Temas Clásicos en Las Crónicas Peruanas de Los Siglos XVI y XVII
Temas Clásicos en Las Crónicas Peruanas de Los Siglos XVI y XVII
Temas Clásicos en Las Crónicas Peruanas de Los Siglos XVI y XVII
tierras ricas del Per con el Ofir, el reino de fabulosas riquezas de donde haba
extrado legendarias cantidades de oro el rey Salomn 5.
Los gigantes, por su parte, eran buscados en los tiempos originarios del mundo, y
as fueron introducidos en muchas versiones mticas americanas; por ello
abundan las referencias a que en determinados lugares (o en tiempos antiguos)
podan identificarse restos seos de grandes dimensiones como ocurra en textos
que hablaban de los gigantes en la pennsula de Santa Elena, en el actual
Ecuador, y los mitos registrados por los cronistas (entendidos como leyendas o
fabulaciones, cuando no transformados en historia) hablaban a veces de una
edad remota del mundo donde los gigantes andaban sobre la tierra 6. Si bien no
alcanzaron a poblar plenamente los relatos de las crnicas peruanas, desde los
primeros escritos referentes al Mundo Nuevo se habl de seres extravagantes,
sobrevivientes de las descripciones de la antigua mitologa grecolatina,
concurrentes con textos de los sabios helenos que, partiendo de la distincin
entre griegos y brbaros (Herodoto, por ejemplo), sealaban a los habitantes de
mundos ignotos y limtrofes con los confines del mundo 7. Los brbaros no slo
eran hombres sin logos (logos era empleado en doble sentido: tanto quera
decir palabra como razn, y se entenda que los brbaros carecan de ambas),
adems, eran hombres sin cabeza, con los ojos, la nariz y la boca en el pecho;
hombres con una sola pierna que caminaban a saltos; otros con cabeza de perro
o de otros animales. Estos singulares seres habitaban, segn las creencias
populares europeas, los lugares extremos o ignotos, y no slo aparecieron en las
primeras versiones escritas que hablaban de Amrica (an sin verla), sino que
tambin ilustraron mapas y grabados divulgados en Europa, donde se dibujaban
los contornos y los habitantes de un mundo nuevo. Son ms escasas las
referencias en los autores que hablan de los Andes.
En cambio, los hombres salvajes s poblaron las crnicas americanas.
Posiblemente el estereotipo se origine en el Evangelio segn San Lucas. All, se
afirmaba un sujeto de tal ralea, que era posedo por demonios y que ni sufra
ropa encima ni morada en casa, sino en las cuevas sepulcrales 8.
Amazonas y salvajes, gigantes y otros monstruos poblaban las pginas y la
memoria oral europea con races clsicas, siempre en los lmites del mundo
conocido; figuraban en las frecuentes referencias mencionadas por los autores
del XVI tardo y del XVII inicial que, como Gregorio Garca, utilizaban sin
ambages los criterios escolsticos de la autoridad incontestable de los clsicos.
Tal ocurri con Isidoro de Sevilla, que se haba ocupado de monstruos diversos
en su enciclopedia y fue citado precisamente por Garca entre sus fuentes, al
igual que otros autores difundidos en sus das, como Adam de Bremen, obispo
que descubri monstruos en un conocido bestiario. Colaboraron en la elaboracin
de los bestiarios del XVI europeo autores previos como John Mandeville o Marco
Polo, clebres viajeros, o autores que tuvieron xito como Pedro de Ailly y aun
Johannes Boemus9. Junto a los faunos, unicornios y hombres de mil formas
monstruosas, poblaban Amrica en las crnicas, las amazonas y los gigantes. Lo
interesante es hallar una continuidad entre las afirmaciones de Garca y la
actualidad.
Tales informaciones sobre seres extraos haban circulado no slo entre los
autores espaoles en Amrica, sino tambin entre autores mexicanos; Fernando
Alvarado Tezozmoc mencionaba hombres de un solo pie, y otros con la cabeza
en el pecho, originados sin duda en fuentes europeas; fray Francisco de Escobar
inclua tribus enteras que vivan oliendo los alimentos (los Xamoco Huiche) 10.
Un origen probable de estas versiones se encontrar en Plinio, quien hablaba de
los Astomi, habitantes mitolgicos del Alto Ganges11.
Un autor de fines del siglo XVI e inicios del XVII los ubic en el virreinato del
Per. Fray Gregorio Garca, autor de diversas obras vinculadas al origen de los
pobladores americanos y la evangelizacin, mencionaba estos extraos seres en
la regin nortea de los Andes, e incluso lleg a afirmar que tuvo conocimiento de
una mujer as nacida que habitaba en la zona de Loja. Indic que parte de su
informacin provena de la obra de Juan Diez de Betanzos, pero cuando se hizo
pblico, recientemente, el texto completo de la ltima, se pudo verificar que no
contiene dicha informacin. Lo interesante es comprobar que esta tradicin,
proveniente de lejanos mitos mediterrneos, pervive en tiempos modernos. En la
dcada de 1940, John H. Rowe hall en la regin de Guamba (Colombia) una
versin oral que hablaba de la existencia de dos mundos; uno habitado por seres
normales y otro, subterrneo, donde vivan seres que carecan de aparato
digestivo (de ano), que se alimentaban de oler flores y que defecaban
transpirando por la espalda. En el relato de Guamba, un personaje denominado
Pedro de Urtimaris descendi al mundo de abajo y, viendo estos seres, trat de
curarlos abrindoles un huequito con un palito para que pudieran defecar. Al
matar a algunos debi regresar apresuradamente a este mundo, trayendo
consigo el maz blanco y el algodn. Lo importante es no slo la asuncin de un
mito mediterrneo por los pobladores del rea de Guamba, sino tambin la
introduccin de un personaje proveniente de la novela picaresca del Siglo de Oro,
Pedro de Urdemales, transformado aqu en el hroe cultural de un grupo tnico
andino.
Ms abundantes son las referencias a las sirenas, originadas en clebres pginas
homricas, asociadas ciertamente con los manates que se venan observando
en Amrica desde los tiempos colombinos; generalmente se ocuparon de stos
los autores antillanos, como Gonzalo Fernndez de Oviedo, aunque en el caso
de los Andes fueran mencionados por escritores como el jesuita Bernab Cobo;
ste record que se les llamaba pejemulier12. Finalmente, las cartas de Juan de
Salinas Loyola, explorador del ro Ucayali, mencionaron la presencia del manat
en la cuenca de aquel ro13.
Los manates haban sido famosos en los textos americanos desde que fueron
identificndose con las sirenas mitolgicas. Un manat fue, sin duda alguna, la
famosa sirena que Felipe II llev a Italia en su juventud, segn un texto de
Marco Guazzo lo recordaba. Guazzo escribi en su Historia di M. Marco Guazzo
delle cose degne de memoria (Venecia, 1552): Haba el prncipe (Felipe) trado
con l tres stiros recin llegados de las Indias, el uno de diez y el otro de
cuarenta aos, y una hembra, y tambin una sirena, pero muerta... 14. En la
mitologa griega, los stiros eran representados de distintas formas: con la parte
inferior del cuerpo de caballo o de macho cabro, tambin a la inversa, pero casi
siempre con cola. Se les asociaba con una sexualidad desaforada. As, como los
As no sorprende que las vrgenes finalicen caracterizando parte del culto solar;
antes de 1550, los cronistas hablan de las mamacunas primero y de las acllas
despus, tratndolas como un harn musulmn. Ms adelante se van
caracterizando ms claramente como si fueran vestales romanas. Hay, entonces,
un primer momento en que la identificacin de los europeos se encuentra ms
cercana a la imagen del nico pueblo infiel que conocan los espaoles en el siglo
XVI: los rabes; pero hay un segundo tiempo en que se van imponiendo
concepciones definidas a travs de la historiografa romana y a travs de la
influencia de los autores romanos en los cronistas, que empiezan a citarlos
profusamente. Esto se aprecia en autores que tuvieron una cultura clsica, como
Agustn de Zrate, pero mucho ms efectivamente a partir de la dcada de 1550.
En otras ocasiones me he referido a la forma como el Inca Garcilaso relata las
conquistas incaicas bajo la influencia de Julio Csar. A nadie sorprender ello si
se recuerda la existencia de una abundante bibliografa romana en la biblioteca
del Inca historiador. Asimismo, Garcilazo emple ejemplos romanos, destinados a
proporcionar una imagen tica de la conducta de los dirigentes latinos para definir
a los Incas con similares prestigios 27. Otros cronistas Cieza de Len haban
usado similar recurso con anterioridad. Pachacuti o Huiracocha es un desterrado
que salva a la ciudad eliminando al rey anterior.
Puede recordarse que la versin de las crnicas acerca del derecho incaico est
totalmente influida por el esquema romano, la organizacin poltica tambin, la
organizacin decimal tan influida en los cronistas por el sistema de decurias y
centurias; finalmente una organizacin de la sociedad cuzquea en panacas, ha
hecho pensar en que stas son presentadas de la misma forma que los demos
griegos. Textos de Aristteles y otros autores helnicos definan la ltima
revolucin despus de Clstenes como un sistema mediante el cual los
descendientes de un antepasado comn formaban un gran organismo familiar,
esto que se aplicaba a Roma por los historiadores, resultaba ser un modelo
equivalente a lo que es el ayllu cuzqueo en los cronistas, un ayllu romanizado.
Todo ello obliga a una relectura de las crnicas, puesto que anteriormente se las
entendi como una suerte de repositorios de informacin. Hoy vemos que fueron
libros escritos por historiadores que emplearon su bagaje cultural para la explicar
el pasado que empezaban a conocer. Este bagaje, gracias al Renacimiento, era
greco-latino, y recubre, como un follaje, los datos que los cronistas pudieron
recoger para escribir una historia que fuera tan suya como la del mar
Mediterrneo. Con los siglos, la versin clsica, estrechamente entrelazada con
la andina, se ha convertido en nuestra historia.
