Buenos Aires - El Libro Del Barrio

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GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Jefe de Gobierno Dr. Anbal Ibarra Vicejefe de Gobierno Lic. Jorge Telerman Secretario de Cultura Dr. Gustavo Lpez Subsecretaria de Patrimonio Cultural Arq. Silvia Fajre Directora del Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires Lic. Liliana Barela

2004 Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires Avda. Crdoba 1556, 1er. piso (1055) Buenos Aires - Argentina Tel: 54 11 4813-9370 / 5822 E-mail: [email protected] ISBN: 987-21092-1-4 Hecho el depsito que marca la Ley 11.723 Direccin editorial: Liliana Barela Supervisin de edicin: Lidia Gonzlez Correccin: Rosa De Luca Marcela Barsamian Florencia Panichelli Diseo editorial: Jorge Mallo Fabio Ares Ilustraciones: Horacio J. Spinetto Administracin: Graciela Kessler Luis Kirzman Graciela Porcel

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Teoras y Definiciones

Liliana Barela y Mario Sabugo (directores) Miguel A. Gurin - Rodolfo Giunta Rafael E. J. Iglesia - Rita Molinos

Prlogo: Venimos de los barrios


Liliana Barela y Mario Sabugo

Este libro se aboca a explicar el barrio, los barrios, de Buenos Aires. No se refiere a ningn barrio en particular, a lo sumo mencionar uno u otro a guisa de ejemplo. Su objetivo es general: esbozar una idea o concepto de barrio, dando vueltas alrededor de su historia y sus problemas. Por tanto, Buenos Aires. El libro del Barrio gira en torno de tres interrogantes: qu cosa es un barrio?, cules son los instrumentos para su estudio?, y por ltimo suponiendo que hayamos satisfecho los dos anteriores y sepamos lo que es un barrio qu podemos hacer con los barrios, para qu nos sirve conocerlos? El barrio se ha relacionado y se relaciona con el espacio pblico (la calle, la plaza, la esquina, el almacn), con el espacio privado (la casa), con la institucin (el club, el templo, la escuela): no queda al margen de nada de lo urbano. Incluso es posible que su aparente negacin, el Centro, no sea al fin ms que otro barrio o grupo de barrios. Los barrios se pueden evaluar, as lo hace una inmobiliaria. Asimismo son clasificables, a

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modo cientfico, por topografa, demografa, morfologa edilicia u otros rasgos por el estilo. Incluso todos, ms o menos, estamos convencidos de que los barrios son distintos y de que cada uno tiene sus propias particularidades. Pero esas particularidades no se extendern a la personalidad de sus vecinos? No habr entonces una secreta homogeneidad debida a la geografa y la cultura local, que unifique a los hijos de cada barrio? Cuntos otros secretos y arcanos podr develarnos el estudio de los barrios? Cien barrios porteos propone el estribillo clebre de Alberto Castillo, como diciendo muchos o innumerables, aunque luego apenas menciona una veintena. Tambin nos pesa mucho la toponimia, los nombres de los barrios. Esos nombres, los que mencionamos para consolidar nuestra identidad, diciendo de qu pequeo territorio somos o de dnde venimos. En la toponimia de los barrios se entrecruzan los santos, los prceres, los sitios y los pioneros y, parafraseando a Marcel Proust, resulta que estamos moldeados por lo que nos representan esos nombres. Nos habituamos a considerarlos individuales y nicos, y tenemos in mente una imagen confusa de cada uno, con el debido color que lo distingue, que emerge de su sonoridad pica o prosaica, brillante o sombra. Vivir en la ciudad es vivir en un barrio. En las decenas de miles de tangos de Buenos Aires casi siempre se menciona al barrio, pero muy pocas veces la ciudad. Por eso se ha dicho que Garay fund la ciudad y los porteos, los barrios (Norberto Garca Rozada). La ciudad aparece poco menos que como una abstraccin, y el sitio concreto en que se vive es el barrio. Al fin, lo que se propone en este libro ser aplicable a todos los barrios en general, pero nunca exhaustiva o definitivamente a cada uno; porque cada uno de ellos es aproximadamente un barrio en general, y exactamente lo que es cada uno como idea y realidad de s mismo.

Introduccin Liliana Barela y Mario Sabugo

Los textos que forman esta obra enfocan la historia urbana, la historia oral, los imaginarios literarios, los cambios tecnolgicos y de infraestructura, la inmigracin y los movimientos sociales urbanos, como diferentes lentes que convergen para configurar una hiptesis de lo que es el barrio. Este libro trata de responder a algunas preguntas sobre el barrio y, como suele suceder, mientras trata de contestarlas, puede que formule otras nuevas.

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El barrio en el recuerdo
Liliana Barela

Presentacin
Partiendo de mi condicin de historiadora no puedo evitar buscar siempre los orgenes. Por tanto, aun cuando la construccin del concepto de barrio que voy a analizar en este trabajo se refiere a entrevistas realizadas entre 1986 y 2003 y remiten a diferentes barrios de las dcadas 1930 a 1970, result necesario para m hacer algunas consideraciones cronolgicas y conceptuales previas. Esta investigacin comparte con otras la posibilidad y/o dificultad de tratar de explicar el concepto variable, mltiple y subjetivo de barrio. Cuando tratemos el tema de los barrios que se extraan y el imaginario que el presente trabajo recoge, aparecern dos ideas fuertemente mezcladas: el territorio y el sentimiento. El primero, sin fronteras excluyentes y con lmites imprecisos en relacin con lo histricamente vigente o la denominacin corriente. El segundo, representado por la casa, la infancia, la vida

Liliana Barela Historiadora. Directora del Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires. Fundadora del Programa de Historia Oral del Instituto Histrico e investigadora del Programa de Historia Oral de la UBA. Directora de la Revista Voces Recobradas. Ha sido vocal y presidente de la Comisin Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Histricos; Directora Nacional de Patrimonio, Museos y Artes de la Nacin; Subsecretaria de Accin Cultural del Gobierno Autnomo de la Ciudad de Buenos Aires.

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cotidiana, los vecinos, la familia, la escuela, las fiestas, oportunidades en donde la afectividad o el rechazo conservaban el vivo recuerdo. De la complejidad y diversidad de este entrelazamiento y de sus diferencias en tiempos y lugares surge esta vocacin de dar con el barrio en el recuerdo.

Las teoras
Para introducirlo en el tema del barrio construido por las memorias, cremos necesario revisar y precisar algunas teoras acerca de la conceptuacin del ba-rrio y lo barrial, para ubicar luego la relacin con los recuerdos y las fechas en que esos recuerdos se recrean, en el barrio que recuerda. Y dado que consideramos que las variables fundamentales estn dadas por el territorio y el sentimiento, vale perfilar algunos planos que permitan visualizar modalidades barriales y lmites definitorios. Del trabajo sobre estos testimonios pudimos alcanzar algunas formulaciones que pueden calificarse de aproximaciones tericas vlidas y comprobables en los recorridos histricos y literarios que, por fortuna, no son escasos. En este recorrido veremos intentos de crear instrumentos de organizacin administrativa de la ciudad y ello tendr reflejo y consecuencias grficas en el plano, en los planos. All aparecern nombres que luego desaparecen, fantasmas de representaciones y nombres concretos que indican lugares precisos que sirven para describir actividades. Estas denominaciones aluden a las ms variadas clasificaciones y tienen en los planos sus mejores registros. Otra posibilidad de conceptualizacin la recoge la literatura que en general define al barrio en trminos de oposicin al centro. Este concepto aparecer en la literatura del siglo XX. En las crnicas del siglo XIX se observa una denominacin de barrios futuros (Barracas, Flores, Belgrano, Boca) pero se los ubica fuera de la ciudad. En las Barracas los mendigos no se limitan a pedir como en la ciudad los sbados.1 Para comprender mejor estas reflexiones consultar el trabajo de Rodolfo Giunta en este mismo libro. El tango describir a los barrios con la nostalgia de algo perdido, o sea que

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aparecen despus de que las transformaciones urbanas modificaron lugares emblemticos de la ciudad. La posibilidad terica de las ciencias sociales nos permite discutir acerca del momento en que aparece el barrio del que hablan aquellos que sienten que lo han perdido. As para James Scobie, el barrio aparece hacia 1910 cuando la expansin de la ciudad (tranva, ferrocarril y remates) lo permite. O sea que para Scobie el barrio es el suburbio.2 Otra posicin diferente es la de Adrin Gorelik quien, si bien admite la expansin del centro hacia los suburbios para 1910, no ubica cronolgicamente la construccin del barrio para esta fecha sino entre el 20 y el 30, y lo define como algo producido social y culturalmente.3 Rescata los conceptos de Leandro Gutirrez y Luis A. Romero en la formacin de las sociedades barriales, concepto compartido por Luciano Privitello en su ltimo trabajo. Todos coinciden en ubicar al barrio en el perodo de entreguerras.4 Gorelik retoma la idea de vecindario inconexo para 1910 que es consecuencia de la expansin y la asimila a instalaciones de frontera sobre la pampa. Por ello, para este investigador el barrio no es una categora jurisdiccional sino un dispositivo cultural mucho ms complejo.5 Para Mario Sabugo el barrio es una construccin histrica que tiene ya varias generaciones. La primera generacin es la del barrio porteo antiguo (fines del siglo XVIII y principios del XIX) y la segunda es la del barrio porteo moderno (fines de los siglos XIX al XX). Todava no se atreve a confirmar una tercera generacin coincidente con la aparicin de tanto conjunto habitacional que adopta el nombre de barrio.6 Para nuestro trabajo que va de la memoria al plano, del recuerdo al documento del poema al espacio, las posiciones de Gorelik y Sabugo resultan apropiadas para confirmar algunas consideraciones. El recuerdo ms antiguo que registramos es el del barrio de 1920 con su sociedad de fomento y su parroquia. Esta es la memoria del recuerdo del barrio que registramos en nuestra primera etapa: haciendo la historia de los barrios que nacieron al calor de los tranvas, el ferrocarril, las bibliotecas, etc.; la memoria de los sectores populares de la dcada del 20, la memoria gringa primera. Es decir que en esta primera etapa, el barrio que transmite la mayora de los entrevistados es el barrio que describe Gorelik.

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Pero esa tercera generacin de barrios que presiona fuerte desde fines de los 90 por hacerse escuchar y que refleja barrios nuevos o villas que se transforman en barrio o simplemente villas que son barrios, reclaman un nombre en el plano con la fuerza que les da su historia, sus luchas. Estas nuevas-viejas demandas son las mismas que aquellas de los gringos, slo que tienen un componente poblacional diferente (provincianos, inmigrantes de pases limtrofes) y otros estigmas discriminatorios que pueden llevarnos a una guetizacin de la ciudad. Esta nueva generacin es la que nos aporta la reflexin de Sabugo. Por tanto, la idea que aqu manejamos es la de un itinerario del concepto de barrio en construccin entre los vecinos, el plano y el contexto histrico en que este se produce y que registra las tensiones entre representacin grficoadministrativa y vida cotidiana. En la primera generacin de Sabugo est el barrio patricio que es la ciudad misma, el resto es el afuera. En cambio en las dos generaciones siguientes estara el barrio gringo de los inmigrantes ultramarinos y los migrantes internos, los inmigrantes de los pases limtrofes, y tambin los excluidos por el proceso de la desindustrializacin que llev a la desocupacin, la pauperizacin y marginalidad de varios sectores sociales.

El territorio: los planos


Para llegar a los sectores que marcan en la geografa de la ciudad los lmites y los nombres de los barrios actuales, utilizar el recurso de los planos. stos constituyen el entrecruzamiento cultural de medios tcnicos, elecciones grficas estticas y representaciones e imaginarios mltiples. Por ello y por la dificultad permanente entre la percepcin de los lmites oficiales que tienen los entrevistados y los nombres de los barrios en los que viven se opta por el recorrido histrico de las divisiones de la ciudad a travs de sus principales planos. El libro clsico que rene los planos anteriores a 1887 es el de A. Taullard.7 Aqu los datos ms destacados se refieren a la divisin parroquial de 1769 (San Nicols, Socorro, Concepcin, Monserrat, Piedad y Catedral). En 1794 Martn Boneo, que era intendente de Polica, pidi subdividir la ciudad en barrios-cuarteles, que a la vez se componan de diferentes nmeros de manzanas.

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Hasta 1769 la nica parroquia era Catedral (cuyo territorio comprenda: Areco, Arrecifes, Hermana, Arroyos, la Costa, Matanza y La Magdalena hasta la Villa de Lujn). Haba una serie de subparroquias que permitan la administracin (San Francisco, San Nicols y Concepcin). Ese ao se elevan de categora San Nicols y Concepcin y aparecen nuevas parroquias: Piedad y Socorro. En 1813 se incorpora San Telmo; en 1823: Catedral se divide en Norte y Sur; en 1830: Del Pilar y San Miguel; en 1833: Balvanera; en 1869 se crean Santa Luca y San Cristbal, posteriormente se incorporan San Juan Evangelista y San Carlos. En 1887 se incorporan las parroquias de Flores y Belgrano. Estos datos revelan que la primera nomenclatura general de las zonas de la ciudad son las parroquias. Pero su incorporacin acompaar el lento crecimiento de la ciudad. Otro dato interesante es la divisin que aparece con la creacin del Registro Civil en 1884: divisin 1: Catedral Norte y Sur y Monserrat; 2: San Miguel, San Nicols y Socorro; 3: Pilar y Piedad; 4: Balvanera; 5: San Cristbal; 6: Concepcin; 7: San Telmo; 8: San Juan Evangelista y Santa Luca; 9: San Jos de Flores; 10: Belgrano. Estas denominaciones son administrativas: reas, parroquias, secciones, cuarteles, pueblos, plazas. Todas son designaciones territoriales, pero aun los lmites no se reflejan en el plano. Los nombres registrados en estas divisiones corresponderan a la primera generacin de barrios, segn Sabugo. En el Censo de 1887 tambin se hace mencin a plazas que se ubican fuera del municipio: Flores, Floresta, Belgrano, Saavedra, etc. Estos nombres son aquellos que luego llevaran los barrios all ubicados, pero todava se encuentran fuera de la ciudad. Esto vendra a completar las referencias de las crnicas de mediados del sigo XIX a las que hacamos mencin anteriormente. El censo seala las divisiones administrativas diferentes y no coincidentes con las divisiones policiales, registro civil, escolar, electoral. Los planos correspondientes no indican los lmites de estas divisiones. En el plano de 1887, los barrios aparecen mencionados como pueblos: Saavedra, Nez, Catalinas; luego se destacan zonas sin denominacin de pueblos: Villa Mazzini, Villa Ortzar Villa Santa Rita, Floresta, Flores, Belgrano, Villa Alvear, San Carlos, Almagro, Barracas y la Boca. En el Censo de 1904 figuran las 20 circunscripciones que corresponden a la Ley Electoral y Registro Civil.

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En el plano de 1912 hay zonas sin lmites con denominaciones que luego adoptaran o no la divisin oficial de barrios: Villa Riachuelo, Villa Lugano, Villa Chicago, Liniers, Villa Versalles, Villa Real, Villa Devoto, Villa del Parque, Floresta, Vlez Sarsfield, Flores, Villa Santa Rita, Villa Mitre, Villa Senz Pea, Caballito, Villa Centenario, Villa Crespo, Villa Malcom, Villa Alvear, Almagro, Once, Nueva Pompeya, Corrales, Barracas, Boca, Constitucin, Recoleta, Retiro, Palermo, Belgrano, Villa Ortzar, Chacarita, Villa Modelo, Villa General Urquiza, Coghlan, Villa Mazzini, Nez, Saavedra. Destacados en el plano aparecen los nombres de Barracas, Boca, Belgrano, Palermo y Flores. En el plano de 1916 estn resaltadas las reas verdes y otra vez aparecen nombres sin lmites: Belgrano, Nez, etc. No es nuestra intencin realizar un relevamiento completo de los planos; slo quisimos mostrar algunos y sealar la falta de demarcacin de los barrios. Podemos entonces concluir que los lmites que se precisaban eran los que servan para los registros civiles, educativos, electorales, policiales, o sea, los que utilizaba la administracin. Los planos posteriores mantienen la misma situacin hasta que en 1930 se crea la Direccin de Catastro, que recin en 1937 realizara el registro aerofotogramtrico. A partir de esto se realizaran planos de la ciudad cada diez aos, disposicin que se cumpli a medias. En el Plan Regulador de 1960 se dice: Los barrios se formaron por circunscripciones ajenas a un proceso de planeamiento, siendo necesario fijar nuevas divisiones urbanas sectores y zonas de acuerdo con fundamentos sociolgicos y morfolgicos que determinarn la divisin de la ciudad en reas de planeamiento. En la ciudad se han detectado 44 barrios aproximadamente coincidentes con la nomenclatura oficial.8 En otro lugar reitera: De este modo se han detectado 44 centros de diversas categoras (aparte del centro urbano). Se alude a la ciudad construida en barrios como elementos formativos de la misma.9-10 Obsrvese que se habla de la ciudad construida en barrios y no dividida en barrios. Para los planificadores, la ciudad est dividida en sectores ya que es la necesidad de planificar la que obliga a la divisin, pero en cambio los elementos constitutivos no mencionan lmites precisos.

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Es obvio que en la definicin de barrio entrarn en colisin estos espacios urbanos cuantificados (cantidad de cuadras, manzanas, avenidas y calles) con los espacios simblicos creados a partir del recorrido, el reconocimiento y la apropiacin del vecino. Por lo tanto, una divisin podr determinarse en un ordenamiento jurdico que darn las ordenanzas de 1968 y 1972. Ser recin durante el gobierno de J. C. Ongana cuando, en su proyecto de descentralizacin para transferir las funciones administrativas del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires a organizaciones civiles no gubernamentales, el intendente Manuel Iricbar divide la ciudad en 46 barrios. ste y no otro es el origen de la Ordenanza 23.698 de 1968 (B.M. 13.336) y su modificatoria del 21 de abril de 1972 (Ordenanza 26.607) ya durante la gestin de Saturnino Montero Ruiz. En un artculo reciente, Alberto Pieiro se pregunta para qu es necesario que una disposicin legal establezca la existencia de lmites en entidades que, como los barrios, no tenan valor administrativo, ni policial, ni de registro civil, ni eclesistico, ni hospitalario; que no tienen en fin valor jurisdiccional alguno.11 Las consideraciones del texto de la ordenanza de 1968 y la modificatoria de 1972 estimaban que era necesario determinar los lmites de los barrios con el fin de precisar la esfera de accin de las entidades constituidas en ellos y promover las acciones comunitarias en beneficio del progreso. En la ideologa de J. C. Ongana, por entonces presidente de facto y opuesto a los partidos polticos, la divisin de la ciudad preparaba la situacin para la administracin a travs de organizaciones civiles. Este proyecto fracas pero la ordenanza sobrevivi. Estos lmites vinculados con un proyecto administrativo que no prosper se mantuvieron hasta 1996 cuando se incorpora Puerto Madero, con lo que la ciudad tendr entonces 47 barrios (Ley 51.163-B.O. 135). Ahora bien, cuando se establece el ordenamiento jurdico de la divisin aparecern crticas por considerarlo extemporneo y arbitrario. Ser entonces cuando el Estado municipal promover una suerte de legitimacin histrica a travs de la publicacin de la coleccin de Cuadernos de Buenos Aires, que reflejarn los trabajos que los historiadores de los barrios venan realizando y se reforzar con un entrecruzamiento de la accin de las Juntas de Estudios

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Histricos, las que aun reconociendo otros nombres y otros lmites histricos, terminarn adoptando esta divisin, uniendo el componente territorial al histrico y al simblico. Estas acciones se fueron completando a lo largo del tiempo. En la actualidad casi todos los barrios tienen su Junta, su da y su emblema. Esta desinteligencia entre los barrios, sus nombres, sus lmites y la memoria e idea de pertenencia de los vecinos traer consecuencias en la reconstruccin de los recuerdos.

Los barrios que se extraan


El concepto de barrio que se pudo estructurar a partir de la tarea de reconstruccin de las historias barriales, a travs del proyecto inicial de historia oral encarado por el Instituto Histrico, dio como resultado una multiplicacin de definiciones vinculadas al lugar, al perodo estudiado y a los grupos participantes. Podramos realizar dos cortes cronolgicos en nuestro anlisis vinculado al trabajo realizado desde el Instituto Histrico: el que va de 1985 a 1992 y el que recogimos a partir de esa fecha hasta hoy. Aunque advertimos una nueva diferenciacin entre 2001 y 2003 en relacin con la condicin de vecino y la pertenencia a las asambleas barriales, todava no podemos presentar resultados acabados sobre estas nuevas realidades, organizaciones y consecuencias. El corte cronolgico de 1992 tiene que ver con las dificultades que atravesamos y que se vinculan con los fracasos en las convocatorias a participar en esta reconstruccin. Por supuesto, esta situacin se relaciona con el momento poltico que trajo como consecuencia la desmovilizacin generada en tiempos del menemismo durante el que slo marchas de silencio y los reclamos puntuales generaban participacin. Las acciones de protesta, reagrupamiento y participacin comenzaban a producirse en lugares lejanos de la ciudad (en Salta, Neuqun, Catamarca, etc.) o en el conurbano bonaerense (Matanza, Solano, etc.). Esta situacin nos oblig a reformular las tareas propias de indagacin histrica y las pautas de las reuniones. Por este tiempo ubicamos institucionalmente los Encuentros Nacionales de

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Historia Oral y los Seminarios de Capacitacin en el mtodo de historia oral, aunque paralelamente desapareca nuestro trabajo barrial que recin retomaramos hacia fines de la dcada del noventa. Es de esta poca nuestra vinculacin de trabajo con PAMI, la aparicin de la Revista Voces Recobradas , nuestra presencia institucional en foros internacionales y, finalmente, nuestro trabajo en villas y barrios auto-construidos. En nuestra etapa inicial, entre 1983 y 1992, aplicamos el mtodo de historia oral para recuperar los orgenes de 20 barrios de la ciudad de Buenos Aires. Este proyecto puede consultarse detalladamente en varias publicaciones.12 Para poder elaborar el concepto de barrio, advertimos que el vecino hizo suya una historia de la ciudad y a partir de all elabor su propia historia del barrio. Es entonces cuando al reconstruir esta historia aparecern conceptos sobre el barrio, atributos, funciones, condiciones mticas, valores, representaciones. Para evaluar mejor estos conceptos, debemos aclarar algunas procedencias. Los lugares elegidos para convocar al vecino no fueron homogneos. El proyecto inicial intentaba lograr que el vecino concurriera a los Centros Culturales Barriales.13 En algunos casos esta convocatoria no prosper y nos trasladamos a sociedades de fomento (SABER en Agronoma o Corporacin Sarmiento en Liniers), bares (Oviedo en Mataderos y Covadonga en Parque Chacabuco), etctera. El concepto del barrio que se construy a partir del recuerdo lo situaba en un tiempo que podramos llamar mtico y se asociaba al tiempo de los orgenes. Todos los testimonios aluden a este pasado mtico. No siempre resulta fcil trazar la lnea que separe el pasado mtico del pasado real, que sea donde fuere, es una de las encrucijadas que se plantea a toda la poltica de la memoria. Lo real puede ser mitologizado de la misma manera en que lo mtico puede engendrar fuertes efectos de realidad.14 Casi siempre se acercaron a trabajar personas mayores que recordaban un tiempo del barrio en el que ellos / ellas eran jvenes. Por tanto el concepto construido aparecer cargado de nostalgia. A pesar de ello al tratarse de reuniones grupales, el planteo terminar superando estos razonamientos lineales y simplificadores de la poca. Los ejes del recuerdo sern casi siempre la solidaridad (ubicada en el tiempo

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mtico del barrio) y las fiestas barriales asociadas a ese tiempo. As se define al barrio como una gran familia con un tiempo compartido con los vecinos. Aqu creemos necesario precisar la nocin del recuerdo, ya que la construccin del concepto barrial se elabora apelando a la memoria, y aceptando que las nociones de tiempo y espacio se tien de una significacin personal de acuerdo con cada sujeto. Y aun admitiendo que el proceso psquico de recordar es un proceso de historizacin subjetiva cargado de mltiples significaciones conocidas y desconocidas, opinamos que el recordar es un acto colectivo: recordamos a otros y con otros.15 En algunos barrios en los que el espacio era un parque, o sea, un espacio privilegiado para la continuidad de la memoria, ya que all convivieron generaciones de adultos mayores con nios y/o adolescentes, este espacio se acenta en los relatos. Aqu el espacio es clave. La memoria cosa extraa [] no registra la duracin concreta. No se pueden revivir duraciones abolidas. Slo es posible pensarlas, sobre la lnea de un tiempo abstracto privado de todo espesor. Es por el espacio, es en el espacio, donde encontramos esos bellos fsiles de duracin concretadas por largas estancias.16 El comienzo de esta primera etapa es el de la recuperacin del espacio pblico. Esta recuperacin y el entusiasmo es lo que llev a las personas a comprometerse y participar. La convocatoria se realiz con los vecinos de la ciudad de Buenos Aires, con la finalidad de que ellos trabajaran colectivamente para escribir la historia de los barrios. Nosotros generbamos la propuesta y ellos escriban la historia del barrio a travs de sus propias vidas cotidianas. En ese momento realizamos una campaa televisiva masiva que no tuvo repercusin, y llevamos a cabo otra barrial que fue creciendo. El trabajo que se impuso fue el de taller: era historia oral, pero se realizaba en forma colectiva. La mecnica bsica de esos talleres consista en una reunin de dilogo entre los vecinos, que se grababa. Las reuniones se hacan una vez por semana y duraban, en general, entre seis y ocho meses. Aparece casi siempre a partir de la reflexin en comn un proceso de valoracin de la vida comunitaria.

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Otro de los resultados manifiestos es que aqu el proceso de recordar se realiza colectivamente. Adems se produce un acercamiento entre el saber popular y el saber profesional. El sentido histrico que acompaa al grupo y lo define, demuestra el carcter transitivo de contexto histrico en el que los hechos que se recuerdan se fueron dando, pero adems el momento en el que se realiza la reunin. Vamos a analizar un caso de esta primera etapa: el del barrio Parque Chacabuco, que posee un espacio verde importante. Si bien ste es el nombre oficial del barrio, los vecinos provenan del sub-barrio de las casas baratas y para ellos el barrio era el Barrio Mitre. Y el tema convocante y excluyente era su parque. Los calificativos para el parque de el ms hermoso del mundo, el orgullo, el espacio muy querido, eran constantes. Cuando nosotros iniciamos esta tarea los vecinos se sentan heridos en su orgullo, ya que la autopista haba dividido al parque en dos y lo haba arrasado. La obra de teatro que el grupo de Parque Chacabuco quiso representar se llam Los que quedamos. Curioso ttulo que intent hablar de los que no tuvieron que abandonar sus casas cuando la autopista arras el parque y lo dividi. Pero los que quedamos alude tambin a los supervivientes y a la memoria de ellos que se convierten en el testimonio necesario para recrear ese momento y reconstruir el barrio. Para describir el barrio el de las mal llamadas casitas baratas, elaboraron un plano de las casas, la distribucin de los espacios, las veredas y las calles. Las posibilidades que la distribucin arquitectnica ofreca a la comunicacin de los vecinos fueron tambin descriptas en el plano que reconstruyeron. En los testimonios, cada recuerdo opera como detonante a partir de la graficacin de espacios: Tus rboles, tus prgolas, tus juegos, espacios que definen la infancia; los pasos de mi madre, los mos, la adolescencia, mis hijos corriendo por tus senderos, la juventud, y finalmente hoy envejec igual que vos. Es aqu, en la vejez, donde se da la mmesis espacio-recuerdo, en la que el personaje se compara con el espacio mismo. El recuerdo del barrio a veces tiene perfume, el barrio de las casitas tena un aroma particular, el que no tena rosas, tena jazmines, madreselvas, heliotropos, damas de noche... Mi niez tiene un aroma especial, a jazmines y rosas (Parque Chacabuco, 1987). En este taller no podan faltar dos factores clave que aparecen en la reconstruccin de otros barrios de la misma poca con la fuerza de

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inventario y de identidad: la sociedad de fomento, a la que describen como centro social y que fue el saln de bailes y sociabilidad de todos los muchachos y muchachas de entonces, y la parroquia que tuvo que ser construida alrededor de la poca del 30 porque el barrio lo solicit, ya que las ceremonias religiosas se realizaban en un oratorio precario. Aun cuando la testigo sea una historiadora, Hebe Clementi al describir su Vivir en Versalles habla de la parroquia y el cura y de la Luz del Porvenir, la primera sociedad de fomento de este barrio (1923). Ahora bien, cuando Hebe habla de su barrio, menciona con fuerza su cuadra y a los vecinos de la cuadra. Mi casa, mi cuadra, mi estacin, mi parroquia sirvieron para el asalto de la ciudad a partir de una integracin funcional bien interrelacionada en la que tuve un lugar gozoso o al menos abierto al disfrute. Me atrevo a afirmar que ste es el material constitutivo de un barrio, cuya nutriente es esta vida espiritual compartida y aceptada ().17 Es interesante en el texto aqu seleccionado la apropiacin del espacio privado y el pblico que revisten la misma categora posesiva. Otro taller de esa misma poca es el que se anunciaba como el perteneciente al barrio de Parque Patricios, pero sus vecinos se referan a l como el barrio La Colonia. Se trataba de un barrio de 1909, de aproximadamente ocho manzanas, y su denominacin oficial era Barrio Municipal Parque Patricios. Para estos vecinos el parque estaba distanciado y el barrio era entonces ms que el parque. En Saavedra, donde se recordaban los primeros aos de 1920, los vecinos se definieron como gente de trabajo que extraaba la relacin social y barrial que giraba en torno a los clubes barriales. El barrio es el mbito donde se da la base fundamental de la identidad social. Nosotros, los que lo habitamos, somos el barrio y su espritu es nuestro espritu colectivo.18 En el barrio el territorio se apropia tambin a travs de itinerarios. En Floresta los vecinos declaran que el barrio delimitado por la ordenanza municipal no es el barrio en el que nosotros podemos reconstruir nuestras vivencias, el nuestro no abarca todo el barrio de Floresta y se identifica en partes con el de Monte Castro (Floresta, 1986). Es curioso advertir que tanto en Mataderos como en Chacabuco, Floresta y Monte Castro los vecinos escriben poemas dedicados al barrio. Estos gestos de amor y reconocimiento fueron recurrentes. El vecino poetiza la ciudad, dice Mayol, impone su ley de consumidor del espacio urbano.19

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En Villa Santa Rita la identidad del barrio aparece relacionada al arroyo Maldonado, en Mataderos al Mercado de Hacienda y en Agronoma al gran espacio verde que para los vecinos es el campo en la ciudad. De todos modos las reuniones en Agronoma se realizaban en la Biblioteca y Club S.A.B.E.R. (Sociedad y Biblioteca el Resplandor). Aqu un vecino define su relacin con el barrio de esta manera: A m la vida me ha enseado mucho y todo lo aprend en el barrio (Agronoma, 1990). Parque Chas se form y trabaj como si fuera un barrio y de esta manera lo sienten sus vecinos, sin embargo no figura en la Ordenanza municipal. Aqu tambin el barrio de tierras inundadas que la basura rellen, empez su particular trazado circular en 1925 (Parque Chas, 1987). Para los vecinos de Boedo los carnavales, los corsos y las murgas constituyeron el espejo de su identidad (Boedo, 1988). En Coghlan nos dice un vecino: El barrio era tan joven como yo, all por la segunda dcada del siglo... y el aura de espiritualidad y convivencia perdura hasta hoy (Coghlan, 1992). Los temas vinculados al barrio que se recogieron en las reuniones de PAMI iteraron muchas veces las definiciones, juicios y representaciones que se dieron en la etapa inicial. En los talleres de PAMI se recordaba el mismo barrio.20 Cuando la pregunta es directa y los obliga a bucear en su memoria y representaciones para definir el barrio, van apareciendo distintos ejes para construir los recuerdos que conforman el escenario barrial perdido, a veces asocindolo al vecino y otras con la familia. Ada: Barrio es cuando una vive y conoce a la gente de al lado y tiene una amistad. Cuando yo viva, por ejemplo, en Mndez de Andes y Neuqun, eso era un barrio! Porque mi hijo que estaba educado de una cierta manera, pero al lado estaban todos los chicos, esos muy modestos, pero se hicieron amigos y bueno, venan a mi casa y era todo un barrio. Rosa: El barrio es como una comunidad, la relacin con el de al lado, con el que vive enfrente. Eran todas viviendas familiares. Mi hija mayor se relacionaba con las chicas de viviendas vecinas. Haba una feria barrial, bamos todos a la misma iglesia, haba cines que han desaparecido. se era todo un barrio.

