Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 300
Introduccin
No ha sido la poesa de Quevedo materia desatendida por los estudios
literarios. Comentarios de poemas, monografas sobre los temas tratados, anlisis de una vertiente determinada de sus composiciones, descripciones de su estilo o de sus estilos, aproximaciones a sus frmulas dispositivas, panoramas de su recepcin a lo largo de los siglos han contribuido al conocimiento de la obra potica quevediana. La bibliografa cada vez es ms amplia y tiende a abarcar poco a poco la totalidad de su poesa, pero an presenta una definida tendencia a los lugares ms conocidos y reconocibles de la obra quevediana: algunos poemas morales (en especial, los de ms especfica condensacin estoicista), algunos sonetos amorosos (los que ofrecen las ms intensas paradojas entre el amor y la muerte); y, sobre todo, las composiciones satrico-burlescas, tambin con un singular predominio de los sonetos de regocijo y burla contra mujeres, defectos fsicos o personajes prototpicos. El canon de la poesa quevediana sigue establecindose sobre estos pilares centrales, cada vez ms reforzados. Mientras, se van completando, con estudios recientes, otros lugares de la obra potica de Quevedo: las piezas teatrales (jcaras, bailes), los romances, los poemas pastoriles, los panegricos, los versos funerales o la poesa de carcter religioso, sin olvidar los comentarios singulares de obras mayores como el Poema heroico de las necedades de Orlando el enamorado. Estos espacios, igualmente quevedianos, contribuyen a perfilar su compleja y heterognea literatura. He considerado oportuno con este nuevo panorama de aportaciones ofrecer una visin general de la poesa quevediana. He procedido conforme al esquema configurado en la edicin pstuma de sus poemas, con el respeto a la que yo creo que pudo haber sido la voluntad de Quevedo de organizar sus versos. De este modo, se ver la labor filolgica que implica la seleccin de su obra, presentada como un legado bien definido, capaz de atender a las distintas formulaciones poticas de su siglo. La concepcin metafrica de su obra como un monte parnaso, albergue de distintas musas obliga a una distribucin del estudio en subgneros literarios, a la medida de los contenidos de las nueve musas si bien con la libre determinacin que otorga la fluida contaminacin de su sustancia. El estudio de la obra potica quevediana exige ciertas limitaciones metodolgicas. Prescindo, de este modo, de todo anlisis estilstico o retrico del conjunto, salvo el imprescindible apunte ocasional para aclarar el tratamiento de algn asunto. Aparte de la imposibilidad de encarar cualquier proyecto de unificacin de rasgos estilsticos, concibo el trabajo como un estudio fundamental de temas, disposicin, tradiciones, contexto literario, ideologas, religiosidad, o pensamiento socio-poltico. Los juicios sobre el valor de su poesa sern escasos; reconozco desde ahora mismo la grandeza de MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 2 su idioma, pero pretendo evitar el elogio mientras trato de explicar sus versos con la distancia necesaria. La decisin de admitir la distribucin de su poesa en las nueve musas conlleva un anlisis ms contextualizado de los poemas, de tal forma que incluso en el caso de poemas que se repiten en dos lugares distintos prefiero analizarlos como si se tratara de dos poemas diferentes con el fin de observar la diversa naturaleza que adquieren segn el lugar que ocupan. El estudio, pues, de la poesa de Quevedo se convierte en el estudio de su poesa tal y como aparece en las dos cumbres de 1648 y 1670 de El Parnaso espaol y el orden de los captulos responde al subgnero potico elegido para cada musa: encomistico, moral, funeral, amoroso, satrico, burlesco, amoroso-pastoril, heroico y religioso. La eleccin de los textos sigue semejante criterio: las versiones de los poemas preferidas son las impresas en las dos colecciones, salvo excepciones razonadas en el estudio. Aunque con los lgicos errores que sern consignados en su momento, las ediciones de El Parnaso espaol y de Las tres musas castellanas (con muchos ms descuidos) ofrecen la versin ms prxima a la voluntad de Quevedo.
!
El corpus de la obra potica quevediana quidquid Juvenal, Satura I, La obra potica de Quevedo aparece recogida de modo principal en dos ediciones pstumas: en 1648, con el ttulo de El Parnaso espaol, monte en dos cumbres dividido con las nueve musas castellanas y bajo la supervisin de Jos Antonio Gonzlez de Salas, y en 1670, con el ttulo de Las tres musas ltimas castellanas. Segunda cumbre del Parnaso espaol de Francisco de Quevedo, a cargo del sobrino de Quevedo y albacea testamentaria, don Pedro Aldrete. Se trata, como su propio nombre puede indicar, de dos ediciones complementarias. Gonzlez de Salas, erudito hombre de letras y amigo de Quevedo, se propuso ordenar los materiales, con los que, segn su declaracin, contaba Francisco de Quevedo al momento de su muerte. 1
Cuando el impresor Pedro Coello publica en 1648 bajo el ttulo Enseanza entretenida y donairosa moralidad buena parte de la obra festiva y satrica en prosa de Quevedo, advertir que los versos conservados de Quevedo (de veinte partes, una) sern objeto de una prxima edicin: con toda probabilidad la que ese mismo ao, bajo la supervisin de Gonzlez de Salas ver la luz. Si se atiende a la explicacin de Gonzlez de Salas, fue Quevedo quien realiz la primera labor de recopilacin de los distintos poemas que haba escrito en vida, pero fue el mismo Gonzlez de Salas quien decidi continuar su trabajo. Por lo que tambin comenta el propio editor, el volumen de la obra recogida se hizo ingente y provoc que diera a la imprenta solamente los poemas correspondientes a las musas primeras, con el fin explcito de proseguir la impresin ms adelante. 2
Esta tarea de completar la publicacin de la obra quevediana recay en Pedro Aldrete, persona menos preparada y tambin algo alejada en el tiempo de Quevedo. Entre ambas ediciones se conforma algo ms del noventa por ciento de los versos quevedianos: la aparicin de manuscritos dispares de otros poemas, en ocasiones de dudosa atribucin, completan el corpus de su obra potica.
1 El trabajo de Alfonso Rey, Criterios y prejuicios en la edicin de la poesa de Quevedo, Edad de Oro, 13 (1994), pp. 131-139, propone de forma sinttica la importancia de editar la obra quevediana segn la distribucin de las composiciones en las impresiones de 1645 y 1670. Para su estudio, creo conveniente obrar en el mismo sentido. 2 El haber crecido tanto las poesas de las seis Musas antecedentes, y no parecer capaz un volumen solo para juntamente contener a Euterpe, Urania y Caliope, que ahora restan, oblig a que se hubiese de partir su coro, y con buen acuerdo. Citar por Jos Manuel Blecua, Obra potica, Madrid, Castalia, 1969; por la frecuencia con que har las citas, emplear la siguiente frmula (Blecua, 138). Sobre el particular de la intervencin de Gonzlez de Salas en la edicin de Quevedo, vanse el clsico trabajo de James O. Crosby, La huella de Gonzlez de Salas en la edicin de Quevedo y la actualizada revisin del asunto a cargo de Rodrigo Cacho: "Gonzlez de Salas editor de Quevedo: El Parnaso espaol (1648)." Annali dell'Istituto Universitario Orientale. Sezione Romanza 43.2 (2001): 245- 300. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 4 Gracias a ese esfuerzo editor, realizado por Quevedo, en gran parte, y continuado, probablemente con menos intervenciones de las declaradas, an hoy difciles de discernir, a cargo de Gonzlez de Salas, se conoce cul fue en lneas generales el afn que movi a Quevedo a hacer pblica la totalidad de sus composiciones. Quevedo, en cartas a Francisco de Oviedo el 22 de enero y el 12 de febrero de 1645, relata sus ocupaciones, entre las que se halla la organizacin de la publicacin de sus poemas: A pesar de mi poca salud, doy fin a la vida de Marco Bruto, sin olvidarme de mis obras en verso, en que tambin se va trabajando o Y as me voy dando prisa, la que me concede mi poca salud, a la segunda parte de Marco Bruto y a las Obras de versos. 3 Que un hombre como Quevedo, empeado desde joven en la presentacin de obras de otros autores, en un ejercicio humanista de fillogo, con los ejemplos sobresalientes de su edicin de la obra de fray Luis y de Francisco de la Torre, no tuviera al menos la inquietud de preparar algo semejante para s mismo parece extrao: todos los datos apuntan a una voluntad decidida de dar a conocer sus poemas y adems de la forma ms ordenada y organizada posible. Quevedo ya era conocido como poeta a comienzos del siglo XVII. Algunas antologas demuestran el notable prestigio alcanzado: la preparada por el antequerano Pedro Espinosa bajo el ttulo de Flores de poetas ilustres, publicada en 1605, aunque con dedicatoria de 1603, es muy elocuente. Dieciocho composiciones (diecisiete en las sucesivas, ya que vieron cmo un poema excesivamente irreverente desapareca de la seleccin) de Quevedo figuran en ella, junto a composiciones de Lope de Vega o de Gngora. Es poca en que la corte se traslada a Valladolid y all Quevedo ejercita sus primeras armas literarias con no poca fortuna. A partir de entonces, ser autor consagrado, tal vez ms famoso por sus Sueos, su Buscn o su prosa burlesca, incluso por sus numerosos opsculos de orden humanista que por su poesa. Este es asunto de enjundia hermenutica, que trataremos ms adelante; 4 pero sirva, a priori, para situar su posicin en el panorama potico de su tiempo. La Segunda parte de las Flores de poetas ilustres de Juan Antonio Caldern, de 1611, contiene tambin otros poemas, en concreto siete silvas; el Cancionero antequerano de 1627-1628 y el denominado Cancionero de 1628, ambos manuscritos, admiten tambin algunas versiones de sus poemas ms clebres, as como la antologa Maravillas del Parnaso, publicada en Lisboa en el ao 1637, o la edicin, prxima a la muerte de Quevedo, en 1643, de la coleccin de Romances
3 Astrana Marn, ed., Francisco de Quevedo, Epistolario completo, Madrid: Editorial Reus, 1946. 4 No quiero pasar adelante sin citar el trabajo de Antonio Carreira, (Quevedo en la redoma: anlisis de un fenmeno cripto potico, en Quevedo a nueva luz, Mlaga: Universidad, 1997, pp. 231-249) quien postula la escasa presencia y trascendencia de Quevedo como poeta en el siglo XVII, a partir de la reducida lista de poemas impresos publicados: Es hora de preguntarse, por tanto, qu pudo entrever del poeta Quevedo cualquier aficionado a la poesa en la primera mitad del siglo XVII. Muy poco, a juzgar por las siete citas fragmentarias que Gracin hace en su Agudeza y arte de ingenio, cuya edicin definitiva es del mismo ao que el Parnaso (p. 240). EL CORPUS DE LA OBRA POTICA QUEVEDIANA 5 varios, que recoge buena parte de los romances y bayles 5 que configurarn una parte importante de su produccin satrica. Se trata de espordicas muestras conservadas de la difusinones de la obra quevediana, a las que hay que aadir el manuscrito que presenta el Herclito cristiano escrito en 1613, ; el de vora, que recoge versiones muy tempranas de buena parte de sus silvas o de sus romances,; o el de la Biblioteca Nazionale de Npoles que contiene la base esencial de su coleccin de silvas, incluida en la musa octava de su edicin completa. Son especiales colecciones de la obra potica de Quevedo, reunidas para ocasiones dispares (poemas encomisticos en los preliminares de obras de otros poetas o recopilacin de poemas de distinta autora sobre un tema semejante, por poner dos posibilidades) y con desigual tamao. Sin embargo, el mayor volumen se halla en la edicin pstuma de 1648: una atencin especial a sus preliminares y a los prembulos de cada seccin ayuda a comprender la magnitud de la publicacin quevediana. En primer lugar, debemos constatar la decisin de Gonzlez de Salas, a indicacin de Quevedo, de ordenar los poemas conforme a los distintos subgneros poticos: Concibido haba nuestro poeta el distribuir las especies todas de sus poesas en clases diversas, a quien las nueve Musas diesen sus nombres; aproprindose a los argumentos la profesin que se hubiese destinado a cada una (Blecua, 91). La ordenacin en musas, que Gonzlez de Salas vincula a Marcello Macedonio y a Pedro Jernimo Gentil, y que atribuye a Quevedo, trae como consecuencia la distribucin de las composiciones en los siguientes apartados:
Parnaso Musa I. Clo Poesa heroica, encomistica Musa II. Polimnia Poesa moral Musa III. Poesa funeral Musa IV. Erato Poesa amorosa Musa V. Terpscore Poesa satrica [letrillas, jcaras, bayles] Musa VI. Poesa burlesca
Las tres musas Musa VII. Euterpe Poesa pastoril Musa VIII. Calope Poesa heroica [silvas] Musa IX. Urania Poesa sacra
En la musa Erato, adems, se establece una subdivisin interna, de gran trascendencia, entre poesa amorosa propiamente dicha y un conjunto de poemas colocados bajo el marbete Canta sola a Lisi. El resto se configura en torno a los grandes subgneros: de forma ms cuidada, las seis primeras musas. Desde este punto de vista, la distribucin de musas en la edicin de 1670 tiende a un criterio temtico-genrico, aunque la ubicacin extravagante de varias composiciones le confieren un aire inevitable a cajn de sastre perentorio: los poemas difciles de encuadrar o que tendran mejor acomodo en la edicin de 1648, sin ms criterio que la oportuna difusin, hallan aqu su definitiva ubicacin.
5 Prefiero esta denominacin para dotarle de un significado ms preciso como composicin potica destinada a ser interpretada en el escenario de los corrales en el siglo XVII. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 6 El segundo criterio ordenador es el de la frmula mtrica, de tal manera que, en lneas generales, primero se colocan los sonetos y, tras ellos, las otras opciones mtricas. No es descartable en este asunto, como en otros que advertiremos, una gradacin de estilo: en primer lugar, los metros elevados quiere decir, italianos: sonetos, octavas, tercetos y, luego, los metros romances, de estilo ms humilde. Este principio organizador rige para la musa I, que deja para el final una silva y una cancin pindrica; para la musa II, que incluye como colofn un sermn extenso en forma de silva y una stira en tercetos; para la musa III; para la musa IV, cuya seccin Canta sola a Lisi termina con cuatro idilios en forma de sextetos o quintetos. Para las musas ms humildes, Gonzlez de Salas o Quevedo aplicaron anlogo criterio: en la musa V, aparecen primero las letrillas, luego las jcaras, y finalmente los bayles; en la musa VI, los romances (cien exactamente) conforman todo el apartado. Aunque la edicin de Las tres musas parece ms descuidada, se advierten semejantes decisiones: de esa manera, en la musa VII se suceden sonetos pastoriles, canciones, romances e incluso tercetos para la Stira a una dama, sin olvidar la inclusin de los entremeses; en la musa octava, aparecen las silvas (mtricas y estacianas); y, en la musa Urania, caben los sonetos sacros junto a ovillejos, breves silvas mtricas, o composiciones extensas en octavas reales como el Poema heroico a Cristo resucitado y romances. Estos principios organizadores temas y metro van acompaados de numerosos vnculos internos que asocian en agrupaciones ms o menos coherentes los poemas. As, entre los sonetos de la musa Clo se puede entrever incluso una secuencia histrica que honra la memoria del duque de Osuna y, por omisin, se trata de reducir la importancia del valido Olivares. Fernndez Mosquera estudia, por su parte, la disposicin interna de los poemas de Canta sola a Lisi en relacin con el modelo estructural del cancionero petrarquista. 6 Y dentro de la musa V se advierte, como ha estudiado Mara Jos Alonso, una deliberada distribucin de los materiales segn el motivo literario elegido. 7 A esta apreciacin contribuye, por paradoja, la edicin menos rigurosa de Aldrete, que dispone grupos de poemas de evidente vinculacin interna: los sonetos sacros de la musa Urania, con los extensos epgrafes de los poemas que los explican; los sonetos pastoriles, estudiados por m en otro lugar, o las silvas que forman y componen la musa octava. 8 De todo ello, se deriva que el editor de la obra de Quevedo, bien el propio Quevedo, bien ese Gonzlez de Salas omnipresente, organiz con el rigor y la coherencia interna posibles los materiales con que contaba. Como consecuencia de esta labor organizadora, surge la duda sobre algunas de las afirmaciones de Gonzlez de Salas en sus preliminares. Sobre todo, aquella que insina que lo publicado responde a una proporcin pequea de la totalidad de la produccin quevediana: No fue de veinte partes una la que se salv de aquellos versos, que conocieron muchos, quedaron en su
6 Santiago Fernndez Mosquera, La poesa amorosa de Quevedo, Madrid: Gredos, 1999. 7 Mara Jos Alonso Veloso, Tradicin e ingenio en las letrillas, las jcaras y los bayles de Quevedo, Vigo: Universidade de Vigo, 2005. 8 Remito a mis trabajos respectivos 'Gusto i tormento': los sonetos pastoriles de Francisco de Quevedo, en Romeral. Estudios filolgicos en homenaje a Jos Antonio Fernndez Romero, Vigo, Universidade de Vigo, 2003, pp. 287-304; y Las silvas de Quevedo, Vigo: Universidad de Vigo, 1997. EL CORPUS DE LA OBRA POTICA QUEVEDIANA 7 muerte(Blecua, 91). 9 Gonzlez de Salas asegura que ha actuado como censor de ciertos poemas, indignos de figurar en una edicin como la que prepara. Pedro Aldrete dedica el prlogo de su edicin a ensalzar la religiosidad y decoro de las acciones de Quevedo, probablemente como rplica a la imagen denostada de su to sobre todo en los ltimos aos de su vida. Por supuesto, se trata de una estrategia del proemio, a la luz de una visible captatio benevolentiae tpica, pero abre el camino a la especulacin entre lneas sobre la posibilidad de que se usurpara a la imprenta buena parte de la obra potica de Quevedo: Dar a la estampa algunas que tengo en prosa, no acabadas, juntndolas con otros originales que me han prometido: y aunque he sacado dos paulinas para que no se pierda rasgo suyo, no he podido conseguir mi intento (espero con el tiempo se manifestarn) pues el que tengo es slo de asistir en esto a la utilidad pblica, como lo fue el del autor en todas sus obras. Bien s de algunas que estn ocultas en poder de los que las han usurpado.(Blecua, 143) Cinco de cada cien, como sealaba Gonzlez de Salas, puede resultar exagerado: pero quiz nos permita ver la edicin, por lo menos la del Parnaso, como una seleccin y no, como hasta ahora, como una coleccin de todo lo que poda ir cayendo entre sus manos. Los poemas se acumulan en la mesa de Gonzlez de Salas, como antes le haba ocurrido al propio Quevedo, y, entonces, procede a organizarlos de la mejor manera posible. Incluso me atrevo a sugerir que lo hace desdeando poemas indecentes o, tal vez, relegando otros para una mejor ocasin que no lleg a tener lugar. No debemos olvidar un hecho que quiz haya pasado desapercibido: no parece gratuita la tendencia de esta edicin de 1648 de redondear siempre que puede la cifra de los poemas: 110 sonetos morales, 100 romances, 10 bayles, 15 jcaras. Tanta exactitud esconde, por encima de abundancia, lima y sujecin a unos lmites. La pregunta, en este extremo, constituye una osada notoria: por qu no antologa, en lugar de recopilacin a ciegas? Dentro de estos preliminares tambin cabe otra conclusin interesante: la querencia de Gonzlez de Salas por primar la caracterizacin grecolatina de la poesa quevediana, por promover una faceta clasicista, adherida por completo a la tradicin de Grecia y Roma, frente a otras: pudiendo bien asegurar que hasta hoy no conozco poeta alguno espaol versado ms, en los que viven, de hebreos, griegos, latino, italianos y franceses (Blecua, 91). Incluso en los poemas burlescos, de condicin ms humilde, Gonzlez de Salas advierte una conexin con la literatura clsica: la erudicin de editor quiz le obliga, pero, en cualquier caso, la presentacin de la obra quevediana est condicionada a la demostracin de su vinculacin constante con el mundo grecorromano. La obtencin del marchamo clsico va aparejado desde el Brocense a la apreciacin insistente de ese lazo cultural y erudito. La musa heroica con los epinicios de Pndaro; la moral con Horacio y la stira romana; la fnebre, con la Antologa griega; la amorosa, que apunta con total evidencia a Petrarca, tambin reclama a los elegacos latinos, Propercio, Catulo, Ovidio; la satrica, en la tradicin de los mimos latinos; e
9 La afirmacin de veinte partes, una coincide con la del impresor Pedro Coello al frente de la edicin, tambin de 1648, de Enseanza entretenida y donairosa moralidad que incluye buena parte de la prosa satrica y festiva de Quevedo, ya que advierte que slo se conserva el cinco por ciento del total de la obra potica quevediana. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 8 incluso los romances. Gonzlez de Salas proclama, con estas referencias, el clasicismo quevediano, al tiempo que, con el parangn de Quevedo con Ovidio slo hay memoria que le pueda semejar, como los eruditos saben, el perspicuo, blando y opulentsimo poeta Ovidio Nasn- (Blecua, 92), refuerza la imagen de un poeta variado, cultivador de una heterognea inventio potica, anclada, como pocas, en los textos esenciales de las literaturas griega y latina. La diversidad temtica, que entronca con la varietas del discurso preceptista y retrico, compromete una determinacin metodolgica: la de estudiar los subgneros de su poesa, de modo casi autnomo. No cabe una estamentacin radical de sus opciones literarias por la fuerza de su intertextualidad y de la dimensin mltiple de su vocacin potica. Sin embargo, para el anlisis de su obra conviene primero una diseccin genrica que desentrae ciertas secciones que puedan mostrar caracteres orgnicos propios e independientes. Es evidente el vnculo ideolgico, que promueve el neoestoicismo, entre los poemas morales de corte senequista y los poemas amorosos que contraponen la declaracin hiperblica de los afectos con la certificacin de una vida arrostrada a la muerte. As como no es difcil observar semejante propuesta ideolgica en su poderoso caballero y en sus sonetos de argumentacin ms grave o definir parecidos perfiles en los sonetos sacros donde se desarrolla tras la doctrina un claro impulso poltico y en la musa heroica donde elogiando a los emperadores y reyes se deslizan sentencias sobre el buen gobierno del prncipe. Ejemplos de esta naturaleza compleja recorren su obra de un lugar a otro, como un hilo que teje invisible cada manifestacin diferenciada. La cohesin interna entre las composiciones es a menudo imperceptible y, en ocasiones, slo apreciable con los instrumentos de los repetidos recursos retricos. Cada subgnero, como ya resulta obvio, exige sus propias convenciones y stas entran en confrontacin obligada con las de otros subgneros. Por eso, no ha de extraar que la exaltacin del placer mundano que se observa en la poesa burlesca, en sus letrillas, por ejemplo, contradiga el ansia de la muerte que transmiten los sonetos morales; o que ese desprecio a la mujer, tan tpicamente celebrado como quevediano, halle su aparente contrapunto en la celebracin de las hermosuras de la dama en sus sonetos amorosos. Ya parece innecesario constatar esta multiplicidad de voces, pero resulta inevitable si queremos realizar un certero estudio de su compleja obra potica. Mucha es la variedad de argumentos y asumptos en que ejercit su pluma, y quien en ellos no reconociere esta fecundidad superior y rara, muy turbado ha de tener el rgano del juicio, advierte Gonzlez de Salas; sin apelar a la turbacin de los juicios de los lectores de Quevedo, su poesa debe ser entendida como un conjunto diverso, delineado con modulaciones dispares pero convenientemente reconocibles como surgidas de una misma garganta o de una misma pluma. 10
10 Vase sobre este aspecto, Santiago Fernndez Mosquera, Ideologa y literatura: perturbaciones literarias en la exegsis ideolgica de la obra de Quevedo, La Perinola 1 (1997), pp. 151-169. La Musa Clo. Poesa encomistica La musa Clo rene los elogios y memorias de prncipes y varones ilustres. Se trata de poesa encomistica, de otra forma denominada poesas heroicas, en el sentido que este trmino conoce durante el siglo XVII como versos sobre personajes o sucesos histricos. La ilustracin, el lema y el epigrama que acompaan esta musa reiteran el tpico de que el arte vence a la historia, que mantiene vivo, gracias a la memoria, el tiempo pasado. La imagen de la musa, que exhibe con orgullo una pluma que resplandece, se asocia a la leyenda de la parte superior: Clo gesta canens transactis tempora reddit, extrada del epigrama titulado Nomina musarum o tambin De musis, atribuido a Virgilio y a Ausonio y muy celebrado durante la Edad Media y el Renacimiento. 11 El lema procede de la epstola 21 a Lucilio de Sneca, quien ensea que slo los studia pueden conceder la fama. 12 Y el poema que glosa el grabado, firmado por D. J. A. (tal vez, D. Joseph Antonio: Gonzlez de Salas) corrobora el topos del ars vincit natura, con expresiones que recuerdan al clebre Retirado en la paz de estos desiertos: A la Fama y a la Gloria que yo doy, a tiempo cede
11 Conviene sealar que quien organiz la coleccin de Quevedo recurri a este epigrama para casi todos los epgrafes que acompaan a las musas: slo Polimnia y Erato recurrieron a otros lugares: Clio gesta canens transactis tempora reddit./ Dulciloquis calamos Euterpe flatibus urguet./ Comica lasciuo gaudet sermone Thalia./ Melpomene tragico proclamat maesta boatu./ Terpsichore affectus citharis mouet, imperat, auget. / Plectra gerens Erato saltat pede carmine uultu./ Vrania motusque poli scrutatur et astra./ Carmina Calliope libris heroica mandat./ Signat cuncta manu loquiturque Polymnia gestu./ Mentis Apollineae uis has mouet undique Musas:/ in medio residens complectitur omnia Phoebus. El propio Salas explica las falsas atribuciones de este epigrama en los preliminares de la musa Melpmene: Vive hoy, aunque no esento de controversias, un erudito epigramma dedicado ingeniosamente al coro de las nueve Musas, y con slo el igual nmero de versos. Este, entre los de Ausonio, por muchas edades, se conserv por legtimo parto suyo; pero despus [...] pas a las obras menores que en el apndice de Virgilio Marn le suponen por propias. Y ltimamente [...] han querido que ni de Virgilio fuese, ni de Ausonio, sino de otro poeta alguno, tambin antiguo y excelente (B 112). No hay que olvidar tampoco que este poema sirve de inspiracin a la Iconologia de Cesare Ripa para la ilustracin de las Musas (Cesare Ripa, Iconologa, Madrid, Akal, 1987). Vase tambin Robert J. Clements (Picta poesis, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1960, p. 53), quien transcribe ese mismo epigrama extrado de los Emblemata de Johannes Sambucus de Hungra (Amberes, 1564). 12 Sneca, Lettres a Lucilius, 1969-85, tomo I, pp. 87-88. En este pasaje, Sneca toma como ejemplo la epstola de Epicuro a Idomeneo, ministro del tirano Lismaco, donde se recuerda la idea de la memoria vencedora del tiempo: profunda supra nos altitudo temporis ueniet, pauca ingenia caput exerent et in idem quandoque silentium abitura obliuioni resistent ac se diu uindicabunt (21, 5). El lema que figura al frente de la musa sentencia el triunfo de lo que permanece escrito sobre las acciones de los hombre ilustres: ingeniorum aescit dignatio nec ipsis tantum [honor] habetur, sed quidquid illorum memoriae, adhaesit, (ab oblivione) excipitur (21, 6). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 10 sus injurias, que no puede la edad contra la memoria. Plectro es mi pluma elocuente, deidad mi voz, que atrevida vuelve al ya muerto a la vida y hace lo que fue presente. En otros lugares, se concibe esta poesa como de circunstancias, aunque la carga peyorativa del vocablo suele relegar estas composiciones a un segundo plano de inters; no slo en el caso de Quevedo, sino en el de muchos otros. Un repaso a las antologas de la poesa quevediana, que suelen calibrar en gran medida la recepcin de su obra, muestra la escasa importancia otorgada a este subgnero potico. Estudios muy recientes han contribuido a resaltar esta parte de su poesas y a abrir una senda indagatoria que puede resultar muy esclarecedora. Vega Madroero, en su trabajo, 13 demuestra la dimensin poltica e ideolgica de estos poemas, fenmeno ya intuido y destacado por Henry Ettinghausen unos aos antes. La edicin de esta musa a cargo de Arellano y Roncero le confiere una dimensin hasta ahora desconocida. 14 El trabajo de Jess Seplveda, con el propsito de hallar una estructuracin intencionada, coloca estas composiciones, en apariencia coyunturales, en el justo lugar de su apreciacin trascendental y su consideracin ms profunda. 15 En la edicin y traduccin de esta musa, a cargo de Alessandro Martinengo, Federica Cappelli y Beatrice Garzelli, se ejemplifica el inters que esta especie de composiciones suscita en los estudiosos de Quevedo. 16
La musa Clo presenta 24 sonetos, las octavas en honor a la Jura del Prncipe Baltasar Carlos, la silva encomistica al duque de Pastrana, el soneto a Escipin, y, por ltimo, como un aadido nada inocente, el elogio al duque de Lerma, con la frmula mtrica de la oda pindrica. Arellano y Roncero proponen una clasificacin interna de estos poemas atendiendo a criterios relativamente temticos: a) Poemas encomisticos. Dedicados al emperador Carlos V, a Felipe III, y a Felipe IV Dedicados a Luis XIII y a Richelieu. Dedicados a nobles: duque de Osuna, duque de Pastrana, duque de Lerma, Luis de Carrillo b) Poemas morales. A propsito de la antigedad: Escipin, Mucio Escvola Sobre lugares: Roma y el huerto del duque de Lerma. c) Poemas de circunstancias Como los propios editores indican, esta taxonoma no est exenta de problemas: es una gua orientativa sobre las vertientes principales que se
13 Fe Vega Madroero, La musa Clo: temas y tradicin potica, La Perinola, 3 (1999), pp. 355-374. 14 Ignacio Arellano y Victoriano Roncero, La musa Clo del Parnaso espaol de Quevedo, Pamplona: Eunsa, 2001. 15 Jess Seplveda, A vueltas con Gonzlez de Salas, Memoria de la palabra. Actas del VI Congreso de la AISO, Iberoamericana, 2004, p. 1663. 16 Clo. Musa I, edicin y traduccin de Alessandro Martinengo, Federica Cappelli y Beatrice Garzelli, Napoli: Liguori Editore, 2005. LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA 11 advierten en las composiciones. 17 Y en efecto, muchos de los panegricos llevan consignas morales y aun polticas que proclaman una direccin ideolgica o una visin bastante definida sobre las circunstancias polticas. La ltima frase de Gonzlez de Salas de la disertacin que precede al Elogio al duque de Lerma don Francisco, Suena ya, pues, la msica del Elogio, y aunque elogio escrito a valido en su vida, no disuena las orejas de aquellos que habindolo conocido le escuchan celebrar hoy cuando difunto. Siendo ans excepcin a lo contrario, que aseguran los antiguos y la experiencia nos lo acredita. (Blecua, 101) resume la interpretacin, incluso involuntaria, que la decisin de colocar un poema de estas caractersticas puede conllevar. Los varones ilustres son materia de estos encomia; son en su mayora contemporneos o prximos a Quevedo y cercanos, como el mismo Quevedo, a los diversos mbitos del poder. Los reyes Felipe III y Felipe IV, as como el emperador Carlos V, son los destinatarios de sus alabanzas, alabanzas que tienen que ver con la defensa no slo de la nacin sino de la religin catlica. Del emperador Carlos V se recuerda, en Las selvas hizo navegar, y el viento, como en otros lugares de su obra, la lucha contra los comuneros (de Espaa el rumor neg ausente), el saqueo de Roma junto a su continuada empresa ultramarina y su victoria sobre los infieles, aunque el elogio se convierte en sentencia estoicista cuando Quevedo destaca que fue capaz de vencerse a s mismo: y por ser retirada ms valiente,/ se retir a s mismo el postrer da (13-14). El poema se dirige, como en los epigramas ekfrsticos, a una estatua, a un objeto artstico del que se deducen conclusiones de otra naturaleza. Esa misma ndole demostrativa se halla en los dos sonetos dedicados a la estatua de Felipe III que encabezan la musa y en el soneto dedicado al dibujo caligrfico que Daz Morante compuso del monarca Felipe IV. En estos ejemplos la materia del artificio aparece en primer plano pero supone un punto de partida para el encomio y la reflexin. 18 En el primero de estos sonetos, Oh cunta majestad, oh cunto numen! se resalta esa doble condicin de rey temporal y majestad divina que concurre en los monarcas: 19
Os imitar artfice toscano al que a Dios imit de tal manera que es, por rey y por santo, soberano. (9-11) y en el segundo, Ms de bronce ser que tu figura se desea que el reinado sea largo: Oh cunta de los hados gloria fuera,/ si en aos le imitaras generoso (13- 14). En el poema Bien con argucia rara y generosa, despus de que se acumulen las expresiones de alabanza del primor del dibujante, el kphrasis cede paso a los favorables augurios de su gobierno:
17 Arellano-Roncero, ob. cit., p. 10. 18 Vase el trabajo de Inmaculada Medina, Retrato regio de los Austria en Quevedo: algunos poemas, en Quevedo en Manhattan, Madrid: Visor, 2004, pp. 165-188. 19 Vega Madroero seala sus afinidades con la silva I, 3 de Estacio, la dedicada a la estatua del emperador Domiciano (La musa Clo, art. cit., p. 365). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 12 Tus ejrcitos, naves y legiones lazos son de tu inmensa fortaleza en que cierra los mares y naciones. (12-14) Tres sonetos estn dedicados a Felipe IV: uno de ellos, Escondido debajo de tu armada es una exhortacin que Quevedo ya haba escrito para Felipe III (recogida en las Flores de poetas ilustres) y que en este caso recompone para adaptarla, con las oportunas variantes, 20 a la figura y a la accin del rey Felipe IV. En esta composicin se le anima a que persevere en la empresa blica: caiga roto y deshecho el insolente/ belga, el francs, el sueco y el germano. Esta exhortacin se prolonga en los sonetos Amagos generosos de la guerra y No siempre tienen paz las siempre hermosas, en donde se repiten semejantes deseos: en el primero, la hazaa se asemeja a la conquista de Jerusaln, como si se tratara de un episodio ms de las cruzadas contra el infiel: La caa descans el temor al da en que tu lanza asegur campaas que ardor disimulado prometa, figurando en la entrada de estas caas, corts y religiosa profeca la de Jerusaln a tus hazaas. (9-14) En el segundo, con alguna condicin que puede sonar a reproche, si se aducen algunas interpretaciones subliminales, se auguran triunfos y victorias: 21
Vibre tu mano el rayo fulminante: castigars soberbia y locuras y, si militas, volvers triunfante. (12-14) Otros sonetos tambin estn centrados en Felipe IV, aunque su objetivo se centra en glosar la propia circunstancia: en Llueven calladas aguas en vellones, con ecos de Marcial (IV, 3: Adspice quam densum tacitarum vellus aquarum), la aparicin de la nieve en un espectculo que el rey preside; y en Aquella frente augusta que corona, la presencia continua de la lluvia que slo la llegada del rey puede parar. En los sonetos En el bruto que fue bajel viviente y en En dar al robador de Europa muerte se recrea la tarde del trece de octubre de 1631 en la que Felipe IV mat de un certero tiro a un toro que haba vencido a un len, en un festejo organizado por el propio rey en la Plaza Mayor. Es inevitable en estos casos el parecido con los epigramas de Marcial, en especial con aquellos que forman parte del libro De spectaculis, en los que la mencin del espectculo de las
20 En el poema que figura en Flores de poetas ilustres las referencias son a Inglaterra (a la memoria de la derrota de la Armada invencible) y al imperio turco, enemigo que hostiga las costas espaolas a fines del siglo XVI. 21 El reproche puede ir dirigido a la falta de iniciativa del monarca, tal vez sometido a los dictados del valido, o, en cualquier caso, por pretensiones de paz, que a Quevedo le parecen arriesgadas y peligrosas. El comentario detallado de Antonio Azaustre a este poema subraya cmo se exhorta al rey Felipe IV a promover la guerra para combatir a los enemigos de la religin (Retrica y milicia en un soneto de Quevedo, La Perinola 6 (2002), pp. 29-54). LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA 13 fieras o de los gladiadores sirve de paso para la adulacin del emperador Domiciano, pretensin que Quevedo repite con similar eficacia. 22
Entrar con respeto en su figura el sol, y los caballos que alimenta con temor de la sien spera y dura. (12-14) Escribir con luz el firmamento duplicada seal para memoria en los dos de tu acierto y su escarmiento. (12-14) La descendencia de Felipe IV tambin es motivo para el panegrico. La jura del prncipe Baltasar Carlos, llamado a suceder al monarca, dio pie a la composicin de numerosos poemas. 23 Las relaciones que narran el acontecimiento destacan la pompa desplegada para tal celebracin. Quevedo elige la frmula convencional de las octavas reales para dar cuenta, con la gravedad que la opcin mtrica le otorga, de la celebracin monrquica. Con presagio fatal, parece que dej el Autor esta relacin imperfecta, declara Gonzlez de Salas, ya que el prncipe morir poco despus de esta fecha, 1632. Quevedo relata la procesin y detalla los pormenores del evento con la pintura incluso de los ropajes de los asistentes; en ese sentido, el poema quevediano es una relacin que comienza con el obligado elogio al monarca Felipe IV por nombrar sucesor a Baltasar Carlos, digno heredero de la dinasta de los Austrias: t entonces, pues (anuncio venturoso colmado y rico de promesas santas!), a imitacin del rey siempre glorioso de quien indigno calza el sol las plantas, prvido juntamente y religioso, y humilde emulador de glorias tantas, siempre en el cielo tu discurso fijo, cuando el Hijo nombr, nombras tu hijo. (33-40) Relacionar la jura del prncipe Baltasar Carlos con la celebracin de la Transfiguracin alcanza magnitudes trascendentes; Arellano y Roncero, en su artculo sobre este largo poema, se preguntan: qu mejor manera de establecer la conexin Dios-Espaa que recurrir a este episodio de la vida de Jess? En el monte Tabor Dios Padre, ante los apstoles presentes, confirma a Jess como su hijo amado; en la jura Felipe IV presenta a sus sbditos a su heredero. 24 En efecto, las octavas reales mostrarn los ms favorables vaticinios para el sucesor,
22 No descarto en estas composiciones, en apariencia un tanto circunstanciales, algn simbolismo de orden poltico, en el que el toro, ese robador de Europa, aparece abatido por la certera puntera del rey que toma por s mismo la decisin de disparar. La analoga con Marcial, slo implcita para el conocedor de la obra epigramtica del autor latino, permite tambin la analoga de los emperadores elogiados: la damnatio memoriae de Domiciano no beneficia mucho al rey Felipe IV. 23 Sobre este particular vase el artculo de Fe Vega Madroero, "El poema de Quevedo a la jura del prncipe Baltasar Carlos y las relaciones de la poca." La fiesta. Actas del II Seminario de Relaciones de Sucesos. Ferrol: Soc. de Cultura Valle-Incln, 1999, pp. 351-58. 24 Ignacio Arellano y Victoriano Roncero, "El poema Jura de el Serensimo Prncipe don Baltasar Carlos', de Quevedo", La Perinola 5 (2001), pp. 39-67. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 14 en un ejemplo muy notable de panegrico poltico, fronterizo con la adulacin ms evidente, en una especie notable de genethliacon interesado: Juraron vasallaje y obediencia, y besaron la mano al que no sabe cunto en su soberana descendencia de augusta majestad gloriosa cabe; mas, con anticipada providencia, monarca sin edad, se muestra grave: que al tiempo le dispensa Dios las leyes para la suficiencia de los reyes. (145- 152) Tambin a los validos dedica Quevedo sus poemas: al duque de Lerma le dirige el soneto Yo vi la grande y alta jerarqua, en el que recuerda el esplendor pasado de la huerta que acogi reuniones de nobles, reyes y personas principales, a la manera de los ambientes patricios de la literatura romana. Tambin un soneto, Sea que descansando la corriente, a una custodia de cristal que el duque de Lerma mand labrar para guardar el cliz de la Eucarista, 25 as como el Elogio que en forma de oda pindrica cierra la musa Clo. La alabanza a la huerta del duque de Lerma, ministro que sufri una autntica damnatio memoriae tras su valimiento, 26 escrita en 1635, en pleno mandato olivarista, parece ms audaz que la cancin pindrica, por cuanto sta fue escrita en pleno gobierno de Lerma, entre los aos 1609-1611. El Elogio contiene parangones extremos ya que el valido aparece junto a Alejandro Magno, a Julio Csar y a Augusto: Nunca ms felizmente en la gloriosa frente de Alejandro su luz amanecieron, ni en la alma valerosa de Csar, que ya estrella a volar osa, mayores alabanzas merecieron, ni de Augusto las paces ms amadas fueron, pues de blandura y de cuidado vuestro espritu armado, haces dej burladas, previniendo la suerte que enemiga al que irritarla presumi castiga. (21-32) Pero muestra un inters muy notable la dispositio urdida por Quevedo para esta composicin. Organiza el poema en dos partes y cada una de estas partes se estructura con la frmula tripartita de las canciones pindricas. Cada parte representa un movimiento: la primera mira a las hazaas de duque; la segunda, a la fama. En cada movimiento se advierte una strophe, en la que se plantean
25 El poema figura entre los sonetos sacros que aparecieron en la musa Urania: su ubicacin debi de resultar comprometida, puesto que se trata ms de un ejercicio conceptista sobre las imgenes del cristal y de Cristo dentro que un elogio al duque de Lerma: hay ms de exaltacin eucarstica que de encomio a un varn ilustre. 26 El propio Quevedo manifest su animosidad contra el duque en el retrato que da fin a sus Grandes anales de quince das: Sus costumbres no fueron las que le adul la privanza ni las que le achac la cada, sino las que ocasionaron estas sospechas y rumores, y consintieron aquella lisonja y la premiaron. Fue su ruina que priv ms como quiso que como deba. (ed. de Roncero, Obras completas en prosa, vol. III, p. 113). LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA 15 cuestiones de orden general o primeros trminos de la comparacin, una antistrophe, que aplica esa cuestin infinita a la persona del duque, y un epodos que contiene el elogio propiamente dicho, con el que se concluye la estructura simtrica de la composicin. Gonzlez de Salas destaca en su prembulo al elogio el carcter singular de la propuesta quevediana: El primero fue, pues, Seor, nuestro poeta, segn yo he podido averiguarlo, el que, con aliento erudito, emprendi traer a los nmeros espaoles la ternaria estructura de los poetas lricos griegos.(Blecua, 98). 27 El esquema ternario de la cancin pindrica es explicado por el propio Gonzlez de Salas y representa una novedad formal, justo en el momento en que por otras vas Gngora irrumpe para renovar de modo decisivo la poesa espaola en el siglo XVII. En este aspecto llama la atencin la nula presencia de Olivares en sus panegricos publicados: 28 slo el poema Sabe, oh rey trs cristiano!, la festiva, y de forma enigmtica, con frecuentes alusiones simblicas, expresa un elogio hacia el conde duque, aunque sea mediante la contraposicin con el valimiento de Richelieu con Luis XIII: [Richelieu] Sabe poner tu prpura en tus manos decimotercio rey, con prisin grave, tu esclarecida madre y tus hermanos. Tu oliva[Olivares], oh gran monarca! poner sabe en tu pecho los tuyos soberanos con la unidad que en los imperios cabe. (9-14) Aparte de este soneto que mira hacia Francia y su poltica interna, 29 en esta musa aparecen otros dos sonetos dedicados al rey francs: Pequeos jornaleros de la tierra y Decimotercio rey, esa eminencia. En el primero, Quevedo reproduce los tpicos sobre las artimaas de los franceses y su escaso gusto por la guerra abierta, ideas que Quevedo retrotrae al juicio de Csar sobre los galos y que resuelve con un lxico y un simbolismo muy evidente: 30
saben hacer panales, mas no guerra (...) sic, vos, non vobis, sois revolvedores (...)
27 Vase mi trabajo La erudicin ingeniosa de Gonzlez de Salas en los preliminares de la poesa de Quevedo, La Perinola 7 (2003), pp. 147-190. 28 No se pueden olvidar las expresiones de halago que hallamos en el entrems Cmo ha de ser el privado o en El chitn de las tarabillas. De esa poca en que Quevedo trabaj para Olivares no qued (o no quiso Quevedo o no encontr nada Gonzlez de Salas) prueba alguna de abierta adulacin potica. 29 Vase V. Roncero, Poesa histrica y poltica de Quevedo Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, III (2000), p. 260-262. 30 El guila y el len son smbolos de la monarqua hispnica; el lirio y el Delfn de la dinasta francesa. En la Carta al Serensimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII , de 1635, en donde se muestran los prejuicios contra los franceses que datan del propio Julio Csar, declara Quevedo: "De Roma arroj a los franceses con sus graznidos un ganso: mejor aparato es para apartarlos de Italia, Lorena, Flandes y Alemania, guilas imperiales y Leones de Castilla" (p. 44): es la misma argumentacin que hallamos en el soneto en italiano a Richelieu. Vase sobre este poema Ignacio Arellano, Quevedo: lectura e interpretacin (Hacia la anotacin de la poesa quevediana), en Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos centenarios, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago, 1995, pp. 148-151. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 16 Hace puntas la guila gloriosa, hace presa el Len sin acechanzas, el Delfn nada en onda cautelosa. (4, 7, 12-14) En el segundo, titulado Parentica alegora, Quevedo aconseja al rey francs que no se fe de su valido el cardenal Richelieu, capaz, segn Quevedo, de usurparle el gobierno de su nacin: Oh muy cristiano rey! en gloria tanta, ya el azote de Dios tienes encima: mira que el cardenal se te levanta. (12-14) El propio Richelieu es objeto de un soneto escrito en italiano en el que Quevedo le anuncia su derrota, con parecidas expresiones simblicas a las del soneto a Luis XIII: un'ocha, se riguardai ai tempi buoni, scacci i galli dei tarpei sassi: hor che farano l'Aquile e i Leoni? (12-14) La nobleza tambin ser para Quevedo motivo para el encomio. Al duque de Maqueda le celebrar Quevedo su valenta y destreza en una faena taurina con el soneto Descortsmente y cauteloso el hado; al duque de Pastrana, su victoria ante unos bajeles turcos en una silva de 1624 con apariencia de epinicio, Esclarecidas seas da Fortuna; 31 y a don Luis Carrillo y Sotomayor, en un claro ejemplo de propemptikon, le dedicar un soneto, Ans, sagrado mar, nunca te oprima, con el fin de que el mar le sea favorable. 32 Al arrojo del duque de Lerma, maese del campo general en Flandes y nieto del valido de Felipe III, que cruz el ro para infundir valor entre sus soldados, Quevedo le dedica un soneto, T, en cuyas venas caben cinco grandes, en el que el exemplum clsico del paso de Rubicn se emplea con un sentido diferente: No de otra suerte Csar animoso del Rubicn los rpidos raudales penetr con denuedo generoso. Fueron, s, las acciones desiguales, pues en el corazn suyo ambicioso eran traidoras, como en ti leales. (9-14) En ese espacio, no poda faltar el panegrico a su amigo, el perseguido duque de Osuna, 33 a quien Quevedo le dedica el clebre Faltar pudo a su patria el grande Osuna, que suscit la admiracin de Borges. En esta composicin, que bien podra ser funeral ya que est escrita a su muerte, ocurrida en prisin el ao
31 Este poema figuraba en la lista de silvas que Aldrete intercalar en su edicin de Las tres musas, pero muy probablemente el propio Gonzlez de Salas considerara oportuno incluirla por su naturaleza encomistica dentro de esta primera musa. Vase a propsito de este poema Alessandro Martinengo, Ensayo de comentario a una poesa heroica de Quevedo en Quevedo a nueva luz, Mlaga: Universidad, 1997, pp. 251-257. 32 Los ecos de la oda "Sic te diva potens Cypri" de Horacio, (I,3), incluso desde un punto de vista formal, son innegables. Vega Madroero apunta al modelo de los epigramas votivos incluidos en la Antologa griega (art. cit., pp. 360-361). 33 Quevedo fue secretario del duque de Osuna durante el virreinato de ste en Npoles, desde el ao 1613 al 1618. LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA 17 1624, Quevedo recuerda sus hazaas (Flandes y los turcos) y hace notar la convulsin de la naturaleza (los volcanes y los ros) ante la desaparicin del duque: el llanto militar creci en diluvio. Diole el mejor lugar Marte en su cielo: la Mosa, el Rhin, el Tajo y el Danubio murmuran con dolor su desconsuelo. (11-14) A un retrato del duque de Osuna, probablemente de su poca como virrey en Npoles, 34 compone Quevedo otro soneto, Vulcano las forj, toclas Midas, bajo esa frmula tan extendida durante el siglo XVII del kphrasis: en los tercetos, Quevedo introducir expresiones que aos despus volver a reproducir en encomio de su amigo: Al ademn siguieron las heridas cuando su brazo estremeci la tierra; no las prest el pincel: diolas la guerra; Flandres las vio sangrientas y temidas. Por lo que tienen del Girn de Osuna saben ser apacibles los horrores y en ellas es carmn la tracia luna. (5-11) su tumba son de Flandres las campaas y su epitafio la sangrienta luna. (7-8) La alabanza hacia el duque de Osuna encuentra un correlato en otro soneto, de semejante primer verso, Faltar pudo a Scipin Roma opulenta que Quevedo dedicar a la figura de Escipin el africano. 35 Gonzlez de Salas as lo manifiesta: quien [los] cotejare (...) sentir luego la consonancia y a ambos ejemplos dos sensibles de las patrias ingratas. El propio Gonzlez de Salas dir que las ideas para el soneto de Escipin proceden de Sneca, quien vio en el general romano un ejemplo de estoicismo y vida rigurosa, pero ms interesante es la equiparacin con la figura del duque de Osuna, retirado y exiliado de la vida poltica. El soneto est escrito en primera persona: es Escipin quien se queja con amargura de su exilio y de la ingratitud de Roma. La memoria, pues, de la queja de Escipin aqu contenida, me advirti de haber careado con ella nuestro poeta la de otro valeroso capitn, en todo bien semejante, despacha Gonzlez de Salas, con la mencin de don Pedro Girn, duque de Osuna: Faltar pudo a scipin Roma opulenta, mas a Roma Escipin faltar no pudo (...) Nadie llore mi ruina ni mi estrago, pues ser a mi ceniza cuando muera epitafio Anibal, urna Cartago. (1-2, 12-14)
34 James O. Crosby, En torno a la poesa de Quevedo, Madrid, Castalia, 1967, pp. 115-116. 35 Marie Roig Miranda dedic un trabajo a la relacin entre ambos poemas, La difcil cronologa de dos sonetos quevedianos, Actas del V congreso de la AISO, Mnster, Iberoamericana Vervuert, 1999, pp. 1131-1141. Alessandro Martinengo dedic a estos dos poemas un comentario en el que sostiene que el poema a Escipin es posterior al dedicado a Osuna: Desterrado Scipin a una rstica casera suya, recuerda consigo la gloria de sus hechos y de su posteridad, La Perinola 6 (2002), pp. 151-160. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 18 Los exempla latinos de varones ilustres se completan con el de Mucio Escvola, capaz de dar su brazo al fuego por salvar a su pueblo del sitio al que Prsena, rey de los etruscos, le haba sometido. El episodio heroico, conocido, sobre todo, a travs del epigrama I, 22, de Marcial, es recreado por Quevedo en el soneto T solo en los errores acertado, 36 que preserva el mismo argumento paradjico del original, mediante el cual Escvola consigui ms con el error que con la primera tentativa de su empresa: T, cuya diestra fuerte, si no errara hiciera menos, porque no venciera sitio que a Roma invicta sujetara, pudiste ver tu proprio brazo hoguera. (4-9) En esta musa Clo se incluye, entre todos estos poemas dedicados en mayor o menor medida a varones ilustres, el clebre poema dedicado a Roma Buscas en Roma a Roma, oh peregrino!. El bellsimo poema, cuyas fuentes se diluyen entre el epigrama de Janus Vitalis, De Roma, el del polaco Nicola Szarinski o el soneto de Joachim du Bellay, certifica el paso del tiempo en una ciudad emblemtica que ve desaparecer los signos de su pasado glorioso: Buscas en Roma a Roma, oh peregrino! y en Roma misma a Roma no la hallas: cadver son las que ostent murallas y tumba de s proprio el Aventino. Yace donde reinaba el Palatino, y limadas del tiempo las medallas ms se muestran destrozo a las batallas de las edades, que blasn latino. (1-8) Presentado como un epitafio en el que no falta la figura del peregrino al que se dirige la lpida, el soneto posee ecos de amonestaciones morales, pero, sobre todo, juega con la paradoja de los tercetos en los que se destaca la pervivencia del ro, de lo nico que fluye, y la futilidad de la urbe, fundada sobre la slida tierra, desaparecida, al fin y al cabo, con los estragos de la historia: Slo el Tibre qued, cuya corriente, si ciudad la reg, ya sepultura la llora con funesto son doliente. Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura, huy lo que era firme y solamente lo fugitivo permanece y dura. (9-14) El poema a Roma, que ocupa el tercer lugar de esta musa, tras los sonetos a las estatuas a Felipe III, bien puede servir de frontispicio a este inventario de elogios a varones ilustres, cuya vida prosigue en la memoria de la fama que Quevedo les otorga con la generosidad potica de un segundo artfice. El genus demostrativum o epidctico que distingue la retrica encuentra en estas composiciones un ejemplo notable, con cuya serie puede trazarse si no un semblante poltico perfilado s una deliberada forma de seleccionar los
36 Jos Manuel Blecua publica una versin (la primitiva o retocada por Gonzlez de Salas) diferente procedente de un manuscrito conservado en la Biblioteca Colombina, con notables variantes. (Blecua, 421) LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA 19 destinatarios de sus voces encomisticas. As se puede, al fin y al cabo, alimentar una especie de compleja ideologa que encuentra en el discurso elogioso un sutil refugio para la declaracin de intenciones, voluntades o gustos. En estos poemas de resuelta alabanza se pueden hallar vestigios de una voz potica poltica que dirige al lector hacia sus opiniones, sus ideas o, tal vez, sus circunstanciales impresiones.
La musa Polimnia. Poesa moral La musa Polimnia recoge la poesa moral. Se trata de 110 sonetos, seguidos, a modo de conclusin, de dos composiciones ms extensas: el Sermn estoico de censura moral, en el molde de la silva, y la Epstola satrica y censoria, escrita en tercetos a la manera de las epstolas neolatinas. La musa Polimnia contiene, como indica el subttulo, poesas que descubren, y manifiestan las pasiones, y costumbres del hombre, procurndolas enmendar. Se denominan morales porque tratan de costumbres, pero esa misma definicin de su contenido concuerda con las de la stira, sobre todo aquella de aliento clsico, ms concretamente las de la stira romana. La lmina que abre esta parte de la poesa quevediana refuerza este propsito: una mujer bajo un rbol, en cuyo frontispicio se aprecia el verso 55 de Ciris, el poema atribuido durante siglos a Virgilio en la Appendix vergiliana: amat Polymneia verum. 37 Polimnia ama la verdad o lo verdadero: de ah que este conjunto de poemas represente como ningn otro la poesa seria de Quevedo. En la imagen de la edicin quevediana, la musa no se halla pronunciando un discurso; es un hombre, a la izquierda del grabado, el que lo pronuncia desde un podio, con varias personas escuchndolo. Tras la illustratio figura una cita senequiana de su libro De beneficiis (1, 10): hoc maiores nostri quaesti sunt, hoc nos querimur, hoc posteri nostri querentur, euersos esse mores, regnare nequitiam, in deterius res humanas, et omne fas labi. At ista stant loco eodem stabantque dumtaxat ultro aut citro mota, ut fluctus. 38 Resulta de gran inters esta cita ya que en ella el escritor latino admite que la maldad es inherente al mundo e inmutable al paso del tiempo, anloga a los flujos y reflujos de las mareas que apenas alteran el nivel de agua en sus orillas. Con tal similitudo puede concebirse la poesa de esta musa como el certificado de un status quo inmanente en el mundo, irreformable, eternamente sujeto a la perversidad intrnseca de la condicin humana. El lector de esta poesa concibe cada uno de los poemas que leer a continuacin como una persuasin necesaria, siempre inobjetable, pero limitada al fracaso de sus avisos. La crtica de costumbres quevedesca se muestra desde el comienzo, con esa cita senequista, como una prolongacin moralizante de la stira romana y, por tanto, de forma indirecta, como una declaracin implcita de que nada ha cambiado, de que los mismos delitos, el mismo mundo, de espaldas a la virtud y a la verdad, permanece en la pintura quevediana. La atemporalidad de su discurso se hace, pues, inevitable.
37 Appendix vergiliana, Oxford, Oxford University Press, 1987 5 , p. 103. La figura de la musa reproduce la de la Iconologa de Ripa, aunque con variantes de inters: Aparece esta Musa pronunciando un discurso y levantando el ndice de la diestra hacia el cielo, adornando adems de esto su cabeza con un tocado de perlas y joyas variadas que habrn de ser en fin de muy diversos colores. El traje ser blanco por entero, sosteniendo por ltimo con la siniestra un libro sobre el cual estar escrita esta palabra: suadere (Iconologa, II, p. 112). 38 Sneca, Des bienfaits, Paris, Les Belles Lettres, 1972, vol II, pp. 16-17. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 22 Del mismo modo que en la musa Clo, Gonzlez de Salas propone una disertacin compendiosa, a propsito de dos composiciones largas: el Sermn estoico y la Epstola satrica, ambas poesas morales, a semejanza de las de Horacio Flacco. Estas palabras son muy tiles para comprender lo sealado sobre la influencia ejercida por la stira romana. Aunque en ocasiones adquiere un carcter de excurso erudito sobre las diferencias entre clases de stira, Gonzlez de Salas menciona a Horacio y a Persio como los principales autores de este gnero. La explicacin con el lenguaje propio de la escolstica que ofrece en relacin con el Sermn estoico coloca a Quevedo en la senda horaciana: su materia, moral es en ambos, discurriendo en las costumbres del hombre; su forma, censoria y satrica, castigando lo que en las costumbres es culpable; el fin, la enmienda suya: y, si en la eficiente consideramos los auctores, bien parecidos sin duda fueron sus ingenios(Blecua, 106). Gonzlez de Salas es an ms concluyente al respecto: lo que el autor latino esparci en algunos otros sermones, el castellano lo continu en uno artificiosamente (Blecua, 106). Estas apreciaciones, sin duda, ubican a Quevedo en la tradicin satrica romana. Pero no slo eso: la simple relacin de los autores que Quevedo imita en estos poemas refuerza esa idea: las stiras de Persio o de Juvenal, las sentencias o los lugares de Sneca (que aparece en muchos libros de potica como componente de este gnero) o las ideas horacianas dispuestas aqu y all contribuyen a insertar estos versos en la larga y fructfera literatura satrica. No es posible desligar esta comunicacin de una probable afinidad ideolgica, 39 aunque la fustigacin de costumbres y conductas sea exhaustiva y sea difcil trazar una lnea moral especialmente definida. Ni tampoco describir esta imitatio, sin tener en cuenta los aspectos estructurales o elocutivos como la creacin de personajes similares, de onomstica latina, la deliberada presentacin de ambientes romanos, o el empleo de recursos lingsticos de ntida apariencia clsica. Esta presencia de lo romano se complementa con los modelos que proporciona la Biblia o los Padres de la Iglesia, pero, sin duda, resulta predominante. Jos Manuel Blecua, en su magna edicin, distingui entre esta summa moral los poemas que l llam metafsicos y los propiamente morales: entendi los primeros como los que presentan una mayor introspeccin personal, y los segundos como aquellos que se dirigan hacia fuera del individuo, con mayor implicacin social. Los metafsicos son los ms prximos a la enseanza estoica, senequista, mientras los segundos son ms propios de la stira romana, de reconvencin de comportamientos de orden social. Esta distincin ser til no tanto en los trminos, que yo descarto, sino en la apreciacin de distintas fuentes de inspiracin que permitirn un mejor conocimiento de los textos. Entre todas estas tradiciones se puede hilar un discurso bien entramado, en muy buena medida coherente, de definidos cauces, que encuentra en las frmulas latinas la expresin ms idnea.
39 Segn Alfonso Rey (Quevedo y la poesa moral espaola, Madrid, Castalia, 1995, p. 65), la musa Polimnia puede leerse como una especie de muestrario moral, cuyos poemas contemplan sucesivas manifestaciones de la conducta humana a partir de unos supuestos ideolgicos homogneos. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 23 Sonetos morales Los sonetos morales de Quevedo debieron de representar para el autor uno de sus ejercicios literarios ms queridos, habida cuenta de la minuciosa organizacin del conjunto y la detallada informacin que ofrecen los extensos epgrafes que preceden en forma de ttulo a cada poema. Sean del propio Quevedo, como todo hace suponer, o sean en ltimo extremo de un Gonzlez de Salas resuelto a seguir ad pedem litterae las sugerencias quevedianas, los ttulos muestran una preocupacin extraordinaria por estos poemas. Adems de los epgrafes, los apuntes de Gonzlez de Salas (o del propio Quevedo) al margen de los textos proporcionan al tiempo preciosas indicaciones sobre el origen de la inspiracin del poema o de alguno o algunos versos de la composicin. Muchos de estos sonetos surgen como elaboracin amplificada de alguna idea expresada por autores clsicos. La amplificacin se traduce en variadas formas: desde la traslacin de una frase nominal especialmente adecuada para un nico verso, hasta la parfrasis, ms o menos fiel, de un texto ms extenso que comprende todo el soneto. El anlisis de la huella de estos autores en Quevedo no debe ser planteado como un mero registro de fuentes ya que la apropiacin quevediana va mucho ms all del mero traslado de voces. Se producen en estos casos, mucho ms que en otros orbes de la poesa quevediana, fenmenos muy frtiles de imitatio composita, en los que no resulta difcil hallar sincretismos literarios entre la paganidad clsica y los testimonios del cristianismo y, de forma ms definida, de la doctrina catlica. El primero, y quiz el ms celebrado, de los temas que Quevedo presenta en sus sonetos morales es el de la brevedad del tiempo. Alrededor de esta idea central, se sujetan los bsicos argumentos del estoicismo: la fragilidad de la vida, la vanidad de las pretensiones, la condicin miserable del hombre, la irremisible condena a la muerte que desde el comienzo de la existencia late como amenaza. En la obra de Sneca, Quevedo rastrea variadas concreciones de estos asuntos. Las Epstolas a Lucilio ofrecen lugares para la inspiracin: pasajes aislados, requeridos por la eficacia de sus imgenes, por el asombro de sus paradojas o por la solidez de sus conclusiones. La fortuna de sus formas lapidarias se halla de modo preminente en muchos de sus sonetos. En Ah de la vida! Nadie me responde? suenan las evocaciones del tpico del quotidie morimur junto a la metfora de la vida como punto, tal y como Sneca la expresa en su epstola 12: ayer se fue; maana no ha llegado/ hoy se est yendo sin parar un punto; en el soneto consecutivo y -por qu no plantearlo, complementario, Fue sueo ayer, maana ser tierra-, se deslizan idnticas pinturas del paso del tiempo: Ya no es ayer, maana no ha llegado,/ hoy pasa y es y fue, con movimiento/ que a la muerte me lleva despeado (9-12). 40
En muchas ocasiones, la eminencia del discurso senequista oculta el empleo de imgenes procedentes de esos dos lugares bblicos del estoicismo avant la lettre: el libro de Job y el Eclesiasts. Breve combate de importuna
40 Es muy interesante el trabajo de Julian Olivares sobre la relacin de estas expresiones con versos de la elega primera de Garcilaso y de la oda Noche serena de fray Luis de Len: Soy un fue y un ser y un es cansado: Text and context, Hispanic Review, 63.3 (1995), pp. 387-410. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 24 guerra dice Quevedo en el segundo soneto citado, en imitacin bien conocida del militia est vita hominis super terram, con el aadido an ms intenso de la brevedad de esa batalla. La efmera transicin del hombre sobre la tierra se expresa con gran frecuencia a travs de la identificacin, tan tpica como concreta, del nacimiento con la muerte, del orto con el ocaso, o de la cuna y la sepultura. El proceso intelectual que le lleva a presentar el tiempo de la vida como un paso fugaz le conduce, por va de la hiprbole, a hacer equivaler la propia vida con la muerte. Considerado el tiempo como una lnea (con forma en ocasiones de camino, de rumbo marino o de ro) y, considerada la vida humana en el mundo como un segmento que va desde el nacimiento hasta la muerte, la doctrina estoica muestra su brevedad con la proximidad extrema de ambos puntos, hasta llegar a la misma imagen de coincidencia: es tan fugaz la vida humana que el momento de nacer coincide con el de morir. Vive muerte callada y divertida/ la vida misma, escribe Quevedo en el soneto Qu otra cosa es verdad sino pobreza, al igualar muerte y vida. O muerte viva es, Lico, nuestra vida,/ ayer al frgil cuerpo amanecida,/ cada instante en el cuerpo sepultada, como seala en Vivir es caminar breve jornada. La posible lnea que prolonga ese espacio que media entre los paales y la mortaja no es ms, como el propio Quevedo advierte, que una suma de presentes sucesiones de difuntos: as lo explica en Todo tras s lo lleva el ao breve: Antes que sepa andar el pie, se mueve camino de la muerte, donde envo mi vida oscura: pobre y turbio ro que negro mar con altas ondas bebe (5-8). La visin paganizante del tiempo en la tierra como una muerte halla consuelo en esa lnea eterna del tiempo a la que aspira la voz potica. 41 El paso fugaz es doloroso, exento incluso de esperanza, si se reduce la lectura al lmite del soneto. En los poemas citados slo aparece la descripcin de ese trnsito efmero; en otros aflora una dbil iluminacin: como en Ya formidable y espantoso suena, cuyos ltimos versos, de clara inspiracin cristiana aunque sin descartar el dulce anhelo de muerte senequista-, entrevn la confortacin: Llegue rogada, pues mi bien previene/ hlleme agradecido, no asustado:/ mi vida acabe y mi vivir ordene. Salid a recibir la sepultura/ acariciad la tumba y monumento:/ que morir vivo es ltima cordura, aconseja a don Juan en Seor don Juan, pues con la fiebre apenas. O como en Todo tras s lo lleva el ao breve, en donde concluye: es la muerte, forzosa y heredada:/ mas, si es ley y no pena, qu me aflijo. Naturaleza es, no sentimiento escribe Quevedo en el soneto cuyo primer verso define con nitidez sus ideas, Ven ya, miedo de fuertes y de sabios: el
41 En el interesante libro de Anders Cullhed, Quevedo: el instante potico (Zaragoza: Fernando el Catlico, 2005) se vincula este modo de ver el paso del tiempo con las formulaciones de san Agustn. Y con l, las sucesivas descripciones concretas, con el Petrarca del Secretum meum que dialoga con San Agustn entre otros, de ese fluir temporal en el que el presente no existe ms que como inaprensible recuerdo del pasado o como incgnita proyeccin del futuro. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 25 topos heroico de la fortitudo et sapientia identificado, en la filosofa estoica, con el admirado temor a la muerte. La brevedad del tiempo, con constituir por s sola la materia principal de la doctrina senequista, no define por completo el mundo. La poesa moral quevediana muestra que ese destino inexorable no es capaz de invalidar las vanas pretensiones del hombre. En los sonetos en que predomina la huella estoicista, Quevedo ve la corta vida como un error, con el arrepentimiento de quien considera su pasado. Los deseos o las presunciones son siempre engaos: frente a ellos slo cabe la discrecin y la sabidura. En el soneto Qu otra cosa es verdad sino pobreza, por ejemplo, califica la vida como frgil y liviana y el tiempo como un errado anhelar. En Huye sin percibirse lento el da, con evidentes reminiscencias del Petrarca estoico, es ms explcito: Mi penitencia deba a mi deseo,/ pues me deben la vida mis engaos,/ y espero el mar que paso y no le creo. (12-14) En Qu bien me parecis, jarcias y entenas, con una alegora de gusto muy clasicista con los motivos de los exvotos marinos como aviso de navegantes 42
y con la travesa por mar como metfora de la misma vida, se muestran los restos del naufragio como las ejemplares evidencias del engao: Premiad con mi escarmiento mis congojas; usurpe al mar mi nave muchas naves; dbanme el desengao los pilotos (12-14). En Si me hubieran los miedos sucedido, la expresin no deja lugar a dudas: mirad el ciego error en que he vivido!; mientras en Seor, don Juan, pues con la fiebre apenas se intensifica el contraste: La mayor parte de la muerte siento que se pasa entre contentos y locura, y a la menor se guarda el sentimiento (12-14). En toda esta concepcin de la vida Quevedo acostumbra a representar de forma concreta las ideas, como en los discursos estoicos de Sneca: as el nacimiento se asocia a paales, cuna, auroras, amaneceres; la vida, a un camino, un movimiento, pasos, una huida, una travesa, un pobre y turbio ro; la muerte aparece mostrada como mortaja, tumba, monumento, sombra, humo, negro mar, puerto, tierra. La unin de cuerpo y alma proclamada por el cristianismo encuentra en Quevedo metforas estoicas que resumen la condicin mortal de la propia existencia: as, dir en Fue sueo ayer, maana ser tierra: menos me hospeda el cuerpo que me entierra; o en Vivir es caminar breve jornada: nuestra vida,/ ayer al frgil cuerpo amanecida,/ cada instante en el cuerpo sepultada. En Cmo de entre mis manos te resbalas el cuerpo aparece definido como de tierra el dbil muro que la edad o la misma muerte escala. Esa misma pared que encierra el alma es la que, segn se mire, pueden constituir los celebrrimos muros de la patria ma/ si un tiempo fuertes, ya desmoronados,/
42 Vase sobre este motivo el reciente artculo de Elizabeth B. Davis, El motivo marinero del exvoto, de Garcilaso a Quevedo, en Studies in honor of James O. Crosby, Newark: Juan de la Cuesta, 2004, pp. 109-123. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 26 de la carrera de la edad cansados,/ por quien caduca ya su valenta (1-4); o la que contiene esa puerta a la que llama en Ah de la vida! Nadie me responde?. El motivo de las ruinas adquiere dentro de este mecanismo de concrecin un relieve indudable. A travs de este motivo, se exponen diferentes formas de pensamiento abstracto sobre el paso del tiempo, no necesariamente iguales. En el soneto Desabrigan en altos monumentos se agrega a la implcita reflexin sobre el poder omnmodo del tiempo alguna otra sutil enseanza. Quevedo elige, segn el epgrafe que acompaa al poema, las ruinas del castillo de Cartagena y ms concretamente la noticia de que estn siendo empleadas las piedras derruidas para construir de nuevo otra fortaleza. Quevedo ve en la ereccin de un nuevo edificio un nuevo motivo para volver a componer la misma lamentacin sobre los estragos del tiempo. En una lnea muy parecida a la de Falleci Csar fortunado y fuerte, en el que aplica la victoria del tiempo a los mismos signos de la muerte, tumbas y lpidas conmemorativas, en este soneto se advierte que cualquier intento por reconstruir lo que un da abati los siglos puede acabar de la misma forma: Recuerdos y no alczares fabricas otro vendr despus que de sus torres alce en tus huesos fbricas ms ricas. De ajenas desnudeces te socorres y procesos del mrmol multiplica: temo que con tu llanto el suyo borres. (9-14) El ejemplo de las ruinas, asimilable a Lla contemplacin del individuo arrojado a este valle de lgrimas, no evita la dimensin social de lossus pecados. La concepcin estoica sobre el propio yo se llena con las repercusiones execrables de la conducta humana con el prjimo. Los defectos morales concurren en el escenario de la polis y logran afectar a la sociedad que lo acoge. As, la codicia trastorna en primer lugar al individuo con la alteracin de su nimo. El desasosiego le impide discernir la senda de la virtud, pero, sobre todo, vulnera la ley natural que Dios ha impuesto. La posesin de riquezas y el deseo de incrementarlas esclaviza al hombre, tal y como seala en su soneto Quitar codicia, no quitar dinero, basado en una sntesis ejemplar de las palabras de Epicuro dichas por Sneca y de un pasaje de una de las homilas (el sermn 22) de san Pedro Crislogo, uno de los autores ms venerados por Quevedo: 43
Seor te llamas; yo te considero, cuando el hombre interior que vives miro, esclavo de las ansias y el suspiro y de tus propias culpas prisionero. (5-8) O en Sin veneno sarrano, en pobre lana y en Todo lo puede despreciar cualquiera, en donde el oro tiraniza el alma del que lo posee y en donde, con
43 Vase Sagrario Lpez Poza, Francisco de Quevedo y la literatura patrstica, A Corua, Universidade da Corua, 1992, pp. 208-9, quien indica que la misma idea se repite en el sermn 109, que se parece ms a lo que Quevedo dice. Para la influencia de Pedro Crislogo en Quevedo vase el libro de Antonio Ramn Font, Pedro Crislogo en Francisco de Quevedo, Alicante, Universidad de Alicante, 1997, pp. 72-73, quien seala tambin otros textos quevedianos donde se advierte el influjo de este paso del sermn 22. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 27 sentencia de la epstola 62 de Sneca, para ser rico, es fcil modo/ despreciar la riqueza lisonjera: La plida ceniza, que tirana se guarda y se descubre con suspiro, no encamina la invidia a mi retiro, ni el sueo y la conciencia me profana. Las guijas que el Oriente por tesoro vende a la vanidad y a la locura, si no encienden mis dedos , no las lloro. (5-11) El metal que, a las luces de la esfera por hijo primognito acomodo, luego que al fuego se desnuda el lodo, esplndido tirano reverbera. A ser peligro tan precioso viene polvo que, en vez de enriquecer, ultraja, que slo a quien le tiene, honor se tiene. (5-11) El Licas de Harta la toga del veneno tirio, cubierto de lujos y opulencia, a quien la voz potica dirige la reconvencin, parece un seor de todo y, sin embargo, ocupa el lugar nfimo de la jerarqua natural: para quien sabe examinarte, eres/ lo solamente vil, el asco, el lodo (13-14). En Lgrimas alquiladas del contento, con la stira 13 de Juvenal como referente, el lloro por la muerte del padre o del marido esconde la alegra por la hacienda heredada: el anhelo de codicia vence los afectos: Codicia, no razn ni entendimiento, gobierna los afectos del sentido; quien pierde hacienda dice que ha perdido, no el que convierte en logro el monumento. (5-8) Pero es en A quien la buena dicha no enfurece donde Quevedo expone de forma contrapuesta el camino de la virtud y el engaoso paisaje de la riqueza, con parfrasis de san Agustn, 44 horacianos consejos del odi profanum vulgum y medievales ecos del bivium: Huye el camino izquierdo, que florece con el engao de tu propia planta, pues cuanto en curso alegre se adelanta tanto en mentidas lumbres te anochece. Huye la multitud descaminada; deja la culpa esplndida y seguro la virtud dar el fin a la jornada. Y si al engao, en la opulencia obscuro, aplicas luz, hars que te persuda que el oro es crcel con blasn de muro. (5-14) La misma oposicin se desarrolla en Ves con el oro spero y pesado, adornado con las conocidas imgenes frayluisianas del beatus ille de Horacio de los techos
44 El epgrafe del soneto lo advierte: Nulla infelicitas frangit, quem felicitas nulla corrompit. Lpez Poza, (Francisco de Quevedo y la literatura patrstica, ob. cit., p. 209) seala tambin que la cita puede proceder de las sentencias (la 249) de Prspero de Aquitania. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 28 artesonados, en donde se contrasta el desdn del sabio por las riquezas y la pasin del necio que gusta de exhibir sus tesoros: Pues no lo admires y alta invidia guarda para quien de lo poco, humildemente, no deseando ms hace tesoro. No creas fcil vanidad gallarda: que con el resplandor y el lustre miente plida sed hidrpica del oro.(9-14) La caracterstica concrecin de Quevedo lleva ms adelante este ltimo verso en el soneto Este metal que resplandece ardiente, con metforas tpicas como la del hombre como microcosmos incapaz de competir con el poder de las monedas: ste en dineros speros cortado, orbe pequeo, al hombre le compite los blasones de ser mundo abreviado. Plida ley que todo lo permite, caudal perdido cuanto ms guardado; sed que no en la abundancia se remite. (9-14) Este aspecto de la codicia se ejemplifica en dos sonetos consecutivos, Esta miseria, gran seor, honrosa y Sneca, el responder hoy de repente, basados en una escena referida en los Anales (14, 54-56) de Tcito en la que Sneca rechaza las riquezas que le otorga el emperador Nern y ste desdea, a su vez, las ddivas devueltas. En este dilogo en dos composiciones contiguas prima la idea del sabio que abomina de las pertenencias, pero, sobre todo, la paradoja de que la posesin de riquezas no conlleva por necesidad fortuna: Este metal de la color medrosa y de la fuerza contra todo osada te vuelvo: que alta ddiva invidiada enferma la fortuna ms dichosa. (5-8) En este terreno potico de la codicia Quevedo reserva un espacio muy particular al tema de la usura. La denuncia se centra en la idea, procedente, segn declara Gonzlez de Salas, de san Ambrosio, de que los usureros, al contrario de los vientos, no cesan, no dejan de acumular sus riquezas. Se trata, pues, de un grado ms elevado de la codicia, el que carece de ocio, de descanso: el nec otium, la negacin del ocio: as aparece en el soneto Con ms vergenza viven Euro y Noto: No siempre el Ponto en sus orillas roto ejercita los roncos marineros: ocio tiene los golfos ms severos; ocio goza el bajel, ocio el piloto. Cesa de la borrasca la milicia: nunca cesa el despojo ni la usura, ni sabe estar ociosa su codicia. (5-11) Son singulares en Quevedo, a mi juicio, las observaciones que vinculan la avaricia con la desigualdad social. La oposicin rico-pobre es una de las ms efectivas en el discurso doctrinal y poltico del siglo XVII, en el que la caridad constituye un elemento de redencin. El determinismo social que suele admitirse de antemano slo encuentra paliativo en la voluntad del rico de nivelar el abismo LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 29 que le separa del pobre. Quevedo, sin embargo, en Si enriquecer pretendes con la usura seala la radical correspondencia entre el infortunio del pobre y el ansia codiciosa del avaro: La desdicha del pobre es tu ventura; su hambre y su miseria, tu sustento; su desnudez, tus galas y tu aumento si socorres su afn y pena dura. (5-8) El tema de la avaricia se ejemplifica en varios poemas con la desproporcin entre la vana ostentacin de un simple anillo luciente en un dedo, como en Cuntas manos de afanan en Oriente, o de unas vestimentas lujosas, como en Si las mentiras de fortuna, Licas, y la formidable tarea de ir a buscar las riquezas lejos de su casa: abandonar el hogar, recorrer el mundo, excavar la tierra y traer el oro o la prpura slo para satisfacer el ansia de exhibicin se presenta como insano delito: Cuntas manos se afanan en Oriente examinando la mayor altura, porque en tus dedos, breve coyuntura, con todo un patrimonio, est luciente. (1-4) Esas larvas esplndidas y ricas que abultan tus gusanos, con vestido en el veneno tirio recocido, presto vendrn a tu soberbia chicas. (5-8) O como en el poema Sin veneno sarrano, en pobre lana, donde alaba su propia decisin de retirarse al campo y vestir ropajes sencillos, con el desprecio, de nuevo, del oro y la prpura: Sin veneno sarrano, en pobre lana, que acuerda de la oveja, no de Tiro, me abrigo, en tanto que vestidas miro las coronadas furias con la grana. () De balde me da el sol su lumbre pura, plata la luna, las estrellas oro; hasta que d la tierra sepultura (1-4; 12-14) La navegacin para hallar tesoros ms all de los mares constituye en la poesa moral de Quevedo uno de los motivos ms recurridos, aunque no hay que dejar de reconocer el carcter tpico que presenta en la poesa de los siglos XVI y XVII, al calor de la influencia horaciana o de los textos de la stira romana. En el soneto Creces y con desprecio disfrazada, que Gonzlez de Salas hace ver como elegante execracin () contra el camo en yerba y como locucin irnica en la lnea del Ite o mortales de Petronio, 45 parentica, se asocian los barcos, a travs de las velas, tejidas con el camo, con la codicia, con un concepto muy efectivo formulado en el ltimo verso: mortajas a volar introducidas. Juntar las tierras separadas por el mar contraviene la ley natural, como Ovidio explica en sus Metamorfosis, de ah que en este poema las lonas del barco,
45 Se refiere Gonzlez de Salas a un pasaje muy celebrado del Satiricn (115) en el que se recrimina la pretensin de los hombres de cruzar los mares en busca de riquezas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 30 en su afn por ganar otros lugares, sean instrumentos (cautelas, con el sentido que propone el Diccionario de Autoridades de astucia, maa y sutileza para engaar en un audaz concepto) para el delito. Parecidas expresiones se hallan en el poema La voluntad de Dios por grillos tienes, con ms clara presencia de Horacio (la clebre oda I, 3) y una leve contaminatio de Job, como recuerdan Schwartz y Arellano (p. 69), en donde la codicia aparece como el promotor del atrevimiento, pecado siempre de soberbia, de vulnerar las leyes de Dios: Quin dio al robre y al haya atrevimiento de nadar, selva errante deslizada, y al lino de impedir el paso al viento? Codicia ms que el Ponto desfrenada persuadi que en el mar el avariento fuese inventor de muerte no esperada. (9-14) El motivo de la navegacin presenta interesantes variaciones, como la advertencia disuasoria sobre los naufragios que Quevedo presenta siempre como escarmientos, expuesta en el soneto Tirano de Adria el Euro, acompaada: Bien presumida y mal aconsejada, pomposa nave sus enojos siente; gime el mar ronco temerosamente, lquida muerte bebe gente osada; cuando en maligno escollo, inadvertida de escarmientos, la playa procelosa infam en mil naufragios dividida. (5-11) La codicia halla en la tranquilidad de nimo del sabio retirado su opuesto. A este motivo bsico de la poesa moral, recreado en incontables ocasiones bajo la sombra inextinguible del epodos segundo de Horacio, Quevedo dedicar varios sonetos. En Ves esa choza pobre que, en la orilla, Quevedo evidencia esa contraposicin, tambin con ecos lejanos de la oda III, 1, sobre la execracin contra la navegacin que se ver de nuevo en el Sermn estoico: 46
Ves esa choza pobre que, en la orilla, con bien unidas pajas, burla al Noto? Ves el horrendo y lquido alboroto, donde agoniza poderosa quilla? (1-4) En la composicin Dichoso t que alegre en tu cabaa el aliento del beatus ille horaciano se desplaza por las palabras del poema de Claudiano, De sene veronensi qui suburbium suum numquam egressus est, que permite el arranque del poema, aunque el contenido de algunos versos barnice de estoicismo la encomistica apologa del retiro discreto: 47
Dichoso t que alegre en tu cabaa, mozo y viejo expiraste la aura pura, y te sirven de cuna y sepoltura,
46 Vase el comentario de Carmen Peraita (Espectador del naufragio, Muestra en oportuna alegora la seguridad del estado pobre y el riesgo del poderoso, La Perinola 6 (2002), pp. 181-195) sobre este soneto. 47 Vase Alfonso Rey, Vida retirada y reflexin sobre la muerte en ocho sonetos de Quevedo, La Perinola I (1997), pp. 193-195. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 31 de paja el techo, el suelo de espadaas. No cuentas por los cnsules los aos; hacen tu calendario tus cosechas, pisas todo tu mundo sin engaos: de todo lo que ignoras te aprovechas; ni anhelas premios, ni padeces daos, y te dilatas cuanto ms te estrechas. (1-4; 9-14) En el soneto Todo lo puede despreciar cualquiera, las metonimias de la cabaa por la pobreza, y del oro para la codicia avara se reproducen con ideas similares, con la epstola 62 de Sneca como referencia directa, en donde con forma de paradoja se asegura que el mejor camino para la riqueza es despreciarla: slo para ser rico, es fcil modo/ despreciar la riqueza lisonjera: La amarillez del oro est en la paja con ms salud, y, pobres, nos previene, desde la choza alegre, la mortaja. (12-14) Las seales del horacianismo se concilian con el influjo de fray Luis que se advierte en el soneto Or, ver y callar remedio fuera, en el que el retiro sirve tambin de desprecio del engaoso mundo de la corte: Si es delito saber quin ha pecado, los vicios escudrien los curiosos: y viva yo ignorante y ignorado. (12-14) o como en Cuando esperando est la sepoltura, cuyos versos ensalzan la labor agrcola frente a cualquier veleidad cortesana: Ms quiero depender del sol y el da y del agua, aunque tarde si la llamo, que de lulica infiel astrologa. (12-14) Sobre este aspecto, Gonzlez de Salas seala que el soneto Quiero dar un vecino a la Sibila, partiendo de la stira tercera de Juvenal, conduce a una resignada espera de la muerte, en consonancia con la tradicin estoica del sabio que abandona, arrepentido, los vanos pasos de la urbe: El son de la tijera que se afila oyen alegres mis desdichas sumas; corta a su vuelo la ambicin las plumas pues ya la Parca corta lo que hila. Fui malo por medrar; fui castigado de los buenos; fui bueno; fui oprimido de los malos, y preso, y desterrado. (5-11) Las circunstancias de la vida de Quevedo admiten una lectura ad hoc del soneto, con el argumento aadido de una cierta proclividad del autor por este tema del exilio o de la prisin. El soneto Miedo de la virtud llam algn da, fundado sobre la consideracin de la costumbre griega de desterrar a los virtuosos (ostracismo y petalismo) y pensado tal vez desde esta perspectiva coyuntural, muestra otra faceta de ese mismo tema: cmo tambin con votos no apedrea el straco los prfidos tiranos que en vicio exceden y codicia fea? MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 32 Por qu han de ser, los malos, ciudadanos? Que si el destierro en la virtud se emplea, es echar la salud por quedar sanos.(9-14) La reiteracin del tema del retiro del sabio se sumerge en una notoria y precisa pintura de los pormenores de la corte, el lugar que representa el eptome magnificado de las vanidades humanas. Con la idea que proporciona la stira primera de Juvenal, Quevedo ver que toda ambicin lleva implcita la misma herramienta del pecado. As, dir en el soneto Si gobernar provincias y legiones: felices son y ricos los pecados/ ellos dan los palacios suntuosos,/ llueven oro, adquieren los estados. En el poema Cundo, Licino, di, contento viste, tambin sugerido por las palabras de Juvenal (stira V, 13), la imagen del cortesano, prfido y dominado por las pasiones que compite en maldad envidiosa con otros, compone el centro mismo de ese mundo: Oh ingenio del pecado escandaloso! Pues Licas ( habitado de serenos spides el espritu ambicioso) todos los malos quiere que sean buenos, para que a su maldad el poderoso por sola comunique sus venenos. (9-14) Juvenal proporciona a Quevedo numerosos materiales para este tema del mundo turbulento de palacio. La stira tercera vuelve sobre la misma idea de que la maldad es el principal motor de las acciones cortesanas: as lo declara en el soneto Para entrar en palacio, las afrentas, cuyos versos reiteran la condicin miserable del cortesano, necesaria para medrar en ese terreno: y slo alcanzars puesto y oficio de quien su iniquidad te manifiesta; a quien, cuando quisieres, de algn vicio pudieres acusarle sin respuesta. (11-14) Dentro de este mismo espacio, la stira octava del poeta satrico romano, traducida en el soneto El sacrlego Verres ha venido, le sirve a Quevedo para subrayar, de forma ejemplar y en expresin de advertencia, que el imperio (el romano en el texto, el espaol en la analoga inevitable) lleva en su origen la marca misma del delito: Despus que la romana, santa y pura pobreza pereci, se han coronado tus delitos, tu afrenta y tu locura. De tu virtud tus vicios han vengado a los que sujet tu fuerza dura y aclaman por victoria tu pecado. (9-14) Aunque donde Quevedo explica con mayor nitidez esa idea de que la gloria imperial conlleva el riesgo de su ocaso es en el soneto En el precio, el favor; y la ventura, con el concepto del ltimo terceto, a partir de la metonimia del laurel como signo de victoria y del rayo que fulmina el rbol como premonicin de su ruina: El laurel que te abraza las dos sienes llama al rayo que evita, y peligrosas y coronadas por igual las tienes (12-14). LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 33 Quevedo traza con detalle el proceder perverso de los cortesanos, con afn acusador totalizante, pero cuando se detiene en el consejo y la reconvencin echa mano del discurso senequista y de uno de los puntos centrales de la doctrina estoica: la del dominio de uno mismo. As sucede en el poema Lleva Mario el ejrcito y a Mario, basado precisamente en la epstola 94 de Sneca, con el ejemplo histrico de Mario, quien en la ambicin por dominar el mundo llevaba la prisin de s mismo: Qu sirve dominar en las naciones, si es monarca el pecado de tu vida y provincias del vicio tus pasiones?. Sin embargo, donde este propsito queda ms definido es en el poema En el mundo naciste, no a enmendarle, cuyos versos remiten a la epstola 108 de Sneca, donde se exponen las virtudes de la fortaleza frente a la adversidad, en un marco de resignacin irreversible sobre la condicin humana. En este soneto que bien puede considerarse como un compendio de las principales ideas del estoicismo, Quevedo asume la vida en la tierra como una preparacin para el otro mundo, en la que slo cabe la persecucin de la propia enmienda: ocupado en un mordaz desvelo,/ a ti no quieres enmendarte y osas/ enmendar en el mundo tierra y cielo (12-14). Las palabras de Sneca se ofrecen a Lucilio; las de Quevedo suenan a admonicin para el gobernante. Todas estas recomendaciones ocupan poco a poco un terreno poltico, hasta llegar a las composiciones en que la crtica aborda las principales figuras del consejero y del prncipe, transmutados con el vituperio en el adulador y el tirano. Sobre la adulacin, siempre vinculada al ejercicio de la privanza, Quevedo compondr varios sonetos. El poema Con acorde concento o con ruidos representa a ese adulador, que trata de preservar al tirano de las dificultades con el halago y el ocultamiento de la realidad. 48 La imagen del gusano escondido en su capullo de seda compone de forma alegrica la accin del consejero, ms preocupado por sus intereses que por los del gobernante: No es piedad confundirle los sentidos/ codicia s, gobernndole tirano. En la prosa poltica de Quevedo ser recurrente la idea del privado que impide la comunicacin del prncipe, que se interpone como puerta cerrada a las voces de los dems. La adulacin, presentada en este poema como el capullo de seda que envuelve al gobernante, slo busca para s la gloria. Con Persio y su stira primera como alianzas argumentales, Quevedo construir el soneto Raer tiernas orejas con verdades. En l se advertir con irona el peligro que supone decir la verdad, desengaar al prncipe; ante este riesgo slo cabe el silencio y dejar que las cosas conduzcan solas al error: El que piadoso desengaa amigos/ tiene mayor peligro en su consejo/ que en su venganza el que agravi. 49 La forma irnica de este soneto se compadece con el
48 Vase el trabajo sobre este soneto de Jos Mara Pozuelo Yvancos, "Formas de la invencin en la poesa de Quevedo (sobre Con acorde concento...')." Rostros y mscaras: personajes y temas de Quevedo. Ed. I. Arellano and Jean Canavaggio. Pamplona: Eunsa, 1999. 119-31. 49 El pasaje de Persio se presenta como un texto irnico, que tal vez fue no muy bien interpretado por el que propuso el ttulo: Ensea no ser segura poltica reprehender acciones, aunque malas sean, pues ellas tienen guardado su castigo. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 34 dilogo entre Dionisio y Damocles en el poema Desconoces, Damocles, mi castigo, sobre este mismo extremo. Dionisio, el tirano, le solicita a Damocles, el consejero que siempre le halaga, que le contradiga, que le desengae: Pues solo me acompaas, algn da contradgame voz tuya severa: oiga verdades la consciencia ma. Merezca un desegao antes que muera: que la contradicin es compaa, y no seremos dos de otra manera. (9-14) En estos sonetos se ponen en consideracin algunos de los principales temas del discurso poltico contemporneo, como el tipo de consejo que debe admitir el prncipe o la relacin que debe mantener con sus sbditos el gobernante. Quevedo se apoya en la figura del valido para desarrollar estos temas y deja al rey fuera del debate o la diatriba. As ocurre con el soneto Descansa, mal perdido en alta cumbre, que se presenta como un consejo al valido ambicioso que no recela de su ascenso y no advierte que bajo su vuelo se hallan otros que estn deseando su cada: El vuelo de las guilas que miras debajo de las alas con que vuelas, en tu cada cebarn sus iras. Contiguo a este soneto se halla otro sobre semejante tema, Para, si subes; si has llegado, baja, aunque aqu con la idea de que el valido que medra con la cada del otro lleva en su ascenso los riesgos y los peligros del que ya ha cado: El que puede caer, si l se derriba,/ ya que no se conserva, se previene/ contra el semblante de la suerte esquiva (9-11). El valido -y no el rey, a quien podra ir dirigida la diatriba-, tambin es objeto de la censura en el soneto T, ya, oh ministro!, afirma tu cuidado, con el espritu de la stira octava de Juvenal. El tema desarrollado engarza con uno de los temas centrales de la disputa sobre el maquiavelismo: cmo debe actuar el prncipe con respecto a los sbditos y a los poderosos. Quevedo lanza su advertencia al ministro, no al esperable rey de los discursos. En El prncipe Maquiavelo sostiene que todo gobernante debe respetar el patrimonio de sus sbditos, ya que en la usurpacin se halla la causa de las conjuras y las rebeliones. Quevedo as lo admite en este soneto: T, ya, oh ministro, afirma tu cuidado en no injuriar al msero y al fuerte; cuando le quites oro y plata, advierte que les dejas el hierro acicalado. Dejas espada y lanza al desdichado y poder y razn para vencerte. El tema del desarme del pueblo (tanto del propio como del conquistado) tambin aparece en El prncipe, por lo que no es descartable una aproximacin, en forma de glosa, al texto maquiavlico. La ofensa del robo puede levantar a los pueblos contra sus gobernantes: la lectura ocasional de este soneto es muy posible. La huella de Maquiavelo tambin puede advertirse en el poema Desembaraza Jpiter la mano, ya que se aplican en l las dificultades que supone el miedo en LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 35 el ejercicio del poder, que atenaza sus decisiones y pone en peligro sus acciones: erizado temor le cuaja en yelo/ cuando el rayo da msica al villano. El terreno del valido y del tirano se aproximan en Quevedo, ya que, al eliminar al rey o al prncipe de la censura (por prudencia o por omisin crtica), ambas condiciones se encarnan en la misma figura: as se demuestra con nitidez en los poemas Miras este gigante corpulento y Miras la faz que al orbe fue segunda, cuya misma disposicin inicial transmite una anloga crtica hacia el valimiento tirnico. En el primero, Quevedo contrapone la soberbia aparente del tirano con la escasa importancia del ser humano, sin duda animado por la doctrina senequista. No hay que olvidar, para comprender este soneto, la carta en la que Quevedo le describe a su amigo Francisco de Oviedo el estado del cadver del conde-duque con semejantes trminos, de manera que lo que parece una visin miserable del tirano se convierte en una pintura de alguien tal vez reconocible: 50
Tales son las grandezas aparentes de la vana ilusin de los tiranos: fantsticas escorias eminentes. Veslos arder en prpura, y sus manos en diamantes y piedras diferentes? Pues asco dentro son, tierra y gusanos. (9-14) El segundo, con la stira dcima de Juvenal como referente, describe la cada de la estatua del tirano, una de las formas del uso romano de la damnatio memoriae, como una advertencia de lo inestable de la fortuna; la contraposicin en este caso se establece entre la adoracin que tuvo en vida con la ignominia que le persigue tras la muerte: El rostro que adoraron en Seyano, despedazado en garfios, es testigo de la instabilidad del precio humano. (9-11) El estoicismo quevediano muestra sus principales argumentos en los sonetos en que trata el tema de la fortitudo animi frente a las adversidades. Se trata de una de las ideas recurrentes de la philosophia vitae senequista, ya que se presenta como el examen del apartamiento y la firmeza del sabio estoico. El soneto ms significativo, Llueve, oh Dios! sobre m persecuciones, contiene una equilibrada sntesis de Epicteto, recreado en cita, y del libro de Job. 51 El propio Gonzlez de Salas certifica en el epgrafe la tradicin bblica la escuela de los escritos de Job- ya presentada en la otra versin del poema en su traduccin del Epicteto y Phocilides. La figura de Epicteto, mendigo, esclavo y manco, emblemtica, representa la inalterabilidad del nimo; ante las calamidades,
50 La carta as dice: De ese lugar unos llenan de piedras, losas y guijarros las entraas y lo interior del conde-duque; otros dicen que le hallaron culebras y serpientes en el buche; otros agua, en odas las cavidades del cuerpo cal y arena muchsimo (Epistolario completo, ed. cit., p. 500). 51 Karl Blher muestra cmo Quevedo sostena que el propio Epicteto se haba apropiado de pasajes ntegros del Libro de Job, en especial el arranque de este soneto Plue, Domine, super me calamitates. (Sneca en Espaa, Madrid, Gredos, 1983, pp. 462-463). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 36 Trabajos pides y molestias esperas, y, con temor a Dios desafiado, ni ofendes, ni presumes ni te alteras. En el poema Desacredita, Lelio, el sufrimiento los consejos que afianzan esa determinacin firme se suceden: Alma robusta en penas se examina o ese sentencioso A Dios quien ms padece se avecina. En este aspecto, la metfora marina del que se enfrenta a la tempestad constituye un eficaz recurso para el desarrollo del tema. As ocurre en el soneto Ms escarmientos dan al Ponto fiero, en cuyos versos se prefiere la permanente vigilia contra los golpes de la fortuna a la falsa calma de los mares que adormece la disposicin alerta del nimo: Menos dulce es la paz que peligrosa, desvela Quevedo en el ltimo terceto, con una clara evocacin de la epstola 94 de Sneca en la que concluye: pensamos mejor cuando nos encontramos ante adversidades: la prosperidad nos quita la rectitud del juicio. Las imgenes del mar tambin sirven, en este caso de procedencia virgiliana (Eneida, VII), para la defensa de la fortaleza ante la adversidad, con la alegora del escollo expuesto a la furia de las olas. Aunque el ttulo propuesto para el soneto pueda conducir a alguna interpretacin coyuntural de probable orden polticoA un seor perseguido y constante en los trabajos-, las palabras coinciden con la apologa habitual de la firmeza ante los contratiempos, frente adems a quienes, guiados por la codicia, someten su vida a la incierta fortuna: eres robusto escndalo y de advertido bajel sea piadosa /eres: norte y aviso a vela errante. El soneto puede interpretarse como vituperatio de la navegacin, pero la imagen de la roca inalterable entre el temporal supone la alabanza de la rectitud insobornable del sabio discreto. La soberbia est presente de forma exclusiva en varios sonetos. La actitud soberbia acompaa en el fondo a otros pecados execrados por Quevedo, pero parece cifrado de forma particular este comportamiento pecaminoso en imgenes de ascenso y cada. Toda contravencin de las leyes naturales originada, en primer lugar, por la codicia- es mostrada bajo especie de soberbia, pero suele presentarse de forma ms estricta la soberbia como un extraordinario movimiento de vuelo y descenso fulminante. En el poema Puedes t ser mayor? Puede tu velo? se contrasta la belleza del cielo que puede desmoronarse y la humildad del suelo que no corre ese riesgo: todo el pueblo de luz que zafir cierra, eterno al parecer, siempre constante, tiene donde caer, mas no la tierra. (12-14) Las metforas del oro o del zafiro con que se describe el firmamento son, a su vez, smbolos de las pretensiones vanas de los hombres: frente a ellas el cardo y la legumbre aparecen como referencias del estado comn y natural del hombre. La estatua de Nabucodonosor, fabricada de oro, plata y bronce sobre pies de barro, constituye un exemplum perfecto y eficaz para la soberbia en el soneto Es la soberbia artfice engaoso. Una probable explicacin poltica del soneto no es descartable habida cuenta de la condicin tirnica de la figura elegida, 52
pero en este contexto, la paradoja de los metales preciosos sostenidos por la
52 En los sonetos sacros esta figura encarna al tirano, de tal manera que el discurso contra la soberbia se puede interpretar con una clave circunstancial aplicada al mundo poltico de la poca quevediana. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 37 fragilidad de su base se constituye en execracin de las aspiraciones ciegas de los hombres: El que pusiere el barro en la cabeza y a los pies del metal la lumbre pura, tendr, si no hermosura, fortaleza. 53
La metfora del cohete que asciende rpidamente a las alturas, que muestra sus luces artificiales y efmeras y se desploma apagado sirve como alegora del soberbio en otro poema singular: No digas, cuando vieres alto el vuelo. 54 El ttulo que figura en El Parnaso promueve una interesante interpretacin, sin duda irreverente o escandalosa, pero quiz parcial: Contra los hipcritas y fingida virtud de monjas y beatas, en alegora del cohete; si se tiene en cuenta el poema que viene a continuacin, el tema es el del soberbio: la imagen acompaa al poema dedicado a don lvaro de Luna como metfora del irresistible ascenso del poder, unido a la no menos irresistible cada: Fuiste cohete en el mundo, subiste a las nubes mismas; subiste resplandeciente bajas ya ceniza a tierra.
