DELLARCIPRETE, Ruben Raúl - Permanencia y Superación Del'80 en Dos Escritores de 'Entre Siglos', Enrique Loncán y Eduardo L. Holmberg (Tesis)

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Dellarciprete, Rubn Ral

Permanencia y superacin del


'80 en dos escritores de "entre
siglos": Enrique Loncn y
Eduardo L. Holmberg

Tesis presentada para la obtencin del grado de


Doctor en Letras
Directora: Minellono, Mara Teresita
CITA SUGERIDA:
Dellarciprete, R. R. (2012). Permanencia y superacin del '80 en dos escritores de "entre
siglos": Enrique Loncn y Eduardo L. Holmberg [en lnea]. Tesis de posgrado.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educacin. En Memoria Acadmica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.749/te.749.pdf
Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Acadmica, repositorio
institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin (FaHCE) de la
Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.
Para ms informacin consulte los sitios:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra est bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina.


Atribucin-No comercial-Sin obras derivadas 2.5

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA


FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA
EDUCACIN
DEPARTAMENTO DE LETRAS

Tesis de Doctorado

Permanencia y superacin del 80 en dos escritores


de entre siglos: Enrique Loncn y Eduardo L.
Holmberg

Lic. Rubn Dellarciprete


Directora:

Dra. Mara Minellono

Ao 2011

Agradecimientos
Agradezco a mi directora, la Dra. Mara Minellono, que abriera mi inters por la
Literatura Argentina del siglo XIX y me estimulara a realizar el doctorado, algo que no
estaba en mis planes; agradezco tambin su gua y apoyo durante la investigacin y la
paciente y minuciosa correccin que fue realizando a lo largo de la escritura de la Tesis,
sin retacear de la agenda feriados ni fines de semanas; a la Dra. Rosa Belvedresi por
haberme transmitido sus conocimientos sobre Filosofa de la Historia, y particularmente
sobre narrativismo; al Profesor y Msico Emiliano Turchetta por haberme transmitido sus
conocimientos sobre pera y haber corregido el texto sobre el guin de Lin call; al
Profesor y Musiclogo Luciano Bruno Videla que me aport desinteresadamente valiosa
informacin sobre operas sudamericanas de contenido tnico (su campo de estudio) y me
alent a que continuara la investigacin en ese sentido; y finalmente a los trabajadores de
las bibliotecas (Biblioteca de la Facultad de Humanidades, Biblioteca Central de UNLP,
Biblioteca Nacional, y Biblioteca de la Academia Argentina de Letras, instituciones que
fueron el sustento de mi vida universitaria) por su paciencia y generosidad.

PRIMERA PARTE
Introduccin
a. Reflexiones introductorias.

b. Enrique Loncn, diacronas y cortes sincrnicos.

11

c. Eduardo L. Holmberg, entre el nous patritico y el imago mundi.

21

Captulo I
El pasado desde el mirador: los precursores.
1.1 Convergencia y diversidad en torno de la generacin del 80.

32

1.2 Eduardo Wilde, estrategias de fuga de una modernidad perifrica.

33

Captulo II
Lucio V. Lpez y la experiencia de vivir al acecho.
2.1 Un intrprete de la historia reciente. Literatura descriptiva y crtica.
2.2 La ciudad literaria: entre liberales y arribistas.

62

73

SEGUNDA PARTE
Captulo I
Enrique Loncn, del optimismo a la experiencia moderna del
desencanto.
1.1 El arte de la persuasin. La oratoria y la escritura poltica.

80

1.2 El arte de la elocuencia. Brindis y discursos.

91

Captulo II

Enrique Loncn, continuidad esttica e ideolgica de la


generacin del 80.
2.1

La prctica periodstica como interpelacin al Estado y legitimacin de los

intereses privados.

109

2.2 El lugar del autor. Entre el discurso periodstico y el discurso literario.

115

2.3 Aldea millonaria: palimpsesto genrico y legado poltico.

117

2.4 A modo de sntesis.

144

2.5 Un escorzo literario: los tipos sociales fuera de cuadro.

145

2.6 Debate de ideas en el Saln de los Acuerdos.

154

TERCERA PARTE
Captulo I
Eduardo Ladislao Holmberg: de la exclusin a la hibridacin
socio cultural.
1.1 Armona y disonancias en los principios de fin de siglo.

173

1.2 La modernidad: desplazamientos del intelecto hacia la accin.

174

1.3 Ciencia y Humanismo.

180

1.4 Ex cursus: Lin Calel, dos versiones contrapuestas. El poema original de


Eduardo Holmberg y el guin operstico de Vctor Mercante.
188
a. Ficha Tcnica de la pera.

188

b.Una breve acotacin sobre las peras de contenido indigenista

190

c. Lin Calel.

192

c.1. La adaptacin y la recepcin como proceso.

c.2. El poema original y el guin de Vctor Mercante.

192

194

Captulo II
Eduardo Ladislao Holmberg: Monalia, sus modelos sociales y
discursivos
2.1 El origen: literatura y utopa.

200

2.2 Utopa y contra-utopa de Monalia.

204

2.3 El imaginario histrico y la emergencia de la saga liberal.

217

2.4 Bartolom Mitre, Vicente Fidel Lpez y Bautista Alberdi: la retrica y sus
usos.
227

2.5 Discurso y realidad emprica.

232

2.6 El santo memorial, una hagiografa patria.

238

Captulo III
Olimpio Pitango de Monalia o la representacin en clave de los
procesos fundacionales
3.1 Siglo XX: Las restricciones forman al receptor.

244

3.2 Prceres y prosaicos.

248

3.3 Un plan ideal reemplaza el viejo mundo.

255

3.4 El proceso de Olimpio Pitango desde el punto de vista de la Filosofa de la


Historia.

264

3.5 Condicionamiento y ruptura del gnero.

270

3.6 Las paradojas del acervo criollo.

277

CONCLUSIONES

292

FUENTES

312

BIBLIOGRAFA

312

APNDICE

328

Apartado I

331

Apartado II

338

Apartado III

359

Apartado IV

366

Apartado V

397

PRIMERA PARTE

Introduccin
a. Reflexiones introductorias.1
I) Para la Primera Parte y la Segunda Parte de nuestra investigacin partimos del
apoyo terico de dos vertientes del pensamiento contemporneo: la obra del filsofo
Cornelius Castoriadis,

y la de Frederic Jameson,

especficamente referida a las

condiciones sociales e histricas de produccin literaria.


II) Para la Segunda Parte, el corpus de estudio nos sugiere un marco conceptual
que aborde el texto literario en relacin con otras manifestaciones del discurso social.
Utilizaremos un conjunto de bases tericas que incluyen el historicismo de Michel
Foucault, la fenomenologa de Paul Ricoeur, la historiografa (narrativista) de Hayden
White, y los aportes de Frank Ankersmit y Hugue Kellner.
El aporte de Castoriadis libera mltiples categoras de los tratamientos reduccionistas,
conjuntistas y clasificatorios e incorpora una matriz ms dctil, libre del determinismo y
de los meros juegos de opuestos, tan estimados por el estructuralismo. Castoriadis seala
constantemente los lmites de la lgica ontolgica tradicional, ubicndola en el mbito de
su reflexin, pero advirtiendo que no es la nica posible, que se trata de un recurso de
exposicin y desarrollo, vlido pero insuficiente y limitado a la hora de confrontar temas
como lo imaginario, el inconsciente y lo histrico-social. 2
Por otra parte, Frederic Jameson nos permite ampliar el espectro de la socio-crtica, en
la medida que propone como objetivo de anlisis la interdiscursividad, a la vez que
recupera el estudio de la literatura y los estudios culturales desde un espritu crtico y
poltico. 3 Jameson analiza las obras literarias desde un punto de vista filosfico sin aceptar
la supresin de las fronteras ideolgicas que propone el criterio posmoderno. Por el
contrario, intenta recuperar viejas categoras cadas en descrdito por influjo de las
ilusiones centralistas o dominantes. Jameson se inscribe en el marxismo complejo y

El marco terico que proponemos a continuacin no agota la totalidad de teoras que utilizaremos como
modelos a lo largo de la investigacin y escritura de la Tesis; define, en cambio, la filosofa terica general
dese la cual abordaremos el corpus de estudio, sin por ello renunciar al aporte de otros autores y
conceptualizaciones que nos resulten competentes en el momento de analizar algunas problemticas
(literarias, histricas, polticas, sociales) en particular.
2
Castoriadis, Cornelius. La institucin imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Ediciones Tusquets, 2010.
3
Ver Gruner, Eduardo. Introduccin, en Jameson, Fredric, Zizek, Slavoj. Estudios Culturales. Reflexiones
sobre el multiculturalismo. Buenos Aires: Paids, 2008.

superador de pensadores como Lukcs, Gramsci, Bajtn, Benjamin o Adorno. En nuestro


caso, nos resulta pertinente el modelo jamesoniano porque no cede al neorrelativismo que
renuncia a la lucha por el sentido y hace posible la causalidad expresiva y el
condicionamiento histrico de la obra literaria. En este sentido, el corpus de estudio de
nuestra primera parte de la Tesis presenta un cuadro de situacin, que debe ser
rigurosamente historizado si se quiere realizar una lectura que interprete la
diferenciacin de identidades y la invisibilizacin o emergencia de los puntos de
conflicto. La teora de Jameson hace resurgir categoras polticas, tales como el
constitucionalismo, la ciudadana, la representacin parlamentaria, la responsabilidad y la
virtud cvica, unidades temticas de fuerte presencia a principios de siglo XX, y por
supuesto, en toda la obra de Enrique Loncn, desde los discursos polticos hasta sus textos
de ficcin.
Finalmente, la segunda parte de la Tesis propone un trabajo de investigacin que
focaliza tanto el discurso histrico como el literario; la reflexin sobre la escritura de la
historia considera las narraciones historiogrficas como su objeto privilegiado de anlisis.
Las actuales corrientes de escritura se oponen tanto a la historia tradicional, como a
aquellas corrientes surgidas hacia mediados del siglo XX (Escuela de los Anales)
preocupadas, fundamentalmente, por procedimientos de escritura vinculados con procesos
cientficos y retricos muy reglados por la racionalidad y el mtodo.
La autodenominada nueva filosofa de la historia pone el centro de su atencin en el
producto de la investigacin histrica: las narraciones que pretenden dar cuenta de una
parte del pasado. Lo novedoso de su enfoque reside en considerar estas narraciones no
tanto como instrumentos neutros que nos posibilitan el conocimiento del pasado, sino ms
bien como discursos implicados cuyas peculiaridades se pueden analizar poniendo en
suspenso las pretensiones referenciales. De esta manera, cobran importancia capital los
mecanismos de construccin de las narraciones, los nexos que sus diversos componentes
establecen entre s, las relaciones intertextuales entre diferentes relatos, los modos en que
se recorta el punto de vista del narrador y el receptor al cual se dirige. Al cuestionar el
valor representativo de las narraciones histricas lo que aparece en el centro de la escena
como elemento digno de evaluar y analizar es la estrategia retrica.
Si bien reconocemos una tradicin terico-filosfica que ha hecho del lenguaje (y por
extensin, del espacio simblico-cultural o representacional) un escenario privilegiado,
y a veces incluso decisivo, de los conflictos sociales e ideolgicos y de la constitucin de

10

identidades,

nuestra investigacin no enfatiza las versiones ms radicales de quienes

observan las identidades y los procesos sociohistricos como fenmenos puramente


textuales, tendencia que Hayden White elude, pero que Fredryc Ankersmit lleva casi hasta
la exasperacin. Nuestra propuesta no elimina el conflicto entre realidad y representacin,
no reproduce los excesos deconstructivistas que encierran la experiencia subjetiva y
social dentro de un universo puramente textual.

Nuestro corpus de estudio nos permite

poner en tela de juicio algunas verdades histricas dadas, cuestionar la representacin de


una totalidad de sentido sin fisuras, a la vez que reintroducir la diferencia del mundo como
ficcin o como texto, pero dentro de la transitoriedad que presenta la lucha discursiva
como proceso histrico, cambio y reconfiguracin de nuevas realidades, y no como una
reduccin del mundo a la pura discursividad, prxima a una concepcin metafsica de la
realidad.

b. Enrique Loncn, diacronas y cortes sincrnicos.


La Tesis est estructurada en tres partes. La primera, adems de contener la
Introduccin, aborda el estudio de lo que dimos en llamar los precursores -Eduardo
Wilde y Lucio V. Lpez- referentes ineludibles del 80 y su mundo. La segunda y la
tercera parte, cada una tiene como eje el anlisis de un autor diferente. La segunda se
enfoca sobre la obra de Enrique Loncn, particularmente El voto obligatorio (1914),
Palabras de la derrota. Discursos de la campaa electoral (1919), He dicho (Brindis y
discursos) (1925) y Aldea Millonaria (1933). La tercera parte, en cambio, estudia dos
discursos de Holmberg, uno dado en 1882 en el Teatro Nacional, conmemorando la muerte
de Carlos Alberto Darwin, y el otro titulado Pinceladas Descriptivas, dado en la
Sociedad Cientfica en 1896, y por ltimo dos textos de ficcin, Lin Calel (1910) y
Olimpio Pitango de Monalia (1912-1915), publicado recin en el ao 1994.
El ttulo de la Tesis, Permanencia y superacin del 80 en dos escritores de entresiglos, adelanta sus dos hiptesis centrales: la permanencia o continuidad potica e
ideolgica del 80 en los trabajos de Loncn, y la superacin del mismo perodo por la
prctica de escritura de Eduardo Holmberg, que introduce otras hiptesis derivadas como
se ver en los captulos respectivos. El cruce de ambos autores y sus respectivas obras

4
5

Ibd., pg. 41.


Ibd., pg., 44.

11

ponen de relieve un doble movimiento, el regreso al pasado por parte de quien desarroll
su carrera literaria durante los primeros cuarenta aos del siglo XX (Loncn), y la
evolucin hacia el futuro de Holmberg que se desarroll literariamente a lo largo del 80.
Este doble movimiento el retroceso hacia las fuentes por parte de Loncn y el
progreso rupturista de Holmberg- mantiene una relacin dialctica con la historia social
y poltica del pas en el primer caso, y una relacin con la historia y con la filosofa de la
historia en el segundo, sobre todo en Olimpio Pitango de Monalia, en la medida en que
deconstruye la historiografa liberal oficial.
Un trabajo de investigacin como el que plantea nuestra Tesis necesita de una
metodologa que no se circunscriba a un solo eje de estudio. Resulta imprescindible tener
en cuenta la temporalidad propia de cada movimiento (la generacin del 80 // la
modernidad esttica de principios del siglo XX) e interrogarse tanto sobre la continuidad
como la sincronicidad susceptibles de presentarse a la mirada del crtico.
Nuestro corpus de estudio nos permite trabajar sobre una periodizacin y verificar
durante la misma, la persistencia de ciertos procedimientos literarios, realizando a su vez
cortes transversales que contrasten nuevas especificidades potico-literarias. Una serie de
cortes sincrnicos ponen en perspectiva como sostiene Ives Chevrel- acontecimientos
literarios concernientes a estticas y hasta tiempos diferentes. 6
Por otra parte, utilizar un mtodo comparado contrastivo resulta competente en la
medida que nos posibilita cotejar distintos discursos (polticos, historiogrficos, literarios,
dramtico-musicales) procedentes de autores diferentes que conviven en un mismo espacio
y tiempo, o que por el contrario, se encuentran en diferentes extremos de la periodizacin
previamente delimitada por nuestra hiptesis central. Este tipo de abordaje nos permite
comprender (adems de visualizar la diversidad esttica) las relaciones culturales de
dominacin, resistencia adaptacin o disglosia.

El anlisis de los textos a partir de la

metodologa que proponemos patentiza la reconstruccin tanto de la historizacin de la


obra literaria, como de los discursos sociales que la sustentan. La multiplicidad discursiva
que presenta nuestra investigacin, por lo tanto, convierte a los estudios socio-crticos en
un marco terico idneo para decodificar la intertextualidad, la tensin entre
6

Chevrel, Yves. Problemas de una historiografa literaria comparatista: Es posible una historia comparada
de las literaturas en lenguas europeas?, en Compendio de literatura comparada. Siglo XXI: Mxico, 1994,
pg. 371.
7
Palermo, Zulma. Comparatismo contrastivo y hermenuticas pluritpicas. Variaciones latinoamericanas,
en Elgue de Martini, Cristina et al., eds. Espacio, Memoria e Identidad. Configuraciones en la literatura
comparada. Tomo I y II. Crdoba: Comunicarte, Asociacin Argentina de Literatura Comparada y
Universidad Nacional de Crdoba, 2005, pgs. 147-158.

12

heterogeneidad // cohesion, el descentramiento lingstico cultural

y la categora de

hibridacin. 8
Segn Arturo Cancela, con Enrique Loncn, se cierra para siempre el ciclo de la
literatura mundana comenzado por la generacin del80, en cuyos cnones se inscriben su
personalidad, sus gustos y su literatura.

Heredero o epgono de escritores como Lucio

Mansilla, Lucio V. Lpez, Eduardo Wilde y Miguel Can, pone en prctica su versatilidad
discursiva frecuentando el periodismo, la oratoria, la poltica y la literatura, a la vez que se
desempea en la ctedra universitaria, como diputado en el Congreso Nacional y como
miembro de la diplomacia. El lenguaje de sus textos es el de su estrato social, sin pasar por
alto el uso de galicismos y anglicismos. No excluye, por otra parte, los argentinismos y
hasta trminos propios del lunfardo, cuya elocuencia y poder de sntesis son tan
admirables y expresivos. 10
Enrique Loncn fue un elocuente orador, tanto en la arena poltica, en sus conferencias
de tema literario como en el discurso de celebracin social; testimonio de ello son sus
textos Palabras de la derrota (1919), He dicho (1925), Oraciones de mi juventud (1935) y
Campanas de mi ciudad, campanas argentinas (1935). Su deriva ideolgica lo encuentra,
inicialmente, junto a Lisandro de La Torre y, durante sus ltimos aos, ante el desafo de
nuevas concepciones del pensamiento nacional que se abrieron paso en el debate poltico y
cultural argentino, junto a grupos de orientacin conservadora. Su tesis doctoral El voto
obligatorio (1914), y el ensayo Palabras de la derrota registran la preocupacin del
jurista, por las derivaciones sociales de la experiencia que en 1912 alienta, paradjicamente
para Loncn, alguien de origen conservador (Roque Senz Pea), promoviendo el sufragio
libre y obligatorio que llevar al poder, primero en la provincia de Santa Fe y luego en el
mbito nacional, una fuerza renovadora como el radicalismo.
8

Ver Elgue de Martini, Cristina. Literaturas comparadas: algunas problemticas y aproximaciones


actuales, en VI encuentro de difusin de proyectos de investigacin. Investigaciones en la Patagonia IV.
Chubut: Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, 2009.
--- La literatura como objeto social, en Bitcora. Revista de la Facultad de Lenguas. Universidad nacional
de Crdoba Ao 4, N VIII, 2001.
Bhabha, Homi. El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial, 2002.
Garca Canclini, Nstor. Culturas Hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos
Aires: Paids, 2001.
Angenot, M. (1994) Pour une thorie du discours social: problmatique d'une recherche en tours. En
Jacques Pelletier (Ed.), Littrature et socit. Montreal: VLB.
9
Cancela, Arturo. Un humorista juzga a otro humorista, en Loncn, Enrique. La conquista de Buenos
Aires. Buenos Aires: El Ateneo, 1935, pg, 230.
10
Loncn, Enrique. Mirador porteo (Nuevas charlas de mi amigo). Buenos Aires: Viau y Zona, 1932, pg.
121.

13

El proceso de investigacin intent seguir su itinerario histrico-poltico y literario.


Dividimos el corpus de estudio de su obra bsicamente en dos etapas; la primera abarca sus
comienzos como jurista y constitucionalista, con un libro referencial: El voto obligatorio.
El citado texto nos proporcion un material tcnico -en su visin institucional- que se
constituy en un paradigma significativo para calibrar las transformaciones de sus ideas
republicanas. La postura de Loncn respecto del voto obligatorio

no registra una

continuidad inapelable. A partir de la Ley Senz Pea, que se transforma en una


herramienta eficaz para el desarrollo poltico del campo popular, su institucionalismo se
cristaliza en el rigor de las formas. Su acatamiento incondicional a la Constitucin se ve
inficionado por la conveniencia coyuntural que le imponen las prcticas polticas del
momento. El autor y defensor de El voto obligatorio cae en inexplicables contradicciones,
y se convierte en un crtico encubierto tras el sofisma de sus enunciados. Por otra parte, su
libro Palabras de la derrota pone de manifiesto, adems de su participacin partidaria en
la campaas presidenciales de 1915-1916 y las legislativas de 1919 como militante del
Partido Demcrata Progresista, el progresivo viraje de su concepcin republicana que se
revel, como sealamos, purista en la teora y pragmtica en los hechos.
La metodologa de anlisis que llevamos en relacin con su oratoria, recopilada en la
antologa He dicho, parti del relevamiento comparatstico de los referentes discursivos
ms significativos del contexto histrico de su poca (Leopoldo Lugones, Hiplito
Irigoyen, Norah Lange, Macedonio Fernndez) y del relevamiento del material literario
previo, presente en los diarios La Tribuna Nacional y La Tribuna (rganos oficiales del
gobierno roquista del 80), siempre dentro de un marco terico de la retrica y de la
preceptiva clsica, y los estudiosos del discurso poltico moderno. 11
Despus avanzamos hacia su escritura de ficcin, particularmente el texto Aldea
Millonaria (1933). Su ltimo libro publicado, La conquista de Buenos Aires (1936), lo
vinculamos, a su vez, como inter-texto de la prctica oratoria de su primera etapa.
No se puede abordar la literatura de Loncn sin examinar tambin su condicin de
periodista en la revista El hogar, y como miembro ejecutivo de las polticas
instrumentadas por medios con llegada efectiva al poder como La Nacin. En El hogar, el
autor construye su narrador fetiche o alter ego, Amricus, el crtico social agudo, el
humorista y dueo de la irona. En la revista publica muchos textos que despus formarn
parte de Las charlas de mi amigo (Motivos porteos) (1922), y artculos que abren la saga

11

Informacin sobre este punto en las pginas 85, 88, 89 ,91, 92, 93, 97 de la presente Tesis.

14

perfeccionada posteriormente por Aldea millonaria y La conquista de Buenos Aires. El


Loncn periodista-costumbrista difiere del Loncn periodista-poltico. El primero se
expande con mayor autonoma en el

El Hogar y el segundo, debido a su rol de

representante de los intereses econmicos y polticos que propone y defiende La Nacin,


circunscribe los lmites de su labor ficcional. Si bien ambas escrituras pueden considerarse
relevantes, podemos valorarlas como introductorias a su obra de mayor significacin
esttica, representada fundamentalmente por Aldea Millonaria. Como se puede apreciar, si
bien adquiere cierta relevancia el estudio retrico intrnseco de la literatura, resulta ms
que nada un punto de partida para el estudio de sus relaciones extrnsecas y su
localizacin en los contextos histricos, psicolgicos y sociolgicos. 12
Respecto de las influencias literarias que operaron sobre Loncn, todos sus crticos
aceptan que la llamada Generacin del 80 ofici como su modelo, aunque provoca
algunas controversias la eleccin de qu autores del citado perodo se encuentran ms
prximos a su escritura. En el caso de Aldea Millonaria, el nombre de Lucio V. Lpez es
insoslayable por contigidad,

si pensamos en su novela La gran aldea. Dos de los

mayores conocedores del trabajo de Loncn, Jean Paul y Marcos Soboleosky, sin embargo,
insisten en sus crticas, acerca de que la mayor influencia de Aldea Millonaria y La
conquista de Buenos Aires se puede encontrar en las pginas de Memorias de un viejo, de
Vicente G. Quesada (ponemos como fecha de referencia a 1888, edicin organizada por el
mismo Quesada respetando el orden de los artculos que fueron apareciendo en la Nueva
Revista de Buenos Aires). 13 Tal aseveracin, desde nuestro punto de vista, es objetable. El
texto y el contexto de Vicente G. Quesada pueden asimilarse parcialmente a Enrique
Loncn y su obra, pero tambin los separan insalvables diferencias potico-narrativas.
La condicin de periodistas, en ambos casos, la publicacin de sus ficciones previas a
la edicin en formato de libro procedimiento puesto en prctica por Loncn con Las
charlas de mi amigo (Motivos porteos) y con los textos que forman parte de Aldea
Millonaria-; la utilizacin de seudnimo (Vctor Glvez en el caso de Quesada y Amricus
en el caso de Loncn), podra dar sustento a las hiptesis antes mencionadas. Quesada
llev el secreto literario de su seudnimo hasta lmites extremos porque as garantizaba su
libertad crtica y la expansin ldica de su imaginacin, estimulada por el desconcierto de
12

Coutinho, Eduardo. Fronteras imaginadas: el comparatismo y sus relaciones con la teora, la crtica y la
historiografa literarias, en Literatura comparada en Amrica latina. Cali: Universidad del Valle, 2003, pg.
71.
13
Ver: Soboleosky, Marcos. Enrique Loncn. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1962, pg.16.
Paul, Jean. Enrique Loncn, en La Nacin. Buenos Aires: septiembre de 1945, Suplemento Cultural pgs.
1 y 2.

15

sus lectores;

14

inclusive duplic la farsa cuando le invent un seudnimo femenino a

Vctor Glvez -Lucy Dowling- estrategia que le facilit legitimar el punto de vista de una
mirada femenina y extranjera.
Ante la diversidad genrica que puso en prctica Enrique Loncn para describir Buenos
Aires (sincdoque de Argentina) en Aldea Millonaria, Quesada escribe en Memorias de un
viejo, un texto exclusivamente autobiogrfico. 15 Las pseudomemorias de Vctor Glvez
y de Lucy Dowling no explotan la potencialidad de narrar una historia puramente
imaginaria. Aunque el yo emergente, con variados identidades ficticias, pretenda no
tener referentes, Vicente G. Quesada es el memorista original que da vida a la
autobiografa. La autointerpretacin es una composicin que se proyecta en diversas
figuras narrativas (Glvez en distintos momentos de su vida, y Dowling en otros); sin
embargo, el riesgo permanente de desplazarse hacia la pura imaginacin o ficcin, queda
conjurado por la puesta en significado de las ideas y la historia personal de Quesada. 16
La adtitud conversacional y apelativa de algunos de los textos de Quesada plantea otra
de las discordancias con los formatos narrativos usuales en Loncn, simplemente
coloquiales. Los crticos, al referirse a los escritores del 80 como conversadores, lo
incluyen a Loncn que los remedara como perpetuacin de una tradicin.
Podemos hablar de texto conversacional en las Causeries de Mansilla, como lo ha
probado en extenso, David Vias.17 Mis memorias de Mansilla tambin apela al lector y lo
ubica como un agente que interacta con la factura literaria de los textos: Tengo pues que
apelar a la sensibilidad exquisita del lector [] Es mi intencin (que cambiara o no),
desarticularme en tres secciones. Esta, que van ustedes leyendo.

18

Eduardo Wilde, otro representante de la generacin, recrea el circuito conversacional


publicando sus cartas crticas junto a sus ficciones. Como ejemplo podemos citar a
Prometeo, dirigida a Olegario Andrade, Recuerdo el caso a Manuel T. Podest,
Autgrafo, dedicada a una maestra. Desde de la literatura de ficcin entabla un dilogo

14

Autorretrato y Quin soy yo? (Glvez, Vctor [Vicente G. Quesada]. Memorias de un viejo. Buenos
Aires: Academia Argentina de Letras, 1990.). Quesada rehusaba dar el nombre real del autor de sus artculos,
a punto tal que Chvez Paz, el primer editor de sus libros, a pesar de su curiosidad e insistencia, nunca pudo
conocer la verdadera identidad de Vctor Glvez.
15
En Grandeza y decadencia de una piedra pmez, Loncn escribe una autobiografa ficcional en clave,
por momentos irnica. En las pginas 75-83 de este mismo trabajo analizamos la identidad y la entidad
narrativa que da forma autobiogrfica al relato sealado.
16
Starobinsky, Jean. El estilo de la autobiografa. La relacin crtica. Buenos Aires: Ediciones Nueva
Visin, 2008.
17
Vias, David. Literatura argentina y poltica. I de los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor, 2005, Pgs. 151-185.
18
Mansilla, Lucio V. Mis memorias. Buenos Aires: Librera Hachette S. A. 1955, pgs. 63, 64.

16

directo con el lector, tal el caso de Meditaciones inopinadas, Toda vez que ustedes se
encuentren en una situacin semejante, djense estar, les aconsejo., o Pginas muertas,
Lector amigo (todo autor tiene uno, se supone), Quieres saber por qu doy a estos
volmenes el ttulo de Pginas muertas y cules son las causas eficientes de su
publicacin? 19, etc.
Vicente G. Quesada modera estos procedimientos pero podra encuadrrselo como
un conversador a la par de Mansilla y Wilde. Uno de los recursos narrativos que pone en
prctica para llevar al lector al ejercicio de la reminiscencia que efecta el yo, es utilizar
la primera persona del plural: Pero no, antes que el olvido borre de la memoria el tiempo
pasado, esforcmonos en reconstruir lo que fue, con sus tipos, sus costumbres, sus trajes y
an sus alegras 20
Tambin utiliza como recurso habitual la pregunta retrica que incorpora
indirectamente al lector: Dnde entr? Qu puerta le dio asilo?[] Qu llevaban en
las manos? 21
Usa adems el discurso polmico que convierte a sus textos literarios en
conversacionales: Dirigindose a El Mosquito Ocpense, si les place, de criticar mis
artculos; pero dejen al hombre en paz [] 22; apelando a sus lectores en general, Les
dir por ltimo, en respetuosa prioridad: hagan ustedes mejor y mustrenme con el
ejemplo la pureza en el decir, la correccin en el hablar, la elegancia castiza en la frase y
la galanura y brillo del estilo. [] Punto y aparte y contino con mi narracin. 23
Estas apelaciones directas al receptor no son utilizadas en los textos literarios o
ficcionales de Loncn; eleccin discursiva que lo alejara de Quesada. Lo acercaran a
Wilde sus relatos organizados en forma de carta, El inteligente zonzo (De una carta a
Lady Chrysssie Camelsfield), por ejemplo. 24
Tampoco utiliza la estrategia puesta en prctica por Quesada en El Teatro de Coln.
Impresiones de una viajera y en La ciudad de Buenos Aires. Apuntes de una viajera,
donde la narracin hibrida campos literarios e histricos. El relato autobiogrfico de
Quesada est historiado por la argumentacin de Lucy Dowling. La experiencia personal
del autor verdadero y la oportunidad de ofrecer su versin sincera sobre Buenos Aires est
19

Wilde, Eduardo. Prometeo & Cia. Buenos Aires: Biblioteca Nacional y Ediciones Colihue, 2005, pgs. 67
y 199.
20
Don Braulio. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg. 186.
21
La mashorca en Buenos Aires. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg. 369.
22
Treinta aos antes. Costumbres cordobesas. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg.430.
23
Ibd. pg. 434.
24
Loncn, Enrique. Aldea Millonaria. Buenos Aires: Secretara de Cultura de la Nacin y Fundacin
Universitaria de Estudios Avanzados, 1994.

17

fundamentada en la legitimacin que le proporciona un extranjero, sin aparentes


compromisos con el universo porteo. Adems el yo queda confirmado en su funcin de
sujeto permanente por la presencia de su correlato, el t, que confiere al discurso su
motivacin. 25
La relacin explcita entre el yo, Lucy Dowling, y el t, Vctor Glvez, configura la
estructura conversacional del relato, aunque se torna evidente que el destinatario directo de
las palabras de Lucy tiene menos peso significativo que el destinatario indirecto, el lector.
De este modo, las convicciones, opiniones e ideas de Quesada recorren un itinerario
perifrstico, que representa un testimonio oblicuo de la realidad para el pblico porteo. La
verdad del discurso est garantizada por el prestigio del destinatario, Vctor Glvez, quien
pretende una versin desinteresada sobre el Coln y sus habitus, y los espacios de la
ciudad y sus habitantes.
Quesada rememora el pasado con un tono elegaco, mientras Loncn trabaja el
presente o el pasado inmediato con un tono irnico, burln. A diferencia de GlvezQuesada, Loncn no desea pertenecer al tiempo que rememora ni siquiera al de su
presente. Su mordacidad lo distancia. Quiere cambiar la historia contempornea con la
restitucin del sistema de dominacin elitista del 80, pero eso no significa que desee
regresar al pasado. Por el contrario, no extraa la gran aldea que adems no conoci,
aunque comparte con Quesada el disgusto por el giro que ha tomado la modernizacin
de la ciudad y su extensin natural, el pas.
Dice Vctor Glvez mientras contempla el presente y sus significantes urbanos, en
tcita comparacin con los sucesos y escenarios del pasado:
Hoy, en las claras tardes del esto, desde el bonito paseo se destaca
sobre el fondo azul del cielo la estatua en mrmol de Mazzini,
mientras los grandes hombres que crearon y organizaron la nacin,
yacen olvidados en la memoria del pueblo, ahora enriquecido y
mercantilizado. 26

La cita perteneciente a un texto publicado en 1883, desconoce la restauracin liberal


que ya haba comenzado a poner en prctica Mitre como historiador oficial (sin olvidar los
trabajos de Vicente Fidel Lpez y Dalmacio Vlez Srfield).

27

La preocupacin por el

25

El estilo de la autobiografa, La relacin crtica. Op. Cit., pg. 82.


La mashorca en Buenos Aires. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg. 368.
27
Mitre trabaja la reivindicacin del liberalismo desde finales de los aos 50 con su Galera de Celebridades
(1857), para darle continuidad con Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (1876) e Historia
de San Martn y de la emancipacin sudamericana (1887).
26

18

mrmol de Mazzini -es decir por el avance tanto real como simblico de la inmigracin en
el espacio pblico y en el entramado social-, el malestar por el enriquecimiento y la
mercantilizacin inquietan tanto a Quesada, como a Miguel Can, Lucio V. Lpez, y a
Wilde, y por supuesto unos cuantos aos despus, alarman, no tan slo por el
enriquecimiento de los recin llegados sino por su acercamiento y acceso al poder poltico,
al propio Loncn.
En La ciudad letrada, ngel Rama expone con precisin metodolgica el modo de
leer la complejidad creciente de la ciudad moderna en su aspecto urbano y en su
ordenamiento simblico:
Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos
redes diferentes y superpuestas: la fsica que el visitante comn recorre
hasta perderse en su multiplicidad y fragmentacin, y la simblica que la
ordena y la interpreta, aunque slo para aquellos espritus afines
capaces de leer como significaciones los que no son nada ms que
significantes sensibles para los dems, y merced a esa lectura
reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de los
signos. 28

El laberinto de los signos, que percibi Quesada, comienza a verse modificado por
intereses que escapan a los dueos de la gran aldea, proporcionndole a la ciudad un
re-ordenamiento que no responde al poder tradicional. Buenos Aires, en tanto
organizacin espacial de la sociedad y de la actividad cultural, adquiere un valor
explicativo fundamental del proceso socio-histrico, hermenutica presente tambin en
textos de principios de siglo XX como Aldea Millonaria.
A nuestro entender existe una trama notica, potica y praxicolgica 29 esencial que
articula los discursos de Lucio V. Lpez y Eduardo Wilde con la obra de Loncn, en
mayor medida que otros escritores del 80, como el mismo Vicente G. Quesada, Miguel
Can o Eugenio Cambaceres. Los textos de Lpez y Wilde ponen de relieve su
expansin semitico-discursiva formando una cadena de performatividad, recuperable
en el discurso literario y poltico de Loncn. Marcan la continuidad discursiva y del
inconsciente poltico iniciado por la generacin del 80. 30 Los escritores y sus textos,
en este sentido, resultan modlicos y constitutivos del accionar histrico, cuestin que
se ve reflejada en el imaginario e itinerario del sujeto individual Loncn y del sujeto
social que define su condicin de clase. Loncn trata un imaginario que pasa del texto a
28

Rama, ngel. La ciudad letrada. Montevideo: Arca, 1995, pg. 40.


Castoriadis, Cornelius. La institucin imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Ediciones Tusquets, 2010.
30
Uso la categora inconsciente poltico al modo de Frederik Jameson en Documentos de cultura.
Documentos de barbarie. Madrid: Visor, 1989.
29

19

la praxis, y no slo recrea la textualidad, sino que induce prcticas efectivas sobre los
campos sociales de su poca.
El desacuerdo puesto de manifiesto por nuestra lectura, lneas ms arriba, con el
criterio esgrimido por Jean Paul y Marcos Soboleosky, quienes ven en Memorias de un
viejo el modelo de la escritura de Aldea millonaria, puede transformarse en aval
respecto de las influencias de Eduardo Wilde y Lucio V. Lpez. Se puede considerar a
ambos autores como antecedentes representativos de la obra de Enrique Loncn por
diversos motivos. El ttulo mismo del texto -como ya dijimos- Aldea millonria, seala
un nexo con la novela de Lpez, La gran aldea. Tanto Wilde como Lpez comparten,
adems, una mirada crtica sobre el proceso de modernizacin que vive Buenos Aires,
aunque la nostalgia por el tiempo pasado es ambivalente. Julio Rolaz, el narrador de La
gran aldea, encarna el desagrado de Lpez al recordar la dcada del 60, perodo en que
tuvieron lugar los conflictos sobre cmo pensar la historia entre el padre del autor
(Vicente Fidel Lpez) y Mitre, situacin que se resolvi con el destierro voluntario de
la familia Lpez. La virulencia con que el narrador lee el pasado no cambia respecto de
su interpretacin del presente: los cuestionados efectos colaterales que trajo consigo
la modernizacin de los aos 80.
Eduardo Wilde permanece tambin en la obra de Enrique Loncn a travs del tono
irnico, la perspectiva del humor como instrumento crtico, la construccin de sentido
por la parodia, y, en el plano ideolgico, por la defensa a ultranza del liberalismo, que a
Wilde le signific pasar sus ltimos aos de vida en Bruselas, y a Loncn enfrentarse
con el gobierno de Irigoyen, frente al creciente nacionalismo filo fascista que comienza
a tener vigor en el pas, y el avance del nazismo en Europa, fenmeno social y poltico
que termin por empujarlo hacia el suicidio.
La propuesta que sostiene y articula el estudio de la obra de Enrique Loncn no
comienza, entonces, ex nihilo sino que reconoce como modelos poticos previos a los
dos escritores antes mencionados. La inclusin de los mismos en el inicio de nuestro
trabajo pretende dar cohesin a la Primera Parte de la Tesis, y constituye un anlisis
explicativo de la naturaleza categorial, pensado como herramienta de lectura y
conceptual que nos permita realizar un estudio del corpus central previsto para nuestra
investigacin.

20

c. Eduardo L. Holmberg, entre el nous patritico y el imago mundi.


La obra literaria de Eduardo Holmberg traza un extenso recorrido que va desde
Clara, narracin breve publicada en El Porvenir literario

31

en 1872, hasta su ltimo

artculo La chocolata, que vio la luz en 1911 en Caras y Caretas. Olimpio Pitango de
Monalia fue escrita entre 1912 y 1915 pero nunca fue publicada hasta que Gioconda
Marn recibi el manuscrito de la novela de manos de sus descendientes, en el ao 1994.
Dentro de su produccin artstica se encuentran, por lo tanto, variedad de formas
discursivas: cuentos, relatos extensos, dilogos, nouvelles o novelas cortas y novelas como
la citada Olimpio Pitango. Se encuentran tambin composiciones de difcil categorizacin
por lo heterogneo de la estructura y la ambigedad de los contornos, a las que podramos
considerar poemas en prosa o prosificaciones poticas. Un ejemplo de las mismas es
Insomnio, texto publicado de dos maneras diferentes: como captulo XXVIII del Viaje
maravilloso del seor Nic-Nac, en 1975, y como texto independiente en La Ondina del
Plata, revista semanal de literatura y modas, en 1976. Tambin aborda la crtica literaria
cuyo texto ms conocido y prestigioso es La noche clsica de Walpurguis (1886),
conferencia sobre el acto homnimo que forma parte del segundo Fausto de Gohete,
ampliada, y publicada luego en forma independiente; escribe adems ensayos crticos de
contenido socio-poltico como Pinceladas descriptivas (1896), o crtica cultural como
Las plagas de Egipto explicadas cientficamente (conferencia leda en 1894 y publicada
en 1895). Por ltimo, como ejemplo de la diversidad de su produccin, podemos citar el
poema pico Lin-Calel, compuesto por 3.000 endecaslabos que albergan expresiones
lingsticas de origen indgena y creencias autctonas que coexisten con el espaol
rioplatense de la poca y sus manifestaciones culturales.

Toda su obra se encuentra impregnada del pensamiento positivista, sistema


filosfico y modelo social implementado en la Buenos Aires de los aos 80. Como no
poda ser de otro modo, sus ideas liberales y pro-cientficas lo enfrentan con la tradicin
religiosa judeo-cristiana y sus instituciones representativas, como la Iglesia Catlica. En un
su ensayo titulado Las plagas de Egipto explicadas cientficamente, hace, valga la
paradoja, una profesin de fe cientfica de tal grado, que pone en duda la veracidad
religiosa de los milagros llevados a cabo por Moiss, a travs de una interpretacin
31

El porvenir literario. Buenos Aires: Octubre, N 1, 1872.

21

emprico-racional de los mismos.

32

Unos aos antes, con Dos partidos en lucha, (1876),

obra de ficcin, se propuso difundir el darwinismo que todava nuestra cultura se resista a
reconocer, a pesar de que en gran parte de Europa estaba ampliamente aceptado. Holmberg
se convierte as en factor determinante para la consolidacin del naturalismo en estas
tierras, aunque la presencia de Charles Darwin en la Argentina fue anterior a su misin
propagandstica.
Por otra parte, Alberdi se haba fijado la meta de que la nacin creara un plantel de
cientficos y se impartiese el estudio de las ciencias naturales a los nios. Sarmiento,
durante su presidencia (1868-74), haba invitado a un nmero importante de cientficos a
los que el gobierno financi el viaje y proporcion un salario y materiales para sus
32

El cuerpo de la conferencia est dedicado a demostrar su tesis, donde argumenta que las plagas son
fenmenos naturales que se revistieron de carcter sobrenatural por una hbil maniobra poltica de Moiss,
que tuvo una doble intencin. Por un lado, infundir temor y doblegar de este modo la voluntad de los
gobernantes egipcios con el fin de liberar al pueblo judo, y por el otro, asombrar a este mismo pueblo con
sus prodigios y disponer del poder suficiente como para conducirlos a la tierra prometida.
Segn Holmberg, Moiss no era un hombre vulgar, inculto, haba sido iniciado y educado en las artes y
ciencias egipcias. Durante su larga estada en el desierto, como pastor, haba desarrollado pacientemente el
mtodo de observacin aplicada que lo condujo a descifrar el comportamiento de la naturaleza. Su forzada
vigilia le permiti conocer enjambres de hechos positivos vinculados por sus leyes. (Holmberg, Eduardo.
Filigranas de cera y otros textos. Buenos Aires: Ediciones Simurg, 2000, pg. 146) Dada la coyuntura
histrica, el profeta judo march a ver al faran y en nombre de Dios le solicit la libertad de sus
hermanos. El rey le pidi pruebas de su poder como enviado divino. Moiss conocedor de una especie de
serpientes del desierto que tena la particularidad de ponerse rgida como vara cuando se le haca presin en
el lugar indicado, oper el milagro transformando en cayado un reptil. Los magos de Egipto, advertidos del
truco, intentaron desautorizarlo pblicamente, pero Moiss, por medio de su prodigio ya se haba instalado a
los ojos de los suyos como el enviado de Dios. Dice Holmberg Lo nico que deseo demostrar es que Moiss
es un observador insigne, un hombre de ciencia, que aprovechaba sus conocimientos para ponerlos al
servicio de su pueblo (y de su ambicin de mando) (Ibd. pg. 147)
El atrevimiento de Holmberg resulta doble, porque no tan slo desafa el consenso religioso sobre la
palabra bblica, sino tambin porque su explicacin, de no resultar convincente, terminara daando lo que en
definitiva pretenda elevar por encima de cualquier valor de verdad, el conocimiento cientfico, aunque, su
carcter desacralizador y su inclinacin por la trasgresin irnica, nos permite conjeturar que probablemente
su inters principal resida en escandalizar al susceptible mundo de la fe. Otros dos breves ejemplos pueden
dar una idea ms acabada de la estrategia del autor. La primera plaga que consista en transformar las aguas
en sangre, Holmberg la explica por medio de una invasin de mariposas que en su vuelo dejan caer un
lquido rojo que se mimetizara con una posible lluvia de sangre. El mismo fenmeno podra explicarse
tambin a travs de las crecientes peridicas del Nilo que inundaban de rojo el desierto. La segunda plaga, la
invasin de ranas, segn Holmberg, Moiss la poda profetizar porque debido a sus observaciones detalladas
de la poca, conoca las estaciones de lluvia y poda prever la aparicin de numerosos batracios saltando de
manera desenfrenada por el territorio egipcio. Moiss no haca otra cosa que presagiar hechos previsibles,
naturales. Los magos del Faran siguieron mostrndose escpticos y contrariados por lo que a la luz de sus
conocimientos se trataba de un falso prodigio. Pese a sus reparos, la solidez de sus conocimientos sumados a
la estrategia retrica de su discurso logr impresionar a las masas ignorantes y supersticiosas. Su pueblo
qued asombrado y persuadido para el resto de la historia: Sus poderes eran de origen divino!. La misma
tcnica fue aplicada muchos aos despus, en una situacin anloga y con el mismo xito, por un insigne
conocido de los americanos. Ejemplifica Holmberg:
Cristbal Coln, que est a punto de ser canonizado, si no lo ha sido
ya, amenaz con tinieblas a los inocentes salvajes, o con apagarles la
luna en un momento solemne, lo que no se hubiera verificado, como se
verific, si el ilustre navegante no hubiera sabido que, en tal momento, se
deba producir un eclipse total (Ibid 147)

22

trabajos. Se convirti as en un fervoroso importador de sabios que comenzaban entonces a


ser reconocidos en Europa: Burmeister, Lonet, Gould, DOrbigny, Bompland, Bravard.
stos a su vez le retribuiran su entusiasmo bautizando con su nombre especies de
caracoles, de mariposas o de arbustos pampeanos. A la presencia de los mencionados
cientficos se debe que la Argentina tuviera posteriormente un plantel de investigadores
nacionales como pretendi Alberdi: Francisco P. Moreno, Florentino Ameghino,
Estanislao Zeballos, Ramn Lista.

33

Probablemente Sarmiento tuvo un primer contacto con el evolucionismo cuando


ley a Spencer. Este ltimo inspirado en la teora de la evolucin pensada por el naturalista
francs del siglo XVIII, Juan Lamark, ide un sistema filosfico de carcter evolutivo
referido a todo el cosmos, a diferencia de la teora darwiniana que slo se ocupaba del
reino orgnico. Spencer hizo sus primeras publicaciones tericas alrededor de 1852, antes
de El origen de las especies que Darwin dio a conocer en 1859. Despus complet la
exposicin de su pensamiento con una serie de textos publicados a lo largo de treinta y tres
aos (1860-1893) de investigaciones. En ellos, Sarmiento inici sus lecturas sobre el
modelo evolucionista.
A seis aos de la publicacin de El origen de las especies, Sarmiento aplic el
principio de seleccin natural expuesto por Darwin a un hecho observado en el campo
argentino con relacin a la cra de las ovejas. Haba conocido al naturalista ingls,
personalmente, cuando a bordo del Beagle se acerc a nuestras costas.
Pudiera ser seores, que me era familiar el nombre de Darwin desde
hace cuarenta aos, cuando embarcado en la Beagle que mandaba
Fitz Roy, visit el extremo del continente, pues conoc el buque y su
tripulacin y desde luego el Viaje de un naturalista que hube de citar
no pocas veces hablando del estrecho. 34

El fragmento citado pertenece al discurso que diera en el acto organizado en ocasin


de la muerte de Darwin, en el Crculo Mdico argentino, en 1882; comparti la tribuna con
Eduardo Holmberg y fueron los dos nicos oradores del evento, maestro y discpulo, uno
consagrado y venerado, el otro joven an. En ese momento histrico, se podra decir,
comienza nuestra lectura de la adopcin del evolucionismo, no ya darwinista sino
33

Durante su presidencia, Bernardino Rivadavia ya haba utilizado el mismo procedimiento de extender


numerosas invitaciones a especialistas, cientficos y profesores extranjeros con el fin de incorporarlos a la
Universidad de Buenos Aires y desarrollar a su vez, distintas investigaciones cientficas que en el pas se
encontraban recin en el perodo inicial. (Panettieri-Minellono 100-102).
34
Sarmiento, Domingo Faustino. Carlos Roberto Darwin. Buenos Aires: Establecimiento Tipogrfico de El
Nacionl, 1882, pg. 20.

23

holmbergiano. Pasados tan slo tres aos del inicio de La campaa del desierto, en el
umbral de los ltimos atropellos contra los pueblos originarios, Sarmiento, alejado del
poder y en su perodo ms reaccionario, rememora, a la saga del darwinismo social
presente en Conflictos y armonas de las razas en Amrica (1883) la importancia cultural y
cientfica de

El origen de las especies. A su sombra, Holmberg acompa

conceptualmente la masacre iniciada a fines de los setenta, aunque poco despus toma
distancia de la influencia del sanjuanino, y produce un punto de inflexin en su
pensamiento que traza una perspectiva diferente respecto de su concepcin del otro.
Su acercamiento a la metodologa poltica y cientfica con que la institucionalidad
chilena haba intentado integrar a la propia la cultura mapuche, despierta en Holmberg una
actitud tolerante respecto de los contactos interraciales e interculturales. Los nombres de
Jos Victoriano Lastarria y Horacio Lara primero, as como Toribio Medina y Toms
Guevara despus, se constituyen en una referencia ineludible para decodificar la revisin
de sus ideas. Tambin influy en su concepcin el cambio de paradigma ideolgico que
experimentaron, parcialmente, las ciencias naturales a fines de siglo XIX, por la actuacin
de investigadores como Roberto Lehman Nitsche.
Concebir de manera homognea la mirada que los integrantes del establishment
proyectaron sobre el mundo indgena, puede llevarnos a apreciaciones de carcter
superficial. Los factores que operaron sobre los comportamientos de la clase dominante
fueron mltiples, aunque tres factores se convirtieron en los ms relevantes, el econmico
-factotum del genocidio roquista-, el poltico y el cientfico. Los dos ltimos nos interesan,
particularmente, para dejar en claro lo impropio que resulta intentar una lectura de
Holmberg sin admitir sus contradicciones. La actitud anfibiolgica del Perito Moreno se
constituye en un patrn que sirve como ejemplo de lo que venimos argumentando.
Recordemos que Moreno no slo practic un relevamiento cientfico de territorios
desconocidos (flora, fauna y antropologa de la Patagonia), sino que dirigi adems el
Museo Nacional de Ciencias Naturales, fund el Museo de Ciencias Naturales de La Plata,
y gracias a su empeo personal y sus conocimientos sobre la zona y la legislacin
internacional aplicable a litigios limtrofes, particip de los tratados que posibilitaron
legalmente nuestra lnea de frontera en territorios claves para el desarrollo del pas y el
resguardo de la soberana.
A fines de 1884, el Teniente Coronel Vicente Laciar y el Teniente Francisco Insay
redujeron sobre la cordillera a los caciques Inakayal y Foyel, quienes fueron obligados a
caminar hasta la costa atlntica y fueron embarcados en Chubut con destino a Buenos
24

Aires. Una vez en la Capital, fueron alojados en los galpones del Retiro donde los visit
Francisco Moreno. En una nota publicada por El Diario de Buenos Aires, a fines de 1884,
despus del encuentro con Ynacayal, Foyel y Saihueque, Moreno critic fuertemente el
trato que se les haba dado tanto a ellos como a sus respectivas familias. Haban sido
vctimas de violencia fsica (los mantuvieron encerrados, sucios y hambrientos), y les
haban robado mujeres y nios con el fin de repartirlos para el servicio de los amigos del
Poder.

35

El Perito Moreno se pregunta en esa publicacin si quienes se comportan de ese

modo con hombres que encarnan el nacimiento de la humanidad, con nuestros


abuelos, son realmente tan civilizados como lo pregonan. Dice Moreno, quien haba sido
rehn de esos mismos caciques durante su viaje al Nahuel Huapi, que ellos se haban
mostrado en todo momento respetuosos de su condicin y lo haban hospedado con toda
lealtad en su cautiverio. Completa el cuestionamiento del supuesto hombre civilizado
con la siguiente comparacin:
El hbito no hace al monje. En nuestro comportamiento, los blancos
hemos imitado a los Querandes, los antepasados de Foyel e Ynacayal,
que incendiaron Buenos Aires. Inacayal y Foyel son hombres civilizados
ocultos bajo el quillango o la manta pampa. 36.

La justeza poltica de sus palabras se ve indefectiblemente debilitada cuando


interceden sus principios cientficos. No mucho tiempo despus, los caciques y lo que
quedaba de sus familias fueron trasladados a la isla Martn Garca. Moreno interviene ante
la administracin para sacarlos de all y logra que los trasladen al Museo de La Plata como
objetos de estudio. Inakayal y su familia, Foyel y su familia, Saihueque y su familia
permanecieron prisioneros en un espacio controlado por la ciencia experimental. Algunos
de ellos murieron (tanto de muerte natural como por suicidio) en el mismo Museo donde
35

Estos hechos son escenificados por la narrativa realista de Carlos Mara Ocantos en Quilito, novela
publicada en 1891, donde se puso de manifiesto la misma preocupacin demostrada por Moreno respecto del
sentido de la palabra civilizacin. El personaje llamado Pampa, una sirvienta india objeto de maltrato por el
nio de la casa -quien protagoniza la novela- cansada despus del trabajo diario, entre-dormida, suea con la
terrible experiencia de su desembarco en Buenos Aires. El pasaje es narrado en discurso indirecto libre:
...el buque atracado al muelle...sobre la cubierta el montn de indios
sucios, desgreados, hediondos, como piara de cerdos que se lleva al
mercado...Y un militarote, que arrastra su sable con arrogancia, procede
al reparto entre conocidos y recomendados, separando violentamente a
la mujer del marido, al hermano de la hermana, y lo que es ms
monstruoso, ms inhumano, ms salvaje, al hijo de la madre! Todo en
nombre de la civilizacin. (Ocantos, Carlos Mara. Quilito. Pars:
Librera Espaola de Garnier Hermanos, pgs. 9-10)
36

Moreno, Francisco. El diario. Buenos Aires: 23 de noviembre de 1884, pg. 7.

25

fueron descarnados por sus propios familiares, estudiados sus huesos y exibidos despus.
Recin a fines del siglo XX y principios del XXI, en el marco de la Ley Nacional N 25.
517, comenzaron a restituir los cuerpos a las comunidades originarias. El doble estndar
poltica-ciencia aliment un campo de sentido que hizo prcticamente imposible juzgar (si
intentamos evitar la simplificacin) la conducta de quienes trataron con los indgenas
durante las dcadas de los 80 y los 90. La actuacin de Francisco Moreno, defensor de
los derechos de los cautivos en el terreno poltico, pero imperturbable frente al grado de
crueldad que impona su metodologa cientfica de estudio, resulta un ejemplo apropiado
de la hiptesis que venimos manejando. Probablemente, como ya lo sealramos, Roberto
Lehman Nitsche fuera uno de los pocos cientficos de entonces que pens la situacin de
las culturas nativas -explicacin que desarrollaremos en el cuerpo de la Tesis- desde una
perspectiva diferente. La disciplina que rompi la relacin dicotmica entre poltica y
ciencia fue la literatura, y uno de los escritores que interpuso la imaginacin como
vehculo liberador del cerco en que permaneca atenazada la cultura de fin de siglo, fue,
precisamente, Eduardo Holmberg.
La influencia de Darwin en el Ro de la Plata no solo puede medirse por la
incidencia de sus teoras cientficas en la orientacin de los investigadores locales, sino por
la presencia textual de la descripcin geogrfica del pas y la constitucin de historias de
viajes que se convirtieron, despus, en reescrituras de la literatura argentina.
Holmberg fue un viajero incansable por el interior y entreg a sus contemporneos
memorables pginas que reflejaron itinerarios por territorios poco frecuentados,

descripciones geogrficas de sitios completamente desconocidos. Como se podr inferir,


adems, la teora evolucionista estuvo presente en innumerables textos suyos,
particularmente en los de investigacin cientfica, donde aparece en forma aplicada; en
algunos incluso subyace una funcin didctica con el fin de popularizarla, tal el caso del
manual titulado Evolucin (1885). Sin embargo, la ficcin fue el medio por el cual
Holmberg entr con ms fuerza en la controversia que suscit el darwinismo en la
Argentina. Dos partidos en lucha (1875), que lleva como subttulo Fantasa cientfica, es
una novela dialgica que presenta en forma de debate pblico la lucha entre dos corrientes,
el darwinismo y el rabianismo.

37

Este enfrentamiento tiene como contexto la presidencia

37

Respecto de Rabian, de donde se deriva rabianismo para sindicar a sus seguidores, es un nombre que no
tiene entidad histrica como tal, es un seudnimo ficticio que representa al principal promotor del sistema
filosfico que defienden los rabianistas. A lo largo de la novela, Holmberg prefiere mantener oculta su
verdadera identidad. Para ello argumenta lo siguiente:

26

de Sarmiento, particularmente el ltimo perodo, ao 1874, durante el cual se gest la


pugna entre mitristas y alsinistas que dividi en bandos apasionados a los porteos y sirvi
de contexto histrico y modelo estructural a la novela.
La disputa entre los dos bandos mantuvo como rehn el futuro de la intelligentsia
nacional. El triunfo de los rabianistas dara continuidad al statu quo con toda su sombra.
Por el contrario, el reconocimiento del darwinismo como ciencia cambiara inclusive la
norma social. Dos partidos en lucha, su primer texto con cierta relevancia literaria,
acerca del cual Migul Can escribe una crtica elogiosa,

38

todava permanece en la

periferia de los verdaderos enfrentamientos que se iban a generar. Su otro texto, donde
trabaja el fondo de la cuestin, ignorado por la crtica, fue Lin Calel, editado durante los
festejos del centenario, en 1910. Los motivos ideolgicos y estticos por los cuales fue
poco ledo y estudiado los desarrollaremos en el Captulo de la Tesis titulado De la
exclusin a la hibridacin como prcticas socio-culturales, en la Segunda Parte de la
misma. A manera de hiptesis previa, podemos adelantar que el mestizaje como motor de
la pica nacional que propone la obra no fue recibido favorablemente por parte de los
gestores culturales del Centenario. La unin mapuches-blancos no representaba el nous
patritico que el imaginario proyectado por Leopoldo Lugones, Rafael Obligado, Calixto
Oyuela, Manuel Glvez, Ricardo Rojas, Jos Ingenieros, entre otros escritores ilustres,
pretendan exponer a la Infanta Isabel de Borbn o a Ramn del Valle Incln.

Quin es Rabian? Dejadlo dormir en el misterio oculto de su nombre.


Levantar por completo el velo de Isis sera profanar la virginidad de su
existencia. Vivir en una naturaleza sin arcanos, sera caer en el abismo
de las sombras. Por eso cuando la ciencia descubri que Adn haba sido
la ms bella de las fantasas del genio humano, perdi la tradicin del
encanto. (Holmberg, Eduardo Ladislao. Dos partidos en lucha. Buenos
Aires: Ediciones Corregidor, 2005, pg 108).
38
El breve ensayo de Miguel Can sobre Dos partidos en lucha contiene dos facetas una elogiosa, como lo
hemos adelantado y citaremos a continuacin, y otra crtica, que analizaremos en las Conclusiones:
Son tan raras las manifestaciones intelectuales entre nosotros, hay una
indiferencia para todo lo que se aparta del tramite vulgar de la vida
positiva, que cada ensayo literario o cientfico que vemos, nos produce
una sensacin agradable, a la que no es ajeno cierto sentimiento de
respeto hacia aquel cuyo amor al culto de lo bello le da el valor suficiente
de publicar un libro en Buenos Aires, que es lo mismo que recitar un
verso de Petrarca en la rueda de la Bolsa. (Can, Miguel. Ensayos.
Buenos Aires: Administracin General, Casa Vacaro, 1919, pg. 140)

27

La publicacin de Lin Calel (1910), en una edicin personal de mil ejemplares,

39

cerr un perodo de su literatura y abri uno nuevo durante el cual gest su ltimo libro,
eptome literario ideolgico de lo que proponemos como una superacin del 80, una
alternativa a la restauracin o permanencia que por la misma poca pondra en prctica
Enrique Loncn.
Olimpio Pitango de Monalia fue escrito, segn su curadora y editora Gioconda
Marn, presumiblemente entre 1912 y 1915, pero sus antecedentes, segn nuestra lectura,
se remontan al comienzo de la historiografa liberal, cuyo principal exponente fuera
Bartolom Mitre. La novela de Holmberg constituye, por momentos, una respuesta irnica
al pensamiento mitrista, aunque tambin fija posicin frente a los constructores del
discurso institucional representado por Sarmiento y Alberdi.
Aplicadas a la historia nacional, ratificamos las palabras que Borges utiliz para
describir el universo: Quizs la historia universal es la historia de unas cuantas
metforas.

40

Del mismo modo, conjeturamos que esas metforas probablemente se

puedan convertir en constructoras de realidad, pensamiento perteneciente tambin al


acervo borgeano y a una extensa lista de filsofos y literatos. Expresan, por otra parte, las
intenciones que movilizaron la ltima etapa de Eduardo Holmberg como narrador de
ficciones.
Cmo crear un Imago Mundi es la pregunta que subyace y motiva la escritura de
Olimpio. Holmberg trabaja sobre este supuesto, no porque pretenda escribir una nueva
historiografa nacional sino para sacar a la superficie los mecanismos polticos y
discursivos con que fuera creado nuestro imaginario histrico y nuestra institucionalidad
democrtica. No tan slo ve el mundo nuevo a travs de las imgenes del mundo viejo y lo
revela en su escritura; observa y reproduce tambin cmo la modernidad de entre siglos
gesta por medio del poder simblico la realidad socio-poltica. La hiptesis que
intentaremos corroborar considera que los procesos discursivos propios de la crnica y la
historia, y los que buscan describir una realidad social concreta, son para Holmberg,
esencialmente equivalentes a los discursos ficticios propios del literato o del utopista.

41

39

Segn Holmberg la edicin personal la pag un grupo masnico, cuyo comendador se interes en difundir
la obra, aunque la impresin no super los mil ejemplares. Ver Hablando con el sabio Holmberg. El
Hogar, Nmero XXIII, 8 de julio de 1927, pgs. 13, 24 y 26.
40
Borges, Jorge Luis. La esfera de Pascal. Otras Inquisiciones. Buenos Aires: EMEC Editores, 1969,
pg. 13.
41
La primera versin de Monalia, antes de la intervencin histrico-discursiva de Olimpio, responde a las
concepciones del imaginario utpico, representado en La repblica de Platn, en Utopa de Toms Moro,

28

Ambos tipos de construcciones discursivas estn tramadas por un conjunto de categoras


lgicas, epistemolgicas, ontolgicas, estticas, polticas y culturales que dan consistencia
y sentido al proceso imaginario que les sirve de base.
Justificamos, de este modo, el abordaje de cuestiones tericas relativas al discurso
histrico, y su estatuto narrativo y semntico; documentamos la presentacin del discurso
historiogrfico como potencial gnesis narrativa del pas utpico que forja Olimpio.
El discurso de la historia se ha presentado tradicionalmente como un discurso de
carcter cientfico y objetivo que elabora la descripcin de los acontecimientos sucedidos
en el referente. Se ha asumido tcitamente que la historia es esencialmente distinta de la
ficcin. A partir de una recepcin acrtica del gnero histrico se entiende que la verdadera
relacin de los hechos de una cultura, slo es posible dentro del campo de textos que
ofrece el historiador. Sin embargo, la historia presenta una ontologa comparable a la de la
literatura, principalmente en funcin de su carcter narrativo y la utilizacin de
procedimientos poiticos afines, motivos por los cuales intelectuales como Michel
Foucault, Roland Barthes, Fredric Jameson, Paul Ricoeur, Frank Ankersmit, Huge Kellner
y Hayden White (todos ellos forman parte de nuestro marco terico) consideran factible
una vinculacin intrnseca entre ambos discursos.
Con la escritura de su novela, Eduardo Holmberg parece decirnos, tanto la Argentina
fundacional como la Argentina del 80, existen slo en los textos, es decir en su condicin
narrativa. Por pertenecer al pasado son imaginarias y por lo tanto son propias de la esfera
del discurso.
Ese pas, en tanto factum, no existe y probablemente nunca haya existido. Fundar
una Monalia-Argentina moderna se va a constituir, entonces, en una pica imaginaria.
Olimpio (el personaje) idea, piensa, habla, escribe y de este modo construye la historia
nacional. Lo real y lo imaginario son categoras que en Monalia no representan una
controversia en cuanto a su razn de ser. Para Barthes el discurso histrico (tambin el
discurso literario realista) no tiene nunca una existencia que no sea lingstica []

42

La verdad histrica est constituida por palabras as como la realidad est hecha de
palabras.
Finalmente, cmo articular la recursividad de Enrique Loncn con el itinerario
prospectivo de Eduardo Holmberg; la disputa se encuentra en el plano de la subjetividad,
Ciudad del sol de Tomasso Campanella, La nueva Atlntida de Toms Bacon, y en la descripcin mtica del
estado natural, presentes en Daniel Defoe y Jean Jaques Rousseau.
42
Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura. Barcelona: Ediciones
Paids, 2009, pg. 212.

29

en la cohesin social del sujeto individual. Loncn convierte su vocacin literaria en un


acto de fe textual. Intenta revalorizar, intermediar el presente histrico con la
resemantizacin de un discurso perteneciente al siglo XIX. Las obras de Wilde, Lpez y
los autores del 80 en general, producen un particular efecto poitico en sus textos, aunque
su prdica no logra convertirlos en interlocutores de la multiplicidad de textos que cribaban
la realidad. A principios de siglo XX, se haba fisurado el dique de clase, produciendo, ms
que un derrame, una incontenible filtracin de textualidades que no responda slamente a
los discursos oficiales. Para Loncn, la sociedad y la historia se correspondan con
operaciones y funciones lgicas ya aseguradas, pensables como categoras preestablecidas. No se trataba de otra cosa que de la imposicin de la potica y la ontologa
heredadas. Segn Castoriadis:
No obstante, si se decide considerar lo histrico-social por s mismo, si
se comprende que la interrogacin y la reflexin deben darse a partir de
l, si se rehsa eliminar los problemas que plantea mediante el
expediente de someterlos de antemano a las determinaciones de lo que
conocemos o creemos conocer por otra va, se comprueba que lo
histrico- social hace estallar la lgica y la ontologa heredadas. Pues
advierte que no se subsume en las categoras tradicionales, salvo
nominalmente y en el vaco, que obliga a reconocer los lmites estrechos
de su validez, que permite entrever una lgica distinta y, por encima de
todo, alterar radicalmente el sentido de: ser. 43

No hay retorno en el proceso histrico, ni tampoco en el discurso literario. Mientras la


potencialidad del 80 se debilita hasta desaparecer en la obra de Loncn, Holmberg
refuerza su continuidad ejecutando su matriz liberal. La progresividad de su obra se
trasunta en su capacidad de transformacin y permeabilidad histrica y no en la repeticin
mecanicista. As como evolucion de la exclusin del otro a la inclusin por medio del
reconocimiento del mestizaje, presente en Lin Calel, su refundacin imaginaria del pas
propone una heterogeneidad discursiva que configura un sujeto social complejo. La
heteroglosia es uno de los recursos poticos que introducen a Olimpio Pitango de Monalia
en la modernidad de principios de siglo XX. La misma se destaca en la multiplicidad de
gneros abordados por la novela y en la multiplicidad estamentaria que se ve reflejada por
medio de la libre circulacin de voces textuales. Otro de los procedimientos que
implementa Holmberg consiste en narrar el proceso de inversin histrica que padece
Monalia como utopa literaria original.

La tierra de promisin se convierte en una

incipiente distopa o utopa negativa, relato propio del siglo XX, donde el pas feliz y
43

La institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit. pg. 272.

30

ejemplar ha desaparecido, el equivalente literario de lo que Adorno y Horkheimer


denominan el pensamiento negativo.

44

Si bien Monalia es un ensayo que no alcanza a

desarrollar abiertamente una crtica a la razn instrumental, de manera embrionaria y


lateral, Holmberg experimenta con los modos de gestionar el Poder en la modernidad.

45

44

Jimnez, Jorge. Filosofa de ciudades imaginarias, en: Revista de Filosofa de la Universidad de Costa
Rica. Nmero especial 113, Volumen XLIV, Septiembre-Diciembre, 2006.
45
Como obras representativas de la utopa negativa que denuncia el Estado autoritario propio del siglo XX,
se pueden sealar 1984 de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldoux Huxley, El seor de las moscas de
William Holding, Nosotros de Yevgueni Zamiatin y Walden dos de B. F. Skinner, entre otras.

31

Captulo I
El pasado desde el mirador: los precursores.
1.1 Convergencia y diversidad en torno de la generacin del 80.
Los textos ms conocidos de Loncn se insertan en una tradicin literaria que tuvo
como tema central la ciudad de Buenos Aires. No se encuadraron dentro de una potica
excesivamente estructurada, sino que obedecieron a un conjunto de tentativas para captar
la nueva realidad social, en sintona con la sensibilidad de un escritor influenciado por la
reciente tecnologa, las exigencias de los lectores modernos, la movilidad geogrfica y
social de los nuevos grupos urbanos, y las nuevas costumbres asociadas con el crecimiento
demogrfico de las ciudades. En la ltima etapa de su obra aborda una variedad de
gneros tales como la crnica social, el retrato, la nota humorstica, la memoria, el artculo
de opinin y el relato. Es imposible considerar su corpus literario recortndolo sobre la
ciudad de Buenos Aires, sin mirar el paradigma formal e ideolgico que signific para
Loncn la escritura de fines de siglo XIX. Podemos encontrar otros autores que
compartieron el mismo inters; tal el caso de Buenos Aires, desde setenta aos atrs
(1881) de Jos Antonio Wilde, La gran aldea (1882) de Lucio Vicente Lpez, Memorias
de un viejo (1889) de Vicente Gil Quesada y Las beldades de mi tiempo (1891) de Santiago
de Calzadilla.
Aldea millonaria tiene carcter de continuidad y homenaje a la obra de Lpez, no tan
slo por la sugerencia de su ttulo sino tambin por la repeticin de procedimientos y la
construccin de su mirada crtica. La prosa de Enrique Loncn se distancia
cronolgicamente de la narrativa de Jos Antonio Wilde y del carcter genrico pero no
temtico que intenta Lpez en La gran Aldea. Su estructura compositiva (relatos breves,
siluetas, tipos, dilogos) se mimetiza en algunos casos con el discurso periodstico,
aunque su lenguaje escapa de la urgencia referencial del mismo, para instalarse
decididamente en una ms profunda bsqueda esttica. Su escritura retoma estrategias de
Lpez, Wilde, Can y Mansilla, precursores que van a poner a su disposicin un amplio
repertorio de procedimientos: la irona, la parodia, la digresin, la causerie y el humor,
entre los ms utilizados.

