Brown, Fredric - Vagabundo Del Espacio
Brown, Fredric - Vagabundo Del Espacio
Brown, Fredric - Vagabundo Del Espacio
DEL ESPACIO
Fredric Brown
I
No se le poda llamar por ningn nombre, porque no tena nombre. Ni siquiera conoca
el significado de nombre, o de cualquier otra palabra. No tena lenguaje, puesto que jams
haba estado en contacto con cualquier otro ser viviente en los miles de millones de aosluz de espacio que haba atravesado desde las lejanas profundidades de la Galaxia, y en
el incontable espacio de tiempo que duraba su viaje csmico. Todo cuanto saba o haba
sabido siempre, era que constitua el nico ser viviente en el Universo.
No haba nacido, puesto que no haba otro igual a l. Era un trozo de roca poco mayor
de una milla de dimetro, flotando libre en el espacio. Existen miradas de tales pequeos
mundos; pero todos son materia muerta, inanimada. Pero l tena conciencia, era una
entidad. Una combinacin accidental de tomos en molculas haban hecho de l un ser
viviente. Para nuestro conocimiento presente, tal accidente ha ocurrido solamente dos
veces en el infinito y en la eternidad; el otro ocurri en la materia primigenia de la Tierra,
cuando los tomos de carbono formaron la vida sensible que se multiplic y evolucion
despus.
Las esporas de la Tierra, se trasladaron a travs del espacio y sembraron la vida en
dos planetas prximos, Marte y Venus y cuando un milln de aos ms tarde el hombre
puso los pies en esos planetas, encontr en ellos una vida vegetal; pero tal vida vegetal,
aunque haba evolucionado de forma completamente diferente de la de la Tierra, tal y
como el hombre la conoca, se haba originado, no obstante, en el planeta madre. En
ninguna parte, excepto en la Tierra se haba originado la Vida para evolucionar y
multiplicarse.
La entidad procedente de las lejanas csmicas de la Galaxia no se multiplic.
Permaneci como una entidad solitaria y nica. Ni evolucion, excepto en el sentido de
que su conocimiento y su conciencia comprensiva evolucionaron aumentando tales
facultades. Sin rganos sensoriales, aprendi a comprender sus principios y su mecnica
y cmo hacer uso de ellos para moverse en el espacio libremente y a hacer muchas otras
cosas.
Podra llamrsele una roca pensante, un planetoide sensitivo... O igualmente un
trnsfuga, en el sentido biolgico de la palabra; y que en realidad era una variacin
artificial de la materia.
Podra ser llamado, en fin, un vagabundo del Espacio.
Deambulaba por el espacio sin fronteras; pero no buscando otra clase de vida, otra
conciencia, ya que desde siempre haba asumido la certeza de que ninguna otra exista.
Y no se crea solo, ya que careca del concepto de la soledad...
Tambin ignoraba los conceptos del bien y del mal, ya que un ser solitario no puede
conocer ni lo uno ni lo otro; la Moral, surge de una actitud hacia los dems. Careca
tambin del concepto de emocin, poseyendo solamente un constante deseo de
incrementar su conciencia y su conocimiento, y que podra denominarse curiosidad. En tal
caso, s que poda atribursele un estado emotivo.
Y sbitamente, tras centenares de millones de aos, aunque jams joven ni viejo, se
encontr aproximndose a un pequeo Sol amarillo con nueve planetas girando a su
alrededor en rbitas elpticas.
Tal y como existen muchsimos otros en el Universo sin lmites.
II
Le podramos llamar Crag, puesto que era el nombre que usaba y le vendr muy bien
como nombre. Era un ladrn y un criminal asesino. Una vez, fue un hombre del espacio,
de cuyo recuerdo le qued una mano de metal. Eso y el gusto por los licores exticos,
adems de una horrible aversin por cualquier clase de trabajo, podra resumir fcilmente
el retrato somero de nuestro personaje.
El trabajo habra sido una cosa ftil para l en cualquier caso; habra trabajado quizs
una semana en cualquier faena criminal slo para pagarse una francachela o cualquier
licor que de por s hiciera la vida digna de vivirse. Saba distinguir perfectamente el bien
del mal; pero no le preocupaba ninguno de ambos conceptos, ni en el valor de un grano
de arena de los desiertos de Marte. Tampoco se senta solitario; porque se haba hecho a
s mismo autosuficiente como para aborrecer al resto del gnero humano.
Especialmente ahora, que le tenan bien sujeto. De todos los lugares, all en
Alburquerque, el centro de la Federacin, era seguramente el ms difcil de cuantos
existan para dar cualquier golpe, en los cinco planetas conocidos. Alburquerque, donde la
justicia era ms deshonesta que el crimen, era un lugar donde un criminal no tendra la
menor oportunidad de realizar cualquier trabajo, a menos que no formase parte de la
mquina. Los que realizaban trabajos, por su cuenta, independientemente, eran
indeseables y duraban poco tiempo. Nunca debi haber ido all; pero haba sido tentado
para hacerlo como cosa segura y haba aceptado aquella oportunidad. Despus supo que
el elemento que le indujo a venir a Alburquerque formaba parte de la maquinaria en
accin y que el seuelo que le tendieron fue para atarle y encadenarle a la ciudad. No
haba tenido tiempo an de entrar en posesin del trabajo que le haban ofrecido - si es
que tal trabajo exista - y era posible que slo existiese en la imaginacin del agente
secreto que le tendi el lazo. Le fueron a recoger al aeropuerto. Le encontraron en el
bolsillo casi una onza de neftn, escondida en el doble fondo de un paquete de cigarrillos.
Los cigarrillos fueron entregados por un vendedor comunicativo y hablador que haba
tomado asiento junto a l en el avin, como una muestra gratuita de una nueva marca que
su Compaa estaba introduciendo en el mercado. El neftn era un mal asunto, la
posesin de la droga, incluso habiendo sido adquirida, constitua una gravsima ofensa a
la ley. Haba sido una jugarreta y ahora le tenan bien cogido de pies y manos.
Slo quedaba pendiente un detalle; el de si ira a cumplir una condena de veinte aos a
la colonia penal de Calisto, o le enviaban al psicgrafo.
Permaneca sentado en el catre de su celda, tratando de imaginar qu le ocurrira.
Exista entre ambas cosas una gran diferencia. La vida en el penal, a fin de cuentas, era
mejor que estar muerto, y siempre exista la posibilidad de evadirse. Pero la idea de ser
llevado al psicgrafo, le resultaba espantosa e intolerable. Decidi que se suicidara antes
de que le condujesen al endemoniado aparato, o tratara por todos los medios de escapar
para que le matasen en el intento.
En fin de cuentas, la muerte era algo con. lo que un hombre de valor puede encararse y
soltarle una carcajada en sus mismas fauces. Pero frente al psicgrafo, no. No, en la
forma en que Crag lo consideraba. La silla elctrica de unos cuantos siglos atrs, se
limitaba sencillamente a matar a un hombre instantneamente; pero el psicgrafo era algo
mucho ms horrible. El aparato, ajustaba a su vctima, a menos que no se volviera loca.
Estadsticamente, una vez de cada diez, produca la locura total y por tal razn se usaba
slo en raras ocasiones, ya que los crmenes castigados con la pena de muerte haban
quedado atrs en los das en que exista la pena capital. Pero incluso para los delitos que
incluan la posesin del neftn no era obligatorio; el juez escoga entre el psicgrafo o la
otra alternativa de sentenciar al acusado a veinte aos en la colonia penal de Calisto.
Crag tembl ante la idea de ser enviado al psicgrafo, puesto que, habiendo sido
perfeccionado y an contando con la posibilidad de eliminar la locura, tal pena podra ser
aplicada a los delitos de menor cuanta como el que haba cometido.
Cuando el psicgrafo funcionaba bien, converta en normal al condenado. Le devolva a
su estado normal, al remover de su mente descubrindolos, todos los recuerdos y
leyes, uno para la acusacin y otro para la defensa, ocupaban sendos pupitres, uno a.
cada lado de la mesa del juez. Los cinco miembros del jurado, ocupaban confortables
asientos a lo largo de otra pared. Contra una tercera, el tcnico de sonido tena
dispuestos sus aparatos de registro. La mesa del defensor estaba situada diagonalmente
de forma que diese frente al juez y a los miembros del jurado. No haba pblico ni
periodistas, aunque el juicio no fuese secreto; la totalidad del proceso sera registrado en
bandas magnetofnicas y tras el juicio, las copias precisas estaran dispuestas para los
representantes autorizados de los medios informativos.
Nada de aquello era nuevo para Crag, ya que haba sido juzgado una vez con
anterioridad y en donde result libre porque los cinco miembros del jurado, nmero
necesario tanto para la conviccin como para la absolucin de los cargos, decidieron que
la evidencia era insuficiente.
Pero una cosa sorprendi notablemente a Crag. El juez era Olliver. Lo sorprendente de
aquello no resida en el hecho de que Olliver hubiese sido el juez que presidi el proceso
anterior contra Crag, seis aos antes, aquello pudo muy bien haber sido una coincidencia,
o bien pudo ser tambin que Olliver hubiese aplicado, como privilegio de juez, el haber
ocupado la presidencia del proceso, a causa de un previo inters por Crag. Lo realmente
sorprendente era que Olliver estuviese sentado all como juez, en un caso cualquiera de
delito comn. En los seis aos transcurridos desde el primer juicio contra Crag, Olliver se
haba convertido en un hombre realmente importante.
El juez Olliver, aunque menos fanticamente conservador que la mayor parte de los
miembros del Partido Sindical - popularmente conocido por el Dorado - haba subido
muy alto en tal partido y haba sido incluso su candidato para el puesto de Coordinador de
Norteamrica, el segundo puesto de mxima importancia en la poltica del sistema solar
en la eleccin de haca seis meses. Es cierto que perdi la eleccin, pero haba recogido
ms votos que cualquier otro gran Sindicato en el pas desde haca casi un siglo.
Seguramente haba debido ganar una posicin relevante en el partido, como para presidir
juicios criminales de pura rutina a su eleccin.
En opinin de Crag y aunque le odiaba como hombre, senta una admiracin secreta
por Olliver. Aunque Crag era un cnico polticamente considerado, pens que Olliver
estaba ms cerca de ser un hombre de Estado que cualquier otro poltico del momento.
Crey que el partido Sindical trataba ahora de elevar a Olliver a un puesto de
prominencia, proponindole para la mxima magistratura del sistema: el Coordinador
General del sistema solar en las prximas elecciones. En Norteamrica, como en Marte,
el Partido Dorado tena una gran mayora; pero a travs del sistema solar, considerado
como un todo, los dos partidos se hallaban casi igualmente equilibrados en su poder
poltico y el puesto de Coordinador del Sistema junto con la mayora de los puestos del
Consejo del Sistema eran cosa que podan ser adquiridos en cualquier eleccin.
Seguramente que Olliver, al mostrarse en una eleccin donde las posibilidades haban
sido fuertes contra l, haba ganado no obstante, una oportunidad para optar al puesto
mximo, en el que casi estara seguro de conquistar a la prxima ocasin.
Por lo que concerna a odiar a Olliver personalmente, la respuesta yaca en la forma de
expresarse que ste tuvo con l, tras el primer juicio en la conversacin privada entre el
juez y el acusado y que era de costumbre sostener al final de un proceso, tanto si el
acusado era hallado culpable o inocente. Olliver haba llamado a Crag por nombres que
ste no haba podido olvidar.
Y ahora Crag se encontraba otra vez frente a Olliver, sabiendo que esta vez el jurado le
hallara seguramente culpable y que la designacin de la sentencia recaera simplemente
sobre Olliver.
El juicio sigui su pauta con la precisin de un reloj.
Terminadas las formalidades de rigor, las deposiciones de los testigos repetidas por los
aparatos de registro, fueron hechas or al tribunal mediante las bandas sonoras
una llamada annima. Y por fin, Krable, que sin duda sera tan respetable como afirmaba
ser, y que debi ser escogido precisamente por esa misma razn; por tanto el relato de
Crag deba sonar a invencin desesperada - como haba sonado, segn la opinin del
propio acusado en comparacin con el relato dado por Krable. Para ser aceptada su
defensa, tendra que haber explicado satisfactoriamente dnde y cmo haba obtenido el
neftn, pero la nica forma de hacerlo, era en la que ya haba explicado.
Los cinco miembros del jurado, desfilaron uno tras otro hacia la pequea sala de
deliberaciones, junto al tribunal. Estuvieron de vuelta a los pocos minutos y el
representante inform del veredicto unnime: culpable.
El juez Olliver, orden que la sala fuese despejada en el acto, cortndose
automticamente el zumbar de los aparatos de registro. El proceso, en s, haba
terminado. La sentencia era siempre pronunciada tras la conversacin privada
acostumbrada entre el juez y el detenido. El juez poda anunciar su veredicto
inmediatamente, o tomar veinticuatro horas para tomar una decisin formal.
El juicio, para Crag, haba constituido una farsa completa. As era, y poco a poco fue
encontrndose a s mismo, tenso y a punto de explotar. La sala del tribunal haba
quedado vaca, excepto por la presencia de los dos guardias, el juez y Crag mismo.
- El detenido puede aproximarse.
Crag se aproxim y permaneci en pie rgido ante la mesa del juez, con el rostro
impasible.
- Guardias, pueden abandonar la sala, por favor, permanezcan en el exterior de la
puerta.
Aquello constitua una sorpresa. Cierto que un juez tiene la opcin de enviar a los
guardias al exterior del tribunal o dejarles all presentes; pero siempre solan permanecer
atentos especialmente cuando se trataba de la presencia de un individuo peligroso. En el
anterior proceso de Crag, a despecho de que el veredicto haba sido la libertad
incondicional, Olliver haba hecho que los guardias permanecieran en la sala.
Sin duda, que entonces Olliver debi ver impreso en el rostro de Crag una furia salvaje,
o haberla presentido al menos y haba temido provocar su violencia por las cosas que
tena la intencin de decirle. Aquello, resultaba incomprensible, ya que bajo circunstancias
mucho ms peligrosas para l mismo, despeda a la guardia del tribunal.
Crag se encogi de hombros ante la incgnita. Bien, importa poco, y si Olliver
declaraba entonces y all mismo su veredicto y ste era el psicgrafo, empezara sobre la
marcha matando a Olliver. Despus, a los dos guardias de la puerta y ms tarde se
lanzara en busca de la libertad por el tiempo que pudiera sobrevivir al tiroteo que caera
sobre l a rengln seguido matndole sin piedad alguna.
Sinti cmo se cerraba la puerta tras los guardias y permaneci aguardando en pie,
con los ojos fijos en un punto de la pared por encima y junto a la cabeza de Olliver. Le
conoca muy bien sin tener que mirarle. Un tipo voluminoso, amplio de hombros, con una
poblada cabellera gris acero y una faz encarnada, que saba aparecer austera y dura
como lo haba sido durante el juicio, o agradable y risuea durante sus discursos de la
campaa electoral en la televisin.
Crag no senta la menor duda de sobre cul sera la expresin de la cara de Olliver en
aquel momento.
- Mreme, Crag - dijo Olliver. El interpelado le mir y comprob una sonrisa sobre los
labios del juez.
Con una exquisita suavidad, Olliver prosigui:
- Oiga, Crag, qu tal le parecera la libertad y un milln de dlares encima?
El asombro de Crag debi reflejarse en su semblante.
- No me mire as, Crag. No estoy bromeando. Vamos, acerque una silla, una de esas
tan confortables que utiliza el jurado y deje sa en que ha estado sentado, tome un
cigarrillo y charlemos.
Crag obedeci las instrucciones del juez. Acep el cigarrillo con verdadero placer, ya
que no le haban permitido fumar en la celda.
- Hable usted. Le escucho.
- Es muy simple - dijo Olliver - Tengo un trabajo que deseo que usted me haga. Creo
que usted es uno de los pocos hombres vivos que tendran capacidad para llevarlo a
cabo. Si est de acuerdo en aceptarlo, ya puede contar con la libertad. Si tiene xito en la
empresa, el milln de dlares. Y tal vez mayor cantidad si contina trabajando para m
despus de eso.
- Yo no soy un bandido, Crag. Todo lo contrario.
Es una oportunidad para ayudar a la Humanidad; es una ayuda que me permita
elevarla de la decadencia en que est sumida.
- Ahrrese los discursos, juez. Estoy de acuerdo con la libertad y el milln, si se pone
de acuerdo razonablemente. Pero, una pregunta primero. Todo esto que ha ocurrido ha
sido tramado para que tuviera que verme obligado a trabajar para usted, verdad?
Olliver sacudi la cabeza.
- No. Pero admitir, que cuando v por los procesos que usted iba a ser juzgado, obtuve
deliberadamente permiso para presidir el juicio. Puede llamarse a esto una conspiracin
tramada?
Crag aprob silenciosamente.
- Lo sospechaba. La evidencia contra usted era demasiado fuerte y su declaracin
demasiado dbil. Tiene idea de quin pudo instrumentar esto?
Crag se encogi de hombros.
- Tengo enemigos. Los descubrir.
- No - repuso Olliver rpidamente -. Si acepta mi proposicin, tiene que jurarme dejar
de lado cualquier venganza particular, hasta terminar la misin que le encargue.
Convenido?
Crag pareci luchar consigo y finalmente, aprob con un gesto.
- De acuerdo. Cul es la misin?
- Este no es lugar ni el momento para explicrselo. Puesto que est de acuerdo en
llevarlo a cabo y ya que ello necesita una amplia explicacin ser mejor que se quede
aplazado hasta que sea un hombre totalmente libre.
- Pero si decido que es demasiado arriesgado y me niego?
- No creo que lo haga usted. Es un trabajo difcil, pero estoy seguro de que no se
volver atrs por un milln de dlares. Y le repito que habr ms dinero an. Me corro el
riesgo de que no se arrepienta. Pero hablemos ahora y cuanto antes de la forma de que
quede en libertad, escapndose.
- Escapar? Es que no puede...? - Crag se detuvo, dndose cuenta de que la
pregunta que comenz a hacer era absurda.
- Escaparse, desde luego. Est usted juzgado como culpable de un crimen mayor y con
una fuerte evidencia en su contra. Si tuviera que dejarle oficialmente en libertad o aplicarle
una sentencia ms benigna, sera irremediablemente denunciado. Yo tambin tengo
enemigos, Crag, todos los polticos los tienen.
- Est bien, pues. De qu forma puede ayudarme a escapar?
- Ya se han hecho los necesarios arreglos, cuando estn completados se le dir lo que
tiene que hacer.
- Decrmelo, cmo?
- Por el comunicador de su celda. Un... bien, una persona amiga ma tiene acceso a los
circuitos. Hablando lealmente, debo confesarle que no es posible arreglar un escape a
toda garanta para usted. Haremos de nuestra parte el mximo y usted pondr la suya, en
el momento conveniente.
Crag hizo una extraa mueca.
- Y si no soy realmente capaz de hacerlo desde aqu, tampoco sera bueno para
hacerlo en el exterior. As usted no tiene nada que perder si me matan al escapar. Est
bien. Qu sentencia tena que pronunciar en mi contra mientras tanto?
- Ser mejor si la anuncio dentro de veinticuatro horas, plazo que tomar para decidir.
Si lo hago ahora, bien sea para Calisto o para el psicgrafo, se haran los preparativos
para enviarle a usted inmediatamente, bien fuese a un sitio o al otro. No s con exactitud
con qu rapidez se hacen tales preparativos, por tanto, es mucho ms seguro pronunciar
la sentencia con esa demora.
- Est bien. Y despus de escapar?
- Venga a mi casa. El nmero 719 de la avenida Linden. No llame. Mi telfono est
intervenido, sin duda alguna.
- Est guardada la casa? - Crag saba que las casas de los personajes importantes de
la poltica, solan estar guardadas convenientemente.
- S, y no voy a decirle a los guardias que le dejen pasar, ya comprender. Son
miembros de mi mismo partido; pero no voy a confiarme hasta ese extremo. Su problema
es burlar su vigilancia. Si no puede hacerlo, sin ayuda o consejo de parte ma, entonces
usted no es el hombre que necesito, o que yo creo que es. Pero no tire a matar sino en
caso extremado. No me gusta la violencia. - Olliver frunci el ceo -. No me gusta, incluso
cuando es necesaria y para una buena causa.
- No tratar de matar a sus guardias... ni incluso por una buena causa.
La cara de Olliver enrojeci.
- Es una buena causa, Crag. - Mir de un vistazo por encima del hombro al reloj de
pared de la sala -. De acuerdo, no tenemos tiempo para continuar. Yo suelo hablar con
frecuencia una media hora, antes de sentenciarlo.
- Ya lo hizo usted aquella otra vez, antes de libertarme, aunque la decisin del jurado
fue la libertad.
- Y usted sabe muy bien por qu. Usted era culpable... aquella vez. Pero si yo le
explicase cual es la causa ahora, no se reira usted. Estoy comenzando a crear un nuevo
partido poltico, Crag, que sacar a la totalidad de este mundo y a todo el sistema solar de
la decadencia y la degeneracin en que se halla sumido.
- Acabar con el soborno y la corrupcin adoptando definitivamente la democracia,
tan pasada de moda. Ser una nueva creacin poltica que est a medio camino entre los
Sindicatos y los Dorados. Ambos partidos actuales, representan extremos ridculos,
aunque yo forme parte de uno de ellos. Los Dorados se acercan al fascismo y los
Sindicatos al comunismo. Entre ellos no hay otra salvacin posible que volver a la
democracia.
- Creo comprender su punto de vista - intervino Crag -. Tal vez est de acuerdo con
usted. Pero a dnde ir usted con todo eso? Los dos grandes partidos actuales han
hecho de la democracia un trapo mojado y un objeto de burla, desde hace muchsimo
tiempo. Cmo piensa conseguir que el pblico la acepte?
Olliver sonri.
- No le daremos ese nombre, naturalmente. Es la palabra la que se ha desacreditado,
no la idea. Nos llamaremos a nosotros mismos los Cooperacionistas, representando un
curso poltico medio entre ambos extremos. Estoy seguro que las dos mitades de los dos
partidos actualmente en pugna, y que desean de corazn un gobierno justo y una poltica
honesta, vendrn a engrosar rpidamente nuestras filas. S, ahora operaremos un tanto
bajo cuerda; pero saldremos a la superficie cuando lleguen las prximas elecciones.
Entonces lo ver usted bien claro. Bien, eso es suficiente por ahora. Queda todo bien
entendido entre nosotros?
Crag afirm con un gesto.
- Est bien.
Olliver presion un botn de la mesa y los guardias entraron. Conforme sala Crag de la
sala, oy que el magnetfono se pona en marcha y a Olliver dictando la providencia de
que se pospona el pronunciamiento de la sentencia para pasadas veinticuatro horas.
De nuevo en su celda, Crag comenz a recorrerla de un lado a otro impaciente.
Comenz a pensar en la futura evasin. Incluira el plan de evasin, o la tentativa, al
menos, de evasin, un cambio de ropas? Se mir la que llevaba puesta. La camisa podra
pasar, si se abra el cuello y se enrollaba las mangas hasta el codo. Pero los pantalones
grises bombachos gritaban a voces su origen carcelario. Tendra que quitarle los
pantalones a algn guardia y aun as, por buenos que fuesen tendra que preocuparse por
cambiarlos cuanto antes por otros cortos, ms bien. Casi todos los ciudadanos
particulares de Alburquerque vestan pantalones cortos de verano.
Se enroll las mangas y se abri el cuello y despus se detuvo frente a un espejo de
metal incrustado en la pared, estudindose con ojo crtico. S, poda pasar de cintura
arriba. Incluso el cabello corto resultaba una cosa corriente. Respecto a su rostro, pudo
considerarse afortunado. Un rostro ordinario y corriente, que no tena aspecto de criminal
ni de vicioso, una cara ms bien difcil de recordar. Le haba costado mucho dinero tenerla
as, gracias al famoso cirujano de Ro de Janeiro, el que se ocup de su mano artificial
metlica. La cara que tuvo antes del siniestro, haba ya comenzado a ser demasiado bien
conocida en el bajo mundo, cosa mucho ms peligrosa todava que ser bien conocida
para la polica.
El cuerpo que soportaba aquella cara tambin resultaba capaz de despistar al ms
inteligente. Ni ms alto ni ms grueso que el tipo corriente y medio de individuo,
enmascaraba la fuerza acerada de los msculos y la resistencia de un acrbata,
conociendo todos y cada uno de los ms difciles trucos de la lucha. Crag poda muy bien
salir adelante contra cualquier enemigo utilizando una sola mano, la derecha, a menos
que no fuese un caso extremo de emplear la terrible izquierda. Aqulla era el as oculto en
la manga, para casos de extrema urgencia. Cuando tena que emplearla, significaba un
buen negocio.
Volvi a pasear nerviosamente la celda de nuevo y se detuvo para mirar por la ventana.
A treinta pisos debajo, se hallaba la libertad. Slo los tres ltimos pisos superiores
constituan la crcel, de poder burlarlos, todo se reducira a tomar el primer elevador a
mano, a partir del piso veintisiete hacia abajo y considerarse comparativamente seguro.
Pero cules seran sus oportunidades para salvar aquellos ltimos tres pisos? Mejor
incluso que con cualquier ayuda que Olliver hubiera podido proporcionarle. Una
posibilidad contra mil, as es como imagin que seran sus posibilidades respecto al
proceso.
Olliver, precisamente l! Un individuo tan corrompido como cualquier otro gran pez
gordo de la poca en la poltica... Ayudando a un criminal a escapar... No haba duda, que
el criminal tendra algo grande que realizar por l. Existira tal vez algo de cierto en la
historia que le haba contado? Podra realmente actuar impulsado por algn motivo
altruista? Crag se encogi de hombros, dudoso y desconcertado al respecto. Bien, aquello
tena en el fondo poca importancia.
Pero Olliver le haba sorprendido realmente. Se imagin qu tal habra sido su cara, de
haber odo la sentencia de labios de Olliver en vez de la promesa de la libertad y un milln
de dlares adems.
Emiti una risita entre dientes y momentos despus, solt una fuerte carcajada.
Una voz de mujer, en tono divertido, pregunt:
- Es eso tan divertido, Crag?
