Relaciones Xxviii Libre

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ISSN 0325-2221

TOMO XXVIII
Buenos Aires - 2003
S O C I E D A D
A R G E N T I N A D E
A N T R O P O L O G I A
2
Impreso en la Argentina
Hecho el depsito que marca la ley 11.723
Es propiedad de la Sociedad Argentina de Antropologa
Domicilio Postal: Moreno 350 (1091) Buenos Aires. Argentina.
Directora de la publicacin Subdirectora
Mara Mercedes Podest Editora Cientfica
Cecilia Prez de Micou
Comit Editorial Editora asociada
Nora Flegenheimer, Mnica Salemme Marina Peleteiro
Beatriz Ventura
Comit Asesor
Carlos A. Aschero, Alejandra Siffredi, Ana Mara Lorandi
Evaluadores tomo XXVIII
Lic. Carlos A. Aschero. CONICET. Universidad de Tucumn.
Lic. Cristina Bellelli. CONICET. INAPL.
Dr. Anbal Figini. Latyr. Universidad Nacional de La Plata.
Dr. Roberto Brcena. CONICET. Universidad Nacional de Cuyo.
Dra. Susana Cipoletti. Universidad de Bonn.
Dra. Chiara Vangelista. Universidad de Turn.
Dr. Luis A. Borrero. CONICET. Universidad de Buenos Aires.
Dra. Mara Isabel Martnez Navarrete. CSIC. Museo Arqueolgico Nacional. Madrid.
Lic. Silvia Garca. INAPL. Universidad de Buenos Aires.
Lic. Mara Onetto. CONICET. INAPL.
Dr. Hctor Panarello. CONICET. INGEIS.
Dra. Ana Mara Presta. CONICET. Universidad de Buenos Aires.
Dr. Sergio Gmez. Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.
Dr. Marcelo Zrate. CONICET. Universidad Nacional de La Pampa.
Prof. Jos Luis Martnez. Universidad de Chile. Academia de Humanismo Cristiano.
Dr. Jeffrey Parsons. Museum of Anthropology. University of Michigan. USA.
Dra. Vernica Williams. CONICET. UBA. Universidad del Centro.
Dr. Federico Neiburg. Universidad de Campinas.
Dra. Nora Franco. CONICET. Universidad de Buenos Aires.
Dra. Mara Esther Albeck. CONICET.
Dra. Ana Fernndez Garay. CONICET. UBA. Universidad de La Pampa.
Dra. Mara Fernanda Rodrguez. CONICET. Instituto de Botnica Darwinion.
RELACIONES ha sido calificada con el Nivel Superior de Excelencia por el CAICYT-
CONICET. LATINDEX Registro N 7380.
El presente tomo XXVIII de RELACIONES ha sido realizado gracias a las contribuciones de los
socios y a los subsidios otorgados por el FONDO NACIONAL DE LAS ARTES y FUNDACION
ANTORCHAS.
Relaciones es una publicacin anual editada por la Sociedad Argentina de Antropologa (SAA) para difundir
la investigacin en Ciencias Antropolgicas de la Repblica Argentina y el Cono Sur. Publica artculos originales
de investigacin bsica y aplicada, discusiones, notas y comentarios de autores argentinos y extranjeros sobre
Arqueologa, Antropologa Social, Antropologa Biolgica, Etnografa, Etnohistoria. Los artculos son revisados
por un comit evaluador ad hoc de especialistas nacionales y extranjeros. Su objetivo es difundir a nivel
acadmico amplio los resultados de las investigaciones o sus distintos grados de avance, favorecer la discusin
entre los autores y mantener actualizados a los miembros de la SAA en los temas de su incumbencia.
3
ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
I N D I C E
Nota de la Direccin .............................................................................................................. 5
Etnologa, espiritualidad y tica. Hacia una construccin de sentidos en dilogo con el nativo
Alejandra Siffredi .................................................................................................................. 7
Arquelogos y brujos: la disputa por la imaginacin histrica en la etnognesis huarpe
Diego Escolar ........................................................................................................................ 23
Los chichas como mitimaes del inca
Carlos E. Zanolli ................................................................................................................... 45
La funebria de Campo Morado, Quebrada de Humahuaca (Depto. de Tilcara, Pcia. de Jujuy)
Jorge Roberto Palma............................................................................................................. 61
El oro en el noroeste argentino prehispnico. Estudios tcnicos sobre dos objetos de la
Casa Morada de La Paya
Luis R. Gonzlez .................................................................................................................... 75
Posibilidades de un enfoque dinmico para el estudio de la arquitectura domstica
prehispnica. Un caso de aplicacin en Los Amarillos (Jujuy)
Constanza Taboada, Carlos I. Angiorama ............................................................................ 101
Limitaciones a la produccin agrcola, estrategias de manejo de terrenos cultivables y
ampliacin de la dieta en comunidades formativas de la regin serrana de la provincia
de Crdoba
Eduardo E. Berberin y Mara F. Roldn............................................................................. 117
Avances en los estudios zooarqueolgicos del sitio Escobera, en la manzana de Santo
Domingo, ciudad de Mendoza
Jorge Garca Llorca .............................................................................................................. 133
La ocupacin temprana de los Andes Centrales argentinos (ca. 11.000 - 8.000 aos C
14
AP)
Alejandro Garca ................................................................................................................... 153
Ictioarqueologa de las Lagunas de Guanacache (Mendoza, Argentina).
Identificacin y estacionalidad de captura a partir del anlisis de otolitos sagitales
Pablo A. Cahiza ..................................................................................................................... 167
4
Anlisis de los desechos lticos de la ocupacin inicial del sitio Cueva Tixi (provincia de
Buenos Aires): cadena operativa de produccin y tcnicas de talla tempranas
Federico Valverde ................................................................................................................. 185
La datacin de suelos en la investigacin arqueolgica. Edades sobre materia orgnica por
el mtodo OCR (Oxidizable Carbon Ratio)
Cristian M. Favier Dubois .................................................................................................... 203
COMENTARIOS
Comentario a La Villa como Aldea de Laura Masson
Sabina Frederic ..................................................................................................................... 215
Tramos perdidos. Patronazgo y clientelismo poltico desde la antropologa social argentina
de la dcada de 1960
Rosana Guber y Germn Soprano ........................................................................................ 221
Sobre tramos perdidos, villeros y pobres
Respuesta a los comentarios de Guber, Soprano y Frederic
Laura Masson ........................................................................................................................ 227
NOTAS BREVES
El patrimonio cultural en un rea protegida de valor excepcional: Parque Provincial
Ischigualasto (San Juan, Argentina).
Diana S. Rolandi, Ana Gabriela Gurieb, Mara Mercedes Podest,
Anah Re, Rodolfo Rotondaro y Rodrigo Ramos ................................................................... 231
Nota sobre un nuevo sitio con grabados rupestres en el departamento San Carlos, provincia
de Mendoza. Reconocimientos arqueolgicos en la Estancia Tierras Blancas
J. Roberto Brcena ................................................................................................................ 241
Evidencias prehispnicas de Cucurbitaceas en un sitio arqueolgico de la provincia de
Jujuy (Argentina)
Alejandra E.Wrschmidt ....................................................................................................... 253
El sitio Cueva Cacao 1A: Hallazgos, espacio y proceso de complejidad en la Puna
meridional (ca. 3000 aos A.P.)
Daniel E. Olivera, Aixa S. Vidal y Lorena G. Grana ............................................................ 257
INDICE ACUMULADO
Marina Peleteiro ................................................................................................................... 271
MEMORIA............................................................................................................................ 291
NORMAS EDITORIALES E INFORMACIN PARA LOS AUTORES........................... 295
PUBLICACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA............... 298
5
NOTA DE LA DIRECCION
investigacin en el tema tratado e integradores de una regin o rea del pas y con un alto grado de
avance y resolucin de los datos. Con ello se busc que Relaciones presentara panoramas
completos de los temas de investigacin actuales en el pas que sean de utilidad al pblico local e
internacional. La solicitud de artculos se restringi a las reas Nordeste, Sierras Centrales y
Centro-Oeste, reservando las otras reas del pas para tomos venideros. Esta limitacin provoc
una disminucin en el nmero de trabajos enviados y tambin facilit la cobertura de un rea del
pas en forma ms abarcadora, con lo que creemos se facilitar el trabajo editorial, por un lado, y
se enriquecer la publicacin, por el otro. Como resultado, el tomo incluye ocho artculos y notas
breves y ocho trabajos de otras reas que, por falta de espacio, no haban sido incluidos en el tomo
27 (2002) ya editado por la Sociedad, adems de los comentarios.
Relaciones contina tambin con la modalidad de artculos comentados debido a que esta
seccin fue muy bien recibida por la comunidad cientfica porque representa una forma de
discusin acadmica enriquecedora y franca. Sin embargo la forma de implementarla traa
aparejada una serie de inconvenientes en la tarea de edicin de la revista. Por este motivo a partir
de este tomo el Comit Editorial ya no ser el responsable de la seleccin del artculo a ser
comentado y de los respectivos comentaristas sino que la dejar librada a los lectores de Relaciones
para que ellos mismos elijan el artculo a debatir y comuniquen sus ideas en el siguiente tomo de
la revista. Estos comentarios no excedern las tres pginas y debern respetar las normas
editoriales. En caso de recibir un nmero excesivo de propuestas, el Comit arbitrar los medios
para su publicacin parcial, acorde a la capacidad del tomo.
Aprovechamos nuevamente este medio para agradecer a los socios que integran la Sociedad
y que, con su aporte anual, permiten solventar los gastos que ocasiona esta publicacin que
incluyen, entre otros, los relativos al envo de Relaciones al creciente nmero de instituciones con
las que la Sociedad tiene establecido canje de publicaciones. Asimismo destacamos y agradecemos
a los evaluadores de este tomo que jerarquizan con su opinin, ao tras ao, nuestra revista. Damos
la bienvenida tambin a las nuevas integrantes del Comit Editorial, Nora Flegenheimer y Mnica
Salemme y a Ana Mara Lorandi que pas a conformar, junto con Alejandra Siffredi y Carlos A.
Aschero el Comit Asesor de Relaciones.
Una mencin especial, donde se sintetiza nuestra ms sincera gratitud tanto a la Fundacin
Antorchas que por segunda vez colabor generosamente con la impresin de Relaciones, como
al Fondo Nacional de las Artes que nuevamente nos otorg un subsidio.
Felices con la entrega de este nuevo tomo y con las noticias de reiteradas distinciones hechas
a Relaciones por parte de la comunidad de las ciencias sociales nos referimos a los recientes
resultados de la encuesta llevada a cabo por el CONICET en la cual surge Relaciones como una
publicacin destacada por el mbito cientfico nos despedimos con un sentimiento de
satisfaccin plena por el reconocimiento de nuestros colegas. A ellos vaya, pues, nuestro
agradecimiento.
Cecilia Prez de Micou Mercedes Podest
Subdirectora de Relaciones Directora de Relaciones
P
resentamos el tomo 28 de Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa correspon-
diente al ao 2003. Con este volumen la SAA inaugura una nueva modalidad. En la
convocatoria respectiva se solicitaron artculos de sntesis, resultados de varios aos de
COMISION DIRECTIVA 2002-2003
Presidente: Mara Mercedes Podest
Secretaria: Mara Isabel Gonzlez de Bonaveri Tesorera: Magdalena Frre
Vocal Titular 1: Victoria Horwitz Vocal Titular 2: Lidia Nacuzzi
Vocal Suplente 1: Susana Renard Vocal Suplente 2: Lina Horovitz
Comisin Revisora de Cuentas: Alberto Buchholz y Javier Nastri.
COMISIN DIRECTIVA 2004-2005
Presidente: Mara Mercedes Podest
Secretaria: Mara Isabel Gonzlez de Bonaveri Tesorera: Magdalena Frre
Vocal Titular 1: Lidia Nacuzzi Vocal Titular 2: Norma Ratto
Vocal Suplente 1: Lina Horovitz Vocal Suplente 2: Ingrid De Jong
Comisin Revisora de Cuentas: Nora Flegenheimer y Javier Nastri.
7
ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN... ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA
CONSTRUCCIN DE SENTIDOS EN DILOGO CON EL NATIVO
Alejandra Siffredi
(*)
RESUMEN
Desde un enfoque hermenutico el artculo se propone explorar el dilogo entre etnologa,
espiritualidad y tica haciendo lugar tanto al punto de vista del nativo como a las convicciones
cientficas y religiosas de la autora. Intentando vincular este dilogo con la labor de investiga-
cin personal, la autora argumenta que un desafo epistemolgico clave para comprender algu-
nas expresiones indgenas de lo sagrado exige preguntarse acerca de los lmites de la
inteligibilidad. Tambin vinculadas con la construccin de sentidos, aborda dos cuestiones
metodolgicas. La primera propone orientar la bsqueda de la espiritualidad nativa ms all de
sus formas explcitas. La segunda sugiere cmo encaminar la comprensin de lo sagrado a partir
de las ideas indgenas de Verdad Revelada. Por ltimo, presenta algunas consideraciones finales
centradas en los defasajes y coincidencias entre la tica cientfica y la tica confesional.
Palabras claves: Gran Chaco. Patagonia meridional. Etnologa. Espiritualidad. tica.
ABSTRACT
This paper aims at exploring the dialogue between ethnology, spirituality and ethics from a
hermeneutic perspective including both the Natives viewpoint and the authors scientific and
religious convictions. Attempting to link them with personal research work, the author sustains that
a key epistemological issue is to consider the limits of intelligibility as a step towards the
comprehension of the indigenous expressions related to the sacred. She also considers two related
methodological issues referring to: 1. the quest for native spirituality beyond its overt forms, and
2. the search for sacredness in the indigenous ideas about Revealed Truth. Finally, she draws a
few concluding remarks about the relations between the ethics of science and confessional ethics.
Key words: Gran Chaco. Southern Patagonia. Ethnology. Spirituality. Ethics.
(*)
CONICET y Seccin Etnologa-Etnografa del Instituto de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa
y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires.
8
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
EL CONTEXTO DEL TRABAJO
El presente artculo es el resultado de la reelaboracin de una ponencia presentada en in-
gls
1
al workshop Ciencias de la Persona Humana, realizado en el Seminario Episcopal de Nueva
York entre el 7 y el 10 de diciembre de 2000 en el marco del programa plurianual Science and the
Spiritual Quest II del Centro de Teologa y Ciencias Naturales, asociado a la Universidad de
Berkeley. A diferencia del primer tramo (1996-98), el nuevo proyecto (1999-2001) no se limit a
las tres tradiciones monotestas clsicas islam, judasmo, cristianismo extendindose, por el
contrario, hacia tradiciones filosficas y religiosas orientales como el hinduismo o el budismo y
tambin hacia algunas religiones aborgenes sudamericanas. Bajo este amplio panorama, el pro-
psito de rotularlo con el lexema espiritualidad respondi a razones de mayor inclusin vis--
vis del trmino religin con el fin instrumental de que los participantes tuvieran oportunidad de
reflexionar acerca de sus experiencias espirituales, doctrinas e imperativos ticos en relacin con
sus investigaciones cientficas. Por eso, el objetivo general del programa consista en explorar la
interfase entre ciencia y espiritualidad desde el punto de vista de fsicos y cosmlogos, genetistas
y especialistas en biologa evolutiva, neurocientficos y cientficos sociales, especialistas en in-
formtica y robtica, mayoritariamente adscriptos a diversas tradiciones religiosas y ticas con
nfasis en las globalizadas vale decir el hinduismo, el budismo, el islam, el judasmo y el cristia-
nismo, incluyendo tambin a cientficos agnsticos.
Los quince integrantes de mi grupo tenamos adscripciones nacionales bien variadas, al
tiempo que nuestra adhesin religiosa provena del budismo y de distintas vertientes de las reli-
giones monotestas. Aunque nunca qued muy en claro, bajo la categora pretendidamente unita-
ria de Ciencias de la Persona Humana cuya polisemia salta no obstante a la vista quedaban
fuera de nuestro alcance las disciplinas relacionadas con la persona divina, como la teologa o
la teodicea. La adscripcin cientfica del grupo result similarmente heterognea: un astrofsico,
un fsico terico, tres investigadores mdicos, dos especialistas en biologa humana, tres
neurocientficos
2
, tres psiclogas cognitivas, un etlogo y una etnloga. Que se diera cabida a
nuestra disciplina tuvo que ver con una apertura hacia otras formas de espiritualidad, ms all de
los monotesmos y politesmos corrientes, ms ac de las religiones que las secuelas del
evolucionismo decimonnico y los prejuicios etnocntricos han ligado con las sociedades estata-
les, hacia religiones indgenas todava percibidas como primitivas, si bien en forma implcita.
Cada miembro del mencionado grupo aport su experiencia religiosa y algunos resultados
de investigacin anclados en procedimientos empricos ms que en propuestas tericas, confor-
me al empirismo que pareciera caracterizar hoy el hacer ciencia en escenarios hegemnicos,
especialmente los de habla inglesa. Pese a la esperable diversidad de perspectivas y experiencias,
el intercambio de ideas confluy en cierta complementariedad, facilitada por la lectura previa de
las entrevistas con temario estandarizado, realizadas a cada miembro del grupo por el director del
programa, el filsofo de la ciencia Philip Clayton.
A modo de evaluacin sumaria del encuentro, los co-equippers compartimos el parecer que
el desafo de articular ciencia, tica y espiritualidad nos haba enriquecido y motivado a profun-
dizar en la problemtica porque el debate ms que conclusiones suscit interrogantes, muchos de
los cuales quedaron abiertos. Los ejes que guiaron la discusin se centraron en preguntarnos qu
puntos de disonancia, consonancia o complementariedad pueden darse entre ciencia y religin o
entre tica profesional y tica confesional. Tambin discutimos si los cientficos adscriptos a un
credo pueden involucrarse en una bsqueda espiritual, cmo esta bsqueda puede afectar la ela-
boracin cientfica y, a la inversa, cmo puede influir el trabajo cientfico personal en la prctica
del sujeto en tanto creyente. A este respecto, cabe remarcar la importancia metodolgica de la
cuestin de la subjetividad en la labor de investigacin.
9
ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
PUNTOS DE PARTIDA: DILOGO ENTRE ETNOLOGA Y ESPIRITUALIDAD
Desde la experiencia etnolgica y mis convicciones religiosas y ticas, el propsito de este
trabajo es desarrollar algunos de los interrogantes antes mencionados. Para eso, introduzco in-
quietudes epistemolgicas que obran como sustento de una reflexin sobre el recorrido terico y
metodolgico que he seguido en algunos trabajos sobre espiritualidad indgena o que stos me
han recientemente sugerido. Es preciso pues circunscribir un par de conceptos claves para permi-
tir un proceder congruente. Cuando me refiero a espiritualidad, la delimito como una categora
dialgica construida tanto a partir de las creencias, prcticas y principios ticos indgenas, cuanto
de mis convicciones. A su vez, concibo a la etnologa como una rama disciplinar de la antropolo-
ga cuyo objetivo crucial es hacer inteligibles las variadas dimensiones de la diversidad tanto de
otras culturas como de la nuestra con acento en las dimensiones semnticas, religiosas, ticas y
estticas.
Se advertir que lo expresado en este artculo posee una fuerte impronta personal que con-
fieso deliberada, siendo que procuro reconocer coincidencias y defasajes entre mi labor cientfica
y mis convicciones ticas y religiosas para dar cuenta de una bsqueda que, en tanto tal, todava
presenta flancos inexplorados. Dentro del campo etnolgico, mi rea de especializacin primaria
es en etnologa de la religin, habiendo analizado varias dimensiones de las cosmologas aborge-
nes y sus transformaciones histricas. A lo largo de ms de treinta aos he realizado trabajo de
campo extensivo con tres pueblos aborgenes: los anikenk o tehuelches meridionales de Patagonia
a mediados de la dcada de 1960, los yojuaha o chorote del Chaco salteo en la dcada del 70 y
los nivacl o chulup del Chaco paraguayo muy afines lingstica y culturalmente a los chorote
desde 1980 hasta 1991. Los tres pueblos han sido cazadores-recolectores nmades o seminmades
y tras los respectivos procesos de colonizacin, fueron convertidos en asalariados con dedicacin
parcial a las actividades de caza, recoleccin, horticultura y pesca exceptuando de estas dos
ltimas a los anikenk. Debo admitir que el dilogo con la tica de estos pueblos ha sacudido y a
la vez vigorizado mis principios morales. Concretamente, aludo a la lucha por sostener cierto
grado de autonoma frente a los estados-nacin; el compromiso del compartir como aval de equi-
dad; la tica del liderazgo tradicional, inescindible del conocimiento, la rectitud y el control de la
coercin; la permisividad de la socializacin infantil.
A fin de explorar los alcances del dilogo entre etnologa y espiritualidad, otro punto de
partida ineludible es el de mi formacin religiosa y moral, fuertemente ligada al contexto histri-
co de la infancia y cuya impronta ha dirigido elecciones e imposiciones en el transcurso de la vida
adulta, influenciadas por los valores aprendidos en el seno familiar. En una mirada retrospectiva,
advierto que, aunque mis convicciones fueron y continan siendo catlicas, muchos de los prin-
cipios ticos se remontan a las enseanzas de mi abuelo paterno agnstico, el cual debi asumir el
rol de padre sustituto durante la segunda guerra mundial. El abuelo Italo descenda de una antigua
familia lgur bastante cosmopolita en la que prevalecieron navegantes y viajeros. Como piloto de
la Compaa del Canal de Suez, haba trabajado por ms de cuarenta aos en Egipto donde reali-
z varios viajes al interior, razn por la cual adquiri cierta familiaridad de estilo paternalista con
grupos tnicos nilticos. Por su experiencia de vida, siempre demostr una propensin a compar-
tir con los dems y a desarrollar relaciones amistosas con personas de diferentes grupos sociales,
religiosos y tnicos. Estos valores que encuentro similares a los principios ideolgicos y morales
que guan el comportamiento de mis interlocutores indgenas demostraron su eficacia, fortale-
cindome en distintos momentos de vida y trayectoria cientfica. Rememorando objetivamente,
en ocasin de la pesada crisis que nos toc soportar a la mayora de los genoveses durante la
segunda guerra. Participamos de la resistencia a veces larvada y otras frontal al fascismo, nos
alcanzaron los bombardeos areos y martimos de los aliados, sufrimos la ocupacin alemana
hasta que, poco antes del colapso nazi, las fuerzas de la resistencia local liberaron la ciudad de
Gnova. Finalmente, en 1949, una combinacin de factores personales y laborales, llevaron a mi
10
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
padre a tomar la decisin de migrar temporalmente a Argentina, migracin que no tuvo retorno y
a la que logr adaptarme sin mayores dificultades. ngel, mi padre, ha sido una pieza clave en mi
formacin espiritual de la adolescencia, aunque slo con el tiempo estuve en condiciones de
metabolizar sus enseanzas de vida. Consegu entonces reconocer la congruencia que haba entre
su postura ecumnica, ecunime y asctica y la motivacin que lo impulsaba a buscar nuevos
puentes entre la espiritualidad cristiana y la de diversas tradiciones budistas, orientado por su
entraable amigo Ismael Quiles, S.J.
Debido a mi inters cientfico y personal por la etnologa de la religin he estado expuesta
a sistemas de creencias aparentemente muy dismiles. Esta experiencia me ha permitido controlar
algunos prejuicios, valorar la importancia metodolgica de la subjetividad y ampliar mi entorno
moral y religioso procurando acceder a una comprensin ms profunda de nuestra cultura a la luz
de la interculturalidad. Sin embargo, semejante apertura no implica que adhiera a una postura
relativista, una postura asumida en forma explcita o bien implcita por algunos padres fundado-
res de la antropologa de la religin, como hace tiempo lo evidenciara Edward Evans-Pritchard
(1978) en su riguroso anlisis de este campo de estudios. Circunscribindolo al mencionado cam-
po, el relativismo abjura de lo universal sosteniendo que cada creencia y prctica religiosa slo
adquiere sentido y validez en su contexto, al que encorseta en un modo de vida o una cultura
particulares. Por el contrario, hacindome eco de lo argumentado en un trabajo en coautora
(Siffredi y Cordeu 1992: 11-13), aspiro a mostrar que un balance entre aspectos universales y
particulares de la espiritualidad indgena constituye una estrategia analtica fructfera para alcan-
zar una comprensin que, sin descuidar las especificidades culturales, expanda el horizonte de
nuestra mirada.
En un intento de vincular la labor etnolgica emprendida con mis preocupaciones espiritua-
les, esbozo el recorrido analtico de este artculo. Obra como marco referencial un problema
epistemolgico que considero decisivo para la etnologa de la religin en tanto referido a la busca
de inteligibilidad de experiencias nativas de lo sagrado y, recprocamente, a los lmites de esta
empresa. Desde una perspectiva hermenutica, entiendo por inteligibilidad uno de los pasos ha-
cia la comprensin, en el sentido que le han dado Paul Ricoeur (1996) y Hans Georg Gadamer
(1997). En cuanto a la idea de lo sagrado, parafraseo la expresin de Gregory Bateson: donde los
ngeles temen pisar, (Bateson y Bateson 2000: 15) reservndome aproximaciones sucesivas a lo
sacro. Relacionadas con el precedente planteo, propongo luego discutir dos cuestiones
metodolgicas abordando, por una parte, la busca de la espiritualidad ms all de sus formas
explcitas y, por la otra, el carcter sagrado de la verdad revelada del otro
3
. Por ltimo, sugerir
algunas convergencias y divergencias entre la tica del trabajo cientfico y la que se sustenta en
convicciones espirituales.
UN DESAFO EPISTEMOLGICO: LA INTELIGIBILIDAD DE LO SACRO Y SUS LMITES
En pos de la inteligibilidad de creencias y prcticas religiosas de sociedades indgenas, un
desafo central es el problema de la traduccin, a menudo una forma de traicin. Sobre todo en
el pasado, etngrafos y misioneros han sido igualmente responsables de traducciones erradas
debido a los malentendidos que subyacen a sus obras (Aug 1993:13-19, Siffredi y Spadafora
1998). No obstante, cuatro dcadas atrs, Edward Evans-Pritchard (1978: 26-29) supo compren-
der que el problema de la traduccin constituye el foco de la antropologa social. Extendiendo su
aserto, podra decirse que la traduccin cultural y la semntica son marcas distintivas de la etnologa,
tal como he sugerido en mi caracterizacin de la disciplina. Por esta razn, sostengo que la tra-
duccin es una tarea crucial en la bsqueda de inteligibilidad de mundos semnticos diferentes
diferencia que puede acentuarse en escenarios interculturales dejando no obstante en claro que
refuto aquellos supuestos incrustados en el sentido comn, todava presentes en algunas etnografas
11
ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
contemporneas. En suma, desde una perspectiva terica asumo que la labor etnolgica procura
adecuarse a la formulacin de hermenutica como el arte de evitar malentendidos.
Los dos estudios de caso que mencionar procuran ilustrar la factibilidad de una construc-
cin de sentidos orientada a hacer inteligibles algunos aspectos de la cultura nivacl cuya opacidad
o transparencia aparente podan prestarse a malentendidos. El primero se centr en la reconstruc-
cin de un rito
4
anteriormente celebrado tras la muerte de un hijo/a jvenes (Siffredi 1993/94).
Llamado vaclan o re-iniciacin, este rito se caracterizaba por estar dirigido ms hacia los con-
sanguneos prximos (padres y abuelos) que a la persona difunta, diferencindose no obstante del
duelo que lo preceda en varios meses. En un comienzo, el vaclan impresionaba extico, sobre
todo debido a la restriccin de continuar procreando, restriccin que sin involucrar las relacio-
nes sexuales los ancianos imponan en forma secreta a los padres del muerto
5
. Un primer paso
hacia la clarificacin consisti en comparar el vaclan con otros ritos de pasaje nivacls tales
como la covada, las fiestas de pubertad y las prcticas de duelo. Vali la pena constatar que todos
ellos introducen restricciones dietticas y sexuales especficas, relacionadas con la vulnerabili-
dad de los sujetos que experimentan cambios de estatus y de categora etaria. En una fase sucesi-
va, el procedimiento empleado implic insertar al vaclan en un campo semntico ms amplio, el
cual comprendi no slo a los gestos, prcticas y silencios registrados en otros ritos de pasaje
nivacls, sino tambin en los mitos especficos y en la vida diaria. De este modo pude mostrar que
una meta crucial del rito apunta a una re-socializacin metafrica de los padres del difunto a
travs de escenas que reproducen de una manera virtual a aqullas propias de los ritos de pubertad
que enfatizan los smbolos de vida (Siffredi 1998). Por ejemplo, la escena en la que un grupo de
mujeres adultas muestra a la madre cmo recolectar frutos inexistentes en la estacin seca, la
poca en que se celebraba el vaclan. El anlisis de varias performances homlogas me permiti
comprender el sentido que adquira la ceremonia al calificrsela como re-iniciacin. Agregara
hoy la estrechez del concepto iniciacin fundamentalmente asociado a los ritos puberales, por-
que no slo en el caso nivacl la inteligibilidad es alcanzable mediante el anlisis de la serie
completa, es decir visualizando los ritos del ciclo vital sobre un eje continuo, como un proceso de
construccin de la persona enlazado por sucesivas metamorfosis corporales.
El segundo estudio de caso, procur hacer inteligible una extendida percepcin nivacl del
cristianismo como mensaje del Otro, siendo en este contexto el prototipo de alteridad el misione-
ro catlico de la orden Oblatos de Mara Inmaculada, encargada de civilizarlos y catequizarlos
a partir de 1926. Un primer paso consisti en focalizar la relacin entre evangelizacin y cambio
socioreligioso analizando como un proceso de doble mano los encuentros y desencuentros ocu-
rridos en el perodo 1926-1995 entre los nivacl y los misioneros (Siffredi 1999, 2001). Este
enfoque implic asumir una concepcin de ambos sujetos sociales como actores conscientes en la
toma de decisiones derivada de su interaccin. Para eso hubo que determinar cmo construyen
las imgenes recprocas y tambin su agentividad, motivos, intenciones y valores. En lo concer-
niente a la dinmica socioreligiosa, la perspectiva adoptada contrasta tanto con una continuista
que al situar la cultura en un equvoco presente etnogrfico representa a sta como ahistrica,
cuanto con un enfoque mecnico y unidireccional en virtud del cual los aborgenes se visualizan
como receptores pasivos de transformaciones exgenas. Similar a la que implementaron Jean y
John Comaroff (1991) en sus estudios sobre el encuentro colonial entre nativos y misioneros en
Sudfrica, esta lnea de investigacin me ha permitido profundizar la actual valoracin indgena
del cristianismo y, recprocamente, los motivos que impulsaron el reciente ajuste de las polticas
implementadas por los misioneros. Un paso decisivo hacia la comprensin del posicionamiento
nivacl ante el cristianismo implic reconocer el contraste entre dos formas de concebir y ejercer
el poder y el control social: la dinmica ridiculizacin-vergenza, en el lado indgena, y la dicotoma
recompensa/ castigo derivada de los principios del Bien y el Mal sintetizados en lo que se co-
rresponde o bien se aparta de los mandatos divinos, por parte de los misioneros. Propuse que las
caractersticas de cortoplacismo, intersubjetividad y reciprocidad inherentes a la dinmica
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
ridiculizacin-vergenza fomentan una forma de control social ms flexible. Por lo tanto, mien-
tras las reglas aborgenes promueven relaciones sociales ms fluidas e igualitarias sin excluir las
jerrquicas caracterstica compartida con otras sociedades de base cazadora-recolectora que re-
tienen cierto nivel de autonoma y descentralizacin, la tica cristiana plantea por el contrario
reglas ms severas y relaciones sociales jerrquicas y asimtricas. A este respecto, mi hiptesis es
que el mayor grado de restriccin que evidencian las tradiciones monotestas se vincula con las
formas de control social que operan en sociedades centralizadas de tipo estatal.
Ahora bien, llegado el momento de preguntarnos cules son los lmites que pueden presen-
tarse en la bsqueda de inteligibilidad, deberamos tomar simultneamente en cuenta los obstcu-
los que se interponen en esta labor, sin minimizar las limitaciones concretas para acceder a una
comprensin genuina de otras culturas y nuestros prejuicios enraizados en el paradigma
epistemolgico positivista. Particularmente en materia de espiritualidad, sostengo que subsisten
aspectos opacos, resistentes a la tarea de construir sentidos. Las dificultades no slo surgen de los
malentendidos, sino tambin de nuestra renuencia a aceptar que la misma naturaleza de lo
sagrado hace que no siempre sea reductible a la razn. Para aclarar, vale la pena tener presente el
concepto de lo numinoso elaborado por Rudolf Otto (1949) y que alude a un sentimiento origina-
rio y especfico del que se deriva su nocin de lo sagrado. El rasgo clave de lo numinoso es el
hecho que se experimente como misterioso, esa cualidad del comportamiento humano en la cual,
an sin excluirlos, los aspectos afectivos prevalecen sobre los racionales. En tanto misterioso,
sostendr Otto que despierta simultneamente sentimientos inquietantes y sentimientos de atrac-
cin (el tremendum y el fascinans). En definitiva, las enseanzas de Otto conducen a postular que
todo intento de comprensin de lo sagrado torna imprescindible tomar en cuenta tanto la dimen-
sin subjetiva que alude a los fuertes y contradictorios sentimientos de fascinacin y repulsin
que lo sacro despierta en el creyente, como la dimensin ms objetiva que refiere al compo-
nente social de lo sacro, esto es, a un determinado horizonte normativo. En efecto, ms all de la
reconstruccin del campo semntico a travs del anlisis de los elementos performativos, ideol-
gicos y sociolgicos de un determinado ritual encontramos un ncleo resistente al anlisis objeti-
vo. La experiencia personal indica que este ncleo opaco se relaciona con el punto de vista del
nativo acerca de los fenmenos espirituales, menos enfocado en descifrar los sentidos de lo sa-
grado que en experienciarlo afectivamente en la vida cotidiana, como ocurre con cualquier cre-
yente que sea practicante. Irnicamente, los etnlogos, en busca de una comprensin en trminos
del nativo, presuponemos que sus creencias y prcticas son relativas antes que absolutas. A este
respecto, Rita Segato (1990:45-60) ha puesto de manifiesto la paradoja de que el antroplogo
perciba los principios espirituales del otro como ajenos y, a menudo, como relativos, cuando
desde la perspectiva del nativo sus convicciones jams se relativizan sino que se conciben como
absolutas. Esta paradoja se trasluce en el campo de la antropologa de la religin, en el cual el
prejuicio subyacente que lleva a omitir la adscripcin religiosa del autor, dificulta analizar su
compromiso o distanciamiento respecto de diferentes formas de espiritualidad. Recientemente, la
revisin de registros de campo ha permitido constatar la paradoja de relativizar las creencias de
nuestros interlocutores, lo que ha llevado a algunos antroplogos (Jackson 1989:1-18, Segato
1990) a ensayar acercamientos alternativos a los fenmenos religiosos.
La experiencia cotidiana de lo sagrado parece no ser abstracta porque est principalmente
orientada a la resolucin de situaciones corrientes y, al mismo tiempo, es ms universal que las
performances rituales en ceremonias que se celebran peridicamente. Para fundamentar la rela-
cin entre experiencia habitual de lo sagrado, rango de universalidad y lmites de la inteligibilidad
establecer algunas semejanzas entre las vivencias ligadas a la performance de los cantos sacros
en poder de las iniciadas nivac.ch (femenino de nivacl) y, por otro lado, ciertas experiencias
msticas desarrolladas en un contexto histrico y cultural totalmente ajeno al de los indios. La
revelacin de cantos sagrados ocurre hacia el cierre de los ritos puberales femeninos cuando las
muchachas, en estado de trance, reciben junto a esos cantos poderes especficos encarnados en
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ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
espritus tutelares que les confieren sus formadoras ancianas. A partir de ese momento y ms all
de la vida biolgica, se sella una relacin dialgica entre las mujeres ms viejas y las mujeres ms
jvenes que comparten los mismos espritus, categorizada como compaeras de cantos. Este
vnculo se caracteriza por comprometer slidos lazos espirituales y afectivos intergeneracionales
entre personas del mismo gnero. Desde la perspectiva nivacl los cantos sagrados los hay
tanto femeninos como masculinos forman una unidad indisoluble con la persona y con los
espritus tutelares, cuya poseedora (o poseedor) podr convocar en situaciones de la vida coti-
diana juzgadas crticas entonando los respectivos cantos. Habitualmente representados como
poderosas aves dobles invisibles de las terrestres estos espritus-cantos socorren a los indios
en sus actividades de subsistencia y prcticas curativas, pero tambin pueden perjudicar no
slo a ellos sino a la comunidad toda si los poseedores desatienden un conjunto de precauciones y
restricciones (Siffredi 1998).
Un incidente ocurrido durante mi primer trabajo de campo con los nivacl, en 1980, ilustra
la importancia de estas vivencias espirituales, la eficacia atribuida a los cantos sagrados y, por
sobre todo, en funcin del presente desafo, interesa rememorar la situacin porque evidencia que
la pretensin de inteligibilidad tiene sus lmites. En una entrevista con dos ancianas iniciadas que
hablaban de sus pjaros y cantos, les pregunt ingenuamente si les agradara grabar alguno. La
ms lanzada comenz a entonarlo y al rato observ que tena una postura rgida y la mirada fija,
perdida en algn punto, como si estuviera ausente, al tiempo que su voz iba perdiendo intensidad
hasta diluirse en un murmullo y, finalmente, en un silencio denso y tenso. Cuando dio signos de
presencia, se ech a llorar desconsoladamente revelando una fuerte emocin de angustia, mien-
tras que yo la miraba con asombro y sin saber qu hacer. La otra anciana aclar que esa clase de
cantos no debe entonarse en una situacin impropia porque puede desencadenar peligros como
tormentas elctricas e inundaciones cuando representan a las aves tronadoras que daarn no
slo a la cantora sino adems a su comunidad. Una vez aquietada su angustia, la protagonista
coment haber experimentado algo semejante a un estrangulamiento, la resonancia de muchas
voces a su alrededor y una visin de su difunta compaera de cantos que le provoc una gran
tristeza. Estas experiencias que se caracterizan por la entrada en trance, la escucha de voces y
eventuales visiones se corresponden con las que atraviesan las iniciandas en el momento culmi-
nante de los ritos puberales femeninos. Es entonces, como ya vimos, cuando sus formadoras
ancianas les traspasan el poder, materializado en espritus-cantos (Siffredi 1998).
La revisin del incidente a la luz de los imperativos ticos y tcnicos del etnlogo en este
caso, evitar los registros sensibles a un determinado contexto toda vez que se est fuera de la
situacin apropiada me llev a notar una parcial coincidencia entre estos imperativos y los del
nativo. Se me ocurri pensar que la situacin era tan absurda como si me hubiesen pedido rezar el
Padre Nuestro en un ateneo de etologa. Obviamente, nunca hube de reincidir en tamao error
porque si bien me permiti acceder a un conocimiento reservado, la reincidencia deliberada im-
plicara una reprochable manipulacin de la privacidad de la persona.
Se hace palpable un rasgo universal asociado con la performance de los cantos sagrados
nivacls si se los compara con los insights espirituales de carcter transcultural y transhistrico
que constituyen el foco de mltiples formas de misticismo, como la experiencia interna de la
oracin que ha sido troncal en la vida y la lucha de los msticos espaoles del Siglo XVI,
particularmente en el caso de Santa Teresa de vila. En esa poca, los valores semnticos del
trmino oracin abarcaban un conjunto de vivencias interiores que expresaban la bsqueda de
un vnculo directo con Dios: desde la forma ms accesible de la oracin mental hasta la experien-
cia mstica, indudablemente ms compleja. Esta ltima se plasmaba en la escucha de voces, la
percepcin interior de visiones y en estados de xtasis (Rossi 1995). Postulo que existe homologa
entre stos insights y los que experimentan las nivac.che iniciadas cuando cantan para convocar
a sus espritus tutelares por motivos que van desde el pedido de sustento tal la intercesin de las
tronadoras para la obtencin de una abundante cosecha de algarrobahasta el reclamo de alivio
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
de padecimientos psicofsicos ligados al desborde de sentimientos como el enfado o el
enamoramiento (Siffredi 2004).
Por ltimo, deseo enfatizar que si nosotros los etnlogos, forzamos la bsqueda de
inteligibilidad para satisfacer el requisito de consistencia analtica, corremos el riesgo de imponer
categoras cartesianas a los sentimientos y experiencias de otras personas. Retomando la argu-
mentacin de Rita Segato (1990: 56), podra decirse que el resultado inevitable sera un
reduccionismo antropolgico asfixiante en tanto desprovisto de las experiencias sensibles y
afectivas como la mayora de aqullas que se entrelazan con lo sagrado.
UN PRIMER DESAFO METODOLGICO: MS ALL DE LAS FORMAS EVIDENTES
DE ESPIRITUALIDAD
Asumo que los fenmenos religiosos o las preocupaciones ticas no son evidentes por s
porque lo que es fcil de percibir resulta arduo de comprender, sobre todo cuando la diferencia de
cdigos culturales y un conocimiento siempre insuficiente de la lengua verncula reducen la fluidez
de la comunicacin dificultando la tarea de construccin de sentidos. Partiendo de esta premisa,
para orientar la indagacin de la espiritualidad considero necesario traspasar lo que uno percibe
como obvio, es decir, la ilusin de las percepciones incrustadas en el sentido comn. En consecuen-
cia, encuentro conveniente extender la indagacin ms all de aquellos aspectos que se nos presen-
tan como directamente vinculados con los fenmenos espirituales y los imperativos ticos.
En esta lnea, un viejo artculo en coautora (Siffredi y Briones 1986), focalizado en la
socializacin sexual de los jvenes nivacl, muestra que las nociones y prcticas relacionadas
con conductas sexuales que desde el punto de vista indgena se juzgan impropias, ms all del
goce que habitualmente suscitan en la gente, emiten mensajes referidos a imperativos como el
compartir o la exogamia. Su carcter crucial se debe a que sustentan principios estructurantes de
la sociedad, como lo son las relaciones de parentesco, de gnero y entre grupos etarios delimita-
dos por los ritos del ciclo vital. De modo que una caracterstica de los mensajes nativos acerca de
la sexualidad consiste en la gran amplitud de sus posibilidades metacomunicativas. La circula-
cin oral de estos mensajes, especialmente en la interaccin entre propios, se asemeja a la que
nosotros escogemos cuando utilizamos un estilo comunicativo oblicuo que contiene informacin
implcita. Por ejemplo, la narracin de relatos acerca de burladores considerados anti-modelos
sexuales (Wilbert y Simoneau 1987: #114-159) es una fuente inagotable de enseanzas para los
jvenes, dado que las andanzas descarriadas de esos personajes les permiten extraer una serie de
principios morales apropiados para la vida adulta. En tal sentido, la cultura nivacl no slo esta-
blece reglas referidas al comportamiento adecuado, sino tambin con respecto a los lmites de la
trasgresin e, indudablemente, un trazado ms claro del margen de tolerancia ayuda a prever con
mayor certeza el comportamiento de otros miembros de la comunidad. Por consiguiente, si el
exceso sexual es una metfora de perturbacin en la vida cotidiana, la sexualidad aconsejable es
una metfora de la sabidura de las reglas para contribuir a la reproduccin social dentro de un
horizonte normativo compatible.
Un tpico de incumbencia metodolgica relacionado con el precedente indica un camino
posible para la construccin de sentidos ligados a ideas de lo divino que nos resultan arduas de
metabolizar, como las que se inscriben en personificaciones mitolgicas cuyo carcter divino
est implcito. Ideas mucho ms intrincadas para aquellos misioneros y etngrafos encabalgados
entre los siglos 19 y 20, imbuidos de prejuicios y malentendidos con respecto a las creencias de
los aborgenes del Gran Chaco y Patagonia (Siffredi y Spadafora 1998). En su intento de traduc-
cin a categoras racionales, ambos han reducido la aparente irracionalidad de personificaciones
cuyo carcter divino no pudieron entrever e incluso tergiversaron a etiquetas etnocntricas que
guardan correspondencia con sus presupuestos evolucionistas sobre primitivismo. Entre otros
15
ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
rtulos que derivan de malentendidos cabe mencionar los de espritu maligno, embaucador, hroe
civilizador o semi-dios.
Si se toman las creencias del otro con la seriedad debida, es preciso llevar el anlisis ms
all del nivel de los significados directos, explorando el nivel de los significados simblicos, los
cuales abundan en los mitos. En esa direccin, algunas ideas acerca de lo divino rastreables en las
mitologas del Gran Chaco se expresan fundamentalmente a travs de la paradoja y de la polisemia
de los smbolos. En funcin de ese proceder, la conducta antisocial de varias deidades chaqueas
constituye el hilo conductor de un argumento narrativo que se resuelve en situaciones y modelos
de comportamiento opuestos a las expectativas que despiertan los incidentes iniciales del mito
(Siffredi y Cordeu 1992). Un ejemplo paradigmtico es el de los mensajes asociados con las
inconsecuencias y consecuencias de la sexualidad contradictoria de Kxwet, una deidad chorote
con el doble perfil de burlador y hacedor de elementos cruciales del mundo actual. El rico ciclo
mitolgico focalizado en Kxwet contrapone deliberadamente su sexualidad desenfrenada a una
sexualidad basada en principios morales como la alianza, la exogamia y la paternidad responsa-
ble. Su libertinaje y hermafroditismo se conectan con la imagen de disonancia y confusin gene-
ralizada del tiempo primordial, sin que Kijwet introduzca modificacin alguna a esa situacin
catica. Recprocamente, la sexualidad sujeta a normas lo conduce a producir sustantivas modifi-
caciones cosmolgicas y humanas, como la separacin entre tierra y cielo, el origen de las muje-
res y la reproduccin, el origen de los ros y la pesca (Siffredi 1983, Wilbert y Simoneau 1985:
#116-123).
El anlisis en profundidad de mitos o ciclos como el mencionado permite la construccin
de sentidos cruciales de las cosmologas indgenas chaqueas, como lo son las ideas de armona
y disonancia de los fenmenos, sus aspectos limitados e irrestrictas, su previsibilidad e
imprevisibilidad. Estas ideas, abarcadas por las de Vida -como proceso de renovacin- y Enfer-
medad-Muerte como prdida progresiva de cualidades son medulares para una construccin
de sentidos que procure ser consecuente vis--vis de las imgenes aborgenes de la realidad (Siffredi
y Cordeu 1992), las cuales no disocian lo material de la espiritualidad.
SEGUNDO DESAFO METODOLGICO: LO SAGRADO EN LA VERDAD REVELADA
DEL NATIVO
Sugiero que un intento viable de articular la adscripcin religiosa del cientfico con el cono-
cimiento etnolgico consistira en extender el concepto de experiencia de lo sagrado. Cmo
encarar la ampliacin propuesta? El precedente planteo acerca de la universalidad de las expe-
riencias msticas suscitadas por la performance de los cantos sagrados nivacl seala un primer
paso en esa direccin. Para avanzar parece conducente recurrir a lo que Gregory Bateson (2000)
considera un problema de integracin entre diferentes aspectos de la vida humana, refirindose a
los que comnmente se encuentran desconectados e incluso se toman como opuestos irreconci-
liables. Indudablemente los etnlogos hemos contribuido a desarrollar las dicotomas que men-
ciona Bateson: consciente/ inconsciente, cuerpo/ alma, natural/ sobrenatural. Para aclarar su pos-
tura, el autor nos proporciona un buen ejemplo referido a la antigua disputa entre catlicos y
protestantes sobre la interpretacin del pan y el vino en la eucarista. Mientras que los primeros
sostienen la conversin real de esas sustancias en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, los segundos
las consideran una representacin simblica. El autor propone una concepcin ms amplia que
incluye, por un lado, la sacralidad del sustrato material: el pan y el vino como alimentos bsicos
que generan un vnculo de comunin de los creyentes entre s y con Dios. Por el otro, tambin da
cabida a la sacralidad de su representacin, esto es, el pan y el vino como smbolos del cuerpo y
la sangre de Cristo.
Encuentro que la propuesta holstica de Bateson fortalecera en lo metodolgico la cons-
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
truccin de sentidos emprendida en recientes estudios sobre la articulacin entre mito e historia
en la narrativa tehuelche meridional o anikenk (Siffredi 1995, 1997), siendo tambin sugerente
y viable para otros etnlogos interesados en revisar aquellos dualismos que carezcan de un slido
respaldo heurstico. A fin de superar otra de las dicotomas clsicas en antropologa en este caso
mito/ historia, derivada de un contraste implcito entre pasividad y actividad-, manteniendo no
obstante la distincin analtica entre ambas categoras, introduje la nocin de agentividad mtica.
Esto me permiti mostrar que los aborgenes poseen formas intencionales de incluir los eventos
histricos en sus formulaciones y re-formulaciones mitolgicas.
A mediados de los aos sesenta, el Ciclo de Elal constitua el foco de su profunda
espiritualidad, claramente aprehensible en prcticas de la vida diaria cuyos actores establecan
una asociacin explcita entre incidentes cotidianos e incidentes del Ciclo, centrndolos en la
figura de Elal. Por ejemplo, cierta vez una interlocutora estim que haban disminuido sus pocas
reservas de comida y entre seria y risuea atribuy esa merma a la abuela de Elal, convertida en
laucha por el propio Elal a causa de su intento de seducirlo.Hay que acordarse de las ensean-
zas que nos dio ese Grande que nosotros tenemos, por eso el recitado del grupo de relatos que
forma parte del Ciclo se ligaba con expectativas de reparacin y amparo, si bien poco se sabe de
los aspectos contextuales y performativos. El itinerario narrativo de las distintas versiones reco-
gidas desde fines del siglo 19 hasta 1980 aproximadamente- posee coincidencias notables, soste-
nidas por el entrelazamiento de instancias claves del ciclo vital de la deidad: su nacimiento a
trmino pese al alto riesgo de ser devorado por su propio padre; las hazaas de la niez sorpren-
den a la abuela materna en funcin de madre sustituta; la juventud marcada por la definitiva
petrificacin de la gigantocracia canbal, incluyendo a su padre; las desdichas del matrimonio y la
paternidad vinculables con una exogamia ilimitada y, ya en la adultez, la constitucin de lo social
condensada en la prohibicin del incesto y el establecimiento de otros imperativos morales como
el compartir, la hospitalidad, el respeto por los bienes ajenos o la reticencia ante extraos. Una
vez cumplida su tarea, la deidad se retira al cielo y slo recientemente se han difundido viejos
relatos sobre su retorno en misin de salvador. En la jerga etnogrfica de los aos sesenta
inconscientemente imbuida de prejuicios evolutivos acerca de dioses y hroes- catalogbamos a
Elal como hroe cultural o bien mtico, cuando para los creyentes nativos era una deidad incrus-
tada en la experiencia en cuanto considerada responsable del mundo y la sociabilidad entonces
vigentes. Es ms, las llamadas historias de Elal constituan para los Anikenk su historia sa-
grada. Sostenan que el recitado les transmita mensajes fundamentales para una aprehensin de
la magnitud de los poderes materiales y espirituales de la deidad. A ello debe atribuirse el hecho
de que los Anikenk se resistieran desde antao a revelar su historia sagrada a los extraos.
Revisando viejos registros, advert que los comentarios de mis interlocutores acerca del
Poderoso y su palabra santa procuraban comunicar una idea similar a lo que representa la
Biblia para un cristiano; vale decir, un registro que alude a la manifestacin de los designios
divinos a travs de una secuencia figurada de eventos. De este modo pude alcanzar algn enten-
dimiento acerca del sentido de lo que llamaban historia sagrada, aun cuando establecan una
separacin tajante entre la propia y la cristiana, anloga a la percepcin nivacl del cristianismo
como el discurso del otro.
Para explorar si la distincin entre mito e historia se construa en forma categrica, analic
en diversos relatos del Ciclo la mitologizacin de la historia como uno de los procesos de produc-
cin de sentidos, complementario al de historizacin del mito. Limitndome ahora al primero,
para Terence Turner (1988) implica la absorcin de eventos histricos en los modelos mitolgicos,
de modo que tales eventos se anclan en el tiempo primordial. La reconsideracin de versiones del
Ciclo de Elal recogidas en diversas pocas por distintos autores (Wilbert y Simoneau 1982:8-56),
me permiti constatar que todas ellas carecen de una cronologa en sentido estricto y que la idea
de secuencia resulta de una persistente reelaboracin de sucesos modernos que se retrotraen a los
orgenes. El contexto temporal del Ciclo se asemeja pues al de la mayor parte de las mitologas
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ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
indgenas de las tierras bajas sudamericanas, en el sentido de narraciones atemporales. Conse-
cuentemente, varios acontecimientos histricos que habitualmente incluimos en la llamada mito-
loga del contacto -como los referidos a las relaciones de los Tehuelches con grupos tnicos
vecinos, con misioneros y colonos- evidencian las caractersticas y funciones del mito, lo que me
llev a concluir que las fronteras entre mito e historia se presentan atenuadas.
El Ciclo de Elal muestra esta atenuacin tratando eventos que involucran diferentes pocas,
escenarios y relaciones interpersonales como una repeticin de narrativas fundamentales, aun
cuando difieran en los detalles. El resultado final de este tratamiento mitolgico del aconteci-
miento es la continua revelacin de los poderes no siempre infalibles de Elal en distintos contex-
tos histricos -como el de la experiencia anikenk de la subordinacin por otros grupos tnicos-
y, ms tarde, por los colonos. De ah la idea indgena de historia sagrada como posibilidad
concreta de repetidas revelaciones divinas cuya continuidad se expresa mediante el recurso na-
rrativo de sus viajes transtemporales entre el cielo y la tierra para reconfortar a los sufridos Anikenk
en sus momentos de desazn.
Cabe preguntarnos acerca de los puntos de convergencia entre el enfoque hermenutico que
he ilustrado y los anlisis estructurales anglosajones de textos bblicos. Encuentro una conver-
gencia en el hecho que el mensaje contenido en un conjunto de narrativas se comunica a travs de
un patrn que elude una secuencia histrica especfica. En efecto, tanto los mitos nativos como el
Gnesis, por ejemplo, carecen de una cronologa en el sentido de una secuencia estricta de even-
tos. Por ende, los mitos fundamentales tales como los que refieren el origen del mundo o la
humanidad se multiplican a travs de diferentes versiones como ha mostrado hace rato Edmund
Leach (1969) y, recientemente, en un trabajo en coautora (Siffredi y Matarrese 2004) que propo-
ne a la luz del Gnesis una construccin de sentidos a partir de episodios del Ciclo de Elal aun
inexplorados desde esta perspectiva.
COMENTARIOS FINALES
Un punto que merece ser retomado en forma ms sistemtica es el de las relaciones entre mi
trabajo cientfico en etnologa y mis convicciones espirituales como catlica practicante. Contra-
riamente a lo que algunos autores agnsticos sostienen, considero que las creencias y prcticas
religiosas personales pueden contribuir a un mejor entendimiento de las creencias y prcticas de
otros pueblos -as lo han demostrado cabalmente antroplogos cristianos de la talla de Edward
Evans-Pritchard o Mary Douglas-, aun cuando nuestra labor se desarrolle en el seno de tradicio-
nes religiosas que poseen un contenido tnico local antes que universalista. Considero que una
diferencia bsica entre las religiones tnicas y las tradiciones universalistas como la cristiana y
la islmica reside en que stas teorizan y practican variadas formas de proselitismo derivadas de
la intencionalidad de salvacin global y expansin territorial que ha presidido su constitucin
histrica. Por eso, en disonancia con las doctrinas y los creyentes de sociedades indgenas des-
centralizadas que no pretenden convertir a otros pueblos para extender su espiritualidad, el men-
saje y los mandatos inherentes a las tradiciones cristiana o islmica poseen para la generalidad de
sus fieles un valor y un alcance universal ampliamente compartido, pese al carcter histrica y
sociolgicamente especfico de todo sistema religioso.
Aunque mis convicciones son definidas, reconozco que otras convicciones tienen modos de
expresin igualmente legtimos y viables. Por consiguiente, afirmo que la espiritualidad del Otro
es tan vlida como la ma y mantengo una actitud abierta frente a ideas distintas a las propias,
procurando objetivarlas mediante el control de prejuicios, sin que esto implique la adopcin de
una complaciente postura relativista. En lo metodolgico, admito no obstante que toda postura es
relativa y por ende discutible en cuanto implica un recorte a partir de determinados puntos de
vista tericos.
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Recprocamente, me pregunto cmo han influido en mis propias creencias, prcticas y pre-
ocupaciones ticas las formas indgenas de espiritualidad que he procurado comprender. Aun
cuando no pueda ni deba producir un aserto taxativo, una mirada retrospectiva hacia la labor
etnolgica emprendida me lleva pensar que el nfasis en la dimensin religiosa de varias culturas
indgenas guarda relacin con una bsqueda personal de espiritualidad que al promediar los estu-
dios de grado era inconsciente. Reconozco con mayor claridad que mis principios morales han
sido profundamente sacudidos y a la vez enriquecidos gracias al dilogo con la tica de los caza-
dores-recolectores, por ms que lo fueran part-time. Especficamente, su inquietud por sostener
cierto igualitarismo de la que surge el compromiso moral del compartir; la tica del liderazgo
tradicional desprovisto de poder coercitivo, pero inseparable del conocimiento y la rectitud; el
carcter permisivo de la socializacin infantil, reforzado por los imperativos de una pa/ materni-
dad responsable; el criterio de apertura que, salvo excepciones justificadas, adoptan los actores
indgenas y sus doctrinas frente a principios distintos a los propios; la idea que las dimensiones
materiales y espirituales de la realidad se complementan en lugar de enfrentarse
antagnicamente. Todas estas cualidades morales contribuyen a sostener una caracterstica crucial
de las sociedades cazadoras-recolectoras tomadas como tipo ideal, esta es su mayor flexibilidad.
Mi posicin respecto a la viabilidad de diferentes expresiones espirituales y al enriquecimiento
humano que nos proporcionan tambin incluye un compromiso moral con la labor de investiga-
cin, lo que me lleva a trazar algunas distinciones y coincidencias entre la tica cientfica y la
tica confesional, refirindome fundamentalmente a la cristiana. Encuentro que la diferencia prin-
cipal es que la tica cientfica posee criterios objetivos que el sujeto revisa en el transcurso de su
propia elaboracin, lo que confiere un consistente sentido de autonoma. Por otro lado, la tica
confesional depende de una autoridad trascendente cuyos mandatos no estn abiertos a preguntas.
En segundo trmino, observo un mayor dinamismo en la prctica de la tica profesional, en
relacin a que sus criterios pueden discutirse y revisarse constantemente, como es el caso del
conocimiento cientfico. La tica confesional, en cambio, lleva implcita la aceptacin de lo que
se ha establecido previamente. Por consiguiente, cabe notar que las prescripciones religiosas no
consideran la carga de arbitrariedad que pueden asumir algunas implicaciones sociales de tales
reglas. Este sera el caso de la discriminacin femenina por el islamismo fundamentalista o de la
tendencia a imponer a otros la conversin -conducente a un empobrecimiento de la diversidad
cultural- evidenciada por el cristianismo, pero tambin por el islamismo que en su afn de expan-
sin lleg en su despliegue histrico hasta las Islas Filipinas. En cambio, si se interpreta la idea
judaica de Pueblo elegido como una insistencia etnocntrica se corre el riesgo de desconocer su
enraizamiento en la perspectiva cristiana. Chiara Vangelista me ha hecho notar que la idea de
Pueblo elegido posee un valor semntico distinto en una religin fuertemente entrelazada con la
dimensin tnico-territorial como la hebraica.
En tercer lugar, la tica profesional se basa en relaciones interpersonales dentro de un con-
texto social e implica a la vez un cierto grado de elaboracin individual, bajo la responsabilidad
de estar dispuesto a responder racionalmente a cualquier demanda. Aunque se advierte cierta
correspondencia con la tica confesional, debida al mutuo compromiso con lo social, como la
ltima est principalmente dirigida al mundo espiritual, puede desatender cuestiones de la vida
diaria que condicionan la accin humana.
Reflexionando sobre mi sentido de las conexiones ticas entre mi trabajo en etnologa y mis
compromisos espirituales como creyente, llegu a reconocer una correspondencia clave entre
ambos tipos de tica. Esta consiste en la bsqueda del bien comn en nombre de la sociedad.
En este sentido, el egosmo no slo es una falla importante para el catolicismo sino tambin para
otras tradiciones religiosas como aqullas que he estudiado. Desde una postura antropolgica,
uno encuentra que lo que admite cierta re-formulacin en funcin de una cultura dada es qu se
entiende por bien comn en el contexto histrico contemporneo, caracterizado por la inclu-
sin indgena en los estados-nacin. A este respecto, es necesario considerar cmo situaciones
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ALEJANDRA SIFFREDI ETNOLOGA, ESPIRITUALIDAD Y TICA. HACIA UNA CONSTRUCCIN...
extremas conflictos blicos y enfrentamientos tnicos, por ejemplo pueden llevar al incre-
mento de prcticas de homicidio, infanticidio o abandono de ancianos e invlidos, como ha suce-
dido en varios grupos cazadores-recolectores compelidos a una semi-sedentarizacin.
A modo de comentario final, pienso que el contacto personal con diferentes tradiciones
religiosas a lo largo de una extensa labor etnolgica, me ha permitido reconocer tanto rasgos
especficos cuanto universales y, por consiguiente, ha contribudo a una mejor comprensin de la
espiritualidad indgena. Insisto que las formas transculturales de misticismo y los mitos analiza-
dos muestran que la revelacin de lo sagrado puede estar presente en cualquier tradicin religio-
sa. Por consiguiente, sostengo que ninguna doctrina puede reclamar el estatus de nica fuente de
Verdad.
Recibido: mayo 2003.
Aprobado: octubre 2003.
AGRADECIMIENTOS
Deseo dar gracias a Marina Matarrese y a los Lics. Fernando Lynch y Ana Mara Spadafora por su
ayuda en diferentes etapas de preparacin del trabajo.
NOTAS
1
La ponencia original ha sido publicada en ingls (Siffredi 2001) y esta reelaboracin ampliada bajo forma
de artculo en espaol, tiene el propsito de difundirlo a un mayor nmero de especialistas hispanoame-
ricanos.
2
Aunque ya no escuchemos su voz ni su estilo comunicativo enftico, Francisco Varela merece ser
recordado como gran cientfico y una excelente persona.
3
Debo decir que desde la teologa cristiana excluyendo la teologa de la inculturacin, por ejemplo mi
postura acerca de la verdad revelada como atributo de la espiritualidad de cualquier pueblo se considerara
heterodoxa. Ejerciendo una suerte de hermenutica de la sospecha (Ricoeur 1999), infiero que sa es
la razn primaria por la cual la revista alemana Anthropos ha rechazado sin aducir motivos la publicacin
de una versin anterior de este trabajo.
4
Los nivacl, tambin conocidos como Chulup, se encuentran hoy fragmentados en misiones, estancias,
colonias y asentamientos ubicados en un tringulo con vrtice en Mariscal Estigarribia (Chaco central
paraguayo) y base al sur del Pilcomayo medio, ms precisamente en el nordeste de la provincia de Salta
y centro de la de Formosa. Mi conocimiento directo de este pueblo se remonta a cinco campaas
etnogrficas que financi el CONICET, cumplidas en la misin multitnica catlica Santa Teresita, el
campamento de trabajo Cayin Clim de la colonia menonita Neuland, en Asuncin y Luque Molinos, en
Paraguay.
5
Ms all del cumplimiento efectivo de esta prohibicin de hecho transgredida por algunos hombres
maduros que no dejan sin embargo de advertir sus consecuenciaspor el momento slo puedo ensayar una
interpretacin sociolgica de la misma. Los padres que se sometan a este ritual de pasaje, no siempre
voluntariamente sino tambin por coercin de los ancianos, cambiaban de status y categora etaria, pasando
a considerarse ancianos aunque biolgicamente no lo fueran. Por ende, de continuaran procreando se
producira una confusin de roles en la dinmica intergeneracional pautada: abuelos que seran simult-
neamente padres e hijos que tendran padres-abuelos, adems de abuelos. Slo he encontrado una
referencia escueta a esta restriccin en Clastres (1992).
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23
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA... ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN
HISTRICA EN LA ETNOGNESIS HUARPE
Diego Escolar
(*)
RESUMEN
Se examina en este artculo el controvertido proceso de emergencia de identificaciones
huarpes en la provincia de San Juan, atendiendo al papel que en l tiene y ha tenido la disputa e
imbricacin entre representaciones del pasado acadmicas y populares. El objetivo central ser
demostrar cmo las opuestas y aparentemente irreconcilibles posturas sobre la existencia o no de
aborgenes de identidad huarpe en la regin, desarrollan sus argumentaciones paradjicamente
tomando como base el mismo conjunto de referentes empricos, evidencias e incluso teora. Para
ello, se analizar el dilogo y conflicto que protagonizan arqueologas profesionales y nativas
populares desde principios del siglo XX sobre los vestigios arqueolgicos del departamento
cordillerano de Calingasta y se explicar el papel crucial de la magia como condicin de valor
contrahegemnico en procesos de etnognesis como el huarpe. Las experiencias sobrenaturales
operan como argumento importante de la emergencia indgena en la medida que permite a los
actores subsumir la contradiccin entre la ausencia inicial de una nocin de continuidad
existencial respecto de un origen remoto y la articulacin cotidiana y de corta duracin de sentidos
de pertenencia indgenas vividos como primordiales.
Palabras clave: Etnografa. Arqueologa. Huarpes. Cuyo. Etnognesis.
ABSTRACT
This paper examines the controversial issue of the emergence of Huarpe identifications in
San Juan province, taking into account the role of the discussion and interrelationship of academic
and popular views about the past. The opposite and apparently incompatible results of the debate
on the current existence of aborigines in the region are paradoxically mostly sustained or imagined
considering the same set of empirical information, evidences and theory. This is specially evident
in the dialogue and conflict about archaeological remains in the Calingasta department, carried
out among professional and popular archaeologists since the early 20
th
century. The supernatural
experiences are an important argument to sustain the indigenous emergence. They allow to solve
(*)
CRICyT (CONICET).
24
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
the contradiction between the absence of a notion of existential continuity related to a remote origin
and the everyday and short term notion of indigenous identity which is experienced as essential.
Key words: Ethnography. Archaeology. Huarpes. Cuyo. Ethnogenesis.
Los huarpes, signados como primitivos habitantes de la regin de Cuyo al momento de la
conquista espaola, han sido considerados extintos o desaparecidos como etna desde el siglo
XVII, en un debate etnogrfico que qued tempranamente clausurado sobre este tpico hacia la
dcada de 1950
1
y que con pocas excepciones ha tenido escasa renovacin posterior
2
. Pero desde
mediados de la dcada de 1990 se observa en distintas reas y grupos de la regin la emergencia
o parcial visibilizacin de identificaciones huarpes e indgenas. Este proceso ha sorprendido al
campo acadmico, entre otras cosas porque la cuestin huarpe se consideraba dirimida en el terreno
arqueolgico o en la investigacin etnohistrica sobre fuentes coloniales tempranas, haciendo caso
omiso de las prcticas, actitudes, memorias o discursos de actores sociales actuales o contempo-
rneos. La secular carencia en Cuyo de investigaciones antropolgicas basadas en trabajo de campo
etnogrfico, ha contribuido a la reproduccin de una narrativa oficial de extincin indgena que,
invocando cnones cientficos, neg la produccin cultural popular o subalterna e incluso ciertas
fuentes histricas y voces disonantes dentro de las elites locales (Escolar 1997, 2003).
El propsito del presente artculo es analizar la actual produccin y reproduccin de sentidos
de pertenencia aborgenes en Cuyo, poniendo en foco el papel que en este proceso tiene la tensin
e imbricacin entre discursos acadmicos que en general negaron contradictoriamente su existen-
cia contempornea y prcticas nativas que, tambin contradictoriamente, marcan una continuidad
aborigen. Para ello me basar en mis experiencias de campo en Calingasta, en la Provincia de San
Juan, en testimonios de informantes nativos y en el anlisis de textos de arquelogos profesionales
y legos que investigaron o escribieron sobre los vestigios del rea
3
.
En Calingasta, departamento cordillerano del suroeste de San Juan, se despliegan numerosos
vestigios de sociedades aborgenes que habitaron la regin hasta 8.000 a.p. tales como petroglifos,
pinturas rupestres instrumentos lticos, cermica, canales, trazados viales, restos de viviendas y
momias que han sido objeto de la indagacin arqueolgica al menos desde el siglo XIX
4
. Estos
objetos han sido el referente de un complejo dilogo entre interpretaciones arqueolgicas
acadmicas, literarias y nativas, que impacta fuertemente en la dinmica de etnognesis huarpe o
indgena que se verifica en la regin desde la dcada de 1990. La hiptesis que manejamos es que
la contradictoria imaginacin arqueolgica resultante de estos intercambios, firmemente incorpo-
rada en las representaciones que construyen las poblaciones locales sobre su propio devenir
colectivo, constituye un campo de disputa por la hegemona cuyo eje es el debate sobre la identidad
indgena de las poblaciones subalternas. Como complemento de esta hiptesis, proponemos que
las aporas que genera la confrontacin entre perspectivas cientficas y nativas sobre la historia
aborigen local, en especial en lo que atae a definir la continuidad o bien alteridad de las
poblaciones actuales respecto de los aborgenes de antao, se inscriben en un escenario donde la
epistemologa cede paso a la ontologa y el discurso cientfico cobra un status anlogo a la magia
como principio de interpretacin y percepcin.
ARQUEOLOGAS EN PUGNA
Varios aos antes de comenzar mis investigaciones formales en Calingasta, de viaje en el
Valle durante el verano de 1991, me accident al caer de un caballo. Los enfermeros de la salita
sanitaria del pueblo de Barreal, no acertaron en curar la gran hinchazn de mi mano derecha,
algunos de cuyos huesos haban quedado dislocados. Tres das despus y ante la evidencia de que
25
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
el problema iba en aumento, acept la derivacin de algunos pobladores (incluyendo un enfermero)
al compositor, de seguras habilidades curativas sobre estructuras seas de hombres y animales.
Se unt las manos en un aceite balsmico, sencillo y profesional, y luego de musitar y ensayar
algunos signos en el aire, tir de mis dedos de improviso, acomodando aparentemente la mano en
su posicin correcta, en un clmax de dolor y alivio. No pasaron dos horas hasta que la mano,
afortunadamente abierta, comenzara a recuperar su dimensin original. El compositor amablemen-
te deneg el dinero y, luego de mi agradecimiento, volvi presto a la cosecha.
Ocho aos ms tarde, ya como investigador en campaa, indagando el incipiente proceso de
emergencia de identidades huarpe o genricamente indgenas en el rea, me encontraba
recuperando el aliento a la sombra de los retamos que circundaban un cinago
5
, nico manchn
verde en decenas de kilmetros de piedra en la Precordillera del Tontal. All, habindose abierto
un dilogo directo sobre el origen indgena de los pobladores locales, uno de mis compaeros
nativos, el Indio (tal era su apodo) se revel como hijo de aquel compositor y mostr mucho
inters en hablar del origen de las capacidades de su padre. Segn su relato, la adquisicin da las
mismas estaba directamente ligada a un evento profusamente evocado en las narrativas de los
pobladores del Valle de Calingasta: la exhumacin en 1969 de un conjunto de ms de diez momias
en el sitio Los Morrillos, en el piedemonte de la Cordillera de Ansilta, por parte del arquelogo
sanjuanino Mariano Gambier.
El indio cont que las momias, bajadas a lomo de mula, fueron acondicionadas en un galpn
de Barreal, donde los arquelogos las sometieron a misteriosos procedimientos, antes de ser
derivadas a la ciudad de San Juan. Su padre sin embargo, bajo la anuencia de un cuidador cmplice,
habra sido la nica persona que pudo ingresar secretamente al recinto durante tres noches seguidas.
All, su tacto pudo explorar las condiciones de esas anatomas que, inanimadas, libremente se
ofrecan a la experimentacin. Zafando, dislocando, y sobre todo desarmando y armando huesos
y tendones, falanges y carpos, el fnebre mecano se repiti cada una de esas tres noches, hasta que
las momias fueron transportadas finalmente a San Juan. Pero, como insinu el Indio, dejaron en
manos del compositor no slo el conocimiento sino una capacidad mgica de curar las afecciones
seas de cuerpos de humanos, vacunos o equinos.
La narracin de las momias como muchas otras que se desplegaban en el campo era parte
de una larga y elptica respuesta a mi pregunta ms o menos explcita respecto de la existencia
contempornea o actual de indios. Como percib entonces, las momias y cuerpos calificados
como de indios eran un referente importante del debate soterrado que emerga cada vez con ms
fuerza, sobre su propio carcter aborigen. Debate en el cual la produccin de sentido sobre prcticas
y objetos culturales tanto de los aborgenes del pasado, como de s mismos o sus ancestros ms
o menos prximos tena una importancia fundamental.
En otra expedicin a la misma rea, arribamos con un baqueano a una cabaa de piedra junto
a la ladera de un cerro, que estaba siendo refaccionada por dos peones. A la noche, mi observancia
protocolar del silencio durante el resto de la jornada junto a otros usos baqueanos predispuso
favorablemente a nuestros anfitriones a hablar con la confianza propia de los encuentros entre
compadres. Bast que insinuara mi inters por conocer el campo, la vida y costumbres de su gente
y la historia de los antiguos
6
, para que el dilogo se coloreara, luego de una inmersin en
problemticas locales. Uno de los peones narr cmo al refaccionar la cabaa un mes antes, haban
hallado el cuerpo enterrado de un indio, que tena un costado chamuscado porque justo all, antes
de que fuera construida la cabaa, haba un fogn donde arrieros o cazadores paraban a alojar. Este
relato abri una ansiosa descripcin de los indicios indgenas, mencionando la existencia de una
profusin de sitios y objetos arqueolgicos de hallazgo cotidiano y estableciendo subrepticias
comparaciones entre la vida aborigen y los actuales habitantes del rea. Los indios eran represen-
tados analgicamente a los pobladores actuales, como primitivos ocupantes de alojos que usaban
en la actualidad; cazando guanacos, tal como ellos; tejiendo ponchos, mantas y gorros de lana como
los que ellos o sus padres usaban; fabricando boleadoras, pan, moliendo granos en morteros de
26
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
piedra, como sus abuelos. Y sobre todo, forzados al rudo trabajo en el campo, expuestos al fro,
temporales, accidentes, hambre y sed, tal como ellos se representaban su propia condicin en el
campo. A mi pregunta respecto de por qu el cuerpo haba sido hallado en ese sitio distante del
Valle, me respondieron que Seguro que al pobre lo agarr el hielo cuando lo han mandado al
campo... los haran trabajar mucho [a los indios]... por eso se moran por aqu. Y por qu en el
campo? Y, trabajando... como nosotros ahora. Sin embargo, nada de esto fue suficiente
prembulo para autoadscribirse explcitamente como indgenas; por el contrario las preguntas
comenzaron a dispararse hacia m: Quines, eran los indios? Por qu estaban ac?. De la
momia slo quedaba un trozo de gruesa cermica en un rincn de la cabaa. Uno de los peones
se la haba llevado en el anca del caballo para venderla, explotando as un lucrativo y tradicional
negocio del rea andina sanjuanina.
El hallazgo de cuerpos enterrados, momias, fardos o urnas funerarias es un hecho bastante
corriente entre los habitantes del Valle de Calingasta, tanto por la actividad de huaqueros en las
montaas como ms frecuentemente como subproducto de la labranza de los campos y la
realizacin de canales en pueblos de los oasis irrigados, que en general han sido asiento de
pobladores aborgenes desde tiempos prehispnicos. Numerosos informantes refieren ese tipo de
hallazgos, que han derivado en su venta, atesoramiento, denuncia a museos locales o el provincial,
o han sido cubiertos nuevamente para no alterar la paz de los difuntos. En la actualidad, las
momias son uno de los principales objetos arqueolgicos que impactan en la reflexin de muchos
habitantes del rea sobre una posible continuidad biolgica y cultural con aborgenes prehispnicos
y ulteriormente, en la elaboracin de nociones de identidad o ascendencia aborigen. Pero las
momias han sido tambin, histricamente, el ncleo de la produccin arqueolgica profesional u
oficial, que invariablemente tendi a establecer una distancia radical entre las poblaciones
aborgenes productoras de esos vestigios arqueolgicos y los actuales pobladores.
La bsqueda y exhumacin de momias ha sido sin duda la actividad ms taquillera de la
arqueologa profesional sanjuanina. Explorar enterratorios o inhumaciones individuales y
mltiples de aborgenes, extrayendo abundantes cuerpos y ajuares fue prctica corriente entre
viajeros y arquelogos desde mediados del siglo XIX
7
. En 1914 Salvador Debenedetti, como
titular de una misin del Museo Etnogrfico de la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires a los Valles Preandinos de San Juan, tuvo como principal
prctica arqueolgica la exhumacin de restos mortuorios excavando para ello decenas de
tumbas para incorporarlos a las colecciones del Museo. Posteriormente, el descubrimiento de la
momia del Cerro del Toro en 1964 por andinistas sanjuaninos propiciar el nacimiento de la
arqueologa acadmica provincial. El rescate de la momia el cuerpo congelado y casi intacto
de un aborigen con su ajuar, semienterrado junto a un recinto pircado prximo a 6380 mts. s.n.m
dio lugar a la creacin de una agencia arqueolgica sanjuanina, a cargo de Mariano Gambier, el
actual Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo (IIAM), dependiente de la Univer-
sidad Nacional de San Juan
8
.
Pero la exhumacin de las momias de Los Morrillos por el propio Gambier y Pablo Sacchero
en 1969 se constituy finalmente en el hito que dio literalmente cuerpo a la Arqueologa
provincial y las vitrinas del IIAM perfilando a la arqueologa como un saber de estado
provincial. El titular del IIAM, Mariano Gambier, fue el principal responsable en la elaboracin
de un discurso oficial sobre el pasado aborigenayudado en esta tarea por su colaboradora, la
etnohistoriadora Catalina Teresa Michieli. En su perspectiva, las culturas aborgenes autctonas
estn radicalmente separadas de las prcticas culturales contemporneas y no han dejado su
impronta en el presente. La cultura huarpe se presenta degradada frente a la incaica, cuya
imposicin previa a la llegada de los espaoles es postulada como nico hecho importante en la
historia de los huarpes (Gambier 1993)
9
. La extincin de los huarpes es dada como un hecho en
el perodo colonial temprano, en fechas tan tempranas como 1630 primero por su consabido
traslado forzado a Chile y luego por mestizaje o bien por aculturacin (ibid.).
27
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
Pero ms all de los argumentos cientficos invocados que en rigor no alcanzan para postular
una taxativa discontinuidad cultural o biolgica de las poblaciones cuyanas actuales con los
aborgenes prehispnicos las perspectivas discontinuistas, su argumentacin y contradicciones
tienen un origen ms remoto.
Si analizamos dos de los ms importantes estudios arqueolgicos realizados en el rea: La
Cultura de Los Morrillos (Gambier 1985), Investigaciones Arqueolgicas en los Valles Preandinos
de San Juan (Debenedetti 1917), por ejemplo, es posible observar notables coincidencias
heursticas y retricas. En la estructura de ambos libros, el anlisis arqueolgico esta enmarcado
y precedido por una descripcin geogrfica del rea y una breve pero contundente descripcin de
la vida actual de sus pobladores. Aunque esto puede parecer slo una presentacin formal de sus
investigaciones, centradas en la excavacin y anlisis tipolgico de sitios y artefactos, constituye
en realidad un anticipo de un marco interpretativo y procedimientos heursticos comunes.
Invariablemente, aunque postulen la tajante alteridad entre los pobladores actuales y los prehist-
ricos, cuando los autores arriesgan interpretaciones sobre la dinmica sociocultural y econmica
de los grupos productores del material arqueolgico, recurren a analogas directas con las prcticas
de los habitantes del rea contemporneos de sus investigaciones. Finalmente,
Debenedetti construye en principio una brecha entre la poblacin aborigen y los actuales
habitantes de Calingasta e Iglesia, con el argumento de que stos eran o parecan ser chilenos.
...nuestros esfuerzos tendientes a descubrir, en el fondo de las tradiciones locales, un valor
positivo que nos permitiera establecer correlaciones, han sido estriles. Por todas partes y en
las cosas todas aparece constantemente la influencia de los pueblos de allende la cordillera
(Debenedetti 1917: 18-19).
Pero fuera de este cristal de nacionalidad, la discontinuidad cultural con los aborgenes del
pasado argumento central para negar el carcter aborigen de los actuales pobladores se hace
difcilmente sostenible. Debenedetti invariablemente observar la similitud entre prcticas actua-
les y las que atribuye a los aborgenes. En principio, la ocupacin y distribucin en el espacio, el
uso del suelo y la forma de las viviendas
10
: En los mismos parajes o en sus inmediaciones
estuvieron tambin ubicadas las viejas poblaciones. Ningn cambio fundamental se ha operado en
la comarca (Debenedetti 1917:17).
Los poblados actuales se encuentran superpuestos o junto a los restos de ocupaciones
aborgenes; lo mismo ocurre con los campos de cultivo e inclusive con las viviendas. La nica
diferencia sustancial que Debenedetti observa, invariablemente, es la aparente reduccin de las
reas cultivadas en comparacin con la superficie irrigada en el pasadohecho deducido por la
abundancia en el entorno de los actuales oasis de restos de canales de riego a cotas mayores que
las actuales. Las viviendas no solamente estn ubicadas en los mismos parajes, sino que su
arquitectura, tecnologa y materiales son asimiladas a algunos tipos frecuentes de construcciones
prehispnicas. Refirindose a las ruinas de Angualasto, en el norte de San Juan, Debenedetti
considera que los recintos, aparentemente antiguas viviendas, estn construidos con el mismo tipo
de adobones o tapias de barro amasado que las de los pobladores actuales (Debenedetti
1917:136) e incluso tienen las mismas dimensiones (Debenedetti 1917:140). Tambin, tanto en
Angualasto como en las dems localidades de los Valles de Iglesia y Calingasta que visit, las
puertas estn orientadas hacia el este para protegerse de la accin de los vientos (Debenedetti
1917:75). En Barreal, Debenedetti afirma observar los ltimos vestigios de las viviendas
indgenas e interpreta que:
Fueron como los ranchos actuales de adobes crudos, techadas con una mezcla de barro, paja,
caas y otros vegetales. Quiz como en las construcciones actuales, anexos a los ranchos o
28
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
formando parte de ellos, existieron esos raros tipos de habitaciones secundarias cuyas paredes
eran de jarillas atadas entre s con tientos de cuero y que son conocidos con el nombre de
ramadas (Debenedetti 1917:20)
11
.
Adems de la similitud en las viviendas, diversos objetos utilizados por los indios mantenan
su uso vigente entre los pobladores. Tal es el caso de los ponchos tejidos de lana de guanaco y vicua
(Debenedetti 1917:70) o de algunos enseres domsticos, como mates y tinajas anlogas a las que
formaban parte del ajuar de una momia exhumada en Calingasta (Debenedetti 1917:64).
Segn describe Debenedetti y yo mismo he comprobado en la actualidad la continuidad
en la utilizacin de objetos indgenas se da en ocasiones literalmente, mediante la apropiacin de
utensilios arqueolgicos que los pobladores actuales recogen como los morteros o conanas de
piedra y los reciclan o reutilizan para los mismos fines.
Otro aspecto en donde implcitamente se seala cierta continuidad cultural con los aborgenes
son las prcticas y saberes de los pobladores locales. Las interpretaciones que ofrecen los guas y
acompaantes nativoslocales, por ejemplo, nutren las explicaciones del propio Debenedetti. Este
es el caso de la ubicacin de petroglifos en sitios arqueolgicos de Cordillera como Las Burras,
cuya aridez y falta de recursos no parecen ofrecer, en principio, una explicacin plausible, por lo
que son interpretados como obra de cazadores y los sitios como seguros paraderos de caza. Pero
esta interpretacin est informada por una analoga con los actuales cazadores nativos.
Sabido es que en las proximidades de las vertientes andinas es donde nuestros paisanos
rastrean mejor las tropillas de guanacos o avestruces que, casi siempre, a la misma hora y en
las mismas pocas, bajan de los ridos cerros en busca de agua.
Por tales razones creemos que los petroglifos responden a escenas de la vida de cazadores, a
la cual an hasta nuestros das estn muy habituados los pocos habitantes de aquellas
inhospitalarias comarcas (Debenedetti 1917:124)
12
.
El argumento maestro que Debenedetti utiliza para postular la discontinuidad cultural de las
poblaciones actuales con las aborgenes, la chilenizacin de la regin, se destruye cuando el autor
argumenta que los vnculos transcordilleranos entre poblaciones del occidente y oriente andinos
constituyen una constante eco-cultural desde tiempos prehispnicos. En efecto, los movimientos
transcordilleranos que l observa son anlogos a
las relaciones recprocas mantenidas en los tiempos prehistricos por los pueblos de ambas
laderas de la cordillera andina, en lo que se refiere a la provincia de San Juan y posiblemente
a las inmediatas (Debenedetti 1917:161)
Debenedetti hallar profundas similitudes entre vestigios prehispnicos locales con otros del
norte Chico y Grande de Chile y observar un uso humano sostenido durante milenios de los pasos
utilizados contemporneamente para el intercambio entre las vertientes oriental y occidental de la
Cordillera. En La Cultura de los Morrillos Gambier (1985) utiliza principios de analoga muy
similares a los de Debenedetti
13
. Destaca como hechos centrales de la dinmica de los cazadores-
recolectores Morrillos (entre el 6000 y 2000 a.c.) y los grupos aborgenes que los precedieron y
sucedieron, a la trashumancia y ocupacin estacional de microambientes entre el piedemonte y los
valles interandinos de la Cordillera, y los contactos o identidad cultural con grupos que hacan lo
propio desde la banda occidental de los Andes.
Esta dinmica, que a la postre es considerada como promotora de una comunidad cultural de
varios milenios (o bien fruto de un origen comn), tiene como explicacin las determinaciones
impuestas por las condiciones geogrficas y ecolgicas.
29
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
El hecho real y verdico es la comunidad de espacios durante una parte del ao para una
actividad fundamental como la de la cacera y todos sus efectos, por lo que debe suponerse
que hubo necesariamente una tcita distribucin de campos durante esta etapa. Las relaciones
entre los grupos de una y otra banda debieron estar reguladas por las condiciones climticas
del sector y su repercusin en las pasturas y en consecuencia por la cantidad de animales
disponibles. La identidad de rasgos culturales permite establecer un origen comn y/o un
contacto estrecho durante algunas pocas que permitieron plasmar la identidad (Gambier
1985:162).
La analoga con los actuales grupos trashumantes argentinos y chilenos es planteada en
forma directa. La causa es la ausencia de lluvias estivales en la banda occidental que obligara a
los animales de caza a buscar pasturas de veranada en la Cordillera tal como
...obliga actualmente a los pastores de esa regin a migrar con su ganado a los valles por la
falta de pasturas. La migracin es una exigencia irreversible para el ganado y la fauna de
ambas bandas cordilleranas. Fue tambin una exigencia de todos los tiempos como lo sigue
siendo ahora (Gambier 1985:160).
En esta perspectiva, la instalacin humana actual y el aprovechamiento de recursos se apega
a esta dinmica estacional del mismo modo que entre los cazadores recolectores de antao. Lo que
describe como uso trashumante actual de distintos pisos ecolgicos y microambientes a travs de
fincas y puestos en las reas bajas, puestos en los valles interandinos y alojos en las vas intermedias
parecen coincidir con la funcionalidad trashumante atribuida a los cazadores Morrillos ...sobre la
base de un campamento semipermanente, campamentos estacionales y paraderos transitorios de
cacera y recoleccin (Gambier 1985:165).
Para Gambier, al igual que para Debenedtti, una serie de importantes prcticas culturales,
econmicas y ecolgicas de los pobladores contemporneos se asemejan a las de los indgenas
arqueolgicos. Pero existe un marcado contraste entre el modo mecnico en que son planteadas
estas continuidades y la alteridad radical axiomticamente establecida entre aborgenes y actuales
pobladores, en trminos de adjudicacin identitaria. Lo nico que se plantea como francamente
discontinuo en la larga historia de la ocupacin humana en el rea, es la identificacin como
aborigen o indgena de los habitantes, que se supone quebrada en un tiempo mtico que en
Debenedetti parece coincidir con el adevenimiento de los chilenos y en Gambier con la conquista
espaola.
Contrariamente, las interpretaciones nativas a menudo invisten a sus propias prcticas
culturales y los materiales arqueolgicos del rea como pruebas no tanto de un pasado indgena
arcaico, sino de la continuidad de poblamiento y del carcter o ascendiente indgena de los actuales
habitantes. Y con frecuencia, estos monumentos de continuidad son los mismos sitios y objetos que
los arquelogos han instituido como referencias de culturas y sociedades prehistricas desapare-
cidas, discontinuas o sin vnculo aparente con las poblaciones actuales.
De hecho, tambin muchos de los tpicos interpretativos de los arquelogos son anlogos a
los de los baqueanos y arrieros como los que oficiaban de guas y ayudantes en sus expediciones.
Los pobladores locales no slo posean sus propias interpretaciones sobre el pasado basadas en el
material arqueolgico, sino que stas eran frecuentemente adoptadas, las ms de las veces en forma
implcita, por los propios arquelogos profesionales. La representacin de las viviendas indgenas
al modo de las actuales, el uso de sitios con petroglifos como estaciones de caza en la montaa; la
dinmica de la trashumancia y desplazamientos estacionales a los altos valles de la Cordillera,
como los actuales pastores y ganaderos; la logstica y el sistema de produccin en torno a sus
asentamientos como semejante a la de los actuales puestos de pastores o alojos de arrieros en la
montaa; la ingeniera hidrulica y las tcnicas de agricultura. Estos tpicos, entre otros,
30
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
conforman un conjunto de representaciones arqueo-etnogrficas que provienen tanto de la
analoga que el arquelogo efecta entre las prcticas de poblaciones antiguas y contemporneas,
como de las explicaciones y representaciones de los propios guas y colaboradores locales.
Al mencionar mi inters en la poblacin indgena, actuales o ex arrieros y baqueanos de
Cordillera me referan la existencia de numerosos rastros de actividad aborigen y casas de indio.
