El documento analiza los aspectos sociales, técnicos y artísticos de la televisión y cómo están interrelacionados. La televisión forma parte de la industria de la cultura y tiende a deformar la conciencia del público de manera que no pueda distinguir entre la realidad y lo que se refleja. Al acercar las imágenes al espectador en su hogar, reduce la distancia crítica y fomenta la pasividad y conformismo.
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El documento analiza los aspectos sociales, técnicos y artísticos de la televisión y cómo están interrelacionados. La televisión forma parte de la industria de la cultura y tiende a deformar la conciencia del público de manera que no pueda distinguir entre la realidad y lo que se refleja. Al acercar las imágenes al espectador en su hogar, reduce la distancia crítica y fomenta la pasividad y conformismo.
El documento analiza los aspectos sociales, técnicos y artísticos de la televisión y cómo están interrelacionados. La televisión forma parte de la industria de la cultura y tiende a deformar la conciencia del público de manera que no pueda distinguir entre la realidad y lo que se refleja. Al acercar las imágenes al espectador en su hogar, reduce la distancia crítica y fomenta la pasividad y conformismo.
El documento analiza los aspectos sociales, técnicos y artísticos de la televisión y cómo están interrelacionados. La televisión forma parte de la industria de la cultura y tiende a deformar la conciencia del público de manera que no pueda distinguir entre la realidad y lo que se refleja. Al acercar las imágenes al espectador en su hogar, reduce la distancia crítica y fomenta la pasividad y conformismo.
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Prlogo a la televisin
Theodor W. Adorno
En: ADORNO, Theodor W. Intervenciones. Nueve modelos de
crtica. Caracas, Monte vila Editores, 1969, traduccin de Roberto J. Vernengo, pp. 63-74.
No es posible encarar en forma separada los aspectos sociales,
tcnicos y artsticos de la televisin. Son entre s interdependientes: la capacidad artstica, por ejemplo, depende de la consideracin paralizante que se adopte frente al pblico masificado, al cual slo se atreve a perturbar una inocencia impotente; el efecto social, de la estructura tcnica, as como de la novedad del invento en cuanto tal, que en los Estados Unidos ciertamente, dio la tnica durante el periodo de iniciacin; pero tambin, de los mensajes abiertos o encubiertos que las producciones televisivas transmiten al observador. El medio mismo integra el esquema general de la industria de la cultura y fomenta su tendencia a deformar y captar desde todos los ngulos la conciencia del pblico, como sntesis del cine y la radio. La meta, la de poder repetir en una imagen suficiente, captable por todos los rganos, la totalidad del mundo sensible, este sueo insomne, se ha aproximado mediante la televisin y permite, de consuno, introducir en este duplicado del mundo, y sin que se lo advierta, lo que se considere adecuado para reemplazar al real. Se colma as la laguna que la existencia privada ocasionaba a la industria de la cultura, mientras no cont con medios para dominar completamente la dimensin de lo visible. Como fuera de la jornada de trabajo apenas si puede darse un paso sin topar con una advertencia de la industria de la cultura, sus medios estn, en consecuencia, ensamblados de tal suerte que no es posible reflexin alguna en el tiempo que dejan libre y, por tanto, no es posible advertir que el mundo que reflejan no es el mundo. "En el teatro, por la diversin de la vista y el odo, la reflexin queda muy limitada". La comprobacin de Goethe encontr por fin su objeto en un sistema total, en el cual el teatro ha pasado hace tiempo a ser un museo de espiritualidad, que sin pausa transforma a sus consumidores, con el cine, la radio, los peridicos ilustrados y, en los Estados Unidos tambin mediante las historietas y los comic books.
