Adrienne Rich

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ADRIENNE RICH

QUÉ CLASE DE TIEMPOS SON ESTOS

Hay un lugar entre dos hileras de árboles


donde la hierba crece monte arriba
y el viejo camino revolucionario se deshace en sombras
cerca de un templo abandonado por los perseguidos
que desaparecieron entre esas umbrías.
He caminado por allí cogiendo hongos al borde del espanto,
pero no te engañes,
este no es un poema ruso, no sucede en otro lugar, sino aquí,
en nuestro país acercándose a su propia verdad y pavor,
a sus propios modos de hacer desaparecer a las gentes.
No te diré dónde se halla ese lugar, la oscura espesura del bosque
uniéndose a la imprecisa franja de la luz,
sus encrucijadas espectrales, paraíso de la hojarasca:
ya sé quién quiere comprarlo, venderlo, hacerlo desaparecer.
Y si no voy a decirte dónde está, entonces ¿por qué hablarte de ello?
Porque todavía escuchas, porque en tiempos como estos,
para tenerte al menos escuchando, es necesario
hablar de árboles.

PODER

Hoy estuve leyendo sobre Marie Curie:


debió saber que sufría
de una enfermedad radioactiva
su cuerpo bombardeado durante años
por el elemento que había purificado.

Parece que negó hasta el fin


el origen de las cataratas de sus ojos
la piel agrietada y supurante
de las yemas de sus dedos
hasta que ya no pudo sostener
un tubo de ensayo o un lápiz en las manos.

Murió una célebre mujer negando


sus heridas
negando
que sus heridas provenían
de la misma fuente que su poder.
REPARTO DE TAREAS

Las revoluciones dan vueltas, pactan, hacen declaraciones:


una revista nueva aparece, viejos nombres en su cabecera,
una revista antigua abrillanta su obra
con deconstrucciones de la prosa de Malcolm X
Las mujeres en las filas traseras de la política
todavía lamen hilo para pasarlo por el ojo
de la aguja, truecan huesos por plástico, rajan vainas
para venderlas como collares en los cruceros
hacen inmaculados vestidos de Primera Comunión
con planchas y vacilante agua caliente
todavía ajustan los microscópicos hilos dorados
en los chips de silicio
todavía dan clase, vigilan a los niños
desaparecidos en las callejuelas de fuego cruzado, los barrancos de
             repentinas inundaciones
los repentinos incendios de queroseno
-mujeres cuyo trabajo reconstruye el mundo
todas y cada una de la mañanas
                                                       He visto a una mujer sentada
entre la estufa y las estrellas
sus dedos chamuscados de apagar las velas
de la pura teoría             Índice y pulgar: los dos quemados:
he sentido esa cera sagrada levantarme ampollas en la mano

1988
PLANETARIUM

  Inspirado en Caroline Herschel (1750-1848),


astrónoma, hermana de William, y en otras...

Una mujer con forma de monstruo


un monstruo con forma de mujer
abundan en los cielos

una mujer  «en la nieve


entre los Relojes e instrumentos
o midiendo el suelo con pértigas»

capaz de descubrir a sus 98 años


8 cometas

aquella sobre quien la luna gobernó


como en nosotras
levita hacia el nocturno cielo
surca distancias en los lentes pulidos.

Galaxias de mujeres, cumpliendo ahí


penitencia por impulsivas
congelados nervios
en aquellos espacios de la mente

Un ojo
              «viril, exacto y absolutamente seguro»
              desde las confusas telarañas de Uranusbor
           

               encuentra la NOVA

cada impulso de luz estalla


desde el centro
como se descarga nuestra vida

                        Tycho susurra al fin


                        «Que no parezca que he vivido en vano»

Lo que vemos, lo vemos


y ver es cambiar
la luz que marchita una montaña
y le permite a un hombre vivir

Los latidos del pulsar


el corazón exudando por mi cuerpo

El impulso de radio
que fluye desde Taurus

                          Estoy bombardeada             aun así me yergo

Me he mantenido de pie toda la vida en medio


del curso directo de una batería de señales
el más fielmente transmitido el más
intraducible lenguaje en el universo
Soy una nube galáctea tan profunda              tan intrincada
que una onda de luz demoraría 15
años viajando por mí               Y ha ocurrido
Soy un instrumento con forma
de mujer intentando traducir pulsaciones
a imágenes                para aliviar el cuerpo
y reconstruir la mente.