32

Como sostiene Eduardo Romano el rtulo generacin del 80 puede ser abusivo e
inexacto. Su tesis propone que los hombres del 80 presentaron divergencias alrededor de
campos tales como la religin, la economa, la poltica, la pedagoga y tambin la potica:
Segn el repaso que acabo de hacer, falt en la literatura de la dcada
de 1880 unanimidad en cuanto a criterio esttico, as como una
tendencia artstica dominante. Predomin, al contrario, sea la adhesin
tarda a postulados romnticos; sea el realismo-naturalismo, aunque
despojado de sus objetivos de crtica social originales; sea un
tradicionalismo recuperador de materiales legendarios o descriptivo,
pero siempre adverso al entusiasmo cosmopolita; sea un clasicismo
academicista, propugnado casi exclusivamente por Calixto Oyuela
[] 46

No vamos a realizar una evaluacin sobre cules debieran ser las condiciones
necesarias para llamar generacin a un grupo de contemporneos, que compartieron
diversos acontecimientos durante el fin de siglo. Aceptamos la premisa de la diversidad
segn se realice el corte, segn se ponga en perspectiva la mirada, pero tambin utilizamos
la denominacin canonizada y homogeneizadora en la medida que el cruce de ambas
concepciones, nos permita manejar las variables suficientes para indagar nuestro corpus
de estudio. Del marco amplio elaborado por Romano nos vamos a remitir al ncleo
concentrado de escritores reconocidos habitualmente como los ms representativos del 80.
Nos estamos refiriendo en principio a Eduardo Wilde y Lucio V. Lpez, a partir de los
cuales estableceremos una genealoga potica de la escritura de Loncn, y cuando lo exija
el trabajo, profundizaremos las relaciones paradigmticas con Miguel Can y Lucio V.
Mansilla.

1.2 Eduardo Wilde, estrategias de fuga de una modernidad perifrica.


La conservacin absoluta es una imposibilidad en el mundo
en que todo va de trnsito.
Eduardo Wilde, La tribuna

Eduardo Wilde adems de ser considerado precursor de Loncn, representa un caso


destacable dentro de la literatura de fines de siglo. Su filiacin como pre-modernista por su

46

Romano, Eduardo. Colisin y convergencia entre los escritores del 80, en Punto de Vista. Buenos Aires,
1980, Ao 3, N 10. pgs. 6-7.

33

trabajo con el lenguaje y la calificacin de prosista fragmentario que le adjudicara


Ricardo Rojas a los narradores del 80 en su Historia de la Literatura Argentina, 47 no hizo
ms que simplificar y cristalizar su lectura. Tras la mirada desvalorizante, las acotaciones
complementarias de autor original o creador de prosa artstica, por parte de los
mismos crticos, resultan un gesto insuficiente. La causa de su fragmentarismo puede
argumentarse desde diversas variables relacionadas con su vida personal:
a) dedicacin a su labor profesional como mdico y a la administracin poltica en los
gobiernos de Roca y Jurez Celman.
b) su concepcin filosfica del mundo marcada por el escepticismo.
La adjetivacin de prosa ligera o breve no es la nica caracterizacin posible de su
trabajo, aunque es de uso frecuente. Se ha sealado en ms de una oportunidad el humor
corrosivo e irnico que utilizaba Wilde como tono de sustento sin observar el matiz
ideolgico que subyaca al mismo. En su caso particular, no sera equivocado considerarlo
una modalidad o un sub-gnero en lugar de un procedimiento. Al resultar un fundamento
estructurador de su sistema significante no se lo podra entender simplemente como un
recurso incidental ni ocasional del texto.
En el campo de la interpretacin, la crtica redujo la modalidad de la irona, a una
marca de clase, a una toma de distancia referencial, a un gesto crtico unidireccional,
consideraciones todas vlidas pero insuficientes para describir la retrica aludida. En la
prctica escrituraria de Eduardo Wilde, las significaciones producidas por la irona no se
sujetan a un punto de vista clausurado a priori. Las causas de su funcionamiento, que
provisoriamente podramos denominar plurisignificativo, se pueden encontrar tanto en las
intenciones del propio escritor como en el carcter estructural del recurso lingstico
elegido. Lo mismo ocurre con el humor, otra constante de su literatura.

48

La siguiente

47

Esta postura ha sido mantenida, entre otros, por Silvia Mohillo en Lectura de Wilde (Lecturas desde la
otra acera. Buenos Aires: Sudamericana, 1996.) y Juan Jos Sebreli cuando lo define, simultneamente con
Can y Mansilla, como un autor menor e incompleto en Crtica de las ideas polticas en Argentina. (Buenos
Aires: Sudamericana, 2003.)
48
Respecto del humor establecemos su diferencia con la comicidad. Si bien el humor y lo cmico pueden
desencadenar la risa, el primero suma una instancia crtica. La comicidad se asocia con el divertimento o el
puro espectculo, mientras que el humor (la irona se puede considerar una de sus formas) explota la
capacidad de liberar, como segundo sentido, una mirada negativa sobre lo instituido. Vctor Bravo en
Figuraciones del poder y la irona, (Caracas: Monte vila, 1997, pg. 133) argumenta que Lo cmico
puede formar parte en este sentido del humor pero puede haber humor sin comicidad cuando lo dominante
es lo reflexivo. Es posible decir que cuando el nfasis se coloca en lo cmico, lo desencadenante es la risa;
cuando se coloca en lo reflexivo, el humor se hace escptico, incluso serio. La literatura de Wilde no
trasunta la seriedad desde el humor, pero s provoca la reflexin o pone de manifiesto una mirada dominada
por el descreimiento.

34

reflexin de Milan Kundera sobre un pasaje escrito por Rabelais puede ejemplificar lo que
venimos argumentando:
Esta escena es irreal, imposible: se desprende al menos de ella alguna
moral? Denuncia Rabelais la mezquindad de los comerciantes cuyo
castigo debera alegrarnos, o quiere que nos indignemos contra la
crueldad de Panurgo, o se burla, como buen anticlerical que es, de la
necedad de los estereotipos religiosos que profiere Panurgo? Adivinen!
Cada respuesta es una trampa para tontos. 49

Se podra poner en prctica una hermenutica que defina desde dnde escribe Wilde y
contra quin o quines escribe, pero no dejara de ser una mirada acotada. Su escritura es
un medio operativo sobre los diferentes pliegues que forman el consenso de lo real,
originando a su vez, lecturas que se contradicen, interpretaciones abismales, reveladoras
por otra parte de la alteridad. Lo real no es una construccin simple, que se desarticula, si
el humor interviene sobre su engaosa universalidad.
Segn Mara Eugenia Flores Trevio:
la irona es una figura que posee la extraordinaria caracterstica de
encontrarse in absentia [] posee la cualidad semntica del contraste;
se introduce fcilmente en el dialoguismo como en la ideologa y en sta
ejerce el poder a partir del simulacro. 50

Los narradores de Wilde, sus personajes, el mismo Wilde se transforman en bufones,


performers de una imaginera aunque encantada, farsesca, que conduce al lector entre
palabras hilarantes e hirientes hacia la revelacin de un objeto acosado por el escarnio o
resguardado por una compasin ambigua, actitud potica que slo la competencia del
receptor podr decodificar, aunque no siempre pueda extraer un significado confiable. El
riesgo de hacer pasar por tonto lleva un potencial expresivo conscientemente explotado por
el autor. A travs de la irona, Wilde discurre evasivamente entre simulacros; oculta para
develar y habra que determinar hasta qu punto transgrede para proponer un nuevo orden.
En sus textos, a cada paso se encuentran todo tipo de indicios que conducen a su
desengao que se termina por instaurar con la modernidad. No hacemos referencia
exclusivamente a su conocido texto Vida moderna, sino a una serie de trabajos de
diferentes pocas, que en conjunto, terminan por configurar su identidad.
49

Kundera, Milan. El da en que Panurgo dejar de hacer rer,Los testamentos traicionados, Buenos Aires:
Tusquets Editores, 2009, pg. 13.
50
Flores Trevio, Mara Eugenia. Funcin potica del lenguaje, Mxico: Universidad Autnoma, 2006, pg.
11

35

Wilde enfrenta el nuevo mundo y como seal Walter Benjamn, lo interroga


profanamente. Con asepsia positivista y sensibilidad artstica estudia la realidad sin la
reverencia de sus cultores, la contorsiona, la desmembra, la satiriza. A pesar de su
pertenencia de clase, de su participacin en la gestin poltica, la modernidad no deja de
plantearle interrogantes y sospecha que la seguridad habita en el pasado. En el presente,
convive con voces de diferente procedencia que toman cuerpo y se expanden en sus textos
literarios. Cuando Wilde descubre su verdad en la vida, le resulta ms controvertida de lo
esperable. El humor y la irona le permiten vivir las contradicciones del mundo y hacerlas
coexistir en la evidencia literaria. Como tctica o lectura de la realidad su actitud no es
exclusiva del hombre del siglo XIX, se remonta, como sostiene Kundera en el artculo La
desprestigiada herencia de Cervantes, al inicio de la era moderna:
Cuando Dios abandonaba lentamente el lugar desde donde haba
dirigido el universo y su orden de valores, separado el bien del mal y
dado un sentido a cada cosa, don Quijote sali de su casa y ya no estuvo
en condiciones de reconocer el mundo. ste en ausencia del Juez
supremo, apareci de pronto en una dudosa ambigedad; la nica
Verdad divina se descompuso en cientos de verdades relativas que los
hombres se repartieron. De este modo naci el mundo de la Edad
Moderna [] 51

Cervantes al escribir el Quijote puso al descubierto la relatividad de las cosas


humanas. El extraamiento que proviene de la certeza de que no hay certezas se aduea de
la conciencia moderna y abre necesariamente nuevos espacios para la imaginacin. Es
entonces cuando la representacin de la verdad se multiplica. En Wilde, como en
Cervantes, el humor y la irona son los instrumentos elegidos para representar el dudoso a
la vez que democrtico nuevo mundo que se avecina.
La epstola de Baldomero Tapioca titulada Vida moderna se encarga de erosionar y
devastar la realidad para desocultar lo imprevisto. La misiva est dirigida a un amigo y por
lo tanto, el tono afectivo y el registro coloquial, le facilitan sus maniobras cargadas de
sobreentendidos. Tapioca relata cmo pasa sus das refugiado en el interior del pas, en Ro
Cuarto. Comparte una casa medio arruinada y desierta con un sirviente y la cocinera,
muy entendida en poltica y en pasteles criollos. La aclaracin por medio de un
paralelismo relaciona sintcticamente, sin llegar al nonsense, mundos lejanos entre s: la
complejidad de la poltica y la sencillez de la cocina criolla. Esa caprichosa analoga inicial
51

Kundera, Milan. La desprestigiada herencia de Cervantes. El arte de la novela. Buenos Aires: Tusquets
Editores, 1994, pg 16.

36

entre dos extremos -en algn caso incompatibles para el sentido comn- abre una brecha
que le permite al emisor de la carta experimentar, mediante una alquimia axiolgica las
flexiones del lenguaje, sin correr los riesgos de ser impugnado por formas convencionales
del pensamiento. Retirado en un pueblo de provincia, donde vive precaria y austeramente
para lo que haba sido su existencia cotidiana en Buenos Aires, se declara completamente
feliz. Al desplazamiento geogrfico se suma un viaje en el tiempo, cuando saca a la
superficie los recuerdos de su niez. El protagonista de esos recuerdos es un viejo que se
destaca por su ascetismo, su sabidura y el respeto que las personas ms importantes del
pueblo le profesan. Como lo hicieron otros escritores del 80 Wilde se refugia en el pasado
para encontrarse con su identidad perdida. Tal vez provocara una mueca de disgusto en
Sarmiento y Alberdi dado que la analepsis de Tapioca tiene como objetivo desacreditar lo
que ambos pensadores de la Generacin del 37 haban instalado como proyecto: slo el
advenimiento de la modernidad cambiara nuestros malos hbitos provenientes de la
barbarie de las provincias y de las culturas ligadas al pasado colonial.
A partir de la representacin de una persona mayor con rasgos asimilables a la
tradicin (por el poder simblico que emana de la misma) se podra inferir, en un acto de
ligereza, que Wilde intentaba rescatar la clase patriarcal del olvido, a la vez que de manera
implcita, cuestiona la despolitizacin del 80. La probabilidad existe, pero no se puede
desconocer que el foco de atencin del recuerdo est puesto en los hbitos de la sociedad
argentina pre-moderna y no en la herencia de clase, crculo que se cierra significativamente
en el presente. Los motivos por los cuales Baldomero Tapioca se siente feliz estn
depositados en la soledad y la posesin irrestricta del tiempo que le dispensa la vida en el
interior. Si algo enfatiza la carta es el desahogo y la catarsis, como resultado de
permanecer fuera del acoso existencial que impone el nuevo sistema, regido por el
consumo y la competencia.
A diferencia de la pulsin por el esteticismo que presentan Mansilla, Lpez y Can,
como sostiene David Vias en Literatura argentina y realidad poltica, Wilde mantiene
una actitud de resistencia; se revela ante los materiales y los matices exquisitos, que bien se
podra interpretar como respuesta a los libros de viaje escritos por Lpez y Can entre
1880 y 1882. El viajero esttico disfruta, se complace con la arquitectura, los museos, los
mrmoles, las sedas, los terciopelos, los metales preciosos; Baldomero tapioca invierte la
funcin de los objetos estticos. Cito:

37

[] me extasiaba contemplando la Venus de Milo; me entusiasmaba


contemplando las nueve musas [] Ahora no puedo pensar en tales
personajes sin encolerizarme. Cmo no! Casi me saqu un ojo una
noche que entr a oscuras a mi escritorio contra el busto de Gladstone;
otro da la Venus de Milo me hizo un moretn que todava me duele; me
alegr que tuviera el brazo roto. Despus por impedir que se cayera la
Mascota, me disloqu un dedo en la silla de Napolen en Santa Elena, un
bronce pesadsimo, y casi me ca enredado en un tapiz del Japn. 52

La actitud coloquial queda expuesta en la interpelacin Cmo no! La expresin


lacnica, no evidencia a quin o a quienes implica, pero seguramente no se reduce al
nuevo rico o rastacuore. El procedimiento de acumular objetos de arte, que no son
nicamente intiles (lo que podra esperarse, para su descalificacin, desde una visin
pragmtica), ocasiona un efecto inverso a la funcin que les dio origen: dolor en lugar de
placer. Desplaza por completo el sentido que le otorgan sus contemporneos a una obra de
arte. Desde dnde habla el autor? Sobre quin ironiza? Cuestiona el mundo moderno, el
consumo exacerbado de la nueva burguesa, se cuestiona a s mismo?

53

Las posibilidades

se multiplican. Y el tono zumbn con que describe a la cocinera acerca de su sabidura


tanto de la prctica culinaria como del mundo de la poltica, tampoco deja cerrada la
valoracin que se hace sobre la vida buclica.
En el caso de Pablo y Virginia, Wilde experimenta con el gnero. Toma como
modelo la novela prerromntica de Bernardin de Saint Pierre (1787), promete un relato (en
general los crticos la denominan narracin) pero termina escribiendo una resea crtico-

52

Wilde, Eduardo. Vida Moderna Prometeo & Cia, Buenos Aires: Biblioteca Nacional-Ediciones Clihue,
2005, pg. 136.
53
El relato costumbrista La carta de recomendacin, publicado en Tiempo perdido (Buenos Aires: El
ateneo, 1930), podra resultar una referencia clave respecto de la posicin que asume su autor con relacin al
interrogante que nos planteamos. En el texto, Wilde (el cdigo proveniente de la medicina nos autoriza a
suponer que narrador y autor estn estrechamente ligados por eso remitimos el enunciado directamente al
ltimo) cree que este pueblo padece un trastorno funcional de las pasiones. La necesidad de aparecer es
una de ellas. La otra patologa, que ocupa el centro del problema, tiene relacin con el mtodo que
habitualmente se pone en prctica para conseguir un trabajo bien remunerado, nico modo de sostener las
apariencias. El trfico de influencias corporizado en su metonimia la carta de recomendacin conduce la
breve historia. Wilde no inmoviliza la crtica contra este trastorno en la figura del otro. El entre-nos
compone el crculo que recorre como una cinta de Moebius, el trfico social. Tampoco se desliga de su
responsabilidad: yo tambin recibo cartas de recomendacin y las escribo por docenas. Y coloca a la vista
de todos a los dueos de apellidos notables que estimulan la actividad: Luis Varela me recomend a
Bilbao[] Colridgen me recomend a Gutirrez, Gutirrez a Cantilo, Cantilo a Mansilla[] Choquet a
Quesada[] Del Valle a Goyena. (Tiempo Perdido, Op. Cit. Pgs. 172-176.) Si bien las cartas estn
devaluadas como la moneda por la cantidad que circula, denuncian el compromiso de la clase dominante,
narrador incluido. Suponer que la irona aplicada por los escritores del 80 tena como principio desacreditar
o tomar distancia del otro, entendido como el inmigrante arribista, o el burgus en ascenso con aspiraciones
desmedidas y sin respaldo de origen, es una simplificacin desmentida al menos por este relato. El
reproche de Wilde (si es que lo hay porque el humorismo modera la intencin) va dirigido casi
exclusivamente hacia el interior de la clase.

38

humorstica. El idilio de los protagonistas del texto de Saint Pierre transcurre en la isla
Santa Elena. Su tesis principal reproduce la idea que Rousseau desarroll en Sobre el
origen de la desigualdad entre los hombres (1775): la civilizacin ha envilecido al ser
humano. Entre sentencias morales y religiosas, el autor propone una educacin producto de
la relacin con la naturaleza y la vida sencilla, consigna pedaggico-sentimental que remite
sin disimulos a la novela Emilio o la educacin (1762). Wilde, como mediador entre la
novela y el lector desestabiliza la previsibilidad de la propuesta narrativa de Saint Pierre.
Utiliza variedad de recursos que abren diferentes instancias de lectura, eventualidad que el
original niega. La crtica literaria se hace un espacio meta-crtico entre la historia y la
proliferacin de sentidos:
Aqu debera concluir la novela pero no concluye [] Pongo en
conocimiento del lector que el viejo tantas veces nombrado en esta
lamentable historia, slo figura en ella por hallarse presente. Jams ha
hecho cosa alguna que yo pueda narrar pero el autor lo encuentra
indispensable para el desarrollo del drama [] Por fin l tambin muri
y tuvo el gusto (dice el autor) de ser enterrado junto a su novia. 54

A la apreciacin respecto de dnde debera finalizar la novela, y a la falta de


motivacin argumental para sostener a uno de sus personajes principales, sigue la irona
sobre el sentimentalismo de la misma. Wilde parafrasea un pasaje de la novela en discurso
indirecto con la intencin de reproducir el ridculo que la cita esconde, reforzado por la
sugerencia genrica de que fue una idea brillante del autor. Por otra parte, la expresin
que yo pueda narrar es una de los tantos dudosos indicios que los crticos han seguido
para valorar el texto como un cuento.
Pablo y Virginia es una parfrasis crtica sobre las farragosas descripciones y
reflexiones del narrador y sus criaturas, contrarias a los principios que consigna como
preceptiva potica en Aguas abajo:
Despus a lo largo de la vida, (Boris) ha ledo mucho, mucho, mucho, y
fueron cambiando sus aficiones hasta llegar a esta frmula: lo nico
que vale en literatura es lo original y lo que ms seduce es la narracin,
sin digresiones largas ni comentarios. 55

Si hubiera que practicar un relevamiento de los significantes negativos que dispara el


texto qu direccin tomara la maniobra irnica o la lectura metaliteraria? A quin se
dirige la crtica: al maltrato que la ta y la civilizacin parisina le prodigan a Virginia, a su
54
55

Pablo y Virginia. Prometeo & Cia. Op. Cit., pgs. 257-258.


Wilde, Eduardo. Aguas abajo. Buenos Aires, Editorial Huemul, 1969, pg. 121.

39

educacin frvola que no le provey de los medios necesarios para salvar su vida frente al
ataque de la naturaleza, a la crueldad de los patrones que viven en un entorno natural
idlico pero torturan a sus trabajadores, al esquematismo con que algunos romnticos
construyen sus personajes, o desde una perspectiva moderna decadente, a la imposibilidad
de alumbrar un sentimiento puro como el amor? Su modalidad de escritura potencia y
multiplica las interpretaciones, y pone nuevamente en primer plano, el conflicto an
irresuelto para Wilde, entre la vida moderna y la vida buclica o de la sociedad
premoderna.
En As, relato sentimental segn el consenso generalizado de la crtica, reaparece
Baldomero Tapioca, alter ego del narrador (ambos mdicos); denominarlo relato
sentimental puede resultar un exceso conforme nuestra propia interpretacin. Tambin se
lo ha considerado un cuento, pero se aproxima tambin al ensayo: El amor es un tema
universal y eterno, y ningn tratado de filosofa y de moral me prohbe ocuparme de lo
universal y de lo eterno. 56
El narrador cuenta una historia en clave de humor escptico. El dilogo entre
Baldomero y Graciana se pone en prctica por medio del intercambio de cartas
supuestamente amorosas, reproducidas en estilo directo. Baldomero le confiesa su pasin
haciendo uso de un cdigo y de un tono mdico-profesional. Ella, que entiende la forma
pero no el sentido, responde a su requerimiento por medio de un idioma en el que
predomina la libertad fontica, morfolgica y sintctica (se supone que no est
completamente alfabetizada), 57 pidindole que le enve un remedio para el dolor de muelas
de su madre. La arbitrariedad del registro utilizado por Baldomero y la incompetencia
lingstica de Graciana conducen al fracaso de la comunicacin. No obstante los
contratiempos generados por el lenguaje, la pasin se consuma. La belleza de Graciana no
slo seduce a Tapioca sino que inquieta al narrador cuando ingresa enferma al hospital
donde ste trabaja. La pureza del amor romntico se ve potencialmente contaminada. El
despertar de la sensualidad no le genera al mdico amigo de Baldomero ninguna culpa; lo
detiene la condicin de paciente que reviste Graciana. Wilde produce un corrimiento de los
lmites que la moral tradicional le impona al amor, aunque no transgrede la tica
profesional que regula la conducta moderna. La intelectualidad, en sus distintos campos,

56

As. Prometeo & Cia. Op. Cit., pg. 211.


En este punto resulta conveniente aclarar que no es arbitraria ni puramente esttica la eleccin de hacer un
uso ldico del lenguaje. Wilde mantena una fuerte polmica con los gramticos, especialistas en lengua y
acadmicos de su poca, que vamos a abordar con ms detenimiento cuando estudiemos Aguas Abajo.
57

40

no escap a los alcances de la concepcin sobre el conservador repertorio de principios que


defina la conducta de los irresponsables.

Manuel Podest, justamente en Irresponsable (1889), tematiza a travs de sus dos


personajes centrales, la problemtica del sujeto que no responde a las condiciones
impuestas por la modernidad capitalista. El itinerario espacial que traza la novela recorre
distintos mbitos de Buenos Aires pero se unifica significativamente en el mundo de la
medicina, disciplina que practicaba su autor, al igual que Wilde y sus portavoces, el
narrador de As y su personaje Baldomero Tapioca.
El estudio anatmico del cadver de una bella mujer de clase baja motiva al narrador y
lo estimula a reflexionar sobre las relaciones entre la belleza y la virtud. Concluye, como
Shakespeare en Hamlet, que sobre la belleza se impone la perversin moral. El
protagonista de Irresponsable, pareja de la joven, conocido solamente por su sobrenombre,
el hombre de los imanes, termina proporcionndole al mdico la informacin necesaria
sobre el estado psquico-emocional de la mujer en cuestin y de este modo consigue cerrar
su diagnstico: la compulsin por las pasiones bajas dominaba su voluntad. Cuando el
hombre de los imanes, desesperado, haba consultado en una oportunidad anterior a un
especialista, la respuesta no haba dejado lugar a dudas: era natural que fuera perversa,
degradada, porque su organismo estaba determinado as. El profesional haba definido el
cuadro clnico que presentaba la mujer como histeria, encontrando finalmente la etiologa
de su comportamiento; a su vez haba disuadido al consultante de la imposibilidad de
recuperar ese cuerpo, que por otra parte se perdera para el sistema socio-econmico y sus
redes de dominio.
A fines de siglo XIX, la medicina hegemoniz los diagnsticos de lo diferente y
subversivo, entendidos como patologas. El narrador de Irresponsable representa a un
observador invisible que decodifica y controla el lenguaje de los cuerpos; registra y
comunica, adems, los riesgos que implica su equvoca insercin social. La prostitucin
primero y finalmente el suicidio cierran el ciclo de vida del personaje femenino, una
irresponsable moral que no puede romper el cerco de sus determinaciones y, por lo tanto,
no tiene posibilidades de responder a la normalidad de la vida social de su poca.

41

Pocos aos despus de la escritura de la novela de Podest, en la revista de orientacin


socialista La montaa, dirigida por Jos Ingenieros y Leopoldo Lugones, se entabl una
fuerte polmica con el intendente de la ciudad de Buenos Aires, Francisco Alcobendas. 58
El motivo de la disputa se vinculaba con el negocio de la prostitucin en las calles de la
ciudad. El enfoque no se alejaba demasiado del estudio literario realizado por Manuel
Podest en Irresponsable. Los lmites ticos morales cargaron con todo el peso de la
discusin pblica.
Para curiosidad del lector, la problemtica social que condicionaba la vida de estas
chinitas, como las haba definido Podest, no fue tenida en cuenta por los jvenes
socialistas cuando analizaron el cuadro de situacin. La ecuacin rdito econmicocomportamiento tico movilizaba a unos y a otros cuando se debata sobre el proyecto
modernizador de la burguesa.
Un segundo ejemplo de sujeto que atentaba contra el orden y las buenas costumbres, lo
encontramos en el personaje que Podest bautiz como el hombre de los imanes. El
mismo representa, al igual que su compaera, un comportamiento fronterizo que los
higienistas de la poca consideraban inestabilidad nerviosa, categora que se origina
literariamente en Poe y recorre gran parte del siglo XIX. Segn Paul Burguet, terico
decadente, el hombre moderno vive en un estado de desequilibrio continuo que le produce
una alteracin nerviosa. En algunos casos, lo vuelve irrecuperable. El protagonista de
Irresponsable preocupa a su narrador, pero no tan slo como un cuadro clnico, sino como
un modelo descriptivo de la disfuncionalidad social. Esta circunstancia explicara el modo
en que se articula la ficcin desde la clnica mdica, con la produccin simblica y cultural
que responde al proyecto cientfico- positivista y sus estamentos de control.
Se pueden reducir a dos las lecturas que el narrador utiliza para explicar la conducta
extravagante de el hombre de los imanes. La primera de ellas est relacionada con el
plano literario. Las novelas de Zola haban ejercido una influencia negativa en la
formacin ideolgica del protagonista. Su cabeza estaba llena de escenas de L
Assommoir, donde una sociedad de obreros viciosos desfilaba ante sus ojos. 59
El grado de sus vicios se encontraba proporcionalmente relacionado con la escasez de
sus recursos; los carbones de la mina destruan sus pulmones a cambio de un salario que no
cubra sus primeras necesidades. La ideologa zoliana era responsable de incidir sobre la
mentalidad de muchos incautos que confundieron Europa con Buenos Aires. Los textos del
58
59

Ingenieros, Jos y Lugones, Leopoldo. La montaa. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes, 1996.
Podest, Manuel. Irresponsable. Buenos Aires: Biblioteca de la Nacin, 1954, pg. 210.

42

autor francs eran representativos de la miseria europea, peo no de la prosperidad


argentina. En el pas, la riqueza estaba al alcance de quien se lo propusiera, sostena como
tesis Podest.
No es el nico autor que pretendi desautorizar a Zola calificndolo como agente
corruptor de las conciencias. El periodista Carlos Olivera intervino en la polmica contra el
naturalista francs. Desde el peridico El diario consider que la exageracin y el excesivo
detalle eran procedimientos artsticos concluidos.60 La representacin pormenorizada en
los momentos ms desagradables y repugnantes de la vida de los personajes atentaban
contra el objetivo del arte que sera mejorar tica y estticamente a los lectores. Zola
perverta el sentido moral, en tanto su proceder artstico pedaggico podra despertar las
tendencias ms brutales o la irresponsabilidad social generadas por las lecturas de sus
novelas.
Las cabezas delirantes de estos seres envilecidos y degradados, capaces de cualquier
monstruosidad tendran como amparo el manicomio o la crcel para que la sociedad
pueda vivir tranquila, sin codearse con el peligro y sin escuchar el dolor, palabras de
Podest. 61
En el siglo XIX, la prctica de la penitencia religiosa fue complementada con las
prcticas cientficas de la medicina, la psiquiatra, la psicologa y la pedagoga. Con el
desarrollo de cada una de estas disciplinas se anexaron las conductas irregulares a las
enfermedades mentales y se tipific cada uno de los posibles desvos. En el centro de esta
operacin social de control, se levant la figura del mdico reemplazando la del sacerdote,
quien haba sido el nico administrador de la moral.
En la novela de Podest, el hospicio de hombres es un espacio que sintetiza,
alegricamente, el proceso que hasta el momento hemos pretendido describir. Ha sido en
primera instancia, un viejo convento de los padres Belermitas que se reconvierte en sede
del sistema mdico alienista moderno, donde se estudian y mantienen cautivos a quienes
representan una amenaza social, y adems es un monumento tradicional que conserva viva
la memoria de la Reconquista de Buenos Aires de manos de los ingleses. El edificio se
convierte as en un cono de la fusin que en los ltimos aos del siglo se produce entre la
tradicin y la modernidad.
La segunda lectura sobre el comportamiento del protagonista de la novela tiene relacin
directa con su cerebro atrofiado por la inaccin. El personaje no tiene el mrito ni el
60
61

Olivera, Carlos. En la brecha. Buenos Aires: F. Laujaune Editor, 1887


Irresponsable. Op. Cit., pg. 219.

43

herosmo del que lucha contra la miseria, y elige el amor al trabajo. Ha franqueado la edad
que la sociedad burguesa supone seria, e impunemente sala a la calle a mostrar su
degradacin sin sentirse culpable. Era un inservible. Todo el mundo trabajaba, por
todas partes se vea el progreso, el bienestar 62, apunta el narrador.
La ciudad se haba transformado prodigiosamente y l permaneca en su actitud
sediciosa, revulsiva. El sistema econmico moderno no haba podido inocularle el virus de
la responsabilidad. El narrador, a travs de sus estrategias mdicas, tampoco lo logra. La
instrumentacin poltica de dominio sobre el rdito econmico de los sujetos no llega a
contaminar al hombre de los imanes que permanece inmune a la infeccin capitalista.
As como las novelas de Zola corromperan ideolgicamente a sus lectores, la novela de
Podest resulta un modelo respaldado por el crdito a la cientificidad que ilustra de manera
ejemplar cul es el destino de quienes no respetan las reglas del sistema. El irresponsable
pierde su condicin humana, eclipsado por el vicio y el alcohol que incrementan su
neurosis hasta la locura, cuadro clnico que se cierra con un lenguaje propio de la cultura
catlica: las puertas del infierno de Dante se abrieron de par en par ante sus ojos

63

Volviendo a la figura de Wilde, resultara dudoso que lo atemorizara la prdica acerca


de premios y castigos post-mortem; el reemplazo de la axiologa cristiana por el juramento
hipocrtico y la moderna responsabilidad profesional, pareceran ponerlo a salvo de dicha
apora. Es probable que para la poca la intervencin de la Iglesia sobre la sexualidad se
hubiera encontrado debilitada. La medicina ya haba emprendido su gestin, dominio tico
desde el cual operaban Podest, Wilde y sus personajes. El hecho de que se les prestara
tanta atencin literaria a los locos morales o genitales si nos remitimos a Ramos Meja,
64

es prueba suficiente de que se ejerca un rgimen severo sobre ellos y se pretenda

mantener un control exacto sobre sus conductas.

Los ltimos textos de Wilde que nos interesa abordar, son dos novelas. La primea de
ellas est trabajada desde una sutil irona, y la segunda, Aguas abajo, concentra algunos de
los temas que, en los relatos breves, fueron tratados desde lo heterclito o la relativizacin
de los valores. Aguas abajo por tratarse de su obra final (muere antes de concluirla) retoma
sus preocupaciones centrales aunque mediatiza el tono y los procedimientos, a la par que
experimenta una esttica diferente. En Novela corta y lastimosa (1897) realiza la proeza

62

Ibd., pg. 207.


Ibd., pg. 329.
64
Ramos Meja, Jos. La neurosis de los hombres clebres. Buenos Aires: Biedma, 1882, pgs., 110-175.
63

44

de condensarla en siete captulos y dos pginas y media; desarrolla dos historias, una de
amor y otra, como una suerte de paradoja, registra su impotencia para escribir una
narracin de largo aliento.
Segn Pere Ballart en Eironeia. La figuracin irnica en el discurso literario moderno,
65

la irona realiza un proceso similar a la metfora, ya que en ambas se transmuta el

sentido de un trmino o expresin. Wilde, en su texto, va a operar con una figura anloga,
la alegora. La prctica literaria moderna difiere del sentido especfico que le daba la
tradicin retrica, aunque no pierde por completo su funcin translativa. La alegora, en
este cambio de contexto, trabaja sobre la restauracin de la multiplicidad de sentidos que el
humor ha destinado a un mbito de negatividades. En todo caso, la versin actualizada de
la alegora se configura en el proceso por resolver un sentido superior a la indeterminacin
y la ambigedad. De cualquier modo la complejidad de los textos modernos no asegura la
efectividad del tropo. Los trminos relativos permanecen a pesar de la competencia idnea
del receptor. Sin abundar en el anlisis, podemos conjeturar que en algunos casos, la
unidad superior de sentido es perfectamente aprehensible. La alegora intenta reconstruir
los significados que se disparan con el humorismo de Wilde, pero se enfrenta con un
trazado sembrado de perplejidades que no elimina de la ponderacin, el riesgo de los
lectores de pasar por cndidos.
En el caso de Novela corta y lastimosa, la lectura literal propone el deseo ertico del
narrador por una mucama italiana. Por ms que el personaje se lo proponga, no encuentra
tema para conversar con la mujer. De este modo pierde el dominio de la situacin y aleja la
oportunidad de satisfacerlo. Se paraliza o inhibe en la sola intencin. Lo mismo le ocurre
con el impulso de desarrollar su relato, no encuentra el tema.
El ttulo del Captulo IV es por dems explcito: Tema insuficiente. El paralelismo
entre mujer y novela adquiere diversas mscaras significantes. El nombre completo de la
mucama, Margarita Lontana, no exige agudizar demasiado el ingenio. El poder
significativo est depositado en su carcter de mujer fustica inalcanzable. Pero el objeto
del deseo posee una doble cara y el giro alegrico es quien se encarga de revelar la
imposibilidad de la escritura. En el plano figurativo el sentido connota la distancia
insalvable entre el narrador y su otro objeto, la novela. Ante los bloqueos que debe

65

Ballart, Pere. Eironeia. La figuracin irnica en el discurso literario moderno, Barcelona: Quaderns
Crema, 1994.

45

enfrentar el amante-escritor, su impotencia se desata de manera compulsiva: Me parece


intil continuar con el relato, Y lo suspendo! 66
La falta de idoneidad en la materia hace que el inters del narrador se interrumpa. Ni la
conquista amorosa ni la escritura de largo aliento se encuentran dentro de sus capacidades.
Sobre el final, donde resuelve el fallido intento novelstico con una litote, el autor propone
el siguiente dilema: no tan slo l no pudo sino que ella no se mostr dispuesta (ellamujer, ella- novela). El comercio entre el escritor y el gnero no se puede reducir a una
cuestin de deseo. Dos variables parecen conducir el proceso creativo: una es la
competencia personal del escritor para acometerlo, otra es la a veces denostada pero nunca
desmentida inspiracin o relacin simptica, en esta oportunidad con un tipo de obra que
habitualmente Wilde no trabajaba. El fenmeno que el narrador trata de describir y
explicar parece exceder cualquier presupuesto lgico-racional; se muestra como parte de
un orden sensorial diferente a sus aptitudes circunstanciales. Que no haya podido
conquistar a la camarera es una mcula nfima, sobre todo si pensamos en el profuso
derrotero amoroso de Wilde, pero la imposibilidad de incursionar con continuidad en la
narrativa novelesca representa una carencia que hasta el da de hoy se le subraya, cuando
se destaca su condicin de prosista breve.
El peso cannico de la novela realista durante el siglo XIX, Stendhal, Dickens y
Balzac, la novela histrica de Walter Scott y el naturalismo de Emile Zola, probablemente
se hayan convertido en los agentes que inhibieron la incursin de Wilde en los relatos de
largo aliento. Distinta podra haber resultado su experiencia si se hubiera inscripto en la
tradicin literaria del Satyricn de Petronio,

67

Les Grandes et invitables chroniques de

l'norme gant Gargantua de Franois Rabelais o El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la


Mancha de Miguel de Cervantes, ms afines con su visin de la realidad. La tensin entre
la tirana del canon y su naturaleza creativa paraliz la iniciativa de Wilde hasta principios
del siglo XX. La misma tensin qued irresuelta en Enrique Loncn.
Eduardo L. Holmberg, quien haba iniciado su obra en 1876, pudo resolverla con la
escritura de Olmpio Pitango de Monalia entre 1912 y 1915. Un contemporneo y amigo de
Loncn, Arturo Cancela, hizo lo propio en 1925 con Historia funambulesca del profesor
Landormy, iniciando la superacin del canon realista-naturalista. Los intereses de Wilde
66

Novela corta y lastimosa. Prometeo & Cia. Op. Cit., pg. 286.
Erich Auerbach en Mimesis. La representacin de la realidad occidental (Madrid: FCE, 1985) encuentra
en el Satyricon (en estado embrionario) el origen de la novela realista. Entre los intersticios de la heteroglosia
y el polimorfismo, el texto de Petronio representa la realidad, aunque sin la complejidad de la novela
moderna. En nuestro caso, justamente, lo tomamos no como referente protorealista, sino como texto formal y
temticamente desacralizador.
67

46

fueron mltiples. Si en Pablo y Virginia reescribi un relato en forma de resea crtica,


en Novela corta y lastimosa atenta contra el gnero por medio de una narracin metaliteraria que enuncia una confesin. Que Wilde fuera un escritor moderno se debe,
probablemente, a sus operaciones con la diversidad formal (a pesar de la prdida que
significa no haber incursionado con mayor intensidad en el gnero hbrido), ms que su
condicin de interprete ideolgico de la clase o coalicin dominante.

Su otra aproximacin al gnero novelstico se produjo con Aguas abajo, que tal
como Novela corta y lastimosa, qued sin concluir. 68 El ltimo captulo lo escribi unos
meses antes de su muerte en el ao 1913.
Formalmente el texto se resuelve como un viaje al pasado (comparable de algn
modo con la necesidad de saldar cuentas histricas que experimentaron sus compaeros de
generacin Lucio V. Lpez, Ernesto Quesada, Miguel Can, y con posterioridad el propio
Loncn). Aguas abajo, relato estrechamente ligado a la experiencia de su autor, muestra
cmo el sistema de pensamiento simblico del joven Boris, su protagonista, se form
dialcticamente en relacin con el entorno natural y el contexto socio cultural de Tupiza,
un pueblo al sur de Potos, Bolivia, a mediados del siglo XIX.
El campo cognitivo de Boris se construye a partir de su particular forma de
relacionarse con el lenguaje, la ciencia, la religin, el arte, y la naturaleza. Dos rasgos de su
personalidad resultan relevantes, su pensamiento lgico enfrentado a su sensibilidad.
Desde un punto de vista estricto, podramos pensar un par cercano al oxmoron pero en el
proceso interior que recorre el sujeto no se oponen, sino que ambos se complementan. Por
otra parte, el problema formal de cmo tratar desde la conciencia de un joven temas
intelectualmente complejos, es resuelto por Wilde con un recurso propio de los escritores
de principios de siglo veinte. Utiliza una conciencia escindida que se desplaza
narrativamente, por lo general sin marcas demasiado evidentes, entre el yo nio y el yo
adulto, entre el pasado y el presente. Con la intencin de cubrirse respecto de las
objeciones que pudiera despertar su procedimiento, en la Advertencia adelanta la
decisin tcnica que pondr en prctica:

68

Cuando decimos sin concluir, nos referimos principalmente a la ausencia de trabajo sobre la misma, ms
que a la falta de uno o dos captulos pensados previamente. Es muy probable que el texto hubiera ganado en
densidad literaria si Wilde hubiera tenido la oportunidad de volver sobre l, corregirlo y aumentarlo.

47

Se encontrar en este volumen muchas incongruencias y anacronismos,


porque figurarn en un mismo captulo o prrafo las ideas del sujeto que
redescribe correspondientes a diversas edades [] 69

Cuando especula sobre la lengua, la voz que evoca el pasado inicitico parte del mismo
presupuesto que Borges en El idioma analtico de John Wilkins:
Notoriamente no hay clasificacin del universo que no sea arbitraria y
conjetural. La razn es muy simple no sabemos qu cosa es el universo.
70

Boris en su niez, en su despertar frente a una realidad desconocida, ordena el mundo


con un lenguaje articulado por una lgica sencilla y arbitraria. La causa principal reside en
su imposibilidad de ampliar el sistema de relaciones.

71

No habiendo en Tupiza, dos

sujetos del mismo nombre crea que el nombre propio era exclusivo. 72
Boris defina al sujeto por la actividad que realizaba: Brgida-frutera, Mara-panadera,
Florencio-herrero, Tadeo-sastre. Si se invirtiese el orden no invalidara la lgica
constitutiva de su lenguaje. El individuo es la profesin y la profesin es el individuo.

69

Aguas abajo. Op. Cit., pg. 47.


Borges, Jorge Luis. El idioma analtico de Jhon Wilkins. Otras inquisiciones. Buenos Aires: EMEC
Editores, 1960, pgs. 134-135.
71
Ya hemos mencionado durante el estudio del cuento As que Wilde hace referencia indirecta al problema
de la lengua en la carta que Graciana le escribe por eufona a Baldomero Tapioca. Pero no se interesa por el
tema slo desde la ficcin, tambin lo hace desde la teora. Es conocido el texto titulado El idioma y la
gramtica que le enva desde Washington, donde era embajador, a Ernesto Quesada, el 30 de diciembre de
1900. En el mismo realiza una extensa exposicin sobre usos, costumbres, registros y convenciones de la
lengua espaola. Su argumento principal consiste en defender la imposicin de los usos (no en todos los
casos) sobre la presunta inmutabilidad de las leyes acadmicas que defiende Quesada. Legitima la invencin
popular a la par de las licencias poticas que se toman los literatos. Y proyecta un paralelismo entre las
trasgresiones que prctica el pueblo con las irregularidades cometidas por especialistas en el estudio del
idioma.
No le parece mi doctor i estimable acadmico que resultan de los
antecedentes, tan pecadores contra la lengua los pobres diablos del
pueblo, como los gramticos, siendo los primeros menos culpables que
los segundos por no tener su cargo el cuidado de ella? (En En torno al
criollismo, Buenos Aires: CEAL, 1983, pg. 83)
Pero lo que ms le interesa es neutralizar la fuerza esterilizante que ejerce la academia sobre la potencia
inventiva y la renovacin de la lengua:
El libro de usted, seor Quesada, es una defensa enrgica de la
Academia espaola. Usted habla en causa propia y todo debe serle
perdonado. Para m, la Academia espaola, como todas las academias
encargadas del pupilaje del idioma, es culpable en mximo grado i en vez
de cumplir con sus deberes morales contribuye a mantener la ms
insensata rutina en el idioma. (Ibd., pg. 74)
Wilde otorga al lenguaje la facultad de mediacin tanto para la prctica comunicativa cotidiana como para
la exposicin de las funciones psicolgicas superiores (por ejemplo la literatura), a partir de los procesos de
relacin social. La actividad verbal en el espacio de la interaccin promueve el desarrollo del intelecto y
transforma o crea nuevas formas de expresin (pensamiento?). Los conceptos sobre la lengua surgiran de la
prctica (coloquial o esttica). Para Wilde, el conocimiento metalingstico -diramos hoy da- no excede ni
precede por completo, la produccin verbal.
72
Aguas abajo. Op.Cit., pg. 65.
70

48

Cuando tena que referir las acciones emprendidas en compaa de algn habitante del
lugar, cualquiera fuera, hablar, jugar, trabajar, etc, elaboraba la representacin semitica de
las mismas por contigidad. Si se trataba de Felipe, no jugaba con Felipe, felipeaba. En el
trabajo de construir catlogos lingsticos que asociaran un objeto o persona con una idea o
sensacin que la misma le despertara, su frtil imaginacin le permita incursionar en la
arbitrariedad impresionista:
Diego representa un pan de jabn ordinario de forma cbica.
El de Eusebio daba la idea de una vela de sebo gruesa. (se podra
apelar a la asociacin fnica)
Francisco quera decir hombre maduro vestido con traje gris.
Rodrguez un pedazo de queso con vetas verdosas. 73

La misma operacin mental realizaba con los das que, indefectiblemente, permanecan
asociados a una paleta de colores poco tradicional:
Los lunes eran de color de hoja de lata algo empaada.
Los martes verdes como cipreses.
Los mircoles de un amarillo brillante 74

La relacin sinestsica entre los colores y los signos fnicos que representaban los das
no puede menos que recordar el conocido soneto Vocales de Rimbaud. El poeta francs
le asigna colores a los sonidos de las vocales: negro-A, blanco-E, rojo-I, verde-U, azul-O.
La unin de sensaciones o sensibilidades segn un criterio propio no es producto de una
disfuncin del sistema lmbico o hiperestesia, sino la licencia que se toma un artista (poeta
como Rimbaud, narrador como Wilde) para experimentar con su potencial expresivo. La
cualidad personal, dice Julia Kristeva en Tiempo sensible, dispara esa excentricidad un
poco loca que es la originalidad artstica. 75
El subjetivismo de Wilde provoca la representacin potica que se convierte en una
herramienta para extraer la realidad del pasado y depositarla en el presente. El narrador de
Aguas abajo no busca en el recuerdo la esencia de las cosas sino la materialidad sensible,
cubierta por la ptina del tiempo. El verdadero yo estaba all en la niez y est en el
presente, en el momento de la epifana o transubstanciacin. Por esa va se neutralizan las
distancias fsicas y temporales. El mundo presente y el yo histrico no devienen en un
despliegue subjetivo e incomunicable. Boris-Wilde, excntrico, extrao, interfaz del
73

Ibd., pg. 65.


Ibd., pg. 66.
75
Kristeva, Julia, El Tiempo sensible. Proust y la experiencia literaria. Buenos Aires: Eudeba, 2005, pg.
259.
74

49

pasado y el presente, interacta con la realidad a travs de lo sentido, de lo pensado o de la


crtica, despejando de este modo el potencial solipsista de una sensibilidad o inteligencia
excesivamente original. Lo vivido no es inexorablemente reemplazado por signos sino que
es reconstruido materialmente por la palabra. Los nombres que sustrae la memoria
(Rodrguez = un pedazo de queso) desvirtan el carcter exclusivamente simblico de
las palabras; las convierten en representaciones-cosa. Ya advertimos la arbitraria
autonoma que practicaba el nio Boris en sus operaciones lingsticas. Distribua en el
espacio/tiempo de su niez las palabras y los objetos, lo simblico y lo real en un tablero
significativo por lo potico. La redefinicin del universo por el lenguaje y el lenguaje por
la realidad instala una tautologa que provoca un desdoblamiento del sujeto. El autor
enuncia dicha singularidad a poco de comenzar el relato: Era muy frecuente en Boris ese
fenmeno de duplicacin de la personalidad [] 76
Nada explica mejor el carcter autobiogrfico de la novela que buscar la analoga entre
la estructura binaria de la psicologa de Boris, y la modalidad irnica que habitualmente
utiliz Wilde para escribir sus cuentos, especialmente el estilo sinestsico de Aguas abajo.
Esta prctica explicara por qu Wilde no poda permitirle tan livianamente a Quesada sus
intentos de regular acadmicamente la invencin con el lenguaje (vase cita 63).
El intercambio de sensaciones que experimenta el personaje no se limita a la
trasposicin colores-sonido, sino que reemplaza momentos de su vida o de personas
significativas por medio de composiciones musicales:
la nia que ms le gust en un baile, y que despus se muri, era un
vals de Strauss (nunca pudo hacer de ese vals y de ella dos cosas
distintas). 77

En el caso de Boris, las primeras impresiones musicales (la impresin surgida de la


sonata que tocaba el ciego en el rgano de la parroquia), le permite redescubrir el sentido
verdadero del arte (no en los aspectos consumistas) y tambin, con el paso del tiempo,
estas observaciones embrionarias fueron la base de las teoras que aos ms tarde
sostena sobre la msica. 78
El narrador pone en prctica un discurso de doble textura. Narra las experiencias del
Boris nio e inserta especulaciones de carcter terico, relegando a un segundo plano el
mundo ficcional. Teoriza sobre la ventaja de la msica con respecto a la palabra, como
76

Aguas abajo. Op. Cit., pg. 117.


Ibd., pg. 117.
78
Ibd., pg. 117.
77

50

frmula directa para expresar sin mediaciones un estado de nimo. Julio Csar Moran, en
Proust y la msica arriba a conclusiones similares a las expuestas por Wilde:
Este poder de la msica de ser la mensajera de las artes se debe a su
modo especfico de ser, esto es impresin vaga, obscura, fugaz, sin
palabras ni lgica usual [] La msica se recibe en una experiencia que
es, para Proust, el paradigma de comunicacin artstica y de la
comunicacin en general, con un carcter de experiencia originaria, ms
bsica y fundante que la separacin de sujeto y objeto[] 79

El narrador de Aguas abajo enfatiza sobre la base estructural binaria de la capacidad


cognitiva de Boris, sensibilidad y lgica. En algunos pasajes, se propone articular y
regularizar las impresiones del pasado en un sistema algebraico, aunque la alternancia
de mundos paralelos se intersecten y superpongan en la conciencia del protagonista sin
neutralizarse del todo. Si prevalece un valor se expresa por la belleza que toma forma de
nebulosidades, nicas impresiones que deleitan, an cuando sean penosas. 80
La novela de Wilde crea lugares para la separacin en compartimentos estancos entre
lo emotivo y lo racional. La sensibilidad esttica es a la vez reflexiva.
La memoria del narrador funciona como un acto voluntario; se traslada al pasado y
focaliza el recuerdo que despierta reminiscencias profundas y en ocasiones vagas, pero
reconocibles. No se activa la liberacin del inconsciente o la elevacin a un plano
metafsico. El buceador del pasado sabe lo que busca, aunque, por momentos, no pueda ni
le interese codificar y precisar por completo la intensidad, densidad y alcance de las
sensaciones. Cuando interviene la inteligencia razonadora e intenta regular los recuerdos,
la tesis encuentra su lmite en la belleza. El respeto por la sensibilidad y la lgica parece
ser la consigna de Wilde. En el caso de Proust, Moran sostiene:
La msica es, por fin, la sntesis de todas las epifanas que revelan al
hroe la naturaleza del arte, (incluida la literatura) y los
descubrimientos fundamentales de lo extratemporal, es decir, de lo
sustrado al tiempo, y de la reconstruccin artstica de la propia vida
(llamadas por el propio hroe de la novela las dos lecciones del
idealismo. 81

79

Morn, Julio Csar. Proust y la msica. Proust ms all de Proust. La Plata: Editorial De la Campana,
2001, pg. 55.
80
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 117.
81
Proust ms all de Proust. Op. Cit., pg. 58

51

Encuentros y desencuentros, bsquedas que se cruzan y se bifurcan componen los


mapas narrativos de Wilde y Proust.

82

Los hroes comparten la epifana musical y hasta

literaria, indagan los fundamentos de lo extratemporal y de la reconstruccin artstica (en


Wilde no se podra decir de la propia vida), pero se reconfiguran en distintos modelos
cuando deben resolver la relacin entre las hiptesis idealista y realista del arte. Para
Proust, si seguimos la tesis de Moran, se oponen. Para Wilde, si exponemos nuestra
lectura, establecen una relacin dialctica que le permite transfigurar lo extratemporal en
tiempo presente, (Bruselas, refugio del exiliado). Las siguientes palabras de Julia Kristeva
quizs terminen por acercar a Wilde y a Proust desde una perspectiva diferente.
Ser de encrucijada, de tensin, de contradiccin: la sensacin
proustiana es simultneamente imaginacin y estremecimiento efectivo
de mis sentidos, representacin y esencia de las cosas pasado y
presente. En virtud de estos opuestos, es un poco de tiempo en estado
puro. 83

La tensin que propone Kristeva reproduce los diferentes estados del sujeto (BorisWilde-Proust), pero no intenta definir la experiencia del pasado o la relacin con el arte
como una trascendencia sino como una ntima pertenencia de la realidad.
El espritu cientfico de Boris preanuncia la militancia positivista del personaje. En
sus juegos se converta con facilidad en un arquitecto que desarrollaba complejas
reproducciones edilicias y ambientales tomadas de la vida real, o en un ingeniero
hidrulico que trazaba recorridos aliviadores de canales de agua. Posea aptitudes para la
matemtica; supo geometra antes de haberla estudiado. Estaba seguro de la verdad de
los teoremas, si bien no poda demostrarlo. 84
Muchos aos despus, radicado en Blgica, produjo innovaciones en el campo de la
geometra y el lgebra. Pero Boris le daba distintos usos a su capacidad lgica-racional,
interpel, por ejemplo tradiciones culturales como la religin.
No son de extraar estas cavilaciones en un lgico de nacimiento,
cuyos elementos de juicio venan del examen de las imgenes de la
Iglesia, o de algn trozo de evangelio [] 85

82

Es dable consignar que Aguas abajo de Wilde y En busca del tiempo perdido de Proust son obras
contemporneas. La primera se public en 1914 y la segunda entre 1913 y 1927.
83
Tiempo sensible. Op. Cit., pg. 259.
84
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 70.
85
Ibd., pg. 73.

52

Los pasajes en que examina el mundo de la fe y sus representaciones recuperan el tono


irnico, que en la novela permanece una octava por debajo de su estilo habitual. Desde su
inteleccin infantil no puede comprender cmo la Virgen aparece en sus imgenes bajo
sus ropas abrigadas, de lujosas y gruesas telas []

86

mientras el nio est desnudo.

Segn su mirada, Nuestra Seora no atenda los cuidados que una madre comn prodigaba
a su hijo. En su conciencia se formaron dos conceptos de la Virgen, uno producto de su
imaginacin y el otro de los conos eclesisticos. Lo mismo le ocurri con Jess; uno se lo
relacionaba con las etapas de su niez y era gordo y lustroso y el otro luca, sin
explicacin que mediara el salto esttico, como [] un hermoso joven esbelto que
llevaba la tnica con elegancia; vagabundo, desocupado, indolente, amigo de la vida
meditativa, apreciador de la belleza, predicador y profeta, y, como tal, convencido de que
deba vivir sin trabajar y a expensas de sus admiradores. 87
La carencia de fe sumada a la falta de calidad de las imgenes que poblaron su niez
elev, a sus ojos, la inverosimilitud de las recreaciones del culto. Como pens Sarmiento a
su paso por Roma en 1945, slo el arte perfecto puede representar una religin elevada.
ste justamente no era el caso de Boris-Wilde en Tupiza. De todos modos, la fuerza de la
crtica reside en la objecin que el narrador realiza tras cotejar las representaciones de
diferentes pocas. Debemos recordar que el punto de vista pertenece a la conciencia de un
adulto de la modernidad y no a las observaciones del nio radicado en un pueblito del
interior de Bolivia. La acusacin de vivir sin trabajar y a expensas de sus admiradores es
un problema que debaten las polticas econmicas de fin de siglo y adems una metonimia
de la lucha que llev adelante Wilde contra los compromisos del Estado en relacin con la
manutencin de la Iglesia. 88
La mirada crtica de Boris se extiende ms all del culto a las imgenes. Los
positivismos de su lgica implacable 89 cuestionan las frmulas vacas y mecnicas de los
rezos, a los cuales no les encontraba sentido, y en los que perciba tambin errores
formales. La competencia cognitiva del nio no le permita elaborar una metodologa
crtica que estudiara la religin cristiana desde la teologa. Las relaciones causales que
estableca en sus razonamientos, si bien anticipaban las conductas del adulto, tomaban
como modelo su experiencia

cotidiana. Slo cuando interfiere el narrador desde el

86

Ibd., pg. 73.


Ibd., pg. 73.
88
En la segunda parte de la Tesis desarrollamos ms en profundidad la relacin econmica entre EstadoIglesia.
89
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 74.
87

53

presente de la escritura, su pensamiento se vuelve sofisticado. El demonio, por ejemplo, es


analizado desde un sistema de relaciones culturales complejas, sin la simplificacin de la
siniestra imagen medieval, y ms prximo al Mefistfeles fustico. Por lo tanto, se lo ve
como un caballero simptico, algo escptico, espiritual, bien educado [] 90
La descripcin remite a una concepcin moderna de Lucifer. Como conocedor de las
debilidades humanas, se transforma en un gestor que administra los premios y los castigos.
En la mentalidad de Boris no parecen estar presentes efectos residuales del sulfuroso
demonio infernal. El narrador proyecta su formacin liberal, y su descreimiento -por lo
menos en la faz institucional de la religin- como grmenes que proliferan desde el pasado
y se consolidan en el presente. La organizacin de la conciencia durante su niez no parece
ser la causa de su formacin ideolgica de adulto, pero explica la permanencia de sus
principios a lo largo de los aos.

Si la sensibilidad es para Boris un medio de conocer y relacionarse con el mundo, el


erotismo supera inclusive la sensualidad de la msica y convoca a lo sublime. El despertar
emocional y esttico que le produjo observar el cuerpo desnudo de Constanza en su niez
no fue reemplazado por ninguna creacin del hombre, que siguiendo el concepto
hegeliano, reverberara belleza:
Aos ms tarde, ya en la edad madura, hall todava en su memoria a
su amiga Constanza: fresca, invariable, hermossima, reciente, como si
acabara de salir de las manos artistas de Natura; y llevando consigo la
adorable efigie, anduvo por el mundo visitando museos y galeras, sin
encontrar en cuadro ni en estatua, ni en relieve, el trasunto de una mujer
desnuda que a la vez, por su actitud y por sus formas, alcanzara la
mgica belleza de la sencilla aldeanita que vio en una pobre casa de
Tupiza. 91

Es una constante en la literatura de Wilde la presencia del tema amoroso, como as


tambin la sensualidad ertica. La pasin que despierta Ester, una mujer casada, en Boris,
no es meramente sentimental. El deleite de besarla, sentir que donde ella respiraba,
una atmsfera etrea, de suave aroma, se esparca a la par de los efluvios de su adorable
cuerpo [] 92 estimula el repertorio hednico de su lenguaje.
La embriaguez que le provoca el cuerpo femenino no potencia en Wilde alardes
retricos, ni una esttica que repita los recursos tradicionales de la representacin amorosa.
90

Ibd., pg. 74
Ibd., pg. 86.
92
Ibd., pg.143.
91

54

La potica romntica, que a fines del siglo XIX mantena todava cierta vigencia en este
campo, en sus textos ocupa un lugar perifrico. Wilde se expresa a s mismo, los
narradores lo expresan a l. Lejos estamos de sostener que es creador de una retrica
amorosa, pero pensamos que intent transfigurar lo vivido, su sentimiento personal, en
palabras. Alma callejera, un relato breve, sencillo en su composicin pero experimental
en su trabajo con la lengua, despliega en un registro metafrico, pleno de delicadeza
sensual, el encuentro amoroso:

Mi alma se difunde sobre aquel cuerpo adorado, visita sus formas, se


arrastra sobre ellas diseadas bajo las finas telas, sigue las curvas del
busto, rodea el valo de su cara, enfila sus labiosla respiracin la
rechazaun perfume la penetrase aproxima de nuevouna aspiracin
la absorbe y la instala dentro del seno ms querido. 93

El maridaje eros-tnatos tampoco escapa a sus inquietudes. El mdico narrador de


As se ve sugestivamente atrado por su paciente. La representacin del cuerpo muerto
de Graciana expresa su belleza que es enfatizada por la muerte de la mujer:
Cuando la v muerta sent que me arrancaban algo dentro del pecho.
Jams haba visto cadver ms lindo. Sus facciones afiladas por la fiebre
y los sufrimientos, haban tomado una delicadeza extra humana. Su pelo
rubio derramado sobre la almohada, era el marco de oro de su rostro
inocente, tranquilo, esttico, modelado en su ltima expresin. El cuerpo
de la pobre criatura, liviano, elegante y airoso a pesar de la muerte,
cupo en un pequeo cajn, el ms fino y ms blando del depsito; yo lo
eleg para ella y yo mismo lo coloqu en l. 94

La descripcin de la unin de la belleza con la muerte adquiere un estilo calmo y


reflexivo. Con la imagen final de Virginia surge nuevamente la mirada galante: Yaca
ms linda que nunca y enteramente muerta en las arenas de la playa. 95
La siguiente cita de Borges posee el doble valor de moderar la crtica de Ricardo
Rojas y legitimar nuestra argumentacin:
Rojas ha opinado sobre l: en Wilde, la psicologa del hombre interesa
ms que la tcnica del escritor. Dijrase que su arte reside ms en su
sentimiento que en su palabra (Obras tomo quince, pgina 730) Esta
involuntaria paradoja tiene la tambin involuntaria virtud de ubicarnos
en la intimidad del problema esttico. Ricardo Rojas empieza por
suponer una anttesis entre la personalidad y el estilo, entre el ser de un
hombre y el escritor, para aseverar despus que en Eduardo Wilde
93

Alma callejera. Prometeo & Cia. Op. Cit. pg. 110.


As. Prometeo & Cia. Op. Cit. pg. 218.
95
Pablo y Virginia. Prometeo & Cia. Op. Cit. pg. 256.
94

55

interesa ms lo primero que lo ltimo. Yo pregunto qu inters


intrnseco puede concederse a la tcnica de un escritor, algo que no
fuese la denuncia de la psicologa de un hombre? 96

La comparacin naturaleza-arte que Boris maduro realiza cuando busca un sustituto


artificial de la belleza de Constanza retoma la confrontacin que visualizamos en el relato
Vida moderna.
En el caso de Aguas abajo, el arte o los objetos estticos no se muestran como una
desmesura producto del consumo; son fenmenos de jerarqua inferior respecto de la
Naturaleza, que tratan de conmover esttica y emocionalmente al receptor. El bucolismo
que hace feliz a Baldomero Tapioca porque lo resguarda de las exigencias de la vida
moderna, concedindole tiempo, silencio y soledad, en Aguas abajo se transfiere hacia una
experiencia que sublima la naturaleza.
El viaje al pasado que constantemente estimula el mundo de los sentidos por medio de
la evocacin, enfatiza el procedimiento impresionista:
Cincuenta aos despus todava vea en su mente los rboles, los
paisajes, los arroyos, las peas, y evocaba la sensacin que el arrullo de
las palomas o el grito de otras aves produca en sus odos []Quin le
diera entonces al revivir estos recuerdos, la dicha de volver a Palala,
con la aptitud de sus sentidos infantiles, para gozar con todos ellos de
los dones de una escena virgen inmodelada, primitiva an no
contrahecha por la civilizacin, que quita a todas las cosas de este
mundo su encanto potico [] 97

Igual que En busca del tiempo perdido, el personaje vuelve al pasado para revivir las
sensaciones que lo hicieron feliz. Boris, a diferencia del narrador francs, no declara ni da
por entendido que la literatura le permite recobrar el tiempo puro. Como se infiere del
pasaje citado, la civilizacin tiene un poder desangelador, quita el encanto potico. Ese
parece ser el legado paradjico de Wilde, un positivista funcionario de la modernidad que
descree de sus efectos, pues conducen inevitablemente a la prdida de la poesa, que
erosionan el mundo natural y condenan la prdida del tiempo (que es el verdadero
tiempo perdido).
Si Proust huye de la falta de belleza de la realidad (hombre ms naturaleza), Wilde huye
de la falta de belleza de la modernidad. El espectculo de la fisonoma literaria del 80
sugiere una sociedad escindida (nosotros, los que escribimos, y los otros). Los textos de

96
97

Borges, Jorge Luis. El idioma de los argentinos. Buenos Aires, Alianza, 2008, pg. 83.
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 106.

56

Wilde develan, adems, la escisin del sujeto escritor. No sera equivocado descreer
entonces de la homogeneidad de la generacin.
Con relacin al eje interior (Tupiza incluso no pertenece al pas sino como sealamos
previamente a Bolivia) Capital, Jos Luis Romero, en Latinoamrica, las ciudades y las
ideas opina que Las ciudades que se enriquecan no queran la paz sino el torbellino de
la actividad que engendraba riqueza y que poda transformarse en ostensible lujo. 98
La lectura de Wilde pone de manifiesto una continuidad argumentativa que tiene como
motivo rechazar en Vida moderna y escapar en Aguas abajo del torbellino que no
permite pensar ni sentir. Wilde huy fsicamente de Buenos Aires y del poder poltico,
cuando Roca ejerca su segunda presidencia. En realidad su descontento con la clase
gobernante se haba iniciado en los 90, durante el mandato de Jurez Celman. Despus de
la debacle, se fue del pas con la excusa de viajar y, finalmente, durante el gobierno de
Roca, se exili para cumplir distintas misiones diplomticas.
Se podra conjeturar que su salida del gobierno y del pas estuvo motivada por el
escepticismo que le gener el giro poltico dado por la clase dominante, amen de razones
personales. Atrs haba quedado el laicismo de los ochenta. Como ministro de Justicia e
Instruccin Pblica, en el marco de reconciliacin entre Roca y la Iglesia Catlica,
Osvaldo Magnasco reconoca la importancia de la religin en la educacin pblica;
mientras tanto el desarrollo cientfico se vea controlado exclusivamente por la
racionalidad capitalista. Educacin y ciencia, los dos motivos fuertes de su gestin en los
80, sufran un proceso de regresin irrecuperable.

Eduardo Wilde se da cuenta

tempranamente que la razn se vuelve contra los fines de emancipacin y humanizacin


que la movan, como sostiene Ganni Vattimo en tica de la interpretacin.

99

El avance

de la razn instrumental contrara el progresismo ingenuo que se ve desautorizado por


una administracin totalitaria del mundo. La racionalizacin moderna haba perdido el
destino de emancipacin y haba obturado

el sentido liberador original de la razn

cientfica. La nica va de salida para Wilde es la contra-utopa de aguas abajo.


Durante los 80 y los 90, las estrategias para diferenciarse de las nuevas clases
emergentes, de las nuevas burguesas en ascenso, consista en refugiarse en lo estetizante,
en el viaje esttico-consumidor a Europa, o la reclusin en las estancias, tpicos
98

Jos Luis Romero. Latinoamrica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires: Siglo XXI, 2001, pg.249.
Vattimo, Gianni. Utopa, contra-utopa irona. Etica de la interpretacin. Buenos Aires: Editorial Paids,
1992, pg. 103. El sentido que Vattimo le da a la razn instrumental est tomado de la teora revisionista de
la razn que Adorno y Horkeimer practican en Dialctica del iluminismo.
99

57

habituales en los textos de Wilde. Tampoco su excursin tarda a los pases centrales (salvo
Estados Unidos, como en el caso del primer viaje de Sarmiento)

100

le produjo el mismo

disfrute de estar in the right place como a Can en su visita al Covent Garden:
El mundo que all se rene pertenece a las clases elevadas de la
sociedad, por su nombre, su talento o su riqueza. Dos mil personas
elegidas [] una civilidad serena, sin las bulliciosas manifestaciones de
los latinos; 101

Para Can estar en Europa es pertenecer. El lugar lo convierte en un ser singular que se
reconoce y reconoce a sus iguales. Pero no tan slo un lugar recoleto como el Covent
Garden cobija a nuestros viajeros contra las impredecibles tempestades del aluvin
zoolgico de este lado del mundo; tambin por el simple hecho de pisar tierra civilizada
se produce el redescubrimiento del verdadero hogar, olvidado por el tiempo de ausencia:
Desde que pisa uno puerto francs, Burdeos, por ejemplo, [] la
primera sensacin, casi dira fisiolgica, porque no entra en ella, o muy
poco, elemento moral, es de encontrarse uno en su casa, chez soi (hogar)
para emplear la palabra francesa. 102

Can es Can cuando se encuentra en Londres, Pars, o por qu no, Burdeos. Espacios
y culturas lejanas y extraas a Tupiza, de medidos de siglo XIX, donde Wilde se
reencuentra. La fuga al interior del pas que destaca Jose Luis Romero

103

tampoco es del

todo aplicable a Eduardo Wilde a principios de sigo XX, s, a la obra de Cambaceres.


Es conocido el distanciamiento de Andrs, protagonista de Sin Rumbo, quien
empujado por el hasto que le produce la vida moderna, se recluye en la estancia familiar.
En su feudo ejerce la autoridad con la peonada y con Donata, combinacin de mujer
catrtica y dadora de vida. El narrador de Aguas abajo regresa al interior, primero, y al
pasado despus, interactuando en un medio donde slo se visualiza la horizontalidad de las
relaciones sociales. La objecin a esta ltima hiptesis podramos inferirla de Vida
100

Cristina Iglesia en su estudio de las crnicas de viaje que Wilde public en el diario La Prensa, afirma que
la mirada del viajero sobre la vieja Europa es distante y pesimista. Su escritura resulta demoledora.
Describe las ciudades centrales con un estilo taxonmico, cargado de caticas enumeraciones que enuncian
una ruptura con el carcter mtico, creado por las lecturas de su juventud y los panegricos de sus
contemporneos. La descomposicin del imaginario en fragmentos irreconciliables de una realidad
desvirtuada acelera su travesa por ciudades ausentes. Eduardo Wilde: Tiempo que perder en La violencia
del Azar (Buenos Aires: FCE, 2003).
101
Can, Miguel. Ensayos. En viaje. Buenos Aires: Secretara de Cultura de la Nacin y Editorial Claridad,
1994, pg. 71.
102
Can, Miguel. Carta a su amigo Rodrguez Larreta tras su arribo a Pars, marzo de 1896, en El
pensamiento de la generacin del 80. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 2009, pg. 219.
103
Latinoamrica, las ciudades y las ideas. Op. Cit., pg. 262.

