Revista Libros y Artes #62-63 Set 2013
Revista Libros y Artes #62-63 Set 2013
Revista Libros y Artes #62-63 Set 2013
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Sera demasiado atrevido de mi parte pretender resumir en unas lneas la riqueza de la personalidad, la vida
y la produccin de Gustavo Gutirrez. Me limitar, sin competir con la maestra de Polanco, a trazar en grueso
algunos rasgos de la biografa de nuestro telogo, convencido como estoy de que si existiese el premio
Nobel de teologa, Gustavo lo habra recibido hace dcadas.
Gustavo Gutirrez*
Lo que admiro de l es que se haya dejado convocar al pensamiento en su caso, teolgico por
las concretas condiciones de existencia de nuestros condenados de la tierra. J. I. Lpez Soria.
dominados y explotados
no solo como vctimas de
esa situacin sino como
portadores de esperanza. Es
decir, se atreve a levantar
la palabra, que no el puo,
contra el poder material y
principalmente simblico
para ver ese caminar colectivo en trminos no solo
de emancipacin sino de
liberacin. El concepto de
emancipacin remite, en
este caso, al rompimiento
de los lazos de la domina-
LA FRATERNIDAD DE
LOS MISERABLES
Alberto Escobar ha hecho notar el inters que
suscita hoy el contrapunto entre la narrativa de
Arguedas y ciertos hitos
sustanciales para la comprensin del Per de los
aos veinte en adelante2.
Ellos constituyen una etapa nueva y creativa en la
reflexin sobre el Per y
son el contexto inmediato
de la obra de Jos Carlos
Maritegui, que insisti en
el papel del mito (la utopa,
el proyecto) en la historia.
Arguedas reconoci en
varias ocasiones su deuda
profunda con Maritegui
y con la teora socialista
que este representaba, sin
que ella precisa matara
en m lo mgico (No soy
un aculturado, V 14) 3.
Pero el mito (y la solidaridad que l implica) no
degenera en nostalgia, ni
busca una chata reproduccin del pasado. Lo mtico
se mantiene vivo en la
historia y la empuja hacia
adelante 4. En sus primeros cuentos (Agua, 1935),
as como en Yawar Fiesta
(1941) y en Los ros profundos (1958) la prosecucin
del mito est ambientada
en el mundo andino5.
En Todas las sangres
(1964) tambin, aunque
signifique ya la colocacin
de ese universo en un contexto ms amplio 6.
Los Zorros (1971), as
gustaba Jos Mara llamar
LIBROS & ARTES
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Gustavo Gutirrez
La infancia es, en efecto, el componente esencial de su identidad personal, porque hunde sus
races en la historia milenaria de un pueblo.
yunga: De dnde, de qu
es ahora? (ZZ, V 49). En
esa cuestin Arguedas se
interroga a s mismo. Es un
asunto de identidad.
Esto produce un desplazamiento, y un desgarramiento interior: Parece
que se me han acabado los
temas que alimenta la infancia, cuando es tremenda
y se extiende encarnizadamente hasta la vejez.
Una infancia con milenios
encima (ZZ, V 72). La
infancia es, en efecto, el
componente esencial de su
identidad personal, porque
hunde sus races en la historia milenaria de un pueblo.
Pero aqu se trata de
Chimbote, la ciudad que
menos entiendo y ms me
entusiasma (ZZ, V 73).
Ella haba sido ya vislumbrada en Todas las sangres12
como consecuencia de un
proceso que abarca ineluctablemente todo el pas. Por
eso, muy pronto Arguedas
precisa el sentido que en el
contexto global y conflictivo del pas puede tener su
obra narrativa, considerada
equivocadamente por algunos como integrando, sin
* Este texto forma parte del libro
de Gustavo Gutirrez: Entre las calandrias. Un ensayo sobre Jos Mara
Arguedas. Esta es una versin corregida y aumentada del artculo publicado con el mismo ttulo, en Pginas
N. 100 (Diciembre de 1989). Instituto Bartolom de las Casas-Centro
de Estudios y Publicaciones (CEP).
Noviembre de 1990.
ms trmite, la corriente
llamada indigenista. Se
ha dicho escribe de mis
novelas Agua y Yawar Fiesta que son indigenistas o
indias. Y no es cierto. Se
trata de novelas en las cuales el Per andino aparece
con todos sus elementos,
en su inquietante y confusa
realidad humana de la cual
el indio es tan slo uno
de los muchos y distintos
personajes (La novela y
el problema... en II 194)13.
No obstante, la obstinacin de Arguedas (lo que
A. Cornejo llama su terca
fe) le hace proseguir, a
tientas, el mito de la fraternidad de los miserables
que tanto temen los poderosos del Per. La fraternidad
de los miserables dice don
Fermn es el peor enemigo
de la grandeza humana, su
negacin mentirosa (TS,
IV 236). Arguedas percibe que ese proyecto hay
que construirlo desde una
realidad nacional que es
ms compleja de lo que sus
primeras aproximaciones le
haban hecho pensar. Pasa
por eso de Agua y Yawar
Fiesta a Los ros profundos,
y de all a Todas las sangres intentando colocar la
totalidad de la vida de la
nacin dentro de un contexto internacional14. La
bsqueda ser siempre la
misma: la liberacin de, y
por, los oprimidos.
Arguedas considera que
la grandeza humana no
est en la realizacin individual al estilo de Fermn,
sino en la construccin
de esa fraternidad en el
seno de un pueblo y desde
sus propias posibilidades.
Deca Arguedas en una
ocasin hablando de esas
obras: Estos tres libros
han ido creciendo, pero la
doctrina que los sustenta es
la misma, la doctrina que
sustenta el autor es que el
individualismo agresivo
no es el que va a impulsar
bien a la Humanidad sino
que la va a destruir; es la
fraternidad humana la que
har posible la grandeza no
solamente del Per sino de
la Humanidad. Y esa es la
que practican los indios, y
la practican con un orden,
con un sistema, con una
tradicin, a la cual se ha
referido Sebastin [Salazar
El Per da miedo, a veces dijo Hidalgo. Estas montaas! Si se ponen en marcha, quin podr
detenerlas? Sus cumbres llegan al cielo!.
ta sobre la posibilidad de
una cultura andina comn
y generalizada por recproca
contribucin, o la insurgencia y mantenimiento de dos
carriles coexistentes. De
todos modos es muy visible
que la identidad tnica en
Los Zorros cede ante la
progresiva afirmacin de
una identidad de clase, en
la que la modalidad de lengua y norma ha dejado de
jugar el rol aglutinante que
tuvo en el primer perodo,
y con su multiplicacin se
dispersan los andinos. Paralelamente se multiplican
las normas y la alternancia
de ellas adquiere otro signo
en la representacin del
mundo de Chimbote19.
Arguedas no poda no
enfrentar la realidad simbolizada por Chimbote20.
Mundo destructor que pa-
el narrador apelar a la
proyeccin del mito sobre
la historia: se escuch un
sonido de grandes torrentes
que sacudan el subsuelo,
como que si las montaas
empezaran a caminar (TS,
IV 455).
