La Espiritualidad Que Vivimos

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LA ESPIRITUALIDAD QUE VIVIMOS

Cmo se ha preparado este tema. En la ltima reunin de Albacete (25-26 de octubre. 2008) se me encomend la tarea de redactar el cuadernillo central de este nmero de Tiempo de HablarTiempo de Actuar : Nos pareci importante formular y ayudar a clarificar los cauces por los que estamos viviendo y construyendo una espiritualidad laica e interreligiosa y abrir cauces a la mstica y la contemplacin He contado con la colaboracin de una serie de amigos y amigas: menos de los que habra deseado. Sus testimonios no aparecen trascritos por completo; pero estn incorporados en sus aportaciones bsicas al contenido y, en ocasiones, literalmente . Gracias por compartir con nosotros su experiencia! ste es el resultado. Confo que os ayude: a m me ha sido muy til redactarlo. Ramn Para leer - J. A. Garca Monge. Unificacin personal y experiencia cristiana. 2001. Sal Terrae. - XXIV Congreso de Teologa. 2004. Espiritualidad para un mundo nuevo. - J. M. Vigil. Teologa del pluralismo religioso . 2005. El Almendro. - xodo. N.88. Abril 2007. Otra espiritualidad es posible. - J. M. Castillo. Espiritualidad para insatisfechos. 2007. Trotta. I. MIRADA A NUESTRO PASADO Toda construccin debe tener unos cimientos. Cada persona se estructura sobre unas bases anteriores mnimamente vlidas y suficientemente slidas. Toda sociedad surge y se afianza a partir de lo sucedido con anterioridad Siempre necesitamos incorporar lo anterior a nuestro presente. Negar el pasado, con sus errores y aciertos, no slo es la mejor receta para repetirlo: es tambin la actitud menos inteligente de abordar el presente y el futuro; es, adems, un intento intil por principio y una apuesta irrealizable. Y es que los seres humanos, adems de tener una historia, somos historia. Nuestra vida en cada momento es ininteligible sin lo que hemos ido viviendo hasta entonces: somos una construccin progresiva en la que cada paso es fruto de todo lo anterior. Slo cuando el pasado se integra en nuestro presente, de forma dinmica y crtica, nos da estabilidad y nos permite avanzar positivamente hacia el futuro. Bien es verdad que tampoco debemos mitificar el pasado, pues esto nos impedira descubrir la novedad del presente. Hoy parece que este principio general va inundando cada vez ms todos los campos. Pero es para cada uno un reto personal de gran trascendencia. Necesitamos situar nuestra fe en la historia. Necesitamos emprender un xodo: de la religin sin historia a la fe en la historia. Del Dios fuera de la historia, del Jess sin historia y de la Biblia sin contexto histrico al Dios de Jess, que est ms all del mismo Jess y de la misma Biblia (M. Lpez Vigil). Entre otros muchos valores, esta aproximacin histrica a Jess puede ser la gran aportacin que nos hace Pagola Esto es vlido siempre. Tambin cuando vamos a reflexionar sobre nuestra espiritualidad . Es preciso que cada cual hagamos una valoracin crtica, desde la aceptacin de todo lo que vivimos en el pasado, para discriminar lo vlido de lo intil; pero, sobre todo, para

descubrir la lnea dominante sobre la que avanzar. Slo desde esa memoria crtica sobre nuestra espiritualidad podremos ir avanzando y profundizando. a) Un proceso de formacin bastante especial Probablemente sea sta una de las apreciaciones ms generales cuando miramos a nuestro pasado. En un porcentaje muy elevado, somos tributarios de nuestra posguerra. Vivimos, con mayor o menor conciencia, los aos de la escasez y del hambre, del aislamiento y la ruralidad, de la represin y el miedo Todo nuestro mundo giraba en torno a la omnipresencia de la religin y de la autoridad ms estricta. El cura, la guardia civil y el alcalde eran los ejes de aquella poca. Aquella amalgama poltico-religiosa que hemos denominado nacionalcatolicismo, fue el caldo de cultivo de nuestra vida total: tambin de nuestra espiritualidad.. Desde nuestra ms tierna infancia, con mucha frecuencia en ambientes cerrados (seminarios, conventos, internados, colegios religiosos) fuimos incorporando unas pautas de comportamiento que se nos presentaban como incuestionables: y como tales las asumimos. Todo contraste, toda crtica, toda alternativa estaba fuera de ese universo religioso y social: no haca falta prohibirla, porque ni siquiera tena lugar como posibilidad. La vida religiosa, la espiritualidad , estaba identificada con unas prcticas piadosas, que solamente hacan referencia a una interna relacin con Dios: misa, rosario, visitas al Santsimo, plticas, retiros, meditacin, lectura espiritual, direccin espiritual, confesin semanal, ejercicios espirituales, novenas, triduos, primeros viernes, mes de mayo, jaculatorias Parece como si los mismos directores de esta educacin creyeran que tambin aqu funcionaba el ex opere operato; es decir, a todas estas prcticas piadosas se les atribua una fuerza casi mgica, pues si se cumplan convenientemente, pareca asegurado su efecto: mediante estas prcticas nos convertamos en seres espirituales Al mismo tiempo, esta forma de entender la espiritualidad tena escasas referencias hacia la vida normal, hacia las preocupaciones o tareas no religiosas, de fuera de la iglesia. Aquella espiritualidad se apoyaba en unas verdades que se imponan, y en un cumplimiento que haba que acatar; como mucho, el trabajo, la familia, el amor, la amistad eran algo que haba que ofrecer a Dios, que debamos referir a la vida espiritual, la verdadera. Las cosas materiales, corporales, eran un obstculo a salvar en ese camino que exiga despreciar o ignorar todo lo bueno que la naturaleza y la corporalidad encierran. Esta espiritualidad, por supuesto, era considerada por encima de la vida normal; y constitua el eje que haca que algunas personas fueran de otro nivel, de otra categora; estuvieran escogidas para un estado de vida superior, que