llevas poco tiempo en tu nuevo estado. Es imposible vivir mucho tiempo en cualquier ciudad llevando la marca encima sin darse cuenta de la atencin que atraes..., y de todas formas tu dedo an no est curado del todo, y los mordiscos se curan muy deprisa. Maldita sea, no perd el dedo a causa de un mordisco dijo Crawford. Una bala me lo arranc.
Como se revela bastante ms avanzado el libro y una vez que la accin se ha trasladado a Italia, neffy y varias palabras similares ms son otros tantos derivados de nefandous (nefando en ingls). (N. del T. ) 6
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Keats sonri. Oh, s, estoy seguro de que debi de parecerte que haba sido una bala. Pero intenta convencer de eso a los neffers..., las personas a las que irs conociendo y que viven la existencia de un neff. Crawford tom un sorbo de aquel jerez tan espeso que pareca melaza y dej el vaso sobre la mesa con un golpe seco, ms perplejo que nunca. Qu quiere decir esa palabra? pregunt con voz firme y tranquila, ignorando el leve gemido que hizo vibrar la oscuridad a su alrededor. Keats extendi las manos hacia l y abri la boca disponindose a hablar, pero dej escapar el aliento y sonri. Bueno... Es una perversin sexual, al menos en la mayora de los casos. Segn la polica, es el deseo malsano de realizar el acto sexual con personas que tienen ciertas clases de mutilaciones y deformidades fsicas, como nuestro amigo Barker el de la gran mandbula. Pero segn los devotos es la obsesin por cierta clase de seres... Succubae, lamiae, etctera. Crawford no saba si rer o enfadarse. As que soy la clase de hombre capaz de tomar a Barker por una bella vampira? Maldita sea, John... No, t no eres de los que buscan a esos seres. Keats suspir. El problema estriba en que ya no hay lamias o vampiras de pura raza. Contempl a Crawford con los ojos entrecerrados. Mejor dicho, apenas queda ninguna, por lo que normalmente hay que conformarse con descendientes remotos de esa raza. Y normalmente lo que les distingue es alguna especie de..., de tumor. El tumor es la evidencia del parentesco. En realidad, es su mismsima sustancia. Y el mero hecho de saber que alguien como ese tal Barker desciende de Lilith o de alguna otra criatura parecida basta para que esos pervertidos le encuentren irresistible? John, te juro que... Keats no le dej terminar la frase. La criatura que te salv del proyectil de pistola esta maana no era ninguna mestiza. Era el ejemplar ms venenosamente bello de su especie que jams he visto, y hay neffers ricos que te conseguiran un ttulo de barn, una gran casa en el campo y montones de tierras a cambio de media hora con ella, aun sabiendo que eso significara su muerte segura. Mene la cabeza con una expresin casi de envidia. Cmo diablos llegaste a conocerla? Infiernos, pero si t estabas all. Dijiste que sali de la garganta de ese cadver. No. Pudo utilizarlo como..., como canal porque el muerto era una de esas personas que llevan dentro unas cuantas gotas de su sangre de piedra. Tambin es posible que hubiera sido vctima de alguna de ellas, pero... No, sali del cadver porque te conoca. Se qued callado, contempl la oscuridad en silencio durante unos segundos y sigui hablando en un susurro. Te conoca y se senta obligada a protegerte, igual que si fueras... Igual que si fueras un miembro de la familia, no una simple presa, cosa que les encantara ser a los clientes de este local. Cmo ocurri? Cundo te arranc el dedo de un mordisco? Sonri. Perdn, lo haba olvidado. Cundo perdiste ese dedo por culpa de una bala? Te juro que nunca haba visto a esa criatura. Perd el dedo porque un hombre me lo arranc de un balazo en Sussex, y puedo asegurarte que no pareca un vampiro. Keats puso cara de escepticismo. Maldita sea, te estoy diciendo la verdad! Y cmo es que sabes tanto de esas cosas? Eres de esos tipos que encuentran su placer observando a los depravados, o qu? La sonrisa del joven era como las que Crawford haba visto a la luz de las llamas a bordo de navos que luchaban en la noche, esas sonrisas espectrales que
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iluminaban los rostros de jvenes marinos que ya haban sobrevivido a muchas cosas y albergaban la esperanza de seguir con vida hasta el amanecer. Puede que lo sea. Me han dicho que tengo su mismo aspecto, y los viejos habites que frecuentan este lugar me consideran un petimetre impertinente por evitarlo y no permitirles gozar de los beneficios que les acarreara el relacionarse con alguien como yo. Pero aun admitiendo que sea uno de ellos, lo soy por nacimiento y no porque as lo haya escogido; soy un... Bueno, digamos que tengo ms de perseguido que de perseguidor. Y estoy casi seguro de que a ti te ocurre lo mismo. Keats se puso en pie. Listo? Bien, vmonos. Siempre me alegra salir de aqu. Dej caer algunas monedas sobre la mesa y fue hacia la escalera ms cercana a la distante claridad griscea procedente de las ventanas delanteras. Un gemido procedente de la direccin opuesta cre ecos que resonaron en las oscuras profundidades del local. Crawford volvi la cabeza hacia all y crey ver un grupo de figuras apelotonadas alrededor del pie de una mesa, y dio un paso vacilante hacia ellas. Keats le cogi del brazo. No, Michael. No juegue a hacerse el santo dijo en voz baja. Aparte de nosotros, la clientela est aqu por voluntad propia. Crawford acab encogindose de hombros y le sigui. La luz de una lmpara cay sobre los ojos de Crawford mientras pasaba junto a una mesa. Estuvo a punto de chocar con el tablero de madera y el hombre sentado a la mesa le mir durante un momento. Despus se mordi el dedo, se levant trabajosamente del asiento y sigui a Crawford hasta la puerta, gimoteando como un perro que suplica comida y agitando su mano ensangrentada en un gesto de invitacin. Volver al nivel de la calle slo sirvi para aumentar el nerviosismo de Crawford. Estaba casi seguro de que Josephine no les haba seguido desde el hospital, pero caba la posibilidad de que hubiera abandonado la idea de una venganza personal y hubiese acudido a las autoridades, quienes podran averiguar fcilmente dnde viva consultando los archivos del hospital. Los sheriff podan estar esperndole ahora mismo en la casa de la calle Dean. Estaba preguntndose hasta qu punto poda confiar en Keats cuando el joven rompi el silencio. No has dicho nada al respecto, por lo que supongo que debes de conocer a la enfermera. Tomar la decisin de confiar en el joven no trajo consigo ninguna sensacin de alivio. S. Es mi cuada. Cree que asesin a mi esposa la noche del sbado. Mir hacia adelante con cierta preocupacin. No podramos ir hacia el oeste siguiendo la orilla? Keats se haba metido las manos en los bolsillos. Estaba inmvil, con los ojos clavados en el pavimento, y tard varios segundos en responderle. Cuando lo hizo alz los ojos hacia Crawford y le contempl con los prpados entrecerrados. Lo que haba en sus labios no llegaba a ser una autntica sonrisa. Muy bien dijo en voz baja. Podemos tomar una cerveza en Kusiak's... Es tu ronda, y tengo la sensacin de que ser mejor que lo aproveche mientras pueda. Esquivaron corriendo las carretas que avanzaban lentamente por la calle High, llegaron a la sombra de las casas de balcones protuberantes que ocupaban el lado oeste de la calle y fueron ms despacio. Parece estar muy segura observ Keats mientras caminaban por una de las callejas que iban en direccin paralela al ro. Me refiero a tu cuada...
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Las viejas fachadas que haba a su derecha estaban iluminadas por los rayos del sol, y Crawford caminaba por el lado izquierdo de la calle precediendo a Keats. Todo el mundo lo est. As es como perd el dedo... Alguien me dispar mientras hua. Crawford mene la cabeza. Nosotros... Ella y yo estbamos en una habitacin cerrada con llave. Slo haba una ventanita minscula, y cuando despert por la maana Julia... Es mi esposa, o lo era, y Julia estaba... Y, de repente, se encontr llorando en silencio mientras caminaba, y ni tan siquiera estaba seguro del porqu, pues ahora saba que en realidad nunca la haba amado. Volvi rpidamente la cara hacia las puertas, muros de ladrillo y ventanas que desfilaban a su izquierda con la esperanza de que Keats no se dara cuenta de lo que le ocurra. Un tendero muy gordo, inmvil detrs de una ventana, se encontr con la mirada de sus ojos llenos de lgrimas y gir rpidamente sobre s mismo para contemplar la puerta de la habitacin en que se hallaba, evidentemente convencido de que Crawford haba visto algo terrible a su espalda. Supongo que no fue tuberculosis dijo Keats en el mismo tono de voz que habra empleado para hablar del tiempo mientras inspeccionaba lo que tenan delante en busca de Kusiak's. Casi siempre es tuberculosis, o algo tan parecido que los doctores no se molestan en hacer ms averiguaciones. Mi madre muri de eso. Haba apretado el paso y Crawford tuvo que parpadear y esforzarse para que no le dejara atrs. Llevaba aos sintindose mal. Yo... Saba que era culpa ma, incluso de nio. Cuando tena cinco aos sola montar guardia ante la puerta de su dormitorio con una espada vieja, intentando mantener alejada de all a la cosa con la que haba estado soando. Recuerdo que lo importante no era que fuese una espada, sino que fuera de hierro... Pero no sirvi de nada. Se detuvo y cuando se volvi hacia l Crawford vio que sus ojos tambin estaban llenos de lgrimas. No des por sentado que estoy de acuerdo con tu cuada dijo con irritacin. Crawford asinti y se sorbi los mocos. No lo har. Qu planes tienes? Crawford se encogi de hombros. Pens que podra volver a convertirme en cirujano usando el apellido Frankish. Mi autntico apellido es Crawford y... Crawford el accoucheurl He odo hablar de ti. Pero ese plan se fue al infierno cuando Josephine me reconoci. Esa maldita cuada ma... Supongo que habr estado trabajando de enfermera en varios hospitales de Londres por si yo intentaba volver a practicar la medicina. Bien, tendr que marcharme de Inglaterra. Si me capturan y me juzgan por asesinato no habr ningn tribunal que me considere inocente. Keats asinti. S, hay muy pocos neffers metidos en el mundo de las leyes... Al menos, muy pocos que estn dispuestos a admitir lo que son. Bien, esto es Kusiak's. La posada a la que acababan de llegar era un espacioso local de dos pisos con un establo al lado y un pequeo muelle en la parte de atrs para que los clientes pudieran venir en bote. Keats le precedi al interior del bar, una habitacin cuyos paneles de roble y sillones tapizados de cuero ofrecan un tranquilizador contraste con el ambiente del Galatea. Crawford esperaba que el paseo hubiera servido para disipar el olor que se haba pegado a su cuerpo y sus ropas durante su breve estancia en aquel antro. Me pareci entender que te considerabas responsable de la muerte de tu madre dijo cuando hubieron encontrado una mesa junto a una ventana desde la que se poda ver el ro. Por qu? Y quiere decir eso que yo soy responsable de la de Julia?
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Dios bendito... No lo s. Si lo eres, no cabe duda de que se trata de una responsabilidad no intencionada. Creo que hay varias formas de que esas criaturas entren en relacin con los seres humanos, pero la mayora de ellas exigen el consentimiento de la persona en cuestin. En mi caso, estoy casi seguro de que se debi a la noche en que nac. Creo que esas criaturas pueden entrar en contacto con los bebs nacidos la noche del treinta y uno de octubre... Es como si esa noche no contara con la proteccin normal que s est vigente durante todas las dems noches, y si naces en ese momento eres como..., como un familiar honorario de esas criaturas. Te adoptan. Pueden concentrar su atencin sobre el beb nacido esa noche y cuando han concentrado su atencin en alguien, sea quien sea, parecen capaces de seguir su rastro mientras viva. Y tambin pueden seguir el rastro de su familia, lo cual siempre produce resultados catastrficos. Una copa de clarete, por favor aadi, volvindose hacia la joven que se haba detenido junto a su mesa. Y una pinta de cerveza dijo Crawford. Tienes familia? pregunt Keats cuando la joven hubo vuelto al mostrador. La campana de un vendedor de cerveza del ro poda orse a lo lejos creando dbiles tintineos que se deslizaban sobre las aguas. Crawford pens en el bote entre las olas, la casa en llamas y el cadver destrozado del lecho. No. Hombre afortunado... Pinsatelo bien antes de cambiar de posicin. Mene la cabeza. Yo tengo dos hermanos y una hermana. George, Tom y Fanny... Somos hurfanos, y siempre nos hemos sentido muy cerca los unos de los otros. No nos quedaba ms remedio, comprendes? Alz la mano y la contempl. La mera idea de que les ocurriera algo semejante, de que se convirtieran en una parte de esto, sobre todo en el caso de Fanny... Slo tiene trece aos y siempre he sido su favorito... Crawford tena que recordarse continuamente que Julia haba muerto de una forma inexplicable y que haba visto como la serpiente de aquella maana flotaba por los aires. Lo que Keats estaba dicindole quiz no fuese la autntica explicacin, pero saba que nunca lograra encontrar una explicacin natural a lo ocurrido. La camarera les trajo lo que haban pedido y Crawford se acord de que le tocaba pagar. Tom un sorbo de cerveza y abri la boca para hablar, pero Keats se le adelant. Quieres que vaya a la casa, que coja tus cosas y te las lleve a algn sitio procurando que no me siga nadie, verdad? Crawford cerr la boca y volvi a abrirla, bastante desconcertado. Eh... Yo... S, la verdad es que s. Te quedara terriblemente agradecido y aunque ahora no puedo recompensarte, te aseguro que en cuanto llegue al extranjero y me haya instalado... Olvdalo. Puede que algn da yo tambin necesite un favor de algn anfitrin reluctante... Enarc las cejas. Suiza? Crawford sigui contemplando al joven y se dio cuenta de que su rostro estaba enrojeciendo. No haba hablado con nadie de sus planes y ni tan siquiera l saba por qu haba decidido ir a los Alpes suizos. Keats pareca saber ms sobre Crawford que el mismo Crawford. Oye dijo intentando no perder la calma, estoy dispuesto a admitir que he tropezado con algo sobrenatural, y est claro que t sabes mucho ms sobre todo este srdido asunto que yo, pero me gustara que me dijeras cuanto sabes sobre mi situacin ahora mismo y que reservaras tu sentido del momento dramtico para tu maldita poesa. La leve sonrisa de superioridad y confianza en s mismo desapareci de los labios de Keats, y de repente su rostro pareci muy joven y avergonzado.
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Stephens? pregunt. Te habl de...? S, me habl de ello. Y tambin me cont lo mucho que te gusta despreciar a esos neffers a pesar de que te has guardado esas repugnantes piedras de vejiga para que te sirvan de ayuda cuando escribes versos. Cmo funcionan? Te dan buena suerte o qu? Supongo que algn da tendrs la mandbula deforme del viejo Barker sobre la repisa de tu chimenea, y cuando la hayas conseguido Byron, Wordsworth y Ashbless ya podrn ir recogiendo su equipaje potico y volver a sus casitas, no? Keats sonri, pero su rostro haba perdido el color. No es culpa tuya dijo en voz baja y tensa, como si hablara consigo mismo No sabes lo suficiente para que deba considerarme ofendido... Al menos, no demasiado. Suspir y se pas los dedos por entre sus mechones pelirrojos. Escchame bien. Soy una de las personas que han atrado la atencin de un miembro de esa otra raza. Ocurri la noche en que nac, como ya te he contado. Si quisiera utilizar esa conexin para que me ayudara a escribir, y creo que podra hacerlo pues es muy posible que esas cosas sean las criaturas a las que la mitologa recuerda con el nombre de Musas, podra invocar a mi... Cmo llamarla? S, podra invocar a mi hada madrina, y te aseguro que no necesitara rondar por las salas de convalecencia de los pacientes hasta que se me presentara la ocasin de robar una piedra de vejiga o un tazn de sangre, con la esperanza de conseguir la clase de leve contacto que slo llega a mostrarse con toda claridad en la deformacin de ciertos sueos. Crawford abri la boca para interrumpirle, pero Keats le redujo al silencio con un gesto de la mano y sigui hablando. Sabas que los neffers suelen llevar consigo un pauelo manchado de sangre para dar la impresin de que estn tsicos o que sufren de consuncin? No, claro que no lo sabas... Eso da a entender que has conseguido atraer la atencin de un vampiro y que una de esas criaturas puede tomarse la molestia de perder su precioso tiempo devorndote. Oh, s, es todo un honor... Pero yo soy un miembro de la maldita familia, entiendes? Y est claro que t tambin lo eres. Nos prestan tanta atencin que no permitirn que muramos, aunque no sienten tantos escrpulos hacia los miembros de nuestras autnticas familias terrenales. Keats mene la cabeza. Pero mis versos me pertenecen, maldita sea. Yo... Hay muchas cosas a las que no puedo escapar. La proteccin, una vida ms larga de lo normal... Pero no permitir que se entrometan en lo que escribo. Crawford extendi los dedos de su mano mutilada. Lo siento. Entonces, por qu diablos conservas esas piedras? Keats se haba vuelto hacia la ventana y estaba contemplando el ro con expresin pensativa. No lo s, Mike. Supongo que por la misma razn que me impuls a no marcharme del hospital cuando los administradores decidieron que era lo bastante idiota y poco observador para que me asignaran el puesto de ayudante de Lucas. Cuanto ms averiguo sobre esas criaturas, esos vampiros o lo que sean, ms me convenzo de que algn da podr librarme de la que estuvo presente en mi nacimiento... y mat a mi madre. Crawford asinti, pero tena la impresin de que Keats estaba mintiendo y de que, sobre todo, se menta a s mismo. Los administradores del hospital saben algo de todo esto? Oh, claro, aunque es difcil estar seguro de hasta dnde llegan sus conocimientos al respecto. Muchos pacientes presentan desviaciones del promedio, naturalmente, sobre todo cuando les echas un vistazo por dentro, pero las variaciones de los neffy... Bueno, hay una especie de consistencia, comprendes? Y normalmente tambin son menos espectaculares. Las piedras de la vejiga y los riones cobran un aspecto parecido al del cuarzo, o la piel se vuelve dura y se cubre de escamillas cuando pasan demasiado tiempo al sol, o tienen una visin nocturna magnfica pero no
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pueden soportar los rayos del sol. Supongo que el hospital ha decidido que lo mejor es ignorar todo eso. No pueden rechazar a los pacientes porque eso creara rumores y habladuras, pero siempre asignan esos pacientes a los miembros ms ineptos del personal. Me pregunto si la aventura de hoy habr tenido algn precedente. Una cosa s puedo asegurarte, y es que el jefe de cirujanos procur dar carpetazo al asunto con la mxima rapidez posible... Bien, y por qu voy a Suiza? Keats sonri con una cierta tristeza. Los Alpes son la parte ms grande del sueo neffer. Clav los ojos en el ro, como pidindole que le ayudara a explicarse. Se supone que en Sudamrica hay una planta con cuyas hojas puede hacerse una infusin capaz de producir alucinaciones. Sus efectos son bastante parecidos a los del opio, pero en el caso de esta planta todas las personas que beben la infusin ven lo mismo. Una inmensa ciudad de piedra, segn tengo entendido... La persona que tome la infusin ver la ciudad aunque nadie le haya hablado de ella, y lo mismo le ocurrir a cualquiera que tome la droga, sea quien sea. Keats apur su copa, y Crawford alz la mano pidiendo que le trajeran otra. Gracias. Bien, ser un neffer es algo parecido. Sueas con los Alpes. Hace un par de meses trajeron a un nio de uno de los peores tugurios de Surreyside porque estaba murindose de consuncin. No dur mucho tiempo, pero antes de morir encontr un trocito de carbn y dibuj un precioso paisaje de montaa en la pared junto a su cama. Uno de los mdicos lo vio y quiso saber de qu libro haba copiado esa panormica del Mont Blanc tan perfecta en la que no faltaba ni un solo detalle. Se limitaron a responderle que no tenan ni idea. Explicarle que el nio haba dibujado todo aquello de memoria, que nunca haba visto un libro o pisado un lugar que se encontrase ms all del este de la Torre de Londres, y que su madre dijo que nunca haba dibujado nada en toda su vida ni tan siquiera con un palito en el barro... Bueno, habra sido demasiado complicado. Quiz no vaya ah. Puede que... No s qu har. Alz los ojos y vio que Keats estaba sonriendo. Muy bien, maldita sea, tengo que ir a Suiza. Puede que all encuentre la forma de escapar a este lo en el que me he metido. Claro. Como la salida que hay en el fondo del infierno de Dante..., y recuerda que esa salida llevaba al purgatorio. Keats se puso en pie y su mano roz durante un segundo el hombro de Crawford. Esprame aqu. Me asegurar de que no me sigan y si veo algn tipo con pintas de trabajar para la ley rondando alrededor de la casa te advertir. Si no he vuelto dentro de una hora ser mejor que des por supuesto que me han arrestado y que sigas adelante con la ropa que llevas puesta y lo que tengas dentro de los bolsillos.
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Deseo con aborrecimiento extraamente mezclado, en los objetos ms extraos o repugnantes centrado.
SAMUEL TAYLOR COLERIDGE
En cuanto Keats se hubo marchado Crawford se dedic a calcular cunto dinero deba de haber en el bolsillo interior de su chaqueta. Appleton le haba dado cincuenta libras y hasta el momento no haba gastado demasiado, por lo que supona que entre eso y su dinero deba de contar con una suma bastante alta, probablemente ochenta libras y con toda seguridad setenta. Alz el brazo para atraer la atencin de la chica, un poco ms tranquilizado, y seal su vaso vaco. A partir de ahora viajara y vivira de la forma ms barata posible, y se las arreglara para hacer durar al mximo su dinero. En Londres una persona poda vivir con cincuenta libras al ao, aunque eso significaba una dieta con muy poca carne y no comprarse ropa nueva, y estaba seguro de que en el continente la vida sera an ms barata. Contaba con dinero para mantenerse durante un ao, y eso era tiempo ms que suficiente para hacerse un hueco en algn lugar del mundo. Bastaba con que cruzara el Canal de la Mancha, y el alcohol que corra por sus venas le aseguraba que sera capaz de conseguirlo. Acaso no haba sido cirujano de un navo durante casi tres aos? Se dijo que an saba cmo arreglrselas en un muelle, y que la falta de un pasaporte no le impedira encontrar pasaje a bordo de algn barco. La camarera le trajo la cerveza que le haba pedido y Crawford tom un sorbo con expresin meditabunda. Supongo que Julia ya debe de estar enterrada pens Creo que ahora comprendo por qu quise casarme con ella... Un mdico tiene que estar casado, especialmente si se dedica a traer nios al mundo, y quera demostrarme a m mismo que poda tener hijos, y todos mis amigos me decan que era un partido magnfico..., y en parte, debo admitirlo, porque deseaba borrar los recuerdos de mi primera mujer. Pero ella... Por qu quera casarse conmigo? Porque soy, o era, un mdico londinense con xito que pareca destinado a hacerse rico en poco tiempo? Porque me amaba? Supongo que nunca lo sabr... Quin eras, Julia? Eso le record lo que le haba dicho de su hermana. Tiene que acabar convirtindose en Josephine..., sea quien sea esa persona, claro. Tena la impresin de que lo nico que recordara de Inglaterra seran sus tumbas. La tumba de su hermano mayor, quien haba gritado entre las olas del Firth de Moray pidiendo ayuda al joven Michael haca ya veinte aos, y el gritar no le haba servido de nada porque aquel da el mar era como un monstruo salvaje, un ser elemental enfurecido que se estrellaba contra las rocas con la ferocidad de los lobos que se pelean por un cadver, y Michael se haba quedado donde estaba y lo haba
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visto todo a travs de un velo de lgrimas hasta que el brazo de su hermano dej de moverse y ya no pudo identificar el bulto atormentado por las olas que era su cuerpo; y el msero monumento que conmemoraba la memoria de Caroline, las iniciales y las fechas que haba tallado furtivamente una noche de borrachera en la pared del pub construido en el solar de la casa que haba ardido hasta los cimientos con ella dentro; y ahora la tumba de Julia, esa tumba que nunca vera... Cada una era un monumento a su fracaso y un testimonio de que nunca haba sabido hacer lo que se espera de un hombre. Y qu parte de m dejar enterrada en la espuma del fondo de este vaso cuando salga de aqu y vaya a los muelles de Londres? se pregunt. Espero que una muy grande. Todos los Michael Crawford que he intentado ser... El cirujano naval, porque Caroline haba preferido estar con un marinero que conmigo; el hombrecomadrona, porque la inocencia de los bebs me pareca encerrar un cierto valor indefinible y maravilloso. Alz su vaso y le gui el ojo al deforme reflejo in vitro de su rostro que ocupaba la curvatura del cristal. A partir de ahora slo estaremos t y yo pens. Somos libres... Y de repente vio el rostro de Keats al otro lado de la ventana. Pareca algo tenso. Crawford se puso en pie bastante alarmado, descorri el pestillo de la ventana y la abri. En cuanto lo hizo, Keats le pas su bolsa de viaje por encima del alfizar. Esa mujer me viene pisando los talones. Coge lo que hay dentro y devulvemela. Si me ve sin ella sospechar. Cristo... Crawford cogi la bolsa de viaje y la llev rpidamente a una mesa cubierta con un mantel, desci las tiras de cuero y la puso boca abajo. La mesa se llen de pantalones y camisas, y varios pares de calcetines enrollados sobre s mismos cayeron al suelo. La camarera le dijo algo con voz ms bien seca, pero Crawford no le hizo caso y volvi corriendo a la ventana. Ya est dijo poniendo la bolsa de viaje entre las manos de Keats. Gracias. Keats asinti con impaciencia y movi la mano indicndole que se escondiera. Crawford asinti y se apart de la ventana, pero se qued pegado a ella y atisb con un ojo. La camarera estaba diciendo algo a su espalda. Crawford meti la mano en su bolsillo y arroj un billete de una libra por encima de su hombro. Quiero comprar ese mantel dijo con voz enronquecida sin volverse a mirar. Keats estaba alejndose hacia el pequeo muelle, balanceando ostentosamente la bolsa de cuero. No exageres, pens Crawford. Un instante despus otra persona apareci ante la ventana siguiendo a Keats, y Crawford se encogi instintivamente sobre s mismo, pues era Josephine y se mova con la imparable decisin de una de esas figuritas impulsadas por engranajes que emergen de los campanarios alemanes para golpear las campanas haciendo sonar la hora. Keats esper que Josephine no hubiera conseguido recargar su pistola, pues de lo contrario Keats poda pasarlo bastante mal. Fue retrocediendo por el suelo de madera hasta llegar a la mesa donde haba tirado sus ropas sin apartar los ojos de la ventana. Agarr el mantel por las puntas y estruj la tela y cuanto contena con su mano buena hasta formar una bola. Cuando lleg al final del muelle Keats mir hacia atrs y vio que Josephine estaba acercndose a l. Hizo girar la bolsa de viaje por el aire como un lanzador de disco y la arroj hacia el final del muelle. La maldicin murmurada por Crawford coincidi con el chapoteo lejano. Confo en que una libra bastar para comprar ese maldito mantel dijo con amargura, pensando en lo que haba pagado por la bolsa de viaje. S, seor replic la camarera.
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Se apart para dejarle pasar y Crawford atraves el umbral que daba a la calle balanceando su improvisado equipaje con una especie de furiosa despreocupacin. Cruz el Puente de Londres, fue hacia el este por el mercado de pescado de Billingsgate y pas con un caminar lo ms tranquilo y normal posible ante las Aduanas y la Torre de Londres, envidiando a los pescateros, criadas y obreros que se movan a su alrededor la indiferencia con que contemplaban aquellos imponentes edificios de piedra que parecan personificar la ley y el castigo. Miraba continuamente hacia atrs, pero no vio siguindole ninguna figura que caminase como si acabaran de darle cuerda con una llave. Las tiendas ante las que pasaba le indicaron que estaba acercndose a los muelles. Todos los locales tenan carteles asegurndole al pblico que los barriles de tocino, cerveza y galletas que vendan se conservaran eternamente fuera cual fuese el clima, y los escaparates parecan repletos de sextantes, telescopios y brjulas, as como de las tarjetas de papel grueso para brjulas en las que haba impresa la rosa de los vientos parecida a un cristal que indicaba todas las direcciones posibles. El paso de los carruajes las haca vibrar como si estuvieran sintiendo un por lo dems indetectable viento magntico. El bulto del mantel estaba empezando a atraer la grosera atencin de un grupo de pilluelos, por lo que entr en una tienda cuyo escaparate estaba lleno de maletas y bolsas de viaje. El propietario le salud con relativa cortesa, pero en cuanto hubo examinado con ms atencin el rostro de Crawford le pregunt cmo se atreva a meter huesos sucios, dientes y canicas en un local propiedad de un buen cristiano. Crawford intent explicarle que su fardo slo contena ropas y que deseaba comprar algn equipaje para guardarlas, pero el propietario lleg al extremo de sacar una pistola de debajo del mostrador y Crawford tuvo que salir corriendo a la calle, donde fue acogido por los gritos de los pilluelos. Uno de ellos ech a correr detrs de l con un cuchillo en la mano, rasg el fondo de su bulto y empez a tirar de las ropas reveladas por el tajo. La manga de la chaqueta de terciopelo verde de Crawford asom del fardo con unos calzoncillos de sus das ms duros como cirujano naval enganchados en los encajes de la mueca. Crawford gir sobre s mismo tan deprisa que la manga y los calzoncillos se desplegaron detrs de l como una cola, pero no fue lo bastante rpido para averiguar qu pilluelo era el culpable, aunque vio al propietario de la tienda donde haba entrado de pie en el umbral mirndole fijamente. Crawford crey ver como el hombre haca una seal a alguien que estaba al otro lado de la calle. Justo lo que necesitaba pens Crawford con cierto histerismo. Que nadie se fijara en m... La puerta de un pub se abri ruidosamente un poco ms abajo de la calle y dos hombres bastante flacos con cara de encontrarse mal salieron por ella y avanzaron cojeando hacia Crawford. Cada uno tena un pauelo ensangrentado en la mano y lo agitaba frenticamente. Sus balbuceos apenas podan entenderse, pero Crawford logr distinguir la palabra piedra y otra palabra que pareca ser miembro-neffy. Se dio la vuelta para volver corriendo por donde haba venido, pero crey distinguir un rostro inexpresivo y unos miembros tiesos que se movan rgidamente entre la multitud, por lo que hizo girar su fardo en un rpido crculo muy parecido al que Keats haba utilizado para arrojar su bolsa de viaje al agua..., y lo solt. El mantel se abri, las ropas y los zapatos se esparcieron entre la multitud y Crawford huy corriendo por un callejn. La explosin de ropas valiosas y en buen estado llen la calzada con un buen nmero de personas que se empujaban y gritaban y que bastaron para crear un considerable atasco de trfico, pero varios miembros de la multitud echaron a correr
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por el callejn en persecucin de Crawford. Dobl una esquina, se encontr en un angosto patio de ladrillos y logr encontrar una puerta antes de que sus perseguidores hubiesen tenido tiempo de aparecer. La abri de un tirn, cruz el umbral y la cerr a su espalda. Haba un pestillo por la parte interior, y Crawford lo meti en su hueco. Se dio la vuelta y se encontr con un gento de hombres que le daban la espalda. Su aspecto indicaba que pertenecan a la clase obrera, y el recinto era una habitacin de techo bajo que apestaba a cera, sudor y cerveza. Crawford an no haba logrado controlar su respiracin, pero los hombres que estaban ms cerca de l se limitaron a mirarle, le saludaron con una leve inclinacin de cabeza y volvieron a concentrar su atencin en lo que ocurra ante ellos, fuera lo que fuese. Hay un montn de velas viejas junto a la puerta dijo una voz cargada de autoridad desde el otro extremo de la habitacin. Crawford oy pasos sobre los adoquines del callejn y alguien tir del picaporte, pero ninguno de sus acompaantes se movi para dejar entrar a quien estaba manipulando el picaporte, y los pasos no tardaron en alejarse. Cogedlas al salir aadi la voz que llegaba desde el otro extremo de la habitacin. Los hombres empezaron a moverse lentamente arrastrando los pies por el suelo de lo que Crawford acababa de reconocer como un pub. Velas viejas? pens. Qu esperan que hagamos con ellas? Limpiar cristales? Fue hacia la puerta del pub sin que nadie se fijara en l y sali a la luz del sol, pero antes sigui el ejemplo de los que le haban precedido y cogi varios trozos de tela gruesa y spera del montn que haba junto al umbral. Cuando hubieron llegado al patio los hombres que le rodeaban empezaron a atarse los trozos de tela alrededor de los zapatos y los tobillos, y Crawford les imit tan bien como pudo. No, amigo, as no dijo un viejo. Tens los nudos de Crawford y alter un poco la disposicin de la tela. Si los dejas tan flojos se te meter la gravilla, y en cuanto se te ha metido dentro quitrsela de los zapatos es todava ms difcil que si no llevaras las telas. Ah! dijo Crawford. Muchsimas gracias. Su gratitud era doblemente sincera, pues acababa de comprender cul era la clase de empleo para la que se haba ofrecido voluntario sin saberlo. Estos hombres eran cargadores de lastre, y su trabajo consista en apalear grava a las bodegas de los barcos que se haban librado de su cargamento y necesitaban un peso extra para que el viento y las olas no hiciesen escorar el casco. Crawford haba visto llevar a cabo aquel trabajo el nmero suficiente de veces como para creerse capaz de desempearlo. Adems, le permitira subir a un barco... Los muelles formaban un inmenso conjunto de canales, estanques y lagunas interconectadas. Los mstiles y las jarcias y las pinceladas en diagonal de los cordajes o los abultamientos de las velas impedan ver el cielo cubierto de neblina salvo cuando se miraba directamente hacia arriba y el lento avance de una embarcacin que un remolcador sacaba del muelle o llevaba al atracadero slo poda captarse fijndose en cmo sus contornos se confundan y se separaban del teln de fondo estacionario. Crawford estaba sentado en la popa de la barcaza que transportaba el lastre y contemplaba los cascos que esquivaban remando o empujndose con prtigas alzndose sobre ellos cual montaas si el barco ya estaba descargado y emerga mucho del agua, o lo bastante bajo para que hubiera podido alcanzar la borda dando un salto si an conservaba su cargamento, y se preguntaba cul de ellos le sacara de Inglaterra. La grava de la barcaza segua oliendo al fangoso fondo del ro del que haba sido dragada haca poco tiempo, pero cada rfaga de brisa fresca le traa los olores de
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tierras lejanas y exticas, una tonificante mezcla de tabaco y cafs que llegaba de una direccin, un tumulto de especias en conflicto de otra y la pestilencia de las pieles y el cuero sin curtir desde una tercera, y las canciones de los marineros creaban una pera cacofnica y multilinge que se impona al silencio cuando las cadenas de las gras no giraban ruidosamente sobre sus cabezas y los carpinteros no estaban martilleando barriles. La conversacin en la barcaza era prcticamente imposible, y Crawford se alegraba de ello. La barcaza se acerc a la proa del barco que iban a llenar de lastre. Otra barcaza ya estaba trabajando por la parte de babor. Crawford se incorpor y se dedic a observar lo que le rodeaba para refrescar sus ms bien vagos recuerdos de cmo se haca aquel trabajo. Unos postes que encajaban en las regalas del barco sostenan una plataforma, y hombres provistos de palas trasladaban la grava de la barcaza ala plataforma. Una vez all otros hombres la iban echando en una portilla de un metro de anchura en el flanco de la nave. La barcaza en que viajaba acab doblando la proa y se aproxim al barco por estribor, con lo que Crawford perdi de vista a los hombres, pero ya haba visto lo suficiente como para perder la esperanza de que aquel trabajo le permitiera subir al barco. Las embarcaciones de la Armada en las que haba navegado usaban bloques de piedra como lastre, y los acarreadores tenan que estar a bordo de la embarcacin para colocarlos en su sitio, pero estos hombres ni tan siquiera llegaban a tocar el casco salvo con la punta de sus palas. Maldicin pens, parece que lo nico que he conseguido es una jornada de trabajo agotador..., y sin paga, dado que no figuro en la lista de obreros. Y si me arrojo por la borda y me largo nadando? Ahora ya no tengo ningn equipaje del que deba preocuparme. Los hombres de su barcaza acababan de ponerse en pie y algunos de ellos estaban empezando a montar la plataforma. Venga, sube al escenario gru un viejo que estaba cerca de l. Le hizo avanzar de un empujn y un instante despus Crawford se encontr intentando trepar por la plataforma sin perder la pala que alguien le haba metido entre los dedos. Cuando hubo conseguido llegar a la cima y logr ponerse en pie ya haba otro hombre que estaba hundiendo su pala en el montn de grava que los de abajo arrojaban sobre las crujientes vigas y tablones de la plataforma. Crawford carg un kilo de grava en su pala e hizo girar la herramienta en direccin al barco, pero estuvo a punto de perder el equilibrio y tuvo que inclinarse rpidamente hacia atrs, con lo que su paletada de grava resbal por la hoja y cay a las sucias aguas que se movan lentamente entre la barcaza y el casco de la embarcacin. Crawford pens que haba tenido suerte no perdiendo la pala. Ests borracho? le pregunt el hombre que tena al lado. Oye, si tienes las piernas de agua ser mejor que trabajes abajo... Crawford mene la cabeza, ofendido ante semejante observacin hecha por un tipo que jams haba navegado, y volvi a clavar la pala en el montn de grava. Alz la carga y se fij en cmo se las arreglaba el otro para arrojarla a travs de la portilla. Un instante despus volvi a tocarle el turno, y Crawford imit su forma de actuar usando la pala de la hoja para apoyarse en el borde de la portilla antes de dejar caer la grava dentro y sostener su peso el tiempo justo de impulsarse hacia atrs y recobrar la vertical. Eso est mejor admiti el otro. Crawford se dio cuenta de que el elogio le haba hecho ruborizarse, y se sinti bastante incmodo.
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El esfuerzo hizo que empezaran a dolerle los brazos cuando llevaba una hora trabajando, pero no pens en parar hasta que el mun de su dedo se puso a sangrar. Se estaba preparando para fingir alguna indisposicin cuando oy golpes cercanos y los hombres de abajo dejaron de arrojar grava a la plataforma. La otra barcaza apareci doblando la proa y pudo ver que el ruido lo causaban dos hombres que hacan entrechocar sus palas por encima de sus cabezas como actores que fingen pelearse con espadas; y cuando vio que los de abajo arrojaban sus palas y empezaban a sacar cestos de debajo de las regalas comprendi que aquello indicaba el comienzo de un ritual. Los acarreadores de lastre se disponan a cenar. Dej su pala sobre la plataforma y permiti que los brazos le colgaran flccidamente junto a los flancos, ignorando la sangre que caa con un golpeteo regular sobre los tablones mojados de la plataforma. Su compaero ya haba saltado a la barcaza y se diriga hacia los cestos, pero Crawford se qued inmvil un momento y se limit a observarle conteniendo el aliento mientras se preguntaba si cada acarreador se habra trado la comida o si se trataba de alguna clase de cena comn proporcionada por el contratista, en cuyo caso poda albergar la esperanza de que encontrara algo a lo que hincarle el diente. Acababa de decidir que bajara a la barcaza e intentara comer algo cuando oy un grito de alarma procedente de otro barco, y en cuanto alz los ojos vio una plataforma de madera para carga cayendo de una gra. La plataforma iba inclinndose al caer, y entre las cajas que haba sostenido y que ahora giraban por los aires Crawford pudo ver la silueta de un hombre cuyos brazos y piernas se agitaban impotentemente mientras se precipitaba por entre la calina. La posicin actual de Crawford haca difcil conjeturar si caera sobre la cubierta del barco que haba estado ayudando a descargar o si se zambullira en el agua sin sufrir daos. Y, sin pensarlo, Crawford gir sobre s mismo, cruz de un salto el espacio que haba entre la barcaza y el navo y se agarr al borde de la portilla. Una patada y un retorcimiento convulsivo del cuerpo le llevaron por el hueco, y un instante despus cruz los brazos delante de su cara y cay de cabeza sobre el montn de grava mojada. Rod a lo largo de l acompaado por una pequea avalancha hasta detenerse en la cubierta llena de guijarros. Se irgui sostenindose con cuidado la mano mutilada y gimiendo en voz baja. La bodega estaba a oscuras, y la nica iluminacin la proporcionaban los haces de luz griscea que entraban por las mirillas abrindose paso en diagonal a travs del aire cargado de polvo, pero pudo ver que la cubierta estaba recorrida por tabiques de madera que le llegaban a la altura de la rodilla y que la dividan en compartimentos cuadrados. Se puso en pie y fue hasta el rincn ms oscuro de la cubierta, teniendo cuidado de pasar por encima de aquellos tabiques sin derribar ninguno, y se acost en el ltimo compartimento confiando en que all no le vera nadie. Tena la esperanza de que el obrero portuario cayera en el agua. Esper durante lo que le pareci una hora preguntndose si los acarreadores de lastre deduciran dnde se haba metido, pero su espera tuvo fin cuando una paletada de grava cay por el hueco y la paletada siguiente le asegur que, de momento, estaba a salvo. Pasado un rato oy pasos dentro de la bodega y ruido de hombres que empezaban a esparcir el montn de grava por los compartimentos, discutiendo sobre si haba ms peso a babor o a estribor del necesario. Los hombres terminaron su tarea y se marcharon sin llegar al compartimento en el que se haba escondido. Despus no hubo nada que or salvo el dbil eco lejano de los tacones de unas botas movindose
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por alguna cubierta superior y los gritos que le llegaban de los muelles, y nada que ver salvo el lento debilitarse de los rayos de luz que entraban por las mirillas. Acab quedndose dormido y no despert hasta que las olas del ocano empezaron a mecer el casco del navo y la luz de la luna aureol los bordes de la portilla creando dbiles reflejos en la cima de las pilas de grava ms altas. La bodega estaba muy fra, y dese no haber perdido el resto de sus ropas. El aire del mar no consegua impedir que el olor a fondo del ro de la grava saturase su cabeza. De repente oy un deslizamiento de grava en algn lugar al otro extremo de la bodega y comprendi que era el mismo ruido que le haba despertado. Una rata pens con cierto nerviosismo. Habr engordado con el cargamento que el barco ha transportado hasta Londres, fuera el que fuese, y ahora se ha quedado sin nada que roer salvo la grava y mi cara. Ser mejor que no vuelva a dormirme. De todas formas, hace demasiado fro.. y empeora a cada momento que pasa. El ruidito lleg de nuevo a sus odos, y esta vez se prolong durante un tiempo, como si alguien estuviera dejando caer la gravilla por el hueco de sus manos. Despus oy un ruido como el que hara un objeto bastante pesado al ser arrastrado por la oscuridad. Las tinieblas de la bodega hacan que el objeto en movimiento pareciese inmenso, y el sonido daba la impresin de estar muy lejos, pero le pareci que algo de un peso tremendo estaba desplazndose por la bodega. Y de repente Crawford sinti mucho ms fro que antes. Sea lo que sea no es una rata, pens. Pudo ver que algo se haba incorporado en una parte distante de la bodega, algo muy alto y corpulento. Algo que no era humano. Crawford dej de respirar e incluso cerr los ojos por si aquel ser era capaz de captar su mirada, y aunque saba que ni el pulso ms desbocado puede ser odo a distancia temi que la agitacin incontrolable a que le estaba sometiendo su corazn hiciera que su cuerpo chocase con el panel de madera creando un ruido que s sera audible. Pero un instante despus se horroriz al darse cuenta de que en su interior se estaba acumulando el perverso impulso de hacer algn ruido. Logr no ceder a l, pero le cost bastante. La cosa se estaba moviendo caminaba, a juzgar por los pesados golpes lentos y regulares cuyas vibraciones llegaban hasta Crawford a travs de la cubierta, y abri los ojos dominado por una mezcla de temor y algo extraamente parecido a la excitacin por si vena hacia l; pero la silueta estaba yendo hacia una de las mirillas, y a medida que se fue aproximando al crculo iluminado por la luna Crawford pudo verla con una claridad cada vez mayor. Su torso pareca ser una bolsa colosal y, un momento despus, haba cambiado para parecerse a un peasco, y toda la superficie estaba cubierta de pequeas protuberancias que hacan pensar en una cota de malla, y cuando aquellas piernas tan gruesas y pesadas como las de un elefante le hubieron llevado hasta la mirilla pudo ver que su cabeza era un mero bulto anguloso con sombras que implicaban la existencia de pmulos, cuencas oculares y una mandbula tan slida como una losa. Y le produjo una extraa impresin de feminidad. No tena brazos que apoyar en el borde de la portilla, pero Crawford capt un cierto cansancio en su postura y pens que se haba incorporado sin ningn propsito en particular y que estaba limitndose a contemplar el mar con expresin pensativa, tal y como podra haber hecho cualquier viajero insomne. Los dos permanecieron inmviles durante largos momentos que parecieron eternos. Crawford estaba paralizado por una emocin indefinible emparentada con el terror e intentaba que el fro intenso no le hiciese temblar, y la cosa en pie junto a la portilla se limitaba a mirar hacia fuera, aunque no pareca tener ojos. La cosa acab
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retrocediendo lentamente aplastando la grava bajo aquellos pies inconcebibles hasta convertirla en polvo, se dio la vuelta y contempl a Crawford atravesando con su mirada las decenas de metros de cubierta que les separaban. Crawford estaba envuelto en la oscuridad ms absoluta, pero supo instintivamente que la figura le vea, que captaba ms el calor de su cuerpo que cualquier clase de luz, y que le reconoca y saba quin era. Crawford se pregunt desesperadamente cunto tiempo sera capaz de seguir conteniendo sus deseos de gritar y, una vez. ms, casi quiso hacerlo y dese que la criatura fuese hacia l. Pero la criatura no se le acerc. Se dio la vuelta y avanz con paso tambaleante a travs de la cubierta hasta llegar a las tinieblas de las que haba emergido, y pasados unos minutos oy un sonido mezcla de murmullo y repiqueteo como el que hara la grava al aposentarse, y supo que la criatura haba relajado esos contornos ms o menos antropoides dejando que volvieran a convertirse en los guijarros minsculos que les haban dado forma. Crawford necesit mucho tiempo para volver a conciliar el sueo.
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Nictlope
Algo choc con el casco y Crawford despert al instante con el convencimiento de que la criatura de gravilla haba vuelto a incorporarse y estaba yendo de un lado para otro, pero todo el barco cruja y oscilaba. Pudo or voces y el ruido de botas movindose sobre su cabeza, y supuso que deban de estar llegando a su destino. Pasados unos minutos su hiptesis qued confirmada por el chapoteo del ancla chocando con el agua. An era de noche, a menos que alguien hubiese tapado las mirillas. Se puso en pie sin hacer ruido y avanz a tientas hacia la portilla por la que haba entrado, movindose con las mximas precauciones para no tropezar con nada, y an le faltaban unos cuantos metros para llegar a una mirilla cuando la brisa que traa consigo el olor de la tierra le hizo saber que los agujeros no haban sido tapados y que el amanecer todava no haba llegado. Asom la cabeza y la luz de las estrellas le permiti ver una tira de tierra que atravesaba una gran extensin de aguas tranquilas, y supo que el barco se encontraba en alguna baha. La atmsfera era mucho menos fra que antes, lo que le indujo a creer que el barco deba de haber seguido rumbo sur, con lo que aquello sera Francia o, si haban navegado muy deprisa y el agotamiento le haba hecho dormir mucho ms tiempo del que haba credo, Espaa. Se quit las botas y las at con su cinturn para poder transportarlas sin dificultades mientras nadaba, las dej sobre la cubierta y meti la cabeza por la portilla para mirar primero a proa y luego a popa intentando decidir cul sera el mejor momento para saltar al agua sin que le vieran. Pero cuando oy un movimiento de grava deslizndose en algn lugar a su espalda sali disparado por el hueco de la portilla con tanta rapidez y agilidad que slo las yemas de sus dedos tocaron el borde. Sus pies chocaron con el agua y su cuerpo se hundi en aquellas profundidades sorprendentemente fras. Entonces despert del todo. El agua de mar le despej la cabeza librndole de la confusin y el aturdimiento febril que le haban acosado durante la ltima semana, y empez a mover las piernas como una rana ascendiendo hacia la superficie invisible mientras su mente se afanaba trazando planes. Se las arreglara para volver a Inglaterra y demostrar su inocencia. Despus de todo, era un mdico respetado y ningn jurado le considerara ni tan siquiera fsicamente capaz de lo que se le haba hecho a Julia. Adems, conseguira librarse de aquella extraa obsesin centrada en Suiza. Las historias de Keats slo podan ser las
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fantasas de un aspirante a poeta muy imaginativo. Crawford no comprenda cmo era posible que hubiese perdido su tiempo prestando odos a tales tonteras. Su cabeza asom del agua, trag aire y las dudas volvieron a apoderarse de l. Empez a nadar hacia la popa del barco, pues el sonido de voces pareca ms fuerte cerca de la proa, y ya haba decidido olvidar su momentnea esperanza de regresar a Inglaterra y demostrar su inocencia. Ya has cruzado el canal se dijo. Los Alpes... Las majestuosas torres de los Alpes que has visto en sueos se hallan delante de ti. Ya no puedes volverte atrs. Diablos, aun suponiendo que no hubiese ningn peligro esperndote y pudieras volver... Cuando dobl la silueta cuadrada de la popa vio que el barco haba anclado a una buena distancia de la costa. El cielo estaba empezando a brillar con el prpura oscuro que precede al amanecer y ste iluminaba algunas colinas situadas a gran distancia de las negras aguas, hacia la derecha, pero logr ver los contornos de la costa perfilndose ante l y tambin pudo ver macizos de rboles que parecan relucir dbilmente sobre las estribaciones del terreno que tena delante. Alz los ojos hacia el barco y qued cegado por la comparativamente deslumbrante luminosidad que brotaba de las ventanas de los camarotes. Apart la mirada durante varios segundos mientras mova los brazos sin hacer ruido para mantenerse a flote y volvi a mirar hacia arriba, entrecerrando los ojos y rehuyendo la claridad directa de las luces. Haba un hombre visible en cubierta. Su rostro y sus manos se recortaban contra la negrura del cielo pareciendo extraamente luminosos, pero estaba contemplando la costa, no mirando hacia abajo, por lo que Crawford se dio la vuelta y empez a nadar en silencio hacia la orilla. Despus de llevar diez minutos nadando dej de recriminarse el haber saltado sin coger las botas, pues se haba dado cuenta de que jams habra conseguido transportarlas durante tanta distancia. Aun as, lament haber utilizado su cinturn para atarlas. Estar nadando en aguas tan profundas sin nada a que agarrarse en caso de que acabara cansndose le pona algo nervioso, pues le recordaba sueos en los que era capaz de volar pero que siempre terminaban igual. Cuando estaba a centenares de metros de altura sus brazos empezaban a sufrir los calambres provocados por el furioso aleteo necesario para mantenerle en vuelo. Se pregunt si estaba lo bastante cerca del barco para volver a l. Mir hacia atrs, pero el barco se encontraba a tanta distancia como la costa que tena delante. Sigui nadando e intent no dejarse dominar por el pnico. No recordaba un solo momento de su vida en el que se hubiera sentido tan solo e indefenso, y cuando sus rodillas y sus pies acabaron chocando con la arena y comprendi que haba llegado a la playa, sinti el deseo de hundir el rostro en la aspereza de aquellos granitos como si fuese una oveja perdida que finalmente ha sido encontrada por el pastor al que ha hecho pasar la noche en vela. El cielo estaba empezando a volverse de un color grisceo por el este, y los rboles de las distantes colinas haban perdido su luminosidad anterior. Se puso en pie, avanz chapoteando hacia la orilla y vio edificios de poca altura a unos centenares de metros ante l, casas y el campanario de una iglesia. Se detuvo y se pregunt qu deba hacer ahora. Las olas giraban alrededor de sus tobillos desnudos. Llevaba tanto rato dentro del agua que sta le pareca ms caliente que el aire. Su francs era muy rudimentario y slo le servira para hacerse entender en los asuntos ms sencillos suponiendo que estuviera en Francia, y esperaba que as fuese pues no saba ni una palabra de castellano, y a juzgar por su aspecto, el lugar al que acababa de llegar no pareca un punto de reunin para viajeros cosmopolitas. Francia e Inglaterra haban estado en guerra hasta haca muy poco tiempo, y los habitantes de un pueblecito de aquel tamao no tendran muchas ganas de ayudar a un britnico extraviado. La nica habilidad susceptible de ser remunerada que posea era el arte de curar, y no poda imaginarse a una multitud de campesinos dispuesta a permitir que se
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ocupara de sus huesos rotos..., y mucho menos permitindole atender a sus esposas embarazadas. Se pregunt si los tenderos aceptaran dinero ingls. Y, en caso de que estuvieran dispuestos a aceptarlo, aceptaran un dinero ingls tan mojado como el suyo? Si la respuesta a esas preguntas era no, cmo iba a arreglrselas para conseguir cerveza, pan y ropas secas? La campana de la iglesia empez a repicar esparciendo sus speras notas sobre la griscea ausencia de ecos de las llanuras saladas y Crawford pens que ojal fuese catlico, pues eso le habra permitido pedir santuario en la iglesia. Ah, si fuera masn, rosacruz o algo parecido... Habra podido acudir a sus compaeros de secta para pedirles auxilio. Subi lentamente por la pendiente arenosa y, de repente, cay en la cuenta de que era miembro de una hermandad secreta, aunque no saba si quienes la componan estaban muy dispuestos a ayudarse entre ellos. Veamos pens, conozco alguna contrasea? Neffy? Slo Dios sabe lo que eso puede significar en francs... Y si me dedico a exhibir un pauelo ensangrentado? Podra meterme un guijarro en la mejilla, como si fuese una ardilla, y hacerle guios a la gente... Despus record lo que haba dicho Keats cuando le habl del aspecto inconfundible de un neffer. Keats haba dicho que Crawford deba de haberse convertido recientemente en uno de ellos, pues de lo contrario ya estara acostumbrado a atraer la atencin de los desconocidos que estaban en condiciones de reconocer las peculiaridades de su apariencia. Acab decidiendo que lo mejor sera dirigirse hacia el pueblecito, y as lo hizo. Sonri a los pescadores que pasaban junto a l por los espaciosos senderos que llevaban a las barcas varadas en la playa, y despus, temblando de fro a causa de la brisa que llegaba del mar, a las personas que se dirigan hacia sus comercios para abrirlos. Muchas de ellas contemplaron con atencin su silueta empapada y su rostro cansado, pero ninguna de aquellas miradas pareca encerrar la clase de inters que andaba buscando. Acab encontrando una chimenea caliente y se apoy en ella, y fue all donde le encontr el anciano de la casaca marrn. Crawford se fij en l cuando an estaba a unos doce metros calle arriba. El anciano avanzaba tan despacio y con la espalda tan encorvada que cada paso pareca descargar todo el peso de su frgil cuerpo sobre el nudoso bastn de paseo en que se apoyaba, y Crawford tuvo tiempo ms que sobrado para estudiarle. Las mejillas parecidas al cuero se tensaron en una sonrisa revelando unos dientes amarillentos pero de apariencia sana y robusta, y los ojos hundidos en las cuencas ribeteadas de arrugas le contemplaron con una mirada tan alerta como bienhumorada; pero Crawford sinti deseos de apartar la vista, pues de una manera extraa e indefinible le haba bastado con verle para comprender que en el caso de este hombre la longevidad haba sido mucho ms costosa de lo que es corriente. El anciano acab detenindose ante l. Empez a hablarle y Crawford maldijo en voz baja, pues el idioma posea la rtmica precisin de la Europa del sur y el Mediterrneo, y no contena huella alguna de la resbaladiza elisin nasal propia de Picarda o la Normanda. Se devan los sesos durante varios segundos intentando recordar alguna frase castellana... y no lo consigui. Quiz el anciano tambin hablara francs. Eh... balbuce Crawford buscando frenticamente cada palabra en su mente. Parlez-vous franais? Je parle franis..., un peu. El anciano se ri y volvi a hablar, y esta vez Crawford logr comprender unas cuantas palabras. Aparentemente su interlocutor insista en que estaba hablando francs.
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mais...
El anciano le interrumpi con una pregunta que son algo as como Ese ke votre fam e la? Crawford parpade, mene la cabeza y acab encogindose de hombros. Repetez, s'il vous plat..., et parlez lentement. Era la frase del idioma francs que haba usado con ms frecuencia, una splica de repetir lo dicho y de hablar ms despacio. El anciano as lo hizo, y Crawford se dio cuenta de que hablaba francs pero pronunciaba todas las letras e finales, que normalmente no se acentuaban. Lo que le haba preguntado era si su esposa estaba aqu. Non, non... Santo Dios, pens, me habr confundido con otra persona? O es que ha visto mi anillo de boda? No, es imposible, el anillo desapareci con el dedo.... Non, je suis seul. Estoy solo, entiende? Ahora, envers mon passeport... El anciano se llev un dedo a los labios, le gui el ojo y empez a alejarse con paso cojeante mientras agitaba su bastn ante l a cada paso como si quisiera asegurarse de que Crawford seguira prestndole atencin. Pero Crawford ya se haba fijado en otra cosa. El anciano tambin estaba mutilado. Le faltaba el dedo anular. El anciano le precedi hasta salir del pueblecito y avanz hacia el este a lo largo de la costa, llevndole por entre colinas cubiertas por brezales de color prpura, tan abundantes y hermosos como Crawford no haba visto desde que abandon Escocia, hasta llegar a una casita minscula hecha con la mitad de una barca de pesca. Los costados aserrados haban sido cubiertos con tablas en las que haba incrustadas una puertecita y una ventana por donde apenas si se poda asomar la cabeza, y a unos metros de distancia unos toscos peldaos de madera bajaban por entre las rocas hasta terminar en un pequeo estanque dominado por una confusin de redes, aparejos de pesca y pequeos andamies. El gua de Crawford le abri la puertecita para que entrara y Crawford atraves el umbral con el cuerpo encogido en una pose parecida a la del esgrimista que se agazapa para cruzar la espada con el adversario. La habitacin triangular sumida en la penumbra estaba llena de libros de aspecto arcaico y botellas de licor, pero haba un surco cuadrado que delimitaba un espacio en el suelo de tierra y Crawford se sent en el centro. La parte de la pequea habitacin que corresponda a la popa estaba ocupada por una pequea chimenea, y Crawford apart unos cuantos cacharros para no tener que sentarse sobre los pies. Antes de dejarlos en el suelo se qued inmvil durante un momento observndolos, pues aunque eran del color plateado corriente en tales utensilios de cocina pesaban mucho menos que cualquier metal que hubiese manejado en su vida. Cuando sigui a Crawford al interior de la habitacin el anciano volva a sonrer. Se instal sobre un montn de libros y emple una vez ms su extrao francs para observar que Crawford estaba sentado all donde sola colocarse su esposa; pero antes de que Crawford pudiera disculparse o preguntarle si era probable que apareciese pronto y exigiera su sitio el anciano ya haba seguido hablando. Se present como Franois des Loges, poeta, y asegur a Crawford que estaba en Francia, en un pueblecito llamado Carnac que se encontraba cerca de Vannes, al sur de la costa bretona. En Auray haba una delegacin del gobierno de la que slo les separaban quince kilmetros de distancia y el problema con el pasaporte de Crawford, fuera el que fuese, podra ser solucionado all.
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Crawford estaba empezando a acostumbrarse al acento del anciano y comprendi por qu al principio lo haba tomado por un espaol. No slo pronunciaba todas las letras e al final de una palabra, sino que cuando empleaba palabras como mille tambin les daba un tono casi espaol o italiano, y adems arrastraba la r. El idioma que hablaba poda reconocerse sin muchas dificultades como francs, pero pareca ser el francs de la poca en que las lenguas romnicas conservaban ms paralelismos que divergencias. Des Loges haba sacado el tapn de paja de una botella mientras hablaba y llen de brandy dos copas de cristal azul. Crawford tom un sorbo del licor con bastante gratitud, decidi olvidar sus dudas sobre la capacidad que pudiese tener el anciano para dar rdenes arbitrarias e ilegales a los funcionarios de aduanas y le pregunt qu esperaba de l a cambio de aquel favor. El brandy contenido en la copa de Des Loges reflej un haz del sol matinal que entraba por el cristal esmerilado de la ventanita y despleg un espectro de matices oro y prpura sobre los tablones blanqueados por la intemperie que formaban la pared. Qui meurt, a ses loix de tout dire replic el anciano. Crawford tradujo mentalmente la frase como Un hombre que agoniza es libre de contarlo todo. Des Loges sigui hablando, y Crawford tuvo que interrumpirle de vez en cuando pidindole que hablara ms despacio, y aun as haba momentos en que no estaba muy seguro de comprender del todo lo que le deca. Des Loges pareca estar contndole que haba aprisionado a su esposa aunque cuando lo dijo movi la mano sealando el mar, y que ahora era libre de marcharse para siempre, suponiendo que contara con la ayuda de la persona adecuada. La familia de su esposa quiz no se mostrara muy complacida y, por alguna razn inexplicable, movi la cabeza sealando los cacharros que Crawford haba cambiado de sitio, pero no podan hacerle nada. Cogi uno de aquellos cacharros tan sorprendentemente ligeros, torci el gesto y lo arroj hacia la puerta. El cacharro cay sobre la tierra. Ya s que es una falta de respeto aadi en su extrao francs, pero ni tan siquiera sirven para cocinar... Siempre estn abollndose, y hacen que las salsas y los huevos queden terriblemente descoloridos. Le explic a Crawford que a lo largo de su vida haba tenido muchas mujeres, pero que no pensaba decirle a nadie cul era la residencia actual de esas yquelles. Ahora ninguna de ellas poda hacerle dao, y despus de todo eso era lo nico que importaba, no? Seal la mano mutilada de Crawford, sonri y dijo tener la seguridad de que Crawford le comprenda. A esas alturas Crawford ya estaba bastante seguro de que no tena ni idea de a qu poda estar refirindose, y su confusin se hizo todava mayor cuando el anciano concluy su discurso diciendo: Les miches de Saint stienne amons, et elles nous assuit, lo cual pareca significar: Amamos las barras de pan de San Esteban, y ellas nos persiguen. Pero cuando Des Loges se puso en pie y le pregunt si estaban de acuerdo, Crawford asinti y le asegur que as era. Si consigo que un funcionario ponga su sello en mi pasaporte le ayudar a hacer lo que requiera ese procedimiento que le proteger de la familia de su mujer pens, o de las barras de pan o de lo que sea... Y aun suponiendo que no pueda hacer nada por l, aunque est loco... Bueno, al menos es un contacto en un pas extranjero, y ya he conseguido mejorar mi situacin procurndome un techo y una copa de brandy. El anciano le arroj un par de zapatos viejos, le indic que se los pusiera y cogi un saco de detrs de la puerta dicindole que poda encargarse de transportarlo.
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Cuando salieron de la casita Des Loges le explic que haba comprado algo ms de comida y bebida cuando se enter de que Crawford estaba a punto de llegar. Crawford se sorprendi mucho y le pregunt cmo se haba enterado de ello, pero Des Loges se limit a guiar el ojo, volvi a sealar la mano de Crawford y seal el pequeo estanque formado por la marea que tenan debajo. Crawford fue hasta donde terminaban las rocas y mir hacia abajo, pero lo nico que pudo ver fue una piedra de forma piramidal con una base cuadrada que le llegaba hasta la altura de la rodilla. Se alej del agua y mir a su alrededor buscando alguna seal de un cobertizo o establo donde pudiera haber caballos o burros, pero la casita-barca era la nica estructura existente en toda la ladera cubierta de brezo. Crawford se pregunt si el viejo Des Loges estara pensando en recorrer quince kilmetros con su paso de insecto reumtico. Se puso los zapatos y le alegr descubrir que le iban bien..., y un instante despus se pregunt si Des Loges los habra comprado cuando compr la comida, y si su misteriosa fuente de informacin tambin se haba encargado de revelarle cul era la talla del pie de Crawford. Despus vio que el anciano acababa de sacar de detrs de la casa un cochecito de nio a cuya parte delantera haba atada una cuerda, y que al extremo de la cuerda se hallaba alguna especie de arns. Crawford observ con incredulidad como Des Loges suba al cochecito, doblaba las rodillas hasta dejarlas pegadas al mentn y arrojaba el arns al suelo dejndolo caer ante los pies de Crawford. El anciano represent la inconfundible pantomima de colocarse el arns. Por si no he captado la idea, eh? dijo Crawford en ingls mientras recoga el artefacto. Se lo puso con lentitud sintiendo el envaramiento de sus articulaciones y deseando no haber pasado la noche enroscado dentro de un angosto y fro compartimento de madera. Bueno, le dir una cosa, ms vale que pueda conseguirme un pasaporte o de lo contrario... Des Loges le pregunt si preferira recorrer la distancia que les esperaba llevando zapatos con suela de piedra, y articul cuidadosamente todas las palabras para hacerse entender sin lugar a dudas. Crawford rechaz su oferta. Ah, le fils prodigue! observ Des Loges en su casi ininteligible francs, y mene la cabeza. Crawford se inclin hacia adelante tensando el cuerpo contra la cuerda y el cochecito empez a moverse con un rechinar de ruedas, pero un instante despus se dio cuenta de que segua cargando con el saco. Se detuvo, fue hasta el cochecito y oblig a Des Loges a hacerse cargo de l sin prestar atencin a sus protestas. Despus de haber conseguido aquella pequea victoria, volvi a ponerse en movimiento hasta que la cuerda qued tensa y empez a tirar. Pasados unos minutos ya haba logrado dar con la forma ms cmoda de tirar del cochecito y saba cul era el paso ms fcil de mantener. Se fue alejando del mar y dej atrs el pueblecito mientras el suelo iba subiendo lentamente de nivel. Los nicos olores perceptibles eran los de la piedra recalentada por el sol y el leve aroma picante del brezo, y las nicas violaciones del silencio las creaban la respiracin entrecortada de Crawford, el chirriar de las ruedas y el montono zumbar de las abejas. Lleg a la cima de una colina despus de haber caminado lo que le pareca una hora y se encontr contemplando un angosto vallecito interior..., y se detuvo en seco dejando que el cochecito rodara hacia adelante y le golpeara en las pantorrillas, pues las distantes laderas de un color gris verdoso estaban ocupadas por las filas de un ejrcito de gigantes.
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Un instante despus oy como el anciano se rea de l y comprendi que las figuras del valle no eran hombres sino piedras colocadas en posicin vertical, y el paisaje le record vagamente a Stonehenge. Empez a bajar por la pendiente norte de la colina vagamente avergonzado ante el susto que se haba llevado; pero despus de que el cochecito volviera a chocar dos veces contra su espalda decidi que sera ms fcil darle la vuelta y dejar que bajase rodando por la colina precedindole mientras l avanzaba lentamente detrs de l, tirando de la cuerda y actuando como freno. Seis monjes montados en burros pasaron junto a ellos sin que lo ridculo de su postura pareciese divertirles en lo ms mnimo, y Des Loges agrav la ya considerable humillacin de Crawford escogiendo aquel momento para recitar con voz potente y sarcstica una leyenda local segn la cual las piedras eran un ejrcito pagano que haba estado persiguiendo a un santo llamado Cornelio hacia el mar hasta que el santo se dio la vuelta y los convirti en piedra gracias a la potencia de su virtud. Un angosto brazo de mar se extenda durante un buen trecho tierra adentro y se iba estrechando poco a poco hasta acabar convirtindose en un ro. Los edificios de Auray se apelotonaban alrededor de la boca del ro e iban trepando por los flancos de las colinas que haba a cada lado mediante callejas y terrazas. El anciano le haba contado que la historia de toda aquella comarca abundaba en milagros y apariciones. A pocos kilmetros en direccin este se hallaba la Chappelle Ste. Anne, donde la Virgen se haba aparecido a un campesino llamado Yves Nicolazic y le haba ordenado que construyera una iglesia, y bajando por el camino haba una cruz erigida en memoria de un campo de batalla del siglo catorce. Segn las creencias populares, las bajas del combate cuyas almas se hallaban en pecado haban sido condenadas a vagar por las colinas hasta el Da del Juicio, pero los ciudadanos no estaban preparados para la procesin que entr en Auray movindose lentamente entre crujidos y ladridos el crepsculo de aquel viernes. Crawford haba pasado todo aquel da en una interminable alternancia de sudar bajo el sol y temblar a causa de las brisas marinas, mientras tiraba del cochecito por el sendero de carros. A la hora de almorzar l y su pasajero se haban tomado una botella de clarete entera por cabeza como acompaamiento del pan, el queso y los repollos que Des Loges haba metido en el saco; y antes de que reemprendieran el viaje el anciano practic a mordiscos unos agujeros en la tela del saco y se tap la cabeza con ste como si el saco fuera la capucha de un verdugo especialmente buclico, y Crawford haba seguido su ejemplo convirtiendo en sombrero la capa de hojas exteriores de un repollo cuyo ncleo haba devorado antes. Cuando llegaron a Auray muchas horas despus las hojas de repollo estaban marchitas pero seguan pegadas a su cabeza, y Crawford repeta mecnicamente el estribillo de una cancin que Des Loges haba empezado a cantar haca varias horas. La meloda o, quiz, los movimientos de brazos vagamente parecidos a aleteos con que el anciano pasajero del cochecito haba decidido acompaarla, acabaron por atraer a toda una procesin de perros que no paraban de ladrar. Los nios entraron corriendo en las casas, y unas cuantas ancianas se persignaron con expresin atemorizada al verles pasar. Des Loges interrumpi su canturreo el tiempo suficiente para indicar a Crawford dnde deba girar y ante cul de los edificios del siglo quince deba pararse. El cochecito se detuvo, dejndole al fin en libertad de quitarse el arns. Crawford contempl con expresin aturdida las callejas empinadas y las viejas casas y se
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pregunt qu diablos estaba haciendo all, exhausto, con la mente aturdida por la fiebre y la cabeza cubierta por un sombrero hecho con hojas de repollo. Se haban detenido ante un edificio de piedra de dos pisos con media docena de ventanas en la planta de arriba, pero slo un ventanuco muy angosto al nivel de la calle. Los aleros del tejado asomaban por lo menos un metro ms all de la pared, y el edificio era ms grande en la base que en la cima, aunque la diferencia de tamao apenas resultaba perceptible, y Crawford pens que aquel lugar tena un aspecto inquietantemente oriental. Un hombre delgado de mediana edad que se cubra la cabeza con una peluca empolvada, ya bastante pasada de moda, estaba contemplndoles con expresin consternada desde una ventana del piso de arriba. Ser mejor que esto vaya en serio, Franois grit el hombre. Me ocupar de que la viuda os sea entregada con un velo y un traje de encajes respondi Des Loges en su arcaico francs, y de que el Monte Saint Michel le sirva de padrino. Pero, Brizeux, me temo que no podr mostrarme tan hospitalario hasta que mi sobrino aqu presente no haya reanudado sus viajes. El hombre de la ventana asinti cansinamente. Todo los viajeros necesitan ayuda. Un momento. Desapareci y la puerta de la calle se abri unos segundos despus. Pasad, pasad dijo Brizeux. Bien sabe Dios que ya habis llamado la atencin ms que de sobra... La claridad del sol de la maana se impuso a la luz de las lmparas del interior, y los estantes repletos de archivadores y gacetas oficiales slo recobraron su aspecto de ocultar un significado enigmtico e imponente cuando la puerta volvi a cerrarse. Brizeux les llev a un despacho privado y movi la mano sealando dos sillones tapizados de terciopelo. Crawford observ los protectores de tela que cubran el respaldo y logr distinguir los vagos contornos dejados por la B napolenica bordada que haba sido arrancada haca poco tiempo y, an ms vagamente, los de la flor de lis que la haba precedido. Los modales de Brizeux daban la impresin de ser tan errticos como la filiacin poltica de los sillones, pues tan pronto se diriga a sus invitados llamndoles citoyens como les trataba de monsieurs al momento siguiente. Por lo menos su francs era del ms puro estilo parisino. Crawford le contempl con curiosidad. Brizeux casi pareca una caricatura del funcionario nervioso e irritable, con los dedos manchados de tinta y el cuerpo envuelto en una aureola de olor a lacre y encuadernaciones viejas, pero actuaba como si ostentara una posicin de autoridad y, para gran sorpresa de Crawford, tambin pareca dispuesto a extenderle un pasaporte. Abri un cajn de su escritorio y sac de l dos puados de pasaportes que repas a toda velocidad mientras alzaba la cabeza hacia Crawford de vez en cuando y le contemplaba con los ojos entrecerrados, como si quisiera averiguar qu pasaporte le ira mejor. Qu prefiere ser? pregunt por fin. Se sentira ms a gusto como veterinario o como tapicero? Crawford sonri. Como veterinario. Muy bien. A partir de ahora es usted Michael Aickman, de cuarenta y dos aos de edad y antiguo residente en Ipswich llegado a Francia el doce de mayo. No me cabe duda de que su familia estar preocupada por usted... Le entreg el pasaporte. Qu ha sido del autntico Michael Aickman? pregunt Crawford. Brizeux se encogi de hombros. Supongo que debi de ser atacado por alguna banda de criminales. Quiz llevaba consigo montones de dinero..., o puede que sus asaltantes le mataran para
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apoderarse de su pasaporte, el cual poda ser vendido a se permiti una sonrisa acerba ciertos funcionarios pblicos carentes de escrpulos. Y cunto cobrara un funcionario pblico por un pasaporte de esas caractersticas? Una suma considerable respondi Brizeux con jovialidad, pero en su caso el seor Des Loges ha decidido... encargarse de satisfacer el importe de sus facturas. Crawford se volvi hacia Des Loges y empez a preguntarse qu esperara el anciano de l a cambio de aquel favor; pero Brizeux ya haba puesto sus iniciales en el pasaporte y estaba pasando rpidamente las pginas con el fin de mostrarle a Crawford cul era el aspecto de su nueva firma, por lo que decidi guardarse aquellas preocupaciones para otro momento. Supongo que desear practicarla hasta que le salga bien de una forma instintiva dijo Brizeux, sonrindole mientras volva a entregarle el documento. Crawford se dio cuenta de que Brizeux tena cierto parecido con el joven Keats. El parecido resultaba difcil de captar porque Keats era joven y corpulento y Brizeux canoso y ms bien frgil, pero sus ojos y su expresin eran muy semejantes. Crawford pens que los ojos de ambos posean ese mismo brillo extrao y poco saludable, como si los dos hubieran contrado la misma clase de fiebre extica. Cuando salieron a la calle Des Loges avanz con paso cojeante hacia el cochecito. No! Volveremos en un carruaje ms normal dijo Crawford en francs, hablando muy despacio y pronunciando cuidadosamente las palabras. Pago yo. Haba estado sintiendo punzadas de dolor en los pies desde que dej de tirar del cochecito, y poda notar cmo se empezaban a hinchar dentro de los zapatos que le haba entregado Des Loges. No dudo de que podra satisfacer al cochero, pero no posee lo que hara falta para pagarme a m se ri Des Loges sin detenerse ni mirar hacia atrs. Espere. Hablo en serio... Creo que usted mismo lo preferira. Despus de todo, no me parece la posicin ms cmoda para pasar todo el da, o toda la noche, en este caso. Por qu no... ? El anciano se haba detenido y le estaba mirando. No se ha fijado en las ruedas? dijo en su arcaico francs. Por qu cree que le pregunt si quera llevar zapatos con suela de piedra? Crawford fue hacia el cochecito sin entender nada, se agazap junto a l, escupi sobre una de las ruedas y la frot para quitar la capa de barro. La parte plana de la rueda estaba recubierta a intervalos regulares con piedrecitas planas de forma ovalada. No era de extraar que el cochecito le hubiese parecido tan pesado y difcil de arrastrar! Alz los ojos hacia el anciano y le contempl con rasgos inexpresivos. Es que su esposa nunca le habl de ello? pregunt Des Loges en voz ms baja. Usted y yo... Viajar sobre piedra no nos envejece. Es una especie de cortesa familiar, si quiere llamarla as. He llevado zapatos con suelas de piedra durante ms aos de los que puedo contar, pero aun as la vejez se acerca poco a poco y ha aprovechado los momentos en que me los cambiaba o daba un paseo descalzo para variar, y ahora ya no tengo las energas necesarias para hacer ese tipo de cosas. Aun as, mi bastn tiene la base de piedra y siempre me aseguro de apoyarme en l a cada paso que doy. Todo ayuda, comprende? En... S, claro. Le dar unos zapatos con suelas de piedra antes de que se vaya. Y asegrese de llevarlos puestos, me ha odo bien? Creo que le quedan muchos siglos de andar por ah, as que procure no aislarse del contacto con su esposa.
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Pero si yo no estoy casado y mucho menos con una de esas... criaturas. La fiebre de Crawford pareca haber empeorado de una forma tan tembl como repentina, y su respiracin era tan clida como un viento del desierto que aullara por el interior de su cabeza. O s lo estoy? Es posible que mi esposa fuese una de ellas? Claro que s. Alguien que haya contrado un matrimonio como el suyo puede verlo con slo mirarle aun sin tomar en cuenta la prueba de su dedo. Crawford mene la cabeza sin entender nada. Pero mi esposa est muerta... Difcilmente puedo aislarme del contacto con ella, no le parece? Ver, dudo mucho de que su esposa haya muerto. Crawford dej escapar una risita. Estaba empezando a sentirse algo mareado. Tendra que haber estado all. La pobre qued tan aplastada como una cuba de uvas despus de pasar por la prensa, y en nuestra noche de bodas... El rostro parecido a una nuez de Des Loges perdi algunas de sus abundantes arrugas bajo los efectos de una emocin que quiz fuese la piedad. Muchacho, sa no era su esposa. Mene la cabeza y se instal en el cochecito. Le he conseguido el pasaporte que quera. Ahora llveme a casa para que pueda cumplir con su parte del trato. Crawford pens durante unos momentos en dejarle plantado y contratar a un cochero para que le llevase lo ms deprisa posible hasta la frontera suiza. El anciano siempre poda caminar o buscarse algn nio para que tirara de su cochecito pero, casi sin quererlo, se acord de Appleton cuando le haba trado el dinero y el caballo, y de Keats yendo a buscar su bolsa de viaje. Se inclin lentamente luchando con sus msculos envarados y cogi el arns. El sol se puso antes de que estuvieran a ocho kilmetros al sur de Auray, pero Des Loges se neg a pasar la noche en una posada incluso cuando Crawford protest diciendo que no haba luna para ver y no le qued ms remedio que seguir adelante mientras su mente aturdida por la fiebre se preguntaba si volvera a conocer algn momento en el que no estuviera tirando de aquel cochecito por las colinas bretonas. La luna estaba en su fase nueva, pero a medida que sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad descubri que poda verla bajo la forma de un tenue anillo luminoso en el cielo. El suelo tambin pareca emitir un resplandor muy dbil, y cuando oy ruidos en los campos que les rodeaban distingui retazos de fosforescencia que se movan detrs de los matorrales; y cuando un bho pas sobre sus cabezas pudo seguir su vuelo silencioso durante varios segundos antes de que se lanzara en picado para atrapar algn animalillo. Los kilmetros fueron quedando a su espalda y Crawford adopt un caminar cmodo y tan regular como un metrnomo. Cuando un guijarro logr meterse dentro de su zapato aprovechando el agujero que haba a un lado de la suela, al principio no quiso dejar de caminar el tiempo necesario para quitarse el guijarro, pero pasados unos segundos se fue dando cuenta de que la presencia del guijarro no le molestaba. Quiz fuese una ilusin provocada por la fiebre, pero el hecho es que aquel pie y, en realidad, toda la pierna pareca menos cansado y ms fuerte; y cuando finalmente se detuvo fue para coger otro guijarro y meterlo en el otro zapato. Des Loges ri suavemente detrs de l. El valle de piedras no le sobresalt, aunque de noche las figuras resultaban mucho ms parecidas a hombres inmviles esparcidos para algn propsito inimaginable por los kilmetros de llanura sumida en las tinieblas. Una niebla luminosa flotaba alrededor de las piedras bajo la dbil claridad de las estrellas y Crawford, mareado y dbil como estaba, crey que la niebla le saludaba, por lo que le devolvi el saludo con una inclinacin de cabeza y un gesto de su mano mutilada.
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Ya era ms de medianoche cuando detuvo el cochecito junto a la mitad de barca invertida que serva de morada a Des Loges. Una vez dentro el anciano le sirvi una copa de brandy y le mostr un rincn en el que poda dormir. Crawford despert al medioda del da siguiente oyendo la voz del anciano, que le llamaba desde fuera de la casita. Sali tambalendose al exterior y la luz del sol le aturdi y le hizo parpadear, pero no record haber escapado del barco y haber conseguido un pasaporte hasta que no estuvo ms all de las rocas, cuando mir hacia el estanque de la marea y vio a Des Loges sentado en el agua junto a la roca angulosa. Y ahora tienes que hacerle ese favor del que te habl pens mientras miraba a su alrededor con los ojos entrecerrados y se rascaba el cuerpo por debajo de la camisa con la que haba dormido. Espero que se trate de algo que pueda hacerse deprisa y que me permita volver a ponerme en movimiento antes de que el sol se haya alejado mucho hacia el oeste. Ah, no hay vida tan descansada como la del fugitivo! Sacudi sus maltrechos zapatos hasta librarlos de los guijarros que haba dentro, volvi a ponrselos y baj por entre los peascos de arenisca hasta llegar a donde estaba Des Loges. El anciano vesta la misma casaca color marrn que llevaba el da antes, y el lmpido oleaje del mar giraba y se arremolinaba alrededor de su torso. La tosca pirmide de piedra estaba sumergida, pero Crawford pudo ver que su base estaba rodeada por un collar de plata y cuentas de madera y unos bulbos vagamente parecidos a cebollas. La madera y aquella especie de vegetales se arqueaban hacia arriba y flotaban en la corriente, pero la plata haca que la extraa joya siguiese pegada a la arena. Crawford volvi a mirar a su alrededor con cierta inquietud, pues su intuicin acababa de decirle que all iba a ocurrir algo malo, y no saba de qu direccin poda llegar. El anciano alz los ojos hacia l y le sonri. Casado en las montaas, divorciado junto al mar! canturre. La marea est alta, pero le ruego que rompa ese collar de ajos despus de que me haya liberado. Querr hacerlo? No soy egosta, y me gusta pagar mis deudas. Crawford asinti, aunque segua sin entender nada. S, claro. Romper el collar... Meti un dedo del pie en el agua y torci el gesto. Estaba muy fra. Va a..., va a divorciarse? sa es la ceremonia que quiero lleve a cabo dijo Des Loges. No debera haber ningn problema. No soy ms que un dbil anciano, y de todas formas le prometo que no luchar. Tengo que meterme en el agua? Des Loges puso los ojos en blanco. Pues claro que tiene que meterse en el agua! Cmo piensa ahogarme si no se mete en el agua? Crawford sonri. Ahogarle. Claro. Oiga, yo... Sus ojos se posaron en el collar que rodeaba la piedra y se dio cuenta de que la base era cuadrada..., y record el surco en forma de cuadrado que haba visto en el suelo justo all donde Des Loges le haba dicho que sola sentarse su esposa. Cmo funciona exactamente todo este asunto de su divorcio? pregunt con voz algo nerviosa. Des Loges estaba observando la marea con mucha atencin. Usted me ahoga. No es un autntico asesinato, comprende? Ha de hacerse as porque el suicidio no sirve. Tiene que ser accidente o asesinato, y con la esposa seal la piedra incapacitada. Y tiene que ser usted, comprende? Supe que tendra que ser usted en cuanto me enter de que vena hacia aqu. Usted ha entrado a formar
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parte de la familia mediante el matrimonio. No interferirn con lo que haga. Si se tratara de cualquier otra persona podran impedrselo o, por lo menos, vengarse en cuanto lo hubiese hecho, pero con usted... Crawford sinti que la cabeza le daba vueltas y tuvo que arrodillarse para no caer. Esa roca de all, la roca metida en el agua que hay junto a usted... Est intentando decirme que esa roca es..., que esa roca es su... ? Brizeux no tiene familia ni hijos! grit Des Loges. Nadie ms corre ningn riesgo, slo l y yo, y ambos sabemos lo que hacemos. Por el amor de Dios, la marea se va... Deprisa! Me lo prometi! El anciano se dobl sobre s mismo y meti la cabeza en el agua como si quisiera facilitarle todava ms el trabajo. La mano que slo tena cuatro dedos empez a moverse furiosamente hacindole seas. Los ojos de Crawford volvieron a posarse en la pirmide sumergida... y oy una voz que hablaba dentro de su cabeza. No. Vete. Crawford gir sobre s mismo y corri tan deprisa como podan llevarle sus envaradas piernas, huyendo hacia el este... Hacia Anjou y Bourbonnais y, a mucha distancia de esos lugares, hacia Suiza.
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Y dije yo: Ha de ser veloz y blanca, y sutilmente clida y en parte perversa, y ms dulce que la fruta madura cuando la muerdes, y esbelta y tan feroz como el amor de una serpiente. Algunos hombres han tenido deseos peores. A. C.
SWINBURNE,
Felise
Y siempre estaba en las montaas, noche y da, y en las tumbas, llorando y lacerndose con las piedras.
MARCOS,
5, 5
Los vientos de las grandes alturas arrastraban consigo penachos de nieve tomada de la distante cima del Mont Blanc, acaricindola como si fuesen los dedos de un inmenso arpista invisible y desplegndolos sobre todo el confn sureste del cielo; y pese a los rayos de sol que arrancaban vapores a los tejados de pizarra de las riegelhausen que haba a su alrededor obligndole a llevar su chaqueta sobre el brazo en vez de puesta, Crawford tembl con algo parecido a la simpata mientras observaba aquella montaa lejana, y durante un momento pudo imaginarse vividamente qu aspecto tendran aquellas calles de Ginebra vistas desde la cumbre por una persona que dispusiera de un telescopio. El cielo azul reluca en los charcos de agua de lluvia acumulada entre los adoquines que pisaba, y al oeste la curva de un arco iris abarcaba todo el valle que haba entre Ginebra y los Monts du Jura. Crawford apart la mirada de aquel cielo excesivamente brillante y vio a una joven que venia hacia l con expresin entre indecisa y preocupada desde el otro lado de la calle. Su cabellera rubia y su bonete rojo ribeteado de encajes daban a entender que era nativa del pas, pero su plida belleza pareca hecha para una tierra menos soleada, y su sonrisa forzada pareca terriblemente fuera de lugar entre aquellas fachadas pintadas con unos colores tan alegres. Crawford tuvo la impresin de que la sonrisa indicaba una mezcla de miedo y ansiedad, como la que podra verse en los labios de una persona poco familiarizada con el mundo que vaga por un muelle extranjero con la esperanza de vender algn objeto robado o contratar los servicios de un asesino a sueldo. L'arc-en-ciel dijo la joven con voz ronca moviendo la cabeza hacia el arco iris sin volverse a mirarlo. El smbolo del pacto que Dios hizo con No, verdad?
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Disclpeme, pero usted tiene el aspecto de ser un hombre que sabe cmo llegar hasta el otro lado de ese smbolo. Crawford supuso que deba de ser una prostituta despus de todo, el Htel Angleterre estaba a poca distancia, y seguramente muchos de los turistas ingleses que podan permitirse el lujo de alojarse all sabran apreciar en su valor a una chica que no necesitaba los servicios de un intrprete, y sinti cierta pena, pero no mucha sorpresa, al darse cuenta de que no experimentaba la tentacin de ir con ella a alguna habitacin alquilada. Acababa de pasar un mes entero atravesando Francia y durante todo aquel tiempo no haba sentido el ms mnimo atisbo de inters ertico, ni tan siquiera cuando trabajaba junto a jvenes muy apetecibles en los viedos. Quiz fuese porque la muerte de su esposa an estaba demasiado reciente..., o quiz fuera porque los sueos de un intenso contenido sexual que casi llegaban a la categora de pesadillas, que atormentaban sus noches y le hacan despertar sintindose exhausto y febril, le dejaban sin energas que consagrar a la persecucin de las mujeres reales. Pero antes de que pudiera replicar a su ambigua observacin se produjo un altercado en el lado de la calle del que haba visto venir a la joven. Es ese maldito ateo. No le hagan caso grit una voz masculina, y unos instantes despus se oy gritar a una joven. Un mdico, que alguien vaya a buscar un mdico! Crawford apart a la muchacha de forma casi automtica y pas junto a ella para cruzar la calle. Soy mdico, djenme pasar dijo en voz alta. Utiliz su ya algo gastada pero recin adquirida bolsa de viaje para abrirse paso entre las personas que se haban agrupado junto a la pared de una taberna formando un semicrculo. Los mirones retrocedieron para dejarle pasar y cuando lleg al foco de la multitud se encontr con un joven de apariencia frgil que yaca inconsciente sobre las piedras, con los hmedos mechones de su fina cabellera rubia pegados a la frente. Ha empezado a gritar cosas sin sentido dijo una chica que estaba acuclillada junto a l, y de repente perdi el conocimiento y se cay. Crawford comprendi que deba de ser la misma que haba gritado pidiendo un mdico. Era inglesa y, algo distradamente, se dio cuenta de que en tiempos la habra encontrado atractiva, aunque tena el cabello de color castao y comparada con la muchacha suiza pareca demasiado regordeta. Puso una rodilla en el suelo y tom el pulso del joven. Los latidos eran rpidos y dbiles. Parece una insolacin dijo secamente. Hay que hacer bajar la temperatura. Necesito que me traigan telas mojadas... Cualquier cosa, una vela, cortinas o una capa. Y tambin necesito algo para darle aire. Un par de personas echaron a correr, presumiblemente en busca de las telas mojadas que haba pedido, y Crawford le quit la chaqueta al joven inconsciente y empez a desabotonarle la camisa. Un instante despus ya le haba despojado de ella y arroj las dos prendas por encima de su hombro. Emppenlas en un charco de lluvia y devulvanmelas grit. Crawford se puso en pie y empez a mover su chaqueta sobre el delgado torso que tena delante. Mientras lo haca pens que aquel joven se pareca a alguien con quien se haba encontrado recientemente. Est perdiendo el tiempo, amigo mo dijo con voz jovial un ingls vestido con una elegancia casi rebuscada. Es Shelley, el ateo. Deje que muera y el mundo se convertir en un lugar mejor. Crawford se dispuso a replicar haciendo alguna referencia al juramento hipocrtico, pero otro hombre acababa de aproximarse con paso cojeante desde donde estaba el hotel, y el recin llegado gir sobre s mismo para obsequiar al turista con una sonrisa helada.
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Shelley es amigo mo dijo. Si usted dispone de algn amigo quiz tendr la bondad de hacer que fije el momento en que usted y yo podamos encontrarnos en el sitio que ms le convenga para... razonar el uno con el otro. Qu le parece? Santo Dios murmur alguien entre la multitud. Es Byron. Crawford se volvi hacia el recin llegado sin dejar de agitar su chaqueta. Se pareca al autor de Las peregrinaciones de Childe Harold tal y como se le representaba en los dibujos publicados por los peridicos londinenses: un rostro melanclico, pero de una belleza clsica, coronado por una melena de rizos oscuros desordenados por el viento. Crawford record haber odo vagos rumores afirmando que haba abandonado Inglaterra, pero no saba que hubiese venido a Suiza. Y quin era el ateo, ese tal Shelley? El rostro del turista ingls se haba vuelto de un rojo oscuro y sus ojos se haban apartado de Byron para clavarse en la fachada del hotel. Yo... Le pido que me disculpe murmur. El turista ingls gir sobre sus talones y se alej lo ms deprisa posible. La mujer rubia que haba hablado con Crawford sobre el arco iris apareci con una manta y un cubo de agua, y antes de permitir que Crawford empapara la manta meti en el agua un puado de lo que pareca arena blanca removindola con la mano para que se disolviera. Sal dijo con impaciencia, como reprochndole que no se le hubiera ocurrido la idea. Hace que el agua sea mejor conductora de la electricidad. Byron pareci algo sorprendido por la observacin y sus ojos escrutaron el rostro de la joven. Estupendo. Gracias dijo Crawford. Estaba demasiado ocupado para prestar atencin a su extrao comentario. Form una bola con la manta, la meti en el agua y cubri el delgado cuerpo de Shelley con la tela empapada. Mientras le arropaba con ella vio una cicatriz bastante ancha en uno de los flancos del joven, por debajo de las prominentes costillas. De hecho, tuvo la impresin de que le tallaba una costilla. La joven inglesa que haba gritado pidiendo un mdico alz los ojos hacia Crawford y le sonri. Supongo que ha sido cirujano naval dijo. Esa forma instintiva de pedir una vela... Tanto Byron como Crawford la miraron con expresin de incomodidad. Oh, Claire... Hola dijo Byron. No te haba visto. S dijo Crawford en tono ms bien seco. Cuando era joven estuve en la Armada. Otro hombre empez a abrirse paso entre la multitud. Qu est sucediendo aqu? pregunt. Soy mdico, djenme pasar. La situacin ya ha sido controlada, Pollydolly dijo Byron. Parece que Shelley ha sufrido una pequea insolacin. Segn el diagnstico de quin? Los ojos del hombre que responda a aquel apellido tan poco plausible recorrieron los rostros de la multitud que le rodeaba y acabaron posndose en Crawford. Crawford se dio cuenta de que era muy joven, y de que intentaba ocultar el hecho de que tena veintipocos aos mediante un ostentoso bigote y unos modales arrogantes. El suyo, seor? As es replic Crawford. Soy cirujano y... Querr decir que es barbero, no? El recin llegado sonri despectivamente. Bien! Shelley necesita urgentemente los servicios que puede prestarle alguien de su profesin y eso es algo que no voy a discutir, pero no puedo aplaudir sus..., sus mtodos de... Basta, Polly le interrumpi Byron. Este hombre da la impresin de saber lo que se hace... Mira, parece que Shelley ya est recobrando el conocimiento.
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El joven que yaca sobre el pavimento haba empezado a incorporarse y estaba abrazando a Claire, aunque an no haba abierto los ojos. Su cola consciente su alegra declar dijo con una voz ms bien estridente. Era obvio que estaba recitando alguna poesa. La hermosa redondez del rostro, la barba nevada, el terciopelo de sus patas, el pelaje que con el peine de carey... Byron se ech a rer, claramente avergonzado por la conducta de su amigo. Son unos versos del poema de Thomas Gray sobre su gata favorita, la que se ahog en una pecera... Bien, veamos si podemos ponerle en pie... Mami! grit Shelley de repente. No fue pap, fue esa horrible tortuga que vive en el estanque! Ya s que adopt su apariencia, pero an as tendras que haberte dado cuenta! Vive en el estanque, en Warnham Pond... Abri los ojos y contempl los rostros que se inclinaban sobre l parpadeando a toda velocidad y sin dar seales de reconocerlos. Crawford y la joven delgada de apariencia enfermiza estaban inmviles el uno junto al otro. La mirada de Shelley se pos en ellos durante un momento y se alej rpidamente. Warnham estaba pensando Crawford. se fue el sitio donde perd mi anillo de boda. Byron cogi a Shelley por debajo del brazo y tir de l hasta ponerle en pie. Shelley, puedes caminar? Aqu tienes tu chaqueta, aunque un alma bondadosa que deseaba ayudarte ha fregado la calle con ella. Seor aadi volvindose hacia Crawford, estamos en deuda con usted. Me alojo en Villa Diodati, algo ms al norte siguiendo la orilla de este lago, y los Shelley son mis vecinos. Le ruego que nos visite, especialmente si..., si podemos prestar alguna ayuda a un compaero de viaje. Byron y Claire flanquearon a Shelley, le cogieron cada uno por un brazo y se lo llevaron, y el mdico del apellido ridculo les sigui tras haber lanzado una ltima mirada asesina a Crawford. Crawford volvi a darse cuenta de que Byron cojeaba, y record haber ledo que el joven lord estaba lisiado. Al parecer tena un pie deforme. La multitud ya haba empezado a dispersarse, y Crawford se encontr caminando junto a la joven que le haba preguntado si saba cmo llegar al final del arco iris. A veces cobran el aspecto de reptiles observ, hablando en un tono de voz tan tranquilo y despreocupado como si reanudara una conversacin anterior. Crawford haba admitido ser cirujano y haber servido en la Armada, y eso le tena algo preocupado. S, supongo que s replic distrado. Lo que quiero decir es que tengo la seguridad de que no era una tortuga comprende? Supongo que es improbable, desde luego dijo Crawford. Me llamo Lisa dijo la joven. Michael. Lisa movi la cabeza de un lado a otro con la expresin de quien est soando. Crawford se fij en la lnea de sus pmulos y en sus grandes ojos oscuros, y volvi a ser amargamente consciente de lo atractiva que le habra parecido en el pasado. Ha visto alguna vez uno de tan regio porte? le pregunt en voz baja Su madre fue terriblemente afortunada. Lo ms cercano al autntico amor de que he disfrutado fue la mano de una estatua... Viv con ella durante aos, pero acab enfermando de anemia y la gente se dio cuenta de que ya no poda soportar la luz del sol. Los sacerdotes se presentaron con el agua bendita mezclada con sal y la mataron. Supongo que les estoy agradecida. Si no lo hubieran hecho tengo la seguridad de que hoy estara muerta, pero an busco rocas en las laderas de las montaas. La mano de una estatua... repiti Crawford, y volvi a pensar en Warnham.
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Fui ms afortunada que la mayora dijo ella, asintiendo como para indicar que estaba totalmente de acuerdo con l. Le lanz una rpida mirada cargada de timidez y se lami los labios. Ha trado consigo alguna... ? Se ruboriz, y cuando volvi a hablar lo hizo en un tono de voz ms bajo. Tiene alguna hogaza de san Stephen? Usted y yo podramos consumirla juntos y... Le cogi la mano y la desliz sobre su mejilla para acabar besndole la palma. El gesto result algo forzado, pero durante un momento Crawford pudo sentir la clida humedad de la punta de su lengua. Podramos compartir su inters hacia nosotros, Michael, y al menos eso permitira que cada uno se interesara por el otro... Crawford comprendi que la joven estaba hablando de algo ya mencionado por Keats, y que tambin tena algo que ver con lo que Des Loges haba deseado de l; y admiti para s mismo haber reconocido en los ojos de Lisa ese mismo brillo enfermizo que haba visto en los ojos de Keats y en los de aquel funcionario llamado Brizeux. Tendra que examinar atentamente su rostro en un espejo a la primera ocasin que se le presentara. Lo siento le dijo con amabilidad. No tengo nada. Oh. Lisa dej caer su mano, aunque sigui caminando junto a l. Pero lo ha tenido recientemente... Su claridad sigue hacindole brillar como un ignis fatui que baila sobre las aguas de una charca estancada. Crawford se volvi rpidamente hacia ella, pero Lisa tena los ojos clavados en la nada y no pareca haber querido ofenderle con sus palabras. Quiz pueda venir conmigo a las montaas en alguna ocasin a buscar rocas dijo Lisa, y empez a apartarse de l. Conozco un par de lugares situados a mucha altura donde las avalanchas han dejado al descubierto el metal, ese metal plateado que pesa tan poco como la madera, y podramos examinar todas las rocas cercanas buscando trozos vivos... Crawford asinti y la salud con la mano mientras Lisa desapareca entre la multitud. S, creo que sera muy divertido dijo con voz abatida. Visit algunos de los hoteles y posadas cercanos y no tard en convencerse de que no poda permitirse el lujo de encontrar alojamiento dentro de las murallas de Ginebra, por lo que cogi una diligencia que haca el recorrido de las aldeas del norte esparcidas a lo largo de la orilla este del lago Leman; y en una de ellas logr encontrar una casa de troncos del siglo diecisis donde se alquilaba una habitacin. Las ventanas daban a callejas muy angostas que terminaban en una playa, donde se vean los surcos dejados por las quillas de los botes que haban sido arrastrados sobre la arena hasta el lago aquella misma maana. Durmi hasta que hubo oscurecido y pas la mayor parte de la noche contemplando la remota negrura que se alzaba al otro lado del lago, la mancha del Jura que ocultaba las estrellas. De vez en cuando se volva hacia la esquina noreste de su habitacin y sus sentidos iban ms all de los paneles de madera dejando atrs la casa, las colinas del Chablais y el Rdano hasta captar con toda claridad el majestuoso conjunto de los Alpes Berneses perdidos en la noche y cada uno de sus distintos monarcas, el Monch, el Eiger y el Jungfrau. Poco despus de medianoche el cielo empez a ondular lentamente y se ilumin con el resplandor de telones tan inmensos como los de la aurora borealis y las estrellas se apagaron. Las masas de rboles que rodeaban el lago empezaron a brillar con una dbil claridad y durante unos segundos, como quien oye una msica lejana cuando el viento sopla en la direccin adecuada, crey sentir a travs de sus talones la reverberacin de una letana procedente del mismsimo corazn de las piedras que
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formaban el planeta. Acab quedndose dormido, y volvi a soar con aquella mujer tan fra que pareca estar hecha de hielo. En este sueo la mujer se hallaba con l en la habitacin, y eso era algo nuevo. Cuando haba soado con ella en Inglaterra y en Francia siempre haba tenido la impresin de estar en una isla donde las ruinas asomaban por entre los viejos troncos de los olivos, y hacan el amor sobre un suelo cubierto con baldosas de mrmol surcado de vetas y seales en el que las bandas de luz lunar se alternaban con las sombras de las columnas truncadas. La piel de la mujer siempre estaba muy fra, y cuando le haba dejado sin energas se alejaba deslizndose y se perda tan deprisa entre los matorrales y las parras que Crawford saba con toda seguridad que su forma no poda seguir siendo humana..., y en cada ocasin lo que ms le irritaba era el ser incapaz de seguirla, pues durante el sueo estaba convencido de que si hubiera podido verla en su forma de reptil habra demostrado ser tan erticamente hermosa como la de mujer. Esta noche la presencia pareci llegar envuelta en una niebla que avanzaba por entre las casas, pero cuando pudo verla con claridad descubri que tena su forma humana. Estaba desnuda, como lo haba estado en todos los sueos, y su belleza le dej tan deslumbrado que apenas se fij en el movimiento ondulante de su brazo cuando dio la vuelta a su espejo de afeitarse dejndolo de cara a la pared. Despus sus blancos dedos le desabotonaron la camisa, y en cuanto sus fros pezones le rozaron el pecho Crawford tuvo la impresin de que sus pulmones se haban llenado de hielo. Cay de espaldas sobre la cama. La vio venir hacia l y montar a horcajadas sobre su cuerpo y Crawford, sin sentir nada que no fuese la ms intensa gratitud, comprendi que era ella con quien haba hecho el amor durante las horas que precedieron a su descubrimiento del cadver de Julia. La mujer se inclin sobre l para besarle apasionadamente. Sus cabellos se enroscaron en pesados rizos alrededor de sus orejas y Crawford se abandon a ella. Su carne se fue calentando junto a la de l mientras las horas iban siendo consumidas lenta y dolorosamente como por un cincel, y cuando por fin abandon la cama su cuerpo brillaba con un dbil resplandor parecido al de los ladrillos que recubren la fragua de un herrero. La mujer se inclin y tom su flccida mano como para besarla, pero cuando se la llev a los labios lo que hizo fue morder el mun del dedo. La sangre brot a chorros y se derram dentro de su boca, y los muelles de la cama lanzaron un gemido torturado cuando el cuerpo de Crawford se convulsion y su mente se sumi en la negrura de la inconsciencia. El sol matinal acarici su rostro hacindole torcer el gesto, y aunque el esfuerzo hizo que le temblaran las piernas y le oblig a desplomarse sobre la cama jadeando con el cuerpo cubierto de sudor, se las arregl para correr la cortina y eliminar la tortura representada por aquel hueco luminoso. La sbana estaba cubierta de manchas marrones dejadas por la sangre que haba brotado del mun de su dedo, nuevamente en carne viva. No estuvo en condiciones de salir hasta despus de que el sol hubiera empezado a ponerse, y el crepsculo le encontr en un camino pegado a la fachada de una vieja casa de piedra que daba al lago. Estuvo apoyado en la barandilla de hierro durante media hora, observando en silencio cmo los rayos bailaban encima de las montaas ms all de la otra orilla, hasta que vio una embarcacin deslizndose sobre las aguas. Era un bote de pequeo tamao con una vela azul bajo el cielo color salmn, que pareca patinar hacia l impulsado por la brisa que tiraba del cuello de su
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chaqueta, y haca que el reflejo del cielo visible en la superficie del agua se agitara como una lmina de pan de oro sostenida ante una boca que susurra. El bote transportaba una silueta solitaria. A la izquierda de Crawford haba un tramo de peldaos de piedra que llevaba hasta el lago, y cuando qued claro que el bote vena directamente hacia l se encontr caminando lentamente hacia los peldaos y bajando por ellos. Cuando el bote estuvo lo bastante cerca para que su tripulante pusiera la borda contra el viento y empezara a arriar la vela, Crawford estaba esperndole en el muelle de piedra y cogi el cabo que le fue arrojado. Crawford tir del bote acercndolo al muelle, se inclin para atar el cabo a un poste de madera descolorida por la intemperie y Percy Shelley salt gilmente de la embarcacin, que se meca lentamente a la inmovilidad de las piedras. Crawford acab de asegurar el cabo y se incorpor. Era la primera ocasin en que vea el rostro de Shelley bajo condiciones normales, y lo que vio le hizo torcer el gesto. El parecido no es casual dijo Shelley con una especie de lgubre diversin Es obra de mi hermanastra. Crawford no necesit preguntarle a quin se refera..., y record algunas de las cosas que Shelley haba dicho durante el delirio provocado por la insolacin. Su hermanastra? Quin..., quin fue su padre? El rostro de Shelley pareca cansado pero jovial. Puedo confiar en usted? Yo... No lo s. S. Shelley se apoy en el poste de madera. S que puedo confiar en usted, de la misma forma en que puedo confiar que una flor se volver hacia el sol. Le hizo una pequea reverencia. Me conformo con eso. Crawford frunci el ceo y se pregunt por qu deba creer nada de lo que le dijese Shelley. Bueno pens, es su hermano... Basta con verle para darse cuenta de que es su hermano. Me ha preguntado por su padre estaba diciendo Shelley. Bueno, para empezar padre no es la palabra adecuada. Esas criaturas son... Pueden adoptar el sexo que deseen. Era... Cristo, para qu intentar definirlo? Pareca una tortuga gigante, y en cuanto a si sus impulsos y motivaciones eran ms complejas y elaboradas que las de los animlculos que se pueden ver examinando una gota de vinagre mediante un microscopio es algo que ignoro. He estudiado su especie durante aos, pero sigo sin ser capaz de ver motivaciones ocultas detrs de las consistencias. Crawford pens en la mujer helada y en su belleza sin edad. Cul de ustedes dos naci primero? La sonrisa de Shelley se volvi un poco ms ancha, y eso hizo que pareciera todava menos alegre que antes. Es difcil de saber. Nuestra madre nos dio a luz el mismo da, por lo que podra decirse que somos gemelos. Pero su semilla fue implantada en el tero de mi madre mucho antes que la ma. Esas criaturas deben de tener un perodo de gestacin ms largo que el de los seres humanos, por lo que sera igualmente vlido decir que ella es ms vieja que yo. Pero, naturalmente, no debemos olvidar que vivi como piedra enquistada en mi abdomen durante diecinueve aos hasta que consegu sacarla de mi interior el ao 1811, por lo que tambin podra decirse que es ms joven que yo. Supongo que el otro da debi de fijarse en la cicatriz de mi cesrea, no? Lo nico que puedo afirmar con absoluta seguridad es que hemos tenido la misma madre. Ri y mene la cabeza con expresin melanclica. Al menos usted no ha cometido incesto.
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Crawford sinti unos celos tan terribles y repentinos que la cabeza empez a darle vueltas. Usted... jade. Cundo... ? Las piedras tienen odos. Hablemos en el lago. Shelley seal el bote. Crawford se volvi hacia el poste al que haba atado el cabo y slo entonces se dio cuenta de que la parte superior haba sido toscamente tallada hasta hacerle adoptar la forma de una cabeza humana que sonrea, y que el rostro estaba atravesado por varios clavos de hierro de considerable longitud. A juzgar por las lneas de xido negruzco que surcaban aquel rostro medio astillado como si fueran regueros de lgrimas, los clavos haban sido introducidos en la madera haca ya mucho tiempo. Eso es un mazze dijo Shelley detrs de l. Es una palabra italiana que significa garrote. Al sureste de aqu hay muchos. Todo el Valais est lleno de ellos. Crawford estaba desatando cautelosamente el cabo que haba anudado alrededor de aquella cosa. Y para qu sirve? En el siglo quince, cuando los suizos estaban liberndose de la tirana de los Habsburgo, estos postes eran una especie de oficina de reclutamiento para los rebeldes. Si queras luchar contra los opresores lo indicabas hundiendo un clavo, un eisener breche, as les llamaban, en una de estas cabezas. Crawford acarici un clavo con la yema del dedo. El clavo oscil en su agujero y un impulso repentino le hizo extraerlo del poste y metrselo en el bolsillo. Shelley ya estaba recogiendo el cabo y Crawford salt al bote antes de que ste quedase fuera de su alcance. Los aros de madera que cean el mstil repiquetearon suavemente cuando iz la vela, y antes de que Crawford tuviera tiempo de instalarse junto a la borda Shelley ya estaba manipulando hbilmente el cuadrado de lona para orientar la proa hacia el viento, con lo que el bote empez a alejarse de la orilla. El cielo se haba oscurecido hasta cobrar el color de la ceniza hmeda. Cundo... ? empez a preguntar Crawford, pero la voz le sali demasiado estridente. Trag saliva y cuando volvi a hablar lo hizo en un tono ms normal. Cundo se..., se acostaron? Mucho antes de que usted se casara con ella dijo Shelley, como si intentara tranquilizarle. De hecho, poco tiempo despus de su nacimiento... Me refiero a su nacimiento de mi seno. La encontr en la calle y me obligu a creer que lo que haba sacado de mi interior no era ms que una piedra. Sufro de clculos biliares, sabe? Shelley tir de los cordajes y el bote se inclin mientras se deslizaba sobre la superficie del lago. Me obligu a creer que la mujer que me haba buscado hasta encontrarme no poda tener ninguna relacin con aquel guijarro ensangrentado y esa costilla enferma que haba arrojado a la calle haca un par de meses sigui diciendo. Pero, naturalmente, eran lo mismo, aunque por aquel entonces le resultaba muy difcil mantener la forma humana. Incluso ahora tiene que volver a convertirse en algo de naturaleza ofidia o rocosa siempre que lleva mucho tiempo siendo humana. El viento cambi de direccin y Shelley dej que el bote se orientara por s mismo hasta entrar en el nuevo rumbo. Fue mi primera experiencia sexual. Y la ha... ? Ha vuelto a tomarla desde entonces? El esfuerzo que le exigi pronunciar aquellas palabras fue tan terrible que le dolieron los dientes. No. Fue... No se ofenda, pero fue tan horrible que no quiero volver a pasar por eso. Llevaba tantos aos viviendo en mi interior... Estaba demasiado cerca de m, y fue como una especie de masturbacin, como haber mantenido una relacin sexual con la parte ms oscura de mi ser.
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Demasiado horrible? Las manos de Crawford se haban tensado basta convertirse en puos. Sabe nadar? No, no s nadar... Y si me ahogara le hara dao, e incluso es probable que acabara con ella. Recuerde que somos gemelos y que estamos unidos por el lazo ms ntimo imaginable. Pero no he venido a verle esta noche para insultarle. Sabe si... ? Usted es la segunda... No, es la tercera persona con que me encuentro que dice estar convencida de que me he casado con ella! le interrumpi Crawford. Por qu piensa eso? Shelley le contempl con expresin interrogativa. Bueno, para empezar porque ella me lo ha dicho. Y le falta el dedo anular, lo cual suele ser seal de que se ha contrado matrimonio con una de esas criaturas... De hecho, originalmente los anillos eran una proteccin simblica contra las succubae. Se crea que el metal una el dedo al cuerpo, comprende? Adems, su aspecto es distinto al de las personas que son una simple presa de tales criaturas. Un observador experimentado siempre puede reconocer a un miembro de la familia. La orilla haba quedado tan atrs que Crawford ya no poda distinguir el muelle, y Shelley permiti que la vela dejara de capturar el viento. Unos instantes despus el bote se haba detenido y empez a moverse lentamente mecido por el suave oleaje del lago. Crawford crey ver un atisbo de luz y movimiento en el cielo, pero cuando alz los ojos no vio nada salvo la negrura de las nubes. Shelley tambin alz los ojos. Pareca un poco nervioso. Lamias salvajes? Al menos su presencia aqu debera servir para protegernos de ellas..., aunque hace un par de meses una estuvo a punto de ahogarme en el lago. El silencio que sigui a sus palabras dur todo un minuto, y la tensin de su cuerpo acab relajndose. Bien, as que se cas con ella sigui diciendo Shelley por fin. Nunca pueden tomar la iniciativa. Tiene que haber algn gesto de invitacin por su parte. Me pregunto por qu no puede recordarlo. Hizo... ? No s, pronunci los votos matrimoniales ante una roca, puso un anillo de boda en la cola de un lagarto alado o...? sonri. Practic el acto sexual con una estatua en el interior de una iglesia? El estmago de Crawford se haba convertido en un bloque de hielo. Cristo! murmur. S, lo hice! Las cejas de Shelley se enarcaron hasta recorrer la mitad de la distancia que las separaba del nacimiento de su cabello. De veras? Hizo el amor con una estatua dentro de una iglesia? No deseara dar muestras de una curiosidad vulgar, pero... No, no. Puse un anillo de boda en el dedo de una estatua. En Warnham, hace un mes... Y cuando volv a buscar el anillo la mano de la estatua estaba cerrada, as que no pude sacarle el anillo. Despus decid que todo haba sido un sueo. As que eso es lo que hizo dijo Shelley con voz tona. Era ella. Y apostara a que no fue una accin tan impulsiva o fruto del azar como usted cree. Al igual que la prdida de su dedo, hmmm? Ella estaba all y se encarg de dirigir el curso de los acontecimientos. Necesitaba un vehculo que le permitiera seguirme hasta Europa, por lo que le manipul para que se ofreciera como voluntario y desempeara esa funcin. Mat a mi esposa? La mujer con la que me cas al da siguiente, la que..., la que fue asesinada durante nuestra noche de bodas, mientras yo dorma... Shelley curv los labios enseando los dientes en una mueca de simpata. Cristo, eso ocurri? S, tiene que haber sido ella. Es... un dios celoso. Tir de sus cabellos. Poco despus de haberme extrado a mi hermana fui a Escocia y me interes por una chica. Mary Jones, as se llamaba... Mi hermana la mat. La hizo pedazos. Las autoridades dijeron que la haban matado con unas tijeras de esquilar ovejas y escogieron al ciudadano ms corpulento y estpido que pudieron encontrar
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como culpable, pero cualquiera poda ver que ningn ser humano habra sido capaz de hacer tales destrozos a menos que usara un can. S dijo Crawford con un hilo de voz. Exactamente igual que con Julia. Pero sabe una cosa? No..., no lo lamento. S que merezco la condenacin eterna por decirlo, pero... no lo lamento. No me malinterprete. Deseara que Julia siguiese con vida, es decir... Yo... Me gustara no haberla conocido nunca... Me gustara haber sabido que estaba casndome con ella, con..., con la mujer fra, con su hermana. Eso me habra permitido no contraer nunca mi compromiso matrimonial con Julia. Cree que es un sentimiento horrible? S, desde luego. Shelley se removi y puso un brazo sobre el timn. Pero me alegra orle decir eso, pues significa que probablemente cooperar con el plan al que he estado dando vueltas desde hace algn tiempo. Ver, estoy casado y tengo hijos..., y adems estoy a punto de conseguir el divorcio y contraer un nuevo matrimonio; y mi hermanastra, su esposa... Si tiene ocasin de hacerlo matar a todas esas personas igual que mat a su Julia. Pero no puede cruzar el agua a menos que alguien la ayude, especialmente si se trata de agua salada. Tiene que viajar con un humano estrechamente unido a ella; ya sea por la sangre, como en mi caso, o por el matrimonio, como en el suyo. Se cas con usted para poder seguirme hasta el otro lado del canal... Eso es mentira dijo Crawford. Shelley le contempl con expresin compasiva. Muy bien, es mentira. En cualquier caso, no le gustara tener la seguridad de que cuando regrese a Inglaterra ella se quedar aqu con usted y de que no volver a cruzar el canal conmigo? Ella nunca hara semejante cosa dijo Crawford con gran irritacin. Tiene una opinin demasiado elevada de usted mismo. Adelante, vuelva a Inglaterra... Ella no le seguir. S, probablemente est en lo cierto dijo Shelley intentando calmarte. Estoy seguro de que as es. Pero por qu no me ayuda a asegurarse de ello? Bastar con que coopere conmigo en un par de... procedimientos. No ser nada complicado. Hice que mi esposa los llevara a cabo antes de abandonar Inglaterra el mes de mayo. Lo nico que le pido es... No necesito atarla fsicamente a m, y no pienso insultarla a ella o a m mismo intentndolo. Shelley le mir, y aunque estaba demasiado oscuro para ver su expresin pareca indicar un considerable asombro. Muy bien. De acuerdo... Entonces, permtame que lo exprese de otra forma. Le gustara saber qu tipos de comportamiento debe evitar si quiere que siga a su lado? Y recuerde que sera nada menos que su hermano quien se lo explicara... Le gustara saber qu es lo que odia y lo que ama? No necesito nada de eso. Crawford se puso en pie. La brusquedad de su movimiento hizo oscilar el bote. Y s nadar. Salt por la borda. El agua del lago estaba fra y pareci despejarle la cabeza, librndole de la extraa complacencia febril que haba estado rodendole como una niebla caliente. Ahora ya slo senta una emocin, y era pnico. Tendra que volver al bote pens, y averiguar cmo puedo impedir que le siga... y hacer todo lo contrario. Querer tenerla junto a m... Cmo puedo desear algo semejante? Dios mo, mat a Julia! Y ahora t... Su cabeza rompi la superficie del agua. Respir el aire de la noche y olvid todos sus propsitos de volver al bote. La perspectiva de nadar varios centenares de metros cargando con sus botas y el peso de su chaqueta no le pareca demasiado temible. Se volvi hacia la orilla de la que haban salido y empez a hendir las aguas
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con brazadas lentas y enrgicas. Oy la voz de Shelley llamndole a su espalda, pero no le hizo ningn caso. Mientras nadaba, el agua pareci irse convirtiendo en un fluido casi tan denso como el mercurio, por lo que se encontr flotando ms fcilmente y pudo impulsarse hacia adelante con mucho menos esfuerzo, como si el agua estuviera repelindole; y un viento clido empez a soplar a su espalda azotando sus ropas y su cabello y proporcionndole an mas impulso. Gracias pens, dirigiendo su mente hacia las montaas y el cielo. Gracias, mi nueva familia... Shelley intent seguirle, pero las rfagas de viento que soplaban sobre el lago eran tan errticas que le result imposible y acab vindose obligado a dejar la vela arriada. Su visin nocturna haba estado disminuyendo continuamente desde que hundi el cuchillo entre sus costillas el ao 1811, pero an poda ver lo bastante bien para distinguir el torbellino que alzaba un pequeo surtidor de espuma y tena como centro el punto de agitacin cada vez ms distante que era su cuado. Los relmpagos desgarraron simultneamente la noche sobre el Jura en un confn del horizonte y el Mont Blanc en el otro, y unos instantes despus el trueno se desliz de un extremo a otro del lago. Shelley tuvo la impresin de que el trueno era la risa majestuosa de las montaas. Durante la semana siguiente Crawford no sali ni una sola vez de da. Cuando el sol se haba ocultado tras las negras laderas del Jura, sola escalar las estribaciones rocosas bajo la luz de las estrellas o bajaba por los empinados caminos de adoquines que llevaban a la orilla del lago y se dedicaba a vagar sin rumbo de un lado para otro. Se haba vuelto agudamente consciente de los olores. Disfrutaba con los penetrantes y frescos aromas de las flores de las alturas, y odiaba el olor de las nubecillas de humo que giraban a lo largo de la orilla cuando los pescadores que haban vuelto de faenar preparaban sus salchichas de ajo entre las sombras del crepsculo. All no haba turistas, y los naturales de la comarca parecan apretar el paso cuando se les aproximaba, por lo que pasaron das enteros sin que necesitara pronunciar ni una sola palabra. Los recuerdos de su existencia pasada haban perdido el poder de afectarle. Ahora su nica preocupacin era volver a su cuarto antes de la medianoche y aguardar la llegada de la mujer fra. Y slo haba algo que le inquietaba, pero ese algo estaba consumindole. La mujer iba perdiendo sustancia a cada da que pasaba. Los sueos estaban dejando de ser tan vvidos y cuando buscaba seales de mordiscos por las maanas slo consegua encontrar manchitas rojas casi invisibles. Guardaba el recuerdo del primer mordisco como si fuese un tesoro, y el sentimentalismo haca que siguiera hurgando en la herida de vez en cuando para que no llegara a curarse del todo. Nunca haba vuelto a poner el espejo de cara a la habitacin, pero saba lo que vera en caso de hacerlo. Contemplara los ojos iluminados por un fuego enfermizo y las mejillas manchadas de rojo que identificaban de una forma tan inconfundible los rostros de muchas de las personas con las que se haba encontrado en los ltimos tiempos. Cuando volvi de la colina la dcima noche se top con media docena de personas esperndole delante de la posada. Una de ellas era la anciana propietaria del local. Alguien se haba encargado de hacer su equipaje, y la bolsa de cuero yaca sobre la hierba detrs de los que esperaban su llegada.
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No puede quedarse aqu ms tiempo dijo la anciana patrona en un francs muy claro. No me cont que sufra de consuncin. Las leyes de cuarentena son muy estrictas. Tiene que ir a un hospital. Crawford mene la cabeza con impaciencia. Quera volver a su habitacin. No es autntica consuncin se las arregl para contestar en el mismo idioma. Crame, soy mdico y puedo asegurarle que sufro una enfermedad totalmente distinta, una enfermedad que... Una enfermedad que quiz an puede hacer caer cosas peores sobre nuestras cabezas dijo el hombre corpulento que estaba ms cerca de la bolsa de viaje de Crawford. Los dientes del medio. Durante un momento Crawford pens que el hombre estaba refirindose al mun de su dedo, pero enseguida record que aqul era el nombre de un macizo de montaas cercanas: los Dents du Midi. Crawford tema que ya fuese medianoche y que ella estuviera esperndole... o que no hubiera venido. Oiga dijo con voz temblorosa en ingls, he pagado la maldita habitacin y voy a... Intent abrirse paso por entre ellos, pero la palma de una mano apareci surgiendo de la nada ante l y le hizo retroceder con tanta fuerza que acab sentado en la hierba bastante ms atrs del sitio que haba ocupado estando en pie. Su bolsa de viaje cay con un golpe sordo junto a l. En tiempos de mi abuelo las personas como usted eran quemadas vivas dijo la patrona. D gracias de que nos limitemos a pedirle que se vaya. Pero si estamos en plena noche! jade Crawford, a quien el empujn haba dejado casi sin aliento. Uh... Mais c'est en pleine nuit! Cierran las puertas de Ginebra a las diez! Qu esperan que...? El hombre corpulento sac algo de debajo de su chaqueta y Crawford no esper a ver si era un crucifijo o un cuchillo. Logr ponerse en pie con un gesto de dolor, cogi su bolsa y se alej con paso cojeante colina abajo resoplando maldiciones. Tena la esperanza de que cuando llegara a Ginebra conseguira convencer o sobornar a alguien para que le dejase entrar en la ciudad y una vez dentro se las arreglara para encontrar una habitacin, pero se encontr con ella cuando an le quedaba bastante distancia por recorrer. Se haba echado la bolsa de viaje al hombro cuando empez a caminar, y de repente le pareci que su peso haba aumentado de una forma terrible. La bolsa pesaba tanto que le hizo caer y rod varios metros por la pendiente que llevaba al lago..., y entonces, sintiendo una alegra tan inmensa que se le nubl la mente, comprendi que la criatura de ojos relucientes agazapada en su espalda que empezaba a inclinar su boca abierta hacia su cuello era ella. Y estaba despierto..., no era ningn sueo. Cuando sus dientes perforaron la piel de su garganta se encontr en otro lugar..., incluso era otra persona. Yaca en una cama y supo que estaba en la costa oeste de Francia y que maana embarcara para Portsmouth. Mary Godwin, su futura esposa, dorma junto a l pero esta noche solo poda pensar en Harriet, la mujer con la que segua casado, y en sus dos hijos, las tres personas a las que haba dejado en Inglaterra. Un instante despus se dio cuenta de que algo estaba captando sus pensamientos y se apresur a cerrar su mente..., y Crawford volvi a ser l mismo y se encontr tumbado sobre la hierba empapada de roco en la pendiente iluminada por la dbil claridad de las estrellas, mientras la mujer extraa el calor de la sangre de su garganta. Comprendi vagamente que el flujo de su sangre al entrar en ella haba hecho que su mente quedara unida durante unos momentos a la de Shelley.
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Pero ahora la mujer estaba hablando dentro de su cabeza, y olvid todo lo que no fuese aquella voz. La mujer no usaba palabras, pero Crawford se enter de que tena que marcharse a otro sitio para cumplir una promesa hecha cinco aos antes, y que slo tena a su disposicin dos recipientes en los que pudiera hacer tal viaje... y uno de ellos estaba a punto de marcharse. Ella revelara su... nombre, rostro e identidad a ciertas clases de... personas, que intentaran protegerle si corra algn peligro. Y ms le vala serle fiel. Crawford intent resistirse y quiso decirle lo mucho que la necesitaba, pero aunque grit a pleno pulmn contemplando aquellos ojos extraamente luminosos mientras su rostro de marfil flotaba sobre l no estuvo seguro de si le haba odo. La mujer acab marchndose, pero la pendiente estaba demasiado fra para que se quedara dormido. Crawford se puso en pie, se arregl la ropa y reanud su interrumpida caminata hacia Ginebra, movindose con un cansancio que no conoca lmites. Y en Le Havre, en el norte de Francia, Percy Shelley subi al barco que deba llevarle a Inglaterra... ... Y Crawford se qued solo. La mujer fra no slo se haba marchado a un lugar lejano, sino que ahora ya ni tan siquiera cuidaba de l. La noche se volvi ms oscura. Su visin nocturna haba disminuido de repente y empez a arrastrar los pies mientras segua caminando para poder captar la textura del camino y darse cuenta de si se sala de l. Comprendi que Shelley tena razn... y que no haba conseguido dejarla atrapada a este lado del canal.
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Vi plidos reyes y a prncipes tambin, plidos guerreros, plidos cual la muerte estaban todos; y todos gritaban: Has cado bajo el hechizo de la Belle Dame Sans Merci!. Vi en la penumbra sus labios famlicos abrindose con una horrible advertencia, y despert, y me encontr yaciendo en la fra ladera de la colina.
JOHN KEATS,
... broches, collares, cuentas y no s qu ms formados de cristales, gatas y otras piedras, todos llegados del Mont Blanc comprados y trados a m desde aquellos lugares con el fin de que te quedes algunos y repartas el resto entre los nios...
LORD BYRON,
Lord Byron odiaba tener que levantarse temprano y compartir un carruaje con el doctor Polidori. Tena la impresin de que cualquiera de esas dos cargas podra haber sido soportable y, de hecho, ya lo haba sido en el pasado, pero las dos juntas... No, era pedir demasiado. Nadie habra podido culparle de que perdiera los estribos. El gigantesco carruaje de Byron tena grandes dificultades para abrirse paso por entre el trfico que colmaba la puerta norte de Ginebra. El carruaje haba sido construido en Inglaterra y era una copia perfecta del famoso carruaje de Napolen capturado en Genappe. Contena una cama, una mesa y una cubertera de plata..., pero no era el vehculo ms adecuado para desplazarse entre el gento. Aun as, el joven mdico no pareca muy afectado por el retraso. Polidori se haba entregado a una agotadora gama de ejercicios fsicos antes de ponerse en camino, convirtiendo su disciplinado jadear en toda una exhibicin melodramtica. Ahora contemplaba las montaas que se recortaban contra el azul del cielo ms all de las torres y tejados de la ciudad y murmuraba algo en voz casi inaudible. Byron no poda soportarlo. Saba que Polidori estaba recitando alguna estrofa de su lamentable poesa. Por qu diablos tena que albergar ambiciones literarias?
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Byron se sirvi otra copa de vino de Fendant, ms que nada porque saba que el mdico no aprobara el que lo hiciese. Y, naturalmente, Polidori le mir y frunci el ceo. Milord, es vuestra quinta copa de vino del da, y slo llevis dos horas levantado! Carraspe para aclararse la garganta. Se ha demostrado tanto... matemtica como mdicamente que el vino en cantidades excesivas causa... efectos catastrficos en la... esfera digestiva. Vers, Pollydolly, cuando encuentre a un hombre que posea una esfera digestiva te aseguro que te lo enviar. En mi caso lo que yo poseo se llama estmago, y adora la bebida. Alz la copa y admir el resplandor ambarino que los rayos del sol creaban en el cristal. El licor es un viejo amigo mo, y nunca ha traicionado la confianza que deposito en l. Polidori se encogi de hombros con expresin malhumorada y volvi a mirar por la ventanilla. Su labio inferior sobresala ms de lo habitual, pero por lo menos haba puesto fin a su recitado sotto voce. Byron sonri con sarcasmo y record una conversacin que haba mantenido con el envidioso mdico cuatro meses antes cuando los dos estaban viajando por el Rin. Despus de todo haba dicho Polidori, acaso hay algo que vos podis hacer y yo no? Byron sonri y se estir con languidez. Bueno respondi, ya que me obligas a decirlo creo que hay tres cosas. Naturalmente, Polidori se puso muy nervioso y exigi saber cules eran esas tres cosas. Vers haba replicado Byron, puedo cruzar este ro a nado, puedo extinguir la llama de una vela con una bala a veinte pasos de distancia... y puedo escribir un poema del que se vendern catorce mil ejemplares en un solo da. Oh, s, haba sido muy divertido, sobre todo porque Polidori se qued mudo y no supo qu responder. Byron poda demostrar que haba hecho todas esas cosas salvo cruzar a nado el Rin, pero todo el mundo saba que era un gran nadador, y durante su estancia en Turqua en una ocasin haba recorrido el kilmetro y medio de aguas traicioneras que se extenda entre Sestos y Abidos..., y Polidori ni tan siquiera poda afirmar que fuese capaz de hacer una sola de las tres. Aquel dilogo, como haba ocurrido con el de esta maana, hizo que el joven mdico se sumiera en un silencio enfurruado. La multitud pareca haber decidido dejarles paso libre, con lo que el cochero de Byron por fin pudo hacer avanzar a los caballos y consigui que el carruaje dejara atrs la puerta. Ya iba siendo hora dijo secamente Polidori. Se removi en su asiento poniendo cara de incomodidad, como si estuviera intentando dar a entender que la estructura del carruaje debera haber sido concebida para que sus pasajeros gozaran de ms espacio. Byron decidi aumentar la irritacin del joven. Se inclin hacia adelante y abri el panel de comunicacin. Maurice, ten la bondad de parar un momento orden. Se dispona a decir que deseaba dar un rato de reposo a los caballos, pero cuando mir hacia la ventanilla vio un brazo y la parte posterior de una cabeza emergiendo como arrecifes casi sumergidos entre el ocano de margaritas que se extenda a un lado del camino. Qu ocurre ahora, milord? suspir Polidori. Menudo mdico ests hecho le dijo Byron con voz adusta. La gente agoniza junto al camino y a ti no se te ocurre nada mejor que recitar poesa y hablarme de mis trapezoedros digestivos.