______________________________________________
1 Zrate, Agustn de, Historia del descubrimiento y conquista del Per, Amberes,
Martn Nucio, 1555, Lib. I, cap. VI, f. 8v.
2 ... hace la diferencia el da de la noche segn el tiempo, que es por la orden
que en Castilla, como est dicho. En la tierra del Per y en la provincia de Tierra
firme y en todas las tierras vecinas a la lnea equinoccial la noche es igual con el
da todo el ao, y si algn tiempo crece o menguea en la ciudad de los Reyes no
es distancia que se eche de uer notablemente... Zrate, op. cit. Lib. III, cap. II, f.
58.
3 Gernimo de Vivar, Crnica y relacin copiosa y verdadera de los Reinos de
Chile (1558), edicin de Leopoldo Sez-Godoy, Berln, Colloquium Verlag, 1979,
p. 26.
4 Zrate, op. cit., f. 5-6v; vid infra. Otros casos similares son proporcionados por
el presunto Miguel de Estete, el autor de la Noticia del Per; indica que Atahualpa
recibi a Hernando Pizarro sentado en una sillecita, muy baja del suelo, como
los turcos y moros acostumbran acostarse, recuerda que al santuario de
Pachacama iban como los moros y turcos van a la casa de la Meca, y aade
que hay un camino que iba hasta dar en una laguna dulce, donde est una
mezquita que se dice Titicaca (Miguel de Estete en Carlos A. Larrea, ed. El
descubrimiento y la conquista del Per. Separata del Boletn de la Sociedad
Ecuatoriana de Estudios Histricos Americanos, I, 3, Quito, 1918, p. 22, 28 y 33.
5 Acerca de la amazonas, vase las obras de Gonzalo Fernndez de Oviedo y
las cartas de Hernando Corts. Citaremos, entre otros estudios, William Blake
Tyrrell, Las amazonas. Un estudio de los mitos atenienses, Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1989; Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas,
Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1978; e Irving A. Leonard, Conquerors
and Amazons in Mexico, Hispanic American Historical Review, XXIV, 4 (1944), p.
561-579. Tambin revsese Gaspar de Carvajal, Relacin del nuevo
descubrimiento del famoso Ro Grande de las Amazonas, edicin de Jorge
Hernndez Millares, Biblioteca Americana, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,
1955, y sobre el Ofir, el artculo de Jos Durand, Per y Ophir en Garcilaso Inca,
el jesuita Pineda y Gregorio Garca, Histrica, III, 2, Lima, 1979, p. 35-55.
6 Vase, por ejemplo, Zrate, op. cit., Lib.I, cap. V, f.7; Giovanni Anello Oliva,
Historia del reino y provincias del Per (1631), ed. de Juan Pazos Varela y Luis
Varela y Orbegoso, Lima, 1895. Lib. I, cap.2, p.25.
7 Vase el reciente artculo de Carlos Garca-Gual, La visin de los otros en la
Antigedad clsica, en Miguel Len Portilla, Manuel Gutirrez Esteves, Gary H.
Gossen y J. Jorge Klor de Alva, eds. De palabra y obra en el Nuevo Mundo, vol. I
(7-34), especialmente p. 24 y ss.
8 Claude Kappler, Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media,
Barcelona, Akal, 1986, p. 179, citando a Lucas 8, 27.
9 Sobre Isidoro de Sevilla, ver Luis Weckman, La herencia medieval de Mxico,
Mxico, El Colegio de Mxico, 1984,t.I,p.71 y ss; Garca lo incluy entre sus
fuentes, no as a Adam de Bremen. La segunda edicin de la obra de Garca
(1729) realizada con notorios aadidos por Barcia, s incluy al ltimo en un
amplio y farragoso conjunto de informacin bibliogrfica. Boemus s fue
mencionado en la primera edicin de Garca; cfr. Johann Boemus, Omnius
gentium mores, leges, ritus, ex multis clarissimis rerum scriptobus [1520], que
haba sido traducido al espaol por Francisco Thamara, El Libro de las
Costumbres de todas las gentes del mundo, y de las Indias, traducido y
compilado por el Bachiller Francisco Thamara Cathedrtico de Cdiz, Y dirigido al
ilustrsimo seor don Juan Claros de Guzmn, Conde de Niebla etc., Amberes,
Martn Nucio, 1556.
10 Weckmann, op. cit., t. I, p.72.
11 Se trataba de gentes que, careciendo del sistema digestivo, vivan
exclusivamente del aroma de las plantas; emparentados sin duda con los
corismapos, cuyo nico alimento era el olor de los frutos. Esas leyendas
quizs influyeron en la creencia de Juan de Crdenas, expresada en 1589 o
1590, de que el indio chichimeco se sustentaba sin beber jams... comen la
tuna... chupan la hoja del nopal y del cozollo de la lechuguilla... cuya humedad
tiene los propios efectos del agua (Weckman, op. cit., t. I, p. 96, citando a
Heinz Mode, Fabulous Beast and Demons, London, Paidon, 1975; R. Blanco
Fombona, Los conquistadores espaoles del siglo XVI, Madrid, 1920, y Juan
de Crdenas, Problemas y secretos maravillosos de la Indias [1589-90?]
Mxico, 1965).
12 Bernab Cobo, Historia del Nuevo Mundo (1653), edicin y estudio preliminar
de Francisco Mateos, Biblioteca de Autores Espaoles (2 impresin), Madrid
1964, t. I, p. 293-294.
13 Juan de Salinas Loyola, Relaciones, en Marcos Jimnez de la Espada, ed.
Relaciones geogrficas de Indias, Madrid, Atlas, 1965, t.III, p. 207, passim.
14 Citado en Jos Durand, Ocaso de sienas, esplendor de manates, 2 ed.,
Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1983, p. 109-111.
15 Teresa Gisbert, Iconografa y mitos indgenas en el arte, La Paz, 1980, p. 46 y
ss.
16 Pedro Mrtir se hizo clebre en los propios das de los descubrimientos
colombinos, cuando se publicaron sus epstolas en 1530, conocidas desde
luego en aos previos, a partir de 1504. Sobre este autor hay una amplia
bibliografa, vase Gerbi (5); Francisco Esteve Barba, Historiografa indiana,
Madrid, Gredos, 1964, p. 52 y ss.
17 Jos de la Riva Agero, La Historia en el Per, Lima, 1910, p. 231-233.
18 Sabine Mac Cormack, Antonio de la Calancha: un agustino del siglo XVII en
el Nuevo Mundo, Bulletin Hispanique, t. 84, Bordeaux, 1982, p. 67-68.
19 Annio de Viterbo haba nacido 1432 en Viterbo, bajo el nombre de Giovanni
Nanni; se hizo fraile dominico, y en 1499 fue nombrado por Alejandro VI magister
sacri palati. Muri en Roma en 1502. En 1498 public en Roma Antiquitatum
variarum volumi XVII cum commentaris, que ponen al da una serie de obras
histricas antiguas que se crean perdidas (Beroso, Fabius Pictor, Catn,
Manethon, etc.) y que Annio pretenda haber encontrado (Fueter, Eduard,
Historia de la historiografa moderna, trad. de Ana Mara Ripullone, Buenos Aires,
Nova, 1953, I, p. 150-151). Precisando datos sobre el dominico, Caro Baroja
recuerda que su reputacin se habra basado en escritos sobre el imperio turco
(Giovanni, Tractus de Imperio Turconum, Gnova, 1471), aparentemente
originados en sus propios sermones, pues Nanni propuso una cruzada. Menciona
otras obras, e incluso propuestas, como la calificacin de Mahoma como el
Anticristo. Su obra de falsario tuvo otros derroteros (Julio Caro Baroja, Las
falsificaciones de la historia, en relacin con la de Espaa, Barcelona, Seix
Barral, 1992, p. 49 y ss.).
La duda que suelen tener sobre averiguar por donde podran pasar a las
provincias del Per las gentes que desde los tiempos antiguos en ella habitan,
parece que est satisfecha por una historia que recuenta el divino Platn algo
sumariamente en el libro que intitula Timeo o De Natura, y despus muy a la
larga y copiosamente en otro libro o dilogo que se sigue inmediatamente
despus del Timeo, llamado Atlntico, donde trata una historia que los egipcios
recontaban en loor de los atenienses, los cuales dicen que fueron partes para
vencer y desbaratar ciertos reyes y gran nmero de gente de guerra, que vino por
la mar desde una grande isla llamada Atlntica, que comenzaba desde las
columnas de Hrcules 3.
Luego de analizar el texto de Platn e, inclusive citar a Marsilio Ficino y Plotino en
apoyo de esta tesis, agrega: Pues sobre presupuesto de ser historia verdadera,
quin podr negar que esta isla Atlntica comenzaba desde el estrecho de
Gibraltar, o poco despus de pasado Cdiz, y llegaba y se extenda por ese gran
golfo, donde, as norte sur como leste ueste, tiene espacio para poder ser mayor
que Asia y Africa? Las islas que dice el texto que se contrataban desde all,
paresce claro que seran la Espaola, Cuba y San Juan y Jamaica, y las dems
que estn en aquella comarca. La tierra firme que se dice estar frontero desta
islas, consta por razn que era la misma Tierra Firme que agora se llama as, y
todas las provincias con quien es continente, que comenzando desde el estrecho
de Magallanes, contiene corriendo hacia el norte la tierra del Per y la Provincia
de Popayn y Castilla del Oro, y Veragua, Nicaragua, Guatemala, Nueva Espaa,
las Siete Ciudades, la Florida, los Bacallaos, y corre desde all para el septentrin
hasta juntar con las Noruegas; en lo cual sin ninguna duda hay mucha ms tierra
que en todo el poblado del mundo que conoscamos antes que aquello se
descubriese y no causa mucha dificultad en este negocio el no haberse
descubierto antes de agora por los romanos ni por las otras naciones que en
diversos tiempos ocuparon a Espaa; porque es de creer que duraba la maleza
de la mar para impedir la navegacin, y yo he odo, y lo creo, que comprendi el
descubrimiento de aquellas partes debajo de esta autoridad de Platn; y as,
aquella tierra se puede claramente llamar la tierra continente de que trata Platn,
pues quedaron en ella todas las seas que l da de la otra, mayormente aquella
en que dice que es vecina al verdadero mar, que es el que verdaderamente
llamamos del Sur, pues por lo que dl se ha navegado hasta nuestros tiempos
consta claro que, respecto de su anchura y grandeza, todo el mar Mediterrneo y
lo sabido del Ocano, que llaman vulgarmente del Norte, son ros. Pues si todo
esto es verdad, y concuerdan tambin las seas dello con las palabras de Platn,
no s porque se tenga dificultad entender que por esta va hayan podido pasar al
Per muchas gentes, as desde esta gran isla Atlntica como desde las otras
islas para donde desde aquella isla se navegaba, y an desde la misma tierra
firme podan pasar por tierra al Per4.