Mir sbitamente a la rejilla del techo. La misma voz continu:
- S, ahora se comunica en ambas direcciones, puede usted responderme. Poca gente
lo sabe; pero cualquiera de los celadores de la prisin puede utilizarlo en ambos sentidos.
A veces la polica desea escuchar cuando viene un abogado a cambiar impresiones con
su cliente. Lo saba usted?
- Est usted utilizando el comunicador slo para decirme eso?
- No se impaciente, Crag. Tiene usted tiempo para matar, al igual que yo. He tomado el
control de una cabina de la guardia de vigilancia, envindole a hacer una ronda. Estar
fuera por lo menos quince minutos.
- Tendr usted que ser una persona importante para hacer esto.
- No importa lo que yo sea, excepto el hecho de que estoy ayudndole. No es por su
bella cara, Crag, sino porque usted tiene que ser til... bien, ya sabe a quien. Cuando
vuelva la guardia, ir a visitarle.
- Vendr usted aqu?
- S, para llevarle ciertas cosas que necesitar para escapar. Mientras est ah, activar
el dispositivo que abra su celda, de forma que pueda entrar fcilmente. Pero no abandone
ahora la celda. De hecho, no deber salir en media hora despus de que haya yo salido.
Comprendido?
- Comprendido; conforme - repuso Crag. Y oy un chasquido en el cerrojo de la puerta
de la celda -. Qu cosas son las que me trae? - pregunt Crag.
No hubo respuesta y se dio cuenta de que la comunicacin haba quedado ya
interrumpida. Se sent en el jergn y esper. Por qu habra sido una mujer la asignada
a la tarea de ayudarle? Odiaba a las mujeres, a todas las mujeres. Y sta se haba
atrevido a expresarse en tono divertido y condescendiente.
A poco la puerta se abri y la mujer entr rpidamente, cerrndola tras de s. Sin duda
era una persona influyente en la prisin, no haba duda; su severo uniforme era el de jefe
tcnico del psicgrafo. Los tcnicos psicogrficos eran gente importante y haba un
nmero reducido de aquel cuerpo. Para llegar a ser uno de ellos, era preciso obtener
diversos grados y doctorados tanto en Ciencias psicolgicas como electrnicas, adems
de un fuerte apoyo poltico. Bien, si se hallaba asociada con Olliver, la influencia poltica
se explicaba perfectamente.
Aquella mujer no tena slo el aspecto de hallarse doctorada en cualquier Universidad.
Era, adems y principalmente, una bella mujer. Ni an el severo uniforme, era capaz de
ocultar las suaves curvas de su esplndido cuerpo, ni sus gafas disminuir el encanto
irresistible de su hermoso semblante. Sus bellos ojos, incluso a pesar del leve tinte del
cristal de las gafas eran los del ms bello y profundo azul que Crag recordaba haber visto
en su vida y sus cabellos, que se escapaban bajo su gorra de tcnico eran de un color de
cobre bruido. Crag la odi por ser mujer y por ser tan bella, pero en especial, por tener
aquellos maravillosos cabellos, eran exactamente iguales a los que haba tenido Lea.
Deliberadamente, para aparecer ms grosero, permaneci acostado en el jergn. Pero
si ella se dio cuenta de su rudeza, no lo demostr en forma alguna, mientras permaneca
frente a l y comenz a abrir su bolsa de mano. Su voz se produca breve y con aire de
negocios, sin la menor traza ni de diversin, ni de amistad
- Esto es lo ms importante - dijo secamente, echando junto a Crag y sobre el jergn
una pequea barra de metal -. Llvela en el bolsillo. Es radioactiva, sin ella, o sin un
guardia que tenga una igual, la mayor parte de los accesos de esta crcel son trampas
mortales.
- Ya s - repuso Crag con igual sequedad en la voz.
Un papel enrollado fue el siguiente objeto. - Aqu tiene un diagrama mostrando una
salida, que de todos modos, muy probablemente, est vigilada por algn guardia. En caso
de que lo encuentre...
Una pequea pistola de rayos fue a rengln seguido el objeto que le fue entregado por
la bella mujer; pero Crag sacudi la cabeza a la vista del arma.
- No la necesito.
Ella, sin protesta alguna, volvi el arma al saco de mano, como si en realidad hubiera
esperado que Crag rehusara.
- Bien, aqu tiene una placa de visitante. Le servir para los tres niveles superiores del
edificio. No se permite ningn visitante, sin guardia que le acompae; pero una vez que se
la ponga, le evitar que los guardias le hagan preguntas.
Crag tom el distintivo. En seguida, recibi una hoja fina, como un papel, de una sierra
de durium.
- La utilizar usted para cortar el cierre de su puerta. La cerrar cuando me marche.
- Por qu?
- Vamos, Crag, no sea estpido. Esa puerta puede ser cerrada desde el exterior; pero
puede ser abierta slo desde el cubculo de control. Y precisamente yo he relevado a la
guardia de esa cabina. Si se encuentra su puerta abierta, se sabr en el acto que
solamente el guardia o yo, hemos permitido su escapatoria. El ser ms sospechoso que
yo; pero ni an as, no deseo en absoluto que recaiga la ms pequea atencin sobre m.
- Si es usted tan cuidadosa en sus asuntos - argument Crag -, cmo sabe que no
estn oyendo ahora nuestra conversacin?
- No lo s - repuso con calma -. Este es un riesgo que no pude evitar. Bien, ahora, las
ropas. Le traje unos pantalones cortos. - Y del saco de mano extrajo un rollo de tejido
brillante que volvi a echar sobre la cama -. No pude traerle zapatos. - La hermosa mujer
mir a los que llevaba -. Esos que lleva huelen a prisin desde lejos, mejor ser que se
los quite. El personal civil suele ir con sandalias e incluso con los pies descalzos en esta
poca de verano. Pasar ms desapercibido descalzo que con esos zapatos. Ya veo que
se ha preocupado del aspecto de su camisa; pero creo que podr mejorarlo. Le dejo
tambin unas tijeras, una aguja e hilo, corte las mangas en vez de llevarlas enrolladas.
Podr usted coser la camisa y embastarla?
- S - repuso Crag vacilante -. Pero eso me llevar al menos veinte minutos ms o
menos. Deseo ms bien salir de aqu cuanto antes.
- Tendr tiempo para eso, para aserrar el cerrojo y para memorizar, destruyndolo
despus, el diagrama que le di antes. Todo eso en conjunto no deber llevarse ms de
cuarenta minutos y ese tiempo, a partir de ahora, ser la mejor ocasin. No intente salir
hasta que oiga sonar la prxima hora en el reloj, aunque se halle dispuesto antes.
- Y de dinero, qu?
- Bien, aqu tiene cincuenta dlares. No necesitar ms, porque tiene que dirigirse
inmediatamente a donde ya sabe. Ah! Y sin beber.
Crag no se molest en responder. Nunca beba cuando tena algn trabajo que hacer,
o en caso de peligro. Ningn criminal sobrevivira mucho tiempo, bebiendo a destiempo.
- Una cosa ms, Crag. El cuello de esa camisa podra disimularlo de forma que
pareciese una prenda de sport. As. Yo...
Ella se aproxim a la prenda y Crag se apart vivamente de la mujer.
- Ya me cuidar yo mismo.
Ella se puso a rer.
- Me tiene miedo, tal vez?
- No quiero que nadie me toque. Especialmente que lo haga una mujer. Ahora si eso es
todo, puede marcharse.
- Valiente gratitud, Crag... Y respecto a las mujeres... Le dijo alguna en cualquier
ocasin que ms bien usted debe ser un chiflado o un anormal? Bien, al menos, por fin se
ha puesto de pie por m, aunque slo haya sido una sola vez.
Crag no respondi tampoco y ella se volvi y sali de la celda. Crag crey intuir que
ella iba sonriendo. Se oy el suave click de la puerta al cerrarse.
Crag no perdi tiempo en mirar a la puerta. Se dirigi vivamente con la hoja de durium
en la mano y aplic todas sus energas en aserrar el cerrojo de la celda. Acab con
aquello y con las dems cosas que tena que hacer antes de la hora convenida. Estuvo a
punto de salir inmediatamente; pero reconsider las instrucciones que le haban pasado y
esper impaciente hasta que son la hora en el reloj de la prisin.
Sali sin hacer ruido de la celda y encontr vaco el corredor. Lo sigui rpidamente y
en silencio y lo abandon cuando su memoria del dibujo del diagrama que haba destruido
le mostr dnde seguir. Continu otro corredor adelante y baj una rampa. Justo al
aproximarse a otro corredor, se apercibi dedos pasos de dos guardias que se
aproximaban. Retrocedi unos pasos y se escondi en un hueco de la pared, con la mano
izquierda dispuesta a emplearla como un arma mortfera, si llegaban a su altura. Pero la
pareja de vigilancia sigui otro camino y se alej. Crag lleg hasta la segunda rampa que
recorri sin inconvenientes. En aquel nivel, hall nuevos corredores ms portales de
acceso; pero ninguna guardia.
Por fin lleg a la ltima rampa, la que conduca al piso veintisiete. No muy lejos, tendra
entonces algn guardia estacionado en la puerta final que conduca al elevador.
III
En efecto, haba un guardia. Un rpido vistazo a su alrededor al llegar a la vuelta final
le mostr una puerta cerrada con un guardia sentado frente a ella. Y comprob muy bien
que estaba bien despierto y alerta, aunque por fortuna dio la casualidad que no miraba en
aquel momento frente a l.
Pero se le vea bien despierto con una pistola de rayos desenfundada y a punto, en la
mano, y descansndola sobre las piernas.
Y sobre la pared, sobre su cabeza...
Crag hizo una mueca y se dispuso a utilizar sus terribles manos. Bien, Olliver, o la
mujer, o ambos a la vez, tendran que saber qu era lo que haba sobre la pared y encima
de la cabeza del guardia... un bulbo esferoidal que slo poda ser una termocupla,
dispuesta para producir una instantnea alarma a la ms mnima elevacin de la
temperatura. Y con todo, la mujer le haba ofrecido una pistola de rayos calorferos.
Habra sido un suicidio disparar al guardia con ella. Y si el guardia tena tiempo de
disparar con la suya, incluso disparndola fuera del rea de la termocupla, no exista la
menor duda que el ligero aumento de la temperatura ambiente sera ms que suficiente
para correr la alarma general, incluso fallando el disparo sobre Crag, lo cual resultara
difcil, estando como estaba a diez pies de distancia.
Pero Crag no retrocedi ni lo pens ms. Cuando apareci a la vista del guardia, ste
no tuvo la menor oportunidad de hacer uso del arma. La mano mortfera de Crag le
aplast la cabeza de un golpe, antes de poder ni siquiera apretar el gatillo del arma. No
volvera jams a tener la oportunidad de volver a hacerlo.
Crag se limpi la sangre en el uniforme del guardia. Despus recogi la pistola del
muerto, le borr las huellas y manch deliberadamente el can con sangre. De todas
formas tendran que saber despus quin haba matado al guardia con su propia arma,
dejando a la imaginacin de la polica el que se preguntase cmo habra podido ocurrir
todo aquello. De todos modos, siempre echara una cortina de humo sobre la posibilidad
de que le hubiese matado por el impacto de su mano izquierda.
Despus, usando la llave que colgaba del cinturn del guardia, atraves la puerta que
cerr tras l, sin que funcionara la alarma. Tena motivos para agradecer a la mujer todo
aquello, de todas formas, ya que sin la barra radioactiva, no hubiera tenido la menor
posibilidad de haberlo llevado a cabo. S, le haban dado una leal oportunidad, a
despecho de que tambin se la haban proporcionado para echarlo todo a perder, de
haber sido tan estpido como para haber aceptado y usado la pistola que le ofrecieron o
de no haber sabido hacer desaparecer la barra radioactiva en su debido momento, ya que
al exterior funcionaba en sentido inverso, provocando la alarma en vez de suprimirla,
como ocurra en el interior.
hallaban libres de la gorra de uniforme y por la voz; sus ojos le miraban con cierto aire de
hallarse divertida ante su vista. Se dirigi al hombre sentado tras la mesa de despacho.
- Ya te dije que vendra esta noche, Olliver, y t te reste de m. No crees que ahora
me toca rer a m? - Y se ri de forma encantadora -. Y, Olliver, no preguntes a este
hombre cmo lo hizo. No te lo dir; as, pues, por qu preocuparse ms.
Ella era una mujer bellsima, sin la menor duda, incluso para el gusto ms exigente. El
traje de tcnico psicogrfico no haba ocultado del todo el hecho de tener un cuerpo
esplndido; pero el traje que ahora vesta, aumentaba el hecho notoriamente. Al estilo de
la poca de llevar desnudo el diafragma, slo llevaba un tejido finsimo y casi transparente
por encima de la cintura. La falda era larga y opaca, pero al caerle sobre las piernas, le
moldeaba deliciosamente las caderas y los muslos. Su cara, ahora sin las gafas y con un
ligero maquillaje, era extraordinariamente hermosa y a tono perfecto con sus maravillosos
cabellos de cobre dorado. Sonri a Crag, midindole divertida y curiosa con sus bellos
ojos, de arriba a abajo.
- Quin se lo hubiera imaginado habindole visto con las ropas de la crcel? - dijo.
Su tono resultaba tan amistoso y franco que nadie hubiera podido realmente sentirse
resentido. Excepto Crag. Mir vivamente a la mujer y sin responder se volvi hacia Olliver.
- Es que tiene que permanecer aqu esta mujer mientras hablamos?
Olliver haba recobrado su compostura - y sonri. - Me temo que deba permanecer
aqu, Crag. Es muy importante para mis planes, nuestros planes. Pero creo que es mejor
que se la presente. Crag, tengo el gusto de presentarle a Judeth, mi esposa. Crag se
qued atragantado durante unos instantes de sorpresa.
- Si tiene que quedarse aqu, dme algo que ponerme. No me gusta que me miren de
esta forma. La cara de Olliver se estir un tanto; pero repuso en seguida:
- All tiene ropas en aquel armario. Pero creo que se comporta de una forma ridcula,
Crag. No estamos en la poca victoriana. Este es el siglo XXIII.
Sin responder, Crag se dirigi hacia un armario y lo abri. Colgaban en el interior
diversas prendas caseras y Crag tom una al azar, de seda. Se la puso, comprobando
demasiado tarde, tras haber cerrado el mueble que la prenda era de Judeth y no de
Olliver; los hombros le apretaban y las mangas le resultaban bastante cortas. Le pareci
un tanto ridculo volver de nuevo al armario a cambiar de ropa. Despus de todo, las
prendas caseras de la poca solan ser llevadas tanto por las mujeres como por los
hombres y aquella era una bata corriente de casa, aunque de un hermoso material. Sin
embargo...
- Espero no contaminarle, Crag - advirti Judeth.
Pero ste conserv su dignidad ignorando a la hermosa mujer, tanto por su presencia
por cuanto poda hacer o decir. Lo importante del momento era el milln de dlares. Un
milln de dlares no era ninguna broma, ni ocasin que se presentase todos los das.
- Sintese, Crag - le dijo Olliver.
Crag comprob que Olliver ya estaba sentado tras su amplia mesa de despacho y que
Judeth permaneca igualmente apoyada en una esquina del mueble, mirndole con una
completa seriedad, sin la menor traza de humorismo.
Crag tom asiento en un silln y volvi la cara hacia Olliver y no hacia su esposa.
- Una pregunta - dijo -. Hablaba usted realmente en serio esta tarde? Es cierto que
dispone usted de ese milln?
Oliver aprob con un gesto.
- Naturalmente que hablaba en serio. Tengo mucho ms de ese milln de dlares. El
dinero ser suyo cuando termine la tarea que tiene asignada. No es cosa de hacerlo de la
noche a la maana. El trabajo es en Marte. No se trata de mi propio dinero, comprende...
es ms bien un fondo creado por...
Crag se removi algo nervioso en su asiento. - No me preocupa de donde proceda,
siempre que sea mo cuando haga el trabajo que quiere confiarme. Y cuando ms pronto
empiece, mejor. He venido a esta casa esta noche y quiero salir de ella tambin esta
noche. Dgame en qu consiste el trabajo y anticpeme dinero para mis gastos. Yo s lo
que tengo que hacer.
Olliver sacudi la cabeza con lentitud.
- Me temo que no sea una cosa tan sencilla, Crag. Para que lo sepa, tiene que ir
primero, antes de encargarse del trabajo, al psicgrafo.
IV
Si los reflejos mentales de Crag no hubiesen sido tan rpidos y completos, como los
fsicos, Olliver hubiera dejado de existir en el prximo segundo transcurrido al acabar sus
ltimas palabras. A pesar de todo, estuvo en realidad a seis pulgadas de una muerte
cierta, esa fue la distancia a que qued su cabeza de la mano izquierda de Crag, que se
detuvo instantneamente en su camino. De haber completado el golpe, la mujer habra
seguido la misma suerte, un momento ms tarde. Crag haba dado tres pasos hacia
donde se encontraba Olliver.
Dos cosas le haban salvado. Una era el hecho de que las manos de Olliver estaban
descansando a la vista de la mesa, sin la menor intencin de tocar ningn botn ni de
abrir cualquier cajn del mueble. La otra el hecho de que lo pronunciado por Olliver no
tena sentido literal, ya que de haber sido as, de poca utilidad le habra resultado para sus
planes, al suprimir todas sus capacidades fuesen cuales fueren los planes del juez Olliver.
La voz de Judeth son tensa.
- Espere, Crag. - De reojo, Crag pudo comprobar que la mujer no haba movido ni un
solo msculo de su cuerpo. Sus ojos miraban, no a l, sino al lugar que haba ocupado en
el asiento abandonado -. Como habr podido comprobar, ya que hemos estado a punto
de morir a sus manos, mi esposo no se refera a lo que usted imagina.
La hermosa faz de Olliver haba perdido su color sonrosado y su voz apareci alterada
y ronca.
- Todo lo que quera decirle era...
La voz de su mujer le interrumpi vivamente.
- Perdona, Ollie, djame explicrselo. Esto ha sido increblemente estpido. Ya te dije
que Crag... - Se interrumpi bruscamente y su entonacin cambi hablando ms bien de
forma impersonal -. Crag, quiere sentarse de nuevo y dejarme que le explique? Le
prometo que ninguno de los dos har el menor movimiento. Ollie, deja tus manos donde
estn ahora, exactamente. Y, por favor, cllate y no abras la boca para nada. De
acuerdo, Crag?
Crag no respondi y se volvi a la silla que haba ocupado, observando a la pareja con
cuidado. Se sent en el brazo del silln; en tal postura habra sido ms rpido que
cualquier movimiento de los que Olliver pudiera haber realizado.
- Como usted ha podido comprobar a tiempo, Crag, nos habra resultado perfectamente
intil acondicionado por el psicgrafo. Pero igualmente nos resultara intil como un
criminal perseguido. Lo comprende?
- Lo estuve antes - repuso Crag hoscamente -. Y por gente ms peligrosa que la
polica.
- Es cierto; pero este trabajo es algo difcil y especial. Y, adems, Olliver le prometi su
libertad. Eso significa su libertad absoluta y total y no la situacin de un hombre
perseguido.
- Querr usted decir que van a proveerme de un certificado falso del psicgrafo.
- Naturalmente. Un salvoconducto en regla para comenzar una nueva vida. Sin ese
documento, sus enemigos encubiertos tendran inters en usted.
- Pero eso no puede hacerse - dijo Crag -. Ya se intent antes.
- S, pero fue con un certificado falso, no uno verdadero y real, respaldado por toda
clase de registros y comprobaciones. La diferencia estriba en que usted ir realmente al
psicgrafo; pero no ser psicografiado. A prueba de tontos, por completo. - Y Judeth se
movi por primera vez, ladeando la cabeza para mirar a su marido -. Incluso de un tonto
como mi marido, que ha estado a punto de que muriramos los dos hace un momento concluy con cierta socarronera en la voz.
La mente de Crag trabajaba furiosamente. Pareca demasiado sencillo, demasiado
perfecto.
- As tendr que dejarme capturar de nuevo, no es cierto? Qu sucedera si la polica
dispara primero y me coge despus?
- No suceder as, porque usted ser capturado aqu y ahora, cuando hayamos
terminado de hablar. Olliver puede estar apuntndole con una pistola, mientras yo llamo a
los guardias del exterior. Estar usted detenido y no existir la menor razn para que
disparen contra usted.
Crag aprob con un gesto.
- Y... usted ser la encargada de manejar el psicgrafo?
- Desde luego. No hay la menor oportunidad de que otra persona intervenga. Yo soy
ahora el solo tcnico; mi ayudante est de vacaciones. La ocasin es perfecta. Ms
preguntas?
- S - dijo Crag mirndola con ojos duros -. Cmo podr saber que puedo confiar en
usted? Ella le devolvi una mirada serena y tranquila. - Puede hacerlo, Crag. Ya
comprendo por qu tiene sus dudas y... lo lamento de veras.
- Promete usted no hacer nada en el aparato que pueda cambiar mi mente?
- Lo prometo. Piense por un momento y ver que no me sera posible hacerlo. Ello le
convertira en algo intil para nuestros planes. Si considera que resulta cambiada su
mente en lo ms mnimo, podr matarme despus.
- Y si usted suprimiese la memoria que me permitiese tenerlo en cuenta?
- Usted ya conoce la cuestin, Crag. El proceso no es tan selectivo. Tendra que
remover todos sus recuerdos y trastocarle toda su mente, o no tocarle en lo ms mnimo.
En caso contrario, podramos suprimir solamente las experiencias de un criminal y las
causas y circunstancias que le han llevado a tal situacin y dejarle el resto de s mismo.
Es posible que eso pueda hacerse algn da; pero todava no.
Crag volvi a estar de acuerdo con un gesto silencioso. Esta vez, Olliver sali de su
mutismo y con su rostro coloreado normalmente intervino en la conversacin.
- Y bien, Crag?
- Est bien. Tome su pistola.
Olliver abri un cajn del despacho.
- Deje esa bata en el armario, donde la tom. Podra ser muy difcil explicarlo a la
polica. - Espere un momento. Por qu es preciso llevar adelante todo esta comedia?
Por qu no me lo explic en su charla privada del tribunal? Pudo haberme sentenciado
entonces al psicgrafo. Por qu esta aventura de dejarme escapar para volverme a
capturar de nuevo?
- No le habra usted credo, Crag - repuso Judeth -. Podra haber pensado que eso es
todo lo que suele decirle a los condenados para que fuesen al psicgrafo ms tranquilos.
De todas formas, sea cual fuese lo que le hubiera dicho, usted no habra confiado en l. El
hecho de que le ayudsemos a escapar es la mejor demostracin de cuanto le digo.
Crag pens que aquello tena sentido. No habra confiado realmente en Olliver hasta el
extremo de ir voluntariamente hacia el psicgrafo. Habra ms bien tratado de evadirse,
antes de creer algo parecido.
Se puso en pie, se quit la bata de seda de Judeth y vacil an.
Judeth no brome en absoluto, ni dej escapar la menor indicacin de humor. Se
desliz de la posicin que ocupaba en el ngulo de la mesa y se dirigi hacia la puerta.
- Oh, anduve haciendo locuras muchos aos. Bien, se llevar este interrogatorio
mucho tiempo?
- Una hora, para cumplir las formalidades precisas, como si la mquina hubiese estado
realmente trabajando.
- Mire, seora, estas ligaduras me aprietan demasiado. Me dejara fuera de este
maldito silln si le doy mi palabra de honor?
Judeth vacil. Despus, repuso:
- Dentro de un minuto. Pero existe una cosa que la considero importante en mi informe
y que deseo que me diga ahora mismo. Por qu razn odia usted tanto a las mujeres?
- Ser un placer decrselo. Haca aproximadamente un mes que estaba casado antes
del accidente, con una chica de la que estaba locamente enamorado. Debo contarle lo
que hizo cuando se enter de que haba perdido una mano y mi empleo?
- Se divorci, tal vez?
- Se haba vuelto a casar antes de que saliera del hospital.
- Hizo usted algo... al respecto?
- Quiere decir si la mat? No, la odiaba demasiado para volver a tocarla siquiera.
- Y no admitir usted honestamente que an contina enamorado de ella?
La cara de Crag se puso roja y las venas de los brazos se le hincharon junto a las
ligaduras del psicgrafo.
- Si fuese libre, yo...
- Bien, Crag. Hay algo ms que tenga usted que decirme sobre ella?
- Tena los cabellos exactamente de su mismo color, seora. Y era tan hermosa como
usted. - Crag se detuvo un instante -. No, usted es ms hermosa. Y ms temible, tambin.
- No soy mala, Crag. Soy dura. Como usted mismo lo es. Bien, creo que es suficiente
para mi informe con respecto a ella. No la mencionaremos ms ni a ella ni a ninguna otra
mujer. Ahora voy a soltarle.
Judeth procedi a desligarle de sus ataduras con rapidez. Le solt la banda que le
sujetaba la frente y que le obligaba a tener la cabeza echada hacia atrs y despus las de
las muecas.
- Qu ms? - pregunt Crag.
- Su lista de delitos. Esto tiene una finalidad. Ellos desean esto particularmente, porque
as concretan los ya resueltos en vez de informarse sobre los sin resolver. Eso le
favorecer de todas formas. No tiene nada que perder y causar muy buen efecto.
Crag solt una leve carcajada.
- Est dispuesta a escribir todo un libro.
- Es mejor que hable en el magnetfono para que la polica lo transcriba todo ms
tarde. Pero antes de que lo ponga en marcha, procure adoptar una voz montona y sin
emociones; esto es, como si hablara bajo los efectos de la mquina. Sintese en idntica
postura a la que tena hace un momento para hallarse a la misma distancia del micrfono.
Dispuesto?
Crag le hizo un gesto afirmativo. Judeth puso en marcha el registrador.
El hombre se puso a relatar en la forma indicada por Judeth una relacin de los
mayores delitos que haba cometido, dejando adrede dos sin relatar. Se trataba de delitos
en los que se haba servido de cmplices que, por lo que saba, estaban vivos an.
Despus, hizo un gesto a Judeth quien desconect el aparato de registro magnetofnico.
- Y qu hay en relacin con el delito por el que estuve convicto, el del neftn? Supongo
que tendr que confesarlo tambin...