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Polidori se dio cuenta de que se le estaba escapando algo. Se volvi hacia una de las ventanillas y sus rasgos se contorsionaron en lo que si hubiese mirado hacia la direccin correcta habra sido una magnfica exhibicin de vivacidad y perspicacia. Gente que agoniza? farfull. Byron ya haba salido del carruaje y avanzaba cojeando sobre la hierba. Aqu, idiota. Ejercita tus artes curativas sobre este pobre... Se qued callado, pues acababa de dar la vuelta al flccido cuerpo que yaca en el suelo y haba reconocido su rostro. Polidori, que acababa de llegar, tambin lo reconoci. Vaya, pero si es el falso mdico que casi se las arregl para que Shelley pillase una neumona! Os he contado que hice algunas averiguaciones y descubr que es veterinario? Supongo que estar borracho. No hay... Pero Byron haba estado observando con atencin aquel rostro consumido y record cuan cerca se haba encontrado de sufrir un desastre parecido en su juventud, y tambin record el corazn protector de carnelita y cuarzo que un amigo le haba regalado poco tiempo despus, y aquel crneo extraamente cristalino que l mismo haba desenterrado en la residencia de su familia y que haba hecho convertir en copa. Mtele dentro del carruaje dijo en voz baja. Qu? Un borracho ah dentro? protest Polidori. Sobre vuestra famosa tapicera? Oh, vamos, basta con que avisemos de que... He dicho que le metas dentro del carruaje! rugi Byron. Y echa algo de vino en esa copa de amatista que hay guardada en el mismo maletn que mis pistolas! Y despus prosigui en un tono de voz ms suave poniendo la mano sobre el hombro del sorprendido joven, calcula cunto te debo. Tus servicios han dejado de serme necesarios. Polidori se qued sin habla durante un momento. Cmo? balbuce por fin. Milord, es que os habis vuelto loco? Un veterinario? Ni tan siquiera un cirujano, como afirm ese da, sino... Un mdico de animales? Para sustituirme a m, un graduado por la Universidad de Edimburgo? Cinco copas de vino en una maana! No me extraa que digis semejantes sandeces! En mi calidad de mdico personal vuestro, me temo que... Naturalmente, Byron no haba tenido ni la ms mnima intencin de contratar a aquel hombre inconsciente como sustituto de Polidori, pero la apasionada denuncia de tal idea que el joven acababa de pronunciar hizo que su perversidad natural se encaprichara del plan. He dejado de ser tu patrono anunci con su tono de voz ms glido, imponindose sin ninguna dificultad a las estridentes protestas de Polidori, y ya no tengo ningn derecho a pedirte que hagas nada; pero como ser humano y congnere tuyo te pido que me ayudes a llevar mi nuevo mdico personal hasta mi carruaje. Polidori obedeci, aunque la rabia le haba dejado sin aliento y le faltaba poco para llorar, y pocos momentos despus un Michael Crawford bastante aturdido dejaba que el vino se deslizara por su garganta y cayera por la embarrada pechera de su camisa mientras su cuerpo reposaba sobre el cuero que tapizaba el carruaje de Byron. El vehculo no tard en reemprender la marcha, y Polidori se encamin con paso vacilante hacia las puertas de la ciudad de Ginebra. Crawford haba supuesto que el vino producira un efecto bastante nocivo sobre su organismo, pues tena el estmago vaco y se encontraba muy debilitado, pero pareci despejarle la cabeza y devolverle una parte de sus energas. Vaci la copa y Byron volvi a llenarla. Le dije que viniera a verme en caso de que necesitara ayuda dijo Byron.
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Gracias, pero le aseguro que no necesit ninguna clase de ayuda hasta anoche. Byron le mir fijamente y Crawford supo que estaba examinando la delgadez de su rostro y el brillo febril de sus ojos. De veras? Byron suspir, se reclin en su asiento y volvi a colocar la botella en el gorgoteante cubo con hielo que haba en el suelo del carruaje. Y qu ocurri anoche? Crawford contempl con atencin a Byron y, por primera vez, se dio cuenta de sus sntomas. La piel plida, los ojos de mirada intensa... Perd a mi... Qu palabra poda emplear? Esposa? Protectora? Amante? Pero Byron ya estaba asintiendo como si supiese muy bien de qu hablaba. Le aseguro que no la ha perdido por mucho tiempo dijo, a menos que haya trepado a una de esas montaas en el intervalo transcurrido desde anoche hasta ahora. Cunto tiempo ha pasado desde que... la melancola le marc para s? Desde que...? Oh. Aproximadamente un mes. Ah. Byron volvi a llenar su ms mundana copa con una mano que temblaba levemente. S, teniendo en cuenta su situacin actual no cabe duda de que el mordisco debi de ser terriblemente apasionado... Yo he sido presa de sus atenciones desde que cumpl los quince aos. Crawford enarc las cejas y pens que esos poetas tendan a haber atrado las atenciones mortferas de sus vampiros cuando eran muy jvenes. Keats haba cado bajo su poder en el momento de su nacimiento, y en cuanto a Shelley... Su consagracin a esas criaturas tuvo lugar cuando ni tan siquiera haba salido del tero de su madre! Byron estaba mirndole fijamente. S, es muy poco. Yo he necesitado mucho tiempo para llegar hasta aqu. Tom otro sorbo de su copa de vino, se volvi hacia la ventanilla y contempl el lago con los ojos entrecerrados. Tengo el deber de ayudarle dijo en voz baja, quiz para s mismo. Despus suspir y se volvi hacia Crawford. La residencia de mi familia era una especie de foco para las criaturas de las que estamos hablando esos lugares existen incluso en Inglaterra, pregnteselo a Shelley en alguna ocasin, y una de ellas decidi convertirse en inquilina legal alquilando la mansin. Ja! Lord Grey de Ruthyn, as se haca llamar... Le ca bien, y quiso que me quedara a vivir all con l. Mi madre opinaba que eso me dara prestigio, as que me oblig a ir y l llam a la puerta de mi habitacin la primera noche que pas all. Yo me comport como un luntico y le invit a entrar..., pero mi madre tambin tuvo una parte de culpa muy considerable en lo ocurrido. Frunci el ceo, volvi a sacar la botella del cubo con hielo y se qued inmvil contemplando la etiqueta empapada de agua. Naturalmente, ms tarde pag por ello observ, cosa que es muy frecuente en nuestras familias. Lo saba? Y desde entonces Lord Grey ha estado... concedindome sus atenciones bajo una forma u otra en alguno de los dos sexos. Se estremeci y llen su copa. Pero ahora mi hermana de hecho, es mi hermanastra, ha empezado a mostrar los sntomas de sus atenciones, y eso es algo que no pienso consentir. Y el feto de Claire es mo, y si puedo impedirlo ni tan siquiera mis bastardos tendrn que sufrir semejante destino. Puede impedirlo sin que ello signifique su muerte? le pregunt Crawford. Tengo la esperanza de que lo conseguir. Suiza es peligrosa pues parece que su poder es mayor aqu que en cualquier otro pas, pero creo que al mismo tiempo, y por irnico que resulte, esta tierra tambin ofrece la posibilidad de subir hasta la altura
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suficiente para escapar a su campo de poder y liberarse de su yugo. Seal la copa de Crawford. Beber vino en una copa de amatista es una buena forma de empezar a conseguirlo. Crawford record algo que Keats le haba dicho cuando estaban en la Galatea. Crea que a los neffers les gustaba hacer eso, y en su caso tengo la seguridad de que no desean librarse de ningn yugo. De hecho, parecen desearlo. Los neffers? La palabra pareci divertir a Byron. Conozco la clase de personas a las que se refiere... Bien sabe Dios que me he visto acosado por la gente de su calaa. Una de ellas, Lady Caroline Lamb, se cort la mano en un baile al que asist hace cuatro aos y pase sus dedos ensangrentados ante mi rostro intentando seducirme. Cristo... Bien, lo cierto es que no comprenden la autntica naturaleza del cuarzo. Puede provocar sueos fascinantes, pero esos sueos no son ms que ecos que siguen resonando en los pasillos y estancias ms remotas de un castillo mucho tiempo despus de que sus moradores lo hayan abandonado. Algunos cristales pueden provocar ecos ms vividos que otros, pero ninguno de ellos puede hacer volver a los inquilinos despus de que se hayan marchado. De hecho esos cristales tienden a repeler a un miembro vivo de los nefelim. Naturalmente, ya no quedan muchos... Crawford tom un buen sorbo de vino y pudo sentir como las energas y la vivacidad que haba perdido iban volviendo poco a poco. Los nefelim? No ha estudiado la Biblia, verdad? observ Byron. Los nefelim eran los gigantes en la tierra de aquellos tiempos, los descendientes de Lilith que a veces se acostaban con los hijos y las hijas de los hombres... Es una de las formas en que pueden reproducirse, mediante teros humanos. Pregntele a Shelley sobre eso en alguna ocasin, pero le aconsejo que escoja un momento en el que est tranquilo y de muy buen humor. Son las criaturas de las que Dios prometi protegernos cuando suspendi el arco iris en el cielo como smbolo del pacto que hizo con nosotros. Yo crea que el arco iris era una promesa de que no habra ms diluvios. No... No ha ledo nunca la versin griega del Diluvio? Deucalin y Pirra... El carruaje pas por un bache y un poco de vino se derram sobre la pechera de la camisa de Byron, pero ste no pareci darse cuenta. Claro. Fueron los nicos supervivientes de un gran diluvio, y el orculo les dijo que podran repoblar la tierra arrojando a sus espaldas los huesos de su madre; y ellos pensaron que la madre a que haca referencia el orculo era la tierra, por lo que fueron arrojando piedras a sus espaldas mientras caminaban por el barro. La voz de Crawford se fue volviendo ms pensativa a medida que hablaba. Y las piedras se convirtieron en seres humanos... La imagen del arrojar piedras hizo que se acordara de san Esteban quien muri lapidado, y de repente estuvo totalmente seguro de que la frase hogazas de San Esteban haca referencia a las piedras.... unas piedras muy peligrosas. Casi ha dado en el blanco dijo Byron, En realidad se trata de una historia mucho ms antigua que esos historiadores primigenios confundieron con sus propias historias sobre un diluvio relativamente reciente. Las cosas en que se convirtieron las piedras parecan seres humanos, es un fenmeno de mmesis, pero pertenecan a esa otra especie, los nefelim. Segn me han dicho el arco iris es una referencia al hecho de que la naturaleza de la luz solar cambi en algn momento, slo Dios sabe cundo, y ahora es daina para ellos. Fuertes dosis de luz solar pueden llegar a cristalizarlos y dejarlos paralizados. Se convierten en una especie de cuarzo sucio. La mujer de Lot era una de esas criaturas, y eso es lo que le ocurri. Se convirti en una estatua, s, pero no de sal. As que los cristales de cuarzo les repelen porque son... Fragmentos de amigos muertos?
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Ms que eso. Byron, quien ya estaba visiblemente borracho, movi su copa en el aire mientras buscaba la comparacin adecuada. Si usted fuera un vaso de agua en el que se han disuelto tres docenas de cucharadas de azcar, se dedicara a...? No s... Ira recogiendo caramelo? Yo... Oh! Ya lo entiendo! Eso podra hacer que todo el contenido del vaso se cristalizara. Exactamente. En su caso no creo que se trate de un riesgo demasiado..., eh..., de un riesgo demasiado grande, y he odo contar que salvo cuando han perdido muchas energas pueden convertirse en cristales o piedras y volver a su forma anterior sin ninguna..., con relativa impunidad, pero aun as el cuarzo les repele. Asinti pesadamente con la cabeza y seal la copa de Crawford. Y el vino bebido en una copa de amatista es un primer paso minsculo pero real en el camino que le conducir a la libertad, pues la amatista pertenece a la familia del cuarzo. Le ayudar a tener la cabeza despejada y eliminar las fiebres provocadas por esas criaturas..., as que beba. Byron le mir fijamente y parpade con la lentitud de una lechuza. Es decir, suponiendo que desee librarse de la criatura que le hizo esto... Crawford alz la copa y vacil. Se lami los labios con nerviosismo y sinti que su frente se cubra de un sudor helado..., pero un instante despus alz la copa y apur su contenido de tres largos sorbos, ofrecindosela a Byron para que volviese a llenarla. Bien, es un comienzo. Tiene familia? Hermanos, hermanas? Crawford mene la cabeza. No? No existe ningn medio gemelo, ninguna imagen en el espejo a la que est intentando salvar? Entonces tendr que dividirse a s mismo... Tendr que ser uno de esos que son como dos nadadores agotados que se aferran el uno al otro consumiendo intilmente sus ltimas energas. Y Crawford se encontr recordando las figuras del pastel de avena que Josephine se haba negado a romper. Se encogi de hombros. Esa hermana suya... Son gemelos? Byron pareci sentirse repentinamente incmodo y respondi con la expresin de quien cumple un deber desagradable, como si pensara que Crawford mereca un cierto grado de sinceridad. Bueno, casi estamos ms cerca el uno del otro que si lo furamos.. Todo es culpa ma, pero sa es la razn de que lord Grey est tan celoso. Esas criaturas son muy celosas, sabe? No quieren que ames a ningn ser que no sea ellos..., ni tan siquiera a ti mismo. sa debe de ser la razn por la que atacan a las familias... Nuestras familias son extensiones de nuestra personalidad, comprende? Mene la cabeza con expresin sombra. Pobre Augusta... Tengo que salvarla de esa criatura. Muy pocos de los turistas ingleses que ocupaban los pasillos del vestbulo del Htel d'Angleterre haban conseguido contemplar el rostro del infame lord Byron o de su amigo Shelley, quien sola escribir ateo en el casillero dedicado a la profesin de los registros de hotel, aunque la terrible fama de esos dos hombres era precisamente una de las cosas que les haban trado hasta all. Los rumores afirmaban que Byron y Shelley vivan y cohabitaban con dos hermanas en una casa al otro lado del lago, pero las excursiones en bote y los telescopios alquilados no haban conseguido que las vidas privadas de la pareja resultaran accesibles al pblico. Eso hizo que mientras consuma una botella de agua mineral Polidori encontrara un pblico atento cuando empez a describir lo mal que le haba tratado su antiguo patrono. La mayora de sus oyentes queran historias sobre las hijas de William Godwin que llevarse consigo cuando volvieran a casa, pero una joven se abri paso por entre
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la multitud que se apelotonaba alrededor del joven mdico para pedirle ms detalles sobre el borracho que le haba hecho perder su empleo aquella maana. Conozco bien a lord Byron y le he visto cometer muchas locuras, pero sa fue la mayor de todas declar Polidori meneando la cabeza. Cuando le vimos por primera vez hace tres semanas ese hombre afirm ser mdico. Dijo que haba sido cirujano de la Armada, pero me las arregl para echar un vistazo a su pasaporte. Su autntico nombre es Michael Aickman y es... Polidori hizo una breve pausa para aumentar el efecto dramtico de sus palabras. Es veterinario. Su revelacin fue seguida por carcajadas, meneos de cabeza y expresiones de asombro, y un anciano se encarg de provocar ms carcajadas cuando expres la opinin de que un mdico de animales quiz fuese la persona ms apropiada para ocuparse de tipos como Byron y Shelley; pero la muchacha que haba hecho esa pregunta gir sobre sus talones con la brusquedad de una veleta impulsada por una galerna repentina y fue con paso envarado hasta el otro extremo del vestbulo. Tom asiento en un banco y fue bajando la cabeza en una rpida serie de breves movimientos espasmdicos acompaados de pausas hasta dejarla reposando sobre sus manos. Unos minutos de respiracin lenta y profunda acabaron permitiendo que Josephine Carmody alzara la cabeza. Enterarse de que Michael Crawford estaba tan cerca tena que ser l, pues le haba seguido hasta esta ciudad, haba sido un shock terrible, y por primera vez en casi dos meses el shock la haba devuelto a su personalidad de Josephine. Durante los cincuenta y siete das que haban transcurrido desde el asesinato de Julia haba sido una mquina con forma de mujer que haba seguido de forma automtica e inconsciente el rastro dejado por Crawford en su huida hacia el este a travs de Francia con Suiza como objetivo final. La mquina poda dormir en una cuneta, consumir alimentos repugnantes y ganar dinero abriendo sus piernas impulsadas por mecanismos hidrulicos para permitir el acceso del ocasional hombre adinerado que la encontraba atractiva sin preocuparse en lo ms mnimo de lo que estaba haciendo o el porqu obraba as. Hubo algunos momentos en los que era Julia, y no haban sido demasiado desagradables. Cuando era Julia se vea obligada a utilizar su dinero si es que tena alguno, para alojarse en hoteles, asearse y comprar ropa. Siempre acuda a recepcin y preguntaba si haba algn mensaje de su esposo, Michael Crawford..., y siempre se le responda que no haba ningn mensaje, y Julia decida seguir adelante y reunirse con l en algn punto posterior de nuestro itinerario. A veces cuando era Julia escriba cartas joviales destinadas a su madre, quien siempre haba sido presa fcil de la melancola, y quien estaba especialmente triste ahora que su nica hija se haba casado y haba abandonado el hogar. El padre de Julia le haba dicho que su madre se consideraba culpable de la muerte de la hermana gemela de Julia, quien pereci durante el parto. Julia opinaba que eso era una muestra de la consideracin y los nobles sentimientos maternales de la encantadora anciana, pero tambin lo encontraba bastante falto de realismo. Despus de todo las cosas podran haber ido mucho peor, no? La segunda nia poda haber nacido viva, pero a expensas de la vida de la madre de Julia! Tena la esperanza de que conseguira pasar el resto de su existencia ocupando la personalidad de Julia, y eso ocurrira tan pronto como Josephine o la mquina hubieran conseguido matar a Michael Crawford. Su muerte era lo primero, naturalmente, pues no poda vivir en un mundo que serva de morada al hombre que haba..., que haba hecho algo tan horrible que no poda ni pensar en ello, algo capaz de negar la mismsima existencia de Julia. Un lecho empapado en sangre sobre el que haba montones de carne espantosamente destrozada...
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Hizo que su mente huyera de aquella imagen inadmisible. Cuando Crawford hubiera muerto y hubiese sido erradicado de la faz de la tierra podra relajarse y ser Julia. Saba que era capaz de hacerlo... Acaso no tena mucha prctica? Acarici el bulto de la pistola que ocultaba debajo de su vestido y sus labios se convulsionaron en una sonrisa mecnica. Se puso en pie con un solo movimiento y sali del vestbulo caminando con zancadas tan precisas que hasta un soldado las habra envidiado..., aunque varios hombres le lanzaron miradas de intranquilidad y un nio se ech a llorar cuando pas junto a l moviendo las piernas como si fuesen un par de tijeras. Crawford no empez a echar de menos a la mujer fra hasta la cada de la noche. Al principio no estaba muy seguro de cul era la causa de su inquietud y pens que quiz fuese el rtmico chocar de la punta del estoque de Byron contra la silueta de madera clavada en la pared del comedor, pero cuando sali al balcn llevando consigo su copa de vino y contempl la pendiente que bajaba hasta el lago sumido en la oscuridad tuvo la impresin de que los culpables de aquel extrao nerviosismo eran los pjaros y el viento que agitaba las ramas del huerto. Apur su copa y volvi a entrar en busca de la botella, pero cuando hubo llenado y vaciado la copa dos veces comprendi que no era la embriaguez lo que deseaba. Y no tena hambre, y su situacin actual no le preocupaba ms que de costumbre. Estaba apoyndose en la barandilla del balcn ejerciendo una presin cada vez mayor, y se pregunt si su problema no se reducira a algo tan sencillo como la privacin del placer sexual..., y un instante despus comprendi que era justamente eso lo que echaba de menos. Echaba de menos la presencia de la mujer fra y la amnesia orgsmica que le haba liberado durante tres semanas de esos recuerdos que no poda soportar. Un bote bailando entre las olas, una casa en llamas y un cuerpo inconcebiblemente mutilado que yaca sobre una cama... Pero la mujer fra se haba marchado y le haba prohibido todo intento de seguirla..., y, de todas formas, no quera seguirla. Se jur a s mismo que no lo deseaba. Pens en Julia por primera vez desde haca bastante tiempo, y en hasta donde llegaba su fracaso como vengador. Por el amor de Dios, si incluso se haba acostado con su asesina, y durante su conversacin con Shelley le haba dicho que no lamentaba especialmente lo sucedido... La lluvia empez a manchar la barandilla y sinti el fro repiqueteo de las gotas sobre el dorso de sus manos. Las meti en los bolsillos de la chaqueta y los dedos de su mano derecha se curvaron sobre un objeto duro y no muy grande. Una rfaga de viento apart los hmedos mechones de cabello negro de su frente mientras sacaba el objeto del bolsillo y le daba vueltas en la palma de su mano, pero no pudo reconocerlo como el viejo clavo oxidado que haba sacado del rostro de madera haca ya nueve das hasta que una serie de rayos distantes iluminaron las aguas del lago. La cabeza del clavo era lo bastante grande y plana para poder colocarlo sobre la barandilla con la punta hacia el cielo. Extendi la mano derecha como si se dispusiera a posarla encima de una Biblia para prestar un juramento y la fue bajando hasta que sinti el fro contacto de la punta sobre su palma. Fue ejerciendo presin con mucha lentitud. Sinti el doloroso estiramiento de la piel y cmo ceda de repente; y cuando la mano de otra persona golpe su antebrazo desde abajo haciendo que la mano de Crawford saliera disparada hacia arriba y mandando el clavo en una loca serie de giros hasta hacerlo perderse en la oscuridad,
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ya haba podido sentir como el clavo de hierro empezaba a hurgar por entre sus metacarpianos. Se dio la vuelta y vio a Byron detrs de l silueteado contra el resplandor amarillo que brotaba de los ventanales. Byron llevaba el estoque debajo del brazo, y el protector y la empuadura oscilaban ante su cuerpo como si hubiera sido atravesado por el acero. No, amigo mo, basta con tener paciencia, crame dijo Byron en voz baja. Cogi a Crawford por el codo izquierdo y le gui hacia las puertas. Puedo asegurarle que si espera un poco el mundo le despellejar mucho ms concienzudamente de lo que jams le sera posible conseguir por sus propios medios. Una vez dentro de la habitacin Byron arroj el estoque sobre un divn y sirvi vino en dos copas limpias. Un par de perros entraron en el espacioso recinto de techo alto, seguidos un instante despus por uno de los monos amaestrados de Byron. Ninguno de los dos hombres les prest la ms mnima atencin, y los animales empezaron a jugar con los almohadones llevndolos de un lado para otro. Por qu se estaba castigando? pregunt Byron en el tono de quien inicia una conversacin sin importancia mientras le entregaba una de las copas. Crawford la acept con su mano derecha. La sangre no tard en resbalar sobre la base de la copa y se desliz por el interior de su manga sin que Crawford se diera cuenta. Pens en la pregunta mientras tomaba un sorbo de vino. Por las muertes que no hice nada para evitar respondi pasados unos segundos. Byron sonri, pero su sonrisa era tan amistosa y tan propia de un camarada de combate que Crawford no se ofendi. Personas que estaban muy cerca de usted? Hermano..., esposa y... esposa. Crawford trag una honda bocanada de aire. Ver alejarse esa criatura, esa especie de vampiro, es... Es como contemplar a la marea alejndose de alguna drsena maldita. Todos los viejos esqueletos horribles, los naufragios y las cosas deformes quedan expuestas al sol y al aire, y en cuanto las ves piensas que habra sido preferible ahogarse cuando la marea estaba alta... que vivir para volver a ver objetos tan espantosos. Est huyendo de algo? Crawford pens en la posibilidad de mentir, pero acab decidiendo que haba ocasiones en las que un fugitivo poda confiar en otro y asinti con la cabeza. Y es mdico? Crawford volvi a asentir. Esa historia de que era veterinario y toda la identidad de Michael Aickman es... un disfraz. Mi autntico apellido es... Byron mene la cabeza. No quiero saberlo. El mono se haba apoderado de dos almohadones y los us para trepar al respaldo del divn, lo que ofendi mucho a los perros e hizo que empezaran a ladrar. Un hombre alto y robusto entr en la habitacin, localiz el origen del alboroto y fue hacia el divn. Maldita sea, Byron, este lugar es un autntico pandemnium! exclam. Tuvo que hablar casi gritando, pues el mono estaba oponiendo una enrgica resistencia a sus intentos de arrebatarle los dos almohadones. Vamos, Hobby, eso no es ninguna novedad... replic Byron. Habla con cualquiera de los turistas del Angleterre. Volvi cojeando a la mesa, llen una tercera copa y se la entreg al recin llegado. Por cierto, te presento a mi nuevo mdico... Michael, te presento a John Cam Hobhouse... John, Michael Aickman. As que por fin te has librado del imbcil de Polidori, eh? Me alegro.
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Hobhouse logr arrancar los dos almohadones de las patas del mono y los arroj al balcn. Los animales salieron disparados en pos de ellos y la habitacin se volvi mucho ms tranquila y silenciosa. Hobhouse cogi la copa, se sent en el divn y mir a Crawford. Escribe versos? Dramas? La pregunta sorprendi a Crawford, pues durante los dos ltimos meses se haba encontrado componiendo algn que otro verso dentro de su cabeza. Siempre le ocurra de noche mientras esperaba a que el sueo se apoderase de l, y siempre era una actividad mental tan involuntaria como el espasmo de un miembro durante un sueo en que el durmiente se precipita por un abismo; pero no haba puesto por escrito ni una sola lnea de sus poemas mentales y acab meneando la cabeza. No, me temo que no soy de sos. Gracias a Dios. Hobhouse siempre ha ejercido una influencia estabilizadora sobre m dijo Byron. Se las arregl para mantenerme apartado de los escndalos cuando ramos adolescentes en Cambridge, y hace dos semanas vino hasta aqu desde Inglaterra con el nico fin de expulsar a Claire Clairmont. Hobhouse se ri. Me honra que mi llegada produjera ese efecto. Hobby incluso actu como padrino en mi boda, y puedo asegurarle que si acab descubriendo que haba contrado matrimonio con una moderna Clitemnestra l no tuvo ni un tomo de culpa en ello. Crawford record que en la Orestada de Esquilo Clitemnestra era la esposa y asesina de Agamenn. Las personas como nosotros deberan abstenerse del matrimonio dijo sonriendo. Byron le observ con atencin y dej pasar unos momentos antes de responder. Ya casi estoy listo para abandonar Suiza... Quiero ir hacia el sur hasta llegar a Italia. Qu le parece? La idea hizo que Crawford sintiera una vaga e indefinible inquietud, y a juzgar por la expresin del rostro de Byron ste pareca esperar aquella reaccin. Yo... No s dijo Crawford. Se volvi hacia una ventana y contempl la noche que se extenda al otro lado de los cristales. El primer pensamiento que haba pasado por su cabeza era que no poda marcharse de Suiza. Cuando vuelva vendr aqu a buscarme... Comprender lo que le estaba ocurriendo hizo que su rostro enrojeciera, y se record que quera librarse de ella. De hecho, quera permanecer aqu durante una temporada para poner a prueba la idea de Byron y averiguar si el escalar las cimas de los Alpes poda librarle de los grilletes de los nefelim. Pero antes de que nos marchemos quiero hacer un recorrido por los Alpes Berneses sigui diciendo Byron. Hace poco pas un da entero en el Mont Blanc con Hobhouse y otro amigo mo, pero tengo la sensacin de que an no he conseguido hacerme amigo de las montaas y gozar de todos sus.... efectos benficos. Le gui el ojo a Crawford, como dando a entender que sus palabras encerraban un significado oculto y reservado exclusivamente a los odos de ste. Hobhouse me ha dicho que puede participar en la excursin... Y usted? Crawford dej escapar el aire que haba estado reteniendo con un suspiro de alivio. S dijo, intentando que su voz no revelara las emociones que senta. Byron asinti. Veo que es usted ms inteligente que Shelley. Creo que la nica forma de librarse de las sirenas es responder a una llamada, subir hasta la cima de sus castillos
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preadamitas y, por la gracia de Dios, bajar de ellos vivo y cuerdo. Marcharse de aqu sin haber hecho tal ascensin es llegar a..., a un pacto con la enfermedad, no curarse de ella. Hobhouse solt un resoplido de impaciencia ante lo que estaba claro le haba parecido una simple sarta de tonteras poticas, pero Crawford, quien saba ciertas cosas sobre las enfermedades y las curas, se estremeci y tom un sorbo de vino.
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Selladas con piedras estn sus moradas, una negra sombra oculta sus caras, una misma ceguera nubla sus miradas. A. C. SWINBURNE
Sigui lloviendo durante todo el da siguiente y Crawford tuvo la impresin de que Byron pas la mayor parte de la jornada subiendo y bajando por los hmedos peldaos de piedra y gritando a todo el que se cruzaba en su camino. El irascible lord encontr mil defectos en la preparacin del equipaje encargada a los sirvientes, cambiaba continuamente de opinin sobre las delicadezas con que la cocinera deba llenar la cesta que llevaran para el viaje y despus de haber atravesado el patio lleno de charcos maldijo a gritos la perversa incapacidad de los mozos de establo, quienes no conseguan comprender sus instrucciones sobre los arneses que deban ponerse a los caballos. Crawford, quien ya se haba topado con personas semejantes mientras serva en la Armada, esper ver cmo los rostros de la servidumbre mostraban el tozudo resentimiento que siempre promete un mnimo de trabajo llevado a cabo lo ms despacio posible, pero los sirvientes de Byron se limitaron a poner los ojos en blanco, sonrieron e intentaron seguir las ltimas instrucciones dadas por su amo. Estaba claro que Byron era capaz de inspirar tanta lealtad como irritacin. La maana siguiente amaneci soleada y eso les permiti ponerse en camino a las siete. Crawford iba con Byron, Hobhouse y el valet de Byron en un espacioso carruaje Charabanc abierto, mecindose soolientamente de un lado para otro sobre el fro cuero de la tapicera y contemplando entre los parpadeos que le exigan los juegos de luces y sombras del sol a los sirvientes y mozos de establo que se ocupaban de los caballos que montaran despus. Crawford se alegr de que el mono se hubiera quedado en la casa. Viajaron todo el da en direccin este por el camino que segua la orilla norte del lago, y cuando el crepsculo se hubo apoderado de todo el paisaje visible con excepcin de los distantes picos rosados del Mont Blanc y la Aiguille d'Argentiere se detuvieron a pasar la noche en una posada de la aldea portuaria de Ouchy situada justo debajo del fragmento de cielo invisible donde las luces y torres de Lausana puntuaban el nacimiento de las laderas del Mont Jurat. Byron se retir a dormir temprano, pero descubri que las sbanas de su cama estaban hmedas y pas los diez minutos siguientes al descubrimiento maldiciendo y arrojndolas de un rincn a otro de la habitacin hasta que acab cansndose, se envolvi en una manta y volvi a acostarse.
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A las cinco de la maana siguiente el grupo de viajeros ya estaba levantado, aunque no de muy buen humor, vestido y alimentado y no tardaron en alejarse ruidosamente en direccin este mientras los trabajadores del muelle seguan moviendo sus palas bajo las sombras del amanecer para librar el suelo de los excrementos de caballo congelados; y slo los pastizales ms altos haban empezado a brillar con el resplandor esmeralda creado por los rayos de sol que iban descendiendo de las cimas cuando los viajeros, que haban podido ver como el oscuro rostro del lago iba trepando por la orilla a su derecha, descubrieron que el camino que se extenda ante ellos estaba inundado, por lo que los rboles que flanqueaban el lado derecho parecan haber crecido del lago formando una hilera, un fenmeno del amanecer tan prodigioso como los anillos de hongos que Crawford recordaba haber encontrado en las praderas cubiertas de roco cuando era nio y viva en Escocia. Crawford, Byron y Hobhouse bajaron del carruaje y montaron a caballo para que el Charabanc no pesara tanto si se daba la eventualidad de que alguna rueda encontrara un bache sumergido, y los cascos de los caballos que avanzaban chapoteando por entre el agua que llegaba hasta los estribos fueron creando una estela que se extenda a gran distancia hasta perderse en el lago cada vez ms iluminado. Pasaron aquella noche en Clarens, en la orilla este del lago, y al da siguiente alquilaron mulas y se dirigieron hacia las montaas. Se detuvieron a desayunar bajo los pinos que cubran las laderas del Mont Davant. Un sirviente encendi una hoguera y prepar una cafetera, y el valet de Byron distribuy pedazos del pollo de anoche envueltos en papel mientras el mismo Byron iba circulando entre los viajeros sentados en el suelo con un magnum de vino blanco fro llenando las tazas que ya estuvieran vacas de caf. Byron acab sentndose en un montn de agujas de pino amarronadas iluminado por el sol cerca de donde Crawford intentaba afeitarse por primera vez en un mnimo de una semana. Slo dispona de agua fra, pero se las haba arreglado para producir un poco de espuma con el trozo de jabn que haba pedido prestado a Hobhouse y ahora estaba pasando cautelosamente la navaja por su flaca mejilla. Haba apoyado un espejito en una negra rama cada de un rbol a poca distancia del tronco de ste y despus de cada lenta pasada con la navaja contemplaba su reflejo con cierta curiosidad. La altura o, quiz, el haber tomado vino a una hora tan temprana del da hacan que su rostro le pareciese menos familiar que de costumbre, y cada vez que lo examinaba tena la impresin de que perteneca a un retrasado mental. Cuando hubo terminado se limpi el rostro con un faldn de la chaqueta y ech una ltima mirada al espejo. Ya no haba ningn rasgo reconocible, y las facciones que le contemplaban parecan ser un mero montn de carne hinchada con ojos, agujeros y puntitos de sangre esparcidos al azar sobre la piel. Crawford las contempl en silencio con expresin pensativa durante varios minutos. No se ha fijado nunca en lo ridculo que resulta el rostro? pregunt por fin volvindose hacia Byron. Byron alz los ojos de su vino, obviamente sobresaltado y un poco irritado. No, seor Aickman replic. Cree que mi rostro es muy ridculo? No, no... Lo que quiero decir es que si observas tu rostro durante un tiempo acaba dejando de serte familiar y al final ni tan siquiera parece un rostro. Es el mismo efecto que se produce cuando repites tu nombre una y otra vez. Pronto empieza a parecerte el croar de una rana. Crawford movi la mano con una leve torpeza de borracho sealando el espejo. He estado afeitndome y ahora ni tan siquiera puedo reconocerme.
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Le alegr haberse tomado varias copas de vino, pues el rostro bestial que le observaba desde el espejo le haba parecido oscuramente aterrador. Byron cogi el espejo con el ceo an algo fruncido, se contempl en l durante casi un minuto, acab meneando la cabeza y se lo devolvi. Me temo que en mi caso no funciona, aunque le aseguro que a veces me gustara no poder reconocerme. Bebi un sorbo de vino. Y estoy seguro de que no puede existir placer ms grande que or las slabas Byron sin... Apret el puo. Sin tener que tomrselo como una cuestin personal? sugiri Crawford. Sin que sea una... llamada al combate? Byron sonri y, por primera vez desde que le conoca, Crawford cay en la cuenta de que el poeta era ms joven que l. Dej caer el espejo en el bolsillo de su chaqueta y se puso en pie para ir en busca de Hobhouse y devolverle el trozo de jabn y la navaja que le haba prestado. El ataque lleg una hora despus, cuando el camino se haba vuelto tan abrupto y pedregoso que todo el mundo se vio obligado a caminar o ir montado, e incluso hubo que bajar el equipaje del Charabanc y atarlo a los lomos de las mulas. Crawford iba montado en un caballo y pasaba por intervalos de calor y fro a medida que su montura trepaba atravesando los haces de luz solar y sombra proyectada por los rboles. Vea contonearse ante l la grupa de una mula cargada de bultos, y delante de la mula iba Byron, quien encabezaba el lento cortejo. Los caballos avanzaban muy despacio olisqueando audiblemente la fra atmsfera de vez en cuando, aunque Crawford slo consegua captar el perfume de las agujas de pino y de la tierra an empapada por el roco del amanecer. Crawford segua estando un poco borracho y canturreaba la cancin que el viejo Des Loges haba entonado durante todo aquel da interminable haca ya casi dos meses, en el que Crawford le remolc en un cochecito desde Carnac hasta Auray y de regreso. La letra de la cancin que, naturalmente, Crawford slo conoca en el brbaro dialecto empleado por Des Loges contaba los malos tratos que la mujer amada haba infligido al compositor de la meloda. La primera estrofa acababa de esfumarse creando ecos entre los pinos que se alzaban de las cuestas que haba debajo y encima de ellos, cuando Byron tir de las riendas de su montura para poder or mejor; y en cuanto Crawford hubo llegado a una estrofa en la que el compositor se comparaba con las ropas golpeadas sobre las rocas de un torrente para lavarlas, Byron dej que la mula le rebasara y gui su caballo hasta colocarlo entre la montura de Crawford y el borde del sendero para poder conversar ms cmodamente con l mientras seguan avanzando. Quin ha puesto msica a los versos de Villon? le pregunt. Crawford haba odo hablar de Franois Villon, el poeta francs del siglo quince, pero jams haba ledo ninguna obra suya. Ni tan siquiera saba que la letra fuese de Villon dijo. Aprend la cancin de un viejo loco con el que me encontr en Francia. Es la Double Ballade de El testamento dijo Byron con expresin pensativa. Creo que nunca le haba prestado mucha atencin... Recuerda el resto de la cancin? S, creo que s. Crawford empez a cantar la siguiente estrofa que lamentaba el hecho de que ni las penalidades con que se castigaba el practicar la hechicera pudieran impedir que los jvenes persiguieran a mujeres como la que haba destrozado la vida del poeta, pero de repente, y sin que hubiese ninguna razn aparente para ello, su corazn se
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puso a latir desenfrenadamente y una pelcula de sudor brot de sus poros y le cubri las sienes. Ser cosa del vino pens, o de la inquietante letra de esta cancin. Y entonces un ruido de ramas que se quebraban sobre la pendiente que haba a su derecha hizo vibrar el camino, y Crawford oy el sonido de la madera partindose y chorros de agujas de pino sisearon como las llamas de una hoguera cuando algo muy grande baj deslizndose hacia l. Byron acababa de agarrar las riendas del caballo de Crawford y estaba intentando hacer retroceder a sus dos monturas para que esquivaran lo que bajaba dando tumbos por la cuesta, fuera lo que fuese, cuando la criatura rugi haciendo vibrar el suelo como bajo los efectos de un terremoto y salt sobre ellos. El lmpido e intenso azul del cielo haba deslumbrado a Crawford y le impidi ver a la criatura hasta que la trayectoria de su salto la hizo emerger de entre las sombras, y antes de que sta chocara con l y le hiciese salir despedido de la silla de montar slo tuvo tiempo de captar el fugaz atisbo de un gigante sin ojos y vagas facciones enloquecidas. La pendiente bajaba formando un ngulo muy pronunciado y Crawford atraves cuatro metros de aire helado antes de estrellarse contra el barro; pero aterriz con los pies por delante y empez a deslizarse, por lo que sus pies, sus piernas y su trasero recibieron la peor parte del castigo infligido por las ramas bajas y las rocas que asomaban del suelo; y cuando el tronco de un rbol le detuvo por fin varias docenas de metros ms abajo, estaba lleno de moraduras y cortes y apenas si poda hacer entrar aire en sus maltrechos pulmones, pero segua consciente y no haba sufrido ninguna herida grave. Estaban a la sombra de la montaa, e incluso despus de haberse limpiado las hojas, la tierra y la sangre que le cubran la cara los ojos de Crawford necesitaron varios segundos para acostumbrarse a esa penumbra digna de una gran catedral; y oy ms que vio como el fardo del equipaje atado con cuerdas bajaba ruidosamente por la pendiente hasta chocar con el tronco de un rbol y acababa detenindose con un sordo golpe interior que indicaba abundantes destrozos en los objetos que lo componan. Despus lo nico que pudo or fue el cada vez ms dbil repiqueteo de los terrones y pellas de barro que seguan rodando por la pendiente hasta perderse en la lejana. Su respiracin era un confuso tumulto de hipos y sollozos aterrorizados. Intent convencerse de que la masa que se haba lanzado sobre l era un peasco, y dese apasionadamente no haberse movido de las tierras bajas. La tensin haba envarado su cuerpo y sus nervios estaban intilmente preparados para enfrentarse con algn impacto tan devastador como malvolo; pero la agresin no lleg y pasados varios segundos Crawford fue permitiendo que su organismo se relajara cautelosamente. Se irgui hasta encontrar una posicin que le resultaba menos dolorosa y mir a su alrededor buscando a Byron. Unos momentos despus le vio subido a una roca situada a la izquierda de Crawford y un poco ms arriba. Byron se mordisqueaba el nudillo y sus ojos no se apartaban de Crawford. Aickman dijo Byron lo suficientemente alto para que su voz recorriera la extensin de pendiente que les separaba, debe hacer exactamente lo que yo le ordene. Es muy importante. Me ha comprendido? El estmago de Crawford se convirti en un bloque de hielo y sus msculos volvieron a tensarse. Logr que sus rgidos pulmones exhalaran el aire necesario para formar la palabra S. No se mueva... Si se mueve le encontrar. No podr alejarse lo suficientemente deprisa, resbalando, y la criatura saltara sobre usted antes de que lo hubiese conseguido.
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Byron se incorpor y meti la mano debajo de su chaqueta. Dnde..., dnde est? pregunt Crawford sin apenas mover los labios. Byron ya haba sacado su pistola y estaba observando las hojas y el suelo como si se le hubiera cado algo. Est... Mantenga la calma, se lo ruego. Est justo encima de su cabeza. Supongo que puede mirar hacia all, siempre que se mueva muy despacio. Crawford sinti como las gotas de sudor se deslizaban sobre sus costillas por debajo de la camisa y orden a los msculos de su cuello que se pusieran en funcionamiento para alzar lentamente su cabeza. Vio la parte superior de la pendiente erizada de rboles que le impedan distinguir el camino, las ramas del rbol en cuyo tronco estaba apoyado y, finalmente, reuni los maltrechos restos de su valor y mir directamente hacia arriba. Y necesit todo el dominio de s mismo que posea para no gritar o retroceder, y sinti un vago resentimiento provocado por la imposibilidad de morir en aquel mismo instante. La cosa estaba agarrada al tronco y colgaba de l cabeza abajo con el hocico asomando a slo un par de metros de su cara. No tena ojos y ni tan siquiera posea cuencas oculares, y su arrugado pellejo grisceo y su rostro en forma de yunque eran cualquier cosa salvo mviles, pero nada ms verlo Crawford se dio cuenta de que haba conseguido que toda la atencin de aquel monstruo estuviera concentrada en l. Una boca se abri bajo el hocico revelando dientes que parecan placas de hongos arbreos petrificados y la criatura empez a estirar el cuello hacia abajo. Agache la cabeza dijo Byron con voz tensa. Crawford obedeci intentando moverse con la menor brusquedad posible, y permiti que el gesto hiciera que sus ojos se posaran en la roca sobre la que se encontraba Byron. Byron haba apoyado una rodilla en la roca y estaba apuntando su pistola en la direccin de Crawford. Crawford vio con toda claridad el trozo de rama que asomaba del can. Que Dios nos ayude a ambos murmur Byron. Cerr los ojos tensando los prpados con todas sus fuerzas y apret el gatillo. La ensordecedora detonacin y el diluvio de astillas cayeron sobre Crawford de forma simultnea. Se convulsion, perdi el equilibrio y empez a resbalar alejndose del rbol, y aunque logr hundir los dedos de sus manos y las puntas de los pies en la tierra y acabar detenindose cinco metros ms abajo no se sinti capaz de levantar la cabeza hasta no haber odo como la criatura caa pesadamente del rbol y empezaba a reptar cuesta arriba en direccin opuesta a la que le habra llevado hasta l. Cuando lo hizo vio que la criatura avanzaba lentamente a cuatro patas hacia Byron levantando sus largas piernas a gran distancia por encima de su cuerpo con cada paso, como si estuviera arrastrndose por un barrizal muy profundo, y pudo or con toda claridad como olisqueaba el aire alzando el flaco rostro terminado en un hocico puntiagudo. El joven lord se haba puesto de pie sobre la roca y estaba esperando a su adversario, aferrando la pistola descargada en un puo muy plido como si fuera una porra. Su rostro estaba an ms blanco de lo normal en l, pero pareca decidido a luchar. Crawford se pregunt por qu no estaba huyendo colina arriba, y un instante despus se acord de su cojera. Oy gritos desde el camino, pero Crawford estaba muy ocupado desenterrando una roca tan grande como su puo incrustada en la ladera y no poda desperdiciar su aliento respondiendo a quienes les llamaban. El esfuerzo de arrojar la roca hacia arriba hizo que su cuerpo resbalara un metro ms por la pendiente, pero el lanzamiento haba sido muy preciso. La piedra se estrell contra la anchura imposible de aquella espalda pesadillesca.
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Crawford dej escapar un ronco grito de triunfo..., que se convirti en una maldicin cuando comprendi que el impacto de la piedra ni tan siquiera haba servido para conseguir que el monstruo se moviera un poco ms despacio. Slvese, Aickman dijo Byron con una voz tan tensamente controlada que careca de tono. Crawford, desesperado, comprendi que no iba a obedecerle. Su corazn segua latiendo a una velocidad alarmante golpeando locamente su caja torcica, y saba que no conseguira nada, pero empez a trepar cuesta arriba en pos de aquel ser deforme que avanzaba lentamente olisqueando el aire y lanzando resoplidos. Su visin perifrica capt un silencioso destello verde por encima de l y a su derecha, y se detuvo el tiempo suficiente para echarle un vistazo. Era la luz del sol cayendo sobre las ramas ms altas de un pino. El amanecer estaba llegando por fin a esta ladera encarada hacia el oeste. Ms all del pino haba un risco que terminaba ms arriba que el resto de la ladera, y el roco brillaba de forma deslumbradora sobre la alfombra marrn de agujas de pino que cubra aquel promontorio parecido a una joroba. Crawford cambi de posicin para observar a Byron y al monstruo y sinti que algo se clavaba dolorosamente en su costado. Meti la mano en el bolsillo de su chaqueta y sac de l un fragmento de cristal. Su espejo de afeitado se haba hecho aicos. Y entonces tuvo una idea. La naturaleza de la luz del sol cambi en algn momento le haba dicho Byron haca cuatro das cuando hablaron sobre los nefelim y ahora les resulta daina. Crawford record historias que haba odo durante su infancia, cuentos sobre trolls que se convertan en piedra al primer atisbo del amanecer, y vampiros que se vean obligados a esconderse bajo tierra para protegerse del sol... y record que Perseo us un espejo para derrotar a Medusa. Volvi a meter el fragmento de cristal en su bolsillo y sigui trepando por la pendiente, pero ahora avanzaba hacia el risco baado por el sol alejndose de Byron y el monstruo. Oy a su espalda la voz de Byron gritando desafos a la imperturbable criatura, pero no se volvi a mirar hasta que hubo llegado al risco y trep sobre las races de rbol que asomaban del suelo hasta encontrarse en el punto ms alto de aquella especie de joroba. Los rayos del sol caan sobre l. Sac los fragmentos del espejo de su bolsillo y alz el ms grande, pero cuando se volvi hacia la semipenumbra que tena debajo descubri que tanto Byron como la criatura eran invisibles. Atrap el sol en el fragmento de cristal movindose con la premura fruto del pnico y empez a pasear el brillante punto de luz reflejada sobre las sombras que cubran la ladera. Y de repente volvi a or aquel rugido que haca vibrar el suelo y devolvi el punto de luz al sitio en el que se haba posado unos momentos antes sintiendo una dbil esperanza, y aunque era justamente lo que haba deseado se estremeci al ver como aquella horrible cabeza se volva lentamente hacia l y falt poco para que arrojara el fragmento de cristal a lo lejos. La criatura baada por la luz solar mene la cabeza y sigui trepando, flexionando sus largas piernas y extendindolas en el aire. Crawford ya poda ver a Byron, quien estaba a pocos metros del monstruo, pero concentr toda su voluntad en la tarea de hacer que su mano no temblara y se las arregl para mantener el punto luminoso inmvil en el centro de aquella ancha espalda griscea. La criatura volvi a detenerse y los rboles volvieron a temblar ante aquel rugido que haca pensar en una montaa removindose sobre su base cimentada en los infiernos. La silueta monstruosa se dio la vuelta y empez a desplazar lentamente su masa por la pendiente yendo hacia Crawford.
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Estuvo a punto de dejar caer el espejo y echar a correr. Dientes como lpidas color humo quedaron revelados en lo que slo poda ser una mueca de furia e indignacin, las pinzas del ser se clavaban en la tierra arrancando pellas tan grandes como una cabeza humana e incluso partan las piedras con que se encontraban mientras segua avanzando hacia l, y Crawford saba que en un enfrentamiento con semejante entidad haba cosas mucho peores que un simple dao fsico a las que temer. Pero sigui donde estaba, mantuvo tensa su vejiga con un esfuerzo de voluntad y desplaz el punto luminoso hasta centrarlo en el cuello de la criatura, tan cercano de l que ya poda ver una herida probablemente causada por el trozo de rama que Byron haba utilizado como proyectil. La criatura estaba cada vez ms cerca, y el rugido de su respiracin pareca una orquesta lejana cuya msica en continuo cambio llenara todo el valle. Estara cantando? Crawford se encontr siguiendo la meloda, y la grandeza trgica de que estaba impregnada le dej sin aliento. Los versos brotaron en su mente como si tuviesen vida propia, tapices llameantes de palabras tan complicados como las profundidades de un palo, y pens que estaba oyendo una marcha antediluviana compuesta por planetas conscientes para celebrar un matrimonio de soles. Pero la msica se estaba desvaneciendo como si un viento hubiera empezado a soplar interponindose entre l y aquella orquesta lejana. El ser de largas piernas estaba a pocos metros de distancia, pero se mova mucho ms despacio que antes y Crawford crey ver un aura oro y prpura destellando alrededor de su cabeza y por fin, con un crujido claramente audible, la criatura se detuvo y qued totalmente inmvil. Aquellos ojos que ya no podan ver siguieron clavados en l durante varios segundos de tensin mientras Crawford mantena la luz centrada en su cuello. Y, finalmente, la criatura se fue inclinando hacia adelante, lentamente al principio y despus con una velocidad cada vez mayor, y sus hombros se estrellaron contra el suelo varios metros pendiente abajo y de repente no fue ms que una estatua que caa dando tumbos y se iba haciendo pedazos mientras se alejaba por debajo de ellos, ms audible que visible. Cuando el estruendo hubo disminuido gradualmente de nivel hasta acabar convirtindose en silencio, Crawford pudo or como alguien descenda por la pendiente que haba sobre sus cabezas, y no tard en escuchar los gritos irritados de Hobhouse. Estamos aqu, Hobby respondi Byron. Su voz apenas temblaba. Y el equipaje ha quedado detenido en un rbol ms abajo. Qu tal estn los caballos? Tambin se cayeron? Maldito seas... Por qu no contestabas antes? chill Hobhouse, con un claro alivio perceptible en su tono de voz. S, un caballo se cay, pero no baj mucha distancia y se encuentra bien. Qu eran esos rugidos? Y contra qu has disparado? Crawford haba trepado mucho ms despacio y con mucha ms cautela que antes hasta recorrer la mitad de la distancia que le separaba de la roca en que estaba Byron, y cuando alz los ojos vio que el joven lord le guiaba un ojo. Creo que era una especie de len de las montaas! Un fruncimiento de ceo tens su cansado rostro durante un momento. S buen chico y no digas nada de esto cuando volvamos a Inglaterra. No tiene sentido preocupar a la pobre Augusta, eh? Crawford no tard en reunirse con Byron sobre la roca y desde all pudo ver hombres que bajaban por la pendiente agarrndose a una cuerda. Byron extendi una mano hacia l y Crawford vio que estaba cubierta de sangre. Se ha ganado su manutencin, doctor. Crawford tom su mano y examin la herida. Con qu se la ha hecho? pregunt. Sinti un cierto orgullo al comprobar que su voz sonaba casi normal.
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Fue nuestro... atacante respondi Byron. Esa criatura logr llegar hasta aqu antes de que usted hiciera funcionar su reflector improvisado. Logr darle un buen empujn y resbal un par de metros, pero... me clav los dientes. Su sonrisa era tan ancha como amarga. En mi caso es un tanto redundante, por supuesto, pero esto confirma mi decisin de romper hasta la ltima huella de la conexin en... Movi su mano ensangrentada en un gesto que abarcaba la totalidad de los Alpes. En las alturas, supongo. Crawford baj la vista hacia el mun donde haba estado su dedo anular sobre el que la cicatriz blanca segua siendo claramente visible, e intent con cierto xito alegrarse de estar all. Siguieron ascendiendo por la montaa y el sol fue quemando su lento arco a travs de la vaca bveda del cielo. Byron empez a dar seales de que tena fiebre, y cuando llegaron a las primeras nieves se divirti mucho demostrando a Crawford que al caer sobre un banco de nieve las gotas de sudor de su frente dejaban agujeros idnticos a los de un cedazo. Resbal y cay sobre el hielo en varias ocasiones, y Hobhouse, claramente alarmado, no paraba de lanzar miradas suspicaces a Crawford, quien estaba empezando a sentirse un tanto mareado y confuso, sin duda a causa de lo tenue de la atmsfera en aquellas altitudes. Pero Byron pareca dominado por una jovialidad casi frentica. En un momento dado, atrajo alegremente la atencin de Hobhouse hacia un pastor que tocaba su flauta en una pradera que pareca limitar con el cielo al otro lado del valle como los que vimos en Arcadia hace quince aos..., aunque ahora que lo recuerdo todos llevaban mosquetes en vez de cayados, y sus cinturones estaban llenos de pistolas, y ms tarde, cuando su gua les pidi que cruzaran lo ms deprisa posible una cornisa porque haba peligro de que las rocas se desprendieran creando avalanchas, Byron se limit a rer y pregunt a Hobhouse si se acordaba de la multitud de obreros griegos que haba visto en 1810, los que no queran llevar una estatua antigua al barco de lord Elgin porque juraban haber odo llorar a la estatua, apenada ante la perspectiva de que la enviaran al otro lado del mar. Pareci recobrarse un poco cuando llegaron a la cima del Mont Davant, un punto tan elevado que desde all podan ver la mayor parte del lago Leman extendindose bajo ellos hacia el oeste, el lago Neufchatel al norte y, al este y por delante de ellos, los remotos e imponentes patriarcas de las montaas del cantn de Berna. El y Crawford se haban alejado del resto del grupo y estaban sobre una roca azotada por los vientos que dominaba una meseta cubierta de nieve en polvo. Los dos sudaban y temblaban. Creo que ha mentido observ Byron, y su voz rompi el silencio sin ecos del cielo. Me refiero a cuando le dijo a Hobhouse que no escribe poesa. Minti, verdad? Crawford, que se haba puesto algo nervioso a causa del abismo que se extenda ante ellos, se sent en el suelo y se agarr a la roca con manos humedecidas por el sudor. No exactamente logr responder por fin. No he escrito ninguna poesa, pero de vez en cuando me descubro construyendo... versos, imgenes, metforas. Surgen dentro de mi cabeza cuando estoy medio dormido. Byron asinti. En el aspecto visual esas criaturas no saben hacer gran cosa, pero en lo que respecta al lenguaje... Bueno, son como cerillas encendidas arrojadas al interior de un barril de plvora. Me pregunto cuntos de los grandes escritores del mundo debieron sus dones a las en ltima instancia catastrficas atenciones de los nefelim. Su risa
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fue tan dbil como sarcstica. Y me pregunto cuntos de ellos se habran liberado de esas atenciones si hubiera estado en sus manos el hacerlo. Crawford se encontraba muy mareado e intentaba no pensar en todas las cornisas angostas y pendientes abruptas que se interponan entre l y la normalidad del suelo llano. Su encuentro con uno de los preciosos nefelim de Byron an le haca temblar de vez en cuando, y no quera or nada ni tan siquiera remotamente bueno sobre semejantes criaturas. Me pregunto si sera murdago dijo en un tono de voz ms bien seco. Byron le mir, y su expresin indicaba que no tena ni idea de qu estaba hablando. El qu? La rama que dispar contra la bestia esta maana. Es lo que usaron para matar a Balder el Hermoso en los mitos nrdicos, no? Creo recordar que usaron un dardo hecho de murdago. Supongo que eso le convierte en Loki, el hermano malvado de Odn... Byron frunci el ceo y Crawford se pregunt si habra alguna posibilidad de que estuviera sintiendo cierto remordimiento por haber disparado contra la monstruosidad que les haba atacado aquella maana. Balder... dijo Byron en voz baja. Tiene razn. Una estaca de madera acab con l... Cristo! Es que hasta nuestras leyendas ms conmovedoras derivan de esos diablos, igual que ocurre con nuestra literatura? Mene la cabeza y baj los ojos hacia la ladera oeste de la montaa, y Crawford comprendi que estaba pensando en la horrible estatua que se haba hecho aicos al chocar con el fondo de un barranco perdido muy por debajo de ellos. Byron acab alzando los ojos y mir a Crawford. Loki tuvo un final bastante desagradable, no? dijo. Pero me temo que su ejemplo es el nico que podemos seguir sin necesidad de perder todo el respeto hacia nosotros mismos. Se estremeci y volvi con los dems. Cuando el posadero le devolvi su pasaporte Julia Carmody pens que ahora quiz podra dejar que el fantasma de su hermana durmiera dentro de su cabeza hasta que..., hasta el da en que la hermana emergera, hara lo que deba hacer y desaparecera para siempre. Julia se haba visto obligada a ser Josephine dos das antes para recoger el dinero enviado por su padre a la Poste Restante de Ginebra, y aquella noche el conseguir una habitacin en Clarens la haba obligado a ensear su pasaporte; pero no quera volver a tocarlo hasta haber cruzado las fronteras internacionales durante su trayecto de regreso a Bexhill-on-Sea. Y no quera volver a pensar nunca ms en la nota angustiada que acompaaba a la suma de dinero enviado por su padre... Con un poco de suerte volvera a estar en casa para la Navidad. Su padre aceptara las cosas tal y como eran o como haban llegado a ser, y entonces sera Julia para todo el resto de su vida, y podra eliminar de sus recuerdos hasta el nombre y la identidad de Josephine. Un muchacho se encarg de llevar su equipaje al piso de arriba y en cuanto le hubo abierto la puerta apenas ech un vistazo al interior, pues saba de antemano lo que vera la misma imagen horrible que haba visto en cada uno de los cuartos alquilados donde se haba alojado desde el veintiuno de julio, el da de su boda, y ya tena preparada la frase en francs que necesitaba para librarse de ella. Oh! exclam despus de su primer atisbo del lecho. Mon Dieu! Voulezvous changer les draps?
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Las sbanas estaban cubiertas por una gruesa costra de sangre seca, exactamente como ella haba esperado encontrarlas. Y, naturalmente, el muchacho fingi no ver nada malo en las sbanas, pero ella le dio un puado de francos para que las cambiaran. Se llam a una camarera de expresin cansina y malhumorada, y en cuanto sta hubo cambiado aquellas horribles sbanas y se hubo marchado Julia abri la ventana que daba al lago y se acost en la cama. En cuanto hubo anochecido el viento de las montaas trajo consigo la lluvia, y el repiqueteo de las gotas en los desages acab despertndola. La habitacin estaba a oscuras y las cortinas aleteaban contra la negrura del cielo... Y no poda recordar quin era. Estaba hueca por dentro. Se haba convertido en un vaco que no poda hacer nada salvo contemplar la oscuridad, y la experiencia no poda resultar ms horrible. Su cuerpo era vagamente consciente de que haba varias personalidades que se iban relevando para habitar dentro de su cabeza, y lo nico que deseaba era ver aparecer a una de ellas, la que fuese. La garganta zumb con una especie de gemido suplicante... y de repente, como si fuese un don llegado del exterior, el cuerpo descubri con una inmensa gratitud que volva a tener acceso al lenguaje. Ven graznaron sus labios. Entra. Me abro a ti. Te necesito. Y un instante despus el cuerpo qued animado por una personalidad. Volva a ser Julia, pero esta situacin sin precedentes la preocupaba, y mucho. Se pregunt si el vaco haba desaparecido para siempre, o si regresara. Adems, poda tener la seguridad de que la personalidad que llenara aquel vaco sera siempre la de Julia? Y si...? Buenas noches, Julia dijo una voz desde el lado de la habitacin en que estaba la ventana. Se volvi rpidamente hacia esa direccin lanzando un jadeo ahogado y vio una silueta corpulenta recortndose contra el teln de fondo de las estrellas, y nada ms verla supo que la personalidad de Julia no era la nica entidad que haba respondido a la desesperada invitacin hecha por su cuerpo. Y lo que ms la extra era que no estaba asustada. Buenas noches dijo con cierta vacilacin. Puedo..., puedo encender la lmpara? La figura ri, y el tono de su voz le revel que era masculina. Naturalmente. Abri su caja de yescas e hizo chocar el pedernal y el acero sobre el pbilo de la lmpara. Una luz entre verde y amarillenta inund la habitacin. Se dio la vuelta para enfrentarse con su visitante. Era un hombre muy alto y corpulento con una nariz prominente, y lo ms asombroso era que vesta el atuendo de gala de la corte: levita prpura con bordados de oro, chaleco y corbata, medias de seda blanca y zapatos negros con hebilla. Su elegancia la dej tan impresionada que le hizo una reverencia. El hombre le devolvi la reverencia y fue hacia ella. Le pareci que cojeaba y cuando alarg el brazo hacia su mano torci el gesto, y cuando se llev la mano a sus gruesos labios vio que sus ojos estaban llenos de bondad. Puedo ayudarte dijo el hombre sin soltarle la mano. Me refiero a..., a lo que te ha trado hasta aqu. Puedo llevarte hasta el hombre al que deseas encontrar. Antes estaba protegido contra ti, pero quien le protega se halla en otro pas. Mene la cabeza. El movimiento pareci resultarle muy doloroso, y Josephine vio unas lneas rojas tan delgadas como venas o grietas en la piel de su cuello. No quera desobedecerla y hacerle dao. Slo quera verle, comprendes? Pero l y su amigo me hicieron dao, un dao terrible. Quiero vengarme de ellos y por eso te ayudar.
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Solt su mano, fue cojeando hasta la cama y se tumb en ella. Julia contempl la mano que le haba besado y comprendi que las sbanas nuevas estaban condenadas a seguir el mismo camino que las otras, pues el hombre le haba mordido los nudillos y la sangre brotaba en abundancia de la herida. El corazn le martilleaba dentro del pecho, y antes de ir a la cama para reunirse con l le dio la espalda durante unos momentos con el fin de recuperar el aliento. La luz de la lmpara se haba vuelto ms intensa y haba convertido los cristales de la ventana en un espejo oscuro, pero se haba acostumbrado a rehuir su reflejo desde que su identidad se volvi tan frgil, haca ahora ya dos meses, por lo que corri las cortinas para ocultar los cristales. No se dio cuenta de que el reflejo la mostraba sola en la habitacin, salvo por los fragmentos de estatua que yacan sobre la cama.
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Hablamos de fantasmas. Ni Lord Byron ni M. G. Lewis parecen creer en ellos; y los dos estn de acuerdo en que nadie puede creer en fantasmas sin creer en Dios, lo cual parece muy lgico y razonable. No creo que todas las personas que defienden la inexistencia de tales visitas del ms all sean sinceras o, si obran de tal manera a la luz del da, creo muy posible que la cercana de la soledad y la medianoche les aconsejen la conveniencia de mostrar ms respeto hacia el mundo de las sombras.
PERCY BYSSHE SHELLEY,
17 de julio de 1816
Durante los dos das siguientes el grupo de Byron avanz sin ms percances en direccin este atravesando los valles de Enhault y Simmenthal, y el domingo veintids de septiembre cruzaron el lago de Thoun para llegar a Neuhause y despus volvieron a emplear los caballos y el carruaje para recorrer los veinte kilmetros hacia el este que les condujeron hasta Interlaken y se desviaron en direccin sur hasta llegar a la aldea de Wengern, la cual se hallaba al pie de las estribaciones montaosas que incluan el Kleine Scheidegg, el Wengern y, ms all de esas cimas, el Jungfrau, ms alto que las nubes. Cuando encontraron habitaciones en la casa del prroco de la localidad el cielo ya estaba nublado y bastante oscuro, pero Byron insisti en que quera montar a caballo y echar un vistazo a las montaas mientras siguiera habiendo algo de luz, por lo que Hobhouse, Crawford y un gua no tuvieron ms remedio que acompaarle. Desde el camino adoquinado que naca en la parroquia pudieron ver una cascada que henda en dos mitades el negro muro de las montaas. Estaba tan lejos que pareca ms una nube que agua. La columna que se balanceaba lentamente meda casi trescientos metros desde su base oculta entre las neblinas hasta su fuente prxima al cielo. Byron se estremeci y dijo que pareca la cola del caballo blanco como los huesos sobre el que monta la Muerte en el Apocalipsis. Despus de haber hecho esa observacin se alej al galope por el camino dejando que sus tres acompaantes le siguieran como pudiesen. La lluvia empez a caer sobre ellos cuando slo llevaban recorridos unos pocos kilmetros, pero Byron no prest atencin a las splicas de regresar que Hobhouse no paraba de hacerle hasta que el trueno asust a los caballos. Byron pareca haber perdido el control de s mismo y Crawford cabalgaba junto a l para poder cuidar mejor de su paciente. El joven lord agitaba su bastn sobre su cabeza lo cual tena bastante alarmado a Crawford, pues era un bastn estoque
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recin estrenado, y Byron se haba negado a dejar que el gua lo llevara consigo por miedo a que pudiese atraer algn rayo, y gritaba declamando versos a la lluvia. En dos ocasiones Crawford reconoci frases que haba odo en sus sueos. La capa de Hobhouse result ser cualquier cosa salvo impermeable, por lo que acabaron dejndole en una casita de campesinos y siguieron camino hacia la vivienda del prroco para dar aviso de que necesitara ser recogido por un hombre provisto de un paraguas y una capa que no se empapase con tanta facilidad. El rayo ilumin todo el valle al mismo tiempo que el trueno retumbaba entre las montaas y Byron se irgui en los estribos para amenazar el cielo con su bastn. Mir a Crawford, quien estaba muy encogido sobre su silla de montar, y se ri. Maana escalaremos la cima haga el tiempo que haga grit Byron para hacerse or por encima de la lluvia y, pasado un momento, aadi. Aickman, cree en Dios? Crawford se encogi de hombros. Su capa estaba casi en tan mal estado como la de Hobhouse. No lo s respondi. Y usted? Byron volvi a dejarse caer sobre la silla de montar. Soy agnstico y estoy dispuesto a dejarme convencer por cualquier prueba razonable dijo. Pero lo que no comprendo es cmo... Lo que quiero decir es que si Dios no existe los fenmenos sobrenaturales son imposibles, verdad? Si postulamos la ausencia de un Dios, sea de la clase que sea... La mente de Crawford revis el curso de su vida, especialmente de los dos ltimos meses. Me temo que cuantas ms ausencias hay ms cosas resultan posibles replic por fin, nada contento con la respuesta a la que haba llegado. Por lo tanto si hay una ausencia tan grande como Dios, probablemente no exista nada lo suficientemente asombroso e inconcebible como para poder estar seguros de que nunca nos toparemos con ello. Su explicacin pareci tranquilizar un poco a Byron. Es una suerte que decidiera disfrazarse de veterinario, Aickman grit por entre la lluvia. Como filsofo habra resultado de lo ms temible... Espole a su montura y se alej al galope precedindole durante todo el trayecto hasta la casa del prroco. La silueta que se recortaba contra la luz amarillenta que brotaba del umbral result ser el mismsimo prroco, y cuando los viajeros hubieron desmontado pidi en tono ms bien seco hablar con Byron y Crawford a solas en su habitacin. Supongo que ser algn problema relacionado con el precio del alojamiento murmur Byron. Colgaron sus capas empapadas de la pared y siguieron al anciano escalera arriba; pero Crawford haba captado la expresin de pena y disgusto que haba en el flaco rostro lleno de arrugas y se pregunt si acabaran siendo expulsados de la casa, tal y como le haba ocurrido en la pensin cercana a Ginebra ocho das antes. La habitacin del viejo prroco se encontraba justo debajo del tejado, que se inclinaba en un ngulo muy pronunciado. Tena una pared muy baja a un lado y otra de gran altura en el lado opuesto, y las ventanas que estaban colocadas a la altura de los tobillos en la pared ms pequea eran tan diminutas que Crawford supuso que el recinto necesitara una lmpara incluso en el da ms soleado. Las hileras de viejos libros encuadernados en cuero colocados sobre los estantes que ocupaban la pared opuesta, parecieron absorber la luz de la lmpara cuando el anciano prroco la coloc sobre una mesita. Despus tom asiento sobre el angosto lecho y movi la mano sealando dos sillas situadas al otro extremo de la habitacin.
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Yo... Cuando llegaron no saba quin era usted dijo el viejo prroco, hablando ingls con un fuerte acento alemn. De haberlo sabido no habra permitido que se quedaran. Byron acababa de sentarse y ech su silla hacia atrs disponindose a levantarse, pero el anciano le detuvo con un gesto de la mano. Pueden quedarse. No voy a echarles. Pero he odo rumores sobre usted... Sobre usted, besonders aadi mirando a Crawford. Quiere decir especialmente explic Byron. Qu le han contado de nosotros? Otra vez esa vieja historia del incesto? Ver, esas chicas no eran hermanas... Mary Godwin y la joven Clairmont nacieron de padre distinto, aunque el destino quiso que acabaran compartiendo el mismo padre adoptivo. Y, en cualquier caso, cree que eso merece el esfuerzo de su desaprobacin? Despus de todo son cosas que ocurren cada da, no? Esto no tiene nada que ver con un simple... ayuntamiento carnal replic el viejo prroco. Se cuentan historias mucho peores. La gente de aqu me ha dicho que usted tiene tratos con..., con espritus que no moran en el cielo, con las cosas que caminan por el valle sobre el que cae la sombra de la muerte. Hermosa frase dijo Byron sonriendo. Me gusta. As que hemos pecado contra sus... ordenanzas? Demustrelo y castguenos, si puede. El anciano mene la cabeza con cara de cansancio. Las montaas y los lugares altos ya no son el camino que lleva a la redencin. Han dejado de serlo hace mucho tiempo. E incluso entonces el camino tena muchos peligros... Ahora la salvacin y la redencin solo pueden hallarse mediante los sacramentos. Se volvi hacia Crawford y su rostro surcado de arrugas estaba muy tenso, como si el esfuerzo de ocultar el aborrecimiento que le inspiraba fuese casi insoportable. Incluso alguien como usted podra escapar a la condenacin eterna gracias a ellos. Byron dej escapar una carcajada algo nerviosa. Vamos, padre, no sea tan duro con l... No es ni la mitad de malo de lo que parece. Dios mo, a juzgar por su forma de mirarle cualquiera dira que ha venido aqu con la intencin de robar los clices de oro de su altar. O convertir el vino que contienen en vinagre dijo Crawford. La ira le hizo hablar en voz muy baja. As que sta es la caridad cristiana tal y como se practica en Berna, eh? Se puso en pie y se golpe la cabeza contra el techo. La Iglesia se ha convertido en un club mucho ms exclusivo desde los tiempos de su fundador, est claro. No me cabe duda de que la hospitalidad del Diablo me resultar bastante ms satisfactoria. Espere dijo el prroco. Sintese. Quiero verle en el Paraso, pero tambin quiero que todos mis parroquianos lleguen all. Si va a las montaas ahora en su estado actual despertar a criaturas que no le harn ningn bien a mi rebao. Movi la cabeza sealando a Crawford. Ya hay otro como usted en los Alpes, pero no puedo hacer nada al respecto, y por lo menos l no se aparta de los desfiladeros ms bajos y slo viaja de noche... Haba quitado lentamente el tapn de una botella llena de brandy colocada sobre un estante al lado de la cama y se volvi hacia la hilera de copas que haba junto a ella. Querrn quedarse aqu abajo y mantenerse alejados de las montaas? Puedo prometerle la redencin, si se es realmente su deseo... Y puedo prometerle la muerte si decide seguir adelante con lo que haban planeado. No obtendr ningn consejo mejor del que le estoy dando ahora. Crawford volvi a sentarse. Estaba algo ms calmado, pero acab meneando la cabeza. No. Tengo que subir a las montaas. Byron asinti.
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Esa clase de consejos no bastarn para conseguir que cambie de idea. El prroco cerr los ojos durante un momento, se encogi de hombros y acab sirviendo brandy en tres copas. Se puso de pie para darle una copa a cada uno de sus invitados, volvi caminando lentamente hacia la cama y se sent en ella. Y una sombra de contornos humanos apareci en el panel de madera que recubra la pared, aunque no haba ningn cuerpo para proyectarla. La silueta mene la cabeza lentamente y se desvaneci. El corazn de Crawford lata a toda velocidad y mir a Byron. El joven lord tena los ojos muy abiertos, y su expresin convenci a Crawford de que l tambin haba visto la silueta. Los dos dejaron sus copas en el suelo. No me apetece, gracias dijo Crawford, y se levant. A m tampoco dijo Byron, quien ya estaba junto a la puerta y acababa de abrirla. Cuando cerraron la puerta detrs de ellos el anciano sollozaba en su cama, y Crawford se pregunt si el motivo de sus lgrimas sera el arrepentimiento por haber intentado envenenar a sus invitados o si lamentaba el haber fracasado. Durante el trayecto hasta la casita en que les esperaba Hobhouse pasaron junto a un gran carro de seis ruedas que se haba quedado atascado en el barrizal creado por la lluvia. Byron segua en su estado de nimo errtico y algo salvaje de antes, e insisti en que bajaran de sus monturas y empujaran el carro aunque pareca haber por lo menos una docena de hombres provistos de antorchas que ya se afanaban a su alrededor. Byron, Crawford y el sirviente desmontaron, hundieron los tacones en el fango y ayudaron a liberar el carro de su prisin. Los hombres de las antorchas no parecieron agradecer mucho su ayuda, sobre todo cuando Byron se subi al carro para dirigir la operacin de rescate, pero toleraron su presencia hasta que las ruedas quedaron libres del fango. Apenas el carro pudo moverse hicieron bajar a Byron, pusieron en movimiento a los caballos y reanudaron su avance en direccin sur. Carbn para Newcastle dijo Byron mientras volva a montar, y se ri. Qu? pregunt Crawford con voz cansada, pensando en lo agradable que sera el que sus botas no se hubiesen llenado de fango helado. Esa caja tan grande que iba en la parte de atrs del carro est llena de hielo sent la humedad en mis manos cuando me apoy sobre ella, y el carro va hacia los Alpes.7 Reemprendieron el viaje hacia las montaas a las siete de la maana siguiente, despus de haberse tonificado tomando caf y un poco del brandy que haban trado consigo para defenderse del fro eterno que converta las palabras en frgiles nubecillas de vapor y se las llevaba volando hacia el cielo color cobalto. Crawford y el gua iban en mulas, Byron y Hobhouse montaban a caballo. La cascada arda bajo la luz del sol. Byron atrajo su atencin hacia el arco iris que flotaba a su alrededor como una aureola, pero Hobhouse lanz un bufido de disgusto y dijo que un arco iris en el que slo haba dos colores perceptibles no le impresionaba excesivamente.
Newcastle siempre ha sido una gran productora de carbn. En el idioma ingls la frase Carbn para Newcastle se aplica a un acto innecesario e incomprensible, como puede serlo el de llevar nieve a los Alpes. (N. del T.)
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Por lo menos son colores de la realeza, Hobby dijo Byron, y slo Crawford capt el temblor de su voz. Despus de todo, son nada menos que el prpura y el oro... Las montaas eran tan grandes que la mente de Crawford no poda abarcarlas. Estaban demasiado lejos, se alzaban hasta una altura excesiva y tenan tantos riscos e irregularidades que contemplarlas era como observar los accidentes de la luna a travs de un telescopio. Lo que haca visibles en una totalidad tan espantosa aquellos paisajes era la limpidez sobrenatural de las alturas en que se encontraban. En las tierras bajas que los viajeros haban dejado atrs, all donde floreca la humanidad, las neblinas, humaredas y calinas limitaban misericordiosamente la distancia que podan abarcar unos ojos humanos. Los cascos repiqueteaban sobre el empinado sendero de piedra que llevaba hacia las bases de aquellos picachos que parecan llegar hasta el cielo, y Crawford se encontr pensando en las montaas como entidades vivas de una inmensa antigedad, y record con cierto nerviosismo la historia de Semele, la madre humana de Dioniso, quien muri cuando Zeus le revel toda su gloria inhumana prescindiendo de los disfraces que sola utilizar para ocultarla. El sol llameaba sobre las extensiones de hielo y nieve, y a mediados de la maana todos se haban puesto gafas con cristales teidos de azul para protegerse de la ceguera causada por la nieve. El olor resinoso de los pinos fue disminuyendo a medida que los viajeros ascendan en un proceso parecido al del sabor a enebro que se desvanece de un vaso donde la ginebra est siendo sustituida por vodka helado, y Crawford pens que todos los olores e incluso la capacidad de transportarlos de la atmsfera no tardaran en formar parte de las cosas que l y los dems haban dejado atrs. Los pinos entre los que avanzaban estaban marchitos y con los troncos desnudos de corteza. Byron los contempl con expresin sombra y dijo que le recordaban a l mismo y su familia. Crawford pens que la observacin era un poco demasiado afectada y teatral, un poco demasiado byroniana, y se pregunt si el mismo Byron sera capaz de distinguir siempre entre sus autnticas emociones y sus poses. El camino se fue haciendo an ms abrupto y llegaron a un punto en el que se vieron obligados a desviarse en ngulo para esquivar los obstculos dejados por una avalancha muy reciente. El diluvio de piedras y nieve haba creado un extenso rastro de vaco y desolacin en el que no se alzaba ni un solo tronco, y cuando alz los ojos hacia las cumbres inaccesibles de las que haba llegado Crawford se sorprendi al ver una ancha vena plateada que reluca sobre la piedra dejada al descubierto recientemente. Pregunt al gua qu era y el hombre le respondi con voz algo nerviosa que era argent de I'argile, o plata de la arcilla, y que dentro de uno o dos das ya habra vuelto a esconderse en el interior de la montaa. Crawford pens en lo que le haba dicho durante unos momentos y acab preguntndole si era un metal particularmente ligero, pero el gua se limit a darle la espalda y empez a sealar las cimas que tenan delante. Poco despus estaban avanzando en fila india por riscos y cornisas que trepaban a lo largo de la cara del Wengern, y Crawford descubri que su mula se comportaba como si cargara con los pesos de anchura triple a la de su cuerpo que estaba acostumbrada a transportar. El animal avanzaba pegado al borde de los senderos, casi rozando el precipicio, para que aquellas cargas inexistentes no se engancharan en la pared de la montaa. Ni los tirones de las riendas ni las maldiciones consiguieron que el animal se acercara un poco ms a la pared y una hora de aquel moverse por la cuerda floja hizo que Crawford acabara acostumbrndose al riesgo, por lo que cuando su montura desprenda un trozo de risco con una pezua y tena que hacer una contorsin para no perder el equilibrio y caer despeada el rostro de Crawford apenas palideca.
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Josephine iba a pie, pero su nuevo amigo le haba dado un trocito de piedra que deba mantener casi incrustado en la palma de su mano y aquello le haba permitido trotar durante horas en persecucin del grupo de Byron sin fatigarse. Cuando lleg a los senderos que trepaban por la montaa, consigui mantenerse cerca de los viajeros sin apenas necesidad de esforzarse. La palma de su mano haba dejado de sangrar haca horas, y slo le dola cuando algn movimiento la pona en contacto con la pared de roca. No puedo acompaarte le haba dicho su amigo al amanecer cuando tuvo que marcharse. Pero llvate este fragmento de m le entreg la pequea garra de piedra. Gurdalo a l y a m dentro de tu carne y estar contigo en espritu, y te ayudar. Y no caba duda de que lo haba hecho. Hubo varias ocasiones en que se vio obligada a escoger un camino de entre los varios que se presentaban ante ella, pero el trocito de piedra siempre se haba movido con gran decisin y, naturalmente, algo de dolor, en una direccin o en otra. La haba mantenido tras la pista de Crawford incluso cuando el resplandor del sol reflejndose en la nieve le haca llorar los ojos de tal manera a pesar de sus gafas que no poda ver adonde iba; y ahora su nica preocupacin era no seguirles tan de cerca que algn miembro del grupo de Byron tuviera la ocurrencia de volverse hacia atrs cuando atravesaban una extensin de terreno llano y viera a la solitaria silueta femenina que les segua. Slo haba visto un grupo de turistas una docena de hombres en pie alrededor de una tienda que daba la impresin de ocultar un carruaje bastante grande, que parecan haber levantado su campamento con la intencin de pasar all el resto del da. Estaba claro que no interferiran con sus planes. Su pistola estaba cargada y a buen recaudo bajo la cinturilla de su falda. Su nuevo amigo le haba revelado otra forma de acabar con Crawford, pero la mera descripcin del procedimiento estuvo a punto de hacerla vomitar su horror fue tal que intent tomarse toda la cosa a broma y le dijo que no posea la clase de ojos necesarios para ello, y estaba decidida a servirse del arma. Las seales visibles en la nieve le indicaron que su presa segua delante de ella, pero un instante despus la piedra incrustada en su mano empez a dar tirones hacia arriba obligndola a alzar la mirada. La parte de montaa que haba directamente encima de su cabeza haca pendiente y presentaba algunas protuberancias, pero no las suficientes para que trepara por ella... Y menos con una mano casi inutilizada! Su brazo se haba tensado hasta apuntar hacia lo alto. Intent bajarlo, pero la piedra ara los huesos de su mano causndole un dolor tan intenso que falt poco para que se desmayara, y cuando dej de oponerle resistencia sigui tirando del brazo con ms fuerza que antes. La nica forma de aliviar la agona era introducir su mano sana y las puntas de sus botas en las irregularidades de la pared rocosa e ir subiendo. As lo hizo, y la piedra la obsequi con algunos segundos carentes de dolor, pero no tard en reanudar sus tirones y la oblig a seguir subiendo. La piedra pareca querer que se colocara por encima de Crawford lo ms deprisa posible, y aunque el dolor era tan intenso que cuanto la rodeaba se haba vuelto borroso y la aterrorizaba el que pudiera resbalar y tuviera que sostener todo su peso con la mano herida, la idea de arrancar aquella piedra incrustada en su carne que la guiaba y la torturaba jams lleg a pasar por su cabeza. El grupo de Byron lleg a un valle que distaba pocos centenares de metros de la cima del Wengern. Ya era medioda, y los viajeros desmontaron para atar los caballos y las mulas y recorrer el resto del trayecto a pie.
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Las horas pasadas en la silla de montar haban hecho que las piernas de Crawford temblaran de una forma muy incmoda, por lo que no paraba de moverlas y pisar el suelo con fuerza para librarse de aquella sensacin tan desagradable..., y se dio cuenta de que cuando iba cuesta abajo el cosquilleo desapareca. Dio unas cuantas zancadas por la pendiente del camino slo para disfrutar de ese alivio y record que Byron haba hecho lo mismo que l haca escasos momentos. Se volvi hacia Byron y descubri que el joven lord le estaba mirando. Byron cruz la pendiente cubierta de nieve en polvo que le separaba de l y cuando lleg a su lado extendi la mano en un gesto que abarc a Hobhouse, los guas y los sirvientes, ninguno de los cuales pareca sentir el ms mnimo deseo o compulsin de caminar cuesta abajo. Tampoco sudan tanto como usted y yo dijo en voz baja. El aliento brotaba de su boca y se alejaba en nubculas tan visibles como si estuvieran hechas de humo. No es un efecto producido por el montar o esta atmsfera tan tenue. Creo que, al igual que ocurre en la hidrofobia, es una consecuencia del haber sido mordido. Tens los labios en una sonrisa y seal hacia la cumbre nevada. Ah arriba hay una cura, pero el veneno no quiere que lleguemos hasta el sitio donde se encuentra. Crawford slo deseaba alejarse de aquella montaa. Quera estar al nivel del mar o, mejor an, por debajo de ste. Vivira en los Pases Bajos, no, en una caverna muy profunda donde nunca llegara el sol..., s, sera lo mejor. Los reflejos del sol sobre la nieve le cegaban pese a las gafas de cristales teidos, y tena que subrselas continuamente para limpiar el sudor que se le meta en los ojos y le produca un terrible escozor. El veneno es persuasivo dijo Byron con voz ronca. El lord se quit la chaqueta mientras volvan hacia donde estaban Hobhouse, los sirvientes y las monturas. Ya slo faltan unos centenares de metros dijo. Podemos volver aqu antes de que haya pasado una hora, y estaremos de regreso en la casa del prroco antes del anochecer. Josephine tambin haba odo el ruido de la avalancha, y su ptreo gua pareci considerarla una excusa para dejarla descansar un poco en el risco de unos treinta centmetros de anchura por el que haba avanzado durante el ltimo cuarto de hora. Se encontraba unos cien metros al oeste del grupo de Byron y un poco por encima de sus cabezas. No haba atravesado el valle iluminado por el sol, y el viento que azotaba la cara en sombras de la montaa como la estela creada por la proa de un navo haca que todo su cuerpo temblara de fro; pero el momentneo cese de la agona que torturaba su mano bast para que aquel pequeo espacio situado a mitad del risco en el que apenas si poda agazaparse le pareciera tan cmodo como la sala de un palacio. Disfrut del descanso durante varios minutos hasta que el tirn que haca rechinar sus huesos volvi a iniciarse. Se irgui con un sollozo ahogado y alz los ojos hacia la pendiente casi vertical que segua extendindose por encima de su cabeza..., y un instante despus se dio cuenta de que la piedra tiraba de su mano hacia abajo. Qu ocurre? pens, sbitamente aterrorizada ante la perspectiva de verse obligada a bajar. Acaso Crawford ya ha iniciado el descenso? No dijo una voz dentro de su cabeza, pero no podemos seguir trepando. Esprale abajo... Acaba con l cuando descienda. Y entonces, con una oleada de desesperacin ms fra que el viento, Josephine comprendi que quiz no lograra sobrevivir al descenso ni aun contando con el vigor espiritual que le proporcionara haber matado a Crawford..., pero haba una cosa segura, y era que sin ese vigor jams conseguira bajar con vida de all.
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No puedo pens. No puedo bajar sin haber derramado su sangre sobre las rocas y la nieve. La espuela de piedra clavada en su mano tir insistentemente de ella. Eres t pens. T eres la que no puede subir ms arriba... Bueno pues yo s puedo. El esfuerzo hizo que su rostro se volviera blanco como la nieve y dej el contorno de sus dientes grabado en sus labios exanges, pero logr apoyar la espalda en la pared de roca, flexion el brazo hasta tener la impresin de que su manga iba a reventar y se las arregl para alzar su mano hasta la garra de piedra. Chorros de sangre salieron disparados en todas direcciones como s acabaran de pegarle un tiro, y durante un momento la piedra manchada de rojo flot en el aire..., y despus, con un grito que slo fue odo por su mente, se desplom en las profundidades hasta perderse entre las sombras proyectadas por la montaa. La sangre que caa sobre el risco estaba dejndola sin fuerzas. Josephine peg la mano destrozada al cuerpo, apoy el rostro en la pared de roca y los sollozos brotaron de su garganta en un rechinar tan lento y paciente como los ruidos naturales de las montaas en que se encontraba. Despus se quit las cintas del pelo y las anud lo ms fuerte que pudo alrededor de su mueca y sigui trepando por la montaa, movindose mucho ms despacio que antes al no contar con la ayuda de la piedra. Byron haba vuelto rpidamente la cabeza y sus ojos recorrieron toda la extensin de roca baada por el sol hasta encontrarse con la mirada de Crawford, quien asinti para hacerle saber que l tambin haba odo aquel alarido psquico, aunque Hobhouse y el gua, que estaban en una cornisa por debajo de ellos, no parecan haberse enterado de nada. Parece que por aqu hay muchas personas a las que no les sienta nada bien la altura observ Byron con voz tensa, apartando el sudoroso mechn de cabellos que le haba cado sobre la frente. Un sentido distinto al odo o el tacto pero emparentado con ambos haca que Crawford fuese consciente de las mentes de Hobhouse y los dems, y si no hubiera sido por el continuo recuerdo de Julia, su esposa muerta haba momentos en los que Crawford tena la impresin de estar captando la presencia de su mente en la montaa, se habra dejado dominar por la creciente reluctancia y depresin que estaban invadindole. Logr coronar el ltimo promontorio rocoso y lleg a la redondez de la cima, aunque cada tomo de su cuerpo pareca gritarle que iniciara el descenso..., y de repente se encontr de pie sobre aquella plataforma irregular barrida por los vientos, y la incomodidad haba desaparecido, y la caricia de la brisa sobre su camisa desabrochada y empapada en sudor resultaba tonificantemente fresca. Sinti la tentacin de grabar una lnea en la roca para indicar la situacin exacta del nivel en el que era posible dejar atrs los ltimos rastros de la influencia del veneno. La atmsfera pareca estar vibrando a una frecuencia tan rpida que apenas si resultaba perceptible. Crawford decidi no prestar atencin a aquel fenmeno, al menos por el momento. La cima tendra una cuarta parte del tamao de un campo de cricket, y el imponente vaco del cielo bajo el que se hallaba haca que pareciese particularmente minscula. Crawford dio varias zancadas algo vacilantes a travs de ella para contemplar mejor los valles y picachos que se extendan a vastas distancias por debajo de l y vio la cumbre del Jungfrau, que segua dominndole aunque se encontraba a kilmetros de distancia. Le pareci que el inmenso volumen de aire sobre el que se
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hallaba le haba vuelto ms ligero, y pens que si saltaba hacia arriba en la cumbre debera ser capaz de recorrer una distancia mucho mayor que en el suelo. No creo que nadie tenga ningn problema grit volvindose hacia Byron. Byron, que haba parecido empeorar con cada metro de ascensin, logr arrastrarse sobre el ltimo repecho de piedra que le separaba de aquella extensin de terreno ms o menos llano y en cuanto lleg a ella sus oscuras pupilas ardieron con una nueva vitalidad. Tiene razn dijo, y su voz haba recobrado parte de su jovialidad anterior. Se puso en pie, tan tembloroso como un potrillo recin nacido, y dio unos cuantos pasos hacia Crawford. Ah, si pudiramos vivir aqu arriba! As estaramos seguros de que las personas con las que nos encontrsemos seran autnticos seres humanos... Crawford olisque el fro aire con incertidumbre. Ya no poda captar la vibracin de la atmsfera, pero estaba seguro de que segua all y de que lo nico que le impeda detectarla era que se haba vuelto espantosamente aguda y rpida. No estoy muy seguro de si... empez a decir. Y su jbilo inicial se esfum de repente. La atmsfera de la cima encerraba algo ominoso, una glida vastedad que le empequeeca y le haca sentirse perecedero... No, algo an peor que eso, pues la putrefaccin ya le estaba atacando. Se volvi hacia Byron y supuso que el joven lord estaba sintiendo lo mismo que l, pues su alegra de unos momentos antes se haba esfumado. Tena los labios tensos y se le haban opacado las pupilas. El cielo empezaba a oscurecerse e iba cobrando un tono anaranjado, y aunque el gesto le hizo sentir un agudo mareo Crawford alz los ojos hacia el sol, preguntndose si la ascensin habra requerido mucho ms tiempo del que se imaginaba. Pero el sol an estaba muy alto en el firmamento, lo cual indicaba que la tarde estaba en sus comienzos... y un instante despus Crawford tuvo otra cosa en que fijarse. El cielo estaba cubierto de unas franjas dbilmente luminosas que iban desde el norte hasta los picachos italianos del sur; y aunque el fenmeno era tan extrao que pudo sentir cmo se le erizaba el vello de la nuca, tambin le pareci vagamente familiar. Tuvo la sensacin de que ya haba visto antes aquellas franjas, aunque de ello haca un tiempo impensable, y de que por aquel entonces el efecto haba sido ms pronunciado y el brillo de las franjas mucho ms intenso, y pese a la depresin que haba ido hacindose ms fuerte durante los ltimos segundos y que le obligaba a encorvar los hombros como si fuese un peso fsico, el darse cuenta de que el resplandor de las franjas se haba debilitado mucho desde aquellas pocas lejanas le hizo sentir una oscura alegra. Crawford se alegr por el resto de la humanidad y por los nios que estaban naciendo en aquellos momentos. No haba razn alguna para ello, pero Crawford record las tarjetas para las brjulas que temblaban en los escaparates de las tiendas que haba junto a los muelles de Londres, y record su fantaseo de que estaban aleteando al sentir la fuerza de algn extrao viento magntico. Intent seguir la huella del recuerdo en que estaba grabada la imagen de aquellas franjas celestes. Era algo relacionado con partculas solares. Las partculas podan llegar hasta la superficie de la tierra cuando las franjas se hallaban ms debilitadas, y eran nocivas para la..., para la otra raza consciente que poblaba el planeta, la raza que... Dej que el pensamiento se esfumara de su mente. Que una criatura tan insignificante y despreciable como l intentara comprender aquellas cosas le pareci el colmo de la presuncin. Byron estaba hablando y su voz sonaba extraamente dbil y apagada. Cuando se volvi hacia l, Crawford sinti una sbita rfaga de viento que le abofete el rostro
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y se desvaneci enseguida, y se dio cuenta de que la voz de Byron no estaba totalmente sincronizada con el movimiento de sus labios. Y ni tan siquiera el efecto amortiguador de la atmsfera le impidi captar el miedo que haba en la voz del joven lord. Detrs de usted estaba diciendo Byron. Ve a una persona? Crawford gir sobre s mismo ignorando el nuevo puetazo del viento, y la desesperacin encorv sus hombros apenas hubo reconocido a la silueta que acababa de aparecer a pocos metros de distancia en la pendiente. Era Julia, su esposa, pero tan traslcida como si estuviera hecha de cristal coloreado, y mientras la observaba Crawford no estuvo seguro de si las crecientes dificultades que experimentaba para introducir aire en sus pulmones eran consecuencia de aquella atmsfera tan tenue o del terror y la sorpresa causados por su aparicin. Es un fantasma dijo Byron con voz enronquecida. Es el fantasma de mi hermana Augusta. Dios, cundo puede haber muerto? He recibido cartas suyas fechadas hace menos de un mes! Josephine observ a Michael Crawford desde detrs de un pequeo promontorio rocoso y sac la pistola de debajo de su falda. Se haba subido las gafas hasta la frente en cuanto la luz empez a perder intensidad y a volverse levemente rojiza, y ahora poda ver perfectamente, aunque el respirar cada vez le resultaba ms dificultoso. Toda su existencia haba transcurrido bajo la sombra del odio y el aborrecimiento que senta hacia s misma, por lo que el campo psquico de la cima no haba producido ningn cambio perceptible en sus sentimientos y emociones. Y la ascensin haba resultado ms fcil en cuanto se hubo librado de la piedra que la guiaba al final casi haba tenido la impresin de que poda nadar por la ladera de la montaa, y pese a su mano destrozada tena energas ms que suficientes para amartillar el arma. Alz la pistola y apunt el can hacia el centro del torso de Crawford. l y Byron estaban un poco por debajo de ella y a menos de ocho metros de distancia. Dej escapar un suspiro y apret el gatillo. El destello cegador del disparo no le impidi ver como su objetivo giraba sobre s mismo y se alejaba, pero inmediatamente se fij en la silueta que estaba un poco ms arriba de la pendiente y la reconoci. Era Crawford. Habra disparado contra la persona equivocada? Pero un instante despus se dio cuenta de que esa persona no era slida. La observ con ms atencin y vio que los rayos de luz atravesaban su cuerpo. Vaya pens con alivio, no es Crawford. No es ms que su fantasma. Crawford oy la detonacin, gir sobre s mismo... y salt a un lado, pues haba visto una bola brillante que henda el aire viniendo hacia l con la velocidad de una abeja irritada. Un instante despus sinti como si hubiera cado dentro de un pajar invisible. Oy como el proyectil de la pistola pasaba zumbando junto a l y sinti la onda expansiva de su avance ondulando sobre su cuerpo como si fuese una caricia, pero estaba tan asombrado y confuso que no pudo hacer nada salvo mirarse los pies..., que se encontraban a un metro de la superficie rocosa. Estaba flotando, con aquella atmsfera gelatinosa como nico apoyo. Su cuerpo necesit varios segundos para volver a posarse en el suelo; y slo entonces se le ocurri volverse hacia la direccin de la que haba llegado el proyectil.
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La luz rojiza le permiti ver una figura inmvil detrs de un promontorio rocoso a unos ocho metros de distancia. Crawford no tena ni idea de quin poda ser, pero supuso que aquella persona experimentara tantas dificultades para moverse como l, y que si ignoraba su presencia durante algunos momentos ms no correra ningn peligro grave. Y si tena otra pistola y aprovechaba aquel intervalo de tiempo para dispararle con ms xito... Bueno, quiz fuese lo mejor. Se volvi hacia Julia. Su difunta esposa estaba bajando por la pendiente hacia donde estaban l y Byron, y no pareca costarle nada avanzar a travs de aquel aire tan extraamente espeso, aunque Crawford tuvo la impresin de que iba hacindose ms transparente a cada paso que daba. Se pregunt si sus nuseas y el aturdimiento que senta eran seales indicadoras de que le faltaba poco para sucumbir al pnico. Byron quiz no hubiese odo el disparo. No necesito saber cmo muri dijo con voz ahogada. Yo la mat. Yo la seduje, y que Dios me maldiga por ello! Eso es lo que intentaba decirle el da en que le encontr y le llev a mi carruaje. El incesto... No fue culpa suya. Jams tuvo una voluntad muy fuerte y al principio me opuso resistencia. Y despus la dej sola en Inglaterra con un beb... y con mi horrible ex esposa. Byron frunci el ceo y tens la mandbula, y Crawford comprendi que estaba intentando resistir la desesperacin provocada por el campo psquico de la montaa. Estoy seguro de que fue mi ex esposa quien la impuls a suicidarse... No pienso cargar con todas las culpas del mundo, maldicin! Augusta se pareca mucho a m, y esa arpa con la que me cas ya no me tena cerca para atormentarme. El fantasma se encontraba a pocos metros de distancia y no caba duda de que era Julia. Su mirada no se apartaba de los ojos de Crawford y de repente sus rasgos se contorsionaron en una expresin de odio tan intenso que pareca casi irracional. Crawford se encogi sobre s mismo y alz una mano. Su manga se movi con tal rapidez que durante una fraccin de segundo apenas fue un manchn borroso, y si Byron no le hubiese cogido por el brazo habra huido corriendo por donde haban venido y reptado o cado hasta el valle donde esperaban Hobhouse y los sirvientes. El fantasma sigui desvanecindose hasta alcanzar la transparencia ms absoluta delante de sus ojos. La luz segua hacindose ms roja, y la atmsfera continuaba espesndose, hasta el punto de que ahora el respirar requera un autntico esfuerzo muscular. El fantasma desapareci. Pero slo para dejar paso a otro fenmeno. La atmsfera zumbaba anunciando la inminente aparicin de otra entidad. Crawford intent retroceder hasta el sitio por el que haban llegado a la cima, pero el aire se haba vuelto tan espeso que el avanzar a travs de l resultaba totalmente imposible. Sinti una opresin en las costillas, como si la masa de alguna monstruosidad ya muy prxima pesara sobre ellas. Algo estaba cobrando forma, pero no en esta cima. Era algo inmensamente mayor y ms lejano, algo que se inclinaba desde el cielo como si quisiera cubrir los kilmetros que les separaban de... la cumbre de la Jungfrau. Estaba compuesto por arcos de oscuridad que brotaban del cielo, y aunque nunca lleg a alcanzar nada excesivamente parecido a una forma perceptible, algo en su sangre, en su columna vertebral o en el lbulo ms antiguo del cerebro de Crawford reconoci una mezcla de mujer y len, y cuando se inclin sobre las tres personas inmviles en la cima del Wengern eclipsando todo el cielo su malevolencia era tan palpable como el fro. Las lgrimas brotaron de los ojos de Crawford y quedaron suspendidas en el aire igual que si fueran mosquitos de gelatina. La criatura del cielo habl con una voz tan potente como el movimiento de los estratos rocosos, y las vibraciones hicieron temblar aquel aire que pareca hecho de cristal.
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Responde a mi enigma o morirs dijo, y dej transcurrir un tiempo que pareci interminable antes de volver a hablar. Qu es lo que caminaba con cuatro miembros cuando la luz del sol an no haba cambiado y que ahora se sostiene con dos, pero que se sostendr con tres cuando la luz del sol vuelva a cambiar y su claridad haya desaparecido? Crawford dej escapar el aire y el aliento que haba mantenido dentro de sus pulmones se acumul ante l como una masa slida, ofreciendo tal resistencia que le oblig a echar la cabeza hacia atrs. Cuatro, dos y tres logr decir Byron. Es... el... enigma... de la... esfinge. La luz rojiza apenas si permita ver nada, pero Crawford se dio cuenta de que el rostro de Byron estaba muy plido y de que tena las mejillas terriblemente hundidas Nos enfrentamos a... la esfinge. Crawford se oblig a alzar los ojos hacia aquella criatura. La esfinge daba la impresin de ser una especie de lente que deformaba las lneas magnticas para crear su silueta. Ahora era mucho menos sustancial de lo que haba sido cuando hizo que las siete inmensas puertas de Tebas se cerraran por temor a ella, o cuando se la represent como imponente estatua de piedra sobre las llanuras de Gizeh, pero estaba claro que no haba perdido ni un pice de su poder, al menos en aquellas alturas donde se encontraban. Crawford luch contra el odio hacia s mismo inducido por su presencia y se oblig a recordar la leyenda. Edipo se haba encontrado con la esfinge y sta le haba preguntado qu criatura caminaba con cuatro piernas al amanecer, con dos al medioda y con tres al anochecer. Segn la historia la respuesta correcta era el hombre, que gatea en la infancia, camina sobre sus dos piernas en la madurez y se apoya en un bastn durante la ancianidad. Crawford abri la boca para lanzar las palabras al aire, pero vacil unos momentos antes de hacerlo. Por qu les formulaba aquella pregunta? Y si la mitologa griega no haba preservado la respuesta correcta? Qu razn poda tener la esfinge para querer que respondiera con las palabras el hombre? Y, de hecho, el hombre no pareca ser la respuesta correcta a esta versin del enigma... Por mucho que pensara en la infancia no encontraba nada que pudiera corresponder a cuando la luz del sol an no haba cambiado. No tena ni idea de cundo ocurri aquel cambio, pero fuera cuando fuese no crea posible que hubiera tenido lugar durante una poca en la que ya haba seres humanos sobre la Tierra. Quines habitaban la Tierra en aquel entonces? Los nefelim? Se pregunt si la esfinge pertenecera a aquella especie. Se supona que deba responder diciendo t en vez de yo? Record el breve destello de memoria primordial que haba experimentado cuando sus ojos vieron por primera vez las franjas luminosas en el cielo, aquella vaga imagen relacionada con la otra raza consciente del planeta. Sera posible que aquel acertijo fuese el equivalente a una peticin de reconocimiento diplomtico, en cuyo caso la respuesta correcta sera Ambos? Byron abri la boca para responder, pero Crawford se apresur a ordenarle que guardara silencio con una sea, aunque hacer que su mano atravesara el aire le cost un terrible esfuerzo. Byron capt su gesto y guard silencio. Recuerde las... consecuencias... de una respuesta equivocada dijo Crawford. Y no creo que... la mitologa haya conservado... la respuesta correcta. La criatura estaba cada vez ms cerca de ellos, y cuando Crawford alz la mirada se encontr contemplando la oscuridad de aquellos ojos gigantescos. Los ojos de la esfinge eran tan inorgnicos como cristales de hielo, y el reconocer que haba una inteligencia oculta detrs de ellos aunque se tratara de una inteligencia totalmente distinta a la humana, hizo que Crawford se sintiera an ms confuso y aturdido.
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Vio que la boca de la esfinge estaba abrindose y un instante despus toda la cumbre de la montaa pareci inclinarse hacia aquellas inmensas fauces negras. Crawford decidi responder con su ltima hiptesis. La vida consciente sobre la Tierra grit, haciendo que las palabras surgieran de su boca impulsadas por las ltimas energas que le quedaban. Y entonces algo cambi. La silueta amenazadora segua alzndose sobre ellos, pero pasado un momento Crawford se dio cuenta de que la esfinge haba desaparecido. Lo que haba sido el arco de sus alas se haba convertido en un conjunto de nubes a un lado y el flanco sumido en las sombras de la Jungfrau al otro, y el rostro que haba producido una impresin de feminidad tan fuerte e inconfundible, no era ms que un grupo de estrellas brillando en la oscuridad del cielo. La esfinge se haba retirado una vez ms a su distante refugio en la cima de la Jungfrau. Y la atmsfera estaba empezando a recobrar la normalidad. Al parecer haba dado la respuesta correcta. Josephine vio que su proyectil no haba dado en el blanco seria posible que Crawford se hubiera apartado de la trayectoria de la bala dando un salto?, y se dej caer flccidamente al suelo soltando la pistola. Unos segundos despus sus rodillas y el arma chocaron con la piedra espolvoreada de nieve. Record el procedimiento del que le haba hablado su visitante nocturno, la alternativa al disparar contra Crawford. Haba confiado en que la pistola lo hara innecesario y, en cualquier caso, no estaba muy segura de cmo funcionara en este mundo extrao de luz roja donde todo pareca ocurrir ms despacio de lo normal estaba claro que su gua jams haba tenido intencin de llevarla hasta aqu, pero no le quedaba otra opcin. Y, por lo menos, no haba ningn instinto de conservacin que le impidiera utilizar ese procedimiento. Las lgrimas casi la haban dejado sin voz, pero se las arregl para empezar a pronunciar las silabas que le haba enseado, y el aire hirvi ante ella como si las palabras fueran una violacin del mismsimo espacio de aquellas regiones, y ver aquel extrao fenmeno hizo que volviera a pensar que no estaba usando el procedimiento de la forma planeada por su amigo. Se fue sacando las gafas de la cabeza mientras hablaba y las estrell con todas sus fuerzas contra la piedra. Uno de los cristales se rompi, y sus dedos cogieron al vuelo un fragmento de vidrio teido que pareca revolotear lentamente por los aires detenindolo antes de que cayera al suelo. Se qued quieta un segundo y despus, despacio y con muchas vacilaciones, fue acercando la mano a su cara venciendo la resistencia de la atmsfera. Necesit hasta el ltimo tomo de su coraje y su decisin para hacerlo, pero cuando se perfor el ojo izquierdo con el fragmento de cristal el recitado de la letana ni tan siquiera se hizo un poco ms lento. Crawford se volvi hacia la persona que le haba disparado y el corazn le dio un vuelco, pues la reconoci y se pregunt si llegara el da en que se viera obligado a matarla. Un instante despus vio la mancha oscura que cubra un lado de su cara y comprendi que estaba sangrando. Estupendo pens. Espero que la pistola le haya reventado en la mano. Espero que se est muriendo. La mujer pareca estar sacando algo de su ojo. Acab dejndolo sobre la piedra, fuera lo que fuese, y Crawford la oy sollozar.
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Ya est, maldita sea... Haceros visibles. Unas gotas de gran tamao estaban empezando a formarse sobre la piedra y se hinchaban como si la cima fuese un techo hmedo visto del revs. Las gotas se fueron llenando de ngulos y un instante despus Crawford pudo distinguir globos rodeados por oquedades que hacan pensar en cuencas oculares. Byron intent caminar a travs de la atmsfera gelatinosa, maldijo y se limit a empezar a nadar. Era una forma bastante incmoda de moverse y al principio se encontr impulsndose hacia atrs casi con tanta frecuencia como hacia adelante, pero pasados unos momentos ya haba logrado llegar hasta donde estaba Crawford. Quin es? pregunt Byron, nadando en el aire junto a los hombros de Crawford. Y qu infiernos son todas esas cosas que estn creciendo a su alrededor? Los bultos se estaban abriendo y liberaban unos brazos muy flacos que no paraban de moverse y cabezas convulsas que la luz rojiza haca relucir con horrendos destellos..., pero todas aquellas criaturas estaban unidas, por lo que formaban una espantosa monstruosidad semejante a un ciempis en vez de siluetas independientes, y la mitad de ellas parecan hallarse parcialmente incrustadas en la roca. A quin le importa? replic Crawford, levantando las piernas y extendiendo los brazos para probar aquel nuevo mtodo de locomocin. Marchmonos de aqu. Empez a luchar con el aire dirigindose hacia la ruta por la que haban subido. Llevaba recorridos unos cuantos metros al precio de grandes esfuerzos cuando se volvi hacia Byron. Este efecto que hace transcurrir ms despacio el tiempo probablemente cesar cuando lleguemos al final de la cima... Tenga cuidado o caer nadando en el vaco. l! grit Josephine detrs de Byron. Se supone que debis ir a por l! Crawford la mir. Josephine estaba intentando correr por entre el aire gelatinoso, pero sus contorsiones slo consiguieron dejarla inmovilizada a unos centmetros del suelo. La confusin de seres a medio formar se haba apoderado de ella y daba la impresin de querer obligarla a entrar en contacto con la piedra... Para convertirla en una de ellos? Seran los fantasmas decrpitos de las personas que haban muerto aqu arriba? Espero que disfruten con su compaa, pens Crawford, y se dio la vuelta. Y un instante despus ocurri algo an ms horrible. Aquellas cosas empezaron a hablar, y Crawford no tuvo ms remedio que volverse nuevamente hacia ellas. Pensabas que podas abandonar a tu madre, verdad, ramera? canturre una de aquellas cabezas que parecan haber sido despellejadas. Su voz estaba inquietantemente desincronizada con los movimientos de sus labios, y varias manos delgadas como patas de pjaro se agitaban ante el rostro de Josephine. Despus de haberme asesinado! Qu madre no odiara a una hija que la mat mientras ella intentaba darle la vida? Tuve que casarme con ese hombrecillo horrible e insignificante grazn otra cabeza. Era la nica forma de alejarme de ti! Y despus me mat en aquella posada! Todo esto es culpa tuya... Mataste a tu propia hermana! Varios miembros de carne hmeda que parecan tener bisagras en vez de articulaciones se haban enroscado alrededor de sus tobillos, y una cabeza cercana aadi su vocecilla a la confusin general. Siempre estuve escondida en el interior de tu cabeza para que pudieras ser Julia o una mquina, y me he ido pudriendo ah dentro! Has hecho que tu propio yo muriese de hambre, y te odio por ello! Josephine cay de rodillas bajo la presin de sus horrendos atacantes. Ech la cabeza hacia atrs y dej escapar un gemido de la ms absoluta desesperacin que se perdi en el desierto rojizo del cielo, y durante un momento le record a... A quin?
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No, Julia no. A su hermano, que haba acabado hundindose bajo las olas en los terribles acantilados junto a Rame Head. Crawford gir sobre s mismo con una convulsin tan brusca que el impacto con el aire le rasg la camisa, dejndole sin aliento, y empez a arrastrarse lentamente por la atmsfera gelatinosa hacia ella.
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Suena una voz en el viento que te prohibe el gozo y la risa; y la Noche te negar la paz de su cielo estrellado; y el da tendr un sol, que te har anhelar la noche.
LORD BYRON,
Manfred
El viento le ensordeca y tiraba de sus labios apartndoselos de los dientes con cada nuevo impulso hacia adelante que se daba por suerte an tena las gafas puestas, pero entre brazada y brazada la atmsfera estaba tan inmvil como las aguas de una charca, y ni el jadeo torturado de su respiracin bastaba para impedirle or las voces de un par de cabezas que se haban vuelto hacia l y estaban empezando a prestarle atencin. Entraste a beber en un pub mientras yo joda con otro hombre y seguiste bebiendo en l mientras yo mora entre las llamas! le grit una cabeza. Otra cabeza abri la boca cuando Crawford extenda el brazo volviendo a crear un vendaval, y se pregunt quin afirmara ser. Su hermano? Julia de nuevo, pero esta vez adaptada a la desesperacin que senta en estos momentos? El viento creado por su impulsarse hacia adelante se detuvo con tanta brusquedad como haba nacido. Crawford extendi el brazo y logr agarrar a Josephine por la mueca. Despus estir las piernas intentando anclarse en el aire y tir de ella hasta que tuvo la sensacin de que sus pulmones estaban llenos de cables tensos, pero no ocurri nada. Varios miembros fantasmales se haban confundido en una especie de cuerda ectoplsmica por debajo de l, y una cabeza que brotaba de un Elisio le guiaba furiosamente los ojos. An me debes mi muerte sise la voz enfurecida de aquel engendro. Te consegu el pasaporte que deseabas, y me lo habas prometido! Crawford volvi a tirar y aunque el esfuerzo fue tan doloroso que le arranc un sollozo, oy como varios miembros de ectoplasma se partan con un crujido seco. Mueve las piernas! le orden a Josephine. Josephine alz la mirada hacia l y Crawford vio un fugaz brillo de reconocimiento en su ojo sano. Un instante despus empez a patear salvajemente las cabezas que seguan parloteando, haciendo que un montn de mandbulas y dedos salieran despedidos en lentos arcos a travs de aquella luz rojiza. Sigui pateando a las criaturas fantasmales incluso despus de haber quedado libre, y Crawford tuvo que tirar de su brazo varias veces para atraer su atencin.
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Ven, maldita sea le dijo. Nada! Pero sus gafas haban desaparecido dejndola completamente ciega salvo cuando se mantena inmvil, por lo que tuvo que arrastrarla a travs del aire. Estaban perdiendo aquella extraa flotabilidad, y durante el trabajoso trayecto hasta donde les aguardaba Byron hubo varios momentos en que Crawford tuvo que apartarse del suelo impulsndose con los pies. La cuenca vaca de Josephine dejaba una estela de diminutas esferas de sangre detrs de ellos, y las esferitas rojas caan al suelo con la velocidad de gotas de vinagre abrindose paso a travs del aceite. La atmsfera estaba volviendo a la normalidad y el color rojizo del cielo iba aclarndose hacia el naranja y el azul que recordaban, y cuando Crawford vio que la silueta traslcida de Julia estaba volviendo a formarse ante ellos pens que debera haberlo esperado. Era evidente que tanto el fantasma como la esfinge existan en intensidades muy limitadas de aquel tiempo ralentizado que haban estado experimentando. La visibilidad o invisibilidad de las apariciones se daba cuando un espectador se aproximaba o se alejaba al punto del espectro temporal que las caracterizaba. Es como mirar por un telescopio pens. Los objetos ms prximos se vuelven tan borrosos que casi resultan invisibles a medida que alejas el foco, y vuelven a hacerse visibles cuando la escala se aproxima a la normalidad. Y este fantasma vive a muy pocos grados de distancia del foco normal..., a diferencia de la esfinge, que apenas resultaba visible incluso cuando el tiempo transcurra tan despacio que la luz era de un rojo oscuro y tena que esforzarme al mximo para hacer entrar un poco de aire dentro de mis pulmones. Los ojos del fantasma estaban llenos de odio y amargura. Se mantena inmvil interponindose entre ellos y el camino de bajada. Si queran salir de la cima tendran que pasar a travs de l. El aborrecimiento y el desprecio hacia s mismo que haba estado intentando contener se hicieron an ms intensos, pero saba que eran emociones provocadas por la presencia del fantasma, y trat de combatirlas. El fantasma de Augusta dijo Byron. Sus movimientos se hicieron ms lentos y su cuerpo fue bajando hasta posarse en la superficie rocosa de la cima. No, no es el fantasma de Augusta dijo Crawford con voz cansada. El esfuerzo de respirar haba dejado exhaustos sus pulmones, y senta unos deseos terribles de quedarse quieto y no oponer ms resistencia. Yo veo a... mi difunta esposa, y slo Dios sabe... a quin est viendo nuestra... luntica amiga. Lo que hemos dejado atrs tampoco eran autnticos fantasmas. El que finga ser mi esposa dijo... que yo la mat, lo cual... se volvi para dirigir sus palabras al rostro ensangrentado de Josephine no es cierto, como habra... sabido el autntico fantasma... de mi esposa. Byron le mir y en sus ojos arda una mezcla de esperanza y desesperacin. De veras? Entonces, es posible que Augusta siga con vida? Si esta cosa no es... Crawford asinti y trag aire de bastante mala gana. Esta cosa y esos fantasmas parecidos a gusanos que casi acaban con esta maldita chica se limitan a reflejar nuestras... culpabilidades y temores. Y los aumentan de una forma espantosa. El castillo de la esfinge es... Se call y busc la frase adecuada. Est protegido por espejos que distorsionan la imagen. Sus palabras casi parecan haber logrado convencer a Byron..., y entonces la mujer fantasma habl. Me alegra haber muerto porque al fin me he librado de ti dijo la criatura que a Crawford le pareca ser Julia. Te limitaste a rebajarme, me disminuiste cortndome en trocitos como si fuese un tapiz que podas convertir en un traje capaz de
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complacerte durante unos momentos y que arrojaras a la basura cuando hubiese dejado de gustarte. Nunca supiste comprenderme. Nunca has sabido comprender a nadie. Siempre has estado solo. Su cara cambi y Crawford vio sus propios rasgos sonriendo framente desde aquel rostro carente de sustancia. sta es la nica persona que te ha importado. El fantasma volvi a convertirse en Julia, pero era Julia tal y como la haba visto por ltima vez en el lecho de la posada, ensangrentada e informe, un montn de carne perforado por los extremos de los huesos rotos que se las haba arreglado para seguir mantenindose en pie y contemplarle con ojos destrozados que sobresalan de las rbitas. Te parece suficiente? pregunt aquella boca horriblemente distendida. O es que acaso exiges todava ms de las personas a las que crees amar? Detrs de la silueta Crawford oy el ruido de las olas que se estrellaban contra las rocas, y vio llamas que se alzaban hacia el cielo rugiendo bajo los aleros de un tejado. Al parecer Byron estaba recibiendo un tratamiento similar, pues la piel de su rostro se haba vuelto de un color ceniciento. Si esto es posible... murmur, quiz dirigindose a Crawford. Entonces es que Dios no existe, y no hay ms castigos que aquellos que nosotros mismos escojamos soportar. Se desliz por el aire cada vez menos espeso alejndose de la silueta y del camino por el que podan bajar hasta que lleg a un promontorio de piedra que se alzaba sobre el abismo. Se volvi hacia Crawford y le lanz una mirada imposible de interpretar. Morir no es tan difcil dijo, y salt al vaco. Un instante despus Crawford se dio cuenta de que estaba nadando frenticamente en pos de Byron, y fue vagamente consciente de que ese acto significaba rendirse ante los engaos con que les torturaba el campo psquico de la montaa pero, al mismo tiempo, tambin significaba huir del agotamiento abrumador, el horror y la sensacin de fracaso. Su instinto de conservacin y su autoestima estaban tan destrozados que ya no podan seguir protegindole, y su mente aceptaba sin reservas cuanto le haba dicho el fantasma. Si es cierto que no he amado a nadie ms que a m pens, me exigir el mismo sacrificio que a todos los dems... y cuando mi cuerpo se haya convertido en un despojo reseco de cuero y huesos rotos incrustado en el fondo de algn barranco de los Alpes estar libre de Michael Crawford y del resto del mundo..., y tambin es posible que eso me permita pagar la mayor parte de las deudas que he contrado con mi hermano y mis esposas, ya que no su totalidad. Lanz un grito inarticulado de renuncia y salt al abismo en pos de Byron. El impulso suicida desapareci apenas se encontr en el aire. El miedo le haba hecho entrecerrar los ojos, pero aun as vio cmo todo el valle de Lutschin se extenda por debajo de l baado en aquella luz anaranjada, con el rugoso picacho de la Kleine Scheidegg a su derecha y el Schilthorn muy lejos, al otro lado del valle, y la espalda de Byron que le obstrua misericordiosamente la visin del mar de nubes que tena justo debajo de l. Estaba cayendo tan deprisa que su avance resultaba claramente perceptible..., pero un instante despus alguien le agarr por detrs y se encontr retrocediendo a travs de aquel aire cada vez menos espeso. Extendi el cuerpo hacia adelante de forma instintiva y agarr el cuello de la chaqueta de Byron con una mano mientras mova locamente la otra. Byron tambin empez a subir y Crawford se encontr siendo ms arrastrado que tirando de Byron.
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Alz los ojos y vio una figura silueteada contra el cielo, y comprendi que era Josephine quien le haba agarrado y estaba subindole a la cima. Nadaba impulsndose hacia arriba con potentes movimientos de sus piernas y su mano libre, pero el aire estaba recobrando la normalidad muy deprisa y toda aquella lucha slo serva para mantenerles inmviles. La luz segua aclarndose, y ya era de color amarillo. No conseguiremos llegar a la cima jade Crawford volviendo la cabeza hacia el compaero de cada que tena debajo. Hay que desviarse hacia la pendiente... As cuando la gravedad vuelva a ser la de siempre al menos chocaremos contra las piedras. Los otros dos asintieron. La cadena humana se rompi y empezaron a nadar furiosamente hacia un promontorio rocoso recubierto de nieve que se encontraba a su izquierda y un poco ms abajo de ellos. Hacia la parte de arriba! grit Byron. El cielo se volvi de color azul cuando an estaban a ms de cuatro metros del promontorio y de repente se encontraron volando a travs de una atmsfera que no ofreca ni la ms mnima resistencia, pero las contorsiones a que se haban entregado hasta aquel momento sirvieron para proporcionarles un cierto impulso hacia adelante, por lo que en vez de caer en lnea recta salieron disparados en una parbola que acab estrellando sus cuerpos contra la roca hacia la que se haban estado dirigiendo. La cabeza de Crawford choc violentamente con la pared de piedra, pero la casi inconsciencia en que le sumi el golpe no le impidi ver que Josephine estaba deslizndose hacia el abismo y consigui cogerla por el pelo. No poda detener tanto peso, pero logr que su cada se interrumpiera durante un momento y Josephine se las arregl para poner las piernas debajo de su cuerpo y trep rpidamente por aquella superficie llena de grietas y hendiduras. Byron estaba sentado a la izquierda de Crawford dndose masaje en una rodilla y sonrea. Bien, ya se habr dado cuenta de que estaba dispuesto a encararme con mi Creador, no? Habl con voz jovial, pero sus facciones estaban tan plidas como la nieve sucia, y sus ojos evitaron mirar a los rostros de ninguno de los dos. Crawford lanz una mirada nerviosa al abismo, torci el gesto al ver los volmenes de vaco y nubes por los que haban estado a punto de precipitarse y se volvi hacia Josephine. La luz del sol haba vuelto a la normalidad y revelaba con toda claridad el horrible aspecto de la joven. Su ojo izquierdo no era ms que un agujero ensangrentado, tena la cara llena de sangre y costras de sangre seca en el pelo y su mano pareca haber sido atravesada por un proyectil. Se pregunt si lograra sobrevivir. Gracias le dijo con voz enronquecida. Me has salvado... y a l tambin. Su ojo izquierdo estaba abierto al mximo y le miraba fijamente. Josephine pareca un animal salvaje atrapado en una trampa, herido pero con mucha vida dentro. Crawford se apart unos centmetros y se aferr a la roca con ms fuerza mientras se preguntaba si sera capaz de lanzarla al abismo de una patada en caso de que le atacara, pero un instante despus unos engranajes que hasta entonces no haban funcionado adecuadamente parecieron encajarse dentro de la cabeza de Josephine y le ense sus dientes manchados de sangre en lo que si las circunstancias hubiesen sido dramticamente distintas podra haber sido una clida sonrisa. Michael! dijo. Bribn, te he estado buscando por toda Europa! Y ahora te encuentro nada menos que en la cima de una montaa de los Alpes! El ojo gir hasta posarse en Byron. Hola. Soy Julia, la esposa del seor Crawford. Byron mene la cabeza en un gesto apenas perceptible.
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Encantado de conocerla dijo con un hilo de voz. Quin es el seor Crawford? Yo. Es mi autntico apellido dijo Crawford. Logr apoyar los pies sobre la roca, aunque el movimiento bast para hacerle sentir un escalofro de temor en el vientre, se agazap agarrndose como pudo a la pared rocosa y examin la cornisa en la que se hallaban volviendo la cabeza a derecha e izquierda. Tenemos que bajar de esta montaa. Su ojo necesita cuidados mdicos ahora mismo..., y usted y yo tampoco nos encontramos en muy buena forma. A la derecha de su cornisa la pared de roca no presentaba una inclinacin imposible de escalar, y pareca lo bastante llena de huecos y protuberancias para proporcionar asideros a las manos y los pies, pero Crawford no tena ni idea de adonde poda acabar llevndoles esa ascensin y, en cualquier caso, estaba casi seguro de que ninguno de ellos conservaba las energas suficientes para una escalada digna de ese nombre. A la izquierda la cornisa se iba volviendo ms angosta y se inclinaba hacia el abismo, aunque pareca seguir bordeando la montaa durante un trecho. Ninguna de las dos direcciones daba la impresin de ser muy prometedora. Probemos a gritar dijo. Quiz Hobhouse consiga bajarnos una cuerda. Crawford y Byron se turnaron y pasados unos minutos sus gritos fueron respondidos desde lo alto. Una cuerda no tard en bajar serpenteando por la pared rocosa y acab quedndose inmvil cuando su extremo ya les haba rebasado. La cuerda colgaba unos cuantos metros a la derecha de la cornisa, pero trepar por ella no pareca demasiado difcil. Y cuando la haya cogido seguir agarrado no ser ningn problema pens Crawford. Si quieren que la suelte tendrn que romperme los dedos. Se volvi hacia Byron, quien haba estado contemplando la cuerda por encima de su hombro. Creo que la chica debe ir primero. Podemos atarla a la cuerda. No comprendo cmo ha podido seguir consciente tanto tiempo, y estoy seguro de que... No lleg a completar la frase. Haba mirado ms all de Byron y Josephine ya no estaba. Dios mo, se ha cado? La cabeza de Byron gir velozmente hacia la izquierda. No dijo pasados unos momentos. Mire, hay sangre y seales de algo que se ha deslizado en esa direccin. Ha ido por ah. Josephine! grit Crawford, y despus de haber lanzado una mirada temerosa hacia la cima grit: Julia! Ninguno de los dos gritos obtuvo respuesta. Byron le hizo coro y los dos gritaron varias veces, sin ningn resultado salvo el de alarmar considerablemente a Hobhouse, quien no paraba de aconsejarles que respirasen hondo y evitaran mirar hacia abajo. Acabaron decidiendo abandonar sus esfuerzos y se dejaron izar hasta donde les esperaban los dems. Hobhouse insisti en saber qu diablos haba ocurrido y estaba tan preocupado que pareca un viejo y pomposo anfitrin ofendido, por lo que Byron hizo una bola de nieve y se la arroj como preludio a las explicaciones. Byron se limit a contarles que la esposa de Aickman se haba cado de la cima con ellos y que estaba herida y sola en una cornisa ah abajo, pero el gua no le crey ni por un momento. Insisti en que todo cuanto acababa de narrarles era un fenmeno tpico de aquellas montaas tan altas, y les explic que era muy comn que los turistas e incluso montaeros avezados a la escalada, imaginaran ver personas que no estaban ah, normalmente gente a la que haban conocido en el pasado; y que quienes sufran tales alucinaciones solan acabar sentndose en el suelo dando comienzo a una
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espera interminable para que esas personas imaginarias tuvieran tiempo de alcanzarles. Apoy su teora sealando el visible estado de inquietud en que se hallaban Byron y Crawford, el terrible golpe que Crawford haba recibido en la cabeza y, lo que le pareca ms significativo de todo, observ que apenas haban pasado unos minutos entre el momento en que Byron y Crawford llegaron a la cima y dejaron de ser visibles y aquel en que los dems oyeron sus gritos llamndoles desde la cornisa. Aquella esposa tuerta habra tenido que aparecer precisamente cuando Byron y Crawford haban trepado a la altura suficiente para que no pudieran verles, justo a tiempo de caer con ellos hasta la cornisa de la que les haban rescatado con la cuerda y desaparecer en una fraccin de segundo despus. Cuando el grupo de viajeros hubo bajado de la montaa sin encontrar rastro alguno de Josephine o de su presencia, hasta Crawford estaba dispuesto a admitir que el gua quiz estuviera en lo cierto. Despus de todo ltimamente has tenido fiebre se dijo mientras se volva hacia la cima, y montones de personas han subido a lo alto del Wengern sin haberse encontrado con un aire mucho ms espeso y un tiempo que transcurra ms lentamente de lo normal, por no hablar de las incitaciones al suicidio, los fantasmas o la esfinge... Byron, quien ya se haba retractado de la historia que cont despus de que les rescataran, pidi a Hobhouse y a los dems que olvidaran todo cuanto haba dicho, y cuando las patas de su caballo y de la mula de Crawford se hundieron en un montn de barro por el que todos los dems haban pasado sin tener ningn problema se limit a rer. No se le ocurra decirme que esa montaa no quiere que nos marchemos le grit a Crawford mientras los dos se debatan entre el barro y los sirvientes tiraban de las riendas. Crawford movi las piernas para no hundirse todava ms en aquel barrizal helado que se pegaba a su cuerpo y replic con un tembloroso encogimiento de hombros. Cuando est seguro de algo, sea lo que sea, se lo har saber dijo por fin. Josephine lleg al sendero y emprendi el regreso a la aldea de Wengern cuando el sol ya estaba bastante bajo. Ahora apenas era nadie. Cuando hubo recorrido la distancia que la separaba del punto en que el sendero se ensanchaba y las aromticas copas de los rboles se apelotonaban a cada lado en la oscuridad, empez a or unos cnticos muy dbiles en el aire atravesado por los peines de las ramas, y supo que el final del da traa consigo el despertar de otras criaturas. Era vagamente consciente de que el amigo que la visitaba de noche haba perdido su poder sobre ella, y de que necesitara una nueva invitacin para tener acceso a su persona. Se pregunt si obtendra alguna y, en tal caso, cul sera la personalidad encargada de ofrecrsela. Se haba anudado un pauelo alrededor de la cabeza tapando la cuenca vaca y su mano apenas sangraba. Era posible que acabaran dolindole mucho, pero pareca improbable que sus heridas pusieran fin a su vida esta noche. Por ahora estaba libre de todos los odios, miedos y ataduras que definan sus personalidades. Aspir aquel aire que ola a pinos y nieve con autntico placer, y sus mejillas manchadas de sangre se movieron para crear una versin algo maltrecha de la leve sonrisa satisfecha de una nia dormida.
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El grupo de Byron sigui en direccin este al da siguiente. Cruzaron la montaa Kleine Scheidegg y avanzaron por el verde valle que se extenda entre el Schwarzhorn y el Wetterhorn hasta llegar a la catarata de Reichenbach, donde se detuvieron para que las mulas y los caballos pudieran descansar un poco. Despus se desviaron en direccin oeste y fueron hacia el pueblo de Brienz, en la orilla norte del lago Brienz. Se alojaron en una posada y aunque el piso de abajo vibraba con el son de los violines, las canciones y los bailes Byron y Crawford se retiraron muy temprano a sus habitaciones. Crawford reconoci en ambos los signos del convaleciente que se est recuperando de unas fiebres muy prolongadas. El sopor que se apoder de Crawford apenas se hubo acostado en la cama no se vio turbado por ningn sueo. Todo el mundo durmi hasta ms tarde que de costumbre, pero a las nueve de la maana siguiente Hobhouse, Byron, Crawford y un par de sirvientes ya estaban a bordo de un bote cruzando el lago Brienz mientras los caballos bordeaban la orilla norte. El bote alquilado por Byron tenia la tripulacin compuesta exclusivamente por mujeres, y el joven lord encontr aquella novedad tan sorprendente y atractiva que insisti en coger un remo y sentarse cerca de la proa junto a la ms bonita de las remeras. Crawford se haba instalado en la proa de aquella embarcacin larga y estrecha y observaba los dibujos que las primeras hojas del otoo creaban en la lisa superficie del agua que pasaba junto a ellos. De vez en cuando alzaba los ojos, pero siempre para mirar hacia estribor, all donde los tejados de pizarra de la aldea de Oberried formaban dientes de sierra sobre la orilla norte y las mucho ms lejanas cimas blancas del Hohgant y el Gemmenalp parecan perforar el azul del cielo. Evitaba mirar hacia babor, pues el paisaje visible en aquella direccin estaba dominado por la imponente masa del Jungfrau y el reflejo del sol en sus nieves resultaba inquietantemente parecido al brillo de unos ojos que le vigilasen. El verano ya se haba esfumado, y con l otras muchas cosas, pero desde que haba subido a la cumbre del Wengern todo pareca haber ocurrido en la vida de otra persona, alguien a quien Crawford conoci y por el que sinti compasin haca ya mucho tiempo. Record lo que Shelley le haba contado sobre la hermana enquistada que extrajo de su costado, y sinti como si acabara de hacer algo similar. Puede que Josephine slo salvara del abismo una parte de mi ser pens sonriendo. Puede que alguna parte de Michael Crawford acabara precipitndose en aquellos desfiladeros llenos de nubes. La corriente del lago estaba llevando el bote hacia la orilla norte, casi bajo la sombra proyectada por las ramas de los pinos que se cernan sobre las aguas, y cuando la pequea embarcacin dej atrs la punta de un promontorio cubierto de vegetacin, Crawford vio varios hombres que corran por la orilla alejndose de un gran peasco cuya base estaba baada por las aguas. Un palio de humo pareca flotar sobre l. Uno de los hombres se volvi hacia el bote, vacil y se detuvo. Frauen! grit mirando a sus compaeros. Im boot! Ha dicho que hay mujeres en el bote observ Hobhouse, quien estaba sentado en una bancada a popa. Byron sac su remo del agua y les observ con los ojos entrecerrados. Pues claro que hay mujeres en el bote dijo. Acaso crea que nos encargaramos de los remos nosotros solos? Crawford seal el remo de Byron. Bueno, despus de todo veo que usted ha decidido remar. Volvi a mirar hacia adelante. El bote estaba acercndose al peasco, y ahora ya no caba duda de que el humo brotaba de detrs de ste. Los hombres de la orilla gritaban en tonos cada vez ms apremiantes sin apartar los ojos del bote.
