Cuando Hicimos Historia. La Experiencia de La Unidad Popular - Pinto, Julio (Coord. y Ed.)
Cuando Hicimos Historia. La Experiencia de La Unidad Popular - Pinto, Julio (Coord. y Ed.)
Cuando Hicimos Historia. La Experiencia de La Unidad Popular - Pinto, Julio (Coord. y Ed.)
LOM
P A L A B R A D E L A L E N G U A Y M A N A Q U E S I G N I F I C A
SOL
LOM Ediciones
Primera edicin, 2005
I.S.B.N: 956-282-726-7
JULIO PINTO VALLEJOS
TOMS MOULIAN / MARIO GARCS D. / FRANCK GAUDICHAUD / MARIO AMORS
MARA ANGLICA ILLANES O. / CSAR ALBORNOZ / VERNICA VALDIVIA ORTIZ DE ZRATE
Registro de Propiedad Intelectual N: 146.532
Motivo de la cubierta: Afiche, Cobre Chileno, gentileza de sus autores,
Luis Albornoz y Vicente Larrea.
Diseo, Composicin y Diagramacin:
Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88
Impreso en los talleres de LOM
Miguel de Atero 2888, Quinta Normal
Fonos: 716 9684 - 716 9695 / Fax: 716 8304
PRESENTACIN
Haciendo pie en el novedoso fenmeno de los cordones industriales, fruto precisamente de las
iniciativas y combates librados por sectores obreros comprometidos con el ideal de la revolucin, Gaudichaud caracteriza esa forma muy particular de concebir el protagonismo social
que se denomin poder popular. Unos y otros, obreros y pobladores, constituyen testimonios
vivientes del tipo de creatividad histrica que da a esta coleccin de estudios su razn de ser.
Lo propio hacen, desde un ngulo ms culturalista, las tres monografas que se desarrollan a continuacin. En la primera, el historiador y periodista espaol Mario Amors se
ocupa de uno de los componentes ms originales de la experiencia que culmin en el gobierno de la Unidad Popular, como lo fue el Movimiento de Cristianos por el Socialismo. Tendiendo
a travs de su propio quehacer un puente entre religin y socialismo, entre revolucin y fe,
los portadores de esta propuesta ensancharon la convocatoria izquierdista ms all de lo que
haban sido sus fronteras tradicionales en nuestro pas. La vivencia de los cristianos por el
socialismo se constituye asimismo en el punto de partida del artculo de Mara Anglica
Illanes, en el que la corporalidad del sujeto popular se convierte en eje conductor de una
reflexin, a la vez tica, poltica y existencial, sobre la ocupacin de territorio y la satisfaccin de necesidades bsicas como materializacin del mpetu creativo que liber en la
sociedad chilena, y sobre todo en sus clases populares, la llegada de Salvador Allende a la
presidencia. Ese mismo mpetu se despliega, esta vez en el campo de la creacin artstica y
cultural, en el trabajo de Csar Albornoz. Haciendo pie en algunas de las expresiones ms
emblemticas de esos aos, como lo fueron la Nueva Cancin Chilena, la Editorial Quimant, y diversas iniciativas en el mbito de la plstica (entre ellas el muralismo), esta colaboracin
profundiza en uno de los legados ms entraables y recordados de ese perodo.
La antologa se completa con una investigacin centrada en uno de los espacios ms
problemticos, y tambin ms desconocidos, de la obra desplegada por el gobierno de la
Unidad Popular: su vinculacin con el aparato y la poltica militar. La va chilena al socialismo se defina, precisamente, por su renuncia a alcanzar el poder por el camino armado o
insurreccional, lo que segn sus detractores constituy el principal motivo de su fracaso. Lo
que argumenta el artculo de Vernica Valdivia, sin embargo, es que esa renuncia no signific una confianza ciega en la lealtad institucional de las fuerzas armadas, sino por el contrario,
una opcin por ganarse el apoyo, a travs de propuestas de desarrollo econmico e integracin social, de a lo menos el sector ms progresista de la oficialidad y suboficialidad. El
trgico desenlace del gobierno allendista y la conducta que a partir de entonces desplegaron los institutos armados ciertamente que oscurece e interpela esta visin, y de seguro
despertar ms de alguna reticencia entre el pblico lector. Pero lo que a la autora le interesa subrayar es que se no fue un resultado predestinado y fatal, sino que pudo haber, como lo
demuestran los militares que tambin fueron vctimas de la represin pinochetista, alternativas diferentes. Y de esa plasticidad intrnseca de la historia, de la existencia permanente
de opciones a considerar, es precisamente de lo que esta coleccin se trata.
Es evidente que los ocho estudios que conforman esta obra no hacen justicia a la totalidad de los actores y experiencias que dieron cuerpo a la historia de la Unidad Popular, ni
estn tampoco cerca de agotar todo lo que sobre ese perodo querramos saber. La seleccin
temtica estuvo determinada por lo que sus autoras y autores ya haban investigado o estaban en proceso de investigar, lo que deriv en la omisin (esperamos que transitoria) de
actores tan relevantes como los campesinos o los estudiantes, y de propuestas tan emblemticas como la Asamblea Popular o la Escuela Nacional Unificada. Estamos tambin
conscientes de que las interpretaciones y los nfasis propuestos no sern necesariamente
compartidos en todos sus aspectos, ni recibidos con unnime aceptacin. Ms aun: entre los
propios integrantes del equipo, y como lo revelar con facilidad una lectura atenta, no existe
una visin o una lectura uniforme de los hechos que hemos querido historiar. Pero lo que nos
interesaba no era elaborar una historia oficial de la UP, ni encontrar una visin de consenso que dejara a todos conformes. Ms bien al contrario: lo que quisimos fue llamar la
atencin sobre lo mucho que todava queda por hacer en este campo, y abrir algunas sendas
para la discusin y la exploracin futuras. En esa lgica, toda discusin que nuestro libro
genere, y toda complementacin que sus omisiones estimulen, ser una seal de que el esfuerzo no ha sido en vano.
Esta obra entra a la imprenta a pocos das del fallecimiento de la dirigenta comunista
Gladys Marn, y del notable fenmeno de reconocimiento social y popular que este suceso
desat en un Chile que nos hemos acostumbrado a reconocer ms en su apata, su individualismo y su frenes consumista, que en los valores a los que ella consagr su vida. No es nuestro
inters, por cierto, construir una hagiografa en torno a la figura de Gladys Marn, ni silenciar
las diferencias y desencuentros que ms de alguna vez la alejaron de otros exponentes y expresiones de la izquierda nacional. Pero s queremos rescatar el simbolismo que su muerte adquiri
y la atmsfera que se volvi a respirar durante los das en que su fretro sirvi de elemento
unificador. Para quienes estuvimos all, fue como si una vez ms, por un momento, se descorriera el velo del pasado y nos retrotrajramos a las embriagadoras jornadas del 70 al 73. Fue como
si una vez ms, por un momento, volviramos a hacer y ser la historia.
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Este artculo forma parte del Proyecto Fondecyt N 1040003, dirigido por Vernica Valdivia Ortiz de
Zrate. Se agradece muy especialmente la colaboracin de Sebastin Leiva y Karen Donoso.
Castro, Fidel. Segunda Declaracin de La Habana, 4 de febrero de 1962. Texto completo reproducido
en www.ciudadseva.com/textos.
Citado en Punto Final N 44, diciembre de 1967.
Para el ejemplo guevarista, ver Jorge Castaeda, La vida en rojo, Buenos Aires, Planeta, 1997; para sus
escritos, Ernesto Che Guevara, Escritos y discursos, (9 vols.), La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1977; el
texto ms influyente por aquellos aos de Rgis Debray fue Revolucin en la revolucin, Cuadernos de la
revista Casa de las Amricas N 1, La Habana, 1967.
frente a la fuerza de un anlisis lcido y una voluntad decidida. Seamos realistas, escriban los
jvenes parisinos en los muros de mayo del 68, pidamos lo imposible.
Tambin en Chile, pas reconocido por su sobriedad poltica y su apego institucional,
los aos sesenta pusieron en la agenda la inminencia de la revolucin. Es verdad que ya
desde comienzos del siglo XX se vena hablando en nuestras tierras sobre la viabilidad, la
necesidad o el peligro de la revolucin, pero la discusin en general no haba sobrepasado el
plano retrico o programtico. Por el contrario: desde los aos treinta, hasta los partidos
que se definan a s mismos como intrnsecamente revolucionarios, el Comunista y el Socialista, se haban integrado pacficamente a un orden poltico caracterizado ms bien por la
estabilidad y el respeto a las reglas del juego6 . Todo cambi, sin embargo, con el efecto
combinado del triunfo de la Revolucin Cubana y el ascenso electoral de la izquierda, la que
en 1958 estuvo a punto de llevar a Salvador Allende a la Presidencia de la Repblica. Como
nunca antes, por uno u otro camino, surga en Chile la perspectiva concreta de hacer la
revolucin. La revolucin socialista, afirmaba una editorial de la revista Punto Final, es
una tarea inesquivable de nuestra generacin7.
La dcada de los sesenta, y con mayor razn los mil das de la Unidad Popular, estuvieron
marcados por esa expectativa. Los partidarios de la revolucin, ms all de adscripciones o
matices, debatieron y pugnaron febrilmente por hacerla realidad, y por definir el carcter
que ella tendra en nuestro suelo. Sus enemigos hicieron lo humanamente posible por impedirla, y luego, cuando pareci momentneamente triunfar, por derrotarla. Y quienes se
ubicaban a medio camino, como el Partido Radical o la Democracia Cristiana, terminaron
fracturados precisamente en torno a esa opcin, dividindose entre partidarios y detractores
de la revolucin8. En el caso de esta ltima colectividad, que gobern el pas durante buena
parte de la dcada, la seduccin revolucionaria se desliz incluso al interior de sus propuestas electorales: Eduardo Frei Montalva lleg en 1964 a la Presidencia de la Repblica sobre
las alas de una revolucin en libertad, cuyo incumplimiento le sera enrostrado ms de
una vez no solo por sus opositores de izquierda, sino por muchos de sus propios seguidores.
Al llegar las presidenciales de 1970, ambos bloques polticos, la Democracia Cristiana y la
Unidad Popular, rivalizaron ante el electorado con planteamientos que al menos en algunos
aspectos podan ser calificados de revolucionarios. En el Chile de los sesenta, lo polticamente correcto era ser partidario de la revolucin.
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Para este tema ver, entre otros autores, Toms Moulian, La forja de ilusiones: el sistema de partidos, 19321973, Santiago, ARCIS-FLACSO, 1993; y Julio Fandez, Izquierdas y democracia en Chile, 1932-1973, Santiago, Ediciones Bat, 1992.
Punto Final N 57, junio de 1968.
La Democracia Cristiana sufri en 1969 la escisin del MAPU, y en 1971 la de la Izquierda Cristiana,
ambas por adherir al proyecto revolucionario. En el caso del Partido Radical, el apoyo de su directorio al
programa de la Unidad Popular provoc la ruptura de una fraccin de derecha, dirigida por Julio Durn,
que pas a denominarse Democracia Radical.
Pero qu se entenda exactamente, al menos entre sus adherentes declarados, por revolucin? No es desconocido que entre las dos principales colectividades de la izquierda chilena de
la poca, el Partido Comunista y el Partido Socialista, haba diferencias ms que superficiales
en materia estratgica o programtica, las que se reproducan ms o menos simtricamente en
los partidos y agrupaciones ms pequeas que completaban ese campo ideolgico. En lo que s
se concordaba, sin embargo, era en el deseo de hacerla, y en el significado ltimo de la palabra.
El objetivo supremo del Partido Comunista, declaraba en 1969 el programa aprobado en el
XIV Congreso de esa colectividad, es abrir paso a la revolucin chilena. Y precisaba: concebimos a la revolucin chilena como el movimiento de la clase obrera y del pueblo organizado
que, mediante la lucha de masas, desplaza del poder a las actuales clases gobernantes, elimina
al viejo aparato del Estado, las relaciones de produccin que frenan el desarrollo de las fuerzas
productivas e introduce transformaciones de fondo en la estructura econmica, social y poltica del pas, abriendo camino al socialismo9.
Qu es la Revolucin, se preguntaba por su parte el abogado y futuro intendente
socialista Jaime Faivovich, sino el cambio total del sistema imperante?. Y se explayaba:
lo que pretendemos es destruir hasta sus cimientos este rgimen econmico y social, en
que no solo el poder econmico, sino que tambin el poder poltico est en manos de un
grupo minsculo privilegiado. Queremos colectivizar la tierra y entregarla a los campesinos,
nacionalizar los bancos y socializar los medios de produccin, hacer a Chile dueo y usufructuario de sus riquezas nacionales, eliminar los monopolios y conquistar el poder poltico
para el pueblo10 . No muy diferente era lo que declaraba el naciente Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fruto l mismo del clima revolucionario imperante, en su Declaracin
de Principios de agosto de 1965: La finalidad del MIR es el derrocamiento del sistema
capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigidos por los rganos del poder proletario, cuya tarea ser construir el socialismo y extinguir gradualmente el
Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. La destruccin del capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las clases antagnicas11 . Mucho se debati y se polemiz
durante esos aos en Chile, a veces con bastante apasionamiento y violencia, sobre los alcances, formas e implicancias del proyecto revolucionario. Pero por encima de todas las
diferencias, afirmaba un lector ariqueo de Punto Final que se identificaba con el nombre
de Caliche, nuestro fin es el mismo: la revolucin marxista. O como lo dijo la Comisin
Poltica del PC en respuesta a un emplazamiento de su similar del PS: Nuestros dos partidos tienen como meta el socialismo, por lo tanto sus caminos no son divergentes12.
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Moulin, Toms. Evolucin histrica de la izquierda chilena: la influencia del marxismo, en el libro del
mismo autor Democracia y socialismo en Chile, Santiago, 1983;
El Siglo, 24 de agosto de 1969.
Programa del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), septiembre de 1965, reproducido en
Pedro Naranjo y otros (eds.), Miguel Enrquez y el proyecto revolucionario en Chile, op. cit., pp. 103-105.
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colectividad entre las resoluciones de su XXII Congreso, como organizacin marxista-leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratgico a cumplir por esta generacin,
para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y el retraso
econmico y cultural e inicie la construccin del socialismo22. Como revolucionarios,
concordaba el Tercer Congreso General del MIR, realizado a fines de 1967, como militantes
de un partido que es vanguardia de los oprimidos, establecemos como objetivo nico y principal la toma del poder poltico23. Respecto a cmo hacerlo, por cierto, el consenso, como se
ver ms adelante, dejaba rpidamente de ser tal24.
Vistos estos importantes y, para lo que se suele pensar, relativamente numerosos puntos
de convergencia, es interesante constatar que el debate y la teorizacin izquierdista de la
poca sola detenerse bastante poco en la caracterizacin especfica de la utopa que se
propona alcanzar25. As lo haca notar, sintomticamente, la opinin de la derecha, que en
boca de quien devendra uno de sus idelogos ms influyentes, un todava joven Jaime Guzmn, llamaba la atencin sobre la vaguedad con que la izquierda normalmente abordaba el
tema de los fines. Reaccionando al primer mensaje presidencial de Salvador Allende, en
mayo de 1971, Guzmn planteaba que en general, todas las discusiones entre marxistas
giran sobre las estrategias que conviene seguir. Es raro verlas centradas en torno a la meta,
al modelo social por el cual combaten. As y todo, conclua, concordando con lo que aqu se
seala, respecto de los perfiles de este ltimo, prevalece normalmente una adhesin irrestricta, dogmtica y hasta reverente26. En verdad, la unidad en los fines result a la larga
mucho menos insistente y determinante que el desacuerdo en materias de orden estratgico,
tctico y programtico, lo que terminara por configurar lo que Toms Moulian ha denominado acertadamente un empate catastrfico27. Enfrentados a la tarea de hacer la revolucin,
los partidarios de la utopa socialista se fracturaron en visiones divergentes, a menudo abiertamente antagnicas, sobre los medios, ritmos, marcos y actores que deban orientarla. A la
postre, esa fractura result ser un componente fundamental en la derrota de la mejor ocasin histrica que ha habido en Chile, hasta la fecha, para hacer la revolucin: el gobierno
de la Unidad Popular. No es la menor de las ironas de esa experiencia que las discrepancias
estratgicas hayan terminado pesando ms que la adhesin a una utopa comn.
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Citado en Luis Corvaln Marquz, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile, Santiago, Sudamericana,
2001, p. 54.
La estrategia insurreccional del MIR (1967), documento N 039 del Centro de Estudios Miguel Enrquez
(en adelante CEME), coordinado por Pedro Naranjo.
Toms Moulin, en su obra Socialismo del siglo XXI. La quinta va, Santiago, LOM, 2000, hace referencia a
la obsesin de la izquierda chilena y mundial con la conquista del poder.
Ver el artculo de Toms Moulin, en este mismo libro.
Revista PEC, N 403, 28 de mayo de 1971. Agradezco este dato a Vernica Valdivia.
Este es un argumento recurrente de su libro Conversacin interrumpida con Allende, Santiago, LOM, 1998.
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Se ha tomado esta nomenclatura del texto de Luis Corvaln Marquz, Los partidos polticos y el golpe del 11
de Septiembre, Santiago, CESOC, 2000.
Este argumento ha sido desarrollado con gran profundidad por el historiador brasileo Alberto Aggio en
su libro Democracia e Socialismo. A experincia chilena, segunda edicin, Sao Paulo, Annablume, 2002. Es
compartida tambin, siempre a nivel historiogrfico, por Luis Corvaln Marquz, op. cit., y por Juan
Carlos Gmez, op. cit.
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poda exhibir mayor legitimidad revolucionaria. Las polmicas que las dividan, como se ve,
no hipotecaban la consagracin a una utopa comn.
El primero, y sin duda el ms estudiado, de los ejes polmicos que separaron a gradualistas de rupturistas, y que hasta cierto punto da cuenta de esa misma denominacin, es el que
tena que ver con las vas para llegar desde el capitalismo al socialismo. Al hablar de vas,
la discusin haca tambin referencia al tema de los ritmos y los tiempos, ntimamente asociado al anterior.
Para la izquierda gradualista, las condiciones polticas y sociales que prevalecan en
Chile hacan muy improbable que la revolucin pudiese verificarse por la clsica ruta del
asalto al Palacio de Invierno, o la toma violenta del poder. Haba en nuestro pas, sostenan los partidarios de esta postura, toda una tradicin de respeto a la convivencia pacfica
y la legalidad vigente, que ya haba pasado a formar parte de una cultura poltica nacional,
compartida y valorada por las clases populares. Los espacios y los logros que estas ltimas
haban venido conquistando desde comienzos del siglo XX, por otra parte, demostraban la
factibilidad de utilizar el marco institucional para irse aproximando gradualmente (de ah
el concepto de gradualismo) a la meta socialista, valindose para ello de medios ciertamente menos traumticos que una insurreccin frontal. La va pacfica, como lleg a
llamarse (posteriormente se habl de va no armada, para dar cabida a acciones con cierta
dosis de violencia social como las tomas de terrenos urbanos o rurales)30, haca justicia
tambin a la caracterizacin que especialmente el PC haba venido elaborando sobre el estado evolutivo de la sociedad chilena, y que haca hincapi en sus evidentes niveles de atraso.
Un pas que todava exhiba, a juicio de ese partido, marcados rasgos feudales, y cuya sujecin al imperialismo lo mantena sumido en una condicin muy prxima al coloniaje,
difcilmente poda llegar al socialismo en un plazo breve. Ms bien, lo que se requera era
completar el trnsito al capitalismo, incluyendo tareas pendientes de la agenda democrtico-burguesa como la reforma agraria, la industrializacin y la recuperacin de las riquezas
bsicas a la sazn bajo control del capital imperialista. Solo desde all, se argumentaba,
podra acometerse con mayores probabilidades de xito la construccin de la utopa socialista. El camino, por lo tanto, constaba de diversas etapas (de donde eman el apelativo de
etapismo, tambin aplicado a esta corriente), las que deban irse cubriendo sistemticamente si se quera sentar cimientos slidos para la sociedad futura31.
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antecedentes ideolgicos de su estrategia hacia la Unidad Popular (1961-1970), Revista de Historia Social
y de las Mentalidades, Ao VII, vol. 2, Universidad de Santiago de Chile, 2003.
El Siglo, 24 de agosto de 1969.
Este argumento ha sido expuesto, entre otros, por Toms Moulin, quien identifica la incapacidad de la
Unidad Popular por ganarse efectivamente el apoyo de las capas medias como uno de los factores claves
(contina en pg. siguiente)
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afn, la buena disposicin de las clases medias y los sectores no monoplicos de la burguesa
resultaba un ingrediente irrenunciable34 .
Para la izquierda rupturista, toda esta construccin ideolgica resultaba, en el mejor de los
casos, una ingenuidad, y en el peor, una traicin. De acuerdo a su diagnstico, concordante por lo
dems con gran parte de los pronunciamientos clsicos del marxismo-leninismo y con las experiencias revolucionarias concretas, una clase dominante jams renunciara a su condicin de tal
sin oponer resistencia. Ms aun: la legalidad burguesa, que era la que imperaba en Chile como en
todos los pases capitalistas, se haba creado expresamente para consagrar esa situacin, y muy
difcilmente poda prestarse para que los revolucionarios llevaran a cabo su necesaria obra destructora. Pero incluso suponiendo que ese improbable escenario llegara a materializarse, sera la
propia burguesa (reforzada, en el caso chileno, por el imperialismo) la primera en repudiar su
marco institucional con tal de defender lo esencial: la conservacin de la propiedad privada y las
relaciones de explotacin. As haba ocurrido, sealaban una y otra vez las voces rupturistas, cada
vez que en Amrica Latina algn gobierno reformista se haba aproximado demasiado a lo que
Juan Carlos Gmez ha denominado la frontera de la democracia, como en Guatemala en 1954 o
en Brasil diez aos despus. As lo haba declarado tambin expresamente el gobierno norteamericano, mediante la llamada Doctrina Johnson, al justificar el derrocamiento del presidente
dominicano Juan Bosch en 1965: Estados Unidos no tolerara una segunda Revolucin Cubana
dentro de su esfera de influencia o, menos eufemsticamente, su patio trasero35 . Para hacer la
revolucin en Chile, por tanto, resultaba ineludible asumir la va de la insurreccin armada.
As lo planteaba ya en una fecha tan temprana como marzo de 1962 el peridico El Rebelde, a
la sazn rgano oficial de la Vanguardia Nacional Marxista, uno de los grupos que fundaran tres
aos despus el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): Nosotros los marxistas dejamos a los trabajadores el que respondan a esta pregunta: en qu parte del mundo, los trabajadores
han llegado al poder pacficamente? En cambio nosotros podemos afirmar rotundamente que
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Aparte de los discursos del propio Salvador Allende y los documentos y prensa del Partido Comunista, la
estrategia gradualista encuentra su mejor exponente en el asesor poltico de ese gobernante, Joan Garcs.
Ver al efecto sus obras El Estado y los problemas tcticos en el gobierno de Allende, Mxico, Siglo XXI, 1974;
y sobre todo Allende y la experiencia chilena, Barcelona, Ariel, 1976. Para un anlisis del perodo en una
visin ms bien favorable a esta perspectiva, ver Alberto Aggio, Democracia e socialismo, op. cit.; Luis
Corvaln Marquz, Los partidos polticos y el golpe del 11 de septiembre, op. cit.; Sergio Bitar, Transicin,
socialismo y democracia. La experiencia chilena, Mxico, Siglo XXI, 1979. Ver tambin Toms Moulian,
Conversacin interrumpida con Allende, op. cit.
Recientemente han aparecido algunos estudios que, desde el medio acadmico estadounidense, analizan
prolija y crticamente las relaciones entre ese pas y Amrica Latina, destacando por cierto el candente
perodo posterior a la Revolucin Cubana, en cuyo contexto se formul la mencionada Doctrina Johnson.
Esta literatura complementa y actualiza la voluminosa produccin latinoamericana de la poca, encabezada por los sectores de izquierda y los tericos de la dependencia. Ver, a modo de ejemplo, Peter Smith,
Talons of the Eagle. Dynamics of U.S.-Latin American Relations, Oxford University Press, 1996; y Lars Schoultz,
Beneath the United States. A History of U.S. Policy toward Latin America, Harvard University Press, 1988.
Agradezco ambas referencias a Brian Loveman.
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solo en forma revolucionaria han surgido Estados Socialistas como la Unin Sovitica, China
Popular y Cuba36 . Ya constituido el MIR como partido con identidad propia, su Declaracin
de Principios, de agosto de 1965, afirmaba que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
rechaza la teora de la va pacfica porque desarma polticamente al proletariado y por resultar inaplicable, ya que la propia burguesa es la que resistir, incluso con la dictadura totalitaria
y la guerra civil, antes de entregar pacficamente el poder. Reafirmamos el principio marxistaleninista de que el nico camino para derrocar el rgimen capitalista es la insurreccin popular
armada. La violencia revolucionaria, concordaba el Partido Socialista en su famoso congreso de Chilln de 1967, es inevitable y legtima. Resulta necesariamente del carcter represivo
y armado del Estado de clase. Constituye la nica va que conduce a la toma del poder poltico
y econmico y a su ulterior defensa y fortalecimiento. Por ese mismo tiempo, la revista Punto
Final, comnmente catalogada como portavoz transversal de la corriente rupturista, argumentaba rotundamente lo siguiente: Cada vez se afianza ms en la Izquierda la conviccin de
que la conquista del poder para hacer la revolucin y no para instaurar un rgimen reformista,
no se conseguir por la va electoral. Aunque haya discrepancias en cuanto a la oportunidad y
los mtodos o la tctica, la accin armada es inevitable, en cierta etapa. Entonces, las combinaciones poltico-electorales carecen de importancia. No resolvern nada37 . La Revolucin
Cubana, referente obligado de todas estas instancias, as como los golpes de Estado con apoyo
estadounidense que por entonces proliferaban por todo el continente, no permitan hacerse
ninguna ilusin al respecto.
Tan taxativo diagnstico se apoyaba fundamentalmente sobre una lectura estricta de las
teoras marxistas del imperialismo y la lucha de clases. En relacin a la segunda, deca la
Declaracin de Principios del MIR, el hecho histrico de la lucha de clases implicaba que
la destruccin del capitalismo solo poda lograrse mediante un enfrentamiento revolucionario de las clases antagnicas. En tal virtud, toda estrategia orientada a amortiguar esa
lucha deba rechazarse categricamente: Combatiremos toda concepcin que aliente ilusiones en la burguesa progresista y practique la colaboracin de clases. Sostenemos
enfticamente que la nica clase capaz de realizar las tareas democrticas combinadas con
las socialistas, es el proletariado a la cabeza de los campesinos y de la clase media empobrecida. Caa as por la borda el razonamiento gradualista sobre la necesidad de proceder
primero a una revolucin nacional-democrtica para solo despus plantearse la tarea de
construir el socialismo: Rechazamos, por consiguiente, la teora de las etapas, que establece equivocadamente que primero hay que esperar una etapa democrtico-burguesa,
dirigida por la burguesa industrial, antes de que el proletariado tome el poder. En esa
lgica, las directivas burocrticas de los partidos tradicionales de la izquierda chilena defraudan las esperanzas de los trabajadores; en vez de luchar por el derrocamiento de la
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burguesa se limitan a plantear reformas al rgimen capitalista, en el terreno de la colaboracin de clases; engaan a los trabajadores con una danza electoral permanente, olvidando la
accin directa y la tradicin revolucionaria del proletariado chileno.
Un razonamiento parecido, con evidentes resonancias de la entonces ascendente teora de
la dependencia38 , se aplicaba a las frmulas para combatir al imperialismo, que como se recordar constitua una de las bases sobre las cuales la izquierda gradualista sustentaba su tesis de
las etapas: primero derrotar al enemigo fundamental (el imperialismo), con la ayuda de las
capas medias y la burguesa nacional, y luego acometer la construccin socialista. Para la
izquierda rupturista, en cambio, la dominacin imperialista haca impracticable cualquier tentativa de llegar pacficamente al poder poltico, e ilusoria toda delegacin de responsabilidades
en alguna burguesa nacional o progresista. Deca al respecto el joven dirigente socialista
Ricardo Nez, en una entrevista publicada en Punto Final: Solo un slido frente de clase, sin
compromiso con los sectores de la burguesa que han mantenido esta situacin de subdesarrollo y de dependencia del imperialismo norteamericano en nuestro pas, lograr abrir
posibilidades ciertas a la insurgencia armada de las masas, que encabezarn los partidos de la
clase obrera. Por esto cualquier intento de conciliacin con las fuerzas defensoras del statu
quo vigente e incapaces de desempear el rol que en otros contintentes jugaron, no hace sino
postergar a todos aquellos que ven en el socialismo la concrecin de sus aspiraciones39.
Concordaba en esa apreciacin el Tercer Congreso General del MIR, de diciembre de 1967, al
sealar que la va armada era consecuencia insoslayable de una dominacin imperialista bajo
cuya gida las clases dominantes nacionales solo cumplan un papel secundario: Analizando las
clases dominantes en Chile, hemos llegado a la conclusin de que no es puramente la burguesa
chilena, engendrada y desarrollada por el imperialismo, la que domina en nuestro pas. Evidentemente si la responsabilidad principal de gobierno, y la dominacin principal la ejerce el
imperialismo a travs de un gobierno lacayo [como calificaba el MIR al de Eduardo Frei Montalva] y una burguesa ttere, de todo esto se desprende, que para calificar exactamente el tipo de
dominacin que existe y para determinar correctamente quin lo ejerce, lo atribuiremos a lo que
hemos denominado complejo social dominante. Estando este complejo social dominante controlado en ltima instancia por el imperialismo, cualquier proceso revolucionario, cualquier
forma de amenaza al orden vigente engendra inmediatamente la contrarrevolucin armada con
presencia, desde ya (sic), del imperialismo. En consecuencia, el uso de la fuerza y la violencia
revolucionaria no se plantea ya como posibilidad sino como la solucin urgente de cada momento. Es decir que no solo tomaremos el poder usando la violencia en contra de los enemigos
nacionales, sino que tambin y desde los comienzos contra los enemigos extranjeros40.
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Ver al respecto la serie de artculos de Andrs Pascal Allende titulada El MIR, 35 aos, publicada en
Punto Final Nos. 477-482, agosto-octubre del 2000, especialmente el N 477, de agosto del 2000.
Punto Final N 16, noviembre de 1966.
La estrategia insurreccional del MIR, documento resumen de la Tesis Poltico-Militar aprobada en el
Tercer Congreso General del MIR, diciembre de 1967; documento N 039 del Centro de Estudios Miguel Enrquez.
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La lucha armada surga as, desde la ptica rupturista, como un componente insoslayable
(e incluso conveniente, en tanto fogueaba los nimos populares) de la revolucin chilena. Esta
opcin, sin embargo, al menos en la perspectiva del MIR, que fue la agrupacin que ms elabor polticamente la materializacin de la va armada, no deba confundirse con la opcin
foquista o guerrillera a la sazn en boga en Latinoamrica. Tampoco se la conceba como una
reproduccin de la insurreccin generalizada que haba dado origen a la Revolucin Rusa de
1917, y que supona un Estado burgus profundamente debilitado por una crisis endgena, y
una organizacin y combatividad inmensas de las masas populares. Por sus caractersticas
histricas y estructurales, Chile solo poda asumir el camino revolucionario por la va de una
guerra prolongada e irregular, donde el componente propiamente militar quedara subordinado a la lucha poltica y social41 . Esto explica que, ms all de denuncias nunca fundamentadas
de diversos rganos de expresin derechista, el MIR nunca se abocara durante estos aos a la
formacin de grupos guerrilleros propiamente tales. Su accin armada concreta se restringi a
algunos asaltos a bancos y supermercados durante una breve etapa de clandestinidad entre
mediados de 1969 y comienzos de 1970, la que fue posteriormente suspendida como un gesto de
reconocimiento a la dinmica que fue cobrando la candidatura de Salvador Allende. Los Grupos Poltico-Militares (GPM) creados durante esa misma etapa tuvieron de militar poco ms
que el nombre, pues su quehacer se concentr en la penetracin de diversos frentes de masas, sobre todo poblacional y campesino, y la ejecucin de algunas acciones directas al
estilo de las entonces emblemticas ocupaciones de terrenos42 .
En cuanto al otro gran exponente de la va armada, el Partido Socialista, su accionar en ese
plano se redujo a apoyar tangencialmente, a mediados de 1968, un conato de resistencia armada al desalojo de un predio agrcola en la Provincia de Aconcagua, ocupado a la sazn por unos
campesinos en huelga que fueron rpidamente reprimidos por la fuerza policial. El gobierno
de la poca denunci el hecho como parte de un plan subversivo nacional, lo que dio lugar
a todo tipo de especulaciones sobre la incubacin de grupos guerrilleros con respaldo forneo (incluyendo, supuestamente, al rgimen dictatorial argentino entonces en el poder...).
Considerando que el armamento incautado a los ocupantes del fundo no pasaba de bombas
molotov y algunas armas de caza, la dimensin del foco guerrillero no parece haber sido
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Ibid.
Este perodo de la historia del MIR ha sido tratado por Carlos Sandoval en sus dos libros: El MIR, una
historia, Santiago, Sociedad Editorial Trabajadores, 1990; y Movimiento de Izquierda Revolucionaria 19701973, Concepcin, Escaparate, 2004; Pedro Naranjo, en su estudio preliminar al libro ya citado Miguel
Enrquez y el proyecto revolucionario en Chile; Luis Vitale, Contribucin a la Historia del MIR, Santiago, Ed.
Instituto de Investigaciones de Movimientos Sociales Pedro Vuskovic, 1999; y Francisco Garca Naranjo, Historias derrotadas. Opcin y obstinacin de la guerrilla chilena. 1965-1988, Hidalgo: Universidad
Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 1997. Hay un excelente resumen sobre la etapa fundacional del
MIR y su bibliografa en la tesis indita de D.E.A. de Eugenia Palieraki, titulada Le Mouvement de la
Gauche Rvolutionnaire au Chili (1965-1973). Rflexions sur la culture politique chilienne dans lre des
utopies rvolutionnaires latino-amricaines, Universidad Pars I Panthon-La Sorbonne, 2002.
muy sustantiva. Un redactor de Punto Final, a quien no podra suponerse renuente a destacar lo
que podra haberse visto como el primer germen de la lucha armada en Chile, conclua: Cualquier intento de convertir la experiencia del fundo San Miguel en una tctica de lucha generalizada
para la izquierda revolucionaria, parece estar destinado al fracaso. Sin embargo, la actitud de
franca rebelda de los campesinos contra la injusticia de su situacin, inyect una corriente de
accin que necesitaba la izquierda43. La corriente, sin embargo, no result contagiosa.
De esa forma, la estrategia de la va armada qued reducida durante aquellos aos a poco
ms que un gran despliegue retrico, lo que no impidi que todava en vsperas de la eleccin
presidencial de 1970 el MIR siguiera insistiendo en su escepticismo respecto de la va electoral: Sostenemos que las elecciones no son un camino para la conquista del poder. Desconfiamos
que por esa va vayan a ser gobierno los obreros y campesinos, y se comience la construccin
del socialismo. Estamos ciertos de que si ese difcil triunfo electoral se alcanza, las clases
dominantes no vacilarn en dar un golpe militar. Sostenemos que las enseanzas que las masas han obtenido de su experiencia en las pasadas campaas presidenciales no han sido las que
arman y preparan para la conquista del poder44 . Sin embargo, ante el hecho consumado del
triunfo y ratificacin del gobierno de la Unidad Popular, el MIR se vio en la necesidad de
reconocer la legitimidad y el arraigo popular de la tan discutida propuesta45 .
A partir de ese momento, y sin renunciar explcitamente a la estrategia de la lucha
armada, el accionar de ese partido se concentr en formas ms polticas de confrontacin
(ocupaciones de terrenos y unidades productivas, fortalecimiento de sus frentes de masas,
agitacin y movilizacin callejera), todo dentro de un marco de respaldo crtico al gobierno
de Allende. Las referencias directas a la necesidad de armar al pueblo y prepararlo para la
guerra cedieron lugar a un discurso centrado en la movilizacin de masas, las que mediante una accin autnoma y permanente, pero en que no se aluda explcitamente al componente
militar, podran llegar a decidir la lucha de clases en su favor. En ese contexto, la crtica del
MIR se concentr crecientemente en las vacilaciones del gobierno de la Unidad Popular en
cuanto a respaldar y dinamizar este fenmeno, dada su supuesta preferencia por buscar
acuerdos imposibles con la Democracia Cristiana mediante el efecto tranquilizador que
producira la desmovilizacin de las masas46. Convencido de que una coyuntura pre-revolucionaria como la que a su juicio se viva deba redundar en un recrudecimiento de la lucha
de clases, el MIR no vacilaba en incluir a la Democracia Cristiana y los partidos de derecha
(Partido Nacional, Democracia Radical, Patria y Libertad), as como a los gremios empresariales, en un solo gran bloque aglutinado en torno a la defensa del capitalismo y del derecho
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As lo plante Miguel Enrquez en su famoso discurso del Teatro Caupolicn el 14 de junio de 1973,
reproducido en Pedro Naranjo y otros, op. cit.
As lo hace notar con mucha nitidez Toms Moulin, al sealar que ni siquiera despus de iniciada la
ofensiva golpista el MIR centr su anlisis en la correlacin militar de fuerzas. En vez de eso, seala,
centraron el problema en el desarrollo de un poder militar de masas, el cual paradojalmente nunca
fue pensado bajo la la forma de un Ejrcito Popular. Parecan concebir la defensa del gobierno sobre la
base de fuerzas propias, emanadas de la organizacin y concientizacin de las masas, Democracia y
socialismo en Chile, op. cit., pp. 58-59.
El Rebelde (Primera poca), N 32, septiembre de 1965.
Punto Final N 72, enero de 1969.
hemisfrica de los Estados Unidos tras la Crisis de los Misiles y la fracasada intentona contrarrevolucionaria en Playa Girn, formalizada en la denominada Doctrina Johnson, haca muy difcil
que esta experiencia de construccin socialista pudiera repetirse en la misma forma. As lo reconoca el Tercer Congreso General del MIR al sealar que la realidad de Amrica Latina en estos
ltimos aos, asimismo como la experiencia mundial de este perodo caracterizada principalmente por la guerra en Vietnam [otro referente emblemtico de la izquierda rupturista], plantea a las
clases revolucionarias de nuestro pas un nuevo enemigo (que no es tan nuevo), una nueva mquina militar que aplastar, un nuevo ejrcito represivo que destruir: el yanqui.
As entonces, retomando una tesis internacionalista que se entroncaba con el marxismo
ms clsico, la izquierda que se autodenominaba revolucionaria asumi las banderas continentalistas que encontraron su mxima expresin en la Organizacin Latinoamericana de
Solidaridad (OLAS), cuya primera conferencia se inaugur en La Habana, el 28 de julio de
1967, precisamente bajo el lema el deber de todo revolucionario es hacer la revolucin.
Deca la convocatoria a este evento: Se lucha hoy en muy diversas partes de esta Amrica
nuestra, y de esas luchas surgen experiencias que es necesario intercambiar. Es nuestro
deber llevar adelante las resoluciones de la Conferencia Tricontinental, que proclam el
derecho de los pueblos de oponer la violencia revolucionaria a la violencia del imperialismo
y la reaccin. Es necesario unir, coordinar e impulsar la batalla de todos los pueblos explotados de Amrica Latina51 . Esta sensibilidad tambin se expres en un inters permanente
por los movimientos guerrilleros que a la sazn se desarrollaban a lo largo y ancho de Amrica Latina, y a los que la izquierda rupturista constantemente apelaba como objeto de
emulacin. La solidaridad con los guerrilleros de Amrica Latina, proclamaba en un momento el columnista de Punto Final Jaime Faivovich, es un deber del movimiento popular.
Pero tiene que traducirse en algo mucho ms concreto que el simple respaldo moral o verbal.
Solo as ser un aporte real a la lucha antimperialista y tendr alguna repercusin en nuestro pas52 . Era difcil, evocaba por su parte muchos aos despus Toms Moulin, en la
atmsfera de esperanza que desataron Cuba y Vietnam, no dejarse arrastrar por la posibilidad revolucionaria, negarse a ver en las guerrillas venezolanas, guatemaltecas, peruanas o
en la experiencia de Guevara en Bolivia, un camino posible53.
El ascenso de la Unidad Popular al gobierno, sin embargo, gener una situacin tan obviamente indita que la tesis latinoamericanista qued severamente interrogada, al menos como
gua para la praxis cotidiana. No se renunci, por cierto, al internacionalismo doctrinario,
como lo demostr la reaccin del MIR ante las vacilaciones que exhibi el gobierno de Allende
al aterrizar en Chile un avin secuestrado por un grupo de revolucionarios argentinos escapados de la dictadura militar de Alejandro Agustn Lanusse. Con el surgimiento y desarrollo
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El Rebelde, 22 de agosto de 1972. La fuga de los prisioneros polticos de la crcel militar de Rawson est
detallada y vvidamente tratada en el primer tomo de la triloga de Martn Caparrs y Eduardo Anguita
La Voluntad, tres volmenes, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 1998, donde se hace expresa referencia a las dificultades que su venida a Chile suscit a un gobierno allendista a la sazn empeado en
demostrar su apego a la legalidad y en facilitar un dilogo con la Democracia Cristiana.
Numerosas referencias explcitas al respecto en las ediciones de 1972 y 1973 de la prensa de la izquierda
rupturista, como El Rebelde y Punto Final.
El Siglo, 10 de julio de 1966.
27
pas, quienes ya desde el siglo XIX venan proclamando nuestras profundas diferencias con el
resto de Latinoamrica, que de los partidarios de la revolucin.61
Pero contra todos estos pronsticos, el triunfo electoral de septiembre de 1970, y sobre
todo la toma de posesin del gobierno de la Unidad Popular en noviembre de ese mismo ao,
pareci darles la razn a los excepcionalistas. Con mayor desplante aun que los tericos
del Partido Comunista, Salvador Allende y sus asesores ms inmediatos se atrevieron a partir de ese momento a hablar abiertamente de una va chilena al socialismo, una manera
alternativa de concebir tanto el acceso de las fuerzas revolucionarias al poder como el carcter de la sociedad que se iba a desarrollar. Al no existir experiencias anteriores que podamos
usar como modelo, sealaba a este respecto Allende en su primer mensaje presidencial
ante el Congreso, tenemos que desarrollar la teora y la prctica de nuevas formas de organizacin social, poltica y econmica62 . De hecho, los tres aos que alcanz a gobernar el
conglomerado allendista pueden caracterizarse como una desesperada lucha por demostrar
la justeza de esta pretensin de originalidad histrica, acorralado a uno y otro lado por la
hostilidad derechista y la incredulidad de los sectores ms rupturistas, incluso de aquellos
que formaban parte de la Unidad Popular. Para estos ltimos, la derrota de 1973 vino a
corroborar que la va chilena no era ms que una expectativa ilusoria, condenada desde
siempre al fracaso. Para los partidarios de dicha va, en cambio, fue la intransigencia
rupturista la que socav desde adentro las condiciones y equilibrios que ella requera para
prosperar. Quienquiera que haya tenido la razn, lo cierto es que a partir del 11 de septiembre de 1973 Chile claramente dej de ser una excepcin: como gran parte de las sociedades
latinoamericanas que se enfrentaron por aquellos aos a la perspectiva de hacer la revolucin, su sino fue terminar bajo la tutela represiva de una dictadura militar. La democracia
colaps junto con el socialismo, y quedamos ms lejos que nunca de ser los ingleses (ni qu
decir los cubanos) de Sudamrica.
Los desacuerdos entre gradualistas y rupturistas encontraron un tercer mbito de expresin en la localizacin del principal eje conductor de los cambios revolucionarios. La
estrategia institucionalista de los primeros depositaba un fuerte nfasis en la penetracin del aparato estatal, tal cual ste exista en Chile, para hacer de l un instrumento de
transformacin econmica y social. Alejndose de aquella ortodoxia leninista para la cual
el Estado burgus, en tanto creatura de la clase explotadora, debe ser inevitablemente
61
62
28
Sobre el mito de la excepcionalidad chilena, ver Alfredo Jocelyn-Holt, Un proyecto nacional exitoso?
La supuesta excepcionalidad chilena, ponencia presentada en el seminario internacional La construccin de las identidades nacionales en el mundo hispnico. Ideas, lenguajes polticos e imaginarios culturales, Valencia, marzo del 2003. Tambin la tesis indita de Licenciatura en Historia de Edward
Blumenthal, El mito de la excepcionalidad chilena: un proyecto de construccin identitaria, Pontificia
Universidad Catlica de Chile, 2004.
Citado en Luis Corvaln M., Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile, op. cit., p.159.
destruido para poder dar paso a un gobierno genuinamente popular, el Partido Comunista
y quienes compartan su diagnstico lo visualizaban, en la prctica, ms bien como un espacio a disputar. El arraigo en Chile de las instituciones democrticas, argumentaban, otorgaba
al Estado la suficiente flexibilidad como para poder plantearse la ocupacin de algunas de
sus ramas en beneficio de los trabajadores, desplazando de ellas pacficamente a sus enemigos de clase. Una vez atrincherados all, y aprovechando que el Estado chileno, como
consecuencia del modelo de desarrollo que se vena implementando desde los aos treinta,
haba adquirido fuertes cuotas de ingerencia en los sectores productivos y en las redes de
interaccin social, pareca factible articular una intervencin ms enrgica en la organizacin bsica de la sociedad.
Tal como se expres en el programa de la Unidad Popular, esta estrategia aspiraba a emplear el aparato estatal, o al menos los segmentos bajo control izquierdista, para iniciar o
profundizar cambios estructurales tales como la reforma agraria, la nacionalizacin de las riquezas naturales y la estatizacin del crdito y las grandes empresas que monopolizaban la
riqueza nacional, apuntando as a un reacomodo sustantivo del poder econmico y social. Con
las clases propietarias debilitadas en su base material, y con un gobierno socialista controlando los sectores estratgicos de la economa, el gradualismo confiaba en disponer de los elementos
necesarios para mejorar radicalmente el nivel de vida de las grandes mayoras desposedas,
cultivando as la fuerza electoral que paulatinamente le permitira ir ganando los componentes estatales que an no estaban bajo su control (especialmente el Poder Legislativo), y de esa
forma acometer etapas superiores en la construccin del socialismo.
En esta visin ms bien estatista de la revolucin ciertamente no estaba ausente la
participacin de lo que por aquel entonces se denominaban las masas (hoy en da se hablara tal vez de la sociedad civil), en cuyo inters deban inspirarse todos los cambios y
medidas impulsadas desde los centros de decisin gubernamental. El Partido Comunista,
por ejemplo, proclamaba como el factor fundamental de su lnea poltica la accin de las
masas, teniendo como centro y motor a la clase obrera. Solo con ella, aseguraba, podan
alcanzarse los objetivos planteados en su programa, objetivos que por lo dems constituyen
un anhelo sentido por la inmensa mayora de nuestro pueblo. La necesidad de cambios se ha
hecho carne en las masas, lo que se refleja en el creciente desarrollo de las luchas de los
diversos sectores de la poblacin. Hay cambios que ya estn totalmente maduros y cuya
realizacin es imposible detener63 . Avalaba estas declaraciones una antigua y sistemtica
labor en la base social, especialmente en sindicatos, crculos juveniles y zonas de fuerte concentracin popular, lo que a su vez daba cuenta del indiscutible arrastre que esta colectividad
haba ganado a travs de los aos en el mundo trabajador. Lejos estaba el Partido Comunista
chileno de ser un ente meramente superestructural, obsesionado solo con las alturas del Estado. En su concepcin estratgica, sin embargo, era desde stas que se pondra en marcha el
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29
proceso revolucionario, ocupando las masas un papel ms bien de apoyo poltico y legitimacin social.
Para la izquierda rupturista, en cambio, el Estado burgus jams podra ser empleado en
beneficio de una revolucin popular. rgano intrnsecamente defensor de los intereses de
las clases explotadoras, ese Estado estaba diseado para mantener a los explotados eternamente en dicha condicin, por las buenas en caso de ser posible, por las malas en caso de
necesidad. No poda entonces traicionar su propia naturaleza para ponerse al servicio del
enemigo de clase. Aparentemente desmentido por el triunfo electoral de Salvador Allende,
el diagnstico fue ratificado en funcin de que solo la divisin de la burguesa entre dos
candidaturas distintas haba hecho posible tan inesperado desenlace, y que aun as lo conquistado era solo un fragmento del poder estatal, bsicamente su rama ejecutiva. Que la
Unidad Popular asuma el gobierno, deca una declaracin del MIR apenas ocurridas las
elecciones, no significa que inmediatamente se produzca la conquista del poder por los
trabajadores o el socialismo en Chile. Se ha obtenido una mayora electoral de izquierda,
que expresa la aspiracin de las mayoras de ser gobierno. Se lucha para que la izquierda sea
gobierno, o sea que los cargos pblicos de Presidente, Ministros, etc., sean ocupados por la
izquierda, pero hasta aqu desde el aparato represor del Estado capitalista hasta la explotacin y la miseria en los campos y ciudades de Chile, permanecen intactos. La meta es la
conquista del poder por los trabajadores, la que solo existe cuando las empresas extranjeras
y los bancos son de todo el pueblo en los hechos, cuando las fbricas, las minas y los fundos
son en realidad de los obreros y campesinos64 .
