El documento presenta una introducción al estudio de los mitos desde las perspectivas de varios teóricos principales como Lévi-Bruhl, Mair, Malinowski y Eliade. Explica que los mitos primitivos carecen de una estructura coherente y coordinada, y que cada mito se considera independiente de los demás, lo que puede dar lugar a contradicciones. Además, los mitos se transmiten de forma incompleta y fragmentada entre los miembros de una tribu.
El documento presenta una introducción al estudio de los mitos desde las perspectivas de varios teóricos principales como Lévi-Bruhl, Mair, Malinowski y Eliade. Explica que los mitos primitivos carecen de una estructura coherente y coordinada, y que cada mito se considera independiente de los demás, lo que puede dar lugar a contradicciones. Además, los mitos se transmiten de forma incompleta y fragmentada entre los miembros de una tribu.
El documento presenta una introducción al estudio de los mitos desde las perspectivas de varios teóricos principales como Lévi-Bruhl, Mair, Malinowski y Eliade. Explica que los mitos primitivos carecen de una estructura coherente y coordinada, y que cada mito se considera independiente de los demás, lo que puede dar lugar a contradicciones. Además, los mitos se transmiten de forma incompleta y fragmentada entre los miembros de una tribu.
El documento presenta una introducción al estudio de los mitos desde las perspectivas de varios teóricos principales como Lévi-Bruhl, Mair, Malinowski y Eliade. Explica que los mitos primitivos carecen de una estructura coherente y coordinada, y que cada mito se considera independiente de los demás, lo que puede dar lugar a contradicciones. Además, los mitos se transmiten de forma incompleta y fragmentada entre los miembros de una tribu.
3. EL MITO EN LA PSICOLOGA PRIMITIVA BRONISLAW MALINOWSKI
4. ENSAYO DE UNA DEFINICIN DE MITO MIRCEA ELIADE
5. MITO, RITO Y RELATO MARAVILLOSO VLADIMIR PROPP
6. MITO Y MITOLOGA: PRESUPUESTOS TERICOS FURIO JESI
7. MITO E HISTORIA: REFLEXIONES SOBRE LOS FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO SALVAJE MAURICE GODELIER
8. MITO Y SIGNIFICADO CLAUDE LVI-STRAUSS
9. TEORA DE LOS MITOS MARCEL MAUSS
10. QU ES EL MITO? ROLLO MAY
11. INTRODUCCIN A LA SOCIOLOGA DEL MITO GRIEGO JOS CARLOS BERMEJO BARRERA
12. DIALCTICA DEL MITO A.F. LOSEV
13. RAZONES DEL MITO JEAN-PIERRE VERNANT
14. EL MITO, HOY ROLAN BARTHES
15. MITOLOGAS DE LA MODERNIDAD JUAN CUETO
16. EL MITO: SU FUNCIN Y SU SIGNIFICADO JOAN-CARLES MLICH.
17. EL MONOMITO JOSEPH CAMPBELL
18. LA CONCEPCIN PRIMITIVA DEL MUNDO Y LA CIVILIZACIN ROBERT REDFIELD
19. MITO, RITUAL Y CUENTO POPULAR G. S. KIRK
LA MITOLOGA PRIMITIVA Lucien Lvi-Bruhl
Rasgos propios de los mitos primitivos
El propsito de este ensayo consiste en estudiar, sobre la base de una cierta cantidad de especmenes escogidos, los mitos de las llamadas sociedades primitivas (en especial de Australia y Nueva Guinea), no desde el punto de vista de la historia de las religiones ni de la sociologa considerada estricto sensu, sino slo en cuanto a su relacin con la naturaleza y la orientacin constante de la mentalidad propia de los primitivos. Quizs esta investigacin ayudar a comprender mejor los rasgos esenciales de esos mitos y sus funciones dentro de la vida social de esas tribus.
Concebido de esta manera, el trabajo no podr ser abordado sin ms. Acaso no era necesario confirmar previamente que nuestra nocin de mito, con lo que ella implica, tambin vale para los de las sociedades primitivas? En mis obras anteriores ya se haba impuesto la necesidad de tomar una precaucin de esa clase. Tuve que comenzar investigando lo que en esas mentes corresponde con mayor o menor exactitud a lo que nosotros denominamos causa, alma, sobrenatural, etctera. Se trataba de unas cuestiones previas que corresponda elucidar en primer trmino, puesto que yo ya no admita implcitamente, como suele hacerse, que los primitivos concibiesen esas nociones igual que nosotros y que las expresasen mediante trminos coincidentes con los nuestros. Tampoco aqu considerar como algo convenido y sobreentendido que nuestra idea de mito sea la misma que la que se forjan de l los australianos o los papes. Sin una investigacin preliminar acerca de este punto, las confusiones resultaran inevitables y las conclusiones de un estudio acerca de los mitos de los primitivos seguiran siendo a lo sumo aventuradas.
Esto no quiere decir que deje de percibir las razones evidentes por las que se ha designado con el mismo nombre a los mitos primitivos y a aqullos con que nos han familiarizado las literaturas y las artes de la Antigedad. Como Andrew Lang, admiro la perspicacia de Fontenelle, que supo extraer los rasgos que ambos tienen en comn y destacar sus semejanzas, tan impresionantes en muchos aspectos. Sus penetrantes observaciones y sus sugerencias acerca de este tema mereceran ser tenidas en cuenta.
Pero basta con haber reconocido ese parentesco y corresponde admitir sobre la base del mismo, sin consideraciones ulteriores, que lo que vale para los mitos clsicos vale tambin para los de los primitivos? Cuando se los compara es posible soslayar la distancia que separa a los pueblos de la Antigedad clsica de sociedades como las tribus de Australia y Nueva Guinea? Hacia la poca correspondiente a los mitos que poseemos, en las civilizaciones mediterrneas se haban establecido y desarrollado desde tiempo atrs unas religiones, con sus jerarquas de dioses y semidioses, sus cultos organizados, sus templos y sus sacerdotes. Por otra parte, en ellas, los mitos haban terminado por pertenecer casi tanto a la poesa y a las artes plsticas como a la religin. En las sociedades australianas y papes de las que nos ocuparemos no existe nada parecido. En ellas no encontramos divinidades jerarquizadas ni cuerpos de creencia propiamente religiosas ni castas sacerdotales ni templos ni altares. Ante diferencias tan importantes sera prudente dar por supuesto que lo que denominamos con el mismo nombre de mitos se siente y se comprende en ellas de la misma manera?
Lo que sabemos de la mitologa clsica y de su papel en las civilizaciones antiguas nos resulta, pues, de poca utilidad e incluso corre el riesgo de inducirnos a error, cuando se trata de los mitos y de sus funciones en las llamadas sociedades primitivas. Hasta qu punto las ideas corrientes acerca de los mitos se aplican legtimamente a estas ltimas? No lo sabemos. Por consiguiente ser prudente que, en el momento de emprender el estudio, hagamos deliberada abstraccin de toda nocin preconcebida. Nos comportaremos respecto de los mitos como si estuvisemos en presencia de unos datos todava no clasificados ni analizados y que cabe mirar, en la medida de lo posible, con ojos nuevos. Los consideraremos dentro de su ambiente y slo desde el punto de vista de su ambiente. Ms tarde, cuando ese trabajo ya est hecho, ser til compararlos con mitos menos primitivos. En ese momento la utilizacin del mtodo comparativo ser an ms fecunda.
Por ltimo, consideramos a los mitos de Australia y Nueva Guinea como tipos de mitos primitivos, porque el estudio de los mismos resulta facilitado por la abundancia y la buena calidad de los documentos. Como se ver, no nos inhibimos de asignar algn sitio a mitos de otras sociedades inferiores. Nuestra opcin tampoco implica que pensemos que las sociedades australianas y papes son las ms primitivas o las ms arcaicas que existen en la actualidad.
Los mitos primitivos de que disponemos son, por lo general, incompletos y fragmentarios. Slo una pequea cantidad de personas, dentro de una tribu, tiene un conocimiento amplio de los mismos. Ese saber representa el privilegio de los hombres mayores, quienes despus de haber pasado por los sucesivos estadios de la iniciacin, se han casado y tienen hijos. Cada uno de ellos conoce una cantidad mayor o menor de mitos. Pero con frecuencia no conoce ni su comienzo ni su fin, o bien le faltan partes importantes de los mismos. Es raro que la totalidad de un mito pueda obtenerse a partir de un solo informante.
Adems, salvo en casos excepcionales, los mitos de una tribu determinada apenas constituyen un conjunto. A menudo se ha observado que permanecen extraos y, por as decirlo, indiferentes los unos a los otros. La riqueza de la mitologa de una tribu puede ser inagotable sin que al parecer haya nada que la coordine. Este es un rasgo muy marcado que Landtman ha encontrado en la de los papes de la isla Kiwai Pero no corresponde a lo que hubisemos esperado. Nuestra sorpresa, sin embargo, procede de los vestigios de las viejas especulaciones sobre la mitologa, que han subsistido en nuestra mente sin que lo advirtiramos. En los siglos XVIII y XIX se buscaba en aqulla, y naturalmente se hallaba, un esfuerzo concertado para dar cuenta del origen de las cosas, esfuerzo que, aunque con una forma ms antigua, era anlogo al de las teologas y las metafsicas. En realidad esa filosofa del mito casi se refera nicamente a las mitologas contemporneas de religiones ya desarrolladas o de doctrinas metafsicas cuya influencia dejaban traslucir. Si se hubiesen enfrentado con mitos como los de Australia y Nueva Guinea, esos tericos no hubiesen podido dejar de admitir su falta de coordinacin.
Este rasgo no es privativo de las mitologas australianas y papes. Tambin se ha sealado su existencia en las de otras sociedades cuya civilizacin se sita aproximadamente en el mismo grado de la escala. Para citar slo un ejemplo: en las islas Andaman, un rasgo destacable de las leyendas es su naturaleza no sistemtica. El mismo informante puede dar, en distintas ocasiones, dos versiones totalmente diferentes de un hecho como el origen del fuego o los comienzos de la especie humana. Todo indica que los pobladores de las islas Andaman consideran que cada pequea historia es independiente y no comparan en forma consciente unas con otras. De modo que no parece que tengan la menor conciencia de lo que para quien estudia esas leyendas constituye una flagrante contradiccin.
En efecto: puesto que para cada mito es como si los otros no existieran, resulta inevitable que se produzcan contradicciones entre ellos. Por ms impresionantes que stas nos parezcan, a los indgenas no les molestan en absoluto. No les prestan la menor atencin. Esta indiferencia, comprobada por Radcliffe-Brown en las islas Andaman, vuelve a aparecer constantemente en otras partes. Por ejemplo: en Nueva Guinea holandesa resulta extremadamente difcil acomodarse a la manera de pensar del indgena; por lo dems el marind se contradice mucho en sus mitos. En la isla Dobu (Nueva Guinea inglesa), si se renen las leyendas de todos los linajes totmicos de Dobu, se obtiene un sistema extremadamente ilgico. Sin embargo, ningn habitante de Dobu se ha tomado alguna vez el trabajo de compararlas entre s. Por consiguiente nadie se da cuenta jams que el sistema considerado en su conjunto es contradictorio. Ms adelante el Dr. Fortune aade: A decir verdad el habitante de Dobu no se preocupa en absoluto por la lgica cuando explica la creacin. No se da cuenta de que una leyenda contradice a otra. Nunca un habitante de Dobu ha tratado de componer un conjunto con las diversas leyendas que contienen la explicacin de los orgenes... En una de ellas A es anterior a B, por ms que en otra B sea anterior a A.
Contradicciones del mismo tipo aparecen en la mitologa de los esquimales. Pero lo que resulta mucho ms raro es que algunos de ellos son capaces de tomar conciencia de ese hecho, cuando el mismo les es sealado. A veces incluso alguna de esas personas intenta justificar esa actitud mental que nos choca. Rasmussen, que ha vivido durante cierto tiempo en la tribu de los iglulik y que gozaba de su confianza, refiere una conversacin que mantuvo acerca de este tema con Orulo, mujer del chamn Aua, que era amigo suyo. Nosotros los esquimales -le dijo- no nos ocupamos por resolver todos los enigmas. Repetimos las historias de antao, tal cual nos las han contado, con las mismas expresiones que recordamos. Y si parece que hay alguna falta de consistencia en el conjunto de la historia, tambin hay muchos otros acontecimientos incomprensibles que nuestro pensamiento no puede aprehender...
Entonces, despus de un momento de reflexin, aadi lo siguiente, que revela de un modo impresionante lo poco que se preocupan los esquimales por la coherencia lgica en su mitologa. Usted dice que el petrel de las tempestades captura las focas antes de que stas existan. Pero suponiendo que llegramos a resolver esta dificultad todava quedaran muchas otras que no somos capaces de explicar. Acaso puede decirme dnde ha cogido la madre de los caribes sus bragas de piel de carib antes de que ella haya engendrado a los caribes? Usted siempre quiere que esas cosas sobrenaturales sean inteligibles. Pero nosotros no nos preocupamos por ello. No comprendemos y no por ello estamos menos satisfechos. Esta especie de credo quia absurdum esquimal demuestra al mismo tiempo la vigorosa fe que tienen en sus mitos y las pocas exigencias lgicas que en este terreno imponen a su mente.
No slo en sus mitologas se muestran los primitivos insensibles a contradicciones que nosotros consideraramos flagrantes. Como ya he tenido ocasin de sealar en otra parte, en especial a propsito de la participacin, esta diferencia es uno de los rasgos por los cuales sus hbitos mentales se contraponen de manera ms visible a los nuestros. Sin duda la estructura fundamental del espritu humano es la misma en todas partes. Cuando los primitivos sienten una contradiccin de modo claro e intenso, sta no les choca menos que a nosotros. La rechazan con igual energa. Pero uno de los rasgos distintivos de su mentalidad consiste precisamente en lo siguiente: a menudo lo que es contradictorio segn nosotros, no les parece tal, y les deja indiferentes. Entonces parece como si se adaptasen a la contradiccin y como si en ese sentido fuesen prelgicos. Por una parte esa actitud se vincula estrechamente con la orientacin mstica de su espritu, que no asigna mayor importancia a las condiciones de posibilidad, fsicas o lgicas, de las cosas, y por otra parte se vincula con sus tendencias poco conceptuales. Su mente forma conceptos, por supuesto: cmo podra prescindir completamente de ellos? Pero esos conceptos, menos numerosos que los nuestros, no se encuentran sistematizados como estos ltimos. Como consecuencia de ello su lenguaje no permite pasar con facilidad de un concepto dado a otros de menor generalidad, comprendidos en l, o de mayor generalidad, que lo comprenden. Esos primitivos no disponen, pues, del admirable material lgico y lingstico que nos permite realizar con facilidad y rapidez una gran cantidad de operaciones mentales. La inteligencia del canaco -escribe M. Leenhardt- apenas ha clasificado los datos de la experiencia sensible; no ha constituido generalizaciones (rbol, animal, mordedura, no existen para ellos segn el concepto que tenemos nosotros).
Recientemente se ha realizado un estudio especial acerca de este tema entre los cheroquis. El autor del mismo haba observado que los nios de esa gran tribu del sudeste de Amrica del Norte tenan una inteligencia muy vivaz y sus medicine-men, es decir, lo que podramos llamar su lite intelectual, posean un saber rico y extenso. Pero esta medalla tiene su reverso. Todos esos conocimientos distan mucho de estar codificados. A menudo he intentado indagar hasta qu grado ese saber estaba sistematizado o, como diramos nosotros, organizado racionalmente. Los resultados de esa bsqueda siempre fueron desfavorables, aunque no carentes de inters.
A un medicine-man como Og., considerado universalmente como el que "ms saba", se le pidi que hiciese una lista de todas las enfermedades que conoca y se le dieron cinco das para que reflexionase: no fue capaz de encontrar ms de treinta y cinco que fuesen ms o menos diferentes. A otro se le pidi que enumerase, sin preparacin, las que conoca: no pudo superar la docena, a pesar del hecho de que ambos deban reconocer seguramente ms de cien, porque una compilacin que yo haba realizado oralmente-.. revel que se conocan alrededor de doscientas treinta enfermedades. Las mismas observaciones valen para sus conocimientos de botnica y tambin podran aplicarse a su saber religioso y mitolgico. Cuando emprend una experiencia anloga con otro medicine-man, esa vez relativa a la religin, a la vida futura y a los espritus que invocaba en sus frmulas, ese mtodo slo me permiti lograr que dijera el diez por ciento de lo que saba acerca de esos temas. Por ltimo consegu extraerle todo lo que saba, una importante masa de conocimientos, mediante preguntas indirectas y desviadas. A pesar del importante caudal de su erudicin y de la superioridad, en algunos casos, de su inteligencia, esos ancianos parecen casi tan poco metdicos como sus compatriotas laicos... De hecho, Og era el nico de los muchos medicine- men que conoc del que caba afirmar que tena una cierta perspectiva de su propio saber y que no fuese irremediablemente incapaz de vincular entre s dos elementos procedentes de dos ramas distintas de su "erudicin".
El mismo autor ha sealado tambin que los charquies poseen palabras para expresar conceptos como "hierbas" en general o que se refieren a ciertas familias definidas de plantas (si se entiende "familias" desde el punto de vista cheroqui): por ejemplo, "las que crecen en la montaa", "las que estn siempre verdes", "las que crecen junto al ro" etctera, pero que las usan muy poco; en cambio, normalmente emplean los nombres particulares de cada especie de plantas
Estas pocas observacioncs arrojan cierta luz sobre los procedimientos habituales de ese pensamiento, mucho menos conceptual que el nuestro. La masa de conocimiento o para usar la expresin muy justa de Olbrecht, de erudicin, puede ser muy grande en su caso. Pero permanece en estado inorgnico y, por as decir, a granel, por el hecho de no estar digerida. La inteligencia no distribuye lo que adquiere en unos marcos ordenados lgicamente. Por consiguiente no puede disponer libremente de ello. En cada nueva ocasin tiene que referirse a lo que ha aprendido en otras circunstancias particulares; se le escapan las relaciones que existen entre casos ms o menos diferentes, por poco que las mismas sean algo generales. Los conocimientos no se jerarquizan en conceptos subordinados los unos a los otros. Permanecen sencillamente yuxtapuestos sin orden. Forman una especie de montn o conglomerado. Esta acumulacin de datos, aislados aunque cercanos, no favorece a su vez la formacin de conceptos. Por consiguiente, se arraiga el hbito de utilizarlos como se presentan y, por ms vivacidad y vigor innatos que tenga su mente, en esos indios pronto se detiene el progreso lgico del pensamiento, porque carece de su instrumento bsico. Esto deja el campo libre para las prerrelaciones msticas; de modo que las contradicciones tienen menos posibilidades de ser percibidas, descubiertas y rechazadas.
Si estos hbitos mentales se observan actualmente en el caso de los cheroques, que desde hace varias generaciones viven en permanente relacin con los blancos y han recibido de stos, adems de la escritura, una cantidad de otras adquisiciones culturales, con ms razn an dominan entre primitivos como los australianos y los papes. Sin embargo, como ya he tenido ocasin de explicar, las representaciones que no han adoptado la forma de unos conceptos regulares tampoco han de estar necesariamente desprovistas de generalidad. Un elemento emocional comn puede substituir en cierto modo a la generalizacin lgica. Esto es en realidad lo que ocurre en el caso de las representaciones mticas, que por lo general entraan una referencia a la categora afectiva de lo sobrenatural. De ese modo se establece y se manifiesta entre ellas una especie de parentesco que disimula la falta de coordinacin y al mismo tiempo impide que las contradicciones sean percibidas.
Las tribus de Australia y de Nueva Guinea, algunos de cuyos mitos estudiaremos, no conocen dioses ni diosas ni divinidades inferiores, vale decir: no tienen nada parecido a un panten. Por consiguiente sus mitos no tienen que narrar la genealoga ni las aventuras ni los atributos de los personajes divinos. No por ello dejan de desempear unas funciones vitales y esenciales, como lo ha mostrado el Dr. Malinowski, con tanta claridad y nitidez, al considerar como ejemplos los mitos de los melanesios de las islas Trobriand, cuya mentalidad tan bien ha descrito y analizado Como veremos, en rigor constituyen el tesoro ms precioso de la tribu. Representan el ncleo de aquello que veneran como algo sagrado.
Los mitos ms importantes slo son conocidos por los antiguos, que guardan celosamente su secreto. Unicamente los comunican en el momento oportuno y slo a aqullos pocos que se encuentran debidamente calificados para recibirlos. Tanto es el respeto que sienten hacia esos secretos, que nunca dejan que la "autoridad" blanca pueda tener la menor sospecha acerca de la existencia de ese gran mundo del pensamiento de los indgenas y acerca de lo que constituye la potencia del mismo; todas stas son cosas que el blanco ignora por completo. Los viejos guardianes de esos conocimientos secretos estn establecidos en la aldea, mudos como esfinges, y deciden hasta dnde pueden confiar sin peligro el saber de sus padres a la joven generacin, y en qu momento preciso podr cumplirse de modo ms eficaz la comunicacin de los secretos. Si las circunstancias propicias no se presentan nunca, entonces los secretos desaparecen junto con los viejos. Aunque stos no dejan de sentir dolor cuando mueren, porque saben que los antiguos mitos y las antiguas ceremonias han de caer en el olvido, tampoco dejan de sentir alegra, porque han guardado con fidelidad el legado que se les haba confiado.
En realidad no se les ocurrira usar ese conocimiento de otra manera. Si se divulgasen, esos mitos seran profanados, perderan su carcter sagrado y al mismo tiempo su virtud mstica. Ahora bien: si sta deja de actuar la tribu ya no puede seguir viviendo. Elkin ha expuesto con claridad la causa de esto ltimo. La vida misma de la naturaleza y por consiguiente tambin la de la especie humana depende de las ceremonias y de los emplazamientos sagrados. La filosofa totmica de los indgenas rene al hombre con la naturaleza dentro de una totalidad viviente que es simbolizada y mantenida por el conjunto de los mitos, ceremonias y emplazamientos sagrados. Si los mitos no son conservados junto con aquello que constituye su autoridad, si las ceremonias no son celebradas y los emplazamientos sagrados no son cuidados como santuarios de los espritus, entonces se rompe el vnculo vital, el hombre y la naturaleza se separan y ninguno de ambos presenta ya garanta alguna que asegure la continuacin de la existencia.
Ya veremos ms adelante la importancia que tienen los emplazamientos sagrados para esos australianos y esos papes; veremos que los mitos y ceremonias slo son aspectos diferentes de una misma realidad mstica. Por lo tanto, as como la tribu no puede subsistir sin que las ceremonias se celebren, se encuentra no menos condenada a desaparecer indefectiblemente si sus mitos, profanados, pierden la fuerza que les es propia. Si es necesario los viejos se los llevan consigo a la tumba.
EL MITO Lucy Mair
En su uso ordinario puede utilizarse la palabra mito para referirse a una afirmacin que el que habla supone no verdadera. Las afirmaciones a las que el antroplogo llama mitos no son, evidentemente verdaderas. Se refieren a acontecimientos que una persona con preparacin cientfica sabe que no pueden haber ocurrido, a acontecimientos que, en rigor, quienes narran los mitos no esperan que vuelvan a ocurrir: pertenecen a una lejana era de milagros en que las cosas eran diferentes.
Pero lo importante en relacin con el mito dentro del contexto de la religin no es, como insiste Malinowski, simplemente que se trate de una historia de sucesos milagrosos. En opinin de este autor es un error considerar que el mito sea historia o ciencia alteradas. La esencia del mito, afirma, es su carcter de testimonio fundacional, de estatuto. El mito es la narracin de la ejecucin original de algn acto que se sigue repitiendo en el ritual o que legitima alguna pretensin en las relaciones sociales. Sienta como base el precedente efectivo de un pasado glorificado para las acciones repetitivas del presente. Las narraciones de la llegada del primer antepasado de un linaje real que trajo consigo las artes de la civilizacin, de los milagros del primer antecesor de una autoridad ritual, o del primer hombre que utiliz un tipo de magia, son mitos debido a que legitiman las pretensiones de sus descendientes a ejercer autoridad poltica o espiritual, o a detentar en la prctica el monopolio de la magia. El mito se asocia con el ritual cuando el ritual revalida con su representacin los sucesos contados en el mito. Todas las historias que narran cmo lleg algn objeto a convertirse en ttem de un grupo de descendencia son estatutos que prescriben el comportamiento ritual que ha de observarse hacia el objeto totmico.
As, pues, en esta teora, el mito tiene escasa o ninguna relacin con la cosmologa. No es un intento de explicar el universo o la forma en que las cosas han llegado a ser, sino que explica por qu lo que se hace en la actualidad es lo que debe hacerse. Leach desarrolla esta actitud al decir que es absurdo hacer preguntas en tomo a las afirmaciones que se hacen en el mito, como si formaran parte de un cuerpo de conocimientos tericos que pudiera elaborarse. Un mito, arguye este autor, es simplemente la parte verbal de un ritual. Si un kachin dice que el rito que se est observando es un sacrificio a unos seres llamados nats, habr que aceptar que esto es todo lo que cabe decir. Del propio ritual puede deducirse que algunos nats son ms importantes que otros, pero sera absurdo hacer preguntas sobre el aspecto y el modo de vida de los nats, y los kachins no podran responder a tales preguntas.
Malinowski establece la distincin entre mito, leyenda y cuento de hadas. Las leyendas, dice, se cuentan y se creen como si fueran historia, aunque el propsito del narrador suela ser fundamentar las pretensiones de algn grupo al que pertenezca; sin embargo, no contienen ningn elemento milagroso, ni se consideran siquiera sagradas. Los cuentos de hadas estn llenos de acontecimientos milagrosos, pero no tienen relacin alguna con el ritual; son un puro entretenimiento y nadie supone que sean ciertos. El mito es la afirmacin de una verdad ms elevada e importante, de una realidad primigenia a la que todava se considera modelo y fundamentacin de la vida primitiva.
Firth ha sealado que los cuentos que se narran en las sociedades de pequea escala no siempre pueden dividirse claramente en tipos de esta manera. En Tikopia no suele ser fcil separar las historias sagradas -mitos- de las profanas. En la historia sagrada se considera que las palabras o los caracteres de la narracin, o el propio acto de contarla, poseen una fuerza o poder, o alguna virtud significativa, propios. Algunas de estas narraciones tienen un carcter claramente sagrado, por cuanto tratan de espritus poderosos y resulta peligroso narrarlas de una forma que no sea la correcta. Pero los mismos espritus aparecen en historias de entretenimiento, de las que Malinowski llamara cuentos de hadas.
Pero lo mismo que ocurre en la discusin sobre la forma de distinguir la religin de la magia, hay poca dificultad en reconocer qu tipo de historia posee mayormente las caractersticas del mito. La sacralidad y una estrecha relacin con el ritual son caractersticas del mito que, en una narracin dada, pueden darse en combinacin con caractersticas de la leyenda o del cuento de hadas, tal como los define Malinowsk.
Pero algunas de las historias a las que nosotros llamaramos mitos no tienen una relacin muy estrecha con el ritual, y hay unas cuantas que tampoco la tienen con la estructura social. Ejemplos de mitos no relacionados con el ritual se encuentran en la rica mitologa de los shilak. Algunos de estos mitos cuentan cmo naci y lleg a Shilaklandia el semidis ikang, lo cual est estrechamente relacionado con las pretensiones polticas y rituales del rey de los shilak, al que se tiene por encarnacin de ikang, as como con el ritual que se celebra cuando sube al trono un nuevo rey. Pero otras historias son lo que Malinowski habra denominado leyendas: cuentan cmo los shilak y sus vecinos llegaron a las regiones que ocupan y las aventuras que les ocurrieron en el camino. Se han hecho intentos de reconstruir, a partir de esas fuentes, la historia de las migraciones tnicas al valle del Alto Nilo. Pero estas narraciones, aunque no estn relacionadas con el ritual ni se representan en l, proporcionan una carta (estatuto) del statu quo en su conjunto. Dan seguridades, como lo hace el mito del Gnesis, de que el mundo de la experiencia obedece a un orden divino, y sustentan la visin del mundo que conservan la mayor parte de los pueblos cuyas tradiciones no registran cambios espectaculares, segn la cual el mundo emprico siempre ha sido y siempre seguir siendo tal como lo conocen.
Malinowski rechaza la opinin de que los mitos sean una especie de descripcin alegrica del mundo de la naturaleza: el sol, la luna, las estrellas, la sucesin de las estaciones. Nadie supone en la actualidad que los personajes del mito personifiquen a esas entidades y a esos procesos. Pero no todos los mitos son estatutos que establecen acciones especficas. Algunas ofrecen respuesta a determinados interrogantes. Se ha dicho que la ciencia contesta al cmo, mientras que se deja a la religin que conteste al por qu. La mayor parte de los pueblos poseen mitos para responder a las preguntas universales sobre el por qu: por qu. tenemos que morir? Qu le ha ocurrido a la tierra donde no existe el mal? Esos mitos cuentan cmo se introdujo en el mundo la muerte y cmo se separ la tierra del cielo, debido a que alguien desobedeci una instruccin divina, a menudo un mandamiento moralmente neutro, siendo frecuente que la desobediencia se debiera no a una intencin desafiante, sino a un mero descuido.
Desde los das de Malinowski estamos todos de acuerdo en que los mitos son mucho ms que intentos de satisfacer una curiosidad objetiva respecto al mundo emprico. Pero algunos antroplogos mantendran hoy en da que tienen efectivamente este aspecto, y que quienes han recalcado la relacin existente entre el mito y la actuacin social lo han ignorado con excesiva premura. La gente se arguye, quiere que el mundo tenga sentido, busca principios unificadores de alguna clase detrs de la diversidad de la experiencia. No son slo los cientficos quienes buscan con sus complejidades imponer este tipo de orden al mundo. R. F. Horton ha comparado las ideas religiosas de las sociedades africanas con los modelos tericos de los cientficos occidentales. Para construir un modelo semejante, el cientfico utiliza algn hecho de la experiencia comn como analoga del proceso que trata de explicar. Horton seala que el modelo del cientfico tiene que ser un sistema, un conjunto de fenmenos en una relacin ordenada, ya que se supone que en los fenmenos existe un sistema para cuya explicacin utiliza el modelo. Los cientficos occidentales encuentran sus modelos entre las cosas; los cosmlogos africanos encuentran los suyos entre los hombres. Horton observa que en las sociedades que han cambiado escasamente a lo largo de prolongados perodos de tiempo -y, podra haber aadido, que creen no haber cambiado en absoluto- existe la disposicin a tomar las relaciones entre la gente como modelo de un sistema ordenado. Este autor ofrece una explicacin para la dificultad de tratar con los kachins de las caractersticas de sus nats. Cuando la gente, dice, utiliza la idea de un ser personificado como modelo para explicar las fuerzas incontrolables de la naturaleza, slo necesita atribuirle las cualidades humanas necesarias para la analoga: motivos humanos y un poder semejante al del hombre, slo que mayor. Esta es la razn por la cual, como observa Leach, los kachins no se preguntan si sus nats viven o tienen piernas, aun cuando otros pueblos podran preguntrselo.
Este enfoque del tipo de pensamiento cosmolgico que tanto Frazer como Tylor habran denominado religioso, tiene mucho en comn con el enfoque del totemismo que utiliza Lvi-Strauss. En ambos contextos, la antropologa ha pasado de explicar las ideas religiosas como puras especulaciones mal orientadas a explicarlas como reflejo de la realidad social, pasando luego a argumentar que, adems de su relacin con el orden social, el pensamiento religioso ha sido la forma original de la especulacin en torno a la naturaleza del cosmos. Pero no debemos olvidar en ningn caso la diferencia esencial entre el pensamiento religioso y el cientfico, a saber, que el modelo religioso es sagrado y no puede ponerse en tela de juicio, mientras que el cientfico comprueba la adecuacin de su modelo a los hechos que observa y cambia el modelo si comprueba que no se ajusta a los hechos. EL PAPEL DEL MITO EN LA VIDA Bronislaw Malinowski
Mediante el examen de una cultura tpicamente Melanesia y el recuento de opiniones, tradicin y conducta de los nativos, me propongo mostrar con cunta profundidad estn las tradiciones sacras, o sea, el mito, relacionadas con sus quehaceres y con cunta fuerza controlan su conducta moral y social. Dicho de otra manera, la tesis del presente trabajo es la existencia de una conexin ntima entre, por una parte, la palabra, el mythos, los cuentos sagrados de una tribu y, por otra, sus actos rituales, acciones morales, organizacin social e incluso actividades prcticas.
Voy a resumir brevemente, para fundamentar nuestra descripcin de los hechos de Melanesia, el presente estado de la ciencia de la mitologa. Incluso un examen superficial de la bibliografa sobre el tema nos revela que es imposible quejarse de monotona por lo que concierne a la variedad de opiniones o a la acritud de la polmica. Si tomamos tan slo las teoras contemporneas que se proponen para explicar la naturaleza del mito, la leyenda o el cuento fabuloso, tendramos que encabezar la lista, al menos por lo que concierne a produccin y empaque con la llamada Escuela de la Mitologa Natural, la cual florece principalmente en Alemania. Los estudiosos de esta escuela mantienen que el hombre primitivo est profundamente interesado por los fenmenos naturales y que su inters es predominantemente de carcter terico, contemplativo y potico. Cuando trata de expresar e interpretar las fases de la Luna, o el curso regular y, sin embargo, cambiante del Sol por el firmamento, el primitivo construye rapsodias personificadas que son smbolos. Para los estudiosos de tal escuela todo mito contiene, como ncleo o ltima realidad ste o aquel fenmeno de la naturaleza, elaboradamente urdido en forma de cuento hasta un punto tal que en ocasiones casi lo enmascara y borra. No hay gran acuerdo entre esos investigadores sobre qu tipo de fenmeno natural est en el fondo de la mayor parte de las producciones mitolgicas. Existen mitlogos selenitas y tan completamente obsesionados por la Luna que no admitirn que ningn otro fenmeno pudiera prestarse a una interpretacin potica por parte del salvaje, de no ser nuestro nocturno satlite. La Sociedad para el Estudio Comparado del Mito, fundada en Berln en l906 y que cuenta entre sus miembros a estudiosos tan distinguidos como Ehrenreich, Sieke, Winckler y muchos ms, llev a cabo sus investigaciones bajo el signo de la Luna. Otros; como por ejemplo Frobenius consideraron que el Sol era el nico tema sobre el que el hombre primitivo pudiera haber urdido sus simblicos cuentos. Adems est la escuela de los intrpretes meteorolgicos, que consideran que la esencia del mito no es otra cosa sino el viento, el clima y los colores del cielo. A ella pertenecen los estudiosos de la ltima generacin tan conocidos como Max Mller y Kuhn. Algunos de estos mitlogos departamentales luchan fieramente para defender su cuerpo o principio celestial; otros poseen un gusto mucho ms universal y estn preparados a admitir que el primer hombre fabric su infusin mitolgica con todos los cuerpos celestes tomados al mismo tiempo.