El gran navegante, cosmgrafo y cronista Pedro Sarmiento de Gamboa dedica un
considerable espacio al tema de la Atlntida en los captulos 3, 4, y 5 de su
Historia Indica5. Avanza en ellos minuciosos datos y argumentaciones
concluyendo tajantemente que queda de aqu averiguado que las Indias de
Castilla fueron continentes con la isla Atlntica. Agrega que los de los ricos y
poderosisimos reinos del Per y cotrminas provincias fueron atlnticos, los
llmase Urco Guaranga. Hago insistencia en esto, porque a los que supieron algo
de Indias les parecer extrao y dificultoso creerlo 13.
Sarmiento vincula sin ningn gnero de duda la identificacin entre esas isla y las
que hallaron con Mendaa al concluir inequivocamente aseverando que esas
son las islas que yo descubr en la mar del sur, ducientas y tantas leguas de
Lima
Muy caracterstico de Sarmiento, encandilado siempre con elementos extraos
que le costaron enfrentar dificultades con la Iglesia y el Santo Oficio de la
Inquisicin, incorpor un ingrediente ms: que un mago de nombre Antarqui,
ordenado por el Inca para averiguar la existencia de aquellas islas vol a ellas y
regres a informarle.
No es de menor importancia recordar que Sarmiento de Gamboa insista en
proseguir la navegacin en direccin suroeste, ms all de las Islas Salomn, con
la intencin de descubrir las tierras de las que hablaba la tradicin clsica y la
medieval, y que constaba en los mapas como Terra Incgnita Australis, el
continente perdido austral de Ptolomeo, la Catgara de los cosmgrafos de la
Edad Media, la tierra a la que habran arribado las diez tribus perdidas de Israel
huidas del cautiverio de Salmanasar, rey de los Caldeos. Al fin y al cabo
Sarmiento haba aseverado en su Historia Indica, en las primeras pginas de los
tres captulos que dedica a la isla Atlntida, que los ricos y poderossimos reinos
del Per y cotrminas provincias fueron atlnticos, incluyendo las islas Salomn
que yo mediante nuestro Seor, descubr en el mar del Sur en el ao de
156814.
En otras palabras, constatamos que, as como muchos conquistadores fueron
tentados a hallar en el continente americano el Pas de la Canela, la Ciudad de
los Csares, el Gran Paititi o El Dorado, terminando por descubrir as los vastos
horizontes amaznicos, hubo navegantes y Sarmiento el primero que
persiguieron un encuentro con las tierras que haban pertenecido a la Atlntida
permitiendo el hallazgo de las islas mencionadas. Los mitos clsicos estuvieron
entonces en el fundamento de los viajes descubridores y, ms all de ello, en el
nacimiento de textos de la envergadura de Nueva Atlntida en el que creemos
hallar la huella de Sarmiento de Gamboa, sus teoras y sus extraordinarios
esfuerzos martimos que hacen de l uno de los personajes excepcionales del
siglo XVI.
________________________________________________
1 Tord, Luis Enrique. Dilogo de amor. En Libro de Homenaje a Aurelio Miro
Quesada Sosa, vol. II. Lima, 1987. p. 849 y ss.
2 Platn. El Timeo. Mxico, Editorial Porra S.A., 1984. Consta asimismo
importante informacin en Critias o de la Atlntida.
3 Zrate, Agustn de. Historia del descubrimiento y conquista del Per. Biblioteca
Peruana.
Primera
serie,
tomo
II.
Lima,
1968,
p.
110-111.
4 Ibidem, p. 112-113.
5 Sarmiento de Gamboa, Pedro. Historia Indica. Biblioteca de Autores Espaoles
No. 135. Madrid, 1965. p. 200 y ss.
1. Noticia bio-bibliogrfica
La escuela escotista de los franciscanos hizo imprimir en 1610 en Lima la primera
obra de carcter filosfico, que fue muy bien recibida en Europa, el tratado
Commentarii ac quaestiones in universam Aristotelis ac subtilissimi Doctoris
Ihoannis Duns Scoti logicam, por el padre fray Jernimo de Valera. Esta obra, que
hemos consultado en la Biblioteca Nacional del Per, est registrada en los
siguientes trminos:
Valera, Jernimo de, 1568-1625
Commentarii ac qvaestiones in vniversam Aristotelis ac svbtilissimi doctoris
Ihoannis Dvns Scoti logicam. Totvm hoc opvs in dvas partes distribvtvm offertur:
prima continet breue quoddam logicae compendium quod vulgo solet summa seu
summulae dialecticae nuncupati quaestiones prolegomenales, praedicabilia
Porphirii, & Aristotelis antepraedicamenta, praedicamenta & post praedicamenta.
Secvnda pars libros perihermeniarvm sev de interpretatione, libros priorum,
posteriorum, topicorum & elenchorum comprehendit. Limae: Franciscum Canto,
1610.
6 h., 348 p.; 30 cm.
Fray Jernimo de Valera naci en Chachapoyas en 1568 y muri en Lima en
1625. Perteneci a la Orden de San Francisco. Fue mestizo, en carta del
Arzobispado de Lima al Consejo de Indias del 15 de abril de 1619 se dice: su
abuela de parte de madre fue india. Igualmente se seala que fue provincial,
persona muy docta y que ha ledo en su religin muchos aos y est jubilado,
legtimo, limpio, de edad de ms de cincuenta aos 2 .
En la provisin de la Audiencia, dada el 26 de abril de 1608, se dice: Por cuanto
fray Hiernimo Valera, lector jubilado de Teuluga, predicador y guardin del
convento de Sant Francisco de la ciudad de los Reyes, de mis reinos y provincias
del Pir, me hizo relacin que con orden de sus prelados haba compuesto un
curso de Artes, Smulas, Lgica y Filosofa; y que al presente tena las dichas
Smulas y Lgica para imprimir y licencia de los dichos prelados para poder
hacer, como constaba de la que presentaba, y me suplic fuese servido de darle
licencia para poder hacer la dicha impresin, dando facultad Francisco del
Canto, impresor de libros, para hacerla...3.
Con las autorizaciones de rigor dadas por fray Diego de Pinedo, fray Benedicto
de Huerta y fray Antonio de Aguilar, adems de las licencias de la Orden, de la
Audiencia y del Rey, la Lgica via Scoti sali a luz en Lima en 1610.
El intenso movimiento cultural que se daba en Lima a principios del siglo XVII es
atestiguado por fray Buenaventura de Salinas y Crdova. Refirindose a los
criollos que dictan ctedras en la Universidad de Lima, dice: No ay duda, sino
que como Dios concurre con el cielo produciendo minas preciosas de oro, y plata,
inestimables margaritas, y finissimas esmeraldas; cria tambien viuicissimos
ingenios, y floridissimos talentos: y como Potos d barras para enriquezer a
Espaa, puede esta Vniuersidad enriquezer a toda Europa de sujetos ilustres en
virtudes, claros en sangre, insignes en gouierno, y celebrados en letras 4. Luego
se pregunta: Si llegara all aquel insigne varon F. Geronymo Valera, criollo del
Pir, hijo de los hijos de aquesta insigne Vniuersidad, padre desta santa
Prouincia de los doze Apstoles ... no lo reconocieran por centro de la sagrada
Teologa; por compendio de los sagrados cnones, y Leyes; y tan general en
Ver Bibliografa
______________________________________________
* La traduccin del latn ha sido gentilmente elaborada por el Ing. Julio Picasso
Muoz.
1 Ya en 1538, mediante bula papal, qued autorizado el Colegio de los frailes
dominicos en Santo Domingo a titularse Universidad de Santo Toms de
Aquino, en 1540 se autoriza all mismo la creacin de una segunda universidad,
la de Santiago de la Paz. En la siguiente dcada, Espaa resolvi fundar sendas
universidades en las capitales de los dos virreinatos entonces existentes. En esta
forma fueron creadas por reales cdulas las de Lima (12 de mayo de 1551) y
Mxico (setiembre de 1551). En 1586 los agustinos fundan la universidad de
Quito. A los dominicos se debi la creacin de la de Bogot en 1621. En Crdoba
(Argentina) funcion la de los jesuitas desde 1664, y pas a manos de los
franciscanos un siglo despus. En Charcas hubo una jesutica desde 1624; en
investigar este tratado metafsico, aparte de que influiran sin duda las
prevenciones habituales contra la filosofa aristotlico-tomista.
Sea como fuere, el hecho es que la pieza manuscrita de 1632 durmi el sueo de
los justos en la biblioteca central de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, hasta el punto de que nadie reclam en debida forma cuando se produjo
(en qu fecha?) su ilegal salida hacia manos privadas. Por lo que toca a las
caractersticas externas del volumen, encuadernado en pergamino original de la
poca, diremos que la portada seala con toda certeza que su autor es el P.
Leonardo de Peafiel, de la Compaa de Jess, sapientsimo profesor de artes
liberales en el Colegio de San Pablo de Lima 27. La obra entera consta de 362
folios numerados, en formato de 4 mayor, aunque parecen haberse desprendido
una o dos hojas que componan el ndice de materias al final 28.