Corriendo los meses del gobierno popular, y sin desconocer las ventajas tcticas que el
control del Poder Ejecutivo brindaba a sus aspiraciones, la izquierda rupturista agudiz su
crtica hacia quienes seguan confiando en la posibilidad de instrumentalizar al Estado burgus para fines revolucionarios: Mientras que la burguesa se ha embarcado en una ofensiva
sediciosa para recuperar la fraccin de poder perdido, en sectores del gobierno y de la Unidad Popular han primado tendencias que con ceguera e infantilismo han escogido el camino
de llevar a cabo reformas y medidas populares a travs de canales burocrticos y administrativos, no comprendiendo que solo el apoyo en la movilizacin y participacin activa de las
masas es lo que permite ganar fuerzas a un gobierno revolucionario. Estos sectores,
acusaba el rupturismo, han enmarcado su hacer poltico en un cuidadoso respeto de la
legalidad burguesa, lo cual no solo limita gravemente las posibilidades de llevar a cabo las
reformas programadas, sino que adems fortalece y legitima las instituciones de poder de la
burguesa. Estos sectores adems de no golpear ofensivamente el aparato estatal de la burguesa, han desperdiciado los recursos que ofrece el control del gobierno para hacer una
agitacin y propaganda que prepare a las clases trabajadoras para la conquista del poder:
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30
El MIR y el triunfo de Salvador Allende, Declaracin Pblica, septiembre de 1970; documento N 045
del CEME.
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conjunto del aparato del Estado como estructura, como funcin social, como funcin poltica, el que tiene una contradiccin bsica con el movimiento de masas70 ), los promotores de
esta corriente comenzaron a agitar desde mediados de 1972 la necesidad de crear rganos de
coordinacin popular que conformaran, al final del camino, un poder alternativo al que en la
prctica mantena el Estado y la institucionalidad dominante, favorecida por las vacilaciones del gobierno de Allende. Esta lnea, ya contenida en el insistente llamado del MIR a
conformar Consejos Comunales de Trabajadores, y potenciada en la Asamblea Popular de
Concepcin de julio de 1972, a la que asistieron todos los partidos de la izquierda regional
con la excepcin del Partido Comunista, alcanz su mxima expresin a partir del paro patronal de octubre de ese mismo ao, con la masificacin de los cordones industriales, bajo
conduccin mayoritaria del Partido Socialista, y de los comandos comunales, favorecidos
preferencialmente por el MIR. El Pliego del Pueblo levantado por esta colectividad con
motivo del mencionado paro proclam el derecho irrenunciable a luchar por construir un
nuevo poder que surja y se perfeccione desde abajo, desde las entraas mismas de las masas,
que sea expresin directa de las necesidades y anhelos de la mayora de la poblacin, que
ponga en marcha una legalidad y una democracia de nuevo tipo, revolucionaria y popular; un
nuevo poder que por su fuerza imponga a cada paso las condiciones al enemigo; un nuevo
poder para decidir, mandar, hacer y disponer lo que las masas crean conveniente a sus intereses; un nuevo poder para hacer la revolucin, que no es otra cosa que las masas en el
poder71 . En plena tarea de fortalecer el poder popular, que a su juicio constitua la nica y
mejor defensa del proceso revolucionario chileno, la izquierda rupturista recibi el golpe
militar de 1973. Llegado el momento de la verdad, sin embargo, ni los aislados focos de
resistencia surgidos en algunos barrios populares y cordones industriales72 , smbolo postrero de la revolucin desde abajo, ni el combate librado por Salvador Allende en La Moneda,
smbolo mximo del poder estatal, fueron capaces de conjurar la derrota.
32
durante aos y dcadas de luchas, a la realidad. Pero ella fue tambin la arena en la cual
estallaron todas las contradicciones y ejes polmicos que este artculo ha tratado de resumir. Ninguna de las dos vertientes revolucionarias logr, a la postre, confirmar plenamente
sus postulados ni atraer a sus filas a un sector claramente mayoritario del mundo izquierdista o popular. Y la derrota, en cuya gnesis incidi no poco esta misma dinmica de desunin,
las golpe a ambas por igual, con efectos igualmente devastadores.
A partir de septiembre de 1973, la revolucin imaginada por la izquierda chilena se
repleg hacia un horizonte cada vez ms lejano, cada vez menos imaginable. En su lugar, y
casi como una irona cruel, quienes comenzaron a hablar de revolucin, y, segn algunos,
incluso a hacerla, fueron los contrarrevolucionarios de ayer. No parece casual que la publicacin con que inici su carrera poltica el principal smbolo de la derecha de fin de siglo,
Joaqun Lavn, se titulara precisamente La revolucin silenciosa, en referencia a la obra de
refundacin capitalista llevada a cabo bajo el alero de la dictadura de Pinochet. No era sa
por cierto la revolucin con la que haban soado los revolucionarios chilenos de antes de
1973, y en cuyo nombre enfrentaron, despus de esa fecha, la tortura, el exilio y la muerte.
En lo que s tuvieron razn, a juzgar por tan doloroso testimonio, fue en el poder de esa
utopa para sacar a relucir lo ms sublime, y por contraste lo ms abyecto, de la contradictoria condicin humana.
33
LA VA CHILENA AL SOCIALISMO:
ITINERARIO DE LA CRISIS DE
UNIDAD POPULAR
Toms Moulin
Rector Universidad ARCIS
1. LAS
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75
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36
Es interesante anotar que la Unidad Popular se adelanta a algunas tesis que estn siendo formuladas en
la actualidad. Por ejemplo John Halloway.
Para el caso chileno este tema fue tratado por Juan Carlos Gmez, La frontera de la democracia, Lom,
Santiago, 2004.
He reledo un artculo escrito por m, en colaboracin con Guillermo Wormald, donde intento esta clasificacin limitada y objetiva de la Unidad Popular. Algunos problemas tericos de la transicin al
socialismo en Chile en Cuadernos de la realidad nacional, No 10, especial, diciembre 1971.
Borges, Jorge Luis, en Utopa de un hombre que est cansado.
37
Por lo tanto el proceso careci de un esfuerzo terico que arreglara cuentas con el dualismo
reforma-revolucin. Pues la posibilidad de la Unidad Popular era ser una revolucin reformista, que nucleara a la gran mayora en torno a una manera nueva de concebir el trnsito al
socialismo y una forma original de especificar el contenido de las tareas socialistas, definidas
de manera distinta que en el modelo bolchevique. Para esta concepcin el socialismo era dictadura del proletariado, mientras que para la Unidad Popular el socialismo debi ser una
democracia ms real y profunda que la existente en los sistemas representativos liberales.
La falta de una discusin estratgica en los comienzos del proceso, cuando ella pudo ser
fecunda para corregir rumbos y poner la proa hacia la construccin de la gran alianza que
necesitaba la revolucin reformista, se hace notar al final. Cuando estalla la discusin estratgica entre los partidos la crisis estaba avanzada y el enfrentamiento solo sirvi para
profundizar la divisin de la Unidad Popular.
38
asignndole la Unidad Popular a ese Estado es el de garante, con sus aparatos (judicial,
coercitivo, de defensa nacional), del nuevo estado de derecho en surgimiento. En ste no
desapareca la propiedad privada de los medios de produccin, pero s era limitada y subordinada, y sobre todo era negada su necesidad privilegiada, pues el dinamismo provena del
sector de propiedad social.
Es justamente en este punto crucial donde se pone en evidencia el extravo de la razn.
La falta de una teorizacin se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que la Unidad Popular
le otorga la primaca en la conformacin del papel articulador de la totalidad que corresponde al Estado, al Estado entendido como aparato, en vez de al Estado entendido como relacin
de clases. All se puede observar con plena fuerza que a los polticos intelectuales que deban asumir la conduccin de esa compleja transicin les fallan los instrumentos analticos,
que los mapas cognitivos han dejado de aportar las seales tiles. Porque para una prctica
poltica tan sobredeterminada, con mrgenes de operacin reducidos y peligros mltiples, la
articulacin de la totalidad no poda pensarse a travs de la ilusin en el Estado-aparato
sino, deba afrontarse de la manera ms difcil, en la conformacin de las redes capaces de
construir las relaciones de clases que hicieran de sostn de la experiencia, lo que significaba
movilizar una mayora social. Cuando se desplaza toda la esperanza hacia el constitucionalismo de las Fuerzas Armadas, hacia la formacin del bloque democrtico militar, se revela
de un modo dramtico la falta de alternativas, porque ha tenido lugar un fracaso en la construccin del tramado de clases que poda sostener una empresa de la magnitud de la
emprendida. Creer que el Estado-aparato, bajo la forma de constitucionalismo militar, poda
sustituir la produccin de la necesaria mayora de masas, revela un desplazamiento del anlisis de fuerzas hacia el terreno de la ilusin.
La fijacin de la mirada en los militares ocurre con nfasis desde la crisis de octubre en
adelante (1972), pero stos haban creado confianza desde el principio respecto de su papel
crucial para la seguridad constitucional, en la medida que fueron sus investigaciones las que
resolvieron el asesinato del General Schneider (1970). Esa ilusin del pacto cvico militar
es expresin del fracaso para afrontar el problema de las relaciones de clases en el Estado,
considerado como sitio central de logro de esa seguridad, en cuanto seguridad de masas y no
burocrtico-legal. Pero esa resolucin requera, por accin de las propias reglas y de la dinmica del camino emprendido, conseguir una ampliacin de la influencia en el pueblo, o en su
defecto la bsqueda de alianzas con otros sectores con arraigo popular y tambin en los
grupos medios, bajo la frmula de un bloque por los cambios.
El fracaso de esas opciones tiene como resultado que, en especial desde octubre de 1972,
la Unidad Popular penda del delgado hilo del constitucionalismo militar.
Por qu se despilfarra la capacidad, en todo caso problemtica, de resolver a favor el
problema de la correlacin de fuerzas, de manejar las relaciones de clase de una manera que
fuera acorde con la magnitud del proceso de transformacin emprendido?
39
Una afirmacin central de este artculo es que la radical originalidad del la experiencia
chilena impeda tener una teora preconcebida, pues la situacin chilena diverga de todas
las otras, incluso de aquellas que podan tener alguna semejanza como el caso de Checoslovaquia. Pero no tener una teora no significaba no hacer el esfuerzo de teorizar. En el anlisis
de algunas decisiones cruciales se observa que no se buscaron polticas que fueran coincidentes con las exigencias fundamentales derivadas de la trayectoria elegida, la cual siempre
dependi de la capacidad de conseguir una mayora social y estatal.
Las contradicciones y problemas prcticos sin resolver, entre ellos el estrechamiento del
campo de alianzas en el Estado arriba, y la dificultad de poder afrontarlas en la base, donde
tomaban aun ms virulencia por los conflictos cara a cara entre los partidarios de la Unidad
popular y los militantes demcrata cristianos, llevan a los partidos a guarecerse en sus premisas previas y abandonar la reflexin de la prctica diaria con sus acuciantes desafos para
volver al terreno aparentemente seguro, el de las oposiciones que separaban a la izquierda
chilena desde fines de la dcada del cincuenta del siglo veinte.
Otra de las particularidades de la experiencia de la Unidad Popular es que el proceso
tiene lugar pese a que las concepciones previas de las fuerzas polticas ms significativas
respecto del carcter de la revolucin eran divergentes y en varios puntos opuestas.
2. LA
La gran huelga de comerciantes, camioneros y sectores de profesionales ocurrida en octubre de 1972, que se prolong casi por un mes, fue solucionada con un gran cambio poltico, la
constitucin de un gabinete cvico-militar. Esa decisin presidencial intensific un debate que
haba estado latente o que haba tenido algunas apariciones momentneas. Entender el tono,
la intensidad y la problemtica de las agobiantes discusiones que se desarrollaron y profundizaron la divisin de la Unidad Popular, requiere comprender el universo ideolgico y las
concepciones estratgicas de la izquierda que llega al gobierno en 1970.
Los aos de la dcada del 50 del siglo XX son decisivos en la estructuracin por parte de
la izquierda marxista chilena de los esquemas interpretativos de la realidad nacional o de la
definicin del carcter de la revolucin que continuaron vigentes hasta 1973. En 1953, o sea
en pleno perodo de funcionamiento de la legislacin anticomunista, usada tambin para
controlar al movimiento sindical, se organiza la Central nica de Trabajadores. En 1956 se
funda el Frente de Accin Popular, coalicin electoral de larga duracin entre el Partido
Comunista, el Partido Socialista de Chile y el Partido Socialista Popular, luego que este
ltimo partido realiz su fallida incursin en el nacional populismo, apoyando a Ibez en la
eleccin de 1952 y participando de sus gabinetes. En 1957 se produce la unificacin de las
dos fracciones socialistas. En 1958 se deroga la legislacin anticomunista (llamada Ley de
40
79
Jobet, Julio Csar. Historia del Partido Socialista de Chile, Santiago, Ediciones Documentas, 1987, p. 210.
Santiago, Editorial Prensa Latinoamericana, 1954. Existe una segunda edicin modificada, Buenos Aires,
Editorial Iguazu, 1961.
Ibid, pp. 144-146.
41
42
Ibid, p. 179.
Ibid, p. 172.
Ibid, p. 164-165.
Ibid, p.54, 65, 111.
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2.2 Los comunistas, la tesis del Frente de Liberacin Nacional y de la transicin pacfica
En 1933 los comunistas chilenos se separan de la lnea del frente de clases, que haba
propiciado la Tercera Internacional bajo la premisa de un posible derrumbe del capitalismo y
de la necesidad de aislar a los partidos obreros reformistas. A partir de ese momento los
comunistas chilenos aplicaron la lnea de los frentes amplios. Esa estrategia les dio acceso a
oportunidades de poder, tanto parlamentarias como gubernamentales. Participaron apoyando
las coaliciones de centro- izquierda pero sin funciones ministeriales hasta 1946. En las elecciones presidenciales de ese ao pactaron con los radicales, mientras los socialistas llevaban un
candidato propio. Se trat de una victoria a lo Pirro, pues las condiciones externas que haban
permitido las coaliciones de centro-izquierda se encontraban profundamente cambiadas. Despus de los bombardeos atmicos de Estados Unidos contra Japn, los cuales buscaban tambin
crear un efecto demostracin dirigido a los soviticos, haba comenzado la Guerra Fra. En
1947 los comunistas fueron separados del gobierno y en 1948 se aprob la paradojalmente
llamada Ley de Defensa de la Democracia.
Sin embargo esta ilegalizacin no signific que los comunistas cambiaran su poltica. Ms
aun, surgi en el interior del partido una tendencia que postulaba la necesidad del boicot a las
elecciones parlamentarias de 1949 y preconizaba la accin directa. Esta tendencia, dirigida por
el Secretario de Organizacin, fue calificada de fraccin trotskista y expulsada del partido.
Mientras los socialistas radicalizaban su estrategia, los comunistas ratificaban su tesis de
los frentes de liberacin nacional. Para ellos haba que agrupar en esas alianzas desde la
clase obrera a los capitalistas que no ejercen monopolio ni tienen intereses entrelazados con
los imperialistas norteamericanos87. Incluso proponan buscar la organizacin de los industriales, profesionales, comerciantes y agricultores ricos en una agrupacin independiente de
los monopolistas88. Tras estas tesis hay una definicin de la sociedad chilena como semifeudal
y semicolonial y una caracterizacin de la etapa de la revolucin como democrtico-burguesa.
La diferencia central con los socialistas no radica en estas ltimas especificaciones, pues ellos
las comparten; radica en el papel asignado por los comunistas a la participacin de la burguesa nacional. Para los socialistas ese papel est agotado y una demostracin de esta circunstancia
eran los resultados de los frentes populares y los efectos de la colaboracin con Ibez.
Conviene indicar que esta estrategia de los frentes de liberacin nacional no fue la
consecuencia del proceso de crtica a Stalin puesto en movimiento por el XX Congreso del
PCUS en 1956. Exista una solucin de continuidad entre la lnea adoptada por el partido
chileno en 1933 y la lnea de los frentes de liberacin nacional y tambin con la lnea del
PCUS. En efecto, ese partido, convertido en la vanguardia de un campo socialista en crecimiento, afront la Guerra Fra ratificando la poltica de frentes amplios que haba sido
acordada en 1935 por la III Internacional.
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Algunas cuestiones sobre la organizacin del Movimiento Democrtico de Liberacin Nacional en Principios, No 33 enero-febrero 1956.
Ibid.
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94
Ibid.
Monte, Jos. El X Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile en Principios, No 35, julio-agosto
de 1956. En ese mismo Congreso el partido propone un parlamentarismo de nuevo tipo en vez del
sistema presidencial.
Gonzlez, Galo. La unidad socialista comunista en Principios, No 36, septiembre 1956.
Acerca de la va pacfica en Principios, enero 1961.
Ibid, p. 23.
Ibid, p. 24.
45
Congreso del PCUS es que vuelve a plantear la posibilidad del trnsito pacfico. Adems el
hecho de que en las elecciones presidenciales de 1958 Allende estuviera muy cerca del triunfo le otorga verosimilitud poltica a esa teora, neutralizando las resistencias que la estrategia
despertaba entre los socialistas.
Pero antes, en un momento de plena ilegalidad del Partido Comunista chileno, Galo Gonzlez
afirma que es factible el trnsito pacfico. As, en el X Congreso del Partido, realizado en abril de
1956 al calor de las revelaciones del XX Congreso del PCUS, sostiene que es posible realizar la
revolucin por medios pacficos siempre que la clase obrera logre reunir en torno suyo a la mayora nacional y consiga por medio del sufragio u otra va similar, el poder para el pueblo95 .
Esa tesis va a estar colocada al centro de la poltica comunista durante toda la dcada de
1960, una poca marcada por el signo contrario, la posibilidad y, para algunos, la necesidad
de la va armada, considerada como la nica revolucionaria.
2.3 Las principales discusiones entre socialistas y comunistas en la dcada del sesenta
Entre 1960 y 1964, una de las principales confrontaciones ideolgicas polticas fue un
intercambio de cartas entre los dos partidos, la cual tuvo lugar en marzo de 1962. El secretario general del Partido Socialista, Ral Ampuero, formul algunas declaraciones, las cuales
fueron respondidas por el dirigente comunista Orlando Millas. Estos incidentes dieron lugar a una carta firmada por el secretario general del Partido Comunista. Los dos temas
principales de la carta son el carcter de vanguardia de la URSS y del PCUS, y el problema
de la va pacfica.
Ampuero haba puesto en duda en sus declaraciones el papel de vanguardia de la URSS, al
tratar de forma equivalente a los dos bloques y al cuestionar el mando ideolgico y poltico
ejercido por el PCUS. Los comunistas defienden el papel de vanguardia de la URSS y la idea
de un centro. Segn dice Corvaln en su misiva, ese centro se encuentra en la URSS hace ya
tiempo, y agrega que el PCUS siempre ha desempeado su papel de vanguardia con solicitud y fraternidad y sin entrometerse en los asuntos que son de la soberana de cada cual96 .
En la carta respuesta de los socialistas, Ampuero hace una crtica a fondo de la idea del centro
nico y de la capacidad de direccin del PCUS de la totalidad del movimiento comunista. Seala
dos peligros. Uno sera la subordinacin a los intereses del campo socialista y del pas gua de la
dinmica revolucionaria en los pases no socialistas. El otro peligro es que las formas concretas de
construir el socialismo se conviertan en un modelo a seguir o en una copia, con lo cual se perderan las especificidades de cada proceso histrico de construccin socialista.
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En esta disputa haba, en efecto, una cuestin de fondo. Un asunto era el seguidismo
comunista respecto de las posiciones del Estado socialista central, por ejemplo frente a
Yugoslavia, o frente a la invasin a Hungra, o frente a las escaramuzas del conflicto con
China. Otro era la pretensin de los soviticos de que su modelo de socialismo, que en la
posguerra se haba expandido a Europa, fuese el nico vlido. Para los socialistas esto
significaba subvalorar el aporte de Yugoslavia, que ellos siempre apoyaron, por creer que all
haba una forma de realizacin descentralizada de la democracia de trabajadores, distinta
del modo centralizado de los soviticos97.
El otro gran tema de este intercambio fue el de la coherencia con el pensamiento marxista y el de la factibilidad de la va pacfica. Corvaln seala que no se conoce ningn
planteamiento oficial de los socialistas ni a favor ni en contra, por lo tanto hay que suponer
que desean, igual que nosotros, comunistas, que el FRAP llegue al poder a travs del movimiento de masas, sin guerra civil, sin necesidad de violencia armada, ms concretamente
utilizando para tal fin la coyuntura de las prximas elecciones presidenciales98.
La respuesta del Partido Socialista es rotunda, pues califica de confuso el uso del trmino.
Seala Ral Ampuero que cuando los comunistas empezaron a usar el concepto ste apareca
como una defensa del evolucionismo, una posicin claramente reformista. Esa confusin ha
sido esclarecida al sealarse que la va pacfica es una va revolucionaria. Sin embargo, Ampuero dice que hay elementos en el discurso de los comunistas que permiten suponer que la va
pacfica tiene un carcter estratgico y no solo tctico. Esto significa que ellos postulan que se
podra llegar al socialismo sin el uso de la violencia en ningn momento, cuestin que el Partido Socialista considera imposible. La va pacfica seria vlida solo como una etapa de la
construccin del socialismo y en ningn caso como una frmula para el desenlace.
Ese intercambio de cartas centra y descentra el debate al mismo tiempo. Permite establecer con claridad la posicin de los dos partidos frente al problema de las formas de lucha.
Pero deja de lado un tema que los socialistas haban planteado y que tambin plantean en
esta carta, pero de forma desviada. Ese tema es el de las caractersticas del socialismo que se
quiere construir. El estancamiento de esa discusin, resultado quizs de la desviacin del
inters hacia la Revolucin Cubana, tendr consecuencias funestas. El Partido Socialista a
partir de 1964 pone menos nfasis en la crtica al modelo socialista, tal como ste era practicado en la URSS y los pases del Este, para centrarse en el cuestionamiento de las posibilidades
electorales y de la va pacfica. La primera crtica era muy fecunda, puesto que el taln de
Aquiles de la posicin comunista consista en formular una va pacfica para llegar a una
meta que era impensable sin la violencia, porque representaba una repeticin de los socialismos reales.
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El resultado electoral de 1964 constituye un acontecimiento central. La derrota experimentada por Allende, en un momento en que las condiciones estructurales aparecan
favorables por el fracaso del experimento liberal de Alessandri, produjo un cuestionamiento
de las posibilidades de llegar al poder mediante procedimientos electorales. El Partido Socialista se convierte en paladn de esa crtica dentro del FRAP. Desde ms a la izquierda ella
es formulada por el MIR.
Sin embargo, la transformacin del Partido Socialista en un partido leninista de izquierda,
muy influido por el desarrollo de la Revolucin Cubana, lo hace monotemtico, se centra de
preferencia en la crtica al pacifismo dejando de lado, por ejemplo, la valoracin de Yugoslavia.
La revista Punto Final se transforma en la gran divulgadora de los esfuerzos de lucha
armada que se despliegan en el continente, y tambin es el lugar donde son entrevistados o
escriben los dirigentes socialistas que ponen en duda la posibilidad de un trnsito pacfico
en Chile. En el archivo de esta literatura crtica de las posiciones oficiales sobre la transicin
y el papel del gobierno popular descuella una entrevista de Clodomiro Almeyda, otorgada
con anterioridad al Congreso de fines de 1967.
En ella Almeyda seala que la Revolucin Cubana ha abierto una serie de interrogantes
en relacin a los caminos tradicionales. Afirma que en el propio Chile han quedado caducas
las formas orgnicas de los partidos tradicionales de izquierda, y tambin caducos sus dirigentes, los cuales, segn Almeyda, han sufrido el impacto de concepciones economicistas y
tecnocratistas.
El fenmeno principal, plantea Almeyda, es que despus del ejemplo de la Revolucin
Cubana, Amrica Latina se est planteando la necesidad de abordar la lucha revolucionaria
a nivel continental. Pese a la derrota del Che Guevara en Bolivia, la fase superior de la lucha
revolucionaria es la lucha armada, aunque ella no tome necesariamente la forma de la guerrilla y menos aun de esa guerrilla abstracta de la que habla Debray. Para Almeyda Chile
es un pas donde existe un proceso poltico vigente, es decir existen luchas populares que
han tomado una cierta forma o camino. Por ello la violencia expresar la forma ms avanzada de un proceso preexistente y no la primera etapa de un proceso poltico vigente99.
Almeyda planteaba tambin la necesidad de la destruccin del centro poltico para que
la lucha adquiriera la forma de una polarizacin. As se evitaba la tentacin de conciliaciones y pactos con un partido intermedio que se presenta como reformista, aunque sea
simplemente un partido modernizador del capitalismo existente100.
El Congreso de fines de noviembre de 1967, realizado en Chilln, fue determinante en el
giro a la izquierda del Partido Socialista. Este proceso haba comenzado con la elaboracin
de la poltica del Frente de Trabajadores y ms tarde con la valorizacin de la Revolucin
Cubana. A sta se le confiere la cualidad de haber mostrado que la forma normal de la
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Almeyda, Clodomiro. Dejar a un lado el ilusionismo militar en Punto Final, N o 42, noviembre 1967.
Ibid., p. 36.
revolucin, aquella que hace uso de la violencia, tambin es posible en Amrica Latina. Esa
posicin de los socialistas, inscrita en un giro global hacia la izquierda, genera mltiples
controversias con el Partido Comunista, el cual se aferra a la idea de obtener el poder por la
va electoral y por intentar un trnsito institucional101.
El voto poltico del XXII Congreso de 1967 del Partido Socialista afirma cuatro cuestiones esenciales: 1) que el Partido es una organizacin marxista leninista, 2) que se plantea la
toma del poder como objetivo estratgico, 3) que para ello es fundamental la violencia revolucionaria, pues se debe destruir el aparato represivo y militar del Estado burgus y 4) que
para el Partido Socialista las elecciones son formas limitadas de accin, que deben estar
incorporadas al proceso poltico que nos lleva a la lucha armada102.
En junio de 1969 se realiz un Pleno del Comit Central del Partido Socialista. All se plante
la urgencia de sustituir el sistema capitalista por un poder popular revolucionario que comenzara
la construccin del socialismo, puesto que el sistema existente era incapaz de resolver la crisis
actual. Los socialistas advierten contra la estrategia de la va pacfica, a la cual califican de
reformista, puesto que confa demasiado en las elecciones y en la accin en el Parlamento103.
Todas estas profundizaciones de la lnea poltica del Partido Socialista lo colocan cada vez
ms lejos del Partido Comunista. ste tambin profundiza su lnea poltica pero en la direccin
tradicional, para insistir en la necesidad y en la posibilidad del frente de liberacin y de la
va pacfica. En una carta respuesta de Luis Corvaln a una misiva del Partido Socialista, los
comunistas realizan un anlisis muy matizado de la Democracia Cristiana. Indican que existe
dentro de ese partido una corriente que se pronuncia contra el capitalismo y que plantea la
sustitucin de la propiedad privada por la llamada comunitaria104 . Esa categorizacin muestra que los comunistas seguan planteando el Frente de Liberacin Nacional y seguan creyendo
que haba en la Democracia Cristiana sectores rescatables para ese tipo de poltica.
Pero a su vez Corvaln pone en evidencia un malentendido de los socialistas. Respecto a
la concepcin de la revolucin democrtica burguesa, los socialistas parecen atribuirles la
defensa de una direccin burguesa de la revolucin, cuestin que los comunistas rechazan.
Ellos sealan que desde el X Congreso, para el partido ha sido clara la necesidad de una
conduccin por la clase obrera de las tareas democrticas.
Sin embargo, en el punto que Corvaln pone ms nfasis es en aquella parte de la carta
de los socialistas que pone en duda la unidad, ya que cada partido tiene mtodos diferentes
para luchar por el objetivo histrico comn. Con un tono desolado Corvaln seala que no
comprende cmo los socialistas pueden afirmar que nuestros caminos son divergentes105.
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Su afirmacin central es que, pese a las divergencias unos y otros deben permanecer unidos,
mientras estemos convencidos que nuestros caminos conducen a la meta socialista.
Pese a los malos augurios de la carta enviada por los socialistas, el FRAP sigue enfrentando unido las elecciones, entre ellas las parlamentarias de 1969. En esos comicios el Partido
Comunista ratific su carcter de primera fuerza de la izquierda con 15,9% de la votacin,
seguido por el Partido Socialista con 12,3%106.
La ubicacin del Partido Socialista en un leninismo de izquierda provoca un efecto ya
sealado, pero sobre el cual es importante insistir. Ese efecto es la desviacin de la crtica.
Ella se concentra en el problema de la violencia revolucionaria y debilita la puesta en cuestin de las caractersticas de la construccin socialista. se haba sido el valor de la adhesin
de los socialistas a la autogestin yugoslava, que representaba la bsqueda de un socialismo
participativo. Por desgracia la discusin esencial se perdi, arrastrada por el efecto envolvente que produce la polmica sobre la violencia revolucionaria. Se dej de lado el tema
central. Este no era la bsqueda de la va sino la decisin por el tipo de sociedad socialista
que se quera proponer y por la que se estaba dispuesto a luchar.
50
formacin de mayoras slidas en las masas y operativas en el Estado. Aunque los resultados
electorales de abril de 1971 fueron apabullantes para la oposicin y muy positivos para la
Unidad Popular, tuvieron un efecto paradjico. Le hicieron creer a la Unidad Popular que
ese triunfo le bastaba. En efecto ese resultado fue legitimante pero no suficiente. En parte
porque revelaba una situacin de cuasi empate, y adems porque esa mayora social poda
perderse si no se lograba una mayora estatal que despejara las incertidumbres y los peligros de gobernar en el lmite del estado de derecho.
La Unidad Popular, sintindose legitimada por las condiciones polticas favorables generadas por el triunfo en las elecciones municipales, contina adelante en la poltica de
nacionalizaciones, va compra de acciones bancarias o intervenciones de empresas, descuidando las reformas polticas. Una victoria a lo Pirro. Sin mirada de futuro, descuida lo que
era lo ms importante, la construccin de un bloque por los cambios, una alianza que
atrajera hacia las posiciones de los partidos populares a una parte importante del centro
reformista. Esto debi ser hecho en los momentos en que la correlacin de fuerzas era ms
favorable, justamente despus de abril de 1971, cuando el gobierno estaba a la ofensiva.
Cuando se intent, en junio de 1972, ya haban aparecido sntomas de desgobierno, que se
manifestaron en la escasez de ciertos productos bsicos; ya haba ocurrido el asesinato de
Prez Zujovic, que modific el clima de las relaciones con la Democracia Cristiana; ya se
haba salido el sector izquierdista del Partido Demcrata Cristiano.
Hacer poltica en situaciones de extrema polarizacin, como era la que exista en el ao
1972 y hasta septiembre de 1973, requiere un cuidadoso manejo del tiempo poltico. Lo que
no se hizo en el momento adecuado es probable que perdiera condiciones de posibilidad o
que no pudiera intentarse de nuevo. En el caso de la Unidad Popular el paso del tiempo iba
aumentando las restricciones, puesto que la crisis segua agudizndose.
El requisito bsico en el que se funda el diseo estratgico de la Unidad Popular era la
conquista de una mayora social que se transformara en mayora en el Estado. Como sabemos, y lo prob la propia experiencia, no siempre una mayora social, en este caso electoral,
se transforma en acumulacin de fuerzas en el Estado. Por ello que lo lgico en abril de 1971
era plantear una reforma del Estado con disolucin del Congreso, que facilitara las condiciones de accin de quien ganara las nuevas elecciones. Esta opcin apenas se intent, y lo que
se hizo tom un camino equivocado107. Por tanto la Unidad Popular tena una sola carta en
sus manos: buscar una unidad positiva con una parte de la Democracia Cristiana, planteando para atraerla un programa que incorporara los temas comunitaristas y que insistiera en el
carcter democrtico y pluralista del proyecto. Como eso no se hace y se intenta una tarda
negociacin con la totalidad del partido intermedio, sometido a un acelerado proceso de
derechizacin, la situacin se sigui deteriorando.
107
El Partido Comunista no supo reponer en esa ocasin su tesis del X Congreso, donde plantea un parlamentarismo de nuevo tipo.
51
En el contexto de ese proceso polarizado y con una coalicin gobernante que haba perdido posibilidades de accin, se desencaden la discusin estratgica, la cual asumi a menudo
una forma de guerrilla interna, que dividi a la Unidad Popular desde el segundo semestre
de 1972 hasta el fin, el 11 de septiembre de 1973.
En realidad esa discusin, que toma un giro paroxstico y autodestructivo desde la formacin del gabinete cvico-militar en noviembre de 1972, tiene su prolegmeno en las disputas
sobre la Asamblea del Pueblo realizada en Concepcin en mayo de 1972.
A propsito de una marcha realizada en Concepcin por todos los partidos de la Unidad
Popular, con exclusin de los comunistas y junto con el MIR, se produjo una discusin pblica entre las direcciones de estas fuerzas. El debate se focaliza al inicio sobre el tema coyuntural
de una marcha de la izquierda realizada para impedir el copamiento de la calle por los
demcrata cristianos, que tenan programada una manifestacin. Ella fue reprimida por
Carabineros y cobr la vida de un estudiante. Pero el tema estratgico implicado era de
fondo. Tena que ver con la caracterizacin de la Democracia Cristiana por parte del MIR.
Para ste se trataba de un partido burgus, que formaba un bloque indisoluble con el Partido Nacional. Esa afirmacin convierte cualquier intento de acercamiento a ese partido en
una confirmacin de las tendencias conciliadoras y reformistas de la Unidad Popular, cuya
paternidad el MIR atribuye al Partido Comunista, tildado como el estratega de la derrota.
Ms tarde los partidos regionales, con la excepcin de los comunistas y los radicales,
sacaron una declaracin pblica, producto de una reunin conjunta que toma el nombre de
Asamblea de Concepcin. En ella todos los grupos coinciden en la necesidad de evitar cualquier conciliacin y en las crticas al reformismo de la Unidad Popular. Este acontecimiento
despierta la reaccin airada del Partido Comunista y una rectificacin de la direccin central del Partido Socialista, en la cual se ratifica la validez del programa de la Unidad Popular
y el apoyo sin reticencias al gobierno de Allende.
Esta es una de las primeras escaramuzas importantes. En ella se anuncia el tema central
de una disputa que avanzar in crescendo hasta fracturar totalmente la unidad de accin de
la alianza, contribuyendo a la parlisis en la toma de decisiones. Esta situacin marca los
ltimos das de la Unidad Popular, desde el tancazo de junio del 73, y en especial desde la
renuncia del General Prats hasta el sangriento final.
Para el MIR, y tambin para la direccin del Partido Socialista, la acumulacin de fuerzas requera forzar la marcha, mientras que para los comunistas y una parte del MAPU,
aquella que haba perdido el Congreso de diciembre de 1972, la acumulacin de fuerzas
pasaba por la negociacin con la Democracia Cristiana, esfuerzo estratgico destinado a
constituir una mayora estatal nueva, con un programa consensuado.
Desde la formacin del gabinete cvico-militar en adelante los debates se acentan y las
discrepancias alteran la estabilidad de cualquier estrategia. El campo de la batalla discursiva est organizado en torno a dos bloques principales, el llamado polo revolucionario y los
52
108
109
MAPU, Anlisis de la situacin poltica del momento en Vctor Faras, La izquierda chilena (1969-1973),
Santiago, Centro de Estudios Pblicos, 2000, tomo 5, pp. 3234-3238.
Cruz Coke, Ricardo. Historia electoral de Chile. 1925-1973, Santiago, Editorial Jurdica de Chile, 1984.
53
el poder total. Daban por perdida la posibilidad de acumulacin desde el gobierno y entonces se imaginan que era posible hacer un pase mgico.
Los comunistas, el sector ms consecuente y perseverante de la poltica de amplitud,
intenta por todos lados, pero ya no puede obtener ninguna posibilidad negociadora seria. En
esa situacin de mxima tensin se hizo transparente la fragilidad de todos los proyectos y
surgi con fuerza la pregunta sobre la imposibilidad de la empresa.
Internndose en ese territorio trgico, pues la experiencia termin cobrando demasiadas vidas, se ve que la poltica de la amplitud tena un lmite. Ese punto de bloqueo era la
concepcin del socialismo que tena el Partido Comunista y los otros partidos que lo acompaaban, con excepcin del Partido Radical, una fuerza en declinacin y muy minoritaria. Esa
concepcin era heredada de la tradicin leninista, la cual define el socialismo por la expropiacin de los medios de produccin de manos de la burguesa y por la dictadura del
proletariado. Esa evidencia permite comprender por qu la poltica de la amplitud no pudo
tener xito. Le falt a la estrategia de los comunistas y a sus aliados aquello que Allende (y
con l Joan Garcs) s comprendi.
Para ellos la va chilena se defina tanto por la forma como por el contenido. Una
afortunada frmula de Luis Corvaln mostraba claramente las limitaciones de un modelo
ortodoxo que es llevado hasta sus extremos de amplitud. l acu la metfora del tren para
definir a la coalicin amplia. Esta era una alianza donde los participantes podan ir descendiendo del tren en diferentes estaciones. Pero este hbil alarde retrico clausuraba el paso a
una estrategia equitativa de alianzas, porque estableca sujetos de diferentes jerarquas,
quienes al descender del convoy se iban convirtiendo en enemigos de la revolucin. Cuando
se sigue concibiendo el socialismo para Chile como una rplica de los socialismos reales,
como una repeticin cuya peculiaridad no era la meta, sino la forma de llegar, esto es por
etapas y ahorrando al mximo la posibilidad de la violencia poltica, se haca imposible
construir un bloque con partidos que tenan otra concepcin del futuro, aunque ella fuera
tambin alternativista, como lo era la de parte de la Democracia Cristiana de entonces.
Y esa otra concepcin del futuro no era posible para los comunistas pese a su amplitud
tctica, producto de su realismo. No estaban en condiciones de propiciar una idea distinta
del socialismo como meta. Es en ese aspecto particular que el pertenecer al movimiento
comunista internacional, a cuya vanguardia estaba el PCUS, constitua un handicap.
Quien s estaba en condiciones de pensar ms all era Allende, teorizado por Joan Garcs. Pero, para que lo que stos propiciaban (un socialismo con pluralismo poltico, una
estructura compleja de la propiedad de los medios de produccin y una sociedad con libertad cultural) hubiese tenido condiciones de posibilidad, se hubiera necesitado un giro
temprano. El momento para virar era en abril de 1971, en el momento mismo del triunfo en
las elecciones municipales. En ese momento se debi proponer un programa de reformismo
revolucionario, que decantara a los sectores derechistas del Partido Demcrata Cristiano
54
pero atrajera a los otros y que dejara de lado la frmula autoritaria de los resquicios legales. Esta frmula era eficaz y expedita para requisar empresas, pero al ser dudosa su legalidad
afectaba la legitimidad de la Unidad Popular.
Para que el diseo de Allende y Garcs fuera posible era necesaria una gran alianza
estratgica que reordenara el cuadro poltico. Ello implicaba obligar al partido intermedio a
enfrentar sus contradicciones y exigirle a la izquierda proponer como modelo de sociedad
algo distinto que la repeticin del socialismo burocrtico.
Algo que le falt a la poderosa intuicin de Allende y Garcs fue impulsar desde el
principio la gestin de las empresas intervenidas por sus trabajadores (obreros, empleados y
tcnicos), lo cual hubiese permitido ir desde ya experimentando, teniendo la experiencia
subjetiva de un socialismo nuevo.
Los estrategas del polo revolucionario captaron la importancia de la democracia en la
empresa. Aunque equivocados en la orientacin general que esperaba todo de un poder
popular desarmado, se dieron cuenta de un punto importante: del valor que tena para los
trabajadores vivir una experiencia de direccin de aquello que sentan suyo. Esos ltimos
meses en que funcionaron los comits de fbrica, los cordones industriales, los comandos
comunales, se vivi la gran fiesta democrtica.
Desde otro punto de vista, el xito que tuvo esta experiencia de democracia de los trabajadores en su conjunto, la cual remite al socialismo de los consejos, revela que era necesario
ofrecer la esperanza de una sociedad en que la dictadura del proletariado no fuera a sustituir al socialismo democrtico. Sin crear esa certeza no era posible generar la amplitud
necesaria para imponerse contra el gran capital monoplico o bancario que era necesario
nacionalizar. La experiencia post-octubre ofreci a muchos trabajadores la posibilidad de
esa experiencia. Ella pudo haber reordenado el cuadro poltico si, antes que la crisis fascistizara a las masas de la oposicin, se hubiera podido convocar a esa experiencia a los militantes
y a los trabajadores demcrata cristianos que todavia crean en el comunitarismo.
Actuando de ese modo quizs hubiera sido posible mostrar que el socialismo que se
quera era la profundizacin de la democracia. Quizs eso hubiera evitado que al final el
polo revolucionario creyera que la poltica consista en abarcar, en hacer crecer las
empresas expropiadas o en poner en duda el carcter revolucionario del gobierno porque
este realizaba alguna concesin. Quizs eso hubiera atrado al bloque por los cambios a los
sectores anticapitalistas de la Democracia Cristiana. Por ltimo, haber practicado desde el
principio esa poltica, quizs hubiese flexibilizado el economicismo tecnocrtico de muchas
posturas comunistas que ponan la eficiencia por encima de la participacin.
En este anlisis de las divergencias estratgicas algo se percibe con claridad. Todos los
partidos o bloques de la izquierda cometieron errores en sus anlisis tcticos o estratgicos.
Hay que tomar en consideracin que las posibilidades de juego eran muy restringidas, puesto que: a) la lgica misma de la acumulacin de fuerzas para encaminarse desde el Estado
55
existente hacia el socialismo requera conseguir tanto una mayora social como una estatal;
b) ello exiga, en las condiciones de correlacin de fuerzas existentes, una poltica de alianzas; c) para que esa amplitud fuese posible era necesario definir la sociedad socialista por
construir de un modo diferente a la de los socialismos reales.
En sntesis, el problema de la va pacfica versus la va violenta era un problema importante. Pero oscureci otro ms importante aun: el tipo de sociedad socialista que se deseaba
construir, el cual deba ser un socialismo democrtico y participativo.
Pero esto es escribir la historia de lo que pudo ser, la historia contrafactual. Por ahora
no estamos en eso.
56
1. La habitacin popular
Como me propuse demostrar hace algn tiempo en un largo estudio sobre los pobladores,
fue justamente en la etapa anterior a 1970, cuando la cuestin de la habitacin popular se
volvi completamente crtica110 . El Primer Censo Nacional de la Vivienda en Chile, de 1952,
demostr que el dficit de viviendas alcanzaba al 30% de los chilenos. En Santiago, que concentraba la mayor cantidad de poblacin, llegaba al 36%, entre otras razones, como producto de
la migracin campo ciudad, que creci sostenidamente entre 1930 y 1970. Este dficit significaba que, en trminos absolutos, medio milln de santiaguinos vivan en departamentos o piezas
en mal estado, en conventillos o en poblaciones callampas. A nivel nacional significaba que de
los casi seis millones de chilenos de esa poca, aproximadamente unos dos millones no habitaban en condiciones mnimas de confort ni en la ciudad ni en el campo.
110
Garcs, Mario. Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. LOM Ediciones,
Santiago, 2002.
57
La verdad es que Santiago, desde la segunda mitad del siglo XIX, haba mostrado un
crecimiento sostenido ms vinculado a los pobres que a la expansin de los sectores medios
o de la vieja elite criolla, que ocup originalmente el centro de la ciudad para emigrar luego
hacia el barrio alto a mediados del siglo XX. Benjamn Vicua Mackenna fue, tal vez,
quien vio ms agudamente el problema de la habitacin popular en 1872, cuando desde la
Intendencia de Santiago se propuso la primera reforma urbana en gran escala de la capital.
Con realismo clasista, diramos hoy la autoridad poltica reconoci la convivencia de dos
ciudades la ciudad brbara, como llam a la de los pobres, y la ciudad propia, opulenta
y cristiana, como llam a la de elite e inici el primer inventario de los problemas urbanos
asociados a los pobres: insuficiencia de servicios bsicos de agua, luz, alcantarillado, recoleccin de basuras, as como tambin otros problemas, vinculados por cierto con los anteriores,
relativos a la seguridad de la propiedad es decir, el robo y la delincuencia y a la salud
pblica, que se manifestaba en epidemias recurrentes, difciles de controlar en condiciones
urbanas manifiestamente precarias para gran parte de los santiaguinos.
Todos estos problemas urbanos y sociales, ms all de las iniciativas del activo Intendente de Santiago, siguieron su curso todava por varias dcadas, con altos y bajos y sin que se
estructuraran soluciones de fondo. As, por ejemplo, cuando se celebraba el centenario de la
repblica, se calculaba que la cuarta parte de la poblacin de Santiago viva en 25 mil piezas
de conventillos, cuartos redondos y ranchos, y cuando se instal el gobierno del Frente Popular, con el doctor Salvador Allende en el Ministerio de Salud, no solo una mayora de hombres
y mujeres de pueblo segua viviendo en malas condiciones urbanas, sino que como estableci el ministro Allende, la mayora de la poblacin sufra de hambre fisiolgica (cerca del
50% de la poblacin no alcanzaba a cubrir una racin alimentaria bsica)111, amn de altas
tasas de mortalidad sobre todo infantil y del hacinamiento creciente de los conventillos (a
nivel nacional, el promedio era de 3 personas por pieza, mientras que en Santiago suba a 5
personas por cuarto)112. Este estudio adems ya mostraba, adelantndose al Censo de 1952,
que la tercera parte de los chilenos habitaba en viviendas malsanas y que un milln y
medio de compatriotas careca de habitacin adecuada, todo lo cual haca urgente a fines
de los aos treinta la necesidad de construir 300 mil viviendas higinicas113.
111
112
113
58
Allende, Salvador. La realidad mdico social chilena. Ministerio de Salubridad, Previsin y Asistencia
Social, Santiago, 1939, p. 38.
Ibid., p. 58.
Ibid., p. 57.
2. La organizacin poblacional
As como la organizacin obrera y el movimiento obrero fueron anteriores a la legislacin social (las primeras leyes laborales se promulgaron en 1924 y la primera huelga general
en Chile se verific en 1890), con los pobladores ocurri algo semejante: primero fue la
organizacin y luego la accin del Estado, bajo presin popular. En efecto, las primeras manifestaciones de los trabajadores y pobres de la ciudad se produjeron en los aos veinte, a
travs de las Ligas de Arrendatarios, y mucho antes que se promulgara la Ley de Juntas de
Vecinos y Organizaciones Comunitarias recin en 1968 exista una larga y rica tradicin
organizativa en diversos tipos de comits de vecinos o pobladores, y hacia los aos sesenta,
especialmente de Comits de Sin Casa. Desde estos ltimos, en 1947 se produjo una de las
primeras tomas de sitios que dio origen a la poblacin La Legua Nueva, y si bien esta
toma qued aislada como producto de la represin que impuso la Ley de Defensa de la
Democracia, diez aos ms tarde, en 1957, el movimiento se haba recuperado y se produjo
la toma de La Victoria, que dio origen a la poblacin del mismo nombre. Esta toma fue ms
amplia y de mayor impacto en la sociedad, cuando unas mil familias, segn un informe oficial, pusieron en tensin al mundo poltico y obligaron al Estado, en 1959, a iniciar el primer
Plan de Viviendas. En cierto modo, los pobladores, despus de la hazaa de La Victoria,
ganaron en confianza y en claridad estratgica: si el Estado no construa, al menos tomaran
sitios y construiran por sus propios medios como lo hicieron en La Victoria, que pronto
superara los 18 mil habitantes. Y as fue y as continu siendo en los aos siguientes: en
1961, diversos comits de distintos lugares de Santiago tomaron la Chacra de Santa Adriana;
en 1967, una nueva toma en Barrancas dio origen a Herminda de la Victoria; y, a partir de
1969 un verdadero ciclo de tomas cop los ltimos aos del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Un estudio realizado durante la Unidad Popular mostr que entre 1969 y 1971 se
pudieron contabilizar 312 tomas114, de diversa magnitud, que dieron origen junto a los
planes de vivienda estatales, pero bajo presin popular a la mayor parte de las poblaciones
del Santiago del ltimo tercio del siglo XX. Solo por indicar algunas de estas tomas, entre las
ms conocidas, se pueden indicar: Violeta Parra (febrero de 1969); Guanaco, posterior
Pablo Neruda, El Bosque, Patria Nueva, ltima Hora y gran parte de Huechuraba (octubre
de 1969-agosto de 1970); El Cortijo (agosto de 1970); 26 de Enero en La Bandera (enero de
1970); Nueva Habana (noviembre de 1970) que agrup a varias tomas realizadas durante
1970115. Muchas de estas tomas se asociaron o superpusieron a programas de operacin
sitio de gran envergadura, como la que dio origen a la Villa Francia y Robert Kennedy por el
114
115
Duque, Joaqun y Pastrana, Ernesto. La movilizacin reivindicativa urbana de los sectores populares de
Chile: 1964 1972. En: Revista de Ciencias Sociales N 4, diciembre de 1972, FLACSO, Santiago, pp. 259-294.
Garcs, Mario. Las tomas en la formacin de Santiago. En: El mundo de las poblaciones, Nosotros los
chilenos N 5, LOM Ediciones, Santiago, 2005, pp. 4-31.
59
poniente (1968- 1969); La Pincoya por el norte (1969); La Bandera por el sur (1970); y La
Faena y Lo Hermida por el oriente (1969-1970)116 .