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Otras veces la reconstruccin del significado del barrio se refiere al territorio propiamente dicho y a sus modificaciones fsicas. Ral: Yo, para m, donde hay avenidas, donde hay mucho trfico, no hay barrio. Hay gente de paso. Hay avenida, hay mucho comercio, no hay barrio. Los barrios ms cerrados, donde no hay avenidas, son otra cosa. Para otros, son los aromas los que sealan y diferencian al barrio. Coord: Qu es lo que seguro no vas a encontrar en otro lugar? J. F.: El espritu de todos los devotenses, de todos los vecinos de la zona... algunos han venido aqu por el clima. Nosotros no hemos optado por eso porque nacimos en Devoto, quiz no lo valoramos tanto, pero no hay palabras para definir un sentimiento devotense... Otros han venido a Devoto porque lo adoptaron. No s si es ms valioso uno que otro, no?, pero yo lo siento as. Omar: Es venir y ya darse cuenta que uno respira otro aire. Juan: Ya cuando cruza la avenida San Martn cambia. Juan Francisco: En Agronoma. Humberto: Un microclima! Porque no hay que olvidarse que Devoto est en la parte ms alta de la Capital Federal, que est a la altura de la Torre de los Ingleses. En aquella poca mandaban a los chicos con problemas bronquiales... Juan: A m! Humberto: ... a mejorar su estado bronquial al buen clima de Devoto. Y cuando uno viene del centro huele a jazmn... Juan Francisco: ... y a tilo. Omar: Por eso le dicen el Jardn de Devoto! Hilda: Cuando vengo por San Martn y entro por Asuncin, mi seora especialmente dice: Cambi el clima! Mir que distinto se respira!. Omar: (...) Nosotros en Devoto, tenemos la suerte de tener una arboleda frondosa. Por todas las calles que uno camina, hay rboles (Taller de Devoto. CGP, 2002). Estos conceptos se elaboran a partir de reflexiones compartidas. Cuando se les

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pregunta directamente sobre el barrio, en las respuestas aparecern direcciones recurrentes. Rosa: Es como una comunidad, la relacin con el de al lado, con el que vive enfrente. Ada: Como cuando yo viva en Tres Arroyos, que yo era chica, comamos choclos sentados en la vereda, por ejemplo, con toda la gente del barrio, pero ahora qu barrio? Ahora es slo una ubicacin geogrfica. Cuando mi hijo tena 8 o 9 aos, yo era conocida por fulana de ac, fulana de all y uno sala y hablaba con ste y con aqul. Ahora no. Yo considero que vivir ac en la ciudad no es vivir en un barrio. Rosa: No en las colmenas que vivimos ahora... (PAMI, Agencia N 5, 2001). Juan Francisco: Yo me siento de Devoto porque nac en Devoto; me siento de Devoto porque me cas en Devoto; mis hijas tambin nacieron en Devoto. Es un contexto ste que me toca profundamente... Adems Devoto es un sentimiento, lo sentimos as a Devoto... y yo personalmente no lo cambiara por ningn otro paraje que pudiera haber mundialmente. No recorr mucho mundo, pero considero que esto es lo mejor que he visto y que he vivido... Uno se encuentra con tanta gente conocida, querida que, que es entraable Devoto... El barrio, al tratarse de un espacio fsico y a la vez emocional, obliga a continuos intentos de delimitacin y demarcacin de territorios que a veces chocan con los lmites oficiales y otras son un intento de diferenciacin entre sectores que comparten ese mismo espacio. Ofelia: Pero vos vas a hacer un trmite... por ejemplo yo te hablo del caso mo. Yo vivo en Pichincha y Riobamba. Me dicen (por un trmite) la vereda suya pertenece a Congreso as que usted tiene que ir a Callao (risas). Fernando: Hace poco, un hecho policial. Le robaron a una pobre mujer la cartera, un arrebatador, en Pichincha y Riobamba. Enfrente, en Pasteur y Riobamba, haba una casilla policial, que le dan la pistola y la radio pero no saben nada, y una chica apareci y corri al arrebatador por la calle y despus

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se fue a quejar, porque la polica estaba mirando, como miraba yo, miraba ella y entonces le pregunt, le fue a decir: No me viste?. No porque pertenece a la 7 y esta parte pertenece a la 5. (PAMI, Agencia N 5, 2001). Esta divisin no es sentida porque no representa al habitante del barrio. En cambio, otras veces, una avenida, una va de ferrocarril, un zanjn, constituyen mojones a partir de los cuales se demarcan territorios inscriptos en un mapa emocional. Amelia: La gente de la avenida Senz, para este lado hay una amistad, nos conocemos; para el otro lado, es raro que se conozcan. ngel: Pompeya era mucho ms pituco que Puente Alsina!!! Yendo de Puente Alsina hacia Capital, iba para Capital mirando las vidrieras, conversando, dando la vuelta hasta Senz, pasando por la pizzera La Blanqueada... yo tena un amigo con el que salamos a buscar novias en Pompeya porque eran distintas y cuando veamos dos chicas juntas, mi amigo embalaba y se les pona a hablar, le decan: Retrese sinvergenza, y yo me quedaba. ste les deca: Esccheme, usted est equivocada, yo tengo buenas intenciones. Y tanto le haca el verso que ganaba. Eso era Pompeya. Adelina: Nosotros tenamos en la parte ms cerca del ro una parte que le decamos el pueblito. Nosotros tenamos asfalto y ellos tenan de tierra. Nosotros decamos: Ah vienen los del pueblito. Despus mi hija cuando fue a la escuela se hizo amiga de los hijos de los del pueblito, yo los odiaba. Todos pibes muy buenos, mir, lo que son las vueltas de la vida. En vez de ser amiga de los chicos del barrio se hizo amiga de los del pueblito. Hctor: El otro pueblito era porque haba un zanjn muy grande que era el desaguadero que iba al ro y haba un puente, los del otro lado del puente eran los del otro pueblito. El barrio, en el recuerdo, tambin se define por el carcter pionero del comienzo, ubicado en aquel tiempo mtico, tiempo del barrio en construccin. Hctor: Para venir a rellenar ac, con cenizas de la quema, pasaba una zorrita,

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que era una mquina chica que arrastraba 10 o 15 vagonetas. Pasaba por ac, por una va angostita, cruzaba avenida Senz e iba a rellenar por all, por Villa Soldati. Con el tiempo, las calles verticales a Alcorta, que eran todas de barro, las empezaron a rellenar y se haca una humareda que no se vean las casas. Muchas veces la casa, primer cobijo, primer lugar en el mundo, marca el deslinde entre lo pblico y lo privado, el adentro y el afuera. Susana: Yo viva en Alberdi al 4200 en el mismo departamento, era un barrio de gente modesta y trabajadora, la mayora trabajaba en el Matadero, otros eran albailes o pintores de casas, las casas crecan de acuerdo al crecimiento de las familias, se agregaban piezas de acuerdo a que los hijos o parientes lo necesitaban. (Cronista Mayor de Buenos Aires N 30, Relatos que hacen la historia 2: Un lugar para vivir, 2001). Pierre Mayol se refiere a la casa como el espacio privado, lugar del cuerpo, lugar de la vida. Aqu la usanza permite que uno se dedique a hacer nada el lugar ms privado y querido, en el que uno se regocija al regresar a la noche despus del trabajo, al entrar de nuevo despus de las vacaciones, al salir del hospital.21 Para nuestros vecinos describir la casa fue un modo de incorporar nuevamente el barrio en sus relatos. A veces el barrio es definido como la prolongacin de la casa. Y los vnculos vecinales definen el barrio del recuerdo y en ellos aparecen las fiestas. Las fiestas son la referencia clara del espacio compartido donde se entrecruzan lo pblico y lo privado. Esmeralda: Para Navidad y Nochebuena en la calle 11 de Setiembre se lavaban todos los frentes de las casas, se lavaban las calles con agua, jabn y lavandina y se ponan las mesas con los manteles blancos. Entonces, cada uno dejaba su plato. As nadie deca: fulano, mengano, sultano y qu s yo. Despus tambin en las ventanas de las casas de las familias que haban hecho ms beneficios durante el ao se pona una vela.

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Eran fiestas muy sanas, muy de la familia. Las velas se ponan sin tener en cuenta el color poltico que se tena o qu religin. As que yo la vela la dejaba porque era una misin que me haban dado mis padres. Despus a las 12 de la noche la gente se acercaba y se prendan las velas. Elsa: El barrio era lindo porque nos sentbamos todos en la puerta de casa de Olga y pasaban los muchachos y se sentaban, conversaban algo de a dnde bamos a bailar... tendramos 15, 16 aos... Despus nos juntbamos en los casamientos, que se hacan en las casas. bamos a los casamientos y nos encontrbamos. Ester: Los sbados, das de casamientos, nos apibamos en el atrio de la iglesia para ligar las monedas que tiraba el padrino pelado. Tampoco me olvido de los festejos de San Pedro y San Pablo. Todo el barrio participaba de la fogata, donde llevbamos los que estuviesen en desuso, papeles, maderas, trapos, para alimentar el fuego. Mara: No s si se acuerdan cuando llegaban las fiestas como las de Navidad... cada vecino traa algo y uno, como no quera ser menos que los dems, entonces haca una torta o si no dos botellas de sidra... y cuando daban justo las 12:00, primero estaban con la familia, y despus salan e iban de casa en casa saludando a todos. Despus si alguno tena msica, en el barrio, en la calle se cantaba. El barrio perdido est reflejado en el tiempo pasado y las costumbres que se pierden. All, otra vez el barrio que no est. Mara: Yo me acuerdo cuando vine a vivir ac, hace unos 50 aos, estaban todos los vecinos en la vereda tomando mate. Ahora no se ve a nadie. Estamos todos encerrados detrs de las rejas. Ral: Otra cosa importante, por lo menos para m, es que se perdi totalmente la barra de la esquina. Uno llegaba del trabajo, se pegaba un bao y se iba para la esquina y saba que alguien haba. Eso se perdi totalmente, pero no en mi barrio, en todos los barrios. En mi barrio las industrias no estn ms, haba una industria textil muy grande.

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Dej de funcionar. Estaba el depsito Fraver, de pollos, que ocupaba toda una manzana. La Gioconda, de toda la vida, ah en Asamblea, y la Volcn tambin cerr. Es recurrente en los talleres barriales la dificultad para marcar los lmites de cada barrio y los nombres que se adjudican a cada uno de ellos. Un trabajo curioso es el de un sub-barrio de Lugano que se denomina Lomas de Lugano y que lleva el mismo nombre del club. Cada uno de los sub-barrios de Lugano tienen caractersticas diferentes, el de las Lomas ocupa un mbito central y en los primeros aos de la dcada de 1950 revesta la condicin de poseer cierta jerarqua social que con el paso del tiempo fue desdibujndose hasta convertirse en un lugar casi marginal. Los recuerdos en este sentido tienden a valorizar en forma negativa la construccin de la autopista Dellepiane. Estas obras que se ven como progreso y adelanto tienen esta relacin con aquellos que los disfrutan, es decir, los que transitan por la Autopista, pero a estos vecinos se los conden a un aislamiento al fragmentarlos y dividirlos. Este aislamiento se vio agravado por la llegada de nuevos grupos sociales que son los que viven en la Villa 20. Es sugestivo que los vecinos de las Lomas no hablen de la existencia de la villa. Sin embargo, en sus recuerdos aparecen siempre las imgenes idealizadas que se rompen con la construccin de la Autopista y lo que sigui, que fue la construccin de la villa. Es all donde ubican la ruptura de las viejas solidaridades y que coinciden con la aparicin de otra poblacin nueva a la que omiten. Esta situacin se repite en Villa Pueyrredn en relacin con la construccin de los monobloques, que los vecinos por un lado silencian y por el otro responsabilizan a ese cambio de la prdida de solidaridades iniciales (Villa Pueyrredn, 1992). En Almagro el grupo de vecinos dispuestos a contar la historia formaba parte de una asociacin denominada Vecinos Unidos de Almagro por una participacin solidaria. El tema excluyente de las reuniones fue el Abasto. Otra vez fuera de los lmites y de los nombres oficiales. Esta toponimia identitaria que los remite a su infancia es la que prevalece. El Abasto era la zona de inmigrantes barrio de trabajo donde la convivencia de las familias pertenecientes a diferentes colectividades era buena Hoy nuevas

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inmigraciones, formas de ocupacin de las viviendas, lo convirtieron en un barrio peligroso (Abasto, 1997).

Los barrios peligrosos


Como vemos aqu aparece el barrio peligroso, las construcciones que producen rupturas en la solidaridad existente, en sntesis describen la irrupcin de los otros. Es en este momento, cuando desde fines de los 90 comenzaramos a trabajar en otro registro de barrios. No hablaramos de la etapa inicial sino de la que tuvo lugar la formacin de otros barrios conectados con el crecimiento industrial de fines de la dcada del 40, que se empezaron a construir durante el peronismo y que subsisten durante el proceso de desindustrializacin (1970-1990). Esto nos llev a trabajar con una poblacin diferente. Al principio nuestro trabajo pareca circunscribirse al trabajo en villas, pero ciertas experiencias novedosas (Abasto, Bajo Flores, etc.) nos mostraron nuevos componentes de poblacin con motivaciones renovadas de construir un futuro mejor para sus hijos y sufriendo una discriminacin casi previsible. En la memoria de los vecinos de la primera etapa (casi siempre hijos de inmigrantes europeos) no se registraron casos de discriminacin sufrida por ellos mismos. Esto pudo ser porque la situacin inicial fue superada o porque el progreso y movilidad social ya se haban realizado cuando comenzamos las entrevistas o bien porque prevaleca un mismo origen migratorio. En esta ltima experiencia la discriminacin la sufren aqu y ahora, y el futuro y la movilidad social estn cada vez ms alejados de sus imaginarios. La presencia de tipos heterogneos de pobladores compiten en la elaboracin de pautas comunes. Aun cuando tenemos ya suficientes testimonios creemos que en futuras publicaciones podremos elaborar nuevas conclusiones. En principio podemos afirmar que nuestro trabajo en villas y barrios autoconstruidos reformula el tema del territorio. Aqu, como en muchos barrios inundables, todo era baado. Es esta situacin marginal primera la que los obliga a organizarse. El baado hay que rellenarlo y la tierra la trae el habitante. Por tanto, se cambia el concepto de propiedad de la tierra. A esto hay que agregarle que la mayora de los habitantes de estos lugares procede de culturas con fuerte

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y ancestral relacin casi religiosa con la tierra. La importancia del agua, indispensable para la subsistencia, se refleja en el cono infaltable en los relatos, que es la canilla. Quien no sabe en la villa dnde est ubicada la canilla no vive en ella, no conoce el barrio.22 En las villas, como en los barrios de la primera etapa, existe en el imaginario un tiempo de los orgenes en el que todo era mejor. El trabajo para recuperar la historia en estos lugares se convierte en actividad militante entre los vecinos. Se advierte la necesidad de legitimar a travs de su propia historia y la de sus luchas, un espacio territorial y simblico. Ocupar un lugar en la historia de la ciudad y un lugar en el plano es la demanda recurrente. La necesidad de nomenclatura para sus calles para poder abandonar los nmeros y las letras que designan sus casas es su reclamo constante. Ambas demandas estn relacionadas con la discriminacin y el estigma que los obliga a ocultar su lugar en el mundo. En estos mbitos la cronologa se define claramente entre un antes y un despus de la dictadura, de la erradicacin. Algunos vecinos se fueron y volvieron, otros se fueron y se mudaron para siempre, otros resistieron, otros desaparecieron y en algunos casos la propia villa no se rehizo nunca ms. Lo que nosotros denominamos previamente segunda etapa en relacin con el trabajo del Instituto entre 1985 y 1992 no tuvo resultados homogneos. Con la gente de PAMI se recordaba el barrio del 30, 40 y 50: el barrio blanco.23 El antibarrio, segn definiciones propias, es el barrio del monobloque y en especial el de la villa. All la adjudicacin, el asentamiento, la apropiacin siempre aparecen logrados a travs de luchas y por otro lado existe un estigma generalizado sobre estas construcciones. A su vez aparece el degradado que es el culpable de todos los males, el estigmatizado.24 All la pobreza (que puede ser caracterstica de cualquier barrio) se convierte en algo indigno, curiosamente dignidad es la condicin de reclamo ms utilizada por todos los movimientos de desocupados y/o piqueteros.

Conclusin
De acuerdo con lo que hemos trabajado y quizs porque el curso de la historia casi lo decide por s mismo, no tenemos conclusiones absolutas.

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Hubo poblamientos que se realizaron con un estado ausente, un estado reformador, un estado socialmente comprometido y un estado destructor. Pero desde fines del siglo XIX la presencia del Estado dio formas a la ciudad. Los nombres de los barrios que aparecen en los planos representaciones simblicas de la ciudad an no tienen un territorio perfectamente delimitado. Ser slo en 1968 y por las razones polticas de ese momento que se precisen los lmites. En relacin con nuestro trabajo de historia oral las respuestas y/o conceptos sobre el barrio dependen de quien sea el interlocutor. Existen generalizaciones etarias y de procedencia previsible que podemos advertir en la primera etapa de los 80 en los Centros Culturales Barriales y en la de los 90 en PAMI. Percibimos cambios cuando trabajamos con gente que vive en villas y/o barrios de ocupacin. All el tema del estigma y la discriminacin se da recurrentemente. Este tema, creemos, tiene que ver con que la mayora de los barrios a los que acudimos eran habitados por hijos de inmigrantes que haban prosperado en trminos sociales. En cambio, en otros barrios la pobreza previa los haba empujado a lugares aun ms pobres, siendo la movilidad social escasa o nula. La falta de trabajo y el asistencialismo, como normas, la droga y el delito como escapatoria frente a la carencia de alternativas superatorias hicieron la diferencia. En las villas la discriminacin ha aumentado sensiblemente. Los aos 70 quedaron lejos. Si bien el estado democrtico no se ha constituido en un estado represivo como en tiempos de dictaduras, el ajuste neoliberal se ha sentido con ms fuerza en sectores de extrema vulnerabilidad. Algunos han empezado a luchar por fuera de las organizaciones peronistas tradicionales. Estas nuevas luchas tienen nuevos escenarios, la ruta y el barrio y seguramente la pertenencia y el concepto de barrio habrn de cambiar. Pero as como durante la dictadura la resistencia se ejerca construyendo un nosotros duramente castigado por los otros, hoy el nosotros se fractura y rearma constantemente y no es la pobreza ni el territorio el factor integrador. En las villas y en las luchas se repiten los esquemas del poder y la corrupcin: influencias, subsidios, clientelismos. Los comedores en las villas reemplazan a las sociedades de fomento y las parroquias de aos anteriores y de otros barrios. Estamos atravesando un nuevo momento histrico. Los comedores atienden situaciones bsicas pero no alientan el pensamiento crtico porque no pueden

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hacerlo. De este modo no hay futuro simblico posible. Con lo cual aquella motivacin de los barrios del 40 y de las Villas del 50 y 60 ha desaparecido. Por otro lado si bien hablamos de multiculturalismo, diversidad cultural, respeto por el diferente, derechos humanos para todos, no nos atrevemos a pronunciarnos sobre la contracara: discriminacin, estigma, exclusin. Desde el discurso hay una urgencia por decir nosotros pero ya nadie alcanza a saber de qu estamos hablando. Al final de este trabajo sentimos que esta situacin est recin comenzando. Estas reflexiones exceden la lectura histrica. Hemos transitado por la historia de lo simblico y por el mundo de lo privado y lo pblico. Aparecen muchas preguntas sin respuesta y nuevas preguntas nos interrogan. Esta exposicin intenta ser una aproximacin a la idea del barrio construida por vecinos que trabajaron con el recuerdo de sus vidas transcurridas en barrios nuestros. Creemos que con estos primeros aportes podremos re-escribir la historia de la ciudad y sus barrios, que muchos vecinos estn esperando. Los ojos de muchos vecinos estn esperando. En este nuevo camino no slo podremos elaborar discursos diferentes, sino que debemos modificar las prcticas. Para ello la reflexin sobre los cambios del tiempo presente ser la herramienta eficaz. Tal vez la primera y posible diferenciacin ya no sea entre derechas e izquierdas, sino entre quienes aceptan como natural la existencia natural de los pobres y quienes no la aceptamos. Con esta diferencia esencial podremos replantear el barrio, la ciudad y el mundo.

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El barrio en el recuerdo Liliana Barela

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construccin del espacio barrial, en Revista Voces Recobradas N 14, Buenos Aires, Instituto Histrico, diciembre de 2002. Tomarchio, Clelia; Bordegaray, Dora, Las villas porteas de espacios comunitarios a guettos, en Revista Voces Recobradas N 16, Buenos Aires, Instituto Histrico, diciembre de 2003. Barela, Liliana; Gonzlez, Lidia, Barrio Ramn Carrillo, en VI Encuentro Internacional de Historia Oral, octubre de 2003. Tomarchio, Clelia, Barrio Charra, en Cronista Mayor de Buenos Aires, N 39, agosto de 2003. Vignolo, Gabriel, En INTA la historia la escribimos entre todos, en Cronista Mayor de Buenos Aires, N 9, octubre de 1999 y N 20, noviembre de 2000. Bordegaray, Dora, Villa 20, en Cronista Mayor de Buenos Aires, N 34, octubre 2002. Tomarchio, Clelia, Villa 1-11-14. Cincuenta aos de historia, en Cronista Mayor de Buenos Aires, N 33, agosto 2002.

Qu es un barrio al fin de cuentas? Pues algn potrero donde comamos finucho o patebamos la pelota y la vieja nos llamaba a comer. Es el lugar de nacimiento donde an vive la madre y donde se come (...) Rodolfo Kusch

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El barrio, al fin de cuentas


Mario Sabugo

Introduccin
Este trabajo tiene por objeto esbozar la idea de barrio, sus diversas definiciones, y algunos problemas vinculados a tal idea en el contexto de la ciudad de Buenos Aires. A grandes rasgos, las aproximaciones a la idea de barrio que se practican en este trabajo se dan: (a) a travs de categoras tericas y/o ideolgicas y (b) a travs de evidencias y visiones de carcter histrico. No se trata de arribar a conclusiones definitivas, sino ms bien de describir esa idea entendida como un campo conceptual configurado por tales definiciones y la exposicin de los principales problemas.1 Este trabajo trata de reintegrar conocimientos tericos y operativos acerca del barrio, poniendo en relacin las diversas visiones y aproximaciones existentes en campos disciplinarios relativamente escindidos. Se presenta inicialmente una hiptesis general sobre el barrio y referencias a la etimologa del trmino. A continuacin se hacen algunos

Mario Sabugo Profesor regular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo en la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires. Profesor de posgrado en la FADU y FLACSO. Miembro de la Sociedad Central de Arquitectos, Buenos Aires. Acadmico de Nmero de la Academia Nacional del Tango.

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apuntes histricos universales y posteriormente se aborda la cuestin histrica local, en torno a la primera y la segunda generacin de barrios porteos, detenindonos algo ms en la segunda. Finalmente, se hace un barrido de los enfoques que actualmente constituiran el campo de la idea de barrio, se comenta la problemtica entre barrio y comuna, y se ensaya un resumen general.

El barrio como institucin y como territorio


En trminos generales, mantenemos la hiptesis que define al barrio como un fenmeno constituido por dos rasgos: el barrio sera (a) una institucin, esto es, una forma especfica de organizacin comunitaria, comprensible por sus aspectos sociales, sus actividades y sus vnculos culturales; sera asimismo (b) un territorio, esto es, un determinado lugar habitado, con ciertas caractersticas fsicas naturales y artificiales.2 Esta distincin entre una faceta institucional y otra territorial se inspira en la clsica formulacin de la cultura latina, que separa la idea institucional de la civitas de la idea fsica de urbs, contenidos que subsisten, tal vez menos distintivamente, en nuestros actuales trminos de ciudad y urbe.3 En tal sentido, el barrio consistira en una entidad cualitativamente asimilable a una civitas, desde que podemos atribuirle sus propias creencias, sus instituciones y sus culturas, y por tanto indagar sus aspectos histricos, sociolgicos, jurdicos, antropolgicos, etctera. Igualmente, el barrio sera una entidad cualitativamente asimilable a una urbs, pudiendo reconocer sus atributos territoriales, sus aspectos geogrficos, ambientales, urbansticos y arquitectnicos.4 El barrio puede, por tanto, considerarse una forma institucional y territorial de escala intermedia. En lo institucional, como mediacin entre las unidades sociales ms elementales y las ms complejas; en lo territorial, como sector o distrito componente de la urbe. Sin embargo, parecera reservar para s una condicin singular, dado que representa por excelencia el sitio y la institucin de la vecindad, esto es, la convivencia en un lugar determinado. Desde el punto de vista de su gnesis, parece posible afirmar que los barrios son producidos por dos tipos de impulsos claramente distintos, que actan por oposicin o por combinacin: el impulso autnomo o comunal orientado a la reunin y asociacin de sus habitantes, que expresan segn los casos

El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo

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motivaciones tnicas, religiosas, laborales, o varias a la vez; y el impulso administrativo o municipal, debido a necesidades censales, impositivas o judiciales.5

Lxico y etimologa
Conviene hacer una primera aproximacin a nuestro asunto a travs de los aspectos etimolgicos y lexicales de la voz barrio (Sabugo, 2000). Anotemos que la misma palabra se emplea en nuestro medio para sealar indistintamente el plano institucional y el plano territorial. La voz (...) involucra una actitud mental tanto como un rea geogrfica (Scobie; Ravina de Luzzi, 1977: 182). Se dice barrio para personificar la colectividad de sus habitantes, y tambin se dice barrio para hacer referencia a la ubicacin y dimensin del sitio respectivo. Esta ltima es la acepcin que predomina en diccionarios y etimologas. El origen rabe de la voz barrio evidencia la componente hispano-musulmana de nuestra cultura urbana. Para la etimologa de Joan Corominas y Jos Pascual (1991): Barrio, del rabe barr, afueras (de una ciudad) o quiz ms precisamente del derivado rabe barri, exterior(...). La misma base tienen los trminos del portugus, bairro, y del cataln, barri. El significado primitivo fue aldehuela independiente de una poblacin... (siglo XI)... de aqu se pas a arrabal (1625)... y de ste por una parte a zona de una ciudad (...) y por la otra a parapeto, muralla (que rodea el arrabal). La Real Academia Espaola (Sabugo, 2000) define barrio como cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos, tambin como arrabal, afueras de una poblacin y asimismo como grupo de casas o aldehuela dependiente de otra poblacin, aunque estn apartadas de ella. Algunas sugestivas sinonimias de barrio en ambiente espaol son: cuartel, manzana, distrito, suburbio, arrabal, cuadra, ciudadela, isla, almedina, barriada, judera, morera, intramuros, extramuros, ensanche, lencera, acrpolis. A su vez, barrio es sinnimo de arrabal, junto a alfoz, suburbio, afueras, alrededores. El autor (Sainz de Robles, 1953) agrega que irse al otro barrio equivale a morirse.6 Barrio puede considerarse un trmino de validez generalizada en el universo

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de habla hispana. No es argentinismo ni americanismo; en los diccionarios especficos se registran como tales algunos adjetivos derivados como barriotero (en Cuba) y el argentinismo barrial (Diez Rodrguez de Albornoz, 1998).

El barrio en la historia
A propsito de la determinacin del concepto de barrio, no es ocioso reconocer algunos antecedentes histricos que, aunque no se correspondan con los caracteres locales, pueden contribuir a nuestra comprensin del tema. Este enfoque ha sido justificado por Gravano (1995: 260): (...) alrededor del barrio se aglutinan significados sostenidos histricamente por distintos sujetos sociales (...) como todo fenmeno social, el barrio y su mundo de significados ha surgido y existe por razones histricas. Responder al interrogante sobre la necesidad de ese surgimiento y de la referenciacin barrial hecha por esos sujetos sociales obliga a realizar un anlisis de la aparicin y desarrollo del barrio en la historia. Campo histrico muy apropiado es el antiguo Mediterrneo, siendo particularmente interesante la experiencia romana. En la urbe quadrata de Servio (Rykwert, 1985: 117) hay cuatro distritos cuyos nombres bautizan a las cuatro tribus: Suburrana, Esquilina, Colina y Palatina. En los tiempos imperiales de Augusto se divide la ciudad en catorce regiones ( regio ), de carcter administrativo, cada una con su magistrado anual, mdico y cuartel de polica y bomberos. Pero las regio, salvo las del Capitolio y Palatino (VIIIa. y Xa.), no coincidan con las identidades zonales de carcter topogrfico, histrico o edilicio. A la vez haba otras circunscripciones menores, llamadas vici, cuyo magistrado era elegido por los vecinos, en lo que vemos actuar el impulso autnomo (Paoli, 1973).7 En las ciudades nuevas el ejido est marcado por los dos ejes ortogonales, determinando cuatro cuadrantes o cuarteles (de all la expresin quartier en francs; quartiere en italiano) como forma elemental de barrio o subdivisin urbana. Aunque, paradjicamente, se comprueba la emergencia histrica de identidades barriales vinculadas con las puertas (interseccin de los ejes con la muralla) y por lo tanto divergentes con los cuadrantes. Para una indagacin particular sobre la polis helnica y su concepto de demos como

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unidad territorial elemental vase el Anexo I de este trabajo. Momento histrico de gran pertinencia se registra en la experiencia medieval hispnica con sus facetas cristianas y musulmanas. Las urbes islmicas desarrollaron en alto grado las instituciones municipales. Mucho de nuestro vocabulario urbano surge de ellas: alcalde, arrabal, barrio. Las ciudades de Al Andalus comprendan una medina ciudadela gubernativa con alczar y mezquita y los rabad, barrios con murallas y puertas propias, equipados a su vez con mezquita, mercado, baos, talleres y comercios (Chueca Goita, s/ed.). Las ciudades cristianas se basaban en la institucin del concilium, una asamblea que prefigura los posteriores cabildos (Gautier Dalch, 1979). A escala menor aparecen las collatio, reuniones de los vecinos (vicini) de la misma parroquia que se ocupan, entre otras, de cuestiones impositivas. El vnculo de las collatio, que parece prefigurar las modalidades de los barrios porteos coloniales, se intensifica en las ciudades repobladas luego de su conquista, con la particularidad de que en ciertos casos las parroquias se forman con fieles de la misma nacionalidad. Ejemplo clebre se da en Salamanca, repoblada en 1002 por Raimundo de Borgoa, en la que (...) los ncleos morfogenticos de su futuro tejido urbano van a ser las once parroquias de la repoblacin (Chueca Goita, 1977: 161). Todas estas experiencias, sumadas a las proposiciones renacentistas, se conjugan en la evolucin de las ciudades hispanoamericanas, que Richard Morse (1975: 21) compara con la ciudad antigua de Fustel de Coulanges: (...) la ciudad hispanoamericana est concebida ms propiamente como una polis agrourbana y semiautnoma que como una avanzada del imperio. Una expresin caracterstica de este conglomerado de ideas se halla en la doctrina del urbanismo colonial espaol, sancionada en las Ordenanzas de Carlos V (1526) y en las Ordenanzas de Descubrimiento Nuevo y Poblacin, dictadas por Felipe II en 1573. Tales directivas, recopiladas ms tarde en las Leyes de Indias, establecen pautas para la eleccin del sitio, la orientacin, la planta urbana, la plaza mayor, etctera. Para lo que nos ocupa, es notable que prescriban que, al crecer la ciudad, (...) a trechos de la poblacin se vayan formando plazas menores, en buena proporcin, adonde se han de edificar los templos de la iglesia mayor, parroquias y monasterios, de modo que todo se reparta en buena proporcin por la doctrina. Se trata, evidentemente, de centros

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secundarios o de los ncleos morfogenticos de Chueca, encabezados por el templo y la plaza; en otras palabras, embriones barriales (Difrieri, 1981b). Se rastrean asimismo elementos pertinentes a la cuestin del barrio en el marco de la relevante actividad urbana, que en el propio continente americano precede a la entrada de los conquistadores ibricos. Los grandes asentamientos, capitales imperiales, eran comparables y tal vez superiores a sus contrapartes europeas en cuanto a extensin, poblacin y servicios. En cuanto a barrios, se los registra en Tenochtitln, cuyas dos grandes calzadas ortogonales definen lineamientos de una ordenacin urbana cuatripartita, en notable coincidencia con las tradiciones de los cuarteles de cuo romano. En Cuzco se da un conjunto de barrios cntricos y otro de barrios exteriores, y en estos ltimos la poblacin parece haberse establecido en correlacin con sus regiones de origen, en el marco de un imperio tambin cuatripartito (Hardoy, 1999).

La primera generacin: el barrio porteo antiguo


Buenos Aires consigue un desarrollo urbano significativo recin en el siglo XVIII, y en tal poca es que se registran las primeras menciones a sus barrios, sustentados en uno o ambos impulsos ya sugeridos: sea el impulso administrativo, dirigido a resolver necesidades del Estado en trminos judiciales, censales e impositivas; sea el impulso autnomo (y en este momento, tambin eclesistico) generado por el establecimiento y desarrollo de los ncleos parroquiales. La voz barrio se emplea hacia 1729 en una Explicacin de las quadras y distancias que tiene Buenos Ayres, al mencionar la existencia de tres arrabales agregados al casco original: el Alto de San Pedro, el Barrio Recio y el Barrio de San Juan. Para esta primera generacin de los barrios porteos se comprueba una continua oscilacin terminolgica que va desde el trmino barrio hasta equivalentes como arrabal, cuartel, parroquia, alcalda (Zabala; De Ganda, 1980; Combetto, 1981). En 1734, el impulso administrativo: el Cabildo porteo sanciona la creacin de ocho sectores urbanos de carcter administrativo, a los que denomina cuarteles. La voz expresa la tradicin de divisin urbana cuatripartita. En 1769 el obispo hace una subdivisin eclesistica en seis parroquias. A ello

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se remite Eduardo Sarrailh (1983: 405, subrayados nuestros) comprobando la filiacin parroquia-barrio: El ncleo central de la ciudad fue creciendo, desde su origen, en tres direcciones noroeste, oeste, sur que eran las que correspondan a los caminos que la vinculaban con el interior del territorio. Sobre estos rumbos, confirmados definitivamente en la etapa posterior por los trazados ferroviarios, se fueron estableciendo pequeos ncleos urbanos. Estos fueron originariamente parroquias creadas con sentido jurisdiccional en 1769 pero paulatinamente se transformaron en los futuros barrios, cuya existencia real fue reconocida a comienzos del siglo siguiente. Aunque estos no tuvieron fronteras definidas, su fisonoma fue claramente identificable por sus caractersticas ambientales y sociales. Ya bajo rgimen virreinal, Vrtiz establece diecisis y, posteriormente, Arredondo veinte distritos administrativos a cargo de comisarios o alcaldes de barrio. Aqu predomina el impulso administrativo en su faceta judicial, para adaptarse a la creciente extensin de la planta urbana, como lo indica la Memoria de los virreyes: Reflexionando que en la vasta extensin de la ciudad, eran slo dos jueces ordinarios, y que por muy celosos que anduviesen en el desempeo de sus cargos no podan en todas partes llenar sus respectivas obligaciones (...) (Combetto, 1981: 173). Estos alcaldes de barrio parecen haber cumplido un papel significativo en ocasin de las Invasiones Inglesas y la Revolucin de Mayo. Un momento crucial de estos primeros barrios, en cuanto a confrontacin de los impulsos autnomo y administrativo, es causado por las reformas rivadavianas, orientadas a una centralizacin de tinte laico que elimina diversas funciones parroquiales, entre ellas la gestin funeraria de los cementerios o camposantos (Figueira, 1983). Ms adelante encontramos la llamada ciudad federal, que aloja unos 62.000 habitantes, segn censo de 1836, habitando en 29 cuarteles o barrios: Junto con Santo Domingo, barrio tradicional, tambin San Ignacio, San Francisco, San Juan y San Miguel eran barrios residenciales. Montserrat, Concepcin, San Nicols, La Residencia (San Telmo) y Las Catalinas eran barrios apartados. (Gurin, 1981: 219).8 Son barrios desplegados sobre matrices parroquiales y nomenclatura religiosa, pero ya se nota que, probablemente por efecto de ambos impulsos, el cuartel o

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barrio no coincide necesariamente con la parroquia entendida estrictamente como institucin religiosa. Obsrvese que hacia 1859, la divisin eclesistica de la ciudad asciende a la mucho menor cantidad de once parroquias: Balvanera, San Telmo, Concepcin, Montserrat, La Piedad, San Miguel, Catedral al Sud, Catedral al Norte, San Nicols, Socorro y el Pilar.9 Aquellos barrios de la ciudad aldeana quedan luego sujetos a las violentas transformaciones finiseculares, pero su configuracin institucional y urbana debe contabilizarse como un sustancial antecedente de la generacin subsiguiente.

