Sergio Magaña, El Redentor Condenado

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Sergio Magaa:

El redentor condenado
Enrique Serna

El novelista y ensayista Enrique Serna autor de El seductor de la patria, Amores de segunda mano y Seorita Mxico, entre otros nos otorga en este texto una semblanza del gran dramaturgo Sergio Magaa y su impronta en el teatro mexicano.
Sergio Magaa tuvo un debut consagratorio en 1951, cuando Salvador Novo, el jefe de teatro del INBA, mont Los signos del zodiaco en el Palacio de Bellas Artes. Michoacano de extraccin humilde, crecido en los barrios bravos de la capital, el joven Magaa acababa de terminar sus estudios en la Facultad de Filosofa y Letras, donde tuvo fuertes altercados con Rodolfo Usigli, que lo corri de su clase de composicin dramtica por faltarle al respeto. Inmaculadamente pobre, viva entonces en un cuarto de azotea de la calle Coln, y su repentino ascenso a la fama le provoc un sentimiento de culpa que tal vez nunca logr superar.
Mi obra estaba anunciada con grandes seguidores celestes, como en los estrenos de Hollywood declar aos despus en una entrevista. Por ah me vio entrar la barriada. Mas yo iba elegante y los vi a ellos con sus mechas largas y sus maxtles. En tales momentos se defina mi vida. Me senta insuflado sin recapacitar que en realidad eran momentos trgicos.1

Al parecer, la tragedia del joven dramaturgo fue haber logrado escapar de la pobreza y el anonimato con
1 Leslie Zelaya, Imelda Lobato, Julio Csar Lpez, Una mirada a la vida y obra de Sergio Magaa, CITRU-Secretara de Cultura de Michoacn, Mxico, 2006, p. 87.

una obra que reflejaba, justamente, las angustias de un grupo de parias urbanos sin esperanza de redencin. El hecho de que Magaa haya vivido ese momento de gloria como una deslealtad a sus vecinos, revela en l una solidaridad con los pobres que iba ms all de la empata literaria. Como Dostoievski o Revueltas, Magaa slo poda entender la existencia desde el mirador de los perdedores. El gran xito de Los signos inauguraba una nueva poca del teatro popular, pues Magaa consigui llevar el realismo urbano a grandes alturas poticas. Hasta entonces el folclor costumbrista haba falsificado el verdadero carcter del pueblo, por una mezcla de superficialidad y conmiseracin hipcrita en el tratamiento de la pobreza. Magaa tuvo la audacia de ventilar llagas que nadie haba mostrado en el teatro, con un humor cruel que no exclua el apego sentimental a sus personajes. Si bien la pieza incursionaba en un tema muy manoseado por el cine mexicano de los cuarenta: la vida en las vecindades del primer cuadro capitalino, la vecindad de Magaa es un microcosmos mucho ms rico en matices y claroscuros, donde la complejidad de la condicin humana predomina sobre la tipologa reduccionista del melodrama. Copia en negativo de Nosotros los pobres, la obra de Magaa denuncia por contraste la artera sensiblera de Ismael Rodrguez. Los delirios etlicos de Ana Romana y Daniel, la extorsin sentimental de