fueran personas sagradas. Era necesario mantener esa condicin espiritual, mediante el cumplimiento de las prcticas piadosas; aunque lo primero era mantenerse en un estado de gracia de Dios , absolutamente reido con todo pecado, especialmente con los pecados de la carne principal escollo contra la espiritualidad-, los pecados contra el sexto mandamiento. b) Evolucin posterior: crisis y crecimiento Sin embargo, hasta construcciones ideolgicas tan macizas como la descrita ms arriba, acaban por sucumbir ante el desgaste diario de la vida real. Y es que ese mundo espiritual en que se nos haba acostumbrado a vivir, poda tener su futuro ms o menos asegurado o camuflado- entre las tapias de un convento o en los claustros de los monasterios. Pero la vida ha ido y va por otros derroteros y a otras velocidades. Un poco antes o despus, la crisis de esa vida espiritual un tanto en las nubes tena que resquebrajarse. Hablar de vida real es referirnos a las aspiraciones, trabajos, preocupaciones, ocupaciones, goces y sufrimientos de la mayora de los mortales: no porque la de los religiosos no sea

real, sino porque es una excepcin cuantitativamente hablando. En la Edad Media a sta ltima se la llamaba vida en religin , en eternidad, intemporal; mientras que la otra reciba el calificativo de secular, en el siglo, en el tiempo. Vivir en el siglo, secularmente, nos ha hecho avanzar y cuestionarnos una vida pretendidamente atemporal. En este cuestionamiento hemos sido ayudados por el colectivo laico, orillado, disminuido cannicamente. El laicado reivindicaba su lugar. En la medida que se diluyeron fronteras y separaciones, laicos y clrigos hemos ido cuestionando todo ese entramado monacal y pietista en que fuimos educados. El valor del laicado como creyentes y su reivindicacin de la mayora de edad han facilitado a todo creyente buscar unos caminos diferentes para la espiritualidad. Vivir en un mundo abierto a la crtica, nos impuls a rechazar una estructura clerical donde casi nada se cuestiona; o, si se cuestiona, no se expresa en orden a mantener una falsa unidad-comunin. Y es que no resulta equilibrado ni correcto mantener actitudes crticas ante lo civil y cerradas ante lo religioso. Todo ese proceso de crisis y construccin ha sido posible y positivo gracias a la reflexin personal; pero, sobre todo, a la revisin y al anlisis comunitario. Si la fe comporta necesariamente un nivel grupal, no podemos restringirlo a una suma de creyentes que coinciden en un templo, a un colectivo que se rene en un espacio concreto sin poner en comn lo que est viviendo. Para nosotros, esta puesta en comn y esta revisin en grupos reducidos ha sido un factor vital. Tambin nos ayud ser coetneos de un proceso conciliar de dimensiones universales: el Vaticano II, con su retorno a las fuentes, su teologa del Pueblo de Dios, su apertura al mundo, sus esperanzas de otra iglesia para otro mundo, pusieron otras bases eclesiales difcilmente adaptables a la formacin cerrada recibida: exigan un gran cambio. Un mnimo sentido de la historia tambin ha colaborado a que desmitificramos y cuestionramos lo recibido. Es difcil no sentir vergenza ante una espiritualidad que ha ignorado, cobijado y hasta impulsado tantas maldades, que tanto sufrimiento ha generado Un nuevo espritu penitencial y una nueva sensibilidad ante la historia nos han ido convirtiendo en cierta medida en discpulos de la sospecha. Una espiritualidad que no parta de los seres humanos, de sus sufrimientos y alegras, no puede ser sana y, desde luego, puede hacernos cmplices de muchos sufrimientos. Esta crisis ha sido dura y dolorosa: pero nos ha ayudado a sentirnos ms libres. Hay dos cosas que, cuando pienso en este tema, me vienen inmediatamente a la cabeza; y cada una en su dimensin puede tener su importancia. Una es, que te sientes cogido afectivamente y mediatizado por muchas vivencias; ests obligado a defender las ideas en las que has estado inmerso durante un tiempo; todo esto te impide crecer adecuadamente, te limita pensar ms que en la direccin que te han marcado. Defiendes constantemente ideas y tpicos que no acabas de asumir como tuyos. Hay mucha gente que conocemos, que no ha crecido, no ha evolucionado, sigue anquilosada en ideas radicales y trasnochadas, son, incluso, fundamentalistas. El querer defender algo como nico y verdadero a ultranza, limita mucho la perspectiva. La otra cosa, que tambin condiciona, es la bsqueda o mantenimiento de seguridades; se est muy a gusto amparado en la institucin, que te da seguridad de alma; cobijado y protegido por el grupo e incluso despreocupado a nivel econmico. Lo contrario es lanzarse a la aventura sin saber cmo vas a salir. El ser humano va creando realidades que pueden ser regresivas, mantenindose en lo que ha aprendido y quiere preservar, o progresivas, yendo hacia lo nuevo, hacia lo que l cree que debera existir. Teniendo en cuenta que crear es romper y exige valenta. Eso s, con mucho amor, pero con muy pocas seguridades. Poco a poco se va abriendo el cielo a tu alrededor, siempre que llueve escampa, bien porque t contribuyes en esa apertura, bien sobre todo porque la fuerza del amor de los que tienes cerca apoya tu pequea contribucin. Ah est la presencia de Dios. (Pedro Crespo)