La toma fue, sin lugar a dudas, una experiencia altamente simblica y relevante desde
un punto de vista pedaggico y poltico. Por una parte, era la realizacin de un sueo y muchos
pobladores as lo revelan en sus testimonios: En ese tiempo, nosotros no tenamos nada nos
confiesa Pedro Plaza, de la Poblacin El Cortijo. Estbamos casados, vivamos arrendando por
ah. Entonces, nos dieron (la comisin de dirigentes de la toma) cinco das para llegar. Yo por un
lado me consegu 1.000 pesos. Mi seora se consigui por ah 500 pesos. Con esos 1.500 pesos
hicimos dos piezas de madera tinglada () No haba quedado muy buena, pero por lo menos
estaba paradita y vivamos contentos. Despus nos faltaba el techo () Fu donde un amigo
que era constructor y me dio un vale para Sodimac () Entonces, puchas, yo qued feliz. Como
yo trabajaba en la Municipalidad de Santiago, pesqu el camin de la basura y me traje el
pizarreo para mi casa. Completamos la casucha y nos vinimos para ac a esta poblacin. Despert en la maana contento, gritaba, porque tenamos algo propio! Cuando uno arrienda, a
uno lo empujan () Yo tena cinco hijos y no me los dejaban jugar tranquilos () Con todo lo
que pagu, no he pagado ni una de las felicidades que he tenido en el barrio 117
Por otra parte, significaba dar una serie de pasos adelante, atreverse, confiar en los
vecinos y en la organizacin popular. La seora Florcita Carrasco, que particip en la toma
de Guanaco, en Conchal, as relata su experiencia: Yo no llegu el primer da. El 26 de
octubre, yo llegu el 27 de octubre, el lunes por la maana. Yo llegu de Valdivieso, tena
unos vecinos y en la noche vena del centro, de mi trabajo, porque yo trabajaba en el
centro, vena del centro y me encuentro con mis vecinos y vienen y me dicen que haba una
toma de terrenos, y a m hablar de toma de terrenos, yo haba escuchado por ejemplo de
Violeta Parra y como que tena miedo tambin, y ellos me dicen, no, vamos, me dicen,
vamos, fjese que ya se usa la toma de terrenos () Llegamos adentro y hay unas seoras que
eran vecinas, all me dicen, s vengan compaeras, pase aqu, ndese aqu, en filita se iban
armando las carpas y nosotros llegamos y nos pusimos ah. Enseguida pusimos el cubrecama con los palitos que llevamos y la bandera, y nos instalamos. Y ah, yo ya despus perd
el miedo porque no pasaba nada, toda la gente andaba ah conversando, mirando, viendo lo
que estaban haciendo y me qued puh!118
Realizar una toma implicaba una serie de pasos y aprendizajes, tanto sociales como polticos. Haba que partir por organizar comits de sin casa y articularlos barrial o comunalmente;
inscribirse en los programas de habitacin popular (normalmente depositar un mnimo
de 20 cuotas CORVI) y demandar al Ministerio de la Vivienda para ser incorporados a los
116
117
118
60
Las operaciones sitios fueron una iniciativa creada en 1965 por el gobierno de Frei para enfrentar los
efectos del terremoto de ese ao y daos provocados por los temporales de invierno. Consisti en la
asignacin de sitios urbanizados, una instalacin sanitaria mnima y mediaguas u otro tipo de vivienda
econmica para familias de escasos recursos y en extrema necesidad de habitacin. Ms detalles en
Garcs, Tomando su sitio, op. cit., p. 301 y ss.
61
Zanjn de la Aguada, que organizados en Comits de Sin Casa, fueron los principales protagonistas de la toma de La Victoria, en octubre de 1957. El nuevo gobierno, el de Jorge
Alessandri (1958-1964), puso en marcha, ahora s, un plan mucho ms amplio y ambicioso: se
construira ms en nmero que en calidad, lo que con el tiempo recibira el eufemstico
nombre de soluciones habitacionales. Es decir, a veces vivienda, otras un sitio urbanizado
y la casa debera esperar. Este fue parcialmente el caso de la poblacin Jos Mara Caro, en
la que se subdividieron 6 mil sitios en siete sectores (desde el Sector A hasta el Sector G)
para albergar a unas sesenta mil personas (ya en 1965, sin embargo, la Poblacin J. M. Caro
superaba los 80 mil habitantes). Pero, adems, en este plan se contemplaron tambin las
erradicaciones de poblaciones callampas, y as entre mayo y septiembre de 1959 miles de
familias fueron trasladadas con lo que tuvieran y en una operacin a cargo del Ejrcito
hasta el fundo San Gregorio, dando origen a la poblacin del mismo nombre, que pronto
cobijara a unos 20 mil habitantes. Con todo, cuando el dinamismo del Estado baj el ritmo
y aumentaron las listas de espera en la CORVI como efectos de la burocracia o la escasez de
recursos el movimiento se encarg de hacerlo notar. En este contexto, se produjo la toma de
Santa Adriana, en el invierno de 1961.
Con Eduardo Frei Montalva (1964-1970), el Estado quiso ir ms lejos: se cre finalmente
el Ministerio de la Vivienda en 1965 y se anunci la construccin de 360 mil viviendas en los
seis aos de gobierno, de las cuales dos tercios seran para los sectores ms necesitados. Pero
no solo eso, los pobladores seran apoyados por el Estado y estimulados a organizarse a travs de un organismo especial: la Promocin Popular. En ambos campos se hicieron avances
significativos, pero insuficientes: la meta y la capacidad de construir viviendas definitivas a
travs de licitaciones que beneficiaban a las empresas de la construccin y de paso, a la
Cmara Chilena de la Construccin mostraron pronto sus lmites, y lo que fue una poltica
de emergencia, la denominada Operacin Sitio (propuesta luego del terremoto de marzo
de 1965) termin transformndose en una poltica permanente y, en cierto sentido, dominante y amplificada hacia fines de ese gobierno. Por otra parte, los apoyos de la Promocin
Popular, si bien fueron discutidos muchas veces por la Izquierda, fueron derivando en una
potenciacin del movimiento poblacional, que ms que hacerse dependiente del Estado,
gan en autonoma e increment la presin sobre el Ministerio de la Vivienda, tambin hacia
fines del gobierno de Frei.
En realidad, la coyuntura ms activa del movimiento poblacional se verific en medio de
la campaa presidencial de 1970. Parafraseando a socilogos actuales, se puede sostener que
si por una parte el movimiento haba ampliado sus redes de base y smbolos culturales,
validado sus formas de lucha la demanda, la toma y la negociacin, la coyuntura electoral
les abri un campo de oportunidades polticas sin precedentes: despus de la represin a
la toma de Pampa Irigoin en Puerto Montt , en que perdieron la vida diez pobladores, y el
rechazo nacional que provoc esta accin del Ministerio del Interior, que diriga Edmundo
Prez Zujovic, y en medio de la campaa en que se jugaba la continuidad de la DC en el
62
gobierno, la poltica del Ejecutivo no poda sino ser la de una mayor interlocucin con las
organizaciones de los pobladores. Estos ltimos, por su parte, haban aprendido los mecanismos de la negociacin con el Ministerio de la Vivienda, ampliado y fortalecido sus alianzas
con los partidos polticos, en especial con la Izquierda, y saban tambin que si el Estado no
se movilizaba, ellos s podan hacerlo mediante nuevas tomas de sitio.
El triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular se produjo entonces con un movimiento de pobladores en alza, vigoroso y multifactico, que haca los ms diversos aprendizajes
sociales y polticos en el territorio, en el acto de poblar, de construir y refundar la ciudad de
Santiago, dejando atrs el pasado de allegados o de los conventillos y las poblaciones
callampas. Fueron entonces miles los que realizaban un sueo difcil de hacer realidad
para las generaciones pasadas el de alcanzar un sitio y la casa propia.
63
5. Construir ms viviendas
En este contexto, de un activo movimiento de pobladores y de necesidades por doquier,
el gobierno de la UP se propuso realizar la mayor hazaa en la historia de la vivienda popular: iniciar la construccin en 1971 de 79.250 viviendas y completar o dar trmino a
la urbanizacin de 120.505 sitios. Nunca en la historia precedente se haba tomado una
121
122
64
Ministerio de la Vivienda y Urbanismo. Poltica habitacional del Gobierno Popular. Departamento de Publicaciones del MINVU, Santiago, 1972, p. 11.
Ibidem.
iniciativa de esta envergadura. De este ambicioso plan, las diversas corporaciones que conformaban el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (CORVI, CORMU, CORHABIT), contrataron
efectivamente el inicio de 73.009 viviendas, es decir solo 6.241 menos de las programadas,
mientras que la CORVI cumpli con 28 mil urbanizaciones de sitios y CORHABIT con otros
5.462, amn de que para atender a las familias afectadas por el sismo de julio de 1971 se
produjeron 48.117 mediaguas. Por su parte, con relacin a las tareas de urbanizacin, la
Corporacin de Obras Urbanas (COU) puso en marcha un Plan de Emergencia para 1971,
que alcanz a 172.390 metros lineales de redes de agua potable; 623.501 de alcantarillado;
1.428.920 metros cuadrados de calzadas; 209.317 de aceras y 162.790 de soleras123.
El primer escollo, sin embargo, con que se encontr el gobierno de la UP a fines de 1970,
fue que las tomas continuaron. Algunas de ellas, muy legtimamente, daban continuidad
con la estrategia exitosa del movimiento de pobladores en el ltimo ao del gobierno anterior, y otras eran estimuladas u organizadas por funcionarios o dirigentes de la DC que vean
perder su arraigo entre los pobladores junto a los magros resultados en la eleccin de 1970.
El gobierno, el PC y el propio Allende buscaron entonces controlar el movimiento, so pena
de ver entorpecidos todos su planes de construccin de viviendas. Y si bien hubo discursos
que apelaron a no realizar tomas indiscriminadas, y el anuncio de un proyecto de ley para
sancionar a quienes realizaran tomas injustificadamente, la tendencia que predomin fue el
dilogo y no la represin. As se pronunci el Ministerio de la Vivienda en una declaracin
pblica, respondiendo adems a una declaracin previa de la Cmara Chilena de la Construccin que tambin manifestaba su preocupacin por tomas de poblaciones terminadas o
en proceso de construccin. El Ministerio indic: 1 Que el gobierno est plenamente consciente de la gravedad que reviste este problema y de la urgente necesidad de afrontarlo y
resolverlo, dentro del menor tiempo posible; 2 Que sin perjuicio de las normas especiales
que se estn aplicando, con el objeto de superar la situacin producida, el Gobierno garantizar mediante el estricto cumplimiento del Plan de Ahorro Popular, los derechos de los
postulantes (); 3 Que con el objeto de impedir la repeticin de ocupaciones ilegales, el
Gobierno est procurando la aprobacin legislativa de un proyecto de ley, mediante el cual
se sanciona con penas de presidio a las personas que participen en la ejecucin de tales
actos, ya sea como instigadores, colaboradores u ocupantes; 4 Que sin perjuicio de su poltica de absoluta persuasin, que persigue el objeto de lograr, por la va de la comprensin y el
dilogo, la colaboracin de los pobladores a los planes habitacionales del gobierno, la autoridad encargada del mantenimiento del orden pblico y del resguardo de los derechos
ciudadanos no trepidar en hacer uso de todos los medios que la ley le franquea para impedir, que por la va de la fuerza, se conculquen los derechos de los modestos pobladores que estn
procurando reglamentariamente la solucin de su problema habitacional; y 5 Que las ms altas
123
El conjunto de las obras realizadas durante 1971 se pueden ver en MINVU, Poltica habitacional, op. cit.,
cap. 2, passim.
65
autoridades del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo y de las instituciones que de l dependen () han estado y seguirn estando en permanente contacto con los pobladores, ya
sea a travs de sus continuas visitas a los campamentos y poblaciones en que habitan o
mediante la Oficina Relacionadora y Coordinadora de Vivienda que, con esta misma fecha,
se ha inaugurado en la sede de la delegacin de Santiago de la Corporacin de Servicios
Habitacionales ubicada en la calle Moneda N 723, primer piso, de esta ciudad. Subsecretara de Vivienda y Urbanismo, Santiago 2 de diciembre de 1970124.
El Presidente Allende y su ministro de la Vivienda Carlos Corts, recorrieron entonces poblaciones y campamentos, buscando establecer una relacin directa con los pobladores y la Oficina
Relacionadora, encargada de atender las demandas de los Comits de Sin Casa entr muy pronto
en funciones, de tal modo que la prensa el da 6 de diciembre informaba que solo en dos das de
trabajo se haba atendido 250 casos de diversos comits. Juan Araya, histrico dirigente de los
pobladores, vinculado al Partido Comunista y que haba participado en varias tomas de Barrancas, declar entonces, con optimismo: En esta Oficina no hay nada imposible, ya que tanto los
funcionarios como los dirigentes poblacionales que estn a su cargo, comprenden perfectamente
la importancia de su funcionamiento, que incide directamente en los planes habitacionales del
Gobierno Popular, por lo tanto ningn problema debe ser difcil para nosotros, todos deben tener
solucin. Y agreg adems, los problemas ms graves que hemos tenido que tratar en esos dos
das estn relacionados con las condiciones sanitarias de los diversos campamentos de Santiago
que agrupan en total a 35 mil familias125.
Sin embargo, todava en enero de 1971, el Ministerio segua buscando formas de encontrar
solucin a la inercia de las tomas, descartando la represin y apelando al dilogo con las propias
organizaciones populares. En una declaracin pblica del 22 de enero de 1971 aclaraba: Se ha
podido establecer que algunos de los casos de ocupacin ilegal corresponden a situaciones dramticas de familias que fueron tramitadas por muchos aos en su afn de conseguir una vivienda
para su grupo familiar, en muchos casos numeroso. Pero tambin es cierto, segn se ha comprobado, que algunas ocupaciones ilegales se han producido alentadas por politiqueros desplazados
con el nico afn de crearle problemas al Gobierno de la Unidad Popular. Est comprobada, y la
opinin pblica la conoce, la participacin en estas tomas de connotados polticos reaccionarios
que nunca antes se haban distinguido por su preocupacin en las inquietudes de las familias sin
casa. La declaracin terminaba haciendo un llamado a las Juntas de Vecinos, Centros de Madres
y organizaciones de pobladores y sindicatos a que hicieran llegar sus denuncias de ocupantes de
viviendas que tienen ms de un bien raz o que con datos falsos estn tratando de obtener un
beneficio que no les corresponde y que reclaman miles de familias que teniendo sus cuotas y
cargas necesarias no pueden obtener una vivienda por causa de estas ocupaciones ilegales 126.
124
125
126
66
Superadas parcialmente las tensiones iniciales con las tomas y con un Ministerio abierto
al dilogo, junto a la construccin de viviendas y obras de infraestructura, la UP se propuso
asimismo realizar diversos cambios en la poltica global del MINVU. Entre las ms novedosas se pueden reconocer: la edificacin en altura para sectores populares, destinada a
maximizar recursos y aminorar los efectos del crecimiento extensivo de las principales ciudades del pas, en especial de Santiago; la Operacin Invierno , que buscara morigerar los
efectos del clima, las tradicionales lluvias e inundaciones, sobre todo en los campamentos y
los barrios ms pobres de las ciudades chilenas; el desarrollo de balnearios populares que
hiciera posible vacaciones de verdad para quienes pocas veces podan salir de la ciudad en
la etapa estival; y, finalmente, no menos importante, la conformacin de un Departamento,
dependiente del MINVU, de Ejecucin Directa de obras urbanas. Esta ltima medida significaba que el Estado poda, y de hecho as ocurri, comenzar a construir sin depender
completamente de las empresas constructoras y de la Cmara Chilena de la Construccin.
Cada una de estas innovaciones tuvo un desarrollo importante los primeros dos aos de
gobierno. As por ejemplo, la edificacin en altura fue anunciada por Miguel Lawner, director de CORMU, en el verano de 1971, como una manera de reorganizar el crecimiento urbano.
Por cierto haba que convencer a los futuros usuarios, que en trminos generales aspiraban
al sitio y la casa, de la necesidad de modificar sus expectativas. Por ello el director de
CORMU indic a la prensa que: De no hacerlo as, y continuar con la poltica de casa de un
piso, los problemas que se originaran en las ciudades seran gravsimos y sin solucin. La
CORMU contempl para 1971 la construccin de 5.000 departamentos en Santiago y 1.600
en el resto del pas, de 50 a 60 metros cuadrados como promedio y equipamientos de guarderas infantiles, escuelas y policlnicas, locales comerciales, restaurantes, lavanderas y sedes
sociales. Las obras contempladas para que fueran iniciadas en mayo de 1971 eran las siguientes: Mapocho-Bulnes, 420 viviendas; Polgono RecoletaEl Salto, 200 unidades; Plaza
Chacabuco, 220 viviendas; Parque Intercomunal Barrancas, 1.100 departamentos; 4 Alamos
de Maip, 720; Parque Carmelitas, tambin en Maip, 320, ms otros 320 en la Comuna de
Renca127. La oposicin a la UP, por su parte, en un clima crecientemente ideologizado, manifest su temor de que la construccin de bloques de departamentos, con este tipo de servicios,
representaran los primeros pasos de la temida estatizacin128.
127
128
Edificacin en altura es la solucin para los 80 mil pobladores sin casa, Las Noticias de Ultima Hora, 21
de febrero de 1971. p. 5
Ibidem.
67
68
Pobladores contarn desde maana con Balneario Popular. El Siglo. 9 de enero de 1971, p. 12.
Balneario al estilo Unidad Popular. El Siglo, 2 de febrero de 1971, p. 5.
Tren de Turismo Popular parte hoy a Valparaso. El Siglo, 2 de febrero de 1971, p. 3.
Ms antecedentes del discurso mirista, ver en, Garcs, Tomando su sitio, op. cit., p. 415.
69
construccin, sino que inquietaban tambin las altas tasas de ganancia de las empresas, la tendencia de stas a la concentracin de la actividad136, y la importancia estratgica del ramo con
relacin al empleo137. En consecuencia, avanzar en la ejecucin directa del Estado en el campo
de la construccin resolva varios problemas desde un punto de vista socialista. En este contexto,
en junio de 1971, el ministro de la Vivienda procedi a inaugurar las obras en altura de la Poblacin Jaime Eyzaguirre, ubicada en el sector oriente de la capital, y en este caso la CORVI construira
directamente, y con nuevos equipos mecnicos, lo que, segn indic el ministro, acortara los
plazos de construccin. El vicepresidente de la CORVI, Hiram Quiroga, por su parte, agreg en
este acto inaugural que la participacin directa del Estado en la construccin de viviendas obedeca al propsito de evitar la especulacin y acelerar la reduccin del dficit habitacional que
afecta al pas. Indic asimismo que en muchas oportunidades las empresas constructoras particulares haban subido hasta cuatro veces en un ao los precios, sobrepasando el alza del costo de
la vida, lo que constitua un lucro desmedido. Destac finalmente, la participacin de los obreros
en los programas habitacionales del Gobierno y que ste no estaba preguntando al pueblo cunto poda pagar, sino que haba resuelto entregarles viviendas definitivas y sitios urbanizados.
Aliro Contreras, presidente del Comit de Obras, comprometi el esfuerzo y la colaboracin de
los trabajadores con los planes del gobierno, destacando que se trataba de un hecho histrico la
constitucin de una empresa estatal de construcciones138.
Paralelamente a las obras de la poblacin Jaime Eyzaguirre, se inici tambin la construccin en altura en las poblaciones La Bandera y Lo Hermida y de acuerdo con informacin
proporcionada a la prensa por el dirigente Aliro Gutirrez, los planes de ejecucin directa se
pondran en marcha tambin en la Poblacin Nueva Habana, Unidad Popular y La Pincoya.
Para este dirigente, los trabajadores tenan responsabilidad y capacidad para producir ms
rpido y ms barato que la empresa privada y as lo estaban demostrando las obras de Jaime
Eyzaguirre, en que laboraban ms de 700 trabajadores. En la obra se proporcionaban zapatos,
cascos de seguridad y ropa adecuada () Adems se cuenta con una policlnica de primeros
auxilios, que funciona en la misma faena, para atender rpidamente cualquier accidente que
se produzca en el trabajo. Tambin se tiene duchas de agua caliente y fra para el aseo de los
obreros, despus de la jornada, un buen casino para el almuerzo y la colacin del da139.
136
137
138
139
70
141
Garcs, Mario. Crisis Social y motines populares en el 1900. Ediciones Documentas, Santiago, 1991 (Segunda
edicin, LOM, Santiago, 2003), passim.
Garcs, Mario y Milos, Pedro. FOCH, CTCH y CUT. Las centrales unitarias en la historia del sindicalismo
chileno. Ediciones ECO, Santiago, 1988. Ver en especial a propsito de estos debates, el captulo I, relativo
a la FOCH.
71
sin el cual la revolucin no sera posible. En suma, el partido poltico de izquierda en los
aos sesenta se presentaba como un actor fundamental en la lucha por el cambio social y la
revolucin, valorando discursivamente el papel de la clase obrera y el pueblo, pero con
zonas grises en el campo de las prcticas concretas de direccin, toma de decisiones, etc.
En el caso de los pobladores, la historia de estas relaciones con los partidos polticos, determinadas instituciones la Iglesia Catlica en particular y el Estado es compleja, y en
consecuencia, la cuestin de la autonoma del movimiento hay que verla en diversos momentos
y coyunturas como una autonoma relativa, dependiendo del grado de desarrollo, protagonismo
y politizacin de las propias organizaciones de base. La relacin con los partidos polticos tuvo
desarrollos dismiles durante la Unidad Popular, pero de modo general se puede afirmar que
stos jugaron roles dirigentes y muchos de los lderes poblacionales, junto con ser reconocidos
y valorados dirigentes de su poblacin fueron al mismo tiempo militantes de algn partido de
izquierda, y ms de una vez vivieron crisis de lealtades entre el partido y su organizacin. Con
relacin al Estado, la situacin tambin tuvo desarrollos particulares. Por ejemplo, durante el
gobierno de Frei muchas organizaciones mantuvieron una relacin cercana, sino dependiente
del gobierno, pero cuando el movimiento se fortaleci a fines de los sesenta, estas mismas
organizaciones tomaron distancia del gobierno. Con el gobierno de Allende y la Unidad Popular, la autonoma del movimiento fue ms de una vez interrogada; sin embargo, alcanz sus
propios desarrollos. Dos experiencias diversas, elegidas arbitrariamente por cierto, que comentamos brevemente a continuacin, dan una idea de estos desarrollos.
72
poltica de ampliar las plazas del Cuerpo de Carabineros, y respaldar la construccin en altura,
as como no permitir la instalacin de nuevos negocios de expendio de bebidas alcohlicas143.
Entre las resoluciones ms especficas del Congreso destacan la necesidad de realizar encuestas en cada unidad poblacional para conocer la exacta dimensin de los problemas que afectaban
a los pobladores; solicitar recursos al MINVU para la construccin de la casa del poblador
como sede social; constituir de inmediato Juntas de Abastecimiento y Precios (JAP) para enfrentar los problemas de abastecimiento; eliminacin de pozos areneros y botaderos ilegales
de basura; declarar como sector residencial la zona ocupada por las unidades vecinales participantes del Congreso; ampliar el nmero de regidores para mejorar la representacin en el
municipio; solicitar la instalacin de oficinas de correos, telfonos, retenes, semforos y desafectacin de todos los terrenos en situacin irregular; construccin de nuevas policlnicas,
formacin de lderes de salud y cursos no solo de aspectos esenciales de salud, sino un programa de Salud Mental para enfrentar problemas de alcoholismo, prostitucin y drogas. En fin,
una serie de medidas relativas al transporte pblico en el sector y a la ampliacin de los servicios educacionales, desde jardines infantiles hasta la creacin de sedes universitarias144.
144
145
Pobladores se organizan para solucionar problemas. Las Noticias de ltima Hora, 9 de noviembre de
1971, p. 20.
Ibidem.
La Poblacin 26 de Enero surgi de una toma en el sector de La Bandera, el 26 de enero de 1970 y alcanz
gran notoriedad durante ese ao por las movilizaciones promovidas por sus dirigentes (por ej., la toma de
las Torres de San Borja, en agosto de 1970), y porque a partir de all se estructur la primera articulacin
de pobladores vinculados al MIR. Ms detalles en Garcs, Tomando sitio, op. cit., p. 410 y ss.
73
Los dirigentes del MIR y de los campamentos llegaron el primer fin de semana de octubre y tomaron los primeros acuerdos: deban trasladarse en breve plazo, en no ms de un
mes organizar la poblacin y en tres meses proceder a una eleccin democrtica, por sufragio universal, de una jefatura de Campamento. En esos das, como reconoca un dirigente, la
poblacin an no tena nombre, era el campamento del MIR146. De todos modos, las primeras decisiones y acciones se relacionaban con el traslado, el trazado de calles, el abastecimiento
de agua y luz elctrica, la instalacin de letrinas, etc. Pero tal vez una de las decisiones
polticas ms importantes fue la de no ocupar los mismos terrenos en que se construiran las
casas definitivas. As lo explica Mario, del Comit de Construccin: Nosotros analizamos los
problemas que significa en muchas poblaciones construir en terrenos ya ocupados. Eso encarece notablemente la construccin, es por eso que nosotros tomamos la determinacin de
ocupar solamente una parte de los terrenos. Pero, tambin y fundamentalmente, fue una
medida poltica: consideramos que era necesario continuar en el proceso de concientizacin
an cuando no en las mismas condiciones, tan estrechas, de cuando estbamos en los antiguos campamentos- y al mismo tiempo de mantener cohesionados a todos los compaeros
pobladores. Alejandro Villalobos (El Mickey), que a la postre sera elegido Jefe del Campamento, agrega: los mismos pobladores levantaron sus casas; cada poblador levantaba su
casa. Se organizaron milicias para ayudarles a las compaeras o compaeros que no tenan
cmo levantarlas. Se organizaron milicias especiales de trabajo, es as entonces como nace el
Campamento Nueva Habana147.
El Campamento acogi a 1.500 familias que sumaban unas 9 mil personas, las que se
distribuyeron en 64 manzanas. Manuel Paiva lleg a principios de diciembre y le fue asignado un sitio en la Manzana D. Recuerda que eran 24 manzanas y en cada una de ellas, uno de
los sitios era reservado para sede social y los 63 restantes para las familias. Semanalmente
se haca una reunin, que era la oficial, la reunin de la manzana. Ah se entregaba toda la
informacin que provena del Directorio. El Directorio era como una especie de instancia
legislativa al interior del Campamento. Estaba compuesto por los 24 jefes de manzana, ms
la Jefatura integrada por siete miembros. Entonces, estos siete miembros eran elegidos democrticamente tras una eleccin donde participaba todo el Campamento. De este Directorio
surgan los Frentes de Trabajo, que se llamaban. Entonces los delegados de manzana pasaban a ser tambin jefes de Frentes, en algunos casos como el Frente de Vigilancia, el Frente
de Salud, el Frente de Cultura, etc.148.
Semanalmente, cada grupo por manzana planificaba el trabajo, que por lo general, indica Manuel, era la entrega de una canasta familiar, los turnos de aseo de las letrinas, que
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74
Departamento de Estudios y Planificacin Urbano Regional (DEPUR). Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Organizacin y lucha poblacional en el proceso de cambios. La experiencia del Campamento Nueva Habana. Mimeo, Santiago, agosto de 1972.
Ibidem.
Entrevista a Manuel Paiva, realizada por Mario Garcs, Santiago, 4 de octubre de 1998.
haba que desinfectar y que deban lucir impecables, as como el aseo de las viviendas. Esta
ltima medida era ms resistida por algunos vecinos, pero se practicaba. La verdad es que, de
acuerdo con el testimonio de Manuel, se puede reconocer ms de un campo complejo, mxime
cuando se buscaba modificar hbitos crticos entre los propios pobladores. Por ejemplo, los
temas relativos a la violencia o el alcoholismo, respecto de los cuales el Directorio era el que
tomaba decisiones: En el Directorio. Ah es donde se haca la legislacin, se estudiaba la
higiene del campamento, las conductas de las personas Porque esto es tanto en la higiene
como en el comportamiento de las familias; en el asunto de la violencia intrafamiliar tambin,
que al principio era complicado porque llegaban los maridos curados en la noche, entonces
llegaban golpeando. Entonces hubo que ser drsticos al respecto, o sea, no permitir bebidas
alcohlicas ni al interior ni alrededor del campamento. Eso significaba que los boliches que
haba alrededor fueron eliminados por la organizacin del campamento. Y la eliminacin era
as: ir, entrar al lugar donde estaba el boliche, sacar todo lo que haba, todas las garrafas de
vino y quebrarlas en la calle; as de violento era para crear normas149.
El Campamento Nueva Habana se hizo conocido de muchas maneras, porque los propios
pobladores exigieron la construccin por Ejecucin Directa, debatieron con la CORVI los
tipos de viviendas de acuerdo al nmero de integrantes de cada familia, hubo ensayos de
justicia popular150 , y en una ocasin en que el Municipio no generaba servicios para la
recoleccin de la basura, decidieron trasladar en camiones, carretones y carretillas de mano,
toda la basura hasta las puertas del Municipio. Como aun as el problema no se solucionaba,
el paso siguiente fue trasladar toda la basura hasta el frontis de la casa del alcalde, una
maana mientras la autoridad asista a la misa dominical. Con posterioridad a estas iniciativas se normaliz el servicio de recoleccin de basuras, dos veces por semana.
La organizacin de milicias fue otra de las iniciativas que adquirieron algn desarrollo en el Campamento Nueva Habana, y que produca polmicas en la izquierda y el rechazo
de la derecha. El discurso del MIR haba establecido relaciones entre las luchas populares y
el inevitable enfrentamiento armado en el camino que llevara a la conquista del poder y el
socialismo151, razn por la cual el pueblo deba hacer un aprendizaje de tipo militar. Sin embargo, la tendencia en la organizacin de milicias tuvo ms desarrollo en el enfrentamiento de
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Ibidem.
Decimos ensayos, en el sentido que en los campamentos dirigidos por el MIR las milicias populares,
de acuerdo con las normas de disciplina fijadas por las directivas de cada campamento, buscaron ejercer
algunas sanciones, especialmente en el caso de pequeos actos de delincuencia al interior de los campamentos. Todas estas iniciativas, sin embargo se vieron confrontadas en el caso de Nueva Habana, con el
rechazo a la idea de justicia como represin, lo que llev a sucesivos cambios y debates en las organizaciones encargadas de la disciplina. Un interesante artculo a este respecto es el de Jorge Fiori, Campamento Nueva La Habana: Estudio de una experiencia de autoadministracin de justicia. En: Revista
Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales, EURE, N 7. abril de 1973, CIDU, Universidad Catlica de
Chile, pp. 83-101.
Ver en este mismo libro, el artculo de Julio Pinto.
75
los problemas sociales de los campamentos en que alcanz protagonismo el MIR, que en lo
estrictamente militar. Vctor Toro, en un discurso pronunciado en un Congreso de Pobladores,
en julio de 1970, haba sealado: Los pobladores conocen perfectamente la existencia de
muchos problemas dentro de los campamentos y poblaciones. El alcoholismo, causante de
crmenes de todo tipo, los juegos de azar con sus vicios, en algunos casos la prostitucin, etc.,
constituyen una constante amenaza para la clase obrera. En los grupos humanos marginados
de la educacin y la cultura, explotados por los capitalistas, sumidos en la miseria y la desesperacin del hambre, es fcil entender la existencia de estos problemas. Sin embargo, no por ello
podemos justificarlos y permanecer pasivos a ellos. Estamos luchando por formar una sociedad socialista para hombres tambin socialistas, es decir para hombres nuevos en el sentido
total de la palabra () Dentro de los campamentos y poblaciones, las asambleas generales de
pobladores debern aprobar cdigos de justicia, fijando normas con sus correspondientes
sanciones, que las milicias populares se encargarn de hacer cumplir fielmente152.
En Nueva Habana, segn recuerda Manuel, la tendencia fue ms o menos sta. El Frente
de Vigilancia operaba como una polica local, pas a crear sus normas, esto signific empadronar todas las familias con sus respectivos miembros y adems, el historial de cada una de
las familias integrantes. Y, en eso algunos integrantes no eran muy limpios, as que esos que
tenan sus yayitas haba un control ms riguroso que eran los que hacan pequeos actos
delictuales al interior del Campamento. Entonces, era como una polica especializada () si
se robaban un par de pantalones, cuando estaban por ah colgados en el patio, se buscaba
dentro del empadronamiento, cules eran los sospechosos, y si se encontraban ah, se le traa
al tipo, se le tena una noche detenido y se le entregaban algunas tareas, o sea, buscando la
reeducacin del individuo. Se le daban tareas como leer el Manifiesto Comunista o el Qu
hacer, textos de ese tipo y se le daban por ejemplo, unos quince das para leerlos y diariamente tena que ir a dar exmenes sobre la lectura. En algunos casos, tena que hacer tambin
trabajos para la comunidad153.
Cada Frente fue adquiriendo entonces su propio desarrollo. El de salud se vio beneficiado por el regalo de una ambulancia que les hizo la embajada cubana en Santiago y las
milicianas de salud buscaron asegurar la atencin con mdicos voluntarios al tiempo que
establecan convenios con el Hospital Stero del Ro. El Frente del Trabajo incorpor a
varias decenas de cesantes a las obras de construccin de las casas que se hicieron bajo la
forma de ejecucin directa por parte de la CORVI. El Frente Cultural aseguraba actividades de teatro y danza y la presencia de artistas que visitaban la poblacin. Finalmente, se
inici, afirma Manuel, la construccin de un casino y una lavandera popular porque se
supona que estbamos creando una sociedad distinta y en esta sociedad distinta las dueas
de casa tenan que integrarse al proceso de produccin y por lo tanto tenan que dejar el
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hogar () Tenan que tener un lugar donde un par de veces a la semana llevaran su ropa para
lavar, y al mismo tiempo, retiraran, una vez al da, el almuerzo para el da siguiente154.
Ibidem.
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Primera Asamblea Provincial de la JAP se inaugur hoy, Las Noticias de ltima Hora, 5 de marzo de
1972, p. 5; Las JAP se ponen pantaln largo: El pueblo participa, Las Noticias de ltima Hora, 6 de
marzo de 1972, p. 15.
Pobladores y comerciantes unidos en torno a las JAP, Las Noticias de ltima Hora, 3 de mayo de 1972, p. 8.
Las JAP: Absolutamente legales, Las Noticias de ltima Hora, 5 de mayo de 1972, p. 7.
y resistir desde estos campos las polticas de desestabilizacin econmica y social que impulsaba la oposicin. Sin embargo, hay que admitir tambin que no podan estas nuevas
organizaciones de base enfrentar con xito los problemas mayores de la produccin y la
distribucin, que prepararon la cada de la Unidad Popular.
Los aos de la Unidad Popular constituyen en la historia social y poltica de Chile, sin lugar
a dudas, los ms crticos desde el punto de vista del conflicto social, pero al mismo tiempo los
ms activos, creativos y democrticos desde el punto de vista de la experiencia y el protagonismo histrico alcanzado por los sectores populares, tanto de la ciudad como del campo. En este
contexto, los pobladores fueron un actor social de primera lnea al lado del gobierno de Allende y con grados tambin de autonoma para enfrentar un desafo histrico: la construccin de
las poblaciones y el nuevo desarrollo que alcanzaba la vida comunitaria de los barrios. Se trataba, por cierto de una tarea titnica, que se prepar con las tomas y la presin al gobierno de
la revolucin en libertad y que la Unidad Popular tuvo que tomar en la fase de construir,
multiplicando los recursos para consagrar un derecho social que era al mismo tiempo una
vieja aspiracin del pueblo: vivir en un lugar que se pudiera llamar casa.
Los pobladores se sumaron, por cierto, a todas esas grandes movilizaciones que inundaron las calles de las principales ciudades chilenas durante la Unidad Popular y fueron un
actor tambin relevante cuando la oposicin promovi el desabastecimiento y desencaden
el paro insurreccional de octubre, hacindose cargo ahora de la distribucin de los alimentos en los barrios. El golpe los sorprendi, en muchos casos, con sus poblaciones a medio
construir, y sin las orientaciones ni los recursos para defender al gobierno y hacer frente a la
represin que pronto se cerni sobre las poblaciones, a travs de allanamientos masivos
con tratos crueles y humillantes as como la detencin, tortura, muerte o desaparicin de
muchos de sus ms emblemticos dirigentes.
Sin embargo, a pesar de la represin, fue en las poblaciones, bajo el alero de la Iglesia y
en medio de animadas comunidades cristianas de base, que se comenz a elaborar el dolor,
los miedos y la impotencia para fortalecer la solidaridad hasta hacer surgir, a fines de los
setenta, cientos de nuevas organizaciones de base grupos culturales, comits de derechos
humanos, bolsas de cesantes, talleres de mujeres, grupos juveniles que junto a los militantes de la izquierda que sobrevivieron en la clandestinidad y los trabajadores sociales y
educadores populares, prepararon y dieron vida a las protestas nacionales que en la coyuntura 1983-1986 prepararon el fin de la dictadura.
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Este anlisis se basa en un primer estudio: F. Gaudichaud, La Centrale unique des travailleurs, le
mouvement ouvrier et les cordons industriels durant lUnit Populaire (1970-1973), Dissidences (Blerm),
Nancy, N14-15, janvier 2004, pp. 57-74. Las primeras conclusiones de esta investigacin fueron presentadas en espaol en el seminario internacional A treinta aos de la Unidad Popular. Balance de un proceso, organizado por la Universidad Diego Portales del 1 al 3 de septiembre 2003 en Santiago y tambin
fue publicado por la revista electrnica www.rebelion.org.
Doctorante en Ciencias Polticas de la Universidad Pars VIII Autor de un libro de testimonios sobre el poder
popular urbano (F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales. Testimonios sobre el poder popular urbano
1970-1973, LOM / DIBAM, Santiago, 2004) Coordinador de la seccin Chile de la revista electrnica Rebelin.org.
J. Barra, Trayectoria y estructura del movimiento sindical chileno, INSORA, Santiago, 1963 y P. Fras F.,
Construccin del sindicalismo chileno como actor nacional, Santiago, CUT-PET, Vol. I, 1993.
Pedro Milos y Mario Garcs en sus cuadernos de historia popular utilizan como criterio de periodizacin
las relaciones entre el movimiento obrero y el Estado chileno. Desde este planteamiento, distinguen
(contina en pg. siguiente)
81
partidos obreros han sido histricamente el Partido Comunista (PC) y el Partido Socialista (PS).
Estos han intentado siempre canalizar y dirigir la fuerza de transformacin social que representa
para ellos el proletariado (sobre todo la clase obrera minera y de la gran industria), tratando de
orientar el movimiento obrero en funcin de sus objetivos y luchas polticas162. Como consecuencia de esto, el movimiento obrero chileno ha atravesado diversas etapas de desarrollo en el curso
de las cuales conquist y perdi su independencia de clase, permiti la democratizacin parcial
de las instituciones y sufri su abolicin, dirigi las luchas sociales a favor de la redistribucin de
la riqueza y padeci de lleno la derrota poltica de los proyectos de transformacin en los que
particip. La comprensin de esta relacin dialctica entre el movimiento obrero, el Estado chileno y los partidos polticos, as como las consecuencias de esta articulacin en trminos de alianzas
sociales y contradicciones de clases, es esencial para analizar las acciones colectivas que se desarrollaron en el perodo de la Unidad Popular, y para esbozar una comprensin serena del movimiento
obrero chileno.
A partir de 1953, ao de la creacin de la Central nica de Trabajadores, el sindicalismo
y el movimiento obrero se encuentran en una postura de oposicin y de independencia relativa en un contexto nacional de aumento de los conflictos sociales, de inflacin econmica y
de fuertes oposiciones ideolgicas, con la Guerra Fra y la lucha internacional contra el
comunismo como teln de fondo. El nacimiento de la CUT aglutina diversas tendencias. Por
un lado, la unidad sindical recuperada bajo la direccin de Clotario Blest, cristiano revolucionario sin filiacin poltica directa, que conduce la CUT a posiciones radicales
(particularmente a travs del uso intensivo del arma de la huelga general)163. La fundacin
de la CUT es precisamente el resultado de la estrategia unitaria de Blest (que se inici en
el seno de la Asociacin Nacional de Empleados Fiscales, ANEF) y de una postura de clase
combativa. Blest, yendo claramente a contracorriente de las prcticas polticas de diversos partidos con influencia en el movimiento obrero, no duda en desarrollar la CUT, a
pesar de que sta sigue siendo ilegal en el marco de una legislacin que es extremadamente conservadora (lo que durante el perodo no parece preocupar mucho a la izquierda). No
es casual que esta nueva unidad sea precisamente el resultado del descalabro de los partidos obreros tradicionales frente al populismo de Ibez y a su desorientacin poltica: a
finales de los cincuenta, los partidos de izquierda como la Democracia Cristiana (DC)164
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varios periodos histricos fundamentales: periodo de formacin (1820 1880), periodo de exclusin
(1880 1920), periodo de integracin (1920 1970), periodo de participacin (1970 1973) y, finalmente,
periodo de nueva exclusin que corresponde a la dictadura del general Pinochet (1973 1990). Vase: P.
Milos y M. Garcs, Cuadernos de historia popular: serie Historia del movimiento obrero, Santiago, CETRAL/
CEAL, N 1, 1983.
Angell, A. Politics and the Chilean labor movement, Oxford, Oxford University Press, 1972. En este artculo
utilizamos la versin espaola.
Silva, M. Los partidos, los sindicatos y Clotario Blest, Santiago, Ed. Mosquito, 2000.
A finales de los aos cincuenta, los demcrata-cristianos representan la principal oposicin a los comunistas en el movimiento sindical, sustituyendo en este sentido a los sindicatos anarco-sindicalistas los
(contina en pg. siguiente)
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cuales se retiraron en 1957 (Vase A. Angell, Los demcrata-cristianos y el reto al marxismo, op. cit.,
pp. 177 a 214).
Vase en particular J. Barria, Historia de la CUT, Santiago, Ed. Pla, 1971 y la tesis doctoral de Augusto
Samaniego Mesias, Les stratgies syndicales de la Central Unique des travailleurs et laction socio-politique
des salaris (1953-1973), Pars, Universidad Pars VIII, Tesis doctoral en historia, 1998 (especialmente las
pginas 118 a 141).
Se trata del sindicalista Leandro Moreno (J. Barria, Historia de la CUT, op. cit., p. 62).
Barrera, M. Perspectiva histrica de la huelga obrera en Chile, CEREN, Santiago, N 9, Septiembre 1971
y C. Pizarro, La huelga en Chile. 1890-1970, Santiago, Ed. SUR, Col. Estudios Histricos, 1986.
Respecto a esta recuperacin del control y la eviccin de Clotario Blest, el relato de Humberto Valenzuela
(dirigente trotskista de la CUT) es especialmente interesante: Historia del Movimiento obrero chileno,
Santiago, POR, 1972.
Segn la cronologa de Alberto Cuevas, se trata de un periodo de oposicin de la CUT (La experiencia de
la CUT (1953-1973): una visin crtica, Chile-Amrica, Bruselas, N 84-85, enero-marzo 1983, pp. 27 -34).
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Mac-Clure, O. La accin reivindicativa sindical en Chile, Proposiciones, Santiago, N 17, 1989, pp. 110123 C. Pizarro, La huelga en Chile. 1890-1970, op. cit. Y para una visin sinttica: J. Magasich, Les
mouvements sociaux au Chili: 1967-1973, Chili, un pays laboratoire, Coloquio organizado en Bruselas,
Maison de lAmrique Latine, 1998, pp. 37-46.
Wallon, A. Perspectives actuelles de mouvement ouvrier au Chili, Les Temps Modernes, Pars, junio 73,
pp. 1977-2005.
Angell, A. op. cit., p. 65 y Barrera, M. La participacin social y los sindicatos industriales en Chile, Ginebra,
International Institute For Labour Studies, Documento de trabajo interno, 1970.
Angell, A. El sistema de relaciones industriales, op. cit., pp. 67-91 y J. Barra, Las relaciones colectivas de
trabajo en Chile, INSORA, Santiago, 1967. Sobre la legislacin en vigor entre 1970 y 1973, vase la sntesis
realizada por la Organizacin Internacional del Trabajo en OIT, La situacin sindical en Chile: Informe de la
Comisin de Investigacin y de Conciliacin en Materia de Libertad Sindical, Ginebra, 1975.
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Barrera, M.; Landsberger, H. y Toro, A. El pensamiento del dirigente sindical chileno: un informe preliminar,
Santiago, INSORA, U. de Chile, 1963.
Esta actitud clasista ha quedado claramente demostrada en J. Petras, M. Zeitlin, El radicalismo de la clase
trabajadora chilena, Centro Editor de Amrica Latina, Buenos Aires, 1969. La investigacin de Barrera,
Landsberger y Toro muestra por su parte que los sindicatos dan prioridad al pliego de peticiones y a la huelga
(30%) frente a la cooperacin con el empresario (7%) con la finalidad de alcanzar sus objetivos (op. cit., p. 57).
C. Blest, Organizacin de la clase trabajadora, Punto Final, Santiago, 22 de abril de 1969, pp. 22-25.
Con un aumento del 6% en abril de 1972 respecto al ao anterior, segn la oficina estadstica del Ministerio
del Trabajo (citada por A. Wallon, Perspectives actuelles du mouvement ouvrier, op. cit., p. 1990). Ver C.
Blest, La clase trabajadora organizada en Chile, Punto Final, Santiago, N 165, 29 de agosto de 1972, pp. 22-24.
En su conjunto, el sector secundario de la economa reagrupa al 53% de los sindicatos y el 63% de los
afiliados (cifras basadas en el ao 1968). Y todo ello con una tasa de sindicalizacin superior en los
sectores industriales econmicamente concentrados. Ver F. Zapata, Estructura y representatividad del sindicalismo en Chile, ILPES, Santiago, 1968 y tambin M. Barrera, La participacin social y los sindicatos
industriales en Chile, op. cit., p. 19.
G. Smirnow, Le dveloppement de la lutte pour le pouvoir pendant lUnit Populaire, Pars, Universidad de
Paris VIII, Tesis de doctorado, 1977, p. 32.
A. Angell, op. cit., p.66.
85
en sectores enteros de la clase obrera, y especialmente dentro de la clase obrera manufacturera181. Por lo dems, se estima que a finales de 1970, la CUT solo reagrupa a algo ms de la
mitad de los sindicatos en el mbito nacional (aunque es cierto que no se la reconoce legalmente hasta el ao siguiente)182.
Esta importante debilidad objetiva se combina con el carcter supraestructural de la CUT.
Es decir, las decisiones se toman esencialmente en el nivel superior, mientras que los organismos
de los niveles locales estn a menudo despojados de poder, incluso de vida real. De hecho, se trata
ms bien de una autoridad moral que ejerce, por su prestigio, una gran presin sobre los sindicatos de base, a los que no controla directamente. A pesar de que representa la unidad de los
trabajadores organizados y de que es un elemento de cohesin de la clase obrera, la Central posee
indiscutiblemente una organizacin profundamente vertical. Esto supone en particular una ausencia de capacidad para organizar de manera territorial y transversal a los trabajadores. Esta
incapacidad es esencial para comprender la posicin de la Central respecto a los Cordones Industriales que surgen durante el gobierno de Allende183. A estos factores hay que aadir la posicin
histrica subalterna de la CUT frente a los partidos polticos ya mencionada.
El perodo de la Unidad Popular es as un momento de acentuada subordinacin de la
CUT a los proyectos gubernamentales de la izquierda184. Sin embargo, hay que recordar que
el proceso de Unidad Popular corresponde tambin al perodo histrico de mayor participacin social y poltica de la poblacin chilena, y de mayores conquistas sociales para la clase
obrera. Durante estos mil das, el movimiento obrero alcanza niveles de movilizacin, organizacin e intervencin polticas, hasta entonces desconocidos. La eleccin de Salvador Allende,
primer representante de la Unidad Popular, corresponde a lo que se ha denominado a veces
la va chilena al socialismo. Esta tctica, con frecuencia considerada como una originalidad del proceso chileno, est muy influida por la teora de la va pacfica y de la revolucin
por etapas, difundida en este entonces por el Partido Comunista de la Unin Sovitica185.
Reafirma la importancia del respeto a las instituciones vigentes, a la Constitucin y la posibilidad de un principio de transicin al socialismo sin destruccin del estado burgus, ni
enfrentamiento con las fuerzas armadas186. En trminos de pactos sociales, el programa
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econmico define la necesaria alianza con la burguesa nacional progresista y las capas
medias, en el seno de un gobierno popular. Sin entrar en el debate terico sobre la viabilidad
de esta lnea tctica, hay que destacar que este planteamiento tiene consecuencias directas
sobre las relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno: la gran mayora de la clase
obrera que trabajaba en las 35.000 pequeas y medianas empresas del pas deba someterse
a esta alianza de clases y as, tericamente, no cuestionar la propiedad privada de los medios
de produccin de una parte importante del sector privado de la economa. En caso contrario,
el proyecto de la UP se vera comprometido. En efecto, este sector denominado de la economa burguesa no monopolista constitua, segn la mayora de la izquierda chilena, un aliado
en la lucha contra el imperialismo y los grandes monopolios187 .
2. Participacin, estrategia sindical y divisin poltica del movimiento obrero
El vertiginoso ascenso de las luchas obreras no poda menos que hacer temblar a la Central
sindical. La poca de la UP es, sin lugar a dudas, la de la aparicin de una nueva coyuntura que
ejerce presin sobre el aparato de la CUT y sus dirigentes. De este modo, en el movimiento sindical se entrecruzan tendencias polticas contradictorias que chocan entre s de forma violenta, y
una lucha de aparatos que destruye definitivamente la orientacin unitaria, que basndose en la
independencia de clase, la CUT haba podido establecer de manera transitoria. Frente a este
hecho, en 1970, Clotario Blest afirmaba: Los dirigentes sindicales se han transformado en simples
instrumentos o ejecutores de las rdenes que emanan de los concilibulos polticos188 . El anlisis de
los documentos elaborados por la CUT muestra claramente que esta constatacin es un rasgo
esencial del movimiento sindical de esta poca.
La novena conferencia nacional de la CUT (febrero 1971) es sobre todo la ocasin para
reiterar el apoyo de la CUT a la poltica de nacionalizacin de los recursos ms importantes del
pas llevada a cabo por la UP, y el llamamiento a la movilizacin de la clase obrera en torno a la
batalla de la produccin, que es en ese momento la consigna lanzada principalmente por el
PC y Allende189. Asimismo se discute ampliamente la cuestin de la participacin de los trabajadores en la direccin de las empresas del rea de Propiedad Social (APS-que representa
a las empresas nacionalizadas). Las conclusiones de esta conferencia dan pie a la redaccin de las normas bsicas de participacin190, redactadas conjuntamente por la CUT y el
gobierno. De esta manera, la CUT inicia un proceso de integracin orgnica en el aparato del
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A este respecto, el siguiente artculo del economista comunista Jos Cademartori es bastante explcito:
Perspectivas y tareas revolucionarias en el frente econmico, Revista de Universidad Tcnica de Estado,
Santiago, Nmero especial, Febrero de 1973.
