Los Buscadores Del Paraiso
Los Buscadores Del Paraiso
Los Buscadores Del Paraiso
Toda identidad nace bsicamente preadaptada a un ambiente promedio expectable (Hartmann). lo que tiene connotaciones sociales y culturales de importancia: es el millen sutil y complejo de cada yo lo que permite al hombre desenvolverse en un contorno y organizar los elementos del espacio en funcin de su actividad y sus expectativas. Sin embargo, parece casi una regla unnime de la narrativa contempornea el hecho de que la identidad se sienta extraa a su medio por el mero hecho de ser humana. El extraiiamiento como sentimiento que aparece, tal vez, con el primer onesider de la literatura occidental es, por el contrario, totalmente natural en la ficcin hispanoamericana. Fi desajuste hombre-espacio est particularmente problematizado en la novelstica continental donde la exterioridad (lo que es exterior
* Este ensayo forma parte de un libro sobre la conquista del espacio en la narrativa hispanoamericana que, gracias a una Beca Guggenhem, efectuara el autor entre 1971 y la fecha y que ser publicado prximamente con el titu-
lo Sobre templos y destierros. Otros ensayos sobre el tema han sido publicados por Nueva Narrativa Hispanoamericana, Revista Iberoamericana de Literatura, Nuevos Aires, Cuadernos Hispanoamericanos, Thesaurur, Imagen y Revista Nacional de Cultura. Otros captulos del libro sern publicados por Eco y Textual. El presente texto es totalmente indito y fue parcialmente utilizada
como ponencia en un Congreso mundial sobre The alenated man>, celebrado en la Universidad de Kentucky (Louisville) en marzo de 1973 y presentado con
el ttulo de Spatial Mobility of
the Characters
in
as a form of Alienation. Al outsider lo caracteriza un sentimiento de extraeza y de irrealidad, ha escrito Colin Wilson en The outsider, haciendo arrancar esta actitud de des-
subsuelo, de Feodor Dostoievsky, y rastreando esa prdiga en hombres que miran el mundo desde una mirilla,>, como el protagonista de Len ter, de Heur Barbusse.
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al yo), se aparece como alejado en trminos de maravilla o aplastando, agrediendo o envolviendo al hroe novelesco en trminos siempre conflictivos, nunca armnicos. Pero en cualquiera de estas hiptesis, el problema de la identidad del hroe de la ficcin hispanoamericana y su falta de centros ordenadores, se aparece como esencial a su condicin de americano y no como un accidente de una postura existencial en juego, una crisis circunstancial o una necesidad ideolgica peridica, como ha podido ser el caso del personaje de la novela europea 2 Tampoco en el caso hispanoamericano el problema aparece limitado a un espectro social una clase intelectual angustiada o alienada, pero asentada sobre las bases amplias del resto de la sociedad, sino que el desajusto del hroe es siempre global. Todo protagonista siente su alrededor como un caos que lo puede deslumbrar o agredir, pero al que nunca ve estructurado en trminos de contencin organizada. De all que el drama de Amrica sea como ha escrito lxi. A. Murena el de la repeticin de la extranjera del hombre en el mundo, ya que Amrica es una nueva tentacin del hombre para vencer el silencio mundial, para poblar la tierra inerte de la materia con la viva palabra del espritu. El indio, protagonista nativo americano, fue quebrado en su historia, su relacin con el contorno es hoy traumtica y su identidad se aparece como existencialmente descolocada; el negro sigue siendo un trasplantado aunque la novelstica brasilea contempornea haya buscado enraizarlo en trminos de identidad colectiva>; el campesino aparece siempre como esencialmente nmada u oprimido por el sis2
de
ponemos. El negro es un personaje natural de la ficcin brasilea y transita por los espacios novelescos como un protagonista ms, cargado siempre de una panicular condicin humana. Si bien es tema exclusivo de Jubiaba, de Jorge Amado, o de Menina Morta, de Cornelio Pena, la integracin colectiva se produce en la novelstica de Jos Lins Do Rego. Despus de A Moreninha, de Joaquira Manuel de Macedo, y de A escrava isaura, de Bernardo Guiniaraes, el
negro ha dejado de ser un personaje incorporado a la realidad brasilea y ya es un habitante, como sucede en Fogo n~orto y Bangue, de Lins do Rego.