La segunda generacin: el barrio porteo moderno


La segunda generacin se gesta al calor de la gran expansin y transformacin de Buenos Aires, en las ltimas dcadas del siglo XIX, cuyas claves son la masiva poblacin inmigrante, la construccin del Puerto, los sistemas mecnicos de transporte, la capitalizacin de la ciudad y la ampliacin de su planta englobando Flores, Belgrano y parte de San Martn.10 Mientras el antiguo municipio porteo, que llegaba hasta el arroyo Maldonado al norte, la actual calle Boedo al oeste y el Riachuelo al sur, se consolida en su rea original, se instalan nuevos tejidos sobre el ejido ampliado, agregando a la primera generacin la serie de los barrios gringos, bautizados ya no por la parroquia, sino por lugar (la Boca), por pioneros (Soldati, Luro, Devoto), por homenajes (Crespo, Urquiza) o por simple fantasa (Versalles). La variedad de bautismos va de la mano de otras distinciones. Hay barrios topogrficamente altos y bajos, residenciales y fabriles, acomodados y humildes, con servicio de tren o de tranva, de planta regular o irregular (Sabugo, 1991a). En esta segunda generacin es habitual que el barrio surja primero como territorio y que se desarrolle luego como institucin. No hay, como en la generacin colonial, aquella prescripcin de subcentros con plaza y templo; por el contrario, estos y otros equipamientos son reclamados o bien directamente concretados por los vecinos. As florecen, en las primeras dcadas del siglo, las asociaciones vecinales, las sociedades obreras, los centros de las colectividades, los clubes, las bibliotecas populares, las agrupaciones religiosas locales, y otras formas semejantes que reconstituyen la dualidad territorial-institucional que caracteriza

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al barrio.11 Entre ellas no cabe excluir a la propia parroquia, ncleo del barrio colonial, pero tambin institucin reclamada en los nuevos barrios.12 Por otra parte, si en la generacin colonial, apenas pueden encontrarse tpicamente dos delimitaciones territoriales (parroquias en cuanto al impulso autnomo y alcaldas en cuanto al impulso administrativo), en la metrpolis del siglo XX las delimitaciones administrativas se multiplican, con polgonos no coincidentes, para determinar circunscripciones electorales, distritos escolares, policiales, judiciales, hospitalarios, etctera (plano del Departamento de Obras Pblicas, 1916; Difrieri, 1981b: 197-203). Son, precisamente, productos mltiples del impulso administrativo que, por su propia divergencia y especializacin, no pueden dar lugar a desarrollos institucionales autnomos. Este florecimiento de los barrios en su segunda generacin es descripto, registrado e incluso reinventado a travs de diversas manifestaciones culturales. Un primer espectador de los barrios pobres (como lo califica Jorge Luis Borges, 1930) resulta Evaristo Carriego, que publica sus Misas herejes en 1908 (Molinos, 1997). Lo mismo se expresa en las historiografas locales, el cancionero del tango, el teatro y el periodismo.

Otras visiones del barrio porteo moderno


Con muy superiores niveles de estudio se ha trabajado sobre la segunda generacin de barrios porteos. Aunque, con frecuencia, la valoracin de estos barrios gringos es oscilante, de modo que a veces puede interpretarse que los mismos son un fenmeno histricamente concluido, y en otros casos que sus rasgos siguen siendo pertinentes para describir los barrios actuales. El clebre trabajo de historia urbana de James Scobie (1977: 258) sostiene que aun cuando en ninguna parte se define con precisin o se registra como unidad de medida, el barrio conjuntamente con su ms pequeo componente, la cuadra, fue parte integral de la formacin de la ciudad. Y en nota al prrafo anterior hace la importante salvedad de que el trmino barrio se usa en la Argentina para significar tanto el vecindario local aqu descripto, como para la unidad ms grande designada en este trabajo como suburbio.13 A continuacin sostiene que el barrio, el vecindario y la cuadra se constituyeron principalmente en la vinculacin y el contacto social entre sus habitantes. El

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vecindario poda ser, en las zonas densamente edificadas, slo una cuadra, mientras que en las zonas ms alejadas, de edificacin ms dispersa, poda incluir ms de diez cuadras (...) Slo ocasionalmente, como por ejemplo, en una zona alejada, poda determinarse el lmite preciso del vecindario. Sin embargo, sus habitantes eran conscientes del pequeo mundo del vecindario y del mbito todava ms pequeo y definido de la cuadra (dem: 259). El mismo Scobie con Aurora Ravina de Luzzi (1983: 182) vuelve sobre el tema declarando que el trmino barrio resiste una definicin precisa, principalmente porque involucra una actitud mental tanto como un rea geogrfica. Para nuestro propsito, el barrio se refiere a la pequea o inmediata vecindad formada por una o ms cuadras, pero sin seguir un modelo fijo. Constituye claramente una subunidad del suburbio, aunque escritores y polticos a menudo utilizan barrio como sinnimo de suburbio. Sobre suburbio, dice que: (...) despus de 1910 la unidad ms amplia del suburbio generalmente un pequeo pueblo con su propia plaza y foco central se convirti en el eslabn a travs del cual muchos porteos se identificaban con esta monstruosa expansin urbana (dem: 187). Una lectura que reorganice todos estos textos de Scobie permitira concluir que para este autor: (a) la unidad ms elemental es la cuadra; (b) un conjunto ms o menos extenso de cuadras, segn la densidad edilicia, configura un barrio o vecindario; (c) un conjunto de barrios o vecindarios configura un suburbio (en su terminologa); (d) que el suburbio se caracteriza por disponer de una plaza y foco central; (e) la vinculacin y contacto social se verifican a nivel de la cuadra y del barrio-vecindario. 14 Con acento en la historia social y cultural, Leandro Gutirrez y Luis Alberto Romero (1995: 11) se enfocan no exactamente en el concepto de barrio, sino en las sociedades barriales: Entre las dos guerras mundiales, esta identidad trabajadora y contestataria fue disolvindose, y progresivamente se constituy otra, que hemos caracterizado como popular, conformista y reformista (...) en el caso de Buenos Aires, la reconstruccin de identidades se oper en el marco de las nuevas sociedades barriales, producto de la expansin edilicia y del traslado hacia las sucesivas periferias urbanas de aquellos trabajadores que,

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iniciando su aventura del ascenso, podan comprar un lote en una zona despoblada e iniciar la construccin de la vivienda propia (...) estas sociedades barriales (...) fueron sociedades en construccin (...) ciertamente diferentes de las viejas barriadas obreras del centro o de la Boca (...) distantes de los lugares de trabajo (...) eran los mbitos del tiempo libre (...). Adrin Gorelik (1998: 273), en consciente dilogo con Scobie, se inclina a utilizar el concepto de dispositivo cultural: (...) el barrio suburbano moderno, como fenmeno material, social y cultural (...) no es el producto de la expansin cuantitativa de la ciudad sobre la pampa (...) la expansin produce esas pequeas comunidades fronterizas que aqu prefiero llamar vecindarios (...) en esos vecindarios se dan relaciones sociales inmediatas, producto de la necesidad y el aislamiento, relaciones privadas en un sentido clsico: las relaciones del oikos (...) El barrio, por el contrario, es su reconversin pblica, la produccin, sobre la expansin cuantitativa (...) de un territorio identitario, un dispositivo cultural mucho ms complejo en el que participa un cmulo de actores y de instituciones pblicas y privadas, articulando procesos econmicos y sociales con representaciones polticas y culturales. Se trata (...) de la aparicin de una forma sobre la indiferenciacin annima de la grilla (...) Pero (...) es pertinente para el caso de Buenos Aires la nocin de barrio? Evidentemente no, al menos si adoptamos el trmino tradicional de acuerdo con su acepcin en las viejas ciudades europeas. Ntese que el autor citado usa por momentos el compuesto barrio suburbano, y que sustenta la acepcin tradicional europea exclusivamente en las impresiones de Jean Paul Sartre en Nueva York. Pero Gorelik merece una crtica algo ms detallada, precisamente en homenaje a su formidable ensayo: a nuestro juicio, su debilidad se halla precisamente en que no relaciona las dos generaciones de barrios, como si el barrio antiguo no hubiera existido como tal, y por tanto el barrio moderno surgiera ex nihilo en el Buenos Aires que pinta Scobie. Por ello, no parece casual que, tal como admite (dem: 299), no haya estudiado (...) otra institucin indudablemente localizada, la

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Parroquia, de gran importancia en la produccin de identidades barriales en algunas reas de la ciudad, justamente porque la parroquia puede ser el eslabn sustancial de sentido histrico entre ambas pocas. 15

Definiciones y problemas: Urbanismo


Para esbozar el estado de la cuestin en torno a la idea de barrio en Buenos Aires se requiere distinguir algunas grandes corrientes argumentales e ideolgicas.16 En primer trmino, hay una serie de estudios dedicados a los aspectos propiamente fsicos de los barrios, caracterizndolos como fragmentos territoriales urbanos cuyos aspectos decisivos seran, entre otros, su posicin geogrfica, topografa, usos y funciones, infraestructura, morfologa edilicia, etctera. Se trata de productos propios de las disciplinas arquitectnicas, patrimoniales, urbansticas, geogrficas y ambientales, cuya debilidad es la minimizacin de las configuraciones culturales de las reas abordadas. As, una reciente nota de Tony Daz (2001) expresa una visin del barrio entendido no ms que como un cierto tipo de tejido urbano: Buenos Aires tiene tal vez el catlogo ms amplio de variaciones y alternativas de un mismo tipo de tejido urbano (...) Lo mejor de estas variaciones son los barrios que conservan una, dos o tres plantas, buenos rboles y aceras anchas, como se pueden encontrar en algunas reas de Belgrano, Flores y Villa Devoto, por ejemplo (...) Son una experiencia urbana nica y habra que protegerlos. Un diccionario de urbanismo define as el objeto: barrio (...) Agrupamiento social espontneo que ocupa un sector determinado y diferenciado de la ciudad y cuyos integrantes individuos y grupos menores mantienen entre s contactos frecuentes y personales. El elemento bsico que lo constituye es la vivienda estable. Estrechamente vinculadas a ella se encuentran dos manifestaciones de carcter social: la escuela primaria y el comercio diario (...) (Petroni; Kratz, 1966); definicin llamativa en esta disciplina ya que parte del aspecto social. La Oficina del Plan Regulador (MCBA-OPR, 1968: 115) declara que el examen de los lmites barriales, segn son percibidos por diferentes Asociaciones de Fomento de la Capital, y de acuerdo con los resultados de una encuesta realizada

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entre las mismas, demuestra que los lmites barriales cubren casi toda el rea de la ciudad en forma tal que es posible una clasificacin de barrios. De la encuesta surge que los habitantes tienen una percepcin definida de las formaciones barriales y que las limitan con precisin. Como resultado de este trabajo pudieron delimitarse 44 barrios, que son los mismos que los de la nomenclatura oficial, pero que no se integran en ningn gnero de grupos mayores definidos, notndose en cambio ciertas dependencias funcionales que se examinarn en otro captulo. Horacio Torres, en un estudio para el actual Plan Urbano Ambiental (1999: 43), dice que los barrios, en tanto unidades territoriales, hacen referencia fuertemente a factores histrico-tradicionales y a la percepcin de sus habitantes. Las estadsticas municipales y algunas de otras fuentes utilizan estas unidades. Esta visin de la ciudad a partir de su divisin en barrios (justificable porque su significacin es mayor en trminos polticos y de representacin que la de unidades puramente estadsticas) debe ser sin embargo matizadas por consideraciones relativas a su homogeneidad interna. Como se advierte, en estas aproximaciones urbansticas parece aceptarse la carga perceptiva, poltica e identitaria de los barrios, pero a la vez se objeta su heterogeneidad social, edilicia y/o funcional, lo que conduce a la eleccin de otras reas de planeamiento. En los textos del reciente Modelo Territorial del Plan Urbano Ambiental (2000) directamente no se halla el trmino barrio.

Normativa urbana
El texto vigente del Cdigo de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires (Ley 449, 2000) contiene acepciones diversas del trmino barrio, siempre dentro de un sentido geogrfico, denominando distritos o subdistritos de planeamiento, sin adoptar una significacin unvoca. Por ejemplo, dentro del distrito U3 se distinguen (...) los siguientes barrios: Barrios Tellier-Liniers (...) Barrio Nazca (...) Barrio Varela-Bonorino, Barrio Emilio Mitre, Barrio Segurola, Barrio Versailles. En otros casos, algunos barrios son caracterizados como reas de proteccin histrica. As, el APH 16 involucra el barrio La Colonia (Cachi, Digenes Taborda, Jos Cortejarena, Andrs Ferreyra), y la APH 24 el barrio Los Andes (Guzmn, Concepcin Arenal, Rodney y Leiva). La oscilacin terminolgica no es exclusiva de las ordenanzas. Las

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investigadoras Ren Dunowicz y Teresa Boselli (1995) titulan un trabajo La conservacin y apropiacin del barrio por sus habitantes, referido a los (...) grandes conjuntos habitacionales realizados por el Estado en los ltimos veinte aos. Por fin, cabe sealar que los 46 barrios de la ciudad fueron formalizados oficialmente por las Ordenanzas 23.698 (1968) y 26.607 (1972), ambas en regmenes de facto. Recientemente se incorpor a aqullos Puerto Madero. Pero tales ordenanzas, simplemente enunciativas, no proporcionaron una definicin del barrio, ni generaron consecuencias operativas.

Estudios histrico-culturales
Por otra cuerda corren las investigaciones orientadas a los aspectos humanos de los barrios, focalizadas en las expresiones culturales e institucionales de las comunidades urbanas, con relativa independencia de sus escenarios fsicos. As, se han producido significativos resultados desde los estudios demogrficos, sociolgicos e histrico-culturales. Simtricamente, esta vertiente corre el riesgo de dejar en segundo plano la incidencia especfica de las dimensiones fsicas y ambientales. Algunos trabajos de este conjunto se han mencionado ms arriba a propsito de las sociedades barriales. Aqu caben las historiografas urbanas locales, ltimamente apoyadas con tcnicas de historia oral, de fuerte relacin con las actividades de las Juntas Histricas de los barrios. Su ms importante coleccin son los Cuadernos de Buenos Aires, si bien existen otras series significativas, alguna prensa local y algunos minuciosos trabajos de recopilacin (Cutolo, 1996). En este campo son registrados los fenmenos fsicos y culturales, pero derivan ms de un proceso de acumulacin y yuxtaposicin que de una metodologa de integracin de ambos grupos de fenmenos. Es lo que Gorelik (op. cit.: 274) califica como bibliografa barrial memorialista, de la que tiene la gentileza de eximirnos. Tal vez la aproximacin de mayor alcance se halle en el trabajo de Ariel Gravano (1995: 258), que presenta contextos de formulacin apropiados para la construccin de una teora del barrio. Para ello propone tomar en cuenta (...) en principio, al barrio como: 1) espacio de la reproduccin social material; 2) referente de identidades sociales distintivas; 3) representacin simblica dentro de la vida urbana.

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En el marco de las actividades de trabajo social, tambin se define al barrio en forma compleja, por va social, sociolgica, fsica y administrativa (AnderEgg, 1995).

Barrio y tango
Difcilmente se pueda sobrestimar la carga imaginaria aportada a la idea de barrio por el cancionero popular, y por el tango en particular.17 El tango distingue al barrio como contrafigura del centro, ante todo ticamente, porque frente a la inocencia del barrio, el centro corrompe: (...) te conquistaron con plata/ y al trote viniste al centro/ algo tenas adentro/ que te hizo meter la pata (Enrique Maroni y Luis Cassaravilla Sierra, Tortazos, 1929). El centro es materialista, competitivo, el barrio tiene (...) el alma inquieta de un gorrin sentimental (Le Pera y Battistella, Meloda de arrabal, 1932), Los cien barrios porteos (presentacin de Alberto Castillo, por Carlos A. Petit, 1945) estn (...) metidos en mi corazn. El barrio en el tango es reiteradamente paisajstico: (...) viejo barrio de mi ensueo, / el de ranchitos iguales (Navarrine, Barrio reo, 1927); Un pedazo de barrio, / all en Pompeya, / durmindose al costado, / del terrapln (Manzi, Barrio de tango, 1942); Decime / si conocs la armona / la dulce policroma / de las tardes de arrabal (Celedonio Flores, Muchacho, 1924). Con frecuencia, el barrio es irrecuperablemente pasado, paraso perdido: Me da pena verte/ hoy, barrio de Flores (...) Mi barrio no es ste, cambi de lugar (Enrique Gaudino, San Jos de Flores, 1935); (...) dnde estar mi arrabal? (Ctulo Castillo, Tinta roja, 1941); Mi barrio fue mi gente que no est / las cosas que ya nunca volvern (...) (Eladia Blzquez, El corazn mirando al sur, 1975). Es inseparable del imaginario del barrio esta percepcin reiteradamente nostlgica, aquello que ya no queda? En tal caso cmo podran prosperar determinadas recreaciones de sus formas fsicas o institucionales sobre un soporte imaginario renuente u hostil a las novedades?

El barrio sentimental
En esta parte presentamos algunas decisivas aportaciones del ensayo, la crnica, la narrativa, la poesa.18 Borges (1930: 130) se ocupa del trmino mismo de

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barrio en contraposicin a la voz suburbio: Carriego, que public en mil novecientos ocho El alma del suburbio, dej en mil novecientos doce los materiales de La cancin del barrio. Este segundo ttulo es mejor en limitacin y en veracidad que el primero. Cancin es de una intencin ms lcida que alma, suburbio es una titulacin recelosa, un aspaviento de hombre que tiene miedo de perder el ltimo tren. Nadie nos ha informado Vivo en el suburbio de Tal; todos prefieren avisar en qu barrio. Esa alusin al barrio no es menos ntima, servicial y unidora en la parroquia de La Piedad que en Saavedra. La distincin es pertinente: el manejo de palabras de lejana para elucidar las cosas de esta repblica, deriva de una propensin a rastrearnos barbarie.19 Alberto Mario Salas (1955: 69) dice que los barrios (...) son, concretamente, el lugar en que naci el hombre, el nombre que se recuerda con fruicin, con el amor que siempre se entrega a un mbito de pocas cuadras, llenas de referencias, de conocimientos profundos y bien pormenorizados. Y destaca el peso identitario de la toponimia: No tienen fronteras definidas, ni siquiera de silbidos, por lo menos de manera aparente, pero subsiste, a pesar de la continuidad que ha logrado ahora la ciudad, la validez toponmica que separa la Boca de Barracas, a Palermo de Villa Crespo, a Liniers de Villa Luro, Chacarita de Villa Urquiza, a Coghlan de Belgrano. Son regiones presididas por una historia breve, ya casi sin recuerdo o en manos de eruditos, pero subconsciente, como forma particular del orgullo. Agudamente Borges (Abs, 2000) declara que basta el examen de un lbum de fotografas de Buenos Aires, por bien ejecutado que est, para llegar a la conclusin, acaso un tanto melanclica, de que las calles y barrios de nuestra bien amada ciudad se diferencian menos por lo que son, que por la imagen que nos han legado los aos. As sucede, por ejemplo, con el Barrio Norte: Distradamente lo reducimos a las nobles y a veces vanidosas mansiones que edificaron algunos caballeros nostlgicos para jugar a estar en Pars; distradamente no vemos los departamentos, los comercios, las casas viejas, los conventillos y los paredones del ferrocarril, o con Montserrat: Qu es Montserrat? Qu es ese barrio viejo de Buenos Aires del que ahora soy vecino? Es, ante todo, una memoria de las cosas que fueron. Rododlfo Kusch (1966: 57-63) hace su decisiva objecin a la cartografa: La ciudad del plano dice Kusch no nos convence, porque no es verdadera.

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Verdadero es lo que queremos u odiamos (...) la prueba est en que cuando tenemos un plano a mano, enseguida tratamos de localizar nuestro barrio, nuestra casa o la plaza ms cercana, mientras decimos, con aire triunfal, aqu vivo (...) volvemos, en suma, al lugar de donde venimos. Y qu lugar es ste? Pues nuestra casa, con su viejita, su huerta, el perro, y, ms all, el barrio con las cuatro calles que nos son familiares. Es el lugar donde nos quieren, y donde queremos tambin nosotros. El mismo autor formula un imaginario en el que el barrio ocupa la faceta del regreso: Habr una ciudad para cada momento, una para la ida, y otra ciudad para la vuelta? La primera es la Buenos Aires que nos hace salir de casa, es la ciudad de los otros hecha por stos, los que mueven los bancos, capitales, los coches, los que corren, suben, bajan por las calles y dan un pisotn sin saludar y sin disculparse. Es en suma la ciudad del plano, el manchn poligonal con estras coloradas y blancas en donde de nada vale decir aqu vivo y sealar un punto que al fin y al cabo no existe. Todo esto no es pam sino palos otros y esa ciudad nadie la controla, ni la atrapa sino que apenas se la dibuja (...) La otra es la ciudad de vuelta, que es as porque es pami, como una ciudad sabia, con sus rincones entraables y vibrantes, en la que lloramos o remos. Que ni ciudad es, sino esas cuatro cuadras que uno siempre recorre, con algunas verjas y casas tpicas y con las cosas que juntamos, esas que son sagradas pam, que mantienen el nexo y el sentido de mi vida, y en las que ponemos el ojo cuando las cosas andan mal afuera. Y todo esto agrupado simblicamente en torno de la viejita. Por qu? Porque, qu es un barrio al fin de cuentas? Pues algn potrero donde comamos finucho o patebamos la pelota y la vieja nos llamaba a comer. Es el lugar de nacimiento donde an vive la madre y donde se come(subrayado nuestro).20 En un poema de Anbal Troilo (Nocturno a mi barrio, cit. Ferrer, 1999), reaparece ese barrio como sitio de vuelta: Mi barrio era as, as, as / Es decir, qu s yo si era as. / Pero yo me lo acuerdo as (...) Alguien dijo una vez / que yo me fui de mi barrio. / Cundo, pero cundo? / Si siempre estoy llegando. / Y si una vez me olvid, / las estrellas de la esquina / de la casa de mi vieja / titilando como si fueran manos amigas / me dijeron: Gordo, quedate aqu, / quedate aqu, quedate aqu. La misma posicin del barrio como sitio del regreso se evidencia en algn cancionero de rock y blues: Volv al barrio / es ms

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lindo. / Volv al barrio / en el Cinco (Memphis la Blusera, Sopa de Letras, cit. Sabugo, 1989). Rubn Derlis (2000: 13), poeta y cronista urbano de Boedo, apuesta al mito como fundamento ltimo de la singularidad de los barrios, minimizando algunos lugares comunes: (...) no se me pregunte por qu el habitante de este barrio se comporta de la manera que seal oportunamente (...) lo cierto es que potreros, pelota de trapo, cine a la siesta y rbol confidente hubo en todos los barrios, as que nada de esto por s solo puede ser. Si debiera arriesgar una respuesta por ese algo ms, me inclino por el mito. Ms adelante vuelve, en modo memorialista, sobre la cuestin de la extensin y el lmite: Cuando ramos chicos muy otra era la nocin de barrio: ste tena apenas la dimensin que le fijaban los lmites de nuestras correras, a lo sumo dos cuadras a la redonda del eje desde el cual irradibamos nuestro dominio (...) As, barrio era la calle donde vivamos, por lo tanto Agrelo era el nuestro y esto no se discuta (...) ubicados en la esquina de Maza y Agrelo, el lmite este era Loria (dos cuadras), el oeste Boedo (una), hacia el sur Independencia (tambin dos) porque en ese trayecto no haba barras hostiles, ya que la de la calle Mxico era aliada contra las frecuente invasiones de las de Venezuela, calle con la que fijamos el mojn norte en una cuadra (...) (dem: 71). En esas infantiles dos cuadras a la redonda de Derlis, como en las cuatro cuadras de Kusch y la pequea vecindad de Scobie, aparece recurrentemente una idea del barrio fsicamente mnima, que en el lmite se reduce a una esquina, y que culturalmente deriva a lo sentimental y psicolgico, antes que a lo institucional.

Barrio y comuna: un debate actual


El destino de la ciudad de Buenos Aires ha sido frecuentemente relacionado con su articulacin a escala metropolitana y con la reforma de su estatus institucional. En este plano, luego de la autonoma lograda en la reforma constitucional de 1994, aparece la cuestin de su descentralizacin interna, a su vez sancionada en la Constitucin local de 1996, bajo la forma de las comunas. Es en el marco del actual debate acerca de la configuracin territorial e institucional de esas futuras comunas que aparece el concepto del barrio,

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generando una divisoria entre quienes lo valoran o descartan como matriz de tales distritos. La Constitucin de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires (1996), en su Captulo sexto, artculo 32, (...) garantiza la preservacin, recuperacin y difusin del patrimonio cultural, cualquiera sea su rgimen jurdico y titularidad, la memoria y la historia de la ciudad y sus barrios. Es el nico prrafo constitucional en que aparece la voz barrio. El mandato (que debera haberse cumplido en 2001) deriva de la Constitucin local en su art. 127: Las Comunas son unidades de gestin poltica y administrativa con competencia territorial. Una ley sancionada con mayora de dos tercios del total de la Legislatura establece su organizacin y competencia, preservando la unidad poltica y presupuestaria y el inters general de la Ciudad y su gobierno. Esa ley establece unidades territoriales descentralizadas, cuya delimitacin debe garantizar el equilibrio demogrfico y considerar aspectos urbansticos, econmicos, sociales y culturales. Para determinar tales unidades, segn Mara Ignacia Graham y Walter Morroni (1998), (...) la unidad ideal es el barrio (...) por tener un registro ms cercano a la comunidad, que propicia y facilita una real participacin, habida cuenta de que el ciudadano comn no tiene la obligacin de manejar tecnicismos diversos.21 Poggiese (2000) sostiene que la creacin de las comunas requiere tres componentes: identidad cultural de lo local, economa propia del territorio, y prctica cogestiva de las decisiones: En primer lugar tiene que haber un acuerdo asociativo sociocultural que pudiese influir en la formacin de nuevas identidades en torno a cada comuna. Despus, y sucesivamente, pasar por la definicin de densidades, lmite fsico, lmite electoral y otros procesos tcnicos necesarios e ineludibles. En el sentido de los dos impulsos, este autor pone por delante la construccin institucional por sobre la determinacin territorial. En tono semejante Sabugo (1999): Los barrios, por su parte, si bien carecen de funciones especficas, representan culturalmente las identidades ciudadanas. Los vecinos se reconocen a s mismos en los barrios; y no sucede lo mismo con las circunscripciones. Si se desea que las comunas sean socialmente consistentes, animadas por un sentimiento de pertenencia comunitaria y territorial, la matriz barrial parece la ms aconsejable, y se deberan establecer sus reas por agrupacin de barrios contiguos con simpata geogrfica, histrica y cultural.

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Es posible afirmar que la delimitacin de los 47 barrios, segn enunciaron las ordenanzas ya citadas, es reconocida como vlida por la poblacin en mucha mayor medida que los otros distritos urbanos. Conviene no olvidar la frustrada reforma del intendente de facto Del Cioppo, que en diciembre de 1982 emiti una ordenanza fijando 149 nuevos barrios, subdividiendo muchos de los anteriores e introduciendo una nueva nomenclatura. Grandes protestas en barrios y en los medios de comunicacin condujeron a la anulacin de la reforma. Posicin contraria a los barrios sostiene Marcelo Escolar (1996), que identifica el barrio con la categora ms general de comunidad local, criticando un (...) discurso de corte localista que encontraba en las nociones de arraigo, vecindad, comunidad de intereses y relativa homogeneidad social y cultural, el punto de partida para la afirmacin de la persistencia contempornea de esos atributos premodernos en mbitos geogrficos de caractersticas urbanas, en los cuales se afirmaba poda verificarse la implantacin de grupos constituidos en verdaderas comunidades locales. De ah que crea ver una fabricacin de identidades como resultado de una mera creencia sociogeogrfica la comunidad local, una propuesta poltica el gobierno y la administracin local y una doctrina la descentralizacin. Objeciones semejantes formula Lacarrieu, al analizar varios proyectos de ley de comunas, recomendando superar (...) la clsica, pero tambin a esta altura perimida, conceptualizacin acerca de pensar el barrio como la unidad menos conflictiva y ms homognea (...) convirtiendo a ste en una unidad de identidad en la que no cabra la posibilidad de conflicto y disputa siempre presente. Algunos de los proyectos presentados plantean comunas definidas a partir de barrios y/o entidades con identidad histrica y cultural (...) Esta concepcin de identidad barrial, local, social focaliza su atencin en cierto esencialismo, que presupone la existencia de diferentes zonas o culturas de donde emergen rasgos o pautas que la definen homogneamente en cuanto a su personalidad. Como hemos podido observar en experiencias concretas de los CGP (...) los vecinos y/o representantes de asociaciones vecinales no necesariamente se identifican con el barrio al que se supone pertenecen por naturalidad, apropindose en mltiples casos de pequeas parcelas geogrficas

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tendencialmente cambiantes, ms constituidas desde lo social y cultural en trminos conflictivos que desde lo fsico (...). Este debate no es del todo comprensible sin advertir que, probablemente, un abandono de la matriz de los barrios llevara a adoptar la matriz alternativa de las circunscripciones electorales respecto a la cual los adversarios tericos del barrio no parecen emplear una equivalente agudeza crtica, al punto que apenas la mencionan. Es posible que el ncleo ltimo del debate se refiera, en el agitado marco de la contemporaneidad metropolitana, a la supervivencia o transfiguracin de las instituciones vecinales, esto es, las que estn basadas en la proximidad geogrfica. Su contrario seran las instituciones culturales, religiosas o polticas que renen a sus integrantes ya no por cercana fsica sino por influjo de alguna creencia compartida, las que seran, en trminos de nuestra hiptesis, instituciones con culto pero sin territorio.

Conclusiones: apenas un territorio


A nuestro juicio, la hiptesis dual de territorio e institucin, parece seguir siendo productiva para generar descripciones, valoraciones y operaciones en torno a la cuestin del barrio. El carcter dual del concepto barrio, territorial e institucional, que en autores como Scobie es causa de la dificultad para precisar el concepto, a nuestro juicio es razonablemente manejable en el contexto de la construccin de una teora del barrio. Asimismo hemos destacado un esquema terico adicional, que enuncia dos impulsos en la constitucin de los barrios, que actan por combinacin o por confrontacin. El impulso autnomo (o comunal) tiende a desarrollar la institucionalidad del barrio, su faceta ciudadana, antes o despus de su conformacin territorial, adoptando mtodos propios de la poltica. Sus actores naturales son los ciudadanos e instituciones locales. En este caso, el barrio tiende a ser concebido como uno de los miembros o ncleos componentes de la ciudad, que no puede engendrarse sin ellos. La ciudad es as resultado de un proceso de asociacin o federacin de barrios. El impulso administrativo (o municipal) tiende a determinar un territorio, cuya poblacin queda implicada en un sentido cuantitativo, diramos que simplemente

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censada, para lo cual se recurre a procedimientos de carcter tcnico. En este impulso, cuyo actor natural es el gobierno local, el barrio tiende a ser concebido como una parte o fragmento, esto es, como resultado de una divisin de la totalidad urbana. En trminos de la historia local de Buenos Aires es perceptible que la primera generacin del barrio colonial, aunque requiere ms investigacin orientada a su desarrollo y continuidades con el barrio moderno, parece derivarse de un doble impulso relativamente equilibrado. En cuanto a la segunda generacin, es de amplia coincidencia que predomina la secuencia territorioinstituciones. Paralelamente, queda por ver cul sera la continuidad o discontinuidad entre ese segundo barrio moderno y el barrio actual, en otras palabras, si habra o no una distinta tercera generacin de barrios de Buenos Aires. Para esto, convendr comparar stas y aquellas instituciones y, paralelamente, stos y aquellos tejidos y estructuras urbanas. 22 No del todo ajeno a dicho aporte es el conjunto de imaginarios sentimentales debidos al ensayo, la poesa y el relato. Aqu, el barrio representa el abrigo de lo privado, lo identitario, la vuelta a lo conocido, al pami (Kusch). Inversamente, el Centro (o ms precisamente, aquella parte de la ciudad que no es barrio) tendra que ver con la intemperie de lo pblico, el anonimato, la ida hacia lo desconocido, el pa los otros. En estos singulares imaginarios, el barrio pasa a ser una institucin poco ms que lrica o psicolgica, y su territorio respectivo se reduce a la ntima escala de las cuatro cuadras kuschianas. Si por fin distinguimos la situacin y los problemas de la idea del barrio en las distintas gestiones y disciplinas, es posible observar que: La historia cultural y las ciencias sociales lo abordan sin demasiado problema en su doble faz territorial e institucional. Los barrios son relevantes y aceptados en los escenarios y programas de accin acadmica y cultural, educativa, turstica, etctera. Los barrios son tambin tenidos en cuenta en el contexto de las futuras instancias de descentralizacin y diseo de comunas urbanas, pero es de arriesgado pronstico el papel que se les reconocer finalmente, dado su yuxtaposicin con otras configuraciones distritales y en vista de que su

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valoracin est sujeta a un agudo debate, en el cual sus atributos identitarios no siempre se admiten como autnticos ni fructferos. Los barrios tienen un peso llamativamente bajo en los contextos de normativa, gestin y planeamiento urbano, al punto que en sus formulaciones no es fcil comprobar el uso del trmino. En este contexto, de talante tcnico y administrativo, el barrio es apenas un territorio, y si bien se le reconoce algn carcter institucional, no se sacan de ello consecuencias operativas ulteriores.

Notas
1

Investigamos la cuestin de los barrios porteos en el proyecto Ubacyt AA21 (2000)

Los barrios: configuracin histrica, institucional y urbana, con Rafael Iglesia, Rodolfo Giunta, Rita Molinos e Ileana Versace; y en el Ubacyt A009 (2001, dir. Roberto Doberti) Formas espaciales, lgicas significativas y tcnicas de produccin. Asimismo, desde 2000, en el Curso Superior de Historia y Crtica de Arquitectura y Urbanismo (CEHCAU), posgrado de la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo (UBA) dictamos el Mdulo Barrios de Buenos Aires: configuracin histrica, institucional, urbana y ambiental.
2 3

Postulaciones vinculadas con la Declaracin de San Juan y Boedo (AA.VV., 1983). Tradicional formulacin del tema en Fustel de Coulanges (1864), actualizada en obras Se emplea este tipo de indicadores en Sabugo (1999). La voz comuna (latn communis), lo mismo que ayuntamiento (latn jungere, juntar),

recientes de Morse (1975) o Eggers-Lan (1987).


4 5

se refiere a lo gregario o comunitario. Municipio (latn municipium, compuesto de munere oficio, tarea, y capere tomar) se vincula con la recaudacin impositiva (Corominas, 1991).
6

Con el mismo sentido, la milonga de Borges (1965): (...) un balazo lo tumb / en Regio, o ms precisamente regio urbis, se traduce como barrio de una ciudad, vicus

Thames y Triunvirato; / se mud a un barrio vecino: / el de la Quinta del ato.


7

como barrio de una ciudad, pero tambin como calle y como aldea, lugar, pueblo (Spes). De aquella regio parece provenir el actual rione (pl. rioni) romano.
8

El promedio sera de 2138 personas por barrio o cuartel.

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Posteriormente, la Curia tiende a adecuar sus dispositivos a la extensin y densificacin Sobre inmigracin y barrio, vanse anteriores trabajos de Rita Molinos (1999, 2000) Sobre los clubes de ftbol y el rol de las canchas en la ciudad, vase Sabugo (1984). Caso tpico es la reclamacin en San Cristbal al Sur, posteriormente barrio de Parque

urbana. De tal manera, en la actualidad las parroquias porteas son ms de 170.


10

y su texto en este mismo volumen.


