La Madre Patria Enajenada: Locura de Amor, de Juan de Orduña, Como Alegoría Nacional
La Madre Patria Enajenada: Locura de Amor, de Juan de Orduña, Como Alegoría Nacional
La Madre Patria Enajenada: Locura de Amor, de Juan de Orduña, Como Alegoría Nacional
Abstraet: El cine histórico producido en la Espai'la de Franco entre 1947 y 1951 tiende a proponer tramas alegóricas en
las que se dramatiza el proceso de construcción del "Nuevo Estado." La dificultad del franquismo para formular su
ideología le llevó a buscar en el pasado, y especialmente en los momentos de crisis, una mitología utilitaria que le
permitiera legitimar su "cruzada" nacionalista. Locura de amor, de Juan de Orduña, refleja los conflictos de un régimen
que intenta comunicar una imagen de cambio en el exterior, mientras en el interior fomenta las manifestaciones de su
orgullo autárquico. Producida simultáneamente a la Ley de Sucesión (1947), la película de Ordui'la propone la vuelta a
una monarquía autoritaria, custodiada por el estamento militar. Como en el resto de los filmes históricos de CIFESA, la
diégesis cinematográfica recurre a las técnicas del flashback enmarcador y a la estructura circular, que confieren a la
narrativa un carácter solipsista y anti-dialéctico en consonancia con la teleología reaccionaria de la autarquía franquista.
Key Words: Ordui'la (Juan de), Locura de amor, Juana la Loca, alegoría nacional, cine espaflol, franquismo, autarquía,
monarquía, propaganda
El escenario
Locura de amor surge durante un momento crítico en la remodelación ideológica del franquismo.
A finales de los años 40 el país fue testigo de una astuta transformación que permitiría a Franco
su perpetuación en el poder durante varias décadas. Ante la debacle de los fascismos europeos en
Juan-Navarro, Santiago
"La Madre Patria enajenada: Locura de amor, de Juan de Ordui'la, como alegoría nacional"
Hispania 88.1 (2005): 204-215
Juan de Orduña 205
1945, el régimen español necesitaba un radical cambio de imagen. De un gobierno dominado por
la Falange y otros sectores pro-fascistas, España pasó a adoptar un modelo de Estado autoritario
caracterizado por la continuidad de una monarquía "tutelada," la presencia cada vez más
dominante del nacional-catolicismo, la ideología de la Hispanidad como coartada cultural de un
imperialismo imposible en lo político (y no digamos en lo militar) y la adopción de una oximoró-
nica democracia "orgánica," que pudiera favorecer la integración del país en la comunidad
internacional.
No podemos olvidar que en mayo de 1945, la Organización de Naciones Unidas había recha-
zado por unanimidad la solicitud de ingreso de España, decisión ratificada en febrero de 1946.
Casi todos los países se sumaron a un bloqueo diplomático retirando a sus embajadores en
Madrid. Esa inicial unanimidad hizo abrigar esperanzas tanto a los exiliados republicanos, que
esperaban que el régimen de Franco se derrumbase por la presión exterior, como a los monár-
quicos, que confiaban en una restauración dinástica en la figura de don Juan de Borbón. Tales
esperanzas se desvanecieron a partir de 1947 con el comienzo de la Guerra Fría, que llevó a los
gobiernos democráticos a preferir una dictadura de derechas manipulable a un régimen izquier-
dista en la órbita de Moscú (TusellI29). La Doctrina Truman de contención del comunismo llevó
a Estados Unidos a normalizar sus relaciones con el gobierno de Franco en los años 50, lo que
abriría la puerta a la posterior aceptación del régimen por parte de Gran Bretaña, Francia y el resto
de los países occidentales.
Como muestra de la adaptación a las nuevas circunstancias, en julio de 1945 Franco llevó a
cabo una remodelación ministerial. Del nuevo gobierno desapareció la Secretaría General del
Movimiento como cartera ministerial y se incrementó la presencia de los católicos. Se promulgó
el Fuero de los Españoles y se aprobó la Ley del Referéndum (que sólo se aplicó dos veces-Ley
de Sucesión-1947-y Ley Orgánica del Estado-1966). La Ley de Sucesión definía a España
como un reino y como un Estado católico, social y representativo. En 1951 se produciría una
nueva remodelación ministerial que, con mayor presencia de los católicos nacionalistas en
detrimento de los falangistas, confirmaría el nuevo rumbo de la política exterior y económica del
régimen. En 1953 se firmó el Concordato con la Santa Sede y en 1955 se selló finalmente la
normalización diplomática del país con su entrada en la ONU.