Mira que hay fuego artificial farsante, que es humo y representa las estrellas. Por qu, entonces, titul, quien fuera, as el poema? Slo con conocimiento de algunas circunstancias puede explicarse el poema con pretensin de diatriba contra la hipocresa religiosa: podr ser andanada contra los carmelitas a propsito del copatronato jacobeo? La falta de justicia o la aplicacin desigual de las leyes es otro de los temas preferidos de los sonetos morales quevedianos. La composicin Si de un delito proprio es precio en Lido es, en este sentido, la ms elocuente. Con el auxilio de la stira dcimotercera de Juvenal y, sobre todo, de la epstola 87 de Sneca, a quien Quevedo traduce, se plantea el tema de la influencia corruptora del dinero en el juicio de los delitos, con un indudable sesgo poltico, conseguido por la condicin de gobernante de Menandro, uno de los personajes citados: Sacrilegios pequeos se castigan: los grandes en los triunfos se coronan, y tienen por blasn que se los digan. Lido rob una choza y le aprisionan; Menandro un reino y su maldad obligan con nuevas dignidades que le abonan. (9-14)
53 Vase en Virtud militante (p.155) la misma idea. 54 Vase la silva Esta que veis delante, donde iguales imgenes del vuelo despeado conforman la idea concreta de la soberbia. Asimismo vanse los pasajes de Virtud militante (p. 156) y de La cada para levantarse: Es la plebe plvora en cohete que, tocada levemente de cualquier chispa, le sube con bravatas de rayo, le ostenta en los confines de las nubes estrella y le haze descender, confessando en cenia las ridculas bravatas de papel (p. 199). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 38 Sobre la iconografa clsica de la justicia con la balanza en una mano y la espada en la otra, 55 Quevedo glosar el equilibrio entre ambos significados. En el soneto Arroja las balanzas, sacra Astrea, denuncia el poder de la espada, de la sangre, de la milicia sobre la igualdad propia de la balanza judicial; la justicia aparece violentada por la fuerza: en vez de estar igual, ests armada: Ya militan las leyes y el derecho y te sirven de textos las heridas que escribe nuestra sangre en nuestro pecho. (9-11) Pero es en la composicin Las leyes con que juzgas, oh Batino! donde la crtica a la venalidad de la justicia y, en concreto, de los jueces se hace ms patente. La ley aparece conculcada por el dinero, capaz de torcer y determinar la suerte en los juicios. Aunque la diana sea la del juez, de nuevo Quevedo coloca la riqueza como el factor que distorsiona el orden social: los versos de este poema reiteran, con una claridad expositiva, el contraste entre el rigor de las leyes y las alteraciones que el dinero aportan: Las leyes con que juzgas, oh Batino! menos bien las estudias que las vendes lo que te compran solamente entiendes, ms que Jasn te agrada el Vellocino ().
No sabes escuchar ruegos baratos, y slo quien te da te quita dudas: no te gobiernan textos, sino tratos. (1-4, 9-11) Una de los temas ms repetidos por Quevedo en sus poemas es el de las vanas peticiones a los dioses. Quevedo siente una atraccin muy especial sobre este asunto, siempre tamizado por los versos de la stira segunda de Persio que se centran en la figura del hombre necio, preocupado en obtener favores sin cuento de los dioses. La censura quevediana en este caso se sita en el mismo ambiente pagano del poeta latino, como una forma de evitar la probable interpretacin heterodoxa de sus denuncias. El resultado conduce a una excesiva fidelidad al original, pero el lector no debe resistirse a la analoga para encontrar en estos poemas diatribas contra un modo falso e hipcrita de piedad. As debe considerarse, a mi juicio, Porque el azufre sacro no te queme, en el que las ofrendas a los dioses, intestinos de toros y de ovejas, de naturaleza tan profana, sirven de igual manera al zaherimiento de los sacrlegos que dicen no temer la venganza divina: ser razn que digas, obstinado, cuando Jove te sufre, que te teme? () Por eso Jove te dar algn da la barba tonta y las dormidas cejas, para que las repele tu osada? (3-4, 9-11) Esa misma impiedad se denuncia en los sonetos Con mudo incienso y grande ofrenda, oh Licas!, probablemente acabado por Gonzlez de Salas, y, sobre todo, en Para comprar los hados ms severos. Mediante la descripcin de
55 Vase el trabajo de Inmaculada Medina sobre la iconografa de este poema: Retratismo alegrico/ emblemtico en la obra de Quevedo, La Perinola 9 (2005), p. 126. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 39 los sacrificios profanos, Quevedo insiste en la contraposicin del rito, en esencia, piadoso, con el propsito vanal que la mueve. En este poema, se entremezcla la crtica con los motivos tpicos de la codicia humana: la navegacin que contraviene las leyes de los dioses que colocaron los oceanos para impedir la bsqueda de riquezas o que dispusieron los montes sobre el oro para obstaculizar el apetito del avaro: Porque exceda a la cuenta tu tesoro, a tu ambicin, no a Jpiter, engaas: que l carg las montaas sobre el oro. (9-11) En ese sincretismo religioso en que Jpiter y Dios equivalen, la advertencia final queda en manos del dios cristiano que escruta el alma del pecador: como si los ritos fueran lo de menos y lo de ms la piedad verdadera: Y cuando lara en sangre humosa baas, t miras las entraas de tu toro y Dios est mirando tus entraas. (12-14) La stira contra la devocin interesada, siempre con la stira segunda de Persio como ayuda, adquiere su expresin ms primigenia en Oh fallezcan los blancos, los postreros. A la manera dramatizadora de los satiristas romanos, Quevedo compone este soneto sobre retazos de frases tomadas casi al vuelo de los hombres que solicitan insiste en la mala aplicacin pintura tpicaLas metforas del oro o del zafiro con que se describe el firmamento son, a su vez, smbolos de s del oro o del zafiro con que se describe el firmamento son, a su vez, smbolos dever cumplidos sus deseos ms inicuos: que mueran los que le preceden en la herencia, que pueda encontrar entre los surcos de su tierra tesoros escondidos y que puedan llegar tarde los aos de su vejez. El poema, cuya interpretacin completamente convincente se resiste, recrea los versos de Persio con semejante propsito recriminatorio y con idntico silogismo eficiente: Pues siendo Stayo de maldad abismo, clamara a Dios, oh Clito!, si te oyera: y no temes que Dios clame a s mismo?.(12-14) En esta traslacin de la stira latina, Quevedo cambia el Jpiter de Persio por el Dios varias veces repetido. Por ello, resulta innegable el deseo de Quevedo, prximo por otro lado al espritu de los padres de la Iglesia que celebraron tantas veces esta stira segunda de Persio, 56 de prolongar la crtica a la falsa religiosidad hasta su propia poca. Esta misma stira segunda de Persio es aprovechada por Quevedo para zaherir otra figura, la del glotn, pero sobre la misma raz moral de criticar las contradictorias peticiones de los hombres. En Que los aos por ti vuelen tan leves, el personaje censurado pide salud a los dioses, mientras pasa el da entregado a una voracidad desenfrenada:
56 Cynthia S. Dessen (The satires of Persius, Bristol University, 1996 2 ) as lo sostiene: The Church fathers admired the Christian overtones of this Satire, particularly the apostrophe, O curvae in terris animae et caelestium inanis (p. 40), que, por otra parte, Quevedo emple en el arranque del Sermn estoico de censura moral. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 40 A Dios le pides lo que t te quitas; la enfermedad y la vejez te tragas y estar de ellas exento solicitas. (9-11) Quevedo observa siempre los pecados, sean cuales sean, -en este caso, la gula-, como desafos a Dios, como manifestaciones de soberbia, que siempre tendrn castigo. La descripcin de diversas conductas pecaminosas (avaricia, codicia, gula) se encamina en una misma lnea vertebradora: la de las peticiones falsas y delincuentes que los hombres hacen a Dios. En otros casos, como en el soneto Tan grande precio pones a la escama, la propia gula est considerada en relacin con el lujo, otro de los motivos especialmente reiterados por Quevedo en su poesa moral. Juvenal aporta la idea con su stira cuarta en el primer cuarteto: Tan grande precio pones a la escama Ya fuera ms barato, bien mirado, comprar el pescador y no el pescado. (1-3) El segundo cuarteto es an ms claro: No es pescado lo que comes, mas la fama,/ lo caro y lo remoto es lo preciado. Es, pues, el dinero que se paga por ello o la dificultad de hallarlo lo que atrae, no el propio alimento. Surge la condena que resonar en el Sermn estoico, con las diligencias de la gula (v. 29), o en la Epstola satrica y censoria con las forasteras especias (pimienta y clavo), sntomas de la decadencia moral de un pueblo entero. Aunque la frugalidad forma parte de la philosophia vitae estoica, Quevedo mira los excesos de la gula como consecuencias de la codicia e incluso de la misma insensatez de cruzar los mares (de nuevo, la soberbia impa de desafiar a los dioses) para satisfacer placeres individuales, vanos e intiles, del mismo modo que en los sonetos Cuntas manos de afanan en Oriente y Si las mentiras de fortuna, Licas, de censura contra la avaricia. La lujuria tambin figura como tema de esta musa moral. Aparece planteada en tres composiciones: una imitacin del epigrama I, 34 de Marcial, Sola en ti, Lesbia, vemos ha perdido, y dos composiciones sobre la figura de la prostituta Frine que quiso redimir su vida con la advocacin de una estatua a Venus y con la reconstruccin de las murallas de Tebas derribada por Alejandro Magno, basadas en episodios relatados por Ateneo en sus Depnosophistas, Si Venus hizo de oro a Frine bella y Frine, si el esplendor de tu riqueza. Son tres sonetos que tratan el tema de la lascivia desde puntos de vista singulares. En el primer caso, Quevedo recoge un epigrama de Marcial en el que ste amonesta a Lesbia no tanto su aficin al engao adltero como a la exhibicin impdica de sus engaos. El epigrama de Marcial, como suele ser habitual dentro del subgnero, traza con lxico obsceno las circunstancias; Quevedo atena, con un vocabulario alusivo, pero contenido, las censuras contra la mujer adltera. Esa puede ser la causa de que este poema figure en esta coleccin y no en las satricas o, por supuesto, en las burlescas--: hay que reconocer adems que su exposicin, con las invocaciones a Dios en el verso cuarto, promueven una interpretacin ms severa de las recomendaciones; en cualquier caso, el terceto LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 41 final es copia casi exacta, si no fuera por la sustitucin del futui latino, del epigrama de Marcial: 57
Mira que tus vecinos afrentados dicen que te deleitan los testigos de tus pecados ms que tus pecados. (12-14) Las otras dos composiciones se centran en la figura de Fryne, en dos episodios de su vida, tal vez trados de ese caudal de erudicin antigua que conforman los Deipnosophistas de Ateneo. La historia de Fryne le sirve a Quevedo para dos ejercicios de conceptismo continuado. En el primer soneto, fuerza la paradoja de hacer penitencia con la veneracin de la estatua a Venus, construida con el dinero ganado gracias a la lascivia propia de la diosa venrea: Si Venus hizo de oro a Fryne bella, en pago a Venus hizo de oro Fryne Adore sus tesoros, si los huella, el desperdicio y tarde ya los gime: que tal castigo y penitencia oprime a quien abrasa femenil centella (1-2, 5-8) La segunda composicin se construye por combinacin de dilogas y paradojas. Con el dinero obtenido por el comercio ertico, Fryne restituye las murallas de Tebas que Alejandro Magno destruy. De este punto de partida, surgen los conceptos: as, la flaqueza (producto de la lascivia) de Fryne puede reconstruir lo que la fortaleza de Alejandro Magno abati; la que fue prisin de los tebanos (el amor como crcel para los amantes) ahora se convierte en su defensa; y, finalmente, el poder del tirano griego queda vengado con el dinero que gan Fryne con el poder tambin tirnico de su seduccin amorosa. Parece evidente que a Quevedo no le interesa la summa moralizante del caso, sino la naturaleza contrastiva de su discurso, con la admiratio como objetivo principal de sus versos: 58
mas lo que abate fuerza armada y dura restituye desnuda tu flaqueza T, que fuiste prisin de los tebanos, eres defensa a Tebas La ciudad que por ti lasciva arda se venga del poder de otros tiranos con lo que le cost tu tirana (7-8, 9-10, 12-14) En los tres ejemplos en que Quevedo cultiva la materia de la lujuria, sta parece secundaria al objeto de sus versos: en el primer soneto, porque parece ms inicua la circunstancia del pecado que el pecado mismo; en el segundo, porque se celebra que los griegos veneren la causa, con la estatua de Venus, de su perdicin; y en el tercero, porque la lascivia fuera indirectamente capaz de recomponer, con el dinero acumulado en su ejercicio, las murallas destruidas por
57 Sobre este poema, vase mi trabajo "El epigrama de Marcial en la poesa de Quevedo." La Perinola 3 (1999): 59-96. 58 Sobre estos sonetos y a propsito de la eficacia retrica de este ejemplo, vase mi trabajo Los exempla femeninos en la obra grave de Quevedo, La Perinola 9 (2005), pp. 33- 54. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 42 Alejandro. Quevedo, pues, prende el tema de forma oblicua, ms atento a los requiebros conceptistas de los argumentos de los que parte que a una efectiva denuncia del pecado. El conjunto de los sonetos morales que componen de forma ms que sustancial la musa Polimnia obedece a su reconocida condicin filloga, a su constante recurso a los textos antiguos para recrear, actualizar y dar vigor a los viejos temas de siempre. El clebre poema Retirado en la paz de estos desiertos resume en los versos del soneto ese compromiso potico. 59 Presentado por su amigo Gonzlez de Salas como una efusin personal de un Quevedo encerrado en la Torre de Juan Abad, el soneto explica su trato emotivo con los libros. Las variantes de este poema son muy ilustrativas del afn depurador de Quevedo y permiten comprobar su aficin a la lima estilstica, pero, sobre todo, muestran la entrega al acto mismo de la lectura. La huella de Maquiavelo y de su tambin clebre carta a su amigo Vettori desde el studiolum en el que se encierra, vestido con su traje talar, con sus mejores galas para recibir a los escritores antiguos con quienes va a conversar a travs de las letras impresas en el libro, se rememora en este soneto que ensea cmo se produce ese coloquio con el pasado. 60
Por los versos morales de Quevedo cae mansa la idea de que el tiempo lo puede todo, de que su victoria se advierte a cada paso. Sin embargo, en este poema, Quevedo, con la apelacin al topos de que el arte vence a la naturaleza, transformado por analoga en la imprenta vengadora que es capaz de resucitar el alma de los escritores muertos, parece redimir la vida del hombre (huda fugaz e irrevocable, como seala en repetida redundancia), con el acompaamiento permanente de los libros. Los tercetos as lo afirman: Las grandes almas que la muerte ausenta, de injurias de los aos, vengadora, libra, oh don Iosef!, docta la emprenta. En fuga irrevocable huye la hora; pero aqulla el mejor clculo cuenta que en la leccin y estudios nos mejora. (9-14) La docta imprenta que sirve para conversar con los difuntos tambin sirve para ayudarse de ellos y volver a reescribir los grandes temas de la condicin humana. Los que se fundan en el efmero trnsito por el mundo (la vanidad de las cosas mundanas, la rectitud del sabio resignado a las adversidades y preparado para la muerte); los que conforman el inventario de los pecados y los vicios sociales (la avaricia, la codicia, la ostentacin) y de las conductas inicuas frente a un ser superior que las juzga (la soberbia, las ciegas peticiones hipcritas); y tambin aquellos otros, tal vez menores, de dimensin ms reducida (lujuria, gula), cuya exhibicin contribuye a ponderar la censura extensa y variada de las flaquezas humanas. Quevedo, en cada caso, trae, inventa (invenire: traer)
59 Anloga a esta apologa de la lectura es la defensa del poder teraputico de la msica en el soneto Msico rey y mdica armona: Oh, no embaraces, Fabio, el generoso/ odo con los tonos del pecado,/ porque halle el psalmo trnsito espacioso! (12-14). Vase para este poema Ignacio Arellano, El contexto ideolgico y cultural como marco de la anotacin. Meloterapia y debates musicales en el soneto Msico rey y mdica armona de Quevedo'. Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche 3 (2000): 165-74. 60 Vase para este soneto la lectura de Daro Villanueva, La potica de la lectura en Quevedo. Manchester: University of Manchester, 1995. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 43 de los libros: la suma de sus libros, su biblioteca, nutre por completo sus sonetos morales. Sermn est oi co de censura moral Escrito en la frmula mtrica de la silva, el Sermn estoico supone una sntesis extraordinaria de los diferentes motivos y temas concurrentes en la stira romana y en la poesa moral del siglo XVII espaol. En una nica composicin Quevedo, siguiendo con toda probabilidad el magisterio de Horacio, pero tambin los dictados neoestoicos, traza un completo dibujo de los pecados principales del hombre: la vanidad, la ira, la lujuria, la soberbia, la gula, sometidos todos ellos al apetito de la avaricia, verdadero origen de todos los males. El Sermn estoico, escrito sobre 1625 y 1627 y probablemente corregido en su versin del Parnaso, es deudor, desde el punto de vista del gnero, de la stira romana, y, desde el punto de vista del contenido de muchos de sus versos, del pensamiento estoico, como, sin lugar a dudas, seala el propio ttulo. Quevedo quiz quiso delimitar desde el propio encabezado la naturaleza interna del poema: el trmino sermo tal vez sugera una mayor informalidad estilstica; el trmino estoico le proporciona la severidad y el propsito doctrinal que le gua. As, como muestra Alfonso Rey, el poema se presenta como una amplificatio versificada de la epstola 4 a Lucilio de Sneca, 61 en la que el autor latino exhorta a aceptar los principios de la naturaleza y a negar los constantes reclamos de los placeres mundanos. En una sntesis resumida Sneca expone lo que debe rechazarse: las comidas caras, las visitas a los poderosos, la navegacin codiciosa, la ambicin militar, la intimidad con los cortesanos. Quevedo desarrolla cada uno de estos temas con la aportacin de todo el caudal argumentativo de la stira romana, sin olvidar las voces de la patrstica e incluso de autores como Plinio, Lucrecio o Virgilio, cuyas descripciones de la naturaleza permiten adornar la reconvencin moral. La composicin comienza con un verso de Persio muy conocido entre la tradicin cristiana por representar a los hombres inclinados permanentemente a los vicios: a partir de estas corvas almas, de estos espritus dominados por la ira y el delito, Quevedo trazar una execracin, una vituperatio contra las maldades de los hombres. La primera de esas censuras es la de la vanidad, pero tras ella se arrastran, como en sucesin natural, los dems pecados: la codicia, la avaricia, la gula, la soberbia, que sern ejemplificados con acciones concretas. As aparecen en resumen los primeros versos del poema: Todos los senos que la tierra calla, las llanuras que borra el oceano y los retiramientos de la noche, de que no ha dado el sol noticia al da, los sabe la codicia del tirano. Ni horror, ni religin, ni piedad juntos
61 Alfonso Rey, La stira segunda de Persio en la poesa moral de Quevedo." Boletn de la Biblioteca de Menndez Pelayo 55 (1979): 65-84. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 44 defienden de los vivos los difuntos: a las cenizas y a los huesos llega. palpando miedo, la avaricia ciega. Ni la pluma a las aves, ni la garra a las fieras, ni en los golfos del mar, ni en las riberas, el callado nadar del pez de plata, les puede defender del apetito. La soberbia aparecer luego con las imgenes caractersticas del vuelo presuntuoso y con las alusiones reconocibles a caro, que representa de forma simblica el castigo por la osada no slo de acercarse al sol sino de conculcar el gobierno de la naturaleza: El hombre, de las piedras descendiente dura generacin, duro linaje! os vestir las plumas os tratar ardiente las lquidas veredas, hizo ultraje al gobierno de Eolo. Desvaneci su presuncin Apolo, y en teatro de espumas, su vuelo desatado, yace el nombre y el cuerpo justiciado y navegan sus plumas. Tal has de padecer, Clito, si subes a competir lugares con las nubes. (48-60) . Cruza por todo el Sermn l la diatriba contra el dinero y la codicia, con los argumentos consabidos del osado (y sacrlego, pues no respet los lmites impuestos por los dioses) que decidi cruzar los mares para hallar los tesoros, De metal fue el primero que al mar hizo guadaa de la muerte: con tres cerco de acero el corazn humano desmenta. ste, con velas cncavas, con remos, oh muerte, oh mercanca!, uni climas extremos y, rotos de la tierra los sagrados confines, nos ense con mquinas tan fieras a juntar las riberas. La diatriba contra el primer navegante es uno de los tpicos de la literatura moral del siglo XVII espaol: se halla en las Soledades gongorinas y en la silva de Villamediana, Ya la comn hidropesa de viento, entre otros lugares conocidos. 62 Quevedo, en este soneto, traza la oposicin entre el mar incgnito,
62 Vanse los versos de Villamediana, Mal haya el temerario, el ambicioso/ en el mar monstruo cuando no marino,/ que hurt al bosque el mal nacido pino/ para darle a Neptuno proceloso;/ y fiero labrador de campo algoso/ sembr en el viento el porfiado lino (228, vv. 1-6), o el pasaje de las Soledades: Cul tigre, la ms fiera/que clima infam hircano,/ dio el primer alimento/ al que, ya deste o de aquel mar, primero/ surc, labrador fiero,/ el campo undoso en mal nacido pino (I, 366-371). Sobre este asunto, vase Carmen LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 45 smbolo de codicia y de locura, y la tierra firme, lugar del nimo tranquilo y la vida sosegada: Clito, desde la orilla navega con la vista el oceano: yele ronco, atindele tirano y no dejes la choza por la quilla, pues son las almas que rexpira Tracia y las iras del Noto, muerte en el Ponto, msica en el soto.(80-86) La condena de la travesa martima se complementa con la crtica de la explotacin de las minas, presentada como una accin reprobable y contraria a las leyes, con metforas humanas (la naturaleza como madre y el codicioso como un cirujano que abre sus entraas) que ofrecen una enseanza eficaz sobre el desatino: por saber los secretos de la primera madre que nos sustenta y cra, de ella hizo miserable anatoma: despedazla el pecho, rompile las entraas desngroles las venas, que de estimado horror estaban llenas. (108-115) Esta condena parece del gusto de Quevedo porque ms adelante, tras volcar sus comentarios sobre la frugalidad en la comida o sobre la ostentacin en la construccin de las casas, vuelve la crtica al imprudente que horada las montaas en busca en este caso del mrmol para el lujo de las viviendas, ya que infringe la ley divina que dispone los montes como un obstculo a la codicia humana. En el libro 36 de su Historia natural, en el que se cuenta el proceso de extraer el mrmol de las canteras, Plinio lanza una diatriba contra lde sus Metamorfosis Ovidio narra las edades del hombre: la codicia humana vulnera ese dictado de los dioses; en esa teogona ovidiana las mon: Los montes invencibles que la Naturaleza eminentes cri para s sola (parntesis de reinos y de imperios), al hombre inaccesibles, embarazando el suelo con el horror de puntas desiguales, que se oponen, erizo bronco, al cielo, despus que les sac de sus entraas la avaricia, mostrndola a la tierra mentida en el color de los metales, cruda y preciosa guerra. (184-195)
Peraita (Espectador del naufragio, Muestra en oportuna alegora la seguridad del estado pobre y el riesgo del poderoso, La Perinola 6 (2002), pp. 181-195) y Manuel ngel Candelas, La "Silva que hizo su autor estando fuera de la corte" del Conde de Villamediana: los lmites de la referencialidad y la intertextualidad, en Memoria de la palabra. Actas del Congreso de la AISO (Burgos-La Rioja, 2002), 2004, pp. 437-446. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 46 Los ecos del senequismo (con el complemento de Epicteto) se observan en los versos en que define la propia vida, con la acumulacin de las metforas ya vistas del cuerpo como crcel u hospedaje del alma, la metonimia del polvo, la tierra o las cenizas por la condicin del hombre o la sencilla pintura del mundo como frgil y efmero: T, Clito, pues le debes a la tierra ese vaso de tu vida, en tan poca ceniza detenida y en crceles tan frgiles y breves hospedas alma eterna, no presumas, oh Clito! oh no presumas que la de la alma casa, tan moderna y de tierra caduca, viva mayor posada que ella vive pues que en horror la hospeda y la recibe. (223-232). O en los que asume el peligro de la fama, donde la envidia es una tendencia intil: Y a las calamidades invidia la humildad y las verdades, y advierte que tal vez se justifica la invidia en los mortales. El tema de la envidia se engarza, con la naturalidad con que Quevedo suele engarzar lo moral con lo poltico, con la crtica del poder. La dedicacin al gobierno est siempre prxima a la derrota. Los exempla histricos sirven de prembulo a las veladas insinuaciones sobre la vida poltica de sus contemporneos. La fragilidad del poderoso, capaz de vencer todas las batallas justo antes de acabar en el olvido, como Anbal o Mario, se presenta como tema principal en este Sermn estoico como aviso para el presente: Y si te acercas ms a nuestros das, oh Clito!, en las historias vers, donde con sangre las memorias no estuvieren borradas, que de horrores manchadas vidas tantas estn esclarecidas, que leers ms escndalos que vidas.(357-363) El poema acaba con un exhortacin moral contra la ambicin poltica, que con toda nitidez se dirige al momento histrico que vive Quevedo. Su leccin puede perdurar, porque Quevedo acude a los topoi ms clsicos del discurso contra la corrupcin de las costumbres, pero se deja ver con gran claridad la pintura de un pas atrado por el exceso y la soberbia: Avergenzate, oh Clito! con alma racional y entendimiento, que te pueda en Espaa llamar rudo discpulo una caa; pues si no te moderas, ser de tus costumbres, a su modo, verde reprehensin el campo todo. (383-389) LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 47 Como ocurre con la poesa encomistica e incluso, como se ver, en la misma poesa religiosa, la evocacin de episodios histricos, en forma de ejemplos para la argumentacin, otorga a los textos siempre una intencin poltica. Ep st ol a sat ri ca y censori a La segunda especie de composicin, la epstola, participa en general de los mismos rasgos que la stira: con la antecedente conviene en la materia suya moral, cerca de que se ocupa, y en la forma, conviene a saber, satrica y de censura severa; y finalmente, en el mesmo fin de la enmienda; pero ofrece algunas diferencias, que Gonzlez de Salas resume con unos trminos muy significativos: la epstola est escrita con superior espiritu, estilo bien enmendado, adorno de palabras, y sentencias vivas, y vibrantes, que se sazonan, y excitan con el picante de el satyrico amargor (p. 106). La Epstola censoria de Quevedo es, segn Gonzlez de Salas, imagen de la epstola I, 1 horaciana y, si no fuera por el argumento distinto, podra tratarse de una misma composicin 63 . Resulta interesante tras esta observacin el intento de identificacin entre las epstolas y las stiras (sermones) horacianas, tema principal en las discusiones humansticas, ya que resultaba muy difcil, al emplear el mismo hexmetro latino, establecer las diferencias. El propsito regenerador de ambos modelos, segn Gonzlez de Salas, los equipara y la costumbre de la recepcin potica horaciana haca equivaler ambas denominaciones en la de sermones. Gonzlez de Salas desdea algunas propuestas de distincin como la de aquellos que quieren que el sermn sea escrito a los presentes, y a los ausentes, la epstola (p. 107) 64 , para probar ms adelante el carcter intercambiable del marbete con la epstola en la que el propio Horacio llama sermn a su poema: si longo Sermone morer tua tempora, Caesar (II, 1, 4). Gonzlez de Salas seala para concluir esta disertacin que las epstolas fueron escritas en nmeros, del mismo modo que las stiras, con el fin de endulzar la severidad de las crticas; Gonzlez de Salas apela a la conocida metfora de la golosina que enmascara y oculta el amargor de la medicina: el nmero, el ritmo, la versificacin contribuyen, as, a la memoria y con la memoria, como el propio Gonzlez de Salas recuerda, se fortalece la advertencia y se promueve la enmienda. La ilustracin remata con la presentacin de ambas composiciones, enjuiciadas con apreciaciones complementarias que, en cierto modo, anuncian y prevn posibles lecturas: el sermn escrito contra toda la humana nacin, parece que cada da pervertida ms y degenerada; y la epstola, contra las costumbres de su patria, renovando con alabanza las que fueron
63 Al margen aparece citado el primer verso de esta epstola de Horacio dedicada a Mecenas: Primo dicte mihi etc (I, 1, 1). 64 Robortello, que trata el asunto del nombre asignado por Horacio a sus composiciones sermones y no stiras, cita a Giovanni da Brescia, comentarista del Ars poetica horaciana (1511), como el origen de esta explicacin: Ioannes Britannicus, sermones ideo appellatos et epistolas ab Horatio, quod haec ad absentes, illi ad praesentes (Weinberg, Trattati, 1970, vol. I, p. 506). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 48 severas y valerosas de los antiguos espaoles para afear ms con la comparacin las deliciosas de los presentes (Blecua, 108). 65
La Epstola satrica y censoria es una de las composiciones ms conocidas de Quevedo y tambin una de las ms citadas como ejemplo de la beligerancia quevediana contra el poder: los primeros versos del poema, una firme declaracin de intenciones sobre el valor poltico de la palabra, son utilizados con frecuencia como reivindicacin de la libertad de expresin. El resto del poema -mucho menos citado, tal vez porque las ideas que plasma Quevedo en l ya no resultan tan convincentes para una lectura actual- describe el contraste entre el pasado medieval donde la virtud asomaba a cada paso y el presente en donde los valores aparecen corrompidos. La visin que Quevedo plasma del mundo medieval se forja con varios pilares: una vida sencilla, alejada del oro y de los aderezos de la vanidad, amante de la libertad que proporciona la despreocupacin por el vestir o por la propia existencia, entregada al trabajo, donde el honor militar limita siempre con la muerte y donde la justicia se dirime con frmulas simples, exentas de manipulacin verbal ni complejidades documentales. La imagen de la mujer que hila para su marido antes la mortaja que el vestido o la metonimia en que se afirma que No de la pluma dependi la lanza conforma un mundo idealizado que se contrapone al que Quevedo observa en decadencia. Decadencia cifrada tambin en la inclinacin de los espaoles por los perfumes, los ricos vestidos, los juegos de caas, la presuncin siempre vana y, en fin, por el entretenimiento ftil, en lugar de por la robusta energa de los hombres medievales. La denuncia se presenta completada con alusiones a la dependencia de los crditos extranjeros o a la escasa determinacin de los espaoles por recobrar las viejas y virtuosas costumbres de la Edad Media, tan por otro parte prxima. La composicin est dirigida al conde duque de Olivares, probablemente en una poca en la que an Quevedo crea (quiz slo de palabra) que poda haber paliativo posible para los males del pas. De ah procede la naturaleza de consejo y el tono exhortativo que poseen los ltimos versos: Lograd, seor, edad tan venturosa; y cuando nuestras fuerzas examina persecucin unida y belicosa, la militar valiente disciplina tenga ms platicantes que la plaza; descansen tela falsa y tela fina. () Mandadlo ans, que aseguraros puedo que habis de restaurar ms que Pelayo; pues valdr por ejrcitos el miedo y os ver el cielo administrar su rayo. (190-195, 202-205) Gonzlez de Salas apunt que esta epstola estaba escrita con superior espiritu, estilo bien enmendado, adorno de palabras, y sentencias vivas, y vibrantes, que se sazonan y excitan con el picante del satrico amargor (Blecua,
65 Vase Christopher Maurer, Intepretacin de la Epstola satrica y censoria de Quevedo, Cuadernos Hispanoamericanos, 121 (361-362, julio-agosto, 1980), pp. 93-111, quien considera que el poema es una epstola por estar dirigido a Olivares, una elega por lamentar la decadencia de los valores antiguos, y una stira por recriminar las costumbres contemporneas. LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL 49 106). Aadi adems la relacin con la epstola I, 1 horaciana, 66 para luego recordar que Quevedo fulmina su estilo con singularidad, contra las costumbres de su patria, renovando con alabanza las que fueron severas y valerosas de los antiguos espaoles para afear ms con la comparacin las deliciosas de los presentes. La analoga entre Horacio y Quevedo, entre el contenido satrico de la epstola romana y la Epstola censoria, y entre, probablemente, Mecenas y el Conde-Duque como destinatarios de ambas composiciones, refuerza el prestigio del poema, tal vez para eliminarle el posible carcter polmico de sus crticas, labradas en torno a los aos en que el rey decide promulgar las normas para la correcta vestimenta y atajar as la exhibicin ostentosa del lujo en el vestir y en las costumbres.
66 La primera epstola de Horacio, afirmo yo, escripta al mesmo excelente prncipe Mecenas, si se conviniera bien con la nuestra en el argumento, en las otras concurrencias referidas eran una mesma (Blecua, I, p. 107) La musa Melpmene. Poesa funeral A la musa Melpmene, como seala Gonzlez de Salas, le compete todo el gnero de las funerales poesas. La leyenda del grabado que acompaa a esta musa transcribe otro de los versos del epigrama Nomina musarum que la relaciona con lo trgico: Melpomene tragico proclamat moesta boatu. 67 . La musa Melpmene recoge la mayor parte de la poesa fnebre quevediana. 68 Aunque Gonzlez de Salas intenta buscar en los preliminares los antecedentes de la musa, 69 lo cierto es que los poemas que contiene responden en su gran mayora al modelo del epitafio o de la exequia. Poesa, pues, de carcter elogioso, de discurso demostrativo, por tanto, pero dirigido a personas muertas. La diferencia con los propiamente encomisticos slo reside en la presencia inequvoca de la muerte como tema principal, de ah que algunos de sus versos adquieran una gravedad solemne que los aproxima a la poesa moral. Treinta sonetos contiene la musa Melpmene, un madrigal, una cancin y una silva. Sin un orden general definido, pero distribuidos con criterio meditado, los poemas van destinados a personajes clebres, en su gran parte contemporneos de Quevedo, a excepcin de los poemas funerales a Anbal, a Jasn el argonauta, a Coln, a Aquiles con Alejandro como protagonista, y al propio Alejandro, precisamente aquellos sonetos que guardan una enseanza moral ms concreta. El soneto a Anbal elogia la valenta del general cartagins que se adelanta con el suicidio a la afrenta de verse solo y desterrado, en el que a imagen de Juvenal se pueden ver, si el lector lo quiere, trazos del propio Quevedo. El dedicado a Jasn, uno de los poemas ms tempranos de Quevedo, recuerda la fragilidad de la ambicin humana representada en la figura del navegante. Y el destinado a glosar la figura de Coln, muy similar al de Jasn porque quien habla es el resto de la nave expuesta en su tmulo, recoge el abandono de su memoria. El destinado a Aquiles alaba la valenta del hroe
67 La figura del grabado -una mujer que lleva en la mano izquierda un cetro y una espada (o pual) desenvainado y en la derecha un lad y por el suelo estn esparcidas las coronas: aunque se acompaan escenas ms alejadas en las que se entrev un par de mujeres infligindose dao como en una accin trgica y una figura que reza delante de una pirmide funeraria- responde con evidente parecido a lo presentado por Ripa en su Iconologa para esta musa: Mujer de noble aspecto gravemente vestida, llevando en la cabeza un bello y rico tocado. Sostendr con la izquierda algunos cetros y coronas, alzndolos en alto, ponindose igualmente por delante otro cetros y coronas esparcidos por tierra. Con la mano derecha habr de sostener un pual desenvainado, calzndose en los pies unos bellos coturnos (Iconologa, II, p. 111). 68 Tambin pueden ser considerados como poemas funerales los que se incluyen en Las tres musas -uno a Belisario y otro a la hija del duque de Lerma, Catalina de la Cerda- as como poemas esparcidos en manuscritos y en preliminares de otros autores. 69 A Melpmene le compete todo el gnero de las funerales poesas, y sta es la una parte a que quisieron presidiese su numen. La otra parte, que de genio es no desconforme, la influencia viene a ser que para las acciones trgicas le atribuyen, y de ambas superintendencias juzgo yo segura la comprobacion, (p. 110). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 52 griego, anloga a la del propio Alejandro, mientras el epitafio a Alejandro ms bien parece un ejercicio de estilo, repleto de tpicos sobre la fortitudo del elogiado, con una muy quevediana metfora (e hiplage) sobre el cuerpo muerto: desangrada sombra de polvo mudo. El conjunto comienza con un soneto a la muerte de Felipe III, lleno de alusiones al carcter bondadoso y religioso de su reinado. Por otros lugares se conocen la irnica crtica quevediana hacia su dejacin en el cargo de rey para dedicarse de forma obsesiva a su piedad devotsima. 70 Por ello no dejan de resultar estos versos, para quien sabe de sus subliminales invectivas, una desconcertante forma de elogio: Milit tu virtud en tus legiones; vencieron tus ejrcitos, armados igualmente de acero y oraciones. Los siguientes sonetos recuerdan el caso del infante don Carlos, cuya muerte a tan temprana edad dej a la monarqua sin el sucesor esperado: Guarda, oh!, sus breves malogrados das/ en religioso y alto sentimiento. La duquesa de Lerma es la destinataria del poema que viene a continuacin, un soneto que Quevedo ya haba visto publicado en las Flores de poetas ilustres de Espinosa. En forma de epitafio dirigido al husped que se acerca al tmulo, Quevedo se hace eco de la tristeza del duque, valido de Felipe III en el instante en que fue escrito, como harn tantos otros poetas en concurso sobre este penoso argumento. A la muerte del duque de Osuna se escriben los tres sonetos siguientes. La estrecha colaboracin y amistad de Quevedo con el duque, sobre todo en su estancia en Italia, explican los elogios a sus hazaas. En los tres poemas Quevedo encarece los mritos guerreros del duque y, como en su panegrico Faltar pudo su patria al grande Osuna, lamenta la desgraciada suerte que le acompa hasta su muerte: De su desdicha su valor se precia:/ muri en prisin, y muerto estuvo preso!. Las metonimias que tanto celebr Borges aparecern como tpicos en estos sonetos para extremar el curriculum pico por la Europa contempornea: los ros y los montes doblegados al paso heroico de don Pedro Girn: Plido vio el Danubio sus soldados,/ y a la Mosa y al Rhin dio su trompeta/ ley, y muri temido de los hados. 71
A la familia Espnola dispuso sus versos Quevedo en otros dos sonetos: uno a la muerte accidental de don Federico en la batalla de la Inclusa y el otro al propio marqus Ambrosio, clebre por la victoria en Breda (o Bred) a en el annus ammirabilis de 1625 recogida por Velzquez en su famoso cuadro. La campaa en Europa, por la que fue distinguido, se recoge en la alabanza funeral: Todo el
70 Por ejemplificar esta consideracin, el final de los Grandes anales de quinve das puede ser de utilidad cuando dice en su corazn slo asista la religin y la piedad o que era tan virtuoso, que se podan esperar de la pureza de su espritu tantos milagros como hazaas de su poder (ed. Roncero, Obras completas en prosa, III, p. 111). En el El chitn de las tarabillas tambin con nota irnica dir: De suerte que el grande, el bueno, el amado, el dichoso, el santo Felipe III, a fuerza de milagros, nos divirti de la atencin desta calamidad (ed. Candelas, Obras completas en prosa, III, p. 236). 71 El otro soneto presenta curiosidad sobre cmo los autores del XVII modificaban sus textos para adecuarlos a las circunstancias: una primera versin del poema dedicado a Osuna haba sido dedicada a Viriato. LA MUSA MELPMENE. POESA FUNERAL 53 Palatinado sujetaste/ al monarca espaol, y tu presencia/ al furor del hereje fue contraste. La muerte del duque de Lerma, valido condenado en los ltimos aos del reinado de Felipe III ya al destierro y aun a una especie de damnatio memoriae en aos sucesivos, cre en Quevedo una corriente de relativa simpata (nunca exenta de la correspondiente censura) que se ver plasmada en escritos como Grandes anales de quince das. El soneto Columnas fueron los que miras huesos ejemplifica esa consideracin: De Filipe Tercero fue valido, y muri de su gracia retirado, porque en su falta fuese conocido. Dej de ser dichoso, mas no amado; mucho ms fue no siendo que haba sido; esto al duque de Lerma te ha nombrado. (9-14) Personajes menos relevantes, como si el colector de estas poesas fnebre estableciera una jerarqua, son motivo del encomio funeral de Quevedo: Melchor de Bracamonte, el juez don Berenguer de Aoiz, la duquesa de Njara, el jurisconsulto don Francisco de la Cueva y Silva y el ms conocido don Rodrigo Caldern, cuyo ajusticiamiento Quevedo narr tambin en los Grandes anales con una mezcla de severidad y admiracin que se repite con mayor disimulo en los versos de su soneto: Nunca vio tu persona tan gallarda con tu guarda la plaza como el da por tu muerte su alabanza aguarda. (9-11) La muerte del marqus de Alcal da pie, en dos ocasiones, a la creacin funeral de Quevedo: en ambos casos con la mirada puesta en el consuelo de su familia que hereda sus virtudes: En vos, excelentsima seora ()/ estrellas deja y va a gozar estrellas y Dejis la pena, s; pero consuelo/ tan cerca, que si ya no alivia el llanto/ justo ser, mas descorts al cielo. Las voces del manriqueo epicedio a su padre resuenan en los versos contra el tiempo y olvido la victoria/ os asegura el real esclarecido/ hijo. Quevedo en este mbito de su poesa pareci preocupado por glosar el magnicidio de Enrique IV. Conviene sealar que el rey de Francia haba sido considerado por Quevedo como un rey modlico, arrojado y proclive al ejercicio de las armas, en contraste con el menos audaz Felipe III. En cualquier caso, la noticia de su asesinato a manos de un ultracatlico, Franois Reveillac, caus conmocin general en las cortes europeas. Quevedo escribi cinco poemas al suceso, cuatro sonetos y una cancin. En ellos Quevedo subraya el valor del rey, a pesar de ser un enemigo de la monarqua espaola, en especial por haber incrementado con sus ocupaciones el prestigio de sus antecesores: Su herencia conquist, por merecerla; naci rey por la sangre que tena; por la que derram fue rey famoso. (9-11) 72
Lamenta Quevedo en estas poesas funerales que fuera un traidor quien acabara con la vida de Enrique IV y no la resolucin de otras naciones contra el
72 En la cancin Detn el paso y vista, mas no el llanto dir lo mismo: al mayor rey que vio jams la Galia,/cuya corona la alcanz su espada,/ por hijo de sus obras heredada (5-7). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 54 poder del rey francs. El miedo que la osada guerrera de Enrique IV haba provocado en Europa (ninguna/ diestra temi debajo de la luna) slo pudo ser despejado con un acto regicida y, sobre todo, alevoso: Todo lo malogr mano alevosa,/ quitando al mundo el miedo en una herida. Quevedo se pone incluso en la piel del asesino en busca del mvil y acaba concluyendo que invidia del infierno fue temiendo/ que el ruido ronco de la guerra inquieta/ despertara de Espaa la memoria. En otro soneto que el Cancionero antequerano conserva, Quevedo deja clara su admiracin, en medio del temor respetuoso que la figura de Enrique IV era capaz de proporcionar: Llorada ya de cuantos fue temida/ del hado no, del mundo respetada. Por estos encomios es posible que corra una tcita denuncia de la escasa beligerancia del reinado de Felipe III, a manera de espuela que aguija al propio con los mritos del ajeno. 73
La muerte de doa Margarita de Austria, hija de Maximiliano II y hermana franciscana entregada a una vida de severa humildad, tambin caus notable impacto en el Madrid de 1633. Quevedo vio en ella un ejemplo de vida estoica, alejada de los oropeles del poder, desprovista de toda tentacin vanidosa; de ah surgen sus versos de hondo contenido moral: Oh cun cesreas venas, cun sagradas frentes se coronaron con tu velo! Y esplndido el sayal venci en el suelo prpura tiria y minas de oro hiladas. (5-8) El predicador Fray Hortensio Paravicino, el rey de Suecia, el duque de Friedland, von Wallenstein (Wolistan), doa Mara Henrquez, Fadrique de Toledo son otros personajes encomiados por Quevedo en esta musa. De ellos el dedicado al rey de Suecia, en plena guerra con la monarqua espaola, sobresale por el alivio, atemperado por el juicio sobre la propia muerte inexorable, que Quevedo manifiesta por el final de un enemigo: Y bala providente y vengadora,/ burlando de mi arns, defensa vana,/ me trujo negro sueo y postrer hora. La dedicada a don Fadrique de Toledo, que sufri el desencuentro con el conde- duque de Olivares, pondera su heroica accin en campaa, si bien las tachaduras en versiones autgrafas de este soneto permiten suponer que Quevedo quera en el poema mostrar su repulsa por el final injusto que haba merecido en vida. El soneto funeral a la muerte de doa Mara Henrquez escapa del tono heroico para optar por una interesante evocacin petrarquista en la que se dejan traslucir los ecos de sus principales poemas amorosos: 74
Quin a la aurora de perlas, que en tu risa y boca llora; del coral, que en tus labios encenda? (..) Por slo unirse a Dios tu alma pudo desunirse del cuerpo, que en el suelo, si fue cuerpo o deidad an hoy lo dudo.
73 La admiracin de Quevedo por el rey de Francia es compartida por otros muchos autores de su poca, lo que resulta, al menos, significativo al tratarse de un declarado enemigo de las fuerzas austracas en Europa. 74 A Mara Henrquez dedicar Quevedo, bajo el acrstico de Mirena Riqueza, el Sueo de la muerte. No faltan los que apuntan a esta dama, camarera de la corte, como destinataria de los afectos amorosos de Quevedo. LA MUSA MELPMENE. POESA FUNERAL 55 Dichoso en tanto llanto fue su vuelo, pues que sube tu espritu desnudo de un cielo por vestirse de otro cielo. Despus de los sonetos, Gonzlez de Salas publica la cancin fnebre a don Luis Carrillo y Sotomayor, cuya muerte debi de provocarle una particular emocin: una versin muy similar a sta se halla en los preliminares de la edicin pstuma de las Obras del poeta andaluz, junto a un par de sonetos que glosan su figura. El soneto Ves las cenizas que en tan breve asiento es muy convencional, con los tpicos sobre la levedad de la tierra, mientras el otro soneto y la cancin resultan de hbiles modificaciones de anteriores composiciones escritas a propsito de la muerte de otras personas: en el caso del soneto, de un epitafio a don Bernardino de Mendoza el ciego, en el que se cambia el nombre y las referencias mitolgicas por otras ms adecuadas: a los despojos del gran Bernardino monumento; que un Argos fue, un Tiresias en paz y guerra. a los despojos de don Luis Carrillo monumento. En paz fue Apolo, Marte fue en la guerra. En el de la cancin, un texto publicado por su sobrino Aldrete en Las tres musas permite aventurar la hiptesis de que Quevedo pudo destinar a dos personas distintas una composicin muy semejante. Pueden ser dos versiones de un mismo texto, pero tambin constituir en el fondo dos composiciones diferentes, con intencin y propsito tambin distintos. Lo verdaderamente singular de este poema es que se trata de una recreacin, muy fiel al original, de la cancin petrarquista Standomi un giorno solo alla fenestra, en particular la versin que publica Pedro Aldrete, ya que sigue, verso a verso, el texto de Petrarca. 75 La cancin de Petrarca es una de las ms clebres y enigmticas del Canzoniere, ya que en ella el poeta aretino describe las imgenes asociadas a la muerte de Laura, por este orden: una fiera muerta por dos lebreles, una nave hundida entre los escollos, un laurel en el paraso destrozado por el rayo, una fuente escondida en una cueva, una ave fnix que se da muerte a s misma tras ver sus despojos y una dama hermosa alcanzada por la picadura de la serpiente escondida en el prado. Queste sei visioni, como seala Petrarca en la estrofa final de envo, son tomadas en la versin que publica Aldrete con algunas alteraciones de poca importancia (el cambio del ave fnix por un jilguero o la leggiadra e bella donna por una ninfa hermosa son dos de ellas) y con el final completamente nuevo, adaptado a la lamentacin fnebre del tal don Juan. El texto del Parnaso se aleja del original petrarquista al suprimir dos visiones (la de la fiera herida por los perros y la de la ninfa) para quedar con las de la nave, el laurel, la fuente y el pjaro. Como en la versin destinada a don Juan, la ltima estrofa se recompone para la ocasin, con los recursos obligados
75 Alicia de Colomb fue quien vio con detalle la traslacin del texto petrarquista a la poesa funeral de Quevedo en Las visiones de Petrarca en el barroco espaol (I) (Quevedo, Lpez de Vega, Gngora), Nueva Revista de Filologa Hispnica, XXVIII, pp. 287-305. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 56 de la cancin italiana de reunir los elementos desarrollados en la cancin y con la repeticin de los mismos a lo largo de esos versos: Nave, tom ya puerto; laurel, se ve en el cielo transplantado, y de l teje corona; fuente, hoy ms pura, a la de Gracia, corre deste aqueste desierto; con tono, regalado serafn pisa ya la mejor zona, sin que tan alto nido nadie borre; ans, que el que a don Luis llora no sabe que, pjaro, laurel y fuente y nave, tiene en el Cielo, donde fue escogido, flores y curso largo, y puerto, y nido.(69-80) La cancin petrarquista intensifica la descripcin del dolor del amante ante la muerte de la amada: las estrofas concluyen con una acerba expresin del lamento. Quevedo prescinde de ese tono desgarrado porque la composicin se presenta con otros destinatarios: en la versin de Las tres musas, la similitud con el texto petrarquista no impide concluir el poema con una convencional llamada al duelo; en la versin del Parnaso, que es, adems, la misma, con ligersimas variantes, que figura en los preliminares a las Obras de don Luis Carrillo, la cancin fnebre aporta una dimensin cristiana a las visiones funestas de la muerte, ya que todos los elementos desaparecidos acaban cobrando vida en el ms all. Con habilidad, Quevedo reformula un texto funeral integrado en el marco del Canzoniere ertico de Petrarca para adaptarlo a dos contextos bien distintos, de nulo contenido amoroso en ambos casos. La musa Melpmene adems ofrece dos ejemplos singulares de epitafios, que el propio Gonzlez de Salas decidi incluir a modo de colofn: las Exequias de la trtola y de la mariposa. Como bien seala Gonzlez de Salas, Quevedo las compuso a ejemplo de los mejores poetas antiguos, siguiendo la tradicin epigramataria latina y griega de epicedios a los animales. Llegaron a formar parte de la coleccin de silvas que figurar en la musa octava, pero su inclusin en esta musa de poesa fnebre les concede una categora especial. Se trata de dos animales cuyo simbolismo se encuadra en los discursos amatorios: la trtola porque representa la fidelidad a ultranza de los amantes y la mariposa de luz porque ejemplifica, sobre todo en el maremagnum del petrarquismo, la atraccin fatal de los amantes por la muerte, metaforizada en el calor de la llama, inevitable pero funesto. En este sentido, estas composiciones fnebres conectan mejor con la seccin amorosa que con la propiamente epicdica, pero tal vez la disposicin epitfica, en la que no faltan los tpicos del Hic iacet, convenci a Gonzlez de Salas a colocarlos en esta ubicacin privilegiada y audaz. 76
76 Fuera de este principal escenario para la musa trgica y funeral, en Las tres musas se hallan tres poemas consecutivos a la muerte de Catalina de la Cerda, esposa del duque de Lerma: dos epitafios y un psame dirigido al duque. En los primeros, Aqueste es el poniente y el nublado y Yace debajo de esta piedra fra, se celebra la belleza, aun no marchitada por la edad, de la duquesa, y en el segundo, La que de vuestros ojos lumbre ha sido se insta al duque a consolarse con las lgrimas, con un final en el que aflora el mito de Orfeo, transformado en cristiano con la idea de la resurreccin: Llorad, seor, LA MUSA MELPMENE. POESA FUNERAL 57 Los poemas de la musa funeral comparten con los de la histrica Clo un mismo discurso demostrativo. Incluso una interesante aproximacin poltica, a partir de los personajes ilustres cuya muerte aparece glosada. La muerte violenta de Enrique IV, por ejemplo, suscita ms que una reflexin moral, una leve insinuacin sobre el tiranicidio o sobre la oportunidad de que el prncipe atienda los peligros que le acechan. Las dedicadas a las figuras ms conspicuas de la corte contienen referencias a su labor poltica, de tal modo que se convierten de forma involuntaria en una oblicua reflexin sobre el poder. Si se le aaden las composiciones que remontan sus ecos a la tradicin epigramtica se puede comprender el alcance de unos poemas destinados a formar parte de ese cajn de sastre, casi siempre desatendido, de las obras de circunstancias, debilitadas en su consideracin esttica por una inslita determinacin coyuntural. En ocasiones, los versos escritos para un caso particular pueden alumbrar una poca ms que un voluntarioso compendio de un periodo, por muy extraordinario que pueda parecer. La grandeza de estos poemas quevedianos de Melpmene se mide ms por su precisa glosa del personaje que por la obligada mscara del elogio fnebre, sometido por rutina a unos trminos sobados y definidos: Quevedo los eleva para ofrecer, de manera indirecta, un retrato de un tiempo que poco a poco se va acabando.
hasta tornar a vella;/ y ans, pues la llev de envidia el Cielo,/ le obligaris de lstima a volvella. En manuscritos se hallan los tmulos al conde de Villamediana, si bien su atribucin se hace complicada. El soneto Religiosa piedad ofrezca llanto, repetido en varios testimonios, reconoce la expresin libre del conde como la causa de su muerte: dirigido al clsico pasajero de los epitafios, el poema se resuelve en paradoja: En pena de que habl, callando muero. La dcima, cuya autora Menndez Pelayo reprueba, Aqu una mano violenta, seala la injusticia de su homicidio (y, al tiempo, la mano oculta que la ejecuta) con palabras muy elocuentes: Aqu una mano violenta,/ ms segura que atrevida,/ ataj el paso a una vida/ y abri el camino a una afrenta;/ que el poder que, osado, intenta/ jugar la espada desnuda/ el nombre de humano muda/ en inhumano y advierta/ que pide venganza cierta,/una salvacin en duda. Blecua considera que hay las mismas razones para atribuirle la dcima que el soneto (p. 465). En efecto, caben no pocas dudas sobre su autora, pero salvo que se averige quin las compuso, la voz autorizada de Jos Manuel Blecua me invita a estudiarlos en este lugar. La musa Erato. Poesa amorosa La musa Erato recoge la mayor parte de la poesa amorosa de Quevedo: ms de un centenar de composiciones de diferente modalidad mtrica, en el que predomina, como cabra esperar, el soneto. Aparece dividida en dos secciones: en la primera se incluyen, como advierte el subttulo, celebracin de hermosuras, afectos proprios, y comunes del amor, y particulares tambin de famosos enamorados, donde el autor tiene con variedad la mayor parte y en la segunda, el poeta canta con singularidad una passion amorosa. La distincin obedece al intento quevediano, creo yo fuera de toda duda, de crear con esa segunda parte un canzoniere a la maniera petrarquista, con una voz de semejante sonido, una historia amorosa de tenue trama pero de variada intensidad afectiva. Gonzlez de Salas explica con todo detalle la analoga que supone la celebracin de un amor destinado a una dama sola con respecto a los autores clsicos, a Catulo, Propercio, o modernos como Petrarca. Ms adelante analizar este asunto, pero en relacin con la distribucin de los poemas dentro de esta musa, la delimitacin de un conjunto de poemas que conforme una especie de biografa amorosa, con nombres determinados (aunque obviamente fingidos), permite la distincin y la divisin del total de la poesa amorosa. 77
La cita que acompaa la musa pertenece a la epstola novena de Sneca a Lucilio 78 y en ella se expone el concepto de la amistad (charitas) desinteresada, al defender la idea de que el amor acta sin otro afn que el del propio deseo. El lema con que se adorna la figura de la musa proviene de la invocatoria del libro segundo del Ars amatoria de Ovidio al propio Amor y a su musa: Nunc mihi, siquando, puer et Cytherea, favete/ Nunc Erato, nam tu nomen Amoris habet (II, 15-16), 79 el mismo verso que figura curiosamente en el apartado correspondiente a esta misma musa en la Iconologa de Cesare Ripa. 80 Bajo la ilustracin, que coloca al amorcillo alado y ciego como inspirador de la msica, aparecen las consiguientes redondillas que glosan el lema:
77 La musa sptima, Euterpe, contiene otros sonetos de tema amoroso: pero su tono ms bien pastoril las diferencia de estos poemas. No de forma concluyente, por lo que la inclusin en una u otra musa obedece en muchas ocasiones al arbitrio del colector (o selector, segn se mire). No soy capaz de explicar caso a caso la distribucin decidida. 78 Numquid ergo quisquam amat lucri causa? Numquid ergo ambitionis aut gloriae? Ipse per se amor, omnium aliarum rerum negligens, animos in cupiditatem formae, non sine spe mutuae charitatis, accendit (9, 11) : Sneca, Lettres a Lucilius, Paris, Les Belles Lettres, 1969-1985, tomo II, p. 29. 79 Ovidio, Ars amatoria, Remedia amoris, Cambridge, Loeb Classical Library, 1985, p. 66. 80 Esa coincidencia se amplifica con la illustratio, ya que la descripcin de la musa Erato por Ripa es igual a la que figura en el grabado de la edicin quevediana: graciosa y muy alegre doncella que cie sus sienes con corona de rosas y de mirto. Con la siniestra ha de sostener una lira y con la diestra el plectro, ponindose junto a ella un alado Amorcillo, que lleva con la mano una antorcha, el arco y las saetasaparece como propuesta precisa para la pintura de la musa quevediana, (Iconologia, II, p. 113). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 60 Si enciende hoy la tierra el ciego si el Bernardo triunfa an hoy, la gloria a su triunfo doy, la llama doy a su fuego. El canto forma parte esencial de esta musa, aunque tambin el dolor y, por supuesto, el fuego, al que cede sin ms el amante. Sobre estos trminos volver para cerrar la musa, con las palabras tpicas del Remedia amoris ovidiano: Si quis amat quod amare iuvat, feliciter ardet (v. 13). 81 Con este final parece cumplirse lo declarado al final de la musa fnebre para dar paso a la poesa amorosa: pasemos a escuchar cmo engaa Erato con su tierna meloda lo desapacible de este sentimiento. Poesa amorosa No preceden a la primera parte de la poesa amorosa disquisiciones toricas de Gonzlez de Salas, pero el subttulo citado permite distinguir dentro de ella tres grandes apartados: por un lado, la celebracin de hermosuras; por otro, la definicin y descripcin de afectos propios y comunes del amor; y, por ltimo, la descripcin de aquellos afectos ms particulares, en los que el propio autor tiende a ser el protagonista principal. Aunque pueda parecer irrelevante esta rotulacin, lo cierto es que se puede conjeturar una divisin interna de estas caractersticas. La celebracin de hermosuras corresponde al ejercicio retrico de la descripcin de la amada, con todas las ponderaciones que la filiacin petrarquista ha podido ir sealando. Se trata, pues, de un modelo de discurso potico demostrativo, que pretende encarecer, a base de hiprboles, la belleza de una dama. En este camino, el empleo de los cdigos reconocibles es abrumador, pero Quevedo les confiere una decidida vuelta de tuerca. En ese retrato Quevedo contrapone los colores de forma violenta. En la tradicin que rodea a Quevedo, el rojo y el blanco se suceden con distintas tonalidades en el rostro de la donna: en Quevedo el contraste se hace ms notorio, a fuerza de incluir objetos que extreman por acumulacin el colorido: carmn, coral, grana, clavel, rub y sangre, en continua disposicin enftica: Amarili, en tu boca soberana su tez el barro de carmn colora; ya de coral mentido se mejora, ya aprende de tus labios a ser grana. Apenas el clavel, que a la maana guarda en rub las lagrimas que llora, la sangre en s de Venus y Diana. Los elementos de ese rostro, que en escasas ocasiones aparece completo, sirven para la agudeza verbal, para la paradoja y el contraste, pero no para la pintura ntegra de la dama. As ocurre en el conocido poema, Al oro de tu frente unos claveles, cuyo ttulo, A Flora que tena unos claveles entre el cabello rubio,
81 Ovidio, Ars amatoria, Remedia amoris, Cambridge, Loeb Classical Library, 1985, p. 178. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 61 compone de forma sinttica el contraste habitual entre el blanco y el rojo, y cuyos versos emplean incluso la terminologa propia de la pintura: Al oro de tu frente unos claveles veo matizar, cruentos, con heridas; ellos mueren de amor, y a nuestras vidas sus amenazas les avisan fieles. (1-4) Quevedo toma los fundamentos de ese cdigo descriptivo, pero, con un muy posible influjo platnico, deja traslucir la imposibilidad del mismo retrato: 82
Si quien ha de pintaros ha de veros, y no es posible sin cegar miraros, quin ser poderoso a retrataros, sin ofender su vista y ofenderos? Los sonetos dedicados a celebrar mujeres incluyen siempre conceptos ingeniosos, en los que la visin en conjunto de la amada es lo de menos. Los detalles que le rodean constituyen el objeto de este grupo numeroso de poemas, muy probablemente surgidos al calor del certamen potico por ver quin logra, con la admiratio como meta, los resultados ms eficaces. Los ttulos de estos poemas, tal vez de Gonzlez de Salas, son muy representativos, ya que colocan con exactitud el centro mismo del argumento: A Aminta, que teniendo un clavel en la boca, por morderle, se mordi los labios y sali sangre, A una fnix de diamantes que Aminta traa al cuello, A Aminta, que se cubri los ojos con la mano. 83 Ceniza en la frente de Aminta, el mircoles de ella, A una dama que apag una buja y la volvi a encender en el humo, soplndola, A Aminta, que para ensear el color de su cabello lleg una vela y se quem el rizo que estaba junto al cuello. De todos ellos, el subgrupo de poemas, A una dama bizca y hermosa, A una dama tuerta y muy hermosa y A otra dama de igual hermosura y del todo ciega, seala el carcter tangencial del retrato quevediano, ms preocupado en la desviacin del objeto de la mirada que en el dibujo elaborado de todo el rostro de la dama. Los exornos, los gestos ocasionales que ofrecen un escorzo fugaz de la amada, los accidentes del retrato, alterado por circunstancias fortuitas, que se subliman frente a la esencia de sus rasgos, y esa mirada ambigua sobre los defectos en los ojos de la dama componen la tendencia natural de los impulsos pictricos de Quevedo. En el caso del ltimo poema, dedicado a una dama ciega y al tiempo hermosa, Quevedo lleva al extremo las
82 En este soneto, cuyo epgrafe es Dificulta el retratar una grande hermosura, que se lo haba mandado, y ensea el modo que slo alcanza para que fuese posible, se puede advertir la huella de un cierto planteamiento platnico sobre la imposibilidad esencial de describir la belleza. El encomio por la va tpica de lo indescriptible puede situar el poema en un terreno retrico, pero la incapacidad del poeta por traer la belleza de la amada a sus versos puede presentar tambin sustancia platnica, utilizada como contrapunto en los siglos XVI y XVII al panegrico de la pintura. Vase el comentario de Mercedes Blanco, Mtaphore et paradoxe dans deux sonnets de Quevedo Bulletin Hispanique 85.1-2 (1983), pp. 83-103, sobre este poema, que, junto al de Rizas en ondas ricas del rey Midas, constituyen un algbre dlicate doppositions et equivalences. 83 Sobre este concreto poema, Lo que me quita en fuego, me da en nieve, Antonio Gargano traza una concreta senda petrarquista en la narratio de la dama que oculta sus ojos con la mano: "Lectura del soneto Lo que me quita en fuego me da en nieve' de Quevedo: entre tradicin y contextos." La Perinola 6 (2002): 117-36. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 62 paradojas que el mismo objeto potico le provocan, de tal manera que el propio retrato de la amada se ubica en un segundo plano, vencido por la combinacin entre la ceguera de la dama y la tpica arbitrariedad del Amor, tambin ciego en sus acciones: Hoy, ciega juntamente y desdeosa, sin ver la herida ni atender al ruego, vista cegis al que miraros osa. La nieve esquiva oficio hace de fuego; y en el clavel flagrante y pura rosa vemos ciego al desdn, y al Amor ciego.(9-14) El muy probable fin ldico de buena parte de estos poemas no impide la elucubracin sobre un cansancio en la materia del retrato clsico y sobre una decidida inclinacin de los promotores de los certmenes, de la que tambin podra participar el propio Quevedo, por una pintura nueva, de primersimos planos. Todo puede plantearse en trminos retricos, como laboratorios de experimentacin conceptista, dispuestos para el asombro; pero tambin pueden presentar estos poemas sntomas de un modo de comprender la descriptio, como ejemplos de una especulacin distorsionada sobre esos retratos tpicos sobre la mujer. La ceniza que dibuja una cruz en la frente de la dama, la sangre que fluye por los labios cortados al atrapar un clavel, el brillante con forma de fnix que rodea su cuello, la vela que ilumina o hiere esa belleza son mostrados desde cerca, como objetos independientes de la mujer que los justifica. Los ojos de la dama, ese lugar por donde transita de modo inevitable el deseo amoroso, son, en estos retratos desviados de Quevedo, bizcos, tuertos o ciegos: la comunicacin que ensearon los platnicos de alma a alma a travs de los ojos encuentra en estos ejemplos una particular derrota que los desva de lo esperable. Quevedo tal vez componga por puro cumplimiento de las reglas o por respeto a los requisitos del concurso, con la intencin de suscitar admiracin, pero, incluidos juntos en esta seccin de la musa amorosa y en ocasiones reunidos por afinidad temtica, permiten aventurar representaciones o concepciones estticas y aun epistemolgicas sobre ese rostro femenino oculto, apenas presentido, al margen siempre de los objetos que la adornan o que simplemente la rodean. Este planteamiento se corrobora con el estudio de las anttesis o de las paradojas, surgidas tambin de la descriptio puellae. La pintura del rostro de la amada ofrece el contraste entre el blanco y el rojo, manejado con escassimos matices por el pincel verbal de Quevedo: pero ambos colores contrapuestos se corresponden con las conocidas oposiciones entre fuego y nieve, entre deseo correspondido y desdn o, en su ltima frmula, entre amor y muerte. En este aspecto, Quevedo presenta ambos polos como irreconciliables, para luego, en la lgica de la exacerbacin de los afectos, eliminar sus diferencias y mostrar la confusin de ambos conceptos enfrentados. El resultado muestra la insatisfaccin ntima de no hallar solucin a los sentimientos encontrados: dolor y placer son al tiempo amor y muerte. La paradoja, pues, aparece como instrumento para explicar la fusin de los contrarios, como ocurre de forma paradigmtica en el soneto Hermossimo invierno de mi vida, donde se rene buena parte de estas cuestiones: Hermossimo invierno de mi vida, sin estivo calor constante yelo, LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 63 a cuya nieve da corts el cielo prpura en tiernas flores encendida: esa esfera de luz enriquecida, que tiene por estrella al Dios de Delo, cmo en la elemental guerra del suelo reina de sus contrarios defendida? Eres Scitia de lalma que te adora, cuando la vista que te mira, inflama; Etna, que ardientes nieves atesora. Si lo frgil perdonas a la fama eres al vidro parecida, Flora, que siendo yelo, es hijo de la llama. Contiene este soneto gran parte de ejercicio retrico argumentativo, con escasa presencia de la amada. Las metforas se acumulan: invierno, hielo, nieve, tiernas flores, esfera de luz, Scitia del alma, Etna, yelo e hijo de la llama. Los tpicos se magnifican y, con la magnificencia, desaparece la dama que apenas se ve, que tan slo se siente en la descripcin de los afectos que promueve. El discurso retrico se impone, pero queda pensar en qu mujer crea Quevedo en esa lejana o simplemente meditar por qu Quevedo la aleja y slo ensea su calor o su luz o su hielo. Resulta difcil acercarse a una posible concepcin ertica quevediana, pero despacharla con una servil (original, singular o particular, segn los casos) imitacin de las tradiciones, simples elaboraciones poticas a la luz de los mandados ms tpicos no deja de ser una solucin rpida y complaciente, ajena a una interpretacin cuidadosa y compleja de sus obsesiones. 84
Este aspecto se puede hallar muy claramente en el conjunto de poemas que Quevedo dedica a ejemplificar o a argir planteamientos filosficos sobre el amor. Lo que, en palabras de Gonzlez de Salas, se pueden denominar los afectos propios y comunes del amor. Se trata de los sonetos, que en la versin de El Parnaso espaol van bien unidos, Si de cosas diversas la memoria, Filosofa con que intenta probar que a un mismo tiempo puede un sujeto amar a dos, el siguiente Tal vez se ve la nave negra y corva en el que Verifica la sentencia de arriba con dos afectos suyos, o Mandme, ay Fabio!, que la amase Flora, Amor que sin detenerse en el afecto sensitivo pasa al intelectual, cuyo ttulo muestra la naturaleza misma de los textos: Lo que el humano afecto siente y llora, goza el entendimiento, amartelado del espritu eterno, encarcelado en el claustro mortal que le atesora. Amar es conocer virtud ardiente; querer es voluntad interesada, grosera y descorts caducamente. El cuerpo es tierra, y lo ser, y fue nada;
84 Muy interesante resulta en este sentido la lectura de Teresa Jimnez y ngel Gmez Moreno, Comentario al soneto quevedesco Admrase de que Flora, siendo toda fuego y luz, sea toda hielo (con una nota sobre la antigua Escitia), La Perinola 6 (2002), pp. 137- 150. Ambos sostienen, en esta confrontacin con las tradiciones literarias, que en este soneto la preeminencia les corresponde a la irona, a la parodia, a la stira y, en definitiva a una finsima comicidad caracterstica de este autor (148). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 64 de Dios procede a eternidad la mente: eterno amante soy de eterna amada. (5-14) Los sonetos Alma es del mundo, Amor; Amor es mente, cuyo ttulo indica Es sentencia platnica que la armona y contextura universal del mundo con la del amor halla presuncin amorosa, y Las luces sacras, el augusto da, con la aclaracin en el ttulo de Msica consonancia del movimiento de unos ojos hermosos, imperceptible al odo, como la msica de los orbes celestiales reproducen las antiguas querellas sobre el comportamiento del amor, aplicable en comn a tantos amantes. El primer soneto es imitacin de uno de Torquato Tasso y en l se plantea la idea central del pensamiento platnico de que el amor alimenta el mundo, de que le confiere vida tras el caos inicial: Quevedo lo expone con toda claridad en el segundo cuarteto, en el que vincula el amor a la misma accin de Dios: espritu fecundo y vehemente, con varonil virtud, siempre inflamada, que en universal mquina mezclada paterna actividad obra clemente. (5-9) El segundo soneto Quevedo traza la correspondencia entre los ojos de la dama y la msica que ordena el universo. Los ecos del platonismo se escuchan de nuevo, con un concepto sinestsico al equiparar los movimientos suaves de los ojos, imperceptibles al odo, con los sonidos de los cuerpos celestiales. La msica concebida como correlato de la armona universal encuentra en los movimientos de los ojos de la dama la concordancia perfecta. Quevedo sublima el parpadeo efmero y le concede la categora divina de las esferas del universo: Primeros mobles son vuestras esferas (v. 9). La hiprbole verifica el argumento, pero, de nuevo, la sincdoque de la dama, reducida a unos ojos que se abren, constituye la excusa para la correspondencia argumentativa. En estos sonetos consecutivos, Quevedo opta por un anlisis reflexivo, exento de una definida expresin de los afectos: Quevedo se inclina por polemizar en sus textos, por proponer ideas, por litigar cuestiones, en lugar de exhibir el efecto personal de las mismas. Los ejemplos no adquieren siquiera una apariencia de sentimientos: se trata de una argumentacin ingeniosa que habla de forma muy elocuente sobre la dimensin de su poesa amorosa. El soneto Si de cosas diversas la armona, con su dispositio silogstica, ensea la ndole demostrativa de su discurso potico: Si de cosas diversas la memoria se acuerda, y lo presente y lo pasado juntos la alivian y la dan cuidado, y en ella son confines pena y gloria; y si al entendimiento igual victoria concede inteligible lo criado, y a nuestra libre voluntad es dado numerosa eleccin y transitoria, Amor, que no es potencia solamente, sino la omnipotencia padecida de cuanto sobre el suelo vive y siente, por qu con dos incendios una vida LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 65 no podr fulminar su luz ardiente, en dos diversos astros encendida? El poema trata una cuestin, como seala Gonzlez de Salas, muy litigada en la escuela del amor: Alceo, Apuleyo en su Apologa, Ovidio, Propercio, Meleagro, Agatas Escolstico aparecen citados como ejemplos de exposicin potica del tema, en el breve excurso que Gonzlez de Salas incorpora de forma inusual al poema. Poesa lrica griega, epigramataria, poesa elegaca latina (ertica) son sus referentes: el ingenioso concepto quevediano posee ilustres antecesores y, desde este punto de vista, el soneto se resuelve como una especulacin retrica de una quaestio ya muchas veces finita. La verificacin de esta doctrina se halla, en forma de exemplum ad hoc, en el siguiente soneto, Tal vez se ve la nave negra y corva, en el que los dos afectos, que tienen nombre propio, Rosalba y Flora, 85 son representados metafricamente por dos vientos contrapuestos que mueven de distinta forma la nave que corresponde al amante: De ste la saa de su frente torva la embiste; aqul la calma; y suspendida, teme la gavia vela mal regida, la quilla Euripo que voraz la sorba. (5-9) Si en los poemas anteriores, Quevedo narra los accidentes, incluso los menos relevantes, en la relacin amorosa, en estos poemas definir su progreso, sus propiedades, sus manifestaciones, con argumentationes especficas, a la manera de un discurso escolstico. Estos sonetos se muestran como pruebas de refutacin o de demostracin de ideas determinadas sobre las acciones del amor. El yo potico no es el poeta amante de los poemas de celebracin del amor ni tampoco el sufridor de sus efectos como en los poemas posteriores, sino el orador dispuesto a defender sus tesis sobre quaestiones principales relativas al poder del amor. El otro gran grupo de poemas que se halla en esta seccin primera de la poesa amorosa es aquel que parece mostrar una visin amorosa ms personal, siempre planteada desde la rbita del receptor que cree ver tras esas primeras personas que hablan una corriente particular de afectos. En estos poemas, incluso se pueden establecer diferencias, entre los que asoma una decidida intencin de igualarse a otros amantes, igualmente desdichados, ejemplar y tpicamente desdichados, y aquellos sonetos, escasos, en que se deja escapar esa ficticia introspeccin en que slo habla de s mismo. Por el camino de la primera opcin se encuentran los primeros sonetos de esta seccin en los que el mecanismo lgico de la similitudo es fundamental: como el poema en que se compara con el volcn Etna, Ostentas, de prodigios coronado, cuyos versos ocultan, segn Mercedes Blanco, un conceptismo cientfico al trasladar al terreno metafrico algunas de las ideas sobre volcanes que recorran los libros de ciencia consultada: 86
85 El nombre Flora aparece en cuatro de estos cinco sonetos. 86 Mercedes Blanco, Introduccin al comentario de la poesa amorosa de Quevedo, Madrid: Arcolibros, 1998, p. 63. En otro trabajo de Mercedes Blanco, "Mythe et hyperbole dans la posie amoureuse de Quevedo", La posie amoureuse de Quevedo, ed. Marie-Linda Ortega, Paris, ENS, 1997, p. 123), se indica: Les deux sonnets volcaniques de Quevedo pourraient MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 66 Mas como en alta nieve ardo encendido; soy Enclado vivo y Etna amante, y ardiente imitacin de ti en el mundo. (12-14) o el soneto en que el amante se parangona con la figura de Tntalo, 87 Dichoso puedes, Tntalo, llamarte, yo, ausente, venzo en penas al infierno; pues t tocas y ves la prenda amada; yo, ardiendo, ni la toco ni la miro. Con ejemplos de la naturaleza muestra a Flora los estragos del tiempo en esa inversin estoica del motivo del collige virgo rosas que constituye el soneto La mocedad del ao, la ambiciosa; reprehensiones son, oh Flora! mudas de la hermosura y la soberbia humana, que a las leyes de flor est sujeta. (9-11) Con el ejemplo del arroyo explica el discurso de su amor, definido por el primero de sus versos: Torcido, desigual, blando y sonoro y por el ltimo de sus tercetos, en donde se expone el smil: No de otro modo el corazn cuitado, a la prisin, al llanto se ha venido alegre, inadvertido y confiado; (12-14) y con Orfeo compara su infortunio en dos sonetos: en A todas partes que me vuelvo veo y en Si el abismo, en diluvios desatado, con otras hiprboles sobre el fuego, el llanto, los suspiros y los tormentos que permiten reconocer el afecto amoroso: La vida es mi prisin y no lo creo; y al son del hierro, que perpetuamente pesado arrastro, y humedezco ausente, dentro en m proprio pruebo a ser Orfeo. (5-9) Si del infierno todos los tormentos, con su msica, Orfeo suspendiera, otros mis penas nuevos inventaran. Una fuente dentro de una gruta en un jardn genovs sirve para el trmino de la comparacin de la pena amorosa en el soneto Msico llanto, en lgrimas sonoras, en un caso muy singular de experiencia personal que Gonzlez de Salas relata, 88 del mismo modo que en el soneto Salamandra frondosa y bien poblada
se lire comme un hommage au royaume de Naples et la tradition italienne mridionale, li son sjour la cour du Duc dOsuna. 87 El personaje mtico condenado por avaricia aparece tambin en el ltimo verso de En crespa tempestad del oro undoso, para equipararse tambin al corazn amante: Tntalo en fugitiva fuente de oro. 88 As cuenta Gonzlez de Salas el contexto del poema: Refirime don Francisco que en Gnova tiene un caballero una huerta y en ella una gruta hecha de la Naturaleza, en un cerro, de cuya bruta techumbre menudamente se destila por muchas partes una fuente, con ruido apacible. Sucedi, pues, que dentro de ella oy gemir un pjaro, que llaman solitario, y que al entrar l se sali, y en esta ocasin escribi este soneto. (Blecua, p. 490) LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 67 recurre a otro volcn, en esta ocasin el Vesubio, para lograr as el concepto amoroso: Son tu nombre, color y voz doliente seas, ms que de pjaro, de amante; puede aprender dolor de ti ausente. Estudia en tu lamento y tu semblante gemidos este monte y esta fuente, y tienes mi dolor por estudiante.(9-14) Oh monte, emulacin de mis gemidos, pues yo en el corazn y t en las cuevas callamos los volcanes florecidos! (12-14) En estos sonetos Quevedo encarece por la va de la comparacin hiperblica los sentimientos de ese amante desgraciado, pero la misma exageracin acaba por construir el aguijn y llamativo culmen del texto potico. En los poemas en los que Quevedo ni recurre a la comparacin ni a la especulacin filogrfica se hallan las composiciones de mayor violencia contrastiva, ms prximas a la tradicin cancioneril que a la propiamente petrarquista 89 o a la tradicin ertica latina. Cuando Quevedo despeja el camino para exponer sus afectos, se ve obligado a tomar en consideracin las antiguas oposiciones, paradojas, contrastes, juegos incluso paranomsticos para explicar el estado de nimo del hablante. Los tercetos con que concluye el soneto Esa benigna llama y elegante, en el que no falta la tpica descripcin del nacimiento del amor a la manera neoplatnica, responde a ese modelo: Si supe conoceros y estimaros, y al cielo merec dicha de veros, no os ofenda, seora, ya el miraros. Yo ni os puedo olvidar ni mereceros; pero si he de ofenderos con amaros, no os pretendo obligar con no ofenderos; (9-14) o el soneto No lo entendis, mis ojos, que ese cebo, tambin con ecos lejanos de la doctrina platnica sobre el primer aliento amoroso, cuyo final proporciona esos juegos de palabras (derivatio, annominatio) tan propios de la argumentacin discursiva de la tradicin cancioneril: Si premio pretendis, sois atrevidos; y si no le esperis, desesperados; cautivos si miris, si lloris tristes. Bien os podis contar con los perdidos; pero podis perderos desconsolados, si la causa adverts por que os perdistes. (9-14) Reunidos todos estos elementos especial intelectualismo en sus declaraciones amorosas, un precario descriptivismo que se queda en mero esbozo evocador, a mayor gloria del concepto ingenioso pero tambin del foco colocado sobre los detalles, el recurso tpico a los exempla clsicos-, cuesta trabajo creer en
89 No estoy seguro de que esta vieja dicotoma cancioneril-petrarquismo si no nos salimos de los claros contornos que en su da dibuj Lapesa para la poesa garcilasiana- sea tan funcional como se ha podido creer hasta la fecha. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 68 un Quevedo capaz de asumir una perspectiva individualizada para la expresin de los sentimientos amorosos. En efecto, bien puede creerse, desde este ngulo, que se reservaron para la segunda seccin no slo los poemas que parecen destinados a una amada ms o menos definida sino aquellos que el lector puede juzgar ms verosmilmente personales dentro del ficticio juego de los afectos que crea su poesa amorosa. Cant a sol a a Li si Aunque los preliminares de Gonzlez de Salas a esta seccin tengan poco que ver con el contenido de la misma, algunas de sus afirmaciones deben ser tenidas en cuenta. El editor de la poesa quevediana trata de evitar las disquisiciones filosficas de filiacin platnica sobre el amor, al darlas por supuestas y admitidas, y propone para la prevencin sobre la poesa amorosa quevediana la comparacin con otras tradiciones: primero, con una moderna, la de Petrarca, y, luego, con la de la antigedad clsica. El excurso preliminar se convierte luego en una simple equiparacin onomstica entre los nombres que reciben las mujeres a quienes va destinado de antiguo el amor del poeta: se discurre en los nombres supuestos de las poesas semejantes y de otras que se valen de ellos (Blecua, p. 115). De escaso inters resultan sus palabras para la comprensin del conjunto, pero certifican de modo tcito la decisin de Quevedo de dedicar un grupo de poemas al amor de un amante hacia una dama llamada Lisi, la de crear una historia amorosa que le emparenta no slo con la Laura petrarquiana, sino con los poetas del libro sptimo de la Antologa griega (Meleagro, Posidipo, Filodemo o Paulo Silentario), equivalente a la musa Erato, y con los poetas elegacos romanos: Ovidio y Corinna, Catulo y Lesbia, Propercio y Cinthia, Tibulo y Delia. Al asumir Gonzlez de Salas el fingimiento de tales nombres, est avalando la ndole anlogamente ficticia de la relacin amorosa que Quevedo cuenta en su Canta sola a Lisi. En esta segunda parte de la musa Erato, Quevedo reuni un grupo de poemas amorosos bajo el ttulo de Canta sola a Lisi. En apariencia, Quevedo pretendi componer un cancionero alla maniera petrarquista, dedicado a una nica mujer, pero, a diferencia del autor italiano, como recuerda Fernndez Mosquera, el texto no se fue construyendo, sino que se elabor a posteriori. 90
Como el propio Fernndez Mosquera explica en su monografa sobre estos poemas, el conjunto fue diseado siguiendo no tanto el modelo directamente de Quevedo como el propio gnero canzoniere que se haba ido configurando a lo largo de los siglos. Es posible que las coincidencias con el patrn imitado sean escasas (los sonetos aniversario 91 o la propia adopcin de un mismo nombre de
90 Santiago Fernndez Mosquera, La poesa amorosa de Quevedo, ob. cit., p. 24. 91 Segn Fernndez Mosquera (La poesa amorosa de Quevedo, ob. cit., pp. 34-35), la aparicin de estos sonetos se relaciona directamente con la cronologa interna de Canta sola a Lisi porque marcan una progresin temporal explcita destacando tres aniversarios de seis, diez y veintids aos. Tienen una fnalidad estructural clara porque estn situados particularmente en el ciclo. Es decir, no son simple imitacin de sonetos aniversario petrarquistas, sino que su disposicin indica una funcin determinada, y es, precisamente, la de aniversario, como en el Canzoniere. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 69 mujer) pero la no por obvia menos importante separacin de los poemas en esta musa y la decisin de ordenar -con criterios tal vez no muy definidos- el conjunto permite sealar una voluntad mimtica de Quevedo con respecto a la tradicin petrarquista, al menos en lo que se refiere a la estructura del conjunto, si bien el mundo de la elegas romanas tambin podran proporcionar semejante coherencia compositiva. Los autores que se acercaron a este grupo de poemas conjeturaron explicaciones sobre la organizacin del mismo: Roger Moore, a base de los llamados sonetos aniversario, se atrevi a ordenar los sonetos en torno a los tres ncleos que componen estos sonetos: 92 del primero a Si fuere que, despus, al postrer da, seis aos: Atrs se queda, Lisi, el sexto ao/ de mi suspiro. Del siguiente a Diez aos de mi vida, diez; y del siguiente hasta Hoy cumple amor en mis ardientes venas, de los diez a los 22 aos: Veinte y dos aos ha que estas cadenas / el corazn idlatra padece. Gareth Walters admite, a pesar de negar una perfecta estructura, agrupaciones de poemas con relaciones temticas a lo largo de la obra, como una frmula vertebradora del conjunto. 93 Es indudable, que, como en otros lugares de su edicin, se pueden advertir vnculos entre composiciones contiguas y que tales asociaciones prueban una voluntad integradora del conjunto, una voluntad de cancionero bien evidente. Fernndez Mosquera considera que la ordenacin del conjunto, as como su vinculacin con el modelo cancioneril petrarquista, se debe fundamentalmente a lo que l denomina un acto retrico de imitacin voluntaria por parte de Quevedo que supera incluso los ndices ms visibles de recreacin petrarquiana como una cierta unidad temtica, los sonetos aniversario o la adopcin de un nico nombre para la dama. Esta voluntad se sustenta, no obstante, en motivos que se repiten con similar expresin, metforas reincidentes o estrategias compositivas de semejante categora. Para Fernndez Mosquera, al lado de algunos ncleos temticos alrededor de la metfora del caminante, de la alusin a fuentes o ros, de la astrologa, o incluso que presentan parecidos epgrafes, se hallan tres principales apartados temticos: los poemas desarrollados sobre comparaciones de naturaleza mitolgica; los sonetos relacionados con los ojos de la amada, objeto repetido de exaltacin y explicacin amorosa, con las lgrimas como principal submotivo; y los sonetos que recogen los motivos ms cercanos a la muerte, entre los cuales se halla un buen nmero que recrea el clebre tema del paso efmero del tiempo. 94
Aunque no lo seala de forma explcita, Fernndez Mosquera adivina en la ordenacin de las composiciones una transicin entre los primeros poemas de mayor impronta conceptista, donde la comparacin con otros fenmenos construye el poema, unas composiciones intermedias que responden al modelo
92 Roger Moore, A Stylistic Study of Love-Poetry of Quevedo, Tesis, Toronto: University of Toronto, 1974, p. 185. 93 Vase especialmente David G. Walters "Una nueva ordenacin de los poemas a Lisi de Quevedo." Criticn 27 (1984): 55-70. 94 La observacin de Fernndez Mosquera, segn la cual, la colocacin de los sonetos aniversario en un lugar redondo del conjunto obedece a una premeditacin clara confirma la intencin de organizar el conjunto segn criterios prestablecidos. El primer poema aniversario ocupa el lugar vigsimo; el segundo, el trigsimo; y el tercero, el quincuagsimo. Tal exactitud no puede ser producto del azar. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 70 del retrato hiperblico, de reminiscencias platnicas, por cuanto los ojos centran la atencin de la comunicacin amorosa, y la mitad ltima del conjunto que mira constantemente a la muerte como contrapunto radical del sentimiento amoroso. La divisin genrica del canzioniere de corte petrarquista entre composiciones in vita e in morte es visible en Canta sola a Lisi, aunque de una forma muy especial, ya que slo el ltimo soneto, Cundo aquel fin a m vendr forzoso, puede considerarse, con salvedades, como poema in morte de Lisi. 95 Sin embargo, parece que Quevedo sustituye la muerte de la amada por una paulatina muerte del amante, que alcanza su mxima expresin con la celebracin de su propia muerte en los cuatro idilios con que concluye el cancionero. La lectura de los epgrafes de estas ltimas composiciones, con una mtrica distinta del casi exclusivo soneto, ofrece un relato final de esta biografa amorosa: Lamentacin amorosa, Hace ltimamente su testamento, Muere infeliz y ausente y Lamenta su muerte y hace epitafio a su sepulcro. Estos poemas, que suponen un colofn al cancionero, adquieren ribetes heroicos al conducir al protagonista Fileno a una categora elevada de hroe amoroso, condenado de forma definitiva a la muerte. Las metforas del caminante o del navegante nufrago que se acumulan en los sonetos de la segunda mitad del conjunto subrayan la condicin pica del amante, irremisiblemente destinado a su final, animado incluso por su propia voluntad desesperada. Los poemas que conforman este cancionero son cincuenta y seis: 51 sonetos (50 ms el soneto in morte de Lisi), un madrigal al retrato de Lisi y cuatro idilios, en forma de octavas y canciones. A mi juicio, se pueden establecer divisiones semejantes a las advertidas a propsito de los poemas amorosos, ya que la nica diferencia, si se atiende a las palabras de Gonzlez de Salas, reside en que estos poemas estn destinados a una sola mujer y a esta condicin se someten las variaciones advertibles. Por ejemplo, la primera variacin que resulta, adems, paradjica, es la ms escasa celebracin de hermosuras en estos poemas. Los retratos de Lisi son contados y obedecen a reconocibles clichs: el cabello dorado, los ojos negros sobre la piel blanca, las rosas de las mejillas que colorean el rostro y las auroras que se encierran entre los claveles de los labios: en el soneto Crespas hebras sin ley desenlazadas se hallan todos estos rasgos enlazados: Crespas hebras sin ley desenlazadas, que un tiempo tuvo entre las manos Midas; en nieve estrellas negras encendidas y cortsmente en paz de ella guardadas. Rosas a abril y mayo anticipadas, de la injuria del tiempo defendidas; auroras en la risa amanecidas, con avaricia del clavel guardadas (1-8).
95 Fernndez Mosquera cree que esta consideracin no parece tan clara en el texto del soneto y que puede deberse al inters del editor Gonzlez de Salas de afirmar el origen petrarquista del cancionero quevediano con una alusin a la muerte de su amada. Schwartz y Arellano, en el comentario de este poema, advierten que la fuente garcilasiana del ltimo terceto permite pensar efectivamente en la muerte de Lisi (Un Herclito cristiano , ed. cit., p. 263). LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 71 En otro retrato, como el que ofrece T, que la paz del mar, oh navegante, se desmenuzan los elementos metafricos de la descriptio tpica y se relacionan con los trminos reales, con el inters de otorgarles un valor descodificador. Asoma una summa de cualidades aisladas, desgajadas del contexto unificador del retrato: as le recuerda la voz potica, con tono disimuladamente moral, al osado navegante que cruza los mares en busca de tesoros: Si buscas perlas, ms descubre ufana su risa que Coln en el mar de ellas; si grana, a Tiro dan sus labios grana; si buscas flores, sus mejillas bellas vencen la primavera y la maana: si cielo y luz, sus ojos son estrellas (9-14) Los mismos mimbres, incluso con esa especie de descodificacin, se observan en el clebre En breve crcel traigo aprisionado. Este soneto procede como un kphrasis, ya que el retrato de Lisi es, en el fondo, un retrato potico de un retrato pictrico custodiado en un anillo. Quevedo se aleja, con esta tcnica, de la propia dama a la que pretende pintar, pero los trazos de ese retrato se muestran, de tan repetidos, muy familiares: Traigo todas las Indias en mi mano, perlas que en un diamante por rubes pronuncian con desdn sonoro hielo y razonan tal vez fuego tirano, relmpagos de risa carmeses, auroras, gala y presuncin del cielo. (9-14) Incluso la visin del rostro de la amada como un cielo en el que los ojos representan las estrellas concurre en ambos poemas: traigo el campo que pacen estrellado/ las fieras altas de la piel luciente. La asociacin de los elementos de la descripcin con la astrologa se vuelve ms minuciosa en un poema ms circunstancial como Tambin tiene el Amor su astrologa, en el que de nuevo el rostro de la dama, al que se arrima un perrillo, figura como un firmamento: En ella, la dorada monarqua ms eficaz influye y reverbera: es tu desdn constelacin severa y tu favor la que es benigna enva. (5-8) La afinidad de este retrato con perro con el soneto Descansa en sueo, oh tierno y dulce pecho! en el que Lisi aparece acompaada de una nia que duerme sobre su falda parece evidente. No es en sentido estricto un retrato de dama, sino ms bien la pintura de una escena cotidiana, casi domstica, que sirve para exaltar sin ms la belleza, en trminos abstractos, de la amada. 96 La
96 Este subgnero de retratos se va convirtiendo en habitual entre los pintores del siglo XVII y probablemente encierre un significado adicional, no del todo definido, que apunta a una determinacin moral de la dama retratada: no olvidemos que el perrillo que acompaa a la dama aporta el simbolismo de la fidelidad o la castidad. Vase por ejemplo el retrato de Mariana de Austria de Juan Bautista del Mazo, que a diferencia del de Carreo, incluye un perro a su lado o el retrato de Guadalberto de Monteveltro de Bronzino o el cuadro de Lavinia Fontana, de finales del siglo XVI, Retrato de dama con perrito. Recuerda Paul Julian Smith (Quevedo on Parnassus, Londres: The Modern Humanities MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 72 iconografa de la dama con un perro o con una nia otorga un valor familiar al retrato que convendr tener en cuenta y, aunque, en ambos casos, el fin ltimo es el de celebrar la hermosura de la mujer, no es inoportuno fijarse en el prototipo de amada que Fileno muestra de su Lisi. Paul Julian Smith dedic a estos dos sonetos un interesante apartado, en el que explica cmo Quevedo recrea estos motivos a partir de las imgenes y relaciones sugeridas por poemas de Luigi Groto (ya advertidas por Fucilla), de Torquato Tasso o de Marino. Smith realiza un sutil anlisis de las diferencias notables entre los retratos quevedianos y sus modelos para determinar que sus, dematerializing tendencies seem to represent a nervous reaction to the sensous detail of his Italian predecessors and contemporaries, y para concluir que estas composiciones reflect a more idealized vision of his perfect mistress, Lisi. 97 No slo, a mi juicio, la refleja sino que contribuye a subrayarla, imponiendo a la descriptio una indudable etopeya muda. El soneto antes comentado de En breve crcel traigo aprisionado se prolonga con el madrigal Un famoso escultor, Lisis esquiva. Quevedo juega con el tpico de la comparacin entre la figura real y la figura retratada. Quevedo contradice el tpico al admitir que la representacin en mrmol conviene ms al alma dura de la amada que la blanda y hermosa materia que naturaleza le proporciona. De nuevo se produce en este caso un fenmeno de duplicacin artstica del cuerpo de la dama, con lo que esto puede representar de postergacin y distancia del objeto deseado. La conversin de la dama, primero en un artificio artstico, representa la lejana e inaccesibilidad del sujeto amado. En este sentido, hay que convenir en que los escasos retratos de Lisi en este cancionero ponen de manifiesto la casi desaparicin de la amada del crculo sensible de la voz potica. O es un cmulo desencajado de piezas autnomas que cobran sentido como metforas aisladas en relacin con sus trminos reales o es una amalgama breve de colores (oro, negro, rosa, rojo sobre blanco), casi a la manera pictrica del pincel (esas manchas distantes de las que habla a propsito de Velzquez) 98 que apenas marca los perfiles y s los volmenes con el matizado color de los versos. 99
La tcnica de la similitudo tambin cuenta en este cancionero de amor singular. La exageracin de los afectos amorosos conduce a la bsqueda de comparaciones extraordinarias, como la que ofrece el soneto Por ser mayor el
Research Association, 1987, p. 73) adems los cuadros de Tiziano del emperador Carlos V, de Federico Gonzaga y de la clebre Venus de Urbino en el que aparece el perro sobre la cama . 97 Paul Julian Smith, Quevedo on Parnassus, ob. cit., p. 77. Sin duda, la relacin entre la nia o el perro con la mujer objeto principal del retrato presenta otras connotaciones en los autores italianos (erticas o humorsticas, segn los casos). 98 En la versin de Las tres musas castellanas de la silva T, si en cuerpo pequeo figuran as los versos dedicados al pintor sevillano: por ti el gran Velzquez ha podido /diestro, cuanto ingenioso,/ ans animar lo hermoso,/ ans dar a lo mrbido sentido/ con las manchas distantes,/ que son verdad en l, no semejantes. 99 Cristbal Cuevas (Retrato de Lisi en mrmol, La Perinola 6 (2002), pp. 73-87), a partir de la referencia de Fucilla sobre la relacin de este poema con un madrigal de Luigi Grotto, Un nobile scoltore ha di te fatto, explica el soneto como un madrigal que elogia los aspectos fsicos de la dama, aunque a la postre la censura (espiritual) menge en buena parte lo positivo de la alabanza (p. 82). LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 73 cerco de oro ardiente entre el sol, la luna y la dama: mientras los primeros se oscurecen con los eclipses o los ciclos, la luz de la amada permanece inalterable a las leyes del tiempo: La llama de mi amor, que est clavada en el alto cnit del firmamento, ni mengua en sombras ni se ve eclipsada (9-11). Detrs se esconde la misma descripcin de Lisi, pero en estos poemas se prefiere el hallazgo de un concepto ingenioso por ponderacin encarecida, como el de considerarla luz y centro de todo el universo, regin donde mi fe tiene su asiento, que la precisin del dibujo. La piedra imn, que permite a los navegantes conocer la ruta por su atraccin a los polos, aparece como trmino comparativo del amor atrado del poeta. As, la amada, aunque no aparece ni citada, se transmuta en ese Norte al que permanentemente mira el imn, auxilio del amante. Petrarca ofrece en su poema Qual pi diversa et nova (CXXXV) la metfora aplicada a la dama, pero Quevedo la traslada como maestro del yo potico, metaforizado en navegante. Sin embargo, la idea del amaro pianto petrarquista y el ambiente marino se eleva al final del ltimo terceto como recuerdo del modelo de donde parte: ensee a navegar mi pensamiento: porque de la atencin a su luz pura no le aparten suspiros ni lamento. (12-14) Las metforas martimas, que tanto gustan al Quevedo moral, de explcito aliento grecolatino, aparecen como comparacin para el amante. En el soneto Molesta el ponto Breas con tumultos el yo potico se define como nufrago amante y peregrino, una de las mscaras ms recurrentes de la poesa del siglo XVII. El poema describe una tempestad, en sus dos cuartetos y en su primer terceto, con detalles que proceden de una taracea casi escolar de diversos pasajes clsicos que recogen este motivo. 100 La identificacin del amante con un nufrago tambin tiene ilustres precedentes, como los sonetos de Petrarca, Non datra et tempestosa onda marina o Passa la nave mia colma doblio, o algunas composiciones de la elega romana, como el poema II, 27 de Propercio, en el que los peligros del mar no son obstculos para su locura amorosa (solus amans novit, quando periturus et a qua/morte, neque hic Boreae flabra neque arma timet, vv. 11-12), del mismo modo que proclama el soneto quevediano: Yo ans, nufrago amante y peregrino, que en borrasca de amor por Lisis muero, sigo insano furor de alto destino.