Adonias Filho
Para ms detalles vale la pena consultar O negro na ficeno brasileira, por (Cuadernos Brasileiros, ao IV, nm. 4); Orgenes de la novela en el Brasil, por Jos Lins do Rego (Cuadernos, nm. 2; Pars, junio 1953), y Espritu nacional en la crtica brasilea, por Afranio Coutinho (Mundo nuevo, nm. 28; Paris, octubre 1968).
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tema de tenencia de la tierra al punto de que es arrojado, expulsado del que tendra que ser su medio natural, tal como novelan Yez, Amorim o Ramos 4; los inmigrantes siguen siendo nostlgicos de los escenarios europeos de donde provienen (constante en la que es prodiga la narrativa rioplatense) y sus hijos son los desarraigados de la ficcin contempornea Este esquematizado espectro social, al que cabra aadir la clase ms postergada estticamente la clase media, aparece desperdigado en la fragmentacin desintegradora del espacio hispanoamericano. Parece faltarle races a todo y a todos y las creencias firmes, cuando existeil, tienden a ser irreales, impostadas, agravando el abismo que separa al ser del deber ser. Pero tambin, en todos los casos, la aspiracin de concretar una identidad y plasmar centros ordenadores para el yo. individual o colectivo, es tambin total y est claramente conciencizada; porque si todos tienen conciencia de estar alienados, tambin todos quieren dejar de estarlo y encontrar su espacio feliz. Dc all el permanente movimiento (entendido como desplazamiento topolgico en el espacio americano) que caracteriza esa bsqueda y las numerosas novelas que lo pautan en una u otra direccin; una funcin centrpeta o centrfuga que se da en numerosas obras contemporneas.
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La tierra prdiga, de Agustn Yez, relata la lucha por la posesin de las tierras costeras de Mxico donde, tericamente, hay lugar para todo y para todos, pero donde, en la prctica, se desata una lucha feroz entre los
siete seores de la tierra que se acechan mutuamente. La vctima directa es el pobre nativo, marginado y explotado en el proceso de desarrollo costero. La patriada que se organiza en Corral abierto, de Enrique Amorim, proyecta picamente la miseria de los pueblos de ratas que crecen en os limites de los grandes latifundios uruguayos. Al final, todo el pueblo se pone en marcha: veintitrs nios ciegos, raquticos, enfermos, desnutridos y rsticos peones y sacrificadas mujeres. No importa, en ltima instancia, que todo haya sido un sueo, porque puede ser una profeca. La vida en los grandes ingenios de caa de azcar del ciclo de novelas sobre el tema de Jos Lias do llego es otro ilustrativo ejemplo. Barones, coroneles y capitanes de la tierra manejan esclavos y peones como objetos. El drama del talabartero mestre Jos Amaro en Logo morto podr convertirse en un smbolo de proyeccin latinOamericana. Esta interesante constante de la narrativa rioplatense, reiterada prcticamente desde la novelstica del 80, aunque varien estilos y actitudes, se analiza en los movimientos centrfugos y con ms detalle en las dos orillas.
