Conversación en El Golf
Conversación en El Golf
Conversación en El Golf
de los partidos de la tarde que van a comenzar. Se advierte que en esta latitud, en este
universo mgico que es el golf, la operacin de empujar con un palo una pelota adquiere
un rango supremo, y basta para dar sentido a la existencia.
Entonces fue cuando el fauno benvolo que se hallaba frontero, lleno de simpata hacia
m, me hizo la esencial proposicin:
-Usted deba hacerse socio del club y jugar todos los das un partido.
-No, amigo mo; yo no puedo ser socio de este club ni jugar al golf. Semejante desliz
me acarreara castigos milenarios.
-Eso implica una grave acusacin contra nosotros repuso el fauno ejemplar.
-En modo alguno. Si usted no jugase al golf incurrira en el mismo pecado que si yo
jugase. Ambos habramos sido indciles a nuestro dharma.
-Bien por el dharma! dijo la ninfa agudsima, apoyando luego el rub de sus labios
en el gran rub del vaso donde el sol se dilua en borgoa. Detrs de ese dharma
sospecho toda una teora. Venga al punto, ahora mejor que despus! Con los
entremeses llegaron las ancdotas, con la entre se aventur usted a galantearme,
ahora se presenta el asado, lo fundamental; venga, pues, la teora. No me negarn
ustedes que la comida es perfecta!
-Tanto como una teora no es, Alicia incalculable; se trata no ms que de una sospecha y
un modo de sentir que tiene treinta siglos de existencia. En ella est resumida la
vetustsima sabidura de todo el continente asitico, su experiencia gigante del mundo y
de la vida.
-Ha dicho usted Asia? interrumpi la ninfa audaz. Yo me perezco por Asia entera; mi
entusiasmo es continental. En Biarritz suelo leer a Confucio, y mi corazn vacila
siempre entre Buda y Gengis-Khan.
-Prescindamos un momento de su corazn, Alicia, objeto tan maravilloso nos llevara
demasiado lejos, arrastrados por su genial oscilacin. Con la idea del dharma yo
quera tan slo insinuar que es un error considerar la moral como un sistema de
prohibiciones y deberes genricos, el mismo para todos los individuos. Eso es una
abstraccin. Son muy pocas, si hay algunas, las acciones que estn absolutamente mal o
absolutamente bien. La vida es tan rica en situaciones diferentes, que no cabe encerrarla
dentro de un nico perfil moral. En la Paradoja del comediante sugiere
paradjicamente Diderot que la moral consiste, ms bien, en una serie de inmoralidades
profesionales. El obispo vende sus bulas y hace muy bien. El comerciante engaa al
parroquiano, y hace tambin perfectamente. La inmoralidad comenzara cuando el
comerciante vendiese bulas y el obispo se corriese en el peso. Esta broma de Diderot
oculta bajo su exceso una gran verdad. Noten ustedes que a cada profesin le parecen
inmorales los usos de la vecina. Al intelectual, por ejemplo, le parece inmoral el
poltico, porque sus palabras son inexactas, insinceras y contradictorias. El intelectual
tiene su misin enunciativa, verbal: cuando ha escrito o pronunciado palabras que
expresan algo con precisin, con gracia y con lgica, ha hecho cuanto tena que hacer;
la realizacin no le interesa. En cambio, el poltico aspira nicamente a realizar sus
pensamientos, no a decirlos. Es, pues, su obligacin no decir lo que piensa, no dar al
viento su intimidad; su mandamiento no es lrico. La mentira, dentro, al menos, de
ciertos largos lmites, es para l un deber. La misma discrepancia existe entre las clases
sociales. Para una mujer de la pequea burguesa, son ustedes, las damas elegantes, una
representacin del demonio. La petite bourgeoise cree que la mujer ha venido al
mundo para estarse en casa y no fumar. Tiene una moral hecha casi por entero de
prohibiciones, y su gran virtud, consiste principalmente, en lo que no hace. Y as ha
acontecido siempre. Entre las tumbas de la vieja Roma republicana se conservan
muchas donde, bajo un nombre femenino, estn escritos estos vocablos de alabanza:
Domiseda, lanifica: <>.