100 Paul Julian Smith recuerda la familiaridad de Quevedo con el texto de Poetices septem libros de Escalgero, en cuya palabra tempestas se pueden hallar los orgenes de esta descripcin cannica de la tormenta: Virgilio (la Eneida), Ovidio, Horacio (la oda I, 14, O navis) y, sobre todo, Lucano (la Farsalia), la mayor parte, pues, de textos picos. Smith, al tiempo que especula con una posible intertextualidad poltica, explica cmo traduce Quevedo los pasajes de Lucano, que, a buen seguro, tambin le pudieron llegar por va escolar. Jos Mara Pozuelo Yvancos (El lenguaje potico de la lrica amorosa de Quevedo, Murcia: Universidad, 1979, pp. 138), pone este soneto como ejemplo de la desautomatizacin de tpicos, al encardinarlo en un sistema de relaciones cuyas correspondencia es perfecta, aunque aparentemente semejan estar muy distantes. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 74 La utilizacin de expresiones que coinciden con las que Quevedo emplea en las execraciones contra el primer navegante o contra el codicioso que pretende hallar riquezas ms all del ocano permite ver la actitud del amante como arrastrado, de forma irreprimible, por un furor siempre pecaminoso. Y tambin convierte a la amada en una fuerza de la naturaleza que supera, en ocasiones sin tan siquiera proponrselo, las ilimitadas ansias amorosas del yo potico. As se puede ver en el soneto que le precede en el cancionero, Temes, oh Lisi!, a Jpiter tonante, donde la amada surge triunfante de la comparacin con los mismos truenos. En este soneto Quevedo exagera el poder de Lisi al seducir con su belleza al mismsimo Jpiter, quien, como seala el primer cuarteto, del ceo de tu ira / tiembla vencido y se querella amante. El amante le asegura a Lisi que no son rayos o truenos los que enva, sino requiebros, en forma de oro y luz, hacia su belleza: al robre baja en rayo y a ti en oro. Si la naturaleza (el principal dios del Olimpo) se somete a la ley del desdn de Lisi, qu podr esperar el amante que implcitamente establece la comparacin. En estos sonetos, tempestades, rayos, eclipses o ciclos lunares se ponen en consonancia con el amor del poeta amante y con la amada inaccesible, con dimensiones extraordinarias a las que concurre el universo entero. Esa misma traza se encuentra en el soneto tambin comparativo Si el cuerpo reluciente que en Oeta. 101 Para encarcer el furor que invade al amante, Quevedo basa la comparacin en una suposicin primera: la de la resurreccin de Hrcules, quien volvera a tener trabajos extraordinarias con las fieras que habitan su corazn enamorado: slo en mi corazn hallaras fieras/ que todos sus trabajos renovaran:/ leones y centauros y quimeras. El exemplum de Hrcules no se agota con esa conjetura, ya que el ltimo terceto vuelve a recordar la magnitud del poder seductor de los ojos de Lisi con la comparacin con los extremos que marcaban las columnas colocadas por Hrcules en los lmites del mundo: El Non plus ultra suyo restauraran sus dos columnas, si en tus dos esferas, Lisi, el fin de las luces sealaran. (12-14) 102
Los cuartetos representan la prtasis de la oracin condicional y se formulan con un tono grave, no exento de una compleja sintaxis que cobija hiprbatons y ablativos absolutos, en consonancia con el modelo pico y aun con el estilo del que parte: las Metamorfosis (IX, 134-172) de Ovidio. Pero estn dispuestos de forma slo alusiva, porque lo importante consiste en la identificacin de las penas del amante con cualquiera de las doce empresas extraordinarias llevadas a cabo por Hrcules que se formula en el primer terceto. El relato sobre Hrcules es lo de menos, aunque no deja de ser significativa la
101 Fernndez Mosquera advierte una afinidad con el anterior por la va del empleo de motivos mitolgicos (La poesa amorosa de Quevedoob. cit., p. 44). Paul Julian Smith describe la afinidad del soneto quevediano con la tragedia Hercules Oetaeus de Sneca, cuyos versos imit literalmente Quevedo, en especial slo en mi corazn hallaras fieras. La asimilacin de textos procedentes tanto del gnero trgico como del pico en la descripcin de la muerte de Hrcules en los cuartetos, segn Smith, enriquece la propia persona potica, la concepcin misma del protagonista de la vida amorosa (Quevedo on Parnassus, ob. cit., p. 144-148). 102 Llama la atencin, o quiz distrae, el epgrafe, a mi juicio, de Gonzlez de Salas, en el que hace mencin del rey catlico que desminti las columnas de Hrcules. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 75 celebracin de la causa amorosa de su muerte. Es ms interesante la ponderacin extrema del dolor del amante. El ltimo terceto confirma la idea de que el episodio de Hrcules slo se trae por correspondencia ingeniosa, con el fin de exaltar a la amada con la analoga de las columnas de Hrcules, principio y fin del mundo, con los ojos de Lisi, principio y fin del mundo amoroso del yo potico. En esta lnea compositiva en la que la similitudo ejerce un papel predominante, el soneto Esta vbora ardiente, que, enlazada resulta casi cannico. El motivo de la vbora se aprovecha por su fuerza paradjica: el mismo veneno que mata puede sanar, con dosis ms templada, en forma de antdoto. El ejemplo de la vbora se traslada a su relacin amorosa y as le pide el amante a Lisi: Pues tus ojos tambin con muerte hermosa miran, Lisi, al rendido pecho mo, templa tal vez su fuerza venenosa; desmiente tu veneno ardiente y fro; aprende de una sierpe ponzoosa: que no es menos daoso tu desvo. (9-14) Con una divisin que se asemeja a la estructura del emblema, con una illustratio y una glosa explicativa, los cuartetos describen el exemplum, cuyos versos deben a Lucano y a Giambattista Marino, como seala Paul Julian Smith, sus imgenes y palabras, 103 mientras el primer terceto dispone una analoga entre la serpiente y los ojos de Lisi que, al mirar al amante, le provocan la muerte. La identificacin de la serpiente con la mujer amada resulta demasiado tpica y esperable, pero es incompleta, ya que falta esa condicin del veneno de servir de antdoto. Eso es lo que le solicita el amante: que Lisi complete la analoga y pueda tambin sanar con su mirada el tormento del amante. Quevedo muestra una leve tendencia a emplear los exempla de animales para sobrepujar el afecto amoroso. En el soneto Hago verdad la Fnix en la ardiente, donde se exhiben los usuales tpicos del amor como fuego, recurre al ave fnix y la salamandra 104 para establecer la similitudo: cada cuarteto se destina cada uno de los animales: Hago verdad la Fnix en la ardiente llama, en que renaciendo me renuevo; y la virilidad del fuego pruebo y que es padre y que tiene descendiente. La salamandra fra, que desmiente noticia docta, a defender me atrevo,
103 Paul Julian Smith (Quevedo on Parnassus, ob. cit., pp. 135-138) comenta con detalle los trasvases intertextuales con estos dos autores que, sin duda, le sirvieron de estmulo imitativo: en el soneto de Marino (Lira, III, 236) se dice: Questa dele cui polpe opra vitale/ compon medica man, Vipera ardente/ per le libiche vie vol solvente/ animata saetta e vivo strale. Los cuartetos de Quevedo dice: Esta vbora ardiente, que, enlazada,/ peligros anud de nuestra vida,/ lbrica muerte en crculos torcida,/ arco que se vibr, flecha animaa,/ hoy, de mdica mano desatada, /la que en sedienta arena fue temida,/ su diente contradice y la herida/ que ardiente derram, cura templada (1-8). 104 El motivo de la salamandra que resiste al fuego ya figuraba en Salamandra frondosa y bien poblada y en Del sol huyendo el mismo sol buscaba con semejantes pretensiones. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 76 cuando en incendios, que sediento bebo, mi corazn habita y no los siente. (1-8) A estos ejemplos (as los llama el epgrafe) se aade el histrico de Mucio Escvola, tomado de forma oblicua por utilizar como concepto un accidente del caso, la llama en la que quema su brazo derecho para exculpar su error, y, en segundo trmino, la sustancia de su valiente hazaa: Y porque un brazo slo dio a la llama Scvola, su valor y valenta ocupa los autores y la fama. (9-11) Con este ejemplo concluye el poema para ponderar el sufrimiento del yo amante, de cuya historia nadie se acuerda. El soneto, en curiosa paradoja, desmiente el olvido que el amante reprocha: ninguno me escribe ni me aclama,/ teniendo en fuego la alma noche y da (13-14). Los exempla, pues, del ave fnix, de la salamandra y de Mucio Escvola, vinculados por el fuego real, metfora tpica del amor, sirven de punto de comparacin para la exageracin de los afectos del amante. Esta estrategia comparativa y analgica encuentra su expresin ms compleja y audaz en el soneto En crespa tempestad del oro undoso, presentado como una acumulacin de identificaciones del corazn del amante con personajes mitolgicos. A travs de lo que la nota marginal de Gonzlez de Salas llama aposiciones, Quevedo organiza el poema al revs de lo habitual, ya que no desvela la sorpresa del nexo de unin al final, sino que desde el primer cuarteto seala el trmino, corazn, sobre el que se construyen las metforas. Recoge varios tpicos (cabello dorado de la amada que semeja un mar encrespado, la sincdoque del corazn enamorado, como los ms conspicuos), cuya formulacin sucinta conforma una inslita idea: mi corazn nada golfos de luz: En crespa tempestad del oro undoso nada golfos de luz ardiente y pura mi corazn, sediento de hermosura, si el cabello deslazas generoso. (1-4) Con esta premisa, en la que no conviene olvidar la prtasis condicional que, desde Garcilaso, erotiza el cabello suelto de la dama, Quevedo urde una red de parecidos ingeniosos, subrayados por la paradoja de que el fuego comunica con el agua y la vence: Leandro, joven enamorado (fuego) que atraviesa el Ponto (agua) para verse con su amada; caro, joven audaz que aspira a alcanzar el sol (el oro de la amada); de nuevo el ave fnix; Tntalo, condenado a padecer sed (el corazn sediento) sumergido en un agua que desaparece (el cabello de la amada); y Midas, cuyo castigo de convertir en oro todo lo que toca le priva de comer, condena que se asemeja a la del corazn del amante, que aunque nade en medio de la tempestad del cabello de la amada no la puede conseguir: Leandro, en mar de fuego proceloso, su amor ostenta, su vivir apura; caro, en senda de oro mal segura, arde sus alas por morir glorioso. Con pretensin de Fnix, encendidas sus esperanzas, que difuntas lloro, intenta que su muerte engendre vidas. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 77 Avaro y rico y pobre, en el tesoro el castigo y el hambre imita a Midas; Tntalo en fugitiva fuente de oro(4-14) Los conceptos relacionados comprenden un mundo de trminos limitado (oro, agua, fuego) que se combinan multiplicados hasta el extremo. En todos estos sonetos, de similitudes y analogas, prima el hallazgo ingenioso, puesto, sin embargo, al servicio de un tpico sobrepujamiento, al que se le concede una ensima vuelta de tuerca. Otro notable motivo del cancionero a Lisi es el que plantea la condicin del amante como una prisin o una forma ltima de esclavitud o servidumbre. De conocida raz cortesana, este motivo contribuye a la composicin de sonetos como el primero de la coleccin, Qu importa blasonar del albedro, en el que el amor aparece explicado como una accin de conquista, con trminos usurpados al discurso poltico o pico: monarca, imperio, libertad, esclavitud, tirano, saquear, victoria. La dama es un tirano que conquista el territorio del amante y reduce a su habitante a prisin. La prison damour provenzal encuentra aqu sus ecos, pero Quevedo los concreta como el final de un proceso de derrota y posterior saqueo. El pulso medieval del tpico persiste en la descripcin de la batalla librada, en el que la victoria de la amada parece prescrita. Los modelos petrarquistas pueden aducirse (los sonetos LXII y CI), en los que se menciona que el amante fue sommesso o que el amante fue liberado, as como los estmulos de la elega VII de Herrera o los versos siempre latentes de los poetas erticos latinos (con Propercio al paso), pero Quevedo expone la relacin amorosa del amante como resultado de un anunciado triunfo militar de la amada: Naci monarca del imperio mo la mente, en noble libertad criada, hoy en esclavitud yace amarrada al semblante severo de un desvo. Una risa, unos ojos, unas manos todo mi corazn y mis sentidos saquearon, hermosos y tiranos (5-11) Los mismos vocablos aparecen en otro soneto, De cul feral, de cul furiosa Eno?, presentados como un reproche a la tirana que esclaviza su alma. Schwartz y Arellano consideran el poema como vituperatio al desdn de la amada. Sin duda, engarza con el poema anterior por prolongar las metforas de la conquista con triunfos y celebraciones. El yo amante suplica que no prosiga la tirana ms all de la victoria: Por qu aades el ceo y los enojos, si al paso que no pueden merecerte te siguen de tus triunfos los despojos? El vencimiento te sobr en mi muerte, y fue castigo y gloria ver tus ojos cuando fue dicha y delito el verte. La metfora de la servidumbre del amante aparece explcita: De cul tirano aprenden seoro/ las mesuras que ostentas por hazaas?, as como en los cuartetos las imgenes belicosas que preceden al estado de esclavitud en el que se halla. El soneto Amor me ocupa el seso y los sentidos corrobora esas mismas MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 78 imgenes con una expresin inslita, esta guerra civil de los nacidos, enmarcada en esa suposicin primera de que el proceso de enamoramiento comienza con una milicia y se mantiene como un asedio: 105
Amor me ocupa el seso y los sentidos; absorto estoy en xtasi amoros; no me concede tregua ni reposo esta guerra civil de los nacidos. Aunque stas sean las composiciones que especifican de modo ms claro las metforas de prisin y de guerra, el cancionero entero depende de la condicin permanente del amante como un prisionero, vencido, sin oponer resistencia, por la vista de la amada. ste es el punto de partida de Canta sola a Lisi: a partir de esta premisa, el amante describe sus afectos y las peripecias de la relacin amorosa con su amada. El soneto-aniversario que marca la frontera de los veinte y dos aos y da fin a la serie de sonetos, antes del poema in morte de Lisi, Hoy cumple amor en mis ardiente venas, recuerda significativamente esta metfora esencial: Veinte y dos aos ha que estas cadenas el corazn idlatra padece y si tal vez el pie las estremece oigo en sus eslabones mis sirenas. Si Amor presume que su fuerza dura tiene mi libertad en tal estado vngase en m sin tu belleza pura. En el brevsimo eptome de su vida amorosa que constituye el soneto Diome el cielo dolor y diome vida el yo amante persevera en su condicin de esclavo y prisionero, al tiempo que expone otros motivos adicionales que irn apareciendo, tambin de modo subsidiario, como la enajenacin o el deseo mortificador que exacerba su estado. Resalta en este poema la inslita mencin de la palabra pasin para referirse al amor 106 y la expresin de la desdicha como amante que padece prisin y espera el fin de su sufrimiento: mis sacrificios llama robo el cielo, cuando en prisin me tiene el albedro. Y ans se extrema ya mi desconsuelo, que hasta de breve muerte desconfo, que hasta de larga vida me recelo. (10-14) El motivo de la prisin se puede ver asimismo en los sonetos Qudate a Dios, Amor, pues no lo eres, en el que la acusacin a Cupido de no ser dios y s
105 Paul Julian Smith recuerda, a propsito de este poema, a Vaenius y su Amorum emblemata, con Ovidio como referencia, para el motivo del amor como guerra, de la que sale derrotado el amante (Quevedo on Parnassus, ob. cit. p. 96). 106 En la versin de Oh t, que, inadvertido, peregrinas que sirve de prlogo a Las tres musas Quevedo utiliza pasin en contexto opuesto, de orden moral, aunque llama la atencin la afinidad lxica con este soneto: ni, el nima vendida,/ soy, por un pobre sueldo, mi homicida;/ ni a Fortuna me entrego/ de pasin loco y de esperanzas ciego (101- 104). LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 79 esclavo de Lisi, lleva el tpico a nuevas paradojas, 107 y, sobre todo, en Si hermoso el lazo fue, si dulce el cebo, en el que reitera el desconsuelo de la prisin pero, al tiempo, el gozo de esa situacin dolorosa. Los vocablos preferidos proceden, en este caso, de la caza, una dedicacin anloga a la guerra, que enlaza con la visin del amor ya vista en otros sonetos: red, lazo, cebo, con adjetivos (hermoso, dulce) que buscan exhibir la eterna paradoja del dolor y el goce conjuntamente deseados: Yo las adoro y nunca las padezco; y en la red y prisiones amarrado, lo que viv sin ellas aborrezco. Igualmente gozoso y abrasado la llama adoro y el incendio crezco: tan alto precio tiene mi cuidado. (9-14) La consumada alegora que menciona el epgrafe no concluye con la explicacin de las metforas sino con la introduccin de una nueva, la del incendio amoroso, que, lexicalizada, deja la expresin en un terreno exclusivamente metafrico. En este cancionero la palabra ojos ocupa un lugar privilegiado en la mencin de la amada: no en la descripcin, sino en la utilizacin metonmica del objeto del amor, reducido en la mayor parte de los casos a ojos. La filosofa del amor platnica, que excede la mera especulacin y se extiende como una corriente por otros terrenos casi siempre ajenos, explica el proceso de enamoramiento como una comunicacin entre almas a travs de sus espejos correspondientes, los ojos, que ejercen la funcin de canales traductores del sentimiento. El comentario al simposio platnico de Ficino abunda en esta explicacin fsica que otorga visibilidad a un fenmeno ideal que anhela la fusin de dos almas. Quevedo, sin que por ello pueda ser catalogado sin ms de platnico, describe siempre que puede el enamoramiento con esos trminos. Incluso se podra aducir que elige del platnico modo de comprensin del sentimiento amoroso los fenmenos ms concretos: las causas y efectos que se explican con vocablos tangibles. A mi juicio, un poema que responde a la perfeccin a estas caractersticas es el soneto Si mis prpados, Lisi, labios fueran, cuyo epgrafe, de inequvoca naturaleza platnica (Comunicacin de amor invisible por los ojos), se contrapone con la delectacin ertica que se desprende de la identificacin primera en la que los ojos se transforman en labios para explicar mejor la comunicacin: Si mis prpados, Lisi, labios fueran, besos fueran los rayos visuales de mis ojos, que al sol miran caudales guilas y besaran ms que vieran. Tus bellezas hidrpicos bebieran y cristales, sedientos de cristales; de luces y de incendios celestiales, alimentando su morir, vivieran. (1-8)
107 Parece tema muy estimado por Quevedo, quien en el soneto Hoy cumple amor en mis ardientes venas, se burla irnicamente de Cupido, cuyo poder queda anulado por el de la amada: yo le dejar desengaado/ de que el poder asiste en tu hermosura,/ y en l un nombre ocioso y usurpado (12-14). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 80 En los tercetos, la metfora de los labios deja paso a una formulacin platnica, no sin declarar en forma de paradoja que el amor se puede reducir a invisible comercio en el que gozan, por igual, potencias y sentidos. La figura de Lisi es, por encima de todo, unos ojos. As se hace ver en Quien bien supo una vez, Lisi, miraros de forma singular, ya que el enamoramiento nace de una sola vista de la amada y que, con ella, es suficiente para alimentar el corazn del amante: Quien bien supo una vez, Lisi, miraros/ y quien pudo arribar a conoceros,/ bien merece poder vivir sin veros,/ y no poder morir si sabe amaros. Las lumbres de amor, las luces claras de la amada se asemejan a las estrellas del cielo y todas ellas iluminan el alma, como en la filosofa platnica del amor, del que ama. El poema Diez aos de mi vida se ha llevado, considerado como uno de los sonetos aniversario del cancionero, repite el argumento de que una sola vista de la amada basta para alentar para siempre el amor. Que lo emplee en esta concreta composicin enfatiza la tesis, ya que, transcurridos diez aos de su vida, la primera vista an conserva su completa vigencia: Basta ver una vez grande hermosura,/ que, una vez vista, eternamente enciende/ y en lalma impresa eternamente dura: Diez aos de mi vida se ha llevado en veloz fuga y sorda el sol ardiente, despus que en tus dos ojos vi el Oriente, Lsida, en hermosura duplicado. Diez aos en mis venas he guardado el dulce fuego que alimento, ausente, de mi sangre. Diez aos en mi mente con imperio tus luces han reinado. Cierra este argumento, como una ltima vuelta al tpico, el soneto Bien pueden alargar la vida al da en el que el amante asegura volver de su muerte y volver a los ojos de los que nunca estuvo ausente. El poema dialoga con los dos anteriores en los que la simple visin primera de la amada convierte en eterno el afecto amoroso: slo con la admisin tcita de este fenmeno se pueden entender los versos paradjicos del primer terceto: a verlos vuelvo, si posible ha sido/ que truje alma de all donde quedaron/ o que pueda volver vivo un ausente (9-11). Este argumento permite reconstruir toda una biografa amorosa, que tiene su comienzo en el instante en que por primera vez el amante vio con sus ojos los ojos de la amada. Uno de los ltimos poemas del cancionero, Puedo estar apartado, mas no ausente, justo el anterior al siguiente soneto-aniversario, reitera la permanencia del amor que se sita por encima de la propia amada, en plena doctrina neoplatnica del anhelo de perfeccin y bsqueda del ideal de belleza pura: Puedo estar apartado, mas no ausente; y en soledad, no solo; pues delante asiste el corazn, que arde constante en la pasin, que siempre est presente. () Yo vi hermosura y penetr la alteza de virtud soberana en mortal velo: adoro lalma, admiro la belleza La presencia de los ojos en el cancionero sirve, pues, para desarrollar, sobre todo, cuestiones procedentes de la philosophia amoris neoplatnica. El LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 81 soneto, Que vos me permitis slo pretendo, que parece plantear desde su epgrafe una cuestin muy definida, explica la ascesis amorosa que renuncia a la materia (garbo y semblante) y aspira a la eternidad y a la perfeccin de un amor puro. Aun en esta pretensin de pureza y negacin del deseo, los ojos siempre aparecen como va de transmisin de los afectos: Llamronme los ojos las facciones:/ prendironlos eternas jerarquas/ de virtudes y heroicas perfecciones (9-11). Vuelve a presentarse el proceso de enamoramiento como un proceso involuntario, ajeno, que emana desde el interior del alma de la amada y prende en el corazn del poeta amante: la vista de la amada provoca en el nimo del amante un ansia (no deseo, ni pretensin, porque ambas palabras suponen tambin voluntad material) de amar, formulado as, como infinitivo, como sustancia, sin contingencia ni accidentes: en el primer cuarteto se muestra muy elocuente: esquivo los deseos, y constante,/ sin pretensin, a slo amar atiendo. El soneto Lisis, por duplicado ardiente Sirio, reducido, como seala el epgrafe, a doctrina platnica, repite las mismas palabras, con los ojos como instrumento de la victoria de la amada (miras con guerra) y aguijn para la aspiracin pura del amante que busca esquivar su mismo deseo: Doctas sirenas en veneno tirio con tus labios pronuncian meloda y en incendios de nieve hermosa y fra, adora primaveras mi delirio. Amo y no espero, porque adoro amando; ni mancha al amor puro mi deseo, que corts vive y muerte idolatrando. (5-11) Apartados de este marco neoplatnico se sitan los poemas que exaltan el llanto del poeta, a travs de la sincdoque de las lgrimas. Aunque de nuevo los ojos se sitan en el centro concreto de la relacin amorosa, en este caso sirven para una de las paradojas ms queridas por Quevedo: la que enfrentan dos de los elementos de la naturaleza, el agua y el fuego. Sobre esta base construye el soneto Los que ciego me ven de haber llorado, basado, segn advierte el propio Gonzlez de Salas, en el epigrama Miraris liquidum de Sannazaro, imitado, a su vez, con anterioridad por Francisco de Medina (no Figueroa, como dice Gonzlez de Salas) y celebrado por Herrera en sus Anotaciones. El verso ltimo de la elega II de Garcilaso, que comenta Herrera, puede considerarse el punto de partida del soneto quevediano, y as diverso entre contrarios muero (v. 193), aunque distintas contaminaciones pueden sealarse, dado el carcter tpico de la coincidencia de opuestos que sustenta todo el tema. Los epigramas de Sannazaro que Herrera seala desarrollan la paradoja, pero tambin el poema Quel foco chio pensai fosse spento (LV) de Petrarca concreta la oposicin fuego y agua en las metforas esperables de corazn y lgrimas, tal y como Quevedo plantea en su soneto. Quevedo resuelve en el propio poema la concurrencia imposible de ambos elementos: El agua y el fuego en m de paces tratan/ y amigos son por ser contrarios mos/ y los dos, por matarme, no se matan (12-14). 108
108 Vase para este soneto el trabajo de Ignacio Arellano, Comentario de un soneto amoroso de Quevedo: Los que ciego me ven de haber llorado y el arte de la ingeniosa contraposicin, La Perinola 6 (2002), pp. 15-27. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 82 Las lgrimas del amante quevediano suelen ser incontinentes y suelen fundirse o llenar los arroyos, los ros o los mares que de forma habitual acompaan el llanto del yo potico. Los sonetos Aqu en las altas sierras del Segura, Aqu, donde su curso, retorciendo y stas son y sern ya las postreras transmiten esa exageracin efusiva del amante. En el primero, Quevedo recurre a las posiblemente familiares (o, al menos, prximas a su Torre de Juan Abad) fuentes del ro Guadalquivir, 109 para solicitarles que le sirvan de emisario de sus penas: aqu el primer tributo en llanto envo/ a tus raudales, porque a Lisi hermosa/ mis lgrimas la ofrezcas con que creces (9-11). El interlocutor del segundo soneto es el ro Henares, cuya corriente se debe al lloro del amante: que lo que lloro yo, lo est riendo. 110 En ambos casos, el amante escenifica su desconsuelo ante la naturaleza, que acta de eco. Ms compleja es la situacin que describe el amante en el tercer soneto de este grupo en el que anuncia las ltimas lgrimas, perdidas en un paisaje de nufrago, cuya muerte slo puede servir de escarmiento al caminante: Yo me ser epitafio al caminante, pues le dir, sin vida, el rostro mo: Ya fue gloria de amor hacerme guerra. (12-14) Quevedo rene varios motivos para recrear esa mscara potica del desterrado, que debe al Garcilaso de la cancin III la perspectiva e incluso el escenario de la ribera ajena o extranjera. La condicin del trasterrado o del ausente que se lamenta desde una naturaleza alejada tambin puede proceder de Propercio, quien proporciona a su vez el motivo del epitafio que el amante imagina para su propia muerte: las elegas II, 13 y, sobre todo, la I, 16 representan bien esa figura. Sin embargo, el epitafio con que concluye el soneto es una recreacin libre del soneto en el que Petrarca narra su fulminante enamoramiento (III): per al mio parer non li fu honore ferirme in quello stato Por encima de todas estas deudas literarias, permanece en el poema el repetido tpico del amor constante que aspira a la pureza: 111
Espritu desnudo, puro amante, sobre el sol arder y el cuerpo fro se acordar de Amor en polvo y tierra. (9-11)
109 La silva O sea que olvidado, dedicada al Yelmo de Segura de la Sierra, el lugar donde nacen el ro Mundo y el ro Guadalquivir, repite al final las mismas expresiones, incluso la del tributo del lloro del amante en una de las versiones tempranas (la de vora) de la composicin, que curiosamente llamaba Lises a la amada. La Torre de Juan Abad queda a muy pocas leguas del lugar. 110 El soneto Torcido, desigual, blando y sonoro, en el que compara el curso del do con el amor, presenta idntica expresin: te res de crecer con lo que lloro. 111 Los ecos de Petrarca (XXXVII) en la expresin espritu desnudo no son bice para verla como una descripcin del alma despus de la muerte: en el epitafio a Mara Enrquez se repite esta expresin y en el soneto amoroso de semejante doctrina neoplatnica Si mis prpados, Lisi, labios fueran se escribe que los favores, tras la muerte, estarn desnudos de cuerpo. La cancin petrarquista proporciona al poema quevediano algo ms que esta frmula: el tono lastimoso y melanclico y las referencias a lugares de exiliado asoman en ella: io son un di quei che l pianger giova;/ e par ben chio mingegni/ che di lagrime pregni/ sien gli occhi miei s come l cor di doglia (69-72). LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 83 La naturaleza de ros o arroyos en la que el poeta amante se sita para pronunciar sus desdichas no siempre se corresponde con los sentimientos del amante: en ocasiones constituye su contrapunto. Ms bien el cclico sucederse de las estaciones (del invierno a la primavera, de la noche al da) se contrapone a la eterna tristeza del amante, ajeno por completo a esos cambios. El origen de este tema es difcil de determinar, ya que en l confluye la tradicin ertica latina con la petrarquista, y en el caso de la poesa espaola, el modelo clsico irrenunciable de Garcilaso y los versos Corrientes aguas, puras cristalinas de su gloga I, donde, en imitacin del Chiare, fresche et dolci acque (CLXVII) de Petrarca, instituye la enajenacin del poeta frente a la naturaleza. El soneto Ya titul al verano ronca sea describe en sus primeros 11 versos el paisaje sereno de la primavera, con un estilo alusivo en el que no faltan las referencias mitolgicas: el vuelo y el canto de los pjaros, el azul limpio del cielo, el sol en lo alto derritiendo el hielo de los arroyos. Frente a esta descripcin, el amante slo puede declarar su soledad y la eternidad de sus penas, con las oposiciones violentas entre fuego y hielo, entre nieve y llama: Yo slo, oh Lisi!, a pena destinado y en encendido invierno lalma ma, ardo en la nieve y ylome abrasado.(12-14) El eco del soneto Zephiro torna, e l bel tempo rimena de Petrarca (CCCX) se palpa: 112 no slo en la utilizacin de alusiones mitolgicas (la de Progne es llamativa) sino en el contraste entre la primavera que fluye alrededor del amante y el dolor de sus sentimientos: ma per me, lasso, tornano i pi gravi/sospiri. Quevedo, a diferencia de Petrarca, acude a la conciliacin tpica de opuestos para explicar la falta de correspondencia con esa naturaleza que los alterna, mientras Petrarca describe una naturaleza propia en el que los elementos sono un deserto, et fere aspre et selvagge. Colora abril el campo que mancilla, otro de los sonetos en los que Quevedo opone la renacida primavera al obstinado padecer del amante, reitera su deuda con el mundo de Petrarca. Jos Manuel Blecua, basndose en Fucilla, asegura que el poema imita el soneto IX del poeta italiano. La descripcin de la primavera es distinta: en Quevedo, la metfora pictrica del paisaje natural visto como un cuadro supera los rasgos elementales de la cronografa primaveral. Sin embargo, el punto de unin se sita en el contraste entre naturaleza y yo potico, con una expresin que Quevedo imita: primavera per me pur non mai: slo no hay primavera en mis entraas. La imitacin prxima revela el modo de enunciacin quevediano, pues incorpora una concrecin mayor a la explicacin de los sentimientos del amante, que se ve obligado a metaforizar el escenario de su interior: habitadas de Amor arden infierno,/ y bosque son de flechas y guadaas. Esta ltima metfora, que Paul Julian Smith explica como resultado de una compleja imitatio composita entre Propercio y el emblema de Vaenius, 113
112 Zephiro torna, e l bel tempo rimena,/ e i fiori et lerbe, sua dolce famiglia,/ et garrir Progne et pianger Philomena,/ et primavera candida et vermiglia./ Ridono i prati, e l ciel si rasserena;/ Giove sallegra di mirar sua figlia;/ laria et lacqua et la terra damor piena;/ ogni animal damar si riconsiglia.. 113 Las pginas de Paul Julian Smith sobre este terceto muestran la dificultad de discernir los estmulos literarios que pueden concurrir en la elaboracin de una metfora como la MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 84 Telorum silva pectum, comparte con el resto del cancionero la condicin del amante como el derrotado vestigio de una batalla perdida desde el primer momento en que aparece la amada. Pero, sin duda, la mayor parte de los poemas que constituye Canta sola a Lisi se basa en el uso frecuente del tema de la muerte, en conjugacin diversa con el del amor. Estos poemas, como observ Fernndez Mosquera, se muestran ms bien hacia la segunda mitad del cancionero, cuando la vida amorosa del amante va declinando: el propio Fernndez Mosquera establece dos partes: en la primera, la muerte se identifica con el rechazo de la amada; en la segunda, el amante envejecido y cansado, desea la muerte como solucin ltima. 114 En cualquier caso, se advierte una progresiva aparicin del tema, hasta confluir con el del amor y conformar paradojas que caracterizan la elocucin quevediana en su poesa amorosa. El soneto en que arranca la cercana de la muerte es Si hija de mi amor mi muerte fuese, cuyos versos parecen un primer ensayo (la cronologa no nos permite certificarlo) del clebre Cerrar podr mis ojos la postrera. Los poemas antes vistos en los que se vanagloriaba de la eternidad de su amor puro se enfatizan en este soneto porque la muerte deja de ser un obstculo para convertirse en la prueba definitiva de la constancia del afecto amoroso, invicto para siempre: 115
De esotra parte de la muerte dura, vivirn en mi sombra mis cuidados, y ms all del Lethe mi memoria. Triunfar del olvido tu hermosura; mi pura fe y ardiente, de los hados; y el no ser, por amar, ser mi gloria. (9-14) De nuevo, el verbo amar, en infinitivo, constituye el aliento vital del yo potico, en este caso, triunfante sobre la propia esencia de su paso por la tierra. El soneto Cerrar podr mis ojos la postrera explica con una simple adversativa que la llegada de la muerte, descrita a la manera pagana como un alma que se desata del alma y se dirige a la laguna estigia, no ser capaz de acabar con sus sentimientos que permanecern dentro de sus despojos: 116
Alma a quien todo un dios prisin ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejar, no su cuidado;
que propone Quevedo para las entraas enamoradas del amante (Quevedo on Parnassus, ob. cit., pp. 98-100). 114 Santiago Fernndez Mosquera, La poesa amorosa de Quevedo, ob. cit., p. 49. 115 Guillermo Sers comenta este soneto como una combinacin de tradiciones amatorias: la poesa de cancionero, el petrarquismo, algunas pinceladas de poesa elegaca latina y, fundamentalmente, una concepcin neoplatnica del amor (Si hija de mi amor mi muerte fuese. Tradiciones y sentido, La Perinola 8 (2004), p. 463). 116 La bibliografa sobre esta composicin es abundantsima: remito, por su erudicin, a un trabajo relativamente reciente de Salvador Maero sobre el mismo: Clarificacin del polvo enamorado quevedesco a travs del estudio de sus fuentes, Revista de Literatura, 50 (1988), pp. 423.443. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 85 sern ceniza, ms tendrn sentido; polvo sern, mas polvo enamorado. (9-14) Se trata, pues, de una vuelta ms sobre los argumentos que Quevedo ha presentado anteriormente sobre la eternidad de su amor. No parece una inversin en la perspectiva del dolor sobre la base petrarquista que llora la muerte de la amada. Ms bien debe entenderse como una muestra irrefutable de que el amor del amante persevera sin el concurso de los avatares del tiempo. El omnia vincit amor virgiliano supera la ltima prueba de la muerte. La eternidad del sentimiento amoroso se compagina en varios poemas quevedianos con la visin estoica de la vida breve, presentada como una muerte permanente. Las expresiones que frecuentan la poesa moral se vuelcan en la descripcin de la vida del amante para buscar las paradojas entre amor y muerte, casi naturales al discurso potico del siglo XVII: en el soneto No me aflige morir, no he rehusado se plasman estas contradicciones de forma ejemplar: No me aflige morir; no he rehusado acabar de vivir, ni he pretendido alargar esta muerte que ha nacido a un tiempo con la vida y el cuidado.(1-4) sin dejar, por otra parte, de proclamar la perennidad de los afectos: seas me da mi ardor de fuego eterno (9). El soneto Mejor vida es morir que vivir muerto muestra el lado opuesto a sus deseos, ya que prefiere la muerte fsica a seguir viviendo con el dolor de esa muerte que constituye no alcanzar a la amada. En el anterior poema, el amante lamentaba haber de dejar deshabitado/ cuerpo que amante espritu ha ceido,/ desierto un corazn siempre encendido; en ste, solicita la llegada de la muerte, que, con piedad, acabe con el sufrimiento: El cuerpo que de lalma est desierto (ans lo quiso Amor de alta belleza), de dolor se despueble y de tristeza: descanse, pues, de mrmoles cubierto. Los versos del soneto siguiente, Pierdes el tiempo, Muerte, en mi herida recrean las mismas paradojas, basadas en las conocidas asimilaciones del amor como nica vida, y de la no correspondencia amorosa como muerte: quien no vive no padece muerte/ si has de acabar con mi vida, has de volverte/ a aquellos ojos donde est mi vida. Aparte de la alusin neoplatnica a los ojos como lugar donde reside el amor del amante poeta, el soneto se plantea como una peticin a la muerte para que no se entretenga y acabe con su existencia: vulvete al miserable, cuyo ruego,/ por descansar en su dolor, te llama,/ que lo que yo no tengo, no lo niego (12-14). El amante modula, con otro ngulo, sus pretensiones, ya que si antes solicitaba la muerte, ahora parece desdear, con displicencia, toda resolucin: amor, vida y muerte conforman un continuum, en el que cualquier variacin temporal resulta intil. Esa modulacin encuentra otro ejemplo en el soneto Qu buscas, porfiado pensamiento en el que la paradoja es la nica explicacin y la certificacin de esa indistinta oposicin de amor y muerte: Yo muero, Lisi, preso y desterrado; pero si fue mi muerte la partida, de puro muerto estoy de m olvidado. Aqu para morir me falta vida, MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 86 all para vivir sobr cuidado; fantasma soy en penas detenida. La idea de que la vida amorosa del yo potico equivale a una muerte se plasma de forma metafrica en el soneto En este incendio hermoso que, partido, en donde el cuerpo de la amada aparece como sepultura del entendimiento del amante. 117 En los cuartetos se describe a la amada en una sntesis de contrarios que subraya los rasgos principales de su imperio: incendio hermoso, nieve, donde est florido/ mayo los duros Alpes matizando u oriente, donde estn hablando/ por coral las sirenas del sentido; mientras en los tercetos se especifica la metfora del sepulcro, con una ampliacin alegrica para la inscriptio de esa tumba, que para el amante es el relato de su propia vida: debajo de esta piedra endurecida, en quien mi afecto est fortificado y qued mi esperanza convertida, yace mi entendimiento fulminado. Si es su inscripcin mi congojosa vida, dentro del cielo viva sepultado. (9-14) En cualquier caso, todos estos poemas se escriben desde la perspectiva de un amante cansado, avejentado, prximo a la muerte, que imitan en sustancia la melancola petrarquista de los ltimos sonetos de su Canzoniere cuando la muerte cada vez ms lejana de Laura va desgastando sus palabras. Quevedo asume esa voz in vita de Lisi, como si la muerte de Lisi no hiciera necesaria la tristeza o, pensado de otro modo, como si fuera innecesaria cualquier contingencia en la vida de Lisi para que el dolor, que siempre es eterno e invariable, se mostrara cada vez ms agudo. En este sentido, las diferencias con ese Petrarca que Quevedo conserva interiorizado revelan la distancia que el amante de sus poemas pone entre sus afectos y el objeto de sus amores, la escassima entidad de la amada, reducida a un nombre, unos ojos o un recuerdo, pero cuya vida importa poco o nada. Los poemas en los que Quevedo contrapone e identifica el amor y la muerte presuponen esa mirada envejecida, pero en el soneto Ya que pas mi verde primavera la indicacin, con alusiones metafricas al paso del tiempo, es clara, y, en ella, el adjetivo cansado, de reminiscencias petrarquistas, ocupa un lugar preminente: si te he servido bien, cuando cansado/ ya no puedo, oh Amor!, por lo servido,/ dame descanso, y quedar premiado (9-11). 118
La expresin stanco en las ltimas composiciones del Canzoniere, adjetivo repetido para reflejar el estado de nimo del poeta, resulta de la metfora del amante como un peregrino. Esta perspectiva del amante, que presenta ms que concomitancias con la sntesis estoico-cristiana de explicacin de la propia
117 En el soneto Pierdes el tiempo, Muerte, en mi herida, Quevedo expone una metfora semejante, en el que la amada es sagrado del alma amorosa del poeta: Al sagrado en que habita retrada, /aun siendo sin piedad, no has de atreverte. 118 El petrarquismo de estas composiciones se advierte incluso en detalles ms pequeos como en el aprovechamiento de la metonimia de las canas del cabello para describir el paso del tiempo; en las ltimas composiciones de Petrarca se repite el motivo: che vo cangiando l pelo (CCCLX, 41) o perchhai i costumi variati e l pelo (CCCLXII, 8). Quevedo as las aprovecha en este soneto: ya que sinti mudada en nieve fra/ los robos de la edad mi cabellera (3-4) LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 87 existencia del hombre sobre la tierra como un camino, cuyas races son de sobra conocidas, se asoma en los poemas tambin ltimos de Canta sola a Lisi. En uno de los ms clebres, Qu perezosos pies, qu entretenidos, Quevedo utiliza las frmulas reconocibles de su poesa moral para describir el trnsito del tiempo (el mundo como crcel efmera entre el vientre y el sepulcro, entre la cuna y la sepultura) como punto de partida para la exageracin de sus afectos: Del vientre a la prisin vine en naciendo de la prisin ir al sepulcro amando y siempre en el sepulcro estar ardiendo. Cuantos plazos la muerte me va dando prolijidades son, que va creciendo, porque no acabe de morir penando.(9-14) El lenguaje propio de lo moral se emplea al servicio de la hiprbole amorosa, de tal manera que se explica la eternidad del sentimiento como contrapunto al fugaz paso por la vida en la tierra. Incluso Quevedo, de forma implcita, intensifica la metfora prisin con dos sentidos: con el que el discurso religioso contempla la existencia y con el que el discurso amoroso entiende la relacin entre el amante y su amor. En todo caso, el amante define su vida como un camino, tambin con rasgos trados de la indispensable elocuencia moral, cuyo final anhela: Qu perezosos pies, qu entretenidos pasos lleva la muerte por mis daos! El camino me alargan los engaos y en m se escandalizan los perdidos. Mis ojos no se dan por entendidos, y por descaminar mis desengaos, me disimulan la verdad los aos y les guardan el sueo a los sentidos.(1-8) Los versos del primer soneto de Garcilaso y buena parte de la poesa de arrepentimiento de los siglos XVI y XVII nutren las palabras de Quevedo. Los cuartetos, ledos autnomamente, utilizan trminos como engaos o desengaos que pueden situar el soneto en una tradicin moral, incluso religiosa, aunque ya Petrarca los empleara con perspectiva amorosa. El motivo del error est presente en gran parte del Canzoniere, si bien el sesgo particular, y, en cierto modo, contrario, que Quevedo le proporciona en este soneto es la perseverancia del amor por encima del arrepentimiento o de los deseos del amante por acabar con sus penas. La muerte demora el instante en que pueda morir penando, pero no puede acabar con su dolor; no hay lamento, sino ms bien certificacin de que la muerte no es ms que un eslabn ms en el continuo ejercicio del amor. 119
En Cargado voy de m: veo delante las huellas petrarquistas son numerosas y todas ellas completan esa perspectiva de caminante equivocado, cuyas posibilidades de rectificacin son escasas. El amante hace recuento de su vida y la expone como escarmiento o ejemplo de otros amantes, al tiempo que renuncia a modificarla, prximo como est a su final. Se apuran las similitudes con Boscn y el primer verso de su soneto XLVIII, aunque en Quevedo provisto de una implcita concepcin estoica de la vida en la que el presente se juntan
119 El verso de Propercio Laus in amore mori (II, 1, 47) puede estar detrs del final del soneto. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 88 todos los pasados: cargado voy de m. 120 Frente al pasado que lo constituye, el futuro (tambin simultneo al presente, como en esa identificacin senequista de los tres tiempos) es una muerte acechante a cada paso. Podra parecer de nuevo un poema moral, pero en la impronta petrarquista se hallan las claves amorosas de su error. El soneto CCCLXIV, Tennemi Amor anni ventunno ardendo, tantas veces imitado por Quevedo, quiz porque resume en una sola composicin los rasgos fundamentales de un estado de nimo, concede ciertas expresiones: omai son stanco, mia vita riprendo/ di tanto error che di vertute il seme/ quasi spento, pentito et tristo de s spesi anni: Ved cun errado mi camino ha sido, cun solo y triste y cun desordenado, que nunca ans le anduvo pie perdido.(9-11) Incluso la conclusin, aunque con distintas expresiones, une a ambos sonetos: en el de Petrarca, el amante reconoce el error y no lo excusa; en el de Quevedo, el amante ve el final temido y no huye de l. La obstinacin de la voz potica ante su error, nunca revocado, hace dialogar a ambas composiciones. La diferencia con el soneto petrarquista reside en que la vida del amante de Quevedo sirve de ejemplo ex contrariis, a pesar de su inexorable voluntad de persistir en el error y adems pretenderlo. Por lo dems, el soneto de Quevedo encuentra en la composicin CCCLX motivos para esa idea de que la costumbre de los aos es ms poderosa que cualquier intento de restitucin de lo andado: dallaltro non massolve/ un piacer per usanza in me s forte/ cha pateggiar nardisce co la morte (124-126). La peregrinatio amoris, cuyas repetidas formulaciones se pierden en el maremagnum de la poesa amorosa, ofrece a Quevedo la posibilidad de describir el estado de nimo del poeta. En el caso del soneto Por yerta frente de alto escollo, osado, se describe una naturaleza escarpada, en la que la osada del amante le conduce a un lugar inhspito, alejado, sin salida. No se trata de una peregrinacin indefinida, sino de un camino en ascenso, por espacios speros y estriles, cuyo trmino no se encuentra. 121 Schwartz y Arellano aducen varios versos de Herrera donde se pueden hallar referencias, descripciones de escenarios agrestes; Quevedo ejemplifica con cada uno de los lugares el continuo error que comete, hasta llegar a un lugar (yerma orilla de alto ro) en el que no hay salida: busco por dems o puente o vado. 122 El peregrino de amor, que sigue la senda de otros amantes, acaba perdido, simplemente guiado por la locura o el desatino que marca la luz de su amada. Jos Manuel Blecua seala la fecha del poema a tenor de las afinidades con la Soledad primera, sobre todo a partir del segundo verso; Schwartz y Arellano proponen el soneto Descaminado, enfermo, peregrino como punto intermedio en la construccin del comienzo de las Soledades.
120 James O. Crosby cita el soneto XV de Petrarca como fuente del de Boscn y del de Quevedo: Io mi rivolgo indietro a ciascun passo/ col corpo stancho cha gran pena porto. (Poesa varia, Madrid: Ctedra, 1985, p. 258). 121 Son de notar las similitudes con el ascenso que se procura en el soneto Estoy contino en lgrimas baado (XXXVIII) de Garcilaso. 122 La expresin bien puede deberse a Petrarca (CCXXX, 7-8): che non pur ponte o guado, o remi o vela,/ ma scampar non potienmi ale n piume. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 89 Descaminado, enfermo, peregrino, en tenebrosa noche, con pie incierto la confusin pisando del desiero voces en vano dio, pasos sin tino.(1-4) Por yerta frente de alto escollo, osado, con pie dudoso, ciegos pasos guo; sigo la escasa luz del fuego mo, que avara alumbra, habindome abrasado.(1-4) La figura del peregrino que promueve Gngora como emblema del desterrado amoroso bien puede servir de estmulo a Quevedo, sobre todo los primeros pasos de su peregrinaje cuando desde la playa va escalando entre la noche los escollos hasta llegar a la cabaa. La descripcin, no obstante, de esa naturaleza especialmente inhspita (no as la que predomina en las Soledades) en la que no cabe remedio, presenta rasgos indudables de ese Petrarca de senectud que recuerda sus pasos anteriores: la composicin CCCLX, que con una estructura dialctica permite al amante contar su vida, vuelve a proporcionar la perspectiva: cercar m fatto deserti paesi/ fiere et ladri rapaci, hispidi dumi/ dure genti e costumi/ et ogni error che pellegrini intrica,/ monti, valli, paludi et mari et fiumi/ mille lacciouli in ogni parti tesi (46-51). Este caminante cobra los rasgos de Orfeo que desciende a los infiernos en En los claustros de lalma la herida. Quevedo entabla en este soneto un dilogo a numerosas voces: desde la ms especfica de Garcilaso (soneto XV, verso octavo), que desarrolla el motivo rfico del poeta enloquecido de amor capaz de trastornar la naturaleza, hasta la ms inconcreta del amor gneo que quema y alimenta por igual el amor del amante, con leves aportaciones de la tradicin ertica latina o del amplio repertorio petrarquista. 123 La conversacin con Garcilaso se resuelve con una extraordinaria intensificacin de la que llama Herrera perfrasis por infierno: en el soneto amoroso quevediano que glosa la figura de Orfeo, A todas partes que me vuelvo veo, Quevedo propone la primera fase del dilogo con Garcilaso al decir hay en mi corazn furias y penas; en este soneto, da un salto cualitativo al superar el verso garcilasiano, bajaron a los reinos del espanto, que slo constata el descensus ad inferos del amante, con la identificacin hiperblica del corazn con el propio infierno: mi corazn es reino del espanto. A Virgilio le debe el soneto las expresiones que describen los efectos de la llama amorosa en el corazn del poeta (Eneida IV, 66), aunque el Petrarca del poverel digiuno, el di ci mi nutrisco et ardo, la afirmacin vivo en fiamme, la chiusa fiamma pi ardente o el tacito ars, procedente de la composicin CCVII, contribuye de modo decidido a la construccin del poema: En los claustros de lalma la herida yace callada; mas consume, hambrienta
123 No puede olvidarse en este elenco de prstamos el de los tratados de meditacin medievales en los que sobresale la metfora del primer verso. Vase el artculo de Christiania Whitehead, Making the cloister of the soul in the religious treatises, Medium Aevum, 67, 1998, en donde se analiza esta metfora a la luz del tratado de Hugo Folietinus, De claustro animae. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 90 la vida, que en mis venas alimenta llama por las medulas extendida. La idea, a mi juicio, bsica, del cancionero Canta sola a Lisi, de que el amor es capaz de superar la propia muerte se plantea de nuevo en este soneto con las expresiones caractersticas de Quevedo: ceniza amante y macilenta. 124 Los tercetos rememoran el ambiente infernal del mito de Orfeo, con versos bien singulares en los que niega la presencia de la gente, con fundamento tal vez en la esquividad y apartamiento de la gloga I de Garcilaso o en el solitario orrore/ dumbrosa selva de Petrarca (CLXXVI, 12-13) que proporciona sugerencias para la siguiente frase: la gente esquivo y me es horror el da. 125 La serie de sonetos petrarquistas (CCXXIX y CCXXX), Cantai, or piango, et non men di dolcezza y I piansi, or canto; chel celeste lume, en la que se asocia el llanto al canto y, por tanto, el sentimiento amoroso al origen de la propia poesa, presta el tono a este soneto y, por extensin analgica, al conjunto del cancionero quevediano: dilato en largas voces negro llanto, que a sordo mar mi ardiente pena enva. A los suspiros di la voz del canto; la confusin inunda lalma ma; mi corazn es reino del espanto. (10-14) Quevedo concluye su Canta sola a Lisi con cuatro composiciones a las que llama idilios, en supuesta filiacin buclica con la poesa de Tecrito. Si se sigue el rastro cronolgico de estos poemas, se hallan tres de ellos en el manuscrito de Npoles que incluye las silvas e incluso queda de ellos vestigios en la lista de silvas que publicar en la musa Calope. 126 De esa manera, parece que Quevedo no contaba con ellos en un principio, sino que los incluy a posteriori para proporcionar un remate ms redondo al cancionero. 127 El Canzoniere petrarquista acaba con una oracin a la Virgen Mara; el de Quevedo cumple con el precepto retrico de la peroratio, pero trata de sostener y subrayar la idea de la muerte del amante. Los cuatro idilios responden a cuatro momentos alrededor de la muerte: en Npoles, el orden era muerte, epitafio, testamento y lamentacin; en la lista de Las tres musas, el mismo orden se mantiene; mientras en Canta sola a Lisi, se reorganizan los poemas para comenzar con lamentacin, proseguir con muerte y epitafio, y acabar con testamento. En dos de estos poemas aparece, por primera vez, el nombre del amante: Fileno. El nombramiento resulta significativo porque
124 La elega I, 19 de Propercio, que, segn Borges, contamin el verso final de Cerrar podr mis ojos la postrera, tambin puede servir como iniciadora de este tema esencial en la poesa amorosa de Quevedo, en especial, el verso traicit et fati litora magnus amor (12) con el que se concreta el poder del amor capaz de cruzar la laguna estigia. 125 Asimismo los primeros versos del soneto CLXIX de Petrarca, Pien dun vago pensier, che me desvia/ da tutti gli altri, e fammi al mondo ir solo proponen similar perspectiva. 126 Ha de admitirse una doble comprensin de estos poemas epilogales: como tal colofn al cancionero quevediano o como composiciones integradas en una coleccin distinguida de silvas. 127 El cambio en el nombre de la amada (Flori o Elisa en dos composiciones del manuscrito napolitano) permite la suposicin. La versin de la composicin Voyme por altos montes paso a paso en el manuscrito de vora el amante se llama Fabio, en lugar de Fileno. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 91 el final del cancionero quevediano abunda en la introspeccin del amante o, mejor dicho, en la ubicacin del sujeto amante en el centro de atencin del poema. Las deudas literarias con el petrarquismo son bien visibles: en el poema Voyme por altos montes, paso a paso los estudios quevedianos han visto expresiones imitadas del poema CXXIX de Petrarca, especialmente en los primeros versos. Voyme por altos montes, paso a paso, llorando mis verdades: que el fuego ardiente y dulce en que me abraso slo le fo de las soledad, de donde nace a cada pie que muevo de antiguo amor, un pensamiento nuevo. (1-6) Per alti monti e per selve aspre trovo qualche riposo; ogni abitato loco nemico mortal de gli occhi miei. A ciascun passo nasce un pensier novo de la mia donna, che sovente in gioco gira l tormento chi porto per lei; et a pena vorrei cangiar questo mio viver dolce amaro. (14-21) No slo el escenario solitario, buscado por ambos amantes, comparten ambas composiciones, sino la misma idea que se transmite en buena parte del cancionero quevediano de que slo la vista primera de la amada es suficiente para colmar para siempre el amor del poeta: Nunca he podido, Lisi hermosa y dura, despus de verte, hartarme de padecer dolor por tu hermosura; ni tras el padecerles, de quejarme. Oh si llegase algn alegre da que se hartase de amar el alma ma! Ma mentre tener fiso posso al primo pensier la mente vaga, e mirar lei, et obliar me stesso, sento Amor s da presso che del suo proprio error lalma sappaga: in tante parti e s bella la veggio che se lerror durasse, altro non cheggio. El idilio Oh vos, troncos, anciana compaa exagera los afectos del amante, para quien la naturaleza es un libro donde l puede escribir sus penas. Esta metfora libresca permite poner la naturaleza eminente (ros caudalosos, volcanes encendidos o montes elevados: agua, fuego, tierra/ hielo) como trminos de la comparacin hiperblica del amante, como por vuestras urnas, sacros ros, todos pasad por estos ojos mos. (39-40)
todos con tantas llamas como penas mirad vuestros volcanes en mis venas. (47-48) MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 92
todos, con vuestra nieve y estatura, medid mi mal, su yelo y desventura. (55-56) sin olvidar los conocidos mitos del castigo eterno (Tntalo, Ssifo o Ticio) para equiparar el dolor del poeta: todos venid, oh pueblos macilentos!/verisme remedar vuestros tormentos (63-64). Por ello, en la primera estrofa, Quevedo hace recordar al amante que su dolor est contemplado en la naturaleza, rstico libro escrito en esmeralda. En Voyme por altos montes, paso a paso el amante imagina su propia muerte y augura el ejemplo que puede suponer a los dems amantes: Pero si muerto yo, por tanta gloria osare alguno verte, treme siquiera un rato a tu memoria para desengaarle con mi muerte. (43-46) Pero es en las octavas reales de Ay, cmo en estos rboles sombros donde se atreve incluso a pergear su propio epitafio. Ya se ha visto que Propercio suministraba ese motivo del amante que describe el ceremonial de su propia muerte, aunque la inclusin de epitafios tambin es rasgo distintivo de la poesa buclica, como se advierte en la gloga III de Garcilaso. En este poema, Quevedo alterna la voz en primera persona con la tercera para que el amante, cuyo nombre, Fileno, aqu aparece por primera vez, se pueda ver a s mismo muerto: lastimada de ver mi poca suerte/ hoy, por mucha piedad, llega la muerte/ A manos de su mal Fileno muere/ tened lstima, oh montes! de su vida. El influjo, no obstante, del bucolismo se cifra en los ltimos versos, donde la buclica VII de Virgilio ofrece sus imgenes, como la del mirto, el rbol de Venus, vencido por la propia amada, 128 o el instrumento musical colgado del tronco como signo de la derrota frente a la muerte, que en el caso de Quevedo servir de premio al caminante que entierre al poeta: Qudate a Dios, pendiente de un pino, lira, donde cant de Amor tirano; gurdala, oh tronco que honras el camino! de lluvia y viento y de ladrn villano, y dsela al primer peregrino que pisare el desierto de este llano, en premio de qu entierre el cuerpo mo y escriba tal letrero al mrmol fro. La transcripcin del epitafio, con todos los rasgos propios del modelo clsico, se enmarca en el mbito pastoril, a partir de la buclica V de Virgilio en la que Mopso transcribe el tmulo a Dafnis. Garcilaso recrea uno para la Elisa de la primera gloga en su gloga III y Quevedo, en contaminatio compleja con las sugerencias del Propercio de la elega II, 13, hace que sea del propio Fileno la inscripcin. El final de todo el cancionero quevediano es el testamento del amante, que se puede leer como testimonio pstumo de su vida: en esta composicin final, en forma mtrica de silva y dispositio en frmula legal testamentaria, Fileno enumera,
128 Recurdense los ltimos versos de la gloga III de Garcilaso. LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA 93 como en un compendio de todo Canta sola a Lisi, los matices de su biografa amorosa, que he ido desgranando a lo largo de este apartado. En primer lugar, el enamoramiento sbito tras contemplar los ojos de la amada; su posterior reduccin a prisionero de sus cabellos, con el consiguiente vivir paradjico entre el sufrimiento y el placer de los afectos amorosos. Luego llega la muerte, que en Quevedo siempre aparece asociada al desenlace de cuerpo y alma, y que tan slo permite comprobar el alcance eterno de su amor. Los sentimientos de la amada, adems, parecen impertinentes: desdn o piedad son caras de una misma moneda; mientras su vida puede servir, sin esperar demasiada fortuna, de desengao para otros amantes. Los ltimos versos apuran las metforas del testamento, para concluir con un epifonema dirigido a Lisi, que, visto como el final no slo del poema sino del conjunto, suena a desilusin y soledad absoluta: Sola a ti, en tal jornada,/ por no dejarte, no te dejo nada. Quiz Fileno en esta ltima rbrica del testamento se enga al dejar, sin embargo, nada menos que el relato mismo de sus sentimientos amorosos, entregados al amor de una nica dama, de nombre Lisi, por ms seas. Lisi, la amada que canta Fileno, da nombre al cancionero. Inventados son ambos personajes y entre ellos se construye un edificio amoroso de primer orden. No importa que apenas aparezca el rostro difano de la dama y que slo se muestren los accidentes circunstanciales de su hermosura. Tampoco importa saber las causas y los sucesos que originaron la pasin amorosa, tal vez porque est surge desde fuera, como un resorte ajeno contra el que el enamorado nada puede objetar. A partir de la premisa de un enamoramiento sbito al contemplar la belleza (los ojos, para ser ms exactos, pero nada ms que los ojos), el yo amante desgrana sus distintos estados de nimo, sus diferentes razonamientos. Trata de imaginar una escapatoria, un remedio, un consuelo, pero se topa con la fuerza de un amor ms poderoso que sus propias palabras. Y entonces, descubre que la vida y la muerte son slo dos instantes idnticos frente al poder de Eros. Por ah llega el amante a calibrar su amor como la pura esencia de la vida del individuo amoroso y a despreciar, por falso e intil, el trnsito hacia la muerte. Fileno escribe su amor en sonetos que, como en fuga, ofrecen las mudanzas variables de sus afectos: aparece como un peregrino caminante por entre los elementos de una naturaleza ideal que glosa su amor hacia una Lisi, que no es ms que el origen primigenio de todas sus desventuras.
La musa Terpscore. Poesa satrica La Musa Terpscore, segn indica su epgrafe, canta poesas que se cantan y bailan; esto es, letrillas satiricas, burlescas y lricas, jcaras y bailes de msica interlocucin. Conforme a este ttulo, la musa quinta contiene 53 poemas, distribuidos en tres subgneros bien definidos de composiciones: a) 28 letrillas, a su vez, diferenciadas en satricas, burlescas y lricas; b) 15 jcaras; y c) 10 bayles. Para cada uno de estos subgneros Gonzlez de Salas proporciona un referente literario, siempre de estirpe culta, con el reconocimiento en algunos casos del origen popular de estas manifestaciones. Para las letrillas, en primer lugar, Gonzlez de Salas observa similitudes, por el uso caracterstico de los estribillos, con los epitalamios, con los himnos y con los que l llama pervigilios, y propone afinidades en el sabor con algunos mimos y muchos agudos epigramas (p. 125). Se trata, sin embargo, de esfuerzos eruditos por subrayar interesantes relaciones, aunque de difcil dibujo, con subgneros de la literatura clsica de carcter teatral o de difusin oral. Para el subgnero de las jcaras Gonzlez de Salas ser ms preciso: raro, singular y desemparentado de cuantos en lengua alguna, antigua o vulgar, hoy puedan, a lo que yo alcanzo, ofrecerse a la estudiosa diligencia (Blecua, p. 126); denominacin dieron infalible a las jcaras o jacarandinas aquellos jaques mismos, y con legtima razn, pues de sus acontecimientos y penalidades continuas son anales las relaciones que all se repiten, y nuestro poeta, historiador suyo, o verdadero o fingido, singularmente de adecuado espritu. (Blecua, p. 127) El adecuado espritu es probablemente el hondo tono pardico de los textos de las jcaras, subgnero contrahecho a raz de las epopeyas invertidas no de un hroe o de un personaje histrico, sino de un bravo condenado a trena o a galeras. Relaciones, cartas, anales son las frmulas de un subgnero narrativo, de escasa tradicin clsica, pero cuya actio pertenece al orbe dramtico, ya que las historias que cuentan son muy solicitadas por las gentes que acuden a los corrales de comedia en el Madrid del siglo XVII. Este hbrido de los archigneros -poesa por ser verso, narracin por relatar una vida,y teatro por pronunciarlo en un tablado de corral- tuvo, sin lugar a dudas, en Quevedo uno de sus creadores principales. Para los bayles Gonzlez de Salas propone una lnea de tradicin tan precisa como difcil de comprobar: los hiporchemata de los que habla Ateneo en su Deipnosofistas. 129 De esta forma, dos o tres bayles de valientes o valentones, pueden ser vinculados a los que Ateneo denomina prricas cheironomas, caracterizados por ser bailados con acompaamiento de las manos; el baile de
129 Gonzlez de Salas trata de equiparar algunas de las especies de bailes que establece Ateneo con los de Quevedo: ocho son o nueve los que de este gnero se dan ahora a la estampa y a sus argumentos no fuera muy difcil hallar semejantes en la memoria de los escriptores antiguos. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 96 pobres o mendigos se puede parangonar con el llamado aletes; y el de los galeotes puede equivaler al que Ateneo denomina celeuste. Para el baile titulado Los nadadores Gonzlez de Salas sugiere la idea, procedente del Onomasticn de Julio Plux, de que en la antigedad ya existan bayles cantados por actores con poca ropa sobre el escenario. En cualquier caso, parece evidente que este subgnero potico aparece determinado por Gonzlez de Salas por su representacin teatral y musical: la msica interlocucin de la que se habla desde el ttulo. La iconografa de la musa concuerda con la de Ripa, como suele suceder, 130
si bien en el lema, choreis delectat Terpsicore, resuena la definicin del Etymologicum magnum, comentada por el propio Gonzlez de Salas en sus preliminares: que con choros deleita, o que deleita los choros (que todo es aqu uno), quiere decir Terpscore: y admirablemente en la palabra choros ambos exercicios se comprehenden, esto es, ritmos msicos de la voz y tambin de los bailes. Y ans lo insinu el etimolgico antiguo, no impreso hasta ahora, aquel quiero decir que en la imagen de la Musa prest como ttulo (Blecua, 124). En esta exgesis el editor de la obra quevediana sita esta especie potica en un terreno colindante con lo dramtico y, sobre todo, con lo coreogrfico: msica, movimiento, nmeros, comps son las palabras que figuran en el epigrama en redondillas que glosa el lema. La cita con que se adelanta el proemio explicativo de esta musa pertenece al dilogo De saltatione de Luciano de Samsata, citado en el mismo prembulo, aunque al frente aparece el nombre de Sneca. Lo ms interesante para comprender la poesa de esta musa se halla en el contenido de esta referencia, ya que se defiende el beneficio, casi teraputico, de la danza y de las canciones, como una frmula recreativa que combate la melancola y la negrura del espritu. 131 Las palabras con que Gonzlez de Salas comienza sus preliminares responden a ese objetivo; de modo anlogo a la musa amorosa que serva para engaar el sentimiento doloroso de la musa fnebre, la musa Terpscore a serenar parece que llega con apacible divisin la mesura y lgrimas de las que han precedido (Blecua, 124). Letrillas El primero subgnero de las letrillas presenta en El Parnaso espaol una distincin interna entre letrillas satricas, letrillas burlescas y letrillas lricas. Slo las primeras encuentran correspondencia con el contenido de la musa Terpscore, ya que, como advierte Gonzlez de Salas, las burlescas podran
130 Vanse las pginas en que Mara Jos Alonso Veloso (Tradicin e ingenio en las letrillas, ob. cit., pp. 30-39) desgrana la relacin con Ripa. 131 El texto es el siguiente: Nec aliter cantiunculae et saltationes animo et una corpori subveniunt, aegritudinesque medicantur. Una exercent et recreant, ad dum melos demulcet, fallitur labor. Puede tratarse del pasaje en el que Licino al comienzo de la obra trata de persuadir a Cratn de las bondades de la danza (Luciano, Sobre la danza, Obras, Madrid, Biblioteca Clsica Gredos, 1990, vol. III, p. 49). Sobre el poder curativo (para cuerpo y espritu) de la danza, lase la Ilustracin al libro de la Potica de Aristteles del propio Gonzlez de Salas (Madrid, Murcia de la Llana, 1633, p. 118). LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 97
formar parte de la musa Tala, y que la mayora de las lricas podra consonar con la musa amorosa. El nexo de unin se sita en el tipo de composicin mtrica, a modo de glosa de un estribillo que, a su vez, probablemente lleve aparejado un acompaamiento musical, como, por otra parte, parece signo de todos los subgneros reunidos en esta musa. Aunque todas las musas en mayor o menor medida participan de este carcter, la musa Terpscore confina de modo ms propio con la esencia musical y teatral del origen de la poesa.
LETRILLAS SATRICAS
Las letrillas satricas se centran en dos temas principales, con motivos y submotivos variados: por un lado, la stira de oficios o de estados, y, por otro lado, la stira contra mulieres. La primera, presentada, como suele ser habitual, en forma de conjunto acumulativo de figuras prototpicas; la segunda, bajo la comn concepcin de un tambin prototipo de mujer como trastornadora de voluntades, capaz de desordenar el apetito de los hombres por dinero. Los temas de las letrillas satricas de Quevedo engarzan con la stira de estados que procede de la tradicin epigramtica, sea esta latina o griega, y de la tradicin medieval cuya manifestacin ms conocida es la de las danzas de la muerte, pero tambin presente en las manifestaciones carnavalescas de mscaras y caricaturas. Las profesiones de mdicos, letrados, pasteleros, taberneros, jueces, prestamistas (de origen extranjero) constituyen el blanco de sus censuras, al lado de incursiones ocasionales sobre la sombra permanente del adulterio o de la mujer que engaa a cambio de dinero. Las composiciones Sin ser juez de la pelota o Santo silencio profeso enumeran varios de esos tipos en forma de desfile con pretensin de desorden: Sin ser juez de la pelota juzgar las faltas me agrada () La otra loca perenal se precia, envuelta en andrajos, de tener mejores bajos que la Capilla Real. De piernas es su caudal; toda es piernas, como nuez; blanca con fondos en pez y las faciones curtidas () El doctor en medicina ms experto y ms bizarro, es de condicin de carro, que si no le untis, rechina () Fuerza es que en su mujer vea el maridillo postizo que el vestido que l no hizo otro se lo hizo hacer (1-50) Santo silencio profeso: no quiero, amigos, hablar; pues vemos que por callar a nadie se hizo proceso. () MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 98 Que piquen con buen concierto al caballo ms altivo picadores, si est vivo, pasteleros, si est muerto () Que por buscar pareceres revuelvan muy desvelados los Brtulos los letrados () (1-30) En Yo, que nunca s callar la invectiva se ampla con un exhaustivo repaso a mdicos homicidas, 132 taberneros de excesivo celo aguador, calvos remendados, pasteleros de delincuentes descuartizados, madres alcahuetas, viejos teidos, o escribanos que cobran con las culpas del prjimo: Yo, que nunca s callar () a todos quiero contar cierto secreto que o () Yo conozco caballero que entinta el cabello en vano, y, por no parecer cano, quiere parecer tintero () Invisible viene a ser por su pluma y por su mano cualquier maldito escribano () Maridillo hay que retrata los cuchillos verdaderos () Y afirman, en conclusin, de los oficios que canto, que ya no hay oficio santo sino el de la Inquisicin; quien no es ladrillo, es ladrn, toda mi vida lo o. Mas no ha de salir de aqu (1-7 y 44-71) En todos estos poemas se repite como una frmula casi genrica la decisin de no callar, de decir, aunque sea con la expresin irnica de este ltimo verso. La revelacin de las verdades constituye el punto de arranque y, desde un punto de vista pragmtico, la justificacin de todas estas composiciones. De todas ellas, quiz la letrilla Las cuerdas de mi instrumento sea la que mejor representa esa condicin: Las cuerdas de mi instrumento ya son, en mis soledades, locas en decir verdades, con voces de mi tormento; () De las damas has de hallar () ser de solimn las caras () Dase al diablo, por no dar el avaro al alto o bajo () Coche de grandeza brava trae con suma bizarra
132 Sobre este oficio y su incidencia en la stira de tipos sociales en la obra de Quevedo, vase el trabajo de Ren Qurillacq, "Quevedo y los mdicos: Stira y realidad." Cuadernos Hispanoamericanos 428 (1986), pp. 55-66. LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 99
el hombre que an no lo oa sino cuando regoldaba () Mujer casta es por mil modos la que la hace con todos. El zaherimiento de las falsas apariencias que recorre esta descripcin satrica encuentra en la letrilla Deseado he desde nio un espacio an ms extendido; la mayor parte del mundo de engaos comparece delante de los ojos de sus lectores en una enumeracin rpida, de una sola pincelada, sin demora en los detalles, prxima a la configuracin de un cierto caos: Deseado he desde nio, y antes, si puede ser antes, ver un mdico sin guantes y un abogado lampio; un poeta con alio, un romance sin orillas, un sayn con pantorrillas, un criollo liberal. () El vejete palabrero que, a poder de letuario, acostndose canario se nos levanta jilguero () Con ms barbas que desvelos, el letrado cazapuestos () Cura gracioso y parlando sus vecinas el doctor () El signo del escribano () Pastelerito novel que, sin murmurar excesos, nos desentierras los huesos y eres cuaresma en carnal. Los extranjeros (los banqueros genoveses, en particular, probablemente alrededor de un periodo en que stos encarnaban el poder financiero) tambin son motivo de la diatriba contra el dinero en Oyente, si t me ayudas: Oyente, si t me ayudas con tu malicia y tu risa, verdades dir en camisa, poco menos que desnudas () Slo hallo una invencin para tener los dineros, que es no tener extranjeros () Ms vale para la rueda que mueve los intereses, el bajar los ginoveses () La crtica social, no obstante, contra el extranjero muestra en la letrilla El que si ayer se muriera una expresin ms precisa, de indiscutible componente antijudaico, pues lo sita en pleno ascenso en la escala social dominada por el criterio diferenciador de la posesin de capitales: Alguno vi que suba, que no alcanzaba anteayer MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 100 ramo de quien descender, sino el de su picarda. Y he visto sangre juda hacerla el mucho caudal () clara ya su vena oscura (26-33) La stira contra mulieres constituye el otro gran tema de esta primera parte de poemas contra figuras sociales. Sabed, vecinas, escrita con la voz de la propia mujer, es un ejemplo muy evidente, ya que de forma exclusiva se centra en los tpicos de la invectiva misgina; de la comparacin entre gallinas y mujeres surgen las pullas sobre su infidelidad o su avidez por el dinero: Vinense a diferenciar la gallina y la mujer, en que ellas saben poner, nosotras slo quitar. () Docientas gallinas hallo yo con un gallo contentas; mas, si nuestros gallos cuentas, mil que den son nuestro gallo. (5-16) Como tambin ocurre en Prendernte, si te tapas, donde los hombres se convierten en cornudos: Por qu tu cara solapas y la luz del sol te ofende? () Mil recoletas hay ya y pecadoras del pao, porque le quitan hogao la seda a la que se da () Tendr la del maridillo, si en disimular es diestro, al marido por cabestro y al galn por cabestrillo. (6-23) Las composiciones Opilse, en conclusin, Si la prosa que gast y Del dinero que pidi completan esta stira desde la perspectiva singular de una voz potica que protagoniza los agravios de las mujeres. Si en las anteriores una tercera persona zahera la condicin femenina, en estas la concrecin es mayor, con una ancdota determinada: Anda por sanarse a s, y anda por dejarme en cueros; toma acero y muestra aceros de no dejar blanca en m. Mi bolsa peligra aqu, ya en la postrer boqueada; la suya, nunca cerrada para chupar el tesoro de mi florido dinero (16-24) Ya no he de dar, si no fuere al diablo, a quien me pidiere; que, tras la burla pasada, LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 101
solamente un dar me agrada, que es el dar en no dar nada (7-11) Del dinero que pidi a la que adorando ests, las nuevas la llevars, pero los talegos no. Di que doy en no dar yo. (4-9) Las palabras de la propia mujer tambin pueden ser vehculo de la stira, entendida de forma oblicua, como sucede en Toda bolsa que me ve, sin que falten en ella las alusiones a otros mbitos de la burla quevediana, como la del genovs: Y si pido de improviso la tela o el ormes, mejor me parece a m galapago que Narciso. Yo no quiero al ginovs que con fama cumple ya; pues ms vale, si l no da, sin fama algn holands (12-19) Otro tema importante en las letrillas satricas es la denuncia del poder del dinero, capaz de subvertir la escala de valores sociales. De tradicin muy frtil en la literatura medieval, la vituperatio del dinero contiene elementos muy conocidos, sobre todo, relacionados con el topos del mundo al revs que contribuye a condicionar. Las letrillas Madre, yo al oro me humillo y Pues amarga la verdad, en este sentido, son paradigmticas: el dinero pervierte a los hombres, pero, sobre todo, socava los privilegios de clase al proporcionar naturaleza noble a quien lo posee aunque su cuna lo desmienta: Madre, yo al oro me humillo; l es mi amante y mi amado () Es galn y es como un oro, tiene quebrado el color, persona de gran valor, tan cristiano como moro. Pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don Dinero () Y pues es quien hace iguales al duque y al ganadero () (1-2 y 19-32) Quin hace al tuerto galn y prudente al sin consejo? Quin al avariento viejo le sirve de ro Jordn? Quin hace de piedras pan, sin ser el Dios verdadero? El dinero. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 102 Quin con su fiereza espanta el cetro y corona al rey? Quin, careciendo de ley, merece nombre de santa? Quin con la humildad levanta a los cielos la cabeza? La pobreza (9-22) En ambos casos, la recepcin quevediana ha resuelto colocar ambas composiciones en el centro mismo de su canon potico. Los manuales coinciden en alumbrar estas composiciones como significativas de Quevedo, del siglo XVII, de la Espaa decadente de los Austrias y, de paso, como smbolos de un pas en crisis. En este contexto, no dejan de ser dos ms de los denuestos contra un status social insatisfactorio, tal vez observado desde una ptica muy particular. En el contexto histrico en que se trata de comprender el pasado, sus formulaciones, simples y esquemticas, acaban por ofrecernos materia perfecta para el ejemplo y la autoridad de nuestras presunciones. Dentro de este grupo de letrillas satricas llaman la atencin, por lo singular, dos composiciones que se plantean como una breve relacin picaresca, en la que se pueden hallar los temas de la gula o la lujuria, entremezclados con una declaracin amoral de intenciones donde la conquista de dinero se convierte en ley. Despus que de puro viejo y Fui bueno, no fui premiado se fundamentan en esa enunciacin cnica, planteada como alabanza inversa de un cdigo ms o menos ortodoxo: Entre nobles no me encojo, que, segn dice una ley, si es de buena sangre el rey, es de tan buena su piojo. () Ms estimo un dan que un don; y es mi fuerza y vigor tanto, que un testimonio levanto, aunque pese ms que plomo. Yo me soy el rey Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como. (39-50) Dicen que soy temporal, si al poderoso me humillo; si con l me muestro igual, viene a ser mayor el mal de presumir competillo. Si al hablarle me arrodillo, me rie y lo llama exceso; si derecho le hablo y tieso, oye y no me puede ver. sta es la justicia que mandan hacer. (58-68) Tambin se dan cabida en estas letrillas a burlas ms especficas contra prototipos ms definidos: es el caso de Ha de espantar las estrellas, dedicada a un corredor de caas, cuya fisonoma motiva la etopeya burlesca: LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 103
Parece, si no me engaa la vista con algn velo, ms sanguijuela en anzuelo que pescador con la caa () Honrar tiene las dos villas; todo el mundo se prevenga, pues cuando caas no tenga no le han de faltar canillas. (75-86) Stira de estados, stira contra mulieres, denuncia del poder subversivo de la posesin de riquezas, la enunciacin de un pcaro, o la descripcin ocasional de un corredor de caas componen el conjunto de las letrillas satricas. Los lmites de sus condenas estn muy claross; extraer conclusiones sobre los temas criticados conduce a las conjeturas. Hace tiempo que Robert Jammes, en su contraposicin con Gngora, alumbr una frtil hiptesis sobre las obsesiones quevedianas: la repeticin de ciertos motivos convierten a Quevedo en un poeta aristocrtico, que mira ciertos tipos sociales y no otros. No aade un pice su visin de estos tipos a la tradicin satrica en la que se incluye, pero su seleccin y su reiteracin permite analizar el componente ideolgico de sus planteamientos. En esta cuestin el debate se establece entre quienes prefieren ver en Quevedo la prolongacin de una larga tradicin literaria y quienes sostienen que esa imitacin posee caractersticas singulares propiciadas por el ngulo poltico y social de su mirada. Los primeros se conforman con el valet de tal afinidad genrica, mientras entre los segundos se impone una nueva preocupacin: averiguar cul es ese ngulo que dibuja su pensamiento. En este caso, el anlisis repara en que la diatriba contra estados no es completa y que abundan ms unos oficios que otros: ms profesiones liberales, urbanas y mercantiles que otras; y, dentro de ellas, los niveles inferiores de sus correspondientes jerarquas. El denuesto de extranjeros (genoveses) puede resultar coyuntural, pero puede probar al tiempo una inquina contra la usura o el prstamo de orden quiz ms profundo. La reiterada stira contra las formas del adulterio, en especial del marido que lo consiente a cambio de dinero (que prostituye, en fin, a su propia mujer) o contra la mujer que slo cavila sobre la ganancia econmica tambin supone, dentro de las posibilidades que ofrece la stira contra las mujeres y contra las distintas situaciones del matrimonio, una visin parcial de esta clase de inventio. Aristocratismo, xenofobia o misoginia son palabras muy utilizadas en la crtica quevediana: son palabras mayores, que constituyen el final de un anlisis de estas caractersticas. Aqu reside uno de los riesgos de estos estudios: entre la complacencia que surge de quien somete todo a un mero traslado de la tradicin y el nominalismo etiquetador del que lee estos poemas con arreglo a un marcado carcter xenfobo o misgino, intrnseco al autor (y tal vez posible), median otras opciones hermenuticas: la tradicin literaria tambin es aristocrtica, xenfoba o misgina; Quevedo presenta fobias y filias que pueden obedecer a su pensamiento poltico, pero tambin a otros impulsos ms personales, por supuesto, incgnitos; o en una misma letrilla se pueden calibrar varias perspectivas, desde el apego ms elemental a la tradicin satrica hasta el guio personalsimo de su (si se admite) reconocible ideologa. No se agotan aqu las MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 104 posibilidades, pero permiten crear una frmula epistemolgica abierta para comprender en varios terrenos las dimensiones de sus poemas satricos.
LETRILLAS BURLESCAS
Tras las letrillas satricas se incluyen las cinco letrillas burlescas. Las cuatro primeras letrillas burlescas se pueden ver de forma circular, tal y como sugiere Mara Jos Alonso, como una serie: un yo potico se dirige a la doncella que pretende su dinero, con el fin de advertirle que sabe de sus intenciones materiales, Mosca muerta pareca tu codicia, cuando hablabas, y eras araa que andabas tras la pobre mosca ma. (25-28) Contina con un dilogo entre un galn-pretendiente y la dama que inspira su amor, Galn: De oro tus cabellos son, rica ocupacin del viento. Dama: Pues a sesenta por ciento dar cada repeln. () Galn: Oro que codicia el alba vendes por cosa del suelo? Dama: Pgame t en plata el pelo, que yo me quedar calva (5-24) Galn: Si queris alma, Leonor, daros el alma confo. Dama: Jess, qu gran desvaro! Dinero ser mejor () Galn: No basta el alma y la fe en trueco de acariciarme? Dama: Podr della sustentarme? (1-13), para acabar con la comprobacin de que el amor no puede vencer al dinero de otro hombre que procura sus servicios: Con bien diferente halago nos escribe, a lo modorro, a m las cartas de horro, a l las cartas de pago. Cul tendr ms opinin con ella en la poesa, yo con una letra ma, y l con dos de Bizanzn? La letra de cambio traga: no escucha la que yo llevo. Yo la quiero como debo, y un ginovs como paga (17-28) LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 105
El quinto poema, puesto en boca de un mosquito enfrentado a una rana, recrea la antigua querella o disputatio, de orden entre serio y pardico, del mundo medieval entre el vino y el agua. Quevedo recoge ese mismo espritu goliardesco de la razn medieval para proponer la victoria del borracho sobre la moderacin de las costumbres: Qu tienes t que tratar, grito de cienos y lodos, pues tragndome a m todos, nadie te puede tragar? Cantora de muladar, yo soy luquete bendito. Dijo a la rana el mosquito desde una tinaja: Mejor es morir en el vino que vivir en el agua (35-44) Las letrillas burlescas, pues, tienden a una unidad temtica: las cuatro primeras, dentro de las stiras contra la venalidad de las mujeres, con la avaricia como principal motivo literario, en el que el propio lenguaje petrarquista es usurpado para contraponerlo a la avidez prctica de riquezas. Cmo la podr agradar los deseos avarientos, si voy a contarla cuentos, y l da cuentos a contar? l da joyas, yo billetes: y andamos por los lugares, l con dares y tomares, yo con dimes y diretes (41-48) GALN: Y es poco daros, Leonor, si todo el alma os confo? DAMA: Jess, qu gran desvaro! Dinero fuera mejor. (17-20) La pendencia entre mosquito y rana disuena en este grupo, pero burlesca es su naturaleza: mejor acomodo que este conjunto difcilmente podra encontrarse.
LETRILLAS LRICAS
Las tres letrillas lricas de Quevedo proponen como vnculo fundamental la utilizacin de la naturaleza como objeto (bien como tema, bien como escenario) de sus versos, con diferente propsito. De los elementos de la naturaleza ideal, construida y reedificada a cada instante por la literatura occidental a partir del locus amoenus, el jilguero es el elegido en la descripcin: el poema Flor que cantas, flor que vuelas, con los ecos gongorinos que el lector pueda creer ver por la afinidad temtica y las expresiones conceptistas, 133 as lo plantea:
133 En especial la metfora cantor ramillete o lira de pluma volante, que parece remitir a Marino y que tanto Gngora como Quevedo desarrollan con diversas frmulas elocutivas. Vase para ello el poema gongorino No todas las voces ledas: sirenas con MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 106 En un tomo de pluma cmo tal concento cabe? Cmo se esconde en una ave cuanto el contrapunto suma? Qu dolor hay que presuma tanto mal de su rigor, que no suspenda el dolor al Iris breve que canta, llena tan chica garganta de orfeos y de vigelas? (25-34) O, como ocurre en la continuada recreacin humanista del tpico ausoniano de la elega de rosis nascentibus, en el poema Rosal, menos presuncin, en el que se ofrece, en frmula pictrica de bodegn, la frgil imagen de la rosa como smbolo del efmero trnsito de la vida: De qu sirve presumir, rosal, de buen parecer, si an no acabas de nacer cuando empiezas a morir? () Rosal, menos presuncin donde estn las clavellinas, pues sern maana espinas las que agora rosas son. (5-18) Es inevitable que en estas composiciones lricas se deslice, si no los propios temas amorosos, s el lenguaje propio del discurso amoroso, conforme a los tpicos enraizados en la tradicin petrarquista y cancioneril, como los del fuego que abrasa a los amantes, bien visible en la letrilla Que un corazn lastimado, Que est ardiendo en rayos rojos y en vivo llanto deshecho; que, estando abrasado el pecho, agua derramen mis ojos; que maltrate sus despojos quien venci con tanta gloria; que en despreciar su victoria muestre todo su poder: qu puede ser? (20-28) Los juegos de palabras, en forma de paronomasias, o los silogismos propios del lenguaje potico corts parecen preferir el acomodo mtrico de las letrillas, como una probable reminiscencia del lugar que previamente ocupaban: Que me llamen sin ventura es lo que ms he sentido, habiendo yo merecido penar por tanta hermosura; que llamen mi amor locura, porque amo sin esperar,
plumas o violn que vuela son sus metforas. Vase el trabajo de Hans Frnkel, "Quevedo's Letrilla, 'Flor que cantas, flor que vuelas.'" Romance Philology 6 (1952-53), pp. 259-64. LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 107
sabiendo que es agraviar Esperar sin merecer, qu puede ser? (29-37) Estas letrillas lricas cierran esta breve coleccin de poemas que atienden distintas tradiciones bajo un mismo modelo mtrico. Las satricas, ms clebres y ms difundidas, recurren al tema de la stira de estados y a la reiterada burla contra mujeres. El locutor potico suele estar, en apariencia, por encima de los personajes zaheridos, a los que somete a un examen, entre jocoso y recriminatorio, de su conducta. Las burlescas comparten con stas la utilizacin de las mujeres como objeto y destinatario de los vejmenes, pero la voz que enuncia sus censuras forma parte de ese mundo denigrado: adopta una perspectiva apicarada fronteriza con la que se puede ver en las jcaras. Las diferencias en el uso de ciertos vocablos distancian ambas especies de letrillas, pero esta cuestin no est completamente resuelta a la vista de las intervenciones y comentarios del editor de las obras, que parece determinar las restricciones del decoro. Finalmente, las letrillas lricas, de escasa representacin, aparecen por exclusiva razn mtrica, pues los temas apenas presentan elementos en comn. Jcaras Las quince jcaras que figuran en el Parnaso se organizan por afinidades entre las composiciones, pero no con un sentido general previo. De distinta cronologa y de diferentes personajes, se publican siguiendo un muy posible orden de semejanza. El poema que da comienzo a este pequeo conjunto, la jcara del Escarramn, Ya est guardado en la trena, sirve de reconocimiento del carcter inaugural de este especial subgnero del siglo XVII. 134 Jos Manuel Blecua la consider composicin muy temprana y de enorme xito en los aos de su redaccin, entre 1610 y 1612, ya que tal clebre jcara figura vuelta a lo divino en el raro libro de Gaspar Serato titulado Relacin berdadera que se sac del libro donde estn escritos los milagros de Nuestra Seora de la Caridad de San Lcar de Barrameda. Tampoco debe olvidarse el entrems de Cervantes, El rufin viudo llamado Trampagos, en el que los personajes aluden al mismsimo protagonista. El propio Gonzlez de Salas, que ya en los preliminares haba proclamado la autoridad quevediana en el origen de esta especie potica, declara la preminencia de este poema en la tradicin de jcaras: dispnsese aqu la vulgaridad de este romance por la anterioridad suya de primero () a todos los muchos que de ese genio, escritos ans ingeniosamente de tantos buenos poetas, han despus solicitado su imitacin. Las mltiples versiones de esta composicin con variantes sustanciales (de tal calibre que parecen poemas distintos, reescritos para cada ocasin) son evidentes pruebas de la condicin fundacional de estas composiciones. 135
134 Una sntesis esclarecedora sobre la importancia de Quevedo en la gnesis, desarrollo e incluso desaparicin de este subgnero se halla en el trabajo de Mara Jos Alonso Veloso, Tradicin e ingenio en las letrillas, ob. cit., pp. 77-93. 135 Eugenio Asensio seala: Tras la sonada jcara de Quevedo fue cuando Escarramn se incorpor al Olimpo de la germana, tanto que mal se comprenda un inventario de las MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 108 Contada esta jcara-presentacin, las cuatro primeras composiciones muestran el fundamento del subgnero: el modelo de la epstola pardica, la llamada carta jocosa. A travs de esta frmula se dan a conocer las peripecias del jaque Escarramn y de la Mndez, de la Perala y del Lampuga, a modo de unas Heroidas contrahechas para la burla: Si tienes honra, la Mndez, si me tienes voluntad, forzosa ocasin es sta en que lo puedes mostrar (97-100) Por matar la sed te has muerto; ms valiera, Escarramn, por no pasar esos tragos, dejar otros de pasar (9-12) Todo se sabe, Lampuga; que ha dado en chismoso el diablo, y entre jayanes y marcas nunca ha habido secretario (1-4) All va en letra Lampuga; recgele, la Peral; guarde el Seor tus espaldas, y mi garganta San Blas. (1-4) La perpectiva narrativa es la del protagonista, lo que permite el empleo consecuente de voces de germana y la acreditacin verosmil de una vida infame. En la primera de las jcaras, narrada desde la crcel, Escarramn cuenta su apresamiento, en plena borrachera, y describe la vida en la trena, con pormenores especiales de los azotes y de la pena de galeote que le espera: No hubo en todos los cientos azote que echar a mal; pero a traicin me los dieron: no me pueden agraviar. Porque el pregn se entendiera con voz de ms claridad, trujeron por pregonero las sirenas de la mar. Invanme por diez aos (sabe Dios quin los ver!) a que, dndola de palos, agravie toda la mar. Para batidor del agua dicen que me llevarn y a ser de tanta sardina sacudidor y batn. (85-96) La carta es contestada por la Mndez en Con un menino del padre, en una clara prolongacin narrativa, punto por punto (detencin, compaeros de
glorias y miserias de la jacarandina sevillana sin la presencia de su hroe danzado y cantado (Itinerario del entrems, Madrid, Gredos, 1971, p. 91). LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 109
celda, azotes, galeras y el requerimiento de contribucin como iza) de la vida de estos miembros eminentes de la germana: Si por un chirlo tan slo ciento el verdugo te da, en el dar ciento por uno parecido a Dios ser. Si tantos verdugos catas, sin duda que te querrn las damas por verdugado y las izas por rufin.() Por buen supuesto te tienen pues te envan a bogar; ropa y plaza tienes cierta y a subir empezars. (21-28; 37-40) El lector, o espectador, no puede sorprenderse de sus cuitas y s rerse de las formas empleadas para contarlas. En este punto, las peripecias y los lugares donde se desarrollan son bien limitados (borrachera, taberna, delito, crcel, castigos, galeras, comercio carnal, prostbulo), pero abren al que escucha un universo degradado en el que manifesta de forma implcita su superioridad moral y social. La risa que puede emanar de la narracin de un condenado se debe en buena parte a que ese bajo mundo aparece contemplado desde arriba por unos espectadores que muestran as la barrera que les separa. El antihroe de la jacarandina aparece as burlescamente mitificado por unos espectadores ajenos a su mundo. As ocurre en las cartas de la Peral, que le cuenta a Lampuga sus varios devaneos carnales, Todo se sabe, Lampuga, y en la carta de contestacin de ste, All va en letra Lampuga, en la que detalla con precisin los azotes y los trabajos de las gurapas: En la feria de Torrijos me empe con un mulato corchete fondos en zurdo, barba y bigotes de ganchos. En cas del padre nos fuimos por no escandalizar tanto y porque quien honra al padre diz que vive muchos aos. A soplos, como candil, muri el malaventurado, porque se hall cierta joya antes de perderla el amo. Diole, en llegando a Madrid, pujamiento de escribanos, y muri de mala gana de una esquinencia de esparto. (23-38) Luego el rigor de justicia me hizo ruido detrs; asentbanme un capelo, y alzbase un cardenal. Calentbase el azote en las costillas de Blas, MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 110 y pasaba de las mas a la giba de Mochal. () Hanse servido de darme ministerio de humedad, donde empujando maderos soy escribano naval. (29-36; 57-60) Las siguientes dos jcaras, Mancebitos de la carda y All vas, jacarandina, que, en el modo narrativo de desventuras y penalidades continan los ecos de las anteriores. Presentan entre s notables concomitancias en lo que se refiere a la recreacin impropia de tpicos petrarquistas en pleno ambiente prostibulario. El encarecimiento de la belleza de sus trongas con el vocabulario amoroso corts disuena en la localizacin vulgar de sus vidas: Para matar, con mirarla, muertes y heridas me sobran, y de rayos, como nube, me da municin su cofia. De perlas y de rubes tengo un tesoro en su boca, y con la plata del cuello dar al Potos limosna (53-60) Que son todas las estrellas aprendices de sus ojos; pues para estudiar sus rayos, gastan muy duro rescoldo () Al oro de su cabello pidi limosna el de Colcos, y Tbar, envergonzante, troc a sus hebras su polvo (33-41) La narracin en primera persona, en forma de misiva, que predomina en estas composiciones se conserva en las dos jcaras sucesivas: En casa de las sardinas y Zampuzado en un banasto. La primera, aunque comenzada en tercera persona, permite al protagonista, el galeote Montilla, relatar su vida delincuente, tambin con parecida estructura epistolar y, sobre todo, con la reminiscencia picaresca de la justificacin final de una vida, contemplada desde su provisional trmino, en la que no faltan las conexiones obvias con su Buscn: Ponce se llam mi padre, y los muchachos lo Ponce lo juntaron a Pilatos, echndolo yo a Leones. En naciendo me inclin a ser portero de cofres, llavero de cerraduras, de bolsas y joyas corte. (33-44) El modelo de carta jocosa se aprecia mejor en la otra composicin, donde el propio bravo procura contar su propia vida, y la de otros jaques como l, a la Cardonga: Yo, que fui norte de guros, enseando a navegar LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 111
a las godeas en ansias, a los buzos en afn, enmoheciendo mi vida, vivo en esta oscuridad, monje de zaquizames, ermitao de un desvn. Un abanico de culpas fue principio de mi mal; un letrado de lo caro, grullo de la puridad. (9-20) El relato jocoso de los rufianes en primera persona, presente de manera ejemplar en la jcara Aasco, el de Talavera, permite otras posibilidades, como la relacin en forma de catlogo de las prostitutas y la inclusin, un tanto inslita y siempre impropia, de reflexiones melanclicas del protagonista sobre su pasado definitivamente perdido, a la manera de un ubi sunt desubicado en una manceba: Qu se hizo tanto padre de solo apuntados hijos? Dnde fue el pecar a bulto, si ms fcil, menos rico? (49-52) Estas siete jcaras contienen una afinidad muy notable, que se disuelve en las otras ocho. Segn Mara Jos Alonso, la subjetividad de las abundantes narraciones en primera persona, orales o como emulacin de una misiva, deja paso al trazado de estampas de la vida cotidiana de los hampones. Salvo en dos composiciones, Con mil honras, vive cribas!, y Embarazada me tienen, el resto est presentado desde una tercera persona, en forma de retrato del ambiente hampesco. En estas excepciones se perpetuan las autobiografas de delincuentes, con la novedad, en la primera composicin, de que la voz desde la trena es femenina, como en las anteriores con la Mndez y la Perala: Casme con un mulato, que fue la fama de Ronda: tener marido de estraza no s yo para qu estorba (61-64) y en la segunda, el rufo Mojagn, tambin desde la crcel, glosa sus afectos y la hermosura de su iza, con la consiguiente parodia del petrarquismo: Si pudiera ver el sol, viera brizna de tu cofia, la brjula de tus ojos, que dos firmamentos forman. Tienes a Coln por risa, pues que descubre tu boca la margarita y las Indias, perlas, rubes y aljfar. (13-20) En otras jcaras, como en A la orilla de un pellejo y en A la salud de las marcas, se describen pendencias de jaques embriagados, presentadas en forma de duelos picos transmutados en el fondo en desafos zafios con estrategias de alta esgrima. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 112 Los dos se hicieron atrs, y las capas se revuelven: sacaron a relucir las espadas, hechas sierpes. Mascaraque es Angulema, cientfico, y Arquimedes, y ms amigo de atajos que las mulas de alquileres. Zamborondn, que de lneas ninguna palabra entiende, y esgrime a lo colchonero, Euclides de mantinientes, desatando torbellinos de tajos y de reveses, le rasg en la jeta un palmo, le cort en la cholla un jeme. (77-92) Andresillo, la del Cid, de las alforjas, sacando, hubo de haber la que llaman una de todos los diablos; porque Ganchoso, hecho un perro, desabrigando el sobaco, le tir dos tarascadas al cofre de lo mazcado. (77-84) O, como en el caso de Contando estaba las caas, en el que por boca de Magan el de Valencia, se cuentan, con pinceladas gruesas y burdas, los sucesos histricos de la presencia en Madrid del prncipe de Gales: Los precursores ancianos a Filipo hicieron seas, y de dos hierros que vibra, dos mundos, que pisa, tiemblan. La Reina se levant; en pie se puso la esfera, y al firmamento siguieron imgenes y planetas. (77-84) La estampa del delincuente alcanza su mayor nfasis cuando el jaque se halla con un pie en el estribo de la muerte. En la jcara Descosido tiene el cuerpo se desarrollan los tpicos sobre la moral de los rufianes: la liviandad de sus creencias, sus excesos con la bebida, el desprecio de los mdicos y escribanos y, sobre todo, la soberbia, bajo especie de temeridad, frente a la muerte. Los ecos del ajusticiamiento del padre de Pablos en el Buscn resuenan en estos versos de apologa de la vida rufianesca: Descosido tiene el cuerpo a jiferadas Gorgolla, muy cerca de ensabanar sus bienes y su persona () Pesia al hgado que tengo, eso me dice con sorna? Morir de tres pualadas LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 113
es muertecita de mosca. Digo que no vengo en ello, ni es mi gusto ni mi honra; apelo para un milagro; la medicina sea sorda (1-4, 13-20) Estas quince jcaras se presentan como un relato ms o menos pormenorizado de la vida y hazaas de estos delincuentes, expuesto mientras cumplen condena desde una celda de la crcel o desde las galeras del barco. El modelo epistolar es predominante, ya que permite en todo caso ofrecer la narracin como de primera persona: la ms que probable dramatizacin de estos textos explica el molde empleado. Las voces de daifas y rufos modulan la pintura del ambiente mientras recorren sus propias vidas con un deje de burlesca nostalgia. Sean analepsis de sus vidas o dibujos forzados del colegio germanesco, estos discursos contienen catlogos y relatorios de un espacio social definido, reconocido por sus lectores como materia risible y objeto de chanza. La parodia del lenguaje petrarquista para exaltar la belleza de las trongas o del lenguaje empleado por los bravos en los desafos de espada, as como la impropiedad que supone ubicar en los lupanares pretensiones melanclicas de un tiempo mejor aaden componentes jocosos a estos versos. Las jcaras de Quevedo suponen en su constitucin, sus formas y en su reconocimiento pblico con xito e imitacin, un autntico subgnero potico, cuyas frmulas, advertidas por Quevedo entre la tradicin picaresca y la misiva pardica de hroes y situadas en el mbito extraado pero atractivo de la delincuencia, adquirieron rango literario a lo largo del siglo XVII a fuerza de emulacin e ingenio conceptista. 136
Bayles 137
Los diez bayles de esta musa mantienen con las jcaras una relacin muy estrecha, aunque en la disposicin se hallan diferencias que pueden determinar su naturaleza genrica. Salvo el primer bayle, que conserva buena parte de las caractersticas de la jcara, las dems composiciones tienden a conciliar en un mismo discurso tres aspectos: una somera introduccin narrativa, a modo de acotacin primaria; un dilogo entre los personajes, y un apartado de estribillos que probablemente reproducen las palabras que de forma conjunta todos los intrpretes cantan en forma de celebracin coral. Pierden, con respecto a las jcaras, la elaboracin narrativa e incluso la enunciacin subjetiva procedente del
136 Otras jcaras componen la obra quevediana. Una de ellas, Estbase el padre Ezquerra, que figrua en varios manuscritos, supone, como seala Antonio Carreira ("El conceptismo en las jcaras de Quevedo: Estbase el Padre Esquerra'." La Perinola 4 (2000), pp. 91-106), la culminacin del gnero. Carreira adems conjetura que su obscenidad bsica podra haber sido suficiente causa para que, si pertenece a Quevedo sea de los que don Jusepe confiesa haber expungido. La procacidad de los versos Volcla en el trincadero/ con furor paternidad,/descubrindola el bostezo/ que nos sorbe el orinal./ Mostraba aquel personaje/ por melena de alemn,/ de zurriagazos de pijas,/ desportillado el mear (53-60) parece avalar la hiptesis de Antonio Carreira. 137 Empleo el trmino con la y griega para denotar su carcter genrico. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 114 jaque o de la iza que relata su propia vida para dar paso a una mayor dramatizacin del discurso. El primer baile, Todo se lo muque el tiempo, es el que, desde un punto de vista estructural, guarda mayor parecido con las jcaras precedentes: la voz narrativa lamenta el final de una poca al tiempo que censura, al final de la composicin, el interesado amor de las mujeres, que, como se advierte en el resto de los bayles, constituir su tema principal: Reinando en Andaluca Butrn, el de Salamanca, so el poder de la Villodres, floreci el buen Marco Ocaa. Ms hombres asi que el vino; ms corri que las matracas; ms rob que la hermosura; ms pidi que las demandas. (17-24) Para ser mujer de prendas, toma prendas de valor, vida, y sete a las ramas: que prendas dineros son () Donosos y bien hablados, todo cuerpo bailador, gaste con otro las gracias y contigo el talegn. (181-4, 205-208) Ocurre algo semejante con Echando chispas de vino, cuya vinculacin con la jcara A la salud de las marcas, rotulada por el editor como Pendencia mosquito, parece diferir del resto de bayles: Echando chispas de vino, y con la sed borrascosa, lanzando en ojos de Yepes llamas del tinto de Coca, salen de blanco de Toro, hechos retos de Zamora, ceidas de Sahagn las cubas, que no las hojas, Mondoedo el de Jerez, tras Ganchoso el de Carmona () De la campaa los sacan, de donde se van agora a enterrar en la taberna ms cuerpos que en la perroquia (1-32) La pendencia entre borrachos o la narracin de la vida de un jaque constituyen los temas principales de las jcaras; el tema principal de los bayles es, sin duda, el de la mujer pidona, el de la codicia femenina, aplicada a las mujeres del ambiente prostibulario en el que tambin se mueven los personajes de estas composiciones. Parece constituir el tema casi exclusivo de los bayles, como se puede ver en Helas, helas por do vienen, cuyo pardico primer verso anticipa tambin el carcter metaliterario de estas composiciones. Este bayle, titulado Las valentonas y destreza, comienza con una disputa entre mujeres, a la manera de las LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 115
jcaras anteriores, y concluye con una apologa del dinero, entre cantos y bailes colectivos en los que no falta la ebriedad como desencadenante de la bacanal: Una rueda se hicieron; quin duda que de navajas? Los codos tiraron coces; azogronse las plantas; trastornronse los cuerpos, desgoznronse las arcas, los pies se volvieron locos, endiablronse las plantas. No suenan las castaetas, que, de puro grandes, ladran, mientras al son se concomen, aunque ellos piensan que bailan. (77-88) El bayle siguiente Juan Redondo est en gurapas se presenta como un dilogo de dos condenados a galera con dos mujeres: en l, los propios galeotes rememoran su vida al remo, mientras lamentan, de forma en ocasiones irnica, haberse dejado llevar por el delito. La segunda parte de la composicin constituye el propio baile, acompaado de msica. Estos versos, adornados por numerosos equvocos sobre la base de una analoga entre el remar y los embates sexuales, concluyen con un encomio al beneficio econmico de la prostitucin, presentado en forma de un carpe diem degradado, y con referencias geogrficas del negocio ultramarino de repetido sentido dilgico: Pquese ms la boga, que vamos dando caza, porque nos den cambrayes y diamantes y holandas. Un dadivoso siento soplar por las espaldas () Dadle todas las velas a quien da y a quien paga, y fltenle candiles a quien ahorra y guarda. () Haz tu curso, nia, si es que navegas; no de puerto en puerto, de puerta en puerta. De los mercaderes a los plateros, para sacar oros, echa tus ferros. (105-116, 137-144) El bayle Un licenciado fregn traslada el ambiente prostibulario a la ciudad de Salamanca y, con l, al mundo de los estudiantes, de los sopones. Dos parejas figuran en l, presentadas de forma casi independiente: dos estudiantes, ms preocupados por las mujeres, por la comida y por el vino, que por los estudios, y dos mujeres del oficio que los acompaan. Los cantos que se suceden, letrillas, segn se dice en el poema, presentan un marcado sabor goliardesco, pues, a la condicin estudiantil de sus protagonistas, hay que aadir la continuada apologa de los placeres de la comida (meln, sardinas, pan) y de la MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 116 bebida (el vino), entremezclado con insinuaciones lujuriosas, en un espacio tabernario muy reconocible, sin olvidar, en ese marco de indudable erotismo, el primer bayle de la gallega Catalina de Perales, lleno de fciles equvocos con la pulga como motivo sexual de amplsima tradicin literaria, incluso en mbitos cultos: Pulgas tengo, no hay dudar; y si me dejo picar, es de los que dan en dar y con dineros replican.() Los que a su olor desalados andan, como lisonjeros, son los que por sus dineros le han de comer a bocados. (53-56 y 133-136) En el poema En los bailes de esta casa salen tres mujeres a reivindicar su condicin de sacadoras, tal y como reza el ttulo, para que al final un bailarn le haga la rplica. La composicin se presenta dividida en cuatro bailes, uno por cada protagonista; aunque hay muchas versiones del poema, como en todos los casos, parece evidente que hay una alternancia de canciones en el interior del bayle, con frmulas de autorreferencia: 138
A sacar parto animosa con mil uas en dos manos; empezad, mis castaetas, a requebrar los ochavos. Ladrad aprisa al dinero, mis gozquecitos de palo, ladrad y morded rabiosos a las bolsas y a los gatos. () Ya que mis dos hermanitas a sacar se adelantaron, mientras os sacan las dos, yo, como indigna, os sonsaco. (4-12, 69-72) Las palabras del hombre al final aceptan con resignacin el poder de las mujeres para obtener de los hombres ganancia a cambio de amores: El quitarme el dinero y enamorarme no es matarme de amores, sino de hambre. Dame, dijo la nia, pidiendo en tiple; pero yo, por no darla, la di en el chiste. Bien sin alma quedas esta jornada, pues tras mi dinero se te va el alma. (113-124)
138 En la versin alternativa que publica Blecua se concluye con frmulas parecidas a las de la conclusin de las comedias: De las sonsaconas / el baile es ste,/ y sta es la costumbre / de sus tinientes. LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 117
El bayle El que cumple lo que manda lleva por ttulo Los nadadores. La escenografa, que se debe imaginar, contribuira al xito de su interpretacin, tal vez con una ligereza en las ropas que invitara a la rijosidad de los espectadores. La descripcin de la corte, puesta en boca de una mujer, 139 de nuevo interesada en el dinero, constituye el ncleo de la composicin, aunque lo que destaca de forma singular en este bayle es el juego de agudezas establecido a partir de la metaforizacin del mundo cortesano como un mar lleno de distintas clases de peces: En el mar de la Corte, en los golfos de chanzas, donde tocas y cintas disimulan escamas, es menester gran cuenta, porque a veces se atascan en enaguas y ovas nadadores de fama. Tiburn afeitado anda por esas plazas, armado sobre espinas, vestido sobre garras. Acustanse lampreas, sirenas se levantan; son mero en el estrado, son mielgas en la cama, ya congrio con guedejas, delfn con arracadas, que pronostican siempre al dinero borrascas. (13-32) El bayle, que, como en anteriores casos, parece contener varias partes, correspondientes a otras tantas msicas y probablemente a distintas voces que no se consignan en el texto escrito, concluye con una relacin de los diferentes hombres con quienes las mujeres pueden relacionarse, siempre con la mirada puesta en el beneficio que pueda extraerse de esas relaciones: La que nada con poeta, con mancebito veleta, bailarn de castaeta, godo y peto, y todo trazas, nadar con calabazas. La que nada con mirlados, carininfos y azufrados, necios, pobres y hinchados, no nada entre cuello y ligas: sa nada con vejigas. La que nada con pelones, y trueca dones en dones, el paseo por doblones,
139 La voz femenina permite el empleo pardico de la frmula de las cantigas de amigo de dirigirse a la madre para llorar sus penas: en este caso, para burlarse de los hombres. Los amores, madre, / son como gevos: / los pasados por agua / son los ms tiernos (57-60). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 118 la cadena por la soga, sa nadando se ahoga. (122-136) El bayle A las bodas de Merlo, titulado Boda de pordioseros, presenta notables variantes textuales. Desde una versin dramatizada, con numerosas indicaciones sobre entradas y salidas de personajes, que alternan con rapidez los versos, hasta una versin ms narrativa a cargo de una sola voz que concluye con las voces de los novios, se pueden observar los distintos estados de la transmisin de este bayle, con seguridad muy bien conocido en la poca. En la versin del Parnaso, el poema, ms narrativo, describe la llegada de los invitados a la boda de unos pobres, con esperado propsito denigratorio: Cuando por una calle el Manquillo de Ronda entr dando chillidos, recogiendo la mosca. () Con nios alquilados que de contino lloran a poder de pellizcos, por lastimar las bolsas, la taimada Gallega, ms bellaca que tonta, entr de casa en casa bribando la gallofa. (33-36 y 65-72) El modelo que se aprecia tras este poema es el de la relacin de sucesos solemnes: bodas, entierros, coronaciones. Quevedo invierte la gravedad de estilo con que se adorna la celebracin literaria de un episodio de esta naturaleza con la utilizacin de dos pordioseros como protagonistas de la boda y con la relacin del cortejo nupcial de pedigeos que concurren al evento. La naturaleza pardica de este bayle parece entreverse incluso en esa especie de epitalamio contrahecho que da fin al poema: 1 Que se gocen vustedes muchos aos, y que les d Dios hijos, si quisiere; y si ven que se tarda mucho en darlos, que, como se usa agora, los busque en otra parte la seora. 2 Sea para bien de todos los vecinos; y, si acaso pudieren, gcense por ah con quien quisieren. 3 De vuestedes veamos hijos de bendicin. 1 Son, si lo apuras, hijos de bendicin, hijos de curas. (101-112) El poema que aparece al final de esta coleccin de bayles, All va con un sombrero, titulado Las estafadoras, describe con detalle la figura prototpica de la pidona, con todos los rasgos de mujer fatal, capaz de condenar a los hombres a la locura amorosa por dinero: Va con pasos de pasin de crucificar amantes, y con donaires sayones LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 119
que los dineros taladren. El talle, de no dejar aun dineros en agraces En los ojos trae por nias dos mercaderes rapantes, que al Rico avariento cuentan en el infierno los reales. () Lleva en sus manos y dedos a todos los Doce Pares, Galaones por las uas, y por la palma Roldanes. Una pelota en su pala lleva, y escrito delante: Ha de quedar en pelota quien me dejare que saque. (5-16 y 21-28) Cuando la propia mujer canta al final de la composicin sobre este mismo tema repetitivo de la codicia femenina, su estribillo no deja lugar a dudas: Del uas abajo, quin se esconder? Del uas arriba no basta volar. Tan, tan, tan, tan; tan pobres los tiempos van, que piden y no nos dan: dan, dan, dan, dan. (45-56) El tema, por tanto, principal de este conjunto de bayles es el deseo irrefrenable de la mujer, -de la prostituta ms bien, para afinar la caracterizacin-, tal y como se plantea en estos poemas, por sonsacar a los hombres todo su dinero. Se ve en seis de estas composiciones de forma central y, de forma secundaria, pero indiscutible, en el resto de los poemas. Vara el ambiente: galera, mar, tabernas estudiantiles y siempre la calle por donde desfilan mujeres que hablan. El mundo prostibulario predomina y en l las canciones que hablan de su forma de vida. Es inevitable, no obstante, contemplar siempre estas composiciones como retablos de un mundo en movimiento, como si se tratara de pinturas de bacanales, plenas de ebriedad y de personajes dominados por las pasiones ms bajas. El ambiente orgistico, en el que, por supuesto, la msica interviene de forma fundamental, predomina en estas composiciones. No hay, salvo ocasionales excepciones, relatos del pasado, como en las jcaras: aparecen en un mismo escenario varios personajes, a modo de un protagonista colectivo, reunido por los movimientos del baile, el orden de la msica y los dilogos breves de rplicas y contrarrplicas sobre un tema nico y reiterado: el poder subversor del amor carnal, capaz de dominar a los hombres, y el del amor al dinero, capaz de determinar los actos de las mujeres que se erigen en centro y fin del ambiente dramatizado. Queda como colofn de este mbito el bayle Hoy la trompeta del Juicio, cuyo ttulo Cortes de los bailes muestra uno de los aspectos ms importantes de este gnero de poesa: la autorreferencialidad. Comparte con los anteriores el mismo retrato variado y colectivo del mundo delincuente, pero, en este caso, el MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 120 contenido de sus palabras es el propio mundo dramtico y musical del bayle. Los protagonistas del bayle hablan sobre los bayles, sobre las distintas modalidades del bayle, sobre los ritmos, tal vez gastados, necesitados de unos nuevos movimientos. Como se trata de la posible introduccin de novedades en los bayles, Quevedo comprende la escena como una convocatoria de cortes que someten a estudio el estado de los bayles: Hoy la trompeta del Juicio de los bailes de este mundo al Parlamento los llama que en Madrid celebra el Gusto. La Trpala y la Chacota, la Hrbora y el Remusgo, la Carcajada y el Vicio quieren varar el rumbo. Los padres del Regodeo, el bureo de los guros para remudar los bailes, convocan los reinos juntos. (1-12) () Estn ya nuestros meneos tan trados y tan sucios, que conviene que inventemos novedades de buen gusto. Los movimientos traviesos, estoy haciendo discurso, de quin los aprenderemos ms vivos y menos burdos? (1-4 y 109-116) Esta estructura permite la inclusin de los distintos tipos de bayle, en forma de bayle de bayles. No s si pretende con ello subrayar el estrecho margen del subgnero que, en un ltimo esfuerzo, se nutre con sus propios medios o si simplemente decide certificar el xito alcanzado por este gnero dramtico en las tablas de los corrales de comedia. En cualquier caso, parece rasgo reconocido de los bayles, as como de los entremeses y probablemente de las jcaras, la inclusin en sus versos de personajes de otros poemas, como si esos personajes tuvieran vida literaria propia ms all de los lmites de las composiciones que los citan. El caso de Escarramn es proverbial en ese sentido, ya que de personaje de entrems pasa a otros lugares, jcaras o bayles, prosa narrativa, incluso dentro del propio discurso literario quevediano. El poema reproduce las deliberaciones de una asamblea de bravos (uno de los esquemas reconocibles de la stira lucianesca que Quevedo emplear de modo ejemplar en La hora de todos), que se renen con el propsito de reformar los bayles. Los ecos de semejantes reuniones polticas con idnticas pretensiones reformistas, bien conocidas en los aos en que escribe estos poemas, aaden un guio irnico, indirecto, sin duda, a la realidad cortesana del momento. Lo interesante de este poema se halla en la autocita de otros pasajes quevedianos, en concreto de tres jcaras probablemente cantadas y reinterpretadas hasta la saciedad en estos aos, a las que ni el propio Quevedo podra sustraerse: Por Sevilla, Escarramn, muy atufado y muy turbio, con la Mndez a las ancas LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA 121
bailaron nuevos insultos. ESCARRAMN: Si tienes honra, la Mndez, si me tienes voluntad, forzosa ocasin es sta en que lo puedas mostrar. MNDEZ: Si te han de dar ms zotes sobre los que estn atrs, o estarn unos sobre otros o se habrn de hacer all. (61-72) Ya se salen de Alcal los tres de la vida airada, el uno es Antn de Utrilla, el otro Ribas se llama. En la venta de Viveros encontraron con sus marcas. All habl Marianilla como iza ms anciana. (89-96) Los versos puestos en boca de Escarramn proceden de la jcara Ya est guardado en la trena, de la epstola de Escarramn a la Mndez; los de la Mndez proceden de la misiva de contestacin de sta a Escarramn en la jcara Con un menino del padre y los ltimos, de la jcara publicada por Blecua que no aparece en el Parnaso y muy conocida en la poca Ya se salen de Alcal. Escarramn se convierte en el protagonista del bayle, a manera de homenaje, quien sugiere la idea, sin duda sarcstica, de que la nueva coreografa salga de la imitacin de los meneos que causan las cosquillas. La ltima parte de este bayle vuelve a mostrar la extraordinaria permeabilidad de estos subgneros dramticos capaces de transgredir, con el humor y la complicidad del espectador participativo, la propia literatura para incorporar como objeto las propias circunstancias de la representacin que se confunden con el propio sentido del texto. 140
El grupo de bayles incluido en el Parnaso, diez piezas en versiones mltiples, conforma una seleccin ejemplar de un subgnero dramtico de gran xito en el siglo XVII. Las numerosas versiones que existen de las mismas y el gran nmero de variantes que presentan permiten hablar de una extraordinaria difusin, hasta el punto de que se podra ampliar el nmero de composiciones si se contemplan algunas de ellas a la luz de contextos bien distintos al que figura en la edicin del Parnaso. No es este mi propsito, aunque debo consignar que algunos poemas pueden plantear otras perspectivas, de acuerdo con su representacin teatral. Lo que se puede establecer sobre los bayles quevedianos es que suelen presentar una variedad interna conforme a las diferentes msicas que concurren en ella y conforme a los distintos personajes que participan. Esa misma variedad interna se complementa con la tendencia al dilogo frente a la narracin predominante en las jcaras y con el protagonismo adquirido por las mujeres en las voces de buena parte de sus versos. Estos aspectos, dramatizados en un escenario pblico de tabernas o prostbulos, donde no puede faltar la msica y el baile como componentes obligados, conducen a la repeticin de un
140 Vase sobre este particular el romance de Quevedo, Lindo gusto tiene el tiempo. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 122 tema casi exclusivo: el inters de las mujeres por el dinero, capaces de condenar al hombre a la perdicin por sus encantos.