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Crawford no comprenda lo que decan, pero estaba claro que Byron y las remeras s lo haban entendido pues empezaron a mover los remos con todas sus fuerzas para aumentar la distancia que separaba el bote de la orilla; y ya haban logrado alterar el rumbo cuando el peasco se convirti en una nube de fragmentos rocosos que volaban por los aires, y un crack ensordecedor envi una muralla de aire y agua que se desplom sobre el bote y sus pasajeros. La metralla de roca se incrust en las bordas haciendo saltar astillas, y cuando Crawford se hubo limpiado el agua espumosa de los ojos vio una nube de humo que se extenda lentamente sobre las aguas burbujeantes donde haba estado el peasco. Se volvi hacia babor y vio los anillos que iban apareciendo cada vez a ms distancia en el lago a medida que los trozos de roca rebotaban sobre la planicie de agua. El Jungfrau pareca contemplarlo todo con expresin impasible desde lejos. Byron y Hobhouse ya se haban puesto en pie y los dos gritaron furiosas maldiciones hasta que los hombres de la orilla hubieron corrido a esconderse entre la vegetacin. Que me aspen! exclam Byron. Volvi a sentarse y sac un pauelo de su bolsillo. Nadie est herido? Pura suerte... Esos idiotas podran habernos matado. Las mujeres estaban hablando nerviosamente entre ellas, pero parecan haberse recuperado del susto y no tardaron en coger los remos y seguir adelante. Creo que la mala suerte estuvo en que le vieran remar dijo Crawford. Eso les hizo pensar que bamos solos y que no nos acompaaba ningn alma inocente de por aqu. Hobhouse dej escapar un gemido. Aickman, tendra que escribir novelas! Me pregunto por qu todos los mdicos de Byron se sienten obligados a cultivar fantasas tan..., tan morbosas. Esos hombres no eran ms que unos patanes incapaces de tomar las precauciones ms elementales, que intentaban eliminar un obstculo de su playa por un medio que les evitara llevrselo tirando de l! Oiga, si hubieran querido asesinarnos, por qu no se limitaron a disparar contra nosotros? O, si estaban decididos a hacernos volar en pedazos, por qu no nos arrojaron una bomba? Por qu tomarse la molestia de llevar esa roca tan enorme hasta la orilla y hacerla volar por los aires cuando nos acercramos? Quiz porque se trataba de una roca que... replic Crawford. Mejor dicho, porque era una roca y no otra clase de obstculo. Las cosas que pueden protegerte, las cosas que pueden... Oh, no s, conjurar una sombra para impedirte beber brandy envenenado, por ejemplo sigui diciendo, y mir de soslayo a Byron. Esas cosas quiz no tengan el poder necesario para alterar el curso de los fragmentos de una piedra consciente, una de las piedras vivas... Quiz no puedan interferir en los asuntos de la familia. Cree que lo que digo tiene algn sentido? Oh, s, desde luego dijo Hobhouse con voz algo nerviosa. Ande, viejo amigo, le ruego que acepte mi sombrero. Y quiz no sera mala idea que se echara una siestecita. Despus de todo, ayer tuvo un da realmente agotador... Espera un momento, Hobby. Byron se inclin hacia adelante. Siga, Aickman. Supongamos que sa es la nica forma en que podran haber matado a alguien que gozara de semejante proteccin. Bien, qu razn podan tener para ello? Que alguien quisiera impedir que furamos a la montaa... Eso es una cosa, pero por qu deberan tratar de matarnos ahora? Ya no representamos ninguna amenaza para ellos. Hemos roto toda relacin con esas criaturas. Crawford, de mala gana, dej que sus ojos volvieran a posarse en el Jungfrau. Quiz eso no sea totalmente cierto dijo en voz muy baja. Byron mene la cabeza y cogi su remo.
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No lo creo... Y, lo que es ms, le advierto que no pienso creerlo. No pretendo dar la impresin de estar hablando ex cathedra, pero creo que debe admitir que en lo tocante a estos asuntos s bastante ms que... Crawford estaba asustado, y eso le volva irritable. Oyndole yo dira que ms bien habla ex catheter. Byron dej escapar una risa monosilbica que ms pareca un ladrido, pero sus ojos estaban llenos de resentimiento. Hobhouse tiene razn dijo. Mi gusto a la hora de escoger mdicos es realmente psimo. Volvi a sentarse junto a la remera ms bonita y empez a conversar animadamente con ella en alemn. Hobhouse se volvi hacia Crawford y le lanz una mirada de diversin no exenta de simpata. Creo que acaba de perder un empleo dijo. Crawford se sent y alarg el brazo por encima de la borda hasta que los cuatro dedos de su mano mutilada entraron en contacto con las fras aguas del lago. Tengo la esperanza de haber perdido mucho ms que eso dijo. Los rayos de sol haban empezado a entrar por la ventana del oeste. Mary Godwin dej su pluma, apoy la espalda en el asiento y se volvi hacia la ventana para contemplar las fachadas de las casas, los jardines y los gatos que paseaban sobre las verjas de Abbey Churchyard Lane. La nada convencional unidad domstica de la que formaba parte junto con Shelley, su hijo William quien ya casi tena once meses, y la cada vez ms obviamente embarazada Claire haba vuelto a Inglaterra haca poco ms de tres meses; y a menudo, especialmente en momentos como ste, cuando acababa de pasar unas horas reescribiendo su novela, le sorprenda alzar los ojos y ver en el horizonte las diminutas montaas galesas que haba ms all del canal de Bristol en vez de la nevada majestuosidad de los Alpes. Shelley haba dado la impresin de estar algo nervioso durante toda la travesa de Le Havre a Londres, aunque el viaje no pudo ser ms tranquilo. El nico momento desagradable lleg cuando el funcionario de aduanas londinense pas todas las pginas del manuscrito del tercer canto de Las peregrinaciones de Childe Harold de lord Byron impulsado por la evidente conviccin de que Shelley pretenda entrar encajes de contrabando disimulndolos entre las hojas de papel. Byron le haba confiado el manuscrito para que lo entregara a su editor londinense, y Shelley no quera que le ocurriera ningn percance. Mary agit una pgina de su manuscrito en el aire para secar la tinta. Al parecer era la nica que haba recogido el guante del desafo lanzado por Byron aquella noche lluviosa haca casi exactamente seis meses antes cuando ella, Claire, Polidori, Shelley y Byron estaban sentados en la gran sala del segundo piso de Villa Diodati, a orillas del lago Leman, despus de que Shelley hubiera sufrido su ataque de nervios y hubiese salido corriendo de la estancia. Bien, creo que cada uno debera escribir una historia de fantasmas! haba dicho Byron cuando Shelley volvi a entrar en la sala y el momento de incmoda tensin se hubo desvanecido. Averigemos si somos capaces de hacer algo con esa criatura de barro que ha estado siguiendo al pobre Shelley de un lado para otro. Mary haba tenido una pesadilla poco tiempo despus. Una silueta pareca estar inmvil junto a su cama, y al principio crey que era Shelley, pues se le pareca mucho, pero no haba sido l y cuando el horror la hizo erguirse en el lecho la silueta se esfum tan bruscamente como haba aparecido.
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Haba utilizado aquella visin como base de la novela donde narraba la historia de un estudiante de ciencias naturales que creaba un hombre a partir de miembros sin vida, y lograba dotar a la criatura de una vida antinatural usando medios cientficos. Shelley haba mostrado mucho inters por la historia. La anim a escribirla, y le dio plena libertad para que la ampliara utilizando incidentes de su propia vida. Mary le tom la palabra y la historia casi haba acabado convirtindose en una biografa de Shelley, as como en una crnica del miedo que le inspiraba la idea de estar siendo perseguido por alguna especie de doble de s mismo, un gemelo temible que estaba destinado a terminar con las vidas de todos aquellos que amaba. Shelley incluso le haba sugerido el nombre del protagonista, una palabra alemana cuyo significado era algo as como la piedra cuya tarifa de viaje est pagada de antemano. Mary habra querido utilizar un apellido algo ms ingls, pero Shelley pareca dar mucha importancia al que le haba propuesto y, obedientemente, haba acabado bautizando a su protagonista como Frankenstein. La historia se desarrollaba en los lugares de Suiza donde l y Mary haban vivido, y el nombre del hermano pequeo del protagonista asesinado por el monstruo era William, el mismo del hijo que Mary haba concebido de Shelley; las reas de la ciencia relacionadas con el proceso de dar vida al monstruo eran aquellas con las que Shelley estaba familiarizado, y los libros que lea eran los que Shelley haba estado leyendo por aquella poca. Mary se bas en la descripcin del intruso al que haba herido en su casa de Escocia el ao 1813 para escribir una escena en la que el rostro del monstruo era visto al otro lado de la ventana de una posada observando a su creador, quien ms tarde intentaba matarle de un disparo sin conseguirlo; aunque cuando Mary solicit su ayuda Shelley pareci vacilar y acab pidindole que omitiera ciertos detalles. La descripcin fsica del monstruo no poda ser la de la criatura contra la que Shelley haba disparado en aquella ocasin Mary recordaba el dibujo de memoria que haba hecho aquella noche en Suiza, y cmo haba trastornado a Claire y Polidori, y por alguna razn inexplicable no poda mencionar el hecho de que durante el encuentro Shelley haba sufrido una luxacin muscular en el costado, all donde estaba la cicatriz que corra por debajo de sus costillas. Albergaba la esperanza de que el libro acabara siendo publicado, pero ya tena la impresin de que haba cumplido el objetivo principal que se propuso al escribirlo. El libro pareca haber servido para exorcizar los extraos temores de Shelley. Desde que haban vuelto a Inglaterra y haba puesto la historia por escrito Shelley estaba mucho ms tranquilo. Era como si Mary hubiera ido sacando uno por uno los temores de Shelley del interior de su cabeza y los hubiese transferido a la novela. Y Shelley pareca vivir ms a gusto sin ellos. Puede que ella se quedara all con Aickman, haba dicho recientemente cuando estaba medio dormido, y por el tono de su voz Mary sac la clara impresin de que esa ella a la que se estaba refiriendo era el objeto de sus temores. Mary tena la esperanza de que sus peores problemas ya haban quedado atrs, y de que pronto compraran una casa en la que podran criar nios. Oy como Shelley dejaba un libro en la habitacin contigua y despus le oy bostezar. Mary dijo Shelley, dnde est esa carta de Hookham? Mary frunci el ceo ligeramente mientras dejaba la hoja de papel sobre la mesa y se pona en pie, pues aunque Hookham era el editor de Shelley aquella carta a la que se refera probablemente fuese una respuesta a su pregunta de haca un mes sobre la situacin actual de Harriet, la esposa de Shelley. Mary estaba decidida a conseguir que Shelley pidiera el divorcio de Harriet y se casara con ella, y esperaba que aquella maldita mujer no se las habra arreglado para meterse o meter a los nios, en alguna situacin tal que Shelley se sintiese obligado a sacarla de ella.
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Est sobre la repisa de la chimenea, Percy dijo con cierta cautela. No tard en or el ruido de un papel al rasgarse y se pregunt si deba entrar en la sala y aguardar con expresin expectante mientras la lea, pero acab decidiendo que deba dar la impresin de que la carta no le importaba en lo ms mnimo. Tena la esperanza de que las noticias, fueran cuales fuesen, no haran que Shelley volviera a Londres, pues la ciudad nunca pareca ejercer una buena influencia sobre l. Ayer mismo haba vuelto de visitar una casita en los suburbios de Londres donde viva un tal Leigh Hunt, un poeta y editor de tibios afanes revolucionarios, y esa simple visita pareca haber bastado para que Shelley sufriera una recada en su temor a los enemigos sobrenaturales, pues le dijo que haba conocido a un joven poeta que estaba claramente marcado por las atenciones de la misma raza de diablos antediluvianos que se supona haban acosado a Shelley desde una punta a otra del mapa. Puedes verlo en su cara le haba dicho Shelley, y an ms claramente en sus versos. Y es una autntica lstima, pues no he conocido a un joven ms modesto y afable en toda mi vida, y celebr su vigsimoprimer cumpleaos hace slo un mes y medio. No posee ninguna de las morbideces y modales afectados que esos neff..., que suelen ostentar esas personas. Le aconsej que pospusiera la publicacin de sus poemas. Creo que mi consejo le ofendi, pero cada ao de su existencia que pueda pasar evitando el llamar la atencin de... ciertos segmentos de la sociedad... ser una autntica bendicin para l. Mary intent recordar cmo se llamaba aquel joven poeta. Recordaba que Hunt le haba puesto el apodo de Junkets,8 lo cual haba disgustado considerablemente a Shelley. John Keats, as se llamaba. Oy gritar a Shelley en la habitacin contigua y entr corriendo para encontrarle cado encima del sof con la carta aferrada entre los dedos. Qu ocurre, Percy? se apresur a preguntar. Harriet ha muerto murmur l. Muerta? Mary le amaba tanto que se esforz por compartir su pena. Estaba enferma? Qu tal se encuentran los nios? No estaba enferma dijo Shelley, con los labios tan tensos que mostraban los dientes. Se puso en pie, fue hacia la repisa de la chimenea y cogi un trocito de vidrio ahumado que haba permanecido all desde que fueron a presenciar un eclipse de sol producido haca poco. Fue asesinada, tal y como me lo prometi su asesina hace ya casi cuatro aos, en Escocia. Maldita sea, no hice lo suficiente para protegerla..., no, ni mucho menos. Su asesina? repiti Mary. Haba estado preguntndose cmo poda quitarle el trozo de cristal con el mayor tacto posible, pero sus ltimas palabras la haban dejado perpleja. O asesino, si lo prefieres dijo Shelley con impaciencia. Yo... No logr terminar la frase, y durante un momento Mary crey que era la rabia y no la pena lo que le agarrotaba la garganta. Y cuando encontraron su cadver descubrieron que estaba embarazada! Mary no pudo evitar el alegrarse, pues Shelley llevaba ms de un ao separado de Harriet. Bueno se arriesg a decir, siempre has insistido en que era una mujer de poco carcter y... Shelley la mir fijamente.
La palabra inglesa junkets significa cacharros u objetos carentes de valor, y pronunciada deprisa su fontica es bastante similar a la de John Keats. (N. del T.)
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Qu? Oh, te refieres a que me haba sido infiel... No comprendes nada de cuanto te estoy diciendo, verdad? Mary, estoy seguro de que ella crey que era yo. T deberas ser capaz de comprenderlo, porque t tambin pensaste que era yo quien se encontraba de pie junto al lecho cuando... Mene la cabeza y tens los dedos sobre el trozo de cristal ahumado. Y de repente Mary temi comprender a qu se refera, y sinti un miedo terrible. Record sus extraos temores y de repente ya no le parecieron tan ridculos. Percy, ests intentando decirme que esa..., esa criatura a la que temes...? Shelley no la estaba escuchando. Y su cuerpo fue encontrado flotando en el lago de la Serpentina de Hyde Park. La Serpentina! Era necesaria esa... maldita... broma final? Ella, l, esa cosa... Acaso cree que no habra logrado reconocer que todo aquello era obra suya sin esa..., esa pista? La sangre goteaba de su puo, pero Mary haba olvidado su intencin anterior de quitarle el trozo de vidrio ahumado. Quiz... dijo con voz temblorosa mientras se dejaba caer sobre un silln. Quiz ser mejor que me cuentes algo ms sobre ese..., ese doppelgnger tuyo. Shelley se fue a Londres ms avanzado el da y le propuso matrimonio en una carta que Mary recibi dos das ms tarde. Se casaron el trece de diciembre, dos semanas despus, pero la alegra de Mary se vio un poco empaada por la sospecha de que la razn principal de que Shelley se hubiese casado era el que eso le permitira conseguir la custodia legal de los dos hijos que haba tenido de su matrimonio con Harriet. Dos semanas despus Claire dio a luz una nia hija de Byron a la que puso por nombre Allegra, y hacia finales de febrero los tres se haban trasladado a una casa en el pueblecito de Marlow, cincuenta kilmetros al oeste de Londres. Una vez all los miedos de Mary empezaron a disiparse. Shelley no consigui que se le concediera la custodia de los hijos que haba tenido con Harriet, pero el hijo de Mary y la hija de Claire parecan gozar de buena salud, y Mary no tard en descubrir que volva a estar embarazada. El beb, una nia, naci en septiembre y le pusieron por nombre Clara. Hasta Shelley estaba empezando a recobrar la tranquilidad, aunque con algunas vacilaciones y recadas ocasionales. Tena un bote atracado en la orilla del Tmesis, a slo tres minutos andando de la casa, y sola remar por el ro, aunque segua negndose a aprender a nadar. Slo haba un lugar donde pareca seguir expresando algunos de sus viejos temores, y era en lo que escriba. Escribi bastantes poemas, pero consagr la mayor parte del ao a escribir un poema poltico muy largo al que empez llamando Lan y Cinta, pero ms tarde decidi cambiar aquel primer ttulo por el de La revuelta del Islam. Mary lea con gran atencin todos los versos que escriba, y un poema titulado El sueo de Marianne en el que una ciudad hecha de montaas era destruida por el fuego y las estatuas de mrmol cobraban una vida fugaz la alarm bastante, pero en toda La revuelta del Islam slo encontr una estrofa que le resultara realmente inquietante: Muchos vieron por doquier la plida y flaca imagen de ellos mismos, un yo ms horrible caminando junto a ellos, hasta que el temor de aquella visin espantosa les envi, vctimas aullantes, a su propia destruccin...
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Te deseo que pases una buena noche con una bendicin veneciana, Benedetto te, e la terra che ti fara! (Benditos seis t y la tierra que hars). Hermosa, verdad? An te parecera ms hermosa si, como yo hace dos horas, la hubieses odo en labios de una joven veneciana de grandes ojos negros, un rostro como el de Faustino y la silueta de Juno, alta y enrgica como una Pitonisa, con las pupilas llameantes, y su oscura cabellera derramndose cual un torrente bajo la luz de la luna... Era una de esas mujeres a las que se puede convertir en cualquier cosa.
LORD BYRON,
19 de septiembre de 1818
Cuando se sinti incapaz de seguir soportando la ceremonia por ms tiempo Percy Shelley se apart del crculo de gente y se alej. Unas cuantas zancadas le hicieron seguir a su sombra hasta lo alto de una colina, donde un olivo de tronco venerable deformado por el viento pareca sealar a travs de las tranquilas aguas de la laguna hacia el sur y Venecia. Shelley volvi la cabeza en esa direccin y le pareci que la lnea de luminosidad irregular de la ciudad estaba dominada por las iglesias, desde el campanile romnico de San Pietro di Castello al este hasta los muros de la Madonna dell'Orto que alzaban su no muy imponente talla en el oeste. Tradujo mentalmente la frase: Nuestra Seora del Huerto. Un mes antes Byron le haba dicho que la iglesia estuvo consagrada a san Cristforo hasta 1377, ao en el que los propietarios de un huerto cercano encontraron una tosca estatua que se supuso representaba a la Virgen Mara. Por aquel entonces ni Shelley ni Byron se encontraban de humor para visitarla. Shelley se distrajo durante unos minutos tirando de las astillas y ampollas que se haba infligido en su palma izquierda esta misma maana antes del alba, y sus ojos acabaron volvindose hacia la colina y el grupo de siluetas. Mary y Claire estaban a un lado, algo separadas de los dems, cerca de las flores tradas por el cnsul ingls, e incluso desde aquella distancia Shelley pudo ver que Claire observaba a Mary con cierta preocupacin. Mary tena los ojos clavados en el suelo. Saba que tendran que marcharse de Venecia lo ms pronto posible. Byron tambin hara bien marchndose..., pero, naturalmente, no lo hara, no ahora que
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estaba viviendo con Margarita Cogni y acababa de dar comienzo a la mejor obra potica de su vida. Era viernes, y Shelley se dio cuenta de que al da siguiente por la noche se cumpliran cinco semanas de su llegada a Venecia acompaado por Claire. Venan a visitar al beb de Claire. Allegra ya haba cumplido nueve meses, y haba pasado los ltimos cuatro en Venecia con Byron, su padre. Claire tena muchas ganas de ver a la nia y Shelley haba accedido a ayudarla. Haba estado buscando una excusa para visitar a Byron, y quera que la excusa pudiera parecer plausible a los ojos de cualquier esbirro del gobierno austraco de Italia que se dedicara a seguir los movimientos del extravagante lord ingls. Haban ido en gndola desde el continente a la ciudad deban de haber pasado cerca de esta isla, aunque la oscuridad y la tormenta les haban impedido verla, y aunque la hilera de luces que indicaba la posicin de Venecia se haba vuelto casi invisible a causa de la cortina de agua que caa ms all del cristal tachonado de gotitas de la ventanilla de la gndola, las aguas no estaban mucho ms agitadas que hoy. Las largas islas del Lido situadas al este siempre protegan la laguna de los feroces embates del Adritico. Shelley extrajo una astilla bastante larga de la palma de su mano y curv sus labios en una sonrisa donde no haba ni el ms mnimo humor. La laguna siempre est en calma pens. La ciudad ya no celebra el ritual que la una en matrimonio al mar, pero es evidente que el mar sigue sintiendo una cierta... debilidad por este sitio. Llegaron a una posada a medianoche, y en cuanto la gorda propietaria del local se enter de que eran ingleses se sinti obligada a hablarles de su excntrico compatriota antes de permitir que subieran a sus habitaciones. Era nada menos que un lord, les dijo, y viva en un palacio del Gran Canal rodeado por un autntico zoo de perros, monos, caballos y todas las prostitutas que los gondoleros podan llevar hasta all. Claire se puso plida al imaginar a su hijita viviendo en el centro de aquel pandemonio, y durante unos momentos Shelley pens que necesitara mandar a buscar algo de ludano para conseguir que se acostara. Claire acab retirndose a su habitacin, pero antes de imitarla Shelley estuvo un buen rato de pie ante la ventana contemplando las convulsiones de la oscura capa de nubes. Conoca a Claire desde haca tanto tiempo como a Mary, lo cual quera decir que la haba conocido dos aos antes de que Claire se marchara a Londres cuando tena dieciocho aos con el objetivo de seducir al famoso lord Byron. Shelley la haba ayudado en su proyecto, pues sus instintos siempre le impulsaban a mostrarse muy poco posesivo con sus mujeres, aunque en el caso de Claire realmente no poda decirse que fuera suya. Shelley siempre la haba encontrado atractiva, y durante el curso de sus viajes haba compartido muchas veces la cama con ella y con Mary, pero de momento an no haban hecho el amor. Naturalmente, no haba ninguna razn que se lo impidiera. Claire, Mary y l compartan las mismas opiniones acerca de las leyes antinaturales sobre el matrimonio y la monogamia impuestas a las personas por la opresin gemela de la Iglesia y el Estado; y ahora que ya haba cumplido los veinte aos Claire le pareca mucho ms hermosa que antes. Le bastaba con pensar en cmo se haba quedado dormida apoyada en l mientras viajaban a bordo de la gndola con los negros rizos de su cabellera esparcidos sobre su hombro y la clida suavidad de un seno oprimiendo su brazo para que su corazn latiera con ms fuerza, y tuvo que hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no ir de puntillas a su habitacin.
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Shelley era un idealista, pero tambin saba juzgar a las mujeres y saba que si se presentaba ante su puerta Claire no se mostrara alarmada ni especialmente reluctante. Pero no caba duda de que aquello complicara mucho su situacin actual. La experiencia la haba hecho ser realista, pero Claire no podra evitar el tomarse bastante en serio semejante relacin y, como mnimo, la considerara una promesa parcial de que Shelley la ayudara a recuperar la custodia de su hija Allegra, y Shelley no estaba nada seguro de si podra convencer a Byron para que accediera a esa peticin. Ya era bastante tarde. Las corrientes de aire que venan de la ventana traan consigo un olor a aguas estancadas que estaba empezando a impregnar la atmsfera de la estancia, y Shelley supuso que cuando las gndolas y las embarcaciones de los comerciantes quedaban inmviles en sus atracaderos durante la noche, dejando de remover las aguas para crear aquella agitacin llena de reflejos tan amada por los pintores y los turistas, los canales emitan esta prueba nocturna de su considerable antigedad. El olor le calm un poco y fue a su habitacin sin hacer ruido. A la tarde siguiente Shelley subi a una pequea gndola abierta y se dirigi al palacio que Byron haba alquilado. Shelley estaba algo nervioso, pues no haba avisado a Byron de su visita. Saba que el joven lord detestaba a Claire y haba llegado a decir que si sta pona un pie en Venecia hara el equipaje y se marchara lo ms deprisa posible. La tormenta del da anterior se haba disipado dejando un cielo totalmente azul detrs de los balcones y los prticos con columnas de los palacios de piedra verde y rosa que servan de murallas al espacioso curso del agua, y las agujas de luz solar reflejadas por los esbeltos cascos negro y oro de las gndolas que estaban alineadas como elegantes cabriols delante de las estructuras bizantinas eran tan intensas que le hicieron parpadear. Docenas de aquellas angostas embarcaciones estaban atadas a postes pintados con rayas de colores que sobresalan de las aguas a pocos metros de los muros de cada palacio, y Shelley vio varias cabezas de madera mazzes coronando los postes. En una ocasin incluso estuvo lo bastante cerca para ver el brillo de la cabeza de un clavo incrustado en uno de aquellos rostros toscamente tallados. Shelley haba odo decir que ahora los mazzes representaban la oposicin a los tiranos austracos que gobernaban Italia. Siguen siendo una forma de resistencia contra los Habsburgo, pens. La gndola pas por debajo del puente techado y cubierto de tallas llamado el Rialto y poco despus el gondolero empez a mover el brazo hacia adelante y a la izquierda intentando sealarle el palacio alquilado por Byron. El Palazzo Mocenigo consista en varias mansiones de gran tamao que en tiempos pasados haban estado unidas por una larga fachada neoclsica de piedra gris. Cuando la gndola se desliz sobre las aguas yendo hacia l no haba nadie visible en los balcones o en los inmensos ventanales triples del palacio, y en cuanto el gondolero hubo atracado la embarcacin bajo la sombra del inmenso palacio deteniendo el oscilante casco junto a los peldaos de piedra cubiertos de charquitos, Shelley no pudo ver a nadie en la penumbra que se extenda ms all de las arcadas del primer piso. Baj de la embarcacin, pag al gondolero y estaba volviendo la cabeza hacia la anchura del canal cuando, casi simultneamente, la gndola que acababa de abandonar emergi a la luz del sol con un destello dorado y la puerta del vestbulo que tena a la espalda emiti el eco de unos cerrojos al abrirse. La persona que abri la puerta era Fletcher, el valet ingls de Byron, quien recordaba a Shelley como un visitante frecuente de la Villa Diodati en Suiza. Fletcher le explic que su amo haba despertado haca muy poco y que estaba en el bao, pero
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que tena la seguridad de que le alegrara mucho verle en cuanto saliera de l. Fletcher mantuvo la puerta abierta para que Shelley pudiera entrar. El primer piso del palacio estaba muy hmedo y careca de mobiliario. Ola a mar y a las jaulas de muchos tamaos amontonadas junto a la pared del fondo. Fletcher avanz por entre la penumbra esquivando un par de carruajes totalmente intiles en Venecia, y los rayos de sol que caan en ngulo sobre ellos permitieron que Shelley viera a los animales encerrados en las jaulas: monos, pjaros y zorros. Saba que si hubiese trado consigo a Claire, la joven habra insistido melodramticamente en que examinaran una por una todas las jaulas en busca de Allegra. Cuando llegaron al piso de arriba Fletcher le condujo hasta una gran sala de billar, de techo muy alto y se march para avisar a Byron de su presencia. Shelley acababa de apoyarse en la mesa de billar cuando una niita entr en la habitacin viniendo de la misma direccin en que se haba alejado Fletcher. Shelley reconoci a Allegra nada ms verla, aunque haba crecido mucho en los ltimos cuatro meses, y estaba empezando a mostrar seales de que poseera el cabello oscuro y los ojos penetrantes tan tpicos de Byron. Shelley cogi unas cuantas bolas de billar de la mesa, le sonri y se puso en cuclillas para hacerlas rodar una por una sobre la deshilachada alfombra hasta ella. Allegra le devolvi la sonrisa dejando bien claro que haba reconocido a su antiguo compaero de juegos y los dos se divirtieron unos minutos haciendo rodar las bolas del uno al otro. Claire haba dado a luz a Allegra mientras vivan en Inglaterra, una poca durante la que el ambiente de su pas natal haba empezado a resultar insoportable para Shelley. Un mes antes de que naciera la nia se haba enterado del suicidio de Harriet, su primera esposa; y dos aos antes el primer beb fruto de su relacin con Mary muri a causa de una especie de convulsiones cerca de Londres. Durante un tiempo Allegra le haba hecho ms compaa que Mary o Claire, y los cuatro meses ltimos la haba echado mucho de menos. Shelley! grit alegremente una voz masculina desde otra habitacin. Shelley alz los ojos y vio a Byron dejando atrs una arcada interior y viniendo rpidamente hacia l. Byron vesta un albornoz de seda de muchos colores, y las joyas brillaban en el broche que llevaba sobre la garganta y en los anillos de sus dedos. Shelley se puso en pie procurando que su sonrisa no revelara la sorpresa que senta, pues Byron haba engordado un poco durante los dos aos transcurridos desde que le vio por ltima vez en Suiza y su cabellera era ms canosa y bastante ms larga. Shelley pens que pareca un dandy en las primeras etapas del envejecimiento y que compensaba con elegancia y atuendos suntuosos lo que haba perdido en juventud. Byron pareci leer sus pensamientos. Tendras que haberme visto el ao pasado antes de que conociera a la Cogni exclam con voz jovial. Ahora es mi... Cmo llamarla? Se ha convertido en algo as como mi ama de llaves, y me est haciendo adelgazar a toda velocidad. Sus ojos fueron ms all de Shelley. Dios, espero que Claire no haya venido contigo... No, no! le tranquiliz Shelley. Acabo de... Una mujer muy alta apareci debajo del arco por el que haba surgido Byron y Shelley no lleg a completar la frase. La mujer le contempl con cierta suspicacia y Shelley parpade y dio un paso hacia atrs, pero pasados unos momentos la recin llegada pareci encontrarle aceptable y sonri. Te presento a Margarita dijo Byron con voz algo nerviosa. Se volvi hacia ella y le explic en un veneciano muy fluido que Shelley era amigo suyo y que no deba soltarle los perros ni ahogarlo en el canal. Benedetto te, e la terra che ti fura dijo la mujer, volvindose hacia Shelley y hacindole una reverencia. Eh... dijo Shelley. Grazie.
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La contempl con los ojos entrecerrados y dese que los enormes cortinajes de las ventanas que haba al otro extremo de la habitacin no estuvieran corridos. La pequea Allegra se haba colocado detrs de una de sus piernas y estaba agarrndose a ella lo bastante fuerte para hacerle dao. Shelley acab bajando la cabeza para observarla y se dio cuenta de lo dilatadas que tena las pupilas y lo plida que estaba. La presa de sus deditos se afloj apenas Margarita se dio la vuelta, y desapareci en las profundidades de la casa. Dnde est Mary? pregunt Byron. Os habis trasladado todos a esta costa? Segn mis ltimas noticias os alojabais en ese balneario que se encuentra cerca de Livorno. Mary sigue all. No, he venido aqu para hablar contigo de... Acarici los oscuros rizos de Allegra. Quera hablarte de nuestros nios. Haba algo que dijiste en una carta... Byron alz una mano algo regordeta. Espera, espera dijo. Se dio la vuelta y fue hacia la cortina que ocultaba una ventana. Cuando volvi a mirarle Shelley pudo ver que tena el ceo fruncido y se mordisqueaba los nudillos. Creo recordar la carta a que te refieres, y me parece que ya no creo... No, la verdad es que nunca cre en esas cosas sobre las que te escriba, aunque me interesaban bastante. Te dije que la destruyeras, no? Lo hiciste? S, naturalmente. De hecho he venido hasta aqu porque me dijiste que no deba hablar de ello en mis cartas. Pero tanto si crees en ello como si no el hecho es que mi hija Clara se encuentra enferma y si ese armenio... Calla! le interrumpi Byron, lanzando una rpida mirada de soslayo al arco. Shelley pens que en aquella mirada haba irritacin, pero tambin un poco de miedo. La sonrisa con que obsequi a Shelley un instante despus le pareci algo forzada. Tengo caballos en un establo del Lido y suelo montar por las tardes. Quieres venir conmigo? Claro respondi Shelley despus de pensrselo unos momentos, y aadi: Iremos con Allegra? No dijo Byron con cierta irritacin. Ella... Mientras est aqu no tiene nada que temer. Shelley baj la vista hacia Allegra. Pareca triste, pero no demasiado. Si t lo dices... replic. La clida brisa matinal vena del continente y desde la colina baada por el sol en la que se encontraba Shelley el recitar en latn del sacerdote no era ms que un murmullo intermitente que haca pensar en el zumbido de las abejas sobre un campo muy lejano. Mary haba alzado la cabeza y sus ojos estaban observndole, e incluso desde esta distancia Shelley crey captar la ira que haba en sus facciones. No me culpes pens, sintindose infinitamente desgraciado. Hice cuanto pude para que esto no llegara a ocurrir. Qu ms podra haber hecho, aparte de sacrificar mi propia vida? Aunque... S, supongo que eso es lo que debera haber hecho. Tendra que estar muerto... Pero, aun as, me esforc cuanto pude... Mucho ms de lo que ni tan siquiera t, la creadora de Frankenstein podr saber o creer jams. El Gran Canal se haca ms grande al confundirse con el Canal della Guidecca, ms espacioso que ste, y cuando las inmensas cpulas de la Iglesia de Santa Mara della Salute empezaron a desfilar por el horizonte ocenico a su derecha, Byron orden
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al gondolero que les llevara a la orilla izquierda y detuviera la embarcacin entre las hileras de gndolas atracadas delante de la Piazzeta. La proa en forma de cuchillo de la gndola choc con el primer peldao y asust a una bandada de palomas, que emprendieron el vuelo en una nube muy ruidosa revoloteando hacia la luz del sol. El Palacio Ducal se alzaba a la derecha de Shelley y sus primeros dos pisos de columnas gticas le hicieron pensar en una manzana de casas venecianas privadas del mar, como si la en tiempos secreta opulencia de sus pilares hubiera quedado expuesta al aire y la luz. Byron le dijo al gondolero que esperase y cuando hubieron bajado de la embarcacin y subido la media docena de peldaos que llevaban al pavimento, precedi a Shelley por las combadas baldosas de mrmol que recubran el suelo de la plaza. Shelley se detuvo el tiempo suficiente para alzar los ojos hacia las estatuas blancas colocadas sobre las dos columnas de treinta metros de altura que dominaban las aguas, pero Byron se limit a torcer el gesto y sigui adelante cojeando a toda velocidad. Yo... Crea que bamos al Lido se atrevi a decir Shelley cuando se hallaban a medio camino de la torre cuadrada que se alzaba al otro extremo de la Piazza, enfrente de la Baslica de San Marcos. No est ms...? Todo este asunto es una estupidez dijo secamente Byron, pero tambin es mi deber asegurarme de que no es absolutamente imposible, comprendes? Viv cerca de aqu durante mi primera visita a Venecia... Hay un hombre al que tenemos que ver. Pese a la cojera de Byron, Shelley tuvo que apretar el paso para mantenerse a su altura. Por qu debera ser imposible? Quiero decir..., por qu debe ser imposible ahora? Supongo que los austracos no... Cllate! Byron se volvi en la direccin por la que haban venido y cuando sigui hablando lo hizo en un susurro muy tenso. Por lo que he odo comentar, no tardarn en hacerlo, y pronto. Shelley conoca bastante bien a su amigo y la velocidad con que podan variar sus estados anmicos, y saba que en momentos como ste lo mejor era guardar silencio y dejarle hablar. Los dos caminaron sin abrir la boca durante casi todo un minuto, dejando atrs las columnas de la fachada oeste del palacio. Desde hace un par de aos empez a decir Byron con voz ms tranquila un hombre ha estado..., est siendo trasladado al sur desde Suiza, laboriosamente y con gastos enormes... Es austraco, una especie de viejo patriarca de un poder tan considerable que puede dar rdenes a casi todo lo que le venga en gana. Es incalculablemente viejo y est decidido a serlo mucho ms. Mir de soslayo a Shelley y entrecerr los ojos. Creo que incluso llegu a ver la carreta en la que estaba siendo transportado durante mi viaje por los Alpes hace dos aos. La carreta contena una caja muy parecida a un atad, de la que rezumaba agua helada. Agua helada... repiti Shelley con cautela. Y por qu...? Byron movi rpidamente una mano llena de anillos. Esa parte carece de importancia. Necesita llegar aqu. El que traerle a Venecia resulte imprescindible quiz sea la razn principal por la que los austracos conquistaron Italia y prohibieron la ceremonia anual del matrimonio entre esta ciudad y el mar... Bueno, tanto da. Ahora no podemos hablar de eso. Espera a que hayamos llegado al Lido y a que la laguna se halle entre nosotros y este lugar. Varios estandartes colgaban en posicin vertical del tejado de la Libraria Vecchia a su izquierda, enroscndose y chasqueando en la brisa y proyectando sombras que se enroscaban sobre el pavimento baado por el sol que tenan debajo. Shelley no comprendi el significado de los tres smbolos pintados en cada uno de ellos. Arriba haba lo que pareca ser una pata de cuervo sealando hacia abajo,
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despus vena una lnea vertical y en la parte inferior haba una pata de cuervo apuntando hacia arriba, pero a sta le faltaba el dedo del centro con lo que daba la impresin de ser una Y mayscula. El grueso papel de los estandartes haba sido agujereado al final de cada lnea, y eso haca que los smbolos pareciesen las huellas dejadas por un ser provisto de garras. Qu significan esos smbolos? pregunt sealando los estandartes. Los ojos de Byron fueron hacia la biblioteca y se apartaron rpidamente de ella. No lo s. Me han dicho que han empezado a aparecer aqu y all durante los ltimos cuatro aos. Desde que los austracos conquistaron Italia dijo Shelley asintiendo lentamente con la cabeza. Cuatro puntos, luego dos, luego tres..., y parecen huellas. Qu es lo que camina sobre cuatro miembros, luego sobre dos y luego sobre tres? Byron se detuvo y contempl atentamente los estandartes. Sus ojos brillaban ms de lo normal. Abri la boca como si se dispusiera a decir algo, pero se limit a menear la cabeza y reanud la marcha. Shelley le sigui deseando poder detenerse el tiempo suficiente para contemplar las estructuras que formaban un anillo alrededor de la gran plaza. Cuando pasaron a toda prisa junto a la baslica sus ojos fueron ms all de las inmensas columnas y se posaron sobre las pinturas de fondo dorado que haba en los arcos ms altos, pero Byron no estaba dispuesto a parar y ni tan siquiera a ir un poco ms despacio. Shelley logr echar un rpido vistazo a la torre azul y oro que albergaba el reloj y tuvo un fugaz atisbo de las estatuas de bronce que haba en la plataforma superior antes de que Byron le hubiese hecho doblar la esquina de la baslica. Detrs de sta haba una plaza ms pequea. Byron le precedi a travs de ella y se meti por uno de los angostos callejones que haba entre los edificios que formaban su lmite norte. Toda la grandeza haba quedado repentinamente atrs. El callejn apenas tendra un metro ochenta de anchura y el amasijo de chimeneas, balcones y postigos abiertos que haba sobre sus cabezas lo mantena sumido en unas sombras muy oscuras salvo all donde alguna que otra lmpara arda en la trastienda de los comercios que ocupaban las arcadas gticas del primer piso. Shelley pens que aqu cualquiera podra encontrar el comercio que estuviera buscando findose de su nariz, tan claros eran los olores de los puestos de frutas, los que trabajaban el metal y los vinateros, pero aun as los vendedores pregonaban a gritos las excelencias de sus mercancas. Sus voces resonaban de un extremo a otro del callejn, y Shelley empez a experimentar los comienzos de un fuerte dolor de cabeza. Pasados unos momentos capt un golpeteo metlico regular casi oculto por aquella cacofona. Mir a un lado y vio que Byron golpeaba las columnas junto a las que pasaban con una moneda. Shelley se dispona a preguntarle por qu lo haca cuando un pilluelo harapiento surgi corriendo de la nada y dijo algo en un italiano tan rpido y entrecortado que Shelley no logr entender ni una sola palabra. Byron le dio la moneda y escupi una rplica igualmente veloz. Despus gir sobre s mismo, volvi unos cuantos pasos por donde haban venido y cruz una arcada que daba a un patio minsculo. Una escalera de caracol se enroscaba perdindose en las alturas y las macetas colocadas sobre los peldaos creaban una jungla de hojas capaz de impedir el paso de cualquier rayo de sol que hubiese podido extraviarse por all, pero Shelley pudo ver un grupo de hombres muy mal vestidos inmviles junto a la pared del fondo. All tambin se oa un tintineo metlico. Los hombres estaban arrojando monedas contra la pared. Cada uno intentaba que su moneda aterrizara lo ms cerca posible de la pared, y el ganador se quedaba con todas. Pasado un momento uno de ellos, un viejo muy gordo que estaba visiblemente borracho, fue hacia la pared y empez a recoger el dinero acumulado en el suelo
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mientras los dems maldecan y metan las manos dentro de los bolsillos en busca de ms monedas. Varios hombres se fijaron en Byron y Shelley y empezaron a apartarse de ellos, pero el viejo alz la cabeza y les record secamente que el juego era legal in questo fuoco. La frase cuyo significado pareca ser en este foco dej bastante perplejo a Shelley. Byron le pregunt algo que Shelley tradujo mentalmente como Ha sido devuelto ya el ojo?. El viejo movi la mano en un arco muy amplio y mene la cabeza. No, no. Byron insisti en que necesitaba estar seguro de ello, y le pidi que fuese a comprobarlo sin perder ni un momento. El borracho alz los brazos y empez a protestar poniendo por testigos a varios miembros del santoral, pero Byron atraves el patiecito y le entreg unas monedas. El viejo accedi a hacer lo que le peda, aunque con unas muestras de mala gana casi teatrales. Movi la mano en una sea dirigida a los otros jugadores y stos guardaron las monedas dentro de sus bolsillos y se alejaron rpidamente hacia el arco. En cuanto hubieron desaparecido el viejo se mordi el pulgar con bastante fuerza, a juzgar por su expresin, lo agit hasta hacer caer una gota de sangre sobre las losas del suelo y fue hasta la pared del fondo arrojando al aire una moneda y cogindola en la palma de la mano. No te acerques murmur Byron. El viejo estaba de cara a la pared, pero contemplaba la manchita de sangre por encima del hombro con los ojos entrecerrados y emita un canturreo carente de toda meloda mientras arrojaba la moneda al aire y volva a cogerla. Un instante despus clav los ojos en la pared que tena delante e hizo bailar por los aires varias monedas con la destreza de un malabarista mientras el canturreo creaba ecos fantasmagricos en el pequeo recinto delimitado por aquellas paredes. Shelley sinti como se le erizaba el vello de los brazos y la cicatriz de su costado empez a palpitar. Una de las monedas sali disparada hacia arriba con mucha fuerza. Shelley la observ y vio como brillaba durante una fraccin de segundo al atravesar los rayos de sol que no llegaban al patio. La moneda cay entre las sombras y Shelley oy como repiqueteaba sobre los peldaos de hierro de la escalera para acabar rebotando en una maceta, caer al suelo y rodar sobre las losas. La moneda oscil unos momentos y se qued inmvil. Se haba detenido a unos cuantos metros de la manchita de sangre. Shelley contuvo el impulso de encogerse de hombros. La exhibicin de habilidad manual haba sido magnfica, pero si el objetivo de todo aquel nmero de malabarismo era conseguir que la moneda cayese sobre la manchita de sangre el resultado deba considerarse un fracaso absoluto. Naturalmente, despus de todos los golpes y rebotes sufridos por la moneda el que hubiese cado sobre la manchita de sangre habra sido realmente increble. Se volvi hacia Byron con las cejas enarcadas. Byron estaba contemplando la moneda con expresin disgustada. Bien dijo, as que sigue siendo posible..., aunque sigo pensando que es una estupidez. Salud al gordo malabarista de monedas con una seca inclinacin de cabeza, gir sobre s mismo y sali del patio. Shelley tambin le salud, aunque con expresin aturdida, y sigui a Byron. Ya haban dejado atrs el callejn y llevaban cruzada media Piazzetta cuando Shelley se dio cuenta de que Byron ladeaba la cabeza como si estuviera escuchando algo. Shelley prest atencin y oy una voz vieja y bastante cascada que entonaba una cancin en lo que pareca castellano... O sera francs arcaico?
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Mir a su alrededor y vio que quien cantaba era un hombre asombrosamente viejo que se encontraba a una docena de metros de ellos y avanzaba con paso cojeante a travs de la plaza en direccin norte, alejndose del Palacio Ducal y las dos enormes columnas que haba junto al canal. El anciano se apoyaba pesadamente en un bastn que emita un chasquido seco cada vez que entraba en contacto con las irregularidades y defectos del pavimento. Shelley record lo que le haba dicho Byron sobre un austraco increblemente viejo que estaba siendo transportado hacia Venecia para que su vida se prolongase todava ms, y se pregunt si aquel viejo estara all por la misma razn, aunque una intuicin inexplicable le inclinaba a pensar que no. El anciano alz la cabeza en ese mismo instante y su mirada se encontr con la de Shelley. Le salud con la mano izquierda Shelley se dio cuenta de que le faltaba un dedo, y dijo algo que son como Percy. Shelley le devolvi el saludo con expresin perpleja. Le conocemos? pregunt volvindose hacia Byron. No replic Byron, cogindole del brazo y tirando de l hacia donde les estaba aguardando su gndola. Pero he odo esa cancin antes. Claire alz la mirada hacia la colina donde estaba Shelley y aunque no movi la cabeza el movimiento de sus ojos dej bien claro que le estaba llamando. Shelley suspir, se apart de la retorcida rama del olivo en que haba estado apoyndose hasta entonces y empez a bajar la cuesta. El pequeo atad estaba siendo sacado del bote y Hoppner, el cnsul ingls, acababa de quitarse el sombrero. El clido sol de la maana haca brillar su calva cabeza y arrancaba destellos a la madera barnizada del fretro. Una mezcla de varias emociones distintas oprimi el pecho de Shelley mientras lo contemplaba; pero cuando se dio cuenta de que la tapa estaba asegurada con clavos lo nico que sinti fue alivio. El Lido era una angosta lengua de arena y pequeas lomas cubiertas de matorrales que el atardecer empezaba a surcar de sombras, y dejando aparte algunas chozas de pescadores envueltas en redes, el edificio de madera que Byron usaba como establo era la nica estructura visible en toda la desolacin de la isla. Los mozos de cuadra de Byron haban partido hacia el Lido cuando Byron y Shelley salieron del Palazzo Mocenigo, y llevaban un rato esperndoles en la orilla cuando los dos bajaron de la gndola para poner los pies sobre el pequeo muelle. El da se haba vuelto bastante fro y Byron hizo que los mozos ensillaran lo ms deprisa posible dos caballos. Unos minutos despus la pareja de jinetes ya haba atravesado la espina dorsal del Lido y galopaba por la orilla este, con el Adritico a un lado y las lomas cubiertas de cardos al otro. Los dos permanecieron en silencio un rato bastante largo. El viento tiraba de las puntas de las olas arrojando alguna que otra cortina de espuma contra sus rostros, y cada vez que se lama los labios Shelley poda sentir el sabor de la sal. En tu carta me explicabas que en Venecia se poda encontrar un medio gracias al que tanto nosotros como nuestros hijos quedaramos libres de las atenciones de los nefelim dijo por fin. S, as es replic Byron con voz cansada. Tir de las riendas y Shelley le imit. Pusieron sus caballos al paso y se dirigieron cuesta abajo en direccin al agua. Es... posible, pero nada ms dijo Byron. Puede que aqu haya una forma de escapar a su poder y sus atenciones..., algo que permite despistarles como
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despistaras a unos sabuesos metindote en un arroyo y caminando por l. Tienes que invocar una clase de ceguera muy especial y hacerla caer sobre ellos. Para empezar, slo puede hacerse de noche. Escupi en el agua. Evidentemente, si el sol an no ha brillado sobre l incluso puedes devolver la vida a un cadver que haya perecido hace poco tiempo. Las vctimas de los vampiros jams llegan a morir del todo, claro est, pero si utilizas el procedimiento adecuado puedes conseguir la resurreccin sin que vaya acompaada por la conversin vamprica... La persona sigue siendo un ser humano absolutamente normal al que por primera y nica vez se ha revivido de la muerte. Byron se ri. Y, naturalmente, una vez lo hayas hecho el mejor consejo que se te puede dar es que te embarques sin perder ni un instante en un navo que vaya hacia la otra punta del globo para que tu demonio no tenga muchas probabilidades de volver a encontrarse contigo. Debes interponer el mximo de agua salada posible entre la criatura y tu persona. He estado pensando muy seriamente en Amrica del Sur. Se volvi hacia Shelley y le lanz una mirada desafiante. Creo que ya no necesito ir all. Estaba claro que el tema le resultaba muy incmodo, por lo que Shelley intent aproximarse a l de una forma lo ms indirecta posible. Cre entender que le preguntabas algo sobre un ojo a ese hombre dijo. Algo sobre si haba sido devuelto o no... El ojo de las Grayas dijo Byron. Su caballo se haba detenido y estaba mordisqueando los duros tallos de hierba. Supongo que te acordars de las Grayas, no? Eran las... Las tres hermanas a las que Perseo consult antes de partir en busca de Medusa para acabar con ella? Y de repente sinti la conviccin tan firme como irracional de que la palabra gritada por el anciano con el que se haban encontrado haca poco en la Piazzetta era Perseo y no Percy. As es dijo Byron. Las Grayas slo posean un ojo entre las tres, y tenan que pasrselo de la una a la otra para ver por turnos. Perseo cogi el ojo de la mano de una de ellas y se neg a devolvrselo hasta que hubiesen respondido a sus preguntas. Cuando vine aqu por primera vez despus de abandonar Suiza pas mucho tiempo en un monasterio lleno de sacerdotes y monjes armenios que se encuentra en una de las islas de esta laguna. Estaba algo..., algo nervioso, sabes? No poda olvidar una tontera metafsica de la que me habl aquel mdico. Quin, Polidori? Oh! No, debes referirte a se que era tan neffy... Aickman, verdad? Que Shelley recordara su apellido pareci irritar un poco a Byron. S, ese mismo. l y yo subimos a la cima del Wengern despus de que t hubieses vuelto a Inglaterra y la cima nos exorciz, tal y como te haba asegurado que ocurrira... Sent como la infeccin psquica me abandonaba junto con el sudor de mis poros, y an no estoy muy seguro de qu vimos realmente en la cima y qu imaginamos ver. Entrecerr los ojos y contempl las aguas del Adritico. Qu extrao resulta el estar hablando de la devolucin del ojo... Creo que vi como una mujer se destrozaba un ojo all arriba. Bien, el caso es que poco despus ese tal Aickman intent convencerme de que... Las llamamos lamiae? Intent convencerme de que las lamiae nos perseguiran incluso despus del exorcismo y que seguiran siendo capaces de reconocernos como buenas presas, como personas con una cierta debilidad a ese tipo de..., de infeccin tan particular que propagan. Shelley pens en la mujer que haba visto durante su visita al palacio alquilado por Byron.
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Qu has escrito ltimamente? le pregunt. Byron volvi a rer y mene la cabeza, pero Shelley tuvo la impresin de que la risa sonaba algo forzada. No, no... Te aseguro que no he sufrido ninguna recada. Estoy escribiendo la mejor obra de todas las que he creado hasta la fecha, una especie de... poema pico titulado Don Juan, pero el hecho de que sea bueno es exclusivamente mrito mo y no debe atribuirse a ninguna especie de... vampiro. Mientras hablaba no apart la mirada de los ojos de Shelley, como si eso pudiera demostrar que era sincero. Oh, no dudo de tus palabras, es slo que... empez a decir Shelley. En cualquier caso le interrumpi Byron, no creo que t seas la persona ms adecuada para soltarme sermones al respecto, no te parece? Segua sonriendo, pero sus ojos haban empezado a arder con una llama helada. Tienes razn, tienes razn se apresur a replicar Shelley. Eh... Volviendo a lo que deca antes... Fueron los rumores sobre ese posible exorcismo los que motivaron tu primera visita a Venecia? Yo... No puedo recordarlo. Shelley asinti. Muy bien. Adelante, explcame todo eso de las Grayas y su ojo. Byron tens los muslos sobre los flancos de su caballo y lo hizo avanzar al paso. Suspir, aparentemente cansado de aquel tema. Los padres armenios afirman que las tres hermanas eran autnticos ejemplos de esos gigantes nefelim sobre los que se habla en el Antiguo Testamento y que fueron capturadas en Egipto hace muchsimo tiempo. Las clavaron al suelo con estacas y las dejaron al sol hasta que se convirtieron en piedra, y despus las desmembraron y tallaron los bloques para usarlos en sus edificios inmovilizndolas mediante ciertos dibujos capaces de dominarlas que grabaron sobre sus cuerpos. Las Grayas perdieron sus energas y quedaron inconscientes. Se sumieron en un sueo muy profundo, pero seguan conservando su ojo..., aunque no era un autntico ojo y lo que hacan con l no era exactamente ver. Shelley movi la mano en un gesto de Y? Ah, ojal pudiera tener aqu al padre Pasquale para que te lo explicase... El ojo no les permita tanto ver como saber. Conocan los detalles de cuanto les rodeaba con toda exactitud hasta llegar a los nmeros decimales que ni el mismsimo Dios se tom la molestia de calcular jams; y eso les permita predecir cualquier acontecimiento futuro con una certeza absoluta. Les resultaba tan fcil como te lo resultara a ti predecir qu esquina de la habitacin recibira el impacto de una de esas bolas de billar que Allegra y t hacais rodar por el suelo esta tarde. Contempl el mar en silencio durante unos momentos antes de seguir hablando. Ahora el mundo ya no es tan cognoscible como antes. Su naturaleza ya no es tan dura y veloz hasta en sus ms pequeos detalles y sa es la razn de que podamos permitirnos el lujo de admirar o despreciar a las personas, pues si nuestros cursos estuvieran tan predestinados como la parbola de una piedra que se deja caer mal podramos emitir juicios morales sobre los cuerpos que se ven obligados a moverse dentro de tales trayectorias, de la misma forma que no podemos culpar a una roca por haber cado sobre nuestra cabeza. Los que dicen la buena fortuna y los calvinistas habran sido inmensamente felices viviendo cerca de esas criaturas cuando estaban despiertas y posean su ojo, pues la visin de las Grayas elimina lo aleatorio prohibiendo todo azar y todo libre albedro. Cuando poseen su visin las Grayas no slo observan y comprenden las cosas, sino que las controlan.
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Pero segn ese viejo gordo siguen sin tener su ojo replic Shelley. Una ola cre remolinos de espuma alrededor de las patas de sus caballos. Qu relacin tena ese nmero de malabarismo con el averiguar si lo poseen o no? Bueno, Cario es todo un experto arrojando monedas. Es tan bueno que cuando trabaja roza las mismsimas fronteras de lo posible; y si aceptas eso como un punto de partida probado y haces que lleve a cabo sus numeritos con monedas y sus lanzamientos de precisin puedes averiguar dnde estn los lmites de lo posible. Si el ojo funcionase su moneda habra aterrizado mucho ms cerca de la manchita de sangre; y si estuvieran despiertas y tuvieran el ojo en su poder... En ese caso la moneda habra cado justo encima de la mancha. Y si hubieran estado despiertas esta tarde cuando arroj sus monedas al aire? Despiertas, pero an ciegas... Eso es lo que has venido a hacer aqu. Despertarlas mientras siguen ciegas... A eso haca alusin en mi carta. En cuanto a lo que habra ocurrido con la moneda de Cario si la hubiese arrojado al aire en esas circunstancias..., no lo s. Le he preguntado al respecto y ha intentado explicrmelo, pero lo nico que logr comprender es que entre el momento de ser arrojada al aire y el momento en que se quedara quieta la moneda ni tan siquiera existira; y el lugar en el que acabara cayendo no tendra ni la ms mnima relacin con cmo la hubiese arrojado. La moneda que cayera al suelo no sera la misma que haba arrojado al aire en ningn sentido vlido correspondiente a esas palabras. Shelley haba fruncido el ceo, pero pasados unos momentos acab asintiendo lentamente con la cabeza. S, lo que acabas de explicarme tiene cierta consistencia... Ilgica e imposible, desde luego, pero consistencia al fin y al cabo dijo. Estamos intentando vencer a lo predestinado y lo que debe suceder. Esas criaturas, esas tres hermanas primordiales proyectan... Digamos que proyectan algo parecido a un campo. Si poseen su ojo es un campo de predestinacin inviolable, pero si estn ciegas tenemos un campo de posibilidades expandidas y la libertad de todas las fras restricciones mecnicas. Mir a Byron y le sonri. Sus ojos brillaban. Recordars que Perseo formul sus preguntas mientras proyectaban su campo ciego, no? As tena la seguridad de que lo que preguntaba no sera imposible. No haba pensado en eso dijo Byron. Y tienes razn. Si estn despiertas pero siguen ciegas, muchas cosas que en circunstancias normales resultaran imposibles son posibles dentro de su foco. Y esas Grayas estn en Venecia? Y tus sacerdotes te dijeron cmo despertarlas? No confo mucho en poder despertarlas, pues eso requiere ciertos combustibles muy escasos, pero... S, estn aqu. Viste a dos de ellas hace una hora en el extremo sur de la plaza. La tercera cay al canal cuando intentaban colocarla al final de su columna hacia finales del siglo doce. Shelley parpade. Esas dos columnas...? Exactamente. El dogo de aquella poca, Sebastiano Ziani, prometi cualquier favor, cualquier onesta grazia a quien lograra alzar las columnas y mantenerlas en cautividad sobre el pavimento delante del Palacio Ducal. Un tipo llamado Nicolo il Barattiere se las arregl para conseguirlo, aunque una se le cay al canal, pero despus exigi el ojo como pago a su esfuerzo. En otras palabras, exigi que la incertidumbre el juego fuese legal en la vecindad de la plaza..., en el foco de la atencin de las hermanas. El dogo tuvo que hacer honor a su promesa, pero decidi contrarrestarla construyendo la prisin en ese mismo sitio y haciendo celebrar las ejecuciones entre las columnas. Est claro que la sangre recin derramada es un buen
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sustituto del ojo perdido. Naturalmente, llevan bastante tiempo sin celebrar ninguna ejecucin. Shelley estaba intentando aferrarse a su impresin inicial de que todo aquello tena cierta clase de lgica extraa. Y qu razn hay para que la sangre sea un buen sustituto del ojo? Byron dirigi a su caballo hacia el sendero por el que haban venido. Me limito a citar a los sacerdotes, y ya s lo que opinas de ellos, pero me dijeron que la sangre contiene el... No s cmo expresarlo... El plan completo e indiscutible, el diseo de la persona que la ha vertido. No hay... sa debe de ser la razn de que necesiten beber sangre humana le interrumpi Shelley, muy excitado. La necesitan para cobrar forma humana. Sin ese plan o diseo que hay en la sangre no podran hacerlo. Si se conformaran con beber sangre de animales las nicas formas que podran asumir seran las de esos animales. Byron se encogi de hombros y acompa el gesto con una leve mueca de irritacin, como si no estuviera muy convencido y, al mismo tiempo, no creyera que aquello fuese lo bastante importante para seguir hablando de ello. S, podra ser. Bien, el caso es que la sangre no deja lugar al cambio... En otras palabras, no permite la incertidumbre. Es una encarnacin bastante poderosa de la predestinacin. El semen sera justo lo contrario, la encarnacin de la potencialidad indefinida. De hecho, si realizaras el acto sexual con una mujer en esa plaza las dejaras totalmente ciegas. Ri y pic espuelas. Si quieres, me ofrezco voluntario para intentarlo... Shelley estaba meneando la cabeza. Qu razn pueden tener los austracos para querer devolverles el ojo y convertir a todos los habitantes de esta zona en esclavos de la causalidad mecnica? Bueno, para empezar se supone que disponen de un antiguo miembro de la familia Habsburgo..., un tipo llamado Werner que al parecer ha estado hibernando durante los ltimos ocho siglos en el castillo que los Habsburgo poseen al norte de Suiza. Quieren mantenerle vivo durante unos cuantos siglos ms y las medicinas y la magia que prolonga la existencia funcionan mucho mejor en la proximidad de las Grayas..., suponiendo que estn despiertas y puedan concentrar esa atencin suya tan afilada como una navaja de afeitar en ese tipo de cosas. Parece ser que los austracos le han estado desplazando en direccin sur a travs de los Alpes desde 1814, cuando entraron en posesin de Venecia. Dej escapar una carcajada algo vacilante. Creo que le trasladan metido en hielo. Shelley se encogi de hombros. Muy bien. Pero cuando Venecia era una repblica, cuando haba dogos... Por qu queran que las columnas contaran con el ojo? Los dogos siempre fueron enemigos de los Habsburgo. Shelley, el ojo de las Grayas crea un campo de estasis dijo Byron con cierta impaciencia. Todos los gobernantes quieren mantener el statu quo, y si quieres que te sea sincero la verdad es que no me parece un deseo nada pernicioso. Tus campos de probabilidad expandida me recuerdan a..., a la oscuridad informe que reinaba en los abismos antes de que Dios dijese Hgase la luz. Quiz se trate de algo parecido. Puede que Dios nos imponga restricciones para impedir que nos convirtamos en todo aquello de lo que somos capaces, todo aquello con lo que soamos... Existen religiones que lo hacen. Sin los grilletes de la religin la humanidad quedara libre y podra... Byron se ri. No has cambiado, Shelley. Admito que la naturaleza obr con cierta crueldad al hacernos conscientes de nosotros mismos y de cuanto nos rodea. La muerte acabar separndonos a todos de nuestros recuerdos y de todo cuanto hemos buscado tan infructuosamente, y todos lo sabemos y el conocimiento nos resulta insoportable. Pero
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no olvides que es as como funciona el mundo. No hace falta que culpes de ello a los sacerdotes y a la religin. Diablos, por lo menos hay momentos en que la religin puede hacernos creer durante algn tiempo que nuestras almas son entidades magnficas, inmortales y susceptibles de perfeccionamiento. Ests predicando la peor clase de fatalismo imaginable dijo Shelley con tristeza. Y t predicas la Utopa respondi Byron. Shelley se las arregl para que Byron diera su asentimiento a un plan de accin y se march de Venecia acompaado por Claire Clairmont tres das despus. Shelley tena que volver lo ms pronto posible con toda su familia: Mary y William, su hijo de dos aos y medio, y Clara, que slo tena un ao. Escribi a Mary incluso antes de abandonar Venecia dicindole que ella y los nios deban desplazarse lo ms deprisa posible a la villa que Byron tena en lo alto de una colina cerca de Este, en el continente, donde Shelley les estara aguardando. No le qued ms remedio que mostrarse un poco vago y evasivo, pues an suponiendo que el correo no hubiese estado controlado por los austracos mal poda decirle que tena la intencin de llevar a toda la familia en direccin noroeste hasta llegar a Venecia en plena noche, despertar a las Grayas ciegas, escapar a la red formada por las atenciones de los nefelim-vampiros y abandonar para siempre el Hemisferio Occidental. Mary y los dos nios llegaron a la villa de Byron doce das despus, el cinco de septiembre, y Mary insisti en que deseaba empezar la estancia all pasando una semana o algo ms de tiempo exclusivamente consagrado al reposo y relajndose en los jardines de la villa, que haba sido construida sobre las ruinas de un monasterio capuchino destruido por los franceses. A juzgar por lo que haba dicho durante sus conversaciones con Shelley, Byron pareca pensar que el suelo consagrado quiz poseyera ciertas propiedades protectoras. Los nios parecieron acoger con alegra aquel respiro en la monotona de los viajes, e incluso Shelley acab decidiendo que unos pocos das de reposo no podan hacerles ningn dao. De hecho, haba empezado a descubrir que poda escribir muy bien en aquel sitio. Al principio hizo traducciones de los clsicos griegos y despus pas en una suave transicin de traducir el Prometeo encadenado de Esquilo a intentar escribir la ltima obra de aquella vieja triloga incompleta. Pasaba las largas y clidas horas del da escribiendo en la mucho ms aireada casa de verano, a la que se llegaba saliendo por la parte trasera de la casa principal y recorriendo un tnel sombreado por celosas cubiertas de parras, y de noche sola ir a ver cmo los murcilagos salan de sus escondites para volar por entre los medio derruidos baluartes de la fortaleza medieval de Este. Algunas noches tambin se volva hacia la columna vertebral de los Apeninos que se alzaba al sur, a casi doscientos kilmetros de distancia. Aquellas montaas haban dominado toda la parte sureste del cielo cuando l, Mary y los nios haban vivido cerca de Livorno, en la orilla opuesta, y durante aquella estancia bastante reciente las montaas tambin le haban fascinado. Haba escrito un fragmento de un poema mientras vivan all, y sola recordarlo aquellas noches en que se volva hacia el sur para contemplar las montaas que se alzaban sobre las ruinosas paredes del monasterio: Los Apeninos a la luz del da son una poderosa montaa apagada y gris que yace entre la tierra y el cielo;
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pero cuando llega la noche un caos temible se extiende bajo la plida luz de las estrellas, y los Apeninos caminan junto a la tormenta, cubriendo con un sudario... El poema se haba quedado atascado en aquel punto. Shelley no estaba demasiado seguro de qu poda estar cubriendo la montaa con aquel sudario. Acabaron pasando dieciocho das en la villa y su estancia all quiz hubiese durado todava ms tiempo si una tarde de lunes, ya casi a finales del mes, no hubieran ocurrido dos cosas que convencieron a Shelley de que lo mejor era partir hacia Venecia con su familia lo ms pronto posible. Un oscuro ro de nubes haba subido por el valle del Po y a las cuatro de la tarde la luz era dbil y algo plomiza. Los nubarrones de tormenta se iban acumulando y flexionaban sus vastos msculos hacia el sur igual que si fueran dioses milagrosamente modelados en un mrmol tan vivo como torturado, y Shelley, sentado ante su manuscrito en la casa de verano, alzaba los ojos hacia el cielo de vez en cuando. Tena la esperanza de que an tardara un poco en llover, pues se hallaba escribiendo un verso ms puro y poderoso que cualquiera de los que hubiese escrito antes. No quera detener el flujo de palabras por ninguna razn, ni por la lluvia ni tan siquiera para releer los versos y averiguar si tenan algn sentido. Aqu Babilonia era polvo se encontr escribiendo. El Mago Zoroastro, mi nio muerto y se encontr con su propia imagen caminando en el jardn... Y Shelley alz los ojos y vio una silueta que caminaba por su jardn y se mova detrs de una celosa estrangulada por las parras, una silueta que se recortaba contra las distantes masas grisceas de las nubes y los Apeninos. Durante un momento tuvo la impresin de que era l mismo, pero cuando emergi de detrs de la espesura vio que la silueta era mucho ms baja. De hecho, era Clara, su hija. La conexin aparente entre lo que estaba ocurriendo dentro de su cabeza y lo que ocurra fuera de ella haba logrado asustarle durante un segundo, por lo que cuando llam a Clara sinti un considerable alivio. Hizo retroceder su silla y se puso en pie extendiendo los brazos para cogerla. Pero Clara no fue hacia l. Su rostro baado por aquella luz metlica le dirigi una sonrisa tal que borr la sonrisa de los labios de Shelley, y un instante despus volvi a desaparecer detrs del emparrado. El corazn le golpeaba el pecho con una fuerza alarmante, pero ya haba alargado la mano hacia la puerta del jardn..., cuando oy unas pisadas familiares que creaban ecos en el tnel cubierto de parras que haba a su espalda, unas pisadas que venan de la casa. Gir sobre s mismo y abri la puerta lateral de la casa alegrndose de tener una excusa que le impidiera ir al jardn y vio a Mary que vena hacia l con Clara en brazos. La cena ya est lista, Percy dijo Mary, y tienes una carta de Byron. Shelley se volvi lentamente hacia el jardn. No estuvo seguro de si algo se haba movido detrs de la celosa, pero tanto si el movimiento era real como si era fruto de su imaginacin le dio la espalda, rode a Mary con un brazo y la escolt de regreso a la casa caminando lo bastante deprisa para que ella le lanzase una mirada de perplejidad. Dnde ests? le preguntaba Byron en su carta. Me han dicho que nuestro hombre ya casi ha llegado y el Apparatus se halla en Mestre, al otro lado de la laguna. "Si ha de hacerse, mejor sera hacerlo deprisa." Ve inmediatamente a Padua, si es que
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el plan sobre el que nos pusimos de acuerdo te sigue pareciendo factible inventa alguna excusa, y yo te escribir all para decirte si ya no es demasiado tarde. Destruye esta carta ahora mismo. Shelley dej la carta y sus ojos recorrieron la mesa a la que estaban sentados cenando hasta posarse en Mary. Era la nica que le miraba, pues Claire estaba muy ocupada dando de comer a los dos nios, y las pupilas de Mary se hallaban tan llenas de temor que Shelley se oblig a hablar en un tono jovial. Maana tendr que ir a Padua dijo. Byron ha odo hablar de un mdico excelente y cree que podr ayudar a Claire. La excusa pareca bastante slida. Claire haba estado enferma y Shelley la haba llevado a la consulta de un mdico que viva en Padua haca tan solo una semana. Parece que este mdico tambin puede poner fin a las molestias de la pequea Clara. Estad preparadas para acudir con ella en cuanto mande a buscaros. Se volvi hacia la parte trasera de la casa y aadi: Y, naturalmente, traed tambin con vosotras al joven William. Mary le trajo un plato humeante lleno de pasta y verduras, pero Shelley no pareci darse cuenta. Era como si no pudiese apartar los ojos de la pequea Clara, quien estaba lamiendo un poco del pur servido en la cuchara que Claire sostena ante su boca. Shelley pensaba en aquella imagen suya que haba visto caminando por el jardn. Cul poda ser el significado de la aparicin? Habra esperado demasiado tiempo? La confiada inocencia de la nia le pareci un terrible reproche a su descuido. Verla le resultaba tan doloroso como si alguien hubiese clavado un gancho en su costado y lo estuviera retorciendo dentro de la herida. La nia mereca una vida y unos padres normales. Si una nia semejante puede ser engendrada por un hombre como yo es que Dios no existe, pens. La carta de Byron fue lo nico que cen aquella noche. La siguiente carta de Byron estaba esperndole en Padua, y despus de leerla meti a Claire en un carruaje y la envi de regreso a Este sin perder ni un momento, pues Byron deca que el gambito an era posible. Claire, perpleja, le pregunt qu haba sido del mdico que se supona haban venido a ver y Shelley le replic entrecortadamente que no estaba en la ciudad, pero que tena la seguridad de que podran consultarle cuando volviera con Mary y los nios. En cuanto Claire se hubo marchado fue al Palazzo della Ragione y recorri su inmenso vestbulo desierto maravillndose ante la vastedad de aquellas dimensiones que le convertan en un enano y disfrutando de esa sensacin; pues ahora no poda justificar los dieciocho das que haba desperdiciado en la villa de Este y deseaba que Percy Shelley pareciese lo ms insignificante posible, un mero personaje perdido en el teln de fondo o una silueta entre la multitud, alguien cuyos errores jams podran tener consecuencias serias. Mary, Claire y los nios llegaron a Padua dos das despus a las ocho y media de la maana. La pequea Clara haba empeorado. Su boca y sus ojos se movan espasmdicamente de una forma que Shelley reconoci, pues cuatro aos antes el primer beb que le haba dado Mary una nia que ni tan siquiera vivi el tiempo suficiente para que se le diera un nombre haba mostrado sntomas similares poco antes de morir. Insisti en que visitar al doctor paduano no servira de nada y, haciendo caso omiso de las protestas de una agotada Mary, dijo que deban seguir camino inmediatamente hacia Venecia. El tiempo estaba bastante revuelto se encontraban
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en la plaza situada delante de la iglesia de San Antonio, y la lluvia haba oscurecido la estatua ecuestre de Gatamelata obra de Donatello hacindola relucir, y los nios lloraban. Esperaron durante una hora bajo un angosto alero la llegada de la diligencia que les llevara hasta el pueblo costero de Fusina, donde tomaran una embarcacin para Venecia. Por fin vieron a la diligencia que se balanceaba y saltaba sobre las losas de la plaza viniendo hacia ellos, y cuando se hubo detenido con un chirrido metlico y Mary hubo subido a ella Shelley cogi en brazos a Clara para entregrsela. Mientras sostena a la nia delante de l la observ con atencin y vio dos pequeos pinchazos inflamados en su garganta. Bien pens con amargura, esto demuestra que la idea de Byron segn la que el suelo consagrado poda servir como proteccin contra los nefelim careca de fundamento... O quiz fuese que los franceses haban acabado con el poder protector del suelo cuando derribaron los muros del monasterio capuchino. Shelley record que los franceses tambin haban hecho todo lo posible por apoderarse de Venecia. Cuando llegaron a los malolientes muelles de Fusina descubri que sus permisos de viaje no estaban entre el equipaje, aunque Mary jur que los haba cogido. Los guardias de aduanas le dijeron que l y su familia no podran llegar a Venecia sin los documentos, pero Shelley escogi a uno de los guardias, lo llev a dar un paseo sobre los charcos del pavimento y cuando estuvieron a cierta distancia de los dems habl con l durante unos minutos a la sombra de un viejo almacn de piedra. Cuando volvieron, el guardia, bastante ms plido que antes, anunci con voz seca que podan seguir adelante. El pauelo con el que se limpi la frente mientras pasaban ante l estaba manchado con un dibujo casi artstico hecho de sangre seca. Durante el largo trayecto en gndola las convulsiones de Clara empeoraron considerablemente y las delgadas facciones de Shelley estaban muy tensas mientras contemplaba alternativamente a la nia y alzaba los ojos hacia el sol poniente visible por entre los claros que se iban abriendo entre los nubarrones de lluvia, pues Byron le haba dicho que el procedimiento deba llevarse a cabo de noche. Su gondolero detuvo la embarcacin ante los peldaos lamidos por las olas de una posada veneciana. Shelley subi a otra gndola y fue en busca de Byron. Cuando baj de ella delante del Palazzo Mocenigo el sol ya estaba muy bajo y arrancaba destellos rojizos a las cabezas de los clavos incrustados en los rostros de los mazze de madera que coronaban los postes de atraque pintados a rayas azules y blancas esparcidos delante del atracadero. Fletcher le llev rpidamente al piso de arriba, donde Byron le estaba aguardando en la sala de billar. Allegra estaba con l, pero Shelley no vio seal alguna de Margarita Cogni. Puede que haya esperado demasiado tiempo dijo Shelley. El esfuerzo que le exiga controlar sus emociones haca que su voz sonara tona y hueca. Clara est a punto de morir. An no es demasiado tarde replic Byron. Todava no han devuelto el ojo a las Grayas. Seal la ventana con un leve gesto de la mano . Renete conmigo en la plaza cuando falte poco para el anochecer. Allegra estar conmigo y t debes traer a Clara. Creo que eso bastar, siempre que sea la nica que est recibiendo atenciones especiales... Y despus preprate para esconderte en alguna iglesia hasta que podamos encontrar un barco que nos lleve al Nuevo Mundo. Una iglesia? pregunt Shelley con incredulidad. No, no pienso hacerlo. Puede que t no encuentres nada malo en expresar una... sumisin implcita a la Iglesia, pero no voy a permitir que Clara y William crezcan llevando anteojeras. Aunque slo sea un gesto...
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Escchame dijo Byron, hablando en un tono de voz lo suficientemente alto para imponerse a sus protestas. No ser ningn gesto, y si no lo haces es muy posible que no tengas nios a los que educar. Es evidente que la idea de que las iglesias ofrecen alguna clase de proteccin encierra parte de verdad. Creo que guarda cierta relacin con la sal que hay en el agua bendita, las vidrieras de colores y la patens de oro que sostienen bajo los mentones de quienes forman cola para recibir la Comunin. Shelley no pareca muy convencido. Las patens? Son esos pequeos discos con asas, no? Y qu se supone que hacen? Byron se encogi de hombros. Bueno dijo, su utilidad actual es recoger las migajas que puedan caer de la boca de los comulgantes, pero esos pequeos discos metlicos estn muy pulidos y en una ocasin el padre Pasquale me explic que originalmente se usaban para asegurarse de que todos los comulgantes posean un reflejo. Cuando volvi a la posada Mary estaba sentada en un sof de colores chillones que haba en el vestbulo de entrada y Clara se debata en su regazo. Mientras cruzaba el suelo de piedra yendo hacia ellos, Shelley vio como las convulsiones de la nia se calmaban y sus miembros quedaban repentinamente flccidos. Subi corriendo los ltimos peldaos que les separaban de ellos y alz el cuerpecito de los brazos de Mary. Claire y un hombre al que Shelley no conoca estaban de pie cerca del sof. El hombre dio unos pasos hacia adelante y empez a hablar en italiano explicando que era mdico. Shelley permiti que examinara a Clara mientras la sostena en sus brazos, y pasados unos momentos el mdico anunci en voz muy baja que la nia haba expirado. El silencio que sigui a esas palabras pareci hacer vibrar la atmsfera del vestbulo y aquellas ondas inaudibles se fueron propagando lentamente hasta llegar a las pinturas que cubran la curvatura del techo. Shelley le pidi que repitiera ms despacio lo que haba dicho. El mdico as lo hizo. Shelley mene la cabeza y le pidi que volviera a repetirlo. El dilogo se repiti varias veces con el mdico perdiendo visiblemente la paciencia a cada repeticin, hasta que Shelley se sinti incapaz de seguir fingiendo que el mdico poda haber dicho otras palabras distintas a las que haba odo. Se dej caer junto a Mary sin soltar a la nia muerta que sostena en sus brazos. El Mago Zoroastro, mi nio muerto, se encontr con su propia imagen caminando por el jardn, pens aturdido. Una rfaga de aire helado barri el vestbulo algunos minutos despus al abrirse la puerta que daba al canal, pero Shelley no alz los ojos. Richard Hoppner, el cnsul ingls, tuvo que cruzar la estancia, lanzar una rpida mirada interrogativa al mdico quien respondi con un asentimiento de cabeza, acuclillarse junto a Shelley y pronunciar su apellido un par de veces antes de que Shelley se diera cuenta de su presencia. Yo me encargar de todos los detalles, seor Shelley dijo Hoppner con voz afable. Por qu no deja a su hija con nosotros? Usted y la seora Shelley pueden subir a su habitacin. Estoy seguro de que el doctor podr darles algo para los nervios. La mente de Shelley era un vaco dolorido..., hasta que record algo que Byron haba dicho durante el paseo que dieron por el Lido haca un mes y un da. Evidentemente, si el sol an no ha brillado sobre l incluso puedes devolver la vida a un cadver que haya perecido hace poco tiempo... Sus delgados labios se curvaron en una sonrisa impregnada de desesperacin.
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Shelley se puso en pie sin soltar el cuerpecito de la nia y fue lentamente hacia la ventana. Slo los campanarios ms altos de las iglesias seguan brillando con un resplandor dorado. Se volvi hacia Mary, y aunque tena los ojos llenos de lgrimas la joven vio su expresin con la claridad suficiente para encogerse sobre s misma. An no es demasiado tarde dijo Shelley, repitiendo las palabras que Byron le haba dicho haca menos de media hora. Pero tengo que llevrmela..., durante un tiempo. Hoppner protest. Movi la mano como pidiendo la ayuda del mdico, y cuando vio que Mary se pona en pie y abra la boca para hablar pareci sentir un gran alivio. Pero Mary no dijo lo que Hoppner haba esperado or. Quiz sera mejor que se lo permitiera dijo volvindose hacia Hoppner con una voz enronquecida por el miedo y la pena. Hoppner empez a discutir con ella alzando la voz, pero Mary no apart los ojos del rostro de Shelley. No dijo Mary interrumpiendo al cnsul. Slo quiere... llevarla a la iglesia para rezar por ella. Nos la devolver... Al amanecer dijo Shelley, yendo hacia la puerta. Cuando su gndola entr en el Gran Canal dejando atrs el angosto Rio di Ca'Foscari reconoci al hombre que impulsaba una embarcacin cercana con lentos gestos de su prtiga. Era Tita, el gondolero de Byron, y le salud con la mano. Un instante despus la gndola de Byron ya estaba junto a la suya y Byron sujet las dos bordas con la mano para que las embarcaciones no se apartaran la una de la otra. Vio el cadver de Clara y lanz una maldicin. Psamela y ven conmigo dijo. Acabo de enterarme de que hay soldados austracos en la plaza. Parece que estn haciendo los ltimos preparativos para devolverles el ojo, y si dejamos que te vean yendo hacia esas columnas con un cadver en los brazos enseguida comprenderan qu nos ha trado hasta all. Shelley se dispona a entregarle el cuerpecito de Clara, pero se qued inmvil antes de hacerlo. Pero tenemos que llevarla hasta all. sa es precisamente la razn de que... Byron le quit el cadver de la nia de las manos con la mayor delicadeza posible y lo coloc sobre uno de los asientos de cuero de su gndola. Shelley vio que Allegra, la hija de Byron y Claire, estaba encogida con los ojos muy abiertos en un asiento junto a la proa. La llevaremos hasta all le asegur Byron. Pero debemos impedir que se den cuenta de que est muerta. Shelley subi a la gndola de Byron e intent pagar al gondolero que le haba recogido delante de la posada, pero estaba claro que el hombretn no tena ni idea de que haba estado transportando un cadver y alejo su embarcacin con rpidos movimientos de prtiga sin aceptar ni una moneda. Buena seal dijo Shelley con voz algo histrica mientras tomaba asiento junto a su hija muerta. Si el barquero no acepta dos monedas es seal de que no puede estar muerta, verdad? Byron dej escapar una seca carcajada y orden al imperturbable Tita que siguiera adelante, y que vigilara los canales laterales en busca de algn spectaculo di marionette. Meti la mano en un bolsillo y extrajo cautelosamente un bulto envuelto en una tela que apart con grandes precauciones revelando un minsculo brasero de hierro. Sopl sobre las rendijas que dejaban entrar el aire y Shelley vio un leve destello de luz roja en el interior del brasero.
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Shelley estaba dispuesto a dejar que Byron se encargara de todo, y cuando Tita detuvo la gndola junto al trecho de pavimento cercano a la Academia di Belle Arti donde se estaba representando una funcin de marionetas a la luz de las lmparas ni tan siquiera pregunt a qu vena aquella parada. Byron envolvi el brasero en la tela y volvi a guardarlo dentro de su bolsillo. Baj de la gndola y avanz cojeando hasta el escenario, arreglndoselas para interrumpir la funcin el tiempo suficiente para hablar con uno de los titiriteros entre bastidores. El pblico no pareci molestarse e incluso hubo algunos gritos de placer. II matto signare inglese!, exclamaron varias personas. El loco lord ingls! Shelley vio como el dinero cambiaba de manos y unos instantes despus Byron volvi cojeando a la embarcacin sosteniendo una marioneta siciliana de gran tamao en sus brazos. La marioneta representaba a un caballero con armadura dorada de la que colgaban hilos y varillas de hierro. Byron subi a la gndola, orden a Tita que se pusiera en marcha y empez a desatar los nudos que unan las distintas piezas de la armadura arrojndoselas a Shelley. Pnselas a Clara le orden secamente. Shelley obedeci y cuando Byron le pas el yelmo dorado intent ocultar la cabeza de Clara con l. Es demasiado pequeo anunci con voz desesperada despus de haber luchado varios minutos con el yelmo. El canal ya haba quedado sumido en las sombras e iba oscurecindose a cada momento que pasaba. Los reflejos de las luces multicolores que ardan tras las numerosas ventanas de los palacios ante los que pasaban, creaban bandas luminosas que surcaban las aguas llenndolas de reflejos ondulantes. Hay que ponrselo replic Byron con aspereza. Miraba hacia adelante, y sus ojos no se apartaban de las cpulas de Santa Maria della Sahite que recortaban sus siluetas contra el negro teln de fondo de la noche. Y deprisa... Slo nos queda un minuto o dos como mximo. Shelley hizo un esfuerzo desesperado y se las arregl para deslizar el yelmo sobre la cabeza de Clara, esperando que Allegra no le estuviese mirando. La gndola se detuvo junto a los fondamenta que haba delante de la plaza iluminada con antorchas. Shelley se puso en pie y mientras pasaba de la oscilante embarcacin a los peldaos vio que el pavimento estaba lleno de soldados austracos fila tras fila de ellos, y tambin vio carbn, paja y montones de madera y sacos de lona apilados alrededor de las bases de las dos columnas. Un hombre estaba vertiendo un lquido sobre los montones de madera y bolsas. La brisa le trajo el olor de un brandy excelente. Se volvi hacia Byron, quien estaba junto a l con Allegra en brazos. El calor intenso las despierta? As es respondi Byron ponindose en movimiento. Basta con usar el combustible adecuado y hacerlo cuando el sol ya se haya puesto. Los austracos estn preparados. El ojo ya debe de haber llegado a Venecia. Ojal se me hubiera ocurrido traer conmigo a Carlo... Tita se qued junto a la gndola y el extrao cuarteto Byron, Allegra y Shelley con la macabra marioneta en brazos empez a cruzar la plaza. Unos cuantos soldados austracos fueron hacia ellos como si quisieran impedirles el paso, pero cuando vieron lo que Shelley sostena en sus brazos se rieron y empezaron a gritar en alemn. Quieren ver bailar a la marioneta murmur Byron con voz tensa. Creo que ser mejor que les complazcas. Puede que sirva como distraccin... Yo intentar encender el fuego mientras te observan. Tengo que hacerlo ahora, antes de que traigan el ojo.
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Shelley le mir, horrorizado..., y vio a un hombre muy anciano apoyado en un bastn inmvil detrs de Byron. Tambin vio el fugaz destello luminoso que se abri paso por entre la tnica marrn de aquel desconocido, y comprendi que ocultaba una lmpara entre los pliegues de su atuendo. Sera posible que aquel viejo tambin hubiera venido all con la intencin de encender el fuego prematuramente mientras las Grayas seguan estando ciegas? La mirada del viejo se encontr con la suya como si respondiera a sus pensamientos y de repente Shelley record haberle visto haca un mes. Haba gritado una palabra que en aquel momento le pareci era su nombre, Percy, pero ahora estaba ms seguro que nunca de que el nombre pronunciado haba sido Perseo. Hazlo gru Byron. Recuerda que si esto sale bien no habrs profanado ningn cadver tratndolo de forma irrespetuosa. Empuj a Allegra hacia l y su acto aument todava ms la inquietud que senta Shelley. Qu pensara la nia de lo que le estaba pidiendo? Shelley cogi las varillas de hierro en una mano y los hilos en la otra, dej que el cuerpecito de Clara resbalara de entre sus brazos y quedara suspendido sobre el pavimento..., y mientras Byron se perda entre las sombras Shelley, con los ojos llenos de lgrimas, empez a tirar de los hilos y las varillas haciendo que el cadver bailara grotescamente. La luz de las antorchas arrancaba reflejos rojizos al yelmo, que oscilaba flccidamente a la altura de su cinturn. Tena los dientes apretados y no se permita ningn pensamiento, salvo la esperanza de que el retumbar imposiblemente intenso de su corazn pudiera matarle de un momento a otro; y aunque la sangre ruga en sus odos fue vagamente consciente de que los soldados haban empezado a murmurar, pero hasta haber corrido el riesgo de lanzar una rpida mirada hacia arriba por entre sus cejas no comprendi que aquellos murmullo expresaban su insatisfaccin ante el espectculo. Los soldados haban visto funciones mejores y lo que exigan de un titiritero iba bastante ms all de lo que Shelley estaba en condiciones de ofrecer. Y, paradjicamente, aquello hizo que la situacin fuese un poco ms horrenda e insoportable. Shelley pens que ahora saba algo que quiz ninguna otra persona del mundo estaba en condiciones de entender. Saba cul era la maldicin ms horrible que se puede proferir. Que tu hija muera y se convierta en un ttere incapaz de complacer a un pblico de soldados austracos. Un grito apremiante reson entre las columnas del Palacio Ducal y Shelley perdi definitivamente a sus espectadores. Dej de hacer saltar el cadver y alz los ojos. Dos soldados acababan de coger a Byron, pero el lord consigui liberarse un brazo y arroj su brasero hacia la paja amontonada alrededor de la base de la columna occidental. Shelley record que era la columna coronada por una estatua de san Teodoro montado encima de un cocodrilo. Uno de los soldados que haban capturado a Byron le solt y corri hacia el brasero envuelto en llamas. Ya no podemos volvernos atrs pens Shelley. Al menos Byron no puede... Y, en ese mismo instante, el viejo de la tnica marrn avanz con paso vacilante hacia la otra columna, abri su tnica, movi el brazo en un rpido arco y arroj una lmpara al pavimento de la base. El aceite ardiendo se derram sobre la paja. Las acciones del soldado que se diriga hacia la primera columna dejaron bien claro que la amenaza representada por la lmpara le pareca mucho ms grave, pues gir sobre s mismo y corri hacia la paja en llamas que haba amontonada alrededor de la segunda columna y la pate intentando dispersarla. Sus pantalones empezaron a arder, pero eso no bast para detenerle.
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Los soldados empezaron a gritar Feuer! y echaron a correr alejndose de Shelley y su marioneta. El viejo atac con su grueso bastn de paseo al austraco que estaba intentando apartar las llamas de la segunda columna y el extremo del bastn aparentemente lastrado con alguna especie de peso se incrust en el vientre del soldado. El austraco se dobl sobre s mismo, se derrumb encima del pavimento hecho un fardo y all se qued, retorcindose y con sus pantalones an en llamas. Un hombre que estaba claro era un oficial austraco apareci a la carrera la sombra de su cuerpo creada por las llamas bailote sobre las columnas del Palacio Ducal, y movi la mano haciendo seas a alguien que estaba pegado a la masa oscura de la baslica. Das Auge! gritaba. Komm hier! Schnell! Un soldado alz su rifle, apunt con l al viejo y tom puntera a lo largo del can. Shelley cogi la mano de Allegra. La situacin estaba empezando a volverse incontrolable. Aquella noche poda haber muertes en la plaza. Byron haba logrado soltarse de su otro captor y acababa de arrojarle al suelo. Dos soldados haban arrastrado a su camarada de los pantalones incendiados hasta el canal, aparentemente para arrojarle al agua, pero su rifle segua sobre el pavimento all donde haba cado. Byron coje rpidamente hasta el arma, la cogi y volvi lo ms deprisa posible al sitio donde le esperaban Shelley y las nias. Un instante antes de que el soldado disparase contra el viejo, Shelley vio una criatura que cobr existencia con toda claridad, pero en el silencio ms absoluto, materializndose en el aire entre el soldado y su blanco. Era una serpiente alada tan grande como un perro de buen tamao. Las llamas creaban reflejos multicolores sobre sus escamas y los manchones borrosos que eran sus alas mientras la criatura se contorsionaba en el aire. Despus de la detonacin Shelley oy como la bala del rifle rebotaba en la criatura y se alejaba para seguir rebotando entre las columnas mientras los ecos del disparo iban y venan por entre el palacio y la biblioteca. Byron le cogi del brazo. Atrs... Ahora lo nico que podemos hacer es desear que el calor de los fuegos llegue a ser lo bastante intenso antes de que puedan traer el ojo hasta aqu. La serpiente alada desapareci, y el repentino enfriamiento de la atmsfera hizo que Shelley sintiera un irracional deseo de haber trado un abrigo para Clara. La claridad rojiza de las llamas le permiti ver unos cuantos austracos que se acercaban corriendo llevando consigo una caja de madera. Los soldados venan de la baslica. Es el ojo dijo Byron. Coge a Allegra. El oficial austraco estaba haciendo seas apremiantes a los hombres que transportaban la caja y gritaba diciendo que los fuegos ya eran lo bastante intensos. Uno de los hombres que sostenan la caja tropez a causa del peso de su carga y la caja cay sobre las losas del suelo. Byron dej escapar una seca carcajada y el viejo le imit. Shelley apretaba la mano de Allegra con tanta fuerza que la nia haba empezado a llorar. El oficial lanz una mirada desesperada a Byron y Shelley y se llev la mano al cinturn. Shelley le dio la espalda y se agazap delante de Allegra, pero cuando alz la cabeza para mirar temerosamente por encima de su hombro vio que el objeto hacia el que aquel hombre haba alargado la mano no era una pistola. El oficial haba desenvainado un cuchillo. Shelley vio como pasaba el filo de ste por la garganta de uno de los soldados con los que Byron haba luchado. La sangre se esparci sobre las piedras. El soldado se dobl hacia atrs y cay al suelo mientras sus manos se movan sobre su cuello degollado en un intil intento de cerrar la herida. Sangre! chill Byron, arrojando el rifle sobre las losas. Est derramando sangre! Eso les proporcionar un ojo!
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Shelley dej caer a Clara sin ms ceremonias y corri hacia delante con la intencin de llevarse aquel cuerpo que segua soltando chorros de sangre y apartarlo del foco de las Grayas, pero el oficial ya haba girado sobre s mismo y acababa de cortarle el cuello a otro soldado. Mientras Shelley corra hacia l lanzando gritos de horror el oficial le mir a los ojos y cuando an les separaban cinco metros de distancia alz el cuchillo hasta colocarlo debajo de su mentn y lo hundi en su garganta. Su cuerpo se fue inclinando hacia adelante con tal lentitud que acab arrodillado en el suelo. El pavimento estaba cubierto de charcos de sangre. Shelley se detuvo sin saber qu hacer y se pregunt si era el delirio lo que creaba la impresin de que aquellas losas llenas de irregularidades estaban ondulando bajo sus pies, como si anhelaran beber la sustancia que se les haba negado desde que la plaza dej de ser el lugar donde se celebraban las ejecuciones. Pero el aire tambin se agitaba como un pjaro cado en una trampa, y Shelley pens que la mismsima textura del mundo empezaba a temblar en una protesta incontenible. El temblor y las vibraciones cesaron tan repentinamente como haban empezado, y aunque los fuegos seguan ardiendo y arrojando chorros de paja en llamas hacia las estatuas fantasmagricamente iluminadas desde abajo que coronaban las columnas y los soldados gritaban y corran de un lado para otro tan caticamente como siempre, Shelley sinti que una pesada capa de silencio e inmovilidad descenda sobre la plaza; y supo que ya era demasiado tarde. Las Grayas estaban despiertas, y podan ver. Retrocedi con paso vacilante sobre la solidez del pavimento hasta reunirse con Byron. Byron le arroj el cadver de Clara, que segua llevando puestos sus ridculos atuendos de marioneta, y empez a moverse en direccin a la gndola sosteniendo a Allegra en sus brazos. Shelley le sigui y sus sombras oscilaron sobre Tita y la gndola mucho antes de que llegaran al tramo de peldaos. Byron alz a Allegra en vilo para depositarla dentro de la gndola y Shelley se dio cuenta de lo plido que estaba, y se acord del soldado contra el que haba disparado. Shelley mir hacia atrs... y el vello de su nuca se eriz, pues la sangre estaba deslizndose rpidamente a travs de la plaza desde la base de una columna hasta la otra, siguiendo una trayectoria tan imposiblemente horizontal como si todo el suelo se hubiera inclinado de repente hacia un lado; y mientras daba un paso a la derecha para ver mejor la sangre volvi a deslizarse en direccin opuesta yendo hacia la columna junto a cuya base haba sido derramada. Las estrellas parecan estar movindose lentamente en el cielo, y cuando Shelley se dio la vuelta para subir a la gndola se dio cuenta de que las sombras proyectadas por las llamas eran particularmente bien definidas, y de que sus contornos no estaban nada borrosos. Shelley poda sentir la intensidad de la atencin concentrada sobre su persona. Tuvo que alzar la mirada para asegurarse de que ninguna entidad haba emergido del cielo para clavar sus inmensos ojos en l, pero no pudo ver nada salvo aquella claridad anormalmente intensa emitida por las estrellas. Son las columnas dijo Byron con voz ronca mientras le empujaba hacia la gndola. Estn... Parece que les fascinas. Shelley subi a la embarcacin y se dej caer en un asiento. Allegra retrocedi hacia la proa alejndose de l y durante un segundo de angustia Shelley crey que le odiaba por la forma en que haba tratado el cadver de Clara; pero un instante despus la nia cogi un almohadn y se tap la cara con l. To Percy solloz, por qu te mira as el ojo? Shelley se dio cuenta de que slo haba querido escapar al casi insoportable escrutinio de las Grayas.
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Y lo cierto es que las Grayas le estaban observando tan atentamente que poda sentir la potencia de su inters. Su corazn lata trabajosamente dentro de su flaco pecho, como si empujar la sangre venciendo la resistencia creada por su atencin requiriese un esfuerzo superior al necesario en circunstancias normales. Byron desat el cabo y subi a la gndola. Tita les alej de los fondamenta. Las aguas del canal estaban mucho ms agitadas que de costumbre, aunque el cielo haba perdido su ltima nube de tormenta haca varias horas y las estrellas brillaban como agujas heladas. Shelley alz los ojos hacia ellas y vio que parecan estar movindose de nuevo, mecindose de forma tan perceptible como barquitos de juguete en una charca de aguas revueltas. Shelley se inclin sacando medio cuerpo de la gndola y apart los mechones de cabello sudoroso que le caan sobre la frente para ver qu estaba ocurriendo en el canal. Algo chapoteaba en las aguas a unos cincuenta metros de distancia de la gndola delante de la iglesia de Santa Maria della Salute, y los chorros de espuma brillaban dbilmente bajo la luz de las estrellas Tita manejaba la prtiga con todas sus fuerzas mientras rezaba con voz claramente audible, lo que no era nada caracterstico en l, y durante un momento parte de algo inmenso emergi de las aguas, algo hecho de piedra y, aun as, vivo, y su roma cabeza terminada en barbas de algas y recubierta de moluscos pareci volverse hacia la plaza iluminada por las llamas con una espantosa y atenta concentracin en el fugaz momento que transcurri antes de que volviera a chocar con las aguas del canal y desapareciera. La opresiva sensacin de estar siendo observado por el cosmos dej de pesar sobre el pecho de Shelley. La tercera columna dijo Byron con voz enronquecida. La que se cay al canal en el siglo doce... Tambin la hemos despertado. Mir a Shelley y en sus ojos haba algo casi parecido al temor. Creo que hasta ella quiere ver cmo eres. Shelley se alegr de que su cuerpo se hubiera interpuesto entre Allegra y la criatura la nia ya haba visto demasiadas cosas aquella noche, e intent que sus flacos hombros se ensancharan para impedirle ver nada ms; pero las aguas del canal parecan estar calmndose y la criatura no volvi a emerger de ellas. La iglesia de San Vitale no tard en ocupar todo el panorama visible desde popa y Shelley se reclin en el asiento mientras observaba a Allegra con expresin preocupada. La nia pareca tranquila, pero Shelley an estaba inquieto. No se qued mucho tiempo en el Palazzo Mocenigo. Recordaba haber quitado la armadura con que haba disfrazado el maltratado cuerpecito de Clara y que haba pedido prestadas un par de herramientas a un Byron claramente afectado el lord no le pregunt para qu las quera y ni tan siquiera le mir al drselas, antes de llamar a una gndola en la que volvi a la posada donde le esperaban Mary y Claire. Shelley descendi por la pendiente bajo el sol de la maana hasta llegar adonde estaban Mary y Claire. El pequeo fretro ya haba sido introducido en la tumba y el sacerdote estaba rociando el agujero con agua bendita. Demasiado poco y demasiado tarde pens Shelley. Adis, Clara. Espero que lo ltimo que hice por ti no haya servido para que me guardes rencor. Ese regalo de despedida del que jams podr hablar en voz alta que te entregu justo antes del amanecer, despus de que hubiramos vuelto a la posada, cuando todos dorman salvo t y yo... Te has marchado al otro mundo odindome? Se pregunt si realmente haba perdido tanto tiempo en Este y haba permitido que su nia sufriera aquel horrible destino slo porque sus versos iban tan bien. Soy culpable de la misma ceguera autoimpuesta que aflige a Byron, quien est claro ignora conscientemente la relacin que existe entre su concubina Margarita
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Cogni y los ltimos poemas que ha escrito? Quiz si hubiera saltado de la gndola durante el trayecto de Fusina a Venecia, cuando Clara an viva... pens ahora. Si me hubiese ahogado entonces, incluso en un momento tan tardo, es posible que mi espantosa hermana hubiese muerto conmigo y Clara no habra tenido que perecer. Pero, no, a esas alturas ya haba sido mordida. Volvi a contemplar las heridas de su mano izquierda. La noche anterior haba bajado sigilosamente a la habitacin usada como trastero que el propietario de la posada les haba permitido usar para que guardaran el atad. La tapa estaba puesta, pero Shelley la levant para rodear la fra manecita de Clara con sus dedos. No haba ningn pulso, pero sinti una paciente vitalidad encerrada en lo ms hondo de la carne y supo qu clase de resurreccin de los muertos la despertara de ese sueo parecido a la muerte si no tomaba la vieja precaucin necesaria en estos casos. No necesit mucho tiempo, ni tan siquiera estando casi cegado por las lgrimas y dominado por temblores incontenibles. Cuando hubo terminado volvi a colocar la tapa en su sitio y, aunque era ateo, rez a cualquier poder benvolo que pudiera existir pidindole que nadie abriera el atad o, al menos, que no fuese abierto por una persona que no cargara con el terrible peso que impone el conocer la verdad oculta detrs de las supersticiones. Arroj el martillo de Byron al canal. En cuanto a la estaca de madera que haba hecho tantos estragos en sus manos y otros mucho peores en el cuerpecito de Clara, la dej clavada en su pecho.
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... Esta consuncin es una enfermedad que siente una preferencia especial hacia las personas que escriben versos tan buenos como los tuyos... No creo que los poetas jvenes y de temperamento afable estn condenados a satisfacer sus apetitos; pues no han establecido ningn vnculo a tal efecto con las Musas...
PERCY BYSSHE SHELLEY
Mucho me temo que algo anda mal en su mente o, al menos, as me lo parece. Tiene la sensacin de que vive a expensas de alguna otra persona, o una fantasa parecida.
JAMES CLARK,
Escribe a George tan pronto como recibas esta carta, y cuntale cmo estoy en la medida en que puedas imaginrtelo; y manda tambin una nota a mi hermana, quien camina en mi imaginacin como un espectro. Es tan parecida a Tom... Apenas me atrevo a despedirme de ti, ni aunque sea en una carta. Nunca he dominado el arte de hacer reverencias.
JOHN KEATS
El da era terriblemente fro, pero aun as haba una docena de artistas, la mayora turistas ingleses, que haban instalado sus caballetes en la Piazza di Spagna, al pie de la espaciosa escalera de mrmol que formaba varias terrazas en la cuesta de la colina Pinciana bajo los campanarios gemelos de la Trinit dei Monti. Michael
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Crawford cruz la plaza yendo hacia la pensin con el tejado de baldosas del nmero 26 y sus botas dispersaron montones de los resecos cascarones amarillos que cubran los pavimentos en todos los lugares donde se congregaban las clases ms bajas de Roma, y contempl con amarga diversin a la gente que coma platos llenos de las judas hervidas que haban producido aquellos desperdicios. Aquellas personas no eran exactamente mendigos. Haban ido all con la esperanza de que alguien las contratara como modelos para sus cuadros y crean que la mejor forma de conseguir ese trabajo era adoptar como por casualidad aquellas posturas para las que se consideraban especialmente adecuados. Un joven barbudo de mejillas chupadas se apoyaba en la barandilla de la escalera y alzaba los ojos hacia el cielo mientras farfullaba frases inaudibles con la clara esperanza de que alguien acabara pidindole que posara como modelo de un santo martirizado o, quiz, incluso de un Cristo; y junto a la fuente de Bernini haba una mujer con un chal azul que sostena un beb junto a sus senos y haca gestos de beatfica magnanimidad con el brazo que tena libre. Evidentemente, el fro era excesivo para que hubiese algn representante del dolce far niente, la vida del dulce hacer nada, tostndose al sol, pero santos, madonnas e incluso Sagradas Familias al completo permanecan inmviles formando grupos temblorosos sobre los tramos de peldaos grisceos que iban trepando por la colina. Durante un momento Crawford sinti la tentacin de dejar su maletn en el suelo y quedarse all con el nico fin de que algn artista acabara pidindole que posara como modelo, lo que le permitira averiguar qu clase de personaje consideraba ms adecuado para l. Un Hipcrates? Un envenenador de la poca de los Medici? Pero apret el paso, pues el invierno poda resultar mortfero para las vctimas de la consuncin incluso en Roma, y le haban dicho que el hombre a quien deba visitar se encontraba en una fase muy avanzada de la enfermedad. Para complicar an ms las cosas su enfermera pareca sufrir de un trastorno nervioso que la converta en peligrosa tanto para ella misma como para su paciente, y Crawford haba recibido una medicina destinada a ella que llevaba en un frasquito guardado dentro del bolsillo de su chaqueta. El paso de Crawford segua siendo rpido y slo tena cuarenta aos, pero casi toda su cabellera haba sucumbido a las canas. Pronto hara dos aos que volva a trabajar como mdico la mayora de los pacientes a los que haba atendido llegaban a sus manos gracias a los buenos oficios de un hombre llamado Werner von Aargau, y durante los ltimos veintisis meses su trabajo como tal le haba hecho viajar por toda Europa. Le alegraba volver a estar en Roma. Conoci a Von Aargau el invierno de 1818 en Venecia, una poca en la que su situacin financiera era ms bien lamentable. Crawford haba estado bebiendo hasta bien avanzada la noche bajo la luz de las lmparas en un caf a la orilla de un canal, y se haba levantado de un salto al or un entrechocar de aceros muy cercano. Dej su bebida sobre la mesa, corri una docena de metros por la orilla del canal y casi tropez con un joven cado sobre las viejas losas junto a una espada. El joven tena la camisa empapada en sangre. El cada vez ms dbil tamborilear de unos pasos que huan a la carrera no le impidi or la respiracin entrecortada del joven, por lo que se inclin sobre l y us la espada para cortar la chaqueta de seda de la vctima y fabricar un vendaje improvisado que tens lo ms posible sobre la herida de su vientre. Despus volvi corriendo al caf para pedir que le ayudaran a transportar el cuerpo semiinconsciente hasta all. El joven acab acostado sobre el suelo junto a una mesa, y Crawford cosi la herida con un espetn y cordel del que se usaba en la cocina. El joven recobr el conocimiento mientras Crawford y un par de voluntarios le llevaban en una embarcacin al hospital ms cercano, y cuando se enter de quin le haba cosido la herida se las arregl para sacar una faltriquera de su bolsillo e insisti
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en que Crawford deba aceptarla. Crawford examin su contenido un rato despus y descubri que contena una docena de louis d'or. Crawford pens que deba hacer durar aquel dinero lo ms posible, y gast un poco en conseguir una habitacin barata y pagar un plato de pasta caliente baada en aceite, pero a la maana siguiente un criado llam a su puerta y le pidi que le acompaara al hospital. Crawford nunca descubri cmo se las haba arreglado para saber dnde poda encontrarle. Una vez en el hospital Crawford se asombr al ver que el joven cuya herida haba cosido la noche anterior estaba sentado en la cama, aparentemente lcido y sin fiebre; y cuando empez a expresar con voz algo tartamudeante su gratitud por el dinero el joven le interrumpi y le dijo que ninguna suma de dinero bastara para saldar la deuda que tena con Crawford por haberle salvado la vida. Despus aadi que estaba dispuesto a ofrecerle un empleo suponiendo, naturalmente, que Crawford no tuviera ya alguno. Crawford baj la cabeza para contemplar sus ms bien maltrechas ropas, la alz con una sonrisa algo abatida en los labios y le pregunt qu clase de empleo haba pensado ofrecerle. El joven result ser Werner von Aargau, un rico filntropo y mecenas de las artes. Explic a Crawford que no slo provea de fondos a polticos, artistas y lderes religiosos, sino que tambin se encargaba de proporcionarles la mejor asistencia mdica posible cuando la necesitaban, y le pregunt si le gustara trabajar para l en calidad de cirujano, dado que obviamente sus habilidades en esa rea de la medicina eran muy considerables. Crawford replic dicindole que legalmente slo estaba cualificado para practicar la medicina veterinaria, y que no haba tenido mucho xito en ella. De hecho, haba ido a Venecia con el nico fin de intentar pedir dinero prestado a un conocido al que no haba visto desde haca un par de aos y haba estado desperdiciando la noche en aquel caf porque se haban separado en bastantes malos trminos, y quera anestesiar un poco su orgullo mediante la bebida antes de acudir a l para reanudar su vieja relacin. Von Aargau le asegur que le consideraba un mdico de primera categora y que poda proporcionarle credenciales falsas impecables y dado que Von Aargau no necesitara sus servicios con mucha frecuencia que poda dedicarse a la medicina por su cuenta en la especialidad que ms le interesara e ir acumulando su propia clientela. Eso acab de decidir a Crawford. Crawford sac la impresin de que no tena el derecho de inquirir sobre la naturaleza de la discusin que haba acabado provocando su encuentro; pero antes de aceptar la oferta hecha por von Aargau reuni el coraje suficiente para preguntarle si el que un espadachn intentara asesinarle en plena noche era algo que se produca con mucha frecuencia. Von Aargau se ri y le asegur que se trataba de un acontecimiento muy raro, pero cuando Crawford cosi su herida sobre el suelo manchado de sangre del caf se haba fijado en una cicatriz bastante ancha situada bajo las costillas del joven, y saba que el acero con que aquel asesino le atraves junto al canal no haba sido el primero en violar la integridad del flanco de Von Aargau. Algn tiempo despus se enter de que Von Aargau estaba oscura pero poderosamente relacionado con el nuevo gobierno austraco de Venecia, y de que era particularmente odiado y temido por los Carbonari, una vieja sociedad secreta que se esforzaba por expulsar de Italia a sus nuevos amos extranjeros. Von Aargau advirti a Crawford de que aquellas personas le consideraran un agente ms de los austracos aunque se limitara a ejercer la medicina; y le dijo que hara bien abstenindose de visitar los barrios donde se hallaban las cabezas de madera montadas sobre postes llamadas mazzes, pues el mazze era algo as como la bandera de los Carbonari.
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Aquello no hizo cambiar de opinin a Crawford, y un mes despus ya ocupaba un puesto en el Hospital dil Santo Espirito de Roma, a la orilla del Tber, con la imponente cpula de San Pedro a un lado y las fortificaciones del Castel Sant'Angelo al otro. Alquil un apartamento al otro lado del ro consistente en un par de habitaciones que daban a la fuente de Neptuno en la Plaza Navona, y cada maana que le dejaban libre los encargos de Von Aargau recorra las callejas angostas hasta llegar al Ponte Sant'Angelo y lo cruzaba. Que el puente estuviera animado por la presencia de otros transentes siempre le haca sentirse un poco ms tranquilo, pues entonces no tena la impresin de hallarse tan superado en nmero por los enormes ngeles de piedra que coronaban los pedestales situados con intervalos de pocos metros a lo largo de la balaustrada de piedra que haba a cada lado. El hospital era un conjunto de hospitales cada uno de los cuales estaba consagrado a un tipo de paciente distinto. Crawford trabajaba en una mezcla de hospital e inclusa, y cuidaba a los pequeos que eran entregados annimamente a travs de una puertecita que se abra al or sonar una campanilla en el muro que daba a la calle. Los nios siempre llegaban de noche, y Crawford nunca vio a ninguno de los padres que tiraban con reluctancia del cordn de la campanilla, y en algunos momentos de agotamiento particularmente intenso su imaginacin jugueteaba con la idea de que cuando sonaba la campanilla y los bebs aparecan en la cesta la calle estaba desierta, como si los pequeos fueran depositados junto a la puerta por !a mismsima ciudad, quiz mediante uno de los ngeles de piedra que adornaban el puente. Despus de abandonar Venecia no volvi a ver a Von Aargau, pero cada mes o cada dos meses su apartamento era visitado por alguien que actuaba como representante de aquel joven potentado. Crawford sola trabajar ms de diez horas seguidas, pero aquellos mensajeros jams le visitaban en el hospital y preferan aguardar en la calle delante de su apartamento incluso cuando haca fro o llova. En una ocasin interrog a uno de ellos para averiguar la razn de aquel comportamiento, y el mensajero le explic que el lado vaticano del ro no les gustaba y les haca sentirse incmodos. Los pacientes que le encargaban visitar siempre sufran la misma dolencia, una seudo tuberculosis que Von Aargau insista deba ser tratada con ajo, agua bendita y ventanas cerradas..., y a menudo con ludano, para asegurarse de que el paciente dormira profundamente durante toda la noche. Naturalmente, Crawford era consciente de las implicaciones del tratamiento, y no se le haban pasado por alto las seales de pinchazos gemelos visibles en los cuerpos de muchos de aquellos pacientes especiales; pero haca ya mucho tiempo que haba aceptado el hecho de que su vida jams volvera a ser ni remotamente parecida a como haba sido antes de aquella noche, en que puso su anillo de boda alrededor del dedo de una estatua en el patio trasero de una posada de Kent, haca ya cuatro aos y medio; y por lo menos aquel arreglo le permita consagrar sus horas al nico trabajo que an le pareca dotado de cierto valor: cuidar a los recin nacidos, los pequeos seres indefensos que an no haban tenido ocasin de actuar y perder la gracia original que posean al nacer. El nmero 26 se encontraba en el extremo sur de la Piazza di Spagna. Crawford cruz la arcada que daba acceso a la vieja casa y subi la escalera hasta llegar al descansillo del segundo piso, sigui por el pasillo y empez a contar las puertas de las habitaciones mientras avanzaba sobre el gastado suelo de madera. Le haban dicho que su nuevo paciente tena alquiladas las dos habitaciones de la esquina que daban a
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la plaza. Las notas de un piano algo de Haydn, hacan vibrar suavemente la inmvil atmsfera del pasillo. Encontr la puerta que andaba buscando, llam con los nudillos y repas mentalmente lo que le haban contado sobre aquel caso mientras aguardaba a que le abrieran. El paciente era un joven ingls, un poeta, y sufra de consuncin, pero en este caso se trataba de una consuncin que exiga un tratamiento totalmente opuesto al que Von Aargau sola recomendar. En este caso no administrara ni un solo diente de ajo ni tan siquiera permitira que el ajo entrara en la habitacin, cualquier tipo de parafernalia religiosa deba ser eliminada y las ventanas deban quedar abiertas durante toda la noche. Crawford saba muy bien que en cualquier colegio mdico de un pas civilizado los mtodos de Von Aargau seran objeto de irrisin y causa de expulsin inmediata y quiz incluso de encarcelamiento, pero haba visto cmo pacientes que se encontraban a las puertas de la muerte se recuperaban gracias a ellos. La msica del piano se haba detenido apenas llam a la puerta, y pudo or crujidos y sonidos de muebles siendo desplazados que duraron varios segundos. El cerrojo de la puerta acab descorrindose, y cuando la silueta de un joven de aspecto cansado y nervioso se recort en el umbral Crawford se fij en la extraa colocacin de varias sillas y supuso que unos momentos antes habran estado amontonadas al otro lado de la puerta. Crawford sinti una cierta perplejidad hasta que vio el piano indudablemente alquilado que ocupaba el otro extremo de la habitacin. La ley italiana exiga que todo el mobiliario de un cuarto ocupado por quien padeciera de consuncin fuese quemado despus de la muerte del paciente y, naturalmente, aquellas personas no podan correr el riesgo de que la casera irrumpiera por sorpresa y sorprendiera al joven viviendo en aquella habitacin amueblada con tanto lujo. Si? pregunt el joven con voz temblorosa. Tena un fuerte acento ingls. Cosa vuole? Puede hablarme en ingls dijo Crawford, pasando junto a l y entrando en la habitacin. Soy Michael Aickman y ejerzo la medicina. Me han enviado para que atienda a un joven llamado John Keats... Supongo que est ah dentro, no? aadi mientras iba hacia la otra puerta. El joven haba parecido aliviado al comprender que no debera hacer el esfuerzo de hablar en italiano, pero las palabras de Crawford bastaron para que su rostro volviera a adoptar una expresin preocupada. Es que el doctor Clark no puede venir? Le ha enviado a usted en su lugar? La enfermera acaba de salir para ir a recoger el correo, y le queda muy poco rato para marcharse a su casa, pero... No, no me ha enviado el doctor Clark. Trabajo en Santo Spirito, al otro lado del ro, pero esto es una consulta que no tiene ninguna relacin con el hospital. Disculpe, pero me han dicho que el seor Keats est muy enfermo y me gustara empezar a tratarle inmediatamente... Podra decirle que estoy aqu? Pero nosotros... No podemos permitirnos otro mdico! Clark lleva un tiempo sin cobrar sus honorarios, y la enfermera trabaja sin cobrar nada. Usted... Mis honorarios ya han sido pagados por un buen samaritano annimo que cuida de los poetas sin medios econmicos que se ponen enfermos. Tiene la bondad de anunciarle que estoy aqu? Bueno... El joven pas por delante de Aickman y llam a la puerta. John? Tenemos visita. Es mdico y dice que alguien le ha pagado para que se ocupe de ti..., quiz sea cosa de Shelley, o puede que Brown haya vuelto a Inglaterra. Aickman frunci ligeramente el ceo al or el primer apellido y sinti la repentina necesidad de tomar un trago.
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Esperar en el pasillo mientras habla con l se apresur a decir mientras giraba sobre s mismo y hurgaba entre los pliegues de su chaqueta. Cuando lleg al pasillo desenrosc el tapn de su petaca y la alz hasta su boca. Volvi a enroscar el tapn despus de haber tomado varios tragos de brandy y se guard la petaca en el bolsillo. Normalmente ocultaba el olor del alcohol masticando dientes de ajo, pero le haban dicho que Keats no deba tener el ms mnimo contacto con los ajos, por lo que no llevaba ninguno encima. Oh, bueno pens. Supongo que ese joven no pensar examinar la dentadura de un mdico regalado... La idea le pareci bastante graciosa, y cuando volvi a entrar en el apartamento estaba riendo en voz baja. El joven que le esperaba junto a la puerta olisque el aire y le mir fijamente. Se volvi con rapidez hacia la puerta cerrada y Aickman pudo or lo que murmuraba. Dios mo, John, tu instinto ha vuelto a dar en la diana... Est borracho! Crawford se dispona a tratar la ingratitud de aquel joven con la dureza que se mereca cuando oy una carcajada al otro lado de la puerta. Borracho? pregunt una voz bastante dbil. Oh, muy bien... Djale pasar, Severn. Severn puso los ojos en blanco, pero abri la puerta. Crawford pas junto a l y entr en la habitacin con un caminar lo ms arrogante e imperioso posible. Severn le sigui. La habitacin era bastante pequea. Crawford vio una cama junto a una pared y una ventana en la otra. El joven que yaca en la cama estaba muy flaco y tena los ojos hundidos en las cuencas, pero daba la impresin de haber sido bastante robusto..., y cuando alz la mirada hacia l Crawford le reconoci. Era el mismo joven que le haba ayudado a huir de Josephine en Londres cuatro aos atrs, el primero que le haba hablado de los nefelim. Cmo se llamaba aquel horrible pub situado bajo el puente de Londres al que le haba llevado? El Galatea, eso era. Keats tambin pareci reconocerle y Crawford tuvo la impresin de que su presencia le asustaba. La sonrisa con que le salud resultaba un tanto forzada. Doctor...? Aickman dijo Crawford. No era...? Djeme ver... Frankish? Vaya memoria la suya! No. La atmsfera de la habitacin estaba saturada por el olor a levadura algo rancia de un cuerpo humano que desfalleca de hambre. La sabidura mdica convencional sostena que los consuntivos apenas deban comer nada. Crawford fue hacia la ventana, descorri el pestillo y la abri de par en par. El aire fresco es muy importante en el tratamiento de la variedad de tisis que le aqueja dijo Crawford. Es una suerte que su cama est tan cerca de una ventana. Mir hacia abajo y pudo ver los turistas con sus caballetes, los espaciosos tramos de peldaos que iban descendiendo por la colina y los grupos de santos temblorosos pegados a las balaustradas. El campanario que haba ante la iglesia de la Trinit dei Monti proyectaba una larga sombra invernal, como si fuera el gnomon de un reloj de sol concebido para indicar las estaciones en vez de las horas. Ms all de la iglesia slo haba el verdor de las colinas, pues se encontraban en el confn norte de la ciudad. Otra cosa muy... empez a decir, y no lleg a completar la frase. Estaba con medio cuerpo asomado por el alfizar de la ventana y descubri que tena la mano manchada de grasa. Pudo oler el ajo incluso sin necesidad de llevarse la mano a la nariz. Qu es esto? pregunt en voz baja. Keats le mir con cierta cautela, pero Severn se ri.
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Hacemos que nos suban la cena de la trattoria que hay abajo explic, y nos cuesta una libra al da, pero al principio la comida era realmente terrible. Una noche el portero trajo los platos. John los cogi y, sin dejar de sonrer, tir toda la comida por la ventana... Y le devolvi los platos vacos! Desde entonces todo lo que nos traen es magnfico... Y la casera ni tan siquiera nos cobr las cenas que acabaron en la plaza! Observ la mano de Crawford. Eh... supongo que cuando las tiraba se le debi de caer un poco de comida en el alfizar. Accidentalmente, claro repiti Crawford con voz pensativa. Se volvi hacia Keats y le sonri. Bueno, no podemos esperar que mejore con restos de comida en putrefaccin tan cerca de usted, verdad? Har que esa enfermera suya limpie la ventana tan pronto como vuelva. Y ahora, es muy importante que... No quiero que me atienda dijo Keats con firmeza. Clark cuida muy bien de m. No necesito... Crawford se prometi que tomara otro trago de su petaca lo ms pronto posible. He atendido una docena de casos muy parecidos al suyo, seor Keats, y todos mis pacientes se han recuperado. Me pregunto si Clark puede presumir de un rcord similar... De hecho, est seguro de que se trata de consuncin? No hay algunos sntomas que le... tienen perplejo? Eso es cierto, John dijo Severn. Clark piensa que quiz sea algo relacionado con tu estmago, o con tu corazn... Mi hermano ha muerto, Frankish dijo Keats. La preocupacin y el sentirse indefenso hacan que su flaco rostro pareciese an ms famlico y consumido. Tom muri en Inglaterra hace dos aos... de consuncin. Keats se detuvo para toser roncamente, pero logr cortar el ataque de tos pasados unos segundos. Y an no haba cumplido los dieciocho aos sigui diciendo con voz ronca. Y dos aos antes de eso..., muy poco despus de que le conociera a usted, de hecho, empez a recibir cartas en verso de alguien que firmaba como Amena Bellafina, y estoy seguro de que su italiano es lo bastante bueno para traducir eso y obtener algo as como agradable sucesin de amores, aunque bella tambin puede significar la presa final... La voz de Keats haba ido enronqueciendo y debilitndose con cada palabra que pronunciaba, y al final no tuvo ms remedio que rendirse ante la tos que se haba ido acumulando dentro de l. Se derrumb sobre el lecho y se meci de un lado para otro mientras aquella tos terrible desgarraba su pecho y llenaba sus labios de sangre. Crawford se arrodill junto a l y rode su delgada mueca con los dedos de una mano. Cualquier mdico convencional ya habra empezado a afilar su lanceta y estara pidiendo un pao, un cuenco y una esponja empapada en vinagre, pero Crawford haba perdido su antigua fe en las virtudes de la flebotoma en algn momento del perodo de tiempo transcurrido desde que abandon Inglaterra. No estaba muy seguro del porqu, pero sangrar a un paciente resultaba excesivamente parecido a una violacin y dudaba mucho de que volviera a hacer otra sangra en toda su vida. El pulso de Keats era fuerte y regular, cosa nada corriente en la consuncin..., pero Crawford ya saba que no estaba ante un caso de consuncin. Alcanfor, nitra, beleo blanco... No tratara esta enfermedad prescribiendo ninguno de esos remedios. La tos de Keats ya se haba calmado. Respiraba ms profundamente, pero pareca haber perdido el conocimiento. Delirio, doctor? pregunt Severn. Crawford alz los ojos hacia l y se dio cuenta por primera vez de lo agotado que estaba el amigo de Keats. Casi cualquier mdico le dira que est delirando. Crawford se incorpor. Cunto tiempo lleva cuidando de l?
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Desde septiembre... Cinco meses. Salimos de Inglaterra juntos. Crawford le precedi a la otra habitacin. Cunto tiempo llevan en Roma? Desde noviembre. Desembarcamos en Npoles el cumpleaos de Keats, la vspera de Todos los Santos. El viaje desde Inglaterra requiri ms de un mes? S. Severn se derrumb en una silla y se frot los ojos. Cuando zarpamos el tiempo era bastante malo y pasamos dos semanas enteras navegando de un lado para otro junto a la costa sur de Inglaterra esperando a que aclarase un poco. Por fin logramos cruzar el canal, pero el viaje fue horrible y cuando llegamos a Npoles tuvimos que pasar diez das a bordo en cuarentena. Por qu? Nos dijeron que Londres haba sufrido una epidemia de tifus. Ah. Crawford, que trabajaba en el hospital ms grande de Roma y sola ser llamado para los casos en que se necesitaba un mdico que hablara ingls, no haba tenido noticias sobre ninguna epidemia de tifus en Londres. Cumple aos la vspera de Todos los Santos... murmur con voz pensativa, y record que Keats se lo haba dicho haca ya cuatro aos. Esa deba de ser la razn de que el tratamiento mdico prescrito por Von Aargau fuera el contrario del que le haca utilizar normalmente en aquellos casos de seudoconsuncin. Normalmente los pacientes deban ser aislados mediante el ajo, el agua bendita y las ventanas cerradas para que la fuente de su debilitamiento no pudiese llegar hasta ellos; pero la fecha de su nacimiento haca que Keats fuese un miembro por adopcin de la familia nefelim. Era distinto, y lo nico que poda mantenerle con vida era una nueva exposicin al veneno. Y Keats debe de saberlo pens. Qu le ha impulsado a encerrarse en un sitio donde ella no puede entrar? Acababa de pensar la palabra ella cuando se fij en el ttulo de un libro que haba encima de la mesa: Lamia, Isabella, la vspera de santa Agnes y otros poemas..., por John Keats. Crawford lo cogi. Es el segundo libro de poemas de John le explic Severn. El peso del frasquito que llevaba en el bolsillo le record que deba esperar a la enfermera y, de todas formas, no podra tomar ninguna medida que aliviara de forma perceptible el estado de Keats hasta que hubiese oscurecido, por lo que se volvi hacia Severn. Me gustara esperar y hablar con esa enfermera. Le importa si leo algunos poemas? Severn movi la mano. Oh, claro que no. Quiere que le prepare un poco de t? Crawford sac su petaca y desenrosc el tapn ignorando la mirada escandalizada que le lanz Severn. No, gracias. Slo necesito un vaso. Lamia era un poema narrativo sobre un joven corintio que se casaba con una criatura que a veces era mujer y a veces una especie de serpiente alada con el cuerpo recubierto de joyas. Al final el joven mora cuando un amigo le libraba de ella. Isabella contaba la historia de una joven de buena cuna cuyos hermanos mataban a su amante plebeyo. La joven desenterraba la cabeza y la plantaba en una maceta de albahaca que regaba con sus lgrimas. Crawford tuvo la impresin de que la historia narrada en cada poema era bastante parecida, pues en ambos haba una hembra que se emparejaba por debajo de su posicin con lo que, sin quererlo, causaba la perdicin del varn a quien amaba con todo su ser.
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Oy ruido de pasos que se aproximaban por el pasillo. Severn dej la revista que haba estado leyendo sobre la mesa y se puso en pie. Debe de ser Julia, la enfermera dijo. Crawford tambin se puso en pie sin soltar el libro de Keats..., pero lo dej caer al suelo cuando Severn abri la puerta y la enfermera entr en la habitacin. Durante un momento estuvo seguro de que era Julia, su Julia, su segunda esposa, la que haba muerto de manera tan horrible en una posada de Hastings, pero despus se dio cuenta de que los contornos de la mandbula eran sutilmente distintos, y de que la frente era demasiado alta y despejada, y tosi para disimular una risita de incomodidad. Pero cuando la enfermera le mir Crawford vio que uno de sus ojos no se desplazaba de la forma adecuada y su color era levemente distinto al del otro, y en cuanto comprendi quin era aquella mujer el vello que cubra su nuca se eriz de una forma nada metafrica. Julia, te presento al doctor Aickman estaba diciendo Severn. El hospital que hay al otro lado del ro le ha enviado para que cuide de John..., gratis! Josephine salud a Crawford con un asentimiento de cabeza sin dar seales de que le hubiese reconocido, y aquello le record lo mucho que haba envejecido desde la ltima vez en que le vio. El doctor Clark est de acuerdo en que le ayude a ocuparse del caso? Crawford estaba intentando pensar si haba algo aparte de la ms pura y asombrosa coincidencia que hubiera podido llevarla hasta aqu, por lo que no oy su pregunta y tuvo que pedirle que la repitiera. Cuando lo hizo mene la cabeza cansadamente y alarg la mano hacia su petaca. No dijo llevndosela a la boca. Disclpeme... aadi un momento despus mientras la bajaba y se limpiaba los labios con la mano libre. No, pero puedo mostrarle mis credenciales y testimonios que le garantizo superan en mucho a cualquiera de los que pueda ensearle el doctor Clark..., y puedo garantizarle que el seor Keats se recuperar. Sus palabras no parecieron tranquilizar demasiado a Josephine. El seor Keats... Tiene algo que decir al respecto? John no quiere que le atienda dijo Severn, quien pareca haber vuelto a sentirse gravemente ofendido por la petaca de Crawford. Aickman quiere que John duerma con la ventana abierta... Oh, y tambin quiere que limpies el alfizar de la ventana. Su tono de voz dej bien claro que Severn esperaba la reaccin de orgullo profesional ofendido propia de la enfermera a quien se le pide que realice tareas de criada, pero Crawford vio un destello de autntica alarma en sus ojos. Quin le ha enviado? pregunt Josephine con un hilo de voz. No es el Santo Spirito... Ellos no tienen nada que objetar al ajo, el agua bendita y las ventanas cerradas! Severn la contempl con cara de perplejidad, pero Crawford dio un paso hacia ella y habl mirndola directamente a la cara. Nunca he dicho que viniera enviado por el Santo Spirito. Lo nico que dije es que mis mtodos le curarn. Record que Josephine haba sufrido una enfermedad nerviosa, y dese que le fuera posible abrirle la boca por la fuerza y echar el contenido del frasquito dentro de su garganta ahora mismo. Y, al mismo tiempo, era vagamente consciente de que no estaba manejando la situacin con demasiado tacto. La referencia a Shelley y la repentina intrusin de Josephine y cien recuerdos de aquel pasado al que crea muerto y enterrado le haban trastornado. Llevaba encima la petaca con el nico fin de perder el conocimiento durante aquellos momentos generalmente a ltima hora de la noche, en que senta
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la tentacin de llamar a su esposa no humana e invitarla a que regresara con l..., y haba estado usndola con toda liberalidad en pleno da. Von Aargau le haba obligado a aprenderse de memoria un procedimiento que deba utilizar en el caso de que sus recursos no bastaran para enfrentarse a alguna de las misiones que le asignaba, y Crawford empez a temer que debera usarlo por primera vez aquel da; pero Von Aargau haba fruncido el ceo mientras se lo explicaba y dej muy claro que albergaba la esperanza de que Crawford jams se vera obligado a emplearlo. Oiga dijo Crawford en un tono de voz algo desesperado, deme una noche. Si maana por la maana no ha mejorado de una forma asombrosa pagar la totalidad de los honorarios que adeudan al doctor Clark..., y tambin pagar su salario aadi, volvindose hacia Josephine, cubriendo la totalidad del tiempo que ha trabajado aqu. La expresin de Josephine no cambi, pero Severn sonri con incredulidad. De veras? Est dispuesto a poner lo que ha dicho por escrito? Santo Dios, eso... No le interrumpi secamente Josephine, no puede quedarse. John no quiere que est aqu. Y no necesito que me paguen honorarios por este trabajo... He ahorrado algn dinero y atiendo pacientes que pueden pagar en mis das libres, y en el Albergue de San Pablo no me cobran nada por el alojamiento... Disculpa, Julia dijo Severn con voz algo tensa, pero no creo que te corresponda tomar esa clase de decisiones. Si este hombre est dispuesto a pagar lo que se le debe a Clark... La puerta que haba detrs de ellos se abri lentamente y cuando Crawford se volvi, asombrado, vio que Keats se haba levantado de la cama y estaba de pie en el umbral. Mi hermano murmur Keats, y empez a derrumbarse. Crawford y Severn saltaron hacia l con el tiempo justo de cogerle antes de que cayera al suelo, y le llevaron a la cama. Nos ha contado que Tom muri de consuncin dijo Crawford en voz baja y suave. Keats mene la cabeza con impaciencia. Mi otro hermano, George. Confo en que se encuentre bien..., le convenc para que se fuera a Amrica..., incluso tuve que prestarle el dinero para hacerlo y ahora est all, con todo el Ocano Atlntico entre l y mi..., mi demonio o mi hada madrina..., y mi hermano Edward muri cuando yo an no haba cumplido seis aos..., pero mi hermana Fanny slo tiene diecisiete aos! Y est en Inglaterra! Dios, es que no puede entenderlo? Yo... Sufri un terrible ataque de tos y pareci volver a perder el conocimiento; pero un instante despus abri los ojos y mir a Severn. Lo siento, Joseph dijo, y las palabras brotaron con dificultad de sus labios ensangrentados. Ya s que dejar de estar en deuda con Clark sera maravilloso, pero este hombre... Aickman tiene que marcharse. No dejes que vuelva a entrar aqu. Crawford se inclin sobre la cama. Quiere morir, verdad? Es eso lo que intenta decirme? Keats lade la cabeza hasta quedar de cara a la pared. No, idiota, no quiero morir. Cristo... Severn cogi a Crawford por el brazo y le sac casi a rastras del cuarto, le hizo cruzar la habitacin contigua y el umbral que daba al pasillo. Crawford estaba tan sorprendido que no opuso resistencia. No haba credo que Severn fuera capaz de tratarle de aquella manera tan brusca. Est comprometido con una chica de Inglaterra dijo Severn con aspereza, y sabe que nunca volver a verla. Ella le escribe cartas, pero ya no puede soportar el leerlas. Ni tan siquiera me permite que las abra... Haba lgrimas en sus ojos y se las
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sec con un manotazo lleno de impaciencia. Y su nuevo libro por fin est consiguiendo la clase de atencin que ha estado esperando durante toda su vida. Y no es un..., un recluso asctico. Es..., era un joven vigoroso y sano y est en Roma, pero ni tan siquiera puede salir de su cuarto para ver la ciudad. Y usted cree que quiere morir... Crawford abri la boca para hablar, pero Severn le empuj con todas sus fuerzas y le oblig a retroceder varios pasos por el pasillo, trastabillando a causa del empujn y la ebriedad. Si vuelvo a verle aqu, yo... empez a decir Severn, pero mene la cabeza como si no supiera muy bien qu hara en tal caso. Volvi a entrar en el apartamento y cerr la puerta detrs de l. Crawford lanz una maldicin entre otras cosas porque se haba dejado la petaca dentro, gir sobre sus talones y se alej por el pasillo hacia la escalera. La sangre era una tinta psima. Cuando hubo terminado de hundir la punta de su pluma en el dedo las veces suficientes para garrapatear la nota que enviara a sus jefes austracos la carne de la yema se haba convertido en una ruina llena de pinchazos y cortes. Crawford dej la pluma sobre la mesa y se chup el dedo mientras lea la nota. No quiere cooperar, y la enfermera tampoco. Lo siento. Cuando logr encontrar el silbato especial que Von Aargau le haba dado y se lo hubo guardado en el bolsillo la sangre ya se haba secado sobre el papel. Se supona que deba dejar la nota en la mano de alguna estatua, cosa nada difcil en Italia y todava ms sencilla en Roma. Sali de su habitacin, baj la escalera que llevaba hasta la Plaza Navona a una docena de manzanas de donde viva Keats, y contempl las tres fuentes que haba en la gran plaza sin dejar de chuparse el dedo. La fuente de Neptuno era la ms prxima, por lo que fue hasta ella y observ con expresin pensativa las figuras de piedra esparcidas por aquella especie de gran laguna. Neptuno estaba demasiado ocupado clavando una lanza en algo que pareca un pulpo sus manos eran meros puos que rodeaban el astil de la lanza, pero cerca de l haba un par de querubines de mrmol que daban la impresin de estar atormentando a un caballo de ojos enloquecidos, y bajo la mano de uno de ellos haba espacio suficiente para dejar la nota siempre que doblara el papel lo ms apretadamente posible. Dobl la hoja, se meti en la fuente, avanz chapoteando hasta el caballo y meti la nota debajo de los dedos de piedra. Estar poniendo algo en la mano de una estatua hizo que sintiera un escalofro, pero expuls de su mente el ya lejano recuerdo de otra estatua en el patio trasero de una posada de Sussex. Alz los ojos mientras vadeaba las aguas volviendo al pavimento, y pens si habra alguien que le hubiese observado y estuviera preguntndose a qu vena todo aquello y si intentara sacar la nota de donde la haba puesto, pero slo una vieja pareca haberse fijado en sus actos y estaba persignndose mientras se alejaba lo ms deprisa posible. Muy bien se dijo al salir de la fuente con las perneras empapadas de sus pantalones aleteando alrededor de sus tobillos, la nota est en su sitio y ahora lo nico que debes hacer es aguardar a que la gente de Von Aargau sepa que hay una nota esperando ser recogida. Slo Dios sabe cmo recibirn mi seal o cmo se las arreglarn para averiguar qu mano de piedra de entre todas las que hay en la ciudad sostiene la nota, pero eso es problema suyo.