La esperanza de Arguedas resulta ms treja que la
propia vida de un hombre
que se calificaba a s mismo
en los ltimos das de su
existencia como invulnerable a la amargura aun
estando ya descuajado
(ZZ, V 198). Jos Mara
afirm hasta el final de
su vida su esperanza en el
futuro. Que se nos permita
al respecto citar el texto de
una carta que recibimos de
l en agosto de 1969, escrita
cinco das despus del primer borrador de su ltimo
diario?: Querido Gustavo:
Creo haber terminado, aunque muy exabruptamente,
la novela. Tu tarjeta me lleg en un da singularmente
oportuno. Tuve das duros,
muy duros. Ya haban empezado cuando nos vimos.
Tu visita me hizo mucho
bien. Con tus palabras que
le en Chimbote y ms con
el trato directo contigo, se
fortaleci mi fe en el porvenir que jams me fall
Qu bien nos entendemos
y vemos, juntos, regocijadamente la luz que nadie
apagar! Saludos a Csar
[Arrspide]. Un abrazo, Jos
Mara (Valparaso, 25 de
agosto).
Sin amargura, es decir,
sin empobrecedora cerrazn
al futuro. Pero descuajado,
atravesando das duros,
muy duros; as afronta un
doloroso y largo combate
con la muerte que nos es
difcil comprender en su
registro ms interior. Los
aliados, y una cierta complicidad involuntaria, ms
que l mismo, van a decidir la pugna. He luchado
contra la muerte dice o
creo haber luchado contra
la muerte, muy de frente,
escribiendo este entrecortado y quejoso relato. Yo
tena pocos y dbiles aliados, inseguros; los de ella
han vencido. Son fuertes y
estaban bien resguardados
por mi propia carne. Este
desigual relato es imagen
de la desigual pelea (ZZ,
V 196)25.
LIBROS & ARTES
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Desigual y de resultado
incierto. Jos Mara no
parece haber quedado muy
contento de la forma como
concluy Los Zorros;
creo haber terminado,
aunque muy exabruptamente, la novela, escribe. Le
quedaron muchas cosas por
decir, pero l estaba ya en
otra cosa... El ltimo Diario? (Cuantos Hervores
han quedado enterrados!,
ZZ, V 196), da testimonio
de eso, resulta en consecuencia el verdadero final
de la novela. Por todo esto,
Jos Mara nos sorprende
cuando, pese a lo que planeaba, considera que esa
lucha contra la muerte fue
a medias triunfal (carta
a Gonzalo Losada, en ZZ,
V 202). Ocurre que gracias
a la invulnerabilidad que
mencionbamos mantiene,
contra las apariencias, su
fe en el porvenir que
nunca le fall; Arguedas ve
perdurar esa firmeza sobre
todo en el hombre mtico de
su pueblo. Ella se alimenta
de lo que constituy la fuente de su vida, su experiencia
primera, se reconoce por
eso invulnerable como
todo aquel que ha vivido el
odio y la ternura de los runas (ellos nunca se llaman
indios a s mismos) (ZZ,
V 198).
Ternura y odio surgen
as como ingredientes que
dan fuerza a un pueblo que
debe afrontar el menosprecio y el maltrato. Ellos
estn, en la perspectiva arguediana, en contradiccin
slo aparente. Porque de
qu odio se trata?, qu sentimiento refleja ese trmino
que produce siempre escozor? Jos Mara se encarga
de precisarlo acuando
una punzante expresin. Se
niega a aceptar que Yawar
Fiesta sea considerada pura
y simplemente una novela
indigenista, pero seala
que, en cambio, Agua
s fue escrito con odio,
con el arrebato de un odio
puro, aquel que brota de
los amores universales, all,
en las regiones del mundo
donde existen dos bandos
enfrentados con implacable
crueldad, uno que esquilma
y otro que sangra (La
novela y el problema... en
II 195). El odio puro no
nace de la ambicin perso-
En ltima
instancia la ternura
es el sentimiento ms
fuerte: Jos Mara
cuenta que de nio fue
lanzado en esa morada
donde la ternura es
ms intensa que
el odio
nuevas rutas a la esperanza.
A Tpac Amaru le cantar:
Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla
este mundo.
( ... )
Viene la aurora
Me cuentan que en otros
pueblos
los hombres azotados,
los que sufran, son ahora
guilas, cndores de inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.
Llegaremos ms lejos
que cuanto t quisiste
y soaste.
Odiaremos ms que
cuanto t odiaste;
amaremos ms de lo que
t amaste, con amor de
paloma encantada, de
calandria.
Tranquilo espera, con
ese odio y con ese amor sin
sosiego y sin lmites, lo
que t no pudiste lo
haremos nosotros (en
V 231) (26).
Y la hazaa mayor del narrador es la de haber logrado, en la voz que narra escribiendo, convocar el
plurilingismo especfico de la identidad desgarrada de la cultura peruana y de la suya propia.
Dioses y hombres de
Huarochir es el nico
texto quechua popular
conocido de los siglos XVI
y XVII y el nico que
ofrece un cuadro completo, coherente, de la
mitologa, de los ritos y
de la sociedad en
una provincia
del Per antiguo.
pp. 29 y 30). Jos Mara tena
conciencia de esta continuidad y de esta ruptura; creo
escribe a su esposa que
tengo que defender mis fuerzas hasta terminar esta novela que es tan completamente
distinta y real culminacin
de un ciclo que empieza en
Agua (carta del 1 de Mayo
de 1969, en S. Arredondo
art. cit. 286). En verdad un
ciclo que se identifica con su
propia vida .
19 Jos Mara Arguedas, el demistificador... 186.
20 Las cartas que escribe Arguedas en 1967 y 1968 muestran
su inters creciente por esta
ciudad, en la que recogi
adems un rico material antropolgico. Muchos de sus
entrevistados se convertirn
en personajes de su novela
que, ambientada primero en
Supe, anclar despus en el
desconcertante puerto de
Chimbote (cf. el testimonio
de Luis A. Ratto en La vivificante obra de Jos Mara
Arguedas (entrevista de
Eduardo Urdanivia) en Pginas, Lima, n. 100, diciembre 1989, 67-75); y Cartas y textos de Jos Mara
Arguedas en ibid. 77- 84.
Sobre el Chimbote en que
se ambientan Los Zorros
cf. Denis Sulmont y Alberto Flores Galindo. El movi-
LA OBRA ANTROPOLGICA
DE JOS MARA ARGUEDAS
2
Carmen Pinilla
La mirada de nuestro autor sobre la realidad no fue nunca tributaria de teoras o esquemas fijos
que va alterando a lo largo de su vida.