Este proceso ha contribuido a que descubramos otros modos de relacin y de presencia en el mundo. Un colectivo representativo de este proceso han sido los curas obreros. Han comprobado en sus carnes que puede vivirse de otro modo la relacin Iglesia-mundo obrero y popular: como mbitos complementarios y no con enfrentamiento o alejada separacin. Adems, estos curas han sido -y lo siguen siendo los que an quedan- un signo utpico ante ese mundo, en el sentido de que la vida de Jess y su Buena Noticia contienen un inmenso potencial humanizador y revolucionario por su exigencia perenne de justicia y de igualdad, imperativos imprescindibles para vivir la fraternidad y para que la presencia amorosa de Dios en la historia humana sea creble (E. Tabares). c) Religiones en crisis? Responder afirmativamente a esta pregunta no es sino constatar un hecho llamativo en nuestro mundo. Lo estamos viviendo en propia carne; y lo viven multitud de creyentes. Son cada vez ms los insatisfechos de su religin, los autoexiliados de las prcticas religiosas, los creyentes al margen de las instituciones. Es razonable pensar que todos estos buscadores de nuevas formas de espiritualidad y de religiosidad se han puesto en marcha, se han marchado n o por falta de espritu, de espiritualidad, sino precisamente por lo contrario: por insatisfaccin insoportable con el espritu que respiraban dentro (J. M. Vigil). Y es que las religiones, al contraponer espritu y vida, Dios y disfrute, razn y fe, mayora de edad y obediencia sumisa, discrepancia y comunin estn generando una cierta imposibilidad a la coherencia interior de quienes viven un mundo de mayora de edad, de avances cientficos, de pluralidad tnica y cultural, de convivencia interreligiosa. As colaboran al surgimiento de un nuevo anticlericalismo. Mientras las religiones no se aclaren sobre estas cuestiones vivirn en la constante contradiccin de ser representantes de Dios y, al mismo tiempo, agresoras de la obra fundamental de Dios, que es la vida (J. M. Castillo). Las religiones estn en crisis, pero la espiritualidad parece gozar de buena salud Es creciente el nmero de autores que se pronuncian a favor de esta posibilidad: estamos en un nuevo tiempo axial, en el que van a quedar superadas las religiones de la poca agraria, y aparecer tal vez una religiosidad ms all de las religiones que hemos conocido hasta ahora, tal vez, una espiritualidad sin religin (J. M. Vigil). Tambin aqu es muy til para sobrevivir acentuar nuestra sensibilidad histrica: vivimos una etapa de crisis-depuracin-construccin de una espiritualidad nueva, diferente, pero inmersos en un proceso universal, que afecta a creyentes de otras muchas confesiones y a personas que buscan fuera de creencias especficamente religiosas. Parece que esto ha ocurrido ya en otros momentos de la historia, en que las religiones han sido sometidas a crisis y a reforma por el choque de sus estructuras, surgidas con anterioridad, con otras sociedades emergentes. Los especialistas lo denominan tiempos axiales Los problemas que observamos en las religiones y sus dificultades por afrontar positiva y creativamente situaciones nuevas que se presentan y para las que slo disponen de respuestas antiguas, no son sino exponentes de este choque. Su poca capacidad oficial de ofertar respuestas coherentes y adaptadas a los nuevos tiempos, dificulta una experiencia religiosa a muchas personas creyentes: en una sociedad que aspira a vivir democrticamente, que cambia, laica y plural, las religiones no pueden seguir aferradas a la uniformidad, a la resistencia al cambio, al poder sagrado y al poder piramidal. As dificultan la experiencia religiosa y traicionan el mensaje original que les dio origen. Como vemos, un reto realmente apasionante. La mayora de los seres humanos se agarran a la religin como el que est a punto de ahogarse se agarra a la cuerda que se le tiende. Se aferra a ella con todas sus fuerzas. La cuerda debe aguantar. Ella es la verdad. Si la cuerda llega a romperse, se abre un abismo. Por eso es esta religin y ninguna otra la que importa Todo aquello en que se pueda encontrar vida y seguridad depende de la cuerda y tiene que ser verdad.

Pero, a veces, con la ayuda de esta cuerda, los hombres ponen pie en tierra. Entonces, ya tranquilos, abandonan la cuerda, porque ya tienen tierra firme bajo sus pies. Y lo hacen sin ser del todo conscientes de que es la tierra la que les proporciona seguridad. En eso, precisamente, consiste la religin verdadera: la mano de Dios que nos sustenta y no la cuerda a la que nos agarramos. La cuerda, la religin, no es ms que una herramienta, un medio. La religin verdadera es slo una confianza ante la que no encontramos palabras para definirla. El atesmo quita la cuerda y le dice al hombre: Cundo dejars de jugar a ser nufrago? La tierra est bajo tus pies, firme y segura, pero t sigues aferrado a tu trauma. Hubo un tiempo en que creas que ibas a caer al fondo y ahogarte. Eso pas hace ya muchsimo tiempo. Entonces eras un nio muy desgraciado y necesitabas seguridad. A esa exigencia de seguridad tuya es a la que ha respondido la religin por tiBuda lo expres de una forma muy bella: mi religin, mi enseanza no es ms que una barca con la que se atraviesa el ro. Llegados a la orilla, a nadie se le va a ocurrir tomar la barca y colocrsela sobre la cabeza para llevrsela, sino que se deja all y se camina libremente (Drewermann. Dios inmediato, Madrid, Editorial Trotta, 1997). II. PARA MEJOR ENTENDERNOS. Algunas aclaraciones En campos como ste, tan plurales hoy y tan mediatizados por la historia, parece conveniente formular ciertas precisiones que nos permitan entendernos mejor: En primer lugar, cada uno consigo mismo; tambin en el interior de nuestros grupos; y, consecuentemente, con personas de otras confesiones o de otras creencias e ideologas. Sera, por tanto, de desear que estas coordenadas nos permitieran entendernos mejor; o, por lo menos, preparar un terreno propicio al entendimiento en un futuro no muy lejano. Lgicamente, lo que apuntamos no pretende ponernos de acuerdo a todos; pero s colaborar a que empleemos un lenguaje con coincidencias bsicas para poder comunicarnos y entendernos. a) Una espiritualidad que no nos parece propia del ser humano. Es curioso, de entrada, cmo define el diccionario de la Real Academia la palabra espiritual: naturaleza y condicin de espiritual (perteneciente o relativo al espritu); calidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a