El cine histórico producido en España durante estos años puede ser interpretado como una
crónica alegórica de las metamorfosis políticas del régimen desde su aislamiento en 1945 hasta
su reconocimiento internacional diez años más tarde. 2 El referente inmediato de las películas pro-
ducidas durante esta década no es, sin embargo, la Espafia franquista-ni tan siquiera la Guerra
Civil aún reciente-sino otros tan lejanos como la Edad Media, la España imperial o las guerras
napoleónicas. Esta insistencia en ciertos períodos alejados del presente de producción de los
filmes no era desde luego casual, sino que respondía a la necesidad del régimen de crear una
genealogía legitimadora a su medida. La ausencia de un proyecto político definido y estable, llevó
al franquismo a una constante reformulación de sí mismo sobre la base de constantes atemporales
que tenían su referente en la historia del pensamiento reaccionario espafiol: la unidad de la nación
en torno a la hegemonía de Castilla, la resistencia frente a las agresiones de los enemigos internos
y externos, la identificación entre "espafiol" y "católico," y la exaltación del estamento militar
como garante de la estabilidad política y la paz nacional.
Una productora como CIFESA era el marco idóneo para canalizar culturalmente este mensa-
je ideológico. Con La Princesa de los Ursinas (1947), Locura de amor (1948), Agustina de
Aragón (1950), La leona de Castilla (1951), Alba de América (1951) YLola la Piconera (1951),
CIFESA pareció especializarse durante aquel tiempo en películas "de época" que reescribían la
historia nacional desde una perspectiva nacionalista y profundamente reaccionaria. Mediante una
extrafia visión teleológica y providencialista de la historia, la llegada del franquismo en estos
filmes quedaba no sólo explicada, sino anunciada y plenamente justificada (Fanés 165; Font, "El
cine" 306).3 Todas estas producciones responden a un mismo esquema narrativo: se superponen
dos historias (una amorosa y otra política), a las que sirve de trasfondo el tema omnipresente de
la muerte o supervivencia de Espafia (Fanés 179). Para darle una salida comercial al indigesto
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discurso propagandístico, las películas están invariablemente aderezadas con elementos propios
de algunos de los géneros más populares del momento: el melodrama, el musical y el cine de
aventuras. De todas ellas, sólo Locura de amor, basada en la obra homónima de Tamayo y Baus,
tuvo un éxito que llegó a traspasar las fronteras nacionales (Fanés 168--69).
Juan de Orduña fue el encargado de dirigir esta tercera adaptación de la obra dramática de
Tamayo y Baus. Las dos primeras eran mudas: una la dirigió Ricardo Baños en 1909 y la segunda
la realizó Miguel Villar Toldán en 1926. Fue el propio Orduña el que impulsó la tercera versión.
El rodaje de Locura de amor comenzó el 20 de octubre de 1947 y terminó el 14 de febrero de
1948. Anteriormente CIFESA había acometido ya el proyecto (el II de octubre de 1944 habia
solicitado permiso para el rodaje). La película iba a contar con Amparo Rivelles o Mary Carrillo
como Juana, Armando Calvo como Felipe y Alfredo Mayo o José Sánchez como el Capitán Don
Álvar (también se habló de Rafael Gil como director y Rafael Durán de protagonista). El guión,
que había sido escrito por Manuel Tamayo, nieto del autor de la obra teatral, en colaboración con
Alfredo Echegaray, quedó olvidado en un cajón de la productora valenciana durante cuatro años,
hasta ser rescatado por Orduña.
Pero España es una mujer, y una gran mujer. Y las mujeres,como España
-en su plenitud de gracia y fecundidad-sólo están reservadas
a los valientes que sepan conquistarlas y fecundarlas.
(Ernesto Giménez Caballero 23)
Locura de amor se ajusta a los patrones alegóricos del cine histórico de CIFESA. Como en
el resto de las películas del ciclo, la narrativa parte de una situación de crisis (la sucesión al trono
tras la muerte de Isabel la Católica y la locura de su hija Juana), que es descrita e interpretada
mediante sucesivosflashbacks, hasta resolverse finalmente en las últimas escenas. A través de la
mirada retrospectiva del capitán Álvar de Estúñiga se nos explican los orígenes de la locura de la
reina en los celos provocados por Felipe y, muy especialmente, en las intrigas orquestadas por su
consejero flamenco, don Filiberto de Vere.