58

moderna, donde permanece la divisin de clases entre patrn-sirvientes, aunque sin la


marcada estratificacin empleada por Cambaceres.
La ltima obra de Wilde no tiene parentescos firmes con las estrategias de los
escritores del ochenta. Una de las causas probables, podra ser su escritura a principios del
siglo veinte cuando la situacin socio-econmica que preocupaba a los escritores
gentleman se haba resuelto. Por ms exacerbada que fuera la imaginacin paranoica de
los gestores del 80, no podran haber imaginado que para 1913 no slo los hombres de
negocios, con su vocacin de enriquecimiento, seran factores de poder en la gestin
gubernamental, sino tambin la clase popular.
Pero Wilde tampoco est escribiendo desde Buenos Aires, escriba del no lugar que
significaba su exilio voluntario. Escriba desde un extraamiento casi completo, tiempo y
espacio a la vez. No asuma desde su novela una defensa de la campaa y sus instituciones,
como la haba realizado en su momento Jos Manuel Estrada. Wilde trabaja una distorsin
de la figura utpica, frecuente en la modernidad, y construye su mirador, en una novela
que alterna la irona defensiva y los modales cultos. No puede troquelar lo que el sistema
ha unido y fortificado, ni suprimir lo que prospera per se sin volverlo irreal. Vuelve al
mundo natural, regresa por los restos de su niez, para reorganizar los vestigios de la
energa perdida. No se trata de una melancola mrbida. El presente le exige que renueve
abismalmente su capacidad y pide que la imaginacin le preste vitalidad. Produce un
corrimiento esttico hacia el impresionismo y una regresin ideolgica hacia el
prerromanticismo de origen russoniano. El hombre feliz es dueo de una percepcin
renovada, no regulada por la contaminacin de la modernidad, postura que le permite
disfrutar de la poesa natural. 104 Segn Frederic Jameson el tropo de la modernidad tiene la
estructura de un mediador evanescente. 105

104

Jrgen Habermas en El discurso filosfico de la modernidad, (Madrid: Katz Editores, 2008, pg. 20.)
acompaa esta percepcin de Wilde. Romper la normalidad de un sistema con visos de esclerosis requiere la
articulacin entre lo eterno y lo actual que propona Baudelaire en Le peintre de la vie moderne. El
ensaamiento de la modernidad con la sensibilidad de Boris hace que el personaje desarrolle un campo
perceptivo que lo libere (Wilde necesit recluirse en el extranjero y escribir). Segn Habermas
Slo bajo el disfraz que es el vestido del tiempo se nos muestra la
belleza eterna, este carcter lo confirma ms tarde Benjamn con su
concepto de imagen dialctica. La obra de arte moderna est bajo el
signo de la unin de lo autntico con lo efmero. Este carcter de
actualidad funda tambin la afinidad del arte con la moda (recordemos
Vida moderna), con lo nuevo, con la ptica de lo ocioso, tanto del
genio como del nio a quienes falta la pantalla protectora que son las
formas de percepcin convencionales y que, por tanto, se sienten
expuestos sin proteccin alguna a los ataques de belleza, a los ataques de
los estmulos trascendentales ocultos en lo ms cotidiano.

59

La apelacin a la memoria que realiza Wilde es un procedimiento bergsoniano. El


filsofo francs en Matire et mmoire (1896) sostiene que

la memoria es una

prolongacin del pasado en el presente. La memoria recuerdo o memoria imagen es la


materializacin en la escritura, de la experiencia no olvidada. Recurso que Wilde actualiza
narrativamente en su novela. Bergson, en su concepcin vitalista expuesta en L'volution
cratrice (1907), argumenta que la vida se revela al sujeto como impulso creador. Al igual
que Wilde, considera que la vida forma un continuum con la fuerza creadora inagotable
e imprevisible de la naturaleza que se reproduce en la actividad humana.

Finalmente podemos sealar que para Eduardo Wilde y Eduardo Holmberg la ciencia y
la literatura, como ratificaremos en la Tercera Parte de la Tesis, son dos maneras de
observar el mundo, que no se contradicen sino que, por el contrario, se complementan;
tanto uno como otro proyectan su condicin biogrfica de mdicos sobre los protagonistas
de sus ficciones; ambos especulan acerca del fenmeno de la belleza en sus relatos breves
(ver El ruiseor y el artista de Holmberg); los une la preocupacin tico-mdica sobre la
moral (ver La bolsa de huesos de Holmberg); reivindican el laicismo hasta el final de sus
das, y como esttica literaria, reproducen, a su modo, la lnea rabelesiana del humor, la
stira y el polimorfismo discursivo-genrico.
Por otra parte, los dos ponen de manifiesto las exigencias sociales e histricas a travs
de sus ficciones. La problemtica que implica el advenimiento de la modernidad se
encuentra representada en el dominio de lo imaginario. La diferencia entre uno y otro
radicara en que Wilde recurre a la introspeccin y regresa al pasado para poner en
perspectiva y evaluar crticamente el modelo socio-histrico del presente, y Holmberg,
como intentaremos demostrar en la etapa final de la Tesis, flexibiliza las determinaciones
que provienen del pasado, para encauzarlo en una lgica prospectiva modernizadora. Es
decir, frente al escepticismo de Wilde, Holmberg mantiene su conviccin sobre el
progreso.
Con relacin a Loncn, la herencia de Wilde permanece vigente en la reproduccin
potica de los recursos de escritura ya sealados; en el palimpsesto genrico; en la prosa
breve, mordaz y contundente; en la inclinacin por la incorporacin de las lenguas cultas
en sus textos, y en la retrospeccin histrica, aunque probablemente no resulten los

Boris hace un recorte en la compleja e inmanejable red determinante en que se transform la modernidad
para aplicar, como proteccin, criterios propios de sobrevivencia.
105
Jameson, Frederic. Una modernidad singular. Buenos Aires: Editorial Gedisa, 2004, pg. 41.

60

mismos motivos los que estimulen la analepsis de uno y otro. Loncn, con una conducta
incentivada por el voluntarismo, intenta revalorizar la tradicin que Wilde a fines de los
90 haba comenzado a visualizar como un proceso malogrado.

61

Captulo II
Lucio V. Lpez y la experiencia de vivir al acecho.
2.1 Un intrprete de la historia reciente. Literatura descriptiva y crtica.
La lectura sobre la dcada del 60 que realiza Lucio V. Lpez en La gran aldea se
fundamenta en diversidad de motivos, algunos relacionados con el recorrido de Cicern 106
o con el trayecto psquico de Wilde; otros responden a preocupaciones de ndole personal,
como sugiere David Vias en Literatura Argentina y poltica:
A travs del empastado y sublimacin novelescas, Lucio V. Lpez, se
desquita de la humillacin sufrida por su padre Vicente Fidel Lpez,
durante las jornadas de junio de 1852 en las que defendi el pacto de
San Nicols y fue vencido por Mitre y la poltica portea. La gran aldea
se aparece como literatura de venganza. 107

No tan slo literatura de venganza, probablemente se trate de literatura de observacin


y crtica. El cronista Julio Rolaz, narrador de la novela, es un intrprete de la historia
reciente. Durante la primera parte de la estructura narrativa regresa al pasado para saldar
cuentas con el mitrismo; en la segunda observa y elabora el relato sobre el disgusto
nacional, combinacin de indolencia liberal e interferencia de los advenedizos en el
Poder. La representacin discursivo-literaria toma mltiples formas: la descripcin irnica,
la reproduccin en discurso directo de las psicologas e ideologas imperantes y la
narracin en primera persona. El punto crucial de la historia o las historias contadas en La
gran aldea, se encuentra en el lugar de la enunciacin. Si consideramos que se trata de una
ficcin autobiogrfica, como lo dice Josefina Ludmer en El cuerpo del delito,

108

podramos asociar narrador y autor sin ripios estructurales graves.


Segn Vias el protagonista observa y por lo tanto cuenta escondido debajo de la
mesa, donde adems acostumbraba a leer de nio; este lugar simblico da espesor al
narrador protagonista. Tambin mira desde un palco-balcn, donde se desvanece su
106

Cicern es el nombre del protagonista de La conquista de Buenos Aires, cuento incluido en la coleccin
del mismo nombre de Enrique Loncn.
107
Vias, David. Literatura Argentina y poltica. De los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor, 2005, pg.71.
108
Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Libros Perfil, 1999.

62

sensacin de inseguridad y cada, y acopia conciencia sobre la realidad que lo rodea. El


abajo y arriba como referentes espaciales abren un pan-ptico. Ludmer ubica la posicin
del escritor narrador, en un lugar menos metafrico, pero quizs menos verosmil tambin.
A partir de entonces la narracin se mueve hacia el pasado poltico,
desde la muerte del padre hasta el colegio, y hacia la catstrofe (o
moraleja) final, que hace retornar al narrador al espacio del colegio,
donde se enamor y ley, a los diecisiete aos. Y desde all est escrita.
109

No es discutible que sobre el final el narrador regrese al pueblo donde estaba el


colegio, su amigo y su hermana con pretensiones de revivir un pasado amoroso inconcluso,
experiencia de una poca ingrata. La aseveracin de Ludmer es producto de su estrategia
crtica, pero no responde a la realidad textual de la novela. Julio Rolaz no regresa al
Colegio por el Colegio mismo, como lo hace Miguel Can en Juvenilla, comparacin que
establece la autora en la obra citada; vuelve al encuentro de su amor de adolescencia.
Valentina me esperaba y busqu a Valentina en el pueblo del colegio. 110 Quedan claros
los motivos y el lugar al cual retorna que no es puntualmente el lugar donde curs sus
estudios.
Una vez desencantado por lo que considera un mal generalizado de las mujeres de la
poca (privilegiar maridos con buena posicin econmica por encima del amor, mandato
del cual no escapa Valentina), la voz narrativa vuelve inmediatamente a enunciarse desde
Buenos Aires. En la ficcin no se pone de manifiesto taxativamente la necesidad de volver
a vivir los viejos tiempos escolares. Sus palabras en La gran aldea son por dems
elocuentes:
Pocos meses despus abandonaba el colegio donde haba pasado aos
tan tristes. 111

El perodo de enseanza primario-secundario repite en la ficcin la experiencia


biogrfica del autor, desterrado en Montevideo por el enfrentamiento entre su padre y
Mitre; Lpez no guarda buenos recuerdos sobre la poca escolar secundaria en la ciudad de
los exiliados:

109

Ibd., pg. 40.


La gran aldea. Op. Cit., pg. 135.
111
Ibd., 61.
110

63

El estudio me entristeca; no tena la cabeza robusta de mis


compaeros, que mordan y digeran el Vallejo como un manjar
exquisito. 112

Resulta difcil atribuirle al relato, la intencin de formular la fbula de la identidad


nacional que coincide con la autobiografa

113

, cuando el perodo recuperado es poco

estimado por la memoria del narrador y adems transcurre en el extranjero. La necesidad


que tiene Josefina Ludmer de aunar literariamente estrategias con Can y la escritura de
Juvenilla, textos que aparecen en asociacin paradigmtica en el corpus analizado del 80,
fuerza el mbito de la enunciacin.
En La gran aldea Julio narra desde una posicin distante. Cuenta que regres a la
escuela pero no est ah, ni siquiera metafricamente. En el ltimo prrafo retoma el
personaje de Blanca para cerrar su historia personal desde una perspectiva moral. Se
posiciona dentro de una escala de valores pero ajeno a un lugar fsico. Lpez moraliza la
sociedad de la gran aldea y se encarga de producir la divisin exacta entre lo que se debe
hacer y no hacer, mejor dicho entre los que deben ser y los que no deben ser, pero
nada de esto tiene relacin directa con el espacio o modelo pedaggico de la nacin.
Cincuenta aos despus, Enrique Loncn repite la estrategia narrativa pero no ya con la
gran aldea como escenario, sino con la aldea millonaria. Sus textos (relatos, dilogos,
epstolas) son construidos por un Argos 114 que acecha desde la moral de clase. En algunos
casos la voz narra desde el interior mismo de la historia, cercana, casi en contacto con las
conductas e ideas que critica; en otros se fragmenta en posiciones dispersas, corporizadas
por variedad de personajes, ficticios o histricos, as como en oportunidades toma distancia
y habla desde una perspectiva privilegiada, otorgndole al dictamen una validez
incuestionable.

La caricaturizacin de la ta Medea al comienzo de la novela de Lpez, por medio de


trazos hiperblicos se acerca a lo pardico,
tena unos pulmones dignos de alimentar el rgano monstruo de Albert
Hall; y sus iras inclementes y casi mitolgicas, brotaban de sus labios
como un torrente de lava [] 115, la representacin de la supuesta
conducta de su marido: Viejo libertino y sinvergenza, inmoral,
112

Solari, Juan Antonio. Lucio V. Lpez. Buenos Aires: Edicin de Autor, 1949, pg. 11.
El cuerpo del delito. Op. Cit., pg. 28.
114
Argos Panoptes, segn la mitologa griega, era un gigante que posea ojos en la parte trasera de la cabeza,
constitucin que lo converta en un ser ideal para desempearse como guardin.
115
La gran aldea. Op. Cit., pg. 5.
113

64

corrompido, sucio! 116, la utilizacin irnica de comparaciones


bblicas: Mi ta Medea nunca dejaba de echarme en cara que al morir
mis padres me haban recogido por favor y como un acto mil veces ms
caritativo que el de la hija del Faran, salvando a Moiss de la corriente
del Nilo. 117

Las citas previas configuran un cuadro de vida que describe a la ta en su moralina,


segn la mirada despectiva del narrador, punto de vista que por extraa paradoja retoma
Julio cuando debe describir el comportamiento de los otros en la Buenos Aires de
principios de los 80. Con un grado de sutileza que el grotesco no permite avizorar en
Medea, Lpez ocupa su lugar para juzgar la vida de los Montefiori y sus contemporneos.
Si la novela en gran medida se despolitiza en la segunda parte, no se desideologiza.
Lucio V. Lpez desdobla la descripcin de la Buenos Aires de mediados de siglo en la
construccin literaria de dos sujetos: el sujeto poltico y el sujeto autobiogrfico. Segn
Luis Alberto Romero el problema del historiador o cronista:
No se trata de saber quienes son los que son sino qu tipo de
definicin es til o adecuada para el anlisis histrico. En qu lugar de
la realidad social, en qu nivel o instancia se constituyen los
sujetos?[] Ms especficamente: qu relacin hay en esa constitucin,
entre los aspectos que suelen llamarse objetivos ( por ejemplo, su
insercin en la estructura socioeconmica o en la estructura poltica)
[] 118.

Lpez resuelve la contradiccin con mayor comodidad que un historiador (al momento
de rendir cuentas epistemolgicas) porque est escribiendo un relato de ficcin, sin dejar
de lado el proceso histrico que es un referente mimetizado con la poiesis formalizada por
la crnica aldeana. La constitucin del sujeto poltico en esta primera parte es ineludible
por el perodo revulsivo que atraviesa: desde la batalla de Pavn hasta las acciones
partidarias previas a las elecciones generales.
Medea y su entorno le permiten al narrador dar cuenta del estndar poltico del
momento, gobernado por un poder personal aunque ausente de cuerpo, inconmovible, casi
de origen divino, un Deus ex machina del grupo.
Trevexo reproduce el pensamiento del general predestinado, pensamiento que
Lpez demuestra conocer en profundidad.

119

Mitre fue quien colabor con mayor nfasis

116

Ibd., pg. 7.
Ibd., pg.6.
118
Romero, Jos Luis. Los sectores populares urbanos como sujetos histricos, en Sectores Populares
Cultura y poltica. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2007, pg.25.
119
La discriminacin contra los jvenes que contiene el discurso partidario de Trevexo actualiza una
polmica de la cual particip Lpez como representante de las nuevas generaciones. La conciliacin entre
117

65

para instalar la doctrina liberal de Adam Smith. Trevexo sintetiza y legitima la postura
dominante:
La forma democrtica se inspira en el derecho natural [] el derecho
positivo codifica la sancin de las legislaciones inditas del derecho
natural y nosotros exclamamos: El pueblo somos nosotros!. 120

El narrador pone al descubierto el sofisma de Trevexo y la argumentacin mitrista que


instaura el derecho natural (motivo denso de la doctrina liberal) con el sistema
democrtico, y concluye con la suma de la representacin del pueblo, en Buenaventura,
Trevexo, Medea y sus epgonos. Para que esta impostacin se sostenga en el tiempo, el
orador coopera con la refutacin crtica sobre la posibilidad de instrumentar el sufragio
universal, posicin poltica que no era exclusiva del mitrismo. Como inferiremos de las
especulaciones tericas que Loncn volc en su primer libro, El Voto obligatorio, el
problema de la clase dominante se encontraba en la escasa adhesin que despertaba en los
integrantes del campo popular. Trevexo, sin ambigedades, lo explicita:
Qu sera de nosotros, seores, [] si entregramos a las
muchedumbres el voto popular?. 121

El sujeto poltico que domina el perodo se ve doctrinariamente representado en el


discurso de Trevexo, a la vez que resulta sometido y cuestionado por las maniobras
irnicas del autor.

Mitre, Alsina y Avellaneda no cont con su apoyo. Acompa a Aristbulo del Valle en la fundacin del
Partido Republicano o fraccin republicana del Partido Autonomista, en cuyas filas militaron hombres
jvenes bajo la inspiracin de Sarmiento, que desde El nacional sostena su bandera poltica. La relacin
entre Lpez y Sarmiento esta signada por el acercamiento o el alejamiento del sanjuanino respecto de Mitre.
En el nmero 24 de la Revista de Octubre (septiembre de 1873) Lpez escribe un largo comentario crtico
sobre las Cartas Quillotanas. En el mismo expone su punto de vista acerca de las ideas que confrontan
Alberdi y Sarmiento, dedicndole particular atencin al modo en que cada uno de ellos presenta sus
argumentaciones. Si bien durante el desarrollo de la exposicin, Lpez equilibra por partes iguales los
mritos estilsticos y el valor de los pensamientos en disputa, la peripecia crtica final deja muy mal parado a
Sarmiento, confinndolo a una derrota discursiva. La causa por la cual se distancia del sanjuanino se puede
encontrar en otro breve artculo del mismo nmero de la revista, donde describe con cida irona el
oportunista acercamiento de Sarmiento a Mitre durante la inauguracin del monumento a Belgrano. No es
nuestra intencin abonar la teora de la venganza que esgrime Vias, pero la verdad no se encuentra muy
lejana si se recuerda la ardua disputa por la historiografa oficial que venan manteniendo Vicente Fidel
Lpez y Mitre por entonces. Cualquier personaje, por ilustre que fuera, que se acercara al General
Buenaventura caa indefectiblemente bajo la mordacidad crtica de Lpez. (Lucio V. Lpez, op.cit. pg. 1618)
120
La gran aldea. Op. Cit., pg. 23.
121
Ibd., pg. 24.

66

No se puede discutir el corte y la alteracin significante que implica la divisin en dos


etapas de la novela, pero ciertos motivos mantienen la unidad moral o de conciencia de
Julio Rolaz. Su tendencia misgina es uno:
Entiende usted, Misia Medea?- agreg dirigindose en voz baja a mi
ta.
- No seor don Higinio; pero yo tambin lo encuentro admirable como
usted. 122

El desprestigio, si uno lo reduce a Medea, lo puede justificar como merecido por los
antecedentes que acredita en la historia, pero si uno lo expone comparativamente con el
trato que reciben en general los personajes femeninos, podra concluirse que est dirigido a
la mujer y no se focaliza exclusivamente en su ta.
Ludmer tambin advierte la actitud misgina del narrador aunque la confina a una
aversin contra las cazafortunas e indignas habites del Coln, institucin que, como el
Covent Garden de Can, debiera producir una purificacin natural de clase y adems de
gnero. Segn Ludmer La misoginia de La gran aldea culmina en la cazuela
gran teatro. El siguiente pasaje ejemplifica la solucin final

124

123

del

que propone Lpez y el

autoritarismo de los patricios:


Los que tenis autoridad, abolid la cazuela, meted en ella el elemento
masculino; la mujer sola se vuelve culebra en aquel antro areo. 125

No se puede pasar por alto el enfrentamiento hombre / mujer que segn Gabriela
Nouzeilles atravesaba la sociedad de la poca. En su trabajo Polticas mdicas de la
histeria: mujeres, salud y representacin en el Buenos Aires del fin de siglo,

126

expone

que la fuerza desarrollista de los primeros intentos modernizadores en Latinoamrica


supuso la expulsin de la comunidad deseada de aquello que el ojo aristocrtico-burgus
perciba como distinto de s. Nouzeilles considera que la literatura se convirti en un
espacio prolfico para generar respuestas a la parcial modificacin del lugar social de las
mujeres que comienza a insinuarse en los principios modernizadores.
122

Ibd., pg. 24
El cuerpo del delito. Op. Cit. pg. 68.
124
Ibd. pg. 68.
125
Ibd. pg. 119.
126
Nouzeilles, Gabriela. Polticas mdicas de la histeria: mujeres, salud y representacin en el Buenos Aires
del fin de siglo, en Mora, Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Gnero. N 5. Buenos
Aires: Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1999.
123

67

En La gran aldea, la mujer en general, sobre todo las que ocupan un rol significativo
en la segunda parte, incluida Valentina, resultan un foco irradiador de fuerzas
desequilibrantes para la mentalidad burguesa. La clave representativa de este corte
hombre/mujer se produce cuando Julio Rolaz resiste la pulsin ertica y mantiene su
integridad moral frente a la propuesta amorosa de Blanca casada con su to. El sujeto
transgresor o criminalizado por su conducta, si seguimos la lnea de pensamiento de
Nouzilles podra estar representado por Blanca.
Si uno piensa que el Cdigo Civil, redactado por Vlez Sarfield, unos aos despus
de La gran aldea otorgaba a las mujeres los mismos derechos que a los menores de edad,
los locos y los idiotas, puede acordar, sin temor a equivocarse, que en el contexto de la
novela de Lpez y por extensin en la sociedad del 80, la mujer, en ciertas circunstancias,
pas a ocupar el lugar del otro. Por lo tanto si tomamos como referencia vlida la tesis de
la autora citada, encontramos que el relato trasciende las circunstancias que rodean la
relacin entre dos personajes de ficcin, para trasladar al campo literario un problema de
gnero.

Por otra parte, el sujeto autobiogrfico, tras el cual se perciben los hologramas de una
ciudad en trnsito, se reconstruye en el recuerdo.

127

Su metodo de representacin es la

127

Fernando Aliata considera que Lucio V. Lpez, ms all de confinar el pasado a una imagen esttica,
cristalizada, tambin transmite el comienzo del cambio que la ciudad est viviendo. Se sita en el borde de la
ciudad anterior y la que est naciendo. (Ciudad o aldea. La construccin de la historia urbana del Buenos
Aires anterior a Caseros, en Entrepasados, Revista de Historia. Ao II, N 3, 1992, pg. 58) Cito:
En 1873 comienza el largo proceso que culminar con la destruccin
total del antiguo fuerte y su reemplazo por la actual Casa Rosada. En
1882 desaparece la Recova Vieja, ese mismo ao Pedro Benoit modifica
el Cabildo colonial hasta dejarlo irreconocible. Poco despus le llegar
el turno al primer Teatro Coln que es transformado en Banco de la
Nacin. Bajo la gida de Torcuato de Alvear, surge en esos aos la
Avenida de Mayo, se acenta la tendencia al desplazamiento de la elite
hacia el norte y se produce con ello el abandono de las formas
tradicionales de hbitat (Entrepasados, Revista de Historia, op.cit. pg.
55)
En el fin de siglo, se modificaron por completo las representaciones de lo que haba sido la ciudad. Las
redes de sentido que comunicaban a sus habitantes se haban reconfigurado, pero de ningn modo se haba
instalado una fragmentacin o atomizacin espacial que desconectara a los distintos grupos sociales. A pesar
de que los integrantes de la lite tradicional y los nuevos ricos se haban ido desplazando progresivamente
hacia el norte del mapa urbano, dejando el centro y especialmente el sur a las comunidades de inmigrantes, la
esterilizacin no fue total. La necesidad de mano de obra a bajo costo, la ocupacin de terrenos vacos por
indeseados (todava la expansin metropolitana, si bien se perfilaba clasista, era irregular), mantena abiertos
los vasos comunicantes que resultaban transmisores de contagios estticos, lingsticos y, los ms inmediatos
y preocupantes, virales. Guillermo Rawson en un escrito neocientfico, de tono melodramtico, donde
combina estadstica e ideologa, describe, posicionado desde el norte de la ciudad, el hacinamiento en que
vivan los habitantes del sur y advierte sobre las peligrosas consecuencias que pronto se haran sentir hasta en
los sitios econmicamente ms protegidos, si no se aplicaban con rapidez, polticas de higiene y reconversin
ambiental.

68

elaboracin de tipos sociales, saga que logra continuidad, expansin y densidad, a


principios del siglo XX, en los estudios sociolgicos de Jos Ingenieros, en las prcticas
literarias de Fray Mocho, y con las glosas de las vidas porteas que Enrique Loncn
contextualiza en la clase dominante.
La alternancia narracin-descripcin es una constante que regula el dinamismo del
relato en La gran aldea. Contra lo que se pudiera pensar por tratarse de una crnica,
fundamentalmente en su primea parte, los recortes de la accin o los cuadros de costumbre

Rawson elabora un texto que a pesar de su naturaleza tcnica, resulta ms prximo a un relato literario que
a una exposicin nomolgica. Explica los acontecimientos de modo tal que el convencimiento del receptor se
produce por persuasin y no por contundencia lgico-estadstica. Argumenta Rawson:
Entre los problemas sociolgicos y econmicos que se relacionan
estrechamente con la Higiene Pblica, pocos hay que puedan compararse
con el que se refiere a las habitaciones de los trabajadores y de los
pobres [...] Acomodados holgadamente en nuestros domicilios, cuando
vemos desfilar ante nosotros a los representantes de la escasez y de la
miseria, nos parece que cumplimos un deber moral y religioso ayudando
a esos infelices con una limosna [... ] Pero sigmoslos, aunque sea con el
pensamiento, entremos en ese recinto oscuro, estrecho, hmedo e infecto,
en cuyo ambiente se cultivan los grmenes de las ms terribles
enfermedades. De ah salen esas emanaciones, se incorporan a la
atmsfera y son conducidas por ella tal vez hasta los lujosos palacios de
los ricos.
Un da, uno de los seres queridos del hogar, un hijo, que es un ngel se
despierta ardiendo con fiebre de un tifus o de una difteria [...] El tierno
enfermo lucha entonces con la muerte en aquella mansin antes dichosa,
y convertida ahora en un centro de afliccin. (Estudios sobre las casas
de inquilinato de Buenos Aires, en Escritos Cientficos. Buenos Aires: El
Ateneo, 1928, pgs. 65,66)
Para Rawson se torna urgente transformar a ciertos sectores de la ciudad que resultan factores de
degradacin fsica y moral pero No pretendemos dice sugerir remedios para la supresin del pauperismo.
Es un hecho a que est condenada la sociedad por causas que la ciencia econmica consigna. (Ibd. pg.
68.)
Esta visin del inquilinato o de los conventillos como centros de perversin se puede asociar a la tesis que
desarrolla Cambaceres en su novela En la sangre. Igual que los habitantes de los barrios descriptos por
Rawson, Genaro, el protagonista de En la sangre exterioriza y potencia su herencia estimulado por las
circunstancias sociales que le tocan vivir. Una familia disfuncional y un medioambiente que no lo contiene,
hacen que su bsqueda personal encuentre su destino cuando por medios marginales accede a aquellos
espacios que, en principio, le debieran estar vedados por su origen. Eso es lo que justamente Rawson quiere
evitar, la contaminacin de enfermedades, si utilizamos un eufemismo, o la infiltracin de una raza proclive a
la degeneracin. En consecuencia, para solucionar el problema ambiental, propone un proyecto financiero
que permita construir nuevos edificios con el doble objetivo de atar a sus habitantes a una deuda econmica,
por un lado, y a una deuda moral, por el otro: el cumplimiento de la doxa sobre cmo debe vivir un
ciudadano decente. El modelo de urbanizacin lo extrajo de las reformas londinenses. Por entonces, la capital
de Inglaterra intentaba resolver los problemas de infraestructura que le haba generado el desarrollo
industrial. El emprstito que se les otorgara a los futuros habitantes y el estatuto decente de vida que
deberan cumplir para acceder a las nuevas edificaciones, resultaran dos instrumentos de mediacin que no
daran lugar a irresponsabilidades y, a su vez, una coercin directa que los obligara a insertarse en el sistema
laboral. Sarmiento, con una mentalidad menos restrictiva, discuti largamente con su par sanjuanino,
Rawson. Sus artculos publicados en El diario durante 1887, sostienen que el instrumento fundamental de
dominio sobre la inmigracin es la unificacin del lenguaje y por su intermedio la pedagoga, mtodo ms
sofisticado y de largo alcance que la imposicin superficial de conductas, que en breve lapso, slo lograran
aumentar la demografa carcelaria.

69

constituyen su sostn estructural. En la segunda parte, las secuencias narrativas se agilizan


y el autor ya no se detiene en el retrato de una poca sino que la dinamiza a travs de la
vida de sus personajes.
El hombre de ciudad, antecedente de los personajes que habitan las pginas de Aldea
millonaria (1933), est situado muchos aos antes del momento de su escritura. El regreso
al pasado y la recorrida por las calles porteas de Julio Rolaz no se contamina por el
enjuiciamiento que practica el narrador contra la poltica dominante. Rolaz rescata del
olvido las costumbres perdidas y su retrica constituye un signo explcito del giro que ha
dado su punto de vista. Pasa de la irona desacralizadora y bufonesca al encomio mesurado.
Utiliza un lenguaje sutil, un tono equilibrado y opuesto a la gestualidad hiperblica. Este
recorte memorstico de la ciudad emerge con un grado mayor de aprobacin, incluso en la
comparacin con el urbanismo de los ochenta. La pequeez del centro contribuye con la
decantacin y el control taxonmico de clase. La calle Victoria, el boulevard de la
fashion de la gran capital 128 estaba regido por los vendedores principescos, dueos de
una versatilidad que les permita regular sus estrategias de venta segn acudiera, por la
maana, una parda criolla, o una burguesa de la high society por la tarde. Eran tenderos
que tenan la alcurnia y los mritos de aquella juventud dorada, hija de la tierra, ltimo
vstago del aristocrtico comercio al menudeo de la colonia. 129
El acoso de la transformacin urbano-edilicia del presente regula la lectura del pasado
al punto de convertirla en acrtica. La indefensin de los herederos los empuja a la
recuperacin simblica, modeladora e indiscutible por su ndole. Segn Fernando Aliata:
la Buenos Aires de la primera mitad del siglo XIX termina por constituirse en un mito.
130

La pequea Buenos Aires se recorta en el pasado, controlable, al punto de revalidar lo

que la generacin del padre de Lpez haba combatido, la cultura colonial. La concepcin
de Lucio V. Lpez contrara la visin de la Generacin del 37 que asociaba el futuro con el
libre cambio pero es sustento de la aldea millonaria de Loncn, donde se manifiestan las
claudicaciones econmicas y poticas del proyecto liberal. El poder significante del ro por
donde inevitablemente todo lo bueno de la modernidad deba llegar, permitiendo la
evolucin de las ideas y las costumbres, es lateralizado como expectativa nacional.
El lado velado del pasado mtico se inclina hacia la luz cuando el caminante regresa al
presente y observa la actualidad de la ciudad: un muestrario de tiendas a la europea,

128

La gran aldea. Op. Cit., pg. 29.


Ibd., pg.30.
130
Entrepasados, Revista de Historia. Op. Cit. pg. 56.
129

70

hbridas y raquticas [] sin carcter local. La hibridez concentra la preocupacin de


Lpez, tanto como la de Rawson (Ver cita 115).
Se ha perdido la pureza de clase y de raza. No hay integracin sino contaminacin
con las nuevas estticas y los comportamientos que se proyectan desde lo ms profundo
hasta la superficie urbana de la nueva sociedad portea. La prdida del carcter local no
es tan slo una prdida de identidad propia, es el debilitamiento o el desplazamiento de los
ancestrales dueos de la cultura. El tendero prototpico, Narciso Bringas, no era slo un
comerciante, era un guerrero y hombre de partido. Haba combatido en la Revolucin de
Septiembre y en Cepeda; adems era un eximio narrador que poda concitar la atencin de
sus oyentes y justificar las causas de la derrota. El encandilamiento por el pasado llega a tal
punto, que Julio Rolaz no muestra signos de incomodidad o disgusto cuando tiene que
describir a Bringas, a pesar de su carcter mitrista. Los enemigos internos integran una
alianza frente a los factores exgenos o enemigos externos.

Despus de veinte aos Buenos Aires transita el cambio. Trevexo ha desaparecido de la


poltica. La federalizacin ha doblegado los conflictos facciosos y los levantamientos
partidarios. La vida cultural ocupa el centro de la escena y el peligro que representaba el
mitrismo se ha desplazado frente a la infiltracin social de los Montefiori, cuyo apellido
delata procedencia y falta de alcurnia. Montefiori o Montefiore es un apellido italiano de
origen judo sefard.
Durante el siglo XIX hubo un reconocido luchador por los derechos de los judos Sir
Moses Montefiore (1784-1885) quien haba nacido en Italia y vivi el resto de su vida en
Inglaterra; se dedic a proteger a sus congneres en problemas y fue uno de quienes viaj y
reivindic a Jerusaln como la ciudad sagrada. Este apellido y trayectoria difcilmente
hayan pasado desadvertidos para Lucio V. Lpez. En La gran aldea se preocupa por
puntualizar su condicin de catlico miembro de dos o tres hermandades religiosas,
aunque ese rasgo no sea relevante en ningn nivel del relato.
El dinero y sus efectos colaterales construyen el sujeto dominante que califica a los
ojos del narrador como inmoral. Eleazar de la Cueva, precursor de los personajes que
tiempo despus poblarn La Bolsa (1891) de Martel, Quilito (1891) de Ocantos y Horas
de fiebre (1891) de Villafae, realiza sin escrpulos especulaciones financieras en la Bolsa.
El pragmatismo obsceno del doctor Montefiori, de su mujer Fernanda y de su hija Blanca,
es fundamento constituyente de la saga social que avanza por pliegues, encubriendo los
valores que sostenan los representantes de la tradicin. A la crtica contra el utilitarismo y
71

la devocin por el dinero que argumenta Can en sus ensayos, Lpez suma la denuncia de
la inmoralidad en el campo de los afectos. A la conducta difamante de subordinar las
relaciones amorosas al postor de la mayor fortuna econmica, se suma el proceso
degradante que avanza sobre el gusto esttico, ltimo refugio de la lite. Montefiori es
peligroso no slo porque ha alcanzado a ocupar espacios estratgicos del estado como la
diplomacia, sino tambin porque se acerca engaosamente al prototipo del hombre culto.
Habla diversos idiomas (ingls, francs, italiano) y posee una coleccin de arte que si no
fuera por su eclecticismo y mal gusto, lo colocara en el umbral de la singularidad
alcanzada por el autor de la obra y sus compaeros de clase. Lo que expone Lucio V.
Lpez a travs de una lente deformante es la hiptesis de Eric Hobsbawm;

131

las prcticas

sociales del perodo 1870-1914 recorren las distintas clases de manera descendente
principalmente, pero tambin ascendente (aristocracia=burguesa=clase trabajadora). Si
bien el trnsito en toda su extensin es impensable en la Buenos Aires de fines de siglo
XIX, el autor de La gran aldea no deja de percibir los vasos comunicantes que conectan y
contaminan la membrana social en sus capas superiores. Lpez, como reproductor de un
imaginario, moldea y fija los lmites de sus representaciones y las relaciones de poder all
gestadas. Al igual que Loncn, su obra literaria transmite los imaginarios por medio de
representaciones altamente mediatizadas.
Algunos crticos sugieren que Lpez, Can y Wilde afectan sencillismo para
diferenciarse de los nuevos ricos, pero Lpez y Can, en absoluto sienten inclinacin por
una vida sencilla y despojada. Lpez abomina de la prctica deformante que hacen del arte
los insurgentes, provenientes de la inmigracin, o de los estancieros incultos, criticados por
sus ostentosos mausoleos mamarrachescos si se los cotejaba con los de los prceres. 132 Un
131

Hobsbawm, Eric. Naciones y Nacionalismo desde 1870. Barcelona: Crtica, 2004.


Un acto de voluntad supremo puede interpretar como sencillismo la actitud de Lpez frente a la eclctica
Buenos Aires. Basta con leer sus textos titulados El teatro ingls y La comedia francesa publicados
primero en El nacional (1880) y luego como captulos en Recuerdos de viaje (1880) para alejar cualquier
duda al respecto. Los mismos son una declaracin o un manifiesto sobre su vocacin por la alta cultura. El
primero tiene como eje su asistencia durante la season inglesa a la representacin de El mercader de Venecia.
El escrito despliega un anlisis comparativo de la representacin inglesa de la obra de Shakespeare con las
formas refinadas de la puesta francesa. Pone en relacin a Irving que en ese momento interpreta a Shylock,
con una galera de actores que l ha visto en escena representando al mismo personaje: Garrik, Kean, Hervey.
No se detiene en el trabajo de Irving en el Mercader, sino que introduce su recuerdo de cuando represent
Hamlet, aunque no poda despegar de sus odos los ondulantes endecaslabos de la versin italiana de
Carcomo. El lector no puede menos que sentirse interpelado por los conocimientos y la vasta experiencia que
exhibe el narrador sobre el teatro europeo. El mismo procedimiento utiliza con Ellen Terry quien encarna a
Ofelia. El disparador lo lleva a retratar comparativamente a la actriz inglesa con sus iguales francesas, desde
Sarah Bernhard, Dudlay y Croizzette hasta las ms recientes Mlle. Bartet y Mlle Baretta. No se priva de
introducir a Augier, Alejandro Dumas, Robertson, y sus conocimientos sobre Dickens. Suficiente con sealar
que en dos ocasiones vivi en Pars frente al Palais-Royal para completar su acerbo. Lpez era un esteticista
y desde all ejerca la crtica sobre el sesgo que tomaba la sociedad portea. Su mirador parece estar
132

72

caso diferente es el de Wilde quien, como ya sealamos, niega que el esteticismo o el arte
reflejen la belleza verdadera. l la busca y la encuentra en las distintas manifestaciones de
la naturaleza y de la vida sencilla. Si los patricios de la coalicin, como sostiene Ludmer,
inventan una cultura nacional que es agente de cohesin para el Estado,

133

Wilde se

propone demostrar que esa cultura es puro cuento. Las tangentes dinero y clase,
estancieros incultos y distincin en el gusto esttico, se unen fatalmente en La estirpe
futura y El embajador, ambas obras de teatro escritas por Enrique Loncn; la primera en
los aos 20 y la segunda a principios de los 30 del siglo XX. Loncn-Amricus contina
con la misma inflexin de registro y mediatizacin practicada por Lpez-Rolaz cuarenta
aos antes.

2.2 La ciudad literaria: entre liberales y arribistas.


La tipologa de la galera de la segunda parte de La gran aldea estara incompleta si
apartramos de Montefiori y Eleazar al personaje Benito Cristal. Benito es el vector a
travs del cual, Julio Rolaz calibra el mundo. Probablemente si no fuera por l su
moralismo sera ms extremo. Protector, amigo de su padre, relativiza los acechos
compulsivos del narrador. Lector de Rabelais, bromista y mujeriego, semeja un alter ego
ficticio de Wilde. Soltern alegre, conoce y desafa los dobleces del pragmatismo liberal y
el desenfado econmico de la poca. Se burla del dinero no del positivismo ni de la
ciencia. El personaje no se construye por su insercin socioeconmica o poltica, adquiere
volumen propio al no responder a las instancias que configuran el resto de la galera,
incluido el narrador. Aunque su comportamiento no sera un modelo tico a seguir -segn
el contexto de la novela-, frente a la mirada condescendiente de Rolaz, modera las crticas
con su alegre escepticismo. Sus relaciones secretas con Fernanda, la mujer de Montefiori,
no merecen enjuiciamiento, slo aportan un detalle de la conducta generalizada.
Finalmente, el racconto histrico sobre el Club del Progreso le sirve a Rolaz-Lpez
para poner en evidencia su condicin de centro pasatista y, por qu no cursi:
[] no ha tenido nunca ni la distincin aristocrtica de un club ingls
ni el chic de uno de los clubs de Pars. 134
enclavado en Europa, slo que en lugar de realizar una introspeccin como Wilde, mira desde la cultura
europea hacia este lado del Atlntico. En El Nacional public otros artculos igualmente ejemplificadotes de
su amor por el arte: El arpa perdida, Canto al arte, Romeo y Julieta, Ruy Blas, etc.
133
El cuerpo del delito. Op Cit., pg. 43.
134
La gran aldea. Op. Cit., pg. 75.

73

Mirar desde Europa lo distingue incluso de su clase local. Su evaluacin no se reduce


a una cuestin de status sino de costumbres que delatan la liviandad cultural y la falta de
seriedad de sus habites. All no se lee, se conversa. Se discursea ligeramente sobre la
libertad del sufragio mientras comen pollo. Los liberales de club y los arribistas como
Montefiori debilitan el tejido de la clase dominante. 135 Por otra parte, el Club del Progreso,
fundado en 1852 despus de la batalla de Caseros por hombres vinculados al Poder,
prohibi las discusiones polticas a fines de la dcada del 70. 136 Las fracturas y divisiones
heredadas de sus primeros aos y el cambio social en marcha estimulaban an ms los
enfrentamientos. La poltica pas a considerarse entonces como un factor disolvente. De
este modo, se opt por guardar una apariencia civilizada a pesar de las tensiones internas
entre los tradicionales y los nuevos clubs men.

135

En Cuadros parlamentarios y escenas populares, captulo de Recuerdos de viaje (Buenos Aires,


Editorial La Cultura Argentina, 1916) Lpez tiene la oportunidad de presenciar en el Parlamento ingls la
lucha entre distintas facciones por la intromisin de un cuerpo extrao -la cuestin Bradlaugh- en el
statu quo poltico. Mr.Bradlaugh, electo por Northampton, se resista a jurar segn lo estipulaba la ley y por
lo tanto fue rechazado como nuevo integrante de la Cmara. Seoras respetables esperaban la llegada del
ateo con rostro escandalizado. (Recuerdos de viaje. Op. Cit. pg. 96) Describe Lpez con irona la
pacatera nefita del comn. Por otro lado desprestigia sin dobleces (aunque podamos extraer ms de un
significado con el paso del tiempo) al representante whig: Un hroe de la demagogia latina, de larga
melena, de traje estrafalario. (Ibd., pg. 96) Un preanuncio de la imputacin que van a cargar los polticos
populares de principios de siglo XX.
La acumulacin de lecturas sobre el caso Bradlaugh desde una misma perspectiva, acorralan a Lpez
junto a los toryes, a pesar de declararse abiertamente liberal. La impertinencia del personaje en cuestin al
insistir en hacer valer sus derechos ms all de las disposiciones mayoritarias sancionadas por la Casa de
Westminster, incomodan al viajero sudamericano, al punto de suponer que la escena bastarda que est
presenciando refleja el eclipse del sistema parlamentario de la Inglaterra (Ibd., pg. 103) El discurso del
intruso es juzgado como una muestra de baja oratoria clubista; dbil, cnica y plebeya. (Ibd. pg. 101)
La calificacin despectiva de clubista articula Los cuadros parlamentarios con la lectura que realiza
Julio Rolaz sobre los socios del Progreso. De este modo, Lpez quedara descentrado de la crtica
generalizada que considera a los representantes del 80 como charlistas y clubmans.
Su experiencia sobre la conflictividad poltica que atraviesa Europa queda acreditada cuando encubierto
(actitud que legitima el apelativo de acechador) entre los seguidores del impertinente asiste a las
movilizaciones callejeras. Bradlaugh se muestra como un representante ideal para decodificar los motivos
ideolgicos que sustentan la insurgencia de la poca. Las ideas radicales, digo mal, el ateismo y el
socialismo comienzan a manifestar sntomas de epidemia en la Gran Bretaa. (Ibd., 103) La retrica
mdica emparienta su diagnstico con las ideas de Rawson, que ya tuvimos oportunidad de estudiar, y con
las de Loncn, cuando define a los seguidores de Irigoyen. El potencial debilitamiento del ancestral y
funcional ordenamiento poltico tiene estrecha relacin con el cambio que han mostrado los Whigs en los
ltimos tiempos. El inters de Gladstone por hacer ingresar a Bradlaugh no es ideolgico, sino especulativo.
Se preocupa por sumar un voto ms para su faccin parlamentaria. La advertencia sobre el giro utilitario
tiene como destinatario ltimo al pblico lector de El Nacional en Buenos Aires. Mientras el partido
conservador se mantiene homogneo y compacto en su derrota, los liberales garantizan la paz egosta del
comerciante. Lo nico que le importa el gobierno ingls es la coyuntura que habilita los negocios. El
pragmatismo econmico, idea que respaldara Can, es el sostn de la red social que tiene como foco de
crtica La gran aldea.
136
Ver Losada, Leandro. Los clubes. La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle poque. Buenos
Aires: Siglo XXI, 2008.

74

Si bien ya se est gestando el conflicto con el creciente inconformismo de las clases


populares, todava no ha adquirido la presencia suficiente como para que Lpez lo
visualice. Aos despus la disputa poltica se orientar hacia el voto universal y
obligatorio, tema que radicalizar Loncn en El voto obligatorio y Aldea Millonaria. El
desconocimiento de Lpez sobre la real amenaza poltica en ciernes, se encuentra
representado en el beneplcito acrtico que demuestra Julio Rolaz respecto de la conducta
social de los mulatos y negros. Ocupan cargos modestos pero honrosos en la
administracin pblica.

137

La clase popular todava no se haba convertido en peligro

beligerante, se integraba al sistema y aceptaba el orden jerrquico establecido; permaneca


controlada. Pero en la literatura de Loncn, no slo aspiraba al Poder sino que lo asuma
por medio del Partido Radical.
Observar, decodificar, categorizar y contar son todas operaciones dirigidas contra la
evanescencia

de la modernidad. La venganza, la atrofia esttica, el arribismo, la

indecencia, la frivolidad liberal constituyen estigmas indeseables que atentan contra la


integridad de Lucio V. Lpez y sus representados. El autor de La gran aldea ve peligrar
los intereses econmicos y culturales y con gestos intiles insina muros estlidos que
clausuren por derecha e izquierda la simblica Buenos Aires. Al igual que Loncn, mira
sin comprender lo que Wilde haba definido con simplicidad filosfica: La conservacin
absoluta es una imposibilidad en el mundo en que todo va de trnsito.
La generacin, la coalicin del 80, como prefieren llamarla los crticos, se fisura
entonces ante la impotencia de la mirada, el intento de reglamentar las conductas y la
aceptacin profana de lo inexorable. Las nuevas comunidades locales, que constituan la
densa amalgama demogrfica y social, y su modo de habitar Buenos Aires, se van
apropiando del imaginario y sus variables simblicas para modificar progresivamente las
identidades metropolitanas y nacionales.

En Sarmiento encontramos otro antecedente de Aldea Millonaria. En Facundo (1845)


construye una oposicin entre Crdoba, ciudad-claustro,

representante de la cultura

conservadora, y Buenos Aires, ciudad-puerto, rectora del proceso que ejecutara las ideas
progresistas que modernizaran al pas. No muchos aos despus comprendera su error,
cuando escribi Argirpolis (1850) y propuso desterritorializar la concentracin de Poder
que administraba Buenos Aires. El tiempo terminara por darle la razn. La tradicin

137

La gran aldea. Op. Cit., pg. 115.

75

patricia all instalada no se desprendera de sus hbitos y sus costumbres. A pesar de la


ptina de modernidad, el establishment gobernante resultara inmodificable para el
sanjuanino. En Aldea millonaria, los hbitos y costumbres de la lite, devenidos en vicios,
en algunos casos al extremo de confundirse peligrosamente con la monomana de clase,
conspiraran no tan slo contra el desarrollo del pas, sino contra su propia estabilidad
como factor de Poder. Dice Adrin Gorelik en La grilla y el parque:
Sarmiento ir forjando progresivamente una fuerte desilusin sobre la
ciudad y la sociedad existentes, sobre la terquedad de las clases
dominantes en oponerse a los cambios que haban parecido tan
asequibles en el proceso de desarrollo posterior a Caseros. 138

Un ejemplo de lo que sostenemos lo representa la literatura evocativa que se gesta a lo


largo de los aos ochenta. La desaparicin de la iconografa tradicional del viejo Buenos
Aires, la transformacin fsica del complejo edilicio urbano, el conglomerado heterogneo
y confuso en que se transformaba la gran aldea, hicieron que el control poltico y social
se tornara difcil de manejar. Los textos de Jos Antonio Wilde, de Santiago Calzadilla, de
Vicente G. Quesada y de Lucio V. Lpez realizaron una operacin arqueolgica que a
travs de la memoria intent recuperar las races de la argentinidad que haban comenzado
a confundirse a partir del proceso modernizador. Contrariamente a los deseos de
Sarmiento, la literatura evocativa, si bien no se desentendi de la importancia y de la
singularidad que el sanjuanino le otorgaba a la cultura y a las instituciones progresistas
porteas, realiza un trabajo de valoracin y rescate de lo que justamente el autor de
Facundo crea que deba ser modificado para ingresar de lleno en el mundo moderno.
La teora de una lite que desea construir el Estado a partir de representaciones
simblicas, no puede en absoluto abandonar una actitud de resistencia frente al aumento de
la complejidad de las sociedades modernas. La relacin interior/exterior entre el sujeto
cognoscente y el mundo (moderno), como se dio en Wilde, y como podra verificarse en el
caso de Lpez, constituyen operaciones de auto conocimiento por la negatividad en el
primer caso, y de fortalecimiento del sistema (Estado) por parte del segundo. El proyecto
que trajo consigo la modernidad aparece relativizado en Wilde y obligado a una tour de
forc en La gran aldea. La literatura se apropia de las tensiones entre los gestores y la
sociedad en desarrollo, pero tambin de las que se establecen entre los mismos sujetos que

138

Gorelik, Adrin. La grilla y el parque. Espacio pblico y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936.
Bernal (Buenos Aires): Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pg. 77.

76

en la superficie textual son considerados parte de una coalicin o lite cuasi monoltica. 139
Esos representantes de la coalicin generacional, a partir de procedimientos literarios
anlogos, como el costumbrismo o la irona, ponen al descubierto miradas cruzadas y no
siempre convergentes. Probablemente a Lpez y a Can se los pueda encuadrar en el
ejercicio de una produccin simblica que tuvo como fin el fortalecimiento del sistema. No
resulta del todo convincente que Eduardo Wilde ocupe el mismo espacio. Su puesta en
crisis de la relacin sujeto-sistema delata un distanciamiento de los intereses de clase, y
una percepcin no tan slo reactiva contra la complejidad que caracteriza el entorno. De su
literatura no se infiere un mundo monoltico fundado en la seguridad de la clase
gobernante. Su produccin de sentido remite a mltiples relaciones sujeto-sistema; Wilde
se distancia del operativo de cristalizar el grupo que debiera conducirlo. Can, por el
contrario, cuando el conflicto trasciende el campo simblico, se compromete en una salida
emprica; la Ley de Residencia es un ejemplo.

[] entre tanto Montevideo no existe. Aunque tenga ms doctores,


empleados pblicos y almaceneros que todo el resto del pas, la capital
no tendr vida de veras hasta que nuestros literatos se resuelvan a
decirnos cmo y qu es Montevideo y la gente que la habita. 140

Las palabras de Juan Carlos Onetti sobre Montevideo ponen en relieve el grado de
significacin que aporta la literatura a la existencia referencial de una ciudad. La toponimia
de Buenos Aires que transita las dcadas del 60 y del 80 del siglo XIX, sus mbitos de
encuentro social, las actividades polticas que se desarrollaron dentro de las coordenadas
espacio/tiempo donde Lpez situ La gran aldea y sus personajes ms representativos,
hacen que la ciudad emerja y se corporice como signo. La Buenos Aires configurada
probablemente no sea geogrfica o histricamente comprobable. Es una construccin
erigida como presupuesto, mediatizada como continuidad simblica. La imagen de ciudad
que Lpez representa, anticipa la Buenos Aires loncaniana de 1930. Las formas que
utiliz primero Lpez, las reprodujo despus Loncn, por medio de la diversidad genrica
que caracteriza su Aldea millonaria. Un modo de sintetizar las formas representativas,
anlogas y recurrentes, la exponemos en el siguiente cuadro:

139

Ver Minellono, Mara. Las tensiones de los opuestos. Libros y autores de la literatura argentina del 80.
Las tensiones de los opuestos. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 2004.
140
Onetti, Juan Carlos. Periquito el aguador y otros textos. Montevideo: Cuadernos de Marcha, 1994, pg.
22.

77

mbitosActuaciones-Tipos

La gran Aldea

Familia

mbitos pblicos

Circunstancia polticohistrica convocante.

Aldea millonaria

La casa de Medea-Ramn,
Mansin Montefiori.

Casa de la familia Varela


en la Avenida Quintana,
Petit hotel de NellyMartn Algorraborde,

Club El Progreso, Teatro


de la Victoria, Teatro
Coln.

Jockey Club, Rotary Club,


Sporting Club, Teatro
Coliseo, Casa Rosada.

Batalla de Pavn.

Derrocamiento de
Irigoyen.

Captulo II
Funcionamiento del centro
comercial
(comparacin
La
calle moderna
Florida,
Enrique Loncn, del optimismo
institucional
a la experiencia
entre las costumbres de costumbres y habitus,
del- desencanto.
Rituales callejeros
la gran aldea y el Barrio Norte, bohemia
presente del 80), el noctmbula por las calles
carnaval en el bajo, los del centro y sus bares.
de yPalermo
como poltica.
1. El arte de la persuasin. Labosques
oratoria
la escritura
lugar de cita social.

Personajes-tipos

Medea,
Trevexo,
Buenaventura, Montefiori,
Eleazar de la Cueva,
Benito

Pimpollo
Benavente,
Jovita Villanueva, El
Gordo Ros, Mr. Percy
Harrington Droke, Garay
y Mendoza

78

SEGUNDA PARTE

79

Captulo I
Enrique Loncn, del optimismo a la experiencia moderna del
desencanto.
1.1

El arte de la persuasin. La oratoria y la escritura poltica.


La facultad oratoria de Loncn fue una de las virtudes discursivas ms destacadas por

los crticos. Su actuacin pblica, como enunciador de discursos polticos y participaciones


en encuentros sociales, ocupa un espacio con alto grado de exposicin tanto como el de sus
ficciones. Su elocuencia estuvo al servicio de los intereses partidarios cuando form parte
de las diversas campaas que los demcratas progresistas llevaron adelante, para
elecciones presidenciales y legislativas. En ciertas oportunidades dirigi sus palabras a un
pblico conocedor de su elocuencia, que espontneamente lo conminaba a que hablase;
tambin fue invitado para que conmemorara fechas patrias, los nacimientos de personajes
histricos, o brindara sus recordatorios a compaeros o amigos fallecidos. Su narrativa se
conect con esta prctica oratoria, que lo ocupaba y lo preocupaba. En su libro La
conquista de Buenos Aires,

141

el relato que le da ttulo al conjunto heterogneo de textos

incluido al que tiene como protagonista y narrador al destacado orador clsico, Marco
Tulio Cicern, plantea la irremediable perdida de la oratoria en la Buenos Aires de
principio de siglo, y por extensin, en el mundo moderno. El discurso oral fue una prctica
constante en la vida pblica de Loncn, quien posea una clara conciencia de su capacidad
persuasiva como instrumento de combate ideolgico, y de su capacidad expresiva, como
manifestacin esttica.

Su aficin por hablar en pblico naci en un perodo donde las discusiones polticas
eran intensas, en el clima previo a la promulgacin de la Ley Senz Pea. Su mayor
actividad en los debates tuvo lugar despus de la sancin de la Ley, durante la lucha
eleccionaria anterior al triunfo de Irigoyen. Fue un orador destacado del Partido Demcrata
Progresista en la campaa 1915-1916, cuando slo tena 24 aos. Un ao antes haba
escrito El voto obligatorio (1914), su tesis doctoral, convertida despus en texto de
141

Loncn, Enrique. La conquista de Buenos Aires. Buenos Aires: El Ateneo, 1936.

80

consulta para los constitucionalistas, que a pesar de la puesta en vigencia de la nueva Ley,
no haban concluido con sus disputas. El texto se constituy en una defensa del voto
universal y obligatorio. En primer lugar estableci la nocin del derecho y de la
competencia cvica como instrumentos que favoreceran la igualdad, relegando, acorde con
sus principios liberales, el antagonismo social o la diferencia de clases por el ordenamiento
natural. En su opinin, No puede decirse en el lenguaje jurdico que existan clases en las
sociedades modernas. 142
Adems afirma que las diferencias de cuna tienden a igualarse con el derecho,
aunque las diferencias individuales, por ser naturales, nunca podran modificarse
sustancialmente. Despus de la Revolucin Francesa, el pueblo moderno estuvo en
condiciones de decidir y gobernarse por s mismo. La sociedad progresa bajo el amparo y
el estmulo de la ley, y el sufragio le permite a los ciudadanos intervenir directamente en
[] la administracin de los negocios polticos. 143
El problema terico que plantea el derecho al voto, segn Loncn, se origina al
considerarlo como una facultad libre del hombre que opta por votar o no, o bien estatuirlo
como una obligacin inalienable de todos los ciudadanos. El autor se inclina por
considerarlo como una obligacin, una facultad que no se puede escindir del deber que
imponen la ciudadana y el carcter de la democracia. No se tratara de una facultad
optativa, sino de un deber moral. Por otra parte, desestima la simpleza de la postura
pragmtica que sostena la obligatoriedad del voto por los peligros de la abstinencia
electoral, como as tambin considera que el hombre absolutamente libre representa una
aberracin. 144
El voto obligatorio no atentara contra las libertades individuales, sino que fortalecera
los intereses generales. La obligatoriedad del sufragio contribuira a la formacin de la
conciencia ciudadana. La prctica del voto hace que el sufragante, tarde o temprano, tenga
que informarse sobre el funcionamiento del sistema democrtico, y se adiestre
polticamente para ejercer sus derechos. De otro modo, caera en un campo de inercia e
ignorancia alienante que podra debilitar el poder ciudadano con un cuasi brbara
indiferencia.

142

Loncn Enrique. El voto obligatorio. Buenos Aires: Establecimiento Grfico El Riachuelo, 1914, pg. 16.
Ibd., pg. 25.
144
Ibd., pg. 37.
143

81

En cuanto a la reforma electoral llamada Ley Senz Pea, Loncn sostiene que vino a
solucionar viejos problemas de la prctica eleccionaria, focalizados principalmente en el
fraude ejercido desde anteriores gobiernos.
[] apoderse de la direccin del estado el grupo de los viejos
vividores, que, bajo un exterior solemne y bajo una importancia consular
de patricios, chincancaban en la sombra y gozaban de su festn
cubriendo con ardides lo que hoy detalla con sindicante minucia la
penalidad severa de la nueva ley. 145

El voto obligatorio y secreto desarticulara el poder del caudillo barrial, del cacique
poltico que supervisaba y controlaba cada seccin, incentivara el control de los
representados sobre el comportamiento de sus representantes, quienes permaneceran
sujetos a los compromisos contrados con crculos estrechos de poder, por lo general
pertenecientes a estamentos gubernamentales.
El diputado nacional deba su cargo al gobernador de una provincia o
al presidente de una repblica. 146

La nueva ley despert en el pueblo un inters directo por fiscalizar el accionar de sus
representantes. El control crtico ejercido no les permiti abandonar livianamente las
promesas de campaa o responder con sumisin a la verticalidad conservadora. El voto
obligatorio dobleg o redujo el fraude e impuls el desarrollo de los partidos polticos y
con ellos, la alternancia en el Poder.
En un momento en que el pas se vea atravesado por tensiones polticas divergentes,
representa una ingenuidad suponer que la posicin sostenida por Loncn, en favor del voto
universal y obligatorio, era generalizada y posea un consenso sin fisuras. Muchos de los
intelectuales y gestores culturales que ocupaban un lugar destacado en la informacin y la
formacin ciudadana, militaban activamente en su contra. Un caso paradigmtico fue el de
Leopoldo Lugones, compaero de Loncn en el diario La Nacin donde compartieron a lo
largo de los aos algunas posturas ideolgicas y literarias, y confrontaron en otras. Para
cuando Loncn escribi El voto obligatorio, Lugones ya haba dado su famoso ciclo de
conferencias en el Teatro Oden, las que modificadas y ampliadas se publicaran en su
ensayo El payador. 147

145

Ibd., pg. 51.


Ibd., pg. 74.
147
Lugones, Leopoldo. El payador. Buenos Aires: Otero, 1916.
146

82

En la primera edicin de 1916, en el Centenario de nuestra Independencia, como


enfatiza una y otra vez Lugones, interesado en otorgarle una impronta nacional a sus
reflexiones, escribe un prlogo donde se encarga de confirmar su punto de vista respecto
de la reforma constitucional promovida por el gobierno de Senz Pea. Senz Pea haba
presenciado acompaado de todos sus ministros (incluso el autor intelectual de la ley,
Indalecio Gmez) las seis disertaciones que tuvieron como eje temtico al Martn Fierro, y
como motivo poltico, la construccin de la pica patria. En el prlogo, Lugones, a la par
de describir no sin cierto sarcasmo desvalorizante las contingencias acaecidas en los
alrededores del Teatro Oden, reafirma sus convicciones:
La plebe ultramarina, que a semejanza de los mendigos ingratos, nos
armaba escndalo en el zagun desat contra m al instante sus
cmplices mulatos y sus sectarios mestizos. Solemnes tremebundos,
inmunes con la representacin parlamentaria, as vinieron. La ralea
mayoritaria palade un instante el quimrico pregusto de manchar un
escritor a quien nunca haban tentado las lujurias del sufragio
universal. 148

Si bien para 1916 Loncn asume una fuerte oposicin contra el surgimiento de las
nuevas mayoras, nunca muestra tal grado de desdn, y sostiene su condicin de demcrata
liberal por unos cuanto aos ms. En la Nota a la segunda edicin de la Historia de
Sarmiento, un libro eclctico en su estilo, por momentos ensaystico, en otros, lricodescriptivo, Lugones dej constancia de su trayectoria ideolgica:
[] bajo igual concepto aadir que la ideologa liberal de este libro
no es la que ahora profeso conforme a la rectificacin de criterio que me
impusieron la guerra de 1914 y sus efectos tan universales: estados de
conciencia cuya sinceridad no es del caso discutir 149

Probablemente la mirada irnica de Loncn percibiera al Lugones de entonces como


un epgono o sosas de la criatura imaginada por Lucio V. Lpez en La gran aldea, el
doctor Trevexo,

avezado en la alquimia clsica de enfrentamientos picos entre

Alcibades y Temstocles contra supuestos Jerjes, y opositor acrrimo del voto universal
que se comenzaba a pensar y discutir entre algunos intelectuales de entonces.
Seores estamos empeados en una lucha homrica [] La forma
democrtica se inspira en el derecho natural. En la tribu los ms fuertes,
los ms hbiles, asumen la direccin de agrupaciones humanas: el
148
149

Ibd., pg. 4.
Lugones, Leopoldo. Historia de Sarmiento. Buenos Aires: Babel, 1931, pg 8.

83

derecho positivo codifica la sancin de las legislaciones inditas del


derecho natural y nosotros exclamamos: El pueblo somos nosotros.
[]El error consiste en creer que el sufragio universal es el derecho que
todos tienen de elegir. 150

Como sealamos, el potencial oratorio de Loncn se puso a prueba y desarroll en el


marco institucional que promovi la ley eleccionaria promulgada en 1912. La posibilidad
de discutir el poder gubernamental en las urnas, estimul a militantes novatos y
experimentados a que interviniesen en poltica. El pas se vio envuelto en una lucha
discursiva por definir las internas partidarias: las presidenciales de 1916 y las legislativas
de 1919. La retrica de Loncn fue verstil.
El texto al que aludimos anteriormente, El voto obligatorio, resulta un modelo
representativo de su incursin

por distintos registros discursivos, aunque no

necesariamente saliera siempre airoso de sus tentativas. Del estilo literario un tanto
ostentoso y efectista del prlogo,151 pasa a la exposicin terico-tcnica de los captulos
siguientes. El cuerpo de su tesis hace en general un uso medido de figuras retricas, utiliza
un vocabulario ajustado al constitucionalismo y una sintaxis precisa que facilita la
comunicacin de ideas. En el caso de su actuacin poltica, fuera ya del campo acadmico,
su prioridad contina siendo la exposicin de ideas, pero su carcter polmico le permite
incluir la construccin del otro. Recurre tambin, al tono elevado que demanda la tribuna;
interpela a la inteligencia del receptor y no exclusivamente a los estmulos emocionales
que producen la adhesin irreflexiva. A los opositores los define en funcin de sus
transgresiones institucionales, adjudicndoles el posible retroceso que traeran al pas en
materia democrtica.
El discurso que pronuncia el 1 de julio de 1915 en la Primera Asamblea Popular del
Partido Progresista, se convierte en una referencia vlida para analizar sus virtudes como
orador. Durante su alocucin, adems de definir al enemigo extrapartidario, defiende su
150

La gran aldea. Op. Cit. pg. 23.


El prlogo de El voto obligatorio es una alegora que sintetiza figurativamente las hiptesis principales del
libro. Registra un tono potico dado por la eleccin esttica de un vocabulario de reconocida trayectoria
literaria aunque un tanto anacrnico para la poca. Practica el recurso constante de posicionar el adjetivo por
delante del sustantivo, y realiza un amplio despliegue de comparaciones y metforas que sustentan una
historia ideal ubicada espacialmente en el interior del pas:
febricientes inquietudes del pensamiento [] rstica silueta herclea
[] lugar de silencio cual morada de cndores[] la esencia fecundante
de sus fundos estriles [] hera en lo ms sensible su principio ngnito
de la libertad, prenda dorada e indespojable, divino tesoro que ha
constituido siempre el ideal ms ponderado del humano linaje (pgs. 910)
La expresividad restallante que impregna la fbula y vehiculiza la didaxis alegrica se opone abruptamente
a la pedagoga lgico-tcnico que domina el cuerpo principal del texto.
151

84

alineamiento en la interna propia. Por entonces se comenzaba a dirimir quin sera el


candidato demcrata para las presidenciales de 1916.
Loncn se sita como representante de la Juventud Progresista a la cual define, al
tiempo que polemiza con la oposicin:
[] a la otra juventud donde la inconsecuencia se hermana con el
aturdimiento en beneficio de notoriedades efmeras [] La juventud que
hasta este momento me honro en presidir, es la que trabaja, la que
estudia, la que piensa, la que con un concepto ms racional que
instintivo de la patria no se prodiga sino en la labor silenciosa de todos
los das. 152

Como ya lo dijimos, Loncn construye la imagen idealizada de los integrantes del


Partido Demcrata Progresista (la confirmacin del receptor partidario o la persuasin del
advenedizo es el fin inmediato), y tambin el carcter del opositor externo: la racionalidad
por un lado y el instinto por el otro.
Sin decirlo de manera explcita ubica la alteridad en el campo del populismo. Se
podra arriesgar, inclusive, que lo ubica en el espacio de los iletrados. En el conviven []
el caudillismo brbaro y las multitudes desorbitadas, donde se confunde demagogia con
democracia. Despus de sealar las virtudes de unos y las carencias de otros, con dos
modelos expuestos ante los ojos y odos del pblico, nominaliza a la oposicin, el Partido
Radical.
El secreto de la argumentacin poltica ha constituido y constituye el mbito natural
de la ocultacin, la elipsis y tambin la denuncia de las relaciones de poder y sus
mecanismos internos. Divide aguas cuando asocia los principios demcratas progresistas
con el desarrollo y la estabilidad gestados durante los aos 70 y 80 del siglo XIX:
[] la urbe inmensa ensanchbase al impulso de industrias poderosas,
en las escuelas y universidades floreca la cultura, realizbamos la
aspiracin de Mitre, Sarmiento, y Avellaneda bajo el imperio de la paz,
el trabajo y la concordia. 153

152
153

Loncn, Enrique. Palabras de la derrota. Buenos Aires: Talleres Grficos Rodrguez Giles, 1919, pg. 7.
Ibd., pg. 10.

85

A estos principios suma la libertad de conciencia partidaria, producto de la nueva


legislacin eleccionaria. El pasado y el presente tienen sus representantes naturales y se los
debe proteger de la usurpacin populista que los acecha.154
Para Loncn los radicales comprometen los logros econmicos, polticos,
institucionales. El pas recicla un viejo dilema que haba preocupado a Echeverra,
Sarmiento y Alberdi.

155

El sensualismo subyuga a las masas. Nuevamente el poder

carismtico se enfrenta con la racionalidad principista. El planteo sobre la necesidad de


doblegar las fuerzas pasionales con la racionalidad del progreso haba sido tambin un
argumento utilizado durante el gobierno roquista. Paula Alonso, quien estudia la
manifestacin de las voces gubernamentales a travs de su rgano oficial, el diario La
Tribuna Nacional, asevera que el discurso dominante del 80 pretenda:
lograr que un pueblo gil para la movilizacin revolucionara, aceptase
rutinariamente al gobierno roquista [] Las pasiones Humanas
representaban para el PAN los sentimientos ms bajos, las tendencias
ms destructivas que guarda el ser humano en su zonas oscuras. 156

La argumentacin, o en este caso la proclama del diario oficial apunta a contener las
fuerzas instintivas provenientes del pasado faccioso (mediato e inmediato), sabiendo que
no resultara tarea fcil revertir, en poco tiempo, los viejos hbitos acumulados en largas
prcticas histricas. La consigna orientadora que propone Loncn, paz, trabajo y
concordia, no se diferencia prcticamente en nada de la esgrimida durante los ltimos
veinte aos del siglo XIX por La Tribuna Nacional y por La Tribuna: paz, progreso y
trabajo.