He tratado de exponer justa y plausiblemente esta interpretacin naturalista de los mitos pero, de hecho, tal teora me parece una de las ms extravagantes opiniones que cualquier antroplogo o humanista haya sostenido jams, y ya es decir mucho. La tal ha recibido una crtica absolutamente destructiva por parte del gran psiclogo Wundt y parece absolutamente insostenible a la luz de los escritos de sir James Frazer. Por mi propio estudio de los mitos vivos entre los salvajes debera decir que el hombre primitivo posee en muy pequea medida inters alguno de ndole puramente artstica o cientfica por la naturaleza; no hay sino poco espacio para el simbolismo en sus ideas y cuentos; y el mito, de hecho, no es una ociosa fantasa, ni una efusin sin sentido de vanos ensueos, sino una fuerza cultural muy laboriosa y en extremo importante. Adems de ignorar la funcin cultural del mito esta teora imputa al hombre primitivo un nmero de intereses imaginarios y confunde varios tipos de narracin, cuento fantstico, leyenda, saga y cuento sagrado o mito que es menester distinguir con claridad.
En fuerte contraste con esta teora, que hace al mito naturalista, simblico e imaginario, est la que considera al cuento sagrado como un autntico registro histrico del pretrito. Tal opinin sostenida recientemente por la llamada Escuela Histrica de Alemania y Amrica y representada en Inglaterra por el doctor Rivers. cubre tan slo una parte de la verdad. No puede negarse que la historia, al igual que el entorno natural, ha de haber dejado una huella profunda en todos los productos culturales y, por lo tanto, tambin en los mitos. Sin embargo, tomar toda la mitologa como una mesa crnica es tan incorrecto como considerar que es la fabulacin del naturalista primitivo. Tambin esta teora concede al salvaje cierto impulso cientfico y cierto deseo por conocer. Aunque el primitivo tenga en su composicin un poco de anticuario y otro poco de naturalista, lo cierto es que est, por encima de todo, inmerso de modo activo en cierto nmero de actividades prcticas y le es menester luchar con ciertas dificultades; todos sus intereses estn en concordancia con esta visin pragmtica general. La mitologa, el saber sagrado de la tribu, es para el primitivo, como veremos, un medio poderoso de ayuda, por permitirle hallar suficiencia su patrimonio cultural. Veremos, adems, que los servicios inmensos que el mito confiere a la cultura primitiva estn relacionados con el ritual religioso, la influencia moral y el principio sociolgico. Pues bien, la religin y la moral resultan de intereses en ciencia o historia pasada slo hasta un punto muy limitado y, de esta manera, el mito se basa en una atmsfera mental del todo diferente.
La ntima conexin entre la religin y el mito, tan descuidada por muchos estudiosos, ha sido reconocida por algunos psiclogos como Wundt, socilogos como Durkheim y humanistas clsicos como mis Jane Harrison; todos ellos han entendido la profunda asociacin entre el mito y el rito, entre la tradicin sacra y los moldes de la estructura social. Todos estos estudiosos se han visto influidos, en mayor o menor medida, con la obra de sir James Frazer. Aunque el gran antroplogo britnico, como la tambin mayor parte de sus seguidores, tiene una clara visin de la importancia sociolgica y ritual del mito, los hechos que voy a presentar aqu nos permitirn clarificar y formular con mayor precisin los principios fundamentales de una teora sociolgica de aqul.
Podra ofrecerles un examen an ms extenso de las opiniones, divisiones y controversias de los eruditos mitolgicos. La ciencia de la mitologa ha sido el punto de reunin de varias escuelas: el humanista clsico ha de decidir por s mismo si Zeus es la Luna o el Sol, o una personalidad estrictamente histrica; o si su consorte de bovinos ojos es la estrella matutina o se trata de una vaca o de una personificacin del viento, puesto que la labia de las esposas es proverbial, A continuacin, todas estas cuestiones habrn de discutirse de nuevo en el escenario de la mitologa por los varios tipos de arquelogos, el de Caldea y Egipto, el de Judea y China, el de Per y el de los Mayas. El historiador, el socilogo, el estudioso de la literatura, el gramtico, el germanista y el romanista, el celtista y el eslavista discuten la cosa, cada gremio consigo. Tampoco est la mitologa del todo segura frente a la invasin de lgicos y psiclogos, de metafsicos y de epistemlogos, por no decir nada de visitantes como el tesofo, el moderno astrlogo y el fiel de la ciencia cristiana. Por ltimo, tenemos al psicoanalista que, por fin, ha venido a ensearnos que el mito es el sueo en vigilia de la raza y que slo podremos explicarlo si nos volvemos de espaldas a la naturaleza, a la historia y a la cultura y nos sumergimos en la profundidad del oscuro estanque del subconsciente, en cuyo fondo yacen los enseres, y smbolos de la exgesis psicoanaltica. De manera que cuando el pobre antroplogo y estudioso del folklore llega al festn se encuentra con que a duras penas le han dejado unas migajasl
Si he dado impresin de confusin y caos, si he inspirado un sentimiento de ir a pique ante esta increble controversia mitolgica con el estruendo y polvo que de ella surge es que he logrado exactamente lo que deseaba. Porque invito a mis lectores a salir del cerrado estudio del terico al aire libre del campo de la antropologa, y a acompaarme en mi lucha mental hasta aquellos aos que pas en Nueva Guinea con una tribu de melanesios. All, remando en la laguna, mirando a los nativos cuando cultivaban sus huertos bajo el sol abrasador, yendo con ellos por la jungla y las tortuosas playas y arrecifes, ser donde aprenderemos algo de su vida. Tambin, al observar sus ceremonias en el fresco de la tarde o en las sombras del anochecer, al compartir su comida en torno a la hoguera, podremos escuchar sus narraciones.
Y ello es as porque el antroplogo -y slo l entre los muchos participantes en el torneo mitolgico- tiene la nica ventaja de consultar al salvaje siempre que siente que sus doctrinas se tornan confusas y que el flujo de su elocuencia argumentativa va seco. El antroplogo no est atado a los escasos restos de una cultura, como tablillas rotas, deslucidos textos o fragmentarias inscripciones. No precisa llenar inmensas lagunas con comentarios voluminosos, pero basados en conjeturas. EI. antroplogo tiene a mano al propio hacedor del mito. No slo puede tomar cmo completo un texto en el estado en que existe, con todas sus variaciones, y revisarlo una y otra vez; tambin cuenta con una hueste de autnticos comentadores de los que puede informarse; y, lo que es ms, con la totalidad de la misma vida de la que ha nacido el mito. Y como veremos, hay tanto que aprender en relacin al mito en tal contexto vital como en su propia narracin.
El mito, tal como existe en una comunidad salvaje, o sea, en su vvida forma primitiva, no es nicamente una narracin que se cuente, sino una realidad que se vive. No es de la naturaleza de la ficcin, del modo como podemos leer hoy una novela, sino que es una realidad viva que se cree aconteci una vez en los tiempos ms remotos y que desde entonces ha venido influyendo en el mundo y los destinos humanos. As, el mito es para el salvaje lo que para un cristiano de fe ciega es el relato bblico de la Creacin, la Cada o la Redencin de Cristo en la Cruz. Del mismo modo que nuestra historia sagrada est viva en el ritual y en nuestra moral, gobierna nuestra fe y controla nuestra conducta, del mismo modo funciona, para el salvaje, su mito.
Limitar el estudio de ste a un mero examen de los textos ha sido fatal para la comprensin de su naturaleza. Las formas del mito que han llegado a nosotros de la Antigedad clsica, de los vetustos libros sagrados de Oriente y de otras fuentes similares lo han hecho sin el contexto de una fe viva, sin la posibilidad de obtener comentarios de autnticos creyentes, y sin el conocimiento concomitante de su organizacin social, de la moral que practicaban y de sus costumbres populares; al menos sin la informacin completa que un investigador moderno, al trabajar sobre el terreno, puede obtener con facilidad. Adems, no hay duda alguna de que, en su forma literaria presente, esos cuentos han sufrido una transformacin muy considerable a manos de escritores, comentadores, sacerdotes eruditos y telogos. Es preciso retornar a la psicologa primitiva para comprender el secreto de su vida en el estudio de un mito vivo an, antes de que, momificado en su versin clerical, haya sido guardado como una reliquia en el arca, indestructible aunque inanimada, de las religiones muertas.
Estudiado en vida, el mito, como veremos, no es simblico, sino que es expresin directa de lo que constituye su asunto; no es una explicacin que venga a satisfacer un inters cientfico, sino una resurreccin, en el relato, de lo que fue una realidad primordial que se narra para satisfacer profundas necesidades religiosas, anhelos morales, sumisiones sociales, reivindicaciones e incluso requerimientos prcticos. El mito cumple, en la cultura primitiva, una indispensable funcin: expresa, da bros y codifica el credo, salvaguarda y refuerza la moralidad, responde de la eficacia del ritual y contiene reglas prcticas para la gua del hombre. De esta suerte el mito es un ingrediente vital de la civilizacin humana, no un cuento ocioso, sino una laboriosa y activa fuerza, no es una explicacin intelectual ni una imaginera del arte, sino una pragmtica carta de validez de la fe primitiva y de la sabidura moral.
Tratar de probar todas estas afirmaciones mediante el estudio de varios mitos; pero para hacer que nuestro anlisis sea concluyente ser menester que, en primer lugar, examinemos no slo el mito, sino tambin el cuento maravilloso, la leyenda y la narracin histrica.
Vaymonos as, en espritu, a las riberas de una laguna de las islas Trobriand y penetremos en la vida de los aborgenes: vemoslos en el trabajo y el ocio y escuchemos sus relatos. El tiempo hmedo de fines de noviembre ya est llegando. Hay poco que hacer en los huertos, la estacin pesquera todava no est en su altura y el perodo de navegacin por mar abierto est an por venir, mientras que todava se mantiene un nimo festivo tras las danzas y celebraciones de la cosecha. La sociabilidad est en el aire, y los indgenas estn desocupados cuando el mal tiempo los hace a menudo quedarse en las cabaas, Entremos en la penumbra de la ya cercana noche en uno de sus poblados y sentmonos junto al fuego, donde la luz vacilante va reuniendo a la gente y la conversacin cobra bros. Ms pronto o ms tarde un hombre ser requerido para que cuente una conseja, porque sta es la estacin de los cuentos maravillosos. Si sabe recitar bien pronto provocar risa, rplicas e interrupciones y su cuento se convertir en una representacin en regla.
Otra vez est claro en todo esto que no podemos entender completamente el significado del texto ni la naturaleza sociolgica del relato, ni la actitud de los nativos hacia l y el inters que le consagran, si estudiamos la narracin sobre el papel. Estos cuentos viven en la memoria del hombre, en el modo en que son narrados, y an ms, en el complejo inters que los mantiene vivos, que hace que el narrador los cuente con orgullo o pena, que el. auditorio los oiga con tristeza o avidez y que de ellos surjan ambiciones y esperanzas. De este modo la esencia de una leyenda, y con mayor razn de un cuento maravilloso, no se puede encontrar en un mero examen del relato, sino en el estudio combinado de la narracin y de su contexto en la vida social y cultural de los indgenas.
Pero es slo al pasar a la tercera y ms importante clase de relatos, a saber, los cuentos sacros o mitos y contrastarlos con las leyendas, cuando la naturaleza de los tres tipos de narracin cobra relieve. Los nativos conocen a esta tercera clase con el nombre de liliu y quiero poner el acento en el hecho de que aqu estoy reproduciendo prima facie la propia clasificacin y nomenclatura de los aborgenes y que me estoy limitando a unos pocos comentarios de mi cosecha sobre su validez. La tercera clase de relatos est situada en un plano muy diferente del de las otras dos. Si el primer tipo es narrado por solaz, y el segundo lo es para hacer constataciones serias y satisfacer la ambicin social, el tercero est considerado no slo verdadero, sino tambin venerable y sagrado, y el tal desempea un papel cultural altamente importante. El cuento popular, como sabemos, es una celebracin de temporada y un acto de sociabilidad: La leyenda originada por el contacto con una realidad fuera de uso, abre la puerta a visiones histricas del pretrito. El mito entra en escena cuando el rito, la ceremonia, o una regla social o moral, demandan justificante, garanta de antigedad, realidad y santidad.
ENSAYO DE UNA DEFINICIN DEL MITO Mirecea Eliade
Sera difcil encontrar una definicin de mito que fuera aceptada por todos los eruditos y que al mismo tiempo fuera accesible a los no especialistas. Por lo dems, acaso es posible encontrar una definicin nica capaz de abarcar todos los tipos y funciones de los mitos en todas las sociedades, arcaicas y tradicionales? El mito es una realidad cultural extremadamente compleja, que puede abordarse e interpretarse en perspectivas mltiples y complementarias.
Personalmente, la definicin que me parece menos imperfecta, por ser la ms amplia, es la siguiente: el mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los acomiemos. Dicho de otro modo: el mito cuenta cmo, gracias a las hazaas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea sta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institucin. Es, pues, siempre el relato de una creacins: se narra cmo algo ha sido producido, ha comenzado a ser. El mito no habla de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente. Los personajes de los mitos son Seres Sobrenaturales. Se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo prestigioso de los comienzos. Los mitos revelan, pues, la actividad creadora y desvelan la sacralidad (o simplemente la sobrenaturalidad) de sus obras. En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo sobrenatural) en el Mundo. Es esta irrupcin de lo sagrado la que fundamenta realmente el Mundo y la que le hace tal como es hoy da. Ms an: el hombre es lo que es hoy, un ser mortal, sexuado y cultural, a consecuencia de las intervenciones de los seres sobrenaturales.
Se tendr ocasin ms adelante de completar y de matizar estas indicaciones preliminares, pero de momento importa subrayar un hecho que nos parece esencial: el mito se considera como una historia sagrada y, por tanto, una historia verdadera. puesto que se refiere siempre a realidades. El mito cosmognico es verdadero, porque la existencia del Mundo est ah para probarlo; el mito del origen de la muerte es igualmente verdadero, puesto que la mortalidad del hombre lo prueba, y as sucesivameate.
Por el mismo hecho de relatar el mito las gestas de los seres sobrenaturales y la manifestacin de sus poderes sagrados, se convierte en el modelo ejemplar de todas las actividades humanas significativas. Cuando el misionero y etnlogo C. Strehlow preguntaba a los australianos Arunta por qu celebraban ciertas ceremonias, le respondan invariablemente: Porque los antepasados lo han prescrito as. Los Kai de Nueva Guinea se negaban a modificar su manera de vivir y de trabajar, y daban como explicacin: As lo hicieron los Nemu (los Antepasados mticos) y nosotros lo hacemos de igual manera. Interrogado sobre la razn de tal o cual detalle de cierta ceremonia, el cantor Navaho contestaba: Porque el Pueblo santo lo bizo de esta manera la primera vez. Encontramos exactamente la misma justificacin en la plegaria que acompaa un ritual tibetano primitivo: Como ha sido transmitido desde el principio de la creacin de la tierra, as nosotros debemos sacrificar (...). Como nuestros antepasados hicieron en los tiempos antiguos, as hacemos hoy. Tal es tambin la justificacin invocada por los telogos y ritualistas hindes: Debemos hacer lo que los dioses han hecho en un principio (Satapatha Brhmana, VII, 2, l, 4). As hicieron los dioses; as hacen los hombres (Taittiriya Brahmana, l, 5, 9, 4)
Como hemos sealado en otro lugar, incluso los modos de conducta y las actividades profanas del hombre encuentran sus modelos en las gestas de los Seres Sobrenaturales. Entre los Navaho, las mujeres han de sentarse con las piernas debajo de s y de lado; los hombres, con las piernas cruzadas delante de ellos, porque se dijo que en un pricipio la Mujer cambiante y el Matador de monstruos se sentaron en estas posturas. Segn las tradiciones mticas de una tribu australiana, los Karadjeri, todas sus costumbres, todos sus comportamientos se fundaron en el tiempo del Ensueos por dos Seres Sobrenaturales, Bagadjimbiri (por ejemplo, la manera de cocer tal o cual grano o de cazar tal animal con ayuda de un palo, la posicin especial que debe adoptarse para orinar, etc.).
Sera intil multiplicar ejemplos. Como lo hemos demostrado en El mito del eterno retorno, y como se ver an mejor por lo que sigue, la funcin principal del mito es revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas: tanto la alimentacin o el matrimonio como el trabajo, la educacin, el arte o la sabidura. Esta concepcin no carece de importancia para la comprensin del hombre de las sociedades arcaicas y tradicionales, y de ellas nos ocuparemos ms adelante.
Debemos aadir que en las sociedades en que el mito est an vivo, los indgenas distinguen cuidadosamente los mitos -historias verdaderas- de las fbulas o cuentos, que llaman historias falsas.
Los Pawnee hacen una distincin entre las 'historias verdaderas' y las 'historias falsas', y colocan entre las historias 'verdaderas', en primer lugar, todas aquellas que tratan de los orgenes del mundo; sus protagonistas son seres divinos, sobrenaturales, celestes o astrales. A continuacin vienen los cuentos que nrran las aventuras maravillosas del hroe nacional, un joven de humilde cuna que lleg a ser el salvador de su pueblo, al liberarle de monstruos, al librarle del hambre o de otras calamidades, o al llevar a cabo otras hazaas nobles y beneficiosas. Vienen, por ltimo, las historias que se relacionan con los medicine-men, y explican cmo tal o cual mago adquiri sus poderes sobrehumanos o cmo naci tal o cual asociacin de chamanes. Las historias `falsas' son aquellas que cuentan las aventuras y hazaas en modo alguno edificantes del coyote, el lobo de la pradera. En una palabra: en las historias `verdaderas' nos hallamos frente a frente de lo sagrado o de lo sobrenatural; en las 'falsas', por el contrario, con un contenido profano, pues el coyote es sumamente popular en esta mitologa como en otras mitologas norteamericanas, donde aparece con los rasgos del astuto, del pcaro, del prestidigitador y del perfecto bribn.
Igualmente, los Cherokees distinguen entre mitos sagrados (cosmogona, creacin de astros, origen de la muerte) e historias profanas que explican, por ejemplo, ciertas curiosidades anatmicas o fisiolgicas de los animales. Reaparece la misma distincin en Africa; los Herero estiman que las historias que narran los principios de los diferentes grupos de la tribu son verdaderas, porque se refieren a hechos que han tenido lugar realmente, mientras que los cuentos ms o menos cmicos no tienen ninguna base. En cuanto a los indgenas de Togo, consideran sus mitos de origen absolutamente reales.
Por esta razn no se pueden contar indiferentemente los mitos. En muchas tribus no se recitan delante de las mujeres o de los nios, es decir, de los no iniciados. Generalmente, los viejos instructores comunican los mitos a los nefitos durante su perodo de aislamiento en la espesura, y esto forma parte de su iniciacin. R. Piddington hace notar a propsito de los Karadjeri: Los mitos sagrados que no pueden ser conocidos de las mujeres se refieren principalmente a la cosmogonia y, sobre todo, a la institucin de las ceremonias de iniciacin.
Mientras que las historias falsas pueden contarse en cualquier momento y en cualquier sitio, los mitos no deben recitarse ms que durante un lapso de tiempo sagrado (generalmente durante el otoo o el invierno, y nicamente de noche). Esta costumbre se conserva incluso en pueblos que han sobrepasad el estadio arcaico de cultura. Entre los turco-mongoles y los tibetanos, la recitacin de cantos picos del ciclo Gesor no puede tener lugar ms que de noche y en invierno. I.a recitacin se asimila a un poderoso encanto. Ayuda a obtener ventajas de toda ndole, especialmente xito en la caza y en la guerra (...). Antes de recitar se prepara un rea espolvoreada con harina de cebada tostada. El auditorio se sienta alrededor. El bardo recita la epopeya durante varios das. En otro tiempo, se dice, se vean entonces las huellas de los cascos del caballo de Csar sobre esta rea. La recitacin provocaba, pues, la presencia real del hroe.
La distincin hecha por los indgenas entre historias verdadras e historias falsas es significativa. Las dos categoras de narraciones presetan historias, es decir, relatan una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en un pasado lejano y fabuloso. A pesar de que los personajes de los mitos son en general Dioses y Seres Sobrenaturales, y los de los cuentos hroes o animales maravillosos, todos estos personajes tienen en comn esto: no pertenecen al mundo cotidiano. Y, sin embargo, los indgenas se dieron cuenta de que se trataba de historiass radicalmente diferentes. Pues todo lo que se relata en los mitos les concierne directamente, mientras que los cuentos y las fbulas se refieren a acontecimientos que, incluso cuando han aportado cambios en el Mundo (cf. las particularidades anatmicas o fisiolgicas de ciertos animales), no han modificado la condicin humana en cuanto tal.
En efecto, los mitos relatan no slo el origen del Mundo, de los animales, de las plantas y del hombre, sino tambin todos los acontecimientos primordiales a consecuencia de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy, es decir, un ser mortal, sexuado, organizado en sociedad, obligado a trabajar para vivir, y que trabaja segn ciertas reglas. Si el Mundo existe, si el hombre existe, es porque los Seres Sobrenaturales han desplegado una actividad creadora en los comienzos. Pero otros acontecimientos han tenido lugar despus de la cosmogona y la antropogona, y el hombre, tal como es hoy, es el resultado directo de estos acontecimientos mticos, est constituido por estos acontecimientos. Es mortal, porque algo ha pasado in illo tempore. Si eso no hubiera sucedido, el hombre no sera mortal: habra podido existir indefinidamente como las piedras, o habra podido cambiar peridicamente de piel como las serpientes y, por ende, hubiera sido capaz de renovar su vida, es decir, de recomenzarla indefinidamente. Pero el mito del origen de la muerte cuenta lo que sucedi in illo tempore, y al relatar este incidente explica por qu el hombre es mortal. MITO, RITO Y RELATO MARAVILLOSO Vladimir Propp
Sobre las relaciones entre relato maravilloso y mito existe una vasta bibliografa que en este libro vamos a omitir por completo: nuestra finalidad no es directamente polmica. En la mayora de los casos la distincin resulta nicamente formal. Al ponernos a la investigacin no sabemos qu relacin existe entre el relato maravilloso y el mito; por ahora, baste con sealar la necesidad de investigar este problema, de incluir el mito entre las posibles fuentes del relato maravilloso.
La diversidad de interpretacin y de comprensin del concepto de mito nos obliga tambin a nosotros a aclarar por completo tal concepto. Por mito entenderemos aqu un relato sobre la divinidad o seres divinos en cuya realidad cree el pueblo. La fe es considerada aqu no como factor psicolgico, sino como factor histrico. Los relatos sobre Hrcules se hallan bastante prximos a nuestro relato maravilloso. Pero Hrcules era una divinidad a la que se le tributaba culto. Nuestro hroe que, como Hrcules, parte a la bsqueda de la manzana de oro, es el hroe de una creacin artstica. El mito y el relato maravilloso se dferencian no por su forma, sino por toda su funcin social. Adems, la funcin social del mito no es siempre la misma y depende del grado de cultura del pueblo. Los mitos de los pueblos cuyo desarrollo no ha alcanzado el estatalismo son un fenmeno, y los mitos de los antiguos estados civilizados que nos son conocidos a travs de la literatura de esos pueblos representa un fenmeno distinto. Formalmente, el mito no puede distingnirse del relato maravilloso. El relato maravilloso y el mito (en especial los de los pueblos anteriores a las castas) pueden en ocasiones coincidir tan perfectamente que en la etnologa y en el folklore tales mitos se llaman con frecuencia cuentos. Existi incluso la moda de estos cuentos de los primitivos y hay numerosas recopilaciones tanto cientficas como populares. Pero quien estudie no slo los textos, sino tambin la funcin social de estos textos, acaba por considerar a la mayor parte como mitos y no como cuentos. En la folklorstica burguesa contempornea no se presta la menor atencin al enorme significado inherente a tales mitos. Los folkloristas, los recogen, pero no los estudian casi nunca. As, por ejemplo, en el indice de Boite y Polivka los cuentos de los pueblos primitivos ocupan un lugar muy modesto. Tales mitos no son variantes, sino productos de estadios ms antiguos de la evolucin econmica que an no haban perdido su ligazn con su base econmica. Lo que en el relato maravilloso europeo de nuestra poca ha experimentado una transposicin de sentido, en estos mitos se ha conservado a menudo en su aspecto primario y por lo tanto nos dan con frecuencia la clave para comprender el relato maravilloso.
Hay que reconocer que entre los estudiosos existen algunos que advierten este significado y hablan de l, pero no van ms all de su simple enunciacin. El significado de principio de estos mitos no se comprende, y no se comprende porque el estudioso acta desde un punto de vista formal, y no histrico. Determinados mitos son ignorados como fenmeno histrico, y, por el contrario, se observan y se estudian casos concretos de dependencia inversa, es decir de la dependencia del folklore de las pueblos salvajes del de los pueblos civilizados. Slo muy recientsimamente ha comenzado a abrirse camino en la ciencia burguesa la idea del significado social del mito, ha comenzado a ser afirmada la estrecha ligazn entre la palabra, los mitos, los relatos sagrados de una tribu, por un lado, y sus actos rituales, sus acciones morales, su organizacin social e incluso sus actos prcticos, por otro. Pero, con todo, no se habla ni siquiera de extender esta tesis al cuento europeo, es una idea demasiado audaz.
Pero es que, adems, el registro de estos mitos es, en la mayor parte de los casos, muy poco satisfactorio. Se dan slo los textos y nada ms. Con frecuencia quien los publica no nos hace saber si conoce la lengua, si se trata de un registro directo o realizado mediante un traductor. Incluso en los registros de un estudioso valioso como es Boas se hallan textos que indudablemente son relatos de segunda mano, pero no se dice. Para nosotros, en cambio, son importantes incluso los detalles ms mnimos, las minucias, los matices; es importante incluso el tono del relato. Las cosas son an peores cuando los indgenas relatan sus mitos, como a veces los ha transcrito Kroeber. Su recopilacin Gros Ventre Myths and Tales contiene 50 textos, 48 de ellos narrados en ingls, y de eso nos enteramos a la mitad del libro por una nota a pie de pgna, como s se tratase de una circunstancia absolutamente secundaria y de escaso significado.
Hemos dicho antes que el mito tiene un significado social, pero este significado no es igual en todas partes. Todos ven la diferencia que existe entre los mitos antiguos y los de la Polinesia. Pero tampoco en el mbito de los pueblos anteriores a la divisin en castas sen iguales este significado y su grado, no pueden ser metidos en el mismo saco. A este respecto se puede hablar de la diversidad de los mitos de los pases y pueblos concretos, dependiendo del grado de su cultura.
Ms preciosos e importantes se nos han revelado no los materiales europeos, y ni siquiera los asiticos, como podra pensarse a causa de su proximidad territorial, sino los materiales americanos y en parte los ocenicos y africanos. Los pueblos asiticos se hallan ya en conjunto en un estadio cultural ms elevado que los pueblos de Amrica y Oceana en el momento en que los europeos comenzaron a recoger materiales etnolgicos y folklricos: en segundo lugar, Asia es el continente civilizado ms antiguo, es el crisol en que se transfirieron, se mezclaron y suplantaron por turno las corrientes de los pueblos. En este continente tenemos todos los estadios culturales, desde los anos casi primitivos hasta los chinos que llegaron a las cimas ms altas de la civilizacin, y acabando en la actual cultura socialista de la URSS. Por eso en los materiales asiticos nos encontramos con una mezcolanza que hace muy difcil la investigacin. Los yacutos, por ejemplo, narran el cuento de Ilya Muromez junto a sus mitos yacutos probablemente originales. En el folklore de los vogules se mencionan los caballos, que los vogules no conocen. Semejantes ejemplos muestran lo fcil que es equivocarse en este campo, confundir lo que es forastero y extrao con lo que es original. Y como a nosotros no nos interesa estudiar el fenmeno en s ni los textos, sino la conexin del mito con el terreno en que naci, aqu se esconde un gran peligro para el folklorista. Se puede, por ejemplo, tomar un fenmeno procedente de la India por un fenmeno primitivo del perodo de la caza, ya que con frecuencia se le encuentra entre estos cazadores.
En menor medida, lo mismo puede decirse respecto al Africa. Es desde luego cierto que all se encuentran tambin pueblos en un bajsimo estado de desarrollo, como los bosquimanos, pueblos dedicados a la cra de ganado, como los zules, adems de pueblos agricultores y otros que ya conocen el arte de trabajar el hierro. Pero, con todo, en Africa los influjos culturales recprocos son menos fuertes que en Asia. Pero los materiales africanos a menudo se registran no mucho mejor que los americanos. Los americanos viven siempre en la vecindad inmediata de los indios; Africa. en cambio, es estudiada por extranjeros, colonizadores y misioneros, franceses, ingleses, holandeses, alemanes, los cuales se preocupan an menos de estudiar la lengua, y si la estudian no es para transcribir el folklore. Uno de los mayores estudiosos de Africa, Frobenius, no conoce las lenguas africanas, lo cual no le impide publicar masas de materiales africanos, sin aclarar cmo los ha obtenido, y esto, obviamente, nos obliga a mostrarnos muy reservados con respecto a ellos.
Es cierto que tampoco Amrica se ve libre de influencias extraas, pero a pesar de eso han sido justamente los materiales americanos los que nos han ofrecido lo que los materiales de otros continentes no. Este es el significado de los mitos de los pueblos primitivos para el estudio del relato maravilloso, y stas las dificultades con que se topa al estudiarlos.
Un fenmeno completamente distinto es el de los mitos de la antigedad greco-romana, de Babilonia, de Egipto, y, parcialmente, tambin de la India y de China. No conocemos los mitos de estos pueblos directamente de sus creadores, es decir de los estratos inferiores del pueblo; los conocemos en su refraccin en la literatura. Los conocemos a travs de los poemas de Homero, las tragedias de Sfocles, por Virgilio, Ovidio, etc., Wilamowitz intenta negar a la literatura griega cualquier nexo con el pueblo. Segn l, la literatura griega resultara inadecuada para el estudio de los temas populares, del mismo modo que los Nibelungos de Hebbel, de Geibel, de Wagner para el estudio de los autnticos Nibelungos. Este punto de vista, que niega el fundamento popular del mito antiguo, abre el camino a las teoras y orientaciones reaccionarias. Nosotros reconoceremos el autntico elemento popular bajo estos mitos, pero debemos recordar que no los tenemos en su aspecto puro, y que no pueden valorarse de igual modo que los registros de materiales folklricos de viva voz del pueblo. Lo mismo vale para los mitos egipcios. Las representaciones de los egipcios no son conocidas a travs de las inscripciones sepulcrales, por el Libro de los Muertos; etc. En general, conocemos nicamente la religin oficial, cultivada por los sacerdotes por motivaciones polticas y aprobada por la corte o por la nobleza. Pero los estratos populares inferiores podran tener representaciones distintas, temas diversos, por as decirlo, de los del culto oficial, y sabemos demasiado poco sobre estas representaciones populares. A pesar de esto, los mitos de los pueblos civilizados de la antigedad deben de ser includos en el mbito de nuestra investigacin. Pero en tanto que los mitos de los pueblos anteriores a las castas representan fuentes directas, aqu nos encontramos con fuentes indirectas. Sin duda alguna, reflejan representaciones populares, pero no siempre aparecen como tales en el verdadero sentido de esta palabra. Es posible que el cuento ruso proporcione un material ms arcaico que el mito griego.
Distinguimos, pues, los mitos de formaciones anteriores a las castas, que pueden ser considerados como una fuente directa de los mitos que nos han sido transmitidos por las clases dominantes de los antiguos estados civilizados: stos pueden servirnos como una prueba indirecta de la presencia de tal o tal otra representacin en los respectivos pueblos.
De aqu se deduce la premisa de que el relato maravilloso debe de ser confrontado tanto con los mitos de los pueblos primitivos anteriores a las castas, como con los mitos de los estados civilizados de la antiguedad.
Esta es la ltima precisin que hacemos al concepto de pasado histrico, utilizado para la comparacin y el estudio del relato maravilloso. Es fcil advertir que de este pasado no nos interesan los acontecimientos concretos, nos referimos a lo que se entiende corrientemente por historia y a lo que entenda la denominada escuela histrica.
Por todo lo que hemos dicho resulta evidente que buscaremos las bases de las formas y de los temas del relato maravilloso en la realidad del pasado. Pero en el relato maravilloso hay imgenes y situaciones que, evidentemente, no se remontan a ninguna realidad inmediata. A este grupo se refieren, por ejemplo, la serpiente o el caballo alado, la cabaa con patas de gallina, etc.
Cometeramos un error burdsimo si nos colocsemos en una postura de puro empirismo y considersemos el relato maravilloso como algo semejante a una crnica. Este error se comete cuando, por ejemplo, se buscan en la prehistoria autnticas serpientes aladas y se afirma que el cuento maravilloso ha conservado su recuerdo. Ni las serpientes aladas ni las cabaas con patas de gallina han existido jams. Y sin embargo, tambin son histricas, pero no histricas en s mismas; es histrico su origen, y eso es lo que debe ser explicado.
Es clara la derivacin del rito y del mito de intereses econmicos. Si, por ejemplo, la gente baila para que llueva, es evidente que se trata de algo dictado por el deseo de actuar sobre la naturaleza. En cambio, no es tan clara otra cosa: por qu baila la gente para conseguir tal fin (y adems, a veces, con serpientes vivas) y no hace otra cosa? Podramos comprender ms fcilmente que con esa finalidad vertiesen agua (como tambin sucede): se tratara de un caso de magia simptica, y nada ms. Este ejemplo muestra que el acto es provocado por intereses econmicos no inmediatamente, sino en la refraccin de una mentalidad determinada; en ltimo anlisis, por la misma causa que ha producido el acto mismo. Tanto el mito como el rito son producto de una mentalidad. A veces resulta bastanto difcil explicar y definir estas formas de mentalidad, pero es indispensale no slo que el folklorista las tenga en cuenta, sino tambin que ponga en claro consigo mismo qu representaciones se hallan en la base de unos motivos dados. La mentalidad primitiva no conoce las abstracciones; se manifiesta en los actos, en las formas de organizacin social, en las costumbres, en la lengua. Hay casos en los que el motivo del cuento no resulta explicable mediante ninguna de las premisas anteriormente enunciadas. As, por ejemplo, en la base de algunos motivos se halla un concepto de espacio, de tiempo y de cantidad distinto de aquel al que nosotros estamos acostumbrados. De eso se deduce que tambin es necesario recurrir a las formas de la mentatidad primitiva para explicar la gnesis del relato maravilloso. Pero en el presente trabajo nos limitamos a la simple enunciacin del hecho. Esta es otra premisa de nuestro estudio.
