Brown, Fredric - Vagabundo Del Espacio

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VAGABUNDO

DEL ESPACIO

Fredric Brown

Titulo original: Rogue In Space


Traduccin: Francisco Cazorla Olmo
1957 By Fredric Brown
1966 E.D.H.A.S.A.
Av. Infanta Carlota, 129. Barcelona
Edicin electrnica de Norma, Gustavo y Ramiro
Mxico, 2002
R6 05/02

I
No se le poda llamar por ningn nombre, porque no tena nombre. Ni siquiera conoca
el significado de nombre, o de cualquier otra palabra. No tena lenguaje, puesto que jams
haba estado en contacto con cualquier otro ser viviente en los miles de millones de aosluz de espacio que haba atravesado desde las lejanas profundidades de la Galaxia, y en
el incontable espacio de tiempo que duraba su viaje csmico. Todo cuanto saba o haba
sabido siempre, era que constitua el nico ser viviente en el Universo.
No haba nacido, puesto que no haba otro igual a l. Era un trozo de roca poco mayor
de una milla de dimetro, flotando libre en el espacio. Existen miradas de tales pequeos
mundos; pero todos son materia muerta, inanimada. Pero l tena conciencia, era una
entidad. Una combinacin accidental de tomos en molculas haban hecho de l un ser
viviente. Para nuestro conocimiento presente, tal accidente ha ocurrido solamente dos
veces en el infinito y en la eternidad; el otro ocurri en la materia primigenia de la Tierra,
cuando los tomos de carbono formaron la vida sensible que se multiplic y evolucion
despus.
Las esporas de la Tierra, se trasladaron a travs del espacio y sembraron la vida en
dos planetas prximos, Marte y Venus y cuando un milln de aos ms tarde el hombre
puso los pies en esos planetas, encontr en ellos una vida vegetal; pero tal vida vegetal,
aunque haba evolucionado de forma completamente diferente de la de la Tierra, tal y
como el hombre la conoca, se haba originado, no obstante, en el planeta madre. En
ninguna parte, excepto en la Tierra se haba originado la Vida para evolucionar y
multiplicarse.
La entidad procedente de las lejanas csmicas de la Galaxia no se multiplic.
Permaneci como una entidad solitaria y nica. Ni evolucion, excepto en el sentido de
que su conocimiento y su conciencia comprensiva evolucionaron aumentando tales
facultades. Sin rganos sensoriales, aprendi a comprender sus principios y su mecnica
y cmo hacer uso de ellos para moverse en el espacio libremente y a hacer muchas otras
cosas.
Podra llamrsele una roca pensante, un planetoide sensitivo... O igualmente un
trnsfuga, en el sentido biolgico de la palabra; y que en realidad era una variacin
artificial de la materia.
Podra ser llamado, en fin, un vagabundo del Espacio.
Deambulaba por el espacio sin fronteras; pero no buscando otra clase de vida, otra
conciencia, ya que desde siempre haba asumido la certeza de que ninguna otra exista.
Y no se crea solo, ya que careca del concepto de la soledad...
Tambin ignoraba los conceptos del bien y del mal, ya que un ser solitario no puede
conocer ni lo uno ni lo otro; la Moral, surge de una actitud hacia los dems. Careca
tambin del concepto de emocin, poseyendo solamente un constante deseo de
incrementar su conciencia y su conocimiento, y que podra denominarse curiosidad. En tal
caso, s que poda atribursele un estado emotivo.
Y sbitamente, tras centenares de millones de aos, aunque jams joven ni viejo, se
encontr aproximndose a un pequeo Sol amarillo con nueve planetas girando a su
alrededor en rbitas elpticas.
Tal y como existen muchsimos otros en el Universo sin lmites.
II
Le podramos llamar Crag, puesto que era el nombre que usaba y le vendr muy bien
como nombre. Era un ladrn y un criminal asesino. Una vez, fue un hombre del espacio,

de cuyo recuerdo le qued una mano de metal. Eso y el gusto por los licores exticos,
adems de una horrible aversin por cualquier clase de trabajo, podra resumir fcilmente
el retrato somero de nuestro personaje.
El trabajo habra sido una cosa ftil para l en cualquier caso; habra trabajado quizs
una semana en cualquier faena criminal slo para pagarse una francachela o cualquier
licor que de por s hiciera la vida digna de vivirse. Saba distinguir perfectamente el bien
del mal; pero no le preocupaba ninguno de ambos conceptos, ni en el valor de un grano
de arena de los desiertos de Marte. Tampoco se senta solitario; porque se haba hecho a
s mismo autosuficiente como para aborrecer al resto del gnero humano.
Especialmente ahora, que le tenan bien sujeto. De todos los lugares, all en
Alburquerque, el centro de la Federacin, era seguramente el ms difcil de cuantos
existan para dar cualquier golpe, en los cinco planetas conocidos. Alburquerque, donde la
justicia era ms deshonesta que el crimen, era un lugar donde un criminal no tendra la
menor oportunidad de realizar cualquier trabajo, a menos que no formase parte de la
mquina. Los que realizaban trabajos, por su cuenta, independientemente, eran
indeseables y duraban poco tiempo. Nunca debi haber ido all; pero haba sido tentado
para hacerlo como cosa segura y haba aceptado aquella oportunidad. Despus supo que
el elemento que le indujo a venir a Alburquerque formaba parte de la maquinaria en
accin y que el seuelo que le tendieron fue para atarle y encadenarle a la ciudad. No
haba tenido tiempo an de entrar en posesin del trabajo que le haban ofrecido - si es
que tal trabajo exista - y era posible que slo existiese en la imaginacin del agente
secreto que le tendi el lazo. Le fueron a recoger al aeropuerto. Le encontraron en el
bolsillo casi una onza de neftn, escondida en el doble fondo de un paquete de cigarrillos.
Los cigarrillos fueron entregados por un vendedor comunicativo y hablador que haba
tomado asiento junto a l en el avin, como una muestra gratuita de una nueva marca que
su Compaa estaba introduciendo en el mercado. El neftn era un mal asunto, la
posesin de la droga, incluso habiendo sido adquirida, constitua una gravsima ofensa a
la ley. Haba sido una jugarreta y ahora le tenan bien cogido de pies y manos.
Slo quedaba pendiente un detalle; el de si ira a cumplir una condena de veinte aos a
la colonia penal de Calisto, o le enviaban al psicgrafo.
Permaneca sentado en el catre de su celda, tratando de imaginar qu le ocurrira.
Exista entre ambas cosas una gran diferencia. La vida en el penal, a fin de cuentas, era
mejor que estar muerto, y siempre exista la posibilidad de evadirse. Pero la idea de ser
llevado al psicgrafo, le resultaba espantosa e intolerable. Decidi que se suicidara antes
de que le condujesen al endemoniado aparato, o tratara por todos los medios de escapar
para que le matasen en el intento.
En fin de cuentas, la muerte era algo con. lo que un hombre de valor puede encararse y
soltarle una carcajada en sus mismas fauces. Pero frente al psicgrafo, no. No, en la
forma en que Crag lo consideraba. La silla elctrica de unos cuantos siglos atrs, se
limitaba sencillamente a matar a un hombre instantneamente; pero el psicgrafo era algo
mucho ms horrible. El aparato, ajustaba a su vctima, a menos que no se volviera loca.
Estadsticamente, una vez de cada diez, produca la locura total y por tal razn se usaba
slo en raras ocasiones, ya que los crmenes castigados con la pena de muerte haban
quedado atrs en los das en que exista la pena capital. Pero incluso para los delitos que
incluan la posesin del neftn no era obligatorio; el juez escoga entre el psicgrafo o la
otra alternativa de sentenciar al acusado a veinte aos en la colonia penal de Calisto.
Crag tembl ante la idea de ser enviado al psicgrafo, puesto que, habiendo sido
perfeccionado y an contando con la posibilidad de eliminar la locura, tal pena podra ser
aplicada a los delitos de menor cuanta como el que haba cometido.
Cuando el psicgrafo funcionaba bien, converta en normal al condenado. Le devolva a
su estado normal, al remover de su mente descubrindolos, todos los recuerdos y

experiencias que pudieran haberle conducido a la aberracin y al delito. Todos los


recuerdos y experiencias, tanto los buenos como los malos.
Tras pasar por el psicgrafo, el condenado comenzaba una vida nueva a partir de la
nada, prcticamente, en cuanto concerna a su personalidad. El sujeto recordaba sus
facultades y habilidades, saba cmo expresarse y alimentarse o cmo ejecutar cualquier
trabajo o habilidad personal.
Pero no recordaba su nombre, ni an repitindoselo mil veces. A Crag no le hubiese
sido posible recordar ni la poca en que estuvo en Venus torturado durante tres das y
dos noches, antes de que el resto de la tripulacin le recogiese del poder de los vegetales
animados, a quienes disgustaba la carne y especialmente la del cuerpo humano. Ni
recordara la poca en que fue hombre del espacio, o la ocasin en que permaneci
nueve das sin agua. No le hubiera sido posible recordar nada de cuanto le hubiese
podido suceder en su vida anterior.
Se recomenzaba a vivir a partir de una piltrafa, como una persona diferente.
Y as, Crag, que poda enfrentarse con la muerte como tantas veces lo haba hecho, no
poda concebir el horror de andar vagabundeando, animado slo por el espectro que
aquella mquina infernal hubiera dejado de su persona, manejada por un extrao, a quien
sin conocer, ya odiaba con todas sus fuerzas; con el cuerpo que le hubiera dejado aquel
extrao y pensando en cosas en las que l, Crag, jams hubiera podido pensar.
Saba que podra hacerlo; pero no era cosa fcil; el arma que llevaba en su propio
cuerpo estaba muy bien adaptada para matar a los dems, ms bien que para suicidarse.
Era preciso tener un valor extraordinario para matarse a s mismo con una porra.
Incluso siendo tan eficiente como la mano izquierda de metal que Crag portaba en su
organismo. Mirndose a tal mano, recordaba que nadie poda jams imaginar que pesara
doce libras en lugar de varias orzas. Puesto que el metal de que estaba compuesta, tena
la misma coloracin que la carne viviente, era preciso mirarla muy de cerca para darse
cuenta de que se trataba de una mano artificial. Si cualquiera lo adverta, ya que la
fabricacin de miembros artificiales hechos de duraloy, se conoca desde ms de un siglo,
cualquiera podra suponer que la mano de Crag tambin estuviera fabricada de aquel
metal. El duraloy era solamente una fraccin del peso del magnesio y no mucho ms
pesado que una madera corriente.
Pero la mano de Crag, era de duraloy en el exterior; pero estaba reforzada con plomo y
acero interiormente. Era una mano con la que no se poda enfrentar cualquiera para
recibir una bofetada, ni de la forma ms suave posible. Pero una larga prctica haba
dotado a Crag de la facultad de emplearla como si en realidad pesara las tres o cuatro
onzas que cualquiera pudiese esperar como peso real de un miembro semejante.
Tampoco poda esperarse que su mano pudiera ser desarticulada, ya que todas las
manos artificiales como la suya, al igual que los pies y piernas estaban quirrgicamente
bien adaptadas permanentemente al cuerpo de sus portadores. Era la causa por la que a
nadie se le ocurri quitrsela al entrar en la crcel. Un cirujano que viva como renegado
de la sociedad en Ro, se la haba arreglado as en parte, ya que el miembro haba sido
fabricado por el mismo Crag, habindosela unido con todos sus tendones y msculos y
nervios hasta formar parte integrante de su propio organismo. Las reacciones voluntarias
funcionaban a la perfeccin y as, la mano de Crag, era la ms temible de las armas. Un
puetazo bastaba para destruir a cualquier enemigo a su alcance.
Y era la nica arma que Crag llevaba consigo.
Desde la rejilla del techa de la celda una voz le advirti:
- Su juicio se ha anunciado para las catorce horas. O sea, de aqu a diez minutos. Est
dispuesto. Crag mir hacia la rejilla y contest con una atrocidad. Pero como la mirilla
enrejada tena comunicacin en un solo sentido, nadie la oy.
Crag se aproxim hacia la ventana y permaneci en pie mirando hacia la enorme
extensin de la ciudad de Alburquerque, la tercera gran ciudad del sistema solar y la

segunda en importancia de la Tierra. Corriendo diagonalmente a lo largo del sudoeste,


pudo apreciar la brillante pista del gigantesco espaciopuerto durante varias millas de
distancia.
La ventana no estaba enrejada, sino simplemente encristalada con una dursima
sustancia plstica. Podra seguramente destruirla en parte con la mano izquierda; pero
hubiera necesitado estar dotado de un par de alas para poder escapar por all. Su celda
se hallaba en el piso superior de un enorme edificio judicial de la Federacin, de treinta
plantas de altura.
La pared era una superficie totalmente plana al exterior, en toda su extensin hasta el
piso de la calle, sin nada donde poder asirse. Slo cabra el suicidarse desde all; pero el
suicidio poda esperar, mientras existiese la menor oportunidad de poder ir a la colonia
penal, en vez de al psicgrafo.
Crag odiaba aquella ciudad corrompida, peor en su forma que Marte City, la ciudad del
vicio del sistema solar. Alburquerque no era un lupanar precisamente; pero constitua el
centro de las intrigas entre los Gremios y la alta clase dirigente. La poltica se revolcaba
literalmente sobre un campo de estircol, y todo el mundo, excepto los jefes importantes,
caan en medio, sin importar a qu partido ayudaban incluso tratando de ser neutrales en
poltica.
La voz procedente del techo anunci nuevamente:
- Ahora tiene la puerta abierta. Contine corredor adelante, donde se encontrar al final
a los guardias que le escoltarn hasta el tribunal.
A travs del panel plstico de la ventana, Crag capt la lejana visin, como un destello
plateado, de una espacionave que se aproximaba a la ciudad, pudiendo or ligeramente
en la distancia el potente zumbar de sus reactores. Aguard unos segundos hasta que
estuvo fuera de su vista.
No poda continuar esperando por ms tiempo tampoco, ya que saba de cierta forma,
que aquella orden era como una prueba. Poda haber esperado en la celda y forzar a los
guardias a venir a buscarle; pero si lo haca as, y particularmente si resista cuando
llegasen, tal postura de resistencia sera debidamente cargada en su contra y sera
tomada en consideracin cuando se pronunciase la sentencia. Aquello tal vez pudiera
significar la diferencia entre Calisto y el psicgrafo.
Abri la puerta de la celda, ya sin el cerrojo y sali al corredor que recorri a todo lo
largo; era por otra parte la nica direccin posible a seguir. A un centenar de yardas le
esperaban dos guardias uniformados de verde. Iban armados con pistolas de rayos
calorferos y aguardaban a pie firme su llegada.
Ni ellos hablaron a Crag, ni ste a los guardias. Se apartaron y le colocaron entre
ambos. La prxima puerta se abri automticamente conforme se aproximaron. Crag
saba perfectamente que le hubiera resultado fcil matar a la pareja de guardias,
literalmente de primera mano. Un sbito manotazo con la mano izquierda dirigido a la
frente del guardia de su izquierda y otro rpido al de la derecha, y ambos habran muerto
sin la menor oportunidad de utilizar sus armas y sin saber jams lo que les habra
ocurrido. Pero atravesar las dems barreras de guardias, era otro asunto mucho ms
peliagudo. Era una posibilidad demasiado remota para considerarla entonces, antes de
haber odo la sentencia. As, pues, continu caminando en calma entre sus dos
guardianes y descendiendo la rampa que bajaba al piso inferior y atravesando diversos
corredores, en direccin a la sala en que se haba formado el tribunal que le juzgara.
La sala era regularmente grande, aunque en ella slo haba una docena de personas
presentes, incluyendo a Crag y a los guardias que le custodiaban. Los procedimientos
judiciales se haban simplificado considerablemente bajo los usos de la Federacin,
aunque, al menos en teora, eran imparciales y justos como siempre.
El juez, que vesta un traje de calle propio de un hombre de negocios, tomaba asiento
en una mesa, dando la espalda a una de las paredes de la estancia. Los dos hombres de

leyes, uno para la acusacin y otro para la defensa, ocupaban sendos pupitres, uno a.
cada lado de la mesa del juez. Los cinco miembros del jurado, ocupaban confortables
asientos a lo largo de otra pared. Contra una tercera, el tcnico de sonido tena
dispuestos sus aparatos de registro. La mesa del defensor estaba situada diagonalmente
de forma que diese frente al juez y a los miembros del jurado. No haba pblico ni
periodistas, aunque el juicio no fuese secreto; la totalidad del proceso sera registrado en
bandas magnetofnicas y tras el juicio, las copias precisas estaran dispuestas para los
representantes autorizados de los medios informativos.
Nada de aquello era nuevo para Crag, ya que haba sido juzgado una vez con
anterioridad y en donde result libre porque los cinco miembros del jurado, nmero
necesario tanto para la conviccin como para la absolucin de los cargos, decidieron que
la evidencia era insuficiente.
Pero una cosa sorprendi notablemente a Crag. El juez era Olliver. Lo sorprendente de
aquello no resida en el hecho de que Olliver hubiese sido el juez que presidi el proceso
anterior contra Crag, seis aos antes, aquello pudo muy bien haber sido una coincidencia,
o bien pudo ser tambin que Olliver hubiese aplicado, como privilegio de juez, el haber
ocupado la presidencia del proceso, a causa de un previo inters por Crag. Lo realmente
sorprendente era que Olliver estuviese sentado all como juez, en un caso cualquiera de
delito comn. En los seis aos transcurridos desde el primer juicio contra Crag, Olliver se
haba convertido en un hombre realmente importante.
El juez Olliver, aunque menos fanticamente conservador que la mayor parte de los
miembros del Partido Sindical - popularmente conocido por el Dorado - haba subido
muy alto en tal partido y haba sido incluso su candidato para el puesto de Coordinador de
Norteamrica, el segundo puesto de mxima importancia en la poltica del sistema solar
en la eleccin de haca seis meses. Es cierto que perdi la eleccin, pero haba recogido
ms votos que cualquier otro gran Sindicato en el pas desde haca casi un siglo.
Seguramente haba debido ganar una posicin relevante en el partido, como para presidir
juicios criminales de pura rutina a su eleccin.
En opinin de Crag y aunque le odiaba como hombre, senta una admiracin secreta
por Olliver. Aunque Crag era un cnico polticamente considerado, pens que Olliver
estaba ms cerca de ser un hombre de Estado que cualquier otro poltico del momento.
Crey que el partido Sindical trataba ahora de elevar a Olliver a un puesto de
prominencia, proponindole para la mxima magistratura del sistema: el Coordinador
General del sistema solar en las prximas elecciones. En Norteamrica, como en Marte,
el Partido Dorado tena una gran mayora; pero a travs del sistema solar, considerado
como un todo, los dos partidos se hallaban casi igualmente equilibrados en su poder
poltico y el puesto de Coordinador del Sistema junto con la mayora de los puestos del
Consejo del Sistema eran cosa que podan ser adquiridos en cualquier eleccin.
Seguramente que Olliver, al mostrarse en una eleccin donde las posibilidades haban
sido fuertes contra l, haba ganado no obstante, una oportunidad para optar al puesto
mximo, en el que casi estara seguro de conquistar a la prxima ocasin.
Por lo que concerna a odiar a Olliver personalmente, la respuesta yaca en la forma de
expresarse que ste tuvo con l, tras el primer juicio en la conversacin privada entre el
juez y el acusado y que era de costumbre sostener al final de un proceso, tanto si el
acusado era hallado culpable o inocente. Olliver haba llamado a Crag por nombres que
ste no haba podido olvidar.
Y ahora Crag se encontraba otra vez frente a Olliver, sabiendo que esta vez el jurado le
hallara seguramente culpable y que la designacin de la sentencia recaera simplemente
sobre Olliver.
El juicio sigui su pauta con la precisin de un reloj.
Terminadas las formalidades de rigor, las deposiciones de los testigos repetidas por los
aparatos de registro, fueron hechas or al tribunal mediante las bandas sonoras

correspondientes. La primera corresponda al capitn de la polica que estaba de guardia


en la oficina policial del aeropuerto. Testific que justo poco antes de la llegada del avin,
haba recibido una llamada telefnica de larga distancia de Chicago. La persona que
llamaba, una mujer, haba rehusado dar su nombre, pero le dijo claramente, que un
hombre llamado Crag, a quien describi prolijamente, era uno de los pasajeros del
aparato y que era portador de neftn. Describi la detencin y el cacheo a que someti a
Crag y cmo encontr la droga. Despus, en la banda sonora, se oy el cuestionario
llevado a cabo con Crag por su abogado. S, se haba intentado localizar la llamada de
Chicago. Supieron que proceda de una cabina pblica, pero no fue posible hallar ninguna
pista que condujese a la identidad del informante annimo. S, la bsqueda haba sido
perfectamente legal. Para tales servicios de urgencia, la polica del aeropuerto contaba
con rdenes de detencin y cacheo. Solan emplearse all donde a su juicio fuese
conveniente. En caso de aviso, annimo u expreso, cualquier pasajero era siempre
detenido y cacheado. No se le produca ninguna molestia si el pasajero se encontraba
inocente de contrabando.
Otros tres miembros del destacamento de la polica del aeropuerto, declararon relatos
similares, todos estuvieron presentes en la detencin y testificaron que el neftn se haba
hallado en posesin de Crag. El abogado de Crag no les haba hecho preguntas.
Despus le toc el turno a la declaracin de Crag. Se le permiti hacerlo en sus propias
palabras y describi cmo al subir al avin encontr el asiento libre junto a aquel otro
pasajero, un tipo alto, elegante y bien vestido. No hubo conversacin alguna entre ellos,
hasta que el avin estuvo prximo a Alburquerque, en que el individuo en cuestin se
present a s mismo como un tal Zacaras y afirm ser un vendedor de cigarrillos, que
viajaba introduciendo una nueva marca para su Compaa. Estuvieron hablando sobre
aquella nueva marca comercial y tal individuo insisti para que Crag aceptase un paquete
como muestra gratuita de propaganda. Aquel individuo, abandon el avin a toda prisa,
tras la llegada a destino y estaba totalmente fuera de su vista cuando la polica detuvo a
Crag y le llev a la oficina del aeropuerto para cachearle.
A rengln seguido, en el magnetfono apareci el cuestionario llevado contra Crag por
el fiscal. El fiscal fall en haber podido cambiar cualquier detalle del relato del acusado;
pero ste se vio forzado a empeorar la situacin de su caso, al rehusar contestar a
cualquier pregunta sobre s mismo, aparte del breve episodio que haba narrado.
Despus, como refutacin del relato hecho por Crag, el fiscal present el registro de
uno de los testigos, un tal Krable, quien testific, tras una somera descripcin de Crag,
que en efecto, haba estado sentado junto a ste, en el vuelo en cuestin, que no se
haba presentado bajo el nombre de Zacaras ni de ningn otro, que no haba existido la
menor conversacin entre ellos y que desde luego, no haba entregado nada a Crag.
Preguntado por el abogado de la defensa, slo se limit a reforzar su declaracin
recalcando que era un respetable hombre de negocios, propietario de una camisera, que
careca de antecedentes penales y que su vida era como un libro abierto.
Posteriormente se procedi a comprobar la presencia de Krable confrontndolo con
Crag. Este estuvo de acuerdo que Krable era el hombre que haba ocupado un asiento
vecino en el avin que le trajo a Alburquerque volviendo a remachar que aquel Krable se
haba presentado a s mismo por el nombre de Zacaras y que le haba entregado el
paquete de cigarrillos.
Y aquellos fueron todos los testimonios. Mientras Olliver procedi brevemente a hacer
a los miembros del jurado los cargos convenientes sobre la responsabilidad y la
conciencia de su veredicto, Crag se sonrea para s, viendo la simplicidad y la perfeccin
de la farsa que se haba montado.
De aquella forma, pocas personas en realidad haban sido precisas. No ms de cuatro.
El sopln que le haba enviado a Alburquerque. Una persona encargada de arreglar las
cosas para que ocupase el asiento en el avin que deba ocupar. Una mujer que hiciese

una llamada annima. Y por fin, Krable, que sin duda sera tan respetable como afirmaba
ser, y que debi ser escogido precisamente por esa misma razn; por tanto el relato de
Crag deba sonar a invencin desesperada - como haba sonado, segn la opinin del
propio acusado en comparacin con el relato dado por Krable. Para ser aceptada su
defensa, tendra que haber explicado satisfactoriamente dnde y cmo haba obtenido el
neftn, pero la nica forma de hacerlo, era en la que ya haba explicado.
Los cinco miembros del jurado, desfilaron uno tras otro hacia la pequea sala de
deliberaciones, junto al tribunal. Estuvieron de vuelta a los pocos minutos y el
representante inform del veredicto unnime: culpable.
El juez Olliver, orden que la sala fuese despejada en el acto, cortndose
automticamente el zumbar de los aparatos de registro. El proceso, en s, haba
terminado. La sentencia era siempre pronunciada tras la conversacin privada
acostumbrada entre el juez y el detenido. El juez poda anunciar su veredicto
inmediatamente, o tomar veinticuatro horas para tomar una decisin formal.
El juicio, para Crag, haba constituido una farsa completa. As era, y poco a poco fue
encontrndose a s mismo, tenso y a punto de explotar. La sala del tribunal haba
quedado vaca, excepto por la presencia de los dos guardias, el juez y Crag mismo.
- El detenido puede aproximarse.
Crag se aproxim y permaneci en pie rgido ante la mesa del juez, con el rostro
impasible.
- Guardias, pueden abandonar la sala, por favor, permanezcan en el exterior de la
puerta.
Aquello constitua una sorpresa. Cierto que un juez tiene la opcin de enviar a los
guardias al exterior del tribunal o dejarles all presentes; pero siempre solan permanecer
atentos especialmente cuando se trataba de la presencia de un individuo peligroso. En el
anterior proceso de Crag, a despecho de que el veredicto haba sido la libertad
incondicional, Olliver haba hecho que los guardias permanecieran en la sala.
Sin duda, que entonces Olliver debi ver impreso en el rostro de Crag una furia salvaje,
o haberla presentido al menos y haba temido provocar su violencia por las cosas que
tena la intencin de decirle. Aquello, resultaba incomprensible, ya que bajo circunstancias
mucho ms peligrosas para l mismo, despeda a la guardia del tribunal.
Crag se encogi de hombros ante la incgnita. Bien, importa poco, y si Olliver
declaraba entonces y all mismo su veredicto y ste era el psicgrafo, empezara sobre la
marcha matando a Olliver. Despus, a los dos guardias de la puerta y ms tarde se
lanzara en busca de la libertad por el tiempo que pudiera sobrevivir al tiroteo que caera
sobre l a rengln seguido matndole sin piedad alguna.
Sinti cmo se cerraba la puerta tras los guardias y permaneci aguardando en pie,
con los ojos fijos en un punto de la pared por encima y junto a la cabeza de Olliver. Le
conoca muy bien sin tener que mirarle. Un tipo voluminoso, amplio de hombros, con una
poblada cabellera gris acero y una faz encarnada, que saba aparecer austera y dura
como lo haba sido durante el juicio, o agradable y risuea durante sus discursos de la
campaa electoral en la televisin.
Crag no senta la menor duda de sobre cul sera la expresin de la cara de Olliver en
aquel momento.
- Mreme, Crag - dijo Olliver. El interpelado le mir y comprob una sonrisa sobre los
labios del juez.
Con una exquisita suavidad, Olliver prosigui:
- Oiga, Crag, qu tal le parecera la libertad y un milln de dlares encima?
El asombro de Crag debi reflejarse en su semblante.
- No me mire as, Crag. No estoy bromeando. Vamos, acerque una silla, una de esas
tan confortables que utiliza el jurado y deje sa en que ha estado sentado, tome un
cigarrillo y charlemos.

Crag obedeci las instrucciones del juez. Acep el cigarrillo con verdadero placer, ya
que no le haban permitido fumar en la celda.
- Hable usted. Le escucho.
- Es muy simple - dijo Olliver - Tengo un trabajo que deseo que usted me haga. Creo
que usted es uno de los pocos hombres vivos que tendran capacidad para llevarlo a
cabo. Si est de acuerdo en aceptarlo, ya puede contar con la libertad. Si tiene xito en la
empresa, el milln de dlares. Y tal vez mayor cantidad si contina trabajando para m
despus de eso.
- Yo no soy un bandido, Crag. Todo lo contrario.
Es una oportunidad para ayudar a la Humanidad; es una ayuda que me permita
elevarla de la decadencia en que est sumida.
- Ahrrese los discursos, juez. Estoy de acuerdo con la libertad y el milln, si se pone
de acuerdo razonablemente. Pero, una pregunta primero. Todo esto que ha ocurrido ha
sido tramado para que tuviera que verme obligado a trabajar para usted, verdad?
Olliver sacudi la cabeza.
- No. Pero admitir, que cuando v por los procesos que usted iba a ser juzgado, obtuve
deliberadamente permiso para presidir el juicio. Puede llamarse a esto una conspiracin
tramada?
Crag aprob silenciosamente.
- Lo sospechaba. La evidencia contra usted era demasiado fuerte y su declaracin
demasiado dbil. Tiene idea de quin pudo instrumentar esto?
Crag se encogi de hombros.
- Tengo enemigos. Los descubrir.
- No - repuso Olliver rpidamente -. Si acepta mi proposicin, tiene que jurarme dejar
de lado cualquier venganza particular, hasta terminar la misin que le encargue.
Convenido?
Crag pareci luchar consigo y finalmente, aprob con un gesto.
- De acuerdo. Cul es la misin?
- Este no es lugar ni el momento para explicrselo. Puesto que est de acuerdo en
llevarlo a cabo y ya que ello necesita una amplia explicacin ser mejor que se quede
aplazado hasta que sea un hombre totalmente libre.
- Pero si decido que es demasiado arriesgado y me niego?
- No creo que lo haga usted. Es un trabajo difcil, pero estoy seguro de que no se
volver atrs por un milln de dlares. Y le repito que habr ms dinero an. Me corro el
riesgo de que no se arrepienta. Pero hablemos ahora y cuanto antes de la forma de que
quede en libertad, escapndose.
- Escapar? Es que no puede...? - Crag se detuvo, dndose cuenta de que la
pregunta que comenz a hacer era absurda.
- Escaparse, desde luego. Est usted juzgado como culpable de un crimen mayor y con
una fuerte evidencia en su contra. Si tuviera que dejarle oficialmente en libertad o aplicarle
una sentencia ms benigna, sera irremediablemente denunciado. Yo tambin tengo
enemigos, Crag, todos los polticos los tienen.
- Est bien, pues. De qu forma puede ayudarme a escapar?
- Ya se han hecho los necesarios arreglos, cuando estn completados se le dir lo que
tiene que hacer.
- Decrmelo, cmo?
- Por el comunicador de su celda. Un... bien, una persona amiga ma tiene acceso a los
circuitos. Hablando lealmente, debo confesarle que no es posible arreglar un escape a
toda garanta para usted. Haremos de nuestra parte el mximo y usted pondr la suya, en
el momento conveniente.
Crag hizo una extraa mueca.

- Y si no soy realmente capaz de hacerlo desde aqu, tampoco sera bueno para
hacerlo en el exterior. As usted no tiene nada que perder si me matan al escapar. Est
bien. Qu sentencia tena que pronunciar en mi contra mientras tanto?
- Ser mejor si la anuncio dentro de veinticuatro horas, plazo que tomar para decidir.
Si lo hago ahora, bien sea para Calisto o para el psicgrafo, se haran los preparativos
para enviarle a usted inmediatamente, bien fuese a un sitio o al otro. No s con exactitud
con qu rapidez se hacen tales preparativos, por tanto, es mucho ms seguro pronunciar
la sentencia con esa demora.
- Est bien. Y despus de escapar?
- Venga a mi casa. El nmero 719 de la avenida Linden. No llame. Mi telfono est
intervenido, sin duda alguna.
- Est guardada la casa? - Crag saba que las casas de los personajes importantes de
la poltica, solan estar guardadas convenientemente.
- S, y no voy a decirle a los guardias que le dejen pasar, ya comprender. Son
miembros de mi mismo partido; pero no voy a confiarme hasta ese extremo. Su problema
es burlar su vigilancia. Si no puede hacerlo, sin ayuda o consejo de parte ma, entonces
usted no es el hombre que necesito, o que yo creo que es. Pero no tire a matar sino en
caso extremado. No me gusta la violencia. - Olliver frunci el ceo -. No me gusta, incluso
cuando es necesaria y para una buena causa.
- No tratar de matar a sus guardias... ni incluso por una buena causa.
La cara de Olliver enrojeci.
- Es una buena causa, Crag. - Mir de un vistazo por encima del hombro al reloj de
pared de la sala -. De acuerdo, no tenemos tiempo para continuar. Yo suelo hablar con
frecuencia una media hora, antes de sentenciarlo.
- Ya lo hizo usted aquella otra vez, antes de libertarme, aunque la decisin del jurado
fue la libertad.
- Y usted sabe muy bien por qu. Usted era culpable... aquella vez. Pero si yo le
explicase cual es la causa ahora, no se reira usted. Estoy comenzando a crear un nuevo
partido poltico, Crag, que sacar a la totalidad de este mundo y a todo el sistema solar de
la decadencia y la degeneracin en que se halla sumido.
- Acabar con el soborno y la corrupcin adoptando definitivamente la democracia,
tan pasada de moda. Ser una nueva creacin poltica que est a medio camino entre los
Sindicatos y los Dorados. Ambos partidos actuales, representan extremos ridculos,
aunque yo forme parte de uno de ellos. Los Dorados se acercan al fascismo y los
Sindicatos al comunismo. Entre ellos no hay otra salvacin posible que volver a la
democracia.
- Creo comprender su punto de vista - intervino Crag -. Tal vez est de acuerdo con
usted. Pero a dnde ir usted con todo eso? Los dos grandes partidos actuales han
hecho de la democracia un trapo mojado y un objeto de burla, desde hace muchsimo
tiempo. Cmo piensa conseguir que el pblico la acepte?
Olliver sonri.
- No le daremos ese nombre, naturalmente. Es la palabra la que se ha desacreditado,
no la idea. Nos llamaremos a nosotros mismos los Cooperacionistas, representando un
curso poltico medio entre ambos extremos. Estoy seguro que las dos mitades de los dos
partidos actualmente en pugna, y que desean de corazn un gobierno justo y una poltica
honesta, vendrn a engrosar rpidamente nuestras filas. S, ahora operaremos un tanto
bajo cuerda; pero saldremos a la superficie cuando lleguen las prximas elecciones.
Entonces lo ver usted bien claro. Bien, eso es suficiente por ahora. Queda todo bien
entendido entre nosotros?
Crag afirm con un gesto.
- Est bien.

Olliver presion un botn de la mesa y los guardias entraron. Conforme sala Crag de la
sala, oy que el magnetfono se pona en marcha y a Olliver dictando la providencia de
que se pospona el pronunciamiento de la sentencia para pasadas veinticuatro horas.
De nuevo en su celda, Crag comenz a recorrerla de un lado a otro impaciente.
Comenz a pensar en la futura evasin. Incluira el plan de evasin, o la tentativa, al
menos, de evasin, un cambio de ropas? Se mir la que llevaba puesta. La camisa podra
pasar, si se abra el cuello y se enrollaba las mangas hasta el codo. Pero los pantalones
grises bombachos gritaban a voces su origen carcelario. Tendra que quitarle los
pantalones a algn guardia y aun as, por buenos que fuesen tendra que preocuparse por
cambiarlos cuanto antes por otros cortos, ms bien. Casi todos los ciudadanos
particulares de Alburquerque vestan pantalones cortos de verano.
Se enroll las mangas y se abri el cuello y despus se detuvo frente a un espejo de
metal incrustado en la pared, estudindose con ojo crtico. S, poda pasar de cintura
arriba. Incluso el cabello corto resultaba una cosa corriente. Respecto a su rostro, pudo
considerarse afortunado. Un rostro ordinario y corriente, que no tena aspecto de criminal
ni de vicioso, una cara ms bien difcil de recordar. Le haba costado mucho dinero tenerla
as, gracias al famoso cirujano de Ro de Janeiro, el que se ocup de su mano artificial
metlica. La cara que tuvo antes del siniestro, haba ya comenzado a ser demasiado bien
conocida en el bajo mundo, cosa mucho ms peligrosa todava que ser bien conocida
para la polica.
El cuerpo que soportaba aquella cara tambin resultaba capaz de despistar al ms
inteligente. Ni ms alto ni ms grueso que el tipo corriente y medio de individuo,
enmascaraba la fuerza acerada de los msculos y la resistencia de un acrbata,
conociendo todos y cada uno de los ms difciles trucos de la lucha. Crag poda muy bien
salir adelante contra cualquier enemigo utilizando una sola mano, la derecha, a menos
que no fuese un caso extremo de emplear la terrible izquierda. Aqulla era el as oculto en
la manga, para casos de extrema urgencia. Cuando tena que emplearla, significaba un
buen negocio.
Volvi a pasear nerviosamente la celda de nuevo y se detuvo para mirar por la ventana.
A treinta pisos debajo, se hallaba la libertad. Slo los tres ltimos pisos superiores
constituan la crcel, de poder burlarlos, todo se reducira a tomar el primer elevador a
mano, a partir del piso veintisiete hacia abajo y considerarse comparativamente seguro.
Pero cules seran sus oportunidades para salvar aquellos ltimos tres pisos? Mejor
incluso que con cualquier ayuda que Olliver hubiera podido proporcionarle. Una
posibilidad contra mil, as es como imagin que seran sus posibilidades respecto al
proceso.
Olliver, precisamente l! Un individuo tan corrompido como cualquier otro gran pez
gordo de la poca en la poltica... Ayudando a un criminal a escapar... No haba duda, que
el criminal tendra algo grande que realizar por l. Existira tal vez algo de cierto en la
historia que le haba contado? Podra realmente actuar impulsado por algn motivo
altruista? Crag se encogi de hombros, dudoso y desconcertado al respecto. Bien, aquello
tena en el fondo poca importancia.
Pero Olliver le haba sorprendido realmente. Se imagin qu tal habra sido su cara, de
haber odo la sentencia de labios de Olliver en vez de la promesa de la libertad y un milln
de dlares adems.
Emiti una risita entre dientes y momentos despus, solt una fuerte carcajada.
Una voz de mujer, en tono divertido, pregunt:
- Es eso tan divertido, Crag?
Mir sbitamente a la rejilla del techo. La misma voz continu:
- S, ahora se comunica en ambas direcciones, puede usted responderme. Poca gente
lo sabe; pero cualquiera de los celadores de la prisin puede utilizarlo en ambos sentidos.

A veces la polica desea escuchar cuando viene un abogado a cambiar impresiones con
su cliente. Lo saba usted?
- Est usted utilizando el comunicador slo para decirme eso?
- No se impaciente, Crag. Tiene usted tiempo para matar, al igual que yo. He tomado el
control de una cabina de la guardia de vigilancia, envindole a hacer una ronda. Estar
fuera por lo menos quince minutos.
- Tendr usted que ser una persona importante para hacer esto.
- No importa lo que yo sea, excepto el hecho de que estoy ayudndole. No es por su
bella cara, Crag, sino porque usted tiene que ser til... bien, ya sabe a quien. Cuando
vuelva la guardia, ir a visitarle.
- Vendr usted aqu?
- S, para llevarle ciertas cosas que necesitar para escapar. Mientras est ah, activar
el dispositivo que abra su celda, de forma que pueda entrar fcilmente. Pero no abandone
ahora la celda. De hecho, no deber salir en media hora despus de que haya yo salido.
Comprendido?
- Comprendido; conforme - repuso Crag. Y oy un chasquido en el cerrojo de la puerta
de la celda -. Qu cosas son las que me trae? - pregunt Crag.
No hubo respuesta y se dio cuenta de que la comunicacin haba quedado ya
interrumpida. Se sent en el jergn y esper. Por qu habra sido una mujer la asignada
a la tarea de ayudarle? Odiaba a las mujeres, a todas las mujeres. Y sta se haba
atrevido a expresarse en tono divertido y condescendiente.
A poco la puerta se abri y la mujer entr rpidamente, cerrndola tras de s. Sin duda
era una persona influyente en la prisin, no haba duda; su severo uniforme era el de jefe
tcnico del psicgrafo. Los tcnicos psicogrficos eran gente importante y haba un
nmero reducido de aquel cuerpo. Para llegar a ser uno de ellos, era preciso obtener
diversos grados y doctorados tanto en Ciencias psicolgicas como electrnicas, adems
de un fuerte apoyo poltico. Bien, si se hallaba asociada con Olliver, la influencia poltica
se explicaba perfectamente.
Aquella mujer no tena slo el aspecto de hallarse doctorada en cualquier Universidad.
Era, adems y principalmente, una bella mujer. Ni an el severo uniforme, era capaz de
ocultar las suaves curvas de su esplndido cuerpo, ni sus gafas disminuir el encanto
irresistible de su hermoso semblante. Sus bellos ojos, incluso a pesar del leve tinte del
cristal de las gafas eran los del ms bello y profundo azul que Crag recordaba haber visto
en su vida y sus cabellos, que se escapaban bajo su gorra de tcnico eran de un color de
cobre bruido. Crag la odi por ser mujer y por ser tan bella, pero en especial, por tener
aquellos maravillosos cabellos, eran exactamente iguales a los que haba tenido Lea.
Deliberadamente, para aparecer ms grosero, permaneci acostado en el jergn. Pero
si ella se dio cuenta de su rudeza, no lo demostr en forma alguna, mientras permaneca
frente a l y comenz a abrir su bolsa de mano. Su voz se produca breve y con aire de
negocios, sin la menor traza ni de diversin, ni de amistad
- Esto es lo ms importante - dijo secamente, echando junto a Crag y sobre el jergn
una pequea barra de metal -. Llvela en el bolsillo. Es radioactiva, sin ella, o sin un
guardia que tenga una igual, la mayor parte de los accesos de esta crcel son trampas
mortales.
- Ya s - repuso Crag con igual sequedad en la voz.
Un papel enrollado fue el siguiente objeto. - Aqu tiene un diagrama mostrando una
salida, que de todos modos, muy probablemente, est vigilada por algn guardia. En caso
de que lo encuentre...
Una pequea pistola de rayos fue a rengln seguido el objeto que le fue entregado por
la bella mujer; pero Crag sacudi la cabeza a la vista del arma.
- No la necesito.