- Creo que ser mejor que lo haga, Crag. Si tuviese que informar que no lo hizo, dara
pie a una futura investigacin, y sta es la cosa que menos podemos desear. Veamos,
usted estuvo en Venus hace un ao, no es cierto?
- S.
- Diga que compr el neftn all de un individuo a quien conoca y cuyo nombre puede
falsear a su gusto, aadiendo algunos detalles que resultar muy difcil comprobar,
indicando dnde y cundo lo conoci. Diga que lo ha conservado hasta haberse enterado
de que su precio era elevado aqu en Alburquerque; pero que no tena idea de ningn
comprador especial, y que slo intentaba buscar uno.
Crag aprob la idea, y a continuacin hizo el relato de las indicaciones sugeridas por
Judeth.
- Algo ms? - pregunt cuando la mquina estuvo detenida de nuevo.
- S. La evasin. Tiene que explicar cmo se las arregl para hacerlo. Yo le he
preparado una versin que espero merezca su aprobacin
- Y cul es?
- El guardia que mat al salir se llamaba Koster. Hace un ao, era dependiente de un
bar de Chicago. Diga usted que le conoci all. Puede decir que se aproxim a su celda
ayer y que le ofreci ayudarle a escapar por diez mil dlares, que usted le pagara cuando
estuviera en libertad. Usted acept y l le proporcion los utensilios necesarios para la
evasin.
- Y por qu tendra entonces que haberle matado?
- Para ahorrarse esos diez mil dlares.
- No, creo que eso no va muy bien encaminado. Creo que tengo otro relato mejor. Me
dio la ruta a seguir y el momento para pasar a travs de la puerta que estaba vigilando.
Nunca intent realmente ayudarme a escapar sino que intent matarme y conseguir la
fama por haber evitado mi evasin, consiguiendo as un ascenso. Y que cuando intent
sacar el arma yo me las arregl para evitar que me matara, hacindolo yo a mi vez con su
propia pistola.
- Bien, parece mucho mejor. Dgalo de esa forma. Tiene usted buenos recursos, Crag.
Judeth puso nuevamente en marcha el aparato y Crag fue relatando la versin que
acababa de imaginar.
- De acuerdo - dijo ella con el magnetfono parado -. Esto acaba las cosas. Se supone
que ahora el psicgrafo ha erradicado de su mente todo lo que me ha contado. - Judeth
mir a su reloj -. Disponemos an de unos quince minutos. Permtame volver a sujetarle a
la mquina.
- Por qu?
- Se supone igualmente que usted permanece todava ligado al psicgrafo cuando yo
salga de aqu. Cuando los guardianes le desaten, es mejor que aparezcan en su cuerpo
las marcas de las ligaduras, especialmente la que le sujeta la frente. En caso contrario,
tendrn serios motivos para sospechar.
Crag se inclin y se amarr por s mismo las ligaduras de los tobillos y se ech hacia
atrs poniendo los brazos sobre los del silln del psicgrafo dejndose atar fuertemente
por Judeth. Al amarrarle el correspondiente a la mano izquierda, dijo:
- Usted conoce lo de mi mano izquierda. Cuntas personas lo saben? Esto podra
crearme serias dificultades.
- No se preocupe, Crag. Nadie ms lo sabe, excepto Olliver. Por la forma en que
levant la mano para golpearle anoche, supuse en el acto lo que ocurra. Ni siquiera se lo
mencion a l y tampoco estoy segura de que l haya podido hacer la misma deduccin.
- Est bien. Por qu no me dice qu clase de misin, es la que desea Olliver que haga
por l?
Judeth sacudi la cabeza.
- Desea explicrselo a usted por s mismo. Adems, tengo ahora algo ms importante
que explicarle y dispongo de poco tiempo, antes de salir de aqu.
- Ya comprendo. Tendr que aparecer humilde como un conejo.
- No me refiero a eso. En primer lugar, se presupone que saldr inconsciente de esta
habitacin. Los guardias vendrn, le desatarn y...
debera tener vaco el estmago. Tambin deseaba ms que nada en el mundo tomar un
trago o varios ms. Pero con diez dlares no podra pagarse mucho licor, del que l
deseaba. Pero podra pagarse un buen almuerzo en un restaurante.
Despus de haberlo hecho a su gusto, volvi a desear un trago con ms fuerza que
antes. Se detuvo a pensar de qu forma podra hacerse con cien dlares para correrse
una francachela antes de informar a Olliver de su libertad, pero aquello presupona un
riesgo, y su situacin no era como para correrse ninguno. Decidi finalmente no hacerlo y
esperar.
Todava no tena prisa en ir en busca de Olliver, y llam a la camarera para que le
sirviese otra taza de caf y le llevase el ltimo peridico del da.
El peridico mencionaba que haba sido sentenciado al psicgrafo; pero sin aadir
otros detalles. Generalmente nunca se daban, cuando el condenado iba al psicgrafo; la
teora legal era que un hombre psicografiado deba considerarse como un hombre
totalmente nuevo, que empezaba una nueva vida, sin ningn pasado, incluso con sus
huellas digitales destruidas. Ya que el psicografiado se haba olvidado de su identidad y
de sus delitos, la sociedad no podra hacer menos.
Hoje el peridico, sin encontrar nada de inters. Las usuales cuestiones de la poltica
y otras informaciones de rutina. Repentinamente sinti deseos de caminar por las calles,
para saborear su libertad. De paso, el pasear le hara un gran bien a sus msculos
doloridos. Pag su cuenta y se march.
Dio un gran rodeo hasta llegar a la casa de Olliver, en parte para hacer el paseo ms
largo y tambin para evitar el Barrio Marciano, el distrito vicioso de los hombres del
espacio. Resultaba la cosa ms sencilla del mundo entrar all y tropezar en seguida con
dificultades; no era aqulla la mejor ocasin para hacerlo.
Camin a paso rpido; pero con una cierta gracia felina en sus movimientos, poniendo
en prctica una docena de variaciones sobre la gravedad. Pensaba en el milln de
dlares.
Todo un milln de dlares por una misin que cumplir!
El vigilante de la puerta frontal de la residencia de Olliver tena una horrible cara de
bulldog y caractersticas de sdico, como muchos de aquellos individuos; pero se inclin
cortsmente ante Crag y le abri la puerta dicindole que el juez le estaba esperando en
su estudio. Crag atraves el gran vestbulo y volvi a entrar en la misma habitacin de la
noche anterior.
Se alegr de que Olliver estuviera solo, y sentado tras su maciza mesa de roble.
- Sintese, Crag - le dijo Olliver -. Se tom usted bastante tiempo para llegar hasta
aqu. Crag permaneci silencioso.
- Ha comido usted? - pregunt Olliver, respondiendo Crag con un gesto.
- Bien. Podemos hablar, pues. Le gusta, verdad?
- Cuando es necesario. Por el momento prefiero que hable usted. Yo escuchar.
- Muy bien. Ya le habrn dicho que le ofrezco un empleo como piloto privado y presumo
que habr aceptado.
- As es.
- Sabe usted pilotar un J-14?
- Me bastar con un par de das para estudiar el manual y familiarizarme con los
controles.
- Magnfico. Dispone usted de una semana antes de que salgamos hacia Marte. El
aparato est en la plataforma 96 del espaciopuerto. All lo tiene a su disposicin para que
realice cuantas prcticas necesite. Yo puedo pilotarlo por m mismo; pero jams salgo al
espacio sin alguien que pueda relevarme.
- Y despus de Marte?
- Y cmo explicarle al guardia que le vigile, mientras piensa que usted es un hombre
ya psicografiado? Los hombres que han pasado por el psicgrafo, slo toman copas
socialmente. Adems, podra usted muy bien cuidarse de la guardia tan fcilmente como
de la cerradura. Sepa que no dispongo de hombres para ese cometido. Est bien, estoy
de acuerdo en que se corra esa juerga solitaria, ya que promete encerrarse en su
habitacin. Y que estar fresco en el momento en que hayamos de salir con el J-14.
- De acuerdo. Quinientos dlares sern suficiente, ya que dispongo de mis ropas. Y
qu hay con respecto a su servidumbre?
- Slo tenemos dos sirvientes en la casa. Les enviar con permiso unos cuantos das.
Judeth y yo comeremos fuera. Pero cmo se las arreglar para sus comidas? O es que
no va a comer nada?
- No. Dnde est mi habitacin? Me gustara cambiarme con mis propias ropas
cuanto antes.
- En el segundo piso, frente a la escalera. Tenga, aqu tiene los quinientos dlares. Los
sirvientes se habrn marchado para cuando usted vuelva.
Crag tom el dinero y se fue a su habitacin. Comprob su equipaje y anot que la
polica le haba quitado algunos objetos de escaso valor, nada importante que no pudiera
reemplazar inmediatamente. Haba tenido suerte, pues incluso cuando un criminal era
declarado inocente en un proceso y puesto en libertad, debera considerarse afortunado
de recobrar sus cosas. Era algo con lo que no haba contado.
Se cambi rpidamente de ropas y sali. La necesidad psicolgica de irse de juerga y
correrse una francachela se haca ms y ms fuerte en l y ahora que ya tena la bebida a
la vista, se dio prisa para gozarla cuanto antes. Encontr un barrio comercial en la ciudad,
en el que haba un bar discreto, que era cuanto necesitaba. Los precios eran tres veces
superiores de lo que le habran costado las bebidas en Marte y casi la mitad ms de los
corrientes en el barrio de los hombres del espacio; pero la cuestin se cifraba en
doscientos dlares y los pag sin discutir.
En su habitacin, comenz a beber y emborracharse hasta caer en la inconsciencia a
lo largo de todo aquel da y al siguiente, volviendo a beber cuando recobraba el
conocimiento. A la maana del tercer da, decidi que ya estaba bien y tir por el cuarto
de bao lo que quedaba de los licores comprados. Lo cierto es que no haba encontrado
ningn placer con semejante borrachera, slo haba llenado una necesidad psicolgica
apremiante, y ahora ya podra continuar adelante sus propsitos, sin beber ni una gota,
hasta que llegase el momento en que pudiera hacerlo con seguridad y en una forma ms
agradable y libre.
No se encontraba muy seguro sobre sus pies y sus ojos aparecan enrojecidos,
molestndole como si los tuviera llenos de arena; pero pudo controlar su mente. Estaba
seguro de haber comprobado la presencia, medio en sueos, de Judeth junto a su cama,
mirndole con atencin. Pero haba comprobado la cerradura de su cuarto y decidi
posteriormente que todo aquello debi haber sido una alucinacin, junto con los otros
sueos y alucinaciones sufridas a lo largo de la inmensa borrachera.
Al descender por la escalera, saliendo de su habitacin, pas junto a Judeth, quien al
verle en semejante estado, no le dirigi la palabra. Celebr ntimamente que hubiera sido
as.
Olliver no estaba en su estudio privado. Crag le dej una nota escrita sobre la mesa:
Ya ha terminado; puede usted decir que vuelva la servidumbre. Encontr la cocina y se
prepar una comida abundante. Despus volvi a su cuarto y se qued profundamente
dormido. Se despert a la maana siguiente en buena forma.
La mayor parte de los das siguientes, los emple en el espaciopuerto dentro del J-14
de Olliver, estudiando su estructura y conduccin y el manual de la espacionave, con sus
especiales indicaciones para la navegacin con aquel tipo de aparato. All tambin se
dedic a pensar la futura aventura de Marte, su cometido especial y unos libros adquiridos
acerca de cuanto se relacionaba con Menlo y Eisen, Crag ya saba, desde luego, un
considerable nmero de cosas acerca de Eisen. Eisen era un cientfico e inventor, quien a
principios de su carrera, tuvo que haber sido sorprendido por las similitudes - incluso en la
leve similitud de los nombres -, entre l y Edison, el famoso inventor de siglos atrs, y por
que adems, haba puesto el nombre de Menlo a su factora de investigaciones, en
recuerdo de Menlo Park de Edison. Al igual que Edison, Eisen tambin era un emprico
ms bien que un terico, como hombre de ciencia, su mente aguda vea posibilidades
prcticas all donde otros vean slo hechos abstractos y ecuaciones puramente
matemticas. Como Edison, tambin, haca que las cosas funcionasen, siendo por lo
dems un trabajador infatigable. Pero haba ido mucho ms lejos que Edison en el
nmero y en el alcance de sus inventos y se haba hecho fabulosamente rico, uno de los
hombres ms ricos del sistema. Poda comprar y vender prcticamente gobiernos enteros;
pero no senta el menor inters por la poltica, como tampoco en el poder ni en la gloria,
slo en sus trabajos de investigacin.
Menlo haba ido creciendo en un impresionante y ruidoso enorme edificio en que se
hallaban los laboratorios y la factora y las habitaciones de sus ocupantes y talleres,
aislado y rodeado por unas defensas que tenan fama de ser inexpugnables. La ciudad
marciana ms prxima distaba varias millas de distancia, siendo adems muy pequea.
Eisen viva all con una plantilla exclusiva de empleados y guardianes, todos hombres, de
una treintena de ellos para cada menester.
Olliver haba tenido razn al afirmar que la nica forma de entrar en Menlo, era la de
conseguirse un empleo primero. An as, haba innumerables trampas de seguridad de
todos los rdenes. Aqulla sera la ms dura empresa que Crag poda acometer, de
cuantas pudo haber hecho en su vida. Pero el precio vala la pena, le aguardaba un milln
de dlares.
Mientras tanto, Crag procur aislarse y evitar todo contacto con los Olliver,
especialmente con Judeth. Le pagaba a los sirvientes para que le llevasen las comidas a
su habitacin en una bandeja, haciendo las dems en un restaurante de la ciudad o en el
espaciopuerto.
Transcurrida una semana, llam a la puerta de Olliver, oyendo en seguida el permiso
de entrar. Pregunt a Olliver si ya haba pensado en el momento de partir y ste aprob
con un gesto.
- Pasado maana. Est todo en orden para la travesa?
- S - repuso Crag -. Dispuestos para partir en cualquier momento. Quiere que ponga
en orden el permiso de salida?
- De acuerdo. Hgalo para las diez de la maana. O antes, si es posible. Tiene
necesidad de ms dinero?
Crag sacudi la cabeza.
- Tengo lo suficiente hasta que llegue a Menlo. Si consigo el empleo en Menlo, sus
guardianes estarn sobre m y no es conveniente que me encuentren mucho dinero
encima.
- Me parece muy bien. Investigarn cualquier cosa que les diga a ellos, Crag. No lo
harn por las fechas anteriores a su certificado del psicgrafo, sino por sus subsiguientes
acciones. Ha preparado ya una buena historia que convenza a aquella gente por qu
deja usted su oficio de piloto astronauta, cuando lleguemos a Marte, y se va en busca de
un empleo en el que ganar menos?
- S. Supongo que querrn comprobarlo con usted, investigando mi relato y la excusa
que de los hombres psicografiados, casi siempre pierden sus arrestos para seguir
viajando por el espacio, y eso precisamente ser lo que me habr ocurrido a m. Yo habr
sufrido de un miedo espantoso en el viaje a Marte y no desear viajar ms por el espacio
a ningn precio.
- Me parece estupendo. Tomar nota de eso y tambin lo har Judeth.
de un objeto quedan colapsados no se limitan sencillamente a caer por los intersticios del
resto de la estructura atmica hacia el centro de la Tierra, o cualquier otro planeta que se
tomase en consideracin.
Olliver estaba sonriendo en aquel momento. - Este no es cosa que deba hacerle
preocuparse, Crag. Podr decrselo ms tarde, si ello encaja bien dentro de mis planes.
Yo le proporcionar cuanto sea preciso para que le resulte til en su empresa.
Crag aprob con un gesto. Pero no pudo evitar seguir pensando en el meollo del
problema de Olliver. Qu valor poda tener un arma que slo tuviese tan corto alcance,
un alcance casi menor que su propia mano izquierda y con menos rapidez? O sera para
poder utilizar el neutronio? Bien, ya volvera a preocuparse por aquellas preguntas sin
respuesta cuando tuviese el objeto en sus manos, antes de entregrselo a Olliver.
El viaje hacia Marte result pesado y aburrido, como son todos los viajes espaciales.
Afortunadamente, aquel J-14, era una nave relativamente lujosa y dispona de una cabina
para l solo. Emple en ella la mayor parte del tiempo, cuando no estaba al mando de los
controles. Durmi cuanto pudo tambin y emple el resto del tiempo leyendo y
escuchando registros de sonido y msica. Habl lo menos posible con Olliver y nada en
absoluto con su esposa, excepto cuando tena que contestar a cualquier pregunta que le
fuese hecha directamente.
Crag tom finalmente los controles para la toma de contacto con el suelo de Marte,
operacin que realiz a la perfeccin. Se volvi hacia Olliver.
- Dnde deber entrar en contacto con usted?
- Tenemos reservadas habitaciones en el Hotel Fobos. Vendr usted con nosotros,
Crag. Alquil, tambin una para usted.
- Por qu? Podra muy bien haberme dirigido hacia Menlo.
- Porque tengo relaciones, a travs de las cuales podr ponerle ms al corriente de la
situacin. Qudese al menos esta noche y podr salir maana, con ms informes y
conocimientos de los que tiene ahora.
Crag se mostr de acuerdo. Una vez en el Hotel Fobos, se fue derecho a su habitacin
y permaneci en ella. Por la maana, estaba ya vestido y dispuesto cuando son el
telfono anuncindole que Olliver tambin lo estaba. Se encontraron en la sala principal
de la suite que el matrimonio haba encargado.
- Las noticias son buenas, Crag - le dijo Olliver -. Eisen est en la Tierra, en la mitad de
un mes de vacaciones que se ha tomado all. Dispondr usted de dos semanas antes de
que vuelva. Tal vez esto simplifique las cosas para usted.
- Quin se encarga de emplear al personal cuando Eisen se marcha?
- Nadie emplea a tcnicos; pero el jefe de los vigilantes, un individuo llamado Knutson,
est autorizado para emplear a hombres en el servicio de vigilancia. No tengo ahora idea
muy clara de cmo estarn de personal; pero las posibilidades son excelentes, por lo
general siempre tienen dos o tres plazas vacantes en la vigilancia.
- Creo que valdra ms que viese a ese Knutson en la ciudad. Sabe usted cmo
podra reconocerle, si le encontrase?
- S. Le conozco de haber visitado Menlo hace seis meses. Es un hombretn alto y
fuerte, con el pelo rojizo y una gran cicatriz en diagonal partiendo de una mejilla... no
recuerdo de cual. No me sorprendera que fuese un matn. Necesita ms dinero?
- Creo que me vendran bien doscientos dlares. Tengo suficiente para llegar basta all
pero pudiera ser que no encontrase empleo tan pronto.
Olliver cont y le entreg los doscientos dlares solicitados.
Judeth entr en aquel momento vestida y a punto de salir. Pas junto a Crag y puso
una de sus manos en las de ste.
- Adis, Crag. Buena suerte.
Crag se pregunt interiormente por qu quemaban las manos de Judeth a su contacto.
Sali tambin inmediatamente.
un par de buenos tragos. Unos minutos ms tarde, tras haber contestado a una serie de
preguntas de Knutson sobre lo que estaba haciendo en Pranger, el gigantn le pregunt:
- Amigo, supongo que no ir a buscar trabajo en las minas. Un to capaz de luchar
como usted, merece otra cosa. Qu le parece trabajar en Menlo?
Resuelta, pues; la cuestin, Crag estuvo contento de poder ir a trabajar a Menlo con su
nuevo amigo recin adquirido. Comprobando sus antecedentes, Knutson se mostr
encantado ante el certificado psicogrfico que Crag le mostr finalmente.
- Hombre, esto es realmente bueno. Slo tiene dos semanas. Nos informamos tambin
de sus antecedentes personales aunque espero que no habr ocurrido nada en dos
semanas que hace que le dieron este certificado. Qu estuvo usted haciendo? Crag se
lo explic a su manera y el jefe de la vigilancia de Menlo, qued en telefonear al Hotel
Fobos a la maana siguiente para tomar referencias del juez Olliver. Despus, bastaba
con que las huellas digitales de Crag coincidiesen con las estampadas en el certificado
para que no hubiese ms inconvenientes en comenzar a trabajar en su nuevo empleo.
- No se gana mucho ms que en las minas - le dijo a Crag -, pero es un trabajo limpio y
fcil. Es un trabajo ms bien de holgazanear, siempre que se est bien alerta mientras lo
hace. De acuerdo?
Crag lo estuvo en el acto.
V
Pudo muy bien haber ido simplemente a Menlo y haber solicitado un empleo, desde
luego; pero result mucho mejor la forma en que lo hizo, hacindose amigo de Knutson.
La forma ms rpida de hacerse amigo de un matn es entrar en lucha con l y dejarse
vencer, con el suficiente margen de dignidad como para ser respetado. Batir a un matn
significa el odio feroz de ste; dejarse tumbar de una paliza, tras una buena lucha es
conseguir hacerle feliz y Obtener su amistad fanfarrona. Como amigo de Knutson, Crag
consigui lo que se propona, obtener el puesto de vigilancia nocturna que patrullaba en el
interior de Menlo, y no en la periferia.
Crag necesitaba conocer minuciosamente cada pieza del lugar, excepto el laboratorio y
la oficina privada de Eisen, cerrada bajo llave y rigurosamente inaccesibles durante su
ausencia. Ms que cerrada, Crag supuso acertadamente que aquellas dos habitaciones
deberan estar sembradas de las ms diversas trampas mortales. Ni Knutson, ni
Cambridge, el jefe tcnico de la planta y el hombre ms cercano a Eisen, tenan la menor
nocin de cmo aproximarse a dichas habitaciones. Nadie, excepto el propio Eisen poda
entrar en ellas, a menos que no mediase una invitacin suya; pero estando l presente.
Crag gast tres das con sus noches sin hacer nada, sino aprendiendo en detalle todos
los puestos de vigilancia, las entradas y salidas y el completo dispositivo de la planta de
investigacin, la rutina general de entradas y salidas, los relevos de guardia y el equipo.
Una suerte resolvi para Crag el mayor problema futuro, anticipadamente: en la tercera
planta del edificio exista un pequeo museo de armas primitivas de la Tierra. Una de ellas
- lo decidira cuando llegase el momento - sera la ms adecuada, para conseguir el
desintegrador que tan afanosamente buscaba en Menlo.
La siguiente noche a la hora de cenar, Knutson le pregunt en el comedor:
- Te gusta la lucha? Me refiero ms concretamente al boxeo.
- Pues claro que s.
- Esta noche hay una condenadamente buena, en Marte City, de pesos welters.
Quisieras venir a mi cuarto y verla por la televisin?
- Me parece magnfico - repuso Crag.
- Ser sobre las siete. Ven a mi cuarto y all la veremos. Si llegas antes que yo, ponte,
cmodo y considrate como en tu propia habitacin.
Crag tom mentalmente buena nota de la invitacin que le result del mayor inters y
procur estar en el cuarto de Knutson antes que l. Afloj uno de los tubos al vaco del
aparato y cuando Knutson lleg y encendi la televisin, no daba la menor seal de vida.
Knutson jur como un carretero indignado, tras haberse cansado de mover los diales en
todas direcciones.
Crag le hizo una sugerencia.
- Creo que podra arreglar el aparato, entiendo bastante de televisin. Puesto que nadie
trabaja ahora en el laboratorio municipal, vayamos a ver si es posible poder arreglarlo.
Una vez en el laboratorio, Crag comenz a perder deliberadamente el tiempo con el
aparato, sin conseguir ponerlo en funcionamiento. Knutson comenz a sentirse nervioso.
- Nos estamos perdiendo el combate, Crag. Vamos al saln principal y lo veremos en el
aparato grande que all hay. Ya lo arreglars ms tarde.
- Vete t si quieres, Knutson. Estoy a punto de arreglarlo y no es cosa de dejarlo as.
Estoy seguro de reunirme contigo antes de que termine el combate.
Se reuni con Knutson congo haba dicho y con el aparato ya arreglado. Y adems con
diversos objetos en sus bolsillos, en especial una diminuta linterna atmica y un circuito
detector, ambos algo toscamente montados, pero pequeos y eficientes. Adems, tom
otras cuantas cosas de las que habra de tener necesidad en el futuro.
A la noche siguiente, se las arregl para aproximarse a la puerta de Eisen, la de su
oficina privada, con - la linterna y el circuito detector, comprobando todos los circuitos
posibles de alarma que all existieran, dejndole satisfecho por el momento. No pretendi
entrar en la habitacin, precisaba toda una noche entera para conseguirlo.
Un da despus, solicit de Knutson que le cambiase la vigilancia de da. Y a la noche
siguiente, tan pronto como se consider en seguridad dej fuera de uso los tres circuitos
de alarma de la puerta y entr en la oficina privada de Eisen, disponiendo de cinco horas
de tiempo para maniobrar. Emple las primeras en vigilar cuidadosamente todas las
posibles trampas de alarma que pudieran existir a su alrededor, tanto en la oficina como
en el laboratorio. Pudo hallar y desconectar otros tres circuitos de alarma cuidadosamente
instalados. Despus, volvi su atencin hacia la brillante puerta de durastil de la gran caja
de seguridad.
Se hallaba a la derecha de la mesa de Eisen y un objeto dejado sobre la misma le
ahorr mucho tiempo en previas experimentaciones. Se trataba de una herradura
magntica, un juguete en apariencia y que por lo visto, deba utilizarse como
pisapapeles... Pero, y si se trataba de algo ms que aquello? Por qu no pudiera ser la
clave de una cerradura magntica?
Examin, pulgada a pulgada y con todo cuidado, la lisa superficie de durastil de la
puerta de acceso. Siendo de tal clase de material, en ella no existan desconchados ni
seales que pudieran confundirle. Exista nicamente lo que pareca ser una casi
imperceptible mancha de mosca a un pie aproximadamente a la derecha de la cerradura.
Pero las manchas de mosca eran imposibles all... en Marte no haba moscas. Manipul
con la herradura imantada en todas las posiciones imaginables con relacin a aquella
diminuta manchita y cuando por fin la situ exactamente entre ambos polos de la
herradura, sostenindola hacia arriba, sbitamente la puerta gir sobre sus invisibles
goznes y se abri suavemente. En el interior aparecieron centenares de cajas metlicas
dispuestas simtricamente y todas ellas numeradas.