Las casas de indio eran descriptas como cuevas naturales o parcialmente excavadas en aleros
rocosos, algunas de gran amplitud, que se encuentran tanto en las quebradas que se internan en los
Andes, en algunos sitios del piedemonte, como en altos valles y faldas montaosas. Muchas de ellas
se hallaran a unos 4000 metros de altitud, en las inmediaciones de los picos Aconcagua y
Mercedario. Los informantes afirmaban que en general estn hbilmente acondicionadas y pueden
ser muy amplias (tanto para proteger a una tropa entera de mulas), aunque su entrada puede ser muy
pequea o escondida a la perspectiva de las rutas habituales que atraviesan los pasos de la
Cordillera. Tambin mencionaban otros rastros que indicaran que haba muchos indios en la
zona: canales, petroglifos, caminos que unen campos del piedemonte cordillerano donde a su vez
tambin hay casas de indio o restos de construcciones de pirca. Estas casas de indio estn en
general ubicadas en lugares aptos para invernar ganado, no muy lejos de vegas y arroyos, reparadas
de los agentes climticos, y donde hoy da habitan gran cantidad de guanacos, aunque algunas estn
en lugares de difcil acceso, lejos de insumos esenciales como el agua y la lea. Pero en uno y otro
caso, los baqueanos se sienten aptos para reconstruir sus circuitos de aprovisionamiento, el
aprovechamiento de recursos, la probable logstica de caza, recoleccin, agricultura o el carcter
estratgico de su ubicacin para el ocultamiento o defensa de sus moradores. El uso del trmino
domstico casas para referirse a dichos sitios arqueolgicos y la familiaridad con su ubicacin,
caractersticas y potencialidades estratgicas y logsticas, seala en realidad un hecho central: las
casas de indio o sus reas circundantes han sido utilizadas con relativa continuidad como refugio
o vivienda por parte de arrieros, cazadores o pastores seminmades hasta las primeras dcadas del
siglo XX o incluso hasta la actualidad. Como he podido comprobar personalmente estos sitios, por
su facilidad de aprovisionamiento de lea y agua o la disponibilidad de abrigos constituyen
generalmente ptimos alojos que los viajeros aprovechan como campamento entre las duras
jornadas de la Cordillera. Otras casas de indio han servido y an sirven tambin de asiento a los
pastores seminmades que afluyen durante el perodo estival desde la vertiente occidental de la
Cordillera instalndose con sus rebaos en los valles interandinos, en el piedemonte o incluso en
la precordillera.
Las casas de indio coinciden en general con el tipo de sitios excavados por los arquelogos
como aleros rocosos o enterratorios, tales como los Morrillos, o grutas de los valles
interandinos como la Colorada de la Fortuna o la Casa de los Guapos entre otros
14
. El uso moderno
de estos sitios ha sido reconocido por los arquelogos que los investigaron como una ocupacin
espordica que contamin, deterior y eventualmente destruy las evidencias arqueolgicas de los
sitios, sin ningn vnculo cultural o de otro tipo con las poblaciones prehispnicas o aborgenes.
Salvador Debenedetti y Mariano Gambier considerando invariablemente extinguidos a los indios,
calificaban a los ocasionales ocupantes contemporneos como pastores, chilenos e incluso
contrabandistas (Debenedetti 1917, Gambier 1986).
Pero contrariamente a esta perspectiva, los nativos baqueanos y arrieros y cazadores locales
sealan a muchas casas de indio como vivienda de sujetos considerados indios, contemporneos
de su infancia o juventud, al tiempo que parecen concebir la continuidad en la utilizacin de las
mismas (o de los recursos de sus inmediaciones) como una forma de vnculo histrico con los
antiguos. Algunos relatos por ejemplo refieren una singular continuidad en la utilizacin de sitios
con petroglifos. Las Piedras Pintadas eran un conjunto de grandes rocas ubicadas en unas colinas
ridas unos kilmetros al norte del poblado de Barreal, cubiertas de petroglifos, que segn la
tradicin local estaban a la vera del camino del Inca
15
. Durante un viaje en procura de una secreta
casa de indio, un baqueano local que se adscribe como huarpe me coment que de nio participaba
31
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
en una recogida anual del ganado semi-cimarrn evento central en la economa y sociabilidad
de las poblaciones locales, que actualmente ha disminuido en importancia
16
que se realizaba en
un rea cercana a las Piedras Pintadas. Como una explicacin del carcter indgena de dichos
pobladores afirm que en dichas recogidas los viejos extraan las firmas o marcas para el
ganado de las inscripciones que se encontraban en las Piedras Pintadas, a la sazn no muy lejos del
rea donde se realizaba la recogida. As, el principal objetivo econmico-poltico de la recogida
la definicin de la propiedad familiar o individual del ganado mostrenco o pariciones recientes
mediante el sealamiento con una marca particular estaba directamente vinculada a los petroglifos,
y especialmente, los petroglifos eran investidos como conjunto de signos para representar la
identidad de los propietarios.
Esta explicacin ofrece una nueva perspectiva sobre un fenmeno que produjo algunas
quejas y luego un novedoso inters en los arquelogos que dieron cuenta de los petroglifos en la
regin: la realizacin de petroglifos modernos sobre o junto a los antiguos, atribuidos a pastores,
arrieros o cazadores o incluso acampantes (Debenedetti 1917, Ardissone y Grondona, 1953;
Gambier, comunicacin personal; Podest y Rolandi 2001). Estos petroglifos han sido descriptos
como imitaciones de los anteriores, signos de la liturgia cristiana o bien marcas para el ganado que
arrieros o ganaderos impriman en la roca. Pero si bien estas inferencias pueden ser totalmente
ciertas, el anlisis de la superposicin de petroglifos de las mismas basado en tipologas de rasgos
de cultura material o contextos socioeconmicos de produccin no alcanzan para dirimir los
alcances del sentido que pudo tener para sus realizadores la prctica de inscribir marcas, copiar
diseos, etc. en dichos sitios menos an si sus autores se identificaban como arrieros, cazadores,
cristianos o aborgenes. Independientemente del grado en que los signos modernos no aborge-
nes se inspiran o no en los considerados aborgenes Cul es el valor de esta activa interaccin,
de este dilogo intertemporal con los signos producidos por los antiguos? Ms all de que ciertos
motivos de los petroglifos hayan sido utilizados como firmas, o que al revs, los arrieros o
ganaderos inscribieran all sus propias marcas Cul es el sentido de esta reutilizacin de los
mismos monumentos como canal o soporte para plasmar, proyectar, reciclar u obtener signos
producidos a travs de largos perodos de tiempo? Hasta qu punto los vestigios arqueolgicos
han sido letra muerta para las representaciones nativas del pasado, antes o despus del advenimien-
to de la arqueologa como disciplina cientfica?
Esta ambigua representacin nativa del devenir de las sociedades aborgenes en las actuales
poblaciones y su contradictoria formulacin entre la marcacin y la invisibilidad tnica, tiene un
ejemplo cabal en la disposicin del denominado cementerio de los indios de Barreal.
En mis viajes de investigacin a Barreal record que siendo nio haba conocido un cerro
denominado el Colorado, al pie de la precordillera, cuya cumbre plana se afirmaba era asiento de
un enterratorio indgena prehispnico. Al visitar el sitio en la dcada de 1990, comprob que
adems del posible enterratorio en la cumbre ahora plagado de huecos que delataban excavaciones
existan otros vestigios y cementerios. Por una parte, petroglifos e indicios de enterratorios en las
inmediaciones de la base del cerro y pinturas rupestres modernas a la entrada de dos pequeas
cavernas, imitando los diseos prehispnicos inscriptos en las grutas de Los Morrillos. Por la otra,
dos cementerios cristianos, uno de los cuales se hallaba en uso y el otro pareca abandonado desde
la dcada de 1960, a juzgar por las inscripciones de sus cruces. Posteriormente, comprob tambin
que este sitio arqueolgico haba sido descripto e investido como smbolo del pasado indgena
arcaico provincial desde mediados del siglo XIX por Sarmiento (1966[1850]), Rickard (1863) y
Debenedetti (1917) y que inclua, adems de petroglifos y enterratorios aborgenes, un tramo de
vialidad incaica y los posibles restos de una tambera (Debenedetti 1917).
Al inquirir a informantes locales sobre qu parte de todo el conjunto constitua el cementerio
indgena, llam mi atencin la ambigedad con que ellos sealaban como locacin del cementerio
de los indios al rea general del Colorado, sin hacer una distincin sobre si esta denominacin
corresponda al asentamiento supuestamente prehispnico o se extenda a los otros dos cementerios.
32
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Pero lo que ms me sorprendi fue que, al intentar lograr una mayor precisin, la mayora de
los entrevistados sealaba como especfico cementerio de los indios no tanto el rea de enterratorios
prehispnicos, sino al cementerio cristiano en desuso, un pequeo recinto pircado cuya mayor
proporcin de tumbas y aparentemente las ms antiguas databan de las primeras dcadas del
siglo XX. Carlos, un informante joven que se considera a s mismo descendiente de indios, atribuye
la denominacin indgena de este cementerio al hecho de que, segn l, parece ser de la familia
extensa Surez y a otras connotadas como indios o sus descendientes. Esta explicacin parece
consistente con las versiones que sealan a los Surez, especialmente los ms ancianos, como
indios; baqueanos y arrieros para quienes los animales, como refiere otro informante, no tienen
secretos, expertos rastreadores que no hablan nunca y son muy tmidos.
La taxativa distincin arqueolgica entre indgenas y actuales pobladores quedaba al menos
relativizada por la continuidad de uso del espacio del Colorado como cementerio hasta la actualidad
y la continuidad del sentido ritual adscripto al sitio
17
. Pero la definicin indgena del cementerio
relativamente moderno, trasladaba adems la adscripcin indgena a ancestros muy recientes o
contemporneos de los actuales pobladores y contribua an ms a disolver la alteridad atribuida
a los pobladores actuales respecto de los aborgenes. Tampoco las distinciones de cultura material
entre los vestigios prehispnicos (urnas, momias, ajuares) y modernos (cruces, fretros y mauso-
leos), o el carcter cristiano de las tumbas, eran argumentos para que los informantes descalificaran
el carcter indgena de esos muertos.
Pero cul es el origen del nuevo cementerio de los indios? En el informe de Debenedetti de
1917 se describen con detalle unas construcciones ubicadas en el mismo sitio en que hoy se
encuentra el cementerio (Debenedetti, 1917:23), denominadas en la poca Tambera del Inca o
Casa del Inca (y a la vera del Camino del Inca
18
). La descripcin y la planta dibujada por
Debenedetti corresponden casi exactamente, en ubicacin, orientacin, forma y materiales, al
muro de piedra cuadrangular que rodea el cementerio de los indios y slo ha cambiado el interior,
que carece de los muros que subdividan originalmente el recinto en seis. Es decir, la Tambera
parece haber comenzado a ser utilizada como cementerio por pobladores locales poco despus de
la exploracin de Debenedetti en la zona, en las dcadas de 1910 o1920.
Este asunto del cementerio de los indios es revelador del tipo de vinculaciones entre usos del
pasado y metacultura que los actores operan al convertirse en agentes de la emergencia o
rearticulacin de sentidos de pertenencia aborgenes. En primer lugar, muestra que ciertos sitios
arqueolgicos, lejos de la visin arcaica construida por arquelogos e intelectuales provinciales,
son lugares de continua ocupacin y uso, generalmente mediante prcticas asociadas a las de la
ocupacin humana pasada. En segundo trmino, ilustra que los actores resignifican productiva-
mente los materiales arqueolgicos, creando o reproduciendo sentidos diferentes o incluso
opuestos a aquellos elaborados por los arquelogos. Tercero, al contrario que la doxa arqueolgico-
etnogrfica regional, evidencia que los sentidos producidos pueden ser los de continuidad y no de
ruptura con el pasado aborigen. Cuarto, sugiere que los sitios arqueolgicos que se perfilan como
ms significativos para las narrativas y usos del pasado aborgenes nativos en el rea coinciden
generalmente con aquellos que han sido investigados por los arquelogos. Quinto, nos ensea que
la arqueologa popular local habilita como indgenas tanto vestigios culturales de poblaciones
tradicionalmente consideradas arqueolgicas como etnogrficas o histricas. Particular-
mente, este movimiento tiende a definir o marcar como indgenas a vestigios de la actividad de
poblaciones de arrieros, mineros y cazadores de las primeras dcadas del siglo XX: alojos o
baleaderos
19
de la cordillera, restos de viviendas y canales en los oasis del Valle, o, como hemos
visto, cementerios; objetos de uso cotidiano en la poca, como morteros o filtros de piedra. Estas
interpretaciones son consistentes con una de las principales constantes en las memorias indge-
nas locales: la asociacin metafrica y metonmica entre lo indgena y la cultura, economa y
sociedad de los pobladores rurales del rea en las primeras dcadas del siglo XX (Escolar 2001).
Es decir, son a menudo los pobladores contemporneos del viaje de Debenedetti a los que el
33
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
arquelogo consideraba no indios quienes son progresivamente constituidos como su referente
indios puros en las actuales retrospectivas aborgenes locales.
MAGIA, HEGEMONA Y ETNOGNESIS
El principal escollo cognitivo para el anlisis de un proceso de emergencia de identidades
tnicas como el huarpe es comprender cmo determinados actores pueden restituir un vnculo
vivido como primordial de continuidad con grupos que los consensos hegemnicos en que estos
mismos actores se insertan postulaban extinguidos. Cmo ciertas personas pasan a considerar
natural su vnculo con poblaciones aborgenes que probablemente el grueso de la poblacin y
muchos de ellos consideraran extintas hasta hace pocos aos?
En trabajos anteriores y en la primera parte de este artculo, enfatic el modo en que tales
procesos suponen la produccin de discursos metaculturales y usos del pasado que habiliten dichas
identificaciones, disputando y eventualmente negociando con discursos y representaciones
hegemnicas. Sin embargo, en casos como el estudiado-ms all de aquello que en una primera
instancia puede ser considerado como visibilizacin, produccin, articulacin o invencin de
sentidos de pertenencia tnicos-llama la atencin el marcado contraste entre los alternativos
postulados en disputa. Lo que cualquier debate sobre este tema lleva invariablemente a discutir en
mbitos locales, particularmente intelectuales o acadmicos, es la simple existencia o inexistencia
de aborgenes contemporneos en la regin, no aceptndose, como esta dicotoma impone,
respuestas intermedias. Como hemos visto las descripciones o evidencias que postulan la
inexistencia o discontinuidad radical de los indgenas cuyanos con las actuales poblaciones, no son
tan distintas de aquellas que muchos de los actuales pobladores marcados como criollos, utilizan
para marcar o argumentar su condicin o ancestra indgena. Lo que parece estar en juego entonces,
en este caso, no es tanto o no slo diferencias valorativas y en sentido amplio epistemolgicas
(sobre los procedimientos legtimos del conocer y definir lo verdadero) sino tambin el mismo
status de realidad o existencia asignado a los referentes y objetos del conocimiento.
En este sentido, deseo indagar cmo los sujetos del emergente huarpe tienden a salvar esta
brecha cognitiva y cuasi ontolgica apelando entre otros recursos a explicaciones mgicas,
representaciones sobrenaturales y relatos chamnicos de adquisicin y transferencia de conoci-
mientos, poderes y capacidades.
Uno de los aspectos ms recurrentes en mi investigacin sobre las identidades huarpes e
indgenas tanto en Calingasta como en otras reas de Cuyo, incluyendo comunidades y organiza-
ciones urbanas, es la asociacin de lo indgena con una variada gama de manifestaciones
sobrenaturales. Relatos sobre la accin de aparecidos, el diablo, salamancas y fantasmas,
animales raros, luces, voces o sonidos extraos, alternan con otros sobre magia, brujera,
adivinacin, curacin y, en general, poderes extraordinarios en algunas personas. Tan abigarrado
abanico de tpicos podran ser desde luego abordados desde muy distintas perspectivas de
investigacin mereciendo aproximaciones ms especficas que las que aqu efectuar: deseo
centrar mi anlisis sobre el valor y uso de la apelacin a este tipo de manifestaciones en las
explicaciones o representaciones de la presencia actual de lo indgena. No ser mi prioridad ni es
necesario que lo sea para el argumento a desarrollar evaluar si estos eventos responden a
realidades en s mismas, sino que tomar como eje al grado y tipo de eficacia social de las
experiencias y discursos que los toman o imaginan como referentes.
En general, comentarios sobre eventos sobrenaturales surgen en las conversaciones de modo
espontneo como hechos inmediatamente asociados al significante indgena, aunque en la mayora
de los casos este nfasis contradice la falta de explicaciones respecto de por qu se establece este
vnculo.
Muchos relatos que responden a la inquietud del investigador sobre la siginificacin de lo
34
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
indgena en la actualidad mencionan animales extraos, aparentemente hbridos de distintas especies
o que se transforman a medida que caminan o corren, que aparecen en medio del campo y se acoplan
al andar de los jinetes, o se suben al anca de los caballos, para luego desaparecer sin dejar rastros. Se
alude tambin recurrentemente la aparicin de un guanaco de gran alzada o de pelo blanco, con un
comportamiento inusual, al que las balas no le penetran o que provoca que el fusil se atasque.
Otro comentario habitual al indagar sobre la presencia o identificacin indgena contempo-
rnea, particularmente entre los viejos baqueanos, es la aparicin en el campo de formas luminosas
en determinados lugares y situaciones. Un anciano y prestigioso baqueano narraba que en noche
cerrada, una extraa niebla lo llev a perderse hasta que apareci con su caballo en medio del
cementerio de los indios. All observ luces que recorran el cementerio, flotando en el aire, hasta
perderse nuevamente en la tierra. En otras oportunidades luces semejantes hicieron huir a militares
que atravesaban la zona. Estas manifestaciones son relatadas por gran nmero de informantes y son
explicadas de diferentes maneras, pero las ms habituales, junto con la luz mala o seales que
indican la ubicacin de tesoros enterrados de monedas de oro o plata, se vinculan al pasado
indgena. Se sindican las luces como entierros de indgenas con ajuares de artefactos de piedra
o metal precioso, o bien como el espritu de los mismos indios, en especial de brujos.
Pero si lo indgena es vinculado a menudo a distintos tipos de eventos sobrenaturales, existe
tambin una marcada tendencia a atribuir capacidades extraordinarias a personas que se considera
poseen un contacto privilegiado con los mismos. Estas personas son signadas no como las nicas
en vivir este tipo de experiencias, sino como quienes han sido transformadas por ellas, adquiriendo
poderes, conocimientos o capacidades especiales adscriptas directa o indirectamente a ancestros
indgenas. En un extremo de la escala, se explicara de este modo el conocimiento o la intuicin
de algunos baqueanos y rastreadores extraordinarios para encontrar ganado perdido en la
Cordillera, hallar los pasos apropiados en condiciones adversas, predecir los cambios climticos
o curar las enfermedades de los animales. En el otro extremo, algunos de ellos son considerados
brujos, poseedores de capacidades de curar o provocar enfermedades o incluso la muerte,
adivinar el futuro, producir fenmenos climticos, hacer aparecer animales u objetos o volar.
En general, los viejos baqueanos tienden a marcar como sobrenaturales sus habilidades y en
mayor o menor medida suelen ser considerados del mismo modo por las otras personas. Muy a
menudo insisten en que su capacidad de encontrar animales perdidos es un don sobrenatural
producto de su acuerdo con el diablo, o que el viento o algo les habla mientras cabalgan y les dice
por dnde fueron las bestias, dnde tienen que pasar y dnde pueden encontrar peligro. El
centenario Ramn Castillo contaba que el diablo era bueno y lo ayudaba, que le hablaba cuando
estaba en su rancho, limitndose l a tomar la preocupacin de no mirarlo ni contestarle. Esta
relacin, comentaba, haba surgido cuando Castillo se dedicaba al rastreo de ganado en la
Cordillera. Durante semanas vagaba slo por la montaa; los rastros del ganado ya estaban
borrados, pero Castillo segua la voz del diablo que lo acompaaba durante todo ese trayecto,
indivndole qu ros, pasos y quebradas haba que seguir hasta dar con las vacas en algn recndito
valle. La capacidad de estos baqueanos es descripta como una suerte de intuicin ampliada, una
conexin ntima con la naturaleza y una empata con el pensamiento de los animales que les
permitira predecir sus actitudes.
Esta concepcin remeda de un modo singular la relacin que Harvey Feit (2000) observa
entre poder y conocimiento entre los cazadores Cree Waswanipi del subrtico. Los Cree consideran
que el xito en la caza sucede cuando consiguen ligar sus pensamientos y acciones a un
ordenamiento o flujo trascendental de la vida y la naturaleza que est guiado por seres sobrenatu-
rales poderosos. La buena suerte como una forma concreta de poder, se manifiesta segn Feit en
el conocimiento del futuro, la capacidad de predecir eventos o situaciones la cual est evidentemen-
te basada en saberes ecolgicos, climticos y etolgicos ancestrales de larga duracin cuya
adquisicin, como en el caso de los baqueanos, se obtiene en el campo a travs de la experiencia
directa, la imitacin de las prcticas de los ancianos y la escucha de sus relatos de caza. Como para
35
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
el caso de los prestigiosos baqueanos la bsqueda de animales o tambin la cacera, el xito en la
caza entre los cree es connotado con ribetes shamnicos, como un designio de poderes superhumanos,
al que es posible acceder a travs del pensamiento, la intuicin y la sintona con una relacin
armnica entre la naturaleza, los hombres y lo sobrenatural
20
.
En el caso de los viejos baqueanos, estos saberes o capacidades son definidos o connotados
en la actualidad, por una gran parte de los pobladores locales, como de origen indgena. Esto no
necesariamente ocurre con los propios baqueanos, quienes suelen mantener una actitud ms
ambigua sobre su adscripcin indgena. Pero lo interesante para los fines de este trabajo, es que
tanto estas personas como as tambin los brujos o curanderos, son en general definidos como
indios, o los detentores contemporneos de una esencia indgena que puede ser tambin definida
en trminos culturales o biolgicos. Las capacidades curativas, de adivinacin, de incidir en las
fuerzas de la naturaleza, son asociadas en general, al menos en la actualidad, a ancestros o espritus
indgenas que pueden manifestarse en forma visible o bien transmitir poderes o conocimientos
a travs del contacto o proximidad con objetos arqueolgicos, y en algunos casos la mera presencia
del receptor en sitios arqueolgicos.
Uno de los eventos ms habituales mencionados para esta adquisicin de poderes o
conocimientos son las salamancas, fiestas o reuniones fantasmales que son percibidas como reales,
en lugares que en general coinciden con sitios arqueolgicos o son sindicados por los habitantes
locales como antiguos mbitos ceremoniales indgenas. Segn expresaba un adscripto huarpe que
se reconoca como medio brujo del rea de Guanacache en el norte de Mendoza donde se
observa un importante movimiento de reivindicacin huarpe (Escolar 1999) las salamancas,
aunque a veces asociadas a la presencia del diablo, seran la continuidad de ceremonias indgenas
realizadas en lo que fueron sitios de culto. Constituiran eventos adonde las personas pueden acudir
para obtener conocimientos sobre materias particulares o recibir poderes especiales. Para quien se
acerca, el aspecto, vestimentas, lenguaje y actitudes de los participantes no se distinguen del de los
actuales pobladores. Reciben hospitalariamente al recin llegado, convindandole con comida,
bebida, baile e incluso cama y cuarto para descansar. Pero a la maana siguiente el invitado se
despierta en medio del monte o el mdano, sin rastro alguno de los eventos de la noche anterior,
y las masitas que haba guardado en sus bolsillos se han convertido en bosta de vaca.
Nuestro informante, sin embargo, no atribua sus propias capacidades extraordinarias a la
salamanca, sino como muchos otros, a la recurrente aparicin de luces voladoras o rastreras, cuya
escala va del tamao de una bolita hasta el de un mnibus, y que a menudo lo siguen o se le
atraviesan en su camino en la noche. As explica sus poderes, que le permiten por ejemplo predecir
el futuro o curar a los animales con slo observar su rastro, aunque como en general manifiestan
aquellos que creen tener este tipo de facultades, no sabe el origen real ni la explicacin de sus
resultados: Usted que dira si le cuento que yo curo las enfermedades de los animales con slo
verle el rastro? Miro el rastro y s que tiene una enfermedad y lo curo, pero no s por qu
21
.
Pero si las luces son consideradas por este informante, como por muchos otros, como el
vehculo tpico de adquisicin de poderes, los mbitos en que stas se manifiestan son por lo
general, al igual que las salamancas, sitios arqueolgicos o sitios considerados como antiguos
lugares de culto indgenas.
Las capacidades especiales y fenmenos sobrenaturales tienden a ser vinculados entonces
directa o indirectamente a sitios y vestigios arqueolgicos indgenas.
Por un lado sujetos asociados a marcas o identificaciones indgenas y la posesin de poderes
sobrenaturales suelen haber tenido un vnculo pblico y reconocido con restos arqueolgicos.
Hombres ancianos o de edad mediana que se adscriben o son adscriptos como indios (o se precian
de serlo) y como brujos, o poseedores de capacidades sobrenaturales, han sido a menudo baqueanos
o colaboradores locales de arquelogos que excavaron en el rea, o bien poseen gran conocimiento
de la arqueologa local.
En la introduccin de su informe sobre los Valles Preandinos de San Juan, Debenedetti
36
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
reconoca en Don Segundo Araya uno de sus estrechos colaboradores y guas (1917:5). Segundo
viva en una finca junto al principal sitio con vestigios de artefactos y viviendas de los antiguos
pobladores indgenas de Barreal que Debenedetti imaginaba como semejantes a las actuales y
posea ya experiencia en el rescate de artefactos y momias para coleccionistas tales como Desiderio
Aguiar. Pero actualmente Segundo no es recordado como auxiliar de arquelogos sino como el ms
famoso brujo local y como autntico indio. Segn abundantes relatos Segundo fallecido hace
aproximadamente dos dcadas curaba cualquier tipo de enfermedad, haca aparecer a voluntad
extraos animales u objetos.Tambin se converta l mismo en animal o volaba, especialmente jueves
y viernes, por encima de la Cordillera hasta Chile para visitar a su hermana. El baqueano,
autoadscripto como huarpe que nos llevara a buscar una casa de indio y relatara el uso contempo-
rneo de los petroglifos de las Piedras Pintadas, por ejemplo, afirma haber sido uno de los operarios
en las excavaciones de Gambier en Los Morrillos y se jactaba de haber removido parte de las momias,
del mismo modo que otros ex colaboradores que son signados por los pobladores locales como
indios o medio indios, cosa que parece tener su correlato en otras reas de la provincia
22
. El
compositor de huesos mencionado al comienzo de este artculo tambin deba su poder de curacin,
segn el relato de su hijo, al contacto y manipulacin de las momias de Los Morrillos, como un don
obtenido en circunstancias extraordinarias, dbilmente enmascaradas por la condicin de aprendi-
zaje que intentaba figurar como un burln metamensaje a la incredulidad del interlocutor.
Adems, los vestigios arqueolgicos indgenas constituyen para muchos pobladores una
fuente de zozobra y al mismo tiempo de progresiva identificacin con un pasado o presente
aborigen a travs de la supuesta aparicin de imgenes de indios que son interpretadas como
portadoras de mensajes para los actuales pobladores considerados sus descendientes.
Desde los ltimos aos de la dcada de 1990 he tomado nota de abundantes relatos y
comentarios sobre la supuesta aparicin de fantasmas de indgenas en sitios arqueolgicos. Estas
apariciones han sido interpretadas por los actores de distintos modos: como reclamos a los testigos
de una actitud de compromiso en defensa del patrimonio arqueolgico contra lo que es percibido
como una expoliacin y profanacin a cargo a huaqueros y arquelogos de la ciudad; como
mandato poltico de asumir una postura activa frente a la prdida de acceso a recursos naturales
de las comunidades locales en manos de actores externos, como agencias ambientalistas y gente
rica de la ciudad; y como reclamo de asumir un vnculo esencial de identificacin respecto de
los antiguos aborgenes.
Las apariciones, segn quienes dicen haberlas visto o escuchado a testigos remedan siempre
a indgenas hombres, solos, con una vestimenta particular (en general una falda de plumas de
avestruz) y el torso desnudo. No se trata habitualmente de imgenes tenues, sino de lo que aparenta
ser una presencia concreta y real.
Junto un gran enterratorio indgena en Sorocayense, en el Valle de Calingasta, un poblador
coment que doblando un recodo de una barranca de greda se encontr repentinamente con una
especie de habitacin o carpa de cueros y palos, y un indgena que lo miraba; recuerda con
aprehensin los detalles de la ornamentacin del sujeto y la vivienda, vestimenta, enseres o
amuletos que colgaban de los palos y una vasija de cermica. Fue a buscar ms gente pero cuando
volvi no haba nada, salvo, enterrada al costado de la barranca, la vasija. Este es slo uno de los
numerosos relatos de apariciones o almas en pena que pobladores vecinos del lugar dicen haber
observado en los ltimos aos, y que atribuyen a un fuerte avance de fincas de cultivo y otras obras
sobre el antiguo enterratorio. Los vecinos, lejos de acudir a instituciones acadmicas o guberna-
mentales, acudieron a denunciar la situacin a una comunidad huarpe con sede en la ciudad de San
Juan para que arbitre medios para hacer cesar las profanaciones a sus ancestros.
En general, las almas o apariciones son interpretadas como guerreros, lderes o brujos
en actitud de custodiar un rea determinadaque posee sitios arqueolgicos o se considera fue
asiento de alguna accin blica contra conquistadores espaoles. En muchos casos se adivina una
suerte de mandato poltico que promovera una actitud reivindicativa en la defensa de territorios,
37
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
patrimonio o la asuncin de una identificacin aborigen ms all de seculares temores. Esta
interpretacin es ms directa entre dirigentes indgenas, rurales y tambin urbanos, quienes suelen
asumir que recibieron algn mandato de este tipo para liderar sus comunidades en pos de
reivindicaciones indgenas.
En el contexto de un proceso activo de etnognesis impugnado por una doxa secular que
postula la inexistencia del grupo o identidad referencial, estas nociones constituyen para sus
protagonistas una legitimacin del sentimiento de ser indios pese al poder normativo de los
consensos hegemnicos de su extincin.
Como hemos visto en la primera parte de este trabajo, la continuidad con los indios o antiguos
puede ser connotada a travs de operaciones metaculturales que asimilan sus prcticas con las de
las poblaciones actuales. Por definicin, toda disputa de hegemona cultural implica cierta
promiscuidad, imbricacin y dilogo entre los discursos, prcticas y significados puestos en
juego, como as tambin, un margen en el cual los sentidos contrahegemnicos emergentes, en
trminos de Raymond Williams (1987), son inconmesurables respecto de los hegemnicos y
rompen su (siempre provisorio) orden, racionalidad y coherencia. Pero tambin para adquirir
capacidad de orientar en un determinado sentido acciones y percepciones colectivas precisan ser
articulados en una cierta lgica, mnimamente estructurados de modo de poder ser comunicados,
percibido, interpretados y legitimados entre los sujetos.
Desde una perspectiva, el proceso de emergencia aborigen y huarpe en Cuyo puede
analizarse y comprenderse como un proceso vigente de disputa, construccin y negociacin
colectiva de sentidos indgenas sobre sus prcticas culturales y su pasado por parte de un sector
creciente de las poblaciones rurales subalternas de San Juan y norte de Mendoza. Pero esta
explicacin no alcanza para comprender cmo los actores viven un proceso de transformacin de
su identidad colectiva que, aunque tomando elementos residuales y remitindose a memorias
colectivas de larga duracin, precisa apoyarse en supuestos y categoras de realidad especficas
para quebrar el guin hegemnico instalado en su propia conciencia y en las de los dems. El punto
es, entonces, Qu supuestos permiten a los actores subsumir o superar la contradiccin entre la
ausencia inicial de continuidad existencial respecto de los aborgenes del pasado remoto y la
articulacin veloz, cotidiana y de corta duracin de sentidos de pertenencia indgena vividos como
primordiales? Junto al papel central que atribuimos al campo de las prcticas metaculturales,
memorias y usos del pasado, la comunicacin con lo sobrenatural opera como eje de lo que
parafraseando a Ernesto Laclau podramos considerar una suerte de sutura ontolgica de la
emergencia indgena. La interaccin entre estos dos modos de argumentar, representar y legitimar
la continuidad con los indios del pasado es la clave para entender la emergencia de identifica-
ciones aborgenes, cuya vivencia como naturales e inmemoriales parece chocar fuertemente con
la velocidad con que han aparecido segn la imaginacin histrica hegemnica.
COMENTARIOS FINALES
Si la arqueologa europea decimonnica propugn el rescate de restos materiales de culturas
nobles (por ejemplo piezas grecolatinas o medievales) como monumentos de continuidad de
modernas naciones y pueblos con aquel pasado glorioso, en San Juan la arqueologa provincial
termin monumentalizando los vestigios indgenas como definitivas lpidas de los pueblos y
culturas aborgenes. En ambos casos podra afirmarse que se constituyeron monumentos
civilizatorios, aunque en San Juan no terminaron testimoniando la asimilacin o continuidad en la
comunidad nacional o provincial de los pueblos y culturas autctonas sino su sacrificio mtico y
sustitucin por pueblos y culturas de origen europeo.
Pero la monumentalizacin arqueolgica de los aborgenes sanjuaninos contribuy tanto a
sustentar la narrativa de su extincin como a instituir perdurablemente lo huarpe en diversos
38
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
sentidos. Instalando el pasado huarpe como un tropo romntico de la provincialidad, Construyendo
un objeto (o sujeto) huarpe e indgena cuyano con una carnadura material, legitimado a travs
de tpicos, argumentos y retricas cientficas que, ms all de su eventual proyeccin a un pasado
arcaico, constituy un fuerte referente en las representaciones de la poblacin y cultura popular.
Enriqueciendo, en fin, un capital simblico que en ciertas condiciones podra ser reapropiado,
reciclado por diversos actores, permitiendo ulteriormente arribar a conclusiones contrarias a la
ideologa de sus artfices.
As, los restos materiales de los grupos que habitaron la regin y muchas de las actuales
prcticas culturales de los grupos subalternos rurales son el referente para dos memorias opuestas
en sus conclusiones, aunque eventualmente coincidentes en muchos de sus referentes: aquella de
la construccin de la nacin (o provincia) blanca y la de la continuidad aborigen y la reivindicacin
de sus derechos eminentes en dicho territorio. Y as, si la emergencia huarpe es articulada en gran
medida por argumentos sobrenaturales o explicaciones irracionales y extraempricas, no lo ha
sido menos, en muchos sentidos, la operacin secular de invisibilizacin y/o extincin de los
indgenas sanjuaninos.
No es casual entonces que en el relato del compositor y en menor medida de otros brujos,
que sean las momias, o los vestigios materiales de las poblaciones aborgenes, el vehculo
privilegiado (y el objeto explcito e implcito de disputa) del restablecimiento metacultural o
sobrenatural de la existencia indgena. El cuerpo huarpe-indgena haba sido virtualmente
escamoteado de la comunidad provincial, al mismo tiempo que su espritu se debata vital en la
literatura verncula o en otros registros no acadmicos desde el siglo XIX. Y la voluntad o
necesidad de restituir de un ser indio necesariamente debe unir convincentemente dos
corporalidades, las de los muertos y las de los vivos. Si para la arqueologa provincial las momias
se constituyeron en una suerte de monumento de la extincin de los indios, en la percepcin de los
pobladores parecen revertirse como contrapruebas de su continuidad. Esta contradictoria signifi-
cacin otorgada a las momias-monumentos y otros objetos arqueolgicos en Calingasta ha tenido
al parecer su correlato en mbitos ms amplios de la provincia de San Juan. Trabajos que aunque
postulando extinguidos a los huarpes describen su modo de vida como indgenas sanjuaninos,
de lectura obligatoria en muchas escuelas, han sido interpretados por muchos adherentes huarpes
y numerosos comprovincianos de extraccin popular como prueba de su directa ancestra
huarpe. La visin de las momias y otros objetos arqueolgicos expuestos en el Museo del IIAM
de San Juan, han provocado en muchos visitantes locales especialmente contingentes escolares
la conviccin de una ascendencia aborigen, sustentada en percepciones raciales que homologan los
rasgos fenotpicos de las momias con los propios. Con su integridad que parece desafiar el paso del
tiempo, los indios o huarpes se tornan de algn modo presentes como verdaderos cuerpos
indios, fsicos fcticos, tctiles, mmicamente materiales.
Creo que esta homologa y a la vez contradiccin y dilogo entre la arqueologa y saberes
populares que remiten sus conclusiones al mismo tipo de referentes y en parte representaciones
y teoras para sustentar la inexistencia o existencia de identidades, expresa el punto nodal de la
disputa de hegemona en torno a las identificaciones indgenas.
Como afirm Ernest Renan en 1882 para el caso de las naciones, ninguna identidad tnica
efectiva puede sustentarse slo en una nocin de verdad emprica y mucho menos en la verdad
cientfica, sea esta etnogrfica, arqueolgica o histrica (Renan 2000 [1882]). La existencia de
factores estructurales o condiciones macro de distinto nivel y especificidad no alcanzan para
producir de suyo las identificaciones y sentidos de pertenencia tnicos, sino se verifican esos actos
de afirmacin voluntaria y afectiva, que los instituyan como sentimientos y percepciones ms que
como argumentos y explicaciones. Por eso mismo, tambin, no hay un nico argumento, un criterio
universal o transhistrico que pueda utilizarse para impugnar o validar de una vez y para siempre,
en forma unvoca, la legitimidad de la afirmacin de una pertenencia tnica, al menos cuando estas
39
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
adscripciones constituyen tpicos importantes en disputas por la hegemona. Porque su efectividad
en esa disputa estar dada precsamente por la capacidad de eludir una racionalidad oficial.
Tomado en su contexto, en el relato de las momias encontramos la representacin de algo ms
que la adquisicin de poder mgico por un curandero. Como vimos al principio de este artculo,
el relato estaba enmarcado en una bsqueda de la opinin nativa sobre el pasado indgena, sus
representaciones del vnculo con el mismo, y la posible existencia de sentidos de pertenencia
indgenas. Ms an, en ese viaje, el narrador mismo performativizaba los tpicos locales de la
iconografa cultural de lo indgena: el rastreo, la habilidad ecuestre y el estoicismo; el silencio, la
intuicin y astucia para la caza sin otros elementos que boleadoras y perros y hasta al arreglo
corporal, con su cabello renegrido lacio y largo hasta los hombros y la observancia de una
ideologa baqueana vinculada al saber de los antiguos (Escolar 2001).
Lo que en trminos del emergente indgena parece estar representado en el relato sobre la
adquisicin del poder curativo del Compositor es cmo el ser indgena ligado al mbito de lo
sagrado puede ser restaurado aunque aparentemente no exista actualmente como tal en el mundo
fenomnico. As como los espritus aborgenes transmiten la capacidad curativa, tambin permiten
curar otra herida, restituyendo como un don de sus ancestros la identidad indgena. Una
representacin semejante, sugiero, parece estar expresada en el devenir brujos e indios por
parte de algunos baqueanos, o en la recepcin de mandatos de ancestros indgenas entre los actuales
pobladores. Mientras que Gambier o Debenedetti, basndose en sus hallazgos arqueolgicos,
niegan todo resabio indgena en la poblacin contempornea a la hora de asignarles identidad, sus
antiguos guas (y en gran medida inspiradores tericos, a partir de la familiaridad con los mismos
sitios y monumentos) terminan asumindose o siendo asumidos por los pobladores locales como
indios y/o brujos.
Las experiencias sobrenaturales operan como argumento importante de la emergencia
indgena en la medida que permite a los actores subsumir la contradiccin entre la ausencia inicial
de una nocin de continuidad existencial respecto de un origen remoto y la articulacin cotidiana
y de corta duracin de sentidos de pertenencia indgenas vividos como primordiales. Este modo
de argumentar o representar la continuidad con los indios del pasado constituye una clave para
comprender la rpida emergencia de pertenencias aborgenes, cuya vivencia como naturales y
eternas parece contradecir la veloz marcha con que han aparecido aparentemente de la nada.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: octubre 2003.
AGRADECIMIENTO
Agradezco los comentarios y sugerencias de los evaluadores de Relaciones. Los contenidos son de mi
exclusiva responsabilidad.
NOTAS
1
Cabrera 1929; Morales Guiaz 1938; Canals Frau 1941, 1944, 1946; Vignati 1940, 1942, 1953; Morales
Guiaz 1938.
2
Rusconi (1961), Fernndez (1989), Prieto (2000) y antes Metraux (1929) y Bialett Mass (1985 [1904]),
han contribuido a relativizar el supuesto de extincin temprana de los huarpes describiendo significativas
tradiciones y prcticas de origen indgena en el rea huarpe hasta el siglo XIX, aunque sin asumir en ningn
caso la existencia de una identificacin tnica ms all del siglo XVII. La negacin de toda proyeccin de
identidades huarpe ms all de comienzos del siglo XVII sigui siendo sostenida por algunos especialistas
en etnohistoria huarpe (Michieli 1983, 1996) y la mayora de los arquelogos regionales (por ejemplo
Gambier 1993, Brcena 1998, 2002; Garca 2002).
40
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
3
Salvo indicacin en contrario, no se analizar entonces el contenido cientfico de estos aportes arqueol-
gicos sino su carcter genrico de produccin cultural e ideolgica.
4
Si consideramos los aportes descriptivos y exploraciones realizados tanto por arquelogos profesionales
como amateurs (Khn 1914, Debenedetti 1917, Gambier 1974, 1976, 1985, 1993, Sarmiento 1947[1866],
1966 [1850], Rickard 1863, Aguiar 1898, 1904). Para una resea amplia del desarrollo de la arqueologa
profesional en Cuyo consultar la sntesis de Roberto Brcena (1989).
5
Trmino local por cinaga: denomina a los terrenos hmedos o pequeos oasis abundantes en pastos
que suelen hallarse en las zonas ridas de montaa, formados generalmente por la emergencia de corrientes
de agua semisubterrneas.
6
Atendiendo a la necesidad de anlisis de las condiciones de emergencia tnica, cuando se trataba de nuevos
informantes o entrevistados, no mencionaba los trminos indios o huarpes o cualquier otra categora de
identificacin colectiva, para detectar si emergan precisamente de modo ms o menos espontneo sin
mediaren la medida de lo posibleinterpelacin de mi parte.
7
Entre los casos registrados durante ese siglo estaran los de Francis Rickard (1863), Domingo F. Sarmiento
(1947 [1866], 1966 [1850]) y Aguiar (1904).
8
La disputa en torno a la potestad provincial sobre las momias ha calado en la memoria de la arqueologa
regional. Mientras Roberto Brcena asigna a Juan Schbinger (Mendocino) la coordinacin del rescate y
estudio de los restos (Brcena, 1989:23) la Revista Ansilta, canal del IIAM, lo menciona slo como un
participante ms de los trabajos complementarios de rescate en pie de igualdad con los andinistas, el
agente de polica Araya y el representante del gobierno de la Provincia (Revista Ansilta de Arqueologa
y Humanidades 3:26, marzo/abril de 1994). La momia, finalmente fue captada como patrimonio
arqueolgico provincial, siendo su titular oficial u oficioso Mariano Gambier hasta la actualidad.
9
Aunque no hay dudas de la presencia incaica en la regin al menos durante medio siglo, sigue discutindose
la forma y grado de dominacin que habran impuesto los incas y cules habrn sido los alcances de su
influencia cultural. Para una discusin sobre el particular consultar Brcena 1989, 1992, 1998, Parisii
1992, Gambier y Michieli 1992, Silva Galdames 1992, Michieli 2000.
10
Aquello que Marcel Mauss (1971) identificaba como el ncleo de la morfologa social, en su famoso
ensayo sobre las variaciones estacionales en la sociedad esquimal.
11
nfasis nuestro.
12
nfasis nuestro.
13
No se encuentran sin embargo en el texto del arquelogo sanjuanino referencias a los aportes de
Debenedetti.
14
Y es a partir de los restos asociados a esos sitios que Gambier elabor las teoras, clasificaciones y lneas
temporales de la Cultura de Ansilta (agrcola) y la Cultura de Morrillos (cazadora-recolectora) en un
perodo de poblamiento desde 9000 aos hasta el 2000 antes del presente aproximadamente.
15
Desde principios del siglo XX fueron estudiadas por Khn y Debenedetti, entre otros, como uno de los
exponentes de la influencia diaguita en el Valle de Calingasta. En 1998 la mayora de ellas fueron
extradas clandestinamente con sierras especiales y transportadas en camiones. Segn informes recientes,
serviran de ornamentos en un hotel de la localidad de Calingasta, cabecera del Departamento homnimo.
16
Cf. Escolar 1997. Esta prctica consiste en la reunin del ganado que se deja slo pastoreando en grandes
extensiones de cordillera, precordillera y piedemonte, a veces durante un ao o dos. La recogida es
realizada generalmente de una manera cooperativa entre distintos grupos familiares, que rastrean el ganado
durante das o semanas y lo renen en un punto, en donde se lo cura, se capa algunos ejemplares, se les cortan
los cuernos, se cuentan las pariciones y se lo marca en rituales de apropiacin, para luego volverlo a soltar.
En el mismo movimiento de bsqueda de ganado se realizan caceras de guanacos. La recogida es una
oportunidad para intercambiar bienes e informacin, realizar alianzas, planificar ciertas tareas a futuro.
17
La continuidad de uso de sitios como enterratorio y vivienda a lo largo de milenios ha sido sealada por
Gambier, en especial para el caso de Los Morrillos.
18
Sarmiento (1947 [1866]) tambin seal que en el rea existan construcciones denominadas Tambera
del Inca o Casa del Inca.
19
Sitios aptos para el acecho de guanacos para su caza con fusil.
20
Inclusive, de un modo semejante a lo relatado por Castillo, la buena suerte puede ser considerada fruto
de indicaciones de viva voz por parte de una divinidad o ser espiritual (Hallowell, en Feit 2000:4). Como
dice un cazador:
41
DIEGO ESCOLAR ARQUELOGOS Y BRUJOS: LA DISPUTA POR LA IMAGINACIN HISTRICA...
Cuando quiere obtener un alce piensa en l, y luego como si alguien le estuviera hablando
sobre l, dnde ir y qu hacer. Y luego est seguro de atraparlo. A veces suea con l, pero
otra veces escucha sobre l, como si alguien estuviera hablndole, dicindole a dnde ir
(Ottereyes Jr. en Feit 2000:9)
21
Como afirma el antroplogo Jos Jorge de Carvalho (1993) basado en su propia capacidad adivinatoria con
el juego de caracoles y quienes dicen poseer poderes curativos, o de incidir en la naturaleza, como por
ejemplo hacer llover, afirman que ellos no saben la razn de su xito; a lo sumo realizan algn tipo de ritual,
que puede haber sido transmitido por algn pariente de mayor edad o adquirido de una potencia
sobrenatural. En el clebre ensayo El hechicero y su magia Claude Levi-Strauss explica el poder de
Quesalid por la eficacia simblica, la creencia en tal poder que lleva finalmente a curar. Pero como nos
recuerda de Carvalho, Quesalid no sabe al final si tiene o no poderes, pues de su narracin se desprende
que una persona puede tenerlos aun cuando sean para ella un enigma.
22
En el Departamento de Iglesia, al norte de San Juan, un viejo baqueano que hoy esgrime con orgullo su
identidad huarpe fue tambin uno de los principales guas de Gambier en sus exploraciones en dicha rea.
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habitantes indgenas segn el Padre Enrich. Notas del Museo de Eva Pern. T. XVI: 55, 56, 57, 58.
(Antropologa) / I: 27-46, 1 mapa en el texto y 10 lminas / III: 51-103, 3 mapas intercalados en el texto,
1 mapa desplegable / IV: 105-109, 1 lmina fuera del texto.
Williams, Raymond
1987. Marxismo y Literatura. Pennsula, Buenos Aires.
45
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
Carlos E. Zanolli
*
Algunos quieren que estos Orejones se llaman
as, por tener muy grandes las orejas. Pero lo
cierto es no ser esa la causa, sino porque descien-
den de los Orejones nobles del Cuzco, que eran
los capitanes que los ingas despachaban en sus
conquistas (Lozano 1941).
RESUMEN
En el presente trabajo daremos cuenta de la conquista inca de los chichas, de la introduccin
de mitimaes en su territorio y de la utilizacin selectiva de aquellos indios para desarrollar
diferentes tipos de tareas tiles al inca en territorios vecinos. De tal manera son varias las
cuestiones a tratar. En primer lugar intentaremos seguir avanzando en desentraar la problem-
tica chicha, grupo que, a pesar de su renombre, contina esquivo a los investigadores. Para ello
nos ubicamos temporalmente en el momento durante y posterior a la conquista inca de su
territorio. La conquista no fue fcil y, adems, situ al Tawantinsuyu en una geografa particular,
la frontera con los chiriguanos; esa situacin fronteriza condicion la poltica incaica de
expansin y de control de las sociedades vencidas. Para desarrollar el anlisis, se har necesario
definir el trmino frontera segn el uso dado en la documentacin de la poca.
Palabras clave: Etnohistoria. Chichas. Conquista Inca. Frontera. Mitimaes.
ABSTRACT
In this paper we deal with the Inca conquest of the Chicha people, the introduction of
mitimaes in their territory and the selective use of these Indians to carry out different tasks useful
to the Inca in neighbouring territories. So, several issues are discussed. In the first place, we
attempt to continue unraveling the Chicha problem; this group, despite being often mentioned by
researchers is yet hardly understood. Our research is situated in the time ranging during the Inca
conquest of these territories and after it. This conquest was not easily accomplished and it situated
the Tawantisuyu in the special geographic environment of the Chiriguano boundary. This frontier
situation conditioned the Incaic politics regarding expansion and control of the defeated societies.
To undertake this analysis, the meaning of the term frontier must be defined as used in the
documents of the moment.
Key words: Ethnohistory. Chichas. Inca conquest. Frontier. Mitimaes.
*
Universidad de Buenos Aires.
46
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCIN
En 1539 Francisco Pizarro le otorg a su hermano Hernando una extensa cdula de
encomienda que comprenda pueblos y caciques desde el Cuzco hasta el sur de Charcas. A partir
de ese documento muchos autores afirmaron, no sin razn, que los chichas fueron encomendados
a Hernando Pizarro. Desde su regreso a Espaa en 1540, Hernando qued prisionero en Medina
de La Mota como consecuencia de la muerte de Almagro. De esta forma no pudo ejercer la
vecindad requisito indispensable para mantener la posesin de la encomienda, que implicaba
vivir en trminos de su jurisdiccin adems de cumplir con determinados deberes para la Corona.
No obstante su situacin, la encomienda de Hernando Pizarro no pas inmediatamente a manos de
los Reyes, desde su prisin consigui dejar como apoderado a su mayordomo Martn Alonso de
los Ros. Hernando y su esposa y sobrina, Francisca Pizarro lograron disponer, por intermedio de
mayordomos, apoderados y empleados de parte de los tributos de la encomienda, el resto fue
depositado en las Cajas Reales de Potos.
Presta (2001: 28) ubica a los chichas en el extremo norte de lo que luego sera el corregimiento
espaol homnimo en la regin cruzada por los ros Camblaya y San Juan y distribuyndose en
un amplio radio entre Talina y Culpina. Hacia 1562 los chichas, que ya estaban asentados en sus
tres principales pueblos de reduccin, Santiago de Cotagaita, San Juan de Talina y Nuestra Seora
de la Asuncin de Calcha, al sudoeste del habitat original, vivan en forma pacfica y enterando su
tributo como podan. Incluso eran reconocidos como excelentes mineros y sealados como vitales
para el aprovechamiento de las minas de Potos y Porco
1
. Aproximadamente para aquella fecha los
chiriguanos comenzaron a asolar el sur andino dirigindose directamente contra las haciendas de
los espaoles, creando zozobra en ciudades como la Villa de Plata y Potos e interfiriendo con la
libre circulacin del tributo de los indios chichas hacia su encomendero y consecuentemente a la
Corona. Comenzaba de esta manera un tiempo de beligerancia que se extendi hasta 1575 luego
de la campaa del virrey Francisco de Toledo contra los chiriguanos y la fundacin de San Bernardo
de la Frontera de Tarija. Los chichas soportaron la guerra en su propio territorio convertido en lugar
de paso de ejrcitos organizados o de una soldadesca saqueadora. Adems, como indios amigos
debieron aportar hombres y bastimentos traducidos en animales de carga y comida.
Los chichas ocuparon en el extremo sur de Charcas, una doble frontera. Hacia el este una
frontera ecolgica y a la vez cultural. Ecolgica ya que es all donde la altiplanicie andina va
dejando paso a la verde y tupida selva pedemontana; cultural pues limitaba con los tan temidos
chiriguanos de las tierras bajas. Hacia el sur la frontera aparece sealada de manera precisa en los
documentos, sobre todo en aquellos que relatan campaas militares. Los pueblos de reduccin de
San Juan de la Frontera de Talina y San Rafael de Sococha primero y el de San Bernardo de la
Frontera de Tarija despus, trazaron una lnea imaginaria a partir de la cual, hacia el sur, comenzaba
un territorio dominado por los indios de guerra
2
. La denominacin indios de guerra diferenciaba
de manera genrica a aquellos indios de los chichas ya reducidos, pacificados y permanentes
colaboradores de los espaoles. El rea de frontera coincida con lo que luego sera, aproximada-
mente, el lmite norte de la gobernacin del Tucumn (Ver mapa A).
Cuando nos referimos a la palabra frontera lo estamos haciendo teniendo en cuenta dos
cuestiones. En primer lugar una instancia limtrofe que al mismo tiempo sugiere precaucin frente
a lo desconocido a la vez que interaccin. Es un rea franqueable y permeable, un mbito de
transicin el cual se ve permanentemente modificado como consecuencia de las capacidades de
control (en trminos polticos y econmicos) que poseyeron los actores en juego. En segundo lugar,
lo hacemos teniendo en cuenta la connotacin que tuvo en la documentacin espaola producida
entre los siglos XII y XVII, donde la palabra frontera designaba una situacin de enfrentamiento
an de manera potencial. Para los espaoles la frontera signific una eterna y tensa vigilia
armada. Los indios fronteros o fronterizos, tantas veces mencionados en los documentos, eran
simplemente aquellos que estaban del lado de enfrente ... y prestos a atacar. Muy distinta era, en
47
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
ese contexto, la idea de lmite que en general estaba asociada a cuestiones administrativas. La
frontera haca referencia a una instancia limtrofe que al mismo tiempo sugera precaucin frente
a lo desconocido e interaccin. Para los espaoles del siglo XVI la frontera era la lnea que separaba
un lugar seguro de otro que deba ser conquistado por la fuerza y cuyos habitantes estaban
dispuestos a defender.
En un trabajo previo y utilizando principalmente cdulas de encomienda dimos nuestros
primeros pasos en el estudio de los chichas
3
(Zanolli 1998/99). En aquel entonces expresamos la
necesidad de repensar parte de los aportes realizados por Saignes (1991), discutiendo algunos de
ellos a la luz de analizar cmo una determinada posicin geogrfica (en este caso una frontera
cultural y geogrfica) pudo condicionar cualquier tipo de intervencin poltica, econmica o
militar de la zona. Siguiendo con esta lnea de investigacin, en el presente trabajo daremos cuenta
de la conquista inca de los chichas, de la introduccin de mitimaes en su territorio y de la utilizacin
selectiva de los chichas para desarrollar diferentes tipos de tareas tiles al inca en territorios
vecinos. Nos ubicamos temporalmente en el momento durante y posterior a la conquista inca,
conquista que no fue fcil y adems situ al Tawantinsuyu en una geografa particular, la frontera
con los chiriguanos; esa situacin fronteriza condicion la poltica incaica de expansin y de
control de las sociedades vencidas. Para desarrollar el anlisis, definiremos el trmino frontera
segn su contextualizacin histrica
Los chichas, al igual que muchos otros grupos del sur andino no fueron encomendados a partir
del conocimiento directo que tuvieron los espaoles sobre la realidad local, por el contrario se
hicieron a partir de los datos que los quipucamayoc incaicos le brindaron a la administracin
espaola. De esta forma, las cdulas de encomienda otorgadas por Francisco Pizarro ofrecen un
corte sincrnico de aquella realidad reflejando el momento de mxima hegemona incaica.
Diacrnicamente esa realidad ya estaba parcialmente modificada hacia 1539, es decir el momento
del otorgamiento de la encomienda, e indudablemente an ms cuando se realizaron las efectivas
Mapa A. Area geogrfica y territorios de control tnico hacia fines del siglo XVI
48
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
tomas de posesin, que tuvieron lugar varios aos despus. Las alteraciones producidas por el inca
mediatizan el conocimiento que nos llega a partir de la documentacin espaola, de las realidades
nativas locales. Ese proceso de alteracin de identidades afect tanto a los grupos locales, en cuyo
territorio se introdujeron mitimaes de otras regiones, como tambin a los mismos grupos
trasladados, quienes luego de la cada del imperio incaico se encontraron lejos de su lugar de origen
y muchas veces afectados por las particiones arbitrarias producidas por las asignaciones en
encomienda.
Dichas alteraciones lejos de tomarse como un escollo insalvable debern ser tenidas en
cuenta al otorgar y analizar la situacin de los grupos tnicos durante el perodo colonial. Tenerlas
en cuenta implica sobre todo ser precavidos a la hora de categorizar ciertas situaciones. Las nuevas
lgicas administrativas coloniales al igual que los procesos de identificacin cada vez ms locales
a partir de la introduccin de los pueblos de reduccin tienden un velo sobre el pasado inmediato.
Por lo tanto, el presente trabajo no intenta proporcionar resultados acabados, dejando abierta
problemticas conexas a la de los mitimaes como por ejemplo la dispersin territorial expresin
que a nuestro entender, muchas veces a sido utilizada como una muletilla frente a un vaco de
informacin o una falta de problematizacin. Por ltimo, al desarrollar el tema de los mitimaes, nos
referimos indirectamente a grados de intermediacin, de los chichas. Aquella, en principio fue
prcticamente impuesta por el inca pero luego, con la conquista y colonizacin hispana sus lmites
se modificaron conforme lo hicieron las propias prcticas de identidad/identificacin. Con
nuestros conocimientos actuales, podemos reconocer aquellas prcticas pero estamos lejos de
poder determinar los mecanismos que los chichas utilizaron, desde su posicin de poder frente al
imperio, para implementarlas. Proponemos entonces un avance en el tema y una propuesta abierta
para ser comentada y continuada tanto desde la Antropologa Histrica como desde la Arqueologa.
MECANISMOS DE CONTROL POLTICO Y ECONMICO DEL TAWANTINSUYU
No poco se ha escrito hasta el momento sobre la gnesis y desarrollo del Imperio Incaico de
manera que no repetiremos en este espacio cuestiones que tocan a nuestro tema slo tangencialmente
4
.
En nuestro caso slo haremos una somera reflexin acerca de los Incas en tanto imperio, y del
aprovechamiento que aquellos hicieron de la institucin de los mitimaes. Hablar del Imperio
Incaico es hablar de los imperios en general y agregarle particularidades propias. Aquellos se
pueden caracterizar como estados expansionistas que asumen un control efectivo sobre otras
entidades polticas de variado alcance y complejidad (DAltroy 1994). Los incas, como todo
imperio, buscaron mantener a resguardo su ncleo poltico, a la vez que asegurar la extraccin de
recursos de los territorios conquistados en beneficio de una pequea parte de la poblacin y del
mantenimiento del circuito expansivo. Observamos, por lo tanto, una instancia poltica y otra
econmica claves en la constitucin y desarrollos de los imperios tempranos.
La institucin de los mitimaes, propia y particular del mundo andino, posibilit a los
pobladores de los Andes expandirse ms all de su ncleo poblacional original aprovechando de
esta forma la particular geografa andina (Murra 1975). Esa misma institucin fue reapropiada por
los incas, utilizndola de acuerdo con la verticalidad estructural que desde una estrategia poltica
implement el imperio (Murra 1987). Desde esta perspectiva, los mitimaes ya no slo cumplieron
sus tradicionales funciones econmicas, las mismas se ampliaron a otros roles trascendentales en
cuanto a lo poltico y militar. Los mitimaes, junto con la institucin de la mita, no slo fueron la
mejor carta del Imperio para lograr la tan ansiada reproduccin econmica a los fines de una
subsistencia material y simblica. Tambin, aquellos aportaron a la estructura militar, columna
vertebral de cualquier imperio, e incluso para concretar un frreo control poltico sobre las
sociedades dominadas. Promediando la etapa expansiva incaica, los traslados de poblaciones, por
uno u otro motivo, fueron una moneda ms que corriente en el interior del Tawantinsuyu. La
49
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
institucin es una muestra ms de la particular flexibilidad en las polticas de conquista y
dominacin que permanentemente evidenciaron los incas.
LOS INCAS Y EL COLLASUYU
Dos son los cronistas que en mayor medida se refieren a la conquista inca del Collasuyu, Juan
de Betanzos (1551) y Pedro Sarmiento de Gamboa (1572). La primer campaa imperial hacia el
Collasuyu estuvo a cargo de Pachacuti Inca Yupanqui quien, segn sostiene Sarmiento de Gamboa
[1572] (1988: Cap. XXXVII), por una cuestin de celo de poder arremeti contra un sinchi llamado
Chuchi Capac o Colla Capac que tena tanta autoridad y riqueza con aquellas naciones del Colla-
suyu que le respetaban todos los Collas, por lo cual se haca llamar Inca Capac. Sarmiento, sin
muchas precisiones, seala la gente que estaba sujeta al sinchi y la extensin de sus dominios tena
Chuchi Capac opresas y sujetas ms de ciento y sesenta leguas de norte a sur, porque era sinchi,
o como el se nombraba Capac o Colla-Capac, desde veinte leguas del Cuzco hasta los Chichas y
todos los trminos de Arequipa y la costa de la mar hacia Atacama y las montaas sobre los Musos
(op. cit.). Como resultado de esta primera accin de los incas el sinchi Colla Capac y todos sus
generales fueron vencidos y llevados prisioneros al Cuzco.
La relacin de Pachacuti Inca Yupanqui con los Collas no termin en esa batalla. Relata
Sarmiento cmo una noche los hijos del Colla Capac muerto lograron huir del Cuzco donde estaban
prisioneros para, rpidamente, preparar un nuevo alzamiento de todo el Collasuyu contra el poder
imperial. Nuevamente el avance hacia el sur estuvo encabezado por el propio Pachacuti quien
nombr a dos de sus hijos, Tupac Ayar Manco y Apu Paucar Usnu como capitanes de guerra. Los
Collas fueron vencidos por segunda vez, y as los collas fueron vencidos, muertos y presos la
mayor parte de ellos, y de los que huyeron siguieron el alcance hasta un pueblo llamado Lampa.
Y cur all los heridos de su campo y repar los escuadrones y mando a sus dos hijos Tupac Ayar
Manco y Apu Paucar Asnu que pasasen adelante conquistando hasta los Chichas y all pusiesen sus
mojones y se volviesen. Y l desde all se torn al Cuzco a triunfar de la victoria ganada (op. cit:
Cap. XL).
Desde los Charcas hasta Chichas Pachacuti Inca Yupanqui dej el ejrcito imperial en manos
de sus hijos quienes iban conquistando todo el Colla-suyu. Ms como llegasen cerca de los
Charcas, los naturales de la provincia de Paria, Tapacari, Cotabambas, Poconas y Charcas se
retiraron a los Chichas y Chuyes (Chichas) para que all todos juntos peleasen con los incas, los
cuales llegaron adonde las dichas naciones estaban juntas aguardndolos (op. cit: Cap. XLI). El
resultado de la contienda es sabido, los incas resultaron vencedores y prontamente el ejercito
regres al Cuzco.
Otra fue la visin de Juan de Betanzos [1551] (1987) para explicar la campaa contra los
collas. Sin considerar las necesidades propias de un estado en expansin, interpreta que Pachacuti
Inca Yupanki pudo pasarse veinte aos sin convocar al ejrcito hasta que se anotici que veintidos
leguas del Cuzco haba una provincia y pueblo llamado Hatun Colla y que en ella haba un seor
llamdo Ruqui-capana al cual pueblo de Hatun Colla y seor ya nombrado eran sujetos y a l
obedientes otros muy muchos seores que en torno de su pueblo eran a veinte leguas y a veinticinco
y que ansi mismo se nombraba Capac capaapoyndichori que dice rey y slo seor hijo del sol y que
era muy poderoso y que tena gran poder de gente y que tal gente era muy guerrera y belicosa
(Betanzos [1551] 1987: Cap. 20). La intervencin de Pachacuti Inca Yupanki en el Collasuyu no
termin ah y sin precisar la causa o las necesidades mand a dos de sus hijos Amaro Topa Inca y
Paucar Usno:
a que fuesen y conquistasen por la provincia del Collasuyu los cuales fueron conquistando
y ganando hasta llegar a al provincia de los chichas donde como all llegasen los seores de
50
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
los chichas tenan hecho cierto fuerte en el cual fuerte todos ellos estaban metidos esperando
a estos hijos del Ynga el cual fuerte tenan cercado de una cava muy honda la cual cava tenan
llena de muy mucha lea y como llegasen Amaro Topa Inca y paucar Usno con su gente sobre
ellos pusieron su cerco como los chichas se vieron cercados pusieron fuego a la cava e lea
que en ella estaba y parescile a Paucar Usno que aquella fuerza de aquella cava que estaba
ardiendo que la podra saltar e ir a pelear con los seores chichas el cual como estuviese con
esta determinacin psose en ello y al saltar el foso cay el Paucar Usno en el fuego y como
ste fuese ansi quemado qued con la gente de guerra Amaro Topa Ynga el cual dicen que se
estuvo all teniendo cercados los chichas tanto tiempo que por falta de mantenimiento los
chichas se le dieron y as hubo victoria de ellos... (Ibid. Cap. XXIII).
Ms all de la diferencia que pudiese haber existido en el nombre del Colla Capac ambos
cronistas, Sarmiento de Gamboa y Juan de Betanzos, plantean cierta coincidencia en las campaas
que Pachacuti Inca Yupanki llev adelante para someter al Collasuyu. Habra habido una primera,
no inmediatamente despus del ascenso al trono por parte del Inca, donde se logr vencer por
primera vez a los Collas. Luego, una segunda tambin llevada adelante por el Inca en persona donde
se pone fin a lo que fue el primer levantamiento del Collasuyu contra el poder imperial. Una vez
vencidos los Collas en la segunda campaa, la continuidad de la misma, desde los Charcas hasta
Chichas qued en manos de los hijos de Pachacuti Inca, Tupac Ayar Manco y Apu Paucar Usnu
para Sarmiento y el mismo Paucar Usnu y Amaro Topa Inca para Betanzos, quienes jugaron un
papel preponderante, no tanto en el sometimiento de los Collas que reclamaban directa venganza
de la primera batalla sino y sobre todo en su avance hacia el sur particularmente hasta Chichas. No
sabemos si los chichas estuvieron involucrados en los dos primeros encuentros del Inca con las
naciones del Collasuyu. Por el momento preferimos atenernos a la letra de las crnicas y sostener
que el primer gran encuentro con los chichas, como miembros de la Confederacin Charka
5
, estuvo
a cargo de los hijos del inca, durante la segunda campaa al Collasuyu.
Topa Inca Yupanki, sucesor de Pachacuti, nuevamente debi movilizar sus fuerzas hacia el
sur por los continuos levantamientos de los Collas, vencindolos por tercera vez. Ocurrida la
victoria, el Inca decidi continuar hacia el sur y se alej tanto del Cuzco que, hallndose en los
Charcas, determin de pasar adelante, conquistando todo aquellos que alcanzase noticia. Y as
prosigui su conquista la vuelta de Chile... (Sarmiento de Gamboa [1572] 1988: Cap L.) (El
subrayado es nuestro). Debemos detenernos por un instante en la expresin de Sarmiento cuando
dice pasar adelante conquistando. Adelante de que? Adelante de donde? Se estar refiriendo
el cronista a los lmites del dominio Colla? A los lindes del Collasuyu? Cieza de Len referido
al mismo momento dice que Topa Inca Yupanki volvi a su gente y camino toda la provincia del
Collao hasta salir della; envi sus mensajeros a todas las naciones de los Charcas, Carangas y ms
gentes que hay en aquellas tierras (Cieza de Len [1554] 1943: Segunda Parte, Cap. LX.) (El
subrayado es nuestro). Indudablemente la idea que se tena en aquel momento no era la de un
Collasuyu tan extenso. Sus lmites podan haber estado dados por la extensin del dominio que
tena el Colla Capac, hasta los Charkas. A partir de ah el espacio hacia el sur, hacia Chichas,
Tucumn y Chile era un espacio a conquistar. La de Topa Inca fue la segunda campaa que el
imperio incaico llev adelante contra las naciones de la Confederacin Charka; en la primera
haban sido sometidos pero todava no conquistados. Como consecuencia de esta campaa algunos
de los seoros Charcas le acudan a servir y otras a le dar guerra
6
. El Inca sali victorioso de los
Charcas y sigui avanzando, atraves muchas tierras e provincias y grandes despoblados de nieve
hasta que lleg a lo que llamamos Chile (Betanzos [1551] 1987: Cap LX.).
Los caminos que realizaron los ejrcitos imperiales han sido bien detallados por Betanzos.
Llegado a Atacama, Topa Inca procur saber lo que por toda aquella tierra haba de tener por el
camino do fuese y cmo tuviese razn de todo ello dividi su ejrcito en cuatro partes como ans
51
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
fuese hecho mand que los tres escuadrones de estos partiesen luego de all y que el uno fuese por
el camino de los llanos y por costa a costa de la mar hasta llegar que llegase a la provincia de
Arequipa y el otro que fuese por los carangas y aullagas y que el otro tomase por aquella mano
derecha y fuese a salir a Caxa Vindo y de all se viniesen a las provincias de los chichas a dar do
estaba el cuerpo de su hermano Paucar Usno (Betanzos [1551] 1987: Cap. XXXVI). Aquella fue
la primera vez que el estado incaico tom contacto directo con los indgenas del noroeste
Argentino, y al decir contacto directo lo que queremos expresar es que a partir de ese momento el
estado produjo ciertas alteraciones estructurales en las comunidades, alteraciones que son las que
observaron y nos trasmitieron los primeros conquistadores espaoles que dieron cuenta de aquellos
indios.
LOS CHICHAS COMO MITIMAES INCAICOS
Para desarrollar el siguiente apartado consideraremos la institucin de los mitimaes segn
tres tipos de funciones principales que desarrollaron: militares, econmicas y de control social. En
cada uno de los tems haremos especial referencia a la presencia de mitimaes chichas en la Quebrada
de Humahuaca.
a) Funciones militares
En un detallado trabajo, Presta (1995) revisa las poblaciones que ocuparon el valle de Tarija
inmediatamente despus de la conquista hispana. La regin es presentada como un verdadero
mosaico multitnico fruto de la poltica incaica de traslado de mitimaes con el fin de frenar el avance
chiriguano. Dos fueron las etnas principales que ocuparon el valle, los carangas al sur de Tarija
y los chichas hacia el norte. La autora sostiene que en el valle que los espaoles llamaron de la
Concepcin se encontraban dos fuertes, el de Lecoya de los churumatas, y el de Esquile
7
. Estas no
fueron las nicas fortalezas del territorio tarijeo, tambin se destacan el Fuerte Viejo del Ro San
Juan, Escapana, Taraya, Condorhuasi, etc. A excepcin del de Lecoya no se ha podido determinar
quienes eran los habitantes de los dems fuertes. Si bien no hay referencias concretas que as lo
atestigen, intuimos que en esas y otras fortalezas fronterizas multitnicas no debieron faltar
grupos chichas armados a favor del inca, en definitiva, de su circunstancial protector frente a los
chiriguanos
8
.
Analizando la situacin en cuanto a la presencia militar inca en la Quebrada de Humahuaca,
y en lo que al control del territorio y de la poblacin local se refiere, Nielsen (2000) advierte que
al momento no se conocen en el valle del Ro Grande asentamientos incaicos puros. El control de
la poblacin local se habra dado a partir del establecimiento de fortalezas y guarniciones en el
espacio que circunda al Valle Grande, ubicadas estratgicamente en vas naturales de acceso.
Dentro de las fortalezas, Nielsen destaca el Pukar de Tres Cruces y El Durazno, sitios que
albergaron a grupos no originarios de la Quebrada de Humahuaca, tal vez chichas. La presencia de
mitimaes chichas en la frontera oriental de Humahuaca fue detallada por Raffino (1993). El autor
reconoce las fortalezas incaicas defensivas, de observacin y control de Puerta de Zenta,
Chasquillas, Pueblito Calilegua y Cerro Amarillo, las cuales estaban unidas a Omaguaca por
importantes tramos de camino incaico (Raffino 1993: 174 y 226; Nielsen 2000), siguiendo la
categorizacin de Gonzlez (1980), denomina a los sitios de Puerta de Zenta y Pukar Morado
como fortalezas al interior del territorio que habran tenido como objetivo primordial vigilar al
territorio y sus habitantes (Ver mapa B).
b) Funciones econmicas
En cuanto al aspecto productivo se refiere, baste mencionar la presencia de grupos chichas
en el valle de Cochabamba (Wachtel 1991). El valle fue uno de los ms importantes archipilagos
52
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
estatales con produccin de maz y destinado a necesidades especialmente militares. El mismo fue
conquistado por Tupac Yupanqui quin slo se asign algunas chacras dentro del valle. Su sucesor,
Wayna Capac, fue quien tuvo a su cargo hacer de l uno de los enclaves productivos ms grandes
del imperio repoblndolo con 14.000 mitimaes ms la conservacin de algunos grupos originarios
para trabajos especficos. Resulta difcil precisar la actividad desarrollada por los chichas dentro
de la estructura del Valle, esto se debe a que la principal fuente de informacin que se tiene es un
proceso judicial que se ocupa del sector del Valle que ocuparon los indios Carangas y Quillaca
9
.
Su presencia est apenas reconocida en algunas partes del interrogatorio de Juan Polo de
Ondegardo:
4- Yten si saben etc. que al tiempo que el inga seal aquellas chacaras las tomo y adjudic
para sy y tomo a los dichos yndios de Cochabamba puso en ellas mytimaes para que las
sembrasen beneficiasen y coxiesen de la provincia de Paria ansy Soras como Uros y de la
provincia de los Quillacas y de la provincia de los Chichas ... sin que las personas que
beneficiaban del dicho mayz se pudiesen aprovechar dello en ninguna manera lo cual se hazia
ansi en todas las chacaras que el ynga tena propias suyas para el dicho effecto.
9- Ytem si saben que los yndios Caracotas Chichas y Charcas Amparayes questavan de
mitimaes en Cochabamba para el beneficio de las dichas chacaras del Ynga ....
Pedro Guaman indio Sora de Sipesipe, testigo presentado por parte de los dichos Don
Hernando Cuyo y Don Diego Tanquire, de 70 aos.
Mapa B. Ubicacin de fortalezas incaicas al este de Humahuaca
53
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
3- Dixo que sabe e vido este testigo como el ynga puso indios mitimaes en las dichas chacaras
y tierras para que las beneficiasen y labrasen para el pro ynga e que los indios que puso eran
Soras de Paria y Huros de Challacollo y Quillacas y Carangas y Chichas y de Chile y Chilques
y Collas y Charcas y Caracara y otros yndios de otras naciones para el beneficio de las dicha
tierras para pagar sus tributos como la pregunta dice y esto sabe de ella.
A pesar de la presencia de sitios inca en la Quebrada de Humahuaca ntimamente ligados a
aspectos productivos, se hace difcil desde la Antropologa Histrica sealar fehacientemente el
asentamiento en ellos de mitimaes (de chichas o de otros grupos) que hayan cumplido algn tipo
de actividad en los mismos. Dada la amplitud de los sitios agrcolas de la Quebrada de Humahuaca,
su produccin no qued exclusivamente en manos de trabajadores locales. Por lo tanto no
descartamos la participacin de mitayos con una concurrencia peridica y a los efectos de trabajos
especficos
10
. La arqueologa brinda abundante informacin en este sentido al detectar la presencia
de cermica chicha en sitios de la Quebrada, cermica que se hizo presente y cuya cantidad aument
con motivo del dominio incaico. Palma (1998: 39 y ss.) destaca tres sectores bien diferenciados en
el sitio de La Huerta de Huacalera
11
. Un sector A donde se encuentran edificios ntimamente
relacionados con la presencia incaica en la regin; otro B, relacionado con un momento preincaicos;
y un tercero, C, contemporneo a la presencia incaica. En este ltimo sector, el autor destaca una
notable cantidad de cermica que denomina grupo cermico altiplnico (entendemos que es
Chicha) con una frecuencia mucho mayor que en otros lugares del interior de La Huerta. Segn
Palma, esta cermica, junto a una importante red vial intrasitio, estara marcando la presencia de
grupos trasladados por el inca. En este sitio, la presencia de cermica Chicha se increment
notablemente luego de la conquista incaica, y su presencia en el lugar aument casi paralelamente
a la Inka Provincial (Palma 1996).
c) Funcin de control social
Los chicha tuvieron amplias relaciones con sus vecinos del sur, casabindos, cochinocas,
atacamas, de Omaguaca, etc. Presentaremos algunos ejemplos en este sentido. Si observamos
detenidamente la cdula de Hernando Pizarro en lo relativo a los chichas vemos que comienza, e
mas la provincia de los Chichas
12
. Siguiendo la cdula al pie de la letra podemos suponer que
Francisco Pizarro estaba dando en encomienda todos los pobladores, originarios y mitimaes, de la
provincia de los Chichas, es decir, que otorgaba todos los indgenas que ocupaban un determinado
territorio (lo que no significa que estaba encomendando con una base territorial). Si esto es correcto
cabra suponer que no todos los chichas estuvieron encomendados en Hernando Pizarro, quedaran
excluidos aquellos que cumpliendo funciones de mitimaes incaicos, se encontraban fuera de la
provincia de los Chichas. Tambin, deberan aparecer en otras cdulas otorgadas a encomenderos
que hubieran recibido indios en las mismas mrgenes del territorio chicha o bien en regiones un
poco ms alejadas pero tambin fronteras del imperio. A este hecho debemos agregar que en ms
de una oportunidad nos llam la atencin que las referencias a los chichas son o bien a los chichas
de la Real Corona o bien a los chichas de aquella parcialidad. En ambos casos, debido a la
movilidad fronteriza producida por el inca podramos pensar en la existencia de otros chichas, que
no estn encomendados en la Real Corona sino a otros encomenderos.
Dos son los casos en los que podemos observar chichas encomendados a otros encomenderos
diferentes de Hernando Pizarro, aunque creemos que no deben ser los nicos. El primero ya ha sido
referido en un trabajo anterior y corresponde a un depsito de encomienda dado por Francisco
Pizarro a Juan de Villanueva(1540) y que llega casi sin alteraciones al capitn Pedro de Zarate
casado con la viuda de aquel. En este caso los chichas no son mencionados como tales en la cdula,
pero s en documentos posteriores presentados por Petronila de Castro (viuda de Zrate) en nombre
de su hijo, Juan Ochoa de Zrate, todava menor (Zanolli 1995: 330-338). El documento hace
referencia a los chicha del valle de Moxo o bien a los delpueblo de Sococha. En poca colonial
54
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
ambas localidades caan dentro de los lmites de la jurisdiccin de Chichas lo que no nos impide
suponer que para tiempos anteriores la referencia nos este mostrando posibles lmites tnico -
territoriales.
El segundo caso es algo diferente. Se tratan de dos encomiendas que reclam Cristbal Barba
de Albornoz y que por diferentes vas llegaron a su abuelo Cristbal Barba Cabeza de Vaca. La
primera que comprenda en la provincia de los Charcas con los moyos - moyos que pertenecieron
a Manjarraez y que luego pas a Hernando del Castillo. La segunda perteneciente a Luis Perdomo
y que comprenda los indios del valle de Jujuy
13
entre los que se detallan yngas, chichas,
churumatas y apanatas
14
. En el ltimo caso, los cuatro grupos mencionados parecen ser mitimaes
estatales aunque con una funcin que no se desprende de la documentacin.
Un tercer caso aparece como ms contundente. Un jueves 6 de febrero de 1557 Joan
Velzquez Altamirano, encomendero de Atacama
...por mandado de su magestad (avanzo) a la provincia de Atacama a traer a los indios de ella
a conocimiento de nuestra Santa F catlica estando en el valle de Casabindo indios
encomendados por su magestad a Don Martn Monje vecino de la ciudad de La Plata siendo
Dios servido y mediante Don Andrs de Chuchilamassa gobernador y cacique de la provincia
de los indios chichas vinieron los indios al dicho valle de paz...

(A.G.I. Patronato 188 N 4.
Ao 1557, fs. 1r.)
15
.
El cacique y gobernador de la provincia de los Chichas prest una importante colaboracin
al encomendero de Atacama. Es interesante destacar la ascendencia que aquel tena sobre los
grupos que ocuparon el valle de Casabindo, ms all de las ventajas que le podra brindar esta accin
frente a su encomendero.
d) Mitimaes chichas orejones
Merece un tem aparte el tema de los chichas orejones. La presencia de estos indios fue
sealada por el Padre Lozano y su comentario ha movido a ms de un interrogante.
Los Chichas-Orejones, que viven en dichos valles juntos con los churumatas, son indios que
ocupaban los emperadores ingas en las minas y conquista de la cordillera, los cuales como
supieron la entrada de los espaoles en el Per y la muerte que haban dado al inga Atahuallpa
en Cajamarca, y que se haban apoderado del Cuzco, no quisieron volver al Per, y se
quedaron en tierras de los churumatas (Lozano 1874: 78/79).
Hasta el momento no han sido muchos los autores que se decidieron a tratar en profundidad
el tema. Waldemar Espinoza Soriano (1986) en un trabajo seero y controvertido sobre el origen
y ubicacin de los churumatas, al preguntarse si stos cayeron bajo el dominio incaico responde
con un rotundo s, agregando y el argumento para sostenerlo tan enfticamente es que su valle o
territorio fue ocupado mediante una colonia de mitimaes chichas cuya finalidad fue el resguardo
de las frontera contra las incursiones de los chiriguanos, tal como lo afirma y lo confirma el cronista
Pedro Lozano (op. cit.: 250). La afirmacin fue tomada de manera acrtica por algunos
arquelogos (Raffino 1993; Nielsen 2000) quienes con buen criterio sealaron la presencia de
mitimaes chichas en la frontera oriental de Omaguaca, pero hacindose eco sin ms de la existencia
de estos chichas-orejones. Como vimos hasta el momento, la presencia de los chichas en territorio
Omaguaca esta ms que confirmada, la pregunta es: fueron orejones del inca? Intentaremos
desarrollar la respuesta.
Doucet (1993: 28) en otro trabajo acerca de los churumatas y donde responde detalladamente
las ideas de Espinoza Soriano, cita un prrafo de la Relacin y Memorial de Martn de Ledesma
Valderrama donde dice:
55
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
La segunda nacin es de indios ingas del Cuzco, capitanes del Inga, que la tena en el valle
donde esta poblada la ciudad de Jujuy, al tiempo que Francisco Pizarro o sus capitanes
entraron en el Cuzco; y con la nueva de su venida y muerte del Inga desampararon el valle...
Pareciera que la apreciacin de Ledesma Valderrama difiere considerablemente de la del
Padre Lozano en dos aspectos centrales a nuestro inters. Primeramente no reconoce la presencia
de chichas pero s la de indios incas del Cuzco con el rango de capitanes del Inca, aunque no con
el de orejones. Es menester entonces completar la cita con otra tambin presentada en Doucet
(1993: 29).
Estn estos churumatas dos jornadas de esta nueva poblacin (Santiago de Guadalcazar)
hacia el camino del Pir (...) Junto a estos churumatas (...) estn los orejones, indios que no
hablan la lengua aymara (...) los cuales estn muy cerca de los chiriguanaes.
Todo hara pensar que los capitanes del Inca a los que alude Ledesma Valderrama seran
aquellos orejones a los que se refiere el Padre Gaspar Osorio en su carta arriba citada. Esto est
verificado en otra carta del Padre Ledesma Valderrama publicada por el P. Pastells (1912/33. T.
2: 93-95) donde dice:
que en dos valles que estn cerca de los Chichas hay 3000 indios de los incas orejones del
Cuzco y churumatas, que se retiraron a ellos cuando los espaoles entraron en el Per y
prendieron al Inga en Cajamarca; labran plata y tienen minerales; distan 15 leguas del camino
real que va del Tucumn al Potos.
No quedan dudas que los chichas orejones que menciona el Padre Lozano son en realidad
Incas orejones, los capitanes del Inca quienes, una vez finalizada la guerra contra los integrantes
de la Confederacin Charka habran sido mandados desde el Cuzco para controlar a los chiriguanos.
En este sentido disentimos con Doucet (1993: 46) quien duda incluso de la presencia de estos indios
orejones. Segn menciona Prssinen (1992), Topa Inca una vez afirmado en territorio charqueo:
entro a la provincia de los chichas y moyomoyos y amparais y aquitas copayapo churumatas
y caracos y llego hasta los chiriguanas hasta Tucumn y all hizo una fortaleza y pusso muchos
indios mitimas ... y as salieron a pocona y hicieron muchas fortalezas en el mesmo pocona
y en sabaypata que es en los chiriguanas y en cuzcotuiro y pusso en todas las fortalezas muchos
yndios de diversas partes para (que) guardasen la dicha fortaleza y frontera a donde dejo
muchos indios orejones y al presente estn poblados sus hijos y descendientes en las dichas
fortalezas y fronteras ... y luego hallaron una fortaleza en la provincia de los chuis y chichas
llamadas huruncuta y asolando aquella provincia la pobl de muchos indios orejones.
La presencia de mitimaes orejones en zonas recientemente conquistadas por el Inca no parece
ser una prctica desusada por el imperio sea esta o no una zona conflictiva o de frontera. Como bien
recuerda Cieza de Len [1553] 1945: Primera Parte, Cap. LXXVIII.
Y porque del todo no estaban pacficas las provincias de la serrana, los ingas mandaron con ellos
y con algunos orejones del Cuzco hacer frontera y guarnicin, para tenerlo por seguro. Y por esta
causa tenan gran provimiento de armas de todas las que ellos usan, para estar apercibidos a lo que
sucediese
Este hecho queda plenamente confirmado en un trabajo donde se hace un detallado anlisis
de todos los mitimaes que los incas enviaron al Chinchaysuyu, en todos los centros repoblados
56
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
aparece la presencia de mitimaes incas orejones con la clara finalidad de controlar y evitar
posibles levantamientos de las poblaciones recientemente vencidas (Rodrguez 2000). Por lo
tanto, es poco probable que los incas le hayan otorgado a los curacas chichas el rango de
orejones y menos an que sus descendientes hayan permanecido establecidos en el valle de
Churumata hasta mediados del siglo XVII. Aquellos indios que no hablaban aymara eran
incas orejones enviados a la regin para vigilar a los integrantes de la Confederacin Charka
y contener a los chiriguanos.
A MODO DE SNTESIS
Una vez vencidas las siete naciones de la Confederacin Charka los Incas trasladaron a su
territorio, particularmente al sur y a las regiones de frontera gran cantidad de mitimaes, entre ellos,
mitimaes incas orejones quienes habran tenido a su cargo organizar las fortalezas y guarniciones
que deberan controlar a los grupos del este y principalmente a los chiriguanos. En el caso particular
de los chichas y a pesar de la frrea defensa que, como relata Betanzos, hicieron de su territorio
frente al invasor cuzqueo, descartamos que aquel haya hecho un traslado masivo de sus derrotados
hacia el exterior de la provincia, hecho que hubiera tenido como consecuencia inmediata agrandar
an ms el vaco poblacional, producto de los sucesivos levantamientos y las consecuentes guerras.
Esta vez, la poltica incaica estuvo condicionada en mayor medida por la beligerancia de los
chiriguanos y en menor por la de los indios de guerra ubicados hacia el sur de Chichas. La
solucin ms acertada fue negociar (desde una posicin de poder) con los chichas para que,
defendiendo las fronteras del imperio, tambin lo hagan con su propio territorio.
Sin bien el Tawantinsuyu no ocup las tierras bajas muchos grupos de all, parcialmente
transculturados, jugaron un rol importante en la defensa de esa franja que va desde Cochabamba
hacia el Tucumn y que esta bien marcada en el norte, en el sector central y tambin en el extremo
norte de Argentina y sur de Bolivia (Lorandi 1980). Los chichas fueron utilizados como mitimaes
para la guerra dentro de su territorio y tambin en otros ajenos, particularmente la Quebrada de
Humahuaca, donde se ubicaron mirando al temido este y a la vez, controlando a los aparentemente
disciplinados pobladores de la Quebrada. Esa disciplina puede hablar de consentidas relaciones de
sometimiento con el inca y/o de previa obediencia para con los chichas. Estos, como mitimaes del
inca, tambin desempearon funciones econmicas y particularmente de control social de otros
pueblos vecinos del sur.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: octubre 2003.
NOTAS
1
A.N.B Sucre- LaACh. Volumen 1. Ao 1564, fojas 79, 79v. y 80
2
Nos referimos a los casabindo, cochinoca, indios de Omaguaca, etc.
3
Escribiremos chicha cuando nos referimos al grupo tnico y Chicha a la regin geogrfica.
4
Remitimos a trabajos especficos sobre el origen y expansin del imperio. Ver: Bauer, B. (1992), DAltroy,
T. (1994) Hyslop, J. (1984), Julien, C. (1982, 1993), La Lone, M. y D. La Lone (1987), Prssinen, M.
(1992); Rostworowski de Diez Canseco, M. (1988), entre otros.
5
El nombre de Confederacin Charka surgi a partir del contacto hispano - indgena cuando Hernando y
Gonzalo Pizarro junto al Inka Paullu entraron al Qullasuyu y Coysara, seor Charka, fue el primer malku
en rendirse y acatar la nueva voluntad despus de la derrota de Cochabamba (del Ro 1995: 7). La
Confederacin estaba conformada por dos jefaturas, Charka que se extiende al norte de Potos y el valle
de Cochabamba y Qharaqhara hacia el sur, hasta los chichas. Entre ambas jefaturas se da una
57
CARLOS E. ZANOLLI LOS CHICHAS COMO MITIMAES DEL INCA
complementariedad simblica urcu/una. Las siete naciones ms importantes que integraron la confedera-
cin fueron: pacaxa, sura, charka, chui, karanka, killaka, qharaqhara y chicha. Para ampliar sobre el tema
ver: Rasnake 1989, Platt 1978, entre otros).
6
Un ejemplo de ellos es el caso del malku Colque de los Quillacas y Asanaques quien acompa al Inca hacia
las provincias de los Chichas y Los Diaguitas donde combati con extraordinaria valenta o bien negoci
con extrema inteligencia. El agradecimiento del Inca no se hizo esperar, le concedi la merced de llamarse
Inca Colque adems de un servicio permanente de cincuenta cargueros para que lo llevasen en andas.
Colque, malku principal de los Quillacas y Azanaques se haba convertido prcticamente en un inca de
privilegio (Espinoza Soriano 1981).
7
En este excelente trabajo de investigacin etnohistrica la Dra. Presta contribuye a esclarecer la ubicacin
del fuerte de Esquile, que Saignes (1985:31) situ de manera imprecisa entre el Pilcomayo y el Tucumn.
8
Lorandi (1980) cree que los aborgenes de las regiones intermedias (Uma y Yungas) vieron al Tawantinsuyu
como una salvaguarda para los continuos ataques lules y chiriguanos. Este trabajo puede completarse con
otro de la misma autora (1978), en el que hace una crtica al modelo de los Horizontes andinos.