Blest, C. Limitaciones de los sindicatos chilenos, Punto Final, Santiago, N 100, 17 de marzo de 1970, p. 22.
CUT, la clase trabajadora y la lucha por los cambios: balance y perspectivas, Resoluciones de la novena
conferencia nacional, Santiago, CUT ed., Documento de estudio y trabajo para las organizaciones sindicales y sus dirigentes del pas, junio de 1971.
CUT, Normas bsicas de participacin de los trabajadores en la direccin de las empresas de las reas social y
mixta, Santiago, Publicacin del departamento de trabajadores de Chile, noviembre 1971.
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Comit ejecutivo CUT-Gobierno de participacin, La participacin de los trabajadores, Santiago, Quimant, 1971.
Raptis, M. Quel socialisme au Chili ? Etatisme ou autogestion. Dossier de la participation des travailleurs au
processus rvolutionnaire du pays, Pars, Ed. Anthropos, 1973 y J. G. Espinoza, A. S. Zimbalist, Economic
Democracy: workers participation in Chilean industry 1970-1973, London, Studies in social discontinuity,
Academic press inc., 1978.
Entrevista con Juan Alarcn en F. Gaudichaud, op. cit., pp. 89-112.
Moulian, Toms. Conversacin interrumpida con Allende, Santiago, ARCIS-LOM, Col. Sin Norte, 1999, p. 86.
radicalizacin obrera llevan a que en varios sectores se produzca un choque real entre dirigentes tradicionales y la voluntad de las bases de ir ms lejos en el proceso de democratizacin
econmica y poltica195. Segn los investigadores Juan Espinoza y Andrew Zimbalist, el grado ms fuerte de participacin estara impulsado por los militantes ms radicales, los del
llamado polo rupturista, es decir la izquierda del PS, el MAPU, la Izquierda Cristiana y
los militantes del MIR196. Son estos mismos militantes quienes despus defienden la creacin de los Cordones Industriales y la idea del poder popular.
Durante el Sexto Congreso Nacional de la CUT, cuyo lema era Los trabajadores construyen
el nuevo Chile, Luis Figueroa (dirigente del PC y de la Central) reafirma que la responsabilidad que incumbe a los trabajadores es defender el gobierno popular197. Con estas afirmaciones,
el lder comunista intenta reafirmar la hegemona absoluta de las organizaciones polticas
vinculadas a la UP sobre el movimiento obrero. Ante este apoyo a la UP, podemos preguntarnos
qu lugar se le deja a uno de los elementos esenciales del movimiento sindical, la Democracia
Cristiana. Este hecho, adems, es denunciado con vehemencia por los militantes demcratacristianos que terminan por retirarse, de forma estrepitosa, del congreso.
Indudablemente, para aplicar su programa, la Unidad Popular necesita el apoyo de la
clase obrera organizada, con la que se ha comprometido a reconocer sus reivindicaciones
histricas, en particular en trminos de poder adquisitivo y de participacin en el control de
la economa. Este reconocimiento pasa por una poltica de redistribucin de la riqueza, sin
precedentes en la historia chilena198, que supuso, por parte del gobierno, una tentativa permanente de control y canalizacin de las movilizaciones obreras en la lnea de la va
institucional al socialismo defendida por la UP. As cualquier accin obrera que el gobierno consideraba fuera del programa de la UP (como, por ejemplo, las ocupaciones de fbricas)
y que corra el riesgo de debilitar la alianza de clases con la burguesa media se denuncian
como irresponsables.
Los militantes del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR - nueva tendencia sindical bajo influencia esencialmente del MIR199), por su parte, critican con fuerza este control
burocrtico de la UP sobre el movimiento obrero200. En su declaracin de principios, el FTR
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reafirma el papel dirigente de la clase obrera y la necesidad de las luchas reivindicativas de los
trabajadores que deben pasar por la CUT, pero precisa que sta deber liberarse del reformismo dominante en el seno de la UP201. Plantea tambin la posibilidad de la lucha armada con
fines revolucionarios. En este sentido, el FTR reitera los anlisis del MIR sobre la necesidad de
sustituir el Estado burgus y su oposicin a la revolucin por etapas. Se sabe que a medida que
se desarrolla la lucha de clases, esta posicin encuentra numerosas afinidades con el ala izquierda de la UP (izquierda del PS, MAPU, IC202 ). La fraccin hegemnica de la CUT, y en
particular el PC, no toleraba tales excesos a su izquierda, y la direccin de este partido calific
en varias ocasiones la accin del MIR como de provocaciones contrarrevolucionarias203.
Las elecciones generales para la direccin de la CUT, terminan de demostrar que la
unidad de la CUT ya solo es una fachada. Estas tienen lugar en mayo de 1972 con un sistema
de representacin proporcional en donde los militantes de base pueden votar. El propio
sistema electoral refleja fielmente el deseo de los militantes de democratizar la Central. Si
se analiza con cierta perspectiva estos resultados se pueden deducir algunas grandes lneas
maestras204. En primer lugar, muchos afiliados no se sienten investidos del deber de ir a
votar, lo que demuestra que la CUT no representa para ellos un compromiso de lucha esencial en este contexto205. Despus estn los resultados por tendencias polticas206 : la UP
mantiene una mayora absoluta con ms del 57% de los votos. La DC es claramente la tercera
fuerza poltica en el seno de la CUT (obteniendo el cargo de primer vicepresidente). Es ms,
la DC gana incluso las elecciones en Santiago, en donde logra el cargo de secretario general
provincial. Esto significa que la equiparacin hecha por Luis Figueroa entre trabajadores
y apoyo incondicional a la UP no se evidencia en absoluto. En cuanto al PS, confirma su
implantacin en los sectores obreros y, si se le aaden los votos a favor del MAPU, se puede
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Es menos todava, el caso de las tendencias maostas o anarquistas que cosechan respectivamente 3.330
y 673 votos.
Wallon, Alain. describe, por ejemplo, un crecimiento obrero vertiginoso del MIR, (en Perspectives
actuelles du mouvement ouvrier, op. cit., p. 1991).
Consultar MIR, Documentos Internos 1972 Archivos CEDETIM Paris.
Cuevas, A. La experiencia de la CUT (1953-1973): una visin critica, op. cit., p. 33.
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embargo, el anlisis de las cifras de los conflictos laborales y de las huelgas que se desarrollan desde finales de los aos 60 hasta 1972, demuestran claramente que los trabajadores se
sirven de las nuevas condiciones socio-polticas y de la llegada del gobierno de Allende para
acentuar su movilizacin y sus reivindicaciones211 . En primer lugar, la escalada en el nmero
de huelgas, que pasan de 977 en 1969 a 3.526 en 1972. El hecho de que se produjera un
aumento del 48% entre 1970 y 1971, y del 30% en los aos siguientes, prueba que la presencia en el gobierno de la UP no fue considerada por los asalariados como una incitacin a la
moderacin reivindicativa sino que, por el contrario, radicalizan sus posiciones. Este aumento se debi esencialmente a la aparicin en la lucha de fracciones obreras pertenecientes a
los sectores menos desarrollados, tanto desde el punto de vista econmico como en trminos
de organizacin poltica: en ese momento de agitacin social, la pequea y mediana empresa, tradicionalmente sometida al patronazgo ms conservador y con poca influencia poltica,
se lanza a la movilizacin y a la huelga212. Otro hecho esencial es que durante los primeros
aos de la UP se recurre con mayor frecuencia a la huelga ilegal, lo que muestra el completo
desfase de la legislacin laboral vigente, pero tambin que el proyecto de respeto a las instituciones previsto por el gobierno entra, desde el principio, en conflicto con la actividad real
del movimiento social: las huelgas reconocidas como legales representan solo el 3,4% del
total durante el primer semestre de 1972.
Asimismo, en los tres sectores claves de la economa (minera, industria, construccin), se
produce un aumento del nmero total de huelgas, as como de la proporcin de huelgas ilegales213 . En el caso de la minera, es sabido que tras las nacionalizaciones, primero se frenaron las
reivindicaciones para despus, frente al deterioro de los salarios a causa de la inflacin, inclinarse por una clara oposicin a la UP, dejando un terreno ideal para la penetracin de la
Democracia Cristiana. El punto lgido de esta utilizacin de las reivindicaciones salariales
contra el gobierno de Allende es la huelga de mineros en El Teniente, que se inicia en abril de
1973 y se prolonga hasta junio de ese mismo ao. Este conflicto se produce por motivos aparentes de reajustes salariales en el contexto de la campaa parlamentaria que finaliza en marzo de
1973214 . Esta huelga, manipulada por los partidos de derecha, ilustra la fuerte divisin poltica
del movimiento sindical y la crisis estructural que atraviesa en ese momento la CUT. Hay
que aadir que estos hechos se enmarcan en una fase de aumento general de la tasa de
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Vase R. Mauro Marini, Antecedentes para el estudio del movimiento de masas en el periodo, El reformismo y la contrarrevolucin. Estudios sobre Chile, Mxico, ERA, 1976, pp. 152-185.
Esta situacin es manifiesta si se tiene en cuenta el incremento del nmero de huelgas en comparacin con
el descenso de la cantidad de trabajadores implicados en cada huelga, que pasan de 355 a 108 como media.
Segn R. Mauro Marini, el nmero de huelgas pasa de 1.819 en 1970 a 2.709 en 1971 (o sea, + 48, 9%)
mientras que paralelamente el nmero de asalariados en huelga pasa de 647 000 a 292 398 (o sea, 54,3%)
(op. cit., p. 166).
Para el anlisis que a continuacin se presenta, vanse las observaciones de A. Wallon, Perspectives
actuelles du mouvement ouvrier, op. cit., pp. 1997-1998.
Bitar, S. y Pizarro, C. La cada de Allende y la huelga de El Teniente, Santiago, Ed. del Ornitorrinco, 1986.
Castells, M. La lucha de clases en Chile, Buenos Aires, Siglo 21 Editores, 1974, p. 215.
Sader, E. Chili: la transition manque, Critique de lconomie politique, Pars, N 16-17, abril-sept. 1974, p. 253.
Testimonio de M. Baltra en F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, op. cit., pp. 403-410.
Castells, M. op. cit., p. 216.
En efecto, los Comits de Vigilancia propuestos por la CUT para el sector privado no fueron apoyados
con conviccin por la UP, porque se arriesgaban a acentuar la inclinacin de los sectores patronales
intermedios hacia la alta burguesa y a perturbar los repetidos intentos de alianza con la DemocraciaCristiana en el parlamento. Vase: A. Gariano, C. Hurtado, J. Reutter, Los Comits de Vigilancia y el
rea Privada, Chile Hoy, Santiago, N 16, 5 de octubre de 1972.
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As, uno de los hechos ms originales de esta respuesta de la clase obrera es la creacin, en
las principales zonas industriales del pas, de organizaciones unitarias y transversales que
funcionan sobre una base territorial y permiten la unin entre los diferentes sindicatos de un
sector industrial preciso. Dependiendo del tamao de las fracciones sociales que consiguen
reunir, de su grado de poder real y de la orientacin que les den los militantes presentes, estas
organizaciones adoptarn el nombre de Cordones Industriales, Comandos Comunales o
Comits Coordinadores. Estas agrupaciones de carcter horizontal, en el sector industrial,
respondern de forma masiva contra el boicot patronal mediante una serie de ocupaciones de
fbricas, acorde con la movilizacin obrera en las principales empresas del rea de Propiedad
Social. Los trabajadores de este sector logran as mantener parcialmente la produccin haciendo funcionar las fbricas sin su propietario, la mayor parte del tiempo con la ayuda de pocos
tcnicos y sobre bases completamente nuevas (cuestionamiento de la divisin del trabajo, de la
jerarqua de la fbrica, de la legitimidad para dirigir de la patronal). Organizan tambin formas paralelas de abastecimiento, especialmente con la ayuda de las Juntas de Aprovisionamiento
y Control de Precios (JAP), multiplican las brigadas de vigilancia y defensa de fbricas... Salamos a expropiar los mnibus con armas de mano, con pistolas, recuerda Mario Olivares,
militante obrero del MIR, y los llevbamos adentro de las fbricas en manos de los trabajadores.
As, garantizbamos que la produccin no se detuviera. Tambin bamos a buscar a los trabajadores
y los transportbamos. [] Empezbamos a hablar de un poder real de los trabajadores []. Tal vez
no tuvimos toda la claridad desde un punto de vista ideolgico, pero exigamos una mayor participacin en todas las reas, no solo en la produccin! 224.
Este momento crucial de la UP demuestra ante todo la capacidad de movilizacin popular, la profunda descentralizacin de la actividad poltica y replantea abiertamente la cuestin
de las relaciones de produccin. Existe por lo tanto una clara tendencia a la ruptura con los
esquemas tradicionales de hacer poltica: el trmino poder popular, reivindicado por
una parte de la izquierda chilena, se convierte as en una realidad transitoria. Se puede
hablar del nacimiento de un poder participativo surgido desde la base o ms bien de un
principio de dualizacin del poder, entre un aparato estatal que parece paralizado y una
fraccin de los asalariados organizados que toma en sus manos parte de la gestin de la
sociedad225 . Este fenmeno de poder dual no es exclusivamente especfico de la experiencia
chilena sino, por el contrario, constituye una de las caractersticas universales de toda experiencia de control obrero, larvado o extendido226. No obstante, la especificidad de Chile es
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Testimonio de Mario Olivares en F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, op. cit., pp. 161-188.
F. Gaudichaud, Contrle ouvrier et dualisation du pouvoir: le cas du Chili de lUnit Populaire en
Dissidences Bulletin dtudes des mouvements rvolutionnaires, Nancy, N 7, diciembre 2000, pp. 3 a 8. Sobre
el concepto de doble poder y sus diversas aceptaciones tericas (marxistas) y prcticas (especialmente
en Bolivia y en Chile), vase: R. Zavaleta Mercado, El poder dual en Amrica Latina, Mxico, Siglo 21
Editores, col. Mnima, 1974.
Vase el anlisis general en E. Mandel, Control obrero, consejos obreros y autogestin, Ed. C. Maritegui,
Santiago, 1972.
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que esta experiencia, no prevista por los partidos polticos, no se lleva a cabo contra el gobierno sino para defenderlo: a pesar de sus debilidades, el ejecutivo encabezado por Salvador
Allende todava representa para la mayora de la clase obrera, a nivel subjetivo e ideolgico,
la encarnacin de su gobierno y de un posible proyecto de transformacin social.
Estas formas de solidaridad obrera ya existan antes del mes de octubre. Pero a partir de
esta fecha, se puede decir que de Cordones Industriales en s, existiendo como una realidad
objetiva en el paisaje urbano de las grandes ciudades chilenas, aparecen Cordones Industriales para s, es decir como organizacin de clase. El precedente ms importante es la creacin
del Cordn Cerrillos Maip en junio de 1972, en uno de los sectores ms industrializados de
Santiago227 . A raz del Octubre chileno proliferan los Comits Coordinadores, Cordones Industriales y Comandos Comunales en todo el pas (probablemente un poco ms de cincuenta)228 .
Primero en Santiago (por ejemplo con el Cordn Vicua Mackenna, OHiggins o tambin los
Comandos Comunales Estacin Central y Renca), pero tambin en la regin de Concepcin, en
el puerto de Valparaso, en la industria electrnica de Arica, o en el extremo Sur, en la ciudad
de Punta Arenas229 . Como lo testifica un activista socialista de Santiago, el papel de los militantes exteriores a la clase obrera es aqu importante: Yo pienso que lo ms importante que nosotros
impulsamos a travs del Cordn Vicua Mackenna, fue llevar la solidaridad de pared a pared, de
fbrica a fbrica. Eso era una cosa que, si bien es cierto est innata en los sectores obreros, nosotros
contribuimos a que esa solidaridad se manifestara en trminos concretos: una fbrica solidarizaba
con las luchas de otra fbrica vecina, no como anteriormente en que haban casos en que una industria estaba con problemas y las industrias que quedaban alrededor no tenan a veces ni siquiera idea.
Nosotros contribuimos a materializar esa solidaridad de obrero a obrero. Y, como estos cordones
llegaron a tener una expresin popular bastante amplia, posteriormente se fue tomando tambin
como referente entre los pobladores de los sectores, de tal manera que cuando haba una empresa en
conflicto tambin reciba la solidaridad de organizaciones poblacionales de los alrededores230.
El objeto de este artculo no es volver sobre los detalles de la rica historia del poder
popular chileno, sino intentar encararlo en sus relaciones con la Central nica de Trabajadores
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Cordero, C.; Sader, E. y Threlfall, M. Consejo comunal de trabajadores y Cordn Cerrillos-Maip: 1972. Balance y
perspectivas de un embrin de poder popular, Santiago, CIDU-U. Catlica de Chile, Documento de Trabajo N
67, agosto 1973.
La Revista Chile Hoy sita en un centenar los Comits Coordinadores que se crean durante el mes de
octubre de 1972 en todo el pas (N 26, Santiago, 8 de diciembre de 1972). Pero, documentos internos del
MIR ms confiables hablan de 52 coordinaciones de este tipo en todo el pas (MIR, Informe de la comisin poltica al Comit Central restringido sobre la crisis de Octubre y nuestra poltica electoral, Santiago, 3 de
noviembre de 1972 in Documentos Internos 1972 - Archivos CEDETIM Pars).
Para una historia de los Cordones Industriales y del poder popular vase: H. Cancino, La problemtica del
poder popular en el proceso de la va chilena al socialismo 1970-73, op. cit., y M. Silva, Los Cordones Industriales y
el socialismo desde abajo, Santiago, sin editor, 1999 y F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, op. cit.
Para un estudio pionero del poder popular a travs de la historia del monopolio textil Yarur: P. Winn, Weavers
of revolution, the Yarur workers and chiles road to socialism, New York, Oxford University Press, 1986.
Testimonio de Luis Ahumada en F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, op. cit., pp. 305-324.
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Esta dinmica de desbordamiento desde las bases es lo que autores como Peter Winn o
Miguel Silva llaman la Revolucin desde abajo234 . Tal dinmica es una de las principales
caractersticas de todo perodo prerrevolucionario. En este sentido las reflexiones de Antonio Gramsci sobre los consejos obreros italianos de los aos veinte y la superacin de las
limitaciones del movimiento sindical por el control obrero siguen siendo una herramienta
que explicita el proceso chileno235 . Esta orientacin potencial de los Cordones Industriales
muestra claramente que planteaban toda una serie de problemas cruciales sobre el proceso
de transicin al socialismo, que ya estaban siendo debatidos por la izquierda y, especialmente, la cuestin del poder popular y del papel del Estado durante un proceso revolucionario236 .
Si seguimos los escritos de Gramsci, la problemtica central para los partidos de izquierda
en tal coyuntura es saber hasta qu punto son agentes conscientes y no un tutor desde
arriba de la creacin de estos nuevos organismos de poder popular, o ms tambin si proponen al movimiento popular organizar las condiciones externas generales (polticas) en las cuales
el proceso de revolucin tendr su mas grande celeridad237. As el tema de las relaciones entre
la CUT, el gobierno y los Cordones Industriales es objeto de una larga polmica entre diferentes tendencias polticas. Antes de todo, hay que anotar que existen muchos vnculos
orgnicos entre las dos organizaciones, ya que la mayora de los sindicatos que participan en
las reuniones de los Cordones, estaban tambin afiliados a la CUT238.
El Partido Comunista vio inicialmente a los Cordones Industriales y los nuevos organismos de poder popular con una franca hostilidad. Varias declaraciones de Luis Corvaln,
secretario general de esta organizacin, condenan en duros trminos a los Cordones Industriales, que tendran la pretensin de ser independientes del gobierno de Allende. Estos son
presentados como organismos que existen solamente en la mente acalorada de los dirigentes del MIR239. El PC persisti hasta el golpe de Estado en su tradicional actitud de
desconfianza hacia movimientos populares de base que sobrepasaban su control directo y
trat de manera permanente integrar estas nuevas expresiones de poder popular obrero
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bajo el mando de la CUT (donde el PC era la primera fuerza poltica)240 . En definitiva, para
el PC el peligro de los Cordones sera llevar al movimiento sindical a la formacin de organismos paralelos que debilitaban a la CUT241 . Tras esta argumentacin, se encuentra el rechazo de
los comunistas a cualquier movimiento que pudiese poner en peligro el papel canalizador del
gobierno sobre el movimiento social. Esta posicin fue apoyada varias veces pblicamente por
Salvador Allende242 . El PC intent incluso organizar Cordones paralelos directamente vinculados a la CUT, apoyndose en la fbrica Textil Progreso del Cordn Vicua Mackenna.
Esta iniciativa fue ampliamente denunciada por la direccin del Cordn como maniobra
divisionista243 . Segn Guillermo Rodrguez, militante MIR en el seno del Cordn Cerrillos:
Cabe destacar que durante las ltimas semanas previas al golpe se comienzan a ver posiciones
ms radicalizadas en el PC, particularmente entre las JJCC y el Regional Santiago Centro y la
gente que editaba Puro Chile, peridico que comienza a plantear el problema del Poder Popular
desde otra ptica. Este proceso no alcanza a madurar y por ende no tuvo mayor significacin.
Literalmente el PC qued al margen del desarrollo del Cordn Cerrillos, incapaz, como era su
poltica nacional, de integrar la dinmica de poder alternativo que se estaba tejiendo244. Pero, al
contrario, Neftal Ziga, obrero, dirigente sindicalista PC e interventor de la gran empresa
Textil Pollak, subraya la irresponsabilidad de muchos dirigentes de los Cordones y el vicio
del ausentismo que favorecan con sus repetidas movilizaciones callejeras. Segn l, si hubiesen sido ms visionarios los dirigentes de esos Cordones Industriales, tenan que tomar con tal
seriedad su papel de llegar a exigir a las empresas del rea Social su hoja de produccin y aade
Qu hacan los Cordones? Iban a la fbrica a decir: Compaeros tenemos que hacer una
marcha, para presionar, porque queremos combatir! []. Pero defender las empresas no era sacar
la gente a la calle a desfilar, porque parbamos las mquinas!245. Esta opinin la compartan
tambin parte de los militantes socialistas y del MAPU, opuestos al grito de Crear, crear,
poder popular lanzado en las calles del pas, consigna que consideraban como una consigna
vaca y engaosa246.
De manera evidente, el surgimiento de los Cordones, sus llamados a las tomas de fbricas o a construir barricadas para imponer la extensin del sector nacionalizado se oponan
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abiertamente a la tctica conciliadora y moderada del Partido Comunista. En efecto, a raz de los
acuerdos adoptados por la UP en las reuniones de Lo Curro y Arrayn, Allende y el PC intentan,
a cualquier precio, defender la tesis segn la cual la nica va posible era hacer una pausa en el
proceso de reformas e implantar una especie de NEP chilena. Sin la mayora en el parlamento,
esta estrategia supona el mantenimiento de conversaciones con la DC, a pesar de la actitud hostil
de sta, pero sobre todo otorgar garantas de respeto de la propiedad de los medios de produccin
en el sector privado. Orlando Millas, dirigente del PC, es el encargado de esta misin en colaboracin con los militares que integran desde entonces el gobierno: el plan Prats-Millas prev as la
restitucin de 123 empresas ocupadas o requisadas en octubre y la reduccin a 49 de las integradas en el rea de Propiedad Social. Este proyecto acelera las tensiones entre el gobierno y los
Cordones, que manifiestan con una gran movilizacin su desacuerdo. Segn estos ltimos, el PC y
los sectores reformistas de la UP actuaban contra el proceso revolucionario247.
Reaparece aqu la oposicin entre los famosos dos polos de la izquierda chilena (rupturistas versus gradualistas) que se plasma en torno a dos consignas reduccionistas: consolidar
para avanzar contra avanzar sin transar248. En efecto, los militantes que tenan ms influencia
en el seno de los Cordones eran ante todo de la izquierda del PS, del MAPU y del MIR. Pero,
paradjicamente, en este debate, el MIR (aunque clasificado por los historiadores como rupturista) comparti varios puntos comunes con los comunistas: el PC y el MIR son ambos opositores
a la coordinacin y centralizacin de los Cordones Industriales y ambos llaman a la integracin de
los Cordones en la CUT. Para Miguel Enrquez, secretario general del MIR, sera una forma eficiente para democratizar la Central, transformando los Cordones Industriales en rganos
territoriales de base249. Es esta misma argumentacin la que durante un foro sobre el poder popular, el MIR y el PC defienden contra la posicin de los socialistas250 . El MIR justificaba esta
posicin pues los Cordones Industriales no respondan a su reivindicacin central, la del Comando Comunal, que tericamente reagrupaba a un sector social ms amplio que la sola clase obrera.
Como lo declar Nelson Gutirrez, entre otros, en la idea del MIR el Comando Comunal deba ser
el organismo de poder dual que podra unificar los pobres del campo y de la ciudad con el proletariado en su lucha por la conquista del poder251. Desde este anlisis, el MIR negaba a los Cordones
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Vase por ejemplo la declaracin del Cordn Vicua Mackenna en Tarea Urgente, Santiago, N 1, 16 de
febrero de 1973.
Desde una perspectiva histrica, se aprecia de forma clara que estos famosos dos polos, que muchos
autores han intentado presentar como dos alternativas esencialmente diferentes, tenan finalmente varios puntos en comn, especialmente un cierto atentsimo frente a las iniciativas del gobierno. Este
acercamiento permitira esencialmente comprender las razones por las que nunca existi, dentro de la
izquierda, una alternativa coherente y racional a la va chilena, propuesta por S. Allende. El propio
MIR busc siempre hacer presin sobre la UP y eligi aliarse con su ala izquierda durante las elecciones
de marzo de 1973 en vez de proponer al movimiento social una lista y un programa alternativos.
Enrquez, M. Un dilogo que desarma, Chile Hoy, Santiago, N 59, 2 de agosto de 1973.
Los Cordones industriales y la CUT, Chile Hoy, Santiago, N 61, 10 de agosto de 1973.
Ver la entrevista realizada a este dirigente del MIR en Chile Hoy (Opina N. Gutirrez, Santiago, N 26,
14 de diciembre de 1972).
el papel de embrin de dualizacin de poder (pues dejaban de lado otras capas populares),
para verlo ms como una simple coordinacin sindical clasista. Al parecer esto nace de una
posicin confusa de esta organizacin acerca del movimiento obrero, producto en parte de su
dbil insercin en el seno de la clase obrera industrial. De tal manera que el MIR, que fue un
activo organizador del poder popular y de los Cordones Industriales, que llamaba a la creacin de un poder alternativo al Estado burgus (pero no al gobierno), basado en Comandos
Comunales de Trabajadores, al mismo tiempo fren la centralizacin de las fracciones ms
politizadas de la clase obrera en torno a los Cordones Industriales.
Sin embargo, la coordinadora provincial de los Cordones Industriales siempre rechaz
el paralelismo sindical, reconociendo a la CUT como la mxima organizacin de los trabajadores al nivel nacional, pero al mismo tiempo reclamaba la autonoma necesaria para cumplir
el papel de conductor de los diferentes sectores sociales aliados del proletariado en la lucha por el
socialismo252 . En esta declaracin, encontramos resumida la postura de los socialistas o ms
exactamente de los militantes del ala izquierda de este partido (como la de una parte de los
cristianos de izquierda). Son ellos quienes conservaron la mayor influencia en la direccin
de los Cordones: en 1973, todos los presidentes de los Cordones de Santiago eran socialistas253 . La fuerte flexibilidad de este partido, y el hecho que sea el partido que conoce la
mayor progresin poltica dentro de la clase obrera durante la UP, explica su receptividad a
la presin de sus bases obreras ms radicales254 . Varios sindicalistas socialistas defendan la
tesis de la autonoma de clase de los Cordones respecto a la CUT y al gobierno. Tambin
estas fracciones criticaban, como el MIR, la participacin creciente de los militares en el
gobierno o los llamados a devolver las fbricas ocupadas. Unas semanas antes del golpe de
Estado, Armando Cruces, presidente del Cordn Vicua Mackenna, declaraba: El compaero Allende, presidente de la Repblica, reformista, militante de mi partido, transa con el enemigo
a todo momento. Hay numerosas vacilaciones. Adems el PC ha demostrado que estaba entero
para la paz social en Chile, y eso arrastr al mismo Presidente de la Repblica255. Encontramos
este tipo de crticas en declaraciones de varios otros sindicalistas socialistas como Hernn
Ortega, ltimo presidente del Cordn Cerrillos y presidente de la Coordinadora que nace en
1973, o Manuel Dinamarca, secretario general socialista de la CUT en 1973256. En la misma
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lnea, revistas como La Aurora de Chile o Tarea Urgente (editadas por secciones regionales del
PS) recordaban que los Cordones no estn incorporados a la legalidad burguesa257 . No obstante, la direccin del PS de los Cordones adopt una posicin muchas veces ambigua respecto
a la CUT y al gobierno, posicin asumida por su secretario general Carlos Altamirano. As, en
varios casos son los mismos sindicalistas socialistas de la CUT quienes llamaron en provincia (en Valparaso por ejemplo) a la formacin de Cordones Industriales y apenas un mes
antes del golpe de Estado, Hernn Ortega reiteraba su propuesta de integrar la CUT a la
direccin de los Cordones, reconociendo que en la medida que la CUT se d una nueva estructura y se proponga nuevas tareas, nuestra coordinacin no tendr ms razn de existir258.
Indudablemente, esta controversia dentro de la izquierda sobre el papel de la CUT y
de los Cordones muestra la dificultad para encontrar un espacio a las formas de autoorganizacin y de poder popular dentro del proyecto de transicin institucional propuesta
por la Unidad Popular. De hecho, el problema central que plantea el surgimiento de los
Cordones y de diversos Comits Coordinadores es, fundamentalmente, el de la utilizacin del Estado chileno, la postura de las Fuerzas Armadas y la cuestin del poder
popular como fuerza alternativa posible de la revolucin chilena. Los mismos sectores
de izquierda de la UP, especialmente el PS, el MAPU y la IC, participantes activos con el
MIR de los Cordones Industriales, se negaban a que estos ltimos se transformaran en
rganos de poder dual que pudiesen desestabilizar el gobierno y su voluntad de negociacin, a nivel de parlamento, con la DC y ciertas fracciones de las clases dominantes.
Esta voluntad explica tambin la integracin creciente de la CUT, al mismo tiempo que
el papel de rbitro del conflicto de clase que adquiere el gobierno con la incorporacin
de los militares al ejecutivo en los momentos ms conflictivos. En febrero de 1973, Clotario Blest segua advirtiendo de los mltiples peligros de esta tctica, criticando un
movimiento sindical cada vez ms dependiente de las directivas gubernamentales y de
las cumbres partidarias259.
Como consecuencia de los hechos de octubre de 1972, el gobierno logra retomar el
control de la situacin por medio de la creacin de un gabinete cvico-militar. A pesar de las
protestas de los Cordones, la direccin de stos qued en manos de militantes de la UP que
se conforman con emitir dudas sobre el rumbo tomado por el gobierno, aunque sin llamar a
la ruptura con ste. El 29 de junio de 1973, tiene lugar el Tancazo, levantamiento militar
dirigido por el coronel Souper que es de alguna manera un ensayo de golpe de Estado abortado. En esta ocasin, la resistencia de los Cordones Industriales es, como en octubre,
fundamental en la contraofensiva. Ese da, la CUT hace un llamamiento a los Cordones
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A propsito de los Cordones y la CUT, La Aurora de Chile, Santiago, N 33, 26 de julio de 1973.
Habla Hernn Ortega: no hay paralelismo con la CUT (entrevista de M. Harnecker), Chile Hoy, Santiago, N 59, 2 de agosto de 1973 y A propsito de los Cordones y la CUT, La Aurora de Chile, Santiago, N
33, 26 de julio de 1973.
Entrevista a C. Blest, El Pueblo, Santiago, N 28, febrero 1973.
Industriales e incluso enva delegados a cada uno de ellos260. Es tambin en junio de 1973,
cuando el PC reconoce oficialmente a los Cordones y llama a sus militantes a integrarse en
ellos. La propuesta de los comunistas sigue siendo que los Cordones formen parte de la CUT
y sean orientados por sta, reconocindoles el derecho a conservar su propia estructura261.
Esa voluntad de canalizar los Cordones y el poder popular se haba reflejado ya en octubre,
cuando el PS y el PC invitan a los Comandos Comunales a situarse bajo la autoridad de los
Intendentes o gobernadores de provincia262.
Finalmente, a pesar de los mltiples logros en trminos participativos, en trminos de
control de la produccin, de autogestin del abastecimiento y de la defensa de las fbricas,
el poder popular y sobre todo los Cordones Industriales se quedaron a un nivel embrionario.
La fuerte y a menudo contradictoria relacin entre el gobierno de Allende y las fracciones
ms organizadas del movimiento obrero permitieron que el proceso avanzara, que el rea
Social prevista para solamente 91 empresas abarcase ms de 200, pero tambin el peso del
legalismo de una mayora de la izquierda explica que los militantes de la UP buscaran mantener el poder popular bajo la proteccin y el control de la administracin estatal. Este
control desde arriba, llamado por Peter Winn como revolucin por arriba y por Miguel
Silva como reformas desde arriba, explica tambin que los Cordones no fueran grandes
asambleas permanentes de delegados de empresas, elegidos directamente por el conjunto
de los trabajadores y revocables en todo momento263. Al fin y al cabo, significaron sobre todo
una coordinadora de dirigentes sindicales revolucionarios, que consiguen movilizar una parte de los asalariados de su zona, en coyunturas de crisis y de forma temporal. Tampoco, en
estas condiciones, los Cordones Industriales tenan la capacidad poltico-militar para resistir a un golpe de Estado y unir su resistencia a los soldados favorables al proceso. Con la ley
de control de armas votada por el parlamento, los militares haban, ya a principios de 1973,
iniciado la represin en los Cordones: la multiplicacin de los allanamientos haba permitido evaluar las fuerzas en presencia. El 11 de septiembre fueron solamente unos pocos grupos
de militantes preparados los que pudieron enfrentar el Golpe, cuando la mayora de la clase
obrera se encontraba desprovista de armas y sin preparacin. Los obreros me reclamaban
armas, recuerda la ex-ministra del trabajo comunista Mireya Baltra, que el da del golpe de
Estado se dirigi al cordn Vicua Mackenna. Hacindose eco, Jos Moya cuenta cmo esperaba l, en su fbrica: Habamos pasado toda la noche del 11 de septiembre de 1973 esperando
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armas que nunca llegaron. Oamos disparos del lado del cordn San Joaqun; all tenan armas al
menos los de la empresa textil Sumar. Nuestro sueo era que en cualquier momento podan llegar
armas y que bamos a hacer lo mismo que ellos. Pero no pas nada264. Contrariamente a la propaganda del general Augusto Pinochet, nunca existi ningn ejrcito de los cordones de la muerte.
De hecho, dejando a un lado algunos actos de resistencia aislados (en el Cordn Cerrillos por
ejemplo), el poder popular se someti rpidamente bajo las implacables botas de la represin. El da del golpe de Estado haba muertos en la calle, los traan incluso de otros sitios y los
tiraban aqu, cuenta Carlos Mujica, obrero MAPU de la planta metalrgica Alusa. Y no podamos hacer nada! Creo que lo ms duro fue el perodo 1973-1974. Despus, en 1975, los servicios
secretos vinieron a buscarme a Alusa. Me detuvieron y me llevaron a la famosa Villa Grimaldi: ah,
pasaban a la gente por la parrilla, es decir, sobre una cama de hierro donde aplicaban corriente
elctrica en las piernas Saban que yo era delegado del sector265.
5. Ensayo de Balance general: El pasado siempre es importante
El rasgo principal de este perodo y su gran riqueza histrica es, en primer lugar, la
desestructuracin del conjunto de mecanismos de control social que existan hasta ese momento (incluidos los creados por los partidos obreros sobre los asalariados) y, a continuacin,
el agotamiento del llamado Estado de compromiso, continuidad del Estado oligrquico
establecido desde los aos veinte. La Unidad Popular es el tiempo de una crisis de hegemona generalizada en donde cualquier consenso resulta caduco. Las clases y los actores sociales
en lucha intentan proponer un proyecto alternativo global al conjunto de la sociedad. La
tesis de la conciliacin de clase (como la llam el economista Hctor Vega), aunque apoyada
por la UP y la CUT, parece estar en fase de agotamiento definitivo como proyecto sociopoltico de transformacin social. El anlisis de la debilidad estructural de la viabilidad
poltica de la tesis institucionalista y etapista del proyecto poltico de transicin al socialismo de Allende, permite comprender el hecho de que la UP y la CUT se vieran notablemente
superadas por las luchas del movimiento obrero y popular266. La mayor parte del tiempo, el
movimiento obrero y sindical permanece en una relacin de dependencia respecto al Estado
chileno y a las iniciativas gubernamentales. En un primer tiempo, el gobierno supo facilitar
y dinamizar las movilizaciones colectivas de los asalariados. Pero, con el fin de canalizar las
fuerzas del movimiento obrero en torno al proyecto de la Unidad Popular, los partidos de
izquierda intentarn apoyarse en la CUT integrndola todava ms en el aparato del Estado.
Esta integracin aceler tambin las deficiencias orgnicas de la Central y sus dificultades
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Citado en F. Gaudichaud, LUnit populaire par ceux qui lont faite, Le Monde Diplomatique, Pars,
Septembre 2003.
Testimonio de C. Mujica en F. Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, op. cit., pp. 137-160.
Vase: F. Rodrguez, Antecedentes estructurales de la crisis poltica en Chile, Critica de la Unidad Popular,
Barcelona, Ed. Fontamara, 1975, pp. 39-61 y H. Vega Tapia, Lconomie du populisme et le projet de passage au
socialisme propos par lUnit Populaire, U. Aix-Marseille II, Doctorado de Estado en economa, 1981.
para asumir un papel dirigente en la lucha de clases que se estaba desarrollando. Aqu de
nuevo, encontramos la gran contradiccin de la va chilena propuesta por la UP: la de
estar, como lo escribi el socilogo boliviano Ren Zavaleta Mercado, al mismo tiempo reformando la sociedad desde el viejo Estado oligrquico (y cada vez ms amarrado a sus
exigencias), y militando en las bases, en esta revolucin desde abajo en gestacin, que
desborda por completo la legalidad burguesa vigente267.
Por lo tanto, se podra plantear de forma ms precisa que la UP fue un momento de
combinacin dialctica de dos fenmenos contradictorios: por un lado, una integracin-subordinacin del movimiento obrero al Estado chileno y a los proyectos polticos de los partidos
obreros tradicionales, y, por otro, una participacin y creatividad popular sin precedentes
que hizo que quedasen obsoletas todas las viejas formas de organizacin y dominacin social. En el mbito de los sectores obreros y en el movimiento sindical, estas formas alternativas
de sociabilidad y control democrtico de la economa, llamadas poder popular, se plasman
esencialmente en la creacin de los Cordones Industriales.
La historia del poder popular y de los Cordones Industriales necesita tambin salir de
la mitologa: no fueron ni soviets a la chilena, ni un peligroso ejrcito paralelo tal como
intent hacer creer la Dictadura. Lo que s lograron, fue constituirse en grmenes de una
sociedad futura, en plena construccin, que no logr desarrollarse en el contexto del Chile
de principios de los setenta. Esta experiencia necesita tambin salir del olvido o del reduccionismo histrico. Estos relatos de una poca marcada por la esperanza de un mundo mejor
forman parte de la batalla de la memoria que tiene lugar actualmente en Chile268 . Producto de la violenta amnesia a la que el pueblo fue sometido por la Junta Militar (1973-1990),
esta historia se mantiene en gran medida ignorada y la memoria colectiva destrozada. Adems, sta no pudo recomponerse bajo una mal-transicin democrtica que legitim a nivel
econmico e institucional muchos aspectos del rgimen del general Pinochet. Pero los recuerdos y los corazones siguen rojos para los que sobrevivieron. Y esta memoria de lucha, de
conquistas sociales, de participacin y autoorganizacin puede transformarse en una gran
leccin de vida y de esperanza para los que la quieren escuchar. El pasado siempre es importante, concluye Luis Pelliza, obrero que contina en actividad dentro del movimiento sindical,
tras 17 aos de dictadura y ms de 20 aos de neoliberalismo. Forma parte de una historia
que vivimos. Conocer la experiencia de nuestra derrota es necesario para comprender cmo podremos afrontar el futuro269.
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Zavaleta Mercado, R. El poder dual en Amrica Latina, Mxico, Siglo 21 Editores, col. Minima, 1974.
Illanes, M. A. La Batalla de la memoria, Santiago, Planeta/Ariel, 2002.
Citado en F. Gaudichaud, LUnit populaire par ceux qui lont faite, Le Monde Diplomatique, Pars,
Septembre 2003.
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Mario Amors (Alicante, 1973) es egresado de Historia por la Universidad de Barcelona y Periodismo por
la Universidad Complutense de Madrid. Prepara en la primera su tesis doctoral sobre el sacerdote Antonio Llid, dirigente del MIR y de Cristianos por el Socialismo desaparecido en 1974 a manos de la DINA.
Declaracin del secretario nacional de Cristianos por el Socialismo. 20 de octubre de 1972. Pastoral Popular, n 132. Noviembre-diciembre de 1972, p. 60.
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Silva Solar, Julio y Chonchol, Jacques: El desarrollo de la nueva sociedad en Amrica Latina. Universitaria.
Santiago de Chile, 1965. En los aos anteriores el dirigente comunista Orlando Millas public varios
artculos e incluso un libro (Los comunistas, los catlicos y la libertad) donde defenda la confluencia entre
marxistas y cristianos.
Fernndez Fernndez, David: Historia oral de la Iglesia Catlica en Santiago de Chile desde el Concilio Vaticano
II hasta el golpe militar de 1973. Universidad de Cdiz. Cdiz, 1996, p. 170.
la sumisin de las conciencias a travs de los monopolios, propietarios de los medios de informacin, la segregacin racial, cultural y econmica, la instrumentalizacin de la educacin
en favor de las clases dirigentes, la divisin del pueblo para consagrar su dominacin. En
definitiva, la Iglesia Joven quera trabajar por una nueva Sociedad que dignifique a la persona humana y donde sea posible el amor273. Aunque no empleaba las categoras de anlisis
marxistas, ni planteaba el socialismo como meta, este movimiento impuls el debate sobre una
profunda renovacin de la Iglesia y plante una crtica virulenta de la sociedad capitalista274.
La toma de la catedral finaliz a las seis de la tarde, hora lmite que Frei concedi antes
de ordenar su desalojo violento, y a partir de entonces la derecha y sus medios de comunicacin ya no cesaron de denunciar la infiltracin comunista en la Iglesia. Por otra parte, la
reaccin del cardenal Ral Silva Henrquez, quien suspendi a divinis a los siete sacerdotes
que participaron en tal accin, aunque despus revoc la sancin, anticip la querella que
entre 1971 y 1973 enfrent a Cristianos por el Socialismo y el episcopado275.
Solo trece das despus de la toma de la catedral de Santiago, empez en Medelln la II
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, cuyo objetivo era la adaptacin de
los acuerdos conciliares a la realidad de la iglesia continental y que cont con la presencia
por primera vez en suelo americano del obispo de Roma, el papa Pablo VI276 . El 6 de septiembre de 1968, en su Mensaje Final a los pueblos de Amrica Latina, los prelados trazaron un
crudo diagnstico: Amrica Latina parece vivir bajo el signo trgico del subdesarrollo, que
no solo aparta a nuestros hermanos del goce de los bienes materiales, sino de su misma
realizacin humana. Se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y
la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, las profundas desigualdades en
los ingresos y las tensiones entre las clases sociales, los brotes de violencia y la escasa participacin del pueblo en la gestin por el bien comn277.
Aunque conden el capitalismo liberal y el sistema marxista, Medelln fortaleci la
opcin prioritaria por los pobres que alumbr la Teologa de la Liberacin y fue una referencia
cotidiana para los cristianos que anhelaban transformar la Iglesia y el mundo. Las conclusiones
de aquel cnclave tambin proclamaron que las comunidades cristianas de base eran el primero y fundamental ncleo eclesial. Estas comunidades fueron impulsadas en Santiago de
Chile desde comienzos de los aos 60 por la jerarqua ante la escasez endmica de sacerdotes
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Pujadas, Ignasi-Agermanament: Joan Alsina. Chile en el corazn. Sgueme. Salamanca, 1978. Apndice 4.
pp. 424-425.
Los cristianos y la revolucin. Un debate abierto en Amrica Latina. Quimant. Santiago de Chile, 1972. p. 117.
Desde los meses finales de 1968 el movimiento Iglesia Joven celebr distintos encuentros y emiti diversas declaraciones pblicas y en marzo de 1969 se dot de una mnima estructura de funcionamiento. Sin
embargo, la intensa campaa electoral de 1970 y la formacin de Cristianos por el Socialismo en 1971
contribuyeron a que este movimiento languideciera, hasta que la mayor parte de sus miembros se integr a los distintos partidos de izquierda y se disolvi.
Vase: Iglesia y liberacin humana. Los documentos de Medelln. Nova Terra. Barcelona, 1969.
Los cristianos y la revolucin... p. 57.
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y la necesidad de abarcar todo el territorio de una ciudad que creca de manera acelerada, de
ah el papel que otorg a los laicos como vnculos eclesiales con la comunidad.
Sin embargo, a partir de Medelln y al calor de la naciente Teologa de la Liberacin y el
clima de efervescencia social y poltica, las comunidades cristianas de base asumieron una
dinmica propia y construyeron una nueva forma de ser Iglesia. Con el protagonismo singular de los laicos y la relectura del Evangelio a la luz de la cruda realidad de los pobres,
conocieron aos de crecimiento y desarrollo y se constituyeron en el espacio natural de los
sacerdotes y cristianos comprometidos con la transformacin de la sociedad278.
Si la Iglesia Joven estuvo formada por sacerdotes, religiosos y laicos insertos en el medio
popular y Medelln simboliz la influencia de las posiciones liberadoras incluso entre los
prelados, la primera expresin de cariz poltico de todo este proceso fue la fundacin del
Movimiento de Accin Popular Unitaria (MAPU), propiciada por la crisis del Partido Demcrata Cristiano (PDC) y el fracaso de su proyecto reformista.
Tras su acusado descenso en las elecciones parlamentarias de marzo de 1969 y el asesinato de ocho pobladores en Pampa Irigoin (Puerto Montt) por el Grupo Mvil de Carabineros,
las disputas ideolgicas en el PDC se agudizaron hasta la ruptura en mayo, cuando la Junta
Nacional rechaz la alianza con la izquierda (el camino de la unidad popular preconizado
por un documento presentado por los diputados Julio Silva Solar y Alberto Jerez)279 . Entonces, el senador Rafael Agustn Gumucio, uno de los fundadores de la Falange Nacional en
1937, y Silva Solar, Jerez, Jacques Chonchol y Vicente Sotta renunciaron a su militancia.
En la carta que estos cuatro ltimos dirigieron a Jaime Castillo, presidente del partido,
expresaron su desazn por el balance de los cinco aos de gobierno, que haban consolidado
el sistema capitalista en Chile, y le comunicaron que abandonaban el PDC para trabajar por
la unidad popular, para unirnos a la lucha del pueblo por la justicia, por la democracia,
por la revolucin, por la nueva sociedad comunitaria y socialista280.
Un buen nmero de militantes y dirigentes, significativo en el caso de una JDC liderada
por Rodrigo Ambrosio, intelectuales y profesores universitarios les acompaaron y das despus en el teatro del sindicato de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado naci el
MAPU, que eligi como secretario general a Jacques Chonchol y el 9 de octubre particip en
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En su investigacin de la Iglesia chilena a partir de fuentes orales, Fernndez seala: Las comunidades
se van transformando as en una instancia familiar; la fe se encarna en una vivencia de la fraternidad
que tiene sabores de t y pancito. En ese proceso las clases populares reinterpretaron el Evangelio tal y
como explica Francisca Morales, quien despus fue miembro de Cristianos por el Socialismo: La gente
va teniendo acceso a una Palabra que tiene que ver con su vida directamente y que es novedosa porque
va descubriendo toda esta preferencia de Dios por el pobre (...) y que los pobres tienen capacidad, fuerza
histrica no solo para construir la Iglesia, sino tambin la sociedad. Fernndez, David: La Iglesia que
resisti a Pinochet. Iepala. Madrid, 1996, pp. 52 y 69.
Quezada Lagos, Fernando: La eleccin presidencial de 1970. Santiago de Chile, 1985, p. 41.
Pujadas, apndice 5, pp. 426-428.
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Antonio Llid. Epistolario de un compromiso. Tndem Edicions. Valencia, 1999, p. 90. Sobre la lucha de este
sacerdote en Chile, vase nuestro trabajo: Antonio Llid, un sacerdote revolucionario. En: Garca Jordn,
Pilar: Estrategias de poder en Amrica Latina. Universidad de Barcelona. Barcelona, 2000, pp. 297-311. Y
tambin: Associaci Cultural Antoni Llid y Mart Ferrandiz, Jos J. (eds.): Antoni Llid Mengual. Unes
mirades retrospectives. Universidad de Valencia. Valencia, 2002.
Apsi, 28 de diciembre de 1988, p. 11.
Documentos del Episcopado. Chile, 1970-1973. Mundo. Santiago de Chile, 1974, pp. 28-30.
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al gobierno que el cardenal Ral Silva les llam a estar dispuestos incluso al martirio284. Ni
siquiera el Te Deum ecumnico al que Salvador Allende asisti el mismo da de su investidura presidencial, el 3 de noviembre, conjur aquellos temores de la jerarqua.
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Aldunate Lyon, Jos: Un peregrino cuenta su historia. Ediciones Ignacianas. Santiago de Chile, s.f., p. 105.
Sergio Torres, uno de los sacerdotes que participaron en aquellas jornadas, recuerda: Casi todos nos conocamos de antes, compartamos experiencias parecidas y pensbamos de modo similar. Chile es un pas pequeo
que no cuenta con demasiado clero, as que muchos de nosotros habamos sido compaeros en el seminario.