Crag volvi a la mesa de despacho de Eisen, y en el archivo existente en un rincn de
la oficina, encontr la carta con la designacin codificada de cada uno de aquellos
cajones metlicos. Unos momentos ms tarde, el desintegrador estaba en sus manos.
Pareca, en efecto, una pequea linterna elctrica de bolsillo, incluso ms pequea que la
de uso corriente de encendido atmico que Crag haba tomado del laboratorio municipal.
Excepto por las lentes, que tenan un color de verde esmeralda y eran totalmente opacas.
Crag cerr el cajn correspondiente y comenz a cerrar la caja tambin, cuando se
detuvo. En realidad, tena tiempo para fabricar un falso duplicado y dejarlo como sustituto,
siguiendo las sugerencias que le haba hecho Olliver al respecto.
Era cierto que si Eisen intentaba usar el dispositivo descubrira inmediatamente la
sustitucin; pero si slo se limitaba a realizar visitas peridicas al material secreto all
guardado para comprobar que nada se haba extraviado, vera de una simple ojeada el
objeto duplicado y all continuara. Cuanto ms tiempo tardase en descubrir el robo, tanto
mejor.
Se llev el objeto al laboratorio privado y comenz a trabajar rpida y eficientemente. Ni
habindolo hecho a propsito, nunca pudo Eisen haber preparado tan bien aquel
laboratorio para que un ladrn tcnico hiciese un correcto duplicado de cualquier objeto
robado. Se aplic a la tarea con sus cinco sentidos y cuando termin procur estar seguro
de no haber dejado tras s la menor traza de haber utilizado el banco de trabajo, ni las
herramientas, dejndolo todo nuevamente en el lugar que ocupaba previamente. Deposit
el falso duplicado en la caja de seguridad y cerr sta, volvi a conectar los circuitos de
alarma y a dejarlo todo nuevamente en su sitio, excepto los avisos de alarma de la puerta.
Aguard tranquilamente en la oscuridad hasta que oyese a la guardia pasar su turno de
ronda. Diez minutos ms tarde, con la puerta convertida en una trampa mortal, se hallaba
de vuelta en su habitacin. No quedaba tras l la menor traza, a menos que Eisen
intentara hacer funcionar el desintegrador, o realizase un cuidadoso inventario del
material empleado en el taller y el laboratorio.
Las dems cosas que tena que hacer podan esperar hasta el da siguiente y as se
tom un sueo de dos horas.
La cosa ms importante a realizar era situar el desintegrador en seguridad y fuera de la
factora, a la maana siguiente y de la forma ms rpida y segura. El museo de armas
antiguas que Eisen tena en el tercer piso, estaba prximo a su habitacin. Entr en l,
tom el arco ms pesado que pudo hallar y una pesada flecha de caza. Amarr
cuidadosamente, envuelta en un trozo de tela, el desintegrador a la cabeza de la flecha,
bajo la punta. Con todas sus fuerzas distendi el fuerte arco y la lanz describiendo un
amplio arco, por encima de la valla electrificada y en direccin a una hondonada fuera de
toda vista posible de la factora de Menlo. A menos que no se destrozase al caer la flecha,
el desintegrador estaba en seguridad y en lugar a propsito para recogerlo a placer en el
momento propicio.
Una rpida detencin en el taller principal, mientras los tcnicos tomaban su almuerzo,
le permiti dejar en su lugar la linterna atmica que haba tomado y tirar en la basura los
trozos de chatarra y desperdicios que le haban quedado en los bolsillos,
desembarazndose de toda huella de la faena realizada.
El problema, entonces, era el de no levantar sospechas al intentar abandonar Menlo
demasiado rpidamente. Peor an sera la actitud de despedirse a s misma, conducta
totalmente insospechada en un hombre psicografiado. Y adopt el camino ms factible. A
la maana siguiente, inform de que se senta enfermo con un terrible dolor de cabeza y
con vrtigos. Knutson le llev a la enfermera y le dej all mientras iba a avisar al auxiliar
sanitario de la factora. Crag se aprovech del tiempo que medi para tomar un par de
drogas de la vitrina; una de ellas, belladona, y otra, un purgante activo.
- Parece como si tuviese fiebres recurrentes - expres el tcnico sanitario observando
la contraccin de las pupilas de Crag -. Las ha sufrido con anterioridad?
Crag hizo una mueca de desamparo.
- No podra recordarlo. Estar en mi historial, seguramente.
El sanitario mir fijamente a Knutson
- De ser as sufrir de diarrea dentro de pocas horas. En tal caso, sera mucho mejor
llevarlo a Marte City para un tratamiento adecuado. No puedo atenderlo debidamente
aqu, aparte de que sera preciso un anlisis para estar seguros.
- Olvdelo. Bien, puesto que est usted en el asiento del piloto, haga la maniobra de
despegue. Salga al borde del medioda; aqu estn las coordenadas. Le avisar a Judeth
para que se amarre a su asiento.
Se dirigi a la doble cabina y un momento ms tarde sali, atndose los cinturones de
seguridad en el asiento del copiloto.
- Ella ya se ha asegurado. - Despus, pensativamente, aadi -: Una bella mujer, Crag,
y tambin muy inteligente. Nunca confe en las mujeres hermosas; es algo que estoy
aprendiendo. Bien, Crag, qu piensa usted de mi proposicin?
- Esperar hasta que la oiga claramente. De acuerdo, cinco segundos a partir de ahora:
Cuatro, tres, dos, uno...
La espacionave surc como una centella el cielo marciano. Crag encontr pesado el
viaje y as, en apariencia al menos, tambin Judeth. Solamente Olliver pareca animado,
actuando bajo una excitacin apenas controlada que le haca estar inquieto y sin
descanso, incapaz de concentrarse en nada. A veces, pareca extraviado en un sueo,
del que era difcil sacarle al hacerle cualquier pregunta. As permaneci hasta
aproximarse al cinturn de los asteroides y ajustando la velocidad de la nave a la de
traslacin de aquellos millares de cuerpos esparcidos en la rbita. Muchos de ellos
aparecan ya presentes en las pantallas de los detectores.
- De qu tamao desea que detecte uno? - pregunt.
- Eh? Oh, no importa mucho, unos cuantos cientos de toneladas. Del tamao de una
casa, ms o menos.
- No podremos llevarlo en la nave, no importa lo pequeo que parezca, si tiene una
masa semejante.
- No vamos a hacer eso. Se trata de un experimento.
- Entonces por qu no ensayar con uno grande? Podra encontrar Ceres si lo desea.
Tiene algo menos de 500 millas de dimetro.
- Eso nos llevara demasiado lejos, Crag. Esto no produce una reaccin instantnea en
cadena; recuerde que tiene un efecto ligeramente retardado. Si mis informes son
correctos, se lleva al menos una hora en colapsar la materia de un asteroide de unos
cientos de toneladas.
Crag record en aquel momento que, en efecto, al desintegrador se le haba llevado
unos cuantos segundos en desintegrar el matorral que l ensay en las proximidades de
Menlo; por tanto, el clculo pareca razonable. Nunca dijo, naturalmente, a Olliver que
haba practicado por su cuenta con el aparato, desobedeciendo las instrucciones
recibidas.
En aquel momento se vean envueltos en una masa de asteroides, mostrndose en las
pantallas detectoras a distancias de una a dos millas. Crag los estudi y eligi uno del
tamao aproximado al solicitado por Olliver y comenz la delicada maniobra de situar la
nave paralela a la rbita del pequeo asteroide y ajustando su velocidad y direccin.
Olliver le observ con la respiracin en suspenso.
- Lo ha conseguido, Crag.
Crag asinti con un gesto y desconect la fuerza impulsora de la espacionave. Esta y el
pequeo asteroide se sostuvieron juntos por la pequea diferencia de gravitacin entre
ambas masas, pudiendo continuar as indefinidamente por el espacio, hasta tanto no se
pusieran en funcionamiento los motores potentes del J-14.
Olliver le toc en el hombro.
- Buen trabajo, Crag. De acuerdo, pongmonos los trajes espaciales. Se lo dir tambin
a Judeth. En realidad apenas si haba necesidad de abandonar la espacionave para
realizar el ensayo; pero de todas formas deban vestirse con los trajes del espacio. Una
nave tan pequea como el J-14 no tena compuerta de descompresin; perteneca al tipo
econmico y en las escasas ocasiones en que era preciso abrir la escotilla, el interior del
aparato quedaba inmediatamente exhausto de oxgeno y aire respirable, que era
- Y despus, qu? - insisti nuevamente Crag. - Despus... Espere, creo que esas
marcas estn ya ms cerca; pero vamos a esperar hasta hallarnos absolutamente
seguros y despus se lo dir. Mira! - Y tom con fuerza el brazo de Judeth -. Mira,
querida, no es cierto que estn ms juntas? Verdad que la materia est encogindose?
- Pues yo... creo que s. No parece tambin que el horizonte est ms prximo?
Olliver se incorpor y mir al horizonte; mientras que el ansioso rostro de Judeth se
volvi hacia Crag mirndole intensamente y con fijeza, de una forma extraa. Crag estuvo
seguro de que ella deseaba hacerle una pregunta que no se atreva a formular tratando
de hallar la respuesta por aquella fija mirada. Crag se enfrent con aquella mirada
angustiada y fija, desafiantemente, no consiguiendo otra cosa que resultar confuso y
embrollado.
- Creo... - murmur Olliver -. Bien, por qu pensar en nada? Otro minuto al exterior y
estaremos seguros.
Despus, continu con una voz calinosa y segura:
- S, esas marcas de tiza estn ya a media pulgada ms juntas. Funciona! - Se apart
de ellos y sus ojos fueron hacia los de Crag -. Crag, ese milln de dlares suyo, es ahora
una basura. Ahora quisiera proponerle si no le gustara ser mi mano derecha, el segundo
en el mando supremo de todo el Sistema Solar.
Crag le mir sin responderle, tratando de imaginar si Olliver se habra vuelto loco. Sus
pensamientos debieron ser adivinados, porque Olliver se apresur a decirle:
- No estoy loco, Crag. Ni tampoco conozco ningn nuevo comercio con el neutronio,
se era el camuflaje. Pero Crag... piense en esto... Basta con uno de estos pequeos
dispositivos ocultos en cualquier lugar secreto de todos los planetas ocupados, y
equipados todos ellos con un control remoto de radio para poder ser disparado desde
donde yo me encuentro, en el momento deseado... Eso es lo que har. Si funciona en un
asteroide y ya ve cmo lo hace, funcionar en una masa por grande que sea. Una
reaccin en cadena no encuentra diferencia entre un cacahuete o un planeta.
Crag le mir fijamente, sorprendindose de haber sido tan estpido como para no
haberlo comprendido antes.
- Lo sabr usted todo, Crag - continu Olliver -. No hay partido poltico alguno tras de
m. Mis palabras fueron pura charla. Pero desde ahora en adelante, una vez que me hallo
en poder de este fabuloso objeto, no existirn ms partidos polticos. Habr solamente
uno: Yo. Pero necesito ayuda, naturalmente y usted es el hombre a quien preferira para
segundo mo, a despecho de...
Repentinamente comenz a rer a carcajadas y su voz cambi.
- Judeth, querida, eso ahora resulta intil. Crag se volvi rpidamente hacia Judeth y
vio que ella haba desenfundado su pistola de rayos calorferos con la cual apuntaba a
Olliver.
Este emiti una risita burlona entre dientes. - Creo que ya va siendo hora para ti de que
te muestres tal cual eres, querida. Y creo que es el momento oportuno. Ya encontr ese
juguete en tu traje espacial hace unas horas y le saqu la carga. Vamos, adelante,
dispara. O es que ya lo ests haciendo?
Ella, en efecto, haba intentado disparar intilmente. Se hallaba junto a Crag y
apuntando directamente a su marido. Crag se dio cuenta de la palidez del rostro de
Judeth, aunque supuso que sera de rabia ms bien que de temor.
- Est bien, ahora has ganado - dijo ella a Olliver -. Pero alguien te detendr de alguna
forma. Es que no te das cuenta de que no puedes hacer lo que has planeado sin destruir
al menos un planeta entero para demostrar que hablas en serio? Si destruyes la Tierra,
matars por lo menos las tres cuartas partes de la raza humana, slo para gobernar sobre
los que puedan quedar. Tienes que estar loco de remate necesariamente.
Olliver volvi a soltar una sonora carcajada. En su mano apareci otra pistola de rayos,
sin sostenerla con demasiado cuidado de forma tal que cubra con ella a Crag y a su
mujer, conforme daban unos pasos hacia atrs.
- Ella es una espa, Crag. Una espa de los Dorados. Lo he sabido siempre y se cas
conmigo porque tena precisin de vigilarme. Bien... la dej ayudarme. Ahora que Dios la
ampare a ella. Qutale esa pistola, Crag.
La pistola estaba descargada y la orden resultaba intil, por tanto, y Crag se dio cuenta
de que Olliver estaba probndole. Olliver estaba tratando de someterle de una u otra
forma.
Crag vacil. Estara Olliver realmente loco, o sera cierto que ira a convertirse en el
gobernante que tuviera baj su mano a todo el sistema Solar y lo convertira en su
segundo? Sera cosa de aceptarlo, a costa de destrozar uno o ms mundos? Matar
hombres era una cosa, l ya los haba matado. Pero destruir mundos enteros, matar a
poblaciones masivamente...
- Esta es tu ltima oportunidad, Crag - dijo Olliver - u os achicharrar a los dos en vez
de slo a Judeth. No pienses que he estado ciego, como para no haberme dado cuenta
que los dos estis locos el uno por el otro, pretendiendo que os aborrecis. Bien, puedes
quedarte con ella; pero estar muerta cuando vayas a tenerla. No te gustara mejor
gozar del poder y de cientos de millones, cuanto quieras de la vida? - Volvi a soltar otra
carcajada -. Y de cualquier mujer, de todas las mujeres que desees...
Definitivamente, el asteroide se encoga de tamao a ojos vistas. Olliver continuaba en
pie aproximndose ms y ms a donde se hallaban Crag y Judeth, aunque no se haba
movido.
- Y bien, Crag? - pregunt, reculando hasta cierta distancia que consider segura.
De no haberlo impedido el guante de su traje espacial, Crag le habra lanzado como un
martillo su mano metlica y Olliver no hubiese tenido seguramente la menor oportunidad
de apretar el disparador de su pistola de rayos calorferos. En la situacin en que se
hallaba, slo quedaba otra oportunidad y si sobrevivan, dependa de que los reflejos de la
mujer fuesen tan rpidos, o casi tanto, corno los del propio Crag. Se volvi hacia ella y la
tom por la mano como si fuese a quitarle la pistola que an sostena; pero en su lugar la
empuj fuertemente en el hombro mientras gritaba:
- Del lado de la noche!
El empujn hizo que Judeth retrocediese dos pasos; con slo otro era suficiente para
llevarla bajo el horizonte visible y fuera del alcance de la mortfera arma de Olliver. El
propio Crag, tom otra ruta en diagonal y como haba supuesto, el rayo lanzado entre los
dos no alcanz a ninguno. Una fraccin de segundo ms tarde, ambos se hallaban al otro
lado del asteroide, ocultos al Sol. En seguridad, al menos por un instante.
Por la radio del casco Crag oy la maldicin mascullada por Olliver. Despus, solt una
carcajada de nuevo. Y aadi despectivamente:
- Eres un condenado estpido, Crag! Despreciar una oferta como la que te he hecho...
slo por una mujer y por hacerte el hroe unos minutos.
Sigui riendo y esta vez pareca divertido.
- Este es un mundo demasiado pequeo, Crag - continu -, y que se reduce cada vez
ms. Cunto tiempo supones que vas a quedarte ah detrs? No era cosa de responder
y Crag no lo hizo. Permaneci quieto, acostumbrando los ojos a la oscuridad casi
absoluta, slo levemente disminuida por un leve resplandor de la luz del sol y la suave luz
reflejada por otros asteroides prximos en rbitas paralelas al que se hallaban. Uno de
ellos, muy pequeo de tamao en apariencia, bien fuese porque realmente lo era, o por la
distancia, pareca aproximarse ms y ms, hacindose mayor por instantes. Dirigi una
mirada a su alrededor por el reducido horizonte. Ni signos de Olliver. Este, sin duda, no se
correra el riesgo de asomarse al lado oscuro del asteroide, ya que al quedar cegado
instantneamente, el arma que llevaba le resultara totalmente intil. Poda, naturalmente,
- No. Hace ya muchos meses, casi un ao. Pero cuando abr los ojos a la realidad y me
di cuenta que no le quera, comenc a sospechar de l. Continu con la esperanza de
poder pararlo en su loca aventura. Gracias a Dios que lo hice. Habra destruido a la raza
humana, slo por el placer loco de haber gobernado sobre lo que hubiera quedado de
ella. T te consideras un criminal. Crag; pero no lo eres en absoluto, comparado con l.
Judeth se volvi para mirar fijamente a la espacionave que se alejaba en la distancia.
- No habr ninguna oportunidad de alcanzarlo y aproximarlo hasta nosotros?
- Ahora, no. Pude haber saltado al aparato; pero la oportunidad de haber acertado era
la de una entre un milln. - Se inclin para recoger la pistola cada de Olliver -. Si esto
fuese una pistola reactora, quizs existiera la probabilidad de actuar con ella para
alcanzar la espacionave; pero con rayos calorferos no ser posible. Bien... Crag, tenemos
que destrozar ese desintegrador. No habr ni una oportunidad entre mil millones de que
nuestros cuerpos sean jams encontrados por alguien; pero si ocurriese... y alguna
persona la pudiera descubrir, es posible que concibiese la misma idea que tuvo este loco
de Olliver en vida.
- Est bien. - Crag se inclin hacia el cuerpo de Olliver y rebusc en los bolsillos de su
traje espacial, hasta hallar el desintegrador -. Supongo que hacindose este pequeo
mundo en que ahora estamos ms y ms pequeo, hay, gente de sobra. No necesitamos
su compaa, no te parece?
Y apret el disparador apuntando al cuerpo de Olliver.
- Esa es una buena idea, Crag. Quisieras usarlo contra m... dentro de unos minutos?
- Unos minutos? Tenemos aire en estos trajes para media hora todava, Judeth. Por
qu darse tanta prisa?
- Mi aire est terminndose, Crag. Olliver debi haber manipulado deliberadamente en
mi equipo, al igual que hizo con la carga de mi pistola. Tena que saber que yo me
revolvera contra l, cuando expusiera sus planes. Incluso aunque no pensara ciertamente
que yo fuese una espa.
La respiracin de la mujer comenzaba a hacerse fatigosa.
- Crag, por favor quieres emplear el desintegrador contra m? No quisiera que nadie
me encontrase jams, con el aspecto que tiene una persona que ha muerto de asfixia.
- Claro que s - repuso Crag.
- Tengo miedo, Crag... Quieres rodearme con tus brazos?
Crag lo hizo, sin existir ya la menor traza de odio. Ella se colg de su cuello, en la lenta
agona de apurar hasta la ltima respiracin que le quedaba.
- Adis, Crag. No quiero que oigas cmo... Y cerr su aparato de radio.
Medio minuto ms tarde, Judeth yaca muerta en sus brazos. Crag la deposit
suavemente en el suelo y como ella haba solicitado, emple contra el bello cuerpo de la
mujer cada el terrible desintegrador de la materia. Esta vez volvi el rostro a otro lado.
Despus, dej el desintegrador a un lado y utilizando la pistola desintegrante de rayos
calorferos de Olliver la dej reducida a una masa de metal fundido.
El pequeo mundo en que an permaneca, Crag, era ya demasiado pequeo incluso
para permanecer de pie en l; pero an se las arregl para continuar unos momentos
ms. Mir al cielo estrellado, a los brillantes cuerpos celestes del infinito y la
impresionante negrura del espacio csmico. Ya se haca difcil su respiracin, el oxgeno
de su equipo estaba casi exhausto y comprendi que apenas si le quedaban otros diez
minutos de vida. Judeth deba estar equivocada al suponer que el oxgeno de su equipo
haba sido robado deliberadamente. Lo ms probable es que los equipos careciesen del
suficiente oxgeno por negligencia del loco de Olliver.
El asteroide ya slo tena apenas una yarda de dimetro y Crag no pudiendo
permanecer ms en pie, se sent.
Sigui achicndose ms y ms hasta que solt una carcajada trgica al pensar en qu
miserable trozo de materia continuaba apoyado y que era del tamao de una casa cuando
Y ahora, con slo uno de aquellos seres, los pensamientos fueron mucho ms claros,
aunque unos conceptos totalmente extraos, desde luego. Con otro dispositivo, uno que
consista en la produccin de calor, el ltimo estaba destruyendo la cosa que haba
producido el colapso molecular en los cuerpos de los dos primeros.
Por qu? De nuevo intent probar en la mente del superviviente y encontr confusos
sus pensamientos. Eran conceptos totalmente extraos a su conciencia, tras de los cuales
perciba algo terrible y salvaje. Y despus, algo en cierta forma en calma y en la espera, y
de nuevo el dolor. Y nada ms. El tercer ser haba dejado de existir tambin.
Todo haba ocurrido con increble rapidez. Tras aquellos eones de tiempo para
encontrar a tres seres vivientes, a tres entidades vivas y los tres haban pasado con la
prontitud que un meteorito se desintegra al entrar en la atmsfera de un planeta... Por
unos instantes, consider la cuestin de dirigirse en busca del planeta de donde
procedan aquellas criaturas, que ya haba claramente deducido en sus razonamientos.
Pero haba algo que debera intentar primeramente.
Con cuidado y sin prisa alguna, estudi la estructura del ltimo de los tres en morir, y el
nico de los que no haban sido desintegrados. Acabado tal profundo estudio, muchsimas
cosas se hicieron claras para l. Encontr dos rganos esponjosos en su cuerpo,
provistos de msculos especiales para respirar el aire, y expulsarlo despus
alternativamente. Sintetiz el oxgeno y lo teleport al interior del recipiente de su
envoltura artificial y despus activ los msculos que controlaban aquellos rganos
esponjosos. El ser aqul, volvi a respirar. Simultneamente activ un rgano de fuertes
msculos en forma de bomba que serva para hacer circular una corriente de fluido a
travs de todo el cuerpo. Tras un breve tiempo comprob que dejando de seguir
activndolos, tales rganos funcionaban por s mismos.
El nivel superior de la conciencia de aquel ser continuaba en estado latente, dormido y
pasivo; pero la criatura viva. Rebusc en los bajos niveles de su consciente y de la
memoria para hallar con satisfaccin que entonces, sin el conflicto emocional del
pensamiento ordenado de la superficie, su labor resultaba mucho ms fcil. En los
recuerdos de Crag encontr las respuestas a sus cuestiones, relativas a una embrollada
serie de acontecimientos ocurridos sobre el asteroide. Supo tambin quieres haban sido
las dos otras criaturas que le acompaaron y el por qu de hallarse all los tres.
Supo todo lo que Crag recordaba de su propio historial y todas y cada una de las cosas
ledas o aprendidas por Crag a lo largo de su vida, tanto en su vida humana como en la
planetaria, incluso cosas que el propio Crag ya tena largo tiempo olvidadas. Consigui
conocer bien a Crag en el proceso, mejor de lo que cualquier ente viviente haba sido
jams conocido antes.
Y por tal proceso, descubri que ya haba dejado de estar eternamente solo.
VII
Crag se despert al estilo animal, sbita y completamente consciente de s mismo.
Pero las cosas deban estar equivocadas a su alrededor. Lo que apareca en su entorno,
debera estar totalmente fuera de lugar y existir un absurdo. Ni abri los ojos ni movi un
msculo. Estaba respirando aire, cuando no era posible que estuviera hacindolo. Haba
muerto por falta de l y, por tanto, debera continuar muerto en lugar de hallarse
perfectamente consciente de hallarse vivo.
Adems, por si fuera poco, yaca recostado sobre la roca, con la suficiente fuerza
gravitacional firmemente sentida en su organismo, como si de permanecer en la propia
Tierra se tratase. Ni el mayor de los asteroides poda tener semejante gravedad; estara
realmente en la Tierra? Poda ser concebiblemente que otra espacionave le hubiera
encontrado y recogido antes de morir, el aire de su equipo pudo entonces haber sido
reemplazado convenientemente, y as podra explicarse todo... Pero no tena sentido
alguno. Su trae espacial le habra sido quitado en tal caso. O bien - otra posibilidad que se
le ocurri -, pudiera ser que estuviera recostado en una pila de material procedente de
una mina de las que se explotaban en los asteroides en busca de uranio, y...
- No, Crag - dijo una voz claramente en el interior de su mente -. Te encuentras
completamente a salvo; pero no ests ni en la Tierra ni en ninguna espacionave.
Crag abri los ojos y mir hacia arriba... al espacio. En la profundidad del cielo
oscurecido donde slo brillaban, sin parpadeo, las estrellas, haba un sol distante. Se
incorpor a medias y mir a su alrededor. De nuevo estaba sobre la superficie de un
asteroide; pero esta vez de uno mucho mayor. Desde donde se hallaba en posicin
sentada, crey poder apreciar que tendra sobre una milla de dimetro; pero de todos
modos demasiado pequeo para disponer de semejante campo de gravitacin, igual o
casi igual al existente en la superficie de la madre Tierra.
- La gravedad es artificial, Crag - repiti la voz en el interior de su mente -. Tiene
aproximadamente la fuerza de tu planeta nativo. Preferiras la del cuarto planeta de este
sistema, se al que vosotros llamis Marte?
- Quin eres t? - pregunt Crag en voz alta, y por unos instantes trat de seguir
imaginando si realmente estara muerto y aquello fuese un loco y fantstico sueo de
ultratumba; pero en seguida descart tal idea. Aquello era absolutamente real; y l no
estaba muerto.
- No tengo nombre - dijo la voz -. Yo soy lo que t pudieras pensar como de un
asteroide como el que tienes por sostn ahora. Y en cierto sentido, yo soy realmente un
asteroide; pero procedente de otro sistema solar muy lejano de aqu. Sin embargo, soy
una entidad consciente, al igual que t lo eres tambin.
- Una vida basada en la slice? - pregunt Crag -. Pero por qu hiciste...?
