Jorge Luis Borges Credo Del Poeta
Jorge Luis Borges Credo Del Poeta
Jorge Luis Borges Credo Del Poeta
Mi propsito era hablar del credo del poeta, pero, al examinarme, me he dado cuenta de yo slo tengo un credo vacilante. Este credo quiz me sea til a m, pero difcilmente servir a otros. De hecho, considero todas las teoras poticas meras herramientas para escribir un poema. Supongo que deben de existir muchos credos, tantos como religiones o poetas. Aunque al final dir algo sobre mis aversiones a la hora de escribir poesa, creo que empezar con algunos recuerdos personales, los recuerdos no slo de un escritor sino tambin de un lector. Me considero esencialmente un lector. Como saben ustedes, me he atrevido a escribir; pero creo que lo que he ledo es mucho ms importante que lo que he escrito. Pues uno lee lo que quiere, pero no escribe lo que quisiera, sino lo que puede. Mi memoria me devuelve a una tarde de hace sesenta aos, a la biblioteca de mi padre en Buenos Aires. Estoy viendo a mi padre; veo la luz de gas; podra tocar los anaqueles. S exactamente dnde encontrar Las mil y una noches de Burton y La conquista del Per de Prescott, aunque la biblioteca ya no exista. Vuelvo a aquella vieja tarde suramericana y veo a mi, padre. Lo estoy viendo ahora mismo y oigo su voz, que pronuncia palabras que yo no entenda, pero que senta. Esas palabras procedan de Keats, de su Oda a ruiseor. Las he vuelto a leer muchas veces, como ustedes, pero me gustara repasarlas de nuevo. Creo que le gustar al fantasma de mi padre, si est cerca. Los versos que recuerdo son los que en este momento les vienen a ustedes a la memoria:
Thou wast not born for death, immortal Bird! No hungry generations tread thee down; The voice 1 hear this passing night was heard In ancient days by emperor and clown:
Perhaps the self-same song that found a path Through the sad heart of Ruth, when, sick for home, She stood in tears amid the alien corn (T no has nacido para la muerte, inmortal pjaro! No han de pisotearte otras gentes hambrientas; la voz que oigo esta noche fugaz es la que oyeron en los das antiguos el labriego y el rey; quiz este mismo canto se abri camino al triste corazn de Ruth, cuando, con nostalgia de hogar, llorando se detuvo en el trigal ajeno.)
Yo crea saberlo todo sobre las palabras, sobre el lenguaje (cuando uno es nio, tiene la sensacin de que sabe muchas cosas), pero aquellas palabras fueron para m una especie de revelacin. Evidentemente, no las entenda. Cmo poda entender aquellos versos que consideraban los pjaros -a los animales- como algo eterno, atemporal, porque vivan en el presente? Somos mortales porque vivimos en el pasado y el futuro: porque recordamos un tiempo en el que no existamos y prevemos un tiempo en el que estaremos muertos. Esos versos me llegaban gracias a su msica. Yo haba considerado el lenguaje como una manera de decir cosas, de quejarse, o de decir que uno estaba alegre, o triste. Pero cuando o aquellos versos (y, en cierto sentido, llevo oyndolos desde entonces) supe que el lenguaje tambin poda ser una msica y una pasin. Y as me fue revelada la poesa. Le doy vueltas a una idea: la idea de que, a pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y das, esos muchos instantes y esos muchos das pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quin es, cuando se ve cara a cara consigo mismo. Imagino que cuando Judas bes a Jess (si es verdad que lo bes) sentira en ese momento que era un traidor, que ser un traidor era su destino y que le era leal a ese destino aciago. Todos recordamos La roja insignia del valor, la historia de un hombre que no saba si era un cobarde o un valiente. Entonces llega el momento y averigua quin es. Cuando yo, o aquellos versos de Keats, inmediatamente me di cuenta de que aquello era una experiencia importante. y no he dejado de darme cuenta desde entonces. Y quiz desde aquel momento (debo exagerar por el bien de la conferencia) me consider un