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LA OBJETIVACION DE LA UTOPIA Pero el desarrollo de esta idea la bsqueda del Paraso necesita de una previa. El hombre original, aquel creado a imagen y semejanza de Dios, no padeca en el Paraso de ningn desajuste con su medio. Su contorno era el espacio feliz por antonomasia, aquel espacio de posesin ensalzada, donde el hombre viva en armona natural y donde su identidad abarcaba una totalidad de limites absolutos, pero perfectamente delineados en el Jardn del Edn. Desde su mismo descubrimiento, el espacio americano ha sido identificado con una suerte de continente que encierra, en algn punto. la encarnacin terrestre de aquel Paraso de los orgenes de donde fuera expulsado el primer hombre. Sucesivas crnicas, muchas utopas, han tenido por escenario objetivo del Paraso un rincn identificado o no de la tierra hispanoamericana. Si la ideologa provoca la apariencia, por el contrario la utopa es el sueo del verdadero y justo orden de vida, ha escrito Max Horkhehner con lo cual se destaca la condicin concreta y objetivable que tiene la utopa. Esta necesidad de que el sueo soado de la utopa se objetive en formas ha llevado siempre a buscar en territorios extraos e inditos su asentamiento espacial. No slo identificados con el pasado (la famosa Edad de Oro) o con formas futuras de organizacin poltica o social, la utopa se ha podido objetivar en un Paraso terrenal americano. El proceso tuvo dos niveles. Por un lado, los textos tericos identifican las formas ideales de la utopa con espacios no identificados, pero reconocibles, del continente americano. As, los habitantes de la Nueva Atlntida, dc Bacon, hablan espaol; La ciudad del sol, de Campanella, est situada en algn punto al sur del Ecuador y el mundo utpico que propone recuerda al imperio socialista de los incas. Del mismo nodo, la Utopia, de Toms Moro, es una ((isla que mide doscientas millas en su parte central, que es la ms ancha; durante un gran trecho no disminuye su latitud, clara reproduccin geogrfica de la isla de Cuba, punto que le ha permitido a Martnez Estrada proponer una interesante teoria sobre el destino de Cuba La
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6 La utopa, de Max Horkheimer, incluido en el volumen colectivo de Arnhelm Neustiss, Utopia (Barral, Barcelona, 71). 1 En el nuevo mundo, la isla de utopia y la isla de Cuba, en Kafka y otros ensayos (Seix-Barral, Barcelona, 1967), en torno a la pg. 221. Ezequiel Martnez Estrada efecta un interesante paralelo entre las Dcadas del Nuevo
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utopa humanista ms realista, The Conunon Wealth of Ocean, de Harrington, aparece tambin localizada en Amrica, en este caso los Estados Unidos, un escenario tambin frecuentado por otras utopas como la Oneida y New llarmony, visiones premonitoras de la reconquista del Paraso en la naturaleza que propondr luego el 14alden de Thoreau. Esta objetivacin de la utopia en territorios americanos llev, paralelamente, a que los conquistadores y los cronistas que los acompaliaban buscaran sus indicios reales en los mandos inditos que iban abordando. Se trataba de que apareciera la merveille unie la vrit. como deca Melln de Saint Gelais y ha recordado Henrquez Urea. Ya en su Cuarta carta de relacin Hernn Corts cuenta al rey de Espaa que ha tenido noticias de la existencia de una isla muy rica en perlas y oro, poblada de mujeres, sin varn alguno. El imperio de las Amazonas, luego trasladado al corazn del continente americano, es paradisaco y muy organizado. Garca Ordez de Montalvo, en sus Sergas de Esplandin, insiste en que a diestra mano de las Indias hubo una isla, llamada California, muy llegada a la parte del Paraiso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algn varn entre ellas hubiera, que casi como las amazonas es su estilo de vivir Estamos cerca del Paraso Terrenal, como lo estn las Siete Ciudades, la Fuente de la Juventud, El Dorado, las sierras de plata, el pas de la Canela, la florida y la California, territorios de utopia y de aventura en los libros de caballera. Las tierras selvticas de Colombia son un espacio propicio para su localizacin, pero luego al no poderse objetivar all, oscilarn entre los poos del hemisferio, pudiendo llegar a proponerse, frustradamente, en la pampa argentina en esta obra extraa y de connotaciones pesimistas que es la Peregrinacin de Luz del Da o Viajes y aventuras de la verdad en el Nuevo Mundo, de Juan Bautista Alberdi
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de Pedro Mrtir, y la Utopa, de Toms Moro, del cual se desprende como se inspir Moro en la imagen que Mrtir da de Cuba. Martnez Estrada proyecta esta idea a la Cuba socialista contempornea. El comunisMundo,
Citado por Jos Luis Martnez en Unidad y diversidad de la literatura larinoarnericana (Joaqun Mortiz, Mxico, 1972). Esta es una especie de novela alegria al modo de El criticn, de Baltasar Gracin, con un fondo irnico, pero esencialmente pesimista. La verdad, bajo el nombre de Luz del Ola, decide abandonar la vieja Europa donde ha perdido su reinado y desembarca en Amrica, llena de esperanzas. Sin em-