LOS OBJETIVOS
En 1966, tres aos antes
de morir JMA, el conocido
editor Juan Meja Baca propuso a una serie de intelectuales peruanos responder
a la pregunta sobre lo que
consideraban eran sus ms
grandes aportes a la peruanidad, lo cual significaba
reflexionar sobre las motivaciones y logros del proyecto
que emprendieron. JMA
expres que el primero fue
mostrar la riqueza del mundo
andino para erradicar poderosos prejuicios en su contra
enquistados en la sociedad
peruana desde siglos atrs. El
Debemos reconocer el acierto
de la Comisin Nacional Centenario Arguedas, creada en 2010, por
haber dedicado gran parte de sus
esfuerzos a la edicin de esta obra,
lista desde muchos aos atrs gracias
al trabajo de investigacin y edicin
de Sybila Arredondo y del equipo
editorial de Humberto Damonte,
pero imposibilitada de publicarse
por falta de fondos. Por este motivo
es imprescindible agradecer a los
auspiciadores que la hicieron posible:
la Derrama Magisterial, el Instituto
de Estudios Peruanos, el Centro
Cultural del Banco de la Nacin y
la Direccin de Cultura del Cuzco.
Jos Mara Arguedas. Obra
Antropolgica, Lima: Editorial
Horizonte-Comisin Centenario del
Natalicio de Jos Mara Arguedas,
2013.
2
Gran parte de las ideas de
estas reflexiones fueron desarrolladas
en mi tesis Juzgar con lucidez: el
conocimiento de la realidad social
en la obra de Jos Mara Arguedas,
presentada en la PUCP para optar
el grado de licencia en sociologa.
Luego publicada con el ttulo de
Arguedas: conocimiento y vida,
Lima: PUCP, 1993.
1
Observemos ahora de qu manera los objetivos del proyecto de escritor impulsan la forma y contenido de sus primeros trabajos etnolgicos, seis aos antes de sus
estudios formales de etnologa.
contra la explotacin y la
dominacin del pueblo andino, lo cual se potencia debido
a su ntima conviccin de
poseer este una riqueza indiscutible. Todo lo anterior
aparece igualmente ligado
a las cualidades y a la fuerza
que nuestro autor descubre
en s mismo para plasmarlo.
Consideramos que la conjuncin entre los objetivos de su
proyecto y la rebelda en la
base del mismo impulsarn
todas las decisiones de su
vida, de esa vida heroica a la
que Maritegui lo invitaba.
Es debido a la pasin con
la que abraza este proyecto
es ignorado o despreciado
por vastos sectores de la
sociedad, de ah su apego a
los aspectos testimoniales
del discurso, su afn de practicar lo que llamaba juzgar
con lucidez para superar las
descripciones acartonadas
e inverosmiles de aquellos
narradores que hasta entonces se haban ocupado del
mundo andino.
EL PROYECTO Y
LOS PRIMEROS
TRABAJOS
ETNOLGICOS
Observemos ahora de qu
manera los objetivos del pro-
LOS ESTUDIOS
FORMALES DE
ANTROPOLOGA
Cuando en 1946 JMA
regresa a San Marcos para
obtener el ttulo que no pudo
lograr 10 aos atrs por caer
preso, si bien toma contacto con interesantes teoras
cientficas jams subordina
a ellas el saber que, como
sealamos, haba acumulado
a travs de la experiencia.
Rodrigo Montoya coincide
con nosotros al sostener que
la vida siempre constituy
la fuente ms importante
de su antropologa y que eso
es precisamente uno de los
aportes fundamentales de
JMA a esta disciplina. Aos
ms tarde, luego de la crisis
de la ciencia iniciada en la
filosofa desde inicios del
siglo XX, las ciencias sociales
incorporarn las modalidades
del saber comprensivo, vital,
que nuestro autor practicaba.
Pero que por entonces el
positivismo en boga tena
relegado.
Conocedor JMA del prestigio de la ciencia en la
sociedad peruana us en varias publicaciones su calidad
de antroplogo profesional,
de cientfico social, para
alcanzar mejor las metas de
su proyecto: para ser escuchado dentro de los crculos dominantes, para hacer
rectificar tergiversaciones
de ciertas manifestaciones
Los artfices del cambio no son los mestizos de sus primeras tesis sino las mismas masas o
muchedumbres andinas.
Es que la esperanza empuja a los pobladores en su lucha por alcanzar una vida digna.
Es uno de los intelectuales ms importantes del mundo contemporneo. En 2008 recibi el Prncipe de Asturias por una
vida dedicada a realizar estudios sobre literatura, historia, filosofa, arte, poltica y ms. Es un investigador omnvoro, un
pensador humanista que hoy se preocupa por el mundo de nuestros das y su futuro. Estuvo en Lima en noviembre del ao
pasado invitado por la Universidad Catlica. En esta charla, Tzvetan Todorov nos habla del mundo de nuestros das.
Habla TzvetanTodorov
EL SER HUMANO
NO EXISTE SIN EL OTRO
Gonzalo Pajares
territorio de la cultura de la
libertad?
Tengo mucha hostilidad
hacia esta expresin, pues,
como le dije, el objetivo del
hombre no es la libertad. Y,
con respecto a la cultura,
todos los pases del mundo
tienen una, y una no es mejor
que la otra. La cultura no
solo es tener obras de arte
magnficas, de creadores
como Miguel ngel, Goya,
Shakespeare. Me disgusta
escuchar expresiones del tipo
tenemos el mejor pintor, el
mejor escritor, algo como
lo que hizo Oriana Fallaci,
quien dijo que prefera a
Dante sobre Omar Khayyam
y que Occidente era superior
al mundo islmico. Expresiones as son estpidas.
Yo no creo que la libertad o su aspiracin sea lo que domine la existencia humana. Lo que en verdad busca
el hombre es ser querido, amado.
porque el mundo es ms
complejo que dividir a las
personas entre vctimas y victimarios, ngeles y diablos. Es
mejor comprender por qu
la gente que condenamos se
comport as, por qu Sendero Luminoso tuvo xito,
por qu tuvo seguidores. Y,
claro, hay que hablar de su
violencia, de la represin que
ejerci, y tambin la que hizo
el Estado y las FF.AA. No es
bueno denunciar unos crmenes y callarse sobre otros. Y
esto no solo pasa aqu, pasa
en EE.UU., donde no se habla de los terroristas que derribaron las Torres Gemelas
y las razones que los llevaron
a hacer esto; ellos no fueron
extraterrestres que vinieron
a hacer el mal.
Qu tan dispuesto est el
hombre a aceptar al otro?
Todos necesitamos del
otro, porque uno solo no
puede vivir; necesito amigos,
familia, gente a quien amar:
el ser humano no existe sin
el otro. Ahora, hay situaciones particulares, donde nos
ponemos paredes mentales
y aparecen los crmenes, la
violencia, el mal. Racionalmente, uno dice no, yo no
har cosas as, nunca matar
a un nio, pero depende
de las circunstancias. Tengo
un amigo que fue prisionero
en Camboya, quera huir,
se consigui una especie de
lanza y se dijo: Si alguien
me ve, lo tengo que matar,
no puedo dejarme traicionar
por nadie. Al final, no huy,
pero estuvo listo para matar.
Todos tenemos la tendencia
de identificar el bien en uno
mismo, y el mal adjudicrselo
a los dems. Mi penltimo
libro fue sobre Goya, quien
entendi muy bien esto, por
eso le puse Goya a la sombra
de las luces.