En un perodo de mayor democracia participativa, como fueron los aos

posteriores a la Ley Senz Pea, Enrique Loncn vuelve a agitar las viejas consignas
discursivas del conservadurismo del 80. Se comienza a abrir una brecha entre su postura
terica de El voto obligatorio, y su posterior actividad partidaria, aunque todava dentro de
los lmites del respeto institucional.
Pero retomando esta lnea argumentativa, una vez alertado el receptor sobre la
acechanza extrapartidaria, el autor de Palabras de la derrota (1919) dirige su mirada hacia

154

La distancia que todava lo separa de Trevexo-Lugones es la fe en el sistema democrtico liberal,


persuadir sin apelar a la manipulacin fraudulenta pregonada por la criatura de Lpez o la rigurosa exclusin
lugoniana.
155
Durante el perodo rosista, y antes con Dorrego, la clase ilustrada se enfrentaba al conflicto que
significaba defender la institucionalidad democrtica del pas, mientras paradjicamente las mayoras
populares apoyaban o sufragaban por los caudillos.
156
Alonso, Paula. En la primavera de la historia. El discurso poltico del roquismo. Buenos Aires: Editorial
Universidad de San Andrs, 1997, pgs. 19-23.

86

el interior de su partido, al cual exige comportamiento cvico para diferenciarse de la


masificacin irracional del radicalismo, y en estricto cumplimiento programtico, postula
la eleccin por votacin interna del candidato presidencial que los represente. Un partido
poltico es una agrupacin de individuos dentro de la cual existe heterogeneidad de ideas y
de prcticas. El discurso de Loncn intenta forjar la identidad unificando las diferencias,
uniendo la diversidad en una sola voz. Su rol consiste en construir imgenes de
homogeneidad por medio del respeto y la legitimacin estatutaria o reglamentaria. Por otra
parte, la integracin a la vida poltica, impona ciertas restricciones a los partidos; obligaba
a los oradores a formular con cuidado sus discursos, dndole al lenguaje un carcter formal
y principista.
Leer un discurso poltico significa leer acerca de la actividad poltica de hombres y
mujeres en un contexto social determinado. Su construccin discursiva es la estructura
dialgica que remite e interpela a distintos receptores. La participacin se debe interpretar
considerando dos planos: a) el de los actores que participan en el mundo de los fenmenos
donde se dan los acontecimientos, b) el de las referencias intra-discursivas. 157
En los dos casos el participante se configura como un elemento activo, pero existe un
tercer participante que permanece dentro del contexto sociopoltico pero en estado de
pasividad e indiferencia. A l se dirige el orador cuando invoca a los hijos de las familias
troncales, para que tomen parte efectiva en la actualidad poltica y desautoricen los
prejuicios que consideran intil servir a la patria y sus ideales; cuando apela a los jvenes
hijos de extranjeros pertenecientes a las clases medias para que unan su sangre a la defensa
de las tradiciones argentinas y cuando realiza, finalmente, un llamado a los hijos de las
clases bajas dentro de los cuales se incluye:
Y a vosotros, hijos del pueblo: yo que vengo de vuestras filas
familiarizado con el calor de la fragua y las inquietudes del taller, yo
conozco el dolor obrero y las amarguras proletarias [] 158

El blanqueo pblico de la procedencia del yo, su homologacin con la clase


proletaria donde asienta su lugar referencial, parecieran buscar la legitimacin popular de
su persona que no est presente en la formulacin general del discurso, apelacin que no
resiste una investigacin biogrfica que lo confirme.
157

Bolivar, Adriana. La lectura del discurso poltico. Lingstica e interdisciplinariedad: Desafos del
nuevo milenio. Valparaso: Edicones Universitarias de Valparaso, 2002.
Mac Donell, Davies. Theories of Discourse. Oxford: Basil Blackwell, 1986.
158
Palabras de la derrota. Op. Cit., pgs. 13-14.

87

Loncn no perteneca a las clases bajas. Su padre de origen francs, igual que su
madre, haba fundado y dirigido el Colegio Sadi Carnot. No eran adinerados ni provenan
del patriciado nacional, pero tampoco se los podra identificar, como l lo hace, empleando
una hiprbole voluntarista, con los representantes de la clase proletaria. El deseo no
explicitado es mimetizarse con el sector del electorado que les resultaba esquivo. El
vocativo vosotros, el pronombre posesivo plural vuestras, el animismo puesto en
prctica con la palabra inquietudes, y la autoridad que le otorga el conocimiento,
expresado en un equilibrado paralelismo propio de un hbil retrico,

ubican

probablemente el discurso fuera de los intereses inmediatos del obrero. Adems, el castizo
uso del vosotros se alejaba en el espacio y el tiempo del idioma rioplatense que se
gestaba por entonces entre nosotros. La cuidada esttica de sus palabras resulta distante
para el mundo obrero porque difcilmente pudieran reconocerse en ellas. La sociedad y el
proceso histrico de principios de siglo XX haban producido su propio imaginario y su
lenguaje, representativos de sus intereses y necesidades. Loncn y su discurso quedaron
descentrados de este corpus en la medida que dichos contenidos no podan ser
expresados por cualquier lenguaje. Sin comprender la eleccin que la sociedad haba hecho
de su simbolismo e imagologa, el autor de El voto obligatorio no pudo avanzar
discursivamente ms all de sus necesidades de clase. La emergencia de lo nuevo irrumpe
con particular intensidad en perodos conflictivos que marcan o escanden la existencia de
las sociedades. Sin embargo Loncn obra polticamente como si se encontrara frente a una
sociedad esttica y fra que no presenta sntomas de cambio; la ley Senz Pea y su
aceptacin popular tendran que haber sido suficientes para que su lectura resultara otra.
Advertido de su error, no en vano llam a la compilacin de sus discursos eleccionarios
Palabras de la derrota. Haba intentado unificar los distintos estamentos de la sociedad
argentina, que por entonces presentaba fuertes divergencias de intereses, y haba propuesto
provisoriamente como su representante natural y presidente del Comit de la Juventud
Demcrata a Francisco Uriburu, formalizando una de las lneas que discutiran la interna
del Partido Demcrata Progresista. El apellido de su candidato, por otra parte, resulta un
signo inequvoco de las intervenciones polticas, no constitucionales, que en el futuro
intentaran revertir la derrota de la poltica conservadora.

Con motivo de la proclamacin de la frmula Cafferata-Igarzbal, en el Teatro Rivera


Indarte de Crdoba, Loncn agudiza la crtica contra los radicales al definirlos como:

88

un fenmeno poltico y social informe, confuso y patolgico []


Sociolgicamente el radicalismo puede definirse como el rescoldo social
netamente argentino y los productos grotescos de cierto aluvin
inmigratorio que por incultura, insuficiencia o inadaptabilidad no han
sabido engarzar sus posibles vigoras ancestrales en nuestras
costumbres, nuestras tradiciones y nuestras glorias. 159

La crtica se torna ms virulenta a medida que las elecciones se aproximan y el


radicalismo crece en popularidad. El discurso se medicaliza y la tesis que se desprende de
sus palabras es la que encontramos en la teora eugensica practicada por cientficos y
socilogos de la poca, que tiene adems un fuerte peso en la literatura de fines del siglo
XIX, europeo y local, modelo formal e ideolgico de Loncn. Persisten en su ideario las
posturas naturalistas que sostenan Antonio Argerich en su novela Inocentes o culpables?
(1884), Eugenio Cambaceres en En la sangre (1887), Manuel Podest en Irresponsable
(1889) y Francisco Sicardi en Libro extrao (1894).
El radicalismo est definido, no en trminos polticos, sino epistemolgicos, por medio
de la descripcin de un cuadro clnico. Su patologa es irrecuperable, encarna la etiologa
del mal argentino sumada a la mala sangre proveniente de los productos grotescos de la
inmigracin. Cuando cita a Lucio V. Lpez para legitimar su posicin respecto de la
dualidad tradicin-inmigracin, cierra con palabras que permanecern en el largo derrotero
poltico del siglo XX:
[] la tradicin argentina es paz, orden, progreso y perdn [].

160

161

159

Ibd., pgs. 16-17.


Ibd., pgs. 21-22.
161
Sin la intencin de entrar en un anlisis exhaustivo, resulta significativo comparar provisionalmente los
discursos de Loncn con los pronunciados por Yrigoyen. En primer lugar, tal como sostiene irnicamente el
mismo Loncn en su relato La conquista de Buenos Aires, la oratoria de Yrigoyen ocupa un lugar
irrelevante comparable con su estatura poltica. Su dominio de la logstica partidaria, as como su inteligencia
estratgica para poner a su servicio los tiempos histricos, lo eximieron de la preocupacin ilocucionaria,
actitud que lo diferenciaba de su to y fundador del Partido Radical, Leandro N. Alem quien era un
apasionado de los eventos multitudinarios y de los discursos pblicos. Probablemente la diferencia radique en
las circunstancias polticas que a cada uno le toc enfrentar, as como en su posicionamiento respecto de las
relaciones de poder que el principio de siglo lo encontr a Yrigoyen en una coyuntura favorable para la
accin.
No obstante las objeciones de Enrique Loncn, se pueden encontrar testimonios del uso de la palabra por
parte de Yrigoyen, en textos publicados en distintos medios, como tambin copias de los discursos oficiales
que debi pronunciar durante la ejecucin de su mandato. En un escrito dirigido a la Juventud Nacionalista
de Montevideo, antes de las elecciones del 7 de abril de 1912, Yrigoyen pronuncia un discurso donde
permanecen ausentes las invocaciones vigorosas, o los usos castizos de la segunda persona del plural
habituales en Loncn. Se distingue, en cambio, por utilizar un lenguaje poltico formal, sin populismos ni
excesos retricos. Cita, incluso, autoridades del mundo clsico como Feln y Platn, o referentes de la
historia y la filosofa europea como Bossuet, pero en ningn caso incursiona en un estilo pretencioso. Cuando
habla sobre temas que le sirven para defenestrar a sus enemigos, como es el caso de la renovacin
fraudulenta de los gobiernos, se preocupa por exponer de manera pedaggica, sin entrar en la polmica
160

89

Esta concepcin del orden oculta que el conflicto es inherente a la historia y a las
experiencias sociales. Loncn lo atribuye en esta ocasin a la emergencia del radicalismo,
como en los 70 del siglo XIX se lo haban adjudicado a la presencia de las culturas
originarias, y en los 80 a la llegada de la inmigracin. De este modo disimula la
configuracin del conflicto tanto como la condicin propia de todo orden social. Por otra
parte, su pensamiento esttico, ahistrico, atemporal, forma parte de la negacin de la
dinmica de la historia y estimula su actuacin poltica motivada por el pensamiento
heredado o mecanicista. 162

Al proclamarse la frmula De La Torre-Carb para la presidencia y Thedy-Martnez


Zuvira para la gobernacin de la provincia de Santa Fe, Loncn modifica el tono de sus
palabras y regula su contenido ideolgico. Habla en la tierra del candidato principal, donde
adems De La Torre haba tenido una actuacin poltica protagnica durante el
levantamiento radical, movimiento del cual formaba parte por entonces, para despus
erigirse en diputado nacional por la Liga del Sur. Si bien, en ese momento, De La Torre
pretenda asumir la presidencia con una propuesta de sesgo conservador, y mantena una
enemistad personal con Hiplito Irigoyen, su presencia hizo que Loncn atenuara el tono
polmico que haba utilizado hasta entonces. Mantuvo como eje de sus intervenciones la
apologa de la tradicin nacional pero moder su entusiasmo. Destac particularmente la
vocacin democrtica y el espritu contestatario de su candidato, previniendo con sus
palabras el sombro horizonte populista que se cerna, por tiempo indeterminado, sobre el

estril. Parece dirigirse, por encima de la juventud montevideana, a un receptor de orden general, que en
otros discursos identifica con la palabra pueblo. La construccin implcita o explcita del otro, nunca alcanza
la exasperacin propia de los polticos en campaa, en defensa apasionada de sus intereses. Ni siquiera en la
extensa polmica que mantuvo con el doctor Pedro C. Molina, extrema el discurso:
Distinguido doctor: Enterado de su segunda rplica, mi primera
impresin fu la de conformarme en dar por definitivamente terminada
la controversia, tanto ms cuanto que no puedo seguirlo en sus
intemperancias porque no las siento ni para usted, ni para nadie, y de
hacerlo me desconocera a m mismo. (Yrigoyen, Hiplito. Discursos,
escritos y polmicas, Buenos Aires: Establecimiento Grfico de T.
Palermo, 1923, Pg. 195)
El lector registra una experiencia similar cuando tiene la oportunidad de acceder a las palabras con que
abri cada una de las sesiones legislativas. En ellas, la intencin es que adquiera peso la razn de Estado por
sobre la enumeracin oportunista de los supuestos logros de gobierno, o las referencias descalificatorias a la
oposicin, actitud que sealamos oportunamente porque el Congreso, tanto en el primero como en el segundo
gobierno, fue un opositor que hizo fracasar con recurrencia sus iniciativas poltico-legislativas. La consigna
de Yrigoyen pareciera ser no evitar el debate o la polmica pero s la agresin, siempre hablando en trminos
discursivos, sin analizar sus decisiones polticas o de gobierno que abren un espacio amplio para las
objeciones de diverso tipo.
162
Para ver esta categora, leer Castoradis en La institucin imaginaria de la sociedad. Op.Cit. pgs. 269429.

90

futuro de la patria. La honradez era una de las virtudes principales de Lisandro De La


Torre, como tambin su inquietud por conquistar la libertad. Con l era posible ejercer
la democracia sin ofender el pasado, sin levantar por principios banderas de rebelin.
163

La apelacin al voto conservador se suaviz, perdi la exasperacin puesta de

manifiesto en los discursos previos. Quizs la seguridad del inminente triunfo radical y los
evidentes signos de indiferencia que mostraron los grupos ms tradicionalistas ante su
convocatoria para sumarse a la gesta Demcrata Progresista, opacaron sus piezas oratorias.
En este caso debemos destacar su don de ubicuidad discursiva, su pragmatismo, y el
viraje ideolgico que se registr en la arena poltica. Los principios sostenidos desde la
teora constitucionalista y su defensa del voto obligatorio para terminar con los
mecanismos

eleccionarios

que

implementaba

la

clase

conservadora,

quedaron

provisoriamente olvidados. Cuando despuntaba la lucha eleccionaria y se potenciaban los


horizontes de expectativas, Loncn habl desde la identificacin con la derecha partidaria.
Subi el tono corrosivo de su discurso en la medida que la compulsa con el populismo
poda despertar el inters de las fuerzas tradicionales para sumarse a la causa. Diluida
la posibilidad de una alianza, su discurso se convirti en un programa ideolgico cercano a
las posiciones de centro. En ltima instancia, su actitud volvi a sus posiciones doctrinarias
iniciales una vez que abandon la militancia Demcrata Progresista, y su itinerario se
convirti en inversamente proporcional al recorrido que asumi Lisandro De La Torre. Si
todo lo que se presenta en el mundo histrico-social est indisolublemente ligado a sus
representaciones simblicas, el discurso y la actuacin de Loncn fueron en camino de
erosionar el vnculo y se alej de las instituciones democrticas. Los actores sociales
individuales y colectivos no pertenecen a la categora de smbolos, pero unos y otros son
impensables fuera de una red simblica. La derrota de su lgica simblica, que l mismo
haba contribuido a crear con su defensa de la Ley Senz Pea, lo conducen a una
progresiva racionalizacin que tuvo como fin legitimar la transgresin o ruptura del
sistema republicano vigente, que antes haba defendido.

1.2 El arte de la elocuencia. Brindis y discursos


Durante la dcada del 20, Loncn se convirti en un orador de todo terreno. Habl en
cuanta ocasin social se le presentara. Algunos de esos discursos fueron publicados en He
163

Palabras de la derrota. Op. Cit., pg. 26.

91

dicho (1925), con prlogo de Mariano de Vedia, periodista de La Prensa.

164

Su activa

participacin en la vida social de entonces, se expres en una retrica heterognea. Como


sostiene de Vedia en sus palabras preliminares, era habitual escuchar en reuniones
privadas y en asambleas populares, esta solicitacin a un tiempo exigente y auspiciosa:
Que hable Loncn!

165

En esa poca, no era el nico que haca uso de su elocuencia con motivo de una
celebracin. Los escritores pertenecientes al crculo de la revista Martn Fierro
acostumbraban organizar banquetes, que servan de ocasin para recibir ilustres visitantes,
festejar la publicacin de nuevos libros o inaugurar nuevas casas. En esos banquetes eran
de rigor los brindis. Macedonio Fernndez era uno de los ms solicitados a la hora de
hablar o, debido a su timidez, de que leyeran uno de sus discursos. Varios de los brindis
fueron recogidos en sus libros miscelneos. Norah Lange tambin supo ocupar un lugar
privilegiado entre los proclives a las palabras de ocasin festiva. En su texto Estimados
congneres (1968) recogi sus discursos de entonces.
Podramos reconocer, durante las dcadas del 20 y parte del 30, dos lneas discursivas
representadas en las producciones de los autores antes citados. Cada una se inscribira en
una genealoga esttico-potica diferente. Enrique Loncn como heredero literario de fines
del siglo XIX argentino, y Macedonio Fernndez y Norah Lange, prximos a los
movimientos provenientes de la vanguardia europea de principios del siglo XX. En el caso
del primero, ingresaran a su patrimonio oral recursos retricos de carcter tradicional, con
un registro formal e ideolgico definidos por su perspectiva de clase, y en el caso de los
segundos, se podra verificar una intencionalidad discursiva de ruptura, justamente,
caracterizada por un fuerte escepticismo hacia las formas tradicionales y con una propuesta
que intentara unir de manera simbitica el arte con la vida. Para ser coherentes con el
recorte de nuestro corpus de estudio, no realizaremos una sntesis expositiva concluyente,
164

Mariano de Vedia junto a su padre Agustn de Vedia se haban hecho cargo de la redaccin del diario
roquista La Tribuna Nacional despus de la muerte de Olegario Andrade, su primer director. Una segunda
vinculacin con el 80 (adems del puente que establece entre pocas el ex director del diario oficial de Roca)
se puede establecer entre las coyunturas discursivas homlogas que experimentaron tanto Loncn como uno
de los ms reconocidos escritores del diario La Tribuna Nacional y tambin referente constante de nuestra
Tesis, Eduardo Wilde. Ambos se transformaron en notables oradores y se encontraron sujetos, en cuanto
ocasin se tornase propicia, al reclamo de que hicieran uso de la palabra. Un ejemplo de lo que aseveramos,
entre otros que podramos enumerar, se encuentra en el comienzo del discurso dado por Wilde en 1883,
titulado Homenaje a un periodista (se refiere a Ovidio Lagos). Dice Wilde: Esta es la primera vez que voy
a hablar sin que mis palabras sean precedidas de este reclamo-que hable Wilde. (Wilde, Eduardo.
Gobierno y Administracin. Obras Completas. Volumen XVIII. Buenos Aires: Imprenta Belmonte, 1939,
pg. 296.) Con posterioridad retomaremos la va comparativa, ya en el plano de la retrica, entre ambos
autores.
165
Loncn, Enrique. Prlogo. He dicho. Brindis y discursos. Buenos Aires: M. Gleizer-Editor, 1925, pg.
9.

92

sino delinearemos confluencias y divergencias entre los diferentes autores propuestos con
el fin de disear un mapa que precise an ms el recorrido de nuestro escritor eje de esta
segunda parte de la Tesis, Enrique Loncn.

La oratoria de Loncn comprende diversidad de tonos y diferentes grados de


complejidad.

166

Puede ser breve y solemne, tal el caso de las palabras vertidas in

memoriam de Emilio Becher, a dos aos de su muerte; breve y festivo como en el brindis
en honor a ngel Bohigas y Carlos M. Murape, secretarios generales de La Nacin;
sencillas piezas oratorias para homenajear a los atletas olmpicos en el Teatro Coln de
Buenos Aires, o un arrebatado panegrico celebrando la valenta de un argentino, Vicente
Almandos Almonacid, defensor de Francia contra la invasin alemana de 1914.
Pronunci innumerables conferencias que no fueron recogidas como texto escrito,
ejemplo de ello fue la brindada en el Jockey Club el da 8 de julio de 1928. Se titul La
elocuencia argentina y tuvo como tema la influencia de los tribunos en la conquista de
las libertades pblicas. Su defensa de la palabra se sostuvo sobre la comparacin entre su
permanente actualidad histrica y la desaparicin de otras manifestaciones simblicas
contemporneas a su enunciacin.
Nada queda de la antigua Acrpolis, en cambio se mantienen intactas,
las oraciones con que Demstenes exalt las virtudes del herosmo, de la
democracia y la libertad. 167

166

Como apoyatura terica para trabajar sobre el arte retrico hemos utilizado a Heinrich Lausberg,
Elementos de retrica literaria, en la edicin, Madrid: Gredos, 1983, y a Norberto Campillo, Retrica y
Potica o Literatura Preceptiva. Mxico: Herrero Hermanos, Sucesores, 1998. Segn los autores citados
tanto la retrica -en sus partes inventio, dispositio y elocutio- como la potica, son ciertamente artes creativas
en el dominio del idioma. Tanto uno como otro son sistemas organizados de recursos que perfeccionan la
lengua. La retrica provee el marco terico a la oratoria que tradicionalmente se divida en judicial,
acadmica, poltica, religiosa, etc. A diferencia del discurso potico, la oratoria se definira como el arte de
convencer, persuadir o conmover a un pblico por medio de la palabra. Se caracterizara entonces, por su
subordinacin a un fin til y prctico. Est dems explicar que para Loncn era un arte, si no tambin una
profesin, en la medida en que su discurso oratorio pretenda dialogar con la belleza, aunque la intencin
principal fuera demostrar una verdad o imponer un punto de vista. Su dominio de la disciplina le permiti
utilizarla para incursionar en diferentes campos, con intenciones persuasivas cuando milit polticamente, o
con un inters ceremonial o de comunin festiva cuando persigui conmover a su auditorio en reuniones
sociales. La solicitacin a la que alude de Vedia en el prrafo citado, se encontraba fundamentada en la
facultad natural que posea Loncn de hablar en pblico. Su elocuencia se destacaba en la improvisacin en
la medida que su capacidad discursiva le permita rpidamente hallar los argumentos necesarios, organizar
lgicamente el discurso, despertar la imaginacin, a la vez que ajustar el tono, y seleccionar adecuadamente
el vocabulario pertinente segn su intuicin innata y su percepcin del auditorio se lo sugiriera. Estamos
hablando de una actividad, entonces, que se la podra definir como composicin literaria.
167
Reproducido por el diario La Nacin. Buenos Aires: 8 de julio de 1928, pg. 25.

93

Repite el argumento poniendo un nuevo ejemplo, el sic transit gloria mundi romano,
frente a la permanencia pedaggica de las Catilinarias ciceronianas. Y termina por advertir
a los prematuros desencantadores de la democracia, que el sistema republicano y
democrtico vive en los oradores contemporneos y se encuentra firmemente enrazado en
la elocuencia de quienes fundaron la nacin. En un escorzo temporal recorre y recuerda la
insoslayable herencia inmediata de Indalecio Gmez, Manuel Quintana, la ms alejada
en el tiempo de Leandro N. Alem, Guillermo Rawson, Nicols Avellaneda, Dalmacio
Vlez Srfield, Jos Manuel Estrada, Pedro Goyena, hasta alcanzar las voces de Juan J.
Castelli, quien pronunci el primer discurso en la vida deliberante de nuestra nacionalidad;
la arenga de Antonio Luis Beruti el 25 de mayo de 1810; el discurso salvador de Juan J.
Paso cuando la revolucin flaqueaba; los prrafos del Den Funes y Bernardo de
Monteagudo durante la jornada del 31 de enero de 1813, que dio lugar a la Asamblea
Nacional Constituyente. Con esta conferencia pronunciada por primera vez en vsperas de
una fecha patria, se present despus en calidad de orador, en diversos sitios del interior
del pas.

Sus disertaciones ms extensas, por lo general, respetaban los preceptos que


tradicionalmente organizaban la estructura clsica: exordio, narracin, divisin,
recapitulacin, peroracin y conclusin. El discurso pronunciado el 14 de julio de 1918 en
el Teatro Olimpo de Rosario, titulado A Francia en el peligro, podra ser un referente
vlido de su mejor elocuencia. Comienza con un exordio que pone en contexto al
conferencista; destaca su anonimato y humildad para enfrentar un tema que debido a su
importancia interroga al mundo entero. Despus los receptores son convocados a travs de
la apelacin directa que los involucra con la utilizacin de una anfora:
Excusadme, seoras y seores, si en el cordial hosanna que siento latir
[] Excusadme si no evoco aqu el gnesis legendario [] Excusadme
si no evoco a Juana de Arco [] perdonadme si no intento el cuadro de
la Revolucin [] perdonadme si olvido deliberadamente []. 168

Una vez que se ha presentado como orador y ha establecido el tema en cuestin,


concentra la atencin de los oyentes con la utilizacin de un recurso retrico habitual en las
composiciones lricas. La segunda instancia de su alocucin desarroll la narratio. En ella
relat la pacfica vida cotidiana francesa, por medio de una sucesin cronolgica que tuvo
168

He dicho. Op. Cit., pgs. 28-29.

94

principio la noche del 14 de julio de 1914. 169 Describi la vida sencilla frente al horror
de la guerra que se cerna sobre el comn de la gente; elogi la disposicin natural del
pueblo francs para ejercer su defensa; opuso el proceso de invasin alemana a la tctica
inicial de retroceder, Retroceded siempre!, ordena el mariscal de Francia, hasta que
el alba del 5 de septiembre []

170

el plan se invierte y la orden es resistir. Por entonces,

la guerra dio un vuelco que produjo la recuperacin militar y la victoria sobre los
germanos. Durante la tercera instancia discursiva desarrolla la argumentacin, con sus
causas y razones, que explican la gloria de Francia y la derrota de Alemania. [] no fue
solamente la sinfona brbara de millones de caones vomitando fuego [] (la
maquinaria de la guerra) la que desenlaz la batalla de Marne, sino los ancestrales mritos
de la historia francesa. Una pregunta retrica introduce el motivo de la identidad francesa:
Es necesario que diga cules son esos rasgos eternos de Francia? 171
Su identidad patritica, probada desde siempre, inclin el fiel de la balanza. La
penltima etapa oratoria sintetiz, junto a la peroracin, la recapitulacin de los hechos.
Convoc al pblico presente a un acto puramente imaginativo: la traslacin al pasado y la
visita en sueos a las acciones finales y el glorioso retorno de los combatientes. La
confidencia y la integracin a la imagen onrica, como si todos realizaran su aporte al
prodigio mental, convirtieron al oyente en cmplice. La conclusin remat la exposicin
con la afirmacin de la hermandad franco-argentina. En el desfile imaginario de los
defensores no podran estar ausentes los granaderos de San Martn, metonimia
representativa de nuestra nacionalidad. Sus palabras propusieron, ms all de la metfora
militar, que la unin de ambos pueblos implica un fenmeno cultural:
La atraccin de La Repblica Argentina hacia los ideales de Francia
refleja la ndole de nuestra cultura y las aspiraciones de nuestra
civilizacin. 172

La racionalidad estructural de la dispositio elocutiva, y la enrgica exposicin por el


tono, el lenguaje y las imgenes llevadas a la prctica en los prrafos anteriores, no son
nicos ni concluyentes. El siguiente segmento extrado del mismo discurso exterioriza una
ductilidad expresiva, que regula el tono para proponer mesura, moderacin y cultivar la
precisin de su formato literario.

169

Ibd., pg. 30.


Ibd., pg. 35.
171
Ibd., pg. 36.
172
Ibd., pg. 39.
170

95

No quiero detenerme en la cada de Blgica, la heroica, captulo


dantesco de historia contempornea, cuyo martirologio agota la emocin
y cuyo desgarramiento sobrepasa a la humana elocuencia. 173

El ncleo del sintagma resuelve su significacin con una enumeracin explicativa, de


ritmo cambiante, acentuado a travs de su variacin en la extensin y la estructuracin de
las aclaraciones. Por otra parte, la seleccin significante de las palabras, donde se intenta
atenuar el dolor de los hechos, es propia de un literato capaz de la destreza tcnica que
libere el potencial esttico del lenguaje. Se podra objetar el lugar comn que implica la
asociacin con el infierno dantesco, o (es nuestro caso) el reiterado uso estilstico de la
anteposicin del adjetivo, esta vez sobre el cierre del prrafo. Ninguna de las dos
objeciones llegaran a daar del todo el logro expresivo de la secuencia.
Como ya mencionamos en la cita al pie de la pgina 84 de este Captulo, Loncn, en
contextos similares, retoma las prcticas discursivas propias del 80. La siguiente exgesis
del discurso de Eduardo Wilde conmemorando la muerte del Doctor Onsimo Leguizamn
registra la conexin estilstica entre ambos autores:
a) la utilizacin de un tono elevado al comienzo de la alocucin, recurso habitual en
Loncn (citas 155 y 156): El doctor Leguizamn ha muerto!

174

que abre el

panegrico (si en alguna lnea se llega a la elega, siempre la mesura lo relativiza)


sobre el objeto o sujeto de la enunciacin.
b) el uso de metforas cristalizadas que enfatizan lingsticamente la formalidad que
enmarca la enunciacin del discurso: y apenas pudieron creerla los que en la
vspera de su da fatal, le vieron en la Cmara trabajando por el lustre de su
patria y en la prensa derramando la sabidura de su espritu fecundo. 175
c) los paralelismos estilsticos que centralizan y destacan, en esta oportunidad, la
figura de Leguizamn, en el caso de Loncn a Francia o Blgica: tanto los ttulos
del malogrado hombre pblico a la consideracin de sus conciudadanos como el
aprecio que supo conquistarse con su noble y leal conducta. 176
La diferencia que podramos sealar entre uno y otros, Loncn y los oradores del 80,
(por economa de exposicin slo tomamos a Wilde, pero no caeramos en un error al
generalizar), radica en que Wilde y sus contemporneos permanecen distantes de la
estructura de origen clsico (inventio, dispositio y elocutio) que retoma Loncn. El mrito
173

Ibd., pg. 22.


Wilde, Eduardo. Gobierno y Administracin. Op. Cit., pg. 302.
175
La negrita es nuestra. Ibd.
176
Ibd.
174

96

literario de algunos de sus discursos, es desplazado, en otros, por la exasperacin y el uso


demod del gnero que orilla lo excesivamente anacrnico. En el brindis pronunciado en
honor del capitn Almandos Almonacid, en el emblemtico Jockey Club de Buenos Aires,
en el ao 1919, expone un repertorio que atena sensiblemente los mejores momentos de
su oratoria. Acenta el estilo dramtico, en su sentido etimolgico; lleva el conflicto casi
de orden trgico de la campaa partidaria hacia una colorida comedia. El tono se justifica
por tratarse de un brindis, aunque su esttica pareciera remontarse a los poetas que
cantaron a los hroes de Mayo en estilo neoclsico; su performance se aleja bastante de los
recursos empleados por un orador de principios del siglo XX. Los ejemplos son
inobjetables:
Vicente Almandos Almonacid, hijo de nuestra patria salud! []Ya ha
asistido el mundo a la apoteosis [] ya desfilaron las legiones heroicas
bajo el honor insigne del Arco del triunfo, ya tremolaron desgarradas
pero redimidas las banderas libertadoras, ya tornaron los pueblos en
himnos de victoria sus viejas canciones [] mientras nosotros vivamos
en esta Arcadia feliz, acumulando oro, magnfico oro, que Dios sea
loado[] Cien veces las furias rugieron a tu odo sus ansias de
muerte[]en ti flameaban los colores de nuestra bandera [] lumbre de
idealismo. 177

El espacio fsico donde se produce la enunciacin y el lenguaje utilizado proponen un


evento amparado por el circuito cerrado de sus habitus. Es un lugar recoleto y el lenguaje
del pasado se reinstala en el presente. La inmovilidad temporal se cristaliza, en tanto no
interfiera una voz proveniente del exterior, que pueda romper la convencin, que
desarticule el crculo de los clubman. A pesar de que la situacin pueda sugerir una
atmsfera irreal, se trata, en parte, de un acto de resistencia. La literatura de Loncn, en los
umbrales del cambio, en ms de una ocasin se abroquela en la lite, o en la nostalgia por
la lite, para ser ms exactos. Intenta dirimir fronteras con la agresividad de los nuevos
tiempos, que trae sus consecuencias no deseadas. Cuando se habla en recintos como el
Jockey, una estrategia funcional es evitar la incertidumbre que provocara la ruptura de los
viejos cdigos por la intromisin de lo ajeno, ejercicio que prximo a la dcada del
veinte se practica no slo en el mbito del lenguaje. Extramuros se agita y convulsiona la
situacin sociopoltica y cultural que abonan un sedimento lingstico interpretado por
escritores provenientes de otros estamentos sociales. 178

177

Ibd., pgs. 23-24.


Roberto Arlt podra ser un ejemplo de alteridad lingstico-discursiva, para la poca. Como antes lo
podran haber sido Roberto Payr y Fray Mocho.
178

97

La fastuosa sede del Jockey Club en la calle Florida amalgamaba habitus de distinta
extraccin poltica, aunque sus fundadores e integrantes haban pertenecido y pertenecan a
las familias ms ricas de Buenos Aires. La conduccin del club, a pesar de su pluralidad,
mantuvo la lnea que impuls Carlos Pellegrini desde un inicio: en el recinto se hablaba de
todo tipo de actividades vinculadas con la cultura en general, pero se atenuaba la
exposicin poltica. Si bien el club no fue un epicentro desde donde se construyera
especficamente el poder poltico, como en los primeros aos del Progreso, se constituy
en un bastin de pertenencia que asordinaba el murmullo creciente del disconformismo
social expresado por las clases populares, as como la irrupcin de estticas que atentaran
contra la racionalidad burguesa.

Abordar algunos de los oradores que no frecuentaban el Jockey Club u otro bastin de
similares caractersticas, nos puede poner en perspectiva o dar mayor precisin sobre el
lugar desde dnde hablaba Loncn, para quines hablaba y, cmo se defina
contextualmente su discurso.

Sin confrontar con la necesidad de desvincularnos del

ambiente social proclive al brindis, podemos analizar, brevemente, la oratoria de Norah


Lange y Macedonio Fernndez, anteriormente aludidos. A partir de las intervenciones de
los oradores, hablando de sus propios discursos o de sus congneres, es posible delinear las
discrepancias y las potenciales coincidencias entre los distintos enfoques retricos (Loncn
por un lado, los martn fierristas por el otro) as como su dedicacin por inscribirse o
desvincularse de determinadas tradiciones del gnero; en sntesis aspectos de fundamental
importancia para definir las principales ideologas sobre su propio quehacer.
Arturo Cancela, escritor cercano a Loncn, particip de los primeros nmeros de la
revista Martn Fierro (1919) circunstancia que nos permite conjeturar que la red social
martn fierrista no era del todo extraa a nuestro autor. Inclusive Oliverio Girondo aparece
citado en Aldea Millonaria. Sin embargo, la distancia que se estableci desde un comienzo
entre l y los cultores de las vanguardias, no se redujo despus. En principio, los intereses
estticos no fueron los mismos, y aunque la direccin de la revista ejerci una disputa con
Irigoyen y el radicalismo, Loncn opt por diferenciarse de los martnfierristas.

179

Todava vacilaba respecto del uso de la fuerza pblica como una metodologa legtima para
reducir los levantamientos populares, decisin gubernamental que la revista enfrentaba de
manera franca e indeclinable.
179

Si bien Evar Mndez no apoyaba a Irigoyen, Jorge Luis Borges, Francisco Lpez Merino, Leopoldo
Marechal y otros, formaron parte del Comit de Intelectuales Irigoyenistas.

98

Por otra parte, los brindis o discursos sociales se vinculaban en mayor medida con la
actividad literaria de Martn Fierro, ms que con sus posiciones polticas. Al analizar las
diferentes oportunidades en que toma la palabra Norah Lange durante los banquetes
martnfierristas, se puede localizar la persistencia de los preceptos activados por el
Manifiesto del 15 de mayo de 1924, presuntamente escrito por Oliverio Girondo. La
constante apelacin a la necesidad de desterrar la solemnidad; la instigacin a experimentar
con las formas, y la intencin de otorgarle un carcter fundacional al lenguaje, son todos
principios que inexorablemente alejan a quienes practican un discurso tradicional como
hemos calificado al de Loncn. La revista y sus escritores acababan de enterrar al
modernismo, por lo tanto resulta impensable que se propusieran reproducir estructuras
discursivas clsicas o intentaran revivir la retrica del 80. Estas diferencias fueron
impedimento suficiente para que ni siquiera la stira, la parodia, y el humor que se
practicaba en Martn Fierro, y a los cuales adhera literariamente Loncn, pudieran
facilitar el acercamiento.
En el brindis por Evar Mndez, en recordatorio del dcimo aniversario de la primera
publicacin de Martn Fierro, Norah Lange comienza disculpndose por usurpar el lugar
que corresponda por mrito y trayectoria, a Oliverio Girondo, y contina con una
parfrasis de los preceptos poticos que postulaba la revista, a la vez que los pone en
prctica mientras habla. El modernismo y la prosa realista son los referentes devaluados y
demolidos por su discurso post banquete:
Apenas me enter del peridico no me separ de sus pginas
acrobticas, ya que todos los poetas amigos colaboraban en l. La
saludable novedad de los mismos y su Parnaso Satrico nos mantena en
constante pregustacin del enojoso estremecimiento que recorrera, a fin
de semana, el desgastado intelectualismo de sealadas momias en
espera de jubilacin. 180

Aunque Loncn no resultara un destinatario directo de la alusin, no podra menos que


sentirse incluido en el rechazo y la ridiculizacin de los tpicos que envaraban y
contaminaban de falsedad la retrica, los discursos patriticos, as como los lugares
comunes que proponan los de cortesa, a los que l era tan afecto. Su actitud formal
tampoco se hallara del todo cmoda ante una vitalidad rupturista que, estimulada por el
alcohol, liberaba la oratoria y la conducta social de los jvenes poetas. Fue durante los

180

Lange, Norah. Discursos. Buenos Aires: Ediciones, CAYDE, 1942, pg, 16.

99

banquetes bochincheros donde se inici la exhumacin de la solemnidad [] enarbolando


alientos de ginebra y otras graduaciones no menos meritorias.

181

La discontinuidad en la lgica del lenguaje y la emancipacin de la palabra llevadas a


la prctica por la experimentacin con la metfora, por la puesta en extremo de las
semejanzas, como propona Gonzlez Lanuza,

iban acompaadas por una conducta

efervescente que desafiliaba a los poetas martinfierristas de los cnones actitudinales y


literarios establecidos. En el brindis por la publicacin del libro Marimorena (1934) del
poeta Amado Villar, Norah Lange, adems de declarar nuevamente su oposicin contra el
protocolo discursivo tradicional, como principio personal irreductible, y en honor al perfil
esttico del homenajeado, comenta sus virtudes lricas, pero se interesa ms por su
comportamiento potico. Para los jvenes vanguardistas argentinos -herederos algo
tardos de las excentricidades actuadas por los escritores de las vanguardias europeas- la
poesa se gestaba no slo con el lenguaje sino tambin con la desarticulacin de los
mecanismos prosaicos que estructuraban la rutina burguesa. Este abordaje nos permitir
advertir tambin las modulaciones que adquiere en estos discursos el precepto de la
vanguardia histrica de unir arte y vida, condicin potica ajena a los intereses y
producciones de Enrique Loncn.
Amado Villar era un ejemplo prolfico de conducta potica que Lange resume con el
binomio antojos y flores. Los antojos revisten un carcter moderno y no progresivo.
Suponerlos progresivos introduca la inquietante racionalidad, que para algunos literatos de
ente-guerras, haba conducido al desastre europeo de 1914, contexto blico que Loncn
haba elegido para elogiar a uno de sus contendientes, como consignamos previamente.
Que Amado Villar citase compulsivamente a sus amigos a comer ostras regadas con
abundante whisky al despuntar el da, y se empease en tomar chocolate con churros
durante el horario de la cena actitud no menos heroica segn Norah- era una
combinacin de antojos que pona al descubierto la operacin de subvertir el orden
impuesto por la epidemia cotidiana, producir un extraamiento

que modificara la

ostracidad de la rutina, que reemplazara la antigua alianza entre el yo y las costumbres


sociales. El acontecimiento inesperado interrumpe el reflejo adquirido por el hombre para
liberarlo y conducirlo hacia la poesa.
La alteracin de la rutina no se circunscriba a la inversin del horario, sino tambin a
la flexin con que la actitud potica forzaba la lnea del tiempo. Las visitas inesperadas

181

Ibd. pg. 17.

100

de Amado Villar a las casas de sus congneres, resultaban una puesta en infinito de su
presencia en la sala de estar. All permaneca imperturbable, alterando la sucesin temporal
slo con intercalacin de palabras aisladas, versos y recitados en un ciclotmico levantarse
y sentarse de la silla que haba ocupado, presuman sus contertulios, quizs para siempre.
Est dems aclarar que el fenmeno no los incomodaba, ni tampoco los entretena o
diverta, sino que estimulaba la necesidad de extraer la poesa que la vida social haba
inhumado. La palabra exhumar era una constante presencia en los discursos de Norah.
Si la perentoria invitacin para atiborrarse de ostras y whisky durante el despertar del
da en un arbitrario recreo del Tigre, Lange la dispona dentro del campo significativo de
los antojos, las flores no pertenecan a una esfera menos potica cuanto extravagante,
desde el punto de vista de una sociedad esclerosada:
[] Villar ha decidido clausurar su entretenida noche injiriendo las
flores que escrupulosas dueas de casa acomodan a igual distancia de
cada invitado [] 182

La rigurosidad del domin familiar con que se decor la mesa tampoco arredra la
vehemencia gstrica de los poetas. La intervencin de Andrada Villar se encargaba, entre
otras cosas, de interferir en los espacios, as como sobre la nocin tradicional del tiempo,
encuadrado por la ignominiosa divisin en noches y das.
Las noches en que su desgano no se inclina demasiado hacia
floriculturas de rechupete, slo realiza gargarismos con uno que otro
crisantemo, algn gladiolo, o deglute sin entusiasmo, distrado manotn
de fatigosas glicinas. 183

En el contexto retrico que rodea los discursos y la literatura de Enrique Loncn, la


creacin y la experimentacin no tan slo con la escritura sino tambin con los protocolos
sociales que intentaban los martnfierristas, resultaban inconcebibles. La herencia
ideolgica y potica del 80 (al analizar Aldea millonaria, el material relevado potenciar
la hiptesis) parece replegarse frente al cambio de signo de los escritores nucleados en
Martn Fierro. Las implicaciones y mediaciones son otras y el mundo creado por la nueva
generacin que hace sus brindis, existe en funcin de rupturas literarias que no frecuenta
Loncn, las vanguardias europeas. Los nuevos tiempos lo dejan fuera, o para mejor decir,
lo dejan dentro de los amurallados espacios de los clubman. La prctica literario-ideolgica
182
183

Ibd. pg. 10.


Ibd. pg. 11.

101

cultivada por Loncn se lateraliza entonces frente a la alteridad emergente. Por otra parte,
queda claro que ambas corrientes provienen o bien de la tradicin argentina de fines del
siglo XIX, o de las vanguardias europeas de principio de siglo XX y carecen,
estrictamente, de originalidad.
Macedonio Fernndez fue tambin un frecuentador del gnero discursivo de los
brindis, aunque no de los brindis en s mismos. Su timidez, sumada a su parquedad en la
escena pblica -no as en la privada donde su elocuencia se desenvolva con
espontaneidad- haca que la mayora de sus discursos fueran ledos por otro invitado dado
que l se ausentaba o no transiga con pronunciarlos. Cmo pudo llegar el caso de un
brindis oral del faltante es un texto donde enuncia una justificacin a su condicin de
festivo clandestino. Los motivos de su ausencia a las reuniones podran ser varios: que
asistiera al banquete equivocado, donde no lo haban invitado, que llegara un da antes de
la fecha indicada o un da despus del festejo:
o es el profundo desahogo de haber faltado a todo aquello a lo que
asist, por mi condicin delgada y pequea de fsico, de inadvertible, a
quien por extraa arbitrariedad no le fue dada nunca la presencia
completa, hacindose el perpetuo impresenciado. 184

A travs del humor, la hiprbole o el absurdo, Macedonio expone sobre su conducta,


relegando a un segundo plano el motivo de los brindis. Si elaborramos un cuadro
descriptivo cuantitativo, se podra demostrar que las dos terceras partes de cada una de sus
piezas oratorias responden a temas o preocupaciones que no estn vinculadas directamente
con el objeto o sujeto del homenaje.
La oratoria del hombre confuso, que ley en su lugar Fernndez Latour en el
banquete en honor del pintor Pedro Fgari, es una digresin por el absurdo acerca de la
imposibilidad de enunciar un discurso, y simultneamente ser comprendido.
El uso de la palabra es travesura que me ha costado una contrariedad
por vez. 185

El discurso se transforma en confesin o denuncia oblicua sobre el dolor, los disgustos


y los malos entendidos que le ha proporcionado el uso de la palabra. Entre silepsis, elipsis,

184
185

Fernndez, Macedonio. Papeles de recienvenido. Poemas. Buenos Aires: CEDAL, 1966, pg. 83.
Ibd. pg. 60.

102

metforas, ironas y decepciones, el homenajeado (Pedro Fgari) se encuentra por fin


aludido en el ltimo y breve prrafo:
Tan infelices experimentos me han disuadido, doctor Fgari, no
obstante la admiracin y el afecto que quisiera atestiguaros, de dirigiros
una sola palabra en el acto de homenaje que os tributamos. 186

Desautoriza, de este modo, la funcin que se supone cumplen los discursos en honor
de. As como el poeta Amado Villar inverta los usos y costumbres, Macedonio
Fernndez vaca de contenido la celebracin social por medio de una prctica
desestabilizadora de la oratoria en todos sus trminos. Ya no se trata de transgredir las
formas, sino tambin de cuestionar la ontologa del gnero discurso o brindis. Expresa
una negacin sin reservas de las realidades discursivas, situacin que despierta una
angustia indefinible, emparentada con la angustia metafsica.
Quien logr convertirse en motivo de un discurso macedoniano fue Norah Lange. Su
condicin de amor inalcanzable neutraliza sus pruritos de antilenguaje.
Norah me dijo hace tiempo, la primera vez: Vuelva usted cuando tenga
veinte aos menos. Cmo me conoci el defecto! 187

El lector se pregunta: el defecto de la edad (por dems visible, pues l tena cerca de
cincuenta aos y ella quince, esa primera vez) o el defecto del enamoramiento? Sin
embargo, No fue tan exigente; slo veinte aos menos. Cunto tiempo necesitar para
retrasar veinte aos?

188

Macedonio Fernndez toma el tiempo como un fenmeno relativo, no decididamente


irreversible. La institucin social del tiempo, por otra parte, tampoco la entiende como
un consenso accesorio de la temporalidad inherente. En principio, no representa para l
un impedimento insalvable. En su juego filosfico, Macedonio postula que la temporalidad
creada o implcita es producto del pensamiento. Por lo tanto no tiene que responder a los
cnones establecidos, y, en todo caso, se los puede modificar. La linealidad del tiempo es
arbitraria, por lo menos como convencin histrico-social, y al revs por qu no concebir
entonces el supuesto tiempo natural como una reproduccin de lo instituido socialmente?
Se despreocupa por la aparente inexorabilidad de los anacronismos (piensa en

la

186

Ibd. pg. 63.


Ibd. pg. 79.
188
Ibd. pg. 79.
187

103

posibilidad de reencontrase con Norah veinte aos ms joven). Para Enrique Loncn, por el
contrario, la esencia del tiempo y de la historia representa una linealidad proyectiva,
tiempo de progreso que se retroalimenta del pasado, de racionalizacin, de realizacin de
un fantasma de omnipotencia.

189

La polaridad de tendencias en los modos retricos de elaborar los discursos resulta


operativa para la mirada crtica, pero no deja de ser un procedimiento de lectura propio de
nuestro corte del corpus, atento adems a una periodizacin, los aos 20 y 30 del siglo
XX. Tal es el caso de los discursos de Loncn, Lange y Fernndez que comparten rasgos
aglutinantes como el humor, pero con distinta orientacin y efecto. Las exposiciones metapoticas de Lange, las meta-discursivas y la indagacin del mundo desde una mirada
irnica y metafsica de Fernndez, se distancian del neoclasicismo y la reproduccin de la
palabra del 80 segn Loncn. La hiptesis de confrontacin entre ideologas literarias se
advierte en las textualidades u oratorias divergentes que hemos comparado hasta el
momento. A propsito de esta prctica discursiva que expone un modo de concebir la
comunicacin y el conocimiento sobre el mundo o la poca, Loncn verbaliza su
contrariedad por medio de un relato que se transforma en una metfora de su propia
experiencia de vida y profesin a principios del siglo XX.
Para cerrar esta etapa, nos parece apropiado retomar el cuento La conquista de Buenos
Aires, publicado en 1936. Durante el mismo, Loncn presenta como motivo vertebrador
de su relato la preocupacin por la extincin del arte oratorio a principios del siglo veinte.
Nada ms pertinente, entonces, que su protagonista resulte Marco Tulio Cicern. La
narracin comienza con una invocacin que realiza Cicern a la bella Agan; le reclama
que lo haya trado desde la muerte para experimentar el infortunio de la vida moderna en
Buenos Aires. No es azarosa la eleccin del orador romano. A diferencia de Aristteles que
entenda la retrica como el arte de persuadir (prctica que Loncn llev adelante en su
etapa poltica), para Cicern consista en el arte de ensear, motivar y agradar, ms
funcional a los brindis y la necesidad pedaggica de los textos de la dcada del treinta.
La mirada extranjera, paradigma de la cultura clsica en el relato, se convierte en un
instrumento eficaz para describir los distintos aspectos de la vida portea.
La diosa lo tienta con la necesidad de contar con un hombre sabio, justo y elocuente.
La capital de la Argentina es el lugar indicado para su iniciacin en la vida moderna. Por
189

La institucin filosfica del tiempo, Tiempo y creacin, Tiempo identitario, tiempo imaginario. La
institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit. pgs. 300-342.

104

otra parte, all encontrar millares de hijos del Lacio que hicieron fortuna La
bastardilla es nuestra pero los puntos suspensivos pertenecen al original y no son recursos
estilsticos; sugieren los valores que infectan Buenos Aires. Cicern, todava ingenuo, no
toma conciencia de la advertencia velada de la diosa. El orador romano, desplazndose
como una sombra durante sus primeros das en la metrpolis, tiene la oportunidad de
observar y comprender que sus coterrneos se han transformado en mercaderes
enriquecidos, romanos transfigurados en fenicios por obra del tiempo. El mundo moderno,
para Loncn, ha operado progresivamente sobre los valores culturales y ha terminado por
instalar el dinero como un dios omnmodo que ha esmerilado las virtudes de orden
esttico-espiritual. Esta misma tesis, aos antes la haba sostenido Miguel Can en su
artculo Positivismo, incluido en su libro Ensayos (1877). En ese texto, el autor de
Juvenilia se refiere a las virtudes perdidas y a la necesidad de retomar los valores
fundacionales:
S que todo lo bueno, noble y generoso se va; s que las ideas elevadas
no encuentran eco ya en nuestra sociedad mercachiflada; sin embargo
hay un deber sagrado de propender incesantemente al retorno de los
das serenos del reinado de lo bello [] Nuestros padres eran soldados,
poetas y artistas. Nosotros somos tenderos, mercachifles y agiotistas.
190

El relato de Loncn, en definitiva, no es otra cosa que una parfrasis o una metfora de
la tesis que sustentaba Miguel Can, en el prrafo citado.
Cicern instalado en el hotel Castelar, que lleva el nombre de uno de los ms
importantes oradores del Lacio y discpulo suyo, se dispone a ejercer el Derecho. Invitado
a una reunin del Rotary Club (culinarium, deliberatorum, amicus), sentado entre un
cirujano y el representante de la industria de las sandalias, a la pregunta qu vende,
responde que produce elocuencia. El desdn y el descreimiento de los presentes son signo
inequvoco de los tiempos que corren. La ancdota del Rotary Club tuvo base real y como
protagonista, al propio Loncn.

191

Desde el comienzo, el relato asume la representacin directa de las vivencias y los


conflictos existenciales que experiment el sujeto histrico.

190

Can, Miguel. Positivismos, Ensayos. Buenos Aires: Administracin General, Casa Vacaro, 1919, pg.

19
191

Marcos Sobolosky relata la ancdota en el Prlogo a su antologa titulada Enrique Loncn (Buenos
Aires: Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educacin y Justicia, 1962) pg. 9.

105

En Argentina, los juicios se desarrollaban por escrito, por lo tanto ni un solo cliente
traspas la puerta de su estudio. Cicern intent despus dedicarse a la poltica, aunque
luego de la Revolucin de septiembre, golpe de estado que destituy a Irigoyen, la
verdad republicana deba buscarse entre el odium plebis de los demagogos y el quibus
omnia populi argentini dormientibus deferentur de algunos de sus adversarios

192

Cuando el orador romano visit el Concejo Deliberante y la Cmara de Diputados, la


decadencia de la res publica se desliz desde el campo de la presuncin hacia la
constatacin de la realidad. Unos se mostraban diestros en el dominio de la vulgaridad,
mientras la restringida capacidad intelectual de los otros limitaba su desempeo a la lectura
de discursos escritos. Dnde haba quedado la capacidad oratoria de Mrmol, Felix Fras,
Sarmiento, Can, Wilde? El pas se haba transformado irremediablemente. Ya no accedan
al poder las clases cultas, y las clases populares no posean la educacin ni la experiencia
que nutrieran el patrimonio cultural de Mansilla o Lucio V. Lpez.
Un ao despus de su arribo, Cicern asisti con asombro a las multitudinarias exequias
de Hiplito Irigoyen. Cuando pregunt dnde poda leer las arengas y los discursos que
haban fijado su pensamiento, una voz irnica le respondi: este grande hombre nunca
pronunci una sla palabra en pblico.

193

La cantidad, no tan slo como signo monetario, o dicho de otro modo, la popularidad,
era el mrito o el crdito exclusivo que franqueaba el acceso a la conduccin del pas. Los
valores tradicionales, la educacin por los sentimientos y las causas nobles, y con ella el
buen gusto, haban quedado en el olvido.
La lucha por la subsistencia hizo que Cicern emprendiera diferentes oficios: rematador
pblico (impugnado por sus melindres discursivos); profesor de griego y latn (aunque
constatara despus que las materias elegidas haban sido excluidas de los nuevos planes de
estudio). Por ltimo decidi ensear filosofa, la nica disciplina que todava le permita
ganarse el pan y vivir austeramente. El recorrido porteo se cierra cuando la primera
persona retoma la invocacin que haba dado inicio al relato. Marco Tulio Cicern
interroga nuevamente a Agan; por qu lo haba devuelto a la vida. La diosa permanece
largamente en silencio. El lector puede especular que la intencin de Agan fue que
conquistara Buenos Aires, pero como hiptesis resulta dbil. Falta la causa intra textual
que aclare los motivos de la decisin divina. La justificacin debe buscarse, entonces, por
fuera del texto, y sus razones resultan de peso. Una de ellas es el inters compulsivo del
192
193

La conquista de Buenos Aires. Op. Cit. Pg. 25.


Ibd., pg. 25

106

autor por mostrar el funcionamiento de la moderna Buenos Aires; otra, asociada tambin a
una preocupacin personal, es la representacin del lugar que Loncn ocupa en el mundo.
Cmo pretendes que un hroe de hace veinte siglos siguiera sindolo
cuando todo se ha modificado en el alma, en los deseos, en la moral y en
la religin de los hombres?

Bien se responde Cicern: Los contemporneos de hoy no tienen la culpa.

194

Lo mismo ocurrira si los personajes destacados de las generaciones de entonces,


revivieran siglos despus. Probablemente, en el nuevo contexto socio-cultural, la
incomprensin dominara la existencia de cualquiera de ellos. Loncn pone en crisis la
nueva vida del protagonista de ficcin por los anacronismos, a la vez que despliega una
representacin metafrica de s mismo. Su arte, que es la oratoria de orientacin clsica, ya
no tiene lugar en la sociedad moderna, por lo tanto l se reconoce como parte del pasado.
Naci en el tiempo, y por qu no, en el lugar equivocado. Los oradores, segn el precepto
aristotlico, ya no eran eran dignos de crdito. Las palabras finales de Marco Tulio Cicern
bien podran ser las suyas:
Si hubieras respetado mi sueo en la tierra del Lacio [] hubieses
impedido esta tragedia de vivir a destiempo. 195

El problema filosfico que enfrenta Cicern-Loncn es la imposibilidad de pensar el


tiempo por fuera del pensamiento heredado; para l, el tiempo debera permitir el retorno
de lo previo; en trminos absolutos lo interpreta como inalterable reiteracin en el devenir
histrico. Por lo tanto, el encuentro con la alteridad, que Macedonio Fernndez se propone
resolver ldicamente por medio de un silogismo quimrico, para Cicern se convierte en
un confinamiento sin remisin.
Entre las ltimas dcadas del siglo XIX y las primeras del XX, en Argentina, las
prcticas literarias experimentaron un proceso de reconfiguracin a partir de los cambios
introducidos por la modernidad. Este fenmeno se explica por el advenimiento de la
sociedad de comunicacin de masas en la escena cultural de la poca. Las formas de vida
urbana inducidas por la industrializacin, la nueva estructura social derivada de la
consolidacin del capitalismo, el incremento de los movimientos migratorios e
194
195

Ibd., pg. 28
Ibd., pg. 29

107

inmigratorios, la sustitucin de las comunidades tradicionales por las nuevas sociedades,


las incesantes transformaciones de la vida privada y de las formas de produccin y
consumo promovidas por las nuevas tecnologas de la comunicacin y los cambios en los
gustos y los hbitos conmovieron la base de sustentacin de los sujetos sociales aludidos.
Buenos Aires en los aos treinta, no dejaba lugar a dudas, era otra ciudad. La incapacidad
de comprender que el tiempo y la historia generan mutaciones, que el liberalismo
capitalista no es ni fue otra cosa que mercado (problema con el que ya se haba
enfrentado Wilde) que su instrumentacin generaba conflictos sociales, rebeliones y
conspiraciones revolucionarias, hizo que cuatro aos despus de publicada La conquista de
Buenos Aires, se precipitara en Loncn la decisin de quitarse la vida en el bao de un bar,
en el bajo porteo.

108

Captulo II
Enrique Loncn, continuidad esttica e ideolgica de la
Generacin del 80.
2.1 La prctica periodstica como interpelacin al Estado y legitimacin
de los intereses privados.
Consignamos que Loncn desarroll una actividad poltica intensa, en particular su
intervencin como miembro del Partido Demcrata Progresista en las elecciones
presidenciales de 1916 y legislativas de 1919. Su activismo no se eclips por la derrota
frente a Yrigoyen; se sostuvo a lo largo de toda su vida a la par de ocupaciones
complementarias como el periodismo y la literatura. Casi todos los escritores de la primera
mitad del siglo XX, la mayora por supervivencia econmica, frecuentaron las redacciones
de los diarios y revistas.
Enrique Loncn form parte del plantel de colaboradores habituales de la revista El
Hogar y el diario La Nacin, con distinto grado de compromiso en cada emprendimiento.
Para El Hogar escribi en los primeros aos de la dcada del veinte sus Charlas de mi
amigo, que luego pasaran a formar parte de su primer libro que llev igual nombre y
como subttulo Motivos porteos, publicado en 1922. Entre 1932 y 1933 escribi, para la
misma revista, la mayora de los textos que posteriormente seran publicados en Aldea
Millonaria. Slo tres de los pertenecientes a este ltimo libro fueron publicados en La
Nacin.

196

En ocasin de su despedida de Buenos Aires, antes de embarcarse hacia Pars,

para asumir como Consejero de la Embajada Argentina en Francia, se le ofreci una


demostracin en el gran saln del Plaza Hotel, a la cual asistieron el Vicepresidente de la
Repblica, el Ministro de Obras Pblicas de la Nacin, el Vicepresidente del Senado, el
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el Obispo, Monseor de Andrea, para

196

Ninguna de las ediciones de Charlas de mi amigo. Motivos proteos y Aldea Millonaria establecen
cundo y dnde se realizaron las primeras publicaciones. Los datos precisos surgieron a lo largo de la
investigacin que hemos llevado adelante tanto sobre EL Hogar como sobre La Nacin. Cuando analicemos
Adea Millonaria, especificaremos en detalle la informacin necesaria acerca de las primeras ediciones de
cada uno de los textos.

109

sealar slo algunos de los presentes.

197

Al da siguiente La Nacin public un extenso

artculo al respecto, donde uno de los oradores describi el vnculo establecido entre el
diario y Loncn:
[] El seor Juan Pablo Echage quien empez recordando que cinco
lustros atrs se inici Loncn como representante de los argentinos en el
Tercer Congreso de Estudiantes Americanos celebrado en Lima []
Record tambin que haba sido La Nacin el rgano que lo coment en
la ocasin, estimulando al joven orador y augurndole un brillante
porvenir. Rememor igualmente que La Nacin haba sido el hogar
espiritual, generoso, y siempre bien amado. 198

La relacin, no por extensa sino por su carcter, es significativa. El diario compr el


perfil de Loncn, lo incorpor, lo cultiv 199 y lo contuvo. Su rol trascendi el de escritorperiodista para convertirse en un representante cultural y poltico de la empresa, como
continuador de la produccin ochentista. No form parte de la administracin, ni tuvo la
obligacin, por largos perodos, de publicar como vocero de sus intereses. La construccin
de este vnculo ideolgico, de preocupaciones en comn, o espiritual, segn Juan Pablo
Echage, adquiri un matiz innovador si se lo compara con los distintos estudios sobre la
poca y la relacin entre escritores y periodismo. El vnculo se extendi ms all del pago
contra entrega de un artculo o colaboracin en el suplemento literario. Se podra caer en la
tentacin de comparar su situacin con la de su contemporneo Leopoldo Lugones, matre
penser literario e idelogo del diario. Durante las dcadas del veinte y del treinta,
Lugones public innumerables textos: ensayos lingsticos-etimolgicos, estticos, poesa,
ficciones breves, etc. Cuando el suplemento se convirti en revista se intensific su
participacin. La Nacin fue el medio idneo para la difusin de sus ideas, pero Lugones
siempre mantuvo su independencia logstica-ideolgica.
El caso de Loncn es distinto. Sin la infraestructura del diario su actuacin pblica, en
cualquier mbito, hubiera sido menos trascendente. Comparativamente, el caudal de
produccin de Loncn es mnimo. Sus trabajos aparecen espaciados, pero La Nacin lo
hace una figura estratgicamente visible. Le da continuidad y presencia por medio de
artculos y comentarios que asume la editorial u otros prestigiados periodistas del medio.

197

Se trata del Vicepresidente Ramn Carrillo, EL Ministro de Obras Pblicas de la Nacin, Manuel Ramn
Alvarado, el Vicepresidente del Senado de la Nacin Antonio Santamarina y el Gobernador de la Provincia
de Buenos Aires Manuel A. Fresco.
198
La nacin. Buenos Aires: 12 de mayo de 1938, pg. 23.
199
Como acotacin marginal podemos hacer mencin del viaje de estudio a Europa que le solvent el diario
en 1921 para su fructuosa juventud. La Nacin. Buenos Aires: 8 de julio de 1921, pg. 30.

110

Cada publicacin de sus libros es comentada rigurosamente. En 1921, el diario le


financia su primer viaje de estudio a Europa, fructuoso para su espritu joven.

200

Los

banquetes en su honor ocupan ms espacio grfico que sus propios textos. Un ejemplo es la
nota En obsequio del Dr. Loncn;

201

se trata de dos columnas que cubren el homenaje

pblico que le brindan en el Hotel Plaza, en honor de su prximo enlace, con glosas del
discurso del Dr. Augusto Rodrguez Larreta, ms la extensa lista de eminentes invitados.
Se anuncian cada una de las conferencias que da durante la dcada del veinte con su
respectivo comentario. El diario respald desde su seccin Poltica Nacional, la
contribucin de Loncn a la Intervencin de la Provincia de Tucumn llevada adelante por
el gobierno de Uriburu en 1930. Loncn asumi como Ministro de Gobierno del entonces
interventor Dr. Ramn S. Castillo y de Nicols Avellaneda (hijo) que se desempe como
Secretario de la Intervencin. La Nacin desminti las disputas internas que alentaban
otros intereses periodsticos y justific su dimisin, el 10 de octubre de 1931, tan slo un
ao despus de haber asumido. La misma se produjo por su mayor afinidad ideolgica con
el liberalismo que profesaba el general Agustn Pedro Justo. En noviembre de 1931 form
parte del Partido Demcrata Nacional, constituido por los partidos conservadores,
demcratas, liberales y autonomistas, que en alianza con el Partido Socialista
Independiente y los radicales antipersonalistas, llevaron a Justo a la presidencia y a Loncn
a la diputacin.
Debido a su actuacin poltica, Loncn despert diferentes polmicas que logr rebatir
desde las pginas principales del diario. En el momento en que debi cerrar frentes
internos -uno de los casos fue cuando El pueblo public una protesta por lo que se
consider una ofensa a la sensibilidad cristiana, en ocasin de la lectura en Viernes Santo
de su texto Sobre la gloria de tener un hijo

202

(difundida a travs de la audicin radial

del S.A.D.R.A. emitida por Radio Cine Pars)- La Nacin respald la argumentacin que el
escritor present en su descargo. Pocos meses despus, el 5 de octubre de 1934, anunci
una conferencia, titulada Campanas de Buenos Aires, campanas Argentinas,

203

que se

realiz en el Teatro Gran Splendid, a beneficio de la Federacin de Asociaciones Catlicas


de Empleados. El da posterior, 6 de octubre, el diario public un artculo destacando el
xito de pblico de la misma y ratific el prestigio del orador. El marco de la discusin y
200

La nacin. Buenos Aires: 8 de julio de 1921, pg. 33.


Ibd., 10 de diciembre de 1924, pg. 15.
202
Vase: Loncn, Enrique. Aldea Millonaria. Buenos Aires: Secretaria de Cultura de la Nacin y Fundacin
Universitaria de Estudios Avanzados, 1994, pgs. 1221-124.
203
En 1935, Loncn public un libro llamado Campanas de mi ciudad, campanas argentinas (Buenos Aires:
Viau y Zona.) que evoca el Buenos Aires tradicional a travs del estudio de sus iglesias.
201

111

de la conferencia estuvo dado por la celebracin en Buenos Aires, del da 10 al 14 de


octubre de 1934, del XXXII Congreso Eucarstico Internacional, actividad que el diario
publicit y defendi activamente.
A comienzos de 1938, La Nacin continu un detallado seguimiento de Loncn a
partir de su nombramiento como Consejero de la Embajada Argentina en Francia, en
reemplazo del Dr. Roberto Gache. Ya nos referimos al banquete de despedida que le
ofrecieron con tal motivo. Tambin se public en tono laudatorio su arribo a Pars y la
bienvenida en el prestigioso Restaurante Voltaire, el 9 de octubre de 1938, preparada por
reconocidos intelectuales espaoles: Menndez Pidal, Azorn, Ortega y Gasset, Po Baroja.
La informacin intenta utilizar la meritocracia intelectual para legitimar los cuestionados
mtodos, presuntamente democrticos pero reconocidos histricamente como fraudulentos,
con los que haba asumido el gobierno argentino e intentaba mantenerse en el Poder.
Con el paso de los das se reporta la gestin cultural de Loncn con una visin
integradora no tan slo con Europa sino de Amrica Latina. Se destaca su participacin
como Miembro de la Comisin de Relaciones Exteriores para la Argentina que junto a
Jaime Torres Bodet y Francisco Garca Caldern tenan la misin de estrechar vnculos
entre escritores americanos y franceses. Tambin el diario divulga sus conferencias en
La Sorbona (la ms nombrada fue Sentido y muerte de Leopoldo Lugones, 1939) y en
otros Institutos de la Universidad de Pars. Elogia adems su participacin como
representante de la Argentina en el Congreso de Escritores que se realiz en Niza, dirigido
por Paul Valery. Divulga sus ensayos sobre Moreno, Sarmiento, Mitre, Bcquer y
Groussac, publicados en Les Temps, Le Figaro, Gringoire, Candide, Nouvelles Litteraires.
La Nacin no abandona a su representante en el Estado cuando se produce el asalto
alemn a Pars. Loncn viaja a Lisboa donde justifica a travs de sus pginas, el armisticio
del Mariscal Petain con las fuerzas invasoras:
Las medidas estaban dictadas por las inevitables necesidades del
momento. 204

Sigue su derrotero hacia Nueva York, Montevideo y finalmente da cuenta de su arribo a


Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1940, cuatro das antes de su muerte. Las versiones
sobre la causa o causas de su suicidio fueron varias.

204

La Nacin. Buenos Aires: 13 de agosto de 1940, pg. 8.

112

La Nacin public un ltimo texto inconcluso, hallado entre sus papeles, sin consultarlo
con su familia que termin por reclamar pblicamente la intromisin en la vida privada. En
el artculo titulado La hecatombe, referencia a la cada de Pars, comenta el autor:
Escribo estas lneas en la noche entre el 22 y el 23 de junio de 1940. No
he experimentado en toda mi existencia, una sensacin semejante,
mezcla de angustia, de cansancio, de estupor, y de desesperanza. 205

Voces autorizadas suponen que se quit la vida desbordado por la experiencia vivida
durante el ocupamiento nazi, debido al pesar que le ocasion la cada de un pas tan
querido como Francia y la prdida de las libertades pblicas en el baluarte ms poderoso
de la civilizacin occidental. 206
Lejos en el tiempo, sera preferible pensar, aunque con poco grado de certeza, la
hiptesis de que su desazn se increment cuando pudo comparar, entre junio y octubre, el
atropello alemn con el atropello de las fuerzas conservadoras argentinas para instalarse en
el Poder durante la dcada del treinta, proceso del cual no haba permanecido ausente.

Como hemos consignado, la relacin entre Enrique Loncn y La Nacin fue simbitica,
as como el vnculo entre el diario y el Estado cooptado, tambin lo fue. Si bien La Nacin
no haba sido un peridico oficial al estilo de La Tribuna Nacional durante el gobierno de
Roca, su editorial se corresponda con los intereses que intentaban gobernar el pas. Por
medio de su rol, Enrique Loncn contribuy a integrar el diario con el Estado y viceversa.
Este planteamiento y las relaciones periodsticas es una manifestacin de un problema que
comenzaba a generalizarse en la profesin, especialmente despus de 1918 en que se
acentu la industrializacin del periodismo, el modelo monoplico, y el intervencionismo
de la informacin provenientes de intereses privados en los asuntos estatales, prctica
habitual en Estados Unidos que termin por hacer escuela en Argentina y Latinoamrica.
207

El caso de Lncn se diferenci de la coyuntura en la medida en que particip de la

205

Ibd., 13 de octubre de 1940, Seccin Artes y Letras, pg. 1.