Desde hace poco el juego conjunto de todas esas experiencias, entre
s relacionadas, y sin embargo diferentes por sus tcnica y efectos, constituye el clima de la industria de la cultura. De ah que sea tan difcil para el socilogo decir qu hace la televisin a la gente. Puesto que aunque puedan las tcnicas perfeccionadas de la investigacin emprica aislar los "factores" que son caractersticos de la televisin, resulta que esos factores slo adquieren su fuerza en la totalidad del sistema. Ms bien los hombres son considerados como inmodificables, en lugar de transformados. Por cierto que la televisin los convierte en lo que ya son, slo que con mayor intensidad de lo que efectivamente son. Ello corresponde a la tendencia econmica general fundante de la sociedad contempornea, que no pretende en sus formas de conciencia sobrepasarse y superar el statu quo sino que trata incansablemente de reforzarlo y, donde se ve amenazado, volver a restaurarlo. La presin bajo la cual viven los hombres se ha acrecentado en tal medida que no podran soportarla si las precarias gratificaciones del conformismo, que ya han acatado una vez, no les fueran renovadas nuevamente y repetidas en cada uno. Freud ense que la represin de los instintos sexuales nunca puede producirse totalmente y para siempre y que en consecuencia la energa psquica inconsciente del individuo se disipa incansablemente, de suerte que lo que no puede ingresar en la conciencia permanece retenido en el inconsciente. Esa labor de Ssifo de la economa instintiva individual parece haberse "socializado" hoy, desde que las instituciones de la industria de la cultura tomaron la direccin de escena, para beneficio de las instituciones y poderosos intereses que se mueven detrs. A ello contribuye la televisin, tal como es, con lo suyo. Cuando ms completo es el mundo en tanto apariencia, tanto menos superable es la aparicin como ideologa. La nueva tcnica difiere de la cinematografa en que, a semejanza de la radio, lleva el producto a la casa de los consumidores, los cuadros visuales son mucho ms pequeos que en el cine. El pblico norteamericano no gusta de esa pequeez y, por tanto, se trata de agrandar las imgenes, aun cuando parezca difcil que, en viviendas privadas amuebladas, pueda alcanzarse una dimensin que d la ilusin de un tamao real. Quizs puedan proyectarse las imgenes en las paredes.
Con todo, esa necesidad es rica en sugestiones. Por un lado, el
formato miniatura de los hombres en la pantalla del televisor impedira la acostumbrada identificacin con el hroe. Las personas que all aparecen y hablan con voz humana, son enanos. No pueden ser tomadas en serio, en igual forma que lo son los actores de cine. El abstraer del tamao real de los fenmenos implica percibirlos, ya no naturalmente, sino estticamente, y exige esa capacidad de sublimacin que la industria de la cultura no puede suponer se d en el pblico, pues ella misma ha servido para debilitarla. El hombrecito y la mujercita que son recibidos por el televisor en la casa, se convierten, para la percepcin no consciente, en juguetes. El espectador quizs extrae algn placer de esa circunstancia: los siente como cosas de su propiedad, sobre las cuales puede disponer, sintindose superior a ellos. A este respecto, la televisin se aproxima a las historietas cmicasgrficas, esas series de cuadritos con aventuras semicaricaturescas, que siguen, ao tras ao, las peripecias de las mismas figuras, de episodio en episodio. Muchos de los programas que se estn transmitiendo por televisin, por lo general farsas, se encuentran cerca, por su contenido, de las historietas. Pero a diferencia de ellas, que no aspiran a ningn realismo, en la televisin se mantiene la confusin entre las voces, reproducidas con casi naturalidad, y las imgenes reducidas en tamao. Pero tales confusiones se encuentran en todos los productos de la industria de lacultura y hacen presente el engao de una doble vida. Se ha advertido, a este respecto, que tambin el cine ha sido mudo, o que hay contradiccin entre las imgenes planas y el sonido con propia espacialidad corprea. Tales contradicciones aumentan a medida que la industria de la cultura suprime ms elementos de la realidad sensible. Se impone la analoga de ambas versiones con los estados totalitarios: en la medida en que, bajo la voluntad dictatorial, las cosas que entre s tienen relacin son integradas, en igual medida se acrecienta la desintegracin, y, en consecuencia, tanto ms se disgrega lo que no se corresponde de por s, sino que simplemente ha sido agregado externamente. El mundo imaginario sin lagunas resulta ser fragmentario. Superficialmente, el pblico no se molesta gran cosa por ello. Pero, la realidad, a cuyo servicio se est, no coincide con lo que se exhibe. Pero tal situacin no lleva a la rebelin, sino que se adora, apretando los dientes, pero con mayor fanatismo, lo inevitable y muy secretamente odiado.
