Fallo 365
Fallo 365
Fallo 365
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Sala III del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, rta.
10 de octubre 2006.
ACUERDO
ANTECEDENTES
Dijeron las recurrentes que de ese modo los enjuiciados carecieron del
derecho a saber quiénes eran los testigos que prestaban declaración, qué interés
o motivación habían tenido para hacerlo, desconociendo si las personas que se
escudaban en el anonimato faltaban o no a la verdad sin poder ejercer el
derecho a realizar un careo en caso de ser necesario.
Por otra parte, aseveraron que el hallazgo del cuerpo con las
vestimentas parcialmente desgarradas, los pantalones de jeans bajos, la
bombacha y el corpiño semi-arrancados, sugieren la ejecución de un hecho
fortuito, intempestivo, en breve lapso y lugar inadecuado, llevada a cabo por un
solo sujeto que solo logró rasgar alguna prenda de la víctima.
3º) La defensa particular del acusado F., a cargo del doctor Wenceslao
Méndez, también dedujo recurso de casación contra la sentencia del tribunal
oral denunciando, en primer lugar, absurdo en la valoración probatoria
efectuada por el a quo destacando que a partir de los testimonios de “A” y “B”,
en ningún caso pudo establecerse como horario de la privación de la libertad de
la damnificada a las 6:30, pues el encuentro previo de F. con los funcionarios
policiales en el que se habría acordado la “entrega” de la menor para ser
sometida por aquellos, habría acontecido recién a las 6:45 –a tenor de los dichos
de “A”- o las 7:15 –de estarse a los de “B”-, pero en cualquier caso, siempre con
posterioridad a la hora en que se afirma que la privación de la libertad de la
damnificada ya se había ejecutado.
Agregó que de tal forma se atenta contra la dignidad del ser humano
al establecer un reproche ficticio por parte de la comunidad en la órbita familiar
y patrimonial, soslayando la obligación del Estado de proveer en la medida de
lo posible su resocialización.
6º) Que, tras deliberar (artículo 459 del C.P.P.), y sometidos los
recursos a consideración del tribunal, se plantearon y votaron las siguientes
CUESTIONES
Debe atenderse asimismo a que las penas impuestas por el a quo a los
acusados S. y E. son indivisibles, ya que por la incuestionada aplicación del
artículo 371 del código de forma vigente al momento del fallo, de manera
inexorable, y cualquiera fuera la situación de los imputados hasta ese estado
procesal, se imponía que a partir de allí debieron afrontar las instancias
sucesivas privados preventivamente de su libertad. De ese modo los efectos
constitutivos del fallo privan de actualidad a la discusión sobre las
consecuencias del dictado del auto de prisión recurrido, que de esa forma ha
perdido virtualidad en el caso.
Sobre el particular he de insistir una vez más (cfr. causa Nº 1062, “C. ,
J. O. s/recurso de casación”, y su agregada N° 1063, “L. , E. S. s/recurso de
casación”) “... que los más elementales criterios de justicia material imponen
que, ante la disyuntiva entre la nulificación de un acto jurisdiccional por
cuestiones formales, o su convalidación, debe optarse por la validez, siempre
que el defecto formal no resulte insalvable, ni afecte garantías constitucionales”.
Resulta aquí oportuno recordar que “... aún cuando la forma hace a la
estructura ritual, a los requisitos exteriores para el funcionamiento de las
instituciones jurídicas y al desarrollo sustancial de los derechos, es una
condición inherente a la misma que su aseguramiento guarde razonabilidad,
evitando que con el apego a la formalidad, se concluya derogando tales
derechos, o haciendo imposible su ejercicio (cf. “Los confusos límites del
rigorismo formal”, Carlos Salvadores de Arzuaga y Sandra Stefanini Gómez,
J.A. 1994-III, pág. 385, quienes bien destacan que “la existencia de las formas y
su severidad hacen al orden, a la previsibilidad, a la seguridad jurídica. Pero
cuando la severidad frustra el sentido de justicia en la relación jurídica,
dudamos de que sea legítimo proteger la integridad de la forma”).