El personaje de Juana establece el molde característico sobre el que habrían de diseñarse
posteriormente el resto de los protagonistas femeninos de las producciones históricas de CIFESA.
Es, por tanto, la figura inaugural de esa "galería de mujeres ilustres y heroicas (reinas, heroínas,
santas, madres) como inmediata referencia a la (Madre) Patria ya su responsabilidad como defen-
soras de la familia y el hogar en peligro, siempre por la via de la abnegación y la renuncia, tanto
del amor real como de un amor sublimado o sobrenatural" (Monterde 236). A diferencia de la
obra dramática de Tamayo y Baus, que empieza in medias res, con los ataques de celos de doña
Juana en vísperas de su partida hacia Burgos, Locura de amor adopta la estructura característica
de todos los filmes históricos de Orduña, estructura que, según Francisco Llinás, responde a una
doble redundancia: el film empieza por el desenlace (la locura de doña Juana) y mediante varios
flashbacks se cuenta al espectador algo que ya conoce de antemano (el origen de su locura en los
celos provocados por su marido--una leyenda profundamente arraigada en la tradición popular
desde el siglo XIX). La narración queda así desprovista de todo suspense, pero el interés del
público se mantiene a través de su complicidad con el personaje principal (la reina que enloqueció
de amor) y la compleja trama de amores no correspondidos (Juana desea a su esposo, su esposo
desea a la mora Aldara, Aldara desea al Capitán Álvar y Álvar desea en silencio a doña Juana).
La inestabilidad mental de Juana, su locura, nos remite a las metáforas biológicas tan
populares dentro del discurso regeneracionista en tomo al "mal de España." En estas visiones
estereotipadas que tuvieron su apogeo a finales del XIX, España era vista como un cuerpo
enfermo aquejado de un "tumor" y necesitado de "un cirujano de hierro" (Richards ISO). La
identificación del "tumor" y del "cirujano" era múltiple y dispar. Para Ortega el mal de la "España
invertebrada" venia dado por la ausencia de una burguesía de amplia base que pudiera haber
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abanderado la modernidad. El "tumor" lo identificó también Ortega con el separatismo catalán y
vasco, que veía como parte del "progresivo desprendimiento territorial sufrido por España
durante tres siglos" (92). La "política quirúrgica" por la que abogaba Joaquín Costa debía ser
llevada a cabo por alguien que conociera bien la anatomía del pueblo español. Su "cirujano de
hierro" evocaba la figura del filósofo-rey de Platón: un hombre superior y providencial que
llevara a cabo la regeneración de la Patria. Franco se presentó a menudo como ese líder
providencial, aunque, desde luego, no encajara lo más mínimo dentro del perfil del político culto
y anti-oligárquico que proponía Costa para su héroe mesiánico.
Otras soluciones a este diagnóstico eran igualmente radicales y el aparato franquista no dudó
en asimilarlas: iban del aislacionismo propuesto por Ganivet para evitar el "contagio" con el
"virus" de las ideas extranjerizantes (Blinkhorn 16-68; Richards 153-54) a la instauración de una
dictadura fascista mediante una sublevación militar (Primo de Rivera, "España" y "Justi-
ficación"). Aunque estos diagnósticos seudo-positivistas fueron formulados desde posturas
ideológicas muy dispares (cuando no contrapuestas), el discurso del franquismo las incorporó a
la retórica de sus propias arengas. Para Franco el diagnóstico era correcto: España padecía una
enfermedad (el separatismo, la conspiración orquestada por la masonería y el comunismo
internacionales, la secularización de la sociedad, el caos político) y él era el cirujano de hierro que
estaba llamado a corregir esa situación. La Patria mientras tanto debía permanecer aislada de las
"malas influencias," bajo la tutela de la Iglesia y el ejército, tal y como vemos a Juana en los
primeros instantes del film de Orduña, durante su encierro en Tordesillas.