Las observaciones referentes al papel de la dimensin absoluta
de los objetos que aparecen televisados, no pueden separarse de las relativas a la especfica situacin en que se ve televisin, la del cinematgrafo domstico. Tambin ella dar mayor fuerza a una tendencia de toda la industria de la cultura: la de disminuir, literal y metafricamente, la distancia entre el producto y el observador. Se trata de algo que ha sido previsto econmicamente. Lo que provee la industria de la cultura se presenta, incluso por la funcin que le atribuye en los Estados Unidos la propaganda que se efecta a su alrededor, como una mercadera, como arte para consumidores, seguramente en una directa relacin con la medida en que es impuesta, mediante la centralizacin y estandardizacin, a los mismos. Se condena al consumidor a mantenerse dentro de lo que l mismo acepta, es decir, no a la obra que debe ser experimentada de por s, y a la que se debe atencin, concentracin, esfuerzo y comprensin, sino a una mera cosa de ocasin que le es propuesta y que luego estimar como suficientemente agradable. Lo que sucede con la msica sinfnica, que el empleado cansado, mientras sorbe su sopa en mangas de camisa, ha llegado a tolerar, acaece tambin con las imgenes. Ellas estn all para conferir brillo a su vida gris, sin presentarle empero algo que sea distinto: de antemano son intiles. Lo distinto es insoportable, pues sirve para recordar lo que le est prohibido. Todo parece pertenecerle, justamente porque no se pertenece ni a s mismo. Ni siquiera tiene que moverse para ir al cine, y, en los Estados Unidos, lo que no cuesta dinero ni exige esfuerzos debe ser estimado como de menor valor. El fro mundo amenazante le llega ahora como digno de confianza, como si lo tuviera cerca de su cuerpo: en l se desprecia. La falta de distancia, la parodia de fraternidad y solidaridad, han servido, sin duda, para llevar al nuevo medio a su indescriptible popularidad. Todo aquello que, por distante que sea, pudiese recordar los orgenes religiosos de la obra de arte, cuyo ritual en esa ocasin podra ser hecho presente, es evitado por la televisin comercial. Invocando el hecho de que la televisin en la oscuridad es penosa, se deja de noche la luz prendida, y de da no se cierran las cortinas: se trata de que la situacin difiera lo menos posible de lo normal. Es impensable que la experiencia de la cosa pueda constituirse en una experiencia independiente. Los lmites entre realidad e imagen son borrados de la conciencia. La imagen es tomada con un trozo de la
realidad, como una especie de habitacin suplementaria, que se
compra junto con el aparato, cuya posesin sirve para acrecentar el prestigio entre los nios. Es difcil percibir, en cambio que la realidad vista a travs de las gafas televisivas impone que el sentido encubierto de la vida cotidiana vuelve a reflejarse en la pantalla. La televisin comercial deforma la conciencia, pero no por el empeoramiento del contenido de las transmisiones en comparacin con el cine y la radio. Aun cuando es frecuente encontrar en Hollywood, entre la gente de cine, quienes afirman frecuentemente que los niveles son rebajados por los programas de televisin. Pero, con ese argumento, los sectores ms viejos de la industria de la cultura, que se ven amenazados sensiblemente por la concurrencia, utilizan a la televisin como chivo emisario. La lectura de los manuscritos de algunas obras escritas para la televisin que quizs no reflejan el tipo de produccin general, permite concluir que est a un nivel diferente del utilizado en los libretos de pelculas corrientes, establecidos segn esquemas perfectamente normados y rgidos, y que ms bien supera al nivel de los programas de radio denominados soap opera (radioteatro), los novelones familiares transmitidos en serie, en los cuales siempre una madre buena, o un seor con canas y bondadoso, salva a la juventud rebelde de alguna situacin difcil. La afirmacin de que la televisin servir para empeorar la situacin, y no para mejorarla, suena, ms bien, a la sustentada en su tiempo al descubrirse la pelcula sonora, que se supuso rebajara la calidad esttica y social, sin que por ello el cine mudo pueda ser revivido o la televisin tenga que ser suprimida. Responsable de todo ello es el cmo, no el qu: esa "cercana" fatal