la condicin de eclesisticas; obra o cosa espiritual; conjunto de ideas referentes a la vida espiritual. Subyace, en el fondo, ese dualismo tan presente en toda la literatura espiritual cristiana a lo largo de los siglos: lo espiritual como algo propio del espritu, monopolizado por e identificado con lo eclesistico; la vida espiritual concebida como algo diferente y aadido al resto de la vida Consecuentemente, lo corpreo, lo laico, la vida de cualquier ser humano, slo merecen el calificativo de espirituales en la medida en que se relacionan o imitan ese otro mundo superior, el religioso, el eclesistico. Con este presupuesto es difcil entendernos con quienes se muevan en otro modelo ideolgico. Esta fragmentacin del ser humano en cuerpo y espritu, como si de dos elementos superpuestos se tratara, est en el fondo de esa asctica y espiritualidad que tantas y tantos hemos vivido/padecido durante tantos aos; y, al mismo tiempo, esa separacin aporta los cimientos a la mentalidad sexual imperante en la moral catlica oficial. Cada vez ms nos parece que el ser humano es un todo plenamente trabado y cohesionado, amalgamado de corporeidad y espiritualidad; plenamente encarnado en el tiempo y el espacio; ubicado en la materialidad aunque no encerrado ni sometido a ella, con capacidad de superarla y elevarse por encima. Por eso, nuestra espiritualidad nunca puede ser concebida como una lucha contra lo corpreo. Bien claro dice Jess en el Evangelio que lo malo no est en el exterior, en lo visible, en lo corporal; nace de lo ms profundo de cada persona; las grandes pasiones no anidan en los estratos corpreos del ser humano; sus inclinaciones ms perversas nacen de otros estratos ms interiores, espirituales. No existe una vida que merezca la pena ser

llamada espiritual si no est plenamente enraizada en la materialidad e inmediatez de la vida normal y corriente, con sus necesidades y limitaciones corpreas; pero tambin con sus potencialidades corporales sin nmero. Nunca espiritualizar debera ser entendido como vivir en las nubes Si el ser humano no es espiritual desde su corporeidad, estamos fundamentando la esfera sagrada de su vida en un terreno aparte, separado, en algo fuera del propio ser humano: pero el lugar sagrado por excelencia para el Jess del Evangelio es el propio ser humano, con sus pasiones y sus virtudes, con sus necesidades fsicas, sus enfermedades, sus dolencias y sus aspiraciones ms profundas. Religin no es ir a Dios renunciando al mundo, sino encontrarle en l (A. M. Schltter). b) Todo ser humano es portador de una dimensin espiritual El ser humano puede vivir por encima de algunas de sus limitaciones corporales y sobrevivir porque es capaz de romper con la inmediatez y vivir las situaciones desde una perspectiva ms amplia que aquella que le dan en cada momento sus sentidos. Es esta capacidad de trascender lo que ve, lo que oye, lo que siente, lo que le da miedo o lo que le atrae en cada momento, lo que hace posible que analice las ventajas e inconvenientes de cada situacin; su capacidad de reflexin le permite no estar encerrado en la inmediatez. Y su entrenamiento para incorporar a su conciencia las vivencias de cada instante, contrastarlas con su proyecto vital, es lo que hace posible reorientar, replantear o confirmar su trayectoria. Es la posibilidad de caminar con una luz vital que ayuda a elegir y construir el camino de cada cual en coherencia con lo que se piensa y se desea Doy por supuesto que toda esta espiritualidad no sirve de nada si en el da a da uno no intenta dar respuesta a las situaciones que vamos viviendo a nivel de familia, amigos, comunicacin virtual con mucha gente, situaciones sociales que se plantean y con las que intento colaborar (asistencia a manifestaciones justas, apoyo a campaas por Internet firmando muchas reivindicaciones, etc.) Es decir, la espiritualidad intento que de algn modo, conecte con el da a da. Que no quede en una teora. Aunque no digo que siempre lo consiga o que no tenga fallos. Pero se intenta. (J. Cejudo) Espiritualidad es, en definitiva, ser capaces de mirar la vida y de vivirla desde una perspectiva que supera lo inmediato, lo ms cercano, lo que se impone en la monotona diaria, sin ms. Es vivir con espritu. Espiritualidad remite al Espritu, que es pura libertad, puro riesgo (R. Panikkar). En una tonalidad literaria, as lo concreta Suso de Toro refirindose al lenguaje: Compartimos con otros mamferos el soar durante el dormir pero el lenguaje, que es lo humano, nos permite tambin ensoar durante la vigilia. Somos lenguaje, esa flecha poderosa que nos p ermite viajar fuera del espacio y tiempo, con el lenguaje nos desplazamos hacia atrs y hacia delante, formulamos lo vivido e imaginamos futuros posibles. El lenguaje nos permite que la memoria y la imaginacin duren ms all del momento y nos permite la conciencia. Con el lenguaje, la conciencia, ensanchamos y reventamos el aqu y el presente, trascendemos el espacio y el tiempo. El trascender, la capacidad de ultrapasar los lmites de la percepcin sensorial inmediata, es lo especfico humano. Somos trascendedores, mquinas de trascender. Mquinas de hacer planes, de imaginar, buscar significado, sentido. Estar abiertos a otras realidades, trascender; poseer una perspectiva que te ayuda a situar cada uno de los acontecimientos concretos en que te vas viviendo , dentro de una mirada amplia que orienta tu vivir. Hace ya bastantes aos, en esta lnea, se defina el trmino espiritual: Es el ente caracterizado por su abertura sobre el ser y, a la vez, por su estado abierto respecto a lo que l mismo es y a lo que no es. Mediante estas dos aberturas de tal ente sobre el ser universal y sobre s mismo, quedan caracterizados los dos rasgos fundamentales del espritu: -trascendencia y reflexin (autoposesin de su ser consigo) y libertad (Diccionario Teolgico . Rahner-Vorgrimler).