La musa Tala. Poesa burlesca La musa Tala canta, segn Gonzlez de Salas, poesas jocoserias, que llam burlescas el autor; esto es, descripciones graciosas, sucesos de donaire y censuras satricas de culpables costumbres, cuyo estilo es todo templado de burlas y de veras. Contiene, pues, otra gran parte de la poesa satrica-burlesca de Quevedo, la que se vierte principalmente en sonetos, canciones y romances, sin descontar la stira contra los riesgos del matrimonio escrita en tercetos. La figura de la musa Tala que se presenta en la lmina quevediana al comienzo de los sonetos concuerda, como he presentado en otros casos, con la que Cesare Ripa propone en su famosa Iconologa: joven de rostro alegre y atractivo. Ha de llevar en la cabeza una corona de hiedra, sosteniendo con la siniestra una ridcula mscara y calzando sus pies con unos zuecos. 141 El rostro joven de la mujer del grabado muestra un aspecto que podra aventurarse de lascivo, en consonancia con el lema y con lo que afirma Ripa ms adelante y al fondo se entrev una representacin teatral con un bufn y un stiro en el escenario. La idea de Ripa, pues, parece complementarse con los atributos teatrales propios. Las palabras de Gonzlez de Salas sobre la denominacin de la musa aportan algunos datos sobre la delimitacin de su contenido. En especial su cita del epigrama IV, 49 de Marcial (IV, 49) que representa la autoafirmacin potica del estilo humilis en la literatura: Illa tamen laudant omnes, mirantur, adorant,/ confiteor; laudant illa, sed ista legunt. La referencia a este epigrama le permitir a Gonzlez de Salas comentar la decencia de los poemas quevedianos de esta musa, en franca discrepancia con el parecer de Quevedo, que resulta ms permisivo que el propio Gonzlez de Salas con la agudeza un tanto ligera de sus gracias. Las desnudeces atrevidas del Amor y la Venus, debieron de ser motivo de discusin entre Quevedo y Gonzlez de Salas, a tenor de lo que ste sostiene sobre la licenciosa creatividad quevediana: yo nunca a esto me convine, ni asent a su dictamen (...) y ans hoy para comunicar estas poesas a los nuestros todo aquello hube de expungir con estilo riguroso, si corregido y mitigado (como bast en algunos lugares) an no quedaba decente (Blecua, 136). Ignoro si la expurgacin de ciertos poemas alcanz al conjunto de poemas de esta musa, pero es muy posible que en ellos pudiera observarse una restriccin estilstica o incluso lxica con el fin de recomponer un propio estilo admisible para estas composiciones. Sin embargo, los comentarios de Gonzlez de Salas sobre la malvola interpretacin que algunos vocablos pudieran deparar en algunos lectores parecen preservar el decoro de las intenciones (amplificadas por el uso de la diloga o el equvoco) de Quevedo, quien aparece exculpado de las posibles denuncias de su estilo procaz o indecoroso. El conjunto de las composiciones de esta musa comprende ochenta sonetos, cuatro canciones y un madrigal, dos composiciones en dcimas, dos en
141 Cesare Ripa, Iconologa, 1987, vol II, p. 111. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 124 quintillas, unas redondillas, un soneto y dos romances sobre un pequeo episodio con el duque de Lerma, noventa y nueve romances (cien, con uno de los dedicados al duque de Lerma), y la stira en tercetos Riesgos del matrimonio en los ruines casados. La musa aparece, como todas las dems, dividida en modelos mtricos, de tal manera que los sonetos anteceden a las canciones o los romances, los cuales llevan adems preliminares tericos de especial inters. Las dems composiciones complementan la edicin, con la especial concurrencia de la stira en tercetos que coloca este modelo mtrico en la senda genrica de la epstola clsica. Sonetos Uno de los aspectos tratados por Gonzlez de Salas en sus preliminares, ya reiterado, es el de otorgar a la poesa de Quevedo un prestigio clsico bien notable, a base de establecer conexiones con la poesa grecolatina. En el caso de los poemas de esta musa, la tradicin epigramtica parece constituir el principal referente, de tal forma que los temas preferidos en estas composiciones suelen ser los mismos que se adivinan en la Antologa Griega, en la obra de Marcial o en frmulas hbridas como el emblema que pudieran bien asimilarse. La familiaridad de Gonzlez de Salas con este gnero de poesas contribuye a afianzar, al menos, la recepcin de la obra quevediana como heredera eminente de esta tradicin: las notas extensas que Gonzlez de Salas incluye a propsito de ciertos sonetos obedecen a ese empeo. 142
El intento de Gonzlez de Salas sita la poesa burlesca quevediana en un plano superior, aunque otras tradiciones, de naturaleza ms humilde, deben consignarse. La conocida como stira de estados, o de oficios, nacida y desarrollada durante la Edad media, complementa, en algunas composiciones, el posible origen epigramtico de algunos temas como el zaherimiento de los mdicos o de los boticarios. La poesa goliardesca, nacida al calor de la creacin y expansin de las universidades en los siglos XII y XIII, ampla el marco de las exaltaciones poticas de la gula o de la bebida, celebradas tambin en la literatura de bacanales clsica. La diatriba contra el excesivo maquillaje de las mujeres, que es materia comn en las antologas epigramticas (y aun en la stira latina), puede tambin remitir a las vituperationes, a veces escolares, que los ioculatores de la tradicin medieval pudieron haber propagado de forma intensa entre la mentalidad de su poca. La amalgama de tradiciones es indiscutible y la determinacin de cada una de ellas resulta muy compleja. Gonzlez de Salas prefiere resaltar el poso grecolatino, quiz porque resaltar el otro resulta o demasiado evidente o inslita tarea para un escoliasta como l presume ser. Los temas preferidos de los sonetos burlescos de Quevedo se centran en descripciones de defectos fsicos; exaltacin de los placeres del cuerpo (sexo, comida y bebida); y denuesto de algunos comportamientos individuales (en ocasiones, de trascendencia social). En cierto modo, los temas de la poesa
142 De ms, por supuesto, est recordar la ntima relacin entre soneto y epigrama que desde las Anotaciones de Herrera se daba por segura entre la tratadstica potica de los siglos XVI y XVII en Espaa. Con estos temas, la conexin es an ms slida. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 125
satrica ofrecen el reverso de lo tratado en la poesa severa, de tal manera que la pintura jocosa de los defectos amorosos componen el envs de los retratos ideales de la dama; o el encomio de la lujuria, de la embriaguez o de la pitanza, la otra cara de la severa recriminacin de los excesos materiales. En lo que se refiere a la reprobacin de vicios la poesa satrica comunica con la moral, aunque modos y objetivos difieren en idntica medida. El principal tema de la poesa burlesca quevediana es la crtica de los defectos fsicos. Gonzlez de Salas recuerda que los epigramatarios tropezaron con frecuencia en ellos y, desde luego, una mera lectura de estos textos ofrecen materia y, sobre todo, mecanismos elocutivos para la construccin de los sonetos quevedianos. Es paradigmtico el caso del clebre rase un hombre a una nariz pegado, en el que las imgenes que crea Quevedo se basan en frmulas empleadas por los epigramatistas, tal y como muestra James O. Crosby en su conocido trabajo; 143 basta, sin embargo, la idea de una nariz larga para construir, con un impulso hiperblico, las asociaciones conceptistas que provoquen hilaridad: rase un hombre a una nariz pegado, rase una nariz superlativa, rase una alquitara medio viva rase un peje espada mal barbado. (1-4) Frente a este hombre de narices sobresalientes se sita la mujer sin apenas nariz en A Roma van por todo; mas vos, roma, que tambin resulta til bausn de la chanza, con algunos chistes quiz demasiados gastados como los de los primeros versos sobre Roma/roma, y otros ms novedosos, como el que da fin al soneto: El olfato tenis dificultoso y en cuclillas, y un tris de calavera, y a gatas en la cara lo mocoso. (12-14) La mujer pecosa del soneto Pecosa en las costumbres y en la cara o la mujer fea de Lo que al ratn tocaba, si te viera 144 responden a semejantes retos conceptistas, aunque los calvos o los que tintan el pelo (ms bien el cuero cabelludo) con el fin de simular cabellera constituyen uno de los objetos preferidos para el ejercicio burlesco. A pesar de la inocuidad de la crtica, la intrnseca diatriba contra las falsas apariencias corre por buena parte de esta clase de stira. Los sonetos Pelo fue aqu, en donde calavero y Catalina, una vez que mi mollera, contiguos en la edicin de 1648, pueden ser ejemplos de esa burla, con la voz enunciadora del propio calvo:
143 James O. Crosby, Quevedo, the Greek Anthology and Horace, Romance Philology 19 (1966), pp. 435-49. 144 El romance Ya que al hospital del amor, de numerosas versiones pero no incluido en ninguna de las musas, narra el encuentro del locutor burlesco con una prostituta, de fealdad notable y costumbres escasamente higinicas. La descripcin de la noche pasada en su compaa compone la mayor parte del relato, pero la pintura de su cuerpo ocupa un lugar eminente: Levantse en cueros vivos,/ ms remendada que un jaspe,/ con unas piernas urracas, negras y blancas en partes (125-128) MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 126 Pelo fue aqu, en donde calavero; calva no slo limpia, sino hidalga; hseme vuelto la cabeza nalga: antes gregescos pide que sombrero.(1-4)
Desenvainado el casco reverbera: casco parece ya de morteruelo: y, por cubrirle, a descorts apelo, porque en sombrero perdurable muera.(5-8) La tintura de la cabellera o de la barba da lugar al poema La edad, que es lavandera de bigotes, con expresiones humildes de los tpicos sobre la fugacidad del tiempo y con metforas de pjaros directamente tradas de los epigramas de Marcial: Mejor es cuervo hechizo que canario; mi barba es el cienvinos todo entero, tinto y blanco, y verdea y letuario. Negra fue siempre, negra fue primero; jalbegla despus el tiempo vario: luego es restitucin la del tintero.(9-14) Esta inversin pardica de los temas de la poesa moral se traslada al propio retrato amoroso, como en los sonetos Un tenedor con medias y zapatos y Sol os llam mi lengua pecadora. El primero vulnera las fronteras de los elementos descriptibles: el retrato comienza con las extremidades, concluye en su primera parte con la mencin a los ojos, el lugar especial y en ocasiones nico del retrato serio de la amada, central en la concepcin neoplatnica del amor, que aqu se resuelve en una metfora inslita: dos fursimos Pilatos. En una segunda parte, las partes del cuerpo femenino vedadas por el decoro aparecen descritas con rasgos obscenos que reducen a la protagonista del retrato a su posible condicin de prostituta: 145
Un tenedor con medias y zapatos: descalzos y desnudos dos pebetes; por patas, dos esquifes con juanetes; por manos, dos cazones y diez gatos; en el mirar, trecientos garabatos; la color, solimn fondo en hametes; por cejas, dos bigotes con ribetes; por ojos, dos fursimos Pilatos; por vientre, un barbadsimo letrado, pues a hacer penitencia las ladillas se vinieron a l como a desierto; culo, aun de florentines desechado, toda tabas y tetas y ternillas: esta es la Isdaura que a Lisardo ha muerto.
145 Sobre este asunto y la visin que los poemas satricos de Quevedo proyectan sobre la imagen obscena del cuerpo humano, en especial de la mujer, vase Antonia Morel dArleux, Obscenidad y desengao en la poesa de Quevedo, Edad de Oro, 9 (1990), pp. 181-194. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 127
Esta descripcin completa de Isdaura, un nombre que suena a poema pastoril como el del amante Lisardo, permite a Quevedo incursiones ms novedosas como la que se expone en el soneto siguiente, en el que realiza una sistemtica destruccin de los cdigos verbales de la descriptio puellae de la poesa cortesana: Codicia os puse de vender los dientes, diciendo que eran perlas; por ser bellos, llam los rizos minas de oro ardientes. Pero si fueran oro los cabellos, calvo su casco fuera y, diligentes mis dedos los pelaran por vendellos. (9-14) La descodificacin se produce por el empleo de un deseo mercantil donde se supone un deseo puro, alejado de toda contaminacin material. El contraste es radical, como conviene a la parodia. Los afeites excesivos de la mujer tambin atraen al Quevedo satrico. Aunque el auxilio del universo epigramatario es en este caso ms que evidente, pues en el soneto Si no duerme su cara con Filena Quevedo imita los versos del epigrama de Marcial, las novedades de Quevedo se sitan en un plano compositivo, como se puede advertir de forma ostensible en el soneto Perrazo, a un espaol noble y cristiano. Quevedo urde una composicin dialogada en la que el amante Perna se dirige al solimn que afeita la cara de Olalla, recriminndole, con invectivas contra extranjeros alusivas al origen rabe del producto, que oculte el rostro de su amada: A hermosura que est en algaraba, el Alcorn se llegue a resquebralla; tez otomana es asco y hereja. La misma estrategia puede verse en Si eres campana, dnde est el badajo?: sus imgenes se asocian a la visin de una mujer cuyas amplias faldas componen un asombroso tringulo, a la manera burlesca del retrato, por poner un ejemplo conocido, de Mariana de Austria a cargo de Velzquez. 146 La crtica a los excesos ornamentales en el vestir lleg al extremo de redactar premticas reales que prohiban ciertas manifestaciones ostentosas; con ese contexto social deben contarse estos logros conceptistas, aunque bien pueden ser ledos, sin embargo, de forma completamente autnoma en atencin a una simple determinacin burlesca: Si eres campana dnde est el badajo? si Pirmide andante vete a Egito; si Peonza al revs trae sobrescrito, si Pan de azcar en Motril te encajo; () si bida visin de San Antonio, llmate Doa Embudo con guedejas: si mujer da esas faldas al demonio.(1-4, 12-14)
146 Luciano Lpez Gutirrez insina que el soneto est dirigido a las mujeres de delgadez extrema y no tanto a los excesos acampanados de las faldas (A vueltas con el soneto a la mujer puntiaguda con enaguas, Revista de Literatura, 59, 118 (1997), pp. 387-389). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 128 En este contexto de burla contra la apariencia exterior, especialmente de las mujeres, las viejas constituyen en la poesa satrica de Quevedo el tema preferido. No slo se ceba con la descripcin hiperblica de sus rasgos ms sobresalientes, sino que centra la diatriba en la pretensin de esa figura prototpica de la stira de aparentar menos aos de los que en realidad tiene. Los recursos de la burla o, al menos, las pautas para esos recursos se hallan de nuevo en la tradicin epigramataria, una va que Quevedo actualiza y vigoriza con imgenes y lxico renovado. El primer soneto de la musa Tala Antes que el repeln, eso fue antao, abandera esta pequea obsesin quevediana: Antes que el repeln, eso fue antao; ras con ras con Can, o, por lo menos, la quijada que cuentan los morenos y ella, fueron quijadas en un ao. Secula seculorum es tamao muy nio, y el diluvio con sus truenos; ella y la sierpe son ni ms ni menos; y el rey que dicen que rabi es hogao. No haba a la estaca preferido el clavo ni las dueas usado cenojiles; es ms vieja que prsteme un ochavo; seis mil aos les lleva a los candiles; y si cuentan su edad de cabo a cabo, puede el guarismo andarse a buscar miles. Los sonetos Ya sali, Lamia, del jardn tu rostro, y Si vieras que con yeso blanqueabas deshacen las metforas asociadas a la hermosura de la juventud (rosa, azucena, clavel) con los vocablos bajos que representan el efecto del paso del tiempo (chaparros, cambroneras, simas, carcabuezos, jarales yertos, rgidos guijarros), en el primer soneto: Entr en el monte, a profesar de mostro tu cara reducida a salvajina; toda malezas es, donde la encina mancha a la leche el ampo del calostro. (5-8) o con los afeites utilizados para exonerar los estragos del tiempo en el segundo: Tu mayo es bote, ingentes chorreando; y en esa tez, que brota primaveras, al sol ests y al cielo estercolando. (12-14) Los afeites o la persuasin empleada para engaar a los que contemplan a estas viejas constituyen el asunto principal de las composiciones Quejaste, Sarra, de dolor de muelas, en el que, con el epigrama de Marcial en la memoria, la vieja desdentada procura disimular con dolor la ausencia de dientes: De las encas quiero que te duelas, con que ests el jigote aporreando; no llames sacamuelas: ve buscando, si le puedes hallar, un sacaabuelas. (5-8) y de Para qu nos persuades eres nia, en la que la protagonista Grandilla trata de parecer joven de forma intil y ridcula: LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 129
La boca, que fue chirlo, agora embudo, disimula lo rancio en los antaos y nos vende por babas el engrudo. Grandilla, porque logres tus engaos, que tienes pocos aos no lo dudo, si son los por vivir los pocos aos. (9-14) La descripcin completa de esta figura aparece, con todos los elementos imprescindibles del rostro femenino, en el clebre soneto Rostro de blanca nieve, fondo en grajo que lleva el elocuente ttulo de Pinta el Aqu fue Troya de la hermosura. 147 En esta pintura grotesca, los rasgos y perfiles de la dama hermosa (nieve, plata, clavel, oro o rosa) quedan transmutados en brochazos burdos, en forma de vocablos nfimos, de rima jocosa, que rubrican cada verso (grajo, pelleja, cascajo, estropajo, corneja, gargajo, orujo, gorgojo, pujo, abrojo): Rostro de blanca nieve, fondo en grajo; la tizne, presumida de ser ceja; la piel, que est en un tris de ser pelleja; la plata, que se trueca ya en cascajo: habla casi de fregona de estropajo; el alio, imitado a la corneja; tez que con pringue y arrebol semeja clavel almidonado de gargajo. El poema Vida fiambre, cuerpo de anascote insiste en esta pintura burlesca, con ideas semejantes en lo que concierne a la pretensin de la vieja de parecer ms joven: el contraste entre su intento y la realidad escondida que la voz potica descubre permite las hilarantes imgenes: T juntas en tu frente y tu cogote moo y mortaja sobre seso orate, pues siendo ya viviente disparate untas la calavera en almodrote. (5-8) De los textos manuscritos el de En cuvanos, sin cejas y pestaas es, como seala Blecua, el que ofrece ms garanta de autenticidad, desde el tema al estilo, porque, en efecto, asoman los mismos mecanismos burlescos, aunque, en este caso, los vocablos de especial procacidad puedan ser motivo de exclusin del conjunto impreso de su poesa: 148
En cuvanos, sin cejas y pestaas, ojos de vendimiar tenis, agela; cuero de Fregenal, muslos de suela;
147 El Epitafio de una duea, que idea tambin puede ser de todas, Fue ms larga que paga de tramposo, aade a esta galera de invectivas contra viejas el de la duea, una categora especial en la configuracin social de la literatura de la poca. 148 Frente a este aluvin de versos contra las viejas y sus pretensiones de parecer jvenes, Quevedo tambin escribe el romance Pues el bien comunicado, publicado en los cancioneros Antequerano y de 1628, en el que la voz del narrador relata su encuentro en el camino hacia Toledo con una vieja verde, tras el que concluye: Tratbame la tal vieja/ por su daifo en cuanto amor,/ por su primo en cuanto al vulgo/ y en todo como a seor./ Mujer de cuarenta abajo/ no me hable desde hoy:/ slo las viejas me valgan/ que es valerme la razn. (57-64) La voz poco fiable del narrador no impide que asome en los poemas quevedianos alguna excepcin a la regla de la stira contra vetulas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 130 piernas y coo, son toros y caas. Las nalgas son dos porras de espadaas; afeitis la caraza de chinela con diaquiln y humo de la vela y luego dais la teta a las araas. (1-8) La stira de estados constituye otro de los grandes temas de la poesa burlesca quevediana. Aunque ms bien, de forma ms especfica en estos sonetos, la burla de mdicos y boticarios. El mdico aparece en dos sonetos consecutivos con esa imagen de homicida que parece corresponder con el tpico de la poca: Si alumbro yo porque a matar aprenda, puesto en boca de un candil que alumbra a un estudiante de medicina, y La losa en sortijn pronosticada. El primero est basado en un juego conceptista y metalingstico con los modismos, refranes y locuciones que llevan la palabra matar, y el segundo recoge los atributos con los que se conoce la figura stirica del mdico en el siglo XVII: sortija, mula, y las alusiones ingeniosas a la muerte: Haz la cuenta conmigo, dotorcillo: para quitarme un mal, me das mil males? Estudias medicina o Peralvillo? De esta cura me pides ocho reales? Yo quiero hembra y vino y tabardillo y gasten tu salud los hospitales. (9-14) Las burlas a los mdicos se engarzan, como en este ltimo soneto, con la exaltacin del placer mundano, del que privan las recomendaciones clnicas: en el soneto Si vivas estas carnes y estas pieles las pretensiones son idnticas, en una ntida exhortacin de la gula, a la manera goliardesca: Hijo de puta, dame ac esa bota: beberme los ojos con las manos, y tllanse mis pies de bien de gota. Freme retacillos de marranos, venga la puta y trdese la flota: y sorba yo, y ayunen los gusanos. (9-14) En este mismo sentido es muy interesante el panegrico al tabaco en el soneto Oh doctor hierba, docto sin Galeno, en el que se elogia, a travs de la comparacin con el mdico, presentado como un homicida, los beneficios de la inhalacin de la hierba del tabaco, recientemente descubierta y a la que se le atribuan propiedades curativas: 149
T, que sin mula vas, de virtud lleno, a la nariz del pobre que te aplica, que no orinal ni pulso te platica,
149 Boticarios acompaan a los mdicos o veterinarios (albitar y mdico se llaman indistintamente) en Viendo el martirologio de la vida, presentados ambos como peste o epidemia podrida; y dentistas aparecen en Oh t, que comes con ajenas muelas, recriminados por pretender acabar con todos los dientes del paciente: quitarnos el dolor, quitando el diente /es quitar el dolor de la cabeza,/ quitando la cabeza que le siente (12- 14). En el romance No al son de la dulce ira, que no vio la impresin del Parnaso, el vituperio del boticario alterna con el del vizcano, en unos versos en los que maldice a una mujer, hija de farmacutico, por adorar a un natural de Vizcaya. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 131
ni el que con barba y guantes es veneno como el oro por Indias graduado sin el martirologa de la vida, de solo un papelillo acompaado, hoy medicina a la otra preferida. (5-12) La apologa del placer, que funciona como contrapunto a la crtica de galenos, es uno de los temas predilectos de la poesa satrica de Quevedo. En las composiciones de verso popular prolifera notablemente hasta el punto de que en esos casos los dems temas o subtemas se subordinan a ese estado general de sublimacin completa de la sensualidad ertica y gastronmica. La literatura de bacanal y banquetes adquiere en Quevedo una notoriedad asombrosa, no slo como escenario sino como objeto mismo del encomio. As se puede ver en Con la sombra del jarro y de las nueces, escrita a manera de pregmtica de la embriaguez, y en Esta cantina revestida en faz, que, en forma de descriptio ingeniosa, revela la verdadera condicin del bodeguero: es mona que a los jarros hace el buz/ es zorra que al vender se vuelve miz/ es racimo mirndole a la luz (12-14). 150 La abundancia en el comer y en el beber representa el lado carnavalesco y, dentro de l, el espritu significado de los goliardos, bien expresivo en Yo me voy a nadar con un morcn, en el que la voz potica prefiere la consistencia a la refinacin en el trasiego de comida y bebida: No me acompaa fruta de sartn,/ taza penada o bcaro malsn:/ jarro s grueso y el copn de bien; o en Tudescos moscos de los sorbos finos, en donde la alusin ingeniosa del mosquito que se halla entre el vino, sirve para un tpico panegrico de la borrachera: liendres de la vendimia: yo os admito en mi gaznate, pues tenis por soga al nieto de la vid, licor bendito. Tom en el trago hacia mi nuez la boga, que, bebindoos a todos, me desquito del vino que bebistes y os ahoga. (9-14) Este elogio de la ebriedad se concilia, luego, con un encomio de la moderacin e incluso de la templanza estoica, como en Pues que vuela la edad, ande la loza cuyos versos se presentan, con el perfil humilde del beatus ille horaciano, como una formulacin burda del topos del desprecio de corte y alabanza de aldea: Menos veces vomito que bostezo: el hambre dicen que el ingenio aguza y que la gula es horca del pescuezo. El pedir a los ricos me espeluza pues saben mi mendrugo y mi arrapieza y darme saben slo en caperuza.
150 Puede aadirse a esta nmina de poemas simposacos el singular rase una cena, que describe un narrador, que menciona al propio Quevedo, la escasa cena de un mesn: tomos de almibar/ y amagos de olla/ suspendieron labios,/ no juntaron moscas./ Vino el salchichn/ en mediana lonja,/ que, como extranjero,/ en ella negocia. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 132 O como en Comer hasta matar el hambre es bueno, en donde se censura con trminos jocosos la gula exacerbada, quiz como signo execrable del pecaminoso mundo cortesano, tal y como se advierte en otros lugares de su poesa ms grave: Pues me atiestas de pavos y gallinas, dame, ya que la gula me dispensas, el postre en calas, purga y melecinas. (12-14) Como en Mi pobreza me sirve de Galeno, en donde, aparte de las alusiones burlescas propias a los mdicos, el discurso de rechazo a la gula, muy cercano al esperable en la poesa severa, se nutre de una irona sutil que dota al poema de un notable sarcasmo. El pobre hambriento acredita la idea de la templanza en el comer y en el beber con su ejemplo involuntario; de ah proviene la inevitable chanza: Cenas matan los hombres; yo no ceno: ni ladrn ni heredero me atribula: gevos me dan sufragio de la bula, mas no la bula sin sufragio ajeno. Nunca mat la sed en la taberna, que aun de sed no es matante mi dinero y abstinencia forzosa me gobierna. (5-11) Pero es en Mejor me sabe en un cantn la sopa donde de forma ms completa, y como siempre en boca de una voz humilde y prxima a la mendicidad o la vida picaresca, se resume la bsqueda de un modo de vida infame, alejado de toda pretensin vana: con los argumentos del beatus ille horaciano (casa, mesa y ropajes sencillos) se construye todo un modelo de vida, en el que no falta la inclinacin al beber: 151
Ms descansa quien mira que quien trepa; regeldo yo cuando el dichoso hipa, l asido a Fortuna; yo, a la cepa. (12-14) La utilizacin del tema de la comida o la bebida, con perspectivas diversas, se compagina tambin con el tema del placer sexual. Se tiende a pensar que este tipo de asuntos suscitaba problemas de decoro en la composicin potica: incluso se puede adivinar en las palabras recriminatorias de Gonzlez de Salas en los preliminares razones de esta naturaleza para suavizar expresiones alrededor de estos asuntos. Sin embargo, algunas composiciones llegan a nosotros con decidida carga ertica, sin que a ciencia cierta se sepa decidir cules son los criterios que pudieron haber autorizado su difusin. Los casos de los poemas incluidos en el manuscrito 108, en donde aparecen mencionadas con profusin palabras como cornudo o puta, que Jos Manuel Blecua public al final de estos sonetos, permiten aventurar que ciertos poemas no fueron incorporados al conjunto de su edicin por la notable procacidad de sus palabras. 152 Pero si se duda de su autora, se puede volver al terreno de la conjetura sobre el impacto de
151 Se puede aadir a esta relacin de poemas el soneto Con testa gacha toda charla escucho, cuyo verso 12 reproduce la imagen horaciana en un denso vivo pajizo; no visito nicho. 152 Sobre todo, el poema Cuando tu madre te pari cornudo, elaborado con la pretensin de colocar en cada verso, salvo uno, la palabra cuerno. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 133
la materia sexual (y, por encima de todo, de la terminologa del sexo) en la poesa quevediana, aunque he de reconocer que me resulta difcil establecer cules son los lmites de la restriccin operada en estos ejemplos del Parnaso. En todo caso, la materia aparece, si bien escondida a travs de un lxico ms admisible, en estos sonetos de la musa Tala. Por ms graciosa que mi tronga sea es un ejemplo muy notable, que debe entenderse, a mi juicio, como el reverso burln de las cuestiones filosficas de corte neoplatnico que se plantean en el musa Erato. Si en Canta sola a Lisi se argumentaba sobre la posibilidad de amar a dos personas a la vez, en este caso, la voz potica compara su inclinacin por ir de mujer en mujer (ms bien de tronga en tronga), en promiscuidad continuada, con la de quien se centra de forma nica en una sola mujer (a la sazn tambin tronga). El poema dialoga con los sonetos ms serios, con una resolucin, que, de no ser por los vocablos, contiene todo el espritu silogstico de la recreacin de quaestiones: T, que con una est amancebado, yo, que lo estoy con muchas cada hora, somos dos archidiablos, bien mirado. Mas diferente mal nos enamora: pues amo yo, glotn, todo el pecado; t, hambrn de vicios, una pecadora. (9-14) Esta misma pretensin pardica se puede reconocer en el soneto Amaras un ausente, que es firmeza, cuyo primer cuarteto, salvo el vocablo jugo, puede muy bien formar parte de la musa amorosa. Sin embargo, el poema gira de forma brusca en el verso sptimo con la mencin al capn, que dirige ya la atencin a un terreno deliberadamente burlesco y, por supuesto, cargado de connotaciones sexuales. Los versos finales, de posible origen epigramatario, contienen ocultas insinuaciones erticas, no del todo descifrables: Tu golosina mal se disimula, pues, aunque torpe en la lujuria, peca: mucho capn pecado es de la gula. 153
La inversin del lenguaje amoroso a la bsqueda de un efecto humorstico se hace ms evidente en el dilogo entre un galn y una dama que configura el soneto Hace tu rostro herejes mis despojos. Las palabras del galn responden al cdigo amoroso ms reconocible, mientras las de la dama, llenas de apicarado inters econmico, deslexicalizan las expresiones del galn: Galn: Qu quieres ms de un hombre? Dama: Ms dinero Galn: Toma mi alma. Dama: Soy yo la otra vida? Galn: Tu vista hiere. Dama: Es vista puntiaguda? Galn: Rbame el pecho.
153 La palabra capn probablemente se refiera al hombre capado o al impotente, por lo que la alusin a la gula por comer mucho capn facilita la interpretacin sobre la prctica probable de sexo oral. El epigrama III, 81, entre otros, de Marcial contribuye a entender as este soneto, con la apelacin al gallus romano, sacerdote de Cibeles, tambin castrado, que puede emplear la boca para sus relaciones. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 134 Dama: Ms valdra una tienda Galn: Por qu conmigo siempre fuiste cruda? Dama: Porque no me est bien el ser cocida. Galn: Murome, pues. Dama: Pues mndame tu hacienda. El soneto Parceme que van las Marujillas, que Gonzlez de Salas retoc para evitar, segn Blecua, la alusin a nombres conocidos como las Cardenillas, por ejemplo, o para dignificar algn verso (Blecua, II, p. 47), 154 describe el puente de Segovia en la fiesta del ngel custodio (2 de octubre) donde concurran hombres y mujeres con afn de conquista amoroso-sexual. La relacin de prostitutas que ejercen desde los coches o, en general, de mujeres dadas al intercambio carnal por dinero, matrimonio o simple comida, estructura el poema, que concluye con un silogismo en forma de pregunta retrica: Mas si eso el da se ve del ngel bueno,/ qu el da se ver del ngel malo? (13-14). Quevedo recrea el ambiente de busconas y hombres lujuriosos al asalto con expresiones vulgares, sin abandonar, como se deriva del final, una leve mirada reprobadora. En los poemas satricos, esa voz, que puede parecer escandalizada, no es ms que una ficticia solucin para exhibir sin tapujos el abigarrado escenario de los galanteos sexuales. 155
Los coches empleados para la seduccin son objeto de burla en el soneto Ya los pcaros saben en Castilla, con alusiones que rozan la irreverencia, como el segundo cuarteto en el que se busca la metfora del carruaje acristalado con el cristal de la custodia del sacramento: Ya lleg a tabernculo la silla y, cristalina, el hbito profana de la custodia y temo que maana aadir a las hachas campanillas. (5-8) As tambin en el soneto dialogado Dice el embajador que le prestara, con estrambote (hopalandas) y que recuerda el estilo de los entremeses, se muestra esa ambientacin sexual de los encuentros amorosos. El tema de las relaciones sexuales aparece vinculado al del matrimonio, a quien dedica Quevedo buena parte de sus composiciones. La ms clebre es quiz Antiyer nos casamos; hoy querra, en el que, segn indica el epgrafe, muestra el cansancio del hombre al tercer da de casado. Comunica con el soneto anteriormente comentado del hombre que prefiere un constante cambio de mujeres a quedarse con solo una, pero lo sita en el mbito del matrimonio: Mujer que dura un mes se vuelve plaga/ aun con los diablos fue dichoso Orfeo/
154 El poema que publica Blecua es precisamente el que figura en el manuscrito 108, cuyo primer verso alude a las tales Cardenillas. Gonzlez de Salas, con toda probabilidad, lima el verso doncellas desvirgndose por seas por doncellas rezumndose por seas, que, aparentemente y a expensas de una ms perversa interpretacin del verbo rezumar, parece ms decoroso. 155 En el soneto Quiero gozar, Gutirrez, que no quiero, en un contexto de ruptura con los cdigos neoplatnicos que prefiere el goce inmediato a la contemplacin pura y con unos vocablos difcilmente admisibles por el decoro (no es mi pija libro del becerro/ ni muda el coo, por el don, visajes (10-11)), se recrea tambin el ambiente del galanteo de los coches: primor quiero atisbar y no ventana/ y asistir al placer y no al cochero (3-4). LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 135
pues perdi la mujer que tuvo en paga concluye Quevedo en un terceto que debi de suscitar escndalo tal vez por irreverente. Al matrimonio dedica Quevedo el poema siguiente, Trataron de casar a Dorotea, muy prximo a los que aparecen en la musa Terpscore, en el que los protagonistas son figuras prototpicas del escarnio burlesco. En este caso, se trata de un pastelero fraudulento (aunque esto ya funciona como pleonasmo satrico) y de una mujer vieja y adltera. Cada cuarteto muestra a cada uno de los contrayentes, mientras los tercetos refieren los regalos de ese supuesto ajuar que, en realidad, se convierte en amenaza para el futuro de ese casamiento: Porque Jorge despus no se alborote y tabique ventanas y desvanes, hecho tiesto de cuernos el cogote, con un guante, dos moos, tres refranes y seis libras de zarza, llev en dote tres hijas, una suegra y dos galanes.(9-14) La relacin de ciertos sonetos contra el matrimonio (fuente, sobre todo, de adulterio) con la poesa latina eleva de forma inmediata el estilo empleado. Es el caso de Si no duerme su cara con Filena, basado en Marcial, 156 o la ms clara Oh Jano, cuya espalda la cigea, fundamentada en la stira I de Persio, que muy bien podra formar parte de la poesa moral si no fuera tal vez por el tema del adulterio que quiz conviene a esta musa. En el primer soneto, ya citado para ejemplificar la censura de la profusin de maquillaje, la elevacin de estilo se consuma con una sintaxis en forma de periodo circular: Si no duerme su cara con Filena, ni con sus dientes come, y su vestido las tres cuartas partes le hurta a su marido y la cuarta el afeite le cercena; si entera con l come y con l cena, mas debajo del lecho mal cumplido todo su bulto esconde, reducido a chapinzanco y moo por almena, por qu te espantas, Fabio, que, abrazado a su mujer, la busque y la pregone, si, desnuda, se halla descasado? Si cuentas por mujer lo que compone a la mujer, no acuestes a tu lado la mujer, sino el fardo que se pone. En el segundo soneto, ms serio, recuerda la posibilidad de la infidelidad amorosa con palabras elusivas, pero tendentes a un estilo medio (reforzado por el nombre latino del interlocutor) ms que al propiamente humilde de este modelo: Quien no viere despus de haber pasado y quien despus de s no deja odo, ni vivir seguro ni enmendado. Eumolpo, est el cerebro prevenido, con rostro en tus ausencias desvelado: que avisa la cigea con graznido. (9-14)
156 Vase mi trabajo El epigrama de Marcial en Quevedo, ya citado. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 136 La infidelidad de la mujer da pie en Quevedo a numerosas composiciones. Exceptuados los poemas que reiteran los chistes paronomsticos con la palabra cuerno, los sonetos que desarrollan este asunto tienden a ofrecer el ingenioso ngulo del cornudo que saca partido de su condicin, no el del cornudo sufrido, sino el que parece ms proxeneta que propiamente marido. El soneto Dcenme, don Jernimo, que dices es paradigmtico, pues, le recuerda al amante de su mujer que gracias a los servicios que ella le proporciona puede tener comida y casa: Ms cuerno es que el paga que el que cobra;/ ergo, aquel que me paga, es el cornudo,/ lo que de mi mujer a m me sobra (12-14). Como tambin lo es el siguiente Slo en ti se minti justo el pecado, en el que el marido consentidor obtiene ganancia del adulterio: Cobras; no haces, Filemn, cornudos;/ adulterado adltero desquitas/ duras afrentas de los ganchos mudo (9-11). O el soneto en el que la burla al protagonista, Cornudo eres, Fulano, hasta los codos tambin aparece relacionada con su capacidad para vivir de lo que los amantes de su mujer le conceden: Tienes el talle t que tienen todos, pues justo a los vestidos todos vienes; del sudor de tu frente te mantienes; Dios lo mand, mas no por tales modos. (5-8) Cuernos hay para todos, sor Corbera y Casse la Linterna y el Tintero, que limitan con los opsculos festivos como la Carta de un cornudo a otro intitulada El siglo del cuerno del propio Quevedo o con los pequeos divertimentos carnavalescos a costa de los elogios de las figuras negativas, a la manera de la carta del verdugo to de Pablos incluida en El buscn, conducen a una especie de irona degradante. 157 El primer soneto es elocuente, con la vanidosa voz del que exhibe orgulloso su ornamental cornamenta: Soy proveedor de testas de ganado, cornudo ptimo, mximo y eterno, y soy la quintacuerna destilado. (12-14) Las expresiones del ltimo terceto difcilmente podran haber pasado el cedazo recatado de Gonzlez de Salas, de tal manera que el manuscrito 108 fue su destino: 158
Las putas cotorreras y zurrapas, alquitaras de pijas y carajos, habiendo culeado los dos mapas, engarzadas en cuernos y en andrajos, cansadas de quitar salud y capas, llenaron esta boda de zancajos. (9-14) El cornudo, pues, de los poemas quevedianos muestra un orgullo notable; en nada se parece a la tradicional diatriba contra el involuntario marido. En estos
157 A ellos cabra aadir el soneto Es ms cornudo el Rastro que mi agelo, aunque figura entre los de atribucin ms dudosa: vase Isabel Prez Cuenca, Algunos casos de atribuidos y apcrifos, La Perinola 4 (2000), p. 278. 158 Sobre este manuscrito y las dudas que surgen a propsito de la autora quevediana, vase Fernando Plata, Nuevas versiones manuscritas de la poesa quevediana y nuevos poemas atribuidos: en torno al manuscrito 108, La Perinola 4 (2000), pp.285-307. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 137
sonetos no hay engao, ni siquiera infidelidad, sino ms bien la plasmacin de un oscuro (o no tan oscuro) mundo de comercios carnales, con el matrimonio como seuelo o excusa. En este sentido, y aunque dentro de este gnero que sobreentiende la inversin de valores, no puedo dejar de sealar que la visin del casamiento en el Quevedo satrico conduce a la anulacin efectiva del contrato matrimonial. La monogamia contradice los deseos incontinentes de la voz satrica; dentro del matrimonio, como en una respuesta burlesca a Andreas Capellanus, no hay concupiscencia; pero la negacin no esconde represin sino reinterpretacin del trmino: slo hay mercanca, negocio. De esta concepcin nacen uno a uno todos los tipos asociados al erotismo y al matrimonio: el galn del sotillo, las busconas de la puente segoviana, el cornudo orgulloso, el consentidor alcahuete o la cotorrera de todas las bodas. Quevedo revuelve los modos del cdigo amoroso para acomodarlos a la conducta vigente en este mbito: el tacto de la carne contra la vista contemplativa del galn cortesano. Si todo sigue el dinero, o el placer carnal, todas las pretensiones se reducen a esa meta. Dentro de este universo de poemas contra estados, sobre los tipos del adulterio, contra los defectos fsicos, Quevedo incluy varias composiciones, de una cierta elevacin estilstica, con algunas novedades dispositivas de gran inters. Adems, su amigo Gonzlez de Salas procur reunirlas en un pequeo subgrupo que llama la atencin por singular en el conjunto. Me refiero a los poemas sobre el mito de Apolo y Dafne (dos sonetos: uno a cada uno), sobre las figuras de Artabano y Domiciano, sobre Pilatos, sobre Judas, sobre Herclito y Demcrito, y aquellos poemas puestos en forma de ingeniosa fictio personae en boca de una hechicera, un ladrn, un preso, una horca o la propia casa de campo, a los que habra que aadir el soneto Mientras que fui tabiques y desvanes, enunciado tambin a travs de una personificada plaza Mayor de Madrid, renovada tras el incendio. 159
Los poemas quevedianos sobre el mito de Dafne son utilizados como ejemplo sobresaliente de la tendencia del siglo XVII a parodiar los temas mitolgicos y, por aadidura, a socavar los modelos serios establecidos en pocas anteriores. 160 Esta ltima suposicin es ms discutible, dada la paralela correspondencia pardica de todos los gneros, aunque bien es cierto que su proliferacin durante este siglo puede resultar caracterstica. En todo caso, el uso pardico de este mito se presenta en dos tiempos: en el soneto Bermejazo platero de las cumbres la voz potica se dirige en forma de vituperatio a Apolo; y en Tras vos, un alquimista va corriendo parecidos reproches hacia el dios se dirigen, sin embargo, a Dafne. En ambos poemas, la parodia se produce por la hiperblica dimensin ertica de las pretensiones de Apolo, reducido a un lbrico perseguidor, y por el recurso a la vulgarizacin del olimpo, tan cara, por otra parte, a la tradicin clsica, desde Marcial hasta Luciano de Samosata con sus dilogos humorsticos entre dioses, heteras o muertos famosos. En el soneto primero, deja caer la idea, repetida en Quevedo, de que las mujeres acceden a los
159 A ellos se puede aadir Si alumbro yo porque a matar aprenda, ya comentado a propsito de la stira contra mdicos, que se presenta con la voz del mismo candil que le alumbra mientras estudia medicina. 160 Vase al respecto el trabajo de M. E. Barnard, Myth in Quevedo: The Serious and the Burlesque in the Apollo and Daphne Poems, Hispanic Review 52 (1984), pp. 499-522. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 138 deseos del hombre slo a cambio de dinero y, por tanto, le sugiere a Apolo que pague a Dafne si quiere conseguirla, como hicieron Marte y Jpiter con Venus y Dnae, seducidas con regalos y dinero: Si quieres ahorrar de pesadumbres, ojo del cielo, trata de compralla: en confites gast Marte la malla y la espada en pasteles y en azumbres. Volviose en bolsa Jpiter severo; levantose las faldas la doncella por recogerle en lluvia de dinero. En el segundo poema se repiten similares ideas, al presentar el desdn de Dafne como un rechazo al intento de Apolo de aprovecharse de ella sin pagarle los servicios. Situar, pues, el mbito de los mitos heroicos y precisamente de uno de los que la tradicin potica del siglo XVI ejemplificaba como modelos del amor desgraciado, 161 dentro de un mundo prximo a la prostitucin invierte de forma radical los caracteres esperables del mito: l os quiere gozar, a lo que entiendo, si os coge en esta selva tosca y ruda; su aljaba suena, est su bolsa muda; el perro, pues no ladra, est muriendo.(5-8) No puedo, en este sentido, evitar la referencia a una de las versiones de este poema, que bien pudo dulcificar Quevedo, en el que la materia ertica se muestra ms cruda y procaz. Aunque los cambios introducidos son muy notables, entre otros la mencin al dinero, las palabras de esa primera redaccin (de considerar esta cuestin y no aceptar ambas versiones como dos textos admisibles en contextos diferentes) fomentan una visin extremadamente sexual de la pasin de Apolo: l emprearos quiere, a lo que entiendo, si os coge en esta selva tosca y ruda; Jpiter, el cachondo, le da ayuda, y el dios maestro de esgrima, el brazo horrendo. Si sus flechas temis con tantas tretas, con carne os lo ha de hacer: que son locuras pensar que os los ha de hacer con las saetas. Esto la dije yo en las espesuras, y al punto en lauro convirti las tetas, y, arrecho, el pobre Sol se qued a escuras.(5-14) Ambos sonetos tuercen las expectativas serias del mito con la aportacin de un lxico humilde, propio del mundo de germanas, y, sin menospreciar las alusiones al merodeo hampesco, donde se espulga la canalla, con la condicin pecaminosa de los protagonistas: Apolo, dominado por la lujuria ms abierta, y Dafne, preocupada tan slo por el dinero; en definitiva, la misma perspectiva advertible en las composiciones dramticas de la musa quinta, las jcaras y los bailes, as como en los entremeses.
161 Recurdense las lgrimas desconsoladas de Apolo en el soneto A Dafne ya los brazos le crecan de Garcilaso, que imitan los versos de las Metamorfosis de Ovidio. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 139
Los poemas sobre las figuras de Pilatos y Judas, contiguos en el Parnaso espaol, tambin colocan dos episodios evanglicos como justificacin para la burla. El primero, Queris que suelte a Barrabs o a Cristo? sirve para una stira elevada contra el mal juez o contra el juez que permite que sentencie una parte: En qu consejo u decisin has visto/ que sentencie el que acusa al acusado?. En Poltica de Dios, la figura de Pilatos, asociable a probables personajes de la corte, aunque bien puede responder al prototipo de juez parcial, aparece en varias ocasiones con idnticas marcas satricas. A propsito de Judas, la stira es ms insidiosa, ya que la figura se asocia al gobernante que roba el dinero de los impuestos. En el soneto Quin es el de las botas, que colgado, se resumen todos los argumentos que Quevedo desgrana en su prosa y en otros lugares de su poesa en relacin a la figura de Judas, especialmente estimada en la stira de naturaleza poltica. En este soneto se evita la condicin de traidor, que a Quevedo le interesa menos que su condicin de depositario (despensero) de los apstoles y menos que su condicin de hombre aficionado a la recaudacin. Los episodios bblicos que se glosan en esta composicin tienen que ver ms con el manejo de dinero que con su traicin: 162 el episodio en el que Judas comenta a Jess que se puede vender el ungento que fabrica la Magdalena para luego dar el dinero recaudado a los pobres 163 o la idea de que fue tesorero de los dems apstoles predomina sobre la condicin de Judas desleal: P. Habis los portugueses despenado. Bien est lo bermejo a lo ahorcado. No es ste el de los pobres y el del bote? R. ste fue despensero y sacerdote, y presidi en la hacienda interesado. Las insinuaciones polticas del soneto no estn explcitas, pero los vocablos presidi, hacienda o ministro, sin descontar el hipottico empleo de portugueses como sincdoque de judos, permiten contar tanto este poema como el anterior sobre Pilatos como stiras del poder cortesano. Los poemas puestos en boca de una hechicera, Esta redoma, rebosando babas, o de un ladrn, Yo, que en este lugar haciendo Hurtados se sitan en la tradicin satrica de los relatos unipersonales, en los que se hace cuento de una vida, como, mutatis mutandis, se advierte en las jcaras ya vistas o tambin en las biografas de soldados o de personajes del mundo delincuente o humilde, como los de la conspicua prosa picaresca. Ambas composiciones se organizan como el relatorio de la ceremonia de entrega de trastos y, por tanto, del oficio correspondiente de brujera y latrocinio: en la primera el traspaso de poderes se asemeja al modelo formulario del testamento, con la relacin de utensilios para el sortilegio que la vieja maga lega a su nieta para que contine su oficio, como si la hechicera fuera labor gremial: 164
162 En otras versiones de este soneto, no la del Parnaso, que es la que estoy comentando, se hace mencin al beso en el ltimo terceto, con unos aadidos muy interesantes sobre la condicin cortesana del individuo. 163 En el captulo I, 5 de Poltica de Dios glosa este episodio de forma extensa: en l se seala que ya san Juan el evangelista llama ladrn (fur) a Judas. 164 Buena parte de los atributos de esta hechicera se hallan en la figura de la madre de Pablos en las versiones primeras de El buscn. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 140 estas ollas, que fueron almadrabas del marisco de mozas y alcahuetas; estos lazos, que, en vuelcos y en maretas, a dos gaznates mices fueron trabas; la cecina, de sapos conjurada; el gato negro, que la dicha arua; el licenciado imn, piedra barbada, cansad de ser carne y de ser ua, los ofrezco a mi nieta la Cascada, para cuando concierte, junte y grua. (5-14) En el segundo soneto, el catlogo de las herramientas del hurto componen el poema, presentado como un ritual irnicamente solemne de la retirada del oficio y la toma de posesin de una nueva profesin, la de alguacil, no tan distinta de la de ladrn, pero mejor remunerada: esta lima, esta llave, con que allano todo escondite, ofrezco ante las aras del arun de bolsas cortesano; y compungido de maldades raras, harto de hurtar a palmos con la mano, quiero, alguacil, hurtar con ella a varas. (9-14) En ambos casos, la afinidad con el mundo de los Sueos o de El buscn, as como con el de las obras festivas es muy notable, en especial la tendencia a colocar a estos personajes vulgares como protagonistas heroicos de sus oficios. En un mismo sentido se deben leer los sonetos Preso por desvalido y delincuente o Si a los que me merecen me entregara, que recogen las palabras de un prisionero y de una horca. En el primero, el preso critica la excesiva morosidad de la justicia, encenagada en burocracia sin lmites, incapaz de solucionar con celeridad los juicios. El alargamiento del proceso y la venalidad de las causas son motivo de escndalo para el preso que ve pasar sus das en la crcel en un interminable trasiego de abogados y procedimientos: No entiendo, vive Cristo!, aquesta gente; mandan que siga, y tinenme cerrado lo de a prueba y estse me ha cansado, y el ser el susodicho eternamente. (5-8) El poema enunciado por la horca se plantea como una suposicin a partir de una condicin formulada en los primeros dos versos, Si a los que me merecen me entregara/ la Justicia. La elucubracin sugiere un nmero ms elevado de ajusticiados y, sobre todo, la amplitud social de los mismos, pobres y ricos, as como presos y prendedores. La figura del alguacil alguacilado, tan prxima a la que aparece en el soneto en que habla el ladrn, se presenta de forma explcita, como si la censura de la justicia recayera exclusivamente en ese eslabn jerrquico de la administracin judicial. El ltimo terceto de este poema desmiente el refrn de Quien hurta a un ladrn, tiene mil aos de perdn, al hacer recaer en el alguacil esa condicin: en ese caso, la horca ser capaz de torcer el propio dicho: Ladrones y quien hurta a los ladrones gozarn igualmente mis resbalos, aunque el adagio los troc en perdones.(12-14) LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 141
En todos estos ejemplos extraordinarios de perspectiva primopersonal, sobresalen las composiciones Piedras apao cuando veis que callo, puesta en boca, al parecer, de la Casa del Campo, celosa por ver cmo va avanzando la construccin del Palacio del Buen Retiro, Piedras apao cuando veis que callo y pudiendo vendrselas las tiro al edificio que invidiosa miro, pues Roma se preciara de invidiallo.(1-4) y Mientras que fui tabiques y desvanes, enunciada por la Plaza Mayor, que, hermoseada y envidiosa, recuerda los viejos tiempos: Mientras que fui tabiques y desvanes, desigual en cimiento y azutea, tela fina en lacayos fue librea: ya no me puedo hartar de tafetanes. Hoy, hermosa, me faltan los galanes, y el silbo bien bebido me torea; yo tuve la ventura de la fea, como la pronostican los refranes. (1-8) La stira deja paso a un amable costumbrismo en el que no falta la nota nostlgica, quiz resaltada por la novedad e ingenio de colocar el ngulo de impresin en dos elementos arquitectnicos que ven modificar el paisaje urbano del Madrid de los Austria. A la singularidad cabe aadir, a mi juicio, la intencin de representar una ciudad viva, personificada y transformada en voces que declaran con cierta melancola el enriquecimiento progresivo de la urbe que abandona inexorablemente su pasado. La comicidad habitual de estas composiciones adquiere una cierta nota trascendente en los poemas en que se trata el mundo de la corte. A los poemas anteriores sobre la justicia o sobre figuras como Pilatos o Judas, que deben ser entendidos, a mi entender, en clave poltica, hay que aadir, sin duda, los sonetos En caa de pescar troc Artabano, Resstete a la rueda, que procura y Dgote pretendiente y cortesano, que adems se sustentan en lecciones de la historia clsica o en imgenes simblicas tambin clsicas o extradas de los emblemas. El primero sobre la leccin que reportan las aficiones, entre legendarias e histricas, del rey Artabano por la pesca de ranas y del emperador romano Domiciano por cazar moscas, presentadas como locuras impropias de los gobernantes. Quevedo admite que el gobierno estara mejor en manos de los animales que persiguen que de ellos mismos. Ignoro el destinatario del juicio aleccionador, pero coloca la diatriba en la propensin de los reyes a abandonar su oficio en beneficio de caprichos intiles, capaces de minar la autoridad de sus dictamenes: se le pregunta a Fortuna: no le estuvieran ms decentes/ puestas en un moscn y un renacuajo/ las dos coronas, que en tan viles frentes?. Resstete a la rueda, que procura, aunque con el estilo humilde propio de la poesa burlesca, se presenta como una enseanza, a partir de la imagen de la rueda de la Fortuna, en la que se representa el ciclo del hombre. A medida que ste sube en la escalafn social se va convirtiendo en burro y tan pronto como vuelve a descender recobra su anterior condicin humana. La leccin que MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 142 Quevedo desarrolla en este soneto destaca cmo la soberbia enloquece al hombre y lo aproxima a naturaleza de bestia. Bestia, contigo (sea quien fueres) hablo: crecer en cola, y no en filosofa, es figurar saln el que es establo (12-14). El ascenso social inevitablemente conduce a las aulas del palacio, al mundo cortesano; por ello, el simbolismo de la rueda de la Fortuna se somete a una interpretacin poltica, por otra parte, obvia, en el que toda ascensin, vista como sinrazn, se presenta con su correspondiente e inevitable cada. 165
El camalen constituye el ejemplo que Quevedo utiliza para satirizar al hombre de la corte en Dgote pretendiente y cortesano. El ingenio conceptista se extrema en este soneto al comparar la cualidad atribuida por Plinio (VIII, 33) al camalen de vivir del aire con la vida cortesana en la que las palabras forman el nico alimento: Si del aire vivieras, almorzaras respuestas de ministros y seores, consultas y decretos desollaras, fueran tu bodegn aduladores, las tontas vendaderas de sus caras sastres, indianos, dueas y habladores. (9-14) Estos ochenta sonetos representan una parte esencial de la poesa burlesca del siglo XVII. Los defectos fsicos, centrados especialmente en las mujeres dadas al afeite; la stira de estados, con los mdicos como principal profesin reprendida; la sublimacin carnavalesca de la comida y de la bebida; la mofa del adulterio consentido y de los negocios a costa del prstamo conyugal; la recreacin risible de los mitos o de episodios bblicos con ligeras intenciones polticas; o el desprecio hacia la vida cortesana componen la materia principal de esta musa. De esta especial seleccin se pueden extraer conclusiones sobre las ideas de Quevedo, pero tal diversidad obedece a un marco genrico que no se debe perder de vista. Cul es la idea que subyace a la burla de narices largas? Es fruto de la misoginia la burla de las mujeres afeitadas e inclinadas al dinero y al adulterio? La loa de la borrachera debe interpretarse como una audaz propaganda del placer mundano? En el terreno de la poesa burlesca, tales razonamientos resultan difciles de comprobar, si bien algunas composiciones, como las que hablan de la corte o eligen a Pilatos o Judas puedan ser motivo para la especulacin interpretativa. En este medio camino, los sonetos burlescos de Quevedo cumplen el doble cometido que le asignan los tratados: mover a risa y dejar en el nimo de los lectores el deje de la reprobacin. Canciones
165 Los versos que Quevedo dedica a la soberbia en su poesa moral suelen recurrir a la imagen de una ascensin, en ocasiones meterica, que anuncia inexorablemente, su despeadero. El poema a la soberbia, dedicado a lvaro de Luna, que trasluce una posible crtica al derrocamiento de Rodrigo Caldern, presenta leves concomitancias con ste. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 143
Cuatro son las canciones que figuran en esta musa como apartado especfico, presentado incluso con prlogo breve por Gonzlez de Salas. Poseen como caracterstica principal su redaccin temprana 166 y, como seala el editor de Quevedo, la profusin de sus copias, familiares a las orejas de todos, pues nadie habr que no los haya odo. Se trata de No os espantis, seora notoma, Oye la voz de un hombre que te canta, yeme riguroso y Marica yo confieso. La enunciacin es muy semejante, con la apelacin expresa a la oyente, destinataria al tiempo de la diatriba satrica. En cada poema se desarrolla la crtica de un defecto, la delgadez, la invalidez, la ebriedad y la infidelidad, y, en conjunto, se puede vislumbrar un desarrollo unificador de interesantes variaciones sobre la figura de la mujer. Esta carcterstica estructural y organizativa subraya la intencionalidad cohesionadora del discurso potico quevediano. La cancin en quintillas, No os espantis, seora Notoma, desarrolla la burla contra las mujeres flacas. Fernando Plata recuerda la proliferacin, por las fechas tempranas en que fue escrita al menos la primera versin de este poema, de certmenes con tema idntico y apunta a la tradicin clsica epigramataria como fuente de inspiracin. 167 Aunque el zaherimiento de defectos fsicos posee una gran tradicin en la stira clsica, La Schwartz advierte en este ejemplo semejanzas con el epigrama XI,100 de Marcial, uno de los autores que en estas primeras composiciones parece ms atractivo para Quevedo. 168 En el epigrama latino se describa a las mujeres por medio de una serie de imgenes hiperblicas de gran rendimiento posterior en la stira quevediana: Habere amicam nolo, Flacce, subtilem, / cuius lacertos anuli mei cingant, / quae clune nudo radat et genu pungat, / cui serra lumbis, cuspis emicet culo. / sed idem amicam nolo mille librarum. / carnarius sum, pinguarius non sum. La proximidad con el epigramatario latino se acredita tambin con el uso insistente que Quevedo practica del argumento de locus a nomine, recurso retrico que consiste en la utilizacin de los nombres de las personas seora Notoma, en este caso con finalidad burlesca. 169 A propsito de la stira contra mujeres flacas, matiza La Schwartz que Quevedo no imita el epigrama completo, sino que toma una imagen del epigramatario latino, la transforma e incluye en una estructura sintctica ms compleja: ciertas imgenes que llamaron la atencin de Quevedo-lector de Marcial producen numerosas variaciones y se hacen luego caractersticas del lenguaje satrico de Quevedo, ms all de la relacin gentica inicial. 170
166 Recuerda Gonzlez de Salas que dos de ellas figuran incluidas en Flores de poetas ilustres y que las otras dos son de la misma poca. 167 Plata Parga, Fernando: Ocho poemas satricos de Quevedo, Pamplona, EUNSA. (Anejos de La Perinola), 1997, 92-93. Adems de algunas manifestaciones en prosa de este motivo, Fernando Plata menciona como muestra de su constante utilizacin potica composiciones de Lpez Maldonado y Juan de Juregui, as como poemas incluidos en dos cancioneros: el de Gabriel de Peralta, de principios del XVII, y el publicado en 1628. Tampoco se debe olvidar que en esta misma antologa, el propio colector, Pedro Espinosa, escribe una composicin contra una mujer gorda. 168 Schwartz Lerner, La: Quevedo: discurso y representacin, Pamplona, EUNSA. (Nmeros Anejos de Rilce: n 1), 1986, p. 138. 169 Vase mi trabajo El epigrama de Marcial en Quevedo, 1999, p. 93. 170 La Schwartz Lerner, Quevedo: discurso y representacin, ob. cit., p. 138. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 144 La cancin en sextillas, Oye la voz de un hombre que te canta, estn dedicadas a una mujer rota y remendada. Siguen la tradicin del texto anterior de la diatriba contra mulieres de tanta predicacin en estos momentos. El motivo se desarrolla a partir del recurso retrico de la hiprbole: si hiperblica es la descripcin de la dama como un mero conjunto de harapos a consecuencia de su extremada pobreza, hiperblica resulta tambin la referencia a su extraordinaria belleza, patente al no permanecer oculta bajo la ropa. Y desnuda, rotsima doncella tan linda estas, estas tan rica y bella, que menos nos mataras t de amores, con las galas mayores, y eres as a la espada parecida que mata ms desnuda que vestida. Aunque la composicin no se caracteriza por su originalidad tema y tcnicas forman parte de la tradicin, como tambin el tpico tangencial de la muerte por amor, el rasgo ms notable de la misma es la prolongacin interminable de la hiprbole a partir de frmulas comparativas que pretenden aproximar realidades dispares y que provocan un efecto de asombro y sorpresa en el lector, una caracterstica clave en la creacin quevediana. La cancin tambin en sextillas dedicada a una mujer vinosa recrea los consabidos chistes sobre la aficin a la bebida, relacionada en este caso con el discurso amoroso. Los primeros versos reproducen el reproche del enamorado rechazado, si bien poco a poco se van desvelando los motivos de tal desdn, presentados de forma indirecta con alusiones a la tendencia de la mujer al vino. Las burlas ingeniosas contra la mujer se suceden, con el consiguiente abandono del tono inicialmente amoroso del hablante: 171
Dichosos tus galanes, aunque de amor por ti penando mueras, que si piedad no esperan un no pequeo alivio a sus afanes, no han de negar que gozan placenteros, pues te ven la mitad del ao en cueros. Permite que yo sea el olmo de esa vid, y que con lazos, dndote mil abrazos, tejida en laberintos mil te vea que en lo que toca a besos, comedido, menos de los que das al jarro pido. (31-36, 55-60) En estos versos, Quevedo invierte el viejo tpico amoroso de la vid entrelazada al olmo, al otorgarle a la vid el valor metafrico de la dama vinosa y, por tanto, mostrar la imagen emblemtica ms como una visin ertica real y lbrica que como un smbolo de la indisolubilidad del amor. 172
171 Vase la anotacin de Fernando Plata, Comentario a la Cancin a una dama hermosa y borracha La Perinola 6 (2002), pp. 225-237. Plata sostiene que se trata de un ensayo potico del joven Quevedo (p. 236). 172 Vase el clsico trabajo de Aurora Egido, "Variaciones sobre la vid y el olmo en la poesa de Quevedo: Amor constante ms all de la muerte." Homenaje a Quevedo. Actas de la II Academia Literaria Renacentista. Ed. V. Garca de la Concha. Salamanca: Caja de Ahorros y LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 145
La ltima cancin, resuelta en estrofas aliradas de ocho versos, mantiene con la anterior el intento de parodiar el reconocible cdigo amoroso, a base de degradar a la mujer y de presentar el sentimiento amoroso como un estado de negacin de la realidad o, en todo caso, de idealizacin loca de la persona querida. Quevedo devuelve al terreno real (con la apreciacin por el dinero que atribuye a la mujer, en una nueva actualizacin del tpico) la imaginacin del atribulado amante que acaba de escapar de su anterior locura; as lo declara el arranque: Marica, yo confieso/ que por tenerte amor no tuve seso: Si alguna liendre hallaba en tus cabellos, alma la llamaba de las que andan en penas, haciendo purgatorio tus melenas: a tu cara fing, del sol compuesta, por lo que el solimn del sol la presta y a tus labios de grana, siendo, como se ven, de carne humana.() Algo cre en la treta del hacerte creer que eres discreta: pero despus de darte entendimiento atisbabas mi argento. (17-24, 49-52) El poema concluye con versos de notable obscenidad, muy semejantes a los que figuran en la musa quinta. La presentacin de la amada como mujer codiciosa, apegada a la moneda, y la conversin del hablante de enamorado en cnico galn ertico conducen la composicin al mbito de los bailes y las jcaras, donde estos temas, sexo y dinero entremezclados, constituyen la esencia burlesca. Madrigal, dcimas, quintillas y redondillas. El madrigal incluido en esta musa satrica, T sola, Cloris ma conserva buena parte de los rasgos de las canciones anteriormente comentadas. Aunque, desde el punto de vista mtrico, llama la atencin la preponderancia de los versos endecaslabos en la segunda mitad del poema y la tendencia a la rima pareada a lo largo del mismo. El motivo de la bucarofagia, el de la costumbre de las mujeres de masticar barro como recurso para la belleza, es muy celebrado en el siglo XVII. Fernando Plata dedic un trabajo a tal cuestin y trat, obviamente, este poema. 173 Quevedo lo desarrolla bajo el prisma burlesco, en especial los versos, de recuerdo un tanto irreverente, sobre la frmula bblica del pulvis eris que l mismo cita: Barro es cuanto en mis versos te prohbo, mas no es barro enterrar tu cuerpo vivo. Confieso que de verte pena tomo: roer con perlas el memento homo.
Monte de Piedad, 1982, pp. 213-32; tambin en Fronteras de la poesa en el barroco. Barcelona: Crtica, 1990. 216-40. 173 Fernando Plata,Ocho poemas satricos de Quevedo. Estudios bibliogrfico y textual, edicin crtica y anotacin filolgica, Pamplona, Eunsa, 1997. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 146 Y si en tu pulideza no es desgarro, murdeme a m, pues soy tambin de barro. (20-25) Las composiciones en dcimas que compuso Quevedo para este apartado de la musa Tala son dos: una burla pardica de distintos estilos literarios, Con tres estilos alanos y una relacin humorstica de la fiesta de toros celebrada con motivo de la visita del Prncipe de Gales, Floris, la fiesta pasada. En el primer poema, se recorren diveras modalidades de discurso lrico: el del cancionero, pleno de paronomasias y paradojas; el cultista, repleto de latinismos; y, por ltimo, el llano, presentado como prosa fregona, compuesto de vocablos comunes y de sintaxis suelta: Estilo primero Amar y no merecer temer y desconfiar: dichas son para obligar, penas son para ofender. Acobardar el querer cuando ms valor aplique el miedo su calidad, para ms seguridad, tmate este tique mique. Estilo segundo Si bien el palor ligustre desfallece los candores cuando muchos esplendores conduce a poco palustre, construye el aroma ilustra vctima de tanto culto, presintiendo de tu vulto que rayos fulmina horrendo. Estilo tercero Digo, pues, que yo te quiero, y que quiero que me quieras, sin dineros ni dineras ni resabios de tendero. Quevedo desmonta el aparato retrico de la poesa cancioneril y de la poesa cultista por contrapunto con el lenguaje directo, a propsito de la conquista amorosa. Se trata de un viejo mecanismo pardico por el que toda afectacin artificiosa aparece contrastada con la realidad de los fenmenos que oculta: la circunstancia obscena, en su sentido primigenio de exhibida, supera el intil palabreo de los dos primeros estilos. Floris, la fiesta pasada relata con propsito humorstico uno de los episodios histricos ms celebrados de comienzos del siglo XVII: la visita del Prncipe de Gales a Madrid con la intencin de desposarse con la infanta Mara de Austria, entre el 17 de marzo de 1623, da de su llegada de incgnito a la casa del embajador ingls, el conde de Bristol, y el 7 de septiembre, da de su despedida. La corte se esmer por agradar al heredero ingls, no sin desazn y consultas por las repercusiones polticas y religiosas de ligar a un miembro de los LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 147
Austrias con el heredero de una corte tenida por hereje, y procur organizar fiestas y recibimientos ostentosos. 174 Quevedo revivi con afn ridiculizador un certamen taurino en el que la lluvia fue la principal protagonista: Floris, la fiesta pasada/ tan rica de caballeros,/ si la hicieran taberneros,/ no saliera ms aguada (1-4). Alab el arte de varios nobles participantes en los lances, pero no excus las insinuaciones jocosas sobre las pretensiones matrimoniales del prncipe ingls: primero, en la dcima en que describe su presencia en el balcn real, Vi la magna conjuncin, Floris divina, a pesar de los divorcios del mar, abreviada en un balcn: el castellano Len, la britnica Ballena, que, de espaola sirena suspendido, padeca los peligros que beba entre el agua y la arena. (21-30) y, en segundo lugar, en la dcima en la que el elogio al toreador Guino se convierte en una sutil puya contra la oferta del heredero britnico: De lo caro y de lo fino, con resolucin decente al auditorio presente, aguard a los toros Guino. Uno se fue y otro vino; y, vindole con pujanza tratar, sin hacer mudanza, al torazo como a buey, dijo a los suyos el rey: Veis all una buena lanza Quevedo hace burla de su propia condicin de cronista, al sugerir que se trata de una orden (Para poder alabarlo/ todo, a m se me orden), si bien el resultado final, con alusiones imprecisas sobre el xito de muchos de los caballeros, desmiente tal encargo. Esta misma circunstancia festiva de los toros fue celebrada en la composicin en quintillas Sola esa fiesta en mi vida, a propsito de la cada fortuita de todos los toreros. Quevedo exalta la valenta de todos los participantes y desprecia, con juegos conceptistas, las risas de los espectadores ante los riesgos asumidos por los lanceadores. La otra composicin en quintillas, Todo mi discurso atajo, ms breve que la anterior, tambin trata de una cada: en este caso, de una mujer durante un baile. Si en los versos de las quintillas precedentes, la composicin se armaba sobre una sucesin de chistes alrededor del verbo caer (con recursos abundantes al discurso religioso: por ejemplo, caer en la plaza es bueno/ y malo, en la tentacin), en ste se dejan exponer algunas travesuras sexuales ms que evidentes:
174 Las relaciones contemporneas de la visita fueron numerosas: Pablo Jauralde, Francisco de Quevedo (1580-1645), Madrid, Castalia, 1999, pp. 465-476, narra los aspectos ms relevantes del encuentro con el rey Felipe IV. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 148 Si el chapn se te torci anda sobre m, no pares, no temas que tuerza, no, pues cuanto ms me pisares ms me enderezar yo. Y aunque es ao de cadas en el mandar y el poder dulete de tantas vidas que de ti viven asidas. Tente o djate tener. (21-30) Estas composiciones en verso menor terminan con unas redondillas que celebran a una roma, como todas lo merecen: Roma, hablando con perdn. Es una composicin muy singular, porque ofrece una muestra ms de la dificultad de definir el proceso selectivo con el que obr Gonzlez de Salas al editar la obra quevediana: El poema est puesto en boca de un hombre que ofende a una mujer chata, pero, segn el editor de la poesa de Quevedo, sus versos, que se escribieron entonces ms rigurosos, aparecen ahora con semblante ms mesurado y decente. No se sabe en qu medida, pero por el lugar que ocupan y tras las quintillas antes comentadas debi de resultar especialmente pecaminoso. A ello contribuye el muy posible origen venreo del desnarigamiento de la mujer y el contagio que la relacin sexual con ella le supuso al hablante: as se explica el epgrafe de Gonzlez de Salas: ofendido un gran seor del mal tercio que le hizo una desnarigada. El mal tercio bien puede referirse a las fiebres tercianas causadas por la mujer, que, a causa tambin de su enfermedad, perdi su apndice nasal. Algunas de las expresiones burlescas proceden del frtil yacimiento del epigrama clsico, como los versos Y otro, que roe tus zancajos, me certific este da que tu nariz se esconda del mal olor de tus bajos. (63-66) que rememoran los versos de Marcial en el que era la mentula del personaje burlado la que provocaba el retraimiento de la nariz. El resto de imgenes se basan en esquemas visuales utilizados en otras composiciones sobre semejantes defectos fsicos, como el soneto A Roma van por todo; mas vos, roma (Hoy nos ensea tu cara/ las mejillas sin arzn,/ gargajos sin pabelln/y mocos sin alquitara, o que al fin llevan tus mejillas/ las narices en cuclillas/ y las facciones a gatas), mientras vuelven a asomar las alusiones de burla contra judos ya vistas a propsito del famoso rase un hombre a una nariz pegado, con las que da conclusin a su vejamen: Mas, vergonzante infeliz, nariguilla de botn: vete en casa de un sayn que d sopa de nariz. Que yo tus fiestas solemnes dejo ahora, pues presumo que ya te sube el humo a la nariz que no tienes. (99-106) LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 149
La coda de estos poemas red0ndea la musa, con variedad temtica y variedad mtrica, y, derivado de ello, variedad de orden genrica: un madrigal de tono medio, con pasajes de irreverente permisividad, dcimas metapoticas, de parodia de estilos; quintillas jocosas sobre cadas de toreros y de damas; y redondillas vejatorias contra una roma. Todas estas composiciones sirven de puente entre los dos grandes subgneros de esta musa: los sonetos y los romances. Y para que el paso fuera menos abrupto, Gonzlez de Salas dej un pequeo hueco para una ancdota personal, con ribetes literarios. Public como colofn (o como engarce, ya que el romance de esta serie comienza la numeracin de los noventa y nueve restantes romances) el resultado de un dilogo literario festivo entre Francisco de Quevedo y el duque de Lerma a propsito de un instrumento de precisin astronmico y de una esfera que Quevedo le prest al duque y que ste no le devolva. Quevedo le escribi el soneto, La esfera en que divide bien compuestas contestado por el duque de Lerma en forma de romance, Vuestro soneto es tan bueno, y finalmente, respondido por el propio Quevedo con otro romance, Mandan las leyes de Apolo, que da comienzo a la numeracin del centenar exacto de romances que ocupa ms de la mitad de la musa Tala. 175
Romances La centuria de romances que Gonzlez de Salas coloc en la ltima parte de la musa Tala representa, por su variedad, el completo discurso potico burlesco de Quevedo. Una nota extensa precede a estos romances, donde el editor de la obra potica quevediana vuelve a recordar la relacin (aunque no de un modo muy definida) de esta especie de poesa con la tradicin epigramataria, especialmente en lo que se refiere a su disposicin desordenada y a buena parte de sus asuntos: No hubo empero atencin, a graduarlos, o por su antigedad o por su aprecio, para que se antepusiesen, o pospusiesen en la salida; sino confusamente, como en selva, se les dio lugar interpolados: advirtiendo aun mas a alternar los ms ventajosos con los menos; como observ yo, que lo ejecutaron as todos los epigramatarios antiguos, de quienes tan varios fueron los argumentos de sus epigramas, como lo son los de estos romances. No hablo de la forma de su composicin, que en esa son diferentes. Y ms adelante, precediendo al romance Seor don Leandro, el propio Gonzlez de Salas introduce otro breve comentario para distinguir los ltimos cinco romances del resto por considerarlos Romances de versos cortos: Aqu ltimamente se admitirn tambin cual o cual romance de versos cortos, por no faltarles gracia, y por haber visto de ese ritmo estimados muchos otros de poetas nuestros insignes que, aunque modernos,
175 Se trata de un caso bien curioso, redactado probablemente por el ao 1617, a comienzos de octubre, como indica Jos Manuel Blecua en la edicin de estos poemas. Vanse al respecto, Pablo Jauralde, Francisco de Quevedo (1580-1645), ob. cit., p. 360, y Alessandro Martinengo en La astrologa en la obra de Quevedo. Una clave de lectura, Pamplona: Eunsa, 1992, pp. 42-46. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 150 atendieron as a que se continuasen las antiguas solariegas composiciones de Castilla, si bien con algn ms donairoso alio que los ancianos, de quien hoy an duran testimonios. En lo que respecta a la difusin de esta clase de poemas se da un fenmeno contrario, ya que, al lado de composiciones con numerosas copias y variantes, se hallan poemas que slo vieron la luz en la edicin impresa. La afinidad de muchos de estos romances con la tradicin de las jcaras y los bailes explican la divulgacin, probablemente cantada, de muchos de estos poemas. Los temas predominantes de estos poemas son los mismos del resto de las composiciones burlescas, aunque, como ocurre con frecuencia en otros subgneros poticos en Quevedo, ciertos temas asoman de forma exclusiva bajo esta frmula mtrica. La crtica de las mujeres ocupa con diferencia el primer lugar en las preferencias satricas y, de modo muy especial, la figura de la pidona o de la codiciosa de dinero. Como siempre tambin, esta figura se acerca, en esta descripcin moral, al prototipo social de la mujer que cobra por el comercio de la carne. Sexo, pues, y trato econmico componen el cuadro ms aproximado del tipo femenino de la burla quevedesca. Los romances que abordan la representacin de esta composicin social son numerosos. En buena parte, el discurso se presenta pardico, ya que se sustenta lingisticamente en la degradacin de los cdigos cancioneriles y petrarquistas, para dejar paso a una excesiva exhibicin de la carne, siempre a cambio de un deseo inevitable de dinero. En ese terreno se pueden ver matizaciones del prototipo, como el romance, Mensajero soy, seora, de la ta, esa derivacin celestinesca, que ensea a una muchacha los trucos del oficio, en el que la estafa y la persecucin del hombre rico cobran el mayor inters: Mancebito guardoso oso le digo, pues se lame las manos para s mismo. A quien guarda el dinero Nero le llamo, y a quien da lo que tiene un Alejandro. Para m son bolsones sones y liras, gaita mejicana de mi codicia. Es mi Mariquita quitapesares digo quitapesos de a ocho reales. (73-88). Otro modelo, dentro de este contexto, es el de la aspirante a ttulos, como el personaje del romance Pidindoles est dineros, o el de la vieja, representada con los rasgos ridiculizadores caractersticos (pantasma de las doncellas/ y gomia de los billetes), que rechaza, a pesar de todo, a un cortejador por falta de riqueza: El rico est en toda parte; siempre a propsito viene; LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 151
no hay cosa que se le esconda; no hay puerta que se le cierre. Doncella dicen que fui; el Seor sabe si mienten; quin me hizo duea no supe, y pagronmelo siete. (53-60) Pidonas, socalias aparecen por todos lados, como en A buen puerto habis llegado con los reproches de un galn que avisa a sus pretendientes de su escasa fortuna, o en Aqu ha llegado una nia, romance formulado como un anuncio de una graduada del sonsaque, que, examinada en buscn/por las madres protoviejas,/ saca bolsas sin dolor (2-4). La composicin Deletreaba una nia complementa esta figura, representada por la expresin nia, que posee indudable sabor irnico, para referirse a otra de las estampas femeninas ms caras a Quevedo: las de la viejas. La descripcin de tres buscadoras, en forma casi de aquelarre con sacrificio de galanes, conforma una escena muy del gusto del entrems quevediano: 176
Estaban las viejecitas como carne de pastel, hojaldradas y calientes, gesos y moscas despus. La habla, desencordada, que mostraba al responder mucha enca y poco diente, labio y quijada cruel.(9-16) Esta disposicin abre indudables expectativas humorsticas con la caricatura de su vejez, de slida tradicin epigramataria (muslos en forma de mueca,/ nieve con fondos en pez, 27-28); y al mismo tiempo, de su habilidad sonsacadora: Sin poder decir Dios, valme!,/ me desnudaron la piel/ el archivo de Simancas /y el rostro barcelons (69-72). Quevedo actualiza estos temas con una dispositio novedosa, como en el caso anterior en que utiliza los rasgos de un cartel para anuncio o como en Dironme ayer la minuta en el que, bajo el modelo de una respuesta a un inventario de herencia, describe de forma jocosa las voluntades de una pedigea. La tcnica satrica de la acumulacin permite en la versin del Parnaso, presumiblemente posterior, la adicin de una interesante irona contra la condicin de caballero del propio yo potico, con posibles, al menos en una direccin de su lectura, ecos de la misma vida quevediana: Y aunque le parezco pobre, tengo razonable hacienda: un castillo en un ochavo, una fuente en una pierna.