Otros nos conocamos desde haca aos por haber coincidido en distintas reuniones y conferencias. Tambin
fueron muchos sacerdotes extranjeros que estaban interesados en el asunto. Casi todos nosotros habamos
apoyado a Frei en 1964, pero estbamos muy desilusionados con el resultado de su gestin. Todos creamos que
era necesaria una alternativa a la Democracia Cristiana, algo ms radical. El marxismo resultaba muy atractivo. Smith, Christian: La teologa de la liberacin. Paids. Barcelona, 1994, p. 236.
Entre los ponentes de aquellas jornadas estuvieron scar Guillermo Garretn, subsecretario de Economa y
dirigente del MAPU, Franz Hinkelammert, investigador del Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la
Pontificia Universidad Catlica (el gran feudo acadmico del MAPU), o el telogo peruano Gustavo Gutirrez,
autor en 1969 del importante libro La Teologa de la Liberacin, quien dict la conferencia Marxismo y cristianismo, publicada en: Cristianos latinoamericanos y socialismo. CEDIAL. Bogot, 1972, pp. 15-35. Curiosamente
la mejor fuente para conocer quines participaron en aquellas jornadas es la diatriba escrita contra ellos por
una periodista de El Mercurio: Donoso Loero, Teresa: Historia de los Cristianos por el Socialismo en Chile. Vaitea.
Santiago de Chile, 1976, pp. 81-86.
Cristianos por el Socialismo. Consecuencia cristiana o alienacin ideolgica? Editorial del Pacfico. Santiago de
Chile, 1972, pp. 151-154.
Estos sacerdotes desmintieron la predicada incompatibilidad entre marxismo y cristianismo y se propusieron destruir los prejuicios que la sostenan. Consideraban necesaria la
movilizacin popular para enfrentar los sacrificios que entraaba la superacin del subdesarrollo y la construccin del socialismo y para vencer las resistencias de aquellos sectores sociales
que perderan sus privilegios. En consecuencia, apoyaban las medidas que socializaran los
medios de produccin, como la nacionalizacin de la gran minera, la estatizacin de los bancos
y de las industrias monoplicas o la aceleracin y profundizacin de la reforma agraria.
Tanto su comunicado final como su conferencia de prensa tuvieron un amplio eco en los
medios de comunicacin y la repercusin de sus pronunciamientos desencaden una polmica con la jerarqua que en realidad no concluy hasta el golpe de Estado288.
La reunin de Los Ochenta coincidi con la Asamblea Plenaria Anual de la Conferencia
Episcopal y, en una apresurada respuesta, los obispos aseguraron que los sacerdotes podan
tener una preferencia poltica, pero no adoptar pblicamente posiciones partidistas289 . La
opcin poltica del sacerdote, si se presenta, como en este caso, a modo de lgica e ineludible
consecuencia de su fe cristiana, condena implictamente cualquier otra opcin y atenta contra la libertad de los otros cristianos, aseguraron los prelados290.
Pocos das despus de la primera respuesta de los obispos a Los Ochenta, el cardenal
Ral Silva particip en la marcha del Primero de Mayo convocada por la CUT, camin junto
a la Juventud Obrera Catlica en una de las columnas e incluso tom asiento en la tribuna
junto al Presidente Allende y el ministro del Interior, Jos Toh291.
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El Mercurio public el comunicado en su edicin del 17 de abril de 1971 y dos das despus El Siglo le
dedic un elogioso comentario editorial: El dilogo entre marxistas y cristianos est abierto. Y se trata
de un intercambio fraternal de opiniones que da la posibilidad cierta de emprender, en conjunto, tareas
que signifiquen acelerar el desarrollo econmico del pas, terminar con las frmulas injustas de convivencia social, mejorar y enriquecer el acervo democrtico de nuestro pueblo y consolidar nuestro sentido de la independencia nacional. Gonzlez Pino, Miguel y Fontaine Talavera, Arturo (eds.): Los mil das
de Allende. Tomo 1. Centro de Estudios Pblicos. Santiago de Chile, 1997, pp. 100-101. Por su parte, el 17
de abril en el diario democratacristiano La Prensa Claudio Orrego descalific el compromiso de los cristianos con la construccin del socialismo a partir del socorrido anatema del totalitarismo.
Al menos un obispo, Carlos Gonzlez titular de la dicesis de Talca, aprob pblicamente aquella
declaracin. En una carta a sus feligreses con fecha de 21 de junio de 1971 expres que era legtimo
para un cristiano apoyar la construccin del socialismo en Chile. Pujades, Ignasi: Vida, comiat i mort de
Joan Alsina. Proa. Barcelona, 2001, p. 41. Por cierto, en la reedicin de su biografa del sacerdote cataln
ejecutado en el Puente Bulnes el 19 de septiembre de 1973, Pujades, miembro de la direccin nacional
de Cristianos por el Socialismo desde su fundacin hasta su regreso a Espaa en mayo de 1972, tambin
evoca su evolucin como joven sacerdote barcelons llegado en 1963 a la dicesis de Valparaso, donde
destac por sus reflexiones pblicas sobre la urgente renovacin de la Iglesia, lo que le cost continuas
amonestaciones de su obispo, Emilio Tagle, quien en 1972 le suspendi de sus funciones en la parroquia
de Forestal Alto (Via del Mar).
Mensaje Iberoamericano, n 68. Madrid, junio de 1971, p. 13.
La fotografa del Cardenal junto a Allende en la tribuna ilustr la portada del voluminoso libro publicado por la organizacin integrista Fiducia para probar los supuestos vnculos entre la jerarqua catlica y
(contina en pg. siguiente)
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el Gobierno de Allende: La Iglesia del silencio en Chile. Sociedad Chilena de Defensa de la Tradicin,
Familia y Propiedad. Santiago de Chile, 1976.
Evangelio, justicia y socialismo. Propaganda Popular Catlica. Madrid, 1972, pp. 95-151.
Para una defensa de estas posiciones, vase: Pacheco Pastene, Luis: El pensamiento sociopoltico de los
obispos chilenos. 1962-1973. Salesiana. Santiago de Chile, 1985, pp. 153-203. En todo caso, coincidimos con
Roberto Celedn en que la posicin oficial del episcopado se distanci del extremismo de la derecha y de
los sectores integristas que, como hemos sealado, denunciaron la infiltracin marxista en la Iglesia.
Celedn, Roberto: Los cristianos y el Gobierno Popular de Salvador Allende. Plural, n 2. Agosto-diciembre de 1983, pp. 33-52. Instituto para el Nuevo Chile de Rotterdam.
Documento ntegro consultado en el archivo de la Fundacin CIDOB de Barcelona. Puede revisarse un
extracto en: Richard, Pablo: Cristianos por el socialismo. Historia y documentacin. Sgueme. Salamanca,
1976, pp. 221-231. Richard, uno de los telogos de la liberacin chilenos ms importantes, fue miembro de
la direccin nacional de este movimiento.
Vase: Bolton, Roberto: Los 200. En: Crnicas de una Iglesia Liberadora. LOM Ediciones. Santiago de
Chile, 2000, pp. 101-106.
Agustn Gumucio, Alberto Jerez y Julio Silva Solar) y el ministro de Agricultura, Jacques
Chonchol296 , disconformes con la asuncin por este partido de los postulados marxistas-leninistas y convencidos de la necesidad de ofrecer un cauce poltico propio a los sectores
cristianos que apoyaban o podan apoyar al Gobierno297.
En sus jornadas de abril, con la intencin de evitar el paralelismo poltico y eclesial, Los
Ochenta rehusaron fundar un movimiento como los existentes en Argentina (Sacerdotes del
Tercer Mundo) o Colombia (Golconda) y solo eligieron un comit coordinador compuesto
por delegados de las diferentes zonas de Santiago y algunas provincias298.
Sin embargo, ante el peligro de ser un movimiento ambiguo, sin definiciones ni representantes, en su reunin del 1 de septiembre de 1971 el comit coordinador decidi crear un
comit ejecutivo, la figura del secretario general (el elegido fue el jesuita Gonzalo Arroyo,
profesor de la Universidad Catlica) y un secretariado, financiado por los grupos de base y que
cont con un secretario ejecutivo y una secretaria dedicados tiempo completo a este trabajo.
En aquella reunin se dio al secretariado la denominacin de Secretariado Sacerdotal de Cristianos por el Socialismo, aunque en la jornada nacional de diciembre suprimieron el adjetivo
sacerdotal y ms adelante hablaron tan solo de movimiento Cristianos por el Socialismo.
Aquel ao se cerr con el histrico encuentro de casi un centenar de sacerdotes de Cristianos por el Socialismo con Fidel Castro el 29 de noviembre en los jardines de la Embajada
de Cuba. Durante casi dos horas y en un clima de camaradera el comandante cubano expres su sorpresa ante la fortaleza del apoyo cristiano al proceso revolucionario y asegur que la
alianza entre marxistas y cristianos era estratgica y no tctica299.
En el acto de despedida que le brind el pueblo chileno en el Estadio Nacional el 2 de
diciembre, Fidel Castro mencion en su discurso la indignacin que su entrevista con el cardenal Silva Henrquez y su encuentro con Cristianos por el Socialismo haban suscitado en la
derecha. Respecto a su reunin con stos, asegur: Tenamos muchas cosas que conversar con
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la izquierda cristiana y con los sacerdotes chilenos, amplias cosas, fundadas no en oportunismos sino en principios; (...) en la conviccin de la conveniencia, de la posibilidad y de la necesidad
de unir en el mbito de esta comunidad latinoamericana a los revolucionarios marxistas y a los
revolucionarios cristianos. (...) Porque muchos han querido tomar la religin para defender
qu? La explotacin, la miseria, el privilegio. Para convertir la vida del pueblo en este mundo
en un infierno, olvidndose de que el cristianismo fue la religin de los humildes300.
Fidel Castro invit a una delegacin de Cristianos por el Socialismo a visitar Cuba, viaje
que realizaron doce sacerdotes en marzo de 1972, entre ellos el cataln Ignasi Pujades, miembro de su secretariado301. En su parroquia de Forestal Alto (Via del Mar) Pujades impuls
en octubre de 1971 la creacin de la Comunidad de Cristianos Revolucionarios Nstor Paz,
en homenaje al guerrillero boliviano muerto un ao antes, con el propsito de vivir la fe
cristiana desde el seno de la revolucin chilena.
Desde Barcelona, Pujades recuerda su participacin en este movimiento: Todos estos
sacerdotes tenamos esta semilla dentro e hicimos primero un proceso personal, determinado por la experiencia vital, cotidiana, y descubrimos que los comunistas no se coman a los
nios, sino que eran gente normal con una gran inquietud social y propuestas avanzadas.
Despus fuimos elaborando un cuerpo de pensamiento que se concret en la creacin de
Cristianos por el Socialismo. Conseguimos que la Iglesia ya no estuviera encuadrada en la
derecha y el PDC, organizamos un movimiento liberador y necesario302.
Por su parte, Francisca Morales, religiosa de la Congregacin del Amor Misericordioso,
considera que fue un grupo muy importante que nos ayud a muchos sacerdotes y religiosas
a entender la fe con los ojos de los pobres, a vivir una insercin ms lcida en el mundo de
los pobres. Despus de varios aos de trabajo en una poblacin santiaguina, sus planteamientos le proporcionaron respuestas para sus inquietudes y tom conciencia de las profundas
injusticias que padecan los pobres, consecuencia de la estructura de la sociedad capitalista que deban transformar303.
Algunos prelados simpatizaron con los planteamientos de este movimiento, pero prefirieron permanecer en su orilla. Helmut Frenz, obispo de la Iglesia Evanglica Luterana,
incluso particip en dos de sus encuentros, sin embargo, seala, no me atrev a hacer pblica mi adscripcin porque mi Iglesia era muy conservadora, incluso reaccionaria, y no quise
abrir este frente poltico-ideolgico dentro de la comunidad chileno-alemana304. Y Carlos
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Camus, entonces obispo de Copiap, resalta su amistad con muchos militantes de Cristianos
por el Socialismo, pero me pareca que era una opcin poltica muy clara que no se corresponda con la condicin de sacerdote305.
3. De Medelln a Santiago
La polmica entre el episcopado y Cristianos por el Socialismo se agudiz durante los
primeros meses de 1972 a raz de la preparacin de un encuentro latinoamericano de este
movimiento en Santiago, discusin inaugurada el 12 de enero con una misiva de monseor
Carlos Oviedo a las conferencias episcopales de Amrica Latina donde adverta que desaprobaban ese cnclave306. Algunas semanas despus el Cardenal comunic a Gonzalo Arroyo
que rehusaba patrocinarlo porque, despus de leer el documento de trabajo, consideraba
que sera una reunin poltica con el objetivo de implicar a los cristianos y la Iglesia en la
lucha por la revolucin marxista307.
Arroyo le respondi con otra misiva donde aclar que, si un amplio grupo de cristianos
(catlicos, protestantes, sacerdotes, religiosas y laicos) se reuna para reflexionar sobre la
injusta situacin de Amrica Latina, la liberacin de los oprimidos, el comportamiento de
los creyentes en la lucha poltica y la incidencia de la fe en este proceso, tal encuentro tendra una inevitable repercusin poltica, como, por otra parte, la tuvo Medelln. Tambin le
explic que el fin del Encuentro no era la propagacin de la ideologa marxista, ni reforzar a
los partidos de esta tendencia, sino reflexionar acerca de la liberacin del pueblo como una
exigencia de la fe308.
De esta manera, entre el 23 y el 30 de abril de 1972, pocos das despus de la celebracin de
la III Conferencia de la UNCTAD en el Edificio Gabriela Mistral (construido por los trabajadores chilenos en un tiempo rcord), el sindicato obrero de la industria textil Hirmas acogi el
Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, con la participacin de
400 delegados de todos los pases americanos e invitados europeos y bajo la presidencia del
nico obispo que asisti, Sergio Mndez Arceo, titular de la dicesis mexicana de Cuernavaca.
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Durante el intenso debate parlamentario y comunicacional en torno al conflicto de la formacin del rea
de propiedad social, el PDC defendi su propuesta de socialismo comunitario, frente al socialismo
marxista cuya estacin de llegada inevitable a su juicio era un rgimen de corte estalinista. En aquellas
semanas Punto Final public una de sus fantsticas vietas para criticar al PDC, donde aparecan cuatro
rostros muy reflexivos que se hacan las 4 preguntas que inquietan a la Humanidad: Qu somos?;
De dnde venimos?; A dnde vamos?; Qu es el socialismo comunitario?. Punto Final, n 154. 28
de marzo de 1972, p. 25.
Faras, tomo 3, p. 2.222.
Girardi, Giulio: Cristianos por el socialismo. Laia. Barcelona, 1977, pp. 203-223. Vase tambin: Los cristianos y el socialismo. Primer encuentro latinoamericano. Siglo XXI. Buenos Aires, 1973. Respecto a los Cristianos por el Socialismo, vanse estos dos artculos publicados en aquellos meses. Por un lado, el editorial
del nmero 209 de Mensaje (junio de 1972; pp. 301-308); por otro, el del dirigente comunista Miguel
Castillo Didier publicado en el nmero 144 de Principios (revista terica del Comit Central del Partido
Comunista de Chile), en marzo-abril de 1972 (pp. 37-59). Desde el ngulo totalmente opuesto, vase la
diatriba de Jaime Guzmn: La Iglesia chilena y el debate poltico. En: Visin crtica de Chile. Portada.
Santiago de Chile, 1972, pp. 295-329. Obviamente, Guzmn descalific el dilogo entre marxistas y
cristianos con los argumentos preconciliares manidos que describen al comunismo ateo como responsable de todos los males. Tambin es interesante revisar otro trabajo de aquel momento del destacado
telogo brasileo Hugo Assmann: El cristianismo, su plusvala ideolgica y el costo social de la revolucin socialista. Cuadernos de Estudio de la Realidad Nacional n 12. Abril de 1973, pp. 154-179. Desde las
filas del PDC, con especial protagonismo de nuevo de Claudio Orrego, se publicaron varios artculos de
anlisis en La Prensa y Poltica y Espritu para combatir ideolgicamente las conclusiones del Encuentro.
Vase una seleccin en: Cristianos por el Socialismo. Consecuencia cristiana o alienacin ideolgica?
En su parte final, reprodujeron las conocidas palabras de Ernesto Che Guevara que anhelaban convertir en profticas: Cuando los cristianos se atrevan a dar un testimonio
revolucionario integral, la revolucin latinoamericana ser invencible, ya que hasta ahora
los cristianos han permitido que su doctrina sea instrumentalizada por los reaccionarios.
Uno de los sacerdotes que participaron fue el holands Francisco Weijmer, destinado en la
parroquia de La Calera junto con dos compatriotas de su congregacin del Sagrado Corazn de
Jess, Gilberto de Jong y Enrique Dielis. En esta ciudad obrera cuya vida giraba en torno a la
fbrica de cemento El Meln (una de las primeras estatizadas por la UP) y donde el Partido
Comunista tena una influencia muy importante, Weijmer se comprometi junto con sus dos
compaeros en el proceso revolucionario y participaron con entusiasmo en Cristianos por el
Socialismo. Para la mayora de la gente en La Calera el Gobierno de Allende era un sueo
hecho realidad.
Sobre su experiencia en este movimiento, destaca que con su asistencia a las reuniones
nacionales, en Santiago, y a las provinciales en Valparaso aprendi a analizar la situacin
poltica del pas y de su ciudad con otras claves, muy diferentes de la jerga eclesistica. All
me desped definitivamente del lenguaje cristiano. Lucha de clases es lucha de clases y
punto, nada de pecado o algo por el estilo, decan. Era otro lenguaje y, sobre todo, otra
manera de ser y actuar. Despus de cada reunin volv a La Calera con mucha motivacin,
nimo y ganas de compartir lo que haba aprendido312.
Ante el impacto nacional e internacional de las conclusiones del Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo y coordinados por el secretario privado del Cardenal313,
en mayo ms de 600 sacerdotes chilenos suscribieron una declaracin de rechazo, donde reafirmaron su comunin con los obispos y lamentaron los intentos de politizacin del clero314.
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Vanse los documentos preparatorios de aquellas jornadas y el discurso de Gonzalo Arroyo en: Fierro,
Alfredo y Mate, Reyes: Cristianos por el Socialismo. Verbo Divino. Estella, 1977, pp. 245-258 y 367-391.
Richard, pp. 136-147.
Richard, pp. 136-146.
Fue precisamente entonces cuando dicha Comunidad distribuy una octavilla que deca: El Nacimiento de Cristo no fue una Feliz Navidad, fue el humilde nacimiento de un
Dios hecho hombre que se entreg totalmente por la salvacin de los pobres. Ser esta una
Feliz Navidad para los padres de tantos nios que mueren por desnutricin; para las familias de los 300.000 cesantes que hay en Chile; para las miles de nias que se prostituyen en
busca de sustento; para los 700.000 alcohlicos y sus familiares; para tanta gente sin techo,
sin escuela, sin hospitales? Ser 1973 un prspero aos para los chilenos, cuando los yanquis
nos someten a un bloqueo cada vez ms brutal y los poderosos de nuestro pas se organizan
para hundir todava ms a los oprimidos? La Navidad Cristiana es el llamado a continuar la
misin que Cristo comenz y que para nosotros se traduce en comprometernos incondicionalmente en la lucha que sostienen los trabajadores por su liberacin318.
Despus del sorprendente 43,4% de los votos obtenidos por la Unidad Popular en las
elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973319 , que impidi la presentacin de una
acusacin constitucional contra el Presidente Allende, la batalla poltica vir hacia el mbito de la educacin, rubro en el que el Gobierno poda presentar una eficaz gestin porque en
apenas dos aos y medio se haban duplicado los 60.000 nios matriculados en la enseanza
preescolar, 259.300 nios ms asistan a la escuela primaria y los que iban a la secundaria
haban pasado de 302.000 a 464.200. Los alumnos de la Universidad de Chile y la Universidad Tcnica del Estado se haban duplicado, de 50.867 a 96.000, con un nmero considerable
de trabajadores que cursaban estudios en esta ltima en virtud del convenio suscrito por su
rector, Enrique Kirberg, con la CUT. Adems, solo durante 1972 el Gobierno haba repartido
4.205.000 libros de texto entre los escolares320.
A pesar de ello, cuando a mediados de marzo de 1973 el Gobierno present su proyecto
de reforma educacional, la Escuela Nacional Unificada (ENU)321, cuyos planteamientos centrales haban sido consensuados por todos los sectores representativos en el Primer Congreso
Nacional de Educacin celebrado en diciembre de 1971, se encontr por primera vez con la
jerarqua catlica alineada con el Partido Nacional y el PDC y, por si fuera poco, a comienzos
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de abril, despus de que el general Carlos Prats se retirara del Ejecutivo, desencaden sonoras crticas de connotados oficiales de las Fuerzas Armadas.
As, el 28 de marzo el Cardenal pidi al Presidente Allende una demora en su aplicacin
para dar tiempo al conjunto de la sociedad y en particular a la comunidad educativa a debatirla y mejorarla. Silva Henrquez destac algunos aspectos positivos, como la universalizacin
de la educacin pblica gratuita y la integracin del estudio y el trabajo, pero critic su
inspiracin socialista y no cristiana322. Al da siguiente la direccin nacional de Cristianos
por el Socialismo emiti una declaracin pblica en la que llam a debatir sobre la educacin que deban recibir sus hijos y abogaron por una educacin liberadora al servicio de las
grandes mayoras de nuestro pueblo323.
Durante semanas los militantes de este movimiento trabajaron para defender esta propuesta
de reforma educacional, en particular aquellos que, como Mara Elena Lpez (miembro de la
Comunidad Quillotana de Cristianos por el Socialismo), eran maestros: Hacamos reuniones con
profesores, estudiantes universitarios, alumnos y apoderados para dar a conocer la ENU, actividades que no fueron fciles y nos causaron muchos problemas; ramos muy mal mirados y tildados
de comunistas 324. Finalmente, en abril el Gobierno decidi aplazar la tramitacin de la ENU.
El 11 de abril de 1973 la Asamblea Plenaria del episcopado, reunida en Punta de Tralca,
remiti al sacerdote Ral Hasbn, director del Canal 13 de Televisin, una carta de apoyo
frente a las acusaciones de la Unidad Popular de estar involucrado en el asesinato de un
obrero en Concepcin325 . Aquella misiva, que empezaba con un familiar querido Ral,
prosegua con estas palabras: Te hemos manifestado ya nuestra adhesin ante los ataques
de que has sido vctima en los ltimos tiempos. Ha sido la expresin de nuestra amistad y
aprecio a un sacerdote, que podr ser vehemente, pero que ha sido siempre un servidor de la
Iglesia, leal y dedicado, en quien tenemos plena confianza.
Estas lneas de apoyo a un sacerdote que en sus comentarios diarios en la segunda televisin
del pas promova una cruzada contra el marxismo desnudan, a nuestro juicio, la hipocresa del
episcopado, empecinado en condenar la opcin poltica de Cristianos por el Socialismo326.
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Mensaje, n 209. Junio de 1972. En: Chile visto por Mensaje. 1971-1981. Aconcagua. Santiago de Chile, 1981,
pp. 60-62.
Richard, pp. 269-271.
Entrevista del autor a Mara Elena Lpez.
En marzo de 1973 varios miembros de Patria y Libertad, entre ellos Michael Townley, asesinaron a un
obrero en Concepcin durante una operacin ordenada por Hasbn y Pablo Rodrguez, jefe de este grupsculo fascista. El 20 de diciembre de 2004 Hasbn fue interrogado por el juez Alejandro Sols para
esclarecer su relacin con la DINA y sus visitas a Villa Grimaldi cuando este recinto era su mayor centro
de detencin, tortura y desaparicin.
Documentos del Episcopado... pp. 158-159. Hasbn, que tambin tena una extraordinaria audiencia en
medios como El Mercurio, sola (y suele) pronunciar exabruptos como este del 1 de abril de 1973 en el
Canal 13, en la que se adelant varios meses al general Leigh: Al marxismo le es consustancial la mentira, necesita como las moscas nutrirse de la mugre, de la basura... es como un cncer que necesita de un
organismo gangrenado. Chile, una esperanza aplastada. Verbo Divino. Estella, 1975, p. 207.
En el invierno de 1973 los Cristianos por el Socialismo, como parte que eran del movimiento popular, se movilizaron en defensa del Gobierno contra la desestabilizacin poltica,
econmica y social promovida por la oposicin. El 5 de julio su secretariado nacional elabor
un pequeo volante de dos pginas, Amigo cristiano, ahora... ests con el pueblo o contra el
pueblo?, que fue distribuido en poblaciones, fundos, fbricas y escuelas. En l, despus de
un somero anlisis de la situacin poltica tras el tancazo del 29 de junio, enumer una relacin de instrucciones y tareas, como el trabajo en las organizaciones que resguardaban el
abastecimiento de alimentos y productos de primera necesidad, el apoyo a las directrices
que marcaran la CUT, los comandos comunales y las organizaciones de los pobladores, la
atencin a las radios de la izquierda y, adems, el establecimiento de lazos fraternales con
nuestros hermanos de clase, los carabineros y soldados que viven en nuestras poblaciones327.
El domingo 9 de septiembre de 1973 tuvo lugar la ltima accin pblica de este movimiento, cuando su secretario general se dirigi a todo el pas por Televisin Nacional para
responder a Ral Hasbn, quien desde su tribuna diaria en el Canal 13 haba exigido la
renuncia del Presidente Allende. Dos das despus, el golpe militar aniquil todas las creaciones de aquellos mil das de revolucin, entre ellas Cristianos por el Socialismo.
La Conferencia Episcopal jams conden el derrocamiento del Gobierno constitucional
del Presidente Salvador Allende y la destruccin de la democracia. El 13 de septiembre su
comit pemanente aprob una declaracin que expres su inmenso dolor por la sangre que
ha enrojecido nuestras calles y pidi respeto por los cados en la lucha y moderacin
frente a los vencidos, que se tenga en cuenta su sincero idealismo, aunque tambin llam a
la ciudadana a cooperar con la junta militar en la tarea de restaurar el orden institucional
y la vida econmica del pas328. No obstante, hubo prelados como Emilio Tagle o Augusto
Salinas que aplaudieron el golpe de Estado y el exterminio del movimiento popular329 e
incluso monseor Alfredo Cifuentes lleg a donar su anillo episcopal a la junta militar330.
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Conferencia Episcopal de Chile: Fe cristiana y actuacin poltica. Contacto, n 1-2. Mxico, enero-abril
de 1975, pp. 14-39.
En noviembre de 1973 se public en Chile de manera clandestina un escrito mimeografiado, el ltimo
documento de Cristianos por el Socialismo, titulado El Reino de Dios sufre violencia, y en Chile...,
incluido en: Chile, masacre de un pueblo. Cristianos frente a los hechos. Resistencia y Solidaridad. Lima,
1974, pp. 66-97. Este texto fue publicado tambin en Espaa: Desde Chile. Sgueme. Salamanca, 1974.
Vanse tambin dos trabajos de Gonzalo Arroyo: Nota sobre la Iglesia y los cristianos de izquierda a la
hora del putsch en Chile. Latin American Perspectives, n 1. Primavera de 1975, pp. 89-99. Golpe de estado
en Chile. Siglo XXI. Buenos Aires, 1974.
Sobre la vida de Joan Alsina en Chile y su martirio, vese nuestro trabajo sobre los cinco primeros aos
de la dictadura cvico-militar, con el testimonio indito de su hermana Mara: Despus de la lluvia. Chile, la
memoria herida. Cuarto Propio. Santiago de Chile, 2004. pp. 89-101.
Pablo Richard denunci la represin ejercida por la jerarqua contra quienes dentro de la Iglesia optaron
por la construccin del socialismo. Cuando el poder militar desata el fanatismo antimarxista y condena a muerte a los partidos populares en nombre de Dios y la Patria, los obispos aprovechan el momento
para condenar al movimiento Cristianos por el Socialismo, presentndolo como un movimiento poltico.
Cuando los Cristianos por el Socialismo, por causa de la justicia y el evangelio, son perseguidos, calumniados, apresados, torturados y fusilados, los obispos chilenos declaran que es desleal y deshonesto que
los Cristianos por el Socialismo se llamen cristianos o se consideren parte de la iglesia. Los obispos
condenan pblicamente al movimiento Cristianos por el Socialismo justo cuando ste est sufriendo,
golpeado, humillado, disperso, clandestino, sin ninguna posibilidad de levantar una voz de legtima defensa. Richard, p. 199. Sobre los sacerdotes asesinados por la dictadura, vanse: Jord, Miguel: Martirologio de la Iglesia chilena. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 1999. Crouzet, Edward: Sangre sobre La Esmeralda. Sacerdote Miguel Woodward, vida y martirio. CESOC. Santiago de Chile, 2001. Pla, Joaquim: Joan
Alsina. Laltra versi. Claret. Barcelona, 1995.
a los derechos humanos y a sus familias a travs del ecumnico Comit de Cooperacin para
la Paz, a finales de diciembre de 1973 los obispos remitieron a sus pares de todo el mundo un
informe privado sobre la situacin en Chile muy pocas veces citado335.
Este documento, menos diplomtico que sus comedidas y ambiguas declaraciones pblicas y que se asemeja a la conocida carta que Eduardo Frei envi el 8 de noviembre de 1973 a
Mariano Rumor (presidente de la Unin Mundial de la Democracia Cristiana)336, prueba la
autntica posicin de la jerarqua catlica ante el golpe de Estado, hasta el punto de que
lleg a legitimarlo, otorg credibilidad al Plan Z y no dedic ni una sola palabra a la represin: El paso que [las Fuerzas Armadas] dieron el 11 de septiembre fue como la respuesta
a un requerimiento nacional y (...) una consecuencia de su obligacin de garantizar el orden
en Chile (...) En el pas hay un orden cvico que permite desarrollar todas las actividades
ciudadanas en forma normal. Hay ciertamente ms orden que en los perodos polticos anteriores, en que las huelgas, desfiles, luchas callejeras... convulsionaban las ciudades (...) Los
tiempos son difciles, particularmente por las secuelas econmicas que quedaron del tiempo
de la UP. Se quisiera que concluyera el estado de guerra interno, que la justicia militar diera
paso a la justicia ordinaria, que el pas volviera cuanto antes a una normalidad institucional.
(...) Pero todas estas limitaciones y estas aspiraciones deben ser vistas en un marco comparativo a lo que suceda en el pas antes del 11 de septiembre de 1973.
5. Conclusiones
Cristianos por el Socialismo fue una de las creaciones ms genuinas del proceso revolucionario que vivi Chile entre 1970 y 1973. Aunque en aquellos aos los sacerdotes obreros
de Italia, Francia o Espaa ya luchaban junto a los trabajadores en los sindicatos o incluso
militaban en los partidos de clase, hasta entonces ninguna revolucin socialista haba contado con el apoyo decidido de amplios sectores cristianos. Este movimiento, que muy pronto se
extendi con vigor a muchos pases, demostr que marxistas y cristianos podan compartir
trinchera en las luchas polticas y sociales, como lo ratificaron despus la Revolucin Sandinista o la guerrilla salvadorea, y este punto ya no es objeto de debate hoy en Chile.
La fundacin de Cristianos por el Socialismo en septiembre de 1971 signific la culminacin de un proceso histrico cuyo inicio hemos situado en 1965, cuando la Iglesia empez a
abrirse al mundo y religiosos y laicos, alentados por el Concilio Vaticano II y despus por la
conferencia de Medelln y la naciente Teologa de la Liberacin, optaron por compartir la
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vida, las utopas y las luchas de las clases populares. La victoria de la Unidad Popular en las
elecciones presidenciales otorg un sentido concreto al compromiso de los cristianos con el
cambio social y en las jornadas de abril de 1971 empez a gestarse este movimiento, que atrajo
a sacerdotes, religiosas, pastores protestantes, laicos y creyentes de todos los mbitos sociales.
Su inters por la elaboracin ideolgica, plasmada en mltiples declaraciones pblicas y
documentos que durante aos hemos revisado en copias mimeografiadas en el formidable
archivo de la Fundacin CIDOB de Barcelona337, y que recientemente hemos encontrado
sistematizadas en el libro de Pablo Richard, demuestran la preocupacin por encajar la participacin de los creyentes en aquel singular proceso revolucionario, por evitar que, una vez
ms, la Iglesia asumiera un papel contrarrevolucionario, camuflado en el discurso de la cruzada, para proteger los grandes intereses de la burguesa. Los testimonios de militantes de
Cristianos por el Socialismo que hemos recabado durante nuestros aos de investigacin
sobre la lucha de Antonio Llid en Chile, de los que citamos algunos en este trabajo, confirman esa voluntad sincera.
La derrota del 11 de septiembre de 1973, la persecucin de sus militantes como parte
que eran del movimiento popular, la condena inquisitorial del episcopado y su disolucin no
han podido borrar la huella de los Cristianos por el Socialismo de la historia de Chile. Su
legado perdura en distintos movimientos de base que vuelven a caminar junto al pueblo en
la reconstruccin de la esperanza.
Muchos de sus antiguos militantes coinciden con Antonio Sempere, un sacerdote valenciano destinado en 1967 a la dicesis de Copiap, donde fue militante de la CUT, presidente
del sindicato obrero de la fundicin cuprfera de Paipote y fundador de Cristianos por el
Socialismo: Fue la poca ms hermosa de mi vida, tenamos la conciencia de que estbamos
construyendo una nueva sociedad338.
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338
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Esta Fundacin es heredera de Agermanament (Hermanamiento), una asociacin creada en el Arzobispado de Barcelona a finales de los aos 60 para apoyar el trabajo de los sacerdotes que se marchaban
a los pases del sur, principalmente a Camern y Chile. Desde el secretariado de Cristianos por el Socialismo en Chile les enviaron copia de toda la documentacin que generaron, en particular la relacionada
con el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo.
Entrevista del autor a Antonio Sempere. El golpe de Estado sorprendi a Sempere en Santiago, en la
sede de la Empresa Nacional de Minera. Por casualidad presenci el bombardeo de La Moneda desde
una cuadra y media de distancia. Sala una humareda roja porque era de ladrillo, vimos cmo se quemaba la bandera chilena... ramos tres o cuatro desconocidos y yo. Cuando acab el bombardeo nos fuimos,
nos escondimos en una puerta semiabierta porque los soldados regresaban. Tres das despus, cuando
se levant el toque de queda, volvi a Copiap. En la fundicin los militares haban preguntado ya por l
y a finales de mes fue detenido en el obispado junto con un compaero y fueron encerrados en el regimiento. Lo expulsaron de Chile el 16 de octubre de 1973, horas antes de que la caravana de la muerte
llegara al regimiento de Copiap.
UNIDAD POPULAR
Mara Anglica Illanes O.
Universidad ARCIS
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1. La encarnacin
Al iniciarse la dcada de 1970 circulbamos en torno a la Parroquia Universitaria. All
nos reunamos a hacer una relectura del Evangelio segn los signos de los tiempos. Cules eran algunas de las claves sgnicas de dicho tiempo histrico teolgico? Un hecho decisivo
al respecto deca relacin con la aproximacin al conocimiento de lo que se denomin una
teologa de la materia, interesada en la construccin de una Iglesia preocupada de la encarnacin de la Palabra, ms que en la mantencin de ciertos valores eternos abstractos
e inoperantes en la historia y en la vida de los hombres. Jess era pan vivo bajado del
cielo, y el acto de beber de su sangre y comer su carne era acto de transmisin de vida; la
materia, as era vivificada y penetrada por el espritu. Esa es la vocacin de la materia.
Materia que se expresaba en la comunin con los dems hombres que nace de la participacin en un mismo Cuerpo, de la asuncin de una misma tarea...; relacin cristiana con
Dios que se da a travs de esa misma materia, de lo visible, de lo que nuestras manos pueden
tocar, de lo que es nuestra vida de hombres que se expresa a travs de nuestra participacin
en los fenmenos econmicos, sociales, polticos y culturales.Ya no era posible pensar en
un cristianismo vivido como mera santidad interior. Para nosotros, los cristianos, la materia
tiene una importancia capital: ...ella vale en la medida en que est llamada a ser el lugar de
encuentro del hombre con Dios, pues no hay otro modo de comunicacin real para los hombres sino aquel que se produce a travs de la materia, del cuerpo 339 .
339
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Cowley V., ss.cc., Percival. La vocacin de la materia. Mensaje, Vol. XX, N 196, enero-febrero, 1971, pp.
13-15
341
Gutirrez, Gustavo. Iglesia y mundo: crisis de un sistema teolgico. Mensaje, Vol. XX, junio, 1971,
N 199, pp. 205-209.
Ibid
129
A partir de la Teologa de la Liberacin se pretenda fundar una Iglesia local latinoamericana que se siente responsable de una tarea apostlica envuelta en la historia y con expresiones
histricas. Abandonndose el derecho cannico como punto de referencia, se adopta el punto
de vista de leer los signos de los tiempos latinoamericanos a partir de la realidad histrica y
del mundo. De esta manera, la Iglesia toma conciencia que debe encontrar otras formas de
encarnarse en la realidad 342 latinoamericana... Esta nueva forma de encarnacin latinoamericana se traduce en una tendencia a desinstitucionalizar muchos aspectos de la Iglesia. En general,
la Iglesia se comprometa con los desafos de los movimientos de liberacin y con la causa de
los pobres y los oprimidos y, en un enfrentamiento con los poderes tradicionales, entraba al
terreno de una teologa poltica. La desinstitucionalizacin haca referencia a la necesidad
de crear una comunidad cristiana desde abajo sobre la base de un laicado autnomo capaz
de asumir responsabilidades en una pastoral comprometida y referida a lo histrico, pues era
en lo histrico donde se hallaban los fundamentos del Evangelio343.
En Chile haba llegado el tiempo de la Unidad Popular. La calle Villavicencio donde
estaba la Parroquia Universitaria se vea concurrida de estudiantes que acudan a entender
las exigencias de la hora. Los altares se vestan de coloridas alfombras de Temuco, las sillas
eran de paja, se cantaba al son de la guitarra y se vestan ponchos. Las telas de la tierra
haban desterrado los dorados del barroco.
Era un imperativo trabajar por la emancipacin de los oprimidos; haba llegado la hora histrica de su liberacin y, con ello, de la construccin de una nueva sociedad basada en la justicia y
el amor. Era el momento de cambiar las estructuras, en las que resida la injusticia y la opresin.
Los curas de la Parroquia Universitaria se sintieron impelidos a manifestarse pblicamente ante los desafos de la hora. En una suerte de manifiesto, quisieron leer el presente de
Chile a la luz de su propia lectura del Evangelio. Declararon sentirse entusiasmados con la
posibilidad de la construccin del socialismo en Chile, en razn de su valor tico. Esta valorizacin se planteaba en contraposicin al capitalismo que haba demostrado ser un sistema
que se contrapona al ser humano, al instaurar la desigualdad y la ley del ms fuerte. Frente a
esto, el socialismo se fundaba en la igualdad de oportunidades, en la dignificacin del trabajo,
en la preocupacin por los ms postergados y en la valorizacin de la solidaridad por sobre el
inters individual. El nuevo gobierno haba desatado una gran esperanza de justicia en la
satisfaccin de las necesidades de la clase trabajadora, lo cual era un llamado a cada cristiano
a participar en esta lucha material, lucha poltica relativa al cambio de estructuras que llamaba a la accin. Hay quienes piensan que esta lucha es demasiado material, que los cristianos
y los sacerdotes solo deberamos hablar de cosas del alma. Pero nosotros hablamos de cosas
que ataen al hombre entero. Y el hombre necesita comer y vestirse. ... no quisiramos separar
ambas cosas. A veces ponemos el acento en las necesidades bsicas, y su carencia es irritante
342
343
130
y apremiante. En suma, si nuestro pas da una gran batalla contra la miseria, los cristianos que
han de estar de lleno en ella, sentirn que lo que se logre es ya una primera realizacin del
reino proclamado por Jess. Dicho de otro modo, que hoy el Evangelio de Cristo pasa por
(y se encarna en) el esfuerzo de muchos hombres por hacer justicia 344.
Declaran los curas de la parroquia Universitaria querer trabajar hoy en la construccin
de un mundo para todos los hombres, un mundo fraternal que fuese un esbozo del futuro Reino
de Cristo. Y porque la renovacin de todas las cosas no es solo espiritual, sino corporal y
temporal; porque el amor fraterno exigido en el Evangelio ha de ser muy realista, se entiende
que hayamos insistido en la preocupacin por nuestros hermanos reales y concretos. La Iglesia verdadera deba estar arraigada en los pobres y desde all anunciar la salvacin 345.
As, la utopa cristiana se comenz a llamar tambin socialismo, mientras se impona
la impaciencia por tareas a cumplir. La sociedad o el afuera se transformaba en un imn; el
recinto se haca estrecho, las paredes se rompan con el eco de la llamada. Los domingos se
acudi a los trabajos voluntarios: construccin de plazas en barrios de pobres en verano; en
invierno se iba al rescate de los anegados por la lluvia, transitando los grandes lodazales.
La adopcin del discurso del cambio de las estructuras, as como el anlisis acerca del
lugar donde resida la opresin, condujo a un fluido intercambio entre cristianismo y marxismo. El flujo de lenguaje entre uno y otro encontraba el camino de su traduccin en el imperativo
del compromiso con el pueblo desposedo que resida fuera de los templos religiosos y fuera de
los recintos universitarios. Este hallarse fuera del pueblo exiga su bsqueda en el espacio
propio donde estos cuerpos habitaban: las poblaciones. All se encontraban aquellos que otorgaban sentido a las palabras o ms bien que le otorgaban otro sentido a las palabras: una
dimensin histrica, encarnada. El pueblo era el Cristo del discurso, el pan de la mesa o la
misa, era la sangre que corra por las venas de sus cuerpos.
En esta lnea de compromiso, un grupo de 80 sacerdotes que convivimos con la clase
trabajadora se reunieron, en abril de 1971, en las jornadas que titularon Participacin de
los cristianos en la construccin del socialismo en Chile, cuyos idelogos eran el sacerdote
chileno miembro de la Parroquia Universitaria Pablo Fontaine y el telogo peruano Gustavo
Gutirrez. Los sacerdotes reunidos sacaron una declaracin pblica donde analizaban el
inicio del proceso chileno de construccin del socialismo desde la perspectiva del lmite a la
tolerancia histrica de las condiciones de opresin que viva la clase trabajadora en el capitalismo. El socialismo abra una nueva esperanza, no solo de justicia econmica, sino de
nuevos valores que posibilitaban el surgimiento de una sociedad ms solidaria, proceso con
344
345
Mensaje, Vol. XX, enero-febrero, 1971, N 196, pp. 36-37, El presente de Chile y el Evangelio, documento firmado por los sacerdotes de la Parroquia Universitaria: Pablo Fontaine, Fernando Gatica, Humberto
Guzmn, Cristin Johansson, Gonzalo Valdivieso, Jos Vial, Miguel Bourguignat, Ramn Herrera, fechado en Santiago, noviembre de 1970.
Ibid, pp. 38-41.
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132
Mensaje, Vol XX, mayo 1971,, N198, p. 176, Comunicado a la prensa de los sacerdotes participantes en
las jornadas Participacin de los cristianos en la construccin del Socialismo en Chile, fechado en
abril de 1971. Firman el documento: Gonzalo Arroyo, Alfonso Baeza, Martn Grate, Esteban Gumucio,
Juan Martn, Santiago Thijssen, Sergio Torres, Ignacio Pujadas, Pierre Dubois.
Ibid.
Mensaje, ibid., pp. 174-179, F.J.C., Cristianos, sacerdotes y poltica.
2. La sanacin
Carlos Corts se reuna con el grupo Urraca y con gente de la Teologa de la Liberacin
en la calle San Francisco donde cada lunes Clotario Blest daba clases de historia del movimiento obrero; desde aqu acudan a ayudar en las tomas de terreno en los aos 70. Los de Urraca
venan de la toma de La Victoria; eran estudiantes que adquiran un compromiso social ms
profundo. Terminada la toma, deciden organizar los Traperos de Emas en Chile, construyendo
en el Zanjn de la Aguada el primer galpn de recoleccin de huesos y metal. A ellos los conoci Carlos en las tomas de terreno, cuando armaron la Corporacin Urraca, que significa pjaros
que traen todo lo que sirve, viviendo con ellos en La Legua, sin ser cristiano, en una casa
comunitaria de los Traperos de Emas, trabajando conjuntamente en la trapera. Todos tenan
obligacin de trabajar en actividades comunitarias.
Carlos saba colocar inyecciones, por lo que trabajaba en la organizacin de brigadas sanitarias en los campamentos nacientes para el resguardo de la salud de la poblacin, especialmente
de los nios. Estas brigadas sanitarias, que estaban bajo la tutela de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Chile en cada uno de los campamentos, consistan en la formacin de
lderes en salud a partir de los mismos pobladores, a los que se preparaba en prevencin en
salud manejo de basuras, agua, control de embarazadas, cuidado del nio sano, preparacin
de mamaderas, control de peso, etc., poniendo el acento en la organizacin interna que para
este fin se diera el campamento. Trabajbamos porque tenamos un proyecto poltico. Dividan el campamento en cuatro sectores, a la cabeza de los cuales estaban los lderes en salud a
los que se capacitaba, diez por sector. Esto se facilitaba porque en los campamentos haba
gente que trabajaba en el Servicio Nacional de Salud. Visitaban carpa por carpa, capacitando
principalmente a las mujeres, no solo en cuanto al saber en torno a la prevencin en salud, sino
tambin respecto a los derechos a la salud. Esto condujo a que, cuando trabajaba en el campamento Fidel Castro, nos tomramos en forma simblica el Hospital Parroquial de San Bernardo,
con lo cual conseguimos dos horas mdicas diarias para el campamento. Ms tarde se organiz
un consultorio en el mismo campamento que atenda a su poblacin e irradiaba ms all en los
alrededores del sector 349.
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352
134
ban tanto los directivos, profesionales y tcnicos de los servicios de salud junto a los representantes de la comunidad organizada, sindicatos, organizaciones vecinales, educacionales,
campesinas, etc., elegidos democrticamente en sus organizaciones correspondientes 353 . El
proceso de democratizacin estaba encaminado a romper las barreras funcionales institucionales y permitir la entrada a la toma de decisiones de todos los estamentos de la salud y
de la comunidad organizada en vista de la solucin, con base real, de los problemas derivados del cuidado de la salud del cuerpo social y popular.
Articulada con dichos organismos institucionales democrticos, la figura central que asumi
la participacin popular de base en el campo de la salud comunitaria poblacional fueron las
Brigadas de Salud, las que alcanzaron un grado de institucionalizacin formal a travs de la
Consejera Nacional de Desarrollo Social, quien les entreg las bases orgnicas para su funcionamiento. Definidas como organizaciones funcionales, democrticamente generadas a nivel de
la comunidad, tenan como misin incorporar a grupos de mujeres pobladoras como Responsables de salud, realizando una serie de prcticas y funciones comunitarias relacionadas con el
cuidado del cuerpo a nivel local. Cincuenta Responsables formaban la Brigada, la que a su vez se
subdivida en grupos segn programas especficos de salud (saneamiento ambiental, infancia de
alto riesgo, control de embarazadas y mtodos anticonceptivos, lucha antialcohlica, prevencin
juvenil, etc); eran capacitadas por un equipo tcnico profesional y estaban llamadas a cumplir un
importante rol en el campo de la prevencin, control y censo de salud en la comunidad.
Sobre la base de estas iniciativas social orgnicas fue cristalizando histricamente, como
decamos, el concepto de Medicina Comunitaria, definida como una Medicina Integral,
mediante la realizacin de las acciones preventivas y curativas en el medio ambiente con la
participacin activa de la comunidad organizada 354. Alejada de las obras paliativas, la
medicina comunitaria pretenda una participacin autntica de la comunidad que abriera
la posibilidad de formas superiores de sociedad. Su labor deba ser, asimismo, educativa,
promover la organizacin y la participacin en las decisiones, estimulando nuevas actitudes
con el fin de formar conciencias favorables a etapas superiores de un desarrollo humano y
solidario. Estas formas de democratizacin iran creando las clulas y tejidos de la sociedad futura, los grmenes del nacimiento de una sociedad vitalmente democrtica. Pues
una renovacin autnticamente socialista de la sociedad debe realizarse desde su interior,
mediante la formacin de un tejido celular, o sea, el desarrollo de comunidades de base, donde
en lo social y lo econmico el hombre da forma a la nueva existencia social a que dar paso la
revolucin. El desarrollo de esta sociedad nueva, entendida como comunidad de comunidades,
donde exista la necesaria descentralizacin, ser posible donde el Estado acta como unificador, coordinador e impulsor de un pluralismo socialista, en que existe el trabajo en comn
353
354
Ver al respecto, M. Anglica Illanes, En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia... Historia social de la
salud pblica. Chile, 1880-1973, Colectivo Atencin Primaria, Santiago, 1993, pp. 485-488.
Devoto, Enzo. La medicina comunitaria y las vas de desarrollo socio-econmico. Cuadernos MdicoSociales, Vol. XI, N3, septiembre, 1970, p. 33.
135
y la plena autogestin y decisin colectiva de los intereses comunes en el seno de cada comunidad. (...) La Medicina Comunitaria contribuye a esta germinacin y, por lo tanto, realiza su
aporte a la construccin de la nueva sociedad... 355.
La Unidad Popular fue un tiempo de compromiso con los cuerpos fsicos populares como
utopa de una medicina puesta en contacto directo con el pueblo. Desde este contacto ntimo
habra de surgir el nuevo mdico, el mdico del pueblo, que rechazaba servir los intereses de
una medicina liberal alejada de la vida y necesidades ms sentidas del mismo.
As lo declar un Manifiesto de un grupo de 173 estudiantes de medicina de la Universidad de Concepcin, el 28 de junio de 1971. Estaban dispuestos a poner su conocimiento
al servicio de la liberacin del pueblo, formando, as, el nuevo mdico para la sociedad
nueva, con un sentido de solidaridad de clase. Pensamos que el trabajador mdico
debe estar en contacto directo con el pueblo, vivir con el pueblo a quien tiene que servir.