del televisor, causa tambin del supuesto efecto socializante de los aparatos, al reunir a los miembros de la familia y a los amigos, que de otra manera nada tendran que decirse, en un crculo de sordos. Esa cercana satisface tambin el anhelo de no permitir que se produzca nada espiritual, que no pueda convertirse en posesin material, encubriendo adems la real extraeza que reina entre los hombres y entre los hombres y las cosas. Se convierte en substitucin de una inmediatez social a la cual los hombres hoy no tienen acceso. Confunde lo que es enteramente mediato, planificacin de ilusiones, con una solidaridad a la que se aspira. Ello refuerza el efecto formativo: la situacin misma es la que idiotiza, aunque el contenido transmitido por las imgenes no sea ms tonto que el que generalmente se propina a estos consumidores compulsivos. Que stos, seguramente, se esclavicen ms ante la
cmoda y barata televisin que con el cine, y que la prefieran a la radio,
pues lo ptico en ella se superpone a lo acstico, significa un paso ms en el retroceso. Una mana obsesiva es, en forma inmediata, un acto regresivo. Contribuye a ella, en medida destacada, la generalizada difusin de los productos visuales. Mientras que, en muchos respectos, el odo es sin duda ms "arcaico" que el sentido de la vista, arrojado atentamente sobre el mundo de las cosas, es en cambio el lenguaje de imgenes, que reemplaza al medio conceptual, mucho ms primitivo que la palabra. Slo que, mediante la televisin los hombres se alejan ms an del lenguaje, ms de lo que ya estn en toda la tierra. Puesto que si bien, en el televisor, las sombras hablan, su hablar es, de ser ello posible, una retrotraduccin peor que la del cine, un mero anzuelo que pende de las imgenes, y no expresin de una intencin, de algo espiritual; pura explicitacin de gestos, comentario de indicaciones que la imagen exhibe. As, en las historietas cmicas se ponen las palabras como dibujos en la boca de las figuras, puesto que de otra manera no se podra confiar en haber comprendido con suficiente rapidez lo que sucede. Cules sean las reacciones de los espectadores frente a la actual televisin, slo podra establecerse concluyentemente mediante una investigacin ms detallada. Como el material especula con lo inconsciente, las encuestas directas no serviran de mucho. Los efectos preconscientes o inconscientes no son comunicados en forma directa verbal en un interrogatorio. De stos se obtendr, ms bien, o racionalizaciones o afirmaciones abstractas, como la de que el televisor es un "entretenimiento". Lo que efectivamente sucede, slo puede ser comunicado circunstancialmente, sea, por ejemplo, al utilizarse imgenes televisivas, sin palabras, como tests proyectivos, para estudiar las asociaciones de las personas investigadas. Una comprensin plena slo podra obtenerse mediante numerosos estudios individuales, de orientacin psicoanaltica, realizados sobre espectadores de televisin. Previamente habra que investigar en qu medida las reacciones son, en general, especficas, y en qu medida el hbito de ver televisin sirve a la postre a la necesidad de matar el tiempo libre carente de sentido. Sea como fuere, un medio que alcanza a incontables millones de personas, y que, sobre todo entre los jvenes y los nios, frecuentemente apaga todo. Otro inters, tiene que ser visto como una especie de voz del espritu objetivo, aunque ste ya no sea el resultado involuntario de
las fuerzas en juego de la sociedad, sino que haya sido planificado
industrialmente. La industria, empero, tiene siempre que tomar en cuenta tambin, en alguna medida, en sus clculos a aquellos con que se ocupa, aunque ms no fuera para poder hacer llegar a todo hombre las mercaderas de los ofertantes, los sponsors, los dueos de cada programa. Ideas como las de que la cultura de masas que culmina en la televisin impliquen la derrota autntica del inconsciente colectivo, falsean lo intentado por error en la atribucin de importancia. Cierto es que la cultura de masas se encuentra enlazada con esquemas conscientes e inconscientes, que supone generalizados justamente entre los consumidores. Ese patrimonio consiste en los instintos reprimidos de las masas, o bien, simplemente, no satisfechos, a los cuales se orientan, directa o indirectamente, las mercaderas