Por ello, una vez iniciado tiene que acabar, y los jueces tienen el deber
de evitar que retroceda o se estanque en un tiempo muerto, por una inadecuada
interpretación de las garantías.
Tampoco puedo pasar de largo por el voto del doctor Piombo, al que
adscribe la mayoría del pleno, cuando dice que el sistema jurídico
constitucional, articulado sobre la base de derechos y garantías, parte de la base
de que la regulación armónica de la coexistencia humana no concibe
prerrogativas absolutas o incondicionadas.
Explica que, aún tratándose del derecho a la vida –bien este último
que condiciona el goce de todos los demás y que en el ámbito internacional
americano ha sido materia de una Convención y de un Protocolo adicional-,
operan restricciones tales como la que dimana de la obligación de defender por
la fuerza la patria y sus instituciones.
Por cierto, que los derechos de las víctimas, como de toda persona
que debe exteriorizar comportamientos en zonas tan íntimas como resulta ser la
sexualidad, demandan el respeto debido al honor, dignidad, privacidad,
cuando se interroga sobre delitos como uno de los atribuídos; ya que pueden
comprometerse gravemente a las mismas con los interrogatorios a sala llena y,
de no proceder así los tribunales, sus decisiones podrían tener efecto
criminógeno.
En la sesión del tercer día depusieron doce testigos, entre los cuales se
encuentra el de quien, más allá del mérito que en su momento corresponda o
no adjudicarle, dice haber presenciado hechos, oído lo que otros expresaron
haber percibido; además de haber recibido llamados telefónicos intimidatorios,
algunos con el aviso de que le prenderían fuego la radio si no dejaba de
molestar con el tema.
Es más, en la causa número 2685 "R. , H. ", la Sala I que integra el juez
decano, se ventiló un caso en que el agravio versaba sobre: la falta de
fundamentación de la resolución de apartar al imputado del recinto, al tiempo
de recibir la declaración de la denunciante y cónyuge del mismo, por lo que, lo
decidido, no versó sobre la afectación del derecho de defensa en juicio por la
salida del imputado de la audiencia, sino sobre la alegada infracción a ese
derecho por el carácter infundado de la decisión -que por mayoría se juzgó
razonable-; y sin estar en juego el otro derecho fundamental invocado en el
pedido de pleno, a lo que es dable agregar, que la defensa, como acotara el
doctor Sal Llargués, no demostró el perjuicio que le causaba la exclusión, y
había solicitado la conducción del imputado fuera del lugar, cuando declarara
el hijo de ambos cónyuges; y esto nada tiene que ver nuestra anterior decisión
casatoria de un pronunciamiento, en razón de la inconciliable oposición de sus
términos, ya que por un lado se le había advertido al imputado que estuviera
atento a lo que se hiciera en el curso de la audiencia, y por el otro se le indicó
que debía irse de la misma.
Recordé entonces, sobre tal presupuesto fáctico, que las garantías que
en materia criminal asegura y consagra el artículo 18 de la Carta fundamental,
consisten en la observancia de las formas sustanciales del juicio, relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales (cfr.
Corte Suprema, Fallos: 125, 10; 127, 36; 272, 188), sosteniendo, que dicha norma
impone la debida defensa para que un habitante de la Nación pueda ser penado
o privado de sus derechos; y ella falta, cuando no se ha dado audiencia en el
procedimiento que se le sigue, impidiéndosele así ejercitar sus derechos en la
forma y con las solemnidades correspondientes (idem ant. Fallos: 247, 724).