El volumen est redactado con letra menuda pero bastante legible, hecha a
trazos simples, regulares, con un empleo sistemtico y frecuente de abreviaturas.
No pareciera que se trata de una pieza holgrafa del propio maestro jesuita, sino
ms bien de una copia (o traslado en limpio) hecha por mano de un estudiante o
quiz de un amanuense profesional. Muy probablemente sea, como ya hemos
apuntado, un ejemplar destinado a circular entre los alumnos y colegas docentes
de San Pablo; y ni siquiera sabemos si alguna vez quiso su autor que estos
comentarios gozaran el privilegio de la imprenta. En una poca en la cual la
edicin tipogrfica era costosa, difcil y marcada por la censura, no era
infrecuente que materiales de este tipo circularan simplemente en versin
manuscrita29.
Con relacin al texto en s, se nota que Leonardo de Peafiel utiliza el tpico
juego dialctico de tesis y anttesis, con una ordenada presentacin a favor y en
contra de los problemas que trata. Hallamos la obra de Aristteles facticiamente
estructurada en diez disputaciones o temas generales, que abarcan desde la
naturaleza y propiedades de la metafsica hasta una disquisicin sobre la
posibilidad, esencia y existencia de las cosas y los efectos de la suposicin. Tales
disputaciones se dividen en cuestiones, y stas a su vez en secciones. En cuanto
a las autoridades ms usuales, se citan autores como Santo Toms de Aquino
(Summa contra gentiles) y antiguos doctores de la Iglesia, entre ellos, San
Gregorio Nacianceno, San Basilio, San Gregorio el Magno, San Juan Crisstomo
y San Agustn30.
Est hace tiempo aceptado y fuera de toda duda que los trece (segn otros,
catorce) libros de Aristteles conservados con el nombre de Metafsica no
constituyen una pieza de autntica unidad literaria, esto es, un todo
orgnicamente dispuesto y sistematizado. Teniendo en cuenta algunas
afirmaciones de la obra que parecen contrarias a las ideas genuinas o habituales
del Estagirita, se ha llegado a pensar que fuera una recopilacin de textos de
diversos autores31. Lo cierto es que la tradicin impuesta desde tiempo antiguo
por los comentaristas y editores, que reordenaron las hojas del cdice original de
manera arbitraria, ha permitido formar un hilo conductor y un esquema unitario
para esta obra, como enseguida lo referiremos. Entre los comentaristas ms
clebres de Aristteles durante el perodo del Renacimiento, cuando la imprenta
facilit grandemente la difusin de los textos, se encuentran Joannes Versor,
Dominico de Flandria, Giovanni de Janduno, Jean Buridan, Antonius Trombeta,
Agostino Nifo, Marco Antonio Flaminio, Pierre de la Rame y los jesuitas Pedro
de Fonseca y Francisco Surez32.
Santa Mara, Martn de Porras y Juan Macas- que merecieron ser canonizados
por la Iglesia.
Fue sobre todo en el primer tercio del seiscientos que se desarroll una actividad
intelectual brillante e intensa, permitiendo que se dispararan los resortes del
pensamiento especulativo, de la inspiracin literaria y de la creacin artstica
hasta alcanzar cotas de fascinante apogeo 47. Extensa es la lista de grandes
ingenios que vivieron, trabajaron y escribieron obras notables en Lima al mismo
tiempo que el jesuita Peafiel interpretaba las bases de la filosofa escolstica.
Slo hay que recordar nombres como los de Pedro de Oa, Diego Mexa de
Fernangil, Antonio de la Calancha, Bernab Cobo, Juan Prez de Menacho,
Alonso de Herrera, Gaspar de Villarroel, Juan de Solrzano Pereira y Antonio de
Len Pinelo, entre otros. Este importante ncleo de pensadores puede
extenderse con los laboriosos ignacianos vinculados al Colegio de San Pablo,
que se preocupaban de filtrar las enseanzas provenientes de los grandes
centros tericos europeos, debatiendo en cada caso si sus reflexiones y
propuestas eran aplicables a la realidad peculiar de las Indias 48.
Entre los autores peruanos coloniales hemos de incluir evidentemente al Inca
Garcilaso de la Vega, narrador cuzqueo y figura capital de la primera generacin
de mestizos, no obstante el hecho de que vivi la mayor parte de su vida en
Espaa. En un trabajo anterior, por cierto, hemos estudiado al Inca Garcilaso
desde el punto de vista del renacentismo o tradicin clsica, enfocando la
presencia de los autores greco-latinos en su biblioteca y en su obra 49. No hay
duda de que el cronista mestizo, aun cuando careca de educacin universitaria
formal, debi manejar con fluidez la lengua de Cicern: en sta consult buena
parte de los clsicos, as como la crnica hoy perdida (Historia occidentalis) del
jesuita peruano Blas Valera. Con el latn tambin penetr en los fundamentos, por
entonces irrenunciables, de la teologa y de la jurisprudencia, y en esta misma
lengua enton las oraciones de la liturgia catlica 50.
Por dicha orientacin preferencial hacia lo latino, es verosmil imaginar que
Peafiel no consultara la metafsica de Aristteles en su lengua original griega,
sino en una de las tantas versiones latinas que circulaban impresas, y aun es
posible idear que la parte nuclear de su interpretacin no estuviera basada
directamente sobre el texto del Estagirita, sino en los doctos comentarios que
hacan publicar los maestros escolsticos del Renacimiento 51. Slo quisiramos
referir de manera directa al jesuita lusitano Pedro de Fonseca, cuyo nombre
aparece citado por el profesor de San Pablo ms de una vez, habiendo tenido
seguramente a la vista sus Commentarii in libros metaphysicorum Aristotelis
Stagiritae (ed. prncipe iniciada en Roma, 1577). Esta voluminosa obra contena
un aparato exquisito de razonamientos y fundamentos intelectuales propios de la
vertiente tomista, con una meditada estructura de tesis, anttesis y resoluciones,
con centenas de escolios marginales y con una abigarrada divisin del cdice
original en captulos, cuestiones y secciones. Al principio de cada captulo,
Fonseca presentaba el texto de Aristteles en griego y latn, en dos columnas
paralelas, e iniciaba su disertacin (explanatio) con un anlisis de carcter
filolgico: todo un dechado de erudicin y de solidez cognoscitiva 52.
Segn lo ponamos de relieve al inicio, los historiadores de la filosofa han
dedicado en los ltimos decenios cada vez mayor atencin a los pensadores de
escuelas tradicionales, como Fonseca o el mismo Peafiel, que florecieron en
el mundo occidental a lo largo de la Edad Moderna, simultneamente con las
brillantes luces de un Descartes o un Kant. Una actitud ms tolerante y abierta ha
34 Por la manera didctica como est redactado el texto de Peafiel y por las
repetidas alusiones que efecta a diversas obras del corpus aristotlico, se deja
entender que el padre jesuita bien pudo haber compuesto un curso de filosofa
integral, apto para ser usado por los estudiantes de San Pablo durante el trienio
de las humanidades. Vase al respecto Pincherle, Notas acerca de un
manuscrito indito del P. Leonardo de Peafiel (cit.), p. 160.
35 Ibidem, p. 161.
36 Martn, La biblioteca del Colegio de San Pablo (1568-1767), antecedente de
la Biblioteca Nacional, en Fnix, 21 (Lima, 1971), p. 27.
37 Cf., por ejemplo, Aristotle and the Renaissance Cambridge, MA: Harvard
University Press, 1983), passim.
38 A.R.D. Pagden, The diffusion of Aristotles moral philosophy in Spain, ca.
1400-ca. 1600, en Traditio, 31 (New York, 1975), p. 287-313.
39 Redmond, Bibliography of the philosophy in the Iberian colonies of America
(The Hague: Martinus Nijhoff, 1972), p. viii.
40 Felipe Barreda Laos, Vida intelectual del virreinato del Per, 3ra ed. (Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Departamento de Publicaciones,
1964), p. 136.
41 Ibidem, p. 140-144.
42 Vase Mara Luisa Rivara de Tuesta, Las influencias clsicas en la filosofa
virreinal peruana: fray Jernimo de Valera (1568-1625), en este volumen La
tradicin clsica en el Per virreinal, comp. Teodoro Hampe Martnez, p. 47-66.
43 Guil Blanes, La filosofa en el Per del XVII (cit.), p. 172, 175.
44 Archivo Histrico Domingo Angulo, Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima. Lib. 701 (expedientes de grados de Artes y Medicina), lib. 704
(razn general de los grados mayores y menores) y lib. 705 (expedientes de
grados de Cnones y Teologa).
45 Cf. Barreda Laos, Vida intelectual del virreinato del Per (cit.), p. 150. El
mismo sistema de examinacin a base de textos fundamentales se utilizaba para
las otras tres facultades llamadas mayores de la Universidad: en Cnones, se
examinaban las Decretales y el Decreto de Graciano; en Teologa, la primera
parte de la Summa de Santo Toms y las obras de Pedro Lombardo, el maestro
de las Sentencias; en Medicina, las obras de Hipcrates y de Avicena.
46 Guillermo Lohmann Villena, estudio preliminar a la Noticia general del Per de
Francisco Lpez de Caravantes, vol. I (Madrid: Ediciones Atlas, 1985), p. ix-xxiv.
47 Ibidem, p. x.
48 Que los enjuiciamientos teolgico-morales formulados en Salamanca, Pars o
Roma no eran transportables sin ms al Nuevo Mundo americano, lo saban
autores de la talla de Diego de Avendao, Pedro de Oate y Martn de Juregui,
tres sacerdotes jesuitas, que dejaron respectivamente el Thesaurus Indicus, el
De contractibus y el Tractatus de restitutione. Vase Martn, The intellectual
conquest of Peru (cit.), p. 72.
49 El renacentismo del Inca Garcilaso revisitado: los clsicos greco-latinos en su
biblioteca y en su obra, en Bibliothque dHuma-nisme et Renaissance, LVI, n 3
(Genve, 1994), p. 641-663.