La complejidad de este problema es muy grande, Podemos ahorrarnos el examen de las opiniones existentes acerca de la mentalidad primitiva. Para nosotros, tambin la mentalidad es, sobre todo, una categora histricamente determinada. Esto nos libra de la necesidad de interpretarlos mitos, los ritos o los cuentos maravillosos: no se trata de interpretar, sino de reducir a las causas histricas. Es indudable que el mito tiene su propia semntica. Pero no existe una semntica absotuta, fijada de una vez por todas, La semntica puede ser nicamente semntica histrica. Siendo as las cosas, se nos presenta un gran peligro: Es fcil tomar a la realidad mental por una realidad concreta y viceversa. As, por ejemplo, si la maga amenaza al protagonista con devorarle, esto no significa en absoluto que nos hallemos frente a huellas de canibalismo. La imagen de la maga devoradora de hombres puede haber sido originada de otra manera, como un reflejo de imgenes mentales (y en este sentido, pues, histricas) y no reales. MITO Y MITOLOGA Furio Jesi
El moderno estudio del mito halla su primer obstculo en la dificultad de delimitar con rigor suficiente su mbito y su objeto. La palabra mito tiene hoy da mltiples significados. Ceirse al estudio del mito presupone que uno o ms de esos significados, o todos ellos separadamente o en conjunto, estn en relacin con una verdad objetiva, aun cuando slo fuere quiz, para negarla. Tal verdad objetiva puediera ser el puro valor autosignificante de la palabra mito. En cuyo caso tendramos dos alternativas: la palabra mito, en uno o. ms de uno de sus significados, o en todos ellos-, separadamente o en conjunto, podra ser: l) un puro smbolo que reposa en s mismo, que no remite ms que a s mismo y que encuentra en s su propio origen y su propio cumplimiento; 2) un mero flatus vocis, que no enva hacia nada, ni siquiera hacia s mismo, puesto que el s mismo hacia el que enva slo es verdad en cuanto no es. La verdad objetiva con que la palabra mito puede estar en relacin, pudiera empero consistir tambin en un objeto que gozase de existencia autnoma con respecto a la de la palabra mito. En este caso, el estudio del miton no podra limitarse a ser estudio de la palabra mito en sus mltiples significados, sino que habra de ser tambin estudio del objeto existente con autonoma respecto a tal palabra y, sin embargo, en relacin con ella: objeto que sera el mito. El discernimiento de estas posibilidades debera preceder al estudio del mito, para que ste operase en un mbito y sobre un objeto rigurosamente circunscritos. Pero, como hemos hecho notar desde el principio, el investigador moderno tropieza con la imposibilidad de establecer tal discriminacn preliminar y ha de procurar acercarse al logro de la misma en el curso de su estudio, operando en mbitos y sobre objetos elegidos empricamente: de ah el evidente riesgo de engaarse con la ilusin de haber llegado a establecerla de un modo riguroso cuando lo cierto es que nicamente se la ha efectuado en mbitos y sobre objetos extrnsecos al problema o no del todo adecuados a un planteamiento suficientemente amplio.
Esta dificultad desaparecera o quedara muy reducida si nos limitramos al estudio de la palabra mito, postulando de entrada la exclusin de relaciones entre ella y un objeto con existencia autnoma. La palabra mito pertenece, en efecto, a nuestro lenguaje: es un objeto de estudio que podemos circunscribir a priori, desde el momento que, aun antes de empezar a estudiarlo, estamos en relacin inmediata con l, podemos presuponerlo[...] como inmediatamente dado por la representacin (G. W. F. Hegel, Encyklopadie der philosophischen Wissnschaften in Grundrisse, l8l7, p. l). La dificultad se presenta, en cambio, con toda su aspereza si, como pretendemos hacerlo aqu, de lo que se trata es de estudiar el mito sin ninguna limitacin preliminar: slo la palabra mito si nada hay tras ella, pero tambin el mito si es que lo hay, y ante todo la eventualidad de que el mito pueda estar ah. Ahora bien, el mito, admitida por hiptesis su existencia, es algo que el hombre de hoy no puede presuponer como inmediatamente dado por la representacin. Inmediatamente dada por la reptesentacin lo es, ms bien, la mitologa; pero hasta la etimologa revela que la mitologa, derivada del griego - mythos y lgos- puede entenderse como una mezcla de contrarios La palabra mitologa (en griego mythologa) no es, pues, sinnimo cierto de mito (mythos) antes ms bien se distingue netamente de ste, puesto que aade a mito lo que parece ser su contrario: lgos; por esto es bastante improbable que el objeto inmediatamente dado por la representacin y correspondiente a la palabra mitologa sea el mismo que, admitiendo que exista, pueda corresponderle a la palabra mito. Sin embargo, la mitologa es el objeto inmediatamente dado por la representacin que, incluso a una seleccin emprica, le resulta ms apropiado para el estudio del mito. Si se da una correspondencia entre la etimologa de la palabra y el objeto autnomo a la que esa palabra se refiere, este objeto ha de presentar las caractersticas de la citada mezcla de contrarios; ha de presentar, por consiguiente, las caractersticas de una mezcla de mythos y lgos: de los objetos, autnomos respecto a ellas, a los que estas palabras se refieren (suponiendo que tales objetos existan). La eleccin de la mitologa, palabra y objeto autnomo respecto a esta palabra, como prmer objeto apropiado para el estudio del mito, es una eleccin evidentemente emprica. Nada prueba de antemano que el objeto, de hecho existente, al que la palabra mitologas se refiere sea tambin l (como se presume que lo es la palabra) una mezcla de contrarios, ni que estos presuntos contrarios (los objetos, autnomos respecto a ellas, a los que se refieren las palabras mythos y lgos) existan aparte de su, ya hipottica, mezcolanza.
La palabra mitologa no es ni un puro smbolo que estribe en s mismo, que remita slo a s mismo, ni un mero flatus vocis que no remita a nada. Apunta a un objeto inmediatamente dado por la representacin: a los relatos en torno a dioses, seres divinos [daimnon], hroes y difuntos que habitan en el ms all (Platn, Repblica, 392 a), relatos que Grecia trasmiti a Roma y que fueron despus acogidos por el humanismo. El estudio de las otras culturas antiguas y de las de los pueblos llamados primitivos (o, tautolgicamente, de inters etnolgico) ha dado a conocer a los europeos muchos relatos que, por sus analogas con los de la mitologa griega, nos permiten hablar tambin de mitologa egipcia, india, incaica, polinesia, etc.
La mitologa, dice Platn (quien utiliza las locuciones mythologa, mythous lgein y mytbologein), es una actividad que pertenece al campo de la poesis, que es un gnero de la poesis, y cuyo material lo constituyen relatos en torno a dioses, seres divinos, hroes y difuntos habitadores del ms all. Este material es modelado por quien ejercita la mythologa. Y es un material que, segn parece deducirse de las palabras del filsofo, preexiste a la actividad del mitlogo y le es conocido, no slo al mitlogo que lo modela, sino tambin a cierto nmero de sus contemporneos, si no a todos ellos. Como Platn no parece insistir en la diferencia entre el canto del poeta y la actividad del mitlogo (hace notar que la mythologa difiere del idein por su forma prosstica [Repblica, 392 b]; pero tambin que los poetas practican la mythologa en formas mtricas [ibdem, 380 c]), dirase que, para l, la mythologa no es otra cosa que aquel gnero de la posis que modela la particular materia consistente en relatos en torno a dioses, seres divinos, etc.. Nos hallamos, pues, ante la presumible definicin de un arte particular, que se diferencia de las dems artes por el hecho de modelar un determinado material; o, ms exactamente (por cuanto que tambin el canto del poeta, el idein, puede ser una forma de mythologa), nos hallamos ante la definicin de una actividad artstica caracterizada a base de su material ms bien que a base del modo de modelarlo. As, aunque la definicin de Platn se refiera especficamente a relatos mitolgicos, los contenidos que indica pueden estar presentes, lo mismo para Grecia que para otras partes, no slo en verdaderos y propios relatos o, en general, en composiciones de literatura oral o cscrita, sino tambin en obras de arte figurativa y en acciones como, por ejemplo, la mmica y la danza. Tipos y hazaas de dioses, de deidades y de hroes, pueden ser evocados por pinturas, estatuas, relieves, o por mimos y danzas en que los actores y danzantes modelen el material mitolgico: representando a los personajes mitolgicos y repitiendo sus acciones.
La accin y el resultado de modelar estos materiales por parte de los mitlogos, sean stos narradores, pintores, escultores, etc., es el objeto inmediatamente dado por la representacin, al que enva la palabra mitologa.
Como hemos dicho, la etimologa induce a reconocer en la palabra mythologa una mezcla de contrarios, esto es, de las palabras mythos y lgos. Trtase ahora de verificar hasta qu punto es verdica la etimologa, y de examinar la eventual mezcla de contrarios tambin en el objeto, autnomo respecto a ella, al que la palabra se refiere.
El primer paso para la verificacin de la mezcla de contrarios en la palabra mythologa consiste en examinar la contraposicin entre las palabras mythos y lgos.
Dice Homero (Ilada, XVIII, 252) que Polidamante y Hctor haban nacido la misma noche, y que el uno sobresala con las palabras (mythoisi) y el otro con la lanza. La unin de estas dos capacidades en el mismo hombre era la meta de la educacin impartida por Fnix a Aquiles (Ilada, IX, 440 ss.), para que el joven hroe llegara a ser al mismo tiempo buen hablador (mythn te rhter) y hacedor de obras (prekter te rgon). El hombre completo tena que saber juntar la accin, simbolizada por la destreza en el uso de las armas, con el talento de actuar con la palabra en los consejos, donde los hombres noblemente se afirman, talento en el que sobresali Odiseo, el hroe de multivario discurso (polytropos) y que fue tambin valeroso guerrero. La historia de la palabra mythos es inicialmente, a partir de Homero, historia de la retrica y, en especial, de la elocuencia. La elocuencia del hroe homrico, buen hablador como Odiseo y como Nstor, se nutre, por lo menos, de dos facultades: la astucia para emplear las palabras justas en el momento preciso (en lo que destac Odiseo) y la capacidad de utilizar solemnemente un repertorio de historias preexistentes que confieren al disertante y a sus argumentos la autoridad de un pretrito consagrado (en lo cual se destac Nstor). La elocuencia del anciano Nstor es, pues, diversa de la de Odiseo. Nstor se impone no tanto por el astuto empleo de las mltiples modalidades del discurso, cuanto por la autorizada riqueza de tradiciones que sabe evocar en sus largusimos parlamentos. Nstor es precisamente un anciano. cuando sostiene un argumento, evoca las numerosas historias de su larga existencia, su lejana juventud, los sucesos que les acaecieron a los antepasados. La fuerza de su elocuencia est hecha de experiencia, de persuasin, pero, sobre todo, del valor intrnseco de la evocacin del tiempo pasado.
Cuando, con los sofistas, la reflexin cientifica griega se plantee el problema de la naturaleza de la palabra y, por tanto, el de la naturaleza y la accin de la elocuencia, se hablar del talento de Odiseo, no del de Nstor. A Odiseo se le calificaba de polytropos, y de polytropa hablarn Antstenes y Platn. Para ellos, la multiplicidad de modos en el discurso ser polytropa lgou, y el arte de la palabra lgou chrsis. Se hablar, en suma, de lgos y no de mythos. Si en la poca de Homero el talento del buen hablador era, globalmente, tanto el de Odiseo como el de Nstor, y comprenda el uso acertado de los mltiples modos del discurso y la evocacin narrativa de los sucesos memorables del pasado, en cambio, en el Protgoras de Platn (320 c, 324 d) aparecen ya aquellas reservas crticas respecto a las evocaciones del pasado que inducan a contraponer lgos a mythos, y a desvalorar el segundo, puro narrar [...] no obligatorio, en comparacin con el primero, relato o discurso que implica esencialmente una argumentacin o motivacin. No se nos habla en el Protgoras del mythos, sino ms bien del lgos, cuando se nos quiere dar razn del efecto mgico de la palabra, que seduce y persuade los nimos en virtud de las secretas consonancias entre la psique y las armonas y los ritmos verbales. Sin embargo, Platn declara en la Repblica (398 b) que mythos y lgos tienen parte idntica en el arte musical; ahora que, cuando Gorgias plantea el problema de la eficacia de la elocuencia sobre la psique, se habla de lgos y no de mythos. En la primera fase de las reflexiones cientficas griegas sobre la naturaleza de la palabra y de la elocuencia, aljase el mythos de la palabra en la medida en que la palabra es estudiada como instrumento de persuasin. La definicin platnica de la mitologa, en la Repblica, 392 a, se atiene a lo que alimenta la elocuencia de Nstor, pero tal mythologa queda excluida, por obra de la sofstica, de la esencia de la palabra que persuade. Slo Platn, y no como terico de la elocuencia sino como elocuente, volver a aceptar y a querer el mythos para hacer persuasivo su discurso. Con lo cual, volver a conferir al hablar persuasivo la dimensin arcaico-visionaria rechazada por Gorgias.
Cuanto hemos venido diciendo muestra, por un lado, que entre mythos y lgos hubo una precisa contraposicin en determinados momentos de la historia de la lengua y de la cultura griega; por otro lado, que tal contraposicin no acompa a estas palabras desde los orgenes, ni tampoco fue siempre absoluta entre la lengua y el pensamiento de quienes ms la afirmaron. Platn mismo, no slo recurre al mythos como instrumento de persuasin, sino que en algunos casos parece emplear las palabras mythos y lgos en acepciones mudables. Recordemos concretamente aquel pasaje del Fedn en el que Cebes y Scrates hablan de las poesas que Scrates mismo compuso en la crcel. Cebes pide informacin a Scrates acerca de las poesas que ste ha compuesto poniendo en verso algunas fbulas de Esopo, y dice tous tou Aisapou lgous (Fedn, 60 c). Scrates responde explicando que un sueo le indujo a poetizar y que, por eso, compuso un himno a Apolo (el dios cuya fiesta haba suspendido la ejecucin de la condena a muerte de Scrates); pero despus, ca en la cuenta de que el poeta, si es que se propone ser poeta, debe tratar en sus poemas mitos (mythous) y no razonamientos (lgous); yo, empero, no era mythologiks, y por ello precisamente entre los mithous que tena a la mano y me saba -los de Esopo- de forma potica a los primeros que al azar se me ocurrieron (Fedn, 6l b). Es de notar, en este pasaje, que Cebes llama a las fbulas de Esopo lgous, mientras que Scrates, al contestarle, las llama mythnus, y que Sctates parece clasificar implcitamente su himno a Apolo en la categora del lgos, contraponindolo a las fbulas de Espo (que, precisamente, coloca en la categora del mythos). Si nos atenemos a la definicin que da Platn en la Repblica, 392 a, las fbulas de Esopo (relatos cuyos protagonistas son generalmente animales que personifican vicios y virtudes de los hombres) no entran en la categora del mythos, a la que les atribuye Scrates, mientras que s entra en aquella categora (relatos en torno a dioses, etc.) el himno a Apolo, que Sctates atribuye, en cambio, a la categora del lgos.
Presumiblemente, la contraposicin que prevalece aqu entre mythos y lgos en las palabras de Scrates (mientras la palabra lgous en boca de Cebes armoniza perfectamente con la definicin de la Repblica) es la que hemos indicado a propsito del Protgoras. Las fbulas de Esopo pertenecen a la categora del mythos, aunque no hablan de dioses, seres divinos, hroes y difuntos habitadores del ms all, porque son un puro relatar, no obligatorio, que no implica esencialmente ninguna argumentacin o motivacin (y mythologiks lo es quien narra de este modo, ms bien que slo quien narra acerca de adioses, etc.). El himno de Apolo pertenece, en cambio, a la categora del lgos, aunque hable expresamente de un dios, porque es un discurso de precisas y necesarias argumentaciones y motivaciones teolgicas. Hay, pues, dos modos de hablar de dioses y seres divinos: uno, al que corresponde el mythos, es puro relatar, no obligatorio, y presumiblemente est ejemplificado por los relatos mitolgicos de los poetas que Platn condena como falsos y daosos para la educacin en la Repblica (377 a y ss.); el otro, al que corresponde el lgos, es representar siempre la divinidad cual es realmente (Repblica, 379 a). Y hay muchas formas de mythologa: no slo la de los relatos en torno a dioses, etc., sino las de todo relato que (fbulas de Esopo), aun sin bablar de dioses, etc., sea puro relatar, no obligatorio.
Estas conclusiones se sacan por deduccin lgica del pasaje del Fedn que hemos citado; y el estudioso de Platn sabe que siempre es arriesgado querer extraer, del conjunto de todas las proposiciones que hace el filsofo en los diversos dilogos, un sistema doctrinal perfectamente armnico: presumiblemente, Platn cambi de actitudes y puntos de vista a lo largo del desartollo histrico de su pensamiento, y la misma estructura dialctica y dramtica, de cada dilogo, adaptndose al examen de un problema especfico y a la defensa de una tesis determinada, le llev segn los casos a acentuar o modificar posiciones doctrinales y, en definitiva, a la no homogeneidad discursiva de todos los dilogos tomados en conjunto. Pero, aparte su absoluta atendibilidad concreta, las precedentes deducciones del pasaje del Fedn que comentamos contribuyen de todos modos a hacernos comprender que, en el griego del siglo v, las palabras mythos, lgos, mythologa etc., eran susceptibles de notables oscilaciones semnticas. Y esto, que es verdad a propsito de Platn, quien abord filosficamente, en varios aspectos, los problemas de la mythologa (aunque sin definir una verdadera y propia doctrina filosfica global de la mythologa), resulta todava ms evidente en los escritos de autores menos preocupados por las cuestiones filosficas. Herdoto emplea an tranquilamente la palabra lgos en casos en los que Protgoras y Scrates, fueran aqullos histricos o platnicos, habran hablado de mythos (K. Kernyi, Die antike Religion). Tucdides, refirindose a la ms antigua historia griega y a la expedicin contra Troya, emplea lgos para indicar las palabras de los poetas (di tos poiets lgou: I, ll), e incluso, poco antes para indicar la opinin comn concorde con las palabras de los poetas (hson hoi te poieta eirekasi ka ho lgos katchei: I, l0).
Si para indagar el autntico valor de mezcla de contrarios, de la palabra mythologa, nos remontamos ms atrs, hasta Homero, nos encontramos, ante todo, con significados de la palabra mythos (correspondiente a uno de los dos presuntos contratios) que cabe reducir a comn denominador, pero que es muy difcil contraponer netamente y de manera no arbitraria a los significados de la palabra lgos. Ya hemos observado antes que, en la Ilada, mythos se contrapone a rgon, el discurso eficaz a la accin. En la Odisea hallamos otros dos significados especialmente llamativos. Cuando Telmaco parte en secreto para Pilos, asegura a sus compaeros que slo una esclava estaba al corriente del mythos, o sea, de la orden. [dada por Telmaco], del plan, proyecto, o maquinacin [de Telmaco]. Este mismo significado, propiamente de maquinacin, conjura, reaparece en el lbro IV. Los pretendientes traman tender un lazo a Telmaco, y el heraldo Medonte revela a Penlope tan prfidos planes o maquinaciones.
Una acepcin ms singular de mythos aparece, en fin, en el libro XXII El pastor Filecio, durante la matanza de los pretendientes, hiere a Ctesipo y le increpa: Oh Politrsides, amante de la injurial No cedas ms a la mentecatez ni te jactes tanto, sino djales la elocuencia (mython) a las deidades, que son mucho ms fuertesl (XXII, 287-289). En estos versos el significado de mythos es algo enigmtico, pero probablemente como mejor se capta es entendindolo por palabra apropiada o verdadera elocuencia, en contraposicin a la injuriosa jactancia y fanfarronera de Ctesipo. Palabra apropiada que, aqu, es de un valor particularmente alto, adecuado a los dioses: nos aproximamos a los significados de proyecto (de la existencia humana) y de sentencia (sobre la existencia humana), que competen a lo dioses. Y todos estos significados son perfectamente compatibles tambin con la palabra lgos, tanto en la lengua de lo poemas homricos como en la del siglo v. Herdoto por ejemplo, en el trozo que dedica a narrar las aventuras de Helena en Egipto, II, l3-ll8, emplea lgos en el sentido de sentencia [humana], inmediatamente despus de haber usado la misma palabra en el sentido de historia, informe.
Todos los elementos filolgicos, que aqu nos hemos visto obligados a indicar con pocos ejemplos, inducen a creer que la palabra mythologa no fue originariamente una mezcla de contrarios (de los contrarioso mythos y lgos), ante todo porque no parece documentable que mythos y lgos sealaran unos contrarios antes de que se elaborase la sinonimia retrico- sofstica, y adems porque, aun despus de esta elaboracin doctrinal, perduraron en la lengua griega las oscilaciones semnticas de mythos y lgos, hasta el punto de hacerse ambos trminos intercambiables. Un aspecto singular de este fenmeno considerado globalmente lo representan las vicisitudes semnticas de los verbos que se derivan de mythos. Prescindiendo aqu de los raros mythizomai (narro mitos) y mythopoid (hago, invento mitos), que no entran en el discurso de la presunta contraposicin entre mythos y lgos, los dos principales y ms frecuentes verbos derivados de mythos son mythomai y mythologeo (ambos antiguos ya presentes en Homero). El primero se deriva puramente de mythos; el segundo implica ya la presunta mezcla de contrarios, mythos y lgos. El primero mythomai, tiene un significado que se ajusta muy bien al de lgos, y de mythos parece reflejar el valor de orden, proyecto, deliberacin; significa, en efecto, digo, hablo ordeno, delibero, pienso para conmigo. El segundo, mythologe, significa refiero, relato, narro, pero de ordinario con especial referencia a narraciones de mythologai, de sucesos en torno a dioses, seres dvinos, etctera, o de acaecimientos antiqusimos.
Puede, pues, conduirse con bastante fundamento que el substantivo mythologa y el verbo mythologe recibieron y conservaron un significado restrictivo de la palabra originaria mythos: el significado de palabra eficaz reducida a narracin no obligatoria, no implicadora de argumentaciones mientras que el significado de mythos como palabra eficaz ,proyectos, maquinacin, deliberacin, se transfiri casi exclusivamente a la palabra lgos y sobrevivi en el verbo mythizomai. Lo cual quiere decir que la conjuncin de mythos y lgos (mythologia, mythologe) correspondi a la desvaloracin de mythos como palabra eficaz, con ventaja para lgos; el verbo mythizomai conserv el significado originario no desvalorado de mithos, precisamente porque no fue afectado por la unin de mythos con lgos. Y esto induce a suponer que en la histotia de la lengua griega posterior a Homero se ha ido dando -ya desde antes de Protgoras- una progresiva desvaloracin de mythos en favor de lgos, tanto que las mixturas de mythos y lgos equivalieron a restricciones del significado de mythos, como si ste, al contacto directo con su concurrente (no todava con su contrario), lgos, estuviese destinado a ceder parte de s.
MITO E HISTORIA: REFLEXIONES SOBRE LOS FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO SALVAJE Maurice Godelier
Las reflexiones que presentamos en estas pginas han tenido nicamente por finalidad ayudarnos a clarificar un problema que todo antroplogo encuentra de una forma abstracta en el ejercicio de su disciplina -el de las retaciones entre pensamiento mtico, sociedad primitiva e historia- y que, en nuestro caso, se hizo prcticamente inevitable cuando tuvimos que comenzar el anlisis del material de los mitos y de las prcticas mgico- religosas que habfamos recogido entre l967 y l969 en una tribu del interior de Nueva Guinea, la de los baruya. Para dar una idea de este material, citaremos nuevamente la versin de los mitos baruya sobre el origen del mundo y de la historia humana, versin que condensa lo esencial de diversas variantes:
En un principio el Sol y la Luna se confundan con la Tierra. Todo era gris y todas las especies animales y vegetales se comunicaban en un mismo lenguaje. Los hombres y los espritus, los animales y los vegetales, vivan todos juntos. Esos hombres no eran como los hombres actuales: sus penes carecan de orificio y la vagina de las mujeres estaba cerrada. Los perros tambin tenan el sexo sin perforar. Ms tarde el Sol y la Luna decidieron elevarse y empujaron al cielo por encima de ellos. En lo alto, el Sol le dijo a la Luna que haba que hacer algo por los hombres, y le orden descender para cuidar de ellos. La Luna se detuvo a mitad de camino. Desde entonces se alternan el da y la noche, las estaciones de la lluvia y del calor; desde entonces los animales se separaron de los hombres para refugiarse en el bosque, mientras los espritus, por su parte, se alejaron tambin para esconderse en las profundidades, donde permanecen ocultos y amenazadores. Posteriormente, el Sol invent una ingeniosa estratagema para abrir los penes de los hombres y la vagina de las mujeres. Desde entonces, el hombre y la mujer pudieron copular y la humanidad se multiplic. Pero, en esta separacin de todas las especies, que se repartieron por el Universo, desapareci el lenguaje comn originario. Los hombres se ven obligados a acudir al bosque para cazar los animales all refugiados, se ven constreidos a plantar batatas para sobrevivir y tienen que protegerse de los espritus que se han vuelto malignos. Estn obligados en cierto modo a cazar, a cultivar la tierra y a cumplir los rituales, pero para realizar todo eso estn asistidos por el Sol y la Luna, que garantizan y sostienen el nuevo orden. Si el Sol se aproxima demasiado a la Tierra, la abrasa y devasta los cultivos; si la Luna se acerca demasado a la Tierra, lo engulle todo bajo la lluvia y las tinieblas y hace que se pudran las cosechas.
Este texto nos relata, pues, el origen del mundo y de los hombres actuales, no a partir de la nada, sino de un primer estadio en el que realidades distintas -la Tierra y el Cielo, el Sol y la Luna, el hombre y los espritus, los vegetales y los animales, etc: todava no estaban separadas, desunidas las unas de las otras. En una primera etapa, por la accin del Sol y de la Luna, se realiz esa disyuncin y el mundo adopt su actual configuracin, cuya arquitectura se basa en el juego equilibrado de esos dos personajes-principio opuestos, el Sol y la Luna, que trajeron el calor y el fro, la sequedad y la humedad, el abrasamiento y la podredumbre, etctera.
En una segunda etapa, en el seno de este mundo que acababa de adoptar la forma que, en la actualidad, conocen los hombres, el Sol termn su obra haciendo distintos al hombre y a la mujer, perforndole a l el pene y abrindole a ella la vagina. Los hizo de este modo a imagen del mundo, a la vez complementarios y opuestos en su distincin. A partir de entonces. el hombre ha entrado en la historia, o al menos se haca posble una historia para el hombre, que en adelante poda reproducirse, multiplicarse y diterenciarse en otras tantas tribus diferentes.
Cul es la naturaleza de las idealidades (personajes y acontecimientos) de que habla este relato mtico? Este discurso habla de las causas primeras de la gnesis del mundo y de la historia, de las fuerzas invisibles y ltimas que han dirigido y dirigen todava su arquitectura y su devenir. Estas causas se identifican con las acciones del Sol y de la Luna, dos seres dotados de conciencia, de voluntad, por consiguiente, anlogos al hombre, pero que difieren de ste por su poder superior, por su capacidad de actuar eficazmente sobre aquello que escapa al control del hombre que permanece fuera de su alcance. El Sol y la Luna, en la lengua y en la ideologa baruya, son tratados como padre y madre de los humanos y nombrados por los trminos de invocacin del vocabulario de parentesco que se aplican a un padre o a una madre.
Reducido a esos nicos caracteres abstractos, que pertenecen a la forma del discurso mtico y a las propiedades formales de las idealidades que lo pueblan (representacin de las causas primeras bajo la forma de personajes- principio anlogos al hombre, pero superiores a l, etc.), el mito baruya podra compararse con los mitos de otras mltiples poblaciones, con la candicin de que, del mismo modo, se retenga exclusivamente su forma abstracta.
Cul es el origen -y por tanto el fundamento- de la presencia comn de esos caracteres formales abstractos de los discursos y de las idealidades mticos pertenecientes a la ideologa de sociedades que difieren profundamente por sus ecologas, sus economas, sus organizaciones sociales, en resumen, por todas las determinaciones positivas de su realidad histrica? Cmo podran dar cuenta realidades histricas diferentes de esas propiedades formales comunes? Adentrarse en esta reflexin equivale, en realidad, a plantear el problema general de las relaciones entre pensamiento mtico, sociedad primitiva e historia.
Una relacin directa entre Mitos y Sociedad puede fcilmente ponerse de manifiesto cuando se emprende el inventario exhaustivo de todos los elementos de los mitos que transponen aspectos del medio ecolgico, de la organizacin social, de las tradiciones histricas (migraciones, guerras y alianzas territoriales, etc.) de las poblaciones en cuyo seno o a cuyo propsito se han recogido esos mitos. Basta recorrer las Mitolgicas, de Claude Lvi-Strauss, para ver con qu minuciosa precisin este autor ha localizado, aislado, filtrado e interpretado los mltiples datos concernientes a la fauna, la flora, el medio, las tcnicas, la astronoma, etc., que se encuentran acumulados en el seno de los mitos de los indios de Amrica y que prestan sentido a mltiples aspectos de los comportamientos y las aventuras atribuidas a los personajes ideales de esos mitos, el lince, el bho, el oso hormiguero, el capivara, el jaguar, las plyades, la luna, etctera.
Al lado de estos aspectos de las relaciones del hombre con la naturaleza, transportados y transpuestos en.los mitos, se encuentra igualmente una transposicin de sus relaciones sociales. Uno de los rasgos comunes a los mitos sud y norteamericanos es el hecho de que la armadura sociolgica. de esos mitos -es decir, las relaciones sociales ideales que ligan entre si a los personajes imaginarios de los mitos- adopta la forma de una red de parentesco, de un conjunto de relaciones de consanguinidad y de alianza. Los conflictos, los acuerdos entre esos personajes son anlogos a los que oponen a dadores y tomadores de mujeres, a esposos, a padres e hijos, a hermanos y hermanas, a primognitos y segundones. etc. As, los mitos sobre el origen de la cocina (lo crudo y lo cocido) desarrollan una verdadera fisiologa de la alianza matrimonial, y los referentes a los alrededores de la cocina (las maneras de mesa) se presentan como una patologa de esta alianza matrimonial. La forma misma de los mitos vara con la naturaleza de esas relaciones de parentesco y se puede constatar, en numerosos casos, que todos los signos de un mismo mito se invierten, en cierta manera, cuando se pasa de una versin de ese mito recogida en el seno de una sociedad patrilineal a otra versin recogida en el seno de una sociedad matrilineal. Cuando, en vez de pasar de una sociedad a otra en el seno de un mismo grupo cultural, se pasa de un grupo cultural a otro, se puede constatar que un mismo mito experimenta a veces verdaderas distorsiones que prcticamente lo vuelven irreconocible.
Lo que se muestra a travs de esta identidad de la armadura sociolgica y esta diversidad de las transformaciones formales de los mitos, as como lo que las explica es un hecho nico, una correspondencia estructural, un lazo interno entre formas del pensamiento mtico y formas de la sociedad primitiva. Porque, si las relaciones de parentesco desempean en el seno del discurso y de la representacin mticos del mundo un papel de, esquema organizador, es porque en la propia realidad, en el seno de las sociedades primitivas, las relacionesde parentesco constituyen el aspecto dominante de la estructura social. Nos encontramos en este caso ante una correspondencia estructural que no puede deducirse de categoras puras del pensamiento salvaje o encontrar su origen en la naturaleza, sino que su fundamento se encuentra en la misma estructura de las sociedades primitivas. Pero, si el contenido de los mitos slo consistiera en esos elementos objetivos, transpuestos de la naturaleza o de la cultura, no se comprendera cmo y por qu los mitos son lo que son: una representacin ilusoria del hombre y del mundo, una explicacin inexacta del orden de las cosas. Cmo, entonces, los materiales objetivos de la realidad natural o social que se encuentran transpuestos en el seno del discurso mtico adoptan su carcter fantasmagrico, transformndose en representacin ilusoria del mundo?
La respuesta ha sido dada hace mucho tiempo y parece explicar las caractersticas principales de las idealidades mticas y de las formas esenciales del discurso mtico: la ilusin es hija de la analoga. El pensamiento mtico es el pensamiento humano que concibe la realidad por analoga.
La analoga es a la vez una forma de hablar y una forma de pensar, una lgica que se expresa en las formas de la metfora y de la metonimia. Razonar por analoga es afirmar una relacin de equivalencia entre objetos (materiales o ideales), conductas, relaciones de objetos, relaciones de relaciones, etc. Un razonamiento por analoga est orientado. No es lo mismo pensar la cultura analgicamente con respecto a la naturaleza (como, por ejemplo, en las instituciones totmicas o en el sistema de castas) que pensar la naturaleza analgicamente con respecto a la cultura. Esta posibilidad de recorrer trayectos opuestos e inversos manifiesta la capacidad terica, en principio ilimitada, del pensamiento que razona por analoga, de encontrar equivalencias entre todos los aspectos y niveles de la realidad natural y social. Era necesario recordar este hecho antes de abordar nuestro problema: cmo engendra la analoga una representacin ilusoria del mundo?
Razonaremos sobre la categora de las representaciones de la naturaleza construidas por analoga con la cultura y analizaremos los efectos de ese tipo de representacin analgica en y para la conciencia. Lo que hay que intentar aclarar es el mecanismo de la transmutacin -por el efecto de tal analoga (Naturaleza anloga a Cultura)- de un elemento objetivo presente en la experiencia humana en una representacin ilusoria y, por tanto, subjetiva de lo real. Arrancaremos de un hecho objetivo universal: la experiencia humana se divide espontnea y necesariamente en dos campos: lo que, en la naturaleza y en la sociedad, est directamente controlado por el hombre, y lo que no lo est.
Entindase bien: lo que est controlado y lo que no lo est difieren segn las formas de sociedad y las pocas del desarrollo histrico. Habida cuenta del dbil desarrollo de sus tcnicas de produccin, y a pesar de las diferencias importantes de nivel de desarrollo que existen entre los diversos modos de produccin de los pueblos primitivos (cazadores, recolectores pescadores, agricultores), el control que stos ejercen sobre la naturaleza es muy limitado. En estas condiciones, el dominio de lo que el hombre no controla no puede menos de aparecer, de presentarse espontneamente a la conciencia como un dominio de fuerzas superiores al hombre que, al mismo tiempo, ste necesita representarse, por tanto, explicar y conciliarse, es decir, controlar indirectamente.
Una vez ms insistimos en el hecho de que el dato objetivo que se presenta a la conciencia consiste aqu en una determinacin negativa del contenido de las relaciones de los hombres entre s y con la naturaleza, la del lmite objetivo de ese contenido. El fundamento de esta determinacin no se encuentra, pues, en la conciencia, sino fuera de ella. Observamos igualmente que el hecho de que el dominio de las causas naturales escondidas, de las fuerzas invisibles que el hombre no controla, se presente espontneamente en la conciencia como un dominio de poderes superiores al hombre no produce una representacin ilusoria de la realidad y de la causalidad en el orden del mundo. Por el contrario, ese contenido de representacin, esa forma de presencia del mundo corresponden a un dato objetivo de la realidad social e histrica.