Recordé también que la doctrina dice “un día ante el tribunal” (ver
Jorge A. Claría Olmedo “Tratado de Derecho Procesal Penal”, editorial Ediar,
Buenos Aires, 1960. Tomo I página 313) pero, el principio de inmediación
requiere la presencia ininterrumpida del imputado durante todo el debate y
hasta en la lectura de la sentencia, permitiendo verificar que ha tenido
oportunidad suficiente para hablar, contradecir a testigos y peritos, probar,
controlar la prueba de la contraria y valorarla, además de poder indicar al
tribunal la solución que propone para su sentencia (cfr. Julio B.J. Maier
“Derecho Procesal Penal”, editorial Del Puerto, Buenos Aires, 1996, Tomo. I.
Fundamentos pág. 541), agregando, que el hecho de estar presente en el
proceso, es una de las garantías mínimas que la República se comprometió a
respetar y a garantizar (cfr. doctrina de los artículos 2.1. y 14.d. del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos), y, en esa parcela, es indiscutible
que el derecho de defensa del imputado comprende, la facultad de intervenir en
el juicio, a fin de ser oído, controlar la prueba de cargo, o probar los hechos por
él mismo invocados, para excluir o atenuar la reacción penal, como ya había
reinvindicado el pensamiento ilustrado al reclamar su presencia, y la del
defensor, en todas las actividades probatorias.
Pues bien, si esta era la conclusión, que por lo demás quedó firme
cuando la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires desestimó los
recursos extraordinarios de nulidad e inaplicabilidad de ley que fueron
introducidos (Ac. 84.457 del 29/05/02 en causa n° 2651), la consecuencia no
podía ser otra que la nueva puesta en vigor y el renovado sostenimiento de la
prisión preventiva que la Cámara había revocado.
Esta es, a mi juicio, la correcta solución del caso que nos ha sido
planteado hoy -todavía- por las recurrentes, porque esta Sala, en su
pronunciamiento del 28 de febrero de 2002, no efectuó una crítica razonada del
mérito probatorio de la decisión de la Cámara con base en la comprobada
violación de las reglas de la lógica, la ciencia o la experiencia; cuyo corolario
hubiera sido entonces la aplicación subsiguiente del procedimiento previsto en
el artículo 460 del Código Procesal Penal, con los alcances que la naturaleza del
fallo en crisis permitía (artículo 448 inciso 1°, primera parte, vinculado con el
precepto antes citado, ambos del Código Procesal Penal).
La ocasión es propicia para recordar que tanto las leyes cuanto las
decisiones jurisdiccionales –incluso los actos del proceso impulsados por las
partes- no deben ser interpretados conforme a la desnuda literalidad de los
vocablos usados, ni según rígidas pautas gramaticales; ni tampoco en función
de las disposiciones que citen, sino con arreglo a su significado jurídico
profundo desentrañado con el auxilio de los distintos puntos de vista metódicos
de interpretación (doctrina que emana de Fallos 265:242 entre muchos otros).
Pues bien, desde ese horizonte, cabe concluir que anulada la decisión
de la Cámara de Apelación y Garantías no había en la especie ningún
pronunciamiento ajustado a derecho que dictar con el concurso de nuevos
jueces hábiles, porque simultáneamente adquiría una reforzada vigencia el auto
de prisión preventiva del juez de grado de fecha 25 de julio de 2001 que –es
preciso decirlo- exhibe una fundamentación modesta pero suficiente para
cumplir con la finalidad procesal que tiene asignada; sobre todo en
comparación con el fallo de la Cámara de Apelaciones que lo “revocó” (artículo
448, inciso 1°, segunda parte, en relación con el artículo 461, primer párrafo del
Código Procesal Penal).
2.) Que en este orden de ideas, no es ocioso recordar que de los trece
testigos de identidad reservada que depusieron en el juicio y cuya impugnación
se persigue, nueve de ellos recién lo hicieron cuando después de cuatro sesiones
de debate que insumieron cuarenta y dos testimonios prestados sin ninguna
restricción, el Fiscal solicitó y el Tribunal dispuso el desalojo de la sala de
quienes estaban siendo enjuiciados a causa del estado de perturbación que en
ese instante exhibía una testigo, agravado por la manifestación en voz alta de
uno de los imputados; y a que en la jornada anterior otro de los deponentes
indicó que había recibido llamados intimidatorios entre los cuales figuraba la
promesa de “incendiarle la radio si no dejaba de molestar”.