9
El pleito es llevado adelante por los indios Caranga y Quillaca quienes fueron separados de sus grupos
originarios una vez establecidas las encomiendas. El mismo fue detalladamente trabajado por Wachtel
(1991).
10
Sobre las reas agrcolas en la Quebrada de Humahuaca ver: Albeck, M. 1992-1993.
11
Palma (1996: 49) seala que el sitio de La Huerta habra actuado como un nudo de comunicacin y
transporte, dado que los grandes corrales de Puerta de La Huerta y del cercano Campo Morado apuntan
en esa direccin .
12
A.G.I. Justicia 406. Ao 1539.
13
A.G.I. Charcas 83 N 64. Ao 1604. Imagen 16.
14
A.N.B. EP. Vol. 41. Ao 1590.
15
El documento citado se encuentra publicado en: Estudios Atacameos N 10. 1992. Trascripcin de Jos
Luis Martnez.
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A.G.I. Archivo General de Indias
A.N.B. Archivo Nacional de Bolivia.
Fuentes principales
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Justicia 406. Ao 1539.
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Patronato 188, Nmero 4. Ao 1557
Expediente sobre lo actuado a peticin de Juan Velzquez Altamirano por haberse apaciguado los indios del
valle de Atacama en el Per.
Archivo Nacional de Bolivia
Libro de Acuerdos de la Audiencia de Charcas. Volumen 1. Ao 1564.
Escrituras Pblicas Volumen 41. Ao 1590.
58
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JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
RESUMEN
A partir del registro funerario del sitio Campo Morado de Huacalera, Quebrada de
Humahuaca, se evalan los alcances y limitaciones del mismo para brindar informacin sobre la
jerarquizacin social en la regin durante los perodos de Desarrollos Regionales e Inka.
El anlisis se basa en los niveles de rango detectados en los sepulcros, focalizando en el
acompaamiento funerario. A partir de ste y su distribucin diferencial, se infieren accesos
asimtricos a los bienes y productos sociales.
Palabras clave: Arqueologa. NOA. Funebria. Colecciones museogrficas.
ABSTRACT
The analysis of the funeral assemblage of Campo Morado de Huacalera site, Quebrada de
Humahuaca, is used to evaluate the scopes and limits that this information yields about social
status during the Desarrollos Regionales and Inka periods. The analysis considers the social rank
assigned to the burials, which is identified based on the grave goods. An asymmetric access to
social goods and products is inferred from the study of these associations and their distribution.
Key words: Archaeology. Northwest. Burial goods. Museum collections.
INTRODUCCION
Durante el Perodo de Desarrollos Regionales o Tardo en el noroeste argentino, se registran
profundos cambios en la organizacin socio-poltica de las comunidades aldeanas del rea. Estos
estn dados por el surgimiento de sociedades complejas, entidades basadas en una estructura de
rangos, cuyos rasgos distintivos son la complejidad poltica y la desigualdad econmica entre
grupos e individuos. La sociedad de la Quebrada de Humahuaca (900-1400 d.C) es una de ellas.
LA FUNEBRIA DE CAMPO MORADO,
QUEBRADA DE HUMAHUACA
(Depto. de Tilcara, Pcia. de Jujuy)
Jorge Roberto Palma
(*)
(*)
Instituto de Ciencias Antropolgicas, Seccin Arqueologa, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de
Buenos Aires.
62
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
El trmino sociedad compleja puede entenderse de dos maneras bsicas: (a) como una
especializacin de funciones entre los miembros de una sociedad, necesaria para organizar las
actividades de subsistencia, o (b) una diferenciacin de rangos entre los miembros de la sociedad,
condicionando un acceso desigual a bienes y recursos.
El primer significado parte del supuesto de que la sociedad necesita naturalmente esta
divisin jerrquica del trabajo (Service 1984; Wright 1984). Esta percepcin suele entender al
cambio como respuesta adaptativa a las presiones del medio (Binford 1972) y, enfocada desde
perspectivas estrictamente tecnolgicas o desde paradigmas ambientalistas, ha acotado muchas
investigaciones dentro de estrechos andariveles metodolgicos (Carneiro 1970; Spencer 1990).
Tales enfoques presentan una caracterstica comn: el descarte de los componentes ideol-
gicos, categorizados como inabordables (Binford 1972). Es usual considerar a la ideologa como
un epifenmeno determinado por la cultura material, a la cual se remite como nico elemento
de anlisis, poniendo un freno epistemolgico que impide interpretar de manera completa el
registro arqueolgico.
Esta circunstancia se torna crtica cuando se abordan sociedades polticamente complejas.
Aqu se hace esencial analizar las acciones que, desde los marcos ideolgico y poltico, implementan
las facciones o grupos de individuos (Brumfield 1989), donde cobran importancia como elementos
de anlisis los aspectos simblicos concomitantes (Drennan 1976; Conrad y Demarest 1984;
Marcus y Flannery 1994). Este segundo enfoque enfatiza el estudio de las relaciones simtricas y
asimtricas entre individuos y grupos, su papel en los cambios que se originan dentro de las
sociedades y que no responden slo a causas exgenas sino que poseen una dinmica propia. La
desigualdad que marca diferencias sociales y econmicas perdurables entre los individuos y los
grupos asociados se expresa en un acceso diferencial a los bienes y recursos sociales (Paynter y Mc
Guire 1991; Earle 1997).
Si bien es difcil precisar el grado de centralizacin poltica regional alcanzada, los
indicadores de desigualdad, se manifiestan con nitidez. Uno de estos indicadores lo constituye la
funebria (Palma 1993, 1997/98), que registra una creciente estratificacin social.
La presencia inka en la regin (1.400-1.536) constituy la incorporacin de una sociedad a
otra de mayor complejidad: el Estado. Esta situacin tambin se refleja en la funebria.
EL POBLAMIENTO REGIONAL
La instalacin caracterstica del perodo Tardo o de Desarrollos Regionales en la Quebrada
de Humahuaca corresponde al Tipo Sobre Elevado Concentrado (Palma 2000:33-34), que se
identifica por grandes aldeas y agrupamientos urbanos parcialmente planificados ubicados sobre
elevaciones de difcil acceso. Los asentamientos se adaptan estructuralmente a la topografa
anfractuosa del terreno sobre el cual se emplazan: laderas altas, la cima de un cerro (a veces
artificialmente aplanada), conos de deyeccin o terrazas naturales que forman sectores pedemontanos
elevados.
Las unidades de vivienda se componen de varios recintos de planta rectangular o cuadran-
gular, aunque en ocasiones los desniveles del terreno obligan a optar por una forma irregular. Esta
circunstancia tambin provoca que los recintos sean semisubterrneos, situacin que se acenta por
el sobreelevamiento de las vas de circulacin internas. El patrn predominante, no obstante, es la
unidad integrada por uno o ms recintos-albergue asociados a uno o varios recintos de mayor
tamao. En estos ltimos se llevan a cabo actividades mltiples: molienda y preparacin de
alimentos, confeccin de manufacturas) e incluso se practican inhumaciones.
Los sitios tienen como caracterstica predominante una gran complejidad estructural intrasitio
(corrales, vas de circulacin interna, divisin en sectores, etc.), especialmente notoria en los ms
importantes. En ellos se produce una segregacin funeraria, donde la inhumacin bajo pisos de
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JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA
viviendas registra cmaras funerarias con acompaamientos que muestran diferencias de rango
entre los individuos (Palma 1998).
La centralizacin poltica en los poblados ms importantes pudo tener mucho que ver con esta
disposicin de la poblacin, originada por sociedades de rango microrregionales. Su gnesis
debera buscarse en los posibles agrupamientos de sitios (Palma 1998), que habra producido una
jerarquizacin intersitios, alcanzando algunos asentamientos un mayor protagonismo, en la
medida que tenan el control de recursos especficos o disponan de posiciones estratgicas
convertidas en resortes de poder.
Tilcara, La Huerta, Los Amarillos y Peas Blancas pueden ser considerados como centros
administrativos y cabeceras de entidades polticas jerarquizadas, que pugnaban por espacios de
poder y guerreaban entre s a pesar de su unidad cultural. La expansin hacia el oriente de los
pueblos de Humahuaca comienza poco antes de la llegada del Inka. Esta sugiere altos niveles de
centralizacin, en la que stos podran haber ejercido control poltico sobre los sitios de menor
importancia. Seguramente, entre escaramuzas espordicas, estas entidades tambin comerciaban
y se relacionaban entre s, incluso con lazos de sangre.
Los sitios de la regin de Humahuaca adoptan masivamente durante el Perodo Tardo el
modelo sobre elevacin, a pesar de los numerosos inconvenientes que presentan para la vida diaria.
El hacinamiento en terrenos restringidos, donde el crecimiento de la poblacin y de las construc-
ciones tornaran dramticas las disponibilidades de espacio y dificultades para la provisin diaria
de agua y alimentos.
La nica ventaja que ofrece el emplazamiento sobreelevado es la proteccin ante posibles
agresiones externas, dado el carcter defensivo-estratgico de los sitios donde la poblacin cuenta
con la proteccin de la altura y la rispidez del terreno.
La mayora de los sitios sobre elevacin tiene muros de defensa, adquiriendo un aspecto
defensivo, aunque generalmente stas son simples murallas de contencin para prevenir derrum-
bes, ya que la topografa est sujeta a la constitucin disgregable de las estructuras serranas.
Los sitios fortificados (Calete, Yacoraite, Campo Morado, Perchel) se ubican sobre el
corredor de la quebrada troncal y su disposicin sugiere que dichas instalaciones defensivas no
custodian la regin de enemigos externos sino de rivales internos. Asimismo, podran depender de
los grandes centros poblados: Calete de Peas Blancas, Yacoraite de Los Amarillos, Campo
Morado de La Huerta y Perchel de Tilcara. Dos sitios de mayor importancia, como Los Amarillos
y La Huerta, se encuentran en quebradas subsidiarias y ambos pudieron haber eludido las presiones
blicas directas, derivndolas a sus subordinados sobre la quebrada troncal, Yacoraite y Campo
Morado. Considerando la cercana entre ellos, estos enclaves actuaran como defensa ante
cualquier amenaza (Palma 2000:41).
Con el advenimiento de la ocupacin inkaica, algunos de ellos se convirtieron en pukar,
como Hornaditas, Calete, Yacoraite, Campo Morado y Perchel. Posiblemente, tambin cambi su
funcionalidad y pasaron a ser elementos de dominacin y control para impedir cualquier intento
de insurreccin, alojando guarniciones.
EL SITIO
El sitio arqueolgico Campo Morado se localiza dos kilmetros al norte de la localidad de
Huacalera, sobre la margen izquierda del Ro Grande de Jujuy, a 65 19' Lg O y 23 26' Lat. S y
a 2.700 msnm. Est a corta distancia (1.850 m) del Trpico de Capricornio.
Las investigaciones de mayor importancia efectuadas en la zona corresponden a la XIV
Expedicin de la Facultad de Filosofa y Letras, que dirigiera Salvador Debenedetti (1917/18).
Slo se publicaron algunos resultados preliminares poco despus (1918). Algunos aos antes,
Boman (1908) haba mencionado suscintamente la presencia de las ruinas. Les siguieron Bennett
et al. (1948) y Madrazo y Ottonello (1966).
64
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
El sitio (Foto 1) se halla emplazado sobre un cerro de abrupta pendiente, que se eleva a 120
m de altura sobre el nivel del ro y est circundado por murallas de fortificacin que alcanzan 5,5
m de alto y un ancho que oscila entre 1,80 m (en la base) y 0,60 m (en la parte superior). Estas
protegen los sectores que carecen de defensas naturales. Los faldeos ms accesibles (al Oeste)
presentan diecinueve lineas de pircas escalonadas (Grfico 1).
Foto 1. Panormica de ladera Este
Los rasgos arquitectnicos muestran una fuerte influencia inka, visible en remodelaciones
que afectaron, sobre todo, a la cima del morro, que se presenta como una plataforma aplanada. Las
construcciones que sobre ella se levantan ocupan su superficie total, respondiendo a una distribu-
cin planeada (Palma et al. 2001).
Un muro doble con relleno y banqueta recorre la cima en sentido longitudinal (E-O),
dividindola en dos sectores. En el sector Suroeste de la cima se registra un complejo edilicio de
caractersticas especiales donde se destacan un patio hundido y una construccin piramidal
escalonada, adems de una escalinata que conecta el patio con las plataformas y un pasadizo semi-
subterrneo descubierto junto al muro Oeste de la estructura piramidal (Palma et al. 2001).
Se trata de un ushnu: (...) complejo ritual de altar, plataforma o pirmide junto con la
depresin y el pasaje o conducto... (Zuidema 1978:161). La idea del ushnu est muy ligada a la
de drenajes para libaciones. Una de sus funciones parece haber sido la de proveer un lugar para que
el rey inka d la bienvenida y reciba a la gente conquistada (Hyslop 1990).
El sitio rene dos caractersticas definitorias: es un pukara y una huaca. La integracin de
la Quebrada de Humahuaca al imperio inka produjo importantes transformaciones socio-polticas
en las poblaciones locales. Campo Morado como parte integrante de este proceso, habra pasado
a ser un sitio de control estratgico para el estado, hecho consecuente con la presencia de
arquitectura ceremonial, pues sta legitima el uso de la fuerza por parte del inka.
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JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA
METODOLOGIA
El anlisis de las tumbas que se describen (ver detalle en Apndice 1), ha sido elaborado a
partir del material procedente de un conjunto importante de tumbas excavadas en Campo Morado
por Salvador Debenedetti (1918). El material que integra las colecciones del Museo Etnogrfico
Juan B. Ambrosetti presenta algunas limitaciones, especialmente debido a que procede de
excavaciones sin controles estratigrficos, algo comn a los trabajos practicados hasta la dcada
del 40. Esta circunstancia provoca asociaciones contextuales imprecisas y carencia de datos
acerca de las condiciones de hallazgo.
Debido a estas limitaciones, se adopt una metodologa cualitativa partiendo de tres
variables: ubicacin y caractersticas, formas inhumatorias y acompaamientos funerarios.
Para el anlisis de las dos primeras se recurri a las libretas de campo de Salvador Debenedetti
(1917-18), que detallan los yacimientos (recintos) excavados en sitios de la regin durante la
campaas arqueolgica XIV de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Para la tercera se emple el material recuperado en dichas excavaciones. Se analizaron en
total 49 eventos inhumatorios procedentes de Campo Morado. El material estudiado consisti en
103 artefactos, de los cuales la mitad (51) corresponden a cermica y los restantes a tiles de piedra,
metal, madera y hueso.
Los nmeros de tumbas son los asignados por el investigador a cada uno de los recintos
excavados, razn por la cual la numeracin no es correlativa (no en todos los recintos se registraron
tumbas). A stos les he agregado letras minsculas para distinguir episodios inhumatorios distintos
en el mismo recinto. Los textos encomillados corresponden a citas textuales de la libreta de viaje
de S. Debenedetti (1917/18), la cual se encuentra depositada, al igual que los materiales, en el
Museo Etnogrfico Juan B. Ambrosetti, dependiente de la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires.
Grfico 1
66
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
La denominacin usada para la cermica surge de trabajos anteriores (Palma 1996, 1997/98,
1998). Se indican entre parntesis con una f seguida del nmero de forma. Se clasific a la
cermica en grupos, entendidos stos como conjuntos dominantes que permiten observar la
variabilidad derivada de cambios en la produccin a travs del tiempo (Palma 1996). Estos son:
Grupo Ordinario (OR), Grupo Rojizo Pulido (RP), Grupo Gris Pulido (GP), Grupo Altiplnico
(AL) y Grupo Inka Provincial (IP). Los nmeros de artefactos, entre parntesis (nl) indica no
localizados, corresponden al inventario del Museo Etnogrfico Juan B. Ambrosetti, de la
Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Si bien no hay cermica con decoracin inka provincial, se registra la presencia de cermica
ordinaria cuya morfologa la asocia con la presencia inka como es el caso de las jarras simples
(Palma 1998: 30). La ausencia de fechados radiocarbnicos impide establecer la contemporaneidad
de las tumbas con material inka (6a, 8b, 10b, 13c, 19, 34, 35, 37, 39a, 40) y las que no lo tienen.
Por otra parte, la presencia/ausencia de cermica ordinaria inka no est directamente relacionada
con los niveles jerrquicos de las tumbas.
No obstante, se pueden adscribir todas las tumbas con jarras simples como contemporneas
y correspondientes a la presencia inka. Esto refuerza la hiptesis surgida en un trabajo anterior
(Palma 1988:55): La presencia abundante de jarras de cermica para beber chicha...seguramente
formaban parte sustancial en la celebracin de las festividades que el imperio proporcionaba
habitualmente a sus mitimaes y sbditos leales.
Cabe mencionar que, mientras en la cercana La Huerta las jarras simples comprendan el 20%
del registro, en Campo Morado alcanzan al 39,2%.
LAS PRCTICAS FUNERARIAS
Las inhumaciones se practicaban en pisos de habitacin y las sepulturas consisten
mayoritariamente en cmaras funerarias de piedra, con planta circular, elipsoidal, rectangular o
cuadrangular. En menor medida sepultaron en fosas simples.
El tratamiento arquitectnico proporcionado a los sepulcros se caracteriza por el revestimiento
interno de las paredes con piedra, aunque carecen de pavimento. Las cmaras funerarias estn
techadas con grandes lajas, registrndose en algunos casos la forma de falsa bveda con lajas en
saledizo.
En un trabajo anterior sobre La Huerta (Palma 1997/98) distingu cuatro niveles jerrquicos
entre los individuos adultos, partiendo del acompaamiento funerario. Los datos permitan
observar homogeneidad en el tratamiento dispensado a los difuntos de todos los niveles. Al igual
que en La Huerta, no hay aqu diferencias ni en el tratamiento del cuerpo ni en la disposicin general
de la sepultura y la prctica de construir cmaras funerarias alcanza a la mayora del conjunto social.
Es en el acompaamiento funerario donde se pueden apreciar las diferencias de rango entre los
individuos.
Las prcticas inhumatorias individual y colectiva muestran paridad numrica y las tumbas
individuales no muestran un acompaamiento particularmente destacado sino que, en general, ste
es escaso o est ausente. Por el contrario, las tumbas con mayor riqueza son las colectivas. Esto
permite suponer que hayan sido criptas familiares, dado que las inhumaciones son sucesivas y
llevadas a cabo en distintos momentos. Al colmarse la capacidad de una cmara se abrira otra, lo
cual explica la variedad en la cantidad de enterratorios y la pluralidad de tumbas en un mismo
recinto.
Campo Morado incluye 49 unidades funerarias (tumbas) que albergan 86 inhumaciones.
Siguiendo el criterio implementado para La Huerta (Palma 1997/98, 1998) se ha agrupado las
unidades funerarias por niveles de rango (ver Cuadro 1), distinguiendo un grupo jerarquizado
(rangos 1 y 2), un grupo no jerarquizado (rangos 3, 4 e infantes) y una categora de no-personas
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JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA
(Peebles y Kus 1977:438) reservada para los crneos-trofeo y para los cuerpos sin crneo, que en
conjunto, alcanzan a 6.
El grupo jerarquizado (Rangos 1 y 2) suman el 11,6% de las sepulturas y el 14,1% de las
inhumaciones) se distingue por contar con un acompaamiento de bienes rituales y de prestigio.
A su vez, el grupo jerarquizado puede subdividirse entre quienes tienen acceso al ritual (Rango 1)
y los que disponen nicamente del acceso a bienes de prestigio (Rango 2).
El grupo no jerarquizado (Rangos 3, 4 e I) comprende el 88,4% de las tumbas y 86,1% de las
inhumaciones) ha sido subdividido entre los inhumados en cmaras funerarias (Rango 3), en
simples fosas (Rango 4) y los infantes (Rango I).
Como puede apreciarse, el acompaamiento mortuorio ha sido la categora principal del
ordenamiento por rangos y recibir un tratamiento pormenorizado porque proporciona informa-
cin sobre la estratificacin, como nica categora de anlisis que acta claramente como
indicador. Se utiliza el trmino acompaamiento (Palma 1993:48) en lugar de otros usados
frecuentemente como de ajuar (involucra el concepto de objetos fabricados ex-profeso para uso
funerario, de lo cual no hay evidencias). Se interpreta que los artefactos depositados en las tumbas
pertenecan en vida a los inhumados, ya que los artefactos presentan rastros de uso).
Una dificultad importante fue la ausencia de registro sobre la composicin sexual y etaria de
la poblacin. El sexo lo he inferido por el acompaamiento, identificando como femeninos
aquellos individuos acompaados de topos, accesorios caractersticos de la vestimenta femenina
andina. Algo similar sucede con los tiles de hilado (husos y torteros), ya que, tanto la informacin
etnogrfica como arqueolgica, sostiene que (...) en su mayor parte, el hilado lo hacan las
mujeres (Rowe 1946:241). En el caso de los varones, por ejemplo, se interpret como objetos
masculinos los relacionados con las prcticas blicas. La identificacin de Bordach (com. per.) para
casos similares en La Huerta (Palma 1997/98) permiti confirmar la correccin de estas inferencias
referidas a la sexualidad.
Por ltimo, se registran inhumaciones de infantes, mayoritariamente en ollas que cumplieron
la funcin de urnas -excepcionalmente en cmaras funerarias o directas- y los categorizados como
68
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
no-personas (NP), que incluye crneos-trofeo (T. 11a, T. 39b) y adultos sin crneo (T. 2b, T. 13a,
T. 14, T. 39b).
LAS ACTIVIDADES SOCIALES Y SUS ARTEFACTOS
Artefactos rituales
Como se dijo en un trabajo anterior (Palma 1997-98) el ceremonialismo religioso, manifes-
tado simblicamente a travs del ritual, tiene un efecto integrador en la comunidad. En las
sociedades complejas est adems asociado al sostenimiento ideolgico de la autoridad del jefe,
que confunde sus funciones con las de sacerdote, circunstancia que le brinda la posibilidad de
actuar como mediador entre la comunidad y la divinidad. La exclusividad en el manejo de los
objetos rituales le proporciona la posibilidad de conducir las ceremonias pblicas religiosas que
forman parte fundamental de su autoridad. Asociado a l, es probable que su entorno familiar (de
sangre y poltico) se sume a las ceremonias y prcticas sacerdotales asistiendo a la autoridad
suprema.
Al igual de lo que se observara en La Huerta (Palma 1997-98) una prctica particularmente
extendida en el rea andina es el consumo de alucingenos. La misma comprende un equipo de
piezas (Bittman et al. 1978): tabletas y tubos de inhalar, espinas de cactseas para limpiar el tubo,
mortero de madera para moler el alucingeno, cajita o bolsa tejida para guardar el polvo, esptula
de hueso o madera para depositar el polvo en la tableta, y bolsa de lana para todo el equipo, los
instrumentos registrados en los contextos funerarios de Campo Morado relacionados con esta
prctica consisten en dos tabletas de inhalar de madera (T. 8a), un tubo de inhalar alucingenos de
hueso (T.8a) y tres tubos con espinas (T. 8a, 35, 40).
Otros objetos relacionados con las prcticas religiosas, de gran valor ceremonial, son las
valvas de moluscos procedentes del Pacfico (Lorandi y del Ro 1992:103) que se registran en T.8a,
T. 10a y T. 40.
Objetos de prestigio
Son un recurso de las lites para destacarse respecto de la gente comn creando mecanismos
restrictivos para determinar quin puede acceder a ellos o no. En este sentido el anillo de cobre (T.
10 b) es el nico indicio de este tipo de prctica en Campo Morado.
Instrumentos textiles
Los implementos de hilado comprenden husos (T. 8a, T. 39a) y torteros (T. 6a (2), T. 8a, T.
17b) confeccionados en madera de tola. El nico instrumento de telar es la vinasa (T. 8a, T. 39a)
que se utiliza (...) para apretar la trama al ser pasada por la urdimbre, y as compactar el tejido.
(Rolandi de Perrot y Jimnez de Pupareli 1983/85:239).
Instrumentos blicos
Se considera como tales a artefactos de carcter exclusivamente masculino. En Campo
Morado los artefactos blicos consisten en una manopla de madera (T. 10a) y dos trompetas de
hueso (T. 34, T. 40). Estas ltimas, de fuerte sonido, se utilizaban para amedrentar al enemigo: los
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JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA
soldados espaoles experimentaron el (...) efecto psicolgico alterador del atronador sonido de
tambores, trompetas y gritos. (Gudemos 1998: 91-92).Las trompetas, que se utilizaban adems
en las fiestas, estn confeccionadas con hmeros de llama (Lama glama) y crvidos como la taruca
(Hippocamelus antisensis). Constan de tres tramos ensamblados entre s mediante sustancias
resinosas: boquillas, tubo y pabelln de resonancia.
Instrumentos agrcolas
Como ya se observ en otro trabajo (Palma 1997-98) los instrumentos agrcolas son tambin
escasos en Campo Morado. Se encontr una pala (Rivero 1983), consiste en una lmina plana
de madera dura y forma oblonga, con mango de madera, con el que forma un ngulo de 30. Se
utiliza para el aporque de maz y tubrculos (T. 17b). Tambin una chinca (Rivero 1983) utilizada
en la recoleccin de maz y tubrculos (T. 5, T. 30a). Mientras los varones roturaban los terrenos,
las mujeres depositaban semillas o tubrculos en la tierra, consideradas como labores femeninas
por pertenecer al mismo gnero que la tierra (Rostworowski 1995). La chinca podra ser, entonces,
un instrumento femenino.
Otros artefactos
Consisten en un cincel de cobre (T. 6b) un siku de piedra (6b), un topo de hueso (T. 10a), una
talla antropomorfa de madera (T. 6b), dos punzones de madera (T. 8a), una aguja de espina de
cardn (T. 29); cucharas de madera (T. 6b y 10a); recipientes de Lagenaria (T. 5, T. 6a, T. 8b y una
campana de madera (T. 6).
PALABRAS FINALES
El anlisis detallado del acompaamiento funerario, indica que los rangos 1 y 2 de Campo
Morado, son cuantitativamente inferiores a los de rango similar al de La Huerta. Si se adopta un
anlisis cualitativo, se observa que las tumbas jerarquizadas de La Huerta, presentan una riqueza
material que supera con creces la de los contextos de Campo Morado y con artefactos adscribibles
a los perodos Inka e Hispano-Indgena.
Lo que resulta llamativo es la proporcin de infantes inhumados en Campo Morado, que
alcanza al 48,8% de las unidades funerarias y, en nmeros absolutos (28 inhumaciones) supera a
los de La Huerta. La elevada cantidad de infantes inhumados no es compatible si comparamos las
densidades de poblacin de ambos sitios. Mientras Campo Morado pudo haber albergado 250
habitantes (Palma 1987/89), La Huerta supera los 700 habitantes (Raffino 1993).
A modo de hiptesis, esta situacin podra relacionarse con la institucin del sacrificio de
nios (capac hucha), que tena lugar durante las celebraciones del solsticio de verano o fiesta de
Capac-Raymi, a un lado del ushnu (Zuidema 1978). A esta circunstancia se agrega que el da del
solsticio de verano el sol recorre la linea ideal del Trpico de Capricornio, ubicada a menos de 2
km al sur de Campo Morado.
La importancia del acompaamiento funerario reside en que los artefactos depositados en la
tumba lo han sido mediante una accin plenamente conciente e intencional y su disposicin no ha
sido alterada por procesos de depositacin accidentales. Su valor principal para los propsitos de
este trabajo, es la informacin que brinda sobre la desigualdad en la disponibilidad de acceso a los
bienes sociales por parte de distintos segmentos de la poblacin.
En las sociedades de rangos, el ceremonialismo mortuorio no est directamente relacionado
70
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
con la posicin social adquirida por un individuo durante su vida sino con su pertenencia a un grupo
social. La posicin social no es adquirida, sino que viene como algo dado, cada individuo se
adscribe a un estrato social y de all deriva su rango. Los miembros de una lite intentarn
distinguirse del resto de la gente por smbolos de prestigio y/o rituales. Esto se hace particularmene
evidente en el momento de la muerte, donde se proporciona al individuo un tratamiento acorde con
el rango del grupo de pertenencia y estar rodeado de un conjunto de prcticas distintivas.
Estas prcticas consisten en manifestaciones simblicas que tienen la intencionalidad
ideolgica de mostrar a los vivos que los miembros del rango del difunto son los nicos en gozar
de determinados privilegios. La distincin en la muerte es reflejo de la desigualdad en la vida.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: octubre 2003.
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1978. Shaft Tombs and the Inca Empire. Journal of the Steward Anthropological Society 9 (1-2): 133-78.
APENDICE
EL REGISTRO FUNERARIO
Unidades funerarias
T. 1a - (Faldeo W., 4
ta.
terraza). Cmara elptica (dim. 0,80 m): seis adultos (dos destrudos).
T. 1b - (Faldeo W., 4
ta.
terraza). Urna (olla f.5: 25142-OR) tapada con gran tiesto: un infante.
T. 2a - (R.: 16 m
2
, acceso pared N.). Directa en el centro: un adulto.
T. 2b - (R.: 16 m
2
, acceso pared N.). Directa en el centro: un adulto sin crneo.
T. 2c - (R.: 16 m
2
, acceso pared N.). Urna (olla nl) en pared E.: 4 infantes. Acompaamiento: cascabeles (nl)
y campana de madera (nl), recipiente de lagenaria (nl).
T. 2d - (R.: 16 m
2
, acceso pared N.). Urna (olla nl) en el centro: un infante.
T. 3 - (R.: 16 m
2
). Urna (olla nl.) en ngulo S.W.: 3 infantes. Acompaamiento: un plato (nl) y un cascabel
de nuez (nl).
T. 5 - (Aislada). Cmara cilndrica (dim 1,20 m): infante (6/8 meses) apoyado sobre cuna de madera (nl), con
recipiente de lagenaria sp. (25707) sobre la cabeza. Acompaamiento: dos recipientes de lagenaria sp. (25772/
73), disco de madera (25708), dos chincas (25709 y nl), mazorcas de maz (nl) y hueso de camlido (nl).
T. 6a - (R.: 20 m
2
, acceso pared W.). Cmara cilndrica (dim. 1,20 m) con cierre de lajas (prof. 1,50 m.), en
ngulo S.W.: 5 adultos femeninos, 3 en fardo (tarabitas de madera 25715/16/22). Acompaamiento: 2 torteros
de madera (25718/19); 4 recipientes de lagenaria sp. (25734/35/36/37); 2 pucos subhemisfricos (f.1a:
24948-RP, 25061-RP), puco con asa (f.3: 24945-RP), 3 jarras simples (f.10a: 24942 nl., 24943-RP; f. 10b:
24939-RP), olla subglobular (f.5: 24944-GP con tcnica incisa).
T. 6b - (R.: 20 m
2
, acceso pared W.). Cmara cilndrica (dim. 1,20 m) con cierre de lajas (prof. 1,50 m), en
ngulo S.W.: dos adultos ambos sexos en fardo (tarabitas de madera 25728/29). Acompaamiento: cincel de
cobre con mango de madera (25714); siku de piedra (nl); 2 torteros (25720/21), talla antropomorfa (25712)
73
JORGE ROBERTO PALMA LA FUNERARIA DE CAMPO MORADO. QUEBRADA DE HUMAHUACA
y 2 cucharas (25713 y nl), de madera; campana de calabaza (nl) y 2 pucos subhemisfricos (f1a: 24947-RP,
24979-GP).
T. 8a - (R. sin datos). Cmara elptica (dim. 1,20 m) en ngulo S.W.( prof. 1,80 m): 3 adultos de ambos sexos,
uno en fardo (tarabita de madera 25797). Acompaamiento: tubo de hueso y madera con espinas (25726); una
tableta de inhalar en forma de quirquincho (25724) y otra tallada con dos cabezas de felino enfrentadas
(25732), tubo de inhalar con espinas y talla antropomorfa femenina (25727), 2 punzones (25730 [tallado],
25731), vinasa (25733) y huso con tortero (25725), de madera; valva de Pecten sp. del Pacfico (25723) y
manojo de hojas de coca atadas con cuerdas (25738 nl).
T. 8b - (R. sin datos). Cmara elptica (dim. 1,20 m) en ngulo S.W. (prof. 1,80 m), debajo de la anterior:
3 adultos deteriorados. Acompaamiento: 4 recipientes de lagenaria sp. (nl); puco subhemisfrico (f. 1a:
24952-RP), puco troncocnico (f. 2a: 24953-GP), 3 jarras simples (f. 10a: 24949/50-RP, 24951-nl.) y vaso
chato (f. 14a: 24954-OR).
T. 10a - (R. sin datos). Cmara cilndrica (dim. 0,80 m) junto a una gran piedra: adulto femenino tapado
por media olla negra (nl). Acompaamiento: valva de Pecten sp. del Pacfico (25740); cuchara (25739) y
manopla (25741), de madera; topo de hueso (25683) y puco subhemisfrico (f. 1a: 25088-RP).
T. 10b - (R.sin datos). Inhumacin directa junto a una gran roca: interior: un adulto femenino. Acompaa-
miento: anillo de cobre (25881) y jarra simple (f. 10a: 25087-OR).
T. 11a - (R.: 23 m
2
, acceso al N.E.). Cmara cilndrica en ngulo E.: crneo-trofeo de adulto.
T. 11b - (R.: 23 m
2
, acceso pared N.E.). Cmara cilndrica en ngulo E., debajo del anterior: adulto destrudo,
excepto el crneo.
T. 12 - (R.: 22 m
2
). Inhumacin directa en pared S.W.: cuatro adultos masculinos, dos en fardo (una tarabita
de madera nl y otra de hueso nl). Acompaamiento: plaqueta de cobre perforada (nl) y disco de madera (nl).
T. 13a - (R.: 20 m
2
). Inhumacin directa en ngulo W.: adulto sin crneo.
T. 13b - (R.: 20 m
2
). Urna (olla roja de cuello alto y decor. reticulada nl) en ngulo W.: un infante.
T. 13c - (R.: 20 m
2
). Inhumacin directa en ngulo N.: un infante. Acompaamiento: peine de hueso (nl) y
jarra simple (f. 10a: 28270-AL).
T. 14 - (R.: 16 m
2
, acceso pared N.W.). Cmara cilndrica en ngulo S.E.: dos adultos sin crneo, con maxilares
inferiores. Acompaamiento: esptula de hueso (nl).
T. 17a - (R.: 15 m
2
). Restos seos humanos quemados en fardo (dos tarabitas nl), sobre fogn.
T. 17b - (R.: 15 m
2
). Cmara cilndrica en ngulo N., con tapa de laja: un adulto femenino en fardo (tarabita
de madera frag. 25750). Acompaamiento: pala (25748) y tortero (25749) de madera; recipiente de lagenaria
sp fragmentado (nl) y puco subhemisfrico (f1a: 24963-RP).
T. 19 - (R.: 20 m
2
). Inhumacin directa en ngulo S.E.: un infante en. Acompaamiento: jarra simple (f. 10b:
25.093-OR).
T. 20 - (R.: 20 m
2
). Inhumacin directa en ngulo S.W.: un infante. Acompaamiento: puco subhemisfrico
RP (nl), instrumento de hueso fragmentado (nl)
T. 24a - (R.: 28 m
2
, acceso pared N.). Inhumacin directa en pared N.: un adulto.
T. 24b - (R.: 28 m
2
, acceso pared N.). Urna (olla negra desbordada) en ngulo N.: un infante. Acompaa-
miento: vaso chato (f. 14a: 25.136-OR).
T. 25 - (R.: 30 m
2
). Urna (olla roja, decoracin reticulada nl), en ngulo NE.: un infante.
T. 27 - (R.: 20 m
2
). Urna (olla negra desbordada nl) en ngulo N: un infante.
T. 28 - (R.: 12 m
2
). Urna (olla negra fracturada nl) en ngulo N.: un infante.
T. 29 - (R.: 32 m
2
). Cmara cilndrica en ngulo N.W.: un adulto femenino. Acompaamiento: aguja de espina
de cardn (25756).
T. 30a - (R.: 24 m
2
). Cmara funeraria rudimentaria (cuatro lajas tapadas por otra) en ngulo N.: adulto
femenino. Acompaamiento: chinca (25757) a los pies del cuerpo.
T. 30b - (R.: 24 m
2
). Urna (cntaro rojo decorado desbordado nl) en pared N:E.: un infante.
T. 30c - (R.: 24 m
2
). Urna (cntaro rojo decorado desbordado nl) en pared N:E.: 3 infantes.
T. 30d - (R.: 24 m
2
). Urna (olla subglobular f.5: 25162-RP) en ngulo: un infante.
T. 31 - (R.: 17 m
2
). Urna (olla negra fracturada y desbordada 25153 nl) en ngulo N: un infante.
T. 33 - (R.: 20 m
2
). Urna (cntaro negro nl) en pared N:E.: un infante.
T. 34 - (R.: 36 m
2
, acceso pared N.W.). Cmara subcilndrica en ngulo S.: 3 adultos masculinos en fardo (5
tarabitas de madera nl). Acompaamiento: trompeta de hueso fragmentada (25758); 2 recipientes de
lagenaria sp (nl), manopla de madera (nl) y 2 jarras simples (f.10a: 24964-OR; 25131-RP).
T. 35 - (R.: 25 m
2
, acceso pared N.W.). Cmara subcilndrica con tapa de lajas: 5 adultos masculinos y un
74
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
juvenil, uno en fardo (tarabita de madera 25762). Acompaamiento: tubo de madera con espinas (25761);
pequeo yuro decorado (nl), puco subhemisfrico (f.1a: 24968-OR), 3 jarras simples (f. 10a: 24965/25132-
OR y 24966-RP).
T. 36 - (R.: 21 m
2
). Inhumacin directa, ngulo E.: 6 adultos, ambos sexos. Acompaamiento: 2 pucos
subhemisfricos (f.1a: 25080-RP, 25156-GP), plato rojo (nl); recipiente de lagenaria sp (nl); tortero (nl),
cuchara (nl) y manopla (nl), de madera.
T. 37 - (R.: 19 m
2
). Cmara cilndrica en ngulo N.E.: 2 adultos. Acompaamiento: jarra simple (f. 10a: 25078-
RP) y recipiente cudruple (24969-OR).
T: 38a - (R.: 16 m
2
). Directa en pared S.: dos adultos y dos juveniles. Acompaamiento: un pequeo yuro
(nl), una ollita negra (nl), un mortero de piedra (nl).
T: 38b - (R.: 16 m
2
). Urna (olla subglobular f.5: 25143-RP): un infante. Acompaamiento: 6 torteros de madera
(nl).
T: 38b - (R.: 16 m
2
). Inhumacin directa en pared S.: un infante. .
T. 39a - (R.: 25 m
2
, acceso pared N.). Cmara cilndrica con tapa de lajas en ngulo N:W: 3 adultos.
Acompaamiento: tortero (25765) y vinasa (25764), de madera; recipiente de calabaza (25763); 2 pucos
subhemisfricos (f.1a: 24976-GP, 24978-RP), puco troncocnico (f.2a: 24977-RP), 3 jarras simples (f.10a:
24973/74/75-RP) y jarra asimtrica (24972-OR).
T. 39b - (R.: 25 m
2
, acceso pared N.). Urna (cntaro decorado nl, con tapa de puco (nl): crneo-trofeo.
T.40 - (R.: 12 m
2
, acceso pared N.). Cmara cilndrica sobre pared N.W.: 2 adultos. Acompaamiento: valva
de Pecten sp. (25770); tubo de madera con espinas (25769-frag.), trompeta de hueso decorada (25771); yuro
(f.8: 28969-RP), 2 jarras simples (f.10a: 24981/82-RP).
T. 42 - (R.: 20 m
2
). Urna (gran cntaro nl) con tapa de laja en ngulo N.E.: un juvenil. Acompaamiento:
recipiente de lagenaria sp (nl).
75
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPANICO.
ESTUDIOS TECNICOS SOBRE DOS OBJETOS
DE LA CASA MORADA DE LA PAYA
Luis R. Gonzlez (*)
RESUMEN
La trayectoria de la metalurgia prehispnica en el Noroeste argentino se bas en el cobre
y, sobre todo, en la aleacin de bronce, material con el cual los artesanos produjeron objetos con
identidad propia en el concierto andino. Pero, aunque en menor proporcin, tambin se conocen
piezas de oro, las cuales, a diferencia del trabajo en bronce, fueron elaboradas a partir de
laminado. En esta presentacin se repasan algunos de los hallazgos de objetos de oro de la regin
y se dan a conocer los resultados de los estudios tcnicos efectuados sobre dos ornamentos
procedentes de la Casa Morada del asentamiento de La Paya, proponindose que la tradicin de
manufactura por laminado de piezas de oro form parte del estilo tecnolgico de la metalurgia del
Noroeste.
Palabras clave: Arqueologa NOA. Metalurgia prehispnica. Oro. Ornamentacin.
ABSTRACT
The trajectory of prehispanic metallurgy in Northwest Argentina was based upon the use of
copper and mainly, of bronze alloy. The artisans produced objects on this last material with a local
identity within the Andean realm. But, gold objects have also been recovered, although in a minor
proportion. These objects were made starting from sheets, that is, a technique that differs from that
of bronze. In this paper, some of the gold objects from the region are reviewed and results of
technical studies on two ornaments from the Casa Morada of La Paya site are presented. It is here
proposed that the manufacturing tradition of laminated gold was part of the technological style
of Northwest metallurgy.
Key words: Archaeology. Northwest. Prehispanic Metallurgy. Gold. Ornaments.
(
*
) Museo Etnogrfico Juan B. Ambrosetti, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.
76
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
LA METALURGIA PREHISPANICA EN EL NOROESTE ARGENTINO
Las sociedades agropastoriles que poblaron el Noroeste argentino (NOA) desarrollaron una
produccin metalrgica con particularidades propias en el mbito andino. Estas particularidades
se plasmaron no slo en las caractersticas formales y decorativas de los bienes de metal sino
tambin en las innovaciones tcnicas ideadas para su produccin. En este sentido, cabe subrayar
que la trayectoria de la tecnologa tom un curso independiente a los tradicionalmente considera-
dos centros de invencin de los Andes (cf. West 1994:7; Gonzlez, L. 1999, 2001a). No obstante,
como en el resto del espacio andino, en el NOA hubo una predileccin por el trabajo del cobre y
sus aleaciones. Los datos arqueolgicos muestran un temprano uso de la aleacin de cobre y
arsnico en el rea centro-oriental de la provincia de Catamarca, hacia el 200-400 DC. La misma
rea, por lo menos entre el 500 y 700 DC, fue el escenario para la puesta a punto de la aleacin de
cobre con estao (Gonzlez, L. 2001b, Cabanillas et al. 2002).
Con estos antecedentes, en algunas zonas de NOA se fue conformando una slida tradicin
de especialistas metalrgicos quienes, a partir del siglo X, pusieron de manifiesto una extraordi-
naria capacidad para controlar la compleja interaccin de las variables tecnolgicas, llegando a
producir en bronce estafero algunos de los objetos precolombinos ms voluminosos conocidos
en el rea surandina, como los discos y las campanas ovales decoradas con el clsico estilo
santamariano, entre los cuales se conocen ejemplares que superan los 3 kg de peso (Gonzlez, L.
1999). A comienzos del siglo XV la regin fue incorporada al imperio incaico. Los administradores
cuzqueos supieron aprovechar el entrenamiento y la destreza de los metalurgistas del NOA,
amplificando la escala de produccin de los bienes de metal. Para ello fueron introducidas algunas
modificaciones en la organizacin de la produccin, tales como el uso de los hornos de tiro natural
denominados huayra, optimizndose, adems, los circuitos logsticos de aprovisionamiento de
materias primas. Sin embargo, no se alteraron los procedimientos tcnicos de manufactura de
desarrollo local y, junto a los nuevos tipos de objetos de raigambre incaica, continuaron
producindose los materiales que ya contaban con reconocimiento cultural en la regin (Gonzlez,
L. 2002a).
Aunque el registro arqueolgico da cuenta de una gran variedad de herramientas de metal
(por ejemplo, cinceles, cuchillos y hachas), la metalurgia del NOA estuvo decididamente orientada
a la obtencin de objetos ornamentales, relacionados con la exhibicin de posiciones de prestigio
en el seno de las sociedades y vinculados con ceremonias religiosas (Gonzlez, A. R. 1998:367;
Gonzlez y Pelez 1999). Sobre el particular, debe tenerse en cuenta que el aumento de la escala
de produccin metalrgica y de la sofisticacin tcnica aplicada que se registra en los momentos
prehispnicos tardos estuvieron enraizados en los procesos de complejizacin social, con la
integracin de unidades polticas de considerable extensin territorial y demogrfica, el surgimiento
de liderazgos institucionalizados y el paulatino fortalecimiento de desigualdades intrasocietales en
trminos de acceso a poder y recursos. En esta dinmica, se ha propuesto que las elites polticas
habran auspiciado la produccin de bienes de metal a travs de mano de obra especializada para
controlar, mediante su distribucin pautada, la asignacin social de status diferenciales y reprodu-
cir, en un material significante, componentes de la ideologa dominante, con el fin de poner a
resguardo sus intereses sectoriales (Tarrag y Gonzlez 1996).
Como se dijera, el nfasis metalrgico en el NOA estuvo centrado en el trabajo del cobre y
sus aleaciones. No obstante, las investigaciones arqueolgicas han permitido registrar cierto
nmero de objetos realizados en oro. Es muy probable que este nmero haya sido, originariamente,
mucho mayor y que se viera disminuido por el constante saqueo del patrimonio indgena iniciado
en pocas coloniales y que contina en nuestros das (vase Uriondo y Rivadeneira 1958:5). En tal
sentido, el objetivo de esta presentacin es, en primer lugar, repasar brevemente el registro de
materiales de oro del NOA prehispnico y, en segundo trmino, dar a conocer los resultados de los
estudios de laboratorio realizados sobre dos objetos de singulares caractersticas que integraron el
77
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
contexto arqueolgico de la Casa Morada de La Paya, en el valle Calchaqu, provincia de Salta. La
informacin obtenida se juzga de relevancia considerando la escasez de anlisis publicados sobre
materiales similares procedentes de la regin. Pero, asimismo, tal informacin puede adquirir
mayor inters si se toman en cuenta tanto la singularidad formal de las piezas como el contexto
arqueolgico del que formaron parte.
Cabe sealar que, por lo general, los pocos estudios tcnicos de materiales de oro que se
conocen se centraron en determinaciones de composicin. Por otra parte, el hecho que en el NOA
los objetos de oro fueran manufacturados a partir de lminas martilladas, parece haber condicio-
nado a los autores a considerar a la metalurgia del oro como una tecnologa simple que no la haca
merecedora de mayores consideraciones. De todas formas y como ocurri con la mayora de los
acercamientos arqueometalrgicos en la regin, hubo contados intentos de evaluar los datos
tcnicos en conjunto con los antropolgicos, tratndose a la tecnologa como un fenmeno ajeno
a la cultura (Gonzlez, L. 2002a).
EL ORO EN LOS ANDES
Sabido es que una de las principales motivaciones que impulsaron la conquista de Amrica
fue la de apropiarse de sus riquezas, en particular de los metales preciosos (vase Plazas y Falchetti
1978; Bray 1985:76). La obsesin por el oro inspir anotaciones de los cronistas europeos, a travs
de las cuales podemos conocer algunos detalles del uso que las sociedades andinas le daban al
dorado metal y de los modos en que lo producan. Por ejemplo, la conquista del Cuzco dio ocasin
para que varios observadores describieran, con admiracin, la lujosa ornamentacin con que haba
sido dotada la plaza central del imperio incaico, el Coricancha y los edificios sagrados que la
rodeaban. En el Coricancha, inaugurado por el noveno soberano de la dinasta, Pachacuti, la
veneracin principal se diriga a una imagen del dios Sol, conocida como Punchao. Segn se
cuenta, esta estatua, enfrentada al sol naciente, reflejaba el primer rayo del astro con tal claridad
que pareca el sol mismo (Berthelot 1986:80). Esta imagen slo pudo ser registrada en 1572, tras
la captura de Tupac Amaru. El cronista Antonio de Vega, en 1950, la describi como una estatua
antropomorfa vaciada en oro y con atributos y vestiduras en el mismo metal. En una caja que se
colocaba en el interior del cuerpo se guardaban las cenizas de los soberanos incas muertos (Prez
Golln 1986:68-69).
Para las sociedades andinas, el oro tuvo un desempeo primordial en el campo simblico, en
el cual sus caractersticas fsicas se utilizaron tanto para materializar aspectos fundantes de la
cosmovisin como para apuntalar ideolgicamente la hegemona de las elites polticas. En la
edificacin del estado incaico la religin fue utilizada como una herramienta de integracin poltica
y legitimadora de las nuevas relaciones sociales (Patterson 1992). Pero la estructura religiosa
oficial, a pesar del renovado nfasis otorgado al culto al sol, fue cimentada sobre un sistema de
creencias pan-andino vigente desde varios siglos antes (Prez Golln 1986; Gonzlez, A. R. 1983).
El estado se encontraba bajo la proteccin de Inti, representado por el sol bajo una gama de aspectos
diferentes (Conrad y Demarest 1988:107-109) pero se reconoca un panten sagrado compartido
por una serie de entidades, como Illapa, el seor de los fenmenos meteorolgicos. Otras respetadas
potencias sobrenaturales eran los ancestros, que actuaban tanto como legitimadores mticos de la
tenencia del territorio como en el papel de benefactores de los emprendimientos de los mortales.
Recurdese, al respecto, que la estatua de oro del Punchao, adems de representar una de los
aspectos del culto solar (el Sol Naciente), era el reservorio de las cenizas de los ancestros del Inca
gobernante.
En este esquema, la dinasta incaica se deca descendiente del sol y, por tanto, la adoracin
al astro era, al mismo tiempo, el reconocimiento de la autoridad del soberano. El oro (el sudor del
sol) y la plata (las lgrimas de la luna) representaban la fecundidad csmica y eran materiales de
78
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
uso limitado a los grupos sociales vinculados con las divinidades celestiales, vale decir, la familia
imperial y los sacerdotes (Platt 1988:422). En los mitos fundacionales del estado incaico, los
metales preciosos aparecen en primer plano. Por ejemplo, los cronistas Arriaga, en 1621, y
Calancha, en 1638, divulgaron la saga que expresaba que el Sol envi a la tierra tres huevos: uno
de oro, de donde surgieron los kuraca y la nobleza; otro de plata, que dio lugar a sus mujeres; y el
restante de cobre, que origin a la gente del comn (Gentile Lafaille 1999:82). No parece necesario
puntualizar que esta jerarquizacin de los metales constitua una metfora de las desigualdades
sociales institucionalizadas en el imperio.
El concepto de huaca como cosa o lugar sagrado adquira especial significacin cuando se
aplicaba a una montaa (por lo general, considerada como residencia de los antepasados de la
comunidad o de las deidades que controlaban la fertilidad de la naturaleza) que albergaba depsitos
minerales o tesoros. De hecho, a partir de la colonizacin europea el trmino huaca se convirti
en sinnimo de tesoro escondido, de donde deriva el nombre de huaquero para aquel que los
saquea (Salazar Soler 1997:247). De acuerdo a antiguas creencias, se consideraba que los metales
eran un producto de la tierra, donde crecan y se desarrollaban como los seres vivos (Berthelot
1986:82). Las minas de oro constituan huaca de extremo poder y objeto de especial veneracin.
El cronista Cristbal de Molina escribi en 1533:
La orden por donde fundaban sus huacas...era porque decan que a todas criaba el sol...y al
oro asimismo decan que era lgrimas que el sol lloraba y as cuando hallaban un grano grande
de oro en las minas, sacrificbanle y henchanlo de sangre y ponindolo en su adoratorio,
decan que estando all aquella huaca o lgrima del sol, todo el oro de la tierra se vena a juntar
con l (en Girault 1988:41).
LA EXPLOTACION DEL ORO EN EPOCAS PREHISPANICAS
Las diferentes formas de presentacin del oro en la naturaleza condicionaron los procedi-
mientos aplicados por los metalurgistas prehispnicos, tanto para obtener el metal como para la
manufactura de los objetos. Cobo escriba al respecto:
De dos maneras se halla el oro: uno puro y perfecto, que no tiene necesidad de fundirse ni
de beneficiarse con fuego ni con azogue, y otro en vetas...arraigado e incorporado en piedra.
Del primero hay dos diferencias: uno muy menudo como limaduras de metal o como menuda
arena, que llaman oro en polvo y oro volador, y otro en pedazos o granos, que llaman
pepitas...El oro de las minas nunca se halla en ellas puro...sino penetrado e incorporado en las
piedras, sin que se pueda sacar de ellas sino despus de molidas y hechas harina...Las minas
de oro puro en polvo y pepitas se llaman lavaderos... (Cobo 1890:296-298).
Los cronistas nos legaron algunas noticias de los procedimientos empleados por los indgenas
para beneficiar el oro, aunque no siempre queda en claro el alcance de las modificaciones tcnicas
introducidas a partir de la conquista. Cobo (1890:295-300) describi las variantes en que el oro se
presenta en la naturaleza, (en piedra y en placeres), afirmando que los indgenas recuperaban el
metal exclusivamente en lavaderos, ya que nunca supieron beneficiar las minas en que se halla
en piedra. Tambin Easby (1956:25) se inclin por considerar que los indgenas no fueron capaces
de explotar minas aurferas y que recogan pepitas de los aluviones. Sobre esta forma de trabajo,
una de las menciones m*s conocidas es la de Vasco Nez de Balboa, de 1513: ...esperan que
crezcan los ros de las quebradas y desque pasan las crecientes quedan secos, y queda el oro
descubierto de los que roba de las barrancas y trae de la sierra en muy gordos granos (en Plazas
y Falchetti 1978:14).
79
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
No obstante, algunos autores han hecho referencias a antiguos socavones en minas de oro que
sugeriran que los indgenas tambin beneficiaban el metal en piedra (por ejemplo, Petersen
1970:44-45). Esto no debera resultar extrao, toda vez que se cuenta con evidencias arqueolgicas
que indican que los mineros nativos solan horadar galeras ms o menos extensas para extraer los
minerales metalferos. Entre los casos ms famosos, se encuentra el del minero momificado que
fuera recuperado, junto con sus herramientas, en Chuquicamata, norte de Chile, donde encontr la
muerte al derrumbarse la galera en la que trabajaba extrayendo mineral de cobre (Bird 1978). Un
poco ms al norte, en Huantajaya, en una antigua mina de plata fueron descubiertos los esqueletos
de dos mineros indgenas, acompaados por martillos de piedra (Brown y Craig 1994). Para el
NOA tenemos algunas evidencias arqueolgicas indirectas de la explotacin de oro de veta.
Durante las excavaciones en el taller metalrgico del Sitio 15 de Rincn Chico, en la provincia de
Catamarca, el cual oper entre los siglos X y XVI, entre los restos de minerales registrados durante
las excavaciones se identific un fragmento de cuarzo aurfero con fracturas correspondientes al
arranque de un filn (Gonzlez, L. 2001c).
Para el laminado del oro, los artesanos disponan de herramientas especializadas. De acuerdo
al Inca Garcilaso, quien escriba a principios del siglo XVII:
...ellos usaron unas piedras muy duras de color entre verde y amarillo...aplanaron y alisaron
una contra otra y las tenan en gran estima por ser muy raras. No hicieron martillos con mangos
de madera...estos instrumentos tenan la forma de dados con las aristas redondeadas, algunos
eran grandes lo justo para ser cogidos con la mano, otros medianos y otros pequeos y otros
alargados de tal manera que se pudieran martillar las zonas cncavas. Ellos sostenan estos
martillos en sus manos como si fueran guijarros... (en Carcedo Muro 1992:286).
Las investigaciones arqueolgicas han permitido identificar herramientas similares a las
descriptas en las crnicas. Grossman (1978) inform sobre hallazgos en Waywakas, Per,
consistentes en nueve escamas de oro finamente martilladas, acompaadas por un juego de
herramientas contenidas en dos tazones de piedra. Las herramientas, tambin de piedra, consistan
en tres martillos cilndricos y un yunque. Estos hallazgos, datados en el 1500 AC, son las evidencias
de trabajo de oro ms antiguas de la regin andina. Tambin Lohtrop (1955) y Carcedo de Mufarech
(1998) describieron diversos tiles de piedra vinculados con el trabajo de los orfebres prehispnicos.
En el ya mencionado taller metalrgico del Sitio 15 de Rincn Chico fueron recuperados una gran
cantidad de instrumentos de piedra especializados, de diversas formas y tamaos y con intensas
huellas de uso, relacionados con la manufactura y terminacin de objetos de oro, cobre y bronce
(Gonzlez; L. 2001c).
EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO
Tal como se dijera en pginas previas, los registros y estudios de los materiales de oro
producidos por las sociedades indgenas que poblaron el NOA no fueron abundantes a lo largo de
la historia de la arqueologa argentina. Para esta situacin se confabularon varias circunstancias.
Por un lado, el nmero de piezas recuperadas es bastante menor en comparacin con el de objetos
manufacturados en cobre y bronce. Por otra parte, una gran cantidad de las piezas que se conocen
provienen de colecciones privadas y carecen de informacin respecto del contexto de hallazgo, lo
que dificulta determinar cuestiones de inters arquelogico bsicas, como, por ejemplo, asignacio-
nes temporales y culturales. De igual modo, la mayora de los autores que hicieron mencin sobre
este tipo de materiales parecen haber asumido que la manufactura de los objetos de oro constituy
una metalurgia primitiva limitada al martillado y repujado. Un ejemplo de lo expresado lo
podemos encontrar en el trabajo de Uriondo y Rivadeneira (1958), quienes se ocuparon de una
80
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
coleccin de 69 piezas de oro y plata pertenecientes a la Universidad Nacional de Tucumn, la
mayora de ellas adquiridas a un particular. Las limitaciones de la informacin disponible para cada
pieza les impidi a los autores ir ms all de una descripcin, consignar su probable procedencia
e intentar, en algunas ocasiones, comparaciones formales con otros objetos conocidos.
La exhaustiva revisin de Alberto Rex Gonzlez (1979), en la cual la trayectoria de la
metalurgia fue insertada en los procesos socioculturales de la regin, mantiene actualidad. Una de
las virtudes de la obra de este investigador es que la informacin utilizada para fundamentar su
propuesta fue la surgida tanto de trabajos arqueolgicos como de anlisis contextuales de
colecciones, a partir de lo cual el confuso inventario de objetos de metal recuperados hasta ese
momento pudo ordenarse en el esquema histrico vigente para la regin. Para sta presentacin
retomaremos parte de dicha obra, concentrndonos en los materiales de oro e introduciendo,
cuando corresponda, algunos datos surgidos de las investigaciones de los ltimos aos.
Para los momentos Formativos (ca. 1000 AC-400 DC), los registros incluyen menos de 20
objetos de oro, todo ellos adornos realizados sobre lminas, en algunos casos con trabajo de
repujado. En la provincia de Catamarca, adems de fragmentos de piezas mayores, brazaletes y
aros, se conocen, de contextos correspondientes a la entidad sociocultural Condorhuasi, placas de
contorno oval y provistas, por lo general, de una perforacin central cruciforme. Algunas de estas
placas muestran repujado de motivos zoo y antropomorfos. En asociacin con materiales Cinaga,
en la misma provincia, fueron recuperadas piezas similares, una de ellas un pectoral con el contorno
de un pjaro con las alas desplegadas (Gonzlez, A. R. 1979:94-95). En Las Pirguas, provincia de
Salta, fue registrado otro pectoral, en este caso de contorno oval y con una cruz maltesa repujada
en el centro, asignada a la entidad cultural Candelaria. En un enterratorio de Tebenquiche, regin
punea, Krapovickas (1955:55) recobr un pectoral de oro, recortado en una lmina de 1 mm de
espesor. El objeto, de forma semilunar, con un apndice trapezoidal en su centro, fue decorado por
repujado y recortes en sectores del borde. Exhiba una altura de 143 mm de alto, un ancho de 170
mm y contaba con cuatro orificios que habran estado destinados a coser la pieza a alguna
vestimenta (Fig. 1).
Figura 1. Pectoral de oro de Tebenquiche (redibujado de Krapovickas 1955)
Se conocen slo dos anlisis de materiales de esta poca, uno de ellos con asignacin dudosa.
Fragmentos de lminas que pudieron haber formado parte de una mscara y procedentes de un
enterratorio Condorhuasi del valle de Hualfin, fueron analizados por Fester y Retamar (1956:161),
informando que el material contena oro (29.08 %), plata (61.53 %), cobre (2.36 %) y cinc (0.98
%). Otra pieza, de 6 cm de largo y perteneciente a una coleccin privada de Santa Mara, Catamarca,
probablemente corresponda a contextos Condorhuasi o Cinaga. Se trata de una figura antropomorfa
81
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
con detalles anatmicos sealados por repujado. La composicin detectada fue 29.37 % de plata
y 79.62 % de oro (Gonzlez, L. 2001c).
Durante el denominado Perodo de Integracin (ca. 400-900 DC), los artesanos de la entidad
sociocultural Aguada, al calor de las profundas transformaciones sociales y polticas por las que
atravesaron las comunidades, desarrollaron una singular habilidad para la manufactura de bienes
de prestigio (Gonzlez, A. R. 1998:99). Entre los objetos de metal sobresalen las placas de bronce
obtenidas por cera perdida (Gonzlez, L. 2001b; Cabanillas et al. 2002) y hasta nuestros das slo
fueron registradas dos piezas de oro. Una de ellas era una mascarilla (Gonzlez, A. R. 1998:150)
que adoptaba una forma de X, cruzada por una barra transversal. Cada una de las ramas terminaba
en una cabeza zoomorfa, de llama o de felino (Fig. 2). Fue recuperada en Quixca Utula, al noroeste
de Quilmes, provincia de Tucumn. La pieza meda 29 cm de ancho, 20 de alto y pesaba 100 g. El
objeto restante provena del valle de Catamarca y era una banda frontal, con dos plumas
sobresalientes a partir de su centro (Fig. 3). Las bandas llevaban repujadas un rostro humano y, en
los extremos, cabezas zoomorfas, de llamas o felinos (Gonzlez, A. R. 1998).
Para el norte de la regin valliserrana, en la Quebrada de Humahuaca, la asignacin a sta
poca de algunas piezas de oro conocidas es tentativa, tal como ocurre con un conjunto de lminas
repujadas en forma de mscaras (Gonzlez, A. R. 1979:105). De los contextos funerarios de La Isla
de Tilcara, la denominada tumba N 11 contena un interesante ajuar que fue interpretado como
correspondiente a un metalurgista (Tarrag 1994). En lo que interesa a esta comunicacin, este
ajuar inclua una lmina de oro en forma de cinta, de 55 cm de largo y que, probablemente, fue
Figura 2. Mascarilla de Quixca Utula (redibujado de A. Gonzlez 1998)
Figura 3. Diadema del valle de Catamarca (redibujado de A. Gonzlez 1998)
82
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
utilizada como vincha. Adems, se recuperaron seis campanillas de oro laminado, dos chapas
recortadas en forma de llama, varias plaquitas con agujeros como para ser cosidas a vestiduras y
fragmentos de oro que pudieron haber formado parte de brazaletes. Resulta pertinente mencionar
los hallazgos que tuvieron lugar en el rea del ro Doncellas, provincia de Jujuy (Rolandi de Perrot
1974). En un enterratorio se recuper una vasija en cuyo interior se encontraron dos vasos metlicos
realizados en una aleacin en la que predominaba la plata, con 10 % de oro y 1 % de cobre. Los
vasos tenan una altura de poco ms de 10 cm y forma de timbal, con base plana, zona central
estrechada y bordes evertidos. En la parte anterior presentaban como decoracin un rostro y en la
posterior un tocado y fueron manufacturados por la tcnica de martillado y repujado (Rolandi de
Perrot 1974:155). Adems, se recobraron un brazalete y tres colgantes. En el primer caso se
inform que se trataba de una aleacin de cobre y cinc (Rolandi de Perrot 1974:158) y, en cuanto
a los colgantes, eran discoidales y realizados en plata. Un vaso similar a los de Doncellas fue
recuperado en el Pucar de Volcn (Gatto 1946). Todos ellos son considerados, por su morfologa
y decoracin, materiales correspondientes a Tiahuanaco IV o Clsico y habran llegado al NOA por
importacin (Gonzlez, A. R. 1992:196).
A partir del perodo de Desarrollos Regionales (ca. 900-1400 DC), el registro de materiales
de oro se hace an ms escaso, situacin llamativa considerando el aumento general en la escala
de produccin de bienes de metal. Para la regin de la Quebrada de Humahuaca se conocen algunos
adornos discoidales, emparentados con los famosos discos de bronce de esta poca pero manufac-
turados con tcnicas muy diferentes (Gonzlez, A. R. 1992). Durante prospecciones realizadas en
la zona del Bolsn de Andalgal, provincia de Catamarca, Berberin (1969) registr en enterratorios
algunos adornos de oro laminado, consistentes en pequeos discos en forma de estrellas de 8
puntas, aretes y brazaletes. De acuerdo al investigador, estos enterratorios se ubicaran
cronolgicamente dentro del lapso 1300-1480 AD (Berberin 1969:37). Una pieza procedente de
Santa Mara, sobre la que no se conocen condiciones de hallazgo, podra corresponder a este
momento. Se trataba de una plaquita de 5 cm de alto, con una representacin antropomorfa. El
cuerpo y las extremidades fueron slo esbozados, como si la figura vistiera una camiseta o uncu.
La cabeza presentaba mayores detalles y mostraba similitudes con el motivo decorativo caracte-
rstico de los discos antes mencionados. El anlisis del material indic un contenido de 68.71 %
de oro y 24.66 % de plata, siendo el resto elementos minoritarios (Gonzlez, L. 2001c). Entre los
materiales recuperados en los enterratorios de Manuel Elordi, provincia de Salta, fue registrada una
figura de llama recortada en una lmina, habindose propuesto que este y otros objetos de metal
llegaron a la zona trasladados desde centros manufactureros situados al occidente del rea (Ventura
1985:19). La figura, con un largo y alto de unos 4 cm y un peso de 1.7 g, mostr una composicin
de 87 % de oro, 10 % de plata y 3 % de cobre (Palacios y Rodrguez 1985:87)
Una de las actividades productivas incentivadas por el estado incaico cuando, a comienzos
del siglo XV, incorpor el NOA al Tawantinsuyu, fue la metalurgia. Al parecer, una gran parte de
los metales preciosos obtenidos eran exportados rumbo al Cuzco, teniendo en cuenta que ellos eran
propiedad natural del Inca. Se conoce documentacin etnohistrica que da cuenta de la existencia
de una organizacin formalizada para este traslado. En 1587, el entonces gobernador del Tucumn,
Juan Ramrez de Velazco, escribi que, durante el pasaje de Diego de Almagro por la regin, medio
siglo antes, se haba constatado el envo de tributos de oro y plata hacia el centro del imperio y Que
el oro lo llevaban en tejuelos marcados con la marca del inga y cada tejuelo pesaba sesenta y dos
pesos de oro (en Montes 1959:88-89). Las investigaciones arqueolgicas realizadas en contextos
de produccin de metales implicados en la dominacin incaica han proporcionado evidencias de
la produccin de lingotes, como, por ejemplo, en Potrero de Payogasta, provincia de Salta (Earle
1994) y en el ya mencionado sitio 15 de Rincn Chico (Gonzlez, L. 2001c).
Tal vez las estatuillas zoomorfas y antropomorfas recuperadas en los llamados santuarios de
alta montaa sean las piezas ms famosas para esta poca en el NOA. El ms reciente descubrimien-
to tuvo lugar en el cerro Llullayllaco, provincia de Salta, donde tres momias estaban acompaa-
83
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
das por ms de un centenar de objetos suntuarios (Reinhard y Ceruti 2000). Entre ellos se
computaron 7 estatuillas antropomorfas y 2 zoomorfas realizadas en oro, adems de un brazalete
del mismo material. En el Cerro Aconcagua, provincia de Mendoza, el variado ajuar que fue
registrado junto con el cuerpo de un nio de entre 9 y 12 aos de edad, momificado por el fro,
inclua dos estatuillas metlicas antropomorfas masculinas vestidas (Schobinger 2001). Los
estudios tcnicos realizados sobre estas piezas mostraron que una de ellas, hueca y con un peso de
8.58 g, fue conformada uniendo 9 o 10 hojas previamente martilladas. Se inform que la
composicin del material era 77 % de oro, 21.4 % de plata y 1.6 % de cobre. La restante miniatura,
slida, con similar altura que la primera (52 mm) y un peso de 30.8 g, estaba hecha con 94.9 % de
plata, 2.7 % de cobre y 1.6 % de oro (Brcena 2001:289-294). No obstante, corresponde sealar
que, segn se ha propuesto de acuerdo a los procedimientos empleados en la manufactura de estas
y otras miniaturas similares, este tipo de piezas habran sido producidas fuera del NOA, en talleres
especializados ubicados en el centro del imperio (Gonzlez, L. et al. 2001).
Un hallazgo de interesantes caractersticas, que tuvo lugar en Salinas Grandes, en la puna
jujea, fue reportado por Boman (1918). All se recuper el cuerpo desecado de un nio de 6 o 7
aos de edad, quien haba muerto estrangulado con una cinta de tela. Adems de fragmentos de
tejidos, un cetro de hueso de ciervo, una pulsera de cobre y dos anillos del mismo material, el
cuerpo estaba acompaado por una diadema de oro formada por una banda horizontal de 12 cm de
ancho y dos apndices verticales, de 9 cm de alto, con figuras humanas esquemticas recortadas
y provistas de lo que pueden representar penachos de plumas. Dos agujeros en la banda frontal
sugieren que la pieza pudo estar cosida a una vincha (Fig. 4). Lamentablemente, como en otras
ocasiones, la recuperacin de los restos careci de control cientfico y la alfarera asociada se
perdi. No obstante, puede proponerse que el hallazgo se emparenta con los sacrificios practicados
en las altas cumbres durante el momento de dominacin incaica en el NOA (cf. Gonzlez, A. R.
1979:100). Es de relevancia hacer notar que la parte superior de los apndices verticales de la
diadema es muy similar al adorno ceflico de metal que presentaba uno de los cuerpos recuperados
en el Llullayllaco (vase Reinhard y Ceruti 2000:73 y foto 25; Reinhard 1999:42).
Figura 4. Diadema de Salinas Grandes (redibujado de Boman 1918)
84
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
LOS HALLAZGOS EN LA CASA MORADA DE LA PAYA
Las piezas de oro que a continuacin son tratadas se encuentran entre las que acreditan una
mayor confiabilidad en su asignacin a la poca imperial, considerando los hallazgos en el NOA.
Proceden de la Casa Morada de La Paya, provincia de Salta (Fig. 5) y fueron adquiridas, en un lote
de varios materiales, por Juan B. Ambrosetti en 1902. Se trata de dos adornos ceflicos, una
diadema y un par de lminas unidas que semejan plumas. Integran las colecciones del Museo
Etnogrfico, en donde se encuentran depositadas bajo los nmeros de registro 40229 y 40510,
respectivamente.
Las condiciones de hallazgo de estos materiales presentan aristas algo novelescas y vale la
pena detenerse brevemente en ellas. Ambrosetti compr, para el entonces Museo Nacional de
Buenos Aires, un conjunto de piezas arqueolgicas a un par de saqueadores salteos, quienes le
aseguraron que ellas provenan de un sepulcro. En el artculo publicado en el cual se dieron a
conocer estas piezas, Ambrosetti (1902) consign a las dos que hemos estudiado, brindando
descripciones muy completas. En primer lugar, se refiri a una:
Figura 5. Ubicacin del asentamiento de La Paya
85
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
diadema laminar...provista de cuatro agujeritos...con dos prolongaciones en su parte
superior...Tanto las prolongaciones como los extremos de esta lmina rematan en forma
semilunar. Dentro de cada una de ellas y en trabajo de repujado, se ve una cara humana
formada por dos lneas: una recta, la frente, que se une a otra curva, el valo de la cara. De
la frente, como en casi todas estas representaciones calchaques de la cara humana, arranca
una recta vertical, la nariz, que muestra como particularidad, en este caso bastante raro, otra
pequea horizontal en su estremidad (sic)...La media luna tiene dos series de puntos: una
superior que pasa sobre la frente de las caras; y otra inferior, que se interrumpe, para seguir
dentro del valo y formar la indicacin de la boca, cambiando su direccin. Curioso es que
las bocas, de las dos caras de los extremos, estn formadas por cinco puntos cada una, y las
de las prolongaciones superiores, slo de cuatro (Ambrosetti 1902:120-122).
El restante objeto de oro a que hacemos referencia (curioso e interesante), se trataba de:
una lmina de oro, larga y dividida, casi en toda su extensin longitudinal, en dos partes
angostas que rematan , en su parte inferior, en un solo cuerpo, que termina en una punta larga
y muy delgada. En el arranque de esta ltima hay un agujero pequeo...Las dos puntas que
resultan en su parte superior, terminan recortadas de tal modo que con la ayuda de tres crculos
repujados y colocados en tringulos, le dan el aspecto de dos cabezas de serpiente.
(Ambrosetti 1902:121-122).
Algn tiempo despus, Eric Boman, en su voluminosa y reconocida obra, dedic un captulo
a otro lote de objetos procedentes de La Paya y encontr espacio para referirse al artculo de
Ambrosetti. Asegur Boman (1908:215) que, en aquel ao de 1902, durante un viaje en tren, dos
personas de dudosos antecedentes intentaron venderle a un prix exorbitant la coleccin luego
adquirida y descripta por Ambrosetti. Aos ms tarde, durante su ltima estada en Salta, Boman tuvo
la fortuna de dar con un funcionario provincial de Cachi, a quien el sueco le compr un segundo lote
de objetos de La Paya. Este hombre conoca aquella primera coleccin de objetos que le haban
ofertado (y que haba terminado comprando Ambrosetti), en razn que haba trabajado con otro
huaquero (el vendedor inicial), saqueando las piezas que terminaron conformando los dos conjuntos
de materiales. Con poco disimulada acidez, Boman consign que las referencias que su informante
le dio acerca de la procedencia de la primera coleccin diferan de lo publicado por Ambrosetti. Segn
Boman dej entender, mientras Ambrosetti haba sido engaado, su proveedor era un sujeto
confiable: M. Delgado ma paru un homme srieux. Y, sobre las informaciones que este sujeto le
proporcion, expres: je nai donc aucun doute sour leur veracit (Boman 1908:216).
Siguiendo los dichos de monsieur Delgado, Boman afirm que el sepulcro mencionado por
Ambrosetti nunca existi. Las piezas que integraron las dos colecciones fueron recuperadas en una
estructura pircada con particulares caractersticas constructivas que se encontraba dentro del
asentamiento de La Paya y que actualmente es conocida como Casa Morada. Boman present un
esquema de su planta, un tanto errneo, realizado a partir de un croquis que le entreg su proveedor
(Fig. 6). Segn este, la primera coleccin de objetos se encontr en el rincn sudoeste de la
construccin, mientras que la segunda excavacin, la de Delgado, tuvo lugar en el rea central
(Boman 1908:217-218). A los fines del presente artculo, es pertinente indicar que en el lote de
materiales adquirido por Boman figuraba un adorno del tipo plumas, muy similar a nuestra pieza
N 40510. De acuerdo a los anlisis que hiciera practicar Boman (1908:869-875), el material del
adorno se compona de 53.95 % de oro, 44.80 % de plata y 0.48 % de cobre.
Alberto Rex Gonzlez y Po Pablo Daz, en un meticuloso trabajo (1992), detallaron las
intervenciones que tuvieron lugar en la Casa Morada a lo largo de la historia de la arqueologa
argentina, destacando que el sitio, ms que un mbito para investigaciones sistemticas, parece
haber sido un divertido coto de caza para los excavadores clandestinos. De hecho, el primer plano
86
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
completo de la construccin y de sus adyacencias fue realizado por estos autores (Fig. 7), quienes,
adems y superando los destrozos provocados por aos de vandalismo, produjeron una cantidad
de datos de utilidad para comprender con mayor precisin la articulacin del estado incaico con las
sociedades locales del NOA. Entre otras cuestiones, a partir de la limpieza de la construccin,
pudieron confirmar la inexistencia de un sepulcro en su interior, como le haban asegurado a
Ambrosetti en 1902 (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:20). Segn interpretaron estos autores, Todo
induce a pensar que los objetos arqueolgicos fueron enterrados en escondrijo o cache a fin de
ocultarlos (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:44).
Por otra parte, realizaron un completo inventario de los materiales que habran sido
recuperados en la Casa Morada a lo largo de los aos, computando tambin los resultantes de sus
propias investigaciones. En este inventario figuran 10 objetos de oro (incluyendo los dos
Figura 6. Croquis de la Casa Morada (redibujado de Boman 1908)
Figura 7. Plano parcial del sector de la Casa Morada (tomado de A. Gonzlez y Daz 1992)
87
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
analizados por nosotros), uno de plata y ms de 20 de bronce, adems de objetos de piedra, madera,
concha, hueso y alfarera (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:31-36). En este ltimo rubro, en el interior
de la construccin se habra recuperado un total de 51 piezas enteras de cermica, cantidad que,
como sealan estos investigadores, resulta sospechosamente alta. De este total, slo 2 correspon-
den al estilo santamariano, es decir, de origen puramente local. Otra docena consiste en vajilla
domstica y 1 pieza es de un tipo temprano, probablemente agregada al lote vendido a Boman. Las
36 piezas restantes son de vajilla fina de origen incaico provincial y una nica pieza de origen
cuzqueo (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:45). Estos porcentajes se repiten en los 945 fragmentos
recuperados durante las tareas de limpieza, con el agregado de 12 tiestos correspondientes al tipo
Yocavil Polcromo. En su conjunto, las evidencias muebles as como las arquitectnicas no dejan
lugar a dudas sobre la adscripcin incaica del sitio1.
DESCRIPCION, COMPOSICION Y MANUFACTURA DE LOS OBJETOS ESTUDIADOS
Diadema 40229
Complementando la descripcin efectuada por Ambrosetti, corresponde indicar que la banda
horizontal de la pieza tiene un largo mximo de 265 mm y un ancho, en su parte central, de 49 mm.
La altura mxima, incluyendo los dos apndices verticales, es de 123 mm (Fig. 8). Se trata de una
delgada chapa metlica que ha sido manufacturada por martillado y posterior recorte del permetro.
Este recorte fue efectuado con mucha precisin y firmeza. Se advierten en los bordes algunos
dobleces, fisuras e incluso prdidas de material en tres de los cuatro extremos semilunares. La
mayor parte de estos daos, probablemente, estn relacionados con el manipuleo de la pieza a
posteriori de ser exhumada. En algunos puntos de la superficie son visibles pequeas manchas
verdosas que corresponden a la meteorizacin del cobre contenido en el material.
Bajo la lupa binocular y el microscopio electrnico de barrido pudieron observarse suaves
marcas de percusin, con tendencia a una seccin oval y con lmites esfumados. Al respecto, se
estima que para el trabajo se utiliz una herramienta especializada, probablemente un instrumento
ltico con un intenso pulido en su cara de trabajo y que los golpes fueron aplicados apoyando la
Figura 8. Diadema 40229
88
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
chapa sobre una superficie relativamente elstica (madera?, cuero?). Las lneas y detalles de los
cuatro rostros dibujados en cada una de las medialunas extremas de la diadema (Fig. 9) se realizaron
por repujado, ejerciendo presin sobre una de las caras de la lmina con una herramienta de punta
roma y blanda (por ejemplo, un punzn de hueso). Los cuatro pequeos agujeros, probablemente
dispuestos para pasar un elemento de fijacin, fueron abiertos utilizando un instrumento diferente,
dotado de una punta aguda.
Figura 9. Detalle de uno de los rostros de la diadema
Adorno de plumas 40510
Como indicara Ambrosetti, se trata de dos lminas que se abren desde un comienzo comn
(Fig. 10). El ancho mximo de cada lmina es de 17 mm, mientras que el ancho de la pieza es de
55 mm. El largo mximo, incluyendo un fino apndice inferior, es de 283 mm. Las tcnicas de
conformado de la lmina y de los motivos parecen idnticas a los empleados en la diadema. Los
detalles decorativos incluidos por repujado y que se concentran en los extremos de las lminas (Fig.
11), son menos numerosos que los que se verifican en aquella pieza. Slo fueron sealados tres
pequeos anillos o crculos con el centro sin relieve, en los extremos de cada una de las plumas.
En el extremo de inicio de las plumas, se presenta un nico agujero de sujecin y, adems, un
delgado apndice, tal vez tambin vinculado con el sistema de fijacin en, por ejemplo, una vincha.
Las composiciones2 de los materiales detectadas son las siguientes:
Au Ag Cu Al Fe Ni Zn
Diadema 40229 74.9 - 12.2 1.33 5.3 2.5 3.7
Plumas 40510 92.0 4.9 3.0 - - - -
89
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
Figura 10. Adorno de plumas 40510
Figura 11. Detalle de la decoracin de las plumas
COMENTARIOS
Los resultados de los estudios tcnicos llevados a cabo nos permiten adelantar algunas
conclusiones acerca de la elaboracin de las piezas. En primer lugar, puede atenderse al
procesamiento al que habra sido sometida la materia prima utilizada. Como es sabido, el oro se
presenta en la naturaleza en filones o en placeres. Los placeres o lavaderos se forman a partir de
menas metlicas y no metlicas que son separadas de las rocas portadoras por fenmenos de
meteorizacin. Los detritus son llevados colina abajo por las corrientes fluviales, concentrndose
en determinados puntos de los cauces de acuerdo a la gravedad especfica y al tamao de los
fragmentos. El oro nativo, por su alto peso especfico (19.3) y su capacidad para aglomerarse
mecnicamente, es uno de los materiales ms adecuados para participar de este proceso. Pero,
adems, por su insolubilidad, tiende a permanecer inalterado en el depsito de concentracin. El
oro nativo siempre est aleado con otros metales pero las composiciones de la mena de veta y de
la de placer son diferentes. El oro aluvial suele contener de modo principal plata, adems de
90
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
elementos minoritarios como cobre y hierro (Healy 1979:11; Angelelli et al. 1983:24; Scott
1990:55; Mohen 1990:55; Craddock 1995:27; Seruya y Griffiths 1997:132). No obstante, es
esperable que la composicin del oro de placer muestre una marcada variabilidad, tanto de placer
en placer como en el mismo ro y sus tributarios (Root 1949). Esta variabilidad se relaciona, en gran
parte, con la distancia de transporte a que fue sometido el metal (Palacios y Rodrguez 1985:89-
91; Craddock 1995:111). En efecto, durante ese transporte una elevada proporcin de los
elementos aleantes se van perdiendo, aumentando, en consecuencia, la representacin del oro.
Las diferencias en la composicin de los objetos analizados han sido propuestas como
indicadores del tipo de menas beneficiadas, sea de filn o de placer y tambin del proceso
metalrgico empleado. Por ejemplo, Palacios y Rodrguez (1985:91) afirmaron que un contenido
de 3 % de cobre en la composicin de un objeto debe entenderse como una adicin intencional al
oro nativo, coincidiendo con lo expresado por Tylecote (1987:74). Mohen, por su parte (1990:56),
fij este porcentaje en 2%. Para otros autores, las aleaciones que contienen menos de 1 % de cobre
deben interpretarse como combinaciones naturales, mientras que para proporciones entre 1 y 3 %
no podra asegurarse que las aleaciones sean naturales o artificiales (Hall et al. 1998:548). A partir
de la composicin de un objeto terminado es difcil establecer si los metalurgistas se valieron de
oro primario o de placer. Se ha propuesto que indicadores ms o menos confiables pueden surgir
de la deteccin de inclusiones de elementos del grupo del platino, los que no aparecen en el oro
primario pero que, por ser muy pesados, pueden combinarse con el oro de placer (Tylecote
1987:82-83; Craddock 1995:111-113). De todas formas, a la hora de inferir las fuentes de
aprovisionamiento del metal, es necesario tener en cuenta que, si el oro ha sido fundido, la
composicin final del objeto puede guardar escasa relacin con los elementos presentes en la
materia prima (vase Tylecote 1970:22-23; Clayton 1974; Budd et al. 1996). An mayor
incertidumbre proviene de considerar que, en muchos casos, los materiales analizados pudieron
haber sido producto de la refundicin de otras piezas (vase, por ejemplo, Lahiri 1995).
En cuanto a las plumas 40510, la informacin obtenida es insuficiente como para afirmar que
la materia prima fue obtenida a partir de la fundicin de menas. La proporcin de cobre presente
en la aleacin (3 %) se ubica en el lmite establecido para considerar una adicin intencional del
elemento y no puede descartarse que el cobre se encontrara como impureza en la mena de origen.
Teniendo en cuenta las dimensiones de la pieza, an cabe la posibilidad que la lmina base haya
sido obtenida por trabajado mecnico de grnulos de oro aluvial. Vale la pena recordar que, como
se expresara en pginas anteriores, Boman (1908:869-875) inform del anlisis de una pieza
similar con la misma procedencia, en el cual se detect cobre en apenas un 0.48 %.
En el caso de la diadema, la situacin parece haber sido muy distinta. El alto contenido de
cobre, la ausencia de plata y la presencia de cinc y de nquel, sugieren que la lmina base fue
realizada a partir de metal fundido, con la incorporacin intencional de cobre. En este sentido, es
posible que el cinc y el nquel estuvieran presentes como impurezas en la mena cuprfera utilizada.
De todas formas, no puede dejarse de lado la posibilidad que la composicin final de la pieza, en
sus elementos minoritarios, resultara en gran parte de una contaminacin producida durante la
fusin en un crisol sucio. Al respecto, es pertinente mencionar que los estudios realizados sobre
materiales refractarios recuperados en el taller de Rincn Chico 15 indicaron que algunos de ellos
fueron utilizados en ms de una ocasin, para la reduccin de menas o la refinacin de metales. Los
anlisis practicados sobre las adherencias metlicas que presentaban algunos de estos refractarios
mostraron singulares composiciones, en las cuales la presencia mayoritaria de cobre iba acompa-
ada por dosis variables (pero significativas) de plata, oro, cinc, hierro y an estao. Segn fuera
interpretado, las composiciones de las muestras metlicas no respondan slo a las intenciones de
los metalurgistas (por ejemplo, obtener bronce estafero) sino tambin a la mezcla con elementos
remanentes de anteriores operaciones realizadas en los mismos crisoles (Gonzlez, L. 2001c).
Otra lnea a considerar para dar cuenta de la composicin de la diadema es tener presente la
posibilidad que el material de base fuera obtenido a partir de la refundicin de otras piezas. La
91
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
reutilizacin completa es una de las ventajas que, a diferencia de otros materiales utilizados en las
tecnologas prehispnicas, ofrecen los metales y resulta un comportamiento tcnico especialmente
adecuado para aplicar a los metales preciosos. La eventual vigencia de tal comportamiento en la
metalurgia prehispnica del NOA ha sido escasamente explorada y, consecuentemente, se carece
de evidencias definitivas al respecto (cf. Tarrag y Gonzlez 1998:191). Para el caso del sur del
valle de Yocavil se ha planteado que, hacia el momento de contacto con los europeos, los circuitos
logsticos de aprovisionamiento de menas metalferas fueron muy afectados y los talleres
metalrgicos indgenas que continuaron operando se habran visto obligados a utilizar metales
antiguos o en desuso como materia prima para sus actividades. Los anlisis realizados sobre objetos
de colecciones, procedentes de la regin y adscriptos por su estilo al perodo mencionado,
mostraron inusuales composiciones que fueron atribuidas a mezclas por refundicin de piezas
(Gonzlez, L. 2001c). En el caso de la Casa Morada, junto a los objetos de clara asignacin tarda,
Gonzlez y Daz (1992:38) contabilizaron algunas piezas de tiempos anteriores, entre ellas una
placa de oro...la que seguramente pertenece al Perodo Temprano y un vaso negro-gris...que
debe ubicarse en la cultura Kipn del N. del Valle Calchaqu. Estos autores sugirieron que ambas
piezas fueron incluidas en los lotes vendidos a Ambrosetti y a Boman por los huaqueros, a pesar
de que no provenan de la Casa Morada. Los autores expresaron que: No sera demasiado difcil
que la pieza de oro y la de alfarera hubiesen sido halladas juntas, en algn yacimiento arqueolgico
del valle; ya que no lejos de Cachi se hallaron dos cementerios que permitieron aislar e identificar
la cultura Kipn (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:38). La idea de estos autores es la ms razonable
para explicar la presencia de una placa de oro de pocas tempranas en el inventario de materiales
de la Casa Morada. Si se hubieran registrado evidencias de actividades metalrgicas en el lugar
podra plantearse la hiptesis que los metalurgistas tardos tenan en sus planes fundir la placa y
reutilizar el material. Pero, por ahora, slo es posible dejar subrayado que, as como actuaron los
huaqueros modernos, los artesanos indgenas tardos tambin pudieron haberse involucrado en el
reciclado de antiguos materiales para la obtencin de nuevos objetos de metal.
Las dos piezas estudiadas fueron logradas siguiendo la tradicin de manufactura de lminas
por martillado que parece haber imperado en el NOA desde momentos tempranos para la
produccin de objetos de oro. Mientras que con el bronce se privilegi la produccin de objetos
tridimensionales, utilizando en ocasiones complejos moldes de varias piezas o de cera perdida, para
las piezas de oro las formas bsicas se obtuvieron preparando delgadas hojas que luego seran
recortadas y repujadas. La situacin no deja de llamar la atencin y no respondera a factores de
mayor o menor dificultad tcnica. De hecho, el oro tiene un punto de fusin ms bajo y es ms
sencillo de colar que el cobre y sus aleaciones. Por otra parte, como es notorio en el caso de la
diadema, la preparacin de la lmina no siempre implic obviar un previo proceso de fundicin.
Sobre esta cuestin, puede plantearse que el modo de procesamiento de los metales preciosos a
partir de la preparacin de lminas constituye uno ms de los rasgos que caracterizan el estilo
tecnolgico de los metalurgistas del NOA (Gonzlez, L. 2002b). La aparente simplicidad de
manufactura de los objetos queda desmentida s, adems de algunos detalles ya apuntados, se tiene
presente la excelente terminacin de las lminas y la utilizacin de instrumentos especializados
para las operaciones de formatizacin e inscripcin de los motivos decorativos, en particular en el
caso de la diadema.