As pues, cmo esos datos objetivos de la representacin se transmutan en representacin ilusoria del mundo? La transmutacin se opera a partir del momento en que en el pensamiento se representa las fuerzas y las realidades invisibles de la naturaleza como seres anlogos a los hombres. Por analoga, las causas y las fuerzas invisibles que engendran y regulan el mundo no humano (naturaleza) o el mundo humano (cultura) revisten los atributos del hombre, es decir, se presentan espontneamente en la conciencia como seres dotados de conciencia, de voluntad, de autoridad y de poder, por tanto, como seres anlogos al hombre, pero que difieren de l en que saben lo que el hombre no sabe, hacen lo que el hombre no puede hacer, controlan lo que ste no controla, en definitiva, difieren del hombre en que son superiores a l.
El efecto inmediato de las operaciones de un pensamiento que se representa la naturaleza por analoga con la cultura, la sociedad humana, consiste en tratar como sujetos las potencias superiores y misteriosas de la naturaleza, por tanto, en personificar esas potencias en seres de la naturaleza, animales, vegetales, astros, que, por este mismo hecho, se desdoblan, como la naturaleza entera, en seres sobrehumanos sensibles y suprasensibles a la vez, convirtindose en los personajes sobrehumanos de los mitos, aqullos cuyas acciones engendraron el orden actual del mundo
Por ello, al representarse la naturaleza por analoga con el hombre, el pensamiento primitivo trata el mundo de las cosas como un mundo de personas y las relaciones objetivas y no intencionales entre las cosas como relaciones intencionales entre personas. Pero, al mismo tiempo, de forma opuesta, aunque complementaria, el pensamiento primitivo trata el mundo subjetivo de sus idealidades como una realidad objetiva que existe fuera del hombre y de su pensamiento, y con la que se puede y se debe estar en comunicacin si se desea actuar por su intercesin sobre el orden profundo de las cosas. El pensamiento analgico, al apoderarse de los datos objetivos de la experiencia presentes en la conciencia, crea, pues, una doble ilusin: ilusin sobre el mundo e ilusin sobre s mismo. Ilusin sobre s mismo, puesto que el pensamiento atribuye una existencia exterior al hombre e independiente de l a las idealidades que l engendra espontneamente, luego se aliena en sus propias representaciones; ilusin sobre el mundo, que puebla de seres imaginarios anlogos al hombre, capaces de or sus llamadas y de responder a ellas de forma favorable u hostil.
Dos consecuencias hay que extraer de este anlisis. El pensamiento mtico (y con l todo pensamiento religioso) toma su impulso de la voluntad de conocer la realidad, pero, en su proceso mismo, aboca a una explicacin ilusoria del encadenamiento de las causas y de los efectos que fundan el orden de las cosas. Al mismo tiempo, como concibe el mundo de lo invisible bajo la forma de realidades imaginarias dotadas de conciencia, de voluntad y, sobre todo, de una eficiencia anlogas, pero superiores a las del hombre, el pensamiento mtico reclama y fundamenta la prctica mgica como medio de accin sobre la conciencia y la voluntad de esos personajes-imaginarios que regulan el curso de las cosas. El pensamiento por analoga funda, pues, al mismo tiempo una teora y una prctica, la religin y la magia. O, por lo menos, la religin existe espontneamente bajo una forma terica (representacin, explicacin del mundo) y bajo una forma prctica que le corresponde (accin mgica y ritual sobre lo real), por consiguiente, existe como medio de explicar (de forma ilusoria) y de transformar (de manera imaginaria) el mundo.
Se podra extender este anlisis y mostrar que toda intervencin religiosa sobre el mundo es al mismo tiempo accin sobre s. Toda prctica mgica, todo ritual se acompaa de alguna restriccin o prohibicin sufrida por el oficiante y/o por el pblico. Toda accin religiosa sobre las fuerzas secretas que dirigen el mundo implica y exige una accin del hombre sobre s mismo para comunicar con esas fuerzas, alcanzarlas, hacerse escuchar y obedecer por ellas. El poder mgico se paga alguna constriccin que sufre el hombre por ejemplo, restriccin alimenticia, sexual o de otra clase. El reverso de un poder es un deber. En esta perspectiva las restricciones, las constricciones, las prohibiciones, los tabes no son restriccin de poder, sino acumulacin de poder (imaginario). Pensar por analoga produce, por consiguiente, dos efectos complementarios, aunque opuestos: el pensamiento humaniza la naturaleza y sus leyes, dotndolas de atributos humanos, pero, por el mismo hecho, dota espontnea y necesariamente al hombre de poderes sobrenaturales, es decir, de un poder y una eficacia comparables (y por esta razn, ilusorios) a los de los fenmenos naturales Crea de este modo: esa reciprocidad de perspectivas en las que el hombre y el mundo se convierten en espejo el uno del otro y que, a nuestro juicio, es la nica que puede dar cuenta y razn de las propiedades y de las capacidades del pensamiento salvaje.
En definitiva, lo que se sella en esta reciprocidad mtica de perspectivas entre el hombre y el mundo es una doble ilusin sobre el mundo y sobre el hombre, la ilusin de una explicacin falsa y de una accin imaginaria del hombre sobre el mundo y sobre s mismo Y esta ilusin ser tanto ms fuerte cuanto ms compleja y ms completa sea la reciprocidad de perspectivas entre el hombre y el mundo. Ahora bien, para alcanzar la completitud es necesario y suficiente para el pensamiento mtico explorar y explotar todas las posibilidades internas, recorrer sistemticamente todos los trayectos posibles de la comparacin analgica. Estos trayectos -ya lo hemos sealado- pueden tericamente tomar cuatro direcciones distintas: ir de la cultura a la naturaleza (trayecto I), de la naturaleza a la cultura (trayecto II), de la cultura a la cultura (trayecto III) y de la naturaleza a la naturaleza (trayecto IV).
Naturaleza --------------------Cultura
Trayecto IV Trayecto I Trayecto III
Naturaleza ---------------------Cultura
Trayecto II
A partir de estos cuatro ejes fundamentales, puede desplegarse y combinarse una multitud de comparaciones analgicas en una especie de lgebra vectorial fantasmagrica que confiere al discurso y al pensamiento mticos su polisemia y su riqueza simblica inagotables.
Ya hemos analizado un trayecto del tipo I, que proyecta la cultura sobre la naturaleza y que tiene por efecto general la antropomorfizacin de la naturaleza, la humanizacin de sus leyes, pero, al mismo tiempo, de forma complementaria y opuesta, la naturalizacin de la accin humana en la magia (efecto de un trayecto del tipo II). Para dar una idea de la plenitud de los efectos de un trayecto del tipo II (aplicacin de la naturaleza sobre la cultura) habra que retomar todo el anlisis realizado por Claude Lvi- Strauss de las instituciones llamadas totmicas y del sistema de castas, ya que encuentra aqu su lugar y su iluminacin tericos. Claude Lvi-Strauss ha demostrado que las instituciones totmicas implican, al nivel del pensamiento, la representacin y el postulado de una homologa entre dos series de relaciones, dos sistemas de diferencias situados, el uno en la naturaleza, entre las especies naturales, y el otro en la cultura, entre los grupos sociales (clanes, fratras, etc.). Yendo ms lejos, aproximaba y comparaba grupos totmicos y sistema de castas mostrando que se trataba de efectos inversos de un mismo principio, segn que la analoga postulada entre grupos humanos y especies naturales fuese formal o sustancial.
A travs de las instituciones totmicas, vemos cmo el pensamiento salvaje recurre, para pensar la vida social (la cultura), a una combinatoria objetiva dada en la naturaleza, la de la distincin natural de las especies biolgicas. Con ayuda del esquema de la diferencia de las especies naturales, el pensamiento se abre posibilidades tericas excepcionales porque, .considerada aisladamente, la especie es una coleccin de individuos; pero, por relacin a otra especie, es un sistema de definiciones. A la vez percepto y concepto, imagen intuitiva de la discontinuidad de lo real y de sus aspectos combinatorios y operador abstracto que pernlite pasar de la unidad de una multiplicidad a la diversidad de una identidad, la nocin de especie ofrece al pensamiento salvaje un principio esencial de clasificacin de datos de la experiencia, de la realidad natural y socal. En el seno del pensamiento analgico, la nocin de especie, en. determinadas condiciones, se transforma en operador totmico, que sirve de mediacin entre naturaleza y cultura y hace ms estrecha la reciprocidad de perspectivas entre el hombre y el mundo.
Se podra ir ms lejos y analizar ejemplos de analoga de los tipos III IV, como, por ejemplo, la analoga que se encuentra en todas las sociedades conocidas entre las relaciones sexuales y la alimentacin (tipo III), pero con ello no haramos ms que ilustrar un poco ms el grado de complejidad que puede alcanzar el pensamiento analgico y tambin, por supuesto, el grado de ilusin que el pensamiento mtico se hace del hombre y del mundo...
Midamos ahora el camino recorrido. Queramos encontrar las razones y las condiciones, por tanto, el mecanismo de la transmutacin en representaciones ilusorias del mundo y del hombre, en explicacin fantasmagrica de lo real de los mltiples datos objetivos sobre la naturaleza, las sociedades primitivas y la historia que estn presentes en el contenido de los mitos y de los que el pensamiento mtico se apodera para construir sus palacios de ideas.
En definitiva -y en su principio esto est ya demostrado desde el siglo XIX-, esta transmutacin nace siempre que los materiales objetivos de la representacin entran en las formas del razonamiento por analoga. El pensamiento salvaje espontneamente se apodera de esos materiales, los esconde en su interior y los lleva consigo para que le ayuden a franquear todas las distancias que pretende salvar entre naturaleza y cultura, y, ms ampliamente, entre todos los niveles de la realidad humana y natural. En este transporte y en este uso, esos materiales objetivos se transforman en simples soportes de sistemas de representaciones fantsticas, ilusorias, del mundo, para los que parecen, en el lmite, no ser ms que una coartada o un pretexto.
Podemos ahora responder a la cuestin general de las relaciones e+ntre mito, sociedad e historia que nos planteaban el anlisis de los mitos baruya y los trabajos de Claude Lvi-Strauss sobre la mitologa de los indios de Amrica y sobre los fundamentos del Pensamiento salvaje. La respuesta nos parece que puede ser formulada de la forma siguiente: los mitos nacen espontneamenie en la inierseccin de dos redes de efectos: los efectos en la conciencia de las relaciones de los hombres entre s y con la naturaleza, y los efectos del pensamiento sobre esos datos de representacin a los que hace entrar en la maquinaria compleja de los razonamientos por analoga. PENSAMIENTO PRIMITIVO Y MENTE CIVILIZADA Claude Lvi-Strauss
La manera de pensar de los pueblos que normalmente, y errneamente, llamamos "primitivos" -sera ms correcto llamarlos "pueblos grafos" pues es ste, creo yo, el factor que los distingue de nosotros- ha sido interpretada de dos modos diferentes, ambos, en mi opinin, errneos. El primero considera que dicho pensamiento reviste una calidad ms grosera que el nuestro y el ejemplo ms inmediato de esta interpretacin en la antropologa contempornea es la posicin de Malnowski. Quiero aclarar desde ya que tengo la mayor admiracin por l pues lo considero uno de los mayores antroplogos por lo que con esta observacin no pretendo disminuir su contribucin con respecto al campo de la ciencia. Con todo, Malinowski tuvo la sensacin de que el pensamiento del pueblo que se dispona a estudiar -y, en general, el de todas las poblaciones grafas objeto de estudio de la antropologa- era o es enteramente determinado por las necesidades bsicas de la vida. Si se sabe que un pueblo, sea el que fuere, est determinado por las necesidades bsicas ms simples de la vida - resolver el problema de la subsistencia, satisfacer las pulsiones sexuales, etctera- entonces se est en condiciones de explicar sus instituciones sociales, sus creencias, su mitologa y todo el resto. Ampliamente difundida, esta concepcin ha sido designada en antropologa con el nombre de funcionalismo.
En lugar de subrayar que es un tipo de pensamiento inferior, como lo hace la primera interpretacin, la otra manera de encarar el pensamiento "primitivo" afirma que es un tipo de pensamiento fundamentalmente diferente del nuestro. Este abordaje se concreta en la obra de Lvy-Brohl, quien consider que la diferencia bsica entre el pensamiento "primitivo" - pongo siempre entre comillas la palabra prmitivo- y el pensamiento moderno reside en que el primero est completamente determinado por representaciones msticas y emocionales. En tanto la de Malinowski es una concepcin utilitarista, la de Lvy-Bruhl es emocional o afectiva. Entonces, he intentado demostrar que, de hecho, el pensamiento de los pueblos grafos es (o puede ser, en muchas circunstancias) por un lado un pensamiento desinteresado -lo que representa una diferencia con relacin a Malinowski- y, por otro lado, un pensamiento itelectual -lo que supone una diferencia con respecto a Lvy-Bruhl-.
En El totemismo en la actualidad o en El pensamiento salvaje, por ejemplo, intent demostrar que esos pueblos que consideramos totalmente dominados por la necesidad de no morirse de hambre, de mantenerse en un nivel mnimo de subsistencia en condiciones materiales muy duras, son perfectamente capaces de poseer un pensamiento desinteresado; es decir, son movidos por una necesidad o un deseo de comprender el mundo que los circunda, su naturaleza y la sociedad en que viven. Por otro lado, responden a este objetivo por medios intelectuales, exactamente como lo hace un filsofo o incluso, en cierta medida, como puede hacerlo o lo har un cientfico.
Esta es mi hiptesis bsica. Pero desde ya quiero aclarar un mal entendido. Decir que un pensamento es desinteresado, o sea, que se trata de un modo intelectual de pensar, no significa asimilarlo al pensamiento cientfico. Evidentemente, es diferente en ciertos aspectos e inferior en otros. Y es diferente porque su finalidad reside en alcanzar, por los medios ms diminutos y econmicos, una comprensin general del universo -y no slo una comprensin general, sino total-. Es decir, se trata de un modo de pensar que parte del principio de que si no se comprende todo no se puede explicar nada, lo cual es absolutamente contradictorio con la manera de proceder del pensamiento cientfico, que consiste en avanzar etapa por etapa, intentando dar explicaciones para un determinado nmero de fenmenos y progesar, enseguida, hacia otro tipo de fenmenos, y as sucesivamente. Como ya dijo Descartes, el pensamiento cientfico divide la dificultad en tantas partes como sea necesario para resolverla.
As, esta ambicin totalitaria de la mente salvaje es bastante diferente de los procedimientos del pensamiento cientfico. Y la gran diferencia, en verdad, reside en que esta ambicin no alcanza el xito. Por ejemplo, por medio del pensamiento cientfico nosotros somos capaces de alcanzar el- dominio de la naturaleza -creo que no hay necesidad de desarrollar este punto, ya que esto es suficientemente evidente para todos- en tanto el mito fracasa en su objetivo de proporcionar al hombre un mayor poder material sobre el medio. A pesar de todo le brinda la ilusin, extremadamente importante, de que l puede entender el universo y de que, de hecho, l entiende el universo. Empero, como es evidente, apenas se trata de una ilusin.
Sin embargo, debemos sealar que como pensadores cientficos utilizamos una cantidad muy limitada de nuestro poder mental, slo lo necesario para nuestra profesin, para nuestros negocios o para la situacin particular en que nos encontramos inmersos. De esta manera, si una persona profundiza durante veinte aos o ms en la investigacin del modo como operan los sistemas de parentesco y los mitos utiliza esa porcin de su poder mental. Pero no podemos exigir que toda la gente est interesada precisamente en las mismas cosas; de ah que cada uno de nosotros utilice una cierta porcin de su poder mental para satisfacer las necesidades o alcanzar los objetivos que le interesan.
En la actualidad utilizamos ms -y al mismo tiempo menos- nuestra capacidad mental que en el pasado. Y no se trata precisamente del mismo tipo de capacidad mental en ambos casos. Por ejemplo. hacemos un uso considerablemente menor de nuestras percepciones sensoriales. Cuando me dispona a redactar la primera versin de Mitolgicas me top con una cuestin en apariencia extremadamente misteriosa. Al parecer exista una determinada tribu que consegua ver el planeta Venus a la luz del da, cosa que adems de increble me pareca materialmente imposible. Cuando expuse el problema a astrnomos profesionales me respondieron que, efectivamente, nosotros no lo logamos pero que atendiendo a la cantidad de luz emitida por el planeta Venus durante el da realmente no es inconcebible que algunas personas puedan detectarlo. Ms tarde consult viejos tratados de navegacin pertenecientes a nuestra propia civilizacin, y todo indica que los marineros de esa poca eran perfectamente capaces de ver el planeta Venus a la luz del da. Probablemente, tambin nosotros podramos lograrlo si tuvisemos la vista entrenada.
Sucede precisamente lo mismo con nuestros conocimientos acerca de las plantas y los animales. Los pueblos grafos poseen un conocimiento extremadamente exacto de su medio y de todos sus recursos. Nosotros hemos perdido todas esas cosas, pero no ha sido en vano: ahora estamos en condiciones de guiar un automvil sin correr el riesgo de ser aplastados en cualquier momento, y al final del da podemos arreglar la radio o el televisor. Esto implica un entrenamiento de las capacidades mentales que los pueblos "primitivos" no tienen porque no necesitan de ellas. Presiento que con el potencial que poseen podran haber modificado la calidad de sus mentes; pero tal modificacin no sera adecuada al tipo de vida que llevan y al tipo de relaciones que mantienen con la naturaleza. No es posible desarrollar inmediata y simultneamente todas las capacidades de la mente humana. Apenas puede usarse un sector diminuto, y ste nunca es el mismo pues vara en funcin de las culturas. Eso es todo.
Una de las muchas conclusiones que, probablemente, pueda extraerse de la investigacin antropolgica es que pese a las diferencias culturales existentes entre las diversas fracciones de la humanidad la mente humana es en todas partes una y la misma cosa, con las mismas capacidades. Creo que esta afirmacin es compartida por todos.
No juzgo que las culturas hayan intentado, sistemtica o metdicamente, diferenciarse unas de otras. En verdad, durante centenares de miles de aos la humanidad no era numerosa sobre la Tierra y los pequeos grupos existentes vivan aislados, de modo tal que no resulta asombroso que cada uno haya desarrollado sus propias caractersticas, tornndose diferents unos de otros. Pero no era sta una finalidad percibida por los grupos. Apenas fue el mero resultado de las condiciones que prevalecieron durante un perodo bastante dilatado.
Llegados a este punto, no quiero que piensen que esto representa un peligro o que estas diferencias deberan ser eliminadas, pues en la realidad las diferencias son extremadamente fecundas. El progreso slo fue posible a partir de elllas. Actualmente el desafo reside en aquello que podramos llamar la supercomunicacin -es decir, la tendencia a conocer con exactitud, ubicados en un determinado punto del globo, lo que sucede en el resto del mundo-.
Para que una cultura sea realmente ella misma y est en condiciones de producir algo original, la propia cultura y sus miembros deben estar convencidos de su originalidad y, en cierta medida, tambin de su superioridad sobre los otros: slo en condiciones de subcomunicacin ella puede producir algo. En la actualidad nos hallamos amenazados por la perspectiva de reducirnos a simples consumidores, individuos capaces de consumir lo que fuere, sin importar de qu parte del mundo y de qu cultura proviniere y desprovistos de todo grado de originalidad.
Entretanto, es fcilmente concebible una poca futura en que slo exista una cultura y una civilizacin en toda la superficie de la Tierra. No creo que esto vaya a suceder, porque siempre funcionarn tendencias diversas y contradictorias -por un lado en direccin a la homogeneidad y, por otro, a favor de nuevas diferenciaciones. Cuanto ms homognea se torna una sociedad, tanto ms visibles sern las lneas internas de separacin, y lo que se gan en un nivel se perder, inmediatamente, en el otro. Esta es una creencia personal, y no tengo pruebas claras que aseguren el funcionamiento de esta dialctica. Pero ocurre que en realidad no consigo entender cmo la humanidad podra vivir sin algn tipo de diversidad interna.
Vamos a considerar ahora un mito del Canad Occidental sobre una raya que intent controlar o dominar al Viento Sur y que logr xito en su empresa. Se trata de una historia anterior en el tiempo a la existencia del hombre sobre la Tierra, es decir, de una poca en que los hombres, de hecho, no se diferenciaban de los animales; los seres eran mitad humanos y mitad animales. Todos se sentan muy incmodos con el viento, porque los vientos, especialmente los vientos malos, soplaban permanentemente, impidindoles pescar o recoger conchas con moluscos en la playa. Por lo tanto, decidieron que deban luchar contra los vientos, para obligarlos a comportarse ms decentemente. Hubo una expedicin en que participaron varios animales humanizados o seres humanos animalizados, incluyendo a la raya, que desempe un importante papel en la captura del Viento Sur. Este fue liberado luego de prometer que no volvera a soplar constantemente, sino slo de vez en cuando, o en determinados perodos. Desde entonces, el Viento Sur slo sopla en ciertos perodos del ao, o una vez cada dos das: durante el resto del tiempo la humanidad puede dedicarse a sus actividades.
Bueno, en realidad esta histora no suced nunca, pese a lo cual no podemos limitarnos a considerarla completamente absurda y a permanecer satisfechos tachndola de una creacin imaginaria de una mente entregada al delirio. Tenemos que tomarla en serio y hacernos la siguiente pregunta: por qu la raya y por qu el Viento Sur?
Cuando se estudia minuciosamente el material mitolgco respetando la forma exacta en que ha sido nrrado se verifica que la raya acta sobre la base de determinadas caractersticas, que son de dos tipos. La primera reside en que la raya es un pez, como todos sus congneres escamados, blando por abajo y duro por arriba. La segunda es aqulla segn la cual la raya puede escapar con xito cuando tiene que enfrentar a otros animales: parece muy grande vista desde abajo o desde arrba y es extremadamente delgada vista de perfil. Un adversario podra pensar que es muy fcil disparar una flecha y matar a una raya, por el hecho de que es tan grande; sin embargo, mientras la flecha se dirige al blanco ella puede girar o deslizarse rpidamente ofreciendo apenas el perfil que, evidentemente, es imposible de alcanzar; y as puede escapar. Por lo tanto, la razn por la cual se escogi a la raya reside en que ste es un animal que, considerado desde uno u otro punto de vista, es capaz de responder -empleando el lenguaje de la ciberntica- en trminos de "s" y "no"- Es capaz de dos estados que son discontinuos, uno positivo y otro negativo. La funcin que la raya desempea en el mito es -aunque, evidentemente, no pretendo llevar el paralelismo demasiado lejos- semejante a la que cumplen los elementos que se introducen en las computadoras modernas y que pueden ser utilizados para grandes problemas adicionando una serie de respuestas del tipo "s" y "no".
Obviamente, pese a que es errneo e imposible (desde un punto de vista emprico) que un pez pueda luchar contra el viento, desde un punto de vista lgico es posible comprender por qu tazn se utilizan imgenes extradas de la experiencia. En esto consiste la originalidad del pensamiento mitolgico, en desempear el papel del pensamiento conceptual: un animal susceptible de ser usado como, dira yo, un operador binario puede tener, desde un punto de vista lgico, relacin con un problema que tambin es un problema binario. Si el Viento Sur sopla todos los das del ao la vida se vuelve imposible para la humanidad. Pero si sopla da por medio -un da "s", "no" el otro da, y as sucesivamente- entonces se torna posible una especie de compromiso entre las necesidades de la humanidad y las condiciones predominantes en el mundo natural.
As, desde un punto de vista lgico existe afinidad entre un animal como la raya y el tipo de problema que el mito se propone resolver. Desde un punto de vista cientfico la historia no es verdadera, pero slo pudimos entender esta propiedad del mito en la poca en que la ciberntica y las computadoras aparecieron en el mundo cientfico, proporcionando el conocimiento de las operaciones binarias, que ya haban sido puestas en prctica, si bien de una manera bastante diferente, por el pensamiento mtico, valindose de objetos o seres concretos. As, no existe en realidad una especie de divorcio entre mitologa y ciencia. Slo el estadio alcanzado contemporneamente por el pensamiento cientfico nos posibilita comprender lo que hay en este mito; permanecimos completamente ciegos ante l hasta que la idea de las operaciones binarias devino un concepto familiar para todos.
No quiero que juzguen que en este momento estoy colocando en pie de igualdad la explicacin cientfica y la explicacin mtica. Lo que afirmo es que la grandeza y la superiotidad de la explicacin cientfica no slo residen en las realizaciones prcticas e intelectuales de la ciencia sino tambin en el hecho, del que damos testimonio a diario con mayor claridad, de que la ciencia no slo est preparada para explicar su propia validez, sino tambin aquello que, en cierta medida, es vlido en el pensamiento mitolgico.
Lo importante es que comenzamos a interesarnos cada vez ms por este aspecto cualitativo y que la ciencia, cuya perspectiva fue meramente cuantitativa entre los siglos XVII y XIX, comienza a integrar los aspectos cualitativos de la realidad. Indudablemente, esta tendencia nos permite entender una gran cantidad de cuestiones pendientes del pensamiento mitolgico que en el pasado nos apresurbamos a dejar de lado como cosas absurdas y carentes de significado.
El desarrollo de esta lnea nos lleva a pensar que entre la vida y el pensamiento no existe hiato absoluto considerado como una realidad concreta por dualismo filosfico del siglo XVIII. Si logrsemos admitir que lo que ocurre en nuestra mente no se diferencia en absoluto, ni sustancial ni fundamentalnente, del fenmeno bsico de la vida; y si llegramos a la conclusin de que no existe tal hiato imposible de superar entre la humanidad, por un lado, y todos los dems seres vivos (no slo los animales sino tambin las plantas), por el otro, llegaramos tal vez a obtener ms sabidura (digmoslo francamente) que aquella que esperbamos llegar alguna vez a alcanzar. TEORIA DE LOS MITOS Marcel Mauss
En los cinco volmenes precedentes del Anne hemos reservado un amplio espacio al estudio de la mitologa, sin haber tenido ocasin nunca de decir en qu consista para nosotros el inters sociolgico de este estudio. Hemos examinado sucesivamente cierto nmero de cuestiones sobre las que discuten los mitlogos sin intentar coordinarlas. Es obvio que consideramos el mito como un hecho social, es decir, como un producto o como una manifestacin normal de la actividad colectiva. Eso viene a significar que, al amparo de la demostracin que pueda hacerse de ello, no consideramos los mitos en una sociedad dada como algo contingente y supererogatorio; aun prestados, no se trata de juguetes exticos; no podemos hacer abstraccin, si pensamos en los mitos, de la colaboracin de los hombres que los han adoptado, que los piensan, que los repiten y que, en suma, creen en su veracidad. Los mitos son instituciones sociales. Planteado esto, podremos estudiarlos sucesivamente desde dos puntos de vista: l) tratar de determinar el mecanismo de la formacin de los mitos, y los procedimientos habituales de la imaginacin creadora de mitos, lo que significa buscar algunas de las leyes de la actividad mental del hombre en sociedad; 2) centrar, entonces, nuestra atencin sobre la funcin sociolgica y especialmente sobre la funcin religiosa del mito; preguntarnos qu hay en l de particularmente religioso, qu puesto ocupa en el sstema de las cosas religiosas, qu objetos representa, a qu necesidades responde y cmo las satisface; hacer, en una palabra, todo lo que implica un estudio de funcin.
La primera investigacin se divide naturalmente en dos: un estudio de psicologa y lgica colectivas. Ya hemos hablado de ste como de una especie de anlisis mitolgico o de retrica de la mitologa cuyo objeto sera revelar cmo las leyes fundamentales, psicolgicas o lgicas, del pensamiento estn condicionadas en la fabricacin de los mitos. El mito aplica a sus objetos procedimientos de anlisis que le son propios; presenta modos particulares de asociacin de imgenes, en fin, todo un aparato lgico especial.
Desgraciadamente, no es posible todava proseguir independientemente y de una manera terica por completo esos diversos estudios. An hemos de preparar los materiales de una mitologa y con demasiada frecuencia hemos de demostrar tan slo que los mitos constituyen fenmenos sociales. Por el momento, la mitologa debe ser sobre todo histrica. Ahora bien, de entrada, descartamos el problema de saber si los mitos proceden de uno o de varios centros de dispersin y cules son tales centros. Esta cuestin no nos interesa directamente: la respuesta tendria un inters sobre todo etnogrfico, en tanto que la atribucin de los mitos o de ciertas series de mitos a grupos humanos servira en primer lugar para completar sus caractersticas. Para nosotros, la seleccin cttica de conjuntos de hechos dados significa sencillamente una buena preparacin para el estudio de los mitos; adems, es conveniente saber de una manera precisa que los mitos pueden transmitirse sin dejar por eso de ser mitos o bien, volviendo a serlo.
La relacin de los mitos con los ritos cotistituye un problema de importancia capital. Es frecuente observar que a un mito regularmente practicado le corresponde un rito determinado; el mito da la razn de la realizacin del rito al contar el hecho que conmemora o, simplemente, imita. Cabe preguntarse, ante todo, si esta coincidencia es universal o solamente muy general, y hasta qu punto lo es. De la respesta a esta cuestin, an insoluble, depende en parte, la definicin del mito, considerado como fenmeno religioso. Con mayor frecuencia todava nos preguntamos cul de los dos, rito o mito, es anterior al otro y le ha dado nacimiento. Hemos visto a que an existen mitlogos que consideran el rito como una representacin dramtica de un mito preexistente. Otros, sostienen lo contratio. Por nuestra parte, pensamos que el problema est mal planteado y ya hemos explicado ms arriba nuestra postura. El mito y el rito, decamos, slo pueden estar disociados en el nivel de la abstraccin El mito al lado de un rito no es otra cosa que la representacin del acto que acompaa al acto: segn los casos, uno u otro miembro de la pareja puede ser preponderante; tenemos ritos inspirados fuertemente por los procedimientos de representacin propios del mito y mitos sobrecargados de detalles incoherentes tomados de los efectos adventicios del rito (acciones simpticas suplementarias), y no de su accin principal; sealemos, dems, que los dos trminos siguen el uno y el otro su evolucin propia. Hay ritos casi vacos de sentido mstico. Hay mitos que han dejado de ser la representacin directa del rito que les corresponde; aadamos, por ltimo que existen ritos que vienen escoltados por una serie de mitos de edades diversas. Por otra parte, es evidente que si el rito se desdobla en general en mito de la manera que acabamos de decir, los mitos independientes, los que no estn vinculados a ritos, deben crear a su vez ritos por analogia. En suma, esta cuestin no nos parece susceptible de una respuesta general. El examen de los hechos nos hara llegar al mecanismo de los mitos. Si suponemos que este mecanismo no trabaja en el vaco, cabe juzgar la especie de deformacin que impone a lo real por las diferencias que separan el acto ritual del acto mtico correspondiente.
De esta manera, nos vemos impelidos a abordar el estudio de la funcin de los mitos por su lado ms accesible; su naturaleza religiosa viene aclarada por la naturaleza de los actos que explican los mitos y de las cosa que les conciernen- pero, adems sucede que su puesto, en general, se en cuentra determinado por su papel litrgico habida cuenta de que, en infinidad de casos conocidos, la recitacin del mito forma parte de la ceremonia ritual.
Otra parte que merece ser estudiada en profundidad es la referente a la composicin de los mitos. No podemos por menos que extraarnos ante la poca variedad de los episodios y de sus combinaciones; hay tipos de mitos, en nmero reducido, y en la multitud de ejemplares de cada tipo, las partes se presentan en un orden ms o menos constante. Este orden est lejos de ser siempre el que para nosotros sera el natural. Este ilogismo aparente del mito revela su lgica especial y la persistencia de sus formas oscuras constituye un ndice de su funcin.
Uno de los primeros problemas con que se tropieza el folklore comparado es el de la uniformidad de los tipos de cuentos y de mitos dentro de provincias geogrficas curiosamente limitadas. Unos y otros no se propagan solamente en grupos especiales de una misma familia lingstica; tampoco siguen necesariamente las formas tcnicas, lo que llamamos civilizacin material. Un mito puede hacer fortuna en sociedades muy diversas, y tener aplicaciones que le orienten sobre los puntos ms insospechados. La extensin de una tradicin dada, la historia de sus migraciones y la de sus temas son elementos integrantes de su vida, en cuanto fenomeno social. Y, aunque no conozcamos muy bien las razones, de orden sociolgico, que hacen que un determinado mito est tomado de otra parte y que otro mito cualquiera no lo est, que sea una tribu absolutamente ajena la que lo adopte, y que tribus emparentadas no lo hagan, a pesar de todo eso, repetimos, tenemos la sospecha de que tras esos fenmenos se esconden causas profundas que, un da, habr que desentraar. La aprehensin de una palabra, la de un arma, la de un derecho, la de un instrumento musical, etc., suponen -del mismo modo que la aprehensin de un mito- una serie de condiciones y de relaciones entre el grupo social que lo aprehende y el grupo social poseedor, relaciones que merecen ser desveladas.
La teora de los mitos segn Andrew Lang
La polmica ocupa un puesto importante en el libro y tiene un tono bastante personal. No vamos a ocuparnos de todo lo que tiene ese carcter. Hemos de centrarnos estrictamente en las discusiones de doctrina y de hechos. De la misma manera que la teora de Max Mller no ha ganado mucho terreno, las objeciones que le dirige Lang no han variado mucho despus de la crtica que le hizo en su artculo Mythology, Los reproches son los mismos; lo que resulta, de suyo, incomprensible es la serie de dificultades y las incertidumbres en las interptetaciones filolgicas y las contradicciones de los traductores del Veda, as como la imposibilidad de aplicar el mtodo comparativo a nombres propios. Viene a continuacin una discusin psicolgica de la hiptesis que sostiene que el mito es una enfermedad del lenguaje; ya que, a fin de cuentas, se trata de saber si el lenguaje es anterior a la idea, es decir, a los mitos, o bien los mitos son anteriores al lenguaje. Por otra parte, cmo es posible que un enigma mtico haya persistido si habamos perdido la palabra? y, asimismo, cmo es posible que un enigma incomprendido se convierta en un mito, si ya ha desaparecido?