Si los cuatro flashbacks de Locura de amor nos explican narrativamente los acontecimientos
que desencadenan la locura de la reina, la imagen inicial (el cuadro de Francisco Pradilla) actúa
como prolepsis icónica de los instantes finales (el film se cierra con un tableau vivant de ese
mismo cuadro). Como resultado de esta estructura circular, en la que el inicio nos remite al final
y en la que la narrativa se abre con el desenlace, el espectador de Locura de amor queda atrapado
en un tiempo auto-contenido en donde la historia parece haberse estancado. Si a ello añadimos
que el subtexto alegórico nos remite no tanto a los orígenes del imperio español, como a su versión
mistificada en los epígonos del movimiento romántico y, sobre todo, al presente de producción
del film (los últimos años de la España de la autarquía), Locura de amor atrapa al espectador
dentro de una versión circular y recurrente de la historia formada por un tiempo carente de
cualquier asomo dialéctico y, por tanto, de toda posibilidad de cambio (Seguin 232).
Dentro de este tiempo suspendido más allá de la historia (o de una historia más allá de toda
posible progresión temporal), Orduña nos presenta una alegoría moral y política: la Patria enaje-
nada como resultado de las maquinaciones de las potencias extranjeras y de un deseo intenso,
aunque reprimido, de legitimación internacional. En esta alegoría cada personaje tiene un corre-
lato implícito con el presente de producción del film. Juana encama la Madre Patria "justamente"
enajenada por las infidelidades de un rey manipulado por agentes extranjeros que intentan
hacerse con el poder. La forma en que el film retrata a Felipe el Hermoso no es muy distinta de
la imagen caricaturesca que el propio Franco tenía de don Juan de Borbón, así como la represen-
tación del joven Carlos nos remite a las esperanzas que el régimen franquista depositó en Juan
Carlos, hijo del "legítimo" heredero a la Corona.
La situación de Juana en Locura de amor es presentada como precedente legitimador de la
retórica paranoica del franquismo, en un período en el que se vio asediado por fuerzas hostiles e
incomprendido en lo que concebía como una nueva Cruzada para la creación del Nuevo Estado.
La definición de ese Estado atravesó numerosos cambios en función de la situación internacional
y de las tensiones entre las familias políticas que apoyaron el golpe de Estado de 1936, pero siem-
pre tendió a buscar sus señas de identidad en un pasado anterior a la modernidad (Cano Ballesta
45-53). Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Franco y su mano derecha en materia ideológi-
ca, el Almirante Carrero Blanco, vieron en la restauración de una "monarquía tutelada" una tabla
de salvación que habría de permitir su perpetuación en el poder. La locura de Juana nos remite
pues a la esquizofrenia de un régimen que al mismo tiempo deseaba y despreciaba el reconoci-
miento de las democracias occidentales y que quería subirse al tren de la modernidad regresando
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nada menos que a la España de los Reyes Católicos (el referente utópico del "Nuevo" Estado). La
restauración de una monarquía plena era imposible si se quería la pervivencia del nuevo régimen
(en ella no había sitio para el propio Caudillo). Lo que sí era factible era la implantación de una
seudo-monarquía fiel a las nuevas instituciones surgidas tras la Guerra Civil y que retomara el
poder sólo tras la muerte del dictador. La forma rocambolesca en que se comunica y justifica este
mensaje en Locura de amor la podremos apreciar en nuestro análisis de la representación de las
dos figuras que encarnan la institución monárquica en el film: Felipe el Hermoso y Carlos V.
Si la reina Juana personifica la Madre Patría asediada, el capitán Álvar de Estúñiga pertenece
a toda una estirpe de grandes capitanes que el propio Caudillo admiró y con quienes llegó a
sentirse profundamente identificado. No podemos olvidar que es precisamente el Capitán Álvar
quien cuenta la historia a unjoven Carlos que habrá de convertirse en rey y esperanza de continui-
dad de los "valores eternos" defendidos por aquél. Álvar mantiene en el film una extraña relación
de amor/odio con la mora Aldara, no muy distinta de la relación que el franquismo mantuvo
durante años con el mundo árabe. Aunque el capitán Álvar ama en secreto a la reina, sabe que se
trata de una relación imposible, como imposible era una sucesión dinástica en vida de Franco (sin
destruir el entramado ideológico del franquismo) y como imposible era asimismo la legitimación
institucional del dictador dentro de la historia del tradicionalismo español. De ahí el valor de la
figura "blanda" de un Carlos, cuya ingenuidad en el film raya en la idiotez. La forma en que se
representa al futuro emperador evoca continuamente la que el aparato ideológico franquista
construyó en tomo al hijo de don Juan de Borbón. Como se puede apreciar desde finales de los
cuarenta hasta el propio testamento de Franco (1975), Juan Carlos representaba para el aparato
ideológico del franquismo el continuismo del Nuevo Estado tras la muerte del dictador.