Hoy, por tanto, debemos irnos acostumbrando progresivamente a respetar esa dimensin espiritual de todo ser humano : esa cualidad que nos permite trascender y ser libres, en medio de la materialidad y de la corporalidad y, necesaria mente, desde ellas- y vivirlas como una vida humana con sentido, con pasin, con veneracin de la realidad y de la Realidad: con espritu (J. M. Vigil). Y, consecuentemente, en esta dimensin profunda, nadie tenemos la patente ni el derecho de homologacin. El espritu no consiste, como con frecuencia creen quienes lo conciben de un modo excesivamente cmodo y viven de lo que ya est hecho, simplemente en ocuparse de cosas elevadas o inmateriales, sino que consiste en una relacin con el mundo adquirida mediante la amplitud. Es una interpretacin universal que no proviene de la luz intelectual sino de la vital, del choque contra la dura realidad de nuestros lmites. Aqul que asume tal posibilidad, es libre en un sentido profundo. Se ha liberado de la mera apariencia, que nos ata a algunas profundas debilidades, a algunas esperanzas vacas. Al despertarse, la libertad deja al descubierto lo aparente como aparente, y al aceptar el peligro logra su propia seguridad, logra para el hombre una vida con races propias, con su propio fundamento. Porque al luchar por la libertad, al luchar consigo mismo, se apropia de s mismo, de lo ms profundo que tiene dentro de s o que es capaz de alcanzar. Es sa la chispa que le descubre una nueva vida (Jan Patocka. Equilibrio y amplitud vitales). c) Cada vez deberamos ser un poco ms cautos en este campo Y es que, con excesiva frecuencia, parecemos sentirnos poseedores no ya de la verdad, sino hasta de esa misma dimensin humana trascendental, tan plural y variada como el propio ser humano, y legtima desde su misma pluralidad. La religin nica no ha sido una buena consejera tampoco en este campo. Por eso deberamos ir interiorizando ciertos principios o actitudes bsicasPueden servirnos, tal vez, las que siguen - La espiritualidad no se identifica con esa serie de virtudes (austeridad, ascetismo, desprendimiento, esperanza) con las que con frecuencia la confundimos: aunque se puede manifestar en ellas . Estas virtudes pueden ser de gran utilidad en un mundo como el que vivimos; pero nunca podemos reducir la espiritualidad a ninguna de ellas. - La espiritualidad no es patrimonio de un estado de vida ni de una religin . Es una caracterstica de todo ser humano digno de tal nombre. La igualdad fundamental de todo persona as lo exige; y el respeto a las diferentes formas en que cada cual afronta sus retos ms profundos, debe romper con nuestras inclinaciones narcisistas y clasistas. En realidad una vida sin religin o religiosidad, sin sentido de trascendencia, no es plenamente humana pues lo especficamente humano, el lenguaje, nace para solucionar un problema propio de nuestra especie, la conciencia insoportable del yo y su lmite, la muerte (Suso de Toro). - Lo espiritual no se contrapone a lo corporal al menos en e l ser humano-: en l, necesariamente, ha de ser vivido desde la corporeidad. El dualismo subyacente a ese prejuicio est radicalmente reido con el espritu de la creacin y destruye el mensaje de la encarnacin. Toda la creacin es buena (Y vio Dios que era bueno todo lo que haba creado ); y Dios la asumi en plenitud (Y el Verbo se hizo carne). - Por tanto, el espiritualismo es un intento envenenado de vivir la espiritualidad. Esta apuesta deja a un lado la centralidad del mensaje de Jess: el otro, los otros, los ms necesitados, son el lugar teolgico privilegiado donde se nos manifiesta Dios y donde tenemos que dar la respuesta decisiva a la fe: Venid, benditos de mi Padre, porque... cada vez que hicisteis esto con uno de los ms pequeos, conmigo lo hicisteis. La propia interioridad, la conciencia de cada cual, sin la prueba de la alteridad y la materialidad, puede ser un mundo creado al margen de la vida real: una huida. Esto, aparte de que el intento de prescindir del cuerpo pasa factura antes o despus.

- La espiritualidad no puede estar reida ni puede ser vivida como algo enfrentado a la vida que tenemos, a su disfrute y al gozo. No tenemos ms que una vida: y sta es necesariamente corporal y espiritual. Jess trajo un mensaje de esperanza; san, perdon y alivi el sufrimiento; transmiti ganas de vivir y de luchar; anunci una salvacin aqu y ahora, para la vida, la del Reino de Dios. Nadie acusara a Jess de obstaculizar la felicidad humana. El problema es que no ha ocurrido lo mismo con la religin cristiana (Estrada). Y todas y todos, de alguna manera, somos cmplices de esta traicin: No vivimos ni transparentamos en nuestras vidas esa experiencia de Dios que tena que caracterizarnos como una forma de estar en el mundo (Victorino Prez). III. POR DNDE VAMOS CAMINANDO a) Qu estilo de espiritualidad estamos viviendo/buscando + Ante todo, una espiritualidad globalizadora, que nos aporte una visin y una vivencia panormica de los acontecimientos de la vida. Para m la espiritualidad es una dimensin de la vida no sectorial sino globalizadora. No consiste una prctica religiosa aadida a la vida, sino la experiencia de vivir la vida habitada por Alguien. Hay momentos que esa vivencia se hace ms expresa, ms consciente, y otros en que est implcita. Pero siempre est al menos de fondo y a veces aflora. Espiritualidad hace referencia a espritu, pero no como algo abstracto o lejano. Pero s a algo difuso en el mejor sentido de la palabra: difundido, difuminado, diluido, que lo llena todo discreta mente, sin quitar espacio a lo material, pero inundndolo todo. Como aquella metfora del frasco lleno de bolas, pero al que siempre le cabe el lquido que ocupa los espacios con los que ya no contabas. (Deme). + Una espiritualidad de bsqueda. No existen caminos de validez universal. Bien es verdad que los grandes maestros espirituales nos han trazado unas pautas; pero vivir la espiritualidad exige que cada cual encontremos cmo dar respuesta a lo que vivimos, cmo situar lo que nos sucede, desde esa interioridad nica e irrepetible que somos. + Una espiritualidad laica, no monacal; e interreligiosa, no sometida a los dictados de una religin sino abierta a lo que todas pueden aportar. Los modelos del pasado ya lo