- Acaso la vida basada en la slice es tan distinta de la constituida sobre el carbono? Y
por lo que respecta a haberte salvado... es decir, haberte devuelto a la vida, realmente...
bien, puedes llamarlo curiosidad, de no ser otra cosa T eres el primer ser viviente con
quien me he encontrado
- Entonces..., venas de paso por el espacio y me encontraste tras lo ocurrido en el
otro pequeo asteroide?
- Mientras estaba ocurriendo. Sin embargo, aquello slo me produjo confusin, hasta
que todo hubo terminado, no poda saber lo que all estaba ocurriendo. Ahora s cuanto
ha ocurrido, porque lo he sabido de tu memoria y tus recuerdos, mientras dormas y te
devolva de nuevo a la vida. Es posible que encuentres difcil comprender todo esto; pero
es la verdad. Y desde luego no ests muerto, ni ests soando. - Se produjo una breve
pausa y la voz continu despus -: Ese traje espacial te est molestando, lo tienes puesto
ya demasiado tiempo. Deseas que cree una atmsfera a tu alrededor de tal forma que
puedas quitrtelo durante un cierto tiempo, si as lo deseas?
- Me encuentro bien - repuso Crag. Comenz a ponerse en pie; pero se encontr
literalmente cosido al suelo del lado en cuyo bolsillo tena la masa del pequeo asteroide
reducida a una pelota de tenis. Hizo una mueca y exclam -: Excepto que me encuentro
inmovilizado. Tengo unas cuantas toneladas dentro de uno de mis bolsillos en esta
gravedad. Podras liberarme de ella?
No hubo respuesta alguna; pero repentinamente se sinti nuevamente con ligereza de
movimientos, casi completamente ingrvido. Tom la pequea esfera donde se
encontraba comprimida toda la materia colapsada del asteroide, del bolsillo, y la dej en el
suelo. Despus, se incorpor con su peso vuelto a la normalidad existente en la Tierra.
- Condenada inteligencia la tuya, seas quien seas! Hiciste todo esto sin ayuda de
maquinaria?
- Nunca o hablar de maquinaria, Crag, hasta que lo aprend de tu memoria mientras
dormas. Adems, de tu mente he sabido...
- Condenado ser... - gru Crag -. Sal fuera de mi mente!
- Donde me dejaste. Pero dentro de algunos minutos estars alejado del alcance en
que pueda hacer esto, por lo que he credo conveniente aprovechar la ocasin y decirte
ahora lo que he pensado.
- No me preocupa lo que hayas decidido - repuso Crag -. Djame solo, eso es todo lo
que te pido.
- Lo har; pero quiero que conozcas mis planes. Voy a construir un mundo.
- De acuerdo, sigue adelante.
- Gracias. - Crag crey figurarse que la misteriosa voz tena un matiz divertido -. Lo
har. Ya tendrs noticias cuando ocurra. Pienso que seguramente decidirs t tambin
venir a verme. Esperar para verlo.
- No te confes mucho - dijo Crag -. Est bien, hasta la vista. - Y aadi en seguida -:
Espera, si an sigues ah. Qu diablos quieres decir con eso de que vas a construir un
mundo? No creo que puedas crear la materia, verdad?
- No es preciso. La materia est aqu. Los millones de pequeos y grandes asteroides
que existen en el cinturn orbital entre Marte y Jpiter. Una vez fue un gran planeta, hace
unos cuantos millones de aos antes de estallar y desintegrarse. Algunos trozos se han
perdido; pero queda la suficiente materia para hacer un planeta al menos tan grande
como el propio planeta Marte.
- Todo cuanto tengo que hacer, Crag, es utilizarme a m mismo como un ncleo y
reunir toda esa materia a mi alrededor. Ser un nuevo mundo, un mundo nuevo.
Necesitar criaturas que vengan a colonizarlo. Crag, espero que tomars la decisin de
reunir a amigos y gente conocida tuya, preferible como t mismo para venir conmigo.
Quiero y necesito hombres como t, que no gusten de recibir rdenes, aunque tuviera yo
que drselas. No deseo ser un dios, Crag, aunque dispongo de poderes ms all de
cuanto resulta conocido para el gnero humano; y no deseara permitir que mi mundo
fuese colonizado por gentes que estuviesen tentadas a obedecerme.
- Muchsima gente querr venir... si t los recompensas de alguna forma. Cmo vas a
arreglrtelas para tenerlas apartadas?
Se produjo entonces un sonido que ms se pareca a una alegre carcajada.
- Ya me cuidar de eso, Crag. Cuando te encuentres dispuesto, ven aqu, y si conoces
a otros como t mismo, trelos contigo. Har que sean muy bienvenidos.
Crag ri a su vez.
- Creo que estar dispuesto... cuando haya gastado ese medio milln de dlares.
- Me parece muy bien. Hasta siempre, Crag.
Y sbitamente, cay sobre Crag la sensacin de un vaco total. Comprendi que la
conexin de aquella poderosa fuerza mental teleptica haba desaparecido.
Se encontraba solo y por un instante le result una extraa sensacin, parecindole
ms sorprendente an porque todos aquellos aos en que se haba comportada como un
criminal haba estado solo y lo haba deseado. Sera la causa, tal vez, el corto tiempo en
que permaneci junto a Judeth antes de su muerte, en que olvid el odio que senta por
todas las mujeres, quiz porque ambos estaban murindose juntos y ya no esperaban
ayuda de nadie, ni tampoco les importaba? O sera posiblemente por haber sentido el
horror de la muerte y despus el milagro de haber sido devuelto a la vida? Tal vez la
causa se debera a que su mente haba sido compartida por una extraa entidad viviente
y ahora... le conoca.
Otro hombre, un personaje de la mitologa, haba muerto una vez y haba retornado a la
vida. Sera entonces la misma vida para l que la anterior? Maldita sea - pens -. Por
qu no me dejara en paz? No es bastante para un hombre que muera ya una vez?
Los dos das que le llev el retorno a Marte, le parecieron una eternidad de tiempo.
Pero fue preciso que dominase su impaciencia. Necesitaba al menos una semana para
considerarse en seguridad. Sera ahora de lo ms imprudente tomar tierra con la
espacionave de Olliver en el espaciopuerto de Marte City o en cualquier otro del planeta.
Abri otra puerta. Aquella estaba dispuesta con toda clase de juegos y a lo largo de
una de las paredes, se alineaban una serie de mquinas de juego. Crag ya saba, por
triste experiencia, que todas las mquinas tenan algn truco sucio en su interior, con
altos porcentajes contra l, y no se molest siquiera en intentar pasar el rato con ellas.
Adems, para qu molestarse en el juego si tena a la mano ms dinero del que pudiera
gastar... Una de las solitarias mquinas, sin embargo, era un antiguo modelo de medio
dlar de un brazo para accionar. A Crag le llam la atencin y decidi probar suerte, ms
bien para entretenerse. Encontr un medio dlar en uno de los bolsillos, lo puso en la
ranura y accion la palanca. Los nmeros comenzaron a correr, los cilindros iluminados a
mostrarse de diversos colores, uno tras otro, yendo del color rojo cereza hasta el naranja.
Se sorprendi cuando al detenerse el movimiento encontr cuatro monedas de cincuenta
centavos en el receptculo inferior. Crag se apart sin tomarse la molestia de recoger el
dinero. Volvi nuevamente a la habitacin principal y ensay con otra de las puertas.
Aquella conduca a la principal, que era incluso mayor que el living o saln en que se
hallaba. Estaba mucho ms ricamente ornamentada tambin. Y en especial, por lo que
respecta a la cama, un maravilloso mueble de ocho pies de anchura, de bano y donde
yacan una rubia, una morena y una pelirroja. Por un segundo, le pareci que la pelirroja
se pareca a Judeth; pero pronto comprendi que no haba punto de semejanza.
Aquella le haba llamado ms la atencin. Se levant, alz los brazos sobre la cabeza
como una gata mimosa y le dirigi una dulce sonrisa sofisticada.
- Hola! - dijo. Las otras dos se levantaron y le sonrieron igualmente.
Crag se dej caer sobre la jamba de la puerta.
- Perdonad mi ignorancia, guapas - dijo -. Nunca dispuse de una suite as antes de
ahora. Sois vosotras, quizs, parte del equipo?
La pelirroja solt una coquetona carcajada.
- Naturalmente, cario. Pero no es preciso que te quedes con todas nosotras, si no lo
deseas. - Y se mir lnguidamente a las uas pintadas de sus pies.
La rubia sonri y se recost felinamente, suponiendo que as llevara alguna ventaja en
su papel de vacante a sueldo.
La morena le dirigi una picaresca mirada, adornada con un guio adecuado.
- Somos mucho ms interesantes las tres al mismo tiempo. Conocemos muchos trucos
maravillosos, querido...
- Bien, marchaos de aqu, las tres - orden Crag secamente.
Las chicas no discutieron, ni parecieron sentirse molestas ni ofendidas. Se levantaron
de la cama y se dirigieron tranquilamente hacia el umbral y despus cruzaron el saln
hacia la entrada de la suite, an desnudas; pero sin importarles el hecho lo ms mnimo.
Crag se puso a rer. Se volvi al bar y se prepar otro trago. Whisky puro esta vez.
Puesto que las anteriores no le haban gustado, sera mejor variar hacia lo seguro.
Se sent, tomndolo a pequeos sorbos, tratando de no pensar en nada.
Se produjo una suave llamada en la puerta. Crag puso el vaso a un lado y fue a
contestar a la llamada. Sera probablemente su equipaje, aunque no lo esperaba tan
pronto; le haba dicho al empleado de los almacenes que lo entregasen al da siguiente a
su comodidad.
Pero el botones que apareci ante la puerta no era portador de ningn equipaje. Era un
hermoso joven, sonrosado y de bellas facciones con el pelo rizado graciosamente.
- La Direccin me enva aqu, seor. Puesto que no le gustan las mujeres pensaron que
tal vez... Hay algo en que yo pueda servirle?
Crag se le qued mirando cuidadosamente.
- Date la vuelta.
El bello efebo sonri consciente de su misin y dio media vuelta graciosamente
procurando ondular su redondo posterior, encogindolo provocativamente.
Crag le propin un fuerte puntapi en plenas posaderas.
- El Luxor lamenta que no hiciera usted aprecio de sus chicas. O del botones, ese
gracioso efebo, en la forma corriente. Pero estamos especializados.
Podemos abastecerle de menores de ambos sexos... tal vez con viejos? Si, como
parece desprenderse por el tratamiento que dio usted al chico, prefiere usted la
satisfaccin a travs de infligir el dolor, tenemos una gran seleccin donde elegir a su
gusto. Y gente de todas las categoras dispuesta a someterse, a un precio razonable a...
uh... lo que prefiera usted, sea lo que sea.
- De cualquier categora?
- De todas, seor. El Luxor tiene el orgullo de complacer a sus clientes en todo
momento.
- Me gastan los gerentes de los hoteles - dijo Crag -. Podra usted dejarse caer por mi
habitacin de vez en cuando. Ah! Y no se olvide de llevarse un sacacorchos.
Se dirigi al comedor. Una chica con un vestido tan abreviado que daba toda la
apariencia de no llevar ninguno encima, le sonri graciosamente y le condujo a una mesa,
donde Crag orden un men de su agrado. Mir a su alrededor y comprob que todas las
camareras aparecan similarmente desnudas, comenzando entonces a imaginarse
vagamente qu clase de representaciones se veran en la pista de atracciones. Despus y
a poco se ilumin el piso y la representacin comenz. Tras breves momentos, se levant
profundamente disgustado y sali fuera del comedor y del hotel. A unos cuantos bloques
de edificios ms all, encontr un buen restaurante especializado en buena comida en
vez de cuestiones sexuales; pidi una comida abundante y la tom.
Despus, tras el coac y los cigarrillos, pens si volver al Luxor a buscar el cambio de
los mil dlares y a recoger su equipaje. Pero decidi dejar las cosas como estaban.
Cualquier otro hotel lujoso de Marte City estara en aproximadas condiciones de servicio.
Pens en encerrarse en la habitacin que dispona de un cerrojo interior, para usar
privadamente, y utilizarla as para correr la gigantesca borrachera que tena mentalmente
proyectada. Naturalmente, podra alquilar tambin un cuarto en otro hotel econmico y
quedarse all, de la misma clase como el que tuvo la noche anterior antes de partir con
Olliver hacia el cinturn de los asteroides; pero una pequea habitacin de mal servicio le
resultara ya deprimente, y puesto que tena mucho dinero, sera lgico aprovecharse de
lo mejor, aunque no estuviese interesado en cuestiones sexuales u otros vicios, excepto
la bebida.
Qu tena de bueno el dinero, si no se gastaba? O, posiblemente en aquello radicase
la cuestin y fuese el origen de lo que iba mal en l: el hecho de que tena dinero. Un
criminal con dinero es un hombre sin empleo, sin nada que hacer y sin nada en la vida
que le interese, hasta que lo gasta rpidamente y de nuevo surge el incentivo de
comenzar la siguiente fechora para obtener ms. Quizs poda tirarlo jugando y
comenzar as a trabajar de nuevo. Pero aquello era ridculo; haba admitido sinceramente
que el nuevo dinero que ahora tena en abundancia le haba costado trabajo conseguirlo y
debera gozarlo de forma distinta. Lleg a la conclusin de que si no tena razn para
robar, menos la tendra para seguir viviendo.
Era as, realmente?
Slo haba una respuesta para aquello y era el emborracharse. A qu estaba
esperando?
Se volvi al Luxor, puso en la puerta de su habitacin el cartelito de Se ruega no
llamar y ech el cerrojo por dentro.
Se encamin hacia el bar y comenz a emborracharse. Lentamente, pues no deseaba
hacerlo con violencia; quera hacerlo gozando de la bebida y totalmente. El amanecer le
sorprendi en tales condiciones, paseando de un lado a otro como un tigre enjaulado, con
un vaso en la mano. Pero sin desperdiciar una gota de licor. Emborrachndose; pero bajo
control; no con una borrachera ciega ni violenta.
Se interrumpi slo cuando termin el suministro del woji en el bar. Estaba dedicado
a tal bebida y, por tanto, llam por telfono para que le subieran ms cantidad; pero
advirtiendo que tras proveer generosamente el suministro de botellas, no deseaba ver a
nadie en absoluto, ni que nadie le viese, por lo que se fue al cuarto de bao mientras los
empleados le llevaron la provisin de botellas solicitada, y se tom una ducha refrescante
en el entretanto. Volvi a cerrar la puerta por dentro y comenz nuevamente a beber.
Fue sobre el medioda cuando alcanz el grado de verdadera violencia. Aplast
literalmente los aparatos de juego, rompi las botellas y pate, destrozndola, la televisin
de la suite.
Tras aquello, durmi un rato y despert sintindose horriblemente, comenzando
nuevamente a beber. Perdi la nocin del tiempo. Cuando dorma no haba forma de que
supiera si lo haca por unos cuantos minutos o por horas enteras. No pudo, incluso, ni
suponer, ni se preocup tampoco, la duracin de los largos perodos en que estuvo
bebiendo y borracho. A veces notaba la claridad del da y otras la oscuridad de la noche;
sin importarle realmente gran cosa. Nada le importaba sino continuar bebiendo y
borracho, para no pensar.
Pero... no pensar acerca de qu? Procuraba alejar su mente de aquello que rebulla
en su interior. Adems, an crea seguir odindola; el hecho de que estuviese muerta no
cambiaba las cosas. Ella era, o haba sido, una mujer.
Despus, finalmente lleg el momento en que se despert con unas nuseas horribles
y sintiendo una fuerte debilidad, conociendo que la francachela solitaria haba tocado a su
fin. Se sent en el borde de la cama, la del dormitorio pequeo y tom el telfono,
preguntando el da y la hora. Haba estado borracho cuatro das; de nuevo era el
atardecer, la misma hora aproximadamente en que comenz la juerga en solitario. Se
dirigi al cuarto de bao, sintindose realmente enfermo. Tras una prolongada vomitera,
se sinti mejor; se duch, despus se afeit y se visti con nuevas ropas limpias. Mir a
su alrededor por la suite calculando los daos producidos, y estim que seran alrededor
de un millar de dlares, lo que significaba con toda seguridad que le sera cargado el
doble en la cuenta. Bien, aquello no importaba mucho; tal vez cuanto ms pronto gastase
el medio milln de dlares, tanto mejor. No calculara economa en la forma de gastar el
dinero.
Quizs jugarse el dinero en fuerte sera la respuesta a su interrogante, si pudiese
encontrar una buena partida donde se jugase limpio y pudiera gozarla. Pero encontrar una
cosa as en la poca en Marte City era algo tan difcil como encontrar a una persona
honrada, o una mujer honesta. Lo ms probable es que no lo hubiera; la honestidad no
exista en ninguna parte; no solamente en el juego o en las mujeres, sino en la poltica, en
los negocios o en cualquier otro aspecto de la vida.
Descendi y se detuvo en la gerencia. Carleton, el director no estaba de servicio en
aquel momento. Crag explic al empleado que un huracn haba asolado su suite y que el
hotel procediese inmediatamente a realizar las reparaciones necesarias, cargndole en
cuenta su importe. Estara fuera por unas cuantas horas y deseaba encontrarlo todo
dispuesto en igual forma a su inmediato retorno. La respuesta del empleado fue
sencillamente:
- Desde luego, seor.
Se fue caminando hacia el restaurante donde haba tomado su ltima comida haca
cuatro das. No tena apetito realmente; pero se esforzara en comer una comida ligera.
Lo hizo as y se sinti mucho mejor. Slo su mente continuaba confusa y pesada.
Paseando despus en el fresco de la noche marciana, se mejor definitivamente. Tal vez,
una vez comido, le vendra bien alguna otra copa. Adems, debera matar el tiempo antes
de que pudiera estar arreglada su suite del Luxor, a menos que no quisiera hallarse
presente mientras procedan a reparar los destrozos causados durante su terrible
borrachera.
Sigui paseando. Pase sin rumbo fijo a travs de la gran ciudad y sinti cmo su
mente y sus pensamientos se iban aclarando y sus fuerzas retornndole. Aborreca la
debilidad en l y en cualquier otra persona; pero, especialmente, en s mismo.
Fue pasando por una coleccin de bares antes de elegir uno sencillo para tomarse un
trago ocasional; un bar que pareca salido de la vieja estampa de los bares de siglos
atrs. Le gust cuando tras haber entrado, comprob que haba tenido razn en elegirlo;
all no haba mujeres ni homosexuales. Aparte del dependiente, slo haba dos clientes,
sentados uno junto a otro en una mesa, tomndose a sorbos tranquilamente sendas
bebidas, y charlando en paz.
Crag cruz el bar y tom asiento en un taburete. El empleado se le aproxim desde el
otro extremo de la barra, sin pronunciar una palabra y Crag le pidi una bebida, que
pronto tuvo frente a l tropezando momentneamente con la dificultad de encontrar un
billete pequeo, ya que en un establecimiento modesto como aqul no andara sobrado
de efectivo para cambios. Record que estaba empeado en la aventura de gastar dinero
y no de ahorrarlo, y le dijo al empleado que se tomase una copa con l.
El dependiente se lo agradeci y entre ambos se tomaron un segundo trago. Rebusc
a su espalda y puso en marcha el aparato de radio.
- Tal vez haya un nuevo boletn de noticias ahora - dijo.
Lo hubo, en efecto; pero versando especialmente en discusiones polticas; el locutor
discuta y hablaba sobre las probabilidades y posibilidades de las prximas elecciones,
como si en realidad todo aquello tuviera sentido, ya que la desnuda realidad era que el
resultado de las elecciones era asunto ya bien decidido en conferencias a puerta cerrada
entre los jefes polticos de los dos grandes partidos. La charla radiofnica resultaba una
simple formalidad y una pura rutina.
El dependiente tambin dej mostrar su decepcin.
- Esperaba que el boletn de noticias dijera algo sobre ese nuevo planeta; pero
seguramente que eso habr pasado al principio del boletn informativo.
Bien, he odo otro informe, hace un par de horas y supongo que no habr ocurrido nada
de particular en tan poco tiempo. - Y se volvi para cerrar el aparato. Pero en aquel
momento, el locutor estaba diciendo:
- Noticias de la Tierra. Se informa de la prdida en el Espacio del gran juez Olliver. La
espacionave privada de Olliver, un J-14, autorizado a salir de Marte City hace dos
semanas, presumiblemente con retorno a la Tierra, ha desaparecido misteriosamente.
Olliver viajaba acompaado de su esposa y su piloto personal. No se tienen noticias de
que la nave haya tomado tierra, ni en ninguna otra parte, y puesto que los suministros de
la espacionave slo tienen capacidad para tres personas y para un perodo de diez das,
se presume desgraciadamente que...
- Diablos! - exclam el dependiente -. Ese era un tipo en poltica que pudo haber
hecho algo importante. Oiga, qu idea tiene usted de ese asunto del nuevo planeta?
- No tengo la menor idea - repuso Crag indiferente -. Y usted?
- Maldito si lo s. Qu puedo saber yo, si esos tipos cientficos de tanta categora,
apenas si saben nada? Ah, s, tienen muchas teoras. Siempre tienen buenas teoras a la
mano. Pero ninguna de ellas tiene sentido. Lo nico que no admiten es que est
ocurriendo algo que no comprenden. Otro trago?
- No, gracias. Me marcho ahora - repuso Crag. Se levant del taburete y se dirigi
hacia la puerta. Se produjo un chasquido y Crag, que reconoci su origen, reaccion
inmediatamente, salvando la vida por una dcima de segundo al hurtarse al disparo que le
haban hecho. El chasquido haba partido del cerrojo de la puerta hacia la cual se diriga y
que haba sido elctricamente activado desde el bar.
Aquel lugar, era como muchos otros de los arrabales de la ciudad. En tales sitios, un
cliente solitario tena pocas probabilidades de salir con vida, sobre todo si, se presentaba
lujosamente vestido y ostentando un rollo de billetes de alta numeracin como Crag haba
hecho. Entonces vio, desde el suelo a donde se haba tirado instantneamente, que los
dos clientes que se hallaban juntos en la mesa, haban desaparecido como por encanto,
probablemente mientras haba estado escuchando las noticias de la radio.
La segunda bebida que le ofreci el dependiente, tendra que estar envenenada, sin
duda. Al tirarse al suelo y salir despus hacia la puerta, el dependiente de la barra se
haba ocultado tras su segunda lnea de defensa. El arma utilizada, segn pudo Crag
apreciar, era un antiguo rifle, provisto de un amortiguador de ruidos, aunque
probablemente el interior del bar estuviese instalado a prueba de ellos.
En aquel momento estaba descargado y el barman trataba de volver a cargarlo de
nuevo y a apuntarle. Crag rod rpidamente por el suelo para evitar un segundo disparo y
que pudiera apuntarle, a menos que no saltase por encima del bar. Un ruido de pasos le
dio a entender que el barman corra por el otro extremo del establecimiento, con objeto de
salirle al paso al final de la barra. Crag se incorpor teniendo dispuesta la mano de metal.
Fue cosa de pocos segundos. El barman, con sus ojos dilatados de buey, ya estaba sobre
l dispuesto a rematarle. Pero all estuvo el final de la lucha. Un mazazo espantoso con la
mano izquierda de Crag le dej muerto en el acto.
Crag se limpi el polvo de sus ropas. Se dirigi hacia la caja registradora y encontr
como unos cien dlares. Pero en los bolsillos del barman encontr la prueba de que el
tipo haba hecho un buen negocio, y recientemente. Haba ocho mil dlares en billetes.
Crag hizo una mueca y solt la carcajada. Resultaba que iba por delante del juego en
lugar de ir detrs, su total de gastos del medio milln, eran nulos y an se encontraba con
ms dinero que artes de comenzar su vida de rico.
En vez de arriesgarse a salir por la puerta principal, lo hizo por la de servicio, yendo a
salir a un callejn estrecho de la parte posterior.
De vuelta en el Luxor, estaba, de guardia un empleado, en vez del gerente, quien dijo a
Crag que los daos de la suite haban sido ya reparados. Crag solicit la cuenta que le fue
presentada; representando poco ms de lo que haba calculado, la pag y entreg otros
mil dlares por adelantado.
- Ah, muchas gracias, seor Eh - dijo el empleado -. Hay alguna cosa en que
podamos servirle?
Crag le asegur que no necesitaba nada.
En la suite, Crag deambul un rato por las diferentes habitaciones, hasta acabar
poniendo la radio del saln; faltaban pocos minutos para la hora de un nuevo boletn de
noticias. Aguant como pudo la parte comercial del programa hasta que el locutor
comenz a hablar:
- Seoras y seores: he aqu las ltimas noticias de lo relativo al cinturn de
asteroides, es decir, de lo que fue hasta hace poco.
El planeta se est formando con increble rapidez. Se estima que est constituido en
sus nuevas dcimas partes por todos los antiguos asteroides que ahora forman parte
integrante del nuevo planeta. Su tamao y su masa aproximados se acercan a Marte, y
ser ligeramente mayor cuando los restantes asteroides acaben por estrellarse sobre l,
es decir, dentro de unas cuatro o seis horas. Se observa una formidable aceleracin de
los que an quedan rezagados en sus rbitas para ir a estrellarse en el nuevo planeta y
los que circulan por delante deceleran en, la misma medida para incorporarse al nuevo
mundo as formado.
El nuevo planeta ya gira sobre su eje; pero el perodo de revolucin, an cuando ya
parece estabilizado, no puede ser determinado hasta que se disipen las nubes de polvo
resultantes de los continuos choques de los asteroides y la superficie pueda ser visible. El
hecho de que este polvo permanezca suspendido en nubes, constituye la prueba de que
el nuevo planeta, por increble que resulte, tiene su propia atmsfera. Aunque no sea
posible, por el momento, determinar el espesor de las capas de polvo, ni realizar una
poblacin flotante. Por el carcter, se pareca mucho a cualquiera de los barrios divertidos
de Nueva York, como por ejemplo, Skid Row.
Crag no tena ningn negocio especial que resolver por all, y lo saba, ya que el barrio
no tena nada que no pudiese adquirir en cualquier otra parte de la ciudad y con mucha
ms seguridad personal. En el barrio de los hombres del espacio, el pillaje, el asesinato y
los robos, estaban a la orden del da. La polica patrullaba en grupos de seis hombres; y
resultaban tan odiados que un polica solitario apenas si hubiera podido sobrevivir un da
completo.