(1968)

LA LUNA...

(volviendo a casa en coche de una lectura de Robin Blaser)

La luna
no es romántica. No. Es
un hecho de la vida y aún
no estamos acostumbrados. Pensarías, refleja
las olas no las atrae. Así
yo te regiría igual que
he sido regida por ti. En la carretera de la Costa
entre rachas de niebla

ese rostro (sí, tiene


expresión) que aparece y desaparece
nos habla
como hizo él en su galantería
y operístico misterio.
BUCEANDO EN EL NAUFRAGIO

Una vez leído el libro de mitos


y cargada la cámara
y comprobado el filo de la hoja del cuchillo,
me pongo
la armadura de caucho negro
las absurdas aletas
la tosca y rígida mascarilla.
Tengo que hacer todo esto
no como Costeau
con su diligente tripulación
a bordo de la goleta soleada
sino aquí, a solas.

Hay una escalera.


La escalera está siempre ahí
colgando inocentemente
al lado de la goleta.
Nosotros, que la hemos usado,
sabemos para qué sirve

Sería, si no,
un trozo de escoria marítima
un desperdicio cualquiera.

Desciendo.
peldaño tras peldaño y todavía
el oxígeno me sumerge
la luz azul
los claros átomos
de nuestro aire humano.
Desciendo.
Las aletas me estorban,
me arrastro por la escalera cual un insecto
y no hay nadie
que me diga cuándo va a comenzar
el océano.

Al principio el aire es azul y luego


es más azul y luego verde y luego
negro estoy perdiendo la conciencia
y sin embargo
mi careta es potente
llena la sangre con fuerza
el mar es otra historia
el mar no es cuestión de poder
tengo que aprender sola
a girar mi cuerpo sin esfuerzo
en el profundo elemento.
Y ahora: es fácil olvidar
a qué vine
entre tantos que siempre
han vivido aquí
ondeando sus dentados abanicos
entre los arrecifes
y además aquí abajo se respira de otro modo.

Vine a explorar el naufragio.


Las palabras son propósitos.
Las palabras son mapas.
He venido a ver el daño que se hizo
y los tesoros que se han conservado.
Deslizo el haz de luz de mi lámpara
lentamente por el flanco
de algo más permanente
que peces o algas

lo que vine a buscar:


el naufragio y no la historia del naufragio
la cosa en sí y no el mito
el ahogado rostro siempre mirando fijamente
hacia el sol
la evidencia del daño
carcomido por sales y vaivenes
hasta convertirlo en esta belleza raída
las cuadernas del desastre curvan su afirmación
entre difusas presencias.

Este es el lugar.
Y yo estoy aquí, sirena cuyo cabello oscuro
fluye negro, tritón en su cuerpo blindado.
Circundamos en silencio
por los restos del naufragio
nos sumergimos en la bodega.
Yo soy ella: yo soy él

cuyo rostro ahogado duerme con ojos abiertos


cuyo pecho aguanta todavía la tensión
cuya carga de plata, cobre, bronce yace
oscuramente en el interior de los barriles
mal encajados y pudriéndose
somos los instrumentos semidestruidos
que, una vez siguieron un rumbo
la bitácora carcomida por el agua
la brújula atascada.

Somos, soy, eres


por cobardía o valor
quienes hemos de hallar nuestro camino
de regreso a esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el cual
nuestros nombres no aparecen.

Adrienne Rich poeta norteamericana nacida en Baltimore en 1929. Fue educada en Radcliffe
College donde obtuvo el título de Bachelor of Arts en 1951. Intelectual y activista lesbiana.
Radicada desde 1966 en Nueva York, participó en movimientos feministas y publicó
"Necessities of Life", seguido entre otros de "Selected Poems" en 1967, Leaflets" en 1969,
"Time’s Power" en 1989, "Midnight Salvage" en 1999 y "Arts of the Possible" en 2001.
Entre los numerosos premios obtenidos, sobresalen el National Institute of Arts and Letters en
1959, Shelley Memorial Award en 1971, National Book Award en 1974 y American Academy of
Arts and Sciences en 1991. Fue Doctor Honoris Causa por Smith College y por las Universidades
de Brandeis, Harvard y City College of New York. Residió en California desde 1984, hasta su
muerte en marzo de 2012.
http://amediavoz.com/rich.htm

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