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Luego sern otras novelas las que reeditarn la bsqueda del Paraso: directamente en El camino de El Dorado, de Arturo Uslar Pietri, indirectamente en Canaima, de Rmulo Gallegos, y Los pavos perdidos, de Alejo Carpentier, y en forma simblica o alusiva en todas las de ficcin con una base de movimiento. La bsqueda del centro ordenador no hace sino actualizar aquella nostalgia del hombre adaptado e integrado del Paraso y de las sucesivas utopias que lo han pretendido repetir en algn secreto rincn del continente. Si no es bajo este ngulo no pueden entenderse los demoniacos esfuerzos de Aguirre a travs de la selva amaznica en la novela de lJslar Pietri o el simblico viaje del hroe de Los pasos perdidos, ambos recorriendo ros americanos en bsqueda de parasos perdidos y remontando el curso del tiempo hasta puntos que modifican sus propias personalidades. Psicolgicamente se sabe que toda bsqueda de identidad se manifiesta por un anhelo de locomocin, tanto por lo que sta expresa como estado de actividad o andar en algo, como por lo que es traslado de s mismo, inherente al cambio de escenario. Las novelas con una temtica de movimiento que busca su centro se multiplican asombrosamente en el siglo xx. Carlos Reyles, Enrique Amorim. Mariano Latorre lanzan a sus hroes al campo, los hacen abandonar los escenarios ciudadanos en bsqueda del espacio donde construir el redueto de un templo feliz. Fn la base del esfuerzo de estos buscadores del Paraso est la creencia de que el hombre puede, en principio, cambiar cualquier cosa de la naturaleza o de su propia naturaleza personal para adaptarse a todo tipo de esquema posible. Si el Paraso no existe, sc proponen construymoslo a imagen y semejanza del Paraso ideal. Si el mundo es diferente y extrao, cambiemos nosotros mismos, se dice confiadamente. Todos los hroes de un modo u otro lo intentan y proyectan sus empresas utpicas. El tornadizo Reinaldo Solar de la novela de Rmulo Gallegos se propondr, casi religiosamente, un retorno al amor de la naturaleza ~ en tanto la herona
bargo, en territorio americano los grandes protagonistas de la novela picaresca son polticos representativos: Gil Blas, Tartufo, etc.. Alejndose de las ciudades hacia la naturaleza abierta del sur argentino, Luz del Da encuentra a Don Quijote en la Patagonia empeado en fundar una repblica
de
carneros, la Quijotania. Finalmente, Luz del Da da una conferencia sobre la ignorancia universal y sobre la libertad de las repblicas sudamericanas. O Reinaldo Solar tala un monte en la montaa del Ojo de Agua de su
hacienda familiar Los Mijaos para levantar un pequeo templete con el objeto de hacer que los hombres volviesen a la Naturaleza, al amor a los
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Mamagela de El terruiio, de Carlos Reyles. apostar a una gran cmpresa rural, de corte patriarcal y con la base de un trabajo obstinado y de un energetismo agresivo. Pero este tipo de centro ya no es el que busca construir Toms Elorduy en Zurzulita, ni el que propondr. con otras significaciones polticosociales ms amplias, el Enrique Amorim de Corral abierto. El punto ambivalente que esta narrativa inmediatamente problematiza es al esquema de quin debe adaptarse el hroe desajustado que busca el (o su) Paraso. Desaparecido el Paraso original o frustradas las esperanzas de encontrar su rplica en el escondido recodo de un ro americano, los esquemas de su posible construccin individual varian, se multiplican, entran en conflicto entre s. aparecen desmintindose, superpuestos y como excluyentes unos en relacin a los otros. El gran circulo del espacio americano encerrado en su permetro no podr llegar a tener su centro; tendr muchos, tantos como empresas novelescas que intenten su construccin, lo que es como no tener ninguno.
LA
IDBNTFXCACIN CflLECTIVA
De cualquier modo, la construccin de algunos de esos temptos ha permitido establecer con nitidez los principios de la identificacin colectiva. Si el yo individual todava no tiene su mandala delimitado, los grandes grupos invisibles y carentes de rostro del continente americano han encontrado y establecido su dilogo con el medio en trminos de identidad colectiva. El punto merece un mayor desarrollo. Decamos antes que toda identidad nace preadaptada a un ambiente promedio expectable y esto es lo que permite al hombre sobrevivir en condiciones adversas y lo que puede explicar tantas aparentes resignaciones, en la que la narrativa hispanoamericana esttica tambin abunda. Si hay hroes inquietos y en permanente movimiento, tambin hay indios plaideros incapaces de reacciones y rebeldas radicales como los de Huasipungo, de Jorge caza, o pasivos habitantes. de pueblos como Aregu en La babosa, de Gabriel Casaccia. Vastos conglomerados sociales colectivos se aparecen amorfamente y carentes de rebelda y de todo sentimiento de extraeza en relacin a su medio. La novela naturalista ha solido uncir estos grupos invisibles verdaderos ideales humanos 1945, pg. 65).