literato. Es decir, me han sucedido muchas cosas, como a todos los hombres. He encontrado placer en muchas cosas: nadar, escribir, contemplar un amanecer o un atardecer, estar enamorado. Pero el hecho central de mi vida ha sido la existencia de las palabras y la posibilidad de entretejer y transformar esas palabras en poesa. Al principio, ciertamente, yo slo era un lector. Pero pienso que la felicidad del lector es mayor que la del escritor, pues el lector no tiene por qu sentir preocupaciones ni angustia: slo aspira a la felicidad. Y la felicidad, cuando eres lector, es frecuente. As, antes de pasar a hablar de mi obra literaria, me gustara decir unas palabras sobre los libros que han sido importantes para m. S que esa lista abundar en omisiones, como todas las listas. De hecho, el peligro de hacer listas es que las omisiones prevalecen y hay quien piensa que uno carece de sensibilidad. Hablaba hace un momento de Las mil y una noches de Burton. Cuando pienso estrictamente enLas mil y una noches, no pienso en los mltiples, pesados y pedantes (o,
mejor, afectados) volmenes, sino en lo que yo llamara las verdaderas Mil una noches: las de Galland y, quiz, las de Edward William Lane. La mayora de mis lecturas ha sido en la mayora de los libros me ha llegado en inglesa, y estoy profundamente agradecido por ese privilegio. Cuando pienso en Las mil y una noches, lo primero que tengo es una sensacin de inmensa libertad. Pero, a la vez, s que el libro. aunque inmenso y libre, obedece a un nmero limitado de esquemas. Por ejemplo, el nmero tres aparece con mucha frecuencia. Y no encontramos personajes; o, mejor, encontramos personajes planos (con excepcin, quiz, del barbero silencioso). Encontramos hombres perversos y hombres buenos, recompensas y castigos, anillos mgicos y talismanes. Aunque somos propensos a pensar que el tamao, en s mismo, puede ser algo brutal, creo que abundan los libros cuya esencia radica en su gran extensin. Por ejemplo, en el caso de Las mil)' noches, cabe pensar que el libro es voluminoso, que la historia no termina nunca, que jams llegaremos al fin. Puede que nunca recorramos las mil y una noches, pero el hecho de que estn ah aade, en cierta medida, grandeza al asunto. Sabemos que podemos ahondar ms, que podemos seguir recorriendo las pginas, y que las maravillas, los magos, las tres bellas hermanas siempre estarn ah, esperndonos. Hay otros libros que me gustara recordar: Huckleberry Finn, por ejemplo, que fue uno de los primeros que le. He vuelto a leerlo muchas veces desde entonces, y tambin Roughing lt (los primeros das en California), Lije on the Mississippi, y otros. Si yo analizara Huckleberrv Finn, dira que, para crear un gran libro, quiz lo nico necesario, fundamental y sencillsimo, sea esto: debe haber algo grato a la imaginacin en la estructura del libro. En el caso de Huckleberry Finn, sentimos que la idea del negro, del chico, de la balsa, del Mississippi, de las largas noches, son ideas gratas a la imaginacin, y la imaginacin las acepta. Tambin me gustara decir algo sobre el Quijote. Fue uno de los primeros libros que le de principio a fin. Recuerdo los grabados. Uno sabe tan poco sobre s mismo' que, cuando le el Quijote, pensaba que lo lea por el placer que encontraba en el estilo arcaico yen las aventuras del caballero y el escudero. Ahora pienso que mi placer tena otra raz: que proceda de la personalidad del caballero. Ya no estoy seguro de que me crea las aventuras ni las conversaciones entre el caballero y el escudero, pero s que creo en el personaje del caballero, y supongo que las aventuras fueron inventadas por Cervantes para mostrarnos el carcter del hroe. Lo mismo cabra decir de otro libro, que podramos llamar un clsico menor. Lo mismo podra decirse del seor Sherlock Holmes y el doctor Watson. No estoy seguro de si creo en el sabueso de los Baskerville. Estoy seguro de que no creo que me aterrorice un perro pintado de pintura luminosa. Pero estoy seguro de que creo en el seor Sherlock Holmes y en la extraa amistad entre ste y el doctor Watson. Evidentemente, uno nunca sabe lo que traer el futuro. Supongo que el futuro, a la larga, traer todas las cosas, as que podemos imaginar un da en el que don Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y el doctor Watson seguirn existiendo, aunque todas sus aventuras hayan sido olvidadas. Pero los hombres, en otros idiomas, seguirn inventando