La informacin arqueolgica y etnohistrica relacionada con el uso de ornamentos similares
en la regin es sumamente escasa (vase, por ejemplo, Ambrosetti 1904:229; Boman 1908:141;
Quiroga 1929:265-267) pero permite proponer que formaban parte del repertorio de bienes con
fuerte carga simblica que materializaban tanto principios de la cosmovisin andina como
posiciones de prestigio en el seno de las comunidades. Aunque el anlisis de la iconografa
plasmada en las piezas estudiadas escapa a los propsitos de estas pginas, puede indicarse que las
plumas terminan con forma y repujado interpretables como cabezas de serpientes. A partir de
algunos cronistas tenemos informacin que los indgenas del NOA realizaban rituales en los que
92
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
participaban ciertas varillas emplumadas y relacionadas con el culto al rayo y al trueno (Gonzlez,
A. R. 1992:183). En la documentacin etnohistrica y etnogrfica de la regin andina pueden
rastrearse diversas referencias sobre las relaciones entre animales plumferos, los ancestros y las
potencias sobrenaturales que controlaban los fenmenos meteorolgicos (por ejemplo, Platt
1988:379, 413). Los santuarios en los altos picos andinos proporcionaron numerosas evidencias
que subrayan la importancia de los tocados plumarios en el ceremonialismo incaico (Dransart
2000) y algunos cronistas hicieron mencin del uso de adornos de esa clase entre la realeza
cuzquea. El motivo ofdico, recurrente en la iconografa del arte prehispnico tardo del NOA,
tambin habra estado vinculado con manifestaciones climticas, en particular los rayos (vase
Gade 1983; Girault 1988; Randall 1993; Gisbert 1997). El uso de adornos ceflicos de metal, a
modo de diademas, parece haber sido una prctica comn en las comunidades complejas del NOA,
probablemente limitada a ciertos individuos y a ciertos eventos sociales (Gonzlez, A. R. 1998; del
Techo 1897). En el caso de la diadema de La Paya, la iconografa repujada se integra al tema de
la cabeza cercenada, motivo clsico de la metalurgia prehispnica tarda de la regin, en
particular en las campanas ovales, placas y hachas decoradas (Gonzlez, A. R. 1983:268;
1992:184; Gonzlez, L. 1999; Gonzlez y Vargas 1999).
El contexto arqueolgico de la Casa Morada, de acuerdo a los registros realizados, no incluye
elementos vinculados con actividades de produccin metalrgica en el lugar, aunque algunos de
los materiales recuperados por Ambrosetti (1907) en las excavaciones de sepulcros de La Paya
estaran indicando que el asentamiento albergaba a artesanos del metal. Considerando la regin en
la cual La Paya se insert, los datos ms completos relacionados con actividades productivas, por
lo menos para los momentos de dominacin incaica, provienen de los trabajos realizados en Potrero
de Payogasta y Valdz. En Potrero, las excavaciones permitieron recuperar, entre otros materiales,
fragmentos de hojas de oro plegadas, mientras que en Valdz las evidencias sugirieron que las
principales tareas fueron la preparacin de lingotes de cobre (Earle 1994:452-456). Se ha propuesto
al respecto que el procesamiento de materiales de bajo valor, como el cobre, tuvo lugar en contextos
domsticos a cargo de metalurgistas locales y con relativamente poco control por parte de los
administradores estatales. En cambio, la elaboracin de bienes en metales preciosos, concretamen-
te de oro, se ejecut en talleres donde la produccin poda ser cuidadosamente controlada (Costin
1996:220). De acuerdo a Earle (1994:456-457), Both the finished metal items and processed
materials like the copper ingots were then exported for use within the imperial economy. Sin
embargo, DAltroy (1994), refirindose a la misma cuestin, expres que no todo el metal
producido bajo la administracin estatal en los talleres calchaques termin en la exportacin,
teniendo en cuenta los objetos de raigambre incaica que Ambrosetti haba registrado en las tumbas
de La Paya.
PALABRAS FINALES
La identidad particular de la metalurgia prehispnica del NOA, considerando el vasto espacio
de la regin andina, residi no slo en las cualidades formales de los objetos manufacturados, sino
tambin en las innovaciones tcnicas desarrolladas y en los modos de procesamiento aplicados en
la produccin. El material sobre el cual se bas la trayectoria de la metalurgia indgena en la regin
fue el cobre, por lo general aleado para formar bronce. No obstante, los registros arqueolgicos
muestran que los artesanos produjeron tambin objetos de oro, los que, como no poda ser de otra
manera, desempearon su principal papel como ornamentos que materializaban algunos de los
principios fundantes del sistema de representaciones dominante.
De acuerdo a los registros, la totalidad de las piezas de oro del NOA fueron producidas a partir
de lminas recortadas, obtenindose, en algunos casos, relieves limitados mediante repujado y, en
otros, por el plegado de las lminas. Al respecto, merecen ser subrayados dos puntos. En primer
93
LUIS R. GONZLEZ EL ORO EN EL NOROESTE ARGENTINO PREHISPNICO
lugar, el trabajo a partir de lminas no implica una metalurgia simple, sino un modo diferente de
procesar el material y que no necesariamente tuvo que ver con un grado particular de idoneidad de
los artesanos. Si bien no se conocen estudios detallados, la evidencia disponible sugiere que, por
lo menos en algunos casos, el oro nativo fue fundido y, probablemente, aleado con otros elementos,
procedimientos que requieren de operaciones relativamente complejas. En segundo lugar y
relacionado con lo expresado, no deja de llamar la atencin que a lo largo del desarrollo de la
metalurgia del NOA, los artesanos obviaron la produccin de objetos de oro tridimensionales
mediante el colado en molde. La manufactura de objetos de bronce estafero con complicados
detalles formales era ya de prctica en contextos Aguada, con la utilizacin de moldes de cera
perdida. Este sofisticado mtodo de colada mantuvo vigencia en los siglos que siguieron pero,
adems, los metalurgistas pusieron de manifiesto una singular maestra para armar moldes de
varias valvas que les permitieron producir piezas de gran tamao, como los discos y campanas
ovales. Considerando que la tecnologa para colar oro se encontraba disponible, cabe concluir que
la perduracin de la tradicin de trabajar el oro como lminas obedeci a elecciones culturales ms
que a razones tcnicas.
An teniendo en cuenta la espinosa historia del registro de las piezas estudiadas, procedentes
de la Casa Morada, caben pocas dudas sobre que ellas corresponden al momento de ocupacin
incaica del NOA. Sus cualidades de manufactura se corresponden con la tradicin tecnolgica de
la metalurgia local, situacin que se evidencia no slo en el contenido iconogrfico con el cual
fueron dotadas sino tambin en las tcnicas de procesamiento del material de base. Por lo menos
en una de las piezas, la diadema, el procesamiento involucr una fundicin previa, aunque no puede
afirmarse, a partir de la composicin, si la operacin incluy minerales, antiguos objetos, chatarra,
una mezcla de componentes o an el efecto de un crisol sucio.
La perduracin de tcnicas manufactureras locales bajo la dominacin cuzquea en el NOA
ha sido enfatizada para materiales como la alfarera pero los datos sobre produccin metalrgica
son an limitados (Gonzlez, L. et al. 1998). En tal sentido, el caso analizado sugiere que los
administradores estatales habran respetado el estilo tecnolgico de los artesanos locales. Adems,
si bien se ha propuesto que no todo el metal producido en la regin era automticamente remitido
al centro del imperio, los objetos de la casa Morada apuntan a indicar que el consumo local no se
limitaba a las aleaciones populares (es decir, bronce) sino que inclua tambin metales preciosos.
En el caso de las piezas que nos ocupan, estos metales parecen haber sido especficamente
concebidos para operar en el contexto local, teniendo en cuenta los motivos iconogrficos con que
fueron dotados.
Es probable que este comportamiento se enmarcara en el complejo proceso de articulacin
entre el poder central y los lderes locales. En dicho proceso, el estado habra preferido respetar o
an promover, en grados variables, la autoridad de algunos estamentos polticos autctonos con
el fin de, por ejemplo, asegurarse la disponibilidad de mano de obra para los proyectos econmicos
de gran escala diseados desde el Cuzco para la regin. Tal estrategia habra involucrado matizar
la rgida organizacin de produccin y distribucin de bienes de prestigio (incluyendo los de oro),
introduciendo cierto grado de libertad para su consumo entre aquellos lderes locales que, por
alguna razn, resultaban apetecibles para los intereses estatales.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: marzo 2004.
AGRADECIMIENTOS
El autor quiere dejar constancia de su agradecimiento a las autoridades del Museo Etnogrfico, por
permitir el estudio de las piezas. De igual modo, al Dr. Edgardo D. Cabanillas por su inestimable colaboracin
94
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
para los anlisis de los materiales. Las fotografas fueron realizadas por Alejandra Reynoso. Mi reconocimien-
to tambin para los evaluadores del manuscrito, por los acertados comentarios que permitieron aclarar zonas
oscuras del texto original.
NOTAS
1
El inventario de los materiales adquiridos por Ambrosetti inclua una muela de caballo actual. Si bien
Ambrosetti expres dudas sobre la asociacin de esta muela con el resto de los materiales, se inclin por
tomarla en cuenta: Quiero suponer...que la muela en cuestin fue sepultada juntos (sic) a sus antiguos
dueos como un objeto curioso de su propiedad (Ambrosetti 1902:146). A partir de ello, consider a la
supuesta tumba como contempornea a la poca de la conquista espaola, probablemente relacionada con
la expedicin de Diego de Almagro, en 1536, o la de Diego de Rojas, en 1543. Posteriormente, Boman
emitira socarrones comentarios acerca de la validez del hallazgo y de las conclusiones elaboradas por
Ambrosetti. Pero en el lote que monsieur Delgado le vendi se encontraba una moneda romana con la efigie
de Constantino el Grande (307-337 AD), hallazgo que el sueco admiti como autntico y le dio pie para
inferir que la moneda haba pertenecido a uno de los conquistadores hispnicos que recorrieron la regin
(Boman 1908:242-243). Con toda justeza, Gonzlez y Daz criticaron estas interpretaciones. Pero, como
si un extrao conjuro flotara sobre la Casa Morada, durante los trabajos realizados por estos autores
repitieron el primer hallazgo, una muela de caballo (Gonzlez, A. R. y Daz 1992:34).
2
Los anlisis qumicos no destructivos fueron realizados mediante energa dispersiva en Rayos X (EDX),
en los laboratorios del Centro Atmico Constituyentes, de la Comisin Nacional de Energa Atmica. Los
valores consignados resultan el promedio de varias mediciones efectuadas sobre las superficies de la
piezas. La metodologa de anlisis estuvo condicionada por la necesidad de preservar la integridad de los
objetos y su valor de exhibicin.
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101
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO... ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINAMICO PARA EL ESTUDIO DE LA
ARQUITECTURA DOMESTICA PREHISPANICA.
UN CASO DE APLICACIN EN LOS AMARILLOS (JUJUY)
Constanza Taboada
(*)
Carlos I. Angiorama
(*)
RESUMEN
En este artculo discutimos algunas de las posibilidades que ofrece el estudio de la
arquitectura desde una perspectiva dinmica. Para ello presentamos, a modo de ejemplo, los
resultados de trabajos de campo efectuados en una unidad constructiva del asentamiento
prehispnico tardo de Los Amarillos (Quebrada de Humahuaca, Jujuy).
Palabras clave: Arqueologa NOA. Arquitectura domstica. Estructuras.
ABSTRACT
In this paper we discuss some of the possibilities exhibited by the study of architecture from
a dynamic perspective. As an example we present the results of field work in a building structure
of the late prehispanic settlement of Los Amarillos (Quebrada de Humahuaca, Jujuy).
Key words: Northwestern Archaeology. Household architecture. Structures.
INTRODUCCION
Nuestro trabajo toma como eje general de anlisis lo que consideramos el referente material
de la unidad domstica, vale decir el espacio de habitacin (con sus reas de actividad).
Entendemos como unidad domstica al grupo social corresidente, sin entrar aqu en connotaciones
sobre el tipo de vnculo social o econmico que pudiera unirlos bajo ese techo (Taboada 2002). La
adopcin de este concepto como foco de anlisis arqueolgico tiene importantes fundamentos
prcticos y tericos que han sido sealados por Wilk y Rathje (1982). Entre ellos cabe destacar su
accesibilidad metodolgica a partir de la posibilidad de establecer correlatos materiales del grupo
domstico, entendiendo que son las actividades que desarrollan estos grupos las que generan
residuos que se incorporan al registro arqueolgico.
*
Becaria/o CONICET. Instituto de Arqueologa y Museo, Universidad Nacional de Tucumn.
102
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Esta perspectiva ofrece adems un marco conceptual que permite integrar el anlisis de la
arquitectura y el entorno construido, a los que se confiere un papel crucial dentro de este enfoque
(Wilk y Rathje 1982; Adams 1983; Manzanilla 1986; Wilk y Ashmore 1988; Stanish 1989; Kent
1990, entre otros), con otras lneas de evidencia como las aportadas por elementos muebles. La
aplicacin de este enfoque ya ha producido resultados significativos tanto en Mesoamrica
(Manzanilla 1986, 1996; Wilk y Ashmore 1988; Plunket y Uruuela 1997, entre otros) como en
los Andes (por ejemplo, Stanish 1992; Aldenderfer 1993; Bermann 1997).
La arqueologa de unidades domsticas tom a la arquitectura como indicador crucial para
comprender la composicin y organizacin de las unidades socioresidenciales mnimas. Se
hicieron frecuentes los anlisis conductuales tendientes a explicar por ejemplo los patrones de
residencia marital o las actividades bsicas de la unidad domstica (Seymour y Schiffer 1987). No
obstante, esta orientacin no ha recibido mayor atencin en nuestro pas como eje de anlisis. Si
bien caben mencionar como antecedentes en la temtica algunos trabajos que nos proporcionan
abundante material descriptivo de mbitos domsticos (Debenedetti 1930; Casanova 1950;
Madrazo y Ottonello 1966; Cigliano 1967; Krapovickas 1969, entre otros), sus objetivos no fueron
precisamente definir o caracterizar el correlato material de la unidad socioresidencial mnima,
salvo quizs algunos elementos analticos propuestos por Fernndez Distel (1976).
En los ltimos aos se han realizado varios trabajos sobre espacios y estructuras domsticas
que aportaron elementos para el conocimiento de las caractersticas que stos adoptan en cada
situacin particular (entre ellos, Berberin y Nielsen 1988; Juez 1991; Tarrag 1992; Roldn y
Funes 1995; Albeck 1996; Kriskautzky y Morales 1999). Sin embargo, poco se ha incursionado
en su definicin terica para nuestro mbito. Recin en 1989, Nielsen (1989) plantea la necesidad
de definir arqueolgicamente la unidad domstica a travs del nmero y tipo de recintos que la
integran, sus rangos de variacin y la distribucin de actividades en cada espacio. Se explora la
posibilidad de definir tipos de estructuras a travs de evidencias susceptibles de ser registradas
desde superficie, como forma, tamao y tecnologa, y cuya relevancia conductual pueda ser
justificada mediante correlatos y posteriores excavaciones que permitan evaluar variaciones en los
patrones de actividades y dar significado funcional a los elementos estructurales del sitio (Nielsen
1989; Raffino 1993). Nosotros intentamos completar esta propuesta aislando otro tipo de
indicadores y caractersticas de perfomance que, sumados a stos, pudieran servir para definir
arqueolgicamente el referente material de la unidad domstica (Taboada y Angiorama 2000).
El TIEMPO COMO LA CUARTA DIMENSION DE LA ARQUITECTURA
Siguiendo el modelo de Sahlins (1972), tradicionalmente se ha concebido a la unidad
domstica como una unidad inmutable (DAltroy y Hastorf 1995). Nosotros proponemos, por el
contrario, una visin dinmica de la misma, que evoluciona y cambia de acuerdo al ciclo vital de
desarrollo.
En este trabajo nos centraremos, entonces, en desarrollar lo que hemos llamado una visin
dinmica de la arquitectura y el uso del espacio. Apelamos as al tiempo como cuarta dimensin
en juego, al pensar una arquitectura no esttica, que evoluciona y cambia a medida que lo hace el
grupo domstico o corresidente, y sus necesidades y condicionantes biolgicos, socio-culturales
y materiales. As entendida, la arquitectura domstica, no puede ser estudiada como inmvil, sino
por el contrario cambiante, segn se modifica la estructura y las necesidades del grupo social que
alberga, o segn se transita la experiencia cotidiana de usos, requerimientos y degradaciones
materiales del espacio y la arquitectura. Esta perspectiva se vincula a la desarrollada y aplicada por
Nielsen en el rea (por ejemplo Nielsen 1995; Nielsen y Walker 1999), desde la cual los cambios
arquitectnicos se toman como indicadores eficientes de transformaciones sociales.
Cuando hablamos de arquitectura no la concebimos slo como la materializacin de cajas
103
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO...
de muros (sensu Zevi 1955), sino fundamentalmente como el espacio tridimensional (tanto
interior como exterior) generado por stos, donde se desarrolla la vida cotidiana. Pensamos que la
posibilidad de una mayor comprensin del uso del espacio y las construcciones est justamente en
trascender las restricciones impuestas por los muros como elementos generativos slo de un
adentro arquitectnico, y enfatizar en cambio la necesidad de estudiar las vinculaciones de un
espacio interior, con uno intermedio y uno exterior como mbitos tridimensionales complemen-
tarios en el desarrollo de las actividades humanas, y que adquieren sentido slo a travs de su
recorrido y uso en el tiempo (Zevi 1955).
Todas las actividades humanas se llevan a cabo necesariamente en un momento y en un
espacio concreto. Existen acciones que son diarias como dormir o comer, otras que son peridicas
como podra ser la obtencin de alimentos, o determinados ritos, otras que son ocasionales como
la construccin de inmuebles, y otras que son eventos nicos, como nacer o morir. El paso del
tiempo, adems, es un factor de importancia dado los cambios que ocurren con su devenir dentro
de la sociedad (cambios socio-polticos, ideolgicos, econmicos) y, sobre todo, dentro del propio
grupo domstico. Los cambios a este ltimo nivel afectan al nmero de integrantes, distribucin
de edades, relaciones de parentesco y jerarqua entre los integrantes de la familia o grupo social
corresidente. Esto indudablemente redunda en modificaciones en su organizacin social, poltica
y econmica interna. Tanto los nacimientos y muertes, como la formacin de nuevas parejas u otro
tipo de agrupamiento social, llevan a un continuo dinamismo interno al que necesariamente debera
adaptarse la unidad habitacional, tanto espacial como organizativamente.
Para ello, no bastar con la incorporacin o clausura de espacios y recintos, sino que los
mbitos resultantes de la nueva estructura debern ser reorganizados, incluso hasta refuncionalizados,
para cumplir eficientemente sus nuevas funciones, o sus viejas funciones pero para un grupo
diferente en nmero, distribucin de edades, etc. Obviamente no debemos proyectar aqu nuestras
pautas socioculturales de convivencia, privacidad y residencia, o de derroche energtico y de
recursos, pero dentro de esta perspectiva habr que poner en consideracin, entonces, que
variaciones o inversiones dentro de ciertos patrones arquitectnicos domsticos claramente
definidos podran estar respondiendo a ampliaciones/restricciones de sectores techados o
remodelaciones por causas relacionadas con el crecimiento/decrecimiento del grupo residente, y
extensin o cambio en los usos domsticos.
Hace relativamente poco tiempo, Fernndez-Galiano (1991) realiz un interesante estudio
que toma en cuenta las variables energticas en la crtica arquitectnica, tema, dice, largamente
relegado bajo una visin inmvil y atemporal de la arquitectura, bajo una imagen tradicional de la
arquitectura conceptualizada como esttica e inmutable, inmune al paso del tiempo y a la
degradacin de la materia y energa. En contraposicin, el autor plantea una perspectiva que pone
en consideracin las transformaciones energticas y las modificaciones introducidas a la arquitec-
tura como adecuacin a nuevos usos, y que se resuelve en una arquitectura en continuo proceso de
cambio y movimiento:
la arquitectura se contempla entonces como transformacin del ambiente material por seres
vivos y cambiantes, continuamente modificada para adecuarse a las variaciones del uso y del
entorno, en permanente degradacin y reparacin ante las agresiones del tiempo, intermina-
blemente gestndose y pereciendo (Fernndez-Galiano 1991:23).
Tambin Lpez Quints (1977) haba sealado la caracterstica esencialmente dinmica y
flexible de los mbitos que crea el hombre, en tanto la necesidad primaria de albergar sus
experiencias de vida en ambientes que lo contengan y se adecuen a ella.
En acuerdo con este planteo (aunque con el nfasis dirigido a los aspectos sociales), nos
hemos propuesto tambin la necesidad de superar esa visin inmutable de la arquitectura, reflejo
de concepciones igualmente estticas del grupo social que la habita.
104
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
NUESTRO CASO DE ESTUDIO
En este trabajo mostramos una aplicacin de la perspectiva delineada ms arriba analizando
la evolucin del uso del espacio en una unidad constructiva localizada en el sitio Los Amarillos
(Jujuy) (ver Figura 1). Este es un conglomerado residencial prehispnico de estructura interna muy
compleja, con sectores de edificacin bien diferenciados y una jerarqua de espacios pblicos, y
que con diez hectreas de superficie es uno de los ms grandes de la Quebrada de Humahuaca
(Nielsen y Walker 1999) (ver Figura 2). Su mayor desarrollo parece haber tenido lugar durante la
poca inmediatamente anterior a la inca, a pesar de que su origen se remonta al menos al siglo XI
de nuestra era. Hasta el momento no se han hallado elementos de origen hispnico (Nielsen 1997a).
Figura 1. Mapa de ubicacin de Los Amarillos
Nuestro estudio fue desarrollado en una unidad constructiva arqueolgica
1
compuesta, al
momento de su abandono, por un recinto menor y dos recintos mayores vinculados entre s por
vanos sucesivos. La comunicacin con el exterior est determinada, a su vez, por un nico vano
de acceso, ubicado en el recinto mayor ms oriental. Las excavaciones practicadas cubren la
totalidad de dos de los recintos, el menor y el mayor inmediatamente continuo a ste. El recinto que
comunica con el exterior no fue excavado.
La unidad fue seleccionada a partir del resultado de prospecciones dirigidas fundamental-
mente a corroborar aparentes patrones de organizacin del asentamiento reflejados en el plano
confeccionado por Nielsen (Nielsen y Walker 1999), y a indagar si era posible identificar otros no
muy claros en la planimetra del sitio, en funcin de la puesta a prueba de un modelo terico
elaborado sobre la base de las caractersticas de perfomance necesarias en el espacio de residencia
(Taboada y Angiorama 2000).
El sector del asentamiento en estudio se caracteriza por una planta aproximadamente
rectangular, orientada concntricamente en relacin al centro del sitio, y con el eje mayor en
direccin NO-SE (ver Figura 2). Est delimitado por el O y el E por dos crcavas largas y profundas,
aparentemente estabilizadas ya en tiempos de la ocupacin del asentamiento (se pueden apreciar
en ellas construcciones posteriores a su formacin), que se unen por el S formando uno de los lados
menores del mencionado rectngulo. El lmite N est definido, en cambio, por un corte abrupto en
la densa ocupacin.
1
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Figura 2. Plano de Los Amarillos (basado en Nielsen y Walker 1999). Remarcado el sector estudiado. En el crculo, la unidad excavada
106
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Las construcciones del rea en estudio se emplazan sobre un terreno de pendiente pronun-
ciada aterrazado artificialmente. En el SO se observa un pequeo conjunto de recintos de
organizacin radial, ms all del cual las dems construcciones adoptan, en cambio, una estructura
ortogonal bien marcada. Hacia la mitad del sector, esta retcula presenta una leve rotacin en su
orientacin, aunque mantiene su estructura general. En parte, este reticulado se debe a la divisin
en franjas paralelas que resulta del aterrazamiento del terreno, y en parte a la subdivisin de dichas
terrazas en recintos cuadrangulares cuyos muros en muchos casos coinciden, de terraza en terraza,
conformando as largas lneas murarias que acentan visualmente el patrn reticulado.
Si bien a lo largo de cada terraza se han construido varios recintos, a lo ancho slo se identifica
uno. Un muro transversal al aterrazamiento se extiende a lo largo de la mayor parte del sector
actuando aparentemente como eje medianero del mismo y como muro O de los recintos que abren
hacia el E. Adems, no parecen existir comunicaciones o aberturas en el mismo, lo que lo torna as
en un muro ciego que marca un lmite y define la circulacin del rea, dividindola en dos mitades
aparentemente incomunicadas. Sin embargo, dado la incompleta visibilidad del registro superfi-
cial, la confirmacin de la recurrencia de este patrn se ve por el momento relegada a posteriores
trabajos de campo diseados al efecto.
Dentro de la estructura ortogonal sealada, diferenciamos para parte del sector en estudio, un
patrn arquitectnico, estructural y organizativo, que aparece en forma repetida y que considera-
mos podra indicar un uso domstico. Aparentemente este patrn se repite sistemticamente terraza
tras terraza. Se observa desde superficie como la recurrencia de unidades constructivas compuestas
en su gran mayora por dos o tres recintos de desiguales proporciones entre s (un recinto grande
y uno pequeo, o dos grandes y uno pequeo), pero de tamaos relativamente constantes y parejos
entre unidades similares. Los recintos que conforman estas unidades se encuentran (cuando es
posible observarlo desde superficie) interconectados mediante vanos, generalmente con la salida
hacia zonas de circulacin o reas residuales. En general el patrn parece completarse con otros
elementos que aparecen en forma repetida, como son la ubicacin predominante, aunque no
exclusiva, del/los recintos mayores hacia el lado E y del recinto menor hacia el O, y la presencia
del vano de acceso a la unidad ubicado (cuando fueron visibles) sistemticamente hacia el lado E,
por donde se abre una de las crcavas mencionadas. Estas han sido sealadas por Nielsen como
posibles vas de circulacin y acceso al sitio (Nielsen 1995).
Las mayores variaciones dentro del patrn se deben a subdivisiones internas de estas
estructuras. Estas han sido registradas slo en algunas unidades, variando su nmero, ubicacin y
tamao. Sin embargo estas divisiones internas realizadas con muros de menor espesor, se han
hecho visibles slo cuando determinados factores naturales o antrpicos influyeron en ese sentido,
siendo muy posible la existencia de otras estructuras similares no registradas a partir de una
observacin superficial.
Como hiptesis de trabajo, planteamos que estas unidades conformadas por recintos grandes
y pequeos vinculados por un vano podran haber constituido, por sus dimensiones y patrn, una
unidad constructiva compuesta por recintos descubiertos o parcialmente cubiertos vinculados a
otros techados, y que esta estructura podra responder a la concepcin ms simple de un conjunto
habitacional domstico. En funcin de esto, se eligi una unidad para excavar. Como dijimos, el
rea excavada comprende la totalidad de dos de los tres recintos que componen la unidad.
SECUENCIA CONSTRUCTIVA DE LA UNIDAD ESTUDIADA
Decamos al principio que uno de nuestros puntos de inters era realizar un anlisis dinmico
de la arquitectura, en tanto concebimos que el mbito domstico es susceptible de importantes
reorganizaciones espaciales y arquitectnicas como respuesta a cambios en los usos o en la
composicin y organizacin del grupo residente. Los correlatos materiales de estos cambios
107
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO...
pueden ser observados muy claramente a travs de evidencias inmuebles, como las remodelaciones
arquitectnicas e intervenciones positivas y negativas en rasgos y estructuras. Tambin en las
evidencias muebles a travs, por ejemplo, del anlisis de las connotaciones cronolgicas que asume
su distribucin estratigrfica u otros anlisis. El caso en estudio fue indagado bajo ese marco y
puede ejemplificar algunas tendencias en este sentido.
El espacio que analizamos muestra claras evidencias de al menos cuatro eventos construc-
tivos. Si bien an no contamos con elementos que nos permitan definir el tiempo que pudo
transcurrir entre ellos, hay algunas evidencias que indican la mediacin de un cierto lapso temporal.
An as, estos diferentes episodios constructivos no parecen estar asociados a interrupciones en la
ocupacin del espacio. Por el contrario, el anlisis de perfiles y materiales recuperados muestra una
ocupacin continua a lo largo de toda la secuencia, sin niveles estriles o depsitos de relleno que
remitieran a algn momento de abandono y posterior reocupacin del recinto. Ms bien parece
haber ocurrido un proceso de evolucin del uso de ese espacio durante su ocupacin, evidenciado
en acciones de acondicionamiento, remodelacin y refuncionalizacin. Segn las evidencias
arquitectnicas analizadas, el proceso puede esquematizarse de la siguiente manera:
1) Primer momento. Las primeras evidencias de intervencin sobre el espacio son las que sirvieron
para acondicionar y horizontalizar el terreno mediante la construccin de un aterrazado en la mayor
parte de la ladera. De una observacin y anlisis desde superficie se desprende la hiptesis de que
este acondicionamiento inicial del sector del asentamiento en estudio pudo haber sido un proceso
programado de construccin en serie de las terrazas. Esta rpida expansin parece haber sido
posterior, sin embargo, a una primera instalacin de crecimiento espontneo ubicada ladera abajo,
evidenciada por una estructura radial a la cual se empalman las terrazas siguiendo una estructura
netamente ortogonal (ver Figura 2). La exposicin de la arquitectura del recinto seleccionado para
nuestro estudio mediante las excavaciones realizadas, nos permiti visualizar y analizar las trabas
entre los muros y los niveles de asiento de los mismos. Se comprob as la anterioridad de la
confeccin del aterrazado respecto de la construccin de los recintos (ver Figura 3).
2) Segundo momento. Corresponde a la construccin de los muros perimetrales que parcelan la
terraza definiendo la unidad constructiva en estudio:
Muro Norte: sirve como muro N de la unidad el mismo que contiene la terraza adyacente superior,
ubicada ladera arriba. Este muro descansa al nivel de asiento del recinto. Es un muro simple de
piedra tomado con mortero, visible en una sola cara, ya que del otro lado contiene el relleno de la
terraza superior.
Muro Sur: el muro que define la unidad por el S se localiza por sobre el que contiene la terraza
en estudio, ligeramente desplazado hacia el interior y asentando sobre el terreno rellenado. Es un
muro de piedra doble relleno tomado con mortero.
Este hecho, de que los muros que contienen a las terrazas inmediatas superiores sirven como muros
N de los recintos que se encuentran ladera abajo, mientras que los muros S han sido construidos
especialmente para definir los recintos, parece ser la norma en el sector en estudio, segn se aprecia
tambin en recintos de otras terrazas colindantes.
Muros Este y Oeste: ambos muros traban con el muro S, conformando un episodio constructivo
nico y una estructura articulada e interdependiente. En cambio, en ambos casos simplemente
llegan hasta el muro N, construido con anterioridad. Ambos constituyen muros de piedra dobles
tomados con mortero, aunque en parte del muro O se han utilizado rocas de gran tamao que
hicieron innecesario el aparejo doble en dicho sector (ver Figura 3).
De este anlisis se desprende con claridad el orden en que se construyeron los muros que
terminaron por definir el recinto que nos ocupa.
3) Tercer momento. Una vez definido este gran recinto (de aproximadamente 11 x 6,5 m) se
108
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
procedi a modularlo virtualmente en sectores cuadrangulares de aproximadamente 2,2 m de lado,
modulaje evidenciado por la presencia de rasgos constructivos cuadrangulares (de unos 50 x 50 cm
de base en todos los casos), que se disponen en toda la superficie del recinto conformando una
estructura en grilla sorprendentemente regular (ver Figura 4). Siguiendo la propuesta de Nielsen
(1997b) hemos interpretado estos rasgos, que en nuestro caso aparecen confeccionados en piedra,
y tierra moldeada o adobe, como bases de estructuras de sostn de techo (tipo columnatas). El
grillado habra permitido, en este caso, el techado completo del recinto, de un tamao usualmente
Figura 3. Plano de la estructura excavada: Momentos 1 y 2. Las piedras negras corresponden al Momento
1. Las piedras blancas fueron agregadas en el Momento 2. MRS: muro del recinto superior. T: muro de
contencin de terraza (el muro meridional sirve como muro del recinto inferior)
109
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO...
considerado no techable, dejando luces a cubrir no mayores a 2,20 m y requiriendo vigas no
mayores a unos 2,60 m de longitud.
4A) Cuarto momento A. Con posterioridad al modulado, se construy un muro de tierra moldeada
(en sistema monoltico, con algunas piedras incluidas, pero sin mampuestos de adobe) que divide
en dos al recinto, y que coincide perfectamente con una de las lneas del grillado (ver Figura 5).
Posiblemente pudieron existir all dos bases y luego que ser removidas o aprovechadas
estructuralmente en la construccin del muro de tierra. Justamente, los nicos dos ladrillos de
adobe del muro parecen corresponder, tanto por su ubicacin como por su tamao, a una de esas
bases.
Figura 4. Plano de la estructura excavada: Momento 3
110
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
4B) Cuarto momento B. No contamos con evidencias suficientes para sealar si este episodio es
anterior, simultneo o posterior al Cuarto Momento A. Corresponde, al igual que en aquel caso,
a la construccin de tabicados interiores, posteriores a la confeccin de la grilla mencionada. En
este caso se trata de dos muretes:
el primero en orden de construccin, corresponde a un tabique semicircular que, partiendo del
muro E a la altura del vano, se cierra hacia el S hasta chocar y sobreimponerse en parte a una de
las bases (evidenciando as su posterioridad). Luego contina hacia el muro S finalizando 45 cm
antes de alcanzarlo (ver Figura 5).
el segundo, corresponde a un murete que parte del mencionado anteriormente, recostndose
parcialmente sobre l, hasta alcanzar otra de las bases ubicada frente al vano.
Figura 5. Plano de la estructura excavada: Momentos 4a y 4b
111
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO...
INTEGRACION CON EVIDENCIAS NO ARQUITECTONICAS
Hasta ahora hemos planteado, basndonos en el anlisis de la estratigrafa muraria y en
cuestiones tecnolgicas, una interpretacin de la secuencia constructiva, y un primer esquema
cronolgico de evolucin seguido por el espacio y la construccin en estudio. Hemos considerado
particularmente el dinamismo temporal al que se pueden ver sujetos la arquitectura y los espacios
en el interjuego continuo con el transcurrir de la vida social, intentando as mostrar cmo podan
generarse hiptesis, preguntas y explicaciones a partir de este tipo de evidencias y desarrollos
tericos.
Sin embargo, no es nuestro inters dejar all el anlisis. A continuacin integramos la
informacin generada mediante los estudios arquitectnicos, con los hallazgos efectuados en las
excavaciones y sus contextos de depositacin y distribucin espacial, a fin de completar y afinar
nuestras observaciones. Pero no slo las observaciones acerca de la secuencia constructiva. La
arquitectura, en el papel que le asignamos (de continuo vaivn entre ser la determinante de la
organizacin funcional del espacio, y la de ser determinada por las necesidades y usos sociales y
simblicos concretos), adquiere valor tambin como elemento analtico de la evolucin y cambios
acaecidos en estos aspectos. Podramos afirmar que ambos tipos de indicadores estn ntimamente
relacionados y nos ofrecen informacin y evidencias complementarias, en tanto las remodelaciones
arquitectnicas estn vinculadas casi indefectiblemente a refuncionalizaciones aunque sea mni-
mas, en usos y circulaciones. Ms an si, como en nuestro caso, las diferentes intervenciones
constructivas han implicado cambios sustanciales en la estructura y conformacin del espacio de
habitacin. Pasaremos ahora, entonces, a presentar algunas de las evidencias asociadas a las
intervenciones arquitectnicas detectadas en la unidad estudiada.
Como dijimos, la estratigrafa del recinto excavado muestra una ocupacin ininterrumpida,
sin perodos de abandono de la estructura. Los hallazgos son adscribibles a las Fases Sarahuaico
y Pukara (1280 1430 AD, Nielsen 1997a) y no hemos hallado evidencias incaicas muebles ni
inmuebles. Aunque an no contamos con el resultado de fechados radiocarbnicos, las caracters-
ticas del material nos permiten ubicar tentativamente su lapso de ocupacin dentro de un perodo
relativamente corto. Los hallazgos parecen indicar un abandono sbito del recinto: en su mayora
se trata de residuos de facto, definidos por su alto grado de integridad, disposicin espacial y
estratigrfica, y sus asociaciones y contextos. Esta circunstancia se muestra particularmente
favorable para el tipo de estudio y problema que nos interesa.
La informacin arquitectnica indica cambios importantes durante el perodo en que fue
ocupado: de un gran recinto, aparentemente sin subdivisiones internas (momento 2), se pas a la
demarcacin de espacios ms pequeos y al diseo de una circulacin dirigida (momentos 3 y 4).
La presencia de los tabicados y recintos interiores como caracterstica de aparicin tarda parecen
sealar una tendencia en la organizacin del espacio domstico: de uno poco o menos formalizado
a uno ms pautado y organizado.
Por su parte, la distribucin y el tipo de los hallazgos efectuados, que corresponden al ltimo
momento de ocupacin, indican una importante segregacin espacial de actividades. Esto es
observable, sobre todo en el recinto mayor, en algunos casos slo por una marcada concentracin
espacial de conjuntos de artefactos y evidencias asociadas a una misma actividad (por ejemplo
metalurgia, reactivacin de instrumental ltico o preparacin de alimentos), y en otros, adems, por
su contencin dentro de estos espacios delimitados por muros (por ejemplo, los elementos
vinculados a actividades de molienda dentro del recinto semicircular). El recinto menor, present
una menor cantidad y variedad de material que el mayor. Sin embargo, resulta igualmente
significativa para este anlisis, la ausencia total de evidencias arqueolgicas en un rea bien
definida de unos 4 m
2
, y la presencia de estructuras funerarias asociadas al momento de su uso
habitacional en el rincn opuesto.
112
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Esta segregacin de reas observada en la distribucin de los hallazgos en la unidad estudiada
se corresponde con la tendencia de organizacin del espacio evidenciada por las intervenciones
arquitectnicas en las que observbamos modificaciones paulatinas dentro de una ocupacin
continua, que podramos vincular a transformaciones sufridas por el grupo que la habit.
Esto contrasta notablemente con las intervenciones efectuadas en el Sector Central de Los
Amarillos ante la conquista incaica. Dicho Sector, a diferencia del espacio domestico analizado,
es un espacio publico. All se observan cambios repentinos y violentos, donde las nuevas
construcciones ignoran por completo el trazado arquitectnico previo seccionando o
sobreimponindose a las antiguas construcciones y rasgos (Nielsen y Walker 1999:165).
DISCUSIONES SOBRE LO DOMESTICO EN EL TIEMPO Y EL ESPACIO
Una perspectiva que hizo hincapi en concebir una arquitectura dinmica nos permiti hasta
ahora visualizar una constante evolucin en la conformacin final del espacio en estudio. Hemos
podido identificar al menos cuatro eventos constructivos y remodelaciones arquitectnicas con sus
inevitables refuncionalizaciones de espacios vinculadas a estos cambios materiales, as como
tambin la generacin de las consecuentes preguntas sobre los procesos sociales que pudieron
llevar a estos cambios dados al mismo espacio en un tiempo posiblemente no muy amplio.
Las modificaciones ocurridas pueden encontrar explicacin en la estabilizacin/mudanza
espacial de las actividades hacia determinados sectores (con base a la experiencia de uso en pos de
mejorar las condiciones propicias para desarrollarlas), y/o con la puesta en evidencia de la
necesidad de requerimientos funcionales que lleguen a incluir intervenciones constructivas para
concretar su eficiencia. As mismo pueden hacerlo, en modificaciones en los usos dados al espacio
y/o, como hemos venido planteando, en la composicin de quienes lo habitaban o desarrollaban
all sus actividades. Por cierto que esto no excluye la posibilidad de intervencin de otros factores,
como podran ser los rituales.
Sealbamos, a modo de ejemplo, una diferencia significativa (con implicancias diferentes
para la interpretacin arqueolgica) entre las remodelaciones introducidas en el espacio domstico
en estudio y aquellas registradas por Nielsen en el Sector Central de Los Amarillos. En el espacio
domstico las intervenciones muestran una evolucin paulatina en el uso y crecimiento, con
introduccin de cambios que si bien implican importantes reorganizaciones, respetan y tienen en
cuenta las construcciones anteriores buscando la forma de adecuarlas a cada nuevo momento. En
cambio, en el espacio pblico del Sector Central, la intervencin Inca, adems de provocar la
desocupacin de la mayora de los otros sectores del sitio, demuele muros y levanta otros a fin de
reorganizar el espacio con nuevas circulaciones, accesos, y recintos ms controlables y acordes a
la nueva poltica. Casi podramos decir que no remodela sino que demuele y replantea una nueva
estructura.
As, mientras el segundo caso remite a la posibilidad de analizar cambios introducidos por
factores externos y en perodos de tiempo ms cortos o puntuales, nuestro caso de anlisis nos
estara permitiendo evaluar cambios internos del grupo de residencia a lo largo de un lapso de
tiempo mayor, aunque para ambas circunstancias las materializaciones como intervenciones
arquitectnicas se habrn acotado a acciones puntuales.
En nuestro caso de estudio, casi todos los hallazgos artefactuales corresponden al ltimo
momento constructivo. De no haber aplicado un anlisis detallado y en perspectiva temporal de las
intervenciones arquitectnicas, la evolucin acaecida en el uso del espacio bien podra haber
quedado oculta, por ejemplo, tras una visin atenta ms bien a la distribucin espacial de los objetos
muebles y rasgos, y a lo que ello implica para el momento del abandono de la estructura. Su
aplicacin, en cambio, nos permiti, adems de efectuar inferencias sobre el proceso ocurrido,
113
CONSTANZA TABOADA Y CARLOS I. ANGIORAMA POSIBILIDADES DE UN ENFOQUE DINMICO PARA EL ESTUDIO...
sostener la posibilidad de que ellas pudieran estar implicando transformaciones internas de la
unidad social que la habit.
Recibido: mayo 2002.
Aceptado: octubre 2003.
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones forman parte de Proyectos que desarrollamos gracias a Becas otorgadas por el
CONICET. Agradecemos muy especialmente a nuestro director Axel Nielsen por su gua y por su
incondicional generosidad y confianza en todo momento. Los trabajos de campo y anlisis fueron solventados
mediante una Beca Presidencia de la Nacin a la Excelencia Cultural y mediante fondos de un Proyecto
CIUNT dirigido por Nicols Nieva. Damos las gracias tambin a Manuel Taboada y Josefina Angiorama por
aceptar involucrarse, en el plano y en el terreno, para aportar desde la arquitectura y el cario. En los trabajos
de campo participaron Mara Gloria Colaneri, Alvaro Martel, Sara Lpez Campeny, Josefina Angiorama,
Gabriela Aguirre, Mara Lorena Cohen, Mariano Corbaln, Agustina Haedo, Nora Herrera, Manuel Maman,
Leyla Nasul, Mara Carolina Rivet, Gerardo Sosa, Jos Tolaba, Silvana Urquiza, Malena Vzquez y Rita
Peralta. Sin su ayuda y entusiasmo no hubiramos podido concretarlos. Agradecemos a Axel Nielsen y Ana
Teresa Martnez por la lectura y aportes a versiones preliminares de este manuscrito, lo que por cierto, al igual
que a las dems personas mencionadas, no los compromete con las opiniones finales vertidas en el trabajo.
Estas son de nuestra exclusiva responsabilidad.
NOTA
1
Entendemos como tal un conjunto de dos o ms recintos adosados, comunicados, o interconectados
arquitectnicamente.
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EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ... ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE
MANEJO DE TERRENOS CULTIVABLES Y AMPLIACIN DE LA DIETA
EN COMUNIDADES FORMATIVAS DE LA REGION SERRANA DE LA
PROVINCIA DE CORDOBA
Eduardo E. Berberin
(*)
Mara F. Roldn
(*)
RESUMEN
Sobre la base de informacin arqueolgica, etnohistrica y geogrfica se consideran
algunas prcticas desarrolladas por las comunidades agroalfareras serranas tardas de la
Provincia de Crdoba en torno a dos ejes. Por una parte, centrndonos en el concepto de riesgo
(Halstead y OShea 1989; Minc y Smith 1989; Boussman 1993) se analizan las limitaciones que
involucra la produccin agrcola en el rea de estudio. En segundo trmino, se examinan algunas
de las respuestas que las comunidades formativas debieron implementar ante una situacin
caracterizada por la baja predictibilidad de los recursos derivados de la agricultura. Se discuten,
en particular, las estrategias de manejo de los terrenos cultivables y de ampliacin de la dieta, as
como la relacin de ambas estrategias con la movilidad desarrollada por los grupos en cuestin.
Palabras clave: Estrategias de subsistencia. Dieta. Produccin de alimentos. Comunidades
prehispnicas tardas. Regin serrana de Crdoba.
ABSTRACT
Practices developed by late agricultural societies in the ranges of Cordoba Province are
considered on the basis of archaeological, ethnographic and geographic information. Two
perspectives are applied. On one hand, the limitations involved by agricultural production in the
study area are analyzed taking into account the concept of risk (Halstead and OShea 1989; Minc
and Smith 1989; Boussman 1993). On the other, some of the answers that the Formative
communities must have put in practice in a situation characterized by the low predictability of their
farming products are examined. Specifically both, strategies related to land management and to
a broader diet, as well as their relationship with group mobility are discussed.
Key words: Subsistence strategies. Diet. Food production. Late prehispanic communities.
Crdoba ranges.
(
*
) Laboratorio y Ctedra de Arqueologa. Facultad de Filosofa y Humanidades. Universidad Nacional de
Crdoba. CONICET.
118
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCION
Las comunidades formativas que ocuparon el sector central de las Sierras Centrales (sensu
Berberin 1999) entre ca. 1200-300 A.P. han sido definidas como grupos caracterizados por una
estrategia predominantemente agrcola, con aportes complementarios de la caza-recoleccin
(Berberin 1999; Berberin y Roldn 2001). Recientes estudios osteomtricos efectuados en
huesos de camlidos indican la presencia y posible manejo de individuos domsticos (Pastor y
Medina 2003).
No obstante, ms all de esta definicin general, numerosos aspectos de la organizacin
econmica de estos grupos, as como sus implicancias sobre las pautas de utilizacin del espacio
regional, permanecen en la actualidad poco conocidos. Por tal motivo, y de acuerdo a informacin
geogrfica, etnohistrica y arqueolgica, se analizan en este trabajo algunas condiciones bajo las
cuales se implementaron las prcticas agrcolas prehispnicas, y se discuten algunas de las posibles
estrategias destinadas a enfrentar los elevados niveles de prdida que afectaron dicha actividad.
LOS RIESGOS DE LOS RECURSOS AGRICOLAS
Dentro de la regin serrana de la Provincia de Crdoba, el rea de estudio se circunscribe a
la cuenca del Ro San Antonio, que ocupa parte del Departamento Punilla y una pequea porcin
de los Departamentos San Alberto y Cruz del Eje (ver Fig. 1). Esta cuenca se desarrolla a manera
de una transecta, que con rumbo general O-E, recorre diferentes niveles altitudinales. Bsicamente
se observan dos paisajes: los sectores deprimidos o valle (640 a 1000 m.s.n.m.) que comprenden
la porcin meridional del valle de Punilla y los localizados por encima de los 1000 m.s.n.m.
correspondientes a la porcin inferior de la Pampa de Achala.
En trminos de sus posibilidades para la habitabilidad y explotacin humana, el primer sector
se caracteriza por un clima templado, por la existencia de terrenos cultivables y la oferta de
nutritivos frutos silvestres comestibles de disponibilidad estival. El segundo sector, por el
contrario, se distingue por un clima de bajas temperaturas con vientos fuertes y constantes. La
prctica de la agricultura es casi imposible debido al escaso desarrollo de sus suelos, aunque las
pasturas naturales son de excelente calidad, de all que constituye el hbitat de diversas especies
faunsticas, algunas de las cuales se han extinguido en el pasado reciente (vg. guanaco, venado de
las pampas).
Adems de la tecnologa y de la mano de obra imprescindible para el desarrollo de las tareas
relacionadas con la agricultura, las posibilidades de tal produccin se encuentran estrechamente
vinculadas con la disponibilidad de terrenos sedimentarios y de agua para su irrigacin. A estos
factores necesarios se suman otros en especial fenmenos de orden climtico que eventualmente
pueden resultar definitorios en el xito de una cosecha.
En la cuenca del Ro San Antonio, los suelos sedimentarios aptos para su laboreo agrcola se
localizan, con exclusividad en el sector del valle. Si bien su disponibilidad es constante (con
independencia de las consideraciones sobre su agotamiento luego de varias cosechas), constituyen
slo uno de los factores para el desarrollo de las labores agrcolas, las cuales dependen fundamen-
talmente de agua para el riego. En este sentido, slo algunos pocos terrenos pueden ser irrigados
artificialmente, mientras que el resto depende exclusivamente de las precipitaciones.
Las lluvias se concentran entre septiembre y mediados de marzo y, en condiciones normales,
son adecuadas para las demandas productivas; desde mediados de septiembre a diciembre superan
a las necesidades de agua y el sobrante se almacena en los suelos. A partir del ltimo mes, stos
estn saturados y comienza un perodo de excesos que se extiende hasta marzo. Terminado este
perodo, la evapotranspiracin es superior a las precipitaciones, pero no se llega al dficit pues el
agua que falta es suministrada por los suelos que la acumularon durante el perodo anterior.
119
EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ...
Este rgimen se caracteriza, sin embargo, por su irregularidad y por las sensibles oscilaciones
existentes entre un ao y otro, tal como queda evidenciado a partir de los siguientes ejemplos: en
aos caracterizados como muy secos las precipitaciones alcanzaron 400 mm en 1937 y 1938; 493
mm en 1946; 491 en 1950; mientras que el aporte de pocas lluviosas alcanzaron 904 mm en 1931;
863 mm en 1943; 937 mm en 1956 y 747 en 1960 (Terzaga 1963) y, finalmente, 1000 mm en
1904 y 1919 (Capitanelli 1979).
De acuerdo a estos datos se observa que un factor crtico como es el de las precipitaciones
presenta un elevado nivel de variacin que lo convierte en poco predecible, y resta seguridad a la
produccin agrcola.
Si bien los datos anteriores se refieren a este ltimo siglo, el registro de las condiciones
climticas para la regin durante los primeros 46 aos de asentamiento espaol entre 1574 y 1620
(Piana 1992) demuestra tambin una importante variabilidad interanual. Tan as es que las
variaciones en el nivel de precipitaciones anuales determinaron que, sobre el total de los aos
considerados, el 17,5 % fueran afectados por sequas mientras que las inundaciones afectaron al
13 % (Cuadro 1).
0 100 km
Porcin sur del Valle de Punilla y
este de la Pampa de Achala
Sitio Potrero de Garay
Sitio Los Molinos
Sitio Rumipal
Figura 1. Regin investigada y principales sitios incluidos en el texto
2
3
4
1
2
3
4
1
120
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Cuadro 1. Informaciones sobre riesgos de recursos agrcolas para la jurisdiccin de Crdoba
(Tomado de J. Piana, 1992:364)
AO Sequas Inundaciones Plagas Epidemias Hambrunas
1574 X
1575-1581
1582 X
1583 X X X
1584 X X X
1585 X X X
1586 X X X
1587 X
1588 X
1589 X
1590 X X
1591 X X
1592 X
1593-1602
1603 X
1604-1606
1607 X X
1608
1609 X X
1610 X X
1611 X
1612-1615
1616 X
1617 X X
1618
1619 X X X
1620
La informacin procedente de fuentes etnohistricas destaca, adems, la incidencia de otros
fenmenos naturales que tambin afectaban y en muchos casos determinaban la suerte de los cultivos.
Por ejemplo en 1616 el Cabildo propone organizar festejos para el da de San Pedro Mrtir, por ser
abogado de truenos, rayos y tempestades, ya que todos los aos en muchas partes de los trminos
de esta ciudad cae piedra granizo y rayos y otras tempestades (Piana 1992:29-30)
Las plagas de diversos insectos herbvoros constituan otra amenaza constante para la
produccin agrcola. As en 1586, el cabildo de Crdoba decide designar por sorteo, un santo
que proteja a la ciudad y su jurisdiccin de la plaga de langosta que desde cinco aos atrs la viene
castigando. La eleccin recae en San Tiburcio y San Valeriano. Unos aos antes en 1574, otro tanto
haba ocurrido con una plaga de gusanos en las chacras de la ciudad; en esa oportunidad, fue Santa
Olalla la encargada de combatirla (Piana 1992:30).
Mientras los espaoles se resguardaban en la fe para poner freno al mal cometido por los
insectos, los aborgenes echaban mano a otro tipo de soluciones ya que, segn Bernab Cobo
(1956:339) Los de la provincia de Tucumn se vengan del dao que suelen recibir de las
langostas, cogiendo cuantas pueden y hinchendo dellas despus de secas las trojes que tenan
preparadas para las semillas de que los defraudaron estas bestezuelas, y dellas van comiendo
entre ao.
Agua de ms, agua de menos, gusanos, heladas, granizos y langostas. Si se considera el
abanico de factores que inciden en el xito de una cosecha puede concluirse que, dado el nivel
121
EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ...
tecnolgico disponible, la actividad agrcola y los recursos que de ella se derivan presentaban un
bajo nivel de predictibibilidad, tanto para los pueblos aborgenes como para los primeros espaoles
afincados en la regin.
Resulta interesante destacar que una tercera parte de los 46 aos transcurridos entre 1574 y
1620 sufri alguno de estos perjuicios y que la ocurrencia de tales fenmenos se correlacion con
las hambrunas que afectaron a la poblacin cordobesa de aquellos aos.
Ante una situacin como la reseada, las comunidades formativas de la regin debieron
implementar diversas estrategias a fin de responder a las presiones derivadas de la variabilidad
ambiental y mantener un estado de equilibrio alimenticio, con independencia de las fluctuaciones
anuales del rendimiento agrcola.
En este sentido, la literatura arqueolgica de los ltimos aos ha analizado en detalle
diferentes estrategias adoptadas por sociedades agropastoriles no jerrquicas ante situaciones de
crisis econmica. Estos casos nos permiten indagar acerca de las decisiones tomadas por las
comunidades serranas prehispnicas a fin de afrontar el riesgo productivo. Tales estrategias son,
ciertamente, muy variables y pueden involucrar una amplia gama de soluciones, que fluctan desde
la ingesta de alimentos no apetecidos en tiempos de abundancia hasta cambios en la distribucin
y tamao de la poblacin, as como en la organizacin productiva o en la interaccin social. Entre
ellas pueden mencionarse: 1) la diversificacin en las actividades econmicas (OShea 1989); 2)
el incremento de la capacidad de sustentacin, mediante innovaciones de carcter tecnolgico
(Browman 1994); 3) el uso de patrones de asentamiento flexibles que evitan el riesgo (Forbes 1989;
Browman 1994); 4) el desarrollo de nuevas tecnologas que permitan maximizar el rendimiento y
la capacidad de almacenamiento de los recursos (Browman 1994); y 5) el establecimiento de redes
sociales a escala regional que faciliten el intercambio de informacin y recursos (Rautman 1993).
Si bien tales mecanismos de amortiguamiento no operan aisladamente, ya que se manifiestan
en diversos planos superpuestos (v.g. actividades rituales, econmicas, tecnolgicas) y en diferentes
escalas tanto sociales como territoriales en esta oportunidad centraremos nuestra atencin en dos
estrategias implementadas por las comunidades serranas. Aunque stas no agotan la variedad de
prcticas posibles, permiten comprender algunas de sus caractersticas tecnolgicas, de asentamiento
y movilidad en trminos de decisiones adoptadas ante las situaciones reales que enfrentaron.
A continuacin analizaremos ambas estrategias y luego discutiremos sus implicancias en el
tipo y alcance de los traslados efectuados por los miembros de las comunidades agroalfareras.
AMPLIACIN DE LA DIETA
La ampliacin de la base de subsistencia constituye una de las prcticas ms simples y
generalizadas destinadas a amortiguar tanto los efectos de las diferencias en la disponibilidad
estacional de recursos como las consecuencias de crisis medioambientales severas.
Con respecto a los frutos para la recoleccin disponibles en el rea de estudio chaar
(Geoffroea decorticans), molle de beber (Lithraea ternifolia), algarrobo blanco (Prosopis alba) y
algarrobo negro (Prosopis nigra), entre otros su distribucin no es homognea, sino que se
concentran en el sector del valle y estn disponibles para su recoleccin slo durante unas cuatro
o cinco semanas entre febrero y marzo. No obstante se trata de un recurso claramente estacional,
y por ende contingente (sensu Colwell 1974, citado en Bousman 1993), su predictibilidad es alta
y se incrementa en aos secos (Dantoni 1975) cuando las cosechas corren el riesgo de fracasar.
Las fuentes documentales ofrecen numerosos testimonios acerca de la abundancia y valor de
tales recursos, especialmente la algarroba, en la economa de los grupos prehispnicos. En este
sentido Tristn de Tejeda afirma, en 1592, que sus indios ...cogen todos los aos su algarroba en
el propio balle donde tienen sus algarrobales... (Archivo Histrico de la Provincia de Crdoba, escr.
11, leg.4, exp; citado en Piana 1992:48), mientras que en 1611 el Padre Diego de Torres se refiere
122
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
a los aborgenes de Crdoba y expresa que ...con ser tiempo de algarroba y coger mucha... (Bixio
y Berberin 1984:23).
Con respecto a las posibilidades de la caza, el valle fue hbitat de especies como la perdiz
(Nothoprocta pentlandi), el pecar (Pecar tajacu), la corzuela (Mazama guazoubira), la mara
(Dolichotis patagonum), la vizcacha (Lagostomus maximus); mientras que la pampa alberg
perdices, zorros, maras, pumas (Puma concolor), vizcachas, venados de las pampas (Ozotoceros
bezoarticus), andes (Rhea americana) y guanacos (Lama guanicoe) (Bucher y Avalos 1979).
La informacin etnohistrica ofrece testimonios acerca de la importancia de la caza en las
estrategias de subsistencia de las comunidades aborgenes de la regin, por ejemplo cuando Ocaa
expresa:
...mucha caza de avestruces, de quirquinchos, que son como puercos pequeos y algunos
guanacos y liebres y muchas perdices y francolines pero diferentes de los de espaa en color
y en lo dems, que son como gallinas (1599:130, citado en Bixio y Berberin 1984:22)
Por su parte, Sotelo de Narvez refiere, en el ao 1582, que: ... es tierra de gran caza de
guanacos, liebres, venados y ciervos... (Bixio y Berberin 1984:22).
Desde el punto de vista arqueolgico, resulta cada vez ms evidente la importancia de los
productos derivados de la caza en la dieta de los grupos formativos. Existen tres lneas de evidencia
que aportan datos significativos al respecto. Por una parte, la estructura regional de sitios refleja
la existencia de asentamientos localizados en las pampas de altura, cuyo registro indica su
utilizacin en el marco de ocupaciones breves y recurrentes vinculadas con las actividades de caza
(Roldn 1999; Rivero 2001). En segundo trmino, el anlisis de las armas empleadas para tales
propsitos indica que fueron diseadas como parte de sistemas verstiles (sensu Nelson 1991) y
mantenibles (sensu Bleed 1986), destinados a la captura de una gran variedad de especies (Pastor
et. al 1999). Por ltimo, los estudios arqueofaunsticos revelan el consumo regular de animales
silvestres tanto de especies de alto retorno, como guanacos y ciervos, cuanto de pequeos
vertebrados, que aparecen representados en proporciones importantes en los sitios estudiados
(Medina 2001).
La captura de esta gran diversidad de presas, propias de distintos ambientes, supone la
existencia de estrategias de caza especficas para los diferentes contextos en los que se desarroll
(Nelson 1997). En este sentido, en los sectores de altura las actividades de caza se implementaron
en base a una estrategia de interceptacin (sensu Binford 1980), que es la ms apropiada para la
captura de animales gregarios de porte mediano y grande. Por otro lado, la zona deprimida de las
sierras constituy el hbitat de especies de tamao mediano a pequeo y cuyos hbitos solitarios
v.g. corzuela convierten a la estrategia de caza por encuentro (sensu Binford 1980) en la ms
adecuada.
Este nfasis en la actividad cazadora, que implic la aceptacin de los altos costos que
conllevan, por ejemplo, las excursiones logsticas hasta las pampas de altura (distantes a ms de
20 km de los asentamientos residenciales emplazados por debajo de los 900 m.s.n.m) debe
explicarse en el marco de una estrategia adversa al riesgo (Winterhalder y Goland 1997), que
admite una prdida en la eficiencia y privilegia la seguridad que proporcionan las tcticas
destinadas a disminuir los efectos de la variabilidad azarosa en la adquisicin de los recursos
destinados a la subsistencia.
Finalmente, el consumo de animales domesticados puede haber constituido una alternativa
para afrontar pocas de escasez. Si bien el estudio de las prcticas pastoriles de los grupos serranos
agroalfareros est en sus inicios (Roldn 1997), es interesante destacar que hemos identificado la
presencia de asentamientos residenciales de ocupacin permanente o semipermanente en los
sectores superiores de la cuenca (i.e. en la porcin inferior Pampa de Achala), cuyas evidencias
iniciales indican su vinculacin con el pastoreo de animales.
123
EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ...
A diferencia de la ambigedad de los datos arqueolgicos actualmente disponibles, las
fuentes etnohistricas dejan bien asentado el desarrollo de actividades pastoriles en la regin
serrana:
....Cran mucho ganado de la tierra y danse por ello por las lanas de que se aprovechan....
(Levillier 1930:318, citado en Bixio y Berberin 1984:22).
...tienen algunas ovejas tan grandes como las del Per tienen la lana tan grande que llega
al suelo... (Levillier 1930:277, citado en Bixio y Berberin 1984:22)
Resulta particularmente importante corroborar arqueolgicamente el desarrollo de activida-
des pastoriles, as como sus caractersticas; en especial si se tiene en cuenta que, segn algunos
investigadores, los animales domsticos representan una va muy efectiva para la diversificacin
de los sistemas agrcolas de pequea escala, puesto que la combinacin de agricultura y ganadera
disminuye la presin sobre los recursos locales secundarios, permitiendo que los alimentos
silvestres no sean consumidos sino como alimentos de emergencia (OShea 1989).
Dada la situacin esbozada anteriormente con respecto a las debilidades inherentes a la
agricultura en la regin y atendiendo a las evidencias arqueolgicas y etnohistricas disponibles,
puede sostenerse que las fuentes alimenticias tradicionalmente consideradas alternativas o
complementarias debieron jugar un rol vital en la composicin de la dieta de las comunidades
productoras de alimentos, hasta llegar a constituirse en algunos aos en supletorias de los recursos
agrcolas.
En casos de varios aos consecutivos de malas cosechas como los que se dieron entre 1583
y 1586, que fueron afectados por sequas y plagas la ampliacin de la dieta podra haber alcanzado
tales proporciones, que habra incluido el consumo de alimentos totalmente inapetecidos, como la
ingesta de langostas a la que haca referencia Bernab Cobo. Se tratara de la puesta en accin de
mecanismos de emergencia, que segn Forbes (1989) aparecen cuando la severidad de la crisis es
de tal magnitud ya sea por su alcance temporal y/o espacial que los mecanismos de defensa de
nivel inferior como la caza y recoleccin o el consumo de los productos almacenados no resultan
eficientes para sortear la dificultad.
Respecto al modo en que las tareas relacionadas con la caza y la recoleccin se integraron
dentro del conjunto de actividades econmicas desarrolladas por los grupos productores, es til
recordar la distincin que realiza OShea (1989) entre sistemas agrcolas regulares, que compren-
den aquellas adaptaciones en las que todos los aos se da la agricultura y la depredacin de recursos
silvestres, y sistemas agrcolas episdicos, en los que la caza y/o recoleccin vara de intensidad
de ao a ao, de acuerdo al xito real de la cosecha.
En el caso de la recoleccin de productos vegetales, el algarrobo cubre los requisitos bsicos
imprescindibles para amortiguar un sistema agrcola de subsistencia (OShea 1989), esto es: se
obtiene en parches densos y es pasible de una cosecha intensiva; tiene gran potencial de
almacenamiento; exhibe un patrn de variabilidad interanual independiente de la produccin
agrcola y un patrn de disponibilidad estacional compatible con tal ciclo productivo. Atendiendo
a la calidad nutritiva de esos frutos y a sus posibilidades de almacenamiento, as como a la
importancia que los documentos etnohistricos le asignan a su recoleccin, consideramos que su
explotacin debi ser regular.
La integracin de las tareas asociadas con la caza dentro del cronograma general de
actividades econmicas resulta ms difcil de estimar. La captura de animales en las proximidades
de las viviendas, en el sector del valle, estuvo reducida a las especies faunsticas menores como
queda evidenciado por las numerosas puntas de proyectil apropiadas para tal fin (i.e tipo 1 sensu
Pastor et al. 1999) recuperadas en los asentamientos residenciales de acuerdo a una estrategia
oportunista y basada en el encuentro (Binford 1980), por lo que su explotacin tambin habra sido
regular.
124
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
El aporte ms importante de protenas, sin embargo, fue proporcionado por las actividades
de caza desarrolladas en los sectores elevados de las pampas de altura, donde se han identificado
ms de cuarenta asentamientos vinculados con esta explotacin i.e. centros de operaciones y
puestos de observacin (Roldn 1999). La cacera en este ambiente, por el contrario, sera
planificada y basada en una estrategia de interceptacin y acecho. Las distancias implicadas en
estas ltimas capturas variaron entre 20 y 40 km en un terreno marcadamente accidentado, por lo
que los costos de los traslados fueron altos, de all que el nfasis en la caza en este ambiente podra
haber sido menor en los aos de buen rendimiento agrcola y ms acentuado en los aos crticos,
por lo que podra tratarse de una explotacin de carcter episdico.
Tanto en lo referente a la explotacin de recursos faunsticos a larga distancia, como en lo
atinente a otros mecanismos de amortiguamiento del riesgo, las estrategias desarrolladas siempre
resultan de un delicado balance entre consideraciones opuestas de eficiencia y de seguridad
(Forbes 1989). Algunas prcticas pueden sacrificar la eficiencia y no estar dirigidas a obtener una
maximizacin de beneficios, sino que tienden a una bsqueda de seguridad, an a expensas de
ciertos costos. Este trade-off tambin es observable en las estrategias de manejo de la tierra, a
la que nos referiremos en la siguiente seccin.
MANEJO DE LOS TERRENOS CULTIVABLES
Tal como lo hemos esbozado anteriormente, consideramos que la situacin reseada con
respecto a la agricultura exigi la implementacin de respuestas no slo fuera del sistema de
produccin agrcola i.e diversificacin de la dieta sino que adems se implementaron
estrategias tendientes a minimizar los riesgos dentro de las mismas prcticas productivas. Si bien
el rango de estrategias posibles es amplio, incluyendo, por ejemplo, el cultivo de diferentes
especies en una misma parcela, la cosecha antes de la maduracin completa de los cultivos, la
siembra de un producto por encima de las necesidades promedio y la fragmentacin de la tierra;
en esta oportunidad nos referiremos exclusivamente a la ltima de las estrategias mencionadas.
El nfasis en el anlisis de la administracin de los terrenos cultivables obedece a que, por una
parte, se trata de una prctica que tiene consecuencias arqueolgicas de mayor visibilidad que
otras, y a que tiene directa relacin con la movilidad desarrollada por los grupos agroalfareros
serranos.
Tipos de emplazamiento y posibilidades de irrigacin
El anlisis de los tipos de sitio que cumplieron una funcin residencial/agrcola o eminente-
mente agrcola es de fundamental importancia. Dentro de nuestra rea los asentamientos que
corresponden a estas categoras presentan tres tipos de emplazamiento:
1) en dilatados terrenos del piedemonte de la Sierra Chica; por ejemplo, El Algarrobal (Marechal
1943), Las Jarillas;
2) en fondos de valle de grandes dimensiones que se encuentran circunscriptos por las lomadas
que caracterizan el paisaje del valle serrano; v.g. Huaycondo, Las Catitas y
3) en reducidos terrenos de no ms de 1 ha. localizados en los fondos de valle, as como en las
caadas por donde discurren cursos de agua de carcter secundario.
Los dos primeros tipos de asentamiento corresponden a las aldeas residenciales frecuente-
mente descriptas en los documentos etnohistricos y cuyos exponentes arqueolgicos son los sitios
de Villa Rumipal (Gonzlez 1943), Los Molinos (Marcellino et al. 1967) y Potrero de Garay
(Berberin 1984). En este ltimo se exhumaron varias viviendas del tipo casa-pozo dispuestas en
125
EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ...
forma semicircular rodeando los terrenos agrcolas y constituye el contexto arqueolgico ms
preciso de este tipo de sitios.
Sin embargo, consideramos que la clave para entender las estrategias destinadas a minimizar
el riesgo de fracaso de la produccin agrcola reside en los asentamientos considerados en el tercer
tipo, es decir, los emplazados en reducidos terrenos sedimentarios cuyas dimensiones no superan
la hectrea, aproximadamente.
Una vez ms, el factor determinante es el agua o, mejor dicho, las posibilidades de irrigacin
de los terrenos. Con respecto a esto, hasta el presente no se han identificado trazas arqueolgicas
de ninguna construccin destinada al riego artificial de los campos de cultivo en las Sierras de
Crdoba. Los datos etnohistricos, por su parte, confirman la ausencia de tal tecnologa, al tiempo
que ponen de relieve la importancia de las precipitaciones y de las represas naturales para la
produccin agrcola aborigen.
En este sentido, Piana ofrece numerosos testimonios; por ejemplo cuando los caciques de
Saldn en un pleito del ao 1586 [...] deben explicar la posesin de tierras que les pertenecen pero
que no cultivan habitualmente, manifiestan que como ellos no tienen regados, necesitan buscar
chacras en diferentes partes, segn cmo van los aos, para poder recoger comidas (Piana 1992:
46, en A.H.P.C., escr. 1, leg. 1, exp. 10); o cuando el Padre Alonso de Barzana, en el ao 1594 relata
que cuando no llueve para coger maiz o el rio no sale de madre para poder regar la tierra, pasan
sus necesidades con esta algarroba... (En Berberin 1987:254).
Desde este perspectiva, la diferencia fundamental entre los tres tipos de asentamiento arriba
comentados no radica en su tamao sino en la disponibilidad de agua (tanto superficial como en
el subsuelo) y en el reparo natural que ofrecen en contra de la radiacin solar.
Debido a su ubicacin en los sectores superiores de los cursos de agua, la mayora de los
terrenos comprendidos en la categora tres son los nicos que conservan agua en hoyadas naturales
y almacenada en el suelo en aos calificados como secos. En virtud de sus condiciones topogrficas
se da un fenmeno de embalse natural de las aguas1 entre septiembre y marzo (poca de lluvias).
A partir de este mes, cuando las precipitaciones disminuyen, estos terrenos ofrecen una ventaja
adicional, ya que la radiacin solar los afecta menos que a los terrenos ms abiertos, de modo que
la evapotranspiracin es inferior.
Resulta de este modo, que en los aos caracterizados por un dficit de precipitaciones, los
reducidos terrenos localizados en los fondos de valle y a lo largo de los caadones constituyen los
nicos en la regin donde es posible la prctica del cultivo a temporal.
Funcionalidad de los sitios
De acuerdo a la evidencia con que contamos hasta el momento no es posible realizar finas
discriminaciones sobre la funcionalidad de los asentamientos incluidos en los emplazamientos tipo
tres. En algunos casos se trata de ocupaciones en abrigos rocosos v.g. El Fantasio (Nielsen y
Roldn 1991), La Vertiente 2, La Quinta, Los Sauces mientras que otros corresponden a sitios al
aire libre v.g. La Vertiente 1.
Los resultados de las excavaciones en dos sitios en abrigos rocosos i.e. El Fantasio y La
Quinta indican que constituyeron espacios residenciales (Nielsen y Roldn 1991; Roldn y Pastor
1999); sin embargo no puede extenderse, sin ms, tal asignacin funcional al resto de los
asentamientos que comparten este tipo de emplazamiento.
En la mayor parte de los casos, a partir de la evidencia superficial, no es posible identificar
si se trata de viviendas aisladas asociadas a sus campos o de puestos de cultivo (por ejemplo, Kholer
1992). La diferencia fundamental, en este ltimo caso, radicara en la cantidad y variedad de
actividades efectuadas adems de la prctica agrcola y en la duracin de la ocupacin.
126
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
La posibilidad de que estos asentamientos constituyan puestos transitorios vinculados con la
produccin agrcola es corroborada por las fuentes etnohistricas, que indican la existencia de
campos de cultivo disociados de las reas residenciales: ... bio en la dicha caada habr quatro
aos pocos ms o menos cinco o seis chcaras de los dichos yndios (A.H.P.C. Escr. 1, leg.11, exp.
7, citado en Bixio y Berberin 1984).
En este sentido, en las sociedades agropastoriles actuales es usual la utilizacin de algn tipo
de construccin, ya sea destinada al depsito de los implementos agrcolas o para el refugio de las
personas involucradas en tales labores, en reas esencialmente productivas (Brush 1975; Hard y
Williams 1992; Graham 1993).
No obstante los interrogantes abiertos, a los efectos de esta discusin, basta con destacar la
identificacin de este tipo de sitios, emplazados en superficies de reducidas dimensiones y cuya
caracterstica fundamental radica en que, en condiciones de sequa regional, son los principales
reservorios de agua tanto a nivel superficial como en el subsuelo.
Las comunidades formativas desarrollaron, entonces, una explotacin extensiva de los
suelos aptos para la produccin mediante una estrategia centrfuga en el emplazamiento de sus
terrenos de cultivo.
Esta prctica se explica en primer trmino, porque la existencia de numerosas chacras
dispersas en el territorio puede ser una va para sortear exitosamente eventualidades como una
plaga de langostas o una tormenta de granizo cuyas acciones son localizadas y circunscriptas, de
modo que pueden daar a un terreno agrcola y no afectar, sin embargo, a la chacra vecina.
En segundo lugar, una estrategia de dispersin de los campos de cultivo que incluya el
aprovechamiento de los reducidos terrenos circundantes a las aguadas que se forman en los
espacios entre lomadas, permite aprovechar los suelos que, en caso de sequas, todava cuentan con
agua permanente durante todo el ciclo anual.
Al igual que la ampliacin de la base alimenticia, la fragmentacin de las tierras cultivadas
constituye una de las prcticas ms generalizadas en las economas de subsistencia para
amortiguar los efectos de la variabilidad interanual de los factores que inciden en la produccin
agrcola.
La dispersin de chacras pequeas que, en algunos casos, se encuentran a distancias
considerables de los espacios residenciales incrementa los costos de traslado entre asentamiento
aldeano/asentamiento agrcola (Kholer, 1992) y consecuentemente, aumenta los costos de la
produccin, aunque minimiza sus riesgos de fracaso ya que la diversificacin de los campos
asegura que las unidades productivas exploten parcelas con un amplio rango de tolerancias y
susceptibilidades a diferentes condiciones (Forbes 1989; OShea 1989).
Al igual que en el caso de los costos implicados en las caceras a largas distancias analizadas
en la seccin anterior, la fragmentacin de las tierras tambin parece ser el resultado de una
bsqueda de seguridad, an a expensas de una prdida de eficiencia.
CONCLUSIONES
Uno de los corolarios ms importantes del examen de las estrategias de amortiguamiento del
riesgo implementadas por las comunidades formativas serranas es que implicaron, necesariamen-
te, un alto grado de movilidad as como el establecimiento de diferentes tipos de asentamientos en
los distintos sectores ambientales de la regin (Berberin y Roldn 2001).
Se observa un fuerte impulso centrado en los asentamientos aldeanos, ubicados en el valle,
a lo largo de dos circuitos que estn claramente evidenciados en el patrn regional de localizacin
de sitios.
El circuito mayor incluy el traslado de grupos reducidos de personas hacia las Sierras
Grandes donde era posible la caza de animales como el guanaco y el ciervo. En su desplazamiento,
127
EDUARDO E. BERBERIN Y MARA F. ROLDN LIMITACIONES A LA PRODUCCIN AGRCOLA, ESTRATEGIAS DE ...
las partidas de cazadores utilizaron recurrentemente los refugios naturales ubicados en los sectores
ecotonales entre el Valle y las Pampas de Altura donde es imposible la agricultura por falta de
terrenos adecuados y no es practicable la caza de los animales mayores con altos retornos (Speth
y Scott 1989) para pernoctar y consumir alimentos (puestos de descanso). En este sentido, debe
destacarse que el traslado desde el Valle hacia las Pampas de Altura demanda tres jornadas de
marcha sostenida; mientras que el camino inverso puede realizarse en dos jornadas, aunque el
transporte de las piezas de caza puede demorar el ritmo.
Una vez alcanzadas las Pampas de Altura, las partidas de cazadores utilizaron los refugios
rocosos ms confortables y prximos al agua como centros de operaciones lugares donde
pernoctaron, repararon las armas, consumieron alimentos y realizaron el procesamiento primario
de las presas (i.e. descuartizamiento y preparacin de unidades para su transporte). Desde estos
centros de operaciones se efectuaron desplazamientos menores hacia las cabeceras de quebrada
donde emplazaron puestos de observacin para el control de los animales en los sitios de mejor
visibilidad (Roldn 1999; Rivero 2001).
Dentro de este circuito que articul los sectores deprimidos con los sectores superiores de las
Sierras Grandes se integraron, tambin, los traslados resultantes del manejo de los rebaos. Esta
actividad econmica implic el establecimiento de sitios multipropsito de uso prolongado (por
ej. Puesto Maldonado 3) en las Pampas de Altura que fueron usados como vivienda por las personas
a cargo de los animales. En el marco de esta actividad, necesariamente, debieron desarrollarse otros
movimientos ya sea estacionales asociados con la administracin de las pasturas a lo largo del
ciclo anual y que resultan en la utilizacin de bases estacionales o transitorias (Kuznar 1990;
Yacobaccio et al. 1998), o diarios -que se inscriben dentro de las actividades de pastoreo
cotidianas (Flores Ochoa 1975; Yacobaccio et al. 1998). Tal como plantea Yacobaccio et al.1998,
estos ltimos lugares son usados para diversas actividades y generan un registro arqueolgico de
muy baja visibilidad.
El circuito menor de movilidad incluy traslados desde las aldeas hacia otros sectores dentro
del valle donde se localizaron las parcelas de cultivo (asentamientos aislados-agrcolas) discutidas
en la seccin precedente. Este ltimo circuito ha incluido tambin los traslados hacia los espacios
de recoleccin y de caza menor. Tales actividades de explotacin no han debido generar sitios
especficos o si los han generado deben tener una visibilidad arqueolgica muy baja ya que los
asentamientos residenciales se encuentran prximos a esos espacios y no debi ser necesario el
establecimiento de puestos transitorios vinculados a tales tareas extractivas (Roldn 1997, 1999).
En este trabajo slo hemos analizado algunos aspectos relacionados con la movilidad de los
grupos productores y sus prcticas destinadas a amortiguar el riesgo agrcola. Ciertamente los
movimientos no son reductibles a tales mecanismos, ni estos ltimos se limitan a la ampliacin de
la dieta y a la diversificacin de los campos de cultivo, sin embargo existen fuertes vnculos entre
estos elementos. Tan as es que otras respuestas a la variabilidad temporal, que no hemos
considerado en esta oportunidad, han debido afectar todava ms la naturaleza y magnitud de los
movimientos realizados por los grupos productores. Un ejemplo de ello habra consistido en el
traslado temporal o permanente de las residencias mismas a lugares ms favorables ante crisis de
extrema severidad. Una vez ms, la informacin etnohistrica aporta datos que confirman esta
prctica, como cuando, en 1593, Antonio Suarez Meja relata que:
uvo ziertos anhos de muy gran zeca y los dichos caziques del pueblo de Maya se dividieron
buscando agua; unos a una parte y otros a otra para escapar en vida... se fueron poco mas
de una legoa a una agua que hest entre unas penhas los quales son el cazique Abancolo y
el cazique Nonguto y el cazique Cantalopina... (Piana 1992:49)
Para finalizar, nos interesa puntualizar dos cuestiones acerca de las tcticas implementadas
por los grupos productores. Por una parte, parece evidente que una condicin necesaria para la
128
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
existencia de tales prcticas ha radicado en una conducta, econmica en particular, y social en
general, altamente flexible que permiti una adaptacin a variadas alternativas ambientales y
subsistenciales. Al igual que en lo referido a las estrategias, tal flexibilidad se manifiesta en
diferentes planos y escalas: en la composicin de la base de subsistencia; en la intensidad del
procesamiento; en una tecnologa ltica verstil; en la explotacin de distintos paisajes; en el
empleo de sitios funcionalmente diferentes; en la cantidad y alcance de los traslados, entre otros.
Tal como seala Jochim (1991), la variabilidad es la manifestacin arqueolgica de la flexibilidad
conductual y precisa de un abordaje arqueolgico atento a ella, puesto que el registro derivado de
tales prcticas, lejos de reflejar un nico patrn, es el producto de una sumatoria de tcticas que han
variado en funcin de condiciones cambiantes.
Por ltimo, creemos que las consecuencias de tal flexibilidad en los objetivos, amplitud y
nmero de personas involucradas en los movimientos de los grupos productores permiten una
reconsideracin del concepto de sedentarismo en el marco de las sociedades serranas productoras
de alimentos. En este sentido resulta de especial inters la afirmacin de Kelly (1992) acerca de la
necesidad de deconstruir los conceptos de nomadismo y sedentarismo, elaborando acercamientos
ms tiles que una simple polarizacin de sociedades depredadoras nmades vs. productoras
sedentarias. Tal como puede observarse, la amplitud de los movimientos desarrollados por los
grupos en estudio o por algunos de sus miembros cuestiona tal dicotoma, al tiempo que permite
comprenderlos en el marco de estrategias ms amplias.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: marzo 2004.
NOTAS
1
Estos espacios se localizan en el piedemonte occidental de la Sierra Chica y pueden ser irrigados mediante
el desvo de canales desde cursos de agua tributarios del Ro San Antonio.
2
Este fenmeno natural tiene por resultado un tipo de sistema de irrigacin semejante al de los campos
hundidos o cochas (ver Guillet, 1986).
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133
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO
ESCOBERA, EN LA MANZANA DE SANTO DOMINGO,
CIUDAD DE MENDOZA
+
Jorge Garca Llorca
(*)
RESUMEN
Se presentan en este artculo estudios realizados sobre parte de los materiales
arqueofaunsticos del sitio Escobera. El anlisis se efecta teniendo en cuenta aspectos tericos
y metodolgicos propios de la disciplina. Los conjuntos seos depositados corresponden en su
mayora al periodo colonial e independiente, siendo nuestra hiptesis para este momento que ese
espacio abierto sirvi, como recolector de residuos y descarte de basura, dentro de la manzana
correspondiente al Convento de Santo Domingo. Los niveles ms profundos se relacionan con
contextos arqueolgicos indgenas. Se examinan algunos aspectos de la problemtica tafonmica
que caracteriza los sitios urbanos, en particular la meteorizacin como indicador del tiempo de
depositacin y el tiempo de permanencia en superficie de los restos seos depositados en un
ambiente particular. Los sondeos aqu analizados son parte de un muestreo del sitio arqueolgico
subyacente.
Palabras clave: Arqueologa histrica. Cuyo. Zooarqueologa. Sitios urbanos.
ABSTRACT
In this paper studies of a portion of the archaeofaunistic collection from the Escoberia site
are presented. The analysis takes into account theoretical and methodological issues pertaining
to the discipline. The bone assemblages mainly correspond to the historic period during both
colonial and independent times. Our hypothesis is that this open space in the square of Santo
Domingo Convent was used as a discard area. The deepest levels are related to indigenous
+
Investigaciones realizadas dentro de los Proyectos: Arqueologa e Historia Urbana: Investigaciones en la
ciudad y conurbano mendocino (ANPCYT N 00308) y Arqueologa e Historia Urbana: investigacin,
rescate, conservacin y valorizacin del patrimonio cultural en el predio del Convento e Iglesia de Santo
Domingo en Mendoza (Secyt-UNCuyo), ambos dirigidos por J. R. Brcena .
*
Unidad de Antropologa (INCIHUSA-CRICYT); Instituto de Arqueologa y Etnologa (Fac. Fil. y Letras-
UNCuyo). Mendoza. Argentina
134
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
archaeological contexts. Some issues about taphonomy characteristic of urban sites are discussed,
specifically meteorization as a chronological indicator and the duration of surface exposure of
bone remains deposited in this specific environment. The analyzed test pits are part of the sampling
of the archaeological site.
Key words: Historic Archaeology. Cuyo. Zooarchaeology. Urban sites.
INTRODUCCIN
En trabajos anteriores habamos sugerido la necesidad de profundizar los anlisis
zooarqueolgicos de los sitios urbanos en los cuales desarrollamos nuestro trabajo (Garcia Llorca
2001,2002). En esta presentacin estudiamos materiales arqueofaunsticos, especficamente restos
seos
1
, provenientes de nuevos sondeos realizados en el sitio Escobera, ubicado en la actual
manzana donde an continua establecido el Convento de Santo Domingo, esto es, desde su
primitiva instalacin en la ciudad vieja de Mendoza, actual IV Seccin capitalina (ver Figura 1).
Nuestra hiptesis del sector estudiado es que funcion como un rea abierta durante la mayor
parte de la ocupacin dominica, probablemente en el lmite del Convento con el sector de huertas
(Garcia Llorca 2001), por lo tanto adecuado para funcionar como espacio de acumulacin de
Figura 1. Croquis del sector de la 4. Seccion de la Ciudad de Mendoza
donde se ubica el sitio arqueolgico analizado en el artculo.
Referencias:
1. Lote Escobera, en la manzana ocupada por la Iglesia y Convento de Santo Domingo, sobre calle J. F. Moreno
2. Plaza Pedro del Castillo
3. Museo del rea Fundacional (MAF)
4. Ruinas de San Francisco
135
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
residuos
2
. El inters es conocer cmo fue su manejo, principalmente en el perodo aludido, en
particular y entre otros, establecer el lapso acontecido entre los episodios de depositacin y su
posterior enterramiento a partir del anlisis de la meteorizacin y sus posibilidades interpretativas
en tal sentido (Torres 1988; Blasco Sancho 1992; Lyman 1994a:404; Landon 1996:33). Interesa
adems, analizar los especmenes seos que estuvieren alterados trmicamente, con el objeto de
inferir situaciones particulares, dada la incidencia del fuego en la preservacin del material seo
(Mengoni Goalons 1988,1999; Lyman 1994a, entre otros).
El anlisis arqueolgico en el rea bajo estudio nos indica la existencia en forma ininterrum-
pida, de restos materiales que se corresponden con distintos asentamientos humanos, comenzando
con el perodo indgena hasta los producidos en la actualidad, pasando por el perodo colonial e
independiente. En concordancia con ello, el registro arqueofaunstico presenta diferencias sustan-
ciales, entre esos perodos y evidenciables por la potencia de los estratos o niveles arqueolgicos.
La causa principal de ello se debe al fenmeno provocado por la urbanizacin y la concentracin
humana como agentes modeladores del paisaje, sntesis de cambios sociales y econmicos
significativos con respecto a las sociedades indgenas, y la propia evolucin de la sociedad colonial
e independiente (ver Landon 1996:19).
Aspectos de la formacin de Sitio - Historia tafonmica del lugar
Carecemos de estudios que precisen las caractersticas tafonmicas del rea urbana en su
estrecha relacin con el material arqueofaunstico (Gifford 1981: 381 y ss; Schiffer 1983). S se
conocen aspectos y caractersticas de la topografa, fisiografa, pendiente, pedregosidad superfi-
cial, etc., donde se asent la ciudad vieja de Mendoza (Brcena y Schvelzon 1991; Brcena 1997;
Brcena y Garcia Llorca 1997a,b). Igualmente distinguimos la evolucin de la sedimentacin
producida en el rea, tanto para el perodo indgena como para el hispnico, con cambios
significativos producto de distintas estrategias de asentamiento en el valle (Prieto y Wuilloud 1997)
3
. El resultado es una sustancial modificacin del ambiente fsico. Vale como ejemplo el modelado
del paisaje pedemontano por el corte indiscriminado de la cubierta vegetal, provocando un aumento
del impacto de las correntas estivales (Ibid).
En la manzana donde se ubican nuestros sondeos debemos advertir en los niveles ms
profundos caractersticas de acumulacin sedimentaria pausadas, con espesores lenticulares,
alternando fases de depsito y remocin elica con otras de arrastres pluviales y fluviales,
espordicas pero con fuerte dinmica. En estos casos la presencia del material seo se correlacionara
con la posibilidad de su ingreso en la matriz sedimentaria. Nuestra hiptesis es que deben ser
escasas esas contingencias atendiendo a que la ocupacin indgena se presenta como de lenta
acumulacin de residuos, seguramente producto de asentamientos relativamente reducidos
4
y de
las propias influencias ambientales mencionadas, en especial el escurrimiento de las aguas y
vientos incidiendo en el arrastre de los materiales (ver Garcia Llorca 2002). Una excepcin puede
constituirla el hallazgo de un basural restricto, que de hecho debera contemplar ciertas condiciones
fsicas para ello, no documentadas hasta el presente en nuestro mbito de estudio, para este perodo
de tiempo.
Esa sucesin de los efectos naturales se ve interrumpida, sbitamente, desde el anlisis
estratigrfico, por la influencia de los eventos culturales, que caracterizarn a la implantacin
citadina espaola. En este ltimo caso la acumulacin sedimentaria es ms veloz, con una fuerte
variacin en la matriz sedimentaria, con mayores espesores lenticulares, directamente asociados
al cambio de rgimen del terreno, sometido a una depositacin ms voluminosa de desperdicios,
vinculados a su vez a la creciente densidad poblacional (Ibd.).
Debemos tener en cuenta en la formacin del contexto arqueolgico tambin en el contexto
de transformacin un hecho catastrfico, como es el sismo de 1861, produciendo la depositacin
136
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
y el enterramiento en forma simultnea, al colapsar los edificios y caer sobre personas y animales.
Este fenmeno tambin produce un efecto de aplastamiento sobre el terreno, incidiendo
directamente sobre los restos seos ubicados en superficie e indirectamente bajo superficie. Los
procesos tafonmicos a tener en cuenta para esta situacin particular, se relacionan con la presin
o peso de los sedimentos ejercida sobre los restos seos; la velocidad de sedimentacin, la rapidez
de su incorporacin bajo superficie, su tamao y peso, dado que de esa relacin depende la densidad
de especmenes finalmente depositados (Lyman 1994a: 408 y ss).
No se descartan tampoco las influencias de los procesos de remocin de depsitos caracte-
rsticos de los asentamientos urbanos (Harris 1991: 165 y ss), que actan liberando en muchas
oportunidades restos seos de sus niveles originales de depsito y, en algunos casos, redepositndolos
bajo nuevas condiciones ambientales y culturales (concepto de estratigrafa invertida Ibid:169).
Actualmente el lote donde se efectuaron las excavaciones es ocupado por los eclesisticos
como terreno baldo, depsito de materiales de construccin y receptculo de distinto tipo de
basura.
En sntesis, pensamos que el anlisis de la meteorizacin y las alteraciones trmicas nos
pueden indicar algunos factores causales de la presencia-ausencia de elementos seos en relacin
con las variables que modifican el contexto de depositacin.
