Ethos
Ethos
UNIVERSIDAD DE MEXICO
MUS JeA
EL "ETHOS" EN LA MUSICA
Por Jess BAL Y GAY
de nuestra poca es el afn de dar -de exigir- a la msica un contenido
social o poltico. Partiendo del principio
-tan justo desde el punto de vista cristiano como desde el socialista- de que
nadie debe permanecer indiferente ante
la injusticia social, se pretende que el
compositor, y el artista en general, ponga
su arte al servicio de la causa, tan noble
como apremiante, cle las desvalidas mayoras. Pero la verclad es que, para pretender tal cosa, hay que partir adems
de otro principio: el de que la msica,
y el arte en general, es capaz de contener aquello que se trata de infundirle, o
"-puesta la cuestin en otro plano- que
puede transmitir al oyente los sentimientos que el compositor haya puesto en
ella. Yeso no pasa de ser una vana pretensin.
Una vana pretensin que, no lo olvidemos, tiene muchos siglos de existencia.
Sin ir ms lejos, y ya es bastante, ah
est toda la elaboradsima teora griega
del ethos: que tal escala produca tal sentimiento, que tal otra, tal otro; que el
aulas provocaba a estas acciones y la
ctara a aquellas otras, etc. De entonces
ac, y aunque con diversos matices, los
tericos y los aficionados han venido creyendo en esa curiosa facultad de la msica, aunque tambin de vez en cuando
hayan surgido msicos muy escpticos
al respecto.
Ese" fenmeno, dada su persistencia a
lo largo de los siglos, merece que no se lo
trate a la ligera. En primer trmino,
parece revelar una necesaria propensin
del hombre a poner su alma en el arte,
ya sea ste fruto de su creacin, ya obeto de su deleite. En la interminable batalla que en l se libra entre las fuerzas
que tratan de desintegrarlo y las que tratan de mantenerlo uno, esa tendencia pertenece, sin duda, a stas. Es, pues, saludable. Pero ello no quiere decir que no
lleve a veces a caminos errados. Y uno
de ellos es la supersticiosa creencia en
el ethos de la msica.
Ahora bien, se dir, esa creencia, tan
arraigada en los griegos y tan persistente
en la historia musical, no habra durado
mucho de no haber tenido algn fundamento o realidad en la experiencia humana. y as es, en efecto. Sin necesidad
de remontarnos al siglo de Pericles, en
esta poca nuestra hallamos, por ejemplo,
la extendida creencia de que el modo mayor expresa alegra y el menor, tristeza.
Que ello se deba realmente al ethos de
esos modos o slo a una cierta convencin
tradicional, no lo vamos a discutir aqu,
porque nos llevara demasiado lejos y, al
mismo tiempo, no servira mucho para
aclarar lo que ms nos importa. Porque,
por convencin generalmente admitida o
por real cualidad intrnseca de los modos,
todos sentimos en la mayora de los casos que la alegra se expresa mejor en
el modo mayor y la tristeza, en el menor;
que un ritmo de marcha y una instrumentacin en la que se destacan las trompetas suscita estados de nimo marciales;
Uy CARACTERSTICO:
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la de Bach que la de Mozart, y as sucesivamente. Y es tan innegable este fenmeno, que para cualquiera no ver ado en
msica, resultar ms adecuada para el
templo una obra profana de Bach que
una misa de autor moderno. Todo eso del
etho~. religioso de la msica es, pues, un
espejismo o una asociacin de ideas.
y lo ,r~lismo p~ede asegurarse del
ethos poltttco y SOCial que los marxistas
de hoy pretenden atribuir a la msica.
~s~mbra realmente que ello , tan matenaltstas, puedan creer que en los sonidos, cualquiera que sea su organizacin,
pueda haber sentimientos' e ide:.s -es
decir, espritu-; que en una sinfona de
Shostakovich palpite el ms acendrado
socialismo, mientras que una de Stravinsky .est~ impregnada de la podredumbrl'
capltalts.ta; que, en fin, puedan oponel'.
como SI se tratase de entes reales el
realismo socialista al formalismo capitalista. Que todo eso es falso lo demuestra
el hecho de que quienes as opinan aceptan la msica de Bach, Mozart, Beetho<ven, Tchaikovsky, etc., compositores to"oi,- en el templo un t1'OZO de pem"
dos. ellos for~nalistas -para adoptar su
curtosa .termmologa-- y miembros de
una de Mozart, la Solemne de Beethoven una SOCiedad burguesa, capitalista o coy la de Rquiem de Verdi: la primera nos mo quieran llamarla, todo menos sociaparece un dechado de religiosidad, mien- list~. Pero eso .tambin demuestra 10 que
tras que la ltima se nos antoja acabada aqUl estuve afIrmando: que el ethos, si
de trasplantar del teatro, y, de las inter- lo hay, es una convencin una asociacin
medias, siempre se nos figurar ms sa- de i.deas o un espejismo q~e se disipa con
cra la de Palestrina que la de Bach, ms el ttempo.
E L
MAR
PARA
BEBER