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Sac el silbato de su bolsillo y empez a alzarlo hasta sus labios, pero entonces pens que sus pantalones mojados ya hacan que resultara un poco conspicuo y que si aada a eso el estar de pie en el centro de la plaza soplando un silbato acabara pareciendo algn artista callejero de tercera categora. Fue lo ms deprisa posible a refugiarse entre las sombras de un callejn cercano y sopl el silbato siguiendo la pauta cuatro-dos-tres que le haba descrito Von Aargau. Tal y como le haba prevenido ste, el silbato no produjo ningn sonido audible. Crawford volvi a soplar repitiendo la seal. Un pequeo diluvio de arena y minsculos trocitos de grava empez a caer sobre el suelo del callejn. Crawford alz la cabeza mientras volva a repetir la pauta de soplidos y vio como una bandada de palomas que haba estado anidando bajo los viejos aleros emerga ruidosamente de sus refugios para dispersarse aleteando por el cielo; y las campanas de las iglesias haban empezado a sonar creando una cacofona esparcida por toda la ciudad, pero un instante despus todos los sonidos quedaron enmascarados por un chaparrn repentino y en unos momentos la lluvia oscureci los pavimentos y las fachadas de los edificios de piedra. Crawford se guard el silbato en el bolsillo y abandon el refugio que le ofrecan los aleros para volver a la plaza bruscamente barrida por la lluvia. Apenas haba recorrido veinte metros de la distancia que le separaba de su edificio cuando oy un repiqueteo de cascos sobre el pavimento. Mir a su izquierda, hacia el norte, y vio una docena de hombres montados a caballo que entraban en la plaza y tiraban de las riendas deteniendo a sus monturas. Estaban a casi cien metros de distancia, pero Crawford se dio cuenta de que observaban con mucha atencin a todo el mundo y hacan rpidas preguntas a quienes tenan ms cerca, pero la anciana que haba visto como Crawford se meta en la fuente ya no estaba all y, aparentemente, la lluvia bastaba para que los pantalones mojados de Crawford no despertaran sospechas, pues logr llegar a la puerta principal de su edificio sin ser detenido. Haba lanzado una rpida mirada al querubn de piedra cuando pasaba junto a l, y crey ver un hilillo de sangre deslizndose por el cuello del caballo. La impresin de que los querubines estaban torturndolo era ms fuerte que nunca. Entr en su habitacin, se quit la chaqueta empapada... y oy un clunk cuando la colg en el respaldo de una silla. Volvi a cogerla y registr los bolsillos. Un instante despus haba sacado de entre los pliegues de su pauelo el frasquito con la medicina que se supona deba haber entregado a Josephine. Se sent en la silla con el frasquito en la mano. Sus ojos fueron ms all de los cristales de la ventana sobre los que se deslizaba la lluvia y se posaron en el cielo color plomo del atardecer. Cmo diablos era posible que Josephine hubiera acabado en esa habitacin..., y hacindose llamar Julia? Estaba claro que no le haba seguido, pues llevaba un mnimo de varios das atendiendo a Keats antes de que Crawford recibiera la orden de ir all; y estaba todava ms claro que la razn de su presencia all no tena nada que ver con la que haba trado a Crawford hasta aquel apartamento. Y, volviendo a Keats... Por qu quiere que muera? se pregunt. No slo eso. Por qu el mismo Keats quiere morir? Estaba preocupado por su hermana pequea. Creera que el hecho de que siguiera con vida significara la muerte de su hermana? Sera eso? Record que Byron y Shelley y tambin Keats cuando le conoci en Londres, compartan algunas ideas bastante extraas sobre el destino que esperaba a las familias de quienes eran presa de los nefelim. Crawford se removi nerviosamente en su asiento y dese no haber olvidado su petaca en el apartamento de Keats, pues en aquellos momentos no quera pensar con claridad ni recordar el pasado. Y, de todas formas, nada de todo aquello era problema
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suyo. Haba intentado salvar la vida de alguien que estaba condenado a morir si no intervena. Qu problema tico poda haber en eso? Quiz debiera salir a la calle, comprar una botella en algn sitio y volver a su habitacin para bebrsela... Aquello le trajo a la mente el frasquito que segua sosteniendo en la mano y lo sostuvo ante la luz de la lmpara. El fluido lechoso contenido dentro del frasquito hizo que la luz se volviera de un rojo oscuro. Record que el representante de Von Aargau le haba dicho que deba administrrselo a la enfermera acompaado por algo que tuviera un sabor muy fuerte, como un estofado o un ponche caliente sazonado con especias. La enfermedad nerviosa que padeca la haba vuelto terriblemente suspicaz, por lo que deba impedir por todos los medios que descubriera la existencia de la droga. Sac el corcho y olisque la sustancia. Aquel potente olor cido le resultaba vagamente familiar, y le record el primer hospital donde haba trabajado en..., s, algo relacionado con la sala de sifilticos. Se pregunt si Josephine tendra la sfilis. Esa enfermedad poda trastornar su mente de una forma terrible, desde luego. Quiz sa fuera la explicacin de su extraa conducta. Volvi a oler el contenido del frasquito. El recuerdo daba vueltas dentro de su cabeza como si fuese una mosca que parece dispuesta a posarse en cualquier momento. Tena algo que ver con haberse visto metido en un lo bastante grave porque se haba equivocado al mezclar unas sustancias... Y entonces lo record y el estmago le dio un vuelco, y durante un fugaz instante de debilidad dese haber bajado a comprar aquella botella de licor y haber bebido hasta perder el conocimiento sin que sus dedos hubieran sacado nunca aquel corcho. El frasquito contena mercurio disuelto en espritus minerales cidos, un veneno muy virulento que a veces era producido involuntariamente por los estudiantes de medicina descuidados cuando preparaban el mercurio que se usaba en el tratamiento hospitalario de la sfilis. Von Aargau le haba enviado a ese apartamento para que matara a Josephine. Pero Von Aargau es quien me paga se apresur a observar una parte de su mente. El es quien me permite cuidar a los pobres bebs abandonados de Roma... Si dejo de trabajar para l perder mi posicin actual y tendr que volver a convertirme en un veterinario mediocre que intenta reunir el coraje suficiente para pedir prestado dinero a Byron; y, si he de ser realista, un buen nmero de esos bebs morirn sin mis cuidados, y Josephine no es una criatura con mucho potencial, verdad? No es lo que se suele considerar una tabula rasa, una pizarra en blanco sobre la que se puede escribir cualquier cosa... Diablos, es una pizarra sobre la que hay garabateadas un montn de ecuaciones sin el menor sentido cubiertas con una capa de cera para que nadie pueda volver a escribir en ella. He tratado ovejas que tenan ms derecho a la vida que ella. Se dispuso a introducir el corcho en el gollete con la intencin de volver a guardar el frasquito en su bolsillo para que esperara all una decisin futura, pero descubri que no poda hacerlo. Era posible que hubiese estado aunque slo fuera dispuesto a tomar en consideracin la posibilidad de administrar el veneno? se sera el primer asesinato que cometera por accin y no por omisin, verdad? Pero se pregunt quejumbrosamente, acaso el salvar a Josephine merece que pierda mi posicin en el Santo Spirito? Si fuera alguna otra persona... Oh, s, entonces claro que s. Keats, su maldita hermana, de hecho hasta la prxima persona que pase por la plaza, pero... Josephine? Todos esos bebs que necesitan mi ayuda y que morirn sin m, slo para que ese..., ese lamentable artefacto llamado Josephine pueda recorrer con paso tambaleante unos cuantos kilmetros de infelicidad ms y viva unos cuantos aos antes de rendirse a la muerte?
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Naturalmente, no debo olvidar que cuando me falte poco para morir, a los setenta aos o algo as, todos esos bebs que he trado al mundo y por los que me he preocupado habrn crecido hasta convertirse en adultos toscos y brutales; y, qu diablos, Josephine tambin fue un beb... Su madre muri dndola a luz. Este extrao anhelo protector que sientes hacia los recin nacidos, ese valor que ves en ellos... En qu momento se esfuma? Segn tu definicin particular, cundo puede afirmarse que alguien deja de reunir las cualificaciones adecuadas para estar vivo? Si hay algo de lo que puedas estar seguro, es de que cuando salv tu vida en la cima del Wengern Josephine no reuna ni uno solo de esos requisitos. Crawford cruz lentamente la habitacin hasta llegar a la ventana, con el corazn latindole salvajemente ante la perspectiva de todas aquellas preguntas que se senta incapaz de seguir evadiendo, y la abri. Contempl la extensin griscea de la calle durante unos momentos y derram el lquido del frasquito en un largo chorro cuidadosamente dirigido hacia un charco que haba al lado de una cloaca. Tambin pens si deba arrojar el frasquito a la fuente de Neptuno, pero acab decidiendo que probablemente su lanzamiento quedara corto y el frasquito caera sobre el pavimento..., y aunque no fuese as tambin caba la posibilidad de que se hiciera aicos contra un infortunado caballo de piedra. Pensar en el caballo le record la nota que haba dejado bajo la mano del querubn y se pregunt si los hombres de Von Aargau habran tenido tiempo de encontrarla. Si lo haban hecho era muy posible que estuvieran de camino para cumplir la misin que Crawford no haba logrado llevar a cabo. Se puso la chaqueta mojada, sali corriendo de la habitacin y baj los peldaos a toda velocidad dejando la puerta y la ventana abiertas. Corri sobre los adoquines que la lluvia haba vuelto terriblemente resbaladizos y salt los casi noventa centmetros del parapeto que rodeaba la fuente. Cuando choc con el agua se le doblaron las piernas y acab nadando ms que vadeando hacia el caballo. La nota haba desaparecido. Los hombres de Von Aargau no podran ocuparse de Keats hasta que hubiese anochecido, pero matar a Josephine era algo que poda hacerse en cualquier momento. Pens que la lluvia poda haber borrado las letras que haba trazado con su sangre y sinti un fugaz momento de falsas esperanzas, pero enseguida record lo eficiente que era la organizacin de Von Aargau cuando tena que vrselas con aquella sustancia. Dnde haba dicho Josephine que viva? El Albergue de San Pablo..., eso estaba en la Via Palestra. Crawford conoca el lugar, pues era donde el hospital contrataba a la mayora de sus enfermeras. Se encontraba en el extremo este de la ciudad, y la distancia que le separaba de l era ms del doble de la que haba hasta el apartamento de Keats. Cuando volvi a poner los pies sobre el pavimento el martilleo de la lluvia disgregaba los chorros de agua emitidos por el mecanismo de la fuente, y en cuanto empez a correr con paso tambaleante hacia el este tuvo que entrecerrar los ojos para ver por donde pisaba. Mientras avanzaba bajo la lluvia pens en el ltimo caso que Von Aargau le haba asignado. Todos los pacientes de seudoconsuncin anteriores haban sido poderosos polticos o escritores proaustracos. Qu razn poda tener Von Aargau para querer salvar a Keats, un oscuro poeta cuyas simpatas polticas suponiendo que tuviera algunas era ms probable que estuvieran del lado de los Carbonari? De hecho, cmo se haba enterado de su existencia? Haba montones de pacientes
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tuberculosos que venan a Roma con la esperanza de retrasar su muerte lo ms posible. No tena sentido... A menos que Von Aargau a travs de Crawford, su empleado representara a la nica figura del conflicto que estaba viendo frustrados sus designios: la mismsima lamia. Y, naturalmente, la lamia deba de tener muchas ganas de ver muerta a Josephine, pues sta estaba ayudando a Keats en sus esfuerzos por resistirse a la voluntad de la criatura. La idea hizo que Crawford se detuviera jadeando en un angosto callejn, y tuvo que apoyarse en una farola para recobrar el aliento y poner algo de orden en sus pensamientos. Habra estado trabajando para la causa de los nefelim? Pareca improbable, dado que salvo en el de Keats el tratamiento prescrito para cada uno de los casos que haba tratado siguiendo las rdenes de Von Aargau consista en aislar a la vctima del contacto con una entidad vamprica; pero, naturalmente, Von Aargau jams haba prescrito ninguna medida que liberase a la vctima de las atenciones vampricas de aquella entidad, como si se conformara con... Con qu? Con mantenerla a raya durante un tiempo? Y Crawford se record que Keats era un miembro de la familia nefelim. Igual que lo he sido yo... pens. Me pregunto si ese hecho puede haber sido un factor de peso en la oferta de empleo que me hizo Von Aargau, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de trabajo que me ha estado asignando. Puede que, en cierto sentido, siga siendo miembro de la familia. Eso explicara el porqu Von Aargau me necesitaba precisamente a m. Los nefelim no sentiran el ms mnimo escrpulo a la hora de acabar con alguien que se atreviera a entrometerse en su camino sin ser miembro de la familia. Y, de repente, Crawford se pregunt si el duelo junto al canal de Von Aargau no habra sido una farsa montada en beneficio suyo para que la gratitud aparente del herido ocultara la autntica razn por la que Von Aargau haba insistido tanto en contratar sus servicios. Pero esa herida en el vientre era real pens Crawford. Qu clase de hombre es capaz de infligirse semejante tajo intencionalmente... y sanar despus de una forma tan rpida y completa? Bueno, que Von Aargau est del lado de los nefelim o en contra de ellos es algo que carece de importancia se dijo con firmeza. Lo nico que importa es que me envi al apartamento de Keats para que actuara como envenenador sin saberlo, y eso hace que me resulte imposible seguir trabajando para l. Reanud su chapoteante carrera decidido a no pensar en el fro que tena y lo mojado que estaba, ni en el fro y la humedad que le aguardaban como futuro ms probable en cuanto hubiese renunciado a su empleo y volviera a la vida de fugitivo sin un penique.., aunque no pudo impedir que sus labios entumecidos por la lluvia se movieran en susurros temblorosos maldiciendo a Josephine por no haber muerto en los Alpes. El primer piso del edificio contiguo al ocupado por el Albergue de San Pablo era una trattoria y la luz amarilla de las lmparas del interior haca relucir los vasos y los platos abandonados medio llenos de agua que haba sobre las mesas esparcidas encima del pavimento. Las mesas estaban vacas salvo por la presencia de un hombre encapuchado que se puso en pie cuando Crawford dobl cojeando la esquina que daba a la Via Montebello. El cielo grisceo haba empezado a oscurecerse como paso previo a la negrura, y la claridad ambarina de las ventanas iluminadas por las lmparas arrancaba reflejos dorados a los charcos.
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Todo va bien, doctor dijo el hombre en voz baja. Vuelva a su casa. Otras personas estn ocupndose del asunto en este mismo instante. Crawford se detuvo. Jadeaba con tanta fuerza que no poda hablar, por lo que se limit a asentir con la cabeza y se apoy en una mesa para permitir que su pulso fuera calmndose. Una mano se aferr al canto de la mesa y la otra se cerr alrededor del cuello de una botella de vino medio vaca. Puso los ojos en blanco, trag una sibilante bocanada de aire y movi los pies como si intentara no perder el equilibrio..., y alz la botella hasta estrellarla contra el rostro oculto en las sombras de la capucha. El cristal se hizo aicos al chocar con el hueso del pmulo y el hombre gir sobre s mismo y se derrumb sobre la pared del edificio. Crawford estaba encima de su flccido cuerpo antes de que hubiera terminado de caer sobre el pavimento, y los trocitos de cristal seguan tintineando y girando entre las patas de las mesas mientras hurgaba en la capa del hombre al que haba dejado inconsciente. Encontr una pistola y se volvi hacia el hogar de enfermeras que haba junto a la trattoria. La fachada del edificio tena un arco que daba acceso a un patio no muy espacioso. Crawford lo cruz a la carrera y avanz a tientas parpadeando en la oscuridad hasta dejar atrs media docena de estatuas de santos de madera y encontrar un tramo de peldaos de hierro labrado. Una luz anaranjada brillaba sobre su cabeza y oy el eco de unas botas. Unos hombres bajaban por la escalera que tena ante l gruendo y lanzando maldiciones. Al parecer transportaban algo bastante pesado. Crawford se detuvo el tiempo suficiente para persignarse, se meti la pistola debajo del cinturn y empez a subir rpidamente por los peldaos de hierro. La luz de una linterna que oscilaba en algn punto por encima de l le revel la silueta del primer hombre, que estaba mirando por encima de su hombro para ver dnde pisaba y fue el primero en captar la presencia de Crawford. Aprtese, Aickman jade. Ya la tenemos. Crawford pudo ver que el fardo que transportaban era una alfombra enrollada que se hunda por la parte central, y supo que la alfombra deba de contener el cuerpo de Josephine. El hombre que haba hablado sostena un extremo, y Crawford tena la esperanza de que los pies de Josephine estuvieran all. Crawford sonri y asinti con la cabeza..., y subi de un salto cuatro peldaos ms, agarr al hombre por el cuello de la chaqueta y tir de l moviendo los pies de tal forma que coloc todo el peso de su cuerpo detrs del tirn. El hombre cay hacia atrs lanzando un grito de pnico, y aunque Crawford intent hacerlo girar por los aires, cuando chocaron con los peldaos de hierro varios metros ms abajo se encontr atrapado entre stos y el pesado cuerpo que haba encima de l. El aliento escap de sus pulmones en un ronco ladrido de agona, y cuando la alfombra enrollada cay sobre ellos antes de bajar rodando por la escalera lo nico que pudo hacer fue lanzar un grito mental, pues acababa de sentir como los extremos de las costillas que se haba fracturado chocaban los unos con los otros dentro de su pecho. El hombre que se haba desplomado encima de l tena las piernas al aire. Los gritos y el infructuoso debatirse contra el muro de ladrillos hicieron que su cuerpo fuera perdiendo el equilibrio poco a poco, y acab logrando precipitarse por la escalera en un torpe salto hacia atrs que libr a Crawford de su peso. Los peldaos de hierro vibraron con un tintineo ahogado. Alguien salt por encima de Crawford y baj corriendo la escalera, y un instante despus alguien tir de l incorporndole sin ningn miramiento. Crawford fue vagamente consciente de unos rostros irritados baados por la luz de una linterna, y de que le estaban interrogando a gritos.
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Slo logr menear la cabeza. Sus maltrechos pulmones se esforzaban dentro de su pecho intentando tragar aire, y el clido deslizarse de la sangre que brotaba de su nariz y se escurra sobre su mentn le pareca muy lejano. Uno de sus interrogadores acab escupiendo una maldicin impregnada de impaciencia y mir ms all de Crawford, hacia el final de la escalera. Est tan aturdido que no hay forma de sacarle nada, Emile, pero ha habido demasiado ruido dijo lo bastante alto para que Crawford le oyese pese al zumbar de sus odos. Olvidemos lo de llevarla al ro... Matmosla aqu. Dejaremos a Marco donde ha cado y nos largaremos lo ms deprisa posible. Crawford se dio la vuelta y empez a reptar frenticamente por la escalera agarrndose a la barandilla con las manos. Senta como sus pies se deslizaban sobre los peldaos perdiendo el equilibrio a cada paso y la fra capa de sudor que cubra su rostro ceniciento. Ya poda respirar, pero slo con grandes inhalaciones espasmdicas. Cuando lleg al pequeo patio estuvo seguro de que debera detenerse el tiempo necesario para vomitar; pero la luz de las linternas que descendan rpidamente por la escalera detrs de l le permiti ver al hombre que se haba precipitado peldaos abajo deba de ser Emile, inclinado sobre la alfombra enrollada. El hombre clav dos veces un cuchillo en el extremo de la alfombra que apuntaba hacia la calle. La luz era lo bastante buena para que Crawford pudiera ver la sangre que manchaba la hoja cuando Emile alz el brazo disponindose a asestar una tercera pualada. La alfombra enrollada se mova violentamente, Y Emile pareca estar intentando decidir dnde se encontraba el cuello de Josephine. Crawford sac la pistola de debajo de su cinturn desgarrndose un poco de piel, pues el mecanismo del percutor pareca haber quedado incrustado en su estmago, lanz un gemido horrorizado, apunt al hombre y dispar. El retroceso hizo que la pistola saliera despedida de entre sus dedos pero Emile gir sobre s mismo alejndose de la alfombra y choc con la pared. Crawford fue hacia l con los hombros encorvados, tropez con el cuerpo del hombre al que haba tirado escalera abajo y registr apresuradamente los bolsillos de Emile, que ya estaban empezando a empaparse de sangre. Encontr otra pistola. Gir sobre sus talones tan deprisa que crey que iba a desmayarse y la alz apuntando a los hombres que ya casi haban llegado al final de la escalera. Varias de las ventanas que daban al patio mostraban el resplandor de las lmparas recin encendidas detrs de sus cristales, y ya se oan voces de mujeres que gritaban llamando a la guardia. Corred jade Crawford. Si no... os matar. Los hombres retrocedieron cautelosamente hasta quedar fuera de su lnea de fuego y unos instantes despus les oy correr, quiz escalera arriba o por algn pasillo. Crawford desliz cautelosamente la pistola debajo de su cinturn y se acuclill junto a la alfombra enrollada, que segua movindose espasmdicamente. Crawford se dio cuenta de que haba dos monjas observndole desde un portal. C' una donna ferita qui dentro..., forse morta..., aiutatemi srotolare! Las monjas dejaron escapar una exclamacin de alarma, pero corrieron hacia l y en menos de un minuto haban logrado liberar a Josephine. Josephine se irgui lentamente y Crawford sinti un gran alivio al ver que la sangre proceda de uno de sus tobillos. Emile haba estado apualando el extremo equivocado de la alfombra. Mir rpidamente a su alrededor hasta que vio el cuchillo de Emile cado en el suelo, se inclin casi automticamente sobre l y lo cogi. Los hombres de la escalera se haban llevado consigo su linterna, pero a esas alturas el nmero de lmparas encendido detrs de las ventanas era lo bastante abundante para que Crawford pudiese ver que la mente de Josephine se haba retirado
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a las capas ms profundas de su defensa mecnica. Tena las pupilas desorbitadas, su cabeza se mova violentamente hacia atrs y hacia adelante y cuando se puso en pie lo hizo con la lentitud de un mueco de hierro oxidado. Pareca no haberse dado cuenta de la sangre que brotaba de su tobillo derecho y se deslizaba sobre el pie. Crawford mir nerviosamente hacia el comienzo de la escalera y fue cojeando hacia ella. Tenemos que salir de aqu, Josephine dijo. Esos hombres no se marcharn hasta que hayan conseguido matarte. Josephine le lanz una mirada totalmente inexpresiva y retrocedi apartndose del brazo con el que Crawford haba intentado rodearla. Crawford se dispuso a llevrsela por la fuerza, pero record aquellas frases sin sentido que haba pronunciado cuando estaba con Byron y l en la cima del Wengern, y tambin record el nombre bajo el que haba estado trabajando para Keats. Julia dijo, soy Michael, tu esposo. Tenemos que marcharnos lo ms deprisa posible. La rgida inexpresividad que se haba adueado de sus facciones desapareci. Josephine le mir y sus labios se curvaron en una sonrisa de alegra tan exagerada que resultaba grotesca. Pareca disponerse a decir algo, pero Crawford se limit a devolverle la sonrisa con toda la animacin de que fue capaz y la llev hacia el arco y la calle que haba ms all agitando el cuchillo de Emile en un intento de tranquilizar al perplejo par de monjas. Tropez con una de las estatuas de madera de tamao natural y sufri un fugaz momento de pnico que le hizo atacarla con el cuchillo, hundiendo la hoja en el rostro del santo. La empuadura del cuchillo se puso repentinamente al rojo blanco y Crawford apart la mano lo ms deprisa posible. Tena la palma enrojecida con una mancha negra en el centro. Crey haber odo un grito lejano, y un impulso repentino que no se molest en analizar hizo que dejara el cuchillo clavado en la mejilla del santo de madera. Tir de Josephine y salieron a la calle. El chaparrn era todava ms intenso que antes y la lluvia creaba pequeas olas de espuma que se deslizaban sobre el pavimento barrindolo como si fuesen redes. No haba ningn carruaje visible, y de todas formas Crawford no llevaba dinero encima. Uno de sus brazos rodeaba el cuerpo de Josephine; us la mano libre para sacar de su bolsillo la pistola de Emile la culata se haba vuelto algo resbaladiza a causa de la sangre que la cubra, y sigui lanzando frecuentes miradas al hogar de enfermeras mientras l y Josephine avanzaban tambalendose por la calle. Ya casi haban llegado a un callejn situado al otro extremo cuando algo golpe su muslo con la fuerza de un martillo. Crawford se dobl sobre s mismo y sinti como Josephine se tensaba y escapaba de su abrazo lanzndose hacia adelante. Aterriz sobre los adoquines apoyndose en las manos y las rodillas y comprendi que los dos potentes bam que acababan de rebotar en las fachadas de los edificios creando ecos fugaces haban sido disparos de pistola. Saba que aquellos hombres estaban en pleno proceso de asesinarle, pero se hallaba tan cansado y dolorido que el pensamiento apenas si le alarm. Lo nico que sinti fue una vaga depresin y una extraa impaciencia. El proceso de morir era demasiado largo, y resultaba terriblemente doloroso. Se pregunt si Josephine estaba muerta y, en caso de que no lo estuviera, si habra alguna forma de sacarla de aquel apuro antes de que los hombres que les perseguan llegaran y terminaran el trabajo que haban iniciado. Movi la cabeza a un lado y a otro sintiendo un espantoso mareo, entrecerr los ojos intentando ver algo entre el fro teln de la lluvia y logr distinguir a Josephine cada en el suelo a pocos metros de l. Su falda, ya oscurecida por la lluvia, se haba deslizado hacia arriba y
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Crawford pudo ver la sangre rpidamente diluida por el chaparrn que brotaba de dos heridas en su pantorrilla derecha. Rept hacia ella arrastrando consigo la pierna izquierda en que le haba alcanzado el proyectil y le alz la cabeza para ver su rostro. Su cabellera estaba llena de sangre recin derramada estaba claro que la haban herido en la cabeza, pero Crawford peg la oreja a sus labios. Respiraba, aunque de forma rpida y entrecortada. Oy ruido de pasos y chapoteos detrs de l. Los sonidos se iban haciendo ms fuertes a cada segundo que pasaba, dominando el zumbido de sus odos. La pistola se le haba escapado de entre los dedos al caer, pero estaba junto a la cabeza de Josephine. Crawford la cogi, rod sobre s mismo movindose con cautela para no maltratar todava ms su pierna izquierda por suerte estaba entumecida, y se irgui quedando de cara a la direccin por la que haban venido. La lluvia apenas le dejaba ver nada, y tuvo que alzar la mano libre para apartarse los mechones de cabello mojado que caan sobre sus ojos. Alz la pistola con manos temblorosas. Distingui los borrosos contornos de dos siluetas que se aproximaban a travs del velo de lluvia y esper a que estuvieran un poco ms cerca. Las siluetas se acercaron movindose a grandes saltos y, casi en el ltimo instante, Crawford se acord de que deba echar el percutor hacia atrs y se pregunt si sera capaz de volver a apretar el gatillo para disparar contra un ser humano. Un segundo despus oy un repiquetear de cascos que vena de Via Montebello, y los dos hombres se detuvieron y se volvieron hacia el ruido alzando sus armas. Crawford no tena ni idea de quines podan ser los recin llegados, pero cualquier cosa que distrajera la atencin de sus perseguidores era bienvenida. Apunt el can hacia uno de los hombres de la calle y apret con mucha lentitud el gatillo de la pistola de Emile, murmurando maldiciones y fragmentos de plegarias medio olvidadas sin darse cuenta de lo que deca. El bang hizo vibrar sus ya maltratados tmpanos con la fuerza de un martillazo y el can del arma se estrell contra su cara a causa del retroceso..., y el hombre al que haba estado apuntando dio una torpe voltereta hacia atrs y desapareci entre la cortina de lluvia que creaba surtidores de espuma al chocar contra el pavimento. Crawford hizo girar la pistola entre sus dedos, la agarr por el metal caliente del can y esper a que el ltimo hombre fuese hacia l, pero los jinetes ya se haban lanzado al galope y un instante despus el ltimo atacante de Crawford dispar su arma contra ellos una fraccin de segundo antes de ser arrollado. El fogonazo fue tan potente que Crawford qued cegado durante unos momentos. Crawford no poda ver si el disparo de aquel hombre haba dado en algn blanco. Uno de los jinetes tir de las riendas de su montura detenindola el tiempo suficiente para disparar contra el cuerpo que haba cado bajo los cascos del caballo, grit Questo e'fatto dai Carbonari, chiamato dalla mazze! quiz estuviera dirigindose a Crawford, y un instante despus todo el grupo de jinetes se alej velozmente en direccin sur. Crawford intent observarles, pero la lluvia y los puntitos rojos que bailoteaban en su campo visual hicieron que los perdiera de vista en cuanto hubieron recorrido unos cuantos metros. Esto ha sido obra de los Carbonari, llamados por el mazze, tradujo Crawford mentalmente. Agradeci el extrao impulso que le haba hecho clavar la hoja de hierro en la cabeza de madera, y tambin agradeci el que aquel fugaz atisbo de su persona que haban tenido unas horas antes en la Plaza Navona no hubiera durado lo suficiente para que los jinetes pudieran reconocerle. Pero, naturalmente, desde entonces haba cambiado de bando.
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Dej la pistola sobre el pavimento sin levantarse de donde estaba sentado y desliz la mano por debajo de su muslo sintiendo como los adoquines mojados le araaban los nudillos. Encontr el desgarrn en sus pantalones y hurg cautelosamente en la herida con la punta de un dedo, aunque el horror que sinti al hacerlo fue tan intenso que falt poco para que se desmayara. La herida sangraba, pero no de forma tan copiosa como para indicar una arteria seccionada. No haba agujero de salida, por lo que la bala deba de seguir dentro. En ciertos aspectos eso era una buena noticia, pero tambin tena sus inconvenientes. La herida continuaba estando bastante entumecida, pero Crawford ya poda sentir los inicios de un intenso dolor, y supo que no tardara en necesitar atencin mdica. Retrocedi lentamente deslizndose sobre el trasero sin levantarse hasta que pudo evaluar los daos sufridos por la cabeza de Josephine. La oscuridad y la lluvia le obligaron a recorrer los contornos de su crneo con los dedos y le pareci que no haba ninguna fractura, y su rostro estaba intacto dejando aparte las pequeas rugosidades de algunos araazos en una mejilla y en el mentn que se haba producido al chocar con el pavimento de la calle. Un instante despus encontr un bulto bastante duro en su sien derecha y fue resiguiendo suavemente la hinchazn con los dedos. Era el proyectil de la pistola. Estaba claro que se haba estrellado contra la parte posterior de su cabeza en una trayectoria angular, y en vez de abrirse paso a travs del crneo hasta destrozar el cerebro se haba deslizado a lo largo del hueso como si fuese la punta de uno de esos cuchillos tan afilados que usaban los carniceros. Haba tenido mucha suerte..., pero su estado era bastante grave y an poda morir, y aun suponiendo que sobreviviera haba bastantes posibilidades de que el impacto hubiera causado daos en su cerebro. Naturalmente pens, en el caso de Josephine, a menos que los daos fueran muy considerables nadie se dara cuenta de que ya no era la de antes. Josephine se removi levemente, lanz un gemido y se irgui de golpe. Un brazo sali disparado hacia arriba movindose con la rigidez de un rastrillo provisto de bisagras y unos dedos engarfiados apartaron los mechones empapados de su frente. An... no se ha... puesto el sol? pregunt. Su voz era como el repiqueteo de la gravilla sobre la hoja de una pala. En cuanto se hubo recobrado de la sorpresa que le haba producido su brusco despertar Crawford alz lentamente la cabeza hacia la oscuridad del cielo. Eh... dijo. Creo que s. Tenemos que ir a... Keats. Su apartamento. Su voz no posea ni la ms mnima inflexin humana, y Crawford pens que detrs de ella no poda haber nadie. Se pregunt si su personalidad o personalidades, seguiran sumidas en la inconsciencia provocada por el disparo de pistola y habran dejado en su lugar a esta..., esta mquina para que hiciera funcionar el cuerpo temporalmente desocupado. El apartamento de Keats repiti. Por qu? Esta no es..., no es la que lo sabe. Pero tenemos que... ir all. Crawford pens en lo que acababa de decir. Si iban al apartamento de Keats haba muchas probabilidades de que se encontraran con ms hombres de von Aargau..., pero ninguno de ellos poda estar enterado de su desercin. Todos los testigos haban muerto o si haba alguno que siguiera con vida como el hombre al que haba arrojado escalera abajo, estaba gravemente herido e inconsciente. Poda decir... Bueno, poda decir que haba ido hasta all para ayudar a los asesinos y que unos Carbonari le haban disparado. Los hombres de Von Aargau le ayudaran, pues trabajaban para el mismo jefe que l. Estaba seguro de que le proporcionaran atencin mdica, e incluso era posible que le prestaran algn dinero.
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Naturalmente, mataran a Josephine... Maldita mujer. Es el nico sitio al que no podemos ir le dijo, intentando hablar con claridad pese al terrible mareo que estaba aduendose de su cabeza y que pareca hacer girar toda la calle con l como centro. Las personas que acaban de dispararnos... Habr ms all. Nos..., nos mataran. Josephine se puso en pie. Qudate o ven dijo. Esto va all. Las manos de Crawford temblaban de forma tan incontrolable como si hubiera estado bebiendo caf todo el da. Respiraba cada cinco segundos o ms con prolongados suspiros espasmdicos, y una nusea fra y acompaada de sudores estaba empezando a salir de su estmago para deslizarse con rumbo hacia su garganta. Haba visto esos mismos sntomas en marineros heridos durante su etapa como cirujano naval, y sabia que se hallaba en peligro de congelarse. Poda acabar en un estado donde todas las funciones corporales iban volvindose ms y ms lentas hasta que acababan detenindose. Intent pensar con claridad. Poda llamar a cualquier puerta de la calle en que estaban y correr el riesgo de dejarse atender por el mdico al que avisaran, o poda recorrer los casi dos kilmetros que le separaban del apartamento de Keats con bastantes garantas de que cuando llegara all obtendra la mejor atencin mdica disponible en Roma. Haba dejado de llover, y la noche ya no pareca tan tra como haca un rato. Antes deja que te haga un torniquete dijo por fin. Crawford sudaba, maldeca y sollozaba. Tena que apoyarse cada vez ms pesadamente en Josephine quien, por suerte, segua sumida en su estado mecnico; se vio obligado a detenerse muchas veces para aflojar el torniquete y volver a tensarlo y hacia el final empez a hablar con los fantasmas que parecan caminar junto a l suplicando su perdn, pero la maltrecha pareja logr entrar con paso tambaleante en la Piazza di Spagna. Alguien estaba tocando el piano con salvaje entusiasmo muy cerca de ellos, y Crawford mir a su alrededor intentando averiguar de dnde venan aquellas notas y cul era esa meloda torturantemente familiar. Pasados unos momentos comprendi que slo la haba odo en algunos sueos particularmente inquietos de su adolescencia. La plaza pareca estar desierta los santos de los escalones se haban marchado haca varias horas en cuanto empez a anochecer, y si alguno de los hombres de von Aargau rondaba por la zona deba hallarse en el interior del nmero 26, pero todo el lugar parpadeaba con una difusa claridad blanquecina, y cuando Crawford logr que sus pupilas dejaran de ver borroso se dio cuenta de que el segundo piso del edificio arda con las extraas pinceladas del fuego de san Telmo. Pens que la Ta de Corbie haba decidido visitar a Keats..., y un instante despus vio las dos siluetas inmviles que parecan montar guardia delante de la puerta. La extraa iluminacin que haba invadido la plaza le impidi ver si estaban vestidas o desnudas. Una era del sexo masculino y la otra, a la que reconoci nada ms verla aunque haban transcurrido cuatro aos desde su ltimo encuentro, del femenino. Dej escapar un profundo suspiro y supo que aunque hubiese llevado encima su petaca no habra tenido la fuerza de voluntad necesaria para resistirse a ella. Sus heridas y aventuras recientes le haban dejado demasiado exhausto. Dej de apoyarse en el hombro de Josephine y avanz cojeando hacia la silueta femenina. La msica se hizo ms potente y las notas treparon por la escala de acordes volvindose ms agudas a cada segundo que pasaba.
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Josephine tambin se puso en movimiento, y aunque avanzaba haciendo eses como si estuviera borracha, Crawford tuvo la fugaz impresin de que volva a ser alguien. La msica era cada vez ms salvaje y desenfrenada, como un caballo que baja al galope por una cuesta muy empinada en plena noche. Corre murmur con voz enronquecida volviendo la cabeza hacia Josephine, aunque apenas si tena aliento que desperdiciar hablando. Si vas all morirs. Esto no tiene... nada... que ver contigo. El rostro de Josephine mostraba la misma expresin mezcla de hambre y desesperacin que saba era claramente visible en el suyo. El s tiene que ver conmigo dijo Josephine. Su voz se haba convertido en una especie de zumbido montono, pero aun as Crawford sigui teniendo la impresin de que haba salido de su estado mecnico. La mujer inmvil ante el umbral no apart aquellos brillantes ojos de reptil del rostro de Crawford mientras se acercaba, y cuando se detuvo a escasos metros de ella sonri revelando unos dientes inhumanos. Me perdiste en los Alpes sise. Vuelve a invitarme. Djame entrar. Curar tus heridas y podrs olvidarlo todo. Alarg una mano hacia l y Crawford vio que era levemente ms parecida a una garra de pjaro cubierta de joyas que a una autntica mano de mujer, pero record cmo se haba deslizado lnguidamente sobre su cuerpo cuatro aos antes y el deseo de tomarla entre sus dedos hizo que el corazn le latiera con ms fuerza. La msica pareca estar trenzando arabescos alrededor de su pulso, y crey estar a punto de recordar los pasos de una danza tan antigua y salvaje que hasta los rboles, los ros y las tormentas tomaban parte en ella. Josephine se detuvo junto a l un instante despus mecindose lentamente sobre la punta de los pies y la silueta masculina se volvi hacia ella. Me perdiste en los Alpes. Vuelve a invitarme. Djame entrar. Te llenar hasta colmarte y podrs olvidarlo todo. Las frases pronunciadas por cada silueta encajaron en la msica tan elegantemente como hilos de oro en un tapiz multicolor, y casi parecan ser la letra de una cancin que prometa mucho ms en un futuro inminente. Las lgrimas corran por el rostro de Crawford. No poda seguir resistindose por ms tiempo a su presencia. Haba vivido cuatro aos ignorando sus impulsos nocturnos siempre que le era posible, bebiendo hasta perder el conocimiento cuando se senta incapaz de vencerlos, y haba vivido con los recuerdos de los que ella poda librarle sin ceder ni una sola vez a la tentacin de llamarla... Pero ahora poda hacerlo. Poda abandonar esa identidad que tanto despreciaba y convertirse en una mera extensin de ella. Y crey or el eco de una tos enronquecida casi inaudible que se abra paso por entre las notas de la msica. Todava no rechin la voz de Josephine junto a l. Arriba... Liberar a Keats para que muera. Crawford haba dado vagamente por sentado que estaba hablando consigo misma, pero cuando alz los brazos hacia la silueta femenina envuelta en una dbil luminosidad que tena delante Josephine se los hizo bajar de un manotazo. La msica haba estado hacindose ms potente, pero pareci perder un poco de fuerza. Crawford se volvi hacia ella y parpade con impaciencia. Nosotros? Por qu? Josephine agit las manos como si no se le ocurriera ninguna forma de explicrselo. Por... Por la hermana dijo. Pareca tener ciertas dificultades para hablar, pero un segundo despus las palabras brotaron en un veloz chorro de sus labios. No
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podemos permitir que la hermana muera. No otra vez... Tenemos que saldar nuestras deudas. Despus podremos ir al infierno. Nunca he tenido una hermana, pens Crawford. Y entonces, por primera vez en bastante tiempo, record la embarcacin hundindose en el Firth de Moray, y record el brazo de su hermano agitndose durante unos momentos entre aquellas aguas tempestuosas. Dio un paso hacia atrs. Pero estn muertos! exclam en voz alta, y aunque hablaba con Josephine sus ojos no podan apartarse de los labios y los ojos iluminados por aquella claridad parpadeante de la mujer que tena delante. Qu podemos hacer por ellos, salvo olvidarlos? Nada dijo la mujer. Ven a m. Sus senos desnudos eran blancos como el ncar. Parecan estar cubiertos por una capa de escamas finsimas, y Crawford saba muy bien lo que sentira cuando los tocara con las manos o frotara su pecho desnudo contra ellos. La msica se hizo ms potente y retumb por la plaza alejndose escalera arriba hasta crear ecos en la oscuridad del bosque perdido ms all de la iglesia. Salva a ste la interrumpi Josephine, y Crawford volvi a preguntarse si estaba hablando consigo misma, pues su voz era tan baja que casi no poda orla. Haz lo necesario. Yo... No puedo. Crawford dio un paso hacia adelante. Ofreci su mano a aquella mujer que no era humana sintiendo una mezcla de alivio y gratitud, y abri la boca para pronunciar la invitacin a la que se haba resistido tanto tiempo. Poda sentir cmo el pasaje musical adecuado se acercaba rpidamente. Espera! grit Josephine. Su grito haba sido tan potente y desesperado que Crawford se detuvo el tiempo suficiente para volverse hacia ella. Josephine se llev una mano a la cara y sus dedos parecieron hurgar y tirar de algo, y un instante despus Crawford se sobresalt al ver que se haba quitado su ojo falso. Se lo meti en la boca y mastic con todas sus fuerzas, y ni sus mejillas lograron impedir que Crawford pudiera or el crujido del cristal hacindose aicos. Josephine tir de l hacindole retroceder, le rode con sus brazos y empez a besarle salvajemente abriendo sus secos labios y guiando la lengua de Crawford hacia el interior de una boca que estaba llena de sangre, trocitos de cristal y por increble que pudiese parecer dientes de ajo aplastados. El piano aull. Y el deseo ertico que Crawford haba reprimido durante todos aquellos aos cay sobre el golpendole con la fuerza de una ola llameante. Su cuerpo respondi apasionadamente y aferr los mechones manchados de sangre de su nuca con una mano para poder unir su rostro lo ms posible al de ella mientras usaba la otra para incrustar la pelvis de Josephine en su ingle. El proyectil de pistola que haba debajo de su cuero cabelludo pareci arder entre sus dedos, y pudo sentir como el que llevaba en el muslo empezaba a irradiar calor. Se tambalearon sobre el pavimento durante diez segundos que se prolongaron de forma casi insoportable, frotndose el uno contra el otro mientras los ecos estridentes del ltimo acorde musical se alejaban y se perdan entre las cpulas y las calles de Roma hasta desvanecerse en el cielo... Y un instante despus la noche pareci partirse en dos y la lluvia volvi a caer sobre ellos en un torrente helado, y cuando Crawford separ su maltrecha boca de los labios de Josephine vio dos serpientes voladoras, cuyo tamao y peso resultaba extraamente compatible con la sugerencia de dos ruiseores, suspendidas en el aire enroscando y desenroscando sus largas colas con secos chasquidos. Las criaturas
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flotaban a la altura de sus ojos delante de la puerta del edificio donde viva Keats. La msica haba cesado o se haba vuelto casi inaudible, y el zumbar quitinoso de aquellas alas tan veloces que apenas resultaban visibles pareca acompaar el silbido y el repiqueteo de las gotas de lluvia. Crawford pudo oler el almizcle de sus cuerpos, un olor tan potente que casi borraba la pestilencia a vino seco de la calle mojada. El olor almizclado ya no le inspiraba nada salvo repugnancia, y supo que aunque slo fuese durante algn tiempo lo ocurrido le haba vuelto inmune a las atenciones de su lamia. El zumbido de las alas que sostenan a los dos reptiles subi y baj por la escala tonal en el relativo silencio de la calle, y acab convirtindose en palabras. Plata en tu sangre, y ajo. Era imposible saber cul de las dos criaturas que flotaban ante la puerta haba emitido aquellas palabras y quiz hubieran sido creadas por las dos al unsono, como si an estuvieran entonando la meloda de la noche aunque la msica ya se hubiera esfumado. Crawford estaba ms exhausto que nunca, pero tena la cabeza totalmente despejada, y comprendi que los asesinos de Von Aargau deban de haber utilizado balas de plata. S dijo, y la nubecita de su aliento apestaba de tal forma a dientes de ajo que las serpientes se movieron a travs del aire girando pesadamente sobre s mismas para esquivarla. Apartaos de nuestro camino. Las serpientes retrocedieron lentamente alejndose de la puerta hasta quedar inmviles una a cada lado del umbral, aunque sus ojos ardan con una promesa terrible. Crawford mantuvo un brazo alrededor del cuerpo de Josephine mientras pasaban tambalendose entre aquellas dos criaturas que no paraban de zumbar y cruzaban el umbral. Subieron tropezando el tramo de peldaos sumido en la oscuridad escupiendo sangre y trocitos de cristal, agarrndose el uno al otro para no caer. La msica volva a ser audible y sus notas giraban rpidamente a su alrededor como las burbujas en una copa de champn. Crawford saba que no se encontraran con ningn hombre de von Aargau. Estaba claro que el trabajo haba sido confiado a unos agentes que no tenan nada de humanos. Cuando llegaron al descansillo del segundo piso pudieron ver la puerta de Keats. Estaba abierta y el interior del apartamento se encontraba iluminado por una claridad tan potente como la del sol de medioda. Josephine sac un pauelo de su bolsillo y se lo at de lado alrededor de la cabeza para que ocultara la cuenca vaca donde haba estado el ojo de cristal. Crawford se oblig a caminar por entre aquella granizada de msica casi cristalina mientras intentaba recordar lo que Josephine haba dicho delante del edificio y la razn de que sus palabras le hubieran parecido tan imposibles de desobedecer y, al mismo tiempo, se record con cierta melancola que por lo menos su petaca segua en el apartamento. Unas criaturas diminutas de grandes ojos y patas muy largas se apartaron de su camino haciendo piruetas mientras avanzaban por el pasillo. Crawford oy los murmullos y balbuceos que brotaban de una docena de sacos oscilantes unidos al techo por una sustancia pegajosa, y seres que parecan estrellas de mar colgados de las paredes agitaron sus tentculos como hacindole seas, pero ni un solo miembro del squito ultraterreno de las lamias intent interponerse en el camino de los dos humanos cogidos de la mano que se dirigan hacia la puerta abierta. Crawford fue el primero en asomar la cabeza por el hueco, y le sorprendi ver que era el apacible y tranquilo Severn quien arrancaba aquella msica demonaca de las teclas del piano un cambio de lo ms radical respecto a las educadas y afables melodas de Haydn que haba estado tocando antes, pero un instante despus se dio
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cuenta de que los ojos del joven estaban cerrados y de que una criatura vagamente parecida a un gato con rostro de mujer estaba agazapada sobre sus hombros y le murmuraba al odo. Josephine choc contra la espalda de Crawford y le hizo entrar tambalendose en la habitacin. La pared que daba a la calle haba desaparecido y ms all de donde haba estado se alzaba una colina cubierta de hierba con el sol del amanecer iluminando las flores empapadas de roco. La visin dej tan sorprendido a Crawford que durante un momento se pregunt si habra perdido una hora o dos subiendo por la escalera, pero cuando se volvi hacia las ventanas que daban al tramo de peldaos vio la negrura que se extenda al otro lado de los cristales y ni la claridad del sol le impidi distinguir las manchas anaranjadas de unos cuantos faroles. Volvi la cabeza hacia el lado de la habitacin que ya no estaba limitado por la pared y vio que la base de la colina se confunda con el suelo en una fusin perfecta aunque estaban en un segundo piso, y no slo eso, sino que tambin se dio cuenta de que el sol estaba saliendo por el sur. La msica era ms animada y alegre, aunque segua conteniendo una corriente oculta de sombra fascinacin. Crawford vio a dos personas, un hombre y una mujer que corran cogidos de la mano subiendo la cuesta de aquella colina baada por el sol..., y un instante despus reconoci al joven. Era John Keats, pero un Keats sano y con el rostro bronceado. Creo que llegamos demasiado tarde dijo volvindose hacia Josephine. Segua cogindola de la mano. No dijo ella. Crawford la mir y despus sigui la direccin de su mirada hasta que sus ojos se posaron en la puerta que daba a la otra habitacin. Keats el autntico Keats estaba apoyado en el quicio. Sus ojos ardan en la ruina consumida de su rostro mientras observaba la ilusin que se desarrollaba en la pared, y nada ms verle Crawford tuvo la seguridad de que la mujer de la colina acompaada por aquel Keats fantasmal que gozaba de plena salud era una imagen ilusoria de la chica con la que estaba comprometido. La ilusin se desvaneci y el libro de poemas de Keats que haba sobre la mesa sali disparado hacia lo alto. El libro fue aumentando de tamao a medida que se acercaba a la pared sobre la que se haba proyectado la ilusin, y cuando ya era casi tan alto como Crawford las tapas se abrieron igual que si fuesen un par de puertas ofreciendo el texto de dos pginas. El lomo del libro gigante entr en contacto con la pared y qued pegado a ella. Los versos impresos en las pginas parecan brillar con una oscura luminosidad contra la blancura del papel..., y de repente el libro que flotaba ante la pared era un libro distinto, un volumen de poemas que Keats an no haba escrito, y los versos salan disparados de las pginas que pasaban a toda velocidad para incrustarse en la mente de Crawford y, a juzgar por sus expresiones, tambin en las de Josephine y el mismo Keats. La msica se haba vuelto insoportablemente triste y conjuraba imgenes de crepsculos futuros que ninguno de ellos vivira para ver, brisas del atardecer que ninguno de ellos vivira para sentir; y tena una cierta tonalidad latina para recordarle a quienes la oan que estaban en Italia, en Roma, donde los mayores logros de la humanidad eran tan comunes como los vendedores callejeros de cebollas... y que Keats, el invlido que tan desesperadamente apreciara todo aquello, morira antes de ver una sola faceta de su esplendor. La tentacin de san Keats, pens Crawford. Mir a su alrededor buscando su petaca, la vio sobre la mesa donde haba estado el libro y dese apasionadamente tener el valor suficiente para cruzar el cuarto y cogerla.
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La mujer que haba visto sobre la colina de la ilusin se encontraba en el cuarto observando la sucesin de poemas luminosos. Pasados unos instantes se volvi y extendi una mano hacia el joven agonizante que segua de pie en el umbral del dormitorio. Sus ojos ardan como cristales de locura a la luz de la lmpara, y Crawford se pregunt si segua parecindose a la prometida de Keats... y si eso an tena alguna importancia. Crawford se dio cuenta de que cuando apart su mirada de ellas las inmensas pginas del libro se hicieron ms borrosas, y cuando volvi a posar los ojos en su petaca sta se alz por los aires y cruz la habitacin yendo hacia l. Crawford la agarr al vuelo sin interrogarse sobre aquel fenmeno inexplicable, desenrosc el tapn y tom un buen trago de brandy. El libro real estaba en una de las manos de la mujer, y los dedos huesudos de Keats se alargaban hacia la otra. Crawford bebi otro trago con la esperanza de ahogar toda preocupacin que pudiera sentir hacia la hermana condenada del joven poeta, cualquier preocupacin por todas las hermanas y hermanos traicionados del mundo... Apart la mirada y clav los ojos en la pared ante la que haba estado flotando el libro. El libro gigante haba desaparecido, y se sorprendi al ver que haba sido sustituido por la imagen de Julia, su difunta esposa, que sonrea y caminaba por un sendero del campo flanqueado de enormes castaos; mientras caminaba partes de su cuerpo iban desprendindose y caan sobre el polvo del sendero primero una mano, luego todo un brazo, despus un pie, pero a pesar de ello Julia continuaba caminando con la misma rapidez y sin experimentar ninguna dificultad aparente y su sonrisa segua igual de radiante. Detrs de ella avanzaba un ser oscuro de pequeo tamao que emita chasquidos y zumbidos al moverse. El ser iba recogiendo los miembros cados al suelo y los encajaba sobre sus miembros oxidados. Los dedos de Josephine se tensaron convulsivamente alrededor de su mano. Crawford la mir y vio que toda la atencin de su nico ojo estaba concentrada en la ilusin. Volvi la cabeza hacia las imgenes..., y se horroriz, pues la ilusin haba cambiado y estaba mostrndole un mar de aguas agitadas por la tempestad y acantilados que se alzaban bajo un cielo color acero, y la quilla de una embarcacin invertida que se deslizaba sobre los rostros surcados de espuma de las olas. Saba que si no apartaba la mirada en cualquier momento vera el brazo de su hermano emergiendo de entre las aguas... Y ah estaba! No. la escena haba cambiado. La superficie azul del ocano se haba convertido en un campo lleno de flores, y la persona que dudaba con la mano era una muchacha. Johnny, la oy gritar un instante despus. Crawford mir a Keats y vio que haba bajado la mano y estaba observando la ilusin. La mujer sigui la direccin de su mirada, lanz un siseo de impaciencia e hizo entrechocar las uas de sus dedos. La pared volva a estar donde siempre. Todas las visiones haban desaparecido, y el contraste hizo que la habitacin pareciese muy oscura. Crawford supuso que Josephine, luego l mismo y despus Keats haban estado proyectando aquellas escenas sin quererlo aprovechando de forma involuntaria durante unos momentos las herramientas mgicas de la lamia mientras la atencin de sta quedaba distrada por la que pareca inminente rendicin de Keats. Que la petaca hubiera cruzado volando el cuarto para venir hacia l deba de haber sido otro resultado de la magia que haba tomado prestada de aquella criatura. Y la visin final de la hermana de Keats haba hecho que todos sus esfuerzos resultaran intiles. Keats estaba meneando la cabeza y se volva lentamente hacia el dormitorio. La mujer fue detrs de l y Josephine la sigui tirando de Crawford. Severn continuaba torturando el piano del rincn y le arrancaba una meloda aguda y apremiante, pero nadie pareca escucharle.
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La ventana del dormitorio estaba abierta y dejaba entrar la lluvia como en una tarda obediencia a las instrucciones que Crawford haba intentado dar aquella tarde, y Crawford se pregunt si el pobre Severn habra sido engaado para que lavara el alfizar e invitara a la vampira permitindola entrar en el apartamento. Keats se haba derrumbado sobre su cama deshecha y su aspecto pareca indicar que el esfuerzo de levantarse haba sido excesivo para sus maltrechos pulmones. Su desesperado jadear no ocultaba el leve burbujeo que brotaba de ellos. La mujer fue rpidamente hacia l sosteniendo el libro de versos en su mano. Deprisa dijo. Firma el libro. Slvate. Cogi una pluma que haba encima de la cmoda y cuando Keats alz una mano casi desprovista de fuerzas para apartarla clav la punta de la pluma en su palma. Firma repiti, ofrecindole la pluma. Keats acept el libro que le alargaba, pero la expresin de su rostro no poda ser ms amarga y decepcionada. Volvi a menear la cabeza. Sus ojos fueron ms all de la mujer y acabaron posndose en Josephine, su antigua enfermera. Agua murmur. La mujer que no era humana dio un paso hacia Josephine, pero Crawford se interpuso entre ellas y tosi lanzando un chorro de vapores de ajo hacia su rostro. La mujer retrocedi mientras su cabellera se estremeca con tanta violencia como si intentara ocultarse dentro de su crneo. Josephine se volvi hacia la ventana abierta, pas la palma de su mano por el alfizar empapado de lluvia y dio un paso hacia la cama con la mano ahuecada delante de ella. Keats se incorpor. Y de repente la habitacin empez a inclinarse, o pareci hacerlo, pues cuando Crawford se agarr al quicio de la ventana para no perder el equilibrio vio que las calles seguan estando paralelas al suelo y el alfizar y durante un momento de irracionalidad pens que todo el mundo deba de estar deslizndose hacia un lado. Josephine dio otro paso hacia adelante movindose con la dificultad de quien intenta subir una cuesta muy empinada, pero un segundo despus su cuerpo fue inclinndose rpidamente hacia atrs en direccin a la puerta de la sala, que estaba empezando a parecer una parte del suelo. Keats quien pareca estar aislado de aquellos trucos gravitatorios salt desesperadamente hacia ella, pero la distancia era excesiva y estaba demasiado dbil para levantarse y seguirla. Crawford movi su pie sano hacia el marco de la ventana y salt cruzando la habitacin en la direccin que le pareca seguir siendo arriba. Sus manos abiertas chocaron con la espalda de Josephine hacindole recobrar el equilibrio. Crawford cay hacia atrs y se estrell contra la pared con la fuerza suficiente para que el dolor de sus costillas rotas le cegara durante unos momentos. Josephine haba logrado agarrarse a uno de los postes de la cama de Keats y estaba extendiendo la mano ahuecada que an contena un poco del agua que haba recogido en el alfizar. Que Dios me ayude murmur Keats. Moj la yema del dedo en el agua sucia que Josephine le ofreca y empez a escribir sobre la pgina. Crawford vio que el libro estaba abierto por el inicio del poema Lamia. Cuando el dedo de Keats entr en contacto con el papel la mujer retrocedi un par de pasos ms y la habitacin recobr bruscamente la horizontalidad. Josephine se derrumb hacia adelante y las yemas de sus dedos rozaron la frente cerlea de Keats. La mujer que no era humana desapareci lanzando un alarido tan estridente y quejumbroso que Crawford sinti un agudo dolor en los dientes.
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La msica haba cesado, aunque la atmsfera an pareca vibrar con el eco de sus notas, y los tres pudieron or a un confuso Severa tambalendose en la habitacin contigua. John? grit Severn. Ests bien? Creo que me he quedado dormido... A juzgar por su tono de voz estaba claro que el hbrido de mujer y gato haba desaparecido de sus hombros. Keats tena los ojos cerrados, pero sus labios se movan. Crawford se inclin sobre l. Gracias a los dos dijo Keats con un hilo de voz. Sus ojos se abrieron durante un momento y mir a Crawford. El agua que corra de su frente encontr las arruguitas de dolor que haba alrededor de sus ojos, las llen y acab deslizndose por sus mejillas como un torrente de lgrimas. En una ocasin le dije que quiz algn da necesitara... un favor de un anfitrin-neff que no deseara serlo. Suspir y se volvi hacia la pared. Y ahora vyase, por favor. Y haga entrar a Severn... Quiero decirle cul ha de ser mi epitafio. Cuando Crawford le transmiti el mensaje de Keats, Severn asinti con la cabeza, y aunque tena los ojos llenos de lgrimas y fue sin perder ni un momento hacia la puerta del otro cuarto seal el sof con un gesto de la mano. Sintense dijo en voz baja por encima de su hombro. Llamar al doctor Clark para que se ocupe de ustedes. Pero tan pronto como Severn hubo entrado en la habitacin de Keats y cerr la puerta a su espalda Crawford cogi a Josephine por el codo y fue hacia la puerta. No podemos quedarnos murmur articulando las palabras lo ms precisamente que pudo con la esperanza de que Josephine lograra comprenderle. Cualquier otro sitio es ms seguro... Pronto vendrn hombres que nos mataran a los dos. Aliviado, vio que Josephine asenta. La llev por el pasillo que conduca a la escalera varias personas les lanzaron miradas de temor contemplndoles por la rendija de sus puertas y se persignaron en cuanto las dos maltrechas siluetas empapadas pasaron junto a ellos, y la precedi por los peldaos hasta llegar a la calle y los escalones an desprovistos de santos que suban por la colina Pinciana. En cuanto hubieron salido del edificio, Crawford impuls a Josephine lo ms rpidamente posible a travs de la plaza hasta dejar atrs la fuente en forma de bote obra de Bernini y haber llegado a uno de los callejones que se iniciaban al otro lado. Entonces se relaj un poco, pero aun as hizo que Josephine avanzara sin detenerse en direccin sur a lo largo del callejn; pues estaba seguro de que cuando los austracos descubrieran que Crawford y ella ya haban salido del edificio registraran los alrededores. Una claridad griscea haba empezado a teir el cielo por el este, y los primeros rayos del amanecer que iban acariciando los campanarios y las torres que se alzaban sobre sus cabezas hacan que las nubes pareciesen vendajes que iban empapndose lentamente de sangre. Crawford haba acabado descubriendo un caminar sostenido sobre las puntas de los dedos que aliviaba un poco el dolor de su muslo izquierdo, aunque segua apoyando una parte muy considerable de su peso en Josephine, quien no emita ni una sola queja. De vez en cuando los dos sufran ataques de temblores, y algunos eran tan violentos que les obligaban a dejar de caminar. Se detuvieron ante la iglesia de San Silvestre para descansar. Crawford se apoy en el muro de piedra y mientras dejaba que las masas gemelas de fuego en que se haban convertido sus pulmones se relajaran un poco ley una placa atornillada a la pared cuyo texto proclamaba que la cabeza de Juan el Bautista estaba guardada en
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algn lugar del edificio. La placa le record uno de los poemas de Keats, Isabella, y la fiebre que se haba apoderado de su cerebro le hizo preguntarse con qu regaran la cabeza los sacerdotes y qu clase de cosecha esperaban obtener de sus desvelos. El convento se ha convertido en la oficina de correos dijo Josephine, rompiendo su mutismo con tanta brusquedad que le sobresalt. Keats y Severn me enviaron all ayer para ver si alguno de los amigos de Keats le haba mandado dinero desde Inglaterra. Nadie le haba mandado nada. De todas formas habra sido demasiado tarde observ Crawford, y la mir. Pareca estar lcida, y se pregunt quin creera ser. Qu hacas all? Supongo que no tengo nada que ver con eso, verdad? No dijo ella. En un principio fue por la aruspificacin. Se apoy en la pared junto a l y alz los ojos hacia la creciente claridad del cielo. El blanco de su ojo estaba manchado de sangre. Un mdico pronunci esa palabra cuando comprendi por qu trabajaba como enfermera. Me oblig a marcharme. Eso ocurri en... No lo recuerdo bien. Fabriano, Florencia... No s. Ahora vaya donde vaya soy enfermera. No me queda ms remedio. Crawford estaba exhausto y senta dolores terribles, pero aun as record su breve etapa como enfermera en el Hospital de Santo Toms haca ya cuatro aos, y se pregunt si habra descubierto aquella necesidad entonces. Bien... Y qu es eso de la aruspificacin? Adivinacin mediante el examen de las entraas dijo ella, y su tono de voz dejaba bien claro que estaba repitiendo de memoria una frase que haba odo en labios de otra persona. Tengo muchas ofertas de empleo porque a la mayora de enfermeras no les gusta trabajar con cirujanos. Pero yo necesito hacerlo. Tengo que... He de ver lo que hay dentro. Crawford saba que habra tenido bastantes dificultades para comprender a qu se refera aun suponiendo que estuviera en plena posesin de sus facultades mentales y no hubiera sufrido ninguna herida. Para... Para qu? Para ver el futuro? Sus labios llenos de heridas se curvaron en una sonrisa. Quiz lo haga para ver mi propio futuro. Esa es mi esperanza. No, Para..., para ver lo que hay dentro de las personas. Dentro de la gente. Nos da... Me proporciona... sueos, y los sueos me estn sacando de... Se call y mene la cabeza con cierta desesperacin, como si creyera que jams encontrara las palabras necesarias para expresar lo que le pasaba por la cabeza. Qu clase de sueos? Sueo que me opero a m misma... En los sueos siempre estoy acostada sobre la mesa de operaciones, medio erguida y medio tumbada, y me he abierto el torso con un escalpelo y estoy hurgando en mis entraas y voy sacando cosas que arrojo al suelo. Si consigo librarme de todo lo que llevo dentro... Crawford la mir, y la expresin que haba en su rostro agotado era una mezcla de preocupacin y horror. Cosas? Qu cosas? Josephine se estremeci y tuvo que apoyarse en l como si estuviera a punto de perder el conocimiento. Engranajes dijo. Resortes, cadenas, alambres, palancas y... Su voz fue debilitndose gradualmente y no lleg a completar la frase Crawford la rode con el brazo y la sostuvo sin decir nada. Crawford la gui en direccin suroeste hasta llegar a la Plaza Navona. Asom la cabeza para ver lo que haba al otro lado de la esquina ocupada por una tienda y
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examin la plaza y la ventana de su apartamento durante varios minutos. Cuando estuvo razonablemente seguro de que los austracos an no haban llegado all le dijo a Josephine que esperara, cruz la plaza cojeando y entr en el edificio donde viva, saliendo de l pocos minutos despus con un maletn y un bastn. Haba corrido un gran riesgo, pero tena la impresin de que si no consegua recuperar su instrumental mdico y coger algo de dinero l y Josephine estaran perdidos, y si tenan que seguir en movimiento necesitaba algo que le permitiera aliviar el peso soportado por su pierna herida. Un vendedor de hortalizas haba estacionado su carretilla cerca del callejn donde le esperaba Josephine y estaba empezando a colocar cestos de patatas y coles sobre los adoquines. La puerta abierta de una panadera que haba al otro lado de la calle dejaba escapar los efluvios del caf y los panecillos calientes. Crawford pens en ir all y gastar algunas de sus monedas, pero un instante despus oy que el vendedor de hortalizas gritaba el nombre del panadero y le preguntaba si saba el porqu haba tantos soldados a caballo recorriendo las calles y callejones unas pocas manzanas al norte de donde estaban. Crawford le entreg el maletn a Josephine, volvi a cogerla por el codo y ech a caminar en direccin sur. El bastn no pareca servir de mucho y las punzadas de dolor que le recorran la pierna eran cada vez peores, pero no quera llamar a un carruaje; no slo porque era muy probable que los austracos hubieran facilitado su descripcin a todos los cocheros ordenndoles que mantuvieran los ojos bien abiertos, sino porque no quera gastar la escasa suma de dinero con que contaba en nada que no fuese comida y alojamiento. Acab comprendiendo que el bastn haba sido hecho para ser sostenido en la mano opuesta a la pierna herida, y despus de aquel descubrimiento el caminar le result bastante menos doloroso. El sudor empez a enfriarse sobre su rostro, y logr relajarse un poco. Record que Josephine no haba respondido a su pregunta. Bien, cmo acabaste atendiendo a Keats? le pregunt. Josephine se encogi de hombros. El doctor Clark obtiene a la mayora de sus enfermeras del Albergue de San Pablo, y cuando el paciente es un turista ingls prefiere una enfermera capaz de hablar su idioma. Y por qu te quedaste con l? Keats no necesitaba ninguna operacin quirrgica ... No dijo ella, pareciendo recobrar sus energas con cada paso que daban, cuando me asignaron cuidar de l estuve a punto de rechazar el empleo Pero su expresin era muy parecida a la que yo recordaba haber visto en mi rostro hace tiempo, y tambin estaba intentando alejarse de esas cosas... y quera salvar a su hermana. No s por qu lo hice. Supongo que acab decidiendo que si le atenda podra averiguar algo ms sobre lo que hay dentro de las personas. Se volvi hacia Crawford y le mir a la cara por primera vez en mucho tiempo. Su nico ojo estaba enrojecido, pero brillaba con la mirada alerta y perspicaz de una persona cuerda bajo el pauelo que se haba anudado alrededor de la cabeza. Crawford se fij en los cortes de sus labios y record el beso y los trocitos de cristal que haban compartido en la calle, y se llev la mano a las laceraciones de su boca. Conseguir que un soplador de vidrio te fabricara un ojo de cristal lleno de ajo no debi de ser nada sencillo. No me cobr nada. Dijo que comprenda muy bien para qu lo quera y el porqu deseaba tener algo de ajo a mano en un caso de emergencia, y tambin dijo que me admiraba por ello. Crawford pens en la petaca que llevaba encima para un propsito ms o menos idntico, y se pregunt si el hombre al que se la compr tambin le haba
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admirado por hacer aquella adquisicin. A juzgar por la expresin con que le haba observado no pareca admirarle mucho. Aun as el pensar en la petaca hizo que la sacara del bolsillo, desenroscara el tapn y se la llevara a la boca. El alcohol ardi en las heridas de su lengua y sus labios, pero aquel potente y delicioso escozor le devolvi parte de las energas que haba perdido y despej su cabeza con tanta rapidez que se la pas a Josephine para que tomara un trago. Se encontraron con tres grupos de soldados a caballo que recorran las calles al norte de ellos, y en dos ocasiones oyeron voces infantiles que pedan permiso para ir a ver las docenas de botes que estaban atracando en las orillas del Tber para desembarcar contingentes de soldados; por lo que siguieron en direccin sureste movindose en un laberinto de pasajes y callejones y evitando las calles ms anchas. Siguieron la Via di Marforio hasta el final de su recorrido, descendieron por un tramo de escalones y descubrieron que se encontraban en el extremo este del angosto valle donde estaba el Foro y que haban dejado atrs los ruidos y la actividad de la Roma moderna. El Foro era un campo largo y desigual surcado de viejos pavimentos que an estaban lo bastante enteros para mantener a raya la intrusin de la maleza y la hierba. Columnas maltratadas por el tiempo se alzaban aqu y all formando dibujos apenas discernibles que permitan adivinar los contornos de los grandes templos y baslicas desaparecidas haca mucho tiempo. Delante de los dos fugitivos y un poco a su izquierda se alzaba un gran edificio cuadrado de piedra con tres arcos. Crawford cogi a Josephine de la mano y la llev hacia el arco del centro. El sol del amanecer quedaba detrs del edificio conviniendo aquella enorme estructura en una silueta oscura, y Crawford no logr ver con claridad ninguno de los bajorrelieves o inscripciones latinas talladas en la piedra. El Arco de Septimio Severo dijo Josephine de repente. Fue uno de los emperadores ms crueles de toda la historia de Roma, pero al menos apenas si se produjo literatura durante su reinado. Crawford la mir parpadeando. De veras? Bueno, eso... Algn lugar cerca de este arco sera un buen sitio para curar nuestras heridas. No estoy muy seguro de haberte entendido... empez a decir; pero pens en las criaturas que inspiraban las obras literarias con las que se haba encontrado desde que abandon Inglaterra y asinti lentamente. Crees que ese viejo emperador quiz siga proyectando una... esfera de influencia, eh? Bueno, qu diablos... Dada nuestra situacin no podemos permitirnos el lujo de despreciar ni un tomo de buena suerte. Delante de ellos y a la izquierda haba tres muretes de ladrillo rosa que creaban un pequeo recinto sumido en las sombras y Crawford la precedi hasta all. Una vez estuvieron sentados en el suelo ocultos a los ojos de cualquier paseante madrugador Crawford abri su maletn de mdico, desdobl un pao blanco limpio que extendi cuidadosamente sobre el viejo pavimento y empez a colocar su instrumental sobre l. Esperaba que Josephine no hubiera exagerado cuando le habl de su experiencia como enfermera. Sacar el proyectil incrustado en el cuero cabelludo de Josephine fue fcil y no produjo mucha sangre. Crawford slo necesit unos minutos para suturar la incisin y aplicar vendas empapadas en brandy sobre sta y el agujero hecho por el proyectil.
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Josephine tampoco tuvo ninguna dificultad para coserle la camisa lo ms tensa posible con el fin de que ejerciese presin sobre sus costillas fracturadas. Sacar la bala de su muslo sera bastante ms difcil. Tendra que quitarse los pantalones, acostarse sobre el estmago y dar instrucciones a Josephine explicndole lo que deba hacer con el frceps. La herida haba empezado a cerrarse y los primeros tanteos de Josephine con el fro instrumento metlico casi le hicieron perder el conocimiento. Lo siento dijo Josephine despus de que l hubiera ahogado su grito con el puo. No importa se apresur a murmurar Crawford, deseando no tener que reservar las ltimas gotas de brandy para la desinfeccin de la herida. Estaba empapado por el abundante sudor fro que haba brotado de sus poros, y se pregunt si iba a vomitar. Hblame mientras lo haces, de acuerdo? Dime cualquier cosa, lo que sea... Josephine meti las mandbulas cerradas del frceps un poco ms adentro, y Crawford necesit toda su fuerza de voluntad para no levantarse de un salto y arrancrselo de las manos. La frialdad del acero que se abra paso por entre la carne de su pierna contrastaba con el calor de la sangre que se deslizaba sobre su muslo e iba formando un charquito sobre el pavimento Bueno, ya te he contado qu haca en el apartamento de Keats dijo ella con voz tranquila. Y t? Qu hacas all, y por qu trabajabas para su vampira? No trabajaba para la maldita vampira jade Crawford. Bueno, supongo que s lo haca, pero yo no... Cristo, no tan deprisa, ve ms despacio! No lo saba. Trabajaba para los austracos. Diablos, la mayor parte del trabajo que hice para Von Aargau y para los austracos... Maldicin! Lo que haca era proteger a la gente de los vampiros. Sinti como las puntas del frceps rozaban el proyectil de plata. Para se apresur a decir, ya lo has encontrado. Ahora... Dios, aydame... chalo un poco hacia atrs, abre el frceps muy despacio e intenta agarrar la bala entre las puntas. Tienes que dejarla atrapada entre las puntas del frceps, comprendes? Ve apretando poco a poco y con mucha firmeza, pero no hagas ningn... movimiento brusco. Vio como su sombra asenta. Creo que los austracos y las... criaturas de piedra son aliados dijo Josephine con voz pensativa mientras iba tirando del metal incrustado en su pierna y el charco de sangre segua creciendo hasta llegarle a la rodilla. Pero son dos clases de vida distinta y no pueden... Creo que ya la tengo bien cogida. Y ahora qu? Crawford se agarr a los cantos de los bloques de mrmol sobre los que estaba sentado. Despacio murmur. Tira. Josephine empez a tirar, y al principio lo hizo con tanta suavidad que Crawford ni tan siquiera se enter. Ninguno de los dos bandos puede comprender los objetivos del otro sigui diciendo. En el mejor de los casos slo puede ser una alianza temporal dictada por las conveniencias. Apuesto a que las nicas personas a las que protegiste de los vampiros eran gente que los austracos consideraban importante para su causa. Es verdad dijo Crawford con voz tensa. Ya poda sentir los tirols. Salvo Keats..., y parece que en ese caso lo nico que pretendan era mantener satisfecha a su vampira. Los tirones se fueron haciendo ms fuertes. Un intento fallido dijo Josephine con mucha calma mientras iba aumentando la fuerza con que tiraba del frceps y ejerca presin con la mano libre sobre la pegajosa capa de sangre que cubra la desnudez de su muslo. Ahora no tiene
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anfitrin. Keats saba que deba morir, y muri. Hubo un momento en el que incluso habl de suicidarse. Sin anfitrin repiti Crawford. Despus de veinticinco aos... Y de repente record lo que le haba contado Severn acerca de que l y Keats fueron mantenidos en cuarentena en el puerto de Npoles hasta el da de su cumpleaos, el 31 de octubre, y estuvo seguro de que la cuarentena haba sido una cortesa austraca a la vampira de Keats. Queran retrasar la llegada de Keats, la desilusin y, posiblemente, el deseo de morir hasta la noche en que la vampira podra recorrer Roma buscando un beb recin nacido al que adoptar, tal y como haba adoptado a Keats haca un cuarto de siglo. Los austracos incluso haban llegado a donar un nio italiano con el fin de que la vampira no se quedase sin anfitrin pasara lo que pasase con Keats. S, Josephine, le proporcionaron toda una multitud de anfitriones entre los que escoger, pens con amargura. Se pregunt si el beb escogido por la vampira sera alguno de los que manos annimas le haban entregado a travs de la puertecita que haba en la pared del hospital-inclusa de Santo Spirito. Ya sale dijo Josephine. Intenta no ponerte demasiado tenso. El frceps con el proyectil atrapado entre las puntas era mucho ms ancho que cuando haba entrado en su carne y Crawford pudo sentir cmo desgarraba los msculos mientras Josephine segua tirando inexorablemente hacia arriba. Sus prpados y sus mandbulas no podan estar ms apretados y respiraba con una mezcla de murmullos y sollozos convulsivos. El sudor formaba charcos debajo de su cuerpo y dilua la sangre acumulada alrededor de su pierna. Sinti el leve pop del frceps al salir y el alivio fue tan intenso que todo su cuerpo se relaj, aunque el chorro de sangre que brotaba de la herida se hizo ms rpido y abundante. Crawford no torci el gesto ni cuando Josephine roci la herida con las ltimas gotas de brandy, y despus de que le hubiera atado un vendaje alrededor del muslo incluso fue capaz de subirse los pantalones sin su ayuda. Rod sobre s mismo con mucha cautela y se sent, sintindose dbil y aterido. Gracias le dijo con voz ronca. Nunca haba trabajado con una enfermera que tuviese las manos tan firmes. Josephine se volvi hacia el sol dndole la espalda y se inclin para coger el proyectil que Crawford haba extrado de su cuero cabelludo. Hizo rodar los dos trocitos de plata sobre la palma de su mano y la ech hacia atrs como si pensara arrojarlos a cualquier punto de aquel paisaje de ruinas. No! exclam Crawford. Josephine baj el brazo y le lanz una mirada interrogativa. Son de plata dijo, y no tenemos mucho dinero. Empez a incorporarse usando su bastn como si fuera la prtiga de una barcaza. Vamos a viajar juntos? pregunt Josephine, sin ninguna expresin discernible en su rostro. Crawford tard un poco en responder. Acababa de comprender que sus palabras daban a entender precisamente eso..., y, de hecho, lo habra preferido. Acab de incorporarse y asinti cautelosamente con la cabeza. Si no te importa... Podemos viajar como hermano y hermana y conseguir trabajo en algn hospital. Eh... Tengo que preguntrtelo. Si te parece que la pregunta no tiene ningn sentido... Bueno, dmelo claramente Trag una honda bocanada de aire. Sigues pensando que mat a Julia? Josephine se alej de l caminando lentamente por entre los fragmentos de columnas cadas al suelo, acab detenindose junto a un eucaliptus y arranc una de las hojas venenosas. Empez a hacerla pedacitos con expresin distrada sin apartar
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los ojos de los arcos recubiertos de yedra que se alzaban sobre la pendiente de la Colina Palatina. Crawford la sigui an ms despacio, apoyando su bastn en las grietas del viejo pavimento. Cuando lleg junto a ella abri la boca para hablar, pero Josephine alz la mano. Crees que no s que soy Josephine se apresur a decir, como si fuese algo que deba quedar claro pero que ninguno de los dos deseaba or, y que estoy convencida de que es Julia quien ha..., quien ha mu... muerto. Mene la cabeza. Una mueca de abatimiento tens sus facciones y las lgrimas brotaron de su nico ojo creando reflejos iridiscentes sobre su delgada mejilla. Te aseguro que ya lo s. Pero... No puedo soportarlo. Julia era una persona... Era mucho mejor que yo. Siempre fue terriblemente buena conmigo a pesar de todos los problemas que le daba. Tendra que haber muerto, y ella debera seguir con vida. Apart los ojos de l, pero le ofreci su mano izquierda cubierta de cicatrices y Crawford la tom. S que no la mataste. Y s qu la mat. Avanzaron con lentitud hacia adelante tropezando sobre los restos de pavimento que cubran el suelo del Foro yendo en direccin sureste, all donde el inmenso hombro rojo del Coliseo se alzaba dominando los contornos de iglesias ms modernas. Iban cogidos de la mano, pero el contacto de sus dedos no encerraba ni el ms mnimo inters ertico. Has probado lo que hice en el apartamento? le pregunt Josephine pasado un rato. Me refiero a lo que hice por Keats al final... Si no lo has intentado, yo puedo hacerlo cuando quieras. Cualquiera puede hacerlo, sabes? Cmo lo llaman los catlicos? Crawford intent recordar los detalles de la noche anterior. El sol de mediados de la maana estaba secando sus ropas y se senta mucho mejor que haca un par de horas, pero el agotamiento segua aferrndose a su cuerpo como un nio agarrado a su espalda. El qu? replic por fin. Dejar que firmara su libro con el agua del alfizar? No creo que los catlicos... No dijo ella, cuando le pas la mano por la frente para que... Cre que fue algo accidental dijo Crawford. Me pareci que lo hacas para recuperar el equilibrio. Josephine le lanz una mirada de exasperacin. No. Eso fue lo que expuls a su vampira. Maldita sea, cmo lo llaman? No es la Confirmacin... Oh. Crawford se qued inmvil durante unos segundos. S. S, quiz quiera que hagas eso por m en algn momento... Deja que piense en ello. Volvi a ponerse en movimiento y, como si acabara de dar con la palabra, aadi: Bautismo, as lo llaman.
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Y una hermosa criatura naci de sus manos, una Imagen viviente cuya belleza sobrepasaba en mucho a esa hermosa piedra animada que cautiv a Pigmalin. La criatura no tena sexo, y una vez crecida no pareca encerrar defecto alguno y s poseer la gracia de ambos sexos... Y sobre su hermoso rostro jugaban alegres los sueos, movindose en veloces enjambres cual las moscas del [verano...
PERCY BYSSHE SHELLEY,
La bruja de Atlas
5,23, copiado sin ningn comentario del cuaderno del ao 1822 de Shelley
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Las frutas se pudren, el amor muere y el tiempo [transcurre; y t, alimentada con un aliento perpetuo, viva tras cambios infinitos, intacta tras los besos de la muerte; saciada de monstruos estriles e impos, sacando fuerzas de las fiebres y vapores, te alzas, oh plida reina venenosa. A. C.
SWINBURNE,
Dolores
Pisa, en la costa noroeste de Italia cerca de Livorno, era una reliquia de lo que haba sido en tiempos pasados. Las casas eran del estilo clsico romano, pero la pintura estaba desprendindose de los postigos y las lmpidas lneas de su arquitectura empezaban a perder su precisin bajo las manchas del agua y las grietas, y algunas calles haban quedado simplemente abandonadas a las parras y las malas hierbas que iban apoderndose lentamente de las ruinas de los edificios. La corriente amarilla del Arno segua fluyendo con su caudal de siempre bajo los viejos puentes, pero durante los siglos transcurridos desde que Estrabn hablaba de Pisa como la ms valiosa de las ciudades etruscas, la acumulacin de tierra y limo en el delta de la embocadura del ro haba triplicado la distancia que separaba la ciudad del mar. Los fabricantes de carbn de lea y los recogedores de corcho trabajaban en la maremma, el pantano salado que rodeaba la ciudad, pero los comercios locales subsistan principalmente de los turistas europeos. La mayora de los turistas venan a ver la catedral y la famosa Torre Inclinada, pero algunos acudan para exponer sus problemas mdicos en la universidad donde un mdico que hablara ingls era un regalo del cielo, o para ver de refiln a los dos infames poetas exiliados de Inglaterra que haban instalado su residencia haca poco en la ciudad y que se supona estaban poniendo en marcha alguna especie de revista. Los turistas que acudan a Pisa impulsados por esas inclinaciones literarias siempre reciban el consejo de darse prisa, pues estaba claro que los poetas se haban metido en algn lo con el gobierno local y se esperaba que no tardaran en marcharse. Michael Crawford iba en direccin este por el Lung'Arno, la calle repleta de gente que dominaba la orilla norte del Arno, y no prestaba mucha atencin a las personas que le rodeaban. Dos hombres sacudan colchones en el puente al que se estaba acercando, y una mujer cantaba mientras se asomaba a una ventana de un tercer piso para colgar la colada sobre un cordel que iba de un extremo a otro de la calle, pero Crawford que miraba de vez en cuando al suelo para encontrar el mejor
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sitio donde apoyar la contera de su bastn no vio al anciano que vena con paso cojeante hacia l. El caudal del ro en aquel nublado martes de abril era abundante y se mova con rapidez, y todas las embarcaciones estaban atracadas junto a la orilla bajo las fachadas de piedra descoloridas por el sol. Hasta el esquife del siempre aventurero Shelley estaba all, aunque se encontraba a este lado del ro, separado por las aguas de los Tre Palazzi donde viva. Deba de estar visitando a Byron en el Palazzo Lanfranchi, en lo que probablemente fuese la ltima visita que le haca antes de trasladarse a la Baha de Spezia, bastante ms al norte. En cuanto a Byron, haba decidido pasar el verano en Montenero, quince kilmetros al sur. Crawford tena la impresin de que la colonia inglesa de Pisa estaba disgregndose. Byron y Shelley haban sido el centro alrededor del que los dems giraban como radios en una rueda. Crawford y Josephine se quedaran, naturalmente. Fingan ser hermano y hermana y trabajaban como equipo de mdico y enfermera en la Facultad de Medicina de la universidad, y Crawford confiaba en que el valor de los servicios que prestaban all impedira que el sentimiento oficial antiingls les afectase. Y, de todas formas, Byron era quien haba causado todo aquel malestar y estaba a punto de marcharse. Su ltimo amor era una joven dama llamada Teresa Guiccioli. Se saba que su hermano y el esposo con el que ya no viva participaban activamente en las actividades antiaustracas de los Carbonari, y se rumoreaba que Byron tambin haba sido iniciado en los misterios de la sociedad secreta y que sola alardear de haber almacenado armas y municiones para aquel ejrcito informal cuando estuvo invitado en el Palazzo Guiccioli de Ravena. El gobierno de Pisa no vio con buenos ojos que Teresa y su hermano primero y luego el mismsimo Byron se instalaran en su ciudad; y las hostilidades casi llegaron a la crisis abierta haca un mes cuando Byron, Shelley y otros cuatro miembros del crculo ingls de la localidad tuvieron un encontronazo con un dragn italiano de bastante malas pulgas en la puerta sur. El dragn golpe a Shelley en la cara con la guarda de su sable, y durante la mle que se produjo a continuacin uno de los sirvientes de Byron atac al dragn clavndole una horca. El dragn acab recuperndose de la herida y el sirviente fue encarcelado, pero a partir de entonces Byron, Teresa y sus hermanos eran seguidos a todas partes por espas del gobierno. Crawford albergaba la esperanza de que l y Josephine se encontraban ms all de toda sospecha. Haba seguido practicando la medicina como Michael Aickman despus de que l y Josephine huyeran de Roma. Al principio temi que Von Aargau hubiera hecho desaparecer sus credenciales falsas de los archivos oficiales de Roma, pero la universidad de Pisa haba quedado tan impresionada ante la experiencia que poda demostrar y su ms que obvia competencia que apenas si haban examinado sus papeles, y tanto l como Josephine empezaron a pensar que quiz haban encontrado el sitio donde por fin podran establecerse y vivir en paz. Crawford crea que podan pasar el resto de sus vidas juntos viviendo como hermano y hermana, pues no era probable que ninguno de los dos contrajese matrimonio. Crawford ya haba cumplido cuarenta y dos aos. Los restos de rigidez que no haba logrado eliminar de su pierna izquierda hacan que casi siempre caminase apoyado en un bastn, y pasaba gran parte de su tiempo libre leyendo y ocupndose del jardn. La falta de tensiones del ltimo ao haba servido para que Josephine fuese recuperando la cordura a cada momento que pasaba. Los vinos y la cocina toscana tambin haban ayudado a que su silueta fuese ms opulenta la Josephine de ahora se pareca bastante a su difunta hermana, y el sol italiano haba bronceado su piel y creado todo un espectro de colores oro, cobre y bronce en su larga cabellera. Ella y Crawford mantenan buenas relaciones con los ingleses de Pisa, y se les invitaba con
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frecuencia a las cenas de los mircoles por la noche que daba Byron, pero la verdad era que los dos se haban vuelto ms italianos que ingleses. Crawford haba estado contemplando las aguas del ro que se deslizaban a su derecha, y cuando alz los ojos para asegurarse de que no pasaba de largo ante la fachada de mrmol blanco de la casa de Byron vio al anciano, quien tambin caminaba apoyndose en un bastn. Pero Crawford estaba demasiado absorto en sus pensamientos y apenas si le lanz una mirada fugaz. Byron sali al balcn del segundo piso la brisa agitaba su cabellera canosa, y Crawford se dispuso a alzar la mano para saludarle, pero vio la expresin que haba en el delgado rostro del lord y no lleg a completar el gesto. Un instante despus, Percy Shelley sali por la puerta principal del Palazzo. l tambin pareca preocupado. Percy! le llam Crawford, y apret el paso. Qu ocurre? Shelley le contempl parpadeando durante unos momentos como si no le reconociera y acab meneando la cabeza. Cree que usted y su hermana podran venir con nosotros a Spezia? le pregunt con voz enronquecida. Tengo razones para pensar que necesitaremos su asistencia en..., en esa faceta de la medicina que tan bien conoce. Crawford nunca haba conseguido que Shelley le cayera del todo bien. No creo que podamos, Percy... Al menos, no por ahora. Es que Mary o Claire estn embarazadas? Bien, pensamos que Mary quiz vuelva a estarlo, pero no se trata exactamente de eso... Shelley movi la mano en un gesto de impaciencia. Puedo pagarles ms de lo que estn ganando en el hospital de la universidad. Crawford saba que eso no era cierto. Shelley tena deudas con montones de gente, su editor ingls incluido. Lo siento. No podemos marcharnos de Pisa. Ya sabe que Josephine no se encuentra bien. El estado de sus nervios... Shelley abri la boca como si se dispusiera a discutir con l, pero acab limitndose a menear la cabeza y pas junto a Crawford con cara de irritacin. Un instante despus bajaba a toda prisa la escalera privada de Byron rumbo a su esquife. Los tacones de sus botas repiqueteaban sobre las piedras mojadas. Crawford alz los ojos hacia el balcn, pero Byron ya haba vuelto a entrar en la casa. Dej que sus ojos volvieran a posarse en la calle y se fij en el viejo que le haba pasado desapercibido hasta entonces. Un instante despus estaba en el nicho del umbral que daba acceso a la casa de Byron golpeando enrgicamente la madera de la puerta con la aldaba, pues crea haberle reconocido. Tena la impresin de que era... Cmo se llamaba? S, Des Loges, aquel viejo que le haba conseguido el pasaporte a nombre de Aickman en Francia y que luego le haba pedido que le ahogara como pago del favor seis largos aos antes a ms de ochocientos kilmetros de aqu. Venga, Fletcher, venga... murmur sin apartar los ojos de la puerta cerrada. Se dijo que Des Loges no poda haberle reconocido. Ahora ya no se pareca en nada al Michael Crawford joven y de cabellos oscuros que haba llegado nadando a la playa de Carnac a finales de julio del ao 1816. Y, despus de todo, tambin era posible que aquel viejo no fuese Des Loges. Qu poda haberle trado a Pisa? Estara buscando a Crawford? La idea le asust y volvi a golpear la puerta con ms fuerza que antes. El sirviente de Byron acab abriendo la puerta con una mezcla de sorpresa y reproche en sus arrugadas facciones.
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Siento haber sido tan insistente, Fletcher dijo Crawford, y un instante despus las cejas del sirviente se enarcaron un poco ms, pues Crawford entr casi corriendo en la casa y cerr la puerta a su espalda.Eh... Me he encontrado con un viejo acreedor mo, y no quiero que me vea. Fletcher se encogi de hombros y asinti, y Crawford pens que a lo largo de los aos probablemente Byron haba irrumpido en casi todas las casas donde haba vivido dando la misma excusa para justificar su apresuramiento. Desea que le anuncie, o slo...? le pregunt Fletcher. No, el seor me est esperando. Se supone que debemos ir a montar por la maremma para ver si cazamos algo. Le dir a milord que est aqu replic Fletcher, y empez a subir por la escalera, aunque quiz no se encuentre de humor para acompaarle. Crawford se dej caer en un sof, contempl sin verlas las flores pintadas en el techo y se pregunt cul sera la razn de que Byron y Shelley pareciesen tan preocupados. Se habran peleado? No era imposible. Los modales de Byron solan irritar a Shelley, as como la casi imperceptible pero siempre presente condescendencia que iba unida al hecho de ser un par ingls, y lo que ms le molestaba era su negativa a hablar de Claire o permitir que visitara a su hija Allegra, a la que haba dejado en un convento de Bagnacavallo, en la otra costa de Italia. Shelley no quera romper del todo su relacin con Byron porque el lord era el contribuyente y mecenas ms importante del Liberal, la revista en proyecto que deba publicar las ltimas obras poticas de Byron y Shelley y, de paso, salvar a sus amigos los hermanos Hunt de la bancarrota se supona que Leigh Hunt, su esposa y sus hijos ya haban abandonado Inglaterra y se dirigan a Pisa, pero la provocacin adecuada en el momento justo poda haber hecho que Shelley perdiera los estribos. Crawford haba sabido que Shelley estaba viviendo en la ciudad y que se esperaba la llegada de Byron antes de que l y Josephine se instalaran en Pisa haca ya ms de un ao, pero su nueva confianza en s mismo le haba hecho desdear la sospecha de que fuese la gemela inhumana de Shelley y no la universidad lo que le haba impulsado a escoger Pisa como nueva residencia. De hecho, al principio incluso haba planeado no relacionarse para nada con los poetas ingleses, pero una tarde de haca dos meses se encontr con Byron en el Lung'Arno. Crawford le reconoci nada ms verle. Pas por unos momentos de vacilacin, pero acab yendo hacia l y le salud. Al principio Byron se mostr ms bien glido, pero en cuanto se hubieron dado la mano su estado anmico cambi repentinamente y empez a contarle historias muy exageradas por la nostalgia sobre Polidori, Hobhouse y algunas de las posadas en que se haban alojado durante aquel viaje por los Alpes de hacia seis aos. Antes de que los dos se separaran aquella tarde, Crawford ya haba aceptado una invitacin a cenar en el Palazzo Lanfranchi para la noche de aquel mircoles. Josephine no le acompa en su primera visita, y Shelley se mostr un poco ms sorprendido que complacido al volverle a ver, pero Crawford y Josephine acabaron convirtindose en una parte ms del grupo de ingleses que frecuentaban la casa de Shelley al sur del ro y la de Byron al norte de ste. Josephine rara vez hablaba y su costumbre de clavar los ojos en algn rincn vaco de la habitacin corno si fuera una gata asustada tena la virtud de poner algo nervioso a Shelley, pero Byron afirmaba adorar cada una de las escasas y ms bien bruscas frases que brotaban de sus labios y Jane Williams cuyo esposo viva en casa de los Shelley estaba intentando ensearle a tocar la guitarra.
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Byron nunca haba hecho referencia a su encuentro anterior con Josephine en la cima del Wengern, y Crawford crea que se las haba arreglado para acabar olvidando casi todo lo ocurrido aquel da. Crawford se haba preguntado en ms de una ocasin qu hubo en aquel apretn de manos que alter tan repentinamente el comportamiento de Byron hacindole pasar del desdn a la afabilidad, y la respuesta lleg haca un par de semanas cuando estaba bebiendo vino con Byron. El lord alz su mano derecha mostrndole la palma, y Crawford vio una marca negra similar a la dejada por la quemadura que le produjo clavar el cuchillo en el rostro de aquella estatua de madera romana, con el resultado accidental de alertar a los Carbonari y hacer que acudieran en su ayuda. La suya es ms oscura haba observado Byron. Supongo que cuando le hicieron clavar la hoja en el mazze durante su iniciacin debieron usar un cuchillo ms nuevo. Saba que un cuchillo slo puede usarse un nmero determinado de veces? Despus de haberlo usado en varias iniciaciones todo el carbono que contena ha sido metamorfoseado en carne, y el cuchillo deja de ser acero para convertirse en hierro puro y simple. Crawford se limit a asentir como si supiera muy bien de qu hablaba, y procur no contradecir nunca la impresin inicial de Byron de que haba sido iniciado en los misterios de los Carbonari..., en parte porque sospechaba que aquella noche haba pasado por una especie de iniciacin. Byron baj cojeando la escalera y Crawford apart la mirada del techo. Buenas tardes, Aickman dijo Byron. Haba perdido casi todos los kilos engordados en Venecia y tena el rostro bronceado, pero hoy pareca nervioso y no muy seguro de s mismo. Bien, qu le dijo Shelley cuando se encontr con usted? Crawford se puso en pie. Muy poca cosa. Quera que Josephine y yo les acomparamos a Spezia. Byron asinti con expresin melanclica, como si sus palabras confirmaran algo que ya sospechaba. No vendr con nosotros, y que me cuelguen si he de ir hasta all para recoger a Ed Williams, as que... Supongo que slo quedamos usted y yo Mir a Crawford con una fijeza que casi resultaba intimidatoria y sonri. No pensar meterme ninguna bala de plata en el cuerpo, verdad? Eh... dijo Crawford, perplejo. No, desde luego que no. Salieron a caballo por la Porta della Piazza, la misma puerta del sur en la que Shelley haba sido golpeado y el dragn italiano atravesado con una horca un mes antes, pero aunque la silla de montar de hsar que utilizaba Byron estaba erizada de fundas de cuero repujado cada una con su pistola correspondiente, los soldados de la guardia pisana les contemplaron distradamente desde las murallas sin que en sus ojos hubiera ni pizca de la sospecha alarmada que haban mostrado en las semanas anteriores. Todos saban que Byron no tardara en marcharse de la ciudad y, adems, hoy slo eran dos jinetes armados. Los grupos que salan a practicar el tiro al blanco haban llegado a estar formados por media docena de jinetes o ms. Los Shelley y sus malditos hijos dijo secamente Byron cuando las murallas hubieron quedado detrs de ellos y los olivos y matorrales empezaron a cubrir las cunetas del camino. Acaso han criado alguno? Percy Florence sigue vivo y ya ha cumplido dos aos, pero cunto cree que sobrevivir? Ya sabe que su hijo William muri hace tres aos un ao despus de que la pequea Clara muriese en Venecia, y en 1814 o por ah tuvieron un beb que muri a las dos semanas. Ni tan siquiera le
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haban puesto nombre! Y creo recordar que tuvo por lo menos un hijo de su primera esposa..., que con seguridad debe llevar mucho tiempo muerto. No creo que Shelley est muy interesado en el bienestar de los nios..., especialmente si son suyos. Vamos, vamos, eso son tonteras replic Crawford. Conoca lo suficientemente bien a Byron para correr el riesgo de contradecirle ocasionalmente. Ya sabe lo que siente por sus hijos..., cuando los ha tenido. Byron no slo no se enfad, sino que incluso pareci algo avergonzado. Oh, s, ya s que tiene razn. Pero siempre mueren. Y ahora cree que Mary vuelve a estar embarazada! Dadas sus experiencias anteriores cualquiera pensara que ya habra abandonado incluso el sexo... A estas alturas ya debera haberse convencido de que el sexo y todo lo que le rodea es un mal asunto. Tal y como he hecho yo, pens Crawford. Siguieron avanzando en silencio. Los nicos sonidos audibles eran los del viento que llegaba del mar agitando las ramas y el golpeteo ahogado de las pezuas de los caballos hundindose en la arena. Crawford empez a pensar en la observacin sobre la bala de plata hecha por Byron. Quiz Shelley se imaginaba que Byron estaba siendo vctima de las atenciones de una vampira. Y, naturalmente, as haba sido antes de que subieran a la cima del Wengern... Crawford se volvi hacia su acompaante y se fij en lo chupadas que estaban sus mejillas bajo la cabellera canosa, y en la brillantez de sus pupilas. Y, aparte de eso, los versos que estaba escribiendo ltimamente eran los mejores de cuantos haba creado a lo largo de su carrera... Shelley haba dicho haca poco que ya no poda competir con Byron, y que ahora que Keats estaba muerto Byron era el nico poeta con el que vala la pena competir. Y de repente Crawford tuvo la seguridad de que Byron haba sufrido una recada, probablemente y a juzgar por la descripcin de la mujer con la que haba estado viviendo hecha por Shelley mientras resida en Venecia. Habra sido la misma criatura que le acos antes? Seguramente. Tal y como Crawford haba conjeturado en Suiza haca ya seis aos para gran irritacin de Byron, aquellos seres parecan capaces de seguir la pista de sus antiguos amantes incluso cuando se les haba prohibido el acceso a ellos. Pero tambin estaba claro que Teresa Guiccioli no era una vampira de ninguna especie. Sola acompaar a Byron y sus amigos en sus paseos a caballo vespertinos, e incluso asista a misa en la catedral. Cmo se las arreglaba Byron para mantenerla a salvo de las celosas atenciones de su amante sobrenatural? Descubri que estaba pensando en el fro roce de la piel de su propia vampira, y se apresur a meter la mano bajo los pliegues de su chaqueta para coger la petaca. No haba mantenido relaciones sexuales con nadie..., mejor dicho, con ningn ser humano desde su desastrosa noche de bodas seis aos antes, y haba acabado llegando a la ms bien lgubre conclusin de que una de las consecuencias de hacer el amor con la gemela de Shelley era que le haba incapacitado permanentemente para realizar el acto sexual con ninguna mujer de su especie. A veces pensaba en aquel beso doloroso y liberador que Josephine le haba dado delante de la casa romana donde viva Keats haca ya un ao, pero el recuerdo jams le aceleraba el pulso y ni l ni Josephine lo haban mencionado nunca. Acababan de entrar en el campo que colindaba con la granja Castinelli donde siempre hacan sus prcticas de tiro. Byron baj de su caballo, alz los ojos hacia Crawford y le sonri. Me permite que le acompae? Desde luego. Crawford le pas la petaca, desmont y fue con Byron hasta el reseco tronco del rbol alrededor del que solan colocar sus blancos. Byron tom un segundo y prolongado trago de brandy, le devolvi la petaca y se inclin sobre las estacas que
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haban clavado en el suelo durante su ltima visita mientras Crawford ataba las riendas de los caballos al tronco. Crawford vio que empezaba a incrustar monedas de media corona en las hendiduras practicadas en el extremo de un par de estacas. Allegra ha muerto dijo Byron por encima de su hombro. Oh. Crawford nunca haba conocido a la hija de Byron y Claire Clairmont, y aunque saba que Claire amaba apasionadamente a la nia que haba cumplido los cinco aos haca poco, no tena ni idea de lo que Byron senta por ella. El hecho de que antes se hubiera esforzado tanto por dejar bien claro que Shelley era incapaz de cuidar adecuadamente a sus hijos demostraba que, como mnimo, se haca ciertos reproches a s mismo. Lo siento dijo Crawford. Sus palabras le parecieron tan huecas y desprovistas de sentido que se ruboriz. La tena en un convento, sabe? sigui diciendo Byron, dndole la espalda y con la atencin aparentemente concentrada en las estacas. Hablaba en el tono de voz tranquilo y afable de quien mantiene una conversacin sin importancia. Consegu ciertas protecciones para m y para Teresa, pero no son infalibles y pens que..., que en un lugar consagrado, lejos de m y de cualquier otra persona que hubiera estado en contacto con esas criaturas ella..., pero parece que no... Los msculos de sus hombros se haban tensado y Crawford se pregunt si estara llorando, pero cuando volvi a hablar el tono de su voz era tan firme como antes. Nuestra pobre nia. Crawford pens en lo que le haba costado resistir el impulso de extender una nueva invitacin a su lamia resistencia que, al menos en su caso, tena que luchar contra la oferta de una enorme longevidad hecha por la criatura y pens en el precio que Keats haba pagado para salvar a su hermana pequea. Su... empez a decir Crawford, y se pregunt si Byron le desafiara a un duelo por lo que se dispona a decir. Sus versos... Tanto le importan? Byron se puso en pie con gran agilidad y fue cojeando hasta los caballos. Desenfund dos pistolas con tal rapidez que el gesto casi result invisible y gir sobre sus talones quedando de cara a Crawford y el rbol. El instante de pnico que le invadi al ver la expresin que haba en el rostro del lord pareci prolongarse interminablemente, y Crawford tuvo tiempo ms que suficiente para preguntarse si iba a morir en aquel campo y para darse cuenta de que las manos de Byron temblaban incontrolablemente y que sus ojos brillaban con el fulgor de las lgrimas. Las dos detonaciones se confundieron en un solo estruendo que le ensordeci, pero Crawford logr distinguir el breve y agudo twang de por lo menos una moneda que sali despedida hacia el otro extremo del campo. Crawford fue relajndose msculo por msculo, y el zumbar de sus odos no le impidi ser vagamente consciente de que Byron haba enfundado las pistolas e iba hacia el rbol. Su campo visual se haba llenado de puntitos brillantes, pero pudo ver como Byron pasaba cojeando junto al rbol y se internaba en la hierba. El lord caminaba con la cabeza gacha, y pareca estar buscando las dos monedas que haban desaparecido de las estacas que las sostenan. S dijo Byron despus de que Crawford hubiera ido hasta el rbol para apoyarse en l. Han significado mucho para m aadi. Estaba pateando la hierba a diez metros de distancia sin apartar los ojos del suelo Yo... Supongo que realmente saba quin era lord Grey. Por lo menos cuando le abr la puerta de mi dormitorio en el ao 1803 saba qu clase de criatura era. Cuando descubr que haba causado la muerte de mi madre y que haba puesto en peligro la vida de mi hermana ya era demasiado tarde, claro est. Aun as, no quera creer que l fuese responsable de mi...
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De la obra a la que he consagrado mi vida, de mis versos, de lo que..., de lo que me hace ser yo mismo y no otra persona. Comprende lo que le estoy diciendo? S logr replicar Crawford. Lo sospechaba, y sa es la razn de que las proezas fsicas siempre me hayan resultado tan atractivas. Nadar, disparar, la esgrima y los placeres de la carne... Pero ninguna de esas cosas puede justificar todas las muertes, los odios y las..., las traiciones que han acabado acumulndose en mi vida. Se inclin, cogi un trocito de plata y lo alz ante su rostro sonriendo dbilmente. No est mal, en? La moneda se ha deformado envolviendo a la bala. Volvi lentamente hacia el rbol. Pero por qu volvi a invitarle? pregunt Crawford, quien segua acordndose de Keats y su decisin de morir. Haba conseguido librarse de l en los Alpes... Por qu lo hizo? Porque haba dejado de escribir! Byron mene la cabeza y arroj la moneda a lo lejos. Y descubr... Descubr que no poda soportarlo. Escrib Manfred, s, pero casi todo lo que puse all lo saqu de mi memoria. Eran cosas que haba compuesto mentalmente antes de subir a la cima del Wengern; y cuando llegu a Venecia empec a trabajar en el cuarto canto de Childe Harold, pero no avanzaba... Hasta que conoc a Margarita Cogni, y me obligu a creer que no era lord Grey oculto bajo un cuerpo de sexo distinto y me convenc a m mismo de que esa repentina mejora en lo que escriba se habra producido incluso aunque no la hubiese conocido. Fue hacia los caballos. Creo que no estoy de humor para practicar el tiro al blanco... Y usted? Al diablo con el tiro al blanco dijo Crawford, algo sorprendido. Y ahora Allegra ha muerto dijo Byron mientras desataba las riendas de su caballo y montaba en l. Entrecerr los ojos. Pero volver a librarme de esa criatura antes de que pueda acabar con mi hermana y mi otra hija, y cuando lo haya conseguido me marchar a algn sitio donde pueda hacer algo que merezca la pena y conseguir que mi nombre signifique algo... en una arena ms valiosa que la poesa. Crawford subi a la silla de montar. Como cul? Como... No lo s. Quiz la libertad y el luchar por ella..., para proporcionrsela a quienes no la tienen. La frente de Byron se arrug en un fruncimiento de ceo algo teatral. Creo que es la mejor forma de compensar mis pecados anteriores. Crawford pens en el bajorrelieve con el escudo de armas que haba sobre la portezuela del carruaje de Byron y en el palacio de muchas habitaciones que comparta con sus monos, perros y pjaros. Eso suena terriblemente democrtico dijo en voz baja. Byron le mir fijamente. Vaya, una muestra de sarcasmo, eh? Aparentemente ignora que mi primer discurso en la Cmara de los Lores era una defensa de los destructores de telares, esos trabajadores ingleses que estaban siendo encarcelados e incluso ejecutados por destrozar las mquinas que les estaban dejando sin empleo. Y usted sabe cmo he ayudado a los Carbonari en sus intentos de liberar Italia del yugo austraco. Ha sido... Se encogi de hombros y mene la cabeza. No ha sido suficiente. ltimamente he estado pensando en Grecia. Crawford record que Grecia luchaba por liberarse del dominio turco, pero se trataba de un conflicto tan distante y tan oscurecido por los ecos de Homero y de la mitologa clsica que descart todo aquel proyecto pensando que era una fantasa ms fruto del romanticismo de Byron. Entonces, planea volver a los Alpes? le pregunt.
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Puede que lo haga. O quiz vuelva a Venecia. No tengo mucha prisa... Mientras tanto puedo seguir defendindome y resistiendo las atenciones de esa criatura tal y como he hecho hasta ahora. Los Carbonari llevan siglos luchando contra ellas, y la familia de Teresa conoce toda la sabidura secreta de los Carbonari. Confo en que se habr dado cuenta de que Teresa sigue... De que no ha sido afectada por esta dolencia tan especial. Byron pareca algo enfadado, por lo que Crawford decidi no seguir interrogndole al respecto, aunque sus palabras haban despertado su curiosidad y tena muchas ganas de saber si el afecto que Byron senta hacia Teresa haba nacido antes o despus de que descubriera las habilidades para repeler vampiros que posea su familia. Llevaban varios minutos cabalgando por los caminos que llevaban hacia las murallas centenarias de la ciudad, cuando Byron vio una figura que se mova por delante de ellos siluetendose contra el cielo grisceo al subir por una loma en el camino que atravesaba el pantano. Crawford mir hacia la direccin indicada por Byron, entrecerr los ojos y vio que la silueta se acercaba rpidamente. Estaba corriendo hacia ellos, y en cuanto la reconoci sinti un escalofro de temor. Es Josephine dijo con voz tensa mientras espoleaba a su montura. Josephine empez a mover la mano en cuanto vio a los caballos, y su brazo no dej de ir de un lado a otro como un metrnomo hasta que Crawford tir de las riendas deteniendo su montura junto a ella, desmont y le agarr el brazo con todas sus fuerzas pegndoselo al costado. Los jadeos de Josephine eran tan terribles que la oblig a sentarse. Tena los ojos muy abiertos, y la pupila de cristal no se apartaba del cielo gris. Byron desmont y sostuvo las riendas de los dos caballos mientras contemplaba a Josephine con gran inters. Crawford tena la esperanza de que Josephine hubiese venido corriendo hasta aqu con algn propsito racional. Nunca haba permitido que nadie se burlara de su extrao comportamiento, pero le preocupaba que siguiera dando tantas ocasiones de mofa. Pasado un minuto, Josephine logr recuperar el aliento. Soldados de la guarnicin dijo. En nuestra casa... Me escond cuando echaron abajo la puerta, y despus sal por la ventana de la cocina cuando estaban en la sala. Byron lanz un juramento. Pero si ninguno de ustedes dos se encontraba cerca de esa maldita puerta cuando Tita traspas al dragn con la horca! Y han entrado por la fuerza? Yo me ocupar de esto. No pueden molestar a todas mis amistades slo porque... Yo... No creo que haya sido por lo del dragn dijo Josephine, clavando su ojo sano en Crawford. Y bien? pregunt Crawford con impaciencia despus de unos segundos de silencio. Qu crees que les ha hecho actuar de esa forma? Vio que Josephine vacilaba y aadi: Puedes hablar con toda libertad delante de Byron. O que decan algo sobre los tres hombres que fueron asesinados en Roma el ao pasado. Crawford sinti como si el estmago se le hubiera vaciado de repente, y sus ojos fueron instintivamente ms all de Josephine hasta posarse en las murallas de la ciudad. Oh... Byron enarc las cejas. Mat a tres hombres en Roma? Crawford dej escapar el aire que haba estado conteniendo dentro de sus pulmones. Parece que s.
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Se volvi hacia el camino que llevaba a la granja de la familia Castinelli y se pregunt cunto le cobrara el viejo granjero a cambio de permitir que l y Josephine pasaran la noche durmiendo en el suelo de su cocina. Byron, podra enviarle un mensaje a Shelley cuando regrese? Dgale que los Aickman han decidido aceptar su oferta de empleo..., pero que deber traernos ropas y lo necesario para viajar, y recogernos en el camino fuera de la ciudad.
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El reino que contemplo antes de morir ser de otro hombre; l conocer ese cielo que yo muero sin haber alcanzado. A. E.
HOUSMAN
La familia Shelley al completo aumentada en las personas de Crawford y Josephine despus de una breve parada en la granja Castinelli abandon Pisa al da siguiente; y cuatro das despus Crawford, Shelley y Edward Williams se pasaron una hora transportando cajas por entre las olitas que laman la orilla este del golfo de Spezia, dejndolas sobre el prtico cubierto de arena de la vieja casa de piedra que Shelley haba alquilado y volviendo a internarse en el agua para ir al bote anclado cerca y coger ms cajas. A cada lado de la casa haba un pequeo malecn que separaba la angosta tira de playa de los rboles que ocultaban la empinada cuesta que se extenda ms all de la casa, y los vecinos ms cercanos eran una docena de pescadores con sus familias que habitaban en el grupito de chozas llamado San Terenzo, doscientos metros al norte de la casa. Haba un camino en algn lugar de la colina, pero el nico acceso cmodo a las casas edificadas cerca de la orilla era por va martima, y Shelley tena muchas ganas de que le entregaran la embarcacin de siete metros de eslora que haba hecho construir en Livorno, a bordo de la cual esperaba pasar la mayor parte de los clidos das veraniegos. La casa se llamaba Casa Magni, y nada ms verla Crawford pens que era un nombre excesivamente esplndido para un lugar tan desolado y poco hospitalario. Cinco grandes arcos daban acceso al primer piso, pero dejando aparte una angosta zona de pavimento la casa limitaba directamente con el mar y las losas de la gran estancia situada detrs de los arcos que abarcaba todo el edificio siempre se ensuciaban con la arena trada por las mareas altas. El primer piso slo se usaba para guardar los aparejos de navegacin, y todo el mundo tena que comer y dormir en las habitaciones del piso de arriba. Crawford record haber odo algunas descripciones del palacio veneciano de Byron, y se pregunt por qu los dos poetas parecan apreciar tanto aquellas casas de las que poda decirse que se alzaban directamente sobre las aguas. La noche despus de su llegada Claire volvi inesperadamente pronto de un paseo a lo largo de la orilla. Subi la escalera que llevaba hasta el comedor que serva de centro al segundo piso y la mesa alrededor de la que estaban sentados todos los dems, y oy que Shelley deca algo sobre Byron y el convento de Bagnacavallo. Cuando lleg al nacimiento del tramo de peldaos cruz la habitacin, se volvi hacia
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Shelley y le pregunt si su hija haba muerto. Shelley se puso en pie y, en voz muy baja, respondi: S. Claire le mir con el rostro tan empalidecido a causa de la furia que Shelley lleg a retroceder un paso o dos; pero un instante despus Claire se dio la vuelta, fue corriendo a la habitacin que comparta con Mary y cerr la puerta. Aquella noche Mary tuvo que alterar sus costumbres habituales y durmi en la habitacin de Shelley. Crawford durmi en un catre destinado a los criados. Su habitacin estaba en la parte trasera de la casa, pero aun as pudo or como Claire sollozaba desesperadamente hasta el amanecer. Durante los das siguientes Shelley dio largos paseos en solitario por la playa, trepando a las extraas rocas volcnicas llenas de ondulaciones y burbujas y hacindose numerosas heridas con sus aristas, pero en cuanto llegaba el crepsculo se le poda encontrar apoyado en la barandilla de la terraza que circundaba el segundo piso de la Casa Magni, contemplando la abrupta silueta de la pennsula de Portovenere que se extenda al otro lado de los seis kilmetros de negras aguas que formaban el golfo. Una noche Crawford sigui a Shelley y a Ed Williams hasta la terraza despus de cenar. Shelley y Williams estaban hablando en voz baja. Crawford se apoy en el muro de la casa la maltrecha lona que cubra la terraza impeda que la luz de la luna llegara hasta l y contempl con expresin pensativa a su nuevo patrono, mientras tomaba sorbitos de una copa de sciacchetra, un vino algo dulzn de color ambarino tpico de aquella comarca. Crawford se haba preguntado cul era la razn de que Shelley se hubiese empeado en traer a toda su familia hasta una parte tan lgubre y desolada de la costa. En momentos como aquel Shelley apenas prestaba atencin a las palabras de la persona con quien estuviera hablando. Sus ojos observaban las aguas desiertas y la costa carente de edificios, y daba la impresin de estar esperando algo. Haba adquirido la costumbre de recoger guijarros durante sus paseos por la playa, y agitaba incesantemente los pequeos fragmentos de cuarzo entre sus dedos con el nerviosisrno del hombre que intenta reunir el valor necesario para tirar los dados que decidirn si gana o pierde la suma de dinero espantosamente elevada objeto de la apuesta. Los nicos sonidos transportados por la clida brisa nocturna eran el lento golpeteo regular de las olas estrellndose contra las rocas que haba debajo de la terraza, el ronco murmullo del viento deslizndose por entre los macizos de rboles que se extendan detrs y debajo de la casa y el chasquido de los guijarros movindose dentro del puo de Shelley. La calma y el silencio de la noche eran tan intensos que cuando Shelley lanz un grito ahogado y cogi a Williams del brazo Crawford se sobresalt y derram la mayor parte del vino sobre su mano. Ah! dijo Shelley en una extraa mezcla de murmullo y grito, sealando por encima de la barandilla hacia la espuma que se extenda formando franjas blancas sobre la oscuridad de las olas. La ves? William neg ver nada con una voz a la que el miedo haba vuelto estridente, pero Crawford corri hasta la barandilla y cuando mir hacia abajo crey ver una pequea silueta humana flotando sobre las olas y la blancura de un brazo que se mova lentamente hacindoles seas. Shelley apart los ojos del mar con un visible esfuerzo de voluntad y mir a Crawford. La terraza estaba sumida en la penumbra, pero aun as Crawford pudo ver claramente los crculos de blancura que rodeaban sus iris. No se meta en esto, Aickman dijo Shelley. No debe... Se call. Acababa de volverse hacia el mar y la expresin entre expectante y alarmada desapareci de su rostro dejando en su lugar el horror y la repugnancia ms absolutos. Oh, Dios gimote. No es ella.
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Crawford se volvi hacia el oscuro agitarse del ocano. La silueta estaba un poco ms lejos, y crey ver varias no, haba docenas figuras humanas suspendidas en un vuelo imposible sobre la faz nocturna del mar. Crawford se encogi sobre s mismo, framente consciente de lo solos que estaban l y las personas que le haban acompaado hasta aquel desolado pedazo de costa nortea, y del inmenso nmero de kilmetros que abarcaban aquellas aguas siempre iguales a s mismas. Durante el momento que precedi a su desaparicin la silueta pareci salir disparada hacia aquel cielo gris ceniza y se esfum contra el hombro de piedra que era Portovenere, Crawford logr distinguir el rostro de la silueta infantil que Shelley haba sealado con el brazo. Los rasgos estaban tan blancos como la porcelana, y la silueta pareca ensear todos sus dientes en una ancha sonrisa. Shelley se derrumb sobre la barandilla y si Williams no le hubiese agarrado por los hombros quiz habra cado al pavimento que haba debajo, pero su desfallecimiento slo dur unos segundos. Shelley volvi a erguir los hombros y apart con una mano los desordenados mechones de cabellos rubios que le haban cado sobre la cara. Era Allegra dijo en voz baja. Claire... Por el amor de Dios, no le digan nada de esto. Crawford retrocedi hacia las sombras. Se mordi los temblorosos nudillos de una mano y palade el dulce sabor del vino que haba cado sobre ellos. Durante los largos das de verano el calor pareca fluir a travs de todos ellos como si fuese una droga y hasta los nios parecan algo aturdidos. Percy Florence, el pequeo Shelley que ya haba cumplido dos aos, pasaba la mayor parte de su tiempo dibujando lneas carentes de sentido en cualquier retazo de arena a la sombra que pudiera encontrar, y los dos nios de los Williams uno de ellos apenas tena un ao se pasaban casi todo el da llorando. Cuando les oa, Crawford pensaba que lloraban con una especie de lenta paciencia, como si supieran que deberan derramar una inmensa cantidad de lgrimas y no quisieran agotarse demasiado pronto. Claire iba de un lado para otro tambalendose como una sonmbula y Crawford no crea que su estupor fuese causado por la bebida, aunque deba admitir que Claire estaba bebiendo mucho. Su nico tema de conversacin era Byron y cmo haba usado a Allegra para hacerla infeliz; de hecho, pronunciaba con tanta frecuencia la frase Nunca hizo nada por Allegra! que Crawford y Josephine solan murmurarse esas palabras el uno al otro cada vez que Claire abra la boca para hablar, y el nmero de sus aciertos superaba considerablemente las veces en que Claire deca otra cosa. Mary casi siempre estaba aquejada de algn malestar indeterminado y haba acabado convirtindose en la invlida oficial de la casa. Slo sala de su habitacin para hablar con Edward Williams y su esposa Jane, los nicos miembros del grupo que parecan soportar relativamente bien la estancia en aquel lugar. Ed Williams era un ao ms joven que Percy Shelley, y aunque posea ambiciones literarias e incluso haba escrito una tragedia era un hombre robusto y amante de la vida al aire libre, eternamente bronceado, jovial y dispuesto a echar una mano en los variados trabajos de mantenimiento exigidos por la casa y las embarcaciones. Su esposa Jane tampoco pareca afectada por el omnipresente poder del sol y siempre se poda contar con ella para que animara al resto del grupo tocando la guitarra al anochecer, momento en el que una brisa fresca llegaba del mar para romper el asfixiante dominio del calor diurno. Crawford apreciaba al matrimonio Williams, y le alegraba que estuvieran aqu para compartir su exilio improvisado.
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A mediados del cuarto da despus de que la aparicin con los rasgos de Allegra hubiera llamado a Shelley desde el oleaje crepuscular, vieron aparecer una vela que fue dejando atrs lentamente el promontorio de Portovenere. Por una vez el da era gris y amenazaba tormenta, y cuando los observadores de la terraza se dieron cuenta de que la vela perteneca a la nueva embarcacin de Shelley, el Don Juan, y que por fin iba a ser entregada a su propietario Shelley sonri nerviosamente y se volvi hacia Crawford para observar lo adecuado que resultaba que su embarcacin fuese vista por primera vez emergiendo del puerto de Venus. Tiene razn pens Crawford, sintiendo un repentino escalofro que no era obra del viento. Porto venere... El puerto de Venus. Cuando se la vea de cerca la embarcacin resultaba imponente. Tena dos mstiles que brotaban de los pulidos tablones de la cubierta, cada uno provisto de una vela principal y velas secundarias, y tres foques se extendan como una melena que apuntara hacia el cielo desde el cada vez ms angosto tramo de casco que terminaba en la proa. Despus de que hubiera atracado y la tripulacin que se haba encargado de llevarla hasta all hubiese desembarcado Shelley contrat a uno de ellos, un muchacho ingls de dieciocho aos llamado Charles Vivian, para que se quedara como miembro de su tripulacin permanente. Zarparon en el Don Juan una tarde muy soleada tres das despus para llevar a cabo la primera singladura con Shelley como capitn, y se deslizaron sin ningn esfuerzo hendiendo las centelleantes aguas azules del golfo hasta llegar a unos cien metros de los acantilados de Portovenere. Jane Williams y Mary iban a bordo sentadas en la popa cerca de donde Shelley manejaba el timn, y Shelley insisti en que Crawford deba acompaarles por si el embarazo de Mary le causaba alguna molestia durante la travesa. Shelley acab cediendo el timn a Edward Williams y fue hasta Crawford, que estaba apoyado en el mstil ms cercano a la proa. Seis meses ms, entonces? le pregunt Shelley. Crawford comprendi que se refera al embarazo de Mary. Aproximadamente respondi, protegindose los ojos con la mano mientras miraba hacia arriba. Nacer a finales de otoo o a comienzos del invierno. Shelley no tena problemas para mantener el equilibrio sobre la cubierta. Le bastaba con cruzar los brazos delante del pecho, y apenas si se vea obligado a inclinarse un poco para compensar el balanceo de la embarcacin. Mary odia este lugar dijo de repente. Odia la soledad, y el calor... Tena que hablar bastante alto para que Crawford le oyera, pues el viento soplaba de estribor y se llevaba sus voces como si quisiera arrojarlas por encima de la borda. Pero creo que sabe que he de estar aqu. Tengo que estar aqu para... Se estremeci y mene la cabeza. Sus ojos fueron ms all de Crawford y acabaron posndose en los acantilados. Crawford dese que Byron les hubiera seguido hasta all en vez de trasladarse ms al sur para pasar el verano. Pese a las continuas diferencias que surgan entre los dos poetas cuando estaban juntos, era la nica persona capaz de conseguir que Shelley se expresara con cierta claridad. Para...? repiti Crawford intentando ayudarle a completar la frase. Los ojos de Shelley volvieron a posarse en su rostro. Quiz... Es posible que tenga que sufrir mucho..., aqu, este verano. Shelley se haba quejado con frecuencia de las molestias que le producan sus clculos biliares, as como de un cierto endurecimiento de las uas y la piel. Los sntomas parecan corresponder a un exceso de exposicin a los rayos del sol, y Crawford se dispuso a aconsejarle por ensima vez que procurara llevar un sombrero cada vez que sala de la casa, pero Shelley le indic que guardara silencio con un gesto de la mano.
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No, no se trata de eso. Shelley se frot los ojos. Cuando llegue el otoo... Puede que ya no sea el mismo hombre que he sido hasta ahora dijo Shelley. Usted es mdico... Si la clase de cambio que estoy describiendo llegara a producirse, le agradecera que utilizara toda la autoridad de su profesin para convencer a Mary de que era... Oh, ya sabe, una fiebre cerebral producida por una herida infectada o algo semejante cuyos efectos me haban vuelto un poco menos..., un poco menos inteligente o perspicaz de lo que era el hombre con quien se cas. Su rostro bronceado estaba muy tenso y el ahuecamiento de las mejillas le haca parecer mucho ms viejo de lo que corresponda a sus treinta aos de edad. No permita que sospeche que..., que he obrado de forma intencionada..., que lo he hecho por ella, por nuestro hijito y por el beb que lleva en su seno. Gir sobre sus talones sin esperar a que Crawford le contestara y fue rpidamente hacia popa. Crawford se levant unos instantes despus y se apoy en la barandilla de estribor para contemplar el mar. La calina y los relmpagos de una tormenta lejana creaban la impresin de que gigantescos cables al rojo blanco estaban girando lentamente en la franja de cielo terriblemente azul que se cerna sobre el horizonte, y las ltimas tempestades haban arrojado a la orilla centenares de pulpos y calamares gigantescos que se mecan lentamente bajo las olas como perlas inmensas de una blancura maligna. Shelley sigui dando sus largos paseos, pero ahora casi siempre despus del anochecer; y cuando Williams termin de construir un pequeo bote de remos improvisado mediante tablones y lona embreada adquiri la costumbre de ir en l hasta donde estaba atracado el Don Juan y pasar das enteros en la embarcacin escribiendo febrilmente pgina tras pgina de versos. La nueva y larga obra en que estaba enfrascado se titulaba El triunfo de la vida. Crawford tena la impresin de que el verano transcurra con una extraa velocidad. Josephine se alojaba con la servidumbre femenina y haba sido reclutada como una especie de ayudante de Antonia, la niera italiana que cuidaba de los dos hijos de los Williams y del pequeo Percy Florence Shelley, por lo que apenas la vea salvo a la hora de cenar, el comportamiento de esta nueva Josephine era mucho ms tranquilo y callado, y aquellas extraas observaciones capaces de hacer cesar la conversacin de quienes la rodeaban que tan nerviosas ponan a Mary y Claire cuando se congregaban alrededor de la mesa de Byron en Pisa haban desaparecido por completo. Mary tenda a esconderse en su habitacin y los Williams siempre estaban juntos y pasaban bastante tiempo en la embarcacin con Shelley, por lo que cuando Crawford se encontr con un hombre en la playa al anochecer un mes despus de la primera singladura a bordo del Don Juan y le reconoci su primera reaccin casi fue de alivio. Crawford y Josephine haban estado muy ocupados todo el da atendiendo a Mary, quien haba sufrido una hemorragia del tero y durante un par de horas agotadoras y tensas haba parecido a punto de tener un aborto. La hemorragia acab cesando para inmenso alivio de Shelley, y Mary fue sumindose poco a poco en un sueo sudoroso e intranquilo. Josephine haba vuelto con los nios y Shelley haba regresado a su cuarto para seguir escribiendo aquel largo poema que absorba casi todo su tiempo, y Crawford fue a dar un paseo a lo largo de la playa en direccin sur y no emprendi el regreso a la casa hasta que el sol empez a ocultarse detrs de la isla que haba junto a Portovenere. Acababa de encaminar sus pasos hacia el norte cuando vio a un hombre inmvil sobre la arena a unos cien metros de l, y le bast con dar dos docenas de pasos para reconocerle.