historias para atriburselas esos personajes: historias que sern espejos de los personajes. Es algo, a mi entender, posible. Ahora saltar por encima de los aos e ir a Ginebra. Yo era entonces un joven muy desdichado. Supongo que los jvenes son aficionados a la infelicidad: ponen lo mejor de s mismos en ser infelices, y generalmente lo consiguen. Entonces descubr a un autor que, sin duda, era un hombre muy feliz. Debi de ser en cuando acced a Walt Whitman, y entonces sent vergenza de mi infelicidad. Sent vergenza, pues haba intentado ser aun ms infeliz gracias a la lectura de Dostoievski. Ahora, cuando he vuelto a leer a Walt Whitman, y tambin algunas biografas suyas, supongo que quiz cuando Walt Whitman lea sus Hojas de hierba se deca a s mismo: Oh! if only I were Walt Whitman, a kosmos, of Manhattan the son! (Ah, si yo fuera Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan!). Porque indudablemente extrajo a Walt Whitman de s mismo: una especie de proyeccin fantstica. Al mismo tiempo, descubr tambin a un escritor muy distinto. Descubr tambin -y tambin me impresion mucho- a Thomas Carlyle. Le Sartor Resartus y puedo recordar muchas de sus pginas: me las s de memoria. Carlyle me empuj a estudiar alemn. Me acuerdo de que compr el Lyrisches Intermezzo de Heine y un diccionario alemn-ingls. Al poco tiempo, me di cuenta de que poda prescindir del diccionario y continuar la lectura sobre sus ruiseores, sus lunas, sus pinos, su amor. Pero lo que yo realmente buscaba y no encontr en aquel tiempo fue la idea de germanismo. La idea, a mi parecer, no haba sido desarrollada por los propios germanos, sino por un caballero romano, Tcito. Carlyle me indujo a pensar que podra encontrarla en la literatura alemana. Encontr otras muchas cosas; le estoy muy agradecido a Carlyle por haberme remitido a Schopenhauer, a Hlderlin, a Lessing, y otros. Pero la idea que yo tena -la idea de unos hombres que no tenan nada de intelectuales, sino que vivan entregados a la lealtad, al valor y a una varonil sumisin al destino-no la encontr, por ejemplo, en el Cantar de los nibelungos. Aquello me pareca demasiado romntico. Muchos aos despus encontr lo que buscaba en las sagas escandinavas y en el estudio de la antigua poesa inglesa. All encontr por fin lo que haba buscado cuando era joven. En el ingls antiguo descubr una lengua spera, pero cuya aspereza produca cierta belleza y cierta emocin profunda (aunque, quiz, careciera de un pensamiento profundo). Creo que, en poesa, la emocin es suficiente. Si hay emocin, ya es bastante. Me llev a estudiar ingls antiguo mi inclinacin por la metfora. Haba ledo en Lugones que la metfora era el elemento esencial de la literatura, y acept aquel aforismo. Lugones escribi que todas las palabras eran originariamente metforas. Es cierto, pero tambin es verdad que, para comprender la mayora de las palabras, hemos de olvidar el hecho de que sean metforas. Por ejemplo, si digo El estilo debe ser llano, no creo que debamos recordar que estilo (stylus) significaba 'pluma', y que llano significa 'plano', porque en ese caso nunca lo entenderamos. Permtanme volver de nuevo a los das de mi juventud y recordar a otros autores que me impresionaron. Me pregunto si se ha destacado muchas veces que Poe y Wilde son en realidad escritores para jvenes. Por lo menos, los cuentos de Poe me impresionaron