Por lo que respecta a las posiciones de la antropologia rcligiosa, Lang entiende que han de mantenerse sin modificacin. Tales posiciones tenan cierta necesidad de ser defendidas. Se trataba, sobre todo, de demostrar, frente a los ataques de Mller, el catcter cientfico del mtodo adoptado. Para ello, Lang destaca, en primer lugar, que la mitologa tiene una finalidad muy difetente de la que le asigna Max Mller. Este ltimo se entrega principalmente a la tarea de comprender, de adivinar filolgicamente el sentido de los conceptos religiosos entre los pueblos arios. Lang, por su parte, pretende explicar no solamente los mitos, sino tambin todo lo que en ellos transpita del culto, de la costumbre, y no solamente referido a los mitos arios sino a todos los que nos proporciona la historia de la humanidad. Hace una llamada en pro de una filologa comparada ms comprensiva y lo ms cercana posible de la ciencia de las religiones. Ahora bien, para llegar a ese resultado, hay que estudiar una serie de documentos en relacin con todo tipo de pueblos. Max Mller niega todo valor a esos documentos, y toda competencia a quien no tenga, por lo menos, una nocin de la lengua en la que el pueblo ha pensado y construido su mitologa. Lang responde que algunas de las informaciones llamadas etnogrficas estn revestidas, precisamente, de una autoridad tan fuerte como la que exige su adversario. Gill y Hahn han dado una interpretacin solar de los mitos polinsicos y hotentotes; son muy dueos de hacerlo. Pero el texto del mito que han ofrecido como prueba tiene un valor autntico y es susceptible de entrar en cualquier generalizacin. Por otra parte, existe la prueba de la recurrencia, que Tylor ha revelado con toda oportunidad. La repeticin de un mismo tema mitico, de un mismo uso conocido (el de los rombos, por ejemplo), en dos mitologas o en dos religiones diferentes, garantiza la autenticidad de las informaciones etnogrficas que le conciernen. Y cuando se trata de mitos y de usos universalmente extendidos, la certidumbre se hace casi absoluta.
En suma, el mtodo seguido es estrictamente cientfico. Se trata, ciertamente, de un mtodo psicolgico y evolucionista. A la manera de la arqueologa, investiga las supervivencias del pensamiento humano primitivo en los mitos recientes; nuestro mtodo se propone, de ese modo, reconstruir el estado psquico del mundo salvaje originario. As pues, es tan riguroso como ciencias tan seriamente establecidas como la fontica y la interpretacin vdica.
Por lo que se refiere al contenido de la doctrina, Lang seala que la teora del ttem, tal como Mac Lennan y Frazer la han elaborado, subsiste en sus lineas maestras aunque sea necesario enderezarla parcialmente. La definicin que se ha dado del ttem es satisfactoria; nunca ha sido tan evidente la extensin universal, si no del totemismo puro y total, si al menos de sus rasgos esenciales. Por mucho que diga Mller, hoy existen egiptlogos para hablar del totemismo egipcio y Oldenberg habla del totemismo en las Indias. Sostener como lo hace Mller, que el ttem es adorado porque sirve de signo herldico, es poner el carro delante de los bueyes. Infinidad de mitos se explican tan bien o mejor como supervivencias del totemismo que por interpretaciones solares: mitos de Artemisa, mitos relativos al origen de la muerte por violacin de un tab; las pocas pginas dedicadas a esta cuestin ya no son desdeables. En fin, hay ciertos ritos -por ejemplo el del paso por el fuego, de los Hirpi en el monte Soract- que slo pueden explicarse a travs de sus equivalentes polinesios, hindes, americanos, blgaros, ete., y que no encuentran su razn ltima ms que en el hecho psicolgico de la anestesia y de la auto- sugestin. Todo este debate es intetesante y bastante til. Sin embargo, en l, hay algo de ficticio. Ni Mller ni Lang han aadido apenas nada a las generalizaciones que han intentado en sus primeros trabajos. En torno suyo la ciencia ha avanzado, pero ellos no dan la impresin de haberlo advertido suficientemente. Por una parte, el mtodo filolgico ha Ilegado a ser ms estrictamente filolgico y, con el libro de Uzener, ha alcanzado resultados ms incontrovertibles que los que haya podido obtener Mller en su vida. Por otra parte, la escuela antropolgica se ha vuelto ms prudente, menos fantstica, gracias a Smith y a Frazer, y la comparacin de los rituales y de los usos religiosos proporciona a la ciencia adquisiciones que nunca se hubieran obtenido mediante la simple comparacin de los mitos con un perfil y una trama siempre complicados. Verdaderamente, el porvenir est reservado a un mtodo ms eclectico. El dios, el rito, el .nombre y el mito, todo ello forma un conglomerado cuyos elementos nicamente pueden ser disociados mediante la abstraccin; no existe anterioridad del nombre sobre la idea, ni. del rito sobre el mito. Este mtodo, en cuanto eclctico, ser tambin ms objetivo y sociolgico. Ya que el nombre, vinculado de esa manera al rito, deja de ser una simple expresin verbal; se transforma en parte integrante de todo un sistema de cosas del que es inseparable, y esas cosas son sociales.
Mitologa griega y teora de los mitos segn Gruppe
Hemos hablado del libro de Gruppe del que todava no tenemos ms que el segundo fascculo: la obra se anuncia como monumental. Despus de haber clasificado los mitos griegos por pas y por santuario, el autor aborda ahora el estudio de los mitos complejos (Mythenkomplexe), es decir, de los mitos agrupados en ciclos segn la afinidad de sus temas. Distingue nueve ciclos: l. Los mitos cosmolgicos; 2. teognicos; 3. relativos a la gigantomaquia; 4. antropognicos; 5. el ciclo de Horacles; 6. el ciclo de Tebas; 7. el de Argos; 8. el de Teseo; 9. el de Troya. Gruppe no nos dice por qu no ha distinguido otros mitos complejos. Parece haber considerado como tales solamente los que han determinado la aparicin de obras litetarias conservadas o reconstruibles, los que, en otros trminos, se han desarrollado en la literatura, ciclos literarios y temas de epopeya. Sin embargo, aun desde este punto de vista, hubiese sido necesario contar al menos un ciclo dionisaco o de la invencin del vino; baste pensar en las Bacantes de Eurpides. Por otro lado, un mito como el de Perseo, ya aparezca solo, ya junto al de Belerofonte, constituye lo que pudiera llamarse un ciclo de mitos o un mito compuesto, independiente de los santuarios donde se han desarrollado sus diferentes ramas.
Por otra parte, y de una manera general, el cuadro del libro es bastante dctil. Al igual que en la primera parte, los detalles se acumulan y se traban; las disertaciones se aprietan y las notas complementarias se escalonan. Detrs de este complicado andamiaje es perfectamente posible entrever las lneas maestras de una teora mitolgica; mas, nicamente tendremos posibilidad de apreciarla cuando est acabada la tercera parte. Lo que falta todava, y ello extraa en un libro tan nuevo y que supone tanta reflexin, son las definiciones y las posiciones de los principios. El autor, o bien ignora o bien no puede citar los trabajos en los que se elaboran las nociones que permiten la clasificacin de los hechos y su interpretacin. Acaso se trata de un deseo de objetividad? En ese caso, es un poco ilusorio, puesto que, justamente, los helenizantes estn bastante mal servidos por sus datos. Hay demasiados y demasiado malos. Lo peor es que, en general los helenizantes se contentan muy fcilmente. La conjetura pasa en seguida por un hecho y todo viene a estimular la conjetura. Gruppe parece complacerse en el cmulo de referencias, a falta de hechos bien conocidos. Las pginas relativas al culto del monte Oeta, a la muerte de Hrcules, a la asimilacin del Oeta al Atlas, a la asociacin de las Hesprides a las manzanas de oro con el santuario del Oeta, son un ejemplo tpico de este exceso de ingeniosidad que perjudica a esta excelente obra.
No nos ha resultado diflcil caracterizar el mtodo calificndole de histrico; antes de analizar los mitos, el autor se preocupa de saber dnde y cundo se han constituido, cules fueron sus formas sucesivas y ,cmo han sido fijados. En sus Griechische Culte und Mythen, publicados hace algunos aos, Gruppe estableca los principios de una especie de monogenismo histrico. Y no parece haber renunciado del todo a ello. As, para l, la representacin de la barca de los muertos, y el incesto de Edipo con su madre estn tomados de Egipto. En el fascculo precedente, relacionaba cierto nmero de mitos griegos con antecedentes fenicios; la teora reapareca al final del libro a propsito del origen del sacrificio griego, sobre el que habremos de volver en relacin con el prximo fascculo. En casi todas partes, sin embargo, las investigaciones sobre el origen se confunden con el anlisis de los mitos o bien lo preparan. Ya que los mitos griegos, tal y como los ha transmitido la literatura, son resultados o sumas de variantes anteriores. As pues, Gruppe intenta simplemente hacer con respecto a los mitos griegos lo que otros han hecho con respecto a la literatura potica fantstica y, en el fondo mtica de la edad media. Busca los prototipos, las fuentes primeras. Desgraciadamente, carece del sostn de la historia; pues, en Grecia, los modelos y las primeras ediciones de los mitos nicamente pueden reconstituirse a travs de conjeturas.
En ese libro, tales conjeturas se centran sobre todo en los nombres propios que figuran en los mitos, y dependen, en buena medida, deI postulado siguiente: la geografa de los mitos atestigua los desplazamientos de su tema principal. Dicho de otro modo, all donde el mito conduce a un hroe, podemos estar casi seguros de encontrat su nombre, ya sea en los cultos-pblicos, o bien en los cultos privados. Este es el caso de Aquiles en Troada; su santuario era una tumba. Se observa, por lo dems, que las figuras divinas vinculadas a un santuatio vuelven a encontrarse en sus sucursales; e incluso que los nombres de lugares viajan con los dioses y los hroes. Gracias a los Argonautas, podemos encontrar en Asia Menor, a Laertes, padre de Ulises, a Ogygia, a los Ciclopes, etc. Los nombres propios de la poesa mtica estaban abundantemente provistos de homnimos, de ah que podamos llegar, progresivamente y teniendo en cuenta las circunstancias, a determinar la patria de los relatos primitivos. Sobre ese punto, el trabajo de Gruppe es sistemtico; y, a pesar de la imprecisin del detalle, el conjunto es ms bien fructfero. Ya que existe un inters, incluso terico, en seguir un mito en su paso de una forma a otra al ritmo de sus migraciones. Efectivamente, para estudiar los mitos en cuanto fenmenos sociales, es necesario distinguir cuidadosamente sus partes constantes y sus partes adventicias. Por ejemplo, conviene saber que el nmero de trabajos de Herades ha podido variar y que el mito definitivo comprende, superpuestos a un mito arglico, algunos mitos tebanos y tracios, sin contar los que se han desarrollado entre los herclidas del Asia Menor. Un mito de ese gnero, compuesto y deformado de mil maneras, no pertenece al mismo tipo de fenmeno que un mito sacerdotal o popular de un lugar o de un santuario determinados.
Sin embargo, en este punto se plantea una cuestin preliminar. Por muy poco que nos preocupemos de ofrecer una teora del mito que tenga en cuenta su funcin religiosa, cabe despistarse por la incoherencia de lo que se ha convenido en llamar mitologas. La mitologa-tipo, nos presenta en particular toda una serie de relatos que estn agrupados fundamentalmente en razn de que sus principales personajes son dioses o hroes. Pero esta razn no es un elemento suficiente para una definicin. En este conglomerado, que por lo dems slo es artificial en parte resulta en extremo difcil distinguir lo que es mito, es decr, lo que hablando con propiedad, es religioso, y lo que es leyenda, cuento o novela. Tras la epopeya y los cuentos no es estrao descubrir los mitos. Usener se ha dedicado a ello con notable xito. Por su parte, Groppe contina en el mismo sentido. Aquiles es un dios, un dios del otro mundo y un dios mdico; su espada es adorada en Faselis; Medea e Ifigenia, Agamenn y Menelao son tambin dioses, etc. En esta naturaleza indecisa de la mitologa hay dos especies de razones. La primera es que a menudo el punto de partida de la composicin de un mito cclico es un fenmeno histrico o ms bien social; desde este punto de vista, la epopeya, la historia y el mito se confunden. En este sentido, segn Gruppe, las obras hipotticas que han terminado por constituir los mitos cclicos, eran ante todo composiciones de un inters nacional o poltico. La Heracleada arglica estaba destinada a fundamentar los derechos de los Herclidos.
Cabe decir tan slo que, en lo tocante a mitologa griega, existen muchas posibilidades de que no conozcamos la forma inmediata del mito ritual, la forma que el rito representa estrictamente. Se han intercalado demasiadas formas intermedias entre el rito y el mito. No obstante, hay ejemplos favorables a su tesis que Gruppe habra podido utilizar y que, sin embargo, no ha aprovechado. Por ejemplo, hubiera podido analizar la idea del buey barquero, animal sacrifial de aqu abajo y dios del otro mundo, para dar una idea de la interpenetracin del rito y del mito entre si, con objeto de poner de relieve el organismo vivo que constituyen ambos en virtud de su unin. Probablemente, esta laguna proviene de que Gruppe no ve en el rito ms que algo mecnico y formal, algo simplemente tradicional, meras costumbres de un grupo de hombres estrechamente localizados.
Como, en este momento, la explicacin ritualista de los mitos resulta favotable a este criterio, no viene mal recordar que dicha explicacin no da respuesta a todo. No existe un culto de los Titanes, ni tampoco un culto de Tetis. Por otra parte, el enriquecimiento propio de la mitologa en general y el de la mitologa griega en particular, puede no tener relacin con el ritual; puede haberse producido en l un incremento mediante la inspiracin en mitologas extraas a l. El mrito principal de la interpretacin ritualista es el de que tiende ms que ninguna otra a aproximar el mito a hechos ms inmediatos, es decir a los ritos. Pero, aun esto no nos informa sino de manera muy imperfecta acerca de la naturaleza intrnseca de esos hechos. La consideracin de determinados elementos ms particulares del mito es ms instructiva desde ciertos puntos de vista.
Una de las primeras etapas de la formacin del mito y del tema, es decir, de la imagen del ser cuyos actos nos relata el mito, es sin lugar a dudas, la fijacin de un nombre de este ser todava vago. Una vez creado, el nombre crea a su vez las personalidades divinas, que tienden entonces a separarse de las cosas. El nombre produce una persona porque tiene un valor en s, representativo y sagrado. Las cualidades distinguidas y designadas por el lenguaje acaban convirtindose en personas autnomas. No slo los nombres producen los dioses, sino tambin las relaciones lgicas y gramaticales de los nombres entre s y en relacin con las cosas que produen nuevos mitos. Ese campo de la nvestigacin ha sido abierto magistralmente por Usener en sus Gotternamen. Gruppe, por su parte, contina la exploracin. La interpretacin de los nombres considerados como eptetos divinos le ayuda a agrupar los eptetos flotantes y vagos, los nombres propios de hroes y los trminos de la geografa mtica, altededor de tipos divinos y de mitos determinados. Los nombres revelan de este modo el elemento comn de los mitos. Podemos ver cmo en nombres tales como Jolcos (silln dorado), Jasn (Iasion, hroe agrario del silln), que la leyenda de los Argonautas contiene elementos de mito agrario.
Desde este punto de vista, el mito participa pues de la naturaleza del lenguaje. Tambin puede comprobarse que, exactamente igual que en el lenguaje, el mito repite a menudo en vacio, y de ordinario de manera inadecuada, frmulas ya hechas. Tambin el mito est gobernado por la costumbre. El pensamiento sigue a las palabras, del mismo modo que sigue a los mitos formados con anterioridad. El pensamiento deforma las cosas con la imagen de las ideas que lo constituyen. Asi pues, el mundo st entendido sobre un plano terico impuesto, segn el cual ha de alinearse la realidad de bueno o de mal grado. En este punto, encontramos acertada la teora que propone Gruppe de la geografa mtica, al principio de su libro. Pone de manifiesto que, sin duda, el sistema de nociones griegas no es ficticio por entero; ciertos elementos se inspiran en la realidad: por ejemplo, el jardn de las Hesprides es la rplica de los jardines sagrados del Oeta. As pues, en este sentido nosotros diramos que el mito no hace sino expresar la realidad religiosa. Pero, esos elementos reales, una vez separados de las cosas terrestres por obra del mito, vuelven a la tierra cuando el resto del sistema mtico vuelve a ella tambin. El mundo se ordena en torno a los santuarios como centros de donde irradian los rios divinos, a algunos pasos de los cuales se abren las puertas de los infiernos. El mismo procedimiento se aplica a la representacin del cielo. En l los dioses son establecidos en sus puestos mticos y en l son representadas las escenas mticas. A este respecto, nos parece lamentable que Gruppe no hable de cataterismos,
En resumen, el mito empieza en la simple concepcin imaginativa, es cierto, de las cosas religiosas, y se acaba en un sistema de imgenes y de nociones que las encuadran. El mito, en suma, es originariamente expresivo, significatvo, no simblco. Se hace simblico de una manera natural. Al principio, no es una especie de vestidura alegrica con la que los grupos sociales han revestido la realidad, sino que es la realidad que no hubiera podido ser concebida de manera diferente por esos grupos. Ahora bien, si es una simple expresin, es como las palabras favorable, susceptible de un nmero ilimitado de sentidos; existe una fuerza que determina que el mito pueda convertirse en una cosa aparte, autnoma, y oponerse en adelante a las cosas como un smbolo.
La consideracin terica de los tipos de mitos desgraciadamente ha continuado siendo extraa al trabajo de Gruppe; que no la ha tenido en cuenta ms que desde un punto de vista histrico y se ha limitado a insistir en que se preocupaba del problema estudiando como historiador los mitos por grupos orgnicos. Gruppe no ha estudiado esos grupos como asociaciones naturales de temas, cuyo plan de composicin es algo necesario... QU ES EL MITO? Rollo May
Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia. Tanto si el sentido de la existencia es slo aquello a lo que damos vida merced a nuestra propia fortaleza, tal y como mantendra Sartre, como si es un significado que hemos de descubrir, como afirma Kierkegaard, el resultado es el mismo: los mitos son nuestra forma de encontrar este sentido. Son como las vigas de una casa: no se exponen al exterior, son la estructura que aguanta el edificio para que la gente pueda vivir en l.
La creacin de mitos es un proceso esencial para la adquisicin de la salud mental, y el terapeuta sensible no puede despreciarlo. En realidad, el nacimiento y el desarrollo de la psicoterapia en nuestn era contempotnea tuvieron su origen en la desintegtacin de nuestros mitos.
Mediantc sus mitos, las sociedades sanas facilitan a sus miembros un alivio para sus neurticos sentimientos de culpa y su excesiva ansiedad. En la Grecia antigua, por ejemplo, donde los mitos eran algo vital y poderoso, los individuos podan enfrentarse a los problemas de la existencia sin experimentar sentimientos de culpabilidad o ansiedad. De ah que los filsofos de la poca se dedicaran a discutir sobre la belleza, la verdad, la bondad y el coraje como valores de la vida humana. Los mitos dejaron a Platn, Esquilo y Sfocles libres para crear sus grandes obras filosficas y literarias, que han llegado hasta nosotros como valiosos tesoros.
Pero cuando los mitos de la Grecia clsica se derrumbaron en los siglos II y III, Lucrecio encontr corazones apesadumbrados en todos los hogares; acosada por incesantes remordimientos, la mente era incapaz de aliviarse y se vea forzada a desahogarse mediante lamentaciones recalcitrantes.
En el siglo xx, nos encontramos en una situacin similar; corazones apesadumbrados y lamentaciones. Nuestros mitos ya no cumplen su funcin de dar sentido a la existencia, los ciudadanos de hoy en da han perdido su rumbo y su propsito en la vida, y la gente no sabe cmo controlar sus desmesurados sentimientos de ansiedad o culpabilidad. Recurren en masa a los psicoterapeutas y a sus sustitutos, o a las drogas y a las sectas, para que les ayuden a mantenerse en pie. De ah que el psiclogo, Jerome Bruner pueda afirmar: Pues cuando los mitos predominantes no se ajustan a las diferentes circunstancias del hombre, la frustracin se expresa mediante su destruccin y la bsqueda solitaria de la identidad interna.
Esta bsqueda solitaria de la identidad interna es una necesidad muy extendida en nuestra sociedad, que da lugar al desarrollo del psicoanlisis, a las muchas formas y promesas de la psicoterapia, y a una gran cantidad de curanderos y sectas, sean constructivas o destructivas.
Nunca te promet un jardn de rosas
Esta novela autobiogrfica, Nunca te promet un jardn de rosas (I Never Promised You a Rose Garden), narra las experencias de una joven esquizofrnica, Deborah, durante su tratamiento psiquitrico real. Los emocionantes hechos del tratamiento de esta chica parecen extraidos de una pelcula de extraterrestres. Durante su terapia, podemos encontrar constantes y absorbentes juegos mitolgicos. Deborah (se es su nombre real) conviva con las figuras mticas de Idat, Yr, Anterrabae, Lactamaen, el Cmulo... todos los cuales habitaban en el Reino de Yr. Dado que Deborah no podia comunicarse con nadie ms en el mundo, necesitaba desesperadamente estas figuras mticas. Segn ella escribe, los dioses de Yr han sido como camaradas para m; han compartido conmigo su soledad de una manera secreta y precisa. Recurra a ellos cuando se senta aterrorizada o insoportablemente sola en el as llamado mundo real.
De camino al sanatorio, como nos cuenta Deborah, ella y sus padres se quedaron a pasar la noche en un motel, en habitacones contiguas.
Al otro lado de la pared, Deborah se ech a dormir. El reino de Yr tena una especie de lugar neutral al que llamaban cl Cuarto Nivel. Se llegaba a l slo por accidente, y no se poda acceder mediante ninguna frmula o acto voluntario. En el Cuarto Nivel no haba ningn sufrimiento que soportar, ningn pasado ni futuro contra el que rebelarse.
Ahora, en la cama, llegando al Cuarto Nivel, el futuro ya no le preocupaba. Se supona que las personas de la otra habitacin eran sus padres. Muy bien. Pero eso formaba parte de un mundo en sombras que se estaba disolviendo, y ahora se vela transportada hacia uno nuevo en el que no sentta la menor preocupacin. Al salir del viejo mundo, tambin salfa de las complejidades del reino de Yr, del Cmulo de los Otros, del Censor, y de los dioses Yri. Se acurruc y durmi profundamente, sin soar, descansando. A la maana siguiente, segn nos dice, sinti la gran seguridad y comodidad que los mitos le haban dado. [...] mientras el cohe se iba alejando del motel y se edentraba en el soleado da, a Deborah se le ocurri que el viaje poda durar eternamente, y que la libertad serena y maravillosa que senta poda ser un nuevo regalo de los dioses y habitantes de Yr, normalmente demasiado exigentes.
Estos dioses del mundo de Deborah no slo resultan notables por la profundidad de su concepcin, sino por su gran parecido con lo que treinta aos despus hemos visto en E.T., El retorno del Jedi, Encuentros en la tercera fase, y dems pelculas de extraterrestres que han fascinado a millones de nios y adultos de este fin de siglo. Deborah era una esquizofrnica. Peron la cuestin de dnde hay que trazar la lnea que separa la esquizofrenia de la imaginacin creativa y desbordante ha sido siempre un enigma. De nuevo, Hannah Green (su seudnimo) escribe:
Empez a caer, acompaando a Anterrabe a travs de aquella oscuridad, rodeada por el fuego, que conduca a Yr. Este vez la cada fue larga. Durante mucho tiempo hubo ms oscuridad, y luego una semipenumbra que slo poda entreverse forzando la mirada. El lugar era familiar; era el Pozo. Aqu geman y gritaban los dioses y el Cmulo, pero incluso ellos resultaban inintelegibles. Tambin podran orse sonidos humanos, pero sin sentido. El mundo intentaba intervenir, pero era un mundo fragmentado e irreconocible.
La psiquiatra que se ocupaba de la terapia de Deborah en Chestnut Lodge, Frieda Fromm-Reichmann, le aclar con gran sensatez desde el principio que no expulsara a aquellos dioses en contra de su voluntad. La doctora Frieda, como se la llama en el libro, los incorpor al tratamiento, sugirindole a veces a Deborah que les dijera esto o aquello, o preguntndole en ocasiones qu pensaban sus dioses. Lo ms importante es que la doctora Fromm-Reichmann respet su necesidad de aquellas figuras mticas, e intent ayudarla a ver que ella, Deborah, haba contribuido a crearlas. En una sesin.
La doctora dijo despacio: Se acab nuestro tiempo, has hecho bien en contarme cosas sobre el mundo secteto. Quiero que vuelvas a l y les digas a esos dioses, y al Cmulo y al Censor, que a m no me intimidan, y que ni t ni yo vamos a dejar de trabajar a causa de su poder.
Pero cuando la doctora Frieda se fue a Europa en verano, a Deborah se le asign temporalmente un psiquiatra ms joven imbuido del nuevo racionalismo. Este se apresur a derribar sus ilusiones sin entender la necesidad de sus mitos. El resultado fue que Deborah, con su sistema de dioses y su reino extraterrestre hecho pedazos, empez a empeorar acusadamente. Se retir a un mundo completamente aislado. Prendi fuego al sanatorio, se quem y automutil, y se comport como un ser humano cuya humanidad ha sido destruida. Y eso es literalmente lo que haba sucedido. Se haban llevado su alma -definida como la funcn ms ntima y fundamental de la conciencia- y ya no le quedaba nada a lo que agarrarse.
Deborah se lo cont a la doctora Frieda cuando sta volvi de Europa. El otro psiquiatra, dijo llorando, slo quera demostrar cunta Tazn tena y lo listo que era. En un mar de lgrimas, prosigui: Poda haber dicho "reacciona y djate de tonteras"... Maldita seal -gimi Deborah-. A cambio de mi verdad el mundo slo me da nentirasl
Podemos interpretar la conducta racionalista del psiquiatra como una alegora de la era moderna. En el siglo xx, al preocuparnos tanto por demostrar que nuestros razonamientos tcnicos son correctos y as eliminar de un solo golpe la estupidez de los mitos, tambin dejamos nuestras almas a la intemperie, y amenazamos con destruir nuestra sociedad como parte del mismo proceso de deterioro.
Los mitos de Deborah se extienden hasta la ltima pgina de Nunca te promet un jardn de rosas. Pero al final del libro ha aprendido que sus mitos son tambin producto de su rica creatividad. La doctora Frieda le ha ayudado a entender que tiene el poder de moldear la forma que stos pueden adoptar, en principio pretendidamente esquizofrnica.
Aunque Deborah desempe un papel importante en la creacin de los mitos, es importante aclarar que ella no cre su necesidad. Esta necesidad es parte de nuestro destino como seres humanos, parte de nuestro lenguaje y de nuestra forma de entendernos mutuamente. Al final de la terapia, la creatividad de Deborah emergi en formas que resultaban tan beneficiosas para ella como para la sociedad; tras completar su tratamiento en Chestnut Lodge, ha escrito y publicado varias novelas excelentes, al menos dos de las cuales tratan de personas con graves problemas.
Este libro no trata bsicamente de los esquizofrnicos como tales, sino de la necesidad que todos tenemos de contar con mitos que procedan de nuestro carcter como seres humanos. La forma de tales mitos puede variar. Pero su necesidad, en realidad, la necesidad del mito, estar presente all donde haya personas que se llamen a s mismas humanas. En este sentido, todos somos como Deborah: aunque creamos nuestros propios mitos a partir de diferentes formas colectivas y personales, stos nos son necesarios para salvar el bache existente entre nuestra identidad biolgica y la personal.
Los mitos son la autointerpretacin de nuestra identidad en relacin con el mundo exterior. Son el relato que unifica nuestr sociedad. Son esenciales para el proceso de mantener vivas nuestras almas con el fin de que nos aporten nuevos significados en un mundo difcil y a veces sin sentido. Ciertos aspectos de la eternidad -tales como la belleza, el amor y las grandes ideas- aparecen repentina o gradualmente en el lenguaje del mito. La creacin de mitos es fundamental en psicoterapia. Es esencial que el terapeuta permita al cliente tomarse en serio sus mitos, aparezcan stos en forma de sueos, asociaciones libres o fantasas. Cualquier individuo que necesite aportar orden y coherencia al flujo de las sensaciones, emociones e ideas que acceden a su conciencia desde el interior o el exterior, se ve forzado a emprender por s mismo lo que en pocas anteriores hubiera llevado a cabo su familia, la moral, la Iglesia y el Estado. En la terapia, los mitos pueden ser una extensin, una forma de poner en prctica nuevas estructuras vitales, o un intento desesperado de reconstruir el propio modo de vida. Los mitos, como dice Hannah Green, comparten nuestra soledad.
Cultos y mitos
La estadstica de los ndices de suicidio entre los jvenes durante las ltimas dcadas es terrorfica. En los aos setenta, el nmero de suicidios entre los jvenes de raza blanca aument en gran medida. Se pueden poner en prctica varias formas de prevenirlo, como por ejemplo telefonear a las personas gravemente deprimidas, etc. Pero mientras la meta suprema siga siendo amasar dinero, mientras prcticamente no prediquemos la tica con el ejemplo en el hogar o desde el gobierno, mientras estos jvenes no se sientan llamados a crearse una filosofa de la vida y mientras la televisin se vea invadida de violencia y sexo sin hacer ningn caso al proceso de aprender a amar... mientras suceda todo esto, seguir existiendo entre los jvenes ese espantoso nmero de depresiones y suicidios.
Durante un reciente discurso de graduacin en la Universidad de Stanford, el estudiante que actuaba como orador describi a su clase como un grupo que no saba cmo se relaciona con el pasado o con cl futuro; con poco sentido del presente; sin creencias que den sentido a la vida, sean laicas o religiosas, y en consecuencia carente de metas o caminos que seguir. Mientras nuestro mundo y nuestra sociedad sigan vacos de mitos y objetivos morales relacionados con las creencias, habr depresiones y, como veremos ms adelante, suicidios. En captulos posteriores nos referiremos a algunos de los motivos de este vaco tico aqu slo afirmamos que la ausencia de mitos significa la falta de un lenguaje en el que empezar, por lo menos a comunicarse sobre tales asuntos.
En este mundo sin rumbo en el que nos encontramos en las postrimeras del siglo xx, no sorprende que algunos desesperados se precipiten a la bsqueda de nuevos cultos o resuciten algunos antiguos, buscando respuestas a su ansiedad y alivio a su culpabilidad o depresin, anhelando encontrar algo con lo que llenar el vaco de sus vidas. Tambin ruegan a los astrlogos que les guen. O bien recurren a supersticiones procedentes de un pasado remoto, aunque nos recuerden la poca de la brujera.
Nuestro siglo xx fue anunciado en su origen como la era del racionalismo, la era en que triunfara la educacin ilustrada y la religin quedara purificada al fin de todo tipo de supersticiones. En realidad, casi todos los vehementes propsitos de la Ilustracin se han cumplido, al menos en parte; tenemos ms riqueza que nunca para algunos, la liberacin de la tirana es la meta de la mayora de occidentales, la ciencia evoluciona ad infinitum... Pero, qu ha sucedido? En conjunto estamos ms confusos, carecemos de ideales morales, tememos al futuro, dudamos sobre qu hacer para cambiar las cosas o cmo rescatar nuestra propia vida iriterior. Somos los mejor informados de la Tierran, dice Archibald MacLeish:
Nos inundan los hechos, pero hemos perdido, o estamos perdiendo, nuestra capacidad humana para sentirlos... Conocemos las cosas con la mente, mediante hechos, mediante la abstraccin. Parece que somos incapaces de sentir lo que senta Shakespeare cuando hizo gritar al Rey Lear en el pramo dirigindose a un cegado Gloucester: Ya ves como marcha el mundo, y Gloucester responde: Lo veo con el sentimiento.
El lenguaje abandona el mito slo a costa de la prdid de la calidez humana, el color, el significado ntimo, los vlores: todo lo que d un sentido personal a la vida. Nos comprendemos mutuamente identificndonos con el significado subjetivo del lenguaje del otro, experimentando lo que significan las palabras importantes para l en su mundo. Sin el mito somos como una raza de disminuidos mentales, incapaces de ir ms all de la palabra y escuchar a la persona que habla. No puede haber prueba ms definitiva del empobrecimiento de nuestra cultura contempornea que la definicin popular -si bien profundamente errnea- del mito como falsedad.
La sed de mitos y la decepcin ante su ausencia se demuestra en el uso de narcticos. Si no podemos dar sentido a nuestras vidas, al menos podemos escapar temporalmente de la montona rutina mediante experiencias extracorporales con cocana, herona, crac o cualquier otra droga que nos permita huir provisionalmente de este mundo. Este es un patrn frecuente en la psicoterapia: cuando la persona cree que sus expectativas resultan abrumadoramente difciles, puede llegar a considerar que le es posible participar en su propio destino tomndose una sobredosis o pegndose un tiro. Si vamos a ser aniquilados de todas formas, es menos humillante salir de escena con un tiro que con un estertor.
El xito de los cultos en nuestros tiempos, especialmente entre los jvenes, pero tambin entre los adultos, es igualmente un indicio de la desesperada necesidad de mitos. Cualquier grupo que prometa felicidad, amor y un acceso directo a los dioses que haga falta, puede conseguir su pblico; la gente acude en masa a cualquier nueva secta se llame como se llame. Jim Jones y la tragedia de Guyana, donde se suicidaron 980 de sus seguidores porque el autoritario Jones les dijo que lo hicieran, constituyen una advertencia que no debemos olvidar.
Las sectas poseen el poder de los mitos sin sus lmites sociales, sin sus frenos, sin reponsabilidad social. Hay que prestar atencin a la necesidad del mito, pues a menos que consigamos mitos autnticos nuestra sociedad llenar ese vaco con pseudomitos y creencias mgicas. Los socilogos informan de una serie de encuestas realizadas en los aos sesenta y setenta que demostraban que la creencia en Dios disminua y la creencia en el Diablo aumentaba. Esto constituye un reflejo de la pasin por las sectas por parte de la gente que cree que nuestra sociedad se desintegra y que debe haber alguna forma de explicarlo.
En lugar de considerarse una conducta casual e irracional, la creencia en el Diablo es un intento de dar sentido al mundo de los que carecen de poder, de encontrar casualidad all donde amenaza el desorden, y de reducir la disonancia generada por su vinculacin a un orden social que les resulta incomprensible y los ignora.
La negacin de los mitos
Parecer desconcertante afirmar la necesidad de los mitos cuando en nuestra cultura nos hemos acostumbrado a etiquetarlos como falsedades. Incluso personas de una elevada inteligencia utilizan la expresin slo un mito como forma de desaprobacin; la historia de la creacin segn la Biblia, por ejemplo, es slo un mito. Este empleo del trmino slo como desaprobacin del mito empez con los Padres de la Iglesia, en el siglo III, como forma de combatir la fe de las gentes en los mitos griegos y romanos, Afirmaban que slo el mensaje cristiano era cierto y que las historias griegas y romanas eran slo mitos. Pero si los Padres de la Iglesia hubieran tenido ms confianza en la riqueza mitolgica que traera la cristiandad -la celebracin de la Navidad, con los Reyes Magos siguiendo la estrella de Oriente y el encanto indescifrable del intercambio de regalos; la impresionante experiencia que constituye la Pascua como celebracin de la primavera y del florecimiento de las plantas y de las cosechas, as como del mito de la resurreccin- habran tenido menos necesidad de atacar a los grandes mitos de la Grecia y Roma clsicas.