METODOLOGA
Los sondeos realizados en dicho lote, en forma de muestreo aleatorio y los niveles de
excavacin adoptados responden al inters de contactar pisos de ocupacin recientes y antiguos,
atendiendo especialmente al grado de alteracin producida por el impacto del terremoto de 1861.
El sesgo producido producto de la complejidad de los sitios arqueolgicos urbanos, tal como el
analizado, no invalida las conclusiones dado su carcter hipottico, en el sentido de ahondar
aspectos metodolgicos de la disciplina en su especial abordaje de la problemtica cultural. Se
excavaron cuatro nuevos sondeos
5
. Dos de ellos SV y SVI se hicieron ampliando otros,
anteriores. stos, tuvieron como principal objetivo comprobar la existencia o no de muros,
arranque de muros, pisos, etc., pertenecientes a la iglesia colapsada con el terremoto ocurrido en
1861. En stos y en los sondeos VII y VIII, se investigaba, adems, delimitar pisos de ocupacin
indgenas, descubiertos en la primera etapa de nuestras excavaciones en profundidades variables
entre los 100 cm y 130 cm de profundidad a contar del piso actual del loteo (Brcena 1997; Brcena
y Garcia Llorca 1997a, b).
Todos los sedimentos extrados en los sondeos fueron tamizados en malla fina (2 mm) y
gruesa (6 mm)
6
. La excavacin se realiz en forma arbitraria
7
, haciendo un control sobre los
cambios estratigrficos, excavando en capas, subcuadrculas, etc., atendiendo a las dificultades de
reconocer las secuencias de estratificacin, en especial en los niveles superiores.
Analizamos los restos seos sobre la base de su identificacin y descripcin (taxonmica y
anatmica); definicin de especmenes no identificables, categorizacin por tamao (teniendo en
cuenta la morfometra) (Barone 1987, 1990; Mengoni Goalons 1988, 1999; Landon 1996; Garcia
Llorca 2001, 2002). La cuantificacin se realiz de acuerdo a los objetivos bsicos de determinar
la diversidad de especies representadas en el conjunto seo y la representacin de partes
esqueletarias. Contabilizamos el NISP y MNE
8
(Grayson 1979; Mengoni Goalons 1988, 1999;
Lyman 1994a, b; Reitz and Wing 1999, entre otros). No tuvimos en cuenta el MNI, dado que no
nos interesa en este momento establecer la magnitud de ingresos de energa (Mengoni Goalons
1999:58) dada las caractersticas de la excavacin, la cual no nos permite establecer diferencias
claras en las unidades de anlisis a partir de la diferenciacin estratigrfica (ver Landon 1996;
Mengoni Goalons 1999). En todo caso el NISP, lo utilizamos como medicin de la abundancia
taxonmica.
137
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
Procedimos a analizar los efectos de la meteorizacin segn las especificaciones de
Behrensmeyer (1978) y dado que proveen informacin respecto a la historia depositacional (ver
Landon 1996), obtuvimos: a) dos valores de la meteorizacin: mnima (MI) y mxima (MA) en
todos los especmenes donde se pudo efectuar esta medicin (ver Lyman 1994a:354 y ss - Fig. 9.1;
adems comentario en Mengoni Goalons 1999:98); b) la meteorizacin diferencial, es decir, la
diferencia entre (MI) y (MA) (Fernndez 1998:212; Landon 1996:35) y c) los grados de
meteorizacin media (MMI y MMA)
9
, con valores para cada sondeo y nivel excavado.
La meteorizacin como proceso tafonmico puede indicarnos el tiempo de permanencia en
superficie del elemento (Behrensmeyer 1978). Los grados de meteorizacin diferencial reflejan
tambin estos aspectos vinculados a la permanencia de los restos seos en superficie o bajo la
superficie inmediata y las caractersticas de esa depositacin
10
(Landon 1996:35). Una introduc-
cin rpida en los sedimentos, at the sediment-air interface (Lyman 1994a:405), asegura mejores
condiciones de preservacin en este sentido.
Se utilizaron cuatro categoras para analizar las posibles alteraciones trmicas: fresco (sin
huellas de alteracin trmica); semiquemado (alteracin trmica parcial); quemado (alteracin
trmica completa, color negro, negro-gris) y calcinado (dem anterior, color blanco). La edad de
los individuos se tuvo en cuenta a partir del estado de fusin de los huesos, no as con dientes y
molares debido al escaso nmero recuperado en excavacin.
ANLISIS ZOOARQUEOLGICO
Representacin taxonmica
En la Tabla 1 se observan los datos del NISP total (que es de 1372 especmenes para el
conjunto seo analizado), en tanto en la Tabla 2 se observan los datos relacionados con el MNE.
En ellas se discriminan los distintos niveles de la identificacin taxonmica en relacin con los
sondeos, por una parte y con los niveles de excavacin por otra. Ovis aries y Capra hircus se
analizaron en conjunto
11
.
De las tablas, observamos, al igual que en el trabajo anterior (Garcia Llorca 2002), la
incidencia que tienen los cuatro primeros niveles, respecto al total excavado, con relacin a los
elementos seos identificados al nivel de especie (NISP = 80,76 %; MNE = 80.07 %). Vemos el
predominio de la especie Bos taurus y de Ovis-capra, con un pico de este grupo en el nivel b, que
a su vez es el de mayor porcentaje relativo al total del conjunto analizado. En la Tabla 3 destacamos
en forma separada las especies identificadas. Como all se observa, se hallaron muy pocos
elementos identificados con las especies domsticas de menor porte: Gallus gallus y Oryctolagus
cuniculus, a diferencia de la excavacin anterior (Ibd.),
Una primera conclusin nos indica que esos cuatro primeros niveles con una profundidad
aproximada entre 90 cm a 110 cm, a contar desde el piso Escobera representaran el perodo
histrico que va desde el contacto hispano-indgena hasta el presente.
El gnero Lama sp. predomina en los niveles inferiores, confirmando a su vez, las
apreciaciones obtenidas anteriormente (Ibd.). Es interesante destacar que en el nivel d (Sondeo
VII) se recuperaron elementos Ovis-capra junto con otros de Lama sp, nivel que representa
estratigrficamente el perodo de contacto hispano-indgena: fines del siglo XVI y el siglo XVII,
situacin histrica particular definida desde el anlisis zooarqueolgico. En el caso de Gallus
gallus, se hallaron elementos a una profundidad de 110/115 cm. en el lmite del nivel antedicho.
Esto puede indicar pozos o sectores con distinta profundidad en el terreno al momento de la
depositacin.
Esto se complementa con dos conjuntos (ver Tabla 1 y 2): uno de restos seos no identificados
(NI) y otro muy pequeo, genricamente denominados astillas, que incluyen fragmentos de
138
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
NISP Sondeos
Identificacin V VI VII VIII Total %
taxonmica/SONDEO
Bos taurus 17 16 50 13 96 7.00
OVCA 19 68 7 8 102 7.43
Lama sp 10 12 0 1 23 1.68
Gallus gallus 0 0 6 9 15 1.09
Oryctolagus cuniculus 1 0 0 0 1 0.07
Canis familiaris? 0 0 0 1 1 0.07
Equus caballus? 0 0 0 1 1 0.07
AVE 5 6 17 4 32 2.33
EDENTADO 0 1 0 0 1 0.07
PEZ 0 0 1 1 2 0.15
ROEDOR 8 7 0 0 15 1.09
MG 71 80 219 120 490 35.71
MM 20 22 43 41 126 9.18
MP 0 16 4 1 21 1.53
MP/AVE 0 4 9 17 30 2.19
NI 75 66 150 125 416 30.32
Total 226 298 506 342 1372 100.00
% 16.47 21.72 36.88 24.93 100.00
astillas 34 28 28 74 164
NISP Niveles
Identificacin a b c d e f g h i Total %
taxonmica/NIVEL
Bos taurus 37 28 20 6 5 0 0 0 0 96 7.00
OVCA 18 71 9 3 1 0 0 0 0 102 7.43
Lama sp 0 0 0 6 0 6 2 9 0 23 1.68
Gallus gallus 0 2 3 1 9 0 0 0 0 15 1.09
Oryctolagus cuniculus 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1 0.07
Canis familiaris? 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1 0.07
Equus caballus? 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1 0.07
AVE 5 9 14 1 2 0 0 1 0 32 2.33
EDENTADO 0 0 0 0 0 1 0 0 0 1 0.07
PEZ 0 1 1 0 0 0 0 0 0 2 0.15
ROEDOR 0 0 0 3 0 6 3 3 0 15 1.09
MG 100 164 86 68 19 31 6 15 1 490 35.71
MM 18 38 30 19 2 15 0 4 0 126 9.18
MP 1 15 1 1 3 0 0 0 0 21 1.53
MP/AVE 1 10 1 4 0 12 1 1 0 30 2.19
NI 37 116 78 81 14 72 3 15 0 416 30.32
Total 217 454 244 193 57 143 15 48 1 1372 100.00
% 15.82 33.09 17.78 14.07 4.1545 10.4223 1.0933 3.4985 0.0729 100
suma parcial 80.76
astillas 3 41 20 19 32 25 17 6 1 164
Tabla 1. NISP total de la muestra
139
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
MNE Sondeos
Identificacin V VI VII VIII Total %
taxonmica/SONDEO
Bos taurus 14 10 33 12 69 8.19
OVCA 11 34 7 6 58 6.88
Lama sp 9 7 0 1 17 2.02
Gallus gallus 0 0 4 6 10 1.19
Oryctolagus cuniculus 1 0 0 0 1 0.12
Canis familiaris? 0 0 0 1 1 0.12
Equus caballus? 0 0 0 1 1 0.12
AVE 2 4 17 4 27 3.20
EDENTADO 0 1 0 0 1 0.12
PEZ 0 0 1 1 2 0.24
ROEDOR 7 7 0 0 14 1.66
MG 49 46 129 75 299 35.47
MM 16 16 38 30 100 11.86
MP 0 12 4 1 17 2.02
MP/AVE 0 4 6 11 21 2.49
Subtotal 109 141 239 149 638 75.68
NI 37 48 69 51 205 24.32
Total 146 189 308 200 843 100.00
% 17.32 22.42 36.54 23.72 100.00
MNE Niveles
Identificacin a b c d e f g h i Total %
taxonmica/NIVEL
Bos taurus 24 20 16 5 4 0 0 0 0 69 8.19
OVCA 13 37 4 3 1 0 0 0 0 58 6.88
Lama sp 0 0 0 6 0 5 2 4 0 17 2.02
Gallus gallus 0 2 1 1 6 0 0 0 0 10 1.19
Oryctolagus cuniculus 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1 0.12
Canis familiaris? 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1 0.12
Equus caballus? 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1 0.12
AVE 2 7 14 1 2 0 0 1 0 27 3.20
EDENTADO 0 0 0 0 0 1 0 0 0 1 0.12
PEZ 0 1 1 0 0 0 0 0 0 2 0.24
ROEDOR 0 0 0 3 0 5 3 3 0 14 1.66
MG 62 90 47 45 17 22 5 10 1 299 35.47
MM 15 35 23 17 2 6 0 2 0 100 11.86
MP 1 11 1 1 3 0 0 0 0 17 2.02
MP/AVE 1 7 1 4 0 6 1 1 0 21 2.49
Subtotal 118 210 109 86 37 45 11 21 1 638 75.68
NI 24 58 39 31 9 31 3 10 0 205 24.32
Total 142 268 148 117 46 76 14 31 1 843 100.00
% 16.84 31.79 17.56 13.88 5.46 9.02 1.66 3.68 0.12 100.00
suma parcial 80.07
Tabla 2. MNE total de la muestra
140
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
origen anatmico diverso (Mengoni Goalons 1999:42-43). El primero, tiene un NISP de 416
unidades, dado su tamao y estado de conservacin fue imposible adscribirlos a alguno de los
grupos anteriores (30.3% del NISP total)
En la Figura 2 graficamos el MNE% de acuerdo al nivel de identificacin que fue posible
precisar. El MNE total es igual a 638 (Tabla 2). Dado que el tamizado del material arqueolgico
se efectu de la misma forma en todos los casos, la influencia que pudiese ejercer a modo de sesgo
de informacin, en especial en relacin con las taxas ms pequeas, quedara controlado o al
menos su influencia se relativizara (ver Landon 1996:33 y ss). Otros factores que pueden influir
alterando este ltimo subconjunto seo, pueden deberse a factores tafonmicos especficos (ver
nota
6
). El hecho de que algunas partes del esqueleto de roedores, aves, etc., se hayan recuperado,
indica que las influencias posteriores al entierro diagenticas, segn Lyman 1994:417) estaran
limitadas en cuanto a producir un sesgo entre el conjunto depositacional y el conjunto fsil
(Mengoni Goalons 1988:78), en esas especies de menor tamao. Sin embargo sabemos que los
restos de pequeos vertebrados tienen menos probabilidad de preservarse y de ser recuperados
(Lyman 1994:190). Un anlisis ms puntual, a fin de diferenciar microsectores, escapan al alcance
del presente artculo
12
.
Se observa la importancia porcentual que tiene los especimenes identificados tan solo al nivel
de mamferos, en especial mamferos grandes y medianos. En este caso, indican acciones
modificatorias importantes entre el tiempo de depositacin y el de su anlisis (Ibd), tambin
sealado por el segundo grupo (astillas). Otro indicador es el porcentaje de elementos identificados
al nivel de especie o gnero, que es tan slo del 24.3% respecto al MNE (638).
Si los analizamos en funcin de unidades de excavacin ms discretas, podemos inferir
situaciones particulares respecto a acciones de depsito-entierro. Por ejemplo en el caso del sondeo
VI en el nivel b, capa b1, ubicamos 27 elementos seos identificados con Ovis-capra, representando
un contexto de depsito-entierro acotado. Presumiblemente corresponden a una sola carcasa
(MNI=1); con elementos no fusionados, en los casos factibles de tal determinacin; en estado
Tabla 3. MNE
e
especies identificadas
Especie / Sondeo V VI VII VIII Total
Bos taurus 14 10 33 12 69
Ovis-Capra 11 34 7 6 58
Lama sp 9 7 0 1 17
Gallus gallus 0 0 4 6 10
Oryctolagus cuniculus 1 0 0 0 1
Totales 35 51 44 25 155
% 22.58 32.9 28.39 16.13 100
Especie / Nivel a b c d e f g h Total
Bos taurus 24 20 15 6 4 0 0 0 69
Ovis-Capra 13 37 4 3 1 0 0 0 58
Lama sp 0 0 0 6 0 5 2 4 17
Gallus gallus 0 2 1 1 6 0 0 0 10
Oryctolagus cuniculus 0 0 1 0 0 0 0 0 1
Totales 37 59 21 16 11 5 2 4 155
% 23.87 38.06 13.55 10.32 7.10 3.23 1.29 2.58 100
85.8 %
141
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
fresco y con valores bajos de meteorizacin. Como contexto de depsito, el sedimento se presenta
uniforme en textura y color, y no observamos diferencias en los materiales arqueolgicos, en
relacin con otros niveles.
Desde la perspectiva de observar variaciones perceptibles por el comportamiento del
material seo recuperado en su conjunto, analizamos los efectos de la meteorizacin y de la
alteracin trmica.
Meteorizacin
La representacin taxonmica y de partes anatmicas est estrechamente relacionada con la
actividad destructiva de los procesos post-depositacionales
13
sesgo de informacin, en nuestro
caso: culturales, actividad antrpica actual, propia de las zonas urbanas y naturales mencionadas
supra. Sabemos tambin de la mejor resistencia a esos fenmenos por parte de los huesos de mayor
densidad sea (Given a particular destructive force, the likelihood that an element or portion of
an element will survive is directly related to its robusticity. Bones of adult animals generally
survive better than bones of young animals,... Landon 1996:46) y de las epfisis de los huesos que
primero fusionan mejor que aquellos que lo hacen tardamente (Ibid; entre otros).
La meteorizacin refleja de alguna forma el tiempo de exposicin de los restos seos en la
superficie, es decir, una de las variables que indican modificaciones del resto seo.
Relacionamos las diferencias en grado de la meteorizacin con el abandono superficial y
posterior entierro de los restos seos, indicativas del manejo de los desperdicios y las influencias
posteriores a su abandono (estabilidad de las superficies, en Fernndez 1998:216; Differential
weathering..., en Landon 1996:35). Este tipo de anlisis nos parece vlido a los efectos de
determinar diferencias en los procesos de transformacin en la conformacin del contexto
arqueolgico en sentido diacrnico, asumiendo que durante el periodo colonial e independiente,
Figura 2. %MNE = 638 elementos identificados en los cuatro sondeos y niveles excavados del sitio
arqueolgico SANTO DOMINGO ESCOBERA, sin considerar los especmenes no identificados (NI).
identificacin taxonmica
%

M
N
E
50
45
40
35
30
25
20
15
10
5
0
B
O
S
O
V
C
A
L
A
M
G
A
L
O
R
Y
C
A
N
?
E
Q
U
U
S
?
A
V
E
D
E
S
P
E
Z
R
O
M
G
M
M
M
P
M
P
/
A
V
E
142
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
no existieron contrastes marcados en las condiciones naturales de depositacin, s posiblemente en
el manejo de los residuos.
Todos los especmenes seos analizados presentan signos de meteorizacin, con un predo-
minio de los estadios bajos. Este hecho es un indicador de que los restos seos permanecieron
durante cierto lapso de tiempo en la superficie antes de su introduccin en la matriz sedimentaria.
En la Figura 3 analizamos los valores medios de la meteorizacin (MMI y MMA) y las diferencias
respectivas. Observamos que los Sondeos V y VI tienen una ligera tendencia a aumentar ambos
valores de meteorizacin con la profundidad, estabilizndose en el nivel d (Sondeo V). Si bien no
son marcadamente dismiles, muestran una tendencia. Por otra parte la diferencia entre ambos
valores tiende a cero. Ambas pautas indican un comportamiento similar en los sondeos V y VI, en
cuanto reflejan alternancias de depsito entierro similares, siendo el tiempo de permanencia de
los restos seos en superficie ms dilatados a medida que la profundidad aumenta (Figura 3a y 3b).
La incidencia de la meteorizacin sobre toda la superficie del espcimen crece en el mismo sentido.
Ambos valores medios (MMI y MMA) en el Sondeo V son los ms altos de los cuatro sondeos
analizados. El nivel d del Sondeo VI tiene un bajo NISP (un slo caso donde se pudo analizar la
meteorizacin, correspondiente a mamfero grande (MG); MA = 1 y MI = 1).
Figura 3. Meteorizacin Media (Mxima y Mnima) y Meteorizacin Diferencial para los cuatro primeros
niveles excavados: a. Sondeo V; b. Sondeo VI; c. Sondeo VII y d. Sondeo VIII; e. Varianza de la
Meteorizacin Media (Mxima y Mnima) con respecto a los sondeos.
SONDEO V SONDEO VI
SONDEO VII SONDEO VIII
a
b
c d
a b c d a b c
a b c d a b c d
niveles
niveles
niveles
niveles
MMA MMI diferencia
MMA MMI diferencia
MMA MMI diferencia MMA MMI diferencia
MMI MMA
sondeos
V VI VII VIII
e
3
2
1
0
3
2
1
0
3
2
1
0
3
2
1
0
0.8
0.6
0.4
0.2
0
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
143
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
Los dos grficos restantes de la Figura 3 (c y d) nos indican diferencias con respecto a los
anteriores, especialmente en el Sondeo VII, donde descienden tanto los valores medios (MMI y
MMA) como su diferencia. En el caso del Sondeo VIII se corresponden los perfiles de las distintas
curvas, lneas ms quebradas en general, con un mximo en el nivel c.
En los Sondeos VI, VII y VIII y en los niveles b, c y d se pudieron distinguir algunas
diferencias mnimas en los sedimentos depositados, que permitieron discriminar capas estratigrficas.
Esas diferencias las asociamos a comportamientos diversos entre abandono y entierro del material
seo, conformando conjuntos factibles de diferenciarse y asociarse a esas unidades estratigrficas,
es decir, a la propia mecnica del entierro de los restos seos. En la Figura 4 se infiere de esta
situacin, secuencias de depsito-entierro no coincidentes, a pesar de la proximidad de las
excavaciones. Ello atendiendo al anlisis de la meteorizacin. Restos seos que nos indican que
estuvieron, unos, ms tiempo en superficie que otros y tambin, que en algunos casos hubo otros
que quedaron durante un tiempo semienterrados, finalmente algunos removidos de su posicin
original de cada. Es evidente que estos datos deben correlacionarse con otros procesos tafonmicos,
por ejemplo diagenticos, que pudiesen actuar en el sitio. Estimamos que a los efectos considerados
en esta presentacin se pueden considerar de manera independiente (ver nota
12
).
Si analizamos el Sondeo VI en forma particular, se presenta un caso interesante en el nivel
b, donde pudimos determinar dos capas (b1 y b2), con diferencias tanto en los estratos sedimentarios
como en la meteorizacin (Figura 4a). La primera capa b1 (32/44 cm), tiene medias de meteorizacin
bastante ms bajas que la segunda capa b2 (44/54 cm), implicando contextos de depositacin
distintos. Por su parte, en el nivel c (54/71 cm), los valores medios de meteorizacin son ambos
elevados y sin diferencias entre ellos. Ello implica un tiempo prolongado de exposicin, el cual
influy por igual en toda la superficie del especimen seo (bajo nivel de estabilidad). Este sondeo
Figura 4. Meteorizacin Media (Mxima y Mnima) y Meteorizacin Diferencial para los cuatro primeros
niveles excavados y diferenciados por capa estratigrfica: a. Sondeo VI; b. Sondeo VII y c. Sondeo VIII.
SONDEO VI SONDEO VII
SONDEO VIII
a
b
c
niveles
niveles
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
niveles
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
a b1 b2 c
a b1 b2 b3 c1 c3 d
a b1 b2 b3 b4 c1 c2 c3 d1 d2 d3 d4 d5
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
MET MX MET MIN diferencia
MET MX MET MIN diferencia MET MX MET MIN diferencia
144
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
es el que presenta el mayor ndice de varianza de los cuatro sondeos considerados (Figura 3e), lo
cual reafirma de alguna manera, lo sugerido con respecto a las dos capas analizadas en el nivel b.
El Sondeo VII muestra valores bastante semejantes para todos los niveles, con varianza muy
bajas considerando todos los valores MMI y MMA (Figura 3c, 3e). Al ser el anlisis discriminado
(Figura 4b), el comportamiento de las curvas se torna algo quebrado, indicando variaciones
mnimas entre las distintas capas.
En el Sondeo VIII y en el nivel d (71/86cm), se observa el valor ms bajo de meteorizacin,
coincidiendo ambos registros MMI y MMA, aunque, destacamos, con slo tres casos considerados
(Figura 3d y 4c).
En la Figura 5a comparamos los valores de la meteorizacin media (MMI y MMA) con
relacin a los niveles de excavacin sin discriminar y para todos los sondeos en su conjunto. El nivel
c es el que presenta los MMI y MMA ms altos. En el nivel a se da la mayor diferencia entre ambos
valores de meteorizacin y por el contrario la menor en el nivel d. Las varianzas de los valores
medios utilizados son relativamente bajos para todos los niveles, aunque se observan desigualda-
des entre los valores mximos y mnimos, siendo mayor en el nivel d (Figura 5b).
Figura 5. a. Meteorizacin Media (Mxima y Mnima) y Meteorizacin Diferencial para los cuatro
sondeos con relacin a los niveles de excavacin; b. Varianza de la Meteorizacin Media (Mxima y
Mnima) con respecto a los niveles de excavacin.
Analizamos seguidamente los elementos correspondientes a la especie Bos taurus y al gnero
Ovis-Capra, en forma aislada del resto del conjunto seo total descripto hasta el momento y con
relacin a los procesos de meteorizacin y su incidencia diferencial en ellos (Lyman
1994:361;Behrensmeyer 1978). En ambos casos aplicamos los valores de meteorizacin mximo
(MMA). En el caso de Bos taurus (Figura 6a), al considerar los niveles de excavacin para los
cuatro sondeos en su conjunto, presenta un vrtice en el nivel 2 segn la escala de Behrensmeyer
(1978). Para el subconjunto Ovis Capra, la grfica (Figura 6b) muestra perfiles dismiles entre
s y el nivel b con un mximo. En sntesis, destacamos diferencias respecto a la especie
anteriormente considerada.
Si comparamos ahora la respuesta de la meteorizacin para los mismos subconjuntos en
relacin con los sondeos y sin tener en cuenta los niveles de excavacin, obtenemos diferencias
tambin entre Bos taurus y Ovis-capra (Figura 6c y d, respectivamente). En el primero existe una
gran semejanza entre las curvas de los sondeos V y VI (recordar la proximidad fsica entre ambos),
mientras que en el segundo caso analizado, se observan coincidencias en cuanto al perfil de las
curvas que van desde los valores ms bajos de la escala hacia los ms altos en forma descendente.
Dada la importancia porcentual que tienen los especmenes identificados como Mamferos
Grandes (MG), reflejadas en la Figura 2, quisimos cotejarlos con los elementos de la especie Bos
taurus, a la cual es muy probable que pertenezcan, con respecto a los efectos producidos por la
a b
a b c d
a b c d
niveles
niveles
MMI MMA diferencia varianza MMI varianza MMA
M
e
t
e
o
r
i
z
a
c
i

n

m
e
d
i
a
2,5
2
1,5
1
0,5
0
0,4
0,35
0,3
0,25
0,2
0,05
0
0,15
0,1
145
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
meteorizacin. Las curvas respectivas para los cuatro primeros niveles, ofrecen un perfil semejante
entre ellas, tal como lo observamos en la Figura 7, que en primera instancia indican un
comportamiento similar entre ambos subconjuntos para esta variable modificatoria del hueso.
En principio la meteorizacin explica en parte la destruccin sea, particularmente en vista
a lo dicho en el prrafo anterior. Sin embargo el rango alcanzado segn la escala utilizada
(Behrensmeyer 1978), no es demasiado alto, y este hecho es reflejado en todos los sondeos y niveles
considerados.
Otro dato atrayente es el obtenido a travs de considerar la intensidad de la fragmentacin
(Lyman 1994a; Acosta y Rodriguez 1998:12; Fernndez 1998:216; Mengoni Goalons 1999:63).
Es una medicin estimativa que la aplicamos como clculo de tendencias que deben cotejarse con
aquellos otros factores analizados y que miden los procesos de destruccin sea. Consiste en un
ndice que computa la relacin entre el (NISP) y el (MNE), que aplicamos a cada nivel excavado
e indicado en la Tabla 4. La media de todo el conjunto analizado representa un valor relativamente
pequeo, que puede estar influenciado por la incidencia de los casos con coeficientes bajos debido
al escaso nmero de especmenes tenidos en cuenta.
Analizamos este ndice en forma discriminada para Bos taurus y para OvisCapra. Si bien
existen diferencias, estas son acotadas y en general menor a 2. Si se suman a Bos taurus los
especmenes identificados como mamferos grandes (MG) y a Ovis-Capra los correspondientes a
mamferos medianos (MM)
14
, los valores obtenidos del ndice de fragmentacin tampoco son
significativamente altos. Aunque crecen en algunos casos, no superan el valor de 2.
Finalmente, los porcentajes para los estadios de meteorizacin ms bajos son:
Figura 6. Meteorizacin Total: elementos identificados por taxon (N) con relacin a los estadios de
meteorizacin: a. Bos taurus; b. Ovis-Capra (para todos los niveles de excavacin en su conjunto); c. Bos
taurus; d. Ovis-Capra (para todos los sondeos en su conjunto).
a
b
c d
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
20
N
15
10
5
0
V
VI
VII
VIII
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
20
N
15
10
5
0
V
VI
VII
VIII
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0
N
a
b
c
d
a
b
c
d
0 1 2 3 4 5
20
N
15
10
5
0
escala de meteorizacin
146
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Caso A: [0/1/2]: Sondeo V - 64%, Sondeo VI - 54%, Sondeo VII - 69% y Sondeo VIII - 77%;
Caso B: [0/1/2/3]: Sondeo V 96%, Sondeo VI - 100%, Sondeo VII - 92% y Sondeo VIII - 94%.
Predominan los valores bajos de meteorizacin que subrayan aquella conclusin. Si slo
tenemos en cuenta los casos de meteorizacin sobre huesos diafisiarios, los porcentajes para los
estadios [0/1/2] son: Sondeo V - 71%; Sondeo VI 56%; Sondeo VII - 64% y Sondeo VIII - 93%.
Figura 7. Comparacin entre el porcentual de especmenes (N %) de Bos taurus y Mamferos Grandes
(MG) en relacin con la escala de meteorizacin.
Nivel/sondeo V VI VII VIII Media
a 1.4 1.7 1.6 1.5 1.54
b 1.6 1.9 1.5 1.4 1.61
c 1.5 1.8 1.6 1.5 1.58
d 1.3 1 1.3 1.6 1.29
e 1 1 1 1.22 1.05
f 1.63 1.5 2 1.71
g 1 1.1 1.04
h 1.5 1.47
i 1 1
Media geomtrica del conjunto 1.34
Tabla 4. Intensidad de la fragmentacin
a b
c d
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
70
N
%
40
30
20
0
Bos
MG
60
50
10
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
70
N
%
40
30
20
0
Bos
MG
60
50
10
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
N
%
40
30
20
0
Bos
MG
60
50
10
0 1 2 3 4 5
escala de meteorizacin
N
%
60
40
0
Bos
MG
100
80
20
147
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
En el mismo sentido, pero analizando los niveles de excavacin, obtenemos porcentajes altos para
los estadios 0, 1 y 2: Nivel a - 79%; Nivel b - 67%; Nivel c - 72% y Nivel d - 78 %. Las diferencias
porcentuales entre los sondeos sealan que esa variacin es atribuible a factores de localizacin de
los restos (Behrensmeyer 1978:158).
Alteraciones trmicas
Solo el 11,52% presenta evidencias de alteracin trmica. Establecimos tres grados o niveles
de alteracin trmica: a) quemado - 7,29%; b) calcinado 3,.72% y c) el 0,51% alguna traza
de alteracin trmica. El resto, 88,48% de los especmenes analizados no presenta huellas de
alteracin trmica. El sondeo VII es el que menor porcentaje alcanza: 3,16% de restos seos
quemados. El sondeo VIII tiene el porcentaje ms alto, alcanza el 19.59%. Por niveles el nivel f
tiene casi el 50% con alteracin trmica. En el sondeo VIII, la capa fII, alcanza el 60%. En la Figura
8, representamos la incidencia de la alteracin trmica sobre los restos seos analizados con
relacin a los niveles de excavacin y sin tener en cuenta los sondeos. Se observa la mayor
incidencia porcentual en los niveles inferiores, aunque tambin resalta el nivel a especialmente
dado por el sondeo VI con el 52,5% de los restos seos quemados para ese nivel. Los porcentajes
son similares si consideramos incluidas las astillas.
Figura 8. Porcentaje del NISP total, de los especmenes con alteracin trmica, correspondiente a los
cuatro sondeos sin especificar- y en relacin con los niveles excavados.
Por lo tanto si bien en los niveles inferiores el nmero de especmenes es menor, este atributo
fsico permite una identificacin probable con la conducta humana. Por supuesto que esta
inferencia debe cotejarse con el contexto arqueolgico restante, sin embargo, no-quita su valor
diagnstico referencial. En el caso de los niveles que representan contextos arqueolgicos ms
recientes tambin son indicadores de situaciones de entierro particular. En el mencionado sondeo
niveles
N
I
S
P

(
%
)
60
50
40
30
20
10
0
a b c d e f g h i
especimenes con
alteracin trmica
Santo Domingo - Escobera
148
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
VI - nivel a, la mayor parte de los especmenes quemados o calcinados pertenecen al grupo de
mamferos grandes: representan huesos largos, astillados, probablemente producto de restos
alterados por accin trmica antes de su entierro.
El manejo de la basura o de los residuos orgnicos en forma especfica, plantea en muchos
casos la utilizacin del fuego como elemento de destruccin de los factores de contaminacin
posibles. En el caso que analizamos hemos hallado sectores circunscriptos atribuibles a este tipo
de accin. Esto refuerza la hiptesis de un manejo discrecional de la basura, en el sentido que no
hallamos un rea determinada tal como se hall en el sitio Allayme y Gorritti en Guaymalln
(Garcia Llorca 2001), establecida a partir de un pozo u hoyo con lmites precisos o en otros sitios
arqueolgicos estudiados (ver por ejemplo: Acosta y Rodriguez 1998). Pensamos en un sector que
fue utilizado para tales efectos, mediando las circunstancias de los avances constructivos del
Convento, Iglesia y la propia huerta, que fijaban peridicamente esos lmites.
CONCLUSIONES
En primer lugar destacamos el predominio de la especie Bos taurus entre las taxas
identificadas, siguiendo el gnero Ovis-Capra en los contextos arqueolgicos superiores, conexos
con el periodo colonial e independiente de nuestra historia regional. El resto se reduce a unos pocos
elementos, asignables a: Oryctolagus cuniculus; Gallus gallus y Lama sp. En los niveles inferiores
predomina el gnero Lama sp. Un porcentaje alto pertenece al nivel taxonmico definido como
Mamferos Grandes (MG). Se confirman en este sentido, las tendencias observadas en nuestro
trabajo anterior (Garcia Llorca 2001).
Analizamos los efectos producidos por la meteorizacin y deducimos situaciones particula-
res respecto al tiempo de depositacin de los restos seos y su posterior entierro. Argumentamos
a favor de la existencia de un rea determinada de acumulacin sucesiva de residuos, en forma de
desechos secundarios.
Los distintos perfiles de meteorizacin considerados (sondeos/niveles), muestran una
concentracin entre el grado 1 y 3 dentro de la escala de meteorizacin, con preeminencia del
grado 2. Ese tipo de concentracin indicara, siguiendo a Behrensmeyer (1978:161): then the
assemblage may represent a short-term single accumulation event... (tambin en Lyman 1994a:
367). Es probable que los restos seos permanecieran cierto tiempo en superficie (a juzgar por las
propias inferencias documentadas por Behrensmeyer en sus experiencias), dependiendo ello del
manejo cultural, ms que de situaciones de depositacin influenciadas por condiciones
microambientales (Microenvironment of a spatial point en Lyman 1994a:362-363).
Para el momento del contacto hispanoindgena, visualizable por la estratigrafa y el anlisis
de los taxones respectivos, planteamos la siguiente secuencia: 1. descarte en superficie; 2. entierro,
semi-entierro; 3. secuencia final de acumulacin de sedimentos y materiales diversos debido al
colapso ssmico, con probables remociones y nuevos entierros. En el tiempo posterior a este hecho,
contina el mismo proceso anterior, con modificaciones extraccin y acumulacin de sedimentos
producto de la instalacin de servicios pblicos, construccin de edificios, etc., que caracterizan a las
reas urbanas modernas, con la consiguiente redepositacin de elementos (Harris 1991).
El anlisis de las alteraciones trmicas sobre los restos seos en el sector donde se realiz el
muestreo plantea un uso limitado del fuego en relacin con el manejo de los basurales, en el sector
estudiado de la manzana dominica. Sin embargo, no se deben descartar los efectos de los incendios
provocados por el terremoto de 1861 y que pudieran afectar la conformacin del registro
arqueolgico al considerar un mbito ms extenso de la manzana aludida.
Estas nuevas bases de anlisis de los materiales seos provenientes del sitio Escobera, se
complementan con las llevadas a cabo en la primera etapa. Representan avances en la investigacin
arqueolgica de un sector de la ciudad vieja de Mendoza, que requieren ser profundizadas,
149
JORGE GARCA LLORCA AVANCES EN LOS ESTUDIOS ZOOARQUEOLGICOS DEL SITIO ESCOBERA
especialmente los estudios tafonmicos, entre ellos la composicin de los sedimentos, los anlisis
de marcas y huellas, la meteorizacin diferencial en los especmenes seos, grado y relevancia de
la fragmentacin sea; entre otras variables que servirn para una mejor identificacin de los
contextos arqueolgicos, con la idea de diferenciar eventos de descarte y situaciones catastrficas
como es la producida, entre otras, con el terremoto de 1861.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: diciembre 2003.
NOTAS
1
Otros materiales faunsticos encontrados son representativos de manufacturas en cuero: zapatos, cinturo-
nes, etc. en los niveles superiores.
2
El manejo de los residuos domsticos signific durante bastante tiempo la necesidad de articular espacios
interiores, generalmente en las mismas propiedades, que no afectaran su actividad diaria. La mayor
complejidad asociada a las unidades domsticas o de produccin significaba una mayor acumulacin de
esos restos. En los espacios asignados a las Iglesias y Conventos, el sector destinado a tal fin estuvo en
estrecha relacin con los espacios abiertos, huertas, etc., evitando las molestias propias de los basurales.
Su manejo deba contemplar no slo la problemtica interna hacia los individuos que habitaban all, sino
tambin al resto de la comunidad, debido al potencial contacto con esos restos (entre otros ver Bonofiglio
1997, Silvera y Lange 1999).
3
Tambin se producen cambios en lo que sera el nicho ecolgico ocupado por los indgenas que presentaba
una variedad de recursos alimenticios, que ser impactada y modificada con el transcurrir del tiempo por
el nuevo modo de produccin econmica, en especial para nuestro inters, en el sistema agropecuario. Por
ejemplo es conocido que la explotacin del algarrobo pas de ser un recurso de mltiple opcin econmica
a su explotacin irracional solamente como lea y madera, provocando una fuerte retraccin de los bosques
originarios. En muy pocos casos se mantiene el sistema de recoleccin del recurso algarrobo, mediatizado
con la produccin de ganado especialmente caprino en algunos puestos de las zonas desrticas de la
regin. Por otro lado y atinente a la explotacin ganadera, es claramente observable cmo el ganado
introducido por los europeos rpidamente ocupa el lugar que anteriormente lo hacan las especies
autctonas: Lama guanicoe y Lama glama (Sea por efectos de la caza o la domesticacin, respectivamente
(Ver Landon 1996:7).
4
Segn algunos autores el patrn de asentamiento era disperso. Los diferentes poblados se asentaran en
lugares estratgicos, cercanos a los cursos de aguas donde fcilmente dominaran el agua para su utilizacin
en los cultivos, sin llegar a un uso intensivo del valle (Brcena 1997; Prieto y Wuilloud 1997; entre otros)
5
Las dimensiones de los sondeos son de 200 x 200 cm, salvo el VI que mide 130 x 170 cm. La profundidad
final es variable: el Sondeo V, 300 cm; Sondeo VI, VII y VIII, 200 cm.
6
El anlisis de la composicin de los sedimentos -aspectos descriptivos bsicos, textura, color, granulometra,
si bien presentan cierta uniformidad limo arcillosa, permiten apreciar contrastes en el color, en la textura,
y en la profundidad espesor- de los estratos. Se observan lentes arenosos, acotados, posiblemente
indicativos de correntas de agua, en los niveles inferiores indgena-, ndulos de arcilla, espculas de
carbn y con un corte bastante preciso de piso(s) de ocupacin en una profundidad que varia entre (-125
cm) y (-135 cm). En los niveles superiores el espesor de los estratos, no tiene grandes diferencias en la
matriz sedimentaria pero si, rellenos acotados y espordicos que perturban esa unidad, modificaciones que
pueden tener orgenes diversos: races, pozos, etc.
7
Hay dos procesos de excavacin, el arbitrario y el estratigrfico. La excavacin arbitraria constituye la
simple remocin de tierra por cualquier medio, o bien se trata de una excavacin controlada a travs de
niveles de un grosor determinado y previamente establecido. (Harris 1991:34)[El subrayado es nuestro,
con ello indicamos que dadas las condiciones de espacio y tiempo permitidos para realizar las excavaciones
en el rea citada, fue necesario diagramar una estrategia de excavacin previa de aproximacin a los niveles
estratigrficos de contacto hispano-indgena, uno de los objetivos principales del proyecto desde el cual
este estudio parte.]
8
El clculo del MNE se hizo atendiendo a la recuperacin posible de especmenes, que tuviesen un elemento
seo comn, sea unindolos o con suficientes caractersticas similares que apuntarn en tal sentido (entre
150
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
otros: Klein y Cruz Uribe 1984; Mengoni Goalons 1988, 1999; Lyman 1994; Fernndez 1998).
9
La meteorizacin media la obtenemos sumando los productos de cada NISP por el estado de meteorizacin
correspondiente y dividido por el NISP total:
10
Otros factores intervienen e inciden en la integridad del elemento seo cuando ste se halla en superficie,
como por ejemplo, la abrasin, el pisoteo, marcas de denticin, etc., pudindose estudiar a partir del
registro de marcas y huellas especficas sobre la superficie sea. La incidencia de estos factores se deben
estudiar en forma especfica y deberan contrastarse con la hiptesis posible de que el sitio se ajuste a un
mbito restricto en cuanto al manejo de la basura, que condicionaran aquellas acciones incidentes sobre
los restos seos.
11
A los efectos de esta presentacin se los toma en conjunto. Ciertos elementos son factibles de ser
distinguibles a escala especfica, para lo cual se requiere una buena coleccin de referencia, atendiendo a
las dificultades propias de su identificacin. Parte de nuestros prximos objetivos se relacionan con la
conformacin de dicha coleccin, que nos permitan lograr esa diferenciacin interespecfica. (Ver Lyman
1994; Landon 1996, entre otros)
12
Es nuestra intencin estudiar con detalle la sedimentacin del lugar a partir de anlisis fsico-qumicos para
determinar su composicin - granulometra, composicin mineralgica, pH, etc-. En especial atendiendo
a las influencias antedichas, causadas por el sismo de 1861. Datos obtenidos del proceso de excavacin
indican un proceso de sedimentacin constante y paulatino. Un ejemplo de ello es el efecto terremoto que
produce una elevacin generalizada del terreno. Por otra parte ciertos sectores muestran una concentracin
de desperdicios a distinta profundidad. En los sondeos analizados aqu no determinamos con precisin
sectores alterados por fuego que pudiesen indicar su utilizacin en la cremacin de los restos abandonados.
13
Algunos autores sealan que deben tenerse en cuenta: ...dos factores principales: tafonmicos y de
recuperacin del material en excavacin; ambos implican prdida de informacin.(Salemme et al
1988:65)
14
Los especmenes asignados al grupo taxonmico mamferos medianos (MM), corresponden aproxima-
damente al tamao de Ovis aries o Capra hircus, de acuerdo a lo establecido en nuestro trabajo anterior
(Garcia Llorca 1999). Debe advertirse que la correspondencia no es exacta que son estimaciones y que
intervienen diversos factores, por ejemplo la fragmentacin y el desgaste que tienden a decrecer el tamao
del hueso; el elemento seo o porcin de l, dada la variacin en la potencial de informacin que poseen;
etc. (ver Landon 1996:138). Existe otra discusin: al hacer estas clasificaciones de rango amplio, pueden
incluirse en ellas diversos taxones, donde se solapen distintos tamaos y/o edad. Sirva como ejemplo,
Lama sp., en donde los animales ms jvenes menor tamao- se pueden solapar con tamaos mayores
de Ovis capra o Capra hircus. Cabe aqu nuevamente lo expuesto anteriormente: depende del grado de
identificacin posible del elemento o porcin de l, para poder hacer una separacin menos inclusiva. Por
ejemplo diferencias morfolgicas entre las epfisis distales de los metapodios y fusin de las epfisis, entre
las especies mencionadas. Mayor dificultad de identificacin presentan las difisis de los huesos largos.
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153
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
(CA. 11.000 - 8.000 AOS C
14
AP)
Alejandro Garca
(1)
RESUMEN
Debido a la escasez de informacin sobre el poblamiento temprano de los Andes Centrales
argentinos y reas adyacentes, durante varias dcadas se ha observado una total ausencia de
discusin e intercambio de ideas sobre el tema. El hallazgo de nuevas evidencias contribuy a
mejorar nuestro conocimiento sobre aspectos como la tecnologa ltica y la explotacin de
recursos faunsticos, y a realizar observaciones sobre la caracterizacin y la organizacin de estas
sociedades (como la imposibilidad actual de determinar la economa de las sociedades del
Pleistoceno final, y la conveniencia de considerar que las alternativas disponibles permitan un
manejo flexible de las decisiones sobre la economa y el asentamiento). Estas propuestas intentan
promover la discusin de algunos modelos e interpretaciones presentes en el rea, vinculados con
los sistemas de asentamiento/subsistencia tempranos en ambas vertientes de la cordillera del
sector analizado.
Palabras clave: Arqueologa. Andes Centrales argentinos. Poblamiento temprano. Sistemas
de asentamiento. Subsistencia. Tecnologa.
ABSTRACT
For several decades there has been little discussion about the early peopling of the Central
Argentine Andes and its surrounding areas due to the scarcity of information for the region. Recent
findings contributed to our understanding about subjects such as lithic technology, the exploitation
of faunal resources and the general characterisation and organisation of these societies. For
example, currently it is impossible to determine with precision the economy of the final Pleistocene
societies and it is convenient to consider that the available options permitted flexible decisions
regarding economy and technology. These proposals try to promote the discussion of current
models and interpretations related to the early settlement/subsistence systems on both sides of the
Andes in the study area.
Key words: Archaeology. Central Argentine Andes. Early peopling. Settlement systems.
Subsistence. Technology.
1
CONICET UNSJ UNCuyo.
154
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCIN
Recientes investigaciones en los sitios Gruta del Indio y Agua de la Cueva han contribuido
a replantear algunos aspectos relacionados con el poblamiento inicial de los Andes Centrales
Argentinos, y a ampliar nuestro conocimiento sobre otros. En el presente artculo se sintetizan la
informacin disponible sobre el registro arqueolgico temprano y algunas consideraciones sobre
algunos temas vinculados estrechamente con la ocupacin humana del rea durante el Pleistoceno
final y el Holoceno temprano, como su relacin con la extincin de la megafauna pleistocnica y
las posibilidades de caracterizacin de los grupos humanos tempranos y de sus sistemas de
asentamiento/subsistencia.
PALEOINDIOS?
Si bien muchas veces los arquelogos sudamericanos se refieren al poblamiento temprano
o pleistocnico, es muy frecuente la utilizacin del trmino paleoindio para aludir a las
primeras sociedades humanas del continente. Este trmino tiene la ventaja de ser inmediatamente
relacionado con momentos y situaciones relativamente especficos: poblamiento temprano, caza
de megafauna pleistocnica y probabilidad de presencia de estilos caractersticos en algunas
piezas. Despus de todo, la aparente correspondencia en la cronologa, la orientacin econmica
(vinculada con la caza de megamamferos en espacios abiertos) y la tecnologa (caracterizada por
industrias bifaciales especializadas) fue lo que motiv su aplicacin en Sudamrica (Lynch
1983:91). La posterior crtica de los dos ltimos aspectos reflej la necesidad de reconsiderar la
significacin y aplicabilidad del trmino. Teniendo en cuenta estos antecedentes y el registro
temprano de los Andes Centrales Argentinos Chilenos se intent contribuir a la discusin del tema
(Garca 1997a). Una revisin de los elementos vinculados con el concepto de paleoindio
evidencia la diversidad de opiniones y las dificultades inherentes al caso. Gnecco (1989:62)
propuso redefinir el trmino y utilizarlo para toda la evidencia prearcaica. Sin embargo,
cualquier intento de hacer hincapi en la importancia de la recoleccin o la agricultura incipiente
para diferenciar paleoindios de arcaicos o neolticos tropieza inevitablemente con el gran
obstculo de que no se dispone de un panorama completo para evaluar globalmente las conductas
econmicas de las sociedades de referencia (debido, entre otras cosas, a la preservacin diferencial
de la materia orgnica en los sitios arqueolgicos, a la escasa probabilidad de descubrir varios sitios
efectivamente correspondientes al mismo sistema, a las distintas posibilidades de evaluar la
condiciones paleoambientales y la oferta de recursos en cada rea, y la incidencia de la recoleccin
de vegetales en la dieta), por lo que no parece adecuado vincular el Paleoindio con un modelo
econmico general (Miotti 1994).
Tampoco resulta operativo identificar lo paleoindio con una presunta especializacin en
el tipo de presas (debido a la probable variabilidad espacial y temporal del papel que jug la
megafauna en la dieta del hombre temprano y en la diagramacin de sus movimientos a travs del
paisaje), o con la presencia de artefactos diagnsticos o restos de megafauna (Nez et al. 1987,
1994), debido a la diferenciacin funcional de los distintos sitios generados por una sociedad
cazadora-recolectora y a la consecuente diversificacin del registro arqueolgico -lo que llevara
a que slo algunos de los sitios producidos por una poblacin (i.e., los que presenten puntas cola
de pescado o restos de megafauna) sean identificados como paleoindios-.
En base a lo anterior, se ha sugerido (Garca 1997a) la aplicacin del trmino a aquellos casos
en los que se evidencie o se presuma contemporaneidad con megafauna actualmente extinta, dentro
de un marco cronolgico de referencia que podra estar dado por el perodo de transicin entre el
Pleistoceno y el Holoceno, aunque el ajuste temporal debera ser regional. La base de esta posicin
es que la presencia de una fauna radicalmente distinta de la moderna ofreca a las sociedades
155
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
humanas tempranas una serie de opciones econmicas que no estuvieron al alcance de los grupos
cazadores-recolectores posteriores. En realidad, ste es el principal elemento que diferencia a los
grupos tempranos de los posteriores: la posibilidad de integrar (o de abstenerse de hacerlo) de
diversas formas una determinada clase de recursos animales a la explotacin que cada sociedad
haca del ambiente. As, lo importante no es que la megafauna pleistocnica tuviera que tener un
papel decisivo (o ninguno, o secundario) en la dieta, ni que la caza de estos animales (si se realizaba)
se ejecutara mediante la utilizacin de proyectiles cuya elaboracin respondiera a determinado
estilo (i.e. puntas cola de pescado, o puntas foliceas). Lo significativo es que las decisiones
adaptativas de estos grupos deban contemplar la presencia y posibilidad de explotacin de estos
animales; de ah en ms, lo relevante es la probable diversidad de respuestas que pudieron adoptarse
en cada caso, y la gran variabilidad arqueolgica resultante, aspectos cuya comprensin debera
ocupar un lugar central en las investigaciones sobre el tema.
LAS CONDICIONES PALEOCLIMTICAS DURANTE LA TRANSICIN PLEISTOCENO-
HOLOCENO
El poblamiento temprano de la regin coincidi con profundas modificaciones ambientales,
aunque no est claro cmo stas afectaron aspectos como la organizacin y la tecnologa de los
grupos humanos. Los estudios desarrollados en diversos sectores del rea analizada indican que la
transicin Pleistoceno-Holoceno se habra caracterizado por un cambio importante en las condi-
ciones ambientales, que se habra manifestado en una marcada disminucin de las masas de agua
y de los recursos biticos asociados, fundamentalmente entre 11.000 y 9.000 aos C
14
AP (Zrate
2002). Asimismo, se habran reducido los caudales fluviales y se habran desarrollado nuevos
ambientes de vegas y pasturas, en el marco de un proceso de cambio vinculado con un aumento de
la temperatura, disminucin de la humedad y una importante reduccin de la biodiversidad (Zrate
2002; Garca et al. 1999). Los estudios polnicos coinciden en sealar este cambio, que
fitogeogrficamente representara el paso de condiciones dominadas por una vegetacin patagnica
a otras con predominio de vegetacin del Monte en el rea del Rincn del Atuel (DAntoni 1983).
Sin embargo, recientes estudios paleoambientales basados en anlisis microhistolgicos de
contenidos de excrementos de micro-, meso- y megafauna obtenidos en la Gruta del Indio, y en el
anlisis fitosociolgico de las asociaciones de las especies vegetales actuales y de las correspon-
dientes al Pleistoceno final, sealan que los taxa de Monte habran dominado el paisaje en el Rincn
del Atuel desde por lo menos 31.000 aos C1
4
AP (Martnez Carretero et al. 2003). Estos resultados
ofrecen marcos alternativos para la consideracin de algunos temas, como el grado real de ajuste
adaptativo de los aspectos tecnolgicos y organizativos de los primeros grupos humanos de la
regin a los cambios ambientales y las causas de la extincin de la megafauna pleistocnica (ver
infra).
Pero la mayor incidencia de los cambios ambientales sobre el poblamiento temprano de la
regin probablemente est vinculada con el proceso de retroceso de las masas de hielo que
ocupaban los pasos transcordilleranos e impedan la comunicacin entre ambas vertientes. Si bien
el proceso de deglaciacin no debi ser lineal y habra mostrado diferencias vinculadas con las
caractersticas de cada paso (Zrate 2002), entre 14.000 y 11.000 aos C
14
AP habran quedado
abiertos varios corredores que pudieron posibilitar el acceso de grupos humanos desde el lado
occidental hacia la vertiente oriental (Garca 1995). Aunque la informacin arqueolgica de la
regin cuyana todava es escasa, y no se han podido comprobar an relaciones entre los registros
tempranos de ambos lados de la cordillera, esta interpretacin se adecua a los indicios actualmente
disponibles: ubicacin de dos sitios tempranos sobre la va de comunicacin que toma como eje
los ros Aconcagua/Mendoza Caverna Piuquenes en Chile (Stehberg 1997) y Alero Agua de la
Cueva en Argentina, presencia de registros pleistocnicos en las reas orientales ms cercanas a
156
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
los pasos ms accesibles centro y norte de Mendoza (Schobinger 1971; Lagiglia 1979, 2002;
Garca 1995) y en el centro de Chile (Nez et al. 1994), menor antigedad de las ocupaciones
registradas en los territorios adyacentes por el norte y el este, y coincidencia cronolgica entre la
apertura de los pasos y los registros ms antiguos conocidos hasta el momento en Cuyo (ca. 11.000
aos C
14
AP).
EL REGISTRO ARQUEOLGICO TEMPRANO
Las evidencias vinculadas con el poblamiento temprano de la regin provienen de numerosos
sitios, pero slo unos pocos presentan un registro arqueolgico asociado a ocupaciones pleistocnicas;
los restantes han brindado principalmente conjuntos de artefactos datados hacia el final del
Holoceno temprano (ca. 8.500-8.000 aos C
14
AP). En Mendoza se han hallado dos puntas cola
de pescado, ambas en superficie. Una proviene del sitio La Crucesita, ubicado en el extremo
meridional de la precordillera. Se trata de una pieza completa, de 78 mm de longitud, elaborada en
basalto (Schobinger 1971). Recientemente, Lagiglia (2002) ha reportado otra punta similar, tallada
en calcedonia. Esta pieza proviene de Ranquil Norte (Malarge), en el sur de Mendoza, y tiene la
particularidad de presentar el pednculo acanalado en ambas caras.
Slo dos sitios (Mapa 1) han brindado restos arqueolgicos de edad pleistocnica en
estratigrafa: la Gruta del Indio (Rincn del Atuel, San Rafael) y el alero Agua de la Cueva (Las
Heras). En la Gruta del Indio Lagiglia (1968, 1974, 2002) hall restos de megafauna extinta
(Mylodon sp., Megatherium sp. y Equus sp), concentraciones de carbn interpretadas como
fogones y cuatro artefactos lticos elaborados en calcedonia. En el alero Agua de la Cueva, ubicado
en el norte de Mendoza, se hallaron numerosos restos lticos y arqueofaunsticos, asociados a
diversos fogones que brindaron varios fechados de edad pleistocnica (Garca 1997a).
Ms numerosos son los hallazgos correspondientes al final del Holoceno temprano. En el
sitio Arroyo Malo 3, un pequeo alero ubicado en el alto valle del ro Atuel (centro-sur de
Mendoza), se han hallado restos lticos y faunsticos que fueron datados en 890060 aos C
14
AP
(Neme 2002:72-73). En el suroeste de San Juan han sido descubiertos diversos contextos
caracterizados por la presencia de puntas grandes lanceoladas o triangulares con pednculo
(Gambier 1974). El Alero Los Morrillos, la Colorada de La Fortuna, Bauchaceta, Hornillas de
Arriba, Corrales Viejos y Ullum son algunos de los sitios en donde se ha hallado este tipo de
registro, para el que se han obtenido tres fechados a partir de muestras de carbn de los dos primeros
sitios mencionados: 8465240 (Gx 1826), 8255170 (Gak 4195) y 8160160 (Gak 4194). En el
norte de San Juan, en la cueva El Peoncito, artefactos semejantes a los mencionados han sido
datados entre ca. 7.500 y 7.100 aos C
14
AP (Berberin y Calandra 1984).
Registros similares han sido encontrados en diversos sectores de Mendoza (Garca 2001),
como el valle de Uspallata (sitios Estacin Uspallata Oeste, Cruz del Paramillo, cercanas de la
Cinaga de Yalguaraz, margen derecha del Arroyo del Tigre, terraza superior del Arroyo del
Chiquero, y margen derecha del Arroyo Tambillos), Valle de Uco (sitios Cuevas de Guemn,
Manzano Histrico y Yacimiento Peladero), y la precordillera (sitio Los Medanitos). En estratigrafa
se han hallado conjuntos similares en la Gruta del Manzano (Malarge), en niveles datados entre
ca. 7.000 y 8.000 aos C
14
AP (Gambier 1985).
TECNOLOGA LTICA
La mayora de los sitios que contienen restos vinculables con ocupaciones humanas de edad
pleistocnica presentan hallazgos aislados o de superficie (i.e., las dos puntas cola de pescado),
o conjuntos muy escasos de artefactos (i.e., los tres instrumentos y una lasca recuperados en Gruta
157
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
del Indio). Por lo tanto, el conocimiento actual sobre la tecnologa ltica de las ocupaciones
tempranas del rea se concentra fundamentalmente en la informacin derivada del registro
asociado con puntas de proyectil grandes lanceoladas y triangulares pedunculadas, y en el anlisis
de desechos e instrumentos del sitio Agua de la Cueva correspondientes al perodo de ca. 11.000-
7.500 aos C1
4
AP.
Con respecto al registro de este sitio, se analiz la totalidad de los instrumentos (n=828) y el
20,4% (n=3.674) de los desechos lticos recuperados (n total = 17.989). En los 828 instrumentos
(730 correspondientes al perodo 11.000 9.000 aos C
14
AP) se identificaron 1.140 filos
funcionales, ya que si bien la mayora de los instrumentos son simples (n=565), la cantidad de
instrumentos dobles (n=73), mltiples (n=8) o compuestos (n=166) es tambin importante.
La variabilidad morfolgica es muy alta, por lo que no se han podido definir patrones
estilsticos en las diferentes clases de artefactos. Tambin pueden haber incidido el elevado nmero
de piezas fracturadas (n=536), la escasa elaboracin de los instrumentos (por ejemplo la extensin
de los lascados es marginal en 547 casos) y la limitada cantidad de artefactos bifaciales (n=15;
1,8%). La mayora de los instrumentos se obtuvo a partir de lascas (principalmente externas n=169;
20%, angulares n=190; 23% y planas n=59; 7%). En menor medida se utilizaron otras formas base,
como los ncleos n=58; 7% y los ndulos n=40; 4,8%). Es elevada la cantidad de instrumentos
(n=209; 25%) y desechos (n=286; 7,8%) que presentan restos de corteza.
Las clases de instrumentos ms representadas son los raspadores, las raederas y los filos
abruptos o semiabruptos con retoque unifacial. Considerando la ausencia de rboles y de arbustos
con madera de buena calidad para la elaboracin de tiles (por ej. mangos para artefactos,
lanzadardos, etc.), el ingreso cuantitativamente importante de camlidos (y de sus cueros) como
resultado de la caza, y la manufactura, uso y abandono de aquellos instrumentos lticos en el sitio,
Mapa 1. Ubicacin de algunos sitios mencionados en el texto
158
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
resulta probable que los tipos de instrumentos mencionados se hayan vinculado fundamentalmente
con el tratamiento de cueros. Con esta actividad podran asociarse tambin los 15 perforadores
registrados. Tambin es importante la cantidad de cuchillos (n=181) y de otros artefactos de corte
(cortantes, n=20; filos agudos con rastros de posible uso=24), en concordancia con el abundante
registro arqueofaunstico del sitio. Resalta adems la presencia de numerosos artefactos con filos
funcionales naturales (n=208; 25,1%), y la baja frecuencia de piezas con retoque bifacial (n=15;
1,8%). Por otra parte, si bien en general los instrumentos presentan mdulos medianos (n=431) o
grandes (n=215), es destacable la cantidad de instrumentos pequeos, de largo y ancho menores
de 2,5 cm (n=87).
Se destaca la ausencia de instrumentos de molienda y de puntas de proyectil. Aqulla es
congruente con la muy escasa disponibilidad de recursos vegetales en el rea. Con respecto a las
puntas de proyectil, cabe sealar la presencia de una punta fragmentada redepositada en un nivel
inferior por la actividad de roedores cavadores y el hallazgo de 16 lascas de adelgazamiento bifacial
probablemente vinculadas a la produccin de puntas de proyectil. La ausencia de puntas de
proyectil podra deberse simplemente a que las actividades ligadas con la elaboracin y conserva-
cin de armas se realizaban en algn sector especfico (Pokotylo y Hanks 1989) no coincidente con
el de la excavacin, o en otro sitio.
Las materias primas ms utilizadas fueron la riolita, la calcedonia y el cuarzo. Estas rocas
estaban disponibles localmente, en un radio no mayor de 3 a 5 km del sitio. El basalto y la cuarcita,
ubicables a 10-20 km del alero, son ms escasos; finalmente, slo se registr un artefacto de
obsidiana, roca alctona cuyas probables fuentes se encuentran por lo menos ca. 100 km hacia el
sur (Garca 2002).
Los numerosos casos de identidad de materia prima entre desechos e instrumentos, las
escasas evidencias de talla en las canteras detectadas, y la presencia de percutores (n=8) y de
abundantes desechos correspondientes a las diversas etapas del proceso de talla indican que la
mayor parte de los instrumentos se realiz en el sitio. Diversas conductas, como el uso casi
exclusivo de rocas locales para la talla de instrumentos en el sitio, el muy bajo grado de elaboracin
de los artefactos, su abandono en el lugar de uso (en oposicin a conductas conservadoras asociadas
al transporte) y la ausencia de acopio de materias primas, reflejan una tecnologa ltica bsicamente
expeditiva (Garca 1997b).
En cuanto al registro correspondiente al final del Holoceno temprano, en los sitios sanjuaninos
(Gambier 1974, 1991) se destaca el uso de cuarzos, riolitas, tobas silicificadas, cuarzo, cuarcitas,
andesitas y basaltos. La materia prima predominante en cada sitio parece depender de la oferta de
rocas locales. Los conjuntos artefactuales se han obtenido principalmente a partir de lascas espesas,
y estn integrados por una diversidad de instrumentos: puntas lanceoladas y triangulares pedunculadas
de tamao mediano-grande, raspadores de forma generalmente oval de tamaos pequeo a grande,
piezas bifaciales grandes y de reducido espesor denominadas hojas, y raederas de tamao
pequeo a grande. Adems se hallaron otros tipos de instrumentos, como cuchillos (generalmente
de filo natural), escasos perforadores y hachas de mano pequeas, varias manos de molino y
grandes raspadores denominados cepillos (Gambier 1974). Artefactos similares han sido
hallados en superficie en diversos sitios del centro y norte de Mendoza (ver supra), en tanto que
en la excavacin de la Gruta El Manzano (Malarge) puntas pedunculadas similares a las de los
sitios de San Juan han sido recuperadas junto con numerosos retocadores de hueso, microrraspadores
y microrraederas (Gambier 1985).
Resulta difcil realizar una caracterizacin tecnolgica de estos conjuntos, debido fundamen-
talmente a dos razones: a) en su mayora provienen de sitios de superficie (hallazgos aislados, talleres
o canteras-talleres), y se corre el riesgo de integrar al anlisis materiales de pocas muy distintas; b)
en el caso de los hallazgos en estratigrafa, la informacin publicada no presenta el grado de
integridad, de detalle y desagregacin suficiente como para permitir anlisis adicionales.
159
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
SUBSISTENCIA
Las evidencias relacionadas con la subsistencia durante las ocupaciones pleistocnicas
provienen de los sitios Agua de la Cueva y Gruta del Indio. En base al hallazgo de huesos quemados
y a la relacin espacial entre restos de Mylodon (huesecillos drmicos) y un fogn, Lagiglia (1974)
propuso el consumo de megafauna pleistocnica en la Gruta del Indio. Estas actividades se habran
desarrollado dentro del perodo 9500-11500 aos AP (Lagiglia 2002). Estudios recientes en un rea
reducida del sector Este del sitio indican la probable presencia de nuevas especies en el registro
faunstico del sitio (Machrauquenia sp. e Hippidion sp.), que se sumaran a las definidas
previamente por Lagiglia 2002- (Megatherium sp., Mylodon sp. y Equus sp.). Sin embargo, no
pudieron hallarse evidencias adicionales de consumo de tales especies por parte de los grupos
humanos tempranos (Garca y Lagiglia 1999a).
El registro faunstico de Agua de la Cueva corresponde en su mayor parte a Lama (Neme et
al. 1998). La especie Lama guanicoe (guanaco) es la ms representada; tambin aparecen huesos
probablemente atribuibles a vicua -Lama Vicugna vicugna-, especie que actualmente no habita
en la regin, o a Lama (Vicugna) gracilis, extinta desde el Holoceno Temprano. Completan el
registro elementos correspondientes a chinchilln (Lagidium viscacia?), and (Pterocnemia
pennata?), tunduque o tuco-tuco (Ctenomys -mendocinus?), cuis (Galea musteloides y Microcavia
australis) y quirquincho o mulita (Chaetophractus vellerosus).
En relacin a los taxones identificados en el sitio, suponiendo que tal registro es un reflejo
de las poblaciones animales de la zona, es importante comprobar que, a excepcin de Lama
(Vicugna) no parecen existir diferencias significativas entre los elencos faunsticos presentes en
torno al sitio entre ca. 11.000 y ca. 7.500 aos AP. Tampoco se observan diferencias importantes
con la fauna silvestre actual de la zona.
La presencia de Lama (Vicugna) en relacin a Lama sp. y Lama guanicoe es marcadamente
menor: 20 especmenes vs. 1.029 en las Capas 2a y 2b (>9.000 aos C
14
AP). Por otra parte, la
presencia de Lama (Vicugna) est restringida a la Capa 2b, esto es, al perodo ca. 11.000 - ca. 9.000
aos AP. En conjunto, ambas situaciones podran indicar que ya hacia 11.000 aos AP las
poblaciones de Lama (Vicugna) eran francamente minoritarias en relacin a Lama guanicoe.
Con respecto a la importancia del guanaco en la dieta del hombre temprano, los hallazgos de
Agua de la Cueva sealan coincidencias con lo observado en otros sitios arqueolgicos de las
regiones pampeana, noroeste y patagnico-fueguina (e.g. Borrero 1995). Esta tendencia se habra
afianzado despus de 9.000 aos C
14
AP a lo largo de los Andes Centrales Argentinos, ya que los
registros correspondientes a la segunda mitad del Holoceno temprano (Arroyo Malo 3, Aleros de
Los Morrillos, la Colorada de la Fortuna y Gruta del Manzano) han brindado restos faunsticos que
pertenecen a especies modernas, con un claro predominio de Lama guanicoe (Neme 2002,
Gambier 1974, 1985).
LA EXTINCIN DE LA MEGAFAUNA PLEISTOCNICA
Son an escasos los hallazgos que permiten abordar el estudio de las causas de la extincin
de la megafauna pleistocnica de la regin. A la informacin ofrecida por Lagiglia (1968, 1974,
etc.) para la Gruta del Indio se han sumado recientemente algunos datos relacionados con las
excavaciones desarrolladas en ese sitio y en el Alero Agua de la Cueva (Lagiglia y Garca 1999,
Garca y Lagiglia 1999a y 1999b, Garca 2003). El registro arqueofaunstico de Agua de la Cueva
indica no slo que los cambios ambientales operados desde ca. 11.000 aos AP hasta la fecha no
trajeron aparejados reemplazos faunsticos relevantes a nivel de gnero en los sectores altos de la
precordillera (2.500-3.000 m s.n.m.), sino que, adems, la intervencin del hombre no parece haber
afectado negativamente el recurso ms explotado, esto es, Lama guanicoe, ya que ste habita
160
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
actualmente la zona en cantidades significativas. Lo mismo sucede con las poblaciones de and,
animal que actualmente habita el piedemonte y, en nmero muy reducido, la precordillera. La
desaparicin de Lama Vicugna hacia 9.000 aos AP coincide cronolgicamente con los cambios
ambientales producidos en la regin, y parecera estar ms relacionada con este proceso natural que
con la explotacin por parte del hombre temprano.
Sobre la base del descubrimiento de restos seos de Mylodon y Megaterio, a la observacin
de seales de termoalteracin en varios de estos huesos, y a la presencia de concentraciones de
carbn de edad pleistocnica y holocnica temprana, Lagiglia (1974) propuso un escenario de
interaccin entre el hombre temprano y la megafauna pleistocnica, cuya extincin se habra
debido fundamentalmente a la actividad antrpica. Una posicin similar es sostenida por algunos
investigadores para los relativamente cercanos sitios de Quereo y Taguatagua (Varela et al. 1993,
Nez et al. 1994). Una revisin de los datos disponibles en la dcada de 1990 en el rea de los
Andes Centrales argentino-chilenos, incluyendo la vertiente occidental, y por lo tanto los sitios
Quereo y Taguatagua (Nez et al. 1994) sugera que el registro arqueolgico areal, al igual que
el de reas cercanas, no avalaba esa posicin (Garca 1999). Por el contrario, la incidencia del
hombre en el proceso de extincin de la megafauna pleistocnica fue desestimada a partir de la
consideracin conjunta de algunos indicadores, como los marcados cambios ambientales hacia el
lmite Pleistoceno-Holoceno, la ausencia de indicios de la importancia de la megafauna en la dieta
del hombre temprano, el abandono de algunos hbitats por parte de aqullas antes de la llegada del
hombre, la relacin de ste con slo algunas de las especies desaparecidas, la falta de evidencias
de explotacin masiva y la restriccin espacial de especies modernas que habran ocupado un papel
secundario en la dieta (Garca 1999).
Por otra parte, en el marco de una nueva etapa de estudios en la Gruta del Indio (Lagiglia y
Garca 1999) se inici la bsqueda de nuevas evidencias que llevaran a comprobar la relacin entre
el hombre y los megaherbvoros extintos en el sitio, y tambin se realiz una re-evaluacin de la
informacin cronolgica disponible. Lamentablemente, el nuevo sector excavado no brind un
registro arqueolgico que permitiera establecer aqul vnculo, si bien ofreci un registro mucho
ms extenso de la capa estratigrfica que contiene excrementos de megafauna y, consecuentemen-
te, la posibilidad de obtener mayores precisiones sobre su edad y ritmo de depositacin (Garca y
Lagiglia 1999a). En este sentido, el conjunto de nuevas dataciones obtenidas aport datos
significativos para la discusin del tiempo posible de interaccin entre seres humanos y megafauna
pleistocnica. Long et al. (1998) realizaron un anlisis de la superposicin de las dataciones del
sitio obtenidas en base a muestras de carbn por un lado y de restos de megafauna extinta por otro,
y concluyeron que la coexistencia de los perezosos extintos y el hombre no era segura, y que, de
haber existido, se habra desarrollado durante un tiempo muy corto. La integracin de las nuevas
dataciones al anlisis indica que el perodo posible de interaccin habra sido mucho mayor (por
lo menos 1.400 aos cal.), por lo que habra habido tiempo suficiente para que el hombre incidiera
en la extincin de la megafauna (Garca 2003). Sin embargo, para probar esa interaccin se
necesitan evidencias ms slidas que las disponibles en la actualidad, las cuales podran provenir
de los estudios de marcas en los restos seos recuperados en el sitio o del futuro hallazgo de
asociaciones inequvocas de evidencias culturales y restos de megafauna.
Otra va de informacin que contribuye a la discusin del tema es la determinacin
microhistolgica de especies vegetales contenidas en los excrementos de la fauna del sitio Gruta
del Indio y alrededores (vide supra). Los estudios realizados indican el predominio del Monte
desde el Pleistoceno tardo, y que por lo tanto no hubo un cambio drstico en la cobertura vegetal
del rea entre ca. 31.000 y ca. 9.000 aos C
14
AP. Asimismo, tampoco se observan variaciones
importantes en la composicin de la dieta de la megafauna que habit el sitio, la cual muestra el
marcado predominio de especies arbustivas de Monte, como Senna aphylla, Prosopis flexuosa
Depr. y Acantholippia seriphioides, complementadas por escasas herbceas -e.g. Panicum sp. y
Digitaria sp.- (Martnez Carretero et al. 2003). La informacin anterior indica que la extincin de
161
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
megaherbvoros en el rea del Rincn del Atuel no estara vinculada con un cambio de dieta ni con
una reduccin de la disponibilidad de los recursos vegetales consumidos por los megaherbvoros.
ORGANIZACIN FLEXIBLE DE LOS SISTEMAS DE ASENTAMIENTO
Las caractersticas fisiogrficas y ambientales de algunos sectores de los Andes Centrales
Argentinos sugieren el aprovechamiento de amplios e internamente heterogneos territorios
ubicados entre 30 y 36 desde el poblamiento inicial del rea. La cercana de diversos ambientes
de montaa y llanura, la presencia de variados recursos en cada uno de ellos, su rpida accesibilidad
y su facilidad de monitoreo debieron jugar un papel importante en la organizacin de los sistemas
de asentamiento temprano. Los recientes estudios en la Gruta del Indio sealan que la perduracin
de la megafauna actualmente extinta se habra extendido hasta el Holoceno temprano (Garca y
Lagiglia 1999a). Asimismo, la presencia de condiciones de Monte similares a las actuales durante
la transicin Pleistoceno-Holoceno implica una variada oferta de recursos vegetales entre los que
se destacan Prosopis sp. y Schinus sp. (Martnez Carretero et al. 2003). Otros microambientes del
piedemonte y la llanura oriental (fundamentalmente en torno a los principales ros y arroyos del
centro-norte de Mendoza) debieron presentar condiciones igualmente favorables para el desarrollo
de vegetacin y poblamiento animal similares a los de Gruta del Indio. La disponibilidad de
recursos lacunares, fauna actual, megafauna pleistocnica actualmente extinta y una diversidad de
especies vegetales en localidades alcanzables en dos o tres das de caminata, permitan la
realizacin alternada de actividades aparentemente especializadas. Nada obstaba para que, en
distintos momentos del ao, un mismo grupo realizara actividades de pesca, caza intensiva de
camlidos y fauna extinta (en sus hbitats ms apropiados) y recoleccin intensiva de productos
vegetales. Por ejemplo, a pesar de que el registro de Agua de la Cueva indica una intensiva
explotacin de camlidos actuales, nada implica acerca de las actividades de sus ocupantes en otros
sitios, por lo que no cabe su identificacin automtica como cazadores especializados en
camlidos actuales. Por el contrario, aquella situacin puede considerarse un reflejo de la
versatilidad de las poblaciones humanas del rea para hacer frente a las necesidades vinculadas con
la explotacin de recursos. Los primeros ocupantes de la regin no tenan necesidad de especia-
lizarse en un solo tipo de presa ni de excluir la explotacin de parte de los recursos disponibles, ya
que las condiciones locales permitan un manejo flexible de las decisiones sobre los traslados y la
explotacin de recursos.
En relacin a lo anterior, la informacin disponible seala que Agua de la Cueva form parte
de sistemas de asentamiento multirregionales, que probablemente incluan sitios ubicados en los
valles longitudinales intermontanos, la precordillera, y el piedemonte y llanura orientales. Debido
a las condiciones ambientales del piso precordillerano superior (>2.500 m s.n.m.), la habitabilidad
del alero era mucho mayor durante los meses estivales, ya que durante el invierno las nevadas y
la falta de forraje para las manadas de guanaco hacen que stos busquen sectores ms bajos, con
la consecuente reduccin de la capacidad de sustento del rea cercana al sitio. La presencia de
obsidiana en el registro temprano (un instrumento y varios desechos) tambin seala la capacidad
de obtencin de recursos existentes a por lo menos 100 km de distancia.
Es importante tambin tener en cuenta que la explotacin de ambientes diferentes y cercanos
no debera siempre vincularse necesariamente con la idea de aprovechamiento de recursos
complementarios. En principio, las condiciones paleoambientales (Zrate 2002) y la supuestamen-
te baja demografa de los grupos humanos tempranos sugieren una localizacin ms extendida de
recursos importantes como el guanaco (actualmente restringido a la zona montaosa), por lo que,
desde un punto de vista estrictamente econmico, probablemente no era necesaria la ocupacin de
sitios de montaa como Agua de la Cueva. Por lo tanto, es conveniente tener en cuenta que adems
de los elementos econmicos las decisiones sobre los traslados de los grupos humanos tempranos
162
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
debieron involucrar la consideracin de aspectos sociales, comunicacionales, religiosos, territoria-
les, etc. (Politis 1996), cuyo alcance resulta muy difcil de ponderar debido a las limitaciones del
registro. En algunos sitios, estos vnculos parecen manifestarse en el registro arqueolgico de fines
del Holoceno temprano, que presenta algunos elementos que indican el acceso, de manera directa
o indirecta, a productos de regiones alejadas. Tal es el caso de los fragmentos o artefactos de valvas
de moluscos del Pacfico hallados en los aleros de Los Morrillos (Gambier 1974).
En resumen, parece apropiado considerar el desarrollo de sistemas de asentamiento/
subsistencia flexibles, cuyos componentes, ubicados en ambientes que ofrecan una diversidad de
recursos, eran activados, anexados o abandonados segn las necesidades globales (no slo
econmicas), y a veces coyunturales (como en el caso de desastres naturales) de las sociedades
tempranas.
CONSIDERACIONES FINALES
Una mirada amplia a las condiciones paleoambientales y a las diferencias importantes
observables en el registro de los sitios pleistocnicos de los Andes Centrales Argentinos sugiere
la conveniencia de considerar el desarrollo potencial de mltiples estrategias de subsistencia
durante la transicin Pleistoceno-Holoceno, vinculadas con la explotacin de recursos variados en
microambientes prximos y muy distintos, aunque esto no significa que el diseo de los sistemas
de asentamiento tempranos girara exclusivamente en torno a variables econmicas. Las caracte-
rsticas geogrficas y la disponibilidad de recursos variados seguramente brindaban un marco de
flexibilidad importante para la evaluacin de un mosaico de alternativas vinculadas con aspectos
como la movilidad, la economa, la subsistencia y el patrn de asentamiento.
Resulta interesante la mayor estandarizacin del registro arqueolgico de los sitios de finales
del Holoceno temprano en relacin al del perodo 11.000 9.000 aos C1
4
AP recuperado en Agua
de la Cueva. Sin embargo, los datos disponibles indicaran la continuidad de estrategias vinculadas
con la utilizacin predominante de recursos lticos locales, al igual que el mantenimiento de
mecanismos que permitan el acceso a productos alctonos como la obsidiana y valvas de molusco
(e.g. encuentros sociales, intercambio, movimientos de larga distancia).
En cuanto a la explotacin de recursos faunsticos, el registro de las ocupaciones pleistocnicas
sugiere que la megafauna actualmente extinta habra sido un componente ms del sistema de
subsistencia, y que su importancia en la dieta no puede evaluarse global y promediadamente (como
recurso complementario, bsico, etc.), ya que cada recurso poda jugar un papel muy diferente
en las distintas localidades explotadas a lo largo de un ciclo anual. As, el guanaco, elemento bsico
en Agua de la Cueva, bien poda estar ausente en sitios ubicados en localidades aptas para el
desarrollo y aprovechamiento intensivo de megafauna (como podra ser el caso de Gruta del Indio).
Sin embargo, tras la desaparicin de la megafauna pleistocnica el guanaco parece haberse
convertido en un componente faunstico de primer orden dentro de la dieta. En definitiva, la
incorporacin que algunos autores hacen de las sociedades de finales del Holoceno temprano a un
perodo Arcaico se basa fundamentalmente en esta modificacin de las especies cazadas y en el
cambio de diseo del conjunto de artefactos lticos, y no en evidencias de cambios en el patrn de
asentamiento o en la intensidad de explotacin de recursos vegetales, lo que implica la necesidad
de re-definir este concepto, al igual que el de Paleoindio, sobre bases ms firmes.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: octubre 2003.
163
ALEJANDRO GARCA LA OCUPACIN TEMPRANA DE LOS ANDES CENTRALES ARGENTINOS
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto Investigaciones arqueolgicas y paleoambientales
en el sur de San Juan y norte de Mendoza, financiado por la UNSJ y la UNCuyo. Los estudios ms recientes
en Agua de la Cueva y Gruta del Indio fueron financiados por la Secretara de Ciencia y Tcnica de la
Universidad Nacional de Cuyo y por la Fundacin Antorchas.
Agradezco a Luis Borrero sus valiosos comentarios a la versin original del artculo.
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y desiertos: arqueologa del sur de Mendoza: 9-42. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropologa.
167
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA) ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
RESUMEN
Presentamos los resultados de la lectura de anillos estacionales de otolitos sagitales del
registro ictioarqueolgico de dos sitios de las Lagunas de Guanacache (Mendoza, Argentina). A
partir de esto, identificamos a los especmenes consumidos como Percichthys trucha (perca o
trucha criolla) y determinamos la estacin de captura-muerte entre los meses clidos de
septiembre y abril. Analizamos estos datos y lo interpretamos en el contexto regional durante el
periodo de dominacin inka. Proponemos la existencia de un modelo de aprovechamiento
estacional de la pesca en un nivel de economa de subsistencia, dada la ausencia de procesamiento,
almacenamiento y transporte de pescados hacia los sectores de poblaciones sedentarias y
agricultoras del piedemonte oriental de la Precordillera.
Palabras claves: Otolitos. Lagunas de Guanacache. Estacin captura-muerte. Perca.
ABSTRACT
We present the results of the study of seasonal rings in the sagital otoliths of the
Icthyoarchaeological assemblages of two sites in the Guanacache lakes (Mendoza, Argentina).
Based on these results we identified the consumed specimens as Percichthys trucha ( Creole perch)
and the warm period between september and april as the capture or death season. We analyzed
these data and interpreted them in the regional Inka dominion period. As there is no record of fish
processing, storage and transport to the sedentary and agricultural groups living in the eastern
Precordilleran piedmont, we propose a model of seasonal fishing within a subsistence level
economy.
Key words: Otholiths. Guanacache Lakes. Capture-death season. Creole perch.
ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE
(MENDOZA, ARGENTINA). IDENTIFICACIN Y ESTACIONALIDAD DE
CAPTURA A PARTIR DEL ANLISIS DE OTOLITOS SAGITALES
Pablo A. Cahiza
(*)
(*)
Unidad de Antropologa, Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, Centro Regional de
Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas (Cricyt- Mendoza); Instituto de Arqueologa y Etnologa,
Facultad de Filosofa y Letras, Universidad Nacional de Cuyo.
168
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCIN
Desde 1998 desarrollamos un proyecto de investigacin arqueolgica centrado en el
estudio de la dominacin inka (ca. 1480/1531-33 D.C.) en las tierras bajas de Mendoza y San
Juan Repblica Argentina, donde priorizamos una visin regional y diacrnica (siglo VI al XVII
A.D) de la ocupacin y uso del espacio de las poblaciones dominadas los Huarpes.
A partir de esta ptica, pudimos determinar la presencia de un modelo econmico mixto,
sustentado en la explotacin de tierras agrcolas y ocupacin sedentaria en el sector de piedemonte
cercano a la Precordillera (800-600 msnm), y en la movilidad y prctica de actividades de caza,
pesca y recoleccin en el sector de las Lagunas de Guanacache (600-540 msnm) (Figura 1).
De esta manera determinamos una situacin fronteriza laxa de carcter econmico, demogr-
fico y cultural. Donde por un lado el piedemonte configuraba un espacio organizado de produccin,
aglutinador de poblaciones; y por el otro, el rea lacustre se comportaba como un territorio donde
la densidad demogrfica era mucho menor y los grupos humanos eran ms pequeos y mviles,
proveedora de recursos silvestres (Cahiza 2002, 2003).
El registro arqueofaunstico regional reflej este uso diferencial del espacio. Los sitios del
piedemonte Torre 285, Pozo Norte y Arroyo Cienaguita se caracterizaron por la presencia de
restos seos de especies de alto rendimiento, especficamente camlidos Lama sp.. En cambio,
en los sitios del sector lacustre La empozada y Altos de Melin II las especies identificadas
mayoritariamente, corresponden a faunas de bajo rendimiento calrico: roedores, edentados, aves
y peces (Cahiza 2002, 2003), con altas tasas de reproduccin y predecibles en su localizacin,
recursos r segn Hayden (1990: 33).
En este trabajo nos ocupamos del estudio de uno de esos recursos: el registro ictioarqueolgico
de las Lagunas de Guanacache, especialmente de uno de sus elementos con mayor caudal
informativo: los otolitos sagitales.
EL AMBIENTE LACUSTRE DE GUANACACHE
Las Lagunas de Guanacache o del Rosario se localizan en la zona que hemos denominado
tierras bajas de Mendoza y San Juan. Se trata del sector de planicie centro oriental limtrofe entre
dichas provincias, donde confluyen los principales colectores de Cuyo: los ros Mendoza y San
Juan a los que se suman los aportes estacionales del Arroyo Tulumaya y del Ro del Agua
conformando este complejo lacustre y dando origen al ro Desaguadero.
El rea es integrante de la Provincia Fitogeogrfica del Monte, y presenta las caractersticas
comunidades arbustivas de Larrea divaricata, alternando rodales aislados de Prosopis flexuosa y
comunidades halfilas y psamfilas (Villagra y Roig 1999:311). Los 120 a 140 mm promedio anual
de precipitaciones para la regin (con escasa influencia en el rgimen hidrolgico de los ros y
lagunas), y la temperatura anual media de 18,5C, con mxima absoluta media de 47 C y mnima
absoluta media de -10 (Villagra et al. 1999: 366, Villagra y Roig 1999); ilustran la extrema aridez
del rea y las dificultades para el poblamiento humano.
Abraham y Prieto (1981) conceptualizaron el paisaje lacustre distinguiendo tres componen-
tes ambientales: los mdanos, contextos fluviales y los baados y lagunas. Los primeros pueden
ser subdivididos en los cordones de mdanos propiamente dicho y en las depresiones intermedanosas.
Estas ltimas pueden abarcar grandes extensiones, que al estar rodeadas de mdanos, forman
cuencas muy planas, sin desages, llamadas ramblones.
El ambiente lacustre estaba formado por las antiguas lagunas que constituan una red de
espejos acuferos de escasa profundidad entre las que se destacaban La balsita, del Toro, Hichuna,
del Tronco, Grande, de Guanacache o Huanacache y del Rosario. En la actualidad, el intenso
aprovechamiento hdrico en los oasis centrales de Mendoza y San Juan y otros procesos de carcter
geomorfolgico, han provocado que el llenado de las lagunas sea ocasional y parcial.
169
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
Figura 1. Ubicacin de las Lagunas de Guancache en las tierras bajas de
Mendoza y de San Juan, en el Centro-oeste de la Repblica Argentina
LOS OTOLITOS Y SU POTENCIAL INFORMATIVO EN ICTIOARQUEOLOGA
Los peces telesteos poseen tres pares de otolitos o piedras auriculares en el interior del
aparato vestibular: sagitta, lapillus y asteriscus, siendo el de mayor tamao el sagitta. La estructura
170
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
de estos cuerpos calcreos se compone de anillos de crecimiento estacional y diario, constituidos
por bandas translcidas zona Hialina, alternadas con bandas opacas. En periodos de crecimiento
favorable temporada clida y en condiciones medioambientales ptimas, la zona hialina es ancha
y bien diferenciada, siendo los microcristales delgados. Mientras que en periodos de crecimiento
lento temporada fra, condiciones ambientales adversas, el microincremento es fino y los
microcristales ms compactos, generando las zonas opacas (Pannella 1980; Luque y Ramrez 1996).
Tales caractersticas han posibilitado que se lleven a cabo estudios orientados a la identificacin
de las especies ictcolas consumidas, la estacin de muerte, y la edad de los individuos capturados
(entre otros Llagostera 1977; Llagostera et al. 1997; Van Slyke 1998; Higham y Horn 2000).
Un aspecto interesante, desde una ptica netamente arqueolgica, es la gran resistencia que
presentan los otolitos a la erosin mecnica. En este conjunto tambin se pueden incluir a otras
piezas como: supraoccipital, dentario, articulacin de maxila, articulacin de articular y cuerpo
vertebral (Vargas et al. 1991:359).
Estos elementos ofrecen la posibilidad de recuperar gran cantidad de informacin cuando
aparecen en sitios arqueolgicos como parte del registro faunstico, sobre todo teniendo en cuenta las
dificultades de identificacin que poseen los restos seos de peces (Ryder 1980, Van Slyke 1998).
Sin embargo, a pesar de que en los ltimos aos se han desarrollado trabajos ictiarqueolgicos
en nuestro pas casi exclusivamente en las regiones patagnica y pampeana (Balesta et al. 1994;
Favier Dubois y Borella 1997; Izeta 1997; Borella 1999; Gonzlez de Bonaveri et al. 1999; Acosta
y Musali 2001, 2002; Zangrando 2001, 2003), hasta donde sabemos ninguno se ha orientado hacia
el estudio de los otolitos (nicamente mencionados como elemento en Balesta et al. 1994:152 y en
Zangrando 2003), especialmente en ambientes ridos como el Centro-oeste argentino.
PECES Y PESCA EN LAS LAGUNAS DE GUANACACHE
Las cuencas hidrogrficas de los ros Mendoza y San Juan integran la Provincia Ictiogrfica
Sub-andina cuyana (Arratia et al. 1983: 97). En el curso inferior del ro Mendoza entre Cacheuta
y las Lagunas de Guanacache se ha reconocido la presencia de: Hatcheria macraei (bagre),
Pygidium heterodotum y Pygidium borelli, Percichthys trucha (perca), Jenynsia multidentata,
Cnesterodon decemmaculatos, Cheirodon interruptus interruptus (mojarra plateada) (Lpez et. al
2003; Peafort 1981). Tambin se menciona la presencia de Odontesthes hatcheri (pejererrey
patagnico) que en los ltimos 20 aos no ha sido recolectada en el rea (Arratia et al. op.cit.:58-
60) y un elemento singular: la anguila criolla (Synbranchus marmoratus) (Videla et al. 1997:30).
La actual ictiofauna de Mendoza y San Juan presenta nuevos aspectos respecto a la originaria de la
regin, debido a la accin antrpica moderna de enriquecimiento de la fauna pisccola con especies
exticas: Cyprinus carpio (carpa) (Peafort 1981) y salmnidos (Villanueva y Roig 1995).
Numerosas fuentes coloniales describen las caractersticas de la poblacin ctica nativa de
Mendoza y sobre todo del complejo lacustre de Guanacache, especialmente porque era un recurso
atractivo para los pobladores espaoles.