Ella, sin protesta alguna, volvi el arma al saco de mano, como si en realidad hubiera
esperado que Crag rehusara.
- Bien, aqu tiene una placa de visitante. Le servir para los tres niveles superiores del
edificio. No se permite ningn visitante, sin guardia que le acompae; pero una vez que se
la ponga, le evitar que los guardias le hagan preguntas.
Crag tom el distintivo. En seguida, recibi una hoja fina, como un papel, de una sierra
de durium.
- La utilizar usted para cortar el cierre de su puerta. La cerrar cuando me marche.
- Por qu?
- Vamos, Crag, no sea estpido. Esa puerta puede ser cerrada desde el exterior; pero
puede ser abierta slo desde el cubculo de control. Y precisamente yo he relevado a la
guardia de esa cabina. Si se encuentra su puerta abierta, se sabr en el acto que
solamente el guardia o yo, hemos permitido su escapatoria. El ser ms sospechoso que
yo; pero ni an as, no deseo en absoluto que recaiga la ms pequea atencin sobre m.
- Si es usted tan cuidadosa en sus asuntos - argument Crag -, cmo sabe que no
estn oyendo ahora nuestra conversacin?
- No lo s - repuso con calma -. Este es un riesgo que no pude evitar. Bien, ahora, las
ropas. Le traje unos pantalones cortos. - Y del saco de mano extrajo un rollo de tejido
brillante que volvi a echar sobre la cama -. No pude traerle zapatos. - La hermosa mujer
mir a los que llevaba -. Esos que lleva huelen a prisin desde lejos, mejor ser que se
los quite. El personal civil suele ir con sandalias e incluso con los pies descalzos en esta
poca de verano. Pasar ms desapercibido descalzo que con esos zapatos. Ya veo que
se ha preocupado del aspecto de su camisa; pero creo que podr mejorarlo. Le dejo
tambin unas tijeras, una aguja e hilo, corte las mangas en vez de llevarlas enrolladas.
Podr usted coser la camisa y embastarla?
- S - repuso Crag vacilante -. Pero eso me llevar al menos veinte minutos ms o
menos. Deseo ms bien salir de aqu cuanto antes.
- Tendr tiempo para eso, para aserrar el cerrojo y para memorizar, destruyndolo
despus, el diagrama que le di antes. Todo eso en conjunto no deber llevarse ms de
cuarenta minutos y ese tiempo, a partir de ahora, ser la mejor ocasin. No intente salir
hasta que oiga sonar la prxima hora en el reloj, aunque se halle dispuesto antes.
- Y de dinero, qu?
- Bien, aqu tiene cincuenta dlares. No necesitar ms, porque tiene que dirigirse
inmediatamente a donde ya sabe. Ah! Y sin beber.
Crag no se molest en responder. Nunca beba cuando tena algn trabajo que hacer,
o en caso de peligro. Ningn criminal sobrevivira mucho tiempo, bebiendo a destiempo.
- Una cosa ms, Crag. El cuello de esa camisa podra disimularlo de forma que
pareciese una prenda de sport. As. Yo...
Ella se aproxim a la prenda y Crag se apart vivamente de la mujer.
- Ya me cuidar yo mismo.
Ella se puso a rer.
- Me tiene miedo, tal vez?
- No quiero que nadie me toque. Especialmente que lo haga una mujer. Ahora si eso es
todo, puede marcharse.
- Valiente gratitud, Crag... Y respecto a las mujeres... Le dijo alguna en cualquier
ocasin que ms bien usted debe ser un chiflado o un anormal? Bien, al menos, por fin se
ha puesto de pie por m, aunque slo haya sido una sola vez.
Crag no respondi tampoco y ella se volvi y sali de la celda. Crag crey intuir que
ella iba sonriendo. Se oy el suave click de la puerta al cerrarse.
Crag no perdi tiempo en mirar a la puerta. Se dirigi vivamente con la hoja de durium
en la mano y aplic todas sus energas en aserrar el cerrojo de la celda. Acab con
aquello y con las dems cosas que tena que hacer antes de la hora convenida. Estuvo a

punto de salir inmediatamente; pero reconsider las instrucciones que le haban pasado y
esper impaciente hasta que son la hora en el reloj de la prisin.
Sali sin hacer ruido de la celda y encontr vaco el corredor. Lo sigui rpidamente y
en silencio y lo abandon cuando su memoria del dibujo del diagrama que haba destruido
le mostr dnde seguir. Continu otro corredor adelante y baj una rampa. Justo al
aproximarse a otro corredor, se apercibi dedos pasos de dos guardias que se
aproximaban. Retrocedi unos pasos y se escondi en un hueco de la pared, con la mano
izquierda dispuesta a emplearla como un arma mortfera, si llegaban a su altura. Pero la
pareja de vigilancia sigui otro camino y se alej. Crag lleg hasta la segunda rampa que
recorri sin inconvenientes. En aquel nivel, hall nuevos corredores ms portales de
acceso; pero ninguna guardia.
Por fin lleg a la ltima rampa, la que conduca al piso veintisiete. No muy lejos, tendra
entonces algn guardia estacionado en la puerta final que conduca al elevador.
III
En efecto, haba un guardia. Un rpido vistazo a su alrededor al llegar a la vuelta final
le mostr una puerta cerrada con un guardia sentado frente a ella. Y comprob muy bien
que estaba bien despierto y alerta, aunque por fortuna dio la casualidad que no miraba en
aquel momento frente a l.
Pero se le vea bien despierto con una pistola de rayos desenfundada y a punto, en la
mano, y descansndola sobre las piernas.
Y sobre la pared, sobre su cabeza...
Crag hizo una mueca y se dispuso a utilizar sus terribles manos. Bien, Olliver, o la
mujer, o ambos a la vez, tendran que saber qu era lo que haba sobre la pared y encima
de la cabeza del guardia... un bulbo esferoidal que slo poda ser una termocupla,
dispuesta para producir una instantnea alarma a la ms mnima elevacin de la
temperatura. Y con todo, la mujer le haba ofrecido una pistola de rayos calorferos.
Habra sido un suicidio disparar al guardia con ella. Y si el guardia tena tiempo de
disparar con la suya, incluso disparndola fuera del rea de la termocupla, no exista la
menor duda que el ligero aumento de la temperatura ambiente sera ms que suficiente
para correr la alarma general, incluso fallando el disparo sobre Crag, lo cual resultara
difcil, estando como estaba a diez pies de distancia.
Pero Crag no retrocedi ni lo pens ms. Cuando apareci a la vista del guardia, ste
no tuvo la menor oportunidad de hacer uso del arma. La mano mortfera de Crag le
aplast la cabeza de un golpe, antes de poder ni siquiera apretar el gatillo del arma. No
volvera jams a tener la oportunidad de volver a hacerlo.
Crag se limpi la sangre en el uniforme del guardia. Despus recogi la pistola del
muerto, le borr las huellas y manch deliberadamente el can con sangre. De todas
formas tendran que saber despus quin haba matado al guardia con su propia arma,
dejando a la imaginacin de la polica el que se preguntase cmo habra podido ocurrir
todo aquello. De todos modos, siempre echara una cortina de humo sobre la posibilidad
de que le hubiese matado por el impacto de su mano izquierda.
Despus, usando la llave que colgaba del cinturn del guardia, atraves la puerta que
cerr tras l, sin que funcionara la alarma. Tena motivos para agradecer a la mujer todo
aquello, de todas formas, ya que sin la barra radioactiva, no hubiera tenido la menor
posibilidad de haberlo llevado a cabo. S, le haban dado una leal oportunidad, a
despecho de que tambin se la haban proporcionado para echarlo todo a perder, de
haber sido tan estpido como para haber aceptado y usado la pistola que le ofrecieron o
de no haber sabido hacer desaparecer la barra radioactiva en su debido momento, ya que
al exterior funcionaba en sentido inverso, provocando la alarma en vez de suprimirla,
como ocurra en el interior.

Deshzose de ella tirndola a un receptculo existente junto al elevador, antes de


pulsar el botn que hara subir el aparato. Pocos minutos ms tarde se hallaba en plena
calle, perdido entre la multitud y razonablemente seguro de cualquier persecucin. Las
aceras estaban llenas con gentes escasamente vestidas. Excepto los muy pocos vestidos
de uniforme, pocos o casi nadie se vestan ms que con pantalones cortos, camisas de
deporte o en forma de T y sandalias. Muchos hombres iban desnudos de cintura arriba.
Tambin aparecan as muchas mujeres, especialmente las que por sus encantos
personales entendan que vala la pena de hacer uso de aquella moda extremada. Todas
las mujeres que iban descalzas ostentaban unas uas extremadamente pintadas con
tonos alegres en los pies, sobre todo en oro y plata.
Una serie de detonantes anuncios luminosos y voces extenda ante sus ojos y odos la
interminable propaganda furiosa de la poca: comer en Stacey's, vestirse con Trylon,
visitar la Casa de los Extraos Placeres, usar el dentfrico Cobb's, visitar Madam Blaine,
beber Hotsy, usar Seguridad y gozar de seguridad, viajar por Panam, y as como una
pesadilla, comprar, beber, visitar, usar, comprar...
Crag se desliz en un hotel y en la intimidad privada de un servicio para caballeros se
deshizo de la camisa gris de la prisin, echndola por el vertedero. No porqu la camisa
pudiese verosmilmente llamar la atencin, ni porque la gozase disfrutando de una semi desnudez, sino porque el continuar sin camisa le converta en otro hombre diferente. Los
potentes msculos del trax y la amplitud de sus hombros le hacan aparecer mucho ms
grande y fuerte y al menos veinte libras ms pesado.
Cambi un billete de veinte dlares para comprarse unas sandalias en una tienda
prxima al hotel y en un bazar tambin cercano hizo otras dos compras ms: un reloj
barato de pulsera, ya que el que tena haba quedado junto con sus otras pertenencias en
la crcel, con el cual disimular la seal dejada en su mueca y unas gafas de sol, prenda
que usaban casi la mitad de las personas que transitaban por las calles de la ciudad. Por
el momento aquello fue todo lo que pudo hacer a guisa de disfraz, pero result suficiente.
Crag puso en duda que incluso los mismos guardias de la prisin que le haban visto
diariamente, pudieran reconocerle ahora, y ciertamente de ningn modo por una simple
mirada casual al pasar junto a l por las calles.
Y entonces, el problema resida en que cuanto antes entrase en la casa de Olliver,
menor sera el peligro que corra. Por entonces, ya habra sido encontrado el cuerpo
muerto del guardia, y se habran hecho las oportunas averiguaciones. Su evasin sera
conocida sobradamente y estaran buscndole por todos los medios. Muy bien podran
haber colocado un cordn protector de policas alrededor de la casa del juez Olliver; como
presidente del juicio. Es cierto que en aquel caso el juez haba demorado la sentencia;
pero, de todos modos, lo que haba propuesto era la eleccin entre dos de las formas
punibles mximas que tena a su arbitrio y de todos modos la polica tendra razn para
evitar una posible venganza por parte de Crag.
Tambin pudieron haber puesto guardias a los testigos que haban depuesto sus
testimonios en la causa seguida, lo que resultara un extremo justificado. Crag no tena
nada contra la polica del aeropuerto, quienes le haban cacheado y testificado el haberle
hallado encima el neftn, puesto que su testimonio haba sido honesto. Pero el hombre
que le haba proporcionado la droga y despus lo haba denegado en el tribunal, debera
hallarse en la lista de Crag, aunque poda esperar... y sudar, sabiendo que la polica no
ira a estar guardndole indefinidamente. As se hallaba igualmente el agente sopln de
Chicago que le haba enviado a Alburquerque. Y antes de que muriera alguno de los dos,
Crag podra muy bien tener conocimiento de quin haba instrumentado aquel complot.
Todo aquello poda esperar. Los hombres violentos suelen tener paciencia y Crag era
ambas cosas.
Tom un coche de alquiler y le dio una direccin que caa dos bloques de edificios ms
lejos que la residencia de Olliver. Pag al conductor e hizo la demostracin de tocar el

timbre de llamada de una casa, mientras el coche desapareci de su vista, e


inmediatamente desapareci por la esquina ms prxima. Entonces, sin prisa, camin
hacia la casa de Olliver hacindolo por la acera opuesta. En ella haba un guardia en la
entrada principal y sin duda debera existir otro en la parte trasera del edificio; era intil
comprobarlo. Sin embargo, no se apreciaban otros guardias, ni haba coches aparcados
en las proximidades con hombres en su interior.
Sigui caminando y pas de largo la casa, considerando cul sera la mejor forma de
entrar en el edificio. La forma ms simple sera haber matado a uno u a otro de los
guardias. Bastaba haberse aproximado con el pretext de preguntar simplemente si el
juez estaba en casa y haber dejado ir su mortfera mano izquierda.
Pero el procedimiento resultaba desgraciado e intil, si pretenda entrar al interior de la
casa y mantener una prolongada conversacin con Olliver. Un - polica muerto o perdido,
si arrastraba el cuerpo con l, habra desatado un verdadero ejrcito de agentes en su
persecucin, que insistiendo en la propia seguridad del juez Olliver, le hubiera cazado
como una fiera acorralada.
Dejarse caer por el tejado de la casa, era una posibilidad mucho ms til, si poda
alcanzarlo desde el tejado de la casa prxima. Crag consider factible el propsito.
La casa de Olliver tena tres pisos y era de forma cbica. Deba ser bastante espaciosa
probablemente con quince o veinte habitaciones; pero plana y sin complicaciones en la
estructura exterior, al menos por lo que pudo apreciar a simple vista. No iba muy bien
para los hombres que aspiraban a llegar alto en poltica, vivir ostentosamente, no
importando cuanto dinero podan tener. Si eran amantes del lujo - y la mayor parte de
ellos lo eran -, ocultaban tal deseo de forma menos pblica que viviendo en lujosas
mansiones. El pblico suele creer lo que piensa que ve.
El edificio prximo al de Olliver tena la misma altura y aproximadamente la misma
conformacin, aunque era un edificio de apartamentos, en vez de una casa de vivienda
privada. Crag pudo apreciarlo en su inspeccin ocular y constat que los niveles del
tejado eran similares, separados por unos quince pies de distancia. Aquella casa sera su
mejor oportunidad, porque la otra conjunta se hallaba demasiado lejos.
Fuera de la vista de la casa del juez, cruz la calle y se dirigi con paso tranquilo hacia
ella. Entr en el edificio adyacente y mir cuidadosamente los buzones del zagun. Haba
seis apartamentos, sin duda alguna dos en cada piso. Los nmeros 5 y 6 se hallaban en
el piso alto. Los buzones mostraban los nombres de los ocupantes y los correspondientes
a los apartamentos 5 y 6 parecan tener poca correspondencia, en especial el nmero 5
que ostentaba la etiqueta de Mr. Holzauer. Crag utiliz la placa de visitante que haba
llevado puesta hasta que haba abandonado el edificio de la Federacin y la us para
recoger la llave del buzn. Comprob que los Holzauer se hallaban ausentes, las pocas
cartas del buzn se hallaban fechadas con anterioridad a una semana.
Cerr y volvi a echar la llave del buzn. Tom la escalera y utiliz el mismo
procedimiento para atravesar el vestbulo que daba acceso al edificio de apartamentos,
sin despertar la menor sospecha. El apartamento nmero cinco, coincida del mismo lado
de la casa de Olliver.
Primero, se asegur de hallarse solo en el apartamento de los Holzauer con todo
cuidado, y despus, decidi que esperara a la noche para intentar pasar al techo del
edificio del juez. Mucha gente sola utilizar los techos de las casas para tomar baos de
sol y resultara un riesgo demasiado grave, intentar el paso a plena luz del da.
Para pasar el tiempo, se dedic a buscar ropas adecuadas, especialmente un par de
shorts en buenas condiciones, ya que los que llevaba le apretaban demasiado y no
tena muy buen aspecto y una camisa que hiciera conjunto con los pantalones cortos.
Pero no tuvo suerte. Aunque encontr ropas en abundancia, prefiri ms bien haber ido
desnudo por la calle que vestirse los ornamentos que encontr en el piso. A juzgar por las
ropas y por una pequea estantera repleta de pornografa especializada, result obvio

que Holzauer y su compaero, eran un par de repelentes homosexuales. Crag sinti


repugnancia por las ropas afeminadas que hall por doquier y se entretuvo tranquilamente
en desgarrarlas hacindolas tiras. Y comenz a esperar, que mientras estaba dedicado a
aquella tarea, el par de maricas volviesen al piso, con objeto de darles la bienvenida
apropiada. Pero no lo hicieron y se content con aumentar la pila de desgarrados tejidos
que, junto con la pornografa, lleg a formar un imponente montn de confetti con los
libros destrozados. A Crag le repugnaban los homosexuales.
No encontr ni dinero ni joyas. Pero aquello le tuvo sin cuidado, con un milln de
dlares en perspectiva. Y con toda seguridad, Olliver le anticipara el dinero que
necesitara para sus gastos. Era el tiempo para pensarlo todo, mientras existiera la luz del
da. Estudi detenidamente la casa de Olliver desde una de las ventanas del apartamento,
y despus desde la otra. No haba duda que exista una puerta de acceso en el tejado;
pero cerrada mediante un cerrojo desde el interior, como suelen estarlo esa clase de
accesos, y resultara difcil abrirla sin herramientas especiales y sin hacer ruido. Pero
sobre el tercer piso se abra una ventana en todo lo alto. Colgndose del filo del tejado,
sera posible deslizarse por ella con relativa facilidad.
Mientras estudiaba el acceso y meda a ojo la distancia correspondiente, oy unos
coches detenerse en la calle y se desplaz ligeramente hacia la ventana de la esquina del
apartamento para ver lo que suceda.
Comprob la existencia de dos coches aparcados frente a la casa de Olliver. De uno de
ellos, salieron cinco policas y cuatro del otro. Caminaron apresuradamente hacia la casa
del juez y dos de ellos se dirigieron hacia la parte trasera del edificio. Los cinco restantes
lo hicieron hacia la puerta principal. En uno de los coches, haba permanecido un hombre
que asom la cabeza por la ventanilla llamando a alguno de los policas, y Crag, con
sorpresa, comprob que se trataba del propio Olliver.
As, pues, se explicaba el porqu haban triplicado inmediatamente la guardia de la
casa. Mientras Olliver no se hallaba en el hogar, haban dejado el edificio relativamente
sin vigilancia. Y entonces, la casa se converta en una trampa para Crag, si se decida a
entrar en tales condiciones, cualquiera que fuesen los medios que emplease.
Le habra engaado Olliver? Crag lo pens por unos instantes. para descartar tal idea
inmediatamente. Qu habra ganado el juez con organizar su evasin para organizar tan
pronto su captura? No, aquello tuvo que ser una idea de la propia polica y Olliver tuvo
que haber fracasado en la idea de disuadirles de que le protegieran en tal medida. Olliver
no llegaba en su autoridad hasta controlar las fuerzas de la polica. Sin duda tuvo que
haber imaginado que Crag no habra entrado an en su domicilio.
Y Crag se felicit a s mismo por no haber cometido semejante error.
Quedndose en pie, alejado un tanto de la ventana como para no ser visto y poder
observar a su vez, esper y vigil cuidadosamente. Transcurridos unos veinte minutos,
tiempo suficiente como para haber realizado una cuidadosa bsqueda por toda la casa,
los nueve hombres salieron del edificio. Crag los cont cuidadosamente para estar seguro
de que no haba quedado ninguno dentro. Continuaban solamente los dos guardias
anteriores, uno a cada extremo de la casa.
Olliver sali finalmente del coche, habl algo a uno de los policas brevemente y se
dirigi en seguida hacia la entrada principal, entrando en la casa, sin duda, aunque Crag
no poda ver desde donde estaba la puerta de acceso principal del edificio.
La polica volvi a ocupar los dos coches y se march. Uno de los vehculos dio un giro
completo en la calle y se qued aparcado a algunos bloques de edificios de: distancia. De
pronto, pareci que nadie haba en su interior y sin duda el conductor tuvo que haber
utilizado el dispositivo que activaba las ventanillas de forma que nada se viese desde
fuera. El coche no ostentaba signo alguno de la polica y desde aquel momento, poda
pasar perfectamente por cualquier vehculo particular vaco que permaneca aparcado en
el bordillo de la acera.

Por encima de su cabeza oy sbitamente el zumbido de un helicptero. Crag lo oy


un rato, lo suficiente para estar seguro de que se dedicaba a trazar crculos por la
vecindad, y que no pasaba encima por casualidad. Solt un juramento irritado. El
helicptero, con una amplia visin de todos los tejados del bloque de edificios constitua
un serio obstculo para entrar en la forma que haba planeado en la casa del juez Olliver.
Pero entonces no era cosa, despus de todo, de preocuparse demasiado sobre el
particular, ya que su plan debera llevarlo a cabo cuando cayese la oscuridad de la noche
y para entonces la situacin debera haber cambiado. Una mirada a su reloj de pulsera le
mostr que la oscuridad llegara en dos horas. Decidi, pues, tomarse un sueo de un par
de horas; haba sido un da muy duro y tena a la vista el preludio de una noche difcil. O
quizs no llegase la noche para l, si era descubierto, ya que no estaba decidido a que le
cogiesen vivo.
Crag estaba lo suficientemente entrenado como para dormir en cualquier lugar y bajo
cualquier circunstancia y despertarse en el momento justo, al menor ruido. Mir con
repugnancia a la cama excesivamente ornamentada de los aberrantes inquilinos del
apartamento, y decidi dormirse en un cmodo silln. Se durmi al instante, con un sueo
profundo; pero con un sexto sentido alerta, como para estar despierto al menor ruido de
una llave que abriese el piso o cualquier otro, que le pondra en pie al instante.
No le despert ningn ruido. Transcurridas las dos horas, se despert sbitamente,
como un gato. De pie y desperezndose sigui oyendo al helicptero que continuaba
trazando crculos sobre la vecindad. Una rpida mirada por las ventanas, le mostr que
los dos coches continuaban aparcados en la misma forma que haban quedado
anteriormente.
Y adems, que aun siendo ya de noche, brillaba una hermosa luna. Por el ngulo de
las sombras, calcul que la luna se hallaba aproximadamente a medio camino entre el
cenit y el horizonte, y calcul serenamente si le resultara posible esperar hasta que se
hubiera puesto, para aprovechar la completa oscuridad de la noche. Pero tal cosa poda
poner las cosas mucho ms difciles. Sin luz de la luna, el helicptero resultara casi intil,
incluso en el caso de utilizar un reflector que slo podra cubrir una reducida zona de
iluminacin. Pero entonces, con la luna tal y como estaba, los guardias slo se dedicaran
a la vigilancia de los tejados. Era mucho ms fcil burlar la vigilancia del helicptero
cargado de policas que un desconocido nmero de policas diseminados por los tejados
de las casas circundantes.
Incluso el propio helicptero tena de por s un ngulo muerto de visin, la zona que
caa directamente debajo del aparato, siempre que permaneciese cernindose sobre la
casa de Oliver, en lugar de dar vueltas y ms vueltas. Crag rebusc en un armario y
encontr un espejo de mano y una lima de uas. Por el cuarto de estar, salt por la
escalera hasta el techo entreabriendo la puerta plana de acceso al tejado. Los vigilantes
del helicptero no encontraran nada de anormal vindole all, ya que muchas personas
suban al tejado para respirar algn fresco en noches tan clidas como la del verano en la
ciudad. El aire era muy clido y sin duda debera haber muchas personas en tales
condiciones y la mayor parte de los accesos a los tejados abiertos en igual forma. De
hecho, muchas personas descansaban e incluso dorman en el tejado para respirar un
poco de aire fresco. Crag utiliz el espejo, varindolo en los ngulos ms diversos para
comprobar la presencia de otras personas en los tejados prximos. No vio a nadie por el
momento en la vecindad, probablemente por evitarse la molestia de soportar el molesto
ruido del helicptero zumbando continuamente por los alrededores. Siendo as, la
presencia del aparato ms bien constitua una ventaja que lo contrario, e incluso para
poder disimular cualquier ruido que pudiera hacer en su intento de saltar a la casa de
Olliver.
Puso el espejo plano sobre el tejado y fue siguiendo los movimientos sucesivos del
helicptero, durante algn tiempo. Por lo que pudo calcular, el aparato volaba entre

noventa a cien pies de altura y manteniendo constantemente la misma altitud. La mayor


parte del tiempo volaba trazando un crculo, teniendo como centro la casa de Olliver y con
un radio de aproximadamente la mitad de un bloque de casas. Pero de vez en cuando,
bien fuese que el piloto quisiera variar la monotona del vuelo o bien para cambiar el
ngulo de observacin, comenzaba a volar haciendo la figura de un ocho con la casa de
Olliver en el centro de la figura. Crag observ cuidadosamente para ver la frecuencia de
aquella forma de volar en ocho, y la haca una vez de cada cuatro, lo que significaba que
el aparato volaba con autopiloto y que tal sistema de vuelo funcionaba automticamente.
Si aprovechaba uno de los momentos en que tena el aparato directamente sobre su
cabeza y se decida a dar el salto en el momento justo, dispona de unos cuantos
segundos durante los cuales podra saltar y colgarse del alero, penetrando as por la
ventana ms prxima. Era un trabajo rpido y calculando los segundos por fracciones. A
ojo calcul el nmero de pasos. Haba seis desde la compuerta del techo hasta el borde
del tejado y calcul que con la fuerza adquirida podra dar el salta en el vaco y cubrir los
quince pies de distancia.
Esper a que el aparato volviese a trazar por tres veces la figura del ocho y aprovech
una de ellas en que el helicptero se aproximaba detrs de l, el momento ms exacto y
seguro para dar el salto. Y se dej ir. Corri rpidamente los seis pasos desde la
compuerta del tejado hasta el borde del alero. Con una agilidad gatuna se qued
slidamente colgado del alero de la casa de Olliver. Maniobr lo suficiente como para
correr justo encima de la ventana del piso superior ms prxima, se sujet con una de las
manos, aprovechando la derecha y con la terrible fuerza de su izquierda hizo saltar el
marco de la ventana. A los pocos instantes se encontraba dentro de la casa, en
seguridad. Una maniobra propia de un acrbata o de un Crag. Permaneci quieto dentro
de la ventana escuchando al helicptero hasta estar seguro de que continuaba sus vuelos
de rutina en igual forma y de que el piloto no haba dispuesto otra cosa para bajar y
observar algo que le hubiera podido parecer alarmante.
Crag no crey que hubiese guardias en el interior de la casa, sino ms bien sirvientes,
y, por tanto, no tom precauciones especiales. Apart sus ojos de la luz de la luna y los
fue acostumbrando a la oscuridad de la habitacin, que result ser un dormitorio
desocupado. Poco despus sali hacia un corredor an ms oscuro. Encontr la escalera
y descendi sigilosamente. No encontr luces en el segundo piso y continu bajando
hacia el primero. El corredor de aquella planta apareca ligeramente iluminado, notando
pronto que por debajo de una de las puertas, surga un haz de luz ms potente, al pie de
la escalera y en el vestbulo de la planta baja. Se dirigi hacia dicha puerta y permaneci
en pie unos instantes frente a ella escuchando. Oy dos voces distintas, la de Olliver y la
de una mujer; pero la puerta era demasiado pesada y no le result posible entender
claramente lo que se hablaba en el interior de aquella habitacin.
El hecho de que all se encontrase una mujer le hizo vacilar. Pero Olliver le haba
ordenado claramente venir a la casa y le estaba esperando; de haber una mujer con l,
sin duda tena que merecer toda su confianza, como lo haba sido sin duda el jefe tcnico
del psicgrafo.
Crag abri la puerta y entr decididamente en la habitacin.
Olliver estaba sentado tras una maciza mesa de caoba. Abri los ojos sorprendido en
cierta forma al ver llegar a Crag.
- Buen Dios, Crag! - dijo -. Cmo pudo usted hacerlo? No pens nunca que vinieran a
poner vigilancia en esta casa, ya que no le haba sentenciado. Pero insistieron en hacerlo.
Pens que se habra escondido durante una semana por lo menos...
Pero los ojos de Crag, tras haber mirado a Olliver fueron hacia la mujer que le
acompaaba. Le pareci familiar en cierta medida; pero a primera vista no pudo
localizarla bien, a despecho de sus hermosos cabellos de cobre dorado que ahora se

hallaban libres de la gorra de uniforme y por la voz; sus ojos le miraban con cierto aire de
hallarse divertida ante su vista. Se dirigi al hombre sentado tras la mesa de despacho.
- Ya te dije que vendra esta noche, Olliver, y t te reste de m. No crees que ahora
me toca rer a m? - Y se ri de forma encantadora -. Y, Olliver, no preguntes a este
hombre cmo lo hizo. No te lo dir; as, pues, por qu preocuparse ms.
Ella era una mujer bellsima, sin la menor duda, incluso para el gusto ms exigente. El
traje de tcnico psicogrfico no haba ocultado del todo el hecho de tener un cuerpo
esplndido; pero el traje que ahora vesta, aumentaba el hecho notoriamente. Al estilo de
la poca de llevar desnudo el diafragma, slo llevaba un tejido finsimo y casi transparente
por encima de la cintura. La falda era larga y opaca, pero al caerle sobre las piernas, le
moldeaba deliciosamente las caderas y los muslos. Su cara, ahora sin las gafas y con un
ligero maquillaje, era extraordinariamente hermosa y a tono perfecto con sus maravillosos
cabellos de cobre dorado. Sonri a Crag, midindole divertida y curiosa con sus bellos
ojos, de arriba a abajo.
- Quin se lo hubiera imaginado habindole visto con las ropas de la crcel? - dijo.
Su tono resultaba tan amistoso y franco que nadie hubiera podido realmente sentirse
resentido. Excepto Crag. Mir vivamente a la mujer y sin responder se volvi hacia Olliver.
- Es que tiene que permanecer aqu esta mujer mientras hablamos?
Olliver haba recobrado su compostura - y sonri. - Me temo que deba permanecer
aqu, Crag. Es muy importante para mis planes, nuestros planes. Pero creo que es mejor
que se la presente. Crag, tengo el gusto de presentarle a Judeth, mi esposa. Crag se
qued atragantado durante unos instantes de sorpresa.
- Si tiene que quedarse aqu, dme algo que ponerme. No me gusta que me miren de
esta forma. La cara de Olliver se estir un tanto; pero repuso en seguida:
- All tiene ropas en aquel armario. Pero creo que se comporta de una forma ridcula,
Crag. No estamos en la poca victoriana. Este es el siglo XXIII.
Sin responder, Crag se dirigi hacia un armario y lo abri. Colgaban en el interior
diversas prendas caseras y Crag tom una al azar, de seda. Se la puso, comprobando
demasiado tarde, tras haber cerrado el mueble que la prenda era de Judeth y no de
Olliver; los hombros le apretaban y las mangas le resultaban bastante cortas. Le pareci
un tanto ridculo volver de nuevo al armario a cambiar de ropa. Despus de todo, las
prendas caseras de la poca solan ser llevadas tanto por las mujeres como por los
hombres y aquella era una bata corriente de casa, aunque de un hermoso material. Sin
embargo...
- Espero no contaminarle, Crag - advirti Judeth.
Pero ste conserv su dignidad ignorando a la hermosa mujer, tanto por su presencia
por cuanto poda hacer o decir. Lo importante del momento era el milln de dlares. Un
milln de dlares no era ninguna broma, ni ocasin que se presentase todos los das.
- Sintese, Crag - le dijo Olliver.
Crag comprob que Olliver ya estaba sentado tras su amplia mesa de despacho y que
Judeth permaneca igualmente apoyada en una esquina del mueble, mirndole con una
completa seriedad, sin la menor traza de humorismo.
Crag tom asiento en un silln y volvi la cara hacia Olliver y no hacia su esposa.
- Una pregunta - dijo -. Hablaba usted realmente en serio esta tarde? Es cierto que
dispone usted de ese milln?
Oliver aprob con un gesto.
- Naturalmente que hablaba en serio. Tengo mucho ms de ese milln de dlares. El
dinero ser suyo cuando termine la tarea que tiene asignada. No es cosa de hacerlo de la
noche a la maana. El trabajo es en Marte. No se trata de mi propio dinero, comprende...
es ms bien un fondo creado por...
Crag se removi algo nervioso en su asiento. - No me preocupa de donde proceda,
siempre que sea mo cuando haga el trabajo que quiere confiarme. Y cuando ms pronto

empiece, mejor. He venido a esta casa esta noche y quiero salir de ella tambin esta
noche. Dgame en qu consiste el trabajo y anticpeme dinero para mis gastos. Yo s lo
que tengo que hacer.
Olliver sacudi la cabeza con lentitud.
- Me temo que no sea una cosa tan sencilla, Crag. Para que lo sepa, tiene que ir
primero, antes de encargarse del trabajo, al psicgrafo.
IV
Si los reflejos mentales de Crag no hubiesen sido tan rpidos y completos, como los
fsicos, Olliver hubiera dejado de existir en el prximo segundo transcurrido al acabar sus
ltimas palabras. A pesar de todo, estuvo en realidad a seis pulgadas de una muerte
cierta, esa fue la distancia a que qued su cabeza de la mano izquierda de Crag, que se
detuvo instantneamente en su camino. De haber completado el golpe, la mujer habra
seguido la misma suerte, un momento ms tarde. Crag haba dado tres pasos hacia
donde se encontraba Olliver.
Dos cosas le haban salvado. Una era el hecho de que las manos de Olliver estaban
descansando a la vista de la mesa, sin la menor intencin de tocar ningn botn ni de
abrir cualquier cajn del mueble. La otra el hecho de que lo pronunciado por Olliver no
tena sentido literal, ya que de haber sido as, de poca utilidad le habra resultado para sus
planes, al suprimir todas sus capacidades fuesen cuales fueren los planes del juez Olliver.
La voz de Judeth son tensa.
- Espere, Crag. - De reojo, Crag pudo comprobar que la mujer no haba movido ni un
solo msculo de su cuerpo. Sus ojos miraban, no a l, sino al lugar que haba ocupado en
el asiento abandonado -. Como habr podido comprobar, ya que hemos estado a punto
de morir a sus manos, mi esposo no se refera a lo que usted imagina.
La hermosa faz de Olliver haba perdido su color sonrosado y su voz apareci alterada
y ronca.
- Todo lo que quera decirle era...
La voz de su mujer le interrumpi vivamente.
- Perdona, Ollie, djame explicrselo. Esto ha sido increblemente estpido. Ya te dije
que Crag... - Se interrumpi bruscamente y su entonacin cambi hablando ms bien de
forma impersonal -. Crag, quiere sentarse de nuevo y dejarme que le explique? Le
prometo que ninguno de los dos har el menor movimiento. Ollie, deja tus manos donde
estn ahora, exactamente. Y, por favor, cllate y no abras la boca para nada. De
acuerdo, Crag?
Crag no respondi y se volvi a la silla que haba ocupado, observando a la pareja con
cuidado. Se sent en el brazo del silln; en tal postura habra sido ms rpido que
cualquier movimiento de los que Olliver pudiera haber realizado.
- Como usted ha podido comprobar a tiempo, Crag, nos habra resultado perfectamente
intil acondicionado por el psicgrafo. Pero igualmente nos resultara intil como un
criminal perseguido. Lo comprende?
- Lo estuve antes - repuso Crag hoscamente -. Y por gente ms peligrosa que la
polica.
- Es cierto; pero este trabajo es algo difcil y especial. Y, adems, Olliver le prometi su
libertad. Eso significa su libertad absoluta y total y no la situacin de un hombre
perseguido.
- Querr usted decir que van a proveerme de un certificado falso del psicgrafo.
- Naturalmente. Un salvoconducto en regla para comenzar una nueva vida. Sin ese
documento, sus enemigos encubiertos tendran inters en usted.
- Pero eso no puede hacerse - dijo Crag -. Ya se intent antes.

- S, pero fue con un certificado falso, no uno verdadero y real, respaldado por toda
clase de registros y comprobaciones. La diferencia estriba en que usted ir realmente al
psicgrafo; pero no ser psicografiado. A prueba de tontos, por completo. - Y Judeth se
movi por primera vez, ladeando la cabeza para mirar a su marido -. Incluso de un tonto
como mi marido, que ha estado a punto de que muriramos los dos hace un momento concluy con cierta socarronera en la voz.
La mente de Crag trabajaba furiosamente. Pareca demasiado sencillo, demasiado
perfecto.
- As tendr que dejarme capturar de nuevo, no es cierto? Qu sucedera si la polica
dispara primero y me coge despus?
- No suceder as, porque usted ser capturado aqu y ahora, cuando hayamos
terminado de hablar. Olliver puede estar apuntndole con una pistola, mientras yo llamo a
los guardias del exterior. Estar usted detenido y no existir la menor razn para que
disparen contra usted.
Crag aprob con un gesto.
- Y... usted ser la encargada de manejar el psicgrafo?
- Desde luego. No hay la menor oportunidad de que otra persona intervenga. Yo soy
ahora el solo tcnico; mi ayudante est de vacaciones. La ocasin es perfecta. Ms
preguntas?
- S - dijo Crag mirndola con ojos duros -. Cmo podr saber que puedo confiar en
usted? Ella le devolvi una mirada serena y tranquila. - Puede hacerlo, Crag. Ya
comprendo por qu tiene sus dudas y... lo lamento de veras.
- Promete usted no hacer nada en el aparato que pueda cambiar mi mente?
- Lo prometo. Piense por un momento y ver que no me sera posible hacerlo. Ello le
convertira en algo intil para nuestros planes. Si considera que resulta cambiada su
mente en lo ms mnimo, podr matarme despus.
- Y si usted suprimiese la memoria que me permitiese tenerlo en cuenta?
- Usted ya conoce la cuestin, Crag. El proceso no es tan selectivo. Tendra que
remover todos sus recuerdos y trastocarle toda su mente, o no tocarle en lo ms mnimo.
En caso contrario, podramos suprimir solamente las experiencias de un criminal y las
causas y circunstancias que le han llevado a tal situacin y dejarle el resto de s mismo.
Es posible que eso pueda hacerse algn da; pero todava no.
Crag volvi a estar de acuerdo con un gesto silencioso. Esta vez, Olliver sali de su
mutismo y con su rostro coloreado normalmente intervino en la conversacin.
- Y bien, Crag?
- Est bien. Tome su pistola.
Olliver abri un cajn del despacho.
- Deje esa bata en el armario, donde la tom. Podra ser muy difcil explicarlo a la
polica. - Espere un momento. Por qu es preciso llevar adelante todo esta comedia?
Por qu no me lo explic en su charla privada del tribunal? Pudo haberme sentenciado
entonces al psicgrafo. Por qu esta aventura de dejarme escapar para volverme a
capturar de nuevo?
- No le habra usted credo, Crag - repuso Judeth -. Podra haber pensado que eso es
todo lo que suele decirle a los condenados para que fuesen al psicgrafo ms tranquilos.
De todas formas, sea cual fuese lo que le hubiera dicho, usted no habra confiado en l. El
hecho de que le ayudsemos a escapar es la mejor demostracin de cuanto le digo.
Crag pens que aquello tena sentido. No habra confiado realmente en Olliver hasta el
extremo de ir voluntariamente hacia el psicgrafo. Habra ms bien tratado de evadirse,
antes de creer algo parecido.
Se puso en pie, se quit la bata de seda de Judeth y vacil an.
Judeth no brome en absoluto, ni dej escapar la menor indicacin de humor. Se
desliz de la posicin que ocupaba en el ngulo de la mesa y se dirigi hacia la puerta.

- Voy a buscar a la polica - advirti -. Est dispuesto.


Crag colg rpidamente la prenda en el armario y volvi ponindose contra la pared.
Permaneci all con las manos en alto, mientras que Olliver le apuntaba con la pistola
desde su mesa. La polica entr a los pocos instantes.
No ocurri nada camino de la crcel. Ms tarde la cosa fue peor, cuando los guardias
de la prisin se hicieron cargo de l, de manos de la polica, y le condujeron a una celda.
Le golpearon salvajemente hasta dejarle casi inconsciente, antes de soltarle Pero el
sentido comn y el instinto de conservacin fueron lo suficientemente fuertes en Crag
como para que no se le ocurriese defenderse y luchar contra sus carceleros. Haba seis y
todos armados con pistolas de rayos, adems de la porra de goma que llevaba cada uno
colgando del cinto. Crag pudo muy bien haber matado a tres o cuatro de ellos; pero las
posibilidades de haberlos destruido a todos antes de morir, eran de mil a una en su
contra. An as las habra aceptado si se hubiera tratado de haberle llevado realmente al
psicgrafo.
Sobre la medianoche recobr el conocimiento. Le dolan horriblemente todos los
msculos de su cuerpo. Penosamente se las arregl para incorporarse y poder echarse
en su camastro. Tras una media hora, se qued dormido.
Por la maana, el comunicador del techo de la celda le despert con la noticia de que
se haba pronunciado su sentencia y de que los guardias le conduciran al psicgrafo
pasada media hora a partir de entonces. Se sent al filo del camastro, dolindole todos
los miembros. Se encontraba desnudo, los guardias le haban desgarrado las ropas la
noche anterior en la espantosa paliza que le administraron. En un rincn de la celda,
haban dejado, en su lugar, ropas sucias de un recluso de la crcel de la Federacin, que
decidi ponerse con gran trabajo.
Poco despus, otros seis guardias vinieron en su busca, con diez minutos de
anticipacin, como para tener tiempo todava de volver a propinarle otra paliza. Lo
hicieron, aunque con menos severidad que la noche anterior, ya que no podan dejarle
inconsciente ni impedir que pudiera andar y moverse en su camino hacia el psicgrafo.
Cuando avis el zumbador, le transportaron hacia la habitacin del psicgrafo y le
amarraron brazos y piernas a un gran silln. Todava le abofetearon en plena cara y uno
de ellos le lanz un terrible puetazo al estmago. Crag se alegr de no haber
desayunado. Despus dejaron la estancia vaca.
Pocos minutos despus, lleg Judeth. Nuevamente, apareca vestida en su uniforme de
tcnico psicogrfico, como la haba visto por primera vez., Pero ahora su belleza se
mostraba ms perfecta, ya que Crag conoca, a pesar del uniforme, cada curva que
pudiera quedar escondida en el poco femenino atuendo de servicio. Llevaba las gafas que
se apresur a quitarse una vez dentro de la estancia del psicgrafo.
Crag continu silencioso sin decir nada cuando se encontr frente a ella y sin mirarla a
la cara. Ella sonri ligeramente.
- Vamos, Crag, no tenga ese aire tan preocupado. No voy a someterle al tratamiento
psicogrfico, ni voy a tocar su mente en la ms leve forma. No voy, incluso, ni a conectar
los electrodos del aparato.
Crag continu silencioso.
La sonrisa de Judeth se desvaneci de sus bellas facciones.
- Sabe usted, Crag... odio la idea de haberle tenido que ajustar al aparato, incluso en el
caso de haber sido obligado el hacerlo. Es usted un bruto tan magnfico, que me gusta
mucho ms en la forma en que se conduce y tal y como es, que si fuese un hombre
atildado, de dulces maneras. Y eso es lo que podra hacer con usted..., pero no lo har.
- Desteme - gru Crag.
- Con la puerta cerrada y solos aqu los dos? - Judeth sonri -. No me tome por tan
tonta. S que odia usted a todas las mujeres. Pero tambin s y conozco su
temperamento y me figuro el tratamiento que le dieron la pasada noche. Tenindole libre

tendra que vigilar cualquier palabra que pronunciase... y guardarme de su mano


izquierda.
- Qu es lo que sabe de eso?
- S mucho ms acerca de usted de lo que piensa. Pero pienso conocer muchas cosas
ms. Va usted a decirme una serie de datos sobre su propia vida.
- Por qu?
- Porque es imprescindible que haga un completo informe, desde luego. Incluso la
historia completa de un caso notable y una lista de los delitos ms importantes que haya
cometido, y que se presuma que ha confesado usted bajo la influencia de la mquina. A
propsito, eso me recuerda que tengo que ponerla en funcionamiento. - Se traslad a la
espalda del silln en que Crag estaba fuertemente amarrado e hizo activar un dispositivo,
que llen la estancia de un sordo zumbido que ocup por completo la habitacin -. Esto es
audible en el corredor exterior, con lo que me ahorrar toda molestia. No se preocupe, no
est conectado con usted de ningn modo.
Cuando Judeth volvi a la vista de Crag, llevaba en las manos un cuaderno de notas y
un lpiz; tom una silla prxima y se sent frente a l, dispuesta a cumplir su cometido:
- Dgame cundo y dnde naci usted, Crag. - Puede usted decidir su propia historia. Oiga, Crag, este informe ser comprobado contra cualesquiera serie de hechos ya
conocidos y registrados acerca de usted. Si no est de acuerdo en todos sus aspectos,
resultar evidente que esta sesin ha sido falsificada. Habr una investigacin adecuada
y se querr saber a toda costa por qu la mquina no ha funcionado convenientemente en
usted. Usted ser vuelto a recluir y volver a este cuarto... y esa vez no ser yo quien
opere con la mquina. Estar en la crcel o ms posiblemente enviada a mi vez al
psicgrafo. Por lo que yo s, este delito que ahora se est cometiendo contra la Ley
jams se ha cometido antes y no s cul ser la penalidad que le corresponda. Pero, con
respecto a usted, quedan pocas dudas... No puedo correrme ya ms riesgos de los que
me he corrido hasta aqu, por tanto, tiene que cooperar, o ya sabe lo que le espera.
Tambin podra verme obligada a conectar los electrodos y realizar mi misin
honradamente. No tengo otra eleccin. Lo ha comprendido bien?
- Est bien, est bien - repuso Crag ceudamente -. Contine.
- Dnde y cundo naci usted?
Crag se lo dijo. Sigui respondiendo a otras preguntas de rutina. Fue refiriendo sus
aos juveniles, sus estudios y sus primeros tiempos de hombre del espacio.
- Y su carrera de hombre del espacio termin cuando perdi la mano. Hbleme de eso.
- Lo fui durante siete aos y era teniente en Vega III. Por entonces, en la Tierra se
pona a punto una espacionave para Marte. Fue un puro accidente, no fue culpa ma ni la
de nadie. Una de esas cosas desgraciadas que ocurren. Un fallo mecnico en un tubo de
los reactores, mientras lo estaba limpiando.
- Acaso le atribuyeron la culpa de lo ocurrido? - No, precisamente; pero hicieron
constar un tecnicismo a mi cargo y con ello se perdi la compensacin a la que tena
derecho. Y eso no fue lo peor sino que me retiraron la licencia y perd mi rango. Y as de
un oficial del Espacio me qued convertido en un manco desgraciado cualquiera.
- Bien, y cul fue ese tecnicismo?
- Un anlisis del alcohol de mi sangre. Mostr una cantidad insignificante. Yo haba
tomado una copa de despedida, ciertamente que slo una, con un amigo, seis horas
antes. Pero dio la casualidad que se testific y ello dio lugar a dejar bien sentado de que
haba sido seis horas antes. El reglamento determinaba estrictamente que no poda
beberse nada ocho horas antes del despegue; pero el programa se adelant una hora
antes de que ocurriese el accidente. Aquello me coloc en la situacin de haber
quebrantado el reglamento por exactamente una hora de tiempo. Utilizaron el hecho para
ahorrarse con ello el dinero. No hubo nada que yo pudiera hacer en mi defensa.
- Y despus de aquello?