culturales; por lo comn lo hacen indirectamente en cuanto, como lo ha mostrado expresamente el psiclogo norteamericano G. Legman, se reemplaza lo sexual por la representacin de actos de fuerza y rudeza desexualizados. Es posible verificarlo, en la televisin, inclusive en las farsas aparentemente ms inocentes. A travs de esas u otras transposiciones, la voluntad de los recipientes acepta el lenguaje de las imgenes, de los objetos ofrecidos. En cuanto se despierta y se representa figurativamente, lo que dorma preconceptualmente en el sujeto, simultneamente se le propone lo que debe aceptar. As como toda imagen o cuadro pretende suscitar en el observador lo que en ellos est enterrado y con lo cual ofrecen analogas, los cuadros del cine o la televisin, breves. La interpretacin de la cultura de masas como "escritura jeroglfica" se encuentra en la parte del captulo, no publicado, pero escrito en 1913, sobre Industria de la cultura" del libro Dialektik der Aufklrung de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno. En forma independiente, el mismo concepto es empleado en el ensayo First Contributions to Psycho-Analysis and Aesthetics of Motion Pictures de Angelo Montani y Guilio Pietranera, publicado Psychoanalytic Review, abril de 1946. No puede entrarse aqu en las diferencias entre esos estudios. Los autores italianos tambin comparan la situacin de la cultura de masas con el inconsciente en el arte autnomo, sin planear esa diferencia en forma terica que tan fcilmente se ofrece corno el lenguaje como un centelleo y fluidos, se parecen ms a una escritura. Son ledos y no observados. El ojo es arrastrado por lneas, como al leer, y en la plcida sucesin de las escenas, es como si se diera vuelta a una pgina. En cuanto imagen, la escritura ideogrfica es un medio
regresivo en el que vuelven a encontrarse el productor y el
consumidor; se trata de una escritura que pone a disposicin del hombre moderno imgenes arcaicas. Una magia sin encanto no comunica ningn enigma, sino que corresponde a modelos de comportamiento conformes no slo al peso del sistema total, sino tambin a la voluntad de quienes lo controlan. La complejidad del conjunto, que fomenta la credulidad en que los seores del propio espritu son tambin dueos de la poca, reposa, sin embargo, slo en la circunstancia de queinclusive aquellas manipulaciones que confirman al pblico en la adopcinde una conducta adecuada a las exigencias de lo dado, siempre pueden referirse a momentos de la vida consciente o inconsciente de los consumidores y que, so capa de justificacin, elimina el sentimiento de culpa. Puesto que la censura y adiestramiento propios de un comportamiento conformista, tales como son sugeridos por los gestos ms contingentes del espectculo televisivo, cuentan no slo con hombres configurados segn un esquema de la cultura de masas que se remonta, con todo su prestigio, a los inicios de la novela inglesa de fines del siglo XVII, sino sobre todo con formas de reaccionar puestas en funcionamiento durante toda la edad moderna y que se han internalizado casi como una segunda naturaleza, mucho antes de que se recurriera a ellas en maniobras ideolgicas. La industria de la cultura se permite ironas: s el que ya eres su mentira reside justamente en la reiterada aseveracin y confirmacin del mero ser como se es, del ser que los hombres han llegado a ser en el curso de la historia. Y, por ello, puede con mucha mayor fuerza de conviccin, pretender que no los asesinos sino las vctimas son los culpables puesto que no hace sino traer a luz lo que ya se encuentra sin ms en los hombres. En lugar de hacer honor al inconsciente, de elevarlo a conciencia satisfaciendo as su impulso y suprimiendo su fuerza destructiva, la industria de la cultura, principalmente recurriendo a la televisin, reducean ms a los hombres a un comportamiento inconsciente, en cuanto pone en claro las condiciones de una existencia que amenaza con sufrimientos a quien las considera, mientras que promete premios a quien las idoliza. La parlisis no slo no es curada Sino que es reforzada. El vocabulario de la escritura de imgenes no es sino estereotipos. Son definidos connovedades tcnicas que permiten producir, en tiempo muy breve, enormes cantidades de material, o al informar, en los programas de slo un cuarto de hora, o media hora, slo en forma sumaria y sin demoras, el nombre y especialidad de los