veamos- han identificado con excesiva frecuencia espiritualidad con huida del mundo; y en su miopa excluyente del pluralismo religioso, han pretendido caminos espirituales monopolizados por el mensaje cristiano. + Una espiritualidad que debe comenzar por limpiar, depurar nuestras ideas, imgenes y vivencias de Dios . Dios no puede estar al margen de ni reido con la vida y con la naturaleza. He ido descubriendo a un Dios encarnado en lo que te rodea, un Dios creador que te deja participar, que te exige participar, en la creacin constante de algo mejor. En el creyente, pienso, la limitacin humana te debe llevar a imitar a Dios, lo perfecto, pero sin endiosarte. Cuando analizo la funcin proftica que nos presenta la Biblia, siempre deduzco que, los profetas-msticos, son los que ms crean realidades distintas y profundas, porque estn atentos a lo que viven, a lo que les rodea y comprometidos con ello. Es un reto. (P. Crespo) Y es que las ideas que tenemos sobre Dios nunca son inocentes: un Dios como supremo poder que gobierna el mundo, la vida colectiva de todos y la vida individual de cada persona, deja escaso margen a la creatividad de sus criaturas y termina siendo una forma sutil de justificar todo desde un providencialismo que nos saca a los seres humanos de la responsabilidad ante la historia Este providencialismo y pragmatismo resignado han sido la base de los Estados premodernos, consolidado Estados no laicos Esta cosmovisin genera resignacin, conformismo, impotencia, alimenta la parlisis social y explica la asombrosa facilidad con que tantsima gente es leal a los caudillos-dioses de la clase poltica, a quienes entrega su voluntad, confiando en que sean ellos quienes organicen el destino nacional y

les concedan favores. Esta visin de la poltica es religiosa Para construir ciudadana dentro de Estados nacionales que sean autnticamente laicos, hay que cambiar la idea de Dios. (M. Lpez Vigil) + Una espiritualidad que se centre en la vivencia de todo lo sagrado que hay en la creacin y en el ser humano. Lo sagrado, no como un terreno oculto, controlado por especialistas, separado de la vida diaria y comn: sino como ese lugar profundo en que cada ser humano busca sentido a lo que vive, donde se libran las grandes batallas de cada vida. Donde somos capaces de sentirnos interpelados por el misterio. Desde esa perspectiva, todo es sagradoEl universo perdi su carcter sagrado , es verdad: pero debe recobrarlo desde otra perspectiva . Urge rescatar un nuevo carcter sagrado de la Tierra. Dios no cre el universo como algo acabado. Estamos emplazados ante la promesa de un futuro por llegar: ms que pendientes de una realidad primera perdida. El ser ms amenazado de la creacin por la lgica que explota y deteriora la naturaleza- son los pobres. Estamos bajo un paradigma que nos esclaviza, el del maltrato de la Tierra, el del consumismo, el de la negacin de la alteridad y del valor intrnseco de cada ser. Somos la propia Tierra que en su evolucin lleg al estadio de sentimientos, de comprensin, de voluntad, de responsabilidad y de veneracin (Boff). + Una espiritualidad del retorno a las fuentes , los orgenes, como el mejor lugar en que redescubrir las experiencias religiosas y msticas de sus fundadores. Qu curioso! Los grandes maestros de espiritualidad que se nos haban propuesto, eran casi todos de los ltimos siglos. Cuntas veces hemos identificado tradicin con repetir los modelos y explicaciones que no tenan ms all de cien o doscientos aos No es que haya que mitificar el pasado ms lejano; pero s poner cada cosa en su sitio. Y los cimientos de nuestra fe, los acontecimientos y mensajes fundantes nunca pueden ser ignorados ni oscurecidos por experiencias sesgadas y mediatizadas por tiempos histricos parciales. + Una espiritualidad cimentada en la experiencia personal, sin mediaciones sagradas, autnoma. La Iglesia se nos muestra cada da ms preocupada por reclamar poder y autoridad en la sociedad, que por suscitar que los cristianos del siglo XXI sean personas con una experiencia espiritual, comprometidas con proyecto vital de Jess de Nazaret: el Reino de Dios que est entre nosotros; ms an, que est dentro de nosotros, aunque la mayora de los cristianos no sientan tal. Si bien se mira, la religin no es otra cosa que un una experiencia de vida, a travs de la que se forma parte de la aventura csmica (Victorino Prez). + Una espiritualidad apoyada en la igualdad bsica y en la experiencia comunitaria. Consecuentemente, feminista y fundamentada en las relaciones personales. No confinada en la interioridad de cada conciencia en una especie de autismo religioso-; sino enriquecida por el contraste y el compartir entre iguales, entre buscadores de trascendencia y aportadores de lo que cada cual tiene de especfico, de diferente. En fin, una actitud irreductible frente al jerarcocentrismo patriarcal, apostando radicalmente por una Iglesia que sea realmente comunidad y discipulado de iguales, hombres y mujeres; radicalmente ecumnica e interreligiosa, e incluso ms all de las estrecheces de las religiones, que muchas veces velan en vez de desvelar el Misterio (Victorino Prez). b) Qu elementos integran nuestra andadura espiritual + La aceptacin del MISTERIO como el horizonte en que nos movemos . Vivencia del misterio de la Vida. Dios vivido como misterio que cuestiona e interpela. El mysterium mgnum no slo existe e s mismo, sino que a la vez y de modo principal est anclado en el alma humana: hay que aprender el arte de ver (A. M. Schltter). Algo en abierta contradiccin con creencias, normas y dogmas que dejan tan poco espacio a lo imprevisto y sorpresivo. Creo en Dios presente, pero no evidente, en la vida cotidiana y en la historia. Creo en Dios en medio de la oscuridad de los absurdos de la vida. Creo en Dios que nos ofrece sentido y plenitud en nuestra pequea vida contingente. Creo en Dios que nos ha hecho libres para responderle o no. Creo en Dios que nos hizo sensibles para presentirle ms all de los sentidos (Tabares). 9