- Oh, anduve haciendo locuras muchos aos. Bien, se llevar este interrogatorio
mucho tiempo?
- Una hora, para cumplir las formalidades precisas, como si la mquina hubiese estado
realmente trabajando.
- Mire, seora, estas ligaduras me aprietan demasiado. Me dejara fuera de este
maldito silln si le doy mi palabra de honor?
Judeth vacil. Despus, repuso:
- Dentro de un minuto. Pero existe una cosa que la considero importante en mi informe
y que deseo que me diga ahora mismo. Por qu razn odia usted tanto a las mujeres?
- Ser un placer decrselo. Haca aproximadamente un mes que estaba casado antes
del accidente, con una chica de la que estaba locamente enamorado. Debo contarle lo
que hizo cuando se enter de que haba perdido una mano y mi empleo?
- Se divorci, tal vez?
- Se haba vuelto a casar antes de que saliera del hospital.
- Hizo usted algo... al respecto?
- Quiere decir si la mat? No, la odiaba demasiado para volver a tocarla siquiera.
- Y no admitir usted honestamente que an contina enamorado de ella?
La cara de Crag se puso roja y las venas de los brazos se le hincharon junto a las
ligaduras del psicgrafo.
- Si fuese libre, yo...
- Bien, Crag. Hay algo ms que tenga usted que decirme sobre ella?
- Tena los cabellos exactamente de su mismo color, seora. Y era tan hermosa como
usted. - Crag se detuvo un instante -. No, usted es ms hermosa. Y ms temible, tambin.
- No soy mala, Crag. Soy dura. Como usted mismo lo es. Bien, creo que es suficiente
para mi informe con respecto a ella. No la mencionaremos ms ni a ella ni a ninguna otra
mujer. Ahora voy a soltarle.
Judeth procedi a desligarle de sus ataduras con rapidez. Le solt la banda que le
sujetaba la frente y que le obligaba a tener la cabeza echada hacia atrs y despus las de
las muecas.
- Qu ms? - pregunt Crag.
- Su lista de delitos. Esto tiene una finalidad. Ellos desean esto particularmente, porque
as concretan los ya resueltos en vez de informarse sobre los sin resolver. Eso le
favorecer de todas formas. No tiene nada que perder y causar muy buen efecto.
Crag solt una leve carcajada.
- Est dispuesta a escribir todo un libro.
- Es mejor que hable en el magnetfono para que la polica lo transcriba todo ms
tarde. Pero antes de que lo ponga en marcha, procure adoptar una voz montona y sin
emociones; esto es, como si hablara bajo los efectos de la mquina. Sintese en idntica
postura a la que tena hace un momento para hallarse a la misma distancia del micrfono.
Dispuesto?
Crag le hizo un gesto afirmativo. Judeth puso en marcha el registrador.
El hombre se puso a relatar en la forma indicada por Judeth una relacin de los
mayores delitos que haba cometido, dejando adrede dos sin relatar. Se trataba de delitos
en los que se haba servido de cmplices que, por lo que saba, estaban vivos an.
Despus, hizo un gesto a Judeth quien desconect el aparato de registro magnetofnico.
- Y qu hay en relacin con el delito por el que estuve convicto, el del neftn? Supongo
que tendr que confesarlo tambin...
- Creo que ser mejor que lo haga, Crag. Si tuviese que informar que no lo hizo, dara
pie a una futura investigacin, y sta es la cosa que menos podemos desear. Veamos,
usted estuvo en Venus hace un ao, no es cierto?
- S.

- Diga que compr el neftn all de un individuo a quien conoca y cuyo nombre puede
falsear a su gusto, aadiendo algunos detalles que resultar muy difcil comprobar,
indicando dnde y cundo lo conoci. Diga que lo ha conservado hasta haberse enterado
de que su precio era elevado aqu en Alburquerque; pero que no tena idea de ningn
comprador especial, y que slo intentaba buscar uno.
Crag aprob la idea, y a continuacin hizo el relato de las indicaciones sugeridas por
Judeth.
- Algo ms? - pregunt cuando la mquina estuvo detenida de nuevo.
- S. La evasin. Tiene que explicar cmo se las arregl para hacerlo. Yo le he
preparado una versin que espero merezca su aprobacin
- Y cul es?
- El guardia que mat al salir se llamaba Koster. Hace un ao, era dependiente de un
bar de Chicago. Diga usted que le conoci all. Puede decir que se aproxim a su celda
ayer y que le ofreci ayudarle a escapar por diez mil dlares, que usted le pagara cuando
estuviera en libertad. Usted acept y l le proporcion los utensilios necesarios para la
evasin.
- Y por qu tendra entonces que haberle matado?
- Para ahorrarse esos diez mil dlares.
- No, creo que eso no va muy bien encaminado. Creo que tengo otro relato mejor. Me
dio la ruta a seguir y el momento para pasar a travs de la puerta que estaba vigilando.
Nunca intent realmente ayudarme a escapar sino que intent matarme y conseguir la
fama por haber evitado mi evasin, consiguiendo as un ascenso. Y que cuando intent
sacar el arma yo me las arregl para evitar que me matara, hacindolo yo a mi vez con su
propia pistola.
- Bien, parece mucho mejor. Dgalo de esa forma. Tiene usted buenos recursos, Crag.
Judeth puso nuevamente en marcha el aparato y Crag fue relatando la versin que
acababa de imaginar.
- De acuerdo - dijo ella con el magnetfono parado -. Esto acaba las cosas. Se supone
que ahora el psicgrafo ha erradicado de su mente todo lo que me ha contado. - Judeth
mir a su reloj -. Disponemos an de unos quince minutos. Permtame volver a sujetarle a
la mquina.
- Por qu?
- Se supone igualmente que usted permanece todava ligado al psicgrafo cuando yo
salga de aqu. Cuando los guardianes le desaten, es mejor que aparezcan en su cuerpo
las marcas de las ligaduras, especialmente la que le sujeta la frente. En caso contrario,
tendrn serios motivos para sospechar.
Crag se inclin y se amarr por s mismo las ligaduras de los tobillos y se ech hacia
atrs poniendo los brazos sobre los del silln del psicgrafo dejndose atar fuertemente
por Judeth. Al amarrarle el correspondiente a la mano izquierda, dijo:
- Usted conoce lo de mi mano izquierda. Cuntas personas lo saben? Esto podra
crearme serias dificultades.
- No se preocupe, Crag. Nadie ms lo sabe, excepto Olliver. Por la forma en que
levant la mano para golpearle anoche, supuse en el acto lo que ocurra. Ni siquiera se lo
mencion a l y tampoco estoy segura de que l haya podido hacer la misma deduccin.
- Est bien. Por qu no me dice qu clase de misin, es la que desea Olliver que haga
por l?
Judeth sacudi la cabeza.
- Desea explicrselo a usted por s mismo. Adems, tengo ahora algo ms importante
que explicarle y dispongo de poco tiempo, antes de salir de aqu.
- Ya comprendo. Tendr que aparecer humilde como un conejo.
- No me refiero a eso. En primer lugar, se presupone que saldr inconsciente de esta
habitacin. Los guardias vendrn, le desatarn y...

- Y me darn otra paliza como la de anoche no es eso?


- No. Usted ya ha dejado de ser la persona que mat a uno de ellos y ahora ya no
tienen nada contra usted. Usted comienza ahora como una nueva persona, totalmente
distinta, - Crag. Le pondrn en una camilla y utilizando el elevador le llevarn hasta el
hospital del piso veintitrs. All le acostarn y esperarn hasta que vuelva en s de su
letargo.
- Por cunto tiempo se supone que deba permanecer inconsciente?
- Al menos una hora. Algunos estn ms tiempo. - Y despus?
- Haga como que se despierta sbitamente, aunque sintindose confuso y torpe.
Recuerde bien esto: usted no sabe quien es, ni cmo ha llegado hasta aqu. Sintese en
el borde de la cama durante un rato, como si estuviera tratando de orientarse.
- Bien, dgame lo que sigue.
- Ya recibir instrucciones. Una enfermera, que no le quitar ojo de encima desde una
puerta, se aproximar a usted cuando vea que ha despertado
y le llevar a alguien que hablar con usted y quien le explicar una serie de cosas,
indicndole lo que tiene que hacer.
- Y qu actitud debo adoptar?
- Deber aparecer embrollado y confuso y ser conveniente que haga ciertas
preguntas, las ms dispares, propias de la situacin. Pero procure por todos los medios
comportarse corts y educado. Acepte sin discusin y siga fielmente las sugerencias que
se le hagan. Todo ir perfectamente a partir de ese momento.
- Pero... dnde y cmo podr ponerme en contacto con Olliver?
- No se atormente ahora por eso. Yo se tomarn las medidas oportunas para ello.
Cuanto menos conozca lo que le espera despus, tanto ms naturalmente se hallar
usted dispuesto despus para jugar su papel. Pero recuerde que tendr que controlar bien
su lengua... y su temperamento, a cada minuto y a cada segundo. Bien, Crag... tenga
cuidado. Y ahora haga como si estuviese inconsciente. Cierre los ojos y respire profunda
y lentamente.
Desconfiado de las mujeres como lo era, Crag pudo haber esperado lo que sigui
despus; pero no lo hizo. Y as el beso que le pusieron ardientemente en los labios le hizo
vibrar como una descarga elctrica.
Pero se sent rgidamente, sin moverse ni hablar, odindola tanto que no quiso darle la
satisfaccin de haber maldecido por lo sucedido, como ella seguramente no habra
dudado en esperar. Esper pacientemente, hasta or cmo se desvanecan los pasos de
Judeth, en el profundo silencio que sigui al cese brusco del zumbido de la mquina. La
mujer se dirigi hacia la puerta y se alej.
Slo cuando, momentos ms tarde, oy ruido de pasos aproximarse a la puerta,
record que tena que relajarse y representar la comedia de aparecer inconsciente,
respirando lenta y pesadamente.
Por las pisadas y por la forma en que le tomaron de la mquina, Crag calcul que eran
dos los guardias que le transportaban fuera de la sala y que en aquella ocasin no tenan
nada que temer de l, y que adems, cosa importante, no tenan la menor intencin de
volver a golpearle. Le levantaron del silln del psicgrafo y le pusieron en una camilla. Fue
conducido por un corredor, despus al elevador del edificio de la Federacin, que
descendi, sintiendo que luego le depositaban en una cama de hospital.
- Este fue el que mat a Koster - oy cmo uno de los guardias deca al otro -. Le
damos algo para que se siga acordando?
- No - repuso el otro -. De qu servira? Ya no es el mismo tipo. Aunque lo sintiera, no
tendra la menor nocin de lo que se le hiciera ahora.
- S, pero...
- Vamos. Deja tus fuerzas para mejor ocasin. Y Crag oy cmo salan de la sala.

Comenz a calcular mentalmente cul sera el tiempo transcurrido y en qu medida


podra saberlo. Careca de su reloj de pulsera, ya que le haban quitado cuanto posea en
la celda. Finalmente oy sonar una hora en un reloj de pared. La cuestin se haca ya
simple; todo lo que tena que hacer sera esperar hasta que el reloj diese la hora siguiente
para volver en s de su pretendida inconsciencia.
Le cost un esfuerzo terrible permanecer inmvil a causa de los terribles dolores de
todos los msculos de su cuerpo; pero lo consigui. Al sonar la prxima hora, hizo su
papel de la mejor forma posible. Hizo un gran esfuerzo para incorporarse y sentarse al
borde de la cama, restregndose los ojos como el que sale de un profundo sueo. En el
acto se le aproxim una enfermera.
- Se siente mejor?
Crag se puso en pie; pero hizo como que le flaqueaban las fuerzas y volvi a sentarse.
- Tengo todo el cuerpo dolorido - dijo -. Qu es lo que ha ocurrido? Es que he sufrido
algn accidente? Cmo estoy aqu?
La chica sonri.
- Oh, no se preocupe. Todo ir bien, y todo le ser convenientemente explicado.
Quisiera mejor seguir acostado y descansar algo ms?
Crag fingi una voz vacilante.
- Oh... me encuentro bastante bien, supongo. - Se mir a s mismo y pareci
sorprendido -. Estas ropas... son de la prisin? Acaso... yo...?
- Oh, no se moleste. Todo est perfectamente. Estar usted en condiciones de salir de
aqu, cuando todo le haya sido explicado. Y por lo que respecta a sus ropas... - La
enfermera se dirigi a un pequeo armario. All aparecan la camisa, los pantalones y
debajo las sandalias de verano -. Esta es la que vesta. Si desea que se le cambie algo...
- No - repuso firmemente Crag -. Pero si hubiera una ducha, creo que me mejorara del
dolor que tengo en todo el cuerpo.
La enfermera aprob con un gesto y le seal otra puerta.
- All. Est seguro de que no necesitar ayuda?
Crag le asegur que no, le dio las gracias y esper hasta que ella hubo salido. Despus
se encerr en la ducha y se tom una larga con agua tibia y despus fra. Se puso las
ropas que tena en el armario, y despus abri la puerta de salida de la sala, fingiendo la
mayor incertidumbre.
La enfermera estaba sentada en un pupitre a una docena de pasos en el corredor.
Haba odo abrirse la puerta y le mir. Volvi a sonrer a Crag y le hizo una sea para que
se aproximase a ella.
- Se siente mejor, ahora? - le pregunt sonriendo -. Parece usted mucho mejor en
este momento.
- S, gracias, seorita, me encuentro mucho mejor. Estaba tratando de recordar algunas
cosas... y no acierto con nada. Ni siquiera s quien soy, ni puedo recordar absolutamente
nada de m...
- No se preocupe. Todo va bien. Ahora le llevar al doctor Gray.
La enfermera se levant y se dirigi a travs del vestbulo, seguida de Crag. Le mostr
una pequea salita de espera y le dijo que el doctor le vera en pocos minutos. Pasado
aquel tiempo, se encontr frente a un hombre con una cara redonda coleo la luna.
- Sintese, Crag.
- Me llama usted Crag. Es se mi nombre, doctor?
- S, hijo. Quiere un cigarrillo, Crag? - Tom uno del paquete que le ofreca el mdico,
quien se levant a travs de su mesa para encendrselo -. Su nombre es Crag - continu
-, a menos que decida cambiarlo. Este ser un privilegio del que podr hacer un completo
uso, si se decide a hacerlo, tras haber conseguido orientarse nuevamente por la vida.
Para que sepa, Crag, usted fue un criminal... y para ponerle en condiciones de

incorporarse nuevamente a la sociedad, ha sido preciso erradicar de su mente todos sus


recuerdos.
- Qu clase de criminal era? Qu fue lo que hice?
- Es mejor que no responda a esa pregunta en bien suyo, Crag. Tendr que
concentrarse ahora en el futuro y no en lo pasado. Especialmente ahora, ya que el
pasado no tiene importancia y est totalmente olvidado. Sean cualesquiera los crmenes
que haya cometido estn borrados de los libros y cancelados, olvidados. Ahora no tiene
en absoluto que sentirse culpable por ellos, porque usted ya no es la persona que los
cometi, en modo alguno. Usted comienza como un nuevo ser y no le debe nada a la
sociedad.
Crag aprob lentamente con la cabeza.
- Trato de ir comprendiendo, doctor.
La redonda cara de luna del mdico mir a una ficha que tena ante s sobre la mesa.
- En un aspecto es usted un hombre afortunado. No tiene parientes vivos, y, por tanto,
no tiene lazos que le liguen a nadie, en su pasado, sea el que fuere. En casos as, suelen
ocurrir ciertas complicaciones. Pero... - El mdico se aclar la garganta y abandon la
frase que estaba pronunciando -. Tambin es afortunado en otro aspecto. Cuenta usted
con un fiador que le ofrece un empleo muy bien pagado, mucho mejor que la mayor parte
de los graduados. Ser usted un piloto espacial.
- Piloto del espacio? - Crag no debera haber mostrado aquella sorpresa, pero no
pudo evitarlo. Tal vez mostr demasiada sorpresa en su reaccin, ya que el mdico le
mir con agudeza.
- S - dijo el doctor Gray -. Lo ser usted para una espacionave privada. Est usted
debidamente calificado, usted tena una licencia de la categora A, hace algn tiempo. Fue
revocada; pero este trmite queda anulado automticamente cuando la persona ha
pasado el proceso del psicgrafo. A menos que la revocacin fuese por incompetencia, lo
que no ocurre en su caso. Tendr que seguir un nuevo curso de reinstruccin,
naturalmente.
- Y qu clase de aparato es, seor?
- Una espacionave de cuatro pasajeros, semi atmica, modelo J-14. Y su patrn, Crag,
es un gran hombre, un personaje relevante, ciertamente. Su nombre es Olliver, quien es
posible que llegue a ser un gran hombre de Estado en el sistema. Al menos en mi opinin,
debera usted considerarse muy afortunado y agradecerle su inters en este empleo. De
lo contrario, deber recomenzar su vida nuevamente... bien, en otra cualquier categora
mediocre. Nosotros siempre tenemos empleos para estas personas, en realidad ms
demandas de las que podamos atender. Por supuesto, si usted no quisiera volver
nuevamente al espacio est en perfecta libertad de elegir. Ahora es un hombre libre,
Crag: Se le est ofreciendo ese buen empleo, no ordenndole que lo acepte.
- Lo aceptar - repuso Crag. Y recordando las instrucciones de Judeth, aadi -:
Gracias. Muchsimas gracias, doctor.
El mdico sonri con su redondeada faz totalmente ausente de expresin.
- No me lo agradezca a m, hgalo con el juez Olliver. Por ahora tiene usted
alojamiento y manutencin en su casa, y no tendr que ocuparse de buscar vivienda. Aqu
tiene su direccin y diez dlares. - Y le alarg un papel junto con el billete prometido -. Es
para el taxi, a menos que no prefiera ir andando. No tiene que darse ninguna prisa cuando
salga de aqu.
Crag se puso en pie, puso ambos papeles en el bolsillo y volvi a dar las gracias al
mdico. Cinco minutos ms tarde, respir profundamente mezclado con la multitud en
plena calle. Estaba libre.
Y hambriento, condenadamente hambriento. Todava no eran las doce del da, pero ya
haba perdido dos comidas. Perdi la cena por la evasin y la nueva captura de la polica.
Y el desayuno, porque se supona que para los efectos de la mquina psicogrfica

debera tener vaco el estmago. Tambin deseaba ms que nada en el mundo tomar un
trago o varios ms. Pero con diez dlares no podra pagarse mucho licor, del que l
deseaba. Pero podra pagarse un buen almuerzo en un restaurante.
Despus de haberlo hecho a su gusto, volvi a desear un trago con ms fuerza que
antes. Se detuvo a pensar de qu forma podra hacerse con cien dlares para correrse
una francachela antes de informar a Olliver de su libertad, pero aquello presupona un
riesgo, y su situacin no era como para correrse ninguno. Decidi finalmente no hacerlo y
esperar.
Todava no tena prisa en ir en busca de Olliver, y llam a la camarera para que le
sirviese otra taza de caf y le llevase el ltimo peridico del da.
El peridico mencionaba que haba sido sentenciado al psicgrafo; pero sin aadir
otros detalles. Generalmente nunca se daban, cuando el condenado iba al psicgrafo; la
teora legal era que un hombre psicografiado deba considerarse como un hombre
totalmente nuevo, que empezaba una nueva vida, sin ningn pasado, incluso con sus
huellas digitales destruidas. Ya que el psicografiado se haba olvidado de su identidad y
de sus delitos, la sociedad no podra hacer menos.
Hoje el peridico, sin encontrar nada de inters. Las usuales cuestiones de la poltica
y otras informaciones de rutina. Repentinamente sinti deseos de caminar por las calles,
para saborear su libertad. De paso, el pasear le hara un gran bien a sus msculos
doloridos. Pag su cuenta y se march.
Dio un gran rodeo hasta llegar a la casa de Olliver, en parte para hacer el paseo ms
largo y tambin para evitar el Barrio Marciano, el distrito vicioso de los hombres del
espacio. Resultaba la cosa ms sencilla del mundo entrar all y tropezar en seguida con
dificultades; no era aqulla la mejor ocasin para hacerlo.
Camin a paso rpido; pero con una cierta gracia felina en sus movimientos, poniendo
en prctica una docena de variaciones sobre la gravedad. Pensaba en el milln de
dlares.
Todo un milln de dlares por una misin que cumplir!
El vigilante de la puerta frontal de la residencia de Olliver tena una horrible cara de
bulldog y caractersticas de sdico, como muchos de aquellos individuos; pero se inclin
cortsmente ante Crag y le abri la puerta dicindole que el juez le estaba esperando en
su estudio. Crag atraves el gran vestbulo y volvi a entrar en la misma habitacin de la
noche anterior.
Se alegr de que Olliver estuviera solo, y sentado tras su maciza mesa de roble.
- Sintese, Crag - le dijo Olliver -. Se tom usted bastante tiempo para llegar hasta
aqu. Crag permaneci silencioso.
- Ha comido usted? - pregunt Olliver, respondiendo Crag con un gesto.
- Bien. Podemos hablar, pues. Le gusta, verdad?
- Cuando es necesario. Por el momento prefiero que hable usted. Yo escuchar.
- Muy bien. Ya le habrn dicho que le ofrezco un empleo como piloto privado y presumo
que habr aceptado.
- As es.
- Sabe usted pilotar un J-14?
- Me bastar con un par de das para estudiar el manual y familiarizarme con los
controles.
- Magnfico. Dispone usted de una semana antes de que salgamos hacia Marte. El
aparato est en la plataforma 96 del espaciopuerto. All lo tiene a su disposicin para que
realice cuantas prcticas necesite. Yo puedo pilotarlo por m mismo; pero jams salgo al
espacio sin alguien que pueda relevarme.
- Y despus de Marte?

- Dejar usted este empleo nominal y comenzar su verdadera misin. Ya se lo


explicar convenientemente en ruta; tenemos tiempo sobrado.
- Comprendo que eso est bien para los detalles; pero supongo que podr usted darme
ahora una idea de conjunto. Tal vez sea algo que no quiera hacer o que no pueda
realizar. Incluso por el precio que usted ofrece, no ira a aceptar un trabajo de suicidio.
Sea lo que sea, deber saberlo ahora.
- Es algo peligroso; pero no tanto. Supongo que lo intentar. Apuesto a que s, de todos
modos podra dejarlo antes de llegar a Marte.
- Esperar a los detalles; pero sigo deseando conocer la naturaleza general del trabajo
que voy a realizar. Quizs tenga que hacer preparativos en esta semana que falta.
- De acuerdo, comprendo su punto de vista. Creo que ahorraremos tiempo ms tarde si
comenzamos ahora a hacer nuestros planes. De hecho, si usted acepta o declina el
trabajo ahora, se lo dir todo ahora mismo, excepto una cosa, y puede decidir tambin
ahora mismo, an ignorndola:
- Deseo que robe un determinado objeto que existe en Menlo.
Crag dej escapar un silbido.
- Pero eso es prcticamente una fortaleza.
- S; pero no inexpugnable para cualquiera que tenga un empleo como guarda en el
interior. Y para eso su certificado del psicgrafo es del mayor valor. Los hombres que han
sido psicografiados recientemente, se les tiene por leales a toda prueba y se les emplea
mucho ms rpidamente que a los dems, sin importar lo que fueron antes. En realidad,
nadie se preocupa de su vida anterior, ni se le hacen preguntas. De cualquier forma,
usted slo tiene que negar cualquier pregunta que le hagan sobre su anterior identidad.
Crag sonri ceudamente.
- Y si no existen accesos, tendr que cargarme a un guardia y fabricar otro en su
puesto, no?
- No ser necesario. Menlo est muy aislado y Eisen no permite la presencia de
mujeres. Por esas dos razones Eisen tiene que pagar primas especiales para conseguir
empleados e incluso as tiene enormes dificultades. No tendr usted la menor dificultad en
hallar empleo.
- Y ese objeto que tengo que robar es fcilmente portable?
- Podr llevrselo en un bolsillo cualquiera.
- Menlo es una gran factora. Quisiera decirme dnde tendr que buscar ese objeto?
- S; pero no cmo conseguirlo.
- Ha intentado alguien llevrselo antes?
- S. Yo nosotros tenamos un espa en Menlo, Crag, hace seis meses. Como
tcnico, no como vigilante. Ayud a Eisen a trabajar en el logro de ese objeto, y me
habl de ello. Le orden que lo consiguiera y le hice la misma oferta que le he hecho a
usted. Unas pocas semanas despus le un informe de que haba resultado muerto
accidentalmente. Tanto si ha sido as, como si ha sido privadamente ejecutado o no, es
algo que ignoro.
- Probablemente cogido en una trampa mortal. Menlo est llena de ellas.
Olliver se encogi de hombros.
- No se trataba de un criminal profesional, de nadie que perteneciese a su categora, en
absoluto. Me habra considerado satisfecho usndole como una fuente de informacin, sin
esperar ms de l. Desde entonces, he venido buscando al hombre apropiado para este
trabajo. Y as es cmo me fij en usted, al hallar su nombre y antecedentes en un
expediente. As es la cuestin, Crag.
- Y es eso todo lo que tengo que hacer all? Encontrar ese objeto y, procurando que
no me agarren, drselo a usted?
- Y otra cosa an, si es posible. Usted es hbil manejando las herramientas, no es
cierto?

- S. De no poder encontrar un empleo como vigilante, podra encontrarlo en el almacn


de la maquinaria.
- Eso podra ser muy til. Pero no era eso lo que tena pensado cuando le hice esa
pregunta hace un momento. Si pudiera usted fabricar un duplicado del objeto que
buscamos y colocarlo en el lugar del verdadero sera lo ideal. Tal objeto nos ser de
muchsima ms utilidad, si Eisen ignora que se ha perdido. De todos modos es preciso
conseguirlo, bajo cualquier circunstancia.
- Cuntas personas, adems de usted y de Eisen conocen la existencia de ese objeto
y su valor?
- Nadie, que yo sepa, al exterior de Menlo, y probablemente ni una sola persona de las
que all hay. No creo que haya nadie, aparte de Eisen y de m mismo, que tenga nocin
de su existencia ni de su valor. Es una invencin de Eisen de la que piensa que resulta
poco prctica y casi sin valor alguno. Pero yo veo en ella la posibilidad de ganar miles de
millones de dlares. Y toda esa colosal fortuna es la que necesita el Partido
Cooperacionista para su poltica abierta. - Olliver se detuvo un instante, para preguntar a
continuacin -: Y bien, Crag?
- Una pregunta todava. Dispone usted de un milln de dlares en efectivo? O se
supone que deber esperar a conseguirlo tras que ustedes hayan ganado esos
hipotticos centenares de millones?
- El milln est dispuesto en efectivo. No de mis fondos personales, sino de la caja del
partido. Mis colaboradores slo conocen que yo s la forma de invertir ese milln en
nuestra poltica, de forma que nos produzca con seguridad un mayor capital. Todos
confan en m, sin conocer con exactitud su verdadero destino. Como jefe del partido y
futuro candidato para el Coordenador del Sistema, me han dado carta blanca en el
desembolso de parte de los fondos del partido. Si yo pudiera decirle quienes estn
asociados conmigo en esto, Crag, se quedara asombrado.
- Eso es algo que me tiene sin cuidado - repuso Crag -. El milln de dlares en efectivo
y que est en sus manos, eso es todo lo que quiero saber, y el compromiso formal
existente entre nosotros. Ahora necesito un anticipo para gastos. Mil dlares ser
suficiente por el momento.
Olliver frunci el entrecejo.
- No necesitar tanto dinero. Est usted viviendo ahora aqu, como empleado mo,
durante la semana que precede a nuestra partida. Dispongo de un coche para que pueda
utilizarlo a su gusto en sus desplazamientos al espaciopuerto. Para qu necesita usted
ese dinero?
- La adquisicin de ropa en primer trmino. Y una buena francachela, despus.
- Recuper sus maletas, las que tena cuando fue arrestado. Estn en su cuarto. Con
ellas dispondr de mejor ropa de la que pudiera comprar ahora, Crag. Respecto a esa
juerga, eso est fuera de lugar. Es preciso que se mantenga sobrio, hasta que hayamos
terminado este cometido.
- De veras? No acepto rdenes de nadie, Olliver. He estado en la crcel y no he
tomado un trago desde hace un mes. Una vez estemos en Marte, entonces le prometo no
tomar ni un solo trago hasta que haya acabado el trabajo, se lleve el tiempo que se lleve.
Pero, mientras tanto, quiero emborracharme aunque sea una sola vez, tanto si le gusta
como si no. Si no quiere anticiparme ese dinero, sabr conseguirlo por otro procedimiento.
- Y qu le ocurrir si se mete en dificultades?
- No se preocupe. Yo soy un bebedor solitario. Me encerrar en mi habitacin. Puede
usted cerrar por fuera, si lo desea.
- Cerrarlo de forma que no pueda salir?
- Desde luego. Puede incluso ponerme una guardia en el exterior, si esto le preocupa.
Olliver solt la carcajada.

- Y cmo explicarle al guardia que le vigile, mientras piensa que usted es un hombre
ya psicografiado? Los hombres que han pasado por el psicgrafo, slo toman copas
socialmente. Adems, podra usted muy bien cuidarse de la guardia tan fcilmente como
de la cerradura. Sepa que no dispongo de hombres para ese cometido. Est bien, estoy
de acuerdo en que se corra esa juerga solitaria, ya que promete encerrarse en su
habitacin. Y que estar fresco en el momento en que hayamos de salir con el J-14.
- De acuerdo. Quinientos dlares sern suficiente, ya que dispongo de mis ropas. Y
qu hay con respecto a su servidumbre?
- Slo tenemos dos sirvientes en la casa. Les enviar con permiso unos cuantos das.
Judeth y yo comeremos fuera. Pero cmo se las arreglar para sus comidas? O es que
no va a comer nada?
- No. Dnde est mi habitacin? Me gustara cambiarme con mis propias ropas
cuanto antes.
- En el segundo piso, frente a la escalera. Tenga, aqu tiene los quinientos dlares. Los
sirvientes se habrn marchado para cuando usted vuelva.
Crag tom el dinero y se fue a su habitacin. Comprob su equipaje y anot que la
polica le haba quitado algunos objetos de escaso valor, nada importante que no pudiera
reemplazar inmediatamente. Haba tenido suerte, pues incluso cuando un criminal era
declarado inocente en un proceso y puesto en libertad, debera considerarse afortunado
de recobrar sus cosas. Era algo con lo que no haba contado.
Se cambi rpidamente de ropas y sali. La necesidad psicolgica de irse de juerga y
correrse una francachela se haca ms y ms fuerte en l y ahora que ya tena la bebida a
la vista, se dio prisa para gozarla cuanto antes. Encontr un barrio comercial en la ciudad,
en el que haba un bar discreto, que era cuanto necesitaba. Los precios eran tres veces
superiores de lo que le habran costado las bebidas en Marte y casi la mitad ms de los
corrientes en el barrio de los hombres del espacio; pero la cuestin se cifraba en
doscientos dlares y los pag sin discutir.
En su habitacin, comenz a beber y emborracharse hasta caer en la inconsciencia a
lo largo de todo aquel da y al siguiente, volviendo a beber cuando recobraba el
conocimiento. A la maana del tercer da, decidi que ya estaba bien y tir por el cuarto
de bao lo que quedaba de los licores comprados. Lo cierto es que no haba encontrado
ningn placer con semejante borrachera, slo haba llenado una necesidad psicolgica
apremiante, y ahora ya podra continuar adelante sus propsitos, sin beber ni una gota,
hasta que llegase el momento en que pudiera hacerlo con seguridad y en una forma ms
agradable y libre.
No se encontraba muy seguro sobre sus pies y sus ojos aparecan enrojecidos,
molestndole como si los tuviera llenos de arena; pero pudo controlar su mente. Estaba
seguro de haber comprobado la presencia, medio en sueos, de Judeth junto a su cama,
mirndole con atencin. Pero haba comprobado la cerradura de su cuarto y decidi
posteriormente que todo aquello debi haber sido una alucinacin, junto con los otros
sueos y alucinaciones sufridas a lo largo de la inmensa borrachera.
Al descender por la escalera, saliendo de su habitacin, pas junto a Judeth, quien al
verle en semejante estado, no le dirigi la palabra. Celebr ntimamente que hubiera sido
as.
Olliver no estaba en su estudio privado. Crag le dej una nota escrita sobre la mesa:
Ya ha terminado; puede usted decir que vuelva la servidumbre. Encontr la cocina y se
prepar una comida abundante. Despus volvi a su cuarto y se qued profundamente
dormido. Se despert a la maana siguiente en buena forma.
La mayor parte de los das siguientes, los emple en el espaciopuerto dentro del J-14
de Olliver, estudiando su estructura y conduccin y el manual de la espacionave, con sus
especiales indicaciones para la navegacin con aquel tipo de aparato. All tambin se
dedic a pensar la futura aventura de Marte, su cometido especial y unos libros adquiridos

acerca de cuanto se relacionaba con Menlo y Eisen, Crag ya saba, desde luego, un
considerable nmero de cosas acerca de Eisen. Eisen era un cientfico e inventor, quien a
principios de su carrera, tuvo que haber sido sorprendido por las similitudes - incluso en la
leve similitud de los nombres -, entre l y Edison, el famoso inventor de siglos atrs, y por
que adems, haba puesto el nombre de Menlo a su factora de investigaciones, en
recuerdo de Menlo Park de Edison. Al igual que Edison, Eisen tambin era un emprico
ms bien que un terico, como hombre de ciencia, su mente aguda vea posibilidades
prcticas all donde otros vean slo hechos abstractos y ecuaciones puramente
matemticas. Como Edison, tambin, haca que las cosas funcionasen, siendo por lo
dems un trabajador infatigable. Pero haba ido mucho ms lejos que Edison en el
nmero y en el alcance de sus inventos y se haba hecho fabulosamente rico, uno de los
hombres ms ricos del sistema. Poda comprar y vender prcticamente gobiernos enteros;
pero no senta el menor inters por la poltica, como tampoco en el poder ni en la gloria,
slo en sus trabajos de investigacin.
Menlo haba ido creciendo en un impresionante y ruidoso enorme edificio en que se
hallaban los laboratorios y la factora y las habitaciones de sus ocupantes y talleres,
aislado y rodeado por unas defensas que tenan fama de ser inexpugnables. La ciudad
marciana ms prxima distaba varias millas de distancia, siendo adems muy pequea.
Eisen viva all con una plantilla exclusiva de empleados y guardianes, todos hombres, de
una treintena de ellos para cada menester.
Olliver haba tenido razn al afirmar que la nica forma de entrar en Menlo, era la de
conseguirse un empleo primero. An as, haba innumerables trampas de seguridad de
todos los rdenes. Aqulla sera la ms dura empresa que Crag poda acometer, de
cuantas pudo haber hecho en su vida. Pero el precio vala la pena, le aguardaba un milln
de dlares.
Mientras tanto, Crag procur aislarse y evitar todo contacto con los Olliver,
especialmente con Judeth. Le pagaba a los sirvientes para que le llevasen las comidas a
su habitacin en una bandeja, haciendo las dems en un restaurante de la ciudad o en el
espaciopuerto.
Transcurrida una semana, llam a la puerta de Olliver, oyendo en seguida el permiso
de entrar. Pregunt a Olliver si ya haba pensado en el momento de partir y ste aprob
con un gesto.
- Pasado maana. Est todo en orden para la travesa?
- S - repuso Crag -. Dispuestos para partir en cualquier momento. Quiere que ponga
en orden el permiso de salida?
- De acuerdo. Hgalo para las diez de la maana. O antes, si es posible. Tiene
necesidad de ms dinero?
Crag sacudi la cabeza.
- Tengo lo suficiente hasta que llegue a Menlo. Si consigo el empleo en Menlo, sus
guardianes estarn sobre m y no es conveniente que me encuentren mucho dinero
encima.
- Me parece muy bien. Investigarn cualquier cosa que les diga a ellos, Crag. No lo
harn por las fechas anteriores a su certificado del psicgrafo, sino por sus subsiguientes
acciones. Ha preparado ya una buena historia que convenza a aquella gente por qu
deja usted su oficio de piloto astronauta, cuando lleguemos a Marte, y se va en busca de
un empleo en el que ganar menos?
- S. Supongo que querrn comprobarlo con usted, investigando mi relato y la excusa
que de los hombres psicografiados, casi siempre pierden sus arrestos para seguir
viajando por el espacio, y eso precisamente ser lo que me habr ocurrido a m. Yo habr
sufrido de un miedo espantoso en el viaje a Marte y no desear viajar ms por el espacio
a ningn precio.
- Me parece estupendo. Tomar nota de eso y tambin lo har Judeth.

Crag frunci el ceo.


- Va ella tambin?
- S. No se preocupe, hay sitio sobrado en la nave. Es un crucero interplanetario de
cuatro tripulantes. No le importa?
- No, en absoluto, si me deja solo. Creo que podra decirme ahora cul es el objeto que
desea que yo robe de Menlo. No voy a volverme atrs, sea cual fuere la misin que
vamos ya a emprender.
- De acuerdo, Crag. Se trata de un dispositivo que tiene el aspecto de una linterna
elctrica de bolsillo achatada. Tiene unas lentes en uno de los extremos; pero no podra
decirse que sean iguales a las de una linterna corriente, porque las lentes son verdes y
opacas, opacas a la luz, quiero decir. Podra darle una descripcin ms exacta; pero no lo
suficiente para que pudiera usted fabricar un duplicado por anticipado, an.
- Y dnde se encuentra?
- Est en la cripta de seguridad del taller y laboratorio privado del propio Eisen. No s
exactamente en qu lugar de la cripta estar; pero existe una carta - ndice sobre la mesa
de despacho de Eisen. El objeto est archivado bajo la particular denominacin de DIS-l.
- Es eso todo lo que puede usted informarme? - S, con algunos otros detalles. No
robe ninguna otra cosa ms. Tal vez existan muchas otras cosas de gran valor; pero no
las deseo en absoluto. Adems, no deseamos por nada del mundo que Eisen sepa que
algo haya sido robado. Si lo consiguiera
- Cuando lo consiga...
- Est bien, cuando lo consiga, no trate de hacer tonteras con ese dispositivo, o
utilizarlo. Tiene que prometrmelo.
- Sera ms fcil para m prometrselo si supiese de qu se trata. Mi curiosidad pudiera
resultar peligrosa.
- Pues bien, se trata de un desintegrador. Est diseado para anular la fuerza cohesiva
de la materia. Bien... no estoy muy fuerte en la teora atmica, por tanto no puedo aadir
ms detalles tcnicos. Lo cierto es que la materia sufre un colapso convirtindose en
neutronio.
Crag emiti un silbido de sorpresa.
- Un desintegrador..., y dice usted que Eisen lo considera sin utilidad?
- S, porque su alcance es corto. El tamao necesita incrementarse con el cubo de la
distancia. El modelo tras el que va usted ahora, slo tiene una accin de dos pies. Para
hacer otro que tenga un radio de accin de veinte, el aparato tendra que ser tan grande
como una casa y para uno de mil pies... bueno, creo que no hay materia prima suficiente
en todo el Sistema Solar, ya que sera tan grande como un pequeo planeta. Adems,
existe el problema del retraso del tiempo. El rayo que parte del desintegrador, crea una
reaccin en cadena en cualquier objeto razonablemente homogneo al que se apunte,
dentro de su alcance; pero se lleva unos segundos en comenzar. No, no es til como
arma, Crag. Puede creerme sinceramente.
Crag le mir pensativo.
- Entonces... si est usted dispuesto a gastar un milln de dlares en l, ser por el
producto, es decir, por el neutronio. Pero para qu puede usarse?
Crag estaba familiarizado, desde luego con el concepto del neutronio, todos los
hombres del espacio lo estaban. Incluso los escolares de primer grado saban que
algunas de las estrellas estaban hechas de una materia casi completamente colapsada
cuyo peso alcanza docenas de toneladas por pulgada cbica. Existen en el Universo
estrellas enanas ms pequeas en tamao que la Tierra; pero con su peso superior al
propio Sol. Pero no se conoca tal materia colapsada en el Sistema Solar. El neutronio
puro, la materia completamente colapsada, debera ser inconcebiblemente pesada ms
pesada que el ncleo de cualquier estrella conocido. Ciertamente, que si ello pudiese ser
manejado, las consecuencias seran, naturalmente incalculables. Pero cuando los tomos

de un objeto quedan colapsados no se limitan sencillamente a caer por los intersticios del
resto de la estructura atmica hacia el centro de la Tierra, o cualquier otro planeta que se
tomase en consideracin.
Olliver estaba sonriendo en aquel momento. - Este no es cosa que deba hacerle
preocuparse, Crag. Podr decrselo ms tarde, si ello encaja bien dentro de mis planes.
Yo le proporcionar cuanto sea preciso para que le resulte til en su empresa.
Crag aprob con un gesto. Pero no pudo evitar seguir pensando en el meollo del
problema de Olliver. Qu valor poda tener un arma que slo tuviese tan corto alcance,
un alcance casi menor que su propia mano izquierda y con menos rapidez? O sera para
poder utilizar el neutronio? Bien, ya volvera a preocuparse por aquellas preguntas sin
respuesta cuando tuviese el objeto en sus manos, antes de entregrselo a Olliver.
El viaje hacia Marte result pesado y aburrido, como son todos los viajes espaciales.
Afortunadamente, aquel J-14, era una nave relativamente lujosa y dispona de una cabina
para l solo. Emple en ella la mayor parte del tiempo, cuando no estaba al mando de los
controles. Durmi cuanto pudo tambin y emple el resto del tiempo leyendo y
escuchando registros de sonido y msica. Habl lo menos posible con Olliver y nada en
absoluto con su esposa, excepto cuando tena que contestar a cualquier pregunta que le
fuese hecha directamente.
Crag tom finalmente los controles para la toma de contacto con el suelo de Marte,
operacin que realiz a la perfeccin. Se volvi hacia Olliver.
- Dnde deber entrar en contacto con usted?
- Tenemos reservadas habitaciones en el Hotel Fobos. Vendr usted con nosotros,
Crag. Alquil, tambin una para usted.
- Por qu? Podra muy bien haberme dirigido hacia Menlo.
- Porque tengo relaciones, a travs de las cuales podr ponerle ms al corriente de la
situacin. Qudese al menos esta noche y podr salir maana, con ms informes y
conocimientos de los que tiene ahora.
Crag se mostr de acuerdo. Una vez en el Hotel Fobos, se fue derecho a su habitacin
y permaneci en ella. Por la maana, estaba ya vestido y dispuesto cuando son el
telfono anuncindole que Olliver tambin lo estaba. Se encontraron en la sala principal
de la suite que el matrimonio haba encargado.
- Las noticias son buenas, Crag - le dijo Olliver -. Eisen est en la Tierra, en la mitad de
un mes de vacaciones que se ha tomado all. Dispondr usted de dos semanas antes de
que vuelva. Tal vez esto simplifique las cosas para usted.
- Quin se encarga de emplear al personal cuando Eisen se marcha?
- Nadie emplea a tcnicos; pero el jefe de los vigilantes, un individuo llamado Knutson,
est autorizado para emplear a hombres en el servicio de vigilancia. No tengo ahora idea
muy clara de cmo estarn de personal; pero las posibilidades son excelentes, por lo
general siempre tienen dos o tres plazas vacantes en la vigilancia.
- Creo que valdra ms que viese a ese Knutson en la ciudad. Sabe usted cmo
podra reconocerle, si le encontrase?
- S. Le conozco de haber visitado Menlo hace seis meses. Es un hombretn alto y
fuerte, con el pelo rojizo y una gran cicatriz en diagonal partiendo de una mejilla... no
recuerdo de cual. No me sorprendera que fuese un matn. Necesita ms dinero?
- Creo que me vendran bien doscientos dlares. Tengo suficiente para llegar basta all
pero pudiera ser que no encontrase empleo tan pronto.
Olliver cont y le entreg los doscientos dlares solicitados.
Judeth entr en aquel momento vestida y a punto de salir. Pas junto a Crag y puso
una de sus manos en las de ste.
- Adis, Crag. Buena suerte.
Crag se pregunt interiormente por qu quemaban las manos de Judeth a su contacto.
Sali tambin inmediatamente.