Ibd.., pg. 1.
207
En Los intelectuales y la organizacin de la cultura, Antonio Gramsci estudia el periodismo como un
instrumento formativo y aglutinante. Considera que la actividad periodstica presupone diversas fuerzas
sociales que se integran y coordinan mecnicamente.
Existe como punto de partida un agrupamiento cultural (en sentido
estricto) ms o menos homogneo, de cierto tipo, de cierto nivel y
especialmente con cierta orientacin general y sobre esa agrupacin se
quiere tomar apoyo para construir un edificio cultural completo,
autrquico, comenzando directamente por la lengua, estos es, por medio
de la expresin y el contacto recproco. (Gramsi, Antonio. El
206

113

avanzada ideolgica pero renunci al mercantilismo de las nuevas corrientes, cultivando


uno de los aspectos del conservadurismo ya desdibujado para la poca- la aristocracia
de espritu, que algunos hombres del ochenta formulaban como respuesta al inicio de los
procesos de modernizacin.
Con la revista El Hogar, mantuvo una relacin que se podra encuadrar como la de
colaborador ocasional y rentado.

208

El nmero 742 del viernes 4 de enero de 1924, que

conmemoraba los veinte aos de su creacin (fundada por Alberto M. Haynes en 1904)
present un diseo diferente al habitual. La primera parte se titul Veinte aos de
humorismo all record en general a sus colaboradores de mayor renombre: Eduardo
Wilde, Fray Mocho, Lucio V. Mansilla, Bartolito Mitre, Miguel Can, Gregorio de
Laferrere, Roberto Gache, Arturo Cancela, entre otros. El resto de la revista se dividi en
la segunda parte, Los medios de difusin, la tercera, Los caricaturistas, la cuarta, Los
prosistas festivos, la quinta, Los poetas festivos, la sexta, Los escritores teatrales, la
sptima, Los anecdticos y la octava, Los humoristas. En esta ltima, la ms extensa
de todas, su autor Enrique Calzada expone sobre los precursores del humorismo,
incluyendo tanto a Larra como a Wilde y a los colaboradores actuales, Gache, Cancela,
Laferrere, etc. De Loncn dice: Americus se nos presenta como un humorista amable y
benvolo [] Es de sentir que Loncn circunscriba de intento el inters de su obra a un

periodismo Los intelectuales y la organizacin cultural. Mxico: Juan


Pablos Editor, 1975, pg. 144.)
El agrupamiento periodstico se sostiene en principios tico ideolgicos que logran cohesin interna y
homogeneidad, aunque su asociacin no se propone como algo definitivo, sino que implica la tendencia de
ampliarse y expandirse fuera de su ncleo primigenio. Esta tendencia no la llevaran a la prctica
exclusivamente los medios vidos por conquistar receptores ideolgicos o quienes pretendieran ganar una
porcin mayor del mercado. El periodismo de origen aristocrtico o producto de una lite tambin
incentivara la expansin motivada por necesidades polticas que inclua el mundo de los negocios (no la
multiplicacin de las ventas, comercio minorista). Si se piensa en el modo de actuar del diario La Nacin a lo
largo de su historia, se podra discutir su inters expansivo en cuanto a lo numrico. Mantuvo como constante
la impronta de privilegiar la recepcin que le permitiera influir sobre la toma de decisiones del poder poltico
y econmico. Gramsci toma en cuenta principalmente dos tipos de receptores: los lectores comunes, a)
como elementos ideolgicos transformables,capaces, dctiles, maleables; b) como elementos econmicos
capaces de asimilar las publicaciones y de hacerlas asimilar a los dems (Ibd., pg. 144)
El punto que aparece problematizado a medias en su ensayo es el vnculo -tradicional en nuestro pasentre periodismo y Estado. Con una pregunta clave despeja uno de las asociaciones posibles: Si la escuela
es estatal por qu no ha de ser tambin estatal el periodismo que es la escuela de los adultos? (Ibd., pg.
166) Antes el gobierno de Roca haba tenido la respuesta; cre La Tribuna Nacional, que podramos
denominar la voz oficial del gobierno, donde sus ministros inclusive eran redactores. Una versin diferente
del vnculo lo ofrece La Nacin durante los primeros treinta aos del siglo XX, perodo que abarca nuestro
estudio sobre Loncn. El diario en este caso no fue la voz oficial sino el medio que sugiri las polticas de
estado. Logra incluir en la gestin junto con sus ideas a sus hombres, aunque formalmente se mantuvo
prescindente.
208
Public en la revista sus Charlas de mi amigo que se trasformaran en su tercer libro: Las charlas de mi
amigo (Motivos porteos). Buenos Aires: Gleizer, 1922.

114

nmero limitado de lectores. De cualquier modo, era necesidad de escritor que refleje en
tono de raillerie ligera, la vida de las altas clases sociales. 209
En las palabras de Calzada queda implcito, no tan slo el reclamo, sino el receptor
popular que intentaba recuperar El Hogar, orientacin que no frecuentaban los escritos de
Loncn. Su pertenencia se acomodaba con mayor naturalidad a las pginas de La Nacin.

2.2 El lugar del autor, entre el discurso periodstico y el discurso literario.


Los contextos de fundamentacin y de relaciones conceptuales de escritura o dominio,
como observamos en Wilde y Lpez, entre el pasado y el presente, lo inteligible y lo
sensible, lo interior y lo exterior, la naturaleza y la cultura, la esttica y la tica, configuran
una representacin amplia del mundo del 80. La modalidad irnica, la experimentacin
genrica, la esttica impresionista y coloquial, la creacin de tipos literarios, la crnica y el
costumbrismo constituyeron, los criterios formales del perodo. En los primeros trabajos de
Enrique Loncn advertimos como paradigma terico la dualidad canonizada por Platn y
Aristteles: discurso lgico / discurso retrico. En esta segunda etapa, nos proponemos el
anlisis de su obra, focalizando las estructuras narrativas y las figuras formadoras del
discurso literario que expresan su universo ideolgico.
El lenguaje de Loncn propone como hiptesis vinculadas con la mayor y ms
englobante de todas, planteada en la Introduccin: a) la persistencia literaria del uso
convencional y propio de la generacin del 80. Su escritura se percibe como un texto
entretejido con los textos de sus precursores. Cada obra suya, cualquiera sea su gnero,
pierde en gran medida su originalidad para conectarse con un pre-texto o fuente precursora.
No podramos aseverar que su obra se remita a una repeticin mecnica de los
procedimientos retricos-poticos, como tampoco podramos teorizar sobre una renovacin
de los cnones prescriptos, actitud que, por la misma poca, muchos de nuestros escritores
pusieron en prctica.
Hans Gadamer en Wahrheit und Methode propone Sein, das verstanden werden kann
ist Sprache

210

En este caso se podra modificar levemente la frase llevndola a: el

sujeto (Loncn) se comprende a travs de su lenguaje literario. No se pone en discusin si


existe o no una realidad independiente del lenguaje, tarea que nos exigir Olimpio Pitango
de Monalia novela de Eduardo Holmberg, en la Tercera Parte de esta Tesis.
209
210

Calzada, Enrique. Los Humoristas, en El Hogar. Buenos Aires: 4 de enero de 1924, N 742, pg. 108.
Gadamer, Hans. Wahrheit und Methode. Munich: Fink, 1984, pg. 450.

115

El esfuerzo se dirige a la reconstruccin de las influencias, transformaciones y


desplazamientos textuales y contextuales que se producen en el corpus de su obra. Sin
agotar el carcter representativo de su palabra, para la comprensin de la literatura de
Loncn, es necesario advertir que la fuerza ilocucionaria resulta decisiva, si bien la
funcin perlocutiva en apariencia domina algunos de sus textos. Loncn no tan slo dice o
induce, sino que acta. Su universo literario y su actuacin en el campo poltico, en la
gestin oficial, y cultural conviven a modo de rplica de los personeros del 80. Estas
reflexiones nos sitan frente a un problema que hasta el momento no mencionamos: la
mediacin subjetiva o el lugar del autor. Dnde reside su singularidad como escritor?
Del mismo modo tambin podemos fortalecer como hiptesis: b) que Enrique Loncn
public muchos de sus escritos en soporte periodstico y luego los edit en forma de libro,
como los hombres del 80. Esta contingencia, en principio, podra producir un antagonismo
entre la escritura literaria y la prctica periodstica. Si como sostiene Gonzlez Prada, el
periodismo difunde una escritura de cliches o frmulas estereotipadas,

211

la obra de

Loncn podra reducirse a la autoreferencialidad del soporte, desligada por completo de la


actividad poitica. Por otra parte, resulta innegable que los medios de comunicacin de
masas respondieron a intereses no mediatizados (como podra ocurrir con algunas
ediciones librescas) con preocupaciones lucrativo empresariales, vinculadas con la lnea
editorial e ideolgica que detentaban.
Si se toma el ejemplo del diario La Nacin durante el perodo en que escribi Loncn,
puede quedar relativizada la disputa entre el discurso periodstico y el discurso literario.
Los escritores periodistas producan desde un alto grado de especializacin formal.
Ejemplo de lo que sostenemos son las intervenciones de Amrico Castro, Ral Gonzlez
Tun, Gmez de la Serna, Gabriela Mistral, Ortega y Gasset, Anderson Imbert, Manuel
Glvez, Henrquez Urea, Hugo Wast, Leopoldo Lugones, Csar Tiempo, Gonzlez
Lanuza, Elas Castelnuovo, Roberto Arlt, Norah Lange, Victoria Ocampo, Jos Pedroni y
Arturo Cancela entre otros. Polmicas filosficas, poesas, relatos breves, novelas por
entregas, ensayos literarios, poblaban el suplemento incorporado al cuerpo del diario a
comienzos de los aos 20 o formaban parte de la revista cultural en los aos treinta. La
autonoma de gneros, como discurso, era respetada e incluso se haba convertido en una
marca propia del diario. A pesar de la diversidad, las restricciones influan en el campo
ideolgico donde se abra un espectro que inclua desde los escritores radicalizados
211

Citado por Ramos, Julio. Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y poltica en el
siglo XIX. Mxico: FCE, 2003, pg. 103.

116

polticamente como Hugo Wast, un antisemita militante, Elas Castelnuovo de origen


anarquista y posterior militancia comunista, el vanguardismo de Norah Lange y el
liberalismo de Victoria Ocampo. La lnea editorial cerraba el circuito de las ideas, aunque
liberaba la heterogeneidad cultural. Es decir, la amplitud del discurso literario poda
constatarse en las pginas del suplemento cultural. En ese contexto, Enrique Loncn oper
ms bien como escritor, sobretodo en los textos producidos o reformulados posteriormente
como libros. La orientacin literaria es una constante que con fortuna diversa aparece o se
eclipsa a lo largo de su obra.
La concepcin del periodismo como negocio, con la dependencia de la publicidad
comercial, la elaboracin de las noticias destinadas a las ventas y a fomentar determinados
intereses polticos determinan el perfil de los diversos diarios. Pero una vez reconocidas las
tiranas del mercado, el escritor, no el jornalista, gozara de cierto grado de gratuidad en su
trabajo, delimitado por el formato mismo del suplemento o la revista complementaria.
Enrique Loncn no escap a la falta de estatuto especfico de sus colaboraciones, aunque
se podra plantear una paradoja de signo diferente al comn de los escritores-periodistas.
Se podra arriesgar que Loncn public en soporte periodstico manteniendo un perfil alto,
en algunos de sus textos, sin abandonar su ambicin literaria. Como consecuencia de su
discurso personal nos ha parecido necesario recortar un corpus de lectura y centralizarlo
en sus libros, metodologa que nos permite abordar al escritor heredero del 80.

2.3 Aldea millonaria: palimpsesto genrico y legado poltico.

212

212

Como previamente sealamos, ninguna de las ediciones de Aldea millonaria especifica si sus textos
fueron publicados antes en soporte periodstico. Nuestra investigacin en los medios donde habitualmente
colaboraba Loncn, dio como resultado que la mayora de los mismos no permanecan inditos al momento
de ser impresos en formato de libro. Tuvimos la oportunidad entonces, de leer los escritos originales y
cotejarlos de manera comparativa con su publicacin posterior en formato de libro. Prcitcamente no ofrecen
cambios etilsticos ni de contenido que merezcan mencionarse. Lo que resulta manifiesto de inmediato es que
el autor no respeta la cronologa de la edicin perodstica y reacomoda los textos de acuerdo con una
estructura temtica. La primera parte contiene una apertura de neto perfil socio-poltico (el humorismo se
encuentra en todos los escritos), seguido de relatos breves de prosa ligera; despus textos que hacen
referencia a las creencias cristianas, y cierra con El dilogo de los bustos, de contenido decididamente
poltico-institucional. La segunda parte, Kodak Porteo; tipos que pasan, tampoco respeta la cronologa,
intercambiando las posiciones de los tipos o las vietas segn una conveniencia que no privilegia tema o
estilo. El ltimo texto, Topacio, que aparece sin formar parte de ninguno de los dos ejes centrales de
lectura, justifica su ubicacin debido a su condicin de relato sentimental por fuera del recurso humorstico
crtico presente en los dems escritos, si bien haba sido uno de los primeros en publicarse durante febrero de
1933 en la revista El hogar.
Slo cuatro de los textos incorporados a Aldea Millonaria no fueron publicados previamente: El
inteligente zonzo, Un error de imprenta, Intermezzo: sobre la gloria de tener un hijo (texto ledo por
Loncn en Radio Cine Pars, que le trajo polmicas publicas con diferentes agrupaciones catlicas) y El
prcer ferroviario, todos pertenecientes a la primera parte del libro.

117

En Loncn no se constatan contradicciones entre su percepcin de la realidad histrica


y las convenciones literario-filosficas heredadas del 80. Si bien no fue un renovador de
las ideas ni del lenguaje, tampoco se podra considerar su literatura como esencialmente
pasatista o escapista como lo ha dicho la crtica.

213

Remeda la pauta esttica de algunos

escritores del 80 pero sin suprimir su historia personal ni la historia colectiva del pas. Su
alto grado de compromiso poltico-social hace que sus textos se vean invadidos por una
problemtica procedente de ambos campos, tamizada por el humor y un tono
aparentemente despreocupado.
Bioy Casares y Jorge Luis Borges sostuvieron que los actos cometidos por los
personajes de un libro siempre lo definen menos que la entonacin que les atribuye el
autor. 214

Las siguientes son las primeras ediciones. Reproducimos en un comienzo las publicadas en el diario La
Nacin y posteriormente las publicadas en la revista El Hogar. Relevamos de la Seccin Artes y Letras del
diario La nacin cuatro composiciones, todas firmadas por Amricus: El odio al invicto (Charlas
porteas), (De una carta a Lady Chryssie Camelsfield), Cuarta Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo
21 de agosto de 1932; La sangre dulce (Caso concluyente de insania), Segunda Seccin, Artes y Letras,
pgina 3, Domingo 16 de abril de 1933; El aduln desinteresado (Charlas porteas) Segunda Seccin,
Artes y Letras, pgina 3, Domingo 18 de junio de 1933; El embajador (Tragedia muy lamentable a la
manera de Julio Dantus) Segunda Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo 13 de agosto de 1933.
De la revista El Hogar relevamos el siguiente material: El hincha del hombre pblico, Ao XXVIII, N
1178, 13 de mayo de 1932, pg. 8; El pariente de todo el mundo, Ao XXVII, N 1181, 15 de junio de
1932, pgs., 3y 53; Las dos campanas. Ao XXVIII, N 1201, 21 de octubre de 1932, pgs. 1, 2. El
sincero insoportable. Ao XXIX, N 1217, 10 de febrero de 1933, pgs. 11y contina en la 71. Topacio.
Una vida en una carta. Ao XXIX, N 1218, 17 de febrero de 1933, pgs. 2, 3, 4 y contina en la 14.
Grandeza y decadencia de una piedra pmez. Ao XXIX, N 1223, 24 de marzo de 1933, pgs. 8, 9 y
contina en la 14. Kodak porteo; tipos que pasan: El desflorador de escndalos y El cumplidor
contagioso. Ao XXIX, N 1227, 15 de mayo de 1933, pgs. 7, 8 y contina en la 71. Kodak porteo;
tipos que pasan: Usted lo debe conocer y el confidente de muertos ilustres. Ao XXIX, N 1233, 3 de
junio de 1933, pgs. 3, 4 y contina en la 15. Kodak porteo; tipos que pasan: No tiene una amiga? Ao
XXIX, 15 de julio de 1933, pg. 6. Kodak porteo; tipos que pasan: El recetador automtico y El eterno
testigo presencial. Ao XXIX, N 1244, 18 de agosto de 1933, pgs. 6,9 y contina en la 84. Kodak
porteo; tipos que pasan: El servicial que no consigue nada y Es muy amigo pero Ao XXIX N 1250,
29 de septiembre de 1933, pgs. 17 y contina en la 81. Kodak porteo; tipos que pasan: El etiologo de las
grandes fortunasy El husmeador de quiebras. Ao XXIX, N 1251, 6 de octubre de 1933, pgs. 13 y
contina en la 56.
Aldea Millonaria fue publicado a principios de noviembre de 1933. Consignamos detalladamente los textos
revelados para un mejor conocimiento del modo en que Enrique Loncn daba a conocer su obra., En un
anexo a la Tesis presentamos facsmil de los originales y de otros escritos nunca publicados en libros.
213
Algunos de los crticos que opinaron de este modo fueron Jean Paul, Marcos Soboleosky y Horacio
Castillo. Ver Paul, Jean. Enrique Loncn, un cronista de la experiencia urbana. Buenos Aires: Mundi, 1943.
Soboleosky, Marcos. Enrique Loncn. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de
Educacin y Justicia, 1962. Castillo, Horacio. Enrique Loncn y el mito de la gran aldea. Estudio
Preliminar de Aldea Millonaria. Buenos Aires: Secretaria de Cultura de la Nacin. 1994.
214
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Prlogo. Poesa gauchesca. Buenos Aires: FCE, 1998, pg.
XXI.

118

Para Ricardo Piglia La literatura no est puesta en ningn lugar como una esencia,
es un efecto.

215

Comprendemos la palabra efecto como un fenmeno instalado en la

realidad, desatado a su vez por el artificio.


El tono de Enrique Loncn, en la mayora de sus producciones, sostiene la ficcin
como artificio, devaneo o engao (para el lector menos prevenido). El efecto busca una
amable y benvola descripcin

216

de una despreocupada Buenos Aires. 217

Pero pensar en una despreocupada Buenos Aires en plena dcada del 30, cuando fue
publicada Aldea millonaria, parece cuanto menos una interpretacin ingenua,
condescendiente o sesgada. El humor, ya lo comprobamos con Eduardo Wilde, libera la
mirada negativa, provoca y plantea de manera indirecta el problema del sentido. Si bien
podramos aseverar que el discurso humorstico no es necesariamente verdadero, trabaja
con la verdad, y la verdad para Loncn no es despreocupada ni tampoco amable. Su
lenguaje no necesita ser corrosivo para poner en evidencia el cinismo que lo anima.
Durante el mismo perodo, en la otra punta de la escala social, Roberto Arlt trabajaba con
presupuestos anlogos. La diferencia radic en el foco ideolgico de atencin de ambos.
Enrique Loncn se circunscribi a los aspectos culturales y psicolgicos de la llamada
aldea millonaria, bajo la verstil apariencia de la escritura del relato liviano. No fue un
investigador, no satur sus textos con el conocimiento complejo de la realidad. Sus
hallazgos partieron de su capacidad para interpretar los comportamientos, los ambientes,
las costumbres de clase. Pero a su mirada rpida y aguda no se le escap la ambigedad del
mundo representado, alejndose felizmente del discurso apodctico o dogmtico.
Probablemente le falt tiempo de vida (o vocacin) para intentar una obra que representara
mejor la densidad de los planos ms profundos de la realidad.

Loncn, como sus precursores, logra el acercamiento y la complicidad del lector. El


tono zumbn es el lugar de encuentro simptico. Su voz literaria ejerce poder de
atraccin; una voz que entretiene al receptor pero tambin lo incomoda. Loncn navega
textualmente por la superficie de la poca pero es capaz de observar el abismo. Su aparente
inclinacin por las cosas triviales, mundanas, surge del deseo de disimular las
turbulencias e impedir que la recepcin del lector se convierta en malestar. Hagamos
215

Piglia, Ricardo. Crtica y Ficcin. Buenos Aires: Siglo Veinte, Universidad Nacional del Litoral, 1990,
pg. 16.
216
Calzada, Enrique. El Hogar. Op. Cit., pg. 108.
217
Jean Paul. Enrique Loncn, en Seccin Artes y Letras. La Nacin. Buenos Aires: 30 de septiembre de
1945, pg. 1.

119

como si, sera su consigna. El lector puede encontrar documentada una y otra vez su
preocupacin por los problemas socio polticos del momento, pero antes debe despejar el
gesto distractivo que los encubre. El clima de camaradera pasatista lleva una seal de
poca buscada intencionalmente. Mientras entretiene reafirma sus ideas y las de sus
selectos lectores. En este juego controlado de entretener y sostener los intereses de su
clase, Loncn privilegia una u otra variable mediante una estrategia que yuxtapone poltica
y literatura.

El segundo de los trabajos que componen Aldea millonaria

218

cumple la funcin de

manifiesto inaugural, formal e ideolgico de la obra. El ttulo Grandeza y decadencia de


una piedra pmez es una alegora del devenir histrico del pas. El subttulo-aclaracin,
Memoria autobiogrfica, define el gnero y alude a su precursor; el texto es una
memoria autobiogrfica ficcional a la manera de la novela de Lucio V. Lpez en La Gran
Aldea. La voz que narra, tal como la de su antecesor del 80, constituye una proyeccin
subjetiva del propio Loncn, en este caso por el animismo y personificacin de una piedra
pmez.
Durante los aos veinte y treinta se convirti en un lugar comn llamar crnica a
diferentes formatos escriturales, especialmente en el mbito periodstico; Grandeza y
decadencia podra considerarse una de ellas. Gerald Martn cuando tiene que definir el
trabajo de uno de los mayores cronistas de su tiempo, Enrique Gmez Carrillo, concibe a la
crnica como un texto en suspensin inestable informacin, comentario e ideas- una
curiosa mezcla de gneros: artculo, reportaje, entrevista, convertida en narracin, ensayo
imaginativo o literario, semblanza, (de escritores, polticos, etc.), resea de libros, crtica
de arte y teatro, descripcin de tertulias, narracin autobiogrfica, y paisajes. 219
El texto de Loncn se inscribe denro de un marco formal ms estricto. El proceso
temporal sobre el cual se desplaza su historia est delimitado por las etapas cronolgicas
cubiertas por la voz narrativa; tambin son consignados los aos que abarcan la totalidad
de la experiencia literaria. Si antes sealamos el subttulo como un probable enlace con el
80, otra marca de pertenencia se encuentra en el uso de las dedicatorias de sus textos,
prctica habitual en los escritores de entonces, particularmente Lucio V. Mansilla.

218

Respecto de los gneros literarios nos ocuparemos ms adelante. Ver pginas: 75-82.
Martn Gerald. Asturias y El Imperial. Pensamiento y creacin literaria, en Asturias, Miguel ngel.
Pars 1924-1933. Periodismo y creacin literaria. Madrid: Coleccin Archivos, 1988.
219

120

La Grandeza y decadencia de una piedra pmez est dedicada a Marco M.


Avellaneda, recurso que se vincula con una de las hiptesis que presentamos como
derivada de la principal: c) la prctica de seleccin y privilegios de sus lectores y/o
destinatarios. De este modo Loncn agrega un apellido ilustre a la extensa saga que
encabeza cada uno de sus textos, pero sugiere tambin una genealoga histrica,
ntimamente ligada con los intereses que ficcionaliza en el relato.
El fin pedaggico de la obra se torna demasiado evidente desde el comienzo: []
debemos documentar nuestro paso por el mundo para que ello sirva de enseanza a las
generaciones venideras. 220
El compromiso con la escritura no es ancilar y lo une a una tradicin cultivada no slo
en el 80 sino durante todo el siglo XIX. Cuando se menciona la fecha que inicia la
crnica, A mediados de 1904, el autor ya ha hecho uso de tres lenguas de las
consideradas cultas, incluyendo expresiones en latn, francs e ingls.
Desde una posicin que podramos situar en la parte ms alta de la pirmide social,
Loncn recorta sus destinatarios y receptores. La emisora del texto (la piedra pmez) en
quien delega el autor su punto de vista, oye y observa, no debajo de la mesa como lo haca
Julio Rolaz en La gran aldea, sino desde el toilette ubicado junto al despacho
presidencial de la casa de gobierno. Por esta delegacin la narradora tiene acceso directo a
todo lo que sucede en torno de la primera magistratura, y sus fuentes son poco menos que
indiscutibles. Su cercana del poder le permite conocer cmo actan quienes lo ejercen o se
someten a l.
All he permanecido durante muchos aos, all he visto y he odo muy
de cerca a varios gobernantes realmente dignos de una gran nacin, por
su patriotismo, por su talento y por su probidad; all he asistido a sus
desvelos por el bienestar general, a los esfuerzos con que trataban de
cumplir su misin, al apremio afanoso con que evacuaban las consultas
acerca de los problemas pblicos, hasta que, a veces, ante las
dificultades creadas, optaban filosficamente por lavarse las manos. 221

El prrafo comienza con un panegrico de los presidentes argentinos. El procedimiento


los envuelve en un crculo virtuoso que parece inquebrantable; la enumeracin de sus
virtudes transita casi la totalidad de la cita. La ltima lnea, sin embargo, remata el elogio
con una irona breve pero contundente, que termina por relativizar lo afirmado
previamente. Uno podra suponer que el peso significante de la primera parte del sintagma,
220
221

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 31.


Ibd., pg. 33.

121

tiene un crdito mayor que la contingencia del remate. O, por el contrario, que la irona
final desautoriza las presuntas virtudes, convirtiendo el sentido de la enumeracin por la
lgica del absurdo en una crtica negativa. Lo nico que no se puede desconocer es que se
ha instalado, al inicio mismo del relato, la diversidad de significados o interpretaciones
polticas de los acontecimientos de la poca. El lector puede optar en su interpretacin
sobre este punto.
La piedra pmez, depositaria de la suciedad poltica (optaban filosficamente por
lavarse las manos) narra en primera instancia, el ejercicio de la Presidencia de Manuel
Quintana, sucesor de Julio A. Roca, quien lleva los sucesos hacia el futuro, sin desalentar
las analepsis con el pasado. La voz narrativa lo define como el ltimo dandy argentino
y como un seor de la Colonia. De este modo Loncn da por terminado simblicamente
el 80 y se reinstala un nuevo perodo de dependencia, repudiado largamente por los
personajes del siglo XIX. El vnculo con el perodo colonial no pretende exaltar el modelo
de dominacin poltico-econmico sino que trata de idealizar lo colonial espaol; busca un
embellecimiento de los orgenes tal como se intent establecer a fines del siglo XIX y
principios del XX. 222
A partir de Quintana el pas comienza una nueva etapa histrica. Los acontecimientos
jaquean el poder poltico; contraran incluso la institucionalidad que algunos polticos
pregonaban cada vez con ms vigor.
El venerable caballero firm el decreto de intervencin a Tucumn, decisin que
preocupaba a Loncn por dos cuestiones: 1) Adverta la diferencia entre la poltica real y la
terica (insiste con este tema a lo largo del libro). Quintana que haba asumido con la
propuesta de no debilitar las instituciones, inmediatamente haba tenido que desdecirse con
su prctica poltica.
2) Por otra parte, Loncn defenda de manera
implcita la intervencin que el general Uriburu haba llevado adelante en Tucumn, dos

222

Mara Minellono en Las tensiones de los opuestos, cuando analiza a los autores desplazados del canon
del 80, visualiza en la obra de Santiago de Estrada un antecedente del hispanismo que se cultiva durante
los primeros aos del siglo XX. Segn Minellono, Estrada mantuvo una mayor cercana a los autores
espaoles que al modelo francs predominante en la poca. Fue miembro de la Real Academia Espaola y
Antes que los jvenes de la generacin del Centenario nucleados en torno de la revista Ideas (fundada en
1903 por Manuel Glvez y Ricardo Olivera), se plantearan como propsito la rectificacin del rumbo
impuesto al pas por la generacin del 80, con el fin de preservar los valores morales y la tradicin
espiritual del pas, esta preocupacin ya estaba presente en la obra de Santiago de Estrada[] Pero
tambin se anticip a ellos en su hispanismo, restauracin que tuvo continuidad durante la dcada del 30 en
que Loncn escribi su texto. (Las tensiones de los opuestos. Op. Cit., pg. 34.)

122

aos antes de publicar Aldea millonaria, de la cual l mismo haba tomado parte como
Ministro de Gobierno.
Las crticas demoprogresitas todava resonaban fuertemente en sus odos. Por
extensin, defiende tambin las intervenciones complemento del fraude patritico- que
realizara Agustn P. Justo durante su mandato.
Despus se ocupa del presidente que sigui a Quintana, Jos Figueroa Alcorta, quien
experiment con mayor intensidad la fuerza de los acontecimientos internos y externos que
se le imponan. La delegacin de la enunciacin en la voz de la piedra pmez desacraliza la
mirada histrica al instalar en un objeto de escaso valor la funcin de narrar la decadencia
del pas.

La piedra describe tambin los festejos del Centenario, cuando Figueroa

Alcorta se vio en la necesidad de declarar el Estado de Sitio, narra cmo mataron a su


Jefe de Polica, el coronel Falcn, y tambin se ocupa de los conflictos entablados con
Brasil, Uruguay y Bolivia.
En el marco de la problemtica nacional, Loncn introduce otra inquietud personal.
Critica a los diplomticos de carrera describindolos como meros agentes burocrticos.
Que el campo privado intervenga el Estado es una hiptesis que permanece larvada en su
juicio de valor; idea puesta en prctica a fines de la dcada del 30, cuando Loncn forma
parte de la Cancillera como Consejero de la Embajada Argentina en Francia.
La crnica expresa tambin las disputas por el Poder que se dieron en distintas
instancias. No tan slo fueron cuestin de partidismos o de personalidades polticas
destacadas; se debatieron tambin el lugar y la funcin del Estado; el manejo de las
relaciones exteriores era considerado un instrumento clave para el desarrollo de los
intereses privados, un privilegio que la lite del 80 haba sabido defender.
Despus de Figueroa Alcorta se produjo el ascenso a la Primera Magistratura de
Roque Senz Pea. Su retrato, construido con ductilidad, exige una lectura cuidadosa. El
nuevo Presidente ingres a la Casa Rosada sin disimular su altanera postura de viajero
elegante que quiere fascinar a sus parientes pobres [].

223

Con esta alusin crtica Loncn filtra un cuestionamiento sobre Senz Pea por su
teatralizacin condescendiente con los reclamos populares. El tipo de construccin
sintctica modera la impugnacin y mantiene la hiprbole negativa en estado de amenaza.
Su carcter saturado de nobleza, idealista hasta la ingenuidad y sincero hasta el
candor [] 224 muestra un doblez interno del personaje, que no permite decodificar del
223
224

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 36.


Ibd., pg. 37.

123

todo si es digno de un homenaje o de una reprobacin. Por otra parte, el fervor de Roque
Senz Pea por la democracia le permite a la narradora desplazar su ponderada condicin
de defensor de los derechos igualitarios, hacia una monomana patolgica que ella advierte.
El argumento que funciona como desagravio de su imagen pblica es la conmiseracin por
la candidez que revisten sus ideas y sus actos. El mal est hecho, parece decir la piedra
pmez, pero tampoco se pueden negar las buenas intenciones de Senz Pea. El juicio
concluye con la posibilidad de que el gestor de la nueva Ley, algn da podra tener una
estatua como reconocimiento, cuandotranquilizados los nimos ser reverenciado por
todos. 225
Transita el texto casi un doble discurso, aunque el sentido no registre un vuelco
notorio hacia uno u otro polo interpretativo.
El mandato de Victorino de la Plaza, sucesor de Senz Pea, no merece ms que tres o
cuatro prrafos tan inexpresivos como su ejercicio del Poder; se erige como un vaco, una
espera del arribo de la tempestad.
El 12 de octubre de 1916 se produce la alternancia del gobierno nacional como
consecuencia de la Ley Senz Pea. Quien asume como presidente (la voz narrativa no se
digna llamarlo por su nombre, Yrigoyen) trae consigo las masas enardecidas que
asaltan brutalmente la casa de gobierno. La marea ascendente ocupa todos los espacios y la
voz popular se entroniza en el silln de Rivadavia. La conciencia narradora es usurpada y
despojada de una exclusividad, que en adelante, se presume en manos del pueblo. A esta
(la piedra) me la pianto para la garonire.

226

El derrotero de la piedra se hace cargo

del itinerario de la cada de Argentina; es su metfora.


Quedan atrs las expresiones en ingls, francs y latn

para ingresar a un sitio

presidido por una cita de Martn Fierro: No creas ni en lgrimas de mujer, ni en la


renguera de perro,

227

muy a propsito del buln donde finalmente ha ido a parar. El

mbito popular es caracterizado por su grosera y su inmoralidad. Si la piedra proveniente


de las altas esferas del Poder no hace una descripcin detallada de las circunstancias de su
cambio de vida es porque aborrece el realismo y la pornografa.

228

225

Ibd., pg. 39. Se debe tener en cuenta que Justo y el Partido Demcrata Nacional no pretendan realizar
cambios decisivos en lo institucional, a diferencia de Uriburu que pretenda modificar las instituciones
vigentes mediante la reforma de la Constitucin, la instauracin del voto calificado y la derogacin de la Ley
Senz Pea.
226
Ibd., pg. 40.
227
Ibd., pg. 41.
228
Ibd., pg. 41.

124

Tres aos despus, debido a un nuevo traslado, la piedra recala en un Comit. All
conoce la democracia real, no la que pregonaba el romntico de la quimera, alusin
explcita a Roque Senz Pea.

229

Los aspectos humanos reinantes, adems de la pobreza,

terminaron por destrozar sus mnimas ilusiones. El pas se haca irrespirable.


Despus de cinco penosos aos una violenta pelea entre el presidente del Comit y el
secretario dio con ella en el bao de la comisara 42 de la Capital Federal, ltimo escaln
de su decadencia.
El contacto directo con el mundo marginal hace resurgir en la voz narrativa una
actitud de misericordia. Ms all de la connotacin cristiana que carga el vocablo, en el
texto se mantiene la verticalidad; el narrador mira desde lo alto. La piedra es el punto de
vista y la voz de Loncn y toma su conciencia de clase. No juzga a los criminales como
directos culpables de sus delitos. Desempolva una teora eugensica para dar cuenta de las
causas de su comportamiento, e improvisa otra de argumentacin econmica. La primera
explica la modificacin de la cadena filogentica por un proceso degenerativo. El
delincuente involuciona a un estado primitivo, caracterizado por una relacin diferente
entre sujeto y ambiente. Los habitantes de la comisara son individuos fenotpicamente
inadaptados. Sus ancestros los dominan desplazando las tendencias civilizatorias
adquiridas. Sus conductas son catalogadas como antisociales y criminales, porque no
cumplen con un cdigo, que debido a la propia regresin, les resulta ajeno. La variable
fuerte que estimula el defasaje entre presente y pasado, entre modernidad y primitivismo,
se encuentra en el nuevo cuadro de situacin sociopoltica que domina la Repblica: el
populismo irigoyenista. La diferencia con la teora naturalista expuesta en Irresponsable,
que abordamos anteriormente, toma forma con el cambio de perspectiva. Loncn se inclina
por establecer una relacin especular

entre la imagen del hombre delincuente y el

organismo social. Propone un nexo que permite entender desde la parte el todo y el todo
desde la parte. Llega as al conocimiento de una sociedad enferma y decadente por el
anlisis del individuo o en todo caso, por la presencia de los grupos marginales.
La segunda explicacin busca sus motivos fuera del pas.
Aqu no vendrn jams los grandes de la tierra, que, sin patria y sin
ternura, dueos del oro y amos del telgrafo trafican maliciosamente en
cambios internacionales, arruinando pueblos; ni los aviesos
especuladores y acaparadores de productos agropecuarios que []

229

Ibd., pg. 42.

125

arrojan al hambre y a la desesperacin a millares de familias


campesinas. 230

Podramos conjeturar que el prrafo citado es una parodia del discurso habitual de un
pensador de izquierda. Esta aseveracin refuerza la idea de que los capitales no tienen
patria, un cliche de ndole liberal. Determinado el lugar desde dnde habla el narrador, el
espacio en blanco que dejamos intencionadamente en la cita, nos orienta en otra direccin.
El original intercala una aclaracin por dems significativa: que, sin ser por suerte
argentinos, arrojan al hambre y a la desesperacin a millares de familias.

231

Se puede inferir, una vez incluida la aclaracin, que la causa de los males tiene su
principio en la crisis capitalista de los aos 29 y 30. Al excluir a los argentinos generalizacin que de ningn modo incluye a los delincuentes que dispararon toda esta
operacin- el sistema econmico parecera funcionar de manera aleatoria, cuanto menos.
Por una elipsis -puro acto de voluntad- la Argentina que la publicidad oficial haba
convertido en un eslabn ms de la modernidad perifrica, incluida en el mundo por medio
de la exportacin agrcola ganadera, en el momento de repartir responsabilidades frente a
la crisis, queda fuera del concierto internacional de inequidades. Loncn, para proteger la
terminal nacional, su grupo de pertenencia, rompe con las reglas filosficas que debieran
mantener una relacin consecuente entre racionalidad y modernidad. Su accin intelectual
desbarata cualquier interpretacin que propusiera una culpabilidad local frente a la debacle
econmica. Tambin interpreta el derrumbe interno, post Quintana, desde el vrtice
superior de la pirmide social. La intencionalidad manifiesta contra Roque Senz Pea
despunta un mnimo de sentido en el panorama nacional. El dilogo con el mundo, sin
embargo, permanece dentro del campo del cogito interruptus, gestado por la elisin que
arrebat a los responsables econmicos del pas, y los convirti en los factores invisibles
del sistema. Para Loncn la economa argentina no es parte de los ciclos mundiales de la
economa, sino un parntesis inocente dentro de la cadena de produccin de la riqueza.
En textos como Grandeza y decadencia de una piedra pmez no se puede dejar de
percibir la presencia potencial de un receptor, que condiciona el texto con una autoridad
igual o superior a la del autor. A modo de partitura, el consenso con las voces ausentes,
cierra el crculo del entre-nos.

230
231

Ibd., pg. 44.


La negrita es nuestra.

126

El subttulo, Memoria autobiogrfica es significativo porque contribuye con el


palimpsesto formal. En principio se trata de un reencuentro con una prctica escrituraria
propia del siglo XIX, que Loncn respeta a medias.

Segn Sylvia Molloy, la

autobiografa decimonnica se legitima como historia y como historia se justifica por su


valor documental,

232

sentencia consecuente con el valor informativo que adquieren los

sucesos narrados en el relato. La ruptura con el modelo se produce en la relativizacin que


sufre la autorepresentacin o la construccin del yo, fundamental en escritores
autobiogrficos como los de Mansilla en Mis Memorias, o Sarmiento en Recuerdos de
provincia.
Qu importancia puede tener la vida de una piedra pmez? Mirado framente muy
poca o ninguna. Slo interesa el almacn de su memoria, que no es otra cosa que la
memoria biogrfica del autor, si consideramos que ambos experimentaron la misma
sucesin cronolgica. Es decir, el relato se convierte en un testimonio oblicuo de la vida de
Loncn, quien tal como sucedi a la piedra pmez, se percibi a s mismo escindido en
dos, antes y despus del tndem Senz Pea-Irigoyen. En definitiva, la ficcin toma el
lugar del documento pblico y pretende transformarse en un texto dotado de significacin
poltico-histrica, que resulte adems una confirmacin de los hechos, un testimonio para
tener en cuenta. La narracin persigue el fin de cambiar el presente o justificar el cambio
que se haba producido en el ao 1931 con la asuncin al poder de Uriburu. Pero qu
crdito le puede dar el lector a la historia de una piedra que limpia la mugre presidencial?
Loncn se toma el trabajo de rastrear su origen para atribuirle legitimidad, como
hicieron en su momento Sarmiento y Mansilla, pero el procedimiento se aproxima ms a
una parodia de las pretensiones sarmientinas en la valorizacin de sus antecedentes
familiares.
Mi origen fue humilde. Las piedras de mi clase, menos aristocrticas
que el diamante, el zafiro, el rub, el topacio, la amatista, el palo, el
jaspe, el nix, la esmeralda y la turquesa, no podemos jactarnos de
haber nacido en Borneo, en Bengala, en Ceiln; ni podemos decir que
nuestras abuelas figuren en el mgico cofre de pedreras con el que
Scaurus, el rumboso yerno, deslumbr a Plinio el viejo, en pleno
esplendor de la vieja Roma.
Nac en Escocia, a raz de un desprendimiento basltico en la Gruta
Fingal, de la isla de Staffa. Un mercader me encontr sobrenadando en
las aguas del Trent y fui a dar a Londres [] 233

232
233

Molloy, Sylvia. Acto de presencia. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1996, pg. 187.
Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 32.

127

La naturaleza ficcional de toda autobiografa se actualiza en Grandeza y decadencia


de una piedra pmez 234 El pasaje citado resulta prcticamente el nico donde la narradora
tiene ms para decir sobre s misma que sobre los hechos de los que ha sido testigo y se
aproxima al gnero memorialista. 235 Darle la palabra a una piedra responde a la necesidad
de mitigar el aspecto egotista de la literatura autobiogrfica. En el texto de Loncn el bios
individual permanece por debajo del ethos nacional, cuya sincdoque espacial no deja de
ser Buenos Aires. La Casa

Rosada, el buln para la trampa amorosa, el comit, la

comisara, representan la topografa urbana que se articula con la trama de sucedidos, pero
al igual que el yo, Buenos Aires se muestra detrs del vidrio de la historia del pas.
La misma actitud, se podra sostener, muestra Julio Rolaz, en La gran aldea de Lucio
V. Lpez. El autor otorga el privilegio a los problemas que atraviesa la Nacin, sin la
necesidad de cotejar archivos ni documentos historiogrficos, slo con la puesta en
funcionamiento del recuerdo, instrumento indispensable para la escritura de un relato. Si
realizamos el recorrido de Moebius y retomamos la narracin de Loncn desde el principio
podemos comprobar que el texto, a pesar de su hibridez, presenta una sola cara: Escribo
para la historia. 236
El dilogo teatral El embajador, texto N 3 de Aldea millonaria, compuesto por
cuatro Jornadas con sus respectivas unidades de accin, lugar y correspondientes
acotaciones escenogrficas, lleva como subttulo Tragedia para magnificar irnicamente
la ignorancia rastacuore del protagonista y la tilinguera del personaje femenino. En
realidad es una comedia que a travs del humor retrata las pasiones humanas (en este caso
deberamos decir de clase) con sus debilidades, sus vicios y excentricidades.
Los acontecimientos escnicos que renen los datos de ambiente donde transcurre la
Jornada I no podran haber sido escritos mejor por Eduardo Wilde:
Soberbio Petit Hotel en el Barrio Parque, calle Coprnico. Comedor
para diario, tipo Exposicin de arte decorativo 1925. Mesas y sillas de
palisandro de Ro con vetas de mrmol potor, firmadas por Maurice
Dufresne y editadas por Metrise.Buffete dressoir en nogal esculpido a
la cera por Paul Folloy y realizado en macassar con panel de marfil
reproduciendo Le char de Ruhlman. Reloj de pie, en bronce y madera,
compuesto por Kevin y ejecutado por Barbedienne. Ocultando el office,

234

El estilo de la autobiografa. La relacin crtica. Op. Cit.


Las memorias tienden a una mayor focalizacin de los contextos histricos-sociales que las
autobiografas, interesadas en el yo.
236
Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 32.
235

128

biombo oriental en bano con dibujos autnticos de Se y Mare.


Inopinadamente sobre el dressoir, una radio Thompson. 237

El despliegue de informacin slo para entendidos (la mcula es la radio, indicio


semitico de lo que no es propio del Barrio Parque) encuadra el nivel social donde se
desarrolla la accin. En las didascalias es el escritor el que habla, por lo tanto se podra
inferir que probablemente estos detalles expresen ms la necesidad y la urgencia del autor
por mostrar su cultura, y del receptor por reconocerse en ella, que los especficos fines de
una funcin semiolgica. El reconocimiento, en todo caso, paga el costo de la irona. Si
bien el texto secundario tiene como funcin designar la puesta en escena, configura
tambin el contexto de comunicacin; determina una pragmtica y las condiciones de uso
de la palabra. Las indicaciones escnicas reproducen las estructuras espaciales que definen
la imagen del autor y de sus receptores; las relaciones espaciales donde viven sus
conflictos potenciales. El espacio teatral no es otra cosa que el emplazamiento de la fbula
y de la Historia.

238

La transposicin tropolgica que ensaya Loncn con el ambiente

descripto, enmarca la dramatizacin en un saln cerrado cargado de objetos pertenecientes


a una clase culta, aislado de la naturaleza, representacin de sus relaciones sociales con
el mbito de la alta burguesa. El uso esttico de la didascalia, en el caso particular de El
embajador, por su significacin literaria, se despega de la exclusiva utilizacin escnicoteatral, y cobra importancia potica en s mismo, prctica habitual en el teatro moderno. A
fuerza de ser sinceros, en el caso de Loncn, probablemente ni siquiera haya pensado en la
puesta escnica sino en el goce del teatro ledo.
Nelly, la protagonista, es descripta como una heredera, en belleza y modales, de la
high society nacional. Martn, su marido, como un rico ganadero sencillote y carente de
buen gusto. El sujeto activo de la relacin es Nelly quien no se muestra determinada por
una motivacin psicolgica o espiritual, sino por una necesidad coyuntural. La presencia
del amor entre ambos est incentivada entonces por determinaciones socio-histricas. El
casamiento por inters es herencia directa del campo literario del ochenta; recordemos la
mirada crtica de Julio Rolaz sobre la actuacin de las mujeres en La gran aldea de Lucio
V. Lpez, y las reflexiones que elabora al respecto el narrador de Msica sentimental, de
Eugenio Cambaceres.
Para finalizar el cuadro de situacin inicial, que de algn modo resulta
complementario de las indicaciones escnicas y no a la inversa, Pierre, el mucamo, se
237
238

Ibd., pg. 45.


Ryngaert, Jean Pierre. Introduccin al anlisis teatral. Buenos Aires: Ediciones Artes del Sur, 2004.

129

dirige a ambos cnyugues en francs. El lector comn no puede menos que percibir la
construccin de un clima cercano a lo irreal, a una hiperrealidad que bordea el Kitsch.

239

El conflicto dramtico se vuelve significante por lo insignificante; encarna la


superficialidad de quienes viven despreocupados, sin problemas existenciales que los
apremien. Nelly se muestra ofendida porque se aproxima su cumpleaos y no podr contar
con un embajador en la mesa principal de sus invitados, por culpa del ostracismo social de
su marido. Su matrimonio se convierte en un contratiempo cuando descubre que Martn
Algarraborde slo es bueno para hacer dinero; la pareja matrimonial confronta en la lnea
del deseo. Uno funciona como sujeto motivador y el otro como obstculo.
Si como sealamos anteriormente, la hibridacin de clase preocupaba en los 80, para
la dcada del 30, avanzado el siglo XX, el problema se haba agudizado. Los ricos con
abolengo eran pocos y la mayora slo poda sobrevivir casndose con un nuevo
millonario. Para esta poca es indiferente si es hombre o mujer quien aporta el caudal
monetario. Lucio V. Lpez haca foco en el comportamiento moral de las mujeres. En el
caso de Loncn, el lmite es no poseer un apellido ridculo. No se especifica a quienes
comprende el calificativo, pero una inferencia rpida nos podra conducir a un patronmico
(en el sentido etimolgico griego y latino) de origen italiano.

Apartndonos de Aldea millonaria hacemos referencia a la obra de teatro que Loncn no


public pero estren en el Teatro pera en 1923, La estirpe futura, que tiene tambin
como tema central el matrimonio por inters.

240

La accin dramtica, al igual que en El

embajador, transcurre en un ambiente aristocrtico. La idea principal propone la


renovacin de las familias genuinamente tradicionales, por medio de una alianza con
aquellas de ms reciente arraigo. La conveniencia de unir la moral patricia y el

239

Aludir al kitsch puede prestarse a confusin si no acotramos el sentido del concepto. Son mltiples sus
acepciones y usos. En particular, nos remitimos al significado dado por quien introdujo la palabra al mundo
literario. Hermann Broch pensaba que el hombre kitsch es quien siente la necesidad de mirarse en el espejo
del engao embellecedor y reconocerse en l con emocionada satisfaccin. Desglosaramos de la
definicin lo relacionado con el aspecto emocional, propio del romntico al que se refera Broch, como
tambin desafectaramos la intencin de complacer y llamar la atencin a travs de la identificacin con un
eclecticismo vulgar y efectista. Una referencia ms precisa de la aproximacin al kitsch por parte de Loncn
puede encontrarse comprendida en la imagen que Victor Hugo revela a los ojos de Nietzsche: la aversin
que Nietzsche sinti por las bellas palabras y por los abrigos ostentosos de Vctor Hugo fue un rechazo
anticipado del kitsch. (Kundera, Miln. El arte de la novela. Op. Cit., pg. 151). El exhibicionismo (un
gesto en el vaco) de lo suntuoso o cierto canon de belleza podra considerarse un sinnimo de Kitsch en
este caso.
240
Pudimos encontrar un resumen del texto en el Archivo del diario La Nacin, agendado en una carpeta
especialmente dedicada al autor.

130

refinamiento, con la vitalidad de los recin llegados, encuentra como finalidad la


perduracin de lo antiguo.
La familia Arredondo pierde casi toda su fortuna debido al mal manejo de sus intereses
econmicos. Privilegiaron los valores del espritu y una vida disipada a la produccin de
bienes materiales. El hijo, Carlos, decide regresar de Europa. La madre ante la evidencia de
la ruina familiar se muestra sumamente preocupada por el futuro de Mechita, su hija mujer.
La nica salida es que Carlos se case por conveniencia. Cuando su amigo, Azcunaga, le
sugiere la posibilidad, Carlos se niega oponiendo una moral de clase. La candidata es
hija de un vasco (en El embajador, Martn tiene el mismo origen), dueo de varias
estancias y capitalista de un banco importante. Carlos finalmente cede a la propuesta y para
financiar el proyecto deciden acudir a un usurero, ofreciendo como garanta los pocos
bienes familiares y los futuros bienes matrimoniales.
La seduccin tiene como escenografa la ciudad de Mar del Plata por entonces la playa
prestigiada por la alta sociedad. Carlos logra conquistar a Gabriela Chazarreta quien, por
otra parte, haba viajado en el mismo barco que l en su regreso de Europa. Lo que primero
fue especulacin se transforma en amor. El protagonista decide dejar de lado su condicin
de caza fortuna y retoma la senda del trabajo. Pone a producir el ltimo campo de su
familia para reparar los daos econmicos y merecer a Gabriela quien haba demostrado
una conducta intachable. La unin entre Carlos Arredondo y la hija de un vasco carente de
alcurnia dara continuidad a la estirpe argentina.
El da 6 de octubre, La Nacin public en la seccin Teatros y Conciertos, incluida
en el cuerpo principal del diario, una breve crtica sobre la obra que no lleva firma de
autor. Adems del anlisis formal y actoral, el texto presenta una serie de observaciones
respecto del recorte que realiz Loncn para representar la argentinidad. 241 Segn la crtica
el problema de la identidad nacional es ms complejo que la unin por amor o
conveniencia de la aristocracia con familias provenientes de la clase media. El intento
de reflejar lo universal por lo particular, procedimiento que en s mismo no es
cuestionable, fracasa porque resulta poco representativo de La comedia argentina, como
se subtitula la obra. Para que realmente represente la comedia nacional, sintetiza la
crtica, debieran aparecer en escena motivos dramticos que den participacin a los
distintos estamentos sociales y no limitarse slo a la parte mundana. La nota de La
Nacin propone que el problema de la inmigracin y el cruce de razas haban variado,

241

Teatros y Conciertos. La Nacin. Buenos Aires: 6 de octubre de 1923, pg. 24.

131

perceptiblemente, respecto de la intolerancia de aos anteriores. Las posturas ms


ortodoxas y extremas acerca de la cuestin ya haban encontrado focos de resistencia no
slo en el mbito cientfico como ocurrir en La Segunda Conferencia Panamericana de
Eugenesia y Homicultura llevada a cabo en noviembre de 1934 en Buenos Aires, sino
tambin en la Iglesia, voz de peso ideolgico para el diario en cuestin. La consideracin
moderada acerca de la mezcla de razas no desconoca la existencia de una raza superior
y una inferior, pero aceptaba que se mezclasen. La teora supona que a travs de
generaciones, con el control y el cuidado sanitario debidos, se podra arribar nuevamente al
fenotipo originario. El redactor de la nota hace visible las nuevas tendencias cuando objeta
que no se incluya a los inferiores de procedencia italiana, a los criollos y a los mestizos,
relegando a Loncn a una etapa pretrita de la concepcin eugensica, como qued
expuesto en Grandeza y decadencia de una piedra pmez. 242 Por otra parte, el conflicto,
a juzgar por el comportamiento de la clase dirigente no muchos aos despus, result una
metfora anticipatoria. La falta de cuadros capacitados habilit la insercin, en el manejo
del poder poltico-econmico, de individuos provenientes de la corriente inmigratoria.
Pinedo, Presbich, De Tomaso son los representantes de la innovacin y de la circulacin
de las lites [] (quienes) Toleran una verdadera hereja en orden a la preservacin de
los privilegios. 243

La sencillez de la intriga es complementaria de la banalidad del conflicto que presenta


El embajador: Nelly quiere un representante diplomtico que engalane su fiesta de
cumpleaos y Martn no slo es incapaz de cumplir su deseo sino que se transforma en un
contratiempo endogmico. En la Jornada II de El embajador, aparece en escena Pimpollo
Benavente, personaje fetiche de Loncn, al estilo de Baldomero Tapioca en los escritos de
242

Para verificar el cambio de orientacin o tolerancia con respecto a la problemtica de la eugenesia durante
los primeros decenios del siglo XX en Latinoamrica puede consultarse a O Lery, Mara de los ngeles.
Aportes acerca de la relacin Iglesia eugenesia en Argentina (1930-1940), en Vallejo, Gustavo y Miranda
Marisa (comp.). Polticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalizacin del individuo y la sociedad.
Buenos Aires: Siglo XXI Editora, 2007. lvarez Pelez, Raquel y Garca Gonzlez, Armando. Eugenesia e
imperialismo. Las relaciones Cuba-Estados Unidos (1921-1940). En Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo
(comp.). Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI Editora, 2005.
Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo. La eugenesia y sus espacios institucionales en Argentina. En
Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo. Op. Cit.
En literatura, Fray Mocho ya haba cuestionado el modelo higienista lombrosiano y el naturalismo
descentrado de Cambaceres que proponan como peligros sociales a los inmigrantes y delincuentes,
portadores de una gentica nociva para la moral dominante. Vase Rodrguez Prsico, Adriana. Fray
Mocho, un cronista de los mrgenes, en Herlinghaus, Hermann y Moraa, Mabel (editores). Fronteras de la
modernidad en Amrica Latina. Pittsburg: Instituto de Literatura Iberoamericana, 2003, pg. 115.
243
Caterina, Jos U. y Allio, Carlos R. Anlisis sociolgico y psicosocial de la independencia. Buenos Aires:
Editorial Guadalupe, 1990, pg. 49.

132

Eduardo Wilde, quien contribuye con la construccin de los acontecimientos y se


transforma en el nico competente para solucionar el problema de relaciones que expone el
protagonista. 244
La mecnica de la pieza delimita rpidamente el desarrollo del conflicto dramtico.
Ante la presin de su mujer, Martn Algarraborde decide ir al club en compaa de
Pimpollo. El costumbrismo y la falta de mundo de Martn colaboran para que se
produzca un fallido irreparable. Su ate (o estupidez) personal hace que lleve, en lugar de la
solucin, la desgracia a su hogar. La noche de su cumpleaos Nelly se pavonea en la mesa
principal, frente a sus invitados-enemigos, acompaada por un personaje que slo tiene de
Embajador, el apodo. Quien advierte el error, por supuesto, es Pimpollo Benavente. Nelly
cae bajo un ataque de nervios y es atendida por un mdico de ocasin que los embauca con
un diagnstico inexacto, situacin que despeja ms tarde el mdico de familia cuando se
hace cargo de la enferma. Al estudiar el cuadro clnico y el posible tratamiento que
aconsejaba el Doctor Carone (connotacin que no se refiere a la caridad justamente, sino a
lo caro de sus servicios, adems de manifestar su procedencia italiana, implicancia que
sugiere el origen de su conduta profesional irregular) previene a Martn sobre la
metodologa mdica que habitualmente aplica: el diagnstico y los gastos tienen como
medida la fortuna del cliente.
El uso del francs como una segunda lengua o marca distintiva de clase, algunas
expresiones en ingls, la ambientacin de los lugares pblicos y privados donde se
desarrollan los conflictos dramticos convierten a La estirpe futura y a El embajador, en
dos signos icnicos de la clase alta portea de principios de siglo. Los diez aos
transcurridos entre la primera y la segunda obra, probablemente hayan influido en la
244

A pesar de su carcter fnico, Benavente es un apellido de origen espaol, gentilicio de una villa
castellana. Su accionar en la obra de Loncn lo define como un personaje de la picaresca. Pimpollo
Benavente, solteron irremediable, como Eugenio Cambaceres, vive de rentas y no tiene nada que hacer. Pero
a diferencia del autor de Sin rumbo que se solaza con los escndalos de su pluma en la atmsfera puritana
de la gran aldea, invierte sus rentas y su tiempo en destrozar la mayor cantidad posible de corazones.
(Aldea Millonaria, pg. 212) El siguiente prrafo termina por describir con mayor amplitud la tipologa de
Benavente imposible de asociar con el escepticismo de los protagonistas de las novelas y del mismo
Cambaceres. En Fair Play, Benavente se mide con un astro de la pantalla. Antes de presentarse le asegura
que los dos tienen espacio suficiente para actuar simultneamente en Buenos Aires, ciudad millonara
abierta a todas las aventuras dignas de varones [] Por tratarse de un colega estara mal de mi parte una
auto-semblanza espectacular que resultara necesariamente chocante y pretenciosa; ms como entre
nosotros nos podemos entender con pocas palabras, permtame que le presente mi retrato con la mera
enunciacin de mi estadstica en el ao 1933: mujeres casadas 72, solteras 46, divorciadas 12 y viudas 9.
Como Vd. Ve la dificultad de cada categora est en razn directa con la cifra alcanzada detallecito que no
escapar, seguramente, a su fina penetracin y a su idnea experiencia. (Fair play. La conquista de
Buenos Aires. Op. Cit., pg. 98) Martn Algarraborde comete el error de creer en el sentido literal de la
palabra embajador, porque Pimpollo lo haba dejado solo y se haba ido en busca de despuntar el vicio de
conquistar mujeres.

133

transformacin del cono. Las expectativas puestas en la formacin de la Argentina futura


no prosperaron en la medida de lo esperado, y dejaron paso a un incipiente cinismo o
insidia indulgente sin alcanzar el escepticismo. El cruce entre los dos trabajos de Loncn
pone al descubierto el proceso significante y el giro conceptual en su pensamiento. Si bien
en ambos textos el marco social cobra mayor protagonismo que los personajes, en El
embajador, su influencia sobre el comportamiento de los mismos produce un efecto
negativo. No los desborda por completo, pero

queda claro que no cualquiera puede

sobrevivir impunemente bajo sus reglas. El pas parece perder irremediablemente su


capacidad de generar sujetos a la altura de sus tradiciones. Su constante regreso al 80
confirmara la hiptesis de que sus contemporneos agendan livianamente en su haber,
incompetencia y mediocridad.
La irona producto de la inoperancia situacional de los personajes perturba las
significaciones del cono tradicional, a diferencia de la incertidumbre que produca la
intervencin del escritor sobre la estructura del lenguaje en la Memoria autobiogrfica.
Los signos teatrales, a un tiempo conos e indicios, construyen de manera vivible y tangible
una proyeccin (fantasmtica segn Anne Ubersfeld)

245

que se conecta con el universo

histrico en el que se inscribe. El quiebre entre protagonistas y contexto genera una


contradiccin que siembra dudas sobre las creencias del autor, y obliga al lector a verificar
sus sospechas. El entramado de los episodios y la disposicin de la intriga, por ms simple
que resulte, nos conduce a un nico punto de vista. Lo mismo sucede en el campo
conceptual con la puesta en tela de juicio de algunos cdigos, etiquetas y costumbres. La
abstraccin de la fbula que cuenta El embajador nos aleja del teatro para llevarnos hacia
el relato. Leda de este modo, la perspectiva del autor no devala por completo la clase
social que tiene que conducir el pas por mandato hereditario, aunque relativiza su
idoneidad. No desmiente ni abre mltiples posibilidades hermenuticas; detecta por medio
del humor las desviaciones de ciertas conductas, y potencia las restricciones del caso. Para
retomar nuestra historia desde el origen hace falta corregir algunas variables que afectan
a los agentes del proceso. Loncn las denuncia humorsticamente.

246

En este punto se

acerca a Wilde.
245

Ubersfeld. Anne. Semitica teatral. Murcia: Ediciones Ctedra, 1989, pg, 119.
Enrique Loncn conoci a Jos Ingenieros y comparti largas charlas culturales y filosficas. Ejemplo de
ello son las referencias sobre su pensamiento a lo largo de su obra, incluso en Aldea Millonaria. La existencia
de la mediocridad es un mal social que ambos detectaron y reprobaron. Loncn idealiz en su juventud la
teora darwinista acerca de la sobrevivencia y continuidad de la especie (el ser argentino). Renovar la sangre
le permitira conservar y transmitir las variaciones tiles para la estirpe futura. No previ lo que recin
patentiza en El embajador e Ingenieros ya haba advertido con su ensayo El hombre mediocre (1913). Hay
246

134

Finalmente, se podra pensar que la insercin de los advenedizos, como Martn


Algorraborde, despus de todo es una demostracin de poder de la sociedad tradicional. El
inters de pertenecer a la clase dominante por medio del casamiento, adoptar las
costumbres, conductas y consumos de la aristocracia verncula se transformaba en un
evidente signo de que las reglas sociales valoradas por el resto, todava las impona la high
society. Los advenedizos no hubieran existido si quienes se enriquecan gracias a la
prosperidad de la poca hubiesen credo irrelevante el hecho de pertenecer. De este modo
quedara expuesto cmo los aspectos simblicos, el status, moldeaba todava la realidad.
Loncn, se diferencia de esta lectura, cuando pone en perspectiva el rol de Martn
Algorraborde y escenifica el grado de profundidad de la crisis de la clase dominante en la
medida en que al advenedizo no le preocupa en absoluto comportarse como uno de ellos.
No le interesa incorporar las costumbres de la high life; rechaza la vidriera del club, lucir
su dinero, mostrarse en el ambiente chic de Buenos Aires y se comporta de manera
indiferente frente a los condicionamientos que le impone la necesidad de pertenecer. El
eclipse, por lo tanto, de la alta cultura, de la cual parece subsistir una manera elegante y un
poco afectada de comportarse, aunque carente de los signos vitales del poder real, resulta
ms agudo de lo perceptible a simple vista.

La Sangre dulce, otro de los textos que integran Aldea millonaria, adopta la forma
de una doble solicitud. La que oficia de marco est escrita con formato judicial y est
dirigida a un juez de Primera Instancia. El emisor es un abogado que acta de hecho.

ciertos tipos que si bien sirven para aglutinar la sociedad, unir estamentos, o como simple y brutal lastre,
ponen en riesgo el progreso. Los hombres sin ideales, dciles, vegetativos, rutinarios, domesticados (la
adjetivacin tomada de Ingenieros es un retrato de Martn Algarraborde) convierten los estados en
mediocracias; la falta de aspiraciones que mantengan alto el nivel de moral y de cultura, ahonda la cinaga
constantemente. (Jos Ingenieros.El hombre mediocre. Buenos Aires: Talleres Grficos, L. J. Rosso, 1917,
pg 46) La definicin sobre el hombre mediocre, que produce un distanciamiento conceptual entre los dos
autores, encuentra su punto de ruptura en la funcin que cada uno le otorga a la relacin contexto socialindividuo. Ninguno de los dos conciben el perfeccionamiento social como producto de la uniformidad.Las
costumbres y las leyes pueden establecer derechos y deberes comunes a todos los hombres, pero estos sern
siempre desiguales. ( Ibd., pg. 30) Sin embargo Loncn preserva el privilegio de clase, la condicin
gregaria en grado selectivo, por encima de la subjetividad. La Argentina la forj una homogeneidad de
pensamiento y conducta encarnados en una estirpe no en sus individuos. Ingenieros, por medio de una teora
hbrida que suma el genio romntico a un superhombre nietzschano cimarrn, sin olvidar la concepcin
darwinista de la sobrevivencia, pone de relieve la individualidad innovadora y libertaria. La ruptura con el
medio social que lo condiciona, y lo termina por transformar en un sujeto conservador si se deja domesticar,
es un impulso creativo destinado a los hombres superiores. En el pensamiento de Loncn no hay lugar para
individualidades heroicas y el problema de la mediocridad se cifra en la falta de interpretacin de los ideales
que porta la tradicin. La falta de heroicidad radica en no estar a la altura del contexto social en que los
personajes actan. Carlos Arredondo es un pecado idealizante de juventud.

135

P. Altamira denuncia ante su Seora la demencia legal de Segismundo Garay


Mendoza, quien reclama como herencia propia la Plaza de Mayo. Una vez citada la
jurisprudencia correspondiente y los tratadistas ms reconocidos, propone que se considere
a quien suscribe, en calidad de curador provisorio de los bienes de Garay Mendoza. El
texto no termina de despejar la duda acerca de si el querellante no est tan loco como su
denunciado y especula con aduearse de la Plaza de la Victoria, o simplemente se trata
de uno de los tantos abogados que aprovecha la oportunidad para quedarse con los bienes
de quien no puede defenderse. El lector podra pensar en una humorada literaria o en una
irona sobre las buenas costumbres de la profesin, que Loncn se neg a desempear a
pesar de su ttulo. La contradiccin tica en la que incurre el personaje est motivada por el
dinero
Como elemento probatorio de la locura, Altamira adjunta una solicitud de ley que
Garay Mendoza elev a la Honorable Cmara de Diputados de la Nacin que reproduce en
toda su extensin. Su tono no se aparta por completo del registro humorstico, pero la
exposicin es propia de un intelectual capaz de transformar el conflicto judicial del
momento en una doxa explcita y bien formulada. Muchas cosas pueden no ser
comprendidas en trminos de un discurso puramente informativo, pero s fundamentadas
con mayor propiedad desde la literatura. El autor de la solicitud, Garay Mendoza,
personaje que orilla la farsa, por sus trazos gruesos, con el objetivo de concitar la atencin
se transforma, al momento de expresar sus ideas, en alguien reflexivo. Su planteamiento se
ocupa no slo del campo judicial, sino que aborda problemticas de orden sociolgico del
pas. La dicotoma moral-incentivo econmico ocupa el centro de su iniciativa
parlamentaria, preocupacin que inquietaba a la clase dirigente de la poca; podramos
pensar que desde el momento de la asuncin de Roque Senz Pea segn el texto
Grandeza y decadencia de una piedra pmez.
La subjetividad del personaje en cuestin adquiere su identidad en relacin directa
con el contexto de emergencia. La disputa simblica entre el relato republicano y la
teleologa modernista liberal se dirime entonces entre distintos tipos discursivos. La
intervencin literaria es uno de ellos.
El humor de Loncn reconfigura el mundo exterior y lo exhibe detrs de su pantalla
como una disputa entre facciones. La situacin histrica pona en debate, al momento de la
escritura, la legitimacin del orden poltico econmico que se intentaba restaurar.
Interrumpido el utilitarismo del 80 por el idealismo de Senz Pea, que encuentra su
continuidad en el movimiento irigoyenista, convergen distintas fuerzas contemporneas,
136

entre ellas el conservadurismo neoliberal y el moralismo de origen filofacista. En ese cruce


ideolgico Garay Mendoza instala su argumentacin, haciendo valer simblicamente su
herencia de fundador. En La reconstruccin del materialismo histrico, Jrgen Habermas
reflexiona sobre el problema de la legitimacin en perodos de crisis:
Semejantes conflictos pueden conducir a una retirada pasajera de la
legitimacin, que, en determinadas circunstancias, puede generar
consecuencias crticas para la existencia de un rgimen. Cuando la
solucin de tales crisis de legitimacin va unida a una transformacin de
las instituciones bsicas, no slo del estado, sino tambin de las sociedad
en su conjunto, nos referimos a ella como revolucin 247

El golpe de estado ejecutado por Uriburu, llamado por sus seguidores revolucin, se
fortaleci con la deslegitimacin simblica que venan sufriendo tanto la figura como el
gobierno de Yrigoyen. La instalacin en el poder de los nuevos representantes no zanj
la discusin de inmediato. Las distintas fuerzas intervinientes tomaron posicin en la lucha
por apropiarse de un statu quo debilitado, con el propsito de resignificar sus
representaciones. Apremiado por la multilateralidad de la situacin, Loncn interviene ante
los dos frentes: uno en estado de retirada, el populismo irigoyenista, y el otro en plena
actividad, el nacionalismo filofacista o proto-falangista.
A Garay Mendoza lo preocupan los constantes fallos de la justicia en su contra, por lo
tanto intenta modificar la coyuntura econmica, no las convenciones, que impiden a los
jueces actuar con libertad de conciencia. El derecho moderno desde Hobbes se considera
la base racional de la organizacin del Estado. Desde la incursin en la presidencia del
romntico de la quimera, alusin a Roque Senz Pea, la tica institucional haba
crecido en la legitimacin popular. La figura de Yrigoyen corporiz esa necesidad que se
sustentaba en los estamentos sociales ms relegados y en la clase media. Incluso despus
del golpe destituyente, el simulacro democrtico instalado no pudo ocultar el consenso que
todava reuna pblicamente.