Los habitantes de las lagunas: se sustentaban de ... pescado que hay en muchas lagunas de
esta comarca (Juan Lpez de Velazco 1901 [1590]). All se pescan en grandsima abundancia las
truchas, que llaman de este nombre, que son muy grandes como sbalos de Sevilla, pero mucho
ms regaladas, sin comparacin, porque no tienen espinas y son ms delicadas y sabrosas y muy
sanas (Alonso de Ovalle 1889 [1646]). En las Lagunas de Guanacache se cogen las mejores
truchas; que incluso son consumidas en Chile (preparadas seguramente como charqui): muy
grandes, muy sabrosas y las ms afamadas de este Reyno y que tiene nombre en otras partes. Tiene
el pellejo grueso y duro, la carne slida y mantecosa; tranla a la ciudad de Santiago y echadas
en agua se esponjan de maneras que parecen frescas (Diego de Rosales 1937 [1666]).
Desde tiempos coloniales relativamente tempranos comenz la explotacin del recurso
171
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
ictcola. En 1604 el Cabildo de Mendoza acuerda con el Regidor y protector de los naturales que
vaya a las lagunas de guanacache y pueda tomar todas las yegoas y cavallos que allar de los dhos
y traerlos consigo a esta ciudad los caullos y yegoas cargados de pescado y sal (Actas Capitulares
de Mendoza 1945 t I:279). Incluso hacia mediados del siglo XVIII prisioneros de guerra
portugueses se encontraban asentados en las riberas de las Lagunas de Guanacache, dedicndose
a la explotacin y comercializacin de la pesca, al punto que se rebautizarn las lagunas como La
Pescadera (Abraham y Prieto 1981: 129).
Los antecedentes arqueolgicos sobre el aprovechamiento de la fauna ictcola se relacionan
en su mayora con artefactos vinculados con su explotacin, ms que con los restos osteolgicos
de peces. Rusconi (1962: 420-421, 451-452) describe artefactos lticos procedentes de Paso de los
Blancos y Altos de Melin, en la costa sur de las lagunas que define como cuchillos de Pizarra, a
los que le asigna la funcionalidad de descamar y trozar peces. En tanto, Vignati (1953: 33-37) apoya
la hiptesis de Rusconi y le adjudica la misma funcionalidad a seis artefactos de Alto del Puesto
y Alto Blanco. Tambin menciona tiles para pescar donde presenta dos puntas de anzuelo de
jaspe negro y una piedra para red, todas halladas en el Alto del Puesto.
Chiavazza (2001:110) advierte la presencia de restos de ictiofauna en sitios arqueolgicos
cercanos al complejo lacustre de Guanacache. Adelanta que probablemente se trata de carpa de ro
(Cyprinus carpio). A partir de esta identificacin propone que algunos sitios con contextos
arqueolgicos de maylicas y otros materiales europeos entre los que menciona Altos de Melin
seran poshispnicos tempranos.
MATERIALES Y MTODOS
Analizamos el material ictioarqueolgico procedente de dos sitios del rea lacustre: La
empozada y Altos de Melin. Se trata de sitios principalmente de superficie, el primero se localiza
en un bordo geoforma de costa de laguna, constituido por sedimentos compactos- (que tambin
presenta materiales estratificados) y el segundo en un mdano geoforma de escasa altura formada
por sedimentos arenosos. Ambos han sido reocupados y son multicomponentes, con presencia de
alfareras asignadas a las culturas de Agrelo (600 D.C./1200 D.C.) y Viluco (1400 D.C./1700
D.C.) (Cahiza 2000, 2002, 2003).
El sitio arqueolgico La empozada S 32 09' 35,8' W 68 16' 10,8' se ubica seis kilmetros
al oeste-suroeste del casero principal de Capilla del Rosario, cerca del paso de Los Blancos, al sur
del Puesto y corrales abandonados del mismo nombre, en la costa austral de las Lagunas de
Guanacache, junto a un paleocauce del ro Mendoza. Se trata de una concentracin de materiales
superficiales multicomponentes de 6935 m
2
. En ese sector excavamos 8 sondeos divididos en
celdas de 0,25 m
2
que abarcaron una superficie de 6m
2
. Alcanzamos los 65 cm de profundidad. Se
avanz a partir de capas o niveles artificiales de 10 cm, que denominamos con letras (a-f).
Identificamos en superficie materiales cermicos mezclados adscribibles a las caractersticas de los
componentes Agrelo y Viluco (niveles a-b 0/-25cm), mientras que los niveles ms profundos (c-
f 25/-60 cm) se caracterizaron por la presencia de cermica del tipo Agrelo.
Los Altos de Melin -32 10 Lat. Sur y 68 16 Long. Oeste y a 540m.s.n.m estn localizados
1km al sur sureste de La empozada. Son una serie de elevaciones medanosas con orientacin E-
O, que subdividimos en I, II y III. Nuestra investigacin se centr en Melin II S 32 10' 26,0'
W 68 16' 20,5' y 15.525m
2
de superficie, especficamente estudiamos dos concentraciones
superficiales de elementos arqueolgicos asociadas a estructuras de combustin; que llamamos
sectores I y II.
El sector I abarc una superficie de 31 m
2
, que dividimos en cuadrculas de 1m
2
, y
subdividimos en celdas de 0,25cm
2
, a partir de ellas realizamos la recoleccin de los materiales
arqueolgicos de superficie. Adems, planteamos la excavacin de 3m
2
(aproximadamente el 10%
172
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
del sector). En una de esas cuadrculas C6 detectamos la presencia de una estructura de
combustin.
El sector II, ubicado en la parte superior del mdano Melin II, tiene una superficie de 64m
2
,
dividido en igual cantidad de cuadrculas de 1m
2
. A partir de ellas, al igual que en el sector I,
efectuamos la recoleccin superficial de materiales. Tambin excavamos, esta vez 9,4 m
2
(casi el
15% del sector). Seleccionamos 8 de las cuadriculas de excavacin a travs de un muestreo
sistemtico, al que agregamos una cuadrcula (posteriormente ampliada) que presentaba una
estructura de combustin. A partir de su excavacin recuperamos 43 gramos de carbn vegetal. La
muestra fue datada en 100 50 BP Cal AD 1665 to 1955 (Cal BP 285 to 5) (Beta 132914) (Cahiza
2000).
Durante la recoleccin superficial y la excavacin no hallamos elementos de origen europeo.
Sin embargo, el fechado radiocarbnico de la estructura de combustin de la cuadrcula B1 dio una
antigedad asignable a los siglos XVII y XVIII. Por ello ubicamos a una de las ocupaciones de
Melin II, en el periodo de dominacin hispnico-colonial de Cuyo, pero en momentos previos a
la incorporacin del rea dentro de la frontera del imperio espaol en Mendoza, en lo que Abraham
y Prieto (1981) han denominado periodo de desestructuracin de la sociedad huarpe (desde
mediados del siglo XVI hasta fines del XVII).
En cuanto al anlisis del registro seo de peces, estimamos el nmero mnimo de individuos
(NMI) existentes en la muestra agrupando los otolitos, segn las variables de lateralidad, longitud,
ancho y espesor. En el caso de los otolitos fragmentados (mitades en la mayora de los ejemplares),
consideramos lateralidad y ancho. La longitud de los otolitos tambin nos interes en funcin de
utilizar esta medicin como indicador indirecto y relativo del tamao de los peces de la muestra
(Campana 1990; Ragonese y Reale 1992; Meekan et al. 1998; entre otros). Medimos la longitud
mxima entre el rostro y la cauda, considerando slo aquellos especmenes enteros (Llagostera et
al. 1997:167). Presentamos los resultados de las medias de las longitudes por sitio y nivel indicando
entre parntesis la cantidad de datos de la muestra (n) y la desviacin estndar de la media de la
muestra (s).
Calculamos los porcentuales de termoalteracin del material ictioarqueolgico a partir de la
observacin de las vrtebras, puesto que los otolitos no presentaban rasgos visibles de coccin
(salvo dos pequeos fragmentos carbonizados de Altos de Melin, sector II).
Andrus y Crowe (2002) han determinado la presencia de alteraciones de la aragonita de los
otolitos como consecuencia de diferentes tratamientos experimentales de coccin. Nosotros
tomamos las alteraciones trmicas como indicador de que el conjunto es de origen cultural (Zohar
et al. 2001), relacionado ms con conductas de desecho de restos seos que de la coccin de
alimentos.
Tomamos una muestra de 60 otolitos: 13 de La empozada, 30 de Altos de Melin II sector
II y 17 del sector I; correspondiente a elementos completos, y la analizamos en el departamento de
Zoologa del Centro Regional Universitario Bariloche, con la direccin y asistencia de Vctor
Cussac y Daniela Milano.
Adems de la comparacin morfolgica con otolitos de muestreos modernos con el fin de la
identificacin de los otolitos arqueolgicos, procedimos al anlisis de anillos de crecimiento de las
sagittas. La preparacin de la muestra incluy la insercin de los otolitos (con la cara dorsal hacia
arriba) en una mezcla de resina epoxi transparente y tintura negra. Posteriormente iniciamos el
pulido de los otolitos con lijas al agua muy finas (grano 120 y 1000) hasta llegar al kernel (centro
o ncleo del sagitta), logrando una seccin transversal Observamos el corte en lupa binocular Leica
Wild M3C y digitalizamos su imagen con software Image Pro Plus, determinando la estacin de
muerte de los individuos analizados.
173
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
RESULTADOS
Los conjuntos seos de La Empozada (NISP 2949) y Altos de Melin II sector II (NISP
11845) estn compuestos en su mayora por especmenes que corresponden a taxa de tamao
pequeo: aves, peces y mamferos pequeos. Esto se ve reflejado en los resultados muy bajos de
la razn peso (g.)/NISP (0,06 para La empozada y 0,03 para Altos de Melin II, sector II).
La alta fragmentacin del registro arqueofaunstico de La empozada y de Altos de Melin II,
sector II incidi en los bajos niveles de identificacin, especialmente para el segundo de los sitios
mencionados. A pesar de esto pudimos reconocer: Dasypodidae, Ranidae, Rodentia, Aves,
Osteichthyes y Lama sp. (slo en Altos de Melin). Otro nivel de identificacin menor fue tener
en cuenta aquellos fragmentos seos que slo se pudieron adjudicar a una estipulacin de tamaos:
mamferos grandes (MG) taxas del tamao de los camlidos sudamericanos; mamferos medianos
(MM) de tamaos similares a los del puma (Felis concolor) y mamferos pequeos (MP) de
tamaos comparables a los de la liebre patagnica (Dolichotis patagonum) o menores an. Otra
categora se refiere a huesos largos difisis pertenecientes a aves y mamferos pequeos, que
nombramos simplemente pequeos (P), diferencindolo de mamferos pequeos (MP) y con un
nivel de identificacin que los aparta de los no identificados (NI). (Tabla 1 y Figura 2)
Tabla 1. Conjunto arqueofaunstico de La empozada y Altos de Melin II
(Lagunas de Guanacache, Mendoza).
La empozada Altos de Melin II
NISP 2.949 11.845
PESO (g) 167,77 338,04
PESO (g)/NISP 0,06 0,03
Nivel de identificacin taxonmica NISP % NISP %
Lama sp. 0 0 24 0,2
Dasypodidae 38 1,29 128 1,08
Ranidae 10 0,34 1 0,01
Rodentia 71 1,9 12 0,1
Aves 184 6,24 59 0,5
Osteichthyes 1015 34,42 767 6,48
Mamferos Grandes (MG) 5 0,17 96 0,81
Mamferos Medianos (MM) 3 0,10 4 0,03
Mamferos Pequeos (MP) 165 5,60 33 0,28
Pequeos (P) 1000 33,91 990 8,36
No identificados (NI) 458 15,53 9731 82,15
El material seo perteneciente a peces en La empozada, est compuesto por 1015 especmenes,
lo que significa el 34,42% del total de la muestra arqueofaunstica del sitio. Los elementos de peces
que predominan son las vrtebras y los otolitos, reuniendo un total de 637 (62,76% de la muestra
peces).
El conjunto de otolitos se compone por 34 elementos completos y 143 fragmentados, en tanto
que las vrtebras enteras recolectadas fueron de 351 y 151 fragmentadas. En la distribucin por
nivel se observ mayor cantidad de ejemplares en los niveles superiores (Tabla 2).
174
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
La mayora de los restos seos de peces de Altos de Melin II sector II (6,5% del total
arqueofaunstico), pertenecen a otolitos y vrtebras (95%). La muestra de estos materiales qued
conformada por 75 otolitos enteros y 103 fragmentados, y las vrtebras significaron 342 elementos
completos y 202 fragmentados (Tabla 3).
Una submuestra de diez otolitos, integrada por elementos de La Empozada y Altos de Melin,
correspondientes a contextos de superficie y excavacin, fue enviada a Vctor Ruz Departamento
de Zoologa de la Universidad de Concepcin (Chile), determinando que los otolitos pertenecan
a Percichthys trucha (perca o trucha criolla) Figura 3. A partir de la comparacin con muestras
actuales pudimos confirmar en el Centro Regional Universitario de Bariloche que los otolitos
sagitales del registro arqueolgico de las lagunas de Guanacache pertenecen a Percichthys.
Tambin detectamos una gran similitud con Percichthys colhuapiensis (perca bocona), sin
registros modernos en el norte de Mendoza.
Figura 2. Distribucin relativa (%) del registro seo de La Empozada
y Altos de Melin segn categora de identificacin
Tabla 2. Distribucin de otolitos y vrtebras segn niveles de excavacin,
La empozada (Lagunas de Guanacache, Mendoza)
Nivel Otolitos Vrtebras
Enteros fragmentados enteros fragmentados
A 14 98 41 9
B 17 38 152 52
C 3 4 96 19
D 0 2 49 25
E 0 1 13 2
Total 34 143 351 107
175
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
La observacin del ltimo anillo de crecimiento nos permiti determinar la estacin de
muerte y captura de los individuos colectado en los sitios de La empozada y Altos de Melin. Con
este anlisis demostramos que al momento de la muerte de los peces el 92% de la muestra se
encontraban en una etapa de crecimiento rpido, es decir en temporada clida o de mayor
disponibilidad alimentaria

(Figura 4).
Tabla 3. Distribucin de otolitos y vrtebras segn niveles de procedencia,
Altos de Melin II, sector II (Lagunas de Guanacache, Mendoza)
Nivel Otolitos Vrtebras
Enteros fragmentados enteros fragmentados
Superficie 33 20 22 3
Excavacin (0/-10cm) 42 83 320 199
Total 75 103 344 202
Figura 3. Otolito sagital de Percichthys trucha (Altos de Melin II, sector II), largo de la
estructura en su eje mayor 11,4 mm. En la vista proximal (3a) se observa la cauda, y en la vista
distal (3b) se destacan el kernel y los anillos de crecimiento estacional. (Foto Vilma Ojeda)
176
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
La estimacin del nmero mnimo de individuos (NMI) se hizo segn el emparejamiento de
otolitos, arrojando en La empozada un total de 54. En el caso del sector I de Altos de Melin el
resultado tambin fue de 54, y en el sector II de 106 individuos. La discriminacin por niveles de
excavacin present el panorama que refleja la Tabla 4.
Tabla 4. Estimacin del NMI (nmero mnimo de individuos)
a partir del anlisis de otolitos, por sitio y nivel estratigrfico
La empozada Altos de Melin II, Altos de Melin II,
sector I sector II
Superficie - 17 33
0/10 cm - 37 73
0/25 cm 49 - -
25/60 cm 5 - -
Total 54 54 106
Figura 4. Imagen digitalizada de la muestra N 28 Altos de Melin II, sector II (0/-10cm); vista
en lupa binocular a 16x. Se observa el kernel en el borde inferior derecho de la fotografa, y en el
lado izquierdo la culminacin del 8 invierno y el inicio del 8 verano. (Foto Daniela Milano)
Los tamaos de los otolitos presentaron un comportamiento diferencial segn sitio, geoforma
y nivel estratigrfico. Un primer acercamiento nos indica una media promedio menor de la muestra
de especmenes completos de La empozada 7,5 mm (n 27; s1,78mm) que la de los sectores I y
II de Altos de Melin II 9,1mm (n29; s3,02mm) y 8,7mm (n67; s2,16mm) respectivamente
(Figura 5). Asimismo el rango de longitud de los otolitos abarc un amplio espectro entre 3,4 y
15,1mm.
177
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
Figura 5. Distribucin de rangos de longitudes de otolitos sagitales por sitio y nivel
178
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Por otra parte, la observacin intrasitio de los tamaos de los otolitos nos indica para el caso
de La empozada medidas promedio inferiores en los niveles superficiales (0/-25cm) 7,7 mm (n24;
s1,82) en comparacin con la media de los niveles ms profundos (25/-60 cm) 9mm ( n3; s
0,81mm). Mientras que la muestra de Altos de Melin presenta resultados en sentido contrario.
La media del nivel superficial es de 10,8mm (n10; s1,83mm) para el sector I y 10,9 mm (n26;
s2,02mm) para el sector II; y los valores del nivel 0/-10cm son de 8,2 (n19;s1,74mm) y 7,8mm (n41;
s2,93) respectivamente (Figura 6).
Figura 6. Longitudes medias de otolitos sagitales por sitio y nivel de registro
La tendencia al enterramiento diferencial en sedimentos arenosos segn el tamao de las
partculas en nuestro caso los mdanos Altos de Melin no se limit a los otolitos, abarcando la
cermica, ltico y otros materiales seos entre ellos las vrtebras de peces (Cahiza 2000, 2003).
Situacin no observada en ninguno de los anlisis de materiales arqueolgicos de La empozada,
localizado en un bordo.
El material termoalterado de La empozada (quemado y/o calcinado) present proporciones
diversas dependiendo del elemento analizado. Solamente 2 otolitos fragmentados presentaron
rasgos de exposicin al fuego (0,01%); mientras que en el caso de las vrtebras, 41 elementos
mostraron signos de alteracin (9%). El material con signos visibles de alteracin trmica del sector
II de los Altos de Melin fue muy escaso en el caso de los otolitos (1 fragmento). En cambio, en
las vrtebras observamos 99 elementos con signos de quemado y/o alteracin.
Sin embargo, creemos que estos restos no estuvieron relacionados directamente con
actividades de coccin de alimentos. De tal modo que posiblemente hayan sido elementos
desechados en estructuras de combustin. Presumimos que una fraccin de la muestra debe haber
sufrido termoalteraciones tales como el hervido o el ahumado, difciles de reconocer
macroscpicamente (Acosta y Musali 2002:9).
DISCUSIN Y CONCLUSIONES
Nuestros trabajos contrastaron los datos ictiolgicos de las fuentes documentales del periodo
colonial, identificando a los peces consumidos en dos sectores de la costa sur de las lagunas de
Guanacache como Percichthys trucha (perca o trucha criolla). Al mismo tiempo descartamos la
hiptesis de Chiavazza (2001) sobre la presencia de Cyprinus carpio (carpa) en sitios del rea
lacustre, siendo imposible la asociacin una ocupacin poshispnica temprana con esta especie,
cuya introduccin en la Argentina corresponde a la segunda mitad del siglo XIX (Del Valle y Nuez
1990: 45).
179
PABLO A. CAHIZA ICTIOARQUEOLOGA DE LAS LAGUNAS DE GUANACACHE (MENDOZA, ARGENTINA)
Percichthys trucha es una especie autctona que pertenece a la familia Percichthyidae con
integrantes que viven nicamente en los valles preandinos de Argentina y Chile. En nuestro pas
esta familia viva originalmente desde Mendoza hacia el sur, aunque recientemente se la ha
introducido en diferentes ambientes de varias provincias (Del Valle y Nuez 1990:75). El
contenido calrico energtico expresado en Caloras de su carne es de 4068 Kcal/kgr sobre
sustancia seca y 1088 Kcal/kgr para sustancia hmeda, valores que se adecuan a los requerimientos
humanos (Bez et al. 1990:12).
La determinacin de la estacin de captura provee evidencia con relacin a los patrones de
movilidad-sedentarismo y de subsistencia de los pescadores (Van Slyke 1998:28). Definir la
estacionalidad de las ocupaciones humanas ha sido un elemento de gran inters para la arqueologa.
Sin embargo esa posibilidad siempre presenta mltiples dificultades, en nuestro caso la lectura de los
anillos de crecimiento de los otolitos sagitales nos permiti identificar una tendencia sobre la preferencia
de la captura de Percichthys en poca clida o de mayor disponibilidad de alimentos.
Mencionamos en la introduccin la presencia de edentados en el registro arqueofaunstico de
La empozada y Altos de Melin (Cahiza 2002, 2003). Hallamos placas seas de corazas que
identificamos como pertenecientes a Zaedyus pichyi. Durn (2000: 84-85) ha propuesto que los
restos de edentados (Zaedyus y Chaethopractus) pueden ser utilizados como indicadores de
estacionalidad, ya que slo podran ser capturados en verano. Esto se debera a su condicin de
animales heterotermos, por lo tanto en invierno se encontraran hibernando en sus madrigueras
fuera del alcance humano.
En nuestra rea de estudio se registran temperaturas altas desde fines de agosto y principios de
septiembre hasta fines de abril y principios de mayo (Estrella et al. 1979:62). Periodo de inicio del
ciclo biolgico de floracin de pastos y otras forrajeras, que comienza en septiembre con la superacin
del umbral trmico y la primer precipitacin y que culmina con las primeras heladas (temperatura
igual o inferior a 0 C, a 1,5 m del suelo y en abrigo meteorolgico) en el rea, generalmente en mayo
e incluso en los primeros das de junio (Mariano Cony com. pers.).
Respecto de la complementacin econmica de los sitios del sector lacustre con los del
piedemonte, nos interesaba indagar sobre la posibilidad de que existiese algn tipo de explotacin
pesquera o procesamiento de pescados para luego ser transportados a otras locaciones donde seran
finalmente consumidos.
No hemos identificado hasta el momento huellas de corte en el material seo ictiolgico. Sin
embargo, actividades de trozamiento y eviscerado de peces mediano-pequeo no requieren conjuntos
artefactuales complejos, ni la inversin de muchas horas/trabajo (Acosta y Musali 2002:8).
En cambio, nuestros estudios reflejan un contexto ictiolgico donde se encuentran presentes
partes craneales (otolitos) y vertebrales, y baja selectividad de individuos por tamao. Relacin que
ha sido establecida como evidencia negativa de procesamientos para traslado y consumo posterior
(Stewart y Gifford Gonzlez 1994, Stewart et al. 1997; Zohar y Dayan 2001).
La tendencia de las longitudes de los otolitos de La empozada y Altos de Melin II, indican
un aprovechamiento diferencial en tamao y regularidad de los peces capturados. La explicacin
de este fenmeno puede ser de origen mltiple, desde tecnolgico (tcnicas de pesca) hasta
paleoecolgico (menor disponibilidad alimentaria).
Finalmente, observamos evidencias de que la actividad pesquera alcanz una escala de
explotacin de economa de subsistencia. El instrumental asociado a la pesca, mencionado en los
antecedentes arqueolgicos, es escaso y su funcionalidad no ha sido debidamente contrastada. Al
mismo tiempo las fuentes documentales coloniales tan ricas en la descripcin de la ictiofauna y de
su calidad, nada dicen al respecto. Por lo tanto, pensamos que la asociacin de elementos
termoalterados y la representacin de partes esqueletarias axiales y craneales apoyan la idea de un
consumo in situ.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: marzo 2004.
180
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
AGRADECIMIENTOS
Estas investigaciones formaron parte de una Beca de Posgrado de Conicet (1998-2003) La dominacin
incaica en el Noreste de Mendoza, y se encuentran dentro de un proyecto mayor Arqueologa y Etnohistoria
incaica en el Centro-oeste argentino PIP 2026 bajo la direccin de J. Roberto Brcena, a quien agradezco
su estmulo y apoyo en el desarrollo de mis tareas de investigacin. Gratitud extensiva a Jorge Garca Llorca,
compaero de los trabajos de campo en las Lagunas de Guanacache y analista del registro arqueofaunstico.
Ambos leyeron atentamente el manuscrito y brindaron valiosas sugerencias.
Gran parte de este trabajo se basa en la generosidad y predisposicin de Vctor Ruz, Vilma Ojeda,
Vctor Cssac y Daniela Milano, especialmente a los dos ltimos, mi profundo reconocimiento y afecto.
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FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI... ISSN 0325-2221
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DEL SITIO CUEVA TIXI (PROVINCIA DE BUENOS AIRES): CADENA
OPERATIVA DE PRODUCCIN Y TCNICAS DE TALLA TEMPRANAS
Federico Valverde
(*)
RESUMEN
En este trabajo se presentan los resultados tcno-morfolgicos obtenidos a partir del
anlisis de los desechos y microdesechos lticos de la ocupacin ms temprana (10, 375 + 90 AP
y 10,045 + 95 AP) del sitio arqueolgico Cueva Tixi, Pcia. Bs. As. Se abordan cuestiones referentes
a la identificacin de los diversos estadios de la cadena de produccin ltica en relacin con la
disponibilidad de las materias primas y con su calidad para la talla. De igual modo se infieren
modalidades de talla practicadas por los primeros grupos cazadores-recolectores que poblaron
el espacio oriental de las sierras de Tandilia. Esta informacin aporta a la comprensin de la
funcionalidad de los reparos rocosos en el marco de un patrn de asentamiento en el cual la
movilidad jug un papel muy importante en la organizacin tecnolgica de estos grupos.
Palabras claves: Regin Pampeana. Pleistoceno Tardo. Desechos lticos. Cadena operativa.
Tecnologa ltica.
ABSTRACT
In this paper results of techno-morphological analysis of debitage and microdebitage of the
earliest occupation at Cueva Tixi archaeological site (10, 375 + 90 BP and 10,045 + 95 BP) are
presented. The issues discussed are referred to the identification of stages of the lithic production
chain in relation to the availability of raw materials and their flintknapping quality. Also,
flintknapping modes used by the first hunter-gatherers who inhabited the eastern Tandilia ranges
are inferred. This information is valuable to understand the function of the rockshelters within a
settlement pattern of societies where mobility played an important role in the technological
organization.
Key words: Pampean Region. Late Pleistocene. Lithic debitage. Chane operatoire. Lithic
technology.
(*)
Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas, Laboratorio de Arqueologa Regional
Bonaerense, Universidad Nacional de Mar del Plata.
186
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCIN
La informacin arqueolgica proveniente de contextos datados en el Pleistoceno tardo en la
pampa hmeda, seala la presencia de una gran variabilidad inter-sitio en relacin con la tecnologa
ltica (Flegenheimer 1994, Mazzanti 1999, Martinez 1999). Particularmente, el sector serrano de
Tandilia constituye un referente para analizar la colonizacin y las tecnologas ms tempranas de
la regin pampeana, como tambin para comprender el rol que jugaron los enclaves rocosos dentro
del circuito social de movilidad de cazadores-recolectores pampeanos. El anlisis de los desechos
lticos constituye, en este sentido, una va importante para la comprensin de la organizacin social
de los procesos de produccin ltica con relacin al uso del espacio (Magne 1989), especialmente
si se tiene en cuenta que los desechos lticos son uno de los pocos items materiales que se hallan
depositados en los lugares originales donde fueron generados (Binford 1973). En el marco de esta
reconstruccin secuencial y espacial de la tecnologa, el concepto de cadena operativa desarro-
llado por Mauss (1947) e introducido en los anlisis tecnolgicos por Leroi-Gourhan (1964),
constituye una herramienta terica-metodolgica esencial que permite ordenar la observacin
derivada del anlisis del material ltico y situarla segn su cronologa en el marco de una secuencia
tecnolgica.
La muestra que se analiza en este trabajo proviene de la ocupacin inicial del sitio
arqueolgico Cueva Tixi, el cual se encuentra localizado en un pequeo valle ubicado en las
estribaciones orientales de las sierras de Tandilia (Mazzanti 1993). Estos primeros momentos de
ocupacin de la cueva fueron datados por C14 (AMS) sobre muestras de carbn vegetal
provenientes de fogones indgenas y arrojaron edades de 10, 375 + 90 AP (AA-12130) y 10,045
+ 95 AP (AA-12131) (Mazzanti 1999). Las evidencias arqueolgicas indican que el reparo rocoso
fue recurrentemente utilizado como campamento base, en donde llevaron a cabo mltiples
actividades, relacionadas a tareas domsticas de produccin ltica, uso de sustancias colorantes,
coccin y consumo de alimentos, entre ellos algunos animales extinguidos (Mazzanti 1999, 2001,
Quintana y Mazzanti 2001). El conjunto artefactual de la primera ocupacin de la cueva est
compuesto por 56 instrumentos, 60 ncleos (entre los que se incluyen los bipolares), un yunque,
percutores, nucleiformes y 2731 desechos y microdesechos de talla. Los instrumentos fueron
agrupados por Mazzanti (1997) en aquellos poco elaborados (filos naturales con esquirlamientos
accidentales, muescas, rabots e instrumentos indiferenciados) y en los medianamente elaborados
(raederas y raclettes). El grupo de las raederas es el ms representado, en especial aquellas con filos
alternantes y alternos. La serie tcnica predominante es el retoque marginal seguido de retalla y
microretoque. Slo un cuchillo presenta retoque bifacial marginal (Mazzanti 1997, 1999).
El objetivo principal de este trabajo es conocer, a travs del anlisis de los desechos y
microdesechos lticos, las actividades de talla que se llevaron a cabo en los momentos iniciales de
ocupacin de la cueva e identificar, de este modo, las diferentes etapas de la cadena operativa de
produccin ltica. La utilizacin de una herramienta terico-metodolgica, como el concepto de
cadena operativa (Pelegrin 1995), permite acceder a la organizacin espacial de la produccin ltica
y cobra sentido en el marco de la integridad de los contextos arqueolgicos de Cueva Tixi
anteriormente mencionados. De igual modo, interesa abordar aspectos vinculados a los modos de
ejecucin de la talla ltica desarrollados por estos grupos cazadores-recolectores tempranos.
1
En el rea de investigacin se han localizado otros cinco sitios prcticamente sincrnicos de
antigedades correspondientes a la transicin Pleistoceno-Holoceno (Mazzanti, en prensa) y que
representan una porcin de la variabilidad del sistema de asentamiento de los grupos paleoindios
pampeanos. En este marco potencialmente comparativo entre los diversos sitios, el conjunto
analizado cobra significativa importancia para la comprensin de la organizacin de la tecnologa
ltica de los grupos que ocuparon por primera vez el espacio serrano.
187
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
METODOLOGA
En el anlisis de los desechos y microdesechos de talla ltica se seleccionaron, en relacin con
los problemas planteados, diferentes variables formales y dimensionales que fueron propuestas y
adoptadas por diversos autores en el tratamiento de conjuntos lticos (Crabtree 1972; Collins 1975;
Aschero 1975; Magne y Pokotylo 1981; Sullivan y Rozen 1985; Bellelli et al. 1985-87; Ahler 1989;
Magne 1989; Amik y Mauldin 1989; Bellelli 1991; Espinosa 1993; Shott 1994; Bellelli y Kligman
1996; Andrefsky 1998). Algunas de estas variables se orientan, fundamentalmente pero no de
manera excluyente, hacia la posibilidad de identificar los diferentes estadios de produccin ltica
presentes en los sitios; entre ellas se encuentran el estado de fragmentacin de los desechos, los
tipos de lascas, el tamao, el mdulo de anchura-espesor, el mdulo de longitud-anchura y el peso.
La reduccin de ncleos y la produccin de artefactos lticos constituyen procesos reductivos en
los cuales se evidencia un patrn general caracterizado por la disminucin progresiva del peso de
los desechos generados durante ese proceso (Shott 1994; Mauldin y Amick 1989). Es por ello que
diversos autores consideran que esta variable constituye una de las ms confiables para predecir
grados de reduccin en la secuencia de produccin ltica (Magne y Pokotylo 1981; Ammerman y
Andrefsky 1982; Amik el al. 1988). Otras variables constituyen indicadores ms relacionados con
los aspectos tecnolgicos del proceso de produccin ltica: tipos y espesor de los talones, tipos de
bulbo, tipos de terminaciones, presencia o ausencia de curvatura, de labio o de lascas adventicias,
regularizacin de los frentes de extraccin y preparacin de las plataformas de percusin. Los tipos
de materias primas y el tamao de grano de los materiales son las dos variables principales que se
utilizaron para cruzar la informacin aportada por los otros indicadores tecno-morfolgicos.
La muestra fue analizada en su totalidad sin haber realizado ningn tipo de muestreo ms que
la propia excavacin. El conjunto ltico con el que se trabaj es de 818 desechos y 1913
microdesechos. Dentro de esta ltima categora se incluyeron a los productos de talla enteros,
fracturados e indiferenciados cuyo tamao es inferior a los 0,5 cm. Por motivos vinculados al
tiempo que insume el anlisis individual de los microdesechos y en razn de sus dimensiones y
frecuencia, en su tratamiento slo se tomaron en consideracin las variables que consideramos ms
relevantes en relacin con los objetivos generales del trabajo. Del mismo modo que con los
desechos, el estado de fragmentacin y el tipo de microdesecho, nos informan principalmente sobre
las etapas de produccin ltica llevadas a cabo en el sitio. En este ltimo caso se prioriz slo en
la identificacin de aquellos microdesechios productos de la reactivacin directa o inversa y del
retoque bifacial, debido a que pueden vincularse directamente con la regularizacin y manteni-
miento de filos. Por las mismas razones mencionadas anteriormente, los microdesechos restantes
no fueron discriminados segn los diversos tipos morfolgicos. Otras variables seleccionadas en
en anlisis de los microdesechos fueron el tipo de talones y la presencia de curvatura y labio ya que
se vinculan con diferentes modalidades tcnicas de talla.
Para lograr una mayor claridad en la presentacin de los resultados y debido a cuestiones
cuantitativas que hacan que la inmensa cantidad de microdesechos no permitiera valorar la
informacin proveniente del anlisis de los desechos, ambos (desechos y microdesechos) fueron
tratados independientemente. No obstante, las discusiones acerca de las modalidades tecnolgicas y
la secuencia de produccin, se derivan de la evaluacin conjunta de unos y otros. Un aspecto
importante con relacin a este hecho es que todos los materiales analizados provienen de excavaciones
sistemticas microestratigrficas en las cuales el cernido de los sedimentos se efectu bajo agua
recuperando todos los desechos lticos que no pasaron por una malla de 2 mm (Mazzanti 1999).
Los datos fueron ingresados en una planilla de clculos en Excel y las variables procesadas
mediante el empleo de tablas y grficos dinmicos.
188
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
RESULTADOS
Desechos
Una primera clasificacin de los desechos de Cueva Tixi segn su estado de fragmentacin
permite aproximarnos a una visin general de la naturaleza del conjunto ltico. Se observa, en este
sentido, que la muestra est compuesta en su mayor parte por lascas fracturadas que conservan su
taln y lascas enteras, las cuales representan el 35,82 % y 31,66 %, respectivamente. En menor
proporcin (17 %) estn presentes los desechos indiferenciados y las lascas fracturadas sin taln
que alcanzan el 15,52 %. Una primera observacin que surge de esta clasificacin es la preponderan-
cia de las lascas con relacin a los desechos indiferenciados y la gran cantidad de lascas fracturadas
con y sin taln que, juntas, superan el 50 % de la muestra (Tabla 1).
Una segunda clasificacin de los desechos sobre la base de la presencia o ausencia de corteza
pone en evidencia el amplio predominio de las lascas internas (84,1 %) con respecto a las lascas
externas (15,9 %). Si se profundiza en el anlisis de los diversos tipos morfolgicos de lascas
presentes en el sitio, surgen ciertos aspectos significativos que es preciso remarcar. Del total de
lascas externas enteras, la gran mayora (11,59 %) corresponden a lascas con resto cortical, es decir,
aquellas que poseen menos del 50 % de superficie cortical en la cara dorsal. Le siguen en
proporciones decrecientes las lascas secundarias, las lascas primarias y las lascas con dorso
cortical. Los tipos ms representados entre las lascas internas enteras son las de arista (31,27 %),
seguidas por las angulares (15,44 %) y las planas (13,9 %). Las lascas de adelgazamiento bifacial
estn escasamente representadas y no superan el 0,88 % entre enteras y fracturadas (Grfico 1). Por
el contrario, la talla bipolar fue registrada en proporciones significativas (11,20 % sobre el total de
lascas enteras), cifras a las que habra que agregarle las masas bipolares de cuarcita (N23) y cuarzo
(N20) de grano muy fino. En el anlisis no se incluyeron a las lascas bipolares como un tipo
particular de lascas. Por el contrario, los atributos de la talla bipolar se identificaron entre diferentes
tipos de lascas.
Las materias primas ms utilizadas fueron las cuarcitas (93,15 %) de grano fino y medio, las
cuales muestran proporciones similares tanto para lascas enteras como para lascas fracturadas. Por
el contrario, la mayor parte de los desechos indiferenciados corresponden a materias primas de
grano medio (Grfico 2). El resto de la muestra est compuesta por cuarzos (3,79 %), rocas de tonos
verdosos aun no identificadas (2,08 %) y otras materias primas cuya representatividad no supera
el 1 % y que han sido caracterizadas microscpicamente como slices microcristalinos, andesitas,
gabros y pelitas y prfidos silicificados (Valverde 2002).
A pesar que en el conjunto total de la muestra las proporciones de grano fino y medio son
similares, si se cruza esta variable con los diferentes tipos de lascas, podemos observar que un 45,37
Grfico 1. Tipos de lascas
%
P S RC DC AN AB AR CR PL IN
LENT
LFCT
LFST
P: primarias; S: secundarias; RC: c/resto cortical; DC: c/dorso cortical; AN: angulares;
AB: adelgazamiento bifacial; AR: arista; CR: cresta; PL: planas; IN: indiferenciadas
189
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
Tabla 1. Frecuencias absolutas y relativas de las principales variables involucradas en el
anlisis de los desechos lticos.
Estado de los Desechos
LENT LFCT LFST DIN Totales
259 (31,66) 293 (35,82) 127 (15,52) 139 (17) 818 (100)
Muy Pequeo 4 (1,54) 9 (3,07) 5 (3,94) 11 (7,91) 29 (3,55)
Pequeo 158 (61) 213 (72,7) 102 (80,31) 114 (82,01) 587 (71,76)
Tamao Med-Pequeo 80 (30,89) 61 (20,82) 17 (13,39) 13 (9,36) 171 (20,9)
Med-Grande 15 (5,79) 9 (3,07) 3 (2,36) 1 (0,72) 28 (3,42)
Grande 2 (0,78) 1 (0,34) - - 3 (0,37)
Poco Espeso 34 (13,13) 56 (19,11) 24 (18,9) 12 (8,63) 126 (15,4)
Mod. A-E Espeso 153 (59,07) 170 (58,02) 70 (55,12) 57 (41) 450 (55,01)
Muy Espeso 72 (27,8) 67 (22,87) 33 (25,98) 70 (50,37) 242 (29,59)
Lamimar Ang. 5 (1,93) 5 (1,71) 1 (0,79) 3 (2,16) 14 (1,71)
Laminar Normal 15 (5,79) 24 (8,19) 18 (14,17) 44 (31,65) 101 (12,35)
Med. Alargado 37 (14,29) 40 (13,65) 32 (25,2) 39 (28,06) 148 (18,09)
Mod. L-A Med. Normal 87 (33,59) 104 (35,69) 50 (39,37) 52 (37,41) 293 (35,82)
Corto Ancho 58 (22,39) 77 (26,28) 23 (18,11) 1 (0,72) 159 (19,44)
Corto M. Ancho 51 (19,69) 39 (13,31) 2 (1,57) - 92 (11,25)
Corto Anchisimo 6 (2,32) 4 (1,37) 1 (0,79) - 11 (1,34)
Fino 101 (39) 119 (40,41) 38 (29,92) 24 (17,27) 282 (34,47)
Medio/Fino 18 (6,95) 33 (11,26) 18 (14,17) 15 (10,79) 84 (10,27)
Grano Medio 102 (39,38) 111 (37,88) 45 (35,43) 71 (51,08) 329 (40,22)
Medio/Grueso 30 (11,58) 21 (7,17) 15 (11,81) 19 (13,67) 85 (10,39)
Grueso 8 (3,09) 9 (3,07) 11 (8,66) 10 (7,19) 38 (4,65)
Primaria 11 (4,25) 8 (2,73) 3 (2,36) - 22 (2,69)
Ext. Secundaria 14 (5,4) 6 (2,05) 13 (10,24) - 33 (4,03)
Resto Cortical 30 (11,59) 8 (2,73) 3 (2,36) - 41 (5,01)
Lascas Dorso Cortical 5 (1,94) 5 (1,71%) 2 (1,57) - 12 (1,47)
Angular 40 (15,44) 21 (7,17) 17 (13,39) - 78 (9,53)
A. Bifacial 2 (0,77) 3 (1,02) 1 (0,79) - 6 (0,73)
Int. Arista 81 (31,27) 85 (29,01) 35 (27,56) - 201 (24,57)
Cresta 4 (1,54) - 2 (1,57) - 6 (0,73)
Plana 36 (13,9) 67 (22,87) 11 (8,66) - 114 (13,94)
Indiferenciada 36 (13,9) 90 (30,71) 40 (31,5) - 166 (20,29)
Astillado 15 (5,79) 25 (8,53) - - 40 (7,25)
Cortical 24 (9,27) 13 (4,44) - - 37 (6,7)
Diedro 19 (7,33) 17 (5,8) - - 36 (6,52)
Filiforme 11 (4,25) 15 (5,12) - - 26 (4,71)
Talones Eliminado 1 (0,38) - - - 1 (0,18)
Facetado 12 (4,63) 20 (6,82) - - 32 (5,8)
Fracturado 14 (5,4) 34 (11.6) - - 48 (8,7)
Liso 148 (57,14) 138 (47,1) - - 286 (51,81)
Puntiforme 3 (1,16) 10 (3,41) - - 13 (2,35)
Indiferenciado 12 (4,63) 21 (7,17) - - 33 (5,98)
Bulbo Difuso 69 (26,64) 83 (28,33) - - 152 (27,54)
Pronunciado 40 (15,44) 37 (12,63) - - 77 (13,95)
Indiferenciado 150 (57,92) 173 (59,04) - - 323 (58,51)
Curvatura Presente 46 (17,76) 32 (10,92) 7 (5,51) 6 (4,32) 91 (11,12)
Ausente 213 (82,24) 261 (89,08) 120 (94,49) 133 (95,68) 727 (88,88)
Labio Presente 17 (6,56) 16 (5,46) - - 33 (5,98)
Ausente 242 (93,44) 277 (94,54) - - 519 (94,02)
Reg. Frente Regularizado 34 (13,13) 19 (6,48) - - 53 (9,6)
Extraccin No Regularizado 225 (86,87) 274 (93,52) - - 499 (90,4)
Preparacin Abrasin 8 (3,09) 7 (2,39) - - 15 (2,72)
Plataforma Retoques 2 (0,77) 9 (3,07) - - 11 (1,99)
No Preparada 249 (96,14) 277 (94,54) - - 526 (95,29)
* LENT: lascas enteras; LFCT: lascas fract. con taln; LFST: lascas fract. sin taln; DIN: desechos indiferenciados
190
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Grfico 2. Tamao de granos de los desechos
%
FINO MED/F MEDIO MED/G GRUESO
LENT
LFCT
LFST
DIN
% de las lascas externas son de grano medio, mientras que el 24,07 % son de grano fino (Tabla 2).
Esta relacin se invierte en las lascas angulares y de arista, en las cuales el tamao de grano fino
esta representado en porcentajes mayores que el de grano medio. Para las angulares la relacin es
de 43,59 % para el grano fino y de 29,49 % para el grano medio, mientras que para las de arista es
de 43,79 % para el grano fino y de 36,81 % para el grano medio. Por otra parte, se observa que todas
las lascas de reduccin bifacial estn asociadas a cuarcitas de grano fino. Es preciso aclarar que
estas diferencias y asociaciones son significativas cuantitativamente en la medida que, como
dijimos, los tamaos de grano fino y medio muestran valores semejantes. En el caso de discriminar
los principales tipos de lascas segn la materia prima, no se evidencia un tratamiento diferencial
que vincule, por ejemplo, algn tipo de lascas con una materia prima en particular.
Tabla 2: Frecuencias absolutas de los tipos de lascas en relacin al tipo de grano.
Tipo de Lascas
Externas (N=108) Internas (N=571)
P S RC DC AN AB AR CR PL Totales
Fino 7 10 7 2 34 6 88 2 41 197
Medio/Fino 2 2 5 2 10 - 16 - 11 48
Grano Medio 6 15 20 8 23 - 74 3 49 198
Medio/Grueso 3 3 5 - 7 - 21 1 8 48
Grueso 4 3 4 - 4 - 2 - 5 22
Totales 22 33 41 12 78 6 201 6 114 513
* No se incluyen las lascas indiferenciadas. Ver abreviaciones en Grfico 1.
Con relacin al tamao de los desechos (siguiendo el grfico de Bagolini modificado por
Aschero 1975), el Grfico 3 muestra una concentracin en los tamaos pequeos, a los que les
siguen los mediano-pequeo, tanto para las lascas como para los desechos indiferenciados. Sin
embargo, y aunque en proporciones mucho menores, tambin estn presentes desechos de tamaos
mediano-grande y grande. A esta distribucin habra que agregarle la numerosa cantidad de
microdesechos que transformaran a la categora muy pequeo en la ms representada. Nuevamen-
te, si se profundiza en el anlisis, es posible visualizar que las diferencias entre los dos tamaos ms
representados, pequeo y mediano-pequeo, aumentan en favor del primero en lascas de arista,
lascas angulares y lascas planas enteras, llegando a un 72,84 %, 55 % y 77,78 % respectivamente
(Tabla 3). Por el contrario, esas diferencias no son tales en lascas externas y lascas de adelgazamiento
bifacial enteras, en las cuales los porcentajes de tamaos pequeo y mediano-pequeo son
191
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
prcticamente iguales. Las lascas externas enteras presentan, adems, el mayor porcentaje de
tamaos mediano-grande (15 %) y grande (3,33 %). Por otra parte, no hay evidencias de lascas de
arista enteras de tamao grande y es muy bajo el porcentaje de lascas de tamao mediano-grande
(1,23 %); tampoco se identificaron entre los desechos lticos lascas angulares o planas de tamao
grande y, slo el 7,5 % y el 2,78 % respectivamente son de tamao mediano-grande.
Grfico 3. Tamao de los desechos
%
MUY PEQUEO MED- GRANDE MUY
PEQUEO PEQUEO GRANDE GRANDE
LENT
LFCT
LFST
DIN
Tabla 3: Frecuencias absoluta de los tipos de lascas en relacin al tamao.
Tipo de Lascas
Externas (N=108) Internas (N=571)
P S RC DC AN AB AR CR PL Totales
Muy Pequeo - - - - - - 2 - 1 3
Pequeo 5 4 13 2 22 1 59 3 28 137
Tamao Mediano-Pequeo 5 6 12 2 15 1 19 1 6 67
LENT Mediano-Grande 1 3 4 1 3 - 1 - 1 14
Grande 1 1 - - - - - - 2
Totales 11 14 30 5 40 2 81 4 36 223
* No se incluyen las lascas indiferenciadas. Ver abreviaciones en Grfico 1.
En la relacin entre el ancho y el espesor de los desechos lticos se puede observar un amplio
predominio del mdulo espeso para lascas enteras y fracturadas, con porcentajes que van entre el
55 % y el 60 %. Las lascas muy espesas representan entre el 22 % y el 28 %, y las poco espesas entre
el 13 % y el 19%, dependiendo del estado de fragmentacin. Por el contrario, los desechos
indiferenciados son mayoritariamente muy espesos y espesos, y los poco espesos son escasos
(Tabla 1).
El mdulo de longitud-anchura ms representado para lascas enteras y fracturadas es el
mediano-normal (Grfico 4). Sin embargo, casi todos los mdulos se manifiestan en mayor o
menor medida, aunque la distribucin de las lascas segn esta relacin se encuentra un tanto
desplazada hacia los mdulos cortos y anchos. En este sentido, un 22,39 % de las lascas enteras
corresponden al mdulo corto-ancho, un 19,69 % al corto-muy ancho y un 2,32 % al mdulo corto-
anchsimo; mientras que slo el 14,29 % y el 7,72 % de las mismas estn incluidas en mdulos
mediano-alargados y laminares (normal y angosto) respectivamente.
La distribucin de los desechos lticos en una escala de intervalos segn su peso (Grfico 5,
Tabla 4), muestra una concentracin significativa en aquellos de 0-0,5 gr. y 0,6-1 gr. La mayor
192
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
cantidad (21,62 %) de las lascas enteras pesan entre 0,6 y 1 gramo, mientras que el 75,67 % de estas
pesan menos de 3 gramos. Esta tendencia hacia valores inferiores a los 3 gramos aumenta con
respecto a las lascas fracturadas con taln (86 %), las lascas fracturadas sin taln (89,76 %) y los
desechos indiferenciados (97,12 %). A pesar de la presencia mayoritaria de un nmero de desechos
lticos de poco peso, existe un porcentaje pequeo de estos que se incluyen en los intervalos que
van desde los 3,1 a los 61 gramos. Se registra adems una lasca nodular de ms de 1 Kg hallada
durante las excavaciones de esta ocupacin, que fue posible remontar con uno de los cuatro
negativos de lascado que presentan las salientes rocosas de la cueva.
Grfico 4. Mdulo longitud-anchura de los desechos
%
LA LN MA MN CA CMA CAN
LENT
LFCT
LFST
DIN
LA: laminar angosto; LN: laminar normal; MA: mediano alargado; MN: mediano
normal; CA: corto ancho; CMA: corto muy ancho; CAN: corto anchsimo
LENT
LFCT
LFST
DIN
%
gramos
0
-
0
.
5
0
.
6
-
1
1
.
1
-
1
.
5
1
.
6
-
2
2
.
1
-
2
.
5
2
.
6
-
3
3
.
1
-
3
.
5
3
.
6
-
4
4
.
1
-
4
.
5
4
.
6
-
5
5
.
1
-
5
.
5
5
.
6
-
6
6
.
1
-
6
.
5
6
.
6
-
7
7
.
1
-
7
.
5
7
.
6
-
8
8
.
1
-
8
.
5
8
.
6
-
9
9
.
1
-
9
.
5
9
.
6
-
1
0
1
0
.
1
-
1
0
.
5
1
0
.
6
-
1
1
1
2
.
0
-
6
1
Grfico 5. Distribucin del peso de los desechos
Con respecto a los diferentes tipos de talones se evidencia un amplio predominio de los lisos
(51,81 %) entre una amplia variedad de otros tipos, ninguno de los cuales supera el 10 % (Grfico
6). Los talones facetados alcanzan el 5,8 %, en tanto que los filiformes (4,71 %) y puntiformes (2,35
%) muestran los porcentajes registrados ms bajos. Estos dos ltimos tipos de talones se encuentran
restringidos a cuarcitas; en el caso de los filiformes el 61,54 % corresponde a materias primas de
grano fino, mientras que los talones puntiformes asociados a este tamao de grano alcanzan el 92,31
%. Lo mismo ocurre con los talones facetados, de los cuales el 65,62 % est vinculado a tamaos
de granos finos. Sin embargo, existe una mayor diversidad en cuanto a las materias primas, ya que
este tipo de taln se registr en cuarcitas, cuarzos y pelitas. Los talones lisos se registraron en una
diversidad aun mayor de materias primas y, contrariamente a lo que sucede con las otras formas
de talones, el tamao del grano no parece haber sido una variable asociada a estos tipos de
superficies de percusin. En este sentido, se observa que los talones lisos se vinculan tanto a
193
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
materias primas de grano medio (46,85 %) como fino (33,22 %). Por otra parte, no se registr una
asociacin significativa entre las diferentes formas de taln y un tipo particular de lasca.
La distribucin de los talones segn su espesor muestra una concentracin en aquellos
relativamente poco espesos (0,2 y 0,3 centmetros) aunque tambin son importantes los porcentajes
de talones cuyo espesor es mayor a los 3 milmetros (Grfico 7).
Tabla 4: Frecuencias absolutas del peso de los desechos en relacin con su estado de
fragmentacin.
Estado de los Desechos
Intervalos de peso LENT LFCT LFST DIN Totales
en gramos
0-0,5 47 89 53 65 254
0,6-1 56 69 37 44 206
1,1-1,5 34 36 11 10 91
1,6-2 16 27 6 8 57
2,1-2,5 19 19 5 4 47
2,6-3 24 12 2 4 42
3,1-3,5 4 4 6 1 15
3,6-4 13 7 - 1 21
4,1-4,5 6 5 1 1 13
4,6-5 5 3 - 1 9
5,1-5,5 8 1 1 - 10
5,6-6 2 3 1 - 6
6,1-6,5 3 1 - - 4
6,6-7 5 3 - - 8
7,1-7,5 4 1 - - 5
7,6-8 2 3 2 - 7
8,1-8,5 1 2 - - 3
8,6-9 1 1 - - 2
9,1-9,5 1 - - - 1
9,6-10 2 2 - - 4
10,1-10,5 1 - 1 - 2
10,6-11 1 - - - 1
12-61 4 5 1 - 10
Totales 259 293 127 139 818
%
AST COR DIE EAL ELI FAC FRA LIS PUN NOD
AST: astillado; AUS: ausente; COR: cortical; DIE: diedro; EAL: lineal; ELI: eliminado;
FAC: facetado; FRA: fracturado; LIS: liso; PUN: puntiforme; NOD: no diferenciado
Grfico 6. Tipos de talones
194
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Ciertos atributos, que se relacionan con el tratamiento tcnico que precede a la extraccin de
las lascas, estn relativamente poco representados en el conjunto de la muestra. En este sentido,
slo el 9,6 % de las lascas muestran evidencias de regularizacin del frente de extraccin y los
porcentajes son aun menores para las plataformas preparadas por abrasin (2,72 %) o retoques
(1,99 %) (Tabla 1). Una alta proporcin de las lascas que presentan estos indicios de preparacin
previa a la extraccin son de grano fino. Estas ltimas alcanzan el 60,38 % para el caso de los frentes
de extraccin regularizados, 66,66 % para las preparadas por abrasin y el 81,82 % para aquellas
preparadas por retoques. Las plataformas preparadas por abrasin y retoques slo fueron identi-
ficadas en cuarcitas.
Los tipos de bulbos que prevalecen son los difusos, de los cuales el 50,33 % estn asociados
a materias primas de grano fino. Esta relacin no se da en el caso de los bulbos pronunciados, de
los cuales el 29,87 % se identificaron en lascas de grano fino mientras que el 46,75 % se evidencian
en lascas de grano medio.
La presencia de curvatura y labio en los desechos analizados es escasa, aunque la vinculacin
de este ltimo con materias primas de grano fino es altamente significativa (72,73 %). Como ocurre
con otros atributos, la existencia de labio o curvatura en el conjunto analizado no est asociada a
un tipo particular de materia prima, ya que tanto uno como otro fueron registrados en diferentes
clases de rocas.
La clasificacin de las terminaciones de las lascas segn su forma (Grfico 8) permite
visualizar un amplio predominio de extremos agudos (40,93 %) y convexos (26,25 %) para las
lascas enteras. Las terminaciones en charnela y sobrepasadas exhiben porcentajes muy bajos que
no superan el 1 %. Esta informacin ltima se vincula con la escasa representacin (5,43 %) de
lascas adventicias en el conjunto del material ltico, en la medida en que constituiran indicadores
de algn tipo de defectos de talla.
Grfico 7. Espesor de los talones
%
0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1 1.1 1.2 1.3 1.4 1.6 1.9
CM
N+552 (LENT + LFCT)
%
AG X C CH E FR I R S V
LENT
LFCT
LFST
AG: aguda; X: convexa; C: concava; CH: charnela; E: con ensamble;
FR: fracturada; I: irregular; R: recta; S: sobrepasada; V: concava-convexa
Grfico 8. Tipos de terminaciones en lascas
195
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
Microdesechos
Sobre un total de 1913 microdesechos, el 7,58 % corresponden a enteros, el 6,43 % a
fracturados con taln y el 85,99 % a microdesechos indiferenciados que, en este caso tambin
incluyen a aquellos fracturados sin taln (Tabla 5). Estas dos ltimas categoras fueron agrupadas
en una sola debido a que las dimensiones de los microdesechos (menores a 5 mm) no siempre
permitan distinguir entre los microdesechos indiferenciados a los fracturados sin taln.
Contrariamente a lo que sucede con los desechos lticos, en el anlisis de los microdesechos
se observa, para todas las categoras y todos los tipos de materias primas, un amplio predominio
del tamao de grano fino. Para los microdesechos indiferenciados este tamao de grano alcanza el
59,33 %, mientras que para los fracturados con taln y los enteros los porcentajes son 77,24 % y
80,69 %, respectivamente.
Los diversos tipos de cuarcitas prevalecen en un 91,79 % entre los microdesechos lticos de
Cueva Tixi, aunque tambin se identificaron cuarzos (4,45 %), rocas verdosas indiferenciadas
(2,09 %), slices (1,46 %) y basaltos (0,21 %).
Del total de microdesechos enteros y fracturados con taln, el 5,6 % son de reactivacin
directa, el 1,12 % de reactivacin inversa y el 2,61 % de retoque bifacial. El porcentaje restante
corresponde a microdesechos internos, principalmente de arista. Vinculados con los microdesechos
de reactivacin y retoque bifacial, se registr un porcentaje significativo de microdesechos con
curvatura (13,06 %) y con labio (8,21 %). La totalidad de los microdesechos de retoque bifacial y
de reactivacin inversa son de grano fino, mientras que el 86 % de los microdesechos de
Tabla 5. Frecuencias absolutas y relativas de las principales variables involucradas en el
anlisis de los microdesechos lticos.
Estado de los Microdesechos
LENT LFCT DIN (+LFST) Totales
145 (7,58) 123 (6,43) 1645 (85,99) 1913 (100)
Fino 117 (80,69) 95 (77,24) 976 (59,33) 1188 (62,1)
Grano Medio 28 (19,31) 28 (22,76) 642 (39,03) 698 (36,49)
Medio/Grueso - - 27 (1,64) 27 (1,41)
React. Directa 10 (6,89) 5 (4,06) - 15 (5,6)
Microdesechos React. Inversa 1 (0,69) 2 (1,63) - 3 (1,12)
Retoque Bifacial 4 (2,76) 3 (2,44) - 7 (2,61)
Curvatura Presente 16 (11,03) 19 (15,45) - 35 (13,06)
Ausente 129 (88,97) 104 (84,55) - 233 86,94)
Labio Presente 11 ( 7,59) 11 (8,94) - 22 (8,21)
Ausente 134 ( 92,41) 112 (91,06) - 246 (91,79)
Astillado 1 (0,69) 3 (2,44) - 4 (1,49)
Diedro 7 (4,83) 2 (1,63) - 9 (3,36)
Talones Filiforme 14 (9,65) 14 (11,38) - 28 (10,45)
Facetado 9 (6,21) 14 (11,38) - 23 (8,58)
Liso 107 (73,79) 87 (70,73) - 194 (72,39)
Puntiforme 7 (4,83) 3 (2,44) - 10 (3,73)
* No se incluyen las categoras indiferenciadas. En todas las variables menos en el tamao de grano, los
porcentajes totales se calcularon sobre el total de LENT y LFCT.
196
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
reactivacin directa tienen tambin este mismo tamao de grano. De igual modo, la presencia de
curvatura y labio relacionadas con tamaos de grano fino representa el 74,28 % y 77,27 %,
respectivamente.
Los tipos de talones ms frecuentes son los lisos (72,39 %), aunque en proporciones menores
tambin estn representados los talones filiformes (10,45 %), facetados (8,58 %), puntiformes
(3,73 %), diedros (3,36 %) y astillados (1,49 %). Excluyendo a los talones lisos, todos los dems
tipos estn asociados fuertemente a materias primas de grano fino. En el caso de los talones
filiformes este hecho se hace ms notorio ya que el 96,43 % de los mismos corresponden al tipo
de grano fino.
DISCUSIN
Los resultados obtenidos a partir del anlisis del conjunto de desechos lticos de Cueva Tixi
permiten inferir diversas actividades y modalidades de talla que corresponden a los diferentes
momentos del proceso de produccin de instrumentos lticos. Si bien todas las etapas de esta
secuencia productiva estn presentes en el sitio, no todas estn representadas con la misma
intensidad y en todos los tipos de materias primas.
Los porcentajes de lascas externas, talones corticales, desechos de tamaos mediano-grande
y grande y mdulos muy espesos registrados en esta primera ocupacin de la cueva, constituyen
todos indicadores que, aunque moderados, evidencian el desarrollo de actividades de talla
vinculadas con las etapas iniciales de la secuencia de produccin. Como se expres anteriormente,
la variable peso constituye uno de los atributos ms informativos en relacin con los diferentes
estadios de la cadena de produccin ltica. En este sentido, el registro continuo de desechos en
intervalos de peso que alcanzan los 61 gramos, aunque en proporciones bajas, aporta a la
comprensin de estos primeros momentos de la cadena operativa. Es preciso destacar que el tipo
de materia prima constituye una variable que se relaciona con el peso de los desechos, aunque en
este caso no estara incidiendo de manera determinante ya que el 93% de los productos de talla
corresponde al mismo tipo de materias primas (cuarcitas).
El anlisis de los tipos morfolgicos de las lascas externas pone en evidencia una relacin
inversa entre la proporcin de superficie cortical en lascas enteras y su representatividad en la
muestra (11,59% con resto cortical, 5,4% secundarias y 4,25% primarias). Por lo cual es posible
plantear que el traslado de ndulos o formas base de materias primas de grano fino a Cueva Tixi
se realiz posteriormente a un descortezamiento importante, que habra tenido lugar fuera del sitio.
La altsima proporcin de lascas internas, principalmente de arista y angulares, sumado a la
identificacin de ciertos atributos como la regularizacin del frente de extraccin y la preparacin
de la plataforma de percusin, supone el desarrollo intenso de actividades vinculadas con la
extraccin de formas base para su posterior formatizacin y uso. Contrariamente a lo que sucede
con el descortezamiento de ncleos en el sitio, la extraccin de formas base estuvo orientada,
fundamentalmente, hacia materias primas de grano fino que procedan de regiones distantes como
mnimo 70 kilmetros de Cueva Tixi, posiblemente del grupo de Sierras Bayas o del Litoral
Atlntico. Por otra parte, el amplio predominio de tamaos pequeos en los principales tipos de
lascas internas enteras (arista, angulares y planas) permite suponer un aprovechamiento intenso de
las formas bases cuyas dimensiones resultaron ms aptas para confeccin de instrumentos.
As mismo, la mayor parte de las lascas externas corresponden a materias primas de granos
medio, lo cual evidencia que el descortezamiento de los ncleos en la cueva se realiz, fundamen-
talmente, sobre materias primas que no requeran de grandes desplazamientos para su adquisicin
y que se hallan en las inmediaciones del sitio o en forma de depsitos secundarios en el arroyo
prximo a la cueva. Es probable que, por este mismo motivo, un porcentaje importante de lascas
externas enteras de tamao mediano-grande y grande hayan sido descartadas en el sitio sin haber
197
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
pasado por un proceso de reduccin mayor. La explotacin de materias primas locales y la
identificacin de las primeras etapas de la cadena operativa sobre materiales de no muy buena
calidad para la talla, es un hecho recurrente en otros sitios tempranos de la sierras de Tandilia
(Flegenheimer 1986-87; Mazzanti 1999). Este hecho se visualiza claramente en Cueva Tixi en las
repetidas extracciones de lascas nodulares de las paredes del sitio, una de cuyas improntas
negativas fue posible remontar con una lasca de gran tamao hallada en el contexto estratigrfico
de esta ocupacin inicial.
Como se expres anteriormente, las diversas etapas del proceso de produccin ltico
identificadas en el sitio no se manifiestan con la misma fuerza. En este sentido, el amplio
predominio de desechos muy pequeos y pequeos (incluyendo a los microdesechos), la mayor
representatividad de mdulos espesos y poco espesos y mdulos de longitud-anchura cortos, la
concentracin de los desechos en intervalos de peso menores a los 3 gramos y, fundamentalmente,
en aquellos menores al gramo, la altsima proporcin de lascas internas y la inmensa cantidad de
microdesechos identificados, sugieren un mayor desarrollo de actividades de talla vinculadas con
los ltimos estadios de reduccin ltica: manufactura, regularizacin y mantenimiento de instru-
mentos lticos. Se ha sealado que algunos de estos atributos, como los tamaos muy pequeos,
no son exclusivos de una etapa de la secuencia productiva, y que estos son generados tanto en
momentos avanzados o finales de la cadena operativa como tambin durante los primeros estadios
(Alher 1989). Sin embargo, analizados contextualmente, creemos que los desechos de tamaos
muy pequeo y pequeo identificados en Cueva Tixi responden, mayoritariamente, a los estadios
finales de la talla ltica anteriormente mencionados.
El amplio predominio de talones lisos identificados en la muestra constituira una evidencia
ms tendiente a la identificacin de los diversos estadios de la secuencia productiva, en tanto que
estos se vinculan fundamentalmente con la talla por percusin, la cual estara ms relacionada a la
manufactura de instrumentos que a su reactivacin (Espinosa 1995).
La fuerte asociacin entre las materias primas de grano fino con los microdesechos en general
y con los de reactivacin en particular, permite visualizar cmo las actividades de regularizacin
y mantenimiento de filos lticos estuvieron orientadas hacia las materias primas de muy buena
calidad para la talla; principalmente cuarcitas, pero tambin basaltos, slices y otras rocas no
identificadas de color verdoso. Por cierto, las etapas iniciales de la cadena operativa no estn
representadas en materias primas de muy buena calidad para la talla, como es el caso de los slices
microcristalinos. Adems, los estadios ms avanzados relacionados con la extraccin de formas
base, muestran porcentajes muy bajos para este tipo de rocas. Por el contrario, la evidencia estara
indicando esencialmente tareas de regularizacin y mantenimiento de filos en estos materiales.
La modalidad de talla en la produccin de instrumentos lticos parece haber sido la percusin
directa con percutor blando orgnico (madera, asta, etc). La predominancia de bulbos difusos
registrada entre los desechos, el dominio de talones relativamente poco espesos y la baja frecuencia
de fracturas sobre las plataformas de percusin, atributos comnmente asociados a esta tcnica de
talla (Pelegrin com. pers; Collins 1975; Nami y Bellelli 1994), estaran sustentando esta idea. Se
ha sealado que en el caso de las cuarcitas el uso de percutor blando o duro no genera
exclusivamente un tipo particular de bulbo (Martinez et al. 1997/98). Sin embargo, creemos que
los atributos antes mencionados analizados en conjunto, constituyen una buena prueba de la puesta
en prctica de la modalidad de talla anteriormente indicada. Como ocurre con otros indicadores de
talla, los bulbos difusos, vinculados a la percusin blanda, estn fuertemente ligados a materiales
de grano fino, cosa que no sucede con los bulbos pronunciados.
Alguno de los indicadores de reduccin bifacial como las lascas bifaciales, los talones
facetados, la presencia de labio y/o curvatura (Frison 1968; Flegenheimer 1991) estn poco
representado (Tabla 1). Aunque hay un porcentaje elevado de terminaciones agudas y fracturadas
que no necesariamente se asocian con esta modalidad de talla. Los indicadores de reduccin
bifacial aparecen en una amplia variedad de rocas, por lo que el tipo de materia prima no habra sido
198
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
un elemento importante a tener en cuenta cuando se llevaron a cabo prcticas de talla por reduccin
bifacial. Por el contrario, la asociacin de todos los atributos vinculados a esta tcnica de talla con
materias primas de grano fino sugiere que, cuando se opt por esta modalidad de talla, el tamao
de grano tuvo cierto valor en la eleccin de los materiales a tallar. Tambin son escasas las
evidencias de retoque bifacial, que se diferenciaran de las lascas de reduccin bifacial (Flegenheimer
1991)2, y que estaran dadas por el registro de microdesechos con talones facetados, curvatura y/
o labio. A pesar de su baja frecuencia, la talla por retoque bifacial fue significativamente mayor que
la reduccin bifacial. Al igual que esta, estuvo estrechamente ligada a materias primas de granos
finos. Se ha sugerido que la mayor o menor representatividad de la talla bifacial en los sitios
arqueolgicos pampanos de la transicin Pleistoceno-Holoceno se explica parcialmente por tres
variables principales: el desarrollo diferencial de actividades en los sitios, las distintas funciones
que los sitios cumplieron dentro de la organizacin tecnolgica y la caracterizacin de los
instrumentos bifaciales como artefactos de larga vida til (Flegenheimer 1991). En Cueva Tixi se
hall slo un artefacto bifacial, estn ausentes las puntas de proyectil de tipo cola de pescado,
y se registraron pocos indicios de produccin de instrumentos bifaciales. Sin embargo se
registraron evidencias que indican actividades de retoque sobre artefactos de este tipo que no
habran sido descartados en el sitio, probablemente porque fueron conservados para ser usados en
otro mbito fuera de la cueva. En el contexto de estas discusiones, la informacin obtenida a partir
del anlisis de los desechos lticos, resulta sumamente til para efectuar comparaciones con otros
sitios de la microregin con caractersticas funcionales diferentes y en donde s han aparecido
puntas de proyectil acanaladas (Sitio Abrigo Los Pinos y Sitio 2 de la Localidad arqueolgica
Amalia). El anlisis de los desechos lticos de estos sitios, con metodologas similares a las
desarrolladas en este trabajo, se encuentra en curso.
Al igual que la reduccin bifacial, la talla bipolar se efectu, fundamentalmente, sobre
materias primas de grano fino, aunque en proporciones mucho mayores que la talla bifacial. La
tcnica bipolar resulta una estrategia sumamente til para aprovechar al mximo pequeos ndulos
de alta calidad para la talla, que no podran haber sido explotados de otra forma (Flegenheimer et
al. 1995). En este sentido, las evidencias de bipolaridad en Cueva Tixi, sumadas a una muy baja
frecuencia de lascas internas grandes de materias primas alctonas, estaran indicando un
aprovechamiento intensivo de aquellas materias cuyos lugares de abastecimiento se encuentran
hacia el noroeste de las Sierras de Tandilia o en Litoral Atlntico a ms de 70 kilmetros del sitio.
Las tcnicas de talla por presin no parecen haber sido muy frecuentemente utilizadas en la
reactivacin de instrumentos. Los indicadores comnmente vinculados con estos gestos tcnicos,
como los talones filiformes y puntiformes (Towner y Warburton 1990; Nami 1991) no muestran
porcentajes significativos. A pesar de ello, es interesante hacer notar que la tcnica de talla por presin
slo se practic sobre cuarcitas y, una vez ms, con una fuerte tendencia hacia los tamaos de grano
fino. Esta informacin se deriva de los resultados obtenidos al cruzar las variables tamao de grano
con tipos de talones (en este caso filiformes y puntiformes) tanto en desechos como en microdesechos.
Por ltimo, el anlisis de los desechos lticos indica que los defectos de talla no parecen haber
sido importantes. Los indicadores relacionados con golpes fallidos, como las terminaciones en
charnela, las lascas adventicias y los talones fracturados o fisurados, no son frecuentes en la muestra.
CONCLUSIN
Cueva Tixi funcion como un campamento base donde se llevaron a cabo mltiples
actividades, relacionadas a tareas domsticas de produccin ltica, usos de sustancias colorantes,
coccin y consumo de alimentos (Mazzanti 1993, 1999, 2001). Las actividades de talla que
corresponden a los diferentes momentos del proceso de produccin de instrumentos lticos se
pueden resumir en: descortezamiento de ncleos, reduccin de ndulos y, fundamentalmente,
199
FEDERICO VALVERDE ANLISIS DE LOS DESECHOS LTICOS DE LA OCUPACIN INICIAL DEL SITIO CUEVA TIXI...
extraccin de formas base, formatizacin de instrumentos, regularizacin y mantenimientos de
filos. Dentro de esta secuencia productiva, la percusin directa con percutor blando orgnico se
manifiesta como la modalidad de talla ms comnmente utilizada. La talla bifacial no fue una
tcnica muy utilizada, aunque hay indicios que muestran que instrumentos bifaciales fueron
retocados en el sitio. Existi un tratamiento diferencial de las materias primas, segn se trate de
materiales alctonos o de procedencia local. En trminos generales, hubo un aprovechamiento
intensivo de las materias primas de muy buena calidad para la talla manifestado, entre otros
indicadores, por un importante porcentaje de talla bipolar. Las ltimas etapas de produccin son
las que estn ms representadas en Cueva Tixi, y se evidencian, fundamentalmente, en materiales
de grano fino y de tamaos pequeos. La distribucin localizada e incongruente de estos materiales
en el paisaje pampeano, supone una importante movilidad como parte de la organizacin de los
grupos cazadores-recolectores tempranos (Martinez 1999); y en este sentido los resultados de este
trabajo constituyen un aporte ms a la discusin de esta problemtica. As, una posible explicacin
del intenso aprovechamiento de las materias primas de muy buena calidad en Cueva Tixi y la mayor
representatividad de las etapas finales de produccin podra ser, al igual que en otros sitios con
similitudes tecnolgicas y cronologa (S3 Cerro La China), la reocupacin del sitio en momentos
muy posteriores al aprovisionamiento de estas materias primas (Flegenheimer 1991).
De las evidencias obtenidas, se observa una importante diferenciacin en la composicin de
los conjuntos lticos (tipos de materias primas, porcentajes de bifacialidad y bipolaridad, ausencia
de puntas cola de pescado, etc.) con otros sitios de la regin pampeana con similares cronologas.
Este hecho es esperable en contextos arqueolgicos tempranos donde la variabilidad funcional y
artefactual entre los sitios parece haber sido una constante.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: julio 2004.
AGRADECIMIENTOS
Quisiera agradecer a Diana Mazzanti y Anala Correa por la lectura crtica de este manuscrito. A
Cristina Bellelli por sus valiosos comentarios y sugerencias. Este trabajo se enmarca dentro de un proyecto
de tesis doctoral que cuenta con el apoyo econmico e institucional del Consejo Nacional de Investigaciones
Cientficas y Tcnicas (CONICET).
NOTAS
1
El anlisis se enmarca en un proyecto de tesis doctoral Anlisis de la organizacin tecnolgica durante
el pleistoceno tardo en las sierras orientales de tandilia (CONICET) que forma parte de un proyecto de
arqueologa regional (rea Borde Oriental de las Sierras de Tandilia) subsidiado por la UNMDP.
2
Flegenheimer (1991) entiende por lascas de reduccin bifacial a aquellas que son delgadas, de seccin
longitudinal cncava o, a menudo, plana y con una concavidad producida por la presencia de labio. Los
talones generalmente espesos y oblicuos con respecto a la cara ventral, son secciones remanentes del filo
bifacial, por ellos pueden ser facetados o presentar retoque bifacial y muchas veces estn preparados por
pulido. La autora sugiere que, con sus limitaciones, uno de los criterios para separar a este tipo de lascas
de las de retoque bifacial podra ser el tamao.
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EDADES SOBRE MATERIA ORGANICA POR EL METODO OCR
(OXIDIZABLE CARBON RATIO)
Cristian M. Favier Dubois
(*)
RESUMEN
La dimensin cronolgica constituye sin duda un aspecto muy importante de todos los
estudios arqueolgicos. Trminos como contemporaneidad, resolucin, correlacin, o uso de un
espacio a lo largo del tiempo, poseen claras implicaciones cronolgicas. Hay por lo menos dos
dimensiones destacables referentes a este aspecto que estn interconectadas: 1) las variables
vinculadas al indicador cronolgico, su origen y contexto de depositacin; y 2) el alcance y
limitaciones de los mtodos de datacin en s.
En este trabajo haremos referencia a ambos aspectos en lo relativo a la datacin de materia
orgnica derivada de procesos pedogenticos por el mtodo OCR (Oxidizable Carbon Ratio),
destacando su importancia en los estudios arqueolgicos y geoarqueolgicos llevados a cabo en
Fuego-Patagonia en el marco de proyectos de investigacin regionales.
Palabras clave: OCR. Datacin. Suelos. Cronologa.
ABSTRACT
Without doubt, chronology is a main issue in any archaeological study. Words such as
contemporaneous, resolution, correlation or use of space during a time range, have clear
chronological implications. There are at least two interconnected dimensions that correspond to
this subject: 1) the variables related to the chronological indicator, their origin and deposition
context, and 2) the possibilities and limitations of dating methods themselves.
In this work we refer to both of these aspects in OCR dates (Oxidizable Carbon Ratio) on
organic matter produced by paedogenetic processes. We also point out their importance in
regional research projects carried out in Fuego-Patagonia
Key words: OCR. Dating. Soils. Chronology.
(*)
CONICET-INCUAPA Depto. de Arqueologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del
Centro de la Prov. de Buenos Aires, Olavarra, Argentina.
204
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTRODUCCION
Un indicador cronolgico poco usual como lo es la materia orgnica de los suelos ha sido
utilizado con frecuencia en los estudios geoarqueolgicos realizados en Fuego-Patagonia. Ello
debido a la recurrente presencia de horizontes pedolgicos en los sitios arqueolgicos analizados
(Favier Dubois 1999).
Las edades que provee su fechado, ya sea por
14
C o por otras tcnicas de datacin (OCR por
ejemplo), se refieren siempre al denominado tiempo aparente de residencia media (TARM) de la
materia orgnica (Scharpenseel 1971, Matthews 1985), edad que corresponde a la de todo el
carbono orgnico, antiguo y moderno, presente en el horizonte de suelo muestreado.
Numerosas dataciones obtenidas por OCR desde 1996 han permitido evaluar los alcances y
limitaciones de estas edades en los perfiles pedolgicos, en diferentes localidades bajo estudio
arqueolgico patagnico-fueguinas (Figura 1). Estos fechados proporcionaron edades para even-
tos pedolgicos que se hallan vinculados con evidencia artefactual de dos formas. En el primer caso
en relacin con procesos de formacin del registro a escala regional, hecho asociado con
fluctuaciones climtico-ambientales (desarrollo de un suelo regional). En el segundo a travs de la
formacin de horizontes de suelo cumlicos, frecuentes en secuencias de aleros y ambientes
protegidos. De esta forma el trabajo ilustra, a diferentes escalas, el uso y perspectivas preliminares
de las edades de TARM obtenidas sobre materia orgnica de suelos en la investigacin arqueolgica.
Figura 1. Localidades patagnico-fueguinas en las que se han realizado estudios geoarqueolgicos y
dataciones de materia orgnica por OCR. Se incluyen los perfiles estratigrficos esquemticos de las
secuencias analizadas
205
CRISTIAN M. FAVIER DUBOIS LA DATACIN DE SUELOS EN LA INVESTIGACIN ARQUEOLGICA
ASPECTOS METODOLOGICOS
Variables vinculadas al indicador cronolgico
a) Origen de la materia orgnica (m.o.) en la estratigrafa arqueolgica.
Esta posee dos fuentes principales:
Procesos sinsedimentarios, incluyen los restos de organismos animales y vegetales acumulados
por procesos sedimentarios o culturales. Su datacin provee edades para el depsito sedimentario
o arqueosedimentario (Butzer 1982).
Procesos pedogenticos (postdepositacionales). Comprenden las transformaciones de la materia
orgnica en un perfil de suelo. Esta proviene fundamentalmente de la vegetacin que el suelo
soporta (los restos vegetales pasan a conformar el humus, mezcla de cidos hmicos, flvicos y
humina) aunque puede incluir, si la hubiere, materia orgnica presente en el material originario
(Catt 1990, Stein 1992). Su datacin provee edades para el evento pedolgico que son independien-
tes de la edad del depsito a partir del cual se desarrolla, a excepcin de que ste contenga materia
orgnica en forma primaria (en tal caso se obtendr una edad intermedia).
b) Los valores de tiempo aparente de residencia media (TARM) como indicadores temporales.
Los valores de TARM proporcionan edades promediadas en vistas del continuo aporte de
materia orgnica joven que se agrega a la que ha ido madurando en el perfil de suelo. El gradiente
vertical que posee el aporte de materia orgnica fresca (dado por el sistema radical, la actividad de
la meso y macrofauna, y la percolacin de quelatos) genera un aumento general en los valores de
TARM con la profundidad (Scharpenseel 1971). Regla que ha demostrado ser cierta en la mayora
de los tipos de suelos comprendidos en la Soil Taxonomy (Soil Survey Staff 1975, sistema
clasificatorio adoptado por la Argentina) con numerosos datos para Molisoles y Alfisoles, aunque
con excepciones en los Espodosoles (Scharpenseel 1971) dada la ocurrencia de una importante
eluviacin de materia orgnica (en forma de quelatos) del horizonte A y su acumulacin en el
horizonte B (Bh) en tales suelos.
Este gradiente vertical general predice que al tomar muestras para datar suelos o paleosuelos
se obtendrn edades ms antiguas en los horizontes AC, B C que en los A. Con el paso del tiempo,
en el perfil pedolgico, los procesos de rejuvenecimiento por continuo aporte de materia orgnica
se suman a la prdida de carbono orgnico por mineralizacin y lixiviacin, lo que genera que los
valores de TARM puedan alcanzar una edad mxima independientemente de la duracin total del
proceso pedogentico (Chichagova y Cherkinsky 1993).
c) El fechado de suelos enterrados y paleosuelos.
De no mediar procesos de rejuvenecimiento importantes, el fechado de la superficie de un
horizonte A de un suelo/paleosuelo enterrado proporcionar una edad que se aproximar a la del
sepultamiento del mismo (se trata de una edad mxima para tal evento); mientras que en el sector
inferior del perfil pedolgico las edades tienden a aproximarse a la del comienzo del proceso
pedogentico (constituyendo edades mnimas para el inicio del desarrollo del antiguo suelo). Es
posible obtener fechas muy antiguas si el horizonte a datar se ha desvinculado eficientemente de
los factores rejuvenecedores ms importantes.
Aspectos relacionados al mtodo de datacin en s. Principios y limitaciones de la datacin por
OCR (Oxidizable Carbon Ratio)
Se trata de un mtodo qumico de datacin, de reciente desarrollo. Postula que compuestos
como el carbn y los materiales hmicos son biolgicamente reciclados en los suelos a una tasa
206
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
lenta pero mensurable que progresa linealmente en relacin con variables contextuales (tempera-
tura media, precipitacin media, textura media, profundidad, pH) similares a las que intervienen
en los procesos de formacin de suelos (Frink 1992, 1995). Se modela as, a travs de una frmula,
la relacin entre estas variables y la tasa de oxidacin del carbono orgnico, proporcionando una
edad numrica. Para obtener esta tasa de oxidacin del C orgnico, se analizan en las muestras el
C total mediante el procedimiento de prdida de peso en seco por ignicin, y el C fcilmente
oxidable por combustin hmeda (mtodo Walkley-Black). Los resultados de estos dos anlisis
qumicos se expresan como la tasa del C total respecto a la del C fcilmente oxidable, tasa llamada
OCR, que se aplica a una ecuacin en la que se modelan las variables contextuales permitiendo
obtener una edad (Frink 1992, 1995). De esta manera, los errores en los valores obtenidos por OCR
son fundamentalmente contextuales, y tienen que ver con la adecuada estimacin de las variables
ambientales involucradas. Todas las edades se expresan como aos calendricos AP, teniendo en
cuenta como edad presente al ao 1950, a fin de hacer las cronologas comparables a las obtenidas
por
14
C.
Ecuacin Edad = OCR x profundidad x temperatura media x precipitacin media
(Frink 1995) textura media x (pH) x (%C) x 14.4888
El clculo de edades de tiempo aparente de residencia media de la materia orgnica por OCR
presenta limitaciones en suelos pobremente drenados (anaerbicos), ya que la ecuacin correspon-
de a un sistema dependiente de oxgeno (Frink 1995). Asimismo se ven alterados los resultados
cuando hay condiciones alternantes de xido-reduccin, por ejemplo en sectores del perfil
afectados por oscilaciones freticas. Las variables contextuales proporcionadas por la persona que
realiza el muestreo para el clculo de las edades OCR consisten en la profundidad en que se tom
cada muestra, un perfil estratigrfico de referencia, la pendiente estimada de la superficie en cada
caso, y los valores de temperatura y precipitacin media anual de la localidad bajo estudio (Tabla
1). Los otros trminos introducidos en la ecuacin son calculados en laboratorio a partir de las
muestras enviadas.
Tabla 1. Variables contextuales generales provistas por localidad para el clculo de la edad OCR.
Para las profundidades ver tablas de edades en cada caso de estudio.
Localidades Temp. media Precip. media Pendientes
Lago Argentino
(Estancia Alice) 7,5 C 200 mm 4 - 5
Cabo Vrgenes 6 C 300 mm 3 - 8
Baha San Sebastin 5 C < 300 mm 3 - 15
Cordn Baguales
(Cerro Verlika) 3 C 200/300 mm 7 - 10
Esta tcnica de datacin, si bien es novedosa y debe perfeccionarse, ha demostrado una buena
correspondencia con los valores obtenidos por
14
C (Frink 1994), habindolo comprobado tambin
nosotros (Favier Dubois 1998, Franco et al. 1999) y otros equipos de trabajo (Nami y Frink 1999)
en Patagonia. Las edades obtenidas por OCR no necesitan ser calibradas (aos calendricos), por
otra parte poseen una buena resolucin para perodos histricos (ltimos 200 aos) en los que el
14
C presenta limitaciones por la curva de decaimiento radioactivo. Estas dataciones son realizadas
por el Archaeology Consulting Team (ACT) en Vermont (U.S.A.).
Para crticas a este mtodo ver Killick et al. 1999 (hay rplica de Frink en el mismo volumen).
207
CRISTIAN M. FAVIER DUBOIS LA DATACIN DE SUELOS EN LA INVESTIGACIN ARQUEOLGICA
Para mayor informacin sobre el mtodo y los casos en que fue aplicado puede consultarse el sitio
web http://members.aol.com/dsfrink/ocr/ocrpage.htm
DATACION DE EVENTOS PEDOGENETICOS EN FUEGO PATAGONIA. DOS CASOS DE
ESTUDIO
1. El suelo del Holoceno tardo en el norte de Tierra del Fuego y sur de Santa Cruz
Se ha realizado el fechado sistemtico de un suelo sepultado en depsitos elicos y coluviales
que incluyen material arqueolgico. Este se expresa tanto en localidades litorales del norte de
Tierra del Fuego (Baha San Sebastin) como del sur de Santa Cruz (Cabo Vrgenes, Lago
Argentino) (Fig. 1). Su desarrollo parece corresponder a un cambio climtico de importancia en
la regin acaecido hacia el 1000 AP (Favier Dubois 1998 y 2001). El perfil pedolgico completo
diferencia los horizontes (A)-C-2A-2AC-2C, donde (A)-C corresponde a un suelo muy incipiente
desarrollado sobre los sedimentos que sepultan a aquel representado por los horizontes 2A-2AC-
2C, rico en materia orgnica (ver perfil esquemtico en Fig. 1). El suelo superior es un Entisol
mientras que el enterrado puede ser clasificado como un Molisol (Haploborol) de acuerdo con la
Soil Taxonomy.
Hemos obtenido edades mnimas para el comienzo de su desarrollo mediante dataciones
sobre materia orgnica de la base del horizonte 2AC, por el mtodo OCR. Tambin edades
mximas que corresponden a dataciones por
14
C sobre materiales de origen orgnico incluidos en
los depsitos en forma previa al inicio del proceso pedolgico (Tabla 2). Estos corresponden a
restos seos (en su gran mayora Lama guanicoe Lg, o pinnpedos Pp); a valvas de moluscos
M (Mytilus edulis, Patinigera sp., u Odonthocymbiola sp.); o a carbn vegetal de fogones C.
Se hace difcil el ajuste de una cronologa precisa ya que las edades de TARM varan con la
profundidad de la muestra, y es a veces difcil estimar la base del horizonte 2AC (lmite gradual
a difuso) asegurando a la vez el mnimo de carbono total requerido para poder realizar la datacin.
De tratarse de un proceso relativamente sincrnico a escala regional, las edades de TARM ms
elevadas seran las que ms se aproximan a la edad de inicio del evento pedolgico. Sin embargo
cabe esperar cierta variabilidad en las respuestas a escala local en cada caso.
Respecto a las edades mximas, los restos seos provienen de los horizontes 2AC 2C; se
evalu mediante variables tafonmicas la posibilidad de que puedan haberse incorporado desde la
superficie del 2A, ya que esto los inhabilitara como indicadores de edades previas al desarrollo del
suelo. Para los moluscos se han tenido en cuenta los mismos criterios. Mediante un razonamiento
similar al aplicado en el caso anterior se considera que las edades ms jvenes proporcionadas por
estos materiales son las ms prximas al inicio del suelo a escala regional.
En suma, las edades obtenidas parecen sugerir que el inicio del desarrollo de este Molisol
habra acontecido en un momento cercano o algo posterior al ao cal. AD 1000. Ello resulta
coincidente con una anomala climtica hacia condiciones ms hmedas detectada por estudios
dendroclimticos (Stine 1994) y algunos perfiles polnicos (Mancini 1998, Borromei y Nami 2000)
en el sur de Santa Cruz.
Se ha evaluado asimismo el momento en que comenz a sepultarse este suelo en muchos
sectores del paisaje, a travs de dataciones de la superficie del horizonte 2A en las diferentes
localidades (Tabla 3). Estas edades se aproximaran a la edad del sepultamiento del suelo,
constituyendo edades mximas para este evento si se considera poco importante la contaminacin
por parte de las races del suelo actual suprayacente (pedognesis muy incipiente).
En una primera aproximacin las edades parecen no variar mucho en relacin con el espesor
del depsito que cubre este horizonte, ello sugiere que el inicio del sepultamiento fue ms o menos
sincrnico en la mayora de estas localidades, en momentos relativamente recientes. Las muestras
208
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Localidadades
muestreadas
Estancia Alice
(Lago Argentino)
Cabo Vrgenes
(SE de Sta. Cruz)
Cabeza de Len
(Baha S. S.)
Cerro de los Gatos
(Baha S. S.)
Los Chorrillos
Sitios San Genaro
(Baha S. S.)
Edades mnimas
en el horizonte 2AC
632+18 (ACT# 3644)
860+25 (ACT# 3642)
828+24 (ACT# 4077)
617 (ACT# 3227)
846+25 (ACT#3857)
953+28 (ACT#3856)
445+13 (ACT#3858)
1
1032+30 (ACT#4794)
958+28 (ACT#4793)
887+26 (ACT#4792)
979+29 (ACT#4796)
620 (ACT#2801)
661+19 (ACT# 3643)
772 (ACT#2802)
574 (ACT#2800)
980+29 (ACT# 4079)
Prof. desde la
sup. del suelo
y contexto
22/25cm Eol.
25/27cm Eol.
33/35cm Eol.
20/22cm Eol.
25/28cm Eol.
28/30cm Eol.
25/27cm Col.
40/41cm Col.
30/32cm Eol.
25/27cm Eol.
26/28cm Eol.
40/42cm Col.