cuando yo era un muchacho, pero apenas si soy capaz de volver a leerlos ahora sin una sensacin de incomodidad por el estilo del autor. De hecho, casi puedo entender lo que Emerson quera decir cuando llam a Edgar Allan Poe el hombre ripio. Supongo que el hecho de ser un escritor para jvenes puede ser aplicado a otros muchos. En algunos casos, tal descripcin es injusta: en Stevenson, por ejemplo, o Kipling; pues, aunque escriben para jvenes, tambin escriben para hombres. Pero hay otros escritores a los que uno debe leer cuando es joven, porque si uno se acerca a ellos cuando es viejo y canoso, cargado de aos, entonces su lectura difcilmente ser un placer. Quiz sea una blasfemia decir que para disfrutar a Baudelaire y Poe tenemos que ser jvenes. Despus es difcil. Uno tiene que aguantar demasiado; uno tiene que pensar en la historia. En cuanto a la metfora, debo aadir que ahora s que la metfora es mucho ms complicada de lo que yo crea. No es simplemente una comparacin entre dos cosas: decir la luna es como.... No. Exige un mtodo ms sutil. Pensemos en Robert Frost. Ustedes, por supuesto, recuerdan los versos:
For I have promises to keep, And miles to go before I sleep, And miles to go before I sleep. (Pues tengo promesas que cumplir millas por hacer antes de dormir, y millas por hacer antes de dormir.)
Si tomamos los dos ltimos versos, el primero -Y millas por hacer antes de dormires una afirmacin: el poeta piensa en las millas Y el sueo. Pero, cuando lo repite, Y millas por hacer antes de dormir, el verso se convierte en una metfora; pues millas significa 'das', mientras presumiblemente signifique 'morir'. Quiz yo no debera sealarles esto. Quiz el placer no radique en que traduzcamos millas por 'aos' Y sueno por 'muerte', sino, ms bien, en intuir la implicacin. Lo mismo podramos decir de otro excelente poema de Frost, Acquainted with the Night. Al principio, I have been one acquainted with the night quiz signifique literalmente lo que dice. Pero el verso se repite al final:
One luminary dock against the sky, the time was neither wrong nor right. I have been one acquainted with the night. (Un reloj luminaria en el cielo proclamaba que el tiempo no era falso ni verdadero. He sido uno de los que conocido noche.)
Y entonces nos inclinamos a considerar la noche como una imagen del mal (del mal sexual, me parece). He hablado hace un momento de don Quijote y Sherlock Holmes; he dicho que puedo creer en los personajes pero no en sus aventuras, y difcilmente en las que los autores ponen en sus labios. Ahora nos preguntamos si es posible encontrar un libro donde ocurriera exactamente lo contrario. Podramos encontrar un libro cuyos personajes nos parecieran
inverosmiles, pero en el que la historia nos pareciera creble? Recuerdo, en este punto, otro libro que me impresion: Moby Dick, de Melville. No estoy seguro de si creo en el capitn Ahab, no estoy seguro de creer en su pugna con la ballena blanca; apenas si puedo distinguir a los personajes. Pero me creo la historia: es decir, creo en ella como en una especie de parbola (aunque no s exactamente sobre qu: quiz sea una parbola sobre la lucha contra el mal, sobre la manera errada de combatir el mal). Me pregunto si hay otros libros sobre los que se pueda decir lo mismo. En The Progress, pienso que creo tanto en la alegora como en los personajes. Pero habra que mirarlo. Recuerden que los gnsticos decan que la nica manera de librarse de un pecado era cometerlo, que despus uno se arrepenta. En lo que se refiere a la literatura, esencialmente tenan razn. Si he alcanzado la felicidad de escribir cuatro o cinco pginas tolerables despus de escribir quince volmenes intolerables, logr esa proeza no slo a travs de muchos aos sino tambin gracias al mtodo de la tentativa y el error. Creo que no he cometido todos los errores posibles -porque los errores son innumerables-, pero s muchos de ellos. Por ejemplo, yo empec, como la mayora de los jvenes, creyendo que el verso libre era ms fcil que las formas sujetas a reglas. Hoy estoy casi seguro de que el verso libre es mucho ms difcil que las formas medidas y