<Reinaldo Solar,
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a un destino fatalizado y esttico. Sin embargo, paradjicamente, estos indios, peones o cholos son quienes pueden desarrollar potencialidades acordes al crecimiento y a la unicidad buscada en su medio respectivo de accin pasiva. En estos casos es ms fcil para el indio como grupo tnico asumir novelsticamente su identidad colectiva, como hacen ejemplarmente los habitantes dc Rum en Li mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegra, que para el complejo yo alienado de una gran urbe plasmar una relacin armnica con su contorno. Los seres oprimidos o marginales, representativos o no de razas postergadas socialmente (indios en la novela peruana o ecuatoriana, cholos en la boliviana, llaneros en la venezolana o peones en la gauchesca rioplatense), aparecen afirmando ritualmente su invisibilidad, su inaudibilidad y su carencia de rostro en una narrativa que ha buscado muy particularmente significar su identidad colectiva en trminos de un dilogo natural del hombre en grupo con su medio. La profundidad de los hombres que no contaban se tradujo en un intenso esfuerzo, especialmente durante las dcadas del veinte al cuarenta, por procurar mediante novelas que los proyectaran, una posible recuperacin colectiva. Este ha sido pese a muchas obras de ficcin relevantes del perodo un proceso ms social que literario, por el cual determinados grupos postergados llegaron a organizarse con lmites geogrficos, histricos y culturales perfectamente definidos. En la medida en que estas realizaciones creativas han sido de importancia. los libros han hecho al pueblo como insinuaba Martnez Estrada, formaciones nacionales que an superviven hoy en da. El principio organizativo se cumpli siempre en forma masiva y sin que asomaran rostros individuales ms all de su genrica representatividad. Muchas novelas recordadas por su contribucin a plasmar esa identificacin colectiva no tienen ni un solo personaje redondo (round character al decir de Forster), proponindose desde los mismos ttulos de las obras una circunscripcin geogrfica o social correspondiente a un grupo, a una clase social, a una identidad colectiva. Tmese, por ejemplo y al azar, la narrativa boliviana sobre el tema minero. Desde Tierras del Potos, de Jaime Mendoza; Mina, de Alfredo Guilln Pinto; El precio del estao, de Nstor Taboada Tern. hasta el ms conocido Metal del diablo, de Augusto Cspedes, ttulo, tema, personajes y estructura novelesca, tienden i~nicanente a proponer la identidad colectiva del minero como proyeccin de una preocupacin por una clase explotada e inaudible por s mis.
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ma. Hasta Tungsteno, del gran poeta peruano Csar Vallejo, no puede dejar de escapar a esta misma limitacin original, aunque la reivindicacin colectiva haya sido particularmente significativa. Grupos sociales o zonas geogrficas conflictivas, como la de Puerto Limn, de Joaqun Gutirrez; Canal Zone, de Demetrio Aguilera Malta, o Chaco, de Luis Toro Ramallo, van estableciendo un territorio homogneo y bastante armnico donde el espacio es casi el mbito de accin natural del hroe colectivo. As ocurre en la narrativa paraguaya con el tema de la explotacin de los ingenios, en la ficcin colombiana sobre el tema cauchero y los atisbos de imperialismo brasileo a lo largo de los ros fronterizos. Pero de ninguna de esas novelas (que suman fcilmente varios cientos) se recuerda un personaje individual de intensidad dramtica suficiente. Las caracterizaciones no pasan del nivel colectivo y son prolongacin de la problemtica del medio al que estn naturalmente adscritas. Si como integrantes de una identidad colectiva, cualquiera de estos hroes sin rostro de la novela hispanoamericana ha hecho or su legtima protesta por un problema inherente a su clase o condicin de explotado, nadie recuerda un yo complejo y desarticulado en relacin a su medio brotando conflictiva y contradictoriamente desde esas mismas pginas.