La democracia se debe
imponer?
Cuando se impone la democracia, esta fracasa. La
democracia, para funcionar,
debe venir del interior de
la sociedad. Si se impone se
descubre falsa. Por eso, hacer
guerras democrticas es una
contradiccin, pues no se puede alcanzar un objetivo noble
a travs de medios vedados.
Cul es la actitud que
deberan tomar las sociedades
democrticas frente a lo que
pasa en Siria, Egipto, Afganistn, Iraq?
Est claro que, hoy por
ejemplo, no se le est llevando democracia a Afganistn. En poco tiempo los
soldados occidentales se van
a ir pero los talibanes van
a volver, los militares, los
traficantes de opio, etctera.
En realidad, lo que Occidente consigui fue unir a esta
gente, que antes se mataba
entre ella.
Qu hacer?
Lo nico que podemos
hacer es influir en ellos, pero
no de una manera violenta,
sin intervencin militar. Los
resultados no sern inmediatos, pero la panacea absoluta
no existe. Se confa mucho
en la tecnologa, por ejemplo, pero hay problemas que
no tienen solucin.
La democracia se aprende?
S. Yo tengo un libro que
se llama Los enemigos de la
democracia. All digo que los
enemigos de la democracia
estn en ella misma, que no
dicen que la democracia est
mal, pero se sienten su encarnacin. Son los que hacen
las guerras democrticas, las
guerras contra el terror, lo
que yo llamo el mesianismo
poltico, que est represen-
A mis ojos, La Va Lctea no estaba a favor ni en contra de nada. Aparte las discusiones y las disputas doctrinarias
autnticas que la pelcula mostraba, me pareca ser, ante todo, un paseo por el fanatismo en que cada uno se aferraba
con fuerza e intransigencia a su parcela de verdad, dispuesto a morir o matar por ella. Me pareca tambin que el
camino recorrido por los dos peregrinos poda aplicarse a toda ideologa poltica, o incluso, artstica. Luis Buuel
Jannine Montauban
en juego. La historia de la
peregrinacin de dos romeros
vagabundos a Santiago de
Compostela no es un simple
pretexto articulador, sino
el eje que permite la libre
confluencia de tiempos y
espacios que de otro modo
no tendran ms sentido que
el de la simple exposicin
lineal. La voluntad de Buuel
de eliminar un eje lineal que
organice el relato flmico est
expresada en estas palabras de
su guionista Jean-Claude Carrire: [se trataba de] interferir, e incluso de aniquilar el
continuum espacio-tiempo
(2007).
La Va Lctea, nombre
profano del Camino de San-
gatorio y la extremauncin
no han sido instituidos por
las Santas Escrituras. Pero
antes de entrar en detalles es
necesario describir la historia
central que transcurre en el
camino (y en sus bordes): dos
romeros franceses llamados
Pierre y Jean, como el mayor
y el menor de los apstoles,
parten de Pars en direccin
a Santiago de Compostela.
Carentes de recursos para
movilizarse solicitan autostop sin ser atendidos por los
conductores de la carretera,
quienes se siguen de largo
sin siquiera verlos. En su
recorrido (que reproduce
puntualmente la ruta medieval ParsToursBayona
San SebastinSantiago)
se suceden acontecimientos
extraordinarios que se alternan con vietas ms o menos
independientes relacionadas
con herejas. A veces, los
acontecimientos protagonizados por Pierre y Jean se
vinculan con las vietas,
generando una extraa red
la blasfema invocacin de
Jean. El parentesco, sugerido
por el propio Buuel, entre
la narrativa picaresca y las
historias de los romeros es
pertinente en la medida
en que estas historias se
proponen como aventuras
independientes engarzadas
en un mismo relato-marco,
y en el hecho de que ambos
personajes procuran ganarse
la vida con lo primero que se
les viene a la mano. Pero all
se detiene el parecido, pues
a su ausencia de capacidad
de sorpresa (que podra vincularse con el estatuto de lo
maravilloso, donde el espectador acepta la anomala de
los acontecimientos porque
forman parte del universo
normal de los personajes)
deben sumarse las cualidades
sobrenaturales que Pierre
y Jean sobrellevan casi al
desgaire. Jean, por ejemplo,
es poseedor de facultades
demonacas que le permiten
materializar su pensamiento,
dando lugar a situaciones
surrealistas como aquella
que ocurre en los jardines del
Instituto Lamartine: mientras las nias recitan los
anatemas, l tiene la visin
de una marcha de jvenes
revolucionarios (que recuerdan a los estudiantes rebeldes
del 68) que fusilan al Papa; el
estampido es escuchado con
sorpresa por un acompaante
casual quien pregunta sobre
la proveniencia de los disparos. Sin inmutarse Jean le
dice que no se preocupe, que
son cosas que est imaginando en ese momento.
La presencia de las vietas coincide con aquellos
momentos en que los romeros se apartan del camino,
4
Francisco Aranda ha observado que en La Va Lctea is
impossible to apply the canons of
traditional criticism, to questions
the fragmented structure, the lack
of normal dramatic built-up, the
prolixity and lack of definition in the
characters, the situation which begin
and are interrupted without formal
conclusion. In its own way the film
is strictly constructed, measured
and weighed almost with fanaticism
(1975, 235).
5
Las razones de este extraamiento son explicadas por el
mismo Buuel con este argumento:
Me aburra poner a dos sacerdotes
discutiendo el dogma y busqu un
ambiente inadecuado, para crear
una especie de desplazamiento.
Un matre, unos camareros y una
camarera que discuten de teologa
lo hacen ms gracioso que si fueran
cardenales y obispos (1986 173).
enfrentamientos sectarios,
en los que se odia ms al
discrepante que al enemigo
declarado. (2002 149).
El padre M.D. Chenu
ha sealado que la palabra
hereja viene del griego
airesiV que significa eleccin. En los siglos XI y
XII, reflexiona Chenu, esta
palabra era usada para designar una sentencia humana
contraria a las Escrituras,
pero generada a partir de
ellas (Haeresisestsententia humano sensu electa,
escrituraesacrae contraria,
palamedoctapertinaciter defensa). Est claro que cualquiera que fuera la eleccin,
esta se hallaba sometida a la
mirada inquisitorial que no
perdonaba el menor lapsus,
a menos que el elector se
arrepintiera y renegara de
sus posturas. En el episodio
del Instituto Lamartine hay
una secuencia que cifra esta
dialctica entre la mirada
amenazante de la ortodoxia
(que puede provenir de la
religin, la poltica o la educacin) y el revisionismo hertico que se manifiesta como
eleccin o retractacin. Me
refiero a la escena en la que
una estudiante modelo del
instituto menciona por error
el Concilio de Nicea en lugar
del Concilio de Braga. Luego
de cometido el lapsus la cmara ofrece un primer plano
de la mirada reprobadora de
la maestra con la inmediata retractacin de la nia.