Desde luego lo era tambin para un hombre vestido lujosamente, y sobre todo llevando
encima cien mil dlares en efectivo. Tal vez el peligro era lo que
Crag deseaba. El peligro le estimulaba, le haca estar alerta y vivo. Slo en el peligro y
de cara a la muerte encontraba la alegra de vivir.
Sera, acaso, porque subconscientemente era la muerte lo que realmente deseaba?
Era su odio tan grande a la humanidad que slo podra encontrar la felicidad en el total
olvido de las cosas?
A veces lo haba pensado l mismo, y la consecuencia fue hallar la respuesta. El neftn
lo hara.
La droga era difcil de adquirir; pero todo resultaba posible teniendo la cartera repleta
de buenos billetes, incluso el neftn, la nica droga que era tan odiada como la propia
polica. No haba futuro en la venta del neftn, porque el comercio difcilmente se repeta;
slo poda venderse una dosis a un cliente, porque lo seguro era resultar muerto por el
cliente a las veinticuatro horas. La droga le colocaba en una situacin de exaltacin
durante un cierto tiempo y cien veces mayor que lo logrado por cualquier otro
estupefaciente; despus el drogado pasaba a una situacin de rabia y furor creciente
hasta conseguir matar al mayor nmero posible de personas, antes de resultar muerto el
causante. Si no resultaba muerto y si era detenido en su lugar, era como si hubiese
muerto; pero siempre en la misma situacin de xtasis y exaltacin, a pesar de cuanto se
hiciera por el drogado. Era un final perfecto para el hombre que lo deseara por cualquier
razn. Era como caer inmerso en un resplandor exttico de gloria, especialmente si
odiaba a la gente y tena la obsesin de llevarse por delante a media docena o una junto
con l, antes de morir; as era perfectamente comprensible que la venta o posesin simple
del neftn estuviese legislada, considerndose como un crimen de primer grado,
condenndose con por lo menos veinte aos de trabajos en las minas de Calisto o con el
psicgrafo. Incluso los criminales ms empedernidos y los traficantes de drogas le tenan
un sagrado horror, a menos que ellos mismos se sintieran inclinados a probar sus
placeres, en cuyo caso, ni que decir tiene, que nada ms tenan que perder.
Pero de una forma singular, aunque Crag se hubiese considerado muy contento con
estar muerto, no senta ningn activo deseo de morir. No, al menos, por su propia mano.
Record un libro que haba ledo, muy viejo, sobre la caza de los tigres en una parte de
la Tierra que una vez se llam la India, y que se refera a un tigre asesino, un comedor de
hombres, que tena aterrorizada a toda una provincia de la India durante aos y mat a
centenares de personas. Para los aterrorizados nativos, se le haba conocido con el
nombre de El Llorn, a causa de los ruidos que emita constantemente cuando
patrullaba alrededor de un poblado durante la noche. Cuando un cazador blanco, el autor
del libro, lo mat finalmente, examin el tigre y encontr una infeccin crnica y profunda
en el cuerpo del enorme animal; el hueso lo tena rodo y la carne a su alrededor podrida y
pulposa. Durante aos, cada paso de la bestia haba constituido una espantosa agona y
con todo haba salido a cazar y a matar y a comer. Los tigres no se suicidan, ni incluso
con el neftn, concluy Crag.
Crag prob el juego; pero apenas si encontr diversin alguna. Las grandes partidas,
como las que se celebraban en el Luxor, estaban tan ridculamente pervertidas, que no
exista la menor distraccin en tomar parte en ellas. Pens en haber hecho una magnfica
hoguera con todos los billetes y gozar el calor del fuego que se desprendiese de ella. Una
vez fue al saln principal de juego del Luxor; pero slo una vez; el segundo da, tras haber
acabado su fenomenal borrachera. Durante un rato estuvo tirando cartas al juego de la
mara, a cien dlares la carta y se las arregl para perder unos cuantos miles de dlares;
pero las rampas eran tan evidentes que, al final, completamente disgustado, dej caer su
mano de metal, aunque no demasiado fuerte sobre la mano del croupier, quien en aquel
momento le pasaba una carta. El croupier grit de dolor y dej caer dos cartas, donde
slo tena que haber habido una, marchndose en seguida a la enfermera a que le
cuidasen la mano dolorida. Crag se march, pensando si el hotel le cargara en cuenta los
gastos de lo ocurrido. Pero el Luxor pareci olvidarlo; haba demasiada gente que haban
visto la carta extra.
Durante algn tiempo jug en los tugurios del barrio de los hombres del espacio. Era
posible encontrar una partida honesta, si se tena buena disposicin y buena vista. Pero
los hombres del espacio y los mangantes que se descolgaban por all no tenan suficiente
dinero para jugar en grandes apuestas y tras una serie de partidas, aquel juego de poco
dinero termin aburrindole mortalmente, ya que lo que menos le importaba era perder o
ganar.
Sigui bebiendo mucho; aunque no demasiado de una vez y en un mismo lugar sin
perder en ninguna ocasin el control de s mismo. Las grandes borracheras en Crag slo
se producan raramente, y tras largos perodos de abstinencia. Nunca beba, desde luego,
cuando tena que llevar a cabo cualquier misin o en el espacio; aunque si la misin o el
viaje se llevaba demasiado tiempo, beba algo de vez en cuando. Ordinariamente, beba
bastante, aunque sin excederse.
La mayor parte de sus bebidas las tom en el barrio de los hombres del Espacio,
utilizando slo el bar de su suite del Luxor por la maana, o al volver tarde para acostarse.
Consider el haber alquilado una habitacin en Spacetown, donde no haba hoteles de
lujo, aunque s buenas pensiones; pero abandon la idea finalmente. Sabiendo lo ridculo
que resultaba mantener una suite tan costosa para utilizarla apenas en el Luxor, la sigui
pagando, no obstante. Aquello costaba dinero y se haba encarado con la idea decidida
de cuanto ms pronto se liberase del dinero ms feliz sera. Mientras lo tuviera, no haba
razn para pensar en robar ms, como hubiera tenido que hacer estando sin blanca.
Se senta como un tigre encerrado en un matadero, rodeado de carne por todas partes,
que no tiene que cazar. Puede hartarse, saciarse y permanecer cmodamente saciado;
pero, bien pronto, el instinto de volver a la jungla le asaltara; all donde la caza y el
peligro forma parte de su propia vida. Un tigre saciado, slo es parte del tigre en s y no
mata por el placer de hacerlo. Un criminal con todo el dinero que necesita, deja de ser un
criminal; a menos que un torcido instinto psicoptico le impulse a conseguir ms y ms.
No, a menos que no sea un psicpata, ningn criminal tira deliberadamente su dinero
para restaurar simplemente el incentivo de conseguirlo. Porque al hacerlo as se niega a
s mismo el valor del dinero, y ninguna cantidad que pueda adquirir despus tendra
tampoco el menor valor, destrozndose el incentivo, y se quiera o no, su razn de ser, de
una forma positiva y cierta.
La nica cosa que Crag deseaba hacer con el dinero, era gastarlo por tanto, seguira
viviendo en el Luxor, porque ello le ayudaba en tal sentido.
Era una lstima que jams se hubiera interesado en la riqueza por s misma, o en el
poder. Nunca haba considerado al dinero sino como algo que es preciso gastar, y el
poder significa la poltica. Crag haba odiado sinceramente a los polticos toda su vida,
incluso antes de convertirse en un criminal.
Continuaron los boletines de noticias de la radio, naturalmente. Nunca utiliz despus
el de su suite en el Luxor, sino de tanto en tanto. En uno de sus paseos por Spacetown se
encontraba sentado en un pequeo bar, ligeramente ms poblado que de costumbre y de
lo que a l le gustaba teniendo al alcance de la mano una copa de woji. Repentinamente
el dependiente puls un botn y la radio estall con una msica detonante, si es que a
aquello poda llamrsele msica.
Crag alarg el brazo hasta tocar el del barman.
- Apguelo - dijo.
El barman le hizo frente descaradamente.
- Oiga, seor, no es usted el nico que est aqu. A la mayor parte les gusta esta
msica.
- A m, no - repuso Crag, y el toque de la mano se convirti en una presa -. Le digo que
apague la radio.
El barman mir fijamente a Crag y algo debi ver en sus ojos, que cambi su
comportamiento.
- Seor - repuso -, lo apagar, es todo lo ms que puedo hacer. Hay un tipo al otro
extremo de la barra que me ha dicho que la encienda y que habr jaleo si la apago. No s
lo duro que ser usted; pero l s que lo es. Si quiere jaleo, puede largarse a otra parte.
El barman se frot el brazo en el lugar en que Crag lo haba tenido atenazado.
- Lo que puedo hacer es obedecer al que gane; por tanto, pueden salir fuera y resolver
la cuestin; a m lo mismo me da una cosa como la otra. Obedecer al que vuelva a
entrar.
Crag hizo una mueca. Record que no debera mezclarse en luchas, a menos que
hubiese un serio motivo para hacerlo.
- Est bien - dijo, al final -. Apguelo.
Si el otro tipo tena algo que objetar, entonces... El barman disminuy el volumen hasta
la mitad y aadi despus:
- Slo es cuestin de un par de minutos, hasta que lleguen las noticias.
Mir hacia el otro extremo de la barra, y no tuvo dificultad en encontrar, entre diversos
individuos, al que se haba referido el barman, y a quien haba dado el nombre de Gardin.
Era el que con su sola presencia atemorizaba al barman. Los dems, eran chicos jvenes
del espacio, cadetes de las Escuelas de Astronutica, con edades oscilando sobre los
veinte aos. Gardin era un tipo parecido a Crag, de mediana constitucin, pero macizo, y
en el que se adivinaba la fuerza y una cierta gracia en sus movimientos. Era algo ms
joven que Crag y se diferenciaba tambin en sus cabellos negros, contra los rubios de
Crag. Al igual que ste, era un criminal; pero la estampa de la criminalidad resultaba ms
ostensible en Gardin que en Crag.
Llegaron las noticias y Crag, inmerso en sus propios pensamientos, no puso atencin a
la primera parte. Pero despus, an sin quererlo, se encontr con la atencin puesta en el
receptor, cuando las palabras el nuevo planeta surgieron del discurso del locutor.
-...todava aparece rodeado e inmerso en las nubes de polvo, pero parece ser que
van diluyndose. El almirante Yates ha prohibido cualquier intento de aterrizaje hasta que
la superficie sea perfectamente visible desde el espacio. La expedicin de aterrizaje est
preparada y dispuesta; pero puede llevarse todava varias semanas. Existen
circunstancias misteriosas, tales como el hecho de que la radiacin es muy elevada para
un planeta tan alejado del sol; el nuevo planeta tendr aproximadamente las mismas
temperaturas y estaciones de la Tierra, a despecho de hallarse dos veces la distancia
media de la Tierra, del Sol como centro del sistema. La diferencia, segn entienden la
mayor parte de los cientficos, reside en el calor generado en el interior por el impacto de
los asteroides, conforme van estrellndose y juntndose en la masa comn del nuevo
planeta. Todos los asteroides se han reunido ya y formado parte de este nuevo cuerpo
celeste; ya no existe materia alguna suelta dentro de la gran rbita de los asteroides, que
ahora es la del nuevo planeta.
La estimacin general es que tiene un dimetro de seis mil millas aproximadamente, a
medio camino entre el de Marte y la Tierra. La densidad es de cinco veces la del agua. Su
gravedad ser ligeramente inferior a la de la Tierra. Su rotacin es un hecho definitivo,
aunque no se ha podido determinar con exactitud su velocidad hasta que las nubes
inmensas de polvo se asienten y puedan hacerse observaciones ms exactas sobre un
punto fijo de referencia de su superficie.
Perdonen, queridos radioyentes. Acaban de traerme un nuevo boletn de noticias.
Grandes noticias, amigos! El nuevo planeta tiene ya nombre: Bellini, el gran astrnomo
de Luna City, que era, por aclamacin el que ira a dar su nombre al nuevo planeta,
considerndolo como un merecido privilegio, acaba de anunciar su eleccin. Ha explicado
que no aceptara ningn otro nombre ms sacado de la Mitologa, como se ha venido
haciendo desde siglos con todos los cuerpos del sistema solar. Ha escogido un nombre
totalmente arbitrario, aunque eufnico, por su combinacin de slabas y ya ha bautizado al
nuevo planeta. Seoras y seores, he aqu el nuevo nombre: CRAGON. Se deletrea as:
C-R-A-G-O-N; es decir, repetimos: CRAGON.
Crag se ech hacia atrs, sujetndose al borde de la barra, soltando una convulsiva y
estruendosa carcajada. Fue la ms sonora y ms sincera carcajada que emiti en toda su
vida, desde que pudo recordarlo. El muy diablo - pens -. El muy diablo se ha metido en la
mente del astrnomo y ha hecho que lo bautice tenindome a m en cuenta.
Piensa que de esa forma me tendr con l all!
Not entonces que alguien le tocaba en el hombro y se volvi, dejando de rer. Gardin
apareca all en pie, con el rostro impasible; pero pareciendo un resorte de acero presto a
saltar.
- Se rea usted de m, amigo? - pregunt desafiante.
Aunque Crag haba dejado de rer, emiti otra sonrisa entre dientes.
- No, no lo haca, desde luego. Pero si tiene gana de jaleo, me gustara atenderle a
usted en lo que necesite.
Gardin hizo un gesto al barman.
- Cierre ese aparato - le orden secamente. El aparato, que estaba tocando msica de
baile, qued en silencio.
- Y de qu se estaba riendo, si puede saberse? - insisti Gardin.
Los ojos de Crag se enfriaron, aunque no demasiado.
- Pues mire, es cosa ma y explicarlo resulta demasiado complicado. Pero, digamos,
que es algo divertido, le basta eso?
Sbitamente Gardin comenz a rer tambin.
- Yo creo que no tiene nada de divertido, verdad? Est bien, creo que he metido un
poco la pata. Olvdelo.
- A menos que no quiera salir fuera a seguir riendo - dijo Crag.
- Yo creo que lo mejor ser que nos tomemos una copa en vez de eso, no le parece?
- Pues claro que s - convino amistosamente Crag, en vista del giro de los
acontecimientos.
Y de aquella forma hizo un amigo, o al menos lo ms parecido a un amigo de lo que
Crag se haba permitido en tal aspecto.
No supo nunca nada del pasado de Gardin, como ste tampoco consigui saber nada
de Crag. La confianza no les llev tan lejos. Al principio basaron su trato sobre la base de
desconfiar mutuamente, tomando muy buenas precauciones al respecto. El tiempo lo ira
diciendo.
Crag lleg a pensar que tal vez su amistad se afianzase ms si Gardin se vea sin
blanca; pero esto no ocurri; pareca que su amigo se desenvolva muy bien, sin necesitar
a nadie, disfrutando de la vida y manejando dinero suficiente. Y tambin sin descanso y
con energas vitales. Fue sabiendo todo aquello de Gardin, como ste supo igualmente
muchas otras cosas de Crag. Claro que existan diferencias personales. Crag pens que
era mucho ms fuerte, fsica y mentalmente. Aunque nunca se probaron o pensaron en
hacerlo por lo que respectaba a la fuerza fsica. Y respecto de la fuerza mental... o de
arrestos, era algo que slo una emergencia o un grave peligro podra revelarlo.
En otro aspecto, Gardin tambin era diferente. Tena una mujer. Nunca mencion si era
su esposa o no - lo que, por otra parte, tena completamente sin cuidado a Crag -, pero
por cosas surgidas de tanto en tanto, Crag sac la conclusin de que vivan juntos haca
bastantes aos. Se llamaba Bea; una mujer grandota y descaradamente rubia. Crag la
encontr fcil de soportar, tras haber obtenido la conclusin de que perteneca a la clase
de mujeres que slo pertenecen a un solo hombre. Bea dejaba a Crag estrictamente solo,
en las ocasiones que se reunan los tres. Si era porque senta miedo de Crag, fue algo
que ste nunca pudo averiguar, ni le import, procur solamente que no estuviese con l
cuando Gardin andaba por los alrededores.
Cuando Bea estaba con los dos, Crag casi poda olvidarse de que era una mujer. Beba
y juraba con ellos en trminos iguales; se vesta modestamente, para lo que era Marte
City, y jams coqueteaba, incluso con Gardin, cuando Crag estaba junto a ellos. Lo que
pudieran hacer a solas, tampoco era cuestin que le importase un comino a Crag.
Con mucha frecuencia, Gardin y Crag salan a deambular solos, aunque
ocasionalmente se les reuna Bea. Ninguno se preguntaba al otro dnde viva. Existan
muchos lugares que frecuentaban juntos, y aquello era suficiente. Durante cierto tiempo
se divirtieron juntos en jugar, bien al pquer, al maharaj y a otros juegos que podan
jugarse entre dos, con un mazo de cartas prestadas en el cuartito posterior de cualquier
bar, y sin mirones. Las apuestas fueron subiendo; pero entonces, a medida que se hacan
fuertes, Crag hall que ganaba entonces ms y ms frecuentemente. Conoca ya bastante
a Gardin para estar en condiciones de leer sus ms sutiles formas de expresin y sus
maneras, para saber cuando comportarse con precaucin y cuando con absoluta libertad.
En una ocasin, se encontr sbitamente con ochenta mil dlares de Gardin frente a l,
ya ganados y en el acto conoci por los signos exteriores que ya haba aprendido a
conocer de su amigo, a despecho de la calma exterior de Gardin, que aquello supona ya
su ruina o casi el quedarse sin blanca. Pero Crag no quera su dinero; ya tena bastantes
dificultades con el suyo propio. Con cuidado, se dej perder poco a poco, no demasiado
rpidamente para no despertar la susceptibilidad de Gardin, en una sola partida. Pero
terminadas unas cuantas partidas posteriores, en las que Gardin recuper su dinero, Crag
perdi el inters en el juego. Y lo mismo le ocurri a Gardin. Tras aquello, jugaban
ocasionalmente, en partidas relativamente pequeas en las que la habilidad y el deseo de
batir al contrario podan sobre la idea de ganar dinero.
Y hacan apuestas. Muchas apuestas. Constantemente se pasaban las horas muertas
haciendo apuestas sobre las cosas ms absurdas y ridculas; usualmente con cinco o diez
dlares, aunque de vez en cuando, para mantener la emocin, las suban a mayores
cantidades, en cuestiones en que sostenan diferentes puntos de vista, o a la pura suerte.
Si se encontraban solos en un bar, por ejemplo, se sentaban con un taburete de por
medio y apostaban si el prximo cliente que llegase a ocupar el sitio era una mujer o un
hombre, o bien, sentndose juntos, si el que llegase se situaba a la derecha o a la
izquierda de ambos. O bien si el prximo cliente que entrara, iba descalzo o con
sandalias, discutiendo las posibilidades segn el tiempo reinante o la hora del da. Cosas
de criaturas realmente, para mantener sus ocios, ya que evitaban a toda costa hablar de
ellos mismos, hacindolo sobre temas totalmente irrelevantes para matar el tiempo
exclusivamente. El tiempo resultaba as el mayor enemigo, aunque tampoco ninguno de
los dos hablaba sobre el particular abiertamente.
En una ocasin, Crag se llev a Gardin a su suite en el Luxor: Gardin mir a su
alrededor y dej escapar un silbido de asombro.
- Chico! Dnde est el botn que empujas para que salga el coro de chicas bailando?
Al ver que Crag no responda, continu:
- Aborreces a las mujeres, eh?
Como Crag tampoco se ocup de responderle, dej aquella cuestin de lado. Gardin
continu curioseando por toda la suite, con las manos en los bolsillos, hasta descubrir el
algo que no poda suceder naturalmente. Algunos de ellos son sinceros, expresando que
se hallan sencillamente aterrados.
- De qu?
- No lo saben; eso es lo que les asusta. - Gardin se volvi hacia la pantalla del gran
aparato de televisin -. Lo haba olvidado hasta ver este aparato; ya va siendo tiempo del
nuevo boletn de noticias sobre el aterrizaje. Quieres que lo veamos?
- De acuerdo.
Gardin encendi el aparato y pronto una oleada de colores y sonidos invadi la
estancia, apareciendo la figura de una amazona desnuda, cantando la letra de una
cancin relativa a una perversin que no puede transcribirse.
- Cierra esa porquera! - le grit Crag.
- Est bien, es slo un momento. - Gardin acerc la mano a los mandos de la
televisin; pero antes de cerrarlo la cancin se desvaneci y las imgenes
desaparecieron.
Y en la pantalla surgi la distante imagen a todo color de un planeta visto desde el
espacio. Un planeta, que excepto por el contorno de sus continentes, poda muy bien
haberse confundido con la Tierra. Ocanos azules, continentes moteados de verde y
marrn y blanqusimas zonas polares.
- Les estamos mostrando una imagen de Cragon - deca en aquel momento la
untuosa voz del locutor -, el planeta ms nuevo del Sistema Solaz.
Las imgenes que estn contemplando, estn tomadas desde la espacionave insignia
de la expedicin, la Dorai, que se halla en estos momentos a doscientas mil millas de
distancia. Vamos a mantener esta posicin hasta que se reciba un informe del navo
explorador Andros, que est ahora procediendo a aproximarse al novsimo planeta y con
la intencin de intentar el primer aterrizaje. Dentro de pocos minutos, suponemos que
tardar unos veinte antes de que el Andros pueda entrar en la atmsfera de Cragon,
conectaremos a ustedes con el navo explorador para que puedan ver con ellos, el preciso
momento del aterrizaje en el suelo virgen de este nuevo y fantstico mundo. La nave
exploradora va al mando del capitn Burke y del teniente Laidlaw. Lamentamos que la
escasez de espacio de la nave exploradora no permita llevar un equipo de televisin
trans-espacio; por tanto, continuaremos transmitiendo desde aqu, desde la espacionave
insignia. Pero permtannos presentarles va tridimensional las fotografas de los dos
hombres de a bordo del navo explorador, mientras entramos en contacto con ellos por
radio. Aqu est el capitn Burke.
Una fotografa tridimensional mostr a un hombre de edad mediana con ojos de mirada
dura, pero con unas facciones suaves en la pantalla.
- Est usted dispuesto, capitn?
Los labios de la fotografa no se movieron; pero se oy una voz respondiendo.
- S, seor, Burke informando.
- Tienen algo especial que informar?
- Slo que descendemos lentamente y con precaucin, de acuerdo con las
instrucciones recibidas. Nos encontramos a cien mil millas de altitud todava por encima
del borde exterior de la atmsfera del planeta.
- Est bien. Entonces, presentaremos a su compaero de expedicin. Les mostramos a
ustedes al teniente Laidlaw.
En la pantalla apareci otra foto tridimensional. Un hombre joven, bien parecido y con
cabellos negros ondulados. Se esperaba de l una voz atiplada y casi afeminada, que en
efecto son as.
- Teniente Laidlaw, seor.
- Est usted asignado a la misin de informar mientras su capitn lleva el mando de la
nave, no es cierto?
- S, seor.
no debe ser desechada. Existen misterios de los que no tenemos la respuesta adecuada;
especialmente del misterio de cmo Cragon ha sido formado y cmo pudo haber ocurrido
tan increblemente rpido, el haber dispuesto de una atmsfera, una topografa bastante
bien desarrollada y lo que es ms extraordinario, en tan brevsimo tiempo, una vegetacin
segura, por todos los datos que se poseen. Y es a causa de este misterio que no
corremos el riesgo de hacer aterrizar una gran nave del espacio de nuestra Gran Flota y
arriesgar la vida de cientos de nuestros hombres.
El capitn Burke y el teniente Laidlaw se han prestado voluntarios para esta misin y
saben que estn arriesgando sus vidas, incluso aunque el riesgo no lo parezca en
apariencia. Pero un nuevo planeta siempre es una entidad desconocida y en este caso las
circunstancias son ms difciles, ya que los detalles de su formacin permanecen
envueltos en el mayor misterio y se han producido tan sbitamente que puede casi
pensarse que se trata de un acto deliberado de una entidad inteligente.
Sin embargo, no existe dificultad alguna que se anticipe al aterrizaje. Se conocen ya
todos los factores. La cuestin ms importante es la atmsfera. Ser respirable en su
actual estado o tendremos que construir acondicionamientos para ella tal y cmo fue
preciso hacer en Marte y Venus? Los anlisis espectrogrficos, los nicos que pueden
realizarse desde aqu, son alentadores. El oxgeno se halla presente en la proporcin
igual y aproximada al de la atmsfera de la Tierra, e igualmente el bixido de carbono. La
densidad atmosfrica es ligeramente menor que en la Tierra; pero slo en muy pequea
escala; Kaperhorn estima que su densidad al nivel del mar es la equivalente a la de la
Tierra a una milla de altura, como, digamos por ejemplo, Alburquerque o Denver.
El elemento de incertidumbre yace en el hecho de que existen trazas de elementos
con los que hasta ahora no ha sido posible el poder analizarlos a distancia, y hay, por
supuesto, la posibilidad de que cualquiera de tales elementos sea venenoso. El navo
explorador no lleva a bordo laboratorio de anlisis qumicos; pero lleva en su lugar unas
jaulas con canarios y otros pequeos animales de experimentacin, con cuyo uso el
capitn Burke estar en condiciones de decidir si ser posible abandonar la nave sin el
uso de trajes espaciales.
Pero con los trajes o sin ellos, explorarn la zona inmediatamente circundante al
punto de aterrizaje.
Crag produjo un ruido estentreo. - Otro trago de woji, Gardin?
Gardin aprob con la cabeza y Crag se dirigi al bar, que abri volviendo con dos
nuevas botellas. La esfera del nuevo planeta apareca en la pantalla de la televisin; pero
la voz del almirante haba sido sustituida por una suave msica.
- Qu ocurre? - pregunt Crag -. Ha decidido marcharse o volver a darnos otro
sermn?
- Eso me imagino - repuso Gardin -. Estarn ocupados en ultimar un nuevo informe
procedente de la nave exploradora. Slo unos cuantos minutos, ahora estn llegando al
lmite superior de la atmsfera. - Gardin mir de soslayo al dinero depositado sobre la
mesa -. Crag, de dnde surgira la idiota idea de hacer esta ridcula apuesta? Creo que
ests dndome en la prctica el regalo de un billete de los grandes...