11 12

Patricios, que obtiene la parroquia en 1907 y la edificacin del templo en 1925. Pero su dedicacin a San Antonio de Padua evidencia en la nomenclatura la nueva distancia entre barrio y parroquia (Llanes, 1974).
13

Ttulo original en ingls: Buenos Aires. Plaza to suburb, traducido como Buenos El matiz singular de la idea de suburbio en contexto norteamericano se evidencia en

Aires. Del centro a los barrios.


14

pensadores como Lewis Mumford, que si bien toma nota de la concepcin de barrio parisino segn Chombart de Lauwe, est dominado por la experiencia del suburbio yanqui, relativamente ajeno a lo urbano propiamente dicho, sea por hallarse en extramuros, sea por su desentendimiento institucional. As lo expresa al reconocer que (...) el primitivo suburbio romntico (...) [se trataba] tambin de una evasin de la responsabilidad cvica y de la previsin municipal (Mumford, 1961: 652).
15

En el contexto de esta poca, en este trabajo vase Anexo II: Los barrios-repblica Vasto y ordenado relevamiento de los enfoques disciplinarios que convergeran en Para esta parte se extrajeron las letras de Romano (1994) y Russo (2000). Vase en este mismo volumen el texto de Rafael Iglesia, Dos miradas barriales: Borges se refiere aqu exclusivamente a los trminos empleados en los ttulos. Revisando

de Soiza Reilly.
16

una teora del barrio en Gravano (1995).


17 18

Borges, Martnez Estrada.


19

por nuestra cuenta esos dos textos completos de Carriego, se advierte que en el primero usa 10 veces barrio y 5 suburbio, en el segundo 6 veces barrio y ninguna suburbio.
20

La idea del barrio como sitio de regreso se relaciona, pasando a otro contexto cultural,

con las indicaciones de Pierre Mayol (1999) para quien el barrio es un dispositivo prctico que vincula el espacio ntimo de la vivienda con la ciudad y, por extensin, el

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mundo.
21

Los autores citan las proposiciones del grupo Buenos Aires Viva en cuanto a asumir Curioso intrngulis en torno al imaginario de centro y barrio es desatado, a mediados

(...) un punto de partida real, los barrios actuales.


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de 1971, por el estreno, en el cine pera, de la pelcula La valija, dirigida por Enrique Carreras y protagonizada por Luis Sandrini. Luego de un semana de exhibicin, estalla un escndalo apenas se descubre que no se ha proyectado el mismo final en el centro que en los barrios. La valija relata la vida de un matrimonio cuya rutina es interrumpida por el adulterio de la esposa. Ante el engao, el marido hace la valija y se va de la casa para nunca regresar. Este es el final serio, dramtico, para los que van al pera; en los cines de barrios, suburbios e interior, cuando Sandrini ya est haciendo la valija, de improviso despierta y descubre aliviado que su mujer es fiel y todo ha sido una mala pesadilla. El productor Atilio Mentasti reconoce que, de los dos finales, el primero es ms autntico; el dolor no desaparece as noms; hay que dejar pasar un tiempo. El otro final est adecuado a la gente de barrio, que no tiene servicio domstico y sale a divertirse. El episodio demuestra que en aquella ciudad de 1971 todava hay una diversidad cultural que se corresponde geogrficamente con la distincin centro-barrios (Sabugo, 2002).

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Anexo I Mario Sabugo

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Anexo I

En busca del barrio tico


Aqu damos cuenta de algunas exploraciones en torno a los antecedentes o paralelos de la idea de barrio en el contexto de la Atenas antigua, tratando de identificar algo que se pueda entender en trminos institucionales y territoriales como un barrio ateniense o ms precisamente un barrio tico.1 Este tema merece tratarse partiendo de las cruciales transformaciones impulsadas por Clstenes en Atenas alrededor de los aos 508-507 a.C., que se basan en el procedimiento de la distribucin territorial de los ciudadanos y sus instituciones (Engels, 1884). Entonces se suprimen las antiguas cuatro tribus jnicas del tica, creando, en su lugar, (...) diez tribus, cada una de las cuales agrupa, como antes, tres trittyes, pero entre las que se distribuyen en adelante todos los demos del tica (...) renen habitantes de un mismo territorio y no a parientes de la misma sangre como los gene y las fratras (...) cada una de las diez tribus recientemente formadas realiza la amalgama de las tres partes entre las cuales estaba hasta entonces dividida la ciudad. En efecto, de las tres trittyes que comprende una tribu, la primera tiene que pertenecer necesariamente a la regin costera, la segunda al interior del pas y la tercera a la regin urbana y a su territorio circundante. Cada tribu realiza de este modo la mezcla de las poblaciones,

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los territorios, de los tipos de actividades, de que se compone la ciudad (Vernant, 78). Segn Eggers Lan (26): (...) Clstenes dividi el pas en treinta partes, segn dmoi: diez en torno de la ciudad de Atenas, diez en torno de la costa y diez en el interior. A estas partes las llam trittyes, y por sorteo asign tres trittyes (una por cada regin) a cada tribu. En resumen, se habran establecido diez nuevas tribus, y para cada una de estas, tres demos- tritas. A la vez, en cada una de las tres regiones hay un demo-trita de cada una de las diez tribus. Aristteles toma las medidas de Clstenes como referencia para sus recomendaciones institucionales de que (...) deben crearse ms tribus diferentes, los ritos de los cultos particulares hay que reducirlos a unos cuantos y comunes (...) y todo debe disponerse hbilmente para que se mezclen al mximo todos entre s, y vayan rompindose los vnculos anteriores (Aristteles, La Poltica, V. 6). Luego de las reformas de Clstenes, el ciudadano debe tomar su apellido ya no solamente del nombre del padre, sino adems del demo en que vive. As, al ser acusado, se identifica a Scrates como hijo de Sofronisco, del demo de Alopeco (Eggers Lan, 57). Yo soy Estrepsades, hijo de Fidn, del demos de Cicina, declara un personaje de Las nubes, de Aristfanes (cit. Sabugo, 1989). Fustel observa que la formacin del ejrcito griego de Maratn clasifica a los ciudadanos por tribus y por demos. As parece delinearse una idea de demo que, con las debidas reservas, puede aproximarse a un hipottico barrio tico. Pero el demo es anterior a la polis clsica. Vernant (23) lo remite a los tiempos micnicos, en los cuales hay dos regmenes de propiedad de la tierra, uno palaciego y cortesano, otro de la aldea o demo . El demo clsico, urbano o rural, podra resultar una trasposicin de ese arcaico demo aldeano. Tambin anteriores a Clstenes son las 48 naucrarias, circunscripciones territoriales ticas, doce por cada tribu antigua, que deban hacer un tributo militar de nave y dos soldados de caballera por distrito. Eggers Lan (25) destaca que Iscrates contemporneo de Platn considerara meritoria la divisin de la polis y el pas, respectivamente, en barrios (kmai) y distritos (dmoi). Este fragmento origina varias dificultades, porque parece separar territorialmente ambos trminos, e incluso por la propia voz kmai, que

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en algunos contextos se interpreta como villorrio o aldea rural, y que Eggers traduce sin ms como barrio. Siendo la antigua tribu una institucin nobiliaria y religiosa, Clstenes se cuida de que las nuevas no se vieran desprovistas de un culto propio. Por ello, como lo refiere Rykwert, se dirige al orculo de Delfos con una lista tentativa de cien divinidades y hroes populares a fin de que la Pitia elija diez para las nuevas tribus. Son los que Pausanias (26) ve cerca del Buleuterio, a saber Hipotoonte, Antoco, Ayax, Leos, Erecteo, Egeo, Eneo, Acamante, Ccrope y Pandin, y otros tres ms recientes: Atalo de Misia, Ptolomeo de Egipto, y Adriano, el emperador romano. El demo mismo llega a personificarse en figuras de culto. Pausanias, que visita tica en el siglo II d.C., ve imgenes de Demo en El Pireo y en el gora de Atenas, e incluso menciona el culto de Afrodita, Pandemo, de origen teseico. A propsito de tal mtica federalizacin del tica por Teseo, que disuelve los doce gobiernos locales preexistentes, generando por unin de demos una nueva polis unificada e instituyendo el culto de Afrodita Pandemo, observa Robert Graves que tales reformas (...) son propaganda del siglo V, inventadas probablemente por Clstenes (...) (436). El mito de la federalizacin teseica se asemeja a la hiptesis del sinoiquismo, segn la cual la gnesis de la polis deriva de la afluencia de diversas aldeas a una ciudad fuerte (Burckhardt, cit. Eggers Lan). Para Eggers Lan (23) (...) este sinoiquismo signific que Atenas redujo las comunidades ticas de pleis a dmoi (...). Lo mismo dice Fustel (166): Entonces apareci Teseo, heredero de los Cecrpidas. Todas las tradiciones estn acordes en afirmar que reuni los doce grupos en una ciudad. En efecto, logr que todo el tica adoptase el culto de Atenea Polias (...) Antes, cada burgo tena su fuego sagrado y su pritaneo. Teseo quiso que el pritaneo de Atenas fuese el centro religioso de todo el tica. La hiptesis del sinoiquismo es relativizada por Eggers Lan (22): (...) no se trata, por supuesto, de que no haya habido sinoiquismo o sinoiqua (reunin de oikai, familias o clanes), ni amurallamiento, sino de que ambas son condiciones generalmente necesarias no forzosas pero no suficientes; y por Rykwert (18): (...) hay dudas acerca de las doce ciudades que uni Teseo, pues la synoika significaba de hecho una destruccin, siquiera nominal, de las

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ciudades por separado, y de esa forma la entendan los griegos, de forma que perdan de hecho su identidad. La cuestin del sinoiquismo prefigura una discusin permanente: si la ciudad se forma por agregacin de barrios, o si los barrios derivan de una subdivisin de aquella; como si nos refiriramos, por ejemplo, al papel de nuestros Flores y Belgrano, municipios anexados y reducidos a barrios luego de 1880. Y se opone a la explicacin del sinoiquismo el argumento aristotlico acerca de la parte que no puede preceder al todo orgnico que la contiene. Evidencias de sectorizacin urbana asimilables a alguna especie de barrio tico aparecen en el relato de Pausanias (15) cuando afirma que El Pireo era un demo desde antiguo, aunque no siempre un puerto. Lavedan (133) grafica El Pireo permitiendo ver algunos sectores como Munichia, Asty y Akt; pero no hay datos para relacionar esos sitios con la idea de barrio o de demo. En la propia Atenas, Pausanias (21) se refiere al Cermico, zona de alfareros, la que rodea al gora clsica, organizada en tiempos solonianos. Pero no califica esta zona como un demo (Poete, 206; Miravet, 6). De origen arqueolgico (Miravet, 4) es la caracterizacin de la acrpolis ateniense como un centro primeramente palacial, y posteriormente religioso, mientras que (...) en los pequeos valles que separan las colinas alrededor de la acrpolis, los hallazgos de tumbas son testimonio de la existencia de pequeas comunidades que vivan dispersas por el territorio, podramos aqu vislumbrar un posible antecedente de los demos urbanos en tal ciudad baja. A nivel regional, Pausanias (98, 101, 103, 113) menciona diversos demos del tica: Prospalta, Prasias, Cfale, Lampiras, Fla, Ptamos, Mirrinunte, Atmonia, Acarnas y Halinunte. Adems Braurn, Ramnunte, Nmesis, Laciadas y Maratn. Fuera del campo tico, Morini y Lavedan han reconocido barrios (quartieri) en otras ciudades helnicas como Siracusa, Delos y Turi, aunque tampoco los mencionan como demos. Diversos autores, antiguos y modernos, reconociendo a Hipodamo de Mileto como planificador y estudioso de la poltica y la sociedad, sealan que sus planteos urbanos no son novedosos por su geometra sino por su divisin zonal conforme a las distintas clases de habitantes (guerreros, labradores, artesanos) y el tipo de tenencia de la tierra (sagrada, pblica o privada). As lo refiere

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Aristteles (La Poltica, 98). Pero no hay all una incmoda contradiccin con los propsitos de Clstenes y los reformadores populares? Si para ellos se trataba de que las nuevas tribus mezclaran las poblaciones, los territorios y las actividades de la ciudad, no proceda entonces Hipodamo de modo reaccionario, reinstalando heterogeneidades urbanas en una polis que no reconoca otras identidades que la paternidad y el domicilio? Cabe entrever en resumen que un hipottico barrio tico puede acercarse a los que diversas fuentes mencionan como demo, pero se hace necesario entender que tal demo ha sido una forma distrital tanto urbana como rural, cuyos antecedentes se remontan a la aldea micnica y las naucrarias. Otro trmino cercano, que cabe asimismo tener en cuenta, es kmai (Eggers Lan), aunque mucho menos frecuente en los textos consultados. En cuanto a lo territorial, encontramos muy escasas referencias acerca de las delimitaciones geogrficas de los demo, las que articuladas con sus rasgos institucionales, nos hubieran permitido demostrar en los mismos nuestra hipottica estructura de lo ciudadano y lo urbano como doble cara de la idea de barrio. Y en fin, si por sta u otras vas de estudio pudiramos justificar definitivamente la traduccin de demo como barrio, entonces podramos interpretar la democracia tambin como gobierno de los barrios.

Nota
1

Puesto que lo ms preciso es hacer corresponder la institucin de la polis ateniense no

con la estricta geografa de la urbe (asty) sino con todo el territorio de la regin tica.

Bibliografa
-Aristteles, Constitucin de los atenienses, Madrid, Gredos, 1995 (Introducciones, traducciones y notas de Manuela Garca Valds). -Aristteles, La Poltica, ed. Carlos Garca Gual, Aurelio Prez Jimnez, Editora Nacional,

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Madrid, 1981. -Eggers Lan, Conrado, El Critn y la plis ateniense, ensayo preliminar en Platn, Critn, Buenos Aires, Eudeba, 1987. -Engels, Federico, El origen de la familia, de la propiedad privada y del estado, Mxico DF, Nuevomar, 1884. -Fustel de Coulanges, Numa Dionisio (1864), La ciudad antigua, Madrid, Iberia, 1979. -Graves, Robert (1955), Los mitos griegos, 1, Buenos Aires, Alianza, 1993. -Lavedan, Pierre, Histoire de l Urbanisme. Antiquit et Moyen Age, Hrissey, Evreux, 1925. -Miravet, Juan Luis (dir.), Arqueologa de las ciudades perdidas, Vol. 7 Atenas y Esparta, Madrid, Salvat, 1992. -Morini, Mario, Atlante di storia dell urbanistica, Milan, Hoepli, 1963. -Pausanias, Descripcin de Grecia (Libro I: tica y Megride), Buenos Aires, PlanetaDe Agostini, 1995. -Pote, Marcel, La citt antica. Introduzione allurbanistica, Torino, Einaudi, 1958. -Rykwert, Joseph (1976), La idea de ciudad. Antropologa de la forma urbana en el Mundo Antiguo, Madrid, Blume, 1985. -Sabugo, Mario, Placeres y fatigas de los barrios, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas Mario J. Buschiazzo, N 27- 28, FADU UBA, 1989. -Vernant, Jean Pierre (1962), Los orgenes del pensamiento griego, Buenos Aires, Eudeba, 1984.

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Los barrios-repblica de Soiza Reilly


En este artculo se estudia una serie de textos periodsticos redactados por Juan Jos de Soiza Reilly para la revista Caras y caretas entre 1930 y 1931, en los cuales se retratan catorce barrios de la ciudad de Buenos Aires. Estos textos de Soiza Reilly pueden considerarse un significativo aporte a la construccin de la idea de barrio o, como lo enuncia su autor, la idea de barrio-repblica, en el contexto de la consolidacin de la segunda generacin de barrios de Buenos Aires. No conocemos que haya habido con antelacin otra serie comparable de vietas periodsticas acerca del barrio, por lo que estos trabajos de Soiza Reilly podran considerarse una suerte de cabeza de serie cuyas continuaciones se extienden hasta la actualidad.1 Sobre Juan Jos de Soiza Reilly (Concordia, 18801959), todava se carece de un trabajo monogrfico especfico. Fue clebre periodista, novelista y cuentista, si bien la mayor popularidad la obtuvo en los aos 30 con un programa nocturno de tipo solidario en Radio Belgrano (Murray, 1988). El material aqu analizado consiste en 14 notas publicadas entre setiembre de 1930 y febrero de 1931, con el ttulo serial de Viaje a travs de los barrios de Buenos Aires.2 Los contenidos de las notas, luego de un relevamiento preliminar, se clasificaron y

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ordenaron por medio de algunos grupos de categoras; y se valoraron las ocurrencias de tales grupos categoriales como constante (siempre), frecuente (ms de la mitad de los 14 casos) o escasa (mitad de los casos, o menos). Tales grupos categoriales fueron: I. Ttulo II. Descripciones fsicas III. Informaciones histricas - Personajes histricos IV. Actividades - Actores tpicos - Personajes reales - Instituciones V. Episodios, ancdotas, sucedidos - Dichos VI. Simbolismos, imgenes y personajes imaginarios VII. Citas y referencias bibliogrficas VIII. Toponimias y pseudotoponimias IX. Fotos I. En el ttulo de cada nota de la serie se incluye el nombre del barrio siempre considerado como una repblica. No se interpreta de inmediato la asimilacin que Soiza establece entre el barrio y esa clsica institucin poltica; s notamos que, tal como se relata en la nota respectiva, la idea de barrio-repblica surge notoriamente en el marco de los conflictos boquenses de 1882 y teida de connotaciones tnicas y nacionalistas, ya que la independencia de la Boca es comunicada formalmente a Humberto 1, rey de Italia, por sus sbditos boquenses. Salvo en el caso de Boedo y Villa Crespo, cada repblica es caracterizada con un adjetivo. As, la Repblica de Flores es romntica, la de la Boca es genovesa y la de Versailles es mgica. En otros casos, el adjetivo es suplantado con atributos equivalentes: Nueva Chicago es repblica del msculo, y Palermo, de los guapos y la tirana. Este recurso anuncia una constante del autor, orientada a la caracterizacin del alma de cada barrio. II. En todas las notas se presentan algunas descripciones fsicas, aunque con diversos enfoques. Hay descripciones ambientales, en un sentido sensorial y paisajstico. En la Boca, (...) las palabras, los olores, los sabores, las visiones, los roces, todo, en fin, os produce la sensacin pictrica, panormica, superficial, de encontrarnos en Gnova (...) El paisaje, con sus transatlnticos, con sus

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edificios, con sus avenidas, con sus callejones, con sus puentes, es un paisaje autntico de Gnova; la descripcin contribuye a la tesis del alma genovesa del barrio. Soiza suele introducir referencias urbansticas especficas, demogrficas y geogrficas. Menciona los cien mil habitantes en cien manzanas de Nueva Pompeya, y similares datos en la Boca, Versailles, Boedo, Nueva Chicago y Lugano. Excepcionalmente, se refiere a los lmites territoriales (en San Telmo). En Boedo, la descripcin se convierte en diagnstico, ya sea denunciando que es el nico barrio porteo que carece de plazas y de jardines pblicos, o bien al inventariar los equipamientos que contabiliza en su centro: En el espacio de seis cuadras, en ambas aceras, he contado sesenta y ocho cafs, despachos de bebidas, lecheras, bares automticos, pizzeras, confiteras, trattorias, Munich... sin incluir nueve cinematgrafos, kermesses, variedades y un teatro (...).3 Hay frecuentes descripciones que ahora llamaramos patrimoniales, identificando diversos tipos de edificios, no tanto por su valor artstico, sino por su vinculacin testimonial a la historia local. As se describen las caractersticas grandes casas seoriales de Belgrano, las de personajes como Cuitio en Boedo o Martina Cspedes en San Telmo, quintas villacrespenses y casas de candombe en Monserrat. III. Las constantes informaciones histricas se refieren a los orgenes o fundaciones de los barrios, que pueden derivar de la instalacin de un pueblo (Belgrano), de adquisiciones de tierras y sus posteriores arriendos o subdivisiones (Boedo), de ncleos veraniegos (Pilar, Flores), de una capilla (Monserrat, San Miguel) o de un palacio (el de Rosas en Palermo). Asuntos de carcter general son relatados en una suerte de contribucin a la historia local, como la huida de los ricos hacia el norte por la fiebre amarilla, o la presunta fundacin de la ciudad por Pedro de Mendoza en la Boca. Cierta diferencia de enfoque se nota al tratar los barrios por entonces antiguos y recientes, en nuestros trminos de primera y segunda generacin. Los ltimos son frecuentemente caracterizados como productos milagrosos de la dinmica urbana y la accin de los rematadores, en vertiginosa trasmutacin de paisajes que lleva del campo a la urbe, del baado al asfalto y de la tapera al chalecito.

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Otra faceta del mismo milagro es econmica, por las extraordinarias valorizaciones de los terrenos, que habran pasado en treinta aos de diez centavos a treinta (Lugano) o a quinientos pesos la vara cuadrada (Boedo). Soiza recurre a la comparacin disparada por la expresin hace tantos aos...: Hace cuarenta aos, Nueva Pompeya (...) era humo, era campo; hace treinta aos me dice un vecino Boedo no necesitaba plazas para los nios. Todo el campo lleno del humo de los hornos, era la mejor plaza!.4 Son frecuentes las referencias a personajes histricos. Sean vecinos primitivos (Ramn Flores, Domenico de Palermo), heroicos (Martina Cspedes en San Telmo), benefactores (Mara Adelia Harilaos de Olmos, mencionada en Pompeya y Lugano, por medio de cuya chequera se erigen templos en todos los barrios humildes y progresistas de Buenos Aires) o pioneros (Soldati). Prrafo aparte merecen los omnipresentes Manuelita y Juan Manuel de Rosas, aludidos a propsito de Palermo, Boedo, Monserrat y Belgrano. Gente patricia como Torcuato de Alvear, Aristbulo del Valle, Benito Villanueva, Enrique Santamarina, Emilio Mitre y Manuel Quintana son propios del ambiente humano del Pilar. IV. No es constante, apenas frecuente, la descripcin de las actividades del sitio. Se trata de los deportes en Belgrano, o de la propensin al ahorro en la Boca; en cuanto a lo industrial, los mataderos cientficos de Nueva Chicago o las fbricas qumicas de Lugano. En un sentido complementario puede leerse la informacin sobre los actores tpicos de cada barrio. Este enfoque surge de los artistas en Boedo (De todas las repblicas porteas, Boedo es la ms fecunda en escritores, en artistas, en msicos de ingenio); los literatos en los bodegones de San Miguel, ms precisamente de la cortada Carabelas; los vascos lecheros en Monserrat; incluso los novios en los bosques de Palermo. Actores tpicos por excelencia de estas notas de Soiza Reilly son los rematadores, (...) sacerdotes del fuego sagrado ciudadano (...) [que] se encaramaban sobre su tribuna en terrenos baldos, sobre las aguas de las inundaciones, en campos desolados, para exponer al pblico sus sueos. Los personajes reales se tratan con frecuencia. Corresponde al deportista barrio de Belgrano la figura de Jorge Newbery; son muchos los artistas en la Boca (desde Quinquela hasta Filiberto) y Boedo (Ctulo Castillo, los Gonzlez Tun);

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los aviadores, en Lugano; Justo Surez es emblemtico en Nueva Chicago; Monseor De Andrea en San Miguel. Termina de componer esta parte del retrato barrial lo referente a las instituciones. Se trata de las educativas (Universidades de Boedo y de la Boca), deportivas (San Lorenzo de Almagro, en Boedo), los clubes sociales (Pompeya, Lugano) y de las colectividades (las diversas entidades espaolas en Monserrat). V. Los episodios, ancdotas o sucedidos, y dichos son constantes, y tienden a caracterizar la historia o la buscada alma del barrio. Hospedado en Belgrano en 1891 el adolescente Duque de York, futuro rey ingls, su presencia fue para Buenos Aires una fiesta nupcial (...) la fantstica realidad de un cuento de Andersen con msica de Mendelsohn. Enfrentados obreros y patrones en la Boca, ante la intervencin oficial descubren que son todos genoveses, enarbolan la bandera blanca con cruz roja, y declaran la independencia de la Repblica, que anotician al rey de Italia. Y as sucesivamente, hay episodios de fantasmas en Versailles, fingidas escenografas urbanas para vender lotes villacrespenses, la cada del avin de Parravicini en una peluquera de Villa Lugano, Gonzlez Castillo hallando con sorpresa en las libreras de Boedo aquellos libros que no encuentra en Europa. En la misma cuerda pueden interpretarse los dichos, interpolados con frecuencia. Para evidenciar el antiguo carcter perifrico del Pilar, se transcribe una exclamacin de Lucio Mansilla: No s qu hace Lpez en el fin del mundo, por la calle Callao (citando Retratos y recuerdos); para destacar el impulso de los pioneros, uno de Soldati en Lugano: Compren (...) edifiquen (...) no crean en la crisis (...). Yo domar al pas como dom a Palermo, es dicho que atribuye al Restaurador.5 VI. Los constantes simbolismos, imgenes y personajes imaginarios se orientan nuevamente a la configuracin del alma del barrio. Villa Lugano, poblada de aviadores y de reiterados accidentes, lo evidencia a travs de un singular reciclaje: (...) recorriendo las casas pobres que rodean el campo de aviacin he visto glorietas, gallineros, pesebres y aleros construidos con restos de aeroplanos muertos a porrazos. Monserrat es (...) el nico barrio metropolitano que, a pesar del rascacielismo,

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conserva pura su elegancia de Don Juan burlesco. Es tal el cario a Nueva Chicago que (...) cuando un rico muere, siempre su testamento consigna un donativo para el barrio. Atravesando el Pilar, y mientras un chofer le dice que estn en el barrio de la gente feliz, Soiza reflexiona para s y se dice que es el barrio de la pena, de la angustia, de la melancola y la desolacin. En Palermo, a la saga ciclpea de Rosas, deben agregarse los seres de Carriego: la costurerita y el rengo del organito. El estilo Boedo es criollo, triste, inquieto, arisco, febril, pendenciero, inocente e iconoclasta. VII. Soiza Reilly suele proveer alguna cita o referencia bibliogrfica; se reitera en general la mencin de Wilde, Manuel Bilbao y Pastor Obligado. Otros solamente se mencionan en algn contexto local: Paul Groussac (Los que pasaban) y Felipe Yofre (El congreso de Belgrano); Del Barco Centenera es citado a cuento de los pecados de Pedro de Mendoza; Enrique de Udaondo como historiador del templo del Pilar; un poema de Vacarezza es reproducido en el texto villacrespense. VIII. Las indicaciones acerca de las toponimias complementan los datos histricos: Lugano rememora la ciudad natal de su pionero Soldati; se discute la exacta genealoga del apellido Palermo; o bien, Villa Crespo es atribuida al apellido de un rematador (lo que refuta ngel Gallardo en carta al autor). Son notables las toponimias actualmente desaparecidas o debilitadas, como las de tipo parroquial que sucumbieron ante otras parroquias (San Miguel en San Nicols) o ante nuevas denominaciones (Pilar por Recoleta); pero esto tambin sucede con barrios modernos (Mataderos, topnimo ms crudo que al fin predomina sobre el pretendidamente ms elegante de Nueva Chicago). Las pseudotoponimias o toponimias alternativas expresan otras caracterizaciones urbanas, algunas tradicionales (San Telmo o Barrio del Alto; Pilar o Barrio del Norte; Monserrat o Barrio del Mondongo y del Tambor), u homenajean algn aspecto del barrio por medio de ciertas capitalidades: Boca, capital del movimiento obrero; Belgrano, capital de los deportes; Boedo, capital del arrabal.

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IX. Un recurso final de las notas reside en las fotos que acompaan al texto, ilustrando las informaciones escritas, con retratos de los abundantes personajes barriales o de ciertos edificios. Se tornan todava ms valiosas cuando documentan vistas panormicas de los centros barriales y cuando sus epgrafes adicionan informacin al texto principal. Se puede concluir que Soiza se propone: (a) establecer el alma del barrio, apoyndose en informaciones histricas, simbolismos, imgenes y episodios; (b) evidenciar la diferencia entre las identidades barriales, cuyo emblema es la adjetivacin de los ttulos; (c) constituir una visin pica o milagrosa del desarrollo urbano de Buenos Aires, evidenciada por el valor de la tierra y protagonizada por los rematadores. Son menos consistentes sus referencias a las actividades e instituciones, y las descripciones propiamente urbanas recaen en la cuestin del alma por medio de los objetos patrimoniales.

Notas
1

Sobre el periodismo de la poca, vase Satta (2000). Para una categorizacin de estos

mensajes periodsticos en el marco de las formas culturales vinculadas a las emergentes sociedades barriales, vase Gutirrez; Romero (1995).
2

N 1670. La Repblica Romntica de Flores; N 1671. La Repblica de Boedo; N

1672. La Repblica Genovesa de la Boca; N 1673. La Repblica de Villa Crespo; N 1674. La Repblica aristocrtica del Pilar; N 1675. La Repblica espaola de Monserrat; N 1676. La Repblica Milagrosa de Nueva Pompeya; N 1677. La Repblica del Amor: San Telmo; N 1678. La Repblica del Msculo: Nueva Chicago; N 1679. La Repblica Mgica: Versailles; N 1683. La Repblica pintoresca de Belgrano; N 1684. La Repblica de los aviadores: Villa Lugano; N 1686. La Repblica trgica y mstica de San Miguel; N 1689. Palermo. Repblica de los guapos y de la tirana.
3 4

Una glosa ms amplia del texto sobre Boedo en Sabugo (2002). Tabulando esos clculos resultan las siguientes duraciones: Boedo, 90; Flores, 50;

Nueva Chicago, 30; Monserrat, 200; Nueva Pompeya, 40; Villa Lugano, 30; Pilar, 50 aos.

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Ante algunos discursos textuales puede sospecharse que sean invenciones al modo

de los antiguos historiadores como Tucdides.

Bibliografa
-Gutirrez, Leandro; Romero, Luis Alberto, Sectores populares, cultura y poltica. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Sudamericana, 1995. -Murray, Luis Alberto, Juan Jos de Soiza Reilly. La voz de la solidaridad, en Clarn, Buenos Aires, 11 de setiembre de 1998. -Sabugo, Mario, Boedo, segn Soiza Reilly, en Vida y arte en Boedo, Ao 2, N 7, Buenos Aires, junio de 2002. -Satta, Sylvia, El periodismo popular en los aos veinte, en Falcn, Ricardo (dir.), Democracia, conflicto social y renovacin de ideas (1916-1930), Nueva historia argentina, tomo 6, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

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Si lo compars con otro barrio, nada que ver, yo, donde viva... era todo tranquilo, todo familiar. Fragmento de historia de vida annima, Antn y Tomarchio, 1995: 52.

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Orgenes hispnicos y primeras construcciones del barrio, un organizador central de la vida portea
Miguel Alberto Gurin
Durante la dcada de 1920, Buenos Aires dej de ser el topnimo de un espacio fsico objeto de decisiones, de la abstraccin de la cartografa y los censos, y de la casi siempre pintoresca iconografa de sus edificios y de algunos tipos urbanos, para empezar a ser un conjunto de construcciones ideales, de creciente complejidad, poticas primero, poticas y cientficas despus, que, con la finalidad de convertirse en el discurso hegemnico de lo urbano, crecieron en la confrontacin o se diluyeron en futuras reformulaciones. El inters de estas construcciones en mostrarse diferentes de las otras es evidente y en ciertos casos result explcito, pero sus contenidos muestran coincidencias y sus circunstancias de creacin responden a un generalizado inters en la Europa del siglo XIX por leer el texto urbano e investirlo de sentidos (Tanner, 2002: 85-86). Todas parten

Miguel Alberto Gurin Profesor titular de Historia Americana, director del Instituto de Historia Americana y de la Maestra en Gestin de la Informacin de la Universidad Nacional de La Pampa. Profesor del posgrado en Historia y Crtica de la Arquitectura y del Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires.

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del concepto de la gran ciudad heterognea,1 se enuncian desde una de sus partes, la del orden, coherente y abstracta, y denuncian, por contraste y contraposicin, la ciudad simultnea del desorden, es decir, del caos, de lo que an carece de sentido y quizs contine as. Los textos que soportan estas construcciones slo se hacen narrativos a fines de la dcada, aunque sigui predominando en ellos la intencin expositiva y la reflexin que conduce de la experiencia puntual a lo abstracto atemporal. Todas enfatizan la incuestionable existencia del referente, pero no son pocas las que manifiestan una aguda conciencia de que la realidad, en el universo de las creaciones contemporneas, ha dejado de ser vista como algo trascendente a la lengua y al lenguaje (Pezzoni, 1986: 99). Estos textos pueden recurrir a neologismos y a lenguajes no hegemnicos, pero tambin indagan ciertas palabras calle, esquina y notoriamente barrio que forman parte de la cultura, de la memoria no hereditaria de una colectividad, soportada y bsicamente organizada en la lengua (Huber; Gurin, 1999: 347348). Incorporarse a la lengua y formar parte de sus hablantes es adquirir un universo conceptual, que funciona como un conjunto de modelos analticos pero que, sobre todo, posibilita al hablante su integracin a la produccin de sentidos; con esos sentidos bsicos, de manera muy consciente en algunos casos y predominantemente intuitiva en otros, los textos de las construcciones iniciales del imaginario urbano porteo (Huber; Gurin, 2000: 11-12) elaboran el entramado bsico de una construccin autnoma destinada a investir de sentido y, por lo tanto, de densidad temporal, el universo sensible en que consiste su espacio vital. Los poemas genticos de Carriego (1908-1913), la primera potica urbana de Borges (1923-1929) y la construccin barrial incluida en la especie lrica del tango cancin, a partir de su aceptado origen en 1917, constituyen los ejemplos a los que se aplica este mtodo de interpretacin.

El antiguo vicus
En la Espaa de fines del siglo XV, las palabras significativas de los conceptos urbanos originarios de Roma y, de manera consecuente, los conceptos mismos que referan, haban sido profundamente transformados, pero no totalmente

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abandonados; lo documenta el Diccionario del latn al espaol, de Antonio de Nebrija, publicado en 1492, que traduce el suburbium latino por el arrabal de la ciudad y vicus por el aldea y por el barrio de poblado, pero conserva el trmino vecindad, derivado del vicus latino, en las acepciones de cercana y de las especficas relaciones interpersonales de los ciudadanos que viven cerca (1979, s. v.). El vicus es una organizacin social latina que reconoce como antecedente el segundo de los cuatro crculos de pertenencia social y territorial con que la cultura irania y las ms antiguas culturas indoeuropeas organizaban la sociedad: la casa, residencia de la gran familia; el clan, que agrupa a varias familias; la tribu o conjunto de aquellos que tienen similar nacimiento y el pas. La gran unidad resultante reconoca as divisiones sociales fundadas sobre la descendencia genealgica La gran familia, en la que los hijos y an las hijas con sus maridos continuaban viviendo con los padres y donde incorporaban y transmitan la cultura, se fragment ya en poca histrica y debido a los cambios en la organizacin econmica en familias nucleares, surgidas de la temprana dispersin de los hijos, que se alejaban de los padres para fundar sus propias familias. Por su parte, las migraciones aqueas introdujeron en la polis, la ciudad comn, agrupaciones sociales vinculadas al hbitat y no a la genealoga (Roberts; Pastor, 1996, s. v. weik-; Benveniste, 1983, c. 2: 192-202). El derecho administrativo romano denomin vicus a dos tipos de organizaciones institucionales independientes de menor importancia que las ciudades: los asentamientos producidos durante la expansin itlica y, a partir del crecimiento urbano producido durante la ltima repblica, las subdivisiones de las ciudades, especialmente de Roma (Purcell, 1996). Como consecuencia de ello vicinum, vecino, remiti fundamentalmente a lo local y se apart de lo genealgico (Ernout; Meillet, 1967; Gaffiot, 2000), aunque mucho ms tarde, en la construccin de los imaginarios urbanos de Buenos Aires, reaparecieron sentidos no exclusivamente locales.