La espiritualidad para m es la vivencia del Misterio incomprensible, inabarcable, que siempre asoma y siempre escapa, que est y no se ve, pero se percibe vivo y actuante. El misterio de la vida, de la muerte, del mundo, del cosmos, del mal, del amor, de la humanidad, de la esperanza, del llanto, del dolor, de la ilusin Esa dimensin que trasciende lo aparente pero es ms real que la propia realidad aparente (Deme). Personalmente, me encuentro cada da ms abrumado ante la perplejidad del misterio... Inmerso, fascinado, desconcertado, perdido, emocionado y exultante, aunque tranquilo. El misterio inabarcable del universo y de cada tomo. Pero, sobre todo, el misterio lacerante del sufrimiento, la atroz crueldad entre seres humanos, la fascinacin de la vida; las aspiraciones de cada persona... Compruebo que aumentan mis p reguntas y disminuyen mis respuestas (Pope). + Esta experiencia espiritual debe estar basada en la ESCUCHA de Dios y la escucha del misterio del Mundo y de los Humanos. Es el cada da, con sus inquietudes y problemas, con el trabajo, la familia, los compaeros, el dolor y la enfermedad, el gozo y el disfrute, la poltica y las reivindicaciones, el Norte y el Sur lo que necesitamos vivir desde el espritu, ms all de la inmediatez, la monotona o el desnimo Una experiencia mstica que busca la armona no slo con los hombres y mujeres, sino con toda a Creacin, escuchando el grito de la tierra y el grito de los pobres (L.Boff), que van parejos. Toda esta espiritualidad no sirve de nada si en el da a da uno no intenta dar respuesta a las situaciones que vamos viviendo a nivel de familia, amigos, comunicacin virtual con mucha gente, situaciones sociales que se plantean y con las que intento colaborar (asistencia a manifestaciones justas, apoyo a campaas por Internet firmando muchas reivindicaciones) Es decir, la espiritualidad intento que de algn modo, conecte con el da a da. Que no quede en una teora. Aunque no digo que siempre lo consiga o que no tenga fallos. Pero se intenta (J. Cejudo). + La PAZ INTERIOR, la coherencia entre lo que piensas y sientes con lo que intentas vivir. Esa conformidad interior contigo mismo, primera condicin para mantener unas buenas relaciones con los dems Pensar es sopesar, tantear el anhelo, la aspiracin que cada cosa tiene para ir a su sitio, en donde pueda reposar El ideal del pensar no es llegar a la inteligibilidad, sino el llegar a la consciencia de la armona (R. Panikkar). Bien es verdad que, en nuestro mundo y con la conciencia que tenemos del momento presente y de la historia pasada, es difcil sentirse en paz con la humanidad, con la naturaleza Formamos parte de esa especie que degrada el medio ambiente y condena a una vida indigna del ser humano a una parte importante de nuestros semejantes. Nos acompaa inevitablemente una imposible inocencia, que tenemos que aprender a situar cada da. Hoy es evidente- lo decisivo no es la fidelidad a ninguna institucin por sagrada que se pretenda, sino la sensibilidad ante el sufrimiento humano y la preocupacin por las vctimas. Mientras la pregunta religiosa fundamental sigue siendo sta: hay vida despus de la muerte?, un tercio de la humanidad, sometido hoy un empobrecimiento deshumanizante, se pregunta: habr vida antes de la muerte? (M. LpezVigil). Se pueden decir ms cosas. Que amo la vida; que disfruto de ella con terca y serena intensidad; que, a pesar de las desgarradoras tragedias y de las exasperantes injusticias que nos rodean, nos agobian y nos pringan, disfruto de una suficiente y reconciliada felicidad personal. Me reconozco un privilegiado a lo largo de las distintas etapas por las que ha ido pasando mi vida (Pope). + La VIDA como DON y TAREA. Segn decamos, espiritualidad es esa perspectiva sentido- desde la que intentamos saborear, analizar y reorientar lo que vamos viviendo. Y nos gusta sentir que la vida nos ha sido dada, como don gratuito, y que se trata de algo que vamos construyendo con nuestras decisiones y nuestras apuestas. Para ello, necesitamos contemplar con paz y sin prisas lo que nos toca vivir; y, al mismo tiempo, apostar por las transformaciones de que nos sentimos capaces o las que descubrimos que estn en marcha. Es, en definitiva, la forma como queremos ir respondiendo a la vida. Cmo se expresa? En la lucha y en la contemplacin. En la lucha de cada da, en la que se esconde, y no siempre lo busco, pero s

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que est detrs de todo. Y en la contemplacin de la vida, en las personas, en el mundo, en la Palabra, en el silencio, en la comunidad, en la soledad, en el humor y en el amor (Deme). Se pueden decir ms cosas. Que amo la vida; que disfruto de ella con terca y serena intensidad; que, a pesar de las desgarradoras tragedias y de las exasperantes injusticias que nos rodean, nos agobian y nos pringan, disfruto de una suficiente y reconciliada felicidad personal. Me reconozco un privilegiado a lo largo de las distintas etapas por las que ha ido pasando mi vida . Nunca le he tenido miedo a la muerte. Pero, como tanta gente, le tengo miedo al sufrimiento intil y sin esperanza que degrada a la persona y crea dolorosa impotencia en quienes te rodean. Por eso, como opcin estrictamente personal, soy partidario de la eutanasia sin ms adjetivos. Y ojal que otras personas no tengan que tomar esa decisin en lugar mo (Pope). + Ser conscientes de la gratuidad de la vida nos exige ser generosos en el COMPARTIR: es, en definitiva, una forma de expresar agradecimiento al Dios de la Vida. A solas y con otros para hablar con Jess o con Dios sobre esas cosas que me parecen ms trascendentes o, a veces, fuera del alcance de mi comprensin: la infelicidad y el sufrimiento de la gente; la enfermedad y la muerte de los jvenes; el Mal, presente en el mundo y en la Iglesia oficial; el abuso del poder; el escaso valor de la vida en muchos pases; la fe en Jess y su mensaje; el valor de la solidaridad; la impunidad de los neocon polticos y religiosos Y sobre otras cosas del cada da de nuestra convivencia: la importancia de ser corresponsables y comprometidos; el valor del calor humano; la compasin; el respeto a las ideas diferentes; los desprotegidos, si son mayores que viven solos por obligacin o nios sin cario; el respeto a lo que es de todos y a la naturaleza (Jos Luis Sainz). Experimentar eso como un don, como una suerte, me hace vivir agradecido. Y de vez en cuando tengo que alimentarlo, dejndole respirar, hacindolo ms consciente, cultivando