La pequea ciudad de Pranger, de una poblacin de unos mil doscientos habitantes,


que constitua el nico lazo de Menlo con la civilizacin, aparte de que Menlo en s, era la
civilizacin, se encontraba en un alto valle de las Montaas de Sirte. No existan vuelos
regulares de comunicacin entre ella y Marte City, por lo que Crag tuvo que hacer el viaje
en etapas sucesivas, no llegando a ella hasta primeras horas de la tarde. Dio su nombre
en la pensin de Pranger, almorz y despus sali para conocer la poblacin.
Haba poco que ver en Pranger. Aparte dos tabernas de aspecto tosco y unos cuantos
establecimientos comerciales, lo dems eran las viviendas de los mineros. Era una
poblacin surgida con motivo de la explotacin de unas minas de molibdeno y todos
vivan junto a ellas, prcticamente. Una poblacin pobre y tristona. Si era el nico lugar
accesible a los empleados de Menlo, no era de extraar que nadie tuviera inters en
trabajar all. No obstante, todava no quiso dirigirse rectamente a pedir su empleo, ya que
todas sus oportunidades quedaran destruidas en un momento si se la negaban de primer
intento. No tendra lgica alguna permanecer dando vueltas alrededor de Menlo e
intentarlo de nuevo. Sera muchsimo mejor encontrarse a Knutson accidentalmente y ver
la forma de que le fuese ofrecido un empleo, sin que tuviera que solicitarlo. Entonces las
posibilidades no quedaran terminadas por una negativa, ya que no podra negrsele nada
que no hubiera solicitado.
Fue en las primeras horas del atardecer cuando acert a distinguir al hombretn, de
cabellos rojizos que se acercaba muy bien al tipo descrito por Olliver. Crag se dio prisa
por seguirlo. No estaba en condiciones de localizar la cicatriz de la mejilla desde la
distancia a que le vio; pero apareca mucho mejor vestido que los mineros de la poblacin
y crey estar seguro de que se trataba de Knutson. Y cuando siguiendo al hombre, entr
en una de las tabernas del pueblo y pudo observar la cicatriz, no le cupo duda alguna de
que all estaba el hombre buscado. Y tambin comprob que era bastante ms matn de
lo que se haba imaginado Olliver, lo que significaba que no resultara muy fcil hacer
amistad con l. Quizs el dejarse dar una paliza por l sera ms sencillo.
Crag se las arregl para aproximarse junto a Knutson en el bar, arreglndoselas
tambin para resbalar y caer sobre l, derramando parte de la bebida que se estaba
tomando en aquel momento. Pero Crag le pidi excusas al momento. Tena que andarse
con mucho cuidado, ya que debera en cualquier momento, ms tarde, revelar su
identidad psicogrfica; pero mientras tanto, no hacer nada que pudiera traicionarle. Un
hombre recientemente psicografiado poda defenderse en caso de ser atacado, o, siendo
un guardia atacar a otros en cumplimiento de su deber; pero no es jams naturalmente
agresivo ni propenso a la menor violencia.
Pero unos momentos ms tarde, y de nuevo como si no hubiera podido evitarlo, volvi
a chocar con Knutson derramando entonces mayor cantidad del licor que estaba bebiendo
en aquel instante. En aquella ocasin no tuvo tiempo de dar explicaciones, materialmente.
Antes de pensar en hacerlo, un gigantesco puetazo le envi a la otra parte del bar,
aunque pudo evitar caer por el suelo. Consigui ponerse en equilibrio y volvi dando
traspis. Devolvi el ataque, aunque teniendo buen cuidado de hacerlo con la mano
derecha, defendindose con la izquierda. Hizo lo posible porque apareciese que haba
combatido como un valiente en una buena pelea, aunque todo pudo haber acabado de un
simple golpe, de haberlo deseado. Pero Crag hizo una larga y buena pelea dejndose
derrotar lentamente y con honra. Finalmente, le tumb definitivamente por el suelo.
Al instante, se le aproxim Knutson y hacindole un guio con la cara ensangrentada,
le dijo cordialmente:
- Vaya, amigo, ha peleado duro para un tipo de su tamao. Ha estado a punto de
tumbarme. Vamos, le invito a un trago.
Y de aquella forma, devolvindole el guio y dejando que Knutson le ayudase a
acercarse a una mesa, se encontr sentado con el hombretn del cabello rojizo y frente a

un par de buenos tragos. Unos minutos ms tarde, tras haber contestado a una serie de
preguntas de Knutson sobre lo que estaba haciendo en Pranger, el gigantn le pregunt:
- Amigo, supongo que no ir a buscar trabajo en las minas. Un to capaz de luchar
como usted, merece otra cosa. Qu le parece trabajar en Menlo?
Resuelta, pues; la cuestin, Crag estuvo contento de poder ir a trabajar a Menlo con su
nuevo amigo recin adquirido. Comprobando sus antecedentes, Knutson se mostr
encantado ante el certificado psicogrfico que Crag le mostr finalmente.
- Hombre, esto es realmente bueno. Slo tiene dos semanas. Nos informamos tambin
de sus antecedentes personales aunque espero que no habr ocurrido nada en dos
semanas que hace que le dieron este certificado. Qu estuvo usted haciendo? Crag se
lo explic a su manera y el jefe de la vigilancia de Menlo, qued en telefonear al Hotel
Fobos a la maana siguiente para tomar referencias del juez Olliver. Despus, bastaba
con que las huellas digitales de Crag coincidiesen con las estampadas en el certificado
para que no hubiese ms inconvenientes en comenzar a trabajar en su nuevo empleo.
- No se gana mucho ms que en las minas - le dijo a Crag -, pero es un trabajo limpio y
fcil. Es un trabajo ms bien de holgazanear, siempre que se est bien alerta mientras lo
hace. De acuerdo?
Crag lo estuvo en el acto.
V
Pudo muy bien haber ido simplemente a Menlo y haber solicitado un empleo, desde
luego; pero result mucho mejor la forma en que lo hizo, hacindose amigo de Knutson.
La forma ms rpida de hacerse amigo de un matn es entrar en lucha con l y dejarse
vencer, con el suficiente margen de dignidad como para ser respetado. Batir a un matn
significa el odio feroz de ste; dejarse tumbar de una paliza, tras una buena lucha es
conseguir hacerle feliz y Obtener su amistad fanfarrona. Como amigo de Knutson, Crag
consigui lo que se propona, obtener el puesto de vigilancia nocturna que patrullaba en el
interior de Menlo, y no en la periferia.
Crag necesitaba conocer minuciosamente cada pieza del lugar, excepto el laboratorio y
la oficina privada de Eisen, cerrada bajo llave y rigurosamente inaccesibles durante su
ausencia. Ms que cerrada, Crag supuso acertadamente que aquellas dos habitaciones
deberan estar sembradas de las ms diversas trampas mortales. Ni Knutson, ni
Cambridge, el jefe tcnico de la planta y el hombre ms cercano a Eisen, tenan la menor
nocin de cmo aproximarse a dichas habitaciones. Nadie, excepto el propio Eisen poda
entrar en ellas, a menos que no mediase una invitacin suya; pero estando l presente.
Crag gast tres das con sus noches sin hacer nada, sino aprendiendo en detalle todos
los puestos de vigilancia, las entradas y salidas y el completo dispositivo de la planta de
investigacin, la rutina general de entradas y salidas, los relevos de guardia y el equipo.
Una suerte resolvi para Crag el mayor problema futuro, anticipadamente: en la tercera
planta del edificio exista un pequeo museo de armas primitivas de la Tierra. Una de ellas
- lo decidira cuando llegase el momento - sera la ms adecuada, para conseguir el
desintegrador que tan afanosamente buscaba en Menlo.
La siguiente noche a la hora de cenar, Knutson le pregunt en el comedor:
- Te gusta la lucha? Me refiero ms concretamente al boxeo.
- Pues claro que s.
- Esta noche hay una condenadamente buena, en Marte City, de pesos welters.
Quisieras venir a mi cuarto y verla por la televisin?
- Me parece magnfico - repuso Crag.
- Ser sobre las siete. Ven a mi cuarto y all la veremos. Si llegas antes que yo, ponte,
cmodo y considrate como en tu propia habitacin.

Crag tom mentalmente buena nota de la invitacin que le result del mayor inters y
procur estar en el cuarto de Knutson antes que l. Afloj uno de los tubos al vaco del
aparato y cuando Knutson lleg y encendi la televisin, no daba la menor seal de vida.
Knutson jur como un carretero indignado, tras haberse cansado de mover los diales en
todas direcciones.
Crag le hizo una sugerencia.
- Creo que podra arreglar el aparato, entiendo bastante de televisin. Puesto que nadie
trabaja ahora en el laboratorio municipal, vayamos a ver si es posible poder arreglarlo.
Una vez en el laboratorio, Crag comenz a perder deliberadamente el tiempo con el
aparato, sin conseguir ponerlo en funcionamiento. Knutson comenz a sentirse nervioso.
- Nos estamos perdiendo el combate, Crag. Vamos al saln principal y lo veremos en el
aparato grande que all hay. Ya lo arreglars ms tarde.
- Vete t si quieres, Knutson. Estoy a punto de arreglarlo y no es cosa de dejarlo as.
Estoy seguro de reunirme contigo antes de que termine el combate.
Se reuni con Knutson congo haba dicho y con el aparato ya arreglado. Y adems con
diversos objetos en sus bolsillos, en especial una diminuta linterna atmica y un circuito
detector, ambos algo toscamente montados, pero pequeos y eficientes. Adems, tom
otras cuantas cosas de las que habra de tener necesidad en el futuro.
A la noche siguiente, se las arregl para aproximarse a la puerta de Eisen, la de su
oficina privada, con - la linterna y el circuito detector, comprobando todos los circuitos
posibles de alarma que all existieran, dejndole satisfecho por el momento. No pretendi
entrar en la habitacin, precisaba toda una noche entera para conseguirlo.
Un da despus, solicit de Knutson que le cambiase la vigilancia de da. Y a la noche
siguiente, tan pronto como se consider en seguridad dej fuera de uso los tres circuitos
de alarma de la puerta y entr en la oficina privada de Eisen, disponiendo de cinco horas
de tiempo para maniobrar. Emple las primeras en vigilar cuidadosamente todas las
posibles trampas de alarma que pudieran existir a su alrededor, tanto en la oficina como
en el laboratorio. Pudo hallar y desconectar otros tres circuitos de alarma cuidadosamente
instalados. Despus, volvi su atencin hacia la brillante puerta de durastil de la gran caja
de seguridad.
Se hallaba a la derecha de la mesa de Eisen y un objeto dejado sobre la misma le
ahorr mucho tiempo en previas experimentaciones. Se trataba de una herradura
magntica, un juguete en apariencia y que por lo visto, deba utilizarse como
pisapapeles... Pero, y si se trataba de algo ms que aquello? Por qu no pudiera ser la
clave de una cerradura magntica?
Examin, pulgada a pulgada y con todo cuidado, la lisa superficie de durastil de la
puerta de acceso. Siendo de tal clase de material, en ella no existan desconchados ni
seales que pudieran confundirle. Exista nicamente lo que pareca ser una casi
imperceptible mancha de mosca a un pie aproximadamente a la derecha de la cerradura.
Pero las manchas de mosca eran imposibles all... en Marte no haba moscas. Manipul
con la herradura imantada en todas las posiciones imaginables con relacin a aquella
diminuta manchita y cuando por fin la situ exactamente entre ambos polos de la
herradura, sostenindola hacia arriba, sbitamente la puerta gir sobre sus invisibles
goznes y se abri suavemente. En el interior aparecieron centenares de cajas metlicas
dispuestas simtricamente y todas ellas numeradas.
Crag volvi a la mesa de despacho de Eisen, y en el archivo existente en un rincn de
la oficina, encontr la carta con la designacin codificada de cada uno de aquellos
cajones metlicos. Unos momentos ms tarde, el desintegrador estaba en sus manos.
Pareca, en efecto, una pequea linterna elctrica de bolsillo, incluso ms pequea que la
de uso corriente de encendido atmico que Crag haba tomado del laboratorio municipal.
Excepto por las lentes, que tenan un color de verde esmeralda y eran totalmente opacas.
Crag cerr el cajn correspondiente y comenz a cerrar la caja tambin, cuando se

detuvo. En realidad, tena tiempo para fabricar un falso duplicado y dejarlo como sustituto,
siguiendo las sugerencias que le haba hecho Olliver al respecto.
Era cierto que si Eisen intentaba usar el dispositivo descubrira inmediatamente la
sustitucin; pero si slo se limitaba a realizar visitas peridicas al material secreto all
guardado para comprobar que nada se haba extraviado, vera de una simple ojeada el
objeto duplicado y all continuara. Cuanto ms tiempo tardase en descubrir el robo, tanto
mejor.
Se llev el objeto al laboratorio privado y comenz a trabajar rpida y eficientemente. Ni
habindolo hecho a propsito, nunca pudo Eisen haber preparado tan bien aquel
laboratorio para que un ladrn tcnico hiciese un correcto duplicado de cualquier objeto
robado. Se aplic a la tarea con sus cinco sentidos y cuando termin procur estar seguro
de no haber dejado tras s la menor traza de haber utilizado el banco de trabajo, ni las
herramientas, dejndolo todo nuevamente en el lugar que ocupaba previamente. Deposit
el falso duplicado en la caja de seguridad y cerr sta, volvi a conectar los circuitos de
alarma y a dejarlo todo nuevamente en su sitio, excepto los avisos de alarma de la puerta.
Aguard tranquilamente en la oscuridad hasta que oyese a la guardia pasar su turno de
ronda. Diez minutos ms tarde, con la puerta convertida en una trampa mortal, se hallaba
de vuelta en su habitacin. No quedaba tras l la menor traza, a menos que Eisen
intentara hacer funcionar el desintegrador, o realizase un cuidadoso inventario del
material empleado en el taller y el laboratorio.
Las dems cosas que tena que hacer podan esperar hasta el da siguiente y as se
tom un sueo de dos horas.
La cosa ms importante a realizar era situar el desintegrador en seguridad y fuera de la
factora, a la maana siguiente y de la forma ms rpida y segura. El museo de armas
antiguas que Eisen tena en el tercer piso, estaba prximo a su habitacin. Entr en l,
tom el arco ms pesado que pudo hallar y una pesada flecha de caza. Amarr
cuidadosamente, envuelta en un trozo de tela, el desintegrador a la cabeza de la flecha,
bajo la punta. Con todas sus fuerzas distendi el fuerte arco y la lanz describiendo un
amplio arco, por encima de la valla electrificada y en direccin a una hondonada fuera de
toda vista posible de la factora de Menlo. A menos que no se destrozase al caer la flecha,
el desintegrador estaba en seguridad y en lugar a propsito para recogerlo a placer en el
momento propicio.
Una rpida detencin en el taller principal, mientras los tcnicos tomaban su almuerzo,
le permiti dejar en su lugar la linterna atmica que haba tomado y tirar en la basura los
trozos de chatarra y desperdicios que le haban quedado en los bolsillos,
desembarazndose de toda huella de la faena realizada.
El problema, entonces, era el de no levantar sospechas al intentar abandonar Menlo
demasiado rpidamente. Peor an sera la actitud de despedirse a s misma, conducta
totalmente insospechada en un hombre psicografiado. Y adopt el camino ms factible. A
la maana siguiente, inform de que se senta enfermo con un terrible dolor de cabeza y
con vrtigos. Knutson le llev a la enfermera y le dej all mientras iba a avisar al auxiliar
sanitario de la factora. Crag se aprovech del tiempo que medi para tomar un par de
drogas de la vitrina; una de ellas, belladona, y otra, un purgante activo.
- Parece como si tuviese fiebres recurrentes - expres el tcnico sanitario observando
la contraccin de las pupilas de Crag -. Las ha sufrido con anterioridad?
Crag hizo una mueca de desamparo.
- No podra recordarlo. Estar en mi historial, seguramente.
El sanitario mir fijamente a Knutson
- De ser as sufrir de diarrea dentro de pocas horas. En tal caso, sera mucho mejor
llevarlo a Marte City para un tratamiento adecuado. No puedo atenderlo debidamente
aqu, aparte de que sera preciso un anlisis para estar seguros.

- Quizs pueda yo arreglarlo rpidamente - coment Knutson -. Podra llevarle a la


ciudad cuanto antes y as estar seguros.
- Ser mejor, por el momento, que no viaje hasta que haya pasado el primer ataque de
fiebres. Seguramente maana estar mejor, aunque suele presentarse un segundo
ataque a los pocos das. Una vez que le hagan ese anlisis y le pongan el debido
tratamiento, la cosa no tendr importancia.
Crag empeor y a la tarde sufri efectivamente una fuerte diarrea. A la maana
siguiente se encontr mejor. Knutson fue a buscarle el sueldo que tena devengado e
incluso le ofreci que no hiciese el equipaje ni se preocupase por nada, para ganar
tiempo; pero Crag insisti en hacerlo para tener sus cosas a la mano, en caso necesario
de cualquier complicacin en su enfermedad. Declin tambin el ofrecimiento de Knutson
de llevarle a Pranger en helicptero, recalcando que un paseo hasta la pequea poblacin
minera le hara sentirse mejor. Una vez fuera de la vista de Menlo, escondi su maleta en
unos matorrales cerca del camino, dio un rodeo y volvi a la hondonada en que haba
disparado la flecha. La encontr con relativa facilidad y se la puso en el bolsillo, tras hacer
desaparecer la flecha enterrndola en la arena.
No intent probar el desintegrador en las proximidades de Menlo, ya que Olliver no
haba mencionado si su funcionamiento era o no silencioso. Probablemente no lo sera.
Esper hasta estar nuevamente cerca de donde haba escondido su equipaje. Entonces,
tom el desintegrador y se apart una docena de pasos, apuntando a un matorral
prximo. Nada ocurri en los primeros instantes hasta que gradualmente fue
aproximndose al matorral, siempre con el disparador presionado. Cuando estuvo a
pocas pulgadas de distancia, la silueta del matorral se hizo neblinosa y despus
desapareci totalmente, sin dejar siquiera sobre la arena la menor traza de que all haba
existido. Olliver no haba mentido sobre la naturaleza del dispositivo, ni tampoco en la
limitacin de su alcance.
Sera de un enorme valor, por ejemplo, para un criminal, al no dejar ni rastros de un
cuerpo muerto; pero cualquier otra arma sera mucho ms eficiente, incluso un simple
cuchillo. Desde luego le pareci que no debera valer un milln de dlares; pero aquello
ya era asunto concerniente a Olliver y no a l.
Aquella noche, en Marte City, hizo la primera gestin para asegurarse una buena
coartada, en el caso que le fuese precisa, al haber dejado el trabajo. Se dirigi a una
clnica y esper a que le hicieran un anlisis. Le dijeron que no tena que temer nada de
las fiebres recurrentes y que los sntomas sufridos deberan corresponder a cualquier otra
indisposicin orgnica. Prometi volver a que le hiciesen otro anlisis ms completo en el
caso de que los sntomas volviesen a molestarle.
Llam a Knutson informndole de aquellas noticias, segn haba prometido. De no
haberlo hecho, Knutson hubiera podido sospechar y de cualquier forma a nada conduca
quedar mal con l y cerrndose las puertas de Menlo.
An no tena el milln en la mano y cuando lo tuviera, tal vez no le durase siempre.
Siempre podra resultarle til arreglrselas para poder volver en cualquier ocasin a
Menlo y encontrar trabajo til. Knutson trat de ofrecerse para ir a buscarle y que volviese
a Menlo, pero Crag le dijo que aunque no tena fiebre y se encontraba bastante bien, por
el momento tratara de encontrar trabajo en Marte City, provisionalmente, hasta esperar
algn tiempo y estar seguro de que los sntomas de la enfermedad no volvan ms,
teniendo cerca una buena clnica, en caso de recurrencia.
Llam a Olliver al hotel, quien se puso al telfono.
- Maravilloso, Crag! Puede venir inmediatamente?
- Tiene usted ah lo convenido?
- Aqu? Pues claro que no. Me llevar lo menos hasta maana a la tarde tenerlo todo
a mano y... - Le llamar maana a la tarde - interrumpi secamente Crag.
- Espere, Crag! Dnde se encuentra en este momento?

Crag colg el aparato.


Al da siguiente, ya tarde, Crag volvi a llamar. Le repuso Olliver.
- Crag, no vuelva a colgarme! Esccheme. Es demasiado dinero en efectivo para
tenerlo a la mano. La mayor parte de mis inversiones en la Tierra, y...
- De cunto dispone ah en el hotel?
- De la mitad. Tendr necesidad de unos pocos das todava para conseguir el resto.
- Est bien. Si ha conseguido la mitad, confiar en usted por el resto. Hay alguien ms
ah con usted?
- Solamente Judeth. Puede venir inmediatamente?
Crag le asegur que as lo hara y all estaba a los veinte minutos siguientes. Olliver,
con el rostro tenso por la espera, le franque la entrada.
- Lo ha trado?
Crag afirm con un gesto y mir a su alrededor. Judeth, vestida ms llamativamente
que la primera vez que la vio, yaca coquetamente tumbada en un largo sof mirndole
fijamente y con una expresin inescrutable.
Olliver se volvi hacia ella.
- Daremos por seguro que trae el desintegrador. Trae el dinero, querida.
Judeth se dirigi al cuarto contiguo y volvi con un abultado fajo de billetes de mil
dlares. Sin mediar palabra se lo ofreci a Crag.
- Quinientos mil dlares. Puede contarlos. Crag se los meti en los bolsillos.
- Si confi en ustedes para el otro medio milln, puedo confiar en que ste estar bien
contado. De acuerdo, Olliver, el juguete es suyo.
Las manos de Olliver le temblaban de emocin al tener el dispositivo en sus dedos
nerviosos.
- Buen muchacho, Crag! Y supone usted que no le echarn de menos en Menlo?
- Nadie lo echar a faltar, a menos que Eisen trate realmente de usar el duplicado que
he dejado en su lugar. Y ahora, veamos lo que hay sobre el otro medio milln: dnde y
cundo lo voy a recibir?
- Sintese, Crag - le suplic Olliver -. Djeme explicarle parte de mis planes y que le
haga una sugerencia. Primero, puedo conseguirle el resto del dinero dentro de
veinticuatro horas, en cuanto volvamos a la Tierra. Lo tengo all a mi disposicin, slo es
cuestin de transformar los valores en efectivo.
- Est bien - convino Crag -. Y cundo tiene intencin de volver a la Tierra?
- Salimos maana. Pero he de hacer una etapa antes de llegar. La totalidad del viaje
nos llevar una semana. Pero aqu est la sugerencia que quera hacerle: por qu no
viene usted con nosotros de vuelta a la Tierra?
- Cul es esa otra etapa que tiene que hacer antes?
- En el cinturn de los asteroides. Slo en el borde exterior. Deseo aterrizar en un
pequeo asteroide.
- Para comprobar el desintegrador?
El propio Crag tras haber hecho la pregunta, cay en la cuenta de que all estaba
implcita la respuesta. Se trataba de disponer de neutronio de la forma ms simple.
Desintegrar todo un pequeo asteroide y sus tomos se colapsaran reducindose
infinitamente de espacio dentro de ellos mismos, hasta que la totalidad del asteroide no
ocupase ningn campo gravitacional excepto el suyo propio. Podra quedar tericamente
reducido a una diminuta bola que pudiese ser llevada en una espacionave, teniendo en
cuenta que la propia masa as reducida, no volviese a recobrar su mismo peso al llegar a
las proximidades de la Tierra y aplastase a la espacionave que la condujese. S, la cosa
era sencilla, una vez imaginada. Cmo no lo haba puesto Eisen en prctica? O bien
pudo haberlo imaginado, pero no haber dado la menor importancia al neutronio. Olliver
tena algo guardado en la manga todava, por lo visto... Esperar y ver.
- De acuerdo - repuso Crag -. A qu hora piensa despegar maana?

- Le parece bien al medioda?


- En cualquier momento, me es igual. Le encontrar en la astronave. No la ha usado?
Est en la misma rampa?
- S, provista de combustible y dispuesta para salir. Me alegrar que venga, Crag.
Tengo algo importante que hablar con usted al respecto y este viaje nos dar una
magnfica oportunidad. Le veremos, pues, en el espaciopuerto.
Crag dispuso todava de tiempo para ir a dos bancos diferentes y abrirse sendas
cuentas corrientes de aquella importante cantidad de dinero. Despus emple la tarde
tranquilamente, tratando de imaginar, entre otras cosas, por qu se haba tomado la
molestia de conducirse as. No confiaba en el fondo en Olliver, como no lo haca con
nadie, y era muy posible que Olliver le invitase a aquel viaje para recobrar su medio milln
y ahorrarse el otro medio. Pero si Olliver se sala con la suya, matndole, qu diferencia
habra tanto si el dinero iba encima de su persona o estaba en un banco de Marte City?
Lo habra si daba a conocer a Olliver dnde lo haba depositado. Bien, tomara aquellas
precauciones y cuantas se le fuesen ocurriendo. Todava tena que dormir y... Se encogi
de hombros; cuando se tiene mucho dinero, se tienen todas las posibilidades y no hay
que preocuparse demasiado. Posiblemente Olliver tendra miedo de matarle, sabiendo
que en cuanto fallase por lo ms mnimo, sus posibilidades de sobrevivir seran nulas.
Tambin era posible que el plan de Olliver con respecto al desintegrador fuese algo tan
importante que un milln de dlares fuese humo de pajas. Durmi bien.
Al da siguiente, se hallaba comprobando el J-14 en el espaciopuerto cuando lleg el
matrimonio Olliver. Judeth se march inmediatamente a su cabina para cambiarse sus
ropas de calle por el traje de la nave. Olliver se dej caer en su asiento de copiloto,
prximo al de Crag. Se inclin hacia ste.
- Bien, tenemos tiempo por delante. La ruta est planeada.
- Hacia dnde?
- Sencillamente, al punto ms prximo del cinturn de los asteroides. Cuando
lleguemos, slo tendremos que localizar uno de un tamao regular para mis propsitos.
- Es decir - sugiri Crag -, alguno que pese sobre una media tonelada, si, como
supongo, desea llevarlo en la nave. Ese es el peso extra que el J-14 puede llevar hacia la
Tierra. O piensa usted arrojar algn otro peso o mercanca que haya a bordo? Olliver
sonri.
- No tengo semejante propsito, Crag. Pero s que estoy sorprendido de su certero
juicio y de su nervio. Un hombre de menos talla ya se habra figurado que ira a echarlo
fuera, de tener la oportunidad, para ahorrarse ese medio milln de dlares.
Crag emiti un gruido.
- Tomar mis precauciones.
- No tendr que tomar ninguna. Crag, esto es realmente algo grande, y si usted quiere
secundarme, usted ser grande tambin. Ese piojoso medio milln de dlares, no
significar nada para usted. Tendr algo infinitamente ms importante que el dinero. El
poder.
- Y usted?
- Yo gozar de mucho ms poder. Ms poder del que jams hombre alguno haya
tenido en la historia del gnero humano. Tendr... bueno, no puedo darle detalles ahora,
Crag. Una vez estemos en el cinturn de los asteroides, y tras el estar seguro de un par
de puntos ms. Una pregunta: qu piensa usted de Judeth, Crag?
- Qu importa eso, ahora?
- Quisiera saberlo.
- Aborrezco a todas las mujeres - repuso firmemente, Crag.
- Y tal vez a Judeth ms que a ninguna otra?
- No - minti Crag -. Por qu?
Olliver se encogi de hombros.

- Olvdelo. Bien, puesto que est usted en el asiento del piloto, haga la maniobra de
despegue. Salga al borde del medioda; aqu estn las coordenadas. Le avisar a Judeth
para que se amarre a su asiento.
Se dirigi a la doble cabina y un momento ms tarde sali, atndose los cinturones de
seguridad en el asiento del copiloto.
- Ella ya se ha asegurado. - Despus, pensativamente, aadi -: Una bella mujer, Crag,
y tambin muy inteligente. Nunca confe en las mujeres hermosas; es algo que estoy
aprendiendo. Bien, Crag, qu piensa usted de mi proposicin?
- Esperar hasta que la oiga claramente. De acuerdo, cinco segundos a partir de ahora:
Cuatro, tres, dos, uno...
La espacionave surc como una centella el cielo marciano. Crag encontr pesado el
viaje y as, en apariencia al menos, tambin Judeth. Solamente Olliver pareca animado,
actuando bajo una excitacin apenas controlada que le haca estar inquieto y sin
descanso, incapaz de concentrarse en nada. A veces, pareca extraviado en un sueo,
del que era difcil sacarle al hacerle cualquier pregunta. As permaneci hasta
aproximarse al cinturn de los asteroides y ajustando la velocidad de la nave a la de
traslacin de aquellos millares de cuerpos esparcidos en la rbita. Muchos de ellos
aparecan ya presentes en las pantallas de los detectores.
- De qu tamao desea que detecte uno? - pregunt.
- Eh? Oh, no importa mucho, unos cuantos cientos de toneladas. Del tamao de una
casa, ms o menos.
- No podremos llevarlo en la nave, no importa lo pequeo que parezca, si tiene una
masa semejante.
- No vamos a hacer eso. Se trata de un experimento.
- Entonces por qu no ensayar con uno grande? Podra encontrar Ceres si lo desea.
Tiene algo menos de 500 millas de dimetro.
- Eso nos llevara demasiado lejos, Crag. Esto no produce una reaccin instantnea en
cadena; recuerde que tiene un efecto ligeramente retardado. Si mis informes son
correctos, se lleva al menos una hora en colapsar la materia de un asteroide de unos
cientos de toneladas.
Crag record en aquel momento que, en efecto, al desintegrador se le haba llevado
unos cuantos segundos en desintegrar el matorral que l ensay en las proximidades de
Menlo; por tanto, el clculo pareca razonable. Nunca dijo, naturalmente, a Olliver que
haba practicado por su cuenta con el aparato, desobedeciendo las instrucciones
recibidas.
En aquel momento se vean envueltos en una masa de asteroides, mostrndose en las
pantallas detectoras a distancias de una a dos millas. Crag los estudi y eligi uno del
tamao aproximado al solicitado por Olliver y comenz la delicada maniobra de situar la
nave paralela a la rbita del pequeo asteroide y ajustando su velocidad y direccin.
Olliver le observ con la respiracin en suspenso.
- Lo ha conseguido, Crag.
Crag asinti con un gesto y desconect la fuerza impulsora de la espacionave. Esta y el
pequeo asteroide se sostuvieron juntos por la pequea diferencia de gravitacin entre
ambas masas, pudiendo continuar as indefinidamente por el espacio, hasta tanto no se
pusieran en funcionamiento los motores potentes del J-14.
Olliver le toc en el hombro.
- Buen trabajo, Crag. De acuerdo, pongmonos los trajes espaciales. Se lo dir tambin
a Judeth. En realidad apenas si haba necesidad de abandonar la espacionave para
realizar el ensayo; pero de todas formas deban vestirse con los trajes del espacio. Una
nave tan pequea como el J-14 no tena compuerta de descompresin; perteneca al tipo
econmico y en las escasas ocasiones en que era preciso abrir la escotilla, el interior del
aparato quedaba inmediatamente exhausto de oxgeno y aire respirable, que era

reemplazado posteriormente con el acondicionador de atmsfera, tras la vuelta y antes de


quitarse el traje espacial.
Crag estaba ajustndose el casco transparente de su traje espacial cuando Judeth
sali de su cabina ya equipada convenientemente. Su marido le pregunt:
- Todos dispuestos? Voy a comenzar a dejar escapar el aire. - Los otros le oan a
travs de la radio del casco -. Vens ambos, no es cierto?
- No me lo perdera ni por un milln - respondi Judeth. Crag asinti a su vez
decididamente en igual sentido.
Olliver observaba cuidadosamente el indicador de aire y transcurridos un par de
minutos, advirti:
- Ya est.
Levant una palanca y activ el mecanismo de apertura de la escotilla principal. De pie
en el umbral se ajust a las botas los clavos especiales para poder permanecer en el
asteroide y salt con un ligero esfuerzo sobre el peasco, componiendo una figura
grotesca al marchar en un ngulo recto con respecto al piso de la espacionave.
No muy experto en las cuestiones del espacio, no se llev consigo la cuerda y el
gancho, con lo que el empuje dado en el umbral del J-14 hizo que la espacionave se
alejase del asteroide; de haber estado solo habra podido rpidamente saltar de nuevo
hacia atrs. Crag le llam y le arroj la cuerda con las grapas de agarre y cuando Olliver
se sujet a ella, fue tirando hasta que la espacionave se encontr a slo unas cuantas
pulgada de distancia de la superficie del asteroide, y anclado con seguridad. Entonces
salt Crag, seguido de Judeth.
Olliver caminaba rpidamente hacia el lugar opuesto del asteroide. Antes de seguirle,
Crag mir a su alrededor. El tiempo y su relacin a la distancia, resultaba extrao en un
mundo tan diminuto como aquel. Un paseo de treinta yardas poda conducirle desde la
parte diurna a la noche del pequeo asteroide y volver al da, con igual facilidad. La
espacionave se hallaba amarrada en la parte del Sol; Olliver se detuvo en la lnea opuesta
a la del amanecer y desde all les llam. Crag comprob que Olliver ya haba apretado
el botn de disparo del desintegrador sobre la superficie del diminuto cuerpo astral.
Se desintegrara tan rpidamente como ocurri con el matorral en que Crag lo ensay
en las cercanas de Menlo, all en Marte? Debera ser as o tal vez comenzase una
reaccin en cadena al hallar una sustancia homognea... Si haba desintegrado todo el
matorral, igual lo hara con el asteroide, aunque la zona de impacto hubiera sido de unos
cuantos pies. Buen Dios! - pens Crag -. Qu pudo haber ocurrido de habrsele
ocurrido sostener el desintegrador a pocas pulgadas del suelo? Se habra producido una
reaccin en cadena que hubiese destruido todo el planea Marte? Por qu no, si ahora
iba a funcionar en un asteroide como aquel? La diferencia era solamente una cuestin
de tamao, cosa de poca importancia para una reaccin en cadena. Un escalofro le
recorri la espalda, ante el pensamiento del riesgo que se haba corrido
involuntariamente, no slo por haberse destruido a s mismo, sino a la totalidad de un
planeta, provocando la muerte de cincuenta millones de personas.
Olliver volva en aquel momento y Judeth se dirigi a l, siguindole Crag. Olliver se
inclinaba al suelo y Crag mir con atencin por si estaba disparando con el desintegrador
en algn nuevo punto. Pero Olliver se sacaba simplemente del bolsillo, una regla de
clculo de unas seis pulgadas de largura, marcando con una tiza en el suelo, los extremos
de la misma.
- As comprobaremos cmo funciona - explic -, si es que lo hace. Si estas marcas de
tiza se contraen a menos de seis pulgadas, es que en efecto, tiene lugar la
desintegracin.
- Y despus, qu? - pregunt Crag -. No sera mejor que nos volvisemos a la nave
antes de que el asteroide desaparezca bajo - nuestros pies?
- S; pero no hay prisa, se llevar al menos una media hora.

- Y despus, qu? - insisti nuevamente Crag. - Despus... Espere, creo que esas
marcas estn ya ms cerca; pero vamos a esperar hasta hallarnos absolutamente
seguros y despus se lo dir. Mira! - Y tom con fuerza el brazo de Judeth -. Mira,
querida, no es cierto que estn ms juntas? Verdad que la materia est encogindose?
- Pues yo... creo que s. No parece tambin que el horizonte est ms prximo?
Olliver se incorpor y mir al horizonte; mientras que el ansioso rostro de Judeth se
volvi hacia Crag mirndole intensamente y con fijeza, de una forma extraa. Crag estuvo
seguro de que ella deseaba hacerle una pregunta que no se atreva a formular tratando
de hallar la respuesta por aquella fija mirada. Crag se enfrent con aquella mirada
angustiada y fija, desafiantemente, no consiguiendo otra cosa que resultar confuso y
embrollado.
- Creo... - murmur Olliver -. Bien, por qu pensar en nada? Otro minuto al exterior y
estaremos seguros.
Despus, continu con una voz calinosa y segura:
- S, esas marcas de tiza estn ya a media pulgada ms juntas. Funciona! - Se apart
de ellos y sus ojos fueron hacia los de Crag -. Crag, ese milln de dlares suyo, es ahora
una basura. Ahora quisiera proponerle si no le gustara ser mi mano derecha, el segundo
en el mando supremo de todo el Sistema Solar.
Crag le mir sin responderle, tratando de imaginar si Olliver se habra vuelto loco. Sus
pensamientos debieron ser adivinados, porque Olliver se apresur a decirle:
- No estoy loco, Crag. Ni tampoco conozco ningn nuevo comercio con el neutronio,
se era el camuflaje. Pero Crag... piense en esto... Basta con uno de estos pequeos
dispositivos ocultos en cualquier lugar secreto de todos los planetas ocupados, y
equipados todos ellos con un control remoto de radio para poder ser disparado desde
donde yo me encuentro, en el momento deseado... Eso es lo que har. Si funciona en un
asteroide y ya ve cmo lo hace, funcionar en una masa por grande que sea. Una
reaccin en cadena no encuentra diferencia entre un cacahuete o un planeta.
Crag le mir fijamente, sorprendindose de haber sido tan estpido como para no
haberlo comprendido antes.
- Lo sabr usted todo, Crag - continu Olliver -. No hay partido poltico alguno tras de
m. Mis palabras fueron pura charla. Pero desde ahora en adelante, una vez que me hallo
en poder de este fabuloso objeto, no existirn ms partidos polticos. Habr solamente
uno: Yo. Pero necesito ayuda, naturalmente y usted es el hombre a quien preferira para
segundo mo, a despecho de...
Repentinamente comenz a rer a carcajadas y su voz cambi.
- Judeth, querida, eso ahora resulta intil. Crag se volvi rpidamente hacia Judeth y
vio que ella haba desenfundado su pistola de rayos calorferos con la cual apuntaba a
Olliver.
Este emiti una risita burlona entre dientes. - Creo que ya va siendo hora para ti de que
te muestres tal cual eres, querida. Y creo que es el momento oportuno. Ya encontr ese
juguete en tu traje espacial hace unas horas y le saqu la carga. Vamos, adelante,
dispara. O es que ya lo ests haciendo?
Ella, en efecto, haba intentado disparar intilmente. Se hallaba junto a Crag y
apuntando directamente a su marido. Crag se dio cuenta de la palidez del rostro de
Judeth, aunque supuso que sera de rabia ms bien que de temor.
- Est bien, ahora has ganado - dijo ella a Olliver -. Pero alguien te detendr de alguna
forma. Es que no te das cuenta de que no puedes hacer lo que has planeado sin destruir
al menos un planeta entero para demostrar que hablas en serio? Si destruyes la Tierra,
matars por lo menos las tres cuartas partes de la raza humana, slo para gobernar sobre
los que puedan quedar. Tienes que estar loco de remate necesariamente.

Olliver volvi a soltar una sonora carcajada. En su mano apareci otra pistola de rayos,
sin sostenerla con demasiado cuidado de forma tal que cubra con ella a Crag y a su
mujer, conforme daban unos pasos hacia atrs.
- Ella es una espa, Crag. Una espa de los Dorados. Lo he sabido siempre y se cas
conmigo porque tena precisin de vigilarme. Bien... la dej ayudarme. Ahora que Dios la
ampare a ella. Qutale esa pistola, Crag.
La pistola estaba descargada y la orden resultaba intil, por tanto, y Crag se dio cuenta
de que Olliver estaba probndole. Olliver estaba tratando de someterle de una u otra
forma.
Crag vacil. Estara Olliver realmente loco, o sera cierto que ira a convertirse en el
gobernante que tuviera baj su mano a todo el sistema Solar y lo convertira en su
segundo? Sera cosa de aceptarlo, a costa de destrozar uno o ms mundos? Matar
hombres era una cosa, l ya los haba matado. Pero destruir mundos enteros, matar a
poblaciones masivamente...
- Esta es tu ltima oportunidad, Crag - dijo Olliver - u os achicharrar a los dos en vez
de slo a Judeth. No pienses que he estado ciego, como para no haberme dado cuenta
que los dos estis locos el uno por el otro, pretendiendo que os aborrecis. Bien, puedes
quedarte con ella; pero estar muerta cuando vayas a tenerla. No te gustara mejor
gozar del poder y de cientos de millones, cuanto quieras de la vida? - Volvi a soltar otra
carcajada -. Y de cualquier mujer, de todas las mujeres que desees...
Definitivamente, el asteroide se encoga de tamao a ojos vistas. Olliver continuaba en
pie aproximndose ms y ms a donde se hallaban Crag y Judeth, aunque no se haba
movido.
- Y bien, Crag? - pregunt, reculando hasta cierta distancia que consider segura.
De no haberlo impedido el guante de su traje espacial, Crag le habra lanzado como un
martillo su mano metlica y Olliver no hubiese tenido seguramente la menor oportunidad
de apretar el disparador de su pistola de rayos calorferos. En la situacin en que se
hallaba, slo quedaba otra oportunidad y si sobrevivan, dependa de que los reflejos de la
mujer fuesen tan rpidos, o casi tanto, corno los del propio Crag. Se volvi hacia ella y la
tom por la mano como si fuese a quitarle la pistola que an sostena; pero en su lugar la
empuj fuertemente en el hombro mientras gritaba:
- Del lado de la noche!
El empujn hizo que Judeth retrocediese dos pasos; con slo otro era suficiente para
llevarla bajo el horizonte visible y fuera del alcance de la mortfera arma de Olliver. El
propio Crag, tom otra ruta en diagonal y como haba supuesto, el rayo lanzado entre los
dos no alcanz a ninguno. Una fraccin de segundo ms tarde, ambos se hallaban al otro
lado del asteroide, ocultos al Sol. En seguridad, al menos por un instante.
Por la radio del casco Crag oy la maldicin mascullada por Olliver. Despus, solt una
carcajada de nuevo. Y aadi despectivamente:
- Eres un condenado estpido, Crag! Despreciar una oferta como la que te he hecho...
slo por una mujer y por hacerte el hroe unos minutos.
Sigui riendo y esta vez pareca divertido.
- Este es un mundo demasiado pequeo, Crag - continu -, y que se reduce cada vez
ms. Cunto tiempo supones que vas a quedarte ah detrs? No era cosa de responder
y Crag no lo hizo. Permaneci quieto, acostumbrando los ojos a la oscuridad casi
absoluta, slo levemente disminuida por un leve resplandor de la luz del sol y la suave luz
reflejada por otros asteroides prximos en rbitas paralelas al que se hallaban. Uno de
ellos, muy pequeo de tamao en apariencia, bien fuese porque realmente lo era, o por la
distancia, pareca aproximarse ms y ms, hacindose mayor por instantes. Dirigi una
mirada a su alrededor por el reducido horizonte. Ni signos de Olliver. Este, sin duda, no se
correra el riesgo de asomarse al lado oscuro del asteroide, ya que al quedar cegado
instantneamente, el arma que llevaba le resultara totalmente intil. Poda, naturalmente,

volverse a la espacionave y dejarles abandonados a una muerte segura en aquel trozo de


roca perdido en el espacio; pero Crag estuvo seguro de que Olliver no lo hara. Olliver
deseaba la satisfaccin personal de matarles por su propia mano. Por lo dems, tal
eventualidad se vera pronto cumplida al encogerse del todo la materia colapsada del
asteroide y tenerles a la mano, sin defensa posible. No es posible esconderse tras una
pelota de baloncesto.
Pero dnde estaba Judeth? Mir nuevamente a su alrededor. Se habra dirigido
hacia el lado del Sol can la esperanza de poder saltar a bordo del J-14? Crag se volvi
asomndose hacia el lado iluminado del asteroide y solt un juramento. El lado expuesto
al Sol brillaba... lejos de donde se encontraban ellos. Se mova lentamente, alejndose del
asteroide hacindose ms y ms pequeo en la distancia. No funcionaba bajo el impulso
de sus motores, sino derivando rpidamente. Habra juzgado mal a Olliver, tal vez? Se
habra decidido finalmente a dejarles all hasta que muriesen una vez acabado el pequeo
suministro de oxgeno de que disponan?
Un repentino estallido de rabia en su casco respondi a la pregunta que acababa de
hacerse. Olliver permaneca todava del otro lado, viendo precisamente cmo se alejaba
el aparato. En aquel instante, una mano se apret contra su brazo y oy la voz de Judeth:
- Lo siento, Crag. Tena que apartar la espacionave. No haba la menor oportunidad de
que pudiramos alcanzarla, la escotilla estaba de su lado y...
- Espera - repuso Crag.
Manipul en la oscuridad hasta dar con el interruptor de la radio del casco de Judeth y
lo desconect, haciendo otro tanto despus con el suyo. Se aproxim a ella hasta que la
parte frontal de ambos cascos se tocaron y le dijo:
- Estando nuestros cascos en contacto podemos ornos; pero Olliver no podr. Me
oyes?
- S. - La voz de la mujer reson segura, sin temor alguno -. Pero qu importa ahora
Olliver? Podemos considerarnos muertos, los tres. Lo lamento, Crag... Tena que
hacerlo...
- Qu hiciste con la pistola?
- La tengo en el bolsillo. Pero est descargada. Crag la tom y calcul el peso. Era
ligeramente menos pesada que el proyectil que hubiera deseado emplear; pero su traje
espacial le impeda usarlo.
Calcul que podra arrojarlo diestramente a una buena distancia.
- Espera aqu - le advirti Crag, desprendindose gentilmente de Judeth.
Se dirigi decididamente hacia el lado del Sol. El asteroide se encoga entonces ms
ostensiblemente, slo tena ya unos veinte pies de dimetro. Tuvo que acurrucarse para
evitar mostrar la cabeza conforme se aproximaba al borde iluminado, entre la luz y la
oscuridad. Entonces, se incorpor rpidamente con la pistola dispuesta a lanzarla como
un arma arrojadiza. Olliver permaneca dando vueltas en un estrecho crculo, tratando de
vigilar todo su entorno al mismo tiempo. Crag le lanz la pistola como un rayo y con una
certera puntera. El casco de Olliver salt hecho aicos.
Crag respir aliviado y se volvi en busca de la mujer. Conect su radio y llam:
- Judeth... Tienes la radio abierta? Puedes orme?
- S, Crag. - Judeth se le aproxim, estremecindose al contacto del cuerpo de Crag -.
Era un perro rabioso, Crag. Y an no estaba segura hasta el ltimo instante, cuando
tomamos contacto con este asteroide. Lo sospech siempre; pero no pude convencerme
hasta ahora. Siempre supuse que en realidad persegua algo grande...
- Tena razn cuando afirm que eras una espa de los Dorados?
- No. Ni de ningn otro. Me enamor de l y me cas hace unos tres aos. Cre
firmemente en su nuevo partido poltico, con el que dara fin a la corrupcin existente,
dando al mundo un gobierno decente.
- Y estabas todava enamorada de l?