El barrio en Espaa y en su imperio de las Indias


Trescientos aos despus de la invasin musulmana, en las zonas recin reconquistadas, de toponimia an fuertemente arabizada, comenz a

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Buenos Aires El libro del Barrio

documentarse barrio, del rabe barr, afueras, con referencia general a las aldeas que quedaron sometidas a las poblaciones, pero permanecieron fsicamente separadas (COR 1954-1957). Este uso pas a Amrica y fue particularmente difundido en los orgenes del proceso de fundacin y establecimiento de ciudades, que constitua la estrategia de dominacin imperial espaola. A mediados del siglo XVI, en Mxico, se hablaba de la ciudad de Suchimilco y sus barrios y sujetos, y tambin de la integracin a un pueblo de barrios antes fsicamente discretos: este pueblo est algo derramado porque est poblado a barrios (Boyd-Bowman 1971). Pero ya desde mediados del siglo XIII, barrio tambin se refera a una homogeneidad cultural distinta e identificable, a un gueto, estuviese o no separada fsicamente del resto de la poblacin; las casas habitadas por los judos estaban en sus barrios.2 Casi a fines del siglo XV, en vsperas de la finalizacin de la reconquista, las prohibiciones que reforzaban la situacin de gueto se extendieron a los moros y se hicieron ms precisas; los barrios donde estaban sus moradas tenan lmites, dentro de los cuales estaban las plazas de sus mercados, que les eran exclusivos y excluyentes de la relacin comercial con los cristianos.3 En Amrica, la poltica de reunir la totalidad de los espaoles en las ciudades fundadas para constituir el imperio, con el objeto de mantenerlos alejados de los indgenas que les estaban encomendados, gest de manera natural la situacin de gueto indgena, sometido a la jurisdiccin de agrupamientos urbanos o preurbanos, a los que se adecuaba el concepto y la denominacin de barrio. En Nueva Granada, a mediados del siglo XVI se consideraba barrio a las viviendas indgenas (bohos) bajo la jurisdiccin de un espaol;4 poco despus, en Mxico, los barrios, sometidos a las villas o ciudades, agrupaban las viviendas indgenas, cuyos hombres, bajo la direccin de sus principales (calpules) y de sus representantes de la autoridad municipal (tequitlatos), que les repartan el trabajo, realizaban las tareas necesarias para cumplir con el tributo.5 Los guetos judos o moros, por ser producto de una segregacin impuesta desde su exterior, generaron fuertes lazos internos de solidaridad, basados en la necesidad de resistir, y resultaron claramente identificables, pero poco dicen sobre la funcionalidad generalizada del barrio en el mundo urbano. Por el contrario, el Vocabulario de Alfonso de Palencia, primer diccionario del espaol

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(romance), publicado en 1490, evidencia la existencia espontnea de los barrios en la ciudad y aporta elementos insustituibles para su definicin. A lo largo de las explicaciones de las diversas entradas que componen su texto, las acepciones de barrio se centran en su posicin fsica relativa respecto de la ciudad y se agrupan en tres grandes conjuntos: el barrio puede estar dentro de la ciudad, junto a ella, en el arrabal o alejado. El primer conjunto de acepciones se presenta como ms propio del pasado que del presente, ya que remite exclusivamente a tres de los doscientos veintisiete barrios de Roma que document Plinio (Patricius, Sobrium, Tuscus). En lo fsico este barrio se caracteriza por la facilidad de circulacin, que es mnima en los barrios sin salida (angiportus); en lo social refiere el impreciso subuniverso de los urbani, o ciudadanos (cibdadini), es decir, los que moran en la ciudad. El segundo remite al barrio tambin llamado suburbium que est en el arrabal, es decir, fuera de los muros de la ciudad, cuyos hombres, los suburbani, en alguna manera tienen crianza de cibdadino bien acostumbrado; esta precisin acerca pero no equipara la cultura del suburbano a la del resto de los ciudadanos y, a su vez, la escinde de la cultura de los habitantes de la aldea. La ciudad tiene una cultura propia que se transmite por la frecuencia de interacciones que la cercana favorece. El tercero, el ms amplio de los conjuntos, es sinnimo de aldea (Canne), se usa en la explicacin de asentamientos de Galilea (Cananeus), de Judea (Arfa, Iuliade) y de Apulia (Canne), y se lo diferencia de oppidum, la pequea ciudad, es decir, el pueblo, que en ocasiones es amurallada. En lo fsico, este barrio tiene forma, que puede ser de cangrejo (cancer), y la vinculacin entre l y los otros es posible pero infrecuente, ya que resulta tan notable andar vicatim, es decir, de barrio en barrio, como oppidatim, de un pueblo en otro. En lo cultural, las aldeas se diferencian entre s, y el hombre que mora en una aldea es percibido como extrao o extranjero (extrarius) en otra. Los urbanos, que tienen una cultura propia, estn reunidos en entidades diferenciables; los suburbanos, semejantes pero diferentes de los urbanos, tambin se identifican por estar juntos, y lo mismo sucede con los hombres de aldea, cuya cultura es sealadamente diferente a la de los otros dos conjuntos. La principal caracterstica comn, despus de la de ser hombres, es vivir reunidos,

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generando similitudes con sus cercanos y diferencias con los que estn reunidos ms lejos. La preocupacin para develar las motivaciones para estar agrupados resultaba necesaria y constituye una evidencia de la modernidad. La respuesta a esta pregunta, que incorpor el bachiller castellano Alfonso de la Torre a su Visin deleitable de la filosofa y artes liberales, compuesta en 1440,6 forma parte de concepciones conocidas, de manera directa o indirecta, por Palencia y por Nebrija, y puede contribuir a explicar tanto la precisa organizacin de uno, como la sinttica precisin lingstica del otro. Este anlisis del barrio mantiene la espacialidad pero la analiza desde sujetos distintos; los hombres son sustituidos por las casas, el individuo queda incluido en la entidad familiar. La definicin de barrio, vicus como muchas casas juntas, establece un concepto de mayor extensin, aplicable por igual a cada uno de los conjuntos de la triparticin urbanos, suburbanos y hombres de aldea. No se forma parte de un barrio por casualidad de nacimiento sino en razn de que la congregacin resultante de la casa y el barrio es necesaria y natural a la vida. La congregacin surge del amor de los padres hacia los hijos y de que los hijos no se quieren alejar de sus padres ni tampoco del lugar donde nacieron, que, para ellos, es tambin un padre naturalmente, porque como el biolgico, da origen y nutre. Tanto padres como hijos reciben influencia del barrio que, a su vez, adquiere complexin, constitucin, fortaleza, porque el barrio crece con el agregado de casas. Se trata de una expansin de doble calidad, es cuantitativa y tambin temporal; el barrio se expande en el espacio y perdura en el tiempo ms que sus habitadores, los vecinos.7 Centrarse en las casas, atender a las relaciones de paternidad y filiacin, presentar la congregacin como una necesidad de la vida biolgica y cultural, son evidencias de que en el anlisis del vicus y los vecinos, incluido en esta enciclopedia de la modernidad, perduran algunos rasgos esenciales del imaginario de la organizacin social documentado en las viejas culturas indoeuropeas. Independientemente de su nombre, el barrio de la ciudad contempornea constituye la manifestacin necesaria de una estructura sociocultural de larga duracin, que debe diferenciarse de sus construcciones ideales, poticas o

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racionales, que inevitablemente aparecen en algn momento de la construccin urbana para agregarle precisiones y especificidades, a esa estructura profunda. Si se prescinde de este contexto, el anlisis de alguna de las construcciones del barrio corre el riesgo de no resultar funcional ni metodolgicamente adecuada.

Los tipos barriales de Carriego


Borges, ausente de Buenos Aires desde 1914, construy su Carriego con tempranos recuerdos personales, conversaciones familiares y algunas pocas admiraciones a su obra, reunida entre 1908 (Misas herejes) y 1917 (La cancin del barrio, publicado inicialmente en 1913), en que se divulgaron casi todas las composiciones con que Evaristo Carriego (1883-1912) elabor su potica del barrio, la mayor parte de las cuales haban sido publicadas de manera individual. En 1930, poco despus de terminar su potica de Buenos Aires, Borges enunci los cuatro poemas que destacaba en la obra de Carriego: El alma del suburbio y En el barrio incorporados a Misas herejes (El alma del suburbio) y El casamiento y Has vuelto, que forman parte de La cancin del barrio, en los que se centra el siguiente anlisis (Borges, 1955, C.V, 100). Carriego construye el barrio como una representacin teatral. Su dimensin fsica es una mnima coreografa atemporal, respecto de la cual los personajes no reconocen afectos ni temporalidades, compuesta por palabras sin atributos ni determinaciones: calles con vereda o acera, que se cruzan en la esquina, a las que dan alguna puerta de casa, que siempre tiene patio, el conventillo que sube hasta su bohardilla, y la cantina. Este conjunto no es una orilla, no se incorporan los baldos ni se anuncia el campo con sus yuyos. Se trata de un retazo de ciudad fsica, de un espacio que se advierte como acotado pero sin lmites precisos ni identificacin explcita slo en un caso se nombra Palermo, y cuyo carcter de perifrico surge del recatado uso de sus denominaciones, sobre todo, de los personajes que en l se manifiestan. En efecto, la identidad del barrio surge de su dimensin sociocultural, que se construye a partir de un colectivo de extensin mxima, la gente modesta sinnimo de la buena gente, analizado en conjuntos homogneos de menor extensin, cuya variedad no es catica ni ilimitada ni cambiante, porque la

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intencin del texto es formular con algunos de estos personajes, colectivos o individuales, personajes que se conviertan en tipos urbanos, y con otros, el contexto de imprescindible inteligibilidad para esos tipos. Para convertir los conjuntos socioculturales en tipos, Carriego los distingue con denominaciones reiteradas e invariables, y los saca del devenir; el pasado, que justifica su denominacin y explica su modo de accionar, no es narrado sino evocado de manera sucinta y deliberadamente imprecisa. Cada tipo acta para definirse y para definir la funcin que la construccin barrio requiere de l. La distincin entre los gneros es la de mayor incidencia en la construccin de los tipos. Las mujeres son las vecinas, un subcolectivo en el que se analizan las comadres, denominacin que sugiere una gama de relaciones no explicitadas, en la que es posible incluir el vnculo establecido por la ceremonia religiosa del bautismo, la amistad adicional a la vecindad y aun la posibilidad de colaborar en el parto que da la experiencia de una larga vida; de manera simtrica aparecen las chiquilinas, que, por la necesidad de eludir lo biogrfico en favor del tipo, el texto nunca presenta como futuras vecinas. En un estado intermedio de estas distinciones que parten de lo cronolgico y subrayan la progresiva incorporacin a la cultura en general y del barrio en particular, se ubica a la moza. El universo de los tipos femeninos enmarca casos excepcionales que en la obra de Carriego se transforman en personajes centrales de escenas destinadas a estimular la emotividad del lector y espectador. El ritual de los acercamientos puede convertir a la moza en despreciativa y aun en novia infiel. La mujer del obrero muestra la abnegacin de la madre por su muchacho, y el sumiso padecimiento de la esposa de las penas que le causa el marido borracho. El natural devenir de esposa y madre se frustra de diferentes maneras para la tsica, de muerte preanunciada, la hermanita ciega, la costurerita que dio aquel mal paso. Del universo de los hombres slo se manifiesta el colectivo de los muchachos, lo que enfatiza el carcter femenino del barrio; cuando los hombres y algunas mozas fabriqueras parten para el trabajo, slo los muchachos quedan con las vecinas. Los casos excepcionales remiten al hijo ausente, que est fuera de donde corresponde, y el ex presidiario que slo se hace notorio por su regreso, por reintegrarse al barrio. Algn guitarrero se convierte en el

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cantor del barrio, si contribuye a identificarlo. El ciego, simtrico en su desgracia de la hermanita ciega, vive con pobreza en el barrio pero tambin llega a l desde otro, cuando sale, con su organillo y se transforma en musicante. El resto son presencias deliberadamente fugaces, destinadas a presentar el clima barrial y a insinuar su ubicacin respecto de la ciudad. Los chiquillos que traen las noticias, el heraldo gangoso que vende sus hojas, los payadores, cuya llegada evidencia la fiesta, y dos orilleros que lucen los cortes, ante la admiracin y el estmulo de la buena gente, al bailar el tango La Morocha. Las relaciones entre los tipos son comunicacionales. Predominan los comentarios, que permiten ponerse al tanto de lo que pasa, hacer filosofa sobre el destino y argumentar para defender posiciones y que, cuando son intencionadas, se convierten en habladuras. El poeta tambin mantiene una relacin de comunicacin con los personajes que conforman tipos; lee su apariencia y sus gestos, pero, debido a su inters por la teatralidad, no reproduce los contenidos de sus conciencias. El barrio vive en una atemporalidad de la que forman parte inevitables momentos sin fecha precisa, las fiestas el casamiento, las ceremonias el velorio, y la rgida secuencia cclica del da y de la noche, que comienza puntualmente a las diez y consiste en que el barrio duerme como un bendito, sin pesadillas, mientras sus calles se abren a los vigilantes de ronda y a los paseantes. Aunque los lmites del barrio no son fsicos, no por ello son menos precisos; estn marcados por especficos ruidos habituales: la gritera diurna de los muchachos y, durante la noche, el taconear de los paseantes y, sobre todo, los perros que ladran sus serenatas. Tambin lo delimitan msicas, la habanera del organillo y el tango, que se presentan como esencialmente propias y, en consecuencia, identificatorias, pero ellas tambin forman parte del deliberado proceso de construccin del barrio hecho de diversas apropiaciones. La Morocha,8 el tango de Saborido que El alma del suburbio presenta como esencialmente barrial, era relativamente reciente cuando fue publicado el poema, y haba sido compuesta por el pianista de un bar del centro para el circuito de los sitios tangueros salones, casas particulares, confiteras, cabarets, recreos, cafs y bares antes de que se difundieran las grabaciones de las primeras orquestas constituidas para ejecutar fundamentalmente msica de tango.9 Los textos de Carriego que construyen el barrio tambin son producto, deliberado

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o cultural, de una vasta intertextualidad. La construccin de tipos urbanos se documenta ya en 1867, cuando Germn Mac Kay compuso y cant en Buenos Aires El negro Schicoba, que expone el tipo de un vendedor callejero; continu, revitalizada por la influencia de las revistas espaolas, hasta la difusin del tango cancin, bajo la forma de las letras yo soy, en que el cantante, caracterizado del tipo que se pretenda establecer, expona en su cancin sus rasgos sobresalientes. Recurriendo a esta forma, a comienzos del siglo XX, Ricardo J. Podest10 estableci con xito una relacin jerrquica entre un tipo y su barrio, del que el cantante y personaje afirma ser el taita,11 el pap; con esto se traslada a la ciudad de Buenos Aires, una relacin rural precedente entre el taita y su pago, que pona de manifiesto el poder del gaucho guapo sobre su colectivo inmediato, un espacio social de relaciones personalizadas, que creaba y acrecentaba su efmera fama.12 Podest construy con xito13 la fama del taita barrial en su particular y cuidada apariencia y en su excepcional condicin de bailarn de tango y de visteador; quienes lo siguieron aceptaron estas caractersticas y le agregaron su capacidad para enamorar y an explotar mujeres (Gurin, 2003: 275-276). Pero Carriego no acepta este barrio jerarquizado y sometido a las famas; la intencin generalizada de su construccin es la bsqueda de la homogeneidad. La escenografa es homognea y tambin la elaboracin de los personajes: todos son igualmente modestos, no devienen sino en funcin de lo establecido por los tipos, algunos de los cuales, como la tsica, incorporan la muerte anticipada; y la inmigracin masiva, que slo est presente en el adjetivo gringo que califica al musicante, no construye diferenciaciones esenciales. El sainete contrajo una importante deuda con la construccin barrial de Carriego; acept su homogeneidad y la subray con la intromisin de gente de afuera, que siempre castig, y con la escenografa del patio de conventillo que convirti en el espacio de encuentro, tensin y reconciliacin, de una gama de tipos ampliada con la inmigracin (Gurin, 2000).

Borges y la eternidad del barrio


En una sinttica autobiografa, publicada en 1927, a los 28 aos de edad, Jorge Luis Borges (1899-1986) se defina como porteo y organizaba su vida segn

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su nacimiento en la parroquia de San Nicols, que para l era la ms antigua de todas, su estancia en Ginebra, poca que recordar siempre con algn odio, su participacin en el ultrasmo espaol, y el regreso a la patria. Declaraba que los ntimos quehaceres y quesoares de su vida ya estaban publicados en prosa (Inquisiciones, 1925; El tamao de mi esperanza, 1926) y en verso (Fervor de Buenos Aires, 1923; Luna de enfrente, 1925); y que estaba escribiendo otro libro de versos porteos (digamos palermeros o villa-alvearenses, para que no suene ambicioso): Cuaderno San Martn (Vignale; Tiempo, 1927, 6 -321-). Pocos meses ms tarde public su primer cuento, ubicado en mil ochocientos noventa y seis o noventa y siete un tiempo inmediato a su nacimiento que el joven escritor quiso mostrar remoto en un espacio social construido como un complejo y esencial universo de tapias, milongas con nombres de barrio, y coraje, en el que dos guapos, el Chileno y el Mentao, dirimen, en un entrevero de cuchillos, la superioridad de sus patrias chicas: el Norte y el Sur. Nadie dijo arrabal en esos antaos. La zona circular de pobreza que no era el centro, era las orillas. Borges hizo morir al Chileno cuyo apodo sugiere la inmigracin que guapeaba por el Sur, y dej con vida la orilla del Norte (Borges, 1927), que en su potica anterior y siguiendo la construccin de Carriego, ya haba convertido en el barrio por excelencia su barrio, al que este cuento empezaba a agregarle la prosapia de la tica del gratuito coraje del cuchillo, impropia de los inmigrantes. En el sur, despus de esa muerte, no habra barrio sino gente que, como la del centro, quedaba excluida de la dignidad barrial. Como se dijo al comienzo, toda construccin de organizaciones colectivas urbanas compite por una hegemona en la que lo ideolgico puede estar ms o menos oculto pero nunca est ausente. Ligar la nueva construccin discursiva a los orgenes o, con mayor precisin, al discurso sobre los orgenes, es una estrategia especfica de la modernidad que refuerza la competitividad de esa construccin. Para 1929, Borges haba afianzado su biografa potica en el pasado de la patria, que compuso con el coraje en la lucha de su abuelo paterno, el coronel Francisco Borges (1833-1874), y el sueo de guerra que incorpor a la inmortalidad a su abuelo materno, Isidoro Acevedo (?-1905). En el inicio de la patria, reconcili a su antepasado Francisco Narciso de Laprida (1786-1829)

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con el destino sudameriano, subray el demente coraje de su enemigo, Juan Facundo Quiroga (1779-1834), e incorpor al olvido de Dios a Juan Manuel de Rosas. Pero su presente resida en cosas inmediatas, que acaso, son el poema: el agua del aljibe, el olor del jazmn y la madreselva, el silencio del pjaro dormido, el arco del zagun, que al amparo de Carriego, seleccion entre sus experiencias inmediatas y dignific en el barrio, construido como un retazo urbano de inmortalidad, opuesto al centro y a los casi guetos de la inmigracin, que ubic en el sur. En Barrio recuperado, Borges (1923) construye el barrio valindose de la reiterada experiencia urbana del antes y el despus de una tormenta, en la que subraya la virtud de hacer visible y permitir disfrutar aquello que la de la frecuentacin cotidiana oculta. El barrio, palabra que solo aparece en el ttulo del poema, es construido como un conjunto impreciso de calles que caminan algunos seres, entre los que se incluye el poeta,14 experimentando la indisoluble unin entre lo efmero olores, reflejos en cristales y en hojas de jardines y la inmortalidad que esos elementos de lo urbano evidencian: la lluvia cada desde el cielo, el sol, y el cclico verano. Dos aos despus, Borges explicit su potica en el prlogo original, luego sustituido, a Luna de enfrente, segn la cual, el poeta debe ensalzar, celebrar lo que se aviene con su yo, que en su caso consista en vincular con el cielo algunos retazos de la ciudad las tapias celestes del suburbio y las placitas con su fuentada de cielo. Esta deliberada pertenencia urbana se reflej en la realizacin de las poesas de ese libro, muchas de las cuales estaban habladas en criollo, que Borges define como heterognea lengua verncula de la charla portea y diferencia del gauchesco alusin a las canciones camperas que Gardel haba interpretado desde sus comienzos como cantor y del arrabalero alusin a los celebrados tangos que, desde 1917, tambin interpretaba Gardel y las grabaciones difundan quebrando la relacin personalizada con el intrprete (Borges, 1925). Esta voluntad de redefinir Buenos Aires es, en realidad, la voluntad de incorporarla como objeto potico, en un momento en que la mayora de los

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artistas que publicaba en Martn Fierro, tena una mala imagen de Buenos Aires. Para Fernando Fader la ciudad era irrecuperable, ya que el crecimiento fsico haba sepultado la naturaleza con las piedras de las casas, cuyos techos ocultaban las nubes blancas; afirmacin que negaba de manera irreparable la vertical simblica de la ciudad, la relacin de su habitante con lo alto, con lo eterno. Hctor Castillo, ms enftico y festivo, coincide con otros martinfierristas en que la ciudad es imbcil y triste, es un destierro, porque en ella no se puede vivir; pero introduce un componente nuevo, el devenir degradante, que convirti el hogar, las maravillosas veladas del pasado, en un paraso perdido (1924), ya utilizado por Contursi. La causa de estas afirmaciones es la progresiva diversidad de la ciudad social, provocada por la migracin masiva y por ciertos enriquecimientos, que dejaba a los martinfierristas sin un presente firmemente ligado a un pasado reconocido como propio: predominaban los gallegos, en la calle y los bailes, haba una invasin de rufianes y de rastas, de viejas prostitutas francesas y ladrones (Castillo, 1924: 6). Borges elimin de su poesa todos los aspectos de la ciudad que le resultaban negativos, porque su potica no incorporaba la fealdad o lo efmero,15 y por no recaer en la nostalgia de lo perdido, que, adems de oponerse a su deseo de permanencia, ya haba sido apropiada por la construccin urbana de la especie literaria del tango cancin. En 1929, cuando Borges finalizaba su construccin potica de Buenos Aires, resultaba insoslayable la incorporacin de los barrios porteos a lo efmero del permanente cambio. Entonces, para no restarle eternidad a su construccin, acept que el barrio, que alguna vez era una amistad, ya no lo era, porque los balconcitos ya no enfrentaban a los porteos con el cielo, y ubic la evidencia fsica de la inalterable perduracin del orden vertical de Buenos Aires, en hechos distanciados, en cosas incomunicadas, perdidas, como lo estn siempre las cosas (Barrio Norte, Borges, 1995: 87-88). Para Borges, Buenos Aires no tena historia, la juzgaba tan eterna como el agua y el aire, y los barrios, la garanta de esa continuidad en tanto una forma de resistencia frente a los cambios indeseables, que ya no consistan, como al comienzo de su creacin, en particulares experiencias y perspectivas de la ciudad

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fsica, adquiran la eternidad mediante cosas, que slo el poeta poda comunicar.

El barrio de tangos
Antes de que Borges hubiese completado su potica del barrio (1929) y de que hubiese publicado su Evaristo Carriego (1930), la especie lrica del tango cancin haba reconocido de manera explcita su deuda con el poeta y lo haba hecho con referencia a un aspecto que ya se ha sealado como central en su construccin: la msica que le confiere identidad y homogeneidad. En 1925, Homero Manzi compar el viejo ciego que toca tangos en su viejo violn, con un verso del loco Carriego (Viejo ciego, Romano, 1995: 8788), y poco despus, Celedonio Flores imagin a la musa de los arrabales cuando sale a ver cmo se torna alegre la cara del cielo al or las canciones viejas de el buen organito que ment Carriego (La musa mistonga, Romano, 1995: 97-98). En ambas composiciones, tango, canciones viejas, payadores, convocan la emocin de las las almas simples del arrabal. Este reconocimiento evidencia un cambio central en la temtica del tango, que surge de ligar la organizacin de Contursi a la poesa de Carriego. En Mi noche triste (Romano, 1995: 30-32), Contursi indaga los sentimientos de la enfermedad de amor un tpico que se remonta a la literatura griega clsica desencadenada por el sorpresivo e inexplicable abandono amuro de la mujer la percanta. El escenario del abandono pertenece al espacio ntimo el buln de los dos, que deviene en cotorro del hombre abandonado; la solitaria queja que el abandonado dirige a la mujer ausente corresponde a un espacio semipblico, un almacn o una cantina, donde el hombre se emborracha intentando curarse de su enfermedad de amor, intentando olvidarse. Esta composicin, por indagar una relacin interpersonal, no recurre a la construccin barrial, pero instala el devenir y, sobre todo, el devenir descendente; el abandono, el amuro de la percanta, divide el tiempo en un reciente pasado paradisaco, presidido por la alegra del amor, el del buln, y un presente negativo, el del cotorro abandonado, dominado por el dolor del alma y del corazn, que se intuye irreversible (Gurin, 2000: 275-277). Mi noche triste arraiga su discurso en una sociedad urbana mayoritariamente

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inmigrante y da origen a una serie de letras que expone y analiza la prdida de lo femenino como metfora de la soledad y el sentimiento de abandono derivados de la lejana de la tierra natal, propia o de los antepasados. La construccin del barrio tiene uno de sus primeros momentos en una exitosa letra narrativa de Jos Gonzlez Castillo, tomada de la forma de algunas milongas camperas, que, en 1923, present al barrio como una emocin colectiva provocada por la musiquita del organillo de un pobre viejo (Organito de la tarde, Romano, 1955: 60-62). La letra acepta el devenir negativo vinculado a la pareja; antes ella era la gloria del arrabal y despus se fue con el que la sedujo y ahora la buscan intilmente por el arrabal. Gonzlez Castillo tambin liga al devenir negativo la fama del taita construida por Podest: l, que es hoy un pobre viejo, antes, con un corte que no tuvo igual, supo con ella y en las milongas, con aquel tango triunfar. La ancdota no refiere el destino de un grupo sino la circunstanciada desgracia de una pareja, originada en un duelo criollo de final truculento entre el novio y un forastero tambin bailarn y, adems, buen mozo y peleador. En 1925, esta letra, apoyada en las frmulas prestigiosas, devino en la construccin tpica y notablemente perdurable del barrio (Roberto Lino Cayol, Viejo rincn, Romano, 1995: 81-82). El barrio est en el pasado, pero vive de manera lacerante en la memoria del que se fue, es una organizacin social, identificable por su msica, al que otorgaban sentido la casa mi rancho y la madre. Siempre es posible volver al lugar del barrio, pero cuando esto sucede, slo se reaviva el dolor que provoca la irreparable inexistencia actual de ese universo social en el que se naci, que se expresa recurriendo a formas del prestigioso tpico ubi sunt?, dnde estn?, 16 el lamento ante la evidencia de la muerte: Dnde est mi barrio, mi cuna querida? (Banjamn Tagle Lara, Puente Alsina 1926, Romano, 1955: 100-101). La vuelta fsica, reminiscencia de la parbola El hijo prdigo, recibe el seguro perdn de los padres, previsto por el amor divino, segn los Evangelios (Lucas 15, 11-15, Biblia de Jerusaln, 1997: 1482). Pero, en la vertiente predominante de esta serie de letras del tango, la congregacin de la casa y el barrio a que se refiere Alfonso de Torre ha quedado rota, en lo inmediato por los inevitables desplazamientos que impone el constante crecimiento de una ciudad extensa, y en lo profundo porque parte

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de la sociedad urbana construy sus orgenes en culturas lejanas que la inmigracin abandon de manera irreparable. Para muchos, la contencin del barrio de aqu qued en el vicus anterior a la inmigracin.

Notas
1

Una de las primeras construcciones de la gran ciudad del mundo contemporneo se

remonta a comienzos del siglo XIX y se alimenta de las experiencias de las grandes ciudades europeas del momento; corresponde al poema autobiogrfico The prelude (1805) de William Wordsworth (1770-1850): Cun a menudo, en las calles ajetreadas, he estado avanzando con la multitud, y a m mismo me dije: El rostro de cada uno que encuentro es un misterio. (libro VII).
2

Otros defendemos que, el da del viernes santo, ningund judio no sea osado de salir

fuera de su casa ni de su barrio, mas estn y [all] encerrados fasta el sbato en la maana, et si contra esto facen, decimos que, del dao que los hombres ficiesen et de la desohnra, no deuen haber ninguna emienda (Alfonso X, 1491).
3

Ningunos nin algunos judos nin moros, non tengan, en sus barrios o lmites o moradas,

plaas nin mercados para vender nin comprar cosas algunas de comer o de beber a cristianos o a cristianas (Daz de Montalvo 1484: 235 v.).
4

Francisco (...) tiene juridicin sobre otros ocho bohos que estn poblados de indios La estancia de Texopa, en tres barrios, tiene 64 indios casados, 15 viudos (...) 7

casados, en su barrio, y no ms (Boyd-Bowman, 1971).


5

solteros (...); presentaron los calpules e tequitatos de los barrios y estancias sujetas a esta dicha Villa (Boyd-Bowman, 1971).
6

Enciclopedia cientfica de la modernidad espaola, inspirada en las Etimologas de San

Isidoro, en cuya parte final, en la que se define el barrio, la Razn muestra al Entendimiento el fin del hombre, sus modos de vivir y su vida social.
7

Agora digamos de la generacin del barrio, la cual es necesaria et natural a la vida as

como la casa. E esto es por tres razones. La primera es por el amoro que tienen los padres a los fijos, que tanto los aman que los quieren tener de cerca. E los fijos no se quieren arredrar de sus padres ni del lugar donde nascieron, el cual lugar tambin es padre naturalmente, ca del un padre recibe hombre la generacin et el nudrimiento. Del

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otro la influencia e la complixin. Pues luego, naturalmente, los fijos que nascen farn casas cercanas a sus padres et los fijos de aquellos, otras, fasta que sean muchas casas junctas, o cual es llamado barrio o vicco, et los habitadores se llaman vicinos et aun es necesaria aquesta tal congregacin o habitacin por la necesidad de la vida (La Torre 1485, fol. 62 v.).
8

Tango compuesto en 1905 por Enrique Saborido (1878-1941) en el Bar Ronchetti, de

Reconquista y Lavalle, del que el compositor fue pianista desde 1904 (Ch, 1980, Apndices 1 y 3).
9

La orquesta de Vicente Grego grab para el sello Columbia en 1911 (Ch, 1980, Don Juan, el taita del barrio (Romano, 1995: 21-22). Taita. Voz infantil con que el nio llama al padre (Cov.), resultado del temprano

Apndice 2).
10 11

cruce entre la voz latina tata (Gaffiot) y la vasca aita (Cor.); se documenta en Espaa desde el siglo XV y en Amrica desde mediados del siglo XVI (tayta, padre de nios Domingo de Santo Toms).
12

A comienzos del siglo XX, se consideraba un argentinismo el uso de taita con la

acepcin de Gaucho guapo, cuyo valor es reconocido por todos en el pago (Segovia, 1911: 455).
13

Silverio Manco o quizs Alfredo Gobbi compuso, en 1907, El taita, que comienza: Charles Baudelaire (1821-1867), quizs el primer poeta de la ciudad, cre la imagen

Soy el taita de Barracas.


14

del poeta flneur (Tanner, 2002: 86), a la que tambin recurrieron los martifierristas, notoriamente Francisco Lpez Merino (1904-1928), un entraable amigo de Borges, en Calle solitaria (Lpez Merino, 1924).
15

En 1909, el Manifiesto Futurista incorpor la ciudad como tema preminente de la Dnde estar mi garonier de lata? (R. L. Cayol, Viejo rincn).

literatura y la pintura modernas (Tanner, 2002: 86).


16

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Revolucin industrial y barrio


Rodolfo Giunta

Cuando nos referimos a barrio, nos predisponemos a pensar en un fragmento de la ciudad, esto es, en una de las tantas modalidades de subdivisiones, en este caso administrativa, a las que se ha recurrido histricamente para una mejor organizacin, como se ha dado en lo eclesistico con las parroquias1 o en lo militar con los cuarteles.2 Actualmente, tal como lo indica la Constitucin de la ciudad de Buenos Aires,3 asistimos a la formulacin de la categora de Comunas, en tanto unidades de gestin poltica y administrativa con competencia territorial, como resultado de un proceso de descentralizacin, lo cual podra implicar una resignificacin en el concepto de Barrio. Si nos remontamos a mediados del siglo XIX, con el impacto de la Revolucin Industrial, podremos analizar un proceso diferente. La clave del mismo podra encontrarse en la deteccin de cambios culturales en las expectativas con relacin al tiempo y al espacio que permitieron prefigurar, como barrios de la ciudad, a ciertos mbitos circundantes agrupados en un abanico de categoras, tales como suburbio o pueblo.
Rodolfo Giunta Profesor en Historia (UBA). Regente de la Escuela Nacional de Museologa (2003). Investigador del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas (IAA) Mario J. Buschiazzo de la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo (UBA). Vicepresidente de la Fundacin Taller de Investigacin y Accin Urbana (TIAU). Docente de los Institutos Superiores Obra Cardenal Ferrari y Dante Alighieri.