LAS
DIFICULTADES DE SFR
Mientras en otras literaturas los hroes alienados parecen haber seguido los consejos de Norman Brown de pirdanse para aquelos que buscaban una identidad o los de Timothy Leary recomendando desaparezcan a los que ya tienen un contorno estabilizado, en Hispanoamrica la tarea se aparece como mucho ms primordial. Para perderse o para desaparecer se necesita de un encuentro previo o haber estado en algn lado antes. FI sentimiento de extranjera es de origen, es el punto de partida tanto del hroe de una de las primeras novelas, como el Periquillo Sarniento, de Jos Joaqun Fernndez de Lizardi, hasta el contemporneo desorientado protagonista de Sobre hroes y tumbas, de Ernesto Sbato. Basta pensar en las aventuras que como extranjero vive el Periquillo en las Islas Ladrones, donde naufraga, y las referencias didcticas de sus dilogos con el Tutn y confrontar ese sueo realizado de evasin con los sueos no realizados de Alejandra en la novela de lo
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Sbato ~, para comprender como, por sobre estilos y escuelas literanas, constantes de raz mtica permanecen incambiadas y son inherentes a una condicin descolocada del ser americano. Nadie se descubre en el continente hispanoamericano como Gregorio Samsa, el hroe de Kafka en La metamorfosis, al despertar una maana, tras un sueo intranquilo, convertido en su cama en un monstruoso insecto 12 Todos nacen as, hijos en apariencia de la condicin monstruosa y desarticulada de ser hijos de esta otra orilla de Europa que es Amrica. Paradjicamente este desajuste se ha hecho ms evidente con la creciente primaca de la clase media, sedentaria por excelencia y con metas centrpetas muy precisas y estabilizadoras: una casa, una familia, un trabajo y un yo realizado en funcin de los otros, los counter-players de similares o coincidentes metas. Esta limitacin del espectro del conflicto con el alrededor, originalmente entendido como un desafo de corte pico y una actitud vital esencial (tal como lo entienden los Santos Luzardo y los numerosos Reinaldo Solar de la narrativa hispanoamericana), ha llevado a que la ficcin enfatizara el valor de esas otras metas de alcance aparentemente menor: la fundacin del hogar sustituye para la clase burguesa la conquista del gran espacio, la dialctica dentrofuera de la casa propia aparece en lugar de aquella otra sobredimensionada del hombre y la naturaleza, y la posesin del espacio pasa a reducirse a las proporciones de un microcosmos: una habitacin alquilada, un escritorio, tal vez un cajn o un pequeo rincn. Estos teoremas de topoanlisis, como los ha llamado Bachelard, deben ser dilucidados en su adecuada escala cuando se efectan aproximaciones crticas a novelas corno Coronacin, de Jos Donoso; La casa del dngel, de Beatriz Guido, o Con las primeras luces, de Carlos Martnez Moreno, obras que concentran espacio en los lmites de grandes caserones de estructura esencialmente anacrnica. Desde lejos, Martin mir el casern con su mirador all
Alejandra se dice: Qu lindo seria inc lejos. Irse de esta ciudad inmunda. Piensa en irse con mucho gusto a un lugar lejano, a un lugar donde no
conociera a nadie. Tal vez a una isla, a una de esas islas que todava deben quedar por ah (Sobre hroes y tumbas, Fabril, BA, pg. 107). Las islas leinnas de raz mtica aparecen tambin en Roberto Arlt y en Juan Carlos Onneti. 02 La metamorfosis. de Frank Kafka (Losada, Buenos Aires, 1952, pgina 15).