La visión que comunica el film de Orduña es la de una monarquía vigilada en la que el Estado
cuenta también con un Almirante fiel hasta la muerte. La proyección de la figura de Carrero Blan-
co en el Almirante de Locura de amor se hace evidente tanto en la retórica de los discursos que
se ponen en boca del personaje como en su condición de garante principal (junto al capitán Alvar)
de la España eterna que decía defender el franquismo. Como en toda alegoría, la trama es total-
mente maniquea. Las fuerzas del bien acaudilladas por Álvar y el Almirante tendrán que frenar las
maquinaciones del enemigo externo (el satánico Filiberto de Vere) e interno (los corruptos Don
Juan Manuel y el Marqués de Villena), rememorando "the eternal Spanish response with those
foreigners who try to tamper with their independence" (Preston 563).
Locura de amor nace en el seno de la que en aquellos momentos era la productora oficial del
franquismo y en un período (1948) en que el régimen de Franco vio en la Restauración de una
monarquía "tutelada" (un año antes había sido aprobada la Ley de Sucesión) una solución a sus
problemas de legitimación interna y reconocimiento internacional. Los monarcas en la película de
Juan de Orduña (Felipe y Carlos) son invariablemente representados con personalidades débiles
que requieren de la tutela de militares con experiencia política. Frente a estos personajes guiño-
lescos, se yergue la reina Juana, una figura que se sitúa por encima de lo político, con los rasgos
arquetípicos de las mujeres heroicas del cine histórico de CIFESA. Juana es la encarnación de la
Madre Patria en peligro, una patria enajenada por las maquinaciones de las potencias extranjeras
y cuyo sacrificio personal habrá de hacer posible la salvación de España.
Como toda ficción histórica (y especialmente aquellas concebidas con fines propagandísti-
cos), el film de Juan de Orduña nos dice más acerca de su presente de producción que del referente
histórico al que alude. Durante el franquismo, el cine histórico respondió a las necesidades de
legitimación iconográfica y de propaganda política de un régimen impuesto por la fuerza. El
período culminante de la productora valenciana CIFESA (1945-1951) coincide con un momento
de crisis política en el que Franco habría de reorientar su ideología en una dirección que se distan-
ciaba progresivamente de la ideología fascista de la inmediata posguerra (1939-1945) Y que
buscaba un reconocimiento internacional que hasta ese momento le había sido sistemáticamente
negado.
Al igual que el resto de las películas históricas de CIFESA, Locura de amor presenta en clave
alegórica la visión que sostuvo el franquismo de una España asediada por las potencias extran-
jeras y la necesidad de recuperar las señas de identidad del casticismo español en la España
imperial del siglo XVI. Más que una locura de amor, el film de Juan de Orduña muestra la locura
de un régimen que vio en el cine un instrumento idóneo para la legitimación del "Nuevo Estado"
y la exaltación del sentimiento nacionalista, mediante celebraciones alegóricas de su propia
apoteosis.