clsicas. La prueba -si es necesaria- es que la literatura comienza con el verso. Supongo que la explicacin podra ser que una vez que se desarrolla un modelo -un modelo de rimas, de asonancias, de aliteraciones, de slabas largas y breves-slo hay que repetirlo. Mientras que, si se ensaya la prosa (y la prosa, evidentemente, aparece despus del verso), entonces se necesita, como seal Stevenson, un modelo ms sutil. Pues el odo, por induccin, espera algo, pero no llega a obtener lo que espera. Recibe otra cosa; y esa otra cosa puede ser, en cierto sentido, una decepcin y tambin una satisfaccin. As que, a menos que tomen ustedes la precaucin de ser Walt Whitman o Carl Sandburg, el verso libre es ms difcil. Al menos, yo he llegado a saber, ahora que estoy cerca del final del viaje, que las formas poticas clsicas son ms fciles. Otra ventaja, otra comodidad, puede radicar en el hecho de que, una vez que se escribe cierto verso, una vez que uno se conforma con cierto verso, ya se ha sometido a cierta rima. Y, dado que las rimas no son infinitas, el trabajo ser ms fcil. Evidentemente, lo importante es lo que hay detrs del verso. Empec intentando -como todos los jvenes-disfrazarme. Al principio estaba tan despistado que, en la poca en que lea a Carlyle y Whitman, crea que la forma de escribir en prosa de Carlyle era la nica posible, y que la forma de escribir poesa de Whitman era la nica posible. No hice nada en absoluto por conciliar el hecho verdaderamente extrao de que esos dos hombres antagnicos hubieran alcanzado la perfeccin de la prosa y el verso. Cuando empec a escribir, siempre me deca que mis ideas eran muy superficiales, que si las conociera el lector, me despreciara. As que me disfrazaba. Al principio, intent ser un escritor espaol del siglo XVII con cierto conocimiento del latn. Mi conocimiento del latn era ms bien escaso. Ya no me considero un escritor espaol del siglo XVII, y mi intento de ser Sir Thomas Browne en espaol fracas por completo. O quiz estos personajes produjeron una docena de lneas sonoras. Evidentemente, yo aspiraba al estilo artificioso, a los pasajes decorativos. Ahora pienso que el estilo artificioso es un error,
porque es un signo de vanidad, y el lector lo considera un signo de vanidad. Si el lector piensa que tienes un defecto moral, no existe la ms mnima razn para que te admire o te soporte. Entonces incurr en un error muy comn: hice cuanto pude por ser -entre todas las cosas- moderno. Hay un personaje en los Wilhelm Meisters Lehrjahre de Goethe que dice: S, puedes decir de m lo que te parezca, pero nadie negar que soy un contemporneo. No veo diferencia entre ese personaje absurdo de la novela de Goethe y el deseo de ser moderno. Porque somos modernos; no tenemos que afanarnos en ser modernos. No es un caso de contenidos ni de estilo. Si consideramos Ivanhoe de Sir Walter Scott, o (por poner otro ejemplo muy distinto) Salammbde Flaubert, podramos decir la fecha en que esos libros fueron escritos. Aunque Flaubert llam aSalammb un roman cartaginois novela cartaginesa) , cualquier lector que se precie sabr despus de leer la primera pgina que el libro no fue escrito en Cartago, sino que lo escribi un francs muy inteligente del siglo XIX. En cuanto a Ivanhoe, no nos engaan los castillos ni los caballeros ni los porqueros sajones, ni nada por el estilo. En todo momento, sabemos que estamos leyendo a un escritor de los siglos XVIII o XIX. Adems, somos modernos por el simple hecho de que vivimos en el presente. Nadie ha descubierto todava el arte de vivir en el pasado, y ni siquiera los futuristas han descubierto el secreto de vivir en el futuro. Somos modernos, lo queramos o no. Quiz el hecho mismo de mi modernidad galopante sea una forma de ser moderno. Cuando empec a escribir relatos, hice lo posible por adornarlos. Trabaj el estilo, y alguna vez aquellos relatos quedaron ocultos bajo mltiples capas. Por ejemplo, imagin un argumento bastante bueno, y escrib el