248

Para casos como ste, el derecho liberal presupone la

247

Habermas, Jrgen. Problemas de legitimacin en el estado moderno. La reconstruccin del


materialismo histrico. Madrid: Taurus Ediciones, 1983, pg. 244.
248
El 5 de abril de 1931, el Ministro del Interior de Uriburu, M Snchez Orondo convoc a elecciones en la
provincia de Buenos Aires. Tanto l como Uriburu estimaban que el radicalismo ya no representaba un riesgo
como alternativa poltica. El resultado de la eleccin desminti al gobierno y desmantel tambin las
suposiciones del antipersonalismo alvearista. La votacin de la clase media y baja se pronunci por los
principios irigoyenistas de nacionalismo econmico y justicia social, decisin ms cercana a lo moral que a la
primaca de lo material. Detener a Yrigoyen en Martn Garca no significaba que hubiera desaparecido del
horizonte poltico la alternativa idealista. El general Uriburu pretendi instaurar un corporativismo de corte
fascista autoritario, siguiendo el modelo italiano. Con su salida del gobierno la tendencia continu operando
tanto en lo cultural como en lo poltico. Las menciones que hace explcitas el narrador en La sangre dulce
nos exime de abundar en la informacin. La tercera opcin, dentro de la cual se haba encolumnado Loncn,

137

neutralizacin tica de las esferas de accin reservadas a una regularizacin jurdicaconstitucional. El simulacro no se hubiera podido mantener sin el eufemstico fraude
patritico, contemporneo a la edicin del libro que nos ocupa. 249
Garay Mendoza contribuye a la discusin de la poca, esgrimiendo el incentivo
econmico como recurso que reemplace la inalcanzable abstraccin de los principios
ticos, como entes exclusivamente reguladores de las sentencias judiciales. Por otro lado,
La convencionalizacin, la legalizacin y la formalizacin del derecho implican que ste
ya no puede alimentarse de la autoridad indiscutida de las tradiciones morales (las que
pretendan imponer las fuerzas conservadoras nacionalistas no liberales), sino que precisa
de una fundamentacin autnoma.

250

La autonoma de la Justicia que se exige en la solicitud de ley presentada por el


heredero de los fundadores, est motivada por el dinero. Nada puede esperarse de
magistrados a quienes los apremie la pobreza. Hay que retribuir a los jueces con una
magnificencia tal que los eleve, en cuerpo y espritu, por encima de todas las miserias y
pequeeces humanas [] 251

es la liberal tericamente constitucionalista que encabezaba Justo. Con l en el poder la poltica econmica
sufri fuertes cambios. El pacto entre Julio A. Roca y Walter Runciman el 1 de mayo de 1933 fue uno de los
hechos ms destacados aunque no el nico. El intervencionismo del estado con fuertes compensaciones a
productores privados y el Banco Central bajo el dominio de capitales extranjeros continuaron una larga lista
de medidas que restauraban y profundizaban el liberalismo econmico. La moral idealista, la moral
neofascista (nacin y religin, fortificados en un evento dominado por el catolicismo ultramontano, el
Congreso Eucarstico de 1934. Vase: Mudrovcic, Mara Eugenia. 1934: escenario del pacto eclesisticomilitar, en Vias, David. La dcada infame y los escritores suicidas, 1930-1940. Buenos Aires: Paradiso
Ediciones, 2007, pgs. 212-220) y el conservadurismo liberal son las tres fuerzas histricas que se transfieren
a la polmica implcita representada en La sangre dulce.
249
La prctica institucionalizada del fraude como un instrumento legalizado por Justo para lograr lo que
legalmente no poda, es cronolgicamente datada en distintos momentos de su gobierno. Algunos
historiadores sostienen que no fue utilizado desde un inicio. No se necesit durante la abstencin eleccionaria
del radicalismo, la nica fuerza capaz de derrotarlo como qued demostrado el 5 de abril de 1931. Esta lnea
de pensamiento propone que los mecanismos oficiales que postergaran el triunfo radical recin se habran
puesto en marcha en 1936 con vistas a las elecciones presidenciales de 1937. Por el contrario, Marta Calvio
considera que el sistema ideado por Justo fue utilizado durante todo su gobierno, hiptesis que se confirma
no tan slo por la necesidad de derrotar al radicalismo, sino por el apremio de sacar amplia mayora en las
elecciones parlamentarias. Dominar ambas cmaras le otorgara al conservadurismo liberal la seguridad de
imponer sus leyes. (Calvio, Marta. Las contradicciones del radicalismo durante la Dcada Infame, en
Romero, Luis Alberto, Fernndez, Jos Luis, Bertoni, Lilia y otros. El radicalismo. Buenos Aires: Ediciones
Cepe, 1974, pg. 191.)
Tulio Halperin Donghi considera que result inevitable el retorno del fraude, aunque los votos hubieran
sido suficientes para asegurarle a Justo la victoria. Se llev adelante con ms decisin y desenfado en la
Provincia de Buenos Aires donde se elega el contingente ms numeroso de electores. Para ello se introdujo
una modificacin parcial del reglamento interno de la Cmara de Diputados y una reforma tambin parcial
de la Ley Senz Pea que el senado recin llegara a considerar en el clima ms enrarecido de 1936.
(Halpering Donghi, Tulio. El camino del fraude y La Repblica del fraude. La Repblica imposible
(1930-1945). Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 2004, pgs 164-207).
250
Reflexiones sobre la posicin evolutiva del derecho moderno. La reconstruccin del materialsimo
histrico. Op. Cit., pg. 238.
251
Aldea Millonaria. Op. Cit., pg. 68.

138

Garay Mendoza pone como ejemplos de jueces probos a Eaco, Minos y Radamanto,
inmensamente ricos y por lo tanto felices, estado de nimo que les permita actuar con
clemencia y ser justos. Sin entrar en disquisiciones rigurosas alude, al pasar, que ellos
haban sido los precursores del nepotismo oligrquico. La mencin se torna inevitable por
su propio peso, pero Loncn se pone a cubierto con un recurso que le permite controlar el
sentido de sus palabras. La disyuncin genera una ambiguedad que le quita precisin a una
figura retrica que, en lugar de aclarar, paradjicamente termina por oscurecer la
interpretacin: (el nepotismo) que ha hecho la desgracia o la felicidad de estas naciones
de Sud Amrica.

252

La expresin lo protege y encubre a su vez el aspecto restrictivo que

representa el circuito entre-nos en un sistema democrtico como el que se supone est


vigente.
Cuando la revisin puesta en prctica por el descendiente de los fundadores, recorre el
perodo romano -antecedente y modelo de nuestro derecho-

253

indaga principalmente dos

etapas. La primera tuvo lugar al inicio de la Repblica Romana; en ese momento las
diferentes magistraturas eran otorgadas a hombres de fortuna, independientes, amigos del
bao y de la buena mesa. El estado de derecho, entonces, funcionaba de acuerdo a las
exigencias de la ley. La segunda comprendi el caso de la Lex Julia 45 que entreg el
poder de eleccin a los caudillitos de turno, dbiles ante la demagogia poltica o el
dinero espurio. Resulta sencillo suponer con quines est discutiendo Garay Mendoza,
portavoz de Loncn. No faltarn espritus ingenuos, de esos que an creen en aquello de
la satisfaccin del deber cumplido y no hay mayor fortuna que una conciencia limpia
[]254
La sangre amarga imposibilita impartir justicia. Solo es fecunda en elaborar
consignas para justificar lo que tarde o temprano se convertir en prevaricato o
arbitrariedad condicionada.
Cuando el narrador examina el derecho de etnias, elude la posibilidad de referirse a
los jueces del pueblo de Israel para no despertar susceptibilidades. La sensibilidad juda era
extrema debido al surgimiento y crecimiento del nazismo a nivel internacional. Desacredita
entonces, a los intelectuales que detentaban el pensamiento nacional, tal el caso de Manuel

252

Ibd. pg. 69.


Entre el derecho de Justiniano y nuestro derecho civil median trece siglos, por lo tanto nuestra referencia
es una simplificacin que evita entrar en digresiones injustificadas. Es preciso ver al lado del Derecho
Romano la aportacin del derecho brbaro, del derecho feudal, del derecho de costumbre y del derecho de la
iglesia. De la combinacin de estos elementos se genera nuestro derecho actual.
254
Ibd. pg. 69.
253

139

Glvez y Gustavo Martnez Zuvira. 255 Acotados los dos frentes opositores (el irigoyenista
en retirada y el nacionalista emergente), Loncn enmarca la polmica por la legitimidad
jurdica y la racionalidad sistmica del Estado dentro del mbito econmico, en defensa del
derecho liberal moderno o si se prefiere la sangre dulce. 256
La esfera del derecho concebido de manera independiente de la moral, cualquiera sea
el origen de sta, exige una legitimacin que slo la puede otorgar la justicia en los fallos.
La incentivacin legal es el medio por el cual un juez puede operar sin riesgos de caer en la

255

Despus de la dictadura de Uriburu, Loncn se enfrent con el antisemitismo por cuestiones religiosas de
algunos y por filiacin nazista de otros. Su obra presenta sobrados testimonios. El cuento Los Tmidos
publicado en La conquista de Buenos Aires, presenta como eje narrativo el exilio de un profesor alemn de
la Universidad de Tubinga. Por orden expresa del fuehrer, el profesor Lietzmann deba abandonar el pas
pues se lo consideraba de origen judo. La imputacin de judasmo, por otra parte, poda ser un error en la
investigacin que haba realizado el rgimen, producto de una operacin acadmica dirigida en contra suyo
por intereses universitarios opositores a su ctedra, o proveniente de grupos religiosos intolerantes.
Sospechaba del Internado Catlico de Wilhelnsstift, puritanos e implacables. Lietzmann no profesaba
ninguna fe, pero no por eso se lo poda deportar hacindolo pasar por judo. En su bsqueda de un pas que lo
recibiera, escogi la Argentina y particularmente la Universidad de La Plata.
Tres meses le han bastado al viejo ex magister del Collegium Ilustre
para profesar una fuerte simpata hacia la Repblica Argentina, pas
libre y generoso, tierra de trabajo y de esperanza donde prosperan todos
los humanos de buena voluntad, patria de promisin que no ofrece
obstculos a nadie y donde los judos tienen todas las puertas
especialmente abiertas, las del comercio, de la banca, de la industria, de
las instituciones culturales, de los institutos universitarios del
parlamento y del gobierno, sin excluir las puertas que conducen a
algunos hogares hermticos de la alta sociedad. A nadie le est vedada
la conquista de Buenos Aires. (Los tmidos, La conquista de Buenos
Aires. Op. Cit., pg. 91)
Si Loncn hubiera sido un literato de renombre internacional, el lector podra sospechar que su
manifiesto resultaba un intento de lavar lo que pensaban y practicaban facciones polticas cercanas al
poder. En cambio, debido a su condicin de escritor de Buenos Aires, el texto lo posiciona como alguien que
est polemizando con las ideas de la extrema derecha antisemita.
En 1935, un ao antes de la publicacin de Los tmidos, tuvo lugar la polmica entre Csar Tiempo y
Hugo Wast (no es necesario aclarar que se trata del seudnimo de Gustavo Martnez Zuvira). Mientras los
nazis ya en el poder dictaban las leyes raciales de Nrember, Hugo Wast publica El Kahal y Oro con la
ayuda financiera del Tercer Reich. (Vase: Capella, Daro. La polmica Tiempo/Wast en Vias, David. La
dcada infame y los escritores suicidas, 1930-1940. Op. Cit., pgs. 200-210). El texto novelado activa los
prejuicios nacionalistas contra la posible influencia juda sobre las esferas de poder en la Argentina. Csar
Tiempo escribe La campaa antisemita y el director de la Biblioteca Nacional, donde ataca los textos de
Wast no tan slo por su condicin de libelos racistas sino tambin por sus pretensiones literarias.
Recordemos que contempornemante Loncn plantea en su relato la apertura de los distintos estamentos
sociales, culturales, incluido el gubernamental a los representantes de la comunidad juda.Siguiendo las
palabras de David Vias en Literatura y Poltica, la dcada del 30 exhibe una literatura sumamente
politizada, ecuacin a la que no escapa el autor de Aldea millonaria.
256
El punto de vista democrtico-liberal que parece defender Loncn no se pudo recuperar del catastrfico
impacto que haba sufrido con el progresivo agravamiento de la crisis econmica provocada en 1929.
Fracasadas las reformas que pretendi instalar Uriburu, el sistema democrtico argentino, despus del 30,
sobrevivi como un mero simulacro de una democracia representativa. La tarea ciclpea de Loncn consista
en revertir la imagen sostenida por un espectro amplio de intelectuales y polticos de la opca: la etapa
floreciente de la civilizacin liberal y capitalista y su regimen democrtico consecuente haba llegado a su
fin y estaba lejos de apoyarse en un slido consenso de opinin (Halperin Donghi, Tulio. Prlogo,
Tiene an un futuro la democracia?. La Argentina y la tormenta del mundo. Buenos Aires: Siglo XXI,
2003.)

140

arbitrariedad punitiva, despreocupado por apremios de orden inferior, segn Garay


Mendoza. Del mismo modo, las personas jurdicas pasibles de sancin obedeceran porque
la legitimacin no da lugar a cuestionamientos ms all de lo propiamente formal. El
bienestarismo jurdico propone una doxa que se desentiende del modelo poltico moral
como autoridad de referencia, en el cual existira una variedad de posiciones: en un
extremo se da primaca a los derechos y a las libertades individuales, y en el otro, prioridad
a la vida comunitaria. Los dos peligros mayores tambin provienen de los extremos: una
sociedad moderna individualista, impersonal e irreflexiva y una comunidad cerrada en sus
principios. Cuando se lee la obra de Loncn, aparece la preocupacin por la segunda de las
posibilidades y no por la primera, aunque s lo alerten los derechos y libertades
individuales que representen un pensamiento plenamente consciente de la enclavadura
social del agente humano, una sntesis del extremismo sugerido.

Segn Charles Taylor:


Toda sociedad poltica requiere algunos sacrificios y exige alguna
disciplina de parte de sus miembros y en general observar ciertas
restricciones. En un despotismo, un rgimen donde la masa de los
ciudadanos est sometida a la frula de un solo amo, o a una camarilla,
las disciplinas requeridas se mantienen mediante la coercin. A fin de
lograr una sociedad libre, se debe reemplazar la coercin. Esto slo
puede ser una identificacin voluntaria con el pas por parte de los
ciudadanos, una sensacin de que las instituciones polticas son una
expresin de s mismos. Las leyes deben ser consideradas como el reflejo
y el baluarte de su dignidad de ciudadano. 257

Loncn interviene en la discusin pblica sobre la legitimacin debido al deseo del


rgimen de intentar esconder su carcter autoritario. La debilidad de la escenificacin
poltica de Uriburu, Justo, sus mentores ideolgicos y sus epgonos,

reside en la

impotencia representativa de sus ficciones democrticas orientadoras. La institucionalidad


republicana, no posee entonces una valorizacin superior a la de una entelequia apcrifa.
Lo que se intenta desde diferentes discursos, Loncn desde la literatura y el periodismo, es
recuperar lo que Montesquieu denominaba une prfrence continuelle de l intrt public
au sien prope, una preferencia que no pudo ser conquistada y domin la poca con el
fraude. Un estado republicano requiere una ontologa distinta de la que se pretenda
construir desde el rgimen. Las relaciones de identidad no pueden atomizarse en la clase,

257

Taylor, Charles.Propsitos cruzados: El debate liberal-comunitario. El liberalismo y la vida moral.


Buenos Aires: Ediciones Nueva Visin, 1993.

141

ni simplemente identificarse con la mezquina convergencia de bienes. El enmascaramiento


humorstico de las convulsiones que sacudieron cclicamente la dcada del 30, contiene
latente una vocacin utpica. Evidentemente para Loncn, el lenguaje irnico era va de
salida de aquellos temas a los que todava no poda nombrar de manera sincera.

La convocatoria de un personaje anclado en la historia del pas, Garay Mendoza, refleja


la intencin de recrear la condicin dramtica de nuestra identidad. As como en El
embajador y La estirpe futura vimos a Loncn disponer las escenas, reconstruir los
decorados y ordenar los actos de la estirpe argentina; en La sangre dulce ofrece una
continuidad de la comedia nacional, observada desde una conciencia narrativa crtica, que
se inici con Grandeza y decadencia de una piedra pmez. Pretender ver en su obra a
una figura de escritor dedicado a la stira pasatista y a la jocosidad un poco cruel y un
poco frvola, 258 es culpa del lector con dolo no eventual, utilizando los trminos jurdicos
de la solicitud de Garay Mendoza. La modalidad literaria de Enrique Loncn supone una
perspectiva que antes habamos detectado en Wilde, la hibridez genrica y la
contaminacin entre historia y ficcin. Hablar de formas literarias tipificadas en Loncn en otras palabras, de gnero literario o canon- se torna difcil porque frecuenta una
indeterminacin genrica que debilita las estructuras tradicionales. Sus textos son
palimpssticos (Gerard Genette) y polifnicos (Bajtin-Ducrot) no por una iniciativa
vanguardista o por una necesidad teorizada y subjetiva de quebrantar los cnones. Su
literatura es poltica no por su temtica exclusivamente sino por su concepcin que evita
caer en la facilidad (de escritura y decodificacin) de los editoriales dogmticos o los
sintagmas apodcticos. 259
258

Paul, Jean. Un espectador que se divierte y nos divierte. Aldea Millonaria. Op. Cit., pg. 17.
Con el propsito de aportar argumentos que contribuyan a la hiptesis que venimos sosteniendo, merece
intentarse una comparacin de Loncn con un escritor prcticamente contemporneo y perteneciente
tambin a la escuela costumbrista. Geraldine Rogers en Cultura, poltica y espectculo en los inicios del siglo
XX argentino, sostiene que Fray Mocho trabaja la crnica costumbrista desde el humor y la irona, haciendo
prevalecer la ambivalencia. En muchos de sus textos la mirada del narrador queda oculta detrs de sus
estrategias compositivas.
Aunque el narrador no introduca su punto de vista, el contexto general
de la revista pareca promover una perspectiva crtica contra ese tipo de
personajes. Sin embargo, no es posible descartar que algunos lectores,
como criollos, se identificaran con el comentario cnico y
autojustificatorio de los dos personajes (pertenecientes a Centenarios de
hojalata), opcin nada improbable, considerando que en Caras y
Caretas el humor apuntaba tanto a los otros como a los propios,
poniendo de relieve aspectos de nuestro ridculo y cuyo director era
un caricaturista bondadoso que haca rer a sus propias vctimas,
porque sus stiras acariciaban en lugar de herir la epidermis.
259

142

En el doble juego de cruzar o mixturar diferentes especies genricas, Loncn


intercala los campos ficcionales con los no ficcionales. En ms de una oportunidad nos
hemos referido al carcter satrico de sus escritos que comparte el campo semntico,
muchas veces sin lmites definidos, con la irona y la parodia. Damos por sobreentendido
que cuando hablamos de stira no nos referimos al gnero latino.

260

Seguimos a Hodgart

Matthew quien lo define como un modo de considerar la vida. Una perspectiva crticoideolgica para leer la realidad que se crispa con la estupidez humana. 261 El embajador,
texto ya analizado, podra ser un ejemplo que encuadra, sin mayores desviaciones, en esta
definicin. Subyace adems como herencia de la tradicin latina lo que Linda Hutcheton
considera como censura moral o intencin correctora.

262

De todos modos, el ethos satrico

que persigue el fin de corregir las necedades del comportamiento humano ridiculizndolo,
tambin se encuentra presente en la parodia u la irona. La diferencia podra radicar, en
todo caso, en el grado extremo de ridiculizacin con que opera la stira. Formalmente
Hutcheton alude a una triple competencia compositiva: la lingstica, la genrica, y la
ideolgica. La irona y la parodia dependeran en mayor medida de las dos primeras
competencias y la stira igualmente de las tres. Se presume, entonces que en todos los
casos debera existir una homologa de valores entre obra y receptor, ms an con la
intencionalidad correctiva de por medio, para que la interpretacin tenga lugar. De

(Rogers, Geraldine. Cultura, poltica y espectculo en los inicios del


siglo XX argentino. La Plata: EDULP, 2008, pg. 215)
Una postura similar mantiene Adriana Rodrguez Prsico en Fray Mocho, un cronista de los mrgenes.
Considera que su obra estara articulada por varios factores, de los cuales destaca cuatro. En particular nos
interesan el segundo: la adopcin de una posicin de escritura que se hace cmplice, ante todo, del lector y,
luego, de los personajes; y el tercero esta posicin implica una profunda ambigedad que abarca las
esferas de lo moral, lo poltico y lo ideolgico.. (Rodrguez Prsico, Adriana. Fray Mocho, un cronista de
los mrgenes. En Herlinghaus, Hermann y Moraa, Mabel (editores). Fronteras de la modernidad en
Amrica Latina. Pittsburg: Instituto de Literatura Iberoamericana, 2003, pg. 112.) En ambos casos las
autoras destacan la bsqueda de identificacin por parte del receptor, intencin manifiesta tambin en
Loncn, aunque se diferencie por la restriccin del campo social al que se dirige. Fray Mocho y Loncn
comparten procedimientos pero no intencionalidad. El efecto de interpretacin inestable que provoca Fray
Mocho, conduce a la relativizacin de la comprensin. Loncn se limita al artilugio de las apariencias. As
como muchos de sus personajes motivados por la tilinguera privilegian el parecer y el pertenecer al ser, su
autor construye discursivamente un mundo ambivalente que contiene verdades encubiertas y no una
relativizacin del punto de vista. Tanto Rogers como Rodrguez Prsico conciben a Fray Mocho como un
escritor verstil que representa en su produccin textual aspectos diversos y contrapuestos del proceso sociohistrico de fines del siglo XIX y principios del XX. Loncn, en un perodo de mayor virulencia poltica,
(motivo suficiente para justificar su trabajo de enmascaramiento) opta por escribir desde uno de los sectores
en pugna.
260
La stira latina requera del hexmetro dactlico, o la hbrido de prosa y verso libre con finalidad
moralizante.
261
Matthew, Hodgart. La stira. Madrid: Guadarrama, 1971.
262
Hutcheton Linda, citada por Pas, Andrs Romaris, en Crtica y stira social. Revista de Literatura. Vol.
LXVIII, N 135, enero-junio, 2006, pg. 186.

143

cualquier modo, sera una apreciacin formal errnea pretender que no se produzcan
prestamos e hibridaciones entre lo satrico, lo pardico y lo irnico.

2.4 A modo de sntesis.


En el caso particular de la produccin analizada hasta el momento podramos
establecer con trazo grueso los subgneros a los que pertenece cada texto de Aldea
Millonaria. En Grandeza o decadencia de una piedra pmez el tono y el sentido ponen
particularmente de relieve una de las competencias aludidas. La utilizacin de la estructura
sintctica como recurso que potencie el doble sentido, el aprovechamiento de las figuras
retricas para instalar la incertidumbre, los sobreentendidos, las aclaraciones que en lugar
de explicar el significado lo complejizan, la instrumentacin de expresiones literariopopulares en un contexto que modifica el sentido primigenio son todos procedimientos que
formalizan el texto bajo una modalizacin irnica. El embajador exaspera y suscita una
reprobacin virulenta y anexa la posibilidad de modificar las conductas ms que
legitimarlas como una curiosidad autctona inofensiva, y podra encuadrarse dentro de una
comedia satrica. El ltimo de los textos analizados, La sangre dulce, reescritura del
discurso judicial y el judicial-legislativo en clave humorstica, se correspondera con la
parodia. El formato polifnico, procedimiento que recurre al montaje de varias voces,
incorpora de manera aleatoria una variable vanguardista en La sangre dulce. En la
solicitud enmarcada que escribi Garay Mendoza, sale a la superficie sin jusatificacin
explcita la voz de Americus-Loncn. Recordemos que se est dirigiendo a los legisladores
por un problema personal que pertenece al universo de la ficcin: Mas, seores diputados,
bajemos del Olimpo []

263

, cuando interviene inopinadamente una referencia que

pertenece a la realidad del autor y no de Garay: No insisto en el tema para evitar que en
desagravio la editorial Anaconda publique una edicin a noventa y cinco centavos del
Libro de los jueces del profeta Samuel, lo que importara una competencia ruinosa para
las novelas de mis amigos Manuel Glvez y Gustavo Zuvira. 264
Los escritores citados nada tienen que ver con Garay Mendoza; son amigos y
compaeros de Loncn del diario La Nacin. La intromisin extraa resulta formalmente
imperceptible y arbitraria. Aceptamos que adquiere pertinencia en el marco de la polmica
moral / incentivos econmicos, pero no responde a motivaciones estructurales legtimas.
263
264

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 70.


Ibd., pg. 70.

144

La pregunta retrica con que termina el prrafo, Es cierto o no es cierto?, herencia de


las Causeries de Mansilla, abre un frente que interpela al lector. Es decir, la polifona se
independiza e introduce un anarquismo formal nada reprochable si fuera producto de una
bsqueda esttica y no de un desajuste narrativo.
Por ltimo, las motivaciones extra-textuales en algunos casos tambin se introducen
por medio de la mezcla genrica o la intercalacin de modalidades. Un ejemplo de lo que
decimos se puede registrar en Grandeza o decadencia de una piedra pmez, que dentro
de una estructura

de crnica literaria, contiene la reconstruccin de una memoria

autobiogrfica a manera de legado o manifiesto poltico del autor. En La sangre dulce se


superponen dos gneros o formalidades si interpretamos que el desarrollo de la solicitud
con su estructura, formulismos y tecnicismo, engloba un discurso a manera de ensayo. La
exposicin en respaldo de la ley propuesta por Garay Mendoza, convierte al texto original
en un tratado terico -dentro de los lmites que impone la coyuntura del formato ficcionalsobre el Derecho Comparado. El recorrido histrico sobre los derechos positivos sumado a
menciones del derecho etnolgico que utiliza el solicitante para favorecer su
argumentacin, fuerza por momentos el texto hasta llevarlo en direccin al ensayo o el
tratado. Esta multiplicidad genrico-formal que caracteriza a la literatura de Loncn,
inquieta la competencia lectora y exige una metodologa que no desatienda la prctica de
una heterogeneidad hermenutica.

2.5 Un escorzo literario: los tipos sociales fuera de cuadro.


Aldea Millonaria rene una variedad de tipologas textuales, aunque cada texto, en
particular, podra considerarse individualmente y con independencia de publicacin. Es
evidente la intencin premeditada de organizar la obra con materiales heterogneos. El
subttulo (Penltimas charlas de mi amigo) presupone la continuidad de La conquista de
Buenos Aires. (ltimas charlas de mi amigo) que comparte la misma heterogeneidad, en
relatos breves, dilogos, un intermezzo y Kodak porteo; tipos que pasan. La bsqueda
de unidad nos remite, necesariamente, a la diversidad genrica que repite en ambos textos,
a la composicin de un repertorio de ancdotas, retratos, siluetas y cuadros callejeros en el
marco de la vida portea. Como cronista de Buenos Aires, sostiene el criterio unificador en
la representacin de la existencia ciudadana, en la descripcin y comentario de sus rasgos
psico-sociales y en la ambientacin de sus escenas o historias.

145

Al respecto escribi Arturo Cancela:


No se ha dicho de Enrique Loncn, satrico y costumbrista, que se
pareciera a Courteline, o a Chesterton, o a Mark Twain, o a Manzini, o a
Julio Dantas, o a Federico Karinthy, o a Multafuli, o a Miguel
Zoshtchenko, o al autntico y eufnico Toyohiko Kagawa. No se ha dicho
nada de esto, no porque los crticos argentinos desconociesen las Piccole
storie del mondo grande, de Alfredo Panzini, o las parodias contenidas
en Igy-irtok ti, de Federico Karinthy, o la stira del Gubnarobraz hecha
por Zoshtchenko, o las aventuras de Eiichi Niimi tal cual han sido
relatadas por el supradicho Toyohiko , etc. , sino porque el arte de
Loncn era tan naturalmente porteo, tan sencillamente argentino, que a
nadie se le ocurri buscar una filiacin extica. 265

Enrique Loncn no necesita forzar su lenguaje para recrear el universo urbano. Sus
personajes, de mayor o menor calidad en el logro literario, nunca dejan de ser
determinados por Buenos Aires. El autor ha vivido las experiencias que ficcionaliza, ha
convivido con los tipos que retrata. El centro parece ser su hbitat ms que el suburbio.
En ese sentido no articula distintas realidades como haca muy bien Fray Mocho quien
trabajaba por igual la ciudad y el arrabal, lo ciudadano y lo campesino, lo porteo y el
interior. Su Kodak porteo; tipos que pasan se podra asimilar a las tcnicas de las
aguafuertes Arltianas (David Vias con un comentario de tono pcaro lo define como el
Roberto Arlt de barrio norte

266

) aunque sus representaciones no frecuenten los

piringundines de Corrientes y se limiten a la galera tipognica que circulaba por la calle


Florida.
Pimpollo Benavente traza con precisin el diagrama de sus andanzas, espacio
ciudadano que duplica los recorridos de Amricus:
Mi radio de accin se limita como sigue: al Norte el Ro de la Plata, al
Sud la calle Venezuela, al Este la calle Reconquista y al Oeste la calle
Cnnng con sus respectivas prolongaciones. Ser o no un error, una
estupidez o una inferioridad (dicen que en Flores, en Barracas y en Villa
Crespo se producen ejemplares magnficos), pero es intil, tal es mi
nico mapa sentimental. 267

El Kodak porteo rene trece textos que no superan las tres pginas de extensin.
La dedicatoria es un homenaje a Felix Lima, periodista y cronista de La Nacin, autor de

265

La cita pertenece a una crtica sobre Aldea Millonaria titulada Un humorista juzga a otro humorista que
escribi Arturo Cancela y fue incorporada como colofn a la tercera edicin de La conquista de Buenos
Aires. (Un humorista juzga a otro humorista, La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 229)
266
La dcada infame y los escritores suicidas. Op. Cit., pg 104.
267
Fair Play. La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 100.

146

Pedrn, una obra que tambin expone su galera de tipos porteos.

268

Enrique Loncn, al

igual que Lima, perfila individuos que se reiteran, con el nfasis en uno de sus rasgos, en el
marco de la sociedad de los aos 30, pero de ningn modo trabaja con arquetipos cerrados
como podran considerarse el extranjero, el pobre, el avaro, el dilapidador, el
aventurero, el noble.

269

La constelacin de personajes que componen el Kodak,

permanece sujeta literariamente a los influjos, intereses y relaciones que los ligan a su
crculo inmediato. Cada uno de estos tipos es un desprendimiento del township
ideolgico-cultural que lo contiene, estamento social que ostenta autonoma respecto del
resto de la comunidad argentina. La mirada del narrador realiza una barrrida centrpeta
donde detecta las singularidades a las cuales estigmatiza pero no expulsa; forman parte de
ese todo. Se los diferencia para ponerlos en perspectiva y producir una complicidad
hilarante que denuncia al individuo y al grupo de pertenencia. En algunos casos se persigue
una toma de conciencia liviana sobre cuestiones pequeas o mezquinas, y en otros se
acreditan, bajo el efecto humorstico, intereses que revisten una problemtica de orden
poltico republicano.
El primer tipo del que se ocupa es El desflorador de escndalos. El cuadro
comienza con un antagonismo entre diversin y aburrimiento, tpicos frecuentes en la
literatura de Loncn y en otros escritores del 80: Pot-pourri, Msica sentimental y Sin
Rumbo, de Cambaceres, son un ejemplo de esta variable que los escinde. Los escndalos,
escandalitos de sobremesa, despus de todo nada trascendentes, rompen la rutina que
impone la vida social en la Buenos Aires de los primeros aos 30. Adems del lector,
quien se puede encontrar con su nombre propio en las pginas de Aldea Millonaria, se
entretienen con los novedosos acontecimientos narrados, las Zulemas Ramos Pacheco, las
Damas Duendes, las Mams Juntas, individuos -sinqdoques de clase-, pequeas
agrupaciones beatas de beneficencia, que configuran la representacin de la lite por
portacin de apellido o posesin de dinero y tiempo suficiente para dedicarse al altruismo.
Los descendientes de personajes de abolengo como insignes terratenientes, generales y
magistrados, los sobrinos de Obispos y choznos de hroes de la Patria se encargan de
recordar por contraste la conducta ejemplar de sus antepasados. Si los noveauax riches
quieren pertenecer es indispensable que se embarquen en una aventura escandalosa, copia
268

Para ms detalles vase: Garca Germn, La novela argentina. Un itinerario. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana, 1952.
269
Vase: Tipos sociales. Simmel, Georg. Sobre la individualidad y las formas sociales. Bernal,
Universidad Nacional de Quilmes, 2002, pgs. 209-280.

147

de los realizados por los herederos de la patria. El dinero no es suficiente para alcanzar
la virtud democrtica y el pudor republicano, propiedad exclusiva de la clase
tradicional. Mezcla de objetor de conciencia y expositor mordaz, el narrador establece las
conductas del organigrama social.
Una vez despejado el contexto y su escala de valores (la Repblica y la democracia no
responden al orden institucional sino a las costumbres de clase), irrumpe el personaje de
El desflorador de escndalos. Este fiscal oficioso de la moralidad privada hace
circular y reciclar el chisme, el rumor y la calumnia. Vive a la pesca no de la costurerita
que dio el mal paso, por quien se preocupaba Carriego, sino de las damas de la alta
sociedad que pueden brindar un espectculo a los odos y la imaginacin de quienes sufren
el spleen del club o el caf, performances que no han de ser el privilegio de las
costureritas en un pas republicano que se rige por los principios de la igualdad, de la
libertad y de la fraternidad. 270
La irona no se limita a la desvalorizacin de un poeta popular como Carriego; la
hipocresa porta el peso significativo de la expresin. La afirmacin de que la Argentina es
un pas libre e igualitario, lleva implcita la carga negativa de que en realidad no lo es. El
cinismo de Amricus radica en el reconocimiento, la aceptacin y la legitimacin del
rgimen por medio de la burla.
Sobre el final del cuadro recin aparece el citado desflorador de escndalos. Loncn
no realiza ni su descripcin, ni su construccin psicolgica, ni la modelizacin de un
lenguaje propio, ni la caricatura de su personaje. Se limita a la tematizacin de su mana
por aventajar al resto en dar las noticias escandalosas. Si llega tarde, porque la misma ya
est en boca de todos, se queda con la ltima palabra sumando una informacin
desconocida, probablemente producto de su fantasa. Cualquier da lo agarran sin una
primicia.

271

El desequilibro estructural producido por el nfasis en la representacin del contexto


social, donde la opinin gobierna el sentido y la composicin artstica del personaje,
inclina el texto cuantitativa y cualitativamente en su favor. El desflorador de escndalos
como tipo es intrascendente, un desliz psicolgico inofensivo. El espesor literario, en
cuanto a procedimientos y significados, se logra por la construccin del ambiente cultural
que lo rodea. La inteligencia fina con que resuelve la dicotoma lite / nuevos ricos, campo
popular / gobierno republicano-democrtico, justifica la escritura de su cuadro. El foco de
270
271

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 179.


Ibd., pg. 179.

148

atencin pareciera estar dirigido al tipo, pero si aceptamos que el propsito de la palabra
puede ser enmascarar el pensamiento, podemos afirmar que slo es un pretexto para
representar el ambiente donde se instala.
El tercer tipo titulado El eterno testigo presencial, alude a un personaje en relacin
directa con los intereses del autor. La tipologa de Loncn pone en juego la vinculacin
literatura / realidad y ficcin/ escritura. El alcance de lo real en sus textos se construye
desde un discurso y una esttica que si bien busca imitar la realidad, termina por
convertirla en una justificacin o probatio. Los tipos de Aldea millonaria son verosmiles
por la identificacin con los referentes y la apelacin al sentido comn y al conocimiento
general. El chismoso, el que siempre estuvo all, en palabras de Barthes, no superan
el efecto de realidad. El narrador no se ocupa demasiado de ellos; los utiliza para recrear
el ambiente de sus textos. Los modelos literarios cuando ingresan al mundo particular de
Amricus, a pesar de titular los cuadros como si fueran el motivo fundamental de la
historia, se convierten en hologramas de baja intensidad.
El primer prrafo de El eterno testigo presencial est estructurado como una secuencia
de interrrogantes sobre presumibles acontecimientos ocurridos en distintos puntos de la
ciudad. El itinerario retrico produce un relevamiento de lugares claves de Buenos Aires:
Constitucin, el Bar Richmond, el bazar de don Fortuno Fase (perduracin de la aldea), la
quinta del doctor Delcasse, en Belgrano (homenaje literario a una amistad del autor), la
Penitenciara Nacional y la Confitera del Molino. La secuencia de instantneas, soporte
del prrafo inicial, converge en un proceso histrico. Lo ocurrido en cada uno de los
lugares citados ha sido presenciado por el eterno testigo, aunque no lo conozcamos por
medio de su palabra. El personaje permanece recluido en el mbito de lo potencial; no
tiene voz propia. El narrador es quien gobierna el discurso. La toponimia resume la funcin
del tipo pero no le da vida. Hay fechas que son memorables contina Amricus,
refirindose al 6 de septiembre de 1930. Se detiene la sucesin para dar la informacin
significativa. El tipo presenci cuando los civiles fueron a invitar a los conscriptos
para que salieran de los cuarteles. 272
El enunciado no es azaroso, sino axiomtico: el grito revolucionario parti de las
fuerzas vivas que representan a las bases, no provena de un poder verticalista. La
civilidad reclamaba el cambio; no era una

272

cuestin que se reduca, como sealaron

bid., pg. 183.

149

algunas voces, a un grupo que vea peligrar sus privilegios, parece decir el narrador.
Mientras enumera los argumentos convalidndolos, la pregunta inocente que motiva la
escritura del texto, sera cmo pudo ser testigo simultneo de las diferentes acciones que
convergieron en el golpe de estado. Cuestin absolutamente subsidiaria, por supuesto, de la
necesidad de confirmar los vnculos ideolgicos que lo unan a los receptores. El tono de
voz, el vocativo y la denuncia de una mentira evidente (la ubicuidad del testigo) despierta
una complicidad afectiva y condescendiente. A travs del personaje que representa y nos
representa, prcticamente sin actuar, se consolida no tan slo la identificacin de clase
como en el cuadro anterior, sino la legitimacin de un proceso histrico.
En el texto El nico que sabe lo que es el dumping, Loncn introduce como tema la
crisis econmica que se experiment en 1933. Los signos de la cada por falta de
numerarios en trminos tcnicos, morlacos, segn la voz popular, se registran en la
semiosis que propone la calle Florida. Sus transentes y habitus han dejado de utilizar
chalecos blancos, sntoma de un pas pobre, y ms que todo es un pas que ha perdido la
confianza en s mismo. 273
El chaleco es una metonimia del estado floreciente de la economa argentina as como
la calle Florida es el nfalos del pas o el aleph desde el cual el narrador lee la vida activa
de la ciudadana. El financista improvisado es propio de la coyuntura; intenta explicar a
quienes no quieren escucharlo, el problema del dumping. Si Mac Donald, Hull, Roosvelt o
el presidente de la Repblica le pidieran consejo, se superara la crisis. Barrio Norte, que
asiente perplejo primero y despus con desdn los servicios del monomanaco, concentra
los signos de la debacle. El efecto mariposa lo debe presuponer el lector pero a Amricus
lo tiene sin cuidado. Si desaparecieron los chalecos blancos en Florida, cules seran las
carencias en las zonas ms desprotegidas.

Adelantamos en la Introduccin de este trabajo que la ciudad, en tanto organizacin


espacial de la sociedad y de la actividad cultural, adquiere un valor explicativo. Loncn,
por medio de la circulacin de sus personajes y tipos, escribe una gramtica de su
Buenos Aires. La ciudad se convierte en un texto proveedor de significados; expresa cul
es el orden en ese lugar, cmo se debe vivir, qu se puede o se debe hacer, quin es quin.

273

Ibd., pg. 184.

150

En El nico que sabe qu es el dumping, la calle Florida constituye el lmite que


recorta el adentro, el orden prestigiado por los chalecos blancos. El exterior de esa calleprenda no interesa. Ni los suburbios ni el interior del pas ocupan lugar semitico; son
agramaticales. La desaparicin de ese orden marginal determina tambin su inexistencia
simblica, fracturando la cadena de significados, y mutilando lo extrao y lo otro. El
proyecto econmico, poltico y social se modela en la significacin que expresa la calle
Florida y sus representantes. Aunque el micromundo de Florida no permanece inmutable;
podra expandirse en una especie de sintagma activo. Como ya sealamos, la necesidad de
conquistas amorosas de Pimpollo Benavente, personaje fetiche de Loncn que ambula por
diversos textos de Aldea millonaria, ampla la cuadrcula, que funcionara como un lugar
inestable y no como un coto de caza. Pimpollo sale del microcentro para liberar su instinto
y regresa a l, saln pblico de la sociabilidad, espacio en que, segn la mecnica de los
textos de Loncn, los personajes siempre se encuentran.
El modelo social e ideolgico de los tipos que describe Amricus, se basa en la
zonificacin y el ordenamiento espacial de las actividades sociales. El cambio de la planta
fsica de la ciudad a comienzos del siglo XX signific la redistribucin de los lugares de
trabajo y de residencia, cre un nuevo marco de encuentros y desencuentros, e hizo posible
el modelo social e ideolgico que propone Loncn.
As como Pimpollo prescinde de Barracas -barrio cercano al Riachuelo, donde
funcionaron los Mataderos del Alto, abandonado durante fines del siglo XIX por la clase
dirigente-, de Villa Crespo -ubicado sobre el Maldonado, barrio de conventillos y oscura
fama- y de Flores -es decir el sur- la instantnea ciudadana que surge del Kodak porteo
privilegia, por fuera del micro-centro, el barrio de Belgrano, nuevo lugar de residencia de
la lite. La planificacin urbana se completa adems con tres enclaves cargados de
significancia en relacin con la inestabilidad social de la poca, la Penitenciara, el Colegio
Militar y Campo de Mayo. Desde esta perspectiva, ngel Rama podra considerarla como
una ciudad bastin. Cada perodo del proceso histrico se corresponde con un tipo de
ciudad. 274

274

La importancia simblica de las ciudades la podemos inferir de dos ejemplos de diversa ndole. En Las
ciudades invisibles de talo Calvino, Marco Polo para explicarle a Kublai Kan cmo son las civilizaciones
que ha conocido en su viaje, utiliza como referencia constante las caractersticas arquitectnicas y civiles de
las ciudades, resumen e identidad de los pueblos que las habitan. (Filosofa de ciudades imaginarias. Op. Cit,
pgs, 100-103)
Por otro lado, Maquiavelo recomienda la destruccin de las ciudades -so pena, en su defecto, de ser
destruido por ellas- puesto que si sus habitantes no son separados y dispersados, y si sus ciudades no son
arruinadas, sus habitantes mantendrn vivos sus recuerdos, y en consecuencia, firme su identidad, su

151

Loncn fragmenta la vida portea en dos escenarios: el lugar de pertenencia, con sus
lmites acotados de circulacin, y la fortificacin que protege a sus habitantes de la
subversin poltica y cultural. De este modo, su literatura funciona como un medio de
administrar y controlar los procesos de formacin y destruccin de las identidades
colectivas y, por lo tanto, de asegurase el Poder.

La tarea de formulacin de ideas,

valores, smbolos, metforas, retricas, y de apropiarse de la realidad -tanto al nivel


imaginario y simblico como en el nivel prctico- est ligada a otra tarea ms violenta,
traumtica y duradera, muchas veces invisible, que es la del disciplinamiento. En tanto
sistema de asociaciones entre lugares, rutinas e imgenes, por un lado, y conceptos,
valores, normas, instrucciones y memorias, por otro, los textos del Kodak porteo son un
mtodo cognitivo que nos orienta y nos lleva de la mano. En trminos analgicos, la
literatura de Loncn funciona de la misma manera que para Rama lo hacen las ciudades,
"mediante sus signos bifrontes", su orden primario y profundo, su doble lenguaje
"simultneamente fsico y simblico" -ms de una vez en conflicto-, "la ciudad dicta todo
lo que uno debe pensar, lo fuerza a uno a repetir su discurso". 275
Podramos leer uno tras otro los tipos del Kodak que no modificaran en nada las
estrategias de escritura. Los personajes no trascienden lo anecdtico, el vicio inofensivo, y
los cuadros fortalecen el escorzo que privilegia lo que a priori debera permanecer en
segundo plano. La literatura de Loncn, a pesar de presentarse como un juego humorstico
liberal, mantiene una fuerte tendencia racional, aunque en oportunidades escape al control
ideolgico del autor (En las conclusiones volveremos sobre este punto). Nos podemos
encontrar con impericias tcnicas, tal en La sangre dulce, que afectan la formalidad
compositiva pero no la coherencia de sentido. Su poder de invencin o improvisacin es
ms efectista que efectivo. Loncn se muestra consciente del medio donde escribe y para
quin escribe. Cada uno de los textos de Aldea millonaria tiene dedicatoria: a Marco
Avellaneda, a lvaro Melin Lafinur, a Enrique Torino, a Arturo Cancela, a Gustavo
Garca Uriburu, a R. Cunnighame Graham, a Josu Quesada, a Len Buch, a Fernando
Ortiz Ehage, a Carlos Atwell Ocantos, a Octavio R. Amadeo, a Fliz Lima, a Guillermo
Estrella. De este modo proyecta y confirma el campo socio intelectual al que se dirige.
Como sostiene David Vias refirindose a Mansilla:

psiquis, sus deseos, y se rebelarn. (Remedi, Gustavo. Angel Rama. Estudios crticos, Pittsburg: Mabel
Moraa Editor. 1999, pg. 110.)
275
La ciudad letrada. Op. Cit. pg. 40.

152

La bsqueda del lector, la direccin de su literatura son manifiestas; de


su clase provienen los protagonistas y los destinatarios de su obra. Y
como prolijamente se encarga de delimitar a su pblico, a travs de esa
276
descripcin, se define a s mismo.

Loncn repite el recurso que Mansilla puso en prctica en las Causeries. Sus
dedicatorias al comienzo de cada texto, e inclusive las referencias intratextuales de
personas de su entorno a modo de homenaje, tal como sealamos en un punto anterior de
esta tesis (Grandeza y decadencia de una piedra pmez, pgina 110), ejercen una fuerza
gravitatoria que deja fuera a los que carecen de competencia cultural. Al igual que en El
nico que sabe qu es el dumping, Mansilla, en general, disimula su preocupacin por los
otros. En Loncn, salvo en ocasiones como la sealada, sus referentes tienen un alto
grado de visibilidad. Emergen como adversarios polticos en los discursos publicados en
Palabras de la derrota y alternan progresivamente primeros y segundos planos, sin perder
nunca su vigor polmico en el resto de su obra. Grandeza y decadencia de una piedra
pmez, texto ya citado, mantiene un nivel dialogstico con el otro de una intensidad
similar a la de sus discursos polticos; en El embajador y en La sangre dulce,
permanece en estado potencial, pero no deja de ser una presencia amenazante. El Kodak
porteo es un trabajo que se propone reafirmar el espacio social de pertenencia. La
excusa de los tipos funciona en trminos freudianos como clivaje estructural.
Permanecen en la superficie textual como engarce de las significancias que al autor le
interesa enfatizar. De ese modo intenta mantener la homogeneidad del cuerpo social que
les da sustento, la homogeneidad de clase. El recorte discursivo del proceso histrico que
practica Loncn recorre el Kodak como si fuera un film continuado, y pone en actividad
su funcin preformativa, embozada por la construccin de los tipos. Estos forman un
conjunto o clase de actores culturales que circulan, operan y habitan circuitos localizados
en el centro de la ciudad. La historia de los tipos y la urbe constituyen una mquina de
sentido que produce identidad a la vez que educa al lector. El texto, entonces, trabaja como
una lgica o fuerza que no vemos en una primera lectura, pero que enjaula e intenta
moldear al lector segn sus intereses ms profundos.
Los tipos por s solos no trascienden el papelote, ancdota insustancial, que
algunos crticos acompaaron asocindolos con la literatura liviana. El esfuerzo por
reproducir las formas y los intereses de barrio norte, visto a travs del tiempo
276

Literatura Argentina y poltica. De los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Op. Cit., pg 152.

153

transcurrido, parece desmedido frente a la insoslayable convulsin social que creca por la
poca, circunstancia que recin a fines de la dcada Loncn comprende en su verdadera
dimensin, aunque demasiado tarde. Desde la literatura, probablemente el magnetismo del
crepsculo epocal lo empujara a transitar sus pginas en busca de una explicacin, tratando
de revivir formalmente lo que para su desesperacin y desconsuelo, desapareca. Enrique
Loncn es el final de una dinasta. No estaban los tiempos para la grande mannire. []
quiz est destinado a cerrar por siempre el ciclo de la literatura mundana comenzada por
la generacin del 80 [] En tal supuesto los libros de Amricus quedarn como el
documento psicolgico de un aspecto de la vida portea.

277

2.6 Debate de ideas en el Saln de los Acuerdos.


[]
Mi voz para decir el antipoema
en la esquina de las fbricas,
a la salida de las costureras,
en las puertas falsas de los teatros,
en los fondos de los talleres,
en las poternas de la civilizacin burguesa,
el gran castillo vacilante.
Los Movierones ahogan tambin rugidos, ladridos
-ocultan las manifestaciones apaleadas
-los nazis violando a las hijas de los judos
-los policemen atajando la marcha de los tejedores
-la Generalidad cargando sobre los sindicalistas
-la gendarmera rodeando de cinturones de fuego los socios del John Reed
Club
y los gases lacrimgenos de la polica de Buenos Aires
disolviendo los mitines en los portones
de los frigorficos extranjeros.
[]
contra las ligas patriticas y las intiles
sociedades de autores, escritores, envenenadores.
Contra los que pintan cuadros para los burgueses.
Contra los que escriben libros para los burgueses.
Contra
Contra
Contra las putas espas de Orden Poltico.
Fragmento de Las brigadas de choque de Ral Gonzlez Tuon
278

277

Un humorista juzga a otro humorista. La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 231.
Por este poema el gobierno de Justo lo detuvo y conden a dos aos de prisin, que no cumpli gracias al
exilio en Espaa y una campaa de solidaridad internacional.
278

154

La historia de la literatura argentina desde el 80 hasta los aos 30 del siglo XX,
espej la sinuosidad del proceso socio-poltico que vivi el pas. Los contornos del objeto
literario no se limitaron a la bsqueda de la pureza de gneros. Probablemente la falta de
consolidacin del campo acadmico posibilitara que los cortes y exclusiones se ejercieran
desde diferentes discursos. Si bien los cnones europeos regulaban algunas poticas
puestas en prctica, el descentramiento de esos modelos sumados a las iniciativas literarias
de extraccin popular dieron como resultado un fenmeno donde la heterogeneidad se
impuso como variable dominante. La especializacin en literatura se fue consolidando a la
par de la profesionalizacin y la progresiva estabilidad que fue adquiriendo el discurso
acadmico.
La heterogeneidad literaria no pudo ser controlada del mismo modo que la
convulsin social de principios de siglo, result irreductible al poder de turno. La variedad
de soportes, diarios, revistas, libros, favoreci tambin el ripio cannico. Multiplicidad de
formas y de voces transitaban los textos literarios. El modernismo todava resonaba en la
lrica y la prosa; el realismo de corte nacionalista se desplegaba en las novelas, se perfilaba
la poesa influida por las vanguardias europeas, a la par que la narrativa y la poesa urbana
se expandan desde y hacia la periferia. En estrechos reductos culturales se daba lugar, por
otra parte, al repliegue formal donde circulaban casi pura y exclusivamente los textos de
autores como Enrique Loncn. La lucha literaria haba terminado por desplazarlos al
mbito de las curiosidades no por la novedad de sus recursos, ni por sus respuestas a las
gestas iniciadas desde la Repblica de las Letras. 279 A pesar de la ilusin literaria generada
por el perodo cronolgico en que se asienta su produccin, Loncn nunca abandono la
gran aldea (su mirador porteo) como lugar de enunciacin de su discurso. Aldea
millonaria (en cantidad de habitantes, no en poder econmico) denuncia desde el ttulo
mismo el excedente demogrfico y expone su crtica.
Como ya dijimos, la cuadrcula o mapa urbano donde despliega sus conquistas
Pimpollo Benavente es una reproduccin grfica del mapa literario de Loncn. Los lmites
naturales de su mirador-aldea se encuentran asediados y desbordados por habitantes e ideas
de extramuros. Debatir sobre la metodologa que pudiera rechazar la invasin fue una de
las prcticas habituales de la clase que senta an sus derechos de posesin indeclinables.
Loncn en El dilogo de los bustos, tambin perteneciente a Aldea millonaria,
escenifica la discusin utilizando como interlocutores a los prceres modlicos, los de ayer
279

Estas confrontaciones pueden verificarse entre los escritores del Segundo Romanticismo, los escritores
nacionalistas, liberales y catlicos. Ver Minellono, Mara. Las tensiones de los opuestos. Op. Cit.

155

y sus propios contemporneos. El motivo del debate consiste en definir cmo ejercer el
poder frente a dos factores desequilibrantes; uno representado por el avance incontenible
de las fuerzas fusticas de la burguesa en desarrollo, el otro emparentado con el brote
poltico del campo popular que se consolidaba a pesar de la represin. Con mayor o menor
grado de acompaamiento, los sectores cercanos al poder legitimaron la Revolucin del
`30 e intentaron fortalecer su resistencia residual durante los siguientes diez aos. Las
calles de Buenos Aires fueron ocupadas por el pregn periodstico, la lucha literaria y las
fuerzas de choque.
La estructura lingstica de El dilogo de los bustos podramos sintetizarla en la
participacin de dos enunciadores (escritor y personajes) y dos destinatarios (compaeros
que escuchan y lectores). Una versin extendida del mismo esquema contempla tambin
los destinatarios indirectos aludidos en las implicancias del dilogo, receptores no
integrados visiblemente en la relacin de interlocucin. Este tipo de destinatarios, que no
escapa a la conciencia del escritor, ocupa un lugar de privilegio en los textos de Loncn. 280
En El dilogo de los bustos se los puede identificar con los representantes del gobierno
de Jos Flix Uriburu, del irigoyenismo (o el campo popular ms extendido), y del Partido
Demcrata Progresista. Se podra concluir que el autor comienza a abrir el espectro
restringido de la recepcin de sus textos.
El inters por decodificar la composicin que Loncn lleva a la prctica tiene como
finalidad reconocer sus intereses e intenciones ideolgicas, que en una primera
aproximacin aparecen dispersas o disimuladas en la multiplicidad de voces que dialogan.
La construccin de los discursos que asume cada personaje, por ejemplo el busto de Julio
Roca, el de Pellegrini o el de Mitre, lo convierte en autor responsable de los mismos
aunque no represente su pensamiento por medio de ellos. Podra haber ocurrido que como
escritor no se hiciera or en el dilogo, o, por el contrario, adoptara alguno de los
personajes en particular como alter ego, en lugar de invisibilizarse o distribuir sus ideas en
los diferentes locutores. De todas maneras, en cualquiera de los casos, no deja de ser
responsable de la totalidad del discurso textual.
Por otra parte, la emisin de enunciados no se limita exclusivamente al momento de la
enunciacin, sino que pertenece, como sostiene Bajtn,

280

Ver: Kerbrat-Orecchioni, Catherine. La enunciacin. De la subjetividad en el lenguaje. Buenos Aires:


Edicial, 1993 y Kerbrat-Orecchioni, Catherine. LImplicite. Pars: Armand Colin, 1886.

156

a una cadena de intercambio verbal de una esfera dada [] Los


enunciados no son indiferentes entre s, no son autosuficientes, se
reconocen mutuamente y se reflejan unos en otros [] Un enunciado
est colmado de ecos y recuerdos de otros enunciados a los cuales est
enlazado en el interior de una esfera comn del intercambio verbal. 281

La conversacin de los bustos conforma un cruce de enunciados o discursos, que


pertenece, principalmente, a la esfera poltico-institucional, cuyos ecos y recuerdos
provienen de las ideas dominantes durante fines del siglo XIX y principios del XX. La
discusin, justamente, se origina por el intento de restaurar los mismos a principios de los
aos 30. Recordemos que todos los personajes son expresidentes conocidos por el lector,
y para ser verosmiles, tienen necesariamente que corresponderse con su pasado histrico.
Las libertades creativas del autor, por lo tanto, se encuentran limitadas, y la potencialidad
literaria tiene que ver menos con la imaginacin que con el nfasis o matiz con el que
Loncn representa a cada uno de los bustos y sus discursos. Si bien no existe posibilidad de
una ruptura que ponga en riesgo la coherencia histrica, la alternancia de puntos de vista
exige una decodificacin toda vez que se pretenda conocer el pensamiento del autor, tarea
que en otros textos de Loncn tuvo anclajes textuales ms firmes.
Como se puede inferir de lo expuesto, el texto al que hacemos referencia, no
representa un conflicto pasional o una conversacin de tono costumbrista, sino un
intercambio de ideas polticas emparentado con el teatro de tesis, definicin que usamos
para La estirpe futura.

282

La compulsa de los puntos de vista que plantean los bustos

y el carcter individual de la enunciacin de cada personaje parece relativizar la presencia


de una nica tesis evidente. Una segunda cuestin que diferencia las dos obras es que el
intercambio de ideas de El dilogo de los bustos por su dinmica e inmanencia
estructural interroga al lector. No le permite mantenerse en actitud pasiva, en una mera
expectacin o al margen de la discusin. Lo obliga a reflexionar en la medida que el texto
necesita de su participacin como receptor para terminar de construir su sentido. El lector
se ve implicado, se transforma en una especie de rbitro o juez de la polmica; asiste a la
enunciacin de discursos que no le son indiferentes; se convierte en un tercero
potencialmente incluido. El acto ilocucionario lo moviliza y lo obliga a concentrarse en las
relaciones que se establecen entre las voces de Uriburu (J.E.), Roca, Plaza, Quintana,
Pellegrini, Mitre, Sarmiento, Senz Pea y las ideas polticas, institucionales, ticas y
morales que se confrontan aun con las propias.
281
282

Bajtn, Mijail. Esttica de la creacin verbal. Mxico: Siglo XXI, 2005, pg. 290.
Ver pginas 129-134.

157

El conflicto principal -si la creacin de la Legin Cvica es republicana o no - interpela


su comprensin personal y lo incentiva a seguir el debate y posicionarse respecto de los
argumentos que son esgrimidos.
El dilogo de los bustos est secuenciado por medio de digresiones. Cada una de
ellas marca un momento diferente del texto, como si estructurara unidades de accin en
actos. En este sentido, su formato literario remite a la escritura de Lucio V. Mansilla, no
tanto por la estructura conversacional sino por el uso frecuente de la digresin, que adems
funciona como procedimiento moderador, ralentizador de la resistencia que en el momento
de su publicacin, despertaba entre propios y extraos el tema en cuestin. Loncn elige
nuevamente como escenario a la Casa Rosada, bastin recuperado por el poder
conservador despus de la cada de la piedra pmez. El dilogo comienza con un
epgrafe donde se da cuenta sobre la decisin poltica que acaban de tomar el Presidente y
sus Ministros. La infidencia la comete un capitn que slo conocemos por sus iniciales. La
novedad es la oficializacin de la Legin Cvica Argentina. Una transmigracin
espiritual anima a los bustos del Saln de Acuerdos quienes se disponen a debatir sobre
la pertinencia de la decisin.
El Primer Momento del dilogo es abierto por Avellaneda mediante un latinazgo.
Compara a la Legin Cvica con la legin fulminata de Marco Aurelio. 283 Su referencia de
la legin romana que recuper fuerzas gracias a un rayo que abri el cielo (como respuesta
a los rezos a Hermes o al Dios Cristiano, segn la fuente) y produjo una lluvia que la
rcanim y le permiti ganar una batalla casi perdida contra los germanos, es propia del
presidente que legaliz La campaa del desierto. El busto de Mitre refuerza la autoridad
clsica con una cita: Res ad triarios reedit, pervenit. La decisin de Jos Flix Uriburu
se consolidara y tendra su raz entonces, tanto en el origen de la cultura occidental como
en la pica de los aos 80 del siglo XIX.
Pellegrini, sin traer a cuenta los antecedentes de la cultura clsica, privilegia el nuevo
proceso que se inicia desde ese momento. Aunque reconoce, como aclara Quintana, que el

283

La Legin Cvica Argentina es uno de los emergentes de la reaccin poltica y social que signific el
golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. Este grupo funcion como una banda paramilitar alentada
primero y oficializada despus por el gobierno de facto del general Uriburu. Sus ideas y mtodos eran
comparables a las ideas totalitarias y las metodologas combativas de grupos similares por entonces en boga
en el viejo continente. La Legin naci como el brazo ciudadano armado en defensa de la amenaza que
significaban las variantes ideolgicas disgregadoras, segn los sectores conservadores que haban tomado
el Poder. En esta tarea no estuvo sola y tuvo como antecedente a la Liga Patritica Argentina.

158

perodo ya haba comenzado el 6 de septiembre, cuando la multitud (nuevamente el


nfasis en el reclamo generalizado de civilidad como un modo de desautorizar que fue el
inters de una lite el que pugn por el golpe institucional) arroj por la ventana el busto
indeseable. El sin nombre, no merecedor del Saln de los Acuerdos, se supone que es
Hiplito Irigoyen. Como en Grandeza y decadencia de una piedra pmez, los personajes
de Loncn eluden dar el nombre de un presidente popular para no mancharse, no
ensuciarse con el slo hecho de pronunciarlo.
La voz que se levanta en contra de la resolucin y ms an del giro que ha tomado la
poltica del pas pertenece a Roque Senz Pea. Segn l, la creacin de la Legin ataca
directamente las instituciones y representa un revs definitivo para la Ley de Elecciones
Generales. Las respuestas no se hacen esperar; no se utilizan complejas argumentaciones
sino descalificaciones personales que toman la forma de una esticomita, procedimiento
habitual en el teatro.

284

Roca habla de La quimera de un romntico. Pellegrini de el

ensueo de un utpico. Jurez Clman de la retirada de un egosta. Sarmiento de la


evocacin de un cndido. 285
El recurso esgrimido permite una rplica rpida y contundente por medio de
estructuras sintcticas paralelas. Los nexos refuerzan la continuidad de la carga semntica
antnima que cuenta con antecedentes, pues todas las calificaciones ya han sido utilizadas
contra Senz Pea en los distintos textos que componen Aldea Millonaria. La utilizacin
de la isotopa no podra adjudicarse tan slo a la necesidad de enfatizar sobre la imagen
negativa del expresidente, sino tambin a la impronta ideolgica del autor, que en ese
entonces, distaba de la tesis propuesta en El voto obligatorio.
Sarmiento, en una evidente composicin histrica de su personalidad, eleva el tono
de voz (conjuncin de carcter y sordera) por sobre los dems,

quienes le exigen

moderacin, y exhibe una fuerte actitud reaccionaria (anloga con la ltima etapa de su
vida, cuando escribi en 1883, Conflictos y armonas de las razas en Amrica) cuando
acusa a Senz Pea de habilitar a los analfabetos, mulatos y tintorerillos para que voten,
como representantes de la barbarie y nietos degradados de Facundo. No existe entonces
mayor distancia entre su carcter, su discurso y lo que el lector sabe o supone de l.
Resulta pertinente aclarar que ninguno de los otros personajes adquiere el relieve literario
de Sarmiento. Todos permanecen concentrados en sus discursos sin indicios de carcter.

284

Ubersfeld, Anne. Captulo III. La escritura de los intercambios. El dilogo teatral. Buenos Aires:
Galerna, 2004.
285
Aldea millonaria. Op. Cit., pg 160.

159

Una excepcin leve podra ser Victorino de la Plaza. La condicin de bustos pareciera
reconcentrarlos en sus pensamientos, no en su actuacin en el mundo.
El Sarmiento ad hoc, creado por Loncn, piensa que la democracia debe aplicarse
en la medida de la cultura de los pueblos, democracia para pocos. Roca aprueba y afirma
desde su pragmatismo que no se puede pedir a una poca ms de lo que ella puede dar.
286

Cuando l gobernaba, el pas era rico porque los romanticismos a la usanza de Senz

Pea no haban podido arraigarse. El lugar comn de la Argentina de la bonanza


econmica no es interpelado por ninguna de las voces intervinientes, por lo tanto la
exclusividad del punto de vista, de la frase hecha, queda instalada sin argumentos que la
refuten. La misma se despliega como una verdad consumada que presupone la aceptacin
previa del entorno social. La situacin de enunciacin da sentido a cada uno de los
discursos de los bustos. El implcito, la complicidad de conocimientos y creencias entre
personajes y lectores, permite que las ideas de Roca se muestren como el decir no dicho y,
lo que es ms importante, su aceptacin sin restricciones, de conformidad con la estrategia
que disea el escritor.

287

Por otra parte, Senz Pea, el antagonista, tampoco desdice la

presuposicin, porque su polmica se limita a la institucionalidad; no se preocupa en


cuestionar el sistema econmico liberal que tuvo como soporte el orden conservador. Por
ltimo, Figueroa Alcorta refuerza la exposicin de Roca cuando introduce la ecuacin
capitalista que relaciona de manera mecnica la riqueza individual con la colectiva, e
invierte la lgica republicana. Por sobre los derechos y la poltica se erige el progreso
econmico. De este modo se cierra formalmente el primer momento del dilogo.
La puesta en debate de la reciente oficializacin de la Legin Cvica deriva en una
digresin que tuvo como motivo el funcionamiento democrtico en relacin con el sistema
econmico. Capitalismo y democracia se unifican en una consigna con tal grado de
complementariedad, que convierte en un hecho traumtico cualquier intento de
desarticulacin.
El Segundo Momento del dilogo de los bustos lo inicia Sarmiento cuando ensaya
una defensa de las acciones prcticas en la poltica, poniendo como ejemplo el asesinato
del Chacho Pealoza. Los idealistas profesionales tienen siempre la suerte de encontrar
a los que eliminamos sin gloria a la sombra de los Facundos.

288

286

Ibd., pg 162.
LImplicite. Op. Cit.
288
Aldea Millonaria. Op. Cit., pg 163.
287

160

La implicancia de sus palabras se articula con el tema central del debate, la funcin
que cumplir la Legin. Las condiciones de enunciacin proclaman, sin decirlo
directamente, la necesidad de operar coyunturalmente y por fuera de los prejuicios
institucionales.
La ejecucin de la violencia poltica trae a la superficie el debate sobre sus lmites.
Mitre contina argumentando acerca de la digresin cuando pone en debate la oposicin
idealismo/pragmatismo ejecutivo, desde una perspectiva diferente de la de Sarmiento.
Personalmente lo preocupa la libertad de pensamiento y de expresin, problema que en ese
momento alcanzaba a los escritores liberales y a los periodistas como Loncn. El
interrogante que se infiere de las palabras de Mitre se podra sintetizar del siguiente modo:
Hasta dnde debe llegar el silenciamiento y la represin del estado revolucionario?
Sabemos a qu y a quines representa el nombre de Mitre, por lo tanto el reclamo de
condicionar la intervencin de la fuerza represiva del nuevo estado, comprende el
reconocimiento de la gestin realizada por los medios de difusin que colaboraron con la
revolucin. Su intencin es blanquear los alcances de la censura, que al momento de la
creacin de la Legin todava eran difusos. Su prioridad consiste en confirmar las
prerrogativas del establishment frente a un nacionalismo que mostraba signos de
irracionalidad.
El comn acuerdo de intereses no desalienta la revisin de las conductas personales.
Contra el reclamo de Mitre, Avellaneda emite un discurso tico. Le recuerda que en 1861,
por motivos polticos, Mitre le haba clausurado El Nacional, por lo tanto debe reconocer
que las exigencias del momento, condicionamiento que Avellaneda acepta y estimula como
lo demostr con sus decisiones gubernamentales, se encuentran por sobre los intereses
particulares. En el debate de ideas, la confrontacin de dos posiciones intelectuales puede
recurrir a un paradigma que multiplique la posibilidad de respuestas, desde distintos
campos disciplinarios. La alta densidad informativa y el criterio selectivo que Loncn
utiliza para construir los dilogos, demuestra que la mencionada frivolidad de su escritura,
se trata de un juego de abalorios. Conoce a la perfeccin los valores y dis-valores que cada
personaje carga en su historia personal y ese grado de conocimiento de sus criaturas le
facilita la flexin suficiente como para no caer en una perspectiva dogmtica y anacrnica.
Probablemente El dilogo de los bustos pueda considerarse el texto ms logrado
del libro. Las fuentes histricas son utilizadas como pautas literarias, no tan slo
historiogrficas, y trabaja con los documentos de modo tal, que se transforman en
referencia probatoria sin caer en la solemnidad, y a la vez, la incomodidad esttico161

funcional del texto incluido. La carta de Mitre a Avellaneda es un comentario que refuerza
la posicin del Presidente de La Campaa al Desierto, sin debilitar el ritmo y el tono
dialgico. Loncn acredita las fuentes histricas con suficiente cuidado como para no
resentir la agilidad del intercambio oral, y a la vez consolidar el fenmeno literario de
escritura.
El Tercer Momento y su consecuente tercera digresin, desarrolla aprontes
reflexivos sobre la diferencia existente entre la teora y la prctica poltica, otro de los
temas recurrentes en la obra de Loncn. Figueroa Alcorta sugiere el tema y Victorino de la
Plaza, un gobernante no pragmtico, sino facilista, falto de escrpulos, se encarga de
aquilatar la relacin de fuerzas gestada por su antecesor. Para ello parafrasea las palabras
de Maquiavelo: El hombre que llega a la cumbre, si quiere gobernar bien, debe darle un
puntapi a la escalera humana que le ha servido para encaramarse. 289
La traicin como recurso legtimo para sostener el poder y acotar los
condicionamientos que imponen las deudas, libera al Prncipe de quienes le facilitaron el
acceso al gobierno.
Tampoco en esta oportunidad las miserias personales quedan fuera de discusin.
Quien las saca a la luz es Pellegrini cuando le recuerda a de la Plaza que lo suyo es slo
teora porque ni siquiera conoci la escalera humana que lo deposit en el poder.
Mientras se trabajaba para su candidatura, de la Plaza viva en Londres disfrutando de las
rentas argentinas, y por lo tanto no se vea obligado a contraer compromisos morales
que le representaran un impedimento a la hora de tomar decisiones gubernamentales. El
procedimiento de establecer ideas fuerza para luego, en lo inmediato, atribuirles a sus
enunciadores flaquezas de orden tico, no desmerece la propuesta ideolgica sino las
circunstancias personales. La acumulacin de poder discursivo por parte de uno de los
sectores en disputa se disimula por la fragmentacin transitoria que practican las voces
pertenecientes al mismo punto de vista. El conteo general de las intervenciones llevadas a
cabo por Mitre, Avellaneda, Figueroa Alcorta, de la Plaza y Pellegrini pertenecen a un
orden anlogo de pensamiento, ms all del cuestionamiento a la subjetividad que se
realizan unos a otros dentro del mismo grupo.