-No me saba tan escasamente romana! interrumpi la ninfa del naufragio. Porque, en
efecto, reducir a eso la vida es para m el colmo de la inmoralidad.
-Claro est! La misin csmica de usted es rigurosamente contraria. Siente usted dentro
de s, con idntica religiosidad, un mandamiento de inquietud, de ensayo y creacin.
Tampoco yo puedo tener simpata por la norma vital del burgus, que piensa obrar bien
cuando se limita a cuidar su pequeo negocio, conservar la paz de su espritu, regir toda
ampliacin de sus ideas, repetir hoy lo de ayer en torno a la camilla y
Voir autour de soi crotre dans la maison
sus les paisibles lois dune agrable mre
de petits citoyens don ton crot ter pre
-Ahora si que francamente inmoraliza usted, amigo mo.
-No; yo no pretendo que el burgus abandone su moral; slo pedira que me deje a m la
ma. Esta coexistencia de mandamientos diverssimos es la que expresa el hinduismo
con el dharma. Dentro de la religin hind caben todas las creencias, todas las doctrinas;
el hinduismo no es dogmtico. Slo hay una cosa cuya aceptacin exige: el
cumplimiento de los deberes rituales. Cada casta tiene un repertorio de acciones
permitidas y obligadas, un dharma, a que es forzoso ajustarse, porque constituye la
ley ltima del universo. Cada individuo puede llegar a la perfeccin dentro de su
dharma, y no puede llegar a ella por ningn otro camino. El brahmn tiene su moral
de meditacin y ascetismo, como el ksatriya o guerrero tiene la suya de fiereza y
combate. Los dioses mismos estn sometidos a un rigoroso rgimen, tienen que portarse
como dioses. Lo ilcito es cometer la trasgresin de un dharma y pasarse al ajeno,
como no sea por va de sacrificio. El acto indebido acarrea inexorablemente la
reencarnacin en una especie inferior. No se diga que no es sta una moral religiosa.
Desde el comienzo de los tiempos, como realidad ltima del universo, como lo nico
que da a ste consistencia indestructible, se hallan prescritos los deberes rituales de cada
tipo humano. El dios Brama ense la gigantesca lista de normas vitales a los dems
dioses, y la expuso en cien mil captulos, segn se nos refiere en el <>. En vez de
instaurar un solo perfil de correccin moral, anulando la riqueza del cosmos, el hind
respeta y acepta la maravillosa pluralidad del mundo, y en principio, como indica
Weber, admite una moral para el ladrn y la prostituta. En cambio, no permite el menor
desliz dentro de cada estatuto moral. Uno de los hombres ms santos, el rey Vipashcit,
fue condenado a graves castigos infernales porque se olvid de dormir con una de sus
mujeres cierta noche en que se hubiera logrado concepcin. No hay escape posible. El
viejo poema lo dice bellamente: <>. Pues bien, amigo mo: el dharma de usted es jugar
al golf, como el mo es un dharma de escritura y conversacin. Cuando le veo a usted en
su aspecto saludable y juvenil, vestido sin falla, cimbrear el palo de golf, me parece
usted un ser perfecto, que honra y decora el Universo. Pero si yo me viera con el mismo
atuendo y en idntica postura, me parecera a m mismo una objecin contra el buen
orden del cosmos.
-Es usted un doctrinario exclam entonces el fauno que acababa de recibir mis
alabanzas.
-Yo crea ser todo lo contrario. No significa la idea del dharma un sublime empirismo
de la moral? Lo que yo sostengo es que no hay acto alguno indiferente, y lo que es
bueno en un hombre es malo en otro. Tal vez fuera mejor contrarrestar el patetismo
contemporneo en que suele embotarse toda discusin sobre tica por la ms elegante
tibieza con que los antiguos en lugar de <> -palabra tremenda- solan decir <>, quod
decet, lo que va bien, lo correcto. Pues bien: yo creo que no slo cada oficio, sino cada