Inmediatamente despus,
y sin que medie ninguna
transicin, se presenta un
calabozo inquisitorial donde
un maniatado hereje se reafirma en la creencia de que
el purgatorio y la extremauncin no figuran entre las
enseanzas de Cristo. El inquisidor le ofrece la salida de
la retractacin que el hereje
no acepta, condenndose a
la hoguera. Al terminar el
juicio (cuyo carcter teatral y
preceptivo guarda una irnica analoga con la actuacin
de las nias del instituto) un
joven dominico se acerca al
inquisidor y le expone sus
dudas: Pero as, aquellos a
quienes les hayan quemado
los hermanos, quemarn a su
vez a otros y viceversa. Unas
veces unos, otras otros, todos
estarn seguros de poseer la
verdad... Para qu habrn
servido todos esos millones
de muertos?. Aqu la cmara
ofrece un largo primer plano
del rostro reprobatorio (pero
posibilidades combinatorias
del azar y la casualidad. El
recurso al azar objetivo
de los surrealistas se condice
de manera muy ambigua en
La Va Lctea con la libre
determinacin de los catlicos. Los romeros Pierre
y Jean eligen llevar a cabo
el peregrinaje a Santiago
de Compostela, al empezar
el trayecto (en el desvo a
Fontainebleau partiendo de
Pars) se les aparece un caballero con una capa espaola
que les dice que en Santiago
encontrarn una prostituta
en la que engendrarn dos
hijos: T no eres mi pueblo
y No ms misericordia.
Estas misteriosas palabras
(tomadas del captulo primero del libro del profeta Oseas)
Foto histrica: De pie, desde la izquierda, Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert
Wise, Jean Claude-Carrire y Serge Silberman. Sentados, desde la izquierda, Billy Wilder, George
Stevens, Luis Buuel, Alfred Hitchcock y Rouben Mamoulian.
Cine y erotismo
l espectador de hoy,
acostumbrado a las escenas de sexo que proliferan
en el cine actual, quiz no
sepa que recrear un beso
francs es decir, un beso
de tirabuzn en el que las
lenguas de los amantes
exploran a su gusto las cavidades bucales le tom a
Hollywood ms de medio
siglo. Aunque usted no lo
crea, el primer beso de esta
clase recin se vio en 1961,
cuando se lanz Esplendor
en la hierba, la estupenda
pelcula de Elia Kazan sobre dos adolescentes que
deben reprimir sus impulsos
sexuales ante la presin de
sus padres. Warren Beatty y
Natalie Wood se dieron este
beso hmedo, el mismo que
marcara una nueva etapa
cinematogrfica signada por
el erotismo. Es verdad que
unos aos atrs, en De aqu
a la eternidad (1953), Burt
Lancaster y Deborah Kerr
se besaron intensamente
en traje de bao, mientras
las olas sacudan sus cuerpos
en la orilla, pero, segn los
especialistas, aquel beso no
era francs.
En realidad, desde que el
erotismo asom en la pantalla, aunque fuera tmidamente como en la peliculita
muda del sculo, surgi el
fantasma de la censura. A
partir de 1934, la asociacin
de productores norteamericanos puso en vigor el
Cdigo Hays, el cual inclua
una serie de restricciones
acerca de lo que poda proyectarse o no en las salas
de exhibicin. La idea era
resguardar la moral de los
cepcional, impregnada de
lubricidad: el pobre Tom
Ewell parece a punto de
erupcionar sexualmente
cada vez que se encuentra
con la incandescente rubia
del piso de arriba.
La revolucin sexual
que se produjo en los aos
sesenta tuvo su eco en la
pantalla grande, sobre todo
a partir del desenfado y
la espontaneidad que los
cineastas franceses de la
nouvelle vague (Truffaut,
Godard, Chabrol et al)
impusieron en su afn por
retratar la cotidianidad y
la evolucin de las costumbres. Fellini caus furor con
la opulenta Anita Ekberg
mojndose en la Fontana di
Trevi, imagen emblemtica
de La dolce vita (1962). El
mito de Brigitte Bardot se
consolid con El desprecio
(1963) de Godard, donde
resplandeca con la grupa
maravillosamente expuesta.
Por su parte, el cine italiano
no se quedaba a la zaga con
sus beldades de cuerpos
generosos como Sophia
Loren y Claudia Cardinale.
Asimismo, Buuel forz
los lmites al presentar a
Catherine Deneuve como
una prostituta con inclinaciones sadomasoquistas en
Otro de los grandes momentos erticos del cine se sita en 1946, cuando Charles Vidor hizo detonar una bomba llamada Rita Hayworth en Gilda.
Hemmings se revuelca en su
estudio con dos lolitas, a las
cuales arranca unas medias
fosforescentes que estaban
de moda por entonces. Una
de las adolescentes de seno
breve era la inglesa Jane
Birkin, quien luego despegara como cantante y actriz
en Francia.
A partir de los aos setenta, la lnea que separa el
erotismo de la pornografa
tiende a hacerse ms difusa.
Suele decirse que el cine
pornogrfico se concentra
esencialmente y casi de
manera exclusiva en la
provocacin: su finalidad
es excitar al espectador.
Para ello necesita enfocar
los genitales de los actores,
mientras que lo ertico no
depende de su exhibicin
directa. Pero, qu pasa
cuando un realizador decide
saltarse todas las barreras y
hacer que los actores copulen realmente en el plat?
Tanto en El imperio de los
sentidos (1976) de Nagisa
Oshima como en Intimidad
(2001) de Patrice Chreau
se muestran rganos sexuales y coitos verdaderos, lo
que no ha impedido que
sean consideradas pelculas
artsticas. Ambas se valen
de recursos ms afines con
la pornografa en lugar de
acudir a la simulacin para
insuflar una mayor fuerza
ertica a las historias. En
consecuencia, los intercambios carnales de los actores
pueden causar excitacin.
No obstante, est claro que
el propsito de los cineastas
no se reduce a la estimulacin sexual de la audiencia .
El ltimo tango en Pars
(1972) de Bernardo Bertolucci provoc un escndalo mundial, aunque la
transgresin de sus imgenes no reposaba tanto en
desnudar la piel de Maria
Schneider como en la violencia del discurso verbal
del atormentado personaje
de Marlon Brando. En La
luna (1979), el realizador
italiano fue ms lejos al
abordar la relacin prohibida entre una cantante
de pera (Jill Clayburgh) y
su hijo adolescente, al que
masturba en un episodio
prcticamente indito en
la historia del cine. Finalmente, en el ao 2003,
Bertolucci dirigi otra cinta
de alto vuelo ertico, Los
soadores, en la que tres
jvenes dan rienda suelta a
su curiosidad sexual.