la relacin afectiva de sentirse querido y capaz de querer, de quererle a l y de querer en general, porque l es la fuente del amor, quien me hace capaz de amar a pesar de mis miserias, egosmos, debilidades, contradicciones (Deme). + Evidentemente, la perspectiva clave en nuestra bsqueda debera ser el ESPRITU DE JESS, sus valores. La opcin fundamental por Jess, su seguimiento nos introduce en otra dimensin, en una opcin transformadora al mirar la realidad. La espiritualidad que me anima es concreta: es la del espritu de Jess de Nazaret (el que a l le animaba). Algunas referencias del evangelio y de los testimonios de los primeros testigos y de algunos testigos actuales me ayudan a descubrirlo en detalles. En cambio, me estorban algunas mediaciones institucionales, religiosas, dogmticas, rituales Cunto cuesta hacer la gimnasia mental y espiritual de trascenderlas! Pero bueno, a pesar de todo, siempre sopla (Deme). Ahondar en una experiencia espiritual que nos lleve a vivir el espritu de las Bienaventuranzas. Una experiencia en la que la realidad de los pobres, los pacficos y los que buscan la justicia no sea una cuestin ideolgica, sino algo vital para la comunidad y para cada uno (Victorino Prez). El hilo conductor de mi vida ha sido y sigue siendo la persona de Jess. Primero, fue Jesucristo; pero, a medida que Jess de Nazaret ha ido bajando peldaos de su divinidad, se me ha ido haciendo ms cercano, ms atractivo y ms universal. Lo que de verdad me disloca es su forma de entender y de vivir el Reinado de Dios como fraternidad universal; su actuacin insobornable en defensa de las vctimas contra los ms intrincados mecanismos de marginacin; su libertad ante cualquier norma que aplaste o condicione el crecimiento del ser humano. En Jess barrunto que Dios se viene encarnando en cada ser humano desde el principio hasta el fin de los tiempos. Cada vez percibo ms a Jess como patrimonio de toda la humanidad, ms all de los lmites de cualquier religin (Pope). Ese espritu de Jess nos invita a vivir la espiritualidad no como algo aparte del ser humano y de la vida; ni limitado al templo o a ciertos tiempos; no es patrimonio de los sacerdotes ni est condicionado a ellos; la espiritualidad se encuentra en cada ser humano; ha de ser vivida desde la conviccin de la bondad de Dios y expresada desde la misericordia; y tiene unas formulaciones que hemos dado en llamar las Bienaventuranzas. 11

+ Esta apuesta por el Reinado de Dios, por las Bienaventuranzas puede llenar de SENTIDO a la vida. Frente a la cultura de la inmanencia, nos aporta esperanza y de sentido de la utopa. Nos puede dar alas para volar e impulso para vivir (E. Tabares). La esperanza no es de futuro, sino de lo invisible presente (R. Panikkar). El Espritu para m es la vida que me anima, el aire que respiro, el viento que me empuja, el fuego que me quema, la fuerza que me dinamiza. Es algo exterior a m, porque no soy yo; pero es algo dentro de m, que no soy yo pero me hace serlo. Yo noto que el esfuerzo de vivir la vida no es mero voluntarismo mo; hay algo o alguien que me anima, que me seduce, que me lleva. Procuro no resistirme y dejarme llevar por l (Deme). Creo en Dios, Misterio inaccesible y presencia amorosa a la vez. Creo en Dios no impasible, que sufre con el dolor de los sufrientes. Creo en Dios no neutral, que se une con ternura a los humildes y empobrecidos. (E. Tabares) Finalmente, me gusta la feliz formulacin de Dez Alegra en su credo: Sabemos que Dios no tiene manos, pero nosotros estamos en manos de Dios. Espero con gozosa confianza que todos los seres humanos nos iremos encontrando en esas manos de Dios; en esa experiencia totalizadora de que Alguien nos ama de forma incondicional y absoluta; en la superacin definitiva de nuestras mezquindades y de nuestros egosmos porque a los buenos y a los malos se nos ha abierto LA VIDA en su luminosa gratuidad (Pope). + En este difcil recorrido, necesitamos espacios y tiempos de ORACIN personal y comunitaria, de interiorizacin, en que expresar y reforzar estas opciones. Aunque, en realidad, no es fcil dar con ellos En la mayora de los casos estos momentos son estrictamente personales o con los pequeos grupos-comunidades de oracin en los que nos movemos; nos cuesta mucho ms encontrar este cauce en parroquias. Sencillas eucaristas domsticas, celebraciones ms preparadas en encuentros y asambleas, reuniones de reflexin, charlas desde la cercana sobre todo aquello que nos parece ms trascendente o escapa a nuestra comprensin , momentos reservados para la propia meditacin son eficaces medios en esta bsqueda. Se trata de vivir la vida humana de una forma global a partir de sus races ms ntimas (A.M. Schltter). Se subraya tambin la gran importancia que supone la lectura escogida de aquellos autores que abren perspectivas a esta nueva espiritualidad. No suelo ir a Misa. Pero si por alguna razn acudo a ella, slo comparto la Comunin si siento que es Eucarista. Rezo, canto y celebro con un pequeo grupo y con una pequea comunidad de cristianos. Son sencillos lugares, pero privilegiados para alimentar mi espiritualidad. Ni qu decir tiene que los espacios y tiempos que comparto con compaeros/as del MOCEOP, son una especie de balneario espiritual. Tambin me gusta conversar con personas agnsticas o no creyentes sobre esos asuntos de mayor o menor trascendencia. Es enriquecedor cuando no hay nimo de imponer. Conozco a algn obispo con el que se puede dialogar de ese modo. Hay de todo en la Via del Seor. (Jos Luis Sainz). Tambin en la Comunidad vivimos la Eucarista unas tres o cuatro veces al ao de un modo muy distinto al que podramos encontrar en cualquier Iglesia. Cuando la celebramos entre todos, participamos todos en un clima de igualdad y sin protagonismo ninguno de ningn cura. En nuestro caso, los dos curas casados que estamos somos uno ms. Y , aunque es cierto que la gente suele delegar en uno de nosotros para que animemos la Eucarista, nosotros siempre procuramos que todos se sientan completamente iguales a la hora de opinar, participar, tomar distintas iniciativas etc.. Estamos en plan de igualdad (J. Cejudo). RAMN ALARIO in Tiempo de hablar, tiempo de actuar, n. 118, 3 trimestre 2009

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