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Era Polidori, aquel joven arrogante que haba sido mdico personal de Byron hasta que el lord le despidi para ofrecer el puesto a Crawford en 1816. El bigotito tan cuidadosamente recortado, la cabellera rizada y el porte entre digno y un tanto pomposo resultaban inconfundibles. Crawford alz la mano y le salud, y Polidori se volvi hacia l. Crawford quiso acercarse, pero se encontr con un peasco y el rodeo le hizo dirigirse unos metros hacia el interior y cuando su curso volvi a llevarle a un lugar en el que poda ver parte de la playa Polidori haba desaparecido, seguramente para subir por la pendiente cubierta de rboles y maleza. Sigue enfadado conmigo pens Crawford. Me pregunto por qu habr venido a visitar a Shelley. Crawford reemprendi el camino a la Casa Magni y vio a Shelley en su puesto habitual a esas horas de la noche. El poeta estaba acodado en la barandilla del segundo piso con los ojos clavados en el mar. Crawford le salud pronunciando su nombre y Shelley se sobresalt violentamente, pero se relaj en cuanto vio quin le llamaba. Buenas noches, Aickman dijo en voz baja. Buenas noches, Percy dijo Crawford detenindose debajo de la terraza. Disculpe, no era mi intencin asustarle. Qu quera Polidori? La compostura que Shelley haba recuperado haca unos momentos se esfum de repente. Sus delgados dedos se curvaron sobre la barandilla como las garras de un pjaro, y cuando volvi a hablar su voz era un murmullo estridente. Suba... y no hable con nadie de lo que ha visto dijo. Crawford alz los ojos hacia el cielo con una mueca de impaciencia pero atraves obedientemente el primer piso hasta llegar a la escalera, subi por ella hasta el comedor y pas junto a Jane Williams, Mary y Josephine sin decir nada, aunque antes de salir a la terraza para reunirse con Shelley cogi una copa y la llen con el vino de una botella de cristal tallado que haba sobre la mesa. El viento soplaba del mar, y Crawford examin el oleaje con cierta inquietud antes de volverse hacia Shelley. Bien, por qu tiene tanto miedo de Polidori? pregunt en voz baja, y tom un sorbo de vino. Shelley le mir fijamente. Porque est muerto. Se suicid el ao pasado en Inglaterra. Bueno, pues puedo asegurarle que le han informado mal. Le vi en la playa hace menos de media hora. No pongo en duda que le vio replic Shelley con expresin preocupada. Este sitio... El Puerto de Venus, recuerda? Pueden llegar hasta aqu con mucha facilidad. Movi la mano sealando el ocano. Se acuerda de Allegra? Y, de repente, Crawford se sinti terriblemente cansado. Qu intenta decirme? le pregunt con voz tona. Maldita sea, ya sabe de qu estoy hablando. Si alguien muere despus de haber sido mordido por un vampiro y nadie..., nadie mata el cuerpo de la forma adecuada, la vctima vuelve. Sale de la tumba y vuelve... Aunque, naturalmente, ya no es la persona que era en vida. Yo imped que Clara... Pero las monjas de Bagnacavallo enterraron a Allegra sin hacer nada para impedir que volviera, y est claro que tampoco hubo nadie que se encargara de clavar una estaca en el cadver de Polidori. Mene la cabeza. Su cansancio pareca infinitamente mayor que el que se haba apoderado de Crawford. Para esas criaturas los seres humanos son como... cscaras de huevo. La mordedura transmite sus huevos, sus esporas o lo que sean, y una vez que el cuerpo ha sido enterrado las esporas sustituyen los compuestos orgnicos del anfitrin muerto con una sustancia propia mucho ms rocosa, igual que ocurri con los peces y las
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plantas primigenias que se fueron petrificando hasta convertirse en roca. Crawford intent interrumpirle, pero Shelley sigui hablando sin hacerle caso. Ah, cmo me gustara estar seguro... Ojal pudiera tener la certeza absoluta de que el cuerpo transformado ya no contiene ningn fragmento del alma del anfitrin original, pero los que vuelven de la muerte siempre parecen buscar a las personas que conocieron mientras vivan. Se volvi hacia Crawford. Tena los ojos llenos de lgrimas. Y si Allegra sigue...? Y si an est dentro de esa cabeza, perdida en algn lugar de ella como una nia que se ha extraviado en las catacumbas de un castillo ruinoso? Cristo, recuerdo haber jugado con ella, recuerdo que hice rodar bolas de billar sobre el suelo de una habitacin en el palacio veneciano de Byron para entretenerla... Ya hace aos de eso. Por qu ha venido aqu? pregunt Crawford, pensando en la fragilidad de Josephine. Porque quiero hacer un trato con ella. Shelley le mir y sus labios se curvaron en una sonrisa temblorosa. Me refiero a mi gemela, comprende? No hablo de Allegra... Y, como ocurre con los otros miembros de su tribu, ste es uno de los lugares donde el contacto resulta ms fcil. Quiero.... quiero sobornarla. Con qu? Shelley le quit la copa de entre los dedos y apur su contenido de un solo trago. Conmigo mismo. O, al menos, con lo que me hace ser el que soy. Con..., con la parte ms importante de mi humanidad. Crawford le contempl en silencio. Y cree que estar conforme? Oh, s, claro que s. Aceptar lo que le ofrezco, pero despus... Slo espero que se acuerde de cumplir con su parte del trato. Crawford se estremeci, pero no intent convencerle de que no lo hiciera. Aquella noche un sirviente entr en la habitacin de Crawford y le despert dicindole que haba gritado en sueos. Crawford le dio las gracias con voz pastosa, pero casi lament que le hubiese despertado, pues aunque no poda recordar ni una sola imagen del sueo estaba seguro de que haba sido intensamente ertico, y era la primera vez en dos aos que experimentaba sensaciones semejantes. Al mismo tiempo, saba que el sueo slo haba sido un fugaz atisbo esquivo y torturante de algo que pasaba de largo y que no estaba destinado a l. Pas el resto de la noche en vela y cuando sali a tomar una taza de caf en la terraza al amanecer vio a Shelley, plido y con los rasgos tensos, yendo hacia el Don Juan en el pequeo bote de remos. Shelley estaba vuelto de cara a la terraza, y cuando vio a Crawford movi la cabeza en un lgubre asentimiento. Al da siguiente una fragata de tres mstiles entr en el Golfo y salud al Don Juan disparando cuatro caonazos. La fragata result ser el nuevo barco de Byron, el Bolvar, que haba zarpado haca poco tiempo de Genova y se diriga hacia Livorno, donde lo esperaba su futuro propietario. entre las personas que viajaban a bordo estaban un tal capitn Daniel Roberts y Edward John Trelawny, a quien Byron y Shelley haban conocido durante su estancia en Pisa. Shelley acogi con sumo placer la llegada de Trelawny, y hasta Mary se anim lo suficiente para olvidar un poco su semiinvalidez. Durante dos das la Casa Magni fue un lugar alegre y jovial, con viajes en bote a Lerici en busca de rosas y claveles y del potente caf y la picante comida de Liguria. Hubo largas y animadas conversaciones
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alrededor de la mesa, y los acordes de la guitarra de Jane Williams crearon ecos sobre las aguas. Trelawny era un soldado de fortuna alto y barbudo que se haba relacionado con Edward Williams en Gnova y le haba pedido que le introdujera en el crculo de Pisa con el objetivo de conocer a Byron Trelawny senta gran admiracin por sus poemas, pero acab congeniando mucho ms con los Shelley que con Byron. l y Shelley tenan la misma edad, y aunque uno era corpulento y moreno y el otro delgado y rubio los dos tenan en comn el ser grandes tiradores y jinetes, y pasaban muchas horas juntos tirando al blanco con pistola y discutiendo las mejoras que Shelley deseaba llevar a cabo en el Don Juan. La atmsfera festiva tambin se contagi a los nios, y Crawford vio a Josephine con frecuencia durante aquellos dos das de risas y diversiones. La noche del sbado el Don Juan naveg un kilmetro y medio a lo largo de la costa llevando a un alegre grupo de ingleses hasta Lerici para cenar. Cuando llegaron al restaurante descubrieron que la mesa ms larga del local no poda acoger a tantas personas, y Crawford acab sentado a una mesita con Josephine. El camarero les trajo una bandeja de trenette humeantes cubiertas de una salsa verde al pesto que ola a ajo, aceite de oliva ligur y albahaca. No lo aguanto dijo Josephine. Acababa de echarse un montn de trenette en el plato, por lo que Crawford supo que no se refera al guiso. Podramos marcharnos dijo en voz baja. Josephine alz los ojos hacia l. Ya sabes por qu no podemos. La sonrisa con que Crawford respondi a aquellas palabras era tan afectuosa como melanclica, pues saba que Josephine no se estaba refiriendo al peligro de que les arrestaran. Los nios... dijo asintiendo con la cabeza. Ha venido aqu porque trama algo dijo Josephine. Se trata de eso, verdad? Y cree que as conseguir salvarles... Crawford se sirvi algunos trenette y entre bocado y bocado le habl del vago trato que Shelley tena la esperanza de hacer con su hermana no humana, y acab dicindole que, aparentemente, ya haba puesto en prctica su idea. Esa criatura con la que ests casado... dijo Josephine. Puede que se encuentre cerca. No te sientes... incmodo? Estuve casado con ella. Recuerda que obtuve el divorcio en los Alpes y... S se apresur a aadir, me preocupa y hace que me sienta muy incmodo. Ella... Despus de todo mat a Julia, no? Y, de hecho, creo que hace dos noches estuvo rondando por los alrededores de la casa... Creo que sent su presencia en mis sueos. Josephine enrojeci y apart la mirada. S a qu te refieres. Crees que Percy...? Era una idea nueva para Crawford, y tuvo que reprimir la punzada de celos que sinti apenas le hubo pasado por la cabeza. No lo s. Supongo que quiz fuese parte del trato... Ya estuvo con ella una vez antes, en 1811. Se despreci por recordar tan bien el ao. S, supongo que probablemente fue una parte del trato. Josephine tom un sorbo de vino. Su sonrisa melanclica hizo que Crawford comprendiera que se haba dado cuenta de aquel fugaz ataque de envidia. Todo esto es tan condenadamente horrible... Verdad? Crawford le devolvi la sonrisa. Edward Williams se encarg de llevarles a casa timoneando el Don Juan sobre las tranquilas aguas del golfo bajo la luna llena, pero cuando llegaron a la Casa Magni
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Crawford descubri que era incapaz de conciliar el sueo, por lo que acab levantndose de la cama y fue al comedor para leer un rato. El viento se haba vuelto ms fuerte y cada rfaga haca vibrar los postigos creando un contrapunto fantasmagrico al retumbar del oleaje que se estrellaba contra las rocas. Crawford no lograba dejar de pensar en una observacin sobre lo caprichosas que eran las mareas de aquella costa hecha por Williams durante el viaje de regreso. Williams haba parecido encontrar muy divertido su extrao comportamiento, pero ahora, con la luna flotando sobre el gigantesco hombro de Portovenere, acordarse de sus palabras hizo que Crawford sintiera una vaga inquietud. Claire sali sin hacer ruido de la habitacin de Mary cuando Crawford ya llevaba un rato en el comedor y cerr la puerta a su espalda. Sonri y le salud con la cabeza, pero sus rasgos estaban algo tensos y Crawford se pregunt qu sueo la habra sacado del lecho. Pareca sobria. Tengo que salir de aqu, Michael murmur, tomando asiento en una silla enfrente de l. He de volver a Florencia. Este lugar... Es malo. Crawford alz los ojos hacia la luna y asinti. No deberamos estar aqu murmur. Shelley tendra que haberlo hecho a solas. Claire le mir fijamente. Haber hecho el qu? Crawford comprendi que Claire no saba nada sobre el vago propsito que haba trado a Shelley hasta aquel lugar y empez a devanarse los sesos buscando alguna respuesta plausible relacionada con sus versos, pero los ojos de Claire dejaron de estar posados en l para ir repentinamente hacia la ventana, sus labios se tensaron y sus ojos se abrieron como si estuviera viendo algo terrible. Un instante despus se levant de un salto y corri hacia la puerta cerrada que daba a la terraza. La violencia del movimiento sobresalt a Crawford e hizo que se medio incorporara en su asiento. Cuando mir hacia la puerta de la terraza se levant de un salto, lleg a la puerta un instante antes que Claire y se interpuso entre ella y el umbral. En la terraza haba una nia que extenda sus manecitas blancas hacia la luz del interior, y aunque estaba silueteada por la luna Crawford pudo ver la llama oscura de sus ojos y la blancura de sus dientes mientras sus labios articulaban palabras que los cristales volvan inaudibles. Qu ests haciendo? jade Claire luchando por liberarse de los brazos de Crawford. Es mi hija! Es Allegra! No es Allegra, Claire, te juro que no es ella... gru Crawford hacindola girar sobre s misma con tal brusquedad que su cadera choc con el canto de la mesa. Es una vampira. Tu hija muri, lo recuerdas? Un candelabro oscil a causa del impacto y acab cayendo de lado. La puerta del cuarto de Shelley se abri y Crawford pudo or ruidos de gente movindose en las habitaciones de la parte trasera. Crawford corri hacia la puerta de la terraza y Crawford la cogi. Tena tanto miedo que us una fuerza excesiva. Josephine apareci envuelta en un albornoz, contempl durante un segundo con el rostro inexpresivo la cosa que se balanceaba lentamente en la terraza y se coloc entre ella y Claire. Claire se volvi hacia Shelley, quien estaba mirando a un lado y a otro parpadeando medio adormilado y le fulmin con los ojos. Allegra est en la terraza dijo secamente. Ordnales que me dejen ir con ella. Las ltimas huellas del sueo desaparecieron del rostro de Shelley en una fraccin de segundo.
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No era ella, Claire dijo en voz baja manteniendo los ojos apartados de las ventanas. Ed aadi volvindose hacia Williams, quien acababa de emerger de su habitacin, corre las cortinas, quieres? Josephine, srvele una copa a Claire... Dale algo que la ayude a conciliar el sueo. Williams cruz lentamente la habitacin hasta llegar a las ventanas y Crawford le lanz una mirada de impaciencia sin dejar de sujetar a Claire, que segua debatindose en sus brazos. Williams corri las cortinas sin apartar los ojos de la nia muerta inmvil en la terraza, y aunque su expresin no cambi en ningn momento Crawford tuvo la impresin de que un segundo antes de que las cortinas obstruyeran el ltimo rayo de luz lunar una extraa comunicacin muda permiti que Williams y la aparicin intercambiaran alguna clase de mensaje. Intent mirarle a los ojos mientras Williams volva a cruzar la habitacin, pero Williams no apart la vista del suelo. Claire se derrumb en los brazos de Crawford y ste la llev hasta una silla y la deposit en ella mientras Josephine volva corriendo a la habitacin de las criadas. La vivacidad de Shelley se haba desvanecido. Crawford se volvi hacia l y vio que el poeta estaba contemplando lo que le rodeaba parpadeando muy lentamente, como si no pudiera recordar cuanto acababa de ocurrir. Crawford estuvo ms seguro que nunca de que deba haber consumado su trato con la vampira, y sus dedos se tensaron sobre el respaldo de la silla ocupada por Claire. Crawford no quera volver a sufrir las atenciones de su lamia se jur a s mismo que no lo deseaba, pero an recordaba con una torturante claridad el apasionado anhelo de que daba muestras cuando se lanzaba a sus brazos, y no haba olvidado lo que era acariciarla y sentir las manos de la criatura movindose sobre su cuerpo. Josephine acababa de volver a entrar en la habitacin con una botella de ludano. Claire bebi con expresin aturdida la dosis que Josephine midi en una cuchara y despus permiti que la acompaaran a la cama. Williams volvi a su habitacin sin decir ni una palabra y cerr la puerta. No esperaba esto? pregunt Crawford volvindose hacia Shelley. No... No esperaba a Allegra dijo Shelley en voz baja meneando la cabeza. Cuando la vi la otra noche no poda creerlo... Me dijeron que el cuerpo haba sido enviado en barco a Inglaterra. Slo Dios sabe a qu nia perteneca el cadver que mandaron all. Yo... Qu recomienda que hagamos al respecto? Y si volviramos todos a la cama? replic Shelley con expresin dubitativa. Crawford asinti secamente con la cabeza no confiaba lo suficiente en su voz para responder verbalmente, y regres a su habitacin. Segua sin poder dormir. Se qued inmvil con los ojos clavados en el techo preguntndose si deba tomar una dosis de ludano para borrar los recuerdos de aquellos pechos helados, una lengua ardiente y unos ojos inorgnicos que ardan con una llama de espantosa vitalidad, y la prdida total del yo a la que se haba sometido con tanta gratitud haca seis aos en Suiza durante la semana ms pacfica de toda su existencia. Shelley estaba gozando de ella quiz estuviera poseyndola en ese mismo instante, y en los pensamientos de la lamia slo haba lugar para Shelley y ni un solo hueco para l. Se conform con tomar un sorbo de la petaca que le acompaaba a todas partes y logr sumirse en un sopor inquieto poco antes del amanecer. A las ocho volvi a despertar bruscamente sintiendo que unas manos le sacudan. Esta vez era Shelley, quien estaba muy plido bajo su bronceado y pareca al borde del llanto. Mary ha tenido un aborto dijo con un hilo de voz, y la hemorragia es muy grave. Dse prisa... Temo que pueda morir desangrada.
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Crawford se levant de la cama y se apart el cabello de la frente. Ya voy dijo intentando despabilarse. Trigame brandy y paos limpios, y que alguien vaya a Lerici en busca de hielo. Y avise a Josephine... Necesitar su ayuda.
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Haba visto la imagen de s mismo que le dio la bienvenida apenas hubo salido a la terraza y le dijo: Cunto tiempo piensas seguir viviendo sin remordimientos?.
MARY SHELLEY
Ya haban echado a un lado las sbanas de la cama de Mary y pareca haber sangre por todas partes. La sangre no slo empapaba las sbanas y el colchn sino que tambin haba salpicado las paredes y le manchaba la cara, dejando bien claro que Mary haba reaccionado violentamente cuando cobr conciencia de lo que le estaba ocurriendo. La luz griscea filtrada por la niebla que entraba a travs de las ventanas haca que el rojo de la sangre pareciese el nico color presente en toda la habitacin, y Crawford necesit unos momentos para superar su aturdimiento inicial y ver el cuerpo desnudo de Mary yaciendo entre las manchas rojas. El techo de aquel cuarto de posada en Hastings donde haba pasado una noche haca ya tanto tiempo pareci caer sobre su cabeza, y durante varios segundos se limit a contemplar con un horror irracional lo que le pareca el cadver destrozado de Julia. Aickman! dijo Shelley en voz alta. Crawford logr expulsar aquellos recuerdos de su mente. S, s dijo sintiendo un nudo en la garganta. Fue hacia la cama, se arrodill junto a ella y se apresur a colocar el canto de su mano sobre la parte inferior del vientre de Mary. Ha ido alguien a buscar hielo? pregunt secamente. Ed Williams y Trelawny han partido en el Don Juan respondi Shelley. Bien. Trigame un cuenco lleno de coac. Josephine entr a toda prisa un momento despus y cuando Crawford se volvi hacia ella pudo ver que aquel terrible espectculo tambin le produca un efecto traumtico, pero Josephine hizo unas cuantas inspiraciones, logr calmarse y le pregunt con voz tona qu deba hacer. Ven aqu. Josephine cruz la habitacin y se inclin sobre la cama. Ya es demasiado tarde para salvar al feto dijo Crawford en voz baja. Ahora tenemos que detener la hemorragia. Treme una buena cantidad de t lo ms fuerte posible, y
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despus prepara un vendaje cilndrico para introducrselo y emppalo en el t... El tanino debera ayudarnos a cortar el flujo de sangre. Quiero que te vayas preparando para colocarle un vendaje bien tenso alrededor de las caderas con una compresa encima del tero justo donde tengo puesta la mano. Le pareci que alguien ms acababa de entrar en la habitacin y se quedaba inmvil a su espalda, pero haba empezado a hablar en un tono de voz lo ms tranquilo posible con Mary para recordarle que era mdico y pedirle que se relajara, as que no poda volverse. Vio como los tendones de su cuello y sus piernas se aflojaban un poco y cuando Shelley volvi con el cuenco de coac que le haba pedido Crawford se lav la mano libre en l e introdujo lo ms delicadamente posible un dedo en la vagina de Mary para averiguar dnde estaba la fuente de la hemorragia. Como haba temido, se encontraba tan arriba que resultaba inaccesible. Sinti una fuerte desaprobacin irradiando de la persona inmvil a su espalda, pero la ignor. Oy los pasos de Josephine volviendo a entrar en la habitacin y oli el aroma del t que haba trado consigo. Y de repente el cuerpo dentro del que estaba hurgando de aquella forma tan grotescamente ntima era el cadver destrozado de Julia, y la habitacin volva a ser aquel cuarto de la posada de Hastings en el que haba pasado su noche de bodas. Se apart de la cama conteniendo un grito y mir rpidamente a su alrededor. Josephine y Shelley eran las nicas personas presentes en la habitacin aparte de l y Mary slo Dios saba a quin se haba imaginado de pie junto a su espalda, y las manos de Josephine temblaban tan violentamente que el t estaba derramndose de la tetera mientras contemplaba aquel lecho temible con una expresin de horror. Es una alucinacin se dijo Crawford, desesperado. Es como lo que ocurri en el apartamento de Keats. Inhal una honda bocanada de aire, cerr los ojos y cuando volvi a abrirlos quien yaca en la cama era Mary y Shelley estaba contemplndole con expresin preocupada. Crawford se volvi hacia Josephine y vio que los msculos de su rostro ya no estaban tan rgidos como antes, pero sus ojos no se apartaban de la ventana y pareca absorta en la contemplacin de la niebla. Estaba claro que haba compartido su alucinacin. Josephine dijo sin obtener respuesta. Josephine, maldita sea! Josephine se removi, parpade varias veces y le mir. En qu ao estamos y qu sitio es ste? le pregunt Crawford. Josephine cerr los ojos. Mil ochocientos veintids, golfo de Spezia murmur pasados unos momentos. Bien. Procura no olvidarlo. Ahora saca el vendaje de la tetera, escrrelo y psamelo... No importa que est un poco caliente. Quiero probar suerte con la diafortica, por lo menos hasta que dispongamos del hielo. Oh, s, eso es muy fcil de decir pens, pero cmo nos las arreglaremos para producir un sudor digno de ese nombre sin espino calcinado, cal, antimonio, hojas de saco o alcanfor? Y, ms que nunca, lament que el apresuramiento con que haban huido de Pisa le hubiese impedido recoger su maletn de mdico. Cuando se volvi para coger el vendaje que le tenda vio el brillo de interrogacin en los ojos de Josephine. Bueno, cuando haya terminado envulvela con mantas y haz que beba la mxima cantidad de t que pueda tragar. Se volvi hacia la cama. Toda la parte delantera de la cabeza de Julia estaba aplastada, pero la carne ensangrentada que ocupaba el lugar donde haban estado sus ojos empez a moverse
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lentamente y Crawford supuso que estaba intentando abrir los prpados. Un agujero surgi de la nada debajo de ellos y se las arregl para pronunciar unas palabras. Por qu, Michael? Crawford volvi a cerrar los ojos. Percy dijo con voz temblorosa, vaya a la cocina y trigame ajo, cualquier cosa con tal de que lleve ajo dentro. Estamos enfrentndonos a cierta clase de resistencia muy peculiar, comprende? Por qu, Michael? pregunt Josephine a su espalda en un eco tan extraamente preciso como aterrador. Cuando abri los ojos volvi a ver a Mary. Crawford curv sus labios en lo que intent fuese una sonrisa tranquilizadora y sus ojos acabaron yendo ms all de ella y se posaron en la ventana. El cielo segua perdido detrs de la niebla, y Crawford rez para que el sol no tardara en dispersar aquella sustancia griscea. Las alucinaciones visuales cesaron en cuanto Shelley sigui las instrucciones de Crawford y frot el marco de la ventana con el pan de ajo que haba encontrado en la cocina, aunque Crawford y, a juzgar por su expresin, tambin Josephine, sigui oyendo la voz de Julia fuera de la casa repitiendo una y otra vez su pregunta anterior. Las medidas tomadas por Crawford consiguieron que la sangre fluyera ms despacio, y cuando trajeron el hielo a las nueve y media hizo que Trelawny llenara una baerita metlica con agua salada y trozos de hielo. Despus Crawford y Shelley levantaron a Mary en vilo sacndola de la cama y la introdujeron en la baera. Mary empez a sufrir violentos temblores apenas sinti el fro, pero la hemorragia no tard en cesar. La niebla estaba disipndose y la masa de Portovenere brillaba con un resplandor verde y oro bajo el sol de la maana al otro lado del golfo. Crawford quit las sbanas manchadas de sangre, envolvi al minsculo feto que habra sido el hijo de Shelley en ellas y baj al comedor. Shelley le sigui. Hay una pala fuera dijo Shelley con voz tona. Est en el rincn, junto a los remos de repuesto... Shelley cav la tumba en la pendiente que haba detrs de la casa. No haca falta que fuese muy profunda, pero las lgrimas corran abundantemente por sus mejillas y la tarea requiri casi media hora. Cuando Shelley hubo terminado de cavar Crawford deposit el bulto de sbanas ensangrentadas dentro del agujero. Shelley empez a echar tierra dentro de la tumba apenas se hubo erguido, y Crawford se despidi mentalmente del beb que haba estado a su cuidado. Haba perdido bebs antes, pero quiz de forma algo irracional, esta prdida le haca sentirse mucho ms culpable que ninguna de las otras. No respet su parte del trato, verdad? pregunt con voz quebradiza volvindose hacia Shelley. Shelley arroj la ltima paletada de tierra sobre el montculo. No replic con voz hueca. Tom lo que le ofrec. Nunca volver a escribir ms versos. Ella devor toda esa parte de mi mente, pero supongo que... No record cul era la parte del trato que se supona deba cumplir o, si lo hizo, no fue por mucho tiempo. ste es... Cuntos hacen? El tercer hijo que le arrebata? No, el cuarto. Y esta vez falt muy poco para que Mary pereciera con l. An le queda un hijo vivo, Percy Florence. Est en el piso de arriba. Cunto tiempo cree que pasar antes de que le mate?
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Crawford haba compartido algunas excursiones en el bote de remos con el pequeo cuando su padre estaba a bordo del Don Juan, y la idea de volver aqu alguna maana para enterrar a Percy Florence no le haca ni pizca de gracia. Shelley contempl los troncos de los nogales esparcidos por la pendiente que iban alejndose hacia el mar. No lo s. Supongo que no mucho. Ojal pudiera detenerla, pero era la mejor arma con que contaba... Tonteras le interrumpi Crawford. Cuando habl conmigo en ese lago de Suiza durante la tormenta me dijo que echarle al agua sera una psima idea, lo recuerda? Dijo que si le ahogaba lo ms probable era que ella acabara matndome porque estn unidos por una relacin muy ntima. El hecho de ser gemelos y todo lo dems... Bueno, si quiere salvar a Mary y al hijo que le queda, por qu no hace precisamente eso? Por qu no se ahoga? Por qu no se ahog hace aos antes de que ella matara a sus hijos? Haba esperado que Shelley se enfadara con l, pero en vez de eso pareci meditar muy seriamente en lo que Crawford acababa de decirle. No lo s murmur. Y se alej lentamente hacia la casa dejando que Crawford llevara la pala. Crawford guard la pala y se quit la camisa manchada de sangre los acontecimientos de aquella maana se haban sucedido los unos a los otros con tal rapidez que ni tan siquiera tuvo tiempo de ponerse los zapatos, cruz el pavimento de losas hasta llegar a la arena baada por el sol y se intern en el lmpido azul de las aguas. Cuando las olas le llegaron a la cintura se zambull y empez a nadar. Se dej mecer por el oleaje y se frot el cuerpo concienzudamente hasta tener la seguridad de que se haba quitado toda la sangre, aunque aquello no le hizo sentirse mucho ms limpio que antes. Despus se qued inmvil flotando panza arriba y se dedic a escuchar el sonido de la sangre circulando por su cuerpo. Mientras estuviera all su torrente sanguneo formara un crculo cerrado del que nadie poda participar. Pens durante un rato en la sumisin de Shelley a su lamia y acab teniendo que hacer un esfuerzo de voluntad para expulsar aquellas ideas de su mente. Cuando volvi la cabeza hacia la orilla descubri que se haba alejado bastante, unos cincuenta metros como mnimo. Movi las piernas para impulsarse la tela empapada de los pantalones dificultaba considerablemente el nadar, gir sobre s mismo y contempl el viejo edificio de piedra en el que estaban viviendo. El toldo de lona que protega la terraza estaba descolorido y tena algunos desgarrones, y las paredes y los arcos estaban manchados por la humedad. El edificio le pareci tan horrible que no se le ocurri ninguna razn por la que nadie pudiese querer visitarlo, salvo la de morir y dejar sus huesos all para que se fueran volviendo amarillos sobre la blancura de la arena. Una silueta vestida con un albornoz emergi de la oscuridad que haba debajo de los arcos y empez a avanzar entre las rocas iluminadas por el sol. Crawford la observ durante unos segundos y acab reconocindola. Era Josephine. Al parecer ella tambin quera darse un buen bao. Josephine se quit el albornoz cuando lleg all donde rompan las olas y Crawford se sorprendi y se alarm, pues incluso a aquella distancia haba podido ver que estaba desnuda. Shelley y Claire y, en algunas ocasiones, incluso los Williams gustaban de baarse desnudos, pero Josephine nunca lo haba hecho antes. Crawford ni tan siquiera estaba enterado de que supiera nadar. Josephine se zambull y empez a nadar en direccin sur. Crawford pens que el oscilar de su cabeza entre el cabrilleo de las olas estaba demasiado lejos para que
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pudiera verle, y fue siguindola ms despacio debido al estorbo que suponan sus pantalones. Estaban a ms de cien metros al sur de la Casa Magni cuando la cabeza de Josephine desapareci bajo las olas y Crawford comprendi cul era el propsito que la haba trado hasta all. Un instante despus ya se haba quitado los pantalones y nadaba lo ms deprisa posible hacia el lugar en el que la haba visto por ltima vez. Un pequeo agrupamiento de burbujas que empezaban a reventar le indic que la haba encontrado aparentemente Josephine haba estado vaciando sus pulmones mientras se hunda, y Crawford se dobl sobre s mismo en una rpida contorsin para sumergirse luchando contra el agua salada que se obstinaba en devolverle a la superficie. El repentino impacto del agua contra su rostro hizo que sintiera un agudo dolor en los ojos, y una extraa asociacin de ideas le record aquellos momentos en que haba nadado a travs de la espesa atmsfera en la cima del Wengern. Logr agarrar un mechn de la cabellera de Josephine y empez a debatirse tirando de ella hacia la ondulante lmina de plata que se extenda sobre su cabeza. Josephine le ara la mano y la frente y Crawford poda sentir como sus pulmones jadeaban con el esfuerzo de la inmersin; pero saba que si dejaba que se ahogara lo ms seguro era que acabara decidiendo seguirla, por lo que sigui tirando de ella y moviendo las piernas. Su cabeza acab emergiendo del agua. Trag aire a grandes bocanadas y despus, en un movimiento tan forzado que le hizo volver a hundirse, alz a Josephine de tal forma que su cabeza qued fuera del agua. Su espalda desnuda se pegaba al pecho de Crawford. y poda sentir el contraerse y dilatarse de sus pulmones. An no es demasiado tarde, pens con desesperacin. Cuando volvi a emerger la agarr por debajo de los brazos y empez a mover las piernas y la mano libre impulsndoles hacia la orilla. Josephine se agitaba dbilmente, pero Crawford no tena forma de saber si intentaba ayudarle o si quera liberarse de su presa. Se las arregl para que su rostro quedara por encima del agua durante la mayor parte del trayecto. Su visin estaba empezando a oscurecerse y su pierna herida ya amenazaba con acalambrarse cuando sinti la arena bajo la planta de un pie y logr arrancarle a su organismo un ltimo y espasmdico esfuerzo que acab depositando sus cuerpos desnudos sobre la clida arena. Crawford tena la lgubre certeza de que el gesto ms mnimo hara que le estallara el corazn, pero logr hacer rodar a Josephine hasta dejarla con la espalda hacia arriba, le puso las manos sobre las costillas justo debajo de los omoplatos y empez a apretar sintiendo como la arena se le incrustaba en la piel debajo de sus palmas. El agua brot a chorros de la boca y las fosas nasales de Josephine. Repiti la presin expulsando un poco ms de agua, y volvi a apretar. La hizo girar una vez ms hasta que la espalda de Josephine repos sobre la arena, peg su boca a la suya mientras senta los centelleos multicolores que anunciaban la prdida del conocimiento invadiendo su campo visual y dej escapar el aire introducindolo en los pulmones de Josephine. Se qued inmvil durante unos momentos mientras el aliento que haba introducido dentro del cuerpo de Josephine escapaba por entre sus labios y volvi a pegar su boca a la de Josephine. La bocanada de aire que le administr se llev consigo sus ltimas energas y le sumi en la inconsciencia. No poda haber estado inconsciente ms de unos segundos, pues cuando alz la cabeza que haba apoyado en el pecho de Josephine y examin ansiosamente su rostro, el agua que le haba hecho escupir an formaba un reguero de burbujas sobre la arena.
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Josephine tena los ojos abiertos y su mirada se encontr con la de Crawford y la retuvo durante un momento que pareci interminable. Despus rod sobre s misma hasta quedar libre de su peso y estuvo ms de un minuto tosiendo y escupiendo chorritos de agua. Le daba la espalda, y la arena que se le haba pegado al cuerpo casi haca que pareciese ir vestida. Josephine acab logrando levantarse, aunque se tambaleaba. Crawford la observ y cuando vio que volva al agua se apresur a ponerse en pie. Slo voy a quitarme la arena dijo secamente Josephine cuando oy el chapoteo de Crawford siguindola por entre las primeras olas. Crawford se mantuvo lo ms cerca posible de ella, y cuando se hubo asegurado de que no tena intencin de alejarse nadando decidi que librarse de aquella costra de arena era una buena idea. Se puso en cuclillas y dej que las olas se deslizaran sobre su cuerpo. Despus subieron por la suave pendiente de la playa y Josephine le cogi de la mano. Siguieron caminando sobre aquella superficie seca y de una contextura algo parecida a la de la harina hasta llegar al repentino frescor de las sombras alfombradas por las hojas cadas que haba debajo de los rboles, y cuando Josephine le solt la mano fue slo para que Crawford pudiera rodearla con sus brazos. Josephine alz su rostro en un gesto de ofrecimiento y le abraz con todas sus fuerzas. Crawford la bes profundamente y con toda la pasin que haba credo perdida para siempre; y Josephine respondi a su beso con un fervor casi febril. Un instante despus ya estaban acostados sobre las hojas y con cada embestida, que le introduca un poco ms en el cuerpo de Josephine, Crawford tena la impresin de estar interponiendo algo ms de distancia entre l y toda la conciencia del fracaso, la muerte y la culpabilidad que le haba atormentado. Un rato ms tarde Crawford volvi a la Casa Magni caminando desnudo por la playa ahora casi agradeca el que aquel lugar fuese tan desolado y solitario, y se las arregl para subir a su cuarto sin ser visto por nadie aparte de Claire Clairmont, quien daba claras seales de haber empezado su sesin de bebida cotidiana muy temprano y se limit a parpadear en silencio cuando pas junto a ella. Una vez vestido fue al cuarto de las criadas y cogi algo de ropa para Josephine. Cuando volvi al claro en el que haban hecho el amor la encontr sentada contemplando el mar. Josephine acept la ropa con una sonrisa de gratitud y en cuanto se hubo vestido le abraz fuertemente durante varios segundos sin decir nada. Crawford sinti un gran alivio, pues durante el trayecto de vuelta desde la Casa Magni haba estado intentando imaginarse qu encontrara cuando llegara al lugar donde la haba dejado. Se haba imaginado que ya no estara; o que llegara con el tiempo justo para tener el ltimo y fugaz atisbo de una Josephine enloquecida que se haba rodo las yemas de los dedos hasta dejarlas en carne viva, huyendo por entre los rboles como si fuera un animal salvaje; o que estara encogida sobre s misma con los msculos rgidos como algunos marineros a los que haba visto sucumbir bajo la tensin, con las rodillas junto a la cara, los brazos alrededor de las rodillas y un vaco deshabitado detrs de las pupilas... No se haba atrevido a albergar la esperanza de que no slo se hallara viva y cuerda, sino tan alegre y animada como pareca estar. Josephine retrocedi un paso y alz la cabeza hacia l con un brillo de felicidad en los ojos. Al fin te he encontrado, querido! exclam. Qu puede haberte impulsado a venir a este sitio tan desolado y vivir en compaa de todas estas personas tan horribles? Bueno dijo Crawford, ponindose repentinamente a la defensiva, ya sabes que t y yo trabajamos para los Shelley y...
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Tonteras. T tienes tu consulta en Londres, y en cuanto a m puedo asegurarte que no trabajo para nadie! Resuelve de una vez los horribles asuntos que te hayan trado hasta aqu, y deprisa... Aunque le hayas escrito cartas mi madre debe estar volvindose loca de preocupacin. Crawford estaba demasiado cansado para discutir con ella. Supongo que tienes razn, Julia dijo. Suspir y volvi a abrazarla para que no pudiera ver la desilusin y el abatimiento que se haban adueado de sus rasgos. Trelawny se march en el Bolvar dos das despus, aunque el capitn Roberts se qued en la Casa Magni para echar una mano a Shelley durante la travesa del Don Juan hasta Livorno, pues Leigh Hunt y su familia llegaran a esa ciudad dentro de dos semanas. Hunt, Shelley y Byron ya no estaran en condiciones de poner en marcha su revista, aunque Shelley pareca haber perdido una parte considerable del entusiasmo inicial que le haba inspirado el proyecto. De hecho, Shelley estaba consagrando toda su atencin a los retoques y mejoras del Don Juan, y pareca que sus intenciones eran convertirlo en un navo ms imponente y ms capaz de soportar la comparacin con el casi ostentoso Bolvar de Byron. El, Roberts y Williams estaban aadiendo una proa y una popa falsas con el fin de que el navo pareciese ms largo, y haban aumentado de forma espectacular la cantidad de velamen que poda desplegar. Tambin haban alterado la cantidad y colocacin del lastre. Crawford observ que la lnea de flotacin del Don Juan quedaba un poco ms arriba que antes de las alteraciones, pero Shelley le asegur enfticamente que saban lo que se traan entre manos. Al anochecer del da en que se march Trelawny, Crawford estaba en la terraza con Shelley y Claire viendo como las velas del Bolvar se alejaban en direccin sur recortndose contra un crepsculo color bronce en el que no haba ni una sola nube. Josephine sali del comedor para entrar en la terraza y mir a Crawford con cara de pocos amigos. Michael, puedo hablar contigo en nuestra habitacin? Crawford se volvi para ensear los dientes al mar y cerr los ojos durante una fraccin de segundo, pero logr relajar sus rasgos antes de volverse nuevamente hacia ella. Naturalmente, Julia dijo, y la sigui al interior de la casa. Shelley les haba cedido su cuarto cuando Josephine le dijo que ella y Crawford estaban casados, y Crawford echaba de menos su antiguo catre en la habitacin de los sirvientes. Josephine cerr la puerta en cuanto Crawford estuvo dentro de la habitacin. Esta maana te dije que me dieses una respuesta clara, lo recuerdas? le pregunt. Quiero saber cundo nos marcharemos de este lugar horrible. Bien... Crawford suspir y se dej caer en una silla junto a la ventana. Shelley se marchar a Livorno dentro de una semana para encontrarse con Byron y ese tal Leigh Hunt. Shelley dijo que t y yo podamos acompaarle. Vaya, qu generosidad por su parte! Sobre todo considerando que llevas casi dos meses trabajando para l sin que te haya pagado ni un solo penique... Sigues sin haberme explicado por qu no solicitaste que se nos permitiera marcharnos a bordo del Bolix o como se llame ese ridculo navo. S que te lo expliqu. Mary Shelley es paciente ma, igual que lo ha sido Claire durante los ltimos das, y no quiero abandonarlas mientras su salud siga siendo tan precaria.
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Intent acompaar sus palabras con la expresin ms sincera de que fue capaz, pero la verdad era que haba estado retrasando el momento de dejar la Casa Magni porque pensaba que Josephine tena ms probabilidades de recuperar su autntica personalidad all donde la haba perdido que en la atmsfera cosmopolita de Livorno o en Inglaterra, una nacin con la que ya no tena nada en comn. Muy bien. El resentimiento hizo que la voz de Josephine estuviera a punto de quebrarse. Pero cuando haya llegado el lunes no nos quedaremos ni un da ms, me has entendido? Este lugar es horrible y estas personas son horribles. An no has conseguido que Shelley comprenda que no somos hermano y hermana? Oh, s, claro que s se apresur a decir Crawford. En realidad lo nico que haba conseguido era que Shelley dejara de referirse a ellos como hermanos. Qu clase de persona puede imaginarse a un par de hermanos casados? No tengo ni idea. Julia pens, para estas personas el incesto no tiene nada de raro. Shelley y su "hermana", Byron y su media hermana..., pero decrtelo no servira de mucho. Y cundo piensas abandonar ese ridculo apellido falso? Cundo dejars de hacerte llamar Aickman? Tan pronto como nos marchemos le dijo Crawford, y no por primera vez. Josephine volvi la cabeza hacia la ventana con la rigidez de movimientos de un loro. Crea que conseguir la atencin mdica adecuada para tu mujer te importara ms que aplicar tus evidentemente inadecuadas artes sobre desconocidos dijo. Este ojo por el que has sido incapaz de hacer nada est empeorando a cada momento que pasa. Dudo que haya empeorado pens Crawford, a menos que te las hayas arreglado para partirlo en dos... Ayer quiz hubiera aprovechado aquella queja considerndola una buena forma de recordarle lo ocurrido en la cima del Wengern y los dems acontecimientos de su existencia como Josephine, pero despus de la cena de anoche se haba visto obligado a olvidar sus intentos de provocar tal reaccin. La tarde anterior Crawford la haba obligado a tumbarse sobre su cama inmovilizndola por la fuerza mientras le hablaba de Keats, de la huida de Roma, de su estancia en Pisa y del trabajo en la universidad, y cuando sus sollozos y protestas acabaron cesando y not como los msculos de Josephine se relajaban bajo el peso de su cuerpo incluso sinti un cierto optimismo; pero cuando la solt y la salud con voz algo enronquecida por la esperanza diciendo Bienvenida, Josephine, la vio incorporarse y sentarse en la cama con tal rigidez que casi crey or el chirriar de los engranajes y las palancas movindose dentro de su torso. Josephine pas el resto del da sumida en su modalidad mecnica, moviendo violentamente el cuello de una posicin a otra y desplazndose tan torpemente como si sus miembros tuvieran bisagras. Claire acab huyendo del comedor y el pequeo Percy Florence se ech a llorar y le dijo a su madre que se llevara a la seora de relojera. Cuando se recobr unas horas despus volva a ser Julia. Crawford no haba tenido ms remedio que abandonar la idea de hacer regresar a Josephine al menos por el momento, y haba acabado decidiendo que su situacin actual con Julia era un poquito mejor de lo que habra sido con la seora de relojera. Tena la extraa e inexplicable certeza de que el cuerpo de Josephine estaba llevando a cabo una imitacin perfecta de su difunta esposa basada en dos dcadas de la ms estrecha familiaridad imaginable con Julia. Ya haban pasado seis aos desde su fallecimiento pero, de hecho, era justamente ahora cuando estaba empezando a conocer a su esposa y, aterrado, descubri que no le gustaba en lo ms mnimo.
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Dos das antes le haba dejado bien claro que no pensaba tolerar ningn tipo de insinuacin o avance sexual mientras los dos siguieran en aquella casa, y Crawford estaba seguro de que una buena parte de su continua irritabilidad y resentimiento nacan del hecho de que l no se hubiera apresurado a preparar el equipaje apenas le hubo dado tal ultimtum. La verdad era que ya no la deseaba. Ahora comprenda que amaba a la pobre Josephine quien, por lo que saba, quiz estuviera muerta y ya no fuese ni tan siquiera una chispa adormilada en el interior de aquel cerebro que le perteneca y al que haba renunciado. La idea le record las torturadas especulaciones de Shelley sobre la posibilidad de que Allegra siguiera con vida y consciente en algn lugar del pequeo crneo revivido de una forma tan pesadillesca. Todos estamos prisioneros dentro de nuestras propias cabezas pens mientras meditaba en los recuerdos que le ataban, pero al menos la mayora de nosotros podemos hablar con otras personas a travs de los barrotes, y a veces incluso nos es posible alargar el brazo por entre ellos para tocar la mano de un congnere. Anoche conoc a un caballero ingls en la playa sigui diciendo Julia. Supongo que deba de ser uno de los amigos de Shelley que llegaron en ese navo. Espero que no se haya marchado en l. Es mdico aadi, poniendo un considerable nfasis en la palabra. Crawford slo era cirujano. Dijo que poda conseguir que mi ojo volviera a ver. De hecho, me lo prometi. Crawford se qued tan perplejo que se limit a contemplarla parpadeando como un estpido. Un instante despus ya estaba en pie y se inclinaba sobre ella para mirarla a la cara. No te acerques a ese hombre dijo con voz enronquecida. Y que ni se te ocurra invitarle a entrar en la casa, me has entendido? Es muy importante. Es... Es un asesino. S, te lo juro. Si vuelves a hablar con l te prometo que me quedar aqu para siempre y mi consulta de Londres puede irse al infierno. Julia sonri, visiblemente tranquilizada por su reaccin. Vaya, pero si pareces celoso! Realmente me crees capaz de flirtear en todo caso, de hacer algo ms que flirtear con otro hombre cuando estoy casada con un mdico de gran xito? Crawford se las arregl para que sus labios respondieran con una sonrisa. Shelley bot el nuevo Don Juan el sbado. l, Williams y Roberts pasaron todas las horas de sol y una buena parte del atardecer maniobrando sobre las tranquilas aguas del golfo y slo volvieron al atracadero cuando la luna empez a quedar velada por un teln de nubes. El estado anmico de Shelley sigui siendo francamente jovial hasta la algo tarda cena, cuando Claire le inform con voz temblorosa de que aquella tarde le haba visto en dos ocasiones caminando por la terraza... antes de que el Don Juan hubiese vuelto. Josephine se limit a poner los ojos en blanco con una mueca de impaciencia y murmur algo sobre el alcoholismo, pero Shelley arroj su tenedor sobre la mesa, se levant y corri las cortinas. A partir de ahora quiero que estn corridas despus de que haya oscurecido dijo. Crawford record el encuentro de Josephine con la criatura que deba de ser Polidori resucitado y asinti. Buena idea. Claire que ya haba empezado a consumir su tercera copa de brandy, frunci el ceo como si estuviera a punto de recordar alguna razn por la que deba oponerse a la decisin de Shelley, pero se limit a tragar apresuradamente otro sorbo
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de licor y las arruguitas de vivacidad que se haban formado en su rostro desaparecieron enseguida. La sonrisa de Edward Williams era tan extraa y forzada que Crawford ya haba empezado a observarle incluso antes de que hablara. Pero podemos... Podemos descorrerlas luego, verdad, Percy? pregunt Williams con voz nerviosa. Es que... Resulta tan agradable poder contemplar el golfo de noche... Crawford mir a Shelley y se dio cuenta de que l tambin lo haba notado. No, Ed dijo Shelley con voz cansada. Contempla el maldito Golfo todo lo que quieras durante el da. Las cortinas seguirn corridas desde el ocaso hasta el amanecer. Mir a Crawford y Josephine. Creo que los Aickman estarn dispuestos a... a limpiar las ventanas con una solucin que ayudar a reforzar el efecto que deseo conseguir. Limpiar las ventanas! protest Josephine. Imposible! Mi esposo es mdico y en cuanto a m no soy la criada de nadie! Cmo se atreve a imaginar que...? Yo me encargar de las ventanas, Percy dijo Crawford en voz baja. Las limpiar despus de que todo el mundo se haya acostado. Josephine se levant de la mesa y volvi a su habitacin hecha una furia. Un par de horas despus las luces ya haban sido apagadas. Crawford tritur varias docenas de dientes de ajo y los ech dentro de un cubo lleno de agua salada que llev al comedor. Descorri las cortinas y empez a esparcir la mixtura con una camisa vieja sobre los paneles de vidrio y las piedras del umbral. Le alegr que no hubiera luces en la habitacin, pues no quera ser capaz de reconocer las siluetas humanas que se inclinaban y gesticulaban en silencio movindose entre la oscuridad de la terraza al otro lado de los cristales. Shelley, Roberts y Charles Vivian partieron en el Don Juan al da siguiente. Williams tena fiebre y dijo que pensaba pasarse todo el da en cama. Crawford se ofreci a examinarle y hacer lo que estuviera en su mano para aliviar sus sufrimientos, pero Williams se apresur a asegurarle que no era necesario. Cuando vio el brillo enfermizo que arda en aquellos ojos que haban sido lmpidos y joviales Crawford se sinti tan conmovido que le falt poco para echarse a llorar. Al medioda se puso unos pantalones con las perneras recortadas que Shelley le haba dado y baj al primer piso. El viento haca temblar los rboles que cubran la pendiente pegada a la parte trasera de la casa, y el Don Juan era una manchita blanca impulsada por la brisa que se mova sobre el lmite sur del horizonte. Crawford fue a la playa y empez a nadar. Desde la muerte del feto de Mary haca ya una semana se haba acostumbrado a nadar un buen rato cada da. El agua estaba muy fra, y el disgusto que le inspiraba su situacin actual hizo que recorriera una distancia bastante considerable antes de relajarse y flotar inmvil sobre la espalda permitindose disfrutar con la caricia del sol que baaba su pecho y su cara. Hoy era martes. Maana partiran con rumbo a Livorno y despus tendra que decidir qu haca con Josephine. No poda volver a Inglaterra con ella. Se pregunt si su conciencia le permitira adquirir billete para los dos y abandonar la embarcacin dejndola en ella para que hiciera el viaje sola. No, no poda hacerlo. Estaba obligado a cuidar de ella, tanto si era su esposa como si era la mujer que amaba, y no haba que olvidar la posibilidad de que Josephine volviera en cualquier momento. No poda dar por sentado que se haba ido para siempre. Aquella noche haba vuelto a sentir la proximidad de la lamia en dos ocasiones en ambas Julia se haba apartado de l creyendo que se dispona a violar su acuerdo mutuo de no realizar el acto sexual hasta que hubieran abandonado Spezia,
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y saba que Shelley segua cumpliendo con su parte del trato. La consuncin del espritu en un pramo de vergenza, pens, repitiendo mentalmente una lnea de uno de los sonetos de Shakespeare que Shelley haba recitado con voz vacilante haca poco. Crawford se pregunt si cuando estaba con Shelley la criatura haca las mismas cosas que haba hecho con l, y si Shelley la satisfaca tal y como l lo haba hecho. No poda creer que Shelley estuviera consiguiendo satisfacerla, y se pregunt si Williams estaba realizando el acto sexual con Allegra vuelta de entre los muertos o si se conformaba con un casto mordisco de sus dientes. No saba qu poda hacer con Williams. Llevarle hasta los Alpes y obligarle a subir hasta la cima del Wengern? Tirando de Julia durante todo el trayecto...? Haba protegido con ajo las ventanas y el umbral del cuarto de los nios y haba hablado con Jane Williams dndole instrucciones que sonaban ridculas incluso a sus mismos odos para que no permitiera que los nios hablaran con desconocidos cuando estuvieran fuera pero no estaba seguro de que eso fuese suficiente para protegerles. Se pregunt cunto tiempo pasara hasta que uno de ellos probablemente Percy Florence, empezara a consumirse. Acab dejando que sus piernas apuntaran hacia el fondo, se volvi hacia la casa y sinti un fugaz escalofro que le recorri el vientre. Haba estado tan distrado flotando en el agua que se haba dejado arrastrar por la corriente, y se encontraba dos veces ms lejos de la orilla de lo que supona. Empez a nadar hacia la playa sintiendo como su corazn palpitaba intranquilo dentro de su pecho. Tena la impresin de que no avanzaba, y maldijo los cuatro dedos de su mano izquierda y el envaramiento de la pierna de aquel mismo lado. Varios minutos de nadar contra la corriente le dejaron sin aliento y le pareci que pese a todos sus esfuerzos el oleaje haba hecho que se encontrara ms lejos de la orilla que cuando empez a nadar. El sol arda sobre su ya no muy poblada coronilla y arrancaba reflejos cegadores a unas olas que parecan de cristal. Se oblig a respirar despacio y mover lentamente los brazos y las piernas para mantenerse a flote. Hay que seguir nadando en ngulo con el oleaje sin ponerse nervioso se dijo. Todo el mundo lo sabe. No vas a morir aqu, me has entendido? Intent ver en qu direccin le haba llevado la marea para nadar hacia la orilla siguiendo esa misma trayectoria, pero ya no poda distinguir la casa. La tira marrn con manchitas verdes a la que pretenda llegar pareca desprovista de rasgos distintivos y ms alejada que nunca. El teln prpura del cielo y el sol daban la impresin de estrujarla y hacerla ms pequea a cada segundo que pasaba. Trag varias hondas bocanadas de aire, se impuls con las piernas emergiendo del agua hasta la mxima altura de que fue capaz y grit: Socorro!, pero el esfuerzo le dej sin aliento y el sonido de su voz no pareci llegar muy lejos. Mantnte a flote se dijo. Puedes mantenerte a flote todo el da, verdad? Diablos, recuerdo una vez en la baha de Biscay cuando Boyd y yo estuvimos flotando en el agua moviendo las piernas durante dos horas seguidas para ver quin aguantaba ms, con amigos nadando hasta donde estbamos para traernos botellas de cerveza bien frescas, y lo dejamos porque estaba claro que esperar a que uno de los dos se rindiera significara seguir all hasta bien entrada la noche... Hay muchas ms probabilidades de que esta corriente acabe llevndote a la orilla, que te arrastre a travs del golfo hasta mar abierto. Pero dejar de mover los brazos y conformarse con ondular las piernas lo ms despacio posible no impidi que fuera sintiendo como los msculos se tensaban igual que cables bajo su piel. La prueba de resistencia con Boyd haba tenido lugar haca casi una dcada, y estaba claro que Crawford haba perdido su resistencia juvenil en algn momento de los aos transcurridos desde entonces hasta ahora. Se oblig a respirar lo ms despacio posible y a no jadear.
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La soledad era impresionante. Se haba convertido en un minsculo punto de miedo y movimiento perdido sobre el vasto e indiferente rostro del mar, tan frgil como una vela en un botecito de juguete arrastrado por las olas, y pens que si oa la voz de otra persona antes de ser arrastrado a los abismos ni tan siquiera le importara ahogarse. Poda llamarla... La idea hizo que sintiera un escalofro. Sera capaz de llegar hasta l lo bastante deprisa? Haca un da tan soleado... Crawford estaba seguro de que lo conseguira, aunque no habra sabido explicar con claridad el porqu de aquel convencimiento. Su lamia le amaba, y deba de haber comprendido que realmente no quera divorciarse de ella en los Alpes. Incluso era posible que no tuviese que abandonar a Josephine. Cuando volviera a estar sano y salvo en la orilla dara con alguna forma de manejar a esa pobre luntica y, en todo caso, siempre podra hacer ms por ella que si se ahogaba. Haba estado intentando no cansar demasiado su pierna izquierda, pero los msculos se le tensaron repentinamente en un calambre tan doloroso que logr arrancarle un grito. Empez a manotear para no hundirse, pero saba que no le quedaba mucho tiempo. Un minuto, quiz menos... Y entonces, horrorizado, comprendi que no lo hara. No poda llamarla, lo cual significaba que iba a morir aqu y ahora, pero haba algo su amor por Josephine, el amor hacia l que ella le haba demostrado con tanta claridad durante aquella tarde tan dolorosamente breve de haca una semana que haca preferible la muerte a ser posedo de nuevo por su lamia. Intent rezar, pero estaba tan asustado y enfadado que slo consigui maldecir. El agua se cerr sobre su cabeza. Alz los ojos hacia la imagen del sol que ondulaba en la superficie. Un segundo ms de verlo con claridad pens desesperadamente, slo otra bocanada de aire marino... Logr que sus manos emergieran del agua con los dedos curvados como si fueran garras y su cabeza se abri paso por entre el aire..., y el sonido de unos remos movindose. Un instante despus oy la voz de Josephine. Michael! Descubri que an le quedaba una pequea reserva de energas. El dolor era tan intenso que le hizo sollozar, pero consigui que sus brazos siguieran entrando y saliendo del agua y cuando un remo gir sobre s mismo hendiendo el aire para hundirse entre las olas con un chapoteo muy cerca de l se las arregl para contorsionarse y cerrar sus doloridas manos sobre la parte ms ancha del remo. Haba una cuerda atada al otro extremo y la repentina tensin cuando Josephine empez a tirar de ella casi le hizo perder su presa; pero su cabeza acab chocando con las planchas del bote y un instante despus se encontr siendo izado por encima de la borda. Incluso logr ayudarla un poco. Su pierna izquierda segua envarada por el calambre y le dola de una forma tan terrible que tuvo la seguridad de que los huesos no tardaran en partirse. Se acarici el muslo. Los msculos estaban tan duros y tensos como si fuesen de piedra. Un calambre jade. Un instante despus Josephine estaba dndole masaje con sus manos ensangrentadas por el esfuerzo que le haba exigido llegar hasta l sin tener ninguna experiencia en el manejo de los remos. Su mano izquierda la que se haba destrozado en la cima del Wengern tambin deba de sufrir un calambre porque cada segundo que pasaba haca que se pareciese ms a una garra, pero Josephine sigui administrndole el masaje con la energa de una enfermera experta y un minuto despus el nudo que agarrotaba la pierna de Crawford empez a disolverse.
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Crawford permaneci un buen rato apoyado en la borda con los ojos cerrados limitndose a llenar sus pulmones de aire y vaciarlos. Acab logrando erguirse unos centmetros y mir a su alrededor. La embarcacin era aquella que Shelley haba considerado demasiado grande para que fuese un buen bote de remos, por lo que la haba guardado en la planta baja. Sus nicos ocupantes eran Josephine y l mismo. Crawford la contempl en silencio hasta que hubo recuperado el aliento suficiente para hablar. Quin eres? le pregunt a bocajarro en cuanto fue capaz de ello. Al principio pens que no le respondera, pero sus labios temblaron y acab murmurando Josephine. Crawford volvi a apoyarse en la borda. Gracias a Dios. Extendi el brazo y tom su pobre mano agarrotada y llena de ampollas con la mxima delicadeza posible. Cmo diablos te las has arreglado para...? Para empezar, cmo conseguiste sacar el bote de la casa? No lo s. Tena que hacerlo. Es una suerte que me vieras. Oh, s, nunca sabrs cmo me alegra que me hayas visto... Julia jams habra hecho esto por m, pens. Josephine se ech hacia atrs y apart los mechones de cabello empapados en sudor que le haban cado sobre la frente. Su ojo de cristal pareca contemplar el cielo, pero su ojo sano no se apartaba del rostro de Crawford. Yo... El miedo me despert. Volva a estar dentro de mi cuerpo. Mir hacia la ventana y supe que estabas en apuros. Haba captado su agitacin cuando se dio cuenta de lo que te ocurra, comprendes? Eso fue lo que me dio la fuerza necesaria para... apartarla a un lado, para echar a Ju... Julia. Baj corriendo la escalera y tir del bote hasta sacarlo por un arco o arrastr a lo largo de las losas y lo met en el agua... Crawford se dio cuenta de que estaba descalza, y vio que los tablones del bote estaban manchados de sangre. Josephine... dijo con voz temblorosa. Te quiero. No permitas que Julia... No permitas que tu fantasma de Julia vuelva a apoderarse de tu cuerpo. Yo... Josephine intent hablar durante varios segundos sin conseguirlo. Fue hacia la proa y acab meneando la cabeza. Lo intentar. Aquella noche era el solsticio de verano, y los dos se quedaron levantados hasta una hora ms tarda que cualquiera de los dems ocupantes de la casa, aunque podan or a Ed Williams hablando en voz baja en su habitacin, seguramente con su esposa. Slo haba una lmpara encendida, la que Shelley insista en que deba estar ardiendo toda la noche, y Crawford y Josephine acababan de terminar la botella de vino que haba sobrado de la cena y haban empezado con la que Crawford descorch despus. Llevaban ms de una hora hablando y casi nunca de un tema mnimamente importante, cuando la ltima pausa en la conversacin se convirti en su final y, al mismo tiempo, Crawford se dio cuenta de que se haban acabado la segunda botella de vino. Se puso en pie y alarg la mano hacia ella. Vamos a acostarnos. Fueron a su habitacin, cerraron la puerta y se desnudaron y despus hicieron el amor lentamente y con mucha calma envueltos en la oscuridad Crawford haba corrido las cortinas de su ventana, detenindose una y otra vez poco antes de llegar al climax hasta que ste cay inconteniblemente sobre ellos arrastrndolos con su violencia.
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Pasado un rato Crawford rod sobre s mismo saliendo de ella y se qued inmvil a su lado sintiendo el calor del flanco sudoroso de Josephine pegado a su piel; abri la boca para decirle en voz baja que la quera... Y el alarido procedente de otra habitacin le interrumpi cuando haba empezado a hablar y le hizo saltar de la cama. Cogi la primera prenda que pudo encontrar los pantalones sin perneras de Shelley, abri la puerta y sali al comedor. Poda or como Josephine luchaba con sus ropas detrs de l. La puerta que daba a la habitacin de Shelley estaba abierta y su silueta alta y delgada cruz rpidamente el umbral saliendo de ella sin hacer ningn ruido. La luz de la lmpara haca que sus ojos brillaran corno los de un gato. Antes de apartar las cortinas y desaparecer en la terraza fue hacia Crawford y le bes suavemente en los labios. Crawford vio el destello de los dientes en la boca abierta, pero no llegaron a tocarle. Shelley volvi a salir de su habitacin un instante despus y Crawford se dio cuenta de que ste era el autntico Shelley, y en cuanto comprendi quin deba de ser la primera silueta su pecho se convirti en un vaco helado, y ya haba dado media vuelta hacia la puerta de la terraza cuando el recuerdo de Josephine le impidi completar el movimiento. Se oblig a dar la espalda a la terraza y se encar con Shelley.
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Pero el gusano te revivir con sus besos, y cambiars para transmutarte en algo tan divino como la vara para la serpiente que sisea, como la serpiente para la vara. Tu vida no cesar aunque la extingas; vivirs hasta que el mal sea aniquilado, y el bien morir antes, tal y como dijo tu profeta, oh Nuestra Seora del Dolor. A. C.
SWINBURNE,
Dolores
Adonde ha ido? pregunt Shelley. Crawford an no confiaba en su voz lo suficiente para hablar, por lo que se limit a sealar las cortinas. Shelley se derrumb contra la pared y se frot los ojos. Estaba intentando estrangularla... Intentaba estrangular a Mary. Alz sus manos, ensangrentadas y llenas de araazos. Tuve que apartar sus manos del cuello de Mary. Los Williams y Josephine ya haban entrado en el comedor. Shelley apart los cortinajes, se inclin sobre el alfizar y se lami el dedo despus de haberlo deslizado unos centmetros por el suelo junto a las ventanas. Repiti aquellos movimientos y cuando hubo acabado de recorrer toda la longitud de la ventana alz los ojos hacia ellos. Aqu no hay rastro de sal o de ajo dijo, mirando fijamente a Edward Williams. Williams se encogi sobre s mismo. As que era eso? balbuce. El olor... Pens que sera mejor lavarlas para que... Se haba abrochado el cuello de su camisa de dormir, pero Crawford pudo ver una manchita de sangre en la tela all donde sta rozaba su cuello. Los labios de Shelley se haban convertido en una delgada lnea recta de color blanco. Quiero que todo el mundo vuelva a la cama dijo. Todos excepto usted, Aickman... Tenemos que hablar. Josephine puede or todo lo que tenga que decirme replic Crawford. Shelley parpade. Crea que se llamaba... No importa. Muy bien, que se quede. Los dems, a la cama.
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En cuanto los Williams hubieron cerrado la puerta de su habitacin Shelley empez a hacer girar el sacacorchos que acababa de introducir en el tapn de una botella de vino. Despus llen las copas que Crawford y Josephine le alargaron, las mismas que haban vaciado haca tan poco tiempo. No podemos marcharnos maana dijo Shelley en voz baja. Crawford se alegr de que la persona que estaba a su lado ya no fuese Julia. De qu est hablando? murmur. Lo que acaba de ocurrir hace an ms apremiante el que nos marchemos de aqu! Se ha fijado en el cuello de Ed? Quiere esperar hasta que el ltimo hijo que le queda con vida haya muerto? No comprendo... Djale hablar, Michael le interrumpi Josephine. Mientras estemos aqu ella es particularmente accesible dijo Shelley, y lo que tengo planeado, el nico recurso que me queda por intentar, exige que sea accesible. De qu se trata? pregunt Crawford. Usted debera saberlo replic Shelley con una voz falsamente jovial. Fue idea suya. Me refiero a lo de ahogarme... aadi en un tono algo impaciente cuando vio que Crawford segua mirndole con cara de no entender nada. Crawford torci el gesto. Yo... No hablaba en serio. Yo slo... Ya lo s. La muerte del beb le haba hecho perder los estribos. Pero tena razn. Es la nica forma de salvar a Percy Florence y Mary. Sonri, y Crawford tuvo la impresin de que su sonrisa era ms bien maliciosa. Pero usted tambin tendr que hacer algo. Y me pregunto si no le resultar an ms difcil que mi parte del trabajo... Al da siguiente el sol arda con ms fuerza que nunca en la desnudez color cobalto del cielo. El capitn Roberts volvi de un viaje costa abajo en busca de provisiones especialmente de vino, y les inform de que las angostas calles de Lerici estaban atestadas de procesiones que imploraban la llegada de la lluvia. Aquella noche se celebraba la Fiesta de San Juan, y en cuanto hubo oscurecido los habitantes de San Terenzo vinieron bailando por entre las olas cantando himnos y agitando antorchas. Shelley sigui apoyado en la barandilla de la terraza incluso despus de que fuese noche cerrada y los himnos hubieran degenerado hasta convertirse en cnticos salvajes de borrachos y las siluetas que se agitaban entre las olas hubieran empezado a lanzar antorchas contra la Casa Magni. Alguien acab arrojando una antorcha directamente contra Shelley y el lanzamiento fall slo porque Crawford tir de l apartndole a tiempo. Shelley, bastante aturdido, consinti en dejarse llevar al interior de la casa. La algaraba y los gritos siguieron hasta poco antes del amanecer, momento en el que los pescadores volvieron tambalendose y sin dejar de cantar a sus botes y sus redes. El gritero y el terrible calor haban impedido que ninguno de los ocupantes de la casa obtuviera un descanso digno de tal nombre, y cuando Crawford baj la escalera para observar a los pescadores que avanzaban chapoteando y tropezando entre las olas de vuelta a sus hogares vio la silueta de Mary Shelley inmvil junto al murete que daba al mar hablando con alguien oculto entre los troncos que haba al otro lado. Fue rpidamente hacia ella temiendo que algn pescador borracho pudiese estar importunndola, pero se detuvo cuando la oy lanzar una leve carcajada. John, ya sabes que estoy casada dijo Mary. No puedo ir contigo. Pero... aun as, gracias por la... atencin. Se volvi hacia la playa y Crawford vio que sostena en su mano una rosa de un color rojo oscuro. Los ptalos quedaban junto a su mentn y su rojo casi se confunda con el carmes del terrible morado que se extenda por su garganta. Los ojos de
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Crawford fueron hacia la pendiente envuelta en sombras, pero no logr ver nada, aunque pudo or algunos crujidos y roces que se alejaban cuesta arriba por entre los rboles. Crawford fue hacia ella deslizando sus pies sobre la arena para que Mary pudiera orle llegar y no se asustara cuando le hablase. Era Polidori? pregunt. S. Mary oli la rosa y se volvi hacia el mar sumido en las tinieblas. No tendra que haber hablado con l empez a decir Crawford con voz cansada. Esperaba que el da que estaba empezando no fuera tan clido como para hacer imposible el dormir. El... No es... S, me habl de ello respondi Mary con mucha calma. Me cont que se haba suicidado poco despus de volver a Inglaterra. Cree que esa especie de vampiros son las Musas. Quiz tenga razn, aunque en su caso no lo fueron para l. Invoc a uno de esos seres y dej que le mordiera, pero sigui siendo incapaz de escribir nada publicable. Mene la cabeza. Pobre muchacho. Siempre envidi tanto a Percy y a Byron... Si sabe tantas cosas sobre l dijo Crawford, obligndose a no perder la paciencia, tambin debe saber lo peligrosas que son esas personas en cuanto han vuelto a la vida. Esa criatura no es Polidori. Ya no es l... Es un vampiro que habita su cuerpo como el cangrejo ermitao que utiliza el caparazn de un animal marino para que le sirva de morada. Maldita sea, me est escuchando? Diablos, hable con Percy y pregntele al respecto! Percy... dijo Mary en el tono de voz de quien est soando. Percy ha dejado de ser Percy, lo ha notado? El hombre al que amo est... Cmo expresarlo? Se est alejando. Se va haciendo ms y ms pequeo y distante hasta parecer una silueta en un cuadro dotado de una perspectiva muy profunda. Me pregunto cunto tiempo podr seguir comunicndome con l aunque sea gritndole al odo... Bien, entonces pregntemelo a m. Soy su mdico, no? Ha invitado a Polidori dndole acceso a su presencia o no? No... Aunque me dio a entender que le gustara recibir tal invitacin. S, me lo imagino. No lo haga, entiende? Dio un paso hacia ella y le puso la mano en el mentn obligndola a alzar el rostro. Si lo hace Percy Florence morir dijo mirndola fijamente a los ojos, y se pregunt si Mary comprenda aunque slo fuera una palabra de cuanto le estaba diciendo. Repita lo que acabo de decir, por favor le orden en su mejor tono profesional. Si lo hago Percy Florence morir dijo ella con un hilo de voz. Bien. La solt. Y ahora, acustese. Mary volvi con paso vacilante a la casa y Crawford se sent sobre la arena. Era consciente de que alguien le vigilaba atentamente desde lo alto de la cuesta, pero el cielo estaba empezando a aclararse con los primeros atisbos del azul y saba que la criatura que haba sido Polidori no intentara acercarse a l. Record a Byron declamando con voz despectiva algunos versos de Polidori en Suiza el ao 1816. La ineptitud de las imgenes y las rimas haban hecho rer a Crawford, tal y como quera Byron, pero un instante despus el lord frunci el ceo y dijo que en realidad todo aquello no le pareca nada divertido. El se lo toma terriblemente en serio, Aickman haba dicho Byron en tono reprobatorio. Es un buen mdico y uno de los graduados ms jvenes en toda la historia de la Universidad de Edimburgo, pero su nica ambicin es ser poeta..., como Shelley y como yo. Se puso en contacto conmigo apenas publiqu un anuncio pidiendo alguien cualificado para ser mi mdico personal porque crea que relacionarse conmigo y con mis amigos le permitira... descubrir el secreto. Byron haba dejado escapar una carcajada amarga. Espero por su bien que jams llegue a descubrirlo.
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Bueno pens Crawford, ya lo ha descubierto. Polidori pag el precio exigido por las Musas, pero stas no cumplieron con su parte del trato Hizo un mal negocio, tal y como le ocurri a Shelley cuando crey que poda hacer un trato con su hermana... Con mi ex esposa. El sol ya estaba bastante alto. Sus rayos creaban reflejos verdes sobre los picachos boscosos de Portovenere que se alzaban al otro lado del golfo, y la brisa casi pareca contener un poco de frescor. Crawford se puso en pie y empez a caminar sobre la arena en direccin a la Casa Magni intentando no pisar las huellas dejadas por los pies de Mary Shelley. Durante los cinco das siguientes Shelley pas cada vez ms tiempo a bordo del Don Juan permitiendo que Roberts y el joven Vivian se encargaran del velamen mientras l examinaba el cielo mediante un sextante a intervalos regulares y llenaba pgina tras pgina en su cuaderno de anotaciones, ahora ya no con versos sino con oscuras ecuaciones matemticas garrapateadas a toda prisa. Los tres volvan poco antes del crepsculo y a veces Shelley intentaba que Crawford comprobara sus clculos, pero la mayor parte consistan en ecuaciones newtonianas que se encontraban ms all de las capacidades de Crawford. Shelley nunca le pidi a Mary que les echara un vistazo, aunque estaba claro que haba empezado a dudar de su claridad mental y saba que Mary tena muy buena cabeza para los nmeros. Crawford pensaba que sus dudas estaban justificadas. Shelley ya no dominaba la conversacin a la hora de la cena con largas exposiciones y argumentos sobre la naturaleza del hombre y el universo. De hecho, ahora pareca tener dificultades incluso para algo tan sencillo como era seguir el parloteo de Claire cuando describa sus expediciones de compras a Lerici, y aunque segua leyendo su correo, Crawford le haba sorprendido en ms de una ocasin intentando descifrar el significado de una carta mientras frunca el ceo, mova los labios y trazaba crculos alrededor de las palabras que le parecan ms importantes. Shelley arroj su cuaderno de anotaciones y gran parte de su correspondencia ms reciente al fuego siete das despus de que Mary casi hubiera sido estrangulada, y pidi a Crawford y Josephine que le acompaaran a dar un paseo por la orilla. El sol segua brillando en la mitad del cielo que recorra durante la maana, pero la arena estaba tan caliente que Crawford poda sentirla incluso a travs de las suelas de sus zapatos y se pregunt cmo se las arreglaba Shelley para andar descalzo sobre ella. Quiz an no se haba dado cuenta del dolor. Josephine estaba tensa, pero caminaba cogida de la mano de Crawford y en dos ocasiones incluso consigui dirigirle una plida sonrisa. Nos iremos maana dijo Shelley en voz baja. Ustedes dos tendrn que volver aqu dentro de una semana, pero mientras tanto quiero que estn conmigo. Crawford frunci el ceo. Por qu tenemos que volver? Para encargarse de la parte que debe hacerse aqu dijo Shelley con cierta petulancia y que debe ser llevada a cabo por usted. Por lo tanto, le aconsejo que no haga todo su equipaje y que deje aqu cualquier..., cualquier aparato mdico o cientfico que pueda hallarse en su posesin. Frunci el ceo en un visible esfuerzo por aclarar sus pensamientos. Aunque en realidad no es necesario que Josephine vuelva con usted. Puede quedarse con Byron, Trelawny y los dems. Van a volver a Pisa, lo saba? Ir donde vaya Michael dijo Josephine en voz baja. Crawford le apret la mano.
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Y ninguno de los dos ir a Pisa replic. Logramos escapar por los pelos antes de que nos arrestaran hace dos meses. Y, de todas formas, por qu tiene que ir all? Yo... Porque... Oh, s, naturalmente. Para ayudar al pobre Leigh Hunt y dejarlo instalado en casa de Byron. Vino a Italia acompaado por toda su maldita familia porque yo se lo ped insistentemente, y dado que me veo obligado a..., a salir del cuadro quiero..., quiero tener la seguridad de que no queda..., de que no queda... Indefenso? sugiri Josephine. Y en la bancarrota? aadi Crawford. Exacto, y en un pas extranjero dijo Shelley asintiendo con la cabeza. No pueden ir a Pisa...? Bien, nos detendremos en Livorno para encontrarnos con los dems, as que pueden esperarme all. Volver a pasar por Livorno antes de que... Crawford se apresur a interrumpirle. Esa parte de la que Josephine y yo debemos encargarnos... empez a decir, pero Shelley le hizo callar con un gesto de la mano. Recorrieron cien metros ms de aquella orilla angosta y repleta de rocas y Shelley se intern en las olas. Hablemos aqu dijo. El..., eh..., el agua del mar ayudar a apagar nuestras palabras. No quiero que el... vitro llegue a la... arena..., no, quiero decir que... No deseo que nos oigan. Crawford y Josephine intercambiaron una mirada de preocupacin, pero se inclinaron para quitarse los zapatos. A qu viene eso del cristal? pregunt Josephine en cuanto hubo vuelto a erguirse. Cristal? Shelley frunci el ceo. Oh, s, en caso de que lleven encima algo de cristal... S, perfecto, djenlo ah. Josephine se llev la mano a la cara, se sac el ojo de cristal y lo puso dentro de uno de sus zapatos. Despus volvi a coger a Crawford de la mano y fue con l hasta donde les esperaba Shelley. Y ahora prstenme toda su atencin dijo Shelley. Puede que ms tarde no sea capaz de expresarme con..., con claridad. Despus de ahora. Nunca ms. El Don Juan lev anclas y abandon el golfo de Spezia por ltima vez a primera hora de la tarde del da siguiente poniendo rumbo sur hacia Livorno. Mary, Claire, Jane Williams y los nios se quedaron en la Casa Magni y Shelley estaba ayudando sin demasiado inters y cierta torpeza a Roberts y Charles Vivian en el manejo del velamen. Ed Williams se encontraba debajo de la cubierta para resguardarse del sol, con lo que Crawford y Josephine tuvieron toda la proa para ellos dos. Seis por seis treinta y seis estaba murmurando Josephine, siete por siete cuarenta y nueve, ocho por ocho sesenta y cuatro... Haba adquirido aquella costumbre durante los ltimos dos das. Crawford segua encontrndola algo irritante, pero Josephine le explic que la ayudaba a reafirmar el control ejercido por su personalidad de Josephine cuando notaba seales de que ste se debilitaba y Crawford hizo todo lo posible por disimular su irritacin. La costumbre pona visiblemente nerviosa a Mary, pero Shelley tena tendencia a sentarse ms cerca de Josephine cuando repasaba la tabla de multiplicar, como si su canturreo fuese un emblema de algo que estaba perdiendo..., o, como pensaba a veces Crawford de forma ms bien poco caritativa, porque el desgraciado poeta albergaba la esperanza de or por casualidad la respuesta correcta a uno o dos de aquellos rompecabezas matemticos que estaban tan claramente ms all de sus disminuidas capacidades actuales.
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Crawford estaba contemplando la costa italiana que se mova casi imperceptiblemente junto a ellos un kilmetro y medio ms all de la borda. Desde ayer por la tarde no haba hecho nada salvo pensar en lo que se vera obligado a llevar a cabo dentro de una semana, y cuando Josephine abandon su recitado de la tabla de multiplicar y le hizo una pregunta la respondi sin sobresaltarse o tener la sensacin de que se hubiera producido un brusco cambio de tema. Sers capaz de hacerlo? le haba preguntado Josephine. No lo s replic Crawford sin apartar los ojos de la costa. He logrado resistir su influencia antes..., con tu ayuda. Y yo... No lleg a completar la frase, pues lo que quera decir era que el contar con Josephine le haba vuelto inmune al atractivo sexual de la mujer que no era humana, pero apenas lo hubo pensado se le ocurri que eso quiz no fuera cierto. No lo s repiti, no ocurrindosele nada mejor. Una sonrisa cansada hizo que las arrugas del rostro bronceado de Josephine se hicieran un poco ms evidentes. Si no lo haces significar la muerte para todos nosotros..., mientras que si lo consigues slo habr dos muertes. Nunca permitir que yo o los nios escapemos de su red. Quiz te imaginas que no soy consciente de ello dijo Crawford en un tono exageradamente corts mientras se apartaba de la borda. La dej sentada junto a la proa y volvi a popa, donde Shelley tiraba con expresin aptica de los cordajes de una vela. La voz de Josephine reanud el canturreo de la tabla de multiplicar a su espalda. El Don Juan sigui navegando sin incidentes y a gran velocidad impulsado por un viento que no cambiaba de direccin o de intensidad, y pocas horas despus del crepsculo vieron ante ellos las luces que indicaban la situacin del malecn construido para proteger la entrada al puerto de Livorno. Entraron en aquella extensin de aguas tranquilas y tras una breve conversacin a gritos con el bote enviado por el encargado del puerto encontraron un atracadero cerca del Bolvar de Byron. Byron estaba en la casa que posea en la localidad cercana de Montenero, y el Don Juan qued sometido a una cuarentena temporal, pero la tripulacin de Byron tuvo la amabilidad de arrojar algunos almohadones a la cubierta de la ms pequea de las dos embarcaciones para que Shelley y sus acompaantes pudieran dormir al aire libre y disfrutar de las dbiles brisas que haran un poco ms soportable el calor nocturno. Crawford y Josephine durmieron junto a la proa, en tanto que Shelley, Roberts y Charles Vivan se instalaron en los escasos espacios libres que haba alrededor del mstil y el timn. Williams se pas la noche recorriendo la cubierta, y se refugi en su camarote poco antes del anochecer. Los funcionarios que se encargaban de controlar la duracin de la cuarentena les dieron permiso para desembarcar a la maana siguiente y todos bajaron al muelle con excepcin de Charles Vivian, aunque Williams dijo no sentirse muy bien y se puso un sombrero de ala ancha para protegerse lo mejor posible del sol. El verano pareca dispuesto a hacerse an ms asfixiante e insoportable de lo que haba sido hasta entonces, y cuando llegaron a Villa Dupuy, despus de una hora de viaje bastante polvoriento e incmodo, Crawford torci el gesto al ver que la casa de Byron estaba pintada de un color entre marrn y rosa particularmente clido. Josephine no haba dicho nada durante todo el trayecto, pero Crawford se haba dado cuenta de que sus dedos no paraban de moverse lentamente sobre su regazo y supuso que estara repasando mentalmente las tablas de multiplicar, cosa que no ayud a mejorar su estado de nimo.
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Byron les recibi en la puerta, y aunque Crawford se sorprendi un poco al ver que haba vuelto a engordar Shelley pareci complacido ante el cambio producido en su apariencia. De hecho Shelley pareca estar encantado de todo, y recalc lo que le alegraba ver que Byron continuaba viviendo con Teresa Guiccioli y el que a ella le siguiera gustando salir a pasear los das soleados; y en cuanto tuvo un momento para ocuparse de Crawford y Josephine se apresur a presentarles a un hombre alto y de expresin un tanto distrada que result ser Leigh Hunt, el infortunado ingls que se haba embarcado rumbo a Italia acompaado por su esposa y sus seis hijos para coeditar la revista que Byron y Shelley haban concebido el ao pasado. Estaba claro que Byron tena la esperanza de poder quedarse levantado hasta muy tarde hablando con Shelley, tal y como haban hecho en muchas ocasiones antes de abandonar Pisa, pero Shelley se excus afirmando que el viaje le haba dejado exhausto y se retir a dormir muy temprano. Hunt estaba de mal humor debido a algunas observaciones hechas por Byron sobre los psimos modales de sus nios y tambin se fue a la cama temprano, con lo que Williams, Crawford y Josephine acabaron compartiendo la mesa con Byron en su saln comedor de elegantes proporciones y tuvieron que escuchar sus quejas sobre la servidumbre y el clima. Byron pareca alegrarse de estar acompaado, aunque Williams apenas si habl y se pas la mayor parte del tiempo sin apartar los ojos de las puertas vidrieras que daban a un patio lateral, y Josephine respondi a varias de las preguntas que se le hicieron afirmando con voz muy animada que tal nmero multiplicado por algn otro nmero daba como resultado un tercer nmero distinto a los dos anteriores; pero Byron le haba odo decir tal cantidad de incoherencias similares o peores en el pasado que se limit a sonrer acogindolas con un asentimiento de cabeza; y en dos ocasiones incluso pidi que brindaran por el apasionamiento con que haba sido enunciada la ms reciente. Byron estaba narrando la parte central de una ancdota protagonizada por unos sirvientes suyos que se haban enfrentado blandiendo cuchillos delante de la casa cuando la atencin de todos los presentes se vio sbitamente atrada hacia Williams. Sus msculos se haban tensado de forma tan repentina que su cuerpo pareci enroscarse sobre s mismo y su frente casi entr en contacto con el cristal de una vidriera. Un instante despus Williams se haba levantado y se balanceaba sobre la punta de los pies. Al principio Byron se haba conformado con lanzarle una mirada de irritacin, pero cuando le pregunt qu diablos le ocurra su voz sonaba bastante alarmada. Byron dej su copa de vino sobre la mesa con un golpe seco y se medio incorpor en el asiento, pero Williams movi un brazo hacia l en un gesto tan imperioso que el lord volvi a dejarse caer en la silla que ocupaba. Pasado un instante las facciones de Byron enrojecieron de ira y volvi a repetir su pregunta anterior en un tono ms bien iracundo. Nada, nada se apresur a responder Williams. Es slo que... No ir a Pisa con Shelley. Dgale que voy a quedarme en Livorno para..., para comprar provisiones con vistas al trayecto de vuelta a Lerici. Yo... Volver. Fue casi corriendo hacia la puerta principal con el cuerpo muy tenso y un instante despus ya haba desaparecido en la noche. Haba dejado la puerta abierta, y una brisa clida que traa consigo el aroma de los jazmines acarici la cabellera canosa de Byron. La ira del lord haba desaparecido. Tena los ojos clavados en el umbral con una expresin de pena, como si acabara de perder algo muy querido. Acab volvindose hacia el sof donde estaban sentados Crawford y Josephine y les observ atentamente. Ustedes dos parecen estar bien dijo despus de varios segundos de escrutinio silencioso. Cogi su copa de vino sin hacer caso del charquito que haba creado al derramar parte de su contenido, la apur, cogi la botella de cristal tallado
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que haba en el suelo y volvi a llenarla. Qu clase de amigo soy? Cmo es posible que no me diera cuenta nada ms verle? Mene la cabeza mientras volva a dejar la botella en el suelo. Cunto tiempo lleva as? Un mes dijo Crawford. De momento Jane, su esposa, no parece encontrarse... afectada. An no ha sido mordida. Si no les dejas entrar no pueden morderte observ Byron con una sonrisa de amargura. Maldito Shelley... Lanz un suspiro, se puso en pie y cruz el suelo embaldosado con paso cojeante hasta llegar al armarito colocado en un rincn. Se qued inmvil junto a l y pareci concentrar su atencin en los bordados que cubran la holgada manga de su chaqueta de Nankin. Supongo que sentirn curiosidad... Querrn saber cmo me las he arreglado para protegerme y proteger a Teresa, no? Haba encontrado una llave y abri el armarito sacando de l una pistola y una bolsita de tela. La pintura de esta casa contiene polvo de hierro y toda la madera fue sumergida en aceite de ajo durante varios das. Los marcos de las ventanas estn protegidos con espino silvestre y calndulas, y naturalmente aqu es muy fcil conseguir todo el ajo que uno desee... Aparte de eso, tengo repartidas por la casa varias pistolas cargadas con una municin muy especial. Arroj la bolsita de tela hacia el sof para que Crawford la cogiera al vuelo y fue hacia su asiento con el can de la pistola apuntando al suelo mientras caminaba. Crawford esparci algunas de las pesadas bolas contenidas en la bolsita sobre la palma de su mano y vio que eran de plata slida con algunas incrustaciones de madera lijada en el centro. He disparado dos veces contra siluetas que se movan por el patio y cuyo aspecto no me pareci humano observ Byron. De momento no he tenido suerte. Crawford logr que su rostro se mantuviera inexpresivo, pero recordaba la excelente puntera de Byron y acab decidiendo que el desprecio que el lord haba mostrado hacia su poesa la ltima vez que hablaron de ella deba de ser casi totalmente fingido. Byron pareca estar dispuesto a imponer algunas restricciones a su musa-vampiro, pero no daba la impresin de querer librarse definitivamente de su presencia. Crawford alz una de las balas de plata y madera. Cree que uno de estos proyectiles puede matarles? Quiz. Si la criatura estuviera exigindose un esfuerzo excesivo, o si fuese muy reciente es posible que lograse acabar con ella. E incluso en el caso de una criatura vigorosa y en plena madurez... Digamos que el impacto le resultara bastante desagradable. Y qu piensa Teresa de todo esto? le pregunt Crawford. Byron se encogi de hombros. Son protecciones tradicionales de los Carbonari. Compr esa municin, comprende? No necesit acudir a ningn artesano para que me la fabricara como encargo especial. Crawford estaba empezando a enfadarse, pero necesit varios segundos para comprender el porqu y cuando lo consigui Josephine ya haba empezado a expresar en voz alta sus pensamientos. Y qu ocurrira si Teresa quedara embarazada? pregunt articulando lentamente las palabras. Seguira con ella y con un hijo suyo en esas circunstancias, conociendo la clase de mar repleto de peligros por el que navega su embarcacin..., aun admitiendo que parece una embarcacin protegida con la mxima cautela e ingenio posibles? Byron pareci algo sorprendido y no muy complacido al or aquellas frases tan coherentes brotando de sus labios; pero antes de que pudiera responder oyeron un gemido casi felino procedente del patio, un sonido tan estridente que les tens los nervios como si stos fueran cuerdas de violn y el arco del instrumento acabara de
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deslizarse velozmente sobre ellas. El gemido sigui oyndose durante varios segundos antes de ir disminuyendo, y antes de extinguirse se convirti en un par de slabas que sonaban extraamente parecidas a la palabra Pap. La pistola temblaba en la mano de Byron, pero logr ponerse en pie y fue hacia las puertas vidrieras. Pap, Pap, mi permetti entrare, fa freddo qui fuor, ed buio! gimote aquella fantasmagrica voz infantil. Crawford tradujo mentalmente lo que haba dicho: Pap, pap, djame entrar, aqu fuera hace mucho fro y est oscuro! Crawford ya haba visto en una ocasin a la niita que flotaba en el aire al otro lado de los cristales, pero ahora estaba ms regordeta. Sus ojos parecan arder con luz propia, el rojo de la sangre recin derramada manchaba la blancura de su piel alrededor de su boca y las palmas de sus manos no se apartaban del cristal. La niita mantena clavados los ojos en el rostro de Byron y de repente, sin que hubiera ningn otro cambio en su expresin, los labios infantiles se curvaron formando una sonrisa abominable. Crawford sinti como se le tensaba la piel de los pmulos y se oblig a seguir sentado junto a Josephine, aunque lo nico que deseaba era huir de all. Byron se haba puesto blanco y le temblaban las manos, pero estaba asintiendo lentamente con la cabeza. Si, tesora, ti piglio dal freddo. Aickman, Josephine... aadi, alzando la voz sin apartar los ojos del cuerpo de la nia. Suban a su habitacin. Por favor. Esto es algo entre nosotros dos. Crawford abri la boca para protestar, pero Josephine le cogi del brazo. Hazle caso murmur. Vamonos. Cruzaron la espaciosa estancia hasta llegar a la oscuridad del pasillo y Crawford mir hacia atrs antes de que hubieran doblado la esquina. Los sollozos hacan temblar visiblemente el cuerpo de Byron, pero la pistola que sostena entre los dedos no se mova ni un milmetro. Oyeron el disparo cuando estaban en la escalera. Despus de llegar al dormitorio se quedaron inmviles junto a la ventana, y varios minutos despus vieron la silueta cojeante de Byron avanzando sobre la hierba iluminada por la luna con el cuerpecito de la nia en brazos. Crawford record haber visto una iglesia en esa direccin, y se pregunt si Byron poda confiar en que encontrara alguna pala cuando hubiera llegado a ella. Dijo que una criatura nueva poda ser eliminada con esa municin observ Josephine con voz solemne mientras se desabotonaba la blusa. Y no cabe duda de que ella era nueva... Dobl la blusa, se quit la falda y se meti entre las sbanas. Recuerdas lo que sola decir Claire? Los rayos de la luna permitieron que Crawford viera la dbil sonrisa que curvaba los labios de Josephine. Bueno, ahora ya no puede decirlo... Al fin ha hecho algo por Allegra. Pasados varios minutos de silencio oyeron un cntico distante e inhumano que pareca ascender de la tierra y bajar del cielo. El coro era como un tapiz de notas sostenidas durante una duracin imposible, pero aunque posea una trgica majestuosidad los nicos sentimientos que provoc en Crawford fueron la humildad y algo parecido al pavor, pues estaba claro que no haba sido compuesto pensando en las emociones humanas. Un balanceo muy suave hizo que Crawford despertara al amanecer. La confusin y el adormilamiento de los primeros instantes le hicieron pensar que estaba a bordo de un barco, pero cuando vio las flores que oscilaban lentamente dentro del jarrn que haba sobre la mesilla de noche record que estaba en casa de Byron y
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comprendi que lo que estaba sintiendo deba de ser un terremoto de poca intensidad. El balanceo no tard en desaparecer, y Crawford volvi a quedarse dormido.
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Crawford y Josephine despertaron un poco ms avanzada la maana al or la algo estridente voz de Shelley en el patio. Crawford se levant y descorri las cortinas. Mir hacia abajo y vio que Shelley estaba dirigiendo la operacin de cargar el equipaje de los Hunt sobre el carruaje que haba alquilado, y pareca impaciente por emprender el camino. Byron poda ser visto yendo de un lado para otro a travs de las largas sombras que parecan trazadas con tiralneas de los olivos que rodeaban la polvorienta extensin del patio, y el hecho de que estuviese despierto a aquella hora y que ni tan siquiera se tomase la molestia de vigilar a sus criados mientras ataban su propio equipaje al soporte que haba en la parte trasera de su carruaje napolenico hizo que Crawford supusiera que el lord no haba pegado ojo en toda la noche. Crawford contempl las tiras de oscuridad que atravesaban la tierra apisonada del patio y pens que le daban la apariencia de una gran escalera de caracol, como el tramo de peldaos que haba visto desde la ventana del apartamento de Keats en aquel segundo piso de una casa romana haca ya dos aos, y un impulso algo morboso le hizo preguntarse qu miembros de su grupo iban cuesta arriba y cules se dirigan hacia abajo. En el caso de Byron, pareca probable que no encajase ni en un grupo ni en otro. El lord deba de ser como esas personas a las que Crawford recordaba haber visto inmviles da tras da en el mismo escaln esperando a que algn turista les pagara para que posasen como modelos de un retrato. Y, de ser as, qu clase de personaje se esforzaba por sugerir? Fuera cual fuese, Crawford estaba seguro de que no figuraba en el santoral. Crawford descorri el pestillo de la ventana y la abri. El ya algo clido aire veraniego que entr en la habitacin ola a caf y a pan recin horneado en algn lugar cercano, pero ninguna de las siluetas muy atareadas que iban y venan bajo su ventana pareca prestar atencin a esos aromas. Crawford y Josephine se vistieron y bajaron al primer piso. Iban a quedarse en Livorno, y no tomar parte en el viaje a Pisa les permiti servirse a placer del desayuno informal que haban preparado los criados de Byron. Shelley entr en el comedor pasados unos minutos, hizo una sea a Crawford y, en un aparte algo teatral, le entreg cien libras. Crawford las acept, pero contempl a Shelley con los ojos entrecerrados. Est seguro de que quiere darme todo este dinero? le pregunt. Shelley parpade, vio los billetes de banco que Crawford sostena entre los dedos, mene la cabeza y alarg la mano hacia ellos.
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No, yo... Debera dar una parte al pobre Hunt..., o mandar a alguien hasta Spezia para que se lo entregara a Mary... Yo... Crawford se qued con dos billetes de diez libras y le devolvi el resto. Gracias, Percy. Shelley contempl en silencio el dinero que Crawford le haba devuelto, asinti y sonri como si no supiera qu hacer con los billetes, pero acab guardndoselos en un bolsillo y sali del comedor. Hacia las ocho todos los nios de los Hunt haban sido capturados y encerrados en el carruaje alquilado Byron se neg a permitir que ninguno de ellos viajara en el suyo, y los adultos subieron a uno u otro carruaje, cerraron las portezuelas y los vehculos se pusieron en marcha flanqueados por sirvientes a caballo. No todos los sirvientes de Byron iban a venir con ellos, y las instrucciones dejadas por el lord a los que se quedaron especificaban que Crawford y Josephine podan tomar prestados un carruaje y un par de caballos para el trayecto de vuelta a Livorno; pero cuando hubieron logrado organizarse el sol ya haba empezado a cocer la tierra del camino con toda la potencia de sus rayos y decidieron esperar el relativo frescor del atardecer. Crawford se llev un par de libros de Byron e intent leer aprovechando la sombra del patio, pero su mente no paraba de pensar en la nia que haba visto all mismo la noche anterior y no logr concentrar su atencin en la lectura. Estaba seguro de que la sangre que manchaba su boca perteneca a Ed Williams, y se pregunt qu criatura se encargara de consumir las energas de Ed en lo sucesivo. Josephine pas la mayor parte del da tumbada en la cama. Al principio Crawford supuso que haba decidido echar una siesta, pero al medioda entr en la habitacin y vio que tena los ojos abiertos y la mirada clavada en el techo. Volvi al patio y sigui intentando leer. Al oeste de Montenero el terreno iba descendiendo durante unos cinco o seis kilmetros hasta llegar a la costa del mar Ligur, y cuando el sol hubo bajado lo suficiente para revelar la negra silueta de Elba, la isla donde haba estado exiliado Napolen, Crawford cobr conciencia de un canto rtmico procedente del camino que pasaba por delante de la casa. Desliz una de las pistolas de Byron debajo de su cinturn antes de bajar cojeando el sendero de tierra para averiguar cul poda ser el origen de aquel sonido, pero slo encontr una docena de aldeanos y un par de sacerdotes inmviles alrededor de una carreta a la que haba uncido un burro ms bien cansado. Los sacerdotes canturreaban plegarias y rociaban el polvo reseco del camino con agua bendita, y al principio Crawford crey que deba de tratarse de alguna ceremonia local que no tena nada que ver con su presencia all, pero unos segundos despus un hombre muy anciano y encorvado que se apoyaba en un bastn emergi de entre la pequea multitud... y Crawford se pregunt si haber trado consigo una pistola podra servirle de algo. Saben en qu clase de sitio han estado viviendo hasta hace poco dijo Des Loges en su francs de acento arcaico. Movi la mano sealando a los aldeanos y la pareja de sacerdotes. Vienen de Portovenere, si no me han informado mal... Le asombrara saber cunto tiempo hace que lleva ese nombre, y en qu nmero de lenguas. Petrarca, el poeta del siglo catorce, ya tuvo algunas cosas que decir sobre ese sitio cuando no estaba demasiado ocupado llorando la ausencia de Laura, su amor inalcanzable. Dej escapar una carcajada, recorri con la mirada el pequeo grupo formado por sus buclicos acompaantes y contempl a Crawford con los ojos entrecerrados. Creo que bastara con pronunciar la palabra adecuada para que estas personas atacaran la casa... Fjese en los cuchillos que llevan algunos de ellos, y en la horca blandida por ese caballero de ah atrs. El lord ingls que se acaba de marchar,
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Byron... Es miembro de los Carbonari, verdad? Estas personas sienten un gran respeto hacia los Carbonari, pero Byron ya no est en la casa y pueden oler el... Siliconari del que est usted impregnado. Tambin pueden olerlo en m, lo cual no ayuda mucho. Movi su bastn sealando hacia la pendiente del camino. Cree que usted y yo podramos hablar unos momentos? Crawford pens en Josephine, atrapada e indefensa dentro de la casa. Muy bien replic, sintindose repentinamente muy cansado. Dgales que... Dgales que he hundido un clavo en un mazze, quiere? No necesitamos su..., su ayuda. Siliconari pens. Probablemente es una derivacin de slex, la palabra francesa y latina para el pedernal. Slex, silicis, silici. Des Loges se ri y lanz una rpida frase en italiano dirigida a los sacerdotes. Estos parecieron relajarse un poco, pero siguieron rociando el polvo del camino con agua bendita. Des Loges fue lanzando breves y rpidas miradas a Crawford mientras los dos suban cojeando lentamente por la cuesta polvorienta que llevaba al patio de tierra apisonada. Las sombras de los rboles se haban desplazado en direccin este, pero el efecto hizo que Crawford se acordara de la ilusin reminiscente de una escalera de caracol en la que se haba fijado aquella maana, y se pregunt si iba colina arriba o hacia abajo. Se ha divorciado! exclam Des Loges por fin cuando ya estaban llegando a la puerta principal. Pero el intento de Venecia hecho por sus amigos hace cuatro aos fue un fracaso... Supongo que ha subido a una de las cumbres ms altas de los Alpes, eh? As es respondi Crawford. Hice la ascensin con Byron en el ao 1816. l ha recado, pero yo no, as que no comprendo la razn de que sus sacerdotes le admiren tanto y de que yo les caiga tan mal. Bueno, si he de serle sincero no aprecian demasiado a Byron, pero l es rico y poderoso y usted no, y l est haciendo mucho por los Carbonari. Des Loges mene la cabeza y Crawford crey ver un leve brillo de admiracin en los ojos del anciano. Nunca llegu a considerar seriamente la posibilidad de subir a los Alpes... El viaje habra sido una ordala terrible, y supuse que fuera cual fuese el desenlace me resultara fatal o, peor an, que me dejara lisiado e incapaz de intentar cualquier otro remedio. Se encogi de hombros. Pens que bastaba con encontrar al hombre adecuado para que me ahogara en mi propia casa. Crawford llam a la puerta y trat de desviar el curso de la conversacin apartndola del fallido intento de ahogar al anciano ocurrido seis aos antes. Estuvo a punto de serme fatal. Me refiero al viaje a los Alpes... Esas montaas albergan algunas criaturas realmente asombrosas. Des Loges asinti afablemente aceptando el cambio de tema. Y dice que fue all el ao 1816? El viejo Werner pas por esa zona durante aquellos aos. Su llegada a Venecia fue lo que hizo fracasar el plan de sus amigos, y yo estuve all en 1818. Su presencia en Suiza tuvo que poner terriblemente nerviosas a las criaturas de aquella zona. Debi de provocar una cierta actividad de los Carbonari, y adems el que su... utiliz una palabra que Crawford slo pudo traducir como foco de animacin, pasara tan cerca seguramente provoc una agitacin considerable entre las criaturas ms viejas. Tuvo ocasin de ver a Werner? Supongo que debi evitar los pasos situados a mayor altura, pues no me cabe duda de que lo ltimo que deseaba era obtener un divorcio, pero quiz vio al grupo que se encargaba de su traslado.
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Crawford ya haba empezado a menear la cabeza cuando Des Loges sigui hablando. Viajaba metido en hielo acompaado por una escolta de soldados austracos. Crawford tuvo la impresin de que recordaba haber visto algo que encajaba con esa descripcin. Una carreta atascada en el barro al anochecer, Byron cediendo a uno de sus tpicos impulsos y trepando a ella para supervisar los esfuerzos de quienes intentaban liberarla... Puede que les viera dijo. Quin es ese tal Werner? Uno de los sirvientes de Byron haba odo por fin su llamada y estaba abriendo la puerta, por lo que Des Loges guard silencio. El sirviente contempl a Des Loges con cierta repugnancia, pero se apart a un lado cuando Crawford le dijo que el anciano era su invitado. Aun as, aquella revelacin le vali una mirada glida claramente indicadora de que el sirviente estaba reconsiderando la opinin que se haba formado sobre l. Oh, ya le hablar de Werner dijo Des Loges. Dnde podemos conversar sin que nos molesten? El desdn del sirviente se hizo visiblemente ms intenso en cuanto sus odos quedaron expuestos al psimo francs de Des Loges. Eh... Arriba, en nuestra habitacin dijo Crawford. Espere aqu. Avisar a mi..., a mi nueva esposa de que vamos a subir. Cuando Crawford volvi al dormitorio acompaado por Des Loges, Josephine estaba sentada en el suelo y aunque la observ con atencin Crawford no estuvo seguro de si aquel horrible anciano provocaba en ella fascinacin, aborrecimiento o las dos cosas a la vez. Vio como las manos de Josephine se movan lentamente sobre su regazo, y comprendi que haba vuelto a enfrascarse en su carrera mental por los pasillos y estancias de las tablas de multiplicar. Des Loges tom asiento junto a la ventana y puso los pies sobre la cama. Me ha preguntado quin es Werner dijo, Werner es... Bueno, supongo que la definicin ms adecuada es la de gran rey de los Habsburgo. Es el gobernante secreto pero absoluto de todo el imperio austraco, y ocupa esa posicin desde hace mucho tiempo... Es todava ms viejo que yo, pues me lleva sus buenos cuatro siglos de ventaja. Naci hacia el ao mil en el viejo castillo de los Habsburgo que domina el ro Aar, en el cantn suizo de Aargau. Crawford estaba de pie junto a la ventana contemplando el tramo de sendero donde haban dejado a los sacerdotes y los aldeanos, pero en cuanto oy el nombre del cantn se volvi rpidamente hacia Des Loges y ste enarc sus cejas en un gesto de interrogacin. Eh... No importa, olvdelo dijo Crawford, y se volvi nuevamente hacia la ventana pues haba credo captar un movimiento en el camino. Oiga, ese tipo no me inspira demasiada curiosidad. Lo que... Oh, pues debera inspirrsela le interrumpi Des Loges. Es el responsable de todos sus problemas. Quera la inmortalidad y estaba en Suiza, por lo que conoca todas esas historias y cuentos populares en los que se afirma que los Alpes son la fortaleza donde residen los antiguos dioses... De hecho los Alpes son los mismsimos dioses. La alteracin sufrida por la luz solar les convirti en piedra, pero no les mat. Werner era una especie de joven Fausto, as que decidi escalar las montaas de noche y se las arregl para despertarlas durante algn tiempo, el suficiente para hablar con ellas y que le contaran todo lo que deseaba saber sobre su pueblo, los nefelim, los vampiros preadnicos cuyos cuerpos petrificados an pueden encontrarse aqu y all, durmiendo como semillas atrapadas en el desierto que aguardan la clase de lluvia adecuada.
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Des Loges alz sus manos marchitas y separ las palmas unos treinta centmetros. Tenan el aspecto de pequeas estatuas sigui diciendo. Pequeas costillas petrificadas de algn Adn preadnico esperando un nuevo soplo del hlito de la vida... Y Werner encontr una de esas pequeas estatuas y la insert dentro de su cuerpo mediante una operacin quirrgica acompaada de ciertos rituales mgicos para que pudiera despertar en su nombre y, por decirlo as, en representacin suya... Para que pudiera utilizar su capital psquico como en un crdito, comprende? Eso le convirti en un puente, una prolongacin antinatural, una especie de representante de las dos razas y l..., el mero hecho de su existencia rebaj a la humanidad y revivi a los nefelim. Un Cristo de los antiguos dioses murmur Josephine en francs. Una especie de redentor artificial invertido... Sus manos reposaban flccidamente sobre su regazo, como si hasta el recurso de las tablas de multiplicar hubiera acabado revelndose intil. Que hubiera comprendido el discurso del anciano impresion levemente a Crawford, pero su atencin haba sido atrada por algo de lo que haba dicho y dio la espalda a la ventana para volver a encararse con Des Loges. Una operacin quirrgica... dijo. Dnde se llev a cabo? Supongo que en Suiza, no? S respondi el anciano. Sabe algo de eso? Crawford record el manuscrito del que haba hablado a Boyd seis aos antes y la descripcin contenida en La miscelnea Menotti de un procedimiento para introducir una estatua en el abdomen de un hombre. Tal y como le haba explicado a Boyd entonces, la nica razn de que el manuscrito hubiese sobrevivido era que un bibliotecario se equivoc y lo anot en el catlogo como si fuese un sistema quirrgico para el parto provocado mediante cesrea. Creo que he ledo las anotaciones del cirujano. Des Loges se dispuso a decir algo, pero Crawford movi la mano indicndole que esperase. Ese tal Werner... De Aargau! Qu aspecto tiene? Parece... joven? Sano? Des Loges le mir fijamente. Le ha visto, verdad? No, no es joven ni tiene una apariencia sana, aunque ahora que se encuentra en Venecia cerca de las columnas de las Grayas su situacin se ha estabilizado de forma ms que notable. No puede desplazarse, pero puede proyectarse creando imgenes lo bastante tangibles para coger copas de vino, pasar las pginas de un libro o proyectar sombras slidas en una iluminacin no demasiado fuerte, y esas imgenes pueden ser todo lo jvenes y robustas que le d la gana. La nica irritacin es que no puede proyectarlas muy lejos..., slo a unos centenares de metros de donde yace su cuerpo horriblemente envejecido. Y desde 1818 el lugar donde yace su cuerpo es Venecia y, concretamente, el Palacio del Dogo que hay junto a la Piazza San Marco. Creo que sa es la nica razn de que los austracos conquistaran Italia. Queran que Werner estuviera junto a las columnas de las Grayas y que viviera dentro de su aura preservadora. Me encontr con lo que deba de ser l en un caf del Gran Canal... Con una de sus proyecciones, mejor dicho murmur Crawford con expresin pensativa. No pareca muy interesado en proteger su secreto... Me dijo que se llamaba Werner von Aargau. Supongo que dada su situacin actual no tiene mucha necesidad de andarse con secretos dijo Josephine. Lo nico que le impidi acabar contigo fue... Bueno, el hecho de que estabas trabajando para la causa de los nefelim, y no meramente para la de los austracos. Y el hecho de que la medicina que se supona deba administrarte era un veneno que te habra matado dijo Crawford.
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Oh, naturalmente dijo Des Loges asintiendo con tal vigor que Crawford temi que vera romperse aquel cuello tan parecido a una rama seca. El poder de los austracos deriva de la alianza que Werner hizo con los nefelim revividos, y los austracos harn cuanto est en su mano para mantenerles satisfechos, y la..., la ex esposa de este joven caballero dijo sealando a Crawford se llevara una gran alegra si usted muriese. El amor que esas criaturas sienten hacia nosotros es tan potente y apasionado como el amor humano, pero sus celos son igualmente terribles. Crawford vio luz de antorchas movindose detrs de los rboles que flanqueaban el camino y se pregunt si deba advertir de ello a Josephine, pero acab decidiendo que los sirvientes de Byron podran manejar sin demasiados problemas aquel tipo de visitas. La pistola de Byron segua debajo de su cinturn, y la acarici nerviosamente. Quin es usted? pregunt Josephine. Cmo ha llegado a enterarse de todas estas cosas? El anciano sonri y sus rasgos increblemente viejos se arrugaron en una expresin de sabidura tan detestable que Crawford necesit hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no apartar la mirada. Mi autntico nombre es Franois Des Loges, aunque se me recuerda con otro. Nac el ao en que Juana de Arco muri quemada en la hoguera, y me enamor cuando estudiaba en la Universidad de Pars. Dej escapar una risita casi inaudible. Cerca de la Universidad sigui diciendo, delante de la casa de una tal Mademoiselle de Bruyeres haba una piedra de gran tamao... Usted la vio cuando se aprovech tan injustamente de mi hospitalidad, la recuerda, seor? Los estudiantes deban percibir parte de su... extraeza. pues entre ellos era conocida como Le Pet-auDiable, el Pedo del Diablo. Yo nunca me refer a ella con ese nombre tan feo... Haba visto a la mujer en que se converta cada noche, y la adoraba. Ambos han experimentado la clase de emocin a que me refiero. Sonri distradamente, como perdido en sus recuerdos. Cuando cumpl los treinta y dos aos abandon Pars y las atenciones de los hombres y durante muchos, muchos aos fui de un lado para otro con ella convertido en un feliz animalito domstico sometido a sus caprichos. Viv en el seno de mi nueva familia y conoc a otros adoptados incluyendo al mismsimo Werner, el hombre gracias al que las dos especies haban vuelto a tener tratos la una con la otra. Los cuatros y los dos bajo la mirada de los eternos tres... Crawford frunci el ceo y apart los ojos de la ventana. se es el acertijo, verdad? El que la esfinge nos plante en la cima del Wengern... Qu significa? No lo sabe? Des Loges mene la cabeza con cara de asombro. Y qu hizo entonces? Adivinar la respuesta correcta por pura suerte? No pudo utilizar la respuesta que la leyenda afirma fue dada por Edipo... La leyenda se acerca bastante, pero no lo suficiente. Crawford intent recordar las palabras exactas del acertijo. Qu caminaba sobre cuatro miembros cuando la luz del sol an no haba cambiado y ahora se sostiene sobre dos, pero se sostendr sobre tres cuando la luz del sol haya vuelto a cambiar y la luz se haya extinguido? Pens que el acertijo poda ser una..., una peticin ritual de reconocimiento diplomtico. Me pareci que quiz hiciese referencia a algo compartido por las dos especies, as que en vez de hombre di una respuesta lo suficientemente amplia para que pudiera incluir a los nefelim. Vida consciente sobre la tierra... Eso es lo que dije. El anciano asinti con expresin sombra. Una corazonada magnfica. Y tuvo mucha suerte, pues logr escapar al fantasma que vigila el umbral, aquel a quien Goethe se refiere en su Fausto... Y a los
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ojos de todos es como su primer amor, le dice Mefistfeles a Fausto. No es del todo exacto, pues el fantasma aparece ante los intrusos con los rasgos de la persona a la que ms amaron y a quien traicionaron de la peor forma posible. Josephine haba enrojecido, pero sus labios sonrean dbilmente. Bien, y a qu se refiere? pregunt. Hablo del acertijo. Esqueletos replic Des Loges. Su amigo Shelley lo sabe. Lea su Prometeo desencadenado: Una esfera, que es como muchos miles de esferas... El ingls de Des Loges era todava peor que su francs, y tanto Josephine como Crawford respiraron aliviados cuando volvi a hablar en francs. La materia. Cada fragmento de la sustancia que compone el mundo y a nosotros mismos est hecha de lo que los antiguos griegos llamaban tomos, unas esferas minsculas animadas por la misma fuerza que hace saltar el rayo del cielo a la tierra o crea el parpadeo del fuego de San Telmo que arde envolviendo los mstiles de los navos. La Ta de Corbie animando los cascarones resecos, pens Crawford. Cada una de esas esferas es muchos miles de esferas sigui diciendo Des Loges, pues el fragmento central se encuentra rodeado por minsculas fracciones de electricidad que ocupan esferas claramente separadas las unas de las otras, y el nmero de esos fragmentos de electricidad situado en la esfera exterior del tomo es lo que define con qu otros tomos puede combinarse el tomo en cuestin. Los fragmentos de electricidad son los miembros con los que el tomo puede agarrar otros tomos, y tres clases de tomos son las bases para las tres variedades de esqueletos existentes. Incluso la leyenda de Edipo tal y como ha sobrevivido describe el conjunto cuatro-dos-y-tres como un medio de sostn. Crawford asinti, no muy convencido. Y qu son esas tres variedades de esqueletos? Bueno replic Des Loges, los nefelim, los Siliconari, por as decirlo, fueron la primera raza inteligente que apareci sobre la faz de la Tierra... El pueblo de Lilith, los gigantes que poblaron el planeta en aquellos tiempos. Sus esqueletos estn hechos de la misma sustancia que su carne, la que sirve de base al cristal, el cuarzo y el granito. Los tomos de esa sustancia tienen cuatro fragmentos de electricidad en su esfera exterior. Despus la luz del sol cambi, los nefelim se convirtieron en piedra y... Digamos que se alejaron del primer plano y que acabaron perdindose en la perspectiva de la imagen general. La humanidad fue la siguiente forma de vida inteligente, y nuestros esqueletos estn compuestos de la misma sustancia que la cal, la tiza y los caparazones de las criaturas marinas, y el elemento bsico de esa sustancia tiene dos fragmentos de electricidad en su esfera exterior. Y la respuesta al acertijo da a entender que cuando la luz del sol haya vuelto a cambiar y el sol deje de brillar las nicas criaturas inteligentes que seguirn existiendo sern las montaas... Los dioses, y usted ya ha visto la sustancia de la que estn compuestos sus esqueletos, no? Es aquel metal tan ligero del que estaban hechos los cacharros de cocina que tena en mi pequea casita-bote de Carnac. Se acuerda de ellos? Es el metal que ms abunda en nuestro planeta, y se lo encuentra en la arcilla y el alumbre y, naturalmente, sus tomos tienen tres fragmentos de electricidad en la esfera externa. Crawford record haber visto un metal plateado dejado al descubierto por una avalancha en el flanco del Wengern, y que un gua de montaa lo haba llamado argent de largile, plata de la arcilla. Un instante despus su atencin se vio distrada por las luces del camino. El nmero de antorchas que se aproximaban era muy grande, ms del que podra llevar el grupo que haba visto antes. Los sirvientes de Byron no podran hacer nada contra semejante multitud.
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Tenemos que salir de aqu dijo volvindose rpidamente hacia Josephine. Por la escalera de atrs, y no hay tiempo de recoger nada. Record las veinte libras que le haba dado Shelley, y agradeci que estuvieran dentro de su bolsillo. Josephine mir hacia la ventana y la sorpresa le hizo abrir un poco ms los ojos. Un instante despus ya iba hacia la puerta con Crawford detrs de ella. Cuando llegaron a la escalera Crawford se dio cuenta de que Des Loges les segua. Puede distraer a esos visitantes? sise Crawford volvindose hacia el anciano. Son amigos suyos. Le aseguro que no son amigos mos jade Des Loges. Me mataran, pero no de la forma que necesito. Ir con ustedes. No haba ninguna posibilidad de escapar sin ser vistos usando la puerta principal, por lo que Crawford les llev hasta la puerta trasera y les precedi a travs del campo que Byron haba cruzado la noche anterior con el cuerpo de su hija muerta en brazos. Crawford se alegr de que los sirvientes de Byron no les hubieran visto marcharse, pues tena la impresin de que su lealtad era algo dudosa. El tro avanz lentamente por entre los tallos de hierba seca para no hacer ningn ruido que pudiera indicar a sus perseguidores donde se encontraban, y acab llegando a la iglesia que deba de haber sido el objetivo final de Byron anoche. El cielo estaba pasando de un prpura oscuro al negro, pero Crawford vio un pequeo montculo de tierra recin removida bajo un olivo pegado al murete que delimitaba el patio de la iglesia, y les hizo avanzar unos cuantos metros ms antes de sentarse. Ms vale que nos pongamos cmodos dijo en voz baja. Andar dando tumbos por entre la oscuridad con personas que conocen todos los caminos de esta zona pisndonos los talones no servira de nada, y es probable que no se les ocurra buscarnos en suelo consagrado. Aquella larga y furtiva caminata le haba permitido acordarse de varias cosas, como el que Byron haba identificado la cancin que Crawford cantaba mientras estaban en los Alpes esa cancin que haba aprendido oyndosela cantar a Des Loges, y ahora tena la seguridad de saber cul era el otro apellido de Des Loges, aquel por el que haba dicho que an se le recordaba. Bien, Monsieur Villon murmur Crawford cuando los tres se hubieron sentado sobre aquel suelo an caliente recubierto de hierba, tiene intencin de viajar con nosotros? El anciano dej escapar una risita que cre dbiles ecos en la oscuridad. Es usted un joven muy brillante. S, dado que est claro que ha vencido su reluctancia a participar en un ahogamiento, deseo enrolarme en la..., la ltima cruzada de los poetas. Crawford comprendi lo que le estaba pidiendo, y tambin comprendi que ahora su conocimiento de la situacin era mucho ms completo que entonces..., lo suficiente para que no pudiera negarse. Bien dijo, estoy seguro de que Shelley no permitir que Charles Vivian le acompae. Ese muchacho ingls no tiene ninguna necesidad de recibir semejante bautismo. Por lo tanto... S, no veo razn alguna por la que no pueda ocupar uno de los catres que hay a bordo.
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Y rodeando los restos de esa ruina colosal, desnuda e infinita, se extiende hasta perderse la solitaria llanura de arena.
PERCY SHELLEY,
Ozimandias
Durante los ltimos das las procesiones de sacerdotes y religiosi han rezado pidiendo la lluvia, pero o los dioses estn enfadados o la naturaleza es demasiado poderosa. Ultima anotacin hecha en el diario de Edward Williams, 4 de julio de 1822
Crawford, Josephine y Des Loges se deslizaron cautelosamente hasta el sendero y empezaron a caminar en direccin norte mientras los dedos del amanecer araaban el cielo eliminando los restos de oscuridad que an quedaban entre los rboles y el viejo conjunto romnico de la iglesia. La atmsfera ya haba perdido el leve frescor de la noche, y se preparaba para ir acumulando el calor del da. Las primeras luces del alba les encontraron viajando en direccin norte subidos a la carreta de un granjero, y antes de que el sol naciente hubiera trepado hasta lo alto del monte Querciolaia ya estaban en una calleja que desembocaba en la parte sureste de los muelles de Livorno. Los atracaderos y cursos de agua se extendan una distancia considerable tierra adentro, y el que estuvieran conectados mediante una red de canales hizo que Crawford casi pudiera creer que haba vuelto a Venecia. Saba que Shelley esperaba reunirse con ellos en el Hotel Globo, pero tambin saba que Edward Williams estara all y quera retrasar lo ms posible el volver a verle, por lo que encontr un albergo donde alojarse situado junto a un canal. El propietario se persign en cuanto les vio entrar, pero un billete de diez libras a cambio de una semana de alojamiento acab con cualquier temor supersticioso que hubiera podido albergar. Crawford y Josephine se instalaron en sendas habitaciones del primer piso que daban al canal, pero pese a las molestias representadas por la angosta escalera Des Loges insisti en que deseaba una habitacin justo debajo del techo. Pienso mantener la mxima cantidad de piedra posible entre mis pies y la tierra aunque vaya a morir dentro de una semana le explic a Crawford. Crawford intent dejar claro lo mucho que le gustaba aquel lugar, y alab con grandes aspavientos los restaurantes locales mientras expresaba la esperanza de que les fuese posible ir conociendo a sus vecinos, pero en su fuero interno admiti que lo
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que le haba trado hasta all era la esperanza de no reunirse con Shelley y escapar a la promesa que le haba hecho..., la misma que haba hecho aos antes a Des Loges. Y, por lo tanto, la repentina aparicin de Des Loges a primera hora de la maana del cuarto da que llevaban en Livorno y la nerviosa rapidez con que fue cojeando hasta la mesa de la trattoria al aire libre en la que Crawford y Josephine estaban comiendo minestrone con judas le hicieron sentir una leve punzada de preocupacin, y las palabras del anciano acabaron con sus ltimas esperanzas. He captado a un gemelo..., un simbiota aproximndose por via martima, y estoy seguro de que no es el viejo Werner dijo Des Loges. Ha llegado el momento... Vamos. El Don Juan se encontraba atracado en el puerto y Shelley estaba en el soleado vestbulo del Hotel Globo. Tena el rostro muy bronceado y su chaqueta de marino, sus pantalones blancos y sus botas negras le daban una apariencia muy elegante, pero el rostro que haba bajo los desordenados mechones de su cabellera rubia salpicada de canas careca de expresin. Una maleta de hierro con un asa de madera reposaba sobre el suelo junto a su pie izquierdo. Williams y Trelawny estaban con l. Williams tena el rostro muy plido, y Trelawny pareca bastante preocupado. Crawford fue hacia ellos. Vivian y yo podemos ocuparnos del Don Juan sin necesidad de que nos acompae nadie ms estaba diciendo Shelley en voz baja, y lo haremos. Deseo disfrutar del viaje en la mxima soledad posible, comprendido? aadi muy despacio, como si repitiera aquellas palabras por centsima vez. No me gusta dijo Trelawny. Pienso seguirte a bordo del Bolvar, y no puedes impedrmelo. Si os metis en algn lo al menos estar all para sacaros del mar. El rostro de Shelley recobr su animacin en cuanto vio aparecer a Crawford. Ah, ya ha llegado dijo Shelley. Cogi la maleta de hierro, fue hacia l y le cogi del brazo. Tengo que hablar con usted. Le precedi por el suelo embaldosado hasta llegar a un rincn de] vestbulo. Crawford intent hablar primero, pero Shelley se le adelant. Escuche dijo Shelley metindole el asa de la maleta de hierro entre los dedos, tiene que marcharse ahora mismo. Quiero zarpar esta tarde, pero cuando lo haga usted tiene que haber llegado a Spezia y todo debe estar preparado. He estado esperando un empeoramiento del clima que no tardar en llegar. Ser bastante acusado, y no quiero que usted corra ningn peligro a causa de l. Su sonrisa era una mezcla de miedo y amargura. La tormenta que se aproxima es exclusivamente para m. Y para el joven Vivian, supongo dijo Crawford con cierta irritacin mientras dejaba la maleta en el suelo. Es que l no cuenta para nada? No permitir que... Oh, por favor, cllese. l no vendr conmigo, naturalmente. Ya le he pagado lo que se le deba y le he dicho que se marchara de Livorno lo ms pronto posible. No, ir solo. Puedo manejar el Don Juan sin ayuda..., al menos puedo manejarlo lo suficientemente bien como para suicidarme, pero si Trelawny lo supiera creo que sera capaz de recurrir a la violencia fsica para impedrmelo. Quiz le haya odo insistir en que me escoltar con el Bolvar, pero he escondido los documentos que necesita para salir del puerto, por lo que deber pasar la noche aqu tanto si le gusta como si no. Shelley meti la mano en un bolsillo de su chaqueta y sac de l un frasquito lleno de sangre. La extraje hace una hora dijo, y le he aadido un poquito de vinagre para que no se coagule, tal y como he visto hacer a los cocineros. Ser un sustituto bastante poderoso de mi presencia fsica. Y ahora, recuerde que aparte de ser mi
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sustituto tambin me advertir del momento en que usted haya completado los preparativos, as que procure no gastarla toda cuando tienda la trampa. Crawford se guard el frasquito en un bolsillo de su chaqueta intentando contener las ganas de vomitar. No saba por qu, pero de todas las cosas que se vera obligado a hacer aquel da usar la sangre de Shelley era lo que le resultaba ms temible y repugnante. Volvi a coger la maleta. Tengo un pasajero dijo con voz algo temblorosa. Es alguien que desea acompaarle en su... crucero. Movi la mano para llamar a Des Loges, quien haba estado inmvil junto a la puerta principal, y el anciano fue cojeando hacia ellos con una sonrisa repulsiva arrugando sus rasgos seniles. Shelley, con cara de perplejidad, contempl al anciano durante unos segundos y se volvi rpidamente hacia Crawford lanzndole una mirada de furia. Es que no ha comprendido nada? No puedo aceptar pasajeros a bordo! Qu se ha imaginado esa ruina humana...? Crawford no le dio tiempo a completar la frase. Percy Shelley, permita que le presente a Franois Villon. Shelley se qued con la boca abierta y durante varios segundos Crawford pudo ver el terrible esfuerzo que estaba haciendo para pensar con claridad, pero acab sonriendo con alguna huella de su antigua vivacidad. De veras? Es realmente Villon, el poeta? Y es un... miembro adoptivo de la familia por matrimonio? Y quiere... venir... conmigo? Crawford asinti. As es dijo con voz tona. Desea acompaarle en su viaje. Des Loges ya estaba junto a ellos. Shelley extendi lentamente el brazo hacia l y estrech su mano. Ser un honor tenerle a bordo dijo muy despacio hablando en francs moderno. Des Loges inclin la cabeza. Es un honor navegar con Perseo dijo en voz baja con su arcaico acento. Shelley le observ en silencio durante unos segundos, parpade y le seal con la mano. Usted... Usted estaba en Venecia, verdad? Le vi all cuando estuve con Byron el ao 1818, y entonces tambin me llam Perseo. Porque haba venido a hacer un trato con las Grayas dijo Des Loges. Y hoy sigue siendo fiel a su nombre, pues pretende acabar con una Medusa! Se volvi hacia la ventana y contempl la calina asfixiante que casi ocultaba el cielo. Parece un buen da para que un par de condenados vayan a navegar... Crawford movi la mano pidindole que se callara, pues Edward Williams acababa de dejar a Trelawny y vena hacia ellos. Williams se detuvo junto a Shelley. Estar levantado y soportar la luz del da le resultaba claramente doloroso, pero se oblig a sonrer mientras coga a Shelley del brazo. I... ir con.. contigo, Percy tartamude. No intentes hacerme cambiar de idea. Est mu... muerta, est realmente muerta... Allegra est... Y yo puedo..., puedo pe... pensar, de veras... Puedo mantener la decisin que he to... tomado hasta que anochezca. No intentar buscar otra a... amante. Si sigo pensando en Jane y en nuestros hijos, creo que lo conseguir. Su sonrisa era desesperada pero tambin extraamente juvenil, y durante unos segundos Crawford pens que se pareca mucho al Keats que haba conocido en Londres el ao 1816. Ed dijo Shelley, no puedo llevarte conmigo. Ve con Trelawny en el Bolvar y...
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Los labios de Williams se curvaron en una dbil sonrisa. Eso... Eso no me servira de nada, verdad? pregunt en voz baja. El Bolvar no se hundir. Shelley contempl el rostro demacrado de su amigo durante unos segundos y la sonrisa con que acab respondiendo a sus palabras era tan triste como cariosa. Bien dijo, ahora que pienso en ello no se me ocurre ningn otro piloto mejor para este viaje. Se volvi hacia Crawford y le ofreci la mano. Vyase dijo. Ahora mismo, mientras an puede hacer esto por todos nosotros... Crawford acept la mano de Shelley y pens en su primer encuentro, cuando le vio inconsciente en una calle de Ginebra haca ya seis aos. La aguda consciencia de todas las prdidas que Shelley ha sufrido desde entonces, del cabello gris, la cojera y las cicatrices que l mismo haba ido adquiriendo, del ojo perdido por Josephine y su mano lisiada y de todas las muertes y los padecimientos, le hicieron sentir una emocin tan intensa que se le form un nudo en la garganta y no se le ocurri ninguna despedida adecuada a aquel momento. Ojal hubiramos podido conocernos mejor el uno al otro consigui decir por fin mientras se inclinaba para coger el asa de la maleta de hierro. Shelley sonri y cuando Crawford le solt sus dedos alz la mano y se revolvi todava ms la ya desordenada cabellera. Aqu apenas queda nadie a quien pueda conocer, as que... vyase. Alarg el brazo y dio unos golpecitos sobre el abultamiento en la chaqueta de Crawford donde se haba guardado el frasquito de sangre. Dgale a Mary que le envo... todo mi amor. Crawford volvi a utilizar el dinero de Shelley para alquilar el bote de apariencia ms veloz que pudo encontrar en el muelle, y cuando l y Josephine estuvieron a bordo y la embarcacin de un solo mstil empez a deslizarse en direccin norte sobre las lmpidas aguas azules se abri paso cojeando por entre las rfagas de viento y espuma hasta llegar a la proa y clav los ojos en lo que tenan delante, en lo que de una forma o de otra, sera la culminacin de aquellos seis aos de su existencia que ya tocaban a su fin. No estaba demasiado seguro de si sera capaz de hacer lo que haba prometido. El procedimiento salvara a Josephine y, de paso, a Mary Shelley y a su hijo, pero tambin le prohibira definitivamente el acceso a la clase de longevidad que Des Loges y Werner von Aargau haban estado disfrutando durante los ltimos siglos. Si inverta el tiempo suficiente en buscar a un depredador nefelim para que le amara con su pasin aniquiladora haba bastantes probabilidades de que consiguiera volver a su antigua situacin de vctima, pero nunca ms tendra otra oportunidad de entrar a formar parte de la familia mediante el matrimonio. Oh, s, todos tenan sus razones para esperar aquello de l. Des Loges ya haba conocido varios siglos de vida fcil; Shelley haba visto morir a casi todos sus hijos y an le quedaba uno al que salvar; y en cuanto a Josephine... Bueno, ni tan siquiera le haban ofrecido la posibilidad de convertirse en miembro de la familia. Sac el frasquito con la sangre de Shelley de su bolsillo y pens en lo fcil que resultara arrojarlo por encima de la borda para que se perdiese en el ocano. Se volvi hacia Josephine y vio que estaba sentada con la espalda apoyada en el mstil y los ojos cerrados murmurando sonidos inaudibles que deban corresponder a sus fieles tablas de multiplicar, el sudor brillaba sobre su frente. Intent considerarla una molestia, una odiosa responsabilidad que haba cado sobre sus hombros por un extrao accidente, y tuvo la impresin de que una presencia invisible suspendida en el vaco del cielo empujaba sus pensamientos ayudndoles a que siguieran aquel nuevo curso. De repente Josephine le pareci una entidad extraa de fsico demasiado
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caliente y excesivamente orgnica, tan perecedera como los artculos que se vendan en esos mercadillos al aire libre donde haba que abrirse paso espantando las zumbantes nubes de moscas a manotazos para ver cul era el aspecto de lo expuesto sobre las mesas y averiguar si se trataba de carne o de hortalizas. Pero aunque algn poder desconocido le estaba ayudando a verla como un brote ponzooso de escasa duracin, una especie de hongo que poda aparecer en todo su gordo esplendor sobre una pradera al amanecer y reventar destrozado al ocaso, una parte de su mente logr imponerse a esos pensamientos e hizo que la viera en contextos muy distintos. Vio a Josephine indefensa en el mar mientras l la contemplaba sin hacer nada; atrapada en un edificio que arda mientras l se emborrachaba en un pub cercano; aplastada en una cama mientras l dorma y segua durmiendo como si no fuese a despertar nunca... Y despus record como haba tirado de l y de Byron salvndoles del abismo en la cima del Wengern, y como le haba besado con su boca llena de cristales y ajo en una calle de Roma, y como le haba sacado del mar y le haba dado masaje en las piernas con sus pobres manos destrozadas, y record la playa en la que haban hecho el amor por primera vez el da en que Mary tuvo su aborto. Y, de mala gana, volvi a guardarse el frasquito en el bolsillo de la chaqueta. El bote arri sus velas poco despus de la una. Crawford y Josephine pasaron por encima de la borda y vadearon las aguas hasta llegar a la orilla unos centenares de metros al sur de la Casa Magni. El viaje slo haba durado cinco horas. El sol brillaba con fuerza y las descargas de la electricidad esttica iluminaban el cielo de un prpura encendido. Es de da, as que estar dbil explic Crawford con voz ronca mientras introduca un palo en la caliente arena blanca y empezaba a dibujar un pentculo. Pero vendr, porque se imaginar que Shelley y yo corremos peligro y ella... Se le form un nudo en la garganta y tuvo que tragar saliva antes de poder terminar la frase. Ella nos ama. Se haba quitado la chaqueta, pero el sudor segua corriendo por su rostro y le empapaba la camisa. Josephine no dijo nada. Estaba de pie en el punto ms alto de la pequea cuesta que llevaba a la playa, justo delante de donde empezaban los rboles, y al verla Crawford se dio cuenta de que el lugar donde haban hecho el amor deba de estar bastante cerca, pero ahora no poda perder ni un momento intentando recordar su situacin exacta. Puso la maleta de hierro que le haba entregado Shelley fuera del pentculo y se inclin sobre ella para abrirla. El olor del ajo brot de ella imponindose durante un segundo a los olores del mar, y el olor sigui arremolinndose en el aire caliente como las hebras de algas en un charco dejado por la marea incluso despus de que la brisa hubiese disipado la primera vaharada. Crawford abri un botecito, se volvi hacia el pentculo y esparci una mezcla de astillas, trocitos de plata y dientes de ajo trinchados sobre cuatro de los cinco surcos que haba trazado en la arena dejando vaco el surco que daba al mar. Cuando hubo terminado coloc el botecito boca abajo sobre la arena cerca del pentculo sin ponerle la tapa. Despus se irgui y se volvi hacia el oeste para contemplar el azul resplandeciente del golfo y los picachos de Portovenere, que se alzaba ms all de las aguas.