- No. Hace ya muchos meses, casi un ao. Pero cuando abr los ojos a la realidad y me
di cuenta que no le quera, comenc a sospechar de l. Continu con la esperanza de
poder pararlo en su loca aventura. Gracias a Dios que lo hice. Habra destruido a la raza
humana, slo por el placer loco de haber gobernado sobre lo que hubiera quedado de
ella. T te consideras un criminal. Crag; pero no lo eres en absoluto, comparado con l.
Judeth se volvi para mirar fijamente a la espacionave que se alejaba en la distancia.
- No habr ninguna oportunidad de alcanzarlo y aproximarlo hasta nosotros?
- Ahora, no. Pude haber saltado al aparato; pero la oportunidad de haber acertado era
la de una entre un milln. - Se inclin para recoger la pistola cada de Olliver -. Si esto
fuese una pistola reactora, quizs existiera la probabilidad de actuar con ella para
alcanzar la espacionave; pero con rayos calorferos no ser posible. Bien... Crag, tenemos
que destrozar ese desintegrador. No habr ni una oportunidad entre mil millones de que
nuestros cuerpos sean jams encontrados por alguien; pero si ocurriese... y alguna
persona la pudiera descubrir, es posible que concibiese la misma idea que tuvo este loco
de Olliver en vida.
- Est bien. - Crag se inclin hacia el cuerpo de Olliver y rebusc en los bolsillos de su
traje espacial, hasta hallar el desintegrador -. Supongo que hacindose este pequeo
mundo en que ahora estamos ms y ms pequeo, hay, gente de sobra. No necesitamos
su compaa, no te parece?
Y apret el disparador apuntando al cuerpo de Olliver.
- Esa es una buena idea, Crag. Quisieras usarlo contra m... dentro de unos minutos?
- Unos minutos? Tenemos aire en estos trajes para media hora todava, Judeth. Por
qu darse tanta prisa?
- Mi aire est terminndose, Crag. Olliver debi haber manipulado deliberadamente en
mi equipo, al igual que hizo con la carga de mi pistola. Tena que saber que yo me
revolvera contra l, cuando expusiera sus planes. Incluso aunque no pensara ciertamente
que yo fuese una espa.
La respiracin de la mujer comenzaba a hacerse fatigosa.
- Crag, por favor quieres emplear el desintegrador contra m? No quisiera que nadie
me encontrase jams, con el aspecto que tiene una persona que ha muerto de asfixia.
- Claro que s - repuso Crag.
- Tengo miedo, Crag... Quieres rodearme con tus brazos?
Crag lo hizo, sin existir ya la menor traza de odio. Ella se colg de su cuello, en la lenta
agona de apurar hasta la ltima respiracin que le quedaba.
- Adis, Crag. No quiero que oigas cmo... Y cerr su aparato de radio.
Medio minuto ms tarde, Judeth yaca muerta en sus brazos. Crag la deposit
suavemente en el suelo y como ella haba solicitado, emple contra el bello cuerpo de la
mujer cada el terrible desintegrador de la materia. Esta vez volvi el rostro a otro lado.
Despus, dej el desintegrador a un lado y utilizando la pistola desintegrante de rayos
calorferos de Olliver la dej reducida a una masa de metal fundido.
El pequeo mundo en que an permaneca, Crag, era ya demasiado pequeo incluso
para permanecer de pie en l; pero an se las arregl para continuar unos momentos
ms. Mir al cielo estrellado, a los brillantes cuerpos celestes del infinito y la
impresionante negrura del espacio csmico. Ya se haca difcil su respiracin, el oxgeno
de su equipo estaba casi exhausto y comprendi que apenas si le quedaban otros diez
minutos de vida. Judeth deba estar equivocada al suponer que el oxgeno de su equipo
haba sido robado deliberadamente. Lo ms probable es que los equipos careciesen del
suficiente oxgeno por negligencia del loco de Olliver.
El asteroide ya slo tena apenas una yarda de dimetro y Crag no pudiendo
permanecer ms en pie, se sent.
Sigui achicndose ms y ms hasta que solt una carcajada trgica al pensar en qu
miserable trozo de materia continuaba apoyado y que era del tamao de una casa cuando

tomaron contacto con l. Luch agnicamente con la respiracin y se dispuso a morir.


Solo; pero no importaba, estaba bien acostumbrado a la vida solitaria.
An sostuvo aquel pequeo mundo en la mano, ya del tamao de una naranja. Solt
otra carcajada al introducirlo en uno de los bolsillos de su traje espacial, pensando todava
si alguien pudiera alguna vez encontrarlo; un pequeo mundo reducido a una bola de tres
pulgadas de dimetro y con cientos de toneladas de masa. Si es que alguien lo
encontraba...
Sinti cmo su ser deslizbase por una negrura tan grande como la del cielo, sin el leve
destello de la luz de las estrellas...
Y muri.
VI
Al entrar en aquel sistema solar, uno entre miles de millones como los que pueblan el
espacio infinito, no esper que ocurriera nada fuera de lo corriente. Por qu tendra que
ocurrir?
Pas a travs de las rbitas de dos gigantescos planetas helados, uno de ellos con
unos hermosos anillos a su alrededor. Ya haba visto otros as y saba muy bien por qu
se haban formado de tan peculiar manera. Pas la rbita de Jpiter; pero Jpiter estaba
del lado del Sol, de otra forma sobre alguna de las grandes lunas de Jpiter pudo haber
encontrado ms pronto aquello por lo que desde haca tanto tiempo, haba cesado de
buscar, una vida parecida a la suya.
Despus, ms hacia el sol, un Sol distante y amarillento, encontr un cinturn de
asteroides. Trozos de roca como l; pero muy distintos, pues eran materia muerta,
inanimada, inconsciente. Algunos eran muchas veces ms grandes que l, otros mucho
ms pequeos. En semejante cinturn de asteroides en rbita, l mismo haba sido
tambin uno entre millares, hasta que surgi el accidente molecular que, miles de millones
de aos atrs, haba hecho brotar la conciencia en l, hacindole un ente disimilar a sus
congneres del espacio.
Aquel cinturn haba sido formado de la misma forma y no era muy distinto al suyo
original, pens al principio. Pero entonces, repentinamente, slo apenas a menos de un
segundo luz de distancia, percibi algo. Algo confuso e inexplicable; pero lo que fuese,
tena una conciencia pensante. Una conciencia extraa. Otro ser, adems de l mismo. O
varios seres, parecan varios al mismo tiempo.
Rpidamente se sumergi en el vuelo del subespacio y casi instantneamente
reapareci en el espacio normal a una docena de millas del punto de donde haba
detectado aquellas emanaciones de conciencia. Era un asteroide, uno muy pequeo.
Ajust su velocidad al cuerpo que deseaba ver y fue manteniendo su distancia del mismo
para observar. Su razn para no aproximarse ms no era ninguna precaucin, era
sencillamente que desde aquella distancia poda observar ms a su gusto y pudo percibir
a travs de un sentido que no era la vista, ya que careca de rganos de visin, no
solamente la apariencia externa sino en detalle el mismsimo fenmeno de disposicin
molecular del asteroide y las cosas o los seres adheridos a l.
Se estaba dando cuenta de que se produca un cambio molecular en el propio
asteroide, una simple reaccin en cadena que estaba colapsando no slo las molculas,
sino los propios tomos de que estaban compuestas las molculas; una reaccin que una
vez comenzada continuara hasta que el asteroide quedase reducido a un diminuto punto
de materia colapsada, un pequesimo trozo del tamao original del asteroide. Aquello no
le llamaba especialmente la atencin, ya estaba familiarizado con tales reacciones y l
mismo se hallaba capacitado para producirlas o hacerlas revertir.
Tampoco centr su inters sobre el objeto abandonado sobre el colapsado asteroide,
aunque en ausencia de las formas de vida extraas a l habra sido interesante

considerablemente haberlas estudiado; sino por el hecho de que se trataba de una


construccin artificial; y aquella era la primera experiencia de que otros seres sensibles,
aparte de l, existiesen en cualquier otro punto del Universo. All haba seres vivientes y
pensantes y concentr su atencin en descubrir su ntima constitucin.
Uno de ellos estaba en aquel momento desatando una cuerda de seguridad de la
construccin artificial, del asteroide y daba un fuerte mpetu para enviarlo a la deriva por el
espacio.
El ser en cuestin y los otros como el primero, se hallaban encerrados en pequeas
construcciones. La mayor parte de tales pequeas construcciones, segn pudo deducir
por su estructura molecular, eran flexibles. Como lo eran la mayor parte de los cuerpos
existentes en el interior de las construcciones. Y frgiles, extremadamente frgiles, exista
un dispositivo para producir calor dentro de las construcciones artificiales y comprob que
llevaban cierto gas, aparentemente tanto el gas como el calor eran necesarios para tales
seres.
Analiz el gas constatando efectivamente esa composicin de oxgeno y bixido de
carbono con otros elementos qumicos en menor cuanta. Tales seres, lo inhalaban dentro
de sus propios cuerpos y lo exhalaban con prdida de oxgeno, mientras que un
receptculo de este ltimo gas reemplazaba automticamente el absorbido por aquellos
cuerpos vivientes en el interior de las extraas construcciones artificiales en que se
hallaban encerrados. Pareca una sorprendente forma de dispositivo vital. Existan
planetas, muchos de los cuales con una atmsfera igual a la que respiraban aquellos
seres, compuesta de oxgeno principalmente. Sobre tales planetas aquellos seres podan
vivir sin estar encerrados artificialmente en una especie de armadura envolvente, como la
que llevaban en aquellos momentos. Entonces, se le ocurri pensar que deberan
proceder de uno de esos planetas, posiblemente habitados por otras criaturas semejantes
y que su presencia en el pequeo asteroide, carente de todo aire y en el fro espacio
csmico era puramente temporal, en cuyo caso, tales construcciones artificiales estaban
diseadas para permitirles la supervivencia...
Supervivencia? De dnde le llegaba tal concepto? Hasta aquel momento, la muerte
haba sido algo sin significado, algo que jams se le haba ocurrido; pero ahora y
repentinamente supo lo que significaba para aquellos seres que estaba observando vivir
en tan breve espacio de tiempo y que podran cesar de existir de un momento a otro. La
conclusin, la obtuvo del estudio detallado de sus cuerpos fsicos y de sus pensamientos,
al principio como algo confuso e incoherente, y despus como algo perfectamente
comprensible.
Y entonces, con igual prontitud, hubo solamente dos seres, dos focos de conciencia.
Uno de los tres haba muerto repentinamente. Su cuerpo se haba convertido sbitamente
en un trozo sin vida. Otro de los tres haba arrojado un objeto que haba roto un rgido y
astillable componente de la armadura protectora del primero y la muerte haba sido el
resultado. En seguida, se estaba empleando un dispositivo especial sobre el muerto,
desatando una reaccin en cadena de colapso molecular. Aparentemente aquella gente,
slo disfrutaba de poderes mentales muy dbiles para usar una mquina fsica para un
quehacer tan sencillo.
Concentr su estudio sobre los dos que quedaban. Uno de ellos pareca tener un gran
sufrimiento. El concepto de dolor le lleg sbitamente tambin, aunque era algo que no
alcanzaba a comprender en su totalidad. El dolor pareca estar relacionado con el hecho
del oxgeno contenido en la construccin artificial que envolva su cuerpo y que estaba
perdindose por momentos. Y puesto que la reserva de oxgeno pareca exhausta, aquel
ser tambin habra de morir pronto. En tal caso, slo le quedara uno de aquellos seres
para concentrar ms su estudio detenido.
El que qued finalmente emple el dispositivo para destruir el cuerpo que quedaba.
Por qu seran tan efmeras tales criaturas?

Y ahora, con slo uno de aquellos seres, los pensamientos fueron mucho ms claros,
aunque unos conceptos totalmente extraos, desde luego. Con otro dispositivo, uno que
consista en la produccin de calor, el ltimo estaba destruyendo la cosa que haba
producido el colapso molecular en los cuerpos de los dos primeros.
Por qu? De nuevo intent probar en la mente del superviviente y encontr confusos
sus pensamientos. Eran conceptos totalmente extraos a su conciencia, tras de los cuales
perciba algo terrible y salvaje. Y despus, algo en cierta forma en calma y en la espera, y
de nuevo el dolor. Y nada ms. El tercer ser haba dejado de existir tambin.
Todo haba ocurrido con increble rapidez. Tras aquellos eones de tiempo para
encontrar a tres seres vivientes, a tres entidades vivas y los tres haban pasado con la
prontitud que un meteorito se desintegra al entrar en la atmsfera de un planeta... Por
unos instantes, consider la cuestin de dirigirse en busca del planeta de donde
procedan aquellas criaturas, que ya haba claramente deducido en sus razonamientos.
Pero haba algo que debera intentar primeramente.
Con cuidado y sin prisa alguna, estudi la estructura del ltimo de los tres en morir, y el
nico de los que no haban sido desintegrados. Acabado tal profundo estudio, muchsimas
cosas se hicieron claras para l. Encontr dos rganos esponjosos en su cuerpo,
provistos de msculos especiales para respirar el aire, y expulsarlo despus
alternativamente. Sintetiz el oxgeno y lo teleport al interior del recipiente de su
envoltura artificial y despus activ los msculos que controlaban aquellos rganos
esponjosos. El ser aqul, volvi a respirar. Simultneamente activ un rgano de fuertes
msculos en forma de bomba que serva para hacer circular una corriente de fluido a
travs de todo el cuerpo. Tras un breve tiempo comprob que dejando de seguir
activndolos, tales rganos funcionaban por s mismos.
El nivel superior de la conciencia de aquel ser continuaba en estado latente, dormido y
pasivo; pero la criatura viva. Rebusc en los bajos niveles de su consciente y de la
memoria para hallar con satisfaccin que entonces, sin el conflicto emocional del
pensamiento ordenado de la superficie, su labor resultaba mucho ms fcil. En los
recuerdos de Crag encontr las respuestas a sus cuestiones, relativas a una embrollada
serie de acontecimientos ocurridos sobre el asteroide. Supo tambin quieres haban sido
las dos otras criaturas que le acompaaron y el por qu de hallarse all los tres.
Supo todo lo que Crag recordaba de su propio historial y todas y cada una de las cosas
ledas o aprendidas por Crag a lo largo de su vida, tanto en su vida humana como en la
planetaria, incluso cosas que el propio Crag ya tena largo tiempo olvidadas. Consigui
conocer bien a Crag en el proceso, mejor de lo que cualquier ente viviente haba sido
jams conocido antes.
Y por tal proceso, descubri que ya haba dejado de estar eternamente solo.
VII
Crag se despert al estilo animal, sbita y completamente consciente de s mismo.
Pero las cosas deban estar equivocadas a su alrededor. Lo que apareca en su entorno,
debera estar totalmente fuera de lugar y existir un absurdo. Ni abri los ojos ni movi un
msculo. Estaba respirando aire, cuando no era posible que estuviera hacindolo. Haba
muerto por falta de l y, por tanto, debera continuar muerto en lugar de hallarse
perfectamente consciente de hallarse vivo.
Adems, por si fuera poco, yaca recostado sobre la roca, con la suficiente fuerza
gravitacional firmemente sentida en su organismo, como si de permanecer en la propia
Tierra se tratase. Ni el mayor de los asteroides poda tener semejante gravedad; estara
realmente en la Tierra? Poda ser concebiblemente que otra espacionave le hubiera
encontrado y recogido antes de morir, el aire de su equipo pudo entonces haber sido
reemplazado convenientemente, y as podra explicarse todo... Pero no tena sentido

alguno. Su trae espacial le habra sido quitado en tal caso. O bien - otra posibilidad que se
le ocurri -, pudiera ser que estuviera recostado en una pila de material procedente de
una mina de las que se explotaban en los asteroides en busca de uranio, y...
- No, Crag - dijo una voz claramente en el interior de su mente -. Te encuentras
completamente a salvo; pero no ests ni en la Tierra ni en ninguna espacionave.
Crag abri los ojos y mir hacia arriba... al espacio. En la profundidad del cielo
oscurecido donde slo brillaban, sin parpadeo, las estrellas, haba un sol distante. Se
incorpor a medias y mir a su alrededor. De nuevo estaba sobre la superficie de un
asteroide; pero esta vez de uno mucho mayor. Desde donde se hallaba en posicin
sentada, crey poder apreciar que tendra sobre una milla de dimetro; pero de todos
modos demasiado pequeo para disponer de semejante campo de gravitacin, igual o
casi igual al existente en la superficie de la madre Tierra.
- La gravedad es artificial, Crag - repiti la voz en el interior de su mente -. Tiene
aproximadamente la fuerza de tu planeta nativo. Preferiras la del cuarto planeta de este
sistema, se al que vosotros llamis Marte?
- Quin eres t? - pregunt Crag en voz alta, y por unos instantes trat de seguir
imaginando si realmente estara muerto y aquello fuese un loco y fantstico sueo de
ultratumba; pero en seguida descart tal idea. Aquello era absolutamente real; y l no
estaba muerto.
- No tengo nombre - dijo la voz -. Yo soy lo que t pudieras pensar como de un
asteroide como el que tienes por sostn ahora. Y en cierto sentido, yo soy realmente un
asteroide; pero procedente de otro sistema solar muy lejano de aqu. Sin embargo, soy
una entidad consciente, al igual que t lo eres tambin.
- Una vida basada en la slice? - pregunt Crag -. Pero por qu hiciste...?
- Acaso la vida basada en la slice es tan distinta de la constituida sobre el carbono? Y
por lo que respecta a haberte salvado... es decir, haberte devuelto a la vida, realmente...
bien, puedes llamarlo curiosidad, de no ser otra cosa T eres el primer ser viviente con
quien me he encontrado
- Entonces..., venas de paso por el espacio y me encontraste tras lo ocurrido en el
otro pequeo asteroide?
- Mientras estaba ocurriendo. Sin embargo, aquello slo me produjo confusin, hasta
que todo hubo terminado, no poda saber lo que all estaba ocurriendo. Ahora s cuanto
ha ocurrido, porque lo he sabido de tu memoria y tus recuerdos, mientras dormas y te
devolva de nuevo a la vida. Es posible que encuentres difcil comprender todo esto; pero
es la verdad. Y desde luego no ests muerto, ni ests soando. - Se produjo una breve
pausa y la voz continu despus -: Ese traje espacial te est molestando, lo tienes puesto
ya demasiado tiempo. Deseas que cree una atmsfera a tu alrededor de tal forma que
puedas quitrtelo durante un cierto tiempo, si as lo deseas?
- Me encuentro bien - repuso Crag. Comenz a ponerse en pie; pero se encontr
literalmente cosido al suelo del lado en cuyo bolsillo tena la masa del pequeo asteroide
reducida a una pelota de tenis. Hizo una mueca y exclam -: Excepto que me encuentro
inmovilizado. Tengo unas cuantas toneladas dentro de uno de mis bolsillos en esta
gravedad. Podras liberarme de ella?
No hubo respuesta alguna; pero repentinamente se sinti nuevamente con ligereza de
movimientos, casi completamente ingrvido. Tom la pequea esfera donde se
encontraba comprimida toda la materia colapsada del asteroide, del bolsillo, y la dej en el
suelo. Despus, se incorpor con su peso vuelto a la normalidad existente en la Tierra.
- Condenada inteligencia la tuya, seas quien seas! Hiciste todo esto sin ayuda de
maquinaria?
- Nunca o hablar de maquinaria, Crag, hasta que lo aprend de tu memoria mientras
dormas. Adems, de tu mente he sabido...
- Condenado ser... - gru Crag -. Sal fuera de mi mente!

Se produjo un silencio repentino, como una sensacin de retirada. Y tras unos


momentos, la voz habl de nuevo; pero esta vez Crag la oy como un sonido, no como
pensamiento teleptico, en una manipulacin vibratoria del aire encerrado en el interior de
su casco espacial.
- Lo siento - dijo la voz misteriosa -. Debera haber sabido que te resentiras de que
compartiese tus pensamientos. Pero sin haberlos ledo cuando te devolv a la vida y
mientras dormas, no podra haberme comunicado contigo. No volver ms a entrar en tu
mente.
Crag frunci el entrecejo.
- Por qu no me dejaste muerto? Qu es lo que quieres de m?
- No lo saba entonces; pudo haber sido simple curiosidad, el deseo de haber
descubierto a un elemento de tu raza. Ahora, es algo ms. Deseo y me gustara tu
compaa, un concepto que no saba que existiera. Aprend una palabra de tu mente, la
palabra amigo.
- Una palabra que pens haber olvidado - repuso Crag -. No deseo amigos. Djame
solo.
- Te gustara volver a morir de nuevo?
Crag se puso a rer.
- Dos veces en un misma da? No, gracias. Pero cmo voy a poder volver a Marte?
T me has metido en esto, condenado, al devolverme a la vida. Ahora, llvame a Marte. O
haz que regrese aquella espacionave en que vine y yo volver por mis propios medios.
- Me tema que sa fuera tu decisin - dijo la voz -. La astronave est ya de vuelta y
est en rbita. Debo hacerla aproximarse?
- S.
La espacionave se aproxim suavemente al suelo junto a Crag y ste salt por la
puerta abierta de acceso, la cerr con fuerza y accion todos sus mecanismos interiores
de seguridad. Puso en funcionamiento el dispositivo de suministro de aire y cuando hubo
la suficiente atmsfera respirable en el interior, se despoj del traje espacial, se sent en
los controles del J-14 y comenz a realizar las observaciones necesarias que le
permitiesen poner rumbo nuevamente al planeta Marte. Sin demasiada sorpresa, observ
por el espejo reflector de la parte baja de la nave que el asteroide - o lo que quiera que
fuese - se haba marchado y flotaba libre en el espacio.
Media hora ms tarde, en plena ruta hacia Marte y sin nada que hacer por el momento
hasta dos das ms tarde cuando se aproximase al planeta, se relaj de la tensin sufrida
y se encontr a s mismo hacindose las preguntas ms disparatadas. Lamentaba de
veras haber sido devuelto de nuevo a la vida? En un sentido, s; haba muerto ya una vez
y eso debera ser suficiente para cualquier hombre, puesto que los hombres muertos
dejan de tener problemas. Pero por otra parte, tena medio milln de dlares parte de tan
grande suma en efectivo y el resto en dos bancos de Marte City y pareca una vergenza
morir y dejarse tanto dinero sin gastar. Era mucho ms dinero, con mucho, de cuanto
hubiera podido manejar en toda su vida, habra suficiente para gastarlo alegremente por
muchos aos a pesar de la prodigalidad con que lo hiciese.
Y por qu perder tales aos de su vida? No era el dinero lo que tanto haba
deseado?
Lo era, en realidad? Record entonces aquellos minutos en que l y Judeth haban
permanecido solos, tras la muerte de Olliver y la de ella... y entonces, con un sordo
juramento trat de alejar tales pensamientos de su mente. Haba empezado a caer en un
suave sentimentalismo. No volvera a permitirse a s mismo semejante actitud.
- Hasta la vista, Crag - murmur una voz en su odo, dejndole atnito.
Mir a las lucernas del aparato sin ver nada.
- Dnde ests? - pregunt.

- Donde me dejaste. Pero dentro de algunos minutos estars alejado del alcance en
que pueda hacer esto, por lo que he credo conveniente aprovechar la ocasin y decirte
ahora lo que he pensado.
- No me preocupa lo que hayas decidido - repuso Crag -. Djame solo, eso es todo lo
que te pido.
- Lo har; pero quiero que conozcas mis planes. Voy a construir un mundo.
- De acuerdo, sigue adelante.
- Gracias. - Crag crey figurarse que la misteriosa voz tena un matiz divertido -. Lo
har. Ya tendrs noticias cuando ocurra. Pienso que seguramente decidirs t tambin
venir a verme. Esperar para verlo.
- No te confes mucho - dijo Crag -. Est bien, hasta la vista. - Y aadi en seguida -:
Espera, si an sigues ah. Qu diablos quieres decir con eso de que vas a construir un
mundo? No creo que puedas crear la materia, verdad?
- No es preciso. La materia est aqu. Los millones de pequeos y grandes asteroides
que existen en el cinturn orbital entre Marte y Jpiter. Una vez fue un gran planeta, hace
unos cuantos millones de aos antes de estallar y desintegrarse. Algunos trozos se han
perdido; pero queda la suficiente materia para hacer un planeta al menos tan grande
como el propio planeta Marte.
- Todo cuanto tengo que hacer, Crag, es utilizarme a m mismo como un ncleo y
reunir toda esa materia a mi alrededor. Ser un nuevo mundo, un mundo nuevo.
Necesitar criaturas que vengan a colonizarlo. Crag, espero que tomars la decisin de
reunir a amigos y gente conocida tuya, preferible como t mismo para venir conmigo.
Quiero y necesito hombres como t, que no gusten de recibir rdenes, aunque tuviera yo
que drselas. No deseo ser un dios, Crag, aunque dispongo de poderes ms all de
cuanto resulta conocido para el gnero humano; y no deseara permitir que mi mundo
fuese colonizado por gentes que estuviesen tentadas a obedecerme.
- Muchsima gente querr venir... si t los recompensas de alguna forma. Cmo vas a
arreglrtelas para tenerlas apartadas?
Se produjo entonces un sonido que ms se pareca a una alegre carcajada.
- Ya me cuidar de eso, Crag. Cuando te encuentres dispuesto, ven aqu, y si conoces
a otros como t mismo, trelos contigo. Har que sean muy bienvenidos.
Crag ri a su vez.
- Creo que estar dispuesto... cuando haya gastado ese medio milln de dlares.
- Me parece muy bien. Hasta siempre, Crag.
Y sbitamente, cay sobre Crag la sensacin de un vaco total. Comprendi que la
conexin de aquella poderosa fuerza mental teleptica haba desaparecido.
Se encontraba solo y por un instante le result una extraa sensacin, parecindole
ms sorprendente an porque todos aquellos aos en que se haba comportada como un
criminal haba estado solo y lo haba deseado. Sera la causa, tal vez, el corto tiempo en
que permaneci junto a Judeth antes de su muerte, en que olvid el odio que senta por
todas las mujeres, quiz porque ambos estaban murindose juntos y ya no esperaban
ayuda de nadie, ni tampoco les importaba? O sera posiblemente por haber sentido el
horror de la muerte y despus el milagro de haber sido devuelto a la vida? Tal vez la
causa se debera a que su mente haba sido compartida por una extraa entidad viviente
y ahora... le conoca.
Otro hombre, un personaje de la mitologa, haba muerto una vez y haba retornado a la
vida. Sera entonces la misma vida para l que la anterior? Maldita sea - pens -. Por
qu no me dejara en paz? No es bastante para un hombre que muera ya una vez?
Los dos das que le llev el retorno a Marte, le parecieron una eternidad de tiempo.
Pero fue preciso que dominase su impaciencia. Necesitaba al menos una semana para
considerarse en seguridad. Sera ahora de lo ms imprudente tomar tierra con la
espacionave de Olliver en el espaciopuerto de Marte City o en cualquier otro del planeta.

Los documentos de la nave podran ser naturalmente comprobados, y se vera que el


ltimo permiso, tan reciente, habra sido la salida de Marte City con tres personas a bordo
y le habra resultado imposible contar ninguna historia creble sobre la desaparicin de las
otras dos, sin que condujesen a una investigacin, lo cual llevara como resultado
inmediato que un creciente grado de inters oficial se concentrase sobre Crag. Sera
mucho mejor que tanto la espacionave como sus tres ocupantes se dieran por
desaparecidos en el espacio.
Se dirigi hacia una duna de arena, aterrizando en posicin horizontal a la sombra de
aquella enorme montaa de arena en el desierto de Nueva Libia, donde muy bien podra
permanecer desapercibida la J-14 durante aos. A pesar de todo, no quiso correr ningn
riesgo. Camin durante cuatro das en direccin al poblado ms prximo, una pequea
comunidad minera. All, afirm su condicin de prospector de minerales y alquil un
tractor oruga para el desierto con un bulldozer anexo. Le llev menos de un da deshacer
el camino andado. Un da ms para recubrir totalmente la nave de arena y otro de vuelta,
a las minas, donde devolvi el equipo alquilado, tomando en seguida un pasaje para
Marte City.
Entonces, se consider en completa seguridad. Con sus huellas y su historial
destrozados, nada quedaba de l que le pudiese relacionar con el Crag que se presuma
muerto junto a Olliver y a Judeth, cuando al pasar una semana, se informase de la
desaparicin en el espacio del J-14 de Olliver.
Era ya al anochecer cuando lleg a Marte City. No obstante, encontr abiertas todas
las tiendas, adems de los establecimientos que normalmente tenan abierto las
veinticuatro horas del da. Aquello le permiti comprar un equipo nuevo de ropas de todas
clases, con unas lujosas maletas en que depositarlas. No se haba molestado en tomar su
vieja maleta de la espacionave, lo que por otra parte, hubiera ido muy mal con su nueva
condicin de hombre rico.
De una forma singular, apreci que no tena prisa alguna en dar rienda suelta a sus
deseos normales de libertinaje. Estaba cansado por el hercleo esfuerzo realizado en
enterrar la nave en el desierto, y lo que necesitaba era un sueo prolongado, tanto ms
que unos buenos tragos. Ni an as, tuvo prisa alguna.
Pregunt al encargado del establecimiento en que realiz las compras si el hotel ms
lujoso de toda la ciudad segua siendo el Luxor.
- S, seor, todava contina sindolo - repuso el empleado -. Existen algunos otros
buenos hoteles construidos el ao pasado; pero ninguno tan costoso como el Luxor.
- Querra enviarme estas ropas con el equipaje al Luxor ahora mismo?
- Desde luego, seor. Pero a menos que no tenga la reserva hecha...
- Envelas all de todos modos - repuso Crag.
Sali del establecimiento. Ya era tarde; pero las calles aparecan animadsimas con
una ingente multitud, como si fuese a medioda. La mayor parte lucan lujosas ropas, tanto
hombres como mujeres. Crag iba ahora lujosamente vestido, con ropas que haba
estrenado al adquirirlas, aunque su traje apareca ms bien modesto comparado con
algunos otros.
El Luxor se hallaba a algunos bloques de edificios de distancia. El paseo le hara bien y
le dispondra a tomar un buen descanso, curndole del malestar que senta. Pero el
pasear le aburra. A medio camino decidi alquilar un taxi y decidi hacer una parada en
un bar antes de irse al hotel.
Deposit un billete en el mostrador y decidi empezar con un high-ball, una bebida
ya pasada de moda y antigua de varios siglos, pero que consider mejor que la mayor
parte de las mixturas corrientes de la poca demasiado excitantes con drogas y licores
demasiado espirituosos. Se la fue tomando a sorbos y se pregunt por qu no senta la
alegra normal propia de la euforia del alcohol. Tena cuanto ms haba deseado en el
mundo: mucho dinero, medio milln de dlares, y en perfecta seguridad al alcance de la

mano. Adems, su historial y sus huellas y registros, desaparecan inmediatamente de


todos los registros por todas partes.
Se hallaba sencillamente cansado, pens. Se sentira mejor al da siguiente, con toda
seguridad. Se mir con atencin en el espejo del bar. Extrao... desde cundo los bares
tenan siempre espejos para que los dueos pudiesen observar a la clientela? Crag mir
fijamente al reflejo de su propia persona y reflexion. S, yo soy Crag, pens. Pero cul
Crag, ahora? Crag haba sido alguien, como criminal. Pero ahora era un hombre rico, uno
entre millones de hombres ricos, sin necesidad de robar ni de matar, o correr huyendo de
la Ley para esconderse. Su nica preocupacin era gozar de la vida y divertirse; pero el
comienzo pareci disgustarle. El high-ball le supo inspido y sin gracia alguna.
Encendi un cigarrillo y aspir profundamente el humo perfumado.
Alguien se hallaba sentado junto a l en el bar, una chica.
- Puedo...? - dijo ella y Crag le ofreci un cigarrillo. La chica no se volvi hacia l; pero
en el espejo pudo apreciar que tena los cabellos de color bronce dorado, como los de
Judeth y los de su ex esposa. No obstante, por lo dems, apenas si exista parecido con
ninguna de las dos.
- Gracias, mister - repuso la joven -. Por qu no me invita a un trago, eh?
Crag sac un billete de diez dlares que puso frente a ella, del cambio que llevaba en
el bolsillo.
- Tmese uno y gurdese el cambio. Pero, por favor, djeme solo y no hable.
Resultaba barato el asunto a semejante precio. En el bar haba varias prostitutas,
seguramente una docena o dos, de ambos sexos. Si aquello segua as, pronto vendra
otra y otra despus y sus pensamientos resultaran interrumpidos a cada instante. Sus
pensamientos? Qu era lo que estaba pensando en realidad? Nada.
Necesitaba dormir, eso era todo y la causa de hallarse descentrado del ambiente. Mir
hacia su propia bebida, bajando la vista, porque si miraba al espejo seguira
contemplando los cabellos de la muchacha que le recordaban dolorosamente los de
Judeth. Pero por qu no poda pensar en Judeth si lo deseaba hacer? Ahora estaba
muerta, y ya no tendra necesidad de temer nada de ella. Miedo? Cmo se haba
metido aquella palabra en su mente? Nunca haba tenido miedo de nada. Lo que ocurra
era que entonces no tena por qu odiarla ms por ningn concepto.
Inadvertidamente, levant los ojos hacia el espejo y vio los de la chica que se dirigan
claramente hacia l.
- Perdneme por hablar una vez, mister. Parece usted demasiado solitario. No es
cierto? O es que se encuentra enfermo por alguna causa?
En vez de responder, Crag acab de tomarse lo que quedaba de su bebida y sali. Una
vez en la calle, comenz a mirar en busca de un taxi; pero cambi de opinin y sigui
andando el resto del camino que le quedaba hasta el Luxor.
Resultaba pequeo en comparacin con los enormes edificios de los alrededores, con
slo seis pisos; pero se hallaba instalado en medio de un bellsimo conjunto de jardines,
todos adornados con rboles de la Tierra, flores y csped, en suelo trado tambin desde
la Tierra, y en nada se pareca a la raqutica y extraa vegetacin de Marte. Crag atraves
la zona de jardines y entr en el vestbulo en plata y oro del lujoso hotel, hasta
aproximarse al pulido mostrador de mrmol de la recepcin.
- Una suite, por favor? - demand, ya que en el Luxor slo poda disponerse de suites
para alojarse.
El jefe de la recepcin le mir un tanto desdeosamente por encima de sus gafas sin
montura, adheridas a la nariz con una simple pinza y a la americana con una cinta de
terciopelo. Su cabeza tena la forma de un huevo, completamente calva.
- Tiene usted la reserva, seor... eh?
- Acaba usted de pronunciar correctamente mi nombre: seor Eh - repuso Crag -. No,
no tengo reserva solicitada.

- Entonces, no tenemos nada.


- Soy amigo de los directores - dijo Crag -. Si toma usted mi tarjeta de visita estoy
seguro que la cosa podr arreglarse. - Y puso un billete d cien dlares sobre el
mostrador.
Uno de los lados de la boca del gerente se retorci visiblemente y sus ojos se
iluminaron a la vista del billete.
- Soy el director - dijo -, seor Eh. Mi nombre es Carleton. Pero, sin duda he podido
equivocarme, voy a comprobar el registro. - No hizo la menor demostracin de tocar el
billete de cien dlares, sino que extrajo un registro forrado en piel de cocodrilo de uno de
los cajones y hoje unas cuantas pginas. Tras unos momentos, se dign hablar.
- S, tenemos una suite dispuesta, seor. La nmero 14.
- Es tal vez la mejor?
- Una de las mejores. Doscientos treinta dlares diarios.
- Me quedo con ella. - Y Crag se sac un fajo de billetes que cont y deposit sobre el
mostrador -. Puede registrarme. Mi equipaje ser enviado, pero no llegar hasta maana.
Puede enviarlo a la suite cuando llegue.
- Oh, desde luego, seor Eh. - El gerente toc un timbre y un botones se dio prisa,
apareciendo como por arte de magia -. Suite 14 - dijo, entregando las llaves al chico.
En la habitacin de treinta pies por cuarenta de la bella suite alquilada, Crag dio una
propina regia al botones y le asegur que no deseaba nada ms por el momento. Crag se
dedic a admirar la suite. Las puertas le indicaban que tena al menos otras cinco
habitaciones a su disposicin; pero antes de entrar en cualquiera de ellas, se dirigi hacia
un balcn y permaneci en pie respirando el aire fro de la noche marciana, mirando por
sobre la ciudad fabulosamente iluminada, con sus calles como ascuas de luz y sus
enormes edificios resplandecientes. Qu diferencia con las habitaciones del barrio de los
hombres del espacio, al norte de la ciudad! Pero all se consideraba mucho ms seguro;
en los lugares lujosos como aquel nadie que se permite el lujo de gastar el dinero a
manos llenas es molestado por nada; a nadie se le hacen preguntas y resultaba
francamente posible adquirirlo todo y ahorrarse toda clase de dificultades.
Volvi al interior y abri una de las puertas. Conduca a un pequeo pero bien
guarnecido bar privado. Estudi la provisin de botellas y acab por servirse una bebida a
base de lvoji. Aquello le proporcionara el sueo ms que ninguna otra bebida y el sueo
era lo que necesitaba. Incluso podra ponerle el nimo algo ms alegre. Pero su inmediato
efecto pareca no tener sentido en ninguno de los dos aspectos y su paladar le result
amargo.
Fue nuevamente hacia la habitacin principal y abri otra de las puertas. Aquella daba
a una biblioteca bien surtida de libros, discos y cintas magnetofnicas. Ech una ojeada
sobre los libros de las estanteras, dndose cuenta muy pronto que excepto unos cuantos
volmenes dedicados a los viajes, lo dems era ms bien pornografa, lo que le hizo
pensar que los discos y registros magnetofnicos seran igualmente pornogrficos. Una
doble puerta frente a un divn pneumtico se abri para mostrarle un enorme aparato de
televisin de ocho pies de ancho por seis de altura. Crag conect la llave de encendido y
se sent en el divn. Una serie de brillantes colores relampaguearon en la pantalla,
mostrando una revista musical londinense, procedente de la Tierra. Ante un coro de
maravillosas chicas de cuerpos ondulantes, un tenor cantaba:
Qu bello un viaje hacia Venus!
En una lenta astronave en mi luna de miel, contigo, cario...
Crag se incorpor y cerr la televisin. Se volvi al bar y se prepar otra bebida. Esta
vez se prepar un estaquil, una de las ms fuertes bebidas derivadas del camo indio, y
que se supona con poderes soporferos y suavizantes del sistema nervioso. Tena un
paladar repulsivamente dulzn, sin que pareciera que fuese a tener efecto alguno sobre
Crag.

Abri otra puerta. Aquella estaba dispuesta con toda clase de juegos y a lo largo de
una de las paredes, se alineaban una serie de mquinas de juego. Crag ya saba, por
triste experiencia, que todas las mquinas tenan algn truco sucio en su interior, con
altos porcentajes contra l, y no se molest siquiera en intentar pasar el rato con ellas.
Adems, para qu molestarse en el juego si tena a la mano ms dinero del que pudiera
gastar... Una de las solitarias mquinas, sin embargo, era un antiguo modelo de medio
dlar de un brazo para accionar. A Crag le llam la atencin y decidi probar suerte, ms
bien para entretenerse. Encontr un medio dlar en uno de los bolsillos, lo puso en la
ranura y accion la palanca. Los nmeros comenzaron a correr, los cilindros iluminados a
mostrarse de diversos colores, uno tras otro, yendo del color rojo cereza hasta el naranja.
Se sorprendi cuando al detenerse el movimiento encontr cuatro monedas de cincuenta
centavos en el receptculo inferior. Crag se apart sin tomarse la molestia de recoger el
dinero. Volvi nuevamente a la habitacin principal y ensay con otra de las puertas.
Aquella conduca a la principal, que era incluso mayor que el living o saln en que se
hallaba. Estaba mucho ms ricamente ornamentada tambin. Y en especial, por lo que
respecta a la cama, un maravilloso mueble de ocho pies de anchura, de bano y donde
yacan una rubia, una morena y una pelirroja. Por un segundo, le pareci que la pelirroja
se pareca a Judeth; pero pronto comprendi que no haba punto de semejanza.
Aquella le haba llamado ms la atencin. Se levant, alz los brazos sobre la cabeza
como una gata mimosa y le dirigi una dulce sonrisa sofisticada.
- Hola! - dijo. Las otras dos se levantaron y le sonrieron igualmente.
Crag se dej caer sobre la jamba de la puerta.
- Perdonad mi ignorancia, guapas - dijo -. Nunca dispuse de una suite as antes de
ahora. Sois vosotras, quizs, parte del equipo?
La pelirroja solt una coquetona carcajada.
- Naturalmente, cario. Pero no es preciso que te quedes con todas nosotras, si no lo
deseas. - Y se mir lnguidamente a las uas pintadas de sus pies.
La rubia sonri y se recost felinamente, suponiendo que as llevara alguna ventaja en
su papel de vacante a sueldo.
La morena le dirigi una picaresca mirada, adornada con un guio adecuado.
- Somos mucho ms interesantes las tres al mismo tiempo. Conocemos muchos trucos
maravillosos, querido...
- Bien, marchaos de aqu, las tres - orden Crag secamente.
Las chicas no discutieron, ni parecieron sentirse molestas ni ofendidas. Se levantaron
de la cama y se dirigieron tranquilamente hacia el umbral y despus cruzaron el saln
hacia la entrada de la suite, an desnudas; pero sin importarles el hecho lo ms mnimo.
Crag se puso a rer. Se volvi al bar y se prepar otro trago. Whisky puro esta vez.
Puesto que las anteriores no le haban gustado, sera mejor variar hacia lo seguro.
Se sent, tomndolo a pequeos sorbos, tratando de no pensar en nada.
Se produjo una suave llamada en la puerta. Crag puso el vaso a un lado y fue a
contestar a la llamada. Sera probablemente su equipaje, aunque no lo esperaba tan
pronto; le haba dicho al empleado de los almacenes que lo entregasen al da siguiente a
su comodidad.
Pero el botones que apareci ante la puerta no era portador de ningn equipaje. Era un
hermoso joven, sonrosado y de bellas facciones con el pelo rizado graciosamente.
- La Direccin me enva aqu, seor. Puesto que no le gustan las mujeres pensaron que
tal vez... Hay algo en que yo pueda servirle?
Crag se le qued mirando cuidadosamente.
- Date la vuelta.
El bello efebo sonri consciente de su misin y dio media vuelta graciosamente
procurando ondular su redondo posterior, encogindolo provocativamente.
Crag le propin un fuerte puntapi en plenas posaderas.

Y a rengln seguido cerr la puerta.