176 Muy parecido planteamiento se usa en el romance (o bayle, por las alusiones a la chacona) rase una madre, no publicado en las musas y de escasa difusin, en el que la voz satrica presenta una dinasta de pidonas con la madre (entendido en sentido traslaticio, probablemente relativo al ambiente de una manceba) a la cabeza, rase una madre/ con tres hijas solas, /todas tres doncellas,/ una menos que otra (1-4), en el que no falta la advertencia: Jinetes del gusto/ que corris sus costas,/ alerta, que estafan!;/ cuidado, que roban! (65-68). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 152 Tengo un monte en un calvario y en una estampa, una sierra, y de mil torres de viento es seora mi cabeza. Y dems de aquesto, gozo un campo y una ribera en el romance que dice Ribera agostada y seca. Soy seor de mucha caza en el jubn y las medias y en ser dueo de m mismo lo soy de muy buena pesca.. (150-164) La frmula del calendario o del pronstico para el ao es otra de las singulares maneras de la diatriba contra las pidonas. El romance Quin me compra, caballeros, 177 que presenta otras versiones no tan novedosas, se estructura como una escena de calle, en la que un vendedor de calendarios anuncia su mercancia con la descripcin de las caractersticas de cada mes en relacin con la actitud de las mujeres que piden y toman. La estructura del calendario le permite a Quevedo la introduccin de diversos chistes, animados por los tpicos sobre cada mes y celebrados con la continua burla de las costumbres licenciosas. Es uno de los poemas burlescos de sabor ms costumbrista, con aroma de juglar que constata obviedades y formula verdades de perogrullo: Si yo me muero, me olvidan, y si cumplo aos, me cuelgan; si vengo, dicen qu traigo, si voy, que lleve encomiendas. Si he de vivir de estos aos, Dios me los quite de acuestas, pues la edad que tenga de ellas ser, aunque moza, muy vieja. Yo no he vivido barato ni mes que bien me parezca, sino los nueve en que el vientre me fue posada y despensa. Las tomajonas, en expresin quevedesca, ocupan tambin el lugar central en el romance con glosa Los mdicos con que miras, con una notable intensificacin de las metforas referidas al hurto o al robo. En este soneto paradigmtico, Quevedo reitera los tpicos de la mujer artera que conquista con trampas amorosas (cabe el trmino sexuales) al amante, a cambio siempre de dinero. Quiz lo ms novedoso sea la transformacin del retrato cannico de la amada (de arriba abajo) en un compendio de partes y miembros destinados a la consecucin exclusiva del dinero: Los mdicos con que miras, los dos ojos con que matas, bachilleres por Toledo,
177 Este poema presenta variantes; en las que Blecua considera primitivas, la frmula del vendedor que anuncia los calendarios no aparece. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 153
doctores por Salamanca; esa crcel que te peinas, esos grillos que te calzas, que ni los ponen las culpas ni los quitarn en Pascuas; la boca que, a puras perlas, dicen que come con sartas, y por labios colorados dos bcaros de la maya; aquesos diez mandamientos (que as las manos se llaman), de ejecucin contra bolsas, de apremio contras las arcas; la sonsaca de tu risa, la rapia de tu habla, los halagos de tus nias, los delitos de tu cara; el talle de no dejar un ochavo en toda Espaa, y el aire, que en todo tiempo dicen que lleva las capas: buen provecho le hagan a quien da su dinero porque le lleve Satans el alma. (1-27) Esa correlacin entre ojos, cabello, boca, labios, manos, talle y distintas funciones entre seductoras y delincuentes de esos mismos miembros acta como parodia completamente inversa de la poesa corts, con la figura de la prostituta como objeto de la descripcin minuciosa. 178 El yo potico se revela en ocasiones contra esta artimaa infalible, como en el romance Dos dedos estoy de darte, en el que la voluntad del amante se hace fuerte, con indudables insinuaciones erticas en forma de nfasis retrico: Holgarme que te den joyas y juros y censos; y de que te den, sin darte, tendr yo mi par de huelgos. Primero del prometer que del pecar me arrepiento: todo loco con su tema: t dacas y yo no tengo. (33-40) La figura de la pidona constituye, pues, el principal objeto de la burla. 179
Como complemento de este personaje, Quevedo compone varios romances relacionados con el desenfreno sexual. Muchas de estas composiciones llevan de forma ocasional el zaherimiento de estas mujeres vidas de dinero, pero giran
178 En este sentido pardico, los romances Ciego eres amor y no, presentado como una execracin jocosa contra Cupido, y, sobre todo, Qu preciosos son los dientes representan de forma muy elocuente la descodificacin de la poesa amorosa en estos versos de burlas. 179179 En el romance Yo con mis once de oveja, que Quevedo pone en boca de un amante desdichado, los versos son muy elocuentes: Cada da y cada hora/ toman las mujeres hoy. El fondo de la prostitucin no es ajeno a esta caracterizacin de las figuras. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 154 ms bien en torno a los placeres carnales, expuestos con la disimulacin o el disfraz retrico posibles. En general, en estas composiciones siempre asoma, por mucha aparente simulacin, una clara delectacin ertica. En, por ejemplo, Anilla, dame atencin, que constituye una de los romances de mayor riqueza de inventio, el encomio de Anilla, la protagonista, es planteado como un parangn con las mujeres ms seductoras de la historia y la mitologa (Dalila, Dafne, Dnae: con la consiguiente carga ertica que esto proclama) y acaba con este especfico elogio de su pericia sexual: 180
Ms vale un bullicio tuyo que cuantas metamorfosis en las caas flautas silban y en las abubillas roncan. Los botes de tu mirar no hay corazn que no rompan, ni talego que no chupen ni joyero que no sorban. Yo lo digo, y si dijere algn filsofo en contgra, sin exceptar a ninguno, el desmiento por la potra. (293-304) Prximo a este repertorio de mofa de las mujeres, la descriptio vetulae abre un nuevo campo de exhibicin burlesca: el del retrato denigratorio. El romance Viejecita arredo vayas, presentado bajo la frmula de un conjuro exorcista contra una poseda por el diablo, recoge las imgenes degradantes asociadas a cada parte del cuerpo de la vieja. La pintura desmembrada evoca de forma explcita las ensoaciones del Bosco: sueo de Bosco con tocas, seala la voz potica al detenerse en la barbilla de la dama. Todo el retrato va encaminado a resear la condicin de bruja de la vieja: Vete a fundar Marimantas a las orillas del Nilo o a empezar otra cuaresma como mircoles corvillo. Aprecete al que muere que, con gesto tan precito, te pasarn por el diablo dos postreros parasismos. Doncella del alquitarre, vete a dar con el hocico hojaldre a las cataratas del ojo del enemigo. (77-88) Los romances Una incrdula de aos, Ya que a las cristianas nuevas Una picaza de estrado, Marca Tulia se llamaba, Las viejas que por lunares o rase que se era insisten en este retrato de la vieja o de la duea con muy parecidas imgenes y con un deliberado marco de abigarramiento y confusin
180 El poema Antouela, la pelada, que no figura en las musas del parnaso quevediano, compite en ingenio conceptista y licenciosidad elocutiva: Antouela, la pelada, /el vivo colchn del sexto (1-2) o al tomarla el escribano/ confesin de lo que ha hecho,/ ella niega a pies juntillas/ lo que pec a pies abiertos (57-60) LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 155
que conduce a la caricaturizacin del personaje vituperado: ejemplos de los cuatro primeros, en los que prima la visin desde fuera, ponen de manifiesto la tendencia de Quevedo por este asunto en la pintura burlesca: Dos cabos de ojos gastados con caducas por niez y a boca de noche un diente cerca ya de oscurecer; ms que cabellos arrugas en su cscara de nuez, pinzas por nariz y barba con que el hablar es morder.(57-64) Vieja de diente ermitao que la triste vida hace en el desierto de muelas tenga su risa por crcel. Vieja vsperas solemnes con perfumes y estoraques, sguele cuando se acuesta hieda cuando se levante. Vieja amolada y buida, cecina con aladares, pellejo que anda en chapines por carne momia se pague. (69-80) Tumba viva de una sala mortaja que le entremete embeleco tinto y blanco que revienta quien le bebe. Una de aquellas que enviudan y en un animal se vuelven que ni es carne ni pescado duea, en buena hora se miente (5-12) Era la romana vieja, hecha en la impresin del grifo que con nariz y con barba pudiera dar un pellizco. La carita pareca suelo de queso de Pinto, que los Pintos, y los quesos blasonan de muy antiguos (9-16) La parodia de las descriptiones puellae se aprecia en el poema Psame, seora ma, con la relacin de partes del cuerpo que con el paso del tiempo quedan reducidas a ruina: A pesar del artificio el padre Matusaln ha introducido en su cara mucha cscara de nuez; las arrugas de la frente son rodadas a mi ver: MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 156 de la carrera del tiempo y la huella de sus pies. (5-12) En este aspecto es muy interesante el romance Cubriendo con cuatro cuernos, en el que se refieren las prendas que guarda un amante cornudo, entre las que aparece un retrato caricaturesco de su amada. Con la parodia que surge de la inversin del modelo, ya que el amante deja el retrato abandonado como espantajo a las aves/ y por estircol al prado, la pintura de la mujer muestra el envs de la belleza, con alguno de los chistes procedente, sin duda, de la frtil invencin de la tradicin epigramtica. La frente mucho ms ancha que conciencia de escribano. Las dos cejas en ballesta, en lugar de estar en arco. La nariz casi tan roma como la del Padre Santo, que parece que se esconde del mal olor de tus bajos. Avecindados los ojos en las honduras del casco con dos abuelas por nias de ceja y pestaas calvos. Una bocaza de infierno, con sendas verdes por labios donde hace la santa vida un solo diente ermitao (45-60) Este gusto por la pintura caricaturesca se plasma en otros romances a travs de la burla de un concreto defecto o de una concreta cualidad singular del cuerpo. La nariz, por ejemplo, ocupa la atencin en el poema A tus ojos y a tu boca, con un locutor enamorado que sustituye los clsicos ojos, labios o cabellos del lenguaje medio de la poesa amorosa por esa otra parte ms humilde del rostro de la amada. Esa sustitucin, de resultados pardicos, es explicada jocosamente por el propio yo potico al sobrepujar la nariz sobre otros rasgos de la cara: Rostros sin ojos he visto hermosos y tambin tuertos, mas rostro desnarigado es in pulverem memento. Nariz es seal de vivo, no nariz seal de muerto: sin ella est retratada la engullidora de huesos. Ojos y dientes postizos andan engaando necios, mas la nariz no consiente sostitutos ni remiendos. Con el tinte (Viejo verde, viejo verde), con la calvicie (Madres las que tenis hijas), con los postizos (Un moo que aunque traslado) o con la extremada altura de una mujer en Si me llamaron la Chica la burla de las apariencias cobra un singular contenido. Aunque la materia es conocida, lo LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 157
interesante se halla en las frmulas para su desarrollo, como la parodia literal del formulismo romanceril en el primero Viejo verde, viejo verde/ ms negro vas que la tinta-; el esquema de relacin de Varios linajes de calvas en el segundo; la utilizacin de una cabellera postiza como locutor potico en el tercero o el sorprendente autovituperio de la Chica, con la irona como especial instrumento retrico. Las premticas sobre vestidos u ornamentos proporcionaron a Quevedo materia para los romances. Y en ellos procur semejante novedad dispositiva, como se advierte en el poema All van nuestros delitos, en el que hablan los propios mantos que tapan a las mujeres, prohibidos por una de dichas normativas: Enormes son mis ofensas y los delitos que traigo, dijo un manto de Sevilla ceceoso y arriscado- He rebujado una vieja sin principio ni sin cabo, eternamente cecina y momia siendo pecado. Entre dos yemas de dedos, con que la topaba a ratos, escond sin que le viesen mucha caterva de antaos. (93-104) O como en el romance Yo, cuello azul pecador, en donde el propio cuello confiesa su delito, con la frmula de una oracin de confesin y arrepentimiento y en respuesta evidente a la premtica de reduccin de valonas en el vestir masculino: Yo, cuello azul pecador, arrepentido confieso, a vos, premtica santa, mis pecados, pues me muero. Contatos puedo mis culpas, pero no puedo mis yerros, que en molde bolo y cuchillas a toda Vizcaya tengo. (1-8). En circunstancia tan burlesca como sta no deja Quevedo de mostrar su visin del cuerpo como un objeto descuidado donde habita provisionalmente el alma: En este cuerpo sin alma/ cuarto sin ropa se alquila (63-64). Semejante materia, como el de las disposiciones sobre corte del cabello, se observa en el romance Con mondadientes en ristre, en el que se narra, con cierto pulso antiheroico, la entrada y salida de la barbera de un tal Lesmes de Calamorra, de significativa onomstica y apariencia atrabiliaria. La imagen de la vejiga con ojos con la que describe el pelo cortado del protagonista se remonta a los conceptos asociados a la calvicie, visibles en otros lugares de su poesa burlesca. La estructura formal de la propia premtica le permite en el romance Mando yo, viendo que el mundo ensartar una serie de rdenes, de corte MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 158 pardico, en el que concurren varias de sus predilecciones sobre rasgos del cuerpo o sobre la vestimenta: Destierro puos pajizos, que hay damas pasteleras, que traen en puos y en manos roscones y quesadillas. Permito las vueltas huecas donde hay muecas rollizas, que en flacas son candeleros y las muecas bujas. (53-60) En circunstancia tan burlesca como sta no deja Quevedo de mostrar su visin del cuerpo como un objeto descuidado donde habita provisionalmente el alma: En este cuerpo sin alma/ cuarto sin ropa se alquila (63-64). El apetito sexual constituye uno de los temas principales de la poesa burlesca de Quevedo. A pesar de la muy probable censura (promovida por un decoro lingstico de dimensiones no siempre fciles de determinar) ejercida por Gonzlez de Salas en su edicin, en este apartado se pueden destacar varias composiciones en los que el placer lujurioso aparece como asunto fundamental. No conviene olvidar la marcada contextualizacin de su accin en un marco prostibulario de trongas y buscones, pero su constante representacin ofrece un espectculo familiar de ese mundo. 181 En Sepan cuantos, sepan cuantas, el narrador, a la manera de un pregonero, elogia a una tal Elvirilla, clebre por sus movimientos (meneos, en expresin tal vez ms definida) sobre tacones elevados, capaces de excitar a toda la naturaleza: 182
Si hace una reverencia los deseos dicen oxte, los apetitos relinchan y bostezan las pasiones. Cantridas toma el yelo para mostrarse muy hombre los berros arrojan chispas, sienten cosquillas los montes.(53-60) En Tomando estaba sudores y en su segunda parte, A Marica la chupona, se narra la convalecencia en el hospital de una tronga enferma de sfilis, con
181 Un ejemplo bien evidente es el del romance Villodres con Guirindaina, en el que los personajes son un jaque que pretende viejas y una tronga que intenta ser dama de porte. Sobre este particular romance conviene no olvidar lo que seala Gonzlez de Salas en la nota del poema A los moros por dinero de que en algunos casos el poema fue completado por la pluma del propio editor. 182 Singular se presenta, en este marco prostibulario, el romance As el glorioso san Roque, con la peticin del locutor satrico a san Roque de que le libre del mal que le aqueja: el gustar ms de las prostitutas de mayor gala que de las ms humildes: Y como yo estaba hecho/ a ver las piernas en piernas,/ pens que era carne azul/ lo que eran azules medias./ Seis puntos solos calzaba;/ yo, hecho a patas inmensas,/ por los pies la pregunt,/ como si no los trujera./ Hzoseme novedad/ ver carnes lisas y tiesas,/ hecho a unoc cuerpos de dura/ de zapatos de vaqueta (37-48). La procacidad de algunos versos (bien se le entiende del sexto, / bien la lujuria menea, vv. 51-52), transcritos en numerosos manuscritos, tal vez le impidi formar parte de las musas. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 159
referencias a sus llagas y a las relaciones sexuales que las causaron, sin descartar las reiteradas parodias de las metforas petrarquistas, tan impropias en estos casos: 183
Su cabello es un cabello, que no le ha quedado ms; y en postillas y no en postas se parti de su lugar. Los labios de coral niegan secos su prpura ya, ni de coral tienen gota, mucha s gota coral. (33-40) Condenados tiene a dos a circuncisin cristiana con lamparones de abajo de caramanchel de Francia. (33-36) En este ambiente habra que incluir el romance A la jineta sentada, una estampa de una cortesana, descrita en su casa rodeada de tedio y aburrimiento, que se lamenta, mientras contempla su cuerpo, de su escasa actividad amorosa (y, por tanto, escasa recompensa econmica) con la expresin metafrica, procedente de la tradicin popular, fcilmente interpretabale: Molinico, por qu no mueles?/ Porque me beben el agua los bueyes. 184 En Estamos entre cristianos, la elocuencia alrededor de los encuentros erticos se plasma mediante la voz del hombre que se queja de haberse casado con engaos y de prolongar con su hija la aceptada consideracin como prostitutas de las mujeres de su familia: Dicen que llev su flor: cristiano soy, alma tengo y si yo vi flor, ni rosa la pague esclavo en Marruecos. Ni yo vi en su cuerpo todo jardn alguno ni huerto, aunque en el lugar que dice ha tenido muchos tiestos. En este marco de comercio carnal, la figura del marido que acepta, voluntario o interesado, las relaciones de su mujer con otros hombres ocupa un lugar predilecto para Quevedo. En Yo, el menor padre de todos es el hombre
183 En el epgrafe del segundo romance se lee: Segunda parte de Marica en el Hospital y primera en lo ingenioso. En el romance La escarapela me llamas es una moza de los defectos la que se dirige a otra compaera que convalece de sfilis en un hospital. Para este poema vase Ignacio Arellano, Quevedo: lectura e interpretacin (Hacia la anotacin de la poesa quevediana), en Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos centenarios, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago, 1995, pp. 152-160. 184 En la versin que publica Blecua proveniente de un manuscrito aparecen expresiones, que en la versin del Parnaso no figuran, de contenido sexual ms preciso: piernas de buena persona/ y proporcionado vientre,/ y entre muslos torneados,/ el sepulcro del deleite (41-44). O ms adelante, cuando la protagonista echa en falta la compaa: Y mirando a su molino,/ donde la espiga se muele,/ y de los granos se saca/ la harina blanca de leche (79-84). De parecida ambientacin es el poema Pidindoles est dineros. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 160 quien denuncia; en Mi marido, aunque es chiquito es la mujer quien confiesa; y, en cualquier caso, los placeres del sexo, acompaados siempre del trato comercial, ofrecen motivo para el zaherimiento burlesco: Fuimos sobre vos, seora, al engendrar el nacido, ms gente que sobre Roma con Borbn por Carlos quinto. De mis hijos solamente padre de gaznate es: yo los paro y l los traga por suyos de tres en tres. Si he menester el vestido, su testa es el mercader, pues deja que me le hagan, sin hacer que me le den. El personaje del cornudo, prototpico de la stira, 185 limita con estos protagonistas de libre conducta moral, al mostrar, en evidencia, ese mundo de relaciones sexuales abiertas. El Mojagn del romance Echando verbos y nombres que encuentra a don Lesmes marideando con su mujer y reclama la parte que le corresponde como si se tratara de una querella por quien sostiene el negocio carnal, es uno de los ejemplos ms sobresalientes de este fenmeno: Yo no veo lo que miro/ yo no digo lo que hablo () Abro puerta sin toser/ y sin decir: Yo soy, cabro (61-65). El marido sufrido, representado con los atributos del cuerno y de los conceptos asociados y que cobra los servicios de su mujer, va un poco ms all en la exhibicin del mercadeo del sexo y conforma una de las figuras ms representativas de la poesa burlesca quevediana: en el romance Selvas y bosques de amor, con parodia lopesca incluida, 186 el propio sufrido se vanagloria de su deshonor. Mormuren detrs de m, mientras la hacienda les masco que es pulirme y no ofenderme el roerme los zancajos. Galanes de mi mujer se llaman unos hidalgos a quien llamo provisores a quien tengo por vasallos. (65-72) Las mismas intenciones de darse por interesadamente desentendido se expresan en el romance La que hubiere menester, estructurado con la misma perspectiva del marido consentidor: Si estando con mi mujer columbro brjula de oros,
185 Esta figura se mueve, con varios matices, entre el involuntario y el consentidor que cobra por ello. En el romance As a solas industriaba, un maridsimo viejo da consejos a un maridillo flamante, poniendo de manifiesto los principales rasgos del personaje. 186 Vase Schwartz-Arellano, Un Herclito cristiano, ed. cit., p. 490: el poema se plantea como una parodia de las invocaciones a la naturaleza tpicas de la poesa amorosa () en concreto el arranque del romance de Lope en La Filomena. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 161
hago como que me fui y, aunque me quedo, no estorbo. Y con esto an es tan vano de mi cabeza el encono que a quien me los pone a m parece que se los pongo. Tengo, en queriendo dormir, sueos de pluma y de plomos con prometimientos velo y con las ddivas ronco. (21-32) Estas muestras de stira de costumbres sexuales, dentro del matrimonio, transformado en espacio preferido para la actividad comercial en la que el sexo es la principal mercanca, y aledao del ambiente prostibulario, contiene, de forma inevitable, muchos motivos propios de la tradicin literaria. Donde la inventio elegida por Quevedo encuentra un extremo jocoso es en Los mdicos han de errar, una crnica regocijante de un error mdico, producido al recetar una purga para un joven en su noche de bodas y un afrodisaco a un viejecito con bubas. La escena de los amantes, repleta de referencias metafricas al acto amoroso, concluye con los detalles escatolgicos del novio en pleno purgatorio y del viejo con la edad amotinada. La burla de esta clase de episodios 187 se enraiza en lo ms profundo de la cultura popular: la utilizacin de las interioridades del cuerpo (sexo y excrementos) como materia literaria conduce al mundo carnavalesco y a la irrisin pardica de la miseria hominis, de raigambre medievalizante: 188
l, que aguardaba al ombligo de su bebida las furias traiciones sinti forzosas, que el retortijn anuncia. Dbale priesa el retorno de la mal sorbida zupia, las tripas tocan al arma, el un ojo le estornuda. Particulares estruendos se oyeron en esta junta; las nariz contra pastillas sinti que a traicin sahman. Arrojse disparando truenos y granizo en bulla: proveyse veinte veces y no la provey una. (129-144) La celebracin de bodas es otra de la oportunidades sociales que la literatura de corte popular utiliza para la burla. Quevedo recurre a tal materia de
187 El epgrafe recuerda que el ridculo suceso del trueco de dos medicinas ya fue contado por Andrs de Laguna, quien lo refiere con no menos travesura de donaire, que en el caso de Quevedo viene a ser forzosa. 188 Al respecto se puede recordar el dudoso poema quevediano No os espantis que me esconda, del manuscrito 108 de la Biblioteca Menndez Pelayo, presentado como un enigma del ojo de atrs: No han sonado bien mis cosas,/ aunque han sido risa a otros;/ algunas hice a traicin:/ hacerlas me fue forzoso (13-16). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 162 una forma singular en los romances Vi, debe haber tres das con la relacin de una boda de negros, y el romance Don Repollo y doa Berza, donde se narra la ceremonia nupcial de unas hortalizas. La composicin sobre las nupcias de dos negros se basa en conceptos burlescos sobre el color de los contrayentes y en tpicos vituperios contra la comunidad de esclavos, con indiscutible tenor racista. 189 Quevedo expone a la luz del romance una fiesta protagonizada por una minora racial, con escasa visibilidad histrica. Lo hace con un esperable espritu burlesco, pero no deja de poseer inters su decisin de otorgarles un lugar, aunque caricaturesco e nfimo, en la sociedad del momento. 190 En la caricaturizacin de los cnyuges no faltan las alusiones a los cuernos ni las propiamente erticas, tpicas de la stira de bodas ridculizadas; as, se puede leer en la presentacin de los protagonistas: l se llamaba Tom/ y ella, Francisca del Puerto:/ ella, esclava, y l, esclavo/ que quiere hincrsele en medio (33-36). Con ecos tradicionales, en los que no es posible olvidar los cuadros del Bosco, que tanto gustaban a Quevedo y una voz potica ms atemperada en la elocutio, Quevedo describe en el segundo caso la concurrencia hortelana que acude a la fiesta. El tono burlesco de este amplio apartado romanceril se presenta en esta composicin con un registro ms ligero, en el que la gracia punzante parece evitarse: vanse como ejemplo los versos finales, en los que una reticencia elude las posibles procacidades: 191
Todo fanfarrones bros, todo picantes bravatas, lleg el seor don Pimiento, vestidito de botarga. Don Nabo, que, viento en popa, navega con tal bonanza, que viene a mandar el mundo de gorrin de Salamanca. Mas baste, por si el lector objeciones desenvaina: que no hay boda sin malicias ni desposados sin tachas. (85-96) El romance, Antiyer se dieron vaya, de ttulo Matraca de las flores y la hortaliza, se sita en la misma materia, aunque en este caso la frmula empleada es la de un debate, a la manera tambin medieval de las razones. Flores y
189 Vase a propsito de este romance Ignacio Arellano, "La poesa burlesca urea, ejercicio de lectura conceptista y apostillas al romance 'Boda de negros' de Quevedo." Revista de Filologa Romnica 5 (1987-88): 259-76. Tambin vase John R. McCaw "The Liberated Word: Africans and Carnivalesque Imagery in Francisco de Quevedo's Boda de negros." Afro-Hispanic Review 18.2 (1999): 10-14. 190 Como indican dos trabajos recientes de Garca Santo-Toms y de Martnez Gngora sobre el fetiche cultural, este romance ejemplifica la importancia de valorar los versos satricos no slo como un ejercicio de ingenio y gracia, sino como un documento descriptivo del imaginario del siglo XVII sobre ciertos colectivos. 191 Vase al respecto el comentario y la anotacin de Blanca Perin, En el huerto con Quevedo. Boda y acompaamiento del campo y Matraca de las flores y la hortaliza, La Perinola 6 (2002), pp. 199-223. Antonio Carreira en Nuevos textos y atribuciones en la lrica urea, Voz y Letra, I, 2, 1990, p. 105, recuerda que otros manuscritos atribuyen a otros autores (Mendoza, Gngora) este poema. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 163
hortalizas se desafan: las primeras aducen su belleza y su buen olor; las segundas recurren al argumento de que, a pesar del mal olor, alimentan: Un jigote de claveles,/ qu cristiano se le engulle?/ Pues mil jazmines guisados,/ qu caldo harn en el buche? (69-72), dir la berenjena en su disputatio humilde. A diferencia del otro romance sobre vegetales, aqu las metforas constituyen uno de los objetivos del texto, con resultados llamativos dentro de lo habitual en Quevedo: el berro, como vello del agua dulce; el pepino como Galaln de la ensalada; las hortalizas echadas al caldo como Mosqueteros de las ollas o como arboleda de los brodios/ y plumajes de la mugre, entre otros conceptos, conforman este desafo burlesco, de profundo sabor carnavalesco. La carnavalizacin de los personajes cobra especial ejemplificacin en el romance -calificado como clebre en su epgrafe- Los borrachos, Gobernando estn el mundo. Tres gabachos y un gallego, completamente ebrios, son sus protagonistas y las palabras de este ltimo, apellidado Maroto, balbucean un alegato contra el mundo al revs en el que los valores morales del pasado son sustituidos por los correspondientes vicios irreparables del presente: Todo se ha trocado ya, /todo al revs est vuelto:/ las mujeres son soldados/ y los hombres son doncellos (65-68). La diatriba contra los usos en el ornamento de los vestidos que se contraponen a la sobriedad de los caballeros medievales o contra la inclinacin de las mujeres al pedir, a la infidelidad o a los placeres sexuales, frente a la castidad y honestidad de las damas antiguas est puesta en la boca de un pcaro ahto de vino, justo antes de arrojar su vmito al suelo, al lado de los lacayos franceses que le acompaan en su melopea. La materia golirdica, 192 de exaltacin del ambiente tabernario, aparece como teln de fondo de esta composicin burlesca, ayudada por el motivo del mundo al revs de reconocida estirpe satrica, si bien expuesto desde la perspectiva de un locutor apicarado, inverosmilmente preocupado por la salud moral de su mundo. Satrica, y de origen ms bien lucianesco, es la estructura del romance Debe de haber ocho das, que transcribe la reunin de varios gatos sobre el tejado de una casa. 193 Ofrece, como los anteriores romances, una semejante burla contra el mundo, si bien la materia aqu desarrollada se aproxima a la stira de estados. 194 El modelo de la asamblea y la personificacin de animales responden, desde el punto de vista de la dispositio, a esquemas propios de la stira menipea: la estructura asamblearia permite la intervencin de varios personajes y, por
192 En esta escena de borrachos, que limita con el contenido de los bayles, es inevitable el recuerdo de El triunfo de Baco de Velzquez, pero sin la parodia mitolgica: 193 Vanse los trabajos de Alberto Acereda, Tradicin y originalidad de un romance de Quevedo: 'El cabildo de los gatos.'" Universitas Tarraconensis: Filologa 14 (1992-93), pp. 3- 22, y "La Consultacin de los gatos' de Quevedo: Relaciones con Lope de Vega y el teatro menor de la poca." El escritor y la escena, IV: Estudios sobre teatro espaol de los Siglos de Oro: Homenaje a Alfredo Hermenegildo, ed. Ysla Campbell, Mxico, Universidad Autnoma de Ciudad Juarez, pp. 83-91. 194 Las palabras de Quevedo a don Juan Adn de la Parra (cuya autora es sospechosa, no obstante) insinan, adems, que la stira contena claves ocultas: Dceme que se ha redo de mi gatomaquia; y a fe que puede hacerlo bien, puesto que conoce al gato zurdo y al sabueso. Es cosa que no me perdona Sandoval y eso que le cort las uas y quit lo de doa Ramona, por su consejo (en Fernndez-Guerra, Obras de Francisco de Quevedo, BAE 48, p. 538b, quien confiesa su desconfianza hacia la autora del texto: Astrana no lo incluye en su epistolario). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 164 tanto, de variados contenidos, y las voces de gatos, reunidos en cabildo deliberativo, adoptados como perspectiva censora aportan el caracterstico rasgo de la stira de tipos sociales. A ello hay que aadir una indudable presencia de la stira de estados, al referirse los gatos en sus intervenciones a distintos estamentos sociales: pupilaje, letrado, mercader, rico avariento, pastelero, despensero, boticario, arcediano, sastre, zapateros, alguacil, juez. Los gatos que intervienen en ese parlamento sobre el tejado obedecen a los tpicos ms conocidos de dicha stira Las fiestas, celebradas con tanta asiduidad en la poca que Quevedo vivi, constituan siempre motivo para la narracin. Como suceso, al fin y al cabo, daban materia para las relaciones, bien en su vertiente ms o menos informativa, bien en su vertiente jocosa. En esta ltima Quevedo escribi un buen nmero de romances, el tpico modelo mtrico de este subgnero narrativo. Las celebraciones contadas por Quevedo con espritu burlesco en este apartado de su poesa tienen que ver con unas caas y toros a las que acudi como espectador el rey Felipe IV (Una nia de lo caro y Estbame en casa yo), otras con motivo de la llegada del prncipe de Gales (Yo el otro juego de caas), una fiesta venatoria, como seala Gonzlez de Salas, a imitacin de las de los Romanos, dadas al pueblo en su anfiteatros y circos, en la que se echaron varias fieras a lidiar entre s (Ayer se vio juguetona) o las bodas del prncipe Felipe IV (A la sombra de unos pinos). Asimilable a este subgnero de narracin versificada puede contarse la carta al Conde de Sstago en la que el relator cuenta las novedades de la corte mientras aqul acompaa al rey Felipe IV en su viaje a Aragn (Al que de la guarda es). 195
Quevedo no es el nico en cultivar esta materia: en el caso de la venida del prncipe de Gales, son numerossimos los ejemplos de relaciones, jocosas o no, que ilustraron ese momento. 196 La singularidad quevediana, como en otros casos, consiste no slo en su particular elocucin sino en la perspectiva adoptada para narrar estos episodios. La celebracin es contada por el primer juego de caas que se celebr en honor al prncipe, quien, en forma de inslita prosopopeya, se lamenta de que en un juego posterior participase el mismo monarca espaol: Galas y caballos tuve/ y mucho grande seor,/ mas lo real, aun en tortas,/ siempre aade estimacin (33-36). La perspectiva oblicua de la fiesta se muestra ejemplarmente en A la sombra de unos pinos, cuyo narrador, don Pero Antn, se hace eco de la fiesta a travs de una conversacin consigo mismo, despabilado del sueo, en su
195 Ms que el relato de una fiesta, se trata de la relacin pormenorizada, con el caracterstico aporte abigarrado, de las figuras ms sobresalientes del Madrid contemporneo y, como siempre, del mundo satrico que de forma convencional se literaturiza en estos casos. Aunque anterior en el tiempo y con tono mucho ms jocoso, el romance Sbado en Guadalajara tambin da cuenta de la actualidad, probablemente de un episodio de la jornada de Aragn en 1626, a la manera burlesca de la famosa relacin epistolar del viaje a Andaluca dirigida al marqus de Velada en febrero de 1624. 196 Es innecesaria siquiera la mencin de poetas, ya que casi todos participaron en la celebracin de este acontecimiento. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 165
propia cama. 197 El protagonista, una especie de oficial (tomajn) sin ropa adecuada para asistir a la ceremonia, no va a las bodas del rey, pero las relata como si asistiera. Inventa, pues, sus circunstancias, pero sin salir de su casa: Todos a las bodas van,/ yo solo en la cama quedo (49-50). Esta forma indirecta de evocar (porque no se llega a narrar) la fiesta es semejante a la que se emplea Estbame en mi casa yo. Este romance, titulado Fiesta de toros literal y alegrica, narra dos acciones de forma consecutiva: la primera, sucedida en la plaza pblica, con los toros y fieras reales; y, una segunda, en la corte, con el conde-duque de Olivares como principal lanceador y los distintos pretendientes cortesanos como trasuntos alegricos de los animales que concurren en el coso. El narrador, que se presenta como uno de ellos, pues va en pos del valido (andaba de verle a caza, v. 110), va a uno y a otro lugar en el mismo da con el propsito de conseguir algo. La fiesta es lo de menos, aunque el relator deja detalles de lo ocurrido: lo importante se halla en la correspondencia de los lances taurinos en la plaza mayor con las audiencias del valido en la corte: Perd toros y vi encierros/ en la soledad que gasta;/ y entre l y los pretendientes/ goc de toros y caas (141-144). La posible adulacin del poder de Olivares, algo ambigua, queda en todo caso tamizada por la pintura ridiculizante del escenario cortesano de negocios y pretensiones, presentado como un animalizado mundo de embistes, rejoneos y engaos con las capas. De todos estos romances, el que ms se aproxima al relato de la fiesta es el de Una nia de lo caro. Pero tambin adopta una voz particularmente sesgada: la de una pidona que cuenta a sus amigas (cuatro moos andantes/ en figura de mujeres, vv. 29-30) los pormenores del festejo. El romance se centra en la entrada en plaza del rey Felipe IV y de su acompaante el conde-duque. Algunas de las observaciones sobre este ltimo contienen halagos similares a los de otras composiciones con apariencia de adulacin, como ocurre en El chitn de las tarabillas, 198 pero quiz el retrato del rey pueda sonar a burla excesiva: los comentarios de la nia de lo caro sobre el buen parecer del rey parecen especialmente lascivos: Cuando le vi con la lanza, dije, sin poder valerme: por el talle y por las armas me has cautivado dos veces. (137-140) Quisiramos ser Tarquinos la mitad de los oyentes y que fuera el rey Lucrecia para forzarle mil veces. Y con ser el sombrerillo de estampa en sus feligreses,
197 Encarnacin Jurez recuerda que este poema guarda similitudes con la descripcin de una persona verdadera en la carta de don Francisco de noviembre de 1615, dirigida al duque de Osuna (Italia en la vida y obra de Quevedo, Nueva York: Peter Lang, 1990, p. 137). 198 Por ejemplo, que se halla encerrado en la corte, como en el romance Estbame en mi casa yo, que se ocupa de los asuntos con preocupacin, que no tiene inters en hacerle sombra al rey, son elogios que figuran en El chitn, escrito probablemente por las mismas fechas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 166 lo encasquetado del suyo cosquillas hizo al deleite. (153-160) El romance sobre la fiesta venatoria, Ayer se vio juguetona, recuerda ligeramente la materia del Liber de spectaculis de Marcial. 199 La presentacin del suceso narrado como semejante a las celebraciones romanas ayuda a esta consideracin. La concurrencia de distintos animales (algunos de ellos en forma metafrica) en la plaza concluye con la aparicin del rey que decide acabar de un tiro con la vida del toro: mucha muerte en poco plomo/ le hizo desaparecer. 200
La perspectiva, de nuevo, es indirecta y adems, poco fidedigna, ya que el narrador declara al final del romance que toda la relacin proviene de otras personas que contemplaron el juego desde un ngulo de visin limitada: Esta fiesta me contaron/dos que detrs de un cancel,/ a costa de dos mil coces/ vieron un poco de res. El mundo de la corte (o de la urbe cortesana) proporciona a Quevedo numerosos temas para la burla. El entorno festivo (y algo ertico) del ro Manzanares le sugiere dos romances (Manzanares, manzanares, 201 Llorando est el Manzanares), 202 en el que la concurrencia de hombres y mujeres, incluso con el aadido del calor veraniego, permite el comentario jocoso. En esta pintura, de rasgos verosmiles, de la sociedad contempornea (real o literaria), destaca la caracterizacin del caballero venido a menos, de escasos medios pero con la honra inclume, que aparece en el romance Yo, el nico caballero. La descripcin del caballo 203 y el autorretrato de los atributos del caballero mueve a risa, pero debe situarse dentro de la stira de estados, sin descartar la indudable carga ideolgica de una crtica contra quien sostiene su honorabilidad mientras el mundo adquiere otros valores de estratificacin social: Mis armas son un escudo,/ y fueran mejores dos/ cuanto va del que es sencillo/ al caballero dobln (77-80). Similar a este gnero de burlas contra costumbres o circunstancias cercanas es el romance No fuera tanto tu mal en el que se vitupera, con apariencia de elogio irnico, la ciudad de Valladolid, despus de que el rey Felipe III decidiera trasladar de nuevo la corte a Madrid. El retrato de la ciudad repite
199 La relacin de animales, la presencia del emperador o del rey, incluso la participacin de ste en el desarrollo del espectculo justifican el recuerdo. 200 Alguna de las ideas de este romance, como la del arma capaz de imitar a los rayos - tomando aquel instrumento,/ que supo contrahacer/ los enojos del verano- aparece, en forma de execracin moral, en la silva Al inventor de la artillera, En crcel de metal, oh atrevimiento!: Cmo,di, de los rayos del verano/ no aprendiste, tirano,/ ya que a temerle no, a respetarle?. 201 El arranque tradicional del romance da paso al descubrimiento de las verdades que el propio ro esconde con las personas que en l se baan. Se formula como una conversasin en la que la corriente va describiendo las figuras satricas. 202 El romance, si se atiende al epgrafe, parece haber sido escrito por Quevedo durante su estancia en la crcel de Len. A estos romances conviene aadir En el ardor de una siesta, no editada entre las musas, que describe el bao de una joven en el ro ante la mirada lbrica pero impotente de un viejo que tambin se acerca al agua a refrescarse. Los trminos de este romance muestran inslitos conceptos: Pues cuando Menguilla, al verle,/ como mujer se tentase/ de aquel venerable Beda,/ le veda lo venerable (73-75). 203 Esta es materia que ocupa ntegro el romance Al prado vais, mi yegua, donde se describe, con equvocos de corte sexual, el jumento del narrador burlesco. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 167
los tpicos burlescos, creados para la stira literaria en el breve periodo en que Valladolid pudo disfrutar de la administracin cortesana, de la insalubridad de sus fuentes y de sus aguas (el proverbial Esgueva) o del fro cruel que acusaba en invierno: ms necesaria es su agua/ que la del mismo Pisuerga,/ pues de puro necesaria/ pblicamente es secreta (61-64). Como contraste con el lugar de la urbe, Quevedo pinta en el romance Desde esta Sierra Morena 204 el mundo retirado del campo, a travs de la carta a un mdico. La profesin del destinatario permite conocidos chistes sobre su inclinacin homicida, pero lo importante es la presentacin del contrapunto entre la ciudad y el campo, resumida en los versos Madrid es, seor doctor,/buen lugar para su oficio. El motivo de la alabanza de aldea se centra, como ocurre con frecuencia en estos romances, en la relacin (sexual) con las mujeres, con el recuerdo insoslayable de la stira contra los afeites: Si nos piden, es perdn, con rostro blanco y sencillo, y si damos, es en ellas, que a ellas es prohibido. () Las caras saben a caras, los besos saben a hocicos. que besar labios con cera es besar un hombre cirios. (113-116, 121-124) Esta misma insistencia en cifrar los males de la corte en el captulo de las mujeres que piden y toman se puede advertir en A la corte vas, Perico, cuyos versos se presentan como un prontuario de los peligros que le acechan a un nefito en el mundo cortesano. Las instrucciones proporcionadas reproducen las mismas imgenes ya vistas: Mientras tuvieres que dar,/ hallars quien te entretengan;/ y, en expirando la bolsa,/ oirs el requiem aeternam. La visin negativa de la corte encuentra en dos versos de Cansado estoy de la corte una expresin muy sinttica: buen cielo, malas ausencias,/ poco amor, mucho alguacil (3-4). Pero este ataque se extiende a la misma Espaa, acusada de haber abandonado las costumbres de otras pocas, como hace en la Epstola moral y censoria, 205 y a otras naciones (en su sentido amplio: Gnova, Florencia, Inglaterra, Francia, Turqua, Portugal), para acabar con unos versos dedicados a Galicia. En stos concurre buena parte de los tpicos vejatorios recreados hasta la saciedad en el siglo XVII: tierra de criadas y arrieros, de lluvia y feudos minsculos, en la que slo la presencia de Santiago y el vino de Ribadavia merecen la pena: Tierra donde el sol influye esportillos y mandil:
204 Este romance fue escrito muy probablemente en el ao 1613, a juzgar por la mencin a los treinta y tres aos que tiene el narrador de la carta. As se explica la notable cantidad de versiones de este poema: no obstante, la versin del Parnaso que transcribo resulta ser la ms extensa. 205 El afeite en los hombres (trampeando la barba,/ la desmienten con barniz, vv.11-12) y la preocupacin de las mujeres por el dinero (hilarn a su candil/ con su uso y su costumbre/ el cerro de Potos, vv. 14-16) colocan a este romance en la misma crtica contra costumbres que se seala en la epstola censoria que Quevedo dirige al conde- duque. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 168 a todo ventero, mozas; ayos a todo rocn () Regin copiosa de pueblos, pues en medio celemn parten trminos un grajo, dos seores y una vid. () Pero como fuere sea, pues Santiago qued all, no debe de ser Galicia de todo punto ruin. Ribadavia, mi garganta la tengo ofrecida a ti, por el san Blas de sus secas, sin humedades del Sil. (117-120, 129-132, 145-152) 206
El romance Chitona ha sido mi lengua, cuyo estribillo, Todos somos locos:/ los unos y los otros establece la premisa satrica de que nadie est a salvo de la diatriba, presenta un abigarrado mundo, de perfiles ciudadanos, dibujado sobre un terreno ms satrico y menos costumbrista. En desfile de parejas, narigudos y chatos, corchetes y calvos, ciegos y cojos, 207 viejos y canosos, borrachos y melindrosos, maridos postizos y mujeres infieles, falsas vrgenes y damas afeitadas preceden la llegada de un ministro: El que se mete a ministro por grave y por enfadoso, muy atusado de calzas, muy fruncido y muy angosto, suea, quepor cuello enano y hablar flautado y a sorbos y porque trae sin orejas su par de zapatos sordos, que le tengo por prudente, y as yo haya buen gozo, que, comparado con l, juzgo por cuerdo a Vinorro. (87-98) Con este mismo tono despreciativo, Quevedo adopta en el romance De ese famoso lugar una perspectiva cercana. La voz del narrador, que relata su viaje desde Madrid hasta sus estados en La Mancha, pasando por Toledo y visitando Segura de la Sierra, recuerda por tales indicaciones geogrficas la peripecia quevediana. La mayor parte de la composicin es una sarta de conceptos a propsito de la orografa complicada de Toledo y la mquina creada por Juanelo para subir el agua del Tajo, y del fro de La Mancha y de la Sierra del Segura. Pero los ltimos versos adquieren un valor personal, fruto del conocimiento que el lector posee de las vicisitudes de los constantes ostracismos
206 En otra versin del romance se aade otro tpico llamativo en los ltimos versos: Si no me entendiere nadie/ con ser gallego cumpl/ quien antes quiere ser chinche,/ alto a no dejar dormir. 207 Se trata de una variante burlesca y brevsima del clebre emblema de Alciato: El hombre gero de vista,/ que tiene por nias pollos,/ se burla del derrengado,/ cuando le silban los cojos. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 169
sufridos por Quevedo. El tono melanclico de sus palabras se enfrenta al burln empleado en los versos anteriores: De aqu volv a mis estados, ste s que es lindo punto, pues me mido como pozo, y aun de estos no tendr muchos. Aqu cobro enfermedades, que no rentas, ni tributos y mando todos mis miembros y aun de estos no mando algunos. De Madrid sal y de juicio, y sin dinero y sin gusto, vuelvo triste y enlutado como misa de difuntos. (73-80) La voz narrativa fingida, puesta en boca de un rufin o de un delincuente, permite la relacin infame, a la manera del modelo picaresco, en el romance Don Turuleque me llaman. Las referencias a su nombre, a los oficios de sus padres, a su iniciacin como ladronzuelo, a su inclinacin a la pendencia y a su estancia en la crcel, conforman la narracin resumida de sus andanzas. Los vnculos con las jcaras son notables, incluso en los trminos de germanas que trufan los versos; slo se echan en falta las correras sexuales para completar la afinidad con el universo delictivo de los jaques: Entrme a chisgaravs; profes de mequetrefe, achaqume nuevos padres y levanteme parientes. Ascend por mis pulgares al oficio de alcahuete. Sabe Dios cunto trabajo pas para merecerle! Con sosquines y antuviones vine a campar de valiente y a los pepinos y a m nos achacaban las muertes. (33-44) La inventio quevediana en estos romances tambin indaga en la erudicin que proporciona la Historia, la mitologa o la propia literatura casi contempornea. Nern (y a su par Pedro el cruel, en una especie de contrafactura pardica de las Vidas paralelas de Plutarco), Tarquino (y la casta Lucrecia) o Alejandro (y el cnico Digenes) atraen la atencin ridiculizante de Quevedo. La crueldad de los primeros en Cruel llaman a Nern est presentada de forma positiva, con el acento puesto en los beneficios que reportan sus crmenes. Se trata de una ingeniosa inversin de la vituperatio, convertida en encomio sorprendente o paradjico. La novedad del romance sobre la historia de la fidelidad de Lucrecia y el asalto del rey Tarquino, Marca Tulia se llamaba, estriba en la disposicin dialogada (con recuerdos inevitables de los especula medievales) entre el rey romano y una anacrnica duea de nombre Marca Tulia, 208 descrita con los rasgos esperables de la vieja, que precede a la accin
208 El trmino marca designa a las prostitutas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 170 violenta del rey. Resulta asimismo singular el modo reticente que emplea la voz narrativa, con elementos de una compositio suelta, de expresar los deseos delincuentes del rey: Escuchola el rey atento/ y viene y toma y qu hizo?/ sino vase y llega y zas/ que lo quiso, que no quiso (113-116). La clebre escena de Digenes el cnico, metido en un tonel, con Alejandro Magno que llega para estorbarle el sol es narrada con estilo humilde, impropio para el carcter ejemplar del episodio. De esa impropiedad nace la burla y lo grotesco de su elocutio. La parodia, pues, de una historia conocida sita a este romance, En el retrete del mosto, en la lnea de las composiciones de burla de lo mitolgico, en las que los personajes habitualmente severos acaban convertidos en ridculas figuras ms dignas de irrisin que de reflexin moralizante. A pesar de ello, Quevedo, arrastrado por el discurso estoico (cnico, ms bien) contra los pecados (soberbia, vanidad y avaricia) de los poderosos, deja que la declamacin de Digenes, si bien de un sostenido tenor humorstico, fluya con un muy convincente espritu final de censura: Mi hambre no cuesta vidas/ al viento, al bosque o al agua;/ t, matando cuanto vive,/ sola tu hambre no matas (137-140). Los episodios mitolgicos de Orfeo y de Hero y Leandro se prestan indudablemente a la parodia. Quevedo no hace ms que sumarse a la propensin de la poesa del siglo XVII a la chanza de la mitologa. El romance Orfeo por su mujer parte del mito del hroe amoroso capaz de conmover la propia naturaleza para burlarse del matrimonio: 209
Orfeo por su mujer, cuentan que fue al infierno: y por su mujer no pudo bajar a otra parte Orfeo. Dicen que baj cantando y por sin duda lo tengo, pues en tanto que iba viudo cantara de contento. (1-8) En el romance Seor don Leandro, la narracin de Museo se plasma en completo modo burlesco. En el relato quevediano, Hero es moza de una venta, de prolfica vida sexual, mientras Leandro aparece como un hombre sojuzgado por los instintos que acude forzoso a sus servicios: Bracear y a ello por ver la muchacha: una perla toda que a menudo ensartan. Moza de una venta que la Torre llaman navegantes cuervos porque en ella paran. Chicota muy limpia, no de polvo y paja, que hace camas bien
209 Presenta concomitancias con estos versos los del romance Los que quisieren saber, publicado en 1623: Por sacar a su mujer/ dicen que cantaba Orfeo,/ y l me dijo, como amigo,/ que era por verla dentro (33-36) LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 171
y deshace camas. Corita en cogote y gallega en ancas: gran mujer de pullas para los que pasan. Piernas de rampln, fornida de panza: las uas con cejas de raspar la caspa. Rolliza y muy rollo donde cuelgan bragas, derribada de hombros pero ms de espaldas. 210 (17-40) La literatura en romance tambin es fuente de invencin para Quevedo y, con muy parecida naturaleza pardica. En Quitando se est Medoro, la burla del canto decimonono del Orlando furioso ariostesco, el del relato del enamoramiento de Medoro y Anglica; la interesante dramatizacin burlesca de la muerte de don Quijote en De un molimiento de huesos; y el fructfero filn burlesco que proporciona el episodio cidiano del len suelto y el miedo de los condes de Carrin en Medio da era por filo. En el romance sobre Medoro toda la pica orlandesca se reduce a la presentacin de un Medoro a la manera de un espulgado rufin que recuerda la voluptuosidad ertica de su Anglica (Bella reina del Catay,/ heredera de la China,/ por quien hoy andan enhiestas/ tan lanza, tanta pica, 17-20) y que celebra en su discurso la mayor dificultad que entraa la vida cotidiana (entre mohatras, robos, engaos protagonizados por sastres, abogados y usureros) comparada con las aventuras de los pares de Francia. La escena de este Medoro que mide su valenta con casos muy cercanos concluye con el breve relato de su entretenimiento con una pulga: En esto por un repecho vio subir a sus costillas un vecino de sus carnes, convidado de ellas mismas. En su seguimiento parte, a cinco uas camina y cansando de matar entre los dedos le hila. (65-72) El romance sobre el hidalgo manchego, que lleva por ttulo Testamento de don Quijote, es una buena muestra de la recepcin ms prxima del libro cervantino. Comprendido el relato de sus aventuras como digno de burla, Quevedo somete al protagonista a una nueva chanza. Don Quijote dicta su ltima voluntad y en ella se sustancia su condicin elemental: su delgadez, su insania caballeresca y los palos recibidos. Sancho tambin interviene en esta escena para poner el cuerdo contrapunto a la locura del amo:
210 Vase Antonio Alatorre, "Los romances de Hero y Leandro." Libro jubilar de A. Reyes. Mexico: 1956. 1-41. y "Fortuna varia de un chiste gongorino." Nueva Revista de Filologa Hispnica 15 (1961): 483-504. Tambin el trabajo de Remedios Morales Cronologa de dos parodias ureas del mito de Hero y Leandro, Edad de Oro, XIII (1994), pp. 103-111. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 172 No es razn, buen seor mo, que cuando vais a dar cuenta al Seor que vos cri digis sandeces tan fieras. Sancho es, seor, quien vos fabla que est a vuestra cabecera llorando a cntaros triste un turbin de lluvia y piedras. (89-96) Sin embargo, en esta escena, Quevedo prolonga la locura de don Quijote hasta la misma muerte al hacer que el protagonista en su hora extrema confunda al clrigo que viene a administrarle la extremauncin con el sabio propio/ del encanto de Niquea. La escena de los Condes de Carrin del relato del Cid, ya de por s cmica, 211 permite a Quevedo una recreacin ms definida, con recursos metafricos que abonan el chiste escatolgico. Las palabras del Cid a sus yernos, llenas de referencias humorsticas en un lenguaje deliberadamente arcaico, constituyen el ncleo de la composicin y del esperable relato jocoso: 212
Agachado estbais, Conde, y tenis mucha ms traza de home que aguard jeringa que el que espera batalla. Con nusco habedes yantados o que mala pro vos faga! pues tan presto baj el miedo los yantares a las ancas ( Gil Daz, el escudero, que al Cid continuo acompaa, con la mano en las narices todo sepultado en bascas, trayendo detrs de s a Diego, el yerno que falta, con una mano le ensea mientras con otra se tapa. (73-80, 85-92) Dejo para el final de este anlisis de los romances, aquellos cuyo contenido se aleja del tenor jocoso de la musa Thalia. No lo abandonan del todo, porque el lxico se mantiene en un nivel deliberadamente burlesco, pero tal vez la gravedad de los temas otorga una cierta categora ambigua. As interpreto los poemas que Quevedo dedica a la falsa religiosidad o la descripcin moral del paso del tiempo. O as debe considerarse, en otro nivel de juicio, el conjunto de romances dedicados a cuatro animales fantsticos, de difcil adscripcin al modelo burlesco, si no es por la va de una indudable marca genrica de lo humilis.
211 James O. Crosby apunta que el romance parodia dos que figuran en el Romancero e historia del muy valeroso caballero el Cid Ruy Diaz de Vivar, de Juan de Escobar, impreso en Alcal de Henares, en 1612. 212 Parecido tenor jocoso posee el romance Con humildoso semblante, no incluido en las musas del parnaso de Quevedo: en este caso, es la hija del Cid, doa Elvira, la que se dirige a los infantes de Carrin en un lenguaje deliberadamente arcaico, con aparente fin burlesco. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 173
El romance Futanito, citanito constituye unas de las aproximaciones ms interesantes a la diatriba contra falsos penitentes de Quevedo. La excesiva ornamentacin o la desvergonzada exhibicin de la penitencia suponen en Quevedo motivo para la censura. Los he reseado a propsito de la musa Polimnia, tanto los poemas que proceden de la imitatio satrica de Persio como los de ms abierta reconvencin cristiana, como los tercetos ya mencionados de Deja la procesin, sbete al paso. Pero, en este caso, Quevedo reprueba con vocablos y expresiones humildes la presuncin del disciplinante, en un claro ejemplo de vituperio burlesco, si bien sobre tema tan delicado como la piedad y la devocin cristianas: Fulanito, citanito, entrems de la Pasin; t, que haces los graciosos en la muerte del Seor, cotorrerito bido, maya de la procesin, carcajada de los diablos y nuevo llanto de Dios, Agudo es el capirote que tu cholla encoroz y ms agudo fue el diablo que te ha dado la invencin (1-12) No s si es alma, si almilla trata semejante asunto, si bien con la estrategia narrativa, ya vista en numerosos romances, de una voz potica singular que declara abandonar su oficio o su condicin: en este ejemplo, se abandona la labor de disciplinante. La mezcla de bromas y de veras, cuando las veras miran a temas religiosos, trajo a Quevedo conflictos con la Inquisicin, como bien se sabe, a propsito de los Sueos. En este romance la mencin a la penitencia es indirecta, pero no cabe duda de que pudo haber suscitado controversia. El poema se plantea como una renuncia del yo potico a emprender arrepentimiento en las penas del amor. La dama le solicita que sea disciplinante por ella y ste le pregunta a su cuerpo si est dispuesto al sacrificio. El cuerpo se niega a la disciplina y para ello compara el ceremonial de los azotes con las circunstancias cotidianas que son, sin duda, peores y ms dolorosas que la propia penitencia: Harta penitencia hago en sufrirme yo a m mesmo Que ms cruz que mi pobreza, ni qu ms pesado leo? Cofrades de los dolores son, por mis bubas, mis miembros, de las Angustias mis tripas, de la Pasin mis deseos, de la Soledad mi bolsa, pues es un puro desierto de metal todo acuado que me acompae un momento. Segn esto, mi seora, busque otro mrtir ms necio: que la letra entra con sangre y el buen amor con dinero. (65-80) MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 174 La relacin de cofradas, con el equvoco como recurso conceptista, coloca el romance en un terreno cercano a la irreverencia y, en cualquier caso, supone una risible chanza de la propia devotio postridentina, de procesin y penitencia pblicas. Tema severo tambin es el que se presenta en Fortunilla, Fortunilla, con arranque clsico romanceril en forma de apstrofe repetido. La diosa (o no) Fortuna aparece en esta execracin chistosa de sus poderes con diminutivo peyorativo. Las imgenes asociadas a la personificacin de la Fortuna fueron descritas en La fortuna con seso o la hora de todos. Y en este romance vuelven a aparecer con mayor nfasis jocoso. La veleidad de la fortuna se representa, sucesivamente y con el conveniente concepto relacionado, en noria, en juego de bolos, en molino, en escribano caprichoso, en mulas de alquiler poco fiables, en volatines, en bailes. El yo hablante rechaza su poder, en general cifrado en el mundo cortesano; por eso, la segunda parte del romance centra sus censuras burlescas en las vanidades de los momentos de gloria que esconden siempre el comienzo de la desventura: Muy preciada de degellos, escarmientos desenvainas, que espantan y no aprovechan si es que alguna vez espantan. A quien te sigue, despeas; a quien te escoge, descartas; a quien te estima, aborreces; a los que te creen, engaas. Vete a ser torno de monjas; hazte veleta o giralda: que se te van conociendo no has de poder hacer baza. (101-112) En los ltimos versos, el yo potico cambia de destinatario y lanza una advertencia al mundo de los caprichos inevitables de Fortunilla, en octoslabos sin rima y endecaslabos pareados procedentes tal vez de refranes o cantares, tal y como Schwartz y Arellano apuntan: Guardaos de la borracha, vieja y embustidora, que va dando traspis por donde pasa y se le anda alrededor la casa. (117-120) Si la Fortuna era la protagonista de este romance, el Tiempo es el del extenso Lindo gusto tiene el tiempo. Dividido en dos partes, bastante bien diferenciadas, el poema describe el poder del tiempo sobre la condicin humana. En la primera parte, se pinta las acciones del tiempo, presentado como socarrn muchacho y figurn de chapa, en las personas: la calvicie, las canas, la deformacin del rostro, la llegada de la muerte: No deja cosa con cosa ni deja casa con casa y, como juega a los cientos, idas y venidas gana. Porque el carro de la muerte acelere sus jornadas LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 175
sus horas pone en la cuerdas que la sirvan de reatas. Hoy y maana y ayer son las redes con que caza: devanadoras de vivos, de los difuntos tarascas. (. s. Esta presencia del tiempo en todos los rdenes de la vida, incluso en la piel del que habla (la una pata ya en la huesa/ y la huesa ya en la pata), tambin se hace notar en los cambios de costumbres, en las modas de los bailes. La segunda parte de la composicin recuerda las danzas pasadas y los nuevos ritmos modernos, con alusiones metaliterarias a sus propias composiciones: figura, en ese trasiego de denominaciones diversas (pavana, gibao, chaconas, seguidillas) y ttulos de canciones, la misma mencin a su Escarramn famoso: El tiempecillo, que vio en gran crdito las danzas, pues viene, toma y qu hace? para darles una carda sultales las seguidillas y a Ejecutor de la vara y a la capona, que en llaves hecha castradores anda. De la trena a Escarramn solt, sin llegar la Pascua y al Rastro, donde la carne se hace bailando rajas (161-172). La figura del Tiempo, tambin en diminutivo, parece reirse de las pretensiones vanas de los hombres, entregados al disfrute de los bailes y despreocupados del paso callado de las horas. Aunque el poema se sita en un mbito burlesco, el fondo moral se deja sentir en muchos de sus versos, de forma tcita, pero bien apreciable. El otro poema que Quevedo destina al tema del paso del tiempo es el romance Son las torres de Joray. En el Parnaso la versin parece exenta de su circunstancia poltica, sealada en versiones manuscritas donde figura con el epgrafe Quevedo, estando preso por los negocios del de Osuna en Joray. Sin embargo, sea cual sea la variante que se lea, de mayor o menor extensin, el romance se engarza en el modelo de los Superbi colli de Castiglione, ya que despus de la descripcin del estrago del tiempo en los muros del castillo de Joray, llega una reflexin sobre la duracin del amor, de la misma naturaleza que en el soneto italiano, pero aqu con esperanza inversa: en Castiglione, el final del dolor; en el poema quevediano, el final de la felicidad. Aqu en catreda de muertos atento le o discursos del bachiller Desengao contra sofsticos gustos. Yo, que mis ojos tena, Floris taimada, en los tuyos, presumiendo eternidades entre cielos y coluros () llor los versos siguientes, MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 176 ms renegados que cultos Las glorias de este mundo llaman con luz para pagar con humo. T, que das a entender las eternidad que imaginas, aprende de estas ruinas, si no a vivir, a caer. El mandar y enriquecer dos encantadores son que te turban la razn, sagrado de que presumo(45-52, 63-74). Vivr dunque fra miei martir contento, che sel tempo d fine a cio ch in terra, dar forse anchor fine al mio tormento(12-14). La imagen de las ruinas recuerda al yo potico que todas la glorias perecen y que no hay eternidad amorosa que dure. Pero lo interesante de este romance, que lo convierte en singular, es la mezcla inslita de un deliberado estilo humilde y la pretensin de apurar una reflexin grave sobre los engaos del mundo. Queda para la duda la posible alusin al conde-duque en los desengaados versos finales de esta jocoseria (en sentido ms que estricto) composicin: Este mundo engaa bobos, engaitador de sentidos, en muy corderos validos, anda disfrazando lobos: 213
sus patrimonios son robos, su caudal insultos fieros y en trampas de lisonjeros cae despus su imperio sumo. (76-84) Cinco romances contiguos, del 20 al 24, conforman una agrupacin muy definida: 214 se trata de los cuatro romances dirigidos al Obispo de Bona, Juan de la Sal, sobre cuatro animales (dos aves: el fnix y el pelcano; y dos animales fabulosos: el basilisco y el unicornio). La carta que acompaa estos poemas, enviada en 17 de junio 1624 al obispo, explica su intencin: Estas dos aves tan introducidas en todo gnero de escritores, y esos dos animales soados, que andan emboscndose las unas y los otros en los plpitos y libros, y de concepto en concepto, invo a vuesa seora para que
213 Las variantes sobre estos dos versos en otras versiones abundan en esta especulacin sobre la alusin personal al valido: anda persuadiendo olvidos/anda disfrazando bobos. En El chitn de las tarabillas, la voz engaitador aparece en el contexto de un discurso poltico: Tira la piedra, qu majestad ves llorada por indicios? Qu artes acusadas por clrigos y predicadores, en pblica delacin, por trastornadoras de voluntades y engaitadoras de decretos? Nada desto ves ni oyes, ni lo puedes inventar ni comentar (ed. cit., p. 228). 214 La historia textual de estos poemas es muy compleja: en algunas versiones aparece dirigida al conde-duque de Olivares, pero siempre aparecen juntos. Jos Manuel Blecua los considera composicin nica y as los edita. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 177
divierta alguna ociosidad de las siestas. Enfadarme con mentiras tan autorizadas, crdito es, y algo tienen de severo esas burlas. 215
En el primer romance, que debe considerarse la dedicatoria de los cuatro siguientes, se repiten idnticas ideas proemiales: especialmente el carcter ocioso del ejercicio potico y el tono desenfadado de los asuntos tratados, aunque deja traslucir una leve pretensin educadora con el intento de desmentir la existencia real de tales animales y, sobre todo, los atributos (en cierto modo, enigmticos y morales) que se les concede: Bien s que desmiento a muchos/ que muy crdulos las cuentan (13-14). El segundo, dedicado y dirigido al ave fnix, se resuelve como una suma de conceptos sobre la base de su leyenda. La singular resurreccin de sus cenizas permite a Quevedo la presentacin de agudezas procedentes de otros orbes: la stira de estados, la burla de la mujer o incluso la chanza sobre el disimulado paso del tiempo: t, que a puras muertes vives (los mdicos te lo envidian), donde en cuna y sepultura el fuego te resucita; parto de oloroso incendio, hija de frtil ceniza, descendiente de quemados, nobleza que arroja chispas() t, que te ties las canas con las centellas que atizas, y sabes el pasadizo desde vieja para nia; suegra y yerno en una pieza, invencin que escandaliza, la cosa y cosa del aire, y la eterna hermafrodita. (33-40, 49-56) Este modo de vituperio a un animal por la va de negarle propiedades asombrosas y reprocharle nula utilidad para alimentar la gula se destaca en la composicin dedicada al pelcano. El romance comienza con la alusin a la costumbre del animal de dar a comer a sus polluelos su propia sangre y con la utilizacin de tal atributo como comparacin simblica en la predicacin: ave de comparaciones/ en los plpitos y libros. Y concluye con el repetido desprecio por ser ave inservible para manjar: Si yo te viera sin pollos y con lonjas de tocino,
215 Quevedo parece estar recordando la utilizacin de todos estos animales como smbolos en la predicacin cristiana. El ave fnix y la resurreccin de Cristo; la sangre del pelcano que alimenta a sus polluelos con la del Salvador derramada por la humanidad; el basilisco como figura demonaca que Jesucristo vence; el unicornio que, junto a una doncella, encarna una imagen de Jess junto a su madre, la Virgen Mara, entre otras posibles vinculaciones alegricas. La condicin clerical del destinatario amigo puede explicar estas desenfadadas bagatelas, de ligersimo tenor irreverente. Vase al respecto los comentarios de Cristbal Cuevas, Quevedo y la stira de errores comunes, Edad de Oro, 2 (1982), pp. 67-82, y de Valentina Nider al romance del fnix, La Fnix, La Perinola, 6 (2002), pp. 161- 178. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 178 vertiendo caldo por sangre, te retozara a pellizcos. Buen esdrjulo s haces; buen caldo no lo he sabido: ms quiero una polla muerta que mil pelcanos vivos. Que no entrars en mis coplas, te lo juro a Jesucristo: que yo no doy alabanza a quien no clavo colmillo. (45-56) El fabuloso basilisco, capaz, segn los textos de historia natural de la poca, de dar muerte con slo la vista, admite un buen nmero de conceptos en el cuarto romance de esta serie. Sobre esa base legendaria, Quevedo urde, en distintos planos y niveles, varias correspondencias burlescas. Los primeros versos son muy significativos de esta pretensin: la muerte que provoca la mirada trae el concepto del mdico homicida o la fatdica vista del animal se vincula con la tpica diatriba contra la fealdad del paisaje gallego: Escndalo del Egipto, t, que, infamando la Libia, miras para la salud con mdicos y boticas; t, que acechas con guadaas y tienes peste por nias, y no hay en Galicia pueblo que tenga tan malas vistas; t, que el campo de Cirene embarazas con insidias, y a toda vida tus ojos hacen oficio de espas. (1-12) El ltimo de los romances se centra en el unicornio, clebre porque su cuerno era atributo de virtud y aun de virginidad, como las fbulas a su alrededor declaran. 216 Quevedo invierte de forma radical el tpico para establecer la esperable relacin jocosa del nico cuerno virtuoso del unicornio con los cuernos caractersticos de la tradicin satrica a propsito del adulterio. Sin despreciar una ligera invectiva contra cultistas -Unos contadores cuentan/ (cultsimo, aqu te espero,/ pues t dijeras autores,/ con sus graves y sus ciertos)-, Quevedo muestra cmo el atributo del unicornio es extraa cosa en un mundo donde predominan los cuernos consentidos a cambio de recompensa econmica. El tpico del mundo al revs halla en este romance un ejemplo extraordinario, 217
porque la virginidad que representa el cuerno se trueca en el adulterio que
216 Recurdese a tal fin el episodio medieval de la dama virtuosa y el unicornio que dio lugar a tantas representaciones literarias y artsticas, como la clebre serie de tapices del siglo XV que se conserva en el museo de Cluny en Pars. 217 Vienen muy a propsito las palabras de Vallo sobre este tpico: la comparacin entre el ayer y el hoy se ve afectada por las leyes del mundo al revs, ya que, omitido el eje temporal que distancia los trminos de la contraposicin, se obtiene una situacin invertida en el intercambio de atributos (El mundo al revs en la poesa satrica de Quevedo, p. 370). LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 179
representan los dos y la doncella que es capaz de rendirlo se transforma en casada que se entrega a cuantos maridos quiere: Doncellas diz que le rinden mas agora, en nuestro pueblo, a falta de las doncellas, casadas harn lo mesmo. Aquesto es, de pe a pa, lo que nos dicen los griegos: llguese ac el unicornio; llevara por uno sendos. (45-52) La centuria de romances quevedianos representa, desde el punto de vista de la inventio, un relativo resumen de la poesa satrica quevediana. Sin embargo, a mi juicio, aporta singularidades bien notables, exclusivas de esta modalidad, a medio camino entre el gnero y la disposicin mtrica. La tradicional diatriba contra los defectos fsicos, contra las mujeres pidonas o contra estados y oficios se ejemplifica en numerosos versos de esta seleccin de composiciones, pero se incluyen entre ellos aproximaciones novedosas, como la reiterada descripcin del abigarrado mundo de Madrid, pleno de juegos, diversiones y celebraciones varias, la parodia de personajes histricos, legendarios o de origen literario o las singulares amonestaciones burlescas de una religiosidad hipcrita. En este terreno, llama la atencin ms que la propia materia, que linda con otros poemas, la disposicin ciertamente peculiar empleada: vejmenes, pregmticas, calendarios, testamentos, despedidas, cartas, doctrinas, defensa jocosa, confesiones, lecciones, verificaciones, quejas, carteles, inventarios, exhortaciones, matracas, celebraciones, trmino todos que se pueden leer en los epgrafes de los ttulos y que recogen el modo de expresin elegido por Quevedo en los romances para tratar las viejas sustancias jocosas de la poesa satrica. La utilizacin de estas perspectivas dispositivas, que parodian a su vez discursos judiciales o discursos establecidos con otra finalidad ms seria, debe ser considerada como una de las caractersticas principales de este grupo indudablemente redondo de romances de Quevedo. 218
La stira Ri esgos del mat ri moni o en l os rui nes casados y ot ras st i ras Acaba esta musa Tala, a modo de rbrica singular, con un texto que, segn Gonzlez de Salas, lleg casi al final de proceso de edicin: pocos das antes que se pudiese encomendar a la prensa, comunicndomela don Pedro de la Escalera y Guevara. Se trata de la stira Riesgos del matrimonio en los ruines casados, a cuyo texto precede un par de pginas del propio Gonzlez de Salas en las que se seala la relacin de esta composicin en tercetos con la stira VI de Juvenal sobre el casamiento, al tiempo que se da noticia de su redaccin temprana, en la juventud
218 Al final de este centenar de romances, Gonzlez de Salas, con expresin confusa, parece indicar que Quevedo pudo haber escrito otros cien romances ms, aunque parece tambin sealar que se trata de demasiado fciles composiciones: entre tanto que otro aficionado del autor y atento al honor de la patria, nos comunica otra centuria, que pueda cantar la Thalia mesma, pues de otros gneros fciles seran muchos. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 180 de Quevedo. 219 En este prembulo se reconoce que tercetos en forma de stiras y contra el matrimonio hay numerosas muestras, pero, basadas en estos autores clsicos, pertenecientes a lo que el propio editor denomina stira inferior latina, slo Quevedo parece ofrecerlo. Lo ms notable del poema, en cuanto a su historia textual, es la declarada actuacin o intervencin de Gonzlez de Salas sobre el original, que halla con desconveniencias (...) y dissonancias, que a la primera vista pudieron disuadir a no admitirse en este Parnaso. Desconveniencias, porque, segn Gonzlez de Salas, Quevedo imita a Juvenal de forma muy precisa, con la Venus muy desnuda y as horrible a nuestros odos, que no permiten la significacion de su lasciva incontinencia, sino vestida ms y disimulada. Y dissonancias porque flaqueaba la viveza y elegancia del estilo y aun de la sentencia en muchos lugares. Ante estos dos defectos, Gonzlez de Salas decide enmendar el texto, de tal importante manera que llega a entender que la stira podra ocupar muy bien el lugar de la musa Polimnia, por la parte moral de algunos vicios, y no el de la musa jocoseria donde se halla desazonado y importuno. 220
La stira est escrita en tercetos, dirigida a un tal Polo, 221 apostrofado en el segundo verso. Quevedo se queja de que su interlocutor le pregunte por qu no se casa y, a partir de ese reproche, se desarrolla una continua diatriba contra el matrimonio. El texto presenta claras huellas de la stira sexta de Juvenal, tal y como el editor seala, no slo en su contenido sino en su disposicin genrica. Al modelo del terceto, que traduce rtmica y sintcticamente el dstico elegaco en el que se vuelca la poesa satrica de Juvenal, se debe aadir una composicin de deliberadas apariencias informales. El poema va de un motivo a otro con la justificacin que otorga un estilo marcado por la variedad y la fluidez del discurso, como escasamente sujeto a una estructura previa. 222
El poema comienza con una notable repeticin de interrogationes en forma de reproche, a poco trecho del insulto: He yo burlado a tu mujer oronda? (16). En esta primera parte, la voz del hablante molesto proclama una declaracin de principios, sobre la que se sostiene toda la arquitectura del texto: Antes para mi entierro venga el cura/ que para desposarme (28-29). A continuacin repasa las
219 Gonzlez de Salas trae a colacin versos de una stira suya basada en la misma stira latina, as como cita a Lupercio Leonardo de Argensola como iniciador de estas imitaciones de Juvenal, a las que aade el nombre de Persio. Jos Manuel Blecua, que cita este pasaje de Gonzlez de Salas en su edicin de la obra de Lupercio Leonardo de Argensola, cree que se trata de obras perdidas, parecidas en algo a la epstola a don Juan de Albin, Aqu donde en Afranio y en Petreyo. (Lupercio Argensola, Rimas, 1972, pp. xxx-xxxiv, y pp. 69-88). La redaccin temprana de este texto que supone Gonzlez de Salas puede constituir una justificacin indirecta del tono jocoso y aun indecente del texto, depurado por el propio Gonzlez de Salas como l mismo advierte. 220 Stira y tercetos parecen pedir a priori la musa moral, pero no hay otro mejor espacio cuando la imprenta ya lo est demandando: esta Stira pertenece a la musa VI, aunque desubicada de su lugar natural. 221 Sobre la caracterizacin satrica de este interlocutor y las implicaciones que sugiere en los lectores de la poca, vase el artculo de Ignacio Arellano, Sobre Quevedo: cuatro pasajes satricos, Revista de Literatura, 43 (1981), pp. 174-178. 222 Stira de la misma naturaleza, aunque no publicada en el Parnaso, es Que pretenda dos aos ser cornudo, tambin sobre tema semejante: en este caso, el adulterio. Se trata de un poema publicado por Blecua, dispuesto como una respuesta a otro interlocutor LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 181
posibles bodas, con ya muy celebrados chistes sobre oficios o sobre mujeres. En este punto, asoman las conocidas diatribas contra letrados, mdicos, roperos, zapateros, mercaderes, y a propsito de estos ltimos se utiliza uno de los tpicos que recorre con mayor nitidez la poesa burlesca de Quevedo contra mulieres: el de la consideracin de la mujer como la mejor mercadera:/ porque la venden y se queda en casa,/ y lo dems, vendido, se desva (55-57). El epigrama de Marcial XII, 102, considerado de dudosa atribucin, proporciona esta idea que concibe el adulterio consentido dentro del matrimonio bajo especie de prostitucin. Pero esta retahla de chistecillos se alterna con exempla, probablemente extrados de las compilaciones de facecias o ancdotas. En particular se refieren tres casos: el primero, el de un filsofo antiguo que cede en matrimonio a su hija a otro filsofo, rival suyo, con el propsito de vencerlo: por vengarme del contrario mo/ le di mujer, del mundo el mayor dao (116-117). El segundo caso, relativo a Digenes el cnico, quien, al contemplar a una mujer bellsima ahorcada, celebr el ahorcamiento con estas palabras: Si llevaran de aquesta misma fruta/ cuantos rboles hay, ms estimadas/ fueran sus ramas de la gente astuta ( 184-186). 223 Y el tercero, el de Mesalina, la mujer de Claudio, que recorre los prostbulos para satisfacer sus deseos. En este ltimo ejemplo Quevedo amplifica con especial detalle los versos de Juvenal en los que se mencionan las correras nocturnas de la esposa del emperador romano como muestra del adulterio y del engao femenino. Es probablemente en este pasaje donde la mano censora de Gonzlez de Salas pudo haber eliminado los rasgos ms obscenos del texto, pues quedan restos de esa desenvoltura ertica: Y, en entrando, los pechos descubra y al deleite lascivo se guisaba, ans, que a las dems empobreca. El precio infame y vil regateaba, hasta que el taita de las hienas brutas a recoger el cmbalo tocaba. Todas las celdas y asquerosas grutas cerraban antes que ella su aposento, siempre con apariencias disolutas. La stira VI de Juvenal proporciona no slo el planteamiento sino la inspiracin para muchos pasajes y la notoria alternancia entre lo particular y lo universal. 224 En la parte final de su poema, Quevedo contesta punto por punto la epstola de su corresponsal, empeado en convencerle de las bondades de la dama que le propone. Riqusima y gentil son las cualidades con que presenta a tal mujer. El molesto destinatario de la oferta rechaza incluso esas condiciones y concluye su respuesta con exclamaciones y sentencia de reconocible metfora: 225
223 Digenes Laercio refiere esta ancdota, pero son varias mujeres las que aparecen colgadas del rbol: concretamente de un olivo, no de un lamo pomposo como escribe Quevedo. 224 Vase a este respecto el trabajo clsico de Benito Snchez Alonso, Los satricos latinos y la stira de Quevedo, Revista de Filologa Espaola, 11 (1924), 33-153, especialmente 116 y ss. 225 Recurdese el mujer que dura un mes se vuelve plaga del soneto Antiyer nos casamos; hoy querra. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 182 Felices los que mueren por dejallas, o los que viven sin amores de ellas, o, por dicha, llegan a enterrarlas! En casada, en viudas, en doncellas, tantas al suelo plagas se soltaron, cuantas son en el cielo las estrellas. (418-423) Para acabar el largo discurso, la voz potica sugiere a su interlocutor que informe a la dama de su escaso atractivo y de sus prfidas conductas, con el fin de desanimarla y librarse as del matrimonio. Los ltimos versos recuerdan la peor condicin que pueda tener un hombre para lograr el inters de una dama: ser simplemente un poeta. Ponla tantos defectos por delante: dila, en fin, que yo soy un desalmado, enjerto en sotanilla de estudiante. Y aunque hijo de padre muy honrado y de madre santsima y discreta, dirs que me ha trado mi pecado a desventura tal que soy poeta. (442-448) Gonzlez de Salas reprueba no slo el tono de algunos vocablos sino la viveza y elegancia del estilo y aun de la sentencia. Es muy posible que con su observacin el editor de la obra potica de Quevedo reparara en la escasa organizacin de los materiales o bien en la dbil estructura de la composicin, as como en el excesivo coloquialismo de algunas expresiones. La epstola en tercetos supone alguna de estas caractersticas, pero tal vez a Gonzlez de Salas no le pareciera muy convincente la elocuencia ltima del texto. Despus de todas las composiciones de esta musa festiva, la edicin remata con un par de coplas en las que anuncia la prxima musa Euterpe que no llegar a presentarse y unas breves palabras para declarar el crecimiento insospechado de los poemas que componen las seis musas que compila. 226 En esta misma indicacin, Gonzlez de Salas avisa de la publicacin de sus entremeses, a los que llama poesas dramticas, ms legtimas a la accin de interlocutores. Era, pues, objetivo de su edicin, pero la abundancia de materiales hizo que desistiera de incluirlos. La continuacin qued as anticipada para cuando, en el ao 1670, otro editor recogiera el resto y lo decidiera dar a conocer: la segunda cumbre del Parnaso y la segunda parte del coro de msicas voces est al final de esta musa anunciada. Addenda. La invectiva contra Gngora
226 Gonzlez de Salas recuerda para justificar la divisin del Parnaso en dos partes, como haba hecho al principio, el Onomasticon de Julio Polux (libro 4, captulo 15) en el pasaje en el que ste explica la distribucin de los coros en las representaciones trgicas: Asimismo se observa que Iulio Polux, Que el Choro muchas veces se Dividia en dos partes, i que cada una de ellas se llamaba Semichoro, i entonces empeaba a cantar a una parte, i despues la otra respondia. La referencia erudita traida con otro fin en su Ilustracin se elige aqu simplemente para explicar la distribucin en dos partes de la coleccin potica quevediana LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 183
Aado al estudio de esta musa el de los 17 poemas que Quevedo escribi contra Gngora. A fecha de hoy, son los que constituyen el corpus de su invectiva, a expensas de que puedan parecer otros o que algunos de los que ahora se toman como tales puedan ser apcrifos. 227 Estn escritos en pocas distintas, aunque se pueden establecer tres momentos principales: la estancia en Valladolid, donde pudieron contender para ocupar un lugar preferente en el parnaso cortesano; la publicacin del Anacren castellano en 1609; y la difusin del Polifemo y las Soledades hacia 1613, que provoc la aparicin de un verdadero subgnero literario en la forma del vejamen antigongorino. Aunque constituyen ataques personales, la diatriba se fundamenta en cuestiones poticas: los primeros, contra la excesiva vulgaridad del lxico satrico; los segundos, como respuesta al ataque previo de Gngora al Anacren quevediano, con numerosas y variadas alusiones a su poesa; mientras los terceros se centran en el peregrino uso de la nueva lengua potica. Los poemas que escribi en Valladolid son las dcimas Ya que coplas componis, En lo sucio que has cantado y el soneto Dime, Esquevilla, cmo fuiste osado. En estas composiciones Quevedo repite la caracterizacin de suciedad a los versos compuestos por Gngora: en el primer poema, a raz de la stira compuesta por Gngora, titulada Qu lleva el seor Esgueva, que debi de parecer excesivamente escatolgica a sus lectores. Quevedo as lo explica, con semejante color lxico: Ya que coplas componis, ved que dicen los poetas que, siendo para secretas, muy pblicas las hacis. Clica dicen tenis, pues por la boca purgis; satrico diz que estis; a todos nos dais matraca: descubierto habis la caca con las cacas que cantis. (1-10) Que la composicin de Gngora debi de actuar de estmulo para estos poemas se advierte en el soneto, en el que la voz potica consuela al ro Esgueva por haber sido el blanco de los insultos gongorinos: la diloga del verso final coloca en el mismo campo semntico de la suciedad excrementicia los versos del poeta cordobs: Decir que son las coplas ordinarias, sino tan llenas de agudeza y tales que aun son a ojos de todos necesarias?. (12-14) La caracterizacin de poeta sucio se mantiene en la otra composicin vallisotelana, escrita como contestacin de otras dcimas de Gngora que
227 La duda sobre su autora deriva fundamentalmente del lugar del que procede buena parte de ellas: el manuscrito 108 de la Biblioteca Menndez Pelayo. El poema, adems, Alguacil del Parnaso, Gongorilla, escrito desde la perspectiva de un tercero que toma partido por Quevedo contra Gngora contribuye a las sospechas, pero las concordancias con otros poemas ms seguros lo avalan. No obstante, tmense las cautelas correspondientes sobre la autora de estos poemas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 184 empiezan Musa que sopla y no inspira. En estas dcimas quevedianas se aade una acusacin que se repetir con frecuencia en la invectiva contra Gngora: su posible condicin de judo o descendiente de judos y, derivado de ella, la fraudulenta obtencin del ttulo de racionero de la catedral de Crdoba con papeles inventados o conseguidos con dinero: Dirs: Yo soy racionero en Crdoba de su iglesia. pues no es maravilla efesia comprallo por el dinero. Longinos fue caballero y Longinos fue judo: de tu probanza me ro. al den engaado has mas podr volverse atrs, que no es el cabildo ro. (31-40) El soneto Vuestros coplones, cordobs sonado, cuya cronologa no parece tan determinada como los anteriores, desarrolla con insistencia este rasgo satirizado de la suciedad, probablemente del lxico: No los tom porque tem cortarme por lo sucio, muy ms que por lo agudo: ni los quise leer por no ensuciarme. (9-11) La publicacin del Anacren castellano en 1609 inspir a Gngora el soneto Anacreonte espaol, no hay quien os tope, donde censura de forma jocosa el escaso dominio que Quevedo posee del griego. Quevedo le contesta con dos poemas: con el soneto Yo te untar mis obras con tocino y con el romance Poeta de Oh que lindicos. El soneto se centra exclusivamente en la burla antijudaica: sacerdote indino, /que aprendiste sin christus la cartilla, aquesto de escribas se te pega,/ por tener de sayn la rebelda, dir de Gngora, mientras contrapone su traduccin del griego a las relaciones del poeta cordobs con la lengua hebrea: Por qu censuras t la lengua griega siendo slo rab de la juda. cosa que tu nariz aun no lo niega?. (9-11) El largo romance es ms interesante desde el punto de vista literario, ya que Quevedo hace alarde de su detallado conocimiento de la poesa gongorina, con alusiones a distintos poemas de Gngora. El texto, puesto en boca de un locutor satrico inventado, se divide en dos: una primera parte en la que la voz potica se queja de las crticas recibidas, entre otros, por Quevedo y Lope, y una segunda, donde se presenta como un poetilla que se atreve a satirizar, con el repaso a los tpicos principales de la invectiva antigongorina: la sucia inclinacin de su lxico (siempre expresado con los excrementos), 228 la dificultad de algunas expresiones
228 Sobre este asunto, vase el libro de Maria Grazia Profeti, Quevedo: la scrittura e il corpo, Roma: Bulzoni, 1984, pp. 206-231. En un artculo reciente, El micro-gnero de los sonetos de stira literaria y Quevedo. La Perinola 8 (2004), p. 392, la propia Profeti lo reafirma: toda la produccin satrica quevedesca anti-Gngora presenta referencias coprfilas obsesivas. El artculo de Maria Grazia Profeti estudia en conjunto estos poemas como un micro-gnero que permite resaltar el idiolecto peculiar de Quevedo. LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 185
(an no han aparecido las Soledades, pero su estilo dificultoso no pasa desapercibido) y la ascendencia judaica: Contra Galicia escribiste, tierra de tocino y nabos, que, como toda es limpieza, toda junta te dio enfado. Muy dificultoso eres: no te entender un letrado, pues, aborreciendo puercos, lo puerco celebras tanto. Cristiano viejo no eres, porque aun no te vemos cano; hi de algo, eso sin duda, pero con duda hidalgo. Llmate quien te conoce Mondonguero del Parnaso, pues vaciar y llenar vientres tienes solamente a cargo. Almorrana eres de Apolo, por donde el dios soberano gracioso purga inmundicias y sangre si est enojado. (125-144) La difusin y extraordinaria recepcin de los dos grandes poemas gongorinos constituy el punto de partida de los poemas pardicos de Quevedo contra el poeta cordobs. Se trata de los sonetos Este cclope, no siciliano, Tantos aos y tantos todo el da, Socio otra vez? Oh t, que desbudelas, Verendo padre, a lstima movido, Sulquivagante pretensor de Eolo y Ten vergenza, purprate, don Luis y Qu captas, nocturnal, en tus canciones. No todos se pueden datar inmediatamente despus de 1613, 229 pero, sin duda, arremeten, con similares pretensiones, contra las frmulas del gongorismo. No es lugar este para el aparato terico de la diatriba contra el lenguaje gongorino que abandera Quevedo. Los numerosos trabajos sobre este asunto me eximen de excursos innecesarios, si bien hay que reconocer que los preliminares de la edicin de las obras de fray Luis y de Francisco de la Torres ofrecen la relacin de lugares crticos donde se pueden ponderar sus posiciones literarias. De todos estos poemas, los que inciden ms en la burla contra el idioma gongorino son los que emplean la parodia por hiprbole ad absurdum de los mecanismos gongorinos. En especial, Quevedo se centra en el aspecto lxico, en la composicin de neologismos a partir de palabras de origen culto, sobre todo, griego. En estos sonetos, la complicacin de los trminos ser extraordinaria hasta alcanzar el paroxismo de la dificultad lxica: 230
229 Los poemas Verendo padre, a lstima movido y Qu captas, nocturnal, en tus canciones responden a unas octavas gongorinas escritas muy probablemente, como recuerda Crosby (En torno a la poesa, ob. cit., pp. 134-135), en honor de san Francisco de Borja en noviembre de 1624, con la garza como principal motivo del jeroglfico que constitua el tema del certamen. 230 A pesar de la dificultad, las palabras inventadas por Quevedo para la parodia atienden a diferentes lgicas conceptistas, pero la suma de ellas concierta un lenguaje que, por extremo, suscita la esperada admiratio. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 186 Merlincocaizando nos fatiscas vorgines, triclinios, promptuarios, trmites, vacilantes icareas, De lo ambgico y pntico tronquiscas fuliginosos vrtices y varios y , atento a que unificas, labrusqueas. (9-14) Has acabado aliundo su Parnaso, adulteras la casta poesa ventilas bandos, nios inquietas, parco, cerleo, veterano vaso: piculos perpetra tu porfa, estuprando neotricos poetas. Tu forasteridad es tan eximia que te ha de detractar el que te rumia, pues ructas viscerable cacoquimia, farmacofolorando como numia si estomacabundancia das tan nimia, metamorfoseando el arcadumia. Esta muestra de la elocucin pardica se observa de forma esencial en Quien quisiere ser culto en slo un da, donde Quevedo, en forma de receta, refiere los vocablos e incluso los giros sintcticos ms caractersticos del nuevo lenguaje. El soneto, con un estrambote en estilo humilde en el que identifica el estilo gongorino con regeldos, se construye con la mera acumulacin de trminos, sin nimo argumentativo, a modo de catlogo de expresiones idneas: fulgores, arrogar, joven, presiente, candor, construye, mtrica armona: poco, mucho, si no, purpuraca, neutralidad, conculca, erige, mente, pulsa, ostenta, librar, adolescente, seas traslada, pira, frustra, arpa; cede, impide, cisuras, petulante, palestra, liba, meta, argento, alterna, si bien disuelve mulo canoro. Use mucho de lquido y de errante, su poco de nocturno y de caverna, anden listo livor, adunco y poro. (3-14) La sintaxis gongorina es otro de los motivos de la parodia, como se deja ver en Este cclope, no siciliano, cuyos primeros versos extreman las articulaciones solemnes del discurso gongorino -Este cclope, no siciliano,/ del microcosmos s, orbe postrero o el minoculo s, mas ciego vulto- para referirse a una res tan nfima como el culo. Quevedo desmonta por completo esta impropiedad lingstica (fuente de la crtica antigongorina, junto al exceso y acumulacin en el ornatus) al cerrar el soneto con vocablos plenamente soeces: ste, en quien hoy los pedos son sirenas, ste es el culo en Gngora y en culto, que un bujarrn le conociera apenas. (12-14) LA MUSA TALA. POESA BURLESCA 187
El empleo pardico de la sintaxis prototpica de lo gongorino se muestra tambin en el soneto Tantos aos y tantos todo el da, en el que Quevedo arremete contra la, al parecer, conocida querencia de Gngora por el juego, otro de los aspectos que de forma ocasional completa el vejamen: No altar, garito s; poco cristiano,/ mucho tahr; no clrigo, si harpa (3-4). Los juegos dilgicos contra la ludopata gongorina permiten concluir el soneto con ingenio satrico: Yace aqu el capelln del rey de bastos, que en Crdoba naci, muri en Barajas y en las pintas le dieron sepultura. (12-14) Tres poemas ms aparecen vinculados a esta invectiva contra Gngora: se trata de una especie de madrigal, Esta magra y famlica figura, un epitafio en forma de breve silva, Este que, en negra tumba, rodeado; y la ms conocida silva Alguacil del Parnaso, Gongorilla. Sobre ellos se cierne la sospecha de una falsa atribucin. Pero, como seala Blecua, algunas expresiones concordantes permiten ahijarlas a Quevedo. En el madrigal se repite la escatolgica descalificacin de su poesa ms demasiadamente satrica, como dice alguno de los epgrafes de estos poemas: doctor en mierda, graduado en pujos, le insultan los versos. La aficin por el juego constituye la principal acusacin del epitafio, Ordenado de qunola estaba, pues desde prima a nona las rezaba; sacerdote de Venus y de Baco, caca en los versos y en garito Caco. La sotana traa por sota, ms que no por clereca. (7-12) mientras la silva recorre versos de las Soledades y del Polifemo, al tiempo que desgrana las principales acusaciones. El poema est puesto en boca de un locutor satrico que aparece como cordobs (de ah la principal duda sobre la autora del texto) y que parece actuar en desagravio de muchos, como ocurra en el romance Poeta de Oh qu lindicos. Los repetidos motivos de la invectiva se acumulan hacia el final donde se hace mencin a la clebre expulsin de Gngora de la casa, que haba adquirido Quevedo: Quin sino Satans batir pudiera berrendo y reverendo y un judo que se quemaba de mirar el ro? Quin pudo adjetivar sino t slo, que al vicio das la boga, plpito con garito y sinagoga? Por eso en insolente desatino slo te codici Paravicino. Y pgalo Quevedo porque compr la casa en que vivas, molde de hacer harpas; y me ha certificado el pobre cojo que de tu habitacin qued de modo la casa y barrio todo hediendo a Polifemos estantos, coturnos tenebrosos y sombros, y con tufo tan vil de Soledades, MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 188 que para perfumarla y desengongorarla de vapores tan crasos, quem como pastillas Garcilasos: 231
pues eran con tu vaho el aposento sombra del sol y tsigo del viento. (113-135) La invectiva quevediana contra Gngora, pues, se somete a dos factores: por un lado, el cronolgico, que permite sealar tres momentos ms o menos sealados; y, por otro lado, el tipo de acusaciones en cada caso. Las censuras literarias tienen que ver con dos aspectos que se suceden, a mi juicio, en el tiempo: la especial obscenidad de los vocablos empleados por Gngora en algunas de sus poesas satricas, que pudieron servir de escndalo, en los aos en que se conocieron en Valladolid; y el particular lenguaje potico que surge del poema mitolgico del Polifemo y de la silva pastoril de las Soledades, escritos en un inslito e impropio estilo elevado. Los modos de la censura son distintos: puro exabrupto, adems excrementicio, para las de la suciedad lxica; reduccin al absurdo, con la parodia como horizonte, para las del nuevo idioma potico. Las censuras personales, por su lado, que complementan el trasfondo literario, ataen a su ascendencia judaica, cuya formulacin, por muy degradante, puede resultar muy notoria, pero se cie a relativamente escasos versos; y a su aficin por el juego, que estimula las dilogas verbales. De estos poemas, desde luego, no se puede extraer una definitiva opinin de Quevedo sobre Gngora, habida cuenta de las servidumbres del gnero, pero, tal vez, s que se pueda deducir, por las sealadas ocasiones en que se enfrentan, que ms que una sorda guerra por la supremaca lrica de los primeros aos del XVII se libran batallas minsculas, ligeros ejercicios estilsticos para complacencia de ambos contendientes. 232
231 La Aguja de navegar cultos utiliza exactamente la expresin quemamos por pastillas Garcilasos, por lo que Blecua, junto a otros casos semejantes, atribuye el poema a Quevedo, a pesar del empleo de una persona interpuesta en la diatriba. 232 Esto no es bice para que Quevedo emprenda, en varios opsculos redactados tardamente, 12 aos al menos tras la publicacin de las Soledades, una lucha muy enconada contra las desembocaduras exacerbadas del gongorismo o del culteranismo. De esta lucha y a estas alturas, prxima ya la muerte de Gngora, el poeta cordobs pudo quedar al margen. La musa Euterpe. Poesa buclica La musa Euterpe, musa sptima del Parnaso y musa primera de las que el sobrino de Quevedo, Pedro Aldrete, publica, contiene bsicamente poesa pastoril. El lema Dulciloquos calamos Euterpe flatibus urget figura al frente de esta musa, representada por una mujer sentada sobre una roca, con una gaita en su regazo e instrumentos de viento de diversa especie exhibidos en la otra mano. Al fondo del grabado se aprecian pastores entre el ganado con cayados (uno de ellos adems tocando una flauta), una pastora tambin ayudada de cayado con una falda que cae sobre la hierba y, entre ellos, varias figuras de stiros y faunos completando la escena. Debajo de esta estampa se aade la esencia de esta musa en versos elocuentes: Toda passion Amorosa, / Aunque es passion Entretiene,/ Mas no dura, sino tiene/ Mucho de gaita golosa:/ Su exercicio es mi argumento /i Senzilla de buen Aire,/ Canto de Amor con donaire /Unidos Gusto i Tormento. El contenido pastoril aparece anunciado desde la primera lmina de la coleccin. No obstante, a pesar de esta determinacin, la musa Euterpe muestra una inevitable heterogeneidad, debido con toda seguridad a la perentoria necesidad de incluir poemas que no lograron tener aposento en las musas anteriores. As se incluyen al comienzo de la musa unas composiciones de variada naturaleza y, al final, se llegan a introducir la stira en tercetos A una dama y los entremeses, cuya vinculacin con la mayoritaria poesa buclico-amorosa resulta difcilmente argumentable. En el prlogo Al lector Pedro Aldrete admite la impropiedad de ciertas distribuciones: bien veo que les faltan muchos asuntos, y las que los tienen estn defectuosos y no tienen el lugar que les toca: no aver podido (...) asistir a la correccin de la imprenta, como l mismo confiesa, tambin contribuye a la indefinida amalgama de esta sptima musa Euterpe. Poemas iniciales Los poemas que de forma un tanto desordenada se presentan al comienzo de esta musa revelan el modo de editar de Pedro Aldrete. Aqu aparecen las siguientes composiciones: 1. Un soneto A Belisario: Vindote sobre el cerco de la luna. 2. Un soneto moral: Cmo de entre mis manos te resbalas. 3. Un soneto satrico contra mulieres: Disparado esmeril, toro herido. 4. Un soneto: Aqu del rey, Jess! y qu es aquesto?. 5. Dos canciones morales: Oh t, que con dudosos pasos mides y T, por la culpa ajena. 6. Unas redondillas morales, Pasan mil casos por m. De estas siete composiciones, cuatro son de Quevedo, dos de Lupercio de Argensola (T, por la culpa ajena y Pasan mil casos por m) y una de Alonso de Ledesma (Aqu del rey, Jess! y qu es aquesto?). Parecen muy dispares los poemas, pero, salvo el poema satrico, los dems pueden ser entendidos como MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 190 prolongacin del prlogo de Pedro Aldrete. A propsito de Oh t, que con dudosos pasos mides Pedro Aldrete dir en el prlogo al lector: ocho meses antes de su muerte, compuso la primera cancin, que va impresa en este libro, en donde predice su muerte, publica su desengao y da documentos para que todos le tengamos, puede servirles de inscripcin funeral. 233 La colocacin en este lugar preminente, en forma de frontispicio a las tres musas, obedece a las ideas que el sobrino de Quevedo formula en el prlogo en descargo de la biografa de su to. Disculpa sus errores juveniles, encarece sus discursos siempre moralizantes, aplaude su celo religioso, ensalza su labor poltica, incomprendida por la envidia, niega, en fin, las acusaciones hacia Quevedo con el dibujo de una semblanza hagiogrfica que slo tendr continuidad con la biografa de Pablo de Tarsia. Los sonetos, tanto de Quevedo como de otros, que aparecen al frente de la musa Euterpe contribuyen a esa imagen. El primero, dedicado a la muerte de Belisario, toma el mismo camino que se advierte en los sonetos dirigidos al duque de Osuna: el encomio del noble que ayuda al rey a conquistar reinos. En un pasaje del Marco Bruto, Quevedo situar a Belisario al lado del Gran Capitn o de Hernn Corts, segn la tpica, injustamente tratados por sus seores: Los vasallos que conquistaron reinos y hicieron a sus prncipes monarcas, desde Belisario hasta Hernn Corts, pasando por Gonzalo Fernndez, siempre adolescieron sus propias vitorias; y ajados, o con cuentas de gastos o captulos crecidos por la invidia, son arrancados con nota de donde fueron aclamacin. La fortuna y la fama, en el caso del soneto, harn eterna su memoria: las hazaas del Belisario legendario, ciego y mendigo, triunfarn sobre sus enemigos envidiosos: quin no ve aqu el exemplum de lo que le pas al duque de Osuna y al propio Quevedo, tal y como Aldrete nos recuerda en el prlogo?: 234
Y agora entre los mseros mendigos te tiraniza el tiempo y el sosiego la memoria de altsimos despojos. Quisironte cegar tus enemigos, sin advertir que mal puede ser ciego quien tiene en tanta fama tantos ojos. (9-14) Tras este soneto de declaracin poltica implcita aparece una afirmacin moral: la del paso efmero de la vida. Se trata del poema que ya haba aparecido en la musa Polimnia y que, adems, el propio Aldrete inclua ms adelante en la musa Urania entre los psalmos de Lgrimas de un penitente: Cmo de entre mis manos te resbalas. Puede tratarse de uno ms de los errores que James O. Crosby sealaba en la labor del sobrino de Quevedo, pero puede ofrecer la
233 Sobre este poema, vase el artculo de Francisco J. Martn, "El escarmiento': un poema de prisin, el poema de una vida." Monographic Review - Revista Monogrfica 11 (1995), p. 59-72. 234 En el prlogo Pedro Aldrete comenta el episodio del presunto cohecho en el que Quevedo apareci involucrado, con el duque de Osuna como virrey de Npoles, y declara: Y por esto padeci en su vida muchas persecuciones y granje muchos enemigos; mas su mira fue de dar buen ejemplo a los presentes y dejarle a la posteridad. Este aspecto de la vida de Quevedo es repetido varias veces en el prlogo: las persecuciones prisiones y trabajos que la envidia de sus enemgios le causaron, nadie lo ignora; por ello, no parece extraa la inclusin de este poema a Belisario al comienzo de Las tres musas. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 191
intencionada pretensin de figurar como blasn moral de Quevedo, como una prolongacin apologtica del prlogo. Las variantes no son sustanciales aunque la metfora presentada en el ltimo terceto muestra la peculiar concepcin de la vida como un discurso demostrativo, cuyo argumento principal se presenta a cada paso: Cualquier instante de esta vida humana es un nuevo argumento que me advierte cun frgil es, cun msera y cun vana. (12-14) 235
El soneto Disparado esmeril, toro herido que Muestra lo que es una mujer despreciada no responde a este propsito proemial que propongo: aunque parezca satrico, la declarada condicin de la mujer protagonista como enamorada inclina la composicin al terreno amoroso. La seleccin lxica obedece a ese mbito, en el que la bsqueda de conceptos asimilables a la ira de la mujer que sufre desdn constituya su principal fundamento: esmeril, toro, fuego, osa, rayo, serpiente o spid, len, caballo, guila, espada, pedernal, plvora, vbora, cocodrilo, caimn fiero son los mltiples trminos de la definicin de la mujer despechada, sin olvidar ese singular villano rico con poder tirano que aade matices a lo que es la mujer si el hombre la desecha. Pero dentro de ese marco que yo apuntaba, el Soneto a la muerte, de Ledesma, que viene a continuacin corrobora la conjetura: !Aqu del rey, Jess y qu es aquesto? presenta personificada a la muerte, la Parca, como un delincuente homicida que aguarda a su vctima a la vuelta de la calle. El soneto dramatiza un dilogo nocturno entre la vctima que reclama la presencia de la justicia, la aparicin de la ronda, la detencin de la muerte y el interrogatorio sorprendente entre la justicia y la muerte con que concluye el poema: Llegaron a prendelle por codicia no de la espada ser mayor de marca mas vulto que la trae de sangre llena. Preguntle quin era la justicia: desembozse y dijo: Soy la Parca La Parca sois?: andad en hora buena El albacea testamentario de Quevedo, que bien pudo cometer de nuevo craso error, coloca este poema del mismo modo que colocar los dos poemas ltimos de Lupercio de Argensola: el primero, una traduccin de la oda III, 6 de Horacio, en forma de cancin, 236 y el segundo, unas redondillas en las que se recrea el paraso eterno, en contrapunto con el terrenal mundo de pecados. Es difcil explicar por qu Aldrete incluy estas composiciones al comienzo de esta musa; sin embargo, el contenido de ambos poemas concuerda de forma extraordinaria con las palabras del prlogo. Tal vez se equivocara, tal vez entendi intil la atribucin de los versos o tal vez los hizo propios para otorgarle a su to la aureola y, sobre todo, el punto de partida con el que el lector deba comprender sus escritos: el de un hombre preterido, injustamente entendido, cristianamente
235 La versin del Parnaso, que para Alfonso Rey (Poesa moral (Polimnia), ob. cit., p. 97) puede ser la ltima, sustituye la idea del argumento por la de ejecucin. 236 El poema de Horacio muestra con especial intensidad la decadencia romana: el ttulo que Las tres musas le prestan al poema de Argensola, Pinta una monarqua estragada con pecados, actualiza voluntariamente las observaciones horacianas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 192 resignado, sin embargo, a la muerte, tras considerar con rectitud los pasos dados en la vida. Sonetos pastoriles Los sonetos pastoriles son 23 composiciones con pretensin de configurar una pequea coleccin especfica. El ttulo que las precede ilustra sobre el particular, Sonetos que llam el Autor Pastoriles y los dedic a la Musa Euterpe, y, de nuevo, llama la atencin sobre la voluntad de Quevedo de organizar su poesa en torno a agrupaciones ms o menos coherentes. 237 En primer lugar, son los nicos que aparecen precedidos por una indicacin general como la citada en la que se anuncia no slo la decisin tomada sobre el ttulo sino la adscripcin a una musa determinada. En segundo lugar, se trata de una coleccin numerada. La numeracin responde a una ordenacin meditada, quiz no premeditada, pero s sujeta a alguna orientacin significativa: es comprobable la afinidad de ciertas composiciones que aparecen de forma contigua en la edicin de Las tres musas. Y por ltimo, se trata de una coleccin de poemas cuyos ttulos son muy pormenorizados, que proporcionan explicaciones muy precisas sobre el poema, en muchas ocasiones de gran utilidad. No es frecuente este grado de definicin del contenido del poema: es difcil, adems, determinar la autora de esos epgrafes aclaratorios, pero su singular precisin corrobora la preocupacin, me atrevo a decir que quevediana, de dotar al conjunto de sonetos pastoriles de una consideracin interna anloga a tantos otros esfuerzos de organizacin de sus materiales poticos. La ordenacin de estos sonetos, como suele ocurrir en Quevedo, se produce a posteriori. Este es el proceder habitual en Quevedo, destacado ya en otros lugares. 238 Se pueden apuntar en el caso de estos sonetos dos lneas
237 Sobre la entidad del conjunto vase mi trabajo Gusto i tormento: los sonetos pastoriles de Francisco de Quevedo, en Romeral. Estudios filolgicos en homenaje a Jos Antonio Fernndez Romero, Vigo, Servicio de Publicacins, 2003, pp. 287-304. En otras ocasiones algunos poemas de esta serie han servido como argumentacin para el estudio de Canta sola a Lisi como cancionero diferenciado (Santiago Fernndez Mosquera, La poesa amorosa de Quevedo, ob. cit., p. 335 y p. 360) o para corroborar asertos sobre la labor editora de Gonzlez de Salas con respecto a Quevedo (James O. Crosby, "La huella de Gonzlez de Salas en la poesa de Quevedo editada por Pedro Aldrete." Homenaje a don A. Rodrguez-Moino. Estudios de erudicin que le ofrecen sus amigos o discpulos hispanistas norteamericanos. Ed. J. Homer Herriott et al. Madrid: Castalia, 1966. I: 111-23). 238 En mi trabajo sobre estos sonetos aporto conjeturas sobre el particular: De esta manera figuran unidos los sonetos Vs con el polvo de la lid sangrienta[VI] y Vs gemir sus afrentas al vencido[VII], con semejante dispositio y contenido afn, con las luchas entre toros como motivos principales. Lo mismo se puede deducir de la distribucin de los sonetos No vs piramidal, y sin sosiego[IX] y Ya viste que acusauan los sembrados[X], que se plantean como sendas comparaciones del amor con el fuego y con la tormenta. Los sonetos Dichoso tu, que naces sin testigo[XII], dedicado al Nilo, y O ya descansas, Guadiana, ociosas[XIII], al Guadiana, guardan, no slo por el apstrofe al ro, una indiscutible similitud. Percibir entre los poemas XV y XVI relacin por tratar el motivo del cabello puede resultar demasiado aventurado, pero los dos sonetos siguientes, XVII y XVIII, con el escenario de la fuente como vnculo, parecen obedecer a algo ms que a una LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 193
repetidas de disposicin. Por un lado, el empleo de la frmula de la comparacin como sntesis entre la dispositio con exemplum que va de lo general a lo particular o a la inversa y la elocucin ingeniosa de la similitudo. Se comprueba en muchos de esos textos y se anuncia, de forma evidente, desde el propio ttulo: A Aminta, que imite al Sol en dexarle consuelo quando se ausenta; Con exemplo del invierno imagina si ser admirado su fuego del yelo de Lisi; Con la comparacin de dos toros zelosos, pide Lisi no se admire del sentimiento de sus celos; Culpa a Flor de injusta en el premio de su favor con el ejemplo de una vaca pretendida en el soto: es imitacin de Virgilio en las Gergicas; Con el exemplo del fuego ensea a Alexi pastor, como se ha de resistir al amor en su principio; Compara a la yedra su amor, que causa parecidos efectos, adornando al arbol por donde sube, y destruyendole. Son slo ejemplos de una tendencia mayoritaria, en el que la equiparacin por proporcin entre los afectos amorosos y los elementos de la naturaleza ofrece adems una notoria marca buclica (fuego, ros, toros, yedra, tormenta, o los virgilianos Alpes invernales de la buclica X, 47-8: "Alpina, a! dura niues et frigora Rheni/ me sine sola uides") o, como en el caso del poema Estbase la efesia cazadora, un aprovechamiento particular de una fbula mitolgica. 239