NOTAS
'La lista de biografias sobre Juana de Castilla es prácticamente interminable. Me limitaré a mencionar por géneros
y orden cronológico algunas de las obras de ficción basadas en este personaje. Entre las obras teatrales, cabe mencionar:
Doña Juana la Loca (1864), de Ramón Franquelo; Santa Juana de Castilla (1918), de Benito Pérez Galdós; Love
Possessed Juana (1939), de Angna Enters; Jeanne la Folle (1949), de Fran,,:ois Aman-Jean; El corazón extraviado
(1957), de Aberto de Zavalía; Juana creó la noche (1960), de Martin Elizondo; Juana del amor hermoso (1984), de
Manuel Martínez Mediero; Un chateau en novembre (1984), de Emmanuel Robles; Falsa crónica de Juana la Loca
(1985), de Miguel Sabido; La reina loca (1988), de Wenceslao Godoy; Retablo de la pasión y muerte de Juana la Loca
(1996), de Manuel Rueda; y Razón de Estado o Juego de reinas (1991), de Concha Romero. Dentro del campo de la
novela, se inspiran en esta figura: Jeanne de Castille: nouvelle historique (1843), de Antoinette Henriette Clémence
Robert; La reina loca de amor (1863), de Francisco José Orellana; Juana la Loca: Seis novelas superhistóricas (1944),
de Ramón Gómez de la Serna; The Prisoner ofTordesillas (1959), de Lawrence L. Schoonover; La reine folle d'amour
(1961), de Janina Villars; Majille Marie-Hélime Charles Quint (1974), de Jeanne Champion; Un amour fou (1991), de
Catherine Hermary-Vieille; Joana (1991), de Guillem Viladot; Strapia: El libro de memorias de Juana la Loca (1991),
de Julio Rodriguez; Juana la Loca (1992), de Carmen Barberá; La leggenda di Juana 1 (1992), de Adriana Assini; y Los
silencios de Juana la Loca (2003), de Aroni Yanko. También Emilio Serrano se inspiró en Doña Juana para escribir el
libreto de su ópera Giovanna la pazza (1890); es famoso el poema de Federico García Lorca, "Elegía a doña Juana la
Loca" (1918); Y Sara Baras ha dirigido recientemente una coreografia de baile flamenco, Juana la Loca: Vivir por amor
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(2002). Por lo que se refiere a las Bellas Artes, son muy conocidos los cuadros de Lorenzo Vallés, Demencia de doña
Juana (1866) y Francisco Pradilla,Juana la Locafrente al cadáver de Felipe el Hermoso (1877). Se han llevado a cabo
dos adaptaciones cinematogrilficas de la obra de Tamayo y Baus: Locura de amor (1948), de Juan de Orduña y Juana
la Loca (2001), de Vicente Aranda. Mención aparte merece el film paródico de José Ramón Larraz, Juana la loca ... de
vez en cuando (1983), repleta de comentarios sobre la política española de los 80.
2 La dimensión alegórica de la producción cinematográfica de estos años se explicaría por su idoneidad como
vehículo transmisor de la ideología del Estado. Como señala Domimec Font, durante el periodo autárquico el cine
representó 'Junto con la enseñanza, la propuesta ideológica más sistematizada del franquismo" ("El cine" 293). Aunque
gran parte de la critica menciona de pasada este aspecto (Gubern 58; Heredero 171; Fanés 181; Sánchez Biosca 77), no
se han producido hasta el momento estudios monográficos sobre lo que, desde nuestro punto de vista, es un componente
fundamental del cine de la autarquía.
)EI carácter paraestatal de CIFESA y su valor como portavoz propagandístico del nuevo régimen son
incuestionables. En su declaración programática, los promotores de la empresa expresaban su voluntad de "seguir las
directrices de la política económica que inspiran al Estado" (Font, Del azul al verde 107). En 1942, el presidente de la
empresa, Vicente Casanova, había recibido ya de manos del Ministro de la Guerra la Cruz al Mérito Militar "como
premio a los servicios de cooperación y propaganda que por medio de la cinematografia había prestado
desinteresadamente" (Font, Del azul al verde 107). Cuatro años después (dos antes de la realización de Locura de amor),
Casanova era elegido vocal de la Junta Sindical y procurador en Cortes en representación de los productores de cine.
4Franco consiguió sus ascensos militares en las Guerras de África y su guardia personal fue, hasta el momento de
su muerte, la llamada guardia mora. Nunca en la historia de España habían sido tan buenas las relaciones con el mundo
árabe, en gran parte por el antisionismo radical del franquismo, pero también por razones de afinidad política y cultural.
Como señala Shannon Fleming, "among the Arab states Franco recognized like minds: conservative, traditional
monarchical regimes that opposed the 'godless' teachings of cornmunism and the rootless secularism of Western
liberalism" (133).
'Todas las citas del film provienen de la transcripción realizada por el autor de este artículo.
6Como indica Javier Tusell, "la influencia del subsecretario de Presidencia fue mucho mayor de la que le
correspondía a su categoría administrativa [...] desempeñó un papel decisivo en las actitudes de Franco sobre aquellas
cuestiones políticas que resultaron más trascendentes para la vida de su régimen en su primera etapa" (177). A Carrero
se debe en gran medida la marginación de la Falange a partir de 1941 o la institucionalización del régimen dentro de un
sistema monárquico autoritario.
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