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Saba que se dispona a cambiar este mundo para siempre. Iba a robarle todo su hechizo y la expectacin de la aventura, y lo que en uno de sus poemas Shelley haba descrito como la tempestuosa belleza del terror. Adis, pens. Ven dijo en voz baja. Se mordi salvajemente el dedo y lo sostuvo sobre el pentculo de tal forma que las gotas de sangre que empezaron a brotar rpidamente de la herida cayeran sobre la arena encerrada entre los surcos. Despus sac el frasquito de su bolsillo, le quit el tapn y derram la mitad de su contenido sobre su propia sangre. El recipiente de cristal an contena unos tres centmetros de fluido rojo, y Crawford lo contempl con desesperacin durante varios segundos mientras intentaba reunir el valor necesario para llevar a cabo lo que deba hacer a continuacin. Vamos, haz de tripas corazn murmur. Bebi la sangre y arroj el frasquito vaco a las olas. Y se encontr en dos sitios a la vez. Segua estando en la playa y era consciente del pentculo, de la presencia de Josephine y del calor de la arena que haba bajo sus botas, pero tambin estaba sobre la cubierta del Don Juan sintiendo como oscilaba lentamente sobre las aguas del puerto de Livorno rodeado de otras embarcaciones. Est aqu se oy decir con la voz de Shelley, y se volvi hacia los dos hombres que le acompaaban. Zarpemos. Un espejismo estaba empezando a formarse en la lejana por encima de Portovenere, y aunque no haba viento alguno que pudiese borrar el pentculo dibujado en la arena o agitar los pliegues de la falda de Josephine, Crawford sinti como algo inmenso vena velozmente hacia ellos dejando atrs kilmetros y kilmetros de ocano. Josephine dio un respingo y cuando Crawford se volvi hacia ella para lanzarle una mirada de impaciencia vio que se haba tapado el ojo de cristal con una mano. La he visto dijo con la voz enronquecida por el miedo. Viene hacia aqu. Para morir dijo Crawford. Sinti como la cubierta de la embarcacin de Shelley oscilaba bajo sus pies y tuvo que resistir el impulso de moverse con ella. Igual que Shelley dijo. La spera carcajada que Des Loges acababa de lanzar a bordo del Don Juan an resonaba en sus odos, y habl en un tono de voz bastante alto. Los ojos de Shelley le permitieron ver la oscura capa de nubes que se aproximaba a Livorno desde el suroeste y, de una forma mucho ms distante, sinti el horror que le invada ante lo que no tardara en ocurrir y el esfuerzo de voluntad que le exigi sofocarlo. Un instante despus Crawford concentr toda su atencin en lo que vean sus propios ojos, pues ahora ella estaba en la playa, desnuda e inmvil en el centro del pentculo. Los reflejos del sol sobre la arena blanca la obligaban a parpadear. Crawford se apresur a inclinarse sobre el pentculo antes de que pudiera verla con ms claridad y esparci la mezcla de madera, plata y ajo sobre el ltimo surco, cerrando la figura geomtrica y dejndola atrapada dentro de ella. Cuando hubo terminado se irgui y, por fin, se permiti mirarla. Su cuerpo tena la lisa blancura de una perla, y la mera proximidad de su boca, sus labios y la esbelta longitud de sus piernas bast para dejarle sin aliento; y aunque se daba cuenta de que la luz del sol le causaba un dolor terrible, sus ojos extraamente metlicos estaban contemplndole con amor y ya le perdonaban lo que se dispona a hacer antes de que lo hubiera llevado a cabo.
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Dnde est mi hermano? le pregunt. Su voz era como una meloda interpretada en un violn de plata. Por qu me has llamado y me has hecho prisionera? Crawford se oblig a apartar los ojos de ella, y vio como la arena empezaba a ondular apartndose del pentculo. Shelley ya est navegando hacia aqu dijo con voz tensa. Hay una tormenta... Oy como sus pies desnudos se movan sobre la arena cuando se volvi para mirar hacia el sur. Murmur un sonido que era medio suspiro y medio sollozo, y Crawford supo que tema las prolongadas torturas que le infligira el vuelo hacia el sur para salvar a Shelley. T no quieres que muera le pidi. Librame para que pueda salvarle. No replic Crawford, intentando que su voz sonara lo ms decidida posible. El plan es obra suya, y Shelley quiere que lo lleve a cabo. La mujer se volvi hacia l y, sin poder hacer nada para evitarlo, Crawford se encontr soportando todo el peso de aquella mirada inhumana. Quieres que muera? No le detendr. Te ha dicho que eso tambin supondr mi muerte? le pregunt ella. Sus ojos parecan prodigiosamente profundos, y tan oscuros como una fra noche sin luna en una isla del Mediterrneo. S murmur Crawford. Y quieres verme morir? Sinti los dedos de Josephine alrededor de su mano y su primer deseo fue librarse de ellos con una mueca de irritacin, pero se oblig a estrecharlos aunque saba que hacerlo supona aceptar el abrazo de la muerte, tanto la suya en un futuro como la de Shelley y su lamia hoy. Intent pensar en Percy Florence Shelley y en Mary y los hijos del matrimonio Williams, y en Josephine... S respondi. Tena la esperanza de que todo acabara antes de que la frgil decisin que haba tomado se derrumbara como un castillo de arena bajo el embate de las olas. Apart la mirada de ella y vio el grueso teln de calina mezclada con lluvia que colgaba bajo las oscuras nubes interponindose en el rumbo que segua la oscilante proa del Don Juan, y todo lo que vea estaba velado por las lgrimas que llenaban los ojos de Shelley. El mecerse de aquella cubierta distante estaba consiguiendo que trazara eses sobre la arena y acab sentndose..., pero la arena tambin se mova. Las olitas de arena que se alejaban del pentculo eran ms altas que antes, aunque parecan impotentes para cambiar los contornos de la figura; y siluetas achaparradas que se diran hechas de arena empezaron a brotar alrededor de las tres figuras humanas formando un semicrculo abierto por el lado que daba al mar. Las rocas esparcidas por la pendiente boscosa crujieron como si estuvieran flexionando msculos de piedra. Si se lo permitiera mi madre la tierra te hara dao dijo la mujer. Las tres uas de los dedos de la mano libre de Crawford se haban enterrado en su palma haciendo brotar la sangre, y ni tan siquiera saba si las lgrimas que enturbiaban su visin le pertenecan o eran de Shelley. Todo lo que haba ocurrido desde aquella semana de alegre cautiverio a los caprichos de su lamia en Suiza pareca tan frustrantemente lejano como un sueo. Deja que haga lo que quiera conmigo dijo en voz baja. Cmo puedo permitrselo? replic la mujer. Te amo. Crawford era vagamente consciente de que la mano de Josephine ya no estaba entre sus dedos.
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El Don Juan haba empezado a internarse en la calina suspendida bajo la oscura capa de nubes cuando el viento golpe su casco, y la embarcacin escor de forma incontrolable mientras sus velas se llenaban con el aliento clido y hmedo de la tormenta. Shelley choc con la barandilla y logr aferrarse a ella. Crawford sinti el dolor del golpe. Una pequea embarcacin italiana una felucca, era visible a estribor y pareca estar dirigindose lo ms deprisa posible al puerto de Livorno, pero cuando estuvo cerca del Don Juan arri sus velas latinas de forma triangular y la voz de su capitn recorri la oscura extensin de agua que separaba a las dos embarcaciones ofrecindose a darles refugio en su barco. Crawford sinti como se tensaban los msculos de su garganta cuando Shelley respondi gritando: No!. La felucca ya estaba quedando a popa, aunque Shelley se encontraba agazapado en un extremo de la cubierta del Don Juan y la escora del navo le exigi mirar no slo hacia atrs sino tambin hacia arriba. Rompe el pentculo dijo la mujer de plata encogindose sobre s misma como si intentara escapar al peso del sol y no har dao a nadie. Los nios, esa mujer de all... Ninguno correr peligro. Pero hazlo ahora. Estoy tan dbil que el esfuerzo de salvar a Shelley casi acabar conmigo. Sultala, Michael dijo Josephine de repente. No puedes matar a su hermana! Tambin pens Crawford con amargura. Quieres decir que ya hice bastante matando a la tuya, verdad? No quieres que mate a otra hermana. Recuerda la promesa que le hizo a Shelley dijo. Su voz se haba vuelto tan spera y gutural como el crujir de las rocas y el susurrar de la arena. T tambin eres mujer dijo la lamia, y tambin le amas. Es algo en lo que somos iguales... Somos idnticas. Si permites que salve a mi hermano dejar que te quedes con l. Me ir muy lejos y nunca volvers a verme. No s por qu tu Michael quiere que muera. Tiene celos de Shelley, porque Shelley... te posey aqu mismo hace un mes dijo Josephine. Crawford se volvi hacia Josephine para negar lo que acababa de decir, pero el capitn de la felucca que se alejaba acababa de gritar algo Por el amor de Dios, si no quieren subir a bordo arren las velas o estn perdidos!, y la palpable proximidad de una muerte terriblemente real hizo que Williams se sintiera incapaz de seguir manteniendo la decisin que haba tomado y le impuls a saltar hacia el mstil con la clara intencin de arriar las velas. Shelley corri hacia l y le apart de un puetazo. El Don Juan sigui avanzando por entre la cortina de lluvia y vapor de agua con todas las velas desplegadas, internndose todava ms en el seno de la tormenta. Crawford vio a Williams..., no, a Josephine avanzando hacia el pentculo con la mano extendida para abrir una brecha en sus contornos. La cogi por el brazo, la hizo girar sobre s misma y la derrib sobre la arena. Siluetas vagamente humanas hechas de arena se alzaban a su alrededor moviendo con la frentica impotencia de la rabia o del dolor sus brazos carentes de dedos, y los rboles que cubran la pendiente ante la que estaba empezaron a partirse y caer como si la mismsima colina estuviera despertando y hubiese decidido librarse de su manta orgnica. El mar burbujeaba como un puchero puesto al fuego, y el cielo estaba lleno de espritus que pasaban velozmente sobre sus cabezas en una loca agitacin. Michael dijo la mujer del pentculo. Crawford no quera hacerlo, pero su cuerpo se movi como si tuviera voluntad propia y sus ojos se posaron en ella. Las quemaduras empezaban a ser claramente
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visibles sobre su piel color de perla, y lo ms horrible de todo era que el amor segua brillando en aquellos ojos imposibles. Ningn ser humano habra podido seguir amndome mientras le haca algo as, pens Crawford. Ahora ya es demasiado tarde para m dijo la mujer. Hoy es el da de mi muerte. Deja que muera yendo hacia l, aunque sea seguro que he de morir durante el trayecto. Saba que slo alguien que se odiara a s mismo con el aborrecimiento ms profundo poda hacer esto y, peor an, seguir hacindolo todo el tiempo requerido, y se pregunt si algn da Josephine, Mary y su hijo comprenderan aunque slo fuese una parte de lo que estaba ocurriendo y si ese conocimiento les permitira agradecer el que Shelley hubiera escogido a semejante persona para que se encargara de lo que deba hacerse. No dijo. El Don Juan estaba empezando a hundirse bajo la oscura turbulencia del cielo. El agua entraba a chorros por las regalas y la tensa lona de las velas segua impulsando a la embarcacin adentrndola an ms en el seno de la tormenta. Shelley estaba agarrado a la borda. Adis, Aickman dijo. Tuvo que escupir un poco de agua salada antes de que le fuese posible hablar. Crawford dijo, impulsado por la repentina e inexplicable seguridad de que revelarle su autntico apellido era de la mxima importancia. Me llamo Michael Crawford. Crawford pudo sentir la tensin contenida en la sonrisa de Shelley cuando alz la cabeza hacia las calientes gotas de lluvia que se cernan sobre el muro de agua que entraba por las regalas. Adis, Michael Crawford. An estoy a tiempo de liberarla se oy decir Crawford. No dijo Shelley, y la serenidad de su voz era el fruto de un ltimo esfuerzo desesperado. No me falle. Adis, Shelley logr decir Crawford. Sinti como Shelley apartaba una mano de la borda para alzarla en un saludo. Crawford capt el ltimo pensamiento de Shelley cuando el joven poeta se solt de la borda, incorporndose y dejando que aquel mar posedo por un salvaje anhelo se apoderase de l arrancndolo a la cubierta. Lo ltimo que pas a travs de su mente fue una melanclica gratitud por no haber aprendido nunca a nadar. Y un instante despus sinti la arena caliente llenndole la boca. Acababa de caer de bruces y jadeaba intentando tragar aire aunque los pulmones que estaban siendo invadidos por las fras aguas del mar no eran los suyos. Su respiracin volvi a la normalidad pasados un par de minutos y logr alzar su rostro cubierto de arena apartndolo de la playa. La mujer del pentculo estaba encogindose y marchitndose bajo la implacable claridad del sol. Ahora pareca ms un reptil que un ser humano, y la ltima ilusin de humanidad no tard en desaparecer y ser sustituida por una serpiente de escamas color prpura y oro. Un instante despus la colina tembl en un ltimo estertor y escupi una nube de polvo que ascendi hacia el cielo como si quisiera competir con la tempestad de lluvia y nieblas en la que el Don Juan haba encontrado su perdicin, y un viento salvaje surgido de la nada dispers las siluetas hechas de arena convirtindolas en nubes de partculas muy finas que aguijonearon su piel y se le metieron en los ojos. Los ojos ya velados de aquella criatura convertida en una sombra minscula de lo que haba sido le lanzaron una ltima mirada llena de amor y tormento, y una fraccin de segundo despus ya slo haba una estatuilla yaciendo en el centro del
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pentculo. El viento se calm y Crawford se encontr solo en la playa con Josephine, quien segua sentada en la arena all donde la haba arrojado frotndose lentamente el brazo. El conjunto de sensaciones desagradables que se apoderaron de l eran idnticas a las que acompaan la embriaguez y la prdida de contacto con el mundo. Siempre dejo tiradas a mis mujeres en cualquier sitio, pens. Se inclin para recoger la estatuilla, ech el brazo hacia atrs y la arroj lo ms lejos posible hacia las aguas del golfo. La estatuilla pareci flotar en el aire girando lentamente sobre s misma durante mucho tiempo antes de precipitarse hacia abajo con repentina rapidez, estrellarse contra las olas con un leve chapoteo y desaparecer. Todos los kilmetros cbicos de aire que le rodeaban parecieron temblar como si un rgano csmico acabara de emitir un vasto acorde subsnico. Cuando volvi del mar Josephine ya se haba incorporado y le salud con una sonrisa frgil y algo perpleja. Lo hicimos dijo en voz baja pero algo ms aguda de lo habitual. Lo planeamos y lo hicimos. Incluso me pareci que tena cierta idea de lo que bamos a hacer. Ahora yo... Mene la cabeza y aunque estaba sonriendo Crawford tuvo la impresin de que le faltaba muy poco para llorar. Ahora no tengo ni idea de qu hemos hecho. Crawford fue hacia ella y puso su mano con mucha delicadeza sobre el brazo que haba agarrado para arrojarla al suelo haca slo un minuto. Saba qu deba decir, e intent que su voz impartiera la mxima importancia posible a a frase. Salvamos a Mary y a su hijo... Y ayudamos a salvar a Jane Williams y a sus hijos. Josephine tena los labios ligeramente entreabiertos y estaba contemplando la arena, el mar y las rocas con los prpados a medio cerrar. La nube de polvo que haba brotado de la colina ya se haba dispersado encima del mar. Una enormidad dijo Josephine. Nunca podr comprender del todo lo que hicimos, pero s que fue algo increble y descomunal. Avanzaron en direccin norte a lo largo de la playa. Crawford quera cogerla de la mano, pero esa accin le pareca demasiado trivial para ser la adecuada en aquellos momentos. El sabor entre cido y metlico de la sangre de Shelley era como cido corriendo por el interior de su cabeza. Segua teniendo la sensacin de estar muy lejos de cuanto le rodeaba, y se alegr vagamente de ir vestido pues tena la impresin de que si estuviera desnudo su confusin actual le habra impedido ponerse las ropas en el orden adecuado recordando dnde iba cada prenda y qu lados quedaban fuera. De vez en cuando tena que mirar hacia abajo slo para asegurarse de que segua caminando. La achaparrada estructura de piedra que era la Casa Magni apareci ante sus ojos, y poco despus de haber llegado a ella se encontr bebiendo vino y cantando animadamente con Mary y Jane. Hizo un esfuerzo para escuchar lo que estaba diciendo y se tranquiliz un poco al or como su voz les explicaba que sus esposos haban planeado salir de Livorno aquella misma tarde, por lo que tena la seguridad de que llegaran poco despus del anochecer. Incluso se acord del mensaje que Shelley le haba dado para su esposa. Percy le enva todo su amor le dijo. Crawford y Josephine pasaron aquella noche durmiendo castamente en la habitacin que Shelley les haba adjudicado, y a medianoche les despert un remoto cntico inorgnico, un coro distante que pareca estar en el cielo, en el mar y en la colina que se alzaba detrs de la casa. Se levantaron de la cama sin decir ni una palabra, fueron al comedor, abrieron las puertas vidrieras y salieron a la terraza.
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Odo desde all el cntico era un poco ms fuerte y grave. La marea se haba retirado a tal distancia de la orilla que si Shelley y Williams realmente hubieran vuelto a casa aquella noche habran tenido considerables dificultades para encontrar un sitio donde atracar que no estuviera muy lejos de la casa, y los caparazones puestos al descubierto y los montculos negros esparcidos al azar sobre aquella extensin de arena hmeda parecan vibrar con los ecos del coro inhumano. La casa cruja como si acompaara el cntico. Crawford tuvo que dar un paso hacia un lado para no perder el equilibrio y comprendi que el edificio estaba sufriendo los efectos de un terremoto. Es el mismo cntico que omos la semana pasada en Montenero la noche en que Byron mat a Allegra murmur Josephine pasados unos minutos. Es la tierra que est de luto y llora su prdida... Cuando volvieron al interior de la casa Josephine insisti en que deseaba pasar el resto de la noche sola en el cuarto de las sirvientas. Crawford estaba demasiado cansado para discutir y volvi solo a la cama que haban compartido.
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Mi hermosa Felise, ningn buzo puede devolver a la superficie el amor que se ahog en mares tan fros. A. C. Qu jubiloso alivio sent al saber que no era nada humano...
PERCY BYSSHE SHELLEY SWINBURNE,
Felise
A la maana siguiente Mary Shelley y Jane Williams despertaron bastante temprano y observaron con nerviosa preocupacin el horizonte azul del golfo mientras tomaban a sorbos el caf del desayuno. Claire se levant ms tarde y se ofreci voluntaria para montar guardia en la terraza mientras las otras dos mujeres intentaban leer e impedir que los nios percibieran su inquietud, pero ninguna de las tres empez a sentirse realmente alarmada hasta ltima hora de la tarde, cuando el sol fue ocultndose poco a poco detrs de Portovenere sin que hubieran visto ninguna embarcacin. Josephine haba vuelto a ocupar su puesto como gobernanta de los nios y Crawford se pas el da bebiendo en la terraza. Claire estaba de pie apoyada en la barandilla muy cerca de l, pero apenas se dijeron nada. Aquella noche l y Josephine volvieron a dormir en habitaciones distintas. Josephine despert en plena noche al or los dbiles murmullos de una voz que pareca venir de fuera de la casa. Se levant del catre y se visti sin despertar a ningn sirviente, baj la escalera que llevaba al primer piso, pas junto al bote en el que haba rescatado a Crawford haca tres semanas y sali a la an caliente arena baada por los rayos de la luna. Vio a un hombre inmvil en la playa, y cuando hubo dejado atrs los arcos de la fachada el hombre se volvi hacia ella y le ofreci la mano. Los dos permanecieron inmviles durante lo que quiz fuese un minuto. Despus Josephine dej escapar un profundo suspiro, extendi el brazo y acept los dedos que se le ofrecan con su mano izquierda, la que tena lisiada. Fueron en direccin sur a lo largo de la orilla subiendo a la cuesta cuando las olas venan hacia ellos y caminando por la llanura hmeda de la arena cuando se alejaban.
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Pasados unos minutos Josephine se volvi hacia su compaero y clav la mirada en la plata de sus ojos. Eres mi amigo de los Alpes dijo, y el recuerdo hizo que flexionara los dedos de su mano lisiada que l estrechaba entre los suyos, Por qu creen que eres Polidori? Tambin soy l..., ms o menos replic el hombre. Polidori fue en busca de mi especie despus de haber abandonado a los poetas y yo..., yo estaba disponible y lleno de vitalidad gracias a ti y a lo que me habas dado, as que le acept y cuando se quit la vida los... Cul sera la palabra correcta? Los fragmentos de atencin? No, digamos que las semillas... S, las semillas que haba plantado en su sangre despertaron y yo emerg de su tumba. Josephine frunci el ceo. Y no significa eso que ahora hay dos de vosotros? El que le mordi y el que creci de su cuerpo muerto... En el caso de nuestra especie la identidad no es algo tan rgido como ocurre con la vuestra. Somos como las ondulaciones que agitan una masa de agua o un campo de hierba. Nos ves gracias a las cosas materiales que ponemos en movimiento, pero no consistimos en esas cosas materiales. Ni tan siquiera las semillas que plantamos en la sangre de los humanos son objetos fsicos, sino una especie de atencin mantenida..., algo parecido al haz luminoso que brota por la ranura de una linterna sorda y se centra en un objeto que se mueve entre la oscuridad. Mi hermana tuvo que sufrir y esforzarse para conseguir la concentracin capaz de reducirla a la condicin de un punto susceptible de morir, y si no hubiera sido porque el ser su gemela haca que estuviera estrechamente unida a Shelley es muy probable que ni tan siquiera eso hubiera bastado para acabar con ella. Josephine le mir con cierto resquemor, pero la expresin de su visitante segua siendo tan plcida y afable como antes. Esta persona que tienes junto a ti puede existir en un nmero infinito y simultneo de formas le inform, al igual que puede ser Polidori y, al mismo tiempo, ese desconocido al que invocaste y a quien dejaste entrar en tu habitacin de Suiza aquella noche. Una ola fue hacia ellos reflejando la dbil luminosidad de la luna y los dos subieron a la pendiente para evitarla. Ha pasado mucho tiempo dijo Josephine en voz baja. El tiempo no significa nada para los de mi especie replic su acompaante Y t... T tampoco tienes por qu estar sujeta a l. Ven conmigo y vivirs para siempre. Un fragmento de la mente de Josephine que guardaba silencio estaba aterrorizado, y frunci el ceo en la oscuridad. Como Polidori? S. Exactamente igual que Polidori. Flotars hasta llegar a la superficie de tu mente slo cuando quieras estar despierta. Polidori, ests ah? pregunt Josephine con un leve temblor histrico en la voz. Dime hola. Buenas noches, Josephine dijo su acompaante con una voz distinta, una que an conservaba leves huellas de la pomposidad que la haba caracterizado en vida. Por fin tengo la fortuna de conocerte. Tu vida... Te resultaba intolerable? S. Y ahora... Has logrado librarte de esas... cosas, de esos recuerdos? Los msculos de su rostro estaban relajados, pero su corazn lata a toda velocidad. S.
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Odias a mi..., odias a Michael? No. Antes le odiaba. Le odiaba, y odiaba a Byron y a Shelley y a todas las personas que posean lo que yo tanto anhelaba..., el canal mediante el que comunicarse con las Musas. Di todo lo que posea para conseguirlo, incluso a m mismo, pero las Musas siguieron negndome esa comunicacin, aunque aceptaron el don de mi persona que les haca. Y ahora, lamentas haberte entregado a las Musas? pregunt Josephine, algo sorprendida ante el tono apremiante de su voz. No cumplieron con su parte de ese pacto que t creas estar suscribiendo con ellas, verdad? No dijo l. Ahora vivir eternamente. Ya no necesito escribir poesa..., ahora vivo sumido en ella. Las noches me pertenecen, y los cnticos de la tierra, y los viejos ritmos inmutables de las palabras y los tomos. He visto el rostro de la Medusa y lo que los hombres creen es la maldicin de la piedra no es sino el nacimiento. Los hombres nacen en el calor de los teros de la humanidad, pero eso no es ms que... Es como el polluelo que se va cubriendo de plumas dentro del huevo. El nacimiento real y el que perdura para siempre viene despus, y es el nacimiento que te hace surgir de las fras entraas de la tierra. Todo aquello que deseaste poder dejar atrs queda olvidado para siempre. La luna estaba tan cerca del mar que casi rozaba las aguas, y su fuego plateado creaba reflejos en las puntas de las olas que se haban cerrado sobre Shelley y su hermana asesinada y convertida en piedra. Polidori es yo y yo soy l dijo su acompaante con una voz distinta. Su hermana dijo Josephine. Su hermana... Est muerta. S dijo su acompaante sin alterarse. La muerte es algo muy raro entre nosotros, pero podemos morir. Yo la mat. Ayud a acabar con ella. S. La mejilla derecha de Josephine se cubri con el brillo de las lgrimas. Yo... Siento haberte abandonado en los Alpes dijo con voz enronquecida. Y siento haberte rechazado en esa calle de Roma delante de la casa de Keats, y siento haber participado en el asesinato de tu..., de tu hermana Siguieron caminando en silencio durante un rato. Las hermanas no deberan morir asesinadas murmur por fin. Nadie debera morir asesinado dijo su acompaante. Nosotros ofrecemos la vida eterna a todos. Josephine se detuvo y se encar con l, aunque tena los ojos cerrados. Sigues estando dispuesto a aceptarme? le pregunt en un murmullo monocorde lleno de esperanza. Por supuesto dijo l. Puso suavemente una mano sobre su nuca e inclin la cabeza hacia su garganta. El da siguiente transcurri muy despacio sin ninguna seal del Don Juan y hacia el medioda Mary, Claire y Jane Williams estaban tan preocupadas que se encontraban al borde de la histeria. Crawford accedi a volver a Livorno para preguntar si Shelley haba zarpado o no del puerto. Josephine estaba indispuesta y no se haba levantado de la cama, por lo que Crawford ech a andar por la playa en direccin norte hacia Lerici, donde alquil una embarcacin mientras empezaba a pensar en cmo dara la triste noticia a las mujeres cuando volviese. Lleg a Livorno a ltima hora del atardecer y descubri que Trelawny y Roberts seguan en el Globo. Sus expresiones de esperanza algo preocupada se convirtieron rpidamente en desesperacin antes de que pudieran hacerle alguna pregunta, pues el
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rostro de Crawford les revel que el Don Juan no haba llegado a la Casa Magni despus de haber desaparecido en la tormenta haca ya dos das. Byron segua en Pisa y despus de una conversacin en voz baja y apenada que tuvo lugar en el vestbulo del hotel Trelawny se ofreci voluntario para partir al galope en direccin norte y decirle que todo pareca confirmar su triste certeza de que Shelley y Williams se haban ahogado. Trelawny se puso en camino a primera hora del da siguiente y volvi cuando faltaba poco para el anochecer. Les cont que Hunt y Byron haban acogido las noticias que les traa con visible preocupacin. Byron decidi enviar a uno de sus sirvientes de regreso con Trelawny para que actuase como mensajero, insistiendo en que Trelawny deba zarpar en el Bolvar para buscar al Don Juan hasta que no quedase ninguna duda sobre el triste final de Shelley. Al da siguiente el mensajero de Byron subi a una embarcacin rpida y parti en direccin norte para entregar una carta lacnica y desprovista de esperanzas a las ocupantes de la Casa Magni mientras que Trelawny, Roberts y Crawford levaban anclas para avanzar ms lentamente en esa misma direccin mantenindose lo ms cerca posible de la costa y observando todo cuanto les rodeaba en busca de alguna seal que pudiese revelarles el destino sufrido por la embarcacin de Shelley. Crawford haba preferido acompaarles en su bsqueda en vez de ir con el mensajero porque la tarea de enfrentarse a las mujeres le pareca estar mucho ms all de sus fuerzas. Su sentimiento de desorientacin y falta de contacto con el mundo haba empeorado durante los dos ltimos dos das. Observaciones tan inocentes como Buenos das bastaban para dejarle tan perplejo que no se le ocurra ninguna contestacin adecuada, y el que Josephine no hubiese hablado con l desde el da en que acabaron con la lamia era un autntico alivio. No encontraron ni rastro del Don Juan. Cuando volvieron al Globo se enteraron de que Mary, Claire y Jane Williams haban vuelto con el sirviente de Byron esa tarde y haban seguido viaje hasta Pisa para alojarse en el Palazzo Lanfranchi a la espera de noticias. Josephine haba decidido quedarse en la Casa Magni con la servidumbre de Shelley, y Crawford sinti una vaga alegra al saberlo. Siguieron saliendo cada maana en busca del Don Juan durante cinco das que transcurrieron como en un sueo febril, y no desistieron de la bsqueda hasta recibir la noticia de que la marea haba depositado dos cuerpos en la playa cerca de la desembocadura del ro Serchio, unos veinticinco kilmetros al norte de Livorno, y que uno de ellos haba sido identificado provisionalmente como el de Edward Williams. Las autoridades sanitarias enterraron los cadveres antes de que Byron y Hunt pudieran llegar hasta all para identificarlos de forma definitiva, y remitieron la factura con los gastos del entierro a Byron. Trelawny se enfad mucho al ver el exorbitante coste de las partidas que hacan referencia a las medidas sanitarias tomadas, que incluan ciertos metales y bulbos vegetales, y le ense la factura a Crawford. Crawford le dijo que probablemente haba cosas mucho ms importantes de las que preocuparse en aquellos momentos. Al da siguiente se encontr otro cuerpo nueve kilmetros ms al norte. Las autoridades del puerto estaban casi seguras de que era el de Shelley. Trelawny se enfureci de tal forma que prorrumpi en amenazas y utiliz de forma tan hbil y generosa la condicin de par ingls ostentada por Byron que acab amedrentando a las autoridades y consigui que accedieran a retrasar el entierro hasta que el cadver pudiera ser identificado. El Bolvar volvi a zarpar con rumbo norte a primera hora del viernes y ech el ancla en cuanto vieron a media docena de soldados toscanos hacindoles seales
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desde la playa cercana a Viareggio. Crawford estaba apoyado en la borda del Bolvar y se pregunt distradamente qu razn poda haber para que vigilar el cadver de un ahogado exigiera la presencia de tantos soldados. Roberts se encarg de manejar las poleas que servan para bajar el bote del Bolvar y l, Crawford y Trelawny remaron abrindose paso por entre las olas hasta llegar a la playa. Crawford vio el cuerpo rodeado de soldados mientras chapoteaba en los ltimos metros de agua. Cerca de ellos haba una plataforma de madera con varias bolsas de lona, y cuatro palas clavadas en la arena apuntaban hacia el cielo como mstiles desprovistos de velas. Una multitud de civiles bastante mal vestidos que deban ser pescadores observaba el espectculo desde una loma arenosa situada a unos cien metros de distancia. Crawford baj los ojos hacia el cadver. La carne del rostro y de las manos haba sido roda y mordisqueada hasta dejar al descubierto los huesos, y los soldados les aseguraron enfticamente que aquello era obra de los peces. Trelawny y Roberts se limitaron a asentir en silencio pero Crawford apart los ojos del cadver, contempl aquella adusta y desagradable multitud de espectadores y se acord de un viejo que se haba disfrazado con ropas de sacerdote para entrar en el Guy's Hospital y robar sangre de cierta clase de cadver. El recuerdo hizo que se preguntara cul sera la palabra que los italianos usaban para referirse a los neffies , y crey comprender la razn de que hubiera tantos soldados. Durante unos momentos pens en ir hasta aquel grupo de figuras silenciosas, pero temi que si vea en la mano de alguna de ellas cualquier objeto que no hubiera debido estar all como por ejemplo un tenedor, acabara perdiendo los dbiles vnculos que seguan unindole al mundo racional. Les dio la espalda y escupi en la arena. El sabor de la sangre de Shelley segua flotando en lo ms hondo de su garganta como el fantasma de un mal olor. Sus ojos volvieron a posarse en el crneo de Shelley. Algunos mechones rubios seguan adheridos a l, y record la forma en que aquella cabellera sola flotar desordenadamente alrededor de su rostro despus de que Shelley hubiera pasado las manos por entre ella en un gesto nervioso muy tpico de l. Intent que el estar viendo a Shelley en semejante estado le produjera alguna sensacin de tristeza, pero descubri que le resultaba imposible considerar el cadver que yaca a sus pies como algo ms que un mero cadver. Se haba despedido del hombre once das antes, cuando la sangre que bebi le hizo quedar unido a l mientras Shelley se aferraba a la borda de la embarcacin que se hunda entre las olas. Trelawny iba y vena por la playa con los puos tensos lanzando maldiciones para ocultar el ms que evidente dolor que le embargaba. En cuanto a Roberts, la emocin que le dominaba se pareca ms a la incomodidad que a ninguna otra. El rostro haba desaparecido, pero aun as estaba claro que se hallaban ante el cadver de Shelley. Segua vistiendo los pantalones y la chaqueta de cuyo bolsillo Trelawny, un tanto melodramticamente, acababa de sacar un ejemplar de los Poemas de Keats editado por Leigh Hunt. Crawford se dio cuenta de que el libro estaba abierto por la pgina donde empezaba el poema Lamia. El oficial al mando del grupo de soldados bostezaba y se encoga de hombros como si quisiera indicar lo rutinario y poco merecedor de aspavientos que le pareca todo aquello, y cuando habl lo hizo en ingls, como si deseara distanciarse todava ms de cuanto le rodeaba. Este cadver debe ser enterrado ahora mismo. Deberan quemarlo despus, y los cadveres ms abajo de la costa tambin. Es la ley final, y primero hacerlo con estas disposiciones colocadas encima de los cadveres cuando sean enterrados. Seal las bolsas de lona. Necesidades sanitarias de la ley.
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Ms de sus malditas necesidades sanitarias, eh? gru Trelawny. Como las verduras y los metales que le hicieron pagar a Byron... Se volvi hacia Crawford. Qu diablos est intentando decirnos? Creo que intenta explicarnos que debemos enterrar los cadveres ahora, pero que podemos desenterrarlos ms tarde para la cremacin replic Crawford. Cuando los enterremos tenemos que dejar esas bolsas de lona encima de los cadveres. Qu hay dentro de esas bolsas? pregunt Trelawny. Hasta los negros pelos de su barba parecan erizarse de suspicacia. Crawford fue hacia las bolsas, puso un dedo sobre una de ellas y se oli la yema. Cal viva dijo antes de que el oficial pudiera dar con la palabra inglesa. La sustancia desprende un calor terrible en cuanto se la pone en contacto con el agua o con cualquier tipo de humedad. Los otros dos ingleses parecan disponerse a protestar, pero Crawford se volvi hacia los espectadores y suspir. Creo que es una buena idea dijo. Enterraron a Shelley bajo aquel sol ardiente, dejaron caer una bolsa de cal viva sobre su cadver y se apresuraron a echar arena sobre el cadver que ya empezaba a quedar envuelto en humo. La multitud de espectadores se dispers lentamente. Crawford, Trelawny y Roberts volvieron a internarse entre las olas, subieron al bote y remaron hasta el Bolvar. Volvieron a Livorno mientras el sol iba bajando sobre el mar Ligur ms all de la borda de estribor. Llegaron al Hotel Globo cuando faltaba poco para el anochecer, pero Trelawny slo se qued all el tiempo suficiente para vaciar una copa de vino y se alej al galope en direccin sur para transmitir las noticias definitivas a Byron y las seoras. Crawford se qued levantado hasta muy tarde bebiendo a solas en un balcn desde el que se dominaba todo el puerto. Las aguas estaban muy oscuras, pero aqu y all se vean franjas creadas por la luz amarilla que brotaba de las portillas de algunas embarcaciones con gente a bordo, y tanto el malecn como las calles que daban al puerto estaban desiertas. Los nicos sonidos que rompan el silencio de aquella noche de viernes eran el dbil eco del oleaje y el susurro del viento deslizndose sobre los tejados que haba debajo de Crawford y a su espalda. Estaba bebiendo en una copa de cristal y no de amatista, pero el vino pareci despejar su cabeza y aguzar sus sentidos en vez de embotarlos, tal y como le haba ocurrido haca aos en el carruaje de Byron cerca de las murallas de Ginebra. Crawford haba tomado una decisin durante algn momento de aquel da tan largo y terriblemente caluroso. Maana utilizara el poco dinero de Shelley que le quedaba para alquilar una embarcacin, volvera a la Casa Magni..., y le pedira a Josephine que se casara con l. Su vida no haba sido la que l hubiera escogido, pero Josephine era la mejor parte y la que ms le importaba y ahora que haba empezado a recuperarse del shock producido por el asesinato de la lamia saba que no podra soportar el perderla. Pens en la vida que haba llevado desde que abandon Inglaterra las lesiones fsicas, el fro y el hambre, la soledad, la locura que volva a apoderarse de ella una y otra vez, y record su valor y su lealtad innatas, aquella fuerza moral que haba demostrado repetidamente ser mucho ms grande que la suya, y descubri que la nica forma de soportar aquellos pensamientos era hacerse la promesa de que se casara con ella y procurara que el resto de su existencia fuera lo ms feliz y cmoda posible.
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Volvi a llenar su copa, y mientras lo haca una nueva idea vino a su mente. Ahora que lo pensaba su vida en Inglaterra tambin pareca haber sido una pesadilla. Estaba claro que tanto su padre como su hermana Julia la mujer con la que haba contrado matrimonio tan alocadamente haca ya tanto tiempo siempre la haban considerado culpable de la muerte de su madre. Record la voz jovial de Julia hablndole de Josephine y sus patticos intentos de ser Julia, y de la implacable crueldad con que haba puesto fin a esas ficciones. El hecho de que Josephine siguiera siendo capaz de amar a alguien, de que pudiera seguir preocupndose hasta tal punto por sus congneres por personas como l, Keats, Mary Shelley y los nios, de que fuera capaz de poner en peligro su maltratada vida por ellas... S, todo aquello era la prueba indudable de que posea un alma que debera haber sido mimada y protegida como si fuese un tesoro desde su nacimiento. El mundo no tena ningn lugar que ofrecerle y si Crawford no haca cuanto estuviera en sus manos para protegerla estaba seguro de que acabara destrozndola..., y probablemente no necesitara mucho tiempo para conseguirlo. No caba duda de que la profesin mdica les estaba vedada, al menos en Italia, pero aun as deba existir algn lugar donde dos personas cansadas y cubiertas de viejas cicatrices pudieran llevar una vida tranquila y apacible. El mundo ya deba de haber agotado las reservas de malevolencia que les tena destinadas. Crawford se fue a la cama temprano animado por el vino y la decisin que acababa de tomar. Quera llegar a la Casa Magni al medioda del da siguiente. La embarcacin que alquil no dispona de un bote para desembarcar a sus pasajeros, por lo que despus de que el capitn echara el ancla y se dispusiera a esperarle Crawford tuvo que llegar a la playa avanzando por el agua con las olas hasta medio cuerpo. Una de las criadas de Shelley le salud con la mano desde la terraza de la Casa Magni, y cuando acab de cruzar las losas cubiertas de arena del primer piso y lleg al final de la escalera descubri que estaba esperndole en el comedor. La sirvienta record que se llamaba Antonia cruz rpidamente la alfombra que cubra el suelo y fue hacia l. Ahora slo quedamos yo, Marcella y Josephine, seor se apresur a decir en italiano. Hay alguna noticia de Mister Shelley? Ha muerto, Antonia respondi Crawford en la misma lengua. Ayer encontraron su cuerpo en la playa a unos cuarenta kilmetros de aqu. Williams tambin ha muerto. Ah, Dios. Antonia se persign. Sus pobres nios... Crawford se limit a asentir. Saldrn adelante dijo con voz desprovista de toda emocin. Dnde est Josephine? En la habitacin que ocupaban el seor Shelley y su esposa. Y que despus fue suya y ma durante un tiempo, pens Crawford mientras iba hacia la puerta cerrada. Llam suavemente con los nudillos. Josephine? Soy yo..., Michael. Djame entrar. He de hablar contigo sobre algo muy importante y hay un bote en la playa que me..., que nos espera. No obtuvo contestacin, y cuando se volvi hacia Antonia fue para lanzarle una mirada interrogativa. Ha estado enferma, seor dijo Antonia. El sol le hace dao en los ojos y... Crawford hizo girar el picaporte y abri la puerta. Las cortinas estaban corridas para no dejar entrar la luz del sol, pero pudo ver a Josephine yaciendo sobre la cama con su camisn y los mechones empapados en sudor de su cabellera cubrindole el rostro y la garganta como si fuese un cadver ahogado que alguien haba dejado all
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hasta que llegara el momento de identificarlo. La ventana estaba abierta, pero las cortinas apenas s se movan y la atmsfera recalentada e inmvil del verano haba invadido el cuarto. Fue muy despacio hasta la cama y puso la mano sobre su frente. La piel arda, y sus ojos ya se haban acostumbrado lo suficiente a la penumbra del dormitorio para permitirle ver lo plida que estaba. Alarg el brazo y apart con dedos temblorosos los mechones de cabello que le cubran la garganta. Dos pinchazos enrojecidos eran claramente visibles sobre la blancura de su piel. No dijo con voz tranquila, aunque el corazn le lata a toda velocidad detrs de las costillas. No, no se trata de eso... No... Se sent en el suelo junto a la cama y slo se dio cuenta de que haba empezado a llorar cuando el rostro de Josephine se fue volviendo borroso y se confundi con el dibujo de las cortinas, como si fuese una cara imaginada vista en los contornos de unas sbanas arrugadas que desaparece al ms mnimo movimiento del observador. No, ahora no pens. Por fin me he liberado de la lamia, y tanto ella como yo somos demasiado viejos y estamos demasiado cansados para una nueva ascensin a los Alpes... Ahora no, por favor... Parpade para librarse de las lgrimas y vio que los prpados de Josephine estaban ligeramente entreabiertos y sus ojos le contemplaban desde el lecho. Querido! murmur. Ven esta noche. Podemos compartirnos el uno al otro... Sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible. Y un instante despus se encontr bajando los peldaos de dos en dos hasta que su pierna izquierda le fall y cay rodando sobre la arena que cubra las losas del primer piso, torcindose un tobillo y golpendose la cabeza contra las piedras. Record aquel extrao e impalpable campo inductor de la desesperacin que se haba cernido sobre la cima del Wengern como una especie de vibracin subsnica, y dese que le fuera posible volver a perderse en su influencia opresiva, pues empezaba a temer que si no dispona de esa clase de ayuda no conseguira reunir la fuerza de voluntad necesaria para pegarse un tiro, tomar un veneno o saltar desde un lugar alto. Ah, pero no debes preocuparte se dijo a s mismo mientras avanzaba cojeando sobre la arena, llegaba a las primeras olas y empezaba a abrirse paso trabajosamente por entre ellas para volver a la embarcacin anclada que le aguardaba. Tiene que haber otras formas... Nada tan brusco como las pistolas, el cianuro o los balcones, pero igual de efectivas a largo plazo. S, estoy seguro de que hay otras soluciones. Ya no me queda mucha fe en m mismo, pero conservo la suficiente para confiar en que acabar encontrando alguna...
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Me pesa la cabeza y tengo los miembros cansados, y no es la vida lo que me hace moverme.
PERCY BYSSHE SHELLEY
Byron tena los ojos entrecerrados para protegerlos de los reflejos que el sol arrancaba a las aguas del angosto canal de Livorno que corra por debajo de l y a su derecha, y pese a los feos rumores que haba odo sobre su destino tena muchas ganas de llegar all, pues si haba algo en lo que todos sus informantes se hubiesen mostrado de acuerdo era en que se trataba de un lugar muy oscuro. Llevaba puesto un sombrero de ala ancha, en parte para no ser reconocido en aquel vecindario tan pobre pero, sobre todo, para protegerse del sol. Su piel siempre haba tendido a la palidez, pero en los ltimos tiempos los rayos del sol parecan capaces de quemarle con tanta facilidad como si fuera un oficinista ingls en el primer da de sus vacaciones. Byron estaba de mal humor. Haba muchas probabilidades de que lo que le traa hasta all demostrara ser una prdida de tiempo, y pareca como si ltimamente no andar muy sobrado de l. Con los Hunt y sus mocosos cockney9 alojndose en la Casa Lanfranchi justo debajo de sus habitaciones, sin olvidar a Claire Clairmont, Mary Shelley y Jane Williams entregadas a su pena y las interminables conferencias y discusiones con las autoridades sanitarias italianas, poda considerarse afortunado si encontraba algn momento libre para seguir trabajando en su Don Juan. Y maana tendra que asistir a la exhumacin e incineracin del cadver de Ed Williams, y al da siguiente habra que hacer lo mismo con el de Shelley. No tena ningn deseo de acudir. Los cadveres haban sido enterrados en aquellas angostas fosas de arena casi cuatro semanas antes, y Byron no estaba muy seguro de qu resultara ms horrible, si el desenterrarlos o el descubrir que las tumbas estaban vacas. Aquella ltima posibilidad no poda descartarse. El agua de mar y el ajo y la plata con que las autoridades sanitarias los haban enterrado habran dificultado considerablemente el proceso, pero aun as los cuerpos haban estado en las fosas mucho ms tiempo que Allegra. Naturalmente, tambin era posible que un cadver ms pequeo se convirtiera ms deprisa... Byron se detuvo, pues acababa de mirar a su derecha y haba visto el angosto puente de piedra que le haban indicado deba encontrar. La parte del puente que daba al agua estaba decorada con un bajorrelieve consistente en tres lobos estilizados, y
Cockney es el nombre con que se conocen el acento y los modales de las clases bajas londinenses, y generalmente tiene un significado despectivo. (N. del T.) 9
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Byron no se sorprendi al ver que unos vndalos haban borrado a martillazos dos patas de la figura central y una de la ms alejada. El resultado de la mutilacin era un lobo con cuatro patas, un lobo que slo tena dos y un lobo con tres patas. Inclin la cabeza para atisbar por debajo del puente y el corazn le dio un vuelco al ver un negro tramo de peldaos de madera que bajaba hacia las aguas. No haba sido consciente de ello, pero hasta entonces albergaba la vaga esperanza de que los peldaos habran desaparecido y el sitio al que conducan estara cerrado y abandonado. Alz los ojos hacia los hierros oxidados de los balcones que le rodeaban, pero no pareca haber nadie vigilndole desde detrs de las macetas y cuerdas que sostenan la colada, por lo que se cal el sombrero y avanz de mala gana. La escalera estaba tan pegada al puente que tuvo que agacharse para pasar bajo el arco de piedra descolorida por la intemperie, y su construccin era lo bastante precaria para obligarle a poner la mano sobre la barandilla y agarrarse con firmeza pese al barro con que estaba manchando sus guantes de piel. Poda or voces que llegaban de abajo, y agradeci el peso de la pistola que llevaba en el bolsillo de su chaqueta. La escalera llevaba a un pequeo atracadero sumido en la penumbra que se extenda un par de metros sobre la lenta corriente del canal, y los bloques de piedra que formaban la pared del canal a su izquierda estaban interrumpidos por el hueco de una entrada. La puerta de madera estaba abierta, pero la oscuridad del interior slo contena algunos puntitos de luz muy tenue. Una brisa hmeda que llevaba consigo voces speras y la pestilencia de la arcilla mojada, el licor y los cuerpos sin lavar emerga suspirando de la boca de piedra como si fuera una exhalacin surgida de los mismsimos pulmones enfermos de la tierra. Byron murmur una maldicin y cruz el umbral. Sus ojos se adaptaron rpidamente a la oscuridad. La pared que haba detrs de un gran mostrador estaba oculta por estantes llenos de botellas, y mesas con lamparitas ocupaban la extensin de losas desiguales del suelo. Byron se dio cuenta de que las siluetas borrosas que haba en algunas sillas eran personas. De vez en cuando una de ellas susurraba algo ininteligible a un acompaante o alzaba un vaso y beba de l. Los ojos de Byron ya se haban acostumbrado lo suficiente a la penumbra para distinguir a un hombre con un delantal inmvil detrs del mostrador, y la luz de una vela colocada encima de un estante le permiti ver que estaba enarcando las cejas en un gesto de interrogacin. Byron le salud vagamente con la mano y volvi a concentrar su atencin en la estancia intentando ver qu haba en los rincones ms alejados..., y un segundo despus se dio cuenta de que aquel lugar era mucho ms grande de lo que haba credo en un principio. Los dbiles puntitos de luz que haba tomado por lamparillas colgando de un muro relativamente prximo eran las luces de mesas lejanas. A travs de tabernas inconmensurables hasta bajar a un mar sin sol, pens, alterando un verso del Xanad de Coleridge. Empez a recorrer el local yendo ms despacio cuando pasaba junto a una mesa para examinar el rostro iluminado por la lmpara de cada persona sentada a ella. El hombre del delantal grit algo ininteligible, pero Byron sac un billete de una libra de su bolsillo, lo agit por encima de su cabeza sin mirarle y el hombre volvi a sumirse en su silencio anterior. Byron poda or el eco de sus pasos yendo de un extremo a otro del mostrador. Byron se fue alejando de la puerta incrustada en la pared del canal. El suelo haca pendiente y la pestilencia era ms acusada a cada paso que daba. El murmullo disperso de docenas de conversaciones o monlogos creaba un sinfn de ecos compuestos por oleadas sucesivas de amplificacin e interferencias, y Byron acab
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pensando que todo aquel ruido debera desembocar ms pronto o ms tarde en una voz incorprea surgida de muchas bocas y que esa voz compuesta de otras muchas voces pronunciara palabras tan terribles que orlas significara su muerte inmediata. Vio ladrillos alzndose ante l y se pregunt si haba llegado al final de la estancia, pero un instante despus se dio cuenta de que los ladrillos no eran ms que una gruesa columna con nuevas masas de oscuridad extendindose a cada lado de ella y vio una multitud congregada a su alrededor. Parecan estar cantando en voz muy baja, y Byron vio que la columna terminaba en un crucifijo lo bastante grande para sostener a una persona. Un recipiente pareca ser un cliz de oro pasaba ceremoniosamente de mano en mano. Estn celebrando la misa? se pregunt Byron con incredulidad. La Eucarista..., aqu abajo? Dio unos cuantos pasos hacia la columna y vio que los pies de la silueta crucificada quedaban ocultos por un cuenco metlico y que chorros de sangre oscura corran por sus tobillos; y un instante despus la cabeza de la figura se movi revelando una barba blanca. Byron oy el gemido que surgi de su boca, vio como flexionaba sus manos atadas. Falt poco para que gritara y descubri que su mano se haba introducido en el bolsillo de su chaqueta para cerrarse sobre la culata de la pistola. Fue con paso tambaleante hacia la mesa ms prxima, cogi la lmpara ignorando las lnguidas protestas del bebedor solitario sentado a ella y volvi rpidamente a la escena que haba credo era una celebracin de la misa catlica. Uno de los hombres que acababan de beber del cliz se lami la sangre que cubra sus labios, se volvi hacia Byron cuyo rostro quedaba iluminado desde abajo por la claridad de la lmpara que sostena y le sonri. Eres el turno de tarde, encanto? le pregunt en italiano mientras pasaba el cliz a otro hombre. Ah, me parece que tu barril est lleno de un vino mejor que el de nuestro amigo de ah arriba... La ira que se haba adueado de l hizo que Byron abriera la boca para responderle y quiz hubiera acabado disparando contra l, pero el hombre de la cruz abri los ojos y le mir, y Byron le reconoci. Crawford tambin haba reconocido a Byron. Oh, Dios pens, vete. Ya faltan muy pocos das. Mi largo suicidio casi est consumado. No me hagas volver a lo que quiero dejar atrs. No te lo consentir. Llevaba casi un mes en aquel lugar abrindose las venas para satisfacer la sed de los neffers en obediencia a un horario de lo ms agotador, y la forma en que el proceso haba parecido ir dividiendo su personalidad en fragmentos casi le complaca. Hubo varias ocasiones en que tuvo la impresin de ser el cliente que acababa de beber un poco de su sangre, y se crey capaz de retroceder con el sabor de su propia sangre en la boca y alzar los ojos hacia su cuerpo crucificado. De hecho, la frase Pu vedere attraverso il sangue Puedes ver a travs de la sangre, pareca ser una especie de lema del local. A juzgar por su expresin Byron estaba tan horrorizado que quiz acabara marchndose y le dejase en paz. Al menos, sa era la esperanza que albergaba Crawford. Pero Byron estaba gritando y acababa de apartar a los neffies que se pasaban el cliz, y un instante despus ya haba empezado a trepar por la columna para desatar las ataduras que unan las manos de Crawford al madero horizontal de la cruz.
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Los neffies empezaron a volver hacia la cruz, pero Byron se agarr con una mano al madero, sac la pistola del bolsillo con la otra y les encaon. Los neffies retrocedieron. Crawford llevaba horas en aquella posicin, y cuando Byron logr desatar los nudos cay hacia adelante desplomndose en sus brazos. Byron baj lentamente por la columna sosteniendo su peso y le deposit con mucha delicadeza sobre el suelo de piedra. Qu diablos est haciendo? farfull Crawford. Djeme en paz. No necesito que nadie me rescate. Puede que usted no lo necesite jade Byron, pero hay quienes s necesitan ser rescatados. Hay alguna probabilidad de que el lquido contenido en esos vasos sea licor barato en vez de sangre, orina o cualquier porquera semejante? Supongo que ser brandy dijo Crawford, agarrndose a la dbil esperanza de que Byron hubiera entrado all por casualidad a tomar unos tragos. Grappa, ya sabe... Byron se puso en pie, cogi un vaso de la mesa a la que haba dejado sin lmpara y apur la mitad de su contenido de un solo trago. Despus se puso en cuclillas y empez a inclinar el vaso hacia los labios de Crawford, pero no lleg a completar el gesto. Dios mo dijo, pero si ya apesta a brandy... Crawford se encogi dbilmente de hombros. El brandy entra y la sangre sale. Es una forma como otra cualquiera de ganarse la vida. Byron lanz un resoplido de disgusto. Ganarse la vida? Es una forma segura de morir dijo, mirando a su alrededor para asegurarse de que los neffies seguan mantenindose alejados de ellos. Oiga, puede venir conmigo o quedarse aqu. El cuerpo de Shelley ser incinerado maana, y creo que conozco una forma de usar sus cenizas para librarme de la red tendida por los nefelim. Yo... Yo ya estoy libre de esa red dijo Crawford. Mrchese cuando quiera. Y qu ser de esa chica que le acompaaba..., Julia, Josephine o como quiera que se llame? Los sirvientes de Shelley han vuelto a Pisa, y s que usted la vio en la Casa Magni y se dio cuenta de lo que le ocurra. Ha untado su pan con la mantequilla que ms le gusta, y por lo que a m respecta puede acostarse encima de l replic Crawford. Alarg la mano, cogi el vaso que Byron sostena entre sus dedos y lo apur. Cuando se entreg saba muy bien lo que estaba haciendo y a qu se expona. Pienso quedarme aqu. Byron asinti. Muy bien. No voy a... secuestrarle, tranquilcese. Me limitar a escoltarle si decide salir de este sitio. La nica razn de que haya venido es que sigo recordando lo que ocurri en la cima del Wengern hace seis aos. Usted y su Josephine me salvaron la vida. Si no viene conmigo har lo que pueda para salvarla. Estupendo. Crawford logr ponerse en pie y se tambale bajo el impacto de aquella brisa ftida mientras se daba masaje en las muecas entumecidas y cubiertas de sangre. Espero que tenga ms suerte de la que tuve yo. Oiga, cree que podra ayudarme a volver arriba y atarme a la cruz? Byron estaba claramente enfadado. Me encantar hacerlo, apenas sepa lo que est en juego. Maldita sea, s perfectamente lo que est en juego... Si no se libra de su vampiro Josephine no tardar en morir. Quiere que le d una sorpresa? Josephine est encantada con su situacin actual. Todas las personas a las que les ocurre algo semejante son muy felices. Yo disfrut mucho mientras pasaba por eso. La clientela de
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este local se tragara el veneno a cubos si eso les permitiera gozar de la experiencia durante media hora. Byron contempl a los hombres que les rodeaban y dej escapar una risita despectiva. Creo que sobreestima su coraje. Se conforman con olisquear desde lejos. Bueno, usted no se ha esforzado mucho por librarse, verdad? aadi Crawford. Y menos ahora que su poesa va sobre ruedas... Una sonrisa amarga tens los rasgos de Byron y le ahuec las mejillas. Josephine no es lo nico que est en juego. Su hermana y sus hijos son asunto suyo, no mo. Y en cuanto a Mary y los hijos de Williams, ya he... Tampoco se trata de eso dijo Byron. Josephine est embarazada. Y por primera vez desde que haba descubierto aquel lugar y aquel empleo. Crawford sinti como el pnico se iba adueando de l. No puede ser mo. Soy estril. Bueno, pues parece que no lo es. Antonia, la antigua sirvienta de Shelley, me ha asegurado que Josephine no tiene el perodo desde hace dos meses, y si hay algo de lo que podamos estar seguros es de que Josephine no..., no cohabit con nadie ms en julio. Los nervios, la tensin... se apresur a decir Crawford. Eso puede hacer que una mujer sufra irregularidades en el perodo, y probablemente es justamente lo que... Quiz le interrumpi Byron. Pero... Y si no se trata de la tensin? El corazn de Crawford lata a toda velocidad. Se llev el vaso a los labios, pero estaba vaco. Es una mentira dijo por fin, intentando que su voz sonara lo ms firme posible. Me ha contado todo esto para sacarme de aqu. Byron mene la cabeza. Jams impedir que alguien acabe con su vida..., siempre que sea realmente consciente de lo que hace. Y ahora que est enterado de cules sern las consecuencias de que se quede aqu o venga conmigo, me marchar dentro de un momento. Lo nico que quiero saber es si piensa acompaarme o no. Crawford parpade lentamente y contempl las catacumbas que le rodeaban. Sinti un cansancio tan terrible como repentino, y dej que el agotamiento fuera aduendose de todo su cuerpo embotando la momentnea claridad mental provocada por la aparicin de Byron. Bueno, y qu ms da que est embarazada? pens confusamente. Fue ese marinero, no yo. Que sea l quien la saque de la maldita casa en llamas, a ella y a su maldito beb... Yo me quedar en el Galatea donde puedo cambiar mi sangre por platos de polenta, arroz y pasta..., y brandy, litros y ms litros de brandy. Ve delante, John dijo. Pero cuando observ con ms atencin a la persona que tena delante vio que no era Keats. Dnde se haba metido? Un momento antes se encontraba all mismo. Haban estado bebiendo clarete y sherry oloroso. Soy Byron replic su acompaante con cansada paciencia. Si quiere que me vaya, llmeme por mi nombre, dgamelo y me ir. Por qu no lo entenda? Pues claro que quera que se marchara. Y, de todas formas, quin era ese tal Byron? Crawford crea recordar haberle conocido... En los Alpes? No, no pareca posible.
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Haber pensado en la polenta le record que hoy an no haba comido, y meti la mano en el bolsillo para coger un trozo del maz frito que recordaba haber guardado all..., pero sus bolsillos estaban llenos de otras cosas. Sus dedos resiguieron los toscos contornos de un clavo de hierro. El clavo estaba mojado por lo que Crawford saba era su propia sangre, y durante un segundo record haber incrustado la palma de su mano en la punta de aquel clavo cuando se hallaba en la terraza de la villa de Byron, en Ginebra. Su bolsillo tambin contena un frasquito de cristal, pero no poda recordar si el lquido que haba dentro era el veneno que Von Aargau haba querido que administrara a Josephine o la sangre de Shelley mezclada con bilis..., no, con vinagre. Logr encontrar el trozo de polenta que buscaba, pero cuando lo sac de su bolsillo vio que no era polenta sino un pastelito de avena en cuya superficie haba un relieve que representaba a dos hermanas unidas fsicamente por la cadera. Se supona que Josephine deba de haber partido en dos el pastelito cuando Crawford se cas con su hermana para que pudieran tener hijos. Lo sostuvo ante sus ojos. El pastelito segua intacto. Y entonces supo que la embriaguez no le salvara y que no era lo bastante fuerte para permitirle quedarse all hasta el momento de su muerte. Las lgrimas de la desilusin empezaron a correr por sus flacas y barbudas mejillas. Los neffies haban acabado de apurar la sangre contenida en el cliz, y uno de ellos cogi el recipiente vaco y lo coloc al pie de la cruz que Crawford haba dejado vacante. Crawford parti el pastelito en una docena de fragmentos y los esparci sobre el suelo de piedra. Sois los invitados a la boda dijo volvindose hacia las siluetas encorvadas que no apartaban los ojos de l y de Byron. Recoged esos pedazos, bastardos miserables. En cuanto os los hayis comido podremos dar por finalizada la ceremonia de la boda. Byron segua observndole pacientemente. Soy Byron repiti, y si me ordena que me vaya... S quin es dijo Crawford. Salgamos de aqu. Este sitio slo sirve para largarse de l lo ms deprisa posible. Crawford apenas si poda caminar. Byron tuvo que poner la espalda debajo de su brazo derecho y avanzar lentamente sosteniendo casi todo el peso de su acompaante mientras los pies de Crawford resbalaban impotentes sobre la piedra. La tambaleante pareja fue ascendiendo la pendiente y cuando ya estaba cerca de la puerta varios clientes se interpusieron en su camino. Uno de ellos murmur que era una lstima permitir que dos odres de vino tan soberbios salieran de all sin ser vaciados. Byron dej que la mueca de esfuerzo que tensaba sus labios se convirtiera en una sonrisa lobuna y volvi a sacar su pistola con la mano derecha. La bala que lleva dentro es de plata y madera jade en italiano. Podis morir como vuestros dolos. Los clientes se apartaron de mala gana y unos momentos despus Byron y Crawford emergieron del arco que protega la entrada al local. Byron le llev hacia los peldaos de madera y Crawford mir por encima de su hombro parpadeando lentamente. Eso no es el Tmesis dijo, algo sorprendido, y este puente no es el Puente de Londres. Ah, Aickman, ya veo que nunca se le escapa nada, verdad? observ Byron mientras empezaba a tirar de l escalera arriba.
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Se detuvieron a descansar en cuanto hubieron llegado al pavimento superior. Crawford contempl la dolorosa claridad de la calle con los ojos entrecerrados y se pregunt dnde diablos estaba. Bizque para seguir la direccin indicada por el puente de su nariz y se sorprendi al ver que tena barba y, aunque sucia, vio que era de color blanco. Ya no falta mucho dijo Byron. Tita nos espera en un carruaje alquilado al otro lado de la esquina. De hecho, si hubiera tardado unos minutos ms tena instrucciones de ir a buscarme. Crawford asinti mientras intentaba no perder la frgil claridad mental que acababa de recobrar. Cmo logr encontrarme? le pregunt. Hice que mis sirvientes fueran por toda la ciudad preguntando si alguien haba visto a un ingls con una marca de los Carbonari en la mano que quiz estuviera intentando suicidarse. No tardaron en averiguar que se haba refugiado en uno de esos cubiles, y despus secuestraron a uno de los nefandos locales as es como llaman a los neffies aqu, sabe? La gente de la que no se puede ni hablar, y amenazaron con matarle si no les revelaba la situacin exacta del local. Byron mene la cabeza con cara despectiva. Bast con amenazarle para que se hiciera pedazos. Empez a llorar y a balbucear instrucciones sobre cmo llegar hasta aqu... Esos nefandos son unos cobardes incluso en su vicio. Su nica aspiracin es moverse por esa zona repugnante pero inofensiva que limita con el autntico peligro, como un aspirante a ladrn que no es capaz de reunir el coraje suficiente para todo lo que supere el atisbar por las ventanas de los dormitorios. Si fuesen realmente ambiciosos iran hacia el norte, a Portovenere, y una vez all quiz lograran encontrar a un autntico vampiro. Crawford asinti. S, supongo que tiene razn. Se conforman con los sueos que pueden obtener del cuarzo y los trocitos de ese metal que apenas tiene peso..., y con la sangre de las personas que han sido mordidas. Puedes ver a travs de la sangre. Dio un paso hacia adelante, pero tuvo que volver a apoyarse en Byron. Y yo ni tan siquiera estaba infectado... Pero dijeron que mi sangre segua siendo digna de un autntico connoisseur, dijeron que era como un vinagre muy suave en el que an se poda..., se poda paladear la grandeza de ese vino magnfico que haba sido en tiempos pasados. Dej escapar una carcajada muy dbil y mir a Byron. Ah, su sangre s que les volvera locos. Si alguna vez se encuentra en la penuria y necesita dinero... Oh, claro. Siempre podr conseguir un empleo en uno de esos antros. Muchas gracias. Siguieron avanzando en silencio durante unos momentos que Crawford aprovech para recordarse lo que le estaba ocurriendo. Intentar subir a otra cima de los Alpes jade por fin. Tengo que hacerlo. Es la nica forma de salvar al beb, pero temo que dado mi estado actual morir mucho antes de llegar a la cumbre. En 1816 yo era incalculablemente ms joven. Si mi plan demuestra ser viable no tendremos que ir ms lejos de Venecia dijo Byron. Creo que conozco una forma de cegar a las Grayas. Cegar a las... Grayas repiti Crawford. Y, entristecido, abandon su ltima y dbil esperanza de comprender aunque slo fuese una parte de lo que estaba ocurriendo. Doblaron una esquina. Byron se quit el sombrero y lo agit haciendo seales al carruaje que les esperaba.
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Esta noche se alojar en mi casa de Pisa dijo Byron mientras el carruaje se pona en marcha, y maana por la maana iremos a Viareggio en este mismo carruaje para reunirnos con Trelawny, quien llegar all a bordo del Bolvar. Ha construido alguna especie de maldito horno o artefacto semejante para quemar los cadveres. Tambin llevaremos cajas forradas de plomo para guardar las cenizas. Crawford asinti. Me alegra saber que van a ser incinerados. A m tambin dijo Byron. El maldito Departamento de Salud ha actuado con su lentitud habitual y nos ha costado una eternidad obtener los permisos creo que alguien en una posicin muy alta del gobierno austraco quiere que los vampiros salgan de la arena, pero por fin hemos logrado que nos los concedieran y tenemos intencin de utilizarlos antes de que puedan cancelarlos. Espero que no sea demasiado tarde... Espere un momento dijo Crawford. Pisa? No puedo ir all... La guardia me estar esperando. Oh, por el amor de Cristo, realmente se imagina que alguien puede reconocerle? Creo que debe pesar cuarenta kilos, si es que llega... Diablos, fjese en esto! Byron alarg la mano. Sus dedos se cerraron sobre un mechn de la grasienta cabellera blanca de Crawford y tiraron de l. El mechn de pelo se desprendi de su cabeza sin apenas ofrecer resistencia. Byron lo arroj por la ventanilla y se limpi la mano con un pauelo que tambin arroj por la ventanilla. Parece un mono de cien aos de edad enfermo y medio muerto de hambre. Crawford sonri, aunque sus ojos estaban llenos de lgrimas que le hacan verlo todo borroso. Siempre he dicho que un hombre debera experimentar lo que es la vida antes de embarcarse en la aventura de la paternidad. Los hijos de Leigh Hunt tambin se dieron cuenta de que el aspecto de Crawford era bastante simiesco, e insistieron en que el lord ya posea una coleccin de animales lo bastante amplia sin necesidad de aumentarla con un orangutn lleno de piojos, pero Byron logr ahuyentarlos con sus maldiciones. Llev a Crawford al piso de arriba, lo meti en la baera y se march para recoger a Trelawny. Crawford se frot el cuerpo con un jabn de olor a rosas que quiz hubiera pertenecido a Teresa, la amante de Byron aunque estaba seguro de que Teresa no querra volver a tocarlo despus de que hubiera sido utilizado por l, y tambin lo us para lavarse el pelo. Cuando alz la cabeza despus de haberla metido en el agua para quitarse la espuma del jabn, la mayor parte de su cabellera permaneci dentro de la baera. Los mechones que flotaban en el agua jabonosa se curvaban sobre s mismos como tiras de huevo duro; y cuando sali de la baera y us uno de los cepillos para el cabello de Teresa se dio cuenta de que el ltimo mes le haba dejado calvo. Haba un espejo de cuerpo entero en una pared y Crawford contempl con horror su desnudez. Sus rodillas y sus codos se haban convertido en las partes ms gruesas de sus miembros, y sus costillas sobresalan del torso como los dedos de un puo oculto bajo una tela tensa. El contacto diario con las cuerdas que le mantenan suspendido de la cruz haba acabado formando llagas en sus muecas. Crawford tuvo la impresin de que no engendrara ms hijos. Llor casi en silencio durante unos momentos por el hombre que haba sido... y despus se reanim tomando un trago de la colonia de Teresa, envolvi su maltrecho cuerpo en un albornoz e intent convencerse de que si lograba salvar a Josephine y a
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su hijo reunira todas las cualificaciones que se le pueden pedir a un hombre en un sentido ms real que cualquiera de los que haba conocido hasta entonces. La decisin que haba tomado era digna de todos los elogios, pero Crawford contempl sus manos plidas y temblorosas y se pregunt qu podra hacer por Josephine y el beb. Pens en la fragmentacin y el desorden que se haban adueado de su mente y se pregunt cunto tiempo sera capaz de seguir recordando aquella decisin tomada haca tan poco. Byron volvi acompaado por John Trelawny para discutir los detalles de la pira de maana los ojos de Trelawny slo se posaron dos veces en Crawford, la primera al verle y la segunda cuando Byron le revel quin era, pero Crawford no logr concentrarse en lo que se dijo. La corpulencia de Trelawny, la negrura de su barba, su piel morena, la limpidez de sus ojos... Todos aquellos rasgos se combinaban para producir tal impresin de salud y vigor que la simple proximidad de aquel hombre bast para que Crawford se sintiera vagamente ofendido e inquieto. Byron se dio cuenta de que no estaba prestando atencin a lo que decan, y le acompa por el pasillo hasta la puerta de un dormitorio para invitados. Mandar a un sirviente con caldo y un poco de pan dijo mientras Crawford se sentaba cautelosamente sobre la cama. Estoy seguro de que cualquier mdico insistira en que pasase una semana entera acostado, pero la cremacin de maana ser una especie de ensayo general para la de Shelley al da siguiente, y quiero que asista a ella. Byron empez a darse la vuelta, pero se detuvo y se volvi nuevamente hacia l. Oh aadi, ordenar al sirviente que le traiga una copa de brandy..., y considrese en libertad de pedir ms siempre que le apetezca. Imponer restricciones al consumo de alcohol de los dems no es algo que me incumba, y no puedo permitir que empiecen a correr rumores afirmando que mi hospitalidad es tan lamentable que mis invitados se ven obligados a beber colonia. Crawford sinti el calor de la sangre afluyendo a su rostro y rehuy la mirada de Byron; pero en cuanto el lord hubo salido del dormitorio se tumb sobre la blandura de la cama dejando escapar un leve suspiro de voluptuosa gratitud para esperar la llegada del sirviente. Oy como alguien arrojaba el agua de su bao por una ventana y dese que las plantas sobre las que caera no murieran envenenadas. Se qued dormido y so que volva a estar en la cruz de aquel local subterrneo. Alguien le haba tomado por un crucifijo de madera y se dispona a introducir un clavo de hierro en su cara, pero el nico temor de Crawford era que aquel hombre se diera cuenta demasiado pronto de que Crawford estaba vivo y no llegara a golpear el clavo con el martillo.
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Las nicas partes del cuerpo que no quedaron consumidas fueron algunos fragmentos de huesos, la mandbula y el crneo; pero lo que nos sorprendi a todos fue que el corazn siguiese entero. Cuando arranqu aquella reliquia a las llamas del horno sufr una severa quemadura en la mano; y si alguien me hubiese visto cometer tal acto se me habra sometido a cuarentena.
EDWARD JOHN TRELAWNY,
Lady Macbeth: An puede olerse la sangre. Ni todos los perfumes de Arabia bastarn para lavar esta mano. Oh, oh, oh! Mdico: Qu espectculo tan horrendo! Verlo parte el corazn. Doncella: No tendra tal corazn dentro de mi pecho ni por todas las dignidades de que pudiera estar investido el cuerpo.
SHAKESPEARE,
Macbeth
A finales del verano el escaso caudal del ro Serchio apenas bastaba para llenar su cauce, y las olitas relucientes que llegaban del mar Ligur y se estrellaban contra aquella parte deshabitada de la costa toscana recorran bastante distancia embocadura arriba sin que ninguna corriente pareciera oponerse a su espumeante avance. La brisa que soplaba de tierra gibaba dbilmente entre las aromticas ramas de los pinos que cubran las laderas de las colinas. El Bolvar estaba atracado a cincuenta metros de la orilla cerca de una corbeta sobre la que flameaba la bandera austraca, y el carruaje de Byron era visible en el sendero de tierra que dominaba la playa. Sobre la pendiente de arena haba una choza construida con troncos de pinos unidos mediante ramas, que sostenan una techumbre de caizo. Crawford, Byron y Leigh Hunt estaban sentados a su sombra bebiendo vino fresco mientras varios hombres de uniforme permanecan inmviles alrededor de la pequea estructura. Crawford sudaba abundantemente, y se pregunt cul de los oficiales haba cargado con el desagradable deber de vivir en la choza durante el ltimo mes vigilando las tumbas de Williams y Des Loges.
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Trelawny est preocupado dijo Byron. Le habra gustado hacer esto al amanecer..., estoy seguro de que con una nave vikinga donde levantar la pira. Siempre ha tenido el corazn de un pagano. Byron llevaba toda la maana nervioso e irritable. Trelawny se encontraba a pocos metros de distancia. Tena los brazos cruzados delante del pecho y observaba a los hombres del Departamento de Salud que cavaban en la blanda arena. El horno que haba mandado fabricar una especie de gran mesa de hierro con cuatro patas, reposaba sobre un generoso montn de troncos de pino varios metros detrs de l. Trelawny le haba dicho a Byron que deseaba celebrar la cremacin a las diez de la maana, pero Byron haba dormido hasta bastante tarde y su carruaje no apareci por el sendero que llevaba a la playa hasta el medioda. Crawford tom otro sorbo de vino y se encogi de hombros. Todo esto es cosa de paganos dijo. El trayecto le haba cansado bastante, y le habra gustado poder dormir un rato. Tir del ala de su sombrero de paja y la acerc un poco ms a sus ojos. Hunt le lanz una mirada de perplejidad y pareci disponerse a hacerle una pregunta, pero Byron lanz un juramento y se puso en pie. Estaba claro que los hombres de las palas acababan de encontrar un cadver, pues uno de ellos haba salido del agujero excavado en la arena para coger un bichero. Bueno, por lo menos sigue habiendo alguien ah abajo murmur Byron, y coje hacia el agujero. Crawford y Hunt se pusieron en pie y siguieron a Byron cruzando aquella espesa capa de arena caliente hasta llegar al agujero. Crawford se oblig a mantenerse a la altura de Hunt, pero tuvo que apretar los puos, clavar los ojos en el suelo y respirar lo ms profundamente posible, y aun as falt poco para que se desmayara. Los vendajes que envolvan sus tobillos estaban empapados. Las incisiones hechas por los nefandos para extraer su bebida haban empezado a sangrar de nuevo. Lo ms extrao de todo era que la brisa marina aromatizada por los pinos no llevaba consigo ningn olor perceptible de putrefaccin. El hombre del Departamento de Salud acababa de colocar sobre la arena un cadver ennegrecido al que le faltaban los miembros. La guirnalda de ajos segua adherida al cuerpo, y unas cuantas monedas de plata que se haban vuelto de color prpura se esparcieron sobre la arena. Bueno pens Crawford sintiendo que la cabeza le daba vueltas, ya veo que el Departamento de Salud no hace trampas con las facturas. Byron haba entrecerrado los ojos y las comisuras de sus labios estaban muy tensas. Y eso es un cuerpo humano? pregunt con voz enronquecida. Ms bien parecen los despojos de un cordero. Esto es... una stira. Trelawny se inclin sobre el cadver y sac cautelosamente un pauelo de seda negra de los restos de la chaqueta. Lo extendi sobre la arena junto a una de las monedas de plata y seal las letras E. E. W. bordadas en la tela. Byron mene la cabeza con una mezcla de asombro y repugnancia. El excremento de los gusanos se conserva mejor que el barro del alfarero con el que estamos hechos. Suspir. Djeme echar un vistazo a sus dientes. Tanto Trelawny como Hunt se volvieron hacia l y le lanzaron miradas sorprendidas. Yo... Eh... Puedo reconocer a cualquier persona con la que haya hablado gracias a sus dientes dijo Byron. Mir a Crawford y aadi: Los dientes revelan lo que la lengua y los ojos quiz intenten ocultar.
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Trelawny se volvi hacia el funcionario italiano y murmur una rpida frase en su idioma. El funcionario se encogi de hombros y us el mango de la pala para hacer girar la cabeza. Crawford contempl aquel rostro desprovisto de labios y prpados y asinti con la cabeza. Los caninos de Williams eran visiblemente ms largos de lo que haban sido cuando se le enterr. El ajo y la plata le han retrasado pens Crawford, pero el Departamento de Salud tendra que haberse inventado alguna razn higinica slida y plausible para atravesarle el pecho con una estaca. El funcionario ya haba vuelto a inclinarse sobre el agujero y lo siguiente que sac de l fue una pierna terminada en una bota. Trelawny dio un paso hacia adelante. Haba trado consigo una de las botas de Williams para hacer la comparacin, y cuando la sostuvo junto a la que cubra el pie del muerto result obvio que las dos eran del mismo nmero. Oh, s, no cabe duda de que es l dijo Byron. Bien, qu le parece si metemos todo esto dentro de su horno? Los funcionarios del Departamento de Salud eran hombres cuidadosos, Pero cuando levantaron el cadver el cuello se parti y la cabeza se desprendi del cuerpo y rod sobre la arena. Uno de los funcionarios se apresur a coger una pala y, en un grotesco intento de obrar con la reverencia debida a un muerto que record a Crawford los esfuerzos de un cazador por atraer a un animal reluctante hacia una trampa, meti cautelosamente la hoja de la pala debajo de la cabeza y la recogi. La cabeza pareca estar haciendo una mueca al ocano que no poda ver, y se balanceaba ligeramente de un lado para otro con cada paso que daba el funcionario. Byron estaba muy plido. No repitan esto conmigo dijo. Dejen que mis despojos se pudran all donde hayan cado. Unos cuantos funcionarios haban seguido cavando en la arena. Acababan de encontrar otro cadver y queran saber si tambin era preciso llevarlo al horno. No, no dijo Byron. No es ms que ese pobre marinero. Dudo que tenga algn familiar al que... Crawford cogi a Byron por el brazo tanto para no perder el equilibrio como para atraer la atencin del lord. Adale a la pira murmur. Creo que tambin podra reconocerle por sus dientes. Oh. Byron lanz un juramento. Si, metti anche lui nella fornache! Hunt y Trelawny estaban mirndole fijamente. Shelley apreciaba lo suficiente a... como se llamara para contratarle, no?aadi Byron. Voy a encargarme de saldar las deudas de Shelley, y he decidido considerar que sta es una ms. Hunt, Byron y Trelawny fueron hacia el horno sobre el que yaca su muerto y maltrecho amigo, pero Crawford se alej tambalendose por entre aquella atmsfera asfixiante hasta llegar al sitio donde estaban desenterrando el otro cadver. Los funcionarios ya haban sacado la cabeza y un brazo, y Crawford vio otra guirnalda de ajo y ms monedas de plata. Contempl la sonrisa desprovista de carne de Des Loges, se fij en el alargamiento de los caninos y se las arregl para devolverle la sonrisa e inclinar el ala de su sombrero de paja en un ltimo saludo dirigido a aquellos restos horrendos. Adis por fin, Franois pens. Y, una vez ms, gracias por haberme ayudado a conseguir aquel pasaporte hace seis aos. Me pregunto si aquel hombre sigue vivo Brizeau? Algn apellido parecido..., y si por fin habr conseguido apropiarse de tu esposa. Los funcionarios depositaron los restos de Des Loges sobre una manta, y Crawford coje junto a ellos mientras llevaban su carga hasta donde les aguardaban todos los dems.
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Los dos cadveres acabaron el uno al lado del otro sobre el lecho del horno. Trelawny se inclin sobre ellos y sostuvo una lente de aumento encima de un montoncito de agujas de pino particularmente resecas. La luz del sol concentrada por la lente era de una blancura cegadora, y las primeras nubecitas de humo resinoso no tardaron en alzarse hacia el cielo. Las llamas se avivaron con tanta rapidez y furia que Hunt, Trelawny y los funcionarios italianos retrocedieron unos metros, y el mar y la playa parecieron ondular a travs de aquellas llamas casi transparentes. Crawford se oblig a seguir un momento ms donde estaba agarrndose el sombrero con la mano para que las rfagas de aire caliente que brotaban del horno no se lo llevaran. Observ con los ojos llenos de lgrimas cmo el calor devoraba los restos de aquellos cuerpos; y cuando no le qued ms remedio que girar sobre s mismo y alejarse con paso tambaleante hacia la relativa frescura de la brisa marina, se dio cuenta de que Byron tambin se haba quedado lo ms cerca posible del horno para contemplar la cremacin. Los dos hombres se observaron en silencio durante un momento y acabaron apartando la mirada, Crawford hacia el mar y Byron hacia su carruaje; y Crawford comprendi que Byron tambin haba visto como los fragmentos de los cadveres se agitaban dbilmente entre las llamas igual que si fueran embriones surgidos de huevos cuyo cascarn se haba roto demasiado pronto. Hunt acababa de sacar una caja de madera del carruaje. Cuando la primera y ms intensa oleada de calor se hubo desvanecido para ser sustituida por un llamear ms lento y estable Trelawny abri la caja, y unos instantes despus l y Hunt se inclinaron sobre el horno y esparcieron puados de incienso y sal por encima de aquellos cuerpos que ya no volveran a moverse nunca ms. Trelawny incluso logr acercarse lo suficiente para derramar una botella de vino y otra de aceite sobre ellos. Despus todos se retiraron a la cabaa, pues la arena que rodeaba el horno estaba calentndose de tal forma que resultaba imposible caminar sobre ella ni yendo calzado. Trelawny haba rechazado con cierta sequedad el vino que se le ofreci a primera hora de la maana, pero apenas llegaron a la choza agarr la botella y bebi un largo trago directamente del gollete. Despus se apoy en uno de los postes que sostenan la choza, pero el poste empez a ceder y tuvo que acabar sentndose junto a Hunt. Byron estaba de pie delante de la choza, cerca de donde el agotamiento haba hecho sentarse a Crawford. Una ensalada hervida le oy murmurar Crawford. Pongamos a prueba el poder de estas aguas que ahogaron a nuestros amigos! dijo Byron unos instantes despus en voz ms alta. A qu distancia de la orilla creen que estaban cuando se hundi su embarcacin? Trelawny alz la cabeza hacia l para lanzarle una mirada de exasperacin. Las sombras de las ramas creaban una red de franjas sobre su rostro barbudo. Ser mejor que no lo intente, a menos que desee acabar dentro del horno... No se encuentra en condiciones de correr esa clase de riesgos. Byron le ignor y empez a desabotonarse la camisa mientras bajaba por la pendiente arenosa que llevaba al mar. Maldito sea ese hombre murmur Trelawny. Le pas la botella a Hunt y se puso en pie. Crawford vio como los dos se alejaban hacia las olas despojndose de su ropa mientras caminaban y acababan zambullndose en el mar. l y Hunt se fueron pasando la botella de vino mientras las cabezas y los brazos de los dos nadadores iban alejndose sobre el rostro resplandeciente del mar Crawford se pas distradamente la mano por los vendajes de sus tobillos para limpiarlos de la mezcla de arena y sangre que los cubra.
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Pasados algunos minutos uno de los dos nadadores pareci experimentar ciertas dificultades. Su acompaante fue hacia l, las dos siluetas dieron la vuelta e iniciaron el regreso a la playa. Hunt se haba puesto en pie. Creo que Byron ha tenido problemas dijo con voz nerviosa. Crawford se limit a asentir. Saba que casi toda la preocupacin que Hunt demostraba por el bienestar de Byron se originaba en el apoyo que ste haba prometido a la revista que se supona deba salvar a Hunt de la penuria. Los dos nadadores llegaron al comienzo de la playa y se pusieron en pie y Crawford pudo ver que, efectivamente, era Byron quien no haba logrado seguir adelante. Trelawny casi haba tenido que remolcarle hasta tierra firme, y mientras Crawford les observaba Byron apart el brazo que le ofreca con una mueca de irritacin. Byron recuper las prendas que haba ido tirando sobre la arena y se visti antes de volver a la cabaa. Fue un exceso de bilis negra murmur en cuanto hubo entrado en la zona de sombra. Crawford record que en el sistema de la medicina medieval se supona que la bilis negra era el humor corporal que produca el pesimismo y la melancola. Supongo que hoy todos sufrimos un cierto exceso de bilis negra, pens. Trelawny acababa de llegar a la cabaa y el lord evit mirarle a los ojos, aunque Trelawny le observaba con expresin preocupada. Espero que haya prestado atencin a todo lo que ha ocurrido aqu dijo Byron, quiz dirigindose a Crawford. Maana nos ocuparemos de Shelley. Crawford se volvi hacia la pira, que segua ardiendo con furia, y aunque haca un calor terrible tuvo que tensar las mandbulas para impedir que sus dientes empezaran a castaetear. Trelawny zarp en el Bolvar y pas la noche en una posada de Via Reggio, en tanto que los dems regresaron a Pisa en el carruaje de Byron. Al da siguiente volvieron a reunirse en un trozo de playa situado veinte kilmetros ms al norte; y Byron volvi a hacerles esperar un rato. Aqu no se haba construido ninguna choza, y Byron, Crawford y Hunt aguardaron en el carruaje del lord. El cielo se hallaba tan libre de nubes como lo haba estado ayer y pareca formar un solo conjunto con el mar, de tal forma que las dos islas visibles al sur del horizonte daban la impresin de flotar en el vaco. Byron logr atraer la atencin de Crawford y movi la cabeza sealando las islas. Gorgona y Elba dijo. A cul supone que ha huido nuestro Perseo? A la Gorgona, o a la isla del exilio? Hunt puso los ojos en blanco y dej escapar el aire en una ruidosa exhalacin. Trelawny se haba presentado a primera hora de la maana para ocuparse de la instalacin de su horno, y en cuanto vio llegar el carruaje de Byron avis a los hombres del Departamento de Salud de que ya podan empezar a cavar. Pero los funcionarios cavaron durante ms de una hora sin obtener ningn resultado, aparte de desenterrar unos pantalones viejos que no parecan haber pertenecido a ninguna de las personas que viajaron en la ltima singladura del Don Juan. Los funcionarios arrojaron la prenda cubierta de arena a un lado con expresiones de impaciencia, pero Crawford asom la cabeza por la ventanilla del carruaje para verlos mejor y se pregunt si seran los mismos pantalones de los que se haba librado dos meses antes en el golfo de Spezia para lanzarse a las aguas a rescatar a Josephine cuando intent suicidarse.
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Durante un momento lament hacer cedido al impulso de salvarla, pero un segundo despus record que ahora pareca estar esperando un beb suyo..., y pens que haba muchas posibilidades de que hubiese quedado embarazada ese mismo da. Byron le lanz una mirada algo nerviosa en cuanto volvi a apoyar la espalda en la tapicera del asiento, y Crawford comprendi lo que tema. Byron estaba pensando que el retraso quiz hubiera sido excesivo y que el cuerpo de Shelley poda haber pasado por la resurreccin ptrea y haber salido de la tumba. Bien, empieza a parecer como si hubiera optado por Gorgona dijo Byron. Crawford se encogi de hombros y dibuj en el aire la seal de la cruz con un dedo vacilante. Se senta muy dbil y no paraba de temblar, y casi albergaba la esperanza de que no encontraran el cadver de Shelley, pues eso significara que no tendra que salir del carruaje para ir de un lado a otro. Pero unos minutos despus una de las palas que hurgaban en la playa choc con algo slido. Los funcionarios se inclinaron sobre la excavacin para apartar la arena, se volvieron hacia los ingleses y les llamaron a gritos. Se dira que acab prefiriendo Elba murmur Crawford con estoicismo mientras se pona su sombrero de paja. Byron suspir y abri la portezuela del carruaje. Y no demasiado tarde dijo mientras pona los pies sobre el pavimento cubierto de arena. Sali de la sombra proyectada por el carruaje y los ardientes rayos del sol hicieron brillar su cabellera canosa. Y no demasiado tarde? repiti Hunt con expresin algo irritada mientras segua a Byron. Supona que el tiempo transcurrido habra bastado para que el cuerpo quedara totalmente descompuesto? Al contrario dijo Byron. Empez a cruzar la extensin de hierba reseca que cubra la cuneta del camino separndola de las arenas de la playa. Hunt se volvi hacia Crawford, que haba bajado del carruaje y estaba inmvil junto a l. Qu cree usted que quera decir su seora con esas palabras? le pregunt Hunt. Bueno, supongo que probablemente quera decir al contrario replic Crawford. Siguieron a Byron hasta reunirse con Trelawny, quien estaba inmvil junto al agujero en la arena, y durante unos momentos todos guardaron silencio mientras contemplaban los restos de Shelley. Los huesos se haban vuelto de un azul oscuro y la tela que haba sido blanca estaba considerablemente ennegrecida. A diferencia de las exhumaciones de ayer aqu el olor a podredumbre era casi insoportable, y los funcionarios italianos se cubrieron el rostro con pauelos antes de sacar los despojos del agujero. Por suerte el cadver se mantuvo entero durante toda la operacin, y cuando qued depositado encima de la arena Crawford vio que los incisivos no mostraban seal alguna de haberse alargado durante el mes que haban pasado bajo tierra. Crawford alz los ojos hacia Byron. Ni tan siquiera una mirada de soslayo hacia Gorgona dijo en voz baja. Estaba claro que Shelley haba muerto por completo cuando su hermana la lamia expir en la playa que se extenda debajo de la Casa Magni. Byron maldijo con voz enronquecida, dio la espalda al cadver y se pas la manga de la chaqueta por los ojos con una mueca de irritacin. Trelawny se puso en cuclillas junto al cadver y sac cautelosamente del bolsillo de su chaqueta el ejemplar de los poemas de Keats, pero el libro haba quedado
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reducido a las tapas de cuero y Trelawny acab colocndolo sobre las negras costillas con expresin apenada. El cadver fue depositado encima de una manta, y los cuatro ingleses caminaron junto a l como si sostuvieran un palio mientras los italianos lo llevaban hasta el horno y lo colocaban con la mxima delicadeza posible sobre el lecho ennegrecido del artefacto. El cuero medio podrido de las tapas segua encima del pecho de Shelley, y Crawford pens que pareca una Biblia aferrada entre los dedos de un Papa muerto durante las solemnes ceremonias de su funeral. Trelawny volvi a prender fuego al montn de troncos de pino colocado bajo la mesa de hierro y el chorro de llamas se alz una vez ms hacia el cielo, pero aunque Byron y Crawford soportaron de nuevo la primera oleada de calor durante los segundos necesarios para observar el comienzo de la incineracin el cadver de Shelley sise y chisporrote sobre el lecho de hierro sin que se pudiera detectar ni el ms mnimo movimiento. Los dos hombres retrocedieron alejndose del calor y se mantuvieron a cierta distancia de Hunt y los dems. Las llamas an eran bastante altas pero ya no ardan con el frenes inicial, y un halo de color oro y prpura brillaba a travs de ellas. Byron mir a Crawford, quien asinti con la cabeza. La criatura que nos atac en los Alpes qued envuelta en una aureola de esos mismos colores un momento antes de petrificarse dijo Crawford en voz baja. Igual que el arcoiris que brillaba sobre los Alpes tan espectacularmente petrificados... Me pregunto si la realeza humana adopt esos colores siguiendo el mismo impulso que hace colgar la cabeza marchita del enemigo muerto de una torre..., aunque en el caso de estas criaturas la cabeza marchita an es capaz de morder. Morder... S, es la palabra ms adecuada dijo Crawford. Byron se limpi el sudor que cubra su rostro con un pauelo. Tiene que haber algo murmur volvindose hacia Crawford. Usted sabe tanto como yo sobre estos asuntos... Mantenga los ojos bien abiertos. Crawford se volvi hacia la silueta negra que yaca en el centro de las llamas. Algo? Qu..., qu clase de algo? Byron mene la cabeza. No estoy seguro. Por eso necesitaba que estuviera aqu conmigo..., para que me ayudara. No tengo ni idea de en qu puede consistir, pero debe de ser lo que hizo que las Grayas se fijaran tan atentamente en Shelley hace cuatro aos en Venecia y lo que atrajo la atencin de una lamia salvaje en el lago Leman dos aos antes de eso. La expresin de perplejidad que vio en el rostro de Crawford hizo que se apresurara a seguir hablando. Lo que le haca ser distinto a los dems, fuera lo que fuese..., la diferencia que le separaba incluso de personas como usted y como yo. Ah. Crawford asinti. S, claro... Era un miembro de la familia y por nacimiento, por derecho de sangre y no slo por el matrimonio como ocurre en mi caso. Record las numerosas ocasiones en que Shelley se haba quejado de los dolores provocados por sus clculos biliares, del endurecimiento de su piel y la dureza de sus uas. El componente humano predominaba, pero tena una parte de nefelim..., una parte de piedra. Entonces quiz sean sus huesos dijo Byron con voz enronquecida. Alz la mano en un gesto vacilante dirigido a los restos de Shelley que tanto poda ser un adis como una disculpa, y se volvi hacia donde estaba Trelawny con el sudor y las lgrimas deslizndose por su rostro bronceado hasta perderse en la negrura de la barba. Trelawny! grit Byron. Si es posible salvarlo, me gustara conservar su crneo!
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Trelawny no comprendi sus palabras y le hizo repetirlas. La mirada de ira que le lanz dej bien claro que esta vez s las haba entendido. Por qu? pregunt Trelawny. Para poder hacerse otra copa con l? No dijo Byron con voz tranquila mientras cojeaba hacia donde estaban los dems. Lo tratar... Lo tratar como Shelley habra querido que fuese tratado. Crawford sigui a Byron mientras Trelawny coga de mala gana un bichero e iba hacia el fuego. El gigante barbudo se inclin sobre las llamas del horno y acerc el gancho a la cabeza de Shelley, pero al primer contacto con el hierro el crneo se hizo pedazos proyectando trocitos de carne incandescente que salieron disparados hacia el cielo en veloces remolinos. Trelawny retrocedi, arroj el bichero a un lado y se frot el vello chamuscado del antebrazo. Crawford mir a Byron y mene la cabeza en una negativa casi imperceptible. No es el crneo, pens. La brisa que haba empezado a soplar del mar hizo ondular las llamas y Crawford dio la espalda al horno para refrescarse el rostro cubierto de sudor. Durante los ltimos minutos haba llegado a ser intensamente consciente de la silueta que se calcinaba en el lecho de hierro, no como una figura humana y mucho menos como algo que evocara al hombre que haba sido, sino como una arruga en la textura del mundo, algo que violaba las leyes naturales de una forma tan escandalosa como una piedra imposiblemente suspendida en el vaco. Era como si el calor hubiese cristalizado algo, como si hubiera cuantificado un enigma que antes se limitaba a estar implcito en Shelley. Se volvi hacia el cadver intentando averiguar dnde estaba el origen de aquella extraa impresin, pero el cuerpo era un simple montn de carne y huesos envueltos en llamas. Crawford mir a Byron. Quera ver si el lord daba alguna seal de que estuviera captando aquella extraeza indefinible que aureolaba el cuerpo de Shelley, pero Byron pareca haber olvidado que Shelley no haba sido totalmente humano y se limitaba a tensar y relajar los puos mientras contemplaba la pira que iba consumiendo los restos de su amigo. Hunt se haba acercado sosteniendo en sus manos la caja de madera que haba trado a la cremacin de Williams el da anterior. El y Trelawny la abrieron y empezaron a arrojar incienso y sal sobre el horno, intensificando el color amarillo y oro de las llamas. Trelawny volvi a acercarse lo ms posible al horno y derram aceite y vino sobre los restos de Shelley. Devolvemos a la naturaleza mediante el fuego los elementos de los que estaba compuesto este hombre dijo Trelawny con voz solemne. Tierra, aire y agua... Todo ha cambiado, pero no ha sido aniquilado. Ahora es una parte ms de aquello que adoraba. Todos guardaron silencio durante un rato, y el rugir del fuego fue el nico sonido audible bajo la vaca bveda del cielo. Byron acab volvindose hacia Trelawny con una sonrisa algo temblorosa en los labios. Saba que eras un pagano le dijo, pero ignoraba que fueses un sacerdote pagano. Las lgrimas brillaban en sus ojos, y pareca como si su voz estuviera a punto de quebrarse. Lo..., lo haces muy bien. Hunt se alej por la arena caliente en direccin al carruaje y Trelawny fue al otro lado de la pira. Byron claramente incmodo ante su exhibicin emocional de haca unos momentos estaba observando todo lo que le rodeaba parpadeando irritadamente igual que si alguien hubiera dicho unas palabras que haba decidido interpretar como un insulto. Crawford no apartaba los ojos del cadver. Creo que es el corazn dijo.
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De qu diablos...? le pregunt Byron con cara de pocos amigos. Oh. Trag una honda bocanada de aire, la expuls y se frot los ojos. Muy bien. Por qu? Crawford movi la cabeza sealando las llamas. Las costillas se han derrumbado a su alrededor y se ha vuelto de color negro, pero no se consume. Y slo experimento esa sensacin de que algo anda mal en el cosmos cuando lo miro, aadi mentalmente. Byron sigui la direccin de su mirada y acab asintiendo con la cabeza. Puede que tenga razn. Su respiracin se haba vuelto algo entrecortada. Maldito sea todo esto... Tenemos que hablar. Necesito contarle todos los detalles sobre lo que l y yo intentamos llevar a cabo en Venecia sin conseguirlo, y cmo creo que puede hacerse. Byron mir a uno y otro extremo de la playa y acab clavando los ojos en la arena que haba bajo sus botas. No podemos hablar aqu. Vayamos al Bolvar. Yo nadar y usted puede ir en el bote. Ordenar a Tita que le acompae para que se ocupe de los remos. Crawford tambin estaba contemplando la arena, y record que cuando Shelley le habl por primera vez de la lamia aquella noche de verano en Suiza de la que le separaban seis aos insisti en que hablaran a bordo de una embarcacin en las aguas del lago; y cuando Crawford y Josephine fueron a la playa con Shelley ste no quiso revelarles nada sobre su plan de internarse en una tormenta capaz de hundir el Don Juan y ahogarse hasta que no se hubieran adentrado unos cuantos metros en el agua, e incluso le dijo a Josephine que deba dejar su ojo de cristal en la arena. Crawford se limit a asentir con la cabeza y sigui la cojeante silueta de Byron a travs de la blanca arena de la playa hasta llegar a donde rompan las olas. Tita llev a Crawford hasta el Bolvar sin decir ni una sola palabra mientras Byron y uno de sus marineros genoveses les acompaaban nadando a unos pocos metros por estribor. Crawford supuso que Tita y el marinero italiano observaban disimuladamente a su amo, pero Crawford record que Byron se haba visto en apuros durante su sesin de natacin de ayer, y se dedic a vigilarle por el rabillo del ojo. Pero hoy Byron nadaba como un autntico atleta. Sus brazos musculosos hendan el agua delante de l con la regularidad de un metrnomo para impulsarle a travs de aquel mar parecido a un espejo..., pero Crawford se dio cuenta de que el sol le haba enrojecido los hombros. Tendra que ponerse una camiseta apenas llegue al Bolvar, pens. Los tres mstiles del Bolvar se fueron haciendo ms altos y sus contornos ms definidos, y la distancia que los separaba fue aumentando con cada poderoso golpe de remo que daba Tita. Crawford no tard en poder reconocer a los hombres que se movan sobre la cubierta. Les salud con la mano, pero aunque le devolvieron el saludo estaba claro que no le haban reconocido como el hombre que les haba ayudado a registrar la costa durante la bsqueda de los restos del Don Juan que haba tenido lugar un mes antes. Volvi los ojos hacia la orilla. El viento apenas si era perceptible, y el humo haca pensar en una torre que se alzaba hasta confundirse con el cielo. Los hombres inmviles alrededor del horno en la lejana de la playa parecan los aturdidos supervivientes de algn desastre. El Bolvar estaba lo bastante cerca para ocultar una tercera parte del cielo. Un grito de Byron hizo que Tita moviera los remos hacia adelante con todas sus fuerzas, y un instante despus el bote se haba detenido y se balanceaba bajo la curva del casco.
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La escalerilla de cuerda sujeta a la borda rozaba las olas, pero Byron se mantuvo a un metro de distancia de ella moviendo lentamente las piernas para seguir a flote. Alz los ojos hacia Crawford y le contempl con cierto escepticismo. Cree estar en condiciones de manejar los remos lo suficientemente bien para impedir que el bote choque con el casco o que empiece a derivar? Crawford flexion sus huesudos hombros. No tengo ni idea. Oh, qu diablos... Siempre puedo nadar hasta usted y empujar el bote o remolcarlo. Tita, sube a cubierta y haz que nos bajen una botella de sciacchetra bien fro y un par de copas. El marinero acababa de nadar hasta el comienzo de la escalerilla. Subi por ella en cuanto hubo recuperado el aliento seguido muy de cerca por Tita, quien haba perdido algn tiempo maniobrando el bote hasta dejarlo a menos de un metro del Bolvar. Los crujidos del maderamen y el golpeteo de las olas que se estrellaban contra el casco eran los nicos sonidos audibles, y pese a la ancha ala de su sombrero Crawford empezaba a tener la impresin de que el sol era un peso apoyado en su cabeza. El agua estaba tan clara que poda ver el lento ir y venir de las piernas de Byron, y cuando alz una mano para apartar cuidadosamente un mechn de cabello mojado que le haba cado sobre la frente su gesto no revel ni el ms mnimo indicio de cansancio o tensin. Byron alz los ojos hacia l. Puede que Trelawny o Hunt quieran quedarse con el corazn dijo en voz baja. O Mary... Es posible que ya haya pedido que se lo entreguen. Crawford asinti. S, la gente suele apreciar mucho esa clase de recuerdos sentimentales. Hunt me cont que Jane Williams ya tiene la urna con las cenizas de Ed sobre la chimenea de su casa de Pisa. Byron escupi en el agua. Acabar olvidando lo que contiene y cualquier da preparar una tetera con ellas. Ech la cabeza hacia atrs para observar la costa. Bueno, siempre pueden quedarse los huesos o alguna otra cosa... Debemos asegurarnos de que el corazn ser nuestro. Un marinero empez a bajar una cesta atada a una cuerda. Crawford se inclin sobre la borda para cogerla y sac de ella una botella y dos copas para vino envueltas en servilletas. La botella ya haba sido descorchada y el tapn vuelto a introducir estaba casi suelto, pero aun as Crawford necesit toda su fuerza para sacarlo y cuando llen una copa y se la pas por encima de la borda a Byron se dio cuenta de que le temblaban las manos. Gracias dijo Byron, tomando un sorbo y sosteniendo la copa fuera del agua sin ningn esfuerzo aparente mientras sus piernas seguan movindose bajo la superficie. Aickman, siempre he tenido la impresin de que haba recibido una educacin bastante amplia... Ha odo hablar de las Grayas? Las Grayas de la mitologa griega? pregunt Crawford. Eran las tres hermanas a las que Perseo consult antes de acabar con Medusa. Llen cautelosamente su copa y prob el vino. Slo tenan un ojo entre las tres, verdad? Creo que se lo pasaban de la una a la otra cuando queran ver algo. Byron confirm su suposicin y empez a describirle lo ocurrido cuando Shelley y l intentaron despertar a las Grayas ciegas de las columnas venecianas el ao 1818. La narracin exigi varios minutos, y Byron la interrumpi en dos ocasiones para acercarse al bote, alargarle la copa y pedirle que volviese a llenarla. Crawford haba terminado el vino que se haba servido y estaba intentando decidir si sera prudente tomar un poco ms. Acab decidiendo no hacerlo. Ya se
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encontraba algo mareado, y estaba claro que aquella historia iba a requerir toda su escasa capacidad de concentracin. Bien, y para qu queremos el corazn? Creo que es lo que atrajo la atencin de las Grayas hacia Shelley. La sangre que se derram por todo aquel lugar actu como una especie de ojo improvisado y..., Dios santo, Aickman, cuando Shelley se encontraba ms o menos a la misma distancia de cada columna esa sangre corri sobre las losas yendo de una columna a la otra... Y volvi! Se poda sentir la atencin que le estaban prestando. Era como..., como esa presin que notas en los odos cuando ests debajo del agua. Alz su copa y Crawford se inclin sobre la borda para volver a llenarla. Y cuando escapamos en la gndola sigui diciendo Byron, la tercera hermana, la columna que se les cay al canal hace siglos... Emergi del agua mientras pasbamos sobre el sitio donde se haba hundido. Creo que si no hubiramos salido lo ms deprisa posible de su campo de influencia la sangre se habra desplazado por encima del agua hasta llegar a esa columna. Las Grayas queran verle con la mxima claridad posible, y por eso empezaron a mover el ojo en una direccin o en otra pasndoselo a la que estuviera ms cerca de l. Y su corazn... Qu les resulta tan asombroso de l? En cuanto a eso slo puedo hacer conjeturas, Aickman. Dado que Shelley era medio humano y medio nefelim... Carbonari y siliconari coment Crawford. Byron parpade. Si prefiere usar esos trminos... Bien, en cualquier caso hay muchas probabilidades de que esa mezcla resulte lgicamente imposible. Creo que es una violacin del determinismo que las Grayas proyectan con su ojo, y sa es la razn de que el ojo no pueda hacer caso omiso de ella en cuanto la localiza. No creo que una criatura como Shelley pudiera haber sido concebida dentro del campo del ojo..., aunque apuesto a que una criatura semejante tampoco morira fcilmente dentro de ese campo. El ojo acaba con lo aleatorio e impide los caprichos del azar. Como le dije entonces a Shelley, no slo observa las cosas, sino que las controla. Crawford abri la boca para decir algo, pero Byron ya volva a hablar. La mano que sostena la copa segua firme, aunque estaba claro que las gotitas que haban empezado a perlar su cara eran sudor. La razn de que los austracos desplazaran el ojo hasta las columnas estaba diciendo Byron, es que tambin pensaban llevar all un viejo rey austraco increblemente anciano a quien ese tratamiento permitira vivir para siempre dentro del foco determinista creado por las Grayas despiertas y provistas de un ojo. Byron alz sus hombros quemados por el sol en un encogimiento que los hizo asomar del agua. Puede que ese rey tambin sea mitad humano y mitad nefelim, como Shelley. Los rayos de sol que caan sobre l seguan siendo igual de clidos, pero Crawford sinti un escalofro. S dijo. Lo es. Pero a diferencia de Shelley, que naci as, este rey fue..., fue convertido en mestizo mediante una operacin quirrgica. Byron le mir a los ojos por primera vez en todo lo que llevaban de da. Le conoce? Yo... Crawford dej escapar una carcajada algo temblorosa. Trabaj para l. Werner von Aargau..., as se hace llamar ahora. Usted y yo le vimos cuando estbamos en los Alpes, o por lo menos vimos el vehculo en el que se desplazaba. Se acuerda de una carreta atascada en el barro? Usted salt a ella para supervisar los esfuerzos de los que intentaban sacarla del atolladero, y dijo que contena una gran caja llena de hielo. Estoy seguro de que nuestro austraco iba dentro de esa caja. Ah... Bien, ese hombre no es asunto nuestro. Lo importante es que cuando las Grayas estn despiertas pero carecen de su ojo todo se vuelve terriblemente
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aleatorio y supremamente incierto, y un sacerdote al que conoc hace tiempo me dijo que si te encontrabas dentro del foco cuando estaban despiertas podas escapar a la atencin de los vampiros. Esa oscuridad espiritual, el caos de probabilidades an no definidas... El vampiro no puede seguirte por el interior de esa zona. No puede concentrar el haz de su atencin sobre ti. Naturalmente, despus habra que cruzar una extensin de agua salada lo ms grande posible para que el vampiro no acabara volviendo a encontrar tu rastro. Me parece recordar que en una ocasin me habl de Amrica. O Grecia. Ahora empiezo a pensar que bastara con ir a Grecia. Pero aun suponiendo que su vampiro volviera a encontrarle necesitara una nueva invitacin, verdad? Las comisuras de los labios de Byron se curvaron hacia abajo dibujando una sonrisa amarga. S..., pero aunque usted ha logrado mantenerse firme y no ha vuelto a invitar a su criatura, cosa que su esposa y yo acabamos haciendo, tengo la seguridad de que estar de acuerdo conmigo en que la tentacin es muy... poderosa. Estoy seguro de que hubo momentos de tal soledad y temor que incluso usted estuvo a punto de ceder. Crawford alz la cabeza. Sus ojos fueron ms all de Byron y se posaron en aquel lugar de la costa donde la playa pareca disolverse entre los espejismos creados por la calina, y asinti. Bien dijo pasados unos momentos, vamos a Lerici, cogemos a Josephine y la atamos, la llevamos a Venecia y despus utilizamos el corazn de Shelley para averiguar cul de las tres hermanas tiene el ojo y nos apoderamos de l. Sonri y contempl sus manos plidas y temblorosas. Y despus salimos corriendo como si nos persiguieran todos los demonios del infierno. Exactamente. El sudor brillaba sobre el rostro de Byron y la mano que sostena la copa por fin haba empezado a temblar. Tenga dijo. Le pas la copa a Crawford y ste consigui cogerla sin que ni la copa ni la botella cayeran al mar. Byron desapareci bajo las olitas y cuando su cabeza volvi a emerger incluso pareca haber tragado un poco de agua de mar. Se encuentra bien? le pregunt Crawford. Byron asinti y ech la cabeza hacia atrs. Ahora tambin usaba los brazos para mantenerse a note, y no le pidi a Crawford que le devolviera la copa. S, muy bien jade. Parece como si... ltimamente parece que pienso mejor cuando estoy rodeado de agua salada, y si estoy sumergido en ella mi claridad mental es an ms grande. Creo que le asla de la influencia de los nefelim dijo Crawford. Cuando estaba infectado los nicos momentos en los que sent un autntico deseo de escapar a su red fueron aquellos en que me encontraba debajo del agua. Recordar que No no escap trepando a una montaa, verdad? Mir fijamente a Byron, que estaba respirando de forma entrecortada. Tengo la impresin de que ltimamente nada mucho. Me pregunto si sus precauciones de los Carbonari han empezado a fallar... No... empez a decir Byron con voz irritada, pero se contuvo y mene la cabeza. Supongo que tiene todo el derecho del mundo a preguntrmelo. Nad hasta el bote, pas el codo sobre la borda y dej que los msculos de sus brazos y sus piernas se relajaran. Su peso hizo que el bote se escorase un poco, y Crawford tuvo que coger la botella para impedir que se cayera. S dijo Byron, parece que las precauciones no son una solucin permanente. Diablos, soy como un borracho que no para de repetirse que hay alguna forma de beber su ginebra y llevar una vida normal al mismo tiempo. Cre que podra mantener lo suficientemente alejada a... Bah, dele el nombre que ms le guste. Lord Grey de Ruthyn, Margarita Cogni..., a esa criatura. Cre haber encontrado una forma
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de seguir escribiendo y, al mismo tiempo, de poder tomar el sol y de que Teresa y los hijos que me quedan con vida no corriesen peligro. Pero ltimamente cada da que pasa hace que me sienta un poco ms dbil y menos capaz de concentrarme. Creo que llevo meses enteros sin verme totalmente libre de la fiebre. Quiero llevar a cabo este exorcismo ahora que an conservo las energas suficientes, tanto de la mente como del cuerpo. Crawford pens en las escasas energas de su cuerpo y de su mente. Quin vendr con nosotros? Tita o Trelawny? No. Byron apoy su otro brazo sobre la borda y se iz trabajosamente al bote. Sus hombros estaban an ms rojos que cuando Crawford se fij en ellos unas horas antes, y haban empezado a cubrirse de ampollas. No, Tita no quiere tener nada que ver con esas criaturas desde aquella noche en que la columna emergi de las aguas del canal en Venecia, y en cuanto a Trelawny... Si le contramos qu era en realidad su adorado Shelley jams nos creera. Byron cogi los remos y despus de bastantes esfuerzos logr llevar el bote hasta la escalerilla para que Tita pudiera bajar y llevarles hasta la orilla. Que Dios nos ayude dijo Crawford en voz baja. Si es que hay algn Dios replic Byron sonriendo. Recuerde que muchas cosas horrendas e inimaginables han acabado demostrando ser posibles. A las cuatro de la tarde las llamas se haban debilitado lo suficiente para que pudieran acercarse al horno sin chamuscarse. La caja torcica y la pelvis se haban convertido en fragmentos de hueso ennegrecidos que recordaban el carbn de lea, pero el corazn segua entero, aunque tambin estaba ennegrecido. Verlo hizo que Crawford volviera a sentir el extrao mareo de antes, y tuvo que sentarse sobre la arena caliente. Byron trag una honda bocanada de aire. Tre dijo, puedes coger el corazn para m? Trelawny mene la cabeza en una firme negativa. Intent conseguirte el crneo. Hunt ha pedido el corazn. Byron se volvi hacia Crawford y le lanz una mirada llena de preocupacin. Eso es absurdo dijo volvindose nuevamente hacia Trelawny. Yo conoca a Shelley mucho antes que cualquiera de vosotros! Los dos sois mis invitados y os alojis en mi casa! Exijo que... El lord no lleg a completar la frase. Mir fijamente a Hunt y Trelawny, y Crawford adivin lo que estaba pensando. Trelawny no se dejara convencer y Hunt poda sentirse lo bastante herido en su orgullo para acabar marchndose de la Casa Lanfranchi llevndose el corazn consigo; y si Byron montaba una escena para conseguirlo Hunt poda enviarlo por barco a su casa de Londres en la primera oportunidad que se le presentara. Lo siento dijo Byron. Ha sido un da terrible y estoy agotado. Puedes quedrtelo, Leigh... Me conformar con un trocito de hueso. Hunt haba trado consigo una cajita para transportar las reliquias. La abri y la sostuvo en sus manos mientras Trelawny se inclinaba sobre el lecho de hierro cubierto de fragmentos negruzcos y coga el corazn. El hombretn lanz un silbido de dolor, pero arroj el corazn hacia Hunt y ste se las arregl para atraparlo al vuelo con la cajita y le puso la tapa rpidamente, como si temiera que el corazn pudiera hacer algn intento de escapar. Las cenizas y los fragmentos de hueso restantes fueron colocados en el pequeo atad de roble y plomo que haba trado Byron. Despus los funcionarios italianos ayudaron a Trelawny a pasar unos palos por debajo del horno y a llevarlo hasta el mar. Cuando lo metieron en las olas el horno qued envuelto en una nube de
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vapor, y Crawford pens que aquel siseo repentino era como una reaccin de dolor de las mismsimas aguas. Una hora despus Trelawny, Byron, Hunt y Crawford estaban cenando en Va Reggio. Byron consigui dejar perplejo a Hunt preguntndole al posadero si podan beber el vino en copas de amatista. El posadero respondi diciendo que slo tena disponibles copas de vidrio normal, pero los cuatro acabaron emborrachndose con el potente vino tinto del local y se pasaron todo el trayecto de vuelta a Pisa cantando y riendo histricamente dentro del carruaje napolenico de Byron. Crawford se dio cuenta de que su jovialidad era una reaccin a los horrores del da, pero tambin capt el miedo oculto que haba en sus carcajadas y en las del propio Byron, y a medida que las sombras de los rboles que flanqueaban el camino se iban alargando sobre la ruta que seguan no pudo evitar que sus ojos se posaran con bastante frecuencia en la cajita de las reliquias que reposaba sobre el asiento junto a Trelawny.
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Y murcilagos con rostros de nio volaban lanzando silbidos bajo la luz violeta, y batan sus alas y se arrastraban cabeza abajo por un muro ennegrecido y en el aire haba torres invertidas en donde repicaban las campanas del recuerdo que marcan el paso de las horas, y haba voces que cantaban en las cisternas vacas y los [pozos secos.
T. S. ELIOT,
La tierra balda
El da siguiente era sbado, y Crawford hizo muy poco aparte de comer y dormir. Despert a primera hora de la maana del domingo al or los trinos de los pjaros que daban saltitos en las ramas del rbol que haba junto a su ventana, y se qued un mnimo de una hora yaciendo inmvil en la cama disfrutando de la blandura del colchn y el clido peso de las mantas. La puerta acab girando sobre sus goznes sin hacer ruido y Giuseppe, el sirviente de Byron, asom la cabeza por el hueco. Vio que Crawford estaba despierto, se march y no tard en volver trayendo consigo un cuenco que contena sopa de judas. Crawford se tom la sopa con un considerable apetito, y acababa de volver a reclinarse en la cama con el vago deseo de haberle pedido al sirviente que le trajera algunos libros cuando le pas por la cabeza que Josephine deba de haberse dormido haca unos minutos. Tena la esperanza de que siguiera alojndose en la Casa Magni y no estuviera durmiendo entre los rboles. Lade la cabeza para contemplar el cuenco vaco que haba dejado sobre la mesilla de noche, y se pregunt qu estara comiendo ltimamente. Debera estar comiendo hgado y pasas pens, aunque slo fuese para volver a fabricar la sangre que su cuerpo debe de estar perdiendo cada noche; y teniendo en cuenta su estado actual tendra que comer por dos... Me pregunto si sabe que existen muchas probabilidades de que est embarazada. Maldicin murmur con voz cansada. Sac sus flacas piernas de debajo de las sbanas. Llevaba puesta una camisa de dormir muy larga, y tir de ella para ocultar el deprimente espectculo de sus blancas y huesudas rodillas. Despus trag una honda bocanada de aire y se puso en pie. El mareo provocado por aquella altitud tan repentina le hizo tambalearse, pero logr conservar el equilibrio y fue lentamente hacia la puerta. Giuseppe entr sin llamar cuando ya casi haba puesto la mano encima del picaporte y la puerta golpe a Crawford en el hombro. Crawford perdi el equilibrio y acab sentado en la alfombra.
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El sirviente mene la cabeza con impaciencia, se inclin sobre l, rode con sus manos los brazos de Crawford y le incorpor con una humillante facilidad. Despus extendi el brazo por encima del hombro de Crawford y seal la cama. Crawford necesit hacer un gran esfuerzo de voluntad para no frotarse los brazos doloridos por el apretn. Muy bien dijo, pero cuando despierte avise a Byron de que quiero hablar con l. Ya est despierto dijo Giuseppe, pero se encuentra bastante mal y no puede hablar con nadie. Le ver cuando l lo desee. Ahora vuelva a la cama. Crawford se pregunt cuales podan ser las razones del obvio disgusto con que Giuseppe haba acogido su presencia en la casa. Quiz se haba enterado de dnde haba pasado el ltimo mes y odiaba a los nefandos; o quiz fuera que los hijos de Hunt haba logrado poner de mal humor a toda la servidumbre. Crawford regres obedientemente a la cama y se sent en ella, pero volvi a levantarse en cuanto el sirviente hubo salido del dormitorio. El pasillo estaba desierto. Crawford camin sobre el fro suelo de piedra hasta llegar a la habitacin de Byron y golpe el grueso panel de madera con los nudillos. Entra, Seppy dijo Byron. Crawford abri la puerta. El dormitorio de Byron era una estancia oscura y muy poco alegre, un rasgo que comparta con la mayora de habitaciones interiores de las casas italianas que Crawford haba visto. La cama donde yaca el lord era una inmensa estructura negra provista de un dosel, y Crawford se dio cuenta de que el escudo de Byron estaba pintado al pie del lecho. Qu diablos est haciendo aqu? pregunt Byron con voz irritada mientras se incorporaba. Me han dicho que no se encontraba bien. Dudo que haya venido a interesarse por mi salud. Volvi a apoyar la cabeza sobre el montn de almohadas. S, estoy enfermo. Creo que se irrita cada vez que paso mucho tiempo en el mar. Cada segundo del tiempo en que escapo a su control le resulta insoportable, y cuando regreso me castiga aumentando todava ms la intensidad de la fiebre con que me tortura habitualmente. Crawford saba muy bien a quin se estaba refiriendo. Empecemos lo ms pronto posible dijo, tomndose la libertad de sentarse en un silla de madera tallada que haba cerca de la cama. Hunt puede enviar el maldito corazn a Inglaterra en cualquier momento, y en cuanto a usted su estado de salud no mejorar con el tiempo. Aickman, no me importune, quiere? Hago todo esto por su maldita esposa y... Y por usted mismo y por los hijos que le quedan con vida. Y no me interrumpa! Me encuentro demasiado mal para viajar! Y usted est hecho una autntica ruina humana... Mrese en un espejo! No podemos correr el riesgo de poner en prctica mi plan hasta que hayamos hecho todo cuanto est en nuestras manos para aumentar las probabilidades de que tenga xito. Junto al lecho de Byron haba una tablilla de madera con algunas hojas de un manuscrito, y los ojos de Crawford ya se haban acostumbrado lo suficiente a la penumbra del dormitorio para permitirle ver que las hojas estaban cubiertas con estrofas de seis versos garrapateadas a toda velocidad. Probablemente deban pertenecer a Don Juan, el poema aparentemente interminable que Byron haba empezado a escribir el ao 1818 en Venecia.
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Byron haba seguido la direccin de su mirada y abri la boca con expresin irritada como si se dispusiera a protestar, pero Crawford se le adelant indicndole que guardara silencio con un gesto de la mano. He dicho algo? le pregunt. No he dicho ni una sola palabra. Byron pareci relajarse un poco. Cierto. Bien, ya que tiene tantas ganas de actividad... Por qu no roba el corazn? Hunt lo ha dejado sobre un estante en el piso de abajo. Espero que el estante se encuentre lo bastante alto para que sus nios no puedan llegar hasta l. Byron parpade. Ahora que lo menciona si se les ocurre coger una silla..., suponiendo que siga habiendo alguna silla entera en toda la planta baja, claro est. S, creo que debera apoderarse de l ahora mismo sin esperar ni un segundo ms. Su expresin dejaba bien claro que Byron no pensaba ofrecerse a acompaarle, por lo que Crawford sali del dormitorio, fue con paso algo vacilante hasta la escalera y empez a bajar. El bulldog de Byron estaba inmvil en el descansillo, pero se limit a alzar la cabeza y contemplar a Crawford con los ojos entrecerrados mientras ste apretaba el paso nerviosamente para pasar junto a l. Crawford record que Byron le haba dado rdenes de impedir que ningn maldito cockney subiera al piso en que viva. Baj el ltimo tramo de peldaos y sonri. Cuando vuelvas asegrate de saludarle con un Hola, perrito pronunciado con el acento ms culto y refinado de que seas capaz, se dijo. Lleg al pasillo y fue lo mas deprisa posible hacia el arco que llevaba a la habitacin que los Hunt utilizaban como sala de estar. La habitacin estaba vaca, aunque los dibujos y frases escritas en las paredes le recordaron que los nios podan aparecer en cualquier momento. La caja estaba encima de la chimenea. Crawford fue hacia ella y la cogi. La tapa no estaba cerrada. Un impulso repentino le hizo abrirla y contempl el rgano calcinado que contena. Volvi a experimentar aquella especie de profunda contradiccin en los trminos de cuanto le rodeaba. Sufri un ataque de nuseas, y cerr la tapa. Volvi al pasillo, pero apenas haba dado dos pasos hacia la escalera cuando oy un ruido al otro lado de la gruesa puerta principal que tena detrs. Se meti por un arco ms angosto que haba a su derecha y se encontr en una espaciosa habitacin, con el suelo cubierto por losas de piedra, tenuemente iluminada gracias a los rayos de sol que entraban en ella a travs de dos pequeas ventanas hexagonales. Haca ms calor, y la atmsfera ola a jamn curado y ajo. La anciana que cocinaba para Byron alz los ojos desde su asiento junto al fuego y le lanz una mirada vagamente desaprobatoria, pero se limit a menear la cabeza y volvi a concentrar su atencin en la marmita de sopa que estaba removiendo con una cuchara. Crawford oy los chillidos joviales y la algaraba tpica de los pequeos Hunt en el pasillo principal. Se pregunt si estaran acompaados de sus padres. Leigh Hunt notara la ausencia de la cajita, y poda empezar a dar gritos denunciando su desaparicin antes de que Crawford lograra volver al piso de arriba. Junto a su codo derecho haba una mesa de madera con algunas hojas del papel grueso usado por los carniceros, as como unas cuantas gallinas en varias fases del proceso de ser desmembradas. Crawford tuvo una idea. Cogi una hoja de papel, abri la cajita y la volc sin ms prembulos dejando caer el corazn de Shelley sobre el papel. Despus cogi una cabeza de gallo de un tamao bastante considerable y la meti en la cajita. Cerr la tapa y la sopes, comprobando con nerviosa satisfaccin que su nuevo peso era aproximadamente igual al de cuando contena el corazn, envolvi el corazn con la hoja de papel y la cogi con su otra mano.
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Ver el corazn ennegrecido de Shelley le haba hecho pensar en el suyo. Los latidos que hacan vibrar su caja torcica eran tan fuertes que senta como si la cabeza le palpitara siguiendo su ritmo. Slo Dios saba qu podran pensar los Hunt y los sirvientes si mora all mismo y encontraban su cadver con aquellos dos objetos en las manos. Hasta el mismo Byron se preguntara qu extraa locura se haba apoderado de l. Ya no poda or a los nios. Aparentemente se haban limitado a cruzar la casa corriendo para salir por la puerta de atrs. Crawford se dirigi al pasillo jadeando y cojeando an ms que de costumbre, y volvi a cruzar la arcada que daba acceso a la sala de estar de los Hunt. Dej la cajita en su sitio y se oblig a salir de all apretando el paso hasta convertirlo en lo que casi era una autntica carrera. Logr llegar al pasillo, pero el esfuerzo haba sido excesivo para su debilitado organismo. Sinti que se le nublaba la vista, y tuvo que sentarse sobre el suelo de piedra, con las rodillas pegadas al pecho, mientras sus dedos aferraban con toda la fuerza de que eran capaces el corazn envuelto en la hoja de papel para asegurarse de que sus manos casi insensibles no lo dejaban caer. Sus tobillos volvan a sangrar y los talones le resbalaban sobre el suelo de piedra. Qu tienes ah? Crawford alz los ojos y vio inmvil ante l a uno de los hijos de Hunt, un mocoso que tendra unos siete u ocho aos de edad. El nio golpe las manos de Crawford con la punta de los dedos. Qu tienes ah? repiti. Es algo de la cocina, seguro. Sobras jade Crawford. Para el perro. Yo se las llevar. Quiero hacerme amigo suyo. No. Lord Byron quiere que sea yo quien se las d. Mi mam dice que eres un hombre horrible, y la verdad es que tienes un aspecto horrible. El nio contempl a Crawford con expresin pensativa. Eres viejo y apenas te sostienes en pie, verdad? Apuesto a que si quisiera podra quitarte esas sobras. No seas tonto dijo Crawford en lo que esperaba sonara como un tono lo bastante temible de amenaza adulta. Intent levantarse, pero sus talones resbalaron una vez ms en el charquito de sangre y lo nico que consigui fue que sus flacas nalgas volvieran a estrellarse contra el suelo. El mareo y las nuseas provocadas por la proximidad del corazn parecan hacerse ms fuertes a cada segundo que pasaba. El nio se ri. Apuesto a que has cogido esas sobras para poder comrtelas crudas en tu habitacin sin que nadie te vea dijo. Lord Byron no te ha dado permiso para cogerlas, verdad? Eres un ladrn. Voy a quitrtelas. El nio se haba ido excitando de tal manera que haba empezado a jadear. Estaba claro que haber encontrado un adulto al que se poda atormentar con toda impunidad le pareca maravilloso. Crawford abri la boca y se dispuso a gritar pidiendo ayuda, pero el nio empez a cantar a pleno pulmn para ahogar su voz, alarg la mano y le abofete con una fuerza considerable en una mejilla. Crawford, horrorizado, sinti como las lgrimas brotaban de las comisuras de sus ojos. No poda perder ms tiempo. Si Hunt se enteraba de que haba intentado robar el corazn lo guardara bajo llave en algn lugar seguro y lo enviara por barco a Londres lo ms pronto posible. Y an haba una posibilidad peor. Qu ocurrira si el nio se lo echaba al perro y ste se lo coma? Hizo un nuevo intento de levantarse, pero el nio le derrib de un empujn.
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Crawford estaba al borde del pnico. Las vidas de Josephine y del bebe que llevaba en su seno por lo menos sus vidas como seres humanos dependan de que lograra escapar de aquel pequeo sdico, y empezaba a tener la impresin de que no lo conseguira. Abri la boca para gritar. El nio volvi a cantar con toda la potencia de sus pulmones Oh, t, la ms radiante hermosura, mi primer y mi ltimo amor, y el dorso de su mano le abofete la otra mejilla. El nio segua jadeando, pero era un jadear producido por el placer y no por el esfuerzo fsico. Crawford trag una honda bocanada de aire y la dej escapar. Deja que me lleve las sobras o te har dao dijo en voz muy baja. Intent vencer el mareo que amenazaba con apoderarse de l y concentrar toda su atencin en lo que estaba diciendo. No puedes hacerme dao. Si quisiera, yo s que podra hacerte mucho dao. Yo... Crawford pens en Josephine y en el ridculo fracaso de su intento por salvarla que cada vez pareca ms prximo. Te morder. Vamos, pero si con esos dientes no podras ni partir un fideo en dos. Crawford mir fijamente al nio y dej que sus labios se fueran curvando lentamente en una sonrisa mientras mantena los ojos lo ms abiertos posibles para aumentar las arrugas que cubran sus pmulos. Alz su mano izquierda y agit el mun de su dedo anular ante el rostro del nio. Ves esto? Me lo arranqu de un mordisco una vez que estaba aburrido. Si no me dejas en paz te quedars sin dedo. El nio pareca algo inquieto, pero tambin ms enfadado, y cuando ech nuevamente la mano hacia atrs su expresin dej bien claro que esta vez pensaba golpear a Crawford con todas sus fuerzas. Crawford pens que dada su debilidad actual haba muchas probabilidades de que el golpe le dejara inconsciente. As se apresur a decir, y se meti el dedo meique en la boca. Sinti el sabor de la sopa de judas de haca un rato, y la idea de que tambin poda estar sintiendo el sabor del corazn de Shelley casi le hizo vomitar. La mano del nio segua echada hacia atrs para dar el golpe, pero se haba quedado muy quieto y no apartaba los ojos del rostro de Crawford. Crawford se mordi el dedo. No sinti nada remotamente parecido al dolor, y apret con ms fuerza. Quera hacer brotar un poco de sangre para asustar al nio. El sordo retumbar de su corazn pareca hacer imposible cualquier intento de pensar con un poco de coherencia. El pequeo Hunt no pareca muy impresionado. Su mano retrocedi unos centmetros ms y entrecerr los prpados sin apartar la mirada del rostro de Crawford. Una inmensa e incontenible amargura casi le hizo cerrar los ojos, pero sac fuerzas de flaqueza y sigui mirando fijamente al nio; y aunque una parte de su cerebro segua preguntndose si no habra alguna otra forma de salir de aquel apuro expres toda la desesperacin que le invada tensando sus mandbulas sobre la ltima articulacin del dedo y apretando hasta consumir la ltima partcula de energa que le quedaba. El cartlago cruji entre sus dientes y aquel horrible sonido slo pareci servir para que sus mandbulas apretaran an ms fuerte. La mano de Crawford se apart velozmente de su boca derramando un chorro de sangre sobre el suelo. La ltima articulacin del dedo meique que acababa de cercenarse segua dentro de su boca. Crawford escupi y el dedo rebot en la nariz del nio. Y un instante despus el nio ya no estaba all y sus gritos histricos resonaban en habitaciones y pasillos cada vez ms lejanos. Crawford rod sobre s mismo hasta quedar apoyado en las manos y las rodillas, y empez a arrastrarse hacia la escalera
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tirando del papel que envolva el corazn mientras dejaba un rastro de sangre sobre las losas del suelo. Giuseppe le encontr en la escalera y le llev a su habitacin. Byron le visit poco despus de que Giuseppe hubiera anudado un vendaje alrededor de su nuevo mun. El lord estaba muy plido y temblaba. Eso de ah... dijo Crawford con un hilo de voz. Es el corazn. Encima de la mesa. Qu diablos ha hecho? le pregunt Byron en voz baja pero estridente. El mocoso Hunt va contando a todo el que quiere orle que se arranc el dedo de un mordisco! Es eso lo que ocurri? S. Sufri un ataque de locura o qu? El nio dice que usted le... Dice que le escupi el dedo a la cara! Moreto estuvo rondando por ah y parece habrselo comido. Maldita sea, por qu siempre he de verme involucrado con personas tan horrendas? Tengo que aguantar a Hunt, su cerda y su camada de lechoncitos debido a ese proyecto de revista que nunca podr hacerse realidad, pero no bastaba con eso, verdad?; Tena que embarcarme en un proyecto todava ms imposible junto con un hombre que se arranca los dedos a mordiscos y su esposa, que se dedica a sacarse los ojos! Los hombros de Crawford temblaban espasmdicamente y ni tan siquiera l saba si estaba llorando o riendo. Quin es Moreto? logr preguntar. Byron le mir fijamente. Quin diablos cree usted que es? Tena el ceo fruncido, pero las comisuras de sus labios haban empezado a estremecerse de una forma casi imperceptible. Uno de mis sirvientes? Moreto es mi perro. Oh. Ahora ya no caba duda de que Crawford estaba riendo. Pens que quiz se refiriese a esa vieja de la cocina. Byron tambin se ech a rer, aunque segua pareciendo bastante enfadado. El que no le haya quedado ms remedio que beber colonia no significa que mate de hambre a mis sirvientes. Se apoy en la pared. Bien, qu le impuls a arrancarse un dedo con los dientes? Supongo que debi de sufrir alguna clase de ataque. Sus ojos no se apartaban del rostro de Crawford. Lo que quiero decir es... Fue un accidente, verdad? Crawford segua temblando. Mene la cabeza. Cristo. Entonces... Por qu lo hizo? Crawford se limpi los ojos con la mano mutilada. Bueno, yo... En aquellos momentos me pareci que era la nica forma de impedir que el nio alimentara al perro con el corazn de Shelley. Byron mene la cabeza con cara de no entender nada. Eso no... No tiene sentido. Lo siento. Que haya sido capaz de imaginarse algo semejante demuestra que no est en condiciones de tomar parte en lo que habamos planeado. Santo Dios, podra..., podra haber gritado pidiendo ayuda, no? La cocinera estaba all mismo. Y, de todas formas, estoy seguro de que podra haberse limitado a marcharse dejando all al nio, no? O haberle pegado. No comprendo... Crawford estaba llorando. No lo vio. Usted no estaba all. Byron asinti, y pareci hacer un considerable esfuerzo para impedir que la compasin o quiz fuera la repugnancia, se adueara de sus rasgos. Fue hacia la mesilla de noche y cogi el corazn envuelto en la hoja de papel.