Solo as podrn entenderse las mltiples causas econmico sociales que condicionan la
mayora de las enfermedades. Este compromiso y solidaridad surga de su conocimiento
acerca de la miseria, hambre y enfermedades que sufren los desposedos, del hecho de
haber palpado la impotencia de la pobreza, de tener un contacto diario con el pueblo.
Lucharan por la abolicin de la medicina privada en tanto comercial, deshumanizante,
corruptora del sentido tico que deba tener la profesin mdica y basada en un sentido
clasista de la salud. Ante todo lo cual, los estudiantes de medicina firmantes se comprometan a: 1) no ejercer privadamente nuestra profesin, ponindonos de por vida al servicio
de las clases explotadas de nuestro pueblo; 2) a luchar junto con los trabajadores para
instaurar en Chile un servicio nico de salud con mdicos con un claro sentido de servicio
a las clases populares; 3) luchar por una adecuada formacin integral y perfeccionamiento del trabajador mdico 356.
El Manifiesto expuesto pona, as, en el centro de la cuestin de la salud pblica, la relacin de sta con las necesidades concretas del pueblo, con su realidad histrica de explotacin
y miseria, con su condicin de clase trabajadora, respecto de la cual se asemejaba el mdico,
como trabajador, cuyo saber haba de poner al servicio de la clase explotada.
El saber de la medicina deba estar ligado al de las Ciencias Sociales, las cuales deban
entregar a aquella su orientacin terica, entendida como la comprensin de la sociedad conformada por individuos socialmente conformados por determinadas condiciones econmicas
sociales y polticas. La medicina deba comprender las caractersticas principales de las condiciones sociales en que viva la poblacin y la medida en que logran satisfacer sus necesidades;
la medicina deba comprenderse a s misma como el producto de una determinada estructura
social la que, a travs de su dinmica propia, iba generando ciertos problemas de salud357.
355
356
357
136
Devoto, Enzo, op. cit. Cuadernos Mdico-Sociales, Vol. XI, Santiago, septiembre, 1970, N3, p. 37.
Mensaje, Vol. XX, agosto, 1971, N 201, pp. 363-364, Estudiantes de medicina a la opinin pblica.
Gaete, Jorge y Tapia, Isabel. Ciencias Sociales: una discusin acerca de su enfoque en Medicina. Cuadernos
Mdico-Sociales, Vol. XI, N2, Santiago de Chile, junio, 1970, pp. 32-33.
Hasta este momento, los problemas de salud se entendan desconectados de las condiciones econmicas, sociales y polticas concretas. El rea de salud apareca como una esfera
autnoma e independiente de tales condicionantes; por lo tanto, sus categoras de anlisis
adolecan de abstraccin histrica. Por su parte, se prescinda de la ubicacin de los miembros de las organizaciones mdicas en la estructura de clases de la sociedad y de la
influencia que tal posicin tena en los procesos que se generaban desde dichas organizaciones. Este enfoque, influencia de la escuela norteamericana, deba cambiar en esta hora
de la historia que viva el pas y el mundo. Era necesario poner el acento en que nuestros
problemas de salud obedecen en gran medida a las condiciones de vida de la poblacin.
La magnitud y gravedad de los problemas mdicos en Chile decan relacin con nuestra
especfica estructura econmica, social y poltica, resultante de la forma concreta y particular en que utilizan el poder aquellos que lo detentan. Las variables subdesarrollo y
clase social deban, as, constituirse en fundamentos de todo anlisis de los condicionantes de salud. El acceso diferencial de los individuos a los bienes y servicios afectaba
su cuerpo 358 . Por otra parte, las polticas de salud deban dejar de definirse en forma
independiente de la poltica social y econmica, para definirse justamente segn las prioridades dictadas por los estructurantes sociales y econmicos de una nacin, de modo tal
que sea la misma sociedad la que vaya modelando la organizacin y el carcter que asuma
la atencin mdica. El nivel de salud es resultante del nivel de vida y ste del estado de
Desarrollo (social y econmico) de una sociedad. La superacin del subdesarrollo constitua, as, un objetivo bsico al momento de aspirar a la mejora del cuerpo social; no
obstante, la promocin de la salud jugaba un rol fundamental en el sentido de favorecer el
desarrollo humano de la sociedad. Medicina y Desarrollo se daban estrechamente la mano359.
De esta manera, la medicina dejara de ser una ciencia pura, para pasar a formar parte
de una ciencia social inmersa en la problemtica de la conformacin de clases y de poder en
la sociedad, abierta al cambio de las estructuras econmicas, sociales y polticas que a su vez
permitiesen ejercer una poltica mdica ligada a dichos condicionantes estructurales y a su
dinmica de cambio y democratizacin social.
En correspondencia con este fenmeno, las temticas de salud se ligaron estrechamente a
la problemtica econmica y especficamente a los problemas del desarrollo. El nivel de
salud de la poblacin quedaba condicionado a la capacidad productiva y de desarrollo de la
nacin, definido como el proceso mediante el cual se transforma una economa cuyo ingreso
por habitante tiene una tasa de crecimiento pequeo o negativo en una economa en la cual el
ingreso por persona tiene una tasa de incremento autosostenido como una caracterstica
358
359
Ibid., p. 34.
Devoto, Enzo. La medicina comunitaria y las vas de desarrollo socio-econmico. Cuadernos MdicoSociales, Vol. XI, Santiago, Septiembre, 1970, N3, p. 34.
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361
362
138
Videla, Ivn. Hambre, salud y desarrollo. Cuadernos Mdico-Sociales, Vol. XII, Santiago, septiembre,
1971, N3, p. 6,
Ibid., p. 13.
Ibid., p. 15.
364
365
Solimano, Giorgio; Unda, Hugo y Alvarez, Alfonso. Programa Nacional de Leche. Cuadernos MdicoSociales, Vol. XIII, Santiago, Diciembre, 1972, N 4, pp. 10-11.
Ibid., p. 17.
Ibid., p. 15. El dficit anual de protenas alcanzaba a 16.352 T.M., siendo el aporte del PNL de 1971 de
12.600 T.M.
139
PNL estuvo protagonizada por los Consejos Locales de Salud establecidos en el decreto 602 del
1 de septiembre de 1971 del Ministerio de Salud Pblica y por los Consejos Paritarios, mientras una parte importante de esta participacin estuvo constituida por la accin de los Lderes
Responsables Voluntarios de Salud366. Por otra parte, en los veranos de 1971 y 1972, siete mil
voluntarios de salud, capacitados en los consultorios del SNS., realizaron acciones educativas
en poblaciones diagnosticando y previniendo las diarreas infantiles de verano y su relacin con
la manipulacin de mamaderas y la nutricin. Como parte de sus trabajos de verano, estudiantes de enseanza media y universitarios colaboraron en este mismo sentido con los
consultorios del SNS en distintas regiones del pas; durante el paro de octubre de 1972, estudiantes y organizaciones juveniles ayudaron en la movilizacin y el abastecimiento nacional de
la leche; profesores de enseanza bsica organizaron la Semana de la Leche donde realizaron
acciones educativas, cubriendo dos millones de escolares bsicos; Centros de Madres y organizaciones vecinales rurales recibieron capacitacin en funcin del empleo de la leche del PNL;
en instituciones de empleados (SERMENA) y de Fuerzas Armadas se realizaron programas
educativos en torno al aprovechamiento de la leche.
Como estudiantes de la Universidad Catlica, recibimos capacitacin en la Escuela de
Medicina de la Universidad de Chile. Debamos saber diagnosticar un estado de deshidratacin aguda por diarrea y ensear la preparacin y manipulacin de la leche en polvo a guaguas
y nios pequeos. En la poblacin, el calor abrasaba, atravesando tablas y fonolas. Las moscas pululaban por el ambiente. En cajones con chales, yacan guaguas con fiebre. Hundamos
nuestras manos en su cuerpo, observando su color amarillo violceo; apretbamos su piel
entre nuestros dedos y soltbamos, atendiendo la demora en su estiramiento; notbamos la
deshidratacin y envibamos de urgencia al consultorio. Conversbamos entre los jergones
de la miseria, sobre leche y mamaderas, sobre moscas y bichos, sobre agua hervida y servida,
sobre desechos y derechos; en suma, sobre el gobierno del cuerpo en la pobreza y el albor de
la nueva hora lctea.
La escasez de productos agropecuarios, resentida con el proceso de reforma agraria, se
haba traducido en que la importacin total agropecuaria para 1972, tuviese un incremento
de 288% respecto de 1970; de estas importaciones, las referidas al rubro alimentos y productos agropecuarios equivala al 88,3% de las importaciones367. En estas circunstancias, el
gobierno decide, en el verano de 1973, organizar el Estanco del Trigo, con el fin de asegurar
el abastecimiento de este producto bsico y evitar que la produccin del rea reformada se
desviase al mercado negro. A travs de esta intervencin, el Gobierno se constituy en una
figura centralizadora en cuanto poder comprador agrcola.
366
367
140
Ibid., p. 15.
Huerta, M. Antonieta. Otro agro para Chile. La historia de la reforma agraria en el proceso social y poltico,
CISEC; CESOC; Santiago, 1989, p. 366.
La campaa del Estanco del Trigo se revisti de un alto contenido tico en el sentido de
una misin nacional a cumplir por parte del rea reformada con respecto al resto de sus
compatriotas del pas. El Estado vena a constituirse en el mediador de esta misin, resguardando tanto a los campesinos su propio abastecimiento de semillas y productos, como al
pueblo en general el abastecimiento de trigo y pan. El Estanco del Trigo defiende el pan de
Chile; Tu trigo para el gasto est seguro, campesino. Al vender tus granos a la Empresa de
Comercio Agrcola tienes el trigo necesario para el justo consumo de tu familia y garantizas
el pan para todos los chilenos, decan los carteles de propaganda del Estanco, mostrando la
figura de un campesino entregando un pan a un nio de Chile368.
La campaa fue adquiriendo dinamismo y respuesta, sumndose los campesinos a las tareas de acopio y control de flujo y distribucin del producto en carretera. Las pginas que
siguen buscan mostrar algunos aspectos de esta campaa implementada en el verano de 1973.
Lo haremos a travs de las pginas del diario El Siglo, en cuanto rgano de uno de los partidos
(el Partido Comunista) ms cercanos a la poltica del gobierno y cuyas pginas siguen de cerca
la batalla de la produccin en el agro.
Desde el mes de febrero de 1973 el gobierno del Presidente Salvador Allende se propuso,
como un objetivo central de su poltica econmica de abastecimiento, a travs del organismo
Empresa de Comercio Agrcola (ECA), dependiente de la Direccin de Industria y Comercio
(DIRINCO), la tarea de asegurar el abastecimiento de trigo, harina, pan y maz en el pas. Con
este objetivo el Estado se instaur como el poder comprador por excelencia del trigo en verano
y del maz en otoo, estableciendo cuotas de produccin y venta a lo largo de todo el sector
reformado del pas. Sus emisarios recorrieron zona por zona, de norte a sur, comprando trigo y
asegurando su transporte a los centros de acopio, evitando, a travs de estrictos controles para
lo cual se actu junto a Carabineros su desvo hacia el mercado negro. A fines de marzo de
1973 la Contralora General de la Repblica despach el decreto del Estanco del Trigo 369.
Todo esto formaba parte de la batalla de la produccin agrcola que deba verificarse en todo el sector reformado del pas, especficamente en las 142.000 h que le haba
correspondido sembrar en la cosecha de febrero de 1973 370, para asegurar el abastecimiento de productos alimenticios bsicos de la poblacin. La batalla contemplaba tres programas:
a) el Programa de Produccin que fijaba las metas de acopio por rea predial entre ECA (el
poder comprador agrcola del Estado), los campesinos y personal en terreno; b) el Programa de Comunicaciones, que difundira los precios y lugares de compra, comunicando las
garantas que recibiran los productores vendiendo trigo y maz a ECA (como una citroneta en parte de pago de su venta, por ejemplo); y c) un Programa de Capacitacin, que tena
a su cargo la informacin y movilizacin campesina en apoyo de la campaa, mediante el
368
369
370
141
control de la produccin y su venta, movilizando paralelamente a los trabajadores y estudiantes al trabajo voluntario 371 .
Como respuesta al Estanco del gobierno, a juicio de El Siglo, miles de trabajadores,
campesinos, obreros, molineros y panificadores estn trabajando por el xito del estanco del
trigo a lo largo de todo el pas. Estn ponindole el hombro en las reas de acopiar y vigilar
con el objeto de que Ud. tenga durante todo el ao pan en su mesa y tampoco le falten los
alimentos derivados del trigo y adems los tenga a precios justos y no a precios estratosfricos como lo pensaba la mente inhumana de los especuladores372.
Se procedi a encuestar todas las siembras en colaboracin con el campesinado, fijndose un
precio de 434 escudos el quintal en potrero. Puesto en molinos o en bodegas el valor suba a 446
escudos el quintal (al requisarse se pagaba a 250 escudos el quintal). Para el transporte del trigo
ECA extendera una gua de libre trnsito; el que no la portase, quedaba sujeto a requisicin 373 .
A fines de febrero se haba terminado la cosecha del norte, inicindose a todo vapor
las tareas de acopio. En las provincias de Coquimbo y Santiago la Empresa de Comercio
Agrcola haba adquirido el 50% de la meta. En Valparaso y Aconcagua las tareas del acopio
se aceleraban con xito, debido al apoyo permanente de las organizaciones campesinas de
la zona. Las Federaciones Rapa Nui, Libertad y Progreso y Provincial de Asentamientos,
entre otras, han hecho pblico su apoyo a la medida del Gobierno destinada a asegurar el
abastecimiento normal de harina para el consumo de la poblacin. Cooperacin que abarcaba tambin a medianos y pequeos productores, lo que haba evitado las requisiciones del
producto, mientras campesinos y carabineros vigilaban las rutas carreteras y caminos secundarios durante 24 horas. El perodo de recoleccin de cereal finaliz en febrero con cifras
auspiciosas: 130.000 qq., superando la meta fijada para la zona que corresponda a 50.000 qq.
en Valparaso y 80.000 en Aconcagua 374 . Las cifras del ltimo control de avance establecan
que, en la Provincia de Valparaso, ECA haba comprado a los campesinos la cantidad de
6.174 ton. de trigo, sobrepasando el 19% de la meta fijada por el Estanco, vale decir, 5.200
ton. En Aconcagua se haban recopilado 8.400 ton., superando en un 15% la meta de 7.000
ton 375. En Maule y Linares, zona que se habra visto afectada en su siembra por el paro de
octubre, 12.000 campesinos agrupados en las Federaciones Campesina e Indgena Ranquil,
Nuevo Horizonte y Unidos Venceremos de las Confederaciones Ranquil y Unidad Obrero
Campesina, participaban activamente en las tareas del acopio, las que, en espera de nuevas
cosechas, ya alcanzaban a 30 toneladas. En dichas provincias se habra procedido a requisar
7 toneladas que iban destinadas al mercado negro376. En Cautn, la cantidad comprada por
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ECA duplicaba las existencias del ao anterior. En toda la provincia la cantidad adquirida
alcanzaba los 23.000 quintales, contando con el respaldo en la zona de la inmensa mayora
del campesinado as como de las organizaciones campesinas 377 . En Bo-Bo y Malleco, al
mismo tiempo que se organizaba el abastecimiento rural, todo el aparato estatal y sindical
agrcola de la zona se hallaba abocado al estanco del trigo, medida impulsada con entusiasmo por los campesinos 378 ; los controles de avance indicaban que all ya haban pasado al
Estanco el 55% y 35% respectivamente de la produccin triguera. En la provincia de Osorno,
habindose iniciado la cosecha das atrs, se haba recaudado el 16 % 379 . Mientras el acopio
se llevaba a cabo, seguan recorriendo el territorio nacional, desde Coquimbo a Llanquihue,
las dos comisiones dependientes del Comando Nacional del Estanco, detectando, en el terreno mismo, la marcha del programa de abastecimiento de trigo, destinado a asegurar la harina
y el pan en la mesa diaria de los chilenos.
La reaccin no se habra hecho esperar. En contra del Estanco habra alzado su voz la patronal
Sociedad Nacional de Agricultura, llamando a los campesinos a no responder al Estanco. Habran
enviado sus agentes a recorrer cada predio del sector reformado ofreciendo precios altos por cada
quintal de trigo, lo cual habra sido repudiado por los campesinos. Estos habra mostrado ser un
modelo de comportamiento: se habran organizado para vigilar sus siembras de posibles atentados, vendiendo posteriormente a los poderes compradores de ECA 380.
Uno de los problemas ms sentidos durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973)
fue el abastecimiento de productos bsicos. El mercado negro imperaba, mientras escaseaban
los productos de primera necesidad. Las colas de compra de mercaderas se transformaron en
un paisaje de la vida cotidiana. Los opositores al gobierno hicieron del mercado negro y de esta
situacin de entrampamiento del abastecimiento, parte importante de su poltica de reaccin.
La campaa dirigida a las amas de casa que no encontraban en el comercio los artculos de
consumo diario, constituyeron el blanco ms fcil para la oposicin, a lo que se aada un
sentimiento de inseguridad que vena a ser caldo de cultivo para un panorama de crisis.
Por otra parte, los trabajadores, pobladores y pueblo en general proclive al gobierno, viva
momentos lgidos de desarrollo de su compromiso y conciencia, lo que haba quedado reflejado en la batalla de la produccin que haban estado dando en todos los frentes, especialmente
en la coyuntura del paro de octubre de 1972. Esto tambin se expres en las elecciones de
marzo de 1973, donde el gobierno alcanzara un alto respaldo de votantes a nivel nacional.
En este doble contexto, el gobierno y los vecinos dan nacimiento a las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP), las que se encargaran de distribuir una canasta bsica a los
377
378
379
380
143
pobladores y vecinos del pas, expresin del esfuerzo del gobierno popular y de los trabajadores y pobladores en general, por abordar democrticamente uno de los problemas claves del
gobierno popular, cual fue el abastecimiento y la lucha contra el mercado negro. Con esto se
daba un paso decisivo en la lucha por el abastecimiento de la poblacin, conjurando el panorama de escasez, avanzando, al mismo tiempo, en las prcticas organizacionales de la poblacin.
A travs de esta medida se construa socialismo sobre la base de la relacin pueblo-gobierno,
en un momento en que las tensiones que tendan a vulnerar esta relacin alcanzaban algunas
manifestaciones crticas en otros campos de la realidad social. Al respecto, en este terreno de la
lucha por el abasto, la Unidad Popular al mismo tiempo que daba pasos decisivos en la lucha
contra el desabastecimiento, apuntalaba la relacin pueblo-gobierno en el seno mismo de las
bases poblacionales, vulnerando uno de los puntos claves de la campaa de la reaccin poltica.
Segn lo decretado por la Resolucin 112 de DIRINCO, dirigida por el general Bachelet,
junto a la toma de razn de la Contralora General de la Repblica (publicadas en el Diario
Oficial el 4 de abril de 1972) que crearon legalmente las JAP, estas se definieron como la
agrupacin de trabajadores que lucha por mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro
de cada unidad vecinal, de preferencia esforzndose por lograr un adecuado abastecimiento,
velando por un eficaz control de los precios, luchando contra la especulacin y los monopolios,
promoviendo el mejor aprovechamiento de los medios de subsistencia del pueblo y cooperando, en general, con todas las funciones de la Direccin de Industria y Comercio 381 . Dicha
Resolucin sealaba que las JAP podran atender los problemas de abastecimiento de los
comerciantes detallistas y respaldar sus denuncias contra los intermediarios inescrupulosos o
contra los funcionarios o inspectores que no cumplan correctamente su funcin; cooperar en el
control de los precios teniendo al da en cada unidad vecinal las listas de precios oficiales y
exigiendo a los comerciantes su cumplimiento mediante la persuasin y en caso contrario,
mediante la respectiva denuncia. Su funcin especfica consistira en confeccionar y mantener actualizado todo tipo de informacin (nmero de familias, cantidad de habitantes, cantidad
y tipo de negocios) que colabore a planificar una adecuada distribucin y permita que cada
familia logre en su lugar de residencia la cantidad indispensable de productos bsicos 382 .
Como expresin de la nueva relacin que, en el seno de las JAP se creaba entre el pueblo y el
gobierno, el presidente Allende sostuvo en La Moneda, a fines de febrero de 1973, una reunin con
todos los dirigentes comunales de las JAP de Santiago. En dicha reunin el general Bachelet,
Secretario Nacional de Distribucin, entreg a los dirigentes de las JAP un Instructivo General
para la organizacin y funcionamiento de las Juntas de Abastecimientos y Precios que regulara
su creacin y funcionamiento. All se ratificaba la validez legal de las JAP, cuestionadas por
la oposicin, entregndoles atribuciones en el marco de la poltica de distribucin del gobierno,
asignndoles un papel de primera importancia al convertirse en los organismos de
381
382
144
Ibid.
Ibid.
145
1. Palabras preliminares
Para la consolidacin del socialismo en Chile era fundamental la construccin de una
nueva cultura. Una cultura que superara los valores burgueses y los fundamentos del capitalismo, para encaminarse en la gnesis de nuevos sentidos acordes con el sistema poltico que
se quera instaurar. En el presente escrito se hace un anlisis y descripcin principalmente
de cmo estos valores se plasmaron en la produccin artstica e intelectual. A sabiendas de
que el elemento cultural es mucho ms que ello, teniendo fundamental relevancia aspectos
como la educacin y la produccin , y procesos como la reforma agraria, la nacionalizacin
del cobre y las reformas educacionales, el abarcar la cultura en su sentido ms global necesariamente merece un trabajo ms largo y profundo.
Por ahora, creemos que un importante espejo donde se reflej el sentido y la identidad
del proceso cultural en Chile bajo el gobierno de Salvador Allende, fue por sobre todo la
msica, y junto a ella la plstica y la industria editorial, que marcaron una pauta y se transformaron en smbolo de aquella nueva sociedad truncada.
147
El proyecto poltico socialista se llev a cabo durante los mil das que significaron tres
aos de revolucin en Chile. El programa de gobierno haba sido presentado el 22 de diciembre de 1969. Entre los puntos ms importantes, ms all del anlisis de coyuntura que viva
la sociedad burguesa en aquel entonces, y las expectativas esperanzadoras y viables con que
se vea la instauracin transitiva del socialismo en Chile, se encontraban la creacin de una
nueva Constitucin, la conformacin de una Asamblea del Pueblo y la nacionalizacin de la
Gran Minera. Para conseguir todos estos objetivos, el programa plante 40 medidas inmediatas. La ltima de ellas deca: Crearemos el Instituto Nacional del Arte y la Cultura y
escuelas de formacin artstica en todas las comunas385.
Esta medida se enmarcaba en el planteamiento general que consideraba el gobierno
para el rea Cultura y Educacin, que apareca en el Programa. Se declaraba categricamente que el nuevo Estado procurar la incorporacin de las masas a la actividad intelectual
y artstica. Se reafirmaba toda aquella aspiracin a la conciencia de clase y revolucionaria,
superando los valores burgueses, basndose en un pueblo socialmente consciente y solidario. Entre los prrafos ms elocuentes del programa, en cuanto a transformacin y construccin
de una nueva cultura, se sealaba:
Los cambios que se harn necesitan de un pueblo socialmente consciente, solidario
y educado para ejercer el poder y para defenderlo. La cultura no se crea con una ley,
sino que surge de la lucha constante por la fraternidad contra el individualismo, por
el trabajo contra su desprecio, por los valores nacionales sin sumisin a valores que
no nos pertenecen386.
La cultura fue as, desde el comienzo y como se puede presumir, una de las prioridades del
gobierno de la Unidad Popular. Era el medio para, desde la creacin artstica-musical-intelectual, proponer una nueva sociedad donde los valores imperantes fueran los del proletariado en
vez de aquellos burgueses que haban prevalecido a lo largo de gran parte de la historia nacional. El actor principal deba ser, por lo tanto, el pueblo. La voluntad del gobierno popular era la
de transformar la creacin en un agente de revolucin, resguardando la libertad merecida por
todo creador, pero tendiendo a que la obra fuera accesible y ejecutable por todos, que fuera
verdaderamente democrtica. Cmo se present esto en la prctica?
Pues bien, desde el 5 de septiembre de 1970 la quimera deba hacerse praxis. Ante una
opinin pblica expectante, y a veces temerosa, del gobierno ad portas, y frente a intentos
salvajes por parte de la reaccin de evitar la asuncin de Allende a la presidencia, la Unidad
Popular asumi la conduccin del Estado desde el juramento de su presidente por el perodo
comprendido entre el 3 de noviembre de 1970 y el 3 de noviembre de 1976.
El evento significaba ponerse manos a la obra. Pero la obra, en s, desde haca mucho tiempo que se estaba realizando en manos de distintos creadores. La antigua esperanza ahora se
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Plegaria a un labrador, editada el ao 1970 en el disco de larga duracin Pongo en tus manos
abiertas, por el sello de las Juventudes Comunistas, fue en aquella ocasin interpretada por su
autor y el acompaamiento del grupo Quilapayn. Hablando de los problemas del campesino y su
deber de construir una sociedad nueva (lbranos de aquel que nos domina en la miseria / danos
tu fuerza y tu valor al combatir / sopla como el viento la flor de la quebrada / limpia como el fuego
el can de mi fusil), la cancin fue el primer hito musical del movimiento, y una muestra de que
la cultura que se pretenda construir en el gobierno de la Unidad Popular ya tena una evolucin
previa; ya se haca patente, por lo menos a travs de la msica. A su vez, Vctor Jara y Quilapayn
se constituan en dos figuras ejemplares de la cultura revolucionaria.
Vctor Jara, quien haba estudiado y desarrollado una fructfera e importante carrera
teatral amparado en la Universidad de Chile, haba editado su primer disco sencillo por el
sello Demon en 1965 con las canciones La cocinerita y El cigarrito. Su primer disco larga
duracin, homnimo, fue editado por el sello Arena en 1966. Asimismo, era nmero frecuente de la Pea de los Parra y de otras peas universitarias, tanto en Santiago como Valparaso
y todo Chile. Conjuntamente a ello, fue director musical del conjunto que lo acompa en el
Festival hasta el mismo ao 1969.
Quilapayn, cuyo nombre significa Tres barbas en mapudungn, se inici en el invierno de 1965 con los hermanos Julio y Eduardo Carrasco y Julio Numhauser como integrantes.
Su debut en un escenario fue en la pea de la Universidad de Chile de Valparaso y su primer
festival fue el Primer Festival Nacional de Folclore, que se realiz en Via del Mar y donde
resultaron ganadores. El disco que inici la carrera en estudio del conjunto, homnimo, lo
haban grabado el ao 1966. Luego de numerosos cambios de integrantes, grabaron su segundo disco, Basta, el mismo ao 1969. Aseveraban con ste su posicin poltica decidida, popular
y revolucionaria. Afirmaban con energa: Basta ya que el yanqui mande.
El ao anterior, el msico Luis Advis haba escrito una serie de poemas luego de una visita
a Iquique inspirado en los problemas sociales que se haban vivido en las salitreras a comienzos del siglo XX. Estos derivaron en una larga composicin, fundacional en trminos de que
mezclaba elementos de la msica docta con variables de la msica popular folklrica, a lo que
se le agregaba un patente mensaje temtico de denuncia social. Al gnero se le llam cantata
en vista del nombre de la obra: Cantata Popular Santa Mara de Iquique. Luego de contactarse
conjunto y compositor, el ao 1969, y despus de acuciosos ensayos, grabaron la obra en julio de
1970 para el sello Dicap, el que la edit en una lujosa presentacin que inclua el texto completo y el relato a cargo del actor Hctor Duvauchelle. El estreno en vivo se realiz en agosto de
1970 en el Estadio Chile, en el marco del 2 Festival de la Nueva Cancin Chilena. La interpretacin estuvo a cargo del grupo Quilapayn y la narracin, en la voz del actor Marcelo Romo.
Con la Cantata, la cultura popular a la que aspirara el gobierno popular tendra un
referente. La msica de concierto, ligada histricamente a las elites, se haca masiva; el
pueblo era protagonista de un producto del que antes estaba totalmente ajeno.
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El ejemplo fue seguido por otros compositores de formacin clsica. Entre ellos, Sergio
Ortega fue uno de los ms importantes. Fue l quien compuso las melodas de uno de los
discos ms emblemticos del fenmeno de gestacin de una nueva cultura. Nos referimos a
Canto al programa, disco de larga duracin que musicalizaba las aspiraciones del entonces
candidato Salvador Allende, interpretado por el conjunto Inti Illimani y que apareci en el
mercado el mismo ao de las elecciones. En esa obra, se afirmaba que el proceso eleccionario que vena no era una eleccin cualquiera: Porque esta vez no se trata de cambiar un
presidente / Ser el pueblo quien construya un Chile bien diferente.
Los msicos de la Nueva Cancin se transformaron en la cara visible, y fcilmente reconocible por el pblico masivo, de los nuevos valores que se proponan. Y stos no dejaban de ser
particulares. La sociedad chilena viva un proceso en que la juventud se reconoca como un segmento distinto en el mbito nacional; empezaba a fumar marihuana, a escuchar rock, le gustaba la
Msica Libre. Por otra parte, las melodas de Los Cuatro Cuartos, las Cuatro Brujas, Los del
Sendero, y muchos otros grupos de raz folklrica, le cantaban al sauce llorn, al arriero, al ovejero,
pero todo romnticamente, sin mayores cuestionamientos, sin mayor aspiracin por generar un
cambio estructural. Adems, Buddy Richard, Gloria Benavides, Cecilia y muchos otros, proseguan en aquella fantasa del star system criollo con portadas en la prensa de espectculos y
presencia constante (aunque menor que algunos aos antes) en las radioemisoras.
Pero la propuesta cultural de la Unidad Popular no era liviana: era militante, combativa,
severa. No tena nada que ver con el Festival de Piedra Roja, por ejemplo, que emulando al
gringo Woodstock se realizaba en los contrafuertes cordilleranos cercanos a Santiago el fin
de semana del 11 al 13 de octubre de 1970. Tampoco con Los Jaivas, quienes haca poco
haban tenido su debut discogrfico y que algunos aos ms tarde seran tildados en la revista Ramona, de las Juventudes Comunistas, como: Estos s que son pjaros raros, Jaivas que
vuelan387. Menos tena que ver con los rockeros Aguaturbia, que aparecan completamente
desnudos en la cartula de su primer LP. aparecido en 1970.
Era as como la tarea que enfrentaba el gobierno de la Unidad Popular en el mbito
cultural, y en todos los aspectos, era particularmente compleja. Si bien se presentaba en la
palabra como fundacional, deba recuperar toda esa evolucin previa que tan bien demostraba la msica. Si bien el objetivo era construir una cultura donde el protagonista fuera el
pueblo y los trabajadores, deba ser cuidadosa con la libertad creativa esencial en toda produccin cultural. Y tempranamente hubo voces de alerta sobre estas posibles dificultades.
Un grupo de escritores, entre los que se encontraban Enrique Lihn, Alfonso Caldern,
Poli Dlano, Luis Domnguez, Ariel Dorfman, Jorge Edwards, Cristin Huneeus, Hernn Lavn, Hernn Loyola, Germn Marn y Waldo Rojas, publicaba en 1970 un texto llamado Por
la creacin de una cultura popular nacional388. En el escrito llamaban a poner atencin
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Ms all de una poltica gubernamental coherente, sistemtica o efectiva, eran las iniciativas particulares, tanto a nivel institucional como individual o grupal, las que conseguan
aportar eventos, muestras, proposiciones de una nueva cultura. Y ello en la ms amplia gama
de campos posibles.
En enero de 1971 se informaba sobre el nacimiento de la Compaa Teatral El ngel, con
sede en la sala San Antonio, ubicada en el pasaje Maru. Estaba integrada por Anita Gonzlez,
Alejandro Sieveking, Blgica Castro, Dionisio Echeverra y Luis Barahona. Su intencin era
contar historias simples, nada de intelectuales ni de difcil comprensin, ofreciendo profesionales montajes sobre la obra de clsicos como Shakespeare o Chejov, constituyendo un teatro
ms cultural que de accin poltica directa, aunque igualmente con un sentido social al hacer
cercana al pblico masivo aquella cultura que le pareca ajena.
Tambin en este mbito, la Central nica de Trabajadores, CUT., fund el mismo ao el
Teatro Nuevo Popular, TNP. A diferencia del anterior, el objetivo de ste era generar arte
desde el propio trabajador. Segn explicaba Mario Jimnez, encargado de los asuntos culturales de la CUT:
Nuestro propsito fundamental es llegar a los trabajadores que hasta ahora han
estado marginados del espectculo. Se trata de realizar un teatro ms identificado
con la realidad nacional. Y queremos que sean los propios trabajadores quienes aporten ideas y sugerencias al contenido de las obras389.
Fruto de esta experiencia, la compaa mont en octubre de 1971 la obra La maldicin
de la palabra, experiencia mixta entre actores y asentados que obtuvo el primer lugar en un
concurso de teatro social organizado por la misma CUT a mediados de dicho ao.
Este mismo conglomerado sent las bases de la Federacin del Nuevo Teatro, organismo
cuyo objetivo era coordinar y agrupar la actividad de diversas compaas dispuestas a asumir un papel activo en el proceso poltico encabezado por el gobierno. En la convocatoria,
adems, se inclua el Teatro del Nuevo Extremo, el Teatro Aleph, el Ballet Popular y los
Mimos de Noisvander. El principal objetivo que se planteaba era:
1.- Incorporar activamente a las grandes masas de trabajadores al proceso cultural,
facilitando su participacin en las expresiones teatrales390.
Bajo el concepto que a travs de la cultura se realizara la produccin de identidades
polticas y sociales funcionales al proceso revolucionario y a la consolidacin de la sociedad
socialista, relegando a un segundo plano las dimensiones propiamente estticas o de entretencin inherentes a los hechos de cultura391, una de las modalidades que asumi el Estado fue la
de apropiarse de empresas que ya tenan una trayectoria de produccin cultural importante.
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visin real de la historia, no acudiendo a las fuentes tradicionales de informacin, sino a aquellas que permitan analizar momentos histricos y temas antes olvidados como la historia del
trabajo o del sindicalismo. Para ello se cuenta con la asesora de seis profesionales universitarios, encabezados por Hernn Ramrez Necochea y Julio Csar Jobet393.
En noviembre de 1971 se informaba la emisin de un libro por semana, con un gran
tiraje, que se instalara en los quioscos y a un precio completamente accesible (12 escudos)394 . Los impresos se ordenaran en distintas ediciones, cada una con un sentido particular.
La primera era Nosotros los chilenos, conjunto de estudios del acontecer histrico y cultural del pas cuya tarea esencial es permitir que los chilenos nos conozcamos a nosotros
mismos395 , destacando los momentos ms importantes de la historia del pueblo chileno y
redescubriendo a personajes histricos, dentro de los que el annimo trabajador era el ms
importante. Esta coleccin se dividi en tres partes: Hoy contamos, Nosotros trabajamos
y Primera persona. El objetivo inicial de esta coleccin era que estuviera integrada por 56
libros, cada ejemplar de 96 pginas y con 50 a 60 fotos, y de aparicin quincenal.
La segunda coleccin era Quimant para todos, consistente en una seleccin de la mejor
literatura del mundo, particularmente latinoamericana. Cuadernos de educacin popular,
la tercera de la serie, eran textos ideolgicos y de educacin poltica que ayudaban en la comprensin del proceso al socialismo, cuya misin es llevar a los trabajadores una serie de obras
de estudio y anlisis396 . Finalmente, Camino abierto era una serie de textos que recopilaban
los diversos debates y discusiones que provocaba el momento histrico. Entre noviembre y
diciembre de 1971, contando estas cuatro colecciones, se vendieron 265 mil 321 escudos en
libros que se distribuyeron por intermedio de las instituciones y los sindicatos.
En el mismo perodo se anunciaba la aparicin de nuevas colecciones como Clsicos
del pensamiento social (escritos marxistas), Coleccin Cordillera (clsicos de la literatura) y Cuentos infantiles. A la misma fecha Quimant estaba lanzando ediciones de 50 mil
ejemplares de libros semanales, fenmeno nunca visto en el pas. La labor de difusin la
reseaba el encargado del rea, Enrique Penjean, de la siguiente forma: Por ejemplo, de los
50 mil ejemplares de una obra, 30 mil son distribuidos en los quioscos (20 mil en Santiago y
10 mil en provincias) y 20 mil a travs de otros canales (libreras, instituciones, organizaciones sindicales, centros de estudio)397.
El slogan de los libros de la editorial era: Una llave para abrir cualquier puerta. La
culturizacin del pueblo, su acceso efectivo a la cultura, se intentaba a travs de la industria
editorial. Precios bajos, ediciones numerosas, distribucin masiva, todo ello formaba parte
del concepto que se intent generar con Quimant.
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El fenmeno Quimant abarc a otras empresas. Tanto por motivos de competencia comercial como por conviccin principista, gener un importante auge de ediciones y colecciones masivas,
accesibles a casi todo pblico. Esta explosin editorial se plasm en hechos como que Editorial
Nascimento, dirigida por Hernn Loyola, abriera hacia fines del ao 1971 su Biblioteca Popular;
que la editora Austral, por su parte, inaugurara, esta vez s con claro tinte ideolgico, la Coleccin
Camino de Victoria; que las Ediciones de Prensa Latinoamericana continuaran con nuevos bros
su coleccin Amrica Nueva; y que las universidades, en general, incrementaran notablemente
sus impresiones. Editorial Universitaria, por ejemplo, edit en 1971 ciento treinta y cuatro ttulos,
84 de ellos pertenecientes a la Coleccin Cormorn (que era la que presentaba el formato masivo,
de gran distribucin), y 50 textos escolares. En ejemplares se publicaron ms de un milln, segn
contaba el gerente de la editorial, Eduardo Carrasco398. El mismo ao naci Editorial Huda, propiedad de Hugo Debandi, la que se proyectaba a partir de octubre con la emisin de diez ttulos.
El libro de bolsillo, soporte principal de esta nueva cultura editorial masiva y popular, se
transformaba en uno de los principales smbolos del acceso generalizado a la cultura formulado e incentivado por la Unidad Popular. La idea de cambiar el concepto de libros y cultura:
que haba que combatir las libreras cerradas a la hora que se sale del trabajo, los altos
precios de los libros, los bajos tirajes, el poco conocimiento de los valores literarios nacionales y -lo ms esencial- el concepto del libro como mercanca, se estaba cumpliendo.
Conjuntamente a esto, Quimant ofreci al pblico una serie de revistas, de distribucin
semanal, quincenal o mensual, que abarcaban distintos temas cotidianos y que en parte se
transformaban en una respuesta a la cultura ofrecida por la industria hasta el momento399.
La gama de revistas abarc todos los aspectos posibles. En el mbito de la historieta, destacaban ttulos como El Manque, Delito, Agente Silencio o Espa 13. En trminos de realidad
nacional, los ttulos fueron Ahora y Mayora. La revista La Firme: revista de informacin
popular tena el objetivo de mostrar a la poblacin valores y objetivos del gobierno popular
mediante un formato de historietas. La Quinta Rueda, por su parte, fue la revista cultural por
excelencia. Dirigida por Hans Ehrmann, su nombre hablaba justamente de la Cultura como
la quinta rueda del carro que haba que empujar, y en sus pginas se lea debate intelectual
e informacin cultural de muchas de las ms prestigiadas mentes del pas.
De las dirigidas a segmentos definidos de la poblacin, las significativas fueron: Paloma,
destinada a la mujer; Cabrochico, revista infantil; y Onda. Esta ltima merece especial mencin,
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pues fue la revista dirigida al segmento juvenil el cual, ya por aquella poca, estaba consolidado con una identidad propia y potencialidad definitoria dentro de cualquier progreso
social. Su slogan fue Hoy es el primer da del resto de tu vida, sobre el cual incluso se
compusieron dos canciones para su promocin, interpretadas por el grupo Amerindios, integrante del movimiento Nueva Cancin Chilena. Fue producida con la participacin de la
Direccin Nacional de Centros Juveniles, la Consejera de Desarrollo Social, ODEPLAN y el
Departamento de Educacin de la Universidad de Chile, y en sus pginas se podan leer
temticas como el despertar sexual, el compromiso poltico, biografas de estrellas de cine,
crtica cultural, msica rock, Nueva Cancin Chilena, etc.
La revista Onda fue una muestra de cmo la cultura propuesta por el gobierno popular,
deba mezclarse con elementos de la cultura burguesa para, aprovechndose de esta ltima,
generar el esperado cambio. Si bien la temtica estaba claramente definida por los intereses
de la va chilena al socialismo, en su contenido incorporaba temticas anexas. La misma
cancin de promocin distaba, en su estilo, de la msica de raz folklrica tan identificada
con las reivindicaciones sociales.
En cuanto a la literatura presentada, Quimant se preocup de editar varios clsicos
universales, pero tambin una serie de novelas donde la temtica principal era la denuncia
del conflicto social. Varios escritos de autores chilenos daban cuenta de problemas contingentes, as como obras de literatura universal se presentaban dentro del marco terico que
implicaba la bsqueda del socialismo a travs del gobierno en curso.
Entre las obras chilenas, hubo algunas emblemticas. La principal fue ...Y corra el billete, de Guillermo Atas, editada el primer semestre de1972 y tildada por el mismo autor como
novela-tabloide. En sus pginas se relataba el drama de los trabajadores de las empresas
estatizadas debido a los intereses de privados400. El libro tuvo una segunda edicin lanzada
el 21 de diciembre de 1972, luego de agotar una tirada de treinta mil ejemplares.
Otro libro importante fue El miedo es un negocio, de Fernando Jerez, novela que hablaba
sobre el pnico financiero que desataron los sectores reaccionarios desde el 4 de septiembre
de 1970, pnico reflejado en su protagonista, a la sazn un empleado bancario401.
Promoviendo la labor literaria desde el compromiso social, Quimant convoc a un concurso de poesa el ao 1972. Se presentaron ms de 300 escritores al concurso, de los cuales
fueron seleccionados diez. El primer premio lo gan Fernando Quilodrn con su obra Los
materiales. En el jurado haban representantes de la Sociedad de Escritores de Chile, Ministerio de Educacin, Universidad de Chile, CUT y Quimant. Se public un libro con los
autores seleccionados, cuyo prlogo lo escribi Jorge Jobet, acadmico de Literatura General de la Universidad de Chile. En ste se sealaba:
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En este salto le cabe al escritor una responsabilidad grande. Es, por condicin, uno
de los motores del cambio. Su misin humana y artstica cobra un valor trascendental, por contener su mensaje las angustias y esperanzas del hombre en su eterna
lucha por alcanzar los propsitos ms elevados de su espritu; los sucesos y contingencias que lo rodean; la realidad que ensombrece o exalta a la persona; los perfiles
caractersticos de los grupos o las comunidades; las fuerzas primarias y bestiales en
pugna con el bien y la justicia; los desbordes del odio, del abuso o del menosprecio
sobre el amor, la equidad y la dignidad del hombre. En fin, la descripcin, interpretacin y explicacin de la existencia dentro de los mrgenes propios de la naturaleza
creadora de su arte. El escritor es un hombre comprometido con su tiempo, que lo
alimenta y vivifica, compromiso que no debe significar sujecin a consignismos determinados, sino libre expresin de nuestro ser moral402.
ste era el sentido de la propuesta cultural del gobierno popular: la libertad creadora
responsable con el proceso de cambios que estaba viviendo Chile. Quimant pretenda constituirse en el reflejo de esta intencin, de lo cual daban justa cuenta sus numerosas
publicaciones. Su oposicin fue ciertamente severa, tanto como lo era la oposicin poltica
del momento. El edificio de la empresa termin sufriendo un atentado con cinco bombas
molotov a mediados de octubre de 1972.
Paralelamente, en medio de un ambiente donde la msica fornea tena importante presencia en los medios de comunicacin, la Nueva Cancin Chilena segua pretendiendo ser la
alternativa que el pas en transicin al socialismo necesitaba.
Fue as como el 20 y 21 de noviembre de 1971 se realiz el Tercer Festival de la Nueva
Cancin Chilena, esta vez auspiciado por un organismo oficial como lo era el Departamento
de Cultura de la Presidencia. El evento se enmarc en las Jornadas de la Nueva Moral del
Trabajo impulsadas por la misma instancia, que tambin inclua una serie de concursos de
serigrafas, teatro, libretos de radio y de televisin con contenido social. Asimismo, dentro de
las actividades se generaron talleres de estudio y foros sobre temas como la participacin
popular en la produccin, los medios de comunicacin de masas o la educacin, con el objetivo de recoger crticas ante las experiencias del gobierno y encaminarlas a la creacin cultural.
El festival fue particularmente relevante, pues provoc una serie de cuestionamientos
acerca de la labor que deba realizar el canto popular y la necesidad de adecuarse a los
nuevos tiempos en vista del avance de la historia.
En trminos prcticos, se presentaron 116 canciones, de las cuales se seleccionaron 16
que fueron presentadas en los dos das sealados. Para cada uno de estos temas, artistas del
Taller de Grfica Popular, vinculado al organismo oficial patrocinante, dedicaron un grabado, los que quedaron impresos en el programa-cancionero exhibido durante la muestra.
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Poesa 72 Quimant. Concurso Carlos Pezoa Vliz. Santiago; Editorial Quimant, 1972, p. 8.
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en la que el sello Dicap era sintomtico e IRT se transformaba en importante apoyo. Por otro
lado, el fuerte de la propuesta era, ms que la transmisin de esta msica a travs de los
medios de comunicacin masivos, las presentaciones en vivo: sus intrpretes constantemente recorran el pas realizando actuaciones, ms an ahora con el apoyo del gobierno. Y no
solo en Chile, sino tambin en el extranjero. Si bien la Nueva Cancin siempre quiso abarcar
la mayor cantidad de pblico posible, su propuesta no era masiva; su pblico siempre fue
restringido, ms an cuando la mayora de sus integrantes asumi una posicin militante al
lado del gobierno. Si bien algunas canciones fueron xito de popularidad, como lo haba sido
algunos aos antes Arriba en la cordillera, de Patricio Manns, y en menor medida, posteriormente, algunas cumbias de Quilapayn como La Batea, sus obras nunca fueron grandes
xitos de venta ni tuvieron gran difusin. Y la responsabilidad era compartida por la industria musical, al no ver la potencialidad comercial de la msica, y por los propios artistas,
quienes no podan esperar masividad a su intransigente y honesta propuesta.
El Estado, por otra parte, no era capaz de generar los mecanismos suficientes para que se
garantizara el acceso real de esta msica a los medios de comunicacin masivos, la mayor parte
privados. Las opiniones de dos de los exponentes del movimiento son bastante sintomticas de
todo lo antes expresado. Isabel Parra reflexionaba: Los creadores e intrpretes de la Nueva
Cancin Chilena tendremos que ponernos en veda un tiempo para observar, vivir y dar una
respuesta creadora en lo musical al fenmeno poltico que se desarrolla en Chile404. Payo
Grondona, por su parte, deca: No deba quedar su difusin [refirindose a la msica] en
manos de locutores antojadizos que no logran romper la barrera entre los intrpretes y la gran
masa405. Los Curacas opinaban frente a lo mismo: Hay problemas en la Nueva Cancin Chilena acusan. Se not en el ltimo evento. El sectarismo, la falta de temtica, las cosas poco
claras... Muchos se han quedado. Esto quiere decir que urge una reestructuracin total a nivel
de todos los folkloristas del pas406.
A pesar de que, efectivamente, el movimiento tena una relacin distante con la industria,
contaba con un sello que le permita grabar y emitir la mayora de sus obras. Era Dicap, Discoteca
del Cantar Popular. El sello naci el ao 1969, reemplazando el anterior de las Juventudes Comunistas (cuyo logotipo era J.J.) y su director hacia 1971 era Juan Carvajal. Realizaba un promedio
de doce grabaciones al ao, de las cuales la mayora era de intrpretes de la Nueva Cancin.
En el mismo noviembre de 1971, durante la semana comprendida entre los das 22 y 28,
se realiz en Valparaso el 3er Festival de la Cancin Comprometida. Fue en ese tiempo cuando Payo Grondona, quien cantaba Ahora s el cobre es chileno, editaba su segundo Lp.
donde aparecan canciones como Elevar la produccin es tambin revolucin y No meteremos las manos, quizs los pies, de claro contenido contingente; y cuando visit Chile
Joan Baez, importante cantante vinculada a la contracultura estadounidense.
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Pero Chile no solo era visitado por msicos de tendencia poltica definida. En noviembre de 1971 se present en el Teatro Caupolicn el afamado intrprete de jazz Duke Ellington,
en el marco del inicio del Festival de Msica Contempornea organizado por la Vicerrectora
de Comunicaciones de la Universidad Catlica. Era el mes en que el conjunto Tiempo Nuevo,
integrado por Roberto Rivera, Ral Celis y Sergio Celis, editaba su nuevo lbum llamado
Ahora es tiempo nuevo, grabado con el acompaamiento de la orquesta de Henry Collins.
El viernes 3 de diciembre el conjunto Amerindios, integrado por Julio Numhauser,
Mario Salazar y Patricio Castillo407, presentaba en el Teatro La Reforma su espectculo Uh
Morada. La presentacin consista en una serie de canciones satricas, humorsticas y de
todo tipo, coordinadas a travs de un relato del escritor y crtico Ariel Dorffman y apoyadas
por la presentacin de diapositivas y filmaciones.
A fines del ao 1971, un conjunto de artistas realizaba una gira por el norte, bajo el
auspicio del Departamento de Cultura de la Presidencia y el apoyo de los Comits Provinciales de Cultura. Durante diciembre, msicos como Rolando Alarcn, Nano Acevedo, Hctor
Pavez, el grupo Chagual y el Ballet Folklrico Loncurahue, recorrieron las provincias de
Atacama y Coquimbo interpretando e investigando msica chilena. El mismo mes el conjunto Quilapayn compona una cantata al hroe de la guerra de Vietnam Nguyen Van Troi,
reafirmando el compromiso internacional que tena la causa antiimperialista en el proceso
cultural que viva Chile. Vctor Jara, por su parte, ingresaba al cuerpo de artistas estables de
la Vicerrectora de Extensin y Comunicaciones de la Universidad Tcnica del Estado (UTE),
editaba su quinto lbum y reciba el premio Laurel de Oro como mejor compositor del ao.