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arriba, resto fantasmal de un mundo que ya no exista, se dice cl hroe de Sobre hroes y tumbas, de Ernesto Sbato, al ver por priniera vez el hogar de Alejandra en Barracas, un hogar que es como si no lo fuera Sin embargo, estas casas y hogares como si no lo fueran, son el centro de muchos espacios circunscritos de la narrativa hispanoamericana. Julio Ortega ha destacado cmo en Paradiso la imagen del hogar est en toda la novela: en la primera mitad como tema y en la segunda mitad como tierra firme de las exploraciones de Cem 14 Ms adelante, desmenuza esta idea: En Paradiso el hogar es el axis mund, la imagen por excelencia del fuego central. Pero no es una imagen exeluyente (la imagen por definicin, no 10 es). sino (por el contrario, por definicin) una imagen incorporatriz; a partir de ella el mundo es una casa desconocida y por habitar: no en vano en las ltimas pginas de la novela muestran la aventura de Cem penetrando una casa iluminada de tres pisos en cuyo ncleo se hallar a si mismo ~ Las dificultades para concretar, an en estos espacios reducidos, el yo apenas expandido en los limites de una casa-templo siempre en crisis, lleva a que la generalizacin de la problemtica de la identidad asuma las proporciones integrales y absolutas de que hablbamos al principio de este ensayo. La burguesa hispanoamericana, a diferencia de lo que ocurre en la ficcin europea, no tendr nunca la oportunidad de ofrecer un espacio feliz demarcado. Siempre, esos grandes o pequeos hogares sern presentados novelisticamente en crisis y si aparecen momentaneamente como felices ser sobre la base de su anacronismo, un desajuste global en relacin al resto del medio en que se levante el smbolo de la casa feliz. Sin embargo, ese desajuste individual o de clase no impide que todos los hroes y an los antihroes de la novelstica contempornea sigan buscando su respectivo espacio feliz. Si las empresas picas parecen privilegio de los locos ambiciosos, como el Aguirre de El camino de El Dorado, el derecho a soar con parasos lejanos sigue siendo un derecho que no ceden ni los acosados habitantes de un estrecho cuarto de pensin, como el Eladio Linacero dc El pozo, de Juan Carlos Onetti. Las dificultades del ser no impiden que hasta el vagabundo
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Q~ c., pg. 113, La contemplacin de la fiesta, por Julio Ortega (Monte Avila, CaraIbid., pg.
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como surge de obras como Hijo de ladrn, de Manuel Rojas busquen demarcar un espacio feliz de posesin directa. Esos espacios no slo se defienden en la selva vegetal, sino que pueden conquistarse contra toda fuerza adversa en la jungla de asfalto de la gran ciudad de Los siete locos, de Roberto Ant. Esta idea la construccin de un paraso reducido, incluso, al lmite de la casa en que se vive necesita completarse, para su cabal comprensin, con algunas nociones tericas, lo que Vctor von Weizsackcr ha llamado el crculo de la forma Todo hombre es en principio el punto nodal de una serie de fuerzas y redes que se conectan radialmente con una serie de otros puntos del espacio circundante. Uniendo todos ellos, con el yo corno punto nodal cntrico, se tiene la imagen de un crculo que incluye todo lo que es encuentro entre el yo y el resto del mundo. Esta imagen de un circulo no pasa de ser una imagen, porque el hombre tiende siempre a estar en desarrollo, mantiene una permanente actividad de relacin y percepcin. Esta concepcin dinmica del crculo de la forna es casi un Gestaltkreis de forna inacabada, es decir, que no llega a ser nunca una figura objetiva. La aceptacin de esta idea bsica y esquemtica se recomienda por la valoracin que el crculo ha posedo siempre como smbolo de la vida en todas las pocas y hasta en los ms viejos mitos. Basta pensar en el Deus est sphera cujus centrum ubique circum ferentia nusquam que cita Marjonie Hope Nicolson ~ para captar todas las implicancias filosficas, religiosas y simblicas que esta imagen ha tenido siempre. Pero esta idea de la construccin del circulo de la forma implica adems la aceptacin de los principios de coherencia y armoma, porque la unidad que un sujeto forma con su mundo tiende a un cierto orden, a una coherencia mnima, Este principio de armona es llamado por los etlogos alemanes Umwelt, es decir, el ambiente que no slo rodea al hombre, sino que est dentro de l como una prolongacin natural del yo en la realidad y, a su vez, del contorne en la conciencia. Esta prolongacin natural, no confrontada, es la que permite visiones estabilizadoras del contorno. Ahora bien, este orden tiende a fijarse cuando aparecen formas de resisteni