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la cuarentona Lola Casarini sobre el joven violinista Augusto Sobern, el desparpajo venreo de la Mecatona, la maledicencia de las lavanderas erigidas en un tribunal de la decencia que funge a veces como coro trgico, el talante redentor y heroico de Pedro el Rojo, el joven comunista con vocacin de mrtir, los sufrimientos de la bella Sofa y los descalabros erticos de las hermanas Walter, obligadas a prostituirse con sus jefes para conservar el empleo, componen un fresco social de vertiginosa tensin. Como los clsicos del teatro isabelino o los del Siglo de Oro espaol, Magaa crea que un drama debe tener distintos niveles de comprensin, para no excluir de entrada al espectador comn, pero tampoco a la minora culta, a quien va destinado el engranaje de smbolos deslizado por debajo del argumento. Se trata, pues, de un teatro difcil para el autor, por su audaz arquitectura de planos superpuestos, pero disfrutable y conmovedor para el espectador de cualquier nivel sociocultural. En la tarea de crear un teatro popular con gran rigor literario, Magaa tuvo como aliado y cmplice a Emilio Carballido, que haba debutado el ao anterior en Bellas Artes, apadrinado tambin por Salvador Novo, con el estreno de Rosalba y los Llaveros. De hecho, el propio Carballido incit a Magaa a escribir teatro cuando era un narrador en ciernes. El apoyo de Novo a la nueva generacin de dramaturgos le cost la amistad de Xavier Villaurrutia, quien lo acus de no tener conciencia generacional por haber rechazado una obra de Agustn Lazo que l quera dirigir.2 Rodolfo Usigli despotric tambin en los peridicos contra la pareja de jvenes dramaturgos, a quienes tild de monaguillos de Novo. Se trataba, pues, de una campaa orquestada para cerrarle el paso a los jvenes, que por fortuna no tuvo xito, pues Novo porfi contra viento y marea en el empeo de impulsar un teatro que reflejara las inquietudes cotidianas del pueblo. Celestino Gorostiza, su sucesor en la jefatura de teatro, continu la poltica de apoyar a la nueva dramaturgia nacional en el sexenio de Ruiz Cortines, pero los funcionarios que vinieron despus, menos visionarios o ms proclives al amiguismo, impidieron que el movimiento iniciado por Carballido y Magaa tuviera continuidad. A partir de los aos sesenta, los presupuestos para montajes teatrales de las instituciones pblicas favorecieron principalmente a los directores erigidos en creadores escnicos, ms interesados en servirse del texto para lucimiento propio que en la eficacia de sus montajes. Salvo raras excepciones, el charlatanismo predomina desde entonces en el teatro serio de nuestro pas. Magaa qued un poco arrinconado en la vieja guardia, pues nunca
2 Salvador Novo, La vida en Mxico en el periodo presidencial de Miguel Alemn, Conaculta, Mxico, 1991, p. 438.

Sergio Magaa

pudo entenderse del todo con la nueva generacin de directores experimentales que pretendan enmendarle la plana. Predispuesto en su contra a partir de las atrocidades que Juan Jos Gurrola perpetr en el montaje de Los motivos del lobo (1968), traicionando por completo el contenido de la obra, se las vio negras para encontrar directores que respetaran sus textos. No fue el nico en resentir los adefesios estticos de los directores con delirios megalmanos. En el prlogo a Los enemigos (un documento de extraordinario valor para la historia del teatro mexicano), Carballido deplor el desplazamiento de la dramaturgia por parte de una generacin de directores deplorable y mimada econmicamente, que tom el poder como un regalo de Octavio Paz (el cual ya no los quiere ni ver). Incrustados estn en el erario hasta hoy (1990) y pateando estn ah a los autores mexicanos de todas las pocas.3 Pero en los aos cincuenta, cuando los directores protagnicos todava no se abran camino a puntapis, Magaa dio otro gran campanazo al estrenar la tragedia Moctezuma II, una obra maestra del teatro histrico, donde el penltimo emperador azteca recobra la dignidad que sus contemporneos le robaron en el momento de lapidarlo. Impecable combinacin de erudicin histrica y sabidura dramtica, inspirada en las tragedias de Shakespeare, Moctezuma II es la mejor pieza teatral sobre el imperio azteca que se haya escrito en lengua espaola. Enemigo del militarismo y de los sacrificios humanos, empeado en limitar el poder de la casta sacerdotal, el Moctezuma de Magaa es un monarca humanista, sensible y adelantado a su tiempo, colocado en una coyuntura que lo pone entre la espada y la pared. Nada que ver con el tiranuelo pusilnime retratado en las crnicas de la Conquista. Frente al refinamiento de la corte
3 Sergio Magaa, Los enemigos, prlogo de Emilio Carballido, Editores Mexicanos Unidos, Mxico, p. 14.