Este quinto disco de Vctor Jara llevaba por nombre El Derecho de Vivir en Paz. Sin
renunciar a su propuesta comprometida y acabada en trminos musicales, se atreva a incorporar nuevos elementos a su msica. Fue as como las dos primeras canciones del lbum, la
homnima y Mara abre la ventana, fueron grabadas junto el grupo Los Blops. ste era un
conjunto ms bien vinculado al rock progresivo, gnero para muchos extranjerizante e
incluso alienante. Otorgando evidentes aires jvenes y musicalmente interesantes, Vctor
se abra a nuevas propuestas sin abandonar el fundamento bsico de denuncia social, el que
reafirmara algunos meses despus con su Lp. La poblacin. La misma innovacin haban
realizado Amerindios con su cancin Hoy es el primer da del resto de tu vida y realizaran
ms tarde con su Cueca beat. Estaban traicionando la nueva cultura proletaria, al utilizar elementos de la cultura capitalista?
La cultura como muestra de libertad, dinamismo, innovacin, creatividad, pero tambin
responsabilidad poltica y compromiso social, tuvo su controversia.
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Numhauser y Castillo haban formado parte anteriormente del conjunto Quilapayn, y posteriormente
Numhauser se hara cargo de la direccin del sello IRT.
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Enrique Lihn llamaba la atencin sobre posturas obtusas que se negaban a utilizar ciertas herramientas que haba otorgado histricamente el capitalismo, y a reconocer toda
trayectoria creativa que se haba desarrollado en una sociedad burguesa que deba ser abolida. El tono del escrito estaba ciertamente influido por la crtica que haba tenido un
documento por l firmado junto a otros escritores en 1970, Por la creacin de una cultura
popular nacional408 , del que antes hacamos mencin; y por las consecuencias que tuvo el
Caso Padilla para todo el ambiente intelectual de la izquierda latinoamericana409.
En un tono sumamente crtico, y a veces hasta agresivo, Lihn se demostraba partcipe del
sentido real de la cultura que se quera provocar. Afirmaba, parafraseando a Lenin:
La gente habla ms de la cuenta y con demasiada locuacidad acerca de la cultura
proletaria. Deberamos darnos por satisfechos con la verdadera cultura burguesa
para empezar, y nos alegraramos, para empezar, de poder prescindir de los tipos ms
rudimentarios de cultura preburguesa, es decir, la cultura burocrtica o servil, etc.
En cuestiones de cultura, el apresuramiento y las medidas arrebatadas es lo peor
que puede pasar
Es lo peor que nos puede pasar410.
El tono del documento de Lihn era abiertamente contrario a la posicin deificada de
algunos intelectuales que se asuman la cara visible del proyecto socialista, los verdaderos
representantes de la cultura oficial y, por ende, los mejores ejemplos de la cultura proletaria. Entre ellos, el punto de referencia de Lihn fue Armand Mattelart411, socilogo belga
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Lihn afirmaba que ...nuestro documento propona como otra de las muchas tareas de creacin, organizacin y difusin de una nueva cultura la necesidad de poner al alcance del pueblo las herramientas de anlisis,
traducirlas, cuando el lenguaje especializado las haga inabordables..., mostrndose definitivamente irritado
por las crticas que recibi de propios militantes de la Unidad Popular. Entre sus reacciones, la siguiente:
Si el ser social determina la conciencia, ello no es incongruente con la idea de que la transformacin de
nuestra sociedad debe darse en trmino de una comprensin de nuestro ser que haga el proceso (de
transformacin social) y que recoja sus experiencias. La hereja habra consistido acaso en sealar que:
De este otro modo, incluso el intento mismo de transformacin de nuestra estructura econmica resultara viciada. La hereja, se entiende, para un criterio economicista, desde siempre superado, segn creo, por el
marxismo, Lihn Enrique. Poltica y cultura en una etapa de transicin al socialismo. En La cultura
en la va al socialismo. Santiago; Universitaria, 1971. Artculo recopilado en Lihn, Enrique El circo en
llamas. Santiago; Lom ediciones, 1997, pp. 454 y 437.
Sobre esto Lihn public una Carta Abierta sobre el Caso Padilla en Revista Marcha N 1541, del 30 de
abril de 1971, carta que cost mucho que fuera publicada por medios ligados al gobierno. Al respecto, el
autor seal: Lamentable es...el que no exista hasta ahora en Chile una publicacin que recoja y haga
pblico el debate de la izquierda para la izquierda, en el subentendido de que la verdad es revolucionaria,
como lo es tambin la bsqueda de la misma. Lihn Enrique. Poltica y cultura en una etapa de transicin al socialismo. En La cultura en la va al socialismo. Santiago; Universitaria, 1971, p. 40.
Lihn Enrique. Poltica y cultura en una etapa de transicin al socialismo. En La cultura en la va al
socialismo. Santiago; Universitaria, 1971. Artculo recopilado en Lihn, Enrique. El circo en llamas. Santiago: Lom ediciones, 1997, p. 459.
El libro referente era: Mattelart, Biedma y Funes. Comunicacin masiva y revolucin socialista. Santiago de
Chile, Prensa Latinoamericana, 1971, 334 pgs.
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pelado, se siente en su casa. Si este museo tiene olor a cebolla, ser fantstico.
As imagina el pintor Guillermo Nez el futuro del museo que dirige. No le interesa
el pblico de elite. Quiere hacer un museo entretenido, que sea un instrumento social y polticamente til419.
La plstica se desarroll pblicamente, de modo muy cercano a la masa, y el mayor ejemplo de ello fue la pintura mural. El muralismo, en su sentido, se presentaba como una
manifestacin pblica, colectiva y militante, capaz de provocar a travs de una experiencia
esttica acabada. Fue el paradigma del arte social. Su principal agente, la brigada muralista,
fue el smbolo de aquello.
Las brigadas muralistas nacieron con una finalidad prctica: hacer publicidad poltica.
Lo que inicialmente fue solo un mensaje contingente, con el tiempo fue adquiriendo evidentes elementos de valor artstico, donde smbolos como la paloma, la estrella, la espiga, la hoz
y el martillo, el obrero y otros, se transformaron en la imagen visual del arte comprometido.
Las brigadas Ramona Parra, Inti Peredo o Elmo Cataln intervinieron la ciudad con sus
mensajes y obligaron al chileno a contemplar, y a veces soportar, su obra.
La labor que caus mayor impacto pblico fue la realizada por la Brigada Ramona Parra,
dependiente de las Juventudes Comunistas420. Si bien gran parte de Santiago se pint con sus
colores, la obra ms reconocida fue aquella que pintaron en los tajamares del ro Mapocho: a lo
largo de unos doscientos metros se pint una serie de murales que narraban la historia del movimiento obrero chileno y la historia del PC, dos historias que se superponan para transformarse
en una sola. La obra fue realizada en 1970, en medio de la vorgine de la eleccin presidencial, y
participaron miembros de la BRP, alumnos y profesores de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, y artistas como Pedro Millar, Mara Luz Donoso y Hernn Meschi.
Los murales en los tajamares del Mapocho tuvieron una segunda etapa. Esta se inici el
domingo 26 de diciembre de 1971 sobre los dibujos de Alejandro Mono Gonzlez, Moncho
Meneses (ambos miembros de la Brigada Ramona Parra), Jos Balmes (a la sazn, director de la
Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile), Pedro Briones, Francisco Brugnoli, Mario
Castillo y Csar Hologaray. La obra tena una primera etapa donde se intentaba sintetizar la
lucha de la clase obrera: las primeras huelgas, el nacimiento del Partido Comunista, la represin, hasta llegar al triunfo popular. Luego se presentaba una interpretacin del presente,
destacando los logros y construccin del futuro de los trabajadores y su gobierno, donde la
batalla por la produccin y la nacionalizacin del cobre constituan los ejes temticos.
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Pero no solo las calles, puentes o tajamares. El muralismo se exhibi tambin en espacios tradicionales. Fue presentado desde instancias como el I.A.L., dirigido por Miguel Rojas
Mix, y el Museo de Arte Contemporneo, conducido por Guillermo Nez. La primera patrocin la muestra Las Brigadas Muralistas, realizada en 1971 en las dependencias del museo
recin mencionado con la participacin de las brigadas Inti Peredo (del Partido Socialista) y
Ramona Parra (del Partido Comunista), transformndose una expresin eminentemente callejera, en otra digna de los espacios destinados a la alta cultura. El mismo Instituto organiz
una exposicin en la Sala Universitaria, perteneciente a la Universidad de Chile, con las
obras del Mono Gonzlez.
El Mono Alejandro Gonzlez, joven de 25 aos a la fecha, era el director artstico de la
BRP. Activo militante comunista, artista plstico y diseador teatral del Instituto de Teatro
de la Universidad de Chile, ITUCH, era la figura referencial del muralismo poltico y tuvo la
oportunidad de exhibir sus trabajos en esa exposicin. Se inaugur el 2 de noviembre de
1972, ocasin en que el artista dio a entender la importancia del evento:
T le das gran importancia a los murales y al arte callejero, cmo se explica entonces esta exposicin a puertas cerradas?
Tambin es importante hacer este tipo de exposiciones para poder golpear no solo
en la calle, sino que al mismo tiempo en este medio de artistas e intelectuales421.
Un fuerte respaldo a este formato pictrico lo dio Roberto Matta, prestigioso artista
chileno residente en Europa, quien en noviembre de 1971 visit Chile apoyando al gobierno
de Salvador Allende, y realizando una serie de obras junto a miembros de brigadas muralistas y pblico en general, destinadas a sindicatos, edificios pblicos y otras instituciones.
Destac en este sentido la colaboracin prestada por Matta a la BRP para pintar el mural
Primer gol del pueblo chileno, en la Municipalidad de la comuna de La Granja, precisamente en la piscina del establecimiento422.
El concepto del mural tambin fue asumido por artistas consagrados. Con una tcnica algo
ms sofisticada que aquellos callejeros, pero una temtica igualmente social y comprometida,
el perodo fue testigo de una serie de pinturas de ese amplio formato a lo largo de Chile. Fue el
caso del mural de Gabriela Mistral, ubicado en el cerro Santa Luca, obra de Fernando Daza
inaugurada el 22 de octubre de 1971. El mismo autor pint en aquel perodo un mural en el
casino de la industria Ex-Sumar, como regalo a sus trabajadores, y uno titulado La Bsqueda,
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Los monos de la BRP en las salas de arte. Ramona, 4 de noviembre de 1972, p. 19.
En una entrevista que se le hace al artista por este trabajo, Matta sealaba:
Roberto, qu importancia crees que tiene para la Brigada Ramona Parra este trabajo en conjunto
contigo?
Tiene un valor poltico, es como la primera chuteada de un juego. La BRP tendra que jugar no solo
conmigo, sino que con otros pintores. Sacar a los artistas de esa especie de isolamiento (en castellano
diramos asilamiento). Roberto Matta y las BRP.: Un arte sin cuello ni corbata. Ramona, 3 de diciembre de 1971, p. 6.
pintado en el Club de la Repblica, comenzado en septiembre de 1972 y terminado a comienzos de 1973. El mismo ao 1973 se pint un mural en homenaje al Presidente Allende por la
Nacionalizacin del Cobre, realizado en el local del Sindicato de El Teniente. En este mural
particip el pintor y profesor ayudante de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de
Chile, Alfonso Puente Guajaro.
Ms all del muralismo, se realiz una serie de exposiciones y actividades a travs de
instituciones establecidas. Una de las primeras y ms controvertidas muestras de arte
comprometido, proletario y antiburgus, fue la exposicin de Las 40 medidas. La representacin de ellas a travs de la plstica fue una notable y ejemplar experiencia.
La muestra se realiz en el Museo Nacional de Bellas Artes en julio de 1971. Las obras
fueron realizadas en su parte ms consistente, por estudiantes de la Escuela Experimental
de Educacin Artstica del Ministerio de Educacin y pobladores de distintos sectores de
Santiago, siempre con el apoyo y orientacin de artistas de trayectoria. Se trabaj en pintura,
escultura, materiales mixtos y otros formatos, y participaron ms de cien artistas divididos
en 16 grupos, los que refundan varias medidas afines, las analizaban, las discutan en trminos polticos y luego las plasmaban en su obra. Se desarroll as una dinmica de trabajo
colectivo pocas veces aplicada a la creacin artstica, absolutamente coherente con el principio del abandono del artista como ser individual, para constituirse en un ser social integrado
dentro de un proceso de cambios.
La exposicin tuvo severas crticas de forma y fondo. Se le tild de concientizadora y
panfletaria. Y sin duda que lo era; fue una muestra de arte que presentaba el objetivo de un
gobierno socialista, y que se realizaba de acuerdo al ideal de construccin cultural dentro
del sistema423.
Paralelamente la cultura de masas prosegua su curso. Si bien surgan propuestas alternativas directamente vinculadas a los intereses oficiales, los medios de comunicacin seguan
ofreciendo productos de aquella cultura burguesa tan denostada y rechazada por muchos
militantes de la Unidad Popular. Se daban, sin embargo, algunos hechos curiosos. En el Festival de Via de febrero de 1972, en cuya competencia internacional triunf el tema Julie,
representante de Aruba, Antillas Holandesas, e interpretado por Julio Bernardo Euson, se
present como una de las grandes atracciones del show a la cantante Miriam Makeba. La
intrprete del popular Pata pata sorprendi a todos al demostrar en el escenario, y desde
la televisin hacia todo Chile, su apoyo al Presidente Allende. Las rechiflas y aplausos que
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La crtica de un medio oficial deca respecto a la muestra: La calidad de los trabajos no es pareja. En
muchos de ellos no se logr un justo equilibrio entre lo plstico y lo didctico. Sin embargo, lo ms
importante ocurri antes de que se realizaran los trabajos; en las discusiones previas.
Los pobladores de La Granja que participaron en la obra denominada La Nueva Cultura vivieron esa
experiencia. A las reuniones de discusin asistieron obreros, dueas de casa, integrantes de las juntas de
vecinos y estudiantes de artes plsticas. En ellas se analiz largamente el problema de la cultura. Ahora
N 14, 20 de julio de 1971, p. 48.
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provoc su intervencin alertaba sobre la divisin progresiva de una sociedad chilena que no
solamente escuchaba sobre un pueblo unido que jams sera vencido o sobre la intransigencia del avance de las polticas gubernamentales. El pblico, el pueblo, independiente de su
posicin poltica, ms all de que disfrutara o no de los murales o de las cantatas, tambin se
rea con Bigote Arrocet y cantaba Mi viejo, del argentino Piero. Los jvenes podan participar en los trabajos voluntarios, trabajar en talleres literarios en poblaciones, pero tambin
disfrutaban de Msica Libre independiente de que en la prensa oficial se dijera de sus
integrantes: Nosotros creamos que eran jvenes, pero eran solo monos de cuerda424. Era,
ciertamente, un ballet mucho ms popular que el Ballet Folklrico Nacional dirigido por
Rodolfo Reyes, dependiente del Ministerio del Interior.
Mientras las contradicciones se agudizaban y la cultura popular persista en su intento
por superar a la cultura burguesa, los espectculos que aparentemente eran contrarios a
los intereses del pueblo persistan. En enero de 1972 se presentaba en la discotheque Eve de
Vitacura la obra de teatro Todos los pelos, el pelo. Montada por un grupo de teatro argentino y emulando la opera rock Hair, sus desnudos, mensajes y precios no se conllevaban con
los intereses de un pas que desde el gobierno intentaba superar la pobreza y cultivar los
valores de nuestra tierra. En la prensa oficial se deca respecto al espectculo: Los peludos
sin ropa por un lado que con la chiva hippie le hacen empeo al buen billete; y los ricos
espectadores de a meln [referido al precio de E 1.000] por pareja por el otro que se dejan
encandilar por cualquiera rareza que les haga apartar los ojos de la vida gris y sacrificada
que lleven las restantes cuatro quintas partes de todos los chilenos425.
Conjuntamente, la msica segua producindose y sugiriendo cambios, enseando sobre
la historia del movimiento obrero, testificando los logros y problemas de la clase trabajadora, denunciando los embates de la oposicin. En este proceso el conjunto Quilapayn se
transformaba en el ms importante.
En septiembre de 1972, en el Teatro Municipal y el Estadio Chile, estrenaron su obra La
Fragua. Canto para chilenos, compuesta por Sergio Ortega. La obra, que responda al gnero de
cantata, trataba sobre la historia del movimiento popular chileno y estaba compuesta por
doce canciones agrupadas en cuatro partes: Las claves, Las luchas, La Herencia y Los Trabajadores de la Patria. En la presentacin, cuyo montaje cont con el importante apoyo de la
Universidad Tcnica del Estado, los relatos estuvieron a cargo del actor Roberto Parada y el
acompaamiento fue con orquesta sinfnica dirigida por el maestro Eduardo Moubarach.
La Fragua fue grabada al poco tiempo y distribuida en Chile por el sello Dicap. Paralelamente
uno de los temas del conjunto obtena gran popularidad. Era una cumbia llamada La batea,
festiva cancin cuya letra se modificaba constantemente dependiendo de la contingencia. Junto
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En momentos en que el pueblo construye, en momentos en que lo mejor de la juventud chilena se sacrifica en los trabajos voluntarios, Los Jaivas resultan ser una flor
extica, trasplantada incluso, que tiene poco o nada que ver con nuestro pas, que en
el fondo imita la onda hippie europeizante, el modo pretendidamente libre de vivir, pero en los hechos falsamente libre, y s prisionero de las formas ms decadentes
de escapar del mundo que ha difundido la burguesa426.
La produccin de discos en Chile haba aumentado de modo considerable: de 2.859.000
unidades en 1971 haba pasado a 6.307.000 el ao siguiente, para luego tener una breve
merma el ao 1973 con 5.934.000 discos. IRT, Industria de Radio y Televisin, antigua RCA,
dirigida por Julio Numhauser, hacia 1972 haba alcanzado la cifra rcord de 3.250.000 discos
vendidos427 . Uno de sus mayores xitos fue, justamente, el single Todos Juntos.
Pero las crticas a la eficiencia de la poltica cultural, como a las polticas en general
implementadas por el gobierno, seguan siendo significativas. Carlos Maldonado, encargado
del frente de cultura del Partido Comunista, segua afirmando en octubre de 1972 la carencia de una poltica cultural consistente. Era urgente la participacin popular en el proceso
cultural y definitivamente acabar con el concepto de cultura como privilegio de un segmento social. Junto a la implementacin definitiva del prometido Instituto Nacional del
Arte y la Cultura, deban generarse Centros de Cultura Popular, organizacin de masas que
se preocupa de atender, planificar e impulsar las necesidades culturales en un sindicato, en
una Junta de Vecinos, en un Asentamiento Campesino o Centro de Reforma Agraria, en una
Asociacin de Empleados, en un colegio, en un barrio o en un villorrio428, y otras actividades masivas que sirvieran de base a la expresin cultural del pueblo.
Siendo severa su crtica ante la permanencia de la ecuacin arte = cultura, que sigue
considerando a la expresin cultural como patrimonio de una elite, Maldonado afirmaba:
La cultura no es un adorno ni un mero pasatiempo para ociosos. Cultura es la capacidad de un pueblo para construir su futuro de acuerdo con las peculiaridades de su
medio, de su propio pensar, sentir y hacer. sta comprende desde sus formas de organizacin, pasando por sus objetivos polticos, econmicos y sociales, sus conceptos
morales, etc., hasta sus autnticas expresiones musicales, literarias o teatrales..
El pueblo no es ni ha sido nunca ajeno a este quehacer. Posee sus propias manifestaciones culturales que debe enriquecer y desarrollar429.
Las apelaciones eran directamente dirigidas a los encargados culturales del gobierno,
quienes no hicieron esperar la respuesta. Enrique Rivera, a la sazn Director de Cultura de
la Presidencia, apuntaba sobre el reconocimiento de los logros obtenidos por el Estado en
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aquel campo, sobre todo en lo referido a la industria editorial, y pona el punto de inflexin
en que la labor efectiva dependa en gran parte de la voluntad de los propios creadores
individuales y las consecuencias del propio proceso de concientizacin de clases:
La cultura, en oposicin al concepto naturaleza, comprende el producto total de la
actividad humana histricamente considerada. Se manifiesta como un sedimento
material y espiritual que la humanidad acumula para su propio progreso y que las
sociedades divididas en clases usufructan en beneficio del desarrollo y consolidacin de sus sectores dominantes. Todo bien material o espiritual producido por la
humanidad es un bien cultural si est asociado al sentido de progreso y perfeccionamiento social que preside la mayora de los actos humanos. Y la produccin de bienes
culturales es consecuencia de las aptitudes creadoras y laborales y de la capacidad
de organizacin social de la humanidad430.
Los intentos de construccin cultural, implementados por el Estado o llevados a cabo por
las propias personas convencidas de la posibilidad de una nueva cultura, eran constantes.
Pero la sociedad toda no siempre los acoga ni se vea interpretada.
Rivera, Enrique. Poltica cultural. Para comenzar a hablar. La Quinta Rueda. noviembre 72, pp. 8-9.
Onda N 37, enero de 1973, p. 60.
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El mes siguiente, cuando en el Festival de Via de febrero de 1973 se dio la fuerte polmica por la desercin de Los Quincheros en el show, y las divisiones en la reaccin del pblico
que gener la presentacin del grupo Quilapayn, se hizo patente el hecho de que aquella
cultura comprometida, popular, no tena un asidero suficiente en la masa como se haba
esperado. La construccin no se estaba cumpliendo a cabalidad. En el marco de la campaa
para las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, Chile viva a travs de la televisin,
que transmiti el festival a todo el pas, el enfrentamiento entre dos culturas que no se estaban
tolerando, tanto como no se toleraban las posiciones polticas a las cuales representaban.
En aquellas elecciones la Unidad Popular obtuvo la segunda mayor votacin de su historia. Consigui un 43 % de los votos, frente al 54,6 % que consigui la oposicin agrupada en
el CODE. El triunfo fue importante, significativo, una victoria frente a la reaccin, pero
haba una real mayora porcentual que no comparta los postulados oficiales, que no se senta partcipe de una cultura que no transaba en la consecucin de la urgente tarea de
construccin del socialismo.
La pugna poltica se vea reflejada en la cultura. Difcil era, por lo mismo, construir un
socialismo cuando lo urgente era combatir la sedicin. Poco importante resultaba para el proyecto popular la visita del msico indio Ravi Shankar en mayo de 1973. Ms importante fue la
visita de Dean Reed, cantante estadounidense quien viajaba por el mundo apoyando la causa
socialista y quien se defina como un firme opositor al capitalismo y sus manifestaciones432.
La votacin obtenida por la Unidad Popular pareci fortalecer las acciones extremas de
la oposicin ms reaccionaria. A las acusaciones constitucionales contra los ministros se
sumaban constantes protestas y enfrentamientos callejeros. Uno de los proyectos emblemticos de la Unidad Popular, la Escuela Nacional Unificada, ENU., que s podra haber generado
una cultura popular real como la pedan algunos partidarios crticos del gobierno, se vio
truncado por la frrea e intransigente oposicin. En junio, por su parte, los mineros de El
Teniente liderados por el democratacristiano Guillermo Medina, iniciaron una huelga que
trajo serios problemas a la economa del pas.
En mayo del ao en curso el sello DICAP editaba el lbum La Semilla, con letra de Violeta Parra, msica de Luis Advis e interpretacin de Isabel Parra y el grupo Inti Illimani.
Gracias al disco se podan escuchar a travs de las dcimas de Violeta, la historia de su
familia y, por ende, los orgenes de su canto, que era todo un canto.
Pero las manifestaciones culturales comprometidas tambin deban encarar el conflicto.
La agudizacin de las contradicciones as lo exiga. Se realiz un gran evento llamado Ofensiva
Cultural Antifascista, en el Pueblito del Parque OHiggins, los das 23 y 24 de junio. Luego de la
inauguracin a cargo del Ministro de Educacin Anbal Palma, hubo teatro, cine, msica y
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Tanto era as que sobre el soul, reconocido y masivo gnero norteamericano, opinaba: No la conozco.
Mientras, acerca de la msica folklrica, deca: Es la msica que ha dado esperanza a los pueblos que
luchan por su liberacin. Es progresista. Onda N 40, marzo de 1973, p. 55.
numerosas actividades. Participaron, entre muchos otros, los escritores Volodia Teitelboim,
Antonio Skrmeta y Ariel Dorffman; los msicos Patricio Castillo, Piojo Salinas, Nano Acevedo, Inti Illimani, Quilapayn, Illapu y Cuncumn; los cineastas Patricio Guzmn, Pedro Chaskel,
lvaro Ramrez y Claudio Sapian; el Ballet Folklrico de Cantos y Danzas Aucamn, etc.
Pero la adversidad se haca patente. El 29 de junio el Regimiento Blindado N 2, al mando del coronel Roberto Souper, se levantaba en armas contra el gobierno. La respuesta fue
inmediata. Mientras ngel Parra llamaba a asistir al mitin de las seis en el centro / donde
estar todo el pueblo gritando / a defender lo que se ha conquistado, en julio se realizaba el
Primer Festival de la Cancin Popular. En Santiago, en el Estadio Chile, y en Valparaso, en
el Fortn Prat, y con la animacin de Ricardo Garca acompaado por la cantante Pachi, se
presentaron artistas como Inti Illimani, Quilapayn, Aparcoa y los hermanos Parra. Y junto a
ellos, cantantes que nada tenan que ver con la propuesta comprometida, como Marcelo,
Patty Chvez o Patricio Renn.
Hacia septiembre de 1973 Quilapayn se encontraba en Francia para realizar una serie
de recitales dando a conocer la cultura chilena. Inti Illimani estaba a punto de lanzar al
mercado su disco Canto de Pueblos Andinos. Vctor Jara tena ardua labor en la Universidad
Tcnica del Estado.
El golpe de Estado encontr la actividad cultural chilena en plena marcha. Superando
las crticas, creando sobre la adversidad, asumiendo el papel que les exigan las circunstancias, los protagonistas de la cultura UP se encontraron con un quiebre severo, posible pero
impredecible, demasiado brutal. Por radio Magallanes se emita la cancin del grupo Tiempo Nuevo, No nos movern. El tema, que en una de sus partes deca: Ni con un golpe de
Estado / No nos movern / Y el que no crea que haga la prueba / No nos movern, fue violentamente silenciado por el bombardeo a las antenas emisoras. Fue la ltima cancin vinculada
a la Nueva Cancin Chilena que se escuchara en la radio por muchos aos.
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nacionalistas. Guillermo Nez parta al exilio, as como tambin Isabel y ngel Parra (previo, en este ltimo caso, un largo confinamiento en el campo de prisioneros Chacabuco) y los
integrantes de Inti Illimani. Quimant dejaba de ser tal para llamarse Editorial Gabriela
Mistral. A muchos de los libros que siguieron circulando con la impresin original, les eliminaron el prlogo. Se constituy prcticamente en un delito usar el pelo largo, dejarse la
barba y tocar instrumentos andinos. Toneladas de cinta de celuloide fueron quemadas en el
allanamiento a Chilefilms. El Museo de Arte Contemporneo se cerraba y entraban en receso
casi todas las muestras culturales. Se haca cargo de la difusin de la cultura Benjamn Mackenna, el solista de Los Quincheros, simbolizando el aparente triunfo del Patito chiquito.
Rumbo a Argentina, sin soportar la situacin vigente, partieron todos juntos tanto Los
Jaivas como Mario Salazar (integrante de Amerindios) y Julio Numhauser (director de IRT,
fundador de Quilapayn y de Amerindios).
Pero la cultura generada bajo el gobierno de la Unidad Popular no eran solamente sus
instituciones. Constitua todo un conjunto de valores, propuestas, sensibilidades, que las
superaban notoriamente, y cuyo origen se haba dado aos antes de 1970. Por tanto, si bien
todo lo fundado en el perodo se elimin de raz, la semilla era mucho ms profunda. Aquella
cultura donde el trabajador era el protagonista; aquellas manifestaciones que deban manifestar los intereses de la clase obrera por sobre los componentes de la cultura burguesa,
siguieron teniendo en la msica su principal expresin.
El ajusticiamiento de Vctor Jara fue simblico de lo peligrosa que era la msica para la
dictadura. Tanto que no pudo ser eliminada. Tanto en Chile como en el extranjero, se transform
en el principal testimonio de un gobierno socialista y en la principal muestra cultural opositora.
La cultura en la Unidad Popular, ms all de sus logros concretos y del cumplimiento de los
objetivos que se haban planteado en el programa, a travs de la msica se transform en uno
de los principales referentes de identidad chilena. Fue el testimonio vivo, y an vigente, de que
un hombre nuevo es incapaz de ser derrotado en su libertad creadora y conciencia social.
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Esta frase es parte del himno de la campaa presidencial de la Unidad Popular Venceremos.
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que eran parte del rea de influencia de Estados Unidos en el marco del enfrentamiento
global con la Unin Sovitica. La Doctrina de Seguridad Nacional o contrainsurgencia
como tambin se la denomin, busc alinear a las fuerzas armadas contra dicho enemigo
interno, a travs de una uniformacin ideolgica anticomunista, redefiniendo sus funciones
dentro de las respectivas polticas nacionales, al asignrseles la tarea de la sobrevivencia de
la nacin y de la estabilidad institucional. Ello signific destinarlas a tareas que excedan el
marco de la defensa de la soberana externa.
Esta nueva situacin transform la posibilidad de instalar en la regin gobiernos de orientacin marxista, en un conflicto interamericano y en un enfrentamiento directo entre Estados
Unidos y el pas en cuestin. Para evitar la atraccin cubana, el presidente John Kennedy
dise la estrategia de la Alianza para el Progreso, un programa que auspiciaba reformas estructurales en Amrica Latina con ayuda de ese pas, a la par del reforzamiento de las polticas
de contrainsurgencia para las fuerzas armadas. El perodo, sin embargo, estaba cruzado tambin por el candente proceso de descolonizacin asitico y africano y por la fuerza alcanzada
por el pensamiento nacionalista tercermundista, que propiciaba una va de desarrollo e independencia nacional a travs de una perspectiva antiimperialista, ajena a ambos bloques, el
cual adquiri forma en el Movimiento de Pases No Alineados. En otras palabras, el socialismo
antiimperialista estaba a la orden del da, dificultando la contraofensiva norteamericana.
Tal fue el contexto en el que se produjo el triunfo del candidato de la Unidad Popular,
alianza marxista, en septiembre de 1970. Esto es, una victoria que supona un probable conflicto con Estados Unidos y un experimento muy peligroso, considerando la orientacin
ideolgica anticomunista de la oficialidad chilena, entrenada en los institutos castrenses de
la potencia del norte.
El presente artculo busca analizar la poltica militar desarrollada por el gobierno del
presidente socialista Salvador Allende, discrepando de aquellas interpretaciones que sostienen que la Unidad Popular estaba destinada al fracaso desde un comienzo, porque las
fuerzas armadas eran furibundamente contrarias a la ideologa que sustentaba la coalicin
gobernante, las cuales han hecho hincapi en la influencia norteamericana y la tesis del
enemigo interno434 . Asimismo, disiente de otras apreciaciones, que aseguran la inexistencia
de parte de la Unidad Popular de una poltica militar propiamente tal. Para esta ptica,
dentro del proyecto de la alianza para 1970 no se contempl seriamente la creacin de condiciones que hicieran posible el alejamiento de la oficialidad de sus tareas represivas,
434
178
Tapia, Jorge. Terrorismo de Estado (Ed. Nueva Imagen:1980); Reiman, Elizabeht y Rivas Snchez, Fernando
Las fuerzas armadas de Chile: un caso de penetracin imperialista (La Habana:1976); Genaro Arriagada y
M.A. Garretn Amrica Latina a la hora de la Doctrina de la Seguridad Nacional, en Prez, Mara A.
(Editora) Las fuerzas armadas en la sociedad civil (Cisec:1978); Arriagada, Genaro El pensamiento poltico de
los militares (Ed. Privada: 1981); Viera-Gallo, Jos A. La Doctrina de Seguridad Nacional y la militarizacin de la poltica en Amrica Latina, Chile-Amrica, Centro de Estudios y Documentacin, Roma:1977.
En una mirada ms compleja e histrico-sociolgica, Varas, Augusto; Bustamante, Fernando y Agero,
Felipe Chile, democracia, fuerzas armadas (Flacso: 1980).
neutralizando la presin de las fuerzas contrarrevolucionarias. Dicha carencia deriv, finalmente, en el golpe de Estado435 . Por ltimo, hay quienes aseguran que el problema estuvo en
la ingenuidad de la Unidad Popular, al confiarse del supuesto carcter democrtico y la
tradicional subordinacin al poder civil de los uniformados, desconociendo la verdadera
naturaleza poltica de sus institutos castrenses436 .
Desde el punto de vista de este trabajo, la creatividad de la Unidad Popular toc tambin el tema de las fuerzas armadas y el papel a cumplir en el proceso revolucionario. Las
tesis que afirman la inexistencia de una poltica militar, se sostienen en gran medida en el
carcter burgus de esos profesionales y en la necesidad de la Unidad Popular de plantearse
el problema del poder y la violencia de clases que sta desatara, cuestin que, a juicio de
algunos, no se hizo, especialmente en el caso del Partido Comunista y de los sectores allendistas del Partido Socialista, pues si ellos lo hacan la va pacfica no era posible. Una
apreciacin de ese tipo, nos parece, olvida que el proyecto de la Va Chilena al Socialismo se
apoyaba en la conviccin de que era posible transitar al socialismo, sin necesidad de una
ruptura violenta con la legalidad burguesa y que el proceso durara ms de un perodo de
gobierno. En ese sentido, es necesario colocar el tema militar en la perspectiva de un proceso de transformacin del Estado en un plazo mediano y no inmediato. Por otra parte, los
argumentos que enfatizan la ingenuidad de confiar en el constitucionalismo militar, desconocen la existencia dentro de las fuerzas armadas de tendencias nacionalistas de naturaleza
tercermundista y por ende anti-imperialista, que no hacan ilusoria la perspectiva de la Unidad
Popular de sumar a las fuerzas armadas al proceso de cambio revolucionario. Finalmente, la
interpretacin del anticomunismo castrense como determinante, no se hace cargo de la evolucin del pensamiento militar chileno en el siglo XX.
La hiptesis que subyace a este artculo es que la Unidad Popular s tuvo una poltica
militar, la cual se ajustaba a la etapa que en el trnsito al socialismo ocupara el gobierno de
esa coalicin marxista entre 1970 y 1976. A diferencia de todos los gobiernos desde 1932 en
adelante, los cuales alejaron a los militares de la vida nacional, despreocupndose de ofrecerles un lugar y una misin social, y abandonado su perfeccionamiento tcnico-profesional,
la administracin de Salvador Allende revirti esa tendencia, intentando articular por primera vez en el siglo desde la civilidad una nueva funcin social castrense. Esa poltica tena
dos ejes principales: la mantencin de la subordinacin militar al mando civil, reiterando su
carcter constitucionalista, y la incorporacin de las fuerzas armadas a las tareas del desarrollo nacional y al proceso de cambio econmico, social y poltico, sin romper el marco de
subordinacin, sino tratando de darle una fundamentacin doctrinaria relacionada con la
435
436
Almeyda, Clodomiro. Pensando a Chile (Terranova Ediciones:1986); Corvaln Lepe, Luis El gobierno de
Salvador Allende (Lom:2003); Alvarez, Rolando Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (Lom:2003).
Smirnow, Gabriel La revolucin desarmada. Chile 1970-1973 (Era:1977).
179
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bases del consenso poltico se refirieron al reconocimiento por parte de todos los exponentes partidarios derecha, centro e izquierda de la institucionalidad burguesa y sus reglas
del juego, abandonndose las tendencias golpistas y revolucionarias; la mantencin de las
reformas polticas, sociales y econmicas del perodo Alessandri-Ibez; y el retiro de los
militares de la vida poltica, concentrndose en sus tareas profesionales437.
El retiro de los militares a partir de 1932 signific no solo el fin de su intervencionismo
y deliberacin frente a la contingencia, sino tambin la reposicin de la autoridad civil, a
travs del Ministro de Defensa y la designacin de Comandantes en Jefe institucionales que
aseguraran la prescindencia poltica de los uniformados. Tal estrategia se logr con un nuevo
concepto de profesionalismo, el cual aludi estrictamente a la defensa de la soberana externa y la preparacin de un contingente nacional para una guerra eventual mediante el Servicio
Militar Obligatorio. En medio de los efectos sociales de la Depresin y debido a la decisin
de consolidar la autoridad civil, estas tareas castrenses no fueron consideradas prioritarias,
de manera que el presupuesto asignado a Defensa se redujo notoriamente en relacin al
perodo militar, no hubo una preocupacin mayor por la modernizacin del material de guerra, como tambin hubo perodos en que se limit el nmero de reclutas. En otras palabras,
los gobiernos civiles se concentraron en otros proyectos de desarrollo, abandonando a las
fuerzas armadas a una suerte caracterizada por el deterioro y la desvalorizacin. La rgida
poltica impuesta por los propios Comandantes en Jefe, quienes no toleraron el ms mnimo
sntoma de indisciplina, termin por expulsar de las filas militares gran parte del fermento
deliberativo siempre quedaron algunos pequeos grupos, consolidar la obediencia al mando civil y un profesionalismo que se nutra de la prescindencia poltica, de la labor cvica del
Servicio Militar y de la vida en los cuarteles. Este alejamiento del conflicto poltico contribuy al mito de la excepcionalidad de los militares y de la democracia chilena, en oposicin
a lo que ocurra en el resto deAmrica Latina; mito internalizado en especial por los partidos y los polticos. El socilogo AugustoVaras ha afirmado que ese alejamiento devino en
orfandad doctrinaria, en tanto desde la civilidad no se estructur una doctrina que avalara o diera sentido a la subordinacin, lo cual unido al abandono, dej a estas instituciones al
garete, orfandad que habra venido a ser resuelta con la llegada de la Guerra Fra y la
Doctrina de Seguridad Nacional, la cual les asign la tarea de asegurar la existencia de la
nacin, especialmente en relacin al enemigo interno438.
A pesar de compartir la importancia de la contrainsurgencia, otros estudios han contemplado el hecho que el abandono gubernativo no implic un abismo ideolgico insalvable
entre el mundo civil y militar, conservndose mucho del ideario castrense reformista de los
aos veinte, especialmente en lo atingente al papel del Estado en el desarrollo econmico y
437
438
Sobre esta etapa consltese Vernica Valdivia O. de Z. La Milicia Republicana. Los civiles en armas, 19321936 (Dibam:1992); de la misma autora Marineros, trabajadores y soldados. Chile bajo la Depresin, 1931-1932
(indito); Jorge Rojas La dictadura de Ibez y los sindicatos, 1927-1931 (Dibam:1993).
Varas, Agero y Bustamante, op. cit.
181
social, y la ampliacin del sistema poltico para ir integrando cada vez un mayor nmero de
ciudadanos. En ese sentido, se habra conservado la anterior doctrina asociada al Ibaismo, pero con un fuerte retraimiento en el plano del activismo poltico militar. La doctrina
anticomunista norteamericana no habra cado, por lo tanto, en el vaco, sino se habra yuxtapuesto sobre la anterior, dando lugar a una mixtura entre ambas439 . Ello explicara que frente
a la experiencia del gobierno demcratacristiano de los sesenta, los militares hicieran una
doble lectura, apareciendo un sector de uniformados que ley la tesis de la seguridad nacional preferentemente en trminos contrasubversivos, acercndose a una posicin de neutralizar
por todos los medios el desarrollo y posible ascenso de las fuerzas populares de orientacin
marxista, poniendo ms atencin en los fenmenos guerrilleros latinoamericanos. Por otro
lado, hubo oficiales que hicieron una lectura ms global de la seguridad nacional, incluyendo los problemas del desarrollo, en el marco de lo que fue la estrategia kennediana, la cual
como se seal contena ambos perfiles. En otras palabras, para estos uniformados no
haba posibilidad de detener el comunismo si simultneamente no se luchaba contra la pobreza, la desigualdad y el estancamiento econmico, razn por la que fueron partidarios de
una reforma agraria con un sistema justo de propiedad, e insistieron en continuar el proceso
de industrializacin en su segunda etapa. Eran oficiales que daban prioridad al tema del
desarrollo econmico y social, como el ms importante agente de cohesin social.
Esta doble mirada se expres en el principal motn militar de la segunda mitad del siglo,
el Tacnazo ocurrido en octubre de 1969, cuando el general Roberto Viaux M. se acuartel
en el Regimiento Tacna, recibiendo el respaldo de la mayora de la oficialidad de las tres
ramas armadas. Viaux plante serias quejas y exigencias al gobierno de Frei Montalva, relacionadas con la situacin de abandono militar y la obsecuencia total de las autoridades
institucionales que impedan una participacin ms activa en el desarrollo nacional, dado su
porfiado profesionalismo militar. Detrs del Tacnazo hubo movimientos nacionalistas decididamente anticomunistas, como tambin nacionalistas de izquierda, tercermundistas, los
cuales admiraban la experiencia del general Velasco Alvarado, quien encabezaba la nacionalizacin de las riquezas bsicas y haca una reforma agraria en las tierras peruanas440 .
La existencia de una perspectiva ibaista en las fuerzas armadas hacia el momento de
la eleccin presidencial de 1970, partidaria de hacer reformas estructurales, es lo que, en
parte, no haca ingenua a la Unidad Popular al pensar en la posibilidad de transitar al
socialismo sumando a las fuerzas armadas al proceso. Es importante tener claro que ese
reformismo militar estaba ms asociado a las estrategias de la Alianza para el Progreso y a
las experiencias nacionalistas del Tercer Mundo, como las del socialismo rabe y de Gammal Abdel Nasser en particular, y con algunos rasgos del populismo latinoamericano, que a
las tesis desarrollistas cepalianas, ms influyentes en el caso peruano. Los planteamientos
439
440
182
Valdivia O. de Z., Vernica. El golpe despus del golpe. Leigh vs Pinochet. Chile 1960-1980 (Lom: 2003).
Ibid. Vase tambin Varas, Agero y Bustamante, op. cit.
de Ral Prebisch y de la Escuela de la Cepal no estaban ausentes del anlisis militar chileno,
o las de Gino Germani, pero no eran hegemnicas, compartan el espacio de debate con los
escritos de Gunnar Myrdal, los ejemplos peruanos, pero sobre todo, de Nasser en Egipto.
Queremos apuntar a que la mezcla de Ibaismo y Doctrina de Seguridad Nacional dio
lugar a un nacionalismo socialista, no marxista, que aspiraba a la independencia soberana
con desarrollo econmico y social, pero sin comprometerse con ninguno de los bloques. Eran
anticomunistas, pero no reacios a los cambios estructurales, que entendan como urgentes.
Por eso, tal vez, el general Carlos Prats afirm a finales de 1969 que las fuerzas armadas
estn integradas en un 80% de su personal por una planta de tendencia centro-izquierdista,
no proclive al marxismo441. Coherente con ello, si bien no eran partidarios de la Unidad
Popular, precisamente por sus partidos marxistas, compartan el anhelo de modernizacin
estructural, su nacionalismo antiimperialista y la necesidad de mayor justicia social. En ese
sentido, Allende y la Unidad Popular no fueron ilusos, ni confiaban por ceguera mtica en el
carcter constitucionalista de los uniformados, sino que haba un canal por donde hacer
posible la comunicacin. Esta idea se refuerza si se considera que al momento del Tacnazo, el Partido Socialista emiti una declaracin defendiendo a los oficiales amotinados,
afirmando que en tal suceso se reflejaba la parlisis econmica que sufra el pas, como
tambin la bsqueda de la oficialidad por tener un papel en una sociedad en transicin,
persistiendo una tensin entre quienes seguan vindolas fundamentalmente como un aparato represivo y quienes deseaban insertarlas constructivamente en el quehacer nacional,
colocando su organizacin y su conciencia al servicio de los ideales de emancipacin. Se
sealaba: los segundos... aspiran a que las fuerzas armadas se decidan a asumir un papel
coincidente y convergente con el de aquellas fuerzas sociales y polticas que luchan, como lo
hicieron en el pasado siglo los padres de la patria, por asentar la independencia y soberana
del pas, recuperando para Chile sus riquezas bsicas...442.
En ese marco debe insertarse la factibilidad de la Va Chilena al Socialismo, proyecto de
transicin que parta de la premisa que era posible hacerlo desde la propia institucionalidad burguesa, la cual ofreca los instrumentos para ir socializando los medios de produccin
y financieros, e ir integrando a los trabajadores a la gestin de ellos, sin necesidad de una
destruccin violenta del aparato estatal. La Va Chilena era una apuesta por recuperar la
naturaleza humanista del socialismo y por escapar al sino de la revolucin, es decir, a la
violencia. Como explica Toms Moulian, el origen violentista de todas las revoluciones contraa el riesgo de la burocratizacin del poder y del aborto de los ideales superiores del
socialismo443 . La Unidad Popular pareca intuir aquella tragedia y buscaba un camino alternativo, para el cual deba evitarse la violencia no el conflicto con quienes resistiran la
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transformacin, sumando fuerzas a los cambios. Como seala uno de los asesores de Allende, la va pacfica significaba la permanencia de los mecanismos de control social a lo largo
del perodo de transformacin de la anterior estructura de dominacin, con capacidad suficiente para imponerse a las fuerzas anmicas, de modo de poder imponer una direccin a la
sociedad en transformacin. Era fundamental que el aparato del Estado no se derrumbara
antes que la clase obrera acumulara el poder suficiente, y as evitar que las instituciones
armadas depositarias de la violencia irrumpieran para imponer la supremaca de una clase444 . En esto jugaba un papel trascendental el carcter transicional de la Va Chilena, primera
fase en que se nacionalizaran las reas estratgicas de la economa, se profundizara la
reforma agraria y se recuperaran las riquezas bsicas en manos extranjeras. Era la fase antiimperialista y antioligrquica de la revolucin, a la cual se le introdujeron elementos ms
radicales como el poder popular y la adopcin de un sistema unicameral.
El Programa de la Unidad Popular recoga, aunque escuetamente, estas tendencias y
pticas, al referirse al tema de la defensa nacional. Explicitaba su decisin de atender preferentemente a la mantencin de la soberana externa, sosteniendo una actitud de alerta ante
cualquier peligro eventual sobre las fronteras, estimulado por el imperialismo o las oligarquas que se entronizan en pases vecinos y que junto con reprimir a su pueblo alientan
afanes expansionistas y revanchistas. La soberana se asentara en una definicin de las
fuerzas armadas como nacionales y, por ende, no destinadas a la represin del pueblo o para
participar en acciones que interesen a potencias extraas. El segundo elemento constitutivo de ese concepto sera el imperativo de su formacin tcnica, abierta a los avances de la
ciencia militar, los cuales estaran conformes a la independencia nacional, la paz y la amistad entre los pueblos. En tercer lugar, se consideraba necesaria su integracin y aporte en
diversos aspectos de la vida social. El Estado Popular se preocupar de posibilitar la contribucin de las fuerzas armadas al desarrollo econmico del pas sin perjuicio de su labor
esencialmente de defensa de la soberana. Todo esto sera posible asegurando a estas instituciones los recursos materiales y tcnicos, remuneraciones justas, como tambin promociones
profesionales que garantizaran a los oficiales, suboficiales, clases y tropas su seguridad econmica y la posibilidad de ascenso por razones de mrito. Desde el punto de vista
internacional, la Unidad Popular pretenda defender la soberana mediante la denuncia de
los pactos interamericanos, ya fuera por su carcter de instrumento del imperialismo norteamericano, o porque revestan una limitacin a la soberana, como era el caso del Tratado de
Asistencia Recproca (TIAR) o el Pacto de Ayuda Militar445.
Si se observa, el Programa reconoca implcitamente la necesidad de disear una estrategia con respecto a los institutos castrenses, pues las presiones sobre ellos eran de todos conocidas.
Aunque en general es clara una actitud asertiva, expresada en el rechazo al imperialismo y a
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445
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Garcs, Joan. Allende y la experiencia chilena (Bat: 1990), pp. 136 y ss.
Unidad Popular. Allende Presidente. Programa bsico de gobierno (Stgo: 1970).
los tratados interamericanos que implicaban el alineamiento del continente contra el comunismo, tambin es evidente la necesidad de tranquilizar a los militares y sus adversarios
polticos, asegurando la ausencia de una intencin de lucha continental a favor de la causa
socialista, sino a favor de la paz. Esto iba a la par de un reconocimiento de la hiptesis de
conflicto, al plantearse como primera prioridad el problema de la soberana en clara alusin
a Per y Bolivia. Esto es importante, pues una de las crticas ms duras de los oficiales contra
el gobierno de Frei era su excesiva confianza en los mecanismos diplomticos y en la solidaridad latinoamericana, despreciando la posibilidad de un conflicto, que sorprendera al pas
en una posicin dbil. El Programa recoga, igualmente, la conviccin de terminar con la
separacin del mundo militar e integrarlo a los desafos del desarrollo, pero como complemento a lo que se entenda era su principal misin; la defensa externa. Ms an, se haca
cargo del problema econmico, eterna rea de queja de los uniformados. En suma, la Unidad
Popular fue el primer gobierno civil en el siglo que dio respuesta a las demandas de las
fuerzas armadas: un salario justo y digno, actualizacin tcnico-profesional para enfrentar
en condiciones ptimas una eventual dificultad limtrofe, y su insercin activa en el desarrollo econmico-social.