289

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 164.

162

Como se puede apreciar, el enfoque de los temas es mltiple y se realiza por medio de
un debate que lateraliza la polmica mediante distintas voces, desplazndose desde la
filosofa poltica hacia la tica y la moral, aunque el centro de la discusin, con el slo fin
de desprestigiar su romanticismo, lo ocupe Senz Pea. En el comienzo del texto, l se
constituye en el eje del dilogo y a su vez en el canal de oposicin; se representa a s
mismo como tambin a parte de los destinatarios indirectos (el irigoyenismo, Lisandro De
la Torre y el Partido Demcrata Progresista). El procedimiento de desprestigio que utiliza
Loncn aliena su voz para abandonarla al aislamiento del soliloquio. Cada vez con mayor
frecuencia el personaje recibe respuestas de compromiso o es ignorado y desautorizado con
frmulas sentenciosas que no admiten defensa. En realidad se trata de un falso dilogo. No
es comparable al confidente de la tragedia clsica cuya tarea remite a escuchar la catarsis
del poderoso, sin lugar a intervencin, como lo marca su condicin de clase, pero se
aproxima a un partenaire indeseado aunque fatal. Las ideas de Senz Pea chocan
contra la indiferencia generalizada que origina a su vez un vaco restrictivo respecto del
potencial desarrollo de su punto de vista. El personaje puede iniciar un tema que los otros
levantan y debaten, pero no puede argumentar y si lo hace, no es escuchado.

Jos Evaristo Uriburu es quien interrumpe la tercera digresin para retomar el tema
central. El anclaje, como a lo largo del texto, se sustenta en la necesidad de discutir la
pertinencia de la Legin Cvica, pero la propuesta queda relegada de inmediato. Se abre
entonces el Cuarto Momento del texto, donde la controversia deriva hacia el problema de
la sucesin presidencial y el derecho que asiste a los presidentes en actividad de sugerir,
apoyar o imponer su candidato.
Mitre se pronuncia en contra de la intervencin del primer magistrado, y para sostener
sus argumentos cuestiona un folleto de Paul Groussac, donde le recomienda a Figueroa
Alcorta que apoye la candidatura de Senz Pea. El creador de La Nacin ocupa
paulatinamente el lugar de opositor que tuviera Senz Pea y contribuye a su
silenciamiento.

l es quien, por momentos, pasa a enunciar los principios de sesgo

idealista, aunque no mantiene el mismo grado de intransigencia. Funciona simplemente


como un facilitador ideolgico. Cuando Pellegrini toma la decisin de polemizar sobre la
postura de Mitre, ste calla, cedindole la voz y admitiendo sus razones. Pellegrini
argumenta que slo con la constitucin no es suficiente; sus limitaciones ponen en
riesgo la continuidad de polticas exitosas. Por medio de un discurso demaggico que
intenta involucrar sentimentalmente a sus interlocutores y destinatarios indirectos (quienes
163

dieron el golpe de estado) reduce los principios consensuados y universales de la carta


magna a los sentimientos de amor por el bien del pas. Si el presidente no influye en los
destinos de la Repblica, sta corre el riesgo de caer en manos inferiores o subalternas.
No es una obligacin legal, pero es un deber moral designar sucesor. Pellegrini rompe
de este modo el contrato republicano y tergiversa sus valores convirtiendo en moral lo
inmoral, por razones de Estado. El razonamiento se aproxima ms a la conocida
sentencia adjudicada al rey de Francia Luis XIV, Ltat, cest moi, que a la defensa
jurdica de las instituciones. En este punto, no se puede pasar por alto el concepto de
ideologa que Van Dijk atribuye al discurso, aplicable a Pellegrini y a sus camaradas. Van
Dijk propone una definicin general de ideologa, que permite la inclusin de facetas
positivas y negativas: las ideologas son las creencias fundamentales de un grupo y de
sus miembros.

290

Por un lado, el lingista se refiere a una utilizacin dominante y

negativa del Poder, entendido en trminos del control que un grupo ejerce sobre (las
acciones de los miembros) de otro grupo.

291

Este autor considera que las ideologas

negativas proporcionan los principios usados por una corporacin dominante que justifica,
legitima o acepta el abuso de Poder. Por otro lado, destaca que no todas las ideologas
negativas son dominantes ni todas las ideologas son negativas; existen tambin las
positivas. Una forma de ideologa negativa que nos interesa destacar se expresa en el
paternalismo; la analoga con los discursos pronunciados en el Saln de los Acuerdos es
bastante sencilla de visualizar. En un sentido amplio, un grupo tiene una ideologa
paternalista que ejerce el Poder sobre otro grupo con el pretexto de obtener un bien para los
dominados, y sin contar con la aceptacin del conjunto afectado, situacin representada en
toda su dimensin por las palabras de Pellegrini. Por otra parte, por medio del paternalismo
Pellegrini hace retrotraer la actividad republicana a sus tiempos, a lo que Natalio Botana
llam el orden conservador. Si en principio el dilogo haba pretendido definir los
lmites y la direccin de la represin, da un giro de 180 con la intencin de reinstalar el
sistema eleccionario dirigista-paternalista de fines del siglo XIX y principios del XX hasta
aproximadamente 1912.
Pellegrini, la inteligentzia del orden conservador neo liberal de los bustos, formula
como valor moral regulador de la sucesin, la honestidad. Se puede accionar respecto de la
candidatura del sucesor siempre y cuando el fin sea honesto. Si antes se tergivers el
contrato republicano despus se produce el vaciamiento del sentido de la palabra
290
291

Van Dijk, Teun. Ideologa y discurso. Barcelona: Editorial Ariel, 2003, pg. 14.
Ibd., pg. 48.

164

honestidad. Reemplaza un valor moral absoluto por otro pragmtico y tendencioso. El


Presidente de la Repblica es responsable ante la posteridad de todo cuanto dependa de
su gravitacin espiritual []

292

Loncn, a travs de Pellegrini, otorga al presidente la

responsabilidad de guardar el orden socio-institucional. La nica voz audible, que ensaya


una breve y tmida defensa de la constitucin es nuevamente Mitre. Su razonamiento
cargado de una lgica simple pero contundente,

concluye con que entonces los

presidentes se podran nombrar por decreto.


No escapaban a Loncn las refutaciones potenciales de los no alineados, razn por la
cual no poda menos que incorporarlas al dilogo; slo como para testimoniar elije a Mitre
y no a Senz Pea. Las variables racionales del contrapunto son textualizadas, pero con
una lgica inofensiva por la incompetencia del enunciador, no trasciende el artificio
discursivo. Avellaneda tercia en el debate sin permitir que la proposicin de Mitre alcance
su pleno desarrollo, y cierra la tercera digresin brindando su apoyo a Pellegrini. Segn l,
la historia no les perdonara desestimar como herramienta poltica la intervencin sobre el
sucesor, y en consecuencia sobre los destinos del pas, argumento que enmudece al primer
director de La Nacin porque parafrasea su dilatada actuacin en el campo intelectual
donde asoci la historia nacional con los intereses ideolgicos y de clase. 293

Impresiona la densidad de los argumentos esgrimidos por la lite de los bustos, pero la
sutileza de Loncn reside en el trabajo con las implicaturas. Las digresiones introducen
discusiones sobre distintos temas, que no podramos definir como aleatorios, pero s
perifricos a la preocupacin central. Todos legitiman, sin proponrselo directamente, la
creacin de la Legin Cvica. A partir del procedimiento instalado por el autor podramos
desdoblar la construccin argumentativa. En la superficie textual encontramos que la
argumentacin toma forma de dilogo: los sujetos establecen un acuerdo tcito para
razonar conjuntamente sobre una preocupacin comn. Pero las discusiones sobre el voto
popular, la relacin pragmatismo-riqueza /capitalismo-democracia, la justificacin de
la violencia poltica en contextos de riesgo para los poderes de hecho, la definicin de
los lmites de la restriccin a las libertades individuales y de expresin, el deber de
influir sobre la sucesin presidencial, o como mantener el estado en manos de unos pocos,
estn cortinando un trasfondo que podra considerarse el proceso argumentativo solapado

292
293

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 168.


Ver sobre este punto, White, Hyden. El contenido de la forma. Barcelona: Paids, 1992.

165

del escritor, en defensa de la creacin de la Legin.

294

Loncn no opera como sus

personajes que a travs de la contraposicin de aserciones, juicios y crticas cuestionan la


posicin de sus interlocutores (la mayora de las veces formalmente), para concluir en un
punto de vista que, por lo general, responde a las relaciones de fuerza establecidas. Desde
un punto de vista lingstico, no ya filosfico, lgico ni retrico, el procedimiento del
escritor se constituye en una acumulacin de pruebas que corroboran, de manera implcita,
la hiptesis de la necesidad de formar una brigada de choque, aunque signifique
intensificar la ruptura constitucional ya provocada.

Si bien en la superficie el texto

propone una negociacin donde existe un conflicto de intereses, en forma subyacente


impone una tesis. Se trata de confirmar y establecer una idea previa al dilogo.
En el Quinto Momento de El dilogo de los bustos, incide el presente del autor.
Desde el mundo exterior al Saln de los Acuerdos, la historia contempornea interpela a
los bustos. El general Jos Flix Uriburu, gobernante de facto, se hace cargo del giro
errneo que haba tomado la Repblica a partir de 1912, oficializando la Legin.
Pellegrini elogia la nueva agrupacin y suma inteligentemente a Sarmiento cuando le
cede la palabra con el apelativo de General. El prcer de la educacin se siente reconocido,
por fin, en un aspecto de su carrera que siempre estuvo ms cerca del escarnio que del
elogio. Loncn, por medio de su Sarmiento, parece valorizar indirectamente la
militarizacin que se ha producido en el pas. Sarmiento acompaa la creacin de la
falange, pero no domina su genio y al filo de la parodia considera que esos jvenes
legionarios, adems de adiestrarse para la defensa de la patria deberan tener la
obligacin de dictar clases de apoyo para combatir el analfabetismo y la mulatez
intelectual.
Segn Pellegrini, el odium plebis que enunciaba Osvaldo Magnasco, Ministro de
Instruccin Pblica del segundo gobierno de Roca, est por encima de la gravitacin de
los gobernantes; es un fuerte impulso refractario, es un componente insustituible de la
organizacin tica. La superioridad del talento y la virtud justifican la creacin de la
Legin.
El sucesor de Jurez Celman se muestra hastiado de presenciar el culto de lo mediocre
y lo subalterno. Roca acompaa su razonamiento, sentenciando con vigor que l siempre
294

Walton, David. (1998) The New Dialectic: Conversational Contexts of Argument, Toronto: University
of Toronto,1998.

166

ha preferido ser til a ser popular. Todos consienten que su postura representa la forma
ms bella, si se quiere, de ser popular, El servicio al progreso del pas. La deriva del
dilogo entra en su espiral final debatiendo el populismo como eje. Mitre, al igual que a lo
largo de la discusin, intenta conciliar el liberalismo de las ideas con la prctica poltica,
resolucin que en esta oportunidad lo conduce a una ecuacin que sign el Poder durante
el siglo XX, incluido el principio del siglo XXI. Se trata de enmascarar el liberalismo
econmico bajo un aspecto popular que asegure la gobernabilidad por largo tiempo. En sus
palabras, Loncn retoma con agudeza lo que desde un primer momento propuso la
historiografa y la ideologa liberal mitrista.
Por otra parte, la voz apagada de Senz Pea, se desvanece finalmente en la
intransigencia de su auditorio que lo utiliza como bastonero de ideas que slo merecen ser
refutadas. El pueblo, segn Roca, es infantil, por lo tanto se lo puede engaar con las
prebendas populistas o se lo puede gobernar con la habilidad econmica y la discrecin
poltica para que el bienestar adormezca sus inquietudes institucionales. En el caso
extremo de 1930, sera aceptable la creacin de una Legin que encauzara el
descarrilamiento popular, por medio de la fuerza estatal o para estatal, para despus
retomar el simulacro democrtico. Si no se necesit el cuarto oscuro para organizar el
pas, como argumenta Sarmiento en El dilogo de los bustos, tampoco se afectarn las
instituciones si por un lapso de tiempo la Legin Cvica relega la soberana popular del
voto. Se conculcara as la libertad de sufragio, metodologa con la cual Loncn estaba en
desacuerdo en El voto obligatorio y se legitimara el fraude inaugurado poco despus de la
revolucin de septiembre.
Mitre, siempre en situacin componedora, idealiza la funcin de las fuerzas represivas
para que se tornen presentables para la mayora de los habitantes. Debieran incorporar,
segn sus palabras, al contenido primario de amor a la patria, que da por descontado, el
amplio concepto de justicia social. Es decir, crea una ficcin orientadora que calme la
resistencia y le permita avanzar a las fuerzas conservadoras. Pellegrini y Quintana cierran
el debate con una comparacin que convierte a la Legin en una autoridad histricopatritica indiscutible. Se trata de una nueva Asociacin de Mayo, instalando de este modo
la idea de la refundacin del pas.

Cuantitativamente, el dilogo registra noventa y tres intervenciones de quienes


testimonian en favor de la creacin de la Legin, contra dieciocho de Senz Pea que la
resista. Mitre, quien esboz algn parentesco con el idealismo romntico del creador de la
167

Ley de 1912, en el final de la obra enuncia: Estoy seguro de que alguna de sus brigadas
llevar mi nombre. 295
Confirma de este modo su rol de facilitador de las posiciones ms intransigentes.
Pellegrini, adems de numerosas intervenciones es quien expone ms centimetraje
discursivo y quien cierra el texto. Avellaneda y Sarmiento no equiparan las intervenciones
de Pellegrini pero cada vez que hablan, sus discursos superan la media general y mantienen
las posiciones ms duras. El resto de las locuciones operan como una apoyatura logstica.
La disputa y la distribucin de ideas, que en principio podra dividirse en tres posiciones
argumentativas: Avellaneda, Pellegrini, Quintana, Uriburu, Plaza, Roca, Jurez Celman,
Sarmiento y Figueroa Alcorta, por la fuerza principal; Mitre en un falso limbo y Senz
Pea como nico opositor, terminan por resolverse en una sntesis ideolgica que
privilegia al grupo ms numeroso. No tan slo el punto de vista mayoritario pone al
descubierto los intereses e intenciones ideolgicas que apoy Loncn con la escritura del
dilogo; tambin la discusin de los temas secundarios termina, indirectamente, por
legitimar la poltica de choque instrumentada por Uriburu. Precisamente, la diferencia
entre teora y prctica poltica, segn se est en el poder o en el llano, fue motivo de un
extenso artculo periodstico publicado por Loncn, el 13 de febrero de 1931 en el diario El
Orden de Tucumn, dos aos antes de editar Aldea millonaria.

296

Su contenido confirma

la interpretacin que proponemos sobre el debate en el Saln de los Acuerdos, y pone en


evidencia el giro ideolgico de su autor, si comparamos ambas producciones con los textos
iniciales de su carrera, cuando public El voto obligatorio, as como su condicin de
militante del Partido Demcrata Progresista. Este cambio o retroceso que el dilogo
reproduce particularmente a travs de Pellegrini, es ms notorio si se lo relaciona con las
posturas que mantuvo Lisandro de La Torre hasta el final de su carrera, sin dejarse
convencer ni intimidar por la coyuntura poltica.
La volanta del texto publicado en El Orden (1928) proclamaba: Por el bien
conservador, y el titulo principal anunciaba: Porque apoyar a Uriburu es apoyar al Pas
en su Camino de Reconstruccin. Nadie piensa en una Dictadura. En realidad, el artculo
tiene forma de carta abierta dirigida a Francisco E. Correa, miembro destacado del Partido
Demcrata Progresista de Capital Federal. El motivo del mismo es la medida que haba
tomado el Partido, desafiliando a todos los que colaborasen con el gobierno de Uriburu,
incluido el propio Loncn.
295
296

Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 175.


El orden. Tucumn: 13 de febrero de 1831, pgs. 2, 3 y 4.

168

En ese momento Loncn formaba parte de la intervencin en Tucumn y se senta


afectado particularmente por esta medida. La sugerencia del autor de la nota es que el
Partido Demcrata Progresista acceda, por el bien del pas", a la convocatoria del Partido
Conservador para formar parte de una entidad civil de carcter nacional. Lo que Lisandro
de la Torre ignora o no alcanza a comprender, segn Loncn, es que el general Uriburu,
por su cultura y por su patriotismo, detenta con honor, por la fuerza [] lo que en
tiempos normales hubiera conseguido seguramente por las urnas. Define al Partido
Demcrata Progresista como una minora ilustrada progresista, que no obstante su falta de
arraigo popular mantiene cierta presencia en diferentes lugares del pas. Sin negar la
existencia y la excelencia de su programa ideolgico y sin desconocer la pureza
inmaculada de sus principios democrticos, propone que se sumen al gobierno del
teniente general Uriburu, gobierno de orden, honradez y cultura. El primer sustantivo,
orden, con una carga ideolgica condenable, pertenece al acerbo golpista; adjudicarle
honradez y cultura a quien encabez el golpe de estado (la ausencia de estas virtudes
fueron justamente motivo de crtica por parte de Lisandro de La Torre), manifiestan un
optimismo que slo alguien comprometido con el rgimen poda alentar. El espectro del
irigoyenismo, argumenta Loncn, permanece y resulta inquietante para la paz social.
Sumadas todas las fuerzas partidarias, no podran derrotar en elecciones libres al
movimiento popular irigoyenista. Veamos las cosas como son y no como quisiramos que
fueran. La Repblica Argentina debera quedarle agradecida al general por haberle
extirpado el cncer poltico, metfora no por cristalizada poco representativa del
pensamiento de derecha. Si se quiere salvar el pas, hay que actuar. Una cosa es la teora
y otra bien distinta la prctica poltica. La intencin de persuadir al Partido Demcrata
Progresista para que apoyara el gobierno de Uriburu responda a una concepcin
estratgica. Su intervencin podra ayudar a contrarrestar las desviaciones reaccionarias
que algunos crticos le adjudicaban prejuiciosamente al gobierno militar, y tambin
contribuira arrastrando las clases medias, que de este modo no quedaran atradas por el
radicalismo. La historia da cuenta de lo balad del intento de convencer a los Demcratas,
para que reforzaran el gobierno de facto, porque ni el Partido, ni Lisandro de La Torre
renunciaron nunca a sus principios democrticos.

Mientras Aldea millonaria estaba en imprenta el 9 de julio de 1933, Loncn public


un artculo en la primera pgina, espacio central, de un suplemento especial que editaba el

169

diario La Nacin como conmemoracin de la fecha patria.

297

El texto se titulaba La idea

de oro, voluntad de los pueblos. Su tesis sostena que el pensamiento poltico de los
ilustres le daba a la patria su sentido liberal y democrtico. Destacaba las ideas
monrquicas de San Martn, Belgrano y Rivadavia porque era lo que exiga el momento
histrico. Reconoca, por otra parte, la actitud de Fray Justo Santa Mara de Oro
abogando por la Repblica, con ser ms simptica a nuestros sentimientos actuales, pero
menos lgica entonces [] Para Loncn, las circunstancias no la ameritaban. Las buenas
intenciones de Fray Justo fueron comparables a la inocencia poltica que haba
dominado por esos aos a Roque Senz Pea.
Durante el perodo de la Independencia, segn el autor de La idea de oro, voluntad de
los pueblos, el problema poltico institucional no hubiera podido resolverse si la actitud
democrtica la hubiera sostenido y juzgado directamente el pueblo soberano. Ya se
apreciaba la fatalidad histrica tantas veces comprobada en nuestro pas:
Las miras de sus clases dirigentes, el criterio de sus hombres ilustrados
y la orientacin doctrinaria de sus ms preclaros espritus no han
coincidido con ese confuso turbin de ideales, de pasiones, de apetitos,
de intereses que con el plural grato a los caudillos se reconoce bajo el
nombre de voluntad de los pueblos. 298

Como se puede apreciar, Loncn no habla exclusivamente de los conflictos ideolgicos


que enfrentaron a los hombres que pugnaban por la Independencia. Su argumentacin
expone en favor de las decisiones polticas que haban tomado los grupos dirigentes, a
comienzo de los aos treinta.
Para Loncn, la pasin indeclinable de nuestro pueblo hacia la igualdad y la libertad
haba sido la causa de infortunio, debido adems a la falta de cultura colectiva. En ningn
momento explicita la figura de Hiplito Irigoyen (fallecido seis das antes, el 3 de julio
de1933) como blanco de sus crticas, pero a lo largo del artculo se sobreentiende que est
hablando de l y de sus representados. Lo reemplazan metafricamente, Facundo Quiroga,
Flix Ibarra, Chacho Pealoza y Juan Manuel de Rosas, pero su importancia no excede el
valor simblico. Quien representa un problema real, para sus intereses polticos es la
figura, an no extinta en el imaginario popular, del viejo caudillo radical de principios
de siglo XX.

297
298

La Nacin. Buenos Aires: 9 de julio de 1933, Suplemento Especial, pg. 1.


Ibd.

170

Slo hay una manera de que el coloso pueril (el pueblo) observe una actitud
democrtica; debe ser conducido por patriotas liberales como Mitre, Sarmiento, y
Avellaneda. Cierra la nota con una alusin definidamente aristocrtica aunque moderada
por una retrica engaosa: No estara resuelto el problema si el mismo fervor
democrtico iluminara la inteligencia de los unos y el instinto de los otros? La
declaracin, si bien intenta disimularlo, no da lugar a interpretaciones ambiguas. El pueblo
queda constreido al mbito de lo instintivo, al impulso primario. La inteligencia est dada
para unos pocos, dicotoma que Lisandro de La Torre, a esa altura, ya haba resuelto por
medio de una ecuacin de cuo igualitario.
Conclusin:
El suicidio de Loncn podra interpretarse en clave como:
a) el costo de un encerramiento o clausura temporal que la realidad
(particularmente los conflictos de la Dcada Infame y la irrupcin de la Segunda
Guerra Mundial) se ocup de desestabilizar, o
b) el fin de una poca de nuestro pas que lo ha sorprendido en medio de su tranquila
imprevisin. Su expresin literaria de la sociedad portea, a la vez aldeana y
cosmopolita que, desde ms o menos el ao 80, vive recrendose en la
contemplacin de sus pequeos defectos y fciles virtudes, sociedad cerrada para
protegerse de la historia que pasa. Paulatinamente, a medida que el pas creca, ese
pequeo mundo, agrandado poco a poco con nuevos aportes que moldeaba a su
imagen y semejanza, ha ido quedndose cada vez ms distanciado de la realidad
Argentina.

171

TERCERA PARTE

172

Captulo I
Eduardo Ladislao Holmberg: de la exclusin a la hibridacin
socio-cultural.

1.1 Armona y disonancia en los principios de fin de sigo XIX.


Durante los ltimos veinte aos del siglo XIX se consolid un proyecto de nacin
sustentado por principios liberales, que contribuyeron activamente a la modernizacin de
nuestro pas. Se dinamiz el incipiente sistema capitalista de financiamiento y produccin,
dando como resultado el crecimiento interno y externo necesarios para mantener y
profundizar el proceso econmico en marcha. Como no poda ser de otro modo, al mismo
tiempo, comenzaron a levantarse y agitarse en el horizonte de la clase dominante una serie
de amenazas que podan ensombrecer un proyecto de pas controlado con dificultad
creciente. Las decisiones tomadas para mantener el equilibrio del sistema fueron de diversa
ndole y contribuyeron en su implementacin representantes de diferentes mbitos de la
cultura poltica, intelectual y cientfica. En el momento de hacer un corte ideolgico para
estudiar la trayectoria de los actores sociales comprometidos, quiz se puedan visualizar
con mayor facilidad los provenientes del campo poltico, pero se complejiza la mirada
cuando se abordan las figuras provenientes del campo intelectual o cientfico, an ms si el
corpus de estudio no incluye a personajes consagrados por el canon. Por lo general la
crtica asocia a estos autores poco frecuentados, con una u otra lnea de pensamiento
vigente en la poca, utilizando muchas veces como referencia una mnima expresin de
una obra variada y extensa.
Eduardo Holmberg pertenece a la saga de los escritores conocidos a medias y muchas
veces, por esta misma causa, ha sido motivo de una simplificacin oportunista, sujeto a una
lectura rpida, proclive a juicios no del todo acertados. Su filiacin con la clase dominante
(recordemos que su abuelo, Eduardo Kannitz, Barn de Holmberg, particip de los
Ejrcitos del Norte y las luchas por la Independencia) resulta casi inevitable, as como su
propio desplazamiento del imaginario y las ideas del 80 hacia posiciones ms modernas,
propias del siglo XX. En este sentido confirmamos las hiptesis de la Introduccin de la
Tesis, que lo sita como un escritor que se desplaza al futuro con ms celeridad y

173

convencimiento que su colega Enrique Loncn. Su actitud excntrica, confundida con el


dandysmo presuntuoso de la poca, su aristocracia intelectual, su adscripcin y defensa
condicionada de la racionalidad burguesa, su constante recreacin del espritu
fundacional, su conciencia de la precariedad del equilibrio social logrado despus de
muchos aos de luchas intestinas, su prctica de la escritura como actividad subsidiaria, su
defensa del laicismo, su actitud escptica, sus reparos a la fe, el constante uso de la
irona como arma de defensa y ataque, pueden considerarse sus rasgos ms destacados,
en armona o disonancia con el contexto de fin de siglo donde desarrollo sus actividades
literarias. Si bien muchos de sus contemporneos adhirieron a estas mismas concepciones,
Holmberg descentr toda homogeneidad posible. Su itinerario no responde a la lnea recta
cartesiana; lejos de un ideal matemtico se desplaza entre paradojas y contradicciones.
Probablemente su condicin de naturalista induce a la lectura ms apropiada de su
recorrido ideolgico como un proceso que se resuelve en forma evolutiva.
Sus trabajos ms estudiados son los relatos policiales, los de ficcin cientfica y los
fantsticos. En esta oportunidad nos desviaremos del abordaje habitual y tomaremos como
centro de anlisis algunas de sus conferencias pblicas; la que brind en memoria de
Charles Darwin en El Teatro Nacional de Buenos Aires, en 1882, y la que pronunci en la
Sociedad Cientfica Argentina en 1896, publicada posteriormente con el nombre de
Pinceladas descriptivas.

299

En cuanto a sus trabajos de ficcin nos referiremos

principalmente a dos de ellos, pertenecientes a la produccin de principios del siglo XX:


un texto pico de contenido tnico, llamado Lin Call, publicado en 1910 en
conmemoracin del centenario de Mayo y una novela, titulada Olimpio Pitango de
Monalia, escrita entre 1910 y 1915 y publicada por Gioconda Marn en 1994.

1.2 La modernidad: desplazamientos del intelecto hacia la accin.


Cuando Holmberg dio su primera conferencia en 1882, se producan los ltimos
enfrentamientos en el tringulo de Neuqun, ltima etapa de la Conquista del Desierto. En
el discurso nacional, la figura del indgena, a pesar de su reciente exterminio, representaba
todava, en el campo simblico, un peligro residual y contaminante de la raza inferior, que
ya no se asociaba con el incmodo ocupante de la pampa productiva. Por esta poca, el
victorioso discurso oficialista dominaba por completo el espacio pblico, sin dejar
299

Holmberg, Eduardo. Pinceladas descriptivas. Anales de la Sociedad Cientfica Argentina. Tomo 38,
2do. semestre, 1894.

174

resquicio alguno para voces alternativas. No escaparon a dicho contexto los dos
conferencistas que en el Teatro Nacional recordaron al naturalista ingls con motivo de su
muerte. Holmberg utiliz la categora darwiniana the struggle for life para justificar el
tratamiento dado a los ocupantes de la pampa:

En el reino de los animales tenemos al Indio. Es justa la causa del


indio? Argumentando sin mucha dialctica, el Indio defiende su tierra,
que le hemos usurpado, nos hiere, nos mata, nos roba.
Hace bien? Es claro, n. Lucha por la vida. Pero como las leyes
naturales obran ms visiblemente, en sus grandes manifestaciones, sobre
los grupos humanos mayores, que sobre los individuos, todas las
opiniones de Providencia, justicia, equidad, fraternidad, que no son ms
que opiniones diversamente arraigadas en cada uno, se estrellan en
presencia de la manifestacin comn, que es en cierto modo, la ley
natural; - y los blancos, los civilizados, los cristianos, armados de
remington, acabamos con los Indios, porque la Ley de Malthus est
arriba de esas opiniones individuales, que pueden ser excelentsimas,
pero que, sea porque falte an mucho para que la humanidad est
civilizada, sea por cualquier otra causa, no se hacen carne- y as,
luchando tambin nosotros por la vida, con buenas ideas, con buenas
armas, con buenos recursos, no hacemos ms que poner en juego
nuestras ventajas.
Hacemos bien?
Luchamos por la vida.
La Razn, por ltimo, es una victoria del progreso orgnico. Pero la
victoria, en cualquier forma, es una razn que se sobrepone todos los
progresos. 300

Para comprender mejor la postura pblica tomada en esta oportunidad por el autor de
Lin Calel, no habra que ubicarla en el contexto antes aludido, sino en el mbito
circunscripto a esa noche en particular. El otro orador fue Sarmiento, uno de los referentes
nacionales que ms influy sobre Holmberg, a tal punto que muchos aos despus, en el
protagonista de la novela Olimpio Pitango de Monalia, podramos recobrar rasgos del
carcter y el pensamiento del sanjuanino. La presencia del prcer pudo haber
condicionado las palabras del autor de Olimpio Pitango, si consideramos que Sarmiento
estaba atravesando, como sostiene David Vias en Indios, ejrcito y frontera, su etapa
ms reaccionaria. La posicin que por entonces profundizaba el autor de Facundo, haba
tenido inicio en sus primeras obras donde ya despuntaba la intencin de blanquear, por
cualquier medio, tanto su historia personal como la historia social de su pas. De su ltima
etapa, constituye un testimonio inapelable su ensayo Conflicto y armona de las razas en
Amrica. 301
300

Holmberg, Eduardo. Carlos Alberto Darwin. Buenos Aires: Establecimiento Tipogrfico de El Nacioal,
1882, pgs. 65-66.
301
Conflictos y Armonas de las razas en Amrica es una obra que tiene como propsito explicar por qu en
los pases de habla espaola las instituciones republicano democrticas, despus de tantos aos, no lograron
consolidarse ms all de lo formal. En Facundo, Sarmiento sostuvo como tesis central que el medio

175

Estaba el excntrico y polemista Holmberg en condiciones de enfrentar, con relativa


expectativa, el poder escnico y discursivo del sanjuanino? Evidentemente no. Sus
divergencias de los postulados ideolgicos de la clase dominante, tenan lmites muy
precisos. Hasta ese momento, sus actitudes ms extremas se podran relacionar con la
provocacin, pero distaban de proponerse modificar las consignas del establishment, al
cual por otra parte perteneca y adhera. Su imposibilidad de tomar distancia de la
centralidad ejercida por Sarmiento se pone de manifiesto en la autoridad que cita para
fortalecer su propia argumentacin. Malthus era un economista y filsofo que a la par de
Spencer haba ejercido influencia sobre quienes extrapolaron las leyes evolutivas de
Darwin, para aplicarlas al campo social. No es precisamente el pensamiento de Darwin,
pero s los de Spencer y Malthus los que contribuyeron a la formacin sociolgica del
autor de Facundo. Ambos filsofos elevaron a ley la creencia de que el progreso
econmico-social, al igual que el biolgico, depende del libre juego de las fuerzas en
competencia. No de otro modo, sus epgonos nacionales justificaron, sin restricciones, el
sistema capitalista y la superioridad de la raza blanca.
Despus de compartir el proscenio con Sarmiento, Holmberg, a distancia de su influjo
personal, se vio en la necesidad de volver una y otra vez sobre la conferencia, explicando
algunos de los temas en ella tratados. Al momento de publicarla, escribi una serie de
Notas y Aclaraciones a modo de Apndice de la misma. A propsito de la pgina sesenta y
cinco de la conferencia, donde haba reivindicado la aplicacin del darwinismo social,
desarroll una polmica implcita con las voces que, desde un pensamiento regulado por
principios ticos, se oponan al concepto the struggle for life

302

geogrfico determinaba la cultura y el comportamiento de los habitantes de un pas; en Conflictos y Armonas


de las razas en Amrica, sin abandonar del todo esta posicin, seala como causa profunda de la regresin
civil, la fusin y mezcla de razas poseedoras de componentes hereditarios incompatibles. Sarmiento, despus
de haber ledo a Taine, Buckle, Renan y particularmente Principles of Sociology de Herbert Spencer,
desplaza la tesis del determinismo geogrfico al determinismo de sangre. Las dbiles virtudes democrticas
de los hispanoamericanos eran el resultado del conflicto de las razas, como as tambin se explicara por una
regresin atvica la constante reaparicin de gobiernos de perfil autoritario - militarista.
302
Las polticas de frontera no fueron una constante unilateral sino que sufrieron procesos de oposicin y
variacin en la construccin del otro. En el perodo 1853-1879, la discusin instrumental sobre si se deba
ejercer la diplomacia o las armas, sobre la integracin social y econmica o el exterminio, produjo una serie
de situaciones por momentos yuxtapuestas que le dio al tema una complejidad empalidecida por el
pragmatismo virulento de la resolucin final. El discurso pacifista en los mensajes presidenciales de Urquiza,
la propuesta de aplicacin de un modelo integracionista que contemplara la fusin de las razas, segn el
gegrafo oficial de la Confederacin, Martn de Moussy, ms tarde la moderacin de Mrmol en el congreso,
quien pensaba en una reduccin pacfica con la tutela de las armas durante el perodo mitrista, la oposicin de
los diputados Felix Fras y Juan Llerena, ya en las estribaciones del discurso dominante encarnado por la
trada Avellaneda-Alsina-Roca que impulsaba un orden estatal absolutamente excluyente, se pueden
considerar como una muestra vlida de la existencia de un pensamiento alternativo. El resultado se puede
juzgar estril, si lo comparamos con el imaginario que impuso frente a cualquier intento de mediacin la

176

Triste mana la de sumergir todas las cuestiones en las tinieblas de la


tica. Pedro aplica a Diego un garrotazo. Hace bien? No s. Lo que
hace es aplicarle un garrotazo. Esto no admite duda. En el juicio, 500
pensarn que hace bien y 500 que hace mal, prueba de que la
humanidad tendr siempre tela de discusin. Ello es bueno, porque as
no vivir fastidiada de callarse. 303

El desplazamiento de el pensar hacia el hacer, del cual hace ostentacin Holmberg,


no es otra cosa que una demostracin explcita del empobrecimiento que sufre la reflexin
en una sociedad desbordada por el discurso nico, impregnado por una modernidad que
privilegia el pragmatismo y el progreso por sobre cualquier otro valor. La ciencia, al
margen de sus valores epistemolgicos, se haba puesto al servicio de intereses
coyunturales. La impronta ideolgica de Holmberg adquiere una fuerza tan significativa en
los textos citados, que sus posteriores revisiones no alcanzan a borrar del todo su
pregnancia. Por desconocimiento o facilismo, muchos de sus crticos redujeron la lectura
de su obra al cuerpo ideolgico de este perodo, pasando por alto la evolucin ulterior de
sus puntos de vista y sus hiptesis iniciales.
La construccin de un pensamiento alternativo que comenz a surgir entre las fisuras
de la debacle econmica del noventa, encontr a Holmberg en una posicin distante de
Malthus y de Spencer. El da 28 de julio de 1896 pronunci una conferencia en la
Sociedad Cientfica, en celebracin de su 24 aniversario; su exposicin fue publicada con
el ttulo Pinceladas descriptivas. En ella hizo mencin de varias cuestiones que lo
preocupaban. Haca ms de veinte aos que realizaba sus observaciones cientficas con el
fin de servir los intereses del progreso, pero sobre el fin de siglo, haba percibido algo que
pareca perturbar el futuro: la falta de visin de los gobernantes de turno, o la practicidad
de corto alcance que motivaba sus polticas. Su apoyo radical a los dictados
carga conceptual de barbarismo, nmades salvajes y desierto con el fin de justificar la apropiacin de
tierras y la matanza de quienes insistan en permanecer al margen de los intereses de la Nacin. Ver
Navarro Floria, Pedro. Continuidad y fin de las polticas de trato pacfico hacia los pueblos indgenas de la
Pampa y la Patagonia (1853-1879). en Anuario de Tandil, IEHS, N 19, 2004.
Hugo Biagini en el captulo Vsperas de la conquista del desierto de su obra La generacin del
ochenta, realiza tambin una nutrida enumeracin de voces que en su momento se opusieron a la racionalidad
cuantitativa imperante. Rescata los textos de Francisco de Bilbao, La Amrica en peligro (1862) y El
evangelio americano (1864). Desde una vertiente doctrinaria diferente cita a Jos Manuel de Estrada quien
analiza la condicin indgena en su Curso sobre Derecho Institucional. En la Revista de Buenos Aires,
Vicente Gil Quesada escribi una serie de artculos, 1864-1865 donde propone, al igual que Estrada, una
integracin cvico-religiosa del mundo indgena. Biagini concluye con el trabajo del historiador francoargentino Emilio Daireux -publicado en la Revue de Deux Mondes, traducido en 1877 por los Anales de la
Sociedad Cientfica Argentina- quien desde un punto de vista similar al de Francisco Pascasio Moreno, en
Apuntes sobre las tierras patagnicas, tambin publicado en Anales de la Sociedad Cientfica Argentina
(1878) y Viaje a la Patagonia Austral, diario La nacin (1879), sostiene la necesidad de reconocer la
cultura de estos pueblos calificados como brbaros. Como se puede constatar la resistencia a la
conquista no fue mezquina y se llev adelante desde diferentes concepciones ideolgicas.
303
Carlos Alberto Darwin. Op. Cit., pg. 134.

177

modernizadores se fue flexibilizando. Quizs en su anlisis de naturalista haba


equivocado parcialmente el diagnstico, o se podra pensar que haba jerarquizado mal las
causas de los conflictos, pero en definitiva haba acertado con su pronstico. En el pasaje
que citaremos, Holmberg vuelve a poner en el centro de la discusin el problema de la
insercin del otro, alejado del purismo enmascarado por la teora de la evolucin, como
posible contribucin al mejoramiento de la raza.
La estructura de Pinceladas Descriptivas es sencilla: desde la experiencia que le ha
otorgado su trabajo de campo, reconstruye con la palabra los sitios ms alejados y
desconocidos de la Argentina y perfila, a travs de una fuerte expresividad en el tono y las
imgenes, su naturaleza y sus habitantes. Comienza por el extremo sur:
...Cuando en el andar de los aos estudiemos las condiciones tnicas
del mestizaje en el pueblo que cobija la bandera azul y blanca habr
sauces suficientes en las orillas de nuestros ros babilnicos para
suspender en ellos harpas y lgrimas de arrepentimiento, por haber
olvidado una de nuestras primeras fuentes de prosperidad y riqueza; no
por el oro del Cabo de las Vrgenes, no por los diamantes y rubes del
Chubut y del Gallegos, sino por la indiferencia con que contemplamos la
extincin de una raza de granito, matriz olvidada en el tumulto de un
progreso sin direccin y sin ojos. 304

Se puede conjeturar que ante la posible prdida de una etnia, haya pesado ms su
condicin de naturalista que su humanismo occidental; la pulsin por conservar un objeto
de estudio o una reliquia cientfica tampoco deberan descartarse como hiptesis. Lo que
extiende esta crtica ms all de la formacin cientfico-naturalista que profesaba
Holmberg, se puede encontrar en las lneas finales de la cita, una preocupacin, antes
ausente, por la ligereza con que actuaban la modernizacin y el progreso al condenar a la
desaparicin ciertas razas que adems constituan un tesoro tnico irrecuperable.
Cuando en el andar de los aos estudiemos las condiciones del mestizaje sostiene
Holmberg, percibiremos la prdida irreparable de un componente, no ya afeminado, dbil
o perezoso como sostendra Sarmiento a travs de Agassiz; agotado y falto de
resistencia como crea Joaqun V. Gonzlez, sino que faltar a la Nacin la contribucin
hereditaria (gentica) de una raza de granito, referencia a los Onas, en esta oportunidad.
Retomando las intenciones puestas de manifiesto en Pinceladas descriptivas,
podemos decir que no se equivoc en casi nada. No mucho tiempo despus de escrito su
texto, los Yahganes, los Onas, los Alakaluf de Tierra del Fuego se extinguieron o

304

Pinceladas descriptivas, Filigranas de cera y otros textos. Op. Cit., pg. 195.

178

disminuyeron considerablemente, y junto con ellos se perdieron tambin sus usos


lingsticos. Este aspecto del lenguaje preocupaba a Holmberg, como se puede constatar en
el cuidadoso trato arqueolgico que practic con el mapudungun, idioma mapuche, en Lin
Call.305 No fue la lucha por sobrevivir ante las malas condiciones de vida lo que
extermin a estas etnias (era probada su resistencia al medio natural) sino la falta de una
presencia del Estado que los protegiera. Los balleneros americanos, los pastores ingleses
que ocuparon las costas y el territorio, y las enfermedades que estos importaron,
desencadenaron contactos y agresiones que no tuvieron respuestas acorde con la
preservacin de los pueblos originarios del lugar. El tumulto de un progreso sin direccin
y sin ojos hizo el resto.
El concepto de mestizaje, entonces, como un medio de mejoramiento de la poblacin y
no de su debilitamiento, comenz a gestarse como una hiptesis desde Pinceladas
descriptivas, para luego transformarse en el tema central de su ltima obra publicada en
vida, Lin Call. Por otra parte, como puede apreciarse en el pasaje citado, su autor utiliz
en un ensayo de divulgacin cientfica un uso retrico del lenguaje literario. Holmberg
justifica su decisin esttica recurriendo a la figura de otro estudioso de las ciencias
naturales, Humboldt, quien segn l ha sabido contemplar la naturaleza con el rigor
cientfico de un Newton y la ha pintado con el sentimiento potico de un Byron. A esta
altura de su carrera postula la cruza o maridaje en todos los planos; en La bolsa de
huesos, relato escrito tambin durante 1896, el vuelco ideolgico que tiene lugar en
Pinceladas descriptivas aparece simblicamente en el travestismo de Clara, su
protagonista, quien transformada en Antonio Lapas asesina uno a uno a quienes fueron sus
compaeros de estudio y de vida. La influencia de la potica decadente proveniente de
Europa y su acercamiento a Rubn Daro, quien ese mismo ao public Los Raros y
Prosas Profanas, contribuy a flexibilizar la lgica spenceriana que hasta entonces haba
dominado su pensamiento. De todos modos, la necesidad de abrir una brecha en la
racionalidad burguesa ya se haba manifestado en sus primeros escritos de ficcin. La

305

La fuerte presencia fnica del idioma mapuche, su riqueza en imgenes visuales y, dentro de su simpleza
estructural, su potica manera de recuperar la relacin del hombre con la naturaleza, reemplazan la necesidad
de ejercitar la invencin retrica para lograr la extraeza que persiguieron los romnticos primero y
continuaron los modernistas despus. El lector de Lin Call se podra preguntar si el uso del mapudungun
que hace el autor responde a una pulsin potica o a la intencin de rescatar el idioma, trabajo, que por otra
parte, algunos cientficos ya venan realizando. A juzgar por el detallado glosario a modo de diccionario que
contiene el texto y a las explicaciones paradigmtico / comparativas sobre los distintos usos que los
indgenas daban a su lengua, segn el lugar o la ocasin en que la hablasen, como as tambin, debido a la
continua presencia de especulaciones sobre sus posibles leyes gramaticales, la motivacin o recuperacin
lingstica se encontrara casi en un mismo grado de importancia que la iniciativa potica.

179

irrupcin de mundos diferentes que conmueven y desbaratan la convencin legitimada


sobre la realidad haba dado lugar, en 1876, a El ruiseor y el artista y La pipa de
Hoffmann.

1.3 Ciencia y Humanismo.


Existieron, adems, otras causas por las cuales Holmberg incorpor una mirada
diferente en relacin con la problemtica del otro. En primer lugar, a fines del siglo XIX,
los cientficos naturalistas elaboraron una lectura alternativa a la simplificacin
evolucionista vigente, lectura que poco a poco fue ganando consenso; en segundo lugar, la
apertura cientfica-historiogrfica que provena de Chile, pas que estudi con mayor
dedicacin la problemtica instaurada en la frontera, y que Holmberg conoci a travs de
mbitos de divulgacin como congresos y encuentros dedicados al tema.
El material lingstico y antropolgico que contiene Lin Call procede en gran medida
de estudios realizados sobre textos de cientficos chilenos como Toribio Medina y Toms
Guevara. Tendremos que acudir siempre para el mejor conocimiento de las razas ms
australes a las fuentes trasandinas [...]

306

El marco ideolgico de estos autores, adems, estaba dado por los principios que
sostena parte importante de la intelectualidad trasandina, como por ejemplo

Jos

Victoriano Lastarria y Horacio Lara. Lastarria en sus Estudios Histricos investiga la


genealoga de la identidad chilena. Su mirada recorre los trescientos aos de la colonia
espaola en Chile y deriva del asentamiento temporal y territorial de los espaoles no
pocos componentes de la subjetividad dominante en el pas trasandino, pero no deja de
lado los componentes araucanos, que segn l, tambin contribuyeron fuertemente a su
formacin. Dice Lastarria al respecto:
[...] al considerar nuestro carcter nacional hemos de reconocer como
elementos influyentes en l tantos las costumbres, i con ellas las leyes i
preocupaciones de los conquistadores, cuanto las del pueblo indgena,
en la inteligencia de que la mayora de nuestra nacin se compone de la
casta mista que deriva su existencia de la unin de aquellas dos fuentes
originarias [...]
[...] observemos al araucano, infatigable viajero, ciego
amante de su independencia, veamos su carcter soberbio,
independiente, valeroso, inconstante, disimulado, irritable, poco jovial i
siempre taciturno; preguntmonos si jeneralmente hablando no se
descubren estos mismos rasgos en todo nuestro pueblo i particularmente
306

Holmberg, Eduardo. Lin Call. Buenos Aires: Talleres Grficos J. L. Rosso, 1910, pg. 354.

180

en el mestizo. Atendamos por otra parte a la influencia del sistema


colonial i al conocido carcter espaol, i encontraremos un medio
lgico de explicar en nuestra sociedad el fanatismo, la intolerancia, el
disimulo, o ms bien la hipocresa con que se encubren las emociones
ms tiernas del corazn y las opiniones ms justas i legtimas por
temores quimricos; esplicaremos finalmente esa lealtad y nobleza de
espritu, esa cordial fraternidad, ese entusiasta amor a la patria, esa feliz
docilidad sin abatimiento que siempre han caracterizado nuestra
nacionalidad. 307

Como no poda ser de otro modo, Sarmiento, asentado en esa poca en Chile y amigo
personal de Lastarria, cuando tiene que resear su trabajo Investigaciones filosficas
sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los espaoles en Chile
expresa su desacuerdo.308 Sobre la herencia espaola, la compatibilidad de puntos de vista
supera las disidencias, pero no deja de sealar como idealizante la caracterizacin del
pueblo araucano que hace el autor chileno, aceptable, segn su parecer, antes de la
Independencia porque se justificaba que agitaran esos valores con el fin de diferenciarse de
los colonizadores, a los que se estaba combatiendo (a la vez que sumaban a las fuerzas
indgenas en esa lucha) pero una vez lograda la independencia no haba que insistir en lo
que haba sido nada ms que un recurso nacido de la literatura.309
En 1883, en su ensayo Conflictos y Armonas de las razas en Amrica, Sarmiento
retoma la polmica en contra de la reivindicacin de los araucanos como padres de la
Patria. Conocedor de la potencialidad que concentra una obra literaria cuando se trata de
construir un imaginario social, Sarmiento comienza su ataque con La Araucana de Ercilla,
texto que, por otra parte, mantiene una fuerte presencia en Lin Calel, extenso poema
pico, que tambin aborda el conflicto tnico. Por una confusin quijotesca, segn
Sarmiento, los reyes de Espaa tomaron como realidad las virtudes morales y guerreras
que Ercilla les haba atribuido a los araucanos, y detuvieron la conquista permitindoles
que se constituyeran en estado dentro del territorio chileno, error que continuaron quienes
lucharon por la Independencia de Chile, atribuyendoles resolucin, firmeza y
conocimientos en el arte de la guerra como herencia. Ya desde los tiempos de la
conquista, Ercilla haba dejado el padrn estereotipado.

310

A la visin idealizada de

307

Lastarria, Jos Victoriano, Investigaciones filosficas sobre la influencia de la conquista, en Obras


Completas, Santiago: Imprenta Barcelona, 1909, pgs. 125-126.
308
Vase: Fernndez Bravo, lvaro. Las fronteras del presente. Literatura y frontera. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1999.
309
Sarmiento, Domingo Faustino, Artculos crticos y literarios, en Obras Completas. Buenos Aires:
Imprenta y Litografa Mariano Moreno, 1900.
310
Sarmiento, Domingo Faustino. Conflicto y armonas de las razas en Amrica, en Obras Completas,
Buenos Aires: Imprenta y Litografa Mariano Moreno, 1900, pg. 61.

181

Ercilla, Sarmiento opone en el mismo texto la valoracin del accionar argentino: Harto
conocimos Calfucur, Catriel, Manuel Grande, y tantos otros jefes araucanos, el
terror de nuestras fronteras, hasta que una vez por todas se resolvieron nuestros
generales y gobernantes destruirlos.

311

La creencia de la voluntad guerrera en defensa del territorio y su cultura era para el


sanjuanino slo un principio imaginario que deba comenzar y terminar en la ficcin. l
haba contribuido a formar una versin completamente diferente del desierto y sus
habitantes y no estaba dispuesto a complejizar la organizacin dual (civilizacin y
barbarie) con la cual, desde un comienzo, haba descripto el mundo americano.

En 1882 se public en Santiago Los aborgenes de Chile,

312

de Jos Toribio Medina;

esta obra, segn palabras de Holmberg, sirvi como fuente para la escritura de su texto
pico; no es extrao que as lo fuera porque los estudios all realizados fueron producto de
una mentalidad y de una metodologa cientficas. Los paradigmas cognoscitivos, que
varan segn el tema tratado, corresponden a distintas ciencias: la arqueologa, la geologa,
la paleontologa, la frenologa y la lingstica dan sustento a las hiptesis que Toribio
Medina elabora acerca del mundo araucano. Incluso, cuando debe justificar ciertas
aseveraciones, cita como autoridad al clrigo Cristbal Molina (el mismo que Sarmiento
refuta en Conflictos y Armonas de las razas en Amrica) como as tambin, en ms de una
oportunidad, a La araucana de Ercilla. Toribio Medina intenta, en su trabajo, adems de
presentar los resultados de sus investigaciones, solucionar los vacos historiogrficos que
las voces oficiales se haban preocupado de alimentar con el fin de silenciar, de este modo,
el ejercicio de la violencia y el desconocimiento de los derechos que tericamente les eran
otorgados a los pobladores de la campaa. 313
Otro texto de la poca que no pas desadvertido para Holmberg fue Crnica de la
Araucana

de

Horacio

Lara,

publicado

en

1889,

consecuente

ideolgica

metodolgicamente con el escrito de Toribio Medina; Lara es uno de los primeros en


reconocer el derecho a hablar de los desclasados. En Crnica de la Araucana hace una
defensa del plan de conquista de las tierras araucanas por parte del gobierno chileno,
proceso que comprende un largo perodo que va desde 1861 a 1883. Para esto analiza,
311

Ibd., pg. 60.


Medina, Jos Toribio. Los aborgenes de Chile. Santiago: Gutenberg, 1882.
313
En Del antiindigenismo al proindigenismo en Chile en el siglo XIX, Del discurso colonial al
proindigenismo, (Temuco: Ed. UFRO, 1998), Jorge Pinto Rodrguez estudia las estrategias historiogrficas
que el establishment chileno utiliz para enmascarar o tergiversar algunos aspectos que contradecan, en los
hechos, el proyecto oficial para la pacificacin de la Araucana.
312

182

entre otras cosas, la discusin que se dio en el Congreso chileno cuando el coronel
Cornelio Saavedra y el Ministro de Guerra Errzuriz solicitaron un incremento de
presupuesto y de hombres, para continuar con la anexin de territorios en manos de los
aborgenes. Lara pasa revista a los distintos puntos de vista de los legisladores y ensaya
una defensa del proyecto reproduciendo la versin oficial: la conquista hecha a la
barbarie...fue realizada por medio de la civilizacin, seguridad de paz y justicia,
tratamiento suave y benigno. Las tribus no abandonaron los lugares que ocuparon las
tropas; poco a poco se fueron acostumbrando al trato de la vida civilizada. Enemigo de la
guerra a sangre y fuego (Cornelio Saavedra). Se fij una conducta invariable: reducirlos
por medio de sugestiones amigables combinadas con el sistema de la paz armada que
vigila y prev.

314

La estrategia del estado chileno es similar a la propuesta por Jos

Mrmol al Congreso Nacional, durante la presidencia de Mitre.

Hasta all la retrica discursiva. Las condiciones de conquista, como se podr prever,
no resultaron exactamente como se las describieron sino que tambin existi la
expropiacin y la reduccin de los indgenas por medio de la violencia sistemtica. Sobre
el final del trabajo, Lara retoma la iniciativa de Toribio Medina e incorpora la voz
indgena para contraponer por medio de testimonios directos, su propia versin de los
hechos. La colonizacin y reduccin de los naturales de Amrica se haba aplicado sobre
diferentes campos de su organizacin y cultura: el espacio, la economa, la sexualidad, los
ritos y costumbres y tambin la palabra. Los indgenas no tenan voz. Su discurso directo
apareca en escasos documentos de la cultura letrada. Se lo utilizaba en forma de
testimonios en el curso de un litigio judicial, frecuentemente tergiversado por quien
reproduca o haca reproducir sus palabras (los indgenas carecan de poder de control
sobre la escritura y su difusin), casi siempre argumentando contra sus propios intereses.
En la historiografa oficial, hasta fines del siglo XIX, el silenciamiento fue una constante
que Lara contribuy a romper.
Toms Guevara contina la operatoria de sus antecesores; estimula a los mapuches
para que cuenten su historia. Esta metodologa de trabajo que corrigi el punto de vista
tradicional del campo de estudio, como as tambin el modo de reproduccin textual de la
informacin, no puede desconocerse como un marco estructural para Holmberg. Si bien el
contrapunto dialctico es una constante en su obra literaria, la decisin de adoptar el

314

Lara, Horacio. Crnica de la Araucana. Santiago: Imprenta del Progreso, 1889, pgs. 368-370.

183

procedimiento dialgico en Lin Call, donde los personajes argumentan a travs del
discurso directo para dar a conocer sus posturas ideolgicas, no es tan slo una opcin
formal influenciada por la pica tradicional, sino tambin una filiacin en la corriente
histrica trasandina. En el Canto I de Lin Call, su autor dispuso el discurso blico contra
los blancos de manera fragmentaria, en breves sintagmas. En casi todos los casos, las
menciones corresponden a actos perlocutivos que intentan inflamar el nimo guerrero
contra el enemigo. En el Canto II, el Viatum se convierte en una exposicin de diversas
lenguas y posturas ideolgicas. Calf Ketral, quien debido a su edad y sabidura es
escuchado y respetado por todos, se remonta al pasado heroico de Colo Colo, Lautaro y
Caupolicn (protagonistas de la gesta de Ercilla) para resear las mentiras y crueldades
con que los blancos redujeron a los aborgenes. Dirige sus palabras contra dos elementos
emblemticos de la conquista espaola: la cruz y la espada. Dos enemigos nos persiguen
siempre /[...]/ la cruz llevando en la siniestra mano, / pendiente al cinto la filosa espada,/
stos matando el cuerpo de los indios,/ y aquellos humillndoles el alma.

315

Cuando habla el representante tehuelche, Holmberg utiliza palabras de la lengua


tzneka y de la lengua yagn. El joven coloca en la olla votiva el pico de un firfil, pjaro
de Tierra del Fuego que abre las cerradas ostras con el insistente golpeteo de su pico
afilado, actitud que es comparada con la de los blancos. Dice el cacique que todava su
gente no ha sufrido los embates del blanco porque no han descubierto oro en sus tierras,
pero muy bien sabe que igual, por puro ejercicio de su crueldad, macularn con sangre
sus toldos [...] matando nios, viejos, y en su saa, / arrancando los senos de las
madres los prvulos que en ellos amamantan.

316

El Canto VII contina la saga iniciada en La Araucana, retomada luego por Lucio
Mansilla en Una excursin a los indios Ranqueles, donde Mariano Rosas defiende el
gobierno de los indios frente a la civilizacin que lo interpela.
Lin Call

317

y Reukenm, personajes femenino y masculino respectivamente,

argumentan durante un extenso dilogo sistemas de ideas diferentes. La polmica le sirve a


Holmberg para introducir el punto de vista de los blancos, hasta el momento ausente,
315

Lin Call, pg. 46.


Ibd., pg. 47.
317
Lin Call no es un nombre elegido al azar, encarna una parte de las ideas que se encuentran en lucha.
Para su creacin, Holmberg puso en prctica una de las pocas licencias que se tom en el uso del
mapudungun. Su traduccin de Lin Call es Carne Blanca, aunque para ello recurre a la mediacin de la
fontica del griego. Lin para los mapuches es cueva, lig es blanca. Holmberg lo que hace es aplicar la regla
de eufona griega que transforma la g antes de k en n. Por lo tanto el nombre sera
espaolizado
a travs de una operacin fnica como Lin Call.
316

184

enmascarado en la inocencia de Lin Call. Reukenm, artfice de una estrategia discursiva


araucana por su concepcin formal, desarrolla una larga exposicin sealando como origen
del mal que los divide, el desembarco del blanco en sus tierras. Sostiene que los invasores
con su palabra insinuante convirtieron al indio libre en esclavo misrrimo. La
bondad de su Dios es adems un artificio para imponer la ley del ltigo.
[] degellan ancianos, / roban mujeres, y marcan los nios / de los
que harn sus humildes esclavos. / La sangre brota del cuerpo cautivo /
bajo el azote del Huinca inhumano, / y si en la lucha tom un prisionero,
/ le troncha el cuello, le corta las manos, / si no es que inventa tormentos
terribles: / Caupolicn, por ejemplo, empalado! 318

De este modo, el capitanejo Reukenm expone las causas que justifican las
expediciones contra los poblados cristianos. Su postura slo es desbordada cuando Lin
Call le responde con argumentos que pertenecen no al orden de la razn, sino al de los
sentimientos y la religiosidad de sus ancestros. Reukenm es inducido a evocar imgenes
sangrientas de la guerra y toma conciencia de la fiera que ha llevado dentro tanto
tiempo.

319

Lin Call, a travs de sus palabras, ha inoculado en l los sentimientos

cristianos del mal y de la culpa, de los cuales hasta ese momento haba permanecido libre.
Se siente transfigurado en su dolor supremo. El hroe se transforma en un personaje
romntico, invadido por valores que le resultan ajenos y lo sumen en un estado de tristeza
y escepticismo. Colonizado por pensamientos extraos, llega a considerar que para l ya no
existen posibilidades de una vida digna. Cuando se encuentra al lmite de la locura, apela a
una categora superadora, propia de fines de siglo XIX: la voluntad. De este modo,

318

Lin Call, pg. 144.


En el canto VIII, la descripcin del desierto funciona como marco del abismo romntico que atormenta a
Reukenm despus de haber tomado conciencia de las crueldades en las que caen los hombres debido al odio.
Este pasaje establece una divisin clara entre el mundo exterior y el mundo interior del personaje. Holmberg
rompe la causalidad determinista que propona Sarmiento entre el medio y sus embrutecidos habitantes. Para
la mirada de un naturalista, el desierto es la tierra prometida. Mientras el indgena es desbordado por un
desequilibrio psquico, consecuencia de la lucha tico-sentimental que experimenta, a su alrededor la
naturaleza se desenvuelve armnicamente.
Tampoco tiene lugar el recurso iniciado por Echeverra de presentar al desierto como proyeccin de la
subjetividad romntica. Por el contrario, la voz potica, en el texto de Holmberg, se constituye a travs del
contacto con el orden natural. El narrador acompaa a los personajes de cerca cuando atraviesan la Pampa.
Su minuciosidad explicativa lo compromete como un conocedor directo de lo que est contando. En el canto
IX, la nica vez en todo el texto, se despeja la situacin de enunciacin y, debido al uso apelativo de la
segunda persona, podemos inferir la cercana fsica, afectiva, del sujeto de la enunciacin con relacin al
desierto: Mira tu alrededor, mira al acaso, / Naturaleza en todas partes habla, / y el pato, el cisne, la
bandurria, seres / sin ms voz que graznido, sin palabra, / del esfuerzo comn el beneficio / reciben todos si
el objeto alcanzan; (Lin Call. Op. Cit., pgs. 163-164) El desierto es un ejemplo de vida en comunidad
que el hombre debe imitar y no un agente de la barbarie. En un giro cmplice, el lector es incluido en la
observacin de campo e interpelado ideolgicamente.
319

185

rompe la inmovilidad en la que se ve envuelto por sentimientos y principios que lo


oprimen y retoma la lucha, segn sus propias palabras.
El final de la obra, donde la muerte acosa a los protagonistas y se intensifica tambin
el deseo, est construido sobre dos imgenes tutelares, el pnon choyque, la huella del
and que configura un cruce de lneas, y la Cruz del Sur, smbolos de la predestinacin a
la que se encuentra ligado de manera irrenunciable el origen del nuevo pueblo. La unin
amorosa entre Lin Call (piel blanca, heredera de una cautiva) y Reukemn fragua el
mestizaje de la futura descendencia.
Cuando Holmberg escriba su obra pica, el imaginario dominante que haba aprobado
las decisiones polticas de Avellaneda y Roca sumaba nuevos representantes. En 1904, se
edit El imperio jesutico de Leopoldo Lugones, texto donde el autor reflexiona acerca del
vano esfuerzo de los jesuitas por civilizar a quienes estn condenados por una ley superior.
En esos choques de razas hay fatalidades crueles, pero superiores a la
voluntad humana... Si el exterminio de los indios resulta provechoso a la
raza blanca, ya es bueno para sta, y si la humanidad se beneficia con su
triunfo, el acto tiene tambin de su parte a la justicia, cuya base est en
el predominio del inters colectivo sobre el parcial. 320

Dos aos despus, Jos Ingenieros en La evolucin sociolgica argentina (1906), no se


distancia demasiado de la posicin de Lugones:
La cuestin de las razas es absurda cuando se plantea entre pueblos
que son ramas diversas de la misma raza blanca; pero es fundamental
frente a ciertas razas de color absolutamente inferiores e inadaptables.
En los pases templados, habitables por las razas blancas, su proteccin
slo es admisible para asegurarles una extincin dulce; a menos que
responda a inclinaciones filantrpicas semejantes a las que inspiran a
las sociedades de animales. 321

En 1910, ao del centenario del nacimiento de la patria y de la publicacin de Lin Call,


Joaqun V. Gonzlez, en su obra EL juicio del siglo sigue la lnea de pensamiento de
Sarmiento, Lugones e Ingenieros. Gonzlez, al igual que sus predecesores, considera que el
tipo tnico argentino evoluciona camino del blanco europeo, con todos los atributos
favorables que supone esta condicin, una vez que depure la sangre de los elementos de
degeneracin o corrupcin que significan debilidad, agotamiento, extincin y en otro
orden ineptitud y falta de resistencia para el trabajo creador y reproductivo.
320

Lugones, Leopoldo. El imperio jesutico. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981, pg. 235.
Jos Ingenieros, Socialismo y legislacin del trabajo, en Obras Completas, Vol.8, Sociologa Argentina
(1918) Buenos Aires: Elmer Editor, 1957, pg. 184.
321

186

Adolfo Prieto, en su libro La literatura autobiogrfica argentina, compara el


tratamiento que Joaqun V. Gonzlez otorga a este tema tanto en Mis montaas como en
El juicio del siglo, y afirma que su diagnstico optimista respecto de la raza nacional, est
sustentado justamente en la eliminacin del negro y el indio, con la correspondiente
desaparicin del mestizaje de ambas razas inferiores. 322
Resulta evidente que durante esos aos se haba construido un doble frente sobre el
tema del encuentro o enfrentamiento de las etnias. Por un lado, en Argentina, encontramos
la postura asociada con los nuevos pensadores, algunos de ellos socilogos como
Ingenieros o inclinados a serlo como Sarmiento, cultores de las ciencias humansticas
como Lugones y Joaqun V. Gonzlez, y por otro, una corriente de pensamiento originada
en el campo de las ciencias naturales, que en principio fue importante en Chile, pero que
despus tuvo desarrollo en Argentina. Ejemplo de ello es Roberto Lehmann-Nitsche. Este
cientfico se dedic al estudio de las distintas etnias del sur del pas e hizo un notable
trabajo de recuperacin de las lenguas perdidas o en vas de extincin del grupo lingstico
Tshon y del grupo Alakaluf.

323

En 1910, durante el Congreso Cientfico Internacional

Americano de Buenos Aires, Lehmann-Nitsche sostiene:


La manera de encarar el problema indgena del pas ha llamado
especialmente la atencin de personas que han observado el mismo
asunto en otras tierras donde se presenta en condiciones anlogas; y
forzosamente, se llega a comparar los mtodos que se han seguido para
resolver la cuestin algo complicada por cierto, pues en ella no se
manejan objetos inanimados ni representantes del reino vegetal o
animal; entra en juego el hombre mismo... opinaron las clases dirigentes
(de Estados Unidos) que los indgenas corresponden anlogos
derechos de humanidad como a los invasores blancos y que no deben ser
tratados como esclavos ni ser extinguidos por la fuerza 324

El contexto de emergencia de Lin Call se haba modificado en el momento de su


publicacin, y su autor, que inici la obra en 1885, bajo la impronta del darwinismo social,
la concluy cuando la ciencia, al menos, haba comenzado un proceso de reconocimiento y
reivindicacin del otro como cultura. El enfrentamiento de los discursos antagnicos
tena plena vigencia en el momento de la aparicin del poema pico. De cualquier manera,
322

Citado por: Prieto, Adolfo. La literatura autobiogrfica argentina. Buenos Aires: CEAL, 1982, pgs. 181187.
323
Lehmann-Nitsche, Roberto, El grupo lingstico Tshon de los territorios magallnicos, en Revista del
Museo de La Plata. La Plata: Tomo XXII (Segunda serie, Tomo IX), pginas 217-276. 1914.
---El grupo lingstico Alakaluf, en Revista del Museo de La Plata. La Plata:
Tomo XXV (Tercera Serie, Tomo I), pginas 15-61, 1918.
324
Lehmann-Nitsche, Roberto. El grupo lingstico Tshon de los territorios magallnicos, en Revista del
Museo de La Plata. La Plata: Tomo XXII (Segunda serie, Tomo IX), 1914, pgs. 217-276.

187

el objetivo fundacional de la obra publicada en el primer Centenario de la patria es


determinante: la futura identidad nacional se asociar con la cruza o el mestizaje entre
blancos e indgenas.
Una lectura que podra explicar el proceso ideolgico que protagoniz Holmberg se
relaciona con una revisin de la episteme darwinista, segn la cual el principio que domina
la arena donde se dirime el choque de razas es la adaptacin evolutiva y no la filosofa de
la exclusin, que haban sostenido Spencer y Malthus, concepcin derivada de sus
argumentaciones generales, planteada como hiptesis inicial de nuestro trabajo. De este
modo, el mestizaje significara una etapa superadora del tipo original. Quiz la explicacin
sobre la mutabilidad ideolgica de su pensamiento, la podamos encontrar en su texto de
ficcin El tipo ms original. All se presenta como un modelo errneo de cientfico a quien
no cede a las variaciones de s mismo, a quien permanece cristalizado en su versin
primera. Burbullus, el protagonista de El tipo ms original, no acepta la mutacin y la
reproduccin de su ciencia, condenndola a una entropa que deviene inexorablemente en
desaparicin. La metfora del mal cientfico, quien sufre el costo del ridculo a lo largo
del texto, tiene su correlato en la propia vida del autor. El tipo original, el Holmberg de
1882, acepta la variacin de su teora evolucionista y es as como lo encontramos a
comienzos del siglo veinte, en un estadio diferente al de algunos de sus contemporneos.

1.4 Ex cursus: Lin Call, dos versiones contrapuestas. El poema original


de Eduardo Holmberg y el guin operstico de Vctor Mercante. 325
a. Ficha Tcnica de la pera. 326
Segn los estudios de la musicloga Malena Kuss la partitura para piano y canto fue
autografiada y fechada por el compositor el 18 de noviembre de 1939 y la partitura
orquestal, cuyo manuscrito se encuentra depositado en el Archivo Musical del Teatro
Coln de Buenos Aires fue fechada y autografiada por Arnaldo DEspsito en agosto de
1940.

325

Consultamos para el estudio de la pera un Canto y Piano, copia del original escrito y corregido por
Arnaldo D Espsito (su compositor musical), y la partitura para canto y orquesta tambin de D Espsito. El
primer texto fue facilitado por Archivos Musicales del Teatro Argentino de La Plata y el segundo por
Archivos Musicales del teatro Coln. Tuvimos la oportunidad de presenciar adems la reposicin en el
Teatro Argentino, en junio de 2003.
326
La informacin para componer la Ficha Tcnica fue tomada, en parte, del archivo personal del
Musiclogo Lucio Bruno Videla, de la conferencia dada por Gustavo Otero el 24 de mayo de 2003 en el
Teatro Argentino, como as tambin de la informacin suministrada on line por el Teatro Libertador de
Crdoba.

188

El estreno se produjo en el Teatro Coln el doce de agosto de 1941.