No deja de ser extrao
que Hollywood se animara
a filmar un cunnilingus de
Jon Voight en provecho
de Jane Fonda. Sucedi en
Regreso sin gloria (1978) de
Hal Ashby, aunque la explicacin de tanta liberalidad
quiz se encuentre en el
fantasma todava reciente
de la guerra de Vietnam. En
este film antibelicista, Jon
Voight era un veterano de
la contienda que se haba
quedado paraltico y que
se enamora de Jane Fonda,
quien se esfuerza por acomodarse a las limitaciones
sexuales del soldado. Empero, ms fuego se senta en
Cuerpos ardientes (1981) de
Lawrence Kasdan, un policial negro sobre un amour
fou que desemboca en el crimen. Es inolvidable aquella
secuencia en la que los sudorosos amantes (William
Hurt y Kathleen Turner)
se sumergen en una baera
en la que vierten cubos de
hielo, trastornados por el
calor (y el ardor sexual) que
consume sus vidas.
En Amrica Latina la
accin de la censura impidi que los cineastas desarrollaran abiertamente una
temtica ertica. Una de
las excepciones fueron las
producciones del argentino
Armando Bo, quien en la
i Borges se representaba
el Paraso como una
Biblioteca, es posible que
Miguel ngel lo entreviese
como interminables canteras
de mrmol, o Nuryev como
un escenario donde dar giros
en el aire in aeternum
Sin necesidad de pasar
por el trmite de la muerte o
de la creencia en otra vida,
todos tendemos a construir
parasos personales en tanto
rumiamos o acariciamos
una idea, o cumplimos vocaciones que nos regocijan
ntimamente. Como escribi
Federico Garca Lorca: Dibuja un plano de tu deseo
y vive en ese plano dentro
siempre de una norma de
belleza2.
En Ciudad de Fuego, de
Edgardo Rivera Martnez, el
innominado narrador protagonista refiere que a los
diez aos de edad lo asalt la
visin de una ciudad cuyas
murallas, cpulas y miradores refulgan en torno a una
montaa. Tan intensa fue la
visin, que consagra su vida a
levantar un plano minucioso
de la prodigiosa ciudad.
Como circunstancias familiares y econmicas detuvieron sus estudios formales
a los 14 aos, el protagonista
se dedica de manera autodidacta al aprendizaje de
idiomas, caligrafa, dibujo
lineal, pintura, arquitectura
y urbanismo. Su madre lo
alienta, ignorando que todo
ello se relaciona con la ciudad de sus sueos. Cuando
ella muere, l entra a trabajar
en la biblioteca de la Sociedad de Geografa para estar
ms cerca de los libros que
requiere su secreta aventura.
Una noche en la que
vuelve a aparecrsele la ciudad, el protagonista decide
embarcarse en la lectura de
libros de utopa. Ciudad del
Sol, de Tommaso Campane-
Cuando la visin de la
ciudad lo asalta por tercera
vez, el protagonista decide
abandonar esa Lima catica
en la que ha transcurrido
su reservada existencia, y
establecerse para siempre, y
como nico habitante, en su
ciudad virtual.
***
El poder de sugestin de
esta breve novela es inagotable. De pronto nos hallamos
evocando emblemticos
relatos de Edgardo, como
ngel de Ocongate o Amaru,
de pronto pensamos en el
arduo camino de perfeccin
que experimentaron y describieron poetas msticos en
su afn por fusionarse con la
divinidad.
no habl a nadie de
mis propsitos, aunque no
pude impedir que las inquietudes a que dieron lugar se
reflejaran en el brillo febril de
mis ojos. Te preocupa algo,
hijo? me pregunt mi madre.
Respond con una evasiva, y
ella debi pensar que pasaba
por una experiencia nueva y
diferente, quiz la del amor
(p. 23).
Lo que esta ciudad despierta en el narrador es una
obsesin lcida, o un delirio
intelectual no exento de alegra y pathos, como ocurre en
pasiones excluyentes. Incluso
aqu podramos referirnos al
amor y sus desconcertantes manifestaciones psicosomticas, tan bellamente
explicadas por Dante en La
vida nueva, obra a la que
Rivera Martnez en Ciudad
de Fuego parece rendir un
hondo homenaje. A medida
que aumenta la obsesin
del bibliotecario, sus compaeros de trabajo creen
que se encuentra enfermo,
pues notndolo demacrado
y ojeroso ms de uno se
consider obligado a aludir
a los servicios de salud del
seguro social (p. 36).
El poeta florentino describa cmo la presencia de
Beatriz, tambin definida
como visin, produca
efectos en su cuerpo:
A partir de aquella visin, comenz mi espritu
natural a verse perturbado
en su desenvolvimiento, pues
mi alma hallbase entregada
por completo a pensar en
aquella gentilsima mujer.
As es que en breve tiempo
torneme de tan flaca y dbil condicin, que muchos
amigos se apesaraban con
mi aspecto y otros muchos
se esforzaban en saber de m
lo que yo quera a toda costa
ocultar a los dems (La vida
nueva, IV).
***
En la novela de Rivera
Martnez, la visin que asalta
al narrador a los diez aos y
luego dos veces ms, y que
evoca en nosotros los pocos,
espaciados y brevsimos encuentros de Dante y Beatriz
relatados en la citada La vida
nueva (por ejemplo, el primero a los 9 aos, el segundo
a los 18), la visin, digo,
podra ser considerada una
expresin de su inconsciente,
tanto como un llamado o
flechazo que llega milagrosamente desde fuera, tal
As como un Infierno,
tambin podemos encontrar
un Purgatorio en esta breve
novela. El Purgatorio en
tanto dimensin intermedia, lugar suspendido entre
Infierno y Paraso, estara
representado por dos instancias: la casa del protagonista
y la Sociedad de Geografa,
donde trabaja durante los siete aos previos a su asuncin
a la ciudad imaginaria:
mi trabajo aqu en la
Sociedad, los quehaceres domsticos y el mismo descanso
nocturno, no eran ms que
un parntesis en el curso de
esta tarea principal (p. 39).
Son espacios psicolgicos
antes que nada, pues los elige
o acomoda a su aire, y en
ellos se recoge para el estudio
de somnolencia, durante la
cual me asediaron imgenes
y visiones que no recuerdo
haber tenido nunca, surgidas
quin sabe de dnde. Aves de
Nazca en torres que parecan
de acero. Y sierpes enlazadas
a otras sierpes, y abismos
y cumbres de los Andes.
Anuncios todos, se me ocurre, del fin de una travesa
y del advenimiento de una
nueva era. Me sustraje, en
fin de su hipnotismo, y me
cambi de ropa y me dirig
a la iglesia de Santa rsula,
donde tena lugar un concierto de msica gregoriana,
que me devolvi la tranquilida (p. 42).
Admirable tambin el
movimiento de las paradojas,
propias de esa experiencia
totalizadora, orgsmica, en
la que los opuestos quedan
abolidos, y todo es uno y lo
mismo, como en los mitos,
como en los poemas de amor
mstico y aun profano. As
El que se propone salvarse debe asirse bien a su grito, escribi Martn Adn4.
Y pienso, entonces en la
araa que saca de s el hilo
que la sustenta, y pienso en
el protagonista de esta Ciudad de Fuego que saca de s
el ideal que organiza su vida,
el Paraso que elabora como
una telaraa, una msica que
lo sigue desde la niez hasta
el final, y tal vez ms all.