- Tal vez - contest Crag.
- A menos... que tengas algo escondido en la manga, y no s de qu pueda tratarse.
Pero t sugeriste la apuesta. Creo que soy un bribn con apostar a un hombre en tales
condiciones.
Crag hizo una mueca.
- Quieres retirarla? Te dar ahora una oportunidad, antes de que vuelva el navo
explorador. Gardin vacil un instante, y despus sacudi la cabeza.
- No, djala ah. - Y se tom un buen trago. La msica se detuvo en seco y una voz
volvi a sonar en el aparato, esta vez la del atildado teniente.
- El teniente Laidlaw hablando desde el navo explorador. El capitn Burke est a los
controles. Descendemos lentamente, empezamos precisamente a entrar en la atmsfera
de Cragon. Nuestros instrumentos detectan una ligera presin, aunque no muy superior al
vaco de un laboratorio. Nos encontramos aproximadamente a cincuenta millas de altitud
y por el momento, descendemos a una velocidad de cinco millas por minuto, aunque
trataremos de frenar tal velocidad para evitar el friccionamiento atmosfrico por el enorme
calor que desprender su roce.
Cuarenta y cinco millas. Desde aqu podemos ver, y creo que con toda seguridad, que
las reas oscuras del terreno son enormes bosques Al menos dan la impresin de igual
apariencia que los espesos bosques de la Tierra desde idntica altura. Ahora estamos a
treinta y cinco millas, casi en la estratosfera. Pero... el capitn Burke est deteniendo
nuestro descenso. Nos quedamos totalmente detenidos y sin movimiento... Qu ocurre,
capitn?
En el silencio que sigui Crag pregunt: - Quieres doblar la apuesta?
Gardin sacudi la cabeza, aturdido.
- Pero cmo demonios...?
- No importa por qu. Tal vez yo posea una especial informacin. Si no quieres
doblarla, te dar todava otra oportunidad para que la retires.
Gardin no vacil. Recogi el puado de billetes y alarg a Crag su billete de mil
dlares, ponindose los suyos en el bolsillo. Crag hizo una mueca humorstica.
- Bien, ahora veremos qu tal van las cosas. Vamos a ver cmo se comporta.
- Se comporta, quin? A quin diablos te refieres?
- Sssh - le advirti Crag, mientras sonaba una voz diferente procedente de la televisin.
- Aqu, el capitn Burke al micrfono. Pido excusas por haber abandonado la
transmisin, tanto el teniente como yo, unos momentos. No se trata de una emergencia;
pero hay algo que tiene que ser investigado antes de que sigamos descendiendo. Parece
que hay algo que va mal con nuestro sistema acondicionador de aire.
En el momento en que he detenido nuestro descenso he mirado a las jaulas de los
canarios, cuyo uso ha explicado hace unos momentos el teniente Laidlaw. De los tres
animalitos, uno de ellos yace al fondo de una de las jaulas y los otros dos... bien, parecen
seriamente trastornados.
Sin duda, algo ha debido estropearse en el sistema de acondicionamiento del aire y
no completaremos nuestro descenso hasta haberlo arreglado. El teniente, que est ms
familiarizado que yo con esta parte del mecanismo de la nave, est investigando en estos
momentos. Tendr preparado el informe oportuno dentro de breves instantes, o bien le
ceder el micrfono.
Ocurre algo inesperado. El teniente Laidlaw informa que no puede encontrar nada de
extrao ni de anormal en el equipo; los indicadores muestran la correcta proporcin de
oxgeno, y ninguno de los controles seala la presencia de cualquier gas extrao; pero,
con todo, dos de los canarios ya han muerto y el otro aparece claramente a punto de
morir. Las cobayas y las ratas blancas se apelotonan unas contra otras, con sntomas de
asfixia, mostrando adems seales evidentes de malestar.
Tanto el teniente como yo, apreciamos un olor, aunque muy dbil, pero un olor
extrao. No he comprobado nada en especial con el teniente a este respecto; pero me
atrevera a afirmar que podra clasificarse como algo vagamente similar al cido sulfrico;
pero muy dulzn. Si pueden ustedes imaginar una mezcla de cido sulfrico y gardenias...
bien, sa es la mejor forma que tengo ahora para describirlo.
Pero esta nave est slida y perfectamente aislada. No es posible que haya
penetrado ni el ms leve trazo de atmsfera exterior, tan leve como debe ser a treinta
millas de altitud. No hay nada que concebiblemente podamos imputar al planeta, ni...
- Capitn Burke! - tron la voz del almirante desde la nave insignia -. Ascienda con la
nave, inmediatamente! Totalmente fuera de esa atmsfera!
- S, almirante.
- Contine informando.
- S, almirante. Ahora seguimos ascendiendo... 33 millas, 35..., el teniente Laidlaw
reconoce el interior de la cabina y me seala que todo parece ir perfectamente. Adems,
el fuerte dolor de cabeza que sufra hace unos momentos, acaba de disiparse. De nuevo
el sistema de acondicionamiento del aire funciona correctamente. Lo intentamos de
nuevo, seor?
- Incorprense a la Flota inmediatamente. Antes de realizar un nuevo intento, bien
sea con un aparato tripulado o teledirigido, hemos de comprobar ese navo explorador
totalmente. Al igual que el sistema de aireacin, han de ser comprobados usted y el
teniente, como esos canarios muertos.
- S, seor.
Gardin mir a Crag y ste solt una amistosa carcajada. Sigui rindose tan de buena
gana, que poco despus record que haba redo ms a su gusto en aquellos instantes
que en muchos aos de su vida.
- Te apuesto ahora que el aparato teledirigido tampoco tomar tierra en Cragon - afirm
Crag.
- No quiero apostar. - Y Gardin se dirigi a la televisin y la apag -. No creo que valga
la pena seguir observando esto. Dime, Crag, qu es lo que ocurre?
Crag movi lentamente la cabeza.
- Lo siento, amigo. Para decrtelo, tendra que decirte muchsimas otras cosas
demasiado largas de referir.
- No es nada sobre lo cual podamos jugarnos el dinero?
Crag volvi a sacudir la cabeza.
- Te propongo que hagamos una partida de ginebra, para matar el tiempo.
Gardin se puso en pie.
- Lo siento, muchacho. Tengo negocios que atender. Es posible que no me veas en
algn tiempo, Crag. Esos mil dlares que me has regalado... bien al hacerme que retire la
apuesta, ya que parecas estar seguro de que ibas a ganarlos... me ha puesto fuera de
combate. Creo que voy a ver si me hago de unos cuantos ms.
- Buena suerte - le dese Crag despidindole.
X
Crag estuvo sin ver a Gardin por ms de una semana, aunque continu frecuentando
los mismos lugares en que solan encontrarse y reunirse a tomar copas y a charlar. No fue
tampoco al hotel de Gardin por dos razones; una, que si Gardin estaba todava all y
deseaba verle ya le habra ido a buscar y la otra que si Gardin estaba ausente del hotel,
se habra dejado como cosa segura a Bea esperndole. Y no deseaba por nada del
mundo hallarse a solas con Bea sin Gardin en los alrededores. Y preferiblemente ni an
as.
Decidi ir siguiendo las noticias subsiguientes al apasionante, problema del nuevo
planeta Cragon. Tras el chasco sufrido en el primer intento de aterrizaje, no se produjo
ningn otro boletn televisado, sino hablado por los locutores. Por lo visto la Gran Flota
decidi evitar que el pblico gastara chistes a propsito de la cuestin.
No se haba encontrado ningn gas extrao en el casco del navo explorador del primer
intento de toma de contacto con aquel nuevo mundo. La sola concreta evidencia, era el
haber encontrado muertos a los dos canarios y el tercero gravemente afectado. Y as
ocurri con las cobayas, con los ratones blancos y con los dos humanos tripulantes del
navo. El capitn y el teniente pasaron muchas horas despus, para recobrarse de las
terribles nuseas que sufrieron.
Pero los rumores se incrementaron por todas partes, y en especial en el barrio de los
hombres del espacio en Marte City, donde tales cuestiones apasionaban de forma
especial. Aunque los informes procedentes del cinturn de los asteroides, actualmente la
rbita de Cragon, estaban rodeados de una estricta seguridad, antes de llegar al Cuartel
General de la Flota Marciana, tales informes, por un camino u otro, se conocan en el
barrio de los hombres del espacio, casi en el momento de llegar. Y Crag los conoca a la
perfeccin.
El segundo artefacto teledirigido no trat de posarse suavemente en la superficie de
Cragon, sino que fue disparado corno un proyectil con todos los cohetes reactores a pleno
rendimiento; pero haba rebotado de la misma forma, y su masa metlica se haba
convertido en un impresionante lingote de metal incandescente. Otros cohetes con
cabeza atmica explotaron al tropezar con el invisible campo de fuerza y la subsiguiente
investigacin telescpica bajo el punto de contacto, indic que ni la menor traza de
radiacin haba penetrado la atmsfera existente bajo l.
Cragon se haba soltado el pelo, y apareca a prueba de bombas, inexpugnable y
desafiante. Y el temor a los espas creci. Los militares ignoraban si Cragon estaba o no
poblado, y en caso afirmativo qu poblacin podra tener y cmo sera. Pero el miedo
creca y puesto que no era posible llegar hasta el planeta se buscaba afanosamente a
alguien que pudiera proceder de all, lo que significaba el espionaje. Transentes o
personas de la ms diversa condicin que no estuvieran en condiciones de explicarse
convenientemente y con rapidez, eran detenidas para ser interrogadas y si sus respuestas
no resultaban todo lo convincentes que se deseaba, se les retena para ulteriores
interrogatorios, bajo el uso incluso de drogas.
El hecho comenz a dar en que pensar a Crag. Incluso los ricos que vivan en hoteles
de lujo alejados de toda sospecha y que nunca haban sido molestados por la polica,
comenzaran muy pronto a serlo. Podran figurarse a Crag como un espa cragoniano
deliberadamente puesto en aquella situacin de riqueza por esa misma razn. Y los
militares eran menos susceptibles a la intimidacin o al soborno que la polica,
especialmente si crean que pudieran estar tratando con un espa del exterior.
As Crag tom precauciones en las que antes jams se haba molestado; visit los
mejores forjadores de huellas de Marte City, obteniendo documentos que le garantizaban
una falsa identidad y un historial libre de toda sospecha. Naturalmente que no soportaran
una completa investigacin en gran escala; pero bastaran para cubrirle en caso de una
eventual encuesta policial.
Despus, pens si no habra perdido el tiempo y el dinero; porque todo aquello no le
protegera contra alguna seria sospecha; y la realidad es que se haba conducido de
forma que existiesen motivos para ello... si Gardin hablaba de l. No se le ocurri pensar
en el aspecto de espionaje que pudieran haber tenido sus palabras el da en que l y
Gardin estuvieron viendo la televisin en el Luxor, y se produjo la especial apuesta de los
mil dlares, con la seguridad de que nadie conseguira aterrizar en el planeta Cragon. A
los militares seguramente les gusta. ra saber por qu estaba tan seguro de tales hechos.
Es cierto que podra referirles la verdad... y admitir que haba matado a Olliver, entre otros
crmenes.
El propio Gardin tambin podra ser sospechoso y si lo era, Crag no podra reprocharle
el haber informado de lo ocurrido. Despus de todo, tendra que correrse ciertos riesgos.
Crag se encogi de hombros ante la idea y la apart de sus pensamientos. No ira a
pretender vivir para siempre.
Aquello le record que haba tomado muy pocas medidas para hacerse la vida
interesante, por lo cual decidi que aquella noche se ira a beber un poco ms de lo usual
en una de las tabernas ms rudas del barrio de los hombres del espacio e incluso
buscara alguna camorra.
diariamente. Otro da, otros mil dlares. Pero incluso a tal escala medio milln se llevara
todava mucho tiempo en gastar... Qu diablos estara haciendo Gardin?
Sali a la terraza de la suite y se qued mirando al cielo fijamente.
El nuevo planeta no estaba a la vista, ya se encontraba bajo el horizonte visible. De
todas formas, al diablo con l.
La Tierra estaba en el cielo, aunque, mirndola durante un cierto rato, le sugiri la idea
de si volvera a ella alguna vez. Pero para qu? La Tierra era tambin un lugar
corrompido e igualmente decadente como Marte. Ninguno de los dos mundos - Poda
ofrecer rada que no lo ofreciese el otro, con la diferencia de que la Tierra estaba
muchsimo ms poblada. Y tambin con mayor nmero de policas, lo que la haca
ligeramente menos peligrosa que Marte.
Se volvi hacia el bar y comenz a beber. Sera la nica respuesta a su problema el
escapar? Pero, diablos!, si no tena nada mejor que escapar de all por qu no se
quitaba de en medio de una vez y acababa todo de un golpe? Pero ni los mismos tigres
se suicidan nunca, incluso con el neftn, que le hubiera proporcionado la oportunidad de
llevarse con l por delante a unos cuantos en el proceso...
Bebi lo suficiente como para adormecerse ligeramente, aunque no tena deseos de
nada y se fue a la cama.
Y durmi, con abundancia de sueos. So con una bella mujer de cabellos
bronceados que era su esposa... y en el sueo ignoraba que le haba traicionado y
abandonado y que estaba locamente enamorado de ella. De una forma extraa, pero
comprensible para su subconsciente; porque en los sueos las cosas que no tienen
sentido alguno, se hacen en cierta forma comprensibles... y ella cambi. Los cabellos
continuaron siendo iguales, pero se volvi ms bella an y la amaba ms y ms y a travs
del vaco del espacio, la llamaba con voz angustiada:
Judeth! Judeth! Algo en su mente le deca que aqul no era el nombre de su esposa.
Porque en aquel sueo, todas las mujeres eran la mujer; slo haba una mujer y nunca
haba posedo otras. Despus, ella vino a l y le puso los brazos alrededor del cuello y en
el repentino gesto de entrega de los sueos la estaba sosteniendo en sus brazos; pero
era ya una mujer muerta, un cadver, y despus sus brazos quedaron vacos conforme el
cadver se desintegraba y...
El telfono estaba sonando.
Se sent en el borde de la cama y cogi el auricular.
- S?
- Ah... seor Eh. Tenemos una llamada para usted. Una mujer que rehsa dar su
nombre a conocer. Pero afirma que es muy importante, una cosa de vida o muerte.
Debo...?
- Ponga la comunicacin.
Crag no solicit el circuito privado, aunque tena razones para hacerlo, ya que en el
circuito privado se evitaba las molestias de la curiosidad de los empleados del hotel. Se
dio cuenta en seguida de que en Marte haba slo una mujer que pudiera llamarle.
- S? - pregunt.
Era la voz que esperaba. La de Bea.
- No quiero dar mi nombre; pero ya sabes quien soy yo, cuando te pida que vengas a
encontrarme en...
- S quien eres - interrumpi Crag -. Qu es lo que ocurre? - Aunque casi poda
suponrselo, tambin.
- Nuestro... mutuo amigo, ya sabes. No quiero tampoco mencionar su nombre; pero si
reconoces mi voz ya sabes lo que quiero decir. Est metido en un mal asunto; no creo
que haya mucho que pudieras hacer por l; pero...
- Dnde ests? Trata de indicrmelo sin mencionarlo.
- Estoy en nuestro apartamento. Pero creo que ste no es sitio muy seguro. Mejor ser
que me marche inmediatamente. Podras encontrarme... en el lugar en que solamos
jugar a la mara con los hombres del espacio, aquellos que acababan de llegar de Calisto?
- Estar all en diez minutos - repuso Crag y colg el aparato.
Se visti y se lav la cara con agua fresca. Se senta... despierto y alerta, alentado con
la sensacin del peligro y la aventura.
XI
Era un bar como muchos otros, excepto por los cuantos fanfarronamente lujosos que
haba en el distrito. Crag lleg all en diez minutos, como haba prometido; pero Bea ya
estaba esperndole. Acababa de llegar, porque precisamente estaba sentndose en un
pequeo reservado lateral. Un tipo grandote y matn del espaciopuerto la haba visto
llegar y andaba merodeando por el bar con la impresin de querer entrar en
negociaciones, cualesquiera que fuesen tales negociaciones. A Crag le habra gustado
una pelea, pero no haba tiempo para aquello, y as se apresur a aproximarse a ella,
llamndole por otro nombre distinto y deslizndose en el asiento existente junto a ella en
el pequeo reservado. El matn les mir un momento, irresoluto y despus se quit de en
medio volvindose a la barra.
La primera pregunta de Crag fue:
- Es cuestin de segundos o de minutos? Ella se inclin sobre l y Crag pudo apreciar
que haba estado llorando aunque procur borrar las huellas con el maquillaje y apenas si
los signos de las lgrimas eran distinguibles a tres pies de distancia.
- No creo - repuso Bea -. Pero no s de veras, qu es lo que podras hacer, si es que
puede hacerse algo; pero el caso es que l est...
- Espera un instante.
Crag se sac unas monedas y las deposit en la ranura del aparato tocadiscos
automtico y elev el control de volumen de sonido. El lugar se hallaba demasiado
tranquilo y su conversacin, ahora, poda sostenerse en condiciones de relativa
seguridad. Un vozarrn impresionante surgi del aparato cantando la cancin de moda
del Viaje a Venus.
- Bien, Bea, suelta esa lengua.
- Ha sido una cuestin de joyas. En Curme's, en el ltimo piso del edificio Rasher, a
unos diez bloques de...
- S, ya conozco el sitio. Contina.
- Ha sido atrapado all mismo y tienen un cordn alrededor del lugar que vigila el bloque
entero, con helicpteros merodeando por la terraza superior. Seguramente ha debido
tropezar con algn sistema de alarma o...
- Est solo?
- S, trabajaba solo. Haba estado preparando el golpe durante dos semanas y...
- No lo sabe nadie... excepto t?
- As es. Tiene que haber tropezado con un circuito de alarma. No hay otra posibilidad
de que hayan podido cazarlo.
- Y cmo lo has sabido? Quiero decir, cmo sabes que se encuentra atrapado?
Bea abri el bolso y sac lo que pareca una cajita de compacto para el maquillaje.
- Es una radio receptora - transmisora; l solo est al otro extremo de esta banda; slo
que la suya parece una tabaquera, y...
- Ya la he visto. Te ha llamado l, desde Curme's?
- S. El aparato emite un ligero sonido cuando l llama. Y cuando est en algn trabajo,
la mantengo alerta por si tiene necesidad de llamarme y hay algo que yo pueda hacer.
- Qu fue lo que te pidi? Que me lo notificaras a m?
- No, esta vez no deseaba nada, excepto decirme adis. Dijo que estaba acorralado,
que tenan todas las salidas slidamente bloqueadas, con docenas de policas por todas
partes, y que lo que quera es que marchase inmediatamente del apartamento, antes de
que me echaran el guante. Tard bastante en llamarte, hasta que lo consegu.
- Sabe la polica quin es l?
Ella aprob con un silencioso gesto de la cabeza.
- No s cmo. Tal vez alguno de ellos consigui verle cuando estaba disparando desde
la ventana y le reconocieron; la cuestin es que por el altavoz le nombraron por su
nombre, invitndole a entregarse. Por eso Gardin estuvo seguro de que averiguaran su
domicilio y se apresur a llamarme al apartamento para prevenirme.
- Puedes llamarle con eso ahora mismo?
- S, pero...
- Vamos, llmalo y rpido. Dile que quiero hablar con l y despus djame hablarle.
Bea mantuvo abierta la cajita de compacto; en el interior apareca un espejito dentro de
la tapa; pretendiendo estar mirndose mientras manipulaba presionando un botn en
alguna parte de su pequea estructura y haciendo como que hablaba con Crag.
- Gardin? Ya sabes quien hay aqu. Un amigo tuyo est tambin y desea hablarte...
conocers su voz.
Crag tom el diminuto aparato y lo sostuvo mientras pretenda estar examinndolo. Y
habl por l como si lo hiciera con Bea.
- Habla rpido, Gardin, antes de que puedan captar la onda y cogernos aqu. Saben
donde ests y quin eres; por tanto, no te preocupes demasiado sobre el particular. Qu
es lo que ocurre realmente?
- Me tienen embotellado. - La dbil voz del aparatito apenas si poda orla entre el ruido
de la msica del local -. No hay nada que puedas hacer; pero gracias de todos modos.
Tienen sobre un centenar de policas a mi alrededor.
- Cunto tiempo puedes sostenerte?
- Tanto tiempo como quiera. No vendrn a dispararme. Esperarn hasta que me
entregue o me canse, o bien abra las puertas intentando una salida desesperada
disparando contra ellos.
- Cunto tiempo puedes aguantar te pregunto? Maldita sea! Dime claramente si es
cosa de horas o de das.
- Diablos! Una semana si me lo propongo. No hay alimentos a mano, pero no ir a
morirme de hambre por eso. Tengo agua en abundancia.
- Municiones?
- Muchas; de los guardias del edificio, adems de las mas. Saben que estoy bien
preparado en este aspecto.
- Podran gasearte?
- No, sin que tuvieran que lanzar granadas a travs de las ventanas y no creo que se
corran ese riesgo. Por qu tendran que hacerlo? Me tienen bien cogido, y adems, les
gustan los asedios.
- De acuerdo, aguanta, Gardin. Te sacar de ah. Tal vez se lleve algn tiempo; pero lo
conseguir.
- No puedes. No lo intentes. Es...
- No voy a decirte cmo, porque podramos ser descubiertos. Ni exactamente cundo,
aunque lo supiera. Pero aguanta por todos los medios y te sacar de sta.
Crag cerr de un golpe la cajita de maquillaje de Bea y se levant rpidamente.
- Vamos, salgamos de aqu cuanto antes, no vaya a ser que la polica haya detectado
la onda y pretenda echarnos el guante.
En el exterior haba un taxi helicptero y empuj a Bea en su interior, penetrando
seguidamente y dio al conductor la direccin de otro bar. Bea le agarr nerviosamente por
el brazo.
El dinero no estaba all. Crag solt un juramento y estaba comenzando a intentar abrir
el segundo escondrijo cuando son el zumbador y acudi a la llamada.
Bea apareci en el umbral con otras dos personas. Un hombre de pequea estatura de
ojos astutos y vivos y calvo; pero de aspecto duro, y una mujer pequea tambin y
morena, con aspecto de gitana; muy bella, excepto por los ojos, que ms bien parecan
los de un conejo.
Crag les invit a pasar con un gesto impaciente y cerr bien la puerta tras ellos.
- Crag, aqu te presento a Hauser. Dice que nos ayudar a liberar a Gardin; pero su
mujer quiere acompaarnos a toda costa, especialmente si es que pensamos dirigirnos a
cualquier parte despus.
Crag aprob silenciosamente.
- De acuerdo, amigos. Vayan al bar y srvanse un trago a su gusto. Ya estamos casi
listos para salir; an me queda una cosa por hacer.
Tampoco encontr el dinero en el segundo cajetn. Ni en el tercero ni en el cuarto.
Se dirigi al bar.
- Un trabajo para usted - dijo -. Deje la bebida. Tengo dinero, muchsimo dinero,
escondido en cuatro diferentes lugares de esta suite. Ha desaparecido de cuatro sitios al
mismo tiempo. Eso significa que alguien me ha estado vigilando mientras lo esconda. No
es problema de que alguien haya venido a buscarlos; ni un escuadrn de polica lo
hubiera conseguido en semanas. Esto quiere decir que aqu hay algn punto secreto de
observacin en la suite, en algn panel de los que la componen. Aydenme a encontrarlo.
- Probablemente deben ser los espejos - sugiri Hauser -. Estn empotrados en la
pared y no colgando de los muros, como ver. Yo trabaj hace tiempo en un hotel de lujo
y eso es una cosa usual con tal clase de espejos.
Crag estuvo de acuerdo, con un gesto. Haba un espejo en la pared junto al lugar en
que se hallaba precisamente, uno de pequeo tamao.
Tom la botella de woji y la estrell contra el espejo; a travs del agujero se vea un
espacio y un pasadizo ms all. Pero aquel pasadizo resultaba demasiado pequeo para
l. Tom otra botella y se dirigi hacia el living en busca de otro espejo mayor. Lo
encontr y volvi a destrozarlo
Hauser se hallaba tras l.
- Quiere recobrar su dinero? Necesita mi ayuda? Dispongo de un soplete.
Crag se introdujo por el agujero, en donde se hallaba anteriormente la luna del espejo.
- Este es un asunto particular; ya me cuidar de l. Procure que las mujeres se
diviertan y estn distradas. Creo que tenemos trabajo que hacer.
En el interior exista una encrucijada de pasadizos; cada habitacin de su propia suite y
las de todas las dems, tenan un punto de observacin, por lo menos, sirvindose de los
espejos. Especialmente en los dormitorios. Y los pasadizos estaban utilizados; no se
observaba ni una brizna de polvo en el suelo. Probablemente, adems de su uso para
propsitos criminales, tales pasadizos se alquilaran a personas especiales o a individuos
aberrantes que quisieran gozar el placer de observar en secreto desde all. Desde luego,
los que hubieran observado a Crag, se habran decepcionado profundamente.
No as en la suite adyacente. Al pasar por el dormitorio principal, no pudo evitar el
lanzar una mirada al interior del gran lecho a travs de un punto trucado del espejo. All se
encontraban entonces las tres mujeres que le dieron la bienvenida, la morena, la rubia y la
pelirroja. Y por cierto, bastante ocupadas.
Fue pasando por muchos espejos y por un gran nmero de suites, hasta hallar pasillos
que iban a una escalera que conduca a niveles inferiores del edificio. Y por lo que pudo ir
viendo aqu y all, decidi que la clientela del Luxor le gustaba menos que la gerencia.
Pero Crag no estaba ocupado entonces en cuestiones de moralidad, sino en conseguir
recuperar su dinero. Y haba llegado a la conclusin de que la direccin del hotel tena
mucho que ver en la cuestin. Record claramente la mirada que se escap de los ojillos
de Carleton, tras sus ridculas gafas de pinza, cuando sac el enorme fajo de billetes a la
vista, para entregarle un anticipo por la suite. Probablemente, el gerente haba situado
desde aquel momento un botones del establecimiento en el lugar de espionaje, hasta
esperar tranquilamente y ver el sitio en que ocultaba el dinero. El botones pudo haber
tomado parte en el robo, por supuesto; pero se habra considerado feliz si la gerencia le
hubiera dado como recompensa un simple millar de dlares de los cuatrocientos mil
escondidos, y robados.