50 Sin embargo, es verdad que la mayor parte de la literatura griega y romana
antigua circul durante los siglos XVI y XVII en versiones castellanas, siendo
conocido el hecho de que Espaa fue una de las naciones donde ms se recurri
a traducciones vernculas para el estudio de los clsicos. Comp. Mara Rosa Lida
Para el caso de los indios del Per, la miseria no radicaba en su pobreza material
o en el desconocimiento de los medios de subsistencia, sino en su incapacidad
de alcanzar el bien comn y por lo tanto la salvacin eterna. Los nativos eran
considerados rsticos y menores de edad, lo que exiga una legislacin especial
que enrumbara sus vidas hacia la felicidad natural. El medio adecuado para
librarlos paulatinamente de su carcter miserable fue la polica, idea que era
utilizada entonces en reemplazo de otros conceptos, que actualmente definimos
como cultura o civilizacin. Estas ltimas categoras no existan en la Espaa
medieval, ni en la de los siglos XVI y XVII. La palabra polica aparece en la
Pennsula ibrica en el ao de 116923.
La polica, idea central en la construccin de la Repblica indiana virreinal, era la
va para conseguir que los indios se integraran armnicamente al nuevo sistema
social, pero con una visin donde la trascendencia jugaba un papel
preponderante. El vivir en polica era el mejor medio de hispanizacin y
cristianizacin de los naturales.
La polica tambin supona una dimensin urbana por la cual se agrup a los
indgenas en poblados, conocidos como reducciones y tambin como Repblicas,
donde deban contar con los medios materiales que posibilitaran su vida en
comunidad, pero separados de los espaoles. Las reducciones eran urbes
diseadas a imagen y semejanza de las ciudades espaolas. All las casas tenan
tierras a su alrededor y los nativos disponan de terrenos de cultivo, podan
acceder a las acequias y a las fuentes de agua. La conduccin de estas
ciudadelas estaba en manos de los curacas o caciques, autoridades andinas
procedentes del mundo prehispnico, pero la administracin de justicia y la
proteccin frente a los abusos, recaa en el corregidor de indios. Para completar
el cuadro, el doctrinero o prroco era el encargado de transmitir la doctrina
cristiana y hacer posible la evangelizacin24.
La lucha contra las supuestas o verdaderas debilidades de los indios, constitua,
de acuerdo con la ideologa poltica de los espaoles, lo que deba preocupar a
los funcionarios y telogos. No en vano el virrey Martn Enrquez de Almansa
antes de partir de la Nueva Espaa para asumir su mandato en los reinos del
Per, en 1580, dej a su sucesor la siguiente informacin: Traer Vuestra
Seora entendido que (...) dos repblicas (...) hay que gobernar en esta tierra,
que son de indios y espaoles (...) principalmente Su Majestad nos enva ac (...)
para lo tocante a los indios y a su amparo25.
As, estas dos Repblicas que aparecen en el Per y Mxico despus de 1550,
en el perodo de fundacin26, eran al mismo tiempo dos rganos o miembros 27 del
cuerpo de Repblica que deban funcionar apoyadas una en otra, y unidas en la
figura del rey, formando una sociedad dual 28 dirigida a la perfeccin y a la
satisfaccin de todas sus necesidades. As lo puntualiza el licenciado Toms
Lpez, oidor de Guatemala, en una carta fechada el 25 de marzo de 1551:
...el bien o el mal de estas dos repblicas, de los espaoles y de los naturales
que ac se funda para servicio de Dios y de Vuestra Alteza, est tan conjunto y
han de estar tan fraternizadas y crecer y correr tan a la par, que el que quisiese
aprovechar a la una con dao de la otra, ni aprovecha a la que quiso y destruye a
la otra...29
De manera similar a Lpez, el licenciado Francisco Falcn, defensor de los
indios, someti al Segundo Concilio limense de 1567 su clebre Representacin
de los daos y molestias que se hacen a los indios. Falcn, censor del rgimen
______________________________________________________
1
Solrzano y Pereira, Juan de. Poltica indiana (1648). Madrid, Biblioteca de
autores espaoles, 1972, Tomo I, lib. II, cap. VII, p. 185.
2 Tillyard, E. M. W. The Elizabethan world picture. Middlesex, Penguin Books,
1969, p. 30.
3 Sabine, George. Historia de la teora poltica. Mxico, Fondo de Cultura
Econmica, 1988, p. 51.
4 Kantorowicz, Ernest H. Los dos cuerpos del rey. Madrid, Alianza Universidad,
1985, p. 194.
5 Maticorena Estrada, Miguel. La idea de nacin en el Per. Lima, Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, 1987, p. 14.
6 Sabine, op. cit., p. 148.
7 Le Goff, Jacques. Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval.
Barcelona, Gedisa, 1985, p. 40.
8
Kantorowicz, op. cit., p. 195.
9
Ibidem, p. 194. Lubac, Henri de. Catolicismo, aspectos sociales del dogma.
Barcelona, Editorial Estela, 1963, p. 320.
10 Ullmann, Walter. Historia del pensamiento poltico en la Edad Media.
Barcelona, Ariel, 1983, p. 171.
11 Es frecuente hallar este sentido del trmino en los libros de cabildos de
Lima, y en la Crnica moralizada del orden de San
Agustn (1638) de fray Antonio de la Calancha y Benavides. All por ejemplo
el fraile agustino anotaba que, al arribar a la
ciudad de los Reyes fray Jernimo de Melndez, fue recibido por esta
Repblica de Lima con aplausos de su devocin
(Tomo I, lib. I, cap. XXXV, p. 508.). La Repblica puede englobar a la
comunidad total del imperio espaol, como tambin
puede referirse a una ciudad (civitas) en el sentido de ser esta una
comunidad trascendente. Vase tambin el trabajo de
Brancourt, Jean Pierre. Des tats ltat: volution dun mot. En Archives
de philosophie du droit. Pars, 1976, Tomo 12,
p. 39-54.
12 Armas Medina, Fernando de. Cristianizacin del Per. Sevilla, Escuela de
Estudios Hispanoamericanos, 1953, p. 12.
13 Maravall, Jos Antonio. La idea de cuerpo mstico en Espaa antes de
Erasmo. En Estudios de historia del pensamiento
espaol. Madrid, Ediciones Cultura Hispnica, 1983, Tomo I, p. 181.
14 Ibidem, p. 182.
15 Ibidem, p. 187.
16 Ibidem, p. 188.
17 Snchez Agesta, Luis. Los orgenes de la teora del Estado en el
pensamiento espaol del siglo XVI. En Revista de estudios
polticos. Madrid, marzo-abril de 1958, p. 91.
18 Snchez Agesta. Los principios del orden poltico. Madrid, Instituto de
Estudios Polticos, 1962, p. 174.
19 Tillyard sostiene que la idea de la cadena del ser es un elemento comn en
toda la Europa occidental de los siglos XV y XVI.
Tillyard, op. cit., p. 35.
36 Matienzo, Juan de. Gobierno del Per (1567). Pars-Lima, Instituto Francs
de Estudios Andinos, 1967, Parte segunda, cap. I,
p. 196.
37 Ibidem, p. 199.
38 Zavala, Silvio. Ensayo sobre la colonizacin espaola de Amrica. Buenos
Aires, Emec, 1944, p. 104.
39 Carta de fray Domingo de Santo Toms elogiando la conducta del virrey
Marqus de Caete (Los Reyes, 20 de marzo de
1562). En Lissn Chvez, Emilio. La Iglesia de Espaa en el Per. Sevilla,
s.e. 1944, Vol. III, lib. X, p. 42.
40 Levillier, op. cit., Tomo III, p. 311.
41 Arzans de Orsa y Vela, Bartolom. Historia de la villa imperial de Potos.
Providence, RI, Brown University Press, 1965,
Tomo III, lib. X, p. 42.
42 Lohmann Villena, Guillermo. El corregidor de indios en el Per bajo los
Austrias. Madrid, Ediciones de Cultura Hispnica,
1957, p. 250.
43 Barreda Laos, Felipe. Vida intelectual del virreinato del Per. Lima,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1964, p. 54.
44 Assadourian, Carlos Sempat. Los seores tnicos y los corregidores de
indios en la conformacin del Estado colonial. En
Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, 1987, Tomo XLIV, p. 325.
45 Salas Olivari, Miriam. Poder y produccin mercantil: Huamanga a travs de
sus obrajes, siglos XVI al XVIII. Tesis para optar
el grado de Doctor en Historia. Lima, Pontificia Universidad Catlica del
Per, 1991, Tomo II, p. 516.
46
Saavedra Fajardo, Diego de. Las empresas polticas (1640). Pars-Buenos
Aires, Sociedad de Ediciones Louis Michaud, (sin
fecha), Empresa LXVI, p. 100.
47 Covarrubias, Sebastin de. Tesoro de la lengua castellana o espaola
(1611). Barcelona, Horta, 1943, p. 383
TEMAS CLSICOS EN EL ARTE COLONIAL HISPANOAMERICANO
Francisco Stastny
1. Introduccin
Antes de iniciar el argumento central de este ensayo es conveniente referirse al
uso que se otorg a las imgenes en tiempos pasados. Es sabido que
antiguamente, las representaciones figuradas eran ledas como quien hoy se
detiene a deshilvanar el significado de una poesa o de un texto terico 1. De ese
ejercicio podan surgir interpretaciones complejas que pasaban por argumentos
indirectos o alegricos aparentemente inconexos, que servan para expresar las
ideas imaginadas por el autor del programa iconogrfico. Tales asociaciones
pueden parecer extraas, forzadas o inadecuadas a un observador de nuestros
das, pero en el Nuevo Mundo esa prctica permiti que temas mitolgicos,
paganos e histricos de diverso origen hicieran su aparicin en el arte colonial, y
llegaran incluso a entretejerse ocasionalmente con otros de la historia incaica o
azteca, en estrecha relacin con contextos religiosos o polticos cuyo significado
procuraban exaltar. El marco ms usual para esos ejercicios argumentales fueron
el viejo carro y utiliz los repuestos que le pudieran ser tiles para incorporarlos a
su automvil. Finalmente, los creadores del Renacimiento del siglo XV se
comportaron como ingenieros que, inspirados por el ejemplo del pasado, se
animaron a disear un modelo totalmente nuevo sobre los principios cientficos
descubiertos en la Antigedad.