cuento El inmortal La idea que subyace al relato y la idea podra sorprender a cualquiera de ustedes que lo haya ledo- es que, si un hombre fuera inmortal, con el correr de los aos (y, evidentemente, el correr durara muchos aos), lo habra dicho todo, hecho todo, escrito todo. Tom como ejemplo a Homero; me lo imaginaba (si realmente existi) en el trabajo de escribir su Iliada.Luego Homero seguira viviendo y cambiara conforme cambiaran las generaciones. Con el tiempo, evidentemente, olvidara el griego, y un da olvidara que haba sido Homero. Llegara un momento en que no slo consideraramos -la traduccin de Homero que hizo Pope como una obra de arte admirable (cosa que, evidentemente, es), sino como fiel al original. La idea de Homero que olvida que fue Homero se esconde bajo las mltiples estructuras que yo entretejo alrededor del libro. De hecho, cuando volv a leer ese cuento hace un par de aos, me pareci pesado, y tuve que remontarme a mi antiguo proyecto para ver que hubiera sido un buen relato si yo me hubiera limitado a escribirlo con sencillez y no hubiera consentido tantos pasajes decorativos ni tantas metforas ni adjetivos tan extraos. Creo que he alcanzado, si no cierta sabidura, quiz cierto sentido comn. Me considero un escritor. Qu significa para m ser escritor? Significa simplemente ser fiel a mi imaginacin. Cuando escribo algo no me lo planteo como objetivamente verdadero (lo. puramente objetivo es una trama de circunstancias y accidentes), sino como verdadero porque es fiel a algo ms profundo. Cuando escribo un relato, lo escribo porque creo en l:
no como uno cree en algo meramente histrico, sino, ms bien, como uno cree en un sueo o en una idea. Creo que quiz nos despiste uno de los estudios que ms valoro: el estudio de la historia de la literatura. Me pregunto (espero que no sea una blasfemia) si no le prestamos demasiada atencin a la historia. Atender a la historia de la literatura -o de cualquiera otra arte, si vamos a eso-es en realidad una forma de incredulidad, de escepticismo. Si me digo, por ejemplo, que Wordsworth y Verlaine fueron excelentes poetas del siglo XIX, corro el peligro de pensar que el tiempo los ha destruido en cierta medida, que ya no son tan buenos como fueron. Creo que la idea antigua de que podemos reconocer la perfeccin del arte sin tener en cuenta las fechas era mejor. He ledo algunas historias de la filosofa india. Los autores (ingleses, alemanes, franceses, americanos) siempre se asombran de que en la India la gente no tenga sentido de la historia, de que traten a todos los pensadores como si fueran contemporneos. Traducen las palabras de la filosofa antigua a la moderna jerga de la filosofa de hoy. Pero esto significa algo magnfico: confirma la idea de que uno cree en la filosofa o de que uno cree en la poesa; de que las cosas que fueron bellas pueden ser bellas an. Aunque supongo que soy completamente antihistrico cuando digo esto (puesto que, evidentemente, los significados y connotaciones de las palabras cambian), sigo pensando que hay versos -por ejemplo, cuando Virgilio escribi Ibant obscuri sola sub nocte per umbram- (me pregunto si habr escandido el verso como debiera: mi latn est bastante oxidado), o cuando un antiguo poeta ingls escribi Norpan sniwde...o cuando leemos Music to hear, why hear'st thou music sadly? / Sweets with sweets war not, joy delights in joy- en los que, en cierta medida, estamos ms all del tiempo. Pienso que hay eternidad en la belleza; y esto, por supuesto, es lo que Keats tena en mente cuando escribi A thing of beauty is a joy forever (Lo bello es gozo para siempre). Aceptamos este verso, y lo aceptamos como una especie de verdad, como una especie de frmula. Alguna vez tengo el coraje y la esperanza suficientes para pensar que puede ser verdad: que, aunque todos los hombres escriben en el tiempo, envueltos en circunstancias y accidentes y frustraciones temporales, es posible alcanzar, de algn modo, un poco de