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Buenos Aires El libro del Barrio

Cambios culturales en las expectativas con relacin al tiempo


As, en el mundo ampliado, el impacto (...) de toda la tecnologa aceleradora tuvo al menos dos caras apur el tiempo de la existencia corriente y transform la memoria de los aos pasados, el material de la identidad de todos, en algo lento. Los recuerdos tienen la capacidad de convertirse en nostlgicos slo despus que los cambios hayan hecho posibles las comparaciones y que el pasado parezca irremisiblemente perdido! Kern, 1983. Jos Mara Cantilo4 en una de las Editoriales del Semanario El Correo del Domingo intent definir qu era Buenos Aires. Mediante una sentencia fuerte sostuvo que era una ciudad grande (donde grande estara ms ligado a la jerarqua alcanzada que al tamao) para contraponerse al concepto de gran pueblo, argumentando irnicamente que su decisin se basaba en el hecho de que se podra pensar que estaba haciendo alusin a las virtudes (gran) de sus habitantes (pueblo). Caracteriz a Buenos Aires por su vida moderna, que fue definida en dos aspectos: uno sensitivo me refiero a ese vrtigo que suele subir a la cabeza y produce emociones que no dejan pensar en maana y otro abstracto eso solo pasa en las ciudades grandes, especialmente all donde se vive segn el modelo francs o ms bien parisiense [CD, t. I, N 24, 12/Jun/1864, 370 (Bruno, La Semana)].5 Este modelo parisiense, en tanto imagen utilizada como si fuera un figurn de la moda indumentaria, seguramente provino de diferentes fuentes, desde la literatura francesa que empezaba a rendir cuenta de los profundos cambios fsicos y sociales que se estaban operando desde haca unas dcadas en Pars,6 hasta relatos, orales y escritos, de viajeros en ambos sentidos (los que venan de Europa y aquellos que viajaban sobre todo a Pars). Resulta evidente que algunos sectores sociales de Buenos Aires disponan de nuevos parmetros para poder mirar la profunda aceleracin ese vrtigo que pareca caracterizar a los fenmenos urbanos de la poca, dnde lo nuevo estaba esencialmente ligado a la velocidad. Stephen Kern (1983, 128) en el captulo Speed, analiz toda una gama de repercusiones, favorables o detractoras, que tuvieron aquellas

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innovaciones que provocaron una profunda aceleracin tanto en los procesos tecnificados como en la vivencia de los mismos, donde muchos escritores, sin embargo, dieron la bienvenida al colapso de viejas empalizadas y consideraron a la nueva velocidad de modo favorable como un smbolo de vitalidad, una magnificacin de las posibilidades de la experiencia, o como un antdoto al provincialismo. Kern destaca que ms all de la posicin asumida o a pesar de la mezcla de sentimientos, sin embargo, se puede decir sin connotaciones que la nueva velocidad tuvo un profundo impacto en la civilizacin (dem: 129). La velocidad en el discurso de Cantilo apareci como el soporte de acciones sociales que cambiaron sus ritmos provocando un cambio cultural en cuanto a las expectativas respecto del tiempo y se densificaron socialmente por el nmero de personas implicadas. En tanto aceleracin de prcticas, la velocidad estara funcionando como una frontera entre tradicin y progreso; en tanto densificacin social, como desviacin de sentido de una inmigracin pensada para el mbito rural que estaba asentndose, ms all de lo previsto, en la ciudad. La presentacin que hizo Cantilo de Buenos Aires como una babilonia e infierno,7 adems de ofrecer un paisaje urbano muy diferente al de La gran aldea de Lucio V. Lpez (1884),8 reviste el inters de un desafo percepcional y vivencial de la vida moderna mediante el cual intentaba plantear a los lectores una disyuntiva: aceptacin del desafo o resguardo en un mbito ms tradicional. La velocidad de crecimiento en la dimensin fsica de la ciudad, implicaba una fragmentacin espacial, diferencindose, por un lado, un centro y, por otro, suburbios resignificados.9 Esto tambin remita al figurn parisino: Buenos Aires se va agrandando mucho. Ya la poblacin del norte ignora lo que pasa en la del sud y a esta sucede lo mismo con aquella (...) Nos vamos pareciendo mucho a Pars [CD, t. I, N 42, 16/Oct/1864, 658-9 (Bruno, La Semana)]. Este asombro por el crecimiento tambin qued reflejado en aquellos viajeros que visitaron la ciudad en ms de una oportunidad. Tomar como ejemplo el caso de William Hadfield (1869), quien al comparar sus viajes de 1853 y 1868 se vio impactado, porque tanto su poblacin como su tamao se haban duplicado,10 as como tambin por la jerarqua alcanzada: Cuanto ms miro a esta gran ciudad, ms me llama la atencin su crecimiento como tambin el

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lujo con el cual ha sido atendida, evidente en el estilo de construccin y en los grandes establecimientos privados, algunos de los cuales entran realmente en una escala principesca (dem: 131).11 Para Cantilo, los ingredientes de la percepcin emprica (velocidad de cambio, crecimiento fsico y demogrfico) funcionaron como el sustento de la resignificacin simblica mediante la cual se expresaba como deseo en el imaginario, comparndose con Pars en modo desiderativo: Una prueba de que progresamos, de que vamos siendo un pequeo Pars, la tenemos en la diferencia que se nota entre este y los pasados tiempos [CD, t. II, N 60, 19/Feb/1865, 113-115 (Bruno, La Semana)]. El deseo de llegar a parecerse cada vez ms a Pars sin duda formaba parte de la euforia de un sector dirigente que se senta consolidando una organizacin nacional, asociada con una insercin econmica al mercado mundial que propiciaba un despegue econmico inusitado. Este contexto de optimismo hacia el futuro tuvo sus improntas ms fuertes con los primeros impactos de la expansin de la Revolucin Industrial, sobre todo en los medios de transporte (ferrocarriles y barcos a vapor) y de comunicacin (telgrafo).12

Cambios culturales en las expectativas con relacin al espacio


Escucho el silbato de la locomotora en los bosques. Donde sea que aparezca esa msica, tiene su consecuencia. Es la voz de la civilizacin del siglo diecinueve diciendo: Aqu estoy. Ralph Waldo Emerson, en Marx, 1964. Uno de los factores que produjo mayor cantidad de transformaciones en el perodo fue la revolucin que se oper en el sistema de comunicacin. Fenmeno que se vincul muy estrechamente a la expansin tecnolgica de la Revolucin Industrial y que tuvo como finalidad lograr un medio ms eficaz para poner en contacto los mbitos productores de materias primas con los centros productores de manufacturas. Ferrocarriles y barcos a vapor conformaron el binomio adecuado para el transporte de cargas del nuevo sistema global que empezaba a consolidarse. Dicho binomio se complement con el telgrafo, cuyo tendido terrestre acompaaba la extensin de los rieles del ferrocarril, en tanto los mensajes deban anticipar, incluso, la mayor velocidad lograda para las cargas.

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La triloga resultante adecu el sistema de comunicacin de la poca a la actividad comercial entre los diferentes pases del nuevo sistema global, que estaba sustentado por una nueva red de intercambios, que modific sustancialmente la relacin espacio-tiempo entre regiones. Las distancias ya no se consideraran tanto en su dimensin geogrfica como en la comunicacional. A su vez, dichos medios de transporte y comunicacin, produjeron importantes cambios en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires al propiciar una de las percepciones ms ntidas del fenmeno moderno en varias dimensiones. Sobre todo con el ferrocarril, desde aquellos originales diez kilmetros inaugurados en 1857, que implic el primer contacto con empresas capitalistas en gran escala: tanto por el nivel de capitales implicados, infraestructura fsica y ocupacin de mano de obra, como por el poder de transformacin del espacio. Hans Ulrich Gumbrecht (1997) sostuvo que las estructuras y leyes internas de los ferrocarriles no pueden ser negociadas por individuos y por esa razn son vistas como un emblema de una casualidad existencial impuesta. Pero tambin se han transformado en sistemas que, siendo coextensivos con el mundo, excluyen la posibilidad de ser observados desde el exterior. sta es la razn por la cual los ferrocarriles emergen como la metfora preferida en discursos que intentan explicar a los lectores no especializados los aspectos ms revolucionarios de la ciencia y la filosofa modernas. En tales textos, los trenes representan ciertas condiciones estructurales de la existencia humana que son tan generales que tienden a ser soslayadas. Con la llegada del ferrocarril se modific el mbito rural, en tanto naturaleza, y en este sentido Dolf Sternberger (1974) seal que el paisaje del siglo XIX, que ha sufrido una transformacin tan brutal y tan profunda, ha permanecido visible, al menos parcialmente, hasta nuestros das. Est estructurado por el ferrocarril. ste no solamente hizo poca, como dice Sombart, sino que tambin hizo naturaleza, de estar permitido expresarse en estos trminos. Por todos lados donde las montaas y los tneles, las quebradas y los viaductos, los torrentes y los telefricos, los ros y los puentes de hierro, aparecen asociados de una manera curiosa pero muy estrecha, uno encuentra los puntos de concentracin de ese paisaje histrico, sus vistas sublimes que, en su obscuridad

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a lo Ruysdael, atraen hacia ellas toda la atencin de sus contemporneos, stas que han sido mil veces miradas, pintadas y mostradas por los visionarios. De una forma muy extraa esos lugares prueban que, bajo el triunfo de la civilizacin tcnica, la naturaleza no zozobr en lo innominado ni en la ausencia de imgenes, que la mera construccin del puente o del tnel, no constituan en s mismo un objeto de contemplacin, de admiracin, de orgullo, previo a todas las caractersticas del paisaje, sino que el ro o la montaa se asociaban enseguida a este aspecto tcnico, por otra parte no como un vencido sometindose a su vencedor, sino por el contrario como una potencia amiga que reivindica plenamente el prestigio que adquiere en este nuevo entorno. Resulta interesante la resignificacin del paisaje que propuso Jos Mara Cantilo para cuando el ferrocarril permitiese alcanzar mbitos como Las Conchas, que era definido como otra cosa respecto a los pueblos ya asimilados espacialmente a la ciudad de Buenos Aires, en tanto all s que se vive con esa holgura que hace agradable los paseos campestres. Un lugar todava signado por el misterio y por la naturaleza majestuosa que, con respecto a la relacin analizada por Dolf Sternberger entre lo natural y lo artificial, se redefinira gracias al ferrocarril: Las Conchas por consiguiente van llevndose pobladores de la ciudad. A vuelta de poco tiempo aquella naturaleza primitiva habr cambiado: el ferrocarril tocar esos parajes y los har el jardn de Buenos Aires [CD, t. I , N 48, 27/Nov/ 1864, 754-755 (Bruno, La Semana)]. Lo natural interceptado por lo artificial implicara una marca cultural en aquella naturaleza primitiva convirtindola en un jardn. El ferrocarril era visto, pues, como un instrumento determinante en su poder de transformacin y modernizacin de los distintos mbitos que iba alcanzado. 13 Adems, en el seno mismo de la ciudad, era el promotor de una gran cantidad de construcciones de un nuevo tipo de equipamiento urbano, que lleg a valorizarse como nuevas obras de arte (tal fue el caso del Puente de fierro en Barracas del Ferro-carril del Sud) adems de la profunda ciruga urbana14 que implicaba el tendido de rieles hasta prcticamente el centro neurlgico de la ciudad, actuales Plaza de Mayo (ramales Norte y Sur) y Lavalle (ramal Oeste).15

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Prefiguracin de barrios
Las familias se van al campo (...) Irse al campo, quiere decir en suma irse a Flores, a San Fernando, a Belgrano. Esto es como no salir de Buenos Aires. En esos pueblitos etiqueteros se vive como aqu, con las mismsimas exigencias que tanto incomodan en verano. Eso pues no es irse al campo. A lo mas es mudar de barrio. [CD, t. I, N 48, 27/Nov/1864, 754-755 (Bruno, La Semana)] El espacio fsico interceptado por el comunicacional fue desdibujando los lmites entre el adentro y el afuera de la ciudad, modificando sustancialmente el borde entre el ncleo urbano y el rea rural. De all que para Jos Mara Cantilo aquello que tradicionalmente se entenda como irse al campo cambi de sentido y cada vez ms se tena la impresin de que el traslado slo implicaba mudar de barrio. Las casas de campo o quintas, desde el diseo fundacional de Juan de Garay, se hallaban precisamente en ese borde de la ciudad. En el verano era habitual alquilar casasquintas: (...) ya Belgrano y Flores empiezan a animarse, y al oeste y al norte se buscan casas para pasar el verano lejos de la ciudad [CD, t. I, N 42, 16/Oct/1864, 658-9 (Bruno, La Semana)]. Thomas Woodbine Hinchliff rese, a principios de la dcada de los sesenta del siglo XIX, que resida en la Quinta de su primo que se hallaba en el suburbio ms encantador de la ciudad, cercano a la Recoleta. Pese a la cercana del ncleo urbano, sobre todo desde la perspectiva actual de la distancia, la vivencia era contrastante: Estbamos a casi dos millas del centro de la ciudad, completamente fuera de todo bullicio y movimiento (Hinchliff, 1863: 57). Vctor Martn de Moussy (1864) sostuvo que el hecho de tener que importar los materiales de construccin no le impidi a Buenos Aires crecer de una forma extraordinaria desde hace diez aos. El proceso implicaba desde grandes obras como la Aduana Taylor y el Teatro Coln hasta la restauracin de todas las iglesias y la creacin de muchas nuevas en los barrios alejados, sin contar los millares de casas particulares que se han levantando, tanto en la ciudad como en los suburbios y alrededores (dem: 38). Defini como suburbios la Recoleta, el Barrio 11 de Septiembre, Barracas al Norte, y la Boca, preconizando su

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futura incorporacin: Estos centros secundarios se poblacin no estn separados de la ciudad ms que por algunos campos y casas de campaa, que pronto se encontrarn confundidos con ella, en tanto Buenos Aires, no teniendo ninguna muralla, se extiende incesantemente en todas direcciones (dem: 44). Cual improntas inmersas en el rea de quintas haba pueblos, como el caso de Belgrano hacia el Norte que, como tantos otros, tuvo una profunda transformacin al toque de los rieles como se deca en la poca.16 Cuando se lo prefigura como Barrio comienza a cumplir ciertas funciones para sus habitantes: desde el ocio y la recreacin, por ejemplo con las carreras de caballos,17 hasta el hecho de ser el lugar elegido para pasar la luna de miel.18 Incluso eran los mbitos elegidos para experimentar algunas medidas, por ejemplo la prohibicin de que se galope en sus calles y aplicar una multa a los infractores. Belgrano no tiene tanta poblacin como Buenos Aires, las calles suelen estar desocupadas todo el da y desiertas en la noche, pero aquella polica se est entrenando para cuando haya all tanta poblacin como aqu [CD, t. I, N 45, 6/Nov/1864, 706-7 (Bruno, La Semana)]. En el Manual del Ro de la Plata de 1868 de los Hermanos Mulhall se indic el proyecto de establecer lneas de tranva que circularan por la ciudad y la uniran con los suburbios.19 El mismo fenmeno se registr hacia el oeste de la ciudad, una vez que se cont con el ferrocarril con itinerario de la ciudad a Flores y Morn; estos pueblos se convirtieron en lugares de recreo muy visitados por los porteos (Burmeister, 1943: 95). La prefiguracin, por ejemplo de Flores como barrio de la ciudad, se evidencia cuando en estos tradicionales mbitos de quintas de recreacin comenz a radicarse una poblacin estable, para la cual fueron surgiendo instituciones: en febrero de 1865 se inaugur en Flores un hermoso edificio construido recientemente para escuela pblica (...) Despus de un breve y sentido discurso del Dr. Rawson, se declar instalada la escuela de primeras letras de ambos sexos del pueblo de San Jos de Flores [CD, t. II, N 58, 5/ Feb/1865, 87-88 (M.R.G., Inauguracin y baile en Flores)]. Hacia el sur de la ciudad se encontraban la Boca20 y Barracas21, que desde antao se hallaban integrados a la ciudad por ser el rea portuaria que tena Buenos Aires en las mrgenes del Riachuelo. All se desarrollaba una profusa actividad industrial para la exportacin con los principales saladeros, establecimientos

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para la matanza de animales, salazn de sus cueros y derretimiento de sus sebos (Latham, 1867: 8), predominando en su poblacin italianos y vascos respectivamente.22 Para algunos viajeros como Thomas Jos Hutchinson (1865), su paisaje poda evocar mbitos ficcionales como los de la ilustracin del Muelle de Quilp en el cuento de Dickens Old Curiosity Shop; a Benjamn Vicua Mackenna (1936) le haca recordar puertos en el Misisip, por su animacin mercantil. En los Random Sketches (1868) se indic que la primera impresin que se tena era la de un pueblo norteamericano, lo cual se desvaneca rpidamente por los letreros espaoles y los nombres de santos y de hroes italianos en los barcos. Los procesos implicados en el Riachuelo por la presencia de los saladeros podan llegar a afectar a los habitantes de la ciudad: El da de hoy ha venido a poner fin a los sofocantes calores que se sentan, pero ha llovido demasiado, y el Riachuelo, esa reunin de aguas perfumadas que tenemos hace tantos aos, ha inundado la ciudad con sus agradables perfumes [CD, t. III, N 124, 13/May/ 1866, 305-6 (s/f, La Semana)]. La especulacin comercial y la falta de controles adecuados recin empezaban a ser vistos como un problema sanitario preocupante. En 1867, con motivo de la epdemia de clera de Ro de Janeiro, la Municipalidad orden visitas domiciliarias de higiene. Jos Mara Cantilo se preguntaba acerca del Riachuelo pues a f que jamas ha estado tan terrible como ahora [CD, t. IV, N 167, 10/ Mar/1867, 180-1 (s/f., Crnica)], lo cual solo implicaba un eslabn ms en la larga cadena de reclamos a la Municipalidad.23 La prefiguracin de barrios es una imagen que nos permite pensar en un proceso diferente: el de expansin de la ciudad. El ferrocarril al principio y luego el tranva, fueron anexando a la ciudad suburbios y pueblos, esto es, mbitos tradicionalmente de extramuro al ncleo urbano, lo cual implic un fenmeno inverso al de fragmentacin de dicho ncleo que prevalece en nuestro imaginario.

Notas
1

Por pedido del Obispo Manuel Antonio de la Torre se logr (real cdula del 8 de julio

de 1769) la creacin de seis parroquias: San Nicols, Socorro, Concepcin, Monserrat,

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Buenos Aires El libro del Barrio

La Piedad y La Catedral.
2

En tiempos del Virrey Vrtiz, y a los fines de llevar a cabo un empadronamiento

ordenado por el Rey, se realiz una divisin en 6 cuarteles (1778). En 1790 la Real Audiencia, presidida por el Virrey Arredondo acord dividir la ciudad en cuatro cuarteles nombrando alcaldes. Rpidamente se not la insuficiencia de dicha divisin, por lo cual el Capitn Martin Boneo Intendente de Polica solicit al Cabildo la subdivisin de la ciudad en 20 barrios, designndose un alcalde para cada uno de ellos.
3 4

En el Libro Segundo Gobierno de la Ciudad; Ttulo Sexto Comunas; artculos 127 al 131. Jos Mara Cantilo (1816-1872). Fue qumico y boticario, y estando exiliado en

Montevideo se vincul al periodismo. De regreso a Buenos Aires fund varios peridicos como El Siglo, El Correo del Domingo y La Verdad. Desempe diversos cargos pblicos (diputado en varias ocasiones y Secretario de Gobierno en otras) destacndose, a los fines del trabajo, el haber sido el primer Secretario de la Municipalidad de Buenos Aires (1856-1859).
5

Cita abreviada de: Correo del Domingo, tomo I, nmero 24, de fecha 12 de Junio de

1864, pgina 370, en el editorial La Semana firmado por Bruno (seudnimo de Jos Mara Cantilo).
6

El doctor Juan Mara Gutirrez en su artculo Estadstica bibliogrfica de Buenos

Aires correspondiente al ao de 1863 (La Revista de Buenos Aires, Tomo I) seal: Hemos deseado obtener noticias sobre el nmero de libros extranjeros que se consumen entre nosotros; pero no hemos obtenido resultados satisfactorios (...) Como hasta ahora los libros no pagaban derechos al pasar por la Aduana, no han quedado consignados en los registros sino muy pocos hechos relativos a nuestro propsito (p. 279).
7

Si no nos vamos a vivir a otra parte, en esta ciudad corremos riesgo de morir

impensadamente. Los jinetes andan a escape, los carruajes disparan, los cargadores llenan las veredas con bultos encima, los albailes no dejan paso por ellas ni los enfermos; en la Bolsa hay una caballada, en las galeras del Cabildo grupos densos de gente afanada por ganar pleitos; por el muelle no se puede pasar, porque los changadores asaltan a la gente a fuerza de quererlas servir, los trenes de los caminos de fierro se obstruyen de pasajeros, en los hospitales no caben los enfermos! (...) Tanto estrpito, tanto atropello, tanto gento en las calles, tanto organillo, tanta casa que se hace que se rehace, tanto aguador con campanilla, tantos gritos, tanto mendigo, tanto vestido de cola, tanta mquina, es para desear huir mil leguas de aqu. Prefiero el Paraguay con su solemne silencio, sus patriarcales costumbres, sus trajes que no siguen los figurines, sus sombreros y la linterna

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en la mano, que esta babilonia, este infierno en que se ha convertido Buenos Aires. Probablemente me embarco en el primer vapor para la Asuncion [CD, t. I, N 45, 6/ Nov/64, 706-7 (Bruno, La Semana)]. Argumentando posteriormente que el aumento de la poblacin condensada en la ciudad, ha producido la ventaja de que ya no haya donde vivir con el espacio que la hijiene requiere, y que los mendigos superabunden, y que centenares de muchachos entonen desde que Dios amanece los cnticos de lotera, y que otro centenar de arpistas, organistas con y sin monos ocupen las calles de sol sol, dueos de la ciudad toda la noche si el negocio se presenta; y que haya barrios centrales que darian un captulo los Misterios de Paris y la yapa, barrios donde estan en escena constante hombres y mujeres de todos los paises del mundo, porque la inmigracin que llega no es solamente de industriales sino que trae tambien su parte de industriosos en ramos de que no se ocupan los tratados de economa poltica, aunque suelen figurar en los cuadros estadsticos para sealar el grado de progreso de un pueblo, en sus hospitales y crceles [CD, t. II, N 60, 19/Feb/1865, 113-115 (Bruno, La Semana)].
8

En fin, yo, que haba conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, smiEl otro da no he podido mnos de detenerme un momento a gozar de la vista que

tendero, smicurial y smi-aldea (...).


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ofrece una hermosa casa de la calle Cangallo [actual Presidente Juan Domingo Pern], entre Esmeralda y Suipacha, con su jardn y los frondosos arbustos del fondo. Estas bellezas no se encuentran sino en casas muy contadas del centro. El negocio hace estrecho todo; pronto se alquilar tanto la pulgada de casa. Hay propietarios que piden un ojo de la cara por una vara de habitacin. Est visto que dentro de muy poco tiempo las casas habitables, cmodas, modernas, elegantes, y con espacio para jardin, estarn en la parte que antes se llamaba suburbios y que se va convirtiendo en villas [CD, t. I, N 11, 13/Mar/1864, 162 (Bruno, La Semana)].
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Segn el Censo Nacional de 1869 la ciudad de Buenos Aires contaba con 171.404

habitantes. Con una extensin de 2504 cuadras, presentaba un total de 19.309 viviendas clasificadas en: 86,38% de Azotea; 1,19% de Teja; 7,83% de Madera y 4,53% de Paja. El 88,7% de las viviendas era de una planta; el 10,3% de 2 plantas y el 0,9% de tres plantas.
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Estas apreciaciones son muy similares a las vertidas por Wilfredo Latham (1867):

Buenos Aires es una ciudad hermosa y grande (...) Es sorprendente el aumento de la extensin de la ciudad en estos ltimos aos; y el nmero de magnficas casas en ellos edificadas, de las cuales muchas merecen el nombre de palacios.

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Hay pocas ciudades que han progresado tanto como Buenos Aires en los ltimos

diez aos. En 1859 tenamos seis millas de ferrocarril; hoy en da tenemos 200 millas, en las lneas del Norte, del Sur, del Oeste y de la Ensenada. En 1859 haba slo una lnea de barcos a vapor ocenicos; ahora hay siete lneas desde Inglaterra, Francia, Blgica, Italia y los Estados Unidos. En 1859 haba slo dos bancos, hoy hay cuatro. En 1859 la circulacin de peridicos era de 3.000 por da; sta ahora llega a 20.000. En 1859 la poblacin era de 100.000, slo la mitad de estimacin actual. En 1859 no haba una sola compaa de acciones ni una oficina de seguros inglesas en el pas; hoy sera difcil numerarlas. En 1859 el nmero de inmigrantes era 4.700; ahora los [returns] muestran 30.000 per annum. En 1859 el negocio de la Oficina de Correos comprenda 400.000 cartas y papeles; hoy en da es casi 4.000.000. En 1859 los [revenues] de la Aduana eran alrededor de 200.000; ahora exceden los 2.000.000 esterlinas. El mismo crecimiento se observa en todas las ramas de la industria o de empresas [Mulhall M.G. (y) E.T., 1869].
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Morn que ha resucitado al toque de los rieles del camino de fierro, y que es un

pueblo puesto a la moderna... [CD, t. I, N 43, 23/Oct/1864, 674-5 (Bruno, La Semana)].


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La huella de la red ferroviaria en la traza urbana de Buenos Aires constituy un

elemento de singular impacto, tanto por las formas de acceso como por las improntas edilicias, playas de maniobras, galpones, etc. La primera estacin del ferrocarril estuvo ubicada frente al Parque de Artillera (en el actual emplazamiento del Teatro Coln), pero la ms importante fue la Estacin Central que serva de terminal a los trenes del norte y el sur y que estaba en el bajo sobre la calle Cangallo [actual Presidente Juan Domingo Pern], prxima a la Plaza de Mayo (Gutirrez, 1990).
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Hace muy poco tiempo que ciertas mujeres nerviosas daban una prueba de mucho

valor al pasar el puente del primer camino de fierro, en medio de exclamaciones que mostraban sus impresiones nuevas. Pero hoy muy pocas personas ha de haber que no hayan viajado en el ferro [CD, t. III, N 108, 21/Ene/1866, 50-53 (Bruno La Semana)].
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Oyese el silbato; el tren se pone en camino. Pasa el bosque de sauces de la ribera,

pasa la Recoleta del opuesto lado, pasa Palermo en ruinas, y el tren sigue, sigue imperturbable, describiendo curvas suaves, llevando consigo trescientas cuatrocientas personas entregadas la direccin del maquinista; y sigue, sigue hasta detenerse en Belgrano, el pueblo improvisado que surgi al impulso progresista de la poca, y es hoy un Eden, un punto de reunin donde la belleza, la elegancia y la moda tienen sus

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atractivos [CD, t. I, N 10, 6/Mar/1864, 147 (Bruno, La Semana)].


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El domingo tuvieron lugar en Belgrano las anunciadas carreras de caballos. Fu un

dia como para la diversion: mucho viento, muchsimo polvo. Siempre veo volver de las carreras a los aficionados calculo todo lo pierden en ropa; la que traen encima queda intil. Asi mismo la fiesta mueve a mucha jente. Desde temprano no habia un carruaje ni un caballo de alquiler [CD, t. I, N 45, 6/Nov/1864, 706-7 (Bruno, La Semana)].
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El pueblo de Belgrano se est convirtiendo en la mansion de los desposados; es el

pueblo elejido para pasar las lunas de miel. En estos das se han trasladado all los matrimonios de ltima data, y poco antes haban sido precedidos por una pareja que aun est bajo la influencia de la misma luna dulce. Debe ser encantador el pasar ese periodo de los gratos recuerdos en la agradable soledad del campo, en medio del canto de las aves, en una atmsfera perfumada, mudos testigos de juramentos renovados, lejos de la curiosidad de los indiferentes. Por ah se asegura que dentro de poco Belgrano recibir nuevos huspedes bienaventurados, y que una de las joyeras de la calle de la Florida ha dado su continjente brillante, galante preparativo de un impaciente novio. Belgrano ser pues desde esta primavera la mansion de los novios que llegan puerto despues de la navegacion llena de incidentes que hay que hacer para poner el pi en esas riberas que tantas esperanzas realizan, pero donde tambien no escasean decepciones. Nias, no dejeis de pensar en el pueblo de Belgrano [CD, t. I, N 44, 30/Oct/1864, 690-1 (Bruno, La Semana)].
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1. Desde la Aduana, por la Calle Rivadavia, a la Plaza Once de Septiembre; 2. Desde

Plaza Parque a Plaza Monserrat; 3. Desde la terminal de la Plaza Constitucin a la Plaza 25 de Mayo; 4. Desde Plaza Libertad a Plaza Victoria; 5. Desde las Cinco Esquinas al pueblo de Belgrano.
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Aparece adelante un bosque de mstiles (...). Entonces vemos las casas blancas de la

Boca (del Riachuelo), la boca del mencionado riachuelo. ste es un Estigio que necesita ser dragado, de 160 pies de ancho, un lento sumidero de barro negro, que muchas veces se pone rojo por el producto de una docena de Saladeros. El aire entonces huele a carne, podrida como tambin fresca; se pone plido, se siente en el mar, pide un trago y todos alrededor suyo declaran que la atmsfera es excepcionalmente saludable (...) La Boca es un suburbio donde trabajan muchos italianos, que se ocupan, como vemos, con negocios y astilleros (...) Alrededor de la Boca hay un llano pantanoso donde los aserraderos deben encaramarse en muelles y pilares; algunas de las construcciones de ayer son de ladrillo, pero las paredes se comban y agrietan. La Boca se conecta con Buenos Aires

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con una rama del ferrocarril en el viejo buen estilo (...) (Burton, 1870: 146).
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Tierra adentro de la Boca estn Las Barracas, los negocios (para mercaderas para

las casas), al norte y al sur; un poblado de alrededor del doble de tamao de su vecino; y un conjunto de graneros y patios, presididos por una iglesia de dos torres (...) El una vez encantador arroyo est sucio con barro y menudencias y hay un terrible perfume a sebo y carne lquida, mezclado con la esencia de huesos calcinados. La poblacin es evidentemente vasca y se requieren alambrados de hierro, como en Egipto, para repeler a las moscas, que rondan por las calles en miradas. Hay comercio en Las Barracas, vemos una posada con una inscripcin rusa y los mendigos no se limitan, como en la ciudad, a los sbados (...) (Burton, 1870: 147).
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La viviendas eran precarias: Una gran parte de las casas de madera de la Boca han

desaparecido consumidas por las llamas de un incendio. El gobierno de la provincia movido de un sentimiento recomendable, ha acudido aliviar las necesidades de algunas familias que mas han sufrido [CD, t. III, N 151, 18/Nov/1866, 302-303 (s/f., Crnica)].
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Al fin alcanzamos los dias mas deliciosos del ao, los de otoo. En estos dias es

cuando mas notable se hace el clima de este pais. Si hubiera quien nos librase de la tierra que nos envuelve el menor soplo de viento, y quien nos exonerase del ambiente del Riachuelo y de los escapes de gas y de las exhalaciones de los mercados, seria esta ciudad un paraiso, aun cuando siga sin paseos pblicos y sin otras ventajas de la civilizacion, de que tanto carecemos, aguas corrientes inclusive [CD, t. IV, N 167, 10/ Mar/1867, 180-1 (s/f., Crnica)].

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Rafael E. J. Iglesia Borges urbanista1 A la bsqueda de la ciudad vivida
Este trabajo, lectura de Buenos Aires a travs de dos escritores (ambos poetas), es casi una prepotica de Buenos Aires. Hay lecturas directas de la ciudad, a las que alude Henri Lefebvre (1976) cuando dice: la ciudad se lee como un texto. Hay lecturas indirectas, leyendo lecturas de otros. La Antropologa practic la primera: recordemos El lenguaje silencioso de Edward Hall. De la segunda manera hay un ejemplo notable: La potica del espacio de Gastn Bachelard. Mi estrategia es leer a los que leyeron. Edward Hall se preguntaba: Cul sera el resultado si, en lugar de contemplar las imgenes del autor en cuanto convencionalismos literarios, las examinramos en cuanto sistemas muy elaborados de recordatorio, destinados a desatar los recuerdos del lector?. Sin conocer la pregunta, Lorenzo Varela aconsej: Escucha a tus poetas, ciudad, habla tu pecho.

Rafael E. J. Iglesia Profesor Consulto de la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Director de la Carrera de Especializacin en Historia y Crtica de la Arquitectura y el Urbanismo (Escuela de Posgrado, FADU, UBA). Autor de numerosos trabajos y publicaciones en revistas especializadas. Miembro de la Sociedad Central de Arquitectos, Buenos Aires.

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Es casi imposible describir con palabras y totalmente la experiencia de un hecho urbano (Rossi, 1971). Slo renunciando a la totalidad de la descripcin se puede alcanzar la totalidad de una imagen. Digamos con Wilhelm Dilthey: La base de toda verdadera poesa es, por consiguiente, la vivencia, la experiencia vivida, elementos anmicos de toda especie que entran en relacin con ella. En tal relacin pueden ser material directo para la creacin del poeta todas las imgenes del mundo exterior (Dilthey, 1961: 53). As busco imgenes de nuestro hbitat urbano. Dice Christian Norgerg-Schulz (1984): La poesa de hecho es capaz de concretar esas totalidades que elude la ciencia (...) La ciencia parte de lo dado, la poesa nos trae de regreso a las cosas concretas, descubriendo los significados inherentes a la vida en el mundo. Imaginar es un pensar intuitivo (Sartre, 1982). Es un pensar alimentado por la experiencia polidimensional. Cada sitio es experimentado como una realidad concreta y continua, de difcil recorte. Esta unicidad de la experiencia es el objeto de la comunicacin de los artistas. Cada vez que mostramos fotografas y relatamos cosas sobre nuestra ciudad, o nuestra casa, o nuestra familia, estamos tratando de trasmitir una imagen a nuestro interlocutor. Dada su entramada complejidad, la integridad de esta imagen es intrasmisible. Hay riesgo de quedarse en la superficie o de caer en la caricatura. Aqu los poetas, los artistas en general (verbales o icnicos), llevan la ventaja. Instauran la ciudad y la urbe frente a nosotros, las recrean, las imaginan. Llegan, como dira Gadamer, del lenguaje potico al lenguaje de las cosas. Los poetas son usuarios privilegiados de la ciudad: son sus habitantes y al mismo tiempo la gozan o padecen como la obra de arte que Lewis Mumford quera que fuese. Diferente del lenguaje digital de las estadsticas, la poesa es casi lenguaje analgico. Cuando el lector revive la experiencia, la poesa le concierne. El lector es ahora parte interesada y al participar en el jbilo de la creacin, comparte la imagen con el poeta. Los poetas ofrecen una ontologa directa, una imagen sbita, llamarada del ser en la imaginacin (Bachelard, 1975). Como lo quera Sartre: un solo golpe imaginativo.