4. CONTRARREFORMA, BARROCO Y LA SECUELA
Despus de la ruptura inicial creada por el Concilio de Trento, en cuya ltima
sesin de 1563 se exigi recato y concentracin a lo religioso en el arte
eclesistico y, por ende, la prohibicin de toda alusin al mundo clsico; a inicios
del siglo XVII se produjo una reconciliacin con la mitologa a condicin de que se
mantuvieran claramente separados los dos campos: el de la religin y el de los
temas paganos10. Slo as se entiende que un alto dignatario de la Iglesia como el
cardenal Farnese pudiera haber encomendado a Annibale Carracci la decoracin
de su palacio con los Amores de los Dioses, aceptando plenamente una vez ms
el desnudo clsico y renacentista. Desde entonces, la vuelta a los ideales de la
Antigedad fue una constante en el arte de Occidente. Su vitalidad es tan grande
que a menudo en el centro mismo de movimientos de tendencia opuesta, la
tradicin clsica se reafirma con propuestas renovadas. As sucedi con Nicols
Poussin y el clasicismo talo-francs en pleno perodo barroco; y nuevamente con
artistas como J. Louis David o Auguste Ingres en el auge del romanticismo. No
puede menos que concluirse, entonces, que la Antigedad clsica es un tema
vivo y recurrente en la cultura occidental que sigue vigente en el siglo XX como
lo indican un Picasso, un Bourdelle o un De Chirico 11 y cuya presencia no deja
de ser una permanente fuente de inspiracin.
5. LOS TEMAS CLSICOS EN AMRICA
Se sola dar por sentado que el arte y la literatura de la Amrica virreinal
estuvieron constreidos a la religin y a la imaginera piadosa. La verdad es que
la gama temtica fue mucho ms amplia y que asuntos extrados del repertorio
clsico y de la mitologa tuvieron amplia cabida en mundo colonial. La literatura
ofrece gran nmero de ejemplos del uso de tales temas. Desde finales del siglo
XVI brill en Lima la Academia Antrtica, cuyos ideales clsicos salieron a la luz
en el annimo Discurso en loor de la poesa 12. Poetas como Juan de Espinosa
Medrano (autor de un Rapto de Proserpina), eruditos como Diego de Len Pinelo
en su tratado sobre la Universidad de San Marcos 13, o como Pedro de Peralta y
Barnuevo en sus muchos escritos 14, y los estudiosos de la Sociedad de Amantes
del Pas, quienes firmaban con seudnimos griegos, usaban todos con facilidad
conocimientos derivados de la cultura antigua. En bibliotecas como la del Dr.
Agustn Valenciano de Quiones, la ms extensa del Per en el siglo XVI 15, y de
algunos otros biblifilos, figuraban obras de autores de la tradicin clsica, como
Platn, Aristteles, Plutarco, Ovidio, Plinio, Cicern, Tito Livio y Virgilio. A
mediados del siglo XVII, el librero limeo Toms Gutirrez de Cisneros contaba
con numerosos ejemplares de Horacio, Ovidio, Sneca, Cicern y Csar para su
venta en la ciudad. Y an ms avanzado el siglo, el clebre mecenas del arte
cuzqueo, el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, trajo desde Madrid una
nutrida biblioteca entre cuyas piezas no faltaron Ovidio, Sneca, Tcito y Plinio el
Joven16. En las artes sucedi algo similar. Series ornamentales grabadas con los
dioses de la Antigedad como las de Leonard Thiery 17, o de las sibilas y de
emperadores romanos segn las invenciones de Giovanni Stradano 18, llegaron a
donde se dio rienda suelta a la fantasa con una vasta gama de asuntos
mitolgicos. Merece destacarse la guerra de Troya representada en varios
captulos por mulatos. Figuraron no slo Elena y Paris, Ulises, los clebres
guerreros Hctor y Aquiles, y los reyes Agamenn y Menelao; si no que entre los
carros de los griegos figuraba, extraamente, el cerro de Potos tirado por dos
grifos, que portaba en la cspide las cuatro partes del mundo rematadas por el
Ave Fnix y una imagen del propio Prncipe.Los mercaderes limeos sacaron
varias estructuras alegricas, una de ellas con la figura de Prometeo perseguido
por el guila de Jpiter en castigo por haber sustrado el fuego divino, tema que
revela la permanencia de los ideales humanistas en fecha relativamente tarda.
La Universidad de San Marcos patrocin una gran mascarada con carros festivos
y estudiantes disfrazados de figuras mitolgicas o histricas y de algunos
personajes limeos risibles. Se abri con Mercurio, mensajero de la buena nueva,
seguido por Minerva y Palas; proseguan Saturno, Plutn sobre el cerro de
Potos, el dios Eolo, Neptuno, Marte, Diana, Apolo acompaado por famosos
poetas; y como culminacin, Jpiter entronado entre las columnas del Plus
Ultra24.
La cohorte estudiantil y la propia Universidad, dedicada como lo est a ampliar y
transmitir el conocimiento, siempre han estado inclinadas a asumir posiciones
crticas ante la sociedad. Durante la Colonia, esa ausencia de conformismo no
poda revelarse sino como una irreverencia burlona o satrica en ocasiones
propicias, como lo fueron las festividades pblicas. Por eso, en la descripcin de
los festejos patrocinados por San Marcos se encuentran diversas referencias a
personajes que eran figurados a lo gracioso o a lo ridculo, todos ellos
directamente relacionados a los dioses de la Antigedad. Son los casos del poeta
culterano acompaante de Apolo, los astrlogos de Diana y, sobre todo, las
damas y parteras que iban con Juno. Correspondi esa actitud a una tendencia
contempornea del Barroco hispano temprano, cuyo naturalismo lo condujo a
desmitificar y representar de modo irreverente y pedestre a los dioses de la
Antigedad. Particularmente sucedi con Dionisio y su corte de borrachos,
segn el clebre lienzo de Velzquez (1628, Museo del Prado) 25.
8. LA CALUMNIA DE CRISTBAL LOZANO
Un caso notable que dice mucho del ambiente literario limeo del siguiente siglo,
fue el obsequio remitido por el virrey Manso de Velasco a Carlos III con motivo de
su coronacin en 175926. El presente fue una muestra de la cultura artstica de la
lejana corte virreinal a la vez que revelaba la prudencia poltica del Conde de
Superunda27. En efecto, el envo fue una versin de La Calumnia, obra perdida
atribuida a Apeles, el clebre pintor griego, que fue interpretada por Cristbal
Lozano, el artista limeo ms cotizado del momento.
Desde que fue citada por Len B. Alberti en De Pictura (1435) como modelo a ser
imitado por los pintores de sus das, La Calumnia se convirti en uno de los
temas ms mentados en los crculos artsticos del Renacimiento florentino. La
descripcin detallada de la escena provino de Luciano, escritor latino del siglo II
d.C., quien explic en detalle cules eran las figuras representadas en la
alegora. Un rey ignorante (con orejas de asno), aconsejado por la Ignorancia,
escucha las palabras inflamadas de la hermosa Calumnia quien, asesorada por la
Envidia, arrastra por los cabellos a la Inocencia. A un lado, el Arrepentimiento,
drapeado de negro, y la Verdad, perfectamente desnuda, esperan majestuosas el
momento para intervenir en el desenlace 28. Muchos pintores renacentistas
por los dioses greco-romanos del vino y del trigo. La cenefa superior que decora
los cuatro paos de muro confirma que los azulejos fueron hechos para ese lugar
y que no se trata de un trastueque accidental de piezas debido a una
restauracin inadecuada, como sucedi tan a menudo con los azulejos. Un friso
de tarjas sujetas por angelitos exhibe en ese borde los smbolos de las letanas
de la Inmaculada, cada uno vinculado contextualmente al tema representado
debajo: la luna de la castidad (Fig.10) encima de la cacera del venado; el lirio de
la Virgen Dolorosa sobre Ceres38; y el pozo sellado, por su contenido lquido,
acompaando a Baco.
El autor del programa fue el Dr. Vasco de Contreras Valverde (1605-1667), un
destacado telogo e intelectual cuzqueo que tuvo a su cargo la renovacin de la
capilla. Contreras fue un hombre imaginativo, que despleg una brillante carrera
acadmica y eclesistica. En el Cuzco se destac por haber sido el iniciador de la
procesin del Seor de los Temblores, que renov la fe de los sobrevivientes del
fatal terremoto de 1650. Pas a Lima en 1652, asumi el rectorado de la
Universidad39 y accedi al distinguido cargo de maestrescuela de la Catedral, el
mismo que antes ejerciera en su ciudad natal. Por todo lo cual no debe
entenderse su interpretacin del tema eucarstico como la de una mente
excntrica; sino todo lo contrario, el suyo fue el sentir de un respetado hombre de
letras. No de otro modo se hubieran colocado en lugar tan notorio y pblico los
azulejos que Contreras patrocin intelectualmente.
Cabe agregar, sin embargo, que la posicin de los zcalos es tal que stos no
son visibles para quien ingresa a la capilla para orar o para aquellos que asisten
desde afuera a una misa, por encontrarse los azulejos al dorso del muro de
entrada (Fig.5). En ese sentido, no fueron concebidos como parte del programa
principal del retablo, sino como un fondo complementario, a la vez decorativo y
de apoyo argumental. Esa circunstancia alent sin duda una cierta libertad en el
uso de la simbologa aplicada.