No sigui investigando lo que suceda en los dems pisos; aquello le hubiera llevado
demasiado tiempo. Sigui descendiendo la escalera interior hasta que comprob que se
hallaba en la planta baja. Y all sigui buscando hasta encontrar un panel transparente;
pero visible desde el interior, aunque cerrado por fuera. Aquello tendra que dar o bien a la
oficina privada o a las habitaciones personales del gerente. Con el mayor cuidado se las
arregl para no hacer ningn ruido con el tirador de la puerta para abrirla silenciosamente.
La puerta daba a la oficina del director, pudiendo ver a Carleton de espaldas a slo una
yarda de distancia. Estaba sentado sobre una mesa lujosamente decorada, huroneando
con un enorme montn de papeles.
Crag entr cerrando tras l el panel. Alarg la mano derecha y la pas por el cuello de
Carleton de forma que pudiera retenerle sin que pudiera proferir el menor grito ni tener la
oportunidad de apretar ningn botn de llamada, mientras agitaba frenticamente las
manos en demanda de auxilio.
Con la mayor calma, Crag le dijo:
- Si no te lo supones ya o reconoces mi voz, te lo dir el propietario de los cuatrocientos
mil dlares desaparecidos. Dnde estn?
Relaj un poco la presin asfixiante que ejerca en el cuello de Carleton para permitirle
hablar entrecortadamente y en susurros. Un temblor convulsivo agit el cuerpo de
Carleton, presa del mayor terror y apunt hacia una puerta de metal con una combinacin
instalada directamente frente a la oficina. Crag afloj an ms la presa, hasta que
Carleton pudo decir:
- Gire a la izquierda 4; despus, 6, 1 y 8.
Crag lo sac de la silla arrastrando y lo tumb a sus pies.
- Vamos. Vendrs conmigo a abrir esa caja. Si hay un circuito de alarma y viene
alguien a ayudarte, morirs al segundo siguiente.
Le arrastr a la fuerza hasta situarlo frente a la caja de seguridad mientras le sostena
con la mano izquierda.
- No lo haga! - rugi Carleton, mientras Crag apret ms la garganta del gerente.
- Una trampa, eh?
- S, es una trampa engaabobos. Moriremos los dos si permanecemos aqu de pie.
Djeme abrirla.
Crag se lo permiti. Adems de cajas y sacos con valores haba diversas cajitas con
dinero en el interior del cofre de seguridad.
- Cul? - pregunt Crag.
El gerente apunt con una mano temblorosa a una de ellas.
- Esa de ah, es ma. Las dems, son del dinero del hotel.
Crag le apret ms el cuello.
- Vamos, cgelas! Llvalas a la mesa y brelas all.
Esper hasta que fue abierta la segunda caja y el contenido vaciado. Despus, con
cierta suavidad, golpe la cabeza de Carleton con su mano metlica.
Le hubiera gustado golpearle ms fuerte; pero no era preciso matarlo por aquello, pues
habra resultado del todo innecesario. Dej caer a Carleton en su silln, le desgarr parte
de sus ropas y con ellas le amarr convenientemente al silln.
Tom los billetes mayores de ambas cajas, que no se preocup de contar, ya que
obviamente haba mayor cantidad de los cuatrocientos mil dlares que le haban sido
Dos horas ms tarde, tom contacto con el suelo arenoso del desierto de Nueva Libia.
Apunt a la luz incierta de las lunas de Marte y hacia una gran duna de arena.
- Ah est la nave. Hauser, saque las palas que hay ah detrs. Vamos, al trabajo.
- Palas? - En las palabras de Hauser se denotaba el horror -. Nos llevar meses el
tener que descombrar semejante cantidad de arena.
- Por qu no vamos a buscar un bulldozer arenero?
- En esa forma lo enterr. Pero se llevara muchas horas conseguirlo de nuevo.
Adems, no tenemos necesidad de desenterrarlo entero; todo lo que tenemos que hacer
es abrir un hueco hasta la escotilla de entrada, que se halla situada en el centro. Una vez
pueda entrar en la nave, puedo moverla con el dispositivo antigravitatorio y la mayor parte
de la arena que la cubre se deslizar por s sola, pudiendo salir con ella.
Todos comenzaron a palear arena, segn las instrucciones de Crag. Crag trabajaba
como un condenado, haciendo que Hauser hiciera lo mismo. El pobre Hauser tuvo que
descansar de la fatiga de tanto en tanto. Las dos mujeres se turnaban trabajando con la
tercera pala. Crag no supo que vendran dos personas con Bea, pues de haberlo sabido
habra comprado cuatro herramientas en lugar de tres.
Hauser bufaba de fatiga.
- Dios mo, Crag - protest -. Esto se llevar horas enteras. No has trado alguna
comida? Estoy hambriento.
- Entonces cave con mayor rapidez - le recomend Crag -. En la nave hay comida en
abundancia. A propsito, Hauser, sabe usted pilotar uno de estos aparatos?
Hauser se limpi el sudor de la frente y despus sacudi la cabeza negativamente.
- Gardin s que sabe. Dnde iremos despus con ella? A Venus?
- Lo decidiremos cuando tengamos a Gardin con nosotros.
Incluso con las tres palas trabajando sin cesar, era un trabajo duro, pesado y de mucho
ms tiempo del que Crag haba calculado. Lleg el amanecer por fin, cuando finalmente
pudieron descubrir el portillo de entrada de la nave y pasar al interior. Bea haba hablado
con Gardin; pero Crag se lo prohibi, ya que el peligro de que la polica les localizara era
demasiado grande.
Una vez en el interior de la nave, fue para Crag un duro trabajo, tambin ms serio de
lo que pudo haber previsto, el desembarazarse de la tumba de arena con el uso de los
antigravs. Lentamente, la nave fue sacudindose de la montaa de arena que la envolva
por todas partes y se fue moviendo pulgada a pulgada, hasta verse finalmente libre,
despegando en la aurora del nuevo da marciano.
La condujo sin demasiada velocidad hacia Marte City, dada la poca altura a que
viajaba; por lo que el regreso le llev casi una hora. En el regreso,
Hauser y las dos mujeres comieron a sus anchas de la despensa de la nave; pero se
abstuvieron de beber nada por la rgida prohibicin impuesta por Crag, quien, por si
acaso, se qued con la llave de las bebidas. Nadie se tomara ningn trago hasta haber
concluido la faena.
Crag les llam desde el panel de control y les despert del pesado sueo en que
haban cado tras la comida, a pocos minutos ya para llegar a Marte City.
Entonces le orden a Bea que se pusiera en contacto con Gardin por el diminuto
transmisor, y que le advirtiera que estuviera dispuesto hacia la parte central de la cara
norte del edificio.
La operacin se produjo con una precisin de reloj. Debido a la enorme habilidad de
Crag en el manejo de aquellas naves, coloc el aparato en la exacta posicin y el rescate
result tan fcil, tras la dura faena emprendida para desenterrarlo, que la cosa result casi
una broma. Desde el suelo, desde las ventanas y los tejados de los edificios circundantes,
as como desde los helicpteros en vuelo permanente, la polica hizo un fuego rabioso
con todas las armas disponibles. Pero los disparos, que podan haber fundido a un
aerocar en cosa de minutos, apenas si recalentaron el slido casco de la estructura
exterior de la nave del espacio. Y en el instante en que Gardin estuvo dentro y la escotilla
cerrada a presin, Crag sali como una centella hacia el cielo, dispuso la ruta conveniente
y puso en marcha el piloto automtico.
- Bien, ya estamos seguros - dijo -. Pondrn otras naves en nuestra persecucin dentro
de algunos minutos; pero no nos echarn el guante.
- Ests seguro?
- S. No podremos contestar al fuego que nos hagan, porque esta nave no tiene
armamento; pero precisamente por eso es mucho ms rpida que cualquiera de su tipo.
- Bien y a dnde vamos? - pregunt Gardin -. Tendrn que rastrear nuestra ruta, no
podremos aterrizar en Marte sin que lo sepan. En Venus, tal vez?
- En Cragon.
- Cragon! Nadie puede aterrizar en Cragon. Ni an disponiendo de toda la Flota de
Marte.
Crag le hizo un guio alegre.
- Amiguito, por esa razn estaremos all en completa seguridad.
XII
Se produjo una discusin, a pesar de haberlo explicado convenientemente todo. Pero
todos ellos, especialmente las dos mujeres, al principio creyeron que ir a Venus sera la
mejor idea.
Ir a un planeta nuevo, primitivo, argumentaban, no era la civilizacin. En Venus todos
viviran como ricos. Gardin se haba llevado con l un saco entero de joyas fabulosas al
ser rescatado; haba tenido todo el tiempo a su disposicin para hacerlo, mientras estuvo
asediado por la polica. Su valor era incalculable; pero poda estimarse como muy bajo en
ms de un milln de dlares, incluso vendidas las joyas a bajo precio. Gardin insista en
partir con los dems el valor, por deberles la vida y el rescate.
Era cierto que resultaba peligroso tambin tomar tierra en Venus; deberan, en todo
caso, tomar contacto en algn lugar remoto del planeta y esconder la nave, al igual que
Crag haba hecho en los desiertos de Marte. Pero una vez en cualquiera de sus ciudades
y cobrado en efectivo el importe de las joyas, podran considerarse a salvo y en
seguridad. Incluso si eran identificados, eran lo suficientemente ricos para adquirir la
inmunidad de la extradicin valindose del dinero, quedndoles todava una gran fortuna.
- Para qu servirn las joyas en Cragon? - dese saber Bea.
- Puedes ponrtelas - le repuso Crag -. Sers as la mujer mejor enjoyada de todo el
planeta.
Crag fue venciendo poco a poco. El primero en estar de acuerdo con l fue Gardin,
despus Hauser y finalmente las mujeres asintieron igualmente.
Dos das ms tarde se hallaban en las cercanas de Cragon. Crag tom los controles.
Sus compaeros se lo rogaron, recordando lo sucedido a los que antes quisieron
aproximarse al extrao planeta y a su atmsfera. Crag fue descendiendo lentamente,
dispuesto a salir nuevamente hacia atrs en cuanto apareciese la menor seal de fatiga
en la respiracin. Pero nadie la tuvo y as lleg hasta tomar contacto con el fantstico
nuevo mundo de una forma perfecta y suave.
En el momento de hacerlo, una voz son en el interior de su mente: Bienvenido,
Crag.
Este, repuso mentalmente, y no en voz alta. Mir rpidamente a sus tres compaeros
de aventuras para ver si alguien ms hubiese recibido semejante teleptico; pero ninguno
lo haba recibido.
Crag abri la escotilla, sin molestarse en las comprobaciones de la atmsfera. Saba
que sera lo ms parecida a la de la Tierra y, en efecto, lo era. Era algo ntido, limpio y
fresco, que haca respirar y henchir los pulmones de un aire de delicia, sin el menor
esfuerzo. Los dems se le aproximaron.
- Bien, ya estamos aqu - dijo Gardin -. Y ahora, qu?
- Echaremos un trago - sugiri Bea -. Beberemos muchos tragos para celebrarlo.
Crag vacil; pero a poco tendi a Bea la llave de la despensa de los licores.
- De acuerdo - dijo -. Sacadlas y lo celebraremos.
Bea se introdujo en el interior de la nave y volvi a salir rpidamente con una botella de
woji abierta. Pareca disgustada.
- Buen asunto, con la provisin de botellas - dijo -. Qu iremos a hacer cuanto esto se
termine? Slo quedan dos botellas por cabeza.
- Lo haremos sin eso - repuso Crag -. Ya nos las arreglaremos para hacer un buen
mosto con las uvas silvestres.
- Maldita sea! - refunfu Bea -. Si lo sabas cuando salimos de Marte por qu no
trajimos una buena provisin? Tras haber rescatado a Gardin, pudimos haber adquirido
cuanto nos hubiera apetecido en cualquier estacin de repostado... bien; al menos,
habernos trado licor en cantidad para haber tirado una temporada.
Crag se encogi de hombros. De todas formas, pese a cuanto hubieran podido llevar
en la nave, no sera para aos enteros, para toda una vida; por tanto, cuanto ms pronto
comenzaran a desenvolverse por sus propios medios, tanto mejor. De la botella que le
acercaron, apenas si tom un pequeo sorbo. Estaba mucho ms interesado por el
momento en mirar a su alrededor en aquel nuevo mundo. Tom de nuevo la nave y la
llev suavemente cerca de una corriente de agua tranquila, lmpida y sinuosa de sus
proximidades. No tena la menor duda de que fuese perfectamente potable y fresca. Una
falda cubierta de verdor, bajaba suavemente hasta el riachuelo. Ms all del ro, haba un
bosque tupido, con muchos de los rboles de aspecto familiar y otros, totalmente
desconocidos. Pero tampoco tuvo la menor duda de que deberan encontrar cosas
comestibles, buenas cosas. Todo cuanto necesitaran. Carne? Como si alguien se
hubiera preocupado de responder a su pregunta, aunque saba que aquella mente amiga
y extraa no quera invadir sus pensamientos, oy a cierta distancia el grito de algn
extrao animal. Y en la corriente, un magnfico pez dio un salto sobre las aguas. S, all
haba de todo cuanto pudieran necesitar. Probablemente, tambin habra sus peligros.
Era casi seguro que existiran fieras cazadoras, as como muchas especies para ser
cazadas. As era mucho mejor. Nada de lo que es fcil produce alegra; la leccin se la
haba aprendido Crag muy bien en su experiencia de la vida, y especialmente en el Luxor.
Otra botella lleg a sus manos y Crag comprob que era una nueva. De nuevo tom un
sorbo y pronto la pas a otra mano. Despus se dirigi a Bea.
- Dame la llave. Por hoy hay bastante. Tenemos que trabajar.
- Trabajar? Ya? Acabamos de llegar, hijo. Quieres decir que no vamos a celebrarlo
en debida forma?
Crag vacil y despus se encogi de hombros. Por qu no? Haban aterrizado en la
parte iluminada, aunque prximo a la zona del crepsculo; pronto llegara la noche. Mejor
sera continuar la pequea fiesta. Maana sera otro da para comenzar a planear los
trabajos preliminares de su adaptacin a aquel nuevo mundo. Adems, los cinco eran
buenos bebedores, que pronto daran cuenta de todas las botellas almacenadas en la
nave. Por qu no bebrselas todas? As pronto se las quitaran de encima. Cuanto
antes, mejor.
- De acuerdo - convino Crag -. Haremos nuestra pequea fiesta. Pero primero vayamos
a recoger una buena provisin de lea para el fuego. En la nave estamos demasiado
apiados; ya hemos tenido bastante.
- Pero por qu encender una hoguera? - quiso saber Hauser -. No hace fro.
- Lo har, probablemente cuando caiga la noche y entonces ser demasiado tarde para
buscar la lea. Adems... - y Crag seal hacia el bosque a travs del riachuelo -, no
sabemos nada de lo que pueda surgir de esa selva al anochecer. Si surge algo, mejor
ser que estemos en condiciones de verlo.
- Qu te hace pensar que puede haber algn peligro de noche, Crag? Segn t
mismo, este... bien, este extrao ser hizo este mundo para complacerte. Por qu tendra
que poner nada que pudiera hacerte dao?
- Porque l me conoce bien y lo hizo en esa forma, justamente para complacerme.
Nada de un mundo donde todo sean corderos sin ningn len. No te gustara a ti en
igual forma, Gardin?
Gardin hizo una mueca.
- Tal vez, no; pero tampoco me gusta que todo sea agua sin ningn woji. Bien, no creo
que tengamos que preocuparnos demasiado. A lo mejor hay por aqu cerca algn chorrito
de lquido que tenga woji. Est bien, camaradas, vayamos en busca de la lea.
Encontraron con facilidad buenos brazados de palos para la hoguera. Crag dej a
Hauser de guardia con una pistola de rayos calorferos en la mano, bien alerta, montando
vigilancia mientras que los dems se dedicaban a la faena de proveerse de combustible
vegetal. Pasada una hora, casi a punto de ponerse el sol ya haban recogido la suficiente
lea como para sostener una hoguera de regular tamao toda la noche al aire libre.
Transcurrida otra hora, tuvieron que admitir que la precaucin no haba sido en vano;
en caso contrario, sin el calor del fuego habran pasado fro, y se tendran que haber visto
forzados a volver a los estrechos lmites de la nave. Bebieron un poco y despus trajeron
alimentos del J-14, comenzando entre comida y copas, la pequea fiesta proyectada para
celebrar su llegada a aquel maravilloso nuevo mundo. Acabaron bebiendo en fuerte.
Todos, menos Crag. Durante un rato bebi al par de los dems; pero despus fue
aflojando. Se dijo a s mismo que era preciso que uno entre ellos debera permanecer
sobrio para estar seguro de que el fuego continuara encendido toda la noche, y para
guardar a los dems. Pero tambin estaba el hecho de que cada vez deseaba menos
beber, cosa que nunca le haba ocurrido. En realidad, nunca le haba gustado el sabor de
los licores; beba por sus efectos, por evasin. Pero all...
A medianoche - Cragon tena un perodo de rotacin de noche y da casi exactamente
igual al de la Tierra -, todo el licor haba terminado y los dems estaban completamente
borrachos. El fro haba apretado y Crag tuvo que echrselos a la espalda uno a uno y
acostarlos en los estrechos lmites de las pequeas cabinas del J-14.
Despus, volvi a salir al aire libre, aviv la fogata y permaneci despierto. Y solo. No
se atreva a dormirse y no lo hizo. Pudo haberse quedado, desde luego, en la seguridad
del interior de la nave con las escotillas cerradas, pero no deseaba en absoluto confinarse
al interior de la nave, aparte de que poda permanecer despierto das enteros, como de
hecho ya lo haba experimentado muchas veces.
Por la maana, tras la salida del sol ms bella que jams contemplaron sus ojos, se
hallaba un poco cansado. Pero estaba en mejores condiciones que los otros cuando
salieron de la nave y llegaron a su encuentro. Gardin admiti que tena una mala resaca
en el estmago; los otros no lo expresaron; pero tenan la apariencia de sufrirla.
Aparecan de mal humor tras el desayuno.
- Bien, jefe - pregunt Bea -. Qu rdenes tienes hoy para nosotros? O tenemos que
votar? Esta es una democracia o ser una dictadura contigo como amo absoluto?
- Votaremos, si queris - repuso Crag condescendiente -. Pero se vote o no, hay ciertas
cosas que tenemos que hacer todos. Necesitamos un lugar para vivir. La nave es
demasiado pequea y hay demasiado poco espacio para cinco personas que vivan dentro
de ella. Ya resulta excesivamente pequea para cuatro. Tenemos que comenzar por erigir
pequeas cabaas con adobes al principio; despus, con ms tiempo, podramos
construir habitaciones ms completas y decentes.
- Qu son adobes? - quiso saber Hauser.
Crag les habl sobre la arcilla y sugiri que fueran con l a seguir haciendo ms
ladrillos. Pero Bea le mir desafiante.
- Ya hemos hablado sobre eso, Crag. Nosotras no queremos otras habitaciones
diferentes, Crag; nada de chozas de barro, de ningn modo. Deseamos seguir durmiendo
en la nave. T eres el nico que deseas una casa particular, as por qu tendramos que
ayudarte?
Crag dej escapar un suspiro; pero decidi no discutir. Si las mujeres se colocaban en
una situacin recalcitrante, era cosa de sus respectivos maridos el llamarlas al orden, y l
no debera mezclarse en sus problemas domsticos. Ms pronto o ms tarde, ya se
cansaran de los estrechos recintos de la nave y cambiaran de opinin. Y cuando el
suministro de alimentos se terminara, las mujeres comprenderan que sera mucha mejor
ayudar en los quehaceres de la nueva situacin.
Se volvi al depsito de arcilla y continu fabricando ladrillos.
Hauser no volvi a pescar nada ms durante el da. Gardin volvi del bosque con un
animal parecido a un conejo. Pareca decepcionado.
- Vi diversos animales igual a ste; pero desperdici la mayor parte de los tiros. Santo
Dios, qu rpidos son estos animalejos!
Dijo que haba visto un animal mucho ms grande; pero a gran distancia como para
apreciar de qu tipo era y que le result imposible aproximarse para haber intentado un
disparo.
- Supongo que soy mejor cazador de ciudad que de campo - admiti -. Puedo seguir a
un hombre en la ciudad durante das sin perderle la pista; pero con los animales
silvestres... en fin, creo que esto no es mi especialidad. Qu habis hecho el resto de
vosotros?
Slo le contestaron las miradas de Hauser y de las dos mujeres.
Crag sacudi la cabeza lentamente.
- Gardin, creo que comet un error. Si no os gusta estar aqu, si comprendis que sta
no es vida para vosotros, es algo que imagin equivocadamente. Queris todava
marchaos a Venus y tomar all alguna oportunidad?
- Quererlo? Crag, tal vez yo pudiera obligar a Bea a quedarse, si puede soportarlo;
pero slo tengo que mirarla para ver su respuesta. S, deseamos ir a Venus. Cambiara
gustosamente un milln de dlares que tengo en joyas por el suficiente combustible que
nos llevara a Venus.
- Puedes guardarte esas joyas - repuso Crag -. El tanque no est casi vaco como te
crees; hay lo suficiente para llegar a Venus. Hice un pequeo truco en el calibrador en
ruta hacia aqu, una vez mientras todos estabais durmiendo. Quera dar a todos vosotros
una oportunidad en Cragon, y deseaba que nos hubiramos quedado aqu, pensando que
sera por vuestro bien. Tomad la nave y marchaos cuando gustis.
Las mujeres se haban incorporado sbitamente. Hauser no sala de su asombro. Crag
afirm nuevamente con la cabeza.
- Llevaos la nave. Slo desembarcad los suministros que no vayis a necesitar en el
viaje, as como las herramientas y utensilios y todas las armas y municiones que puedan
hacerme falta, quedndoos con un arma individual por cabeza. Adems, podis llevaros
esto. - Y alarg a Gardin un enorme fajo de billetes, el dinero que haba extrado de las
dos cajas de la caja de seguridad del Luxor.
- Qu es esto? - pregunt Gardin, tomndolo.
- Nunca lo cont - repuso Crag -. Pero tiene que haber sobre medio milln de dlares...
de papel mojado e intil. Aqu es un papel mojado; as es mejor que os lo llevis. Y ahora,
marchaos cuanto antes.
Gardin pareci algo embrollado y confuso, casi sintiendo repugnancia de dejar all a
Crag; pero los otros se dieron prisa, probablemente pensando que Crag no pudiese
cambiar de opinin.
Una hora ms tarde, de pie junto a una lona que cubra una pila de suministros, que
representaba todo lo que la nave poda dejarle en Cragon, observ cmo partan para
Venus.
Sinti un cierto vaco en su interior; pero sin que significara la alegra o la desgracia.
Aquello se haba producido, porque tena que producirse as.
Aquel era su mundo y all se quedara hasta que muriera o le mataran. Estara solitario,
con seguridad; pero ya estaba acostumbrado a sentirse y estar solo. Y aquello, de todos
modos, era infinitamente mejor que las cinagas de corrupcin que la Tierra, Marte y
Venus haban llegado a ser. Era, y sera su mundo. Durante el tiempo que el ente extrao
creador de aquel planeta haba estado en la mente de Crag, aprendi lo suficiente como
para construirlo de forma que encajase perfectamente a la mentalidad de Crag.
Se estaba oscureciendo mientras observaba la lucecita de la nave desaparecer para
siempre, seguramente, en el cielo; demasiado tarde ya para seguir construyendo ms
ladrillos. Era casi la hora de encender el fuego. Se dirigi hacia el montn de lea que las
mujeres haban reunido.
Pero apenas si haba dado dos pasos, cuando la voz del ser creador de su mundo,
habl en su mente.
- Hiciste bien, Crag. Como t mismo, ellos fueron rebeldes contra una mala sociedad.
Pero la rebelin les ha hecho decadentes, ms bien que formarles un carcter. Lo supe
cuando contact sus mentes y saba que no podran quedarse.
- Tuve que haberlo imaginado por m mismo - dijo Crag, en respuesta -. Excepto
Gardin... pens que podra conseguirlo.
- Estuvo muy cerca de hacerlo. Lo podra haber hecho, de no estar debilitado al tener
la esposa que no le corresponde.
Crag se puso a rer.
- Es que hay en alguna parte del Universo una esposa de verdad?
- Tu subconsciente sabe ahora que s existe, Crag. Una, y nicamente una para ti.
Crag sinti rabia en su interior.
- Entonces te atreviste a...
- No olvides, Crag, lo que ocurri cuando te volv a la vida, tras haber muerto en el
asteroide, antes de que yo supiera que te resentas de que invadiese privadamente tus
pensamientos. Te dije que nunca entrara en tu mente de nuevo y no lo he hecho. Yo
pude poner mi voz en tu interior; pero lo que he recibido de tu mente es slo lo que has
hablado en voz alta o lo que deliberadamente has proyectado hacia m como un
pensamiento. Esa es la forma en que he ido sabiendo de ti; pero ahora creo que todo ha
cambiado.
Crag no repuso y la voz continu:
- Recuerdas lo que le ocurri a Judeth, Crag? El desintegrador, s. Pero antes de
que ocurriera, yo haba estudiado su mente y su cuerpo; ella era la primera de los tres que
estudi cuando estabais en el asteroide. La estudi y procur no olvidar la situacin de
cada molcula y de cada tomo de su estructura orgnica. Y esos tomos, tras la
desintegracin de su cuerpo, continuaban all todava. No fue difcil segregarlos y
preservarlos en seguridad aparte.
- Para qu? - pregunt Crag -. Ella est muerta!
- T tambin lo estabas, Crag. Qu es la muerte? Deberas saberlo ya por ti mismo.
Pero la salv a ella, pensando en ti. Hasta que estuvieras dispuesto, hasta que vinieras a
m, como yo saba que un da u otro lo haras. Fue cosa relativamente fcil restaurar la
vida en tu cuerpo y relativamente difcil reemplazar los tomos y molculas de...
- Pudiste hacerlo? Ests seguro?
- Pues claro que s. Ahora, ella est en camino hacia ti; no tienes ms que volverte
para verla.