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ricos (rebautizado Corts y la Malinche a partir de su segunda puesta en escena), el vindicador de Moctezuma hizo un extraordinario retrato de la intrprete y amante de Corts, en donde la exonera del cargo de alta traicin a su pueblo. Cuando Xicotncatl le reprocha ser la concubina del conquistador, Malinche responde:
Corts me da ternura y categora de seora. Los pueblos nuestros slo me dieron desprecio y mi madre me arroj a los traficantes de esclavos porque yo le estorbaba a ella y a su amante, enemigo de mi padre muerto.

Escena de La ltima Diana de Sergio Magaa, Foro Sor Juana Ins de la Cruz, 1990

de Moctezuma, los espaoles representan la amenaza de la barbarie. As lo siente el emperador azteca, pero no puede vencer el complejo de inferioridad de la nobleza azteca, deslumbrada por las armaduras y los caballos del invasor. Por encima de las confrontaciones entre Moctezuma y los aliados levantiscos de los seoros del Anhuac, y por encima de su lucha contra el invasor espaol, en la tragedia hay una pugna entre los dioses autctonos y el nuevo dios llegado de ultramar. Por supuesto, Magaa no afirma ni niega la existencia de los dioses, slo recrea la orfandad ontolgica de sus personajes. Un dios torturado es terrible en sus juicios y deben ser terribles sus venganzas comenta el seor de Culhuacn al ver la efigie de Jesucristo en la cruz. Slo de verlo, nuestros dioses han envejecido. Moctezuma se resiste a creer que los espaoles sean dioses pero cuando le llevan el cuerpo agonizante de una bella india enferma de viruelas, que l mismo haba ofrecido a Corts como tributo, se convence de que una enfermedad tan horrible, capaz de pudrir la belleza en pocos das, slo puede ser obra de un dios resentido y colrico. Los panfletistas esotricos que idealizan el mundo prehispnico incurren a menudo en la falsedad de presentar el Mxico antiguo como un edn, y la Conquista, como la ruptura criminal de un orden csmico benigno, fundado en la autoridad de los viejos dioses. Aunque Magaa era un ferviente mexicanista, nunca se dej arrastrar por esa corriente de pensamiento, si se le puede llamar as a la ignorancia deliberada de la historia. En Los argonautas, el segundo de sus magistrales dramas hist-

Se trata, pues, de una mujer principal agraviada por sus hermanos de raza, que encuentra en los espaoles una tabla de salvacin. La mezquindad fratricida y la desunin de los pueblos indgenas por la ambicin poltica y el afn de lucro, el ncleo argumental de todo el teatro histrico de Magaa, aparecen de nuevo en Los enemigos, una parfrasis libre del Rabinal Ach en la que se narra la pugna entre el barn de Quech y el barn de Rabinal, ambos enamorados de la bella princesa Mun, quien corresponde al primero contra la voluntad de su padre. Representante de los pueblos oprimidos y confinados a las tierras ridas del imperio maya, el seor de Quech reivindica el derecho de su pueblo a sobrevivir con dignidad, frente a la soberbia del barn de Rabinal, el guerrero engredo por su riqueza. Se trata, pues, de una tragedia moderna con un lenguaje arcaizante, donde el trasfondo poltico y social del tringulo amoroso pasa al primer plano de la accin dramtica, y los dioses invocados por ambos bandos parecen, ms bien, engendros humanos creados para justificar la rapia. Magaa no slo fue un mdium dotado con una certera intuicin para auscultar el alma de los nobles prehispnicos: adems renov el drama histrico con una libertad creativa que lo llev de la tragedia clsica a la parodia irreverente de s mismo. Con un sentido pardico y juguetn que mucho le debe, supongo, al espritu iconoclasta de los aos sesenta en Los argonautas pas del clasicismo al teatro pico brechtiano. La obra est llena de anacronismos deliberados, de dilogos entre personajes de distintas pocas y continentes, como si Magaa, adelantndose a las audacias de los directores experimentales, hubiera querido preverlas dentro del texto. El resultado es una stira inscrita en la esttica del absurdo, en donde los paralelismos entre el imperialismo de ayer y de hoy quedan subrayados por las intromisiones de un narrador (Bernal Daz del Castillo) que rompe a cada momento las convenciones realistas sin mellar el inters de la trama. La balcanizacin de nuestro mundillo intelectual nos ha acostumbrado a ver los gneros literarios como compartimientos estancos. Casi nunca se otorga el Premio