La doctrina de la Inmaculada Concepcin, defendida con tanto ardor por el
imperio espaol, fue propugnada como una de las dos formas milagrosas que
hicieron posible la encarnacin del espritu divino sobre la tierra. Al lado del
misterio reiterado de la transmutacin eucarstica de las especies en el altar,
Mara es el ser sagrado cuya pureza original fue instrumental en la
materializacin de la presencia divina del Hijo en este mundo 40. Ese argumento
permite entender la presencia de las figuras simblicas referidas al trigo y al vino
en el muro de entrada a la capilla. Para el cristiano culto que se aprestaba a
retirarse del interior del recinto despus de haber concentrado su atencin en el
conjunto mariano expuesto en el retablo, el espectculo de los dioses y la
frescura de su entorno natural seran una invitacin a la paz y un modo de
acentuar, por comparacin, el mensaje del origen divino y puro de la Virgen
Mara, cuyo smil complementario era visualizado en una alegora, tal vez algo
literaria, acerca del sacramento de la encarnacin de Cristo en la misa.
La presencia de Baco, dios del vino, no es extraa en el contexto del
pensamiento simblico cristiano (Fig.6). El dulce brebaje de la vid juega un papel
importante en el sacramento eucarstico. La propia embriaguez dionisiaca,
interpretada en el sentido mstico de una ofuscacin de la razn frente a la
experiencia divina (Ficino), es un tema antiguo ya tratado, por ejemplo, por San
Jernimo, al referirse a No, ebrio como una prefiguracin de Cristo entregado a
la Pasin, y que fue retomada bajo diversas formas por los neoplatnicos del
Renacimiento41. No es extrao que ese tema interesara a un telogo cuzqueo
familiarizado con las borracheras rituales andinas 42. Por otro lado, Dionisio
como advertencia moral contra la bebida y la falta de mesura a que conduce la
intemperancia era un tema muy frecuente tambin en la emblemtica 43. Ideas
como stas no seran ajenas a un telogo culto e imaginativo como Contreras
Valverde.
Ceres, diosa de la agricultura, representada en el otro pao, estaba
especialmente relacionada al cultivo del trigo, cuyas espigas coronan su cabeza
(Fig.7). Aparte de la relacin evidente con el pan eucarstico, Demter evocaba
otras asociaciones con el pensamiento cristiano. Era la madre-tierra, smbolo de
fertilidad, de muerte y de resurreccin cclica 44 que cada ao, en Pascua, cuando
recupera y vuelve a perder a su hija Proserpina, interpretaba un papel
comparable al de la Mater Dolorosa durante la Pasin. La bsqueda desesperada
de su hija fue una iconografa clsica repetida con cierta frecuencia. La imagen
de Ceres recorriendo la tierra con una antorcha en cada mano fue reinterpretada
en la Edad Media como una alegora de la Iglesia (con los dos Testamentos) que
busca a las almas perdidas45.
Ambas divinidades reunidas simbolizan, adems, la abundancia de los bienes
terrestres y, en presencia de Venus, como las represent Rubens, se refieren a la
fuerza del amor. Para los pensadores neoplatnicos el amor de Venus poda ser
terrestre o divino, imgenes evocadas en la conocida composicin de Tiziano. De
modo que la contemplacin de la pareja de dioses an pudo suscitar en las
mentes ilustradas argumentos de una muy distinta dimensin filosfica 46.
9.1. EL DECORUM DE LOS DIOSES
Para el espectador actual, desprovisto de la cultura simblica del siglo XVII, la
presencia de Baco y Ceres en la Catedral puede causar sorpresa y conducir a
errores de interpretacin. La nica descripcin de los azulejos hecha en tiempos
modernos vio en ellos, muy comprensiblemente, a las figuras de Adn y Eva 47.
Ninguno de los autores coloniales que se ocuparon de la Catedral mencionaron
los zcalos; y el contrato con Juan del Corral tan slo cita cinco pases a ser
diseados posteriormente48. La aparente falta de decorum en el tratamiento de
las dos figuras en relacin al lugar donde estn representados plantea, pues, un
problema que merece ser examinado49.
Aunque ya durante el Medioevo el desnudo fue empleado ocasionalmente como
atributo de ciertas virtudes (inocencia, pureza de los justos, amor divino,
pobreza), el uso generalizado de la anatoma humana como instrumento
expresivo fue una de las grandes conquistas del Renacimiento. El tema fue
incorporado plenamente a todos los gneros artsticos, incluyendo el religioso, a
partir del siglo XV, porque el humanismo se bas en una fe indestructible en la
grandeza y en la dignidad del hombre cuya mxima expresin esttica y filosfica
se reflejaba en la representacin armnica del cuerpo humano. El desnudo fue,
para artistas como Leonardo o Cellini, la ms perfecta de todas las formas 50. De
ese modo se desterr prcticamente la nocin medieval de la nuditas criminalis
identificada con el paganismo y los vicios.
Pero el Concilio de Trento revirti los trminos y desde finales del siglo XVI se
volvi, si no a una prohibicin total, al menos a una drstica divisin entre arte
religioso y arte profano. El primero deba evitar a toda costa la anatoma
descubierta y la alusin a la Antigedad; el segundo quedaba en libertad de
retornar a los ideales del Renacimiento siempre y cuando les otorgara una
interpretacin tica. De ese modo, la desnudez de Baco fue utilizada en la
literatura emblemtica de corte moral como smbolo del poder del vino del que
deba cuidarse el hombre virtuoso, ya que la bebida extrada de la vid consume
con su ardor
cuanto objeto se le aproxima y llega a revelar todo lo oculto desnudando (como la
Verdad) el pensamiento del que bebe en exceso 51. An transformado de ese
modo, el tema de Dionisio no habra hallado jams un lugar en el arte religioso
del Viejo Mundo, porque habra sido visto como una evidente falta de decorum y
de propiedad. Tratadistas como el cardenal Paleotti y G. P. Lomazzo, activos
desde la segunda mitad del siglo XVI, sealaron claramente los lmites a ser
observados en esos temas52.
Siendo esto as, a qu se debe su presencia en la capilla de la Inmaculada?
Debe recordarse que el arte colonial se interes muy poco en la mmesis como
doctrina esttica. Con excepcin de un breve perodo a partir de la tercera
dcada del siglo XVII, en Lima53, la pintura, la escultura y las artes asociadas
utilizaron un lenguaje formal idealizado, estilizado o expresionista, cuyo propsito
era opuesto al de la imitacin de la naturaleza. Por eso el diseo de la anatoma
de ambas divinidades es esquemtico y de difcil lectura (Figs. 6 y 7). Los rasgos
corporales distintivos son confusos y su contemplacin no revela a primera vista
el gnero, la edad u otros pormenores individuales. Son frmulas grficas,
esquemas conceptuales de los dioses antiguos; no una representacin anatmica
veraz. Al extremo que se puede afirmar que las imgenes no fueron interpretadas
a los ojos de los espectadores de la poca propiamente como desnudos, sino
como evocaciones de una idea abstracta de los personajes mitolgicos.
A partir del siglo XVII hubo una transformacin progresiva en el comportamiento
virreinal en relacin a estos temas. El recurso de utilizar alegoras clsicas en
contextos religiosos, pblicos o acadmicos se convirti cada vez ms una
formalidad, una exhibicin de conocimientos tericos no siempre bebidos en las
fuentes originales. Asociar sabidura con Minerva, fuerza con Hrcules, amor con
Venus y Cupido o rapidez con Mercurio se volvieron procedimientos
automatizados en el discurso de la poca y que no implicaban una asimilacin
genuina del significado que esas imgenes gozaban en la cultura de la
Antigedad. Por eso, con el tiempo, el mtodo tendi a ser un hbito de
asociacin mecnica; una forma de sinonimia en vez de la aplicacin de una
simbologa real. No obstante, en el caso aqu estudiado, la actitud americana se
manifiesta casi como una escoliosis visual por la cual los azulejos de Dionisio y
Demter fueron percibidos con ojos mediatizados por un entramado ideolgico
que esconda su significado real y que lo sustitua por las nociones eruditas de un
discurso peculiar del pensamiento teolgico virreinal peruano. Slo as se puede
entender lo que de otro modo habra que interpretar como un gesto de
heterodoxia y de falta de decoro que no se puede concebir viniendo de un
hombre como Contreras Valverde.
Es necesario recordar que la mitad del seiscientos fue la poca de la segunda
oleada de extirpacin de idolatras lanzada por el obispo Pedro de Villagmez y
apoyada por Fernando de Avendao, visitador nombrado para Lima 54. La
preocupacin por la incorporacin definitiva de la poblacin nativa bajo el manto
protector de la Iglesia fue un tema de meditacin permanente de los mejores
cerebros de la teologa colonial, quienes deseaban ver en su institucin titular el
mismo desvelo por las almas descarriadas que sus antecesores medievales
encontraron en la comparacin con la imagen adolorida de Ceres buscando con
dos antorchas a su hija Proserpina.
25 Dos aos antes fue pintado el Sileno (1626) de Jusepe de Ribera (Museo de
Capadimonte, Npoles).
26 Ver M. de Mendiburu: Diccionario histrico-biogrfico del Per. Lima, 19311935, vol. 7, p. 113.
27 El virrey escogi un tema apropiado, por el cual procur ponerse a resguardo
diplomticamente de posibles difamaciones llevadas a odos del joven monarca.
En efecto, el ao anterior el Conde de Superunda obtuvo una victoria sobre su
oponente de larga data, el arzobispo de Lima Pedro Antonio de Barroeta, y ste
fue trasladado a la dicesis de Granada (1758), en Espaa, de donde tendra
acceso ms fcil al rey. Ver R.Vargas Ugarte: Historia general del Per. Lima,
1966, vol. IV, p. 274-282.
28 El primer y ms completo estudio sobre La Calumnia y sobre el uso de la
ekphrasis (o descripcin retrica latina) por los artistas del Renacimiento para
crear pinturas con temas clsicos es: R. Foerster: Die Verlumdung des Apelles
in der Renaissance. Jahrbuch der Preussischen Kunstsammlungen, vol. VIII,
1887, p. 29-56, 89-113.