Pero, en nuestros tiempos, hay otra razn que sustenta la definicin errnea de los mitos como falsedades. Muchos de nosotros hemos aprendido a pensar en trminos estrictamente racionalistas. Parece que somos vctimas del prejuicio segn el cual cuanto ms racionalistas sean nuestras aseveraciones ms ciertas resultarn, como hemos visto en el psiquiatra suplente de Hannah Green. Este monopolio de la actividad del hemisferio izquierdo del cerebro no sustenta una ciencia real sino una pseudociencia. Gregory Bateson nos recuerda acertadamente que la mera racionalidad intencional, sin la ayuda de fenmenos tales como el arte, la religin, los sueos y similares, es necesariamente patgena y destructora de la vida. Como dijimos antes, nuestra primera reaccin cuando los mitos no bastan es destruirlos; atacar el propio concepto de mito. La negacin de los mitos, como veremos ms adelante, es en s misma una parte de nuestra negativa a hacer frente a nuestra realidad y a la de nuestra sociedad.
Por descontado, afirm Mx Muller, hoy en da existen mitologas igual que en tiempo de Homero, slo que no las percibimos porque vivimos a su sombra y retrocedemos ante la meridiana luz de la verdad.
No hay conflicto entre la ciencia bien definida y el mto igualmente bien concebido. Heisenberg, Einstein, Niels Bohr e innumerables cientficos modernos han dejado esto claro. Es interesante apreciar cuntos de los grandes descubrimientos cientficos empiezan como mitos. No tenemos la respuesta de Einstein a la carta en la que Freud defendia el mito refirindose a la cuestin de por qu la guerra?, pero no hay razn para dudar de que fuera afirmativa. La relacin entre ciencia y mito queda resumida en la frase de W.B. Yeats: La ciencia es la crtica del mito.
Nuestro problema no es meramente de definicin. Es de compromiso interno; es un problema de la psicologa y del ansia espiritual por reunir el valor suficiente para levantar la vista y contemplar la meridiana luz de la verdad. EL MITO: DEFINICIN Y FUNCIONES Jos Carlos Bermejo Barrera
Qu es el mito?
Esta pregunta y su respuesta han preocupado a los hombres ya desde la antigedad. Pero, aunque partiendo siempre de esta interrogacin inicial, esta pregunta ha recibido una gran infinidad de respuestas a lo largo de la Historia.
La mayor parte de ellas son de carcter especulativo. Tratan de estudiar las relaciones entre el mito y la razn en un nivel general y abstracto, sin recurrir en absoluto a contemplar aquellas sociedades en las que existen los mitos en vivo y observar cmo son y para qu sirven en ellas.
Como en estas respuestas hay una gran variacin y arbitrariedad, es entonces necesario, si queremos trabajar con rigor cientfico, partir de un planteamiento que est dotado de una gran limpieza y desprovisto de perjuicios. Debiendo tener como condicin que estudie el mito en una sociedad que lo viva.
Lo ms indicado es entonces recurrir a un etngrafo que se haya interesado por el problema. Podemos comenzar, por ejemplo, por la obra de B. Malinowski. Este autor, en su artculo El mito en la Psicologa primitiva, expone una teora sociolgica del mito que est dotada de un gran inters y utilidad para el presente trabajo.
Parte de que es preciso retornar a la psicologa primitiva para comprender el secreto de su vida en el estudio de un mito vivo an, antes de que, momificado en su versin clerical, haya sido guardado como una reliquia en el arca, indestructible, aunque inanimada, de las religiones muertas.
Los relatos viven en la vida del primitivo y no sobre el papel, y cuando un estudioso toma nota de ellos sin ser capaz de evocar la atmsfera en que florecen, no nos est ofreciendo sino un pedazo mutilado de realidad.
Para Malinowski, pues, el mito es una parte integrante de una sociedad y su comprensin slo podemos lograrla si conocemos a esa sociedad ntegramente y en vivo. Desde su punto de vista, entonces, lo que pretendemos hacer sera absolutamente imposible, ya que, precisamente, partimos de unas versiones de los mitos manoseadas, remoldeadas, clericalizadas y literaturizadas que apenas si nos transmiten nada de su contenido original.
Para l, como para Grote y Lvi-Strauss, el mito no se puede reducir a smbolo, metfora o algo similar, pues el mito no es simblico, sino expresin directa de lo que constituye su asunto..., es un ingrediente vital de la civilizacin humana.
Pero es necesario distinguir el mito de otras narraciones de tipo similar, como la leyenda y el cuento. Acerca de este ltimo tenemos que ha sido un tpico de la literatura etnogrfica el tratar de establecer relaciones entre el mito y el cuento. Construyndose teoras que hacen derivar a uno del otro, sin una base histrica suficiente.
Frente a este tipo de posturas apriorsticas y especulativas, Malinowski coloca la realidad etnogrfica. En ella, mito y cuento conviven sin ninguna dificultad, poseyendo cada uno sus caracteres propios. As afirma: El cuento popular, como sabemos, es una celebracin de temporada y un acto de sociabilidad. La leyenda originada por el contacto con una realidad fuera de uso abre la puerta a visiones histricas del pretrito . El mito entra en escena cuando el rito, la ceremonia o una regla social o moral demandan justificante, garanta de antigedad realidad y santidad. E igualmente: Mientras el puro cuento que se narra junto a la hoguera posee un contexto sociolgico angosto, la leyenda ya penetra con mucha mayor profundidad en la vida social de la comunidad y el mito desempea una funcin social mucho ms importante... La funcin del mito, por decirlo brevevente, consiste en fortalecer la tradicin y dotarla de un valor y prestigio an mayores al retrotraerla a una realidad, ms elevada, mejor y ms sobrenatural, de eventos iniciales. Pero la funcin social del mito no se agota en esto, pues una vez que se comienza a estudiar la funcin social y a reconstruir su significado pleno, se va elaborando gradualmente la teora de la organizacin social de los nativos.
Todos los mitos poseen esta funcin social, y por ello carece de utilidad el clasificarlos en tipos para su estudio, que debe realizarse tomando como un conjunto todos los pertenecientes a una cultura. El enfoque mitolgico que se preocupa por establecer distinciones es para Malinowski errneo porque trata a los mitos como meros relatos, porque los considera como una ocupacin intelectual de silln en el primitivo porque los est sacando de su contexto y estudindolos por lo que parecen sobre el papel y no por lo que hacen en la vida.
Muchos de ellos hacen remontar costumbres o instituciones a un pasado remoto, pero el mito, tomado como un todo, no puede ser historia puramente desapasionada, puesto que siempre est hecha ad hoc para cumplir alguna funcin sociolgica, para glorificar a un cierto grupo o para justificar un estado de cosas.
No puede ser enmarcado, entonces, dentro de la historia de los hechos, pero s en la social, ya que justifica las estructuras sociales vigentes en el momento en el que se elabora. Y adems de esto el mito se refleja en todos y cada uno de los miembros de una sociedad dada y se expresa en muchos fenmenos sociales.
Ahora bien, ese autor no se preocup en elaborar ningn mtodo de anlisis mitolgico. Y por lo tanto su obra nos va a resultar insuficiente, debiendo completarla entonces, para que nuestro planteamiento metodolgico sea posible, con el examen de algunos mtodos de examen mitogrfico.
Cada uno de los que vamos a ver a continuacin llevar implcita una concepcin del mito y sus relaciones con la sociedad, la economa, el ritual y el pensamiento religioso o cientfico; es decir, una definicin de su naturaleza y funciones.
Hasta ahora hemos estudiado una primera definicin del mito, la de Malinowski, que destaca la funcin social del mito, y apela porque su estudio se limite a las sociedades vivas; enlazando con l pasaremos a exponer las teoras ms opuestas a las suyas: las psicoanalticas.
Malinowski siempre se opuso a las hiptesis de S. Freud, y para rebatir una de ellas, la del complejo de Edipo, escribi una de sus obras acerca de la sexualidad entre los primitivos y varios artculos.
La teora de Freud que Malinowski ataca es la que este autor haba expuesto en su libro Ttem y Tab, conocido con el nombre de la novela de Freud, debido a su carcter fantasioso y su carencia de fundamentos reales.
En l no expone directamente Freud ninguna teora acerca del mito. Pero implcitamente s desarrolla una que ser posteriormente explotada por algunos de sus discpulos.
Entre ellos cabe destacar, en primer lugar, al antroplogo hngaro Geza Roheim quien a travs de toda su obra, trata de defender de una forma desesperada las teoras de Freud acerca de la horda primitiva, articulada en torno a las piezas claves de toda estructura social, que son, en su opinin, los complejos de Edipo y de Electra.
La especialidad de este autor fue la etnografa del continente australiano. Dentro de ella trat de demostrar la universalidad de estos complejos, presentes, en su opinin, aun en sociedades matriarcales. Lo que haba rebatido Malinowski.
Este problema es para este trabajo de un inters muy relativo, pero es necesario indicarlo porque en G. Roheim est estrechamente unido a su concepcin del mito.
En realidad su pensamiento mitogrfico se caracteriza por su insustancialidad, pues se reduce a afirmar que el mito es un documento del inconsciente, que expresa sus contenidos y complejos. Como, en su opinin, el inconsciente es universal e inmutable desde los comienzos del hombre, todos sus anlisis se sitan fuera del campo de la Historia y su utilidad para este trabajo es prcticamente nula.
Con respecto a los planteamientos psicoanalticos de este tipo se puede decir, con A. J. Greimas, que adems de que cede a la tentacin constante e inconsciente de tomar las metforas por realidades, el psicoanlisis se cierra as el camino que debe llevarle a la construccin de un metalenguaje metodolgico unvoco y coherente, formulando sus hallazgos, que son indiscutibles, en un lenguaje potico y ambiguo y que puede a menudo ir hasta la hipstasis misma de la ambigedad.
En esta misma lnea de investigacin se sita otro psicoanalista y antroplogo, tambin hngaro, Georges Devereux. El, al igual que Roheim, no formula una teora amplia acerca del mito. pero s que lanza, siguiendo tambin a Freud, algunas afirmaciones acerca de su naturaleza y funciones.
El mito es en su concepcin un documento del inconsciente. Este sector de la psique es universal, en el sentido de que funciona de la misma forma en todas las culturas. Pero sus contenidos estn determinados en cada momento histrico por las culturas concretas y por lo tanto son variables.
A consecuencia de esto, por ejemplo, los sueos de un indio navajo son diferentes a los de un hombre europeo, y del mismo modo las enfermedades variarn con las culturas. La esquizofrenia, concretamente, dice Devereux, no existe en ningn pueblo primitivo y se desarrolla especialmente en nuestra cultura.
El psicoanlisis de la cultura de Devereux se abre entonces perfectamente a la Historia. Dentro de l, el mito, adems de ser considerado como un producto del insconsciente, lo es tambin como una elaboracin de la sociedad.
Su misin, dentro de ella, es la de justificar y explicar el conjunto de la estructura social. Pero tambin conserva dentro de s los grmenes que podran llevar a la destruccin de la sociedad que lo cre. Porque toda sociedad lleva consigo no slo aspectos "funcionales" por los que afirma y mantiene su integridad, sino tambin un cierto nmero de creencias, dogmas y tendencias que contradicen. niegan y minan no slo las operaciones y estructuras esenciales del grupo, sino que a veces incluso su propia existencia.
Devereux, como Marcel Mauss, parte de que el individuo est condicionado totalmente por su sociedad, aunque posee, como es lgico, cierta libertad para actuar dentro de ella. Las culturas varan y sus contenidos tambin; lo nico que permanece ms o menos constante es la relacin entre el hombre y su cultura, relacin en la que el hombre, como producto cultural, cambia al comps de la misma. Es decir, que el hombre funciona como creador, criatura, manipulador y mediador en todo lugar y de la misma forma.
El mtodo de Devereux, dejando aparte el acierto o incorreccin de sus hiptesis acerca del mito, resulta til desde un punto de vista tcnico y operatorio, al contrario que el de Roheim. Por ejemplo, cuando l afirma que los tobillos poseen un valor simblico importante, aunque incomprendido, en el pensamiento mitolgico griego, debemos aceptar su afirmacin, ya que no es en absoluto gratuita, sino que est bien fundamentada; a pesar de que podamos no estar de acuerdo con sus ideas acerca del mito o la cultura.
O bien, si tomamos un caso ms particular como su artculo acerca del cegamiento de Edipo, tendremos que, aunque no estemos de acuerdo con las doctrinas psicoanalticas acerca de la castracin y su complejo, podemos afirmar con seguridad, basndonos en la investigacin realizada en dicho trabajo que el hecho de que Edipo se quite los ojos tiene el valor simblico de una castracin. En sus palabras: El autocegamiento de Edipo es un acto enormemente sobredeterminado, en tanto que cegamiento castiga el parricidio y en tanto que autocastracin simblica castiga el incesto.
La bibliografa que podramos utilizar para examinar otro de los mtodos psicoanalticos, el de C. G. Jung, podra ser inmensa, pero vamos a partir de dos obras fundamentales.
Es sabido que Jung fue un discpulo de Freud y que posteriormente lleg a disentir de su maestro, debido a que ambos llegaron a tener una concepcin del subconsciente fundamentalmente diferente. Pero lo que a nosotros nos interesa de su obra es el tratamiento que le dio a sus smbolos y, en consecuencia, a los mitos.
Jung, al contrario que la mayora de los psicoanalistas, concede primaca a la Historia en la interpretacin del smbolo. Y da al mito un cierto valor gnoseolgico, comparndolo incluso con la ciencia. Postura que, como ya vimos, era la de Grote, Malinowski, Jensen, Leenhardt y Lvi-Strauss. En su concepcin es en primer lugar la Historia la que en la actualidad nos permite disponer en conjuntos ordenados la ilimitada cantidad de materiales empricos y conocer la significacin funcional de los contenidos colectivos del inconsciente. Y el simbolismo mitolgico es un proceso cognoscitivo en la fase mitolgica. Por ello existe una afinidad entre la mitologa y la ciencia. El carcter espiritual de la mitologa le permite, como a la ciencia ver ms all del fenmeno aislado. Un mitologema habla, acta y sirve por s mismo, como una teora cientfica o una creacin musical, y, hablando de un modo general, como toda verdadera obra de arte.
El inconsciente, en Jung, adems de ser colectivo y social, es naturaleza que nunca engaa, slo nosotros nos engaamos. Pero es algo disfinto a un recipiente que pudiese contener los smbolos comunes a toda la humanidad a travs de los tiempos. No se trata entonces de que los smbolos sean representaciones heredadas, sino de una disposicin funcional a producir representaciones iguales o anlogas.
Ahora bien, su trabajo con smbolos, a los que maneja y da un significado, no es vlido para nosotros a nivel general porque Jung acta como lo que es: un mdico. Y por ello utiliza estos smbolos con un fin prctico, sin pretensin terica alguna y sin querer afirmar nada definitivo acerca de las culturas que los crearon. En algn caso particular su interpretacin de un smbolo podr servirnos para el caso griego, pero en la mayor parte de ellos deberemos abandonar sus conclusiones.
Jung describe en sus obras lo que l llama el proceso de individuacin. Esta operacin consiste en ordenar un conjunto de smbolos con un fin prctico, la curacin de un enfermo. Actuar de este modo es lcito en el terreno psicoteraputico, pero no en el histrico. Y por ello la aplicacin literal de su mtodo al mito griego ha resultado un fracaso. Este proceso, que se va desarrollando a lo largo del proceso teraputico, se produce tambin, aunque en forma algo diferente, a lo largo del desarrollo de la infancia del individuo.
Jung reconoci siempre las limitaciones de su mtodo. Pero algunos de sus discpulos comenzaron en seguida a olvidarlas, como, por ejemplo, Joseph Campbell, autor de un libro muy ambicioso (El Hroe de las Mil Caras). En l traslada el mtodo jungiano del terreno concreto al abstracto y afirma que la funcin del mito se limita nicamente a la construccin del proceso citado. En su estudio, naturalmente, slo utiliza unos pocos mitos, que interpreta de forma ms o menos arbitraria, para encuadrarlos en el marco de su hiptesis. Y como en los casos anteriores, tenemos que si bien sus interpretaciones pueden ser acertadas en algn caso particular, deben ser abandonadas a nivel general.
En relacin con la metodologa psicoanaltica est, dentro del campo de la psiquiatra, un mtodo teraputco que posee gran inters para el anlisis del mito: la antipsiquiatra.
Para sus defensores, la enfermedad mental no tiene un origen nico en el individuo, sino que en su formacin desempea un papel fundamental la sociedad. Este tipo de enfermedades son concebidas por ellos como la reaccin que un individuo se ve obligado a adoptar en unas circunstancias concretas en las que incide sobre l una presin social negativa muy fuerte. Si esa presin desaparece, con ella lo har la enfermedad.
Aunque aparentemente la antipsiquiatra no tiene nada que ver con los mitos, si examinamos la cuestin con cuidado observaremos que esta teora pone muy claramente a la luz las races sociales de la razn y las formas de pensamiento en general. Y por lo tanto del mito.
Este ltimo acta, dentro de las sociedades que lo poseen, como un medio de adaptacin del individuo a la sociedad, o, como dice Morris Freilich: El mito es un instrumento de reduccin de tensin, un sistema vital para lograr el mantenimiento de la salud mental humana
Esta metodologia psiquitrica entonces, aunque carece de utilidad tcnica para nuestro trabajo, es para l de inters en tanto que seala el origen social del pensamiento, y por lo tanto del mito.
Pero esa afirmacin no es exclusiva de ella, pues hace ya algn tiempo la haba propuesto Marcel Mauss al estudiar en una serie de artculos los orgenes sociales de todas las categoras mentales, incluso de aquellas que podran parecer ms personales, como, por ejemplo, la del ego.
Tenemos entonces que la razn no depende del individuo, sino de la sociedad, y que no existe la sociedad en abstracto, sino, en el caso de la Historia, sociedades diferentes segn el espacio y el tiempo. Ellas son las que configuran el pensamiento y el mito. Y ambos slo resultan plenamente inteligibles si los insertamos en ellas. Volvemos a insistir, tras pasar revista a los mtodos psicoanalticos, en lo que ya haba indicado Malinowski, que el mito posee una funcin social y que slamente es inteligible a partir de ella.
Si realizsemos un anlisis exhaustivo de todos los mtodos mitogrficos existentes tendramos que dedicar a este tema la totalidad del espacio del presente trabajo. Como se no es su fin, nos limitaremos a aquellos que estn dotados de cierta vigencia e inters en la actualidad, pasando por alto las mitografas del siglo pasado y las anteriores a l, para cuyo estudio se puede acudir al trabajo de Jean Pierre Vernant sobre este tema o al libro de Furio Yesi.
Por ello continuaremos con la exposicin del mtodo de Maurice Leenhardt, que posee una gran cantidad de caracteres en comn con el de Malinowski, debido, en parte, a la semejanza cultural y la proximidad geogrfica de las sociedades que ambos estudiaran.
Dejando a un lado los caracteres comunes nos detendremos nicamente en los especficos de la concepcin de este autor. Leenhardt indica que debemos distinguir, por una parte, un pensamiento emprico y tcnico, y por otra, uno mtico, en el pensamiento melanesio.
En sus estudios se interesa por analizar las nociones fundamentales de ese pensamiento, como, por ejemplo, las de espacio, tiempo, persona, cuerpo. Y llega a la conclusin de que son muy diferentes a las de nuestra cultura. As, el melanesio ve el mundo que le rodea bajo dos aspectos: el uno real, el otro mtico. Y ambos se entremezclan mutuamente, sin dejar ninguna brecha que permita distinguir la distancia que los separa, o un espacio gracias al que se los pueda separar o distinguir.
Pero ello no significa que los dos no tengan propiedades diferentes. Al mundo mtico, por ejemplo, le corresponde: todo lo que no es emprico o tcnico, sino que corresponde a la afectividad profunda del indgena; impulsa la realidad de este tiempo mtico en el que el melanesio se encuentra a s mismo, a su personalidad. El tiempo en el que, en definitiva, se determina su propia existencia.
Por estos planteamientos, Leenhardt coincide, adems de con Malinowski, con otro autor, que ha alcanzado una notable influencia dentro del campo del estudio de los mitos y las religiones primitivas: Lucien Lvi- Bruhl. En efecto, Lvi-Bruhl, continuando una lnea de investigacin cuyo origen se remonta al pasado siglo, se esfuerza tambin en demostrar que el pensamiento del hombre primitivo est dotado de una serie de cualidades, o categoras formales, que lo hacen diferente al del hombre civilizado.
De esta diferenciacin dedujo la existencia de una cierta inferioridad del perisamiento primitivo o salvaje, segn como lo queramos llamar, con res- pecto al nuestro. Debido a que carece de las categoras fundamentales de la lgica. Por lo que correspondera, en su opinin, a una fase anterior e infe- rior a la del nuestro, a la que denomin como del pensamiento prelgico. El pensamiento prelgico posee, para Lvi-Bruhl, sus categoras propias, entre las que destaca la de Participacin. En ello coincide con Leenhardt. Pero se diferencia de l en que, mientras Lvi-Bruhl seala la inferioridad de este pensamiento, Leenhardt le reconoce su validez, hasta cierto punto, en ciertos lugares, momentos y circunstancias dados.
Las teoras de Lvi-Bruhl carecen prcticamente de vigencia hoy en da, y han sido criticadas desde muy diferentes ngulos. Se le ha achacado, desde el punto de vista poltico, el haber creado a travs de sus obras una ideologa que favoreci y justific el colonialismo europeo, al indicar la superioridad del pensamiento occidental. Pero esta acusacin ha sido bastante injusta, ya que l mismo corrigi estas posibles implicaciones en la ltima etapa de su obra, contenida en sus Carnets.
Desde el punto de vista cientfico, adems de poder achacrsele una gran cantidad de errores de detalle e interpretaciones parciales, deformadas a favor de los intereses de sus teoras. Se ha criticado tambin globalmente su concepcin del mito y del pensamiento primitivo.
Jensen, por ejemplo, ataca las teoras del prelogismo o la estupidez primigenia, afirmando que los asertos mticos sobre la manera de ser del mundo no son en modo alguno antecedentes imperfectos de los conocimientos cientficos, porque stos no pueden ni reemplazarlos ni eliminarlos.
Y aunque hay diferencias entre nuestra cultura y la de los pueblos primitivos que estn condicionadas por un transcurso histrico, nada nos autoriza a concluir por ello una manera de ser espiritual esencialmente distinta en los pueblos primitivos.
Igualmente, Andr Rgnier critica a Lvi-Bruhl al afirmar que nuestro pensamiento es tan prelgico como el del primitivo, pues ningn lenguaje ni pensamiento social se ajusta plenamente a las reglas de la lgica formal.
La hiptesis de Lvi-Bruhl es, por tanto, hoy en da insostenible. Otro autor interesado por el anlisis de las categoras del pensamiento mtco ha sdo Ernst Cassirer, cuya obra acerca del pensamiento mtico ha tenido cierta repercusin a nivel general, aunque no en el campo de la antropologa, debido a que se trata de la obra de un filsofo. Cassirer concibe tambin las categoras del pensamiento mtico como diferentes a las del nuestro, pero de ello no deduce ningn tipo de inferioridad, sino que reconoce la validez objetiva del mito en determinadas circunstancias sociales e histricas.
Para l el mito es objetivo en la medida en que sea reconocido tambin como uno de los factores determinantes en virtud de los cuales la conciencia se libera de su inhibicin pasiva ante la impresin sensible y progresa hacia la creacin de un mundo propio configurado de acuerdo con un principio espiritual. Y al contrario de lo que afirmaba Lvi-Bruhl, el pensamiento mtico de ningn modo carece de la categora general de causa y efecto, sino que en cierto sentido sta es una de sus categoras fundamentales.
El mito posee entonces para Cassirer un valor gnoseolgico y est dotado de una estructura lgica coherente y vlida dentro del contexto social en el que funciona. Con l coincide tambin en estos puntos Furio Yesi, quien expone sus ideas cerca del mito en dos libros de forma bastante sistemtica. El verdadero mito, el primitivo, posea, para este autor, un valor gnoseolgico muy amplio y, lejos de significar un oscurecimiento de la mente, por el contrario contribuy a la creacin de un verdadero humanismo y al control de los elementos del inconsciente.
La mitologa no fue, aun en sus antiguas formas genuinas, religin revelada sino que fue ms bien una participacin en lo real, un abrirse a la conciencia de lo real que quedaba del lado de ac de la metafsica Y la estructura de las imgenes mticas se contrapone as al inconsciente como una barrera, excluyendo su predominio indiscriminado.
Su concepcin posee, por tanto, ciertas caractersticas en comn con las de tipo psicoanaltico. Pero se diferencia, en parte de ellas en que destaca el valor lgico y social del mito, aunque este ltimo lo considere de forma indirecta.
Por el contrario, Maurice Godelier se esfuerza primordialmente en encuadrar al mito dentro del conjunto de las estructuras, no slo sociales, sino tambin econmicas, integrndolo en el conjunto de lo que constituye la ideologa de cada sociedad, tomando el trmino en el sentido que le dio Marx. Para Godelier los mitos nacen de la interseccin de los efectos de la conciencia de las relaciones sociales y de las relaciones con la naturaleza. Su teora nos va a interesar muy especialmente porque este autor se esfuerza siempre en buscar la armadura sociolgica de los mitos, que ser precisamente lo que nosotros deberemos hacer aplicado al mito griego.
A la interseccin de los efectos citados es necesario aadir la de los efectos del pensamiento sobre los datos de representacin a los que hace entrar en la maquinaria compleja de los razonamientos por analoga.
Posteriormente volveremos a examinar algunosotros aspectos de la abra de Godelier. Pero ahora pasaremos a examinar la concepcin del mito en C. Lvi-Strauss, que abarca un poco a todas las anteriores, debido a que es la de formulacin ms reciente, y la que recoge la mayor parte de los puntos de vista expuestos hasta el momento.
Lvi-Strauss, por ejemplo, contina parcialmente a Freud al aceptar que los mitos funcionan como estructuras inconscientes, aunque rechaza de lleno sus hiptesis antropolgicas de conjunto. Y contina tambin a Malinowski y otros autores cuando acepta el valor social, econmico y gnoseolgico del mito, as como su estructura lgica. La obra bsca para conocer su concepcin del mito es Mitolgicas. En ella se puede apreciar no solamente su concepcin del mito, sino tambin cmo funciona su mtodo de anlisis del mismo, aparte de los resultados concretos obtenidos.
Para Lvi-Strauss, como ya dijimos, el mito es inconsciente, pero no puede concebirse como aislado, sino nicamente como un elemento de una estructura significativa. Para su comprensin no debemos, por tanto aislarlo de las dems de su cultura, ni tomar de l un slo aspecto, ni preocuparnos en clasificarlo dentro de una tipologa, sino que debemos insertarlo en el conjunto al que pertenece. El mito, adems, no se limita a repetir una imagen de la naturaleza o la sociedad, sino que las reelabora. Y precisamente su esencia consiste en trabajar con los elementos tomados a partir de ellas, constituyendo lo que Lvi-Strauss llama un Bricolage. Es decir, una estructura construida a partir de piezas sueltas de otras.
Al igual que no podemos separar a un mito o aislar en l un slo nivel, tampoco podemos rechazar ninguna de sus versiones. Es decir, que todas las versiones pertenecen al mito. El estudio de los mitos es un difcil problema que pide ser tratado en s mismo, para s mismo y siguiendo un mtodo especial para l. Y, desde el punto de vista metodolgico hay que tener en cuenta que resulta vano aislar en los mitos niveles semnticos privilegiados, o bien los mitos as tratados se reducirn a trivialidades, o bien el nivel que se haya querido liberar se escabullir para volver automticamente a su sitio en un sistema compuesto de varios niveles.
El mito es una forma de pensamiento perfectamente coherente y con l la invencin que pudiera parecer arbitraria: Supone leyes operantes a un nivel ms profundo. Y su carcter distintivo lo consttuye el nfass de la multiplicacin de un nivel por uno o varios ms para lograr una significacin.
El mito parte tambin, como ya indicamos, de elementos sociales y naturales. Pero el pensamiento mtico no acepta a la naturaleza ms que a condicin de poderla repetir, y es una caracterstica suya el coincidir con su objeto, del que forma una imagen homloga, pero sin confundirse nunca con l. Aos antes de la publicacin de las Mitolgicas, Lvi-Strauss realiz unos primeros intentos de anlisis estructural del mito con mitos aislados, como el de Edipo en su Antropologa Estructural o el de Asdiwal. Estos anlisis no contradicen a los de Mitotgicas. Constituyen las fases previas del desarrollo del mtodo de este autor, cuya exposicin ms amplia se encuentra en estas ltimas obras suyas.
Un aspecto de la concepcin del mito de C. Lvi-Strauss, especialmente interesante para la finalidad del presente trabajo, es el problema de la relacin entre el mito y la historia, tomando este trmino en sentido convencional, tal y como lo ha estudiado en el ltimo volumen de esta obra. En l analiza un conjunto de mitos del NW de los EE. UU. que son sustancialmente idnticos en su estructura a los analizados en los dos primeros tomos de esta obra, cuya localizacin es el E. del Brasil.
Para explicar esta similaridad, Lvi-Strauss recurre a una hiptesis arqueolgica ya anteriormente establecida, de la uniformidad del poblamiento americano y su difusin continua a partir del estrecho de Behring hacia el Sur, con lo cual muestra plenamente la compatibilidad del mtodo estructural con la Historia de corte ms clsico: la de los movimientos de poblacin y la de las migraciones. As, pues, aunque este mtodo no tiene siempre necesidad de invocar a la historia, sin embargo, sta tampoco le da la espalda. Porque al hacer aparecer entre los mitos conexiones insospechadas, y al clasificar las variantes en un orden que al menos sugiere la direccin obligada de algunos movimientos. El mtodo estructural le plantea problemas a la historia que le obligan a considerar hiptesis en las que nunca haba soado. Y le aporta una ayuda ms fecunda que si se hubiese limitado a acatar simplemente sus resultados. DIALCTICA DEL MITO A. F. Losev
La tarea de este ensayo es la revelacin esencial del concepto de mito que se apoya nicamente en el material dado por la propia consciencia mtica. Deben ser rechazados todos los puntos de vista explicativos sean estos metafsicos, psicolgicos u otros. El mito debe ser tomado como mito, sin reducirlo a lo que no es en s. Slo cuando se tiene una definicin y una descripcin del mito depuradas se puede abordar su explicacin desde uno u otro punto de vista heterogneo. Sin saber qu es el mito en s; no podemos hablar de su existencia en uno u otro medio extrao. Primero hay que tomar el punto de vista de la propia mitologa, convertirse uno en el sujeto mtico. Es preciso imaginar que el mundo en el cual vivimos y existen todas las cosas es un mundo mtico, y que, en general, lo nico que existe en el mundo son mitos. Semejnte punto de vista revelar la esencia del mito como mito. Y solamente despus uno se puede ocupar de tareas heterogneas, como, refutar el mito, odiarlo o amarlo, luchar contra l o implantarlo. Sin saber qu es el mito, cmo se puede luchar contra l o refutarlo, cmo se puede amarlo u odiarlo? Se puede, por supuesto, no revelar el concepto de mito y, a pesar de todo, amarlo u odiarlo. Sin embargo, alguna intuicin del mito debe tener aquel que se encuentra en una u otra actitud consciente externa frente al mito, de tal manera que la presencia lgica del mito en s en la consciencia del sujeto que lo maneja (desde la ciencia, la religin, el arte, la sociedad etc) siempre antecede a las operaciones con la mitologa. Por eso es necesario dar una definicin esencial-semntica, es decir, ante todo fenomenolgica del mito, tomado como tal, independiente en s.
El mito no es una fantasa o ficcin, sino una categora dialcticamente necesaria de la consciencia y del ser en general. Entonces esta fue una afirmacin gratuita, obtenida como anttesis al prejuicio comunmente dominante. Para el sujeto mtico el mito no es ficcin, sino una necesidad autntica; y nosotros, todava sin saber en qu propiamente consista la naturaleza de esta necesidad, hemos, de antemano, afirmado que esta necesidad debe ser de naturaleza dialctica. Lo hicimos porque el carcter no ficticio del mito para el sujeto mtico es conditio sine qua non de toda la existencia de este sujeto. Es su mundivisin espontanea e ingenuamente existencial. Y all donde hay tratamiento espontaneo e ingenuo de la vida, siempre est la dialctica; y si ella en algn momento no est clara, el anlisis mas atento la distinguir y construir necesariamente. Y he aqu que ahora estamos viendo en qu consiste la verdadera naturaleza dialctica del mito y la necesidad del mismo. El mito es dialcticamente necesario en la medida que l es el ser personalizado y, por lo tanto, histrico, y la personalidad no es sino una categora necesaria ulterior a la del sentido (idea) y a la de la inteligencia. En su interior el mito contiene la dialctica de la personalidad prstina, pre-histrica, que no ha comenzado a devenir, y de la personalidad histrica en el proceso de devenir, empricamente casual. El mito es una sntesis indivisible de las dos esferas.
El mito no es el ser ideal pero si la material realidad vitalmente percibida y creada. Y nuevamente no estuvo claro en qu est lo especfico de este carcter real y existencial del mito. En contraposicin con la idealidad incorporea, el mito, hemos dicho, es extremadamente real, de alguna manera especialmente corpreo, terriblemente material y fsico. Ahora esta elevada realidad y corporeidad ha sido revelada por nosotros tambin. Habiendo analizado el concepto de milagro, entendemos claramente que es justamente el milagro aquello que resalta tanto la naturaleza corprea del. mito, la saca de la esfera de la corporeidad comn, ordinaria y, sin restarle corporedad a su naturaleza (sin corporeidad no hay mito), la hace de alguna manera especiamente intensa y profunda. Ahora es conocido el nombre de este factor, que no elimina el cuerpo, pero justamente lo tensa en la direccin autnticamente mtica; y est descubierta su naturaleza dialctica y, por tanto, su necesidad.
El mito, argumentbamos antes, no es la ciencia, sino la vida que encierra en s su propia veracidad y estructura semntica mticas. No sabamos entonces nada sobre esta veracidad, pero ahora hemos distinguido la verdad mtica de la lgica, de la prctca y de la esttica. Este slo hecho nos despej el camino para establecer el concepto de la veracidad mtica. Y ahora se ha vuelto clara. El mito, indudablemente, vive de su propia comprensin de la verdad; y ella consiste en el establecimiento del grado de la correspondencia de la vida emprica fluida de la personalidad con su pureza prstina ideal. Esta es la veracidad completamente distinguible entre toda otra ndole de veracidad, la veracidad puramente mtica En su fundamento est la verdad del milagro.