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Villaurrutia o el Premio Nacional de Letras a un dramaturgo, como si ellos no escribieran literatura. Pero quienes nos hemos dedicado a la tarea de novelar el pasado, debemos reconocer que en el terreno de la ficcin histrica, la obra de Magaa representa un hito muy difcil de superar. Aunque Magaa se pele con Usigli cuando era estudiante de teatro, seguramente asimil las enseanzas de su maestro ms de lo que l mismo reconoca. As lo sugieren sus incursiones en el teatro de tesis, un gnero que Usigli cultiv con perseverancia. En dos obras de mrito desigual, El pequeo caso de Jorge Lvido y Los motivos del lobo, Magaa someti a crtica la relatividad de los valores morales judeocristianos, los peligros del puritanismo y los infiernos de la virtud militante, adoptando un papel de agitador de conciencias al estilo de Sartre y Camus (una impostacin que probablemente sea el nico rasgo anticuado de su teatro). El pequeo caso de Jorge Lvido tiene a mi juicio dos defectos graves: un protagonista inverosmil, mitad detective, mitad predicador, y una moraleja explcita en la que se nota demasiado la intromisin del autor. Estrenada por Manolo Fbregas, quien tal vez crey que la trama policiaca de la obra poda cautivar al gran pblico, Magaa tuvo con ella uno de sus fracasos ms sonados y dolorosos, pues le cerr para siempre las puertas del teatro comercial. En Los motivos del lobo corrigi el error de pergear una trama a partir de una disertacin moral y logr que la tesis se desprendiera del conflicto. En los aos sesenta, la historia del socipata Rafael Prez Hernndez, culpable de haber encerrado ms de quince aos a su mujer y a sus hijos en una vieja casona del barrio de la Merced, para protegerlos de las perversiones del mundo exterior, haba conmocionado a la opinin pblica nacional. Arturo Ripstein la llev al cine con un guin de Jos Emilio Pacheco en El castillo de la pureza y Luis Spota le dio tratamiento de novela en La carcajada del gato. La teatralidad de la situacin ayud, sin duda, a que la versin de Magaa fuera la mejor de las tres, pues Rafael Prez Hernndez impuso a su familia una claustrofbica unidad de lugar que se prestaba de maravilla para llevar a escena ese cautiverio. Los efectos pervertidores del encierro sobre la familia del protagonista, que en la obra de Magaa se llama Wolf, muestran los riesgos de querer eludir el pecado a toda costa. En su afn por librar a sus hijas de la tentacin de pecar con jvenes de su edad, el ogro virtuoso las condena al incesto. Pero el gran acier-