La otra lnea compositiva es la descripcin ingeniosa de una ancdota, de una escena o de una situacin o circunstancia de la pastora amada, pintada de forma semejante a como apareca la amada en la primera seccin de la musa Erato: con flores en la mano, con los ojos puestos en la fuente, con el cabello ondulado como en Ondea el oro en hebras proceloso, de tantas similitudes con la silva Aqu la vez postrera: Ondea el oro en hebras proceloso corre el humor en perlas hilo a hilo, junt la pena al Tajo con el Nilo, este creciente, cuando aqul precioso. Tal el cabello, tal el rostro hermoso asiste en Fili al doloroso estilo, cuando por las ausencias de Batilo uno derrama rico, otro lloroso. (1-8) o con el cabello rubio sembrado de claveles, como ocurre en Rizas en ondas ricas del rey Midas: 240
Rizas en ondas ricas de el Rey Midas, Lisi, el tacto precioso, cuanto avaro: arden claveles en su cerco claro flagrante sangre, esplndidas heridas. Minas ardientes al jardin unidas son milagro de amor, portento raro,
arbitrariedad o a una casualidad distribuidora. En contra de esta hiptesis se pueden aducir los casos en que un poema, que bien podra ir con otros de similar carcter, aparece aislado: con cautela, pues, postulo una mano organizadora, tal vez incapaz de dotar a la totalidad del conjunto de una vertebracin determinante. 239 Vase sobre este motivo el trabajo de La Schwartz, "De la erudicin noticiosa. El motivo de Acten en la poesa urea", en A. Vilanova, Actas del X Congreso de la AIH, Barcelona: PPU, 1992, pp. 551-561. 240 Vase el trabajo de Mercedes Blanco sobre este soneto : Mtaphore et paradoxe dans deux sonnets de Quevedo Bulletin Hispanique 85.1-2 (1983), pp. 83-103. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 194 quando Hybla matiza el mrmol Paro y en su dureza flores ve encendidas. (1-8) A estas circunstancias precisas habr que aadir escenas de inventio ms propiamente pastoril: una mujer hermosa que abate un guila; una dama de nombre Lisi que recoge flores mientras la rodean las abejas o que duerme descansada despus de la caza. Esas dos lneas de dispositio sirven para la invencin buclica. El bucolismo de estos poemas se hace evidente con los nombres de los pastores, 241 en donde se muestra la evocacin virgiliana: Alexi, Coridn, Bato, Silvio o Batilo. O con connotados espacios geogrficos como el Hybla siciliano de la gloga VII (v. 7) de Virgilio o el nombre tan reconocible del perro Melampo en el soneto Este cordero, Lisis, que tus yerros, con ecos de la Odisea y la Arcadia de Sannazaro. En este intento de configuracin buclica, no falta tampoco la intervencin de animales (corderos, becerros, perros, lobo, toros, trtola, guila o abejas) 242 o de elementos del mundo vegetal (yerba, rosas, encina, campos labrados, prados, claveles o la pareja yedra/ lamo como metfora de la unin indisoluble del amor). En este mundo natural concurren los cambios de estaciones o el ciclo del da y de la noche. El ya comentado invierno del soneto Pues ya tiene la encina en los tizones, las nubes y las lluvias del soneto Ya viste que acusaban los sembrados, el esto ardiente del soneto Dichoso t, que naces sin testigo, el mes de mayo de En este sitio donde mayo cierra o el enero de Miro este monte que envejece enero enmarcan, con las analogas pertinentes, los afectos amorosos del yo buclico: 243
hoy que se busca en el calor la vida, gracias al dueo invierno, amante ciego, a quien desprecia Amor y Lisi olvida, al yelo hermosos de su pecho llego mi corazn, por ver si, agradecida, se regala su nieve con mi fuego. (1-8) Ya viste que acusaban los sembrados secos las nubes y las lluvias; luego
241 Los personajes presentan en muchas ocasiones la condicin de pastores o pastoras, ms declarada en el ttulo que en el mismo texto. De entender en sentido estricto la indicacin inicial de que los sonetos son llamados pastoriles por el autor, se nos puede antojar que el autor ha decidido otorgar esa categora de pastor o pastora a los protagonistas con posterioridad probable a la redaccin del texto. 242 El intento es distinto, pero de nuevo el motivo de las abejas trae el sonido del libro IV de las Gergicas virgilianas o el verso 55 de la Buclica I, "saepe leui somnum suadebit inire susurro" y, por supuesto, "la solcita abeja susurrando (II, 74) o el "susurro de abejas que sonaba" (III, 80) de las glogas de Garcilaso. No se puede olvidar a propsito de este soneto XXII la relacin advertida por J. G. Fucilla, Estudios sobre el petrarquismo en Espaa, CSIC, Madrid, 1960, p. 208) con el soneto de Luigi Groto, "Mentre in begli horti i pi bei fiori ho colto". 243 En el soneto Pues eres sol aprende a ser ausente aparece el atardecer (apagar en el mar el oro ardiente) o la noche como escenarios correlativos de sus lamentos: Concdele a mi noche, y a mi ruego /del fuego de tu Sol en que me abraso / estrellas, desperdicios de tu fuego (12-14). LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 195
viste en la tempestad temer el riego los surcos, con el rayo amenazados. (1-4) 244
Pues cuanto el Sirio de tus lazos rojos arde en bochornos de oro crespo, crece ms su raudal, tu yelo y mis enojos. (12-14) Mir la fuente donde ver sola a Flida que en ella se miraba cuando por serla espejo no corra. Por imitar mi envidia se abrasaba, cuando en sus aguas mi atencin arda: y, en dos incendios, Flida se helaba. (9-14) Mas en los Alpes de tu pecho airado no miro que tus ojos en los mos regalen, siendo fuego, el yelo amado. Mi propia llama multiplica fros y en mis cenizas mesmas ardo helado, invidiando la dicha de estos ros. (9-14) En todo este escenario, la preponderancia de las fuentes y de los ros es indudable hasta el punto de que cobran valor como protagonistas de las cuitas amorosas, al menos como un interlocutor necesario del del yo lrico: a una fuente se dirigen los versos del soneto Fuente risuea y pura que a ser ro, Fuente risuea y pura, que a ser ro de las dos urnas de mi vista aprendes, pues te precipitas, y desciendes de los ojos que en lgrimas te envo, (1-4) en la fuente halla el parangn de la actitud de la amada, en el soneto Ya que huyes de m, Lsida hermosa: Ya que huyes de m, Lisida hermosa imita las costumbres desta fuente, que huye de la orilla eternamente, y siempre la fecunda generosa. (1-4) y de la fuente siente envidia el yo amante al ver que en ella se mira su amada, como aparece en el soneto En este sitio donde Mayo cierra, Mir la fuente, donde ver sola a Flida, que en ella se miraba, cuando por serla espejo no corra; Por imitar mi envidia se abrasaba, cuando en sus aguas mi atencin arda, y en dos incendios Filida se helaba. (9-14)
244 En el ttulo se menciona al labrador as como en el texto de la versin autgrafa publicada por Crosby [1967: 24] con las revisiones pertinentes. En la versin al parecer ltima la referencia al labrador desaparece, pero se conserva en el ttulo; en cualquier caso, slo sirve para plantear la analoga del amor entre el temor del campesino y el recelo del amante. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 196 El murmullo del arroyo en el soneto Esta fuente me habla, mas no entiendo se antoja humano para el dolor del yo que habla: Esta fuente me habla, mas no entiendo su lenguaje, ni s lo que razona; s que habla de amor y que blasona de verme a su pesar por Flori ardiendo. (1-4) En todas ellas, Quevedo desarrolla hasta el lmite las tpicas oposiciones del agua y el fuego, aunque, a diferencia de lo observable en otros poemas amorosos, se aprecia una mayor delectacin por el paisaje que aparece descrito en primer plano. Los recursos ya conocidos y tantas veces repetidos por Quevedo encuentran aqu una escenografa ms cuidada, ms concreta; la naturaleza compone el poema, aunque en ltima instancia el concepto de la contraposicin violenta fuego/agua, cobre la importancia necesaria en el aguijn o la sorpresa final. La mirada del lector puede sentirse atrada por ese ejercicio intelectual un tanto manido (aunque busque admiratio) del oxymoron o por las pinceladas cuidadosas de la naturaleza que rodea y ayuda a los protagonistas. Los ejemplos de esta pintura son numerosos: as en el soneto Ya que huyes de m, Lsida hermosa, la voz lrica del amante solicita a la amada que imite las costumbres desta fuente/ que huye de la orilla eternamente, /y siempre la fecunda generosa (2-4); en el soneto Este cordero, Lisis, que tus yerros, la escena del cordero recin nacido, rescatado de las fauces del lobo, es evocada con detalle dramtico: la naturaleza es, lo proclama Quevedo, un tablado para la representacin: En el denso teatro destos cerros (v. 5). En el soneto Fuente risuea y pura, que a ser ro, la pintura del mar embravecido contrasta con el plcido locus amoenus de la Arcadia pastoril: Amargos, sordos, turbios, inclementes juzgu los mares, no la amena y clara agua risuea y dulce de las fuentes. (12-14) Los ecos virgilianos en la descripcin de estos lugares naturales son notables. Pero ms inesperados son los procedentes de las Gergicas como ocurre en dos de los poemas ms interesantes de este grupo de sonetos pastoriles: Ves con el polvo de la lid sangrienta y Ves gemir sus afrentas al vencido, que recrean los versos 209-244 del libro tercero. En este pasaje se describe la vida de los toros relegados a pastos solitarios para apartarlos de los ciegos estmulos de Venus. Virgilio detalla sus costumbres con la consiguiente analoga con otros animales (los hombres tambin) que sucumben de igual modo a los poderes del fuego amoroso. Quevedo aprovecha del libro quinto de la Tebaida de Estacio la imagen del polvo levantado por los dos toros en la pelea, que hace crecer el suelo y oculta la claridad del da, pero de Virgilio obtiene la comparacin entre la furia violenta de los toros y los sentimientos del amante airado. En el soneto Ves gemir sus afrentas al vencido se resume el pasaje virgiliano en la estampa del toro vencido, Ves gemir sus afrentas al vencido que tiene ausente y afrentado menos pacido el soto que escarbado, y de sus celos todo el monte herido?. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 197
Vesle ensayar venganzas con bramido, y en el viento gastar mpetu armado (1-6), mientras en Ves con el polvo de la lid sangrienta la comparacin no puede estar ms claramente expuesta: Pues si lo ves, oh Lisi!, por qu admiras que cuando Amor enjuga mis entraas y mis venas, volcn, reviente en iras? Son los toros capaces de sus saas, y no permites, cuando a Bato miras, que yo ensordezca en llanto las montaas? (9-14) Tambin concuerda con el mundo buclico la fbula mitolgica de Diana y Acten, recreada en el soneto Estbase la efesia cazadora y ya conocida por su versin primera en las Flores de poetas ilustres de 1605. No es habitual que Quevedo recree en una sola composicin de forma exclusiva un mito clsico; suele hacerlo como exemplum o motivo adicional para otras pretensiones, pero es rara la sumisin de todo un texto a la recreacin o imitacin de un determinado mito. Conviene recordar que Quevedo retoc el soneto desde el punto de vista estilstico, sin apenas variacin en el contenido. El pulimiento de admitirse que la versin de Las tres musas es posterior, que parece muy posible es ntido y en l incluso se incorporan sugerencias del propio texto ovidiano que en un primer momento no haban aparecido, como la de la metfora del velo aplicada a las ninfas que tratan de ocultar con sus cuerpos a Diana. La mayor parte de los cambios son de orden sintctico, con un mayor predominio del orden paralelstico y un mayor ajuste a la arquitectura del soneto: el final es un buen ejemplo de esta reorganizacin del discurso potico: Flores Troc en spera frente el rostro humano sus perros intentaron de matalle mas sus deseos ganaron por la mano Las tres musas Su frente endureci con arco feo; sus perros intentaron el matalle y adelantse a todos su deseo. No es desdeable en esta revisin del texto de Flores la aportacin del epgrafe de Las tres musas, Significa el mal que entra a la alma por los ojos con la fbula de Acten que coloca el soneto en la rbita de un neoplatonismo que no parece tan explcito en la ubicacin de 1603. Desde un punto de vista terico, el cotejo de estas dos versiones, cuyo discurso verbal apenas modifica el sentido del poema, compromete la interpretacin ms compleja de las revisiones quevedianas a la luz ya no slo de las variaciones sino de las implicaciones funcionales de los paratextos que admiten nuevas lecturas. La escenificacin de la cancula cuando en rabiosa luz se abrasa el ao,/ y la vida en incendios se evapora conviene a la descripcin del lugar ameno pastoril, del mismo modo que que se advierte en el soneto Dichoso t, que naces sin testigo, dedicado al ro Nilo: MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 198 El humor que, sediento y enemigo, bebe el rabioso Can a los sagrados ros, le aade prdigo a tus vados, siendo Acuario el len para contigo. (5-8) o en Oh ya descansas, Guadiana, ociosas, dedicado a otro ro, donde se sobrepuja la pena de los amantes con la comparacin con la corriente de agua. La serie de sonetos pastoriles concluye con el poema Lisi, en la sombra no hallars frescura, una composicin que recrea la escena de la amada Lisi a la sombra del laurel. Se dispone de forma ingeniosa, con la hiprbole de los ojos de la amada como dos soles que impiden la frescura de la sombra: Lisi, en la sombra no hallars frescura, t, que con dos ardientes luminares a la sombra la traes caniculares que dieran a los Alpes calentura. Del antiguo recato y compostura han olvidado a Dafne estos lugares, pues de dos soles tuyos singulares, quien huy de uno solo se asegura. (1-8) Pero ese inters conceptista se disuelve ante la ubicacin de este poema al final de todos los sonetos, en forma de final que juzgo como deliberado, con la imagen de la amada recostada tras haber pasado el da de caza. La fbula de Apolo y Dafne, tantas veces repetida como complemento mitolgico de lo pastoril, est latente en este texto como una especie de rbrica al conjunto: al lector slo le queda esa visin delectable de la cazadora descansada bajo las hojas de laurel, con uno de los mitos del amor desgraciado resonando en cada verso. 245
Un pastor desdeado es el que habla en ms de la mitad de los sonetos y una pastora amada es la interlocutora de sus males. Cuando la mujer slo es objeto de sus penas, el discurso se dirige a a una fuente, al Amor, a los ros Nilo y Guadiana, a una estrella, o a una persona indefinida. Sea como sea, la expresin de los afectos constituye el nico tema del soneto. Dos poemas escapan, sin embargo, a esta disposicin casi exclusiva: el soneto No ves piramidal y sin sosiego en el que, tambin dentro de las posibilidades de la poesa buclica, el yo potico aconseja a otro pastor, Alexi; y, sobre todo, el soneto Ondea el oro en hebras proceloso, en el que la voz lrica, tras describir a Fili, le cede el ltimo terceto para expresar su desdicha por la ausencia de su amado Batilo: Oy gemir con msico lamento, y mustia y ronca voz trtola amante, amancillando querellosa el viento. Dijo si imitas mi dolor constante, eres lisonja dulce de mi acento; si le compites, no es tu mal bastante. (9-14)
245 El aparato mitolgico contribuye a reforzar la ambientacin pastoril. A la citada fbula de Acten conviene aadir en ese mismo soneto la de Narciso y en el soneto Amor, prevn el arco y la saeta, la de Europa, o en el soneto Castigas en la Aguila el delito, la de Ganimedes: Castigas en la Aguila el delito / de los celos de Juno vengadora, / porque en velocidad alta, y sonora, / llev a Jove robado el Catamito? (1-4). LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 199
El poema no permite del todo saber quin habla en este ltimo terceto: la trtola o Fili. Me atrevo a sugerir que es Fili la que encarece su amor al superar el de la tpica trtola doliente. En ese caso, Quevedo, de forma singular, casi nica, permite a la amada hablar de sus penas. A la vista de estos sonetos no hay duda de que Quevedo cultiv con deliberada intencin la tradicin pastoril y que adems le otorg carta y marbete especfico. Orden los sonetos conforme a similitudes internas bien apreciables. Les otorg ttulos largos, aclaratorios de la disposicin ejemplificante. Utiliz para los actores de esta representacin buclica nombres propios, escenarios e indicaciones temporales adecuados al gnero. No dej en el olvido el juego conceptista (comparaciones, ejemplificaciones) para crear estos sonetos, si bien el propsito descriptivo o la enunciacin exagerada de los afectos vence, vistos en conjunto los sonetos, las preocupaciones elocutivas. Durante tiempo, la musa Erato, de poesa amorosa, y, en concreto, el cancionero Canta sola a Lisi suscitaron el principal inters, hasta el punto de que los sonetos pastoriles que llevaban el nombre propio de Lisi formaron parte del cancionero, como la edicin de Blecua demuestra. Este afn distrajo la atencin sobre el conjunto del que procedan y alter su concepcin unitaria. Ahora parece claro que el conjunto ofrece el testimonio del aprecio quevediano por el mundo buclico de pastores desdeados y de naturalezas llenas de fuente y de ros, donde se expresan los sentimientos amorosos, tal vez lejos del mismo rango cannico que los poemas morales, los versos satricos o las expresiones de la tradicin ertica petrarquista, pero igualmente quevedianos. Sonetos amorosos Treinta y ocho sonetos figuran en este grupo: ocho poemas, sin embargo, pertenecen a las glogas pastoriles de Pedro de Padilla, incluidos probablemente por descuido; 246 uno, a Lupercio de Argensola; 247 otro es una traduccin de Cames que, segn Blecua, bien pudo ser de otro autor; 248 y dos son, tambin segn Blecua, de dudosa atribucin. 249 Los sonetos, que, sin duda, pueden ser de
246 Se trata de una inclusin bien curiosa porque los poemas guardan el mismo orden que en la edicin de Pedro de Padilla: de qu forma los pudo tener delante Pedro Aldrete para colocarlos en este lugar? 247 Se trata de Llev tras s los pmpanos octubre de Lupercio de Argensola. Sobre este clebre soneto vase Jos Manuel Blecua, Sobre poesa de la Edad de Oro, Gredos: Madrid, 1970, pp. 196 y ss. 248 Semejante explicacin podra servir para el poema Es yelo abrasador, es fuego helado, traduccin de Amor fogo que arde sem se ver de Cames. Vase Dmaso Alonso, Ensayos sobre poesa espaola, Gredos: Madrid, p. 176. Incluso para el soneto Lloro mientras el sol alumbra y cuando, traduccin casi exacta, salvo el ltimo terceto, del soneto petrarquista Tuttol d piango e poi la notte, quando. 249 Se trata de Clarinda, vuestra musa sonorosa, sin justificaciones, y de Oh dulces, frescas aguas transparentes, por ser un soneto tpico del siglo XVI que no es posible adjudicar a don Francisco (Blecua I, 74). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 200 Quevedo se reducen a 26, aunque, a mi juicio, cuatro ms podran presentar notables dudas de autora. 250
De este grupo de sonetos, llamados amorosos (poesas amorosas es el epgrafe que las contiene) sobresalen rasgos comunes muy llamativos, a pesar del aparente desorden en la presentacin. A diferencia de los sonetos pastoriles antes estudiados, estos poemas, salvo cinco excepciones, slo llevan el ttulo genrico de Soneto amoroso. Alguno de estos poemas figura con otra versin en el Parnaso, con diferencias escasas como en el caso de Embravec llorando la corriente, pero con divergencias muy sustanciales como en Amor me ocupa todos los sentidos, hasta el punto de que se puede concluir que se trata ante dos poemas distintos que concuerdan slo en el primer cuarteto. 251 El tema amoroso es exclusivo, pero destacan dos aspectos en su tratamiento: el recurrente escenario fluvial como interlocutor de las penas del yo amante, tambin predominante en el grupo de poemas anteriormente analizados; y la presencia del sueo, del desvelo y de la imaginacin nocturna como argumento repetido en la expresin de los afectos amorosos. Dicho de otro modo, el yo amante se sita de forma insistente bien entre las riberas del ro o de la fuente mostrando su dolor, o bien entre los lmites del da y la noche apurando el dormir mientras evoca su amor no correspondido. Los poemas que componen este grupo se corresponden en exclusiva con manifestaciones del yo amante desesperado ante la ausencia, el desdn o la lejana de la amada. En este caso, la preponderancia del yo caracteriza esta continua lamentacin de la soledad y del insomnio provocados por el desprecio de la dama. El soneto Embravec llorando la corriente coloca el lamento del yo amante frente al ro, como una excusa para la hiprbole conceptista: los ojos llenos de lgrimas del amante que habla son, en comparacin con el agua de la corriente, dos mares: Dej sus aguas ricas de despojos, cubr (oh mi Isbela!) de incienso tus altares coronlos de espigas a manojos. Sequ, y crec con agua y fuego a Henares y tornando en el agua a ver mis ojos, en un arroyo pude ver dos mares (9-14)
250 El poema traducido de Cames, la composicin Si dios eres, Amor, cul es tu cielo y el soneto De tantas bien nacidas esperanzas presentan dudas razonables de autora, al menos semejantes a las empleadas por Blecua para descartarlas de su edicin. El soneto Cifra de cuanta gloria y bien espera parece haber sido eliminado, segn Prez Cuenca (Algunos casos de atribuidos y apcrifos, La Perinola 4 (2000), p. 273) definitivamente del corpus publicado por Blecua. Vase sobre la atribucin de este poema el trabajo de Antonio Carreira, Nuevos textos y viejas atribuciones de la lrica urea, Voz y Letra, I,2 (1990), p. 102. 251 La versin de Canta sola a Lisi, a mi juicio, posterior, desarrolla la idea de que el amante desesperado servir de ejemplo para otros amantes: escndalo funesto a los amantes /que fabrican de lstimas sus gozos (10-11); mientras en la versin de Las tres musas aparece solitario el amante con su desesperacin: Mi vida misma es causa de mi muerte / y a manos de mi bien mil males paso / y cuando estoy rendido me hago fuerte (9-11). Este es un caso ejemplar de cmo un poema aparentemente igual en muchos extremos debe ser comprendido como dos composiciones distintas. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 201
La imagen del yo amante como un caminante, con los consiguientes ecos del petrarquismo, acaba siempre delante de la corriente, siempre presentada como un correlato de las cuitas del enamorado. El mismo ro Henares sirve de consuelo al solitario penar del enamorado en el soneto Detn tu curso, Henares, tan crecido, con los conceptos repetidos de las lgrimas fundidas en el ro como hiprbole reconocible: 252
No cantes ms, pues ves que nunca aflojo la rienda al llanto en mseras porfas, sin mengurseme parte del enojo: que mal parece, si tus aguas fras son lgrimas las ms que triste arrojo, que canten, cuando lloro, siendo mas. (9-14) En el soneto Oh dulces, frescas aguas, transparentes, en cuyo primer verso resuena inevitable la voz del Chiare, fresche et dolci acque de Petrarca, no aparece el nombre del ro, pero sus aguas vuelven a servir de interlocutoras silenciosas de sus penas y, como novedad, de correlato ingenioso a la condicin de los amantes: Murmurando decs a favor mo que a ella se parece en movimiento y a m solamente en el ser claro. (12-14) El soneto Por la cumbre de un monte levantado responde como ningn otro a este modelo, con el aadido tambin tpico de la definicin del amante como paradigma de tantos otros amantes, perdidos en esa forma eterna de peregrinatio amoris que constituye la vida obligada del amante poeta, a la manera del idilio Voyme por altos montes, paso a paso: Por la ribera arriba el paso arrojo; dame contento el agua con su ruido, mas en verme perdido me congojo. Hallo pisadas de otro que ha subido: parome a verlas, pienso con enojo si son de otro como yo perdido. (9-14) En este soneto concurren la soledad amorosa del homo viator, condenado a caminar para mitigar la pena, y la representacin de la noche como el momento preferido para el lamento solitario: Llega la noche y hallome engaado, y solo en la esperanza me confo; llego al corriente mar de un hondo ro ni hallo barca, ni puente ni hallo vado. (5-8) La misma concurrencia, que otorga un plan concreto al estado de nimo del yo, se encuentra Qu imagen de la muerte rigurosa en el que las lquidas orillas del ro se sustituyen por la rida superficie del desierto; en todo caso, la vigilia de la noche conduce al amante (sometido a la clsica crcel de amor) a un
252 Giulia Poggi considera la funcin del Henares en este poema no como mero interlocutor, sino ms bien como un rival, casi, como se marca en la clusula final, [como] un ladrn de las lgrimas que constituyen su status (Quevedo con/sin Petrarca, La Perinola 8, (2004), p. 365). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 202 peregrinaje indefinido en el que puede proclamar con la debida exageracin sus aflicciones, de innegable sabor gongorino en los versos con dudoso pie y incierto/ pis la soledad de aquesta arena y en la alusin a la cadena del prisionero por amor: Qu fantasma en la noche temerosa el corazn del sueo me desata? Quin te venga de m, divina ingrata, ms por mi mal que por tu bien hermosa? Quin, cuando con dudoso pie y incierto pis la soledad de aquesta arena, me puebla de cuidados el desierto? Quien el antiguo son de mi cadena a mis orejas vuelve, si es tan cierto que an no te acuerdas t de darme pena. (5-14) El primer verso de este soneto sita con claridad la dimensin de la perspectiva adoptada. La concepcin del sueo como imagen de la muerte vuelve a aparecer en el soneto Ms solitario pjaro, en cul techo, basado en el poema petrarquista Passer mai solitario in alcun tetto. A raz de la idea expresada en los versos, el sueo que es imagen de la muerte / en m la muerte vence en aspereza (9-10), de reminiscencias garcilasianas, Quevedo construir varios poemas en los que la voz insomne describe sus penas. En el soneto Si en el loco jams hubo esperanza, dir, con expresiones paradjicas: velo soando y sin dormir recuerdo: /el mal pesa y el bien igual balanza (7-8); en Cuando a ms sueo el alba me convida las palabras reconocen la confusin de su vigilia, con una alegora marina propiciada por la analoga del yo hablante con el piloto Palinuro: Qu furia armada o qu legin vestida del miedo o manto de la noche escuro sin armas deja el escuadrn seguro a m despierto, a mi razn dormida? Algunos enemigos pensamientos cosarios en el mar de amor nacidos mi dormido batel han asaltado (5-11) Ms singular parece el poema A fugitivas sombras doy abrazos, de reminiscencias tambin petrarquistas, 253 cuyos versos ensean la confusin y la misteriosa ensoacin amorosa. La inventio quevediana en este soneto llama la atencin por la aparicin del trasgo, ese animal mitolgico travieso y demonaco con quien el yo lrico confunde sus visiones. El territorio del duermevela limita en este poema con la pesadilla, plena de imgenes convulsas y, en cierto modo, atormentadas. Aunque lejos de este gnero, las palabras en el prlogo de los Sueos recuerdan la narracin de estos versos: en los sueos se cansa el alma ma; paso luchando a solas noche y da
253 El soneto CXII, cuyos primeros versos, Beato in sogno e di languir contento / dabbracciar lombre et seguir laura estiva, pueden animar los de Quevedo, ofrece adems otros aspectos de inters, como el cansancio o la propia idea de la huida o la persecucin intil. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 203
con un trasgo que traigo entre mis brazos.() Voyme a vengar en una imagen vana que no se aparta de los ojos mos: brlame y de burlarme corre ufana. Empizola a seguir; fltanme bros, y cmo de alcanzarla tengo gana hago correr tras ella el llanto en ros (2-4, 9-14) El cansancio del alma, frmula piadosa que esconde la locura o la enajenacin, vuelve a aparecer en Aguarda riguroso pensamiento, como prembulo a las tribulaciones del hombre enamorado debatido entre el pensamiento y la imagen (sol o sombra: como declara el verso) de su amada: Hablndote a mis solas me anochece; contigo anda cansada el alma ma; contigo razonando me amanece. T la noche me ocupas y t el da sin ti todo me aflige y entristece; y en ti mi mismo mal me da alegra. (9-14) La noche en estos poemas magnifica la pasin amorosa; la vigilia explica el dolor del amante, pero, en ocasiones, las sutiles fronteras de la realidad y el deseo se difunden en el sueo. As aparece en Embarazada el alma y el sentido donde se describe un sueo burln, aunque dichoso. 254 Como en el reticente soneto So, Floralba, que te dirlo?, el yo amante suea con el goce amoroso, 255
probablemente con alcanzar el grado siguiente en la escala del amante cortesano, aqul que accede al contacto fsico con la amada: Tu rostro vi en mis llamas encendido, que dora lo cruel con lo hermoso, enlazando tu cuello presuroso con nudo de los brazos bien tejido. Tvele por verdad el bien pequeo; llegu luego a soar que te gozaba, hecho de tanta gentileza dueo. (5-11)
254 Las palabras de Albanio tras el sueo en la gloga II de Garcilaso presentan semejante idea: Es esto sueo, o ciertamente toco / la blanca mano? Ah, sueo, ests burlando! (113-115). Bienvenido Morros, en su edicin de la obra potica garcilasiana, recuerda que el propio Herrera en sus Anotaciones hace proceder tal concepto de Aristteles, al tiempo que aduce citas de Estacio, Petronio y Claudiano para reforzar la difusin general de sus planteamientos (Obra potica de Garcilaso, Barcelona, Crtica, 1995, p. 476). 255 El verso duodcimo de este soneto es igual al de So, Floralba, que te dirlo?. Ambos poemas superan la frontera lxica de la poesa amorosa, pero lo hacen dentro del marco del sueo, donde los casos son admisibles. Con el recurso elocutivo de la reticentia, esa forma vana de elipsis, declara la magnitud de sus pensamientos erticos. Vanse para el anlisis de este soneto Christopher Maurer, So que tedirelo? El soneto del sueo ertico en los siglos XVI y XVII, Edad de Oro, 9(1990), pp. 149-167 y Mercedes Blanco, Introduccin al comentario de la poesa amorosa de Quevedo, ob. cit., pp. 27-32. Tambin vase el soneto Catalina, una vez que mi mollera, de contenido ertico como subray Jess Seplveda en su artculo "Con un soneto de Quevedo: lxico ertico y niveles de interpretacin." La Perinola 5 (2001): 285-319. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 204 En el sueo, las imgenes, en forma de placer sensual, son deseos, pero no logran traspasar ese lmite que envilecera al amante cortesano. Todo se queda en la ensoacin inocua, pero las palabras, los versos, niegan esa frontera. Algo semejante se presenta en So que el brazo de rigor armado, en el que predominan los juegos de paradojas, como en el segundo cuarteto: y que luego con golpe acelerado me dabas muerte en sombra de alegra y yo, triste, al infierno me parta vindome ya del cielo desterrado. (5-8) En este poema, el yo amante suea que la amada le da muerte para aliviar sus penas y para alejarlo de su lado. Las imgenes violentas de la muerte soada se complementan con la descripcin del momento febril del despertar: ronca la voz y crespo mi cabello. Y lo que ms en esto me dio espanto es ver que fuese sueo algo de aquello que me pudiera dar tormento tanto. (12-14) Quevedo recorre esas fronteras entre el sueo y la realidad con inusual detalle. Sin duda, con la eficacia de las paradojas como principal recurso retrico, pero tambin me atrevo a sealar con una recurrente representacin del instante de enajenacin que supone adentrarse en el sueo, salirse an confuso y recordar, con incertidumbre y desasosiego, los pormenores de lo soado. Quevedo dibuja con particular intensidad las distintas fases del sueo y con ellas queda retratada la desperada pasin del yo amante, incapaz de evitar la locura en las solitarias noches en vela o en las pesadillas repetidas que le asaltan. En estas soledades quevedianas, compuestas de sueo, noches y riberas alejadas de los ros, la amada slo es causa presupuesta de los desvelos del yo amante. En la mayor parte de los sonetos, no est presente ni como recuerdo o evocacin. Y en los poemas en que aparece mencionada lo hace con la condicin de fiera, capaz de enajenar al amante, como en el poema Dejad que a voces diga el bien que pierdo, cuyos versos muestran la cercana desesperacin del amante loco: 256
Oiganme todos: consentid siquiera que harto de esperar y de quejarme, pues sin premio viv, sin juicio muera. De gritar solamente quiero hartarme;
256 La base petrarquista de estas metforas es evidente a la luz de las numerosas alusiones en Petrarca a la denominacin de la dama como fiera, con tendencia al oxymoron como en el soneto Questa humil fera, un cor di tigre or dorsa o en la fera gentil de la clebre cancin Standomi un giorno solo a la fenestra que alegoriza la muerte de Laura, recreada por el propio Quevedo en la Cancin fnebre en la muerte de don Carrillo y Montemayor. Vase Fernndez Mosquera (La poesa amorosa, 1999), quien reconoce que esta metfora petrarquista no aparece en Canta sola a Lisi (p. 86). Para el comentario de este poema vase el artculo de David Gareth Walters (El derecho a no escoger: lector y amada en el soneto Dejad que a voces diga el bien que pierdo, La Perinola 6 (2002), pp. 263-271) quien pone el acento en la ambigedad del destinatario del soneto, lector o amada, como elemento de interpretacin del texto, considerado como un desahogo violento de la frustracin del amante. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 205
sepa de mi a lo menos esta fiera que he podido morir y no mudarme. (9-14) o como en el poema, El amor conyugal de su marido, en que la historia de Penlope y de Ulises sirve de parangn contrapuesto para encarecer el profundo desdn de la amada: Ulises llega; goza a su querida, que, por gozarla un da, dio veinte aos a la misma esperanza de un difunto. Mas yo s de una fiera embravecida que veinte mil tejiera por mis daos y al fin mis daos son no verme un punto. (9-14) La utilizacin de personajes literarios o mitolgicos para estos parangones es muy visible en Hay en Sicilia una famosa fuente. 257 En este caso se trata de ponderar la dureza del desdn de la amada. Quevedo recurre a la imagen de las rocas que nacen de la lava de los volcanes y al mito de Ifis y Anaxrete, en el que esta ltima es castigada a transformarse en estatua de mrmol por la indiferencia hacia el amor de Ifis. Ambos exempla ocupan los cuartetos, mientras los tercetos, con la tcnica habitual del sobrepujamiento, niegan mayor dureza a estos casos universales que al desprecio de su dama: Mas donde vos estis es excusado buscar ejemplos en todas las criaturas, pues mis quejas jams os ablandaron; y al fin estoy a creer determinado, que algn monte os pari de entraas duras o que en aquesta fuente os bautizaron. (9-14) La nica evidencia de la amada se encuentra en el soneto Tan vivo est el retrato y la belleza y sta se manifiesta en forma de retrato dibujado que el amante mira. Se debe tomar como particular signo de la lejana perenne de la amada, cuya presencia slo se muestra a travs de una imagen imitada de su belleza. La no presencia de la amada se hace en este caso simblica, aunque el propsito del poema sea el de exagerar con ingenio la inmutable falta de correspondencia de la amada, que huye siempre que el amante la alcanza con la vista: Mas su rigor aquesto lo destruye, y que no es Filis al momento creo, pues que de m, mirndome, no huye. El amante despreciado lleva con l el retrato de su amada y en la confusin entre realidad y pintura acierta a lamentar que la diferencia entre la imagen y la persona sea la actitud desdeosa de su Filis. El soneto-definicin, que la estela petrarquista contribuy a perpetuar como cannico, tambin se cultiva entre estos sonetos. Uno de ellos, ya comentado, procede de una imitacin de Cames, Es yelo abrasador, es fuego
257 La Schwartz anota en este poema la combinacin de varias referencias: las Metamorfosis ovidianas, que Garcilaso elabor en su cancin V, la Eneida virgiliana y las aportaciones de la Historia Natural de Plinio (Notas sobre dos conceptos del discurso amoroso de Quevedo y sus fuentes: la amada fiera y la amada ptrea, La Perinola 9 (2005), pp. 215-226) MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 206 helado, y se estructura como una suma de contrarios, a partir del oxymoron fuego/hielo, tan celebrado por Quevedo en su poesa amorosa, que conduce a otros de parecida oposicin pero igualmente reseados como tpicos: Es una libertad encarcelada que dura hasta el postrero paraxismo; enfermedad que crece si es curada. (9-11) Si dios eres, amor, cul es tu cielo? responde a parecida estructura anafrica y a la misma pretensin definitoria, aunque prescinde del verbo ser caracterstico de este modelo. Se presenta como un argumento formulado con varias condicionales: si eres dios, si eres seor, si te disfraza nuestro mortal velo, si eres rico y se concluye con un retrato contradictorio del amor e incluso con una analoga extraa y poco convencional que, a mi juicio, puede vulnerar principios de decoro estilstico: el nio alado con una venda en el ojo convertido en una gallina ciega: Y yo tambin pues slo el rostro honesto de mi Lisis as te ha acobardado: que pareces, amor, gallina ciega.(12-14) El mismo esquema de oposiciones de contrarios (el todo es contrario de s mismo del final de Es yelo abrasador, es fuego helado) se observa en otro de estos sonetos, Osar, temer, amar y aborrecerse, con parecidas ideas al de Cames, como puede verse en la enajenacin del enamorado, solitario entre las gentes: un andar solitario entre la gente (7) y con soledad entre las gentes verse/ y de la soledad acompaarse (5-6) o con contrastes que deben su inspiracin a Petrarca, con intermisin de Garcilaso: con cera conquistar la piedra dura (11). 258 El intento de definicin a base de oposiciones acaba, como en los poemas anteriores, con una referencia conceptista a la condicin divina del amor: Son efecto de amor en mis tormentos, nadie le llame Dios, que es gran locura que ms son de verdugo sus tormentos. (12-14) El uso de infinitivos conecta este soneto con Tras arder siempre nunca consumirme, tambin organizado como una acumulacin de opuestos, muchos de ellos tomados directamente de los ejercicios retricos, sin especial relieve: 259
los cuartetos muestran un paralelismo extremo en este sentido, destinado a subrayar la decidida voluntad del amante de mantener a toda costa su dolorosa condicin, en una forma de mortificacin deliberada: Tras arder siempre nunca consumirme y tras siempre llorar nunca acosarme; tras tanto caminar nunca cansarme y tras siempre vivir jams morirme.
258 La mencin a la cera recuerda el verso garcilasiano Si a vuestra voluntad yo soy de cera (soneto XVIII) y el petrarquista et io, che son di cera, al foco torno (CCVII, v. 32). 259 El trabajo de Nadine Ly, a partir de la concepcin del soneto como laberinto, explica la estructura y la mtrica de este poema: "ros et rhtorique chez Quevedo: Analyse du sonnet 371." La posie amoureuse de Quevedo. Ed. Marie-Linda Ortega. Paris: ENS, 1997, pp. 131-57. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 207
Despus de tanto mal no arrepentirme, tras tanto engao no desengaarme; despus de tantas penas no alegrarme y tras tanto dolor nunca rerme. (1-8) La tradicin cancioneril encuentra en un par de composiciones ocasin para la ejemplificacin: en ambos casos, Quevedo propende a la paronomasia y a la paradoja, con una indisimulada proliferacin de los silogismos. En De tantas bien nacidas esperanzas, cuya autora se halla en entredicho, el yo amante le pide a su desdeosa amada que no siga hirindole ms porque le va a provocar la muerte y, entonces, muerto, no va a poder disfrutar del placer de verlo sufrir. En un ltimo verso, en clara frmula de epifonema, se desvela el sentido del soneto: Si me castigas dndome estos males, no me mates, que un muerto no lo siente: dame vida y as podrs sentirlo. (12-14) Las constantes contradicciones ayudan a componer el soneto Slo sin vos y mi dolor presente, tambin con formulaciones propias del discurso cancioneril: slo vivo aquel tiempo cuando os miro/ mas poco mi destino lo consiente. De la esperanza al consuelo, de la desazn a la muerte del amante, el soneto describe los distintos nimos del yo amante, incapaz de serenar sus afectos: la evidentia con que construye los tercetos es sntoma de esta alteracin esencial del amor: Aqu os hablo, aqu os tengo y aqu suelo gozando deste bien en mi memoria, mientras que el bien que espero amor dilata. Mirad cmo me trata mi deseo, que he venido a tener slo por gloria vivir contento en lo que ms me mata. (9-14) La conciliacin de contrarios y de paradojas insalvables encuentra en la metaforizacin petrarquista una fuente de inspiracin. Es el caso del soneto Del sol huyendo el mismo sol buscaba, que vuelve a definir los afectos como una confrontacin entre condiciones opuestas: Del sol huyendo el mismo sol buscaba y al fuego ardiente cuando el fuego arda; alegre iba siguiendo mi alegra y fatigado mi descanso hallaba. Fue tras su libertad mi vida esclava y corri tras su vida el alma ma: buscaron mis tinieblas a su da que dando luz al mismo sol andaba. (1-8) La novedad se halla en la reunin de las imgenes de la salamandra y del camalen, empleadas para designar la transformacin del amante que pasa de un animal a otro, de ser alimentado con fuego a sustentarse tan solo con el aire: Fui salamandra en sustentarme ciego en las llamas del sol con mi cuidado y de mi amor en el ardiente fuego. Pero en camalen fui transformado por la que tiraniza mi sosiego, pues fui con aire de ella sustentado.(9-14) MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 208 La tradicin petrarquista de estas imgenes, 260 inevitable por tantas razones y entrevista por los versos de estos poemas, se hace traduccin en el soneto Lloro mientras el sol alumbra y cuando, notable traslacin del soneto 216 del Canzoniere, Tuttol d piango e poi la notte, quando. Blecua, a diferencia de lo que establece con un soneto que considera traduccin de Cames, incluye este poema entre los de Quevedo. Los cuartetos y el primer terceto traducen el texto de Petrarca, en especial los versos del terceto que ofrecen mayor huella estoicista: de una sombra a otra siempre lloro/ en esta muerte que llamamos vida: da luna sombra a laltra, ho gil pi corso/ di questa morte che si chiama vita. Los versos finales son completamente diversos: en Petrarca se certifica que la piedad no acude en ayuda del amante, mientras en Quevedo el amante declara el dolor que siente al amar a quien es causa de su pena: Pi laltrui fallo che m mi mal mi dole ch piet viva e l mio fido soccorso vedem arder nel fuoco e non m aita. (12-14) Perd mi libertad y mi tesoro, perdise mi esperanza de atrevida; triste de m, que mi verdugo adoro.(12-14) Esta ltima referencia al verdugo enlaza este poema con el de Osar, temer, amar, y aborrecerse, con el que parece hablar: nadie le llame dios, que es gran locura:/ que ms son de verdugos sus tormentos. Los poemas en los que Quevedo glosa una circunstancia especial que rodea a la amada tambin tienen cabida entre estas composiciones: es el ejemplo de Artificiosa flor, rica y hermosa, en el que el yo amante se dirige a una flor que probablemente adorna la frente de la amada. El poeta intenta a partir de esta imagen pictrica apurar varios conceptos, como el de asociar flor y estrella bajo la correspondencia de la frente de la amada con el cielo: Cuando caiste de su frente bella, no te tuve por flor, que como es cielo no esperaba yo de l sino una estrella. (9-11) o el de identificar a la amada con el fruto que cae despus de haber cado la flor: ver caer a sta da esperanza al amante de ver caer (en sentido figurado) tambin a su amada: Mas pues cuando se cae la flor al suelo muestra que el fruto viene ya tras ella, ver que te vi caer me da consuelo. (12-14) Los sonetos amorosos de esta parte de Euterpe, aunque confinan con buena parte de la musa Erato en la definicin contradictoria del amor o en la presentacin de ciertos motivos accidentales como centrales, contienen particularidades: como la mayor presencia de la noche como mbito para la demostracin amorosa, la ubicacin de los afectos del amante dentro o prximo al sueo, y, por supuesto, la general inclinacin por la descripcin de la naturaleza, con destacadas marcas buclicas.
260 Di mia morte mi pasco et vivo in fiamme: / stranio cibo, et mirabil salamandra (vv. 40- 41), dice la cancin CCVII del Canzoniere de Petrarca. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 209
Canciones amorosas La primera cancin amorosa de este apartado ofrece una singularidad muy notable. Se trata del poema En estos versos de mi dictados, compuesto de unos 18 versos heptaslabos y endecaslabos con forma de estancia de cancin y de dos sonetos engarzados. Blecua, en su edicin, desgaj esta composicin en tres poemas distintos, por entender que cada una de estas partes constitua texto independiente. 261 La cancin presenta una organizacin trabada, con un claro recurso dramtico: la primera parte sirve de anuncio: sed atenta a los versos lastimeros/ del que desde que os vio lo est a quereros(15-16), mientras los dos sonetos que figuran unidos establecen el marco amoroso de esta hbrida composicin. La edicin de Las tres musas, al reunirlo todo en un solo poema, le otorga una categora especial que, a mi juicio, debe ser tenida en cuenta en lo que tiene de ejemplo sobresaliente de mezcla de especies poticas, de contaminacin, o como, en este caso, de inclusin de modelos genricos dentro de otros de mayor alcance. Quevedo, no obstante, probar este nuevo fenmeno en la silva a Roma, Esta que miras grande Roma agora, con un comienzo en forma de soneto que luego se resolver de forma ms libre en una combinacin de heptaslabos y endecaslabos, no sujeta a determinaciones versificatorias previas. 262
Es muy posible la redaccin temprana de estas composiciones, a juzgar por la referencia al Pisuerga, que, aunque no determinante, suele dirigir la cronologa del poema hacia la etapa vallisoletana. La fertilidad y el trastorno de la naturaleza, provocada por la aparicin de la amada, renueva en estos versos su carcter tpico: Saliste Doris bella y florecieron los campos secos, que tus pies pisaron las fuentes y las aves te cantaron que por la blanca aurora te tuvieron cuantas cosas miraste se encendieron cuantas peas tocaste se ablandaron, las aguas del Pisuerga se pararon y aprendieron a amar cuando te vieron. (19-26) El paso de la amada, representada como en la tradicin petrarquista por los ojos y los cabellos que compiten con el sol, revuelve el universo y con esa turbacin esencial que causa, la amada se convierte en templo, en dolo, a cuya adoracin el amante se entrega, con el peligro, asumido felizmente, de hacerla derivar en idolatra: Templo fue del Seor de las esferas, donde sent las dos primeras jaras, que afil amor en esas luces raras,
261 Se trata de tres composiciones que Blecua edita contiguas: En estos versos de mi dictados, Saliste, Doris bella, y florecieron y Aunque cualquier lugar donde estuvieras. 262 Vase el comentario erudito de Enrique Moreno Castillo a este poema, Anotaciones a la silva Roma antigua y moderna de Francisco de Quevedo. La Perinola 8 (2004), pp. 501- 43. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 210 bastantes a que ms valor vencieras. Volv la adoracin idolatra, troqu por alta mar seguro puerto, vi en la iglesia mi muerte en tu hermosura. (37-43) El resto de las canciones sostienen con esta primera composicin una continuidad muy visible, como si sirviera de pauta para el resto. La implicacin de la naturaleza en los sentimientos del yo amante se celebra en cada poema, con una clara representacin buclica. Los nombres de las amadas recuerdan el mundo pastoril (Anarda, Aminta, Amarilis), el paisaje natural corresponde a las pinturas ms reconocidas de ese mismo universo: el ro como lugar central del desahogo del poeta, pero tambin el prado, los rboles, en los que no falta la alusin al olmo abrazado por la vid, o los pjaros (trtolas y ruiseores). En ese entorno, el yo hablante proclama su soledad. En este sentido, todas estas canciones responden, en mayor o menor grado, a esta caracterstica, que trasciende la propia condicin del amante desdeado para convertirse, gracias a los ecos gongorinos, en una marca genrica esencial. As, en Pues quitas, primavera, al ao el ceo, que puede ser considerado como uno de los poemas ms descriptivos de Quevedo, con todos los elementos naturales dispuestos para escenario de la pena amorosa, al hablar de las trtolas dir: Tendremos envidiosas las trtolas dichosas, pues, vindonos de gloria y gusto ricos, imitarn los labios con los picos, aprenderemos de ellas soledad y querellas. En Besando mis prisiones el poeta parte de esta situacin de forma bien explcita: Besando mis prisiones/ de alegre soledad dulces despojos( te escribo estos renglones. Pero transforma ese estado, esa perspectiva en el modo central de discurso cuando ms adelante solicita: Oye mis soledades, que aun de la soledad me siento solo y las muchas verdades que ha llorado conmigo el famoso Apolo, de aquella misma suerte que el juez escucha al que condena a muerte. La condicin de desterrado del yo potico se concilia con la de pastor, como se puede advertir en Decir puede este ro, en donde declara: Flacas van mis manadas, que sienten el dolor que t no sientes, buscando van cansadas, - buscan agua en las fuentes, sin ver que estn secretas agua en mis ojos, yerba en tus saetas. o en Exento del amor pis la yerba, en el que Quevedo, por boca del amante solitario, se demora en los detalles de la descripcin del entorno, incluso con ancdotas que sobrepasan el tono buclico para acercarse a un cierto bosquejo LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 211
gergico, cuando narra, por ejemplo, su despreocupada vida de joven, anterior al enamoramiento: Tan libre de pasiones enemigas pas mi juventud entre los mozos que me andaba a buscar los calabozos de las pobre hormigas y, vindolas tan sabias, esperaba que me haban de hablar si las hablaba. Eran todos mis gustos y cuidados: tirar un canto con ventaja mucha, vencer nadando al pez y al hombre en lucha, tener en mis ganados el ms valiente y animoso perro, y el mejor manso con mejor cencerro. (37-48) Las condiciones de este yo amante, atribulado y en conversacin con la naturaleza o con su amada en la lejana, son repetidas en cada poema, con sutiles variaciones: bien como desterrado en Besando mis prisiones, Mas aunque condenado a infierno de rigor, seora ma, en este despoblado donde ni alumbra el sol, ni sale el da, jams con tanta pena te maldigo por juez que me condena. (19-24) o en Decir puede este ro, Oyendo estos cerros tu injusto agravio a mis querellas justas, dulcsimos destierros pues de mis penas gustas acabarme olvido, y antes muerto estar que arrepentido, (7-12), o bien como prisionero, en este mismo poema, con indiscutible homenaje garcilasiano: 263
Vironme estas arenas en otro tiempo cuando Dios quera, libre de las cadenas que tienen en prisin el alma ma. Oh libertad sagrada! quien te perdi no tema perder nada. (37-42) o bien como caminante, en peregrinacin de amor, en los ltimos versos de Aunque, seora, creo, Bien quisiera deciros lo que est mis silencio publicando, despus que por serviros
263 En estos poemas repara La Schwartz especialmente cuando trata de ejemplificar el tpico de la prisin de amor, de estirpe elegaca romana, en Quevedo: Prisin y desengao de amor: dos topoi de la retrica amorosa en Quevedo y en Soto de Rojas, Criticn, 56 (1992), 21-39. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 212 me voy de mal en mal peregrinando, ms quieren mis suspiros que los refiera solo suspirando: y dice ms, si con piedad se mira: el que dice que calla y que suspira. (41-48) El ambiente pastoril de estas canciones se muestra con claridad en Exento del amor pis la yerba, donde se modula con toda nitidez la voz inconfundible de un pastor, que se adorna con guirnaldas de lirios morados y se viste con pobres pieles, que contempla el paisaje fluvial de molinos y corrientes cristalinas, que oye las quejas de los rboles y los pjaros, 264 que siente pasar el sol del uno al otro lado del cielo, mientras se halla, a la manera del primer verso de las glogas virgilianas (Tytire, tu patulae recubans sub tegmine fagi), a la sombra recostado de estos pinos. La cancin Quien quisiere nueva arte supone en este apartado una especial perspectiva ya que est planteada como una relacin de fenmenos o conceptos que responden a principios incontrovertibles que, sin embargo, se ven contradichos por la actuacin poderosa del amor. Los argumentos, variados y que constituyen un nuevo arte, son, entre otros: el agua apaga el fuego, el sol derrite el hielo, un mismo cuerpo no puede estar en dos lugares distintos a la vez, el hombre muere cuando el alma parte del cuerpo, no hay efecto sin causa, no pueden estar juntos dos contrarios o el ser y el no ser. El yo amante aplica su caso a estas cuestiones infinitas y resuelve que su ejemplo las anula. El resultado de todo ello se aproxima al topos de los adynata, de los imposibles, incluso en su enumeracin extensa, ese topos que muestra la transformacin radical y completa de las leyes naturales y que tantas conexiones mantiene con la tradicin buclica (la octava gloga) virgiliana. s, el fuego de amor jams ser borrado por las lgrimas vertidas por el amante; la nieve desdeosa del pecho de la amada jams ser derretida por el amor gneo de su enamorado; ste puede ocupar dos lugares al tiempo (en mi en ella moro), el alma enamorada parte del cuerpo en busca de la amada pero no le provoca la muerte, la causa y el efecto del amor es la misma cosa, as como placer y tormento, mal y bien pueden concurrir en el mismo pensamiento amoroso. Esta contradiccin constante de los aprioris del universo (fsicos y metafsicos) encuentra en los versos paradjicos de Quevedo una formulacin especialmente audaz y sorprendente: Bien puede en mi cadena el ser con el no ser a un mismo punto estar por mi mal junto, pues muerto al gusto estoy vivo a la pena y as es verdad, Anarda, cuanto escribo: que yo soy y no soy y muero y vivo. (49-54) Estas canciones prolongan la caracterizacin buclica de esta musa Euterpe. El estilo promovido por el empleo de esta modalidad mtrica (en la que predominan los sextetos alirados) es deliberadamente medio; las convenciones pastoriles son tambin evidentes y las distintas frmulas para explicar la soledad
264 En el poema Dulce, seora ma se incorpora el eco a este escenario: El eco est cansado/ de responder al mal que no merezco;/ con quejas desmayado/ a las peas ms duras enternezco;/ de ti sola me espanto;/ cmo no te enterneces con mi llanto? (25-30). LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 213
del yo amante en el paisaje son sencillas de reconocer. No es de extraar que en este punto las dudas sobre la autora de estos textos se agranden, ya que muestran un tipo de discurso deliberadamente neutro, con excesiva acomodacin a los clichs establecidos. Sin embargo, la propia caracterizacin del gnero pastoril, con sus limitaciones extraordinarias, obra a favor de esta aparente trivialidad estilstica que parece condenar a estas composiciones a una duda permanente, tal vez por considerar a Quevedo incapaz de llegar a este estado medio elocutivo. Una lectura atenta demuestra, sin embargo, una continuidad notable entre todas estas composiciones, aunque la excelencia verbal, que quiz el propio subgnero no exige, no aparezca como marca distintiva. Romances, redondillas, endecha. En este apartado, las reflexiones anteriores se hacen an ms visibles. Del conjunto de dieciocho romances que figura en Euterpe, diez composiciones son desechadas por Blecua, por ejemplo, por considerarlas impropias de Quevedo. La escasa garanta de Pedro Aldrete es el primer factor en el juicio negativo, as como la ausencia de otros testimonios que puedan avalar alguna composicin. Descarta, por ejemplo, Tornad a escuchar mis voces porque lo considera ajeno al estilo de Quevedo y a sus temas y rechaza Campo intil de pizarras, por verlo impreso en 1596. Para el resto de romances no admitidos, se manifiesta una sospecha, no explicada de forma especfica. En cualquier caso, no interesan las razones de su descarte, sino ms bien la dudosa consideracin de estos poemas como quevedianos. Los romances y redondillas descartados son de tema amoroso pastoril. 265
Las referencias del paisaje aluden siempre al ro, en cuya orilla canta sus desdichas la voz del pastor amante. Los ros que aparecen son los de Salamanca, Valladolid, Palencia. Hay, pues, en los poemas desechados por Blecua una marca geogrfica ms o menos definida, as como una tendencia a la onomstica ms propia de lo buclico: Amarilis, Floris, Filis, o Belisa. Entre estos poemas predominan tambin aquellos que presentan estribillos. Las composiciones resultan tan convencionales que no es extrao que pudieran pertenecer a otro autor: en cualquier caso, s es notable la afinidad entre tales poemas y algunos de los romances que s son admitidos por Blecua como quevedianos. La endecha Estaba Amarilis, por ejemplo, que s figura como de Quevedo, 266 responde a estas caractersticas de forma notable: la descripcin de la bella pastora en medio de una naturaleza hermoseada contiene los rasgos repetidos en todas estas composiciones: no cabe duda de la intencionalidad (acertada o no en su autora) de colocarlas juntas. El poema, que centra su atencin en la labor de unas abejas que se acercan al rostro de la pastora mientras sta duerme, se aproxima a los
265 Los ttulos son Qu verdadero dolor, Dorisa, fiera cruel, Dile, papel, de mi parte, Los espejos fugitivos, Campo intil de pizarras Quien le aborrece en el alma, Tornad a escuchar mis voces Levantad, amada musa, Con uno y otro desmayo y De amorosa calentura. 266 Este romance aparece en el Romancero general de 1605, tal y como indica Blecua, lo que refuerza la tesis de una cronologa temprana para estas composiciones. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 214 versos de la poesa de certmenes, con la glorificacin de una ancdota ligersima, pero se coloca en el medio de la tradicin buclica que inspira estas composiciones de la musa Euterpe: 267
El aire jugaba con sus rubias trenzas para mostrar al cielo soles en la tierra. El sol que la mira tan hermosa piensa que tiene dos caras o que el sol es ella. El ganado ufano anda por las cuestas, con tanta hermosura sin temor de fieras. Gordo, mas no es mucho que lo estn ovejas, que de tal gozan slo con verla. A mirar se puso unas ramas tiernas que arrojaba el aire dentro de Pisuerga. (17-36) Se trata de poemas muy probablemente escritos en su periodo vallisoletano, por las referencias a la ciudad castellana y al ro Pisuerga. Su similitud con algunos de los anteriores en la descripcin del paisaje hace pensar en una cronologa tambin aproximada. As sucede en el romance Mirando cmo Pisuerga, que presta el escenario del ro para las cuitas del pastor por Belisa, en un ejemplo claro de glosa amorosa: No hallo rosas ni flores cuando no miro tu cara, que como en ella estn todas con ella todas me faltan. Los arroyos de cristal con su guijuelas no cantan, porque las lgrimas mas hacen que lloren mis ansias. (29-36) Esta proximidad cronolgica permite explicar la inclusin de los otros romances, ya que, rotulados como burlescos, escapan a la definicin genrica de esta musa buclica. Sali trocada en menudos y De Valladolid la rica, por ejemplo, se corresponden con el teln de fondo histrico del periodo en que la corte se traslad a Valladolid. En el primero, el locutor satrico narra su
267 Dentro de este apartado Quevedo incluye unas redondillas de inequvoco tenor neoplatnico, bajo la mscara elocutiva del estilo medio de lo pastoril: se trata de Despus de gozar la gloria, en el que la voz potica celebra de modo sorprendente la ausencia de su amada, con el argumento, de signo pantesta, de que todo (naturaleza y alma) es imagen y luz de ella: Porque no hay lugar ajeno/ de tu beldad peregrina,/ que est, como eres divina,/ todo de tu gloria lleno:/ pues, de qu me quejo agora,/ si gozo siempre de ti,/ teniendo dentro de m/ todo el bien que mi alma adora? (13-20). LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 215
encuentro nocturno (mientras estaba Pisuerga mudo) con dos mujeres largas y delgadas, con las que pretende comercio sexual y cuya descripcin aproxima al romance a las deformaciones caricaturescas que tanto caracterizan el proceder burlesco de Quevedo: 268
Entrambas eran ms largas del copete a los talones que pagas de hombre tramposo, que esperanzas de la corte. En lo delgado y lo flaco me parecieron punzones: de medio arriba almaradas, de medio abajo garrotes. Mostrronme unos cabellos tan speros y tan disformes, que pudieran ser cilicios del cuerpo de san Onofre. (29-40) El segundo romance, que comienza con un vituperio hacia la capital castellana (la ms sonada del mundo/ por romadizos que engendra), adopta la forma de una laus urbis de Madrid durante buena parte del texto, para acabar con una lamentacin que cobra un especial tono melanclico: la consideracin burlesca deja paso a una ms amarga, llena de predicados morales: Eres lstima del mundo, desengao de grandezas, cadver sin alma fro, sombra fugitiva y negra, aviso de presunciones, amenaza de soberbias, desconfianza de humanos, eco de tus mismas quejas. Si algo pudieren mis versos puedes estar, Madrid, cierta que has de vivir en mis plumas, ya que en las del tiempo mueras. (101-112) Semejante carcter circunstancial presentan otros dos romances de este mismo apartado: Contaba una labradora, sobre el encuentro de una labradora de Alcobendas con Felipe III y la reina, y Tocse a cuatro de enero, una diatriba contra los coches escrita a la sazn de la premtica del 3 de marzo de 1611 que regulaba la utilizacin de los mismos. La narracin en el primer poema est puesta en boca de una labradora que, de seguir el epgrafe, reproduce una especie de sayagus. En la versin de Las tres musas, como seala Blecua (III, p. 118), los trminos ms marcados de ese lenguaje aparecen evitados en
268 La misma caracterizacin se puede apreciar en el romance Admitan, vueseoras, en el que el pastor, a la orilla de unas hachas/ en estos caniculares, recuerda aventuras amorosas de alcance ertico: La de ayer fue montera/ con Dianas a millares,/ adonde puerco y montero/ andaban a los alcances. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 216 comparacin con las versiones de los manuscritos: 269 sugiere que tal vez los editores (Gonzlez de Salas o Aldrete) hicieran perder ese sabor sayagus. 270
En cualquier caso, la perspectiva oblicua de los reyes y del duque de Lerma que les acompaa, aunque dotada de una esperable mirada laudatoria hacia monarcas y valido, da pie a observaciones jocosas sobre el resto del desfile cortesano: Detrs un coche vena con tres mocetonas bellas, y, entre ellas, una fulana del Cabello o de la Cerda. Chapada, no hay que decir, De lindo talle y presencia ms celebrada de todos que lo son los das de fiesta. Hechos iban unos bausanes por gozar de su belleza ms de mil y con razn, que es como unas azucenas. 271 (49-60) El segundo romance se plantea como el relato del juicio final a los coches por ver si han cumplido con la nueva premtica. En ese juicio, que recuerda el esquema satrico lucianesco empleado en los Sueos, son los coches personificados de forma muy singular los que confiesan sus pecados. La confesin contiene notorias procacidades, de signo sexual: Que he sido caballo griego, en cuyo vientre se han visto diversos hombres armados contra Helenas que han rendido. Que cien fembras y varones he llevado y he trado de da por los jarales, de noche por los caminos.
269 Vase a este respecto el trabajo de Roger Moore, "Quevedo's Poetic Creativity: Some Comments on the Revisions to 'Contaba una labradora.'" Modern Language Notes 101.2 (1987), pp. 378-86. 270 Aparte de menguar ese aspecto, la versin de Las tres musas tambin suaviza los comentarios de la labradora que pudieran comprometer la imagen de los reyes y del valido. Ignoro la razn, pero los versos 89-92 de la versin que publica Blecua procedente de dos testimonios manuscritos, Dcennos que tien corona,/ mas yo no le vi la cresta,/ y aunque ya con dos polluelos/ de buen gallo ha dado prueba, dedicados al rey Felipe III, no figuran en la edicin impresa. Muy parecido a este romance es el de Apenas os conoca, con quien comparte espacio en el manuscrito Moino: en este romance, un villano sayagus expresa sus opiniones a la vista del retrato del rey Felipe II, con reproduccin burlesca de ese lenguaje. 271 Las versiones manuscritas son ms atrevidas: Detrs un coche vena/ con tres mocetonas frescas,/ y, entre ellas, una fulana/ del Cabello o de la Cerda./ Chapada, no hay que decir,/ De buen jarrete y presencia/ ms celebrada de todos/ que lo son los das de fiesta./ Hechos iban unos bobos/ por gozar de su belleza/ ms de mil y con razn,/ que es como unas azucenas (49-60). Pero al tiempo es conveniente consignar que las modificaciones de la versin impresa en los versos Hechos van unos bausanes proporcionaron materia para el Diccionario de Autoridades, ya que los consigna como ejemplo de acepcin particular como bobo, estpido y sin espritu. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 217
Que he visto quitar la pluma a mil tiernos palominos; y, sin que lleguen al sexto, penallos en tercio y quinto. (21-32) Las confidencias, presentadas como confesiones, tambin abarcan, como en los romances anteriores, comentarios crticos sobre la vida cortesana, en especial sobre las veleidades de los favores reales o los trasiegos y negocios de la administracin: Los que privis con los reyes tom ejemplo en m, que he sido coche excelencia y agora soy, como esclavo, vendido. Comprrame un pretendiente, que me trae desvanecido desde su casa a Palacio y de ministro en ministro. (21-32) Las mismas ocurrencias obscenas, aunque ms difciles de comprender en su totalidad, 272 aparecen en el Vejamen a una dama, Pues ya los aos caducos. El yo hablante, en actitud de despecho, se dirige con perfrasis procaces a una mujer con los deseos de que caigan sobre ella varios castigos: As coma caperuzas, si mi bonete la enfada y engorde ms que una nutria si tiene gusto en ser flaca. As dos mil servidores viertan en ella sus ansias y en el altar de su olfato en humo la ofrezcan pastas. (37-44) El final de este poema (cuya versin impresa, que transcribo adjunta, ahorra mayores explicaciones erticas) alegoriza las relaciones sexuales con la metfora del miembro viril, presentado como espada Durindaina: Por Dios que estaba de temple mi furiosa Durindaina sino llegara un amigo a tirarme de la capa. Agradzcaselo a l, que si no me lo rogara no parara hasta ponerla de las tres efes la marca. 273 (149-156)
272 Aunque el criterio estilstico no es determinante en la datacin de un texto, no es extrao que Blecua, con una cautelosa nota sobre las referencias a la paz con Francia, feche este poema hacia 1626 tras la firma del tratado de Monzn. Los ingeniosos (por la mayor distancia que media entre los elementos relacionados) conceptos vertidos en este romance avalan esta fecha algo tarda. 273 Marca es voz de germana que significa mujer pblica y las tres efes pueden ser entre otras las de fea, fra, flaca y floja. Vase en la Floresta espaola de Melchor de Santa Cruz el cuentecillo: Una seora envi a decir a un caballero que la requera, que en quien ella pusiese su aficin haba de tener estas cuatro eses: sabio, solo, secreto, solcito. Respondi MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 218 (y acurdesela, mis ojos, de aquel sbado de marras, cuando, pidindola vientre, me ofreci manos curadas. Grajos se cenen sus tripas. Quin la hizo tan escasa? Si su mondongo peda, mi morcilla no la daba?) Esta celebracin de ingenio se convierte en exhibicin esencial en el romance Ya sueltan, Juanilla, presos, construido como un centn de dilogas, algunas de las cuales son aprovechadas por Quevedo en otros lugares de su produccin potica. El romance se constituye en un extraordinario catlogo conceptista, de orden burlesco, ya que trata de corresponder, en general, una misma palabra con dos realidades lo ms distante posibles: la admiratio que provoca es su principal fin y as lo recoge incluso el epgrafe de alguna versin manuscrita: 274
Ya sueltan, Juanilla, presos, las crceles y las nalgas, ya estn compuestos de puntos el canto llano y las calzas. Alguaciles y alfileres prenden todo cuanto agarran, levntanse solamente los testimonios y faldas. Los necios y las cortinas se corren en nuestra Espaa; el dobln y los traidores son los que tienen dos caras. Los jubones y las cruces y las guerras tienen mangas; y tan solo tienen cielos los ngeles y las camas. Tienen cmaras agora los seores y posadas y tienen nueces sin cuento los nogales y gargantas. Los melones y estriidos suelen siempre estar con calas; el limbo y ojos con nias, el hombre y cabrn, con barbas. Los rboles y justicia son los que tienen las varas; los ricos y los que mueren son los que en el mundo mandan. Desdichas y maldiciones
el caballero que a la que l se aficionase le haban de faltar estas cuatro efes: que no sea fea, ni flaca, ni fra, ni floja. (ed. Maximiliano Cabaas, Madrid, Ctedra, 1996, p. 544.) 274 Blecua subraya el hecho de que este romance fue uno de los ms cantados y admirados de Quevedo, quiz por su carcter ejemplar desde el punto de vista elocutivo. El epgrafe del manuscrito BN3919 afirma que Quevedo da significados diversos con gala y arte. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 219
solamente agora alcanzan y ya los que quieren slo y no los que deben pagan. El pan y los pies sustentan; higos y tiempo se pasan; corren monedas y ros msicos y potras cantan. El codo y la lezna son agudos que es cosa brava: y las llaves y los reyes tienen de contino guardas. 275
El romance A la sarna, Ya que descansan las uas, se inscribe dentro del llamado encomio paradjico, planteado con aparente tono heroico con una materia tan humilde como esta enfermedad contagiosa. Quevedo recurre a los frmulas habituales de tales discursos como en los versos Quiero, deleitosa sarna,/ cantar tu valor inmenso. La paradoja construye la composicin y la conciliacin de contrarios da fin al poema: Eres enferma salud, eres descanso inquieto, eres dao provechoso, eres daoso provecho. Eres, en fin, un retrato de amor y de sus efectos, do tan presto como el gusto llega el arrepentimiento. Bien nacida, noble, ilustre, reina, husped de aposento, privilegiada seora, igualadora de precios. Bien til y deleitable, comunicable y honesto, suple faltas de natura, retrato del Dios flechero. Dulce, gustosa, escondida, regalo, alegra, contento, apacible, regalada, salud, descanso, provecho. Otro ms sabio te alabe, que ya he dicho lo que siento, aunque de ti es lo mejor decir ms y sentir menos. (141-164) El poema Pues me hacis casamentero trata el tpico burlesco del mdico homicida, a travs de los consejos que una voz satrica le ofrece a una tal ngela de Mondragn sobre el posible casamiento con un doctor. La retahla de lugares comunes sobre el poder letal de la medicina entronca este romance con la tradicin epigramataria. Aunque no se puedan determinar precisas influencias, el
275 De nuevo, el romance publicado en Las tres musas parece limar los conceptos ms picantes: vanse, si no, los versos Latn y frailes y peces/ se pierden fuera de casa/ y la mujer y la gallina/ ms presto cuanto ms andan. En todo caso, las variantes de este romance son muy numerosas. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 220 marco general se sirve de la asociacin de trminos referidos a la muerte con la labor del mdico. Los rasgos del oficio son los habituales de la stira de estados, como la presencia de la mula que le lleva de un lugar a otro: Piensan que es la muerte algunos, otros, viendo su rigor, le llaman el da del juicio, pues es total perdicin. No come por engordar, ni por el dulce sabor: sino por matar el hambre, que es matar su inclinacin. Por matar, mata las luces, y si no le alumbra el sol como murciegalo vive a la sombra de un rincn. Su mula, aunque no est muerta, no pensis que se escap, que est matada de suerte que le viene a ser peor. (45-60) Estos versos burlescos comparten espacio con poemas pastoriles, incluso con romances que, aunque de dudosa atribucin quevediana, tambin pertenecen al orbe buclico. Tal vez, como se ha visto, mantengan una afinidad cronolgica con el resto: las referencias al periodo en que la corte se muda a Valladolid, a la premtica sobre el uso de los coches, a una visita de los reyes a Alcobendas datan estos romances en fechas tempranas. Los otros poemas sobre variados asuntos (la exaltacin de la sarna, la concordantia oppositorum, el vejamen ertico de una dama o el vituperio hacia un mdico) parecen responder al deseo de incorporar el material existente al cuerpo impreso de las musas, sin atender a precisas indicaciones previas. Los finales de estas musas, como se ver de forma an ms ntida en la inclusin del Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando en plena musa sacra, sirven de recipiente generoso para composiciones sueltas, de imposible acomodo con la anterior publicacin de sus musas correspondientes. Tercetos Estas consideraciones sobre los poemas sueltos que completan las musas de 1670 se ejemplifican en el caso de los tercetos Pues ms me quieres cuervo que no cisne, que constituyen una stira larga y compleja contra una dama. Este poema debe relacionarse, por estilo, mtrica e incluso por materia, con la stira de los Riesgos del matrimonio: pertenecen ambas al mismo gnero satrico, enraizado en los textos de Juvenal. En estos tercetos, el modelo retrico es el de genus demonstrativum en la variante ya tantas veces vista de la vituperatio, expresamente citada por el locutor desde el comienzo del poema: convirtase en graznido el dulce arrullo y mi nevada pluma en sucia tizne (2-3). Mas, cmo puede ser quien ha cantado tu bello rostro, tu nevada frente, LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 221
el cuello hermoso de marfil labrado que en tu nombre escribi tan dulcemente, en levantado estilo en versos graves que le pueda ultrajar eternamente? (7-12) La mayor parte de la composicin se urde a partir de la descripcin del propio amante, cuyos rasgos detallados se confrontan, con el ingenio de sucesivos conceptos, con caracteres de la dama. Cada terceto representa una correspondencia cerrada y entre todos ellos, con una semejanza en la dispositio, conforman un retrato ordenado de arriba abajo, siguiendo el dictado retrico para la descriptio. La ltima palabra de cada uno de los tercetos alude a las partes del cuerpo del locutor satrico del poema: cabello, cabeza, frente, cejas, ojos, narices, barbas, boca, dientes, gaznate, hombros, brazos, manos, pecho, cintura, pierna, pata, para acabar con el vestido y la bayeta. A cada elemento le corresponde una caracterizacin, cuyo trmino principal ocupa el primer lugar del segundo verso del terceto: escuro, ancha, larga, en arco, rasgados, grandes, levantadas, salida, espesos, estirado, derribados, flacos, abiertas, alto, estrecha, mala, torcida, mal hecho, rada. Todos estos rasgos fsicos se relacionan con caractersticas predominantemente morales de su dama, como muestran estos versos: 276
Como tu pensamiento tengo el pecho: alto y en generosa compostura, donde pueden caber honra y provecho. Como es tu vida tengo la cintura: estrecha sin barranco ni caverna, que parezco costal en la figura. Como tu alma tengo la una pierna: mal y daada, mas, Belisa ingrata, tengo otra buena que mi ser gobierna. Como tu voluntad tengo una pata: torcida para el mal y he prevenido que le sirva a la otra de reata. Como tu casamiento es mi vestido, mal hecho y acabado, que un poeta jura de no ser limpio ni pulido. Es como tu conciencia mi bayeta: rada y esto basta, aunque imagino que aguardas, por si pinto alguna treta. 277
Mas yo quedarme quiero en el camino, que, aunque trato de ti, tengo recato: no digan que a la clera me inclino. (226-246) sta mi imagen es y mi retrato concluye en el verso siguiente (v. 247) la voz potica. El que lea y pueda ver con estas palabras el retrato del amante podr
276 El trabajo de Luisa Lpez Grigera, quien anuncia una edicin crtica de este poema, explica con detalle el ejercicio retrico que se aprecia en estos versos (Complejidades barrocas en el retrato de la Stira de una dama de Quevedo, La Perinola, 9 (2005), pp. 99-124.) 277 En las versiones manuscritas de este poema la procacidad es ms evidente: aguardas por si pinto mi bragueta. La modificacin trae como consecuencia un significado ms oscuro e inocuo. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 222 al tiempo reconocer las costumbres de la dama. El poema, en esta ltima parte, recupera un cierto tono amoroso, lo que confiere en general a la composicin un aire ambiguo, a medio camino entre la stira y la declaracin de afectos. El vituperio anunciado desde el principio, que no alcanza la agresividad de otras composiciones quevedianas, se transmuta en un simple desahogo, adornado con vocablos tal vez impropios de la tradicin amorosa. Los versos finales invitan a una leve esperanza, incompatible, a mi juicio, con la pretendida execracin de su dama que se adverta al principio: la perseverancia del amante no es rasgo consustancial a la diatriba satrica y, por tanto, tal declaracin conduce los tercetos al mbito amoroso: Ojal cuando yo te lo deca ablandaras el ser con que enamoras! No vieras en tu casa aqueste da. Mas ya que aquestas libertades lloras, arrepentida del vivir primero, buscar tu amistad en todas horas. No pedir ms cartas a Lutero 278
De favor para ti o al vil Pelagio y hars por ellos la amistad que espero: suceder bonanza a tu naufragio. Resulta desconcertante el estilo mixto de esta composicin. Es muy posible que la escribiera de bien joven, con influjos muy notables de los autores latinos como Marcial o Juvenal. Las concomitancias antes sealadas con la stira Por qu mi musa descompuesta y bronca abonan esta cuestin, pues conviene recordar que Gonzlez de Salas hizo ver que los tercetos contra el matrimonio, con la inspiracin de la stira sexta de Juvenal, eran el resultado de un proceso de enmienda decorosa, ya que el original contena licencias inadmisibles. Es plausible la redaccin primitiva de esta composicin por las mismas razones, ya que fue el propio editor quien insinu a propsito de los tercetos que l publicaba que era de las ms antiguas () cuando la edad ans suya, como de la poesa entonces, no admitan mucha cultura. 279
278 En las versiones manuscritas se lee, muy al contrario, Yo pedir ms cartas a Lutero, cuyo significado parece ms consecuente. 279 No puedo dejar de formular una conjetura a la luz de las palabras de Gonzlez de Salas en la presentacin de la stira Riesgos del matrimonio. Comenta el editor de Quevedo que stiras semejantes se hallan con anterioridad en Lupercio Leonardo de Argensola, que alguna, creo, anda impresa ya, y yo tengo otra muy ingeniosamente prolija que me dio l mismo y hasta ahora no se ha encomendado a la estampa. Podra ser esa stira indita de Argensola estos tercetos quevedianos? La afinidad entre la composicin atribuida a Quevedo (sin ningn gnero de dudas, por ahora) y la stira de Argensola A Flora, Muy bien se muestra, Flora, que no tienes, es ms que notable, tanto en la materia del vituperio, como el tono de la voz satrica, como la mtrica empleada o los auxilios literarios con los ecos de la stira romana, con Juvenal al frente. Pero no slo eso: en los versos finales de la stira de Argensola se anuncia un retrato del propio poeta: agora, con razn, estoy dudando,/ pues he de retratarme, dnde y cmo/ me puedo yo estar viendo e imitando (487-489); y no se puede olvidar que Aldrete llev a la imprenta muy probablemente los papeles que hall de Gonzlez de Salas, sin advertir si todos podan ser de Quevedo. Las versiones manuscritas de la Biblioteca Nacional se hallan en volmenes de dudosa atribucin, especialmente el 4067, de quien Blecua desconfa abiertamente. LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA 223
La musa Calope. Poesa heroica. Silvas Volver por mi melancola con las silvas. (Carta de Quevedo al Obispo de Bona, Juan de la Sal)
La musa Calope es musa heroica: as reza el lema del grabado que antecede a los poemas: Carmina Calliope Libris Heroica Mandat. Y si se atiende a los versos que complementan la imagen de la musa, con una corona de laurel en una mano y tres libros bajo el otro, se encontrar la clave del contenido de sus poemas: Superior numen inflama/ siempre a mi heroica cancin/ y as mis nmeros son/ las fatigas de la Fama:/ Porque en su clarn reciba/ la virtud ms ardimientos, /y en mis mtricos acentos/ corona de siempre viva. Los instrumentos musicales yacen en el suelo, mientras los ropajes nobles y el rostro melanclico de la musa recuerdan la gravedad de su inspiracin. Dentro de esta musa Pedro Aldrete incluy las silvas de Quevedo, una indudable coleccin de poemas, dispuestos con orden y un no del todo definido sentido. Pero tambin, siguiendo la aparente gua de su descuido, incluy al comienzo poemas en metro menor con una reiterada denuncia del mundo cortesano: unas quintillas, tituladas curiosamente Inicio moral de los Cometas, 280
abren el pequeo grupo de letrillas (dos burlescas y tres satricas) que zahieren, con especial filo, las costumbres de los hombres y mujeres que conforman la corte. 281 El descuido de Aldrete no parece tanto si la musa pertenece al orbe de la virtud y dentro de las silvas el dictado moral contribuye de forma mayoritaria a construir el conjunto. Quintillas y Letrillas contra la corte Estos descuidos aldretianos son muy significativos porque colocan al frente de esta musa heroica los poemas con mayor carga de crtica contra la sociedad de su poca y concretamente contra el mundo al revs de la corte, en el que el poeta es un moralista escptico, un cronista desesperanzado de los vicios. Las quintillas Ningn cometa es culpado, que sirven de prembulo, da el tono: Ningn cometa es culpado, ni hay signo de mala ley, pues, para morir penado
280 Curiosamente porque dan comienzo a la musa Calope, de tal manera que el ttulo slo tiene sentido en esta posicin. 281 La letrilla satrica Yo he hecho lo que he podido que figura al final de este apartado, atribuida a Quevedo, es, segn Blecua y Prez Cuenca, del conde de Salinas. La inclusin de este poema, de ms que dudosa autora, avala, por paradjico que pueda resultar, la agrupacin de composiciones de un mismo tono satrico, de dimensin ms social en este lugar de la edicin de Aldrete. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 226 la envidia basta al privado y el cuidado sobra al rey. () De tierra se creen extraos los prncipes de este suelo, sin mirar que los ms aos aborta tambin el cielo cometas por los picaos. (1-5, 16-20) y la letrilla satrica de Que no tenga por molesto, que contiene simplificada la esencia de la stira de estados, la formula con todas sus letras: Que su limpieza exagere porque anda el mundo al revs, que de puro limpio que es comer el puerco no quiere y que aventajarse espere al Conde de Benavente, Mal haya quien lo consiente. (22-28) Sastres, mercaderes, letrados, escribanos, mdicos, doncellas y dueas viudas, como en la musa quinta, se suceden, en medio de estos nobles que esconden su ascendencia falsa. Todos ellos muestran sus atributos caracterizadores, cuyo nexo comn es el indisimulado inters por el dinero, que subvierte la propia divisin social: as, el escribano, presentado como ave de rapia ser objeto de esta crtica: Que el que escribe sus razones algo de razn se aleje y que escribiendo se deje la verdad entre renglones: que por un par de doblones canonice al delincuente: mal haya quien lo consiente. (64-70) En Despus que me vi en Madrid la descripcin de la metrpolis de los Austria repite idnticas seales, con barberos, pobres o hidalgos que, por ejemplo, con el dinero como fin, solicitan al reloj cuartos prestados (v. 25): Vi un lugar, a quien su norte arroj de las estrellas, que aunque agora est con mellas, yo le conoc con Corte; no hay quien sus males soporte, pues por no ver su ro huyendo corre con bro y ese arroyo balad, yo os dir lo que vi despus que me vi en Madrid. (37-46) La misma censura de este mundo confuso, en el que la diferencia entre ladrones y alguaciles se diluye, se halla en la clebre letrilla Hemos venido a llegar, con el estribillo Punto en boca: Persigue al pobre ladrn el alguacil con testigos, que siempre son enemigos LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 227
los que de un oficio son: los dos van contra el bolsn hrtale el ladrn sutil y al ladrn el alguacil y ans gana los perdones siendo ladrn de ladrones que los castiga y convoca: punto en boca. (23-33) En esta letrilla, de nuevo aparece la crtica (o burla, ms bien) a la falsa nobleza, adquirida con el poder del dinero, un leit-motiv obsesivo de estos poemas: Hnranse de tantos modos las mujeres por la fama que casta mujer se llama la que la hace con todos: los dineros son los godos y vencen deudos presentes, que son sangre los parientes y el dinero del galn es sangre, es carne y es pan, es Alaejos y Coca: punto en boca. (12-22) Quevedo, en la letrilla Que le preste el genovs, cuya mencin parece adelantar las fechas de su redaccin, se chanza de nuevo de tales confusiones sociales, con el hidalgo venido a menos como prototipo satrico: Que el hidalgo por grandeza muestre cuando rie a solas en la multitud de olas tormentas en la cabeza que disfrace su pobreza con rostro grave y sereno bueno. Mas que haciendo tanta estima de sus deudos principales coma las ollas nabales como batalla marina que la haga cristalina a su capa el pelo ralo malo. (29-42) Este apartado preliminar de la musa Calope incluye un singular composicin, dirigida a la diosa Fortuna: Es tu firmeza tan poca. En ella, sobre la base de la iconografa clsica de la fortuna como mujer veleidosa sentada sobre una rueda, el yo potico ensarta varias frmulas de vituperio contra su locura, con claras referencias erticas, en las que la diosa aparece descrita como una prostituta y el hablante, en el extremo de su rebajamiento moral, como un poeta: En una rueda arrebatada andas siempre de pelea: mujer que a tantos voltea, ms querr ser volteada. Deja a mi vida cansada MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 228 gozar un poco de cielo: si no, dirlo. Para puta, segn veo, vales muy larga moneda, pues por no estar nunca queda tendrs ligero meneo. Cmpleme aqueste deseo; qutase a mi bien el velo: si no dirlo. (15-28) Las letrillas y las quintillas que inauguran esta musa, al parecer heroica, poseen una conexin interna bien notable. Esta agrupacin temtica quiz no tuvo buen acomodo en las nuevas secciones de su poesa y quiz esta ubicacin al frente de una musa levemente heroica pudiera ser ms apropiada. La naturaleza satrica o burlesca, tal y como los epgrafes declaran, de estas composiciones compromete su colocacin, pero tal vez el contenido del mundo al revs, burlesco, pero fuertemente moralizado en estos casos, pueda explicar tal extraa inclusin. Silvas Se trata de una coleccin de 29 composiciones publicada por Pedro Aldrete en Las tres musas. Por un descuido del propio Aldrete, se interpuso al final de la musa Euterpre una lista de 37 silvas que deban de figurar como una coleccin ms numerosa de estas composiciones. De esta lista varios poemas vieron la luz en el Parnaso de 1648; de especial inters, como he dicho, son los idilios con los que concluye el cancionero amoroso de Canta sola a Lisi. Lo cierto es que de esa lista de 37 Pedro Aldrete slo public 29 poemas. 282
Las silvas presentan una herogeneidad muy notable, en todos los aspectos, pero de forma especial, por contraste con todo lo habitual en las dos ediciones de Quevedo, desde el punto de vista mtrica y temtico. La iniciativa de Quevedo de agrupar enlaza con la tradicin de Estacio. 283 Las Sylvae estacianas se presentan como un conjunto de poemas varios: epicedios, genethliacon, kphrasis, composiciones de circunstancias. Aulo Gelio, en sus Noctes atticae llega a apuntar que el trmino denomina simplemente un ttulo sin que se pueda definir un gnero literario detrs de l. Quevedo asume este planteamiento con todas las consecuencias, incluso con la confusin creada con el uso de un vocablo que empezaba a definir un modelo mtrico nuevo, que adems utiliza Quevedo en esta coleccin. Silvas, como coleccin de poemas de diversa ndole, y silvas como
282 En realidad aparecen 31 silvas, pero una de ellas, la silva IV, aparece repetida con escasas variantes como silva XIII; y la silva T, si en cuerpo pequeo, que en todos los dems testimonios aparece como una composicin nica aqu aparece desdoblada en dos: T, si en cuerpo pequeo y Y el famoso espaol que hablaba. 283 No hay que olvidar en este aspecto la poesa neolatina y, en concreto, las colecciones de silvas que florecieron durante el renacimiento europeo: Juan Francisco Alcina las estudi con detenimiento y las puso en contacto con la literatura quevediana en Notas sobre la silva neolatina, en La silva, Begoa Lpez Bueno (ed.), Grupo P.A.S.O., Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1991, pp.129-155. LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 229
molde mtrico se entrecruzan en esta musa para ofrecer una dificultad aadido a la indudable propuesta novedosa de Quevedo. En cualquier caso, parece evidente el intento quevediano de trasladar al siglo XVII el modelo estaciano, no de un modo exacto, sino adecuado a los distintos tipos de poesa que comprende su poca. No puede extraar que la coleccin contenga poemas amoroso- descriptivos de tradicin buclica, composiciones morales, de clara influencia horaciano-senequista, a la manera de Francisco de Rioja, o versos de circunstancias, de diversa naturaleza, donde puede rastrearse con mayor rigor el influjo mismo del propio Estacio. En mi estudio sobre las silvas, establec a partir de esta complejidad tres grandes grupos de silvas: 284
a) las silvas morales. b) las silvas amoroso-descriptivas. c) las silvas de circunstancias. Las silvas morales se centran en los temas de la codicia y la ambicin humanas. La afinidad entre ellas permite recrear un discurso vertebrador alrededor de la soberbia, entendida como osada y temeridad contra Dios y la Naturaleza. El deseo de riquezas, la posesin del oro impulsan la comisin del pecado; por ellas, el hombre atraviesa los ocanos, combate, a veces de modo funesto, las tormentas y se ve condenado a los naufragios, siempre presentados como escarmientos. El mar no es el nico obstculo para la codicia: el hombre escarba la tierra, horada las montaas en busca del tesoro. Estas ilustraciones recorren los versos de las silvas morales: en la silva Diste crdito a un pino dir: Mucho te debe el oro, si despus que saliste, pobre reliquia de naufragio triste, en vez de descansar del mar seguro a tu codicia hidrpica obediente con villano azadn en cerro duro sangras las venas al metal luciente. En este caso, la concepcin de la vida como trnsito fugaz por el mundo impregna tales amonestaciones, de tal manera que la censura contra la avaricia o la codicia se sustenta en su inanidad frente al paso del tiempo: la posesin y la acumulacin indefinida de riquezas choca de modo frontal con la llegada inevitable de la muerte: Rico, dime si acaso en tus montones de oro tropezar la muerte o tendr el paso;
284 Sobre este grupo de poemas, la bibliografa es abundante: el trabajo de Eugenio Asensio ("Un Quevedo incgnito: las 'Silvas.'" Edad de oro II (1983), pp. 13-48) sirvi de estmulo, pero tras l los estudios de Aurora Egido, "La silva en la poesa andaluza del Barroco (con un excurso sobre Estacio y las Obrecillas de fray Luis)" Criticn 46 (1989), pp. 5-39; de Pablo Jauralde, Las silvas de Quevedo, en La silva, ed. Begoa Lpez Bueno. Sevilla: Universidad de Sevilla-Universidad de Crdoba, 1991, pp. 157-80; de Mara del Carmen Rocha de Sigler, Francisco de Quevedo. Cinco silvas, Salamanca, Ediciones Universidad, 1994; o de Antonio Alatorre, "En torno a las silvas de Quevedo." Nueva Revista de Filologa Hispnica 45.1 (1997), pp. 129-36, resaltaron la importancia de esta coleccin. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 230 si aadir a tu vida tu tesoro un ao, un mes, un da, un hora, un punto. (68-72) En la silva Dnde vas, ignorante navecilla aparecern idnticas expresiones, en forma de exhortacin a una nave personificada a la que recrimina haber abandonado la tierra para buscar: Qu codicia te da reino inconstante, siendo mejor ser rbol que madero y dar sombra en el monte al caminante que escarmiento en el agua al marinero? Mira que a cuantas olas hoy te entregas le das sobre ti imperio si navegas. No ves lo que te dicen esos leos vistiendo de escarmientos las arenas y aun en ellas los huesos de sus dueos que muertos alcanzaron tierra apenas? Por qu truecas las aves en pilotos y el canto de ellas en sus roncos votos? El influjo horaciano es evidente, aunque probablemente trado del ambiente propicio que la poesa espaola de fines del siglo XVI (con el modelo de fray Luis en mente) y de comienzos del XVII manifiesta hacia la obra de Horacio. No obstante, el contacto con la stira romana (Persio, Juvenal) o con el mismo Ovidio de sus recreaciones mtico-morales de las Metamorfosis contribuyen en el caso de Quevedo a precisar ms el modo de sus formulaciones verbales. El ejemplo de los versos Agradcele a Dios con retirarte, que aprision los golfos y el tridente, para que no saliesen a buscarte; no seas quien le obligue inobediente a que nos encarcele en sus extremos porque, pues no nos buscan, los dejemos No aguardes que naufragios acrediten, a costa de tus jarcias mis razones; deja que en paz sus campos los habiten los nadadores mudos, los Tritones; mas, si de navegar ests resuelta, ya le prevengo llantos a tu vuelta. es muy ilustrativo de esta refundicin de lecturas moralizantes, 285 con imgenes que proceden siempre de un mbito latinizante en el que la travesa martima constituye un ejemplo de la conducta humana. Otro gran tema de las silvas es el de la soberbia: en dos composiciones se centra el tema: Esta que veis delante y En crcel de metal, oh atrevimiento!. En la primera, los motivos proceden de la tradicin clsica (Ddalo, caro) y de la tradicin seudo bblica (Luzbel: el ngel cado), en un claro sincretismo, muy del gusto quevediano, enraizado en la visin humanista que busca la sntesis del
285 No falta la voz irnica del pasaje del Satiricon 115, 14 en el que se reflexiona delante el cadver del nufrago Licas: Ite nunc, mortales et magnis cogitationibus pectora implete. El naufragio como exemplum moral forma parte indiscutible de este discurso contra la navegacin. LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 231
mundo cristiano con el universo paganizante y gentil. Buena parte de la composicin se desarrolla dentro de estos lmites, con alusiones a la osada de alcanzar el cielo y la consiguiente y esperable cada: Las plumas de sus galas ms sirven de traspis que no de alas: con la presencia esclarecida engaa, pues su lumbre enemiga es de fuego, que ardiente la castiga, no de luz, que gloriosa la acompaa, es un cielo mentido a las inadvertencias del sentido y aunque de estrellas coronada viene las que ella derrib son las que tiene. (9-18) pero concluye con una advertencia de sutil alcance poltico, ya insinuada en la definicin de los primeros versos, es la soberbia que en eternas vidas/ invent en la privanza las cadas (7-8): Vosotros, ambiciosos pretensores, vulgo de la ignorancia y del engao, sedientos de la muerte todo el ao, polvo, ruido y afn de los seores, con qu esperanza ciega y porfiada no dais crdito a tantos escarmientos? Por qu no recatis los pensamientos de fiera hasta en los ngeles cebada? Disponed medios a mejores fines dad crdito a tan altos testimonios: que quien hizo de arcngeles demonios mal har de demonios serafines. (53-64) La segunda composicin revisa el mito de Prometeo a travs del motivo de las armas de fuego, execradas durante los siglos XVI y XVII como contravenciones de la naturaleza. El elemento del fuego, eficaz instrumento de la ira divina, aparece dominado por los hombres. Reducirlo y aprisionarlo en el metal constituye una forma de osada, de soberbia humana: 286 as lo hacen ver los versos No ves que es su grandeza tal que naturaleza le dio como a monarca de elementos los ltimos asientos, y que en su llama, entonces justiciera, el dia postrero espera? Deja, pues, las prisiones que le trazas; no desprecies, ignorante y ciego, tan duras amenazas: jams se convers con hombre el fuego;
286 Sobre la erudicin de este poema vase el trabajo de Enrique Moreno Castillo "Anotaciones a la silva Al inventor de la pieza de artillera' de Francisco de Quevedo." La Perinola 5 (2001), pp. 165-83. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 232 en l ninguno vive y de l cuanto hay ac vida recibe. (24-35) Esa relacin del uso de las armas de fuego con un ejercicio explcito de soberbia aparece como conclusin y admonicin final de la silva: Derribar la torre y la muralla, vencer la batalla y dejar burladas mil confianzas de armas bien templadas; ser la gloria suya; suya ser tambin la valenta: y slo la osada y la malicia quedar por tuya. (80-87) Sobre estos dos grandes temas, soberbia y ambicin, que van unidos como eslabones de un discurso sobre el pecado, Quevedo impone sus ideas estoicas, tan caras al siglo que le toca vivir. La fugacidad del tiempo, la fragilidad de las cosas mundanas fluyen como contrapunto de todas las pretensiones intiles del hombre. La silva Oh t, que inadvertido peregrinas, 287 construida como una amplificatio singular del soneto de Petrarca La vita fugge e non sarresta unora, expone con nitidez ese contraste, con frases lapidarias, dignas de figurar en el prontuario del estoicismo: este polvo soberbio y presumido, ambiciosa ceniza, sepultura porttil, que conmigo la he trado, sin dejarme contar hora segura. Nac muriendo y he vivido ciego, y nunca al cabo de mi muerte llego. (107-112) La lectura moral asume una dimensin poltica cuando aparece la figura del poderoso en sus versos. En la silva Estas que veis aqu pobres y escuras, con la frmula del epitafio y, sobre todo, de la vanitas pictrica, las cenizas del monarca sirven para ejemplificar el viejo tpico del poder igualador de la muerte. La capacidad de asimilacin libresca de Quevedo se muestra con la eleccin de un pasaje del Satiricon de Petronio (115) en el que se formulan consideraciones a la vista del cadver nufrago del implacable Licas, para dibujar la inutilidad de la vanidad humana. Los versos 52-73 recrean el pasaje del Satiricon, con la misma frmula irnica de Petronio e incluso el mismo arranque: Ite nunc, mortales 288
Id, pues, hombres mortales; id y dejaos llevar de la grandeza y, mulos a los tronos celestiales, vuestra naturaleza
287 Esta silva es una versin muy modificada de Oh t, que, con dudosos pasos, mides, que figura al comienzo de Las tres musas y que, segn Aldrete, podra servirle de inscripcin funeral. En sustancia, estamos ante una composicin muy similar, pero las variantes y, sobre todo, la ubicacin de ambas composiciones otorgan a cada una de ellas una dimensin particular que he tratado de hacer visible. 288 En el Sermn estoico Quevedo volver sobre este pasaje: Id, pues, grandes seores,/ a ser rumor del mundo/ y, comprando la guerra,/ fatigad la paciencia de la tierra. (364-367) LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 233
desconoced, dad crdito al tesoro fundad vuestras soberbias en el oro. (52-57) Este tema del poder se ramifica con el de la religin: en la silva Esta que miras grande Roma agora Quevedo recrea aparentemente el topos de las ruinas, con el fin de trazar la historia de Roma. La silva comienza con un soneto que recrea un pasaje de Propercio, en el que el poeta latino recuerda con nostalgia el pasado pastoril de Roma contrapuesto al esplendoroso que dominan las colinas. Quevedo recorre en los versos siguientes la historia romana con la idea de la desaparicin del imperio como tema principal; en este lugar, la poesa de ruinas, con la idea del paso hostil del tiempo, ocupa su influencia, para dejar al final que Quevedo presente a la Iglesia como el nico poder capaz de sustituir al romano: T dispensas la gloria, t la pena; a esotra parte de la muerte alcanza lo que el gran sucesor de Pedro ordena. T das aliento y premio a la esperanza, siendo, en tan dura guerra, gloriosa corte de la fe en la tierra. (175-180) La religin ocupa un lugar ms destacado en dos silvas de desigual propsito: Oh t del cielo para m venida propone una armonizacin entre el motivo senequista del fortalecimiento ante la adversidad y las ilustraciones bblicas de este concepto, como el episodio del xodo. La virtud se alimenta con las calamidades, si stas proceden de la providencia divina: dura, mas ingeniosa,/ calamidad, a Dios agradecida,/ sola, desengaada y religiosa/ merced, con este nombre disfamada (2-5). La silva en tercetos, Deja la procesin, sbete al paso aborda, sin embargo, un asunto de probable calado doctrinal: la gratuita exhibicin del dolor en la contricin del pecado. 289 No estoy seguro de que Quevedo haya planteado una oposicin entre ambas silvas, pero en estos versos se denuncia la crueldad de la penitencia y, sobre todo, la impudicia del alarde del arrepentido: Con tu sangre le escupes y le hieres; con el beso de Judas haces ligas, y por escarnecer su muerte, mueres. No es accin de piedad sino enemiga, a sangre y fuego perseguir a Cristo, y quieres que tu pompa se lo diga. (10-15) En cualquier caso, la huella de Epicteto se hace notable hasta el punto de que pasajes de su Enchiridion pueden sustentar ambos discursos de una forma relativamente coherente. 290
289 El tema de estos tercetos es muy singular en la poesa de Quevedo, aunque es rastreable en el poema Fulanito, Citanito de corte burlesco y, de modo tangencial, en el poema religioso Pura, sediente y mal alimentada donde se exponen parecidas ideas sobre una piedad ms ntima. 290 Celebrar oblaciones,/ ofrecer sacrificios/ pagar por los divinos beneficios/ primicias, se ha de hacer de la manera/ -pues a ser religioso te apercibes-/ que se observa en el reino donde vives/ sin ser en esto prdigo, ni corto/ ni encender tu caudal con alegra,/ con cuerpo puro y alma limpia y pa (1130-1138) y Si te mortificares,/ no lo hagas en pblicos lugares/ por que el pueblo lo vea/ y la virtud que t pregonas sea/ ni tengas vanidad del MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 234 Las silvas amoroso-descriptivas ofrecen una notable inclinacin a la configuracin buclica: los elementos que la conforman se parecen: la preminencia de la naturaleza frente a otros factores, la condicin de pastor del yo hablante y, como derivacin de este escenario y este protagonista esencial, la presencia de una amada destino de las cuitas del yo potico. La tradicin pastoril es eminente en la silva Qu de robos han visto del invierno con la hbil taracea del idilio II de Tecrito y de la segunda parte de la buclica VIII de Virgilio. El ttulo, Pharmaceutria, responde de forma plena a esa filiacin, pero, sobre todo, presenta un lado no muy esperable del mundo idlico: la descripcin de una ceremonia mgica en el entorno natural bajo la oscuridad de la noche y la presencia de la luna. Puede convenirse que se trata, como he demostrado en otro lugar, de una gloga quevediana, un subgnero ms que aadir al conjunto heterogneo que alumbran estas silvas. 291 Este bucolismo se prolonga en los cuatro idilios que cierran el ciclo de Canta sola a Lisi. Estudiados como colofn de la coleccin amorosa, tambin formaron parte de este grupo de silvas, como representacin de una formulacin paisajstica del sentimiento amoroso y, sobre todo, como plasmacin de un yo potico presentado como caminante, como viator, enfrentado en soledad (palabra tal vez clave) con la naturaleza, con la que conversa y a la que dirige sus declaraciones de melancola amorosa. En todo estos casos, la naturaleza ocupa un lugar central a la manera de los paisajes pictricos en los que el argumento del lienzo o la tabla (de orden bblico o histrico) se subordina a la pintura del escenario. Lo accesorio pasa a constituir el ncleo de la creacin potica. El resultado final de este proceso se halla en la pura descriptio del ro Guadalquivir en la silva O sea que olvidado, desde su nacimiento hasta su desembocadura, cuya nica vinculacin con lo amoroso ha de encontrarse en el ltimo verso de la composicin: por lo que en l Belisa se ha mirado (v. 54). En Qu alegre que recibes el escenario desplaza cualquier alusin amorosa de tal manera que el poema se conforma como una ingeniosa argumentacin sobre los efectos del paso de las estaciones en el agua: ni rastro de voces o personajes que lamenten sus amores; slo por analoga con otros textos se puede establecer esa dimensin amorosa: De paso va por ti la primavera y el invierno: ley es de la alta esfera. Huspedes son, no son habitadores en ti los meses que revuelve el cielo; seca con el calor a ms el hielo y presa con el hielo, los calores: confieso que su lumbre te desata de crcel transparente, que es cristal suelto y pareci de plata, pero temo que, ardiente, viene ms a beberte que a librarte
bien, que haces/ pues quien por ella neciamente obra,/ su mrito en aplausos varios cobra (1738-1744) son las versiones quevedianas de los pasajes de Epicteto en su Epicteto y Phocilides en espaol con consonantes. 291 Manuel ngel Candelas Colodrn, "'Qu de robos han visto del invierno!': una gloga de Quevedo?" Studia Aurea. Actas del III Congreso de la AISO, Toulouse/Pamplona, (1996) I, pp. 267-74. LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 235
y ms debes quejarte del que empobrece tu corriente clara que no del hielo, que piadoso viendo que te fatigas de ir siempre corriendo porque descanses te congela y para. (13-28) En esta pintura elocuente figuran dos elementos repetidos: la presencia del agua (fuente, arroyo, ro) en el locus amoenus; y la imaginacin nocturna del lamento amoroso. 292 La silva, A vosotras, estrellas, cuya vinculacin con la canzonetta de Giambattista Marino, de parecido ttulo, Le stelle, ya fue destacada por el propio Sobejano, es un ejemplo muy notorio: Quevedo aprovecha la frmula del himno mariano -ya que as figura en el original de Marino: como una composicin destinada a la Virgen Mara- para escribir una plegaria pagana a la noche y a la ocasin amorosa que la propia noche propicia. La silva Con qu culpa tan grave, que surge de una recreacin compleja de la silva de Estacio al sueo y de determinados pasajes petrarquistas, anima ese mismo escenario noctmbulo, con apelaciones adems a la vigilia amorosa y al insomnio causado por la intensidad de los afectos. La silva Oh Floris, quin pudiera acude a la evocacin garcilasiana de la gloga I con esos mismos ecos de la soledad nocturna, el momento especial para el recuerdo melanclico. Prximo a este crculo de poemas se hallan dos composiciones creadas para participar en certmenes. Se trata de las silvas Cmo pudiera ser hecho piadoso y Muere porque le mires, compuestas muy probablemente por imposicin de un tema restringido para una lid potica. En el primer caso, la ancdota consiste en aplaudir la actitud de una dama, reacia a cortarse el pelo tal y como el mdido le aconseja para curar una enfermedad y, en el segundo caso, la envidia que le causa al yo potico que un ajusticiado haya tenido la oportunidad de ser visto por su amada que l nunca ha tenido. Como se ve, el objeto del poema no deja de ser circunstancial, a la manera, sin duda, de las creaciones epigramatarias, donde se exhiben estos alardes argumentales; sin embargo, muestran con los poemas de la musa Erato una continuidad bien notable al colocar ciertos pormenores excntricos (clavel entre los labios o en la cabeza, ceniza en la frente o el bcaro en los dientes) como ncleos de la expresin amorosa. En este mismo marco de las silvas amorosas se halla un romance. A primera vista parece una contradictio in terminis la idea de una silva-romance, pero responde de forma ejemplar al intento quevediano de utilizar el trmino, al menos en estos casos, de silva con el sentido que le proporciona Estacio. El romance, Tiempo que todo lo mudas, parece en su orden elaborado y circular una extensin de un soneto. Comienza con un apstrofe al tiempo, en el que no falta su iconografa habitual (en tu guadaa insolente,/ en tus dolorosas canas,/ en tus alas y tu sierpe), para definir el poema como una relacin de peticiones, siempre encaminadas a que el tiempo acabe o alivie sus penas de amante: Da fin a mis desventuras pues a presumir se atreven
292 Vase Gonzalo Sobejano ("La imaginacin nocturna de Quevedo y su Himno a las estrellas." Quevedo in Perspective. Ed. J. Iffland. Newark: Juan de la Cuesta, 1982. 33-56), quien considera esta inclinacin quevediana como una constante temtica. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 236 que tus das y tus aos pueden ser inobedientes. Sern ceniza en tus manos cuando en ellas los aprietes los montes y la soberbia que los corona las sienes. () Poca hazaa es deshojar los rboles por noviembre, pues con desprecio los vientos llevarse los troncos suelen. Descudate de las rosas que en su parto se envejecen y la fuerza de tus horas en mayor cosa se muestre. Tiempo venerable y cano: pues tu edad no lo consiente, djate de nieras, a grande hechos atiende. (33.40, 72-84) A medio camino entre las silvas morales y las silvas amorosas se encuentra un grupo de composiciones sobre relojes que Eugenio Asensio calific de singulares. 293 El objeto para la descripcin (relojes de arena, de sol o de campanilla) vertebra este subgrupo, pero poseen distintos propsitos. Dos de ellas, El metal animado y Ves, Floro, que, pretando la Aritmtica, son de naturaleza moral, con ecos del estoicismo ms ntido, con la sombra del gnomon o el mecanismo inexorable del reloj como emblema del paso del tiempo: tu vida, si atiendes su doctrina,/ camina al paso que su luz camina (15-16), advertir con la contemplacin del recorrido de la sombra. Las otras dos silvas, Este polvo sin sosiego y Qu tienes que contar, reloj molesto, ofrecen, aunque de forma un tanto oblicua, una expresin amorosa. El discurso coincide palabra a palabra con la pintura moral de la fragilidad del tiempo, pero todo se subordina a un final de consideraciones amorosas: Pero si acaso por oficio tienes el contarme la vida, presto descansars, que los cuidados mal acondicionados que alimenta lloroso el corazn cuitado y lastimoso y la llama atrevida que amor, triste de m, arde en mis venas (menos de sangre que de fuego llenas) no slo me apresura la muerte, pero abrviame el camino, pues con pie doloroso msero peregrino doy cercos a la negra sepultura: bien s que soy aliento fugitivo, ya s, ya temo, ya tambin espero
293 Eugenio Asensio, Reloj de arena y amor en una poesa de Quevedo, Homenaje a Lpez Estrada, Dicenda. Cuadernos de Filologa Hispnica, 7, II (1987), p. 26. LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 237
que he de ser polvo como t si muerto y que soy vidro como t si vivo. (19-38) Las horas que pasan se muestran hostiles al hombre, pero, sobre todo, se enfrentan a los cuidados del yo amante. Las imgenes gneas predominantes en los versos dedicados a Lisi en la musa Erato resuenan en estas silvas, en clara sntesis con lo ms esencial del discurso senequista que aquilata la expresin del tiempo: un camino, que es una jornada/ breve y estrecha de este al otro polo,/ siendo jornada que es un paso solo (4-6), escribe Quevedo en esta misma silva. En cualquier caso, sean de orden amoroso o moral, o ambas cosas a un tiempo, no conviene olvidar la filiacin clsica de este gnero de poemas: Asensio vio con claridad su ascendencia epigramtica al determinar dos epigramas neolatinos de Amalteo como fuentes para Este polvo sin sosiego, aunque tanto los Trionfi de Petrarca como la proliferacin de subgneros pictricos como la vanitas o las naturalezas muertas en las que aparecen relojes como signos de la brevedad del mundo pueden haber servido de inspiracin a Quevedo en estas peculiares silvas de relojes. 294
El tercer gran grupo de silvas contiene composiciones de circunstancias. Se pueden distinguir dos tipos: por un lado, los encomios, y, por otro, los epitafios, de forma anloga a lo observado para el conjunto de la poesa, 295 si bien dentro del primer grupo se pueden establecer diferencias entre los encomia a personas ilustres concretas y los elogios a actividades del otium. Las silvas Cuando, glorioso, entre Moiss y Elas, y Este de los dems sitios Narciso se presentan como elogios de una persona, aunque su intencin final aparezca de forma indisimulada: en el primer caso, la jura del prncipe Baltasar Carlos conduce a la alabanza del Felipe IV en su batalla contra el reino de Suecia y la hereja protestante que representa; 296 el segundo, con la kphrasis del castillo de Gonzalo Chacn, valido de los Reyes Catlicos, la defensa del celo absolutista frente al poder comunero. 297 A ellas conviene aadir Esclarecidas seas da Fortuna, ya presente en la musa Clo, una especie de epinicio para glosar la victoria del duque de Pastrana sobre unos bajeles turcos. En este contexto, el poema representa una variante genrica ms dentro de la heterogeneidad notable del conjunto de silvas, con el rasgo caracterstico del discurso epidctico que domina la coleccin de Estacio, del que parte Quevedo para estas composiciones.