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Ser mejor que lo esconda. Supongo que Hunt no tardar en darse cuenta de que no est donde lo haba dejado. Sopes el corazn en su mano. Aunque se limite a coger la caja sin abrirla se dar cuenta de que pesa mucho menos que antes. No jade Crawford. La caja sigue pesando lo mismo. La caja sigue pesando lo mismo... dijo Byron muy despacio. Qu puso dentro de ella? Una... Oh, Dios... Una cabeza de gallo. De la cocina. Byron estaba asintiendo lentamente, y a juzgar por su expresin pareca como si pensara seguir hacindolo durante un buen rato. Una cabeza de gallo. Una cabeza de gallo... Byron sali de la habitacin y cerr la puerta sin dejar de asentir con la cabeza. Crawford y Byron sucumbieron a la fiebre y durante la semana siguiente Byron perdi una considerable cantidad de piel quemada por el sol. y se lo pas en grande haciendo bromas sobre las serpientes que mudaban sus escamas. Crawford, atormentado por su impotencia y el anhelo de encontrar a Josephine y a su beb an no nacido y salvarles, no las encontraba demasiado divertidas. Durante un tiempo tanto el comer como el cualquier otro tipo de actividad le resultaron insoportables, pero se oblig a engullir tres comidas al da y a hacer ejercicio. Al principio levantar unas cuantas veces la lmpara de hierro que haba sobre su mesilla de noche bastaba para que todo su cuerpo temblara y quedase empapado de sudor, pero hacia el final de la segunda semana de su convalecencia haba mejorado lo suficiente para pedirle a Giuseppe que le trajera un par de ladrillos, y no tard en hallarse lo bastante fuerte para poder levantarlos desde su cintura hasta ms arriba de su cabeza cincuenta veces seguidas sin cansarse. Poco despus empez a bajar al primer piso y a utilizar el pequeo jardn contiguo a la cocina para hacer sus ejercicios. El jardn contaba con una viga de considerable grosor que serva como punto de sujecin a varios emparrados, y stos demostraron ser lo suficientemente slidos para que Crawford pudiera colgarse de ellos y ejercitar sus brazos. La cocinera de Byron dio numerosas e inconfundibles muestras de que desaprobaba su presencia en el jardn hasta el da en que Crawford la ayud a transportar varias cestas llenas de hojas de albahaca. A partir de entonces dej de contemplarle con el ceo fruncido y en una o dos ocasiones incluso le salud con una sonrisa y un Buon-giorno. Byron pareci recuperarse ms deprisa que l. Crawford le vea con frecuencia a la hora de cenar, pero ltimamente el lord siempre iba acompaado por un joven y ms bien vacuo amigo suyo llamado Thomas Medwin, un miembro del ya desaparecido crculo ingls de Pisa, y las dos ocasiones en que Crawford le lanz alguna indirecta para hacerle entender que le gustara hablar con l sobre el viaje que haban planeado Byron frunci el ceo y cambi de tema lo ms rpidamente posible. Y despus de que Medwin se marchara por fin el veintiocho de agosto Crawford descubri que no tena ninguna ocasin de hablar con Byron. El lord pasaba todo el tiempo encerrado en su habitacin leyendo o acompaado por Teresa Guiccioli en el jardn principal, y un da en que Crawford reuni el valor suficiente para presentarse ante los dos amantes Byron se enfad mucho y le dijo que una nueva intrusin dara como resultado el abandono de los planes que haban trazado juntos. Byron dorma hasta ltima hora de la tarde, y pareca pasarse toda la noche bebiendo y garrapateando febrilmente ms estrofas de su Don Juan. Ya no sala nunca en el Bolvar y daba la impresin de haber abandonado por completo la equitacin. En cuanto se sinti lo suficientemente recuperado para salir de la casa Crawford adquiri la costumbre de pasear por el Lung'Arno y cruzar el puente que dominaba las aguas amarilleadas por el fango del ro Arno esa corriente por la que tanto le haba
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gustado navegar a Shelley, hasta llegar a la puerta del Tre Palazzi, que haba vuelto a convertirse en morada de Mary Shelley. Tena la esperanza de convencerla para que intercediera en su nombre ante Byron, pero Mary segua estando demasiado afectada por la muerte de Shelley y la negativa de Leigh Hunt a entregarle su corazn la haba irritado hasta tal extremo que apenas si prestaba atencin a la presencia de Crawford. Crawford crea saber cul era la razn de que Hunt se hubiera mostrado tan tozudamente inflexible al respecto. Una noche reciente despus de una larga conversacin de sobremesa sobre Percy Shelley, Hunt baj la escalera para retirarse a su habitacin..., y poco despus se le oy lanzar un grito de alarma. Byron mand un sirviente al piso de abajo para que averiguara qu ocurra y Hunt le asegur que haba tropezado y se haba hecho dao en el dedo gordo del pie, pero unos minutos ms tarde nadie que estuviera dentro de la casa pudo evitar enterarse de que, aunque slo fuese por una vez, Hunt haba abandonado esa firme conviccin suya de que no haba que pegar a los nios de la que alardeaba con tanta frecuencia. Despus de aquel incidente Crawford, medio alarmado y medio divertido, sola preguntarse si Hunt habra credo las indudablemente apasionadas protestas y juramentos de sus hijos cuando stos negaron tener la ms mnima idea de quin haba podido sustituir el corazn de Shelley que se supona guardado en la cajita por una cabeza de gallo. Mary abandon Tre Palazzi y parti para Gnova el once de septiembre. Poco despus de su marcha Crawford pens que Mary quiz hubiera llegado a defenderle ante Byron mientras estaba en Pisa, pues al da siguiente de su partida Byron le hizo acudir al jardn principal del Palazzo Lanfranchi donde el lord y Teresa, su amante, estaban sentados ante un abundante almuerzo bajo el dosel formado por las ramas de los naranjos, y le comunic con lacnica sequedad que la casa no tardara en quedar cerrada y vaca, y que Crawford deba ir haciendo los preparativos para marcharse. Crawford decidi darle unos cuantos das para que se le pasara el enfado y hablar claramente con l en la primera ocasin que se le presentara. Ya no pareca haber nada que perder, y al menos ahora se haban librado de los invitados. Pero cuatro maanas despus Crawford despert para enterarse de que John Cam Hobhouse, una de las amistades ms antiguas de Byron, acababa de llegar para una visita que durara una semana. Crawford recordaba a Hobhouse del viaje que haban hecho por los Alpes seis aos antes. Hobhouse fue compaero de estudios de Byron en el Trinity College y haba acabado convirtindose en un poltico cosmopolita, sofisticado e ingenioso. Su llegada le desesper y le hizo pensar que jams conseguira que Byron se fijara en l y le prestara atencin sin tener que competir con la presencia de otras personas. Crawford hizo sus ejercicios ahora ya poda alzar el mentn hasta la viga veinte veces seguidas sin cansarse, y pas el resto del da caminando por Pisa fijndose en los lugares que l y Josephine haban visitado y deseando con todas sus fuerzas que los dos se hubieran casado cuando llegaron por primera vez a la ciudad, y que nunca hubieran vuelto a ponerse en contacto con los poetas malditos. Volvi a la casa de Byron, se encerr en su habitacin para beber brandy durante un par de horas, baj al primer piso y comi polenta y minestrone en la cocina. Cuando hubo terminado sali de ella y fue hacia el pasillo mientras senta como el sueo empezaba a apoderarse de l. Se detuvo una vez cruzado el arco que daba a la cocina. Durante los ltimos das la tenue claridad proporcionada por un par de lmparas colocadas en hornacinas de la pared haba hecho que el saln principal del Palazzo Lanfranchi cobrara el
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aspecto de un almacn dominado por el desorden. Las cajas de libros, estatuas y vajilla se amontonaban por doquier, y una docena de espadas y rifles asomaban como otros tantos paraguas del tonel colocado junto a la puerta. El habitual olor a leche rancia y aliento saturado de golosinas de los nios quedaba dominado por las exhalaciones impregnadas de una pestilencia mohosa que se desprendan del cuero viejo. Crawford se abri paso por entre las cajas hasta llegar al tonel. Cogi un viejo sable, y acababa de desenvainarlo y estaba mirando a lo largo de su hoja cuando oy el eco de unos pasos sobre las losas del exterior y un instante despus la puerta se abri haciendo bastante ruido. Hobhouse entr en la casa, vio a Crawford y retrocedi a toda velocidad lanzando un grito ahogado. Un instante despus Byron entr de un salto con una pistola en la mano, pero se relaj frunciendo el ceo en cuanto vio a Crawford. Clmate grit volvindose hacia el hueco de la puerta. No es ms que san Michael Aickman buscando a la serpiente. Crawford se apresur a guardar el sable en su vaina y volvi a meterlo en el tonel mientras Hobhouse haca su segunda entrada en la casa. Puede que no reconozcas a este anciano dijo Byron volvindose hacia Hobhouse, pero fue mi mdico personal durante el viaje que hicimos a travs de los Alpes el ao 1816. Hobhouse mir fijamente a Crawford. S, me acuerdo de l replic en voz baja. Le despediste porque dijo algo sobre unas piedras vivas que no te gust. San Michael, en? Se volvi hacia Crawford y aadi: Me alegra que est aqu. Tanto Byron como Crawford le miraron con cara de sorpresa. Eh... Dijiste algo sobre brandy observ Hobhouse volvindose hacia Byron. El lord asinti. Arriba dijo. Seal la escalera con la pistola que segua sosteniendo en la mano, pareci darse cuenta de su presencia y la dej sobre una de las cajas. No, cgela dijo Hobhouse, y trae tambin a tu mdico. Byron segua con el ceo fruncido, pero sus labios haban empezado a curvarse en una sonrisa. Ya no es mi... Hobhouse haba empezado a avanzar por el pasillo deslizndose entre las cajas. Lo que sea replic por encima de su hombro. Que venga contigo. Byron se encogi de hombros y movi la mano sealando la escalera. Despus de usted, doctor. Los cuadros que adornaban las paredes del comedor de Byron ya haban sido descolgados, y unos cuadrados un poco ms blancos que el yeso apenas perceptibles indicaban los sitios donde haban estado. Hobhouse cerr las ventanas mientras Byron serva el brandy. Hobhouse se sent y tom un sorbo. Habl con Augusta hace poco dijo mirando a Byron. Me ense algunas piedras de las que le enviaste aquel verano cuando recorrimos los Alpes. Unos cristales del Mont Blanc... Y tambin me ense algunas de tus cartas. Me pas todo aquel verano borracho protest Byron. Esas cartas no son ms que... Hablame de tus relaciones con esos Carbonari. Yo... Byron contempl a su viejo amigo con una ceja enarcada. Podra decirte que estoy ayudndoles a librarse de sus nuevos amos austracos, no?
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Oh, claro que podras. Pero yo estaba presente cuando conociste a Margarita Cogni, recuerdas? Hobhouse se volvi hacia Crawford. Ocurri en Venecia, el verano del ao 1818. Salimos a cabalgar una tarde y nos tropezamos con dos jvenes campesinas. Byron hizo cuanto pudo para impresionar a una y yo me encargu de la otra. Se volvi hacia Byron. Cuando logr quedarme a solas con la ma descubr que lo nico que deseaba era morderme sigui diciendo Hobhouse. Y no slo eso, sino que me dio a entender que esa tal Cogni quera hacer lo mismo contigo. Siempre he tenido que salvarte de mujeres que..., que no te convenan, y recordars que habl contigo e intent convencerte de que debas librarte de ella. Pero por aquel entonces crea que estaba limitndome a intentar rescatarte de una amante cuyos gustos eran algo peculiares y pervertidos. Sus palabras parecieron afectar considerablemente a Byron. Dios... Me alegra que no te dejaras morder por ella, amigo mo. Suspir y tom un prolongado trago de brandy. Los Carbonari estn intentando expulsar a los austracos de Italia y creo que sa es una buena causa por la que luchar, sabes? Alz la mano cuando vio que Hobhouse se dispona a decir algo. Pero... sigui diciendo. Tienes razn. Hay algo ms que eso en tu asociacin con ellos. Para los Carbonari la especie a la que perteneca Margarita es el autntico enemigo, y la odian mucho ms que a cualquier austraco. Los Carbonari conocen mtodos para protegerse de esas criaturas y mantenerlas alejadas, y he estado utilizndolos. Ya te habrs dado cuenta de que Teresa es totalmente humana y de que no ha sufrido ningn dao..., como tampoco lo han sufrido Augusta y su hijo, o mi ex esposa y el suyo. Mantenerlas a distancia dijo Hobhouse. Existe alguna forma de que tanto t como las personas que dependen de ti puedan verse totalmente libres de..., de esas criaturas? S dijo Crawford. Hobhouse le observ durante unos segundos y acab volvindose hacia Byron. Por pura curiosidad dijo Byron en un tono bastante seco, tienes alguna idea de lo que ocurrira si lo hiciese? La consecuencia ms... trivial sera convertirme en un completo intil para la poesa. Crawford, admirado, se dio cuenta de que Byron pareca estar haciendo un autntico esfuerzo para considerarla realmente trivial. Supondra el haber escrito mi ltima lnea. Hobhouse se inclin hacia adelante, y Crawford se sorprendi al ver lo duro e impasible que poda llegar a parecer aquel rostro de rasgos redondos y plcidos. Y el que tus hijos no se convertiran en vampiros. Oh, vamos, aunque no hiciera nada hay muchas probabilidades de que nunca llegaran a convertirse en vampiros replic Byron con cierta irritacin. Pero... S, Aickman y yo pensamos llevar a la prctica el procedimiento necesario dentro de poco. Despus me ir a Grecia, donde estoy seguro de que me encontrar con otra consecuencia de mis actos antes de que haya transcurrido mucho tiempo. Hobhouse mir a Crawford, quien respondi con un leve encogimiento de hombros. No me mire pens. Yo no s juzgar si es sincero o no basndome en sus gestos. Oyndote hablar cualquiera pensara que ests convencido de que el librarte de esa criatura y de su especie causar tu muerte dijo Hobhouse articulando cuidadosamente cada palabra. Byron vaci su copa y volvi a llenarla. Le temblaba la mano, y el gollete de la botella de cristal tallado choc con el borde de la copa. S, eso es justamente lo que creo dijo con voz desafiante. Crawford mene la cabeza, perplejo.
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Pero en cuanto quedan libres de las atenciones de esas criaturas las personas viven ms tiempo. Usted ha podido escapar a los peores efectos de la anemia, la consuncin paulatina y las fiebres que suelen ser el destino habitual de sus vctimas, pero le ha costado muchos esfuerzos y aun as la proteccin no ha resultado totalmente efectiva. Si estuviera libre de su vampiro se encontrara realmente sano, y no tendra que continuar utilizando todas esas medidas protectoras de los Carbonari. Veo que sigue sabiendo hablar como un autntico mdico, Aickman replic Byron. Diablos, estoy seguro de que lo que dice es cierto en la mayora de los casos, pero... Crawford alz una mano en un gesto interrogativo despus de que el silencio del lord se hubiera prolongado durante un par de segundos. Byron dej escapar un suspiro. En mi caso la criatura ha ejercido una funcin preservadora. S que no habra vivido tanto tiempo sin sus..., sus atenciones y cuidados. Aunque insult a lord Grey despus de que hubo entrado en mi dormitorio de Newstead Abbey cuando tena quince aos, y aunque abandon a Margarita Cogni por Teresa, la criatura... Sonri La criatura me ama, y sigue amndome. Crawford se dio cuenta de que Hobhouse le estaba mirando y mene la cabeza en una negativa casi imperceptible. Se preocupan por nosotros pens. sa es la autntica razn de que resulten tan destructivas. Y t sigues amndola dijo Hobhouse. Byron se encogi de hombros. Podra amar a cualquier criatura que pareciera desearlo. Hobhouse se removi en su asiento como si se sintiera bastante incmodo. Pero aun as... Llevars a cabo ese exorcismo, verdad? S. Dije que lo hara y lo har. Puedo ayudarte en algo? No replic Byron, es... S le interrumpi Crawford. Los dos hombres se volvieron hacia l, Byron con un cierto resquemor en la mirada. Quiero que le pida una promesa como favor personal a usted dijo Crawford mirando fijamente a Hobhouse. A usted, al ms antiguo de sus amigos, su compaero de estudios en Trinity y todo eso... Hgale prometer que no publicar ms poesa. Eso eliminara de raz uno de los atractivos ms fuertes que los nefelim encierran para l. Se volvi hacia Byron. ltimamente intenta dar la impresin de que desprecia la poesa, pero creo que sigue siendo una parte inmensa del..., no s muy bien cmo expresarlo..., de la forma en que se define a usted mismo. Mientras siga estando a su alcance esperndole no puedo imaginrmelo sintiendo un autntico deseo de escapar a su vampiro. Byron haba estado balbuceando slabas incomprensibles mientras Crawford hablaba, y en cuanto termin no pudo seguir contenindose por ms tiempo. Aickman, eso es totalmente ridculo y por una docena de razones distintas! Para empezar, si hiciera esa promesa... Confiara en que iba a ser capaz de mantenerla? Una promesa hecha a Hobhouse... S. Creo que en su definicin de usted mismo el honor ocupa una posicin todava ms importante que su poesa. Byron pareci encogerse sobre s mismo. Bueno, y qu podra impedirme que siguiera escribiendo sin nimo de publicar? Qu podra impedirme que escribiera poesa con los monos y conmigo mismo como nico pblico? Incluso podra publicar bajo un seudnimo...
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En primer lugar que no sera conocida por el mundo, y en segundo lugar que nadie sabra que era de Byron. Siendo usted como es, un acto semejante carecera de objeto. Los rasgos de Byron se contorsionaron en una mueca de angustia, como si se sintiera atrapado en un callejn sin salida. Y usted piensa que eso eliminara cualquier vacilacin que pueda haberme estado impidiendo el actuar... Haber renunciado a la poesa hara que no tuviera ninguna razn vlida para no seguir adelante. As es. Byron alz la cabeza y le lanz una mirada impregnada de un odio terrible. Yo... Lo har. Enarc las cejas con una expresin sarcstica. Supongo que no le importar que publique lo que ya he escrito, verdad? Tengo una considerable cantidad de manuscritos guardados. No, claro que no dijo Crawford. Puede irlos editando poco a poco durante los prximos aos. Byron dej escapar una carcajada tan ronca y breve que ms pareca un ladrido y se volvi hacia Hobhouse. Te lo prometo dijo. Hobhouse extendi el brazo sobre la mesa y sus dedos se cerraron sobre la mano de su viejo amigo. Gracias replic.
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Bebed mientras podis: otra raza, cuando t y la tuya, como la ma, os hayis consumido, quiz os rescate del abrazo de la tierra, para cantar y hacer odas con los muertos.
LORD BYRON, Versos escritos sobre una copa hecha con un crneo
Hobhouse se march seis das despus. A esas alturas la Casa Lanfranchi ya se hallaba sumida en el caos ms absoluto. Los Hunt se alojaban en una posada cercana y seguiran en ella hasta que todas las pertenencias y objetos personales de Byron hubieran quedado preparados para el viaje a Gnova, pero los perros y los monos del lord haban sido trasladados a un par de habitaciones vacas mientras sus jaulas y perreras eran desmontadas y preparadas para el viaje, y la algaraba de los animales compensaba ms que sobradamente las molestias que haban cesado en cuanto Hunt libr a la casa de sus hijos. De vez en cuando Byron finga haber olvidado que los nios ya no estaban all, e interpretaba los ladridos y el parloteo de los monos como quejas y preguntas estpidas de voces infantiles que hablaban con acento cockney. Byron se pasaba el da bebiendo vino y la noche trasegando ginebra, y su estado de nimo poda alterarse velozmente y sin ninguna clase de aviso previo desde una ebria jovialidad hasta la melancola y el resentimiento pasando por gran cantidad de emociones intermedias. Durante una conversacin con Crawford le dijo que el mismo da en que le haba rescatado del cubil donde se reunan los nefandos haba hecho los arreglos precisos para visitar a un notario y redactar su testamento, pero que la mera idea de su muerte haba trastornado tanto a Teresa que se vio obligado a cancelar la cita. Teresa le haba hecho prometer que se olvidara de ello, y Byron se complaca lanzando indirectas y sugiriendo que morira en la aventura que les esperaba, con lo que Crawford sera el nico culpable de que Teresa no recibiera ni un solo penique de su dinero. Y, finalmente, Byron anunci que todo estaba listo para la partida. Era el veintisiete de septiembre y la mayor parte de sus posesiones y casi todos sus criados viajaran en direccin norte a bordo de una fala que zarpara del puerto de Livorno, mientras que l, Teresa y Crawford viajaran por tierra en el carruaje napolenico. Los animales haban sido confinados en jaulas temporales pese a sus ruidosas protestas, y las jaulas ocuparan el interior y el techo de los dos carruajes que acompaaran al de su amo. El corazn de Shelley estaba oculto en un armarito situado bajo un asiento del carruaje de Byron, y segua envuelto en la misma hoja de papel de carnicero.
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Tener que levantarse temprano haba puesto de muy mal humor a Byron, y el lord orden secamente a Crawford que viajara en el pescante con el cochero. Teresa slo les acompaara hasta Lerici, y completara el viaje a Gnova con Trelawny. Byron dej bien claro a Crawford que deseaba estar a solas con ella el mximo tiempo posible. Los tres carruajes se pusieron en movimiento a las diez, pero necesitaron media hora para recorrer cien metros por el Lung'Arno. Los chillidos de los monos y papagayos asustaban a los caballos de los carruajes con que se encontraban, los nios y los perros se agolpaban alrededor de sus ruedas y las mujeres se asomaban por las ventanas de los segundos y terceros pisos para arrojarles flores y pauelos. Crawford devolvi todas aquellas demostraciones de afecto quitndose el sombrero y agitndolo jovialmente. La alegra se disip apenas se desviaron hacia el norte por una calle ms espaciosa. Un destacamento de caballera austraca surgi de la nada para colocarse delante y detrs de los carruajes, y cuando mir a la izquierda Crawford pudo ver los edificios de la universidad donde l y Josephine haban trabajado juntos durante un ao sin presentir todas las nuevas desgracias que les aguardaban. El extremo de la famosa torre inclinada apuntaba en la direccin opuesta a la que seguan, y creaba la ilusin de que estaban viajando cuesta abajo. Byron insisti en hacer numerosas paradas a lo largo del da para comer, beber, tranquilizar a los animales y dar breves paseos sobre la hierba que flanqueaba el camino acompaado de Teresa. Crawford hizo cuanto pudo para ocultar su impaciencia y si saba que Byron estaba observndole ni tan siquiera miraba hacia el norte, pues tena la seguridad de que el lord interpretara el que se volviera en esa direccin como una protesta contra los retrasos, y ello le irritara tanto que insistira en aumentar todava ms la frecuencia de las paradas. Los tres carruajes se desviaron hacia el oeste por un camino que bordeaba la costa cuando ya empezaba a oscurecer, cruzaron el puente que salvaba el cauce del ro Vara y acabaron entrando en Lerici. El carruaje en el que haban viajado los Hunt estaba vaco y estacionado detrs de la posada, y el Bolvar haba echado el ancla en el pequeo puerto, pero cuando Crawford, Byron y Teresa bajaron del carruaje napolenico y entraron en el hotel se enteraron de que Hunt y Trelawny haban partido a pie hacia la Casa Magni con la intencin de ir siguiendo la costa en direccin sur. Crawford y Byron salieron del hotel. Estarn componiendo sonetos dedicados a Shelley dijo Byron mientras observaba como el cochero iba bajando las maletas y bales del techo del carruaje. Se haba levantado un viento bastante fro que llegaba del mar. El lord se estremeci y se aboton la chaqueta, aunque la luz que brotaba de las ventanas de la posada revelaba que su rostro estaba cubierto de sudor. No creo que haya ningn motivo por el que debamos seguirles. Crawford volvi la mirada hacia el sur con una expresin de anhelo e impaciencia en los rasgos. No deberamos... hacer alguna especie de reconocimiento preliminar? Josephine est por all... Byron tosi. Maana, Aickman. Si le ve antes de que haya salido el sol existen muchas posibilidades de que intente huir, no le parece? Podra dirigirse tierra adentro, hacia Carrara, atrada por el mrmol con el que hacen todas las estatuas, o cruzar el golfo yendo hacia Portovenere. Si no es capaz de... Sufri un nuevo ataque de tos, lanz un juramento y abri de un empujn la puerta de la posada.
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Crawford cruz el umbral detrs de l. Se..., se encuentra bien? pregunt con cierto nerviosismo. No, doctor, no me encuentro bien... Acaso tengo aspecto de encontrarme bien? Byron sac una petaca de su bolsillo, desenrosc el tapn con dedos temblorosos y ech un trago bastante copioso. Los vapores de la ginebra holandesa hicieron que Crawford sintiera una oleada de nuseas. Este lugar... Aqu soy vulnerable sigui diciendo Byron. Las medidas que me ensearon los Carbonari se han ido volviendo menos efectivas con el paso del tiempo, cierto, pero en este maldito golfo... Apenas sirven de nada. Se volvi hacia el nacimiento de la escalera. No tendra que haber trado a Teresa hasta aqu. He cometido una estupidez. Cree que...? empez a decir Crawford, pero enseguida pens en el final que se dispona a dar a la pregunta (que estar en condiciones de ir conmigo y con Josephine?), y se call, no queriendo que Byron pensara que tena alguna duda al respecto. Entonces, cree que debera dormir un poco? Una brillante prescripcin mdica. S, eso creo. Byron enrosc el tapn de la petaca y se la guard en un bolsillo. No me despierte demasiado pronto maana. Byron fue cojeando hacia la escalera con e! cuerpo sacudido por escalofros claramente visibles y mientras le observaba Crawford se pregunt si el lord sera capaz de ir con ellos y, de hacerlo, si conseguira sobrevivir al viaje hasta Venecia y a los esfuerzos fsicos que les aguardaban una vez hubieran llegado all. Y ahora que pienso en ello, me pregunto si alguno de nosotros saldr con vida de esta aventura. No quera ver a Hunt y Trelawny cuando volvieran, por lo que decidi subir a su habitacin. Le haba correspondido un cuarto pequeo y carente de ventanas, y el colchn de la cama pareca consistir en unas cuantas mantas que envolvan un montn de arbustos resecos, pero se qued dormido unos momentos despus de acostarse y pas toda la noche atormentado por pesadillas en las que Josephine ya haba muerto y haba sido enterrada. La mujer que amaba se haba convertido en una vampira de cuerpo glido y ojos plateados que acababa de emerger de la tumba abrindose paso con las uas y estaba dando a luz junto a la fosa vaca. Hacia el amanecer el cuero cabelludo del beb empez a hacerse visible entre los muslos de su inhumana madre, y Crawford se oblig a despertar para no ver su rostro. Tena la piel alrededor de los ojos tensa a causa de las lgrimas que se haban secado sobre ella, y se lav la cara en la palangana antes de vestirse y bajar al primer piso. Ignor el olor a polenta caliente que brotaba de la cocina y fue hacia la puerta principal de la posada intentando no cojear. El aire pareca an ms fro que la noche anterior y una capa de niebla se cerna sobre la pizarra gris de los tejados. Durante unos segundos no estuvo muy seguro de en qu direccin quedaba el mar y se sorprendi al descubrir que el no saberlo le daba un poco de miedo. Ve acostumbrndote a esa sensacin se dijo. No tardars en cruzar los Apeninos y te encontrars a decenas de kilmetros de distancia del mar en todas direcciones. Fue cuesta abajo por el angosto laberinto de calles estremecindose cada vez que una fra gota de roco caa de uno de los balcones de hierro que se alzaban sobre su cabeza para aterrizar sobre su calva, y unos minutos despus ya haba dejado atrs los edificios y estaba en la playa. Portovenere era invisible detrs de la niebla, y el Bolvar haba quedado reducido a una borrosa pincelada vertical de un gris ligeramente ms oscuro perdida en la extensin plomiza y ondulante del mar.
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Empez a caminar en direccin sur sobre la firme superficie de la arena apretada por el oleaje. Segua intentando no cojear, y trat de evaluar parcialmente sus capacidades fsicas y mentales. Haba perdido la palidez inhumana adquirida durante su estancia en el cubil de los nefandos, y tena la sincera conviccin de que se encontraba ms fuerte de lo que haba estado en muchos aos. Aun as, segua sintindose bastante frgil y albergaba la esperanza de que no se le exigiran esfuerzos fsicos demasiado grandes. La ausencia del anular y la mutilacin del dedo meique haran que su mano izquierda no sirviera de mucho si llegaba el momento de empuar un cuchillo o una pistola, pero su mano derecha an era capaz de hacerlo. Desde que se haba recortado la barba blanca y arreglado el poco cabello que le quedaba, los desconocidos con quienes se cruzaba ya no le observaban con cara de asombro. Y no slo eso, sino que tambin confiaba en que su voluntad no flaqueara, pues haca ya seis semanas que sin un tomo de la pasin y el melodramatismo que acompaaban a todas las decisiones de Byron se haba formado el firme propsito de hacer cuanto estuviera en sus manos para liberar a Josephine y a su beb de la infeccin nefelim, aun en el caso de que el esfuerzo supusiera su muerte. La niebla estaba empezando a iluminarse y la claridad era perceptiblemente ms potente hacia su izquierda, all donde el sol invisible se iba alzando sobre las montaas del este. Crawford les dio la espalda y volvi sobre sus pasos en direccin a la posada. Byron se levant hacia el medioda, cuando la niebla ya se haba disipado y el cielo era una clida desnudez azulada, y Crawford tuvo que buscar su sombrero para poder acompaar al lord y a Trelawny colina abajo hasta la orilla. A cada paso que daba poda sentir el calor de la arena bajo las suelas de sus zapatos. Byron sudaba y temblaba, pero fue hasta donde rompan las olas y despus de haber permitido que stas girasen durante unos momentos alrededor de sus tobillos se volvi bruscamente hacia ellos e insisti en que ira nadando hasta el Bolvar y que almorzara junto a su casco sin salir del agua. Trelawny discuti con l, pero no logr convencerle de que abandonara su propsito y los dos volvieron a desnudarse y se internaron en las olas, Byron con una mueca de desesperacin y Trelawny entre impaciente e irritado, dejando a Crawford en la orilla para que vigilara sus prendas. Crawford se sent en la arena y observ como las dos cabezas se iban alejando contra el teln de fondo formado por las olas. Los dos puntitos negros no tardaron mucho en confundirse con la cua distante que era el negro casco del Bolvar, pero pasado un rato Crawford entrecerr los ojos para protegerlos de los destellos que el sol arrancaba a las olas y pudo ver marineros que bajaban unos bultos desde la cubierta y supo que la pareja de nadadores haba llegado y se dispona a empezar su almuerzo. Se puso en pie y fue por la arena hasta el lugar donde los botes de pesca que haban salido a pescar durante la madrugada descansaban con la quilla hacia el cielo. Sus cascos casi rozaban los bordes descascarillados de las losas del pavimento que las redes y aparejos tendidos para que se secaran haban ido tiendo con una sombra oscura. Cuando lleg al pavimento se dio la vuelta y contempl el Bolvar. Segua sin poder distinguir las cabezas de Byron y Trelawny. La idea de la comida no le resultaba nada atractiva, pero saba que necesitaba comer algo. Vio a una anciana sentada junto a un carrito que venda pulpos muy pequeos fritos en aceite de oliva, fue hacia ella permitindose el lujo de cojear y le compr un plato. Los pulpitos olan al aceite de oliva sin refinar y al ajo con que haban sido cocinados, y el primer bocado bast para despertar su apetito. Se los comi tan
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deprisa como poda metrselos en la boca y en cuanto hubo terminado compr otro plato y fue comiendo ms despacio que antes, inmvil junto al carrito de la anciana, lanzando alguna que otra mirada a los dos montoncitos de ropa y al Bolvar. Unos minutos despus pudo ver la blancura de unos brazos movindose en el mar entre la orilla y el barco. Le devolvi el plato vaco a la anciana, salt del pavimento a la caliente blandura de la arena y fue cojeando hacia donde Byron y Trelawny haban dejado su ropa. Y en cuanto vio que Trelawny empezaba a nadar rpidamente hacia la otra silueta ech a correr, aunque no poda hacer nada por ninguno de los dos. Las dos cabezas se haban quedado inmviles. Trelawny deba de estar intentando convencer a Byron de que aceptara su ayuda, y Byron deba de estar rechazndola con abundantes muestras de irritacin. Maldita sea, deja que te ayude murmur Crawford, pasndose los nudillos por los ojos para quitarse las gotas de sudor. Trelawny no se acerc ms a Byron, pero pasados unos instantes Crawford pudo ver que los dos hombres volvan al Bolvar. Estupendo pens. Ahora regresa a la orilla en el bote del Bolvar. No es momento para que vayas haciendo exhibiciones de ese condenado orgullo tuyo, Byron. No vio ninguna silueta trepando por la escalerilla de cuerda, y ningn bote fue bajado a la superficie de las aguas. Unos minutos despus volvi a ver como los nadadores se abran paso entre las olas dirigindose hacia la orilla. Idiotas dijo Crawford en voz baja. Trelawny y Byron necesitaron cinco minutos para llegar hasta un punto en el que podan hacer pie, y Crawford ya estaba esperndoles con el oleaje arremolinndose alrededor de su cintura. Qu diablos cree estar haciendo? pregunt Crawford con voz enfurecida. Qu derecho tiene a poner en peligro su vida sin ninguna necesidad cuando tantas personas dependen de usted? Byron haba avanzado unos cuantos metros ms y estaba inclinado hacia adelante con las manos apoyadas en las rodillas invisibles debajo del agua, y pareca estar concentrando toda su atencin en la penosa tarea de llenar sus pulmones y vaciarlos. Trelawny haba retrocedido un par de pasos, con lo que las olas casi llegaban a los erizados mechones negros de su barba. Podra ir a buscar nuestras ropas dijo mirando fijamente a Crawford. Crawford vacil un momento, pero acab asintiendo. Se dio la vuelta y empez a avanzar hacia el punto de la playa en que Byron y Trelawny haban dejado sus ropas. Afortunadamente el lugar estaba desierto y nadie las haba robado. Ve delante, Tre jade Byron. Nos reuniremos contigo en la posada. S buen chico y espranos con una botella de algo fro. Trelawny enarc sus espesas cejas. Es que no piensas salir del agua? Oh, enseguida saldr replic Byron. Trelawny se encogi de hombros y fue chapoteando ruidosamente hacia la orilla. Byron se volvi hacia Crawford. Estoy haciendo esto... empez a decir, y un instante despus torci el gesto. Dios, cmo apesta a ajo aadi. Qu ha estado comiendo? Pulpos. Usted tambin debera comer algo... Puede que esta noche necesitemos todas nuestras fuerzas. Hizo chasquear los labios. Y el ajo le sentar bien.
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Ya he comido ms que suficiente de esa maldita sustancia. Una ola rompi a la altura de sus rodillas. Byron se tambale, pero logr conservar el equilibrio. Posee cierto valor defensivo, pero... Haba entrecerrado los ojos como si la claridad del sol le hiciera dao, y ya tena los hombros enrojecidos. Unos segundos despus otra ola ms pequea que la anterior cre remolinos de espuma alrededor de sus rodillas. Pero...? le pregunt Crawford. Byron tuvo que hacer un visible esfuerzo para retomar el hilo de sus pensamientos. Maldito sea, Aickman, acaso supone que me gusta torturar mi cuerpo con estas sesiones de natacin? Cree que si como la suficiente cantidad de sus malditos pulpos con ajo quedar lo bastante aislado de la influencia de los nefelim para salvar a la esposa que dej escapar? Cree..., cree que hago todo esto slo porque me gusta exhibirme? Crawford sinti como su rostro empezaba a arder. Bien, me temo que eso es justamente lo que me estaba pasando por la cabeza dijo. Lo siento. Oiga, en lo que a cuestiones de natacin se refiere no tengo que demostrarle nada a nadie. Cruc a nado todo el maldito Helesponto desde Sestos hasta Abidos. Hace diez o doce aos, pens Crawford. Pero se contuvo y lo que dijo fue: Ya lo s. Estar preparado para lo que deba hacerse esta noche, no tema dijo Byron con irritacin mientras cojeaba abrindose paso por entre las olas hasta llegar a la playa. Creo que hara mejor preocupndose de usted mismo. Byron y Crawford salieron de la posada al anochecer y fueron lentamente y sin hablar por las calles de Lerici bajo el teln prpura del cielo, dejando atrs ventanas y umbrales que ya empezaban a iluminarse con la claridad amarilla de las lmparas hasta llegar a la ltima hilera de losas del pavimento que daba al mar. Byron mir a Crawford con cierto sarcasmo y se persign antes de bajar cautelosamente del pavimento a la arena. Crawford curv los labios en una tensa sonrisa, le sigui y los dos avanzaron hacia la orilla caminando lentamente el uno al lado del otro. Cada uno llevaba en el bolsillo una jarra llena de trocitos de ajo y una pistola cargada con una bala de madera y plata, y Crawford tena que tirar continuamente de sus pantalones porque el peso del rollo de cuerda que le rodeaba la cintura haca que se le cayeran. El lazo y el nudo corredizo en el que terminaba el rollo de cuerda le golpeaban el muslo a cada paso que daba. Byron balanceaba una antorcha apagada como si fuera un bastn de paseo. Un viento fro soplaba de Portovenere atravesando el golfo. Crawford se estremeci y escondi el mentn lo ms posible en el cuello de su chaqueta mientras deseaba que su bufanda no estuviera guardada en uno de los bultos del equipaje que l y Byron se llevaran consigo ms avanzada la noche. Haban estado caminando durante varios minutos cuando oyeron el ruido de las ruedas y los arneses de un carruaje que se desplazaba a lo largo del camino que bordeaba la playa. Byron asinti. Tre es puntual dijo en voz baja. Ah va mi bufanda, pens Crawford. Espero que haya recordado sus instrucciones de que trajera un caballo de repuesto para volver a Lerici montado en l. Yo tambin dijo Byron. No sabe nada sobre los nefelim, y es demasiado caballeroso con las mujeres para cerrar los ojos ante un secuestro por la fuerza.
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Siguieron avanzando mientras el cielo se ennegreca y no tardaron en or el galopar de un caballo que se alejaba en direccin norte, hacia Lerici. Ha hecho lo que le ped observ Byron. Nuestro carruaje nos espera cerca de la Casa Magni. Empez a toser y peg el rostro al cuello de su chaqueta para ahogar el sonido. Crawford esperaba que su fiebre no fuese tan intensa como pareca a juzgar por lo seco de sus toses. Teresa est muy preocupada murmur Byron en cuanto se hubo recuperado del ataque de tos. No quera ir a Gnova sin m. Crawford comprendi que aquellas palabras eran una peticin disimulada de simpata, pero saba que Josephine estaba muy cerca y no poda perder el tiempo preocupndose por Byron o por Teresa. Si alguna vez queda embarazada le aseguro que se alegrar de lo que vamos a hacer esta noche. Pens que su negativa a dejarse conmover quiz irritara a Byron, pero despus de un prolongado silencio en el que siguieron avanzando Byron asinti con la cabeza. Tiene razn murmur. Unos instantes despus Crawford le cogi por el brazo y seal hacia adelante. La masa rectangular de la Casa Magni se alzaba sobre las siluetas de los pinos recortando sus borrosos contornos contra un cielo ya casi totalmente negro. Y todas sus ventanas estaban a oscuras. Cree que sigue ah? pregunt Byron. Acababan de cruzar las losas cubiertas de arena que se extendan entre la casa y el mar. El lord haba asegurado la antorcha en una grieta de un peasco, se haba sacado la cajita de yescas del bolsillo y estaba moviendo el pedernal haciendo brotar chorros de chispas. S replic Crawford, y jams haba estado tan seguro de algo. Las chispas acababan de crear una dbil llamita en el centro de la yesca. Byron se apresur a coger la antorcha, sostuvo el extremo astillado sobre la llamita y un instante despus la madera resinosa ya estaba ardiendo y su resplandor anaranjado ilumin los arcos y ventanas de la casa dndoles una extraa apariencia de seres vivos sorprendidos repentinamente por algo que no esperaban. Byron cerr la cajita de yescas y se la guard dentro del bolsillo. Bien... Entonces llmela dijo el lord. Alz la antorcha hasta que los rboles que cubran la colina detrs de la casa se hicieron visibles, y las sombras reptaron con movimientos convulsivos por entre los troncos. Josephine dijo Crawford en voz alta. La palabra se perdi en la vastedad de la noche tan deprisa como un poco de vino derramado sobre la arena. Josephine! grit. Te necesito! Durante unos momentos los nicos sonidos audibles fueron el susurro del viento entre los pinos y el de las olas que se estrellaban contra la playa a su espalda. Crawford alz los ojos hacia la barandilla de la terraza y record que Shelley sola apoyarse en ella para contemplar las aguas del golfo durante los largos atardeceres del mes de junio. Y entonces oy algo en las pausas que haba entre ola y ola. Era un roce muy dbil pero envuelto en ecos procedente de la oscuridad que haba ms all de los arcos del primer piso, y un instante despus una silueta vestida con los restos de un traje se hizo visible debajo del arco central, el arco a travs del que Josephine haba arrastrado el bote de remos sin ninguna ayuda el da en que le salv de ahogarse. Michael dijo Josephine con voz enronquecida.
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Alrededor de su boca haba costras de una sustancia oscura, como si hubiera estado comiendo, pero pareca dbil y medio muerta de hambre, y sus ojos eran inmensos. Crawford dio un paso hacia adelante, y apenas lo hizo Josephine desapareci en la oscuridad. No..., no te me acerques dijo. Se supone que no debo permitir que nadie se acerque a m. Muy bien dijo Crawford retrocediendo con las palmas extendidas ante su cuerpo. Mira, ya estoy lo bastante lejos... Puedes volver a salir. Durante algunos momentos slo hubo silencio. Byron y Crawford intercambiaron una mirada cargada de tensin, pero no tardaron en or un roce de pies movindose sobre la arena y Josephine emergi muy lentamente una vez ms a la parpadeante claridad anaranjada de la antorcha. Crawford la observ atentamente intentando ver si pareca estar embarazada, pero no haba luz suficiente. Y t? pregunt. Puedes acercarte a nosotros? Josephine mene la cabeza. Ni tan siquiera lo suficiente para que podamos hablar? Escucha, quiz desee volver a unirme al rebao. Byron es... Es uno de vosotros. Estoy seguro de que puedes verlo. Sinti como Byron cambiaba de posicin junto a l y la oscilacin de la luz le indic que se haba pasado la antorcha de una mano a la otra. Crawford rez para que no se dejara dominar por la impaciencia y no dijera nada. No puedo hacer nada por ti dijo Josephine. Ya lo sabes. Necesitas que uno de ellos sienta predisposicin hacia ti y est dispuesto a tratarte con benevolencia. Sonri, y Crawford pudo ver el aspecto que algn da tendra su crneo. Pero ya ocurrir, Michael. Busca a alguno de ellos y pdele su perdn. No te lo negarn. Yo he sido perdonada por..., por lo que t y yo hicimos. Sus pies descalzos parecan dos cangrejos blancos inmviles sobre las losas. Crawford parpade para que las lgrimas no inundaran sus ojos. Josephine, quiero que vengas conmigo. Te amo. Yo... Vio que Josephine haba empezado a menear la cabeza. Crea que te amaba murmur, pero ahora amo a otro. Somos muy felices. Los dedos de Crawford se tensaron sobre el intil rollo de cuerda. Escchame dijo con desesperacin. No replic ella. El sol se ha ocultado, y l me est esperando. Su cuerpo empez a girar para darle la espalda. Ests embarazada dijo Crawford alzando la voz. Josephine se qued inmvil. Crawford crey haber odo un sonido entre las tinieblas de la ladera, algo que no era el silbido del viento marino movindose en la enramada, pero no apart los ojos de Josephine. Piensa en ello se apresur a decir. Fuiste enfermera. Conoces los sntomas. Es nuestro beb..., tuyo y mo. Quiz esta..., esta vida es lo que deseas para ti, pero... Es lo que quieres para nuestro beb? Josephine guard silencio durante unos segundos que parecieron interminables. Tienes razn dijo por fin con voz vagamente sorprendida. Creo que debo estar embarazada. Su rostro no mostraba ninguna expresin, pero Crawford vio el brillo de las lgrimas que se deslizaban sobre sus flacas mejillas. Y, una vez ms, oy un leve sonido procedente de la ladera. Crawford alz los ojos hacia ella durante una fraccin de segundo, pero no pudo ver nada entre los troncos iluminados por la tenue claridad de la antorcha.
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Josephine se volvi hacia el mar y dio un paso tambaleante ms all del arco. Crawford rompi el cordel que sujetaba el rollo de cuerda y sinti su contacto entre los dedos. Josephine acababa de ver a Byron, y le observaba con el tenso nerviosismo de un gato a medio domesticar. Byron esper hasta que una ola se hubo estrellado contra las rocas y se hubo alejado. Todo va bien dijo, alzando la voz lo justo para que Josephine pudiera orle Dos por dos cuatro, dos por tres seis, dos por cuatro ocho... La compasin haca que su voz sonara casi gutural, y Crawford se pregunt si estara recordando cmo Josephine les haba salvado de morir en la cima del Wengern. Ven con nosotros dijo Crawford. Dos por cinco diez dijo Byron. Su voz se haba vuelto ms suave, como si Josephine fuera una nia y le estuviera cantando una nana para que conciliase el sueo. Dos por seis doce... Josephine abri la boca para responder, pero fue interrumpida por una voz potente y musical que cre ecos entre la oscuridad de la colina. No dijo la voz. Eres ma, y tu beb es mo. Yo soy el padre. Cristo grazn Byron metiendo la mano libre en el bolsillo. Es... Es Polidori. Josephine se haba detenido. La fra brisa marina haca aletear los restos de su vestido. Sus ojos estaban clavados en el rostro de Crawford. Crawford le sonri..., y apart bruscamente el rollo de cuerda de su costado pasndole el lazo por encima de los hombros. Josephine gir sobre s misma y se lanz hacia el arco y la oscuridad que haba ms all de l. La cuerda se puso tensa, Crawford perdi el equilibrio y cay de rodillas sobre el suelo. Sinti un dolor terrible, pero tir de la cuerda con todas sus fuerzas y Josephine se desplom sobre l. Josephine se debata furiosamente y aunque Byron se arrodill sobre ella con bastante torpeza, pues no poda soltar la antorcha o sacar la otra mano del bolsillo, Crawford no logr envolver ninguna otra parte de su cuerpo con el rollo de cuerda. Poda or algo que bajaba rpidamente por la pendiente de la colina, y la desesperacin le hizo echar hacia atrs su mano lisiada y abofetear con todas sus fuerzas el rostro de Josephine. El impacto fue tan potente que la cabeza de Josephine oscil sobre su cuello y sus msculos se aflojaron. Byron se incorpor apartndose un par de pasos de ella, y Crawford se apresur a darle la vuelta y le at las muecas. La mano con la que le haba abofeteado estaba manchada de arcilla. Las costras esparcidas alrededor de sus labios olan a arcilla. Crawford se pregunt si la habra estado comiendo. Cuando alz la mirada, vio que Byron haba sacado la pistola del bolsillo y apuntaba el can ms all de Crawford, hacia los rboles. Su mano libre sostena la antorcha y sus dedos no temblaban. Crawford mir en la direccin hacia la que apuntaba el can del arma. Un hombre estaba inmvil sobre las losas del pavimento junto a la casa. Vesta una camisa y unos pantalones que parecan hallarse tan maltrechos como el vestido de Josephine, pero a diferencia de ella su aspecto indicaba una buena alimentacin. El abultamiento de la barriga era visible bajo la camisa, y su cuello mostraba el comienzo de una papada. Sus ojos no se apartaban de Crawford. Nunca he golpeado a una mujer dijo con una sonrisa helada en los labios. Me enorgullece haber dejado de pertenecer a una raza cuyos miembros son capaces de cometer tal bajeza.
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Josephine estaba recuperndose de los efectos de la bofetada y su cuerpo empezaba a removerse dbilmente debajo de Crawford. Tir de la cuerda que le inmovilizaba las muecas, la pas alrededor de sus tobillos y la tens. Sus dedos temblorosos intentaron hacer un nudo en ella. Polidori dijo Byron con voz algo temblorosa, la bala que hay en esta pistola ha sido fabricada por los Carbonari... Es de madera y plata. Crawford acab de tensar el nudo y alz la vista. La ropa de Polidori se convirti en harapos con un crujido tan potente e inesperado que le hizo dar un salto y los restos de tela salieron disparados en todas direcciones. La brusca oscilacin y el chisporrotear de la antorcha le indicaron que Byron tambin se haba sobresaltado, pero cuando la llama volvi a estabilizarse Crawford vio una serpiente con alas suspendida en el aire all donde haba estado Polidori. Las alas se movan tan deprisa que producan un zumbido claramente audible. La serpiente se enrosc en el aire y sus escamas de apariencia metlica reflejaron la luz de la antorcha. Su largo hocico se abri mostrando una masa de dientes blancos y sus ojos vidriosos se movieron pasando de Byron a Crawford y acabaron posndose en Josephine, que yaca sobre las losas. No dispare se apresur a decir Crawford. Les he visto antes en esta forma... El proyectil rebotara en las escamas sin hacerle ningn dao. Amor mo! jade Josephine mirando a la serpiente. La criatura se alz en el aire. El zumbido de las alas se hizo un poco ms intenso y empez a alejarse por entre la oscuridad yendo hacia la colina. Crawford ya haba logrado vencer la resistencia de Josephine obligndola a incorporarse cuando la voz musical volvi a orse entre los rboles. Tu bala no me habra matado dijo la voz, y aunque el tono era corts Crawford capt una ira inmensa en la precisin con que pronunciaba las slabas, pero me habra hecho dao. Y usted, seor Crawford... Usted ya me hizo dao antes en los Alpes. Lo recuerda? Josephine haba empezado a debatirse con tanta fuerza que Crawford no pudo seguir sujetndola, pero se arrodill por debajo de ella mientras la dejaba caer al suelo y consigui que fueran sus ensangrentadas rodillas y no la cabeza de Josephine la que chocara contra las losas. Por qu diablos no dispar cuando poda hacerlo? pregunt volvindose hacia Byron. Estaba tan exhausto que su voz se haba convertido en un sollozo casi inaudible. Despus trag una honda bocanada de aire y alz la cabeza. No grit, respondiendo a la pregunta hecha por la voz. Le alegr que la criatura pareciese tener ganas de hablar, pues necesitaba el mximo de tiempo posible para pensar. Se pregunt si las fuerzas combinadas de l y Byron bastaran para arrastrar a Josephine hasta las olas, lo que les permitira utilizar las cualidades aislantes del agua de mar para mantener alejada a la criatura hasta la llegada del amanecer. Pareceramos nios nadando en un estanque pens histricamente, nios que meten la cabeza debajo del agua cuando oyen zumbar una avispa enfurecida... Josephine respiraba con un jadear entrecortado y no apartaba los ojos de la oscura masa de los rboles. Con el espejo dijo la voz. Cuando reflej la luz del sol hacindola caer sobre m. Crawford lo recordaba. Pero aquella criatura no era Polidori replic jadeando. Polidori se suicid el ao pasado.
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No somos entidades tan divididas como los humanos dijo la voz. Se ri, y la risa era un tintineo metlico muy parecido al repicar de una campana de bronce. Lo que le hagis al ltimo miembro de mi rebao, tambin me lo hacis a m. Cmo te atreves a citar las Sagradas Escrituras? le pregunt Byron. Cmo te atreves a publicar esos versos diciendo que son tuyos y solo tuyos? replic la voz, y de repente su rabia se hizo mucho ms perceptible que antes. El gran lord Byron chupando en secreto la teta de la Gorgona! Dndose aires de grandeza y despreciando a quien no ha tenido la suerte de encontrarla! Puede que mi poesa no fuese tan brillante la voz se haba vuelto muy estridente, pero al menos era ma y de nadie ms! Byron segua sosteniendo la pistola en su mano. Dej escapar una carcajada y movi el can en un lento arco que abarc toda la ladera de la colina. La poesa era la menos importante de todas las cosas en las que te superaba dijo con voz jovial. Un grito salvaje reson en las tinieblas de la ladera, y durante un momento Crawford vio a un hombre desnudo que corra velozmente hacia ellos por entre los troncos. Byron alz la pistola, pero un instante despus el zumbido hizo vibrar nuevamente la atmsfera y lo que cay sobre ellos fue la serpiente alada. Byron dispar una fraccin de segundo antes que la criatura le golpeara. El proyectil rebot en las escamas de la serpiente y la pared de la casa, y la antorcha gir locamente por los aires y acab cayendo sobre las losas esparciendo un diluvio de chispas. Todo haba quedado sumido en las tinieblas, y aunque le zumbaban los odos Crawford pudo escuchar con toda claridad el jadear aterrorizado de Byron y el pesado deslizarse de los anillos de la serpiente que se mova sobre las losas. Un instante despus oy un estertor agnico, y supo que la criatura acababa de enroscarse alrededor de Byron y que la inmensa fuerza encerrada en aquel cuerpo de reptil le estaba estrujando hasta dejarle sin aliento. Crawford haba dado un paso hacia el mar su cerebro dominado por el pnico slo tena lugar para una idea, y era el nadar lo ms lejos posible, cuando vio que la antorcha no se haba apagado del todo. Haba cado sobre las losas un par de metros a su izquierda, y el extremo astillado de la madera an chisporroteaba y emita nubecitas de humo. Cogi la antorcha y la hizo girar trazando un crculo en el aire. Su mente no haba abandonado la idea de huir, pero el movimiento hizo que la antorcha quedara envuelta en una aureola de llamas y lo primero que pudo ver fue el rostro de Josephine contemplando con expresin preocupada a Byron y la serpiente. Comprendi que lo que le preocupaba no era el destino de Byron sino el peligro que pudiera correr su amante, y el pnico que le haba dominado hasta aquel momento se convirti en una hirviente mezcla de rabia y desesperacin. Se apart de ella. La criatura tena inmovilizado a Byron. Su cuerpo ondulante se enroscaba alrededor del lord mantenindole los brazos pegados a las costillas oprimidas por los anillos, y el paso hacia adelante de Crawford coincidi con el momento en que inclinaba su cabeza sobre el cuello de Byron y clavaba delicadamente sus afilados dientes en los rgidos tendones de su garganta. Byron cerr los ojos y sus labios se curvaron apartndose de sus dientes en un gruido animal de rabia, dolor y humillacin y, al mismo tiempo, de un placer tan intenso que ningn esfuerzo de voluntad poda negarlo o rechazarlo, y un instante despus Crawford se inclin sobre la serpiente y golpe sus ojos con la antorcha. Josephine grit. Las llamas lamieron la mejilla de Byron y chamuscaron los cabellos grises de su sien, pero el ojo del reptil se limit a moverse hacia arriba para
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contemplar a Crawford sin un tomo de curiosidad mientras la garganta escamosa temblaba y se mova engullendo la sangre del lord. Crawford sac la jarra de ajo trinchado del bolsillo de su chaqueta sin soltar la antorcha y la arroj al suelo. Se agach para coger un puado de cristales y trocitos de ajo y volvi a inclinarse sobre el reptil para frotar la mezcla de ajo y cristales sobre sus ojos con un estremecimiento de repugnancia involuntaria. Los cristales se clavaron en la palma de su mano, pero la posibilidad de que su acto daara al nuevo amante de Josephine le hizo ignorar el dolor. La serpiente se convulsion, lanz un siseo y escupi un chorro de sangre. Sus inmensos prpados se movieron a toda velocidad y sus anillos se aflojaron. Byron logr librarse de ellos y rod lentamente sobre s mismo sollozando y jadeando. Crawford retrocedi alejndose del monstruo en direccin a Josephine. Las alas que parecan hechas de pan de oro empezaron a temblar y zumbar creando un vendaval que barri la arena esparcida sobre las losas. La criatura que haba sido Polidori volvi a alzarse por los aires, y el lento balanceo de su cuerpo dej bien claro el peso inmenso con el que deban luchar las alas. La cabeza oscil a un lado y a otro durante un segundo como impulsada por la fra brisa marina mientras los ojos intentaban ver algo entre la mezcla de sangre, cristales y ajo que los cubran. El cuerpo de reptil se estremeci y se qued inmvil a la altura de los hombros de Crawford, y los contornos del rostro empezaron a temblar cobrando una nueva forma. El hocico se desplom hacia dentro y se ensanch convirtindose en una grotesca boca de carne humana que pareca perdida en aquel rostro de reptil. Dnde est el beb? pregunt la boca. La voz sonaba ronca y jadeante, como si la criatura no hubiese tenido el tiempo suficiente para moldear nada que no fueran los rganos vocales ms rudimentarios. Josephine, dnde ests? Y Crawford comprendi que el beb tena una importancia terrible para aquella criatura y que su destino le preocupaba mucho ms que el de Josephine. Los nios nacidos en estado de sumisin el mismo en el que haban nacido Shelley y Keats eran una victoria particularmente sealada para su especie. Se agazap junto a Josephine y puso su mano ensangrentada sobre sus labios, pero Josephine se debati y logr soltarse apartndose de l con una sorprendente velocidad. Aqu jade. Llvame contigo. La cabeza de la criatura gir hacia ella en un movimiento impregnado de un anhelo y un hambre inconcebiblemente espantosas. El cuerpo de reptil sali disparado hacia adelante, pero Crawford logr pasar el brazo libre alrededor de la cintura de Josephine y la oblig a retroceder con un esfuerzo tan desesperado que crey haberse dislocado el hombro y partido la columna vertebral. La cabeza de la serpiente se estrell contra las losas donde haba estado Josephine con una fuerza tal que los trocitos de piedra desprendidos por el impacto atravesaron el aire con un silbido, y el cuerpo rebot hacia arriba y choc con el extremo superior de una de las columnas del edificio. La colisin fue tan potente que toda la Casa Magni vibr como si fuese un inmenso tambor de piedra. La criatura qued suspendida en el aire un poco ms arriba que antes, flotando inmvil a unos seis metros del pavimento, y las alas que zumbaban furiosamente eran manchas borrosas de oro que enmarcaban el rostro vuelto hacia abajo. La boca haba quedado destrozada al chocar contra las piedras y la sangre brotaba de ella formando una hilacha roja que se balanceaba lentamente, pero an consigui articular una ltima palabra. Dnde? Crawford segua rodeando la cintura de Josephine con el brazo, y sinti como tragaba aire preparndose para responder.
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Una mezcla de ira y furia absolutamente irracionales se apoder de l. Solt a Josephine, sac la pistola de su bolsillo y slo despus de haberla amartillado y haber alzado el can apuntando con l a esa boca destrozada que Josephine prefera a la suya, comprendi que Polidori haba puesto en peligro su invulnerabilidad adoptando aquel fragmento de anatoma humana. Crawford tir del gatillo y vio como la serpiente giraba sobre s misma ms all del destello luminoso creado por la detonacin. Los ecos del disparo resonaron en sus odos, pero no le impidieron or un alarido tan spero y chirriante como el que podran crear dos bloques de piedra deslizndose rpidamente el uno por encima del otro. Josephine tambin grit, y tir de sus ligaduras con tanta fuerza que Crawford crey acabara rompindose los huesos. Se puso en pie y fue cojeando hacia donde haba cado Byron. El lord contemplaba el pavimento que haba debajo de su rostro tan inexpresivamente como si no pudiera verlo, pero respiraba. Te odio solloz Josephine. Espero que este beb sea suyo. Tendra que serlo... l y yo llevamos meses enteros viviendo como marido y mujer. Crawford se volvi hacia ella. Sus labios se curvaron en una sonrisa tan salvaje como el rictus de un animal acorralado, y se llev la mano ensangrentada que apestaba a ajo hasta los labios para soplarle un beso.
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Y me dejo dominar por las fantasas que se enroscan y unen a esas imgenes: la idea de un ser infinitamente bueno presa de un sufrimiento infinito.
T.S. ELIOT,
Preludios
Byron haba rodado sobre s mismo hasta quedar medio incorporado. Se tapaba la garganta ensangrentada con una mano y estaba contemplando las estrellas. Bravo dijo con voz enronquecida. Acab de erguirse, gimiendo y apoyndose en el suelo con la mano libre. Pero ya sabe que esa bala no le ha matado, verdad? Se convertir en piedra y con un poco de suerte aterrizar en algn lugar donde el sol brillar sobre l maana, pero an sigue formando parte del cuadro. Cierto dijo una voz rechinante desde la oscuridad, una mezcla de susurro y grito impregnada de dolor inorgnico. Byron, Josephine y Crawford saltaron al unsono y la antorcha que Crawford sostena en su mano gir locamente por el aire. Josephine logr incorporarse apoyndose en un codo y volvi la cabeza hacia el punto del que haba venido la voz. Llvame contigo! grit. Pronto dijo la voz. Crawford mene la cabeza con expresin apenada. Mir a Josephine y tembl al imaginarse los peligros y esfuerzos que no tardaran en llegar. Alz la cabeza hacia las tinieblas de la colina. Y me reprochaste el que la hubiese abofeteado! T intentaste matarla! Aickman, por Dios, no hable con esa criatura dijo Byron mientras luchaba por ponerse en pie. Tenemos que... Matarla no es un insulto respondi la voz. Cada slaba pareca costarle un dolor inimaginable. T... dijo Josephine volvindose hacia la noche. T quieres... que... muera? Haba logrado erguirse hasta quedar medio encorvada, y se tambaleaba con las manos a la espalda. Crawford la mir fijamente. Pues claro que te quiere muerta. Fjate en el maldito agujero que ha dejado en las losas. Si no te hubiera apartado a tiempo ahora estaras all aplastada como tu her..., como un insecto. Fue hacia ella y se acuclill a su lado.
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Escchame dijo. Me ests escuchando? Bien. Quiere que mueras y que seas enterrada para que puedas cumplir la funcin de un huevo y des a luz la semilla que ha sembrado en tu sangre, la extensin de s mismo que saldra de tu sepulcro. Pasado un tiempo daras a luz a lo que en tiempos fue nuestro beb, pero cuando naciera ya se habra convertido en una de esas criaturas. Dej escapar una lgubre carcajada. Oh, s, ah tienes un magnfico ejemplo de lo que se suele querer decir con la frase no se ha perdido todo! Nuestro beb sera como Shelley o como Keats. Estara condenado al nefelismo por las circunstancias de su nacimiento, con la diferencia de que jams tendra ni la ms mnima posibilidad de conocer una existencia humana. Es algo para lo que quiz no haya habido ningn precedente, al menos desde los buenos y viejos tiempos anteriores a No... Josephine asinti. Pareca haber entendido lo que acababa de decirle, y Crawford haba empezado a relajarse un poco e incluso a sonrer cuando el cuerpo de Josephine se tens repentinamente hacia atrs con tanto mpetu que su cabeza se estrell contra el pavimento. El crujido de huesos fue aterrador. Dios! grazn Crawford horrorizado. Salt hacia adelante para caer sobre sus doloridas rodillas y durante un momento se conform con sostenerle la cabeza. Su mente estaba tan en blanco como si hubiera sido su propio crneo el que acababa de estrellarse contra las losas. Despus dej la antorcha sobre el suelo con mucho cuidado para que no se apagara y empez a recorrer la cabeza de Josephine con las yemas de los dedos. La sangre caliente se estaba coagulando rpidamente sobre su ya bastante sucia cabellera, pero respiraba y el apresurado examen le revel que por lo menos no haba ninguna brecha en el crneo. Crawford descubri que estaba llorando. Recordaba su miedo cuando llev a cabo aquel mismo examen desesperado despus de que les hubieran disparado en aquella calle romana. Entonces tambin haba olido la pestilencia del ajo mezclada con el olor de la sangre, pero en aquella ocasin se deba a que Josephine le haba besado para impedirle que se entregara a las atenciones mortferas de su lamia. Arranc una tira de tela de su camisa y la at alrededor de la cabeza de Josephine para que ejerciera un poco de presin sobre la herida. Los desordenados mechones de la cabellera de Josephine asomaban ridculamente en todas direcciones. Debera estar en un hospital balbuce, un poco para s mismo y un poco para Byron. Est sangrando y lleva mucho tiempo sin comer nada, basta con verla para darse cuenta... Slo Dios sabe qu ha podido provocarle esa convulsin, fue muy parecida a las convulsiones que se producen si ingieres estricnina, pero al menos parece que ahora est ms calmada y... Aickman dijo Byron tambalendose de un lado para otro, eso no fue una convulsin. Oh, vamos! No deba de estar observndola. Soy mdico, pero cualquiera se habra dado cuenta de que... Fue un intento de suicidio dijo Byron. Su voz era muy dbil, pero intent articular cuidadosamente las palabras. Se enter de que la criatura Polidori desea su muerte e intent satisfacerla. Es una suerte que la haya atado... De lo contrario ahora estaramos chapoteando entre las olas intentando atraparla. Crawford deposit la cabeza de Josephine sobre las losas con la mxima delicadeza posible. Oh. Se puso en pie y una parte de su cerebro agradeci distradamente la fresca caricia del viento sobre su crneo cubierto de sudor. Supongo que podra... Supongo que fue eso. S. Byron se inclin como si fuese a caerse de bruces, pero logr recuperar el equilibrio dando un rpido paso hacia adelante y se apresur a sentarse en el suelo.
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De todas formas murmur, si contina observndome durante un rato es muy posible que pronto est en condiciones de mostrarle lo que es una autntica convulsin. Tena apoyadas las palmas de las manos en el suelo y Crawford pudo ver el chorro de sangre que segua fluyendo por su cuello. La hemorragia no daba seales de querer detenerse. Crawford fue tambalendose hacia l y se sent a su lado. Alz una de las manos de Byron y rode la mueca con los dedos. El pulso era muy rpido y dbil, y la piel estaba muy caliente. La fiebre caracterstica de la vctima mordida por un vampiro ya haba empezado a aduearse de su organismo, y el debilitamiento que produca agravaba los efectos de la fiebre que Byron padeca antes de haber sido mordido. Crawford solt la mano de Byron y se ech hacia atrs, admitiendo por fin el hecho inmenso e inalterable que haba alterado bruscamente la noche que estaban viviendo y acababa de hacer intiles todos sus esfuerzos y heroicidades. No est en condiciones de ir a Venecia, verdad? pregunt. El esfuerzo necesario para ocultar la amargura y el resentimiento que senta hicieron que su voz sonara tona y algo enronquecida. Jams sabra si Byron haba deseado en secreto que la noche terminara de aquella forma, pero recordaba vividamente las dos ocasiones de disparar contra el vampiro de que haba gozado antes de su primera metamorfosis, y cuando volvi a convertirse en hombre para bajar corriendo por la pendiente de la colina y lanzarse sobre ellos antes de que le mordiera. Y Crawford saba que Byron era un tirador lo suficientemente bueno como para que le hubiera sido posible aprovechar cualquiera de aquellas dos ocasiones. Cruzar los Apeninos y bajar por el valle del Po..., especialmente si nos pusiramos en marcha esta noche. Lanz una mirada de desesperacin a la ladera de la colina y aadi: Tal y como me temo que nos veramos obligados a hacer. Todo esto para nada pens. Mi mano destrozada, Josephine y su pobre cabeza... Byron se llev la mano a la garganta y mene la cabeza. Lo siento. Estoy casi seguro de que si lo intento ahora morir. Sus ojos se posaron en el cuerpo de Josephine, inmvil sobre las losas, y suspir. Despus se volvi hacia Crawford y ste vio que el brillo entre orgulloso y bravucn tan tpico de sus ojos haba desaparecido por completo. Pero creo que deberamos hacer la prueba. Crawford le contempl en silencio y parpade, algo avergonzado ante sus sospechas de haca unos momentos pero an bastante enfadado. No. Gracias, pero... No, gracias. Intent pensar con claridad. Quiz pueda arreglrmelas sin usted dijo, sabiendo mientras pronunciaba esas palabras que sin Byron jams tendra una posibilidad de conseguirlo. No, no podra. No sabe... lo suficiente sobre el ojo, y sobre las Grayas. Para empezar, en circunstancias normales el ojo no puede moverse de esa forma tan brusca... El que lo hiciera en 1818 se debi a que Shelley estaba all mismo cuando despertaron, pero normalmente se mantiene en una de las columnas. Hay varios cnticos capaces de liberarlo, pero necesitara ser capaz de evaluar con precisin una considerable cantidad de factores distintos para saber qu cntico funcionara la noche en que estuviera all. Estudi todas esas cosas en un monasterio armenio durante meses enteros, pero aun as... Bueno, digamos que existen bastantes probabilidades de que incluso yo fracasara. Crawford acab asintiendo de mala gana pasados unos momentos. Saba que Byron tena razn.
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Crawford estaba intentando que su mente diera con una palabra que posea la sequedad de un trmino legal, pero que haba acabado cobrando un significado desagradablemente fsico para l... Un sabor a hierro y vinagre. Y por fin logr dar con ella. Representante dijo. La esperanza y las nuseas hicieron que su voz sonara como un gemido hueco. Representante? Usted podra estar all..., para aconsejarme, y su presencia bastara para atraer la atencin de lord Grey. Luego podra despistarle..., y seguira estando all. Qu tal va la hemorragia de su cuello? Oh, sangra de una forma magnfica, muchas gracias. La voz de Byron haba recobrado parte de su acostumbrada y petulante irritabilidad. Oiga, se supone que usted entiende de vendajes y ese tipo de cosas, no? Se lo vendar dentro de un momento. Pero antes... Dme su jarra de ajo. Byron meti la mano en el bolsillo y se la entreg. Crawford la abri, meti los dedos dentro y sac la mayor cantidad de ajo trinchado que pudo coger. Despus esparci los pedacitos sobre el pavimento y sostuvo la jarra junto al cuello de Byron. Necesito un poco de su sangre. Durante un momento le pareci que Byron intentara resistirse, pero acab limitndose a asentir dbilmente con la cabeza. Alz el mentn y lade la cabeza para que Crawford pudiera acercar la jarra lo ms posible al lugar donde le haba mordido el vampiro. Crawford enrosc la tapa de la jarra cuando estuvo medio llena y se dispuso a vendar el cuello de Byron. Cuando beba su sangre... empez a decir. Beber mi sangre? exclam Byron. Creo que pas demasiado tiempo en ese cubil donde se reunan los nefandos! Oh, no demasiado... Creo que estuve all el tiempo justo. Recuerdo los pensamientos que me venan a la cabeza cuando esos hombres beban mi sangre. Me pareca que era capaz de ver a travs de sus ojos, que poda verme a m mismo atado a esa cruz, aunque la imagen era borrosa y muy confusa, como si la estuviera viendo desde el otro extremo de una habitacin muy grande. Y cuando beb la sangre de Shelley... Byron contuvo una oleada de nuseas. Aickman, es usted un autntico neffer. Cuando beb la sangre de Shelley sigui diciendo Crawford como si no le hubiese odo, pude ver y sentir todo lo que l vea y senta, e incluso pude hablar con l... Convers con Shelley, comprende? El lord no pudo evitar una mueca de inters. De veras? Me pregunto si algn fenmeno similar puede haber servido como base a la Eucarista cristiana... Crawford alz los ojos hacia el cielo y puso cara de impaciencia. S, es muy posible. Bien, cuando beba esta sangre estoy prcticamente seguro de que podr ser usted y de que usted ser yo..., en cierta medida. Ahora esccheme con atencin, quiere? Derramar sobre el suelo una parte de la sangre y lord Grey vendr lo ms deprisa posible a Venecia para rescatarle con tanta seguridad como mi lamia acudi corriendo al lugar donde derram mi sangre y la de Shelley. Lo importante, y le ruego que preste toda la atencin posible, es que cuando lo haga usted debe haber desaparecido por completo de su campo de atencin, o de lo contrario el truco no conseguir engaarle. Shelley se hizo invisible a los ojos de su media hermana porque estaba en la embarcacin... El agua de mar, no? Bien, lo que debe hacer es hablar con Fletcher, Trelawny o con quien sea y hacer que lleven una
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baera llena de agua de mar a su habitacin, y asegurarse de que est sumergido en ella cuando yo derrame su sangre en Venecia. Fueron hacia el camino donde Trelawny haba dejado el carruaje. Byron sostena la antorcha y Crawford medio llevaba en brazos y medio tiraba de Josephine, que segua inconsciente. Lograron llegar a la parte trasera de la casa en pocos minutos. El camino en pendiente que se iniciaba detrs de la casa demostr ser ms difcil de recorrer. Byron slo poda caminar un par de metros antes de verse obligado a sentarse y respirar profundamente durante un rato, y Crawford horrorizado y confuso, descubri que la nica forma de llevar a Josephine hasta el final de la pendiente era atar un trozo de cuerda alrededor de sus tobillos, pasar el otro extremo alrededor de un tronco y tirar de la cuerda usando todo su peso para deslizarla colina arriba. Saba que lo nico que consegua con ello era retrasarles an ms, pero no poda evitar el hacer frecuentes pausas para bajar hasta donde estaba y subirle la falda en un intil intento de taparle las piernas. Su corazn lata a una velocidad alarmante, y no slo por el esfuerzo fsico sino porque su imaginacin segua hacindole or con toda claridad los susurros de Polidori imponindose al retumbar de las olas, el agitarse de las ramas y los jadeos, roces y crujidos creados por su lento avance colina arriba. Durante una de las pausas para descansar tuvo la seguridad de haber odo una risita muy suave procedente de las tinieblas que haba ms all de la dbil claridad proyectada por la antorcha. Logr llevar a Josephine hasta el camino y tir de ella hasta conseguir meterla dentro del carruaje. Byron subi con dificultad detrs de ella y Crawford trep lentamente hasta el pescante del cochero con la antorcha, dejndola en un soporte metlico que haba junto a la barra para sujetar los equipajes. Los dos caballos parecan impacientes por abandonar aquel sitio y tiraban nerviosamente de sus arneses. Las nubes se haban dispersado y la luz de la luna era lo bastante potente para permitirle avanzar a una velocidad considerable. Unos minutos despus ya haban llegado a las calles y los edificios de Lerici. Crawford tir de las riendas deteniendo a los caballos delante de una casa distante unos centenares de metros de la posada, donde se alojaba el resto del grupo de Byron. Crawford baj del pescante y abri la puerta. Byron baj del carruaje movindose tan cautelosamente como si fuera su bisabuelo. Crawford no pudo evitar el acordarse de aquel joven alegre y lleno de vitalidad al que haba conocido en una calle de Ginebra el ao 1816. Las losas del pavimento que se extendan ante ellos estaban surcadas por franjas de luz y la brisa les traa un dbil eco de msica y carcajadas. Trelawny debe de estar pasndoselo bien murmur Byron con voz enronquecida, y los Hunt seguramente habrn actuado con su prudencia burguesa de costumbre y ya llevarn un buen rato acostados. Eso debera permitirme llegar a mi habitacin sin que nadie me pregunte por qu llevo este vendaje. Meti medio cuerpo dentro del carruaje y cuando emergi de l su mano sostena un bastn que entreg a Crawford. Se acuerda de l? Crawford asinti. Una dbil sonrisa melanclica brill fugazmente en su rostro barbudo. Su bastn estoque... Recuerdo como amenaz a las nubes con l durante una tempestad elctrica al pie del Wengern. Ahora es suyo. Haga girar ese anillo metlico que hay cerca de la empuadura y podr desenvainarlo. Est fabricado con el mejor acero francs. Byron pareca algo incmodo. Ya sabe en qu compartimento del carruaje estn guardadas las armas y el dinero..., y el corazn del pobre Shelley. Tengo mi pasaporte y usted tiene el suyo. No creo que...
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Se qued callado y cogi la mano buena de Crawford entre las suyas. Durante estos... Cunto hace que nos conocemos? Seis aos? Le he dado muchos quebraderos de cabeza, verdad? Crawford no saba cmo reaccionar, y le alegr que la luz de la antorcha quedara por encima de Byron y a su espalda. Eso le impeda ver si haba lgrimas en los ojos del lord. Oh, s, muchos replic. Byron se ri. Ha sido un buen amigo. No hay muchas probabilidades de que volvamos a vernos, y por eso... Bueno, quera que lo supiese. Ha sido un buen amigo. Oh, diablos... Crawford liber su mano y le abraz. Byron le golpe suavemente la espalda con las manos. Usted tambin ha sido un buen amigo. Byron dio un paso atrs. La expresin de sus rasgos dejaba bien claro que estaba algo avergonzado ante aquella exhibicin de emociones. Cree que falta mucho para la medianoche? Crawford dej escapar una leve carcajada. Me siento tan cansado como si estuviramos en la medianoche de maana, pero... S, an debe de faltar bastante. No pueden ser ms de las diez. Dentro de dos horas ser Michaelmas..., el da de san Miguel. Su santo, Michael... Byron movi la mano en un gesto bastante torpe, como si no supiera qu hacer con ella. Mate a nuestro dragn, Michael. Hgalo por nosotros. Lo sabr dijo Crawford. Su cuerpo estar a una gran distancia, pero le aseguro que podr verlo todo. Byron asinti, aunque no pareca muy convencido. S, tiene razn. Dios... No nos haga levantar demasiado pronto por la maana. Se dio la vuelta y fue cojeando hacia la entrada del edificio. Crawford se apoy en el carruaje y se asegur de que el pulso y la respiracin de Josephine no haban experimentado ningn cambio. Despus cerr la portezuela con llave, trep cansadamente al pescante e hizo chasquear las riendas. Fue en direccin noreste hasta haber cruzado el puente de piedra del ro Vara, y despus tom por el viejo camino que corra junto al ro Marga, una senda enmarcada por grandes montaas cuya negrura era ms intensa que la del cielo estrellado. El camino se iba haciendo ms abrupto a medida que se aproximaba a los Apeninos, pero la luna estaba muy alta y los caballos se encontraban descansados, y Crawford se senta un poquito menos nervioso a cada kilmetro que iba interponiendo entre el carruaje y la criatura de piedra que yaca, herida pero an consciente, en algn lugar de la colina que haba detrs de la Casa Magni. El fro y el cansancio acabaron obligndole a hacer un alto. La antorcha se haba consumido haca ya bastante rato. Unos once kilmetros al noreste del Vara haba un arroyo que naca en lo alto de las montaas y acababa desembocando en el Marga, y junto al puente que cruzaba su rpida corriente se agrupaban los oscuros edificios de madera de una diminuta aldea llamada Aulla. Crawford encontr un establo y llam a la gran puerta de madera hasta que vio aparecer una luz en una ventana sobre su cabeza. La puerta acab abrindose para revelar a un anciano con una linterna. Crawford le pag para que le quitara los arneses a los dos caballos y se ocupara de atenderlos, as como para que le trajese un vaso de vinagre y para que ignorara el que Crawford y su acompaante prefiriesen dormir dentro del carruaje. Cuando todo estuvo hecho y el anciano hubo vuelto al piso de arriba Crawford volvi a examinar a Josephine su respiracin y su pulso seguan siendo normales, y
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ech cuidadosamente una cucharada de vinagre dentro de la jarra que contena la sangre de Byron para impedir que se coagulara. Volvi a enroscar la tapa y la guard en una de las alforjas que haba dejado en el suelo. Josephine yaca sobre el asiento trasero y Crawford se tumb en el otro. Haba tan poco espacio que se vio obligado a subir las piernas e inclinar la cabeza hasta dejarla apoyada en las rodillas, pero en cuanto hubo conseguido llevar a cabo esas contorsiones slo necesit unos segundos para conciliar el sueo. Despert horas despus sintindose dolorosamente aprisionado y sin aliento. Se irgui en el asiento, estir cautelosamente las piernas y se arregl la ropa; luego se afloj un poco el cinturn antes de que su asombrada y an bastante confusa mente comprendiera que lo que le haba despertado era la excitacin sexual. Contempl la oscura silueta de Josephine que yaca inmvil a slo un metro de distancia de l, y un instante despus se dio cuenta de que los destellos luminosos visibles sobre su rostro eran un reflejo de los tenues rayos de luna que entraban en el establo cayendo sobre sus ojos abiertos. Crawford le sonri y empez a levantarse del asiento. El movimiento le permiti ver que Josephine estaba apoyada en un codo y que no le miraba, sino que tena los ojos clavados en la ventanilla del carruaje. Crawford sigui la direccin de su mirada..., y dio un salto al ver varias siluetas inmviles sobre el suelo cubierto de paja del establo. Oy un chirrido rtmico. Eran los muelles de la suspensin del carruaje. Se volvi hacia Josephine y vio que estaba moviendo las caderas en un lento roce contra la tapicera del asiento. Y segua mirando hacia la ventanilla del carruaje. Vio el brillo de los dientes en los rostros huecos de las criaturas que les rodeaban, pero ni tan siquiera fue capaz de sentir miedo. Slo poda contemplar los contornos del flaco cuerpo de Josephine que asomaban bajo los harapos del vestido, y pens que si no lograba quitarse la ropa pronto sus prendas iban a explotar en mil pedazos tal y como haba ocurrido con las de Polidori a primera hora de la noche. Alarg la mano hacia el otro extremo del carruaje y sus dedos temblorosos se cerraron sobre la clida carne del seno derecho de Josephine. El contacto le dej sin aliento e hizo que su corazn latiera tan ruidosamente como una hilera de caones que van siendo disparados uno a uno por una mecha ardiendo a una velocidad imposible. Josephine se volvi hacia l con un gruido animal. Su cabeza descendi bruscamente y sus mandbulas se cerraron a dos centmetros de su mano. Ni la penumbra ni aquella atmsfera estancada y rancia bastaban para ocultar la inconfundible excitacin sexual que se haba apoderado de ella. De hecho, era como si el calor emitido por su sexualidad hubiese retorcido la mismsima textura del aire hasta concentrarla en un punto tensamente apretado de la misma forma que la inminencia del relmpago eriza los pelos del cuero cabelludo, y Crawford supuso que los caballos e incluso sus pulgas deban de estar teniendo febriles sueos erticos. Crawford se volvi hacia el cristal y contempl a las criaturas que Josephine encontraba mucho ms atractivas que l su comportamiento no dejaba ninguna duda al respecto, y sinti una ardiente punzada de celos atravesndole el pecho. Un instante despus record las palabras que le haba dicho una joven a la que encontr haca seis aos en las calles de Ginebra el mismo da en que conoci a Byron y Shelley. Podramos compartir su inters en nosotros, Michael, y al menos eso nos permitira interesarnos el uno por el otro... Por lo menos una de las siluetas que se balanceaba lentamente al otro lado del cristal perteneca al sexo femenino. Si abra la portezuela y se entregaba a ella..., no, si se entregaba a esa confusin de cuerpos, podra entrar en contacto con Josephine y
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poseerla aunque slo fuera de una forma indirecta? Podra hacerla suya mediante un intermediario? Por... representacin? El interior del carruaje ya ola a vinagre y sangre, pero la palabra hizo que el recuerdo de la mujer con quien haba matado a su lamia en la playa debajo de la Casa Magni acudiera a su mente con tanta claridad como si la tuviera delante de los ojos..., la mujer con quien haba hecho el amor aquella misma noche en un acto libre y lleno de alegra para ambos. Ahora su atencin estaba absorta en otra persona, en otra... cosa. Crawford no quera poseerla de aquella forma. Byron haba hecho una considerable provisin de ajo trinchado. Crawford abri otra jarrita y frot los marcos de las puertas y las ventanillas con el ajo que contena. En cuanto el olor empez a emerger del carruaje las siluetas congregadas en el establo fueron disminuyendo de tamao hasta convertirse en objetos parecidos a babosas. Se alejaron reptando sobre la paja que cubra el suelo, subieron lentamente por la pared y salieron por la ventana del establo. Crawford las fue siguiendo con la mirada hasta que la ltima silueta hubo deslizado su masa al otro lado del alfizar para caer con un golpe ahogado al exterior, perdindose en la noche bajo los rayos de la luna. Despus examin los nudos que inmovilizaban a Josephine estaba tan resentido y celoso que evit todo contacto con ella mientras lo haca y se asegur de que seguan bien tensos. En cuanto hubo terminado se dej caer sobre su asiento, desenrosc el tapn de su petaca y bebi hasta perder el conocimiento. El anciano irrumpi en el establo acompaado por un sacerdote con los primeros rayos del amanecer del da de san Miguel. Crawford permaneci inmvil mientras el propietario del establo se ocupaba de los arneses, y fue asintiendo con expresin de abatimiento a cada frase proferida en un italiano lo bastante rpido para resultar incomprensible con que le insultaba el irritado sacerdote. El carruaje ya avanzaba por el camino antes de que el sol hubiera acabado de asomar sobre las montaas que tenan delante. Haces amigos por dondequiera que vas, eh? grit Crawford desde el pescante. Se volvi hacia el carruaje dentro del que dorma Josephine e hizo chasquear las riendas por encima de las grupas de los caballos. Buena poltica... murmur. Siguieron en direccin norte bajo el cielo azul del verano y avanzaron a travs del paso de Cisa movindose por entre la distante verticalidad de las cimas nevadas de los Apeninos el sol segua subiendo ante ellos, y cuando el viento de las montaas no soplaba por el paso agitando su escasa vegetacin sus rayos eran bastante calientes, y a mediados de la maana los mapas de Byron y los mojones del camino le indicaron que estaban muy cerca de la frontera entre la Toscana y Emilia. El camino se haba vuelto ms angosto, y tanto la pared rocosa que se alzaba a su derecha como el abismo que bostezaba a su izquierda se haban vuelto ms agrestes. Crawford abandon su bsqueda de un lugar donde parar cuando le pareci que estaban a unos cien metros de la frontera, y se limit a tirar de las riendas deteniendo el carruaje en el centro del camino, agradeciendo el que a aquella hora no pareciese haber ningn trfico que lo utilizara. Baj lo ms deprisa posible del pescante, abri la puerta del carruaje..., y retrocedi tambalendose mientras intentaba contener la oleada de nuseas que amenazaba con hacerle vomitar. Haba dejado las ventanas medio abiertas, pero aun as el sol haba conseguido convertir el interior del carruaje en un bao turco saturado por los vapores del ajo. Josephine apenas si estaba consciente, y Crawford se apresur a tomarle el pulso y la
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respiracin. Seguan siendo regulares, y Crawford se pregunt qu habra hecho en caso contrario. El carruaje contaba con una pequea caja fuerte disimulada debajo del asiento delantero, y Crawford se asegur de que las pistolas y los cuchillos de la cubertera de Byron seguan dentro de ella. La cerr y se guard la llave en un bolsillo. Sali del carruaje para respirar un poco de aire fresco y volvi a meter la cabeza dentro para echar un ltimo vistazo en cuanto se hubo recuperado un poco. Pens que Josephine poda romper el cristal de una ventanilla y abrirse el cuello con los bordes o forzar la portezuela y arrojarse por el precipicio, pero Crawford oira el estrpito necesario para poner en prctica cualquiera de aquellos dos sistemas de suicidarse y supuso que lograra bajar del pescante con el tiempo suficiente para detenerla; y adems Josephine pareca estar demasiado dbil para cualquier forma de suicidio que exigiera un cierto esfuerzo fsico. Asom la cabeza al exterior para tragar otra bocanada de aire fresco y desat los nudos que haba hecho doce horas antes delante de la Casa Magni manipulndolos deprisa pero con la mxima delicadeza posible. Cerr la portezuela, subi al pescante del carruaje e hizo chasquear las riendas para que los caballos volvieran a ponerse en movimiento. Cuando llegaron a la frontera Josephine se encontraba tan claramente enferma y sus balbuceos eran tan incoherentes que las desesperadas explicaciones de Crawford insistiendo en que deba llevarla lo ms pronto posible a un hospital de Parma, la esplendidez de los sobornos que reparti y la terrible pestilencia del ajo bastaron para que los guardias fronterizos les dejaran seguir avanzando en direccin este por el camino que ira bajando hasta sacarles de las montaas. Crawford detuvo el carruaje cuando se encontraban a unos centenares de metros de la frontera y baj del pescante. Sacudi a Josephine hasta despabilarla lo suficiente para conseguir que comiera un poco de pan y queso con l y la oblig a beber unos tragos de agua, recordndose que deban hacer otra parada antes de que hubiera pasado mucho rato. Josephine le maldijo con un hilo de voz cuando volvi a atarle las manos y los tobillos. Un minuto despus Crawford se dio cuenta de que le estaba devolviendo las maldiciones y juramentos con que le insultaba, y se oblig a callar. Junto al camino haba postes situados a intervalos de varios kilmetros que sostenan crucifijos de madera tan grandes como una mano protegidos por un tejadillo, y a medida que el sol iba subiendo en grados casi imperceptibles hacia el cenit y empezaba a proyectar la sombra de Crawford bajo los cascos de los caballos, ste se encontr dirigiendo sus oraciones a esas figuritas grises maltratadas por la lluvia y l viento. No estaba rezando a Jesucristo, sino a todos los dioses que haban representado a la humanidad y haban sufrido por ella. Enroscadas alrededor de su imagen mental del Cristo de madera haba vagas ideas de Prometeo encadenado a la piedra con el buitre desgarrando sus entraas, y de Balder clavado al rbol junto a cuyas races crecan las flores all donde haban cado las gotas de su sangre, y de Osiris despedazado junto al Nilo. Haba dejado su petaca sobre el pescante y el brandy se combin con la fatiga, la monotona de los ruidos y movimientos del carruaje para acabar sumindole en un estado curiosamente parecido al sueo. Le habra gustado disponer de un martillo y clavos y del tiempo necesario para detener el carruaje y clavar un eisener breche en el rostro de uno de aquellos
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pequeos Cristos de madera sera un gesto de respeto y una declaracin de solidaridad, no un acto de vandalismo, y despus de haber pasado un par de horas desendolo empez a imaginarse que lo estaba haciendo. La figura alz su cabeza de madera en aquel ensueo tan vivido como una alucinacin y le contempl con ojos diminutos pero inconfundiblemente humanos. Hilillos de sangre roja se deslizaron bajando por las arrugas de dolor que surcaban aquel rostro toscamente tallado, y el Cristo abri su boca de madera y le habl. Accipite, et bibite ex eo omnes. Era latn, y Crawford tradujo mentalmente las palabras: Bebed todos esto que os ofrezco. Le pareci que era una frase pronunciada por el sacerdote en la misa catlica cuando converta el agua en la sangre de Cristo. Crawford vio que haba una copa de hierro oxidado colgando debajo del crucifijo y que la sangre haba seguido bajando por las piernas hasta caer dentro de la copa. Alarg la mano hacia ella, pero una nube pas por delante del sol justo en aquel momento y la figura de la cruz bruscamente eclipsada era l mismo, y Crawford clav un eisener breche en el flanco de la silueta crucificada mientras se observaba con los ojos de otra persona. La herida dej escapar un chorro de agua y Crawford no necesit probarla para saber que era salada: agua de mar. El agua fue formando un charco cada vez mas grande que acab llenando el stano y se perdi en el Arno, que tambin era el Tmesis y el Tiber, y fluy hacia el mar. El tejadillo que haba encima del crucifijo se convirti en un bote, pero a esas alturas ya estaba demasiado lejos para que Crawford pudiera ver qu clase de embarcacin era. El Don Juan? El arca? Una embarcacin para salvarnos hundindose pens Crawford mientras luchaba con la confusin y el mareo, una embarcacin para salvarnos sobreviviendo. Se dio cuenta de que su petaca estaba vaca y de que el sol se haba ocultado a su espalda. Se encontraban en las estribaciones boscosas de las montaas y se volvi parpadeando para contemplar por encima de su hombro las cimas iluminadas por los ltimos rayos rojizos del sol a travs de cuyo ptreo dominio haba estado viajando aquella cajita de clida vida orgnica, y se estremeci y dio gracias al Cristo que haba visto en su alucinacin o a quien hubiera sido por los caballos, e incluso por la presencia de Josephine. En algn lugar delante de ellos estaba la vieja ciudad amurallada de Parma, en tiempos un pueblo de los galos, despus una importante ciudad romana y ahora un botn de guerra disfrutado por los franceses con las bendiciones de los austracos. Se supona que sus jardines reales y sus paseos se contaban entre los ms hermosos de Italia. Crawford slo esperaba que fuera cual fuese el establo que acabara encontrando para pasar la noche tendra montones de paja cubriendo el suelo para que l y Josephine pudieran dormir fuera del maloliente interior del carruaje.
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Sus vigilantes nos contemplan boquiabiertos, cuando pasamos junto a ellos en la oscuridad; la luz de la linterna parpadea, el perro guardin se encoge y no se atreve ni a ladrar...
GEORGE CRABBE
Ningn sacerdote se present en el establo para expulsar a la mujer vampira de la ciudad, quiz porque la ocupacin francesa de Parma estaba sancionada por los austracos. El propietario del establo abri la pesada puerta al amanecer y avanz lentamente hasta uno de los apriscos para abrirlo y sacar al caballo que encerraba, pero ni tan siquiera mir hacia el grueso y cmodo montn de paja sobre el que yacan Crawford y Josephine, cubiertos por una manta vieja que haba tapado a muchos caballos. Crawford dese que Byron se hubiera acordado de incluir mantas en el equipaje. El hombre sali del establo tirando de las riendas del caballo. Crawford arroj la manta a un lado y se puso en pie. Fue al carruaje, pero el recipiente del agua haba quedado contaminado por el omnipresente olor a ajo. Crawford lanz un juramento, cogi una de las copas de Byron, fue hasta un abrevadero y la llen de agua. Tena bastante buen sabor, por lo que volvi a llenar la copa y se la llev a Josephine. Se acuclill junto a ella y durante varios segundos se limit a contemplar en silencio su rostro flaco y cansado. Cuando se durmi, Josephine segua despierta con los ojos clavados en el techo flexionando las muecas y los tobillos inmovilizados por las ligaduras, y se pregunt cunto tiempo habra tardado en conciliar el sueo. La sacudi suavemente por los hombros y los ojos de Josephine se abrieron apenas le hubo puesto las manos encima. Soy yo... Michael dijo Crawford intentando que su voz sonara lo ms tranquilizadora posible, aunque saba que en aquellos momentos su rostro era el que Josephine menos deseaba ver. Sintate para que pueda darte un poco de agua. Josephine se incorpor y bebi obedientemente de la copa que Crawford inclin sostenindola junto a sus labios. Despus de haber tomado unos cuantos sorbos mene la cabeza y Crawford apart la copa. Puedes desatarme dijo con voz enronquecida. No intentar escapar. Ni suicidarte? Josephine desvi la mirada de su rostro. Ni suicidarme.
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No puedo dijo Crawford con voz cansada. No lo hara ni aunque slo se tratara de ti. Te amo, y no pienso cooperar en tu muerte. Pero no se trata slo de ti. Tambin he de pensar en el beb, lo recuerdas? Es suyo dijo Josephine con voz tona. De veras, creo que es suyo... Ya sabes que pueden tener hijos con mujeres humanas, verdad? Crawford pens en la media hermana de Shelley y en cmo haba crecido dentro de su cuerpo mientras Shelley estaba en el tero de su madre, y en cmo aquel prolongado contacto con ella haba acabado infectndole y haba hecho que no fuese totalmente humano. Las delgadas y exhaustas facciones de Josephine le recordaron el rostro del Cristo de madera que haba credo ver durante su alucinacin de ayer, y rez para que el feto humano fuese lo nico que llevaba en el interior de su cuerpo. El beb es humano replic. Recuerda que soy mdico y que estoy especializado en esto. Cuando..., cuando jodiste por primera vez con Polidori ya estabas embarazada. Apart la mirada para que Josephine no pudiera ver la rabia que arda en sus ojos. Y aun suponiendo que Polidori tambin hubiera conseguido impregnarte con su semilla pueden hacerlo, y en tales casos el feto inhumano crece al lado de o incluso dentro del feto humano que ya estaba all, nuestro beb sigue estando dentro de tu tero y, como mnimo, ser tan humano como lo fue Shelley. Josephine cerr los ojos Crawford se dio cuenta de que sus prpados estaban surcados por una red de arrugas muy profundas, y sinti una gran compasin por ella, y las lgrimas empezaron a correr por sus mejillas. Oh dijo Josephine con un hilo de voz. Los dos guardaron silencio durante lo que quiz fuese un minuto entero. Un caballo asom la cabeza por detrs del mamparo de un aprisco, les observ, dej escapar un leve bufido y retrocedi hasta quedar nuevamente invisible detrs de los tablones de madera. Josephine suspir. As que hay alguna posibilidad de que lleve dentro... gemelos. S. Josephine se estremeci y Crawford record que ella misma haba tenido una hermana gemela, y que su madre se desangr durante el parto muriendo pocos minutos despus de haberla dado a luz. El propietario del establo volvi a entrar en el edificio y abri otro aprisco sin mirar ni una sola vez a Crawford y Josephine. Crawford tens los msculos preparndose para saltar sobre Josephine y taparle la boca con una mano, pero cuando comprendi que no pensaba gritar pidiendo auxilio casi agradeci aquella interrupcin. Necesitaba un poco de tiempo para pensar. Y si le recordara la muerte de su madre? pens mientras el propietario sala del establo tirando de las riendas del segundo caballo. Servira de algo? Esa infortunada muerte y la ayuda de Julia, su hermana, haban conseguido destrozar de forma muy efectiva toda la juventud de Josephine. Si se la recordaba... Reforzara sus impulsos suicidas o se preocupara un poco ms por el bienestar de su beb? Servira de algo recordarle el calvario por el que pas Keats y el sacrificio que hizo para impedir que su hermana acabara convirtindose en otra presa del vampiro? Josephine llevaba dos noches enteras sin alimentar a Polidori con su sangre, y por la experiencia propia de aquella semana pasada en Suiza haca ya tanto tiempo Crawford saba lo difcil que resultaba romper el hbito sin una considerable erosin de la personalidad una vez que la vctima se haba acostumbrado a ese ritual. Probablemente slo ahora empieza a ser capaz de pensar con algo de claridad se dijo. Y no creo que le resulte nada agradable... Admitir esas responsabilidades de las que va siendo ms consciente a cada segundo que pasa, o le parecern tan aterradoras que se conformar con volver a esa niebla desprovista de personalidad en la que se ha refugiado tantas veces?
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Haba pensado que si me suicidaba eso no cambiara nada dijo Josephine poco despus de que el propietario del establo se hubiera marchado. Si el beb era suyo mi suicidio slo servira para..., para acelerar su nacimiento. Y tu... renacimiento. Josephine asinti. Por fin podra dejar de ser yo... Dejara de ser Josephine, comprendes? Me habra convertido en una criatura que camina y nada ms. Pero ahora sabes que nuestro beb tambin se convertira en una de esas criaturas dijo Crawford articulando cuidadosamente las palabras. Josephine tena los ojos muy abiertos y Crawford pens que la expresin de su rostro era muy parecida a la de un animal acorralado. Pero nosotros... murmur. Nosotros matamos a la mujer que te amaba. No puedo...., no puedo llevar dentro de m ese conocimiento. No puedo permitirme el saberlo y seguir viviendo. Crawford la cogi por los hombros. No era Julia dijo. No era tu hermana. S que lo sabes, pero no lo has... Cmo puedo hacrtelo entender? No lo has digerido. La criatura que matamos era un maldito lagarto volador, un ser de la misma especie que la criatura que intent matarte y acabar con nuestro beb hace dos noches. Era una vampira. Josephine baj la cabeza y asinti, y Crawford vio como una lgrima caa sobre el nudo que le inmovilizaba las muecas. Cuando el propietario del establo volvi a entrar Josephine y Crawford estaban de pie junto al carruaje unidos en un estrecho abrazo. El hombre les contempl con una sonrisa y murmur algo sobre el amore antes de dirigirse hacia otro aprisco. Cambiaron el carruaje de Byron por un carruaje menos elegante pero libre de la pestilencia del ajo, cargaron todo su equipaje en l y pagaron una habitacin en un hotel con el nico fin de poder darse un bao y ponerse ropas limpias. Crawford incluso se afeit..., y despus de un minuto entero debatindose en una agona de indecisin, decidi no esconder la navaja de afeitar. Esper en el pasillo mientras Josephine se baaba y se vesta. Estaba empezando a albergar una tenue esperanza de que quiz algn da los dos podran acabar casndose si no les mataban en Venecia, y si Josephine slo llevaba un beb dentro de su seno, pero poda imaginarse con toda claridad lo rpidamente que se alejara de l si daba aunque slo fuese la impresin de intentar algn tipo de familiaridad con ella en esos momentos. Cuando sali del bao Crawford tuvo la impresin de que Josephine se haba dejado aos enteros en el agua de la baera. Su cabello estaba limpio y cepillado, y ni la penumbra del pasillo bastaba para ocultar su brillo lustroso. Se haba puesto uno de los vestidos de Teresa que Byron haba incluido en el equipaje para ella, y se las haba arreglado para parecer ms esbelta que flaca. Crawford le ofreci su brazo. Josephine lo acept despus de una vacilacin casi imperceptible y bajaron juntos por la escalera. Fueron por el Paseo Emiliano caminando lentamente bajo los rayos del sol hasta llegar a la Piazza Grande, y comieron huevo duro con salsa de tomate acompaado por pan tostado encima de las brasas y aceite de oliva en una mesa al aire libre bajo una estatua de Correggio, y se bebieron casi la totalidad de una botella de Lambrusco. Los mendigos se acurrucaban al sol delante de los arcos renacentistas del Palazzo del Commune, y una pareja de ancianos descalzos vestidos con harapos se aventur entre las mesas. El hombre estrujaba los restos de un sombrero en sus manos y se puso a hablar con los elegantes comensales sentados a una mesa cerca de Crawford. Crawford estaba tan agradecido de haber podido disfrutar una buena comida
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acompaada con un vino excelente y de llevar ropas limpias que se sac un fajo de liras del bolsillo y esper a que la pareja llegara hasta la mesa en que l y Josephine estaban sentados. Y entonces fue cuando vio a los soldados austracos. Deban de haber entrado en la plaza haca pocos segundos, pues estaban empezando a desplegarse y unos momentos despus la hilera de uniformes cruz la plaza con paso decidido. Dos soldados agarraron a la pareja de ancianos y se dispusieron a llevrselos. Cuando mir ms all de ellos Crawford vio que los soldados estaban agrupando a los mendigos y los obligaban a salir de la plaza. Se sinti repentinamente avergonzado de su aparente opulencia. Estruj los billetes y los dej caer sobre el pavimento. La brisa se apoder de la bolita de papel y la fue empujando sobre las losas como si fuera una embarcacin diminuta. Los nuevos amos de Parma parecen odiar a los mendigos dijo volvindose hacia Josephine mientras apartaba su silla de la mesa y se pona en pie. Vmonos. No quiero dar la impresin de que formo parte de la multitud a la que estn protegiendo de esos pobres viejos. Josephine tambin pareca bastante afectada por el espectculo y enseguida se puso en pie. Creo que ya hemos acabado con Parma dijo con expresin jovial imitando la voz de una tpica turista inglesa. Vayamos a Venecia. Aquel dbil intento de humor irnico deleit a Crawford. La ltima Cena del Tintoretto! exclam en tono pomposo intentando mantenerla alegre. El Colleoni de Veroccio! replic ella, y unos instantes despus la sonrisa algo forzada desapareci de sus labios, quiz porque haba visto dibujos de aquella estatua ecuestre de rostro adusto e implacable. Volvemos al hotel? Slo para recoger el carruaje. Pueden quedarse con las ropas que llevbamos puestas. Unos centinelas austracos se encargaban de inspeccionar los equipajes de todas las personas que abandonaban la ciudad por el gran arco de piedra de la puerta norte, pero el soldado que se encarg de su carruaje se limit a meter la cabeza por la ventanilla, lanz una rpida mirada a Josephine y alz los ojos hacia Crawford con una mueca de desaprobacin. Despus olisque ruidosamente el aire y les indic que podan seguir adelante. El carruaje emergi de la sombra y empez a moverse bajo los clidos rayos del sol. Los caballos tiraron de los arneses y se pusieron al trote, como si estuvieran cansados de la lentitud con que se mova el trfico de la ciudad. El camino que llevaba hacia el norte se enroscaba ante ellos cruzando el valle del Po, y durante varias horas Crawford condujo alegremente el carruaje por entre campos de tierra amarilla sobre los que los albaricoques y los viedos creaban figuras geomtricas de un color verde plido. El camino estaba bastante concurrido y fueron adelantados por un buen nmero de carruajes y caballos, pero Crawford no tena muchas ganas de llegar a la pesadilla que les aguardaba al final de su viaje y quera que los caballos estuvieran descansados para el trayecto del da siguiente entre Lombarda y Venecia, por lo que no intent obligarles a ir ms deprisa. Un par de horas de viaje les llevaron hasta una aldea llamada Brescello que se extenda sobre la orilla pantanosa del Po. Crawford pens en hacer una parada, pero la atmsfera estaba saturada de un polvillo que le haca estornudar, por lo que se ech el sombrero hacia atrs y entrecerr los ojos observando la orilla oeste del ro en un intento de averiguar dnde estaba el puente.
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El carruaje oscil repentinamente sobre los muelles de la suspensin y un hombre joven de negra barba apareci sentado a su lado en el pescante. El brazo de Crawford fue velozmente hacia la pistola que llevaba debajo de la chaqueta, pero el hombre fue ms rpido y una de sus bronceadas manos le agarr por la mueca. Crawford clav la mirada instintivamente en la mano pensando en si habra alguna forma de romper la presa de aquellos dedos..., y un instante despus vio la seal negra que haba entre el pulgar y el ndice. La marca era muy parecida a la seal que haba en su propia palma, esa cicatriz que ya tena dos aos de antigedad. Alz la mirada y un par de llameantes ojos castaos se encontraron con los suyos. Carbonari dijo el hombre. Crawford asinti, un poco aliviado. Si? pregunt. El hombre empez a hablar rpidamente en lo que Crawford al principio crey era francs pero que no tard en reconocer como el dialecto del Piamonte, una regin que se encontraba en direccin oeste cruzando el valle, y logr traducir mentalmente sus palabras sin demasiado esfuerzo. Deben bajar siguiendo el ro haba dicho el hombre. No atraviesen la Lombarda. Una corriente de agua... Har que pierdan su rastro. Eh... Quin cree que somos? le pregunt Crawford con cautela, intentando imitar su acento de forma inconsciente. El hombre le haba quitado las riendas y estaba llevando los caballos en direccin este por un angosto sendero de tierra apisonada, alejando el carruaje del puente. Creo que son la pareja que cambi este carruaje por otro que apestaba a ajo en Parma esta maana dijo el hombre. Creo que son la misma pareja que logr cruzar la frontera ayer en el paso de Cisa porque la mujer estaba muy enferma y el hombre soborn con esplendidez a unos centinelas que ahora estn metidos en un lo muy serio. Crawford se acord de los soldados austracos que haban visto en Parma aquella maana. Los soldados arrestaban a todas las personas que tenan el aspecto miserable y harapiento que Crawford y Josephine ofrecan el da anterior; y tambin se acord del centinela que les haba dejado pasar por la puerta de Parma despus de haber olisqueado el interior del carruaje. Crawford se alegr ms que nunca de que l y Josephine hubieran abandonado el carruaje de Byron. El nuevo carruaje estaba avanzando entre un grupo de cobertizos de madera y el polvillo que flotaba en el aire se haba hecho an ms espeso que antes. Crawford estornud seis veces seguidas. Estn limpiando la cosecha de lino que recogieron hace poco dijo su gua. El aire estar lleno de ese polvillo durante varios das. Le lanz una rpida mirada de soslayo a Crawford. No tiene un trago que ofrecerle a un compaero de lucha? Disclpeme. Tome. Crawford le pas la petaca. El hombre bebi de ella hasta dejarla vaca y se la devolvi. Gracias. Me llamo Della Torre. Yo me... empez a decir Crawford, pero el hombre le hizo callar alzando rpidamente la mano con la cicatriz delante de su rostro. No quiero saberlo dijo. El mensaje de Lerici que traa un correo austraco enviado ayer contena una descripcin de ustedes dos y mencionaba su marca de Carbonari. Nuestros hombres le mataron en las montaas. Mir por encima de su hombro hacia donde quedaba el puente. Est claro que el correo con el que acabaron no era el nico.
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Cree que los austracos nos han seguido hasta aqu? pregunt Crawford. Quiz deberamos abandonar este carruaje y... S, deberan abandonarlo y lo abandonarn, pero no ahora. An tardarn un poco... Les dej atrs hace media hora en el camino de Parma porque mi caballo es ms rpido que cualquiera de los suyos, y yo he llegado hace muy pocos minutos. Sabe..., sabe por qu quieren capturarnos? le pregunt Crawford. Para apoderarse del corazn de Shelley? se pregunt. Por los hombres a los que mat en Roma? Por las dos cosas a la vez? No dijo Della Torre, y no quiero saberlo. Me limito a dar por sentado que est trabajando para los Carbonari. As es. Una serie de viejas plataformas de madera en bastante mal estado haba empezado a dividir la cuneta del camino a su izquierda, y Della Torre desvi el carruaje por una angosta calleja que se abra entre dos edificios con aspecto de almacenes situados junto a una de las plataformas. Crawford oy un chirrido y el crujido de algo que se parta. Alguna parte del carruaje haba quedado enganchada en la esquina de uno de los edificios y, aparentemente, se haba roto. Della Torre no prest ninguna atencin al incidente. Habr un bote esperndonos dijo. Salt del pescante y aterriz sobre los tablones de madera hacindolos vibrar con su peso. Unos cuantos hombres muy corpulentos y con el rostro curtido y lleno de cicatrices emergieron de la oscuridad de un umbral en el edificio con cuya esquina haban chocado, y nada ms verlos Della Torre empez a discutir con ellos tan apasionadamente que Crawford supuso que deban de ser viejos enemigos reanudando algn conflicto iniciado haca ya mucho tiempo. La noticia de que los austracos les estaban persiguiendo y la poca confianza que le inspiraba su nuevo aliado le tenan un tanto alarmado. Baj del pescante y abri la portezuela del carruaje y vio que Josephine estaba dormida. Crawford odiaba la idea de interrumpir aquel descanso que tanta falta le haca, pero le puso la mano sobre el hombro y la sacudi hasta despertarla. Josephine abri los ojos, pero las pupilas estaban opacadas y no parecan muy alertas. Vamos a abandonar el carruaje dijo Crawford articulando cuidadosamente las palabras, y continuaremos el viaje en bote. Pens que quiz querras bajar a estirar las piernas. En bote? pregunt Josephine con expresin dubitativa. S, en bote replic Crawford. Qu ocurre? Quieres que pueda seguirte? Josephine cerr los ojos. Ya sabes que no dijo. Baj del carruaje y se qued inmvil junto a l tambalendose lentamente de un lado para otro. Crawford le pas el brazo alrededor de la cintura para ayudarla a conservar el equilibrio. Pero tambin sabes que mi sangre s lo desea murmur Josephine. Della Torre contorne el carruaje dndose furiosas palmadas en la frente. Los hombres de la Emilia son una pandilla de corruptos dijo en cuanto se hubo detenido ante Crawford dejando de golpearse la frente con la mano. Estos hombres quieren mil liras a cambio de permitirles utilizar uno de sus botes. Es su mejor bote, comprenden? En cuanto nos pongamos de acuerdo yo y uno de ellos podemos llevarles hasta Porto Tolle a orillas del Adritico, en un mximo de dos das. Crawford sinti un repentino vaco en el estmago. Slo dispona de mil quinientas liras, pero tambin era consciente de que no le quedaba ms remedio que tratar con aquellas personas y no pareca haber tiempo suficiente para intentar convencerles de que rebajaran el precio que exigan por su bote.
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De acuerdo dijo. Su voz son tan dbil y temblorosa como la de un anciano, y Crawford sinti un profundo desprecio hacia s mismo. Della Torre asinti con expresin abatida y se encogi de hombros. Me han dicho que estn dispuestos a hacerse responsables del carruaje y los caballos que los austracos andan buscando sin pedir nada a cambio. S. ya me lo imaginaba, pens Crawford con amargura. Muy bien dijo. Se pregunt qu parte del dinero acabara en el bolsillo de Della Torre. Les ayudar a llevar su equipaje hasta el bote dijo Della Torre con expresin impasible. Oh, qu amable por su parte dijo Josephine en ingls mientras empezaban a cruzar la plataforma de madera. El bote tena unos nueve metros de largo, con la proa y la popa en forma de manzana y una prolongacin de madera en forma de ala que emerga del casco a cada lado. El mstil estaba provisto de una bisagra que permita colocarlo encima de la popa, y Crawford se dio cuenta de que era lo bastante slido para sostener una vela principal y un foque. Tuvo que admitir que pareca una embarcacin bastante marinera. Unos minutos despus el mstil ya estaba levantado y tan pronto como el equipaje y los cuatro pasajeros subieron a bordo se desataron los cabos, se izaron las velas y la prolongacin en forma de ala del lado que daba a tierra se puso en contacto con el agua. La embarcacin se fue alejando del muelle. Josephine haba ido a tumbarse en uno de los angostos catres que haba debajo de la cubierta apenas subieron a bordo, pero Crawford volvi a llenar su petaca, se sent a estribor y vio como la aldea iba volvindose ms pequea detrs de ellos. Era martes. Haban salido de Lerici el sbado por la noche, y ya le quedaba menos de la mitad de las dos mil liras que Byron les haba entregado..., y haba perdido el carruaje y los dos caballos. Pero el brandy le hizo sentirse un poco ms optimista. Con un poco de suerte tambin habremos logrado despistar a nuestros perseguidores, tanto humanos como inhumanos, pens. La embarcacin fue bajando por el Po durante toda la tarde deslizndose sobre las aguas enmarcadas por el verdor de unos campos donde se vean los puntitos blancos del ganado, y hacia el crepsculo Josephine sali con paso tambaleante a cubierta. Della Torre la observ en silencio durante unos momentos y fue hacia Crawford, quien segua sentado a estribor. La han mordido dijo. Crawford asinti lentamente Estaba algo borracho. Vamos a curarla. Entonces, por qu van hacia el mar? Me han contado que los Alpes son el nico sitio donde puedes librarte de los vampiros. Vamos a hacerlo en Venecia. En Venecia? Della Torre mene la cabeza. Pero si Venecia es su fortaleza! Se supone que all es donde vive su rey. Josephine fue hacia ellos sin decir una palabra, cogi la petaca de Crawford y tom un buen trago de brandy. Dios dijo en ingls, estoy... Mene la cabeza sin apartar los ojos de la orilla del ro.
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Lo s dijo Crawford. Yo tambin lo sent. Tienes que resistir..., por el beb, si no quieres hacerlo por ti. Josephine se estremeci, pero asinti y tom otro trago de brandy. Hablen en italiano dijo Della Torre. Y, por primera vez, Crawford capt un leve temblor nervioso en su voz. El cielo estaba oscurecindose por delante de la embarcacin, y las nubes se enroscaban sobre s mismas como si fueran masas slidas. El hombre del muelle Crawford tena entendido que se llamaba Sputo, escupitajo en italiano, empez a llevar la embarcacin hacia las luces de una ciudad, pero Della Torre le dijo que deban seguir navegando durante toda la noche. Sputo se encogi de hombros y obedeci, limitndose a observar que si seguan en el ro tendran que encender las luces para indicar su posicin a las dems embarcaciones con que pudieran encontrarse. Della Torre recorri el bote con un brasero en la mano encendiendo cautelosamente las lmparas suspendidas de cadenas que oscilaban sobre las aguas. El viento se haba vuelto ms fuerte, y la embarcacin avanzaba bastante deprisa aunque la vela slo estaba izada hasta medio mstil. Crawford se haba instalado en la proa. Observaba las turbulencias del cielo y acariciaba lentamente la culata de la pistola que llevaba debajo de su chaqueta, pero aun as el ataque de la criatura le tom por sorpresa. Un silbido muy potente y casi musical hendi el aire como una espada deslizndose sobre las cuerdas de un arpa, y un instante despus la cubierta sufri un impacto terrible que la hizo vibrar con un sonido hueco. La embarcacin oscil hacia un lado con un crujido claramente audible y un chasquear de cordajes rotos, y cuando Crawford logr incorporarse y volverse hacia la popa sinti que se le erizaba el vello de la nuca. Una silueta humana translcida una mujer estaba subiendo lentamente por la oscuridad del cielo encima del mstil, y su larga cabellera flotaba detrs de ella como los tentculos casi impalpables de una medusa. Los brazos y las piernas de la mujer eran muy largos y parecan hechos de cristal. Crawford vio que se movan lentamente, y comprendi que la criatura haba salido despedida hacia arriba despus de chocar con la cubierta del bote y que se dispona a embestirlo de nuevo. El rostro de la criatura estaba contorsionado por una rabia irracional. Della Torre y Sputo haban logrado llegar a la popa y estaban acurrucados sobre la cubierta, aunque Della Torre haba desenfundado una pistola. Josephine estaba inmvil junto al mstil contemplando el rostro de la mujer que flotaba en el aire. Crawford tuvo la impresin de que tena la cabeza ladeada, y de que estaba mirando hacia arriba con su ojo de cristal. Crawford sac su pistola y la alz apuntando a aquella silueta tan inhumana como hermosa mientras deseaba que el bote dejara de moverse, que su mano no temblara tanto y llevar encima algunas pistolas ms. Dej escapar el aliento que haba estado conteniendo y apret el gatillo. La onda expansiva de la detonacin le hizo sentir un fuerte dolor en la mueca y la llamarada entre azul y amarilla que brot del can le dej ciego, pero el zumbido que se haba apoderado de sus odos no le impidi or la spera msica metlica que era el grito de la criatura. Crawford fue hacia el otro lado de la proa una fraccin de segundo antes de que el aire temblara con los ecos de una nueva detonacin. Della Torre acababa de disparar su arma.
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La criatura volvi a lanzarse contra el bote. Crawford logr ponerse de rodillas sobre la cubierta y parpade a toda velocidad para eliminar los puntitos rojos que haban invadido su campo visual. Logr distinguir confusamente la silueta de la mujer que no era humana. Estaba contorsionndose en el aire a slo un par de metros por encima de la cubierta, y su finsima cabellera se desparramaba alrededor de su cabeza como una corona agitada por un palpitar incesante. Una pierna de lneas perfectas estaba extendida detrs del cuerpo, y su mano izquierda terminada en garras se iba estirando lentamente hacia el rostro de Josephine. Y Josephine estaba inmvil contemplando aquella mano que se aproximaba a ella. Crawford lanz una mezcla de sollozo y maldicin y fue hacia la criatura, pero mientras daba el primero de los dos pasos que le llevaran a un intil enfrentamiento con aquella cosa vio como Sputo sacaba un cuchillo de detrs de su cuello y lo lanzaba. La mujer pareci explotar emitiendo una rfaga de aire helado que derrib a Crawford hacindole caer de espaldas y llen sus fosas nasales con el olor de la arcilla fra. Crawford slo deseaba seguir tumbado sobre la cubierta, pero se oblig a rodar sobre s mismo hasta que logr ponerse de rodillas. Se agarr a la barandilla y se incorpor. La criatura que pareca una mujer haba desaparecido. Una hilacha de niebla que flotaba sobre las aguas quiz fuera lo nico que quedaba de ella. La embarcacin haba perdido el rumbo y avanzaba siguiendo una trayectoria casi perpendicular a la corriente, y el mirar hacia popa y ver la tenue lnea de la orilla ms all de ella aument todava ms la ya considerable desorientacin de Crawford. Josephine se haba sentado sobre la cubierta con la espalda apoyada en el mstil. Sputo fue hacia ella y se inclin para coger el cuchillo que haba lanzado. Se volvi hacia Crawford, sonri y alz el cuchillo ensendole la hoja. Ferrobreccia dijo. Brecha de hierro pens Crawford. Eisener breche. Della Torre ladr una spera orden dirigida a Sputo, quien se encogi de hombros, volvi a guardar el cuchillo en la vaina oculta que llevaba detrs del cuello y fue a popa. Durante los diez minutos siguientes todos incluida una Josephine que pareca extraamente calmada y dcil estuvieron muy ocupados arriando la vela, reparando cordajes y achicando el agua que haba entrado en la embarcacin. Della Torre acab cogiendo el timn y orden a Crawford que izara la vela hasta medio mstil. La lona se tens recogiendo el viento, pero los cordajes aguantaron y la proa empez a girar lentamente hacia la direccin en la que deban avanzar. Crawford sigui agazapado junto a los restos de la barandilla de babor, donde se haba mantenido tenso y vigilante hasta haca un momento para soltar el cordaje en caso de que la vela o la verga hubieran dado seales de que no podan soportar el tirn del viento. Della Torre dej el timn en manos de Sputo, fue hacia Crawford y se acod en un fragmento intacto de barandilla. Ella llam a esa criatura dijo sealando con la cabeza a Josephine, quien estaba de pie en la proa con los ojos clavados en las aguas del ro. Para que nos matara. Crawford dej escapar una carcajada temblorosa. Eso no es verdad y usted lo sabe. Cmo puedo saber que no es verdad? La ira que impregnaba la voz de Della Torre no pareca demasiado autntica, y cuando se volvi hacia l la nica expresin que Crawford pudo ver en sus ojos era una mezcla de inquietud y asombro La criatura fue hacia ella. Alarg la mano para tocarla.
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No pensaba hacerle nada bueno, crame. Si el cuchillo de Sputo no hubiera dado en el blanco estoy seguro de que mi..., de que mi esposa se habra quedado sin cara. Della Torre mene la cabeza. Vino aqu para matarnos... Algo la atrajo. Se apart de la barandilla y volvi al timn para hablar con Sputo. El nico que durmi aquella noche fue Sputo. Josephine se neg a abandonar la cubierta, y Della Torre manej el timn con una sola mano para poder sostener una pistola en la otra. Sus ojos vigilaban tanto las corrientes del cielo como las aguas casi invisibles del ro que se extenda delante de ellos, y Crawford se dedic a pasear incesantemente de un lado de la embarcacin al otro contemplando las masas oscuras de tierra que iban desfilando junto a ellos. Pens que los gritos de la criatura y los disparos deban de haber sido odos por algunos aldeanos, as como por los pescadores y los tripulantes de las otras embarcaciones que surcaban las aguas del Po. Se pregunt si alguna parte de lo ocurrido acabara llegando a odos de los austracos y, de ser as, que sacaran en claro de esas informaciones. Oy cnticos lejanos en varias ocasiones y cuando una rfaga de aire le trajo unas cuantas notas particularmente claras se volvi hacia Della Torre, quien se limit a menear la cabeza. Y en un momento dado se escuch el sonido de algo que se mova en el cielo avanzando por las bvedas vacas a travs de las que navegaban las nubes, pero aunque los dos hombres tensaron sus msculos y se encogieron sobre s mismos con las pistolas amartilladas y los caones apuntando hacia arriba el sonido no se repiti, y pasados varios minutos fueron volviendo a relajarse cautelosamente. Crawford se permiti tomar un traguito de brandy y se apoy en la borda. En algn momento de su guardia silenciosa crea haber averiguado lo que atrajo a la criatura del aire, y volvi a rezar para que Josephine slo llevara dentro de su tero un beb humano, y no la clase de pareja que la madre de Shelley haba llevado en el interior del suyo. La criatura haba sido atrada por el corazn de Shelley, que estaba guardado dentro de una de las bolsas de viaje de Crawford envuelto con el mismo papel de carnicero que lo haba protegido desde un principio. El ser fsico de Shelley haba representado una mezcla inadmisible de especies, como una cra de pjaro que ha sido cuidada y alimentada por seres humanos y que ha acabado quedando impregnada por su olor, y como les ocurra a las hembras de los pjaros casi todos los ejemplares puros de una u otra especie lo haban encontrado repugnante; aunque en el caso de los seres humanos ninguno haba podido definir con precisin la causa de que les pareciese tan intrnsecamente ofensivo, y haban tenido que acabar utilizando las excusas de su atesmo, su poesa revolucionaria y su dudosa moral como razones para rechazarle y perseguirle de un pas a otro expulsndole de todos aquellos lugares en los que intentaba refugiarse. Eso haba hecho que sus nicos amigos tambin fueran exiliados para los que no haba ningn lugar dentro de la sociedad humana. Su corazn segua encarnando aquella mezcla intolerable, y segua constituyendo una ofensa tangible contra la separacin natural grabada en lo ms hondo de cada una de las dos especies enemigas. En una ocasin Shelley le cont que haba sido atacado por una criatura area cuando navegaba por el lago Leman. La embarcacin haba estado a punto de hundirse, y Shelley le confes que en ese momento sinti una tentacin casi irresistible
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de utilizar el incidente como una excusa para permitirse el suicidio lquido que siempre haba sabido podra liberar a su familia de las consecuencias de su existencia. Crawford pens que la razn principal por la que Shelley haba jugueteado con la solucin de ahogarse deba de estar en su conciencia de que era rechazado por las dos formas de vida. Crawford no quera que un hijo suyo tuviera que enfrentarse al mismo exilio que Shelley. Crawford y Josephine abandonaron la cubierta al amanecer para acostarse en catres separados. Della Torre se qued junto al timn acompaado por Sputo, quien pareca encontrarse descansado y con muchas ganas de hablar. Crawford despert al sentir una mano sobre su hombro que le sacuda. Buen da-que-ya-es-tarde, Inglese dijo Della Torre. Creo que querr dejar el bote. Crawford luch por erguirse en el catre y se golpe la cabeza con el techo. No tena ni la ms mnima idea de dnde estaba. Dejar el bote... repiti con cautela intentando ganar algo de tiempo. Estamos a slo un kilmetro y medio de Punta Maestra, donde el ro Po desemboca en el Adritico. Las embarcaciones militares de los austracos han bloqueado el ro por delante de nosotros. Vamos muy despacio, pero aun as usted y la mujer pronto tendrn que alejarse a nado..., siempre que deseen tener alguna esperanza de pasar desapercibidos, claro. Es demasiado tarde para desviarnos hacia la orilla sin atraer su atencin. Della Torre se encogi de hombros. Lo siento. El cerebro de Crawford record de repente todo lo ocurrido, y agradeci el poder haber dormido tanto rato. Comprendo dijo en voz baja. Baj del catre y puso la mano sobre el hombro de Josephine para despertarla. Josephine dijo, tendremos que nadar un rato. Sputo y Della Torre les ayudaron a atar su equipaje sobre un par de planchas. Cuando empiecen a nadar hay muchas probabilidades de que se moje todo le advirti Della Torre. Eh... S, Della Torre, creo que tiene toda la razn respondi distradamente Crawford hablando en ingls. Las orillas del ro estaban cubiertas por una espesa capa de niebla y el sol poniente apenas si era un borroso resplandor visible a popa, pero Crawford poda ver la hilera de embarcaciones hacia la que se estaban acercando lentamente. Se devan los sesos durante varios segundos que le parecieron interminables, intentando dar con alguna solucin que les ahorrase el tener que nadar, pero acab meneando la cabeza, cogi a Josephine por el brazo y fue hasta la popa. Se sentaron sobre la cubierta, se quitaron los zapatos y los aadieron a la balsa improvisada mediante las dos planchas asegurndolos con una cuerda. Le agradezco lo que han hecho por nosotros dijo mientras pasaba una pierna por encima de la borda, pero creo que no hemos obtenido un servicio equivalente al dinero que pagamos por l. Si volvemos a pasar en esta direccin querr que nos lleve ro arriba. Della Torre se ri. Me dijo que iban a Venecia, no? Si consiguen volver les llevaremos hasta la mismsima Inglaterra. Crawford salt de la embarcacin. El agua pareca estar fra como el hielo despus del reciente calor del catre, y en cuanto hubo logrado emerger a la superficie lo nico que pudo hacer fue respirar tragando aire a grandes bocanadas jadeantes. La balsa improvisada cay al agua con un dbil chapoteo bastante cerca de l seguida por Josephine, quien se tom la zambullida con ms estoicismo que Crawford y empez a respirar con normalidad
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apenas hubo emergido a la superficie. Crawford recuper su sombrero del agua y lo puso sobre su calva cabeza antes de saludar por ltima vez a Della Torre. Puede que decidamos aceptar su ofrecimiento! dijo en voz baja. Josephine y l se agarraron cada uno a un extremo de la pequea balsa improvisada y empezaron a nadar hacia la orilla norte.
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Cruzan de un lado a otro las aguas del Leteo para aumentar su pena, y mientras se mueven, se agitan y desean alcanzar la tentadora corriente para perder con una gotita todo su dolor y su pena en el dulce olvido, en un segundo bendito tan cerca de su mano; pero el Destino lo prohbe y para oponerse al intento, Medusa y el terror de la Gorgona vigilan las orillas y el agua huye tan veloz como si tuviera alma...
JOHN MILTON,
El Paraso perdido
La tarde acababa de empezar y la brisa que barra las aguas de la laguna deslizndose sobre las colinas arenosas del Lido detrs de la gndola era ms bien caliente; pero cuando vio la filigrana blanca de la cpula del Palacio del Dogo y la torre del campanile alzndose sobre el horizonte oscuro que haba ms all de la proa de la gndola, Crawford ya llevaba un buen rato intentando reprimir los temblores que se haban apoderado de su cuerpo. Las aguas de la laguna estaban muy tranquilas, y la proa de la gndola apenas suba y bajaba con el avance de la quilla. Crawford sostena en una mano la jarra que contena la sangre de Byron y el corazn de Shelley envuelto con el papel de carnicero con la otra. Los poetas vuelven, pens con cierto nerviosismo. Tema y aborreca lo que iba a hacer dentro de poco, y la extensin de aguas tranquilas cubierta por los reflejos iridiscentes de las luces multicolores de la ciudad que an deban atravesar era un leve consuelo que le tranquilizaba. An te quedan algunos minutos, se dijo. Se dio cuenta por primera vez de que la proa de la gndola terminaba en una especie de tallo metlico curvado cuya forma recordaba a la de una hoja tridentada. Se volvi en el asiento y movi la mano para llamar la atencin del gondolero. Cuando lo hubo conseguido seal el tallo metlico. Por qu tiene esa forma? le pregunt. El gondolero logr encogerse de hombros sin romper e! ritmo con que mova la prtiga para hacerles avanzar. Es la tradicin dijo. Las gndolas de Venecia siempre han tenido la proa as. La llaman el ferro. Crawford asinti y volvi a mirar hacia adelante. Desde donde estaba sentado poda ver como el ferro iba creando una brecha a lo largo del rostro dentudo y repleto de ojos del Palacio del Dogo.