belleza eterna. Cuando escribo intento ser leal a los sueos y no a las circunstancias. Evidentemente, en mis relatos (la gente me dice que debo hablar de ellos) hay circunstancias verdaderas, pero, por alguna razn, he credo que esas circunstancias deben siempre contarse con cierta dosis de mentira. No hay placer en contar una historia como sucedi realmente. Tenemos que cambiar alguna aunque nos parezca insignificante; si no es as, no nos consideramos artistas sino, quiz, meros periodistas o historiadores. Aunque imagino que los verdaderos historiadores siempre han sabido que pueden ser tan imaginativos corno los novelistas. Por ejemplo, cuando leemos a Gibbon, el placer que nos causa es equiparable al de leer a un gran novelista. Despus de todo, sabe muy poco sobre sus personajes. Me figuro que hubo de imaginar las circunstancias. Debi de pensar que haba creado, en cierto sentido, la decadencia y cada del Imperio Romano. y lo hizo tan maravillosamente que no necesito otra explicacin. Si tuviera que aconsejar a algn escritor (y no creo que nadie lo necesite, pues cada uno debe aprender por s mismo), yo le dira simplemente lo siguiente: lo invitara a
manosear lo menos posible su propia obra. No creo que retocar y retocar haga ningn bien. Llega un momento en que uno descubre sus posibilidades: su voz natural, su ritmo. No creo que ninguna correccin superficial resulte til entonces. Cuando escribo, no pienso en el lector (porque el lector es un personaje imaginario) ni pienso en m (quiz porque yo tambin soy un personaje imaginario), sino que pienso en lo que quiero transmitir y hago cuanto puedo para no malograrlo. Cuando yo era joven crea en la expresin. Haba ledo a Croce, y la lectura de Croce no me hizo ningn bien. Yo quera expresarlo todo. Pensaba, por ejemplo, que, si necesitaba un atardecer, poda encontrar la palabra exacta para un atardecer; o, mejor, la metfora ms sorprendente. Ahora he llegado a la conclusin (y esta conclusin puede parecer triste) de que ya no creo en la expresin. Slo creo en la alusin. Despus de todo, qu son las palabras? Las palabras son smbolos para recuerdos compartidos. Si yo uso una palabra, ustedes deben tener alguna experiencia de lo que representa esa palabra. Si no, la palabra no significar nada para ustedes. Pienso que slo podemos aludir, slo podemos intentar que el lector imagine. Al lector, si es lo bastante despierto, puede bastarle nuestra simple alusin. Es algo que favorece la eficacia, y en mi caso tambin la pereza. Me han preguntado por qu nunca he intentado escribir una novela. La pereza, por supuesto, es la primera explicacin. Pero hay otra. Nunca he ledo una novela sin cierta sensacin de aburrimiento. Las novelas incluyen material de relleno; creo, por lo que s, que el material de relleno puede ser una parte esencial de la novela. Pero he ledo y vuelto a leer una y otra vez muchos relatos breves. Entiendo que en un relato breve de, por ejemplo, Henry James o Rudyard Kipling podemos encontrar tanta complejidad -y de un modo ms agradable como en una larga novela. Pienso que mi credo se reduce a esto. Cuando promet un credo de poeta yo pensaba, demasiado crdulo, que, despus de dar cinco conferencias, desarrollara en el proceso alguna especie de credo. Pero entiendo que debo decirles que no tengo ningn do en particular, excepto las pocas precauciones y dudas sobre las que les he venido hablando. Cuando escribo algo, procuro no comprenderlo. No creo que la inteligencia tenga demasiada relacin con el trabajo del escritor. Pienso que uno de los pecados de la literatura moderna es que tiene demasiada conciencia de s misma. Por ejemplo, considero a la literatura francesa una de las mayores literaturas del mundo (y supongo que nadie lo pone en duda). Pero me he visto obligado a pensar que los autores franceses son, por lo general, demasiado conscientes de s mismos. Lo primero que hace un escritor francs es definirse a s mismo, antes, incluso, de saber