El mito no es una construccin metafsica, sino una realidad puramente material, que se presenta, sin embargo, al mismo tiempo extraada del curso habitual de los fenmenos y que contiene, por esta razn, grados distintos de jerarquicidad. De eso se ha tratado mucho a lo largo de nuestro escrito, Pero es obvio que slo despus del anlisis del milagro se pueden llenar estas tesis generales con un contenido real. Ahora ya sabemos bien qu es la otreschennost mtica, la cual es al mismo tiempo tambin el ser corporeo-material. Pero tambin sabemos en qu consiste la autntica naturaleza jerrquica del mito. Hemos argumentado y hemos argumentado dialcticamente cmo funciona esta jerarquicidad mtica. Hemos demostrado que ella es siempre uno u otro significado aproximado que tiende a su lmite, a la autoafirmacin absoluta de la personalidad. En su existencia en el otro ser la personalidad repite nicamente sus momentos particulares y subordinados, que en ella, como tal, estn dados de una vez, indisolublemente y para siempre. Por lo consiguiente, la dialctica y la clasificacin de estos momentos es justamente la dialctica de los grados jerrquicos, en los cuales se desintegra la personalidad en su paso al otro ser, y los cuales, de acuerdo a la naturaleza meonica del otro ser, transcurrirn de manera confusa y casual en el ocano del devenir. De esta manera dialctica, est definida, deducida y argumentada, la jerarquicidad del ser mtico.
El mito no es ni esquema, ni alegora, sino smbolo. Qu obtiene ahora esta tesis de nuestro anlisis del concepto de milagro? El smbolo es una cosa tal que significa aquello mismo que ella es en su esencia, Ahora debemos sealar que el verdadero smbolo mtico es, por lo menos, el smbolo en el cuarto grado. En primer lugar, es un smbolo en la medida en que sea una cosa o un ser simplemente. Pues todo objeto real, por cuanto se concibe y se percibe por nosotros como espontanea y autnomamente existente, es, como hemos dicho, un smbolo. Este rbol que crece frente a mi ventana es justamente aquello que l signfica; l es un rbol y significa rbol. En segundo lugar, el mito es un smbolo en la medida en que sea una personalidad. Es que aqu no tenemos cosas simplemente, sino cosas inteligentes. La inteligencia se sobrepone al smbolo anterior como un estrato nuevo y transforma el smbolo material en un simbolo inteligente. Aqu tambin es forzoso distinguir y despus identificar algo, es preciso tratar del ser y del significado; nicamente el significado resulta ahora un significado inteligente. Veo un objeto y encuentro en l una cierta autoconsciencia. Pero en cuanto se trata del mito, no puedo afirmar que este objeto signifique una autoconsciencia, que en realidad no le pertenece (como sucede en una fbula). tengo la obligacin de pensar que la inteligencia observada por m es el objeto mismo, o, por lo menos, es inseparable de l (como en el mito de Cerbero, por ej.). En tercer lugar, el smbolo mtico es un smbolo, por cuanto es historia; ya que aqu tenemos que ver no con la personalidad simplemente, sino con su devenir emprico; y es preciso que este devenir de la personalidad sea su manifestacin, que en todas partes ella sea reconocida como tal, que en todas partes se realice la identificacin de esta personalidad en devenir con su ncleo estable. Finalmente, en cuarto lugar, el smbolo mtico es un smbolo en la medida de su milagrosidad. Es decir, en la historia de la personalidad dada debe tener lugar no simplemente la anttesis (y por consiguiente, la sntesis) de los aspectos en devenir, pero tal aspecto estable que posee los indicios de la autoafirmacin prstina absoluta, es decir, de fuerzas grandes, de la omnipotencia, de la omnisapiencia, etc; y de un aspecto en devenir que ponga en evidencia su vnculo con esta autoafirmacin absoluta o, por lo menos, con su una u otra faceta. As se revela la cuarta naturaleza smblica del mito.
El mito no es una obra potica, y su otreshennost no tiene nada en comn con la otreshennost de la imagen potica. A la luz del concepto de milagro analizado por nosotros esta relacin recproca entre la mitologa y la poesa puede ser formulada de manera ms simple y precisa. La poesa vive del ser extraado de cosas y del "placer desinteresado". Ahora podemos afirmar que el mto no es otra cosa que esta misma imagen potica extraada de cosas, pero afirmada y determinada material y corporeamente. El mito es la otreshennost potica, dada como cosa. De por s la imagen potica es extraada de las cosas y no est interesada en ellas. Afirmemos ahora esta misma otreshennost de las cosas como cosa, este mismo desinters, como nters, y obtendremos el mito. La poesa y el arte en general no se consideran un milagro nicamente porque son concebidos como no reales, no materiales, sino, en principio, como fantaseados y ficticios, como creados supuestamente para la delicia de los sentidos y para el conocimiento, por medio de ellas, de una u otra existencia. Pero imaginemos que la realidad potica sea justamente la realidad autntica, y que, fuera de ella, no exista ninguna otra realidad, es decir, no reduzcamos la realidad potica a hechos habituales, sino comprendamos estos ltimos como una realidad potica, entonces obtendremos la realidad milagrosa, el milagro. Y esto ser el mito. La imagen potica no es el smbolo en el cuarto sentido, en todos los dems sentidos ella es completamente idntica a la imagen mtica. La obra artstica es la obra corporea de la sensorialidad de lo milagroso y dada en hechos. En cambio el mito es la creacin de lo milagroso mismo dado corporeamente y por medio de hechos, de lo milagroso como un hecho real, y no como una u otra modificacin inteligente. La ciencia, la moral y el arte son construcciones inteligentes; la mitologa es una construccin que fcticamente realiza una u otra construccin inteligente.
Puede ser que sean todava mas importantes las precisiones que debemos introducir en nuestra aseveracin de que el mito no es una creacin especficamente religiosa. El mito, en efecto, no es una forma especficamente religiosa, pero, por alguna razn, no obstante, hablamos del milagro y adems vemos en el milagro un encuentro de dos planos, uno de los cuales, tal parece, es verdaderamente posible slo para la consciencia religiosa. Esta falta de claridad debe ser eliminada y, tan pronto nosotros lo hayamos hecho, inmediatamente el concepto de mito obtendr un relieve y una originalidad an mayores. Pero para esto es necesario recordar bien nuestras tesis dialcticas generales.
a) Tenemos l ) sentido, idea, 2) inteligencia, o idea inteligente, y 3) hecho, o encarnacin de idea inteligente, o personalidad. Tomemos la segunda categora. En ella fcilmente se desarticula dialcticamente la trada de tal manera que es mejor tratar ya no simplemente de la inteligencia, sino de la inteligencia triple. Y es que por cuanto la inteligencia es, en general, una especie de autoreferencia. tenemos a) tal autoreferencia, que fija el momento mismo de la distincin de todo lo dems, es decir, se toma a s misma como limitada por algo distinto: esto es conocimiento. b) Tenemos, luego, en el orden dialctico, una tal autoreferencia que, aunque se tome a s misma cmo limitada por otro ser, aspira, no obstante, a integrar este otro ser, reunificarse con l, por lo que se forma una frontera en devenir, una transicin en devenir al otro ser; esto es aspiracin, propensin, voluntad (estas distinciones no nos pueden interesar ahora). c) Finalmente, la autoreferencia, habiendo transitado al otro ser, se encuentra all a s mismo, de tal modo que se elimina la necesidad de una ulterior transicin; el devenir ha parado, ha llegado a la frontera, al lmite, y el devenir ulterior ya no pasa esta frontera y gira al interior de ella; aqu, por ende, est la fusin del sujeto y del objeto de la autoreferencia en una sola inteligencia, que gira en torno a s misma, en torno a su propio centro; esto es el sentimiento. Tal es la dialctica de la inteligencia: a) conocimiento, o si se quiere, la razn teortica, b) voluntad, la razn prctica, y c) sentimiento, la razn esttica. Todo esto es antes del hecho, antes de la personalidad; todo esto es slo sentido, idea, aunque la idea modificada, y justamente la idea inteligentemente modificada. Luego, la dialctica pasa a la personalidad. Toda categora dialctica no es otra cosa que la inmersin de la categora anterior en el otro ser circundante y, por lo tanto, obtencin de nuevas propiedades en relacin con este otro ser, la sintetizacin con l. En otras palabras, cada categora ulterior encarna la anterior, la imita; la primera es el modelo, el paradigma para ella. Es la modificacin en el otro ser de categoras anteriores. Por esta razn, la personalidad es, en primer lugar, la realizacin fctica, es decir, en el otro ser, de la inteligencia, y, en segundo lugar, ella es la realizacin y la encarnacin de todos los tres momentos de la inteligencia. Sobre el conocimiento se construye la ciencia. Sobre la voluntad se construye la moral. Sobre el sentimiento se construye el arte. La ciencia, la moral, el arte, son tres tipos de la inteligencia creadora unidos entre s por un vnculo dialctico indestructible.
b) Pero qu pasa con estas esferas, cuando comenzamos a concebirlas no como formas de la inteligencia simplemente, sino como formas de la inteligencia fctica y substancialmente realizada, como formas substancial- personalizadas del ser? Entonces pasamos a la religin. Es que la religin pretende la autoafirmacin substancial de la personalidad, es decir, la autoafirmacin en la eternidad. Por ahora no estamos tratando del ser parcial o menguado de la personalidad. Estamos tratando slo de la personalidad como tal, de su esencia y naturaleza. Y es obvio que la vida de la personalidad, en este sentido, no es otra cosa que la religin. Pero esto es el reflejo y la encarnacin de la inteligencia en general. Cmo se refleja y se encarna ella en cada una de sus etapas dialcticas particulares? Es evidente que la esfera religiosa tambin debe reflejar en s estas tres etapas de acuerdo a la regla general de la paradigmtica dialctica. Y no es diffcil adivinar que la encarnacin del conocimiento y de la ciencia en esta esfera no ser otra cosa que la teologa; la encarnacin de la voluntad y de la conducta, de la actividad regulada, y de la "moral", en este sentido ser la conducta religiosa y, en particular, y principalmente el rito. Y qu ser en la esfera regiliosa la encarnacin de la tercera etapa de la inteligencia, del sentimiento puro, cuyo anlogo objetivo es la imagen artstica? Yo afirmo que es la esfera del mito, de la mitologa. Es que la imagen artstica es el regreso a la realidad ingenua, cuando ya se han terminado los afanes del sujeto en la bsqueda de las leyes de la existencia casual y se ha logrado el apaciguamiento, despus de infinitos esfuerzos de conciliar su conducta con la norma. En el sentimiento puro, en este correlato subjetivo de la imagen artstica, se alcanza de nuevo el equilibrio ingenuo de la inteligencia, y el hombre parece como si se convirtiera en nio cuyos problemas del conocimiento y todas las normas de conducta estuvieran resueltos. En el mito encontramos tambin la disolucin del momento doctrinario, "teortico" de la religin (que en su manifestacin aislada crea la teologa) en la esfera prctica (que crea el rito), es decir, en un acto vivo y en una serie de acciones y acontecimientos apropiados. En otras palabras, se obtiene una conducta o una vida consciente religiosa en principio, o una historia sagrada. Y esto justamente es la mitologla. En la serie inteligente, por lo tanto, el lugar de la mitologa est despus de la teologa y de la conducta religiosa o del rito, es decir, ella es justificada como la sntesis dialctica de lo uno y de lo otro. Entre la mitologa y la teologa existe la misma relacin dialctica que entre el arte y la ciencia, y entre la mitologa y el rito la misma que entre el arte y la moral. De igual manera es preciso aclarar que la relacin entre la teologa y la religin es dialcticamente anloga a la relacin del conocimiento, de la ciencia con la vida, y la relacin del rito con la religin es la misma que la relacin de la moral con la vida y, finalmente, la relacin de la mitologa con la religin es la misma que la relacin del arte con la vida.
c) Ahora tenemos una representacin muy ntida de la relacin de la mitologa con la religin. La mitologa -dialcticamente-es imposible sin la religin, puesto que ella no es otra cosa que el reflejo del sentimiento puro y de su correlato objetivo -la imagen artstica- en la esfera religiosa. Sin la religin y sin problemas de la autoafirmacin substancial (aunque fuera parcialmente substancial) de la personalidad en la eternidad (aunque fuera eternidad parcial) no puede surgir ninguna mitologa. Pero aqu, con toda la nitidez dialctica, vemos que la mitologa de por s no es religin, que ella no es una creacin especficamente religiosa, y que la religin en s misma en ningn caso es simplemente mitologa. La religin es, hemos sostenido, la afirmacin substancial en la eternidad. Por lo consiguiente, ella debe crear tales formas, en las cuales esta afirmacin sucediera de hecho. En otras palabras, la esencia de la religin son los sacramentos. Ellos no son doctrina teolgica y menos an ciencia y conocimiento; ellos no son rito y menos an conducta regulada y moral; ellos, finalmente, no son ni mitologa, ni historia sagrada y menos an arte, ni smbolos artsticos, ni el sentimiento por ms puro, sublime y religioso que sea. Los sacramentos son formas de afirmacin substancial de la personalidad como tal en la eternidad. En la religin cristiana el sacramento es posible slo porque existe la Iglesia. La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Cristo es el Hombre Dios, es decir, una substancia nica de Dios como substancia y del hombre como substancia. Por lo consiguiente, es completamente comprensible que el sacramento sea la emanacin universal del Dios Hombre, la posibilidad y el apoyo incesantes de la afirmacin substancial del hombre en la eternidad. He aqu el por qu de lo que dijimos antes, cuando analizbamos la relacin entre la mitologa y la religin que, en comparacin con la ltima, la mitologa es ms cercana a la poesa. De esta manera, la teologa es la ciencia religiosa; el rito es la conducta religiosa; en cambio la mitologa es la poesa y el arte religiosos. En cambio la propia religin no es ni lo uno ni lo otro, ni lo tercero. Y son tristes, ridculos e impotentes los intentos difundidos universalmente de reducir la religin ya a la ciencia y el conocimiento, ya a la moral y la conducta, ya a la esttica y el sentimiento.
d) De suerte que aunque la mitologa es inconcebible sin la religin, ella, no obstante, no es la propia autoafirmacin substancial y absoluta de la personalidad. Ella es mas bien la autoafirmacin fenomnica, energtica, donde lo substancial y lo absoluto, aunque estn dados como lo lgicamente, es decir, dialcticamente necesario, pero de manera directa y palpable, pueden no tomarse en cuenta en absoluto, o se puede decir as: ello siempre se toma en cuenta, se implica de una u otra manera en el mito, pero el mito en s no es sino su sentido, su idea, su figuracin e imagen, pero no ello mismo. El mito de por s -como figuracin, como cuadro - puede no contener problemas de la reconstruccin substancial de la personalidad. As, la imagen mtica de Odiseo, que resucita las almas de los habitantes subterrneos con sangre, presupone, naturalmente, que la consciencia mtica que lo engendr tena una intuicin de la vida eterna, de la resurreccin, del estado espiritual y de la omnipotencia, incluso de todo lo inanimado (por ej. de la sangre), etc. Todo esto es la intuicin de algunas facetas particulares de la personalidad, dentro del aspecto de su estado de autoafirmacin absoluta. Sin embargo, sobre esta ltima, como tal, y sobre sus relaciones reales con acontecimientos terrenales no se plantea ninguna pregunta en este mito. El mito se limita a la descripcin figurada de los acontecimientos mismos, y no se ocupa de su valoracin religiosa. Esto no impide, por cierto, que otros mitos asuman esta valoracin. Pero comnmente, para que se cree un mito son perfectamente suficientes los elementos de la autoafirmacin prstina absoluta, slo como fondo, como algo que se implica a s mismo. La consciencia mtica que engendr el mencionado mito de Odiseo, utiliza intuiciones religioso-msticas, sin ocuparse de su presentacin mtica o no mtica; ella los utiliza de manera puramente instrumental y con el nico fin de dar un cuadro de su aplicacin muy y muy parcial, adems toda la atencin est concentrada en estos mismos hechos y cuadros representados. Una religin autntica sera no un mito semejante al de Odiseo, sino, por eje., los mitos vinculados a los misterios. As, el mito de Demeter y del rapto de Cor, que est en la base de los Misterios Eleusinos, ya no es un mito en el sentido propio, sino justamente religin, expresada, por cierto, mticamente (ella pudo ser expresada de otra manera tambin, por eje., filosficamente en los pitagricos y Platn, artsticamente en los trgicos, etc).
8. El mito, afirmbamos luego no es un dogma, sino historia. Sobre el fondo del concepto de milagro, ahora analizado por nosotros, este momento tambin se vuelve ms rico y mas preciso. Ante todo, se hace claro que en el mito, como tal, se observa su propia especfica divisin y contradiccin dialctica. Es decir, el mito que surge dialcticamente como encarnacin del sentimiento y de su correlato objetivo -el smbolo artstico- en la esfera religiosa personalizada, a su vez es abordable por la divisin tridica. Nada nos impide, y una reflexin ms detenida incluso exige, pensar, en primer lugar, en el principio mismo de la personalidad, en la personalidad como tal. En segundo lugar, as como , lo uno pasando en lo otro se convierte en el devenir>,, y el conocimiento pasando a su otro ser se convierte en conducta, voluntad, aspiracin, de igual modo la personalidad ntegra e inmaculada, prstina, pasando a su otro ser, se vuelve historica, obtiene su historia. Adems, se hace perfectamente claro a partir de nuestro anlisis del milagro, que tenemos frente a nosotros precisamente una historia sagrada. Pero para obtener el tercer miembro, es decir, la sntesis en esta dialctca intra-mtica, es necesario recordar nuestra ltima delimitacin que indica que el mito no es un acontecimiento histrico como tal, pero es siempre la palabra. El verbo, he aqu la sntesis de la personalidad como principio ideal y de su inmersin en el seno del devenir histrico. La palabra es la personalidad construida y comprendida de nuevo. Pero la personalidad puede comprenderse a si misma de nuevo slo cuando entra en contacto con el otro ser, partiendo de l, distinguindose de l, es decir, ante todo, volvndose histrica. La palabra es la personalidad histricamente formada, que alcanza el grado de dstincin de s de cualquier otro ser como personalidad autoconsciente . La palabra es la autoconsciencia expresada de la personalidad, la personalidad que comprende su carcter inteligente, la naturaleza que ha llegado a la autoconsciencia que se desarrolla activamente. Personalidad, historia y verbo, es la triada dialctica al interior de la propia mitologa. Es la estructura dialctica de la propia mitologa, la estructura del propio mito. Es por eso que toda mitologa real contiene en si l ) una doctrina del ser prstino luminoso, o simplemente de la esencia prstina, 2) el proceso teognico e histrico en general y, finalmente, 3) la esencia prstina que lleg al grado de la autoconsciencia de s misma en el otro ser. Aqu surgen grandes divergencias de dstintos sistemas religiosos; y por el carcter de realizacin de esta triada intra-mtica se puede juzgar sobre la idea principal que est en la base de una u otra mitologa. As, una es la idea expresada en la mitologa griega, donde del Caos surgen Urano y Gea y el proceso lleva al reino luminoso de los dioses olmpicos; otra es la idea que est en la base de la mitologa bipartita del cristianismo, donde por separado se dan la divisin triadica en la esfera de la Divinidad (la Sagrada Trinidad), y aparte la historia mtica de la creacin: el estado prstino inocente de los antepasados, el pecado original y la transicin a la pluralidad pecaminosa, la redencin y restauracin de la unin perdida, la nueva cada ya definitiva y la nueva resurreccin y salvacin ya definitivas. El antiguo Adn, el nuevo Adn, la maldad satnica del espritu de la perdicin, el Juicio Final, el Infierno y el Paraso son categoras dialcticas, supremamente necesarias de este sistema, unidas por un vnculo indestructible. Existe la dialctica propia del antiguo y del nuevo Adn, la dialctica del Infierno y del Paraso, pero hay que tratarla en la exposicin de sistemas mitolgicos particulares. Finalmente, la tercera idea est en la base de la mitologa neoeuropea, donde la tesis tambin es Caos, slo que no el griego sino algo peor, una especie de barro o estircol materia, la anttesis fuerza y movimiento,dirigidos no se sabe por quin y no se sabe a dnde, el reino de la casualidad absoluta y de la autoafirmacin ciega, la sntesis, la mecnica de tomos, en la cual no hay ni alma, ni consciencia, ni voluntad racional, ni histora. Una cuarta idea fundamenta aquella mitologa que, habiendo visto la verdad de la segunda de las mitologas sealadas, comienza a ahogarse entre las tenazas de la tercera mitologa sealada inmediatamente arriba, y sin ser capaz de superarla siente una sed sorda e inescrutable de la vida, la sed del perdido estado espiritual beatfico y sereno, ingenuo, cuando todo alrededor es sencillo y agradable, cuando la patria y la eternidad se fusionan en una sola caricia y oracin del ser. Creo que el pro-smbolo primario y fundamental de tal mitologa est bien trazado en Dostoyevski. Dnde, pens Raskolnikov, prosiguiendo su camino, dnde le aquello de un condenado a muerte, que, en el momento de morir, deca o pensaba que, si le concedieran vivir en un alto, en una roca y en un espacio tan reducido que apenas s pudiera posar en l los dos pies y todo alrededor no fuera ms que el abismo, el mar, la tiniebla eterna, la eterna soledad y la tempestad perenne, y hubiera de estarse as, en todo aquel trecho de un arshin, su vida toda, mil aos, toda la eternidad.... preferira vivir as a morir enseguida? La cosa es vivir, vivir, vivir,! Vivir, sea como fuere, pero vivir,!...Qu verdad tan grande! Seor, que verdad! El hombre es canalla!... Y canalla quien por eso l llama canalla, aadi al cabo de un minuto. Todas estas ideas mitolgicas la hind, la egipcia, la griega, la cristiana-ortodoxa, la catlica, la protestante, la atea y otras, a su vez. se constituyen en una idea general que se encarna sintticamente en el proceso histrico universal, y, de esta manera, surge una nica mitologa universal-humana, que es el fundamento de los pueblos particulares y de sus mundivisiones, y que se realiza paulatinamente por medio del reemplazo de un sistema religioso-mitolgico, y por tanto. histrico, por otro. Representar, sin embargo, todos estos sistemas mitolgicos particulares y mostrar su unidad en el seno de la mitologa nica y general es una tarea de nuestra investigacin posterior, ya especial. As nuestra dialctica general del mito se convierte naturalmente en la dialctica de tipos histricos particulares y especficos de la mitologa. RAZONES DEL MITO Jean-Pierre Vernant
Por su origen y por su historia, la nocin de mito que hemos heredado de los griegos pertenece a una tradicin de pensamiento que es propia de Occidente y en la que el mito se define por lo que no es, en una doble oposicin a lo real, por una parte (el mito es ficcin), y a lo racional, por otra (el mito es absurdo). Es en la lnea de este pensamiento, en el marco de esta tradicin, donde hay que situar, para comprenderla, la evolucin de los modernos estudios mticos. La bsqueda de procedimientos de interpretacin, tcnicas de desciframiento, susceptibles de conferir un sentido a lo que en prncipio podra parecer un frrago de fbulas absurdas, ha llevado a poner en entredicho los antiguos conceptos y a preguntarse por la verdadera naturaleza de eso que llamamos mito. Cul es el estatuto sacial e intelectual de este gnero de relato? En qu medida constituye un modo de expresin especfico que tiene su lengua, su pensamiento y su lgica particulares? Dnde hay que situar el mito en el conjunto de la vida colectiva de una sociedad, cmo hay que diferenciarlo de las creencas y ritos religiosos de todos los fenmenos de la tradicin oral: cuentos, proverbios, folklore y ficciones propiamente literarias? Qu lugar hay que asignarle en el individuo y en el grupo, qu dimensin humana hay qus reconocerle cuando se le considera desde una perspectiva antropolgica?
Mithos y logos
En griego mythos designa un discurso formulado, ya se trate de un relato, un dilogo o la enunciacin de un proyecto. El mythos pertenece, pues, al orden del legein, como indican los compuestos mytholegein, mythotogia, y no contrasta, en principio, con los logoi trmino de valores semnticos vecinos que se refieren a las diversas formas de lo que es dicho. Incluso cuando las palabras poseen una fuerte carga religiosa, que transmiten a un grupo de iniciados en forma de relatos sobre los dioses o los hroes, saber secreto prohibido al vulgo, los mythoi pueden llamarse tambin hieroi logoi, discursos sagrados. Para que el mbito del mito se delimite con respecto a otros mbitos, para que a travs de la oposicin de mythos y logos, en adelante separados y confrontados, se dibuje esta figura del mito propia de la Antigedad clsica, han tenido que darse toda una serie de condiciones cuyo juego, entre los siglos VIII y IV a. C., hizo que se abrieran, en el seno del universo mental de los griegos, multitud de distancias, cortes y tensiones internas.
A. Palabra y escritura
Un primer elemento que ha de tenerse en cuenta en este plano es el paso de la tradicin oral a diversos tipos de literatura escrita. Esta transformacin ha repercutido con tanta fuerza en el estatuto del mito en Grecia que para muchos mitlogos contemporneos el problema consiste en saber si unos mismos mtodos de interpretacin pueden ser vlidos para un corpus de relatos orales como aquellas sobre los que trabajan los etnlogos y para los textos escritos de los que se ocupan los helenistas: se ha llegado incluso a plantear si se tiene derecho a colocar las dos clases de documentos en una misma categora.
La escritura no se impuso en los diferentes campos de la creacin literaria griega al mismo ritmo, ni siguiendo las mismas vas de desarrollo. No se trata aqu de fijar las etapas de un progreso cuyo curso no fue lineal ni unvoco. Quisiramos slo resaltar los aspectos que en la emergencia de una literatura escrita interesan ms drectamente al mito, a su elaboracin, su transmisin y su lugar en la cultura antigua.
En primer lugar, algunas observaciones generales. Es sabido que la redaccin escrita obedece a reglas ms variadas y ms flexibles que la composicin oral, de tipo formulario. La escritura en prosa representa un nuevo umbral. Como bien ha visto Adam Parry, existe una estrecha relacin entre la elaboracin de un lenguaje abstracto y el pleno dominio de su estilo en los primeros grandes prosistas griegos. La redaccin en prosa -tratados mdicos relatos histricos, discursos de oradores y disertaciones de filsofos- no constituye solamente, con respecto a la tradicin oral y a las creaciones poticas, un modo diferente de expresin, sino una nueva forma de pensamiento. La organizacin del discurso escrito va acompaada de un anlisis ms riguroso y una ordenacin ms estricta de la materia conceptual. Ya en un orador como Gorgias o en un historiador como Tucdides, el juego pautado de las anttesis en la retrica equilibrada del discurso escrito, al recortar, distribuir y oponer trmino a trmino los elementos fundamentales de la situacin que describe, funciona como un verdadero instrumento lgico que confiere a la inteligencia verbal un dominio sobre lo real. La elaboracin del lenguaje filosfico va ms lejos, tanto por el nivel de abstraccin de los conceptos y el empleo de un voca- bulario ontolgico (pinsese en la nocin de Ser en cuanto ser o en la de Uno), como por la exigencia de un nuevo tipo de rigor en el razonamiento: a las tcnicas persuasivas de la argumentacin retrica, opone el filsofo los procedimientos demostrativos de un discurso para el que las deducciones de los matemticos, que operan con nmeros y figuras, le sirven de modelo. E. Benveniste tiene efectivamente razn cuando observa que Aristteles, al tratar de definir el estatuto lgico de todos los predicados que se pueden afirmar del Ser, no hace otra cosa que reencontrar las categoras fundamentales de la lengua en la que piensa. Las categoras que aisla el filsofo y cuya validez establece en el orden del pensamiento resultan ser la transposicin al plano potico de las categoras lingsticas del griego. Posiblemente sera necesario aadir, sin embargo, que este tipo de reflexin en el que las estructuras de la lengua sirven de soporte a una definicin de las modalidades del ser y a una actualizacin de las relaciones lgicas slo fue posible por el desarrollo de las formas de escritura que Grecia conoci. La lgica de Aristteles est efectivamente ligada a la lengua en que piensa el filsofo, pero el filsofo piensa en una lengua que es la del escrito filosfico. En y por la literatura escrita se instaura este tipo de discurso en el que el logos no es ya nicamente la palabra, en el que ha adquirido valor de racionalidad demostrativa y se opone, en este plano, tanto en la forma como en el fondo, a la palabra del myfhos. Se opone en la forma por la separacin entre la demostracin argumentada y la textura narrativa del relato mtico; se opone en el fondo por la distancia entre las entidades abstractas del filsofo y las potencias divinas cuyas dramticas aventuras cuenta el mito.
Las diferencias no son menores si, invirtiendo los puntos de vista, nos situamos no ya en la perspectiva de quien redacta un escrito, sino en la del pblico que toma conocimiento de l. Por las posibilidades que ofrece de un retorno al texto con vistas a su anlisis crtico, la lectura supone una actitud mental diferente, ms desapasionada y al mismo tiempo ms exigente que la audicin de un discurso pronunciado. Los griegos eran ple- namente conscientes de ello: a la seduccin que debe provocar la palabra para mantener el auditorio fascinado opusieron, a menudo para darle preferencia, la seriedad algo austera, pero ms rigurosa, de lo escrito. De un lado colocaron el placer inherente a la palabra: como incluido en el mensaje oral ese placer nace y muere con el discurso que lo ha suscitado; del otro lado, del lado de lo escrito, colocaron la utilidad, facilitada por un texto que se puede conservar ante la vista y que contiene en s una enseanza cuyo valor es duradero. Esta divergencia funcional entre el discurso hablado y el escrito atae directamente al estatuto del mito. Si el verbo est orientado hacia el placer es porque acta sobre el oyente a la manera de un encantamiento. Por su forma mtrica, su ritmo, sus consonancias, su mu- sicalidad, los gestos y, a veces, la danza, que la acompaan, la narracin oral provoca en el pblico un proceso de comunin afectiva con las acciones dramticas que constituyen la materia del relato. Esta magia de la palabra, celebrada por Gorgias, que confiere a los diferentes gneros de declamacin -poesa, tragedia, retrica y soffstica- un mismo tipo de eficacia, constituye para los griegos una de las dimensiones del mythos por oposicin al logos. Al renunciar voluntariamente a lo dramtico y a lo maravilloso, el logos sita su accin sobre el espritu a otro nivel diferente al de la operacin mimtica (mmesis) y la participacin emocional (symptheia). Se propone establecer la verdad despus de una investigacin escrupulosa y enunciarla conforme a un modo de exposicin que, al menos en teora, slo apela a la inteligencia crtica del lector. Solamente cuando viste as forma de escrito, el discurso, despojado de su misterio al mismo tiempo que de su fuerza de sugestin, pierde el poder de imponerse a los dems por la fuerza ilusoria, pero irreprimible, de la mmesis. De este modo el discurso cambia de estatuto; se convierte en una cosa comn en el sentido daban los griegos a este trmino en su vocabulario poltico: deja de ser privilegio exclusivo de quien posee el don de palabra y pertenece por igual a todos los miembros de la comunidad. Escribir un texto es depositar su mensaje, es mesn, en el centro de la comunidad, es decir, ponerlo abiertame a disposicin del conjunto del grupo. Como escrito, el logos se expone en la plaza pblica; lo mismo que los magistrados al dejar su cargo, tiene que rendir cuentas delante de todos justificarse por s mismo ante las objeciones y las impugnaciones que cualquiera tiene derecho a hacerle. Puede decirse entonces que las reglas del juego poltico, tal como funcionan en una ciudad democrtica regida por la isegora, el derecho expresin igual para todos, se convierten tambin en las reglas del juego intelectual. El discurso escrito, en su organizacin interna, se ajusta a una lgica que implica en lo sucesivo una forma de debate en donde cada uno lucha con armas iguales por medio de la discusin y de la argumentacin contradictoria. No se trata ya de vencer al adversario hechizndolo o fascinndolo par medio del poder superier de su verbo, se trata de convencerlo de la verdad haciendo que poco a poco su propio discurso interior, conforme a su propia lgica y segn propios criterios, coincida con el orden de las razones expuesto en el texto que se le presenta. Desde este punto de vista, todo aquello que daba a la palabra su poder de impacto, su eficacia sobre los dems, se encuentra de ahora en adelante rebajado al rango del mythos, de lo fabuloso y de lo maravilloso, como si el discurso no pudiese ganar en el orden de lo verdad y lo inteligible sin perder simultneamente en el orden de lo placentero, lo emocionante y lo dramtico.
B. Del mito a la historia y a la filosofa
De este cambio da fe ya el discurso histrico de Tucdides, distancindose de la consideracin de un pasado demasiado lejano para que se pueda llegar a l a no ser en la forma mtica que lo ha fijado la tradicin y limitndose, fuera de los prrafos consagrados a la arqueologa, a los hechos de la historia reciente, lo bastante prximos como para que sea posible haberlos presenciado personalmente o haber investigado sobre cada uno con toda la exactitud requerida. Preocupacin por la verdad en el establecimiento de los hechos, exigencia de claridad en el enunciado de los cambios que se producen en el transcurso de la vida de las ciudades (guerras y revoluciones polticas) y conocimiento lo bastante preciso de la naturaleza humana como para descubrir en la trama de los acontecimientos el orden que imprime en ellos la inteligencia: todos estos rasgos se asocian en aquel al que se ha querido llamar, a pesar de Herdoto, el primer verdadero historiador griego, a un rechazo altivo de lo maravilloso, to myihodes, considerado como un ornamento propio del discurso oral y de su carcter circunstancial, pero fuera de lugar en un texto escrito cuya aportacin deba constituir una adquisicin permanente: A quien los escuche, sin duda le parecer que la ausencia de lo maravilloso en los hechos relatados disminuye su encanto; pero si se desea ver con claridad en los acontecimientos pasados y en aquellos que, en el porvenir, en virtud del carcter humano que les es propio, presentarn similitudes o analogas, jzgueselos tiles y ello bastar: constituyen un tesoro para siempre antes que una produccin ostentosa para el auditorio del momento. La crtica que tres siglos ms tarde dirige Polibio contra Filarco, acusado de querer provocar la piedad y la emocin del lector desplegando ante sus ojos escenas de terror (ta dein), proporciona el mejor comentario al texto de Tucdides: El historiador no debe servirse de la historia para provocar la emocin de los lectores por medio de lo fantstico [...], sino presentar los hechos y las palabras absolutamente de acuerdo con la verdad, aun si por ventura son muy ordinarios. Pues el fin de la historia no consiste en conmover y fascinar por un momento a los oyentes, sino en instruir y convencer para siempre a las personas estudiosas con actos y discursos verdaderos.