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Se volvi hacia Josephine con expresin algo preocupada. Josephine estaba medio derrumbada en el asiento de enfrente junto a su bolsa de viaje y el bastn estoque de Byron. Tambin temblaba, pero en su caso los estremecimientos se deban ms a la fiebre que al miedo. La noche anterior haban caminado en direccin este varias horas, alternando el lento avance a travs de los pantanos con el desplazarse por caminos y senderos de tierra para dejar atrs la hilera de embarcaciones austracas que bloqueaba la corriente del Po, y cuando se encontraron con un pescador que se haba levantado muy temprano y que accedi a llevarles en su embarcacin hasta el norte del Lido Josephine ya tena la frente ardiendo, temblaba y no estaba muy segura de dnde se hallaban o qu ao estaban viviendo. Su ilusin ms frecuente era que estaban de nuevo en Roma y que haba logrado escapar del apartamento de Keats para huir en direccin sur atravesando las ruinas del Foro Romano. Josephine tuvo que doblarse sobre s misma en varias ocasiones para resistir el dolor que le producan sus calambres, aunque Crawford no se alarm demasiado hasta que ella le hubo confesado que llevaba algn tiempo sufriendo esas molestias y que siempre se le haban pasado en cuestin de minutos. Le preocupaba que algo pudiera ir mal en su embarazo. Despus de todo, la vida que haba llevado en los ltimos tiempos no era la que Crawford habra recetado para una mujer que estuviera esperando un beb. Las columnas blancas de la iglesia de San Giorgio ya eran visibles por estribor a cien metros de distancia sobre las olitas, y la gndola haba empezado a cruzar en ngulo la espaciosa embocadura del Canale di San Marco para dirigirse hacia las cpulas de la iglesia de San Zaceara, cien metros al este del Palacio Ducal. Crawford pudo ver el extremo de las dos columnas emplazadas en la parte que daba al mar de la Piazza abundantemente iluminada. Unos minutos despus San Giorgio haba quedado a popa y el ancho pasillo tachonado de embarcaciones del Gran Canal empez a abrirse ante la proa de la gndola. Las fachadas de los palacios eran un esplendor bizantino de luces, arcadas y balconadas barrocas. Crawford contempl el espectculo hasta que se fij en una turbulencia que agitaba el agua entre la gndola y las luces. Ms deprisa grit volvindose hacia el gondolero. El hombre suspir, pero increment el ritmo de sus empujones con el remo. Crawford comprendi que estaban rozando los lmites del foco de las Grayas. La agitacin de las aguas deba de ser la tercera hermana debatindose ciegamente bajo la superficie de las olas despus de haber captado la presencia del corazn que se alejaba de ella. Haba llegado el momento. Puso el corazn sobre sus rodillas y desenrosc la tapa de la jarra con una infinita reluctancia. Ah, si pudiera apartar este cliz de mis labios..., pens con melanclica irona. Trag una honda bocanada de aire y alz la jarra hasta su boca. La repugnancia que se haba adueado de l era tan grande que la pestilencia del ajo y el vinagre mezcladas con el olor a xido de la sangre ni tan siquiera le dieron nuseas. Derram disimuladamente el resto de la sangre sobre los tablones de la gndola cuando slo quedaban un par de cucharadas y puso la suela de un zapato sobre el charquito. Despus dej caer la jarra vaca en el mar teniendo la sensacin de que se la entregaba a un amigo. Record que hasta la conquista austraca los Dogos haban tomado parte en la vieja ceremonia anual que se supona una en matrimonio a la ciudad con las aguas. Ayudadme esta noche, suplic mentalmente contemplando las oscuras olas.
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La escena del canal se desvaneci y se encontr acostado en una cama bastante angosta bajo un techo de madera muy bajo. Le ardan los ojos y tena la garganta reseca. Buenas noches, milord dijo en ingls. Los labios que pronunciaron esas palabras estaban agrietados y cubiertos de costras. Est aqu sinti que deca el cuerpo. Y yo? He llegado? La cabeza rod hacia un lado y Crawford pudo ver una baera llena de agua. Todava no se encuentra aqu del todo, pero lo estar en cuanto la gndola haya atracado en la orilla. Le avisar con el tiempo suficiente para que pueda meterse dentro de la baera un poco antes de que desembarquemos. Este maldito plan suyo... dijo Byron. Guard silencio durante unos momentos y cuando volvi a hablar su voz apenas si era audible. Dios, es la ciudad ms hermosa de toda la Tierra. Crawford comprendi que Byron estaba contemplando Venecia a travs de sus ojos mientras que l vea la habitacin del lord en Lerici. Un leve esfuerzo de voluntad bast para que Crawford volviera a encontrarse dentro de su cuerpo. El gondolero estaba contemplndole con expresin dubitativa, y Crawford comprendi que deba de haber estado dando la impresin de que hablaba consigo mismo. Byron haba tensado los dedos de Crawford sobre el papel de carnicero que envolva el corazn de Shelley, y Crawford afloj un poco la presin de su mano. La gndola se haba desviado en direccin oeste y ahora la proa apuntaba hacia el este del Palacio Ducal. Delante de ellos haba hileras de gndolas atracadas en ngulo recto con los espaciosos peldaos de piedra, y la gndola de Crawford ya haba pasado por entre dos de los postes para atracar ms alejados de la orilla. Mtase dentro de la baera dijo. Crawford vio como las gndolas sujetas a los postes se iban acercando y acababan presentndoles el flanco cuando su gondolero coloc hbilmente la embarcacin dentro de la que viajaban en el hueco que haba entre otras dos gndolas, y tens los msculos preparndose para los esfuerzos fsicos que le aguardaban..., pero eso no bast para impedir que lanzara un grito involuntario, pues acababa de sentir el fro contacto del agua hasta la cintura. Josephine dio un salto y le mir con fijeza. Crawford consigui mover una mano en un gesto vagamente tranquilizador. Todo va segn el plan dijo intentando controlar el castaeteo de sus dientes. S, santo Dios. Estamos..., estamos dentro de la baera. El gondolero de pie a su espalda estaba murmurando algo sobre I Inglese pazzo, el ingls loco. Le ha gustado, Aickman? oy que deca la voz de Byron dentro de su cabeza. He dejado que captara la sensacin durante unos segundos. Y un instante despus Crawford se agit dentro de la baera, pues su cuerpo se haba puesto de pie en Venecia sin que l se lo ordenara. Estaba viendo lo que sus ojos contemplaban en Venecia, pero sus sensaciones eran las que el cuerpo de Byron captaba en Lerici. La... sangre se oblig a decir con sus labios, est en la suela de..., de nuestro zapato izquierdo. No la quite y no lo meta en el agua hasta que hayamos desembarcado. El gondolero acababa de saltar a un pequeo muelle flotante que se internaba algunos metros en el agua. Se inclin hacia Josephine ofrecindole la mano, la ayud a salir de la gndola y le pas su bolsa de viaje y el bastn estoque. Crawford se encontr rechazando la oferta de ayuda con un gesto de la mano, salt poniendo un pie sobre el muelle flotante y fue por aquellos tablones vacilantes
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hasta llegar al primer peldao de piedra. Slo Dios saba lo que el gondolero poda estar pensando de su extraa exhibicin. Cuando lleg al pavimento se qued inmvil unos segundos sostenindose sobre un solo pie. Vaya, as que esto es lo que se siente teniendo una pierna derecha sana dijo Byron mediante la boca de Crawford. No se le ocurra hacer ninguna tontera con la izquierda dijo Crawford usando la misma boca. Estaba empezando a acostumbrarse al agua de la baera y logr hablar sin que el castaeteo de los dientes que compartan fuese excesivo. Una bala de pistola me destroz los msculos del muslo en Roma. Byron baj su pie izquierdo y puso la suela manchada de sangre sobre el escaln. Crawford sinti como un foco de atencin abandonaba el cuerpo metido en la baera y llegaba al cuerpo inmvil sobre el peldao. La sensacin era muy extraa, como el silbido de una flecha recin salida del arco disminuyendo en un odo y aumentando rpidamente de intensidad en el otro. Ahora ya est aqu dijo Crawford con voz tensa. Adelante. Byron haba empezado a quitar el papel que envolva el corazn mientras caminaba torpemente sobre el pavimento que bordeaba el canal. Crawford pens que la dificultad con que se desplazaba deba atribuirse a toda una vida acostumbrndose a descargar el peso del cuerpo sobre la pierna izquierda. Comprende que soy Byron aunque est dentro del cuerpo de Aickman? pregunt volvindose hacia Josephine, quien se tambaleaba junto a l. Josephine frunci el ceo en un terrible esfuerzo de concentracin, pero acab asintiendo con la cabeza. S dijo. Va a liberar el ojo para que pueda moverse de una hermana a la otra, y despus intentar atraparlo en el corazn. Muy bien. Y ahora, dentro de un momento querr que se aleje de m una buena distancia y que me observe y que observe a las personas que se encuentren a mi alrededor. Estar muy ocupado, y es posible que se me pase algo por alto. Acte como si fuese una turista que ha salido a hacer algunas compras. Qu diablos... Compre algunas cosas. Aickman, cunto dinero le queda? Eh.... unas doscientas liras. Doscientas? De las dos mil que le di? Y supongo que el carruaje y los caballos se habrn esfumado, no? Bueno, s... Por todos los cielos! Crawford pudo sentir como Byron tensaba los puos de su cuerpo. Bueno, si logramos salir con vida de este lugar ya hablaremos del asunto luego. Dnde estn? En el bolsillo derecho de nuestra chaqueta. Byron sac los billetes del bolsillo y se los entreg a Josephine. Tenga. Compre alguna de esas tonteras con que engaan a los turistas, pero mantenga bien abiertos los ojos y, sobre todo, fjese en si hay algn soldado que d la impresin de estar vigilndome. Lo ha entendido? S dijo Josephine. Quiere que le d el... bastn? Qudeselo. Me parece que esta noche no habr ocasin de usarlo. Y si las cosas acaban saliendo mal, siempre le servir para defenderse. Haban dejado atrs las oscuras columnas de la fachada del edificio que haba albergado la prisin de la ciudad haca ya bastantes siglos, y acababan de llegar al comienzo del Ponte della Paglia, un puente de piedra que salvaba el angosto canal que flanqueaba el Palacio de los Dogos. Byron se detuvo en el centro del puente y seal con la mano en beneficio de Josephine y, en el de Crawford, mir hacia la oscuridad del pequeo canal. La seal y la mirada les indicaron la curvatura del tejado que protega el Puente de los Suspiros. La penumbra haca que el puente pareciese un crneo desprovisto de mandbula encajado entre los muros de los dos imponentes edificios.
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se es el puente por el que se sacaba a los prisioneros de la crcel cuando iban a ser ejecutados entre las columnas de la Piazza. No tendremos que cruzarlo, gracias a Dios..., aunque estamos cruzando un puente que corre en lnea paralela a l. No se pare aadi involuntariamente. Crawford haba asumido el control de su boca durante unos momentos. Byron dej escapar una carcajada y reanud su cojeante avance. Vaya, Aickman, est claro que ya no se encuentra infectado dijo. No lleva dentro ni una brizna de poesa. Se volvi hacia Josephine y sigui hablando. Bien, si algn soldado me observa y viene hacia m quiero que grite con toda la potencia de sus pulmones. Finja que acaba de ver un bicho, una rata o algo parecido. Y si me apuntan con sus armas grite varias veces como si se hubiera puesto histrica. Lo ha entendido? Josephine suspir y Crawford no pudo por menos que alegrarse. El que temiera de forma tan evidente la posible necesidad de dar semejante espectculo y ponerse en ridculo le pareci una buena seal. S dijo. Bien. Haban llegado a la columnata del Palacio Ducal, no tan alta y ms espaciosa. Necesitaron un minuto para dejar atrs el edificio y llegar al comienzo de la Piazza, a su derecha. Las columnas de las Grayas se encontraban a slo doce metros de distancia. Si hubiera estado controlando su cuerpo es posible que Crawford se hubiese encogido un poco sobre s mismo, pues slo los pedestales de mrmol de las columnas tenan la mitad de la altura de un hombre y los inmensos ejes de piedra se alejaban hasta perderse en el cielo nocturno. Las campanas empezaron a sonar en ese mismo instante. Las figuras de bronce que haba sobre la torre del reloj Coducci, al otro extremo de la Piazza, se deslizaron hacia adelante sobre sus rieles y empezaron a golpear las campanas con sus martillos. Ahora empiece a alejarse de m dijo Byron. Byron no volvi la cabeza, por lo que Crawford no pudo ver como Josephine obedeca su orden, pero le dese la mejor suerte posible desde el interior de su baera en la costa oeste de Italia. Crawford tena una fuerte sensacin de estar siendo observado. La sensacin pareca confundirse con los ecos de las campanas, y haca que las piedras de todos los edificios vibraran como las cuerdas de un violn cuando unos dedos tiran bruscamente de ellas. Byron haba empezado a cojear hacia la ms cercana de las dos columnas, la que sostena la estatua del len alado de san Marcos. La ms lejana terminaba en una estatua de san Teodoro de pie sobre un cocodrilo, y el verla hizo que Crawford pensara en san Miguel matando a la serpiente. La cuarta nota de las campanas se desliz sobre las aguas seguida por una confusin de ecos. Un puntito del tamao de un puo haba empezado a moverse junto a la base de la columna ms prxima. Byron clav los ojos en l y Crawford intent averiguar qu poda ser. No era un retazo de oscuridad o una luz..., y un instante despus comprendi que la piedra de la columna y los araazos y pequeas irregularidades de la superficie resultaban particularmente claros en aquel punto, como si una lente de aumento se estuviera deslizando lentamente a lo largo del eje de piedra. Creo que es el ojo murmur Byron con voz tensa. La sexta nota reson en la torre del reloj. Dej atrs la columna para dirigirse hacia su compaera y Crawford le agradeci que mirara hacia atrs. El punto de claridad se haba movido y se encontraba al otro lado de la columna que sostena el len alado. La sensacin de una
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atencin inconmensurable concentrada en su persona se haba vuelto terriblemente fuerte, y era tan palpable como una presin en el aire. Las campanas de la torre seguan sonando, pero Crawford ya haba perdido la cuenta del nmero de repiques. Byron haba recorrido la mitad de la distancia que les separaba de la columna ms alejada cuando se detuvo y se agazap. El gesto hizo que Crawford pensara en un ratn acurrucado entre los pies de un gigante. Lo siento, Aickman dijo Byron. Alz la mano lisiada de Crawford hasta su boca, meti el mun del dedo meique dentro de ella y mordi la herida que an no estaba totalmente curada con los dientes de Crawford. El mun empez a sangrar copiosamente. Byron agit el dedo de Crawford sobre las ondulaciones del pavimento derramando gotitas de sangre encima de las piedras. Crawford se estremeci, pero no por la frialdad del agua contenida dentro de la baera, sino porque las gotitas estaban cayendo sobre las losas del pavimento siguiendo una pauta inconfundiblemente simtrica, como si estuvieran definiendo las puntas de un cristal. Las gotitas parecan vibrar con una intensidad casi visible acompaando los ecos de las campanadas. Byron alz los ojos hacia el cielo para examinar las nubes y comprobar la posicin de las estrellas. Despus se volvi hacia las aguas del Canale di San Marco como si quisiera cerciorarse de cul era su nivel; y durante un momento muy fugaz Crawford capt sus pensamientos y supo que estaba repasando los cnticos que conoca para escoger el que funcionara en aquella conjuncin particular de los elementos. Despus empez a canturrear en voz baja con el ritmo de las campanas como teln de fondo, pero aunque Crawford escuch con la mxima atencin posible las palabras pronunciadas por su propia voz no logr decidir si el lenguaje que estaba hablando era griego o latn..., o quiz algn idioma mucho ms antiguo que sos. Byron se irgui sin dejar de canturrear en voz baja y reanud su avance hacia la columna de san Teodoro. Crawford oy una nota musical que no pareca tener fin pasando velozmente sobre su cabeza y un instante despus el punto de claridad se pos en la superficie de la segunda columna. El ojo haba quedado libre para que las hermanas se lo pasaran de la una a la otra. Las campanas haban dejado de sonar, y los ltimos ecos metlicos se alejaron sobre las aguas en direccin a las cpulas de la iglesia de Santa Mara della Salute. Byron haba acabado de desenvolver el corazn y lo sostena en la mano buena de Crawford de tal forma que el lado hendido del rgano quedaba hacia adelante. Alz la mano apuntando con la palma hacia el punto de mxima definicin y empez a retroceder. Espero que consiga atraparlo murmur. Josephine grit; y un instante despus oyeron un nuevo grito, y otro ms. Byron arroj el cuerpo de Crawford al suelo y empez a rodar sobre las irregularidades del pavimento yendo hacia las hileras de gndolas. Crawford oy dos detonaciones procedentes del otro extremo de la Piazza, y un instante despus oy el twang de una bala de plomo pasando velozmente junto a su oreja. Se acab jade Byron con la garganta de Crawford mientras se incorporaba y echaba a correr agazapado hacia las aguas del canal. Podemos..., podemos volver a intentarlo en algn otro momento. No, mtase en una gndola. Aickman, se ha vuelto loco? Slo tenemos una salida, y es nadar. Maldita sea... Crawford hizo un terrible esfuerzo de voluntad y volvi a asumir el control de su cuerpo. Ya haban llegado a los peldaos de piedra y baj corriendo por ellos, arroj el
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corazn sobre el asiento de una gndola y empez a desatar los cabos que unan la pequea embarcacin a su atracadero. Cuando hubo desatado el ltimo nudo, corri hacia el final del muelle donde la haban atracado empujando el tallo metlico de la proa por delante de l, y cuando lleg al final del muelle salt hacia el asiento aterrizando al lado del corazn de Shelley. La gndola estaba retrocediendo alejndose de la escalera que llevaba al muelle. Crawford logr deslizarse hasta la popa y agarr el remo intentando que su cuerpo quedara lo ms agachado posible. Mantena las mandbulas apretadas, pero poda or las palabras que Byron estaba haciendo articular a su garganta: Aqu no podemos hacer nada... Tendramos que estar equidistantes de las dos columnas para que el ojo pudiera ir y venir entre ellas! Oy otra detonacin detrs de ellos, y el proyectil les dej atrs rebotando sobre las aguas acompaado por un sonido como el que podra emitir una bandada de pjaros asustados ocultos entre la hierba. Salte por la borda! zumb la voz en su garganta. Llegaremos hasta un lugar seguro nadando! Conozco cien sitios de esta ciudad a los que se puede llegar a nado y donde no correremos ningn peligro! Pronto dijo Crawford. Haba logrado enderezar la gndola y estaba moviendo el remo furiosamente hacindole cobrar ms velocidad a cada momento que pasaba. Manejaba el remo sin apartar los ojos de la proa, intentando calcular las distancias relativas del Gran Canal, la iglesia de San Giorgio y la Piazza, que haba quedado a su espalda. Supongo que... esas campanas no estaban dando... la hora jade. Eran una... alarma. Estaba empezando a preguntarse si habra calculado mal el sitio donde haba visto la turbulencia de las aguas un rato antes cuando volvi a verla por delante de la gndola. El agua estaba hirviendo a cien metros de distancia de la proa, y un instante despus hubo un chapoteo espectacular acompaado por una nube de espuma que sali despedida hacia el cielo reflejando las luces multicolores de la ciudad..., y la tercera hermana asom la cabeza de las blancas aguas hendiendo el clido aire de la noche. Los labios de Crawford formaron la palabra Jess, y no supo si haba sido Byron o l mismo quin haba hablado. La criatura quiz haba perdido su forma en los largos aos pasados debajo del agua, o quiz nunca haba sido tallada con el cincel hasta darle los contornos simtricos de una columna, como se hizo con sus hermanas, en cuyo caso el que los trabajadores la hubieran perdido dentro de las aguas del canal en el siglo doce no deba de haber sido ningn accidente. Su cabeza era un peasco cubierto de algas y moluscos que meda cuatro metros de dimetro, y la boca tan ancha como larga era la gndola de Crawford que se abra bajo el agujero de la nica cuenca visible descendi y se cerr bruscamente con una explosin de espuma iridiscente y un sonido como el de una puerta de piedra colosal que acabara de cerrarse impidiendo el acceso a toda la ciudad. La cabeza gir lentamente sobre s misma movindose ciegamente de un lado para otro sobre las aguas. Crawford se puso en pie tuvo que agarrarse a la borda, pues la gndola estaba oscilando locamente debido a la repentina agitacin de las aguas, cogi el corazn tal como le haba visto hacer a Byron, le dio la espalda a la criatura emergida de las aguas y se volvi hacia las dos columnas. Alz el corazn por encima de su cabeza.
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Volvi a or la misma nota musical de antes, muy lejana al principio pero aumentando rpidamente de potencia, y en una fraccin de segundo doce estrellas se volvieron ms brillantes en rpida sucesin. Crawford apenas haba tenido tiempo de captar el fenmeno cuando ya volvan a parpadear con su brillo de costumbre. Ha fallado oy que deca Byron con su voz. Y aqu vienen los austracos. Haba sido vagamente consciente de otra gndola bastante ms grande que la suya aproximndose en ngulo desde los muelles, y cuando se volvi hacia ella pudo ver los caones de los rifles recortndose contra las distantes luces de la Piazza. Se volvi hacia la tercera hermana. La cuenca visible sobre su boca ya no estaba vaca. Se haba vuelto an ms oscura que antes, pero la oscuridad que haba invadido aquel vaco era tan tenebrosa que daba la impresin de brillar, y cada aguja de luz reflejada pareca dirigirse en lnea recta hacia los efmeros ojos mortales de Crawford que parpadeaban asombrados contemplndola. El corazn de Shelley se tens y se relaj entre sus dedos con un leve crujido. Crawford arroj el corazn sobre el asiento, hizo girar su gndola y empez a remar en direccin a la Piazza. Un poco ms lejos jade con el sudor corrindole a chorros por la cara. Hasta dejar atrs el punto equidistante... Entonces volver a intentarlo. Se arriesg a echar una rpida mirada hacia la gndola austraca que se le acercaba por babor y vio que segua movindose en direccin opuesta a la suya, como si los soldados pretendieran rebasar a la tercera hermana y dar la vuelta una vez la hubiesen dejado atrs. Le tienen miedo comprendi. No se atreven a disparar con ella tan cerca. Quieren llegar a una posicin desde la que puedan dispararnos con slo la laguna y el Lido a nuestra espalda. Mir hacia la tercera hermana que crea estar dejando atrs. Tendr que remar una distancia mayor de la que haba planeado dijo Byron, aunque su informacin llegaba algo tarde. Nos sigue. Crawford se apoy con todas sus fuerzas en el remo movindolo hacia adelante y hacia atrs a travs del agua tan salvajemente que temi acabar rompindolo, y sinti una desesperada alegra al ver la estela de espuma dejada por su gndola. Cuando crey haber sacado algunos metros de ventaja a la criatura que les persegua dej caer el remo, cogi el corazn y volvi a sostenerlo sobre su cabeza. Sinti que la msica pasaba velozmente por encima de l haciendo que una hilera de estrellas se volviera ms brillante durante una fraccin de segundo. Otro fallo jade antes de que Byron pudiera decirlo. Y un instante despus la noche se ilumin con un resplandor amarillo hacia el este y la gndola vibr y salt como si hubiera recibido una docena de martillazos. Crawford perdi el equilibrio y sinti el impacto de las astillas que llovan sobre su cuerpo. El retumbar mltiple de los caones austracos hizo temblar el aire un instante antes de que su cuerpo pasara rodando por encima de la borda. El instinto le hizo patear para librarse de los zapatos. Byron us su garganta para hablar debajo del agua, y Crawford casi perdi todo el aire que haba conseguido tragar. Ahora nadie puede vernos dijo la voz ahogada que resonaba dentro de su tensa garganta. Deje que me encargue de nadar hasta all. Crawford se relaj dentro de la baera en la posada de Lerici sintiendo una inmensa gratitud y observ como las negras aguas de Venecia pasaban velozmente junto a sus ojos. Byron hizo que el cuerpo de Crawford se desplazara varios metros por debajo del agua en direccin a la tercera hermana, lo dobl sobre s mismo formando una bola y movi enrgicamente las piernas. Durante un segundo el cuerpo de Crawford
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emergi de las aguas hasta la cintura y la mano con que sostena el corazn qued a una altura suficiente para hacer que sintiese una punzada de dolor en el hombro. Y el volumen de la msica se hizo mucho ms alto y de repente se inmoviliz en una nota tan insoportable como el chirriar de una navaja deslizndose sobre los dientes. El tiempo pareca haberse detenido. Crawford pudo ver las gotas de agua suspendidas en el aire, y se dio cuenta de que su cuerpo se haba quedado inmvil. Haba atrapado el ojo. Tens los msculos de su cuello e hizo que su cabeza se volviera hacia l. Las estrellas ardan con la lmpida intensidad de otros tantos diamantes delante de la masa oscura que era el corazn de Shelley. El ojo estaba incrustado en la hendidura, milagrosamente capturado. Fue bajando la mano y cerr el corazn hendido sobre aquel retazo de claridad sobrenatural tensando los dedos con todas sus fuerzas para que el ojo no pudiera escapar. La msica qued ahogada dentro del corazn y el movimiento volvi a caer sobre l en una oleada repentina. Su cuerpo choc con el agua una fraccin de segundo despus. Empez a mover las piernas y el brazo libre impulsndose hacia la Piazza. Crawford saba que su cuerpo estaba muy cerca de sucumbir al agotamiento, y era horriblemente consciente de que el fondo del canal estaba a mucha distancia por debajo de sus pies y de que la tierra firme ms cercana se hallaba a cien metros de distancia en cualquier direccin, por lo que cuando Byron decidi volver a encargarse del esfuerzo que supona el nadar no intent oponerle ninguna resistencia. E incluso Byron pareca estar teniendo dificultades. La corriente les haba llevado en direccin este alejndoles un buen trecho del horizonte formado por la Piazza, y aunque nadaba en ngulo contra ella y a una velocidad bastante buena considerando que necesitaba una mano para sujetar el corazn, tena que hacer frecuentes pausas para mantenerse a flote y dar unos momentos de reposo a sus jadeantes pulmones. Hubo un momento en el que su pierna mala empez a tensarse con el doloroso comienzo de un calambre. Crawford se dej dominar por el pnico y agit locamente el cuerpo de Byron dentro de la baera en Lerici, pero Byron se limit a jadear una maldicin y se dobl sobre s mismo dentro del agua para darse masaje en los msculos del muslo con la mano libre. Crawford comprendi que se haba visto obligado a usar aquella misma maniobra muchas veces, pues su mano se mova a la velocidad justa, ni demasiado deprisa ni demasiado despacio, y los msculos recobraron la flexibilidad en menos de un minuto. Byron hizo que la cabeza de Crawford emergiera de las aguas y trag una honda bocanada del fresco aire nocturno. Ya me avis de que no deba confiar en su pierna dijo con estoicismo. Sigamos. Oyeron disparos en tres ocasiones seguidos por el suave siseo de las balas de plomo hendiendo las crestas de las olas mientras se alejaban en direccin al Lido, y despus de cada disparo Byron estuvo nadando varios minutos con una especie de movimiento perruno que les haca avanzar ms despacio pero resultaba mucho ms silencioso. La mano que sostena el corazn estaba empezando a acalambrarse. Los pulmones de Crawford parecan exprimirse a s mismos con cada exhalacin y volver a llenarse hasta el mximo de su capacidad un segundo despus, y su corazn era un martillo enloquecido que golpeaba los tejidos blandos de su pecho. La mano izquierda que sostena el corazn era una garra atenazada por el dolor. Las luces de la
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Piazza estaban ms cerca, pero cuando Byron hizo la siguiente pausa para descansar us los msculos de su garganta para darle la mala noticia. Su cuerpo... no va a... conseguirlo jade. Y antes de que Crawford tuviera tiempo de utilizar su garganta para replicar Byron volvi a hablar. Probar un... truco que se... me... acaba de ocurrir. Y un instante despus la totalidad de Crawford se encontr en la posada de Lerici. Trelawny estaba de pie en el umbral y le miraba fijamente. Has tenido un ataque dijo Trelawny con expresin preocupada. Deja que te saque de esa baera. No, maldito seas dijo Crawford con la voz de Byron. Djame a solas. Se pregunt si Byron habra decidido enviarle hasta la posada para que estuviera a salvo y si pensara usar el agotado cuerpo de Crawford para llegar hasta el fondo del canal y seguir adelante. Pero eso no funcionara. La conexin creada por la sangre desaparecera en un par de horas como mximo. El cuerpo de Byron morira, y Crawford se encontrara atrapado durante un minuto de terror en su cuerpo antes de perecer ahogado. Los msculos del cuerpo en el que estaba se relajaron sucumbiendo al ataque de la fatiga, y los pulmones empezaron a jadear violentamente. La frente de Byron se cubri de sudor y Trelawny lanz una maldicin y corri hacia la baera, pero mientras sacaba el cuerpo de Byron de la baera Crawford logr dejar escapar una carcajada casi inaudible, pues acababa de comprender cul era el plan del lord. Haba permitido que su cuerpo absorbiese el cansancio de Crawford, tal y como haba dejado que fuese Crawford quien sintiera la frialdad del agua de la baera un rato antes. Haba utilizado la conexin creada por la sangre para enviar los venenos y toxinas de la fatiga a su propio cuerpo, y haba trasladado las energas que pudieran quedar en ste al cuerpo de Crawford. Trelawny acababa de depositarle suavemente sobre la cama. Dnde est ese maldito Aickman cuando le necesitamos? murmur hablando consigo mismo mientras arrojaba mantas sobre el tembloroso y jadeante cuerpo de Byron, quien estaba a punto de perder el conocimiento. El jadear empez a calmarse pasados unos minutos y Crawford abri los ojos para ver los atracaderos de las gndolas a poca distancia delante de l. Sinti como los dedos de su mano derecha se cerraban sobre el poste de madera de uno de los atracaderos ms alejados de la orilla. Su cuerpo segua jadeando, pero el respirar ya no le resultaba tan difcil. Bien, he conseguido poner punto final a mi vida? pregunt Byron con amargura usando la boca de Crawford. No dijo Crawford, contemplando con una inmensa gratitud los cascos de las gndolas cercanas que se mecan en las aguas. Trelawny crey que lo haba conseguido, pero... Ya est bastante mejor. Oh, s, apuesto a que ha sido una experiencia muy tonificante replic Byron. Sabe si Josephine tiene ropa seca para usted en esa bolsa de viaje? S. Entonces salgamos de aqu. Trep al muelle y en cuanto vio que su mano izquierda segua aferrando el corazn sinti un nuevo respeto hacia Byron. Y en cuanto vio que Byron haba vuelto al muelle en el que haban desembarcado a primera hora de aquella noche el ya considerable respeto que senta hacia el lord se hizo un poco ms grande. Bueno, tener un gua nativo siempre ayuda, no?, pens. Byron dijo con voz temblorosa, gracias por..., gracias por todo.
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El gondolero que les haba trado desde el Lido estaba inmvil en el extremo sur del muelle. Haba estado hablando con otros gondoleros, pero acababa de volverse hacia Crawford y su expresin dejaba bien claro que le haba reconocido. Crawford volvi a asumir el control de su cuerpo y le sonri, y estaba preguntndose qu poda decir para que aquella reaparicin nada convencional pareciese un poco ms mundana cuando vio que Josephine vena corriendo hacia ellos por los fundamenta con el bastn estoque y la bolsa de viaje en las manos. Crawford se agach para dejar el corazn sobre el muelle, se incorpor y empez a quitarse la ropa. El gondolero invoc a varios santos y dio un paso hacia l como si tuviera intencin de volver a arrojarle a las aguas de las que acababa de salir. Pero Josephine le grit que se estuviera quieto en un tono de voz tan imperioso que el gondolero no hizo nada, y despus de que Josephine llegara jadeando hasta donde estaba y le pusiera un puado de liras entre los dedos incluso le hizo una reverencia. Crawford ya se haba quedado desnudo. Llvenos al Lido jade Crawford. Abri la bolsa de viaje que Josephine acababa de entregarle y sac de ella unos pantalones secos. Cuando se los hubo puesto cogi una camisa y envolvi el corazn de Shelley en ella. El gondolero se encogi de hombros y movi la mano sealando la embarcacin en que haban llegado hasta all. Josephine subi a ella seguida por Crawford, quien sostena la camisa hecha una bola en una mano. El gondolero manej expertamente el remo internndoles en las aguas del canal y Crawford se volvi hacia la Piazza. La embarcacin de los soldados segua recorriendo las aguas a bastante distancia en direccin oeste, y los grupos de soldados que poda ver sobre el pavimento de la Piazza tenan la cabeza vuelta hacia ella. El gondolero hizo virar la embarcacin y la proa qued apuntando hacia la oscuridad de la laguna, lejos de las luces de la ciudad. La brisa se haba vuelto bastante ms fra, pero Crawford ni tan siquiera pens en meter la mano dentro de la bolsa para coger una camisa, una chaqueta o sus zapatos. Lo... conseguimos jade poniendo cara de asombro. Santo Dios, mi cuerpo est hecho una ruina! grit su voz un momento despus en cuanto Byron tom el control de su garganta. Supongo que vivir..., al menos durante un tiempo. Y ahora, qu hay de las mil ochocientas liras que se ha gastado, y qu ha sido del carruaje y los dos caballos? Crawford sinti un alivio tan inmenso que se ech a rer. Byron dijo, si hace falta cuidar de sus caballos y fregar sus suelos durante veinte aos para devolverle el dinero que me prest. Yo... Se call y mir fijamente a Josephine. Estaba sentada con las piernas cruzadas. Correr por el muelle haba hecho que sus zapatos quedaran cubiertos de barro. Vio como deslizaba un dedo por la suela de un zapato y contemplaba la bolita de barro que se le qued pegada a la yema. Despus se meti el dedo en la boca, lo lami hasta dejarlo limpio y volvi a pasarlo por la suela del zapato. Crawford saba que las mujeres embarazadas solan comer cosas bastante extraas. Era como si sus cuerpos se percataran instintivamente de qu sustancias necesitaban los bebs que estaban creciendo y formndose en su interior. Y de repente record la arcilla que haba visto alrededor de su boca cuando Josephine apareci por primera vez bajo el arco de la Casa Magni haca cuatro noches, y tambin record los extraos dolores que le estaba haciendo sufrir su embarazo aunque slo llevaba tres meses en ese estado. Durante varios segundos intent pensar en alguna explicacin aparte de la que saba claramente que deba ser la autntica, y acab teniendo que abandonarlas todas. Estaba claro que Josephine llevaba dentro algo ms que un beb humano.
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Se dio cuenta de que Josephine estaba mirndole, e intent que sus labios volvieran a curvarse en la sonrisa de satisfaccin que haban formado haca pocos segundos. Pero Josephine no se dej engaar. Qu ocurre? le pregunt. Byron repiti en voz alta el pensamiento que acababa de pasar por la mente de Crawford. Son gemelos le oy decir a su propia voz. La gndola sigui avanzando a travs de la oscuridad durante un minuto entero antes de que Josephine bajara la vista hacia la sangre que manchaba los tablones de la embarcacin. Cuando volvi a alzar la mirada hacia l le contempl con unos ojos tan cansados de llorar que ya no les quedaban lgrimas. Supongo que ya lo saba. Crawford se inclin hacia adelante y le cogi la mano. Su otra mano segua sosteniendo la camisa en la que haba envuelto el corazn de Shelley y lo sopes. Shelley tuvo una buena vida dijo, obligndose a sacar cada palabra de su garganta como si fuese una piedra que estuviera empujando a travs del umbral de una casa. Considerando todo lo que... Josephine haba empezado a sollozar, pero las lgrimas seguan sin acudir a sus ojos. Entonces, qu es lo que hemos conseguido esta noche? Nosotros... Te hemos liberado. Hemos liberado a la madre del nio dijo Crawford. Y en cuanto a l, nuestro esfuerzo ha servido para proporcionarle una existencia que al menos ser tan humana como la de Shelley, por oposicin a... Se qued callado. El esfuerzo que le exiga el hablar era casi insoportable. Por oposicin a una existencia de pura..., pura piedra. Salvamos a Byron, a sus hijos y a Teresa. En conjunto fue..., fue una empresa que... vala la pena. Sinti que se le estaba formando un nudo en la garganta y apart la mirada para que Josephine no pudiera ver como sus ojos se iban llenando de lgrimas. Los dos guardaron silencio durante un rato. Y ahora todos nosotros tendremos que huir cruzando los ocanos dijo por fin Josephine con voz abatida, o de lo contrario viviremos bajo el temor constante de que vuelvan a encontrarnos y de que una noche acabemos siendo lo bastante dbiles para extenderles una nueva invitacin. Y nuestro hijo nacer sometido a su..., a su esclavitud. Yo les invit a entrar en mi vida, y les he permitido entrar en la suya. Se reclin en el asiento y alz los ojos hacia las estrellas. Supongo que si lo tomas todo en consideracin es una victoria..., o algo parecido a una victoria, al menos para la mayora de nosotros murmur. Pero... Oh, Dios, cmo me gustara que hubiese alguna forma de liberar definitivamente a los seres humanos de su esclavitud y de cortar el lazo que une nuestra especie a la suya. Crawford meti los dedos de su mano lisiada en el agua y observ las borrosas siluetas de las cpulas de la iglesia que desfilaban en silencio por babor, y pens en el lazo existente entre las dos especies. Su mente empez a repasar las conversaciones que haba mantenido con Shelley, Byron y Villon. Y. por fin, trag una honda bocanada de aire y se dispuso a hablar. Creo que quiz haya una forma de conseguirlo dijo. Se volvi hacia el gondolero. Por favor, llvenos a la Piazza. No! grit un instante despus, y aunque la voz era suya el tono slo poda pertenecer a una persona. Byron haba vuelto a tomar el control de su garganta. No, tenemos que seguir adelante hasta llegar al Lido. Aickman, esccheme... En cuanto los austracos se den cuenta de que el ojo ha desaparecido les bastar con decapitar a un desgraciado en la Piazza y la sangre actuar como un ojo. Si Josephine est all la vern... Volver a quedar atrapada en la red.
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Crawford recuper el control de sus msculos. No ir con Josephine. Ella no saldr de la gndola, por lo que debera seguir siendo invisible a los ojos de su vampiro aun suponiendo que ya hayan puesto en prctica el truco de la sangre. Y yo no estaba atrapado en su red antes de que nos apodersemos del ojo, por lo que no corro ningn peligro de que me vean. Se volvi nuevamente hacia el gondolero y repiti su peticin anterior. Por favor, llvenos a la Piazza. Josephine se inclin sobre la borda, meti la mano lisiada en el canal y ahuec la palma para coger un poco de agua en el hueco. Despus se inclin hacia adelante y la derram sobre la frente de Crawford. Crawford la contempl parpadeando con irritacin durante unos segundos sin comprender por qu haba hecho aquello, pero acab sonriendo. Aquella noche en Roma te dije que quiz querra que lo hicieras en algn momento del futuro, verdad? Gracias. Meti la mano en el canal y la pas por la frente de Josephine. Y despus de haberse bautizado el uno al otro los dos se volvieron hacia la Piazza San Marco para contemplar sus luces con expresiones preocupadas.
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No hay nada seguro salvo lo incierto, lo que es para todos evidente es lo ms oscuro; slo cuando quedo atrapado en las dudas puedo estar [seguro. Slo ante los enigmas y no ante las trampas de la Lgica se rinde el conocimiento para descorrer su teln...
FRANCOIS VILLON,
El gondolero dej escapar un suspiro melodramtico y alz una mano implorante hacia el cielo, pero movi el remo y la gndola gir obedientemente, trazando una amplia curva hasta que la proa qued apuntando en la direccin por la que haban venido, sin duda porque estaban ms cerca de la Piazza que del Lido y porque deseaba librarse de aquella pareja de locos lo ms pronto posible. La boca de Crawford volvi a abrirse. Puede que les arresten apenas hayan llegado a la escalera del muelle. Crawford se dio masaje en la garganta deseando que Byron no creyera necesario hablar en un tono de voz tan ronco. Si vemos soldados cerca de la escalera pasaremos de largo y bajar de la gndola en cuanto nos hayamos alejado un poco de ellos. Josephine haba estado observndole con una mezcla de esperanza y abatimiento en la mirada. Qu piensas hacer? le pregunt. Voy a... Intentar acabar con el eslabn que une a las dos especies. Cmo? An no estoy muy seguro. Se golpe la frente con un nudillo. Byron... Las Grayas siguen despiertas pero en estos momentos se encuentran cegadas, verdad? Qu significa eso? Significa que a menos que los austracos mantengan un buen chorro de sangre fluyendo continuamente por la Piazza, mi amigo Carlo ya no podr seguir ganndose la vida gracias a las asombrosas habilidades que le han convertido en el mejor lanzador de monedas de toda Venecia. Ahora ni tan siquiera podr lanzar una moneda a travs de una ventana abierta desde tres pasos de distancia con alguna esperanza de no errar el tiro, y si lo consigue no hay forma alguna de predecir dnde caer la moneda..., y cuando caiga ni tan siquiera ser la misma moneda, o no lo ser en ninguno de los sentidos que importan a los seres humanos. El campo que las Grayas proyectan actualmente est impregnado de imprecisin y posibilidades sin determinar. Me gustara que Shelley hubiera vivido para verlo, l que amaba tanto el desorden...
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El tono que Byron dio a la voz de Crawford dejaba bien claro que el lord no poda soportar el desorden. Esos sacerdotes armenios de los que me habl... Le dijeron con qu rapidez se alteraba el campo una vez que el corazn desde donde es irradiado sufre una variacin? Cambia al momento, Aickman..., o, como le gustaba expresarlo al sacerdote que me lo explic, a la velocidad de la luz. Pero tambin me dijeron que es un fenmeno parecido al del fuego de San Telmo, o a la electricidad almacenada en un cuarto lleno de botellas de Leyden. No es una corriente, sino un campo esttico, y es probable que haya algunas zonas donde el viejo campo siga en vigor..., dbil y sufriendo filtraciones, desde luego, pero an relativamente intacto, aunque esos... puntos lgidos probablemente acabarn esfumndose y se perdern dentro del campo predominante en cuanto hayan pasado uno o dos das. Crawford asinti. A menos que recuperen el ojo o sigan empapando el pavimento de sangre. Puede localizar a Carlo? Suponiendo que siga vivo... No se habr marchado muy lejos. Hasta esta noche la Piazza era el paraso de un lanzador de monedas. Crawford se volvi hacia las luces de la Piazza y vio que ya estaban bastante ms cerca que antes. Las columnas de las Grayas parecan ligeramente torcidas, y el Palacio del Dogo era una bestia inmvil pero impredecible acurrucada sobre mil patas de piedra. Meti la mano en la bolsa de viaje y cogi una de las blusas de Josephine. Esta blusa no se parece en nada a la camisa que llevaba antes observ, y empez a ponrsela. Se volvi hacia Josephine y le sonri, aunque su sonrisa era ms bien una mueca de puro agotamiento. Supongo que no habr ningn par de zapatos dentro de la bolsa, verdad? Josephine mene la cabeza. Perdiste tu ltimo par en el canal. Ya. Crawford volvi a meter la mano dentro de la bolsa, sac de ella una camisa azul y despus de algunos esfuerzos logr arrancarle las mangas y meti los pies dentro de ellas. Los puos colgaban flccidamente a unos centmetros de sus dedos, por lo que cogi un par de cintas de un vestido de Teresa y las us para hacer un nudo en el extremo de cada manga, pasando la cinta alrededor de su empeine y su tobillo y haciendo otro nudo all donde comenzaban sus pantorrillas. Ya est dijo. Quiz anden buscando a alguien que ha perdido los zapatos. Josephine mene la cabeza. No pareca muy convencida. El gondolero estaba persignndose. Creo que quiz haya otra zona relativamente grande donde el viejo campo siga intacto y ejerciendo su influencia dijo Crawford. Estar cerca de la Piazza y el Palacio Ducal, y coincidir con el sitio donde tengan guardado a Werner. Por la cuenta que le trae, supongo que habr tomado todas las precauciones posibles para asegurarse de que vive dentro del equivalente a una botella de Leyden. Una embarcacin se haba estado aproximando a su gndola desde haca unos instantes, pero Crawford no se dio cuenta de los rifles empuados por los hombres que viajaban a bordo de ella hasta entonces. Eran los mismos soldados austracos que haban hecho aicos la gndola robada en la que estaba viajando haca media hora escasa. Tens los msculos, disponindose a ordenarle a su gondolero que se alejara de aquella embarcacin siguiendo una trayectoria en ngulo, pero enseguida comprendi que no tenan ninguna posibilidad de dejarles atrs. Lo que hizo fue contemplarles boquiabierto mientras se aproximaban. Fjate, querida dijo dndole un codazo a Josephine. Esos hombres van armados! Bondad divina! exclam Josephine.
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Los austracos les observaron en silencio durante unos momentos, pero la embarcacin acab alejndose para inspeccionar otras gndolas. Crawford fue relajando uno a uno los msculos de su cuerpo. Supongo que no andan buscando a una pareja, y menos a una que va hacia la Piazza en vez de alejarse de ella. Hizo varias inspiraciones lo ms profundas posible. Bien, Byron, si su amigo Carlo no puede ayudarnos a encontrar el campo y si no logramos... acabar con Werner, lo ms probable es que Werner d orden a sus austracos de que hagan dormir a las Grayas antes de que su pequea zona determinista acabe esfumndose, con lo que al menos no se encontrara en una situacin peor que cuando empez su viaje hacia el sur saliendo de Suiza. Cuando se haya asegurado de ello siempre puede dar la orden de que los soldados empiecen a buscar el ojo. Apenas llevaba un segundo callado para recuperar el aliento cuando Byron tom el control de su garganta. Oh, vamos, y a quin le importa ese tal Werner? El gondolero hizo girar la popa de la embarcacin hacia babor, y en cuanto lo hubo conseguido se apoy en el remo para alejar a la gndola hacia el espacio vaco existente entre los esbeltos cascos de otras dos embarcaciones. Crawford meti dentro de la bolsa de viaje que le haba entregado Josephine la bola que haba hecho con la camisa que contena el corazn de Shelley y el ojo de las Grayas. No la pierdas le dijo, pasndole la bolsa y ponindose en pie. Werner aadi en voz baja mientras el gondolero bajaba de un salto al muelle y empezaba a pasar los cabos alrededor de los postes que servan para atracar las embarcaciones es la conexin existente entre las dos especies, la humana y la nefelim. Revivi a los nefelim hace ochocientos aos, despus de que se hubieran pasado milenios durmiendo, haciendo que un cirujano introdujera a un nefelim, una pequea estatua de piedra, dentro de su abdomen y se lo cosiera. El hecho de que cada uno est contenido dentro del otro cre un espacio de coincidencia entre las dos formas de vida existentes sobre la tierra, y esa coincidencia o superposicin es lo que mantiene con vida y conscientes a los nefelim, y lo que les permite alimentarse con los seres humanos. Se dispuso a bajar de la gndola, pero Josephine le cogi por el brazo antes de que pudiera hacerlo. Ir contigo dijo. Fjate en la plaza... Est claro que no han derramado sangre sobre el pavimento. No disponen de ningn ojo. Su ojo de cristal contemplaba el cielo, aunque su ojo humano no se apartaba de Crawford. Todava no replic Crawford, pero pueden hacerlo en cualquier momento. Si... Tiene razn le interrumpi Byron. Vuelva al Lido y esprenos all. No dijo Josephine con voz muy tranquila. Estoy segura de que necesitarn ayuda y s que en caso de que no la tengan fracasarn. No pienso ir al Lido para esperar a alguien que no vendr. Alz la mano. Escchenme y crean lo que les digo. Si no dejan que vaya con ustedes les juro que... Les juro que llenar este vestido de piedras y saltar al centro de la laguna. Un peso suficiente y una buena cantidad de agua salada deberan impedir que ninguno de nosotros vuelva a aparecer, y cuando hablo de nosotros me refiero a los dos fetos, el corazn, el ojo o yo misma. Crawford estaba meneando la cabeza y cuando habl, su voz casi se haba convertido en un gemido. Pero y si le cortan la cabeza o lo que sea a alguien cuando ests cerca de all? Si consegus lo que os proponis no importar. Y si fracasis... Bueno, supongo que tendr que acabar ahogndome.
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Crawford saba que hablaba en serio. Volvi a menear la cabeza, pero le cogi la mano. Si debe hacerse, ser mejor hacerlo deprisa dijo. Otra vez Macbeth observ Byron con su voz en cuanto hubieron bajado al muelle. Josephine ofreci unos cuantos billetes ms al gondolero, pero el hombre los rechaz de inmediato con un gesto de la mano y volvi a hacer la seal de la cruz. Muy bien dijo ella. Gracias. Pas su brazo alrededor del de Crawford, fueron por el muelle hasta llegar a donde empezaba el pavimento y siguieron avanzando con direccin a la Piazza igual que si estuvieran dando un paseo. Bien dijo Josephine como si fuesen dos turistas que estaban discutiendo a qu restaurante iran para cenar, cules son tus planes? Piensas abrirle en canal para sacarle la estatua que lleva dentro? Lo has adivinado replic Crawford. Hizo girar el bastn estoque de Byron con una desesperada jovialidad. Y si nuestro beb humano ya ha sido infectado por los nefelim como ocurri con Shelley? Josephine le mir. En ese caso l o ella formarn otra coincidencia entre las dos especies. Crawford se qued inmvil. No haba pensado en eso. Cristo... Pas su mano lisiada sobre su calva. Cunto tiempo llevas... comiendo tierra? le pregunt. Josephine se encogi de hombros. Una semana? No, menos. Entonces probablemente no haya peligro por ese lado. Dudo que el feto inhumano pueda interferir en el desarrollo de su compaero de tero hasta que l mismo se encuentre en una etapa bastante avanzada de su evolucin, y a juzgar por lo que acabas de contarme tengo la impresin de que an le falta bastante. Intent que el tono de su voz transmitiera una conviccin mayor de la que senta, y maldijo mentalmente a cualquier Dios que pudiera existir por haber permitido que la ordala a la que faltaba poco para que se enfrentaran no slo fuese tan tremendamente difcil y peligrosa sino, posiblemente, intil aun suponiendo que tuvieran xito. Byron, tome el control de las piernas dijo con voz enronquecida. Byron hizo lo que le peda sin ningn comentario. Crawford se relaj en la cama de Lerici y observ como las columnas del flanco del Palacio Ducal que daba a la plaza iban desfilando por la parte derecha de su campo visual. Las columnas blancas del Palacio estaban tan cerca que poda ver con toda claridad las manchas de xido que haba sobre los capiteles corintios, y se dio cuenta de que Byron les estaba llevando en una trayectoria lo ms alejada posible de las columnas que sostenan a las Grayas. Crawford asumi una fraccin de sus sensaciones corporales lo bastante grande para poder captar el contacto del brazo de Josephine. Una superposicin mucho ms frgil pens, pero aun as hay una posibilidad de que sea la que salga triunfante esta noche. La luz de las antorchas que ardan cien metros delante de ellos delineaba los contornos de los arcos bizantinos y las torres de la Baslica de San Marcos como si un pincel inmenso empapado en pintura color naranja estuviera deslizndose sobre la negrura estrellada de la noche. Crawford intent que su imaginacin no convirtiera el arco de la entrada principal en una boca de piedra que esperaba engullirles. Docenas de personas iban de un lado para otro sobre los mosaicos del pavimento, y algunas de ellas vestan uniforme militar austraco, pero por lo menos ninguno de los soldados escoltaba a un prisionero y llevaba un hacha en la mano. Los rostros de muchas de las personas junto a las que pas parecan ligeramente borrosos y daban la impresin de bailotear en una confusa mezcla de
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expresiones contradictorias, lo cual haca difcil saber con seguridad en qu direccin estaban mirando. Todo potencial y un mnimo de concrecin material pens Crawford. Estoy seguro de que vivir metido en un campo de indeterminacin resultara muy interesante. Imagnate lo que sera el cocinar... Hasta cocer un huevo tres minutos para dejarlo en su punto resultara toda una aventura. Byron hizo que el cuerpo de Crawford dejara atrs rpidamente la fachada del Palacio y lo llev hasta los arcos del lado oeste de la baslica, obligando a Josephine a ir ms deprisa cada vez que sta se quedaba un poco rezagada. Pasaron bajo la torre del reloj y torcieron hacia la izquierda en direccin a la parte norte de la Piazzetta, bastante ms angosta que la explanada a travs de la que haban estado movindose. El rostro de Crawford qued alzado durante un segundo hacia los adornos y tallas que cubran la torre del reloj, y se pregunt si ver al len alado mirndoles desde lo alto habra hecho que Byron se sintiera tan nervioso como l, por no mencionar la amenazadora presencia de los dos gigantes de bronce que sostenan sus martillos junto a la gran campana. Byron llev los cansados cuerpos de Crawford y Josephine hacia la angosta entrada de un callejn que haba en el lado norte. Los ojos de Crawford apenas si se fijaron en la oscuridad de la placita. Cuando hubieron entrado en l Crawford vio que el callejn estaba mejor iluminado que la plaza que acababan de dejar atrs. La luz de las lmparas brotaba de las tiendas acurrucadas bajo los arcos que haba a cada lado del callejn, y proyectaba las sombras de las salchichas y los quesos colgados del techo sobre los desgastados ladrillos de los muros, y las luces que haba detrs de las ventanas abiertas por encima de sus cabezas iluminaban macetas, balcones y cortinas que aleteaban lentamente, movidas por la brisa nocturna. Dme una moneda jade Byron con la voz de Crawford. Josephine sac una moneda de su bolso y la puso en la mano de Crawford, quien la hizo saltar por el aire y la arroj contra la pared, agarrndola al vuelo diestramente cuando hubo rebotado en ella para volver a lanzarla una fraccin de segundo despus. La atmsfera del callejn vibraba con los ruidos de las conversaciones y las risas, y los gritos de un borracho que asesinaba una cancin en algn lugar cercano, pero el clink..., clink..., clink de la moneda pareci imponerse enseguida a los otros ruidos y ahogarlos. Antes de que su cuerpo hubiera dado seis pasos ms Crawford tuvo la seguridad de que los dems sonidos se haban coordinado con el ritmo impuesto por los lanzamientos de la moneda y que ya estaban subordinados a l. Y un instante despus empez a or dos clink por cada impacto de la moneda contra la pared. La mano de Crawford cogi la moneda al vuelo y su rostro mir hacia arriba. Un hombre muy gordo de bastante edad asomado a un balcn estaba arrojando monedas contra la pared de enfrente. Las monedas chocaban con los ladrillos creando un tintineo metlico, pero ninguna de ellas caa al suelo del callejn, y despus de haber chocado con su objetivo ni tan siquiera se las poda ver. El hombre mir hacia abajo y su expresin pareci indicar que le reconoca. Estn despiertas dijo en italiano, y el miedo hizo que la cuidadosa despreocupacin de su voz estuviera acompaada por un temblor casi imperceptible, Y ciegas. Carlo, necesitamos tu ayuda dijo Byron. Soy Byron, el... Lo s le interrumpi el hombre gordo. El rostro de Byron es visible detrs del rostro que llevas puesto, como un velo estampado medio oculto por el dibujo de otro velo. La noche est saturada de mal. Lanz otra moneda hacia la nada que esperaba para engullirla una vez hubiese tintineado contra la pared, y se agarr con
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las dos manos a la barandilla del balcn como si quisiera impedir que vibrase. Qu clase de ayuda? Creemos que por aqu cerca an queda una pequea zona donde todo sigue igual que era antes... Si entras en esa zona an seras capaz de calcular lo que pueden ver. Necesitamos que nos ayudes a encontrarla. Y qu pensis hacer cuando estis dentro de ella? Si tenemos xito mataremos a las columnas y a los vampiros. Acabaremos con toda esa vida de piedra para la que no hay lugar dentro del orden natural o, por lo menos, la reduciremos a ese antiguo estado suyo de inactividad e indefensin que lleva ochocientos aos sin conocer. Tengo esposa dijo Carlo con expresin pensativa. E hijos. Vives en una casa alquilada, verdad? Te comprar una residencia en el lugar de Italia que ms te plazca. Carlo asinti despus de un largo silencio que Crawford pas gimoteando de pura impaciencia en la habitacin de Lerici, atormentado por su imaginacin y por las visiones de soldados llevando a un prisionero hasta la plaza y desenvainando un cuchillo que le presentaban. Pero no me hables y no des ninguna seal de que voy con vosotros. De acuerdo. El hombre gordo gir sobre s mismo y desapareci del balcn. Compraron una bolsa de monedas con algunas de las liras que an le quedaban a Josephine y se la dieron a Carlo, quien la cogi y sali del callejn, yendo hacia la Piazzetta. Crawford y Josephine le siguieron a unos tres metros de distancia. Carlo cruz la mitad del pavimento que le separaba de la baslica y arroj una moneda al aire. La moneda brill durante un momento al reflejar la luz de las antorchas y Crawford la perdi de vista. Unos segundos despus oy un ruidito metlico bastante lejos y a la derecha, all donde se alzaba la gran torre de ladrillos del campanile. Carlo sigui avanzando en esa direccin unos cuantos pasos y volvi a alzar su pulgar hacia el cielo. Esta vez Crawford ni tan siquiera logr ver la moneda, y no oy nada aparte de las voces y carcajadas procedentes del callejn que haban dejado atrs. Carlo gir sobre s mismo y fue en direccin opuesta. Haba dado veinte pasos hacia la parte trasera de la baslica, cuando arroj otra moneda. Byron logr que los ojos de Crawford no la perdieran, pero la moneda aterriz bastante atrs de Carlo y durante un segundo, despus de haber chocado con el pavimento, hubo tres monedas claramente visibles, luego dos y despus ninguna. Carlo asinti y sigui caminando. Crawford recuper el control de su boca el tiempo suficiente para protestar. Podramos haberlo hecho sin su ayuda murmur; y un instante despus, Byron us su voz para reducirle al silencio con una rplica sarcstica. Oh, claro... Pero no llegaramos muy lejos sin l. Apret con ms fuerza el brazo de Josephine y sigui andando en la misma direccin que Carlo sin dar la impresin de que le estaba siguiendo. El hombre gordo sigui caminando sobre los mosaicos del pavimento, trazando un dibujo que pareca totalmente aleatorio. Cada moneda que lanzaba al aire sala volando en una direccin distinta y se desviaba rodando en ngulos imposibles. En el extremo noreste de la Piazzetta haba un callejn sumido en la oscuridad, y pasados varios minutos qued claro que Carlo iba acercndose cada vez ms a l. Acab desapareciendo en su entrada y tras una pausa, un bostezo y una mirada de aburrimiento a lo que le rodeaba, Crawford se encontr escoltando a Josephine
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hacia el interior del hueco sumido en las sombras que se abra entre dos grandes edificios cubiertos de tallas y adornos. Apenas entraron en el callejn Crawford pudo or ruido de agua corriendo por delante de ellos y comprendi que deba de ser el canal que pasaba junto a la pared este del palacio. Vio ante ellos la mancha vagamente luminosa de lo que comparado con la negrura del callejn casi era claridad de la noche en un espacio ms abierto. Carlo arroj otra moneda y desapareci al doblar la esquina que tenan delante. La moneda rebot detrs de Crawford, volvi a rebotar mucho ms lejos, siempre a su espalda, y acab detenindose delante de l. Carlo haba doblado a la derecha. Byron apret el paso para no perderle y Crawford sinti una punzada de dolor en la pierna izquierda. Cuando hubieron doblado la esquina se encontraron en una especie de pasarela que cruzaba el angosto curso del canal, frente a los contornos, parecidos a una calavera, del Puente de los Suspiros recortndose ante ellos contra el resplandor de las luces esparcidas a lo largo del espacioso Canale di San Marco. Byron haba logrado reducir la distancia que les separaba de Carlo, y cuando ste se detuvo junto a una verja de hierro que haba al final de la pasarela, fue hacia l y se detuvo a su lado. Y bien? murmur Byron. Es la sacrista de la baslica respondi Carlo en voz baja. Lo que andis buscando se encuentra ah dentro. Se encogi de hombros. Josephine extendi el brazo, puso la mano sobre el tirador de la verja y la empuj. La verja gir sobre sus bisagras revelando el pasadizo de techo bastante alto sumido en la penumbra que se extenda ms all de ella. Carlo cruz el umbral murmurando plegarias. Crawford le sigui, y Josephine cerr la puerta a su espalda. Carlo avanzaba muy despacio, detenindose cada dos o tres metros para lanzar otra moneda al aire. Ahora las monedas aterrizaban ms cerca de l, y no rebotaban siguiendo trayectorias increbles. Lleg un momento en el que Crawford ya no poda ver nada errtico en los cursos que seguan. Carlo las atrapaba con mucha facilidad, pero estaba claro que an captaba la existencia de ciertas desviaciones pues, cuando tuvieron que escoger entre dos pasadizos distintos, Carlo se dirigi primero hacia uno mientras lanzaba una moneda al aire y la pillaba al vuelo y luego hacia el otro mientras repeta el lanzamiento. Despus asinti y fue sin vacilar por uno de los pasadizos. Atravesaron varias salas y habitaciones y Carlo acab llevndoles por una escalera de caracol y por otro pasillo. Parejas de ventanales muy altos y estrechos hendan la pared que daba al canal alternndose con columnas de madera bastante gruesas, y la luz era lo bastante buena para proyectar sombras no muy definidas sobre los paneles de madera que cubran la pared de enfrente. Y de repente Crawford tuvo la impresin de que su peso haba aumentado. La luz era ms intensa, y el roce de sus calcetines improvisados sobre el suelo se oa con mucha ms claridad que haca unos momentos. Carlo lanz otra moneda. La atrap con la palma de su mano, tal y como llevaba haciendo durante los ltimos minutos, pero dej escapar un gruido de sorpresa. Volvi a lanzarla bastante ms arriba, casi rozando el techo, y cerr los ojos mientras extenda la mano delante de su cuerpo. Y volvi a cogerla. Se meti el dedo en la boca, lo mordi y avanz unos cuantos metros. Movi el dedo dejando caer una gota de sangre sobre las losas y retrocedi hasta su posicin original.
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Sac dos monedas ms de la bolsa y empez a hacer malabarismos con las tres monedas mientras canturreaba entre dientes. Las monedas se movan cada vez ms deprisa. El canturreo se volvi ms potente y pareci provocar el nacimiento de un picor casi insoportable en el mun del dedo anular de Crawford. Una de las monedas sali disparada hacia arriba y rebot primero en el techo, luego contra una pared y despus contra otra. Choc con el suelo girando sobre su eje tan deprisa que daba la impresin de ser un globo de cristal, y se movi trazando una siseante espiral alrededor de la manchita de sangre, acercndose unos centmetros ms a ella con cada nuevo giro. La moneda acab quedndose quieta, se tambale sobre su eje durante unos segundos y cay justo encima de la manchita de sangre. Ya hemos llegado se oy decir Crawford. No del todo dijo una voz familiar desde las sombras de un umbral delante de ellos. Un turista acaba de sufrir un accidente en la Piazza, y me temo que el accidente ha sido considerablemente sangriento. Polidori emergi cojeando con paso vacilante de las sombras, avanz bajo la tenue claridad y sonri. Y ha tenido lugar justo entre las dos columnas. Crawford se encontr yendo hacia uno de los ventanales de la pareja ms prxima. Sus manos fueron hacia el pestillo, lo alzaron y abrieron la ventana. Salta al canal dijo volvindose hacia Carlo. Tendrs que nadar. Vuelve a casa con tu familia. El hombre gordo corri hacia la ventana y logr deslizar su masa por el hueco avanzando hasta quedar a la mitad del alfizar. Despus se retorci furiosamente, acab de recorrer la distancia que le faltaba y se precipit hacia adelante cayendo por el aire. Un segundo despus oyeron un chapoteo bastante ruidoso. Byron hizo girar la cabeza de Crawford hacia Josephine y enarc las cejas. No dijo Josephine. Quiero ver lo que ocurre. Puedes tener la seguridad de que lo vers, querida dijo Polidori, dando un paso hacia adelante con el cuerpo encorvado. Su sonrisa se haba convertido en una mueca de dolor. Vers el hgado del seor Crawford extrado de su cuerpo por tus propias manos y despus te lo comers. Y te encantar hacerlo. El cuerpo de Crawford desplaz su peso de un pie al otro mientras su mente expulsaba a Byron de l. Dnde est Werner von Aargau? pregunt, ocultando su horror y su pena detrs de un tono de conversacin intrascendente que le exigi un considerable esfuerzo. Von Aargau? En su habitacin del Palacio Ducal. En qu otro sitio podra estar? Se haba imaginado que estara dando un paseo en gndola por el canal? Mir fijamente a Crawford. Acaso estaba buscndole? Crawford no respondi, y Polidori se volvi hacia Josephine. Y t? Le buscabas? Josephine lanz una rpida mirada de splica a Crawford, quien se apresur a dar un paso hacia adelante y le pas el brazo por encima de los hombros. S, le buscbamos dijo en voz baja. Estaba seguro de que lo haban perdido todo, incluido su beb, pero no poda permitir que aquella criatura, aquel rival y competidor suyo que casi le haba arrebatado el afecto de Josephine, viera el brillo de la desesperacin en sus ojos. Crawford observ a Polidori con las cejas enarcadas. Puede decirme si hay alguna forma de llegar a su habitacin desde aqu? le pregunt con mucha cortesa.
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Polidori se ri, y Crawford sinti una salvaje alegra al captar la ira que el dolor aadi al sonido. Bueno, doctor, voy a contarle un secreto dijo Polidori imitando burlonamente la entonacin corts empleada por Crawford. S, es posible. Sus proyecciones, esos fantasmas tan apuestos y sustanciales a travs de los que vive, suelen usar este camino para entrar y salir del palacio discretamente. Hay una puerta en el pasillo que tengo a la espalda, y un pequeo muelle ms abajo... Le gusta aparecer en Venecia desde debajo del Puente de los Suspiros, sabe? Muy adecuado. Por qu le estaban buscando? Tenemos intencin de matarle. Polidori se ri, y la carcajada fue una mezcla de jadeo ahogado y exhalacin asmtica. Pues les habra resultado muy difcil conseguirlo. Tiene muchos, muchos guardias que le protegen y ninguno de ellos aceptar sobornos, le administrar un veneno o desfallecer en cuanto llegue el momento de luchar por su causa, pues cada uno de esos guardias es una musculosa y apuesta proyeccin del mismo Von Aargau. Y aun suponiendo que consiguieran matarle, moriran un segundo despus. Crawford oy sonido de pisadas en la escalera que haba a su espalda. Soldados austracos dijo Polidori. Les aconsejo que no opongan resistencia. Crawford dej que sus hombros se encorvaran hacia adelante y apoy las manos sobre la empuadura del bastn, y una parte de aquella rendicin tan evidentemente reluctante era autntica, pues odiaba el que fuese imprescindible permitir que Byron se encargara de esa parte. Dej transcurrir unos momentos y se oblig a volver a la cama de Lerici permitiendo que Byron tomara el control de su cuerpo. Una fraccin de segundo despus los dos dedos intactos de su mano izquierda hicieron girar el aro metlico que haba debajo de la empuadura del bastn, y el cuerpo de Crawford salt hacia adelante tensando los muslos mientras su brazo liberaba la hoja de acero y la haca girar en el aire para colocarla en posicin de ataque. Polidori salt hacia la derecha de Crawford, pero Byron logr retorcer la mueca que sujetaba el bastn estoque mientras su cuerpo an segua en el aire, moviendo el arma en una profunda estocada en sixte, y cinco centmetros de la hoja se hundieron en el flanco de Polidori. Eisener breche, bastardo! jade Byron. El pie derecho de Crawford resbal cuando sus piernas llegaron al punto fina! de la estocada. Y Polidori se encogi al final de la hoja. Su forma segua siendo humana, pero ahora apenas meda sesenta centmetros de altura. Sus facciones, hermosas y regulares haca slo un momento, se haban confundido formando un rostro parecido al de un sapo. Polidori empez a retroceder hacia el pasillo eructando e intentando contener las nuseas que sacudan su cuerpo repentinamente empequeecido. Josephine le observ alejarse mordindose los labios, pero no intent seguirle. El sonido de pisadas ya haba llegado al pasillo y su ritmo se aceler indicando que los soldados haban echado a correr. Byron gir sobre s mismo para enfrentarse a la nueva amenaza. Seis soldados con las espadas desenvainadas se detuvieron patinando sobre las suelas de sus botas al ver el estoque que blanda, se quedaron inmviles durante un momento y avanzaron cautelosamente con sus armas lo ms extendidas posible delante del cuerpo. Por increble que pareciera ninguno iba armado con pistolas, y en sus ojos haba una llamita de nerviosa inquietud que no tena nada que ver con Crawford o Josephine.
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El grito de Byron hizo que Crawford se acordara de algo, y aprovech aquella breve vacilacin de los soldados para recuperar el control de su cuerpo y mover el estoque en un arco hacia una de las columnas de madera que haba entre los pares de ventanas, dejando un araazo horizontal en ella. Byron volvi a tomar el control de su cuerpo, lanz una maldicin y salt hacia adelante con un movimiento impregnado de nerviosa impaciencia. Enga a un soldado mediante una finta y el estoque se movi como si fuese un sacacorchos chocando con la hoja de otro soldado. La punta del estoque de Byron logr atravesar la defensa del austraco y le hiri en el antebrazo. Un instante despus Byron ya haba retrocedido de un salto saliendo del radio de accin de su arma. El austraco herido retrocedi maldiciendo con voz sorprendida y algo asustada, y los dos soldados que le flanqueaban corrieron hacia adelante con las espadas extendidas en lnea recta ante ellos. Byron hizo una finta bastante alta y se inclin de lado hasta quedar casi agazapado, apoyndose en el suelo con la mano izquierda de Crawford y sosteniendo el estoque con la derecha. El soldado ms cercano a la ventana no logr detenerse a tiempo y se empal en el acero. Byron irgui el cuerpo liberando el estoque de un tirn mientras el soldado caa hacia atrs, y Crawford recuper el control de su cuerpo el tiempo suficiente para hacer que su mano lanzase una nueva estocada contra la columna de madera. El estoque cre una segunda seal junto a la primera. Deje de hacer eso! grit Byron. Los cuatro soldados ilesos le atacaron al mismo tiempo. Byron hizo girar el estoque trazando un ocho horizontal que consigui detener momentneamente la acometida de las cuatro espadas y salt hacia adelante en una acometida corta que llev la punta del estoque a la mejilla del hombre situado ms a su derecha. Byron hizo bajar la hoja en una trayectoria transversal apartando las tres espadas que tena delante, y se agach para herir la rodilla de otro soldado con una estocada rpida pero muy profunda. El lord se dispuso a avanzar, pero Crawford le detuvo e hizo girar el estoque con todas sus fuerzas hacia la zona de la columna situada debajo de las seales dejadas por sus dos golpes anteriores. Que Dios le maldiga, Crawford! aull Byron. Salt hacia adelante y su estoque choc ferozmente con la hoja del austraco ms cercano. El impacto fue tan potente que el austraco qued desequilibrado, y Byron le raj la garganta un segundo antes de que sus otros dos enemigos pudieran defenderle con sus armas. La sangre brot a chorros de la garganta degollada, y el austraco se fue doblando sobre s mismo hasta caer al suelo mientras Byron retroceda apartndose de l. Deje de hacer payasadas o conseguir que le maten dijeron los labios de Crawford. Pero Crawford no hizo ningn caso. Volvi a asumir el control de su cuerpo una vez ms y clav la punta del estoque en el tosco rostro que sus golpes anteriores haban tallado en la columna de madera sin prestar ninguna atencin a los dos soldados austracos que avanzaban hacia l. La empuadura del bastn estoque se calent como si estuviera al rojo vivo, y Crawford tuvo que hacer un terrible esfuerzo de voluntad para no soltarla. Y un segundo despus la punta de una espada entr en contacto con su flanco derecho y se abri paso por entre la carne. Josephine dio un respingo, y Crawford se alegr de saber que segua estando all, aunque el repentino estallido de dolor casi le hizo perder el conocimiento. Byron volvi a tomar el control y movi el estoque hacia adelante. El acero encontr los ojos del austraco y el impacto fsico del golpe fue tan grande que le hizo
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caer de espaldas. Un instante despus Byron ya corra hacia los tres austracos que seguan en pie. Ninguno de los tres estaba ileso, y en cuanto le vieron venir hacia ellos giraron sobre sus talones y huyeron corriendo de aquella furia asesina que haba cobrado forma humana. Sus pasos se alejaron repiqueteando por los peldaos y Crawford pudo or como gritaban pidiendo refuerzos. Crawford hizo girar la hoja del estoque por el aire mientras tensaba el cuerpo para no sentir tanto el dolor de la herida que haba recibido en el flanco, y se dio cuenta de que Byron acababa de cederle el control. Oy la voz de Trelawny. La habitacin de la posada de Lerici era tan pequea que no creaba ningn eco. Qu tal te encuentras? Qu tal me encuentro! grit Byron desde su propio cuerpo acostado en la cama. Oh, me encuentro tan bien como ese maldito entrometido al que encadenaron a una roca. Siento como los buitres me roen el vientre y las entraas, pues no tengo hgado. Crawford dio un paso hacia Josephine y la herida de su costado le castig con una punzada de dolor tan terrible que se tambale y tuvo que tragar una honda bocanada de aire para no perder el conocimiento. Byron tambin pareci sentir el dolor, pues Crawford le oy gritar nuevamente desde su lecho. No temo a la muerte, pero esto es insoportable! Ah, ya no puedo seguir bromeando. Llama a Fletcher; dame algo que ponga fin a esta tortura o a mi existencia, tanto me da. No podr soportarlo mucho ms tiempo. Crawford se volvi hacia la ventana. Oy el dbil eco de unas detonaciones distantes, y rez para que los disparos hubiesen salido de las armas de los Carbonari a los que haba pedido ayuda clavando el estoque en el mazze improvisado. Cogi a Josephine del brazo y fue cojeando por el pasillo en la direccin que haba tomado Polidori despus de convertirse en un enano deforme. Tens el puo que sostena el estoque sobre la herida ensangrentada de su flanco y dej la vaina de madera con forma de bastn all donde haba cado en el suelo al comienzo del combate. Tomad, milord dijo Fletcher. Crawford tuvo la impresin de que estaba hablando junto a su odo, aunque se encontraban separados por ms de doscientos kilmetros de distancia. Un instante despus Crawford mene la cabeza y dej escapar el aliento en una ruidosa exhalacin, pues su cabeza haba quedado invadida por los vapores del amonaco. El olor desapareci enseguida..., y la conexin que le haba unido a Byron con l. A partir de ahora tendremos que arreglrnoslas nosotros solos dijo volvindose hacia Josephine. La cogi del brazo, sopes el estoque con la otra mano y avanzaron cojeando por el pasillo, cruzando los retazos de claridad lunar y tinieblas que se alternaban a lo largo de ste. Crawford acab pudiendo distinguir una puerta en la pared que tenan delante, y ya haba empezado a tirar del brazo de Josephine apremindola a ir ms deprisa, cuando oy sonido de pasos en la escalera que haban dejado a su espalda. Se lanz hacia adelante en una mezcla de carrera y tropezones tambaleantes arrastrando a Josephine. Sus pulmones ardan y los calcetines que haba improvisado con las mangas ya casi no existan las cintas se haban soltado y senta como le rozaban los tobillos a cada paso, pero no redujo la velocidad hasta que l y Josephine hubieron llegado a la puerta.
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Slo haba una cerradura de hierro provista de un tirador, y Crawford luch con l en vano durante varios segundos antes de comprender que la puerta estaba cerrada por el otro lado. Gir sobre s mismo y alz el estoque. La escalera se encontraba a bastante distancia de ellos, y los tres soldados austracos eran bultos confusos que yacan sobre el suelo entre el punto donde estaban y el lugar donde se haba producido el enfrentamiento. Crawford pens que el pasillo se extenda hacia el sur durante un trecho tan largo que ahora l y Josephine deban de estar en el recinto del Palacio Ducal. Mantnganse alejados de las ventanas! grit una voz en italiano con un fuerte acento de Venecia desde el nacimiento de la escalera. Los austracos tienen un can cargado de metralla en una embarcacin y se acercan por el canal. Crawford se dej caer contra la pared y lanz un suspiro de alivio. Eran los Carbonari. Vio aparecer a unos hombres barbudos que vinieron corriendo hacia ellos por el pasillo blandiendo pistolas, y un par de los recin llegados se inclinaron durante una fraccin de segundo sobre cada uno de los tres austracos cados en el suelo. Crawford vio el fugaz brillo de los cuchillos que emplearon. El hombre que iba delante lleg hasta Crawford y se agazap. Sostena una pistola en cada mano. Qu infiernos estn haciendo? ste no es lugar para seres humanos. Sus ojos se clavaron en Josephine y la observaron con hostilidad. Aunque es el sitio donde uno esperara encontrar nefandos... Aydenme jade Crawford. Maten al hombre que encontraremos detrs de esa puerta. Movi la mano sealando por encima de su hombro. No replic el hombre con irritacin. No se le puede matar. Dos de mis hombres han muerto ya en la Piazzetta... Acaso nos ha llamado para eso? Quiere que intentemos matarle? Crawford oy voces procedentes de ms all de los angostos ventanales, y el chapoteo de un remo hundindose en las aguas del canal. Tienen pistolas dijo. No podramos haber llegado hasta aqu si no las tuviramos replic el hombre con impaciencia. Cuando las hermanas quedaron ciegas esta noche las pistolas no servan de nada. Los austracos se dieron cuenta y se desprendieron de las suyas. Nosotros las conservamos. Bueno, por lo menos dispare contra esta puerta. Tiene que abrirla. Quiz ni tan siquiera eso sea posible replic el Carbonari. La sangre que cay sobre el pavimento se est secando a cada momento que pasa, y si las hermanas pierden su ojo de sangre el percutor no crear chispa para encender la plvora. Pero un instante despus ya haba movido la mano indicando a tres de sus seguidores que se reunieran con ellos y les haba dado rdenes. Los cuatro hombres apuntaron sus pistolas hacia la cerradura y dispararon por turno contra ella. Las cuatro detonaciones iluminaron el pasillo con relmpagos de un amarillo lvido y sus ecos resonaron en los cristales de las ventanas. Y un segundo despus el par de ventanas ms prximo a Crawford estall hacia dentro rociando el pasillo con un diluvio de cristales. Un colchn de aire caliente comprimido le arroj contra la otra pared y, mientras su espalda rebotaba en ella y caa al suelo, oy confusamente los ecos del caonazo alejndose por entre las fachadas de los edificios que flanqueaban el canal. Dos Carbonari le levantaron del suelo todos haban estado agazapados por debajo del nivel de los alfizares, pero algunos de ellos sangraban abundantemente a causa de las heridas que les haban infligido los cristales, y su jefe le lanz una
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mirada de irritacin y reproche. Los tmpanos de Crawford an no haban dejado de zumbar y apenas pudo or lo que le dijo. Le han alcanzado? Crawford pas una mano temblorosa sobre sus hombros para quitarse los trocitos de cristal. Eh... Parece que no replic, hablando bastante alto para poder orse. Estaba a un lado de la ventana. Cree que puede matarle? pregunt el jefe de los Carbonari. La sangre haba empezado a brotar de la nariz de Crawford, y ni tan siquiera estaba seguro de si conseguira seguir mantenindose en pie sin ayuda. S murmur apretando los dientes. Y la mujer..., la mujer le est ayudando? Por su propia voluntad y en todo lo que pueda? S replic Crawford. El hombre frunci el ceo y acab tomando una decisin. Muy bien. Le entreg la pistola que no haba disparado, sac un cuchillo de hoja muy larga y estrecha de su cinturn y meti la empuadura entre los dedos de Josephine. Les detendremos el mximo de tiempo posible. El jefe de los Carbonari arroj la pistola descargada a uno de sus hombres, quien la cogi al vuelo y le lanz otra lista para ser usada. Despus fue hasta la ventana y apunt hacia el canal. Apret el gatillo y el percutor baj con un chasquido esparciendo una nubcula de plvora, pero no hubo ninguna detonacin. La sangre se ha enfriado dijo el jefe de los Carbonari, y guard la pistola que ahora no serva de nada debajo de su cinturn. Ese caonazo fue el ltimo disparo que se har en esta zona hasta que derramen ms sangre. Tenemos cuchillos y podemos usarlos.... pero debemos darnos prisa. Agrup a sus hombres con un gesto de la mano. Los dos Carbonari que haban estado sosteniendo a Crawford le soltaron para alejarse por el pasillo con sus compaeros. Crawford sinti como se le doblaban las rodillas y su trasero acab golpeando el suelo. Josephine corri hacia l y le ayud a levantarse, pero Crawford se olvid durante un momento de la puerta que tenan delante y se limit a contemplar la pared por encima de las ventanas destrozadas. Los paneles de madera haban quedado perforados por la metralla siguiendo una trayectoria vertical, pero no en dos lneas distintas, como Crawford habra esperado basndose en que el caonazo de metralla haba penetrado por dos ventanas. Lo que haba era una serie de tiras verticales de agujeros y araazos, ms anchas en el centro y ms estrechas y menos claras arriba y abajo de ese punto. El dibujo as formado era una especie de ola muy similar a las que Crawford haba visto en muchas ocasiones agitando las aguas entre una embarcacin de gran tamao y un atracadero muy largo. Le bast con verla para comprender instintivamente que estaba ante otra consecuencia del campo de indeterminacin proyectado por las Grayas en su estado de ceguera actual; y tambin supo que eso significaba que la pequea zona determinista de Von Aargau su botella de Leyden individual haba perdido una parte muy considerable de su potencia, y quiz toda. Si Carlo hubiera estado aqu arrojando sus monedas al aire stas seguiran desapareciendo en la nada. Josephine haba rasgado su falda en tiras y empez a anudar un par de ellas lo ms tensas posible alrededor de sus costillas, vendndole la herida que le haba causado la espada del soldado austraco.
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No puedo permitir que mueras desangrado murmur cuando hubo terminado de apretar los nudos. No... Al menos, todava no replic Crawford. Se apoy en Josephine y fue con paso tambaleante hacia la puerta contra la que haban disparado los Carbonari. La cerradura haba quedado destrozada y la madera que la rodeaba estaba reducida a astillas. Bast con un leve empujn de la mano de Crawford para que la puerta se abriera girando sobre sus goznes.
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Qu ritos son stos? Acaso la tierra va a engendrar an ms monstruos? Anteo apenas se ha enfriado. Qu puede crear esta horrenda progenie? Qu puede arrojar extremos tan contrarios sobre la faz del mundo? Tan frtil es la tierra que lleva en su seno hasta la semilla de su propio deshonor?
BEN JOHNSON,
Al otro lado de la puerta se extenda un pasillo bastante ms angosto cuyas paredes de ladrillo quedaban tenuemente iluminadas por el resplandor de la lmpara que haba ms all de la esquina. Crawford se qued inmvil contemplndolo con el rostro inexpresivo, y Josephine acab cogindole de la mano y tir de l para hacerle avanzar. Crawford dio un paso adelante para no caerse y un instante despus los dos empezaron a avanzar por el pasillo. La nariz de Crawford segua dejando caer gotas de sangre sobre la pechera de la blusa de Josephine que llevaba puesta, y uno de sus pies descalzos dejaba un rastro rojizo sobre las piedras del suelo. Sus brazos estaban demasiado cansados para sostener el estoque y la pistola extendidos ante l, pero tena la impresin de que en caso de necesidad sera capaz de alzar las armas, y le complaci observar que sus manos an conservaban la fuerza suficiente para seguir sujetando las empuaduras. Josephine haba deslizado el cuchillo bajo la cinturilla de la falda de Teresa y sostena la bolsa de cuero delante de su cuerpo con las dos manos. Crawford pens que era una buena idea, pero se pregunt qu ocurrira si la hoja de una espada o el proyectil de una pistola entraban en contacto con el corazn. Doblaron la esquina. Haba una lmpara ardiendo en una hornacina de la pared, y Crawford pudo ver que el suelo que se extenda ante ellos estaba cubierto por una alfombra y que las paredes estaban adornadas con paneles de madera oscura. E! pasillo volva a cambiar de direccin unos cuantos metros ms all, y la luz que llegaba desde el otro lado de aquella esquina era un poco ms intensa. Crawford se dio cuenta de que la nica emocin que experimentaba era el deseo de notar la blandura de aquella alfombra bajo sus pies descalzos, y eso le sorprendi un poco. Llegaron al tramo alfombrado, doblaron la esquina y se quedaron inmviles durante un momento, balancendose lentamente de un lado a otro. A pocos pasos ante ellos haba una puerta abierta, y la habitacin que se encontraba al otro lado del umbral era muy espaciosa. Crawford pudo ver un grupo
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bastante numeroso de hombres elegantemente vestidos, de pie sobre el suelo de mrmol, aunque ninguno de ellos se mova o hablaba. No hay otro sitio al que ir murmur Josephine. Tenemos que seguir adelante. Crawford asinti con la cabeza y fueron hacia la habitacin. La estancia era muy grande. El techo quedaba a gran altura sobre sus cabezas y todo estaba brillantemente iluminado por las araas de cristal repletas de velas suspendidas del techo. Las dos docenas de hombres inmviles contemplaban las paredes con mirada inexpresiva, como si estuvieran drogados o aguzaran el odo intentando escuchar algo. Todos son hermanos, pens Crawford. Y un instante despus comprendi que las facciones compartidas por todos aquellos hombres eran las del joven Werner von Aargau, a quien haba cosido una herida de sable en Venecia seis aos antes y para quien haba trabajado durante largo tiempo despus. Buenas noches, Werner dijo Crawford en voz alta. Todos los hombres se volvieron hacia l, y un instante despus Crawford lanz una maldicin con voz aterrorizada y retrocedi un paso. Josephine dej caer la bolsa y empu su cuchillo con mano temblorosa. Los cuerpos de los hombres estaban cambiando. La cabeza de uno de ellos haba empezado a estirarse hacia el techo como si fuera un montn de masa bajo la presin de las manos del panadero. La lengua emergi de sus labios dando la fugaz impresin de que intentaba hablar y fue alargndose rpidamente metros y ms metros como si fuese una serpiente muy larga y desprovista de peso, que empez a enroscarse velozmente alrededor de la cabeza, la cual segua movindose hacia el techo. Los ojos de otro se haban hinchado de tal forma que la cabeza haba quedado reducida a un confuso bulto con dientes, dominado por dos globos resplandecientes que clavaban su mirada inexpresiva en Crawford y Josephine; una gigantesca placa sea parecida a una gran ua estaba asomando por el cuello de la camisa de un tercero, y fue adquiriendo tales dimensiones que ocult primero la boca, despus la nariz y, finalmente, hasta los ojos. La mayora de ellos ya no tenan los pies en el suelo y estaban flotando en el aire. Crawford se dio cuenta de que cada mano derecha tanto si el miembro era un tenso manojo de carne parecido a una coliflor rosada como si era un amasijo de tentculos sostena una pistola o una espada: y comprendi que todos aquellos ojos de formas y tamaos tan dispares estaban vigilndole. Los agujeros de todas las bocas se abrieron simultneamente en todos los rostros, como si alguien hubiera disparado una perdigonada contra una lmina de goma muy tensa. Salid de aqu dijeron al unsono, hablando italiano con un pronunciado acento alemn. Seis quienes seis, aceptad nuestro consejo y salid de aqu ahora mismo. No me reconoces? pregunt Crawford con una petulancia teida de fatalismo. Mrame bien. Se volvi hacia el hombre cuyos dos ojos seguan creciendo a expensas del cuerpo, que se haba encogido sobre s mismo y colgaba bajo aquellos globos suspendidos en el aire mientras sus zapatos y sus prendas iban cayendo al suelo una por una. Soy Michael Aickman. Todas las variedades de mano izquierda se alzaron y se flexionaron en una amplia gama de movimientos espantosos. Aickman! rechinaron y graznaron todas las voces. Vienes a morder la mano que te aliment?
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Crawford meti la pistola inservible debajo de su cinturn, cogi la mano libre de Josephine y dio un paso hacia adelante. Una campana son en algn lugar a la derecha de Crawford, y un instante despus el inmenso par de puertas que haba al final de la estancia giraron sobre sus goznes y varios soldados austracos irrumpieron a la carrera por el umbral. Crawford se dio cuenta de que los soldados parecan muy asustados y de que haban entrado en la estancia movindose con la rapidez fruto de la desesperacin. Apenas vieron los cuerpos deformados e hinchados que se movan lentamente a la deriva por el aire como peces enfermos suspendidos en las aguas de un inmenso acuario, lanzaron un grito colectivo de pavor y huyeron de la estancia. Las puertas se cerraron, y el retumbar metlico de un pestillo al correrse hizo vibrar la atmsfera y cre lentas ondulaciones en los cuerpos que flotaban a medio camino entre el suelo y el techo. Bien, est claro que la sangre que corra entre las columnas se ha secado observaron con voz tranquila todas aquellas voces distendidas o reducidas a orificios diminutos rodeados de arrugas. Derramarn ms sangre en cualquier momento, Aickman, y el campo determinista restaurado har que estos cuerpos vuelvan a recuperar su solidez habitual. Marcharos mientras an estis en condiciones de hacerlo. Podemos olvidarnos de las pistolas dijo Crawford con voz tranquila volvindose hacia Josephine, y los dos se pusieron en movimiento. Los cuerpos suspendidos en el aire se debatieron torpemente intentando atacarles con sus espadas, pero eran tan lentos y les costaba tanto moverse que hasta Josephine pudo rechazar fcilmente los conatos de ataque mediante su cuchillo. Algunas de las manos retorcidas lograron apretar los gatillos de las pistolas que sostenan, pero los percutores se estrellaron inofensivamente contra la plvora inerte. Las distorsiones de los cuerpos se volvan ms acentuadas a cada segundo que pasaba, y algunos empezaban a parecer nubes o anillos de humo. Esperad dijeron las bocas que seguan siendo capaces de articular palabras. Estoy dispuesto a... considerar que hemos llegado a una situacin de empate. Tablas, como en el ajedrez. Si os marchis me ocupar de que tanto vosotros dos como cualquier otra persona a la que designis, podis vivir tranquilos en el futuro sin tener que preocuparos nunca ms de los nefelim. Oh, seguro. Durante el resto de nuestras vidas dijo Crawford. Sigui abrindose paso a travs de aquella multitud cada vez ms insustancial mientras Josephine paraba los dbiles ataques de las espadas detrs de l con secos chasquidos metlicos de su cuchillo. Oy el tintineo de varias espadas al chocar contra el suelo. Las manos que las haban sujetado hasta entonces se haban alterado y distendido de forma tan exagerada que ya no podan seguir sostenindolas. Por toda la eternidad dijeron las bocas. Crawford no respondi. Dio tres pasos ms hacia adelante, atisb por entre las siluetas deformadas y logr distinguir un cuerpo desnudo metido en una gran caja de cristal pegada a la pared de la derecha. Empez a ir hacia ella asegurndose de que no se separaba demasiado de Josephine y procurando mantenerse alejado de las espadas manejadas cada vez con menos fuerza. Los chasquidos de los percutores que caan intilmente sobre la plvora resonaban a su alrededor. Slo quedaban unas cuantas bocas que siguieran siendo capaces de producir sonidos humanos, pero las que an estaban en condiciones de hacerlo dejaron escapar una estruendosa carcajada. Nunca me imagin que alguien conseguira liberar el ojo y atraparlo en cuanto hubiera quedado libre dijeron a coro. Tendra que haberlo previsto... Despus de todo, Perseo lo consigui. Y debera haberme rodeado de centinelas humanos ms
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valientes, y suponiendo que no hubiese logrado encontrarlos, quiz habra tenido que conformarme con una guardia de ciegos. Aun as, no importa. No, no importa dijo otra voz desde el techo. Crawford alz la mirada y durante un segundo crey que el len alado de piedra que adornaba la torre del reloj haba abandonado su puesto y haba volado hasta all para aferrarse a la pared cabeza abajo. No reconoci el rostro grisceo que haba debajo de aquel enorme cuerpo alado hasta que oy el dbil susurro de Josephine. Polidori... Un ala de piedra se despleg a cada lado del cuerpo, creando una rfaga de viento que Crawford supo que deba de haber convertido a todos los duplicados de von Aargau en una masa homognea de cintas e hilachas vaporosas. La boca de piedra se abri con un crujido, las garras emergieron de los orificios que haban hecho en la pared de mrmol y la criatura que haba sido Polidori se lanz al ataque. Salt hacia Josephine, y apenas hubo abandonado la pared, Crawford record como haba intentado aplastarla contra las losas del pavimento cuatro noches antes en la Casa Magni, y su memoria le trajo la fugaz imagen de un bote volcado que bailoteaba entre la grisura de las olas y una casa en llamas y un cuerpo destrozado en una cama..., y Crawford se lanz hacia Josephine casi con alegra, apartndola de la trayectoria seguida por aquella cosa y cayendo all donde Josephine haba estado de pie. Una rfaga de aire le azot el cuerpo haciendo que su mentn rebotara en el suelo de mrmol, pero el impacto contra el que ya haba tensado los msculos no lleg. Crawford rod sobre s mismo y vio que la criatura haba interrumpido su ataque para alejarse hacia el techo. El viento creado por sus alas haca oscilar locamente las araas de cristal. Los Von Aargau falsos haban quedado reducidos a hilillos de vapor que giraban en el aire, y toda su ropa estaba esparcida en montones por el suelo. Josephine haba cado de rodillas, pero estaba mirando por encima del hombro a Crawford y sus ojos estaban desorbitados por el asombro y la gratitud. La criatura alada se pos en el suelo y durante varios segundos Crawford alberg la esperanza de que iba a sufrir la misma prdida de forma que haba acabado con los duplicados de Von Aargau. Sus alas se desprendieron con un chasquido y se doblaron sobre la blancura del cuerpo, que se irgui y empez a perder grosor por la parte central, y sus patas delanteras se extendieron y los extremos se fueron dividiendo para convertirse en dedos. El rostro estaba hacindose ms angosto a cada momento que pasaba. La mandbula se alter ms despacio que el resto de los rasgos, y Crawford pudo or el chasquido indicador de que acababa de dislocarse. Pero la transformacin se detuvo. La criatura acab de erguirse y se volvi hacia ellos y Crawford sinti que el corazn le daba un vuelco al ver que haba adoptado la forma de Julia, la esposa a la que Crawford haba perdido haca ya tantos aos. Mrame, Josephine dijo la boca de Julia. Mrame y reljate. No escuches nada de lo que te diga jade Crawford incorporndose sobre un codo. No la mires a los ojos... Pero Josephine ya lo haba hecho, y su mirada no se apartaba de los ojos de aquella criatura que segua teniendo un poder inmenso sobre ella. Quin soy, Josephine? Eres... Julia. La criatura con forma de mujer asinti y dio un paso hacia adelante sonriendo. Mi pobre hermanita! Qu le ha ocurrido a tu mano y a tu ojo? Qu te han hecho? Josephine baj la cabeza en un movimiento casi espasmdico y alz sus brazos esquelticos. Pareca tan inorgnica como los hombres de bronce que haba en la torre
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del reloj, y el cuchillo que segua sosteniendo entre sus dedos daba la impresin de formar parte de su brazo. Me han arrebatado casi toda la carne dijo con voz chirriante. Y era eso lo que deseabas? Josephine mene la cabeza. Crawford vio las lgrimas en sus ojos, y sinti el dolor de Josephine como si fuera suyo. Sus labios se curvaron en una mueca de rabia impotente revelando los dientes. No lo recuerdo dijo Josephine. Pero... No puedo haber deseado algo..., algo semejante, verdad? Te han consumido y te han utilizado dijo la criatura que haba adoptado la forma de su hermana. S. Me han consumido y me han utilizado. Siempre quisiste ser yo dijo la cosa-Julia. Ahora puedes conseguir que tu deseo se convierta en realidad. Su tono era infinitamente amable y carioso. Puedes ser yo. Dio un par de pasos al frente y se qued inmvil delante de Josephine. Su sonrisa era radiante, y al verla incluso Crawford sinti tenues recuerdos de la casa en Bexhill-on-Sea. Siempre he querido ser t dijo Josephine en voz baja. Pero... La criatura haba empezado a alargar sus blancas manos hacia ella. Pero... Josephine trag una honda bocanada de aire. Y el cuchillo sali disparado hacia adelante tan deprisa que la criatura no tuvo ninguna posibilidad de esquivarlo, y el golpe fue tan potente que Crawford pens que slo el obstculo representado por la empuadura haba impedido que Josephine atravesara a la figura con el puo. Pero te odio! grit Josephine. Cay de rodillas arrastrando consigo a la criatura y empez a tirar del cuchillo hacindolo subir por su abdomen. T queras que te adorase y que viviese reducida a..., a un reflejo en uno de tus espejos! Te encantaba que me vistiera con tus ropas y que fingiera ser t porque as podas..., podas hacer que todo el mundo se burlase de m, podas revelarme ante los ojos de todos como la pequea y horrible Josephine, y podas beber esa pequea parte de ti misma que yo haba creado con mis esfuerzos! Sac el cuchillo de la herida y lo clav en uno de los ojos del vampiro, que se debata frenticamente. Soy como Keats y como Shelley... Nac sometida a un vampiro! La silueta haba dejado de luchar y estaba crujiendo y rechinando debajo del cuerpo de Josephine. El nico movimiento que la agitaba era el lento retroceso de los miembros que iban confundindose con el cuerpo. Josephine sac el cuchillo y se fue incorporando poco a poco. Crawford apel a sus ltimas reservas de energa y se oblig a ponerse en pie e ir hacia ella. Se le fue aproximando cautelosamente hasta que Josephine alz los ojos hacia l, y Crawford pudo ver como sus pupilas se iluminaban con un leve brillo indicador de que le haba reconocido. No era Julia dijo pasndole el brazo por encima de los hombros. Ya lo s replic Josephine contemplando la estatuilla que yaca en el suelo Pero todo lo que dije era cierto. Cmo..., cmo es posible que haya conseguido ignorarlo hasta ahora?. Cmo he podido vivir ignorando que todo eso era cierto? Crawford la apart de la estatuilla. Se dieron la vuelta y fueron lentamente hacia la caja de cristal pegada a la pared. La silueta que contena se agit dbilmente sobre los bordados de su colchn y pareci lanzar una risita casi inaudible. Durante un segundo Crawford pens que deba de ser una mujer espantosamente vieja, con una cadera metida en un agujero de la pared, que se las haba arreglado inexplicablemente para quedar embarazada. El rostro estaba cubierto
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de arrugas y se haba derrumbado sobre s mismo como una manzana resecada por el sol, pero el vientre estaba hinchado y tan tenso como si contuviera un beb inmenso. Entonces vio las tenues hilachas de la barba, y la cicatriz en el abdomen y, por fin, medio escondidos como viejos textos escolares olvidados en el stano de un anciano, la masa marchita de unos genitales masculinos. La cicatriz estaba tensa a causa de la hinchazn del vientre, pero Crawford la reconoci nada ms verla. Se haba fijado en ella cuando inspeccion el liso estmago del duplicado de Von Aargau cuya herida de sable haba cosido en un caf junto al canal haca ya tanto tiempo. Buenas noches, Werner dijo Crawford con voz temblorosa. Sabes quin es esta dama? Es la enfermera que me encargaste envenenara en Roma hace dos aos. Mira al techo dijo aquel hombre increblemente anciano. Crawford alz los ojos. Y sinti que su pecho se converta en un bloque de hielo. El techo era un damero hecho con cuadrados de piedra, y en cuanto su mente comprendi que no haba columnas suficientes para sostenerlo, hasta la espina dorsal de Crawford se encogi de pavor. Y ahora mrame. El anciano movi una mano esqueltica sealando su cadera izquierda, la que a primera vista pareca estar metida en un agujero de la pared. Crawford la examin con ms atencin, ponindose de puntillas para atisbar por encima de la tensa curvatura del abdomen, y vio que la pelvis y el muslo parecan haber sido amputados casi rozando la columna vertebral, y que el cuerpo daba la impresin de fundirse con la piedra. l y el edificio estn unidos por la cadera pens Crawford. Como las dos mujeres de aquel pastel de avena que Josephine hubiera debido partir cuando me cas con su hermana... Y record una lnea del Macbeth de Shakespeare que Shelley sola citar: como dos nadadores agotados que se aferran el uno al otro consumiendo intilmente sus ltimas energas, y durante un segundo le pareci que l, Josephine y todos los poetas tambin haban consistido en dos personas unidas por un lazo intolerable. Werner y las mujeres del pastel de avena slo eran ejemplos algo ms obvios de esa unin y, por ello mismo, disimulaban las formas ms sutiles en que poda llegar a presentarse. Soy parte del edificio dijo Werner. Slo hay una cosa que impida el derrumbe del techo, y es el que yo sigo vivo y que respiro. Los dos ojos relucientes se movieron entre la telaraa de arrugas que cubra la vieja piel de su rostro y se clavaron en la cara de Crawford. Me has entendido? S dijo Crawford. Si mueres moriremos contigo. Aquellos labios resecos que parecan hechos de papel volvieron a moverse. As es. Por lo tanto, ya puedes ir olvidando esas ideas tuyas de sacarme la estatua que llevo dentro. Aun as, la oferta que os hice antes sigue en pie. Salid de aqu ahora mismo y dar instrucciones a los nefelim para que se olviden de vosotros hasta el fin de los tiempos. Crawford estaba temblando, pero se oblig a rer. S lo que vale tu palabra. Percy Shelley la puso a prueba no hace mucho tiempo. Podra obligar a Josephine a que se marchara pens. Cuando ella estuviese fuera de aqu podra hacerlo..., podra sacarle la estatua que lleva dentro. Y entonces record su promesa de ahogarse si no le permita acompaarle en aquella aventura. Saba que no podra obligarla a que se marchara sin l. Durante un momento pens en aceptar la oferta de Werner, pero saba que Josephine tampoco accedera a ello.
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Y si la amenaza del techo no era ms que un ltimo y desesperado farol de Werner? Crawford alz los ojos y volvi a bajarlos con un estremecimiento. No, Werner no estaba echndose ningn farol. Se dio cuenta de que haba empezado a chasquear los dedos, y evit que sus ojos se posaran en Werner o en Josephine. Y no olvides que no dispones de un tiempo infinito se dijo. Tienes que hacer algo. Sus ojos se posaron en la caja de cristal y contemplaron la cicatriz que atravesaba el vientre distendido de Von Aargau durante unos momentos que parecieron interminables. Despus se fue volviendo muy lentamente hacia Josephine. Cuntas veces has colaborado como enfermera en un parto mediante cesrea? Werner estaba diciendo algo, pero la voz de Josephine se impuso a la suya. Creo que unas seis veces. Me alegro..., porque vas a volver a hacerlo. Crawford subi a la caja de cristal y empez a romper cautelosamente las paredes hacia fuera con la culata de su pistola, ignorando los dbiles tirones que las huesudas manos de Werner asestaban a sus pantalones. l y Josephine necesitaran sitio para trabajar. Los dbiles gritos de Werner dejaron de consistir en palabras cuando Crawford agarr el cuchillo envuelto en tela para poder sostenerlo lo ms cerca posible de la punta, pellizc un pliegue de tela hasta dejarlo firmemente sujeto entre sus dedos e hizo la primera incisin. Y aunque el debatirse de Werner se volvi todava ms violento, Josephine le haba atado bien y logr inmovilizarle con un solo brazo mientras usaba la otra mano para restaar la hemorragia mediante un trozo de tela empapado en brandy de la petaca de Crawford. Aparte de esas tareas, Josephine tambin se encargaba de acercar la petaca a los labios del anciano con intervalos de pocos segundos. Despus de la primera incisin Werner haba dejado de rechazar el licor que le ofreca. El agotamiento estaba empezando a oscurecer la visin de Crawford y necesit hacer un considerable esfuerzo de voluntad para impedir que su mano temblara o hiciera un corte demasiado profundo. Su mente se empeaba en olvidar que no estaba en un hospital trayendo un beb al mundo, y en ms de una ocasin se volvi hacia Josephine para pedirle irritadamente un bistur o unos retractores. Se oblig a recordar la serie de dibujos que haba visto en La Miscelnea Menotti, los dibujos que haban sido catalogados por error como ilustraciones de una seccin cesrea, pero que en realidad describan las etapas de la operacin que haba servido para insertar la estatua dentro del cuerpo de Werner. Recordaba la situacin de las incisiones originales hechas en la membrana adiposa y el peritoneo, e intent cortar por los mismos sitios. Los dedos de sus manos parecan no haber olvidado su antigua habilidad y se fueron moviendo con ms destreza a cada momento que pasaba. Le bastaron unos minutos para apartar la piel y los tejidos musculares seccionados y ver la estatua. La estatua haba ido creciendo durante su estancia de siglos dentro del cuerpo de Werner y ahora tena el tamao de un nio de dos aos, pero Crawford la reconoci nada ms verla gracias al dibujo del viejo manuscrito. Estaba enroscada sobre s misma con la cabeza hacia abajo, como si fuera un autntico beb humano, con los pies y las manos rozando las mejillas, y Crawford tuvo que recordarse que estaba contemplando un ser de piedra y que no encontrara ningn cordn umbilical que
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cortar. Pas cautelosamente la mano por debajo de la resbaladiza superficie de la cabeza. Y ahora mucho cuidado dijo con voz tensa. Voy a sacarla. Empez a tirar de la estatua. Hemorragia, doctor dijo Josephine con voz apremiante. Crawford haba estado parpadeando para quitarse las gotas de sudor de los ojos sin apartar la mirada de la estatua. Cuando mir hacia abajo vio chorros de sangre venosa de un color prpura que brotaban con fuerza por debajo de la mano que haba metido en el abdomen de Werner. Los jadeos de Werner parecan haberse convertido en carcajadas muy dbiles. Pon tu mano debajo de la ma dijo Crawford volvindose hacia Josephine, y haz presin sobre la zona que est sangrando. Crawford mantuvo la mano debajo de la cabeza de la estatua mientras Josephine iba deslizando sus dedos empapados en sangre por debajo de sus nudillos. Durante un momento temi que tensar la incisin causara una nueva hemorragia en algn otro sitio, pero Josephine saba cmo hacer su trabajo. Su mano se fue moviendo deprisa pero con cuidado, hurgando y comprobando la tensin a que estaban sometidos los tejidos, y la hemorragia qued detenida en cuestin de segundos. Bien dijo Crawford intentando relajar un poco sus mandbulas. Tendremos que coser la herida pronto, atarla o hacer algo, pero de momento puede aguantar. Empez a levantar la cabeza de piedra. La estatua pareci flexionar sus msculos y la piedra emiti un chirrido de protesta. Estaba oponindole resistencia, intentando dilatarse al mximo para seguir alojada en el nido de carne que haba ocupado durante ochocientos aos. Los tejidos estn demasiado tensos se apresur a decir Josephine. Si contina haciendo eso acabar produciendo algn desgarro. Alz los ojos hacia Crawford y sus labios se curvaron en una dbil sonrisa. La vida de la madre corre un claro peligro, doctor. Crawford torci el gesto, pues en los partos esa frase sola significar que el beb tendra que ser sacrificado. Habra que matarlo, seccionar su cuerpo con el bistur e ir sacndolo del tero pedazo a pedazo. La estatua haba tenido que reblandecer un poco su sustancia para moverse, pero aun as Crawford poda ver grietas que empezaban a llenarse con la sangre de Werner all donde el cuerpo de piedra haba cedido de forma ms pronunciada. Una de las grietas abarcaba toda la garganta de la criatura. Crawford meti la punta del cuchillo en la grieta y empez a empujar. La cosa dej de moverse. Crawford aument la presin y sinti como la hoja del cuchillo se adentraba un poco ms en la piedra e iba haciendo aumentar el tamao de la grieta. Los ojos de la estatua parpadearon contemplndole desde su rostro invertido. Abri la boca y pronunci una frase muy rpida en alemn con una voz tan estridente como el chillido de un pjaro. Crawford no haba logrado comprender sus palabras y deseaba con todas sus fuerzas no or nada de lo que aquella criatura pudiera decirle. Aument todava ms la presin que estaba ejerciendo sobre el cuchillo ignorando los gritos de Werner y el dolor de su mano izquierda, atrapada bajo la cabeza de la estatua... Y la punta del cuchillo se rompi. Crawford logr sacar la mano de un tirn antes de que el extremo roto del cuchillo pudiese hacer algo ms que araar ligeramente el peritoneo dejado al descubierto. La estatua se haba quedado inmvil con el eisener breche en el cuello. Su boca segua abierta.
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Crawford dej el cuchillo roto en el suelo y volvi a tirar de la cabeza de piedra mientras intentaba mantener apartados los tejidos de Werner con la mano libre. El viejo se haba desmayado, pero segua respirando y Crawford saba que si su pulso hubiera empezado a debilitarse, Josephine le habra avisado enseguida. Poda sentir como las fuerzas empezaban a fallarle, por lo que maldijo, tens los msculos y tir de la estatua con todas las energas que le quedaban..., y un instante despus cay de espaldas al suelo con aquel objeto horrendo entre los dedos. La habitacin se estremeci, las araas de cristal se balancearon locamente de un lado para otro y Crawford pudo or un rugido procedente del exterior del edificio. La ciudad de Venecia vibraba indefensa en las garras de un terremoto. Josephine tambin haba cado al suelo. El dolor le haba hecho cerrar los prpados y tena los antebrazos ensangrentados y tensos delante del pecho. Crawford supuso que el gemelo nefelim deba de estar muriendo en su interior. Apart la estatua y salt hacia su paciente despus de haber lanzado una rpida mirada de preocupacin al techo. La vena rota haba empezado a emitir nuevos chorros de sangre en cuanto Josephine cay al suelo, pero Crawford logr encontrarla y la pellizc. La respiracin de Werner era algo rpida, pero continuaba siendo regular y profunda y Crawford dej que su cuerpo se relajara durante un momento mientras segua con la mano izquierda metida dentro del abdomen del viejo. Josephine se irgui lentamente y apart los brazos del pecho con mucha cautela, como si cualquier movimiento demasiado rpido pudiera traer consigo el regreso de aquel dolor terrible que le haba desgarrado las entraas. Crawford ya haba empezado a limpiar la sangre que cubra los bordes de la incisin practicada en el abdomen de Werner con la mano libre, pero ces un momento en su tarea para volverse hacia Josephine. Te encuentras bien? le pregunt. Yo... Creo que s respondi ella, y volvi a ocupar su sitio junto a Crawford. Ve preparando las suturas dijo Crawford. Josephine cogi una de las largas y angostas tiras de tela en que haba convertido las cintas utilizadas por Crawford para sujetar sus calcetines improvisados. Crawford se la quit de los dedos, liber la vena de la carne que la rodeaba con el filo del cuchillo roto y us una mano para atar la vena seccionada entre el punto donde estaba el corte y aquel en que su pulgar izquierdo y su dedo ndice la apretaban para mantenerla cerrada. Crawford permiti que sus dedos se fueran relajando lentamente. La vena se hinch un poco junto al nudo hecho en la cinta, pero no hubo ninguna rotura. Si la sangre estaba logrando atravesar la constriccin representada por el nudo, lo haca muy despacio y en cantidades casi imperceptibles. Crawford concentr su atencin en la tarea de cerrar la herida. Josephine dijo con voz pensativa, pasndole el cuchillo roto, crees que podras arrancar el tacn de uno de tus zapatos y usar el filo de este cuchillo para quitarle algn clavo? Josephine contempl primero sus zapatos y luego el cuchillo. S. Un minuto despus ya le haba entregado un clavo, y Crawford empez a trabajar. Utiliz con infinita cautela la punta del clavo para agujerear los tejidos lo ms cerca posible de la incisin mientras se mantena pendiente de cada inhalacin y exhalacin del anciano. Despus cogi una de las tiras en que Josephine haba convertido las cintas, chup un extremo para dejarla lo ms apretada posible y empez a coser la incisin con la tira como hilo.
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Despus de un interminable minuto de aquel trabajo tan delicado fue tirando de los bordes de la incisin a intervalos de dos centmetros hasta que el corte del peritoneo qued cerrado, y comprob que la sutura aguantaba y no haba ms hemorragias. Dej escapar un suspiro y alarg la mano para que Josephine le entregara otro trocito de cinta. Werner segua respirando cuando hubieron acabado de coser la capa de msculo y terminaron con la piel, aunque no haba recobrado el conocimiento. La sangre rezumaba de la incisin, pero no lo bastante deprisa para que la hemorragia resultara alarmante. Crawford se incorpor sintiendo un leve cosquilleo en el cuero cabelludo producido por la consciencia de tener las piedras del techo a slo seis metros sobre sus cabezas. Se acuclill junto a la estatua manchada de sangre, puso las manos debajo de ella y se oblig a erguir las piernas e incorporarse, aunque el esfuerzo hizo que se le nublara la vista y que su nariz volviera a sangrar. Fuera jade. Deprisa, por donde vinimos. Josephine cogi de un manotazo la bolsa de cuero y los dos avanzaron tambalendose hacia la puerta que llevaba al pasillo. La estatua tena el tamao justo para caber por uno de los ventanales cuyo cristal haba volado en pedazos al recibir el impacto de la metralla del can austraco. Crawford confiaba tan poco en sus maltrechos odos que no quiso apartarse de la ventana hasta que Josephine le asegur varias veces que haba odo con toda claridad el chapoteo de la estatua cayendo a las aguas del canal. Cuando hubo logrado convencerle asinti con la cabeza, la cogi de la mano y fue hacia la escalera. Siluetas confusas corran de un lado a otro de la plaza, y en dos ocasiones Crawford oy el eco de caonazos rebotando en la columnata y los adornos de la pared del Palacio del Dogo, pero nadie intent acercarse a ellos hasta que hubieron logrado dejar atrs las inmensas pero inertes columnas de las Grayas y estuvieron cerca de la escalera que llevaba al muelle y las gndolas. Un hombre emergi de las sombras que se acumulaban bajo uno de los arcos del palacio y alz su mano. Crawford respondi alzando su espada y la pistola que an no haba disparado. Soy Carbonari se apresur a decir el hombre. Crawford logr centrar las pupilas y reconoci aquel rostro barbudo. Era el jefe del grupo de Carbonari al que haban conocido en el pasillo. Hay una embarcacin esperando para llevarles al Lido dijo el hombre hablando en voz baja y apremiante. Est en el pequeo canal que hay debajo de la Embriaguez de No. Se coloc detrs de Crawford y Josephine y empez a empujarles por los codos. El jefe de los Carbonari les llev lo ms deprisa posible a lo largo de la fachada sur del palacio, con el espacioso curso del Canale di San Marco extendindose quinientos metros a su derecha, y les hizo desviarse hacia la izquierda en cuanto llegaron al comienzo del Ponte di Paglia, alejndoles de la escalera e indicndoles que se metieran por entre dos columnas del palacio. Ante ellos estaba el canal al que Carlo haba saltado haca slo unas horas, y Crawford vio a un gondolero esperndoles con un pie sobre el pavimento y otro apoyado en la popa de su angosta embarcacin.
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Los austracos no saben qu hacer dijo su gua, y los centinelas de su rey secreto han enloquecido. Les estamos muy agradecidos. Les dio un ltimo empujn hacia adelante, y aadi: Pero no vuelvan nunca a Venecia. Crawford alz los ojos y comprendi por fin a qu se haba estado refiriendo su gua haca unos momentos. Sobre las columnas de la esquina sureste del edificio haba una escultura de No tambalendose debajo de una parra. El vino se derramaba de la copa que sostena en su mano y estaba a punto de perder la tnica de flccidos pliegues que rodeaba su cintura. Crawford mantuvo los ojos clavados en la estatua de No mientras Josephine suba a la gndola, y pens que despus de haber pilotado la nave que transportaba la totalidad de la vida orgnica del mundo hasta llevarla a un lugar seguro, el pobre tena razones ms que de sobra para emborracharse y perder los pantalones. Crawford desenrosc el tapn de su petaca y se la pas a Josephine en cuanto el gondolero empez a manejar el remo alejndoles del atracadero, y cuando se la hubo devuelto la alz en un brindis dirigido a No y engull el escaso brandy que contena. El Puente de los Suspiros estaba a su espalda pero Crawford mir hacia adelante, all donde las torres y cpulas de la Iglesia de San Giorgio Maggiore se alzaban recortando sus contornos contra la noche. Crawford esper a que se hubieran internado en el canal y el gondolero hubiese empezado a apoyarse en su remo para llevarles en direccin oeste hacia la laguna. Meti la mano en la bolsa de viaje de Josephine y sac de ella la camisa cuyos pliegues envolvan el corazn de Shelley. Murmur una plegaria dirigida a la cabeza del Cristo, astillada y maltratada por la intemperie, se inclin sobre la borda de la gndola y extendi el brazo sosteniendo aquel objeto tembloroso que ola a quemado sobre la oscura superficie del canal. Y, aliviado, comprob que ninguna aparicin repentina henda la lisa piel de las aguas y que su tranquilidad slo estaba turbada por los dbiles reflejos de las medusas suspendidas junto a la superficie del canal como manchas blanquecinas de leche, y la ondulacin creada por la estela de la gndola que se alejaba a ambos lados de ellos, movindose lentamente bajo la luz de las estrellas. Cuando las olitas creadas por la proa afilada como un cuchillo hubieron eclipsado toda la antigua ciudad de Venecia y no hubo ni la ms imperceptible burbuja o remolino que indicara el agitarse de la tercera hermana en las profundidades, Crawford volvi a sentarse y guard el corazn dentro de la bolsa. Los nefelim estaban dormidos por primera vez desde haca ochocientos aos. Pas un brazo alrededor de la cintura de Josephine. Josephine apoy la cabeza en su hombro y se qued dormida. Mi enfermedad desapareci a la cuarta noche de mi estancia en Lerici. Haba logrado conciliar el sueo y estaba tan cansado que, aunque hubo tres leves sacudidas causadas por un terremoto que asust a todo el pueblo y lo hizo salir a las calles, ni ellas ni el tumulto de la gente consiguieron despertarme... Parece que se han producido toda clase de tempestades y conmociones sobre la faz del globo, y por mi parte no me sorprendera en lo ms mnimo que la tierra hubiera acabado cansndose de los tiranos y esclavos que corretean por encima de ella.
LORD BYRON
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He odo los cnticos con que se saludan las sirenas. No creo que quieran cantar para m.
T.S. ELIOT
Italianos? repiti Lucy. Se haba quedado inmvil con el trapo de quitar el polvo suspendido a unos centmetros por encima de la desgastada superficie del mostrador. No quiero tener nada que ver con unos italianos. Hablan ingls replic el posadero. Y me han dado una direccin de Londres. Lo nico que desean es beber un poco de vino en el porche de atrs antes de cenar. Crees que podras...? Lucy haba vuelto a ponerse en movimiento y estaba pasando el trapo por encima del mostrador. Italianos? He odo contar que los italianos son peores que los marineros. Ser mejor que se comporten como es debido. La protesta era un mero ritual. Lucy segua siendo esbelta, pero ya haba cumplido los cincuenta y su rostro mostraba las seales dejadas por dcadas de trabajos manuales. Son una pareja de ancianos y su hijo. No quieren emborracharse, Lucy, slo... Oh, muy bien. Lucy dej el trapo sobre el mostrador, cogi una botella de clarete, un sacacorchos y tres vasos y lo puso todo encima de una bandeja. Pero la nueva tendr que encargarse de la limpieza esta noche, de acuerdo? Desde luego, desde luego se apresur a acceder el posadero. Lucy sali de detrs del mostrador, cogi la bandeja y fue hacia la puerta. Delante de ella estaba la escalera de caracol que llevaba a las habitaciones del piso superior. Gir a la izquierda cuando lleg a su nacimiento y cruz el comedor hasta llegar a la puerta trasera. Abri la puerta sosteniendo la bandeja en una mano y sali al porche, donde sus tres clientes estaban sentados alrededor de una mesita a la sombra. El hijo tendra unos treinta aos. No pareca italiano. Su lisa cabellera castaa estaba peinada hacia atrs dejndole la frente al descubierto, y sus ojos eran de un azul claro. La sonrisa con que la recibi mientras Lucy dejaba la botella y los vasos sobre la mesa era una mera muestra de cortesa. Gracias dijo, y Lucy capt un leve acento extranjero en su voz. Se volvi hacia la pareja de ancianos.
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Eran de edad muy avanzada. La calvicie del hombre slo estaba interrumpida por una delgada franja de cabellos blancos encima de las orejas, y su rostro era tan oscuro y arrugado como un trozo de madera que ha estado flotando a merced de las olas durante mucho tiempo. Un slido bastn de paseo muy desgastado colgaba del brazo de su silla, y Lucy imagin que cuando lo coga, su mano morena y nudosa deba de parecer una parte ms del bastn. Su esposa tena los cabellos grises. Mantuvo los ojos clavados en las manos de Lucy mientras la camarera haca girar el sacacorchos en el gollete de la botella, pero una sonrisa hizo an ms profundas las arrugas de su delgado rostro y pareci indicar el origen de la mayor parte de ellas. Cuando Lucy hubo llenado los tres vasos, el anciano cogi el suyo con una mano a la que le faltaba como mnimo un dedo. Gracias, Lucy dijo. Crawford tom un sorbo de vino y contempl el patio trasero de la posada. El sol del medioda caa sobre las hojas de los rboles creando un sinfn de reflejos verde y oro, y Crawford intent imaginarse que volva a tener treinta y cinco aos y que Boyd y Appleton no tardaran en aparecer por el umbral que haba a su espalda. Pero no lo consigui. El extremo ms alejado del patio se haba convertido en un huerto de melocotoneros. Slo Dios saba cundo se habran llevado de all los viejos carruajes y cul habra sido su destino. Se pregunt si las losas sobre las que haba tropezado cuando avanzaba bajo la lluvia treinta y cinco aos antes seguiran en su sitio, pero no tena ganas de levantarse para averiguarlo. John le estaba observando con una expresin algo inquieta. Haban viajado en el tren de Londres y Brighton en direccin sur hasta Crawley y despus haban alquilado un carruaje para ir a Warnham, desvindose bastante ms hacia el oeste; y John quera estar de vuelta en Londres aquella misma noche para reunirse con su esposa y sus hijos. Bien dijo John, aqu estamos, sea cual sea este sitio. Creo que los dos querais hablarme de algo, no? Queramos contarte cmo nos conocimos dijo Josephine. Cmo fuiste concebido, y cmo llegamos a casarnos... John parpade. Yo... Siempre pens que vosotros... Cre que nunca sacarais a relucir ese tema. Pensaba que no... Que era una historia de la que no deseabais hablar. Mary Shelley muri el mes pasado dijo Crawford, y la promesa que le hicimos ya ha dejado de atarnos. Y Percy Florence Shelley se ha convertido en sir Percy, y me imagino que sigue ignorando la verdad sobre su padre. Crawford ri revelando unos dientes no muy iguales. Y aun suponiendo que se lo hayan contado todo... Bueno, no s qu puede haber sacado en claro de ello. Y lo ms probable es que t tampoco lo creas, John pens. Pero he de revelarte la verdad. Te lo debo... A ti y a tus hijos. Mary Shelley? pregunt John. La esposa de Percy Shelley? Llegasteis a conocerla? S. Crawford tom un sorbo de vino y pens en Mary Shelley. Le haba entregado el corazn de Shelley que segua conteniendo el ojo de las Grayas, metido en una jarra de cristal llena de brandy, y Mary lo haba conservado durante el resto de su vida. En algunas ocasiones Crawford se haba preguntado si el ojo seguira siendo capaz de proyectar un dbil y casi imperceptible campo de esttica determinista, pues en cuanto hubo recibido el corazn Mary perdi toda la espontaneidad y la alegra que
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Shelley encontraba tan atractivas y que le hicieron enamorarse de ella haca ya tantos aos. Su produccin literaria se fue haciendo cada vez ms escasa y espaciada, y sus modales y apariencia se fueron volviendo ms formalistas y rgidos. El nmero de personas a las que vea o con las que mantena una cierta relacin social fue disminuyendo con el paso de los aos, y Crawford haba odo contar que antes de morir haba yacido inmvil sin decir nada durante diez das. Trelawny le haba pedido que se casara con l hacia el ao 1830, pero a esas alturas la creadora de Frankenstein ya haba empezado a dejarse dominar por la inercia que acabara caracterizando el resto de su existencia, y le rechaz. Trelawny sigui a Byron a Grecia despus de la muerte de Shelley, y despus de que Byron hubiera muerto en aquel pas debido a la fiebre de las cinagas que contrajo mientras intentaba organizar un ejrcito para expulsar a los invasores turcos, se qued all durante una temporada llevando una existencia de mercenario y aventurero. Despus se fue a Amrica, donde cruz a nado el ro Nigara lo bastante cerca de las cataratas para poder or su estruendo, y Crawford haba escuchado rumores de que haba regresado a Inglaterra, que haba tenido un asunto con una mujer casada y que actualmente estaba viviendo en Monmouthshire. Crawford pensaba con frecuencia en Byron, quien haba muerto el ao 1824. Crawford y Josephine no haban vuelto a verle despus de su aventura en Venecia. Siempre tuvieron la intencin de visitarle y agradecerle lo que haba hecho por ellos, pero Byron muri inesperadamente en Missolonghi a los treinta y seis aos de edad y su propsito de volver a reunirse con l jams pudo convertirse en realidad. Disculpa, qu has dicho? pregunt Crawford. Te he preguntado que si tambin conocisteis a Shelley replic John con paciencia. S. Y a Byron, y a Keats. Por cierto, te llamamos John en homenaje a Keats. Creo que nunca te lo habamos dicho, verdad? Y todo empez aqu. Movi la mano que sostena el vaso sealando la hierba que cubra el patio. Dej el vaso sobre la mesa y se dio masaje en la mano izquierda. ltimamente haba empezado a dolerle, quiz por culpa de los dedos lisiados. Haba momentos en que el dolor le recorra todo el brazo llegando hasta el hombro. Josephine volvi a llenar los tres vasos. Sigue dijo. Cuando hubo terminado de contar la historia el sol ya estaba bastante bajo en el oeste, y las franjas de sombra proyectadas por los viejos robles que bordeaban el patio se recortaban sobre los tallos de hierba. John estaba meneando la cabeza. Y ese tal Werner... Qu fue de l? Crawford sonri. Nos mantuvimos al corriente de las noticias que llegaban de Venecia durante una temporada despus de marcharnos. Una semana despus nos enteramos de que un par de estancias del Palacio del Dogo se haban derrumbado. Los arquitectos lo atribuyeron a un debilitamiento general de la estructura provocado por los terremotos. Una semana despus? pregunt John. Tu padre es un cirujano magnfico dijo Josephine. As que... no encontr su estatua ni ninguna otra con la que crear una nueva superposicin. John haba hablado en voz muy baja. Con el paso del tiempo quiz acabara dudando de cuanto haba odo, pero su expresin pensativa dejaba bien claro que en aquellos momentos lo aceptaba.
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ah.
Parece ser que no dijo Josephine. Pero la..., la potencialidad siempre est
Y sa es la razn de que siempre me hayis repetido con tanta insistencia que no debo invitar a gente desconocida a mi casa. S, John dijo Crawford. Y confo en que hayas seguido nuestro consejo y que se lo hayas transmitido a tus hijos. Bueno, claro que s, pero... Yo... Nunca comprend del todo el por qu insistais tanto en ello. Crawford apur su vaso de vino. Ahora ya lo sabes, hijo. Se reclin en su asiento y cerr los ojos. Y descubri que segua pudiendo ver el patio, los rboles y la hierba..., pero no poda ser el patio de la posada de Warnham, pues poda divisar hasta kilmetros enteros en todas direcciones, y un instante despus se encontr contemplando un valle enorme en el que haba centenares de peascos, y se dio cuenta de que estaba tirando de un cochecito de nio en el que se hallaba sentado un anciano que le observaba con una sonrisa maligna en los labios, un hombre mucho ms viejo que l, y el anciano entonaba una cancin francesa con una meloda muy alegre y una letra muy triste... Un Keats joven y sano pas montado a caballo junto a ellos. Les salud con la mano y Crawford tuvo la impresin de que la fugaz mirada que le lanz antes de alejarse al galope estaba impregnada de gratitud. Y Byron tambin estaba all, con su cabellera todava ms negra que canosa. El lord sonri y alz una pistola de can humeante. Su disparo acababa de perforar la moneda casi invisible en la maremma. Nuestros pobres hijos... dijo Byron. Shelley estaba a cierta distancia de ellos. Quiz estuviera buscando la moneda contra la que haba disparado Byron, pues caminaba de un lado para otro entre los tallos de hierba, pero no era la hierba reseca y dura de la maremma, sino la de un jardn, y Crawford comprendi que estaba buscndose a s mismo. Shelley buscaba su propia imagen. Y Crawford supo que si recorra aquellas praderas el tiempo suficiente acabara encontrando nuevamente a Josephine. Saba que la encontrara... Acaso no la haba encontrado siempre antes? Dio un paso hacia adelante ya no cojeaba, y se alej en pos de sus amigos. El sol era un globo rojizo suspendido encima del horizonte, y el patio haba quedado sumido en las sombras. John, te importara esperarnos dentro? pregunt Josephine en voz baja mientras acariciaba la flccida mano de Crawford. Nosotros... Pronto estaremos listos para marcharnos. Su hijo se puso en pie y fue hacia la posada, y Josephine sigui sosteniendo la mano de su esposo an no se haba enfriado, y escuch el lento latir de su corazn. No te alejes mucho, Michael dijo en voz baja. S que no puedes conseguirlo t solo. Apoy la espalda en su asiento y aspir una profunda bocanada del aire del anochecer sin soltar la mano de Crawford. Dos por dos cuatro dijo, y su voz sonaba tan distante como si estuviera soando. Dos por tres seis. Dos por cuatro ocho. Dos por cinco diez... La letana acab perdindose en el silencio pasado un rato. Las estrellas fueron apareciendo en la oscuridad del cielo, y el patio qued sumido en el silencio ms absoluto hasta que John volvi a salir de la posada, y durante ese intervalo no hubo
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croar de ranas ni chirriar de insectos. Las ramas se quedaron totalmente inmviles y ni una rfaga de aire turb la calma de la atmsfera.
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Sobre el autor10
Tim Powers naci en 1952 en Buffalo, Nueva York. Se educ en California y fue miembro del grupo de escritores que rodearon a Philip K. Dick (el llamado grupo de California, que incluye tambin a K.W. Jeter, James P. Blaylock y Rudy Rucker). Empez a publicar en 1975, y alcanz la celebridad durante la dcada de los ochenta, en particular gracias a ganar en dos ocasiones el premio Philip K. Dick. Su obra se caracteriza por una mezcla indiscriminada del humor y la narracin culta, as como de los temas clsicos de la ciencia ficcin con otros puramente fantsticos, siendo particularmente popular por sus novelas de fantasa de ambientacin histrica. Novelas
1976 - The Skies Discrowned - Epitaph in Rust 1979 - The Drawing of the Dark (Esencia oscura. Ed. Gigamesh, Barcelona, 2000) 1983 - The Anubis Gates (Las puertas de Anubis. Ed. Gigamesh. Barcelona, 1999) 1985 - Dinner at Deviants Palace (Cena en el palacio de la discordia. Ed. Martnez Roca, col. Gran Super Ficcin. Barcelona, 1991). 1986 - Forsake the Sky revisin de The Skies Discrowned - An Epitaph in Rust, revisin de Epitaph in Rust 1987 - On Stranger Tides (En costas extraas. Ed. Martnez Roca, col. Gran Fantasy. Barcelona, 1990 y Ed. Gigamesh, 2000) 1989 - The Stress of Her Regard (La fuerza de su mirada. Ed. Martnez Roca, col. Gran Fantasy. Barcelona, 1992 y Ed. Gigamesh prximamente) 1992 - Last Call (La ltima partida. Ed. Martnez Roca, col. Gran Fantasy. Barcelona, 1993; ) 1995 - Expiration Date 1997 - Earthquake Weather 2000 - Declara (Declara. Ed. Gigamesh, Barcelona, 2003)
Recopilaciones
2000 - Night Moves and Other Stories
Premios
1984 - Philip K. Dick por Las puertas de Anubis
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Philip K. Dick por Cena en el palacio de la discordia Apollo (Francia) por Las puertas de Anubis Gigamesh de fantasa por Las puertas de Anubis Mythopoeic Fantasy por La fuerza de su mirada Ignotus (Espaa) por La fuerza de su mirada Gigamesh de fantasa por La fuerza de su mirada Locus de fantasa por La ltima partida World Fantasy por La ltima partida Locus de fantasa por Expiration Date Locus de fantasa por Earthquake Weather Geffen (Israel) de fantasa por Las puertas de Anubis World Fantasy por Declara International Horror Guild por Declara
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ndice
Prlogo 1816 Libro primero Un gesto de invitacin Interludio Febrero de 1821 Libro segundo 1822: Las moscas del verano Eplogo Warnham, 1851 Sobre el autor
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