Si estas lneas no estaban, quizs, muy articuladas antes de septiembre de 1970, empezaron a adquirir una fisonoma ms clara casi inmediatamente despus de la eleccin, cuando
se produjo el asesinato del Comandante en Jefe del Ejrcito, general Ren Schneider. Como
es sabido, el intento de sectores de la derecha nacionalista chilena, de altos oficiales del
Ejrcito y de la Marina, vinculados con la CIA, de impedir el ascenso al poder de la Unidad
Popular se materializ en el Plan Alfa, el cual consisti en secuestrar al Comandante en
Jefe del Ejrcito para crear las condiciones de un golpe militar. Esta tentativa fracas, pero
clarific a los dirigentes socialistas el futuro que enfrentaran. Joan Garcs explica que
desde antes de la asuncin, Allende y sus colaboradores tuvieron claro que el presidente
Richard Nixon y su ministro Henry Kissinger, como sectores importantes de la derecha chilena, eran partidarios de una salida golpista al triunfo e inminente toma del poder por parte
de la izquierda. De all, que la Unidad Popular se concentrara en los factores que hicieran
imposible el contexto para el enfrentamiento, siendo lo primero el respeto a la jerarqua del
mando en la nominacin del reemplazante de Schneider, designando al general Carlos Prats,
de modo de no confirmar los temores de una desintegracin del Ejrcito, con fines revolucionarios. Lo segundo, sera el desarrollo de los ejes de la poltica militar: reafirmar su carcter
constitucionalista y su incorporacin a las tareas de transformacin.
Para entender esta insistencia en la eficacia que podra tener el tema de la tradicional
obediencia y respeto a las normas constitucionales, no debe perderse de vista el profundo
impacto que entre la oficialidad provoc el asesinato de Schneider, la cual a pesar de no ser
partidaria de Allende, no fue parte del complot y mucho menos comparti la decisin de los
conspiradores de matar a su Comandante en Jefe. Su muerte fortaleci la unidad institucional y debilit la oposicin ms radical. Debe mantenerse presente que la posibilidad de
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Valdivia O. de Z., Vernica. El golpe despus del golpe, cap.1 y 2; Nacionalismo, Ibaismo, fuerzas armadas:
el ocaso del populismo militar, Contribuciones Cientficas y Tecnolgicas, No116:1997.
Patria Nueva, No.3, mayo de 1971, p. 42.
desde todas las instituciones a su alcance (Congreso, tribunales, Contralora, prensa), llamar a
la desobediencia civil y a los militares a sacar al gobierno. Los grupos nacionalistas, por su
parte (Patria y Libertad y Tacna), desde un comienzo estuvieron por una solucin militarista
y presionaron cada vez ms a la oficialidad para que optaran por ese camino448. La resistencia
militar a dichas presiones, en parte, se sostena en la conviccin entre los oficiales de que los
graves problemas deban ser solucionados por los civiles y no por los militares. Quien revise las
revistas castrenses podr encontrar ms de un llamado a la civilidad, incluso a das del golpe
de Estado; la urgencia de un acuerdo entre el gobierno y la Democracia Cristiana449.
La Unidad Popular dio solidez y contenido al constitucionalismo militar al refrendar su
carcter de tradicin. Durante una visita al Regimiento de Caballera No.7 Guas de Concepcin, el Presidente Allende record el nacimiento de ese centro de Infantera por mandato
de Bernardo OHiggins, como escolta suya en el campo de batalla, haciendo hincapi en su
vnculo con los albores de nuestra historia en su lucha por la independencia. Las figuras histricas aparecan frecuentemente en las argumentaciones de las autoridades, porque a ellas se
deba la funcin dada a las fuerzas armadas. Desmintiendo ciertos rumores, el general Prats
record que desde que el ministro Portales, con el severo sentido de autoridad que lo caracterizaba, traz nuestra va constitucional... las fuerzas armadas chilenas nunca han participado
en opiniones de izquierdas ni de derechas450. Esta constante apelacin a recursos histricos
tiene sentido con los principios de la carrera militar, las denominadas virtudes militares, una
de las cuales es la tradicin. Segn la comprensin militar, la tradicin es el origen de la patria,
el cmo se constituy, de ah la importancia del pasado histrico y el aporte de hroes y mrtires. En otras palabras, el historial dejado por OHiggins, Portales o Montt tena un peso en otra
virtud castrense, como era el cumplimiento del deber, cumplir con la tarea asignada, siendo
leal a su superior. Esto fue lo que dio sostn a la Doctrina Schneider, tan socorrida por la
Unidad Popular, porque la decisin irrevocable del Comadante en Jefe de respetar el resultado
eleccionario de 1970 y no permitir que el Ejrcito violara su deber de prescindencia poltica,
confirmaba la virtud militar de la tradicin, que aseguraba su constitucionalismo. Conmemorando su muerte, dijo el Presidente: Ayer, en todos los regimientos de Chile la bandera de la
patria flame a media asta, para sealar que un mrtir de las fuerzas armadas del ejrcito de
Chile seala con su ejemplo lo que es, ha sido y ser la conciencia de ustedes, soldados orgullosos de la tradicin de ayer que comienza con el Padre de la Patria, OHiggins, y que se perpeta
en el ejemplo y en el sacrificio de un General y Comandante, como Ren Schneider Chereau451.
As, de OHiggins a Schneider haba una sola historia y un solo sentido del honor.
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451
Valdivia O. de Z., Vernica. Camino al golpe. El nacionalismo a la caza de las fuerzas armadas, UCBC,
Serie de Investigaciones, No.11:1996.
Mayor Juan Barriga Lo que debemos saber de seguridad y defensa nacional, Memorial del Ejrcito de
Chile, No 373, mayo-agosto 1973.
Patria Nueva, No.13, marzo de 1972, p. 26; No 11, enero 1972; No.12, feb. 1972.
Patria Nueva, No.8, octubre de 1971.
187
El segundo eje de la poltica militar de la Unidad Popular era la apuesta por la posibilidad de unir a campesinos, soldados, obreros, mujeres, estudiantes y mineros a la construccin
de un Chile Nuevo, ms justo y solidario. Si se retiene el cancionero de la Unidad Popular, se
recordar su permanente repiqueteo por la unidad, unidad de la que solo estaban excluidos
los capitalistas monopolistas, ni siquiera la burguesa en su conjunto. Parte de ella, eran los
soldados, como lo explicitaba el himno Venceremos. La demanda de los uniformados por
integrarse a la sociedad vena de haca dcadas, siendo escuchados solo por el general Ibez en su segunda Presidencia, cuando instaur el Servicio Militar del Trabajo, esto es, su
incorporacin a tareas de bien pblico, ya fueran obras viales, ferroviarias, en caso de catstrofes, entre otros. Los sucesivos Presidentes mantuvieron este Servicio, pero no le dieron
sustancia ni proyeccin y, en el caso de Frei, lo us como reemplazo de mano de obra para la
poltica de promocin popular y como rompehuelgas. Haba mucha frustracin en los oficiales en los aos sesenta. La Unidad Popular escuch ese llamado y decidi modificar la funcin
militar, dndole un rango cuasi legal a lo que haba sido y sera el Servicio Militar del Trabajo y la incorporacin castrense a las tareas del desarrollo. Ello signific acentuar el carcter
antiimperialista del proceso de Independencia y homologarlo con los intentos anti-norteamericanos que realizaba la Unidad Popular, uniendo tradicin con permanencia de anhelos
liberadores. As se sealaba: Qu fue la Guerra de Independencia sino una fragosa campaa por la liberacin del yugo extranjero que entraaba opresin y servidumbre econmica,
obligaciones inaceptables de comprar solo en la Pennsula, mientras la Pennsula se llevaba
de nuestras tierras las riquezas naturales que los colonizadores codiciaban y que nosotros no
podamos comerciar con los clientes que ms nos convinieran?452. En uno de los discursos
posteriores al triunfo de septiembre de 1970, Allende explicit el sentido modernizador y de
liberacin que tena el proyecto de la Unidad Popular: Somos los legtimos herederos de los
padres de la patria y juntos haremos la segunda Independencia, la Independencia econmica de Chile453. Esto es coherente con la tnica antiimperialista que invada el proyecto, que
supona una nueva Independencia para el pas, con la ruptura de la subordinacin a Estados
Unidos: no era dependencia colonial o Independencia nacional, como rezaba la cancin?
Los oficiales, en su gran mayora, tambin participaban de ese anhelo de nacionalizacin de
las riquezas bsicas y del salto al desarrollo. Fue a esa gran tarea que Allende los invit.
Durante la ceremonia de entrega de la espada OHiggins y condecoraciones a los Altos Mandos, el Presidente expuso: Fuerzas Armadas cuyos valores permanentes he destacado, pero
que, al mismo tiempo, deben comprender las etapas temporales que, como instituciones,
tienen que vivir. Una de estas etapas es la que hoy controla a Chile, que hace por voluntad
del pueblo, su propia revolucin. Revolucin dentro de los cauces democrticos y legales,
452
453
188
Patria Nueva, No.2, marzo-abril 1972. El nfasis es nuestro para destacar la convocatoria.
Ibid. El nfasis es nuestro.
Patria Nueva, No.1, junio de 1971. Sobre las funciones militares, Claudio Lpez. Las fuerzas armadas en
el Tercer Mundo, Memorial del Ejrcito de Chile, No.356, julio-agosto 1970.
189
190
Noticias de ltima Hora, 17 de julio de 1970, p. 7; vase tambin Patria Nueva, No.19, sept. 1972.
Chile Hoy, No.55, junio-julio 1973.
desarrollo del pas, sino de una estrategia nacionalista, que supona la expropiacin de recursos en manos de empresas extranjeras. En la revista del Alto Mando del Ejrcito, la
nacionalizacin del cobre fue recibida con jbilo y como un gran paso en la lucha por la
independencia nacional459 .
Este proceso incorporativo se mantuvo a lo largo de los dos primeros aos de la Unidad
Popular, a medida que se creaba el rea de Propiedad Social, es decir, las empresas y entidades financieras, comerciales y productivas que pasaron a manos del Estado. Un oficial del
Ejrcito fue el escogido como Director de la Industria Qumica Du-Pont, ingresada al rea de
propiedad social, mediante la compra de acciones a travs de Corfo y Petroqumica Nacional, empresa que produca el 75% de los explosivos del pas que se empleaban para la
explotacin de minerales. La empresa qued bajo la direccin del coronel Sergio Nuo Bawden,
quien asumi como gerente general460. Como el general Pedro Palacios, Sergio Nuo tambin
era ingeniero y se desempeaba hasta entonces como director del Instituto de Investigaciones y Control del Ejrcito.
Dadas las tendencias nacionalistas existentes entre la oficialidad, ellas fueron parte de la
demanda por la nacionalizacin de la Compaa de Telfonos de Chile, cuando la Comisin
Nacional de Telecomunicaciones, conformada por representantes del gobierno, de la Corfo, de
los trabajadores y de las FF.AA., lo solicitaron: La defensa nacional comprende todas las actividades del pas: econmicas, sociales, polticas y culturales. No solo las FF.AA. stas estn en
ntima relacin con todas las actividades nacionales. Por eso que un sistema deficiente de
comunicaciones entraba la situacin econmica y social del pas y, por lo tanto, entraba y pone
en peligro la seguridad del pas461. Seguridad nacional, autonoma y desarrollo.
Como explicitaba, por otra parte, el Programa de la Unidad Popular, se acelerara la
reforma agraria, mbito productivo del que no estuvieron ajenos los militares. Para poder
salir del grado de atraso que an afectaba a la agricultura, se necesitaba gran nmero de
mano de obra que pudiera comprender el manejo de los nuevos elementos tcnicos que se
incorporaban a las faenas. En ese sentido, la Fbrica de Material de Guerra del Ejrcito,
Famae, construy implementos agrcolas, los cuales fueron comprados por la Corporacin de
Reforma Agraria, Cora. Por su parte, el Instituto Geogrfico Militar colaboraba en el levantamiento de planos para una mejor utilizacin de suelos y recursos; la Direccin General de
Remonta Veterinaria imparta cursos para cuidadores de ganado y asistencia tcnica; mientras
las Brigadas Forestales crearan en cada unidad del Ejrcito contingentes para la defensa de la
riqueza forestal. En general, la labor de las distintas ramas armadas que participaban en el
desarrollo agrcola se orientaba a la capacitacin de campesinos para mejorar su desempeo,
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460
461
Ahora, 22 de junio de 1971; Patria Nueva, No.2, marzo-abril 1971; No.14, abril de 1972; Memorial del
Ejrcito de Chile, 1971.
Patria Nueva, No.14, abril 1972.
Departamento de Relaciones Pblicas del Ejrcito, Ahora, 21 de septiembre de 1971.
191
especialmente de los asentados, es decir, aquellos que pasaron a formar parte de la tierra
reformada, los llamados asentamientos, especie de sociedades mixtas entre los inquilinos
que reciban tierras y el Estado a travs de Indap, que les ofreca crditos y asesora tcnica. Igualmente, la Direccin General de Reclutamiento llevara un registro de los hijos de
campesinos que acudieran al Servicio Militar o a su planta, de modo de darles preferencia
en los cursos de perfeccionamiento que se dictaban en el perodo normal del Servicio Militar. Una de las reas de mayor desarrollo entre las que realizaban los uniformados estaba la
del Servicio de Tractoristas, en la que se les enseaba el manejo de tractores y mecnica.
Estos cursos se hacan en dos niveles: para los campesinos que solo asistan al curso y para el
contingente que estaba realizando su servicio militar. Aunque los oficiales segn confesaban al principio teman por sus resultados, al final quedaron bastante orgullosos, como lo
seal el Comandante Gabriel Molina: Cuando recin llegaron venan con sus bolsitas y
ninguno saba nada de mecnica ni de tractores, pero todos fueron aprobados. Los cien asentados cumplieron sus obligaciones correctamente, no hubo necesidad de castigos o
suspensiones. Despus de estar un mes en el curso dominaban todas las materias. Junto con
el Vicepresidente de Cora tomamos los exmenes y todos los aprobaron con distincin462.
Estos cursos se seguiran impartiendo en otras unidades.
Por su parte, los conscriptos en el Servicio Militar hacan el curso por siete meses; los
que lo hicieron en Santiago, por ejemplo, lo realizaron en el Regimiento Buin y exista un
convenio con el Instituto Nacional de Capacitacin Profesional, Inacap. Estaba pensado de
preferencia para contingentes campesinos y mapuches, con el fin de que ms tarde pudieran
asumir mayores responsabilidades en las tareas agrcolas y cumplir as la meta de aumentar
la produccin y la productividad en los campos. Como expresaba Jos Catrilao uno de esos
reclutas, proveniente de esas zonas, pensaba volver a su tierra, por lo que estos cursos de
tractorista le aseguraban el trabajo al regreso. Por su parte, Hiplito Guajardo, presidente
del asentamiento de Coipu de Temuco, agradeci la iniciativa por su novedad era la primera vez que se realizaban como porque permitan a los campesinos aprender a trabajar mejor,
sacndole mayor provecho a la maquinaria. Como ellos, haban 225 reclutas-campesinos que
participaban en dicha instruccin a lo largo del pas: Arica, Quillota, Santiago, Chilln,
Angol, Temuco, Puerto Montt, Coyhaique y Punta Arenas. La Unidad Popular esperaba que
esta colaboracin fuerzas armadas-Cora provocara un nuevo tipo de relacin humana entre
los uniformados y la civilidad, especialmente el pueblo463.
Una de las actividades ms importantes realizadas durante la Unidad Popular fue la
celebracin de la III Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, Unctad,
a reunirse en Santiago en abril y mayo de 1972, para la que se design como vicepresidente
al general Orlando Urbina, Comandante en Jefe de la Segunda Divisin del Ejrcito y Juez
462
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192
Militar de Santiago. Como sealamos en la primera seccin, los aos de la Unidad Popular
correspondieron a una etapa de auge de los pases tercermundistas subdesarrollados, dado el
proceso de descolonizacin, expresados en las Naciones Unidas con la creacin de esta Conferencia en 1964 como un rgano permanente de la Asamblea para favorecer los objetivos
econmicos de la Carta de la ONU, estimulando un programa de cooperacin internacional. Se
buscaba acentuar el comercio entre naciones para acelerar el desarrollo en pases atrasados.
De acuerdo al coronel Benjamn Videla: Chile est consciente de promover y orientar las
tareas de los pases en desarrollo, especialmente de Amrica Latina para superar el subdesarrollo que afecta a millones de analfabetos... espera que en esta Conferencia se materialicen
acuerdos para acelerar el desarrollo econmico, proporcionar asistencia tcnica y modificar el
rgimen de comercio internacional para ponerlo al servicio de los pases en desarrollo464. La
presencia de un alto oficial, como Urbina en la Unctad tercero en la escala del mando despus
de Prats y Pinochet, revela no solo el deseo de las autoridades de gobierno de contar con el
apoyo de los uniformados, sino tambin que ello los puso en contacto con situaciones propias
del proceso revolucionario en curso. En este caso, los obreros que participaban en la construccin del edificio que albergara a los conferenciantes, se haban tomado la empresa a cargo de
la construccin, cuestin que no afect la relacin del general Urbina con ellos, pues se aseguraron que los trabajos siguieran su curso. As lo expres el vicepresidente de la Unctad: Los
trabajadores han respondido eficazmente ante esta obra en que est comprometido el pas y
que tiene tanta trascendencia internacional. Los trabajadores de SEC Ingeniera, conscientes
de que el prestigio y el inters nacional estn en juego, cumplieron con los compromisos que
esa empresa contrajo con las obras de la Unctad III. Desde el 1 de marzo los obreros de SEC
tomaron el control de la maestranza, pero evitaron que el conflicto laboral reprecutiera en el
avance de esta gigantesca obra en que se trabaja da y noche465. El general Urbina valorizaba
el aporte que sera el edificio para la Conferencia, pues una vez terminada se convertira en un
centro cultural, cobijando a todas las expresiones de cultura que florecieran en el pas. Para el
general Urbina, esta tercera reunin tena un sentido especial, pues su punto central era el
problema del desarrollo, cuestin que no haba ocurrido en las dos anteriores: La segunda, en
Nueva Delhi, solo ocup dos mesas de trabajo. Esto demuestra que los problemas estn mejor
configurados y ms simplificados y se perfilan soluciones ms reales y concretas. El Tercer
Mundo ha aprendido mucho de economa, de desarrollo y de comercio, a travs de estos aos.
En 1945, al crearse las NU, la palabra desarrollo no aparece en parte alguna. Pero ya se vislumbran los problemas econmicos que afligen al mundo. Y nacieron las comisiones tcnicas que
han evolucionado hasta llegar a las conferencias poltico-tcnicas, conclua en la misma entrevista recin citada.
464
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Tte. Coronel Benjamn Videla. Unctad, Memorial del Ejrcito de Chile, No.364, nov.-dic.1971; Simon Stancic
Un hogar chileno para la humanidad. Entrevista al general Orlando Urbina, Memorial del Ejrcito de
Chile, No 364, nov.-dic. 1971.
Patria Nueva, No 13, marzo de 1972.
193
En otras palabras, la preocupacin castrense por el desarrollo en su vertiente de la urgencia de aumentar la produccin y la productividad, como un punto nodal en la lucha contra
la miseria, los transform en colaboradores de los procesos de transformacin que en el rea
de la produccin y, especialmente, en el rea social, se estaban produciendo, no convirtindose en un obstculo al cambio. Desde su ptica profesional, ayudaron a la reforma agraria y
al esfuerzo productivo de las empresas estratgicas.
Una segunda rea para integrarlos fue la de investigacin, que era parte sustantiva de la
batalla contra el subdesarrollo, la cual no poda darse solo en el frente de la produccin, sino
en el nivel ms especializado de la investigacin cientfica. Ello determin a la Unidad Popular a requerir la participacin de uniformados en la Comisin de Energa Nuclear y en el
Consejo de Investigacin y Desarrollo Cientfico que integraban las universidades del pas.
Estas instituciones estaran representadas en el Consejo Directivo de la entidad de energa nuclear, por un oficial de cualquiera de las tres ramas, siendo el primero el general de
brigada, Ral Contreras Fischer. Se esperaba que dicha Comisin elaborara planes de investigacin y desarrollo, para la utilizacin y control de la energa nuclear en distintos mbitos
que promovieran el desarrollo nacional. Durante aos, las fuerzas armadas haban ido formando un significativo nmero de ingenieros a travs de Escuelas Politcnicas como centros
de enseanza profesional, a las cuales acudan oficiales de distintas ramas de las fuerzas
armadas. Estas se haban ido acercando cada vez ms a reas que, en estricto rigor, no eran
parte de la profesin militar en un sentido restringido de la defensa, y que la revolucin
tecnolgica de la segunda post guerra fue haciendo posible. Algo as haba estado ocurriendo en reas como control de materiales radioactivos de importancia estratgica, en la
confeccin de una Carta Nacional Mineralgica. En el afn de reforzar esta preparacin, se
firmaron convenios con distintas universidades estatales e institutos en el pas, pudiendo el
personal uniformado, tanto los oficiales como la suboficialidad y cuadros permanentes
soldados, sargentos y cabos, seguir cursos de especializacin o carreras tcnicas y/o profesionales. Un ejemplo de ello fue la Universidad Catlica a travs de su rector, Fernando
Castillo Velasco, la cual firm un convenio con el Alto Mando del Ejrcito, por medio del
que se facilitara la especializacin de los oficiales en reas tcnicas, cientficas y humanistas mediante programas especiales y escalonados. Asimismo, hubo un acuerdo con la Fuerza
Area para que los militares de esa rama dispusieran de cursos equivalentes en esa Universidad relacionadas con materias de su mbito, tales como meteorologa, geografa fsica,
aerofotogrametra. Algo similar ocurri con la Universidad Tcnica Santa Mara para el personal de la Armada y con el Instituto Nacional de Capacitacin, Inacap, con el que la Fuerza
Area firm un convenio para que sus suboficiales realizaran cursos para supervisores educacionales. Los primeros supervisores recibieron su diploma en abril de 1971466.
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194
195
Sin embargo, exista una cierta especializacin, pues cada rama actuaba en alguna rea
especfica. Por ejemplo, la Armada tena como principal tarea vigilar el extenso litoral del pas,
como la mantencin de las ms importantes lneas de comunicacin martimas, actividad ms
cercana a su funcin de defensa territorial. Junto a ella, desarrollaba otras de servicio a la
comunidad, de preferencia en la zona sur, donde entre Talcahuano y Punta Arenas la Armada
enviaba continuamente destructores, buques oceanogrficos, patrulleros y barcazas, con la finalidad de mantener en condiciones ptimas los servicios de faros, boyas, seales de nieblas y
otros elementos de ayuda en la navegacin, informndose rpidamente al Instituto Hidrogrfico de cualquier anomala que requiriera atencin. Tan importante como aquello, la Armada
desarrollaba una funcin mdica en las zonas ms alejadas de los centros poblados y en las
numerosas islas desperdigadas del sur del pas. Para ello exista desde 1965 el Cirujano Videla, lancha construida aos antes por Asmar y para entonces propiedad del Servicio Nacional
de Salud. Su misin consista en la atencin mdica y entrega de leche de acuerdo a las necesidades del Ministerio de Salud en la zona de Chilo continental, tales como control peditrico,
de mujeres embarazadas, incluyendo partos, cirujas menores, desinfecciones y tratamientos
dermato-infecciosos. Se sealaba que uno de sus aportes ms destacados era el combate contra
la tuberculosis y la labor sanitaria, a travs de programas de prevencin y educacin entregados por tcnicos del Servicio Nacional de Salud. Durante la Unidad Popular, estos programas se
incrementaron, como tambin su participacin en una de las 40 medidas de la Unidad Popular, como fue la entrega de medio litro de leche a cada nio. Una obra semejante realizaba la
barcaza Morel, que regularmente transportaba carga y pasajeros entre Punta Arenas y la isla
Tierra del Fuego hasta Navarino, zonas muy australes de Chile, con serios problemas de integracin y ayuda. Como sealaba el capitn de navo Ismael Huerta: Debemos dar proteccin
al pas para que los gobernantes puedan imprimir con tranquilidad el ritmo de desarrollo a
que aspiramos. Es elemental cuidar lo que se construye, y si el desarrollo requiere autonoma,
hay que defenderse de las presiones que actan desde afuera y desde adentro468. El extremo
sur era el rea de accin preferente de la Marina.
La Fuerza Area, por su parte, cumpla primordialmente tareas de rescate, para lo cual
exista un Servicio Areo bajo su mando que se dedicaba a la bsqueda y salvamento de
arrieros extraviados, aviones que no comunicaban su ubicacin, salvamentos en el mar. A
juicio de su Comandante en Jefe, Csar Ruiz Danyau: La Fuerza Area de Chile va mucho
ms all de lo militar y se proyecta a la comunidad con infinidad de maneras, como lo
demostraba su participacin en las labores de ayuda y rescate con motivo de la erupcin del
volcn Huemules, cuyos helicpteros lograron salvar a miles de ciudadanos y ganado perdido en medio de la catstrofe en la zona. Como en el caso de la Armada, la Fuerza Area
revesta un importante vehculo de integracin de zonas marginadas, abasteciendo a pobladores de inhspitos e inaccesibles lugares, retirando enfermos y sirviendo de puente para el
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intercambio comercial con Puerto Montt, Ancud o Castro, en Chilo. En el norte, igualmente
realizaban actividades de rescate, tareas para las que el gobierno los dot de una moderna
unidad area adquirida en Estados Unidos a mediados de 1972469 .
Una de las tareas que uni a todas las ramas fue el reparto del medio de litro de leche
diario a los nios, poltica pensada e implementada por el Presidente, Doctor Salvador Allende,
como una eficaz herramienta para combatir la desnutricin infantil, todava un grave problema en el pas. Como el territorio es extenso y algunas reas no estaban muy integradas, se
requera la ayuda de aquellas instituciones que hicieran posible ese acceso, llevando el alimento en forma oportuna. Las fuerzas armadas se incorporaron a esa tarea, como mencionamos
para el caso de la Armada, pero tambin lo hizo la Aviacin a travs de su transporte de
helicpteros, llegando la leche a zonas apartadas, donde residan tribus indgenas yaganes y
onas. En el caso del Ejrcito, esa labor la haca en las zonas agrarias, ocupando sus camiones
y otros vehculos motorizados.
El Servicio Militar Obligatorio recibi un nuevo aliento, al enfatizarse la urgencia por
vencer la ignorancia, cuestin en la que los supervisores educacionales y los oficiales a cargo
de los reclutas desarrollaban una labor de alfabetizacin. En Concepcin, el general Ervaldo
Rodrguez, Jefe de la Tercera Divisin, integrado plenamente al proceso de renovacin mental
que viven actualmente las fuerzas armadas, se encargaba de desarrollar a toda su capacidad la alfabetizacin en la zona, entre otras tareas de ayuda a la comunidad470 .
Una de las actividades en las que ms destacaron las fuerzas armadas en ese perodo fue la
denominada Operacin Invierno durante el ao de 1971. Antes de comenzar esa estacin, el
gobierno decidi prevenir los efectos dramticos que cada ao produca el invierno, especialmente en las poblaciones de menos recursos, que vivan en lugares sin servicios de urbanizacin.
Por eso la Operacin se enfoc de preferencia a las poblaciones suburbanas de Santiago, despejando vas de acceso, limpiando basurales, com tambin desages y se trazaron calles en las
poblaciones marginales. Una actuacin significativa en esto, la tuvo el Ejrcito.
Quisiramos destacar un aspecto de la Operacin Invierno, por las consecuencias que,
posiblemente, tuvo a mediano plazo. Tal fue el trabajo que personal del Ejrcito realiz en
26 campamentos del Gran Santiago. A travs de un acuerdo entre la Corporacin de la Vivienda, Corvi, la Jefatura de Ingenieros Militares y el Servicio Militar del Trabajo se ejecutaron
una serie de trabajos de estabilizacin de calles, en un plan de sesenta mil metros cuadrados. El jefe del Cuerpo del Trabajo coronel Luis Arce Moyano, explic que ella corresponda
como otras a la accin cvica del Ejrcito que sobrepasaba la misin institucional. A cargo
de ella estaba el mayor Jaime Bachler y los trabajos se realizaban con personal, herramientas y maquinaria pesada del Cuerpo Militar del Trabajo. Se trat de construir caminos para
facilitar el acceso de las personas a sus respectivas casas habitaciones, evitando que el barro
469
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Ahora, 21 de sept. 1971 y 26 de oct. 1971; Patria Nueva, No.16, junio de 1972
Patria Nueva, No.4, junio 1971 y No.12, feb. 1972.
197
y las lluvias que solan acumularse en este tipo de poblaciones marginales, lo impidieran.
Como explicaba el mayor Bachler: Este no es un camino de primera calidad, pero sirve al
fin perseguido, que es el de permitir el trnsito de las personas y de vehculos por el interior
del campamento poblacional... Su duracin puede llegar hasta los cuatro aos. Hay que
entender que se trata de enfrentar fundamentalmente la emergencia que representa el invierno para estos campamentos471.
De acuerdo a la informacin de prensa, las actividades desplegadas en esos 26 campamentos aliviaran la realidad de ms de cien mil personas, que eran las residentes en ellas.
Para mediados de 1971, el Cuerpo Militar del Trabajo desarrollaba su labor en las comunas
de Conchal y especialmente en uoa, en el sector de Lo Hermida, donde existan siete
campamentos y se esperaba construir treinta mil metros cuadrados de calles. Segn las declaraciones del Mayor Bachler, no haban encontrado problemas en esos lugares y, ms an,
estaban estimulando a los dirigentes vecinales a la plantacin de rboles, recalcando la importancia de las reas verdes.
El trabajo en los campamentos fue importante, porque vincul a los uniformados con
uno de los sectores sociales ms convulsionados con los proyectos de democratizacin, proceso que ya se haba inciado con la Promocin Popular del perodo de la Democracia Cristiana
y, como se ha visto en otro captulo de este libro, se acentu en los aos de la Unidad Popular.
Santiago pareca una ciudad en permanente construccin y los pobladores se constituyeron
en uno de los actores ms importantes de la revolucin chilena, donde los sectores ms radicalizados de la Unidad Popular los socialistas como de fuera de ella, como el Mir, alcanzaron
mayor fuerza. Los comandos comunales fueron familiares en lugares ocupados por pobladores sin casa, emergiendo lderes emblemticos, como Vctor Toro o Alejandro Villalobos, alias
El Mickey. En otras palabras, el Servicio Militar del Trabajo durante los aos de la Unidad
Popular, permiti a la oficialidad conocer de cerca la realidad social, pero tambin las tendencias polticas existentes all, acentundose todas las reticencias ideolgicas y polticas
del pensamiento militar.
Si se evala la integracin de las fuerzas armadas al proceso de cambio revolucionario
que fue la Unidad Popular, es posible percibir que ella encaj dentro de una de sus preocupaciones ms importantes a lo largo del siglo XX, como era el problema de la modernizacin
econmica y el desarrollo. Esto confirma que la experiencia de la Unidad Popular, incluso
en aquellos oficiales que ms tarde derivaran a la conspiracin golpista, como Sergio Nuo
o Ismael Huerta, no fue un trauma, ni el socialismo que inspiraba ideolgicamente a sus
conductores actu como obstculo insalvable para haber hecho inevitable su final. Por otra
parte, los oficiales tenan, desde su ptica profesional por cierto, una nocin de justicia
social que haca posible su cooperacin. Ella se relacionaba con su nocin de pueblo, en
tanto nacin, la idea de una comunidad, hermanada por su origen y destino, la cual deba
471
198
mancomunar sus esfuerzos por el bien de la patria y, por ende, de todos sus hijos. Esa idea de
justicia social, se apoyaba tambin en la constatacin de la pobreza y de la miseria que
afectaba a miles de compatriotas, palpables por ellos a travs del Servicio Militar Obligatorio, pero agudizado desde los aos cincuenta por el auge de la migracin campo-ciudad, que
desat las poblaciones marginales y las tomas de terrenos abandonados, que luego derivaron
en los campamentos. Por ltimo, tambin se sostena en la concepcin del ser humano que
tena la oficialidad, como un ser con derechos espirituales y materiales y por ello deba
responderse a ambas necesidades472. Estas concepciones son claramente identificables en
los acpites que hemos desarrollado a lo largo de esta seccin: la unidad de todos los chilenos dara por resultado la superacin de la pobreza, requisito de un pas que saltaba al
desarrollo. Quien mejor expres este sentimiento fue el general Prats: Dentro del cuadro
confuso que presenta en la actualidad nuestra nacin... termino por llegar a una conclusin:
haba llegado para Chile la hora de entrar por la senda de una profunda modernizacin y, por
uno u otro camino... Ha correspondido al presidente Allende poner en marcha a nuestra
patria. Siento como chileno y como soldado el deber de estar, no con la Unidad Popular, no
con ste o aquel partido de gobierno, sino de estar con el proceso histrico que vivimos, con
mayscula473. Este es el sentido que debe darse a la colaboracin militar y el inicial xito
de la poltica de la Unidad Popular, lo cual haca posible sustraer a la oficialidad a las demandas por el derrocamiento, a pesar de su anticomunismo.
Hemos querido terminar esta seccin con esta referencia a las dos preocupaciones ms
importantes para la oficialidad en los aos de la experiencia socialista en Chile la modernizacin econmica y la justicia social que hara ms digno a cada chileno y eso evitara la atraccin
marxista para rebatir la tesis de la ingenuidad de la Unidad Popular y de Allende. El ex
dirigente socialista Carlos Altamirano tiene razn cuando afirma: Allende tena el apoyo
incondicional del general Augusto Pinochet Ugarte, del Jefe de la Marina, del Jefe de la Aviacin y de otra serie de generales que no quiero ni nombrar, porque algunos de ellos estuvieron
en contra del golpe, otros cambiaron, los Brady, los Urbina, almirantes, bueno... o sea, no era
una locura de Allende, un abandono de la realidad de Allende, el estar trabajando ese da 10 en
un llamado a un plebiscito cuando ya haba una movilizacin importante de las tropas474.
Qu pas con esta convocatoria a la unidad, a trabajar todos juntos por un Chile ms
digno?Por qu los Brady, los Urbina, los Nuo, los Huerta, terminaron en el otro bando?
472
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Estas ideas estn ms desarrolladas en Vernica Valdivia O. de Z. El golpe despus del golpe, cap.4.
Prats, Carlos. Diario del general de ejrcito Carlos Prats, ex Comandante en Jefe del Ejrcito Chileno (Ed. Fundamentos: 1984), p.10. La cita corresponde al da 5 de feb. de 1973.
Informe Especial, TVN Cuando Chile cambi de golpe, cap. El origen del golpe, 12 de agosto de 2003.
199
200
476
Varas, Augusto. La dinmica de la oposicin durante el gobierno de la Unidad Popular, Flacso, D.T.
No.43: 1977.
Moulian, Toms y Garretn, M.A. La Unidad Popular y el conflicto poltico en Chile (Stgo.:1983), Moulian,
Toms. Lucha poltica y clases sociales, (Stgo.:1973); Campero, Guillermo. Los gremios empresariales en
el perodo 1970-1983 (Ilet: 1984).
201
una direccin al proceso. Fue entonces, cuando las fuerzas entre gobierno y oposicin quedaron equiparadas, que el primero debi recurrir a los militares.
Fue esta recuperacin de la iniciativa por parte de la oposicin y su articulacin con
capacidad evidente de presin, lo que reactiv tambin la conspiracin militar. Hasta septiembre de 1972, los militares que mantenan la estrategia golpista eran una minora y estaban
directamente vinculados a los grupos nacionalistas de derecha y a oficiales en retiro como
Viaux o Labb que desde fuera presionaban, pero que se estrellaban con la resistencia de la
mayora institucional. La agudizacin de la crisis poltica y los acuerdos de la derecha con
los demcratacristianos, quitaron soporte al respeto militar por las autoridades, a las que
unnimemente la oposicin calificaba de actuar ilegalmente y ello facilit el trabajo de
socavamiento de los principios de no deliberacin y prescindencia que la derecha y los nacionalistas venan haciendo477. El paro de octubre fue un hito en ese proceso de desgaste.
Aunque la Unidad Popular y las fuerzas sociales que la apoyaban revirtieron el curso del
paro, Allende tuvo plena conciencia de la imposibilidad de mantener el proceso sin un dique, capaz de bloquear los afanes golpistas de la oposicin, y los nicos que podan constituirse
en tal eran las fuerzas armadas. El paro haba puesto en peligro la sobrevivencia de la poblacin, amenazando la seguridad nacional, razn por la que Allende emple de acuerdo a sus
facultades en Estado de Emergencia a los militares como garanta de orden y salvaguarda
econmica. En otras palabras, las fuerzas armadas estuvieron junto al gobierno. Segn Allende
Nosotros defendimos la va democrtica! El pueblo y las Fuerzas Armadas, Carabineros e
Investigaciones estuvieron junto al gobierno... Por eso es que d forma y vida al nuevo gabinete, integrado por representantes de las fuerzas armadas, de los partidos populares y de la
Central nica de Trabajadores... Repito que este gabinete naci de la realidad de los hechos
que viviera en octubre nuestro pas y que yo haba denunciado en septiembre478. Los oficiales incorporados fueron el general Carlos Prats en Interior, el Almirante Ismael Huerta, en
Obras Pblicas, y el general de Aviacin Claudio Seplveda en Minera. La presencia de los
oficiales buscaba una solucin, ya fuera por la va de obligar a Allende a retroceder (caso de
Huerta) o de impedir el triunfo de la sedicin de derecha (Prats y Seplveda). Esta esperanza constitucionalista en los uniformados no era una simple opinin de Allende, sino era
compartida por otros personeros de la coalicin de gobierno, que vieron en el gabinete con
militares la forma de terminar con la crisis poltica creada por el paro sedicioso, pues al
asegurar la institucionalidad ayudaron a que el programa siguiera. Por eso la oposicin rechaz la presencia de la oficialidad, pues a juicio del senador nacional Francisco Bulnes: si
los ministros de las FF.AA. han ido al gobierno para servir las posiciones polticas y el programa de la Unidad Popular... no cabe duda que faltaran gravemente a la misin que les
sealan la Constitucin y las leyes... ya que estn mezclndose en poltica partidista479.
477
478
479
202
Esta imagen se vio reforzada con la solucin que se le dio al problema del desabastecimiento, la Secretara Nacional de Distribucin, a cargo de general de Aviacin, Alberto
Bachelet. Al producirse las primeras manifestaciones de desabastecimiento e iniciarse las
colas, surgieron como respuesta las Jap, las Juntas de Abastecimiento y Precio, organizaciones vecinales que buscaban regular la distribucin de alimentos y artculos esenciales
para hacer frente a la distribucin clandestina hecha por el mercado negro, para lo cual las
familias deban inscribirse en la Junta de su barrio, recibiendo una tarjeta que le aseguraba
el abastecimiento. Como el paro de octubre apuntaba directamente a la desarticulacin econmica, las Jap se constituyeron en uno de los frentes con los cuales la Unidad Popular
resisti el embate. En enero de 1973 se lleg a la conclusin que las condiciones estaban
dadas para asegurar las cuotas de consumo y no dejar al mercado actuar libremente, implementando mecanismos de control, asegurndose para s una capacidad mnima de transporte
y la solucin del problema de la distribucin. La nueva poltica econmica signific la creacin por decreto de la Secretara Nacional de Distribucin y Comercializacin, colocando a
cuatro uniformados en servicio activo y uno en retiro en la jefatura de las empresas distribuidoras estatales, siendo su Secretario el general Alberto Bachelet, el que programara los
abastecimientos, la distribucin y el trabajo con los pobladores. El segundo decreto se refiri al Funcionamiento de las Jap, ordenado por el ministro, general Carlos Prats, el cual
apuntaba a un control sobre su localizacin y la regularidad de su constitucin, dando vida a
los Inspectores, quienes deban registrarse en las comisaras de carabineros. Esta medida,
segn fuentes de gobierno, impedira la creacin de Jap paralelas por la oposicin y evitara
choques con las fuerzas de derecha provocadores de hechos violentistas480. Es decir, ambos
decretos apuntaban a bloquear una de las principales armas de la oposicin la desarticulacin econmica, cuestin que estuvo en la raz de la decisin de designar un militar en su
jefatura, pues a comienzos de 1973 se rumoreaba la intencin de un segundo paro, amenaza
que se cumpli en julio de ese ao.
El cargo asignado al general Bachelet era el segundo en importancia despus del de
Prats, por su ubicacin en la sensible rea del abastecimiento y , aunque los oficiales aseguraban no estar ah como partidarios del gobierno, sino como fuerzas obedientes y no
deliberantes, lo cierto es que se le dio a su actuacin una connotacin poltica, pues se trataba de cumplir las rdenes del gobierno: La poltica nuestra afirm el general Bachelet, la
que nos imparti el Presidente, es que haya distribucin equitativa para diez millones de
chilenos: que tengan todos acceso a la misma cantidad de alimentos, proporcional a la familia y a la poblacin en que se vive y podamos distribuir por igual lo que tengamos481. Bachelet,
como buen oficial, se dedic a organizar la Secretara y asegurar su buen funcionamiento,
atacando, en primer lugar, la sicosis de la gente de querer comprar ms de lo que va a
480
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consumir. Por otra parte, lograr que las Jap cumplieran cabalmente su funcin social, esto
es, determinar la densidad poblacional , las necesidades del comercio, controlar que las
empresas distribuidoras entregaran los productos en la cantidad suficiente y a tiempo y al precio
fijado. Todo esto requiri desmentir a la oposicin acerca de la ilegalidad de las Jap. La derecha
haba iniciado toda una campaa de desprestigio de las Jap acusndolas de arbitrariedades y
abusos, y de ser organismos ilegales de presin poltica, por lo que deba ordenarse su disolucin.
Los militares a cargo debieron intervenir, bloqueando la estrategia de este sector poltico, pues
insistan en que las Jap representaban los intereses del consumidor corriente y era deber del
gobierno asegurar el abastecimiento en esa situacin compleja. Ms an, de acuerdo a la informacin del Secretario de Distribucin, el rea social solo controlaba el 30% de la industria de
alimentos, mientras que el sector privado retena el 70% restante y por eso era importante la
poltica que se estaba implementando. Bachelet llamaba a la poblacin a confiar en las Jap e
inscribirse en ellas: Las Jap como organismos asesores y colaboradores, juegan papeles bien
esenciales, claves. Pienso que toda la poblacin debe sumarse a ellas, no importa que se llamen
Jap o Cap (Comits de Abastecimiento Popular)482. Como era necesario alcanzar toda la produccin posible, los oficiales se vieron involucrados en la lucha contra los acaparadores, contra el
mercado negro, arma econmica de la derecha. Como reflexionaba desesperanzado el general
Prats: Al acercarse marzo crece la propaganda. Todo se pone en juego... El argumento principal
contra el gobierno es el desabastecimiento echndole toda la culpa al gobierno, en circunstancias
que no pasa un da sin que descubramos depsitos de bodegas clandestinas con toneladas de
productos alimenticios y artculos desaparecidos del comercio. Solo en la primera semana de
febrero se encontraron ms de cien depsitos de este tipo483.
En otras palabras, Bachelet, Prats y los otros oficiales comprobaron fehacientemente las
armas usadas por la oposicin. Esto es importante para entender el respaldo que hasta el
final mantuvieron los oficiales colaboradores del gobierno, pues el acaparamiento, la poltica de someter por el hambre, era un problema de seguridad nacional, de patriotismo, algo
incomprensible para su mentalidad. La poltica deba, segn el anlisis del general Prats,
haber llegado a muy bajo nivel para optar por ese tipo de medidas. Estos oficiales, y otros
como ellos, aparecieron como responsables directos del fracaso de los objetivos polticos de
la oposicin y, por ende, de alguna manera tomaron posicin.
Por el contrario, hubo uniformados que estuvieron en otro espacio del conflicto y que
terminaron situndose en el bando contrario a la Unidad Popular: fueron a quienes correspondi la aplicacin de la ley de control de armas aprobada a fines de 1972. Como es sabido,
el demcratacristiano Juan de Dios Carmona envi un proyecto de ley por el cual se entregaba a las fuerzas armadas el control de la circulacin de armas entre la poblacin civil, iniciativa
482
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204
a la que respondi una del Presidente de la Repblica, coincidiendo en darle a esas instituciones dicha funcin, en el marco de lo que fue el paro de octubre; la ley entr en vigencia el
21 de octubre de 1972. Esta Ley, sin embargo, no se aplic hasta julio de 1973, es decir, cuando
la conspiracin en contra del gobierno de la Unidad Popular ya estaba en marcha en su fase
definitiva. El hito demarcatorio fue el levantamiento del Regimiento Blindado No.2, a cargo del
coronel Roberto Souper, en combinacin con Patria y Libertad y otros grupos opositores, el da
29 de junio de 1973 (el Tancazo), que buscaba derrocar al gobierno. El Comandante en Jefe
del Ejrcito, general Carlos Prats, detuvo personalmente la conspiracin, pero no pudo detender el proceso de politizacin que se apoder de su institucin y de las otras, ya atrapadas por
las presiones del ambiente poltico y porque a esas alturas, la oposicin centraba todas sus
esperanzas en la intervencin golpista de las fuerzas armadas para deshacerse del gobierno
marxista. Debe recordarse que, si bien la conspiracin comenz en diciembre de 1972 en Valparaso, no logr una real articulacin hasta despus del Tancazo, cuando tras la reunin del
Grupo de los 15, el 1 de julio de ese ao, los complotadores descubrieron que haba la recepcin
suficiente para dar curso al golpe484 .
Esto tal vez incidi en el carcter que asumi la aplicacin de la norma, pues ella se
centr en operativos y allanamientos contra los centros de trabajo y poblaciones. Los militares hicieron una aplicacin selectiva del control de armas, pues no se us contra las
organizaciones de derecha, especialmente contra Patria y Libertad, directa involucrada en
el motn, sino como un instrumento de represin contra los trabajadores, realizndose constantes allanamientos. La ley facultaba a los militares para allanar cualquier lugar si haba
una denuncia de existencia de armas, en busca de arsenales, sin necesidad de una orden
judicial. Los allanamientos comenzaron a tener un carcter cada vez ms violento y con gran
despliegue militar y, aunque en general no se encontraban armas en las fbricas y los cordones industriales485, ello fue alienando a los uniformados que participaban en estas acciones,
dada la campaa de la prensa derechista de que se preparaba una guerra civil.
El asesinato del edecn del Presidente Allende, comandante Arturo Araya en julio de 1973,
segn Prats introdujo un nuevo elemento de tensin hacia el gobierno de Allende, exacerbando
los nimos, especialmente en la Marina, donde la irritacin subi de grado. La aplicacin de la ley
de control de armas parece haberse convertido en un desquite, amplindose el uso de recursos
blicos: la Fach utiliz hasta helicpteros, provocando ms violencia. El caso ms emblemtico de
la brutalidad que adquirieron los allanamientos fue el ocurrido en Punta Arenas, donde la accin
realizada por la Fuerza Area y la Armada sobre distintos centros industriales, y en otros al
mando de general Manuel Torres de la Cruz uno de los conspiradores, termin con la muerte
484
485
Gonzlez, Mnica. La conjura. Los mil y un das del golpe (Stgo.: 2000) y Prez, David La Fronda Militar. El
11 de septiembre, Tesis de Magster en Ciencias Polticas, UCH:2000.
Aos despus del golpe, el general Gustavo Leigh G. asegur que para el 11 de sept. de 1973 los cordones
no estaban armados como se asegur entonces y por aos. TVN Medianoche, Programa especial con
motivo de la muerte del general Leigh (septiembre de 1999).
205
por ametrallamiento del trabajador Manuel Gonzlez y el ataque a bayoneta del obrero Guillermo Calixto. Durante la operacin se usaron tanques armados de ametralladoras486.
Esto trajo como consecuencia, altercados directos entre las fuerzas armadas y las organizaciones de trabajadores, las que hicieron duras declaraciones, buscando responsables. El
Partido Socialista, la CUT y el MIR criticaron abiertamente la actitud antiobrera de esas
instituciones.
As, hacia la primavera de 1973, no solo la conspiracin marchaba a pasos agigantados,
sino los oficiales estaban cada vez ms involucrados en el conflicto poltico, delinandose
claramente dos bandos distintos. El miedo del general Prats a la posibilidad de una guerra
civil pareca acercarse cada vez ms a su concrecin en la medida que las fuerzas armadas se
dividan. Su renuncia el 22 de agosto de 1973 a la Comandancia en Jefe del Ejrcito, abriendo el camino al golpe, fue la ltima expresin del ocaso de la poltica militar de la Unidad
Popular. La maana del 11 de septiembre de 1973, la dualidad de la respuesta uniformada
frente al experimento socialista lleg a su fin. A partir de entonces, hubo una sola posicin
aceptable.
La poltica militar de Allende y la Unidad Popular sucumbi a la reestructuracin de la
oposicin a partir de 1972 y el uso que pudieron hacer de los otros poderes del Estado
Judicial y Legislativo, con lo cual el gobierno no tuvo cmo controlar la presencia de las
fuerzas armadas en el gobierno, las que fueron arrastradas al fragor de la lucha poltica,
provocando el debilitamiento de su doctrina de no deliberacin y llevndolas a tomar posiciones en el conflicto. La convergencia de los grupos opositores y la grave amenaza que
signific el paro de ocubre signific la llegada de los militares a los ncleos del conflicto con
la oposicin: su arma econmica (el desabastecimiento) y la existencia de grupos supuestamente armados. La pelea por la distribucin y el control de armas hizo imposible su
prescindencia poltica. Los que se quedaron en las distintas entidades estatales crean que
su deber era impedir el triunfo de la estrategia opositora de lograr la total desarticulacin
de la economa y con ello la confrontacin; los que cambiaron de bando, pensaban que su
deber era terminar de una vez con el gobierno marxista.
Allende y la Unidad Popular no pudieron completar su sueo de unas fuerzas armadas
modernas, democrticas y plenamente integradas al desarrollo nacional como era tambin
el sueo de muchos oficiales, y de la suboficialidad y tropa.
486
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Chile Hoy, No 59, 27 de julio y No 61, 10 de agosto de 1973; Carlos Prats Diario, pp. 25-27.
NDICE
Presentacin
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9
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50
57
57
59
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63
64
MARIO GARCS D.
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152
ESTE
POR EL TRABAJO DE
E D I C I O N E S