Qu soy, finalmente,
pues no siendo propiamente
limeo, ni tampoco hombre
de costa en el sentido habitual, y tampoco serrano, solo
me quedaba considerarme
algo as como una floracin
singular, por no decir anmala. Emanacin ms bien se
dira, de libros y de nieblas,
y soledad que se repliega y se
habla sin pausa(p. 33).
Me seduce esa reflexin y
me seduce la frase floracin
singular; creo que es una
frase clave en el conjunto de
la obra de Rivera Martnez.
Fascina tambin esa soledad
que se repliega y se habla
sin pausa, esa corriente
de pensamiento que se nos
ofrece en una prosa iluminada y acompasada como un
poema. Prosa y poesa que se
fusionan, ellas tambin, en
esplndido mestizaje.
Fedn o del alma En Platn: Dilogos. Barcelona: Iberia,
1947.
4
Martn Adn en el Prlogo a
Tren, de Jos Alfredo Hernndez.
Lima: Ed. Hidalgo, 1931.
3
ANTROPOLOGA Y LINGSTICA
EN EL DEBATE DE LA
ETNOHISTORIA ANDINA
Manuel Burga
n primer lugar me parece sumamente interesante el debate que se ha suscitado como consecuencia de la publicacin
facsimilar del libro del bachiller Juan Prez Bocanegra, RITUAL
FORMULARIO; E institucin de curas, para administrar a los naturales de este reyno los santos sacramentos del bautismo, confirmacin, eucarista y vitico, penitencia y matrimonio, con advertencias
muy necesariasde1631, por el Fondo editorial de la UNSAAC de
Cusco (2012). Un libro (no s si se trata exactamente de un libro),
escrito por el doctrinero cusqueo de la parroquia de San Pedro
Apstol de Andahuaylillas, que aporta una nueva informacin que
ha motivado un interesante debate entre el joven e interesante
etnolinguista francs Csar Itier (quin lo provoc al negar que
la palabra panaca tenga que ver con el linaje real inca) y R. Tom
Zuidema, gran antroplogo de la escuela holandesa, muy conocido
entre nosotros por su enorme y original aporte a la etnohistoria
andina. Todos aprecian sus investigacionessobre la organizacin
social inca del Cusco y el calendario inca, que han renovado y
problematizado todo lo que sabamos de la historia de los incas.
La juventud de Itier y la experiencia de Zuidema nos llevan por
interesantes y sofisticados derroteros.
En segundo lugar, no es necesario explicar esta polmica, innecesariamente agria por momentos, porque es un cuestionamiento
provocador que invita a nuevas investigaciones filolgicas, lingusticas y etnohistricas para una mejor comprensin de la historia
inca. Entiendo muy bien la reaccin de R. Tom Zuidema que ha
LAS PANACAS NO
EXISTIERON
R. Tom Zuidema
Calendario Inca
del problema lingstico: no
de pana- sino de -ca.
Voy a mencionar primero
muy brevemente los distintos
contextos, que los reconsider
ampliamente en Zuidema
(2011). Despus tratar de
las fallas ms especficas en el
argumento de Itier. Curiosamente, all donde reclama dar
otros usos de la palabra panaca,
l aporta el mejor ejemplo
sugiriendo que pana-ca bien
podra derivarse de pana! Ahora s los distintos contextos:
1) Segn Betanzos, el rey
Pachacuti Inca intercambia en
matrimonio hijas o hermanas
suyas con 20 seores de Hanan
y Hurin Cuzco. Seguramente
se trata aqu de las diez panacas
y de los diez ayllus comunes
Inca. Betanzos hace una clara
distincin entre tres hijos
principales de quienes celebra
los nacimientos y los hijos en
las otras veinte mujeres. Las
Casas habla de 10 barrios a
cuya cabeza Pachacuti Inca
pone diez hermanos como
administradores. Distingue a
estos entre s por diez rangos de
primos patrilaterales a cuales
llama panaca. Con razn, Las
un hijo concha poda depender tanto del rango de su madre, de su edad, como de otros
factores personales. Sea como
fuere, si Itier reclama que las
panacas no existieron lo dice
en forma irresponsable.
El hecho que panacas iban
a ser llamados tambin ayllus probablemente es parte
del proceso histrico que fue
percibido por Sarmiento de
Gamboa. El problema fue
bien estudiado y explicado por
Sherbondy (1996). Originalmente las panacas gobernaban
barrios (Las Casas) o chapas
encomiendas (Betanzos), sin
poder heredarlos en propiedad.
No fueron ayllus o linajes.
Pero en la nueva situacin
colonial los miembros de panacas tuvieron la necesidad
de representarlas como ayllus,
con la finalidad de mantener
sus posiciones en la sociedad
y para heredar tierras en el
nuevo contexto colonial.
Les interesaba ahora a los
nobles de descendencia Inca
presentar panacas como ayllus
como una estrategia de sobrevivencia.
Discutir ahora algunos
puntos precisos del artculo
de Itier.
no he usado es poco
creble .
Me limitar a comentar
estos puntos y terminar con
algunas observaciones sobre
la manera como T. Zuidema
utiliza las fuentes histricas.
UNA INSTITUCIN
POLTICA INCA MAL
INTERPRETADA:
EL PANACA
Csar Itier*
Anchorena (1874: 71), se
interpreta dichos nombres
como linaje de Iaca, linaje
de Zuczo, etc., cuando en
realidad llevaban el nombre
de su primer gobernador o
panaca: (ayllu) del gobernador Iaca, (ayllu) del
gobernador Zuczo, etc.
Se trata de una cuestin
importante para la comprensin de la organizacin social
del Cuzco inca y, aunque
yo no lo mencionaba en mi
artculo, mis conclusiones
afectan un aspecto esencial
de las investigaciones que
T. Zuidema ha dedicado
a este tema en los ltimos
cincuenta aos. Dentro de su
argumentacin, en efecto, es
clave el que nueve de los diez
linajes incas hayan sido designados como panacas lo que
recuso, pues nuestro colega
hace derivar este trmino del
quechua pana hermana (de
varn) y se apoya en esta etimologa, entre otros pocos y
muy discutibles indicios, para
concluir que dichos linajes
eran con certeza matrilineales (1995 [1964]: 298299). Sin anlisis filolgico,
de trminos institucionales
como qhapaq rico que no parecen poder explicarse a partir del quechua o del aimara.
R. Cerrn-Palomino les ha
dedicado recientemente
(2013) un estudio en el que
muestra que pertenecieron
efectivamente a la lengua
particular de los incas. Trminos de parentesco propios
del quechua cuzqueo, como
ususi hija (de varn), qatay
yerno o qhachun nuera, que
presentan, como panaca, un
perfil anmalo para una raz
quechua, tambin podran
proceder de esa lengua. De
manera que, lejos de ser
poco creble, es ms bien
altamente plausible que un
trmino institucional como
panaca, tan vinculado a los
orgenes de la sociedad inca,
no perteneciera al quechua
sino a la lengua propia de
ese grupo.