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El espacio captado por la imaginacin no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexin del gemetra. Es vivido. Y es vivido no en su positividad, sino en todas las parcialidades de la imaginacin (Bachelard, 1975: 128). Esta vivencia no se basa en datos fijados con exactitud en el recuerdo, sino en aquellos que, prefijados inconscientemente, fluyen repentinamente en la memoria, y se expresan en una imagen. Ciudad, como extranjero te canto todava sin saber muchos nombres de tu fisonoma. Vivo en ti, y si te canto es por convencimiento (mas sin certificado de buen comportamiento). (Rafael Alberti)2 Palabras, Buenos Aires, te recorro en palabras. (Rafael Alberto Vzquez)3 Me una a la ciudad no una razn de azar sino un destino mutuo de amantes en el tiempo. La ciudad era aquello que yo haba forjado. Intil evadirme de mi propia experiencia, intil pretender un mbito ms alto, la ciudad era el eco de todos mis silencios, la ciudad era el soplo material de mis actos. (Osvaldo Rossler) 4 Por esto Dilthey hablaba de la animacin enrgica de las imgenes y de una intencin impregnada de sentimientos (Dilthey, op. cit.: 62). Detrs de estas vivencias est el supuesto, compartido por muchos (entre ellos Lewis Mumford y Aldo Rossi), de que la ciudad (hbitat urbano) es una obra de arte, reconocida intuitivamente por los artistas y, segn Rossi, (...) siempre ligada a un lugar preciso, un lugar, un acontecimiento y una forma de la ciudad (Rossi, op. cit.: 74). El discurso potico instaura una imagen que luego genera acciones y

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conductas ciudadanas. Por ejemplo: Carriego descubri los conventillos, Bartolom Galndez El Rosedal, yo las esquinas de Palermo (...) (Jorge Luis Borges en Para el Advenimiento de Ramn, Martn Fierro N 19). El mismo Borges, quien escribi que la poesa piensa por medio de imgenes (y que el poeta debe ser leal a su imaginacin), lo apercibe: Qu lindo es ser habitadores de una ciudad que haya sido comentada por un gran verso! (...) La ciudad sigue a la espera de una poetizacin (El tamao de mi esperanza, 1925, Invectiva contra el arrabalero). En otra parte (Vanielocuencia): La ciudad est en m como un poema que an no he logrado detener en palabras. Confiesa en el prlogo (1969) de Fervor de Buenos Aires: Yo (...) me propuse (...) cantar un Buenos Aires de casas bajas (...). Ms tarde dir (La fama, La cifra, 1981) que su fama se debe (quiz) a: Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar. Recordar el patio de tierra y la parra, el zagun y el aljibe. Sigo adelante. Adems de su Fundacin mtica de Buenos Aires, otras cinco veces Borges dio el nombre de Buenos Aires a alguno de sus poemas. Dos de ellos, en El otro, el mismo (1964) se llaman Buenos Aires, el tercero est en Elogio de la sombra (1969). El cuarto Buenos Aires figura en Historia de la noche (1977) y el quinto es de La cifra (1981). Una psicoanalista portea sostuvo que El espacio en que vivimos, ese espacio Otro, esa tpica de lo imaginario que contiene todo el tesoro simblico el interior del cuerpo materno, escenario de infinitos amores, creaciones, luchas y muertes, ese utpico lugar, que como vemos resulta ser heredero del interior de aquel otro, el primer amor prehistrico, segn Freud, el inolvidable, familiar y siniestro, es ese espacio-escenario que en construccin permanente como producto de nuestra realidad fsica proyectada, llamamos ciudad (Zak de Goldstein, 1994: 42). Borges corrobora: No en vano fui engendrado en 1899. Mis hbitos regresan a aquel siglo y al anterior y he procurado no olvidar mis remotas y ya desdibujadas humanidades. Antes, yo te buscaba en tus confines

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Que lindan con la tarde y la llanura (...) En la memoria de Palermo estabas (...) Ahora ests en m. Eres mi vaga Suerte, esas cosas que la muerte apaga. Y la ciudad, ahora, es como un plano De mis humillaciones y fracasos (...). Lo que Dilthey y Bachelard aclararon para todos los poetas se cumple en Borges. Sin duda, como lo confirma la Fundacin mtica..., el lugar de Borges es Buenos Aires y su evocacin de mi lugar indica una exterioridad y una interioridad. Hacia all apunta mi indagacin. Encuentro: Te senta En los patios del Sur y en la creciente Sombra que desdibuja lentamente Su larga recta, al declinar el da. Claro ejemplo de espacio vivido. En l se encierra una axiologa espacial (Sommers) rebelde a la razn cuantitativa de los mtodos de indagacin urbana habituales que no dan cuenta del arte de habitar. Desde el espacio vivido el habitar es un acaecer conjunto del habitante, con su pasado, dimensin de la experiencia; su presente, dimensin de la accin y su futuro, dimensin de las expectativas, y el sitio habitado (con su pasado, lugar del recuerdo; su presente, lugar de las conductas y su futuro). El espacio del habitar no puede ser el lugar de nada o el lugar de nadie. Es una extensin donde algo tiene lugar o algo puede tener lugar. Borges nos los dice: Desde esta puerta he visto los ocasos y ante este mrmol he aguardado en vano. Qu mrmol? A quin esperaba? Con qu angustia? Lo de mrmol sugiere un banco o una estatua; por abduccin, creo que esto delata una espera amorosa. En su tercer Buenos Aires Borges se hace claramente la pregunta: Qu ser Buenos Aires?. Y nos da una larga respuesta conjetural. Menciona lugares: la Plaza de Mayo a la que volvieron, despus de haber guerreado en el continente, hombres cansados y felices; la Recoleta (su paredn) donde muri, ejecutado, uno de mis

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mayores; Drsena Sur, lugar de llegadas y partidas; la vereda de Quintana donde su padre, al ver las estrellas luego de un perodo de ceguera, llor; una esquina de la calle Per, donde un amigo Julio C. Davobe acus a los hombres de engendrar hijos para el espanto; cierta esquina del Once, lugar del finado Macedonio. Luego contesta recurriendo a sitios: la azotea, la vereda, el ltimo patio; una larga calle de casas bajas; la habitacin de la Biblioteca; la pieza adyacente; una alta casa del sur, lugar de la traduccin de Walt Whitman; la calle no pisada; el centro secreto de las manzanas; lo que ocultan las fachadas, una modesta librera; el barrio. Y las cosas: un rbol que en la calle Junn da sombra y frescura; una puerta, donde esper algo, inmvil y en la oscuridad, diez das y diez noches; una estatua ecuestre; una espada; una divisa; un espejo paterno; una destrozada cara de Cristo. No slo de lugares est hecho el habitar; tambin de habitantes. Borges sigue respondiendo con personajes: Elvira de Alvear; Norah Borges; una mujer que lo abandona; una mujer abandonada; Ricardo Lugones en su ltimo viaje; Macedonio Fernndez; un hipottico enemigo. Sin olvidar las sensaciones, cuyo recuento es magro: la ya mentada frescura vegetal; la larga espera; el abandono (ida y vuelta); el descubrimiento de la lengua sajona; una milonga silbada. No quiere proseguir, (...) esas cosas son demasiado individuales, son demasiado lo que son, para ser tambin Buenos Aires. Y entonces piensa en otra Buenos Aires (la misma), que l no vivenci: es la otra calle, la que no pis nunca. Buenos Aires es todo: (...) lo que se ha perdido y lo que ser, es lo ulterior, lo ajeno, lo lateral, el barrio que no es tuyo ni mo, lo que ignoramos y queremos. En La cifra, Buenos Aires es otra ciudad que tambin se llamaba Buenos Aires. La ve, al igual que en las descripciones anteriores, llena de recuerdos, de hierros de puerta cancel, de jazmines, aljibes, resolanas y siestas, un tercer patio de esclavos (no alcanzado), faroles y faroleros, el Almacn de la Figura, una divisa punz, dos espadas, un bastn y Macedonio Fernndez. Concluye: En aquel Buenos Aires, yo sera un extrao.

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No niega la calidad misma del espacio vivido urbano, su relacin con nuestra vivencia: Aqu el incierto ayer y el hoy distinto Me han deparado los comunes casos De toda suerte humana; aqu mis pasos Urden su incalculable laberinto. La ciudad borgeana es deambulatoria, hodolgica. El poeta pasea por ella y la contempla apasionadamente sin arrebatos. Tan ntimo es su espacio, que no ve en l lo que vera un gua turstico: plazas, monumentos, mercados y avenidas. No estn aqu los barrios de casitas y calles entremezcladas con la pampa de Fervor de Buenos Aires , que en 1964 son ya cosa del pasado. Vuelve, al fin, a la ciudad de su infancia, aquella que rememora en 1977, titulndola Buenos Aires, 1899, la fecha de su nacimiento. El aljibe (...) Sobre el patio la vaga astronoma Del nio. El hmedo zagun. La vieja casa. Otras cosas ve el poeta (y nos las hace ver a nosotros). Detrs de los colectivos y los autos, de los carteles publicitarios, de la prisa y la soledad de los que pasan, Aqu la tarde cenicienta espera El fruto que le debe la maana (...). Volviendo a la visin psicoanaltica, el poeta redescubre su destino en este espacio. Aqu mi sombra en la no menos vana Sombra final se perder, ligera. Elas Canetti plantea una duda: estas estetizaciones no ocultan o suplantan el encuentro directo con la muerte? Y, por lo tanto, no pueden revelar nada cierto. En tal caso, Borges estetiza una ciudad en la que no quiere ver (ni padecer) la barbarie de la modernizacin. Vuelta al origen, satisfaccin del deseo inalcanzable. La ciudad es as totalmente maternal. De all ese extrao afecto: No nos une el amor sino el espanto; Ser por eso que la quiero tanto.

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A Buenos Aires, con fervor


Aldo Rossi ha dicho: Todos los especialistas del estudio de la ciudad se han detenido ante la estructura de los hechos urbanos, declarando, sin embargo, que, adems de los elementos catalogados, haba lme de la cit; en otras palabras, haba la calidad de los hechos urbanos (Rossi, 1971). Borges dijo: Y sent Buenos Aires.... Buscar el alma de la ciudad es tarea que se enmarca en la bsqueda de los imaginarios urbanos. Mi hiptesis es que en la poesa puede detectarse el habitar urbano. Sigo, como ya dije, a Dilthey y a Bachelard. Se trata de unir ambos campos: el del espacio fsico, conformado, natural y artificial; el de la urbe en fin, dura y nica; con la ciudad, lugar las vivencias de sus ciudadanos poetas. El urbanismo clsico carece an de instrumentos suficientes para reconocer y explicar estos fenmenos culturales. Gregory Bateson ha demostrado que la lgica no modeliza ni las relaciones perceptivas ni las afectivas. stas se basan en algo que, contrariamente a la materia/energa, s puede perderse: la informacin. As se generan varios problemas semiolgicos: Qu elementos smicos constituyen la imagen? A qu refieren? Qu emociones, conductas o esquemas mentales connotan, denotan o inducen? Por un lado tenemos al habitante (en nuestro caso, un poeta) y a los fenmenos. Tal es la sensacin, la percepcin, la explicacin, la comprensin, la valoracin (afectiva y otras), el mapeo o clasificacin, la formacin de imgenes, y la interaccin de todos ellos. Por el otro, el espacio material con su extensin, su forma, su sustancialidad. Estos son los integrantes del concepto de espacio vivido, que se dan en la experiencia de manera indisociable. Marc Aug habla de lugar antropolgico: Por supuesto, el estatuto intelectual del lugar antropolgico es ambiguo. No es sino la idea, parcialmente materializada, que se hacen aquellos que lo habitan de su relacin con el territorio, con sus semejantes y con los otros. Esta idea puede ser parcial o mitificada. Vara segn el lugar que cada uno ocupa y segn su punto de vista. Sin embargo, propone e impone una serie de puntos de referencia que no son sin duda los de la armona salvaje o del paraso perdido, pero cuya ausencia, cuando desaparecen, no se colma fcilmente.

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Aplicando este rasero a Fervor de Buenos Aires (1923), hago una primera constatacin: faltan referencias a territorios y sitios por entonces muy frecuentados en la literatura (desde la periodstica a la tanguera), como el centro de la ciudad (para bien o para mal), las grandes avenidas Callao, Santa Fe, de Mayo y la Plaza de Mayo. Tampoco aparecen los elementos de la modernizacin urbana: automviles, tranvas, subterrneos. Ni los grandes monumentos: el teatro Coln, el Congreso Nacional. En 1969, en el prlogo ad hoc, reconocer: En aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las maanas, el centro y la serenidad. En 1923, la de Borges es una urbe ntima, de recorridos peatonales. El momento preferido es la tarde. En 108 frases, la palabra aparece 21 veces, superada slo por calles (23 veces), aventajando a noche (15 veces). Esta cercana ya indica los horarios de Borges. Su ciudad y los patios se viven de la tardecita en adelante. Hay atardeceres y ponientes (seis veces mencionados) sobre y al final de las calles. Las tardes pueden ser serenas, sazonadas, bienhechoras, sutiles, claras y graves. Nichos de una imagen querida. De plata o mutiladas. La luz menguante, que cansa los colores, es compaera de la sombra creciente. El poniente exalta a las calles, tiraniza el camino, le duele a la tarde al mutilarla. Son Silenciosas batallas del ocaso en arrabales ltimos, siempre antiguas derrotas de una guerra del cielo (...). Despus de la tarde, la noche, furtiva y felina. Que puede ser universal, grandiosa y viva. La noche y los rboles nos llevan a la sombra (nueve veces citada); que puede ser benigna, cncava o apacible. La ciudad borgeana es notablemente vespertina y nocturna. Estas tardes y noches son vividas en territorios barriales, casi familiares sino fuera por la soledad (cinco veces citada y que puede ser poblada) que acompaa los pasos del poeta. No llegaremos, en la poesa de Borges, a la noche del centro, la noche cantada por el tango y admirada por los visitantes extranjeros. El amanecer es horrible, amenazante. Armando Silva (1992) dijo, hablando de los imaginarios urbanos: Territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocacin del futuro permiten referenciarlo como un lugar que aquel nombr con ciertos lmites geogrficos y simblicos. Nombrar

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el territorio es asumirlo en una extensin lingstica e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisndolo, marcndolo de una forma u otra, es darle entidad fsica que se conjuga, por supuesto, con el acto denominativo. Estos dos ejercicios, denominar y recorrer, han de evolucionar hacia la regin llamada territorio, como entidad fundamental del microcosmos y la macrovisin. Los territorios son espacios para vivir all, que se valoran segn un delicado proceso de simbolizacin. Espacio habitado, el territorio es siempre identificado, utilizado, imaginado. Los territorios y sitios de Borges son pocos y presentan una caracterstica peculiar: muchos son ilimitados. La misma ciudad (o la urbe) se entrelaza con la llanura sin mostrar bordes definidos. Esta ciudad est hecha de manzanas (cuadriculadas, diferentes e iguales, montonos recuerdos repetidos). Una sola vez dice ciudad (honda ciega). Repara esa parquedad con una declaracin rotunda: Esta ciudad que yo cre mi pasado es mi porvenir, mi presente (...). Tres veces (y le dedica un poema) nombra arrabal (de silencio, ltimos, desmantelados). A veces son el lugar del tedio, pero son el lugar donde sinti a Buenos Aires. No hay registro de la experiencia de un centro, ms bien los sitios que Borges menciona se infieren, por la adjetivacin, lejanos o externos a un tcito centro. Las calles son citadas 23 veces. Son calles abiertas como un ancho sueo, ignoradas, ajenas, vidas, incmodas, de ms afuera, ajenas de rboles, distantes, perdidas en la honda visin de cielo y llanura, de penumbra y ocaso, desplegadas como banderas, mediocres, taciturnas, abrumadas por la distancia, de turba, ajetreadas, desganadas, barriales, invisibles, habituales, enternecidas. La dimensin emotiva salta al instante, en el primer verso: Las calles de Buenos Aires ya son mi entraa. Y la valorativa tambin: No las vidas calles, incmodas de turba y ajetreo, sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales (...).

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Aqu la ecuacin es simple, cercanas a la llanura y al cielo primigenios, menos urbe que naturaleza, las calles son tambin la patria. Otra vez, luego de un temporal, son recuperada heredad. l, que las lleva adentro, las crea diariamente a su manera: Yo soy el nico espectador de esta calle; si dejara de verla se morira. Piensa tambin, con temor, que (...) si esta numerosa Buenos Aires no es ms que un sueo (...) necesita ser soada sin descanso para existir. Quiz por eso las apura buscando la tarde. Nueve veces menciona a la casa (de mi infancia, austera). Ocho veces nombra patios (frescos, cimentados en la tierra y en el cielo). Ellos son, en un poema memorable: cielo encauzado (...) el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. El patio, mirador de las estrellas, es inseparable del aljibe, de la parra, del jazmn, de la madreselva y del zagun, en cuya amistad oscura es grato vivir. Tres veces escribe plazas (hondas igualadoras de almas). Nombra a una: la plaza San Martn. All encuentra la tarde que buscaba callejeando. Tambin encuentra la quietud y el sosiego. Conjetura la igualdad de la muerte y del sueo. Nombra otros sitios habitables: una sala vaca (muebles de caoba y daguerrotipos, intentan vanamente mantener vivos los recuerdos refugiados en la infancia), alcobas (profundas), un dormitorio, lecho. Recuerda que en los sitios domsticos se derrama la ternura. Sigue con crcel, carnicera, lupanar (vil). Las cosas urbanas, aparte de las ya citadas calles, manzanas, plazas y casas, son muy pocas para un poemario intencionadamente dedicado a la ciudad: zanjones, Recoleta, estatua, sepulcros (bellos), panteones, sitios, sala (severa), dormitorio, ventanas, puerto. Segn Amos Rapoport, la imagen se construye con una constelacin conceptual que comprende tres reas: la cognitiva (conocer algo); la afectiva (sentir y valorar algo); la conativa (hacer o proponer hacer algo). En los poemas de Borges lo cognitivo es sutil y flaco: ocho citas son para las almas (solitarias, nicas ante Dios, preciosas); el cielo, una vez pavoroso, siempre

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Buenos Aires El libro del Barrio

omnipresente. Siete veces dice colores (trmulos, blandos, pobres). Hay seis menciones a rboles, a cosas (heridas) y a espacio (prdigo). Cinco veces evoca al campo, y muy cerca a la tierra (viva, mojada), las paredes y paredones, al mrmol (eterno), y a los pjaros (dormidos, ltimos). Cuatro veces nombra a la espada, a los espejos, las estrellas (vacilantes, desparramadas), a las velas, a las hojas y a la luna (nueva y frgil), la muerte, el mundo y los zaguanes. Tres veces reconoce caminos, al mar (ms que al ancho ro que abraza a Buenos Aires, al que no nombra). Dos veces escribe aljibe (secreto), arena, mate curado, caoba, desierto, reja ro, sol (ltimo), temporal (unnime, aborrecible), farol (amarillo), hombres, luces (dispersas), mano, muchedumbre y espectador (nico). Luego siguen, con modestas citas unitarias, referencias al reino vegetal: acacias, lamos, enredadera, parra, flor, bosque, pastito (precario), palmera, hiedra, rama, jacarands, jazmn, madreselva (olorosos), sauzal, selva; todo una constelacin que se demora ms en lo natural que lo artificial. El segundo reino, el animal, no tiene tanto protagonismo: sangre, pie, carne (charra), cabeza de vaca, nido, paloma (ya mencion a los pjaros). Lo natural se extiende hasta el tercer reino y los fenmenos meteorolgicos: universo, horizonte, agua, primavera, cerros, piedras, brisa, remolinos, llanura, lluvia, mdanos, sierras (speras), costa, mdanos, lea. Restan las cosas hechas por el hombre: asfalto, piano, candelabro, hogueras, balaustradas, balcones (cerrados), bancos, candelabros, cencerros, relojes, lmpara, libro, cornisas, dintel, naipes, trofeo, encrucijadas, esfinge, oro, bandera, llaves. Quedan los elementos simblicos: Dios, un Arcngel. Y los hombres: ocho veces habl de almas. Habl de hombres, y (dos veces) de muchedumbre. Dijo: yo, T, nias, rabes, godos, hebreos sajones (no hay gringos o tanos, criollos o espaoles), ciegos (dos veces), y una vez mencion a pobres, mendigo, Walt Withman, Berkeley, Schopenhauer.

La ciudad brbara: Ezequiel Martnez Estrada5 y Buenos Aires El anlisis


Este trabajo, basado en Radiografa de la pampa y La cabeza de Goliat6, es una interpretacin entre muchas posibles, entre la pluralidad de interpretaciones de las que habla Raymond Aron y cuyos lmites ha estudiado Umberto Eco. No ir mucho ms all del discurso. Incursiono muy poco en un anlisis de

Dos miradas barriales: Borges, Martnez Estrada Rafael E. J. Iglesia

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enunciado, entendindolo como un discurso encuadrado en una constelacin discursiva mayor, integrante de un sistema de discursos cada uno con su emisor, su destinatario y sus circunstancias de produccin (Maingueneau, 1989). No enfatizo el anlisis del texto, con intenciones lingsticas o literarias, en un modo de decir la ciudad. Menos an historizo la produccin del texto. Este ensayo se coloca, no sin incomodidad, entre los polos de lo real y lo pensado y lo vivido por Martnez Estrada; aunque aqu interesa ms lo pensado que lo vivido, de todos modos origen de su pensamiento. Ha habido, dijo Jacques Le Goff en 1977, un descuido de la historia de las representaciones culturales, de las mentalidades y de las ideologas. Recomend una historia de lo imaginario, que trate (...) al documento literario y el artstico como documentos histricos a ttulo pleno, con la condicin de respetar su especificidad (...) (Le Goff, 1991: 13). All puede inscribirse este trabajo, en una historia de las mentalidades o mejor an, en la historia, tambin de larga duracin, de los imaginarios colectivos urbanos. Es una indagacin sobre la imagen de un fenmeno concreto: Buenos Aires (ciudad y urbe). La de Martnez Estrada, es una imagen personal, en el nivel de los acontecimientos braudelianos, en un momento dado, de una ciudad dada. Los psiclogos indican que la imagen personal no slo no es igual para todos, sino que cambia en cada persona segn la situacin problemtica a la que se enfrenta. Lo mo no es, en rigor, un ejercicio de hermenutica, entendido como encontrar o develar la univocidad en un discurso multvoco (Ricoeur, 1990), o develar un sentido oculto por el propio texto. As, como dira Paul Ricoeur, Martnez Estrada llena de sentido un sensible. Aqu uso su texto para construir un nuevo sentido, latente en el discurso original (y tambin en los signos urbanos y ciudadanos ledos por Martnez Estrada). Intento agregar sentido al irreductible texto original, colocndolo en un nuevo encuadre terico del que nacen nuevos sentidos. (...) No existe una interpretacin nica, mejor que todas las dems: nica es slo la obra, no la interpretacin, que siempre es mltiple (Givone, 1994). Dos parmetros principales conforman este encuadre: la nocin de habitar

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Buenos Aires El libro del Barrio

(Doberti, 1992; Iglesia, 1993; Bollnow, 1969) y el concepto de imaginario urbano.

100 barrios porteos


En La cabeza de Goliat los barrios son citados genricamente 32 veces y en total 126 veces. El centro, Palermo y Recoleta aparecen como los barrios ms referenciados, es decir, con mayor valor como espacios urbanos vividos. El ms nominado es Palermo, seguido por el puerto. El centro es citado 11 veces, 6 de ellas como city. Le siguen Barracas y Recoleta. Se nombran 21 barrios, de los cuales 3 son barrios de casas colectivas o econmicas. Los suburbios, que para Martnez Estrada son los barrios porteos alejados, pero no fuera del ejido municipal, no parecen interesarle mucho. Dentro de la gran isotopa planteada para la ciudad como un todo, a la que se vuelve una y otra vez, hay heterotopas parciales. Los barrios son, aunque homogneos entre s, distinguibles del centro y de los suburbios. Martnez Estrada vive la ciudad en distintos territorios. Curiosamente, el centro, como tal, es poco mencionado. Habla ms de la city, la que, dentro del ejido porteo, representa a la ciudad. Aunque el tango hizo del centro un topos (Gobello, 1991a, 1991b; Salas, 1986), Martnez Estrada no se preocupa por definirlo como un territorio7 urbano. S se preocupa por las avenidas y las calles cntricas. En el barrio residen las fuerzas telricas. Como lo aseguran Carriego, Borges y las letras de tango8 del momento, para l tambin el barrio es pampa, lo criollo. Si comparamos textos tangueros (segn la recopilacin de Eduardo Romano), desde 1929 hasta 1941, aparecen coincidencias: el barrio es visto como algo del pasado, ya sea del pasado personal,9 como del pasado urbano10 (una ciudad anterior mejor). Pertenece a un mundo bueno y puro del ayer, del tango, bandonen, suburbio, criollo. El barrio es pobre y sus elementos principales son: calles y callejones, asociados con el trabajo, risas, sol, niez, amor primero, primera confesin, pebeta linda como una flor o luminosa como un sol, farol, gorrin, malevo, empedrao, tauras, cantores, broncas, entreveros, milonguitas, toldo de estrellas, madreselvas, blanca

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casita, lucecita, calle en que nac, estrellas, ladrillo, esquina, buzn, fondn, luna, malevos, malvn, balcn, paredn, calesita. A los que sigue el patio, fiestas en los patios, guitarra, versos, cantar, proletario, perfume de diosma, organo y clavel, parra fulera, viola dominguera, compadre, encargado, moza de veinte aos, flor. Taita compadrn mata a otro lunfardo por la mina, tango, bailongo, churrascas. De all un enfrentamiento: (...) el barrio contra la city, el barrio contra la ciudad, campo contra ciudad (...) (Martnez Estrada, 1933: 246). El barrio aparece como el centro territorial del orden cercano: lo cotidiano, familiar, vivible y controlable. Opuesto al centro de la ciudad, centro a su vez, del orden lejano, abstracto, dominante, inhabitable. Cada barrio tiene su olor y su luz vespertina.Dentro de los barrios hay diferentes climas mucho ms reducidos, por grupos de casas y por casas individuales (...) (Martnez Estrada, 1940: 195). Hay barrios ricos y barrios pobres (como ya seal, el centro no es indicado como barrio). Una primera observacin nace de la solidaridad ciudadana. En los barrios ricos, tan mencionados por los visitantes extranjeros, no le interesan sus edificios, sino el comportamiento de los habitantes: Los habitantes de las otras casas que tienen a la calle la comodidad y la pared, no levantan siquiera los visillos para ver qu ocurre (...) Penetramos por las calles de la Boca y estamos en otro pas (dem: 70). El norte es nuevo y el sur antiguo. El barrio norte es la Polis alta de los templos. El ocio seorial es la caracterstica del norte, donde las magnficas mansiones que prosiguen su dominio latifundario salen hospitalariamente con sus alamedas al encuentro del transente, segn la vieja y noble costumbre espaola (dem: 86). No hay antagonismo entre norte y sur, ms bien convivencia de pobres con ricos. S hay antagonismo entre este y oeste. El oeste es llano y pampa, el este es de agua y de inmigrantes. Al igual que Carriego, Arlt y Borges, su atencin enfoca los barrios ms modestos. Los barrios pobres estn en comunicacin con la gente que transita: nada

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humano les es extrao. Los ruidos, el pregn de los vendedores ambulantes, los altercados y las canciones, entran y salen. Hay recprocamente una especie de cuidado permanente de los que pasan por la calle, como el odo de las madres cuando los chicos han salido a jugar (...) Cualquier accidente o perturbacin del trnsito agolpa a los inquilinos en las ventanas y las puertas (dem: 70). Esto da cuenta de una estrecha relacin entre la vivienda (espacio privado) y la calle (espacio pblico), muy bien cantada por el tango. En los barrios ms acomodados, los del oeste, (...) las casas de familia satisfecha dan a las calles cierta hospitalidad de patio. Los pequeos jardines que se exhiben como un primor de mujeres hacendosas, perfuman en la primavera (...) De modo que las calles entran a formar parte de la vida local como una propiedad colectiva que cada cual considera de su deber hermosear (dem: 72). Detiene su mirada en los barrios especialmente hechos para los pobres de la baja clase media, tanto los de la Comisin Nacional de Casas Baratas, como los realizados para la Municipalidad por la Compaa Moderna de Construcciones. Las llama casas colectivas. Es muy agradable transitar por las callejuelas de esos barrios (posiblemente se refiere a las casas baratas construidas por la Municipalidad, que tienen calles nuevas abiertas a travs de la antigua manzana) donde millares de familias conviven bajo un destino y ordenanzas idnticos (...) ligadas entre s por leyes que escapan a toda comprensin humana. Los seres que habitan estas casitas ideales, con su jardincito al frente, pertenecen todos a una clase social, a un sueldo mnimo y a muy semejantes moiras (...). As como las casas son semejantes, cuando no idnticas, las familias se parecen tambin entre s por rasgos esenciales y hasta fisionmicos. A determinadas horas salen los esposos a sus ocupaciones; despus las mujeres a sus menesteres; luego los chicos a sus colegios (...). No son familias colectivas, sino casas colectivas; la convivencia crea la contigidad, no la amistad (...) Es my caro lo que se paga por sentir en la carne la forma dura y fra del destino, de la igualdad y de la comunidad (dem: 245247). En esta cita se mezcla una curiosa valoracin de paz barrial y un dura

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condena a una actitud o disposicin habitacional burguesa que le molesta: la indiferencia de los ciudadanos por el vecino. Slo en los barrios pobres encuentra urbanidad vecinal. A la noche los barrios se sumergen en el sosiego. Hay otros territorios, ms difusos (quiz los que Borges llamaba las orillas). Del movimiento de la ciudad, la periferia rotativa es la ms centrfuga y corre el riesgo de ser desprendida y arrojada al espacio (dem: 82). Y as llega a los suburbios, de flaca mencin. Como si Martnez Estrada respetara escrupulosamente el ejido municipal (aunque sale de l para visitar el Tigre). En Radiografa... rese, como ciudad flotante, el suburbio autoconstruido, hecho de maderas y latas con charcas verdosas y basuras (...) desechos de la metrpoli (Martnez Estrada, 1933: 270). No pueden ser ciudad y no quieren ser soledad, son la ciudad y el campo a la vez . En esto hay plena coincidencia con Borges.

Rpida conclusin
Martnez Estrada no le reconoce a Buenos Aires la ms elemental de las funciones urbanas: la de cobijo. Describe, sin rigurosidad antropolgica, prcticas espaciales urbanas porteas. Es en el nivel de las actividades cotidianas donde aparece, sesgada, la funcin instrumental de la urbe, en tanto espacio para desarrollar actividades. Fragmentos que remiten a una relacin muy especial, entre el ciudadano y su urbe. La gran funcin de la ciudad es la de mercado, las actividades predominantes son las del mercadeo: comprar y vender. Una funcin subsidiaria, subordinada a la primera es la de gobernar al pas, subordinndolo a los intereses mercantiles de Buenos Aires. En medio de una fuerte orientacin tica, no queda claro si todo lo ciudadano y lo urbano es efecto de la organizacin social (la ciudad) o de la conformacin espacial (la urbe). Aunque si observamos su nostalgia por la ciudad del siglo XIX, nuevamente aparece la modernizacin capitalista (tanto de la ciudad como de la urbe) como el factor desencadenante de

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todos los males ocultos en una lejana gnesis. Buenos Aires es una mquina de lucro, como puerto expoliador del interior del pas, como mercado inmobiliario. No es una mquina de asociacin organizada para mejorar los destinos de sus habitantes.

Notas
1

Entre 1983 y 1985 escrib una serie de artculos (La ciudad y sus sitios) en la Seccin

Arquitectura del diario Clarn, de Buenos Aires. As inici mis indagaciones sobre la Buenos Aires de Borges. Unos aos despus, por indicacin madrilea de Antonio Fernndez Alba, supe del que creo es, hasta hoy, el nico trabajo publicado sobre el tema: Borges y la arquitectura (1989). Es una inteligente tesis doctoral de la argentina Cristina Grau. Tiene muchas similitudes con el mo, pero se diferencia que trata sobre todo el espacio imaginado por Borges y slo dedica un captulo a la Buenos Aires vivida por el escritor.
2 3 4 5

Centro (1950), en Alberti (1979: 75). Canto confidencial a Buenos Aires (1964), en Salas (1968). Rossler (1944). Ezequiel Martnez Estrada (1895-1864) Naci en San Jos de la Esquina, provincia de

Santa Fe. Public su primer libro de poemas en 1918. Desde 1933, a partir de Radiografa de la pampa, escribi numerosos ensayos. Tambin escribi para teatro y public obras de ficcin.
6

Radiografa de la pampa se public en 1933 y La cabeza de Goliat en 1940. Aqu uso Territorio es el espacio vivido identificado en funcin de su situacin cultural, (en el

la edicines de Losada, 1953 y de la Editorial Nova, Buenos Aires, 1957, respectivamente.


7

caso de los animales, en un sistema ecolgico). Ejemplos: casa, calle, barrio, ciudad. El habitar territoriza al espacio, el ser en lo califica y podemos considerarlo como un conjunto coherente de sitios (Iglesia).
8

Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio..., dice Alfredo Le Pera en Golondrinas Francisco Garca Jimnez: Barrio pobre; Luis Csar Amadori: Madreselva; Alfredo

(1934).
9

Le Pera: Arrabal amargo, El carrilln de la Merced, Meloda del arrabal, Mi

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Buenos Aires querido, Volver; Ctulo Castillo: Tinta Roja; Enrique Cadcamo: Vieja recova, La casita de mis viejos, Niebla del Riachuelo; Enrique Santos Gaudino: Barrio de Flores.
10

Francisco Garca Jimnez: Barrio pobre; Luis Csar Amadori: Madreselva; Alfredo

Le Pera: Arrabal amargo; Ctulo Castillo: Tinta Roja; Msica de calesita; Homero Manzi: Triste paica.

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Reptase inmigrante, a todo extranjero jornalero, artesano, industrial, agricultor o profesor, que siendo menor de sesenta aos, y acreditando su moralidad y sus aptitudes llegase como pasajero de segunda o tercera clase en una nave de inmigrantes con la intencin de establecerse en la Repblica Argentina.1

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Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos


Rita Molinos Presentacin
En la discusin de la idea de barrio como campo conceptual y problemtico, el estudio de la radicacin de inmigrantes en Buenos Aires propone una serie de cuestiones de tan indiscutible pertinencia como de difcil tratamiento. Presentamos aqu una serie de notas sobre la fase de la inmigracin masiva, es decir, aquella comprendida desde finales de la segunda mitad del siglo XIX hasta las primeras dcadas del XX. Desde el punto de vista del habitar tanto el espacio urbano como el domstico, el fenmeno migratorio puede ser profundizado segn categoras cualitativas con el delineado de nuevas caracterizaciones. La peculiaridad central del fenmeno es la incorporacin masiva a una gran urbe en construccin de grupos llegados con experiencias culturales inscriptas en un marco social rural, aldeano y de solidaridades cara a cara. Es decir, una poblacin sin tradiciones urbanas

Rita Molinos Arquitecta. Profesora Adjunta de Historia de la Arquitectura I a III, FADU, UBA. Profesora Invitada de la New School University, Graduate Studies, NY. Investigadora del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas Mario Buschiazzo, FADU, UBA. Autora de diversas publicaciones, entre ellas: Victorio Meano. La vida, la obra, la fama (en col. con Mario Sabugo, 2004).

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insertndose activamente en una urbanizacin vertiginosa. Cmo ven la ciudad los recin llegados? Qu barrios conocen los inmigrantes? Quines viven en los barrios? Son algunas de las preguntas de rigor. Los trabajos de historia de la arquitectura popular tradicionalmente contemplaron la temtica de la inmigracin como referencia contextual sobre la base de datos demogrficos globales o mediante alusiones a patrones de asentamiento delineados con extrema simplificacin: el puerto, el Hotel de Inmigrantes, la llegada.2 Los sucesivos conventillos y pensiones son los tpicos de las historias signadas por logros progresivos hasta la casa propia y slida.3 El enfoque del barrio como campo permite observaciones a escalas diversas y cruces entre historias de grupos sociales, de familias, de generaciones; una historia de la cultura con referencia al espacio urbano. En medio de la movilidad social potencialmente creciente y del vrtigo urbanizador, el barrio es escenario de lo que se construye como una saga de larga cronologa y no sin tropiezos, sin idas y vueltas, sin cambio de tcticas, sin esperas. Cada casa propia implica los tiempos de decisin del arraigo, de la conformacin familiar, del pago financiado del lote, la vivienda precaria, la autoconstruccin, los cambios y crecimientos. Nos acercamos, en caso de las sagas familiares, a materiales de tan complejo tratamiento como los archivos orales y las memorias biogrficas. Como explica Cavallaro, lo que es preciso tener en presente es que los datos biogrficos, por s solos, no hablan. Ellos, en otros trminos, exigen una explicacin que no es otra cosa que una interpretacin; el investigador, por lo tanto, debe realizar un esfuerzo hermenutico capaz de vincular la secuencia de las acciones humanas narradas con los acontecimientos histrico-sociales que las determinado.4 Llegando al Carmen, alguna se reencontraba con el marido; otra con una hermana; otra con un grupo de primos: todas tenan un pariente o un conocido que no vean desde haca aos. Establecerse en el barrio quera decir, por lo tanto, restablecer una apretada trama de afectos y de vnculos interpersonales que el tiempo haba congelado (...).5 En las historias de viviendas de familias de inmigrantes se pueden registrar

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los desplazamientos de los miembros de la familia extendida hasta esquematizar un mapa de sitios familiares y de paisanos.