294 V[ 295 Los epitafios fueron trasladados por Gonzlez de Salas a la musa Melpmene; no s si Quevedo hubiera autorizado tal ubicacin, pero, sin duda, su singularidad no los aleja de esta coleccin de silvas que parece agrupar pequeas asociaciones de poemas con nimo organizativo. 296 Este poema encomistico presenta la frmula de la relacin, si bien de orden heroico, si se tiene en cuenta el modelo mtrico empleado de la octava real. En todo caso, la composicin culmina con el augurio favorable de que Felipe IV, cuya descendencia est asegurada con Baltasar Carlos, venza en su empresa contra el protestantismo. 297 Este modelo de composiciones se engarza con las descripciones de villas que Estacio incluye en sus Sylvae: la villa Tiburtina de Manilio Vopisco en la silva I, 3 y la villa Sorrentina de Pollio Flix en la silva II, 2. En estas silvas, la pintura del jardn, de la casa, de las obras de arte que adornan la mansin son prembulos para el elogio del propietario, como ocurre con el poema de Quevedo. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 238 Los encomia tambin ataen a la caza, T, blasn de los bosques, a la pintura T, si en cuerpo pequeo, y a la msica, El instrumento artfice de muros. La caza, entretenimiento sustitutorio de la misma guerra, ejerce una atraccin extraordinaria entre los monarcas. Es intil recordar el buen nmero de cuadros que recogen esos momentos de actividad cinegtica, concebidos a la manera de los cuadros de batallas, como los de Velzquez al rey Felipe IV, al hermano del rey, al Cardenal Infante o al propio hijo Baltasar Carlos. El elogio del abatimiento de un jabal a manos de la infanta doa Mara se sita en este terreno, en el que no falta como teln de fondo la aduladora alabanza de las habilidades intrnsecas de la monarqua por dominar este arte, como smbolo de su eficacia para llevar los asuntos de gobierno. La silva a la pintura, extensa y con variantes textuales muy interesantes, presenta una mayor complejidad, ya que desarrolla buena parte de los topica argumentales de la defensa de la pintura como arte liberal y no mecnico. Quevedo se muestra muy familiarizado con las polmicas contemporneas sobre la pintura y el oficio de pintor y en esta silva expone, entre expresiones laudatorias al ncelo cannico de los pintores segn Vasari (Tiziano, Rafael, Miguel ngel), sus ideas, por otra parte recurrentes, sobre el ejercicio pictrico: la pintura como mmesis y superacin de la naturaleza, el pintor como Deus artifex, la capacidad de la pintura y del arte para vencer, a travs de la perpetuacin de la fama, al tiempo y la muerte. La peculiaridad de su discurso consiste en la amalgama de todos estos motivos, entre los que no falta una consideracin final sobre el poder evocador de los jeroglficos como arte til para la propaganda y el destino final del arte como instrumento de la piedad religiosa. El dogma tridentino de la devocin de imgenes sacras aparece al final de esta silva como desembocadura de un discurso complejo, entre persuasivo y encomistico. 298
En el encomio a la msica, escrito en forma de oda pindrica, celebrada en la figura de Jernimo de Mata Quevedo recorre de nuevo los topica sobre el efecto subversivo de la msica en la naturaleza, por supuesto, arraigado en el clsico motivo de Orfeo. Aunque el topos rfico sea comn a muchos contemporneos de Quevedo, en este poema asoma la huella de Propercio, en concreto de la elega III,2, a la hora de plasmar la paradoja entre la desdicha de la amada por no ser correspondida y la dicha por haber sido elegida por el msico como destino de sus canciones: los ecos del verso properciano, Fortunata, meo is qua es cellebrata libello se encuentran en esas paronomasias quevedianas que exaltan la msica de Mata: Dichosa t, que fuiste desdichada para ser tan dichosa ya escrita, ya cantada, en verso culta, y elegante en prosa (65-68)
298 Vase al respecto Luisa Lpez Grigera, "La silva El pincel de Quevedo." Homenaje al Instituto de Filologa Amado Alonso en su cincuentenario. Buenos Aires: Losada, 1975. 221-42. Asimismo, sobre la relacin de la silva con el dogma tridentino de exaltacin de las imgenes, vase mi trabajo "La silva 'El pincel' de Quevedo: la teora pictrica y la alabanza de pintores al servicio del dogma contrarreformista." Bulletin Hispanique 98.1 (1996): 85-95. LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS 239
La heterogeneidad temtica convierte a esta coleccin en una representacin en miniatura de la poesa quevediana: bajo el rtulo de silvas urdi una coleccin variada, tal vez no un cajn de sastre que escapara del resto de composiciones, sino una nueva idea para la poesa espaola del XVII, extrada de la tradicin de Estacio que l contribuy a difundir. Poesa moral que abarca los principales temas (soberbia, codicia, fragilidad humana) de la tradicin; poesa amorosa, inclinada ms bien a la representacin de la naturaleza y prxima, pues, al escenario pastoril; y poesa mostrativa, de encomios, epitafios y kphrasis que comunican con la esencia del especfico gnero lrico. El conjunto, que fue adquiriendo varia naturaleza, mantiene con el resto de su obra potica una viva correspondencia y, sin embargo, ocupa lugar aparte y preminente. En una carta al obispo de Bona, Juan de la Sal, fechada el 17 de junio de 1624, junto al envo de los cuatro romances sobre dos aves y los dos animales fabulosos, ya vistos, escribir Quevedo: yo volver por mi melancola con las Silvas, donde el sentimiento y el estudio hacen algn esfuerzo por m. 299 Por esas fechas, Quevedo organiza un grupo de poemas, dotado probablemente de algunas constantes, que quiz el trmino inconcreto de melancola ni siquiera es capaz de desvelar.
299 Epistolario completo, ed. cit., pp. 123-124.
La musa Urania. Poesa sacra La poesa religiosa se contiene en la musa Urania, la musa sacra, la ltima de las musas. El lema que acompaa a este epgrafe, coeli motus scrutatur et astra, de corte ms bien profano, procede como buena parte de este parnaso del epigrama titulado Nomina musarum, ya citado a propsito de los anteriores epgrafes. La musa Urania contiene varias composiciones, con la siguiente ordenacin: 43 sonetos sacros; 4 5 ovillejos; 300 17 psalmos 301 (con una redondilla entre el psalmo 15 y 16) con el ttulo de Poesas morales y el subttulo de Lgrimas de un penitente; 3 romances; un Padre nuestro glosado; 302 el Poema heroico a Cristo resucitado; fragmentos de la traduccin y parfrasis del Cantar de los cantares; 4 poesas fnebres (3 sonetos y una cancin) y el Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado, a todas luces inapropiado para esta ubicacin, tal y como asegura el propio Aldrete cuando confiesa con claridad "Este poema no es de la musa Urania: por haber llegado tarde a la imprenta se puso en este lugar". Algunas de estas composiciones ya haban visto la luz en vida del poeta. 303
De ellas, las ms interesantes aparecen agrupadas bajo el ttulo de Lamentaciones de Semana Santa en el manuscrito de la Biblioteca Nacional 2244, Varios enigmas y versos. 304 Este pequeo grupo de poemas figura en la versin de 1670 de Las tres musas dentro del epgrafe de Sonetos Sacros, con una agrupacin similar a la del manuscrito, aunque no con el mismo orden:
Lamentaciones de Semana Santa Sonetos Sacros 1. Algrate, Seor, el ruido ronco 1. La profeca en su verdad quejarse 2. Adn en paraso, Vos en huerto 2. Adn en paraso, Vos en huerto 3. La profeca en su verdad quejarse 3. Pues hoy derrama noche el sentimiento 4. Con sacrlega mano el insolente 4. Si ddivas quebrantan peas duras 5. Si ddivas quebrantan peas duras 5. Con sacrlega mano el insolente 6. Cuando escribiste en el sagrado cerro 6. Cuando escribiste en el sagrado cerro
300 Dos ovillejos ya aparecan en el manuscrito vora, Adnde, Pedro, estn las valentas y Viendo el msero Judas que vendido (ste incompleto), un manuscrito cuyas versiones pueden fecharse entre 1613 y 1620, a tenor de sus vinculacin con el manuscrito Npoles y la historia textual de las silvas que contiene. 301 El psalmo 13 repite con variantes el soneto sacro 17. 302 Elizabet B. Davis confiesa que Jos Manuel Blecua le advirti en carta de abril de 1975 que este poema no parece de Quevedo, ni mucho menos, por lo que decide excluirlo de su estudio sobre la poesa religiosa de Quevedo. (ob. cit., p. 34, n44) 303 El Poema heroico, por ejemplo, haba aparecido en versiones manuscritas anteriores, en el manuscrito vora y en el de Npoles. 304 Por su vinculacin con algunos poemas del Herclito cristiano, Jos Manuel Blecua conjetur fechas anteriores a 1613 para su redaccin (Blecua, I, p. 150). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 242 7. Pues hoy derrama noche el sentimiento 7. El ver correr de Dios la sangre clara 8. El ver correr de Dios la sangre clara
En todo caso, salvo alguna otra composicin, como el soneto, Sea que, descansando, la corriente, que apareci en la musa Clo del Parnaso espaol de 1648, sin que Aldrete se diera cuenta, la parte principal de la poesa religiosa de Quevedo se da a conocer por primera vez y definitiva con la edicin de Las tres musas. De esta caracterstica da buena cuenta el propio sobrino Pedro Aldrete al enfatizar en la dedicatoria al cardenal Pascual de Aragn que me ha parecido que a nadie se debe pedir la proteccin de estas ltimas [obras], por incluirse en ellas todo lo sacro, que el autor escribi en verso, como a V. Em. En el prlogo al lector, vuelve a sealar que en lo escrito sacro y serio, se vali de la verdad evanglica de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres de la Iglesia y autores de buenas letras, hallando los lugares tan a su intento que causa admiracin. Las palabras de Pedro Aldrete parecen escritas para subrayar, por el mismo camino del bigrafo de Quevedo Pablo de Tarsia, la virtud religiosa de Quevedo, por encima incluso de otros afanes literarios. Sea como fuere, lo cierto es que estos versos sacros ocupan lugar eminente en esta edicin que completa la obra en verso de Quevedo. Poca atencin ha deparado la poesa religiosa de Quevedo. La marginacin se aviene mal poco con el inters que han provocado sus tratados, de origen estoica, sobre la sntesis doctrinal del neoestoicismo y el cristianismo. Y menos con el inters que Quevedo parece volcar sobre esa faceta de su obra, fundamental para el ideal de humanista completo que l presuma alcanzar. Por eso, se hace difcil entender esta especie de olvido, si bien resulta explicable habida cuenta de las prioridades que a lo largo de los siglos ha establecido el estudio de su obra. 305
Sonetos sacros A pesar de esta dispersin de los materiales en distintos testimonios y de la naturaleza de Lgrimas de un penitente, es posible advertir en la distribucin de la poesa religiosa en la musa Urania si no una planificacin completamente ordenada, s al menos una tendencia a la ordenacin de los materiales. Creo as
305 La tesis de Elizabeth B. Davis (The Religious Poetry of Francisco de Quevedo, Yale, 1975) ofrece una visin general de conjunto, mientras los trabajos de Varela Gestoso (Algunas fuentes en la inventio de la poesa religiosa de Quevedo, La Perinola, 3 (1999), pp. 337-354), quien est realizando su tesis sobre la musa Urania, y de Antonio Carreira (La poesa religiosa de Quevedo: intento de aproximacin, Actas del V Congreso de la AISO, ed. Christoph Strosetzki, Mnster: Iberoamericana Vervuert, 1999, pp. 275-86), contribuyen a activar el inters por esta faceta de la obra quevediana, poco atendida hasta la fecha. El estudio reciente de Ignacio Arellano sobre el empleo de pasajes bblicos en la poesa de Quevedo (La Biblia en la poesa de Quevedo. Notas sueltas. La Perinola 8 (2004), pp. 17- 48) corrobora tal inters. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 243
descubrir cuatro apartados en estos sonetos sacros: 306 en primer lugar, un grupo de poemas que conforman una compositio loci en el que la contemplacin de Cristo crucificado y del dolor de la Virgen constituyen el punto de partida. En segundo lugar, otro ncleo de sonetos que toman como base la reflexin sobre el papel redentor de Jesucristo en la tierra, con inevitables alusiones al poder y a la organizacin poltica para alcanzar esa meta. En tercer lugar, otros sonetos, de mayor sentido penitencial, en los que se medita alrededor de los instantes de la pasin, con especial insistencia en el momento de la muerte de Jess. Y, en ltimo lugar, cabe un espacio para el encomio de ciertos aspectos centrales de la devotio y la doctrina tridentinas, tales como el ejercicio de la caridad, el apostolado de la pobreza o la humildad o la defensa del martirio como mxima ejemplaridad cristiana. 307
Los primeros ocho sonetos se corresponden con la primera meditacin, que nace de un ejercicio de composicin de lugar: el de experimentar el padecimiento de Cristo con la contemplacin continua de su crucifixin. 308 El primer soneto de esta coleccin de Sonetos Sacros, La profeca en su verdad quejarse debe ser concebido como frontispicio visual de esta coleccin sacra: Mas veros en un leo mal pulido, Rey en sangrienta purpura baado, sirviendo de martirio a vuestra Madre, Dexado de un ladrn, de otro seguido, tan solo, y pobre a no le aver nombrado dudaron gran seor si teneis Padre. (9-14) El segundo soneto, Adn en Paraso, vos en huerto, relaciona pecado con redencin, a travs del tpico concepto que une la expulsin del paraso y la muerte de Jess en la cruz. El soneto, fundamentado en la epstola de de san Pablo a los romanos (5, 12-16), se complementa con el de Mujer llama a su madre cuando expira, en el que reitera el mismo concepto: 309
El cometi el primero desconcierto, vos concertastes nuestro primer da () El dej horror y vos dejis memoria; aqul fue engao ciego, y sta, venta: cun diferente nos dejis la historia.(3-4, 12-14) 310
306 Sobre este apartado de los sonetos sacros, vase mi artculo La poesa religiosa de Quevedo: los Sonetos sacros, Bulletin of Spanish Studies, en prensa. 307 No me atrevo a sugerir una correspondencia con los Ejercicios espirituales de san Ignacio, pero en buena parte de estos sonetos sacros se advierte la huella de la exploracin devocional del fundador de la Compaa de Jess, incluso en su disposicin general. 308 San Ignacio plantea en el primer prembulo de sus Ejercicios: composicin viendo el lugar. Aqu es de notar que en la contemplacin o meditacin visible, as como contemplar a Cristo nuestro Seor (...) si la contemplacin es de resurreccin, demandar gozo con Cristo gozoso; si es de pasin, demandar pena, lgrimas y tormento con Cristo resucitado (Obras, Madrid: BAC, 1997, p. 236). 309 Traer la memoria sobre el primer pecado, recomienda san Ignacio en estos primeros ejercicios (Obras, Madrid: BAC, 1997, p. 237). 310 En el Poema heroico a Jess resucitado el propio Adn en los infiernos aduce semejante correspondencia: grande e inmensa fue la culpa ma/ grande, empero dichosa, si se advierte:/ que cost su disculpa vuestra muerte. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 244 Las composiciones siguientes Pues hoy derrrama noche el sentimiento, Si ddivas quebrantan peas duras, Con sacrlega mano el insolente y Cuando escribiste en el sagrado cerro- desarrollan su argumento a partir de las asociaciones que Quevedo inventa entre las piedras resquebrajadas al expirar Jesucristo en la cruz y otros pasajes bblicos en los que la palabra piedra aparece: en Pues hoy derrama noche el sentimiento, con la dureza del corazn del hombre: mas no es de piedra, no, que si lo fuera,/ de lstima de ver a Dios amante,/ entre las otras piedras se rompiera (12-14); en Si ddivas quebrantan peas duras, con la fundacin de la Iglesia sobre la piedra: 311
Sobre piedra tu Iglesia fabricaste, tanto el linaje nuestro ennobleciste, que Dios y hombre piedra te llamaste Pretensin de ser pan nos diferiste y si a la tentacin se lo negaste al Sacramento en ti lo concediste. (9-14) 312
En Con sacrlega mano el insolente, Quevedo recrea el paso bblico (de san Juan 8, 52-59), en el que se cuenta cmo los judos lanzan sus piedras contra Jess: todas de invidia se quebraron/ de que para instrumento de la vida/ ms quisiese a la Cruz que a todas ellas (12-14). En Cuando escribiste en el sagrado cerro la rotura de las piedras se enlaza con las tablas de la ley lanzadas al suelo por Moiss, en una reiterada comunin de los dos Testamentos. El motivo de las piedras se vuelve en el soneto Si vistes a las piedras quebrantarse en especie de silogismo:: Si supieron las piedras animarse con su muerte en piadosa diligencia, en su resurreccin y en su presencia con ms razn podrn vivificarse. (5-8) 313
Los siguientes sonetos, El ver correr de Dios la sangre clara y Hoy por el mar Bermejo del pecado, completan la principal composicin del lugar del que comienza a meditar: el coloquio con la Virgen. El primero, con una parfrasis de Mt, 27, 50-51, que describe el dolor de la Virgen ante el instante de la muerte de Jess; y el segundo, con el tema polmico de la inmaculada Concepcin. La disputa sobre este asunto, que en el siglo XIX se convertir en dogma, crece a
311 El Psalmo 117, 22 define as a Jess, Lapidem quem reprobaverunt aedificantes, hic factus est in caput angulis. No se pueden olvidar los tercetos que aducen el episodio en que el demonio tienta a Jess solicitndole que convierta las piedras en panes y el de la institucin de la Eucarista, en dos pasajes distintos del evangelio de san Mateo (Mt 4, 3 y Mt 26, 26). 312 Vase sobre este soneto y sobre los dems sobre el mismo motivo de las piedras el trabajo de Santiago Fernndez Mosquera, Quevedo y las piedras en Quevedo en Manhattan, Madrid: Visor, 2004, pp. 81-109. 313 En el Poema heroico a Cristo resucitado se oye semejante argumentacin: Si cuando muri Cristo se rompieron / las piedras que el dolor inmenso advierte / mal los duros hebreos pretendieron / fabricarle con piedras crcel fuerte: / como de su, del mrmol presumieron / la dureza, sin ver que pues su muerte / le anim con dolor en su partida, / mejor le animar con gloria y vida (745-752). Esta estrofa figura en la versin de Las tres musas, pero no as en las otras que Jos Mannuel Blecua juzga como anteriores (Obra potica, I, ob. cit., pp. 339-373). LA MUSA URANIA. POESA SACRA 245
comienzos del siglo XVII. La singularidad del poema quevediano consiste en la inventio de un concepto a partir de la comparacin entre la concepcin sin mcula de la Virgen con el paso del pueblo judo por el mar Rojo descrito en el libro del xodo: Hoy por el mar Bermejo del pecado (...) pasa Virgen essento, y respetado vuestro ser de los golfos procelosos, assi por los decretos misteriosos en vuestra Concepcion fue decretado. (1, 5-8) En una segunda parte, entre los sonetos 9 y 20, Quevedo desarrolla el tema del rey cristiano, mano o extremidad del poder divino. 314
En estas composiciones se pueden establecer algunos pequeos subgrupos: del 9-11, sobre las frgiles pretensiones de los hombres, de clara tendencia moral; del 14 al 16, sobre la actuacin del poder, con el prncipe como protagonista de sus observaciones; y del 17 al 20, sobre la desviacin tirnica del poder. Se trata de composiciones de ms profunda dimensin poltico-moral, aunque esta distincin proceda de la lectura actual de estos versos, que desvincula a priori lo sacro de la reflexin moralizante. El soneto Tus decretos, Seor, altos y eternos, que inaugura esta agrupacin de poemas, muestra el vnculo del pecado original con la muerte redentora de Jesucristo, 315 pero no olvida su condicin de rey y, de forma implcita, la leccin moral que de su vida pueden extraer los gobernantes: Cuando naciste humilde te llevaron mirra los reyes; mueres Rey y luego el tributo te vuelven en bebida. Para morir, Seor, te coronaron; hallas muerte en palacio, guerra y fuego, y en el pesebre, Reyes, paz y vida. (9-14) Si nunca descorts pregunt vano, incluido por Blecua dentro de los poemas morales, quiz por su notoria expresin amonestadora, 316 presenta la tpica idea, surgida de la epstola de san Pablo a los romanos (9, 20-21) y aprehendida por el neoestoicismo, del hombre como polvo destinado con la muerte al mismo polvo. Sin embargo, la alusin al tirano el todo presumido de
314 Tal vez sigan el consejo ignaciano, propuesto para la segunda semana de los Ejercicios espirituales, de considerar la deuda con Cristo como rey de los hombres: El primer punto es poner delante de m un rey humano, elegido de mano de Dios nuestro Seor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los prncipes y hombres cristianos (Obras, Madrid: BAC, 1997, p. 246). 315 En Virtud militante, en el captulo dedicado a la ingratitud, Quevedo recurrir a las mismas ideas e imgenes: en el pesebre adonde acaba de nazer de madre libre de la culpa, porque biene a morir, naze entre nxeles i reyes. En la cruz donde le ponen las culpas, i el peccado primero, muere entre delinquentes en medio de dos ladrones. All que naze de purssima madre le ofrezen la mirra. Aqu que muere por los culpados, y em poder de los ministros impuros se la dan a beber (p. 110). Tambin en Poltica de Dios (I, 1) se insiste en esta relacin (Francisco de Quevedo, Poltica de Dios, ed. de James O. Crosby, Madrid: Castalia, 1966, pp. 43-45). 316 Jos Manuel Blecua (Obra potica, Madrid: Castalia, 1969, tomo I, p. 255) lo incluy entre los poemas morales (nmero 133) por su naturaleza recriminatoria. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 246 tirano,/ a nueve lunas peso congojoso (5-6) aade de forma secundaria el tema de la soberbia del poderoso. En el soneto siguiente, Es la soberbia artfice engaoso, que Gonzlez de Salas incluy en la musa Polimnia con versin diferente, 317 recurre al exemplum de la estatua de oro y plata de Nabucodonosor (Dn 2, 31-32), con pies de barro, como imagen representada de la osada humana. 318 Estos tres sonetos, engarzados por la metfora del barro o del polvo referida al cuerpo humano, introducen como elementos esencial el discurso sobre el poder y la locura humana: El polvo de que t quisiste hacernos advertidos nos tiene ya castigados, y tus aos viviste dl preciados mas solos y ms pobres los ms tiernos (9: 5-8) Si nunca descorts pregunt vano el polvo vuelto en barro peligroso por qu me obraste vil o generoso al Autor, a la rueda o a la mano? (10: 1-4) No alcanz el oro a ver desde la altura la guija que rompi con ligereza, el barro que olvid rica locura. El que pusiere el barro en la cabeza, y a los pies del metal la masa dura, tendr con hermosura fortaleza. (11: 9-14) El elogio Sea, que, descansando la corriente, que viene a continuacin, parece desubicado en todo este contexto: el propio Gonzlez de Salas lo incluy en la musa Clo como un poema encomistico. El objeto de la alabanza es la custodia que para el Santsimo Sacramento dio al Convento de san Pablo de Valladolid el duque de Lerma. Se trata de un kphrasis que intenta poner de manifiesto uno de los propsitos de la doctrina contrarreformista: el dogma en defensa de la veneracin de los signos visibles de la divinidad y de los santos: fue bien que el Cielo tal compuesto hiciese porque podis decir, Duque glorioso, que, aunque imitado y breve, le dais Cielo. (12-14) El siguiente soneto, No ves a Behemoth, cuyas costillas, parte de un pasaje del libro de Job (Ib 40, 10) en el que se describe el Leviathan, en el que el demonio aparece con costillas como lminas finsimas de acero y dientes que
317 Alfonso Rey (Poesa moral. Polimnia, ob. cit., p. 31) estima la posibilidad de una doble lectura de un mismo texto: moral en Polimnia, sacro en la musa Urania. 318 Tanto en Providencia de Dios como en Virtud militante Quevedo destaca esta representacin; en esta ltima, por ejemplo, con ntidas consideraciones polticas: No e dicho de qu es la soberbia, i qules son sus miembros, mas har que lo bean todos en la estatua de Nebucadnezar. Toda ella representaba monarchas i tiranas, i poderos que caieron; representbalos todos con oro plata hierro, i bronze, porque la cabeza i lo ms principal de la soberbia es codizia, i sed de thesoros (lo que siempre fue forzosa ruina del poder, i de las monarchas (...). Al contrario la Sancta Madre Iglesia, para fortalezernos en la cabeza nos pone el lodo, i nos manda poner el oro, i la plata debaxo de los pies.(Francisco de Quevedo, Virtud militante, ob. cit., p. 155). LA MUSA URANIA. POESA SACRA 247
asemejan cuchillas. La mostracin del mal como un monstruo horrible construye los cuartetos: No ves a Behemoth, cuyas costillas son lminas finsimas de acero, cuya boca al Jordn presume entero con un sorbo enjugar fondo y orillas? Por dientes no le ves blandir cuchillas, morder hambriento y quebrantar guerrero: que tiene por garganta y tragadero del infierno las puertas amarillas? (1-8) Mientras los tercetos conducen el poema a la enseanza del pecado de la soberbia: Sus fuerzas sobre todos son venenos,/ l es el rey que contra Dios pelea,/ rey de los hijos de soberbia llenos. 319 La disputa escatolgica se presenta conforme a la clebre metonimia de san Ignacio de las dos banderas: a un lado, Jesucristo; al otro, Lucifer. La figura horrible y espantosa
que se asienta en medio del gran campo de Babilonia, tal y como la describen los Ejercicios espirituales ignacianos, 320
es la que Quevedo pinta en este soneto de muy posible censura poltica. 321
Semejante a la que se encuentra en el soneto A maldecir el pueblo en un jumento, uno de los ejemplos ms evidentes. Quevedo toma el exemplum de la mula de Balaam (Nm 22-24) que fue capaz de convencer a su amo de la defensa de Yahv. Aduce el ejemplo bblico como contraposicin al mal ministro, que en lugar de auxiliar a su amo le aleja de sus obligaciones. El contraste con el que concluye el poema hall el cielo obediencia ms perfecta/ en mala bestia que en ministro malo (13-14)- no deja lugar a dudas sobre las intenciones de Quevedo al alertar a los gobernantes: a nadie se le pueden escapar las referencias a los validos (probablemente a Olivares, ya que se desconocen las fechas de redaccin) que abandonan a sus reyes: Dios, que mira del pueblo el detrimento, rey en guardar su pueblo desvelado, clemente opone a su camino, armado de su milicia, esplndido portento. (5-8) 322
Seor, si es el reinar ser escupido, el soneto siguiente, basado en el pasaje de san Marcos (Mc 14, 65) en que Jess es escarnecido delante del Sanedrn, exalta el dolor de su padecimiento con el propsito de servir de ejemplo a los reyes, que deben ver en Cristo, rey como ellos, el modelo que les
319 Vase el comentario de Fernndez Mosquera sobre este soneto: Comentario al soneto No ves a Behemoth, cuyas costillas, La Perinola 6(2002), pp. 89-107. 320 San Ignacio, Obras, ob. cit., p. 254. 321 Los versos primeros del Poema heroico de Cristo resucitado reproducen semejante retrato amenazador de los infiernos y de su prncipe; en esa pintura no falta, curiosamente, la mencin expresa a las dos banderas, imagen fundamental de la doctrina devota de la Societas Iesu. 322 En la peroratio de Execracin contra los judos se recurre a este exemplum, con implicaciones polticas an ms evidentes mediante expresiones muy similares: Considerad, Seor, que, siendo Balaam ministro inmediato de Dios, con quien despachaba a boca, fi antes su obediencia de la mala bestia que del ministro malo (Francisco de Quevedo, Execracin contra los judos, ed. Fernando Cabo y Santiago F. Mosquera, Barcelona: Crtica, 1996, p. 43). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 248 advierta de su humildad esencial: Si tal hacen con Dios vasallos ruines,/ en cul corona faltarn abrojos?/ qu cetro habr seguro de estos fines? (12-14). 323 El poema siguiente, Llmanle rey y vndanle los ojos, cuyo verso inicial repite con levsimas variantes el noveno del soneto anterior, repite la misma idea de Cristo rey como ejemplo de actuacin para los prncipes. Tanto en un poema como en otro se desarrolla la idea arraigada en Quevedo de la imitatio christi del monarca, que debe ejercer siempre su poder con padecimiento semejante al de Cristo: La paz compra a su pueblo con su guerra;/ en s gasta las puntas y la espada:/ aprended de l los que regs la tierra (12-14). El soneto Un nuevo corazn, un hombre nuevo sigue sin duda a san Pablo. La primera parte, segn sugiere Elizabeth B. Davis, appears to have been inspired in Psalm 51:10, where David confesses his adultery with Bathsheba, asking for Gods forgiveness. 324 En efecto, el salmo referido, el 50 de la Vulgata, puede ser la fuente de los primeros versos: cor mundum crea mihi Deus et spiritum stabilem renova in visceribus meis, aunque la idea del hombre nuevo se repite en varios pasajes de las epstolas de san Pablo, como en la dirigida a los Colosenses (Col 3, 9-10), que muy probablemente le sugiere adems las ideas de la desnudez del primer cuarteto (expoliantes vos veterem hominem cum actibus suis) y de la imago (et induentes novum eum, qui renovatur in agnitionem secundum imaginem eius qui creavit illum) que aparece en el primer terceto; o la epstola a los Efesios (Eph 4, 23-24): Renovamini autem spiritu mentis vestrae et induite novum hominem, qui secundum Deum creatus est in iustitia et sanctitate veritatis. 325 La idea tambin paulina (1 Tm 6, 5-6) de que los hombres deben dejar que sea Dios quien les otorgue la salvacin fundamenta el soneto quevediano; llevada la argumentacin al extremo, la propia peticin de misericordia se convierte en un deseo vano y mal comprendido: Haz lo que pide verme cual me veo/ no lo que pido yo; pues de perdido/ recato mi salud de mi deseo (12-14). 326
El tema del prncipe soberbio que contraviene la ley divina, ejemplificado con el rey Baltasar, y el tema del tirano, con Can, centran los sonetos siguientes: De los misterios a los brindis llevas y Can por ms bien visto, tu fiereza. En
323 La ltima frase del primer captulo de la primera parte de Poltica de Dios transmite la misma idea con voces muy similares: Crece Cristo, y en entrando en l al umbral, remitido de los pontfices, dicen los evangelistas, que para coronarle de rey le desnudaron, y le pusieron la prpura, una corona de espinas y una caa por cetro, y que burlaban de l y le escupan. Seor, si en palacio hacen burla de Cristo, Dios y hombre y verdadero rey, bien pueden temer mayores excesos los reyes, y conocer que la boca que los aconseja mal, los escupe. 324 Elizabeth B. Davis, The Religious Poetry..., ob. cit., p. 70. 325 Eric M. Furr vincula este poema con las indicaciones de san Ignacio para la segunda semana de sus Ejercicios espirituales para meditar sobre el alma aprisionada en el cuerpo y con los Holy sonnets de John Donne. (Herclito cristiano: Quevedos meditative cicle, Dissertation, Kentucky: 1986, pp. 68-69). 326 Vase el comentario de este poema en Schwartz-Arellano (Un Herclito cristiano..., ed. cit., pginas 16 y 681). Los ecos, en cualquier caso, de Mt 26, 39, Mc 14, 36, de las palabras que Jess dirige a su padre en la agona de Getseman, que luego Quevedo volver a recrear, tambin deben ser tenidas en cuenta: sed non quod ego volo sed quod tu. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 249
el primero, que Gonzlez de Salas haba publicado en El Parnaso espaol, 327
Quevedo introduce en la reconvencin del rey un implcito denuesto de la hereja, aplicable, por supuesto, a las circunstancias histricas de una monarqua hispnica empeada en el combate contra los extranjeros: De los misterios a los brindis llevas, oh Baltasar! los vasos ms divinos, y de los sacrificios a los vinos en que injurias de Dios bebas. Que a disfamar los clices te atrevas, que vinieron del templo peregrinos juntando a ceremonias desatinos en la vajilla de blasfemias nuevas. 328
El segundo poema se basa, como demuestra Sagrario Lpez Poza, en una sntesis de varios sermones (el 4, el 109 y el 147) de san Pedro Crislogo, quien a su vez emplea el correspondiente pasaje del Gnesis (Gn 4, 4-10) como punto de partida de su homila sobre la envidia. 329 La misma aplicacin coyuntural a los acontecimientos histricos, que se adverta en el poema sobre el rey Baltasar, se puede ver, aunque de forma bien curiosa, en el poema Los ojos, Jeremas, con que leo. Quevedo revela que el trmino aquiln del pasaje de la profeca de Jeremas (Ier 1, 13-14) se refiere a los sbditos del Rey de Suecia, enemigo constante de la monarqua hispnica. 330 La premonicin de Jeremas 331 se complementa con la profeca de Sofonas (2, 1-13), que anuncia el apocalipsis, el dies irae. Quevedo advierte del cumplimiento de la profeca, con palabras de resignacin hacia el poder divino: Del aquiln a todos se parte/ el mal: djolo Dios, as sucede:/ no vale contra el Cielo fuerza o arte.
327 Es ste otro ejemplo de cmo una misma composicin puede adquirir nuevos sentidos en relacin al contexto en el que figure. 328 La figura de Baltasar aparecer tambin en el soneto Cont tu reino Dios: hale cumplido, con evidente propsito poltico, que aqu resulta menos decidido. El mismo ejemplo emplea Quevedo en Providencia de Dios y a propsito de la hereja: Leemos este estilo en la pared de Baltasar, donde tres palabras fueron los postres de su banquete y de su seoro. Trujo los vasos sagrados de los sacrificios a los brindis, del altar al aparador. Pudo la mano que apareci en la pared quitarlos de la suya, y quitarle con ella la vida; y slo escribi medio rengln. No condena Dios sin hacer cargo y dar traslado y razn de la sentencia a la parte (en Obras, BAE, tomo XLVIII, p. 208a-b). 329 Sagrario Lpez Poza, Francisco de Quevedo y la literatura patrstica, , ob. cit., pp. 210- 211. La preferencia de Quevedo por este asunto es notable: en Poltica de Dios, en la Respuesta al padre Pineda y en Virtud militante comenta las palabras de Crislogo referidas a la envidia, con la historia de Can y Abel como teln bblico de fondo. Pero es en el primer captulo de la primera parte de Poltica de Dios donde la aplicacin bblica al terreno poltico se hace ms evidente, al relacionar Abel y Can con el ejercicio de la privanza: Muere Abel justo porque le envidian el ser ms bien visto de Dios; vive Can que le dio muerte. Tal vez por secretas permisiones divinas, es ms ejecutiva la muerte con el que priva que con el fratricida. 330 Recurdese el soneto funeral de Quevedo al tmulo del rey de Suecia, Rayo ardiente del mar helado y fro: Incendio primognito del yelo,/logr las amenazas de mi bro./ Fatigu de Alemania el grande ro;/ crecle y calent con sangre el suelo;/ azote permitido fui del cielo/ y terror del augusto seoro (3-8). 331 La condena de todo lo que viene del norte ya haba sido empleada como tpico durante el siglo XVI para alertar sobre la doctrina luterana. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 250 Los sonetos Si mereciendo sillas Juan y Diego, Tened a Cristo son palabras vivas, No alma no, ni la conciencia fes, Athlante, que en la Cruz sustentas Cielo y Cont tu reino Dios, hale cumplido, apuntan, con exempla bblicos, interesantes consideraciones sobre el poder, de marcado carcter coyuntural, como en los casos anteriores. Ocupan un lugar intermedio en la coleccin de soneto sacros, entre los de contenido poltico y los de orden ms doctrinal que darn fin al conjunto. El primer soneto se centra en la peticin de la madre de los Zebedeo (Mt 20, 20-23 y Mc 10, 38) de que sus hijos se sienten a los lados del trono celestial. El rechazo de Cristo a la solicitud de los apstoles supone un argumento de peso a la crtica que Quevedo realiza en buena parte de su poesa moral a las peticiones interesadas: Si, mereciendo sillas Juan y Diego dice Cristo que erraron en pedillas, al que sin merecellas pide sillas ms le valiera ser mudo que ciego.(...) Slo se sienta quien el Cliz bebe; la cruz el trono en la pasin dispensa el descanso al tormento se le debe. (1-4, 9-11) En Poltica de Dios (I, 2 y I, 7), se traslada este pasaje al mbito del gobierno, por lo que no resulta descartable esta imbricacin del exemplum evanglico con una interpretacin poltica: con notable sequedad y aspereza responde Cristo a sus validos y deudos. As se ha de hacer, Seor. Y quin negar que as se ha de hacer, si Cristo lo hace as? () No slo se ha de reprender, pero no se ha de dar al que pide con vanidad y codicia; y siempre han de ser a vuestra majestad sospechosas las consultas de la comodidad propia y de la necesidad ajena. 332
El poema Tened a Cristo, son palabras vivas se fundamenta formalmente sobre una diloga (ms bien un caso ejemplar de emphasis retrico) a partir de las palabras que Judas pronuncia al entregar a Cristo, ipse est, tenete eum (Mt 26,48), coincidentes con las que el sacerdote dice al repartir la comunin. El verbo tenere se emplea con dos sentidos contrapuestos: el tenere de Judas implica inters espurio y el tenere de la hostia consagrada lleva la redencin; Quevedo, en el poema, conjuga ambos, para conferirle una insinuante denuncia: Por la mano de Judas no recibas,/ Licino, a Christo, que a prenderle ayudas (5-6). El poema advierte a Licino de que se abstenga de haber tratos con el sacrlego hipcrita que pretende/ que le tengas as sacramentado,/ porque le tengas t cuando le vende (9-11). A la luz de los tratos del conde-duque con los prestamistas portugueses de origen judo, execrados por Quevedo en otras ocasiones, el poema podra leerse, de confirmarse con otros datos esta conjetura, como un claro argumento contra la poltica del valido de Felipe IV.
332 En Poltica de Dios (II, 2 y 14) reaparece este asunto, comparado con el del buen ladrn que no pregunta si estar con Jess en el paraso. En el Memorial por el patronato de Santiago el episodio se usa con el fin de argumentar contra la pretensin de los carmelitas de que santa Teresa comparta el patronazgo de Espaa: Ni fuera indignidad que los padres oyeran estas palabras cuando pretenden para santa Teresa lo que toca a Santiago, pues Santiago las oy de Cristo cuando pretendi lo que tocaba a san Pedro. La diferencia es que all habl la madre por los hijos y aqu hablan los hijos por la madre (Obras, BAE, tomo XXIII, p. 224a). LA MUSA URANIA. POESA SACRA 251
La alusin a Judas y a esos mismos tratos se puede ver en el primer cuarteto del soneto siguiente: No alma no, ni la conciencia fes, autorizado por otro pasaje del mismo captulo de san Mateo (Mt 26, 15): 333
No alma, no, ni la conciencia fes del que te ofrece a Cristo si le vende: quien te pide inters, por l pretende que del Seor que compres te desves. (1-4) La palabra inters vuelve a ser empleada con un emphasis que conduce al lector a dos lecturas complementarias: el aparente tema de la caridad desinteresada muestra por detrs una interesante condena de las actuaciones del conde-duque: Judas dice Qu quieres darme? Cristo/ dice: Quiere y tendrs la gloria ma. 334
El soneto Athlante, que en la Cruz sustentas Cielo se basa en una explotacin ingeniosa del episodio de Simn Cireneo (Mt 27,31), del que se destacan dos paradojas: una, que quien ayuda a Cristo a llevar la cruz tambin se apresta a crucificarlo, y dos, que, al conducirlo antes a la muerte, tambin anticipa la hora de la redencin de los hombres y, por tanto, de la suya propia: Llevar parte del leo soberano/ es a la redencin que las espera / llevarte tus pecados con tu mano. En Poltica de Dios (II, 14) se considera al Cireneo con parecida significacin: como un colaborador necesario para la misma pasin de Cristo, aunque las menciones al rey enseguida adquieren connotaciones polticas, probablemente formuladas en modo de clave: como el Cirineo era hombre, lo poco del leo que aliger con los braos, carg inmensamente con sus culpas. SEOR, quien v delante del Rey, le arrastra, no le sirve: quien v al lado, le arrempuja, y le esconde, no le acompaa. 335
Del libro de Daniel, Las puertas del infierno siempre abiertas parece destinada contra los tiranos, si se toma como apropiado y de Quevedo- el epgrafe que acompaa al texto: Amenaza a los tiranos, que fiados en los metales preciosos en que crecen, pretenden prevalecer contra la piedra sobre que fund Cristo su iglesia. Basado por analoga con el episodio de la estatua dorada de Nabucodonosor (Dn 3) el poema resalta cmo la nave y la piedra, los dos smbolos esenciales de la Iglesia, pueden contra la ereccin de la vanidad en forma de metales: Las puertas del infierno siempre abiertas no prevalecern contra la nave
333 La cita bblica figura en el epgrafe y sirve tambin de argumento en el captulo de la ingratitud en Virtud militante (Francisco de Quevedo, Virtud militante, ob. cit., p. 117). 334 Sobre la relacin entre estos poemas y la poltica econmica del conde-duque, vase mi trabajo sobre la poesa religiosa ya citado. 335 Francisco de Quevedo, Poltica de Dios, ob. cit., p. 223. En la portada del poema heroico El Fernando o Sevilla restaurada del Conde de la Roca en 1632 aparece en figura de Atlas, desnudo y vestido, sobrellevando el mundo el propio conde-duque de Olivares: podra Quevedo apuntar a esta imagen? 335 A mi juicio, dado el lugar que ocupa el poema en esta coleccin, dadas sus conexiones con los anteriores y con el pasaje de Poltica de Dios en el que habla de la actitud de los validos y allegados al rey, no parece inoportuna consideracin semejante. De esta manera, estos sonetos sacros acaban convirtindose, por un nimo polmico de Quevedo, en acerbas dianas contra el poder, alejado de los presupuestos tericos del providencialismo y prximos a las reprobables acciones sostenidas por una discutible razn de Estado. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 252 y piedra, y quieres t contra su llave que prevalezcan tus nefandas puertas? (1-4). Con ecos del libro de Job (Ib, 38,17) y de Isaas (60, 18) en lo que se refiere a las puertas abiertas del infierno, la robustez de la piedra (sobre la que se erige el mismo templo de Dios) prevalecer siempre sobre la falsa y frgil construccin de la estatua de Nabucodonosor, slo sustentada por la futilidad de la riqueza material: la piedra derrib la estatua vana/ no la estatua a la piedra vencedora. El soneto Cont tu reino Dios, hale cumplido recrea el pasaje de la mano que escribe en el banquete de Baltasar las palabras premonitorias: Mane, Thecel, Fares (Dn 5, 25-28). El poema se atiene, con glosa detenida, a la letra del viejo testamento, pero sus indicaciones contra los reyes que olvidan sus obligaciones invitan a pensar en crticas ms cercanas: el terceto final, que resume las interpretaciones de las tres palabras, apunta a circunstancias tal vez reconocibles: Dios para castigar primero cuenta;/ pesa despus su mano, y con los dedos/ escribe: divisin, muerte y afrenta. La actualizacin de estas palabras, muy conocidas por todos, slo se pueden explicar con intenciones recriminatorias hacia el gobernante alejado de sus tareas. 336
Menos connotados polticamente, los dems sonetos se corresponden con la pasin cristiana, vista desde un ngulo ms devocional. Las siete ltimas palabras de Jess en la cruz pueden servir de hilo conductor en, al menos, cinco composiciones: 337 la primera palabra, Ignosce illis, quia nescunt quid faciunt, aparece en el soneto Vinagre y hiel para sus labios pide; la segunda, Hodie mecum eris in paradiso, en Oh vista de ladrn bien desvelado; la tercera, Mulier ecce filius tuus, ecce mater tua, en Mujer llama a su madre, cuando expira, la quinta, Sitio, en Dice que tiene sed siendo bebida, la sexta, Consummatum est, en Si de vos pasa el cliz de amargura, en combinacin con la frase transeat a me calix iste de la oracin del huerto. Estos poemas evocan los instantes cruciales de la passio christi, con claro nfasis en el acto de perdonar y redimir, con ella, a la humanidad. La imagen del crucificado del soneto Vinagre y hiel para sus labios pide (Lc 23, 34) refuerza el tema del perdn al desarrollar la glosa de la primera de las siete palabras pronunciadas por Jess antes de morir: Ignosce illis, quia nescunt quid faciunt. Se engarza con el soneto Dice que tiene sed siendo bebida por la imagen de la esponja de vinagre y hiel (Io, 19, 28), aunque ste surge, a
336 No deja de ser significativo el intento quevediano de recurrir a los pasajes bblicos de los Reyes o de la monarqua hebrea, con el fin de que los lectores asimilen o procuren las analogas con su tiempo. Ya en el poema De los misterios a los brindis llevas sobre la figura de Baltasar, la crtica contra los herejes (la alusin al desprecio del cliz o de la Eucarista) se apoya en textos de la Biblia, con claras analogas. 337 Quevedo escribi al final de Las cuatro fantasmas de la vida una oratio rotulada Afecto fervoroso del alma agonizante para acabar el tratado (que es el postrero de todos) con las mismas siete palabras con que acab Jesucristo de matar nuestra muerte. Las siete palabras, que el propio Quevedo glosa, son: Padre, perdnalos, que no saben lo que hacen, Hoy sers conmigo en el paraso, Discpulo, ves ah a tu Madre? Mujer ves ah a tu hijo, Dios mo, Dios mo, por qu me desamparaste?, Sed tengo, Ya se ha acabado y En tus manos encomiendo mi espritu (en Obras, BAE, tomo XLVIII, pp. 192-193). Muy probablemente el antecedente de este motivo se halla en el clebre Sermn de las siete palabras del cardenal jesuita Roberto Belarmino, como explico en mi trabajo citado sobre la poesa religiosa. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 253
inspiracin del Sermn de Belarmino, como exgesis potica de la quinta palabra: Sitio, tengo sed. Mientras el cardenal apura el sentido de este verbo con reflexiones sobre los pensamientos de Cristo, Quevedo prefiere centrarse en la imagen de la Virgen contemplando la cruz, cuya muda pintura mueve a piedad, conforme a los dictados tridentinos: 338
La Paloma sin hiel, que le acompaa a su hijo en la boca vio con ella y sangre y llanto al uno y otro baa. Perlas que llora en una y otra estrella le ofrece en recompensa de la caa, cuando gust la hiel que bebi ella (9-14). El soneto Mujer llama a su madre, cuando expira recrea la tercera palabra, Mulier ecce filius tuus, ecce mater tua (Io 19, 26-27), con la correspondencia de la crucifixin con el primer pecado. Los tercetos sustancian la idea central de vincular a la Virgen con Eva: Eva, siendo mujer que no haba sido madre, su muerte ocasion en pecado y en el rbol el leo a que est asido. Y, porque la mujer ha restaurado lo que solo mujer haba perdido, mujer la llama y madre la ha prestado. 339
La sexta palabra da pie a la composicin de Si de vos pasa el cliz de amargura, vinculada a las palabras que dirigi Jess a su padre en el monte de los Olivos (Mt 26, 39). De nuevo, la cita bblica le sirve a Quevedo para relacionar el significado de cliz como sufrimiento y la idea de cliz como remisin de los pecados. 340 Y, finalmente, las palabras que Jesucristo dirige al buen ladrn (Lc 23, 42-44) nutren el desarrollo del soneto Oh vista de ladrn bien desvelado. Todo funciona como una exgesis lrica de las palabras con que Jess ofrece al ladrn la gloria, hodie me cum in paradiso. Quevedo opera como en los casos anteriores y hace corresponder este instante de la pasin con la epstola que san Pablo dirige
338 En la Oracin que hizo Cristo en el huerto Quevedo retoma esas mismas ideas sobre la base de la crucifixin, poniendo en boca de Cristo las siguientes palabras: Corrern igualmente lgrimas de sus ojos y sangre de mis venas? Verme con la hiel en los labios la paloma sin hiel, y tendrla en el corazn? No la beber yo, y beberla ella?. (Francisco de Quevedo, Obras, BAE, tomo XLVIII, ob. cit., p. 361). En el poema Para cantar las lgrimas que lloro se pueden leer tambin parecidas palabras: Hoy las rosas divinas/ se coronan de espinas;/ y hoy, cuando rompe el lazo de la culpa/ la Paloma sin hiel (a quien no toca),/ a su Hijo con ella ve en la boca (52-56) (Jos Manuel Blecua, Obra potica, tomo I, p. 193) 339 Vase sobre este aspecto Varela Gestoso (Algunas fuentes , art. cit. p. 350), quien sostiene que motivos como ste se haban constituido en verdaderos tpicos de la tradicin cristiana y como tales haban sido recreados hasta la saciedad por los comentaristas bblicos. Varela Gestoso vincula este motivo con las medievales Meditationes vitae Christi, cuyas argumentaciones se extendieron entre predicadores y poetas. 340 En la Oracin que hizo Cristo en el huerto lo explica con claridad: Esta es la noche de los dos clices con que el amor satisface toda su sed: el que ha dado a los mos, que t me diste, es de vida; el que me dais de muerte, beberle y no pasar de m (Obras, BAE, tomo XLVIII, ob. cit., p. 362). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 254 a los Filipenses (Fil 2, 6), en donde les anima a ser humildes: hoc enim sentite in vobis quod et in Christo Iesu qui cum in forma Dei esset non rapinam arbitratus est esse se aequalem Deo. El aadido de Quevedo, tal vez procedente del Sermn de las siete palabras del cardenal Belarmino, otorga al buen ladrn la discrecin de saber reconocer en el padecimiento de Jess la propia presencia del paraso: Oh vista de ladrn bien desvelado, pues, estando en castigo tan severo, vio reino en el suplicio, y el madero y rey en cuerpo herido y justiciado! (1-4) Slo que de l se acuerde le peda, cuando en su reino celestial se viere, y ofrecisele Cristo el mismo da.(9-12) El asunto aparece tratado muy extensamente en el captulo XIV de la segunda parte de Poltica de Dios, con la particularidad notable de que Quevedo afina el parangn entre la solicitud del buen ladrn con la de otros que pretenden (con este verbo de connotaciones negativas en la terminologa poltica) de Jesucristo ms definidos privilegios y mercedes: 341 La composicin potica no entra en ese mbito de forma abierta, pero admite la posibilidad de ser interpretada bajo los ojos dispuestos a una lectura ntegra y exhaustiva de la obra quevediana. Fuera de este corpus de composiciones relacionadas con las palabras ltimas de Jess, se hallan sonetos sobre temas diversos de la doctrina. El soneto Pues hoy pretendo ser tu monumento, de tono confesional, 342 trata el tema de la eucarista. El tpico paulino del hombre nuevo vuelve a aparecer, al transformar el cuerpo del hombre que comulga en sepultura para el cuerpo de Cristo: hoy te entierras en m, siervo villano,/ sepulcro a tanto hueesped vil y estrecho,/ indigno de tu Cuerpo soberano (9-11). Quevedo expone una relacin inslita, pues trasciende la idea desarrollada en varios lugares de su poesa del cuerpo del hombre como sepulcro porttil del alma. En este soneto, la boca que acoge el corpus christi se ve como la puerta de la tumba y, como consecuencia de la aplicacin analgica, el pecho es la lpida y la conciencia, el gusano que devora por dentro: Tierra te cubre en m, de tierra hecho,/ la conciencia me sirve de gusano, /mrmol para cubrirte da mi pecho (12-14). Sobre la eucarista tambin trata el soneto Si a Dios me debo todo, porque he sido, a partir de una glosa de las consideraciones de san Bernardo sobre la comunin como acto capital de la devocin cristiana. 343 El pasaje de san
341 Recorra V. M. la vida de Cristo, y ver que niega a su lado sillas a dos Privados, a dos Apostoles, a dos parientes; y admite a su lado Cruzes, y ladrones. De los quales el que pide a Cristo que se baxe de su oficio (que es su Cruz) se condena: y el que sin entremeterse con la del Rey padece en la suya, y no pide en el Reyno parte, sino Memoria, se salva. En el Imperio de Dios no logra el mal ladron sus blasfemias acomodadas, y goza el bueno su negociacion humilde, y reconocida (Poltica de Dios, II, 14; ob. cit., p. 222). Tambin es posible ver esa argumentacin en Virtud militante en el captulo sobre la ingratitud (Quevedo, Virtud militante, ob. cit., p. 116). 342 El poema figura tambin en el Herclito cristiano de vora y del Cancionero de 1628. 343 Se trata del final del captulo V, Christiano quantum incumbat debitum amoris de sus Tratados morales, doctrinales y polmicos: si totum me debeo pro me facto, quid addam iam LA MUSA URANIA. POESA SACRA 255
Bernardo, lleno de juegos verbales, condiciona la elocutio conceptista de Quevedo en este soneto, que puede ser analizado como una amplificatio rigurosa del original: Si a Dios me debo todo, porque he sido a semejanza suya fabricado, redimido por el primer pecado que lo podr aadir agradecido. No fui tan fcilmente redimido, como hecho, que esto bien mirado a m me dio a m propio, y humanado a s, y a m me dio de amor vencido. Pues aadi el morir por darme vida, en este alcance agotar el guarismo, mas fueme su piedad tan socorrida, que porque satisfaga a tanto abismo de beneficios, se me dio en comida, y as por m fue paga de s mismo.
Los sonetos Ves que se precia Dios de juez severo y Pura, sedienta y mal alimentada recrean el asunto capital de la pobreza y, vinculado a l, el de la caridad. Con las palabras del sermn 42, De ieiunio et eleemosyna, de san Pedro Crislogo (da ergo panem, da potum, da vestimentum), que glosa adems el evangelio de Mateo (Mt 25, 31-46), Quevedo desarrolla la idea, bastante extendida entre sus contemporneos, de que la salvacin puede venir del ejercicio de la caridad con los pobres: 344
Da al pobre un jarro de agua, si deseas, que Dios te sea deudor, no juez ardiente, pues por tan poco precio le grangeas. (12-14) No es fcil determinar en este poema un deliberado significado poltico preciso, pero la alusin de los tiranos fulminantes en el primer cuarteto puede interpretarse con ese sentido. Las reflexiones en otros lugares de su obra tratadstica permiten tal conjetura. 345
En el otro soneto, Quevedo, como en otros lugares de su poesa moral y en contextos paganizados, condena la devotio excesiva, falsa u ostentosa. Quevedo defiende en estos versos una devocin humilde, dirigida a la rectitud de la piedad. El estudio de ciertas (y singulares, tambin) composiciones quevedianas
pro me refecto hoc modo: 2 non enim tan facile refectus, quam factus in primo opere me mihi dedit in secundo et mihi et mihi se dedit datus; ergo et reditus me pro me debeo, et vis debeo, sed quid Domino pro se retribuam. 344 Pedro Crislogo, Sermones. Corpus Christianorum. Series Latina XXIV, Turnhout: Brepols, 1975, p. 240. 345 Quevedo concluye el captulo de la pobreza de Las cuatro fantasmas de la vida con el mismo discurso de san Pedro Crislogo: Toda la pretensin de Dios en estas palabras es tener al hombre por acreedor. Dcele que convide al pobre, porque no recibir de l retribucin; empero que la tendr en la resurreccin de los justos. (...) Solicita Dios por este camino ser deudor al hombre. Francisco de Quevedo, Las cuatro fantasmas de la vida, en Obras, BAE, tomo XLVIII, p. 142a. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 256 de naturaleza religiosa 346 quiz resucite viejos debates sobre la firmeza ortodoxa de su credo, en el que el fundamento neoestoico se impregna con seales latentes del reformismo erasmiano: as lo admiten, a mi juicio, los versos del primer terceto de este soneto: Piadosas almas, no ruego logrero/ aprecia tu justicia con metales,/ que falta aliento contra ti al dinero (9-11). El soneto La voluntad de Dios quiere eminente, escrito con ocasin de la muerte violenta de un gran caballero de veinte y seis aos, parte de la idea de que Dios desea la salvacin de todos los hombres: omnes homines vult salvos fieri. Basado en la primera epstola de san Pablo a Timoteo (1 Tim 2, 4), el tema de este soneto constituye uno de los dogmas centrales del Concilio de Trento. En concreto, el establecido en la sesin sexta: el canon XVII, que define la voluntas Dei salvifica, que redime del pecado, sin excepcin, a todos los hombres. Los cuartetos describen el concepto de gratia actualis, distinguida en dos voluntades de naturaleza divina: la praeveniens o antecedens que, como su nombre indica, precede al acto, y la subsequens o cooperans, que acompaa el acto. El epgrafe de la composicin advierte de la naturaleza escolstica del discurso potico y, en efecto, Quevedo describe con pormenores cmo acta la voluntad de Dios en el instante previo, simultneo y posterior de la muerte: La voluntad de Dios quiere eminente que nos salvemos todos, oh Licino!: no asista sola a tu fatal camino de Dios la voluntad antecedente. Merezca a su piedad la subsecuente, tu virtud con su auxilio y el divino rayo preceda siempre matutino a la noche invidiosa y delincuente. (1-8) Quevedo proclama el dogma tridentino de que la concurrencia de ambas voluntades es imprescindible para la salvacin. As concluye el poema: con una recomendacin de orden estoico para preparar la muerte, muy semejante a la que prodigan los sonetos morales quevedianos Prevenga tu conciencia tu partida: / que madruga la muerte en el pecado / y antes ser pasada que creda (12-14). Otro de los temas ms relevantes no slo de la poesa sino de la obra quevediana es el de la ira divina, el castigo que los dioses (que Dios) reserva a los mortales cuando estos vulneran la ley natural. 347 Con la voz del enojo de Dios suena resume las imgenes ms reconocibles, derivadas de la iconografa gentil, de los dioses enojados. La idea de que los rayos y truenos son avisos de los pecados, expresada en los versos con los pecados habla cuando truena/ la
346 Los poemas morales ya estudiados y fundados en la stira segunda de Persio y en la stira sexta de Juvenal son paradigmticos, aunque los tercetos Deja la procesin, sbete al paso que figuran entre las silvas son los versos que ofrecen una invectiva menos profana, al convertir al censurado en impdico e hipcrita exhibicionista de su penitencia cristiana. 347 Vase el soneto Verdugo fue el temor, en cuyas manos: Quin duda ser avisos soberanos,/ aunque el vulgo los tenga por antojos,/ con que el cielo el rigor de sus enojos/ severo ostenta entre temores vanos? (5-8). Tambin lase al comienzo de Execracin contra los judos: Castiga Dios nuestras culpas con permitir que nuestros regocijos sean nuestras lgrimas Francisco de Quevedo, Execracin contra los judos, ob. cit., p. 3. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 257
penitencia por su nombre llama (5-6) sirve para que el yo potico se arrepienta y haga la correspondiente penitencia: Respndale tronando mi suspiro respndanle lloviendo mis dos ojos pues escrita en su luz mi noche miro. (9-11): El soneto Hoy no sabe de s la Astrologa compara los astros del Universo con el nacimiento de Jess que representa la luz en medio de la noche: Ve al Sol en el Cordero y no en el Toro,/ vele en la Virgen por diciembre ardiente/ a la Aurora sin risa, al Sol con lloro (12-14). Alessandro Martinengo estudi este poema a la luz de los intentos de conciliacin de la ciencia astrolgica y la teologa, a partir de las correspondencias entre la astrologa misteriosa y la celeste. Segn Martinengo, Quevedo aboga por la sujecin completa (es decir, anulacin) de la ciencia astrolgica frente a un dogma catlico, el de la Encarnacin: la Encarnacin, en efecto, representando la irrupcin del plano de la trascendencia en el del devenir natural del cosmos, ha logrado sobreponerse, de una vez, a la antigua y siempre renaciente pretensin de los astrlogos, burlando sus pronsticos y arrollando sus profecas, sancionando, en otras palabras () la absoluta primaca de la astrologa celeste (es decir, de la intervencin divina) sobre la ms humana y ambigua de las ciencias. 348 En el ttulo de este soneto se afirma tal superioridad: Al nacimiento, mostrando que la astrologa misteriosa admira a la celeste. Por ltimo, Quevedo incluye en esta musa sonetos basados en tres historias de santos. Son los casos de los poemas Se casto ao bom Joseph nomea a fama, escrito en portugus para celebrar la canonizacin de san Raimundo de Peafort; de Arde Lorenzo y goza en las parrillas, que recrea el instante del martirio del santo hispano; y de De los tiranos hace jornaleros, sobre la lapidacin del protomrtir san Esteban. El primero es un claro ejemplo de poema para concurso, tal y como consigna el epgrafe mismo del soneto: mandse que el soneto fuese en portugus, y que comparase la castidad del santo con alguno de los Patriarcas del Testamento Viejo. Quevedo encontr la relacin con el personaje del casto Jos (Gn 30, 22-24), parangonable a la del santo dominico, fundador de la orden de la Merced. El poema a san Lorenzo sostiene con el sermn 135 in D. Laurentium de san Pedro Crislogo notables afinidades, 349 no slo por la glosa de las palabras que indica el epgrafe, Plus ardebat quam urebat, sino por el sentido que otorga la muerte paralela de san Lorenzo, que alimenta con su cuerpo al enemigo, y la del propio Cristo, que da su cuerpo como alimento a todos los hombres: 350
A Cristo imita en darse en alimento a su enemigo: esfuerzo soberano y ardiente imitacin del Sacramento.(12-14)
348 Alessandro Martinengo, La astrologa en la obra de Quevedo, ob. cit., pp. 147-148. 349 Pedro Crislogo, Sermones. Corpus Christianorum. Series Latina XXIVB, Turnhout: Brepols, 1975, p. 822. 350 No podemos olvidar, como seala Elizabeth B. Davis, el conocido poema de Prudencio sobre san Lorenzo que Ernst R. Curtius expone como ejemplo del uso del humor en la literatura hagiogrfica (The Religious Poetry, ob. cit., pp. 175-178). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 258 El ltimo, que adems cierra la coleccin de sonetos sacros, recrea el episodio de la lapidacin de san Esteban con el fin de otorgar a su sacrificio la categora ejemplar de la imitatio Christi, pilar fundamental del catolicismo postridentino: 351
Cuando con piedras acabar quisieron a Cristo, las neg ser instrumento de su muerte y en ella lo sintieron. Premia en Esteban hoy su sentimiento, pues las da por la muerte que le dieron para reliquias del blasn cruento. El elogio del martirio conforma el fundamento de la doctrina contrarreformista. En la vida de san Pablo el propio Quevedo, a propsito de los jesuitas, encarece la vida de los mrtires y ensalza su muerte admirable y ejemplar: peregrinan, navegan, predican, ensean, escriven, padecen en el mar, en la tierra, en los desiertos y poblados; peligran en los propios y en los estraos y, no menos, in mari et in falsis fratribus, en el mar y en los falsos hermanos. 352
La naturaleza militante de este concepto bsico del hombre religioso del siglo XVII arrumba los sonetos sacros hacia un mbito de propaganda fidei, tal y como ordenan los cnones, de sustancia jesutica. Era esperable que Quevedo asumiera como propio el dictado ortodoxo; sin embargo, estos sonetos van ms all de una resuelta disciplina cannica: interesan porque ofrecen, bajo un discurso religioso, descontento hacia el poder, censuras al mal gobierno o especiales subrayados al discurso dogmtico en torno a la pobreza, la castidad, la exhibicin de la piedad o la inclinacin al martirio. En todos estos versos, en los que Dios, la Virgen Mara o Jesus crucificados son apelados o requeridos, asoma una profunda reflexin sobre el mundo visible, sobre el horizonte social del poder y los comportamientos humanos. Ovillejos El ovillejo aparece considerado como un breve poema, de arbitraria combinacin de heptaslabos y endecaslabos, de predominante tendencia al tema religioso. 353 En la musa Urania figuran, en forma de recreacin heroica, cinco ovillejos; a mi juicio, tres ovillejos y dos borradores de composiciones inconclusas, aunque este extremo puede resultar difcil de argumentar: el rotulado ovillejo Esta que a vuestros ojos se ofrece coincide en sus primeros
351 En el relato de la vida de san Pablo se lee: Fue aquel lugar teatro digno de que se rompiessen los cielos para tan maravilloso espectculo donde por Christo, de quien se dize era piedra Estevan, que era piedra ass en sufrir, sufra las heridas de las piedras que le tiravan los que eran piedras en la dureza, siendo la piedra angular premio de la piedra que se coronava con las heridas de las piedras que le arrojavan los hombres, enjoyndole con lo que le davan muerte, y hazindole con las piedras trillo para disponer la mies de la Iglesia (Quevedo, La cada para levantarse, ed. V. Nider, Pisa: Giardini Editori, 1994, p. 179). 352 Francisco de Quevedo, La cada para levantarse, ob. cit., p. 195. 353 Vase Antonio Alatorre, Quevedo: de la silva al ovillejo, Homenaje a Eugenio Asensio, Gredos, Madrid, 1988, pp. 19-31. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 259
versos con la silva A la soberbia. El epgrafe es semejante y, aunque no debe eliminarse la posibilidad de que Quevedo escribiera dos composiciones con dos intenciones diversas, todo apunta a una inacabada prueba potica. 354
Los tres ovillejos, pues, se corresponden con tres momentos predilectos por Quevedo. Uno de los ovillejos, dedicado a Can, desarrolla una de las reflexiones caractersticas de Quevedo sobre la envidia, basadas en la homila de san Pedro Crislogo, O zeli tumor, y repetidas en varios lugares (Poltica de Dios, Virtud militante, el soneto Can por ms bien visto, tu fiereza, Respuesta al padre Pineda). Can le debe ms a la envidia que a Dios, porque a Dios le dio lo peor de sus trabajos y a la envidia la vida de su propio hermano. A dnde, Pedro, estn las valentas y Viendo el msero Judas que, vendido, dedicadas respectivamente a la triple negacin de san Pedro y a la traicin de Judas, deben leerse como complementarias. En Poltica de Dios (I, 6) Quevedo reprocha a san Pedro su escasa valenta, con las mismas palabras que en el ovillejo, aunque sin el chiste final que pudiera parecer excesivo para el contexto: Bros contra una cohorte, valor para herir uno entre tantos, y luego acobardarse de manera que una muchacha le quite la espada con una pregunta, y le desarme y haga sacar pies? ()Quin presumir de ms esforzado que San Pedro, que en presencia de Cristo se port tan como valiente, y en volviendo el rostro fue menester, para el acometimiento de una mujercilla, que el gallo le acordase de la espada, del huerto y de la promesa? Dnde los fuertes miembros para sufrir con l mil muertes pues, sola una mujer, una portera os hace acobardar desa manera? () que no es cosa muy nueva o peregrina, ver el gallo, cantar por la gallina. (3-6, 11-12) El otro ovillejo expone la contraposicin entre dos episodios protagonizados por Judas: el que narra san Juan cuando Judas propone vender por trescientas monedas el ungento con que Marta unge los pies de Cristo para drselo a los pobres y el de la venta de Jess por escasos treinta dineros. Quevedo muestra cmo esta segunda accin supone de forma involuntaria un mayor premio para los pobres que la primera; de ah extrae la conclusin paradjica: Hoy por treinta dineros lo vende a vuestros prncipes severos: mas no es razn que la llamis codicia a la que tuvo Judas, ni avaricia: pues antes fue largueza dar por poco dinero tal riqueza. (13-18) En Poltica de Dios (I, 5) Quevedo tratar el mismo episodio, aunque el comentario ir destinado a los ministros que piden a los reyes para los pobres:
354 El ovillejo A un pecador, de cuatro versos, ms parece la resolucin ingeniosa y breve de un concepto sobre el gusano de tierra y el gusano de conciencia que una composicin completa. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 260 Y Cristo, y por l San Juan, parece que siente ms que Judas venda los pobres: pues Judas vendi a Cristo para remedio de los pobres y si bien l no tuvo esta intencin, Cristo por los pobres y para ellos fue vendido; y es cosa clara que haba de sentir sumamente ver que Judas quisiese vender aqullos por quien l propio se dej vender del mismo. A travs de los pasajes de Poltica de Dios, se llega a comprender el carcter complementario de estos dos ovillejos y a entrever una cierta intencionalidad poltica en los versos: el de san Pedro, para crtica del valido que no acompaa ni da su vida por el rey; el de Judas, para el que, con excusa de favorecer a los pobres, traiciona al propio rey. Ambas figuras recorren Poltica de Dios en varias ocasiones como exempla del ejercicio del poder y del valimiento. Salmos. Lgri mas de un peni t ent e La coleccin de psalmos titulada Lgrimas de un penitente procede del conjunto de poemas, que, bajo el ttulo de Herclito cristiano y dedicado a su ta Margarita de Espinosa, difundi el propio Quevedo en 1613. Sobre este asunto se han escrito numerosos trabajos: todos ellos coinciden en afirmar su autonoma, en descubrir la naturaleza neoestoica de las ideas que contiene y en otorgarle un lugar intermedio entre la poesa moral y la poesa religiosa. Los poemas del Herclito cristiano fueron reagrupados por Quevedo con posterioridad y distribuidos en contextos diferentes. Jos Manuel Blecua (1969: cree que fueron los editores de la obra quevediana los responsables de la nueva ubicacin y, por tanto, de la destruccin del conjunto original. Alfonso Rey (1992: opina que fue el propio Quevedo quien consider oportuno, como haba hecho con otros conjuntos que presentaban semejante coherencia, distribuir y reordenar los poemas en lugares bien distintos. Romances Tres romances se incluyen en la musa Urania: uno de ellos, religioso, Vindose Job afligido; otro, dedicado a don lvaro de Luna, de eminente discurso moral a la par que religioso; y otro, destinado al nacimiento inmaculado de la Virgen Mara. Los romances cultivan asuntos que Quevedo recorri de modo repetido en su poesa; el primero recrea el clebre paso del Libro de Job, Pereat dies, in qua natus sum, fuente material del slido estoicismo cristiano de los siglos XVI y XVII. 355 Los poetas estoicistas se acercaron con notable frecuencia a estas palabras de Job, pero tal vez sea Quevedo quien logr concretar esa miserable descripcin de la condicin humana con expresiones ms directas, como ocurre en los versos en los que lamenta no haber muerto al nacer: Porque no cerr del vientre que a m me trujo las puertas, ni de aquestos ojos mos quit los males y penas;
355 Una versin ms reducida figura en el prlogo del Sueo de la muerte. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 261
porque no fui de mi madre muerto en las entraas mesmas, y porque mi sepultura no fue mi cuna primera; y porque fui recibido en las rodillas maternas; porque mam en mi niez leche dulce en blandas tetas (29-40) El poema al condestable lvaro de Luna posee un inters extraordinario ya que supone un ejercicio retrico complementario al parlamento que Quevedo dramatiza en los Grandes anales de quince das entre Luna y su confesor. Aqu Quevedo imagina otra escena entre Luna y su truhn; ste, despus de evocar la gloria pasada de su seor, se despide de l con palabras de consuelo y resignacin cristianas: Condestable, mi seor, ya de tus glorias inmensas al mundo que te las dio toma el Seor residencia. Pues que todo fue prestado, la vida, el honor, las prendas, no es mucho que, agradecido, al que te las dio las vuelvas. (61-68) Quevedo retomar ese mismo aprecio que se advierte en Grandes anales de quince das por la actitud valerosa de Luna ante la muerte. Sus palabras son un ms eficaces, si se toman en consideracin las cuentas pendientes de Quevedo con el rgimen de Lerma. Para Quevedo, la aceptacin impasible de la muerte logra redimir la propia vida del condestable Luna: la leccin estoica se sobrepone al gobierno soberbio, condenable como una perversin moral de repercusin poltica: 356
Ve de Luzbel la privanza, que cay por su soberbia: que aun en los ngeles peligran en la privanza y alteza. Fuiste cohete en el mundo: subiste a las nubes mesmas; subiste resplandeciente; bajas ya ceniza a tierra. El juicio de Quevedo sobre lvaro de Luna resiste las vacilaciones a que acostumbra: sin duda, Quevedo admir de su contemporneo su muerte, por encima de sus opiniones sobre su trayectoria poltica. El tercer romance se sita en la polmica animada durante el siglo XVII sobre la Inmaculada Concepcin, de cuya defensa trata el ya comentado poema Hoy por el mar Bermejo del pecado. La militancia jesutica que recorre buena parte de su poesa religiosa le conduce a la alabanza de la limpieza de la Virgen. Astrana Marn cree ver una coyuntural composicin a la Iglesia vallisoletana de la
356 Vase el soneto moral, contra hipcritas y fingida virtud de monjas, No digas, cuando vieres alto el vuelo, con la metfora del cohete que va derecho al cielo pero que no llega. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 262 Antigua, por los versos Haced fiesta, mis cofrades,/ que el nombre de Antigua quiero, lo que supone una redaccin temprana. Quevedo compondr el poema, sobre el concepto de antigua, haciendo hincapi en que la Virgen fue creada desde el comienzo del mundo. La voz pertenece a la Virgen, quien reivindica a cada paso su lugar al lado de la trinidad divina: Soy ms antigua que el tiempo Del principio fui criada y el primero lugar tuve despus del sagrado Verbo. Infinitos siglos antes que criara el firmamento ya l me haba creado en mitad de aquel silencio.
Glosa del Padre nuestro La Glosa del Padre nuestro quevediana muestra con claridad algunas de sus concepciones religiosas, en paralelo, por supuesto, a su comn ideologa sobre el poder de redencin de Dios. Dentro de este discurso general de doctrina consabida, algunas manifestaciones subrayan ciertas materias recurrentes en Quevedo. En primer lugar, la consideracin de un Dios capaz de salvar slo a los que tienen fe, a medida de los decretos de la sesin sexta del Concilio de Trento sobre la justificacin de la fe, en los que se establece que aunque Jesucristo muri por todos los hombres, slo los que creen en l podrn salvarse. aunque eres de todos Padre Eterno y cuida tu gobierno de buenos y de malos, ya dispensas castigos, ya regalos, slo los que tu santa ley creemos llamarnos hijos tuyos merecemos (2-7) En este sentido, estos versos complementan el contenido del soneto La voluntad de Dios quiere eminente, en el que Quevedo subrayaba las palabras de san Pablo, Deus vult omnes homines salvos fueri, para recomendar que no slo la fe podra salvar a los hombres, sino iba acompaada de buenas obras. Ni un pice sale Quevedo de los trminos que limita la ortodoxia tridentina entre albedro o naturaleza y determinacin divina. En segundo lugar, la preponderancia del exemplum de san Pablo cen su doctrina resulta central, especialmente la voluntad de arrepentimiento, capital por tantos conceptos en buena parte del mensaje contrarreformista: A m, que vivo en tierra y que soy tierra, sombra, ceniza, enfermedad y guerra, mrame con los ojos que miraron a Pablo, a quien del suelo arrebataron al tercero cielo, y en vaso le mudaron de eleccin, siendo vaso de veneno (25-30) LA MUSA URANIA. POESA SACRA 263
La repetida obsesin por la figura de Dimas, el buen ladrn, capaz de comprender, con slo la visin de Jess crucificado, la verdad de la redencin, constituye otra de las reflexiones predilectas de Quevedo. El acto de fe de Dimas seduce a Quevedo como ningn otro y encarna mejor que otras figuras tal vez ms principales en la iconografa cristiana (san Pedro, por ejemplo) la esencia de la fe sin condiciones: Pudo el ladrn decir que te acordaras de l en tu reino, cuando en l te vieras, pues con voces piadosas como claras, en las ansias postreras vio que de tus contrarios te acordabas, pidindole a tu Padre el perdn de tus yerros temerarios. (53-59) Por ltimo, la idea del perdn, vinculado de algn modo a la vieja querella quevediana de pobres y ricos y, en definitiva, a la prctica de la charitas cristiana, que tambin se halla en el centro mismo de la doctrina tridentina, encuentra lugar en esta glosa, en forma de ejemplo ex contrariis, en el que el protagonista padece las penas del infierno por no perdonar las deudas a otro pordiosero, despus de que Dios perdonara las suyas: y, encontrando al salir en el camino un msero doliente, que le deba un dinero solamente, porque no le pagaba, sin querer esperarle le ahogaba, por lo cual tu justicia, juntando a su fiereza su avaricia, le conden a prisiones y rigores y le arroj a tinieblas exteriores. (101-109) De forma particular, el ruego quevediano de que Dios libre al hombre no slo del mal, sino tambin de los bienes, y le aparte de la seduccin material de las riquezas o del poder, en plena consonancia con las ideas senequistas del recelo contra toda forma de prosperidad: Y lbranos de mal; no digo slo de aquellas cosas, que por mal tenemos los que pobreza y muerte aborrecemos, desprecios y prisiones, que t a veces por bienes nos ofreces, sino de las riquezas, de la prosperidad y las grandezas, de los puestos y cargos que apetecen por bienes los mortales, siendo castigos, siendo nuestros males dulces al apetito, al seso amargos. (123-133) El poema concluye con un epifonema ms senequista que propiamente neotestamentario como si en el sincretismo religioso, en el que dogma y estoicismo doctrinal, la voz misma del autor latino fuera ms eficaz y explcita: que librarnos de mal tu santa mano/ en tan ciegos abismos, /ser librarnos de nosotros mismos (135-137). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 264 Poema heroi co a Cri st o resuci t ado El Poema heroico a Cristo resucitado ofrece un extraordinario ejemplo de poesa pica religiosa del siglo XVII. Las descripciones del infierno en el que mora Satans, descrito a su vez con detalles espeluznantes, el desarrollo, entre legendario y teolgico, de las figuras bblicas que son llamadas a la gloria de la salvacin y la condicin heroica del personaje de Jesucristo resucitado forman una especie de retablo barroco de abigarradas formas, enmarcadas en unas demasiado redondas 100 octavas reales. El Poema heroico ha sido estudiado de forma escasa, a pesar del inters intrnseco que posee. D. G. Castanien dedic un trabajo en 1959 en el que sealaba la relacin del poema quevediano, en especial la narracin del descensus ad inferos de Jesucristo para salvar a los hombres, con el apcrifo Evangelio de Nicodemo, que durante la Edad Media constituy la base de la visin cristiana sobre la resurreccin. 357 En 1999, Varela Gestoso, en su estudio sobre algunas fuentes de la poesa religiosa de Quevedo, traz con mayor exactitud las deudas de Quevedo con la poesa pica: la invocacin de las musas, la proposicin del tema, el catlogo de monstruos o la descripcin de las armas del hroe, 358 considerados topoi del gnero heroico, acercan al texto quevediano a esa categora, certificada, por otra parte, en el propio ttulo de la composicin. Y en 2004 Luis Galvn Moreno analiza e interpreta este poema de forma exhaustiva, con una aportacin rica en fuentes e inspiracin y una lectura del texto como una demorada relacin de las peripecias de un hroe, en este caso, Jesucristo. 359
El Poema heroico cuenta, tras la invocacin a la la cristiana musa ma de Cristo la triunfante valenta/ y del Rey sin piedad el negro llanto/ la majestad con que el autor del da / rescat de prisin al pueblo santo. (2-5) El narrador, al modo de Virgilio, deja que sea la musa quien muestre la batalla entre Cristo resucitado y el demonio y la redencin final de la humanidad condenada por el primer pecado a los infiernos. El relato presenta tres partes bien diferenciadas: la descripcin de los infiernos, con su capitn al frente; la llegada triunfal, sin apenas resistencia, de Jess; y el rescate de las figuras prominentes de la Biblia junto a la redencin final de los hombres. Las voces de la narracin se van alternando y buena parte del discurso heroico se conforma sobre pequeos parlamentos significativos de los personajes. El tema de la resurreccin aparece recreado en mltiples ocasiones en la literatura religiosa, pero, como seala Varela Gestoso, Quevedo pudo haberse ayudado con el Canto de la sagrada Resurreccin de Nuestro Seor Iesu Cristo de Gregorio Silvestre (1582), escrito a su vez a partir del desarrollo argumental de un sermn de fray Luis de Granada. Las semejanzas expuestas por Varela Gestoso son muy significativas: la relacin de los efectos de la muerte y resurreccin de
357 D. G. Castanien, Quevedos A Cristo resucitado, Symposium, 13, 1 (1959), pp. 96- 101. 358 Mnica Ins,Varela Gestoso, Algunas fuentes de la inventio en la poesa religiosa de Quevedo, La Perinola 3 (1999), p. 341. 359 El trabajo de Luis Galvn Moreno, El poema heroico a Cristo resucitado de Francisco de Quevedo: anlisis e interpretacin. Pamplona: Eunsa, 2004, es un estudio ejemplar de esta composicin: a este trabajo remito para mayores detalles sobre este singular poema pico- religioso. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 265
Cristo en la naturaleza, la foelix culpa o la correspondencia Eva /Mara, causas respectivas de muerte y vida, 360 aunque hay que sealar que se trata de motivos repetidos en la poesa religiosa quevediana. El principal inters, a mi juicio, del largo poema se halla en los primeros versos en los que se describe con especial detalle la noche en que qued sumido el mundo tras la muerte de Jesucristo y los pormenores ttricos del infierno. Quevedo llena el relato de la resurreccin con alusiones a distintos personajes bblicos, con sus correspondientes atributos o seales, a la manera, sin duda, de un retablo complejo, lleno de relaciones iconogrficas, en un completo programa pico de la palabra de Dios. La descripcin de la batalla entre Satans y Jess concuerda con las sugerencias de san Ignacio sobre la pintura concretsima de la figura del mal, ese Leviathan o Behemoth, que dirige sus ejrcitos contra las fuerzas del bien. El soneto No ves a Behemoth, cuyas costillas, coincide con la descripcin del demonio en este poema heroico: en ambas composiciones se pretende atemorizar al lector con la visin espeluznante del infierno con el ngel cado como gua. A este infierno del Poema heroico le conviene el trmino clsico averno, pues las figuras que all se describen pertenecen al mundo pagano de la literatura grecolatina. No es extraa esta iconografa, pero s resulta significativa la acumulacin de estos personajes: Caronte, Radamanto, Plutn, Cloto, Eaco, entre otros, acompaan la descripcin de los mundos infernales: Dej caer el cetro miserable en ahumados crculos de fuego; de lgrimas el curso lamentable Cocito suspendi; parse luego, del alto cetro al golpe formidable, el triste Flegetonte mudo y ciego; ladr Cerbero ronco y, diligentes, de entre su saa, desnud los dientes.