to de Magaa es contrastar el infierno domstico de la familia con la vileza del mundo exterior, lo que relativiza la monstruosidad del castigo impuesto por Wolf y hasta cierto punto lo reivindica ante el espectador. Si la horda de saqueadores y violadores que irrumpe en la casa cuando la polica libera a los cautivos representa el mundo de afuera, no tena cierta razn en defender a su familia de ese infecto contagio? Por su ambigedad, por la atmsfera decadente y mrbida en que Magaa supo envolver a esta familia desesperada, por la neurosis endogmica de las vctimas identificadas con su verdugo, esta obra merecera volver pronto a escena con un montaje que respetara la intencin del autor. Una de las facetas menos conocidas de Magaa, pero ampliamente disfrutada por los amigos que lo acompaaron en sus noches de juerga, fue la de compositor de canciones populares. Segn el actor Sergio Bustamante, las canciones de Magaa contenan, como sus obras, una denuncia expresada con sentido del humor y amargura, una historia doble: la aparente y otra disimulada entre lneas.4 En todas sus obras, la msica desempea un papel protagnico: no slo comenta sino anticipa las acciones dramticas y de hecho es una parte del texto tan importante como los dilogos. Magaa quiso trasplantar a Mxico la tradicin anglosajona de la comedia musical, pero su trabajo ms ambicioso en ese gnero, la revista musical Rentas congeladas, no mereci el aplauso de la crtica y fracas estrepitosamente cuando la mont en el Teatro Iris. He buscado sin xito esta obra indita en los archivos del CITRU y de la SOGEM. Junto con las canciones de Magaa y la comedia Moviendo el bote, que jams estren pero ley a varios amigos, debe de estar sepultada en algn archivo familiar del que deberan sacarla los investigadores de teatro. Pero Magaa porfi en su vocacin y a principios de los ochenta logr sacarse la espina con la farsa musical Santsima, montada por Germn Castillo con canciones del propio Magaa y arreglos de Alicia Urreta. Fue una puesta en escena memorable, inspirada en los espectculos musicales de Brecht y Kurt Weill, en la que Magaa, con la inteligente colaboracin del director, redimi de la cursilera a la Santa de Federico Gamboa y nos entreg una herona subversiva y mordaz, que defiende su libertad de amar contra la podredumbre moral de la oligarqua porfiriana.

Leslie Zelaya, Imelda Lobato, Julio Csar Lpez, op.cit., p. 140.

Magaa era un ferviente mexicanista, nunca se dej arrastrar por esa corriente de pensamiento, si se le puede llamar as a la ignorancia deliberada de la historia.
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Salvo el trgico y espeluznante relato La mujer sentada, que se puede leer en Internet y figura en varias antologas, la narrativa de Magaa ha tenido escasa o nula divulgacin. Segn Emilio Carballido, antes de hacer sus primeras armas como dramaturgo, haba escrito ya una novela arrebatadora, La ciudad inmvil, compleja, contrapunteada y con un ritmo jadeante, llena de episodios tremendos e inolvidables, que Sergio destaz un da y entreg al Centro Mxicano de Escritores.5 De esa novela salieron varios episodios que luego public por separado en forma de cuentos, y otros, convertidos en escenas teatrales, pasaron a formar parte de Los signos del zodiaco. En cuanto a su opera prima, el libro de cuentos El ngel roto (1946), Magaa declar que la edicin entera se qued sepultada en un cofre de su editor, el vate Castaeda, y nunca circul en las libreras. l mismo ya no guardaba un solo ejemplar en 1971. Tampoco sabemos a dnde fue a parar Sinfona absorta, otra de sus novelas de juventud. La nica novela que Magaa lleg a publicar, El molino del aire (Universidad Veracruzana, 1981), transcurre en un pueblo de Michoacn, en vsperas del estallido revolucionario de 1910 y narra la educacin sentimental de un nio enfermizo con una fuerte proclividad a la ensoacin potica. Aunque la novela est contada en tercera persona, Magaa narra desde la conciencia del protagonista, que se asoma a la muerte bajo los efectos de la fiebre. Obsesionado por la misteriosa puerta verde que un da descubre al pie de un monte, su deseo de abrirla se convierte en un smbolo de la curiosidad perversa que lo lleva a querer adivinar las pasiones de los mayores. Los misterios de la vida adulta que el nio intuye, pero no puede comprender, exigen la colaboracin creativa del lector, a cuya malicia apela Magaa, con una sutil habilidad para sugerir intrigas con unos cuantos indicios. Por el papel liberador que la Revolucin desempea en un pueblo sometido al yugo moral de las beatas inquisidoras, El molino del aire tiene cierto aire de familia con Al filo del agua de Agustn Yez. Pero la novela de Magaa, como algunos relatos memorables de Pacheco y Pitol, busca recuperar, sobre todo, la orfandad espiritual de la niez, los miedos irracionales y las pasiones ingenuas que el temperamento infantil eleva al rango de cataclismos. La narrativa de Magaa est a la altura de su teatro, es decir, muy por encima de la mediana, y no creo que nuestra literatura haya dado tantos narradores valiosos como para darse el lujo de relegarla al olvido. Por la poca en que se estren Santsima, Carlos Olmos me llev a conocer a Magaa en los apartamentos Windsor, en la calle de la Santa Veracruz. En los aos cuarenta eran unos amueblados de lujo donde se hospe-