40/42cm Eol.
35/37cm Eol.
35/37cm Eol.
45/48cm Eol.
1370+70 (Lg.) (Beta11112231)
1480+70 (Lg.) (Beta11112232)
1380+180 (Lg.) (AC1523)
1190+60 (Lg.) (GX-25772)
1050+70 (Pp.) (GX-25276-G)
1160+70 (Pp.) (Beta144999)
1600+ 60 (M) (LP-413)
900+115 (M) (AC 1483)
1070+80 (C) (Beta-51997)
1479+95 (M) (AC 1403)
1483+80 (M) (AC 1404)
1420+90 (M) (AC 1484)
1190+90 (M) (Ac.Cs.Mosc)
1620+140 (M) (Ac.Cs.Mosc)
1316-1259
1409-1299
1099-720
1171-994
658-546
2
750-644
2
1539-1405
578-432
2
1060-924
1123-920
1105-932
1046-887
807-649
2
1289-1001
Edades mximas (
14
C)
Calibradas*
Tabla 2. Edades mnimas y mximas para el inicio del desarrollo del suelo del Holoceno tardo en
localidades de Patagonia meridional y norte de Tierra del Fuego
* Programa CALIB 3.0.3 (Stuiver y Reimer 1993), calculadas a 1sigma y factor k=1, para las muestras marinas
se utiliz un delta R=0 (promedio de ER marino de 400 aos).
1
El perfil se muestre hmedo, no visualizndose con claridad los lmites de horizontes.
2
De poseer el efecto reservorio promedio introducido por el programa de calibracin, estas muestras (huesos
de pinnpedo y valvas) no podran constituir una edad mxima para el suelo.
Tabla 3. Edades OCR para el horizonte 2A y profundidad a la que ste se halla sepultado en los
diferentes depsitos
Localidades muestreadas
Cabeza de Len talud del cerro
(Baha S. Sebastin)
Cabeza de Len dunas sobre el
cerro (Baha S. Sebastin)
Dunas de Los Chorrillos
(Baha S. Sebastin)
Cerro de los Gatos
(Baha S. Sebastin)
Cabo Vrgenes
(SE Santa Cruz)
Edades en el horizonte 2A
177+5 aos AP (ACT#4080)
558+16 AP (ACT#4076)
170 aos AP (ACT#2035)
202 aos AP (ACT#3226)
1
170 aos AP (ACT#2034)
120+3 aos AP (ACT#3854)
144+4 aos AP (ACT#3855)
Profundidad total y contexto
40 cm - Coluvial
103 cm - Elico
5 cm - Elico
20 cm - Elico
20 cm - Elico
70 cm Elico
160 cm - Elico
1
Esta muestra fue tomada hacia la base del horizonte 2A
209
CRISTIAN M. FAVIER DUBOIS LA DATACIN DE SUELOS EN LA INVESTIGACIN ARQUEOLGICA
de Cabo Vrgenes fueron tomadas en los dos primeros centmetros de la superficie del suelo
enterrado, y no se evidencia un rejuvenecimiento marcado en la edad del horizonte menos
sepultado (con mayor influencia del suelo actual).
Respecto a las dunas sobre el cerro Cabeza de Len, la edad obtenida es mucho mayor al
promedio, lo que podra indicar un sepultamiento ms temprano para el suelo en este lugar.
2. Horizontes de suelo cumlicos en el Cordn Baguales (Santa Cruz)
Se han obtenido tambin edades de TARM por el mtodo de OCR en horizontes de suelo
cumlicos (horizontes A de acrecin vertical muy desarrollados) en secuencias de alero del Cerro
Verlika, Cordn Baguales (Santa Cruz, Fig. 1). Se han relevado los aleros Cerro Verlika 1, 2 y 3
(VK1, VK2, VK3) formados a expensas de farallones y grandes bloques de origen volcnico, en
los que se recuper material ltico en superficie y en capa (particularmente en VK1 y VK3) (Franco
et al. 1999).
Particularmente se han datado muestras provenientes del alero Cerro Verlika 1 (VK1),
cuadrculas contiguas 1/2 y cuadrcula 3, ubicadas en la entrada y hacia el fondo del alero
respectivamente (Franco et al. 1999). Adems se han efectuado anlisis del porcentaje de materia
orgnica a lo largo de los perfiles (Tabla 4), realizados en el Laboratorio de Qumica Geolgica y
Edafolgica (Ahora INGEIS-CONICET).
Cuadrculas 1/ 2 Cuadrcula 3
Nivel % m.o. Nivel % m.o.
30-35cm 5.64 60-65cm 2.78
45-50cm 3.47 80-85cm 2.09
65-70cm 3.54 95-100cm 2.15
85-90cm 2.04 115-120cm 1.66
135-140cm 1.01
Tabla 4. Porcentajes de m.o. en los perfiles de las cuadrculas 1/2 y 3 (mtodo Walkley-Black)
Se observa que los valores de m.o. son ms elevados a la entrada del alero (Cuad.1/2) que
hacia el fondo (Cuad.3), lo que es coherente con mejores condiciones para la pedognesis hacia el
exterior. Por otro lado disminuye en ambos casos cerca de la base, donde se hacen abundantes los
bloques. Los porcentajes de m.o. a lo largo de la columna indican acrecin vertical de los procesos
de humificacin (no corresponden a un mismo evento pedolgico) lo que avala, junto al espesor
de la secuencia, la idea de horizontes de suelo acumulativos o cumlicos.
Secuencias muy similares, con porcentajes de m.o. comparables, fueron relevadas previa-
mente al sur de Lago argentino (rea Lago Roca), en aleros al reparo de bloques errticos (Favier
Dubois 1999). Sin embargo es la primera vez que se utiliza esta tcnica para datar horizontes
acumulativos, vinculados en este caso con evidencia arqueolgica.
En el alero VK1 se fecharon tres muestras seas por
14
C (correspondientes a Lama guanicoe),
y tres muestras de materia orgnica (m. o.) por la tcnica de OCR (Tabla 5).
210
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
El fechado por
14
C en VK1-C1 nivel 90-95cm dio bastante coincidente con el obtenido por
OCR a la misma profundidad, lgicamente este ltimo siempre se ver algo rejuvenecido por los
procesos pedolgicos al constituir una edad de TARM. En el nivel 105-110 cm de la cuadrcula 3
la diferencia es mayor respecto a la muestra sea recuperada unos centmetros por debajo.
Las relaciones granulomtricas (textura) y los porcentajes de m.o. no muestran variaciones
significativas, por lo que las condiciones generales de sedimentacin habran sido relativamente
constantes: tasas lentas pero continuas a lo largo del tiempo, permitiendo un continuo desarrollo
pedogentico (horizontes cumlicos). Esto mismo parece indicar el anlisis del espesor sedimentario
versus tiempo entre los fechados por OCR en Cuad. 3, y los obtenidos por
14
C en cuadrculas 1/2,
que proporcionaron tasas de sedimentacin promedio similares de unos 0,4mm y 0,5mm por ao
respectivamente.
Con estas tasas de sedimentacin, la diferencia entre la muestra de OCR y el hueso datado
hacia la base de la cuadrcula 3, justificara unos 200 aos en 6cm, lo que aproxima las edades
haciendo semejante la diferencia a la obtenida en la cuadrcula 1, a un mismo nivel estratigrfico.
CONCLUSIONES
Respecto a los valores de TARM como indicadores temporales
1. El suelo regional de Fuego-Patagonia:
Las edades de TARM corresponden a un mismo evento pedogentico, y en este caso han
permitido:
Aproximarnos a edades de inicio y fin del desarrollo del suelo regional.
Vincular su inicio con un cambio en las condiciones ambientales detectado en la regin por
estudios dendroclimticos y polnicos (Stine 1994, Mancini 1998, Borromei y Nami 2000).
Evaluar la duracin mnima en la que constituy una superficie de paisaje disponible, y sus
consecuencias desde el punto de vista del uso de ese espacio, y de los procesos de formacin
involucrados.
Correlacionar estratigrficamente sitios en diferentes situaciones del paisaje en la regin bajo
estudio (unidad cronoestratigrfica gua).
Respecto a la variabilidad en los valores de TARM obtenidos en este suelo (Tablas 2 y 3),
puede sealarse:
Tabla 5. Dataciones numricas obtenidas en el alero VK1
Muestra Nivel Edad de TARM por OCR Edades
14
C
Calibradas*
VK1-Cuad. 1/2 90-95cm 2422+72 aos AP 2640+110 aos AP 2718-2848
(ACT# 3532) (Beta-91300) AP
VK1-Cuad. 1/2 35-40cm 1685+70 aos AP 1692-1520
(GX-25277-G) AP
VK1-Cuad. 3 65-70cm 2351+70 aos AP
(ACT# 3530)
VK1-Cuad. 3 105-110cm 3389+101 aos AP 3860+80 aos AP 4098-4409
(ACT# 3531) (Beta-122880) AP
nivel 110-115
* Programa y parmetros idnticos a los sealados en Tabla 2
211
CRISTIAN M. FAVIER DUBOIS LA DATACIN DE SUELOS EN LA INVESTIGACIN ARQUEOLGICA
Un mayor incremento en la edad con la profundidad en el horizonte 2AC que en el 2A
(probablemente por la mezcla debida a la elevada actividad biolgica en este ltimo horizonte).
Existe variacin de edades a una misma profundidad de la superficie del suelo por diferencias en
el desarrollo pedolgico (incluso en una misma localidad). Tambin debido a la dificultad de
evaluar lmite inferior del horizonte 2AC (tpicamente gradual a difuso) por condiciones de
humedad, o por el propio color de los sedimentos.
2. Horizontes de suelo cumlicos en Cordn Baguales (Cerro Verlika):
Las edades de TARM corresponden no a un evento sino a una secuencia de eventos pedogenticos
sobreimpuestos, bajo condiciones de muy bajas tasas de sedimentacin.
Han permitido realizar estimaciones cronolgicas para depsitos que contienen evidencia
arqueolgica (ocupaciones), proporcionando edades bastante coincidentes con las obtenidas por
14
C, aunque siempre algo rejuvenecidas por la propia dinmica pedolgica.
Permitieron estimar un valor promedio de tasas de sedimentacin, muy similar al obtenido por
14
C en una cuadrcula cercana, en un contexto donde la sedimentacin y la pedognesis son
procesos simultneos.
Contribuyeron a evaluar procesos formacionales y tiempo representado en un intervalo
estratigrfico, importante en el anlisis arqueolgico de la resolucin, integridad, intensidad de uso
del espacio, etc. (Binford 1981:19, Farrand 1993, entre otros)
Respecto al mtodo de datacin: la tcnica de OCR
Se ha trabajado con perfiles bien drenados (predominantemente arenosos), favorables al uso de
esta tcnica.
Se observa una elevada coherencia interna entre valores de edad obtenidos en los distintos
horizontes y perfiles (suelo regional).
Existe concordancia dentro de lmites esperables con las dataciones obtenidas por
14
C (horizontes
cumlicos).
Con el correr de los aos se ha hecho de suma importancia para la investigacin arqueolgica
y de cualquier ciencia histrica, el anlisis e interpretacin de las cronologas obtenidas por
distintos indicadores y mtodos de datacin. El potencial de las edades de TARM de la m.o. como
indicador temporal (ya sea obtenidas por la tcnica de OCR,
14
C, u otro mtodo) no debe
desaprovecharse; el conocimiento de la dinmica pedolgica brinda un marco adecuado para
evaluar sus alcances y limitaciones (ver casos pampeanos en Gonzlez de Bonaveri y Zrate 1993-
94, Johnson et al. 1998).
Por otra parte, el rejuvenecimiento de edades es un proceso que no slo involucra a la m.o.
en el perfil de suelo, la iluviacin de compuestos hmicos es una fuente de carbono joven que afecta
a los materiales orgnicos (huesos, carbn, etc.) que infrayacen horizontes A, dando lugar, en
determinadas circunstancias, a edades que no corresponden a las de los eventos que se intenta datar
(Zrate et al. 2000-2002).
El uso de edades de TARM se perfila muy til para aproximaciones temporales en contexto
arqueolgico, no slo en ausencia de otros elementos datables sino como forma de evaluar,
controlar y corroborar informacin cronolgica. Esta perspectiva alienta futuros estudios tendien-
tes a explorar el potencial de las edades proporcionadas por la materia orgnica de los suelos,
aspecto de particular importancia desde el punto de vista del registro cultural, ya que la presencia
de procesos pedogenticos es sumamente frecuente en la estratigrafa arqueolgica.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: agosto 2004.
212
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
AGRADECIMIENTOS
Al Dr. Luis A. Borrero por su direccin y constante apoyo. A la Universidad de Buenos Aires por las
becas que permitieron estas investigaciones. A mis compaeros de equipo Nora Franco (codirectora del
proyecto Baguales), Florencia Borella, Flavia Carballo Marina, Patricia Campn, Lorena LHereux, Liliana
Manzi, Juan Bautista Belardi, Isabel Cruz y Sebastin Muoz. Agradezco asimismo el apoyo logstico
recibido en Tierra del Fuego (Domingo Palma, Julio Mandrini, Nino Segurado, y personal del Museo de Ro
Grande) y Santa Cruz (Parques Nacionales, Destacamento Naval Ro Gallegos) durante los trabajos de campo.
Finalmente agradezco las sugerencias de los evaluadores.
BIBLIOGRAFIA
Binford, Lewis R.
1981. Bones. Ancient Men and Modern Myths. Academic Press.
Borromei, Alicia M. y Hugo G. Nami
2000. Contribucin a la paleoecologa de la cuenca del ro Chico en el extremo sur de la Provincia de Santa
Cruz: el aporte de la palinologa.. En Hugo Nami (ed.), Arqueologa Contempornea 6: La perspectiva
interdisciplinaria en la arqueologa contempornea: 105-122. Buenos Aires.
Butzer, Karl
1982. Archaeology as Human Ecology. Method and Theory for a Contextual Approach. Cambridge
University Press.
Catt, J. A.
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ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
COMENTARIO A LA VILLA COMO ALDEA DE LAURA MASSON
(RELACIONES XXVII, 2002)
Sabina Frederic
(*)
Existe hoy en da, tanto en mbitos acadmicos, periodsticos como estrictamente polticos,
la tendencia a designar o nominar las prcticas polticas de los pobres, con el rtulo de clientelismo
poltico
1
. No es esta una orientacin radicalmente nueva lo cual puede comprobarse al rastrear los
estudios sobre sectores subordinados llevados adelante por socilogos y antroplogos sociales
argentinos y latinoamericanos (Hermitte y Bartolom 1977). Sin embargo, desde comienzos de los
aos 90 el concepto adquiri una repercusin cuyo carcter deberamos entender a la luz de las
caractersticas particulares de la categora en cuestin.
Entonces Significa tal reiteracin y difusin entre mbitos supuestamente diversos, como
los mencionados, que estamos en presencia de un concepto terico apropiado, o por el contrario,
se trata de una buena evidencia de una categora naturalizada que normaliza fenmenos y procesos
diversos? El comentario de Laura Masson est orientado a mostrar que an cuando el libro La
Poltica de los Pobres: las prcticas clientelistas del Peronismo de Javier Auyero (2001) plantea
la ltima cuestin, de hecho no la asume como propia. Tal como seala Masson, la molestia que
le produce al autor la apelacin a dicha categora, cuya adopcin incluso justifica por una
sugerencia de su banca doctoral en la Introduccin de su libro, no lleva su anlisis al cuestionamiento
del concepto como promete.
Por ello, Masson centra su comentario en los supuestos subyacentes que sustenta el trabajo
de Auyero y que, a su entender, inhiben un abordaje de las prcticas polticas denominadas
clientelismo en su positividad. As, el abordaje del clientelismo en su sentido negativo como
desvo, ausencia o dficit de prcticas polticas modernas y democrticas en la Argentina
contempornea sera la fuerza que arrastra a Auyero a una suerte de complacencia analtica con el
sentido comn. Los supuestos que fundamentan tal sentido y que orientan un anlisis de escasa
crtica conceptual se encuentran para Masson en los siguientes factores: (a) el desarrollo de redes
clientelares en territorios caracterizados por al exclusin y la pobreza, (b) el clientelismo como una
prctica complementaria al funcionamiento deficitario del Estado del Bienestar, y (c) el anlisis del
clientelismo como una distribucin de bienes y favores propio de la poltica local. Antes de
referirme a los supuestos que la perspectiva de la comentarista introduce en su crtica a Auyero,
quiero apoyarme en su sentido general. La falta de positividad de La Poltica de los Pobres,
mencionada por Masson, est reflejada en la tendencia del autor a entrar en polmica con el discurso
(*) Docente investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes, ph. D. en Antropologa Social de la
Universidad de Utrecht, Holanda.
216
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
periodstico y poltico, en desmedro de la literatura antropolgica internacional sobre patronazgo
y clientelismo. No es casual que el comentario de Masson confronte el texto con la naturaleza de
lo que lo autoriza, su pertenencia al campo cientfico
2
. Su comentario intenta mostrar que, mientras
la polmica con esa audiencia lo arrastra a replicar el sentido comn poltico y meditico sobre el
clientelismo, una reflexin sobre los supuestos que lo subyacen contribuira a relocalizar la
dimensin cientfica de un concepto que en este caso -como en tantos otros es tambin una
categora nativa. Sin este procedimiento el dilogo que sugiere Auyero en el Eplogo al libro con
un pblico ms amplio que el acadmico, corre el riesgo de no ofrecer a uno u el otro nada nuevo.
Siguiendo el camino trazado por Masson quiero destacar que esos mismos supuestos ocultan
los procesos y las prcticas que definen a unos como polticos, a otros como punteros y/o villeros,
entre otros. Es decir que la lente del clientelismo poltico utilizada de un modo naturalizado,
oscurece los procesos de configuracin de las categoras de agentes polticos intervinientes. La
falta de comparacin y de anlisis de mediana duracin contribuye a tomar las relaciones y
prcticas as denominadas como dadas o como mera reproduccin de un pasado que no se distingue
del presente. Sin embargo, debemos probar que efectivamente no existen nuevos agentes polticos
y que, por lo tanto, las relaciones que los constituyen han sido a lo largo de los ltimos 50 aos y
desde el origen del Peronismo, bsicamente las mismas.
Un primer supuesto de la categora clientelismo utilizada por Auyero seala Masson, remite
a una lgica prctica propia de una cultura poltica diferenciada por situaciones o escenarios de
aislamiento producidos en los aos 90 por la denominada exclusin social. Aadira a este
sealamiento que los pobres de estos aos ya no sern tanto pensados como marginales sino como
excluidos, y el lugar por excelencia donde encontrarlos ser, como en los aos 40 y 70, la villa.
Pero la categora sociolgica de Auyero, y este no es un dato menor, no es la de villero sino la de
pobre. De este modo, el pobre que vive en la villa, es al mismo tiempo definido por el lugar en el
cual vive y por el estado de suprema escasez en el que est sumido. Si bien esta superposicin puede
no parecer problemtica creo que puede ayudarnos a entender otro costado del problema de
explicar un fenomeno social por la escasez y por la prximidad territorial o residencial como
condicin de distribucin de valores sociales y polticos comunes.
Auyero, como bien seala Masson, toma a la villa como aldea
3
y a los pobres como sus
habitantes, pero por qu para aquel no son ellos los villeros, cmo se produce este trastocamiento
clasificatorio. Podra argumentarse que la jerga acadmica, de expertos y de periodistas la pusiera
entonces de relieve y fuera esto lo considerado por Auyero ms que las categoras nativas en juego.
No obstante, los resultados de investigaciones propias llevan a sealar la presencia de otro factor,
el hecho de que por entonces la categora de villero era una que habra de desaparecer durante los
90 de la jerga poltica
4
. Ciertamente, las categoras sociales y/o polticas no son invariables,
cambian, sufren alteraciones como resultado de procesos de los cuales participan agentes ubicados
en polos opuestos de una relacin. La investigacin social debiera contribuir a mostrar las
relaciones, prcticas y procesos que naturalizan las categorias sociales y polticas. Al aislar la villa
y, como dice Masson, omitir las relaciones que le dan existencia, Auyero reproduce ese aislamiento
tanto porque piensa el intercambio clientelista en el mbito cerrado de la villa, como por desconocer
los procesos que transformaron contradictoriamente al villero en pobre objeto de las polticas
sociales
5
o en otros escenarios no muy distantes geogrficamente de Cspito, en vecino.
El clientelismo poltico, bajo dicha perspectiva, encpasula relaciones, valores morales y
formas de resolver problemas, debido a que desconoce los procesos que lo convierten a nuestros
ojos en un fenmeno negativo, un desvo ms o menos diseminado segn el nmero y distribucin
de pobres. Uno de ellos es la denominada divisin del trabajo poltico, es decir los procesos
prcticos mediante los cuales se configuran las categoras polticas que diferencian en la prctica
a activos y/o profesionales a pasivos y/o amateurs (Bourdieu 2001). Habra que pensar cul es el
lugar de los pobres en esa divisin, y en el proceso de profesionalizacin que los polticos en el Gran
217
Buenos Aires atravesaron durante la dcada anterior al momento en que Auyero desarroll su
investigacin.
Por otra parte, quisiera destacar otro de los asuntos que el comentario de Masson toca, y es
el de las consecuencias que el anlisis de Auyero tiene respecto de uno de los problemas capitales
de la ciencia social argentina y sobre la Argentina, la explicacin del Peronismo (Neiburg 1998).
El autor intenta contribuir a ese debate en medio de un contexto de grandes transformaciones del
propio Peronismo llevadas adelante de la mano del gobierno del presidente Carlos Menem. En
cierto sentido, el argumento del autor destaca las invariantes que han dado existencia, continuidad
y fortaleza al Peronismo de la primera mitad de los 90. Una de las preguntas no explicitadas pero
que claramente subyacen a su argumento es: Por qu en un escenario de retraccin en la definicin
de los derechos del pueblo y de licuacin de las identidades polticas mediante las cuales el
Peronismo le haba concedido ciudadana, uno de sus principales miembros, los ahora definidos
pobres continan votando a sus candidatos? Recordemos que la investigacin de Auyero se
desarrolla en 1996, ao de la primera reeleccin del presidente Menem, episodio que conmovi a
la oposicin de todos los espectros, tanto polticos como intelectuales. As, por un lado, cabe
preguntarnos cmo deben situarse nuestras investigaciones frente a problemas polticos o, como
en el caso que nos ocupa, de poltica electoral. Si acordamos en considerar como una pregunta de
investigacin en ciencias sociales cmo consigue el triunfo electoral una determinada fuerza
partidaria, entonces debiramos primero explicitarla. Seguidamente, tal interrogante planteado en
la Argentina, donde la oposicin peronismo/antiperonismo orient no slo el campo poltico, sino
tambin como demuestra Federico Neiburg el campo cientfico, supone una reflexin sobre la
relacin particular del investigador con el objeto y el contexto socio-poltico en el cual se produce.
En este caso en particular, la pregunta se dirige a entender esa eterna alianza entre los pobres y
el peronismo, una alianza, como sabemos quienes somos ciudadanos e investigadores de la
poltica en la Argentina, perturbadora para opositores a este ltimo movimiento o partido
6
. La falta
de reflexin sobre el punto de vista del investigador, es decir la falta de reflexividad en un sentido
bourdiano, amenaza la construccin de una perspectiva positiva de las prcticas polticas encon-
tradas. Por ello, tal como lo expresa Auyero al final de los agradecimientos, observa en aquella un
desvo o falla de las formas de hacer poltica esperadas (2001:18).
Del otro lado, si consideramos la respuesta que el autor ofrece sobre esa cuestin advertimos
un problema de naturaleza terica y es el esencialismo de su interpretacin. Este no est slo ligado
a la escasez tal como seala Masson, sino tambin a la actuacin del mito de Eva Pern. Los pobres
mantienen su adhesin al Peronismo porque en medio de la escasez adems de tener nicamente
su voto para ofrecer a cambio de la resolucin de problemas logran actualizar dicho mito al
realizar cada intercambio. Auyero sostiene que para ser mujer y peronista hay un original a ser
actuado, y este es el del mito de la Dama de la Esperanza. As explica esa inextricable relacin entre
peronismo, pobreza y clientelismo que Masson critica, aunque los datos electorales de las
elecciones parlamentarias de 1997 y de 1999 muestran que tal adhesin fue mermando. Asimismo
el propio libro de Laura Masson (2004) La poltica en femenino muestra que existen varios modos
de ser mujer y peronista que estn procesual y contextualmente definidos
7
.
Resulta difcil concebir, frente a las transformaciones producidas por el menemismo en el
terreno de las identidades sociales y polticas de la sociedad argentina analizadas por la sociologa
poltica y la politologa (Aboy Carles 2001; Palermo y Novaro 1996), y las que tiempo despus
habran dado origen a los piqueteros (Svampa y Pereyra 2003), que la esencia de la escasez un
diacrtico cultural antes llamada marginacin (Germani 1973) y ahora denominada exclusin
(Nun 2001) despertada por el mito de Eva Pern, pueda explicar tales discontinuidades. En este
punto la interpretacin sociolgica de Auyero se convierte en un smil de la de sus nativos, una
suerte de repeticin, ya no de un mito, sino de un marco interpretativo sociolgico, apropiado y
adaptado por los nativos.
Llegamos finalmente as, al problema del cual partimos junto con Masson, el de la adecuacin
SABINA FREDERIC COMENTARIO AL ARTCULO LA VILLA COMO ALDEA
218
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
de los conceptos nativos a la comprensin de los procesos y prcticas que los sustentan. Siendo ste
uno de los problemas centrales de la antropologa social dado su esfuerzo por precisar la traduccin
de los conceptos tericos a los conceptos nativos y viceversa, el trabajo de Auyero no hace otra cosa
que recordarnos la vigencia que para una antropologa de nuestra sociedad donde categoras terica
y nativa podran parecer idnticas sin serlo, tiene acudir a las etnografas donde el problema para
el investigador era muchas veces el inverso.
NOTAS
1
Ciertamente no todos los estudios sobre el clientelismo depositan en la pobreza de los clientes la
explicacin del fenmeno, para un anlisis de su combinacin con otros fenmenos tales como la lucha
de facciones vase la disertacin doctoral de Germn Soprano (2003).
2
Recurdese que este libro es una versin de la disertacin mediante la cual Javier Auyero se doctor en
Ciencias Polticas en The New School for Social Research.
3
La antropologa social contiene una larga y profunda discusin respecto de las dificultades que conlleva
considerar como problema de estudio el lugar en el que se estudia (Geertz 2000), as como tomar el lugar
como una comunidad y considerarla o bien una unidad sociocultural limitada o en cambio una parte
representativa del todo, la sociedad (Barth 1994)
4
Para un anlisis de este proceso ambiguo de transformacin de las categoras polticas y su relacin con
la configuracin de la poltica como problema moral puede consultarse Buenos Vecinos, Malos Polticos:
moralidad y poltica en el Gran Buenos Aires (Frederic 2004).
5
La reorientacin de las polticas pblicas en un contexto neoliberal durante los aos 90 se produjo al abrigo
de normativas especficas provenientes del Banco Mundial, principal organismo multilateral de crdito
para programas sociales. Las polticas sociales emergentes entonces, tenan al Consenso de Washington
como marco ideolgico y a los pobres, principalmente en su individualidad, como objeto del beneficio
(Minujn 1996; Lo Vuolo y Barbeito 1992).
6
Una de las discusiones acadmicas que suscit el menemismo estuvo ligada justamente a la pregunta por
su intervencin en un eventual pasaje del Peronismo de movimiento en partido, es decir en su capacidad
para dirimir las oposiciones polticas (Torre 1999; Mustapic 2000).
7
En la misma direccin se encuentra el artculo de Laura Rodrguez (2001) al mostrar las formas en las que
la relacin patrn-cliente trascienden la figura de Eva Pern.
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
221
ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
COMENTARIO
TRAMOS PERDIDOS.
PATRONAZGO Y CLIENTELISMO POLITICO DESDE LA
ANTROPOLOGA SOCIAL ARGENTINA DE LA DCADA DE 1960
Rosana Guber
(*)
Germn Soprano
(**)
La poltica de los pobres de Javier Auyero es ya una contribucin al conocimiento de la
sociedad argentina, tanto por su material sustantivo como por su capacidad de suscitar el debate
en la legin de especialistas que, desde diversas trayectorias, se han volcado a entender el binomio
poltica - pobreza de la Argentina post-1990. Una lcida expresin del debate como la de Laura
Masson, Relaciones XXVII:71-78, ayuda a mirar este par desde perspectivas menos etnocntricas
y, por ende, menos tautolgicas, porque concebir la poltica de los pobres como anclada
indefectiblemente en el patronazgo y el clientelismo poltico, es responder de antemano a lo que
se debe investigar.
Estas pginas no se proponen terciar en el intercambio Auyero-Masson sino articularlo con
los aportes de varios autores que se han ocupado, precisamente, del patronazgo y el clientelismo
poltico en la Argentina de los aos 1960-70. Su lectura fue importante para entender la sociedad
y la poltica de la Argentina de entonces, y lo sigue siendo hoy porque ilumina aspectos que
inquietan a Auyero y a Masson por igual. Quizs por eso merecan estar presentes en sus
producciones.
Desde el siglo XIX, distintas vertientes del pensamiento social argentino han caracterizado
a la Nacin como una formacin social dual, escindida en un centro moderno, civilizado,
cosmopolita y democrtico, situado en la ciudad de Buenos Aires y en las provincias pampeanas,
y una sociedad pre-moderna, tradicional, rural y autoritaria, ubicada en las provincias del noroeste
y nordeste. Con variantes, esta dualizacin alcanz a la vanguardia de las ciencias sociales de los
aos 1950-1960, en la teora de la modernizacin impulsada por la escuela de sociologa de Buenos
Aires encabezada por Gino Germani.
Provenientes de distintos contextos empricos y trayectorias acadmicas, un grupo de
antroplogos ensay entre 1960 y 1976 respuestas a este paradigma, poniendo en discusin la teora
de la dependencia, las teoras sobre el campesinado y los estudios de comunidad, con sus propias
(*) CONICET - IDES.
(**) UNLP.
222
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
investigaciones de campo, prolongadas e intensivas, con los sectores sociales que habitaban en o
se articulaban con sus unidades de estudio. En sus etnografas, ubicadas en localidades y parajes
de provincias norteas, investigadores como Eduardo Archetti, Leopoldo Bartolom, Santiago
Bilbao, Esther Hermitte, Carlos Herrn, Kristi Anne Stolen y Hebe Vessuri analizaron unidades
y relaciones sociales de produccin, examinando para ello otras dimensiones de la vida social como
la organizacin poltica, la familia, las creencias, etc. (Hermitte y Bartolom 1977).
Lo sorprendente era, sin embargo, que el binomio patronazgo-clientelismo poltico apareca
slo en algunos casos, aunque los pobres campeaban generosamente por sus pginas, como peones
temporarios y entenados, como votantes y promeseros, como arrendatarios y emigrantes. Por qu
emerga en provincias como Catamarca (Hermitte 1972, Hermitte y Herrn 1970, 1977) y Santiago
del Estero (Vessuri 1970, 1971, 1972, 1973, 1974, 1975, 1977 y Bilbao 1964-65, 1968-71, 1972,
1975), y no en el norte de Santa Fe (Archetti y Stolen 1975, 1977) o en Misiones (Bartolom 1977,
1991)? Era esta diferencia producto de la presencia desigual de este fenmeno en el espacio
argentino o, ms bien, de la miopa del/a investigador/a?
Conviene advertir, desde un comienzo, que todas estas etnografas se basaban en trabajos de
campo intensivos de un ao o dos a la usanza de la antropologa social britnica: co-residencia,
acceso de primera mano a diversos sectores mediante observacin participante, no slo entrevistas,
encuestas circunscriptas y pequeos censos, consulta de archivos locales y provinciales. Si bien la
adhesin terica puede hacer estragos en la produccin de conocimientos, y an cuando el sesgo
caiga en el estudio de relaciones sociales de produccin, es difcil creer que la aproximacin
etnogrfica de estos autores haya soslayado el patronazgo y el clientelismo poltico
1
. En cambio,
la presencia continuada del/a investigador/a, sumada a la tradicin holstica de la antropologa,
obliga a considerar a los pobladores como algo ms que fuerza de trabajo o un sector social
deprivado; se trata, ms bien, de personas que deciden sobre sus vidas, en marcos de variada
constriccin. En todo caso, necesitamos ponderar empricamente cmo resulta esa ecuacin entre
agencia y determinacin, y entre determinaciones de tipo cultural, econmico, poltico y social.
Reconocer por esta va que los sectores sociales actualizan y observan sus mundos segn
lgicas contextualizadas y generalmente muy distintas de las del investigador socializado como tal
en los grandes centros urbanos de la Argentina y del mundo occidental, tiene dos implicancias: una
es que el investigador pone en discusin, primero en su cabeza y despus en el texto, las teoras en
boga y los aspectos sociales que son significativos en la vida de la gente; otra es que esos aspectos
aparecen entramados con los dems de la cotidianeidad, lo cual permite entender los hechos
sociales, como dice Masson, en su positividad
2
.
Si la miopa es improbable, reiteremos la cuestin de la presencia desigual del patronazgo-
clientelismo poltico pero atendiendo a las unidades de estudio. Todos estos anlisis tratan sobre
el llamado norte argentino, categora clasificatoria que suelen invocar gegrafos y cientficos
sociales, economistas y polticos, para designar un rea marcada por la pobreza, las provincias
viejas, el tradicionalismo y las formas precapitalistas de produccin, en contraste con la Pampa
hmeda y el litoral, sede de la hegemona econmica, demogrfica, social, poltica y administrativa
del pas. Sin embargo, los antroplogos sociales de los 1960-70 provean una nutrida evidencia de
los sistemas de acciones y nociones cuya complejidad desafiaba la idea de la regin como unidad
signada por factores culturales. En vez, problematizaban el lugar que ese norte ocupaba en la
Nacin.
En interlocucin y antagonismo con el paradigma modernizador de Germani, estos
antroplogos mostraban que el norte no era un reservorio de tradiciones criollas, mestizas,
indgenas, y que el atraso de su poblacin no se deba a su renuencia al cambio; el rea apareca
como un polo dependiente y subdesarrollado en un pas con pronunciadas brechas econmicas,
polticas, demogrficas y sociales. Los textos se centraban en la organizacin productiva, pero sus
reflexiones giraban ms o menos explcitamente en torno a los fundamentos y mrgenes de accin
poltica de estos sectores ante los poderes nacionales y locales. La capacidad de regir los destinos
223
de la produccin apareca como el mvil a travs del cual los productores se convertan en una
fuerza poltica alineada en organizaciones autnomas frente al Estado nacional y los grandes
acopiadores. Tal era el caso de los colonos nucleados en las Ligas Agrarias analizadas por Archetti
(1988) y mencionadas por Bartolom (1991), y de las cooperativas auto-gestionadas de producto-
res caeros en Campo de Herrera, Tucumn (Vessuri 1977, Vessuri y Bilbao 1976). Por contraste,
otras eran las opciones de los santiagueos finqueros de La Banda, en Santiago del Estero (Vessuri
1971), y de teleras y productores pimentoneros del interior de Catamarca (Hermitte y Herrn 1970,
Herrn 1979) para acceder a recursos: la asociacin en relaciones de patronazgo con sectores
superordinados, y la emigracin.
En suma, en los estudios de Vessuri, Hermitte y Herrn patronazgo y clientelismo constituan
el nudo de las relaciones sociales, mientras que para Archetti, Stolen y Bartolom, no eran un factor
explicativo ni caracterizador. Por qu la diferencia? Una explicacin culturalista corriente en la
teora de la modernizacin y en el sentido comn implantado en la Argentina, sera atribuirla al
tradicionalismo y pobreza crnica de las provincias del noroeste, y al igualitarismo de los colonos
europeos en las provincias nuevas. Sin embargo, las cooperativas caeras de Tucumn desmienten
con un bolsn igualitario el acento jerrquico de una provincia vieja, mientras que los igualitaristas
polacos y ucranianos llegaron a Misiones a fines del siglo XIX provenientes de una sociedad donde
dominaban las relaciones de servidumbre entre seores y campesinos.
Podra sugerirse, en vez, que la diferencia obedeci al grado de consolidacin de la
desigualdad econmica y de status que los inmigrantes encontraron en estas provincias. Siendo el
patronazgo una relacin social establecida entre sectores con desigual acceso a recursos y al status,
sera lgico esperar una relativa ausencia de estas figuras en contextos donde la reproduccin de
la unidad productiva depende fundamentalmente de grupos de iguales, como en las reas de
frontera agrcola sin extrema concentracin de la nueva propiedad, como en el norte de Santa Fe
y en Misiones a comienzos del siglo XX. En contraposicin, la presencia del patronazgo se
justificara en contextos donde la reproduccin de las unidades productivas depende de la
articulacin de sectores con pronunciadas diferencias socioeconmicas y de status, como aqullas
que Bartolom s reconoci entre los colonos polacos y ucranianos del sur misionero y los peones
criollos que cosechaban la yerba mate en las chacras que empleaban mano de obra extra-familiar.
As, las relaciones de patronazgo tambin estaban presentes en el contexto etnogrfico observado por
Bartolom, aunque su comprensin caa fuera del foco de anlisis de su investigacin.
En los 1990 los antroplogos volvieron a desarrollar estas cuestiones, mostrando la extensin
del patronazgo-clientelismo poltico en provincias del nordeste argentino
3
. Asimismo, Masson y
Auyero ejemplifican, junto a otros, la aparicin del clientelismo y el patronazgo como objeto de
investigacin en el corazn progresista y moderno de la Argentina: Buenos Aires, la Pampa
Hmeda y el litoral entrerriano
4
. Esta recurrencia etnogrfica sobre patronazgos y clientelismos en
contextos no tradicionales podra explicarse, simplificadamente, como el resultado del proceso
de creciente polarizacin social y econmica argentina de los 1980-90, que ha invertido las
expectativas modernizadoras de los 60
5
. Pero la comparacin entre noroeste y nordeste que
acabamos de hacer revela algo ms importante, y que estas nuevas investigaciones parecen
confirmar: primero, que patronazgo y clientelismo poltico no se circunscriben al mundo de los
pobres ni a las dimensiones locales de la vida poltica, sino que atraviesan a toda la sociedad y
reproducen su lgica incluso entre los sectores ms encumbrados; y segundo, que si entendemos
al clientelismo poltico y al patronazgo como tejidos en redes de relaciones interindividuales de
obligaciones recprocas asimtricas, pluralmente significadas por los actores sociales (es decir,
estableciendo compromisos econmicos, polticos, morales, entre otras clasificaciones posibles
que integran sistemas de prestaciones totales), y frecuentemente combinados con relaciones de
reciprocidad simtrica o de alianza, pareciera difcil encontrar un sector o rea social libre de todo
intercambio desigual. Asimismo, pareciera difcil no detectar en reas de profunda desigualdad
tambin espacio para la igualdad y la alianza. O acaso alguien puede seguir sosteniendo,
ROSANA GUBER Y GERMN SOPRANO COMENTARIO AL ARTCULO LA VILLA COMO ALDEA
224
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
especialmente en la Argentina desde el ao 2001, que las sociedades son agregados de individuos
y no tramas de relaciones sociales?
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Lorenzo Caas Bottos y a Sergio E. Visacovsky sus aportes para estas lneas.
NOTAS
1
Los estudios sobre el patronazgo y clientelismo poltico tradicionalmente han buscado explicar cmo
patrones y clientes con desigual autoridad y recursos materiales y simblicos, ligados a travs de lazos de
inters y afecto, con relaciones ancladas en determinados contextos sociales y culturales, manipulan sus
relaciones orientndolas con arreglo a fines y/o valores. En la literatura sociolgica y antropolgica existe
cierto consenso para reservar la categora patronazgo para referir (en un sentido amplio) a la relacin
patrn-cliente en diversos campos sociales (relaciones socioeconmicas, religiosas, polticas, etc.), all
donde son reconocibles relaciones personalizadas de reciprocidad asimtrica entre individuos de desigual
status social. En tanto que la categora clientelismo poltico suele emplearse para circunscribir la relacin
patrn-cliente al campo poltico. Esta distincin tiene valor analtico slo a condicin de que especifique-
mos el sentido de lo poltico en la sociedad estudiada, antes que definirlo apriorsticamente segn
prespuestos propios del sentido comn cientfico o del sentido comn nativo de la sociedad de la que
proviene el investigador.
2
A diferencia de otras ciencias sociales, la antropologa ha buscado contribuir a la comprensin del
patronazgo y el clientelismo poltico en su lgica y contexto socio-cultural, otorgndoles as una entidad
propia como categoras sociolgicas. No obstante, tambin algunos antroplogos tendieron a identificarlas
como una especie de complemento de las relaciones interindividuales e institucionales en sociedades del
capitalismo perifrico, donde la libre eleccin racional con arreglo a fines, el mercado capitalista y una
burocracia impersonal que constituyen el ideal de la sociedad y la poltica moderna estaran insuficien-
temente desarrollados. Estas perspectivas quiz encuentren sus fundamentos en la propia historia de la
antropologa social como disciplina. Su gnesis y desarrollo se vincula estrechamente a la expansin
colonial de los Estados Imperiales y Estados Nacionales de Europa sobre frica, Asia y Oceana. En ese
contexto la antropologa social construy su objeto de estudio buscando comprender las sociedades
sometidas por la dominacin colonial, consideradas radicalmente diferentes y en vas de desaparicin por
efecto de la mundializacin producida por la modernizacin capitalista occidental. Esas poblaciones
fueron definitivamente clasificadas como primitivas, arcaicas o tradicionales y constituan en la
representacin de los antroplogos la contracara de la sociedad norteamericana y europea occidental de
la que ellos provenan. De este modo, los antroplogos sociales atribuyeron una esencia social y cultural
a los sujetos estudiados los otros originada en una proyeccin mistificada de lo que era la propia
sociedad y cultura capitalista occidental el nosotros. En otras palabras, reconocieron en esas sociedades
nativas unos diacrticos relaciones personalizadas de amistad, patronazgo, padrinazgo,
compadrazgo a partir de su (presupuesta) ausencia en las sociedades de las que ellos provenan en estas
ltimas se habran desplegado otros diacrticos considerados sus opuestos excluyentes: relaciones
impersonales propias de la formacin de la burocracia y del mercado.
3
Tres etnografas sobre Misiones muestran esta orientacin aplicada a una pequea localidad rural del Alto
Ro Uruguay (Rodrguez, F. 2000), en organizaciones de mujeres peronistas (Rodrguez, L. 2001), y en
facciones partidarias del Partido Justicialista en una campaa electoral nacional, provincial y municipal
(Soprano 2003). Tambin se ha investigado el patronazgo y clientelismo poltico en organizaciones
campesinas en la provincia de Formosa (Sapkus 2002) y en un establecimiento yerbatero de Corrientes
(Schamber 1997).
4
Boivin, Rosato y Balbi (1998), Levitsky (2002) y la etnografa precursora de Neiburg (1988) sobre el
sistema de fbrica con villa obrera en una localidad del centro de la provincia de Buenos Aires.
5
Muy probablemente ambos fenmenos nunca estuvieron ausentes de la poltica argentina. As pues, la
historiografa tendi a destacar su presencia de manera continua en la historia de la Argentina desde el
225
perodo hispano-colonial hasta la gnesis del peronismo; en tanto que la sociologa y las ciencias polticas
los visualizaron en el contexto de las transformaciones econmicas, sociales y polticas neoliberales de la
dcada de 1990. Curiosamente, a la luz de los trabajos de estas tres disciplinas, el perodo 1955-1989
parecera dominado por relaciones sociales clasistas y procesos de alianza y lucha ideolgica y
programticamente definidos. Estaban ausentes el patronazgo y el clientelismo poltico de la vida social
y poltica de ese perodo? Estaba restringida su existencia a las provincias viejas del noroeste y nordeste
argentino? Creemos que aunque es dado reconocer especificidades en la historia de este perodo,
posiblemente la respuesta a estas preguntas sea negativa.
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Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
SOBRE TRAMOS PERDIDOS, VILLEROS Y POBRES.
RESPUESTA A LOS COMENTARIOS DE GUBER, SOPRANO Y FREDERIC
Laura Masson
(*)
En primer lugar deseo expresar mi agradecimiento a los comentaristas y destacar la
importancia para esta discusin de que en los tres casos se trate de investigadores con una vasta
experiencia etnogrfica. Significa para mi una oportunidad invalorable de confrontar mis pareceres
y abrir el debate sobre un tema como la poltica tan caro a nuestro pas y por esa misma razn
difcil de exotizar. De acuerdo a los comentarios recibidos sobre La Villa como Aldea organizar
las respuestas alrededor de los puntos que considero ms importantes y menciono a continuacin.
Guber y Soprano ponen de relieve los mismos supuestos sealados en mi artculo, pero a partir de
un recorrido bilbiogrfico diferente. En este sentido agregan nueva bibliografa, pero no avanzan
en la problematizacin de la categora de clientelismo poltico en el contexto actual, que es
precisamente el objetivo que Auyero se propone. Frederic refuerza varios de los supuestos que
enunci en el artculo con aportes provenientes de los resultados de su propia investigacin
(Frederic 2004) y plantea nuevas preguntas y reflexiones. Una de las ms significativas es la que
hace referencia a la explicacin del peronismo y a la falta de reflexin sobre el punto de vista del
investigador y la relacin entre el investigador, su objeto y el contexto socio-poltico.
En el eplogo de su libro, La poltica de los pobres, Javier Auyero utiliza una imagen ms que
acertada para explicar lo que signific su empresa cuando decidi trabajar sobre el clientelismo
poltico: Trat de hacer lo que mucha gente cree que es una tarea imposible (similar a construir
un barco mientras intentamos navegarlo): utilic la nocin de clientelismo al mismo tiempo que
criticaba algunas de sus premisas y limitaciones, y me expres sobre sus usos rroneos ms usuales
(en abordajes periodsticos y acadmicos) (Auyero 2001:235). Sin duda, esta tarea fue un
proyecto arriesgado que lleg a buen puerto. Tal como mencionan Guber y Soprano y como lo
demuestran las reflexiones de Frederic, este libro es una contribucin al conocimiento de una parte
de la sociedad argentina y uno de sus principales aportes es la capacidad de suscitar el debate. Pero,
a mi juicio el hecho de llegar a buen puerto llev implcito dejar en el camino algunos de los
objetivos iniciales como intento mostrarlo en La Villa como Aldea. Antes de referirme puntualmen-
te a los comentarios considero necesario resituar el debate tal como lo propuse en el artculo
mecionado. De los diversos temas que pueden surgir del trabajo de Javier Auyero eleg para la
(*) Candidata a doctora por la Universidad Federal de Ro de Janeiro (UFRJ). UNCPBA UNSAM.
228
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
discusin uno en particular. Se trata de la propuesta del propio autor de la problematizacin y el
examen de las potencialidades y los lmites de la nocin de clientelismo poltico (Auyero
2001:38). Tal como lo rescata Frederic en su comentario la pregunta podra ser estamos en
presencia de un concepto terico apropiado, o se trata de una buena evidencia de una categora
naturalizada que normaliza fenmenos y procesos diversos? Creo que a pesar de que Auyero
detecta que existe una naturalizacin de la categora de clientelismo y la denuncia, entiendo que
su trabajo no revierte completamente esta situacin y es all donde se inserta mi crtica. En este
sentido mis objeciones estuvieron dirigidas a la pertinencia de la eleccin del objeto de estudio para
avanzar en la discusin sobre clientelismo, y en consecuencia, a la construccin terica del
problema. En este sentido el comentario de Frederic es ms afin a mis preocupaciones que el de
Guber y Soprano.
Como expresa Frederic una reflexin sobre los supuestos que subyacen al clientelismo
poltico contribuira a relocalizar la dimensin cientfica de un concepto que en este caso es tambin
una categora nativa. Es en esta direccin que considero que vale la pena avanzar. Frederic muestra
las consecuencias que la falta de reflexividad y la naturalizacin de una categora de anlisis, en
este caso el clientelismo, tiene en la comprensin de los hechos sociales. Uno de estos efectos sera
impedir ver el campo en toda su complejidad y no visualizar, por ej., los procesos de configuracin
de las categoras de los agentes polticos involucrados y la distincin entre los actores, como en el
caso citado de los polticos, punteros y villeros. Esta diferenciacin, como tambin el
proceso de transformacin de villeros en pobres, que no es detectado por Auyero, son producto de
un contexto histrico poltico especfico: la reorientacin de las polticas pblicas en el contexto
neoliberal de los 90, que estableceran otros cdigos de relacin ms all de la agudizacin de la
pobreza ya existente y de la supuesta reactualizacin del pasado peronista.
Otro de los puntos que la autora seala, es el que identifica como una pregunta subyacente
en el texto de Auyero, y que podra resumierse en cmo explicar la eterna alianza entre los pobres
y el peronismo? Frederic identifica en la respuesta de Auyero un problema de naturaleza terica
y un esencialismo en su interpretacin. Acuerdo con la crtica de la comentarista y a esto agrego
que quizs el hecho de preguntarnos acerca de la alianza entre pobres y peronismo (o como lo
nombran Guber y Soprano el binomio poltica-pobreza), nos est llevando a un falso problema
que no nos permite entender plenamente las reglas del campo poltico que intentamos conocer.
En este sentido deseo aclarar que mi preocupacin no es tratar de entender el binomio
poltica-pobreza, sino discutir la asociacin de este binomio con lo que se denomina clientelismo
poltico, y a su vez esta ltima asociacin con el partido peronista. Reitero aqu mis interrogantes
surgidos de la lectura de La poltica de los pobres: cul es la particularidad de Villa Paraiso para
avanzar en la problematizacin y examen de las potencialidades y lmites de la nocin de
clientelismo? Cul es la pertinencia de estudiar las redes clientelares en el peronismo y no en otro
partido poltico? Creo que la asociacin pobreza-peronismo-clientelismo complica en Argentina
la posibilidad de entender las prcticas clientelares desde otra ptica. Por qu el peronismo nos
resulta tan extico a los intelectuales argentinos de clase media? Por qu la necesidad insistente
de entender el clientelismo de los peronistas? No habremos naturalizado la exotizacin de este
objeto de estudio?
Creo que es necesario decir que el clientelismo no es patrimonio del peronismo. Ante esta
afirmacin podra responderse que es una obviedad. Pero ms all de lo obvio las investigaciones
sobre el clientelismo poltico dentro de este partido continan multiplicndose. Esta es mi principal
objecin. Por qu es ms extico el clientelismo del peronismo en las villas, que las redes
clientelares que la agrupacin estudiantil del Partido Radical, Franja Morada, crea en las
universidades? Cuando ya ha sido demostrado que en las universidades donde supuestamente
priman valores objetivos y relaciones racionales, tambin existen mundos sociales politizados
(Neiburg 1999). Considero que es aqu donde se ponen de manifiesto de manera clara los lmites
229
de la eleccin del objeto que hace Auyero para avanzar en el examen de la nocin de clientelismo
poltico. Sin querer las necesidades biolgicas (la supervivencia) y la mstica peronista acaban
siendo uno de los ejes centrales del argumento para explicar esta prctica. Esto no significa que el
autor se haya limitado a explicar el clientelismo solo por estas causas (eso queda claro en su
trabajo), pero s estas variables ocupan un lugar decisivo y el clientelismo pareciera seguir siendo
cosa de pobres y peronistas. La ventaja de estudiar las prcticas clientelares en un contexto libre
de privaciones econmicas extremas, como el caso de Bezerra que analiza el clientelismo en los
rganos gubernamentales (Bezerra 1999), nos libra de este mal entendido y nos permite ser ms
radicales en la propuesta de discusin de esta categora.
Por otro lado, creo que es necesario destacar el mrito y la pertinencia de la bibliografa citada
por Guber y Soprano que ayuda a visibilizar la produccin local de nuestra disciplina. Pero, la
pregunta que me surge es qu aportes, que no estn contemplados en La Villa como Aldea trae esta
bibliografa? Los comentaristas llegan, a partir de un recorrido bibliogrfico diferente, a las mismas
conclusiones que planteo en el artculo. Enumerar a continuacin de manera sintetizada las
conclusiones a las que arribaron Guber y Soprano despus de comparar las investigaciones llevadas
a cabo en los 60 y 70 en el noroeste y nordeste argentino:
patronazgo y clientelismo poltico no se circunscriben al mundo de los pobres;
patronazgo y clientelismo poltico no se circunscriben a la poltica local;
algunos antroplogos tendieron a identificar el patronazgo y el clientelismo como una especie
de complemento de las relaciones interindividuales e institucionales en sociedades del capitalismo
perifrico, donde la libre eleccin racional con arreglo a fines, el mercado capitalista y una
burocracia impersonal estaran insuficientemente desarrollados (referencia en nota a pie de pgina)
Otro de los puntos que no puede ser tan claramente identificado a lo planteado en La Villa
como Aldea y que en ese sentido es un aporte a la discusin es la siguiente afirmacin: pareciera
difcil encontrar un sector o rea social libre de todo intercambio desigual o igualdad y alianza en
reas de profunda desigualdad. Identifico en estas conclusiones los supuestos subyacentes que
enumer en La Villa como Aldea. Es decir, los autores no discuten lo que he planteado, sino que
sugieren que alguien (tal vez) ya lo haba demostrado antes. Lo cierto es que para construir mi
contribucin a la discucin sobre la categora de clientelismo poltico tambin me bas en trabajos
que ya demostraron que estos supuestos no son tales. En este punto mi interrogante es el
siguiente: llegar a las mismas conclusiones a partir de un recorrido bibliogrfico diferente
significa que existe un tramo perdido? La posibilidad de llegar a las mismas conclusiones por
caminos diferentes es una de las premisas bsicas de la investigacin.
Estimo necesario agregar aqu que aunque una comparacin entre las investigaciones
realizadas en el noroeste y nordeste argentino pudieran revelar los mismos supuestos sobre el
clientelismo poltico que enuncio en mi artculo, estas observaciones no haban sido explicitadas
anteriormente en otras crticas (Soprano 2002). Por tal razn valoro la explicitacin como una
condicin necesaria para avanzar en el debate y considero que una de las mayores virtudes de la
antropologa es el esfuerzo por extraarse ante lo obvio y explicitar lo implcito, y ms an cuando
se trata de sentidos comunes acadmicos. Tal vez la idea de tramos perdidos sugerida por los
comentaristas sera ms apropiada para un debate sobre las antropologas nacionales. Por ltimo
quisiera remarcar que el contexto histrico poltico en el que Auyero realiza su investigacin difiere
notablemente del contexto de las investigaciones citadas por Guber y Soprano. La pertinencia de
tener en cuenta la contextualizacin histrica de esta investigacin es puesta de relieve por Frederic
cuando hace referencia a las transformaciones al interior del peronismo en los noventa.
LAURA MASSON RESPUESTA A LOS COMENTARIOS
230
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
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(*)
, Mara Mercedes Podest
(*)
,
Anah Re
(*)
, Rodolfo Rotondaro
(**)
y Rodrigo Ramos
(**)
INTRODUCCIN Y ANTECEDENTES
El yacimiento geolgico-paleontolgico Ischigualasto-Talampaya abarca un sector de la
porcin limtrofe noreste de la provincia de San Juan y centro oeste de la provincia de La Rioja.
En 2000 fue reconocido como un bien de caractersticas excepcionales y declarado Patrimonio
Natural de la Humanidad por la UNESCO
1
. Adems de la singular secuencia paleontolgica
trisica, los remanentes de las actividades de poblaciones humanas, que en diferentes momentos del
Holoceno circularon o se asentaron en el amplio valle, se distribuyen sobre su paisaje semidesrtico.
El yacimiento hoy constituye una amplia rea protegida por la Administracin de Parques Nacionales
(Talampaya), por un lado, y por la Provincia de San Juan (Ischigualasto), por el otro.
En esta nota nos referiremos especficamente al patrimonio cultural del Parque Provincial
Ischigualasto (PPI) y a su rea de amortiguacin. El rea, que geogrficamente forma parte de la
frontera occidental de las Sierras Pampeanas, abarca 60.369 hectreas de los departamentos Valle
Frtil y Jchal (San Juan) y tiene una altura sobre el nivel del mar que vara alrededor de los 1.300
metros.
La informacin arqueolgica disponible con anterioridad a 2001 era muy escasa (Monetta y
Mordo 1995; Sanchidrian Torti y Mrquez Alcntara 1998; Gambier 2000). Un trabajo ms
completo sobre el arte rupestre fue publicado posteriormente (Riveros y Varela 2001). Los trabajos
arqueolgicos realizados por el equipo de investigacin del Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano, Secretara de Cultura (INAPL) comenzaron en 1999 y tienen como
objetivo primario la investigacin y puesta en valor de su patrimonio cultural.
Las investigaciones actualmente se enmarcan en un proyecto trianual de mayor envergadura:
Patrimonio cultural y actividad turstica sostenible. Bases para la elaboracin de planes de manejo
de recursos arqueolgicos e histricos en cinco reas de las provincias de San Juan y La Rioja
(ANPCYT BID 1201/OC AR PICT 12182)
2
. ste apunta a generar herramientas para el
aprovechamiento racional y sostenible de determinados recursos arqueolgicos e histricos en el
(*) Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
(**) CONICET-Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo - UBA
NOTAS BREVES
231
232
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
marco de las actividades propias del turismo cultural. Estas herramientas, que se expresarn en
forma de planes de manejo, posibilitarn a las provincias involucradas la creacin de fuentes de
trabajo y la generacin de rentas adicionales relacionadas con la actividad turstica. sta, a su vez,
contribuira con la reactivacin socio-econmica de algunos sectores de la poblacin. El proyecto
plantea tambin desarrollar una labor interdisciplinaria e interinstitucional, que ser la que
posibilite una gestin de los recursos abarcadora, continua y eficaz a lo largo del tiempo. Algunos
adelantos de la investigacin en curso en el PPI ya fueron dados a conocer (Podest y Rolandi 2000
y 2001; Rolandi et al. 2002; Podest et al. 2003).
ASPECTOS METODOLGICOS
Con la finalidad de cumplir con los objetivos propuestos, hasta el momento los trabajos de
campo en el PPI abarcaron varios aspectos relacionados: el relevamiento y estudio de manifesta-
ciones de arte rupestre, la prospeccin y deteccin de nuevos sitios arqueolgicos y las recoleccio-
nes sistemticas de evidencia superficial en distintos puntos del Parque. En algunos casos, estas
recolecciones de materiales arqueolgicos estuvieron vinculadas a las localizaciones de bloques
con arte rupestre; en otros, se relevaron nuevos sitios (a cargo del equipo del INAPL). Por ltimo,
como parte de la tarea interdisciplinaria que se propone, se comenz con el relevamiento y anlisis
de las estructuras y arquitectura de los asentamientos humanos actuales y subactuales que se
encuentran dentro de los lmites del Parque y en su rea de amortiguacin.
Desde el punto de vista metodolgico, para la realizacin de prospecciones y recolecciones
superficiales, se tom en consideracin la dinmica intensa de los agentes hdricos y elicos que
modela el paisaje del valle. Las lluvias escasas pero torrenciales que se producen en determinados
momentos del ao, as como los fuertes vientos, son agentes geomorfolgicos e importantes
formadores del registro arqueolgico. Dado que los materiales hallados en superficie son
removidos, desplazados, cubiertos y/o descubiertos peridicamente, se generan palimpsestos
importantes que no constituyen el reflejo de situaciones originales de comportamiento. Otro
elemento para tomar en cuenta es que en la regin, el agua potable es un recurso crtico escaso y
temporario, por lo que las fuentes de agua ms estables han actuado - y an lo hacen - como factores
concentradores de poblacin.
Los grabados rupestres estn siendo registrados a travs de la fotografa y de fichas que
consignan informacin tcnica-morfolgica y relativa a su grado de preservacin.
SITIOS, LOCALIDADES Y EVIDENCIA ARQUEOLGICA
Los sitios y localidades del PPI y de zonas adyacentes donde se concentran los trabajos son
mencionados de Este a Oeste (Figura 1): Estructura Ro de los Mineros, Portezuelo de las Piedras
Marcadas, Ro El Durazno, Loma Las Vizcachas, Los Pasantes, Agua de Ischigualasto, Ro
Ischigualasto, Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto, Agua de las Marcas, Agua de la
Cortadera, Kiosco, Agua de la Pea, Piedra Pintada, El Salto y Quebrada de La Chilca.
Se describen a continuacin, las caractersticas generales de las evidencias arqueolgicas
recolectadas.
TECNOLOGA LTICA
En algunos sitios como Los Pasantes, Agua de Ischigualasto o Kiosco, el material ltico se
encuentra asociado a otro tipo de evidencias (cermico y otros). En otros casos, como Agua de la
Pea o en el entorno de las estructuras de Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto, slo se
233
DIANA S. ROLANDI Y OTROS EL PATRIMONIO CULTURAL EN UN REA PROTEGIDA DE VALOR EXCEPCIONAL...
hallaron materiales lticos en superficie. Alguno de los sitios en los que se realizaron recolecciones
exclusivas de materiales lticos pueden caracterizarse como talleres de extraccin de formas-base,
debido a la abundancia de ncleos y nucleiformes, escaso porcentual de instrumentos respecto del
total y desechos de talla con tamaos que van del mediano-pequeo al grande (Aschero 1975-
1983). Los grupos tipolgicos de los artefactos formatizados son, por lo general, asimilables a
tareas de procesamiento: artefactos con retoques sumarios en filos laterales, raederas, puntas entre
muescas, raspadores, cepillo o rabbot, cepillos con filos festoneados, adems de fragmentos de
artefactos formatizados no diferenciados. De las tres puntas de proyectil halladas, dos de ellas
pertenecen al sitio Los Pasantes, son pedunculadas, de slice y pueden reconocerse como
pertenecientes a momentos tardos. Por su parte, en Agua de la Pea se recolect una punta
lanceolada espesa de cuarzo, similar a las que aparecen en sitios de sistemas de cazadores
recolectores tempranos de la regin (ver Gambier 2000).
Figura 1. Mapa del Parque Provincial Ischigualasto y rea de amortiguacin.
1. Los Baldecitos, 2. Baldes del Rosario, 3. Rincn Chico, 4. Los Rincones, 5. Estructura Ro de los
Mineros, 6. Portezuelo de las Piedras Marcadas, 7. Ro El Durazno, 8. Loma Las Vizcachas, 9. Los
Pasantes, 10. Agua de Ischigualasto, 11. Ro Ischigualasto y Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto,
12. Agua de las Marcas, 13. Agua de la Cortadera, 14. Kiosco, 15. Agua de la Pea, 16. Piedra Pintada,
17. El Salto y 18. Quebrada de La Chilca (no figuran en el mapa San Antonio y conjunto Wilson)
234
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Como materias primas, predominan la cuarcita de diferentes colores, la metacuarcita, slices
coloreadas y en porcentajes nfimos, tobas silicificadas, cuarzos y basaltos. Casi todas ellas, pero
especialmente la cuarcita, se presenta en el rea en la forma de ndulos de tamaos no muy grandes.
De forma preliminar, puede decirse que no se observan diferencias significativas en las caracters-
ticas tecnolgicas de los materiales lticos de los diferentes sitios analizados. Se advierte asimismo
un patrn recurrente en cuanto al modo de extraccin de formas base, a partir de guijarros y guijas,
lo que resulta en un tipo de ncleo particular (Rolandi et al. 2002).
TECNOLOGA CERMICA
La cermica muestra variaciones que parecen ser tanto cronolgicas como de lugar de origen,
tanto entre los sitios relevados con este tipo de evidencia (Los Pasantes, Agua de Ischigualasto, Ro
Ischigualasto, Ro El Durazno) como, en ocasiones, dentro de los mismos
3
. Es posible establecer
una asignacin cronolgica relativa de la cermica hallada por su similitud con otros ejemplares
hallados en el rea Centro-Oeste dentro de claros contextos estratigrficos. La cermica decorada
(y creemos que tambin la ordinaria) pertenece a dos estilos diferentes que se sucedieron en el
tiempo. El ms antiguo, el denominado Calingasta en su representacin incisa, fue asignado a
finales del perodo temprano. El segundo, el Angualasto, aparece tanto en las lneas curvas y
rectas pintadas en tonos rojos y negros sobre fondos ante y rojo como en lneas rectas incisas
(Gambier 2000).
La variabilidad observada en los tiestos cermicos proviene de la gran diversidad de tipos de
antiplsticos: arenas cuarcticas y volcnicas, restos vegetales calcinados, carbonato de calcio
(posiblemente restos de conchillas), roca triturada y grnulos blancos volcnicos y la cantidad de
stos incorporados a la pasta (entre el 10% y el 30 %). A pesar del grado de fragmentacin del
registro, en lneas generales, es posible inferir la existencia de: ollitas y cuencos de forma
subglobular, vasos de paredes rectas y unos recipientes similares, de paredes gruesas que podran
haber servido para almacenaje de slidos y lquidos.
GRABADOS RUPESTRES
En los trabajos de campo realizados se documentaron gran cantidad de sitios con arte
rupestre. Los sitios con grabados rupestres -expresiones de los diferentes momentos de la
ocupacin humana de la hoyada- son de gran relevancia y alta visibilidad arqueolgica en relacin
con otros vestigios del pasado (Figura 2). Las caractersticas de fragilidad de estos componentes
del registro arqueolgico impulsaron a dar prioridad a su estudio, sobre todo teniendo en cuenta
la intensa afluencia turstica que soporta el Parque. Los grabados registrados en Portezuelo de las
Piedras Marcadas, Agua de la Pea, Kiosco y en algunos bloques de Piedra Pintada son
manifestaciones pertenecientes a las poblaciones prehispnicas del valle (ver Podest y Rolandi
2000 y 2001; Riveros y Varela 2001). Adems, por lo poco conocidos en la bibliografa
arqueolgica, se destacan aquellos sitios con representaciones grabadas de marcas de ganado que
son testigos del arreo de vacunos que se desarroll en la regin. La actividad econmica
predominante en la zona de Valle Frtil, donde se localiza nuestra rea de estudio, es la ganadera
extensiva desde pocas coloniales (Michieli 1992). La hoyada de Ischigualasto constituy una va
vinculada al transporte de ganado, por lo menos, desde fines del siglo XIX hasta las primeras
dcadas del XX, cuando esta actividad entr en franca decadencia.
La presencia de representaciones vinculadas al arreo se constata en Agua de las Marcas,
Piedra Pintada, El Salto y Quebrada de la Chilca. En su mayora las marcas consisten en las iniciales
de los nombres y apellidos de los dueos del ganado pero tambin hay atributos del culto cristiano,
235
DIANA S. ROLANDI Y OTROS EL PATRIMONIO CULTURAL EN UN REA PROTEGIDA DE VALOR EXCEPCIONAL...
utensilios del hogar y otros signos de difcil identificacin. Se han registrado tambin nmeros,
nombres propios, leyendas y algunas fechas (trece en total) que permiten situar cronolgicamente
la ejecucin de estos motivos entre 1870 y 1915 (Podest et al. 2003).
ESTRUCTURAS DE PIEDRAS
En la localidad denominada Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto se relevaron
estructuras circulares, subcirculares u ovales de diferentes caractersticas.
Preliminarmente es posible reconocer tres categoras: 1) estructuras no rellenas delimitadas
por lneas de bloques o guijas alineadas. Algunas de estas estructuras parecen haber correspondido
a muros bajos colapsados, mientras que otras simplemente estn conformadas por bloques de
diferentes tamaos alineados en forma aproximadamente circular u oval, con o sin un sector de
entrada. Aparecen aisladas o en grupos de dos o tres, aunque pueden encontrarse tambin en
agrupaciones de hasta cinco (Figura 3); 2) estructuras en forma de montculos de rocas, que por lo
general se levantan en proximidad a las anteriores y 3) estructuras de piedras de colores,
conformadas por rocas grises (gneis), negras (basalto), blancas (cuarzo), rosas (feldespatos) y de
color pardo (areniscas) o combinaciones de stas. Una de estas estructuras, denominada por los
lugareos como Pucar, se encuentra en el Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto. Otras dos
estructuras de este tipo fueron relevadas en las cercanas del cauce seco del Ro de los Mineros y
de la Loma Las Vizcachas. Las tres estructuras -conocidas tambin con el nombre de geoglifos-
son similares a las identificadas por otros colegas en las provincias de La Rioja y de San Juan (de
la Fuente 1973; Callegari y Ravia 2000; Gambier 2000) (Figura 4).
Una estructura peculiar, vestigio de las ocupaciones subactuales del valle, es un refugio o
alojo. Se trata de una estructura pequea y muy baja, con techo de ramas de jarillas. Los alojos,
empleados para pernoctar en forma precaria, fueron utilizados por los arrieros durante su travesa.
El nico caso registrado se encuentra en Agua de la Pea pero los baqueanos de Ischigualasto
informan sobre la existencia de otros.
Figura 2. Sitio Piedra Pintada, Bloque 1. Grabados rupestres de momentos prehispnicos.
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RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Figura 3. Sitio Campo de Estructuras del Ro Ischigualasto, Estructura 1.
Figura 4. Sitio Loma Las Vizcachas. Estructura de piedras de colores.
ASENTAMIENTOS HUMANOS, ARQUITECTURA Y TECNICAS CONSTRUCTIVAS AC-
TUALES Y SUBACTUALES
Con el objetivo de elaborar un diagnstico de la situacin actual de la estructura de
asentamientos humanos y su arquitectura, se realizaron trabajos de campo en el rea del PPI y su
237
DIANA S. ROLANDI Y OTROS EL PATRIMONIO CULTURAL EN UN REA PROTEGIDA DE VALOR EXCEPCIONAL...
zona de amortiguacin. De acuerdo con los antecedentes analizados y los relevamientos obtenidos
en el campo se han podido observar diferentes tipos de asentamientos humanos: en uso actual, sin
uso actual no arqueolgicos y arqueolgicos. Las diferencias percibidas se refieren a las trazas o
huellas en el territorio, extensin, antigedad y funcionamiento. Las similitudes y diferencias de
los entornos territoriales de los asentamientos se vinculan con las caractersticas productivas de los
ocupantes actuales del rea.
La estructura de asentamientos combina: (a) dos aglomerados rurales importantes, configu-
rados como pueblos (Baldes del Rosario y Los Baldecitos) (Figura 5); (b) asentamientos rurales
dispersos en uso actual (Los Rincones, Rincn Chico); (c) asentamientos rurales histricos (San
Antonio, conjunto Wilson) y (d) asentamientos en sitios arqueolgicos (Agua de Ishigualasto).
Los pueblos articulan las actividades productivas, lideran la conectividad interna y externa
en el rea y ofrecen equipamiento y servicios: poltico-administrativo, educacional, religioso,
festivo, de abastecimiento, comercial y turstico de tipo incipiente.
Respecto a las tcnicas constructivas que emplea la arquitectura del rea, se observan tres
tipos definidos: el tradicional, el tradicional modificado y el urbano-industrializado, con indicios
claros de interaccin y de transformacin, producto del impacto de patrones ms urbanos. El grado
de transformacin crece de acuerdo con la cercana a los pueblos. Las casas presentan en general
una forma en tira, L o en U, con pautas claras de buscar el Este o Norte en la orientacin de los patios.
Existen diferentes tipos de tcnicas constructivas segn las localizaciones y la antigedad:
apilamientos ordenados de piedras redondeadas en sitios arqueolgicos; piedra y piedra con barro
en asentamientos rurales antiguos sin uso; piedra elegida canteada (conjunto Wilson); adobe con
barro, piedra con barro, palo a pique y entramados en viviendas y su equipamiento domstico en
casas rurales y de pueblo. Se combinan materiales y tcnicas vernculas con tcnicas mixtas y el
uso de materiales industriales tales como ladrillo comn cocido, hormign armado, ladrillo hueco,
cemento, cal, chapa de cinc, techos metlicos y carpinteras de chapa. El principal impacto es
producido por la arquitectura y la tecnologa de los edificios institucionales y de vivienda de los
dos pueblos del rea.
Figura 5. Los Rincones. Asentamiento rural disperso en uso actual.
238
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
PALABRAS FINALES
Nos hemos referido sucintamente al patrimonio cultural presente en el Parque Provincial
Ischigualasto y su entorno inmediato (rea de amortiguacin) correspondiente a los diferentes
momentos de la ocupacin humana en la regin: pasada, subactual y actual. Los trabajos de
prospeccin, registro y anlisis de los vestigios ya efectuados son slo la primera etapa de un largo
camino que conducir a la puesta en valor de ciertos componentes de este patrimonio para su
incorporacin a circuitos tursticos. De esta manera procuraremos completar y fortalecer la oferta
turstica tradicional que viene practicndose en esta rea protegida desde tiempo atrs. De cumplir
con nuestros objetivos, la riqueza geolgica-paleontolgica del PPI, reconocida como excepcio-
nal por el mundo entero, se ver aumentada con la incorporacin de informacin, y la correspon-
diente interpretacin, que d cuenta de la presencia del hombre por este inmenso valle trisico.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: junio 2003.
AGRADECIMIENTOS
Al personal (guas y guardaparques) del Parque Provincial Ischigualasto, a los miembros sanjuaninos
de nuestro equipo Oscar Damiani y Justo Mrquez (Director del PPI hasta 2002) y en forma muy especial a
William Sill.
NOTAS
1
El Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), junto con el Museo de
Ciencias Naturales de la UNSJ, fueron designados, de acuerdo a las instrucciones del Comit de Enlace
con la UNESCO, los organismos apropiados para llevar a cabo el estudio de los bienes culturales de
Ischigualasto
2
Las reas seleccionadas por el proyecto son: el Parque Provincial Ischigualasto y cuatro reas en la
provincia de La Rioja: la Reserva Provincial de Uso Mltiple Guasamayo, Palanche-Vichigasta, Famatina-
Campana y Villa Castelli-Vinchina. Las investigaciones arqueolgicas en estas dos ltimas se vienen
realizando desde hace ya varios aos y estn a cargo de Adriana Callegari (UBA).
3
Agradecemos la colaboracin de Aixa Vidal en el anlisis de la cermica.
BIBLIOGRAFIA
Aschero, Carlos
1975. Ensayo para una clasificacin morfolgica de los artefactos lticos aplicada a estudios tipolgicos
comparativos. Informe de Investigacin al CONICET, Buenos Aires. MS.
Callegari, Adriana y Gabriela Ravia
2000. Construcciones de piedras de colores. El empleo recurrente del negro, rojo y blanco. En: (M. M.
Podest y M de Hoyos editoras) Arte Rupestre en las Rocas. Arte rupestre, menhires y piedras de
colores en Argentina, pp. 113-120. Buenos Aires, SAA e INAPL.
de la Fuente, Nicols
1973. Informe arqueolgico sobre el valle de Vinchina, Pcia. de La Rioja. Revista del Instituto de
Antropologa IV: 95-127. Crdoba, Universidad Nacional de Crdoba.
Gambier, Mariano
2000. Prehistoria de San Juan. San Juan, Ansilta Editora.
239
DIANA S. ROLANDI Y OTROS EL PATRIMONIO CULTURAL EN UN REA PROTEGIDA DE VALOR EXCEPCIONAL...
Michieli, Catalina T.
1992. Trfico transcordillerano de ganado y la accin de los indgenas en el siglo XVII. Publicaciones del
Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo 19: 21-47. San Juan, Instituto de Investigaciones
Arqueolgicas y Museo (UNSJ).
Monetta, A. y C. Mordo
1995-1996. Ischigualasto-Talampaya. Tiempo de dinosaurios. Buenos Aires, Manrique Zago ed.
Podest, Mara Mercedes y Diana Rolandi
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Antropologa. Boletn Informativo del INAPL 37:3-6. Buenos Aires.
Podest, M. Mercedes y Diana S. Rolandi
2001. Marcas en el Desierto. Arrieros en Ischigualasto. Boletn de la Sociedad de Investigacin del Arte
Rupestre de Bolivia 15:63-73. La Paz, SIARB.
Podest, Mara Mercedes, Diana Rolandi, Anah Re y Oscar Damiani
2003. Arrieros y marcas de ganado: expresiones de arte rupestre de momentos histricos en el desierto de
Ischigualasto. VI Simposio Internacional de Arte Rupestre. CD Rom pp. 244-254. Jujuy.
Riveros, Mara Gabriela y A. del Valle Varela
2001. Ischigualasto: estudio preliminar del arte rupestre. Publicaciones (Nva Serie). Instituto de Investi-
gaciones Arqueolgicas y Museo 25: 131-147. San Juan, Facultad de Filosofa, Humanidades y Artes,
UNSJ.
Rolandi, Diana S., M Mercedes Podest, Gabriela Gurieb, Anah Re y Aixa Vidal
2002. Informe sobre los Bienes Culturales del Parque Provincial Ischigualasto (San Juan, Argentina).
Informe y Base de Datos. Buenos Aires, INAPL. MS.
Sanchidrian Torti, Jos L. y Ana M. Mrquez Alcntara
1998. Informe sobre la primera fase de intervencin del Proyecto de Investigacin. Documentacin del
arte rupestre de Ischigualasto (San Juan, Argentina). MS.
ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES EN
EL DEPARTAMENTO SAN CARLOS, PROVINCIA DE MENDOZA.
RECONOCIMIENTOS ARQUEOLGICOS EN LA ESTANCIA
TIERRAS BLANCAS
J. Roberto Brcena
(1)
INTRODUCCIN
A fines del 2001 fuimos invitados a ofrecer nuestra opinin profesional sobre la potencialidad
del patrimonio cultural, arqueolgico en especial, del rea de la Estancia Tierras Blancas, en el
distrito Pareditas del Departamento de San Carlos, sector centro sur occidental de la provincia de
Mendoza (Figura 1).
Uno de sus propietarios, el Dr. Ernesto Lima, manifest inters por facilitar desarrollos
tcnicos e investigaciones cientficas orientados a determinar las caractersticas ambientales
generales y los recursos naturales y bienes culturales significativos, con el fin de procurar que una
parte de las tierras de la Estancia, zona de los afluentes de altura del Arroyo del Rosario, se integrara
en el sistema provincial de reas naturales protegidas, como una reserva, segn la categora que
correspondiera de acuerdo con la realidad del ambiente y sus usos posibles, atendiendo las normas
y tipologas explicitadas en la legislacin provincial vigente.
Lima es un empresario dedicado a organizar viajes de turismo en contacto con la naturaleza
-ecoturismo-, remontando con cabalgaduras afluentes del Rosario hasta un cmodo refugio en la
confluencia de los arroyos de los Oscuros y Campos de Borbarn, base sta para iniciar travesas
prolongadas aguas arriba de estos cursos, pasando por el Portezuelo del Viento (unos 4000 msnm)
para, entre otras posibilidades, descender hacia el curso alto del ro Tunuyn y de all ascender por
los pasos de la Cordillera hacia Chile.
El refugio es asimismo punto de partida de caminatas y cabalgatas para vivenciar el paisaje
del sector, avistar cndores y guanacos, entre otros.
Sin duda el rea es propicia para esta actividad y el desarrollo turstico hasta el momento no
ha generado impacto ambiental significativo, por lo que nos pareci relevante colaborar en el
proyecto de proteccin y conservacin que, adems de la parte cultural que nos compete, se sustenta
principalmente en la natural que propende a la preservacin de una muestra representativa del
ecosistema alto-andino y de su biodiversidad, cuya responsabilidad de estudio corresponde a la Lic.
Julia Junquera, biloga de la provincia de Crdoba.
(1)
CONICET (UDA, INCIHUSA, CRICYT) UNCuyo (FFyL).
241
242
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Figura 1. El Centro-oeste de Argentina. Al sur del ro Tunuyn, se encuentra
aproximadamente el rea que incluye el sector con grabados rupestres del arroyo Campos Borbarn.
(El mapa base est tomado de Bruniard, 1999).
La labor nos interes adems porque nos permitira reconocer un sector de la geografa de
Mendoza apenas considerado, desde nuestra perspectiva. Esperbamos obtener de este modo
algunas respuestas arqueolgicas, principalmente en relacin al programa de investigaciones sobre
las poblaciones locales y la dominacin inka regional ya que nos encontramos desarrollando
estudios en el corredor andino del noroeste de Mendoza (entre las localidades de Las Cuevas y
Uspallata), en los valles de Uspallata y de Uco/Jaura, y en el noreste de Mendoza.
En este sentido, debemos recordar que, entre otra informacin disponible, un cronista de los
hechos del primer ingreso hispnico a Cuyo refiere que los inka habran alcanzado el ro Diamante
en su expansin; mientras que por otra parte, tambin reviste inters el hecho de que los senderos
de la cuenca del arroyo del Rosario permitan una relativamente fluida comunicacin con Chile,
como la citada por la cuenca alta del Tunuyn o bien la del sector de Laguna del Diamante, por el
Maipo u otros pasos. Situaciones estas ltimas que pueden referirse asimismo a pretritos contactos
trasandinos prehistricos, que involucran el perodo incaico y pocas anteriores (Figura 2).
243
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES...
Figura 2. Real de las lajas. Puesto de veranada para el manejo de caprinos.
Estancia Tierras Blancas, San Carlos, Mendoza.
Sobre objetivos explcitos competa por lo tanto el desarrollo metdico de la zonificacin y
de la planificacin del manejo integrado del rea destinada a reserva en Tierras Blancas.
En este marco fue de nuestra competencia arbitrar primero el inventario de bienes culturales
segn los diferentes ambientes, lo que hicimos parcialmente, mediante prospecciones, relevamientos,
sondeos arqueolgicos y anlisis de gabinete, entre otros, contando con la colaboracin de los Lics.
Mara J. Ots y Jorge Garca Llorca, la Prof. Nancy B. Gorriz y el Tcnico Luis A. Mller, y el auxilio
de laboratorios de radiocarbono para las dataciones absolutas.
LAS CAMPAAS Y EL REGISTRO ARQUEOLGICO
Hasta el presente realizamos cuatro campaas arqueolgicas: en noviembre de 2001, en abril
de 2002, en febrero y en marzo de 2003.
La prospeccin intensiva del rea, orientados en la primera campaa por E. Lima y el
baqueano Braulio Bracamonte, dados sus conocimientos del campo, nos permiti registrar en las
distintas vegas de altura y ligados a los diferentes cursos, puestos del manejo estacional del ganado,
caprino en especial, que adems de reflejar una actividad productiva muy antigua en la zona,
responden a una tipologa arquitectnica y acondicionamiento particular del espacio.
A lo anterior se suman otras expresiones concatenadas, como el grabado en la roca de fechas,
nombres propios, dibujos. Por ejemplo, hay grabados un and y un guanaco de grandes
dimensiones en la roca que serva de pared a un antiguo puesto, los que datan de 1925 (Figura 3)
y lo que parecen marcas de ganado, por lo que todo el conjunto adquiere relevancia y significado
especial. Esto es propicio para planificar la preservacin de un patrimonio conspicuo, a la vez que el
de la propia actividad pecuaria, en el marco de los objetivos de la reserva, no slo desde la perspectiva
del desarrollo ganadero tradicional sostenible sino de la propia del ecoturismo (Figura 4).
De acuerdo con los resultados de nuestra prospeccin, muchos de estos puestos (Real del
Corral de Molle, Real de Las Lajas, Real del Camino, entre otros) ofrecen tambin evidencias de
materiales arqueolgicos (de piedra, de cermica) propios de la presencia indgena prehistrica, lo
que suele ser habitual en estos ambientes, donde la ocupacin colonial y moderna se superpone a
244
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Figuras 4. Vista desde el norte de la formacin que alberga varios abrigos rocosos, entre ellos el Alero Ernesto
(a la izquierda, en la parte central de la imagen), sector por el que se abre paso el arroyo Campos Borbarn.
Figura 3. Grabado rupestre moderno (c. 1925) que representa un and y un guanaco. Se halla en la
margen derecha del arroyo Campos Borbarn, en el denominado Real de los campos, frente al sitio con
grabados rupestres prehistricos.
245
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES...
antiguos emplazamientos, principalmente sobre registros arqueolgicos pertinentes a las activida-
des de caza y recoleccin ligadas a los perodos climticos propicios y al desplazamiento estacional
de la fauna. Las piezas preferidas por el hombre, guanacos principalmente, avanzan sobre las vegas
de altura en primavera y verano.
En varias de las formaciones rocosas de la Cordillera Frontal, prximas a los puestos y cursos
de agua, hallamos adems abrigos y pequeas cuevas con indicios de presencia indgena prehispnica,
siendo especialmente significativos los que descubrimos en la margen derecha del arroyo Campos
Borbarn, a unos 2800 msnm (Figuras 4 y 5).
Figura 5. El Alero Ernesto, centro - izquierda de la imagen, y el paso entre
rocas del arroyo Campos Borbarn, centro de la fotografa. La formacin rocosa
de la margen izquierda del arroyo, en el centro de la imagen, es la que alberga
los grabados rupestres. En la fotografa el norte est a la derecha del observador.
Uno de los abrigos, excavado naturalmente en las tobas del lugar y al que denominamos Alero
Ernesto, es amplio (unos 30 x 6 m, y de 2 a 6 m de altura bajo techo) y registra profusin de
materiales prehistricos en superficie, correspondientes a fragmentos de vasijas cermicas,
decoradas o no, a instrumentos confeccionados en piedra (obsidiana, cuarcita, slices criptocristalinos
en general, entre otros) y que son puntas de proyectil, raspadores, raederas, perforadores, manos
de moler, entre otros (Figura 6).
Segn colegimos por sondeos estratigrficos que efectuamos nos han permitido reconocer
hasta ahora dos -o tres- componentes cermicos, de tipos considerados genricamente como Inka
- Viluco y Agrelo, culturas arqueolgicas prehistricas stas, propias de la Etapa agro-alfarera
regional, cuyos lapsos aproximados corresponderan a los siglos XV/XVI d. C. y V/XI d.C.
respectivamente (Figura 7).
Dos dataciones por carbono 14 relativas a esos componentes del Alero Ernesto parecen
confirmar lo antedicho, pues colocan el ms antiguo -hasta ahora- en el lapso de 1050 a 1280 aos
d.C. y el ms reciente en el de 1400 a 1620 aos d.C. (segn las correspondientes calibraciones de
los resultados, siendo los guarismos centrales de las dataciones: 1120 aos d.C. y 1490 d.C., con un
error estndar de 50 aos en ms o en menos). (Beta 162401 y Beta 162400, respectivamente).
Los datos precedentes anuncian las posibilidades del estudio arqueolgico sistemtico del
rea, en el marco de una posicin geogrfica y de una problemtica cultural complejas, a lo que se
246
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Figura 7. Trabajos de excavacin arqueolgica en el abrigo Alero Ernesto.
Figura 6. Materiales lticos y cermicos producto de las recolecciones superficiales y de la excavacin del
Alero Ernesto. Corresponden a dos componentes cermicos, c. 1100 y 1500 d.C., y probablemente a un
componente precermico.
247
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES...
suma la posibilidad de reconocer componentes arqueolgicos todava ms antiguos, incluso de la
Etapa precermica, como asimismo la posibilidad de establecer relaciones con culturas arqueol-
gicas trasandinas, de acuerdo con lo que el registro ya evidencia.
El rea reviste mucho inters desde la perspectiva arqueolgica, no slo por el desconoci-
miento que tenamos de ella, sino particularmente porque a su situacin geogrfica y ambiental
debemos sumar el hecho de hallarse en un sector que los datos histricos marcan como una especie
de zona de transicin entre grupos humanos con modos de vida diferentes en la poca del ingreso
hispnico, Huarpes y Puelches, sumando ms tarde los desplazamientos Pehuenches.
LOS GRABADOS RUPESTRES
El descubrimiento ms notable de nuestros trabajos, y de una significacin particular, fue que
reconociramos grabados indgenas en un paredn rocoso, a unos cientos de metros aguas arriba
del Alero Ernesto y luego de avanzar por las mrgenes del arroyo Borbarn, trasponiendo un sector
de estrechamiento rocoso por el que ste se abre paso (Figura 8).
Figura 8. Vista, hacia el noreste, de la formacin rocosa cuyo extenso paredn
contiene los paneles con grabados rupestres. Se aprecia el estrechamiento entre
rocas por el que fluye el arroyo Campos Borbarn. La formacin aislada del centro
de la imagen corresponde al puesto Real de los campos y sus paredes de toba
adems de algunos grabados prehistricos soportan las figuras modernas, algunas
de las cuales hemos ilustrado, y diversas modificaciones (hornacinas, etc.) de la
instalacin de pastores, fundamentalmente de la primera mitad del siglo XX.
La extensa pared de la formacin rocosa, con diverso grado de ptina marrn oscura en su
superficie, presenta varios sectores de sus ms de ciento cincuenta metros de extensin con
grabados indgenas, realizados con variadas tcnicas de las que sealamos el martilleo, percusin
que deja su impronta puntual en las superficies -piqueteado-, el arrastre de materia por raspado
o frotado que deja figuras lisas y tambin permite acanalados, y la incisin que deja lneas y tambin
surcos -tajos-. Cada tcnica, por supuesto, implica un utillaje y una intencin determinados.
248
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Numerosos petroglifos, figurativos antropomorfos y zoomorfos, y abstractos (motivos
curvilneos, entre otros), se distribuyen en distintos paneles, entre pocos centmetros y un par de
metros por encima del nivel del suelo, excepcin hecha de una figura antropomorfa central, ubicada
a unos cuatro metros de ese nivel base. Este nivel coincide en parte con el propio del arroyo, que
discurre al pie de los motivos, o bien pertenece a un sector en terraza de la misma margen izquierda
del exiguo curso, nivel que se eleva varios metros sobre el mismo y deja una superficie entre veinte
y cuarenta metros de ancho, desde el paredn hasta el talud (Figura 9).
Figura 9. Un sector de la pared con grabados rupestres sobre el arroyo Borbarn.
Vista hacia el este - noreste.
Los grabados se hallan en la pared sur de la formacin por lo que, segn la estacin del ao,
permanecen a la sombra la mayor parte del da.
Asimismo, se aprecia que existen superposiciones de los motivos y que stos, en algunos de
los paos o paneles, estn muy prximos al nivel del suelo o, incluso, parecen cubiertos en parte
por los sedimentos del mismo, lo que permite pensar que una parte de los grabados corresponde
a una poca en que el piso colindante se hallaba por debajo del actual. Por otra parte, se aprecian
diferencias en las ptinas relacionadas con los motivos, como para procurar contrastar, entre otros,
si indican diferencias cronolgicas.
En contraposicin con lo antedicho, otros grabados rupestres se encuentran en posicin que
permite relacionarlos con la labor de personas paradas sobre un nivel de suelo como el actual. El
caso del motivo a mayor altura es excepcional. Para su figuracin debi necesitarse algn medio
para lograr elevar a los responsables un par de metros sobre el nivel de piso (Figuras 9, 10 y 11).
No obstante esta ltima sugerencia, podra conjeturarse, que el nivel en terraza probablemen-
te fue continuo cuando se realizaron los grabados del sector ms occidental, particularmente el del
motivo que apreciamos a varios metros de altura, que representa una figura antropomorfa central,
repetida en la zona que an mantiene el talud, con la diferencia que en este caso, el diseo comienza
al ras del suelo.