Aspectos globales: crecimiento poblacional


El momento de mximo flujo migratorio europeo coincide con el perodo de mayor cambio en las ciudades americanas. De la cantidad de inmigrantes que llega a nuestro pas, superior al de los casos de Brasil y Cuba, la mayor parte procede de los pases del Mediterrneo y de Europa oriental. La ciudad de Buenos Aires es el puerto de desembarco, y de su actividad portuaria deriva tambin el crecimiento econmico.6 Entre 1881 y 1914, algo ms de 4.200.000 personas arribaron a Buenos Aires. De entre ellos, los italianos eran alrededor de 2.000.000; los espaoles, 1.400.000; los franceses, 170.000; los rusos 160.000. 7 En este perodo, en un contexto de crecimiento econmico, se ensanchan las reas agrcolas nacionales, se extienden la red ferroviaria y se amplan las actividades secundarias y de servicios, con fuertes aportes de inversiones extranjeras. La tercera parte de los inmigrantes que llegan al pas arraigan en Buenos Aires, sitio de llegada y principal centro comercial y laboral. El crecimiento poblacional de Buenos Aires en ese momento es significativamente ms acelerado que el de las ciudades portuarias europeas como, Marsella o Liverpool, y se asemeja al de Nueva York.8 La poblacin de la ciudad crece de 187.126 habitantes9 en 1869 a 2.415.142 en 1936, un 1191% en 67 aos, con tasas anuales muy superiores a las del crecimiento de la poblacin nacional.10 En un contexto internacional comparativo, la Argentina atrajo mayor porcentaje de grupos familiares que viajaron en forma conjunta o la mayora de las veces de manera separada, reunindose aqu, cuando las mujeres y nios alcanzaban a los hombres emigrados precedentemente (...) y tuvo ndices de retorno ms bajos que otros pases americanos.11 En el modelo demogrfico incide el cambio de comportamiento natalista: los inmigrantes que fundan familia detienen la tendencia de retroceso, caracterstica del modo urbano. Crece la tasa de natalidad, entonces, por oleadas, pero el fenmeno no se sostiene en el tiempo como tendencia.

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Censo

Poblacin ciudad de Buenos Aires

Aumento desde 1869 (%)

Natalidad ()

Crecimiento absoluto perodo censal

Saldo migratorio en el crecimiento absoluto (%)

1869* 1887 1895 1904 1909 1914 1936

187.126 433.375 663.854 950.891 1.231.698 1.575.814 2.415.142

131 255 408 558 742 1191

39.3 36.7 40.3 34.4 34.6 32.1 16.9

34.176 71.017 146.347 98.039 126.192 405.331

86.7 69.2 49.1 65.1 63.4 51.8

*con la poblacin de Flores y Belgrano sumadas (elaboracin propia s/fuentes censales)

El aporte migratorio en el crecimiento es abrumador pero, adems, cabe pensar en quines son los argentinos. La cantidad de extranjeros naturalizados no es relevante, pero los argentinos hijos de inmigrantes son un nmero muy importante y en los censos permanece englobado junto a los argentinos criollos. Amerita an interpretaciones y lecturas. Para 1936, uno de cada tres habitantes porteos es extranjero, proporcin que vena siendo del 50% en casi todos los perodos anteriores.

Asentamiento de grupos migratorios


Una calle de Buenos Aires en 1900: un puesto de zapatero cataln, una mercera francesa, en una obra, albailes italianos, en la vereda vendedores ambulantes

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sirios, al fondo, una iglesia rusa. Europa se dio cita a orillas del Ro de la Plata. Todos los inmigrantes venidos a la Argentina a buscar fortuna, o ms simplemente para no morirse de hambre, desembarcaron en Buenos Aires y all permanecieron varias semanas o meses antes de llegar al interior. Muchos se quedaron en Buenos Aires definitivamente (...).12 En esta cita de Bourd encontramos una instantnea imaginaria, un collage en el que reconocemos fragmentos ubicados en barrios distintos: la iglesia rusa de la calle Brasil o los vendedores ambulantes sirios del Bajo no son fcilmente trasladables al resto de los barrios reales. Bourd se pregunta: Conservan los inmigrantes, al instalarse en Buenos Aires, las actitudes sociales de sus pases de origen o las abandonan desde la primera generacin?. En busca de respuesta, comenta de inmediato la dificultad de su estudio. Sobre la distribucin en el espacio urbano, se interroga tambin sobre si habra un homogneo grado de cohesin de los grupos nacionales, y de ser as, en qu medida elegiran una comunidad, un barrio u otro para instalarse y si aparecan ghettos nacionales. Su respuesta, de modo general se dirige sobre datos de fuentes censales, en donde no han contemplado unidades de origen menores, ni siquiera de escala regional dentro de los grupos nacionales. El grupo nacional de los italianos, engloba a contingentes con poca cultura en comn previa a la experiencia de emigrados transatlnticos. En SullOceano (1889) Edmundo De Amicis ilustra sobre la experiencia vital entre la identidad de italianos percibida por primera vez a bordo y rumbo a Amrica y la multiplicidad de las pequeas patrias de origen. As, en el trayecto mismo del barco, sucede el aprendizaje de la lengua comn, el italiano, idioma de cuyo olvido depender en buena medida el xito futuro. Los propietarios de bienes inmuebles en los censos de 1887, 1895, 1909, registrados por circunscripcin, estn graficados 13 como proporcin de propietarios por grupo nacional sobre el total de la poblacin. Los grficos sirven como ndices de concentracin. Para 1895 el censo de las propiedades parece indicar la concentracin de propietarios argentinos en Flores y para 1909 en Flores y Palermo, ya no el centro de la ciudad. Desde los 90 y hasta el Centenario, los criollos argentinos dejan de entender el centro como zona residencial. Las que fueron sus casas tradicionales ahora albergan otros destinos y se reconvierten los barrios centrales de la ciudad.

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Los argentinos hijos de inmigrantes se reparten por toda la ciudad porque viven con sus padres extranjeros. En cambio, la concentracin en localizaciones al norte parece indicar preferencias por parte de ingleses y alemanes, al sur y sudoeste los espaoles, etc. A comienzos del siglo XX, el espacio urbano se reorganiza y especializa, se descompone en un mosaico de barrios nacionales.14 La idea de Bourd del espacio urbano como mosaico sera una interpretacin de una realidad de compleja descripcin... pero contina: Los criollos se aslan en Flores y Palermo, los italianos en la Boca y en las Villas de la periferia, los ingleses y los alemanes en Belgrano y en el centro, los espaoles cerca de la estacin Constitucin, los franceses alrededor de Plaza San Martn, los sirio-libaneses cerca del puerto y los judos rusos cerca de la estacin Once. El aislamiento a modo de ghetto no es verificable para otros autores.15 Aislamiento y mosaico son trminos contradictorios. Por la va de la tendencia a la aislacin, agrega Bourd: Cada comunidad tiende a concentrarse en un barrio para preservar su modo de vida, su lengua y sus tradiciones. Cada comunidad se distingue por su estructura, por edades, por la importancia variable de los hombres o las mujeres, de los jvenes o los ancianos. Cada comunidad mantiene sus costumbres matrimoniales y practica, en distintos grados, el control de la natalidad. La sociedad urbana se organiza en micro-sociedades nacionales.16 Sin embargo, deja pendiente una lnea de desarrollo posible a partir del planteo de prdida de la continuidad de cierre microsocial para la segunda generacin. Su desarrollo indicara una sucesin y tal vez una periodizacin.

Movilidad e itinerario, dnde y cundo


Tres etapas menciona Bourd para los italianos. Una, boquense, a partir de una fundacin como pueblo de pescadores inmigrantes en el siglo XIX, luego, otra, caracterizada por Balvanera (1870-1880, por fuera de los lmites de la ciudad) y la ms tarda, por el 1900, la de los barrios de construccin ms reciente, ms alejados del centro: Almagro, Caballito, Chacarita, Villa Devoto, Villa Mazzini, Villa Lugano. Si, como dice, la introduccin italiana, la ms densa, sigue los ritmos de urbanizacin, no se trata entonces de migraciones urbanas, sino de

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nuevas presencias en tambin nuevos territorios disponibles. Con escaso desfasaje cronolgico con respecto al de los italianos, el ciclo de la inmigracin espaola no es ajeno a esa experiencia de extensin en barrios nuevos. Bourd menciona: Al comienzo, los espaoles se instalaron en la periferia sur, en Barracas y San Cristbal. A fines del siglo XIX, se instalan en el centro (...). Un barrio con mayora de espaoles se organiza alrededor de la estacin Constitucin con prolongaciones hacia San Telmo, en direccin al puerto y hacia Barracas, en direccin del Riachuelo. Scobie describe con pocas variantes el mismo fenmeno; los italianos deslizndose hacia los barrios del noroeste con mayor decisin que los espaoles,17 asegurando que el factor tnico constitua un rasgo de los barrios.18 La definicin de barrio y vecindario; el comportamiento y etapas de la vida de los inmigrantes vivienda, trabajo, religin y sociabilidad confluyen sin embargo en su hiptesis acerca de un corte hacia 1910. Arriesga que nuevas fuerzas, una educacin ms amplia, la creciente variedad de ocupaciones, mejores transportes, las grandes tiendas cntricas y las diversiones populares, alejaron a la gente del barrio y que todo sugera que el barrio estaba perdiendo algo de su gravitacin en la vida de los porteos.19 Pareciera anunciar la posibilidad de que en el futuro prximo (el perodo de mayor inmigracin para el sector hispano) los dispositivos metropolitanos y barriales podran hacer desaparecer esos rasgos de fuerte factor tnico.20 Estudios sobre cadenas migratorias, laborales y asentamientos sugieren dentro de las estrategias de lazos sociales, una distribucin de cercanas con una escala urbana concentrada en extensiones de pocas cuadras. Los italianos residentes en los distritos alejados como la Boca, Barracas, Villa Devoto, Belgrano o Caballito se resistan a viajar diez o ms kilmetros para participar en las actividades de la sociedad de ayuda mutua. Es as que crearon nuevas sociedades de barrio en la zona en que vivan.21 A nivel de ciudad , la distribucin de los italianos en Buenos Aires era bastante uniforme, mientras que sus compatriotas de New York se concentraron en unas pocas reas (...) se agruparon de acuerdo a los vnculos basados en el pueblo y, en menor grado, la provincia o regin de origen.22 Relacionando grupos, cadenas migratorias y de asentamiento advierte

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Gandolfo que (...) si nos detenemos en la composicin de cada manzana, el barrio nos aparece ms bien como la piel de un jaguar; hay manzanas donde se concentran los ricos argentinos; otras donde ms numerosos son los jornaleros y los vendedores ambulantes recin llegados; otras, en fin, donde hay una mayora de familias enteramente argentinas. Dentro del barrio del Carmen se vislumbra otro barrio, un archipilago de manzanas en las que los agnoneses (y en general los abruzzos) son particularmente numerosos. Como el censo no peda a los extranjeros que declararan su lugar de nacimiento, es difcil detectar el origen tnico de cada familia inmigrante (...).23 Para el reconocimiento de la presencia de grupos por territorio, los registros industriales y comerciales continan siendo fuentes para nuevos estudios.

Hogares en la urbe cosmopolita


En busca de las percepciones sobre territorio en el discurso de los inmigrantes encontramos varios pares de ideas. Cada idea segn se observa en diversos testimonios puede contaminarse con la valencia de la opuesta. La perspectiva sentimental afecta a la percepcin: origen y destino, concentracin y dispersin, centro y lmites. Tambin, como ha propuesto Silva, para el imaginario urbano el territorio no es mapa sino croquis (...) una lista de sentidos contrapuestos, como ejes metafricos (...) dentro de ellos, la ciudad no slo significa sino que se ritualiza estableciendo distintas mediaciones. 24 La mayor parte de las sociedades tnicas se convocan a partir del reconocimiento del origen comn, de base comarcal de rango variable: refieren a un centro del que se ha partido.25 Para los gallegos en Buenos Aires hemos registrado centenares de sociedades. La cantidad guarda relacin con el altsimo nmero de entidades de poblacin de Galicia, la ubicacin fsica relativa y los procesos de comunicacin y formacin de las cadenas migratorias. Renense cinco, diez, veinte, cuarenta individuos; alquilan una o dos habitaciones; consiguen socios; hacen un reglamento; constituyen una junta; comuncanla a los peridicos y ya se halla establecida una congregacin

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que no tiene por fin sino el dar mensualmente, o cuando es posible, y en un local tambin alquilado, representaciones dramticas por aficionados, entre las cuales se comete a veces la ejecucin de nmeros de msica y cuyas fiestas concluyen indispensablemente con un baile. As son sin excepciones, las sociedades conocidas por recreativas (Castro Lpez, Manuel, en El Eco de Galicia , N 337, 1901). (...) casa propia y en la Capital Federal, hecho auspicioso y largamente acariciado que marca un galn en el progreso siempre creciente de nuestra institucin (...) en su propio hogar a todos los mioranos diseminados por esta gran ciudad (en Hogar Miorano, Mior, ao VI, N 16, setiembre de 1941). El prrafo de la segunda cita da cuenta de al menos dos cuestiones centrales que aparecen con relacin a los inmigrantes en la ciudad: la de la diseminacin o dispersin percibida como problema y la del hogar como concrecin reparadora. Los objetos, los documentos, los edificios y sus historias dan testimonio tanto de las estrategias sociales de grupos de pequea base territorial de origen (parroquia, aldea o conjuntos de ellas), como de la percepcin de su ubicacin relativa dentro de contextos propios, barriales y urbanos. Actas de sociedades, memorias y publicaciones institucionales con valor como patrimonio cultural en leyes europeas recientes.26 Buena parte de los archivos documentales de las asociaciones tnicas ha corrido una suerte adherida al destino de sus protagonistas iniciales. Otra parte no ha podido emerger de la disolucin o reagrupamiento en sociedades ms generales. En la actualidad, sin embargo, perduran instituciones que se han tornado sedes de encuentro, por un lado, ms abierto en lo tnico (clubes de barrio) y, por otro, con mayor permeabilidad en sus programas de actividades aun con vecinos no socios. Centro, crculo, hogar o casal son formas de organizacin social que se asientan en el territorio de Buenos Aires, segn estrategias de distintas escalas. Con participacin activa de los socios en grado diverso y tambin distinta repercusin y reconocimiento de la sociedad receptora. Desde la aldea a la regin se suceden programas de celebraciones con la recreacin del ritmo parroquial de paisanos hasta otras fiestas ms formales,

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convocantes. Y desde pequeas habitaciones prestadas o alquiladas hasta edificios de notable arquitectura.

Espacios y mapas
La referencia geogrfica e interpretacin simblica de las sucesivas ubicaciones y desplazamientos de las sedes previas a la casa propia el hogar recreado y de los sitios en los que peridicamente celebran fiestas nos permiten hablar de itinerario en tanto registro del desplazamiento del grupo en el espacio urbano. Hemos presentado para el caso de los gallegos la idea de que la sumatoria del itinerario de asociaciones y las relaciones inter-sociedades construiran sino demarcaciones de territorio barrial, al menos zonas de galleguidad. Esto lleva a particularizar los sitios gallegos, despegados de la habitual generalizacin referida a los migrantes de origen hispano.27 Hablamos de itinerario y de territorio, seleccionando dos trminos que sealan aspectos diferentes pero que resultan complementarios: moverse y asentarse, acciones que se orientaran segn el actor desde lo individual a lo institucional.28 El Centro Gallego es una gran familia cuyos individuos, dispersos por toda la ciudad de Buenos Aires y pueblos circunvecinos, se han congregado en un solo haz espiritual con fines patriticos y mutualistas (...) (en Boletn Oficial del Centro Gallego, Ao 1, N 1, 1913). (...) para el caso de una poblacin tan tradicionalmente diseminada como la gallega, la concentracin de hasta 200.000 coterrneos en una misma ciudad ofreca unas posibilidades hasta entonces inimaginadas en Galicia (...).29 Los mapas segn datos de fuentes censales ubican pobladores o propietarios. Tienden a dar cuenta de patrones de asentamiento. El registro de lo que llamamos itinerario iluminara acerca de la movilidad.

Un caso: el Hogar Miorano en Floresta


El proceso migratorio puede ser mejor estudiado en pequea escala, a nivel de individuos, familias, redes de parentesco y aldeas o conglomerados

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de aldeas (...) la inmigracin se conoce mejor en su totalidad, incluyendo el marco de referencia del viejo mundo as como la evolucin de la situacin en la nueva sociedad.30 Los vallemioranos son nacidos en las tierras que atraviesa el ro Mior en territorio vigus de la provincia de Pontevedra. Los ayuntamientos de Bayona, Nigrn y Gondomar agrupan 22 parroquias en su conjunto. 31 Los grupos Vallemioranos (asociados en la ciudad de Buenos Aires desde 1909) presentan una situacin especial con respecto al uso y destino actual de sus fuentes documentales, ya que no se han remitido al ayuntamiento o parroquia de origen de sus fundadores: los documentos que mencionan los sucesivos escenarios y problemas permanecen en la sede de Rafaela 4836/ 40, Floresta. El edificio es una ex casaquinta devenida en edificio con rasgos de creciente carcter hispnico y que alberga un escudo-mural en piedra de los tres ayuntamientos originarios del grupo fundador. Para muchos emigrantes que hasta su llegada a Buenos Aires, Montevideo o La Habana apenas conoceran otro espacio que el de su aldea y concejo, la manera ms inmediata de reproducir su identidad colectiva era juntarse con los de su parroquia, en su mayora antiguos convecinos o parientes ms o menos allegados, que vinculaban el existente, aunque diluido, sentimiento de patria (espaola, la mayor parte de las veces) con los ms concretos de regin o comunidad tnica, y finalmente el ms definidor, el de patria chica. 32 Entre los puertos de origen y de destino, una red social de ayuda no formal, de comunicacin (y de doble difusin para el interior de sendos territorios) se arma y tiene protagonistas de alto perfil de accin en los dos escenarios.33 En 1909 fundan en A Ramallosa la Escuela Hispanoamericana Pro Valle, en casa alquilada que algunos aos ms tarde se trasladar a un edificio construido para tal fin de acuerdo con los adelantos de la ciencia pedaggica. En 1912, el principal promotor viaja, recin concretada la compra del terreno, de Buenos Aires a Galicia para inspeccionar las obras del edificio.34 En 1928, veintitrs miembros de la UHAVM (Unin Hispanoamericana Valle Mior), en su mayora bayoneses, se desprenden y fundan el Centro Ayuntamiento de Bayona, en el comercio de los seores Antonio Gonzlez

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e hijos (Joya, La Casa de los Hilos, en Lima 126-130). El 1 de enero de 1934 cambian el nombre por Crculo Social del Municipio de Bayona, Gondomar y Nigrn (Valle Mior) para reunir a todos los hijos de las tierras de Mior, en un mismo hogar 35 y la Secretara se muda de Alsina 1713 a un local ms cmodo y poco despus a Belgrano 1922. En este perodo comienza a manifestarse la necesidad de tener una casa propia, un hogar miorano donde tuvieran cabida el deporte y la mutualidad. La mayor parte de las asociaciones gallegas en Buenos Aires surge en un territorio que va desde las manzanas vecinas a la parroquia de la Concepcin, al Noroeste de San Telmo (con eje, por cantidad de sedes, en la calle Chacabuco) hasta la de Monserrat (con ms sedes sobre arterias EO: Belgrano, Venezuela, Mxico y Moreno). Coinciden en el mismo mbito otros edificios y comercios de connacionales e instituciones de carcter espaol. 36 Ninguna nace con residencia en edificio propio. Cuando alcanzan la etapa ms estable en lo que a sede se refiere, se concentran en otro sector, ms al oeste, encontrando un centro geomtrico en Entre Ros y Belgrano, y siendo esta ltima avenida definitivamente de fuerte axialidad como decumano simblico. 37 Ese desplazamiento hacia al oeste se acompaa con la presencia de una gran cantidad de comercios gastronmicos y hoteleros de la colectividad en Balvanera. En la dcada del 40 se suman otras agrupaciones y el mtico hogar del exilio de Castelao, quien vive en Belgrano 2605 de esta Galicia Ideal (segn su propia definicin), sobre ese decumano gallego porteo trabaja intensamente en el Centro Orensano de Belgrano 2186, y muere en 1950 para toda Galicia en el Centro Gallego de Belgrano 2199. El cortejo de homenaje fnebre parte de ese sitio rumbo al Panten del Centro Gallego de Buenos Aires en el Cementerio de la Chacarita con pomposo desfile por la misma avenida. En junio de 1934 (Acta 159), entre una y otra mudanza, los de Valle Mior registran dos discusiones vinculadas: una es si deben buscar una casa grande, en donde se puedan dar bailes, o si deben procurar una casa chica, como secretara exclusivamente. Otro problema es si deben buscar un alquiler en Flores o en el centro. (Algo con comodidades en Flores, o algo cercano

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para las reuniones de la comisin, en el centro).38 En otra discusin de comisin directiva se revisan los lmites de la zona preferible: una mocin propone Avda. Belgrano-Once-Avda. CorrientesFlorida. El primer nmero de la revista Mior aparece, en sincrona con este salto en las decisiones de la Asociacin, en marzo de 1934. En el espacio de sus pginas muestra logros americanos en el suelo natal. Ya no producto del esfuerzo colectivo, sino de individuos cercanos a la dirigencia de la sociedad. Tambin ilustra sus joyas patrimoniales: ancestrales edificios o recientes orgullos arquitectnicos (Templo del arquitecto Antonio Palacios, de xito en Madrid) y cuenta con la reproduccin fotogrfica de los eventos porteos: cuatro o cinco grandes fiestas que ocupan buena parte de la energa y los fondos institucionales ao a ao. La Secretara se muda nuevamente a Jujuy 442 en 1937 y en 1939, a Ramn L. Falcn 2943. Recin en 1941 se adquiere la finca de Rafaela 4836/40, con pronta inauguracin. En Buenos Aires de los aos 40 habitan ms gallegos que en La Corua o Vigo. Entre la sucesin de acomodamientos por barrios y suburbios se acumulan experiencias, algunas efmeras, que suponemos resignificadas en la constitucin de una tradicin propia. Hasta fines de la dcada del 30, los movimientos son similares a los de otras sociedades gallegas. Las sedes sucesivas hasta la casa propia tienen alguna relacin domiciliaria con un miembro de la conduccin. El Hogar Miorano pertenece luego a un subgrupo menor: el de las asociaciones que se alejan del centro cuando concretan la casa propia.39 En los registros de incorporacin de socios, y teniendo en cuenta las renuncias y los fallecimientos que se registran en los libros de actas de la comisin directiva de Crculo Social del Municipio de Bayona, Gondomar y Nigrn (Valle Mior), se observa que el nmero de asociados no pasa de la centena, que buena parte de ellos tiene domicilio en esquina, que en buena medida son titulares o socios de un comercio y que en las campaas pro asociacin, los nuevos miembros suelen ser empleados o socios comerciales de los directivos de la sociedad.40 (...) punto de recreo y descanso frente al trfago diario y la cumbre de nuestros sentimientos y cario para todo lo que sea argentino, miorano,

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sus descendientes o amistades (Miguel Barcia, Hogar Miorano!, en Mior, ao VI, N 16, setiembre de 1941). Se percibe un notable aumento societario cuando se concreta la compra de la casa, con la incorporacin de los conjuntos familiares y de paisanos. Entre la sociedad inicial y esta otra han cambiado varias cosas. Las mujeres han aparecido con contribucin activa en los eventos y aparecen tambin ms socios nacidos en Buenos Aires, hijos de emigrantes y otros con apellido de otro origen, como J. Minazzoli por lazos conyugales exogmicos. Los nios en las fotos de la revista no son los aldeanos del Val como en 1910, sino argentinos. En las Actas se mencionan contactos bastante frecuentes en distintos sitios de la ciudad con sociedades hermanas (Unin Hispano Americana de Valle Mior, tambin sociedad madre o la de Vincios, parroquia en Gondomar) y con una frecuencia menor la solidaridad benfica o festiva los acerca a otras agrupaciones hispnicas. Cada fiesta toma su lugar, conformando una serie de escenarios acostumbrados ao tras ao pero con la continua evaluacin de las conveniencias econmicas. No dudan en salir del mbito comarcal y hasta de lo regional cuando les resulta conveniente festejar en salones como Lago di Como, o Unione e Benevolenza. Durante la dcada del 30 celebran cuatro o cinco fiestas anuales: dos campestres y dos o tres urbanas, de veladas artsticas y danzantes, una a continuacin de la Asamblea anual. Las campestres, preferiblemente costeras. Los saldos econmicos frecuentemente negativos de las veladas urbanas hacen reconocer la urgencia del Hogar propio, en donde adems los festejos se puedan dar de modo ms econmico y ms miorano. Una serie de documentos grficos reproducen las dudas, deseos y costumbres de estos mioranos: vietas que a modo de letra capital el secretario inserta al comienzo de cada acta de comisin directiva a lo largo de 1941. Aparece ilustrado el dilema acerca de cmo habr de ser la futura sede; si una casa en la ciudad o si un campo con sitio para bolos y romeras. Registra tambin una coleccin de costumbres (bailes tradicionales gallegos en escena de fiesta campestre, un difcilmente explicable gaucho mateando y la excursin al Delta en vapor). El secretario iluminador incluye una

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imagen del frente del Hogar Miorano soado, y esa vieta prefigura los rasgos de la fachada reformas mediante de la actual casa en Floresta.

Notas
1 2

Ley del 19 de octubre de 1876. Jorge Ochoa de Eguileor y Eduardo Valds (1991: 153-202), rene una descripcin de

hoteles de inmigrantes.
3 4 5 6 7

Francis Korn (1999: 103-104). Renato Cavallaro (1985). Romolo Gandolfo (1999). Guy Bourd (1977: 45-59). La curva de la emigracin muestra dos prolongadas fases de expansin cortadas por la

crisis del 90 y sus secuelas temporales. En la segunda de las fases, la Argentina recibi en este perodo, como indicamos precedentemente, un aluvin inmigratorio inferior al de los Estados Unidos pero superior al de Canad y Brasil (Devoto, 2003: 247).
8

El paralelo con NY en el modelo de crecimiento poblacional no es extensivo, sin

embargo, a las estrategias de grupos migratorios (Baily, 1998: 57-65). Tambin en Devoto (2003: 249), la conclusin a que se puede llegar es el destino argentino entre los migrantes del Mediterrneo parece haber sido preferido por grupos con un horizonte de migracin de ms largo plazo, que podan priorizar el tener mejores empleos y vivir en una sociedad que para ellos era menos discriminatoria y/o con menor distancia lingstica, mientras que Estados Unidos (o Cuba) eran escogidos en mayor nmero por personas que desarrollaban muchas veces tareas adventicias, esperaban retornar pronto (...).
9

177.787 sin anexar Flores y Belgrano, fuera del trmino municipal. Bourd calcula

entonces sobre esa base en un 1358% el crecimiento en esos 67 aos.


10

Una vez y media mayor que la nacional entre 1869 y 1914, luego en el nivel medio de

la regin litoral en su conjunto (Bourd, 1977: 143).

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11 12 13

Fernando Devoto (2003: 248). Guy Bourd (op. cit.: 121). Guy Bourd (dem: 172, Grfico XVIII, Distribucin por barrio de los grupos

nacionales).
14 15 16 17

Guy Bourd (dem: 174). Francis Korn (1974). Guy Bourd (op. cit.: 175). James Scobie (1977: 257), Los extranjeros parecen haberse concentrado principalmente

en las zonas cntricas, con notable porcentaje de espaoles en los distritos 12,13 y 14, franceses en los distritos 14 y 20, judos rusos en los distritos 9 y 11, e italianos en los distritos 4 y 10.
18 19 20 21 22 23 24

James Scobie (dem: 257). James Scobie (dem: 265-266). Emigracin gallega a Buenos Aires para este perodo (en Molinos, 2000: 5-8). Samuel Baily (1982: 493). Samuel Baily, Samuel (1985, 43). Romolo Gandolfo (op. cit.: 73). Armando Silva. Para este autor, la ciudad (...) es un escenario del lenguaje, de

evocaciones y sueos, de imgenes, de variadas escrituras (...) un objeto opaco y polimorfo y los escenarios urbanos (...) [son] lugares de constitucin de lo simblico. El territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocacin del futuro (...) lmites geogrficos y simblicos. Nombrar el territorio es asumirlo en una extensin lingstica e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisndolo, marcndolo en una u otra forma, es darle entidad fsica que se conjuga (...) entidad fundamental del microcosmos y la macrovisin (...) desde mi interior psicolgico o los interiores sociales de mi territorio, hacia el mundo como resto (...).
25

Referencias al mbito territorial de la actuacin de las sociedades de instruccin gallegas

segn 1 parroquia, aldea o lugar, partido judicial, provincia, 2 ms feligresas y 2 ms concejos y la distribucin territorial de las sociedades microterritoriales en Amrica,

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en Asociacionismo e poltica de aln mar (Nuez Seixas, 1996).


26 27

Por ejemplo, la Lei de Patrimonio, 1995, Xunta de Galicia. Sociedades de distinto rango, fiestas y sedes, as como tambin relaciones entre directivos

y domicilios particulares fueron mencionadas en Molinos R.; Versace, I., (2000).


28

Individuos, parientes y paisanos intervienen en lo que denominamos cadena de

estrategias. Desde aquellas de llamada a las de la construccin de la casa propia quedan comprendidas en esa denominacin (Molinos, 2000: 18-20).
29

Nuez Seixas, Xos Manoel, Emigracin y Nacionalismo Gallego en Argentina, 1879-

1936, II Jornadas de Inmigracin Espaola a la Argentina, Buenos Aires, 1989, citado con referencia a discurso y ubicacin, en Molinos, R., 1999.
30 31

Samuel Baily (2000: 47). Zona costera comprendida dentro de los sitios de ms temprana emigracin

transocenica masiva hacia el Plata. Pontevedra y La Corua, las dos provincias atlnticas gallegas, analizadas recientemente en funcin del proceso de difusin en la constitucin y cambio del flujo migratorio gallego, dentro de una primera etapa de ese proceso por ubicacin territorial y caractersticas migratorias. Moya, Jos C., La fiebre de la emigracin: el proceso de difusin en el xodo espaol, en Fernndez, Alejandro y Moya, Jos (ed.), La Inmigracin espaola a la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1999.
32 33

Traduccin y subrayado propios de Nuez Seixas (1998: 83). M. Lemos, socio fundador de las sucesivas asociaciones de mioranos, principal donante

para las escuelas en Galicia primero, para la casa propia en Buenos Aires ms tarde, con importante desempeo en el mbito productivo en Mendoza (Argentina), y generador del balneario Playa Amrica, sobre la baha de Bayona. J.Rogrguez de Vicente, alcalde de Bayona, periodista en Montevideo, Madrid y Buenos Aires fundador del Centro Ayuntamiento de Bayona (Buenos Aires) y de la Casa de Galicia (Montevideo), actor, guionista y documentalista cinematogrfico (Vilanova Rodriguez, 1965).
34

Escuela actualmente abandonada. Los arhivos de la UHVM no estn disponibles en

este momento en Buenos Aires. Segn Nuez Seixas (1998) habra llegado la UHVM a casi 600 socios entre argentinos y uruguayos.

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35 36 37

Mior, Ao 1, N 1, marzo 1934. Molinos, R.; Versace, I. (2000), Grfico 2. Asociaciones gallegas, sedes fundacionales. dem, Grfico 3: Asociaciones gallegas, sedes en los 40; Grfico 4: Asociaciones

gallegas con fundacin anterior a 1930, sedes fundacionales; Grfico 5: Asociaciones gallegas con fundacin anterior a 1930, sedes actuales.
38

Se discute tambin sobre los montos disponibles para los alquileres y resulta evidente

que no hay holgura en caja a pesar del aporte de la reciente revista, los 50$ que ha pagado el Sr. Lemos por un artculo acerca de su Playa Amrica. Equivale este monto a casi la mitad de un alquiler de una casa chica de tres o cuatro habitaciones en el centro.
39

Ver Grfico 6: Crculo Social Valle Mior, sedes y locales festivos. Grfico 7: Sedes,

cuadro resumen.
40

En 1934, el 53,5% de los socios nuevos tiene domicilio en esquinas (sobre 31 casos).

En el 35, el 42% (25), en el 38, 48% (32) en el 41, el 45,6% (110). La distribucin es dispersa en la totalidad de la ciudad.

Bibliografa
-Baily, Samuel L., La cadena migratoria de los italianos a la Argentina. Los casos de los agnoneses y siroleses en Devoto, Fernando y Rosoli, Gianfausto (ed.), La inmigracin italiana en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 2000. -Baily, Samuel L., Hacer la Amrica: los italianos ganan dinero en Buenos Aires y New York, 1880-1914 en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Ao 13, N 38, 1998. -Baily, Samuel L., Patrones de residencia de los italianos en Buenos Aires y Nueva York: 1880-1914 en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Ao 1, N 1, diciembre de 1985. -Baily, Samuel L., Las sociedades de ayuda mutua y el desarrollo de una comunidad italiana en Buenos Aires, 1858-1918 en Desarrollo Econmico, N 84, enero-marzo de 1982.

Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos

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Ilustraciones
Horacio J. Spinetto

Horacio J. Spinetto Arquitecto U.B.A. Tcnico Nacional Superior en Museologa Histrica, Escuela Nacional de Museologa. Artista Plstico. Colaborador permanente de la revista Todo es Historia y de Summa +.

ndice

Prlogo: Venimos de los barrios Liliana Barela y Mario Sabugo El barrio en el recuerdo Liliana Barela El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo Anexo I En busca del barrio tico Anexo II Los barrios-repblica de Soiza Reilly Orgenes hispnicos y primeras construcciones del barrio, un organizador central de la vida portea Miguel Alberto Gurin Revolucin industrial y barrio Rodolfo Giunta Dos miradas barriales: Borges, Martnez Estrada Rafael E. J. Iglesia Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos Ilustraciones Horacio J. Spinetto 169 147 125 107 85 37 67 75 11 7

Esta obra se termin de imprimir en el mes de junio de 2004 en Cilincop S.A.

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