Se volvi hacia el vaso de whisky y se lo tom de un trago. Comenz a deambular de
un lado a otro, preguntndose a s mismo por qu no tena sueo. Encontr otra
habitacin ms pequea, sin apenas ornamentacin y despus el cuarto de bao, con una
baera enorme como para nadar en ella. La baera estaba llena de agua tibia y
perfumada. Se lav encontrando un perfume delicado a violeta.
Se qued en ropas menores pensando en dormir y se dirigi hacia la habitacin
principal. Pero el sueo segua sin acudir a sus ojos. Pens en buscar alguna droga en el
pequeo bar. Ordinariamente, Crag jams las usaba; pero era preciso descansar y dormir
de algn modo. De no ser as, tendra que continuar bebiendo hasta emborracharse
totalmente.
Pens que la msica tal vez podra ayudarle. Se apercibi de un excelente aparato de
radio incrustado en la pared, mostrando al exterior unos brillantes diales y esferas
luminosas a la cabecera de la cama. Se aproxim y la encendi. La puso a un volumen
adecuado y en aquel momento se hallaban radiando un boletn informativo.
...en el cinturn de los asteroides - deca la suave voz de un locutor -. Los cientficos,
tanto terrestres como marcianos, se hallan trabajando activamente en el problema; pero
han fallado hasta el momento para extraer una teora aceptable de los sucesos ocurridos
y del extraordinario fenmeno, que no tiene precedentes y que aparece, por lo dems,
completamente increble. Con esto, seoras y seores, terminamos nuestro boletn de las
dos de la madrugada; el prximo tendremos le gusto de radiarlo para ustedes a las 3.15
de esta misma madrugada, hora de Marte City.
Crag salt, vivamente impresionado y apag la radio, mientras levantaba el auricular
del telfono interior. Una voz obsequiosa le rog esperase un momento, hasta sonar la
seca del gerente.
- Carleton al habla. Puedo servirle, seor Eh? - Acabo de or los ltimos prrafos de
un boletn de noticias de la radio de Marte City, sobre algo que ha ocurrido en el cinturn
de asteroides. Podra usted ver la forma de ponerme en contacto con la emisora para
que pudiera or la totalidad de ese boletn?
- Me temo que sea una cosa difcil, seor.
- Bien, podran pasar el registro por este telfono - dijo Crag -. Las emisoras lo registran
todo en cintas magnetofnicas; mediante el pago correspondiente podran pasarlo por
este telfono. No se preocupe por el gasto.
- Ver de que pueda ser atendido. Tenga la bondad de colgar. Le avisar
inmediatamente.
Crag colg el receptor y encendi un cigarrillo. A los pocos minutos, el zumbador son,
y Crag descolg en el acto.
- Seor, el asunto est arreglado. Ser preciso pagar cincuenta dlares de honorarios.
Le parece bien?
- S. Que se den prisa, antes de que llegue el nuevo boletn de noticias.
- Muy bien. Por favor, cuelgue de nuevo.
Crag obedeci y esper, pensando por qu razn se hallaba tan interesado en aquella
cuestin. Lo que estuviera ocurriendo en el cinturn de asteroides era algo que no debera
importarle, fuese lo que fuese. Si aquel extrao ser viviente del espacio estaba haciendo
lo que haba anunciado, tampoco era nada que le concerniese. Un nuevo mundo...
Diablos! Al infierno! Por tanto tiempo como pudiera - y medio milln de dlares se
llevara mucho tiempo en gastar - se dedicara a gozar de la vida a su gusto en la cmoda
y lujosa situacin de Marte City, en vez de ayudar a una colonia de tipos duros y
criminales como l haba sido, a situarse all.
Pero as y todo esperaba la llamada del telfono con creciente ansiedad e impaciencia,
hasta que el zumbador son por segunda vez.

- La emisora est dispuesta, seor. La direccin del Luxar se complace en poder


haberle servido y...
- Bien - interrumpi Crag -. Conecte cuanto antes.
Transcurri un minuto de espera, hasta que le lleg claramente al odo la voz del
locutor.
Segn una serie de informes de primera mano, est ocurriendo algo extrao e
increble en el cinturn de los asteroides. El primer informe lleg hace ocho horas
procedente de Bellini. Un astrnomo que se dedica especialmente a las observaciones del
telescopio gigante de la Luna, al observar a Ceres, el mayor de los asteroides, como es
sabido, con un dimetro de cuatrocientas ochenta millas, cuando sbitamente el gran
asteroide se desvaneci del campo de observacin del gran telescopio. El astrnomo se
preocup de seguir a Ceres en el espacio y cuando volvi a encontrarlo, usando los
controles manuales, comprob que haba cambiado tanto en la velocidad como en la
direccin de su trayectoria orbital, de forma muy considerable.
El cambio direccional fue rpidamente analizado por un computador y se encontr que
Ceres ha perdido mucho del aspecto parablico y excntrico de su rbita, situndose de
forma ms regular y ms prximo al plano de la elptica. Las subsiguientes observaciones
del computador, demuestran que el cambio es progresivo y an contina. Dentro de
algunas horas, segn cree Bellini, Ceres seguir una rbita perfectamente circular
alrededor del Sol, en lugar de la tan irregular que segua hasta ahora.
De la Luna se ha notificado inmediatamente a la Tierra y a Marte, y los observatorios
confirman, efectivamente, el cambio de la posicin de Ceres. Se han hecho otras
observaciones sobre otros asteroides mayores, de los fcilmente observables a los
telescopios. Hidalgo, cuya excentricidad es - o ms bien, era - de 0.65, fue encontrado sin
dificultad; pero considerablemente fuera de su antigua rbita. Tras los estudios y anlisis
efectuados con los computadores, Hidalgo tambin encaja ahora en una rbita circular;
pero a una enorme velocidad, esperndose que se una chocando y fundindose con
Ceres dentro de los prximos das.
Lo ms sorprendente es que la nueva velocidad del asteroide Hidalgo en su rbita
nueva en relacin con su masa, resulta imposible de acuerda con las leyes de los
momentos angulares.
El Observatorio de la Luna se encuentra ahora por su posicin respecto de la Tierra,
en una situacin de no poder continuar sus observaciones del cinturn de los asteroides;
pero todos los telescopios del lado oscuro en la noche de la Tierra y de Marte se emplean
para comprobar a todos los asteroides, uno tras otro y... no se ha encontrado ninguno
que conserve su rbita primitiva! Todos tienden a seguir idntica rbita circular. Esto lleva
a una sola conclusin: puesto que todos se mueven a velocidades distintas, todos
eventualmente se reunirn en un gigantesco choque y... formarn un nuevo planeta!
Si se presume que todos los dems, pequeos e invisibles a los telescopios, siguen la
misma pauta, lo cual es muy lgico, y se suman en sus movimientos para reunir sus
masas en una sola, el nuevo planeta que as resulte formado, tendr un volumen y masa
aproximadamente como Marte, ligeramente mayor incluso.
Dadas las fantsticas circunstancias que concurren, una serie de espacionaves salen
de la Tierra y de Marte para aproximarse al lugar del fenmeno y poder observar as el
increble suceso. Sea cual fuere la causa, est teniendo lugar en estos momentos un
fenmeno csmico de singular significacin en el cinturn de los asteroides. Ni que decir
tiene que los cientficos terrestres y marcianos se ocupan con el mximo inters del
problema; habiendo fallado, sin embargo, hasta el momento, para ofrecer una teora
aceptable...
Crag dej el receptor sobre la horquilla, ya que haba terminado cuanto quera saber,
pues en aquel momento es cuando haba odo por la radio anteriormente el mencionado
boletn de noticias, haca un cuarto de hora antes.

- Entonces... ese diablo lo est llevando a cabo - pens.


Sonri entre dientes y volvi al bar donde se escanci otra bebida, otro woji. Con el
vaso en la mano estuvo dando vueltas por las habitaciones y permaneci: mirando por el
cielo a Fobos cruzar el firmamento marciano.
Despus mir a las estrellas y localiz el plano de la eclptica, sabiendo entonces que
su mirada iba hacia el cinturn de los asteroides, aunque imposibles de ver a simple vista
por su pequeez y la distancia, y que comenzaban a congregarse para formar un nuevo
planeta. Volvi a emitir una risa entre dientes; pero sin que en ella hubiera ningn
regocijo.
Levant su puo hacia el cielo, pensando: - Condenada criatura, seas quien seas... yo
haba muerto... por qu no me dejaste as? Por una vez es suficiente.
Se acab de tomar la amarga bebida, no para intoxicarse, sino ms bien para agotarse,
se dirigi despus lentamente al dormitorio, apart la ropa y se acost, acabando por
dormirse.
VIII
Crag despert como siempre, sbita y totalmente, instantneamente orientado. Se
hallaba en su suite del Luxor, en el ms pequeo de los dos dormitorios. El ligero
resplandor que le llegaba del exterior ni siquiera le confundi, saba que estaba
oscurecido y que no era la aurora y que haba dormido de catorce a quince horas.
Se sent en el borde de la cama y encendi un cigarrillo, yendo despus deambulando
hasta el gran saln. Su equipaje ya haba llegado y comprendi que el personal del hotel
se las haba arreglado para dejrselo all sin molestarle en su sueo. Lo llev al dormitorio
y lo abri. Escogi las ropas que ms fueron de su agrado y se visti.
Se senta descansado. Aquel era el da, es decir, la noche en que iba a emprender la
gran francachela que consideraba histrica entre las que sola correrse; la juerga por la
que haba luchado y por la que haba esperado.
Pero tena apetito; sera mejor comer primero. Una vez que comenzase a beber no
comera hasta hallarse sereno de nuevo, por largo que fuera el tiempo de la borrachera.
Consider el hecho de que le hubiesen subido la comida; pero decidi finalmente
descender personalmente en busca de ella. El comedor del Luxor estaba abierto y
dispuesto a servir cualquier clase de comida a cualquier hora del da, mientras funcionaba
una sala de atracciones las veinticuatro horas de la jornada. Sera curioso lo que all
podra contemplar.
Una voz le llam.
- Seor Eh!
Crag se volvi mientras atravesaba frente a la recepcin y se encontr con Carleton, el
gerente. Se detuvo y puso un codo sobre el mostrador.
- Me permite preguntarle cunto tiempo se quedar en el hotel, seor Eh?
- Pues lo ignoro - repuso Crag -. Unos cuantos das ms, por lo menos. A lo mejor, para
siempre.
- Ya comprendo. Me temo que tenga que pagar por el segundo da de permanencia. Y
adems, por los servicios extras ya hay una cuenta de cien dlares en su cargo...
Crag puso un billete de mil dlares sobre el mostrador.
- Ya me dir cuando se ha gastado. A propsito, cincuenta dlares son por los servicios
de la radio y los otros cincuenta?
- La tarifa del botones que enviamos a su habitacin la pasada noche. Usted... bien,
utiliz sus servicios de una forma fuera de lo corriente y adems le incapacit usted por
un da, y consideramos que no es justo...
- S, claro - contest Crag -. Vale la pena.
Se volvi para marcharse; pero el gerente volvi a llamar su atencin.

- El Luxor lamenta que no hiciera usted aprecio de sus chicas. O del botones, ese
gracioso efebo, en la forma corriente. Pero estamos especializados.
Podemos abastecerle de menores de ambos sexos... tal vez con viejos? Si, como
parece desprenderse por el tratamiento que dio usted al chico, prefiere usted la
satisfaccin a travs de infligir el dolor, tenemos una gran seleccin donde elegir a su
gusto. Y gente de todas las categoras dispuesta a someterse, a un precio razonable a...
uh... lo que prefiera usted, sea lo que sea.
- De cualquier categora?
- De todas, seor. El Luxor tiene el orgullo de complacer a sus clientes en todo
momento.
- Me gastan los gerentes de los hoteles - dijo Crag -. Podra usted dejarse caer por mi
habitacin de vez en cuando. Ah! Y no se olvide de llevarse un sacacorchos.
Se dirigi al comedor. Una chica con un vestido tan abreviado que daba toda la
apariencia de no llevar ninguno encima, le sonri graciosamente y le condujo a una mesa,
donde Crag orden un men de su agrado. Mir a su alrededor y comprob que todas las
camareras aparecan similarmente desnudas, comenzando entonces a imaginarse
vagamente qu clase de representaciones se veran en la pista de atracciones. Despus y
a poco se ilumin el piso y la representacin comenz. Tras breves momentos, se levant
profundamente disgustado y sali fuera del comedor y del hotel. A unos cuantos bloques
de edificios ms all, encontr un buen restaurante especializado en buena comida en
vez de cuestiones sexuales; pidi una comida abundante y la tom.
Despus, tras el coac y los cigarrillos, pens si volver al Luxor a buscar el cambio de
los mil dlares y a recoger su equipaje. Pero decidi dejar las cosas como estaban.
Cualquier otro hotel lujoso de Marte City estara en aproximadas condiciones de servicio.
Pens en encerrarse en la habitacin que dispona de un cerrojo interior, para usar
privadamente, y utilizarla as para correr la gigantesca borrachera que tena mentalmente
proyectada. Naturalmente, podra alquilar tambin un cuarto en otro hotel econmico y
quedarse all, de la misma clase como el que tuvo la noche anterior antes de partir con
Olliver hacia el cinturn de los asteroides; pero una pequea habitacin de mal servicio le
resultara ya deprimente, y puesto que tena mucho dinero, sera lgico aprovecharse de
lo mejor, aunque no estuviese interesado en cuestiones sexuales u otros vicios, excepto
la bebida.
Qu tena de bueno el dinero, si no se gastaba? O, posiblemente en aquello radicase
la cuestin y fuese el origen de lo que iba mal en l: el hecho de que tena dinero. Un
criminal con dinero es un hombre sin empleo, sin nada que hacer y sin nada en la vida
que le interese, hasta que lo gasta rpidamente y de nuevo surge el incentivo de
comenzar la siguiente fechora para obtener ms. Quizs poda tirarlo jugando y
comenzar as a trabajar de nuevo. Pero aquello era ridculo; haba admitido sinceramente
que el nuevo dinero que ahora tena en abundancia le haba costado trabajo conseguirlo y
debera gozarlo de forma distinta. Lleg a la conclusin de que si no tena razn para
robar, menos la tendra para seguir viviendo.
Era as, realmente?
Slo haba una respuesta para aquello y era el emborracharse. A qu estaba
esperando?
Se volvi al Luxor, puso en la puerta de su habitacin el cartelito de Se ruega no
llamar y ech el cerrojo por dentro.
Se encamin hacia el bar y comenz a emborracharse. Lentamente, pues no deseaba
hacerlo con violencia; quera hacerlo gozando de la bebida y totalmente. El amanecer le
sorprendi en tales condiciones, paseando de un lado a otro como un tigre enjaulado, con
un vaso en la mano. Pero sin desperdiciar una gota de licor. Emborrachndose; pero bajo
control; no con una borrachera ciega ni violenta.

Se interrumpi slo cuando termin el suministro del woji en el bar. Estaba dedicado
a tal bebida y, por tanto, llam por telfono para que le subieran ms cantidad; pero
advirtiendo que tras proveer generosamente el suministro de botellas, no deseaba ver a
nadie en absoluto, ni que nadie le viese, por lo que se fue al cuarto de bao mientras los
empleados le llevaron la provisin de botellas solicitada, y se tom una ducha refrescante
en el entretanto. Volvi a cerrar la puerta por dentro y comenz nuevamente a beber.
Fue sobre el medioda cuando alcanz el grado de verdadera violencia. Aplast
literalmente los aparatos de juego, rompi las botellas y pate, destrozndola, la televisin
de la suite.
Tras aquello, durmi un rato y despert sintindose horriblemente, comenzando
nuevamente a beber. Perdi la nocin del tiempo. Cuando dorma no haba forma de que
supiera si lo haca por unos cuantos minutos o por horas enteras. No pudo, incluso, ni
suponer, ni se preocup tampoco, la duracin de los largos perodos en que estuvo
bebiendo y borracho. A veces notaba la claridad del da y otras la oscuridad de la noche;
sin importarle realmente gran cosa. Nada le importaba sino continuar bebiendo y
borracho, para no pensar.
Pero... no pensar acerca de qu? Procuraba alejar su mente de aquello que rebulla
en su interior. Adems, an crea seguir odindola; el hecho de que estuviese muerta no
cambiaba las cosas. Ella era, o haba sido, una mujer.
Despus, finalmente lleg el momento en que se despert con unas nuseas horribles
y sintiendo una fuerte debilidad, conociendo que la francachela solitaria haba tocado a su
fin. Se sent en el borde de la cama, la del dormitorio pequeo y tom el telfono,
preguntando el da y la hora. Haba estado borracho cuatro das; de nuevo era el
atardecer, la misma hora aproximadamente en que comenz la juerga en solitario. Se
dirigi al cuarto de bao, sintindose realmente enfermo. Tras una prolongada vomitera,
se sinti mejor; se duch, despus se afeit y se visti con nuevas ropas limpias. Mir a
su alrededor por la suite calculando los daos producidos, y estim que seran alrededor
de un millar de dlares, lo que significaba con toda seguridad que le sera cargado el
doble en la cuenta. Bien, aquello no importaba mucho; tal vez cuanto ms pronto gastase
el medio milln de dlares, tanto mejor. No calculara economa en la forma de gastar el
dinero.
Quizs jugarse el dinero en fuerte sera la respuesta a su interrogante, si pudiese
encontrar una buena partida donde se jugase limpio y pudiera gozarla. Pero encontrar una
cosa as en la poca en Marte City era algo tan difcil como encontrar a una persona
honrada, o una mujer honesta. Lo ms probable es que no lo hubiera; la honestidad no
exista en ninguna parte; no solamente en el juego o en las mujeres, sino en la poltica, en
los negocios o en cualquier otro aspecto de la vida.
Descendi y se detuvo en la gerencia. Carleton, el director no estaba de servicio en
aquel momento. Crag explic al empleado que un huracn haba asolado su suite y que el
hotel procediese inmediatamente a realizar las reparaciones necesarias, cargndole en
cuenta su importe. Estara fuera por unas cuantas horas y deseaba encontrarlo todo
dispuesto en igual forma a su inmediato retorno. La respuesta del empleado fue
sencillamente:
- Desde luego, seor.
Se fue caminando hacia el restaurante donde haba tomado su ltima comida haca
cuatro das. No tena apetito realmente; pero se esforzara en comer una comida ligera.
Lo hizo as y se sinti mucho mejor. Slo su mente continuaba confusa y pesada.
Paseando despus en el fresco de la noche marciana, se mejor definitivamente. Tal vez,
una vez comido, le vendra bien alguna otra copa. Adems, debera matar el tiempo antes
de que pudiera estar arreglada su suite del Luxor, a menos que no quisiera hallarse
presente mientras procedan a reparar los destrozos causados durante su terrible
borrachera.

Sigui paseando. Pase sin rumbo fijo a travs de la gran ciudad y sinti cmo su
mente y sus pensamientos se iban aclarando y sus fuerzas retornndole. Aborreca la
debilidad en l y en cualquier otra persona; pero, especialmente, en s mismo.
Fue pasando por una coleccin de bares antes de elegir uno sencillo para tomarse un
trago ocasional; un bar que pareca salido de la vieja estampa de los bares de siglos
atrs. Le gust cuando tras haber entrado, comprob que haba tenido razn en elegirlo;
all no haba mujeres ni homosexuales. Aparte del dependiente, slo haba dos clientes,
sentados uno junto a otro en una mesa, tomndose a sorbos tranquilamente sendas
bebidas, y charlando en paz.
Crag cruz el bar y tom asiento en un taburete. El empleado se le aproxim desde el
otro extremo de la barra, sin pronunciar una palabra y Crag le pidi una bebida, que
pronto tuvo frente a l tropezando momentneamente con la dificultad de encontrar un
billete pequeo, ya que en un establecimiento modesto como aqul no andara sobrado
de efectivo para cambios. Record que estaba empeado en la aventura de gastar dinero
y no de ahorrarlo, y le dijo al empleado que se tomase una copa con l.
El dependiente se lo agradeci y entre ambos se tomaron un segundo trago. Rebusc
a su espalda y puso en marcha el aparato de radio.
- Tal vez haya un nuevo boletn de noticias ahora - dijo.
Lo hubo, en efecto; pero versando especialmente en discusiones polticas; el locutor
discuta y hablaba sobre las probabilidades y posibilidades de las prximas elecciones,
como si en realidad todo aquello tuviera sentido, ya que la desnuda realidad era que el
resultado de las elecciones era asunto ya bien decidido en conferencias a puerta cerrada
entre los jefes polticos de los dos grandes partidos. La charla radiofnica resultaba una
simple formalidad y una pura rutina.
El dependiente tambin dej mostrar su decepcin.
- Esperaba que el boletn de noticias dijera algo sobre ese nuevo planeta; pero
seguramente que eso habr pasado al principio del boletn informativo.
Bien, he odo otro informe, hace un par de horas y supongo que no habr ocurrido nada
de particular en tan poco tiempo. - Y se volvi para cerrar el aparato. Pero en aquel
momento, el locutor estaba diciendo:
- Noticias de la Tierra. Se informa de la prdida en el Espacio del gran juez Olliver. La
espacionave privada de Olliver, un J-14, autorizado a salir de Marte City hace dos
semanas, presumiblemente con retorno a la Tierra, ha desaparecido misteriosamente.
Olliver viajaba acompaado de su esposa y su piloto personal. No se tienen noticias de
que la nave haya tomado tierra, ni en ninguna otra parte, y puesto que los suministros de
la espacionave slo tienen capacidad para tres personas y para un perodo de diez das,
se presume desgraciadamente que...
- Diablos! - exclam el dependiente -. Ese era un tipo en poltica que pudo haber
hecho algo importante. Oiga, qu idea tiene usted de ese asunto del nuevo planeta?
- No tengo la menor idea - repuso Crag indiferente -. Y usted?
- Maldito si lo s. Qu puedo saber yo, si esos tipos cientficos de tanta categora,
apenas si saben nada? Ah, s, tienen muchas teoras. Siempre tienen buenas teoras a la
mano. Pero ninguna de ellas tiene sentido. Lo nico que no admiten es que est
ocurriendo algo que no comprenden. Otro trago?
- No, gracias. Me marcho ahora - repuso Crag. Se levant del taburete y se dirigi
hacia la puerta. Se produjo un chasquido y Crag, que reconoci su origen, reaccion
inmediatamente, salvando la vida por una dcima de segundo al hurtarse al disparo que le
haban hecho. El chasquido haba partido del cerrojo de la puerta hacia la cual se diriga y
que haba sido elctricamente activado desde el bar.
Aquel lugar, era como muchos otros de los arrabales de la ciudad. En tales sitios, un
cliente solitario tena pocas probabilidades de salir con vida, sobre todo si, se presentaba
lujosamente vestido y ostentando un rollo de billetes de alta numeracin como Crag haba

hecho. Entonces vio, desde el suelo a donde se haba tirado instantneamente, que los
dos clientes que se hallaban juntos en la mesa, haban desaparecido como por encanto,
probablemente mientras haba estado escuchando las noticias de la radio.
La segunda bebida que le ofreci el dependiente, tendra que estar envenenada, sin
duda. Al tirarse al suelo y salir despus hacia la puerta, el dependiente de la barra se
haba ocultado tras su segunda lnea de defensa. El arma utilizada, segn pudo Crag
apreciar, era un antiguo rifle, provisto de un amortiguador de ruidos, aunque
probablemente el interior del bar estuviese instalado a prueba de ellos.
En aquel momento estaba descargado y el barman trataba de volver a cargarlo de
nuevo y a apuntarle. Crag rod rpidamente por el suelo para evitar un segundo disparo y
que pudiera apuntarle, a menos que no saltase por encima del bar. Un ruido de pasos le
dio a entender que el barman corra por el otro extremo del establecimiento, con objeto de
salirle al paso al final de la barra. Crag se incorpor teniendo dispuesta la mano de metal.
Fue cosa de pocos segundos. El barman, con sus ojos dilatados de buey, ya estaba sobre
l dispuesto a rematarle. Pero all estuvo el final de la lucha. Un mazazo espantoso con la
mano izquierda de Crag le dej muerto en el acto.
Crag se limpi el polvo de sus ropas. Se dirigi hacia la caja registradora y encontr
como unos cien dlares. Pero en los bolsillos del barman encontr la prueba de que el
tipo haba hecho un buen negocio, y recientemente. Haba ocho mil dlares en billetes.
Crag hizo una mueca y solt la carcajada. Resultaba que iba por delante del juego en
lugar de ir detrs, su total de gastos del medio milln, eran nulos y an se encontraba con
ms dinero que artes de comenzar su vida de rico.
En vez de arriesgarse a salir por la puerta principal, lo hizo por la de servicio, yendo a
salir a un callejn estrecho de la parte posterior.
De vuelta en el Luxor, estaba, de guardia un empleado, en vez del gerente, quien dijo a
Crag que los daos de la suite haban sido ya reparados. Crag solicit la cuenta que le fue
presentada; representando poco ms de lo que haba calculado, la pag y entreg otros
mil dlares por adelantado.
- Ah, muchas gracias, seor Eh - dijo el empleado -. Hay alguna cosa en que
podamos servirle?
Crag le asegur que no necesitaba nada.
En la suite, Crag deambul un rato por las diferentes habitaciones, hasta acabar
poniendo la radio del saln; faltaban pocos minutos para la hora de un nuevo boletn de
noticias. Aguant como pudo la parte comercial del programa hasta que el locutor
comenz a hablar:
- Seoras y seores: he aqu las ltimas noticias de lo relativo al cinturn de
asteroides, es decir, de lo que fue hasta hace poco.
El planeta se est formando con increble rapidez. Se estima que est constituido en
sus nuevas dcimas partes por todos los antiguos asteroides que ahora forman parte
integrante del nuevo planeta. Su tamao y su masa aproximados se acercan a Marte, y
ser ligeramente mayor cuando los restantes asteroides acaben por estrellarse sobre l,
es decir, dentro de unas cuatro o seis horas. Se observa una formidable aceleracin de
los que an quedan rezagados en sus rbitas para ir a estrellarse en el nuevo planeta y
los que circulan por delante deceleran en, la misma medida para incorporarse al nuevo
mundo as formado.
El nuevo planeta ya gira sobre su eje; pero el perodo de revolucin, an cuando ya
parece estabilizado, no puede ser determinado hasta que se disipen las nubes de polvo
resultantes de los continuos choques de los asteroides y la superficie pueda ser visible. El
hecho de que este polvo permanezca suspendido en nubes, constituye la prueba de que
el nuevo planeta, por increble que resulte, tiene su propia atmsfera. Aunque no sea
posible, por el momento, determinar el espesor de las capas de polvo, ni realizar una

precisa observacin espectroscpica, la atmsfera contiene, definitivamente, oxgeno y


probablemente debe ser respirable.
Las observaciones espectrocspicas y de toda ndole que se llevan a cabo se realizan
desde espacionaves a unos cientos de miles de millas de distancia. La toma de contacto
con el nuevo planeta ser realizada tan pronto como el Consejo Solar determine que sea
segura.
No se han tomado an determinaciones concretas para el nombre que habr de llevar
este nuevo mundo. La mayora de los cientficos, sustentan la opinin de que debera
estar bautizado con el nombre de Bellini, el astrnomo que utilizando el gigantesco
telescopio de la Luna, observ primero la perturbacin de la rbita del asteroide Ceres. Su
informe centr la atencin sobre el cinturn de asteroides y condujo al descubrimiento de
lo que estaba ocurriendo all.
El boletn continu despus sobre temas de poltica y Crag apag la radio.
Supuso si quizs la televisin mostrase alguna fotografa del nuevo planeta;
seguramente deberan estar observndolo desde espacionaves a distancias relativamente
prximas. Abri el equipo de doble puerta del gran televisor, apret el botn de encendido
y esper a que estuviese dispuesto.
El aparato zumb y una serie de brillantes colores apareci en la pantalla; despus el
zumbido se transform en msica - si es que poda llamrsele tal cosa - y los colores se
recompusieron mostrando una estupenda coleccin de chicas con largas cabelleras
rubias, gruesos labios sensuales, que cantaban a coro:
Oh, qu lindo viaje a Venus! para mi luna de miel, contigo, cario...
Con calma Crag se aproxim al aparato y lo apag. Despus, volvi a patear la pantalla
hasta destrozarla con una magnfica calma.
Se dirigi al bar, se prepar una bebida y se encontr a s mismo bostezando antes de
acabarla, yndose a la cama antes de haberla terminado del todo.
So; pero por la maana no recordaba ninguna de las cosas que haba soado. Lo
que fue una cierta suerte, ya que Crag se hubiera disgustado de haberlo podido hacer.
El da lo emple en pasear, volviendo a familiarizarse con la parte comercial de Marte
City. Fue a los dos bancos en que haba depositado la mayor parte de su dinero antes de
salir anteriormente con Olliver y Judeth, haca un par de semanas antes. Lo deposit
porque no confiaba en absoluto en Olliver. Pero tampoco confiaba mucho en los
banqueros, por lo que decidi para lo sucesivo, llevarse consigo todo aquel efectivo,
contante y sonante. Era cierto que se corra el riesgo de ser robado y asesinado, como
casi haba estado a punto de serlo la noche anterior; pero si le mataban, lo mismo sera
por una gran suma que por otra ms pequea, y lo que quedase no ira a hacerle ningn
beneficio.
Pero fracas cuando se dio cuenta del enorme bulto que hacan los quinientos mil
dlares, an llevando la mayor parte en billetes de a mil, ya que para las transacciones se
empleaban billetes de menor cuanta. Tuvo que llenarse todos los bolsillos para
transportarlo. As, aquella noche escondi la mayor parte en su suite del Luxor, poniendo
cien mil dlares en cada uno de los cuatro escondrijos que habilit al efecto. Los lugares
resultaban casi imposibles de hallar, incluso para personas que los buscasen
deliberadamente.
El resto de la noche lo pas divirtindose lo mejor que pudo.
IX
Sali al da siguiente y finalmente se encontr recalando por el barrio de los hombres
del espacio, al norte del principal distrito de la ciudad. Los hombres del espacio caan por
all cuando se hallaban sin un centavo, aunque constituan una pequea fraccin de la

poblacin flotante. Por el carcter, se pareca mucho a cualquiera de los barrios divertidos
de Nueva York, como por ejemplo, Skid Row.
Crag no tena ningn negocio especial que resolver por all, y lo saba, ya que el barrio
no tena nada que no pudiese adquirir en cualquier otra parte de la ciudad y con mucha
ms seguridad personal. En el barrio de los hombres del espacio, el pillaje, el asesinato y
los robos, estaban a la orden del da. La polica patrullaba en grupos de seis hombres; y
resultaban tan odiados que un polica solitario apenas si hubiera podido sobrevivir un da
completo.
Desde luego lo era tambin para un hombre vestido lujosamente, y sobre todo llevando
encima cien mil dlares en efectivo. Tal vez el peligro era lo que
Crag deseaba. El peligro le estimulaba, le haca estar alerta y vivo. Slo en el peligro y
de cara a la muerte encontraba la alegra de vivir.
Sera, acaso, porque subconscientemente era la muerte lo que realmente deseaba?
Era su odio tan grande a la humanidad que slo podra encontrar la felicidad en el total
olvido de las cosas?
A veces lo haba pensado l mismo, y la consecuencia fue hallar la respuesta. El neftn
lo hara.
La droga era difcil de adquirir; pero todo resultaba posible teniendo la cartera repleta
de buenos billetes, incluso el neftn, la nica droga que era tan odiada como la propia
polica. No haba futuro en la venta del neftn, porque el comercio difcilmente se repeta;
slo poda venderse una dosis a un cliente, porque lo seguro era resultar muerto por el
cliente a las veinticuatro horas. La droga le colocaba en una situacin de exaltacin
durante un cierto tiempo y cien veces mayor que lo logrado por cualquier otro
estupefaciente; despus el drogado pasaba a una situacin de rabia y furor creciente
hasta conseguir matar al mayor nmero posible de personas, antes de resultar muerto el
causante. Si no resultaba muerto y si era detenido en su lugar, era como si hubiese
muerto; pero siempre en la misma situacin de xtasis y exaltacin, a pesar de cuanto se
hiciera por el drogado. Era un final perfecto para el hombre que lo deseara por cualquier
razn. Era como caer inmerso en un resplandor exttico de gloria, especialmente si
odiaba a la gente y tena la obsesin de llevarse por delante a media docena o una junto
con l, antes de morir; as era perfectamente comprensible que la venta o posesin simple
del neftn estuviese legislada, considerndose como un crimen de primer grado,
condenndose con por lo menos veinte aos de trabajos en las minas de Calisto o con el
psicgrafo. Incluso los criminales ms empedernidos y los traficantes de drogas le tenan
un sagrado horror, a menos que ellos mismos se sintieran inclinados a probar sus
placeres, en cuyo caso, ni que decir tiene, que nada ms tenan que perder.
Pero de una forma singular, aunque Crag se hubiese considerado muy contento con
estar muerto, no senta ningn activo deseo de morir. No, al menos, por su propia mano.
Record un libro que haba ledo, muy viejo, sobre la caza de los tigres en una parte de
la Tierra que una vez se llam la India, y que se refera a un tigre asesino, un comedor de
hombres, que tena aterrorizada a toda una provincia de la India durante aos y mat a
centenares de personas. Para los aterrorizados nativos, se le haba conocido con el
nombre de El Llorn, a causa de los ruidos que emita constantemente cuando
patrullaba alrededor de un poblado durante la noche. Cuando un cazador blanco, el autor
del libro, lo mat finalmente, examin el tigre y encontr una infeccin crnica y profunda
en el cuerpo del enorme animal; el hueso lo tena rodo y la carne a su alrededor podrida y
pulposa. Durante aos, cada paso de la bestia haba constituido una espantosa agona y
con todo haba salido a cazar y a matar y a comer. Los tigres no se suicidan, ni incluso
con el neftn, concluy Crag.
Crag prob el juego; pero apenas si encontr diversin alguna. Las grandes partidas,
como las que se celebraban en el Luxor, estaban tan ridculamente pervertidas, que no
exista la menor distraccin en tomar parte en ellas. Pens en haber hecho una magnfica

hoguera con todos los billetes y gozar el calor del fuego que se desprendiese de ella. Una
vez fue al saln principal de juego del Luxor; pero slo una vez; el segundo da, tras haber
acabado su fenomenal borrachera. Durante un rato estuvo tirando cartas al juego de la
mara, a cien dlares la carta y se las arregl para perder unos cuantos miles de dlares;
pero las rampas eran tan evidentes que, al final, completamente disgustado, dej caer su
mano de metal, aunque no demasiado fuerte sobre la mano del croupier, quien en aquel
momento le pasaba una carta. El croupier grit de dolor y dej caer dos cartas, donde
slo tena que haber habido una, marchndose en seguida a la enfermera a que le
cuidasen la mano dolorida. Crag se march, pensando si el hotel le cargara en cuenta los
gastos de lo ocurrido. Pero el Luxor pareci olvidarlo; haba demasiada gente que haban
visto la carta extra.
Durante algn tiempo jug en los tugurios del barrio de los hombres del espacio. Era
posible encontrar una partida honesta, si se tena buena disposicin y buena vista. Pero
los hombres del espacio y los mangantes que se descolgaban por all no tenan suficiente
dinero para jugar en grandes apuestas y tras una serie de partidas, aquel juego de poco
dinero termin aburrindole mortalmente, ya que lo que menos le importaba era perder o
ganar.
Sigui bebiendo mucho; aunque no demasiado de una vez y en un mismo lugar sin
perder en ninguna ocasin el control de s mismo. Las grandes borracheras en Crag slo
se producan raramente, y tras largos perodos de abstinencia. Nunca beba, desde luego,
cuando tena que llevar a cabo cualquier misin o en el espacio; aunque si la misin o el
viaje se llevaba demasiado tiempo, beba algo de vez en cuando. Ordinariamente, beba
bastante, aunque sin excederse.
La mayor parte de sus bebidas las tom en el barrio de los hombres del Espacio,
utilizando slo el bar de su suite del Luxor por la maana, o al volver tarde para acostarse.
Consider el haber alquilado una habitacin en Spacetown, donde no haba hoteles de
lujo, aunque s buenas pensiones; pero abandon la idea finalmente. Sabiendo lo ridculo
que resultaba mantener una suite tan costosa para utilizarla apenas en el Luxor, la sigui
pagando, no obstante. Aquello costaba dinero y se haba encarado con la idea decidida
de cuanto ms pronto se liberase del dinero ms feliz sera. Mientras lo tuviera, no haba
razn para pensar en robar ms, como hubiera tenido que hacer estando sin blanca.
Se senta como un tigre encerrado en un matadero, rodeado de carne por todas partes,
que no tiene que cazar. Puede hartarse, saciarse y permanecer cmodamente saciado;
pero, bien pronto, el instinto de volver a la jungla le asaltara; all donde la caza y el
peligro forma parte de su propia vida. Un tigre saciado, slo es parte del tigre en s y no
mata por el placer de hacerlo. Un criminal con todo el dinero que necesita, deja de ser un
criminal; a menos que un torcido instinto psicoptico le impulse a conseguir ms y ms.
No, a menos que no sea un psicpata, ningn criminal tira deliberadamente su dinero
para restaurar simplemente el incentivo de conseguirlo. Porque al hacerlo as se niega a
s mismo el valor del dinero, y ninguna cantidad que pueda adquirir despus tendra
tampoco el menor valor, destrozndose el incentivo, y se quiera o no, su razn de ser, de
una forma positiva y cierta.
La nica cosa que Crag deseaba hacer con el dinero, era gastarlo por tanto, seguira
viviendo en el Luxor, porque ello le ayudaba en tal sentido.
Era una lstima que jams se hubiera interesado en la riqueza por s misma, o en el
poder. Nunca haba considerado al dinero sino como algo que es preciso gastar, y el
poder significa la poltica. Crag haba odiado sinceramente a los polticos toda su vida,
incluso antes de convertirse en un criminal.
Continuaron los boletines de noticias de la radio, naturalmente. Nunca utiliz despus
el de su suite en el Luxor, sino de tanto en tanto. En uno de sus paseos por Spacetown se
encontraba sentado en un pequeo bar, ligeramente ms poblado que de costumbre y de
lo que a l le gustaba teniendo al alcance de la mano una copa de woji. Repentinamente

el dependiente puls un botn y la radio estall con una msica detonante, si es que a
aquello poda llamrsele msica.
Crag alarg el brazo hasta tocar el del barman.
- Apguelo - dijo.
El barman le hizo frente descaradamente.
- Oiga, seor, no es usted el nico que est aqu. A la mayor parte les gusta esta
msica.
- A m, no - repuso Crag, y el toque de la mano se convirti en una presa -. Le digo que
apague la radio.
El barman mir fijamente a Crag y algo debi ver en sus ojos, que cambi su
comportamiento.
- Seor - repuso -, lo apagar, es todo lo ms que puedo hacer. Hay un tipo al otro
extremo de la barra que me ha dicho que la encienda y que habr jaleo si la apago. No s
lo duro que ser usted; pero l s que lo es. Si quiere jaleo, puede largarse a otra parte.
El barman se frot el brazo en el lugar en que Crag lo haba tenido atenazado.
- Lo que puedo hacer es obedecer al que gane; por tanto, pueden salir fuera y resolver
la cuestin; a m lo mismo me da una cosa como la otra. Obedecer al que vuelva a
entrar.
Crag hizo una mueca. Record que no debera mezclarse en luchas, a menos que
hubiese un serio motivo para hacerlo.
- Est bien - dijo, al final -. Apguelo.
Si el otro tipo tena algo que objetar, entonces... El barman disminuy el volumen hasta
la mitad y aadi despus:
- Slo es cuestin de un par de minutos, hasta que lleguen las noticias.
Mir hacia el otro extremo de la barra, y no tuvo dificultad en encontrar, entre diversos
individuos, al que se haba referido el barman, y a quien haba dado el nombre de Gardin.
Era el que con su sola presencia atemorizaba al barman. Los dems, eran chicos jvenes
del espacio, cadetes de las Escuelas de Astronutica, con edades oscilando sobre los
veinte aos. Gardin era un tipo parecido a Crag, de mediana constitucin, pero macizo, y
en el que se adivinaba la fuerza y una cierta gracia en sus movimientos. Era algo ms
joven que Crag y se diferenciaba tambin en sus cabellos negros, contra los rubios de
Crag. Al igual que ste, era un criminal; pero la estampa de la criminalidad resultaba ms
ostensible en Gardin que en Crag.
Llegaron las noticias y Crag, inmerso en sus propios pensamientos, no puso atencin a
la primera parte. Pero despus, an sin quererlo, se encontr con la atencin puesta en el
receptor, cuando las palabras el nuevo planeta surgieron del discurso del locutor.
-...todava aparece rodeado e inmerso en las nubes de polvo, pero parece ser que
van diluyndose. El almirante Yates ha prohibido cualquier intento de aterrizaje hasta que
la superficie sea perfectamente visible desde el espacio. La expedicin de aterrizaje est
preparada y dispuesta; pero puede llevarse todava varias semanas. Existen
circunstancias misteriosas, tales como el hecho de que la radiacin es muy elevada para
un planeta tan alejado del sol; el nuevo planeta tendr aproximadamente las mismas
temperaturas y estaciones de la Tierra, a despecho de hallarse dos veces la distancia
media de la Tierra, del Sol como centro del sistema. La diferencia, segn entienden la
mayor parte de los cientficos, reside en el calor generado en el interior por el impacto de
los asteroides, conforme van estrellndose y juntndose en la masa comn del nuevo
planeta. Todos los asteroides se han reunido ya y formado parte de este nuevo cuerpo
celeste; ya no existe materia alguna suelta dentro de la gran rbita de los asteroides, que
ahora es la del nuevo planeta.
La estimacin general es que tiene un dimetro de seis mil millas aproximadamente, a
medio camino entre el de Marte y la Tierra. La densidad es de cinco veces la del agua. Su
gravedad ser ligeramente inferior a la de la Tierra. Su rotacin es un hecho definitivo,

aunque no se ha podido determinar con exactitud su velocidad hasta que las nubes
inmensas de polvo se asienten y puedan hacerse observaciones ms exactas sobre un
punto fijo de referencia de su superficie.
Perdonen, queridos radioyentes. Acaban de traerme un nuevo boletn de noticias.
Grandes noticias, amigos! El nuevo planeta tiene ya nombre: Bellini, el gran astrnomo
de Luna City, que era, por aclamacin el que ira a dar su nombre al nuevo planeta,
considerndolo como un merecido privilegio, acaba de anunciar su eleccin. Ha explicado
que no aceptara ningn otro nombre ms sacado de la Mitologa, como se ha venido
haciendo desde siglos con todos los cuerpos del sistema solar. Ha escogido un nombre
totalmente arbitrario, aunque eufnico, por su combinacin de slabas y ya ha bautizado al
nuevo planeta. Seoras y seores, he aqu el nuevo nombre: CRAGON. Se deletrea as:
C-R-A-G-O-N; es decir, repetimos: CRAGON.
Crag se ech hacia atrs, sujetndose al borde de la barra, soltando una convulsiva y
estruendosa carcajada. Fue la ms sonora y ms sincera carcajada que emiti en toda su
vida, desde que pudo recordarlo. El muy diablo - pens -. El muy diablo se ha metido en la
mente del astrnomo y ha hecho que lo bautice tenindome a m en cuenta.
Piensa que de esa forma me tendr con l all!
Not entonces que alguien le tocaba en el hombro y se volvi, dejando de rer. Gardin
apareca all en pie, con el rostro impasible; pero pareciendo un resorte de acero presto a
saltar.
- Se rea usted de m, amigo? - pregunt desafiante.
Aunque Crag haba dejado de rer, emiti otra sonrisa entre dientes.
- No, no lo haca, desde luego. Pero si tiene gana de jaleo, me gustara atenderle a
usted en lo que necesite.
Gardin hizo un gesto al barman.
- Cierre ese aparato - le orden secamente. El aparato, que estaba tocando msica de
baile, qued en silencio.
- Y de qu se estaba riendo, si puede saberse? - insisti Gardin.
Los ojos de Crag se enfriaron, aunque no demasiado.
- Pues mire, es cosa ma y explicarlo resulta demasiado complicado. Pero, digamos,
que es algo divertido, le basta eso?
Sbitamente Gardin comenz a rer tambin.
- Yo creo que no tiene nada de divertido, verdad? Est bien, creo que he metido un
poco la pata. Olvdelo.
- A menos que no quiera salir fuera a seguir riendo - dijo Crag.
- Yo creo que lo mejor ser que nos tomemos una copa en vez de eso, no le parece?
- Pues claro que s - convino amistosamente Crag, en vista del giro de los
acontecimientos.
Y de aquella forma hizo un amigo, o al menos lo ms parecido a un amigo de lo que
Crag se haba permitido en tal aspecto.
No supo nunca nada del pasado de Gardin, como ste tampoco consigui saber nada
de Crag. La confianza no les llev tan lejos. Al principio basaron su trato sobre la base de
desconfiar mutuamente, tomando muy buenas precauciones al respecto. El tiempo lo ira
diciendo.
Crag lleg a pensar que tal vez su amistad se afianzase ms si Gardin se vea sin
blanca; pero esto no ocurri; pareca que su amigo se desenvolva muy bien, sin necesitar
a nadie, disfrutando de la vida y manejando dinero suficiente. Y tambin sin descanso y
con energas vitales. Fue sabiendo todo aquello de Gardin, como ste supo igualmente
muchas otras cosas de Crag. Claro que existan diferencias personales. Crag pens que
era mucho ms fuerte, fsica y mentalmente. Aunque nunca se probaron o pensaron en
hacerlo por lo que respectaba a la fuerza fsica. Y respecto de la fuerza mental... o de
arrestos, era algo que slo una emergencia o un grave peligro podra revelarlo.

