Selección de Rimas de Bécquer

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Gustavo Adolfo

Bécquer:
Selección de
“Rimas”.
Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
Departamento de Lengua Castellana y Literatura Curso 2009/2010

Lengua Castellana y Literatura 4º ESO


IES Nº 2 (Aspe) Curso 2009/2010

Gustavo Adolfo Bécquer murió sin conocer el enorme éxito de sus Rimas, y la
influencia que sus versos ejercerían en poetas posteriores. Sus amigos Correa, Campillo y
Ferrán se convirtieron en editores póstumos de su obra, dejando así la mejor de las
herencias a los hijos del poeta y a los apasionados por su poesía.

Las Rimas de Bécquer se han considerado en casi todas sus ediciones como un todo
unitario, y son muchos los que han defendido su carácter autobiográfico. En esta selección
se incluyen versos que muestran tres posibles momentos de la vida de Bécquer:

• Las ideas del poeta sobre la poesía.

Ideas innovadoras en las que el sentimiento poético y el amoroso son la misma cosa,
y se confunden en la mujer ideal.
La poesía existe para todo el que la sepa sentir, aunque nadie la escriba. El poeta es
el vínculo entre la vivencia o sentimiento poético y la escritura del poema, siempre
consciente de la escasez de medios que supone la palabra ante tanta emoción

• La historia amorosa de Bécquer en dos fases: la primera optimista , en la que


el poeta exalta el ideal de mujer; la segunda de decepción y ruptura.

El concepto de amor en Bécquer es el del amor romántico: apasionado e idealizado


en la amada.

• Consideraciones del poeta solitario sobre la desilusión, la muerte, el destino


cruel y el fracaso amoroso.

El amor imposible es la principal frustración del poeta y tema recurrente de sus


versos.

Tanto las Rimas como el estilo personal de Bécquer no han dejado de influir en
poetas posteriores desde su primera edición en 1871 hasta hoy en día.

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Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
Departamento de Lengua Castellana y Literatura Curso 2009/2010

IV
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso


palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la humana ciencia no descubra


las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,


sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!

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Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
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VII

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!

XI

-Yo soy ardiente, yo soy morena,


yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
-No es a ti: no.

-Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,


puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
-No: no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,


vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
-¡Oh, ven; ven tú!

XVII

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,


hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
¡hoy creo en Dios!

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Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
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XXI

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas


en mi pupila tu pupila azul;
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

XXIII

Por una mirada, un mundo;


por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

XXV

Cuando en la noche te envuelven


las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
¡la luz, el aire
y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos


en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
¡la fama, el oro,
la gloria, el genio!

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Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
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Cuando enmudece tu lengua


y se apresura tu aliento,
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.

XXVI

Voy contra mi interés al confesarlo,


no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda sólo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.

XXIX

La bocca mi bacció tutto tremante...


(La boca me besó temblando todo)

Sobre la falda tenía


el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos ambos
hondo silencio.

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¿Cuánto duró? Ni aun entonces


pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.

Sólo sé que nos volvimos


los dos a un tiempo
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.

Creación de Dante era el libro,


era su Infierno.

Cuando a él bajamos los ojos


yo dije trémulo:
¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
-¡Ya lo comprendo!

XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima


y a mi labio una frase- de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino: ella, por otro;


pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá ¿por qué no lloré yo?

XXXII

Pasaba arrolladora en su hermosura


y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: «ésa es».
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y... «fue».

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XXXIV

Cruza callada, y son sus movimientos


silenciosa armonía:
suenan sus pasos y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan
arden con nueva luz en sus pupilas.

Ríe, y su carcajada tiene notas


del agua fugitiva:
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume,


el color y la línea,
la forma engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.

¿Qué es estúpida? ¡Bah! Mientras callando


guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.

XXXIX

¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,


es altanera y vana y caprichosa:
antes que el sentimiento de su alma,
brotará el agua de la estéril roca.

Sé que en su corazón, nido de sierpes,


no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada...; pero...
¡es tan hermosa!

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XLI

Tú eras el huracán y yo la alta


torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta


roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados


uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

XLIV

Como en un libro abierto


leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?

¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.

¡Llora! Nadie nos mira.


Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

LII

Olas gigantes que os rompéis bramando


en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis


del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

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Nubes de tempestad que rompe el rayo


y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo


con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!

LIII

Volverán las oscuras golondrinas


en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquéllas que el vuelo refrenaban


tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío


cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
así... ¡no te querrán!

LVII

Este armazón de huesos y pellejo


de pasear una cabeza loca

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se halla cansado al fin y no lo extraño


pues aunque es la verdad que no soy viejo,

de la parte de vida que me toca


en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.

Así, aunque ahora muriera,


no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.

Ha envejecido, sí; ¡pese a mi estrella!


harto lo dice ya mi afán doliente;
que hay dolor que al pasar su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.

LXI

Al ver mis horas de fiebre


e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano


tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidrie


de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene


(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos


oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,
¿quién vendrá a llorar?

¿Quién en fin al otro día,


cuando el sol vuelva a brillar,

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Verónica Padilla IES Nº 2 (Aspe)
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de que pasé por el mundo


quién se acordará?

LXVI

¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero


de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y triste


de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

LXXII
Así los barqueros pasaban
Primera voz cantando
Las ondas tienen vaga armonía, la eterna canción
las violetas suave olor, y al golpe del remo saltaba la
brumas de plata la noche fría, espuma
luz y oro el día, y heríala el sol.
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor! -¿Te embarcas? gritaban,
Segunda voz y yo sonriendo
Aura de aplausos, nube radiosa, les dije al pasar:
ola de envidia que besa el pie,
Yo ya me he embarcado;
isla de sueños donde reposa
por señas que aún tengo
el alma ansiosa,
la ropa en la playa tendida a secar.
¡dulce embriaguez
la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!

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