~ Dar Gestallkreis, por Victor von Weizscker (Theorie der Enheit von Wahrnehmcn und Bewegen), Ceorg Thieme, Verlag, Stuttgart, 964. ~ Tite brraking of the cirole (jNorthwesterns tiYrxiversity Press, 1950), por
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cias o agresin desde el exterior, fuerzas que destruyen o aplastan los principios de armona. Al fijarse. se aisla, se encierra en el reducto del espacio conquistado, levanta defensivamente murallas para preservar todo principio de posesin directa estabilizada y con ello se incomunica y el proceso dialctico de permanente elaboracin del crculo de la forma se detiene. Porque el principio de coherencia y armona que el yo aspira a establecer entre su centro nodal y el contorno est basado en un principio de encuentro, es decir, en la capacidad de comunicacin y dilogo a entablarse entre ese punto nodal y los dems puntos variables del espacio. La propia expresin encuentro debe afirmar los otros principios de confrontacin del yo y el contorno por oposicin a la sntesis construccin destruccin en que esa relacin siempre se revierte. La nocin de crisis como concepto que permite incluir los procesos que se ordenan dinmicamente alrededor de un punto de resistencia o confrontacin tambin es importante en esta relacin dialctica, porque en Hispanoamrica sigue siendo esencial el desajuste entre el yo y los diferentes puntos del espacio que integran su circulo. El Urnwelt todava es slo una aspiracin, una meta, y pocas pginas de la ficcin continental pueden ofrecer legtimamente instaurada la armona de una conciencia individual o colectiva en un espacio conquistado. Pero como toda mcta, aun reducida a la escala de los sueos de Linacero en El pozo es motivo suficiente para la accin del hombre, para sus movimientos tendentes a la conquista del espacio feliz. Si el desajuste es la regla y el crculo de la forma no ha sido trazado todava por el hroe de la ficcin hispanoamericana, el buscador del paraso perdido o el constructor del espacio feliz individual o colectivo, deber partir siempre del movimiento como actitud vital original. Un movimiento que es una forma de andar en algo, pero que es tambin la expresin de una insatisfaccin y un desajuste entre el yo y el contorno. A travs de los viajes se conocen y ponen en relacin zonas discontinuas y desintegradas del continente americano, El viaje, como forma del movimiento del yo, pone siempre en relacin puntos y regiones que se aparecan como independientes, integra distancia, cubre vacos, permite en algunas oportunidades el encuentro del buscado templo o prohja la demarcacin del ansiado espacio feliz de que habla Bachelard.
~,
~ En Las trampas de Onetti, por Femando Ainsa (Alfa, Montevideo, 1970), se estudias, estos sueos como mecanismos de defensa, una de las formas de la evasin (pg. 69 a 73).
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El espacio es lo que hace que los seres vivan separados y lejos unos de otros, concepto que en Hispanoamrica aparece particularmente agravado por las dificultades de comunicacin y la baja densidad de poblacin. Este aspecto vaco en trminos humanos es, sin embargo, atravesable, como recuerda George Poulet. Justamente el desplazamiento en e espacio, viajar, es lo que pone en relacin esos puntos y regiones, sufriendo siempre el yo que se traslada una especial metamorfosis, tal como la novela Los pasos perdidos, pero que tambin es perceptible en Don Segundo Sombra, Crnica de San Gabriel, La vorgine, Canaima y todos los viajes-bsqueda y viajes-huida en que abunda la narrativa hispanoamericana (Toa, Desde el ro, Cuatro aos a bordo de m mismo, etc...). Pero los puntos vinculados, y no slo las conciencias que lo recorren, como espacios originalmente incomunicados sufren tambin cambios inherentes a la nueva relacin entablada: las fuentes del Orinoco y Nueva York establecen, en la novela de Carpentier, un extrao dilogo en la distancia al ser confrontadas indirectamente. Pero el viaje, el movimiento, tambin puede ser un fin en s mismo. Caminar, caminar, caminar como ritmo contenido y voluntarioso, es un fin para el hroe Fabio Cceres de Don Segundo Sombra, de Ricardo Giraldes, una mcta circular que logra proyectarse mticamente en un continente donde la Utopa se escapa, se destruye y se reinventa a golpes de la ilusin, el odio o la esperanza, pero que nunca ha podido objetivarse ms all de los sueos de sus profetas o escritores. FERNANDO AINS.x Montevideo (Uruguay).