Al no considerar esta posibilidad, T. Zuidema busca
relacionar panaca con alguna
raz quechua. Segn l, este
trmino estara constituido
por dos elementos: pana hermana (de varn) y ca que
significara grupo de. Su interpretacin de este supuesto
morfema nominal que no
figura en ninguna gramtica
del quechua no pasa de ser
puramente especulativa, pues
T. Zuidema no ha ofrecido
ninguna evidencia filolgica
que la pueda convertir en
hiptesis, por ej. presentando ejemplos donde ese
elemento aparecera como
un morfema fosilizado. Solo
seala el caso escueto de
yanaca, nombre que llevaba
una de las divisiones de la
provincia de Aimaraes, sin
proponer ningn anlisis de
l. Sin embargo, para nuestro
propsito, la cuestin etimolgica es secundaria, pues
el hecho fundamental es que
los linajes incas nunca fueron llamados panacas y esto
basta para que se tambalee
la endeble tesis de Zuidema,
segn la cual dichos linajes
eran matrilineales.
4. (AB)USO
DE LAS FUENTES
De manera general, en
esta resea como en trabajos
anteriores, se observa que T.
Zuidema no es nada riguroso,
por decirlo as, en su uso de
las fuentes. En un artculo
reciente sobre las supuestas
panacas, escribe que Betanzos las introduce [= las
panacas] en la literatura en
nizacin socio-poltica. Es
necesario tratar de entender
esta organizacin a partir de
su sistema conceptual, lo que
no hace T. Zuidema.
REFERENCIAS
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Grammatica o arte de la
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La organizacin social de la
capital de los Incas. Lima:
Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad
Catlica del Per.
Zuidema, R. Tom. La identidad de las diez panacas
en el Cuzco incaico,
Boletn de Arqueologa
PUCP, N. 8, 2004, 277287.
Por estos das empieza a circularLa caza sutil, libro de Julio Ramn Ribeyro, en una elegante edicin de la
universidad chilena Diego Portales. Publicamos este ensayo que recoge esa vieja y fecunda tradicin borgeana de
convertir un prefacio o un posfacio, como en este caso en una pequea obra maestra de irona.
EPLOGO TRAIDOR
Julio Ramn Ribeyro
no de lo efmero, en la medida
en que, como toda actividad
que trabaja con nociones,
est siempre amenazada de
refutacin. La gran ventaja del
creador sobre el crtico es que
trabaja con formas y no con
conceptos, gracias a lo cual engendra organismos autnomos
que se sitan no solo fuera del
tiempo y en consecuencia del
olvido sino tambin fuera del
espacio de batalla de la razn
especulativa, en el cual los crticos se combaten, se debaten
y se rebaten.
Los crticos son no obstante intrpidos, pues persisten en
una actividad que ellos saben
mejor que nadie dependiente,
precaria y pasajera. Admiro
que descarten de hecho la
ilusin de pasar a la posteridad. Todo el mundo letrado
conoce a Homero, pero no
todos a Victor Brard, que
pas cuarenta aos estudindolo. tiemble dedic veinte
aos a escribir un libro sobre
Rimbaud. En el siglo XXI seguiremos leyendo a Rimbaud,
pero nadie leer a tiemble.
Y qu decir de aquellos otros
crticos que se aferran a un
autor subalterno y dedican lo
mejor de s a comentar lo incomentable? Tal el caso de A. E.
Housman, que pas veintisiete
aos traduciendo y glosando al
poeta latino Manilio, al que
l mismo consideraba como
un poeta fcil y festivo
de tercer orden. Mi opinin
sobre la crtica posterga pero
no me libera de pronunciarme
sobre el libro de Luchting. La
razn es sencilla: la crtica es
una institucin, que podemos
censurar, pero que existe, que
est all, digamos, como est
la Corte Internacional de
Justicia de La Haya.
Desde esta perspectiva,
considero que el libro de Luchting es de gran utilidad. En
un pas como el Per, donde la
crtica con pocas excepciones ha sido siempre ejercida
por profesores pesados o periodistas ligeros, es saludable
ver un grupo de ensayos que
no son obra de un erudito ni
de un gacetillero sino de un
hombre de formacin literaria
seria, un hombre perspicaz,
inteligente, independiente,
Ms an en un caso como el de
Luchting, en el cual el crtico
es al mismo tiempo un temperamental. Debo sin embargo
reconocer que, a pesar de todas
las reservas que me hace, su
crtica es una predicacin a mi
favor y agradezco su empeo
en dotarme de un pblico que
l considera exiguo en proporcin a mis mritos. Luchting es
en realidad el nico crtico que
tiene de m una idea mejor de
la que yo mismo tengo y que ha
propuesto con perseverancia
una lectura razonada de mis
libros. Dije enantes una idea
explicaciones, naturalmente,
no estoy implorando que, al
juzgarme, se me aplique un
estatuto privilegiado, ni amparndome en un amateurismo
pasado de moda para solicitar
indulgencia. Por el contrario,
descubro mi juego sin complejos para que se me juzgue sin
remisin.
Las relaciones entre Luchting y la literatura peruana
no se limitan a las del crtico
que aporta para emplear una
frmula suya nuevos puntos
de vista. Hay otros dos aspectos que quisiera subrayar: su
labor como profesor y como
traductor. Como profesor,
siempre se ha esforzado en
fomentar el conocimiento
de la literatura peruana en
los diversos establecimientos
de Estados Unidos donde ha
enseado. Este conocimiento
lo inculca no solo al nivel de la
lectura sino tambin del estudio de la redaccin de trabajos
prcticos. Por su iniciativa,
una alumna suya se ocupa en
la actualidad de disecar parsimoniosamente algunos de mis
cuentos, por lo cual no s si
debo compadecer a la alumna
o a mis cuentos. En todo caso,
gracias a su labor pedaggica,
hay muchos autores peruanos
que estn siendo conocidos
antes de que lo merezcan o ms
de lo que lo merecen.
Como traductor al alemn,
Luchting es implacable. Los
dos libros mos que tradujo
fueron precedidos de una
correspondencia agobiadora,
en la que me someta listas
de palabras sobre las que peda explicaciones. Como un
traductor termina por conocer una obra mejor que su
mismo autor, debo confesar
que muchas de sus preguntas
me dejaban perplejo, pues a
la escala de la palabra y de la
propiedad de su empleo una
obra aceptable puede estar
constituida por una suma de
palabras inapropiadas. S que
Vargas Llosa estuvo a punto de
volverse loco cuando Luchting
empez a traducir La casa verde
y abri con l el captulo de las
cartas indagatorias. Gracias a
este rigor es que sus traducciones han sido tan bien acogidas
en Alemania, al punto que
han merecido elogios que
excepcionalmente se dirigen a
un traductor. El eplogo termina y no he dicho sobre el libro
de Luchting todo lo malo que
me haba propuesto. Admito
que, como corrientemente se
dice, me he ido por las ramas.
Espero que cuando publique
su segundo tomo de ensayos y
me invite nuevamente a epilogarlo podr cumplir mejor
mi palabra.