En otro aspecto, Gardin tambin era diferente. Tena una mujer. Nunca mencion si era
su esposa o no - lo que, por otra parte, tena completamente sin cuidado a Crag -, pero
por cosas surgidas de tanto en tanto, Crag sac la conclusin de que vivan juntos haca
bastantes aos. Se llamaba Bea; una mujer grandota y descaradamente rubia. Crag la
encontr fcil de soportar, tras haber obtenido la conclusin de que perteneca a la clase
de mujeres que slo pertenecen a un solo hombre. Bea dejaba a Crag estrictamente solo,
en las ocasiones que se reunan los tres. Si era porque senta miedo de Crag, fue algo
que ste nunca pudo averiguar, ni le import, procur solamente que no estuviese con l
cuando Gardin andaba por los alrededores.
Cuando Bea estaba con los dos, Crag casi poda olvidarse de que era una mujer. Beba
y juraba con ellos en trminos iguales; se vesta modestamente, para lo que era Marte
City, y jams coqueteaba, incluso con Gardin, cuando Crag estaba junto a ellos. Lo que
pudieran hacer a solas, tampoco era cuestin que le importase un comino a Crag.
Con mucha frecuencia, Gardin y Crag salan a deambular solos, aunque
ocasionalmente se les reuna Bea. Ninguno se preguntaba al otro dnde viva. Existan
muchos lugares que frecuentaban juntos, y aquello era suficiente. Durante cierto tiempo
se divirtieron juntos en jugar, bien al pquer, al maharaj y a otros juegos que podan
jugarse entre dos, con un mazo de cartas prestadas en el cuartito posterior de cualquier
bar, y sin mirones. Las apuestas fueron subiendo; pero entonces, a medida que se hacan
fuertes, Crag hall que ganaba entonces ms y ms frecuentemente. Conoca ya bastante
a Gardin para estar en condiciones de leer sus ms sutiles formas de expresin y sus
maneras, para saber cuando comportarse con precaucin y cuando con absoluta libertad.
En una ocasin, se encontr sbitamente con ochenta mil dlares de Gardin frente a l,
ya ganados y en el acto conoci por los signos exteriores que ya haba aprendido a
conocer de su amigo, a despecho de la calma exterior de Gardin, que aquello supona ya
su ruina o casi el quedarse sin blanca. Pero Crag no quera su dinero; ya tena bastantes
dificultades con el suyo propio. Con cuidado, se dej perder poco a poco, no demasiado
rpidamente para no despertar la susceptibilidad de Gardin, en una sola partida. Pero
terminadas unas cuantas partidas posteriores, en las que Gardin recuper su dinero, Crag
perdi el inters en el juego. Y lo mismo le ocurri a Gardin. Tras aquello, jugaban
ocasionalmente, en partidas relativamente pequeas en las que la habilidad y el deseo de
batir al contrario podan sobre la idea de ganar dinero.
Y hacan apuestas. Muchas apuestas. Constantemente se pasaban las horas muertas
haciendo apuestas sobre las cosas ms absurdas y ridculas; usualmente con cinco o diez
dlares, aunque de vez en cuando, para mantener la emocin, las suban a mayores
cantidades, en cuestiones en que sostenan diferentes puntos de vista, o a la pura suerte.
Si se encontraban solos en un bar, por ejemplo, se sentaban con un taburete de por
medio y apostaban si el prximo cliente que llegase a ocupar el sitio era una mujer o un
hombre, o bien, sentndose juntos, si el que llegase se situaba a la derecha o a la
izquierda de ambos. O bien si el prximo cliente que entrara, iba descalzo o con
sandalias, discutiendo las posibilidades segn el tiempo reinante o la hora del da. Cosas
de criaturas realmente, para mantener sus ocios, ya que evitaban a toda costa hablar de
ellos mismos, hacindolo sobre temas totalmente irrelevantes para matar el tiempo
exclusivamente. El tiempo resultaba as el mayor enemigo, aunque tampoco ninguno de
los dos hablaba sobre el particular abiertamente.
En una ocasin, Crag se llev a Gardin a su suite en el Luxor: Gardin mir a su
alrededor y dej escapar un silbido de asombro.
- Chico! Dnde est el botn que empujas para que salga el coro de chicas bailando?
Al ver que Crag no responda, continu:
- Aborreces a las mujeres, eh?
Como Crag tampoco se ocup de responderle, dej aquella cuestin de lado. Gardin
continu curioseando por toda la suite, con las manos en los bolsillos, hasta descubrir el

cuarto de la pornografa. Entonces se sac las manos de los bolsillos y comenz


vidamente a hojear aquellos libros y a poner en marcha algunos de los discos. Crag le
oy sonrer entre dientes y puso cara de pocos amigos.
- Vamos, sal de ah - le dijo malhumorado -. Puedes llevarte esos puercos libros, si
quieres; pero no te pongas a leerlos aqu.
Gardin hizo caso de su amigo.
- Qu quieres beber? - le invit Crag.
- Woji. A menos que tengas al alcance de la mano un poco de neftn, no me importara
ensayarlo ahora mismo. Bueno, no me hagas caso. Estaba bromeando.
Crag abri dos botellas de woji y alarg una de ellas a Gardin con un vaso. Gardin se
puso un buen trago y dej la botella junta a la silla en que torn asiento. Con una voz
cambiada, dijo:
- Me siento hecho una calamidad, Crag. Qu ser lo que va mal en m?
- Te ests ablandando.
- Ablandarme? - repuso Gardin rpidamente -. Quieres apostarte uno de los grandes
a que puedo contigo, aqu y ahora mismo?
Crag pareci aceptar momentneamente la apuesta de su amigo, porque algo le
impuls interiormente. Pero se repuso en el acto.
- No apuestes, Gardin. Sintate y bbete ese trago tranquilamente. Yo no empleo las
reglas de los antiguos caballeros, ni t tampoco. Una vez que comenzramos, si yo no te
mataba a ti, t lo hagas conmigo. Dejmonos de estupideces, ni por un piojoso billete de a
mil, ni por nada.
Gardin volvi a sentarse, con el rostro sombro.
- Deja de pincharme, entonces.
- No estoy pinchndote, amigo, sino diciendo la verdad. Diablos! Me est ocurriendo
igual a m. Me estoy ablandando a pasos agigantados.
Pero Crag no lo crea realmente de s mismo. Gardin estaba de nuevo paseando algo
nerviosamente. Abri el gran aparato de televisin, de doble puerta y silb de admiracin
ante su vista.
- Muchacho! Vaya aparato de televisin! A propsito, esto me recuerda algo. Sabes
qu da es hoy?
- Qu?
- S, hombre, el da en que van a tomar tierra en Cragon. No has seguido las noticias?
- No, desde anteayer. Qu es lo que ocurre?
- El polvo ha desaparecido. No es que se haya sedimentado, sino simplemente
desaparecido como por arte de magia. Y... eso es imposible; pero dicen que es cierto... es
un planeta terminado del todo.
Crag encendi un cigarrillo.
- Qu es lo que quieres decir con que es un planeta terminado?
- Pues eso, que no se trata de un planeta en bruto. Que tiene vegetacin y rboles y
todo lo dems. Bastante parecido, por cierto, a la Tierra, aunque abundan ms las tierras
y los continentes, que no los ocanos y mares, teniendo adems muchsimos lagos y ros.
Ros de agua clara y fresca... Eso no tiene sentido alguno.
- Por qu no habra de tenerlo?
- Las corrientes y los ros se forman a consecuencia de las lluvias, y tras miles y
millones de aos, las aguas van canalizndose y formando el lecho de las grandes
corrientes de agua que proviene de los terrenos altos a niveles ms bajos. Y maldita sea!
Ese planeta slo tiene dos semanas de antigedad. Cmo han podido formarse los
lechos de los ros?
- Tal vez sea un chico precoz - brome Crag. - Sea lo que sea, no es nada natural.
Bromea, si quieres, Crag, pero incluso el ms escptico de los cientficos admite que es

algo que no poda suceder naturalmente. Algunos de ellos son sinceros, expresando que
se hallan sencillamente aterrados.
- De qu?
- No lo saben; eso es lo que les asusta. - Gardin se volvi hacia la pantalla del gran
aparato de televisin -. Lo haba olvidado hasta ver este aparato; ya va siendo tiempo del
nuevo boletn de noticias sobre el aterrizaje. Quieres que lo veamos?
- De acuerdo.
Gardin encendi el aparato y pronto una oleada de colores y sonidos invadi la
estancia, apareciendo la figura de una amazona desnuda, cantando la letra de una
cancin relativa a una perversin que no puede transcribirse.
- Cierra esa porquera! - le grit Crag.
- Est bien, es slo un momento. - Gardin acerc la mano a los mandos de la
televisin; pero antes de cerrarlo la cancin se desvaneci y las imgenes
desaparecieron.
Y en la pantalla surgi la distante imagen a todo color de un planeta visto desde el
espacio. Un planeta, que excepto por el contorno de sus continentes, poda muy bien
haberse confundido con la Tierra. Ocanos azules, continentes moteados de verde y
marrn y blanqusimas zonas polares.
- Les estamos mostrando una imagen de Cragon - deca en aquel momento la
untuosa voz del locutor -, el planeta ms nuevo del Sistema Solaz.
Las imgenes que estn contemplando, estn tomadas desde la espacionave insignia
de la expedicin, la Dorai, que se halla en estos momentos a doscientas mil millas de
distancia. Vamos a mantener esta posicin hasta que se reciba un informe del navo
explorador Andros, que est ahora procediendo a aproximarse al novsimo planeta y con
la intencin de intentar el primer aterrizaje. Dentro de pocos minutos, suponemos que
tardar unos veinte antes de que el Andros pueda entrar en la atmsfera de Cragon,
conectaremos a ustedes con el navo explorador para que puedan ver con ellos, el preciso
momento del aterrizaje en el suelo virgen de este nuevo y fantstico mundo. La nave
exploradora va al mando del capitn Burke y del teniente Laidlaw. Lamentamos que la
escasez de espacio de la nave exploradora no permita llevar un equipo de televisin
trans-espacio; por tanto, continuaremos transmitiendo desde aqu, desde la espacionave
insignia. Pero permtannos presentarles va tridimensional las fotografas de los dos
hombres de a bordo del navo explorador, mientras entramos en contacto con ellos por
radio. Aqu est el capitn Burke.
Una fotografa tridimensional mostr a un hombre de edad mediana con ojos de mirada
dura, pero con unas facciones suaves en la pantalla.
- Est usted dispuesto, capitn?
Los labios de la fotografa no se movieron; pero se oy una voz respondiendo.
- S, seor, Burke informando.
- Tienen algo especial que informar?
- Slo que descendemos lentamente y con precaucin, de acuerdo con las
instrucciones recibidas. Nos encontramos a cien mil millas de altitud todava por encima
del borde exterior de la atmsfera del planeta.
- Est bien. Entonces, presentaremos a su compaero de expedicin. Les mostramos a
ustedes al teniente Laidlaw.
En la pantalla apareci otra foto tridimensional. Un hombre joven, bien parecido y con
cabellos negros ondulados. Se esperaba de l una voz atiplada y casi afeminada, que en
efecto son as.
- Teniente Laidlaw, seor.
- Est usted asignado a la misin de informar mientras su capitn lleva el mando de la
nave, no es cierto?
- S, seor.

- Est bien. Entonces, por favor, permanezca en el micrfono. - La imagen


tridimensional cambi nuevamente y en seguida se apreci la visin distante de un
planeta girar en el espacio -. Han elegido ya un punto para la toma de tierra, teniente? S, seor. Aproximadamente en el centro del lado diurno, que por el momento est
aproximadamente en el centro del continente mayor del planeta. Casi prximo a la orilla
de un gran lago... creo que puedo indicarle cul es. Tenemos aqu un monitor que recibe
su emisin. Ve usted un lago casi exactamente en medio de su imagen, es decir, que
tiene casi una forma triangular?
- As es, teniente.
- Bien, hemos planeado aterrizar en el fondo, esto es, en la parte sur de dicho tringulo.
Se darn cuenta seguramente de que una gran corriente de agua, concluye en el lago por
esa parte. Y que el rea que rodea esa corriente es verde; pero slo a una corta distancia
de su borde y lo dems aparece corno una extensa zona de color marrn. Creemos que
ser un lugar ideal de observacin, como base de operaciones. Podremos comprobar el
agua de esa corriente y la del lago. Podremos observar igualmente la clase de vegetacin
que muestra ese verde claro y la correspondiente a la gran extensin ms oscura, tanto si
es rocosa o de qu gnero. Tambin, nuestras observaciones con las termocuplas,
indican una temperatura de casi 70 grados Fahrenheit, temperatura que podemos
considerar ptima. Conseguiremos tomar contacto en cualquier lugar prximo.
- Gracias, teniente. Qu altitud tienen ahora?
- Algo menos de ochenta millas. Descendemos lentamente, con el dispositivo
antigravitatorio.
Crag emiti una risita entre dientes.
La voz del teniente continu diciendo:
- Desde luego, haremos una serie de observaciones finales antes del aterrizaje en el
planeta. Descendemos en automtico para detenernos a cinco millas de altura. Desde all,
nuestros telescopios nos proporcionarn una visin ms completa y prxima del terreno.
Y para ese tiempo, estaremos dentro de la atmsfera y podremos estar en condiciones de
hacer una comprobacin que nos diga si es o no respirable y si eventualmente habremos
de emplear nuestros trajes espaciales.
- Gracias, teniente Laidlaw. Ahora, oiremos unas palabras del almirante Johnson, de la
Gran Flota, que est aqu a bordo, precisamente junto a nosotros.
Crag volvi a rerse chuscamente de nuevo y Gardin apart la vista de la pantalla para
mirar intrigado a su amigo.
- Qu encuentras de divertido en esto? - quiso conocer.
- Pues la totalidad del asunto - repuso Crag -. No van a tomar contacto con el planeta...
y si lo hacen, jams saldrn de all.
- Por qu no?
- No estn invitados. Espera y lo vers. Gardin hizo una mueca de asombro.
- Amigo, hay un viejo proverbio que dice: Pon tu dinero donde tu boca. Cunto
quieres apostar?
Crag se encogi de hombros con indiferencia.
- Puedes t mismo fijar la cuanta. Pero ya sabes que perders.
Gardin se apresur a contar un puado de billetes.
- Iremos un poco cortos. Pero me apuesto mil dlares. O es que ests bromeando?
Como respuesta, Crag se sac un billete de a mil dlares que deposit junto a los otros
mil fraccionados de Gardin.
En la pantalla apareci el rostro de bulldog del almirante.
-...no parece que exista peligro, pero la Flota no se correr riesgos intiles. Antes de
que esos hombres abandonen el navo explorador el rea habr sido vigilada en previsin
de cualquier peligro posible. Parece imposible que un mundo recin formado pueda
albergar alguna forma de vida, hostil o de cualquier otro gnero; con todo, la posibilidad

no debe ser desechada. Existen misterios de los que no tenemos la respuesta adecuada;
especialmente del misterio de cmo Cragon ha sido formado y cmo pudo haber ocurrido
tan increblemente rpido, el haber dispuesto de una atmsfera, una topografa bastante
bien desarrollada y lo que es ms extraordinario, en tan brevsimo tiempo, una vegetacin
segura, por todos los datos que se poseen. Y es a causa de este misterio que no
corremos el riesgo de hacer aterrizar una gran nave del espacio de nuestra Gran Flota y
arriesgar la vida de cientos de nuestros hombres.
El capitn Burke y el teniente Laidlaw se han prestado voluntarios para esta misin y
saben que estn arriesgando sus vidas, incluso aunque el riesgo no lo parezca en
apariencia. Pero un nuevo planeta siempre es una entidad desconocida y en este caso las
circunstancias son ms difciles, ya que los detalles de su formacin permanecen
envueltos en el mayor misterio y se han producido tan sbitamente que puede casi
pensarse que se trata de un acto deliberado de una entidad inteligente.
Sin embargo, no existe dificultad alguna que se anticipe al aterrizaje. Se conocen ya
todos los factores. La cuestin ms importante es la atmsfera. Ser respirable en su
actual estado o tendremos que construir acondicionamientos para ella tal y cmo fue
preciso hacer en Marte y Venus? Los anlisis espectrogrficos, los nicos que pueden
realizarse desde aqu, son alentadores. El oxgeno se halla presente en la proporcin
igual y aproximada al de la atmsfera de la Tierra, e igualmente el bixido de carbono. La
densidad atmosfrica es ligeramente menor que en la Tierra; pero slo en muy pequea
escala; Kaperhorn estima que su densidad al nivel del mar es la equivalente a la de la
Tierra a una milla de altura, como, digamos por ejemplo, Alburquerque o Denver.
El elemento de incertidumbre yace en el hecho de que existen trazas de elementos
con los que hasta ahora no ha sido posible el poder analizarlos a distancia, y hay, por
supuesto, la posibilidad de que cualquiera de tales elementos sea venenoso. El navo
explorador no lleva a bordo laboratorio de anlisis qumicos; pero lleva en su lugar unas
jaulas con canarios y otros pequeos animales de experimentacin, con cuyo uso el
capitn Burke estar en condiciones de decidir si ser posible abandonar la nave sin el
uso de trajes espaciales.
Pero con los trajes o sin ellos, explorarn la zona inmediatamente circundante al
punto de aterrizaje.
Crag produjo un ruido estentreo. - Otro trago de woji, Gardin?
Gardin aprob con la cabeza y Crag se dirigi al bar, que abri volviendo con dos
nuevas botellas. La esfera del nuevo planeta apareca en la pantalla de la televisin; pero
la voz del almirante haba sido sustituida por una suave msica.
- Qu ocurre? - pregunt Crag -. Ha decidido marcharse o volver a darnos otro
sermn?
- Eso me imagino - repuso Gardin -. Estarn ocupados en ultimar un nuevo informe
procedente de la nave exploradora. Slo unos cuantos minutos, ahora estn llegando al
lmite superior de la atmsfera. - Gardin mir de soslayo al dinero depositado sobre la
mesa -. Crag, de dnde surgira la idiota idea de hacer esta ridcula apuesta? Creo que
ests dndome en la prctica el regalo de un billete de los grandes...
- Tal vez - contest Crag.
- A menos... que tengas algo escondido en la manga, y no s de qu pueda tratarse.
Pero t sugeriste la apuesta. Creo que soy un bribn con apostar a un hombre en tales
condiciones.
Crag hizo una mueca.
- Quieres retirarla? Te dar ahora una oportunidad, antes de que vuelva el navo
explorador. Gardin vacil un instante, y despus sacudi la cabeza.
- No, djala ah. - Y se tom un buen trago. La msica se detuvo en seco y una voz
volvi a sonar en el aparato, esta vez la del atildado teniente.

- El teniente Laidlaw hablando desde el navo explorador. El capitn Burke est a los
controles. Descendemos lentamente, empezamos precisamente a entrar en la atmsfera
de Cragon. Nuestros instrumentos detectan una ligera presin, aunque no muy superior al
vaco de un laboratorio. Nos encontramos aproximadamente a cincuenta millas de altitud
y por el momento, descendemos a una velocidad de cinco millas por minuto, aunque
trataremos de frenar tal velocidad para evitar el friccionamiento atmosfrico por el enorme
calor que desprender su roce.
Cuarenta y cinco millas. Desde aqu podemos ver, y creo que con toda seguridad, que
las reas oscuras del terreno son enormes bosques Al menos dan la impresin de igual
apariencia que los espesos bosques de la Tierra desde idntica altura. Ahora estamos a
treinta y cinco millas, casi en la estratosfera. Pero... el capitn Burke est deteniendo
nuestro descenso. Nos quedamos totalmente detenidos y sin movimiento... Qu ocurre,
capitn?
En el silencio que sigui Crag pregunt: - Quieres doblar la apuesta?
Gardin sacudi la cabeza, aturdido.
- Pero cmo demonios...?
- No importa por qu. Tal vez yo posea una especial informacin. Si no quieres
doblarla, te dar todava otra oportunidad para que la retires.
Gardin no vacil. Recogi el puado de billetes y alarg a Crag su billete de mil
dlares, ponindose los suyos en el bolsillo. Crag hizo una mueca humorstica.
- Bien, ahora veremos qu tal van las cosas. Vamos a ver cmo se comporta.
- Se comporta, quin? A quin diablos te refieres?
- Sssh - le advirti Crag, mientras sonaba una voz diferente procedente de la televisin.
- Aqu, el capitn Burke al micrfono. Pido excusas por haber abandonado la
transmisin, tanto el teniente como yo, unos momentos. No se trata de una emergencia;
pero hay algo que tiene que ser investigado antes de que sigamos descendiendo. Parece
que hay algo que va mal con nuestro sistema acondicionador de aire.
En el momento en que he detenido nuestro descenso he mirado a las jaulas de los
canarios, cuyo uso ha explicado hace unos momentos el teniente Laidlaw. De los tres
animalitos, uno de ellos yace al fondo de una de las jaulas y los otros dos... bien, parecen
seriamente trastornados.
Sin duda, algo ha debido estropearse en el sistema de acondicionamiento del aire y
no completaremos nuestro descenso hasta haberlo arreglado. El teniente, que est ms
familiarizado que yo con esta parte del mecanismo de la nave, est investigando en estos
momentos. Tendr preparado el informe oportuno dentro de breves instantes, o bien le
ceder el micrfono.
Ocurre algo inesperado. El teniente Laidlaw informa que no puede encontrar nada de
extrao ni de anormal en el equipo; los indicadores muestran la correcta proporcin de
oxgeno, y ninguno de los controles seala la presencia de cualquier gas extrao; pero,
con todo, dos de los canarios ya han muerto y el otro aparece claramente a punto de
morir. Las cobayas y las ratas blancas se apelotonan unas contra otras, con sntomas de
asfixia, mostrando adems seales evidentes de malestar.
Tanto el teniente como yo, apreciamos un olor, aunque muy dbil, pero un olor
extrao. No he comprobado nada en especial con el teniente a este respecto; pero me
atrevera a afirmar que podra clasificarse como algo vagamente similar al cido sulfrico;
pero muy dulzn. Si pueden ustedes imaginar una mezcla de cido sulfrico y gardenias...
bien, sa es la mejor forma que tengo ahora para describirlo.
Pero esta nave est slida y perfectamente aislada. No es posible que haya
penetrado ni el ms leve trazo de atmsfera exterior, tan leve como debe ser a treinta
millas de altitud. No hay nada que concebiblemente podamos imputar al planeta, ni...
- Capitn Burke! - tron la voz del almirante desde la nave insignia -. Ascienda con la
nave, inmediatamente! Totalmente fuera de esa atmsfera!

- S, almirante.
- Contine informando.
- S, almirante. Ahora seguimos ascendiendo... 33 millas, 35..., el teniente Laidlaw
reconoce el interior de la cabina y me seala que todo parece ir perfectamente. Adems,
el fuerte dolor de cabeza que sufra hace unos momentos, acaba de disiparse. De nuevo
el sistema de acondicionamiento del aire funciona correctamente. Lo intentamos de
nuevo, seor?
- Incorprense a la Flota inmediatamente. Antes de realizar un nuevo intento, bien
sea con un aparato tripulado o teledirigido, hemos de comprobar ese navo explorador
totalmente. Al igual que el sistema de aireacin, han de ser comprobados usted y el
teniente, como esos canarios muertos.
- S, seor.
Gardin mir a Crag y ste solt una amistosa carcajada. Sigui rindose tan de buena
gana, que poco despus record que haba redo ms a su gusto en aquellos instantes
que en muchos aos de su vida.
- Te apuesto ahora que el aparato teledirigido tampoco tomar tierra en Cragon - afirm
Crag.
- No quiero apostar. - Y Gardin se dirigi a la televisin y la apag -. No creo que valga
la pena seguir observando esto. Dime, Crag, qu es lo que ocurre?
Crag movi lentamente la cabeza.
- Lo siento, amigo. Para decrtelo, tendra que decirte muchsimas otras cosas
demasiado largas de referir.
- No es nada sobre lo cual podamos jugarnos el dinero?
Crag volvi a sacudir la cabeza.
- Te propongo que hagamos una partida de ginebra, para matar el tiempo.
Gardin se puso en pie.
- Lo siento, muchacho. Tengo negocios que atender. Es posible que no me veas en
algn tiempo, Crag. Esos mil dlares que me has regalado... bien al hacerme que retire la
apuesta, ya que parecas estar seguro de que ibas a ganarlos... me ha puesto fuera de
combate. Creo que voy a ver si me hago de unos cuantos ms.
- Buena suerte - le dese Crag despidindole.
X
Crag estuvo sin ver a Gardin por ms de una semana, aunque continu frecuentando
los mismos lugares en que solan encontrarse y reunirse a tomar copas y a charlar. No fue
tampoco al hotel de Gardin por dos razones; una, que si Gardin estaba todava all y
deseaba verle ya le habra ido a buscar y la otra que si Gardin estaba ausente del hotel,
se habra dejado como cosa segura a Bea esperndole. Y no deseaba por nada del
mundo hallarse a solas con Bea sin Gardin en los alrededores. Y preferiblemente ni an
as.
Decidi ir siguiendo las noticias subsiguientes al apasionante, problema del nuevo
planeta Cragon. Tras el chasco sufrido en el primer intento de aterrizaje, no se produjo
ningn otro boletn televisado, sino hablado por los locutores. Por lo visto la Gran Flota
decidi evitar que el pblico gastara chistes a propsito de la cuestin.
No se haba encontrado ningn gas extrao en el casco del navo explorador del primer
intento de toma de contacto con aquel nuevo mundo. La sola concreta evidencia, era el
haber encontrado muertos a los dos canarios y el tercero gravemente afectado. Y as
ocurri con las cobayas, con los ratones blancos y con los dos humanos tripulantes del
navo. El capitn y el teniente pasaron muchas horas despus, para recobrarse de las
terribles nuseas que sufrieron.

El sistema de acondicionamiento de aire funcionaba perfectamente y las autopsias


practicadas a los dos pjaros no haban dado la menor indicacin de cul pudo haber sido
la causa de su muerte. La nica conclusin a que llegaron los investigadores, es que
pudiera existir algn componente misterioso en la atmsfera de Cragon, que incluso en la
enrarecida altura de treinta millas de altitud, pudo haber penetrado sutilmente en el
material del casco de la nave, posiblemente por cierta especie de proceso similar a la
smosis y que podra matar o herir gravemente a los ocupantes. Los trajes espaciales no
parecan ofrecer la respuesta adecuada, ya que cualquier cosa que pudiera traspasar el
casco del navo lo hara con absoluta certeza con el tejido ms delicado de un traje
espacial.
Dos das despus del fracaso del intento de aterrizaje en Cragon, se envi una nave
teledirigida a la superficie del planeta, sin ocupantes vivientes.
Puesto que la nave tripulada no haba captado seales de gases mortales, y s
solamente sus efectos, se presuma que por idntica razn la nave teledirigida volvera en
iguales condiciones. Y en lugar de equiparla con recipientes, el navo explorador
teledirigido se prepar con un equipo de comprobaciones qumicas, la mayor parte
automtico, y otra manejable a larga distancia por control remoto, pudiendo as realizar
los anlisis ms delicados in situ, mientras el navo permaneca sobre la superficie de
Cragon, recogiendo otras materias para ulteriores anlisis.
Pero la gran dificultad residi en que la nave enviada jams lleg a su destino. Nunca,
de hecho, consigui ni siquiera llegar a la tenue envolvente del exterior de su atmsfera.
Cragon haba cambiado de tctica. Cuando la nave teledirigida se encontraba a
doscientas millas de la superficie del planeta, rebot.
Se encontr con un impenetrable campo de fuerza.
Ni incluso los cohetes teledirigidos eran, por lo visto, bienvenidos en Cragon.
Crag, se sonri entre dientes, para s mismo. Aquello terminaba los reportajes
televisados de los intentos para tomar tierra en la superficie del nuevo mundo. El
Almirantazgo redact una cuidadosa memoria, con gran lujo de palabras intiles, tras la
que se trasluca que el propio Almirantazgo se hallaba simple y llanamente aterrado.
- Ahora parece posible, si no probable, que el Sistema Solar ha sido invadido por una
raza extraa. La formacin de un nuevo planeta procedente de las escorias del sistema
solar, era demasiado extraa y demasiado repentina para ser tenida en cuenta como
cualquier teora de la Astrofsica conocida por el hombre; por tanto, hay que considerar
posible que esto haya sido llevado a cabo deliberadamente por una misteriosa raza que
proceda del exterior de nuestro sistema...
Que la intencin de esta raza no tiene nada de amistosa, queda claramente
establecida por el hecho de haber rehusado todo pacfico contacto que hubiramos
podido establecer al aterrizar libremente.
Un campo de fuerza no es conocido en estado natural, y tiene que ser, por tanto,
necesariamente artificial; as como un gas venenoso que ha penetrado la slida coraza de
la espacionave; pero que se desvanece totalmente cuando la nave se encuentra fuera de
la atmsfera.
Puesto que el planeta Cragon no ha cometido, segn nuestros informes ningn acto
hostil contra el resto del Sistema Solar y, por tanto, no puede considerarse un acto de
guerra, s es preciso considerar sin estado de emergencia, y declararlo en tales trminos.
Un estado de protectiva emergencia. Y puesto que es lgico considerar que una
vanguardia de espas procedente de la raza cragoniana se halle mezclada entre nosotros,
se requerir de ahora en adelante una estricta censura de...
El Consejo Solar decret inmediatamente un estado de emergencia, doblando los
impuestos sobre las rentas modestas, incrementando ligeramente las grandes, para
financiar cualesquiera que fuesen los planes a seguir en el futuro. Planes que no podan
ser hechos pblicos a causa de los hipotticos espas de Cragon.

Pero los rumores se incrementaron por todas partes, y en especial en el barrio de los
hombres del espacio en Marte City, donde tales cuestiones apasionaban de forma
especial. Aunque los informes procedentes del cinturn de los asteroides, actualmente la
rbita de Cragon, estaban rodeados de una estricta seguridad, antes de llegar al Cuartel
General de la Flota Marciana, tales informes, por un camino u otro, se conocan en el
barrio de los hombres del espacio, casi en el momento de llegar. Y Crag los conoca a la
perfeccin.
El segundo artefacto teledirigido no trat de posarse suavemente en la superficie de
Cragon, sino que fue disparado corno un proyectil con todos los cohetes reactores a pleno
rendimiento; pero haba rebotado de la misma forma, y su masa metlica se haba
convertido en un impresionante lingote de metal incandescente. Otros cohetes con
cabeza atmica explotaron al tropezar con el invisible campo de fuerza y la subsiguiente
investigacin telescpica bajo el punto de contacto, indic que ni la menor traza de
radiacin haba penetrado la atmsfera existente bajo l.
Cragon se haba soltado el pelo, y apareca a prueba de bombas, inexpugnable y
desafiante. Y el temor a los espas creci. Los militares ignoraban si Cragon estaba o no
poblado, y en caso afirmativo qu poblacin podra tener y cmo sera. Pero el miedo
creca y puesto que no era posible llegar hasta el planeta se buscaba afanosamente a
alguien que pudiera proceder de all, lo que significaba el espionaje. Transentes o
personas de la ms diversa condicin que no estuvieran en condiciones de explicarse
convenientemente y con rapidez, eran detenidas para ser interrogadas y si sus respuestas
no resultaban todo lo convincentes que se deseaba, se les retena para ulteriores
interrogatorios, bajo el uso incluso de drogas.
El hecho comenz a dar en que pensar a Crag. Incluso los ricos que vivan en hoteles
de lujo alejados de toda sospecha y que nunca haban sido molestados por la polica,
comenzaran muy pronto a serlo. Podran figurarse a Crag como un espa cragoniano
deliberadamente puesto en aquella situacin de riqueza por esa misma razn. Y los
militares eran menos susceptibles a la intimidacin o al soborno que la polica,
especialmente si crean que pudieran estar tratando con un espa del exterior.
As Crag tom precauciones en las que antes jams se haba molestado; visit los
mejores forjadores de huellas de Marte City, obteniendo documentos que le garantizaban
una falsa identidad y un historial libre de toda sospecha. Naturalmente que no soportaran
una completa investigacin en gran escala; pero bastaran para cubrirle en caso de una
eventual encuesta policial.
Despus, pens si no habra perdido el tiempo y el dinero; porque todo aquello no le
protegera contra alguna seria sospecha; y la realidad es que se haba conducido de
forma que existiesen motivos para ello... si Gardin hablaba de l. No se le ocurri pensar
en el aspecto de espionaje que pudieran haber tenido sus palabras el da en que l y
Gardin estuvieron viendo la televisin en el Luxor, y se produjo la especial apuesta de los
mil dlares, con la seguridad de que nadie conseguira aterrizar en el planeta Cragon. A
los militares seguramente les gusta. ra saber por qu estaba tan seguro de tales hechos.
Es cierto que podra referirles la verdad... y admitir que haba matado a Olliver, entre otros
crmenes.
El propio Gardin tambin podra ser sospechoso y si lo era, Crag no podra reprocharle
el haber informado de lo ocurrido. Despus de todo, tendra que correrse ciertos riesgos.
Crag se encogi de hombros ante la idea y la apart de sus pensamientos. No ira a
pretender vivir para siempre.
Aquello le record que haba tomado muy pocas medidas para hacerse la vida
interesante, por lo cual decidi que aquella noche se ira a beber un poco ms de lo usual
en una de las tabernas ms rudas del barrio de los hombres del espacio e incluso
buscara alguna camorra.

En cuanto se le present la ocasin, l mismo provoc la discusin, con cuatro


whiskies ya en el estmago. No le import mucho de lo que estaban discutiendo. La
cuestin era tener un pretexto para luchar y descargas su tensin emocional por aquel
procedimiento. Antes de que pudiera esperarlo, sinti explotarle un vigoroso puo en
mitad de la cara. Se lo quit de encima con la izquierda y lanz el derecho en pleno
vientre de su oponente, que se arrug como un acorden y comenz a dar traspis.
Crag es separ de la barra, mientras que otros tres cargaban contra l. Se puso en
guardia y larg un golpe con la izquierda al ms prximo, con lo que en el acto slo
quedaron dos, aunque uno de ellos le asest un duro golpe en la sien que casi le lanza al
umbral de la taberna. Volvi a la lucha con ambos puos como pistones de una mquina y
pronto slo qued uno que an permaneca interesado en seguir peleando. Era el ms
corpulento de los tres, duro como una roca y Crag se vio y se dese para dejarle fuera de
combate utilizando solamente la derecha.
Todo haba ocurrido con tanta rapidez, que apenas se dio cuenta, aunque la oreja en la
que recibi el golpe le dola condenadamente. Se dirigi a la barra para volver a tomar la
bebida que estaba tomando cuando comenz la pelea. El dependiente le esperaba con un
enorme garrote esgrimido con ambas manos, mirndole fieramente.
- Est bien, amigo, est bien - dijo a guisa de explicacin -. Nadie est herido, ni se ha
hecho dao alguno. Y usted no se reunir con los dems, a menos que no lo desee.
El barman pareci relajarse. Crag se ech al cuerpo el ltimo trago y puso un billete
sobre el mostrador.
- Invteles usted a todos a un buen trago cuando vuelvan en s. - Y se march.
Se haba divertido; pero...
Comenz a pensar dnde estara Gardin; qu clase de negocio le tendra absorbido y
qu sera lo que estara haciendo. Crag supuso que si Gardin se encontraba en apuros de
dinero, hubiera acudido a l, cosa que habra hecho en caso recproco. Pens que se
haba confiado bastante con Gardin pero...
Se hallaba demasiado lejos an para planear un nuevo trabajo y salir de su estado de
aburrimiento. An posea aquellos condenados dlares, de los que le quedaban las nueve
dcimas partes. Medio milln de dlares era mucho dinero, demasiado dinero...
Desgraciado dinero...
O ms bien, desgraciado del hombre - pens con ms acierto -, que no puede
encontrar placer en gastarlo.
De vuelta a su suite del Luxor, abri las puertas del gran aparato de televisin y lo
conect; no por que hubiese algunas noticias de inters que esperase, si es que las haba
respecto del planeta Cragon, sino por la curiosidad de ver qu estaba sucediendo con
relacin a las medidas que el gobierno tomaba con la gente; resultara divertido ver la
forma en que tendran que ir suministrando las noticias, tanto si eran ciertas como si no.
Pero la pantalla se ilumin con la imagen de un anunciador comercial de buen aspecto
y cabellos grises. Su sonrisa le result antiptica a Crag, que tuvo la calma de esperar a
ver lo que iba a decir. Y se detuvo cerca de la pantalla porque casi estaba seguro de lo
que sera:
- Es usted necrfilo? Todos sus problemas estn resueltos, pues. La General Plastic
aporta ahora al mercado un simulacro, que es casi completamente indetectable, excepto
por el hecho de que no se deteriora, como ocurrira con un cuerpo real, ya muerto.
Disponible para entrega inmediata en todos los modelos de ambos sexos a un precio
realmente econmico. O tambin, si lo prefiere, se entrega en alquiler, como hacen
muchos necrfilos, en el caso de que prefieran ustedes cambiar de vez en cuando del
objeto de...
Crag volvi a soltar un puntapi a la pantalla. Bien, otros setecientos dlares - ya saba
el costo - que era el precio de reemplazar la pantalla nueva. Y la suite le costaba
doscientos treinta, arreglndoselas para gastar otros mil dlares en las dems cosas

diariamente. Otro da, otros mil dlares. Pero incluso a tal escala medio milln se llevara
todava mucho tiempo en gastar... Qu diablos estara haciendo Gardin?
Sali a la terraza de la suite y se qued mirando al cielo fijamente.
El nuevo planeta no estaba a la vista, ya se encontraba bajo el horizonte visible. De
todas formas, al diablo con l.
La Tierra estaba en el cielo, aunque, mirndola durante un cierto rato, le sugiri la idea
de si volvera a ella alguna vez. Pero para qu? La Tierra era tambin un lugar
corrompido e igualmente decadente como Marte. Ninguno de los dos mundos - Poda
ofrecer rada que no lo ofreciese el otro, con la diferencia de que la Tierra estaba
muchsimo ms poblada. Y tambin con mayor nmero de policas, lo que la haca
ligeramente menos peligrosa que Marte.
Se volvi hacia el bar y comenz a beber. Sera la nica respuesta a su problema el
escapar? Pero, diablos!, si no tena nada mejor que escapar de all por qu no se
quitaba de en medio de una vez y acababa todo de un golpe? Pero ni los mismos tigres
se suicidan nunca, incluso con el neftn, que le hubiera proporcionado la oportunidad de
llevarse con l por delante a unos cuantos en el proceso...
Bebi lo suficiente como para adormecerse ligeramente, aunque no tena deseos de
nada y se fue a la cama.
Y durmi, con abundancia de sueos. So con una bella mujer de cabellos
bronceados que era su esposa... y en el sueo ignoraba que le haba traicionado y
abandonado y que estaba locamente enamorado de ella. De una forma extraa, pero
comprensible para su subconsciente; porque en los sueos las cosas que no tienen
sentido alguno, se hacen en cierta forma comprensibles... y ella cambi. Los cabellos
continuaron siendo iguales, pero se volvi ms bella an y la amaba ms y ms y a travs
del vaco del espacio, la llamaba con voz angustiada:
Judeth! Judeth! Algo en su mente le deca que aqul no era el nombre de su esposa.
Porque en aquel sueo, todas las mujeres eran la mujer; slo haba una mujer y nunca
haba posedo otras. Despus, ella vino a l y le puso los brazos alrededor del cuello y en
el repentino gesto de entrega de los sueos la estaba sosteniendo en sus brazos; pero
era ya una mujer muerta, un cadver, y despus sus brazos quedaron vacos conforme el
cadver se desintegraba y...
El telfono estaba sonando.
Se sent en el borde de la cama y cogi el auricular.
- S?
- Ah... seor Eh. Tenemos una llamada para usted. Una mujer que rehsa dar su
nombre a conocer. Pero afirma que es muy importante, una cosa de vida o muerte.
Debo...?
- Ponga la comunicacin.
Crag no solicit el circuito privado, aunque tena razones para hacerlo, ya que en el
circuito privado se evitaba las molestias de la curiosidad de los empleados del hotel. Se
dio cuenta en seguida de que en Marte haba slo una mujer que pudiera llamarle.
- S? - pregunt.
Era la voz que esperaba. La de Bea.
- No quiero dar mi nombre; pero ya sabes quien soy yo, cuando te pida que vengas a
encontrarme en...
- S quien eres - interrumpi Crag -. Qu es lo que ocurre? - Aunque casi poda
suponrselo, tambin.
- Nuestro... mutuo amigo, ya sabes. No quiero tampoco mencionar su nombre; pero si
reconoces mi voz ya sabes lo que quiero decir. Est metido en un mal asunto; no creo
que haya mucho que pudieras hacer por l; pero...
- Dnde ests? Trata de indicrmelo sin mencionarlo.

- Estoy en nuestro apartamento. Pero creo que ste no es sitio muy seguro. Mejor ser
que me marche inmediatamente. Podras encontrarme... en el lugar en que solamos
jugar a la mara con los hombres del espacio, aquellos que acababan de llegar de Calisto?
- Estar all en diez minutos - repuso Crag y colg el aparato.
Se visti y se lav la cara con agua fresca. Se senta... despierto y alerta, alentado con
la sensacin del peligro y la aventura.
XI
Era un bar como muchos otros, excepto por los cuantos fanfarronamente lujosos que
haba en el distrito. Crag lleg all en diez minutos, como haba prometido; pero Bea ya
estaba esperndole. Acababa de llegar, porque precisamente estaba sentndose en un
pequeo reservado lateral. Un tipo grandote y matn del espaciopuerto la haba visto
llegar y andaba merodeando por el bar con la impresin de querer entrar en
negociaciones, cualesquiera que fuesen tales negociaciones. A Crag le habra gustado
una pelea, pero no haba tiempo para aquello, y as se apresur a aproximarse a ella,
llamndole por otro nombre distinto y deslizndose en el asiento existente junto a ella en
el pequeo reservado. El matn les mir un momento, irresoluto y despus se quit de en
medio volvindose a la barra.
La primera pregunta de Crag fue:
- Es cuestin de segundos o de minutos? Ella se inclin sobre l y Crag pudo apreciar
que haba estado llorando aunque procur borrar las huellas con el maquillaje y apenas si
los signos de las lgrimas eran distinguibles a tres pies de distancia.
- No creo - repuso Bea -. Pero no s de veras, qu es lo que podras hacer, si es que
puede hacerse algo; pero el caso es que l est...
- Espera un instante.
Crag se sac unas monedas y las deposit en la ranura del aparato tocadiscos
automtico y elev el control de volumen de sonido. El lugar se hallaba demasiado
tranquilo y su conversacin, ahora, poda sostenerse en condiciones de relativa
seguridad. Un vozarrn impresionante surgi del aparato cantando la cancin de moda
del Viaje a Venus.
- Bien, Bea, suelta esa lengua.
- Ha sido una cuestin de joyas. En Curme's, en el ltimo piso del edificio Rasher, a
unos diez bloques de...
- S, ya conozco el sitio. Contina.
- Ha sido atrapado all mismo y tienen un cordn alrededor del lugar que vigila el bloque
entero, con helicpteros merodeando por la terraza superior. Seguramente ha debido
tropezar con algn sistema de alarma o...
- Est solo?
- S, trabajaba solo. Haba estado preparando el golpe durante dos semanas y...
- No lo sabe nadie... excepto t?
- As es. Tiene que haber tropezado con un circuito de alarma. No hay otra posibilidad
de que hayan podido cazarlo.
- Y cmo lo has sabido? Quiero decir, cmo sabes que se encuentra atrapado?
Bea abri el bolso y sac lo que pareca una cajita de compacto para el maquillaje.
- Es una radio receptora - transmisora; l solo est al otro extremo de esta banda; slo
que la suya parece una tabaquera, y...
- Ya la he visto. Te ha llamado l, desde Curme's?
- S. El aparato emite un ligero sonido cuando l llama. Y cuando est en algn trabajo,
la mantengo alerta por si tiene necesidad de llamarme y hay algo que yo pueda hacer.
- Qu fue lo que te pidi? Que me lo notificaras a m?