Es muy significativo que la misma oposicin entre lo mythodes, lo maravilloso propio de la expresin oral y de los gneros poticos (Platn, Rep., 522 a 8; Timeo, 26 e 5), por una parte, y el alethins logos, el discurso verdico, por otra, se encuentre tambin entre los filsofos y conlleve en ellos una actitud anloga con respecto al mythos asimilado, en su forma narrativa, a un cuento de viejas (mythos gras, Gorgias, 527 a 4), semejante a los que cuentan las ayas para distraer o espantar a los nios. Cuando Platn en el Sofista trata de descalificar la tesis de sus predecesores eleatas o heracliteos, les reprocha el haber utilizado, a modo de demostracin, el relato de acontecimientos dramticos, de peripecias y trastornos imprevistos: Me dan la impresin de que nos cuentan mitos, como si furamos nios. Segn nno, hay tres seres que ora guerrean los unos con lo~ otros, ora, reconciliados, nos hacen asistir a sus esponsateai parto y crianzas de sus retoosb (242 c-d). Discordias, combatet~ reconciliaciones, matrimonios y procreaciones, toda esta puestp en escena de la narracin mftica puede seducir, en efecto, a loi espritus pueriles; mas no aporta nada a quien trata de com~ prender, en el sentido propio de este trmino, ya que el enteti~ dimiento se refiere a una forma de inteligibilidad que el mytho~ no entraa y que slo el discurso explicativo posee. Cuand se cuentan respecto del Ser desventuras anlogas a las que la leyenda atribuye a los dioses y a los hroes, nadie puede disl tinguir en estos relatos lo autntico de l fabuloso. Los narrf~ dores, seala irnicamente Platn, no se preocupan de baja~ su miradap a la multitud de los que, como l mismo, para dis: tinguir lo verdadero de lo falso exigen un discurso que en cadat momento sea capaz de rendir cuentas a quien se las pida ol lo que viene a ser lo mismo, dar razn de sf, dando a entendex] con claridad de qu habla, cmo habla y qu dice. Aristteles sigue en este punto los pasos de Platn. AI ptri guntarse en la Metaffsica si los principios de los seres corrupl~ tibles y los de los seres incorruptibles son los mismos o so~' distintos, evoca la tradicin de Hesodo y de aquellos a quiener llama telogosfl, es decir los autores de mitos referentes a lolo dioses, para marcar entre ellos y l una distancia que ms ad que temporal es de orden intelectual: Los discpulos de Hesfoz do y todos los telogos, escrihe, se han preocupado slo de lGa que podrla convencerlos a ellos mismos, sin pensar en nosotros~ En efecto, considerando los principios como dioses o nacidod de los dioses, dicen que los seres que no hayan saboreado el nctar y la ambrosfa son mortales. Estas expresiones tenfan evidentemente un sentido satisfactorio para ellos, pero l0 9uo dicen con respecto a la aplicacin misma de estas causas sobm pasa el alcance de nnestra comprensin.= Esta modestia apa rente opone en realidad al mito una negativa categrica: Pera las sutilezas mitolgicas, contina Aristteles, no merecen set` sometidas a un examen serio. Volvamos ms bien al lado d~ aquellos que razonan por la va de la demostracin. (II, l00~' a ll-20). De hecho, las dificultades que plantea Aristteles pa~ gazones del mito criticar lo que cuentan los mitos sobre el alimento de la imnor talidad no tienen ningn sentido, en la forma estrictamente lgica de dilema en que las expresa, cuando se adopta la perspectiva de unos relatos que no plantean este tipo de cuestiones ni formulan sus problemas en estos trminos. Aristteles lee el mito como si se tratase de un texto filosfico. Una de dos, argumenta: o los dioses toman estos alimentos por placer, y entonces no constituyen las causas de su esencia inmortal, o son verdaderamente las causas de su ser y entonces cmo podrlan los dioses ser eternos si tienen necesidad de alimento? Pero al historiador de las religiones lo que le interesa es ese carcter desplazado, por no decir aberrante, que con respecto al mito presentan las observaciones de Aristteles. Entre myfhos y logos la separacin es ahora tal que la comunicacin ya no existe; el dilogo es imposible, la ruptura est consumada. Incluso cuando parecen contemplar el mismo objeto, apuntar en la misma direccin, los dos gneros de discurso permanecen mutuamente impermeables. Escoger un tipo de lenguaje es desde ahora desnedirse del otro. C. Formas y niveles del mifo La oposicin entre el mythos y el togos, en el doble plano de las formas de expresin y de los modos de pensamiento, recubre otras que se dibujan en el seno mismo de las tradiciones religiosas, en la esfera del mito. Como advertfa Herdoto, fueron Homero y Hesodo quienes fijaron para los griegos una especie de repertorio cannico de las narraciones que ponan en escena a las Potencias del ms all y relataban a travs de toda suerte de desventuras su nacimiento, genealoga, relaciones familiares, privilegios, funciones y dominios respectivos. sus rivalidades y afinidades y sus intervenciones en el mundo humano. En los dos poetas estos relatos estn integrados en obras literarias que, por su forma mtrica y por el gnero al que pertenecen (epopeya heroica, teogonfa y textos sapienciales), prolongan una tradicin de poesa oral enraizada en el pasado. Tambin en este caso el desarrollo de la escritura modifica tanto la composicin camo la transmisin de los relatos En la obra escrita, incluso si contina siendo cantada o recitada en determinadas ocasiones, se acusan los rasgos espe- cficamente literarios del texto al mismo tiempo que se diversifican los gneros de expresin, cada uno de los cuales tiene, junto con su pblico particular, sns reglas formales y sus iS JeanPierre intenciones estticas propias. Poetas elegacos, lricos y trgioos' extraen sus temas del fondo comn de la mitologa, pero al ha: cer de los temas mticos materia literaria los utilizan muy libre. mente, transformndolos segn sus necesidades y a veces incluso, criticndolos en nombre de un nuevo ideal tico o religioso. Sin hablar de un Jenfanes, que ya en el siglo vI rechazaba el antropomorfismo de la mitologa comn y, de creer a Dige nes Laercio, desencadenaba sus yambos contra Homero y He. sodo, es patente el desplazamiento que hace sufrir al mito un poeta tan apegado a las formas tradicionales de las creencias como Pndaro. Sus odas triunfales se ajustan a un esquema de composicin constante que reserva al mito el lugar central. Encuadrada entre una introduccin y una conclusin consagra. das al vencedor -a su persona, su familia y su ciudad-, la parte mtica puede ocupar por s sola ms de los dos tercios del texta, como en la Primera otmpica. Pero sucede que, en el curso de su relato, Pndaro se interrumpe para anunciar que va a callarse por negarse su boca a atribuir a los dioses acciond indignas, o incluso que va a apartarse de la tradicin y a pre sentar su propia versin, diferente de la de sus antecesorest, para no tener que, en un caso como el del festn de Tntalo llamar cam'bales a ninguno de los dioses a. Y es que, en el marco del epinicio, el relato tradicional adquiere una funcin y una significacin nuevas. Adoptando la terminologa propuesta por A. Jolles, se dir que hay un desplazamiento del mito en sentido propio hacia la leyenda 9. El mito no vale ya por s y en s, sino por relacin a otra cosa, como ejemplo de la accin o de la conducta propuesta para la imitacin de los hombres. La historia del piadoso Plope se convierte en el prototipo de toda victoria en la carrera de carros; la de Tntalo, asociada a aqulla, previene contra los peligros inherentes al xito. El mito ha adquirido valor de paradigma. Constituye el modelo de referencia que permite situar, comprender y juzgar la hazaa celebrada en el canto. Slo refractndose a travs de las aven turas legendarias de los hroes o de los dioses pueden los actos humanos, pensados en la categora de la imitacin, revelar su sentido y situarse en la escala de valores. La desviacin es ms marcada an en los poetas trgioq~ ' Pndaro, Olfmpicas, I, 59. ' Ibid. 82. ' A. Jolles, Einfache Formen Legende Sage, Mythe, Rtset, Kasus, Memorabite, Marchen, Witz, Tubinga, l930; trad. fran A. M. Buguet, Formes simptes, Pars, l972 [Las Jormas simptes, de Chile, Universitaria, l972]. Razones deI mito gstos toman prestados los temas de sus dramas de las leyendas heroicas tal y como las encuentran desarrolladas en los ciclos picos y en diversas tradiciones locales. Pero no se limitan a modificar en ciertos puntos la intriga para darle una coloracin propiamente trgica, como cuando Esquilo y Sfocles transforman el Edipo de Homero, que en la leyenda muere en el trono de Tebas, en un ciego voluntario y un exiliado, arrojado del mundo de los hombres. Llevada al escenario del teatro, la fbula se ve sometida a un doble y contradictorio movimiento de alejamiento y acercamiento a los espectadores de la poca. Los hroes de la epopeya son hombres no potencias sobrenaturales como aquellos a los que la ciudad del siglo v rinde tm culto pblico. Las hazaas que canta La IIIada se desarrollaron durante la guerra de Troya, en el curso de una expedicin que, aun si hoy puede ponerse en duda su historicidad, es descrita por el aedo y vivida por el pblico como un acontecimiento real, pertenecient al mismo orden temporal del poeta y su auditorio. En este sentido, los poemas homricos asocian a los relatos mticos que se refieren a los dioses una gestap, centrada en grandes familias, que celebra sus hazaas y justifica las prerrogativas que todava en el presente se deben a su descendencia. Por el contrario, la tragedia abre un abismo entre los personajes que hace evolucionar sobre la escena y el pblico de los espectadores. El hroe trgico pertenece a otro mundo que el de la ciudad y a otra poca que la del siglo v ateniense. Los dramas que desgarran a estos linajes reales las desgracias y las maldiciones ancestrales que los abruman slo son integrados por la polis democrtica en su propia cultura remitindolos a un pasado lejano y concluido, a un tiempo legendario exterior y ajeno al presente. Pero esas mismas figuras -a las que el juego escnico, la vestimenta, los coturnos, la mscara y la propia desmesura de su carcter elevan al nivel de aquellos hroes de leyenda a los que la ciudad rinde culto- se encuentran, por su lenguaje familiar y casi prosaico y por las discusiones que las enfrentan al coro y entre s, ms cerca del hombre ordinario, convertidas en contemporneas de los ciudadanos de Atenas que pueblan las gradas del teatro. Por esta tensin constantemente mantenida, esta confrontacin, en cada drama y en cada protagonista del pasado mtico y del presente de la ciudad, el hroe deja de representar un modelo, como en Pndaro, para convertirse en objeto de discusin. El drama lo pone en entredicho ante el pblico y, a travs de] debate asf abierto, es el mismo estatuto del hombre el que sel80 Jean-Pierre problematiza, el enigma de la condicin humana el que se p tea, sin que la pesquisa trgica, repetida sin cesar, jams cluida, pueda adelantar una respuesta definitiva y poner a la interrogacin. El mito, en su forma autntica, aporta _ respuestas sin formular nunca explcitamente los problem La tragedia, cuando recoge las tradiciones mfticas, las util' ' para plantear a travs de ellas problemas que no admiten lucin. Esta distorsin literaria del mito es tanto ms sorprenden cuanto que otros relatos de la misma poca se dedican a re ger las versiones corrientes transmitidas aquf y all por la t dicin oral. En el siglo v, Fercides de Atenas y Helnico ' cluyen en sus crnicas las leyendas locales de fnndacin y l genealogas divinas o heroicas a las que en el marco de ciudad se refieren los cultos pblicos o familiares. Sea c fuere, en estos testimonios, el papel que haya de atribuirse una reinterpretacin iniciada ya sin duda desde antes por l loggrafos como Hecateo, Carn de Lmpsaco y Janto de Lidi lo cierto es que preparan el trabajo de recensin emprendi ` por los eruditos a partir de la poca helenstica, que lleva a composicin de verdaderas colecciones mitogrficas: la BibI' :, teca del Seudo-Apolodoro, las Fbutas y las Astronmicas d~ Higinio, el libro lv de las Historias de Diodoro, las Metamorjosis:. de Antonino Liberal y la llamada compilacin de los Mitgrajos deI Vacano, a todo lo cual hay que aadir las informacione9' dispersas, los fragmentos de relatos confiados al azar de su9' glosas por los escoliastas y los lexicgrafos. Con repecto a las. transposiciones literarias, estos textos nos ofrecen sobre lo!' mitos y sus variantes una documentacin que, sin ser entera mente pura (no existe, como veremos, ni siquiera en la tradicin oral de los que Ilamamos pueblos primitivosm, mito en estadd puro), escapa sin embargo a la deformacin de una relectura efectuada a partir de normas exteriores al propio pensamientO mtico'. D. Mitos y mitologia En estas recopilaciones de relatos yuxtapuestos o ~ coordinados por la diligencia de los mitgrafos, distinguir lo que, en el caso griego, constituye no ' Sobre todos estos puntos, cf. M. Detienne, Mythes grecs structurale., que aparecer en Quaderni Urbinati. tazortes det mito sino una mitologa, es decir, un conjunto narrativo unificado que representa, por la extensibn de su campo y por su coherencia interna, un sistema de pensamiento original tan complejo y riguroso a su manera como puede serlo, en un registro diferente, la cnnstruccin de un filsofo. El ejemplo tpico de una mitologfa as nos lo proporciona la obra de Hesodo, especialmente su Teogona. Ya han pasado los tiempos en que los fil- logos, en nombre de criterios lgicosn enteramente arbitrarios, crean poder denunciar el carcter heteroclito y hasta las incoherencias de un texto que trataban de descomponer distnguiendo toda una serie de estratos y aadidos sucesivos insertados en fechas diversas y heterogneos, cuando no incluso incompatibles los unos con los otros. Despus del estudio clsico de H. Frnkel, cmo no reconocer, por el contrario, en Hesodo al primer pensador de Grecia que propone una visin general ordenada del universo divino y humano (lo que no quita nada a las reservas que puedan formularse con respecto a una lectura que, para comprender a Hesodo, se sita en una perspectiva de retrospeccin y lo interpreta, a partir de la filosofa posterior, como una primera forma de ontologfa ")? Si se quere evitar una visin del mito en el marco del Iogos que lo reemplaz, la explicacin del texto debe estar en primer lugar atenta a todo cuanto se deduce de la organizacin narrativa del relato. Los anlisis de P. Walcot, y sobre todo el estudio de H. Schwabl, son en este plano concluyentes: han demostrado por una parte, la existencia en el conjunto del texto de un modo de composicin circular (ring composition) que da al relato su cohesin y permite discernir en l las articulaciones fundamentales, y, por otra, el recurso regular a paralelismos sintcticos que aseguran, en el encadenamiento de las diversas secuencias y en su rigurosa disposicin de detalle, el equilibrio general de la narracin y la unidad de su arquitectura u. El mitlogo no podrfa. sin embargo, limitar su investigacin al marco del relato; debe asociar al estudio filolgico un anlisis del contenido que aspire a despejar las relaciones semnticas, el juego de las correspon dencias simblicas, los mltiples niveles de significacibn introducidos en el texto y la jerarqua de los cbdigos utilizados en el mensaje. Este programa de desciframiento pone evidentemente en cuestin todos los problemas de mtodo y de fondo con " H. Frnkel. Dichtung und PhiIosoDhie des trhen Griechentums, Mu- nich. l%2. P. Walcot, The composition of the works and days., Revue des Etudes Grecques, l95l, pp. 47; H. Schwabl, Hesiods Theogonie. Eine unitarische AnaIyse, Viena, l966. l82 Jeatz-Pierre cernientes al mito. Tendremos ocasin de abordarlos. Aqu queremos subrayar el carcter excepcional del testimonio sidico y su inters para los mitlogos: aun conservando lazos con la poesa oral, la obra es ya un relato escrito. inscribe en la lnea de una tradicin mtica viva y compleja ' la que se han potiido discernir influencias orientales'3. P ' es al mismo tiempo una creacin nueva, obra de una perso lidad singular cuya potica contrasta, de manera delibera ' con la de sus antecesores y sus contemporneos: inspirado po las musas, Hesodo proclama que va a revelar la verdad. y~ celebrar lo gue ha sido,lo que es y lo que serm. al cantraria que otros cuyos relatos no son ms que ficciones, mentiras des~ tinadas a halagar la vanidad del pblico noble para el que hatg sido forjados. Esta orgullosa conciencia de aportar, al inaug~ rar un nuevo tipo de poesa, una palabra verdadera, de cumplfg.. una funcin proftica que sita al poeta, como mediador entrB los dioses y los hombres, en una posicin comparable a la de los reyss, confiere a la larga serie de relatos que componen la Teogona el valor de una verdadera enseanza teolgica y hace de las fbulas, las advertencias y los consejos morales o prcticos generosamente dispensados por Los trabajos y tos d49 la leccin de un maestro de sabidura que ha podido ser com: parado con los profetas de Israel ". En la materia mtica que le confa la tradicin, Hesodo Ileva a cabo una seleccin y, sobre todo, somete a una refundicin las diversas piezas para integrarlas en una construccin de conjunto original. Los temas, los episodios y las figuras mticas que recoge o retoca se ajustan en el curso de su narracin como los elementos de un mensaje nico del que el poeta quiere comunicar a la vez la significacin global y la rica complejidad. La obra de Hesodo nos pone as en presencia de lo que podra llamarse una mito loga erudita, una elaboracin amplia e ingeniosa que tiene toda la sutileza y todo el rigor de un sistema filosfico, pero que sigue estando an enteramente inmersa en el lenguaje y el modo de pensamiento propios del mito. Hubo en Grecia otras teogonas, vastas construcciones del mismo tipo que la de Hesodo, pero de las que slo nos han llegado vestigios. Sin haber tenido el peso y el alcance casi cannicos que los griegos reconocieron a la obra del poeta be~ cio, respondan en un Fercides de Siro, un Epimnides o Cf. P. Walcot, Hesiod and Ihe Near East, Cardift, l966. " Cf. M. Detienne, Crise agraire et attitude retigieuse chez Bivselas, l963. gazones del mito l83 los rFicos a ambiciones anlogas. Apartndose voluntariamente, en puntos esenciales de la narracin, del modelo ortodoxoA hesidico, estas teogonas revelan la presencia en el campo de los mitos de un elemento de crtica, de contestacin, que no adopta la forma de objeciones ni de ima discusin abierta, sino que se expresa por desviaciones significativas, por divergencias en la forma y el rnntenido de los relatos. Estas versiones ml- tiples prueban que, en el seno de una cultura los mitos, cuando nos parece que se contradicen, se corresponden tambin entre s, hacen todos referencia, incluso en su misma variacin, a un lenguaje comn, se inscriben todos en el mismo horizonte intelectual y slo pueden ser descifrados en el marco general donde cada versin adquiere su valor y su relieve con relacin a todas las dems. Alo debera subestimarse la importancia de este dilogo que el pensamiento mtico entabla continuamente consigo mismo durante todo el tiempo en que permanece vivo. Dos descubrimientos han venido ltimamente a confirmar, para el caso de Grecia, la autenticidad y la antigedad de estas creaciones mticas, lo bastante marginales como para que la mayora de los helenistas, aduciendo su carcter inslito o incluso aberrante desde el punto de vista de la tradicin corriente, se hayan credo autorizados a tratarlas como elucubraciones tardas, como subproductos de la imaginacin helenstica. El primero se refiere a un comentario sobre papiro de un poema cosmog- nico compuesto por Alemn en la Esparta del siglo vll; el segundo ha sacado a la luz, en una tumba de Derveni, un rollo de papiro que contiene el texto de un comentario a una teologa de Orfeo, redactado en la segunda mitad del siglo lv que prueba que los relatos sagrados rficos sobre la gnesis de los dioses y los hombres, atestiguados en fecha tarda, prolongan muy directamente una tradicin antigua. E. El mito entre el sinsentido y la alegora Este sumario balance de los diversos tipos de documentos que, siguiendo a los griegos, colocamos en la categorla del mito, muestra ya su carcter relativamente dispar: mltiples versiones fragmentarias, presentadas en cortos relatos o incluso en esquelticos resmenes -transposiciones literarias ms o menos adornadas y artificiales-, vastas elaboraciones sistemticas con vocacin de teologla. En principio, lo que estos textos, que se sitan en niveles de pensamiento muy diferentes, tienen en comn es el hecho de asociarse, a pesar de sus divergencias, a leatt-Piet~re una misma tradicin que pueden, desde luego, modificar ea ciertos puntos, pero a condicin de inscribirse en su lnea, de someterse, incluso para introducir innovaciones, a un cierfo nmero de limitaciones, de respetar un juego regulado de te mas, asociaciones, aproximaciones y contrastes fuera de los cua. les el mensaje dejara de ser inteligible dentro de una culturd dada. El segundo rasgo comn es el de ser relatos capaces de seducir al auditorio, que debe sentir al escucharlos el mismo placer que obtiene de los cuentos y las fbulas, pero a la vez ser relatos serios= que, bajo la forma de lo ficticio y de lo fantstico, hablan de cosas completamente esenciales, que afectan a las verdades ms profundas de la existencia. Y, por ltimo, todos esos relatos coinciden tambin en poner en escena, por su forma narrativa, agentesa que llevan a cabo hazaas, de tal forma que la situacin inicial se modifica en el curso del relato y no es al final de l lo que era al comienzo. Los operadores~ de esa transformacin en el mito, es decir los personajes cuyas acciones determinan la serie de cambios que se producen entre la primera y la ltna secuencia de la na- rracin, son potencias del ms all; agentes sobrenaturales cuyas aventuras se desarrollan en otro tiempo, en otro plano y segn otro modo de ser que los de la vida humana ordinaria. Ms que por deducir estos rasgos comunes y por plantearse el problama de su alcance y sus implicaciones en cuanto al funcionamiento del pensamiento mtico, los helenistas parecen haber optado por preferir un tipo u otro de documentos para basar en l su concepcin general del mito. Unas veces, tomando en consideracin las versiones mltiples y aparentemente contradictorias de un mismo relato, han visto en ellas un juego gratuito de la imaginacin., el libre producto de una fantasfa desenfrenada. Otras, se han interesado por los aspectos literarios de estas creaciones y, considerndolas como un componente ms de una misma cultura escrita, les han aplicado los mtodos del anlisis histrico-filolgico vlidos para cualquier otro texto, limitndose as a seguir, de un autor a otro, la reaparicin de un tema, sus transformaciones, como si para com- prender un mito bastase con seguir su carrera literaria estableciendo sus filiaciones y enumerando la serie entera de sus avatares. Otras veces, por ltimo, han tratado de descubrir, bajo el velo de la narracin, una verdad oculta, una teologla secreta; han querido traspasar el misterio de la fbula pat'a alcanzar, ms all de ella, la sabidurfa religiosa que se expresa bajo su disfraz simblico. Tambin aquf los sabios modernos no han hecho ms qt,~ gnzones deI mito l85 seguir a los autores antiguos: tras las huellas de quienes les han precedido se han mantenido en cierto modo dentro de esa tradicin clsica cuyo estudio habfan emprendido: encerrados en este horizonte han contemplado y han visto los mitos con los ojos de los griegos. De hecho, stos no rechazaron sin ms el mito, en nombre del logos, arrojndolo a las tinieblas del error y a las quimeras de la ficcin. No dejaron de utilizarlo literariamente, como el tesoro comn del que debfa alimentarse su cultura para permanecer viva y perpetuarse. Ms an, desde la edad arcaica reconocieron al mito un valor de enseanza, aunque de enseanza oscura y secreta; le atribuyeron un valor de verdad, aunque de una verdad no formulada directamente, de una verdad que, para ser entendida, necesitaba ser traducida a otra lengua de la que el texto narrativo no era ms que la expresin alegrica. Ya en el siglo vI, Tegenes de Regio haba acometido, en los mitos de Homero, este trabajo de exgesis alegrica que, sustituyendo los datos propios del relato por equivalentes simblicos, efecta su transposicin al vocabulario de la cosmologa, de la fsica, de la moral o de la metafsica. El mito resulta as purificado de los absurdos, las inverosimilitudes o las inmoralidades que provocan el escndalo de la razn, pero a costa de una renuncia a lo que es en s mismo, negndose a tomarlo al pie de la letra y hacindole decir cosas muy diferentes de las que buenamente tiene intencin de contar. Este tipo de hermenutica habfa de encontrar su expresin ms espectacular en el estoicismo y el neoplatonismo u. pero puede afirmarse que toda la tradicin griega, cuando acepta dar beligerancia al mito, se sita en una perspectiva anloga y reconoce en l bien una manera diferente de decir, en forma figurada o simblica, la misma verdad que expone el logos de manera directa, bien una manera de decir lo que es distinto de la verdad, lo que, por su natu- raleza, se sita fuera del mbito de la verdad, escapa, en consecuencia, al saber y no depende del discurso articulado segn el orden de la demostracin. El mismo Platn, que tan frecuentemente parece rechazar el mythos ~omo cuando en el Fitebo (l4 a) habla de un razonamiento, Iogos, que minado por sus contradicciones internas se destruye a s mismo a la manera de un mythos, o cuando advierte en el Fedn (6l b), por boca de Sbcrates, que el myihos no es asunto suyo sino de los poetas aquellos poetas a los que la Reptbtica expulsar de la ciudad Cf. F. Buffi~re, Les mythes d'Homre et ta pense grecque, Parts, l956; J. Ppin, Mythe et altgorie. Les origines grecAues et tes contestatians judo-chrennes, Parts, l958. gazones del mito l87 7ean-Pierre por mentirosos-, reservar al mito un lugar eminente en escritos como medio de expresar a la vez lo que est ms a y lo que est ms ac del lenguaje ptnpiamente filosfico. C expresar filosficamente por medio de palabras ordenadameqtZ; entrelazadas, el Bien, valor supremo que no es una esencia, pem que se sita, en cuanto fuente del Ser y el Conocer, ms allg; de la esencia en dignidad y en poder (Repubtica, 509 b ss.)?' Cbmo hablar tambin filosficamente del devenir, sometido en su incesante cambio a la causalidad ciega de la necesidad?; Este devenir tiene demasiado de irracional para que se le api~ que un razonamiento riguroso. PIo puede ser objeto de un saber verdadero sino slo de una creencia, pistis, de una opinin,s doxa. Por eso, en lo que concierne a los dioses y al nacimien del mundo, es imposible aportar logoi homologumenoi, razo mientos enteramente coherentes. Es necesario contentarse c una fbula verosmil, eikota mython (Timeo, 29 bc). En lo q ., concierne al alma, su destino y su inmortalidad, Platn retomt los viejos mitos de la reencarnacin, al igual que en su teort de la reminiscencia (anmnesis) recoge los ms antiguas mitos de la memoria en los que Mnemosyne representa en el ms all la fuente de la vida eterna reservada a quienes han sabide guardar en este mundo su alma pura de toda mancha. La Repbtica acaba con estas palabras: Y es as, Glaucn como el mythos se ha salvado del olvido y no se ha perdido. Y si le damos crdito, puede salvarnos a nosotros mismos.b En un tex to de la Metafsica (l074 b ss.), Aristteles excluye de la tradicis mtica las fbulas que han forjado los hombres para persuadit a la multitud, como la de dar a los dioses forma y sentimientos humanos, pero tambin aade enseguida: Si se separa del relato mtico su fundamento inicial y se considera slo este fun damento, es decir, la creencia de que todas las sustancias prk meras son dioses, entonces se advertir que es una tradicib~ verdaderamente divina.~ Se observa asf que, aunque en muchos aspectos se oponga al lenguaje mtico, la filosofa griega lo prolonga o lo traspone a otro plano, desembarazndolo de lo que constitua en l el elemento de pura fbulap. La filosofa puede aparecer entotr ces como un intento de formular, desmitificndola, la misma verdad que el mito presentaba ya a su modo expresndola baJo la forma de relatos alegricos. Pero esta reintegracin del mito al universo de la razn filosbfica, del que se poda pensar que haba sido expulsadaa tiene su contrapartida: otorgndole derecho de ciudadana le naturaliza cn...,~, titosofa; acept~ndolo, se le absorbe. Desde~ perspectiva de Aristteles, reconocer que hay en el mito un elemento de verdad divina equivale a decir que el mito prefigura la filosofa al modo como el habla infantil prepara el lenguaje del adulto y slo tiene sentido en relacin con l. El mito sera entonces como un esbozo de discurso racional: a travs de sus fbulas se percibirla el primer balbuceo del logos. F. Mitologia griega y pensamiento occidental Si, al trmino de estos anlisis, intentamos fijar el perfil del mito tal como nos lo ha legado la Antigedad clsica, nos sorprender el carcter paradjico y a primera vista casi contradictorio, del estatuto que la tradicin le ha conferido. Por una parte, constituye drante ms de un milenio el fondo comn de la cultura, un marco de referencia no slo para la vida religiosa, sino para otras formas de la vida social y espiritual, el caamazo sobre el que no han dejado de bordar tanto la literatura escrita de los doctos como los relatos orales del medio popular. Por otra parte, en esa misma civilizacin, parece como si no se le reconociera ni un lugar, ni una figura, ni una funcin que le sean propios. O bien se define el mito negativamente por una serie de carencias o de ausencias -es el no sentido, la no razn, la no verdad y la no realidad-, o bien, si se le concede un modo de ser positivo, es para reducirlo a algo distinto, como si su acceso a la existencia tuviera que pasar por su transferencia a otro lugar, su traduccin a una lengua y a un pensamiento que le son extraos. Ora se le asimila en su aspecto de fabulacin a la creacin potica, a la ficcin literaria, y se le relaciona con esa facultad de la imaginacin que indudablemente nos he- chiza, pero como maestra del error y de la falsedadu; ora se le concede una significacin de verdad, pero para asimilarla inmediatamente a aquella que pertenece al discurso filosfico, del que entonces el mito aparece como una aproximacin poco hbil o como una alusin indirecta. En todos los casos el mito adopta la forma de alegora, tanto en su estatuto como en su palabra: no ocupa ya un campo propio ni tampoco habla una lengua que sea verdaderamente suya. En la tradicin de pensamiento que nos viene de los griegos, marcada como est por el sello del racionalismo, el mito, a pesar del lugar que ocupa, de su impacto y de su importancia, se encuentra oscurecido en sus aspectos y funciones especficas cuando no es pura y simplemente rechazado en nombre del Iogos. De una u otra forma queda siempre, como tal, exorcizado. Ser necesario esperar a l88 un pensador como Schelling, que afirma que el mito no es absoluto alegrico sino tautagricoa, para que la perspecti I se modifique abierta y radicalmente. Si el mito no dice ot ` cosap, sino precisamente esa cosa que no puede en ningn decirse de otro modo, nace un nuevo problema y todo el ho :, zonte de estudio de la mitologa se transforma: qu es, e tonces, lo que dice el mito y qu relacin hay entre ese senti ' del que es portador y la manera en que lo dice? Sin embargo, como toda paradoja, tambin la de la mitol clsica comporta una enseanza. Si el mito puede ser simul ;', neamente ese terreno en el que a lo largo de los siglos arrai una cultura y esa parte de la cultura cuya autenticidad pa negar, es sin duda porque su papel, su funcin y su significac " fundamentales no resultan inmedatamente recognoscibles pa~?? sus usuarios, no residen, al menos en lo esencial, en el nivel d~~ la forma manifiesta de los relatos. Un mito como los de Gr ' no es un dogma cuya forma deba fijarse de una vez por t de manera rigurosa porque sirve de fundamento a una creen ' obligatoria. El mito, como hemos dicho, es un caamazo el que bordan la narracin oral y la literatura escrita; y la un~ y la otra bordan can la suficiente libertad como para que la~ divergencias en las tradiciones y las innovaciones aportada~ por ciertos autores no provoquen escndalo o tan siquiera pres blemas desde el punto de vista de la conciencia religiosa. ~ los mitos pueden variar as de una versin a otra sin que ellt~ afecte al equilibrio del sistema general, es porque lo que itas porta no es tanto la afabulacin, que puede diferir en el curso particular que toma en un momento o en otro la historia con tada, como las categoras transmitidas implcitamente por el conjunto de los relatos y la organizacin intelectual que subyace al juego de las variantes. Pero esta arquitectuta mental, esta lgica subyacente que el mito aplica al desplegar el abanico de sus mltiples versiones y que cada nio aprende sin apercibirse ~ie ello, escuchando y repitiendo la tradicin como aprende su iengua materna, son tanto menos perceptibles cuanto ms naturales, ms inmediatas parecen. Hay que estar lejos, fuera de una .:ultura, hay que experimentar con respecto a su mitologa una impresin de extraamiento total, sentirse desorientado ante el carcter inslito de un tipo de fbula, de un gnero de lo fantstico que no nos son familiares, para que se haga patente la necesidad de un rodeo, de una va de acceso menos directa, pasando del texto superficial a los cimientos que aseguran s~ organizacin estructural, de la serie mltiple de las variantel~ a la arquitectura que proporciona la clave del conjunto y p~F gazones del mito mite as la descodificacin de un verdadero sistema de pen samiento que no es inmediatamente accesible en todos sus niveles a nuestros hbitos de pensamiento. Por consiguiente, lo que, de partida, habra constituido ei principal obstculo epistemolgico para el anlisis riguroso de los mitos griegos sera ms su excesiva proximidad su presencia an demasiado naturaln en el universo mental del Occiden te, que su singularidad, su rareza. As se explica que los progresos ms espectaculares de las investigaciones mitogrficas en la poca contempornea se inscriban ms en el activo de los antroplogos y los etnlogos que en el de los helenistas que sin embargo ttabajan con un material desde hace mucho tiempo inventariado, clasificado y comentado. Indudablemente se necesitaban dos condiciones para que se renovaran las perspectivas tradicionales en la aproximacin al mito. Era necesario primero, que los conocimientos relativos a la Antigedad clsica dejaran de encontrarse mezclados con el saber general de los doctos, dejaran de estar integrados, como lo estuvieron desde los siglos xv al xvIn europeos, en una erudicinb cuyo origen se remonta a la poca helenstica: en resumen, que los hechos antiguos comenzaran a situarse a una distancia a la vez histrica y cultural'6. En segundo lugar, y sobre todo, era necesario que los mitos griegos dejaran de constituir el modelo el centro de referencia de la mitologa, qne, con el desarrollo de una ciencia comparada de las religiones, fueran confrontados con los mitos de otras grandes civilizaciones no clsicas y, mediante la aportacin de las investigaciones etnogrficas, con los de los pueblos sin escritura. A travs de este doble movimiento, por una parte de alejamiento de la Antigedad (que permite concebir el helenismo como un momento histrico, un mundo espiritual particular que tiene sus caracteres propios), y, por otra, de acer- camiento de los mitos griegas a los de otras poblaciones (que permite contemplar lo mtico, bajo la diversidad de sus fot-mas, como un nivel del pensamiento en general) se han definido los grandes rasgos de la problemtica contempornea referente al universo del mito, " Cf. B. Bravo, Phitotogie, histoire, phiIosophie de t'histoire, Varsovia, l%8.