lo que va a escribir. Dice: Qu escribira, por ejemplo, un catlico en tal o cual provincia, y socialista hasta cierto punto?. O: Cmo deberamos escribir despus de la Segunda Guerra Mundial?. Supongo que hay mucha gente en el mundo que se agobia con estos problemas ilusorios: Cuando escribo (pero quiz yo no sea un buen ejemplo, sino slo una terrible advertencia), intento olvidarlo todo sobre m. Me olvido de mis circunstancias personales. No intento, como alguna vez lo intent, ser un escritor suramericano. Slo intento transmitir el sueo. Y si el sueo es confuso (en mi caso, suele serlo), no intento embellecerlo, ni siquiera comprenderlo. Quiz haya hecho bien, pues cada vez que leo un artculo sobre m -y, no s por qu, parece haber muchsima gente dedicndose
precisamente a eso-, generalmente quedo sorprendido y muy agradecido por los profundos significados que descifran en esos ms bien azarosos apuntes mos. Evidentemente, les estoy agradecido, pues considero la literatura como una especie de colaboracin. Es decir, el lector contribuye a la obra, enriquece el libro. y sucede lo mismo cuando se da una conferencia. Quiz piensen ustedes que han odo una buena conferencia. En ese caso, debo darles las gracias, porque, despus de todo, ustedes han trabajado conmigo. Si no hubiera sido por ustedes, no creo que las conferencias hubieran sido especialmente buenas, ni siquiera tolerables. Espero que hayan colaborado conmigo esta noche. y puesto que esta noche es distinta de otras noches, me gustara decirles algo sobre m mismo. Llegu a Estados Unidos hace seis meses. En mi pas soy prcticamente (para repetir el ttulo de un famoso libro de Wells) el Hombre Invisible. Aqu soy, en cierta medida, visible. Aqu la gente me ha ledo; me han ledo hasta tal punto que me interrogan severamente sobre relatos que yo he olvidado por completo. Me preguntan por qu Fulano guardaba silencio antes de contestar, y yo me pregunto de qu Fulano se trataba, por qu guardaba silencio, qu contest. Dudo si decirles la verdad. Digo que Fulano guardaba silencio antes de contestar porque generalmente uno guarda silencio antes de contestar. y, sin embargo, todas estas cosas me han hecho feliz. Creo que ustedes se equivocan totalmente si admiran (me pregunto si es as) mi literatura. Pero lo considero un error muy generoso. Creo que uno debera tratar de creer en las cosas, aunque las cosas acaben defraudndonos. Si ahora bromeo, lo hago porque siento algo en mi interior. Estoy bromeando porque siento lo que esto significa para m. S qu recordar esta noche. y me preguntar: Por qu no dije lo que tena que decir? Por qu no dije lo que han significado para m estos meses en Estados Unidos, lo que tantos amigos conocidos y desconocidos han significado para m?. Pero supongo que, en cierta medida, les llega mi emocin. Me han pedido que diga algunos versos mos, as que voy a recordar un soneto, el soneto sobre Spinoza. El hecho de que muchos de ustedes no sepan espaol mejorar el soneto. Como he dicho, el significado no es importante: lo que importa es cierta msica, cierta manera de decir las cosas. Quiz, incluso si la msica falta, ustedes la sientan. O, mejor, puesto que s que son tan amables, la inventen por m. Y ahora pasemos al soneto, Spinoza:
Las traslcidas manos del judo labran la penumbra los cristales y la tarde que muere miedo y fro. (Las tardes a las tardes son iguales.) Las manos y espacio de jacinto que palidece en el confn del Ghetto casi no existen para el hombre quieto que est soando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo de sueos en el sueo de otro espejo, ni el temeroso amor de las doncellas. Libre de la metfora y del mito, labra un arduo cristal: el infinito mapa de Aqul que es todas Sus estrellas.
Borges, Jorge Luis, Arte potica. Editorial Crtica. Barcelona, 2001. Pgs. 119-145. (Seis conferencias sobre poesa pronunciadas en ingls en la Universidad de Harvard durante el curso 19671968). Traduccin de Justo Navarro.