Por otra parte, tres de esos nueve testigos fueron ofrecidos por el
Fiscal como nuevos elementos de prueba, porque temerosos de hacerlo antes en
presencia de los imputados, recién cobraron aliento cuando supieron que
podían presentarse en la audiencia con reserva de su identidad. Asimismo, es
preciso añadir que desde que se puso en marcha ese mecanismo de protección
de los testigos que así lo reclamaban -siempre, con conformidad del fiscal y de
las defensas-, también declararon cincuenta y seis personas más en presencia de
los imputados y con cabal conocimiento por parte de todos de sus
circunstancias personales. Por último, decir que en la audiencia del 17/09/02 se
desitió de la comparecencia de tres testigos de identidad reservada
(denominados “F”, “G” y “K”) y que se prescindió de hacer declarar al testigo
“I”, de la misma condición, en el debate del día 19/09/02. Lo que en principio
denota un proceso selectivo de aquéllos que habrían de declarar en el juicio bajo
un régimen de excepción: sólo en caso de justificada necesidad.
7.) Que he de decir, casi al final, algo que bien pude sostener al
principio; que el motivo de casación escogido por las recurrentes no ha sido
idóneo. En efecto, no es razonable aducir el quebrantamiento de formas
esenciales del proceso (artículo 448 inciso 1° segunda parte del Código Procesal
Penal) si los actos cuya validez se cuestionan están respaldados por preceptos
tales como los artículos 83 inciso 6, 342 párrafos 1° y 2° del Código Procesal
Penal). Por otra parte, no sólo no se cumplió oportunamente con el recaudo de
admisibilidad consistente en expresar formal protesta de casación contra cada
acto reputado inválido (artículo 148, 1°, segunda parte Código Procesal Penal),
sino que ellos fueron todos consentidos por las partes en el juicio.
-I-
-II-
Por lo tanto, el recurso ante un juez o tribunal superior, debe ser uno
que permita entrar en el fondo de la controversia, examinar los hechos
aducidos, las defensas propuestas, las pruebas recibidas, la valoración de éstas,
las normas invocadas y la aplicación de ellas, inclusive en aspectos tales como la
individualización de la pena o medida –es el caso- como resulte justo en
consideración de la gravedad del hecho, el bien jurídico afectado, la
culpabilidad del agente y los otros datos que concurren al ejercicio de la
individualización.
Luego de las 06:00 horas del día del suceso, cuando N. M. era
seguida a cierta distancia por F., se le acerca un móvil policial, motivando el
desvío del último –sólo por algunas cuadras- hasta que se cruza con otro
vehículo del mismo Servicio, tipo camioneta, entablando un diálogo con las
personas que se encontraban en su interior.
-III-
-IV-
Intervención de R. A. S..
Para ello tuvo muy especialmente en cuenta que por un lado afirmó
que el imputado salió esa mañana con un móvil, y por el otro que tampoco dejó
asentada dicha partida, cuando la correspondiente a las demás unidades si lo
estaba.
-V-
La intervención de O. A. E..
-VI-
La intervención de R. A..
-VII-
Las calificaciones.
-VIII-
-IX-
Por otro, que el segundo peritaje tomó como base del examen una
nueva extracción de muestras a cargo del propio P., quien acorde con la
influencia que ejerce en el análisis térreo el polen de los árboles que enmarcan
las calles del barrio, esta vez también tomó muestras del frente de la casa en
cuestión y además lo hizo promediando el año del hecho; es decir, en procura
de parecidas circunstancias ambientales a aquellas que lo enmarcaron.