- No, esta vez no deseaba nada, excepto decirme adis. Dijo que estaba acorralado,
que tenan todas las salidas slidamente bloqueadas, con docenas de policas por todas
partes, y que lo que quera es que marchase inmediatamente del apartamento, antes de
que me echaran el guante. Tard bastante en llamarte, hasta que lo consegu.
- Sabe la polica quin es l?
Ella aprob con un silencioso gesto de la cabeza.
- No s cmo. Tal vez alguno de ellos consigui verle cuando estaba disparando desde
la ventana y le reconocieron; la cuestin es que por el altavoz le nombraron por su
nombre, invitndole a entregarse. Por eso Gardin estuvo seguro de que averiguaran su
domicilio y se apresur a llamarme al apartamento para prevenirme.
- Puedes llamarle con eso ahora mismo?
- S, pero...
- Vamos, llmalo y rpido. Dile que quiero hablar con l y despus djame hablarle.
Bea mantuvo abierta la cajita de compacto; en el interior apareca un espejito dentro de
la tapa; pretendiendo estar mirndose mientras manipulaba presionando un botn en
alguna parte de su pequea estructura y haciendo como que hablaba con Crag.
- Gardin? Ya sabes quien hay aqu. Un amigo tuyo est tambin y desea hablarte...
conocers su voz.
Crag tom el diminuto aparato y lo sostuvo mientras pretenda estar examinndolo. Y
habl por l como si lo hiciera con Bea.
- Habla rpido, Gardin, antes de que puedan captar la onda y cogernos aqu. Saben
donde ests y quin eres; por tanto, no te preocupes demasiado sobre el particular. Qu
es lo que ocurre realmente?
- Me tienen embotellado. - La dbil voz del aparatito apenas si poda orla entre el ruido
de la msica del local -. No hay nada que puedas hacer; pero gracias de todos modos.
Tienen sobre un centenar de policas a mi alrededor.
- Cunto tiempo puedes sostenerte?
- Tanto tiempo como quiera. No vendrn a dispararme. Esperarn hasta que me
entregue o me canse, o bien abra las puertas intentando una salida desesperada
disparando contra ellos.
- Cunto tiempo puedes aguantar te pregunto? Maldita sea! Dime claramente si es
cosa de horas o de das.
- Diablos! Una semana si me lo propongo. No hay alimentos a mano, pero no ir a
morirme de hambre por eso. Tengo agua en abundancia.
- Municiones?
- Muchas; de los guardias del edificio, adems de las mas. Saben que estoy bien
preparado en este aspecto.
- Podran gasearte?
- No, sin que tuvieran que lanzar granadas a travs de las ventanas y no creo que se
corran ese riesgo. Por qu tendran que hacerlo? Me tienen bien cogido, y adems, les
gustan los asedios.
- De acuerdo, aguanta, Gardin. Te sacar de ah. Tal vez se lleve algn tiempo; pero lo
conseguir.
- No puedes. No lo intentes. Es...
- No voy a decirte cmo, porque podramos ser descubiertos. Ni exactamente cundo,
aunque lo supiera. Pero aguanta por todos los medios y te sacar de sta.
Crag cerr de un golpe la cajita de maquillaje de Bea y se levant rpidamente.
- Vamos, salgamos de aqu cuanto antes, no vaya a ser que la polica haya detectado
la onda y pretenda echarnos el guante.
En el exterior haba un taxi helicptero y empuj a Bea en su interior, penetrando
seguidamente y dio al conductor la direccin de otro bar. Bea le agarr nerviosamente por
el brazo.

- Crag, por favor, es un suicidio. No podrs...


Crag se deshizo de la garra de la mujer.
- Podemos, si se mantiene un par de das. Puede ser que en menos, si conseguimos
cierta ayuda necesaria. Tiene Gardin otros amigos en quienes poder confiar
absolutamente?
- Uno, Crag; su amigo Hauser. Pero... la polica est buscndole ya. Est escondido y
por eso no he podido encontrarle. Es un tipo duro, es...
- Est bien. Es el hombre que necesito, no tiene nada que perder. Podras localizarle?
- Creo que s; pero...
- No discutas. Iremos al bar que he dicho al conductor. Nos tomaremos un trago
rpidamente y nos separaremos. Mantente fuera del apartamento, puesto que all es
probablemente donde irn a buscarte. Encuentra a Hauser y vente con l a mi suite del
Luxor. O ser mejor, quizs... ests en condiciones de seguir adelante con esto, Bea?
Yo podra conseguirlo solo; pero se llevara ms tiempo.
Entraron al bar, donde Crag orden rpidamente unas copas y se volvi a Bea.
- Has cambiado de opinin? O sigues decidida?
- Mi decisin est ya tomada. Te vas derecho al Luxor?
- Tengo algunas cosas que comprar en primer trmino. Qu tiempo te llevar de ver a
Hauser?
- Por lo menos dos horas. A menos que no me arriesgue a telefonearle, pero me temo
que esto sea una mala solucin.
- No le llames por telfono. Seguramente yo llegar al hotel antes que vosotros. Buena
suerte, Bea.
Acabaron sus bebidas y Crag sali primero. Se dirigi a una agencia de coches areos
de alquiler y compr un Dragn de seis plazas que pag en efectivo, con una buena
bonificacin para que fuese inmediatamente dispuesto en el techo del edificio de la
agencia, repostado y en perfecto orden de vuelo. Pocos minutos ms tarde aterrizaba en
el techo del edificio del Luxor.
El empleado se apresur a atenderle solcitamente. Crag le pregunt:
- Hay por aqu cerca alguna tienda que venda herramientas de trabajo?
- S, seor, a unos tres bloques al norte, en...
- Puede usted ir ahora mismo y comprarme tres palas que pondr inmediatamente en
el aerocar?
- Ahora mismo, seor, espero que no me lleve demasiado tiempo. Quizs sera mejor
que fuese alguno de los botones, porque...
Crag le alarg un billete de cien dlares.
- No quiero perder tiempo. Enveme a un botones inmediatamente. Que sean palas
grandes para arena. Y pueden partirse la vuelta entre los dos.
Y quiero adems que el aerocar no quede bloqueado con ningn otro. Estse de
guardia mientras voy a tomar algunas cosas de mi habitacin y vuelvo inmediatamente.
- S, seor. - Puesto que el encargo de las tres palas apenas si costara unos diez
dlares, era una muy generosa propina los noventa dlares restantes para proporcionar
un rpido y eficiente servicio a aquel excntrico cliente del Luxor.
Crag tom el elevador y descendi hasta su suite. Llam a la recepcin.
- Vendrn dos personas a visitarme. Djelas venir sin la menor demora en el momento
que lleguen,
- S, seor. Sus nombres?
- No importan los nombres que den. Deje venir a quienes pregunten por m.
De prisa puso en una maleta algunas pequeas cosas indispensables. Al diablo con el
resto del guardarropa, no ira a necesitarlo a donde pensaba ir.
Tom un destornillador y destap la chapa de uno de los cajetines de la luz
fluorescente, uno de los cuatro escondites en donde haba depositado cien mil dlares.

El dinero no estaba all. Crag solt un juramento y estaba comenzando a intentar abrir
el segundo escondrijo cuando son el zumbador y acudi a la llamada.
Bea apareci en el umbral con otras dos personas. Un hombre de pequea estatura de
ojos astutos y vivos y calvo; pero de aspecto duro, y una mujer pequea tambin y
morena, con aspecto de gitana; muy bella, excepto por los ojos, que ms bien parecan
los de un conejo.
Crag les invit a pasar con un gesto impaciente y cerr bien la puerta tras ellos.
- Crag, aqu te presento a Hauser. Dice que nos ayudar a liberar a Gardin; pero su
mujer quiere acompaarnos a toda costa, especialmente si es que pensamos dirigirnos a
cualquier parte despus.
Crag aprob silenciosamente.
- De acuerdo, amigos. Vayan al bar y srvanse un trago a su gusto. Ya estamos casi
listos para salir; an me queda una cosa por hacer.
Tampoco encontr el dinero en el segundo cajetn. Ni en el tercero ni en el cuarto.
Se dirigi al bar.
- Un trabajo para usted - dijo -. Deje la bebida. Tengo dinero, muchsimo dinero,
escondido en cuatro diferentes lugares de esta suite. Ha desaparecido de cuatro sitios al
mismo tiempo. Eso significa que alguien me ha estado vigilando mientras lo esconda. No
es problema de que alguien haya venido a buscarlos; ni un escuadrn de polica lo
hubiera conseguido en semanas. Esto quiere decir que aqu hay algn punto secreto de
observacin en la suite, en algn panel de los que la componen. Aydenme a encontrarlo.
- Probablemente deben ser los espejos - sugiri Hauser -. Estn empotrados en la
pared y no colgando de los muros, como ver. Yo trabaj hace tiempo en un hotel de lujo
y eso es una cosa usual con tal clase de espejos.
Crag estuvo de acuerdo, con un gesto. Haba un espejo en la pared junto al lugar en
que se hallaba precisamente, uno de pequeo tamao.
Tom la botella de woji y la estrell contra el espejo; a travs del agujero se vea un
espacio y un pasadizo ms all. Pero aquel pasadizo resultaba demasiado pequeo para
l. Tom otra botella y se dirigi hacia el living en busca de otro espejo mayor. Lo
encontr y volvi a destrozarlo
Hauser se hallaba tras l.
- Quiere recobrar su dinero? Necesita mi ayuda? Dispongo de un soplete.
Crag se introdujo por el agujero, en donde se hallaba anteriormente la luna del espejo.
- Este es un asunto particular; ya me cuidar de l. Procure que las mujeres se
diviertan y estn distradas. Creo que tenemos trabajo que hacer.
En el interior exista una encrucijada de pasadizos; cada habitacin de su propia suite y
las de todas las dems, tenan un punto de observacin, por lo menos, sirvindose de los
espejos. Especialmente en los dormitorios. Y los pasadizos estaban utilizados; no se
observaba ni una brizna de polvo en el suelo. Probablemente, adems de su uso para
propsitos criminales, tales pasadizos se alquilaran a personas especiales o a individuos
aberrantes que quisieran gozar el placer de observar en secreto desde all. Desde luego,
los que hubieran observado a Crag, se habran decepcionado profundamente.
No as en la suite adyacente. Al pasar por el dormitorio principal, no pudo evitar el
lanzar una mirada al interior del gran lecho a travs de un punto trucado del espejo. All se
encontraban entonces las tres mujeres que le dieron la bienvenida, la morena, la rubia y la
pelirroja. Y por cierto, bastante ocupadas.
Fue pasando por muchos espejos y por un gran nmero de suites, hasta hallar pasillos
que iban a una escalera que conduca a niveles inferiores del edificio. Y por lo que pudo ir
viendo aqu y all, decidi que la clientela del Luxor le gustaba menos que la gerencia.
Pero Crag no estaba ocupado entonces en cuestiones de moralidad, sino en conseguir
recuperar su dinero. Y haba llegado a la conclusin de que la direccin del hotel tena
mucho que ver en la cuestin. Record claramente la mirada que se escap de los ojillos

de Carleton, tras sus ridculas gafas de pinza, cuando sac el enorme fajo de billetes a la
vista, para entregarle un anticipo por la suite. Probablemente, el gerente haba situado
desde aquel momento un botones del establecimiento en el lugar de espionaje, hasta
esperar tranquilamente y ver el sitio en que ocultaba el dinero. El botones pudo haber
tomado parte en el robo, por supuesto; pero se habra considerado feliz si la gerencia le
hubiera dado como recompensa un simple millar de dlares de los cuatrocientos mil
escondidos, y robados.
No sigui investigando lo que suceda en los dems pisos; aquello le hubiera llevado
demasiado tiempo. Sigui descendiendo la escalera interior hasta que comprob que se
hallaba en la planta baja. Y all sigui buscando hasta encontrar un panel transparente;
pero visible desde el interior, aunque cerrado por fuera. Aquello tendra que dar o bien a la
oficina privada o a las habitaciones personales del gerente. Con el mayor cuidado se las
arregl para no hacer ningn ruido con el tirador de la puerta para abrirla silenciosamente.
La puerta daba a la oficina del director, pudiendo ver a Carleton de espaldas a slo una
yarda de distancia. Estaba sentado sobre una mesa lujosamente decorada, huroneando
con un enorme montn de papeles.
Crag entr cerrando tras l el panel. Alarg la mano derecha y la pas por el cuello de
Carleton de forma que pudiera retenerle sin que pudiera proferir el menor grito ni tener la
oportunidad de apretar ningn botn de llamada, mientras agitaba frenticamente las
manos en demanda de auxilio.
Con la mayor calma, Crag le dijo:
- Si no te lo supones ya o reconoces mi voz, te lo dir el propietario de los cuatrocientos
mil dlares desaparecidos. Dnde estn?
Relaj un poco la presin asfixiante que ejerca en el cuello de Carleton para permitirle
hablar entrecortadamente y en susurros. Un temblor convulsivo agit el cuerpo de
Carleton, presa del mayor terror y apunt hacia una puerta de metal con una combinacin
instalada directamente frente a la oficina. Crag afloj an ms la presa, hasta que
Carleton pudo decir:
- Gire a la izquierda 4; despus, 6, 1 y 8.
Crag lo sac de la silla arrastrando y lo tumb a sus pies.
- Vamos. Vendrs conmigo a abrir esa caja. Si hay un circuito de alarma y viene
alguien a ayudarte, morirs al segundo siguiente.
Le arrastr a la fuerza hasta situarlo frente a la caja de seguridad mientras le sostena
con la mano izquierda.
- No lo haga! - rugi Carleton, mientras Crag apret ms la garganta del gerente.
- Una trampa, eh?
- S, es una trampa engaabobos. Moriremos los dos si permanecemos aqu de pie.
Djeme abrirla.
Crag se lo permiti. Adems de cajas y sacos con valores haba diversas cajitas con
dinero en el interior del cofre de seguridad.
- Cul? - pregunt Crag.
El gerente apunt con una mano temblorosa a una de ellas.
- Esa de ah, es ma. Las dems, son del dinero del hotel.
Crag le apret ms el cuello.
- Vamos, cgelas! Llvalas a la mesa y brelas all.
Esper hasta que fue abierta la segunda caja y el contenido vaciado. Despus, con
cierta suavidad, golpe la cabeza de Carleton con su mano metlica.
Le hubiera gustado golpearle ms fuerte; pero no era preciso matarlo por aquello, pues
habra resultado del todo innecesario. Dej caer a Carleton en su silln, le desgarr parte
de sus ropas y con ellas le amarr convenientemente al silln.
Tom los billetes mayores de ambas cajas, que no se preocup de contar, ya que
obviamente haba mayor cantidad de los cuatrocientos mil dlares que le haban sido

robados. Se volvi nuevamente a travs del panel, cerrando interiormente y mirando


cuidadosamente tras l y emprendi el camino por la escalera, saltndolas de tres en tres.
Las tres personas que haba dejado en su suite, Bea, Pert y Hauser le estaban
esperando aparecer por el agujero producido en el gran espejo roto.
- Vamos! - orden con urgencia -. Tenemos que salir de aqu cuanto antes.
Los dems no discutieron. Salieron rpidamente y tomando el elevador llegaron
inmediatamente al tejado del Luxor.
- Las palas? - pregunt al ayudante de servicio.
- Estn en el aerocar, seor. Y
- Gracias, ya veo que estn ah. - Y corri hacia el aparato, con los tres tras sus pasos.
Se introdujeron todos y rpidamente despeg.
- Qu has querido decir cuando has preguntado por las palas? - pregunt Bea. Crag
se dio cuenta de que Bea se haba trado una botella abierta; se la tom de las manos y la
arroj al espacio por la ventanilla del aerocar -. Nada de beber mientras vayamos a los
que tenemos que hacer. Tenemos que trabajar de firme si queris que Gardin salga
fuera de la ratonera en que est aprisionado.
- Pero! Con palas! No pensars en cavar los cimientos de un edifico de veinte
pisos!
Crag no respondi. Procur ir sacando la mxima velocidad al aparato, dirigindose
hacia el sur de la ciudad. No volvi a hablar ms, ni incluso para responder a preguntas
que le hicieron durante el viaje, hasta transcurrida una hora. Despus se dirigi a Bea.
- Ponte al habla con Gardin con ese chisme de radio que tienes en el bolso. Dile que
podremos hacerlo dentro de pocas horas, si puede aguantar hasta entonces.
- Pero...! Nos estamos alejando de Marte City! Cmo podremos...?
- No importa. Haz lo que te he dicho.
Bea sac la cajita del bolso, manipul en ella y escuch.
- Dice que est bien y que aguantar. Pero no comprende de la forma en que
podremos sacarle de all. Ahora parece que hay al menos doscientos policas y seis
helicpteros sobre el edificio. Pueden dispararle en cualquier momento y con cualquier
arma, y...
- Dile que no se preocupe, sino que se mantenga donde est.
Bea habl brevemente y despus cerr la cajita. Se volvi encarndose con Crag.
- De acuerdo. Ya se lo dije. Pero por qu no nos dices qu es lo que piensas hacer?
Todos estamos metidos en esto.
- Est bien - repuso Crag al fin -. Tengo una espacionave escondida en el desierto.
Vamos en su busca. Le rescataremos con ella. Puedo ponerla de forma que slo tenga
que saltar desde la ventana en que se encuentra.
- Dios mo! - exclam Bea -. Una espacionave cayendo sobre Marte City! Esto es... Repentinamente se puso a rer -. Comenzaba a decir que
era algo ilegal; pero... - Bea vacil un instante -. S, Crag, eso puede dar resultado.
Pero por qu no decrselo a Gardin? Se sentira mejor si supiera que vas a intentar algo
que tiene una oportunidad de tener xito...
- No es conveniente. La polica puede haber localizado la onda de tu aparato y estar
buscndola. Entonces nos veramos perseguidos y el xito de la empresa quedara
comprometido. Ninguno de esos helicpteros puede nada contra mi espacionave, ni
ninguno de los que estn en el asedio, tanto fuera como en el interior del edificio. Pero si
lo supieran por adelantado, podran tener otra espacionave mucho mayor esperndonos.
O algn can atmico dispuesto a saltarnos en aicos.
- Pero pueden conseguir una espacionave desde el Astropuerto!
- S, pero ya estaremos muy lejos de Marte para cuando eso pudiera suceder. Ahora,
cllate. Necesito concentrarme en la conduccin de este aerocar.

Dos horas ms tarde, tom contacto con el suelo arenoso del desierto de Nueva Libia.
Apunt a la luz incierta de las lunas de Marte y hacia una gran duna de arena.
- Ah est la nave. Hauser, saque las palas que hay ah detrs. Vamos, al trabajo.
- Palas? - En las palabras de Hauser se denotaba el horror -. Nos llevar meses el
tener que descombrar semejante cantidad de arena.
- Por qu no vamos a buscar un bulldozer arenero?
- En esa forma lo enterr. Pero se llevara muchas horas conseguirlo de nuevo.
Adems, no tenemos necesidad de desenterrarlo entero; todo lo que tenemos que hacer
es abrir un hueco hasta la escotilla de entrada, que se halla situada en el centro. Una vez
pueda entrar en la nave, puedo moverla con el dispositivo antigravitatorio y la mayor parte
de la arena que la cubre se deslizar por s sola, pudiendo salir con ella.
Todos comenzaron a palear arena, segn las instrucciones de Crag. Crag trabajaba
como un condenado, haciendo que Hauser hiciera lo mismo. El pobre Hauser tuvo que
descansar de la fatiga de tanto en tanto. Las dos mujeres se turnaban trabajando con la
tercera pala. Crag no supo que vendran dos personas con Bea, pues de haberlo sabido
habra comprado cuatro herramientas en lugar de tres.
Hauser bufaba de fatiga.
- Dios mo, Crag - protest -. Esto se llevar horas enteras. No has trado alguna
comida? Estoy hambriento.
- Entonces cave con mayor rapidez - le recomend Crag -. En la nave hay comida en
abundancia. A propsito, Hauser, sabe usted pilotar uno de estos aparatos?
Hauser se limpi el sudor de la frente y despus sacudi la cabeza negativamente.
- Gardin s que sabe. Dnde iremos despus con ella? A Venus?
- Lo decidiremos cuando tengamos a Gardin con nosotros.
Incluso con las tres palas trabajando sin cesar, era un trabajo duro, pesado y de mucho
ms tiempo del que Crag haba calculado. Lleg el amanecer por fin, cuando finalmente
pudieron descubrir el portillo de entrada de la nave y pasar al interior. Bea haba hablado
con Gardin; pero Crag se lo prohibi, ya que el peligro de que la polica les localizara era
demasiado grande.
Una vez en el interior de la nave, fue para Crag un duro trabajo, tambin ms serio de
lo que pudo haber previsto, el desembarazarse de la tumba de arena con el uso de los
antigravs. Lentamente, la nave fue sacudindose de la montaa de arena que la envolva
por todas partes y se fue moviendo pulgada a pulgada, hasta verse finalmente libre,
despegando en la aurora del nuevo da marciano.
La condujo sin demasiada velocidad hacia Marte City, dada la poca altura a que
viajaba; por lo que el regreso le llev casi una hora. En el regreso,
Hauser y las dos mujeres comieron a sus anchas de la despensa de la nave; pero se
abstuvieron de beber nada por la rgida prohibicin impuesta por Crag, quien, por si
acaso, se qued con la llave de las bebidas. Nadie se tomara ningn trago hasta haber
concluido la faena.
Crag les llam desde el panel de control y les despert del pesado sueo en que
haban cado tras la comida, a pocos minutos ya para llegar a Marte City.
Entonces le orden a Bea que se pusiera en contacto con Gardin por el diminuto
transmisor, y que le advirtiera que estuviera dispuesto hacia la parte central de la cara
norte del edificio.
La operacin se produjo con una precisin de reloj. Debido a la enorme habilidad de
Crag en el manejo de aquellas naves, coloc el aparato en la exacta posicin y el rescate
result tan fcil, tras la dura faena emprendida para desenterrarlo, que la cosa result casi
una broma. Desde el suelo, desde las ventanas y los tejados de los edificios circundantes,
as como desde los helicpteros en vuelo permanente, la polica hizo un fuego rabioso
con todas las armas disponibles. Pero los disparos, que podan haber fundido a un
aerocar en cosa de minutos, apenas si recalentaron el slido casco de la estructura

exterior de la nave del espacio. Y en el instante en que Gardin estuvo dentro y la escotilla
cerrada a presin, Crag sali como una centella hacia el cielo, dispuso la ruta conveniente
y puso en marcha el piloto automtico.
- Bien, ya estamos seguros - dijo -. Pondrn otras naves en nuestra persecucin dentro
de algunos minutos; pero no nos echarn el guante.
- Ests seguro?
- S. No podremos contestar al fuego que nos hagan, porque esta nave no tiene
armamento; pero precisamente por eso es mucho ms rpida que cualquiera de su tipo.
- Bien y a dnde vamos? - pregunt Gardin -. Tendrn que rastrear nuestra ruta, no
podremos aterrizar en Marte sin que lo sepan. En Venus, tal vez?
- En Cragon.
- Cragon! Nadie puede aterrizar en Cragon. Ni an disponiendo de toda la Flota de
Marte.
Crag le hizo un guio alegre.
- Amiguito, por esa razn estaremos all en completa seguridad.
XII
Se produjo una discusin, a pesar de haberlo explicado convenientemente todo. Pero
todos ellos, especialmente las dos mujeres, al principio creyeron que ir a Venus sera la
mejor idea.
Ir a un planeta nuevo, primitivo, argumentaban, no era la civilizacin. En Venus todos
viviran como ricos. Gardin se haba llevado con l un saco entero de joyas fabulosas al
ser rescatado; haba tenido todo el tiempo a su disposicin para hacerlo, mientras estuvo
asediado por la polica. Su valor era incalculable; pero poda estimarse como muy bajo en
ms de un milln de dlares, incluso vendidas las joyas a bajo precio. Gardin insista en
partir con los dems el valor, por deberles la vida y el rescate.
Era cierto que resultaba peligroso tambin tomar tierra en Venus; deberan, en todo
caso, tomar contacto en algn lugar remoto del planeta y esconder la nave, al igual que
Crag haba hecho en los desiertos de Marte. Pero una vez en cualquiera de sus ciudades
y cobrado en efectivo el importe de las joyas, podran considerarse a salvo y en
seguridad. Incluso si eran identificados, eran lo suficientemente ricos para adquirir la
inmunidad de la extradicin valindose del dinero, quedndoles todava una gran fortuna.
- Para qu servirn las joyas en Cragon? - dese saber Bea.
- Puedes ponrtelas - le repuso Crag -. Sers as la mujer mejor enjoyada de todo el
planeta.
Crag fue venciendo poco a poco. El primero en estar de acuerdo con l fue Gardin,
despus Hauser y finalmente las mujeres asintieron igualmente.
Dos das ms tarde se hallaban en las cercanas de Cragon. Crag tom los controles.
Sus compaeros se lo rogaron, recordando lo sucedido a los que antes quisieron
aproximarse al extrao planeta y a su atmsfera. Crag fue descendiendo lentamente,
dispuesto a salir nuevamente hacia atrs en cuanto apareciese la menor seal de fatiga
en la respiracin. Pero nadie la tuvo y as lleg hasta tomar contacto con el fantstico
nuevo mundo de una forma perfecta y suave.
En el momento de hacerlo, una voz son en el interior de su mente: Bienvenido,
Crag.
Este, repuso mentalmente, y no en voz alta. Mir rpidamente a sus tres compaeros
de aventuras para ver si alguien ms hubiese recibido semejante teleptico; pero ninguno
lo haba recibido.
Crag abri la escotilla, sin molestarse en las comprobaciones de la atmsfera. Saba
que sera lo ms parecida a la de la Tierra y, en efecto, lo era. Era algo ntido, limpio y

fresco, que haca respirar y henchir los pulmones de un aire de delicia, sin el menor
esfuerzo. Los dems se le aproximaron.
- Bien, ya estamos aqu - dijo Gardin -. Y ahora, qu?
- Echaremos un trago - sugiri Bea -. Beberemos muchos tragos para celebrarlo.
Crag vacil; pero a poco tendi a Bea la llave de la despensa de los licores.
- De acuerdo - dijo -. Sacadlas y lo celebraremos.
Bea se introdujo en el interior de la nave y volvi a salir rpidamente con una botella de
woji abierta. Pareca disgustada.
- Buen asunto, con la provisin de botellas - dijo -. Qu iremos a hacer cuanto esto se
termine? Slo quedan dos botellas por cabeza.
- Lo haremos sin eso - repuso Crag -. Ya nos las arreglaremos para hacer un buen
mosto con las uvas silvestres.
- Maldita sea! - refunfu Bea -. Si lo sabas cuando salimos de Marte por qu no
trajimos una buena provisin? Tras haber rescatado a Gardin, pudimos haber adquirido
cuanto nos hubiera apetecido en cualquier estacin de repostado... bien; al menos,
habernos trado licor en cantidad para haber tirado una temporada.
Crag se encogi de hombros. De todas formas, pese a cuanto hubieran podido llevar
en la nave, no sera para aos enteros, para toda una vida; por tanto, cuanto ms pronto
comenzaran a desenvolverse por sus propios medios, tanto mejor. De la botella que le
acercaron, apenas si tom un pequeo sorbo. Estaba mucho ms interesado por el
momento en mirar a su alrededor en aquel nuevo mundo. Tom de nuevo la nave y la
llev suavemente cerca de una corriente de agua tranquila, lmpida y sinuosa de sus
proximidades. No tena la menor duda de que fuese perfectamente potable y fresca. Una
falda cubierta de verdor, bajaba suavemente hasta el riachuelo. Ms all del ro, haba un
bosque tupido, con muchos de los rboles de aspecto familiar y otros, totalmente
desconocidos. Pero tampoco tuvo la menor duda de que deberan encontrar cosas
comestibles, buenas cosas. Todo cuanto necesitaran. Carne? Como si alguien se
hubiera preocupado de responder a su pregunta, aunque saba que aquella mente amiga
y extraa no quera invadir sus pensamientos, oy a cierta distancia el grito de algn
extrao animal. Y en la corriente, un magnfico pez dio un salto sobre las aguas. S, all
haba de todo cuanto pudieran necesitar. Probablemente, tambin habra sus peligros.
Era casi seguro que existiran fieras cazadoras, as como muchas especies para ser
cazadas. As era mucho mejor. Nada de lo que es fcil produce alegra; la leccin se la
haba aprendido Crag muy bien en su experiencia de la vida, y especialmente en el Luxor.
Otra botella lleg a sus manos y Crag comprob que era una nueva. De nuevo tom un
sorbo y pronto la pas a otra mano. Despus se dirigi a Bea.
- Dame la llave. Por hoy hay bastante. Tenemos que trabajar.
- Trabajar? Ya? Acabamos de llegar, hijo. Quieres decir que no vamos a celebrarlo
en debida forma?
Crag vacil y despus se encogi de hombros. Por qu no? Haban aterrizado en la
parte iluminada, aunque prximo a la zona del crepsculo; pronto llegara la noche. Mejor
sera continuar la pequea fiesta. Maana sera otro da para comenzar a planear los
trabajos preliminares de su adaptacin a aquel nuevo mundo. Adems, los cinco eran
buenos bebedores, que pronto daran cuenta de todas las botellas almacenadas en la
nave. Por qu no bebrselas todas? As pronto se las quitaran de encima. Cuanto
antes, mejor.
- De acuerdo - convino Crag -. Haremos nuestra pequea fiesta. Pero primero vayamos
a recoger una buena provisin de lea para el fuego. En la nave estamos demasiado
apiados; ya hemos tenido bastante.
- Pero por qu encender una hoguera? - quiso saber Hauser -. No hace fro.
- Lo har, probablemente cuando caiga la noche y entonces ser demasiado tarde para
buscar la lea. Adems... - y Crag seal hacia el bosque a travs del riachuelo -, no

sabemos nada de lo que pueda surgir de esa selva al anochecer. Si surge algo, mejor
ser que estemos en condiciones de verlo.
- Qu te hace pensar que puede haber algn peligro de noche, Crag? Segn t
mismo, este... bien, este extrao ser hizo este mundo para complacerte. Por qu tendra
que poner nada que pudiera hacerte dao?
- Porque l me conoce bien y lo hizo en esa forma, justamente para complacerme.
Nada de un mundo donde todo sean corderos sin ningn len. No te gustara a ti en
igual forma, Gardin?
Gardin hizo una mueca.
- Tal vez, no; pero tampoco me gusta que todo sea agua sin ningn woji. Bien, no creo
que tengamos que preocuparnos demasiado. A lo mejor hay por aqu cerca algn chorrito
de lquido que tenga woji. Est bien, camaradas, vayamos en busca de la lea.
Encontraron con facilidad buenos brazados de palos para la hoguera. Crag dej a
Hauser de guardia con una pistola de rayos calorferos en la mano, bien alerta, montando
vigilancia mientras que los dems se dedicaban a la faena de proveerse de combustible
vegetal. Pasada una hora, casi a punto de ponerse el sol ya haban recogido la suficiente
lea como para sostener una hoguera de regular tamao toda la noche al aire libre.
Transcurrida otra hora, tuvieron que admitir que la precaucin no haba sido en vano;
en caso contrario, sin el calor del fuego habran pasado fro, y se tendran que haber visto
forzados a volver a los estrechos lmites de la nave. Bebieron un poco y despus trajeron
alimentos del J-14, comenzando entre comida y copas, la pequea fiesta proyectada para
celebrar su llegada a aquel maravilloso nuevo mundo. Acabaron bebiendo en fuerte.
Todos, menos Crag. Durante un rato bebi al par de los dems; pero despus fue
aflojando. Se dijo a s mismo que era preciso que uno entre ellos debera permanecer
sobrio para estar seguro de que el fuego continuara encendido toda la noche, y para
guardar a los dems. Pero tambin estaba el hecho de que cada vez deseaba menos
beber, cosa que nunca le haba ocurrido. En realidad, nunca le haba gustado el sabor de
los licores; beba por sus efectos, por evasin. Pero all...
A medianoche - Cragon tena un perodo de rotacin de noche y da casi exactamente
igual al de la Tierra -, todo el licor haba terminado y los dems estaban completamente
borrachos. El fro haba apretado y Crag tuvo que echrselos a la espalda uno a uno y
acostarlos en los estrechos lmites de las pequeas cabinas del J-14.
Despus, volvi a salir al aire libre, aviv la fogata y permaneci despierto. Y solo. No
se atreva a dormirse y no lo hizo. Pudo haberse quedado, desde luego, en la seguridad
del interior de la nave con las escotillas cerradas, pero no deseaba en absoluto confinarse
al interior de la nave, aparte de que poda permanecer despierto das enteros, como de
hecho ya lo haba experimentado muchas veces.
Por la maana, tras la salida del sol ms bella que jams contemplaron sus ojos, se
hallaba un poco cansado. Pero estaba en mejores condiciones que los otros cuando
salieron de la nave y llegaron a su encuentro. Gardin admiti que tena una mala resaca
en el estmago; los otros no lo expresaron; pero tenan la apariencia de sufrirla.
Aparecan de mal humor tras el desayuno.
- Bien, jefe - pregunt Bea -. Qu rdenes tienes hoy para nosotros? O tenemos que
votar? Esta es una democracia o ser una dictadura contigo como amo absoluto?
- Votaremos, si queris - repuso Crag condescendiente -. Pero se vote o no, hay ciertas
cosas que tenemos que hacer todos. Necesitamos un lugar para vivir. La nave es
demasiado pequea y hay demasiado poco espacio para cinco personas que vivan dentro
de ella. Ya resulta excesivamente pequea para cuatro. Tenemos que comenzar por erigir
pequeas cabaas con adobes al principio; despus, con ms tiempo, podramos
construir habitaciones ms completas y decentes.
- Qu son adobes? - quiso saber Hauser.

- Arcilla en forma de ladrillos, dejada a secar al sol. Si exploramos el ro en ambas


direcciones, creo que encontraremos alguna arcilla.
- Chozas de barro? Es que vamos a vivir en chozas de barro? - pregunt Gert
horrorizada.
Crag la mir.
- Si tienes algunas ideas mejores, fuera de que cinco personas puedan vivir dentro de
esa nave, veamos cules son. No hay problema por la comida y los alimentos. Segn
calculo, en la nave queda lo suficiente para una semana, da ms o menos; pero hemos
de aprender a cazar y a pescar, y deberemos comenzar inmediatamente. Gardin, t eres
buen tirador no es cierto?
Gardin aprob con la cabeza.
- Entonces, esa es mi sugerencia para hoy. Intenta cazar algo en ese bosque. Ve bien
armado y no profundices mucho, no sabemos qu puede haber en la espesura.
Aprenderemos a conocer los peligros que nos rodean gradualmente y no dejando que nos
maten a uno de nosotros el primer da. Si quieres que vaya contigo, ir; pero...
- No necesitar ayuda - repuso Gardin en seguida -. Pero qu tienes pensado para ti?
- Voy a explorar a lo largo del ro en busca de arcilla. Estudi algo de geologa y creo
que podr reconocerla seguramente mejor que el resto de vosotros. Si encuentro ese
depsito de arcilla, mejor. Si consigo encontrarlo, pero ms lejos, de forma que resulte
pesado transportar los ladrillos, nos cambiaremos de emplazamiento, y nos llevaremos
all la nave. Hauser has pescado alguna vez?
- No.
- Bien, no es preciso haber tenido ningn entrenamiento especial para ello.
Probablemente aqu sea algo distinto a la Tierra, de todas formas. Ve de encontrar algn
alambre y haz ganchos y trata de descubrir qu carnada les gusta ms a esos peces. O
constryete una lanza y prubala; el agua est clara y hay muchos sitios en que es fcil
atraparlos. O... bien diablos, discurre la forma de pescar algo. De acuerdo?
Hauser pareci estarlo, aunque no se senta muy contento.
- Y nosotras? - pregunt Bea -. Supongo que habrs planeado el da para nosotras.
- Sugiero que reunis lea para el fuego, como principio, cuanta ms mejor. Despus
de eso, ya veremos. Si encuentro algn depsito de arcilla podris ayudarme a la
construccin de ladrillos. O si Gardin consigue alguna caza, podris intentar despellejarla,
si la piel es buena, y cocerla y guisarla. O tambin podris hacer algo para ayudar a
Hauser. - Y Crag hizo una mueca de humor -. No preocuparse, habr mucho que hacer
para todos.
- No me estoy preocupando - argument Bea -. No es por eso. - Y se qued mirando
fijamente.
- No soy aqu ningn amo - repuso Crag, leyendo en el pensamiento de la mujer -. Eso
no ha sido ninguna orden; pero hay cosas que tienen que hacerse si pensamos en
sobrevivir aqu. Hay alguien que tenga otra opinin mejor?
- S - dijo Gert -. Este es un lugar de infierno para habernos trado. Tendramos que
habernos marchado a Venus.
- Tal vez debiramos haberlo hecho - dijo tambin Gardin -. Pero ahora es demasiado
tarde. No hay suficiente combustible en la nave para volver a Marte. Hicimos nuestra
eleccin cuando salimos de Marte, y podis reprochar a Crag, si queris, por habernos
trado aqu: pero eso no cambiar las cosas. Sigamos adelante.
Y as lo hicieron. Crag tuvo suerte; encontr una arcilla excelente slo a cincuenta
yardas ro arriba. Hizo unos cuantos ladrillos y los puso a secar al sol para comprobar el
tiempo que tardaran en secarse, volviendo despus. Bea y Gert haban reunido alguna
lea y estaban de mal humor observando - no ayudando - a Hauser, como pescaba un
barbo enganchado en lo que se pareca bastante a un anzuelo.

Crag les habl sobre la arcilla y sugiri que fueran con l a seguir haciendo ms
ladrillos. Pero Bea le mir desafiante.
- Ya hemos hablado sobre eso, Crag. Nosotras no queremos otras habitaciones
diferentes, Crag; nada de chozas de barro, de ningn modo. Deseamos seguir durmiendo
en la nave. T eres el nico que deseas una casa particular, as por qu tendramos que
ayudarte?
Crag dej escapar un suspiro; pero decidi no discutir. Si las mujeres se colocaban en
una situacin recalcitrante, era cosa de sus respectivos maridos el llamarlas al orden, y l
no debera mezclarse en sus problemas domsticos. Ms pronto o ms tarde, ya se
cansaran de los estrechos recintos de la nave y cambiaran de opinin. Y cuando el
suministro de alimentos se terminara, las mujeres comprenderan que sera mucha mejor
ayudar en los quehaceres de la nueva situacin.
Se volvi al depsito de arcilla y continu fabricando ladrillos.
Hauser no volvi a pescar nada ms durante el da. Gardin volvi del bosque con un
animal parecido a un conejo. Pareca decepcionado.
- Vi diversos animales igual a ste; pero desperdici la mayor parte de los tiros. Santo
Dios, qu rpidos son estos animalejos!
Dijo que haba visto un animal mucho ms grande; pero a gran distancia como para
apreciar de qu tipo era y que le result imposible aproximarse para haber intentado un
disparo.
- Supongo que soy mejor cazador de ciudad que de campo - admiti -. Puedo seguir a
un hombre en la ciudad durante das sin perderle la pista; pero con los animales
silvestres... en fin, creo que esto no es mi especialidad. Qu habis hecho el resto de
vosotros?
Slo le contestaron las miradas de Hauser y de las dos mujeres.
Crag sacudi la cabeza lentamente.
- Gardin, creo que comet un error. Si no os gusta estar aqu, si comprendis que sta
no es vida para vosotros, es algo que imagin equivocadamente. Queris todava
marchaos a Venus y tomar all alguna oportunidad?
- Quererlo? Crag, tal vez yo pudiera obligar a Bea a quedarse, si puede soportarlo;
pero slo tengo que mirarla para ver su respuesta. S, deseamos ir a Venus. Cambiara
gustosamente un milln de dlares que tengo en joyas por el suficiente combustible que
nos llevara a Venus.
- Puedes guardarte esas joyas - repuso Crag -. El tanque no est casi vaco como te
crees; hay lo suficiente para llegar a Venus. Hice un pequeo truco en el calibrador en
ruta hacia aqu, una vez mientras todos estabais durmiendo. Quera dar a todos vosotros
una oportunidad en Cragon, y deseaba que nos hubiramos quedado aqu, pensando que
sera por vuestro bien. Tomad la nave y marchaos cuando gustis.
Las mujeres se haban incorporado sbitamente. Hauser no sala de su asombro. Crag
afirm nuevamente con la cabeza.
- Llevaos la nave. Slo desembarcad los suministros que no vayis a necesitar en el
viaje, as como las herramientas y utensilios y todas las armas y municiones que puedan
hacerme falta, quedndoos con un arma individual por cabeza. Adems, podis llevaros
esto. - Y alarg a Gardin un enorme fajo de billetes, el dinero que haba extrado de las
dos cajas de la caja de seguridad del Luxor.
- Qu es esto? - pregunt Gardin, tomndolo.
- Nunca lo cont - repuso Crag -. Pero tiene que haber sobre medio milln de dlares...
de papel mojado e intil. Aqu es un papel mojado; as es mejor que os lo llevis. Y ahora,
marchaos cuanto antes.
Gardin pareci algo embrollado y confuso, casi sintiendo repugnancia de dejar all a
Crag; pero los otros se dieron prisa, probablemente pensando que Crag no pudiese
cambiar de opinin.

Una hora ms tarde, de pie junto a una lona que cubra una pila de suministros, que
representaba todo lo que la nave poda dejarle en Cragon, observ cmo partan para
Venus.
Sinti un cierto vaco en su interior; pero sin que significara la alegra o la desgracia.
Aquello se haba producido, porque tena que producirse as.
Aquel era su mundo y all se quedara hasta que muriera o le mataran. Estara solitario,
con seguridad; pero ya estaba acostumbrado a sentirse y estar solo. Y aquello, de todos
modos, era infinitamente mejor que las cinagas de corrupcin que la Tierra, Marte y
Venus haban llegado a ser. Era, y sera su mundo. Durante el tiempo que el ente extrao
creador de aquel planeta haba estado en la mente de Crag, aprendi lo suficiente como
para construirlo de forma que encajase perfectamente a la mentalidad de Crag.
Se estaba oscureciendo mientras observaba la lucecita de la nave desaparecer para
siempre, seguramente, en el cielo; demasiado tarde ya para seguir construyendo ms
ladrillos. Era casi la hora de encender el fuego. Se dirigi hacia el montn de lea que las
mujeres haban reunido.
Pero apenas si haba dado dos pasos, cuando la voz del ser creador de su mundo,
habl en su mente.
- Hiciste bien, Crag. Como t mismo, ellos fueron rebeldes contra una mala sociedad.
Pero la rebelin les ha hecho decadentes, ms bien que formarles un carcter. Lo supe
cuando contact sus mentes y saba que no podran quedarse.
- Tuve que haberlo imaginado por m mismo - dijo Crag, en respuesta -. Excepto
Gardin... pens que podra conseguirlo.
- Estuvo muy cerca de hacerlo. Lo podra haber hecho, de no estar debilitado al tener
la esposa que no le corresponde.
Crag se puso a rer.
- Es que hay en alguna parte del Universo una esposa de verdad?
- Tu subconsciente sabe ahora que s existe, Crag. Una, y nicamente una para ti.
Crag sinti rabia en su interior.
- Entonces te atreviste a...
- No olvides, Crag, lo que ocurri cuando te volv a la vida, tras haber muerto en el
asteroide, antes de que yo supiera que te resentas de que invadiese privadamente tus
pensamientos. Te dije que nunca entrara en tu mente de nuevo y no lo he hecho. Yo
pude poner mi voz en tu interior; pero lo que he recibido de tu mente es slo lo que has
hablado en voz alta o lo que deliberadamente has proyectado hacia m como un
pensamiento. Esa es la forma en que he ido sabiendo de ti; pero ahora creo que todo ha
cambiado.
Crag no repuso y la voz continu:
- Recuerdas lo que le ocurri a Judeth, Crag? El desintegrador, s. Pero antes de
que ocurriera, yo haba estudiado su mente y su cuerpo; ella era la primera de los tres que
estudi cuando estabais en el asteroide. La estudi y procur no olvidar la situacin de
cada molcula y de cada tomo de su estructura orgnica. Y esos tomos, tras la
desintegracin de su cuerpo, continuaban all todava. No fue difcil segregarlos y
preservarlos en seguridad aparte.
- Para qu? - pregunt Crag -. Ella est muerta!
- T tambin lo estabas, Crag. Qu es la muerte? Deberas saberlo ya por ti mismo.
Pero la salv a ella, pensando en ti. Hasta que estuvieras dispuesto, hasta que vinieras a
m, como yo saba que un da u otro lo haras. Fue cosa relativamente fcil restaurar la
vida en tu cuerpo y relativamente difcil reemplazar los tomos y molculas de...
- Pudiste hacerlo? Ests seguro?
- Pues claro que s. Ahora, ella est en camino hacia ti; no tienes ms que volverte
para verla.

Crag se volvi. Y comenz a temblar, incapaz por el momento de pensar ni de hacer un


solo movimiento.
- No tienes necesidad de explicarle nada, Crag. Puse en su mente todo el
conocimiento necesario de todas las cosas que han sucedido. Y puedo decirte que no
solamente est en condiciones de... Es mejor que me retire ahora de tus pensamientos;
de los de ambos. Ser mejor que t le digas lo que sientes...
Pero Judeth ya estaba en sus brazos y Crag dej de pensar, ni de or ningn otro
pensamiento en el interior de su mente...
FIN

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