Pocas le parecieron las culebras y los ardientes pinos a las Furias; stas vibraron las vivientes hebras, y en vano lamentaron sus injurias, cuando por ciegos senos u hondas quiebras, los ciudadanos de las negras curias, con triste son, tras plidas banderas, vinieron en escuadras y en hileras. (169-184) La sntesis cristiana y pagana que habr de ser motivo de escndalo y polmica en la redaccin de los Sueos y discursos quevedianos fluye con total naturalidad en este Poema heroico. No en vano Castanien advierte en esta descripcin ecos del clebre captulo VI de la Eneida en el que se describe la bajada a los infiernos de Eneas y Mnica Varela Gestoso afinidades muy precisas con el poema De raptu proserpinae de Claudiano. 361 La escenografa reconocible
360 Mnica Varela Gestoso, Algunas fuentes, art. cit., p. 339. 361 Vase Mnica Varela Gestoso, Algunas fuentes, (art. cit., pp. 341-343), quien, adems seala que la misma descripcin del paraso cristiano en el que entran los MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 266 de los avernos paganos se traslada sin problemas al infierno cristiano descrito por Quevedo. Quevedo escribi una versin ms breve del poema, que debi de correr manuscrita antes de 1621: 362 hoy se poseen dos versiones de esta redaccin primera (vora y Npoles) que, en sustancia, permiten conjeturar que Quevedo fue incorporando personajes y, sobre todo, prosopopeyas de esos personajes cada vez que se pona a recrearlo. La segunda parte del poema es ilustrativa al respecto, ya que cuando se describen los personajes bblicos que son salvados por la llegada de Jess aparecen adiciones especiales para algunas de sus figuras preferidas: se lamenta el demonio de no haber derribado a Cristo antes; se redondea la figura de Moiss con el episodio de la zarza ardiente; se introduce a Judas, con mayor presencia y detalle; se detiene en la figura y en las palabras reveladoras de san Juan Bautista; se incluye, de nuevo, a Dimas, el buen ladrn; y, al final, se plasma la reiterada diatriba quevediana contra judos que, por otra parte, recorre de forma menos explcita otros pasajes del Poema heroico. Los aadidos de Quevedo ofrecen inters particular porque incorporan al gran retablo de la resurreccin cristiana personajes, palabras e ideas que forman parte de las obsesiones quevedianas sobre particulares pasajes de la historia sagrada, interpretados con claves coyunturales en otros versos o en otros lugares de su produccin literaria y que aqu asoman como recordatorios de un posible pensamiento trabado quevediano. 363
En este conjunto de figuras que se elevan hacia el Paraso destaca la dramatizacin de las lamentaciones (repetidas en dos lugares separados del texto) de Adn: Entre todos quien ms dolor senta y quien de ms congojas muestras daba era el gran padre Adn, que se hera y ni rostro ni canas perdonaba; No ves, dijo el Seor, que convena para que la alma no muriese esclava? Di el cuerpo entre ladrones al madero y uno me desprecin por compaero (585-592) ya que constituyen el aspecto capital de la doctrina cristiana, al vincular el pecado original con su redencin. Los engarces entre el rbol del manzano y la cruz, entre Eva y la Virgen Mara y entre Adn y Jesucristo conforman la parte ms didctica de la idea de la salvacin; retablos y programas iconogrficos en el siglo XVI y XVII abundan en esta perspectiva que une el Gnesis con la resurreccin, el alfa con el omega. Quevedo, con esta reiterada presencia de Adn al lado de Jesucristo, otorga a la historia sagrada una circularidad conceptual y trata de explicar, por va de una correspondencia sencilla, fcil de reconocer casi desde el medievo, el mundo con un fin ltimo redentor. Como poeta pico, Quevedo se
personajes antes de compartir la gloria se asemeja al jardn del amor que Claudiano, de nuevo, describe en su Epithalamium. 362 Bartolom Jimnez Patn cita un verso del que llama Poema de la resurreccin en su Libro de la elocuencia espaola, publicado en 1621. 363 Baste de ejemplo la confrontacin entre Judas y el buen ladrn que Quevedo repite en otros lugares de su prosa religiosa; en el Poema heroico se puede leer: Condense un discpulo advertido/ y salvose un ladrn bien condenado. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 267
demora con la descripcin cruenta de la batalla entre las banderas del mal y del bien, escenifica con eficacia los dilogos entre los personajes bblicos y Jesucristo y describe con magnificencia el escenario del cielo prometido. Como religioso, Quevedo entrelaza el antiguo con el nuevo testamento, el comienzo con el final, como si todos los pormenores de la historia del mundo estuvieran explicados por la causa primera y dirigidos a la victoria final del hroe cristiano. La doctrina totalizadora, sometida a dogmas, como la que asume Quevedo, halla en este relato heroico el ejemplo perfecto, pues en cada una de las distintas peripecias del hroe se puede contemplar el sentido teleolgico de la historia del hombre. Poema heroi co de l as necedades y l ocuras de Orl ando el enamorado El poema que figura al final de la musa Urania no responde de ninguna manera a la materia religiosa. Se trata de una adicin de ltima hora que slo pudo ser colocada en lugar tan inapropiado. De todas maneras, la extensin del poema y la naturaleza pica del relato, invertida modo parodico, convierte a esta composicin en una de las ms relevantes de la obra potica quevediana. Con el poema del Orlando innamorato de Matteo Boiardo como referencia, 364 el Orlando quevediano se presenta como una parodia completa de la materia caballeresca, a la manera ya analizada de los romances sobre Anglica y Medoro o sobre los mitos de Hero y Leandro. La misma tcnica de utilizar un deliberado estilo humilis para tratar temas que corresponden al estilo sublimis, incluso con la presentacin de una deliberada dispositio pica y la utilizacin plenamente consciente del metro habitual de los poemas heroicos: la octava real. El argumento que proporciona el Boiardo se amplifica ad libitum con el propsito innegable de encadenar conceptos de ndole burlesca. La estructura del largo poema obedece al esquema propio atribuido a la epopeya:
mutatis mutandis, una propositio, la invocacin, la dedicatoria y la
364 Emilio Alarcos Garca (El poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el Enamorado, Mediterrneo, 13-15 (1946), p. 37) seala que en el poema quevedesco no hay nada procedente del Ariosto ni del Berni. Puede en cambio afirmarse que nuestro poeta sigue paso a paso la narracin del Boyardo, en los dos primeros cantos del libro primero de su Orlando innamorato. Maria E. Malfatti, dentro de su edicin y estudio del poema de Quevedo, analiza con detalle sus fuentes y describe las relaciones con la versin burlesca del Orlando Innamorato de Francesco Berni, con el Morgante de Luigi Pulci, con el latin maccheronico del Baldus del Folengo e incluso con el Polifemo gongorino. Pero, sobre todo, con el Innamorato del Boiardo, de cuya relacin seala: aprovechando tan slo la trama facilitada por el poeta italiano, (Quevedo) produjo una obra de significacin completamente contraria y nueva por todos conceptos (Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el Enamorado, Francisco de Quevedo. Barcelona: Alianza de Artes Grficas, 1964, p. 25). Carlos Mata apura la relacin adems con dos comedias burlescas annimas, que pertenecen al mismo mbito de la literatura satrico-burlesca y manejan unos recursos expresivos muy semejantes y que forman parte de un conjunto de literatura orlandesca ms amplio (Aspectos satricos y carnavalescos del Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado de Quevedo, Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, III (2000), p. 226). Vase adems el artculo de Giovanni Caravaggi "Il poema eroico de 'Las necedades y locuras de Orlando el enamorado', di Francesco de Quevedo y Villegas." Letterature Moderne, 11 (1961), pp. 325-42. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 268 narratio. 365 A la proposicin Quevedo dedica las tres primeras octavas del Orlando, con la vieja frmula del arma virum cano virgiliano o del Orlando furioso ariosteo de recuerdo dantesco: 366
Canto los disparates, las locuras, los furores de Orlando enamorado, cuando el seso y razn le dej a escuras el dios enjerto en diablo y en pecado; y las desventuradas aventuras de Ferragut, guerrero endemoniado; los embustes de Anglica y su amante, nia buscona y doncellita andante. (). Dir de aquel cabrn desventurado que llamaron Medoro los poetas, que a la hermosa consorte de su lado siempre la tuvo hirviendo de alcahuetas; por quien tanto gabacho abigarrado, vendepeines, rosarios, agujetas, y amoladores de tijeras, juntos, anduvieron a caza de difuntos. (I, 1-8, 17-24) En esta propositio se establece el carcter pardico del poema entero: la mencin de Orlando, Anglica, Medoro, Ferragut o Galaln de Maganza inserta el Orlando quevediano dentro de la materia carolingia, pero los hechos gloriosos se convierten en los disparates, las locuras, los furores de Orlando, en las desventuradas aventuras de Ferragut, en los embustes de Anglica y su amante o en las ansias y la basca de aquel maldito infame basilisco Galaln de Maganza. La solemnidad elocutiva de la proposicin, pues, se prodiga al servicio de la parodia con el contraste entre sintaxis sublime y lxico infame. La invocacin al auxilio de las musas viene a continuacin: el respeto encomistico se torna evidente vituperio, en un ambiente que recuerda el de las rameras que se mueven en tabernas y en lugares de solaz ertico y, por derivacin lgica, en el mbito predilecto de los bailes o las jcaras: Quevedo, pues, reduce una materia noble al escenario bajo de los prostbulos: 367
Vosotras, nueve hermanas de Helicona, virgos monteses, musas sempiternas, tejed a mi cabeza una corona toda de verdes ramos de tabernas; inspirad tarariras y chacona;
365 En su Philosopha Antigua Potica, Lpez Pinciano as lo seala: prlogo o proposicin, invocacin y narracin [epstola XI: 469). Francisco de Cascales indica dos partes fundamentales: principio, a la que tambin denomina proemio o exordio, y narracin [p. 137). Conviene sealar que Cascales incluye dentro de la seccin designada principio, adems de la presentacin del asunto fundamental de la obra, la invocacin o la dedicatoria. 366 Ariosto comienza su poema con los versos Le donne, i cavallier, larme, gli amori,/ le cortesie, laudaci imprese io canto y ms adelante Dir dOrlando in un medesmo tratto/ cosa non detta in prosa mai n in rima. La anteposicin de los acusativos del verbo cantar es rasgo indiscutible del arranque heroico. 367 El ejercicio pardico de este comienzo aparece estudiado por Vincente Rangel, Dos aspectos de la parodia quevedesca, Revista de Literatura, 41 (1979), pp. 162. LA MUSA URANIA. POESA SACRA 269
dejad las liras y tomad linternas; no me infundis, que no soy almohadas; embocadas os quiero, no invocadas. (I, 25-32) En esta estructura de los poemas picos la invocacin precede a la dedicatoria y en sta el autor dirige sus versos a una persona para buscar proteccin o por encubierta adulacin, como recordaba el Pinciano. 368 En este Orlando Quevedo vulnera su objetivo y convierte la dedicatoria en una grosera invectiva contra, al parecer, el doctor Morovelli de la Puebla, con quien Quevedo mantuvo rivalidades por escrito muy airadas: A ti postema de la humana vida, afrenta de la infamia y de la afrenta, peste de la verdad introducida, conciencia desechada de una venta, nima condenada, entretenida en dar a Satans almas de renta, judsimo malsn Escarote, honra ente bofetones y garrote; doctor a quien, por borla, dio cencerro Boceguillas, y el grado de marrano; t, que cualquiera padre sacas perro, tocndole a tu padre con tu mano; casado (por comer) con un entierro, con que pudiste ser vieja cristiano; que, por faltarle en cristiandad aejo, fuiste cristiano vieja, mas no viejo; el alma renegada de tu agelo, salga de los infiernos con un grillo, con la descomulgada grea y pelo que cubri tan cornudo colodrillo; y, pues que, por hereje contra el cielo, fue en el brasero chicharrn cuclillo, venga agora el cabrn, ms afrentado de ser tu agelo que de ser quemado. (I, 33-72) La stira contra Morovelli debe entenderse como una librrima frmula de destruir el modelo de la dedicatoria breve para transformarlo en una extensa relacin de insultos. No hace falta tampoco insistir en el rendimiento burlesco que una ruptura de este gnero proporciona al texto. Tras estos tres elementos preliminares, la narratio selecciona algunos de los sucesos del relato boyardesco, aprovechables para las correspondencias burlescos. Despus de mencionar al historiador Turpn, la voz narrativa refiere los preparativos y la posterior celebracin de una gran fiesta que Carlomagno organiza en Pars. Las aventuras comienzan con la irrupcin de Anglica, acompaada de su hermano, que esconde su verdadera identidad bajo un nombre falso y reta al emperador y a sus caballeros: quien salga derrotado se convertir en esclavo de Argala y quien
368 La dedicatoria fue invencin de la hambre, a mal hacer, persuadidora; y, en suma, ella es una encubierta adulacin, porque, si el poeta ha de contar o cantar lo que quiere, debrale bastar el socorro divino, que esto significa la invocacin de la musa, sin pedir despus el humano, que es como quien dice: juro a Dios y por vida de mi sobrino; y, en suma, una oracin descreciente [epstola XI: 472). MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 270 venza obtendr el premio de llevarse a la propia princesa. El mago Malges descubre la identidad de Anglica y de su hermano y advierte el peligro que se cierne sobre el imperio. Acude al lugar del duelo con la pretensin de eliminar a los rivales, pero cae en poder de Anglica, la celebrrima princesa del Catay. Hasta aqu se desarrolla el primer canto. El segundo comienza con el sorteo que establece el orden con el que los paladines se batirn en duelo con Argala. La narracin se ocupa de forma particular de la lid de ste contra Astolfo y Ferragut y a continuacin de la huida de los dos hermanos. En las estrofas finales Orlando recobra el protagonismo. Prisionero del amor de la princesa, decide salir en su bsqueda, hastiado tambin de esperar su turno en la corte imperial. El tercer canto contiene una sola octava que describe entre esplendores y chistes un amanecer: Llegse el plazo que a la justa haba sealado el gran Carlos y a su gente el Indo le lav la cara al da y en perlas nev el oro de su frente; con ms joyas el cielo se rea, ardi en piropos el balcn de oriente por verle las estrellas embobadas detuvieron el sueo las jornadas. El Orlando es un poema incompleto que se detiene justo en el momento en el que Orlando va a cometer su primera locura por amor. La trama desarrollada se simplifica para favorecer la proliferacin de descripciones, de dilogos o de discursos que detienen el avance de la accin y que propician el juego conceptista. La descripcin de la fiesta que celebra el emperador Carlomagno en Pars ofrece ejemplos bien notables: Las damas, a pellizcos, repelaban y resquicio de bocas slo abran; los barbados las jetas desgarraban, y a cachetes los antes embutan; los moros las narices se tapaban, del miedo del tocino, y engullan, en higo y pasa y en almendra tiesa, solamente los tantos de la mesa. () Reinaldos, que, por falta de botones, prende con alfileres la ropilla, cerniendo el cuerpo en puros desgarrones, el sombrero con mugre, sin toquilla; a quien, por entrepiernas, los calzones permiten descubrir mulso y rodilla, dejndola lugar por donde salga, (requiebro de los putos) a la nalga. () Galaln que en su casa come poco, y a costa ajena el corpachn ahta, por gomitar haciendo estaba el coco; las agujetas y la pretina quita; en la nariz se le columpia un moco; la boca en las horruras tiene frita, hablando con las bragas infelices en muy sucio lenguaje a las narices. (384-392) LA MUSA URANIA. POESA SACRA 271
La prolongada relacin de la fiesta enfatiza los elementos ms bajos, en los que no falta la ebriedad extrema, los vmitos y las alusiones a los excrementos. Los personajes que aparecen suelen ser retratados con atributos degradantes, con el firme afn de rebajar su categora presumiblemente heroica. As es descrito, por ejemplo, Astolfo: Era Astolfo soror por lo monjoso, poco jayn y mucho tique mique, y ms cotorrerito que hazaoso, con menos de varn que de alfeique; vistise blanco arns, fuerte y precioso, que no habr caaheja que le achique, por ser el pobrecito tan delgado que pareca un alfiler armado.
En las nalgas llevaba por empresa una muerte pintada en campo rojo; el mote su mortal cerote expresa, y dice as: La Muerte llevo al ojo. En el yelmo que cuatro libras pesa, lleva, en vez de penacho, un trampantojo, un basilisco, un mdico y un trueno, como quien dice: Atngome a Galeno. (II, 49-96) Quevedo enmarca su Poema heroico en la frtil parodia literaria. La materia pica orlandesca debi de suponer un atractivo objeto de burla, a la manera de las que venan circulando en los comienzos del siglo XVII. Quevedo le confiri, al primar la descriptio sobre la narracin, el marcado sello de sus versos burlescos: la tendencia a la degradacin de los personajes y de las situaciones por la va de la inflamacin solemne de unos versos inadecuados, la inversin de los cdigos en las partes ms retricas y tpicas, o la perspectiva de un mundo caballeresco transformado en un espacio donde gobierna la gula, la lujuria y los deseos mundanos adornan este inslito ejercicio pardico.
Bibliografa Alarcos Garca, Emilio, "El 'Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado.'" Mediterrneo 4.13-15 (1946): 25-63. Acereda, Alberto, "Tradicin y originalidad de un romance de Quevedo: 'El cabildo de los gatos.'" Universitas Tarraconensis: Filologa 14 (1992-93): 3-22. Acereda, Alberto, La Consultacin de los gatos' de Quevedo: Relaciones con Lope de Vega y el teatro menor de la poca." El escritor y la escena, IV: Estudios sobre teatro espaol de los Siglos de Oro: Homenaje a Alfredo Hermenegildo, ed. Ysla Campbell, Mxico: Universidad Autnoma de Ciudad Juarez, pp. 83-91. Alarcos Garca, Emilio, "Quevedo y la parodia idiomtica." Archivum (Oviedo) 5 (1955): 3- 38. Alatorre, Antonio. "Los romances de Hero y Leandro." Libro jubilar de A. Reyes. Mexico: 1956. 1-41. Alatorre, Antonio., "Fortuna varia de un chiste gongorino." Nueva Revista de Filologa Hispnica 15 (1961): 483-504. Alatorre, Antonio, Quevedo: de la silva al ovillejo, Homenaje a Eugenio Asensio, Gredos, Madrid, 1988, pp. 19-31. Alatorre, Antonio, "En torno a las silvas de Quevedo." Nueva Revista de Filologa Hispnica 45.1 (1997), pp. 129-36. Alcina Rovira, J. F., Notas sobre la silva neolatina, en La silva, Begoa Lpez Bueno (ed.), Grupo P.A.S.O., Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1991, pp. 129-155. Alonso Hernndez, Jos Luis, Claves para la lectura de la poesa satrica de Quevedo, en Actas del X Congreso de la Asociacin Internacional de Hispanistas, PPU, Barcelona, 1992, pp. 743-754. Alonso Veloso, Mara Jos, La musa Terpshcore, [tesis indita], Universidade de Vigo, 2003. Alonso Veloso, Mara Jos, Tradicin e ingenio en las letrillas, las jcaras y los bayles de Quevedo, Vigo, Universidade de Vigo, 2005. Arellano, Ignacio, Sobre Quevedo: cuatro pasajes satricos, Revista de Literatura, 43 (1981), pp. 165-179. Arellano, Ignacio, Notas a Quevedo: a propsito de la edicin de Crosby, Poesia varia, Revista de Literatura, XLIV (1982), pp. 147-67. Arellano, Ignacio, Poesa satrico-burlesca de Quevedo, Pamplona, Eunsa, 1984. Arellano, Ignacio, En torno a la anotacin filolgica de textos ureos y un ejemplo quevediano: el romance Hagamos cuenta con pago, Criticn, 31 (1985), 5-43. Arellano, Ignacio, "La amada, el amante y los modelos amorosos en la poesa de Quevedo." La posie amoureuse de Quevedo, ed. Marie-Linda Ortega, Paris: ENS, 1997. 71-84. Arellano, Ignacio y Roncero, Victoriano, La musa Clo del Parnaso espaol de Quevedo, Pamplona: Eunsa, 2001. Arellano, Ignacio y Roncero,Victoriano, "El poema Jura de el Serensimo Prncipe don Baltasar Carlos', de Quevedo", La Perinola 5 (2001), pp. 39-67. Arellano, Ignacio, Comentario de un soneto amoroso de Quevedo: Los que ciego me ven de haber llorado y el arte de la ingeniosa contraposicin, La Perinola 6 (2002), pp. 15- 27. Arellano, Ignacio, La Biblia en la poesa de Quevedo. Notas sueltas, La Perinola 8 (2004), pp. 17-48. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 274 Arredondo, M. Soledad, El diamante en el anillo: ensayismo filosfico en Quevedo, Comps de Letras, 5 (1994), 145-162. Asensio, Eugenio, Itinerario del entrems, Madrid, Gredos, 1971. Asensio, Eugenio, Un Quevedo incgnito. Las Silvas, Edad de Oro, II (1983), 13-48. Asensio, Eugenio., Reloj de arena y amor en una poesa de Quevedo, Homenaje a Lpez Estrada, Dicenda. Cuadernos de Filologa Hispnica, 7, II (1987), 17-32. Astrana Marn, Luis, Epistolario Completo de D. Francisco de Quevedo-Villegas, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1946. Azaustre Galiana, Antonio, Retrica y milicia en un soneto de Quevedo, La Perinola 6 (2002), pp. 29-54. Barnard, M. E. "Myth in Quevedo: The Serious and the Burlesque in the Apollo and Daphne Poems." Hispanic Review 52 (1984): 499-522. Bnichou-Roubaud, S., Quevedo helenista: El Anacren castellano, Nueva Revista de Filologa Hispnica, XIV (1960), 51-72. Blanco, Mercedes, Mtaphore et paradoxe dans deux sonnets de Quevedo Bulletin Hispanique 85.1-2 (1983), pp. 83-103. Blanco, Mercedes, "Mythe et hyperbole dans la posie amoureuse de Quevedo." La posie amoureuse de Quevedo, ed. Marie-Linda Ortega. Paris, ENS, 1997, pp. 112-29. Blanco, Mercedes, Introduccin al comentario de la poesa amorosa de Quevedo, Madrid: Arcolibros, 1998. Blecua, Jos Manuel, (ed.), Francisco de Quevedo, Poesa Original completa, Planeta, Barcelona, 1963. Blecua, Jos Manuel, (ed.), Francisco de Quevedo, Obra Potica, IV vols., Castalia, Madrid, 1969-1981. Blher, Karl A., Sneca en Espaa, Madrid, Gredos, 1983. [Quevedo y el neoestoicismo en el apogeo del barroco espaol, pp. 427-86]. Borges, Jorge Luis, Otras inquisiciones, Buenos Aires, 1960. Cacho Casal, Rodrigo."Quevedo y su lectura de la Divina Commedia." Voz y Letra 9.2 (1998): 53-75. Cacho Casal, Rodrigo. "Gonzlez de Salas editor de Quevedo: El Parnaso espaol (1648)." Annali dell'Istituto Universitario Orientale. Sezione Romanza 43.2 (2001): 245-300. Cacho Casal, Rodrigo."Quevedo lector de las Memoires du Martin du Bellay." Bulletin Hispanique 2.103 (2001): 403-26. Cacho Casal, Rodrigo. La poesa burlesca de Quevedo y sus modelos italianos. Santiago de Compostela: Universidade, 2003. Calvo Carilla, Jos Luis, Quevedo y la generacin del 27 (1927-1936), Pre-Textos, Valencia, 1992. Candelas Colodrn, Manuel ngel, Qu de robos han visto del invierno: una probable gloga de Quevedo, III Congreso de la AISO, Studia aurea, Pamplona-Toulouse, 1996, vol. I, pp. 267-274. Candelas Colodrn, Manuel ngel, Las silvas de Quevedo, Vigo: Universidad de Vigo, 1997. Candelas Colodrn, Manuel ngel, El epigrama en la poesa de Quevedo, La Perinola, 3 (1999) pp. 59-96. Candelas Colodrn, Manuel ngel, 'Gusto i tormento': los sonetos pastoriles de Francisco de Quevedo, en Romeral. Estudios filolgicos en homenaje a Jos Antonio Fernndez Romero, Vigo, Universidade de Vigo, 2003, pp. 287-304. Candelas Colodrn, Manuel ngel, La 'erudicin ingeniosa' de Gonzlez de Salas en los preliminares de la poesa de Francisco de Quevedo, La Perinola, 7 (2003), pp. 147-190. Candelas Colodrn, Manuel ngel, Quevedo y el Diccionario de Autoridades, Studies in honor of James O. Crosby, Newark: Juan de la Cuesta, 2004, pp. 69-89. Candelas Colodrn, Manuel ngel, Los exempla femeninos en la obra grave de Quevedo, La Perinola 9 (2005), pp. 33-54, Caravaggi, G. "Il poema eroico de 'Las necedades y locuras de Orlando el enamorado', di Francesco de Quevedo y Villegas." Letterature Moderne (Miln) 11 (1961): 325-42. BIBLIOGRAFA 275
Carreira, Antonio, La poesa de Quevedo: textos interpolados, atribuidos y apcrifos, en Homenaje al profesor Antonio Vilanova, vol. I, Marta C. Carbonell (ed.) Universidad, Barcelona, 1989. Carreira, Antonio, Nuevos textos y viejas atribuciones de la lrica urea, Voz y Letra, I,2 (1990), pp. 15-142. Carreira, Antonio, Algo ms sobre textos y atribuciones en la lrica urea, Voz y Letra, II,2 (1991), pp. 21-57. Carreira, Antonio, Quevedo en la redoma: anlisis de un fenmeno cripto potico, en Quevedo a nueva luz, Mlaga: Universidad, 1997, pp. 231-249. Carreira, Antonio, La poesa religiosa de Quevedo: intento de aproximacin, Actas del V Congreso de la AISO, ed. Christoph Strosetzki, Mnster: Iberoamericana Vervuert, 1999, pp. . Carreira, Antonio, "El conceptismo en las jcaras de Quevedo: Estbase el Padre Esquerra'", La Perinola 4 (2000), pp. 91-106. Colomb, Alicia de, Las visiones de Petrarca en el barroco espaol (I) (Quevedo, Lpez de Vega, Gngora), Nueva Revista de Filologa Hispnica, XXVIII, pp. 287-305. Consiglio, Carlo,El Poema a Lisi y su petrarquismo, Mediterrneo, 13-15 (1946), 76-93. Crosby, James O., "La huella de Gonzlez de Salas en la poesa de Quevedo editada por Pedro Aldrete." Homenaje a don A. Rodrguez-Moino. Estudios de erudicin que le ofrecen sus amigos o discpulos hispanistas norteamericanos. Ed. J. Homer Herriott et al. Madrid: Castalia, 1966. I: 111-23. Crosby, James O., En torno a la poesa de Quevedo, Castalia, Madrid, 1967. Crosby, James O., y M. De Ley. "Originality, Imitation and Parody in Quevedo's Ballad of the Cid and the Lion." Studies in Philology 66 (1969): 155-67. Crosby, James O., (ed.), Poesa Varia, Ctedra, Madrid, 1981. Crosby, James O. y Schwartz Lerner, L., La silva El sueo de Quevedo: gnesis y revisiones, Bulletin of Hispanic Studies, 63 (1986), 111-126. Cuevas, C., Quevedo, entre neoestoicismo y sofstica, Estudios sobre literatura y arte dedicados al profesor Emilio Orozco Daz, I, A. Gallego Morell, A. Soria y N. Marn (eds.), Universidad de Granada, Granada, 1979, pp. 357-375. Cuevas, Cristbal, Quevedo y la stira de errores comunes, Edad de Oro, 2 (1982), pp. 67- 82. Cuevas, Cristbal, Retrato de Lisi en mrmol, La Perinola 6 (2002), pp. 73-87. Chevalier, Maxime, Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal, Crtica, Barcelona, 1992. Chiappini, Gaetano, Para una lectura de Virgilio en Francisco de Quevedo y Fray Luis de Len, Edad de Oro, XII (1993), 61-70. Clements, Robert J., Picta poesis, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1960. Cullhed, Anders, Quevedo: el instante potico, Zaragoza: Fernando el Catlico, 2005. Davis, Elizabeth B., The religious poetry of Francisco de Quevedo, Yale University (Ph. D. 1975), UMI, Ann Arbor, 1991. Davis, Elizabeth B., El motivo marinero del exvoto, de Garcilaso a Quevedo, en Studies in honor of James O. Crosby, Newark: Juan de la Cuesta, 2004, pp. 109-123. Del Piero, Ral A., Algunas fuentes de Quevedo, Nueva Revista de Filologa Hispnica, 12 (1958), 36-52. Del Piero, Ral A., Las fuentes del Job de Quevedo, Boletn de Filologa, XX (1969), 17- 133. Dessen, Cynthia S., The satires of Persius, Bristol University, 1996. Dez Bentez, Ana Mara y Jess Daz Armas, La Epstola satrica y censoria de Quevedo, Cuadernos Hispanoamericanos, 532 (1994), 31-44. Egido, Aurora, La silva andaluza del Barroco (con un excurso sobre Estacio y las Obrecillas de fray Luis), Criticn, 46 (1986), 5-39. Egido, Aurora. "Variaciones sobre la vid y el olmo en la poesa de Quevedo: Amor constante ms all de la muerte." Homenaje a Quevedo. Actas de la II Academia Literaria Renacentista. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 276 Ed. V. Garca de la Concha. Salamanca: Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1982. 213- 32. Rpt. in Fronteras de la poesa en el barroco. Barcelona: Crtica, 1990. 216-40. Egido, Aurora, Emblemtica y literatura en el Siglo de Oro, en Ephialte (Vitoria-Gasteiz), II (1990), 144-158. Egido, Aurora, La escritura viva en la poesa de Quevedo, en De orbis Hispani liguis litteris historia moribus. Festschrift fr Dietrich Briesemeister zum 60. Geburtstag, ed. por A. Schnberger und K. Zimmermann, Domus Editoria Europaea, Frankfurt am Main, 1994. pp. 804-814. Ettinghausen, Henry, Un nuevo manuscrito autgrafo de Quevedo, Boletn de la Real Academia Espaola, LII (1972), pp. 211-279. Ettinghausen, Henry, Quevedo 350 Years On, Bulletin of Hispanic Studies, 73.1 (1996), pp. 91- 103. Fernndez Guerra, A. (ed.), Francisco de Quevedo, Obras de Don Francisco de Quevedo y Villegas, Biblioteca de Autores Espaoles I, tomo XXIII, Madrid, 1852. Tomo II, XLVIII, Madrid,1859. Fernndez Mosquera, S.- Azaustre Galiana, A., ndices de la poesa de Quevedo, Servicio de Publicacins e Intercambio Cientfico Universidade de Santiago, PPU, Barcelona, 1993. Fernndez Mosquera, Santiago, Reescritura, intertextualidad y desviacin temtica en Quevedo, Edad de Oro, XIII (1994), 47-63. Fernndez Mosquera, Santiago, coord. Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos aniversarios. Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 1995. Fernndez Mosquera, Santiago, Ideologa y literatura: perturbaciones literarias en la exegsis ideolgica de la obra de Quevedo, La Perinola 1 (1997), pp. 151-169. Fernndez Mosquera, Santiago, La poesa amorosa de Quevedo. Gredos, Madrid, 1999. Fernndez Mosquera, Santiago, Comentario al soneto No ves a Behemoth, cuyas costillas, La Perinola 6 (2002), pp. 89-107. Fernndez Mosquera, Santiago, Quevedo y las piedras en Quevedo en Manhattan, Madrid: Visor, 2004, pp. 81-109. Frnkel, Hans H. "Quevedo's Letrilla, 'Flor que cantas, flor que vuelas.'" Romance Philology 6 (1952-53): 259-64. Frhlicher, Peter, Quevedo, lector de Tcito a propsito de un dilogo entre Sneca y Nern, en Literatura y bilingismo. Homenaje a Pere Ramrez, Edition Reichenberger, Kassel, 1993, pp. 143-159. Fucilla, J. G., Riflessi dell'Adone di G. B. Marino nelle poesie di Quevedo, Romania: scritti offerti a Francesco Piccolo, Napoli, 1962, pp. 279-287. Fucilla, J. G., Estudios sobre el petrarquismo en Espaa, CSIC, Madrid, 1960. Furr, Eric, Herclito cristiano. Quevedo's Meditative Cycle. Tesis doctoral, University of Kentucky, 1986. Furr, Eric, Textual Problems in Quevedo Studies: The Case of Herclito cristiano, Kentucky Romance Quarterly, 40 (1993), 56-59. Galvn Moreno, Luis. El Poema heroico a Cristo resucitado de Francisco de Quevedo: anlisis e interpretacin. Pamplona: Eunsa, 2004. Gargano, Antonio. "Lectura del soneto Lo que me quita en fuego me da en nieve' de Quevedo: entre tradicin y contextos." La Perinola 6 (2002): 117-36. Gargano, Antonio, Quevedo y las poesas relojeras. La Perinola 8 (2004): 187-99. Gonzlez de Salas, Jusepe Antonio, Ilustracin al libro de Poetica de Aristoteles Stagirita, Madrid, Murcia de la Llana, 1633. Gonzlez Oll, F., Interpretacin de una stira quevedesca: las octavas contra Morovelli, Incipit, 12 (1992), 51-70. Gonzlez Oll, F., "El problema de la prioridad entre dos obras de Quevedo: el Orlando y las octavas contra Morovelli." Homenaje al Prof. Jos Fradejas Lebrero, I. Madrid: UNED, 1993. 285-98. BIBLIOGRAFA 277
Green, Otis. El amor corts en Quevedo. Zaragoza: General, 1955. Guerrero Salazar, Susana, "La parodia de las fbulas amorosas en Francisco de Quevedo." Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas. Mlaga: Algazara, 1998. 791-808. Guerrero Salazar, Susana, "La funcin satrico burlesca del mito en Quevedo." Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas. Mlaga: Algazara, 1998. 403-21. Guerrero Salazar, Susana, La parodia quevediana de los mitos. Mecanismos lxicos. Mlaga: U de Mlaga, 2002. Guilln, Claudio, "Quevedo y el concepto retrico de literatura." Homenaje a Quevedo. Actas de la II Academia Literaria Renacentista de la Universidad de Salamanca. Salamanca: 1982. 483-506. Guilln, Claudio, "Quevedo y los gneros literarios." Quevedo in Perspective. Ed. Iffland. Newark: Juan de la Cuesta, 1982. 1-16. Iffland, James, Quevedo and the Grotesque. London: Tamesis, 1978 & 1982. 2 vols. Iffland, James, "A Note on the Transformation of the Legend of the Three Dead and the Three Living in a Burlesque Poem of Quevedo." Romance Notes 20 (1980), pp. 382-87. Iffland, James, ed. Quevedo in Perspective. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1982. Jauralde Pou, Pablo, Las ediciones pstumas de Quevedo, en Edicin y anotacin de textos del Siglo de Oro, Ignacio Arellano - J. Caedo (eds.), EUNSA, Pamplona, 1987, pp. 211- 231. Jauralde Pou, Pablo, Las silvas de Quevedo, en La silva, Begoa Lpez Bueno (ed.), Grupo P.A.S.O., Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1991, pp.157-180. Jauralde Pou, Pablo, Quevedo, voces poticas en conflicto: acerca de la metfora corporal, en Le corps como mtaphore dans l'Espagne des XVIe et XVIIe sicles, A. Redondo (ed.) Sorbonne Nouvelle, Paris, 1992, pp. 285-293. Jauralde Pou, Pablo, El contexto potico de Gngora y los primeros poemas de Quevedo, Edad de Oro, XII (1993b), pp. 149-157. Jimnez, Teresa y Gmez Moreno, ngel, Comentario al soneto quevedesco Admrase de que Flora, siendo toda fuego y luz, sea toda hielo (con una nota sobre la antigua Escitia), La Perinola 6 (2002), pp. 137-150. Jurez, Encarnacin, Italia en la vida y obra de Quevedo, Peter Lang, New York-Bern- Frankfurt am Main-Paris, 1990. Killer, Jos, La subversin de tres motivos mitolgicos en la poesa satrico-burlesca de Quevedo, Journal of the Mountain Interstate Foreign Language Conference, (1991), 114-20. Krabbenhoft, Kenneth, El precio de la cortesa, Retrica e innovacin en Quevedo y Gracin, Ediciones Universidad, Salamanca, 1993. Lpez, J. Gonzlez de Salas, humanista barroco y editor de Quevedo. Madrid: Fundacin Universitaria Espaola, 2003. Lpez Bueno, Begoa, ed. La silva. Sevilla: U de Sevilla-U de Crdoba, 1991. Lpez Grigera, Luisa, La silva 'El pincel' de Quevedo, Homenaje al Instituto de Filologa y Literatura Hispnicas Doctor Amado Alonso en su cincuentenario 1923-1973, Losada, Buenos Aires, 1975, pp. 221-242. Lpez Grigera, Luisa, En torno a la descripcin de la prosa en los siglos de Oro, Homenaje a Jos Manuel Blecua, Gredos, Madrid, 1983, pp. 347-358. Lpez Grigera, Luisa, Complejidades barrocas en el retrato de la Stira de una dama de Quevedo, La Perinola, 9 (2005), pp. 99-124. Lpez Gutirrez, Luciano, A vueltas con el soneto a la mujer puntiaguda con enaguas, Revista de Literatura, 59, 118 (1997), pp. 387-389. Lpez Poza, Sagrario, Quevedo y las citas patrsticas, Boletn de la Biblioteca Menndez Pelayo, 67 (1991), 75-106. Lpez Poza, Sagrario, Francisco de Quevedo y la literatura patrstica, Universidade da Corua, Corua, 1992. Lpez Poza, Sagrario, La Tabla de Cebes y los Sueos de Quevedo, Edad de Oro, XIII (1994), 85-101. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 278 Luciano, Obras, ed. J. Zaragoza, Madrid, Biblioteca Clsica Gredos,1990. Ly, Nadine. "ros et rhtorique chez Quevedo: Analyse du sonnet 371." La posie amoureuse de Quevedo. Ed. Marie-Linda Ortega. Paris: ENS, 1997. 131-57. Malfatti, Mara E, ed. Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el Enamorado. By Francisco de Quevedo. Barcelona: Alianza de Artes Grficas, 1964. Maero, Salvador, Clarificacin del polvo enamorado quevedesco a travs del estudio de sus fuentes, Revista de Literatura, 50 (1988), 423-43. Martn, Francisco J., "El escarmiento': un poema de prisin, el poema de una vida." Monographic Review - Revista Monogrfica 11 (1995), pp. 59-72. Martinengo, Alessandro, "Quevedo y Venecia: Una versin desconocida de una stira de Don Francisco." Actas del Quinto Congreso Internacional de Hispanistas. Ed. M. Chevalier, F. Lpez, J. Prez and N. Salomond. Bordeaux: PU de Bordeaux, 1977. 633-42. Martinengo, Alessandro, La astrologa en la obra de Quevedo. Madrid: Alhambra, 1983. Martinengo, Alessandro, "Biblia vs Omero: il tema del mare e della navigazione nella poesia morale di Quevedo." Miscellanea de Studi Ispanici (1985), pp. 73-95. Martinengo, Alessandro, "Dos muertes paralelas, Julio Csar y Enrique IV de Francia: El modelo de Plutarco de Pierre Mathieu a Quevedo." Hommage Robert Jammes. 3 vols. Ed. Francis Cerdan. Toulouse: 1994. pp. 799-811. Martinengo, Alessandro, Ensayo de comentario a una poesa heroica de Quevedo en Quevedo a nueva luz, Mlaga: Universidad, 1997, pp. 251-257. Martinengo, Alessandro, "La degradacin del mito de Dnae en un soneto burlesco de Quevedo (Blecua, nm. 536)." Rostros y mscaras: personajes y temas de Quevedo. Ed. I. Arellano and Jean Canavaggio. Pamplona: Eunsa, 1999. 107-117. Martinengo, Alessandro, Desterrado Scipin a una rstica casera suya, recuerda consigo la gloria de sus hechos y de su posteridad.'" La Perinola 6 (2002), pp. 151-60. Martinengo, Alessandro, El Can de Quevedo entre exgesis e iconografa. La Perinola 8 (2004), pp. 257-78. Mas, A., La caricature de la femme, du mariage et de l'amour dans l'oeuvre de Quevedo, Ediciones Hispanoamericanas, Pars, 1957. Maurer, Christopher, 'So que te...dirlo?' El soneto del sueo ertico en los siglos XVI y XVII, Edad de Oro, IX (1990), 149-167. Maurer, Christopher, Intepretacin de la Epstola satrica y censoria de Quevedo, Cuadernos Hispanoamericanos, 121 (361-362, julio-agosto, 1980), pp. 93-111 Mata, Carlos, Aspectos satricos y carnavalescos del Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado de Quevedo, Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, III (2000), p. 225-247. McCaw, R. John. "The Liberated Word: Africans and Carnivalesque Imagery in Francisco de Quevedo's Boda de negros." Afro-Hispanic Review 18.2 (1999): 10-14. McGrady, Donald y S. Rodrguez-Jimnez, Simbolismo ertico y 'la huella del len' en dos sonetos de Quevedo, Hispanic Review, LVIII (1990), 89-97. Medina, Inmaculada, Retrato regio de los Austria en Quevedo: algunos poemas, en Quevedo en Manhattan, Madrid: Visor, 2004, pp. 165-188. Medina, Inmaculada, Retratismo alegrico/ emblemtico en la obra de Quevedo, La Perinola 9 (2005), pp. 125-150. Molho, Maurice, Una cosmogona antisemita: 'rase un hombre a una nariz pegado', en Quevedo in Perspective, James Iffland (ed.), Juan de la Cuesta, Newark, Delaware, 1982, pp. 57-79. Molho, Maurice, Sobre un soneto de Quevedo: 'Cerrar podr mis ojos', Comps de Letras. En torno al yo, I (1992), 124-140. Molho, Maurice, El sol oculto: Sobre un soneto de Quevedo, en Heydenreich, Titus, ed. Leube, Eberhard, ed., Schrader, Ludwig, ed., Romanische Lyrik: Dichtung und Poetik - Walter Pabst zu Ehren, Tbingen, Stauffenburg, 1993, pp. 151-166. Molho, Maurice, Quevedo, en Histoire de la littrature espagnole, I, ouvrage dirig par Jean Canavaggio, Fayard, Paris, 1993b, pp. 657-681. BIBLIOGRAFA 279
Moore, Roger, A Stylistic Study of Love-Poetry of Quevedo, Tesis, Toronto: University of Toronto, 1974. Moore, Roger, Towards a Chronology of Quevedo's Poetry. Fredericton: York Press, 1977. Moore, Roger, "Two New Poems from Quevedo to Lisi?" Bulletin of Hispanic Studies 64.3 (1987), pp. 215-24. Moore, Roger, "Quevedo's Poetic Creativity: Some Comments on the Revisions to 'Contaba una labradora.'" Modern Language Notes 101.2 (1987), pp. 378-86. Moore, Roger, "Different Kinds of Failure: Quevedo's Revisions to 'Mir los muros de la patria ma.'" Modern Language Review 84.1 (1989): 66-76. Morales Raya, Remedios, Los romances de Quevedo, edicin anotada y estudio crtico, tesis doctoral, Universidad de Granada, 1991. Morales Raya, Remedios, Cronologa de dos parodias ureas del mito de Hero y Leandro, Edad de Oro, XIII (1994), 103-111. Morel dArleux, Antonia, Obscenidad y desengao en la poesa de Quevedo, Edad de Oro, 9 (1990), pp. 181-194. Moreno Castillo, Enrique, "Algunas fuentes latinas de la poesa de Quevedo." Bulletin of Hispanic Studies 71.4 (1994), pp. 473-84. Moreno Castillo, Enrique, "Anotaciones a la silva Al inventor de la pieza de artillera' de Francisco de Quevedo." La Perinola 5 (2001), pp. 165-83. Moreno Castillo, Enrique, Anotaciones a la silva Roma antigua y moderna de Francisco de Quevedo. La Perinola 8 (2004), pp. 501-43. Morreale, M., Un poema mariano de Quevedo (son. 176), ledo con criterios tradicionales, en Serta Philologica Fernando Lzaro Carreter, II, Ctedra, Madrid, 1983, pp. 355-64. Nider, Valentina, La Fnix, La Perinola, 6 (2002), pp. 161-178. Olivares, Julian, The Love Poetry of Francisco de Quevedo, Cambrigde University Press, Cambrigde, 1983. Olivares, Julian, Soy un fue y un ser y un es cansado: Text and context, Hispanic Review, 63.3 (1995), pp. 387-410. Orozco Daz, E., Lo visual y lo pictrico en el arte de Quevedo (Notas sueltas para una ponencia sobre el tema), en Homenaje a Quevedo. II Academia Literaria Renacentista, V. Garca de la Concha (ed.), Universidad de Salamanca, Salamanca, 1982, pp. 417-454. Ortega, Marie-Linda, ed. La posie amoureuse de Quevedo. Paris: ENS, 1997. Ovidio, Ars amatoria, Remedia amoris, Cambridge, Loeb Classical Library, 1985. Peraita, Carmen, Espectador del naufragio, Muestra en oportuna alegora la seguridad del estado pobre y el riesgo del poderoso, La Perinola 6 (2002), pp. 181-195. Peraita, Carmen, El contrato de caridad y los cambios de la gloria: concepciones quevedianas de la pobreza, en Quevedo en Manhattan, Madrid: Visor, 2004, pp. 203- 216. Prez Cuenca, Isabel, "Del jaque al bandolero: las jcaras de Quevedo." Le bandit et son image au Sicle d'Or/El bandolero y su imagen en el Siglo de Oro. Actas del Coloquio Internacional, Madrid, 1989. Ed. Juan Antonio Martnez Comeche. Paris: PU de la Sorbonne, 1991, pp. 193-200. Prez Cuenca, Isabel, "La transmisin manuscrita de la obra potica de Quevedo: atribuciones." Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos aniversarios. Ed. S. Fernndez Mosquera. Santiago de Compostela: U de Santiago de Compostela, 1995, pp. 119-31. Prez Cuenca, Isabel, Catlogo de los manuscritos de Quevedo en la Biblioteca Nacional. Madrid: Ollero & Ramos, 1997. Prez Cuenca, Isabel, "Las tres musas ltimas castellanas: problemas de atribucin." Actas del XIII Congreso de la Asociacin International de Hispanistas. Ed. F. Sevilla and C. Alvar. Madrid: Castalia, 2000, pp. 659-69. Prez Cuenca, Isabel, "Algunos casos de atribuidos y apcrifos en las ediciones de la poesa de Quevedo." La Perinola 4 (2000), pp. 267-83. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 280 Prez Cuenca, Isabel, "Las lecturas de Quevedo a la luz de algunos impresos de su biblioteca." La Perinola 7 (2003), pp. 297-333 Perin, Blanca, En el huerto con Quevedo. Boda y acompaamiento del campo y Matraca de las flores y la hortaliza, La Perinola 6 (2002), pp. 199-223. Plata Parga, Fernando, Ocho poemas satricos de Quevedo. Estudios bibliogrfico y textual, edicin crtica y anotacin filolgica. Pamplona: Eunsa, 1997. Plata Parga, Fernando, "Los cdices del enigma Las dos somos hermanas producidas' y el problema de su autora." Actas del IV Congreso Internacional de la Asociacin Internacional Siglo de Oro. Alcal de Henares, 1998. II, pp. 1243-54. Plata Parga, Fernando, "Contribucin al estudio de las fuentes de la poesa satrica de Quevedo: Ateneo, Berni y Owen." La Perinola 3 (1999), pp. 225-47. Plata Parga, Fernando, "Nuevas versiones manuscritas de la poesa quevediana y nuevos poemas atribuidos: en torno al manuscrito BMP 108." La Perinola 4 (2000), pp. 285-307. Plata Parga, Fernando, "Comentario de la Cancin a una dama hermosa y borracha.'" La Perinola 6 (2002): 225-37. Plata Parga, Fernando, Don Juan Vlez de Len, refundidor de Quevedo (a propsito del romance Don Repollo y doa Berza). La Perinola 8 (2004): 343-57 Poggi, Giulia, Quevedo con/sin Petrarca, La Perinola 8, (2004), pp. 359-374. Pozuelo Yvancos, Jos Mara, El lenguaje potico de la lrica amorosa de Quevedo, Murcia: Universidad, 1979. Pozuelo Yvancos, Jos Mara, "Formas de la invencin en la poesa de Quevedo (sobre Con acorde concento...')." Rostros y mscaras: personajes y temas de Quevedo. Ed. I. Arellano and Jean Canavaggio. Pamplona: Eunsa, 1999. 119-31. Pozuelo Yvancos, Jos Mara, "La construccin retrica del soneto quevediano." La Perinola 3 (1999): 249-67 Profeti, Maria G., "La obsesion anal en la poesa de Quevedo." Actas del VII Congreso de la Asociacion Internacional de Hispanistas (Venice 1980). Rome: Bulzoni, 1982. II: 837-45. Profeti, Maria G., Quevedo: la scrittura e il corpo. Rome: Bulzoni, 1984. Profeti, Maria G., "La enfermedad como negacin del cuerpo en la poesa de Quevedo." Actas del VIII Congreso de la Asociacion Internacional de Hispanistas. Madrid: Ediciones Istmo, 1986. II: 477-85. Profeti, Maria G., El micro-gnero de los sonetos de stira literaria y Quevedo. La Perinola 8 (2004): 375-95. Qurillacq, Ren. "Quevedo y los mdicos: Stira y realidad." Cuadernos Hispanoamericanos 428 (1986): 55-66. Ramn Font, Antonio, Pedro Crislogo en Francisco de Quevedo, Alicante, Universidad de Alicante, 1997. Rangel, Vincente, Dos aspectos de la parodia quevedesca, Revista de Literatura, 41 (1979), pp. 162. Rey, Alfonso, La stira segunda de Persio en la poesa moral de Quevedo, Boletn de la Biblioteca Menndez Pelayo, 55 (1979), 65-84. Rey, Alfonso, (ed.), Francisco de Quevedo, Virtud militante contra las quatro pestes del mundo..., Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1985. Rey, Alfonso, Criterios y prejuicios en la edicin de la poesa de Quevedo, Edad de Oro, XIII (1994), 131-139. Rey, Alfonso, (Quevedo y la poesa moral espaola, Madrid, Castalia, 1995 Rey, Alfonso, Vida retirada y reflexin sobre la muerte en ocho sonetos de Quevedo, La Perinola I (1997), pp. 193-195. Rey, Alfonso, Poesa moral (Polimnia), Tamesis, London, 1999. Ripa, Cesare, Iconologa, Madrid: Akal, 1987. Rivers, Elias L., Muses and Masks: Some Classical Genres of Spanish Poetry. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1992. Rivers, Elias L., Quevedo y su potica dedicada a Olivares. Estudio y edicin. Pamplona: Eunsa, 1998. BIBLIOGRAFA 281
Rivers, Elias L., "Aldana y Quevedo: Una nota en homenaje a Alfonso Rey." Edad de Oro 18 (1999): 171-75. Rocha de Sigler, M. Carmen, Francisco de Quevedo. Cinco silvas, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1994. Roig-Miranda, Marie, Les sonnets de Quevedo. Variations, constance, volution, Presses Universitaires de Nancy, Nancy, 1989. Roig-Miranda, Marie, "Quevedo et la guerre de Troie: analysee du sonnet 'Ver relucir, en llamas encendido.'" Mlanges offerts P. Guinard. Paris: Hispaniques, 1990. I: 245-54. Roig-Miranda, Marie, "Sonnet et Histoire: 'Un godo, que una cueva en la montaa.'" Arquivos do Centro Cultural Portugues 31 (1992), pp. 331-347. Roig-Miranda, Marie, "Sonnet et hraldique: 'Vulcano las forj, toclas Midas,' de Quevedo." Hommage Robert Jammes, III. Ed. Francis Cerdan. Toulouse: PU du Mirail, 1994. 1005-14. Roig-Miranda, Marie, La utilizacin de un texto bblico por Quevedo, Edad de Oro, XIII (1994), 141-149. Roig-Miranda, Marie, "Sonnet et posie amoureuse chez Quevedo." La posie amoureuse de Quevedo. Ed. M. L. Ortega, Paris: ENS, 1997. 53-69. Roig-Miranda, Marie, "La realidad de la mujer piramidal (estudio del soneto 516 de Quevedo)." La Perinola 3 (1999): 383-94. Snchez Alonso, B., Los satricos latinos y la stira de Quevedo, Revista de Filologa Espaola, 11 (1924), 33-153. Santa Cruz, Melchor de, Floresta espaola, ed. Maximiliano Cabaas, Madrid, Ctedra, 1996. Schalk, Fritz."Quevedo's 'Imitaciones de Marcial.'" Festschrift fr H. Tiemann. Hamburg, 1959, pp. 202-12. Schwartz, La, "Martial and Quevedo: Re-Creation of Satirical Patterns." Antike und Abendland (Berlin and New York) 23.2 (1977), pp. 122-42. Schwartz, La, "Supervivencia y variacin de imgenes clsicas en la obra satrica de Quevedo." Lexis (U Pontficia Catlica del Peru, Lima) 2.1 (1978), pp. 27-56. Schwartz, La, Metfora y stira en la obra de Quevedo. Madrid: Taurus, 1984. Schwartz, La, "Quevedo junto a Gngora: recepcin de un motivo clsico." Homenaje a Ana Mara Barrenechea. Madrid: Castalia, 1984, pp. 313-25. Schwartz, La, Quevedo: discurso y representacin. Pamplona: Eunsa, 1986. Schwartz, La, "El letrado en la stira de Quevedo." Hispanic Review 54.1 (1986), pp. 27-46. Schwartz, La, y James. O. Crosby. "La silva 'El sueo' de Quevedo: Gnesis y revisiones." Bulletin of Hispanic Studies 63.2 (1986), pp. 111-26. Schwartz, La, "Formas de la poesa satrica en el siglo XVII: Sobre las convenciones del gnero." Edad de Oro 6 (1987), pp. 215-34. Schwartz, La, "Stira y filosofa moral: el texto de Quevedo." Actas del IX Congreso de la Asociacin Internacional de Hispanistas: 18-23 agosto 1986, Berln. Ed. Sebastian Neumeister. Frankfurt am Main: Vervuert Verlag, 1989. I, pp. 619-27. Schwartz, La, e Ignacio Arellano, eds. Poesa selecta. By Francisco de Quevedo. Barcelona: PPU, 1989. Schwartz, La, "De camaleones y pretendientes en la poesa de Quevedo." Dialogo. Studi in onore di Lore Terracini. Rome: Bulzoni, 1990. II, pp. 657-72. Schwartz, La, "Golden Age Satire: Transformations of Genre." Modern Language Notes 105 (1990), pp. 260-82. Schwartz, La, "Francisco de Quevedo." Siete siglos de autores espaoles. Ed. K. and T. Reichenberger. Kassel: Reichenberger, 1991. 123-27. Schwartz, La, "Prisin y desengao de amor: Dos topoi de la retrica amorosa en Quevedo y en Soto de Rojas." Criticn 56 (1992), pp. 21-39. Schwartz, La, "Telesio en Quevedo: 'No es artfice, no, la simetra' en su contexto cultural." Busquemos otros montes y otros ros: Estudios de literatura espaola del Siglo de Oro dedicados a Elias L. Rivers. Madrid: Castalia, 1992, pp. 221-33. MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 282 Schwartz, La, "De la erudicin noticiosa: El motivo de Acten en la poesa urea." Actas del X Congreso de la Asociacin Internacional de Hispanistas. Ed. A. Vilanova. Barcelona: PPU, 1992. 551-61. Schwartz, La, "La transmisin renacentista de la poesa grecolatina y dos sonetos de Quevedo (Parnaso, Erato, XXXVIII y XXXIX)." Edad de Oro 12 (1993), pp. 303-320. Schwartz, La, "Hermenutica filolgica y crtica literaria: a propsito de un soneto amoroso de Quevedo (486)." Glosa 4 (1993), pp. 167-187. Schwartz, La, "Versiones de Orfeo en la poesa amorosa de Quevedo." Filologa 26.1-2 (1993), pp. 205-21. Schwartz, La, "Figuras del Orco y el infierno interior en Quevedo." Hommage Robert Jammes, III. Ed. Francis Cerdan. Toulouse: PU du Mirail, 1994, pp. 1079- 88. Schwartz, La, "Quevedo y su obra: entre ecdtica y hermutica." Estudios sobre Quevedo: Quevedo desde Santiago entre dos aniversarios. Ed. S. Fernndez Mosquera. Santiago de Compostela: UP, 1995, pp. 25-43. Schwartz, La, "Ficino en Quevedo: pervivencia del neoplatonismo en la poesa del siglo XVII." Voz y letra 6.1 (1995), pp. 113-35. Schwartz, La, "Las voces del poeta amante en la poesa de Quevedo." Quevedo a nueva luz: escritura y poltica. Coords. La Schwartz & Antonio Carreira. Mlaga: U de Mlaga, 1997. 271-95. Schwartz, La, and Antonio Carreira, coords. Quevedo a nueva luz: escritura y poltica. Mlaga: U de Mlaga, 1997. Schwartz, La, "La musa Erato del Parnaso de Quevedo: los retratos de la dama, los afectos del amante." La posie amoureuse de Quevedo. Ed. M.L. Ortega. Paris: ENS, 1997. 11-24. Schwartz, La, e I. Arellano, eds. Un Herclito Cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas. Barcelona: Biblioteca Clsica, Crtica, 1998. Schwartz, La, e I. Arellano. "Nota sobre un soneto atribuido a Quevedo." La Perinola 2 (1998), pp. 311-13. Schwartz, La, "Un lector ureo de los clsicos griegos: de los epigramas de la Antologa griega a las Anacrenticas en la poesa de Quevedo." La Perinola 3 (1999), pp. 293-324. Schwartz, La, e Isabel Prez Cuenca. "Unas notas autgrafas de Quevedo en un libro desconocido de su biblioteca." Boletn de la Real Academia Espaola 79.276 (1999), pp. 67-91. Schwartz, La, "Quevedo y las antigedades griegas: los Deipnosophistae en su obra." Actas del V Congreso de la Asociacin Internacional Siglo de Oro. Madrid: Vervuert, 2000. 1190- 1201. Schwartz, La, "Entre Propercio y Persio: Quevedo, poeta erudito." La Perinola 7 (2003), pp. 367-95. Schwartz, La, Notas sobre dos conceptos del discurso amoroso de Quevedo y sus fuentes: la amada fiera y la amada ptrea, La Perinola 9 (2005), pp. 215-226 Senabre, R., Hiptesis sobre la cronologa de algunos poemas quevedescos, en Homenaje a Jos Manuel Blecua, Gredos, Madrid, 1983, pp. 605-16. Seplveda, Jess. "Con un soneto de Quevedo: lxico ertico y niveles de interpretacin." La Perinola 5 (2001): 285-319. Seplveda, Jess, A vueltas con Gonzlez de Salas, Memoria de la palabra. Actas del VI Congreso de la AISO, Madrid: Iberoamericana, 2004, pp. 1653-1668. Sneca, Des bienfaits, ed. F. Prchac, Paris, Les Belles Lettres, 1972. Sers, Guillermo, Si hija de mi amor mi muerte fuese. Tradiciones y sentido, La Perinola 8 (2004), pp. 463-483. Sierra de Czar, ngel, Autores latinos en los poemas morales de Quevedo: 'Reescrituras' y cronologa, Humanitas in honorem A. Fontn, Gredos, Madrid, 1992, pp. 431-450. Smith, Paul Julian, Quevedo on Parnassus, Londres: Modern of Humanities Research, 1987. Smith, P. J., Writing in the Margin. Spanish Literature of the Golden Age, Oxford University Press, Oxford, 1988. Sobejano, Gonzalo. ed. Francisco de Quevedo. Madrid: Taurus, 1978. BIBLIOGRAFA 283
Sobejano, Gonzalo, 'Himno a las estrellas': la imaginacin nocturna de Quevedo, en Quevedo in perspective, James Iffland (ed.), Juan de la Cuesta, Newark, Delaware, 1982, pp. 35-56. Sobejano, Gonzalo, 'Reinos del espanto': Garcilaso, Gngora, Quevedo y otros, en Busquemos otros montes y otros ros. Estudios de literatura espaola del Siglo de Oro dedicados a Elias L. Rivers, Castalia, Madrid, 1992, pp. 253-268. Tarsia, Pablo de. Vida de don Francisco de Quevedo Y Villegas. Madrid, 1663. Vallo, Carlos, El mundo al revs en la poesa satrica de Quevedo, Cuadernos Hispanoamericanos, 380 (1982), 364-393. Varela, Mnica Ins. "Algunas fuentes de la inventio en la poesa religiosa de Quevedo." La Perinola 3 (1999): 337-54. Vega Madroero, Fe, La musa Clo: temas y tradicin potica, La Perinola, 3 (1999), pp. 355-374. Vega Madroero, Mara de la Fe. "El poema de Quevedo a la jura del prncipe Baltasar Carlos y las relaciones de la poca." La fiesta. Actas del II Seminario de Relaciones de Sucesos. Ed. S. Lpez Poza and N. Pena Sueiro. Ferrol: Soc. de Cultura Valle-Incln, 1999. 351-58. Villanueva, Daro. La potica de la lectura en Quevedo. Manchester: U of Manchester, 1995. Walters, David Gareth, "Three examples of Petrarchism in Quevedo's Herclito cristiano." Bulletin of Hispanic Studies 58 (1981): 21-30. Walters, David Gareth, "Notes Concerning the Authenticity of Two Madrigals Attributed to Quevedo." Bulletin of Hispanic Studies 61.4 (1984): 483-90. Walters, David Gareth, "Una nueva ordenacin de los poemas a Lisi de Quevedo." Criticn 27 (1984): 55-70. Walters, David Gareth, Francisco de Quevedo, Love Poet. Washington, D.C.: Catholic U of America P; Cardiff: U of Wales P, 1985. Walters, David Gareth, ed. Poems to Lisi. By Francisco de Quevedo. Exeter: U of Exeter, 1988. Walters, David Gareth, "Canta sola a Lisi: lector y texto, voz y silencio." Edad de Oro 13 (1994): 181-188. Walters, David Gareth, "El derecho a no escoger: lector y amada en el soneto Dejad que a voces diga el bien que pierdo.'" La Perinola 6 (2002): 263-71. Walters, David Gareth, Canta sola a Lisi: lector y texto, voz y silencio', Edad de Oro, XIII (1994), 181-188. Walters, David Gareth, El derecho a no escoger: lector y amada en el soneto Dejad que a voces diga el bien que pierdo, La Perinola 6 (2002), pp. 263-271. Weinberg, Bernard, Trattati di Retorica e Poetica, Bari, Laterza, 1970. Wilson, Edward M.-Blecua, Jos Manuel, (eds.), Francisco de Quevedo, Lgrimas de Hieremas castellanas, prlogo, edicin y notas, CSIC, Madrid, 1953.
ndice onomstico A A buen puerto habis llegado................................................................................................... 126 A fugitivas sombras doy abrazos............................................................................................... 170 A la corte vas, Perico ................................................................................................................ 139 A la jineta sentada..................................................................................................................... 133 A la orilla de un pellejo ..............................................................................................................93 A la salud de las marcas........................................................................................................ 93, 95 A la sombra de unos pinos ....................................................................................................... 137 A las bodas de Merlo...................................................................................................................98 A los moros por dinero............................................................................................................. 132 A maldecir el pueblo en un jumento........................................................................................ 206 A Marica la chupona ................................................................................................................. 132 A quien la buena dicha no enfurece ..........................................................................................24 A todas partes que me vuelvo veo ........................................................................................ 55, 73 A tus ojos y a tu boca................................................................................................................ 130 A vosotras, estrellas .................................................................................................................. 197 Adn en Paraso, vos en huerto................................................................................................ 203 Aguarda riguroso pensamiento ................................................................................................ 170 Ah de la vida! Nadie me responde?...........................................................................................22 Al oro de tu frente unos claveles ................................................................................................50 Al prado vais, mi yegua............................................................................................................. 138 Al que de la guarda es............................................................................................................... 137 Alceo ...........................................................................................................................................53 Aldrete ............................................................. 3, 5, 15, 46, 159, 160, 161, 167, 189, 191, 195, 201 All va con un sombrero.............................................................................................................99 All va en letra Lampuga ...................................................................................................... 90, 91 All van nuestros delitos........................................................................................................... 131 All vas, jacarandina ...................................................................................................................91 Alonso.................................................................................................................... 5, 227, 230, 233 Amagos generosos de la guerra .................................................................................................. 11 Amaras un ausente, que es firmeza .......................................................................................... 111 Amor me ocupa el seso y los sentidos ........................................................................................64 Amor me ocupa todos los sentidos........................................................................................... 168 Amor, prevn el arco y la saeta................................................................................................. 166 Anilla, dame atencin............................................................................................................... 128 Ans, sagrado mar, nunca te oprima...........................................................................................15 Antes que el repeln, eso fue antao...................................................................................... 107 Antiyer nos casamos; hoy querra .................................................................................... 112, 151 Antiyer se dieron vaya .............................................................................................................. 135 Antologa griega...................................................................................................................... 6, 56 Antouela, la pelada ................................................................................................................. 128 Aasco, el de Talavera ................................................................................................................92 Apenas os conoca .................................................................................................................... 181 Apuleyo.......................................................................................................................................53 Aquella frente augusta que corona.............................................................................................12 Aqueste es el poniente y el nublado...........................................................................................47 Aqu en las altas sierras del Segura............................................................................................67 Aqu ha llegado una nia.......................................................................................................... 126 Aqu la vez postrera .................................................................................................................. 162 Aqu una mano violenta..............................................................................................................47 Aqu, donde su curso, retorciendo.............................................................................................67 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 286 Arellano ........................... 10, 12, 14, 26, 36, 58, 64, 67, 73, 132, 134, 135, 145, 202, 207, 227, 230 Argensola .................................................................................................................................. 149 Arroja las balanzas, sacra Astrea................................................................................................. 32 Artificiosa flor, rica y hermosa ................................................................................................. 174 Asensio..................................................................................................89, 192, 198, 199, 215, 227 As a solas industriaba .............................................................................................................. 133 As el glorioso san Roque ......................................................................................................... 132 Astrana.......................................................................................................................... 3, 217, 227 Ateneo............................................................................................................................. 34, 35, 79 Athlante, que en la Cruz sustentas Cielo ......................................................................... 208, 209 Aunque cualquier lugar donde estuvieras................................................................................ 175 Aunque, seora, creo................................................................................................................ 177 Ausonio.........................................................................................................................................9 Ay, cmo en estos rboles sombros...........................................................................................76 Ayer se vio juguetona................................................................................................................ 137 Azaustre .......................................................................................................................11, 227, 229 B Baltasar Carlos .............................................................................................................. 10, 12, 199 Bellay...........................................................................................................................................16 Berenguer de Aoiz ......................................................................................................................44 Bermejazo platero de las cumbres ............................................................................................ 115 Bernardino de Mendoza..............................................................................................................46 Besando mis prisiones .............................................................................................................. 176 Bien con argucia rara y generosa................................................................................................11 Bien pueden alargar la vida al da...............................................................................................66 Blanco ..........................................................................................................................54, 170, 228 Blecua.......................................................................................... 149, 201, 216, 228, 230, 234, 235 Blher ................................................................................................................................. 31, 228 Borges ...................................................................................................................... 15, 44, 74, 228 Boscn.........................................................................................................................................72 Brocense........................................................................................................................................6 Buscas en Roma a Roma, oh peregrino!....................................................................................16 C Cacho .................................................................................................................................... 3, 228 Can por ms bien visto, tu fiereza ................................................................................... 207, 215 Cames.......................................................................................................................167, 172, 173 Candelas................................................................................................................. 38, 44, 196, 228 Cansado estoy de la corte ......................................................................................................... 139 Cappelli .......................................................................................................................................10 Carlos V ......................................................................................................................................10 Carreira ....................................................................................................................4, 94, 202, 228 Carrillo............................................................................................................... 10, 15, 46, 47, 171 Carrillo y Sotomayor...................................................................................................................15 Casse la Linterna y el Tintero................................................................................................. 113 Castigas en la Aguila el delito................................................................................................... 166 Catalina, una vez que mi mollera ..................................................................................... 105, 170 Catulo................................................................................................................................ 6, 49, 56 Cerrar podr mis ojos la postrera ...............................................................................................69 Ch Chiappini .................................................................................................................................. 229 Chitona ha sido mi lengua........................................................................................................ 140 NDICE ONOMSTICO 287
C Ciego eres amor y no ................................................................................................................ 128 Claudiano.....................................................................................................................26, 170, 221 Clements ............................................................................................................................... 9, 229 Colomb .............................................................................................................................. 46, 228 Colora abril el campo que mancilla............................................................................................68 Comer hasta matar el hambre es bueno................................................................................... 110 Cmo de entre mis manos te resbalas ................................................................................ 22, 159 Cmo pudiera ser hecho piadoso............................................................................................. 197 Con acorde concento o con ruidos.............................................................................................29 Con humildoso semblante........................................................................................................ 143 Con la sombra del jarro y de las nueces ................................................................................... 109 Con ms vergenza viven Euro y Noto.......................................................................................25 Con mil honras, vive cribas! ......................................................................................................92 Con mondadientes en ristre ..................................................................................................... 131 Con qu culpa tan grave ........................................................................................................... 197 Con sacrlega mano el insolente....................................................................................... 201, 203 Con testa gacha toda charla escucho........................................................................................ 110 Con tres estilos alanos .............................................................................................................. 121 Con un menino del padre................................................................................................... 90, 101 Consiglio................................................................................................................................... 228 Contaba una labradora ............................................................................................................. 180 Contando estaba las caas ..........................................................................................................93 Cont tu reino Dios, hale cumplido................................................................................. 208, 209 Cornudo eres, Fulano, hasta los codos .................................................................................... 113 Creces y con desprecio disfrazada..............................................................................................26 Crespas hebras sin ley desenlazadas ..........................................................................................58 Crosby..................................................... 3, 15, 22, 72, 104, 143, 160, 161, 163, 204, 227, 228, 229 Cruel llaman a Nern................................................................................................................ 141 Cuando a ms sueo el alba me convida.................................................................................. 169 Cundo aquel fin a m vendr forzoso........................................................................................58 Cuando escribiste en el sagrado cerro.............................................................................. 201, 203 Cuando esperando est la sepoltura...........................................................................................27 Cuando tu madre te pari cornudo.......................................................................................... 111 Cuando, glorioso, entre Moiss y Elas .................................................................................... 199 Cundo, Licino, di, contento viste .............................................................................................28 Cuntas manos de afanan en Oriente................................................................................... 25, 34 Cubriendo con cuatro cuernos................................................................................................. 130 Cuernos hay para todos, sor Corbera....................................................................................... 113 Cuevas................................................................................................................................. 60, 229 Cullhed ............................................................................................................................... 21, 229 D Davis .....................................................................................................22, 201, 202, 206, 214, 229 De cul feral, de cul furiosa Eno?............................................................................................64 De ese famoso lugar.................................................................................................................. 140 De los misterios a los brindis llevas ................................................................................. 207, 210 De los tiranos hace jornaleros .................................................................................................. 214 De tantas bien nacidas esperanzas ................................................................................... 167, 173 De un molimiento de huesos.................................................................................................... 142 De Valladolid la rica ................................................................................................................. 180 Debe de haber ocho das .......................................................................................................... 136 Decimotercio rey, esa eminencia................................................................................................14 Decir puede este ro.......................................................................................................... 176, 177 Deja la procesin, sbete al paso ..............................................................................144, 196, 213 Dejad que a voces diga el bien que pierdo............................................................................... 171 Del dinero que pidi............................................................................................................. 83, 84 Del Piero................................................................................................................................... 229 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 288 Del sol huyendo el mismo sol buscaba .............................................................................. 62, 174 Deletreaba una nia.................................................................................................................. 126 Desabrigan en altos monumentos ..............................................................................................22 Desacredita, Lelio, el sufrimiento ..............................................................................................31 Descaminado, enfermo, peregrino .............................................................................................73 Descansa en sueo, oh tierno y dulce pecho! ...........................................................................59 Descansa, mal perdido en alta cumbre.......................................................................................29 Desconoces, Damocles, mi castigo.............................................................................................29 Descortsmente y cauteloso el hado ..........................................................................................14 Descosido tiene el cuerpo...........................................................................................................93 Desde esta Sierra Morena......................................................................................................... 139 Deseado he desde nio...............................................................................................................82 Desembaraza Jpiter la mano.....................................................................................................30 Despus de gozar la gloria ........................................................................................................ 179 Despus que de puro viejo .........................................................................................................85 Despus que me vi en Madrid .................................................................................................. 190 Dessen................................................................................................................................. 34, 229 Detn tu curso, Henares, tan crecido....................................................................................... 168 Daz Morante...............................................................................................................................11 Dice el embajador que le prestara............................................................................................ 112 Dice que tiene sed siendo bebida............................................................................................. 210 Dcenme, don Jernimo, que dices.......................................................................................... 113 Dichoso puedes, Tntalo, llamarte.............................................................................................54 Dichoso t que alegre en tu cabaa ..................................................................................... 26, 27 Dichoso t, que naces sin testigo ..................................................................................... 163, 166 Dironme ayer la minuta .......................................................................................................... 126 Diez aos de mi vida se ha llevado .............................................................................................66 Dgote pretendiente y cortesano .............................................................................................. 118 Dime, Esquevilla, cmo fuiste osado ...................................................................................... 152 Digenes ........................................................................................................................... 141, 150 Diome el cielo dolor y diome vida..............................................................................................64 Diste crdito a un pino ............................................................................................................. 192 Don Repollo y doa Berza........................................................................................................ 135 Don Turuleque me llaman ....................................................................................................... 140 Dnde vas, ignorante navecilla................................................................................................. 193 Dos dedos estoy de darte.......................................................................................................... 128 duque de Friedland ....................................................................................................................45 duque de Lerma.............................................................................................................. 10, 13, 15 duque de Maqueda .....................................................................................................................14 duque de Pastrana ................................................................................................................ 10, 14 duquesa de Njara.......................................................................................................................44 E Echando chispas de vino ............................................................................................................95 Echando verbos y nombres ...................................................................................................... 133 Egido................................................................................................................................. 192, 229 El amor conyugal de su marido................................................................................................ 171 El instrumento artfice de muros ............................................................................................. 199 El metal animado...................................................................................................................... 198 El que cumple lo que manda......................................................................................................97 El que si ayer se muriera ............................................................................................................83 El sacrlego Verres ha venido .....................................................................................................28 El ver correr de Dios la sangre clara ................................................................................ 201, 204 Embarazada el alma y el sentido............................................................................................... 170 Embarazada me tienen ...............................................................................................................92 Embravec llorando la corriente............................................................................................... 168 En breve crcel traigo aprisionado....................................................................................... 58, 59 En caa de pescar troc Artabano ........................................................................................... 118 En crcel de metal, oh atrevimiento!............................................................................... 138, 193 NDICE ONOMSTICO 289
En casa de las sardinas ...............................................................................................................92 En crespa tempestad del oro undoso ................................................................................... 54, 63 En cuvanos, sin cejas y pestaas............................................................................................. 108 En dar al robador de Europa muerte .........................................................................................12 En el ardor de una siesta .......................................................................................................... 138 En el bruto que fue bajel viviente ..............................................................................................12 En el retrete del mosto ............................................................................................................. 141 En este incendio hermoso que, partido .....................................................................................70 En este sitio donde mayo cierra ............................................................................................... 163 En este sitio donde Mayo cierra ............................................................................................... 164 En estos versos de mi dictados ................................................................................................. 175 En lo sucio que has cantado..................................................................................................... 152 En los bailes de esta casa............................................................................................................96 En los claustros de lalma la herida............................................................................................73 Enrique IV.................................................................................................................................. 45 Epicteto..................................................................................................................................... 196 rase que se era ........................................................................................................................ 129 rase un hombre a una nariz pegado........................................................................104, 124, 231 rase una cena.......................................................................................................................... 109 rase una madre ....................................................................................................................... 126 Es la soberbia artfice engaoso ......................................................................................... 31, 205 Es ms cornudo el Rastro que mi agelo ................................................................................. 114 Es tu firmeza tan poca .............................................................................................................. 191 Es yelo abrasador, es fuego helado................................................................................... 167, 172 Esa benigna llama y elegante......................................................................................................55 Escalgero....................................................................................................................................60 Escipin ................................................................................................................................ 10, 15 Esclarecidas seas da Fortuna............................................................................................ 15, 199 Escondido debajo de tu armada ................................................................................................. 11 Espinosa...................................................................................................................4, 44, 119, 216 Esta cantina revestida en faz..................................................................................................... 109 Esta fuente me habla, mas no entiendo ................................................................................... 164 Esta miseria, gran seor, honrosa ..............................................................................................24 Esta que miras grande Roma agora .................................................................................. 175, 195 Esta que veis delante .......................................................................................................... 32, 193 Esta redoma, rebosando babas ................................................................................................. 116 Esta vbora ardiente, que, enlazada............................................................................................62 Estaba Amarilis......................................................................................................................... 179 Estbame en casa yo ................................................................................................................. 137 Estbame en mi casa yo.................................................................................................... 137, 138 Estbase la efesia cazadora ............................................................................................... 162, 165 Estacio....................................................................................11, 165, 170, 192, 197, 199, 200, 229 Estamos entre cristianos........................................................................................................... 133 Estas que veis aqu pobres y escuras ........................................................................................ 195 stas son y sern ya las postreras ...............................................................................................67 Este cclope, no siciliano .......................................................................................................... 154 Este cordero, Lisi, que tus yerros............................................................................................. 165 Este cordero, Lisis, que tus yerros ........................................................................................... 163 Este de los dems sitios Narciso............................................................................................... 199 Este metal que resplandece ardiente..........................................................................................24 Este polvo sin sosiego............................................................................................................... 198 Ettinghausen....................................................................................................................... 10, 229 Exento del amor pis la yerba .................................................................................................. 176 F Fadrique de Toledo ....................................................................................................................45 Faltar pudo a Scipin Roma opulenta .......................................................................................15 Faltar pudo a su patria el grande Osuna ....................................................................................15 Felipe III ....................................................................................................................10, 11, 15, 17 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 290 Felipe IV..................................................................................................................10, 11, 12, 199 Fernndez Mosquera .................................................................................................... 5, 161, 229 Ficino..........................................................................................................................................65 Flor que cantas, flor que vuelas.................................................................................................. 88 Floris, la fiesta pasada....................................................................................................... 121, 122 Fortunilla, Fortunilla................................................................................................................ 144 Francisco de la Cueva.................................................................................................................44 Francisco de Oviedo.....................................................................................................................3 Frine, si el esplendor de tu riqueza............................................................................................34 Frhlicher ................................................................................................................................. 229 Fucilla .............................................................................................................. 59, 60, 69, 163, 229 Fue ms larga que paga de tramposo ....................................................................................... 108 Fue sueo ayer, maana ser tierra...................................................................................... 21, 22 Fuente risuea y pura que a ser ro.......................................................................................... 164 Fuente risuea y pura, que a ser ro................................................................................. 164, 165 Fui bueno, no fui premiado........................................................................................................85 Furr ................................................................................................................................... 207, 229 Futanito, citanito ...................................................................................................................... 144 G Galvn....................................................................................................................................... 230 Garcilaso ............................................... 22, 63, 67, 68, 72, 73, 74, 76, 115, 163, 170, 173, 229, 235 Gargano............................................................................................................................... 51, 230 Garzelli ........................................................................................................................................10 Gobernando estn el mundo.................................................................................................... 136 Gmez Moreno.................................................................................................................... 52, 230 Gngora .................................................................................. 4, 14, 46, 73, 85, 135, 228, 230, 235 Gonzlez de Salas ......................... 3, 5, 6, 10, 12, 13, 14, 15, 19, 20, 40, 56, 79, 149, 161, 199, 228 Gonzlez Oll............................................................................................................................ 230 Gracin...................................................................................................................................... 230 Green ........................................................................................................................................ 230 Guerrero ................................................................................................................................... 230 Guilln ...................................................................................................................................... 230 H Ha de espantar las estrellas.........................................................................................................85 Hace tu rostro herejes mis despojos......................................................................................... 111 Hago verdad la Fnix en la ardiente...........................................................................................62 Harta la toga del veneno tirio .....................................................................................................24 Hay en Sicilia una famosa fuente ............................................................................................. 172 Helas, helas por do vienen..........................................................................................................95 Hemos venido a llegar .............................................................................................................. 190 Hermossimo invierno de mi vida ..............................................................................................52 Herrera............................................................................................................. 63, 67, 73, 104, 170 Horacio................................................................. 6, 15, 19, 20, 24, 26, 36, 38, 40, 41, 60, 161, 193 Hoy cumple amor en mis ardiente venas ...................................................................................64 Hoy cumple amor en mis ardientes venas............................................................................ 57, 65 Hoy la trompeta del Juicio.................................................................................................. 99, 100 Hoy no sabe de s la Astrologa ................................................................................................ 214 Hoy por el mar Bermejo del pecado................................................................................. 204, 217 Huye sin percibirse lento el da.................................................................................................. 22 I Iffland................................................................................................................. 197, 230, 231, 235 NDICE ONOMSTICO 291
J Jauralde.............................................................................................................. 122, 124, 192, 230 Jimnez ........................................................................................................................52, 221, 230 Jimnez Patn........................................................................................................................... 221 Job..................................................................................................... 21, 26, 31, 205, 209, 216, 229 Juan Redondo est en gurapas .....................................................................................................95 Jurez ........................................................................................................................................ 230 Juvenal ..................................................................................................20, 24, 27, 28, 43, 149, 193 K Killer ......................................................................................................................................... 230 Krabbenhoft.............................................................................................................................. 230 L La escarapela me llamas ........................................................................................................... 132 La esfera en que divide bien compuestas................................................................................. 124 La losa en sortijn pronosticada .............................................................................................. 108 La mocedad del ao, la ambiciosa..............................................................................................54 La profeca en su verdad quejarse.................................................................................... 201, 202 La que de vuestros ojos lumbre ha sido.....................................................................................47 La que hubiere menester.......................................................................................................... 134 La voluntad de Dios por grillos tienes .......................................................................................26 La voluntad de Dios quiere eminente ...................................................................................... 218 Lgrimas alquiladas del contento...............................................................................................24 Las cuerdas de mi instrumento .................................................................................................. 82 Las leyes con que juzgas, oh Batino! .........................................................................................33 Las luces sacras, el augusto da .................................................................................................. 53 Las puertas del infierno siempre abiertas ................................................................................ 209 Las selvas hizo navegar, y el viento ............................................................................................10 Las viejas que por lunares ........................................................................................................ 129 Lindo gusto tiene el tiempo.............................................................................................. 101, 145 Lisi, en la sombra no hallars frescura..................................................................................... 166 Lisis, por duplicado ardiente Sirio.............................................................................................67 Ll Llmanle rey y vndanle los ojos.............................................................................................. 206 Llorando est el Manzanares .................................................................................................... 138 Lloro mientras el sol alumbra y cuando........................................................................... 167, 174 Llueve, oh Dios! sobre m persecuciones .................................................................................31 Llueven calladas aguas en vellones ............................................................................................12 L Lo que al ratn tocaba, si te viera............................................................................................. 105 Lo que me quita en fuego, me da en nieve ................................................................................51 Lope de Vega ................................................................................................................................4 Lpez Bueno..............................................................................................................192, 227, 230 Lpez Grigera ................................................................................................................... 200, 230 Lpez Gutirrez ................................................................................................................ 106, 230 Lpez Poza............................................................................................................. 23, 24, 207, 230 Los mdicos con que miras ...................................................................................................... 127 Los mdicos han de errar ......................................................................................................... 134 Los ojos, Jeremas, con que leo................................................................................................ 208 Los que ciego me ven de haber llorado......................................................................................67 Los que quisieren saber............................................................................................................ 141 Lucano .................................................................................................................................. 60, 62 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 292 Luciano ........................................................................................................................80, 115, 231 Lucrecio......................................................................................................................................37 Luis de Granada ....................................................................................................................... 220 Luis XIII ............................................................................................................................... 10, 14 Luna..................................................................................................................... 32, 118, 216, 217 Ly 173, 231 M Macedonio.....................................................................................................................................4 Madre, yo al oro me humillo.......................................................................................................84 Madres las que tenis hijas ....................................................................................................... 130 Malfatti .............................................................................................................................. 222, 231 Mancebitos de la carda ...............................................................................................................91 Mandan las leyes de Apolo ....................................................................................................... 124 Mando yo, viendo que el mundo.............................................................................................. 131 Mandme, ay Fabio!, que la amase Flora..................................................................................52 Manzanares, manzanares .......................................................................................................... 138 Maero ................................................................................................................................ 69, 231 Maquiavelo............................................................................................................................ 30, 36 Marca Tulia se llamaba ..................................................................................................... 129, 141 Marcial............................ 12, 16, 34, 35, 103, 104, 105, 106, 107, 111, 113, 115, 119, 120, 138, 150 Mara Enrquez ...........................................................................................................................68 Mara Henrquez ................................................................................................................... 45, 46 Marica yo confieso .................................................................................................................... 119 Marino.................................................................................................................... 59, 62, 197, 229 marqus de Alcal.......................................................................................................................45 Martn........................................................................................................................................ 231 Martinengo............................................................................................................. 10, 15, 214, 231 Mas ...................................................................................................... 111, 135, 164, 191, 203, 231 Ms de bronce ser que tu figura ...............................................................................................11 Ms escarmientos dan al Ponto fiero..........................................................................................31 Ms solitario pjaro en cul techo ............................................................................................ 169 Mata............................................................................................................................200, 222, 231 Maurer..........................................................................................................................40, 170, 231 McCaw............................................................................................................................... 135, 231 McGrady.................................................................................................................................... 231 Medina .......................................................................................................................... 11, 67, 231 Medio da era por filo ............................................................................................................... 142 Mejor me sabe en un cantn la sopa ........................................................................................ 110 Mejor vida es morir que vivir muerto.........................................................................................70 Melchor de Bracamonte..............................................................................................................44 Mensajero soy, seora............................................................................................................... 125 Mi marido, aunque es chiquito................................................................................................. 133 Mi pobreza me sirve de Galeno ................................................................................................ 110 Miedo de la virtud llam algn da.............................................................................................27 Mientras que fui tabiques y desvanes ............................................................................... 114, 117 Mirando cmo Pisuerga............................................................................................................ 179 Miras este gigante corpulento.....................................................................................................30 Miras la faz que al orbe fue segunda ..........................................................................................30 Miro este monte que envejece enero........................................................................................ 163 Molesta el ponto Breas con tumultos .......................................................................................60 Molho........................................................................................................................................ 231 Moore ...........................................................................................................................57, 181, 231 Morales Raya............................................................................................................................. 232 Morel dArleux .................................................................................................................. 105, 232 Moreno Castillo......................................................................................................................... 232 Morreale.................................................................................................................................... 232 Morros....................................................................................................................................... 170 Mucio Escvola ..................................................................................................................... 10, 16 NDICE ONOMSTICO 293
Muere porque le mires.............................................................................................................. 197 Mujer llama a su madre cuando expira..................................................................................... 203 Mujer llama a su madre, cuando expira............................................................................ 210, 211 Msico llanto, en lgrimas sonoras.............................................................................................55 Msico rey y mdica armona .....................................................................................................36 N Nider ..........................................................................................................................147, 214, 232 Ningn cometa es culpado........................................................................................................ 189 No al son de la dulce ira ........................................................................................................... 109 No alma no, ni la conciencia fes ...................................................................................... 208, 209 No digas, cuando vieres alto el vuelo.................................................................................. 32, 217 No fuera tanto tu mal ................................................................................................................ 139 No lo entendis, mis ojos, que ese cebo.....................................................................................56 No me aflige morir, no he rehusado...........................................................................................70 No os espantis que me esconda .............................................................................................. 134 No os espantis, seora notoma .............................................................................................. 119 No s si es alma, si almilla ........................................................................................................ 144 No siempre tienen paz las siempre hermosas.............................................................................11 No ves a Behemoth, cuyas costillas.................................................................... 205, 206, 220, 229 No ves piramidal y sin sosiego.................................................................................................. 166 O O sea que olvidado ............................................................................................................. 67, 196 Oh cunta majestad, oh cunto numen! ....................................................................................11 Oh doctor hierba, docto sin Galeno......................................................................................... 109 Oh dulces, frescas aguas, transparentes................................................................................... 168 Oh fallezcan los blancos, los postreros.......................................................................................33 Oh Floris, quin pudiera.......................................................................................................... 197 Oh Jano, cuya espalda la cigea............................................................................................. 113 Oh t del cielo para m venida ................................................................................................. 196 Oh t, que comes con ajenas muelas ....................................................................................... 109 Oh t, que, con dudosos pasos, mides..................................................................................... 195 Oh vista de ladrn bien desvelado ................................................................................... 210, 211 Oh vos, troncos, anciana compaa............................................................................................75 Oh ya descansas, Guadiana, ociosas......................................................................................... 166 Or, ver y callar remedio fuera....................................................................................................27 Olivares ...................................................................... 5, 14, 21, 40, 41, 45, 137, 147, 206, 209, 232 Ondea el oro en hebras proceloso.................................................................................... 162, 166 Opilse, en conclusin ...............................................................................................................83 Orfeo por su mujer ................................................................................................................... 141 Orozco............................................................................................................................... 229, 232 Ortega ...................................................................................................54, 173, 227, 228, 231, 232 Osar, temer, amar y aborrecerse............................................................................................... 173 Ostentas, de prodigios coronado................................................................................................54 Osuna................................................................................................................................ 5, 10, 15 Ovidio ...................................................................... 6, 26, 39, 49, 53, 56, 60, 61, 64, 115, 193, 232 Oye la voz de un hombre que te canta ............................................................................. 119, 120 yeme riguroso ........................................................................................................................ 119 Oyente, si t me ayudas..............................................................................................................82 P Para comprar los hados ms severos ..........................................................................................33 Para entrar en palacio, las afrentas.............................................................................................28 Para qu nos persuades eres nia ............................................................................................ 107 Para, si subes si has llegado, baja ...............................................................................................29 Paravicino ...................................................................................................................................45 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 294 Parceme que van las Marujillas............................................................................................... 112 Pecosa en las costumbres y en la cara ...................................................................................... 105 Pedro Aldrete.............................................................................................................3, 6, 159, 191 Pedro Crislogo ....................................................................................23, 207, 212, 214, 215, 233 Pelo fue aqu, en donde calavero.............................................................................................. 105 Pequeos jornaleros de la tierra................................................................................................. 14 Peraita ........................................................................................................................... 26, 38, 232 Prez Cuenca ..................................................................................................... 114, 167, 189, 232 Perin.............................................................................................................................. 135, 232 Perrazo, a un espaol noble y cristiano .................................................................................. 106 Persio ............................................................... 19, 20, 29, 33, 34, 37, 113, 144, 149, 193, 213, 233 Psame, seora ma .................................................................................................................. 130 Petrarca6, 21, 22, 46, 47, 49, 56, 60, 67, 68, 69, 71, 72, 73, 74, 75, 168, 171, 173, 174, 195, 199, 228 Petronio .......................................................................................................................26, 170, 195 Pidindoles est dineros................................................................................................... 125, 133 Piedras apao cuando veis que callo........................................................................................ 117 Pierdes el tiempo, Muerte, en mi herida ....................................................................................70 Pndaro..........................................................................................................................................6 Plata ........................................................................................................... 114, 119, 120, 121, 232 Plinio............................................................................................................................. 37, 39, 118 Poeta de Oh que lindicos....................................................................................................... 153 Poggi ................................................................................................................................. 168, 232 Polux ......................................................................................................................................... 151 Por la cumbre de un monte levantado ..................................................................................... 169 Por ms graciosa que mi tronga sea ......................................................................................... 111 Por ser mayor el cerco de oro ardiente ......................................................................................60 Por yerta frente de alto escollo, osado........................................................................................73 Porque el azufre sacro no te queme ...........................................................................................33 Pozuelo................................................................................................................................ 60, 232 Pozuelo Yvancos ................................................................................................................. 29, 233 Prendernte, si te tapas ..............................................................................................................83 Preso por desvalido y delincuente............................................................................................ 117 Profeti ............................................................................................................................... 153, 233 Propercio ............................................................. 6, 49, 53, 56, 61, 63, 68, 69, 72, 74, 76, 195, 200 Puedes t ser mayor? Puede tu velo? ........................................................................................31 Puedo estar apartado, mas no ausente .......................................................................................66 Pues amarga la verdad ................................................................................................................84 Pues el bien comunicado.......................................................................................................... 108 Pues eres sol aprende a ser ausente ......................................................................................... 163 Pues hoy derrrama noche el sentimiento................................................................................. 203 Pues hoy pretendo ser tu monumento ..................................................................................... 212 Pues ms me quieres cuervo que no cisne............................................................................... 185 Pues me hacis casamentero .................................................................................................... 184 Pues que vuela la edad, ande la loza......................................................................................... 110 Pues quitas, primavera, al ao el ceo ..................................................................................... 176 Pues ya los aos caducos .......................................................................................................... 182 Pues ya tiene la encina en los tizones....................................................................................... 163 Pura, sedienta y mal alimentada............................................................................................... 212 Q Qu alegre que recibes ............................................................................................................. 197 Qu bien me parecis, jarcias y entenas.....................................................................................22 Qu buscas, porfiado pensamiento ............................................................................................70 Qu captas, nocturnal, en tus canciones.................................................................................. 154 Qu de robos han visto del invierno ................................................................................ 196, 228 Qu imagen de la muerte rigurosa ........................................................................................... 169 Qu importa blasonar del albedro.............................................................................................63 Que los aos por ti vuelen tan leves...........................................................................................34 Qu otra cosa es verdad sino pobreza .................................................................................. 21, 22 NDICE ONOMSTICO 295
Qu perezosos pies, qu entretenidos.................................................................................. 71, 72 Qu preciosos son los dientes .................................................................................................. 128 Que pretenda dos aos ser cornudo ........................................................................................ 150 Qu tienes que contar, reloj molesto ....................................................................................... 198 Que un corazn lastimado..........................................................................................................88 Que vos me permitis slo pretendo..........................................................................................66 Qudate a Dios, Amor, pues no lo eres......................................................................................65 Quejaste, Sarra, de dolor de muelas ........................................................................................ 107 Queris que suelte a Barrabs o a Cristo? ................................................................................ 116 Qurillacq ................................................................................................................................. 233 Quien bien supo una vez, Lisi, miraros......................................................................................66 Quin es el de las botas, que colgado....................................................................................... 116 Quin me compra, caballeros................................................................................................... 127 Quien quisiere nueva arte ........................................................................................................ 178 Quien quisiere ser culto en slo un da ................................................................................... 155 Quiero dar un vecino a la Sibila................................................................................................. 27 Quiero gozar, Gutirrez, que no quiero ................................................................................... 112 Quitando se est Medoro.......................................................................................................... 142 Quitar codicia, no quitar dinero................................................................................................. 23 R Raer tiernas orejas con verdades ................................................................................................29 Raimundo de Peafort.............................................................................................................. 214 Ramn Font ........................................................................................................................ 23, 233 Rangel ............................................................................................................................... 223, 233 Rayo ardiente del mar helado y fro ......................................................................................... 208 Religiosa piedad ofrezca llanto...................................................................................................47 Resstete a la rueda, que procura ............................................................................................. 118 Retirado en la paz de estos desiertos..........................................................................................36 Rey .................................................... 26, 37, 160, 162, 203, 204, 205, 208, 209, 211, 216, 220, 233 Rey de Suecia...................................................................................................................... 45, 208 Richelieu............................................................................................................................... 10, 14 Rioja.......................................................................................................................................... 192 Ripa........................................................................................................ 9, 19, 43, 49, 79, 103, 233 Rivers ................................................................................................................................ 233, 235 Rizas en ondas ricas del rey Midas ........................................................................................... 162 Rocha de Sigler................................................................................................................. 192, 233 Rodrigo Caldern ............................................................................................................... 44, 118 Rodrguez-Jimnez ................................................................................................................... 231 Roig Miranda ..............................................................................................................................15 Roig-Miranda ............................................................................................................................ 233 Roncero........................................................................................................ 10, 12, 13, 14, 44, 227 Rosal, menos presuncin............................................................................................................88 Rostro de blanca nieve, fondo en grajo.................................................................................... 107 S Sbado en Guadalajara............................................................................................................. 137 Sabe, oh rey trs cristiano!, la festiva........................................................................................14 Sabed, vecinas ............................................................................................................................83 Salamandra frondosa y bien poblada ................................................................................... 55, 62 Sali trocada en menudos ........................................................................................................ 180 Saliste, Doris bella, y florecieron ............................................................................................. 175 san Agustn ................................................................................................................................. 24 san Esteban............................................................................................................................... 214 san Lorenzo............................................................................................................................... 214 Sannazzaro................................................................................................................................ 163 Santa Cruz ........................................................................................................................ 182, 233 Santo silencio profeso ................................................................................................................81 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 296 Schalk ....................................................................................................................................... 233 Schwartz................................. 26, 58, 64, 73, 119, 120, 134, 145, 162, 172, 177, 207, 228, 233, 234 Sea que descansando la corriente ..............................................................................................13 Sea, que, descansando la corriente .......................................................................................... 205 Selvas y bosques de amor ......................................................................................................... 134 Senabre..................................................................................................................................... 234 Sneca........................ 9, 16, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 27, 28, 29, 31, 32, 37, 49, 61, 80, 228, 229, 235 Sneca, el responder hoy de repente .........................................................................................24 Seor don Juan, pues con la fiebre apenas................................................................................21 Seor don Leandro .......................................................................................................... 125, 142 Seor, don Juan, pues con la fiebre apenas...............................................................................22 Seor, si es el reinar ser escupido............................................................................................ 206 Sepan cuantos, sepan cuantas .................................................................................................. 132 Seplveda............................................................................................................................ 10, 235 Sers ................................................................................................................................... 69, 235 Si a los que me merecen me entregara..................................................................................... 117 Si alumbro yo porque a matar aprenda.................................................................................... 108 Si ddivas quebrantan peas duras.................................................................................. 201, 203 Si de cosas diversas la armona .................................................................................................. 53 Si de un delito proprio es precio en Lido..................................................................................32 Si de vos pasa el cliz de amargura .................................................................................. 210, 211 Si dios eres, amor, cul es tu cielo? ........................................................................................ 172 Si el abismo, en diluvios desatado..............................................................................................55 Si el cuerpo reluciente que en Oeta...........................................................................................61 Si en el loco jams hubo esperanza.......................................................................................... 169 Si enriquecer pretendes con la usura.........................................................................................25 Si eres campana, dnde est el badajo?.................................................................................. 106 Si fuere que, despus, al postrer da ..........................................................................................57 Si gobernar provincias y legiones...............................................................................................28 Si hermoso el lazo fue, si dulce el cebo......................................................................................65 Si hija de mi amor mi muerte fuese ...........................................................................................69 Si la prosa que gast ...................................................................................................................83 Si las mentiras de fortuna, Licas ................................................................................................25 Si me hubieran los miedos sucedido..........................................................................................22 Si me llamaron la Chica............................................................................................................ 131 Si mereciendo sillas Juan y Diego............................................................................................ 208 Si mis prpados, Lisi, labios fueran ...........................................................................................65 Si no duerme su cara con Filena...................................................................................... 106, 113 Si nunca descorts pregunt vano ................................................................................... 204, 205 Si Venus hizo de oro a Frine bella .............................................................................................34 Si vieras que con yeso blanqueabas ......................................................................................... 107 Si vistes a las piedras quebrantarse.......................................................................................... 203 Si vivas estas carnes y estas pieles ............................................................................................ 109 Sierra de Czar ......................................................................................................................... 235 Silvestre .................................................................................................................................... 220 Sin ser juez de la pelota..............................................................................................................81 Sin veneno sarrano, en pobre lana....................................................................................... 23, 25 Smith ..................................................................................................... 59, 60, 61, 62, 64, 69, 235 Sobejano ........................................................................................................................... 197, 235 Socio otra vez? Oh t, que desbudelas.................................................................................... 154 Sol os llam mi lengua pecadora.............................................................................................. 105 Sola en ti, Lesbia, vemos ha perdido .........................................................................................34 Sola esa fiesta en mi vida.......................................................................................................... 123 Slo en ti se minti justo el pecado ......................................................................................... 113 Son las torres de Joray.............................................................................................................. 146 So que el brazo de rigor armado .......................................................................................... 171 So, Floralba, que te dirlo? ............................................................................................. 170 Sulquivagante pretensor de Eolo ............................................................................................. 154 Szarinski......................................................................................................................................16 NDICE ONOMSTICO 297
T Tcito .................................................................................................................................. 24, 229 Tal vez se ve la nave negra y corva........................................................................................ 52, 54 Tambin tiene el Amor su astrologa .........................................................................................59 Tan grande precio pones a la escama.........................................................................................34 Tan vivo est el retrato y la belleza........................................................................................... 172 Tantos aos y tantos todo el da ............................................................................................... 154 Tarsia .........................................................................................................................160, 202, 235 Tasso ..................................................................................................................................... 53, 59 Temes, oh Lisi!, a Jpiter tonante.............................................................................................61 Ten vergenza, purprate, don Luis ........................................................................................ 154 Tened a Cristo son palabras vivas........................................................................................... 208 Tecrito..................................................................................................................................... 196 Tibulo..........................................................................................................................................56 Tiempo que todo lo mudas....................................................................................................... 197 Tirano de Adria el Euro, acompaada .......................................................................................26 Tocse a cuatro de enero.......................................................................................................... 180 Toda bolsa que me ve .................................................................................................................84 Todo lo puede despreciar cualquiera................................................................................... 23, 27 Todo mi discurso atajo ............................................................................................................. 123 Todo se lo muque el tiempo.......................................................................................................94 Todo se sabe, Lampuga ........................................................................................................ 90, 91 Todo tras s lo lleva el ao breve .......................................................................................... 21, 22 Tomando estaba sudores .......................................................................................................... 132 Torcido, desigual, blando y sonoro ...................................................................................... 55, 67 Tras arder siempre nunca consumirme.................................................................................... 173 Tras vos, un alquimista va corriendo........................................................................................ 115 Trataron de casar a Dorotea ..................................................................................................... 112 T sola, Cloris ma.................................................................................................................... 121 T solo en los errores acertado .................................................................................................. 16 T, blasn de los bosques ........................................................................................................ 199 T, en cuyas venas caben cinco grandes ....................................................................................15 T, que la paz del mar, oh navegante........................................................................................58 T, si en cuerpo pequeo............................................................................................60, 192, 199 T, ya, oh ministro!, afirma tu cuidado.....................................................................................30 Tudescos moscos de los sorbos finos ....................................................................................... 109 Tus decretos, Seor, altos y eternos......................................................................................... 204 U Un famoso escultor, Lisis esquiva ..............................................................................................59 Un licenciado fregn ..................................................................................................................96 Un moo que aunque traslado ................................................................................................. 130 Un nuevo corazn, un hombre nuevo ...................................................................................... 206 Un tenedor con medias y zapatos ............................................................................................. 105 Una incrdula de aos .............................................................................................................. 129 Una nia de lo caro................................................................................................................... 137 Una picaza de estrado ............................................................................................................... 129 V Vaenius ................................................................................................................................. 64, 69 Vallo................................................................................................................................. 148, 235 Varela ......................................................................................................... 202, 211, 220, 221, 235 Vega Madroero.......................................................................................................10, 11, 15, 235 Ven ya, miedo de fuertes y de sabios..........................................................................................22 Verendo padre, a lstima movido............................................................................................. 154 Ves con el oro spero y pesado...................................................................................................24 Ves con el polvo de la lid sangrienta ........................................................................................ 165 MANUEL NGEL CANDELAS COLODRN 298 Ves esa choza pobre que, en la orilla .........................................................................................26 Ves gemir sus afrentas al vencido............................................................................................. 165 Ves las cenizas que en tan breve asiento....................................................................................46 Ves que se precia Dios de juez severo...................................................................................... 212 Ves, Floro, que, pretando la Aritmtica ................................................................................... 198 Vi, debe haber tres das ............................................................................................................ 135 Vida fiambre, cuerpo de anascote ............................................................................................ 108 Viejecita arredo vayas ............................................................................................................... 128 Viejo verde, viejo verde ............................................................................................................ 130 Viendo el martirologio de la vida ............................................................................................. 109 Vindote sobre el cerco de la luna ........................................................................................... 159 Villamediana ......................................................................................................................... 38, 47 Villanueva ........................................................................................................................... 36, 235 Villodres con Guirindaina ........................................................................................................ 132 Vinagre y hiel para sus labios pide........................................................................................... 210 Virgilio ....................................................................... 9, 19, 37, 60, 74, 76, 162, 165, 196, 220, 229 Vitalis ..........................................................................................................................................16 Vivir es caminar breve jornada............................................................................................. 21, 22 Voyme por altos montes, paso a paso.........................................................................................75 Vuestros coplones, cordobs sonado ....................................................................................... 153 Vulcano las forj, toclas Midas ................................................................................................. 15 W Walters.........................................................................................................................57, 171, 235 Weinberg ............................................................................................................................ 40, 235 Wilson....................................................................................................................................... 235 Y Ya est guardado en la trena............................................................................................... 89, 101 Ya formidable y espantoso suena ...............................................................................................21 Ya los pcaros saben en Castilla................................................................................................ 112 Ya que a las cristianas nuevas................................................................................................... 129 Ya que al hospital del amor ...................................................................................................... 105 Ya que coplas componis ......................................................................................................... 152 Ya que descansan las uas........................................................................................................ 183 Ya que huyes de m, Lsida hermosa........................................................................................ 164 Ya que pas mi verde primavera ................................................................................................71 Ya sali, Lamia, del jardn tu rostro......................................................................................... 107 Ya se salen de Alcal......................................................................................................... 100, 101 Ya sueltan, Juanilla, presos ...................................................................................................... 182 Ya viste que acusaban los sembrados....................................................................................... 163 Yace debajo de esta piedra fra...................................................................................................47 Yo con mis once de oveja ......................................................................................................... 128 Yo el otro juego de caas.......................................................................................................... 137 Yo me voy a nadar con un morcn........................................................................................... 109 Yo te untar mis obras con tocino............................................................................................ 153 Yo vi la grande y alta jerarqua ...................................................................................................13 Yo, cuello azul pecador............................................................................................................. 131 Yo, el menor padre de todos .................................................................................................... 133 Yo, que en este lugar haciendo Hurtados ................................................................................ 116 Yo, que nunca s callar...............................................................................................................81 Z Zampuzado en un banasto..........................................................................................................92 ndice INTRODUCCIN .........................................................................................................................1 EL CORPUS DE LA OBRA POTICA QUEVEDIANA..........................................................................3 LA MUSA CLO. POESA ENCOMISTICA ....................................................................................9 LA MUSA POLIMNIA. POESA MORAL........................................................................................ 21 Sonetos morales ............................................................................................................... 23 Sermn estoico de censura moral.................................................................................... 43 Epstola satrica y censoria............................................................................................... 47 LA MUSA MELPMENE. POESA FUNERAL ................................................................................ 51 LA MUSA ERATO. POESA AMOROSA........................................................................................ 59 Poesa amorosa................................................................................................................. 60 Canta sola a Lisi ............................................................................................................... 68 LA MUSA TERPSCORE. POESA SATRICA ................................................................................ 95 Letrillas............................................................................................................................. 96 Jcaras ............................................................................................................................ 107 Bayles.............................................................................................................................. 113 LA MUSA TALA. POESA BURLESCA ...................................................................................... 123 Sonetos........................................................................................................................... 124 Canciones ....................................................................................................................... 142 Madrigal, dcimas, quintillas y redondillas.................................................................... 145 Romances ....................................................................................................................... 149 La stira Riesgos del matrimonio en los ruines casados y otras stiras......................... 179 Addenda. La invectiva contra Gngora ......................................................................... 182 LA MUSA EUTERPE. POESA BUCLICA.................................................................................. 189 Poemas iniciales ............................................................................................................. 189 Sonetos pastoriles .......................................................................................................... 192 Sonetos amorosos .......................................................................................................... 199 Canciones amorosas ....................................................................................................... 209 Romances, redondillas, endecha. .................................................................................. 213 Tercetos .......................................................................................................................... 220 LA MUSA CALOPE. POESA HEROICA. SILVAS ....................................................................... 225 Quintillas y Letrillas contra la corte .............................................................................. 225 Silvas .............................................................................................................................. 228 LA MUSA URANIA. POESA SACRA.......................................................................................... 241 Sonetos sacros................................................................................................................ 242 Ovillejos.......................................................................................................................... 258 Salmos. Lgrimas de un penitente ................................................................................ 260 Romances ....................................................................................................................... 260 Glosa del Padre nuestro................................................................................................. 262 Poema heroico a Cristo resucitado ................................................................................ 264 Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado.......................... 267