Ello así, con fundamento en los aportes periciales de T., L. y B., para
quienes las livideces constatadas en el cuerpo señalaban que N. M., ya sin vida,
había sido rotada o cambiada de posición; en las aseveraciones de la doctora O.,
quien ante la presencia en el cuerpo de la denominada “mosca carnívora”,
sostuvo que los restos de N. M. habían pasado –cuando menos- 24 horas en un
lugar cerrado; en las declaraciones de H. y G. V., quienes redujeron
ostensiblemente el tiempo posible de permanencia del cuerpo en el vivero,
debido a la ausencia de todo rastro de haber sido atacado por alimañas
carnívoras habituales en la zona.
Por caso: importa poco que el oficial S. afirmara que S. vivía a seis o
siete cuadras de la comisaría y en ocasiones dejaba durante varios días su auto
estacionado frente a ella, si es que el imputado dice en la oportunidad del art.
308 C.P.P que el 04/02/01 se trasladó de su domicilio a la seccional en el VW
Gol color rojo de su propiedad (fs. 2172/77) y arribó allí entre las 07:45 y 08:15
hs, por lo que se descarta -en la especie- el rendimiento defensista de la versión
que habla de la comisaría como un estacionamiento en ocasiones permanente
del vehículo de S..
Esto deja en soledad las afirmaciones del L. y L., que por otro lado
resultan tenues al limitarse a decir que no se “descarta” en la mancha de sangre
encontrada en la campera de F., la presencia de material genético
correspondiente a la víctima (fs. 3946/vta); y si a ello se suman los testimonios
de M. B. y A. D. P. que el domingo 4 de febrero, respectivamente, vieron a G. D.
F. con la cara ensangrentada y le escucharon decir que había tenido una pelea
en “Amadeus” (audiencia del día 12/9/02), se crea, cuando menos, un
escenario de duda razonable que debe decidirse a favor del procesado.
Esto no lleva de por sí a la absolución de F. -como lo postula el
recurrente- sino, en todo caso, a un grado de participación diferente en el hecho
que se tuvo por probado. Como oportunamente lo señalaré.
XI) Que, como sustento del razonamiento seguido para atribuir las
conductas a los imputados R. A. S., O. A. E., R. A. y G. D. F., he de consignar,
como otras veces, que cuando “el juez que tiene ante sí la pregunta de si un
hecho que se le expone ha ocurrido efectivamente así...deberá enjuiciar la
credibilidad de los testigos...y si no los tiene, intentará conseguir una imagen
acertada de los sucesos a través de los denominados indicios, que son los
hechos que en si mismos no son parte del hecho enjuiciable, pero que permiten
un silogismo sobre un suceso perteneciente al asunto. En tales silogismos raras
veces se dan conclusiones lógicamente vinculantes..., las más de las veces la
premisa mayor es una regla de probabilidad que, con frecuencia, ni siquiera es
segura..., y da base para una atribución de autoría probable, en modo alguna
segura, pero la probabilidad aumenta cuando se añaden otros indicios”.
Por fin, concluyó con aquello que le trasmitió S. H. G., el joven que
vio lo mismo que la también joven testigo de identidad reservada “M”; que
tenía miedo porque había visto cuando N. M. era agarrada por los pelos e
introducida por la fuerza en un vehículo policial; y porque cuando fue a la
comisaría a declarar, el 06/02/01, le dijeron que no podían recibir lo que dijera
“porque la computadora no estaba cargada” (confr. puntos 1, 2 y 3 en acta de
debate, audiencia del 11/09/02).
Así, sin mengua de otros episodios ya reseñados, cabe hacer constar que
según el empleado policial H. R. M., las primeras consultas sobre “las capturas
de los detenidos” (sic) las llevó a cabo el suboficial R. S., el día 4 de febrero,
antes del mediodía; lo que por otro lado pone en crisis la afirmación policial de
que se tuvo noticia cierta del hecho recién a las 21 hs. de ese mismo día, cuando
G. M. presentó la denuncia por la desaparición de su hija.
XIV) Que adhiero al voto del Dr. Borinsky en punto a la pena que
propicia respecto de G. D. F., y al rechazo del planteo vinculado al descarte de
las accesorias del artículo 12 del Código Penal.
ASI LO VOTO.
SENTENCIA