29 Ver E.Gombrich: Botticellis mythologies: a study in the neo-Platonic
symbolism of his circle. Symbolic Images. Studies in the art of the Renaissance.
Londres, 1972, p. 52 y ss., fig. 35; E. Wind: The birth of Venus. Pagan
mysteries in the Renaissance. Oxford, 1980, p. 132.
30 Una referencia detallada a los hallazgos arqueolgicos de Herculanum (con
cita bibliogrfica), fue incluida, por ejemplo, en las festividades en honor de
Carlos III, donde figuraron Hrcules, Pomona, el centauro Chirn, Teseo y el
Minotauro. Ver: Lima Gozosa, op. cit. (nota 22), p. 165.
31 El contrato fue firmado por parte de la Catedral por el Dr. Vasco de Contreras
Valverde, maestrescuela, y el Lic. Alonso Rico, sacristn mayor y mayordomo de
la cofrada. Ver A. San Cristbal: El retablo de la Concepcin en la Catedral de
Lima. Historia y Cultura, 15, 1982, p.103.
32 En 1639 est documentado en Lima un pintor de azulejos espaol llamado
Diego Vsquez de Lugo y que pudo haber participado en la obra de la Catedral.
Ver E. Harth-terr: El azulejo, joya limea. Arquitectura, La Habana, ao XII, n
134, p. 328.
33 Ver la nota 35.
34 El fervor fue tan grande, que por aadidura se design a la Virgen Mara como
patrona de la ciudad de Lima, desplazando a Santa Isabel, que lo fue
anteriormente. Ver la descripcin de los festejos y juramentos marianos en J. y F.
Mugaburu: Diario de Lima. Ed. de C. A. Romero. Lima, Concejo Provincial de
Lima. 1935, p. 20, 23 y 26.
35 En Espaa, el rey lleg a nombrar una Real Junta en 1616 con el propsito de
solicitar al papa que apoyara la definicin de la doctrina acerca de la Inmaculada.
En 1621, las Cortes de Castilla juraron defender la doctrina. Nuevas Juntas
fueron creadas en tiempo de Felipe IV, quien fue celebrado como defensor del
principio inmaculista. Desde entonces, la Junta recomend impulsar el culto
popular en los dominios hispanos para as presionar indirectamente al Vaticano.
El resultado parcialmente exitoso fue que el 28 de julio de 1656 el papa Alejandro
VII decret la fiesta del Patronazgo de Nuestra Seora en toda Espaa. Ver S.
Stratton: The Immaculate Conception in Spanish art. Cambridge, 1994, caps. 3 y
4.
36 En F. Echave y Assu: La estrella de Lima convertida en sol sobre sus tres
coronas. Amberes, 1668, p. 91.
Cuzco virreinal. Cielo Abierto, 21, Lima, 1982, p. 41-55; R. Mujica: Angeles
apcrifos en Amrica virreinal. Mxico, 1992. Ver tambin notas 42 y 44.
56 La diferencia cualitativa entre las nociones de provincia y periferia fue tratada
por: J. Bialostocki: Some values of artistic periphery. World Art. Themes of
unity in diversity. Actas del XXVI Congreso de Historia del Arte. Pennsylvania,
1989, vol. I, p. 49-54.
57 El tema viene de fuentes remotas de la Antigedad oriental referidas a una
diosa madre virgen. Fue retomado en el Fisilogo griego del siglo V y repetido en
los bestiarios medievales, antes de ser incorporado por Honorious de Autun en su
tratado, que fue usado como modelo por los artistas de los siglos XII y XIII. Ver E.
Male: The Gothic image. Religious art in France of the thirteenth century. Nueva
York, 1958, p. 39-40, 147-148.
58 Ver la edicin de S. Sebastin: El Fisilogo, atribuido a San Epifanio, seguido
de El Bestiario Toscano (1587). Madrid, Ediciones Tuero, 1986.
59 Honorius de Autun citado en E. Male: op.cit. (Nota 56), p. 40.
60 El venado es modelo de castidad. El jabal, simboliza habitualmente a la lujuria
y se le representa pisoteado a los pies de la Castidad. Diana, sin embargo, utiliz
alguna vez al jabal como su emisario para vengarse del rey de Caledonia. No es
infrecuente el uso de la oposicin del ciervo con animales que representan la
lascivia. Ambas escenas provienen de la tradicin de los grabados de las
Venationes ferarum... de J. van der Straet o Stradano. Ver M. S. Soria: op.cit.
(Nota 17), p. 24-25. Para la oposicin simblica con el venado, ver J. Cuadriello:
El poder universal de Cupido. Anales del Instituto de Investigaciones Estticas,
Mxico, 1996, n 68, p. 26-27 y ss.
61 El contrato da a entender que las fuentes fueron diferentes entre s y que
repetan otras dos que Corral hizo para el palacio virreinal. Una estuvo colocada
a la derecha del retablo de palacio y la otra a la izquierda. Eso puede entenderse
si se considera que la de la derecha en palacio debi ser, por razn de jerarqua,
la de Cristo cruficificado. Y la de la izquierda, en segundo lugar, la dedicada a la
Virgen. En la capilla de la Catedral estuvieron dispuestas en sentido inverso, ya
que la capilla, por su dedicacin a la Inmaculada, debi colocar en el lugar
preferencial (derecha) a la fuente dedicada a Mara.
62 Los triunfos, segn el modelo petrarquiano y dedicados al Amor, Castidad,
Tiempo y Muerte, se combinan sincrticamente en esos murales con una
emblemtica animal proveniente de la mitologa azteca y en algunos casos de
Europa. Ver E. Palm: El sincretismo emblemtico en los Triunfos de la Casa del
Den. Heimkehr ins Exil. Schriften zu Literatur und Kunst. Colonia, 1992, p. 91100.
63 Las posibilidades de construccin de un nuevo modelo inspirado en los
ideales antiguos a partir del proyecto republicano seran tema de otro estudio.
ARQUITECTURA INCA
Antes de la construccin de cualquier edificio, palacio, templo, pueblo o ciudad;
los quechuas tenan un proceso de planificacin fsica que pretendi asegurar el
xito para el futuro.
Indisputablemente el conocimiento no slo era un producto de capacidad creativa
de estos lugareos andinos sino fue como se indic antes, la cultura peruana
tiene una edad de 18 a 20 mil aos a.C. El estudioso peruano Vctor Angles
comenta: " La fase inca es el ms corto en el desarrollo de personas
prehispnicas, es la ltima poltica caracterizada por una expansin militar rpida
bloques pero tenan algn deber religioso o el significado ideo-grfico que estn
perdidos.
Entre los materiales usados en las paredes incas est el adobe (ladrillo de barro).
Muchos edificios e incluso las ciudades enteras en el Tawantinsuyo eran hechos
con este material; se es el caso de Pachacamaq que est de pie al sur de Lima.
Para hacer "adobes" preferentemente se escoga tierra de buena calidad,
arcillosa esta era mezclada con el ichu, y en ciertos casos con lana de alpaca.
Todos estos materiales estaban mezclados con agua, y puestos en moldes
rectangulares y secados al sol.
Los edificios del adobe aun son preferidos en los andes porque son fciles de
conseguir y as tener propiedades termales son durables y cubiertas con paja o
tejas.
Existieron diversos tipos de paredes en el incanato y resumidos estos en cinco
modelos bsicos:
- El Rstico o "Pirka": Hecho con piedras speras tallados y acomodadas sin
mucho cuidado; los espacios vacos estaban llenos con piedras pequeas y
abundante barro. Este tipo se us para la construccin de terrazas, almacenes y
casas para la gente comn, etc.
- El tipo Celular: Tiene un aspecto similar a la estructura de un panal de miel
hecho con las calizas poligonales pequeas; se encuentran ejemplos de este tipo
en Qolqanpata, Chinchero, Tarawasi, etc.,
- El tipo de Enchased: Hecho con piedras gneas. Los ejemplos de este tipo son
el Templo Principal en Ollantaytambo, el templo de las Tres Ventanas en
Machupicchu, Hatun Rumiyoq en Cusco, etc.
- El inca sedimentario o Imperial: Consistiendo bsicamente de piedras
medianas de altura regular en filas horizontales que dan la impresin de ser
totalmente rectangular. Formando junturas pulidas y perfectas "donde es
imposible resbalar una hoja del afeitar o incluso una hoja del papel. Excepto una
pantalla de la arcilla muy delgada como un sealant que parece haber sido puesto
en licuado o estado lquido para habilitar la mudanza y manipulacin de las
piedras.
- El tipo Ciclpeo: Tambin conocido como Megaltico se caracteriza por
contener enormes cantos rodados que en algunos casos pueden alcanzar 8.5
mts. (28 pies) de alto como los que se ven en Saqsaywaman o los que salen del
Templo Principal en Ollantaytambo.
Normalmente, las paredes incas estn apoyadas y tienen una ligera de
inclinacin. No hay una regla general o medida para esa inclinacin y su deber
principal era investigar algn equilibrio entre las paredes que los apoyan.
Normalmente las piedras de la base son ms grandes o tienen ms volumen que
el superior. Adems, las paredes incas son frecuentemente ms anchas en la
base que en la parte superior. Es ms, la forma clsica de arquitectura inca es el
trapezoidal que le da una estabilidad y sensacin de equilibrio. Es innegable que
la inmortalidad fue investigada; la manera de cmo hacer los edificios ssmicos
eternos e indestructible por cualquier catstrofe natural. Slo hombres,
deslumbrados por las ideologas fanticas podra destruirlos parcialmente.
Construyendo sus techos con tcnicas muy calificadas. Eran hechos
generalmente con vigas de madera y cubiertas con paja o "ichu" (csped salvaje
local). Segn la forma de su techado, los tejados pueden ser clasificados en 4: de
una sola cuesta; de dos cuestas; de cuatro cuestas y los cnicos. Simplemente