que intervienen en la accin dramtica. La crtica responder que desde
siempre el arte ha trabajado con estereotipos. Pero la diferencia entre muestras promedio calculadas psicolgicamente con arte consumado, y muestras torpemente seleccionadas; entre las que pretenden modelar al hombre conforme al modelo de la produccin de masa y aquellas que continan invocando la alegora de esencias objetivas, es una diferencia radical. Anteriormente, ciertos tipos sumamente estilizados, como los de la comedia del arte, haban adquirido tal familiaridad en el pblico, que a nadie se le habra ocurrido orientar sus propias experiencias por el patrn de un payaso disfrazado. En cambio, en los estereotipos de la televisin todo es, exteriormente, puesto a un mismo nivel, hasta en la entonacin y los giros dialectales, mientras difunde directivas como la de que todos los extranjeros son sospechosos, o de que el xito es la medida suprema con que cabe medir la vida, no slo verbalmente, sino en cuanto sus hroes las aceptan como provenientes de Dios y establecidas para siempre, sin cuidarse de extraer muchas veces la moraleja que puede llegar a querer decir lo contrario. Que el arte tenga algo que hacer con las protestas del inconsciente violado por la civilizacin, no puede servir comoexcusa para el abuso del inconsciente con vistas a violaciones ms graves efectuadas invocando el nombre de la civilizacin. Si el arte pretende que tanto el inconsciente como lo pre-individual cuente con lo que le corresponde en derecho, requiere de una tensin suprema de la conciencia y de la individualizacin; si ese esfuerzo no se produce, y si en lugar se deja en libertad al inconsciente, en cuanto se sigue con una reproduccin mecnica, el mismo degenera en una mera ideologa orientada hacia fines sabidos, por tontos que stos aparezcan a la postre. Que en una poca en que las distinciones estticas y la individualidad se perfeccionaron con una fuerza liberadora tal como en la obra novelstica de Proust, esa individualidad sea suprimida a favor de un colectivismo fetichista y convertido en fin en s, y en beneficio de un par de aprovechados, es prueba de barbarie. Desde hace cuarenta aos sobran los intelectuales que, por masoquismo o por inters material, o por ambos, se han convertido en heraldos de esa barbarie. A ellos habra que hacer comprender que lo socialmente efectivo y lo socialmente justo no coinciden y que hoy, justamente, lo uno es lo opuesto de lo otro. "Nuestro inters en los asuntos pblicos no es, a menudo, ms que hipocresa" esta frase de Goethe, conservada en el archivo de Makarien, vale tambin para aquellos servicios pblicos que dicen prestar las instituciones de la industria de la cultura.
Qu pase con la televisin es cosa que no cabe profetizar. Lo que
ella hoy es no depende de cmo la veamos, ni tampoco de las formas particulares de su valoracin comercial, sino de un todo al cual est enlazado ese milagro. La referencia al cumplimiento de fantasas fabulosas mediante la tcnica moderna, deja de ser una mera frase cuando se le aade la sabidura aeja de que la satisfaccin de los deseos rara vez va en bien de quien desea. Desear correctamente es el arte ms difcil, y se nos ha desacostumbrado a ello desde la infancia. As como en el caso del marido al cual un hada le otorg el favor de concederle la realizacin de tres deseos: el poder hacer crecer y desaparecer una salchicha en la nariz de su mujer, de igual manera, aquel que, confiado en el genio del dominio de la naturaleza, cree ver en la lejana, no ve sino lo acostumbrado, adobado con la mentira de que se tratara de algo diferente, lo que lo conduce a advertir el falso sentido de su existencia. Su sueo de omnipotencia se convierte en realidad en una impotencia completa. Hasta hoy, las utopas slo se realizan para impedir que los hombres alcancen lo utpico y fijarlos, con cimientos ms firmes, a lo ya dado o a lo pasado. Para que la televisin pueda mantener la promesa que su mismo nombre involucra, tendra que emanciparse de todo aquello que contradice, como la ms audaz de las satisfacciones de deseos, su propio principio y traiciona la idea de la mayor felicidad como una mercadera de negocio de baratijas.