Esto nos ha llamado la atencin, puesto que por debajo de la figura principal primeramente
mencionada existen otros grabados, desde aproximadamente un metro y hasta unos dos metros de
altura, contados desde el nivel de la estrecha superficie que tienen por suelo, a la orilla del curso
de agua, lo que permite considerar la posibilidad de modificaciones del terreno por importantes
249
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES...
Figura 10. Detalle de grabados en un sector del paredn sobre el arroyo Borbarn.
desplazamiento de sedimentos, cuya confirmacin sera til sin duda, principalmente por sus
alcances en las dataciones relativas.
De cualquier modo, un sondeo en la zona con talud, realizado abajo de la figura mencionada
en segundo trmino, mostr un depsito frtil al menos hasta un metro de profundidad, con
fragmentos de huesos de camlidos, quemados o no, carbn, algunos artefactos lticos y cermica
(comn, de superficie marrn oscura o negra, antiplstico de arena, mediano y grueso). Estos
materiales parecan diferenciarse en dos capas, entre 20/40 cm y 50/70 cm de profundidad, por lo
que avizoramos posibilidades de los estudios tipolgicos y cronolgicos, cuyos resultados quizs
puedan relacionarse con los grabados
Figura 11. Detalle de grabados en un sector del paredn sobre el arroyo Borbarn.
Se aprecian diferencias de ptinas y superposiciones de motivos.
250
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Como suele suceder en estos conjuntos de arte rupestre, se puede reconocer determinadas
asociaciones y composiciones de los motivos, as como el aprovechamiento, para situarlos y
grabarlos, de las particularidades del relieve y conformacin rocosa.
En las etapas de trabajo que hemos cumplido hasta el presente alcanzamos un grado
relativamente avanzado de prospeccin y relevamiento, es decir de registro, apoyados en gabinete
por el proceso informtico correspondiente, comenzando a desarrollar las etapas de anlisis
estilstico, de la asignacin cultural y cronolgica, para finalmente poder transitar, sobre determi-
nadas bases tericas y metodolgicas, el camino de la interpretacin.
Sobre la base de nuestros avances tcnicos podemos proponer ya que afrontamos manifes-
taciones de estilos y subestilos diversos, con vinculaciones andinas y patagnicas, estando
evidenciadas las primeramente sealadas por grabados bastante caractersticos del arte rupestre del
Centro oeste argentino. Estos son propios de sitios comprendidos desde el sur de La Rioja hasta
el norte de Mendoza y admiten paralelos notables con los propios del lado chileno (Norte chico y
parcialmente centro de Chile). Este es el caso de los motivos de mscaras, cabezas tiara,
aureoladas o cabezas mascariformes y el de las figuras antropomorfas que parecen personajes
enmascarados, empenachados, a los que se suman motivos de antropomorfos con diversos
atributos y motivos zoomorfos caractersticos, junto con los geomtricos, curvilneos, entre otros.
Algunos motivos del arroyo Borbarn se acercaran en su configuracin, a los signos
escudos caractersticos del arte rupestre del valle del ro Aconcagua en Chile, mientras que entre
otros, motivos labernticos, de rombos superpuestos siguiendo un eje vertical y de clepsidras,
pareceran referir vinculaciones con reas sureas (incluido el sector occidental, chileno, a esas
latitudes), ms bien de ndole patagnica.
A su vez, existen paralelos notables con sitios relativamente prximos, como es el caso de
las similitudes con motivos grabados en el Cerro Tunduqueral de Uspallata, sitio que hace unos
aos re estudiamos, protegimos y pusimos en valor de uso sostenible para el turismo cultural. Estas
figuraciones del Tunduqueral son adjudicadas a grupos humanos de la Etapa agro-alfarera
regional, concretamente a una poca de hace unos mil aos.
Asimismo, hallamos que algunos petroglifos del Borbarn guardan parecido con motivos
pintados en abrigos rocosos del alto ro Diamante, que fueran considerados semejantes a otros de
pictografas de sitios de La Pampa, mientras que sus hacedores se relacionaron con el nivel cultural
de cazadores recolectores.
Semejante conjuncin de estilos en el Arroyo Borbarn aporta sin duda al conocimiento del arte
rupestre de grabados en un rea donde prcticamente se los desconoca y para la que era posible
estimar que los hallazgos de este tipo indicaran al menos una dicotoma de vinculaciones,
particularmente de las consideradas genricamente de raigambres andinas y patagnicas (Figura 11).
Desde nuestro saber y experiencia profesional hemos explicado a los responsables de la
estancia y del emprendimiento empresario turstico el significado y valor patrimonial de los bienes
culturales que descubrimos, sealando la exposicin de los mismos a partir de este hecho y la
necesidad de su proteccin. Por otra parte, hemos indicado las posibilidades del manejo de tales
bienes no renovables en el plan general de la reserva, que debe ser institucionalizada, relacionn-
dolos con una actividad productiva sostenible, al servicio del turismo cultural.
A estos efectos, el rea que consideramos suma otras condiciones muy positivas, como es el
hecho de hallarse en una propiedad de acceso regulado y en una zona de la misma a la que no es
simple llegar.
Recibido: mayo 2003.
Aceptado: noviembre 2003.
251
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES...
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252
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
253
J. ROBERTO BRCENA NOTA SOBRE UN NUEVO SITIO CON GRABADOS RUPESTRES... ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
EVIDENCIAS PREHISPNICAS DE CUCURBITACEAS EN UN SITIO
ARQUEOLGICO EN LA PROVINCIA DE JUJUY (ARGENTINA)
Alejandra E.Wrschmidt
(*) 1
En esta nota se informa, documentando con fotos y descripciones, sobre el primer registro
arqueolgico en el pas, de este vegetal de uso tradicional en las regiones de Cuyo y del Noa. El
hallazgo, en la Quebrada de Humahuaca, contribuye a la teora sobre el origen sudamericano de
la especie y su expansin por el este de los Andes. Diversos aspectos considerados abren la
posibilidad de confirmar otros hallazgos en Argentina y pases andinos limtrofes. Destacando para
sto la necesidad de identificaciones botnicas precisas, las que son importantes como auxiliares
en investigaciones antropolgicas sobre pocas pre y poshispnicas.
C. ficifolia es una de las cinco especies de Cucurbita (gnero endmico americano, Familia
Cucurbitaceae) que se cultivan desde pocas prehispnicas. Han sido registradas en numerosos
sitios arqueolgicos de Amrica, pero cada especie en distribuciones geogrficas y antigedades
particulares. Se considera que las Cucurbita cultivadas suplan las necesidades nutricionales
bsicas de pueblos precolombinos, junto a maces (Zea mays) y porotos (Phaseolus spp). No
se conocen los ancestros silvestres a partir de los cuales fueron domesticadas, por lo que el origen
de cada una de ellas se interpreta, principalmente, por la ubicacin geogrfica y la antigedad de
los hallazgos arqueolgicos. C.ficifolia fue registrada desde Mxico a Per; los restos de mayor
antigedad (5000 aos AP) proceden de Huaca Prieta (Per) (Whitaker 1981). Existen dos teoras
sobre su lugar de origen, una postula a Mxico o Centroamrica, la otra postula a Sudamrica,
especficamente en los Andes (FAO 2003).
C ficifolia se diferencia de las dems especies de Cucurbita por ser la nica perenne,
desarrollarse a mayores altitudes (1000 a 3000 msnm), y presentar menos variaciones morfolgicas,
entre otras caractersticas. Se conoce con diversos nombres populares:chilacayoteen
Mxico,lacayoteen Per, etc., variando la forma de utilizacin de las diferentes partes comesti-
bles de la planta, tambin se preparan bebidas alcohlicas y sus frutos son almacenables.(FAO
2003). Utilizada en medicina popular y en ritual a los muertos.
Es conocida en Argentina como alcayota en Cuyo y cayote en el Noa, donde se la cultiva
tradicionalmente en huertas familiares de montaa y se elaboran postres con la pulpa fibrosa del
*Universidad Nacional de Tucumn
254
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
fruto maduro, importante elemento de la cocina folklrica regional. En algunos pueblos se
almacenan trozos deshidratados o pasas de cayote. Parodi (1966) consideraba que C. ficifolia
estaba vinculada a nuestra agricultura aborigen y que Su cultivo parece ser muy antiguo, pero
no hay seguridad de que lo hayan practicado los indios antes de la llegada de los espaoles.
(Parodi, 1966:33 y 35). Manifestando la sospecha de la presencia prehispnica de la especie y la
falta de pruebas que lo confirmen hasta esos momentos.
Es notable que muchos de los restos arqueolgicos de Cucurbita (Castro y Tarrag 1992; Gil
1997-1998) se hayan registrados con nombres que no definen la especie, como calabaza,
variedad de zapallo, cucurbita, etc, y sin presentar fotos o descripciones que documenten los
hallazgos. Por lo tanto, la ausencia de registros de Cucurbita ficifolia, no indica su ausencia entre
las evidencias registradas imprecisamente. Tambin es notable, aunque las evidencias arqueol-
gicas de plantas cultivadas no implican su cultivo local en pocas prehispnicas, considerar que C.
ficifolia se cultiva tradicionalmente en las proximidades de algunos de los sitios arqueolgicos,
mientras que las otras Cucurbita (C. mxima y C. moschata) esperables de identificar en los
hallazgos, requieren menor altitud y mayor humedad para su desarrollo,
EL HALLAZGO EN ARGENTINA
Las evidencias arqueolgicas de Cucurbita ficifolia encontradas en Argentina proceden del
Sitio arqueolgico Los Amarillos, ubicado a aproximadamente 3000 m snm en Tilcara, Jujuy.
Fueron recuperadas de estratos correspondientes al Perodo de Desarrollos Regionales II, Pre-inka
(1200 a 1420 d.C.). De acuerdo con Nielsen, com. pers. Son restos de cscaras de semillas
(cubiertas seminales) correspondientes a 53 unidades y algunos pequeos fragmentos. La identi-
ficacin se realiz por los caracteres exomorfolgicos, suficientes para la diferenciacin espec-
fica: las semillas son ovoides, planas, de 17 a 20 mm de largo x 10 a 12 mm de ancho, color marrn,
con reborde perifrico marcado, de igual tonalidad. (Fig. 1).
Figura 1. Semillas de Cucurbita ficifolia Bouch de la Quebrada de Humahuaca.
Lnea superior: arqueolgicas. Lnea inferior: actuales.
255
ALEJANDRA E. WRSCHMIDT EVIDENCIAS PREHISPNICAS DE CUCURBITACEAS EN UN SITIO...
CONSIDERACIONES FINALES
La informacin obtenida permite incorporar una nueva especie a la lista de vegetales
arqueolgicos de Argentina (cultivada, no perteneciente a la flora nativa, presente en pocas
preinkaicas e importante por sus variadas posibilidades de aprovechamiento) y evidenciar la
expansin prehispnica de la especie por el este de los Andes (Quebrada de Humahuaca),
contribuyendo a la teora sobre su centro de origen y domesticacin en Sudamrica. Adems,
supone su presencia en otros sitios de Argentina y otros pases del rea andina.
Es de destacar la importancia de las identificaciones botnicas a nivel de especie, no como
dato taxonmico aislado, sino como posibilidad de confirmar o descartar la presencia de C. ficifolia
en sitios con Cucurbita arqueolgicas. La precisin en las identificaciones es necesaria como ayuda
en la interpretacin de aspectos antropolgicos (rituales, alimentacin, movilidad e intercambio
material y cultural) y en investigaciones sobre el origen y expansin de especies domesticadas. En
este sentido seguimos a Whitaker cuando afirma que:
Identification of archeological Cucurbita at the species level might be useful as a marker
in tracing the migration of peoples in pre-Columbian times.In addition, archeological Cucurbita
could serve to indicate cultural contacts, and assist en the interpretation of prehistoric environments.
Thus, species of Cucurbita could become a useful tool in archeological research.
Even more important for present purposes, ethnobotanical studies can supply the applied
biologist with much information in his search for the origin and domestication of the Cucurbita.
Already, archeological studies have given direction and meaning to the search for new germ plasm
of this group of species.(Whitaker and Knight,1980) (Whitaker 1981: 466)).
Recibido: septiembre 2003.
Aceptado: noviembre 2003.
BIBLIOGRAFA
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256
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
257
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
EL SITIO CUEVA CACAO 1A.
1
:

HALLAZGOS, ESPACIO
Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN
LA PUNA MERIDIONAL (ca. 3000 AOS A.P.)
Daniel E. Olivera
(*)
Aixa S. Vidal
(**)
Lorena G. Grana
(**)
INTRODUCCIN
El estudio de objetos poco frecuentes en los sitios arqueolgicos, como los realizados con
materiales perecederos, constituye una importante fuente de informacin sobre distintos aspectos
de la vida cotidiana de los grupos prehistricos, no slo en las cuestiones vinculadas directamente
con la subsistencia sino tambin en lo relativo a la esfera social, al ritual y a las relaciones entre
grupos.
Las caractersticas de gran aridez, sedimentacin elica y difcil acceso del sitio Cueva Cacao
1A (Antofagasta de la Sierra, Provincia de Catamarca) permitieron la conservacin de un
importante registro de materiales orgnicos como cuero, calabaza, trenzas de cabello humano, etc.
Estos artefactos, al igual que la estructura de cista funeraria y las abundantes pinturas y grabados
rupestres de la cueva, podran estar indicando para ciertos momentos de ocupacin un uso no
cotidiano de la cueva.
Ciertos objetos hallados en Cueva Cacao 1A (CC1A) podran haber funcionado en el mbito
simblico-ritual, quizs a manera de ofrendas, de manera similar a otros hallazgos en esta misma
localidad arqueolgica, como los de Real Grande 9 y Quebrada Seca 3. Si bien no puede equipararse
en su carcter de ofrenda, el fardo funerario con ajuar, aparentemente trasladado, hallado en Punta
de la Pea 11A podra relacionarse con los anteriores en cuanto a su interpretacin dentro de la
esfera ritual (Aschero 1999, 2000; Prez de Micou y Ancibor 1994; Podest 1991).
Los casos mencionados corresponden a eventos de depositacin discretos ubicados en fondos
de cuevas o abrigos pequeos que podran estar asociados con un proceso de complejidad
manifestado para los momentos finales del Arcaico y principios del Formativo en la regin (ca.
3000 A.P.). A su vez, la diversidad de materias primas utilizadas en los objetos arqueolgicos
*
INAPL-CONICET y UBA - Proyecto Arqueolgico Antofagasta de la Sierra.
ISSN 0325-2221
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa XXVIII, 2003. Buenos Aires.
258
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
hallados en CC1A y los distintos orgenes de los mismos son indicadores de relaciones entre los
habitantes de esta regin de la Puna y los grupos de agricultores de valle y las poblaciones de la costa
del Pacfico.
Estos registros nos llevan a replantear algunos conceptos sobre los momentos agropastoriles
ms tempranos y postularlos como un proceso de alta complejidad social y tecnolgica. Asimismo,
estn implicando quizs una comprensin diferente de los grupos humanos en cuanto al uso del
espacio relacionado con las estrategias de manejo de los recursos en las diferentes ecozonas del
paisaje y, en cierta forma, con su sistema ideolgico.
LA REGIN DE ANTOFAGASTA DE LA SIERRA
El departamento de Antofagasta de la Sierra se ubica en el noroeste de la Provincia de
Catamarca (Figura 1), limitado al oeste por la lnea de frontera argentino-chilena; al norte y este
por la Provincia de Salta; al sur por la Cordillera de San Buenaventura; y al sudeste por la Sierra
de Laguna Blanca. La principal cuenca hidrogrfica endorreica corresponde al sistema de los ros
Calalaste-Toconquis-Punilla/Antofagasta y sus afluentes, dentro de los que se destacan los ros Las
Pitas y Miriguaca.
La regin es de extrema aridez (clima rido Andino Puneo) con precipitaciones de rgimen
estival (diciembre a marzo), aunque durante muchas temporadas no se presentan. La temperatura
media anual es de 9.5 C, con gran amplitud trmica diaria y estacional, y una baja presin
atmosfrica. Se producen heladas a lo largo de todo el ao, con mayor intensidad entre mayo y
agosto.
Figura 1. Ubicacin de los sitios mencionados en el texto.
UBICACION DE
ANTOFAGASTA
DE LA SIERRA
BOLIVIA
Trp. de Capricornio
CHILE
ARGENTINA
Antofagasta
de la Sierra
Referencias
PP11A: Punta de la Pea 11A; QS3: Quebrada Seca 3;
RG9: Real Grande 9.
PP11A
RG9
QS3
A
. Las Pitas
Cueva Cacao 1A
R
.

P
u
n
i
l
l
a
Los
Colorados
Antofagasta
de la Sierra
0 10 Km 5
259
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
La vegetacin se encuentra dentro del Dominio Andino, Provincia Punea, dominando la
estepa arbustiva y con presencia de estepa halfila, estepa herbcea y vegas (Cabrera 1976). La
fauna se caracteriza, fundamentalmente, por vicuas (Lama vicugna) y llamas (Lama glama),
roedores (Ctenomys sp., Lagidium sp., entre otros), carnvoros (puma, zorro) y aves, especialmente
el suri (Pterocnemia pennata) y numerosas especies de laguna. Si bien en la actualidad el guanaco
(Lama guanicoe) no se encuentra ms que aisladamente en reas de cordillera, es posible que en
el pasado su distribucin fuera ms extendida.
Como en toda la Puna, la distribucin de los recursos no es homognea distinguindose reas
de alta concentracin (zonas de concentracin de nutrientes, sensu Yacobaccio 1994) frente a
otras de recursos muy dispersos o directamente inexistentes. Son los microambientes de los fondos
de cuencas y quebradas protegidas los sectores donde los recursos naturales para la vida humana
adquieren mayor relevancia, aunque no debe descartarse que otros sectores hayan sido utilizados.
Dentro del rea de investigacin se pueden distinguir tres sectores con alta concentracin de
recursos. Las diferencias topogrficas y de oferta de recursos entre estos tres sectores estn
ntimamente relacionadas con la estructura y dinmica de los grupos humanos prehispnicos en la
microregin (Olivera y Podest 1993):
el fondo de cuenca que comprende el tramo final del curso inferior del ro Punilla y su
desembocadura en la laguna Antofagasta, con una altitud entre los 3.400 y 3.550 m.s.n.m. Es
el sector de la cuenca que mejores posibilidades ofrece para la prctica de la agricultura debido
a su topografa abierta y a su disponibilidad de agua. El pastoreo tambin se ve favorecido por
la amplitud de las vegas, acrecentadas actualmente por la prctica de regado.
los quebradas y sectores intermedios, entre los 3.550 y 3.900 m.s.n.m., se definen entre el
fondo de cuenca y las quebradas altas. Las unidades vegetacionales dominantes son las vegas,
el tolar y el campo. Las vegas se encuentran a lo largo del curso inferior y medio de los ros
tributarios (p.e., Las Pitas y Miriguaca) de rgimen permanente y semipermanente. Ms
alejadas se localizan las unidades de campo y tolar y la transicin al pajonal. Desde el punto de
vista econmico las vegas constituyen las zonas ms aptas para el pastoreo y la prctica de una
agricultura a pequea escala.
las quebradas altas se localizan ms all de los 3.900 y hasta aproximadamente los 4.700
m.s.n.m. Las vegas, prximas a los cursos de agua que corren en las profundidades de las
quebradas, permiten la prctica de pastoreo pero no son aptas para la agricultura. Tambin,
aparecen all camlidos y especies menores para caza. Cercanas a las quebradas se desarrollan
especies tpicas de la unidad de pajonal, entre las que se encuentran algunas utilizadas como
lea.
Finalmente, nos interesa destacar que la diversidad de mamferos de porte mediano es muy
baja. Los nicos ungulados silvestres presentes son la vicua y el guanaco - este ltimo
especialmente en el pasado - ya que la taruca (Hippocamelus antisensis) est ausente en la regin
por restricciones de habitat. Por lo tanto, dado su potencial de aprovechamiento econmico, los
camlidos constituyeron un recurso crtico durante todo el proceso evolutivo prehispnico.
EL SITIO CUEVA CACAO 1A
El sitio Cueva Cacao 1A (Figuras 1 y 2) se ubica en la localidad arqueolgica de Paicuqui,
unos 20 km al norte de Antofagasta de la Sierra, un sector del Ro Punilla en el que desemboca la
Quebrada de Curuto. Unos 4 km quebrada arriba, hacia la derecha, se encuentra una pequea
quebrada denominada Cacao, donde se encuentra el sitio.
Se trata de un sitio compuesto por aleros, con y sin arte rupestre, y estructuras diversas de
piedra, ubicado en el acantilado de un cerro, en el sector que se une con la quebrada de Curuto.
Dentro del sitio se reconocen dos sectores principales:
260
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
1A- alero superior con pinturas, grabados y estructuras asociadas;
1B- alero inferior, con escasas pinturas y estructuras.
En la excavacin se pusieron en evidencia diferentes niveles de ocupaciones. El inicial (Capa
I), de escasa potencia, corresponde a una arena muy friable. Luego, aparece un fuerte evento de
cenizas, Capa II, que incluye elementos culturales, por debajo del cual aparece la Capa III de
sedimento castao con importante registro vegetal. Debajo de la Capa III, aparecen unos 30 cm de
guano disgregado (Capa V) seguido por un sedimento castao ms friable.
Esta Capa V corresponde al Pleistoceno final (ca. 12.500-13.300 aos A.P.) y est bsica-
mente constituida por excrementos de megafauna e incluye fragmentos de hueso en proceso de
fosilizacin (megatherinos e Hippidion sp.) (Powell et al. 2003). No se han detectado an
evidencias de asociacin con actividades antrpicas y el hallazgo posiblemente corresponda al uso
de la cueva por parte de los antiguos animales hoy desaparecidos. Hacia el fondo de la cueva esta
capa desciende de manera bastante abrupta, originando una especie de hoyo que fue rellenado con
arena muy fina de depositacin elica. Una hiptesis probable que explicara esta distribucin y
la ausencia de vestigios de esta poca en el fondo de la cueva es que, debido a su tamao, los
animales que ocuparon la cueva no podan llegar a efectuar sus deposiciones all debido a la altura
del techo en este sector, lo que ocasion esa depresin que fuera luego rellenada con la arena por
depositacin natural.
Las capas superiores corresponden a los Perodos Agro-pastoriles y, posiblemente, a un
Arcaico Final, en particular en la base de la Capa III, que denominamos tentativamente Capa IV.
La ocupacin Arcaica estara en general limpiada por las ocupaciones posteriores, pero se
conservara dentro de ciertas pequeas depresiones, posiblemente estructuras de cavado artificial
bastante circulares, incluidas en el guano de la Capa V.
Figura 2. Detalle de la excavacin en Cueva Cacao 1A.
261
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
Durante la excavacin en la cueva se rescataron fragmentos de cermica ordinaria y gris
pulida, artefactos lticos, restos arqueobotnicos (man, maz, quinoa, chaar, algarrobo y otros an
en identificacin), restos arqueofaunsticos (especialmente de camlido, que incluyen material
seo, fibra y cuero) y elementos relacionados con la confeccin del arte rupestre (restos de
pigmentos, fragmentos de hisopos, morteros con pigmento). Se tomaron muestras de carbn y del
material orgnico del guano (Capa IV), para afinar aspectos cronolgicos. Los fechados disponi-
bles permiten ubicar las ocupaciones de las capas II a III entre ca. 1000 a 1400 aos A.P., mientras
que un fechado de 3.390110 aos radiocarbnicos podra corresponder a las ocupaciones
Arcaicas.
Debe destacarse que, excavada en la capa V, se ubic una estructura de depsito construida con
lajas y argamasa de arcilla amasada. Esta estructura presenta signos de relleno artificial posterior a
su uso y dos eventos de reutilizacin (marcados por sucesivos pisos de lajas unidas por arcilla de
colores y texturas diferentes). Adems, est sellada por la capa de cenizas antes mencionada, lo que
descarta su perturbacin en pocas modernas. Algunas piedras an calzadas sugieren que quizs las
estructuras de depsito fueran dos, pero en ese caso, una de ellas fue casi totalmente destruida por el
saqueo contemporneo y corresponde a las piedras encontradas en el lugar.
Asimismo, contra la pared oeste de la cueva y asociado a una lnea o muro de piedra de una
sola hilada exista una probable tumba, hoy saqueada. Se trata de una estructura de cista de forma
subelptica, realizada en piedras unidas con argamasa del mismo tipo que uno de los depsitos y
cuyas caractersticas la asocian a los perodos tardos de ocupacin. Debe tomarse en cuenta que
la tcnica de construccin de la tumba es coincidente con la del depsito antes mencionado, en cuyo
interior se hallaron restos de madera fechados por C14 en ca. 1.000 aos A.P.
Las pinturas y los grabados rupestres cubren prcticamente la totalidad de la superficie rocosa
de la cueva. Las representaciones y estilos son variados, asignables a distintos momentos de uso
del sitio, desde el Perodo Formativo en la regin (3000/3200-1500 A.P.) al de Desarrollos Regionales
e Inka (1100-465 A.P.), pero predominan las representaciones atribuibles a los Perodos Formativo
y Medio (3000-1100 A.P.), sin marcada separacin del espacio estilstico en cuanto a la cronologa.
Las figuras ms notorias de la cueva son las humanas de cuerpo entero, los camlidos, las mscaras
o rostros mascariformes y las figuras humanas con uncu (Aschero 1999, 2000).
MATERIALES ARQUEOLOGICOS DESTACABLES EN CC1A
El conjunto artefactual de nuestro inters est compuesto por un par de sandalias de cuero,
un sonajero de calabaza y dos trenzas de cabello humano cortadas intencionalmente. Se encontra-
ban depositadas en la matriz arenosa de acumulacin elica en el sector del fondo de la cueva. Las
sandalias y las trenzas estaban directamente incluidas en la arena, mientras que el sonajero estaba
inmediatamente por debajo de las mismas, adherido a una acumulacin consolidada de deposicio-
nes de roedores, vestigio de un antiguo nidal (en el lugar se rescataron los cuerpos momificados
de tres cras de Rodentia sp.).
Los tres objetos se encontraban en estrecha proximidad espacial, lo que haca presumir su
posible relacin contextual. El sonajero se encontraba por encima del nido, parcialmente incluido
en el guano de roedor firmemente adherido. Ello indicara que la perturbacin se debi posiblemen-
te a animales fosorferos que habran realizado su cueva con posterioridad a la depositacin del
sonajero, por debajo y alrededor del mismo. Las sandalias y las trenzas se encontraban algo ms
arriba y no habran sido afectadas por la actividad cavadora, aunque, lamentablemente, lo friable
de la matriz hace imposible establecer con exactitud la posicin y el recorrido de la/s cueva/s. Sin
embargo, la posicin vertical idntica de las sandalias y la inclusin dentro del guano del sonajero
hacen presumir, como dijimos, que fueron depositados previamente a la formalizacin del nido.
-Las sandalias (Figura 3) fueron confeccionadas en cuero de camlido. Analizadas bajo lupa
262
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
binocular de 20x se observan gran cantidad de tendones en la parte superior de la plantilla, una
morfologa caracterstica del cuero sin curtir.
Las sandalias halladas en Cueva Cacao 1A son de manufactura compleja. El cuero de la parte
inferior de las plantillas posiblemente provenga del sector del cogote del animal por su morfologa
y presenta canaletas convexas paralelas a lo largo del pie. Los cordeles que se unen en el empeine
pareceran ser de la misma zona del cuero del animal y estar cortados respetando la direccin de
las canaletas. An est bajo anlisis la posibilidad de que estas lneas se deban a las caractersticas
propias del cuero utilizado o de que se hubieran originado en el proceso de preparacin del mismo,
debido a que la sandalia presenta una mayor resistencia en esta zona acanalada que en la parte
superior de las plantillas, que es totalmente lisa.
Podemos sealar cierta lateralidad en las sandalias basndonos fundamentalmente en el
mnimo patrn de desgaste que presentan, debido a que no es posible identificar una diferencia
entre derecha/izquierda por la morfologa. Segn el patrn de desgaste, la sandalia A (SA) podra
pertenecer al pie derecho y la sandalia B (SB), al izquierdo. Ambas son muy uniformes en cuanto
a sus dimensiones: tienen un largo aproximado de 19 cm (SA 19 cm y SB 18,5 cm) con un ancho
mximo de 8,7 cm y un mnimo de 7,3 cm. El promedio del grosor de las plantillas es
aproximadamente 0,35 cm. Por las medidas obtenidas, diramos que las sandalias correspondan
a un pie de tamao pequeo aunque no es posible afirmar an si era de un nio o de un adulto.
Cada una de las sandalias est formada por una doble plantilla, que solamente abarca el
empeine. Este refuerzo tiene la forma de una medialuna ancha y su posicin est invertida con
respecto a la plantilla, o sea que en este caso es la parte superior la que presenta las acanaladuras.
Esta caracterstica podra estar dada para evitar el deslizamiento del pie. Adems, la doble plantilla
cumple la funcin de sujetar los cordeles a la suela.
El refuerzo y la plantilla estn perforados con dos tajos pequeos paralelos en cada lado, tanto
en el empeine como en el taln. Estos cortes estn bien centralizados y mantienen una misma
distancia entre el taln y el empeine en ambas sandalias. All es por donde pasan los cordeles para
sujetar el pie. El espacio que queda entre estas aberturas, medidas desde el corte exterior, es de 6,5
cm en el empeine y un poco menor en el taln.
Las tiras de ambas sandalias estn formadas por cuatro trozos de cuero que rodean el pie. Las
uniones de los mismos no presentan ningn nudo: las puntas estn superpuestas y atadas con
tendones. Por la presin con que estn unidos se podra decir que en el momento del armado, el
material estaba hmedo y una vez ya sujetos, al secarse, se contrajo, logrando as la presin
necesaria para poder caminar con el calzado.
En la SA se puede observar que el pasaje de los cordeles empez desde la izquierda del
empeine cruzando hacia el costado derecho del pie, pasando luego por atrs del taln y volviendo
a bajar por el costado del pie hasta cruzarse nuevamente en el empeine y terminar en el lado derecho
del pie.
En la SB se da una imagen especular de la SA: el cordel comienza en la derecha del empeine
cruzndose al lado izquierdo, pasando por el taln, bajando luego por el lado derecho y cruzando
nuevamente a la altura del empeine hacia la izquierda.
Ambas sandalias presentan algunas manchas color castao rojizo en la plantilla. Por medio
de la observacin con lupa binocular se pudo determinar que se trata de un polvillo que est
adherido superficialmente al cuero. No se descarta un origen post-depositacional o que se deban
al contacto con pigmentos, quizs incluso de los que se usaron para las pinturas rupestres que
cubren la pared de la cueva.
La nica decoracin evidente en las sandalias es la presencia en cada una de ellas de una
pluma rosada, posiblemente de suri (Pterocnemia pennata), en el empalme de los cordeles del
taln. Por la semejanza de las plumas, tanto en forma como en tamao y color, podramos pensar
en una seleccin intencional de las mismas.
263
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
En cuanto a las alteraciones visibles en el calzado, la SA tiene un agujero a la altura del taln,
cuyo dimetro es aproximadamente 2,2 cm. Su origen an no pudo ser determinado: quizs est
relacionado con el uso del calzado, pero nos parece ms probable que fuera una modificacin
posterior al uso o, incluso, efecto de algn agente post-depositacional debido a que el desgaste de
la plantilla externa en el resto de ambas sandalias es mnimo.
El resultado del fechado de carbono 14 por tcnica de AMS, realizado en un fragmento de
tira de cuero de la SA, indic su cronologa en 2870 40 A.P. (fecha corregida 2970 - UGA 9066),
ubicndola en un momento entre fines del Arcaico y principios del Formativo en esta regin.
Distintos autores mencionan el uso de este tipo de calzado. Para un caso etnogrfico, Boman
(1941 [1908]:151, 443) reporta el uso del cuero del cuello de llamas hembras para la confeccin
de sandalias y otras vestimentas. Esto se debe a que el cuero de los machos presenta muchas heridas
por las peleas sostenidas entre ellos. Para los cordeles es ms comn el uso de piel de las orejas,
debido a su mayor flexibilidad.
Tambin en las crnicas incaicas (Garcilazo de la Vega 1945 [1609], entre otros) es frecuente
la descripcin de sandalias o ushutas, algunas de ellas con caractersticas morfolgicas muy
similares a las encontradas en CC1A. Krapovickas (1958-9:97) seala en su resea del NOA el
hallazgo en el rea punea de sandalias (que l denomina ojotas) que podran corresponderse
morfolgicamente con las que estamos analizando, aunque no nos fue posible acceder a estos
materiales debido a la falta de datos sobre el depsito de los mismos.
El sonajero de calabaza, por su parte, (Figura 4) rene una gran cantidad de materiales de
distintas procedencias trabajados con suma destreza y abunda en detalles tecnolgicos y decora-
tivos.
Figura 3. Par de sandalias halladas en el sitio.
Figura 4. Detalle del sonajero.
264
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
El cuerpo del instrumento est formado por una calabaza (Lagenaria sp.) de color castao
rojizo de 83 mm de largo por 48 mm de dimetro mximo. Est decorada con distintas figuras
pirograbadas, algunas de las cuales se encuentran ocultas por las adherencias del deposito. Debido
a la naturaleza sumamente frgil de este material el proceso de limpieza requiri de mucho tiempo
y se llev a cabo con las mayores precauciones posibles, en especial por los restos de guano y arena
incrustados en la superficie de la calabaza.
Las figuras ms visibles se ubican en la zona central y podran describirse como dos cruces
simples de contornos curvilneos de distintos tamaos, casi opuestas en el cuerpo del instrumento
(Mercedes Podest, comunicacin personal). En la parte superior del cuerpo se nota una serie de
lneas ms cortas y gruesas, con surcos de poca profundidad que no parecen responder a ninguna
figura identificable.
La calabaza est perforada tanto en su parte superior como en la inferior para la introduccin
de los elementos idifonos en su interior y la sujecin de un mango. Llama la atencin el acabado
tipo pulido de las aberturas, su forma perfectamente redondeada y la similitud de sus dimetros (18
mm la superior y 19 mm la inferior).
Para la identificacin de los contenidos del sonajero se apel a tcnicas no destructivas. Los
anlisis de rayos X
2
efectuados (Figura 5) indicaron la presencia de alrededor de 30 semillas de
forma redondeada y un orificio central. Con posterioridad fue posible extraer algunas y constata-
mos que se trataba de semillas de color negro parduzco y un dimetro aproximado de 5 mm. Hasta
el momento slo contamos con una identificacin parcial, que la clasifica como Leguminosa, muy
posiblemente ajena a la Puna. Segn la botnica Leonor Cusato (comunicacin personal) no se
corresponde con ninguna variedad domstica existente en la actualidad debido a su gran tamao
y las caractersticas del apndice que la une a la chaucha. Las semillas presentan una perforacin
artificial que las atraviesa de lado a lado de manera similar a una cuenta.
Figura 5. Radiografa del interior del sonajero.
Cerrando el orificio superior de la calabaza se coloc una valva redondeada y pulida de
pelecpedo marino, con posible procedencia del ocano Pacfico (Dra. Stella Maris Martn,
comunicacin personal), con las costillas dorsales hacia el exterior. Por el centro de la cuenta de valva
pasa un tiento de cuero que termina en el otro extremo del instrumento, tras formar el eje del mango.
En la parte externa de la calabaza, el tiento est recubierto de un velln blanco de lana de camlido
que tapona las aberturas del fruto y otorga grosor al mango. El mango es un poco ms corto que la
calabaza (63 mm de largo) y est formado por un eje de cuero recubierto de velln
3
y terminado con
varias capas de trenzas de cabello humano de menos de medio centmetro de grosor.
Dos trenzas de pelo humano, de color negro, cuidadosamente cortadas con un instrumento
de buen filo a un largo de 18 y 12 cm completan el hallazgo. Desconocemos el sexo del individuo
o su edad, pero un fechado realizado a una de ellas arroj 3000 80 A.P. (fecha corregida 3090
- UGA 8627). El valor del istopo del C13 fue de -19.42 .05, lo que podra relacionarse con una
dieta rica en protenas crnicas.
265
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
OTROS REGISTROS RELACIONADOS CON CC1A: QS3, RG9 y PP11A
Existen en la microregin de Antofagasta de la Sierra, hasta el momento, otros tres sitios con
hallazgos que por sus caractersticas depositacionales y cronolgicas parecen guardar algn tipo
de relacin con Cueva Cacao 1A (Figura 6).
SITIO FECHADO C 14 HALLAZGO
Cueva Cacao 1A 3000 80 A.P. (cabello) Trenzas de cabello humano
2870 40 A.P. (cuero) Sandalias de cuero
Sonajero de calabaza
Real Grande 9 NO POSEE Cestera
Plumas de falcnido
Madera (astiles?)
Quebrada Seca 3 2480 60 A.P. (carbn) Cestera
4510 100 A.P. (gramneas) Fardo funerario (nonato)
Punta de la Pea 3210 50 A.P. (hueso humano) Fardo funerario (neonato)
11A 3630 150 A.P. (gramneas)
Figura 6. Cronologa de los sitios mencionados.
La localidad arqueolgica de Real Grande (a 4.000 m.s.n.m.), correspondiente al curso
medio del Ro Las Pitas, ofrece un importante registro asociado especialmente a ocupaciones
agropastoriles tempranas y tardas. Estas poblaciones aprovecharon una serie de aleros y cuevas
para instalar lo que se ha podido identificar como sitios de ocupacin no permanente relacionados
con actividades de caza y pastoreo de altura y asociados con el aprovechamiento de la importante
vega con pastura permanente. Adems, se ubic el sitio Real Grande 3 (RG3) con arte rupestre
pintado que estilsticamente se puede identificar principalmente con los grupos agropastoriles del
Formativo regional (Olivera y Podest 1993).
Al pie de la pared de tobas utilizada como soporte de las pinturas del sitio RG3 y distanciada
tan slo unos pocos metros aguas arriba, se ubic una estructura en oquedad correspondiente a un
episodio de depositacin restringido denominada RG9. Prcticamente a nivel superficial se hall
un fragmento de cesta asociado a restos vegetales (astiles?) y plumas de falcnido dispuestas
alrededor. Por encima haba un gran bloque que cubra el depsito (Olivera 1991; Olivera y Podest
1993; Prez de Micou y Ancibor 1994).
Un hallazgo semejante, consistente en una cesta completa, se produjo en la lente 1X (capa
0) de la estratigrafa del sitio Quebrada Seca 3 (QS3), cuyas ocupaciones corresponden en su
mayora al proceso precermico en la regin (Aschero et al. 1991). La Quebrada Seca es subsidiaria
a la del Ro Las Pitas por la derecha y a la altura del sitio se torna casi paralela a Real Grande, de
la que la separan unos 5 km.
La cesta hallada mide 320 mm de dimetro mximo por 80 mm de alto, presentando motivos
almenados rojos y negros alternados y concntricos. El ejemplar posee, en la parte exterior, una
porcin quemada que no llega a atravesar el tejido hasta el interior (Prez de Micou y Ancibor
1994). La cesta podra corresponder, por sus caractersticas estilstico-tcnicas, a un momento
agropastoril temprano y presenta similitudes de diseo con materiales del cementerio Tarapac 40,
en el Norte de Chile (Muoz 1989:120, fig. 6). La capa 2A de QS3 fue fechada en 2480 + 60 A.P.,
en material orgnico de una lente de ocupacin por debajo de la Lente 1X. Es preciso agregar que
266
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
en la Capa 2b2 de QS3 se produjo el hallazgo de un enterratorio de un feto humano en un fardo
funerario constituido por un envoltorio de cuero de camlido (de 35 x 25 cm) atado con un cordel
de lana. Sobre gramneas asociadas al fardo se obtuvo un fechado por C14 de 4510 + 100 AP (Beta-
27801) (Aschero et al. 1991).
Los restos de Punta de la Pea PP11A se hallaron en una oquedad natural de 83 cm de ancho
por 50 cm de altura y 76 cm de profundidad en Punta de la Pea (3.650 m.s.n.m.), cerca de la cumbre
del faralln de ignimbritas y prxima a otros sitios agropastoriles tempranos y tardos como PP 4
y PP 9.
El registro obtenido consisti en un par de cestas, una de ellas decorada, que cubran un fardo
funerario compuesto por una envoltura doble de cuero. Dentro del mismo se hallaba el cuerpo
momificado de un beb, cuya cabeza estaba cubierta por cestas ms pequeas. El fardo apoyaba
sobre una lonja de cuero, que yaca sobre una camada de paja dispuesta en haces paralelos a la
abertura de la oquedad, envolviendo el conjunto. La orientacin del conjunto era E-O, paralela a
la abertura de la oquedad, y la cabeza del prvulo ubicada hacia el S. El fardo y las cestas estaban
en buenas condiciones de preservacin. El sedimento observado era muy escaso, y corresponda
al mismo tipo de roca que constituye el faralln (Aschero et al. 1999).
Los anlisis de Rx realizados por Aschero et al. (1999) revelaron el cuerpo de un prvulo
totalmente articulado que portaba un pectoral con perforaciones en la porcin superior. El cuerpo
estaba recostado sobre su mitad derecha, con las piernas flexionadas a 60 y el brazo derecho a 120.
Las tomografas computadas mostraron restos de duramadre deshidratados y tejido pulmonar que
permiti determinar que la edad del prvulo corresponde a un individuo de hasta tres meses de vida.
La cabeza estaba cubierta por dos cestas, una dentro de la otra, confeccionada con la tcnica espiral
cerrada y recubiertas por ambos lados con una sustancia amarillenta.
El pectoral estaba sostenido por tiras de cuero pasadas a travs de las perforaciones y
anudadas que se extendan desde el cuello hasta el pubis. Adems, el cuello del beb estaba rodeado
por tiras enroscadas de tiento formando un moo en la parte posterior del lazo izquierdo. Se
determin que el pectoral era una valva de Anodontites trapeziales (molusco de ambientes fluviales
y lagunas permanentes), rebajada en sus contornos y con el periostraco totalmente eliminado
(Aschero et al. 1999).
Se obtuvieron dos fechados de carbono 14, uno de la camada de paja sobre la cual yaca el
fardo, que indica 3630 + 150 A.P (3680 - UGA 7977), y otro de una muestra de hueso humano, que
dio 3210 + 50 A.P. (fechado por AMS - UGA 8355) (Aschero et al. 1999). Estos fechados
relacionan el hallazgo con los momentos finales del Arcaico y los comienzos del proceso
agropastoril temprano y lo aproximan concretamente a los otros eventos considerados.
CONSIDERACIONES FINALES
Las caractersticas de los instrumentos hallados en Cueva Cacao 1A dan lugar a numerosas
observaciones. Una de ellas se remite a las variadas capacidades tcnicas de que se dispona en
momentos transicionales entre los finales del denominado Perodo Arcaico y los comienzos del
Formativo. Prueba de ello se encuentra en el extremo cuidado prestado a las aberturas practicadas
en la calabaza y su vaciado as como en el trenzado del cabello
Por otro lado, los diversos lugares vinculados a travs de los materiales utilizados para lograr
los artefactos nos estaran indicando una compleja red de interacciones entre grupos ubicados en
distintas regiones geogrficas: grupos agrcolas, comunidades pastoriles y grupos que aprovechan
el litoral martimo. Su posible origen transandino reforzara la propuesta de vinculaciones de los
grupos de la Puna argentina con aquellos que habitaban el Norte de Chile y, ms al oeste, la costa
Pacfica (Olivera 1991; Aschero 2000). No es posible an determinar si la valva que obtura el
sonajero lleg a la zona de Antofagasta de la Sierra como materia prima, cuenta aislada o
267
DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
directamente en el sonajero, pero su procedencia es un indicador ms de las relaciones entre estas
zonas.
Una tercera observacin podra hacerse sobre los aspectos decorativos del sonajero. No
trataremos aqu cuestiones estilsticas, que requeriran de un estudio detallado y mereceran un
trabajo en s mismas. Basta sealar que los motivos identificados hasta el presente coinciden con
algunos de los que se ven en el arte rupestre de la pared de la cueva, concretamente las cruces de
bordes curvilneos. Esta observacin presenta algunas dificultades debido a los distintos momentos
en que supuestamente se realizaron las actividades.
En cuanto a la funcin que cumplira este artefacto, formalmente y considerado como objeto
aislado, podramos definirlo como un instrumento idifono. Sin embargo, su contexto indicara que
cumpli, al menos en su ltima participacin dentro del contexto sistmico de depositacin, un
papel dentro de la esfera ritual. Adems, no hay que dejar de lado que, pese a que este artefacto pudo
haber sido utilizado en un contexto domstico habitual, su tratamiento diferencial tanto en lo
decorativo como en lo tecnolgico le atribuyen un enorme valor agregado que lo diferencian de
otros hallazgos.
Parece probable, tomando en cuenta los fechados de C14, que tanto el sonajero como las
trenzas (3000 80 A.P.) y las sandalias (2870 40 A.P) hayan sido depositadas en conjunto durante
un nico evento, muy posiblemente de caractersticas rituales. Los hallazgos en RG9 (cesta
rodeada de plumas y acompaada de posibles astiles) y QS3 (cesta entera en fondo de la cueva) as
como los aspectos rituales del enterratorio de PP11A podran entrar dentro de este tipo de eventos.
Todos ellos parecen corresponder a situaciones de depositacin en un nico evento en
ubicaciones espaciales discretas que utilizaron oquedades o fondos de cueva. Podramos, entonces,
plantear las siguientes hiptesis:
a- Se trata, de sitios o sectores probablemente no residenciales al momento del evento: fondo
de cueva, oquedades o fisuras, ubicadas en los cursos medios y superiores de las quebradas laterales
de la cuenca.
b- Son eventos aislados y discretos de depositacin, que no necesariamente se condicen con
el uso habitual del lugar. Se presume que la baja visibilidad constituye un hecho intencional.
c- No existencia de estructuras de piedra habitacionales para el momento considerado.
d- Presencia en el registro mobiliar de artefactos que, cumplieran o no funciones domsticas,
presentan una alta inversin en materias primas, tiempo y habilidad tcnica. Algunas materias
primas son exticas para la regin (valvas del Pacfico, calabaza de los valles mesotermales).
e- En todos los casos, estas ofrendas aparecen asociadas o cercanas a sitios con evidencia de
otro tipo de actividades y de diferentes momentos cronolgicos:
CC1A: Pinturas rupestres, depsitos, tumba en cista, actividades residenciales?.
QS3: Puesto de caza y pastoreo de altura y pinturas rupestres (sitios QS 1 y 2).
RG9: Pinturas rupestres (sitio RG3) y puestos de caza y pastoreo de altura (sitios RG1 y RG6).
PP11A: Pinturas rupestres, parapetos y sitios residenciales (por ejemplo, sitios PP4 y PP9)
Todos los sitios se encuentran relacionados con aguadas, zonas aptas para la caza de animales
y aprovechamiento de pasturas y lea.
Podemos agregar que el fardo funerario de PP11A posee las mismas caractersticas estruc-
turales de depositacin y un interesante ajuar que incluye cestera. Esta prctica de enterratorio en
aleros o cuevas de infantes puede poseer un antecedente en el entierro de un feto en QS3, tambin
envuelto en cuero. En el caso de PP11A parece claro que el fardo fue trasladado desde otro lugar
para ser luego depositado en su sitio definitivo.
El antecedente de traslado de cuerpos o partes de los mismos parece haber sido una prctica
antigua en los Andes Centro-Sur, como lo atestigua la Tradicin Chinchorro del Norte de Chile.
Es de destacar que a partir de los 4000 aos A.P. la momificacin artificial se practica especialmen-
te en lactantes y nios y las ofrendas son mayores incluyendo cestera decorada (Rivera 1995;
Yacobaccio 2001).
268
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Un hallazgo destacable es el de una cabeza humana aislada de un individuo femenino adulto,
en el sitio Morro del Cinego Chico, en Susques, Jujuy (Yacobaccio 2000). La cabeza, que se
encontraba en una oquedad depositada sobre una camada de gramneas y cubierta por ramas de tola,
posea una peluca con trenzas sostenida por cordeles de fibra vegetal y se envolva en un gorro y
una bolsa tejidas confeccionadas en lana de vicua y llama. El promedio de los fechados de C14
ubican el hallazgo alrededor de los 2600 aos A.P.
Yacobaccio (2001) destaca que evidencias como las apuntadas -a las que se suman otras de
la Puna de Jujuy, como los entierros humanos complejos de Inca Cueva 4 (ca. 5300/5200 A.P.),
el conjunto de artefactos destacados de Inca Cueva 7 (ca. 4000/4100 A.P.) y el entierro con rico
ajuar de la Capa E2 de Huachichocana III (ca. 3400 A.P.)- son indicadores de un proceso de
creciente complejidad social entre los grupos cazadores de la Puna de Atacama, lo cual se vera
reforzado por las evidencias de sitios del Norte de Chile como Tuln 52 y Puripica 1 (Nuez 1981,
1992). Dentro de este proceso se verificaran cambios importantes en las estrategias de movilidad
(mayor grado de sedentarizacin) y en la economa (domesticacin de los camlidos).
Es interesante destacar que en todos los casos apuntados son evidentes las relaciones
interregionales manifestadas a travs de materias primas que provienen de la costa del Pacfico, de
los valles mesotermales y de los lejanos bosque orientales.
A partir de las evidencias examinadas, podemos concluir que los hallazgos de Antofagasta
de la Sierra deben enmarcarse en una escala ms amplia que podra relacionarse con el proceso de
creciente complejidad de los grupos de cazadores-recolectores tardos en los Andes Centro Sur y
que derivar en los primeros grupos pastoriles con agricultura.
El caso puntual de CC1A pertenece con alta probabilidad a un contexto pastoril temprano,
con importante participacin de la caza y la recoleccin en la subsistencia y an moderada
participacin de los cultgenos domesticados. Este momento sera previo quizs a las primeras
aldeas (p.e., Casa Chavez Montculos, ca. 2300/2400 aos A.P.) (Olivera 1991). As, se ubicara
en la fase final del mencionado proceso de complejizacin de las sociedades del Arcaico Tardo
al que alude Yacobaccio (2001).
Los hallazgos de eventos de aparente significacin ritual en cuevas y oquedades en una
cronologa tentativa de los 3500 a los 2500 aos A.P. parecera ser, siguiendo a Yacobaccio (2001),
la culminacin de un proceso iniciado mucho tiempo antes en grupos de cazadores complejos y que
implica probables modificaciones en la concepcin del espacio por parte de los tempranos pastores.
Estos cambios relacionan ntimamente la esfera econmica de subsistencia con las concepciones
ideolgico-simblicas de ese espacio por parte del grupo, que se materializa en rituales recurrentes
que tienen por escenario ciertos sectores ecolgicos y determinados accidentes naturales incluidos
en o espacialmente cercanos a puestos de caza y/o pastoreo en sectores medios y altos de los cursos
de las quebradas tributarias al fondo de cuenca.
El no haber an registrado hallazgos similares en los sectores bajos del fondo de cuenca puede
deberse a un sesgo de muestreo, pero tambin puede corresponderse con la hiptesis de una
interpretacin diferente de estos espacios por parte de los grupos humanos.
Es prematuro an, con los elementos que contamos, avanzar en una interpretacin profunda
de los cambios sugeridos y su significado, as como tambin determinar cundo se inician.
Recibido: septiembre 2002.
Aceptado: septiembre 2004.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a las autoridades del XIV Congreso Nacional de Arqueologa Argentina y a los
coordinadores del Simposio Desarrollo de las sociedades agropastoriles anteriores al 1000 A.D. en el rea
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DANIEL E. OLIVERA Y OTROS HALLAZGOS, ESPACIO Y PROCESO DE COMPLEJIDAD EN LA PUNA MERIDIONAL...
centro-sur andina (Captulo III), Dres. V. Nez Regueiro, M. Tartusi y M.C. Semp, por permitirnos
presentar all una versin preliminar de este trabajo. Tambin a las Lics. Mercedes Podest, Mara Gloria
Colageri y Marisa Lpez que aportaron datos valiosos para esta discusin. La malacloga Dra. Stella Maris
Martn (Zoologa de Invertebrados, Museo Nacional de Ciencias Naturales de La Plata) identific las valvas
de CC1A y la botnica Leonor Cusato (Administracin de Parques Nacionales) analiz las materias primas
vegetales del sonajero. El Dr. Grana realiz las placas radiogrficas del sonajero. Las investigaciones en
Cueva Cacao 1A fueron realizadas con el aporte de estudiantes de la Universidades Nacionales de Buenos
Aires y Tucumn, bajo la direccin del Lic. Carlos Aschero y del Dr. Daniel Olivera. La Agencia Nacional
de Promocin Cientfica y Tecnolgica (FONDCYT), el Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y
Tcnicas (CONICET) y el Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano (Secretara de
Cultura de la Nacin) proveyeron el soporte financiero de las investigaciones. A todos ellos nuestro
agradecimiento.
NOTAS
1
Una versin inicial de este trabajo con el ttulo Cueva Cacao 1A: Espacio y ritual en la puna meridional
hacia los 3.000 aos A.P. fue presentada en el Simposio Desarrollo de las sociedades agropastoriles
anteriores al 1000 A.D. en el rea centro-sur andina (Captulo III) del XIV Congreso Nacional de
Arqueologa Argentina (Rosario, 17 al 21 de septiembre de 2001).
2
Las placas radiogrficas del sonajero fueron realizadas con tcnicas odontolgicas porque de acuerdo al
Dr. Grana se obtendra una mejor resolucin de las mismas.
3
Las fibras que componen el mango estn siendo estudiadas por la Dra. Mara del Carmen Reigadas, pero
una observacin inicial parecera indicar que se trata de fibra de llama.
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NDICE ACUMULADO
RELACIONES
DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA
TOMOS XXV-XXVIII
(2000-2003)
La presente edicin del ndice acumulado de Relaciones fue realizada por Claudia Marina
Peleteiro. Se presenta un cuerpo bibliogrfico central ordenado alfabticamente, con su nmero
correlativo de asiento. Lo acompaan tres ndices para facilitar la recuperacin de la informa-
cin: uno de coautores, otro de localizacin geogrfica subdividido por disciplina y por ltimos
un ndice temtico organizado por palabras clave.
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campos agrcolas arqueolgicos de la puna argentina. Tomo XXV (2000) : 99-118 ; mapas,
planos, fotos, tablas.
514
Tola, Florencia. Ser madre en un campo nuevo: transformaciones tobas de la gestacin. Tomo
XXVI (2001) : 57-71 ; ilustraciones.
515
Valverde, Federico. Anlisis de los desechos lticos de la ocupacin inicial del sitio Cueva Tixi
(provincia de Buenos Aires): cadena operativa de produccin y tcnicas de talla tempranas.
Tomo XXVIII (2003) : 185-202 ; tablas, grficos.
516
Villar, Daniel y Juan Francisco Jimnez. Para servirse de ellos: cautiverio, ventas a la
usanza del pays y rescate de indios en las pampas y araucana (siglos XVII-XIX). Tomo
XXVI (2001) : 31-55.
517
Wright, Pablo. El Chaco en Buenos Aires: entre la identidad y el desplazamiento. Tomo XXVI
(2001) : 96-106.
518
Wrschmidt, Alejandra E. Evidencias prehispnicas de Cucurbitaceas en un sitio arqueolgico
de la provincia de Jujuy (Argentina). Tomo XXVIII (2003) : 253-255 ; foto.
280
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
519
Zagorodny, Nora, Balesta Brbara, Patricia Zalba y Martn Morosi. La confeccin de
pigmentos en la produccin de cermica arqueolgica (La Aguada, Catamarca, Argentina).
Tomo XXVII (2002) : 177-192 ; fotos, planos, tablas.
520
Zanolli, Carlos. Los chichas como mitimaes del inca. Tomo XXVIII (2003) : 45-60 ; mapa.
521
Zarankin, Andrs. Resea de Pr-Histria do Brasil, As origens do homem brasileiro; O Brasil
antes de Cabral; Descobertas arqueologicas recentes de Pedro Pablo Funari y Francisco
Noelli. Tomo XXVII (2002) : 418-419.
281
C. M. PELETEIRO INDICE ACUMULADO. TOMOS N XXV-XXVIII (2000-2003)
NDICE DE COAUTORES
Andolfo, Mara 447
Angiorama, Carlos I. 511
Balbi, Fernando 444
Baldini, Marta I. 508
Balesta, Brbara 519
Barrientos, Gustavo 480
Bern, Mnica 433
Bianchi Villelli, Marcia 509
Bonomo, Mariano 481
Borrero, Luis A. 473
Bugliani, M. Fabiana 505
Buscaglia, Silvana 509
Campn, Patricia A. 437
Cruz, Isabel 459
De Feo, Carlos 435
Del Papa, Mariano C. 440
Elkin, Dolores 459, 496
Figuerero Torres, Mara Jos 482
Frre, Magdalena 470
Gobbo, J. Diego 500,501
Grana, Lorena G. 488
Gurieb, Gabriela 504
Iturriza, Rubn 500, 501
Izeta, Andrs E. 505
Jimnez, Juan Francisco 516
Lagiglia, Hctor 456
Lanza, Matilde 452
Lasa, Adriana 427
Lazzari, Marisa 505
Lpez, Mariana 466
Mansur, Mara Estela 427
Manzi, Liliana 437
March, Ramiro 481
Marschoff, Mara 509
Martnez, Jorge 432
Martnez, Leticia 505
Montes, Victoria 500, 501
Moreno, Julin E. 447
Morosi, Martn 519
Muoz, Andrs Sebastin 473
282
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
Neme, Gustavo 456
Novellino, Paula 453
Oliva, Fernando 440
Olivera, Daniel E. 513
Orgz, Martn 502
Panarello, Hctor 460
Pereyra Domingorena, Lucas 505
Prez de Micou, Cecilia 497, 498, 499
Piana, Ernesto Luis 489, 490
Pl, Rita 502
Podest, Mara Mercedes 504
Politis, Gustavo 481
Radovich, Juan Carlos 434
Ramos, Rodrigo 504
R, Anah 504
Rolandi, Diana 465, 466
Roldn, Mara F. 443
Rosato, Ana Mara 444
Rotondaro, Rodolfo 504
Sanhuesa, Lorena 456
Sol, Patricia 470
Soprano, Germn 472
Valeri, Laura 466
Varela, Hctor 451
Vidal, Aixa S. 488
Zagorodny, Nora 436
Zalba, Patricia 519
Zubimendi, Miguel A. 447
283
C. M. PELETEIRO INDICE ACUMULADO. TOMOS N XXV-XXVIII (2000-2003)
NDICE DE LOCALIZACIN GEOGRFICA
NOROESTE
Antropologa Social 451, 465, 466
Arqueologa 432, 435, 436, 446, 449, 452, 454, 456, 461, 464, 469, 477,
485, 490, 495, 500, 501, 502, 504, 505, 508, 511, 513, 518,
519.
Etnografa 465, 466, 513
Etnohistoria 485, 520
Folklore 465
NORDESTE
Antropologa biolgica 507
Antropologa social 444
Etnografa 493, 510
Etnohistoria 514, 517
CENTRO-CUYO
Arqueologa 439, 443, 445
Etnografa 450, 455, 467
Etnohistoria 455
PAMPA
Antropologa biolgica 433, 478, 479, 492
Antropologa social 462, 463, 472, 484
Arqueologa 426, 440, 462, 470, 480, 481,482, 512, 515
Etnohistoria 440, 516, 517, 514, 441
PATAGONIA
Antropologa biolgica 453, 473
Arqueologa 427, 429, 437, 447, 457, 460, 458, 459, 473, 487 489, 490,
509
Etnografa 448, 510
Etnohistoria 441, 448, 510
284
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
285
C. M. PELETEIRO INDICE ACUMULADO. TOMOS N XXV-XXVIII (2000-2003)
NDICE TEMTICO
ACTIVACIN NEUTRNICA 502
ADAPTACIONES ISLERAS 444, 489, 490
ADAPTACIONES MARTIMAS 427, 447
AGREGACIN 475
AGRICULTURA 443, 466, 513
AGUADA 508
ANLISIS ARTEFACTUAL 509
ANLISIS CERMICO 456
ANLISIS DE CORTE DELGADO 470
ANLISIS DE GNERO 441
ANLISIS DEL DISCURSO 441, 444, 465, 483
ANLISIS FUNCIONAL 427
ANLISIS ISOTPICO 453, 458
ANLISIS LTICO 437, 481, 487
ANTROPOBROMETRA 453
ANTROPOLOGA BIOLGICA 433, 451, 453, 473, 478, 479, 492, 507, 512
ANTROPOLOGA DE GNERO 514
ANTROPOLOGA MDICA 514
ANTROPOLOGA SOCIAL 444, 451, 462, 463, 465, 466, 472, 484
ANIKENK 510
ARAUCANOS 516
ARQUEOFAUNA 426, 432, 437, 460
ARQUEOLOGA 426, 427, 429, 432, 435, 436, 437, 439, 440,
445, 446, 447, 449, 452, 454, 455, 456, 457,458,
459, 460, 461, 462, 464, 469, 470, 475, 477,
480, 481, 482, 485, 489, 490, 495, 501, 504,
505, 506, 508, 509, 511, 512, 513, 515, 518,
519, 520
ARQUEOLOGA DE RESCATE 437, 453
ARQUEOLOGIA EXPERIMENTAL 428, 429
ARQUEOLOGA HISTRICA 467, 509
ARQUEOLOGA MICRORREGIONAL 481
ARQUITECTURA DOMSTICA 511
ARTE RUPESTRE 439, 452, 459, 476, 504
ARTE TEHUELCHE 448
ARTEFACTOS 446, 509
ARTEFACTOS CERMICOS 453, 456, 485, 505, 509
ARTEFACTOS LTICOS 432, 453, 459, 481, 487, 505, 505
286
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
ARTEFACTOS SEOS 426
ARTESANOS 446
AUCAS 441
BIBLIOTECAS 450
BIENES MANUFACTURADOS 516
BIOANTROPOLOGA 458, 479
BIOARQUEOLOGA 433, 478, 479, 480, 482, 492, 507
BRUJOS 455
CADENAS OPERATIVAS 429
CALZADO 461, 488
CAPAS PINTADAS 448
CAUTIVOS 516
CAZADORES-RECOLECTORES 429, 432, 433, 440, 443, 454, 470, 475, 477,
478, 480, 507
CELEBRACIONES 465
CEMENTERIOS 508
CERMICA 429, 453, 456, 502, 505, 519
CEREMONIALISMO 488
CEREMONIAS 493
CLASIFICACION ORGANOLOGICA 493
CLIENTELISMO 483
COLECCIONES ARQUEOLGICAS 436, 507, 519
COLLASUYU 520
COMPLEJIDAD 477
CONCHALES 489, 490
CONFLICTO 466, 512, 516, 434
CONFLICTO INTERTNICO 455, 512, 516, 520
CONFLICTO INTRATNICO 434, 516
CONJUNTOS SEOS 460
CONOCIMIENTO CIENTFICO 510
CONQUISTA HISPNICA 512, 516
CONQUISTA INCA 520
CONSERVACIN 501
CONTROLES TAFONMICOS 460
CRANEOMETRA 451
CREENCIAS 466
CRONOLOGA 457, 458, 477, 480
CRONOLOGA RADIOCARBNICA 458, 505
CUERPO FEMENINO 514
CULTIGENOS 518
CULTIVOS PREHISPNICOS 518
CULTURA DE MASAS 484
CULTURA URBANA 484, 517
CHICHAS 520
CHOROTE 510
CHULUP 510
DATACIONES 458, 481, 505
DECORACIN 428, 508
DESGASTE DENTAL 478, 507
287
C. M. PELETEIRO INDICE ACUMULADO. TOMOS N XXV-XXVIII (2000-2003)
DEMANDA REGIONAL 446
DENSIDAD ARTEFACTUAL 505
DENSIDAD ESTRUCTURAL 460
DENSIDAD MINERAL SEA 460
DENSIDAD POBLACIONAL 477
DESIGUALDAD SOCIAL 477
DESPALZAMIENTO ESPACIAL 517
DESTREZA ARTESANAL 446
DIETA 443, 458, 507
DISPERSIN 475
DISTRIBUCIN ESPACIAL 447
DISTRIBUCIN TERRITORIAL 435
ECOLOGA DEL PAISAJE 505
ENTIERROS HUMANOS 440
EPISTEMOLOGA 510
ESCLAVITUD NEGRA 441
ESPIRITUALIDAD 455, 510
ESTACIN CAPTURA MUERTE 445
ESTRATRIGRAFA 459, 509
ESTRS NUTRICIONAL 507, 511, 512
ESTRUCTURA IDENTITARIA 517
ESTRUCTURAS ARQUEOLGICAS 466, 435, 501, 504, 511, 513
TICA 510
ETNICIDAD 434
ETNOARQUEOLOGA 485
ETNOGNESIS 455
ETNOGRAFA 448, 450, 451, 450, 455, 465, 466, 467, 475,
483, 494, 510, 513, 514, 517
ETNOHISTORIA 440, 441, 443, 448, 455, 485, 514, 516, 517,
520
ETNOLOGA 510
ETNOMUSICOLOGIA 494
ETOLOGA DE CAMLIDOS 432
EXPERIMENTACIN 429
FORMATIVO 505
FRONTERA 441, 516, 520
FUNEBRIA 433, 440, 453, 482, 507, 508, 519
GANADERA 465, 479, 507, 516
GNERO 448
GEOARQUEOLOGA 470
GRABADOS 439, 452
HORTICULTURA 507
HUARPES 455
HUELLAS DE CORTE 426
ICTIOARQUEOLOG 445
IDENTIDAD 455, 517
IDIFONOS 488
INCAS 500, 520
INSTALACIONES INCAS 502
288
RELACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA XXVIII
INTENSIFICACIN DE LA PRODUCCIN 513
JURISDICCIONES VIRREINALES 441
KAXIPAI 434
MAGIA 455
MAPUCHES 434
MATERIAS PRIMAS CERMICAS 470
MATERIAS PRIMAS LTICAS 427
MATERNIDAD 514
MBY 494
MEDIOS DE COMUNICACIN 434
METALURGIA PREHISPNICA 446
MICROTOPOGRAFA 509
MIGRACIONES INDGENAS 517
MITIMAES 520
MITOLOGA 448
MORFOMETRA GENTICA 492
MOVILIDAD RESIDENCIAL 444
MOVILIDAD TERRRITORIAL 477
MUJER 448
NARRATIVAS INTERTNICAS 517
NIVACL 510
AND 460
OCR 457
OCUPACIN COSTERA 447
OCUPACIN INCAICA 502
ORGANIZACIN DEL RIEGO 466
ORGANIZACIN TECNOLGICA 432
ORNAMENTACIN 469
ORO 469
OTOLITOS 445
PAISAJE 447
PAISAJE ARQUEOLGICO 505
PAMPAS 441, 516
PASTOREO 441, 454, 465, 466, 485
PATRIMONIO ARQUEOLGICO 448
PATRONES DE DISEO 448
PERCA 445
PERONISMO 483
PETROGLIFOS 459
PIELES 427, 448
PIGMENTOS 519
PLEISTOCENO TARDO 515
POBLAMIENTO 464, 480, 492
POBREZA 483
POLTICA ARGENTINA 483
PREPARACIN DE ALEACIONES 446
PROCESOS SIMBLICOS 514
PRODUCCIN CERMICA 429, 502
PROSPECCCIONES 481
QOM 450, 514, 516, 517
289
C. M. PELETEIRO INDICE ACUMULADO. TOMOS N XXV-XXVIII (2000-2003)
RECOMPOSICIN ARQUITECTNICA 501
RECURSOS AGRCOLAS 443, 513
RECURSOS HIDRICOS 466, 513
REDES DE INTERACCIN 477
REDUCCIN DE MINERALES 446
REFINACIN DE METALES BASE 446
REGISTRO ARQUEOLGICO 439, 464, 475, 480, 505, 509
RELATOS 465
REPRESENTACIONES CULTURALES 514
RESCATE ARQUEOLGICO 453
RESTOS SEOS HUMANOS 433, 440, 458, 473, 479, 480, 482, 507, 512
RIEGO 4433, 453, 466, 513
RIESGOS AGRCOLAS 513
RITUALES 465, 477
SACRALIDAD 510
SANTUARIOS DE ALTURA 449
SHAMANISMO 450
SISTEMA DE ASENTAMIENTO
SUBSISTENCIA 464
SISTEMAS DE ARMAS 432
SISTEMAS DE RIEGO 513
SISTEMAS DE SUBSISTENCIA 432
SITIOS DE ALTURA 449, 456
SITIOS RITUALES 449, 488
SITIOS URBANOS 467
SUELOS 457
TAFONOMA 440, 473, 480, 482
TECNOFACTURAS CERMICAS 428, 470
TECNOFACTURAS LTICAS 427, 454
TECNOLOGA 446, 453, 464, 470, 477, 504, 508
TECNOLOGA CERMICA 446, 470, 504, 508
TECNOLOGA LTICA 504
TECNOLOGA METALRGICA 469
TEHUELCHES 510
TERRENOS PARA CULTIVO 514
TOBAS 450, 514, 516, 517
TRANSFORMACIONES CULTURALES 512
USO DEL ESPACIO 435, 437, 443, 505
USO DEL PAISAJE 437
VAQUEROS 441
VARIABILIDAD FUNCIONAL DE SITIOS 435, 482, 488, 489
VARIACIN CRONOLGICA 451
VICUAS 432
VILLAS MISERIA 483
YOJUAHA 510
ZONAS ETNNOGRFICAS 517
ZOOARQUEOLOGA 426, 445, 467
291
MEMORIA DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA
1 de julio de 2002 al 30 junio de 2003
ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
El 1ro de noviembre de 2002 a las 18 hs. se llev a cabo la Asamblea General Ordinaria en
la sede de la Sociedad, Moreno 350 correspondiente al ejercicio 1 de julio de 2001 al 30 de junio
de 2002. Se consideraron balance, inventario y cuenta general de recursos del ejercicio del ejercicio
cerrado al 30 de junio de 2002. Se aprob la documentacin presentada y se fij la cuota social para
el ejercicio entrante. Durante la Asamblea se rindi homenaje a Carlos J. Gradin.
TRABAJO EDITORIAL
Relaciones XXVI (2001)
En el mes de julio de 2002 se complet la impresin de los 600 ejemplares del tomo 26 (2001)
que contiene 18 artculos, 2 comentarios, una respuesta del autor y 2 notas breves. El tomo fue
dedicado a la memoria de Carlos J. Gradin y de Jorge Fernndez.
Relaciones XXVII (2002)
Durante el ejercicio se llev a cabo el trabajo editorial de este tomo. Luego del proceso de
evaluacin fueron seleccionados 21 artculos, 1 nota breve y 2 reseas. Se prev su impresin para
diciembre de 2003. El tomo estar dedicado a la memoria de Sara Josefina Newbery que falleci
el 8 de junio de 2003.
Relaciones XXVIII (2003)
Se llev a cabo la convocatoria para presentar artculos inditos relacionados con las reas
Nordeste, Sierras Centrales y Centro Oeste para ser considerados para su publicacin en este tomo.
La convocatoria cerr en mayo de 2003. Se recibieron 12 artculos que fueron enviados a evaluar.
Como requisito se solicit a los socios la cancelacin de las cuotas sociales hasta el ao 2004
inclusive (ao de edicin previsto para el nmero). En el caso de artculos presentados por autores
no socios, se exigi el pago de $100 al primero de los autores y de $20 a cada uno de los coautores.
Se prev la finalizacin del trabajo de impresin hacia fines de 2004.
Conformacin del Comit Editorial
A partir del inicio de la edicin del tomo XXVIII este Comit qued integrado por M.
Mercedes Podest (Directora de la publicacin), Cecilia Prez de Micou (Subdirectora), Marina
Peleteiro (Jefa de Redaccin) y Beatriz N. Ventura. Se integraron Nora Flegenheimer y Mnica
Salemme. El Comit Asesor est integrado por Carlos A. Aschero, Alejandra Siffredi y Ana Mara
Lorandi.
292
Serie Tesis Doctorales, de Licenciatura y Publicaciones
Con todo xito continu el trabajo editorial de la Sociedad relacionado con la Series Tesis
Doctorales, Tesis de Licenciatura y Publicaciones que dirige la Dra. Lidia Nacuzzi.
Coleccin Publicaciones
Se public:
Funcionarios, diplomticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y
patagonia (siglos XVIII y XIX). Compilado por Lidia. Nacuzzi, Bs. As., 2002.
Coleccin Tesis de Licenciatura
Se publicaron:
La Comunidad Nuclear. Una mirada antropolgica sobre el desarrollo nuclear argentino de
Nayme Gaggioli. Bs. As., 2003.
Hermenetica de la barbarie. Una historia de la antropologa en Buenos Aires, 1935-1966 de
Pablo Perazzi. Bs. As. 2003.
Se continu con el trabajo de edicin de:
Ictioarqueologa del canal Beagle. Explotacin de peces y su implicacin en la subsistencia
humana, de Atilio Francisco J. Zangrando, de la Coleccin Tesis de Licenciatura.
Envo de tomos de Relaciones, canje nacional e internacional y donaciones
Se llev a cabo el envo y el canje nacional e internacional de Relaciones, tomo XXVI. Se
ampli considerablemente el volumen de envos por canje interbibliotecario. Se respondi a la
solicitud de bibliotecas nacionales y extranjeros enviando nmeros faltantes de Relaciones, y en
algunos casos, la coleccin completa. Se realizaron ventas a libreras y a distribuidores y durante
la celebracin de congresos cientficos.
PRESENTACIN DE LIBROS
Relaciones XXVI (2001)
Se llev a cabo la presentacin el tomo el da 1 de noviembre de 2002 a las 19 hs en el Museo
Etnogrfico. El tomo, dedicado a la memoria de Carlos J. Gradin y de Jorge Fernndez, fue
presentado por la Dra. Vernica I. Williams. Se realiz un brindis y se cont con la presencia de
40 asociados.
293
Publicaciones
Funcionarios, diplomticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y
patagonia (siglos XVIII y XIX), compilado por Lidia. Nacuzzi. Fue realizada el 23 de abril de 2003
a las 18,30 hs. en el Museo Etnogrfico. Los comentarios estuvieron a cargo de Ana Mara Lorandi,
Silvia Mallo y Horacio Gonzlez y se cont con la presencia de 50 personas. Se llev a cabo un
brindis.
AUSPICIOS
Se brind el auspicio a:
IV Jornadas de Historia y Arqueologa de las Regiones Pampeana y Patagnica, siglos XVI
al XX. Centro de Estudios en Ciencias Sociales y Naturales de Chivilcoy.
VI Simposio Internacional de Arte Rupestre, Jujuy, 29 de noviembre-4 de diciembre 2003.
Primera Jornada sobre el Perfil Profesional del Antroplogo. Centro de Graduados Osvaldo
Bottino, 10 de agosto de 2002. El objetivo de dicho encuentro es la discusin de las
posibilidades laborales de los profesionales de la antropologa en mbitos no vinculados
directamente con la investigacin bsica y/o la docencia universitaria, y las diversas problem-
ticas derivadas de la insercin en dichos mbitos
XII Muestra Nacional de Cine y Video Documental Antropolgico y Social, organizada por la
Secretara de Cultura y Comunicacin de la Presidencia de la Nacin. septiembre de 2002
Exposicin El Arte Textil en el Mundo Andino. Centro Cultural y Museo Pasquini Lpez del
Grupo Yavi de Investigaciones, agosto de 2002
Curso de Campo en Geomorfologa y Geologa del Cuaternario de Tierra del Fuego,
organizado por Dr. Jorge Rabassa, Laboratorio de Geologa del Cuaternario, CADIC, del 15
al 30 de marzo de 2003.
CONFERENCIAS
Introduccin a la etnoarqueologa de los Hoti, dictada por el Dr. Gustavo Politis, el 21 de
noviembre de 2002, 18 horas en la Facultad de Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires
2 piso Aula 239, Pun 480, Ciudad Autnoma de Buenos Aires.
Dualidad Socio-Econmica en el Formativo Andino: un caso del Valle de Zaa, Costa Norte,
Per dictada por el Dr. Tom D. Dillehay de la Universidad de Kentucky, en el Museo
Etnogrfico, Moreno 350, 17 de mayo a las 18:30 horas Invitaron: Museo Etnogrfico, Seccin
Arqueologa del ICA (Facultad de Filosofa y Letras, UBA) y la Sociedad Argentina de
Antropologa.
294
GESTIONES
Varias:
La Presidenta, en representacin de la CIAR-SAA (Comit de Investigacin del Arte Rupestre de
la Sociedad Argentina de Antropologa), se dirigi con carta del 11 de noviembre de 2002 al seor
Sue Meaghan, Senior Caseflow Manager, National Native Title Tribunal, PERTH, AUSTRALIA,
para manifestar la opinin de la CIAR-SAA acerca de los trabajos que se estn realizando en Burrup
Peninsula (Murujuga, Australia) y que comprometen la preservacin de un importante yacimiento
de arte rupestre.
Se renov el convenio con la Cmara Argentina del Libro y se pag el arancel correspondiente.
Se llevaron a cabo trmites ante la AFIP con la colaboracin del contador de la SAA, Sr. Francisco
Chicote.
Representantes de la SAA en el interior: continan como representantes de la SAA: Jorge Moirano
en La Plata, Gabriel Cocco en la Provincia de Santa Fe, Gabriela Guraieb en el INAPL, Salomn
Hocsman en la Pcia. de Tucumn y en la ciudad de Olavarra, Florencia Borella. La SAA tiene
previsto nombrar nuevos representantes ya que estos han agilizado considerablemente las
actividades de la Sociedad en el interior del pas, fundamentalmente en lo que respecta a las
cobranzas y al reparto de los tomos de Relaciones. La SAA expresa el reconocimiento a su
colaboracin.
Habilitacin de la nueva sede en el Museo Etnogrfico Juan B. Ambrosetti.
Se iniciaron las conversaciones con el Director del Museo, Dr. Jos Prez a fin de habilitar una sede
para la Sociedad dentro de las instalaciones del Museo.
Administrativas:
Inventario de las publicaciones recibidas por canje existentes en depsitos en la Seccin Arqueo-
loga del Instituto de Ciencias Antropolgicas, UBA, 25 de mayo 217, 3er piso, Capital. Se inici
el embalaje de las publicaciones existentes en la Seccin a fin de ser trasladadas durante el prximo
ejercicio a la nueva sede en el Museo Etnogrfico.
Orden de documentacin de la SAA que se encuentra depositada en la Seccin Arqueologa del
Instituto de Ciencias Antropolgicas de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA (continuacin
del ejercicio anterior). La tarea estuvo a cargo de la museloga Norma Prez a quien la Sociedad
expresa su agradecimiento. Se iniciaron las tareas de embalaje previas a la mudanza del material
al Museo Etnogrfico.
ASOCIADOS
Durante este ejercicio ingresaron como socios Activos y Adherentes: Mara Paula Barros, Sergio
Bogan, Pablo Andrs Cahiza, Mara Lorena Cohen, Alejandra M. Elias, Mara Pa Falchi, Mariela
Gallego, Daniel Luis Gonzlez, Cristian D. Kaufmann, Marcela Mendoza, Pablo G. Messineo,
Roberto Daniel Peretti, Carolina Somonte, Diana Sandra Tamburini, Rodrigo Javier Vecchi, Luis
Diego Vuoto, Ian N. M. Wainwright, Miguel A Zubimendi.
Mara Isabel Gonzlez Mara Mercedes Podest
Secretaria Presidenta
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NORMAS EDITORIALES E INFORMACION PARA LOS AUTORES
Relaciones es una publicacin peridica dedicada a artculos e informes inditos basados en
investigaciones que brinden informacin original acerca de las diversas especialidades de la
Antropologa, y a ensayos o estudios crticos que proporcionen conclusiones relevantes y tiles
para la comunidad cientfica. La revista publica preferentemente artculos de los miembros de la
Sociedad Argentina de Antropologa, aunque ella puede solicitar artculos a especialistas que no
sean socios.
Los manuscritos no solicitados enviados para su publicacin por no-socios, deben ser acompaa-
dos por un derecho de edicin no reembolsable cuyo valor se determinar en el momento de
realizarse la convocatoria correspondiente. La evaluacin del manuscrito no se comenzar hasta
que este requisito no haya sido cumplimentado. En caso de que los trabajos presentados para un
volumen excedan el espacio disponible, la Comisin Directiva se reserva el derecho de seleccionar
aquellos que se publicarn, con el criterio de que los temas referidos a las diversas especialidades
de la Antropologa, estn equitativamente representados.
Una vez enviado un trabajo a Relaciones, el/ los autor/ es se comprometen a no presentar el mismo
a otra publicacin. En el caso de trabajos presentados a Congresos, debe obtenerse de los
organizadores de los mismos una nota certificando que las Actas no se publicarn o que dicho
manuscrito fue retirado con el aval de los mencionados organizadores. El proceso de evaluacin
que realizan por lo menos dos referencistas annimos puede requerir varios meses, pero el/los
autor/es sern informados tan pronto como sea posible de la decisin del Comit Editorial de
publicar o no su contribucin. El rechazo de un manuscrito puede ser definitivo, o con la
posibilidad, por una nica vez, de revisin y correccin de acuerdo a las sugerencias de los
evaluadores.
Los autores son responsables del contenido de sus contribuciones, de la exactitud de las citas y
referencias bibliogrficas y del derecho legal de publicar el material propuesto, por lo que deben
obtener el permiso para reproducir figuras y datos protegidos por copyright. La Sociedad Argentina
de Antropologa no ofrece retribucin monetaria por los manuscritos, ni servicios tales como
tipeado, impresin, fotocopiado, diseo, cartografa, montaje de ilustraciones, los que quedan a
cargo de el/los autor/es, al igual que el costo de las ilustraciones y fotos.
Los trabajos deben ser presentados en diskettes 31/2, en programas Word, para Windows. El
diskette, ms tres copias en papel, debern ser dirigidos al Comit Editorial en su versin definitiva.
Las mismas debern ser acompaadas por una hoja con nombres, direcciones, correo electrnico
y telfonos de el/los autor/es, quienes cuidarn la calidad del embalaje para que las copias, el
diskette y las ilustraciones lleguen a destino en perfectas condiciones. Una cuarta copia completa
debe quedar en poder de el/los autor/es. Se rechazarn los manuscritos que no estn de acuerdo con
las siguientes normas:
No deben exceder las cuarenta (40) pginas (incluyendo resumen, texto, bibliografa, mapas,
figuras, fotos, tablas y grficos) escritas a doble espacio con letras en cuerpo 11 en todas sus
secciones, en hojas numeradas, tamao A4. Los mrgenes superior e izquierdo deben ser de 4cm
y los mrgenes inferior y derecho de 2cm.
Orden de las secciones:
1) Ttulo en maysculas, centralizado, sin subrayar.
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2) Autor/es, en el margen derecho, con llamada a pie de pgina indicando lugar de trabajo y/o
pertenencia institucional o acadmica. Sin direccin postal.
3) Resumen de aproximadamente 150 palabras y cinco palabras claves. El Comit Editorial
encargar a un profesional su traduccin al ingls, quedando a cargo del/los autor/es el costo de la
misma.
4) Texto, con subttulos primarios en el margen izquierdo, en maysculas sin subrayar; subttulos
secundarios en el margen izquierdo, en minsculas, cursiva. Cada subttulo estar separado del
texto anterior por interlineado doble.
Los prrafos comenzarn con sangra de un tabulado y no se dejar doble interlineado entre ellos.
El margen derecho puede estar justificado o no, pero no deben separarse las palabras en slabas.
Se ruega no usar abreviaturas, no exagerar en el uso de encomillados y evitar la referencia op.
cit., as como el uso de negrita o bold en el texto. Se escribirn en itlica/bastardilla las palabras
o frases que el autor crea necesario destacar y las palabras en latn o en lenguas extranjeras.
Las citas textuales de ms de tres lneas deben escribirse en prrafos con una orden de sangra
en el margen izquierdo, y estarn separadas del resto del texto por doble interlineado antes y
despus.
Las tablas, fotos, figuras y mapas no se incluirn en el texto, pero se indicar en cada caso su
ubicacin en el mismo. Deben entregarse numerados segn el orden en que deban aparecer en
el texto, con sus ttulos y/o epgrafes tipeados en hoja aparte. Las figuras y mapas deben llevar
escala. Debern estar confeccionados sobre papel vegetal u obra de buena calidad, con tinta
negra o impresos slo en lser. No se aceptarn dibujos, croquis o mapas realizados en impresora
de puntos, ni chorro de tinta; ni que tengan fondos y/o grisados. No deben exceder las medidas
de caja de la publicacin (13 x 20 cm), y deben estar citados en el texto. Para los epgrafes, se
crear un archivo diferente en el diskette.
Las referencias bibliogrficas irn en el texto siguiendo el sistema autor-ao. Ejemplos:
* (Rodrguez 1980) o (Rodrguez 1980, 1983) o (Rodrguez 1980a y 1980b) o Rodrguez (1980),
etc.
* Se citan hasta dos autores; si son ms de dos se nombra al primer autor y se agrega et al.
* Citas con pginas, figuras o tablas: (Rodrguez 1980:13), (Rodrguez 1980:figura 3),
(Rodrguez 1980:tabla 2), etc.
* Autores diferentes citados dentro de un mismo parntesis o comentario, deben ir ordenados
cronolgica y no alfabticamente.
Los nmeros de las notas aparecern en el texto como sobrendice (indicacin superscript),
sin parntesis.
Terminar la redaccin consignando lugar y fecha.
5) Notas, numeradas correlativamente, dejando doble interlineado entre cada una de ellas.
6) Agradecimientos.
7) Bibliografa. Todas las referencias citadas en el texto y en las notas deben aparecer en la lista
bibliogrfica y viceversa.
Debe ser alfabtica, ordenada de acuerdo con el apellido del primer autor. Dos o ms trabajos del
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mismo autor, ordenados cronolgicamente. Varios trabajos del mismo autor y ao, con el agregado
de una letra minscula.
Se contemplar el siguiente orden:
Autor/es. Fecha. Ttulo. Publicacin, nmero:pginas. Lugar, Editorial.
Deben ir en cursiva los ttulos de los libros o los nombres de las publicaciones. Los nombres y
apellidos de los autores citados deben estar completos.
Si el autor lo considera importante puede citar entre corchetes la fecha de la edicin original de la
obra en cuestin, sobre todo en el caso de viajes y/o memorias, por ejemplo: Lista [1878] 1975.
Ejemplo de lista bibliogrfica :
Binford, Lewis R.
1981. Bones. Ancient Men and Modern Myths. Academic Press.
Presta, Ana M.
1988. Una hacienda tarijea en el siglo XVII: La Via de La Angostura. Historia y Cultura
14: 35-50. La Paz, Sociedad Boliviana de la Historia.
1990. Hacienda y comunidad. Un estudio en la provincia de Pilaya y Paspaya, siglos XVI-XVII.
Andes 1: 31-45. Salta, Univ. Nacional de Salta.
Borrero, Luis A., Jos L. Lanata y Beatriz N. Ventura
1992. Distribuciones de hallazgos aislados en Piedra del Aguila. En: L. A. Borrero y J. L. Lanata
(eds.), Anlisis espacial en la arqueologa patagnica, pp. 9-20. Buenos Aires, Ayllu.
Se recomienda no asignar ms del 10% del total de pginas del artculo a la bibliografa.
Se controlar estrictamente el cumplimiento de estas normas editoriales, aunque seguramente cada
autor se habr cerciorado previamente de la calidad del manuscrito que presenta. La elaboracin
y publicacin de estas normas busca unificar la calidad grfica de Relaciones y acortar tiempos de
edicin, simplificando el trabajo de los responsables de la publicacin.
Se solicita a los autores que acepten el principio de autorizar correcciones estilsticas que faciliten
la lectura de los artculos sin alterar su contenido.
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PUBLICACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGA
RELACIONES de la Sociedad Argentina de Antropologa. Desde 1936 se han publicado 28
tomos.
Coleccin Tesis Doctorales (dirigida por Lidia Nacuzzi)
Identidades Impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Lidia R.
Nacuzzi. Buenos Aires 1998.
Cazadores de guanacos de la estepa patagnica. Guillermo L. Mengoni Goalons. Buenos
Aires 1999.
Arqueologa de la educacin. Textos, indicios, monumentos. Irina Podgorny. Buenos Aires
1999.
La fundacin de villas en San Juan (siglo XVIII). Catalina T. Michieli. (incluye CDrom).
Buenos Aires 2004.
El consumo en grupos cazadores recolectores. Un ejemplo zooarqueolgico de patagonia
meridional. Mariana E. De Nigris. Buenos Aires, 2004.
Coleccin Tesis de Licenciatura (dirigida por Lidia Nacuzzi)
Los Lmites del Mar. Istopos estables en Patagonia Meridional. Ramiro Barberena. Buenos
Aires 2002.
La comunidad nuclear. Una mirada antropolgica sobre el desarrollo nuclear argentino por
Naym Natalia Gaggioli. Buenos Aires 2003.
Hermenetica de la barbarie. Una historia de la antropologa en Buenos Aires, 1935-1966.
Pablo Perazzi. Buenos Aires 2003.
Ictioarqueologa del canal Beagle. Explotacin de peces y su implicacin en la subsistencia
humana. Buenos Aires 2003.
Conjugando el presente. Personas sin hogar en la Ciudad de Buenos Aires. Griselda Palleres.
Buenos Aires 2004.
Publicaciones de la SAA (dirigida por Lidia Nacuzzi)
Arqueologa de la regin del canal Beagle (Tierra del Fuego, Repblica Argentina). Luis A.
Orquera y Ernesto L. Piana. Buenos Aires 1999.
Las piedras con marcas de la cordillera del Viento. Arte rupestre en el departamento Minas,
Neuqun, Argentina. Jorge Fernndez C. Buenos Aires 2000.
Estrategias y recursos para jvenes profesionales. Tesis, propuestas, CVs, entrevistas y
presentaciones en general. Victoria Diana Horwitz y Mara Jos Figuerero Torres. Buenos
Aires 2001.
Entre montaas y desiertos: Arqueologa del sur de Mendoza. Adolfo Gil y Gustavo Neme
(eds). Buenos Aires 2002.
Funcionarios, diplomticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y
patagonia (siglos XVIII y XIX). Lidia. R. Nacuzzi (comp.). Buenos Aires 2002.
Coediciones
Arte en las Rocas. Arte rupestre, menhires y piedras de colores en Argentina. Editado por M.
Mercedes Podest y Mara de Hoyos. Buenos Aires 2000. Coeditado con la Asociacin Amigos
del Instituto Nacional de Antropologa.
Otros
Junta de hermanos de sangre. Un ensayo de anlisis del Nguillatun a travs de tiempo y espacio
desde una visin Huinca. Isabel Pereda - Elena Perrotta. Buenos Aires, 1994.

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