Sergio Magaa, op.cit., p. 10.

daban las compaas de pera y ballet que venan a presentarse en el Palacio de Bellas Artes. Por falta de mantenimiento, aquel moderno conjunto habitacional se haba convertido ya en una humilde vecindad con muros salitrosos, paredes pintarrajeadas, jaulas de gallinas y cuerdas de tender en mitad del patio. Magaa viva en una buhardilla de poeta maldito con ajados muebles que haban sido elegantes en los aos cincuenta. Su busto en bronce, esculpido por Humberto Peraza, y un leo magnfico del pintor oaxaqueo Rodolfo Morales, con dos vendedoras de perros estilizadas como figuras de Modigliani, dejaban entrever el antiguo esplendor de ese cubil deprimente y malventilado. En sus dos horas de lucidez, antes de que el trago lo noqueara, Magaa me dio la impresin de ser un arrogante genio autodestructivo, desconfiado y hostil, que pareca implorar afecto en cada ladrido. Habl mal de todo el mundillo teatral, en especial de Usigli, pero no pareca creerse una vaca sagrada: al contrario, nunca he visto a ningn escritor menos propenso a darse importancia. Indiferente a los signos exteriores de prestigio cultural, social y econmico, se vesta como un apostador lumpen del hipdromo, pasaba las tardes bebiendo con un corrillo de borrachos incondicionales, parecido al cortejo de znganos que sigue a los campeones de box, y ms de una vez, los musafires de alquiler que levantaba en los bares del centro le robaron relojes y centenarios. No era, pues, un personaje que pudiera hacer un buen papel en una cena de Los Pinos, y nunca prostituy la amistad haciendo relaciones pblicas, un rasgo de nobleza que sin duda le cerr muchas puertas. Pero no creo que los poderes fcticos del mundo cultural le hayan regateado el reconocimiento ni hayan sido responsables de su voluntario despeadero alcohlico. Magaa eligi ese destino por fidelidad a sus ideales de juventud. Cambiar de aires, aburguesarse, acceder al mundo refinado y culto que lo acoga con aplausos lo hubiera convertido en un desertor y su propensin a solidarizarse con el fracaso ajeno lo fue arrastrando al valemadrismo. Slo as se puede entender que haya perdido manuscritos importantes y rechazara las propuestas de publicarlos, motivo por el cual es tan difcil ahora reunir su obra dispersa. En el montaje de Rentas congeladas, Magaa actu en el papel de rey de los miserables, y cuando Novo lo visit por primera vez en su cuarto de azotea, en 1951, compar su modesto habitculo con el palomar donde viva Pedro el Rojo, el joven comunista de Los signos del zodiaco, un hroe que rechaza el camino de la salvacin individualista para escapar del naufragio colectivo. Sin duda, Magaa se identificaba con los dos personajes. Pero su mesianismo no consista en buscar la redencin de los oprimidos, sino en derrumbarse lentamente con ellos.

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