El Elenco estuvo integrado por Isabel Marengo (Lin-Call), Jorge Danton (Tromn-Cur),
Pedro Mirassou (Colikeo), Marcelo Urzar (Auca-Lonco), Sara Csar (Parnop)
ngel Matiello (Kalf-Ketral)
La escenografa fue elaborada por Hctor Basalda, la Direccin escnica la llev
adelante Joseph Gielen y la Coreografa, Margarita Wallmann. El Director de Orquesta fue
Ferruccio Calusio. Se represent en tres oportunidades (12, 13, 15 de agosto).
La obra fue repuesta en la sala del Teatro Coln en las Temporadas de 1943, 1947 y
1954.
El 24 de mayo se estren en el viejo Teatro Argentino de La Plata, cantndose
nuevamente el 8 y el 18 de junio de ese mismo ao. Se represent en las Temporadas de
Verano organizadas por el Teatro Coln en la Sociedad Rural Argentina y en el Parque
Centenario en los aos 1942, 1945, 1946, 1948, 1950, 1952, 1956, 1964.
Luego de las representaciones del verano de 1964 no se registran interpretaciones
completas en ningn teatro de la Repblica. A partir del 11 de octubre de 1996 comenz el
renacimiento de la obra con la interpretacin de sus tres nmeros principales, en el Teatro
Municipal Roma de la Ciudad de Avellaneda, funciones donde tambin se pusieron en
escena fragmentos de peras de otros compositores argentinos. Los tres fragmentos de Lin
Call son el do entre Lin Call y Colikeo No quieres di, una estrella, el Ave Mara de la
protagonista y el aria de Auca-Lonco Lin-Call, que bella eres.
El 13 de junio de 1997 se produce el Estreno Europeo de Lin-Call en la ciudad de
Liepaja (cercana a Riga) en la Repblica de Letonia (en versin de concierto, con los
principales fragmentos orquestales y algunos vocales), en el Teatro del Palacio Juras,
interpretada por el Coro y la Orquesta Sinfnica de Liepaja con la direccin de Fernando
lvarez y los solistas Pedro Alvarez (Auca-Lonco), Daro Volont (Colikeo) y Vera
Cirkovic (Lin-Calel). La pera se ofreci en dos oportunidades (13 y 15 de junio de1997).
Posteriormente se represent en el Teatro Municipal Roma de Avellaneda, en versin
de concierto, los das 26 de septiembre y 1 y 3 de octubre de 1999. Se repuso en el Teatro
Argentino el da 31 de abril de 2003 y se llev a escena durante todo el mes de junio del
mismo ao. Finalmente, el 25 de junio de 2010 se represent, por ltima vez, en el Teatro
Libertador de la ciudad de Crdoba, acompaada por la Orquesta Sinfnica de Crdoba y
el Coro Polifnico de Crdoba.

b. Una breve acotacin sobre las peras de contenido indigenista.


189

Las peras que toman la temtica de las culturas americanas precolombinas, de los
conflictos entre aborgenes y espaoles, o entre aborgenes y las nuevas identidades
nacionales son numerosas en la Argentina y Latinoamrica.

327

Si bien podramos

considerar que todas estas obras tienen un cierto tinte romntico, tanto en su concepcin
argumental, como en su msica, cada una de ellas presenta un universo esttico e
ideolgico con rasgos propios. 328
Con la excepcin quizs de Siripo (que se basa en un texto de fines del XVIII y
principios del XIX sin modificar la versin legendaria original de Ruy Daz de Guzmn,
las obras indigenistas que suben a escena el conflicto entre blancos y aborgenes, ponen
en el lugar de la vctima a los representantes de las culturas originarias. Las injusticias del
sistema son reproducidas dramticamente desde una perspectiva reivindicatoria de
quienes resultaron diezmados cultural y demogrficamente. Esta postura adquiere un
relieve significativo en las peras Tabar y El Oro del Inca, donde el motivo de la traicin
es el principal instrumento de conquista por parte de los espaoles.
Musicalmente hablando, son obras de estructura y concepcin europeas (recordemos
que en la Amrica precolombina no exista el gnero pera). Lo propio de la cultura de
la tierra est dado a travs de la utilizacin de ritmos especficos o estilizacin de especies
lricas y coreogrficas, concepciones tonales (como la pentatona) e inclusin de
327

Aunque esta enumeracin no es completa (el material correspondiente resulta de difcil acceso o
directamente se encuentra perdido) puede transmitir un idea respecto de la cantidad de obras de contenido
indigenista producidas.
- Chaquira Lieu: Texto de Rafael Barreda. Msica de Miguel Rojas. 1879
- Yupanki: Libreto de Enrique Larreta. Msica de Arturo Berutti. 1899
- Atahualpa: Libreto y msica: Ferruccio Cattelani. 1900
- Huemac: Libro Edmundo Montagne. Msica Pascual De Rogatis. 1916
- Tabar: Poema original: Zorrilla de San Martn, dramatizado por J. Servetti Reeves. Msica de
Afredo Schiuma. 1925
- Ollantay: Libro de Vctor Mercante. Msica: Constantino Gaito. 1926
- Corimayo: Libro de Luis Pascarella. Msica de Enrique Casella. 1926
- La leyenda del uruta: libro de Jos Oliva Nogueira. Msica de Gilardo Gilardi. 1932
- La novia del hereje: sobre la novela de V. Fidel Lpez. Dramatizacin de Toms Allende Iragorri. Msica de
Pascual De Rogatis. 1935
- Siripo: Libro: Lavardn. Dramatizado por L. Bayn Herrera. Msica de Felipe Boero. 1937
- Las Vrgenes del Sol: Libro: Ataliva Herrera. Msica: Enrique Mario Casella. 1927
- Las Vrgenes del Sol: Libro: dem. Msica: Alfredo Schiuma. 1939
- Chasca: Libro y msica de Enrique Casella.1939
- El Embrujo de la Copla: Libro de Rubn Olivera. Msica: Enrique Casella. 1935
- La Vidala: Libro: Alberto Crdoba Alais. Msica: Enrique Casella. 1942 (Premio Nacional de Msica)
- Lin Call: Libro: V. Mercante (sobre poema de Holmberg). Msica: Arnaldo DEspsito. 1941
- El Oro del Inca: Libreto y msica: Hctor Iglesias Villoud. 1953
328
La informacin sobre las peras indigenistas, tanto a nivel argumental como musical, nos fue
proporcionada por el especialista en la materia Profesor Lucio Bruno Videla.

190

instrumentos especficos (quena, erke, etc.). En algn caso, como la pera Chasca, la
concepcin pasa por otra variable, como la yuxtaposicin y superposicin, y un tiempo
dramtico diferente al europeo.
En Tabar y Las vrgenes del Sol, se plantea como idea central el reconocimiento del
mestizaje, tal como ocurre en el texto original de Lin Call escrito por Eduardo Holmberg,
que Vctor Mercante desplaz a un segundo plano. Este punto de vista sobre la cuestin
indgena result producto de las nuevas concepciones humansticas y artsticas que
comenzaban a operar ideolgicamente a principios de siglo XX. En La novia del Hereje, se
pueden apreciar las divergencias y convergencias socio-polticas de la Lima virreinal
mediante la intervencin dramtica de sus diversas culturas: hispana, sajona, afroamericana
e indgena. Se da en ella lo que la crtica actual entiende por multiculturalismo.
En cuanto al aspecto musical, en el caso de Chasca y Lin Call, la msica tiene rasgos
modernistas, yuxtapuestos con otros lenguajes, de una manera no-sinttica, que es muy
propia de Latinoamrica. Si bien Lin Call es puramente indigenista en cuanto a su
contenido argumental, la msica presenta motivos meldicos de configuracin pentatnica,
aunque lo documental tnico no es el factor predominante en esta composicin. Tambin
se pone en uso el mtodo de las reminiscencias musicales y de meloda coloreada, no
renuncindose a la vocalidad italiana y utilizando mayoritariamente el airoso. La
musicalidad del autor se canaliza, entonces, en un moderado modernismo, sin caer en
movimientos de vanguardia, que signific, por otra parte, su aspiracin de romper con el
espritu y formas imperantes en el medio musical argentino de entonces. 329
329

Arnaldo D Espsito naci y muri en Buenos Aires. Se destac como pianista, compositor y director de
orquesta. Inici sus estudios musicales con Ernesto Drangosch y Miguel Mastrogiovanni. Fue luego discpulo
de Jorge de Lalewicz en piano y de Athos Palma y Floro Ugarte en armona. Su nombre cobr notoriedad a
raz del estreno de Lin Call -obra que nos ocupa- en el teatro Coln. Posteriormente perfeccion sus estudios
de fuga, composicin e instrumentacin con Constantino Gaito, adquiriendo de ese modo una slida y
completa formacin. Ejerci la docencia en el Conservatorio Nacional. Fue maestro interno del Teatro Coln
y director de orquesta de espectculos de Ballet en el mismo teatro. Recibi el Premio Municipal de Msica
de la ciudad de Buenos Aires en 1937, en dos ocasiones el Premio Municipal de pera y Ballet y el Premio
de la Comisin Nacional de Cultura.
Su participacin en la creacin de la pera Lin Call dio continuidad a un arte lrico local que por
entonces iba camino a la desaparicin. Su modalidad expresiva permiti posicionarlo como un continuador e
inclusive renovador de la orientacin indigenista iniciada por Pascual Rogatis. Sus ctedras en el
Conservatorio Nacional y la direccin de orquesta conspiraron contra su renovacin musical e hicieron que la
misma no se consumara acorde a su potencial.
Entre sus obras podemos mencionar: Quinteto para piano y cuerdas en si menor op. 12 (recibi el premio
Municipal de Msica de 1937), tres Preludios y tres Fugas para piano en homenaje a Bach, un cuarteto con
piano, sonata para violn y piano, canciones, msica para piano, tres Ballets: Tango (compuesto en 1933),
Cuento de Abril (estrenado el 21 de junio de 1940 en el Teatro Coln, inspirado en el relato de Ramn del
Valle Incln y representado luego en 1941, 1944 y 1945) y Ajedrez (estrenado el 10 de noviembre de 1950 en
el Teatro Coln y representado luego en 1951, 1954, 1955 y 1967, con argumento de Manuel Serrano Prez).
Humoreske (divertimento para orquesta), un concierto para piano y orquesta (estrenado en el Teatro Coln en

191

c. Lin Call.
c.1 La adaptacin y la recepcin como proceso.
Como planteamos en la primera parte de este trabajo, Lin Call de Eduardo Holmberg
constituye en muchos aspectos una versin diferente sobre la identidad nacional, en
relacin con las concepciones de la Generacin del 80 y sus continuadores ideolgicos de
comienzos del siglo XX. Holmberg no propone una completa teora de las razas pero s una
hiptesis evolutiva respaldada por su formacin como naturalista. La suya es una voz
peculiar dentro del liberalismo. Reivindica en un texto de carcter pico la mezcla tnica y
multicultural de la patria, que otros niegan pero l presume como inevitable. El cruce
sanguneo y cierto nivel de transculturacin ya se venan produciendo desde muchos aos
atrs. La mezcla que para los pensadores aferrados al discurso dominante representaba el
origen del mal, signific para l el fundamento de la futura estirpe argentina.
Trasladar Lin Call, desde su gnero pico original al campo de la pera, supone un
trabajo de adaptacin que exige decisiones no tan slo formales. Quien adapta el guin, en
este caso Vctor Mercante, puede inspirarse con mayor o menor libertad y producir una
obra buena, mediocre o mala, con autonoma total o relativa; lo que nos ocupa es cmo
Mercante lee el texto base, qu cosas modifica de l y por qu, cmo trabaja los personajes
y sus roles, cmo traslada los contenidos, qu significados elide o agrega y por qu.
Mercante, si bien por la determinacin del nuevo formato reduce comprensiblemente
la complejidad y extensin del texto original, trabaja tambin sobre la significacin,
aunque mantiene con bastante fidelidad la lnea argumental. Toma del texto pico la
trama, dejando fuera todo lo que pueda distraer, en trminos significantes, sus objetivos y
modifica algunos datos esenciales de la obra en funcin de adecuarla a su propia
orientacin ideolgica.
Por otra parte, dentro del proceso de adaptacin debemos tener en cuenta el fenmeno
de la recepcin que seguramente no escap al guionista. La experiencia entre quien lee un
texto pico cmodamente sentado en su hogar y quien presencia una obra escnica en un
teatro, con una orquesta tocando en vivo, presenta marcadas diferencias. Un espectculo
como la pera problematiza el universo de la recepcin literaria que ya no se limita a la
1943 por Ferrucio Calusio y ofrecido luego en 1954 y 1967), el poema sinfnico Rapsodia del Tango
(compuesto en 1938), Preludio (Estrenado en el Teatro Coln en 1955). Dej inconclusas una Misa y una
pera en tres actos sobre texto de Lope de Vega.

192

lectura, sino que necesariamente suma el ver, el escuchar y, de algn modo, el interactuar.
Es en este sentido, el de la interaccin, en cuanto proceso que mantiene en actividad
permanente al receptor, donde observamos que, justamente, el espectador de pera no es
un mero vidente, spectator, hombre que ve y escucha, sino que es un dialogante. La
compleja dramatizacin entre accin argumental (secuencias necesariamente fragmentadas
por su articulacin significante con los dems componentes del gnero), canto, msica, y
semitica escnica convoca al espectador a ser partcipe del espectculo; es decir, a
interactuar con l.
El lenguaje literario se resignifica: ya no hablan solamente los personajes picos o el
narrador. La palabra relativiza su valor fundante, en la medida en que otros cdigos exigen
su reconocimiento. Habla el lenguaje operstico

(el movimiento dramtico de los

actores, la puesta en escena, el canon lrico y su estructura escnica, la esttica musical


entramada con los hechos) de manera significativamente novedosa. Si bien cada decisin
esttica responde a un modo de comprender y de representar el mundo desde una
determinada visin, tambin se encuentra condicionada por el gnero.
El guin de Lin Call, por ejemplo, trabaja con la veladura, la elipsis como sistema.
Esta falta paradojalmente estimula el despliegue de la sensibilidad, la emocin y la
racionalidad reflexiva de un espectador, que ya no es un mero receptor sino que es un
participante activo del fenmeno artstico. El espectador de pera necesariamente se
encuentra involucrado por los mecanismos propios que impone la escritura de un guin
como por el contexto teatral (escnico-musical) que lo envuelve. Un receptor dueo de una
competencia operstica desarrollada, con un background cultural idneo al respecto, puede
comprender ms de la obra en cuestin que alguien desconocedor del contexto que
suponen las obras indigenistas, o de la diversidad esttico-musical de la historia de la
pera. El dilogo, en este sentido, resulta enriquecedor porque abre el horizonte
hermenutico y hace que las representaciones se carguen de diferentes significados. La
lnea diacrnica cobra sentido a travs de un dilogo no slo entre obras, msica,
argumentos, problemticas, sino tambin entre cdigos de la historia de la pera.

c.2 El poema original y el guin de Vctor Mercante.


Lin Call est dividida estructuralmente en dos cuadros. El primero de ellos comienza
con una introduccin orquestal que abre la escena inicial. El desarrollo de un Adagio

193

acompaa la aparicin espectral de Auca Lonco. El canto airoso del bartono transmite
un clima siniestro. Su voz eleva una plegaria al Espritu del aire, mientras sus palabras
evocan el reino de la oscuridad. Un Subito Crescendo llena de ira y odio el pecho del
cacique que invoca la muerte con vigor. Antes de cerrar la escena, un Contra Alto apoya
el descenso de Auca Lonco que termina por perderse en la noche. De este modo, Mercante
condensa la simbologa del mal, desde un comienzo mismo, en la figura del cacique
principal de los mapuches, procedimiento que comparte con el texto de Holmberg.
Inmediatamente despus tiene lugar la segunda escena que transcurre en la toldera de
Tromn Cur, padre de Lin Call. Un Pi Molto Spesso, acompasa los movimientos de
la protagonista que teje a la luz del fogn, casi extinguido. Un Andante Dolce, ilumina a
Tromn Cur que observa apaciblemente a su hija, dispuesto a iniciar el dilogo. Cur, de
manera sentida, le agradece a Lin Call que lo cuida durante su vejez. Sus dichos que
siguen el principio interpretativo del verismo italiano se desplazan sobre la evocacin
musical de un Triste Pampeano.
Lin Call tensa la relacin, cuando recuerda palabras que su madre blanca
acostumbraba repetir, poniendo de manifiesto su identificacin con el cristianismo: Hay
que amar al prjimo. La polmica implcita que despierta su enunciacin reside en lo no
dicho, pero entendido por el espectador y Tromen Cur: los pueblos indgenas carecen de
amor y de piedad porque an no han sido civilizados. Ellos debieran amar y no combatir
a los blancos. Desde este punto de vista Mercante construye la lnea de sentido que
fundamenta la obra; enfatiza el enfrentamiento, y de los bandos en pugna, uno solo persiste
en el error segn su concepcin. Holmberg, por el contrario, no haba realizado una lectura
radicalizada, sino que haba formalizado una polmica entre dos perspectivas diversas pero
no excluyentes. De este modo discuta y evaluaba las acciones tanto de las culturas
originarias como de los blancos sin tomar partido por una o por la otra.
Mientras transcurre el dilogo entre Cur y Lin Call, un Allegro introduce el amor
como tema, y dispara, a su vez, un contrapunto entre padre e hija. l la instiga a que acepte
su destino. Ella, incentivada por un Molto Grosso, rechaza la propuesta de casamiento
con Auca Lonco y muestra su disconformidad describiendo al cacique como alguien capaz
de degollar nios sin compasin, amante de derramar sangre inocente. Tromn Cur le
replica que no se deje llevar por las habladuras productos de la envidia y el odio. Rescata
su condicin de valiente en la pelea contra el huinca, en la autoridad sobre sus huestes y en
la bondad a la hora de repartir el botn producto de los malones. Mercante despoja a
Tromen Cur de la posicin contemporizadora que le haba otorgado Holmberg; pierde su
194

condicin de padre protector y privelegia las costumbres tribales por sobre los valores
humanos, virtudes que haban hecho de l un ser confiable para su hija en el texto original.
Entrelazado con un Mezzo Mazzo, el registro soprano de Lin Call elabora imgenes
crueles sobre los malones; alude a cuerpos atravesados por lanzas, cuchillos que sacian su
sed con sangre de hombres blancos. El horror domina su voz, cuando hace mencin de los
raptos de mujeres. Por fin estalla la risa de la locura y sobreviene, en sus palabrasimgenes, la orga que extrema la tensin escnica. Concluye su canto preguntndole a su
padre dnde se encuentra su madre cautiva. La insidia hace de la pregunta una
inquisicin que confina an ms a Tromn Cur al mbito del mal. Del tono y las
palabras de Lin Call se infiere que su padre se comport como un indgena ms con su
cautiva blanca. Le adjudica la culpa de la muerte de su madre. Si bien el Tromn Cur de
Holmberg se disgusta porque su mujer contina profesando el ritual cristiano mientras vive
entre indgenas, no la mata, la libera para que regrese con los suyos. Sobre el final del texto
pico la madre regresa al rescate de su hija.
La segunda escena de la pera termina con un Pi Lento de fondo, implacable, que
estimula a Lin Calel para insistir con su postura intransigente: Mi madre fue tu Huinca
cautiva? El dilogo rspido entre padre e hija no reproduce la relacin que ambos
mantienen en la obra de Holmberg, sino que representa la estigmatizacin en pleno siglo
XX del otro.

La tercera y ltima escena del primer cuadro comienza con la orquesta desarrollando un
Adagio de transicin que introduce en la accin dramtica a Colikeo. En el texto pico
de Holmberg, Colikeo es un personaje secundario que cuida de Lin Call, y es hombre de
confianza de Tromn Cur. Recibe y negocia con el enviado de Auca Lonco, Reukenm,
encargado de arreglar el casamiento del jefe mapuche con la hija de Cur. Mercante
produce cambios sustanciales en la historia, no slo por los nombres y los roles sino por
los contenidos. En la pera, Colikeo se convierte en el enamorado de la protagonista. Por el
contrario, en el texto de Holmberg, quien se enamora de Lin Call es Reukenm, que en
definitiva la ayuda a romper el compromiso con Auca Lonco.
Con la ausencia de Reukenm, Mercante priva al mundo indgena de su propia voz.
Reukenm es quien argumenta ideolgicamente contra los histricos atropellos de los
blancos; polemiza con la ambicin desmedida y la actitud inhumana del huinca; justifica
con razones concluyentes la resistencia heroica de los indgenas dueos naturales de la
tierra. Mercante elude estratgicamente la discusin que Holmberg puso como motivo
195

histrico fuerte de su obra, y de este modo alnea la pera, sin que medie el debate de
ideas, con el discurso liberal econmico dominante.

Durante el encuentro entre Colikeo y Lin Call, sobre el final de la ltima escena, se
desarrolla un Allegretto que acompaa el dilogo entre los amantes. A diferencia de los
primeros encuentros con Reukenm en la obra de Holmberg, donde el amor se entrelaza
con arduas disputas, Colikeo slo habla de cuestiones sentimentales; le ofrece una estrella
para adornar su frente de luna; ambos se funden en un abrazo y se unen en un Canon que
tiene como motivo la admiracin de las estrellas. Ambos ignoran que la perfidia los
acecha; la machi Parnop sabe de sus amoros secretos.
El segundo tema importante de la pera (el primero como sealamos es el amor) resulta
la traicin. Ambos de raigambre exclusivamente dramtica y no pica, como las disputas
tnicas e ideolgicas que privilegiaba Holmberg. La orquesta se despliega en un
Maestoso, mientras Parnop exterioriza su despecho. Lin Call con su accionar amoroso
est ofendiendo a Auca Lonco, su futuro marido por mandato. La machi siente el arrebato
de tomar venganza por mano propia, aunque se detiene a tiempo.
Antes de separase de Lin Calel, Colikeo toma la Piedra azul, smbolo del elegido por
Huentr (dios mapuche del bien); paradjicamente instantes despus jura hacerse cristiano
(actitud que pone en evidencia un sincretismo religioso que Holmberg trabaja con mayor
sutileza, probablemente la brevedad del gnero no le permite a Mercante proceder del
mismo modo) y escapa cubierto por las tinieblas de la noche. La msica pasa de un
Animato a un Molto Lento. Lin Calel, de regreso a su toldo, reza un sentido Ave
Mara conducido por las cuerdas de la orquesta. El cierre de la plegaria est enmarcado por
la intervencin de las maderas que tranquilizan su nimo y la predisponen a dormir.
En la ltima escena del Cuadro I Parnop regresa acompaada por Auca Lonco. La
intencin de ambos es sorprender a los amantes. Un Poco Mezzo Grave crea un clima
tenso. La bsqueda es en vano; no encuentran a Colikeo por ningn lado. La oscuridad que
lo esconde, se cierne sobre el escenario. Los vengadores quedan aislados y es entonces
cuando explota una danza de lucirnagas que se mueven al comps de los arreglos para
oboes y clarines.

El Cuadro II comienza con el conclave de los jefes mapuches, rodeados de sus


centurias que dinamizan la escena con sus aprestos. El Andante da paso a un Allegro.
Todos reverencian a Auca Lonco como seor de las tierras de Arauco. Tromn Cur toma
196

la palabra y celebra la unin de peuenches, puelches y tehuelches. El propsito es


desplegar una estrategia guerrera comn para enfrentar al huinca (trmino que utiliza de
manera recurrente Mercante para enfatizar la exasperacin indgena) que se intern
nuevamente en sus territorios. En un Crescendo se festeja el acuerdo entre hermanos y
el consiguiente desplazamiento de una incipiente discordia que podra haber puesto en
peligro la supervivencia de la raza.
Lonco eleva su voz y por medio de un discurso encendido convoca a degollar sin piedad
a los blancos. Que la sangre corra a chorros por el desierto! Muerte al huinca! Como
oportunamente destacamos, Holmberg utiliza el mismo cuadro para recrear la sonoridad
del lenguaje mapuche; introduce adems el pensamiento y el sentimiento tehuelches y
recupera algunas palabras del lenguaje Tzhonk, casi desaparecido por completo para la
poca. Si bien una pera, por sus restricciones formales no permite el despliegue
lingstico y temtico que puede realizar un texto pico como el de Holmbeg, el recorte de
Mercante parece simplificar la historia y sus implicancias, siempre desde una versin
ideolgica conservadora; no tan slo ahoga la expresin de las ideas, sino que silencia las
lenguas indgenas, imposibilitndole al espectador conocer y disfrutar de su potencial
simblico, tanto en la produccin de imgenes como en su riqueza fnica.
El concilio tribal recorta la contemporizacin que Holmberg haba propuesto e
introduce un pensamiento maniqueista; el bien y el mal son esquemticamente asociados
con blancos e indgenas. El texto de Holmberg matizaba la disputa entre unos y otros por
medio de personajes que sostenan posturas conciliatorias, sensibles a los cambios. La
funcin de Tromn Cur, Lin Call y Reukenm atemperaban la imagen intransigente de
los pueblos originarios representada por personajes irrecuperables como Auca Lonco.
En la pera las falanges indgenas (incluidos sus jefes, por supuesto) parecen formar
parte de un todo caracterizado por la barbarie y el salvajismo irredento. Slo a Lin Call se
la muestra desde el principio, por ser hija de blanca, como alguien virtuoso. Colikeo se
redime a partir de frecuentarla y enamorarse. Durante el concilio argumenta en favor del
mundo civilizado. Es quien sugiere, por otra parte, que desde oriente no provienen slo
noticias negativas; anuncia que el hijo del antiguo huinca ahora considera a las culturas
originarias como hermanas.
En medio de la discusin, un Lento se aduea del clima, y permite la intervencin del
anciano y sabio Calf Ketral, quien en la obra de Holmberg prev el futuro y ayuda a
Reukenm y a Lin Call a escapar, para de este modo, consumar la unin y engendrar su
descendencia. En la pera, Calf Ketral slo interviene dando el pie para que la machi
197

Parnop imponga en escena el tercer tema: el engao. La machi tergiversa los deseos de
Fta Huentr, anunciando que el Espritu de lo Alto manda que el cacique Auca Lonco y
Lin Call se unan en matrimonio. Un Allegro confirma la supuesta buena nueva. Tromn
Cur toma parte en favor de la realizacin del casamiento a pesar de la resistencia de su
hija. El rechazo heroico de Lin Call, despierta el enojo de Lonco quien la agrede
llamndola huinca, calificativo que no utiliz mientras esperaba poder convencerla de la
boda. Ante la actitud del cacique, Colikeo sale en defensa de Lin Call y en un duelo mata
a Auca Lonco. El piafar de los timbales presagian la guerra fratricida.
Tromn Cur parece recuperar la lucidez y acompaado de un Poco Mezzo impone el
orden y se hace escuchar antes de que la tragedia se generalice. Su carcter se reviste de
valor, actitud que haba permanecido encubierta durante toda la pera. Los aprestos
marciales se detienen rpidamente y Colikeo aprovecha la quietud para alzar la Piedra
Azul. Este augusto movimiento pone en evidencia que l es realmente el elegido de
Huentr. Un Allegro Giusto respalda musicalmente a Colikeo cuando reivindica por
segunda vez la necesidad de hermanarse con los blancos. Su palabra presagia el acuerdo.
La sangre dejar de correr y junto con los representantes civilizados de oriente vendr la
paz que reinar definitivamente en el desierto. Los mapuches no se mostraban capaces de
conseguirla. Su barbarie les negaba la posibilidad de acceder por s mismos a una cultura
superior, segn el mensaje de Mercante.
El Maestoso final, donde todos cantan la gloria de Lin Call, Colikeo y el triunfo del
amor, elide el desenlace trgico pero auspicioso de la obra de Holmberg. La muerte de
Reukenm, en el texto pico original, deja como legado simblico la posibilidad de que las
distintas razas que habitaban y habitan el pas no tan slo convivan sino tambin se
mezclen. Transfiere como herencia la cosanguineidad, representada en el futuro hijo, y el
encuentro cultural, sntesis de la nueva Argentina. La pera, por supuesto, pasa por alto
una exposicin de ideas que resultan del todo ajenas a los intereses de su autor.
El guin de Vctor Mercante, discpulo laboral e ideolgico de Joaqun V. Gonzlez, no
contempla como fundacional el aporte tnico de las razas originarias. Prefiere dramatizar
sobre el amor, la traicin y el engao.

330

El concepto de mestizaje, entonces, como un

330

Vctor Mercante, egresado de la Escuela Normal de Paran, estuvo al frente de dos escuelas normales de
provincias y se dedic ms tarde a la investigacin psicopedaggica en la Universidad Nacional de La Plata.
Escribi numerosos textos de pedagoga, libros de texto para alumnos y tratados cientficos sobre una nueva
disciplina, la paidologa. Fue un positivista ortodoxo, que busc estructurar una pedagoga cientfica,
asentada en bases psicolgicas y biolgicas, basada en la observacin de miles de nios y adolescentes.
Tambin produjo importantes aportes a la renovacin curricular de planes, programas y textos.

198

medio de mejoramiento de la poblacin y no de su debilitamiento, tema central de Lin


Call, resulta desplazado del centro de la escena para funcionar como un motivo
complementario y se fortalece como eje temtico la defensa de la incursin llevada a cabo
por el hombre blanco durante fines del siglo XIX, para pacificar el desierto brbaro,
civilizndolo y modernizndolo.

En 1890, una vez recibido de Maestro, Mercante se mud a la provincia de San Juan, para dirigir una
escuela normal. All desarroll una intensa actividad durante cuatro aos, asumiendo un cargo en el
Ministerio de Educacin de la Provincia y luego en la Legislatura provincial como diputado. En 1906, el
Ministro del Interior del gobierno nacional (presidido entonces por Julio Argentino Roca), Joaqun V.
Gonzlez, le encomend organizar la seccin pedaggica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de La Plata. Los modelos a seguir eran los centros anlogos de Bruselas y Ginebra. De
esta seccin surgi la Facultad de Ciencias de la Educacin en 1915, de la que Mercante fue primer decano,
adems de profesor de psicopedagoga y metodologa especial y prctica, hasta el ao 1920 en que se jubil.
En este perodo dirigi la revista pedaggica editada por la Universidad: Archivos de Pedagoga y Ciencias
Afines (1906-1914), transformada ms tarde en Archivos de Ciencias de la Educacin (1915-1920).
Por otra parte, Mercante fue un eminente representante de la corriente normalista que tuvo a su cargo la
estructuracin del sistema educativo nacional. Comparti con sus colegas la preocupacin por desarrollar un
mtodo pedaggico eficaz para la educacin del conjunto de la poblacin, y sta fue, probablemente, la gua
que lo llev a interesarse en la psicologa como soporte cientfico de la pedagoga.
A partir de 1920, Mercante se refugi en la actividad de profesor honorario de la Universidad Nacional de
La Plata, conferencista y escritor. Muri en Chile, en 1934, durante el II Congreso Panamericano de
Educadores.
Su obra literaria la comienza a escribir a partir de 1927. Publica primero su ensayo Tut-Ank-Amn y la
civilizacin de Oriente; lo sigue otro ensayo, El paisaje musical; despus edita su primer obra de ficcin,
Cuentos, finalmente la novela Los estudiantes, y ocho dramas lricos: Ollantay, Frenos, Lzaro, Raquela, La
flor del Irup, El carnaval, Lin Call y San Francisco de Asis. En cuanto a la escritura del guin de Lin
Call, es un homenaje a la larga amistad que Vctor Mercante mantuvo con Eduardo Holmberg. Si bien
Holmberg no influy literariamente en l, Mercante lo reconoce como su maestro en el arte de pronunciar
conferencias. Las obras dramticas de Mercante resultaron producto de largas y dificultosas experiencias
escriturarias que no siempre terminaban como su autor hubiese deseado. Lector de Dante, Cervantes,
Quevedo, Moliere, Balzac, Mariano de Larra, con los que, en parte, venca la incorreccin y la dureza de
mi estilo, 330 fue adquiriendo un oficio que despus se vio expresado en sus distintas obras escnicas.
Musicalmente se inici con Pablo Berruti, msico sanjuanino, quien en su Stanway de cola le haca or a
Beethoven, Schumann, Bach, Mendelson, Chopin, Lizts. etc. Complet su formacin a lado de su novia,
primero, y despus esposa, Delia Godoy, eximia pianista, quien le ense los secretos, recursos y tcnica de
la pera. A primera vista le tocaba y enseaba los arreglos de Aida, La Gioconda, La Forza del Destino,
Fausto, Orfeo, Barbero de Sevilla, y posteriormente Wagner. Ver Mercante, Vctor. Una vida realizada (Mis
memorias). Buenos Aires: Imprenta Ferrari Hnos., 1944.

199

Captulo II
Eduardo Ladislao Holmberg: Monalia, sus modelos sociales y
discursivos.
2.1 El origen: literatura y utopa.
Las ciudades o pases imaginarios, conforme el pensamiento de Jorge Jmenez
Hernndez, pudieron ser representados literariamente como utopa o como relato histrico.
331

Estos tipos de constructos discursivos propusieron sociedades ficcionales (producto de

una meditada intencin fabuladora); planearon proyectos futuros con el fin de operar
polticamente sobre el lector y las sociedades del presente de la escritura.
Si bien nuestra investigacin aborda un texto utpico como Olimpio Pitango de
Monalia, vamos a poner en consideracin, como hiptesis y condicin ineludible para la
existencia de Monalia, el uso ficcional del discurso historiogrfico. Sealamos con
anterioridad que esta obra de Holmberg es una novela, pero su composicin se conecta con
los discursos histricos con los cuales dialoga, hermenutica que vamos a desarrollar con
ms profundidad en los captulos siguientes.
Toda narracin (sea literaria o histrica) utiliza un conjunto de recursos retricos
comunes. Para una sistematizacin ms precisa del estatuto que pretendemos conferirle al
texto, podemos hacer nuestra la siguiente afirmacin:
Los procesos discursivos consistentes en ficcionalizar (lo prospectivo/
desiderativo propio del utopista o del artista) por un lado, y un describir
(propio del cronista o el historiador) por el otro, son a partir de un
cierto enfoque de la filosofa de la imaginacin- esencialmente
equivalentes, ya que la construccin discursiva tanto a priori
(ficcionalizar), como a posteriori (describir), est tramada por un
conjunto de categoras lgicas, epistemolgicas, ontolgicas, estticas,
polticas y culturales que le dan consistencia al acto imaginario que
sirve de base para ambas producciones discursivas. 332

331

Para Jimnez Hernndez las ciudades descriptas por el historiador son esencialmente iguales a las que
describe el realismo literario. Presupone una tensin que se libra en el plano del discurso, entre las ciudades
imaginadas por el utopista y las ciudades que describen los cronistas o historiadores. En el caso del discurso
histrico, se asume que los escenarios que describe la historia son reales en lugar de imaginarios. El
cometido de esta investigacin consiste en argumentar en el sentido de que tales escenarios participan de
una imaginariedad equivalente, en trminos noticos, a los escenarios elaborados por la literatura o la
utopa. (Filosofa de ciudades imaginarias. Ficcin, utopa e historia. Op. Cit., pgs 160-161.)
332
Ibd., pg. 13.

200

Desde la aparicin de Utopa de Toms Moro (1516), el ttulo comenz a trascender


esa obra en particular para convertirse, prcticamente, en un gnero. A partir de Moro,
utopa se llam a todos los textos (en principio inspirados en su obra) relativos a
sociedades ideales en lugares aislados en el espacio, lejanas en el tiempo y autnomas de la
causalidad histrica (punto ste ltimo que Holmberg puso en crisis). La ciudad del sol
(1602) de Tomaso Campanella,

La nueva Atlntida (1627) de Francis Bacon,

Cristianpolis (1629) de Jhoan Valentn Andrea, Oceana (1656) de James Harrington


continuaron un catlogo de obras que se fue multiplicando hasta la actualidad. Incluso
despus de la irrupcin del gnero se atribuyeron intenciones utpicas a textos escritos en
perodos previos. Desde esta nueva perspectiva pueden leerse distintos pasajes de la Biblia,
La Repblica de Platn, Civitas Dei de San Agustn o la Blanquerna de Raimundo Lulio.
333

La filiacin utpica de Monalia, de todos modos, no registra una continuidad sin

bifurcaciones respecto del gnero de origen. Al configurarse como un texto de carcter


satrico o irnico, el sentido lineal que portan los textos modlicos se encontrara
deformado o subvertido por la reescritura que prctica Holmbeg.
En cuanto al paradigma de la escritura utpica, sus preceptos bsicos son respetados.
La arquitectura geopoltica que presenta el estado de Monalia, dispone estratgicamente de
la insularidad, la autarqua, la ucrona y la reglamentacin previstas, en la medida que
estos principios le permiten cotejar la trasgresin o inversin del mundo ideal que
Holmberg propone, promediando la novela. Como sucesor de la escuela rabelesiana, al
igual que Wilde, su espritu crtico y bufonesco cuestiona la invulnerabilidad de los
significantes, y desestabiliza el pensamiento nico, experiencia literaria que le permite
aproximarse a las prcticas escriturarias que ejercitaban los representantes de algunos
movimientos poticos de principios del siglo XX. De este modo, se aleja de la escuela
realista, esttica que haba dominado gran parte el siglo XIX y pretenda reciclarse en
algunos movimientos literarios afines al nacionalismo y al socialismo.
Para poder ubicar con mayor precisin las coordenadas histrico-imaginarias en las
que Holmberg sita su isla-Estado, es conveniente establecer un esquema mnimo que
describa su construccin narrativa fundamental.

333

Rougier, Louis. Del paraso a la utopa. Mxico: FCE, 1984.


Pardo, Isaac. Los fuegos bajo el agua. Caracas: La Fundacin de Bello, 1983

201

Jorge Jimnez Hernndez, en el ensayo citado, sostiene que los gneros narrativos
utilizan ciertos modelos descriptivos por medio de los cuales esbozan, con mayor o menor
detalle, diversos tipos de ciudades imaginarias [] 334
Jimnez Hernndez clasifica la diversidad descriptiva segn dos modelos bsicos, uno
denominado escenogrfico y el otro sociogrfico. El primer caso tipifica los estados
imaginarios en relacin con escenarios espaciales (paisajes naturales o urbanos) y escenas
(eventos que realizan los personajes dentro de los paisajes descriptos); a su vez divide el
modelo escenogrfico en tres especies:
a) escenario realista o mimtico.
b) escenario anmalo.
c) escenario fantstico.
Esta categorizacin descriptiva complejiza la utilizada tradicionalmente, que divida a
las sociedades alternativas en dos: las utopas del orden y las utopas de la libertad.
La Utopa de Toms Moro inaugurara la serie de utopas de la libertad y La Citta del
sole de Campanella, la del orden.
Fernando Ainsa argumenta que unas son
utopas que describen un estado natural, ideal del ser (utopa de
tradicin popular y revolucionaria) y las otras utopas definen el ser del
Estado (utopas institucionales y totalizantes, cuando no totalitarias).
335

La clasificacin de Jimnez Hernndez nos permite aprehender con mayor precisin la


esquiva y ambigua representacin utpica de Monalia. El escenario realista es una
representacin discursiva del lugar imaginario, de acuerdo con una lgica referencial
mimtica, que se corresponde con la estructura de la realidad percibida por el lector. Los
escenarios anmalos,

en cambio, muestran alteraciones de las leyes de la realidad,

respecto de las convenciones habituales. El grado de desviacin depende del efecto de


extraamiento que el autor pretende producir en los receptores.
La historia interminable de Michel Ende puede resultar un buen ejemplo de esta
ltima tipificacin:
Y todo aquel valle estaba ocupado por una ciudad [] En cualquier
caso poda darse ese nombre a aquella multitud de edificios, aunque era
la ciudad ms disparatada que Bastin haba visto nunca. Sin plan ni
334
335

Filosofa de ciudades imaginarias, Ficcin, utopa e historia. Op. Cit., pg. 99.
Ainsa, Fernando. La reconstruccin de la utopa. Buenos Aires: Ediciones del Sol, 1999, pg. 27.

202

propsito, las casas parecan amontonarse como si fueran dados, como


si sencillamente, hubieran sido sacudidas all de su saco por algn
gigante. No haba calles ni plazas, ni ninguna clase de orden
reconocible. Pero tambin los distintos edificios parecan absurdos:
tenan puertas en el tejado, escaleras en sitios a donde no se poda llegar
y otras que hubiera habido que recorrer cabeza abajo y que acababan en
el vaco. Haba puentes cuyo arco se interrumpa de pronto, como si su
constructor se hubiera olvidado en mitad de la obra de lo que deba ser
el conjunto. Haba torres curvadas como pltanos y pirmides colocadas
sobre su cspide. En resumen, toda la ciudad produca una impresin de
locura. 336

Como se puede inferir el texto de Ende es un homenaje o parfrasis literaria de


algunos grabados del artista holands M. C. Escher (Klimen en Dalen, Hol en bol, Andere
wereld, Boven en onder, entre otros), que representan espacios urbanos o edificaciones
donde la lgica se enfrenta con lo imposible, produciendo de este modo el efecto anmalo
o absurdo. Por otra parte, los escenarios fantsticos (tercera tipificacin de Jimenz) no
necesariamente transforman los componentes de la realidad como los anmalos, sino que,
por lo general, sustituyen los elementos conocidos por otros desconocidos, cuya presencia
en un marco mimtico-realista resulta racionalmente inexplicable, concepcin que
evidencia su deuda con la definicin de Todorov sobre el relato fantstico.

337

La

transfiguracin de Monalia la podemos asociar (slo provisoriamente) al escenario


fantstico, si consideramos que la realizacin o materializacin del nuevo pas emerge
espontneamente de las ideas de Olimpio, sin proceso histrico previo, aspecto que
abordaremos en el Captulo III de esta Tesis.
De todos modos, el modelo descriptivo sociogrfico es el que ms conviene a la
construccin de la novela de Holmberg. A pesar de que la utopa literaria suele ser
enftica en la descripcin escenogrfica, Holmberg prescinde casi por completo de este
recurso. Su trabajo se asocia con ms propiedad a la utopa de la Ilustracin y a la
eclosin del Siglo de las Luces, donde tiene lugar el estado natural que precede al
contrato social del que hablaba Jean Jacques Rousseau; tambin podemos encontrar puntos
de contacto formales, aunque no ideolgicos, con las utopas decimonnicas que tuvieron
como referentes a Saint Simon (1760-1825), Charles Fourier ( 1772-1837), Robert Owen
(1771- 1858), Mijhail Bakunin (1814-1876), y ms distantes en el tiempo a Platn, Justino,
Herdoto, Tucidides y la formacin republicana de los Estados Antiguos. Holmberg se
aboc a pensar categoras polticas, institucionales y sociales, y si bien elabor un modelo
sociogrfico, su eleccin potica eludi el fin propedutico que haban propuesto obras
336
337

Ende, Michel. La historia interminable. Buenos Aires: Alfagura, 2000, pg 93.


Todorov, Tzvetan. Introduccin a la literatura fantstica. Mxico: Ediciones Coyoacn, 1999.

203

como Las leyes o la Repblica de Platn, y alter, tambin, el criterio performativo que
planteaban las utopas anarco-socialistas.

Su modalidad satrica focaliz al receptor,

instndolo a reflexionar ms que a actuar.


En los primeros aos del siglo XX se tradujo y public en Buenos Aires La sociedad
futura (La societ au lendemain de la rvolution, 1882) de Jean Grave, que tuvo buena
acogida entre los anarquistas argentinos, como as tambin se conoci L humanisphere.
Utopie anarchique de Joseph Djacque, publicada originalmente en 1865 y traducida en
1927. La necesidad de rechazar de manera radical el funcionamiento del sistema existente
estimul la curiosidad por el gnero utpico, actitud que compartieron tanto socialistas
como anarquistas. En este contexto se pueden mencionar dos autores argentinos, Julio O.
Dittrich, quien escribi Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen socialista (1908) y Pierre
Quiroule, quien public en Ediciones La Protesta su obra La ciudad anarquista americana
(1914).
Segn Flix Weinberg:
Estas obras, como se ver, expresan a travs de su muy singular
carcter, las consecuencias derivadas del proceso de cambio abierto en
1880: inmigracin europea masiva, crecimiento industrial, formacin de
la clase trabajadora y aparicin de las ideologas obreras clasistas. 338

Si bien la novela de Holmberg se origina en la misma matriz socio-histrica, toma una


direccin divergente a la proyectada por Dittrich y Quiroule.

2.2 Utopa y contra-utopa en Monalia.

Monalia, como ya adelantamos, rene los caracteres bsicos del gnero utpico. Su
insularidad, rasgo fundamental del canon tradicional, respeta, en principio, el modelo
renacentista (Toms Moro, Tomaso Campanella, Francis Bacon). Incluso Holmberg realiz
un plano geogrfico que adjunt al manuscrito original. El diseo de su isla, con signos de
deformidad para que no resultara tan evidente la analoga grfca pero s la identitaria, se
asemejaba a la figura de Argentina dispuesta al revs. Si lo pensamos respecto de nuestro
pas, Ushuaia se encontrara al norte y la Quiaca al sur. Presenta adems dos islas satlites,

338

Weinberg, Flix. Dos utopas argentinas de principios de siglo. Buenos Aires: Ediciones Solar, 1977, pg.

7.

204

que por latitud, podran ocupar el lugar de las Islas Malvinas. La totalidad del complejo
est ubicado, por supuesto, en el hemisferio sur.
Monalia, igual que Utopa de Toms Moro, en el pasado inmediato estuvo ligada al
continente. El texto renacentista seala al respecto:
que Utopo (de quien, triunfante, recibi nombre la isla, antes llamada
Abraxa, y que logr elevar a una multitud ignorante y agreste a un grado
tal de civilizacin y cultura que sobrepasa actualmente a la de casi todos
los mortales), apenas alcanz la Victoria en su primer desembarco,
mand cortar el istmo de quince millas que la una al continente,
dejando que el mar la circundase. 339

Holmberg, por medio de una estilizacin provocativa por la informacin


aparentemente intrascendente que brinda, comparada con el texto de Moro, describe el
surgimiento geogrfico del pas del siguiente modo:
Separada del continente por un hundimiento muy moderno, unos 2
grados de longitud, su constitucin geolgica, su flora y su fauna son
continentales, y puede admitirse que el hundimiento se produjo en
Verano, si se toma en cuenta la extraordinaria variedad de peces de
agua dulce que puebla sus ros y arroyos; adems de numerosas
avecillas que difcilmente se atreveran a desafiar con su vuelo ese
espacio martimo de 2 grados. 340

Las dos islas tienen un origen moderno; las separa el tono con que estn descriptas
cada una. La gravedad que utiliza Toms Moro para contar cmo naci su utopa, enmarca
la seriedad con que el lector debe considerar el relato del portugus Rafael Hitlodeo,
portador de la novedad. Por el contrario, el narrador de Monalia utiliza un tono liviano,
digresivo y zumbn, que no confronta pero relativiza la importancia de su existencia.
Como consecuencia de la insularidad surge otro de los rasgos propios de las
creaciones utpicas, la autarqua. Monalia casi no mantiene en el inicio de la novela,
relaciones fluidas con el mundo exterior. Hasta la emergencia de Olimpio, es
autosuficiente respecto de su economa, y se muestra refractaria al comercio y a la
interdependencia, tanto con los pases vecinos como con los pases desarrollados. La isla
posee todos los climas y es rica en minerales, en flora y en fauna. Sus praderas, por otra
parte, son productoras de una prspera ganadera, mientras que la industria aprovecha toda
la materia prima que genera la naturaleza.

339
340

Moro, Toms. Utopas del Renacimiento. Mxico: FCE, 1956, pgs. 39,40.
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg.76.

205

El tercer elemento modlico de Monalia es su acrona. Monalia vive fuera del


tiempo, situacin que se puede constatar con la lectura del primer documento escrito por
Olimpio. En el mismo expresa su disconformidad sobre la falta de movilidad y
estancamiento en que se encuentra la nacin. Testimonia su argumentacin citando los
archivos de los ltimos tres siglos que no hacen ms que enumerar documentos agrarios
o emanados de la vida civil. 341
Al no intervenir la poltica moderna en Monalia, el proceso histrico se encuentra en
estado de suspensin. La reactivacin episdica, por lo tanto, es la finalidad ltima del
protagonista. A Olimpio y a Holmberg lo exasperan la falta de futuro de estas sociedades
porque piensan que no dan lugar a la evolucin. La causalidad histrica y el tiempo se
encuentran eliminados por ausencia de procesos polticos que van constituyendo la
ausencia de movimiento en norma del sistema.
Del mismo modo que la novela retoma algunas de las caractersticas que identifican a
las utopas tradicionales, tambin establece una relacin dialgica con las utopas de
principios del siglo XX. La leccin de Olimpio Pitango de Monalia acerca de la
construccin de este tipo de relatos, podra residir en un intento por desautorizar el
idealismo que los ha inspirado. La tensin ideolgica de la novela parece cifrarse en la
necesidad de enfatizar la complejidad de la realidad, y polemizar con concepciones
imaginarias de universos absolutos planteados como vas de escape. Querer ser otros, en
una primera secuencia de manera vicaria, entregndose a la ilusin de la ficcin, a una
realidad de segundo grado, implica en el mecanismo del utopista, que la idea poda
emanciparse de su creador y de su artefacto para convertirse, en algn momento, en parte
del proceso histrico. El pasado y el presente, la tradicin y la historia son un lastre que
debe ser transformado.
El mundo no est dado, como se manifiesta en el pensamiento de Enrique Loncn;
para Holmberg es cambiante, modificable aunque no necesariamente perfectible.
Cierto da el mejor de sus escritores conmovi a la nacin entera con
un artculo de proyecciones polticas y sociales incalculables:
La virtud-deca- no consiste en ser virtuoso solamente porque se es
ignorante o inocente. La verdadera virtud es una funcin de la voluntad
en presencia y conocimiento del escollo que es el peligro. Valiente
gracia el ser casto a los noventa aos! Heroica accin el ser honrado
cuando no se manejan dineros pblicos o ajenos.
Los monalitas no conocemos los peligros de las diversas formas de
gobierno, y mientras no las hayamos ensayado todas estaremos
inhabilitados para vituperar a los que nos consideran unos simplones,
341

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 84.

206

unos ignorantes, unos primitivos. Nuestro rgimen de vida poltica


encuadra de un modo admirable en los tiempos prehistricos o casi, y si
hemos de tomar parte en lo que universalmente se designa como el
concierto de las naciones, necesario es ponernos a la par de todas ellas,
abandonando las prcticas aejas de un bienestar apolillado. 342

El rgimen socio-institucional naturalmente perfecto, tal el caso de la primera


Monalia, es intervenido por las nuevas ideas de Olimpio, aunque en sentido contrario a
la tradicin originada por Toms Moro. Holmberg reemplaza la utopa por una sociedad en
proceso, encadenada al devenir impreciso del progreso evolutivo (en el sentido
darwiniano). La libertad no funciona dentro de un estado orgnico de comportamiento
ideal, cerrado racionalmente, sino que interacta con una realidad que no aporta soluciones
definitivas, pero s propicia la bsqueda e incentiva el cambio. La ruptura de la etapa
arcdica o dorada de Monalia, tal como lo planteramos en nuestra Introduccin,
implica la hiptesis de la aceptacin de la modernidad con sus contradicciones; perodo
histrico donde no existe principio ni fin; espacio que flexibiliza las fronteras; pas en el
cual el porvenir no tiene un horizonte definido.

Mientras el personaje de Olimpio lucha contra la acinesia social, tratando de insertar a


Monalia en el mundo moderno, los revolucionarios de fines del siglo XIX y principios del
XX intentan un movimiento en sentido contrario, lo que representara una paradoja para la
formacin cientfico naturalista de Holmberg. La confrontacin de las utopas socioanarquistas de Dittrich y Quiroule (citados en el punto anterior) con Monalia nos permite
precisar el contexto de emergencia y el alcance literario e ideolgico de la invencin de
Holmberg.
Holmberg se form durante el 80 y se hizo cargo de los efectos residuales del
imaginario fundacional, por herencia familiar y por herencia cultural. Tanto Dittrich como
Quiroule pertenecieron a la inmigracin que lleg a nuestras costas sobre el fin del siglo
XIX; uno de origen alemn y el otro francs, ambos formados en las antpodas ideolgicas
de Holmberg.343
342

La diversidad en la fuente de letra pertenece al original. Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 83.
Dittrich y Quiroule frecuentaron los movimientos libertarios de origen socialista y anarquista
respectivamente. Eran asiduos asistentes a las conferencias y los centros de estudios para obreros que
funcionaban como propagadores de las ideas revolucionarias. Quiroule colabor con medios periodsticos
pertenecientes a la resistencia y escribi tambin ensayos y obras de ficcin. Pierre Quiroule, seudnimo de
Joaqun Alejo Falconner, escribi para El perseguido, La Libert y La protesta. Public en forma de libro El
fusilamiento de Francisco Herrero o sea la infamia negra (1910), Sobre la ruta de la anarqua (1912),
Nueva hiptesis sobre la formacin del universo (1917), Un Espartaco negro: la tragedia de Teach (1912),
El gran origen europeo: drama en cuatro actos y dieciocho cuadros (1917), El ojo maldito (1918), En la
343

207

Buenos Aires en el 1950 de Julio Dittrich, es un texto narrado en primera persona que
comienza en medio del extraamiento del protagonista que se despierta en el futuro. El
personaje ha permanecido en estado inconsciente desde 1910 hasta 1950, y se enfrenta, al
recobrar su lucidez, con un mundo nuevo, con una sociedad ideal. En el ao del Centenario
haba sufrido un golpe durante una represin policial. Cuarenta aos despus recupera la
razn y se encuentra con una Buenos Aires socialista, dentro de un mundo donde casi
todos los pases adhieren a La Gran Sociedad Universal. Slo queda, al revs de la
composicin utpica tradicional, una isla (en sentido literal y metafrico) aferrada todava
al capitalismo; se trata de Inglaterra. A lo largo del relato que cuenta con doce captulos, el
personaje central recorre la ciudad guiado por su hijo, un Virgilio post-revolucionario que
le explica y describe el funcionamiento del nuevo sistema por el cual su padre haba dado
prcticamente la vida. 344

soada tierra del ideal (1924), y el texto que nos ocupa, La ciudad anarquista americana (1914). Julio
Dittrich, en cambio, no tuvo participacin activa como periodista en los rganos de prensa libertarios;
tampoco se destac como intelectual; su nico escrito conocido fue Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen
socialista y su actuacin principal en el mbito pblico, se resolvi como afiliado y militante del Partido
Socialista.
344
En 1925 se haba producido el asalto final al poder y desde entones Buenos Aires haba quedado en
manos de los revolucionarios. La caracterstica que le interesa dimensionar al autor con relacin a las fuerzas
insurrectas es que no hicieron un culto de la violencia para tomar el poder, postura que no todos los
revolucionarios profesaban, como veremos ms adelante en el texto de Quiroule. Una vez instituido el
rgimen socialista, la armona reina en la ciudad por lo tanto las fuerzas represivas no tienen lugar en el
sistema, a no ser la tmida presencia de vigilantes que no se diferencian en nada de un ciudadano comn. Los
obreros y los jvenes fuente de discordia en el perodo anterior son sabios y no tienen motivos para
levantarse contra el nuevo statu quo. Si la educacin contribuy con el cambio de conducta, el bienestar
fsico es un signo representativo de los nuevos tiempos. Los jvenes son ms fuertes y desarrollados, en
comparacin con los que vivieron bajo el rgimen capitalista que a los veinte aos ya se encontraban
gastados, los ricos por sus vicios y los pobres por exceso de trabajo y la falta de nutricin. (Dittrich, Julio.
Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen socialista. Buenos Aires: Taller Grfico Barracas, 1908, pg. 73.)
En la nueva sociedad el apremio por lograr la igualdad y la justicia, hizo que la vida post-revolucionaria
se encontrara racionalmente organizada a punto tal que la uniformidad de criterios no daba lugar a mnimas
divergencias o iniciativas individuales, por ejemplo en la eleccin de la vestimenta. Donde se produce un
cambio radical es en la jurisprudencia laboral. Los obreros se jubilan a los cincuenta aos y trabajan cuatro
horas por da como consecuencia de la distribucin igualitaria de los esfuerzos. El dinero ha desaparecido
como moneda de cambio y en su lugar se utiliza una contrasea proletaria que les permite acceder a las
necesidades bsicas. Con ella se adquieren alimentos, bebidas o se puede asistir a un espectculo artstico. Al
tener fecha de caducidad inmediata, las contraseas no se pueden acumular. El oro, la plata y los diamantes
tampoco se valorizan como fondo de capitalizacin. Filosficamente el problema que parece enfrentar
Buenos Aires en el 1950, reside en la recursividad de la matriz determinante que impona el desarrollo
industrial tradicional. Si bien el autor ha insistido con la descripcin de un trabajador que mejor
sustancialmente su calidad de vida, el sistema productivo no representa una alteridad que justifique con
rigurosidad lgica (ms all de la tecnificacin) los cambios revolucionarios, que a esta altura, podramos
denominar simplemente reformistas. Dittrich parece no pensar la sociedad sino bajo las categoras capitalistas
pre-existentes al modelo utpico. Su relato no alcanza a conformar una alternativa radical que permita
visualizar el surgimiento de un sistema socio-econmico de corte diferente. No podramos afirmar
taxativamente que Buenos Aires en el 1950 resulta una consecuencia absoluta de lo mismo, pero lo distinto
surge de manera cuasi aleatoria y definidamente parcial.

208

En los diversos recorridos que realizan por Buenos Aires, la escenografa ciudadana
se destaca por su higiene y armona, a la par que sus habitantes se muestran ms humanos
comparados con los porteos de principios de siglo XX. Ya no se usa la traccin a sangre
para trasladarse. Dos son los motivos que explican el fenmeno, adems del trato
humanitario con los animales: las personas viven cerca de su trabajo, lo que supone ahorro
de energa, tiempo y nerviosismo (el mal moderno), y se encuentran muy desarrollados
los automviles elctricos. El texto se inscribe, de este modo, en la lnea del socialismo
cientfico gestando una alianza con el utopismo.345
Dittrich no necesita utilizar argumentaciones tericas complejas, ni extensos discursos
ideolgicos. Con planteos de una elaboracin simple, provistos de una mnima
informacin, o de la observacin cotidiana, resuelve la exposicin de una filosofa de vida
bsica que da sustento a La Gran Sociedad Universal. Adems de no contar con una
formacin erudita, su decisin simplificadora se podra asociar con la intencin de
imprimirle al texto un carcter popular. Dicho de otro modo, el lector, representado por el
hombre comn, por los trabajadores, fue un factor determinante para su propia escritura.
Holmberg, en cambio, se decide por una opcin narrativa diferente. Su actitud
transgresora (caeramos en un error si la denominramos revolucionaria) no se refugia en
el arte referencial puro o en el relato de clase, como lo hace Dietrich y antes lo hicieron los
narradores del 80, aunque desde una perspectiva ideolgica opuesta. Olimpio experimenta
con la crisis del signo lingstico, sin llegar a la ruptura. De este modo, ejerce una
aproximacin a la bsqueda de autonoma que por entonces pona en prctica el
modernismo literario europeo. La desestabilizacin de la lgica simblica, a la que
Dietrich se aferra y Holmberg contrara, le permite incentivar una revolucin que tiene por
principio el uso artstico de la palabra, ponindola de este modo en pie de igualdad con la
subversin formulada desde las ideas. El caso de Olimpio Pitango de Monalia se
caracteriza, precisamente, por no prestarse a una lectura simple. La utilizacin de la
polifona, tanto por la inclusin de voces de diverso registro, como por la definicin
ambigua de sus emisores, el uso del discurso indirecto libre, estimulando la fusin de
345

Por la poca, algunas vertientes del pensamiento marxista no aprobaban esta asociacin. El rechazo tuvo
origen en la publicacin del texto de Federico Engels Del socialismo utpico al socialismo cientfico y a
partir de las consideraciones sobre la utopa que Carlos Marx puso de manifiesto en Miseria de la filosofa.
El utopismo reformista aparece criticado en la medida que las proposiciones de cambio de la estructura social
no se fusionan con un estudio cientfico de la realidad. Buenos Aires en el 1950, producto de un autor
aficionado a la ciencia e impulsor de la lucha de clases, simplifica y sintetiza las aspiraciones marxistas,
neutralizando de este modo la condena a la utopa, por ilusoria y racionalmente improbable, que haban
ejercido sus dos principales detractores. Ver Snchez Vzquez, Adolfo. Del socialismo cientfico al
socialismo utpico. Mxico: Ediciones Era, 1975.

209

conciencias narrativas de diversa ndole, y el uso del polimorfismo discursivo (hiptesis de


trabajo que hemos previsto en el Proyecto de Tesis y profundizaremos en el Captulo III)
convierten a la novela en un material poco accesible para un lector no profesional.
En el plano ideolgico, la familia tradicional contina siendo para Diettrich la clula
fundamental del tejido social, aunque la mujer no ha podido trascender an los lmites que
le haba trazado la tradicin conservadora. Lo condicin femenina qued relegada a un
segundo plano, confinada poco menos que al quehacer domstico.
As hay un convenio tcito de que ninguna mujer salga a la calle a la
maana, sino por causas excepcionales, y as todas trabajan en su casa
en los quehaceres domsticos, y recin a la tarde disponen del tiempo
que les queda para pasear y divertirse. 346

Por momentos el imaginario de Dittrich representa el ser del Estado, una corporacin
moral que no logra deshacerse de concepciones autoritarias o fuertemente dirigistas, a
pesar de presentarse como un proyecto alternativo de sectores poltica y socialmente
legitimados como revolucionarios. En el caso de Monalia, paradjicamente, Holmberg le
otorga a la mujer una participacin poltico-institucional que para la poca representaba
una postura de vanguardia en materia de gnero, incluido el derecho al voto.

La ciudad anarquista de Quiroule, publicada en 1914 por Ediciones La Protesta, a su


vez, proclama que la solidaridad es inherente a la condicin humana, coincidiendo con la
representacin de Monalia en el perodo utpico, que Olimpio, su protagonista, se encarga
de relativizar.
Pierre Quiroule exterioriza una nostalgia subsidiaria de las llamadas sociedades
primitivas, a pesar de que su utopa se proyecta hacia el futuro. Muy probablemente se ha
visto influenciado por la nocin de Ciudad Ideal, de raz medieval, que tanto fascinaba a
Kropotkin. 347 La aldea o pequea ciudad medieval ofreca como alternativa a la alienacin
346

Dittrich, Julio. Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen socialista. Buenos Aires: Taller Grfico
Barracas. 1908, pg. 97.
347
Kropotkin, Pedro. El apoyo mutuo en la ciudad medieval. El apoyo mutuo. Un factor de la evolucin.
Valencia: F. Sempere, 1905. Mucho antes que El apoyo mutuo. Un factor de la evolucin de Krpotkin,
James Burg en 1764 haba presentado a sus compatriotas ingleses un proyecto alternativo de sociedad basado
en comunidades que tenan como actividad principal la agricultura. Curiosamente las haba situado en la
Patagonia, bajo la organizacin de la racionalidad protestante de sus habitantes de origen holands. (Ainsa,
Fenando. De la edad de oro a El Dorado. Mxico: FCE, 1998.) La divisin del trabajo en industrial y
agrcola, programa medular en La ciudad anarquista, se puede asociar tambin a la idea que haban
desarrollado tanto Robert Owen como Albert Owen (este ltimo en su propuesta de 1872 Metrpolis
socialista de Occidente) sobre la organizacin de la ciudad utpica americana. Por otra parte, se podra
inferir del texto de Quiroule la influencia de los falansterios pensados por Fourier, y la unin activa de

210

moderna, la convivencia y el apoyo mutuo en la produccin y el intercambio, tanto en las


artes y oficios como en los insumos necesarios para la vida cotidiana, sin la mediacin de
un estado burcrata y autoritario ni la manipulacin de un mercado que ostenta un poder
omnipresente.
Quiroule menos inocente que Dittrich, y ms revolucionario que reformista, propone
un cambio traumtico. La peripecia histrica no representa un final relativamente pacfico
de la escalada de luchas sociales, que fueron increscendo a lo largo del tiempo como se
plantea en Buenos Aires en el 1950; sino que para inclinar el fiel se necesita el putch final
contra el Poder omnmodo del Estado, premonitorio (en sentido contrario al esperado por
Quiroule) del golpe del 30.

348

ambos medios de produccin (trabajo agrcola-trabajo industrial) preconizados por Saint Simon (La
reconstruccin de la utopa. Op. Cit.). Felix Weinberg relaciona esta concepcin distributiva y
complementaria, entre campo y ciudad, con la ascendencia que pudo haber ejercido News from Nowhere de
William Morris, aunque su traduccin fue posterior a la publicacin de la obra de Quiroule. La sociedad
imaginaria de Morris transforma el Estado y difunde el trabajo colectivizado en pequeas unidades, idea que
responde a la tradicin medieval de las artes y oficios. Podramos sumar al listado de probables influencias a
otro texto de Krpotkin, Campos, fbricas y talleres, y por supuesto a la obra de Toms Moro en la cual se
puede apreciar la alternancia ensamblada entre industria y agricultura que posteriormente fuera aplicada por
las primeras utopas prcticas en Amrica. A modo de ejemplo, dos intentos que podran ligarse al imaginario
utpico y que fueron llevados a la prctica en el nuevo continente, son los trabajos del Obispo Vasco de
Quiroga en Mxico y la obra misionera de los Jesuitas en la mesopotamia argentina y sus fronteras con
Paraguay y Brasil. (Cro, Stelio. Realidad y utopa en el descubrimiento y conquista de la Amrica Hispana
(1492-1682). Madrid: Fundacin Universitaria Espaola, 1983.)
348
El derrocamiento del gobierno y la confiscacin del control por una minora iluminada generan en la
novela el primer contratiempo. Las mayoras permanecen en la ignorancia. La toma de conciencia no se
genera de manera verticalista y automtica, situacin que debilita los vasos comunicantes del tejido social y
pone en riesgo la solidez del rgimen revolucionario recin instaurado. Por otra parte, explica Quiroule, la
insurgencia del cambio producido en lo inmediato deja al descubierto que rotaron los hombres pero no se
modific el sistema. Descentralizar el Estado y la economa es la segunda y urgente etapa. Se debe
fragmentar el poder y atomizar la urbanizacin. Al igual que en Buenos Aires en el 1950 de Dittrich, los dos
modelos, el escenogrfico y el sociogrfico forman parte del andamiaje narrativo de la utopa.
Las Delicias (nombre literario e irnico que representa a Buenos Aires) post revolucionaria contina
siendo un centro ciudadano de alta densidad demogrfica que requiere las mismas prestaciones de servicios
capitalistas previos a la revolucin. Se toma la decisin de abandonar progresivamente la gran ciudad para
instalarse en pequeas comunidades autoabastecidas.
La independencia se encuentra ligada a la cultura del suelo. Se aprovechan primero los talleres e industrias
de la capital hasta que en el trmino de unos pocos aos se puedan construir pequeas fbricas comunales
que provean a los habitantes de las herramientas y maquinarias indispensables para la produccin necesaria.
Dentro de La ciudad anarquista americana, el autor recurre a una cuadrcula ciudadana que rene las
condiciones necesarias como para facilitar la administracin civil y optimizar el circuito productivo. De este
modo los intereses ideales y las necesidades materiales se articulan en un medio que no presenta
incoherencias de fundamento. Los pueblos presentaban una plaza central donde funcionaba la Sala del
Consejo Comunista (en el sentido de comunitario), rodeada de dos cinturones. En el primero se desplegaba
el barrio industrial y en el segundo se levantaban los depsitos, garajes y almacenes. Esta traza del ejido
urbano, compuesto de un tramado edilicio de arquitectura austera, tena por objeto poner a disposicin de los
habitantes los suministros, sin mayores costos ni contratiempos, y facilitar su acceso al lugar de trabajo. La
premisa queremos luz, queremos aire, queremos sol rige desde la morfologa del espacio pblico hasta la
arquitectura de las viviendas particulares donde predomina el material vidriado y el contacto directo con los
espacios abiertos y la naturaleza.
El modelo escenogrfico es fuertemente descriptivo de los intereses que fundamentan el mundo postrevolucionario, pero el modelo sociogrfico introduce otro tipo de elementos que terminan por cerrar con

211

En cuanto a la produccin simblica, Olimpio introduce la discordia en Monalia a


travs de la palabra, y con ella se fundan los partidos polticos modernos y se multiplican
sus agentes oficiosos (la prensa escrita). En La ciudad anarquista de Quiroule, el
periodismo ha sido desplazado por la propia dinmica socio-moral; la imprenta mantiene
un lugar de relevancia slo en la produccin de textos pedaggicos. Entre los libertarios no
hay lugar para las impresiones sin objeto, como los diarios, las revistas, y la literatura
hueca.

349

Quiroule intenta alejar el riesgo del relativismo que estimula Holmberg. Pretende
instaurar una verdad de tipo epistemolgico cuya axiologa se regula por los principios de
la vida colectiva y la decisin poltica unilateral. Sucede entonces que este proyecto y
proceder se desentiende del peso de antiguas instituciones y categoras como ciudadana,
sociedad civil / representacin parlamentaria, responsabilidad / virtud cvica, vaciadas
todas, segn su ptica, por un Estado irresponsable. As como estos principios
republicanos fueron los tpicos centrales del siglo XVIII y del perodo fundacional de la
Argentina, lo son tambin de la discusin que plantea Monalia como sociedad moderna.
Holmberg escribe por oposicin a los textos de Dittrich y Quiroule.
La utopa de Pierre Quiroule pretende encarnar una revolucin autntica guiada por
la doctrina anarquista: reemplazar el Estado por comunas independientes, libertad
individual, igualdad, justicia y contacto armnico con la naturaleza.350 Detiene el
expansionismo sin lmites del capitalismo y descentraliza el poder estatal, fragmentando la
sociedad en pequeos grupos autosuficientes. En cambio, el liberalismo estimula las
ms precisin el proyecto de Quiroule. La moral es el eje que tensa las fuerzas de modo tal que se mantenga
un equilibrio, una simetra, entre la esfera de lo individual y de lo social. La instrumentacin de la igualdad y
la justicia tiene como referencia constante el desplazamiento de ese eje que centrifuga actividades y
conductas propias del sistema capitalista-burgus derrocado. Desaparece el comercio, el derroche, la
especulacin, la corrupcin; el alcohol fue desterrado al igual que la delincuencia. La abolicin de la
propiedad privada, la desvalorizacin del oro y de los bienes materiales, y la satisfaccin de las necesidades
bsicas eliminaron la necesidad de delinquir. Por otra parte, lo que ms contribuy con el establecimiento de
la justicia en todos sus aspectos -axiolgica e institucionalmente- fue la presin moral del ejemplo. Los
refractarios poco a poco se acostumbraron a la vida compartida, regenerndose en el ejemplo ajeno. El
sistema no se encontr con la exigencia de implementar la represin. La prostitucin se convirti en una
ocupacin innecesaria dentro de una sociedad sexualmente libre. Eran pocos los libertarios que continuaban
viviendo en familia, y como si le respondiera a Dittrich, Quiroule especifica que la mujer no asociaba su
existencia a la de ningn compaero ni a la de una micro estructura como el ncleo familiar. Repudiando
toda sujecin masculina, ella tena home propio, en el que viva sola e independiente. (Quiroule, Pierre.
La ciudad anarquista. Buenos Aires: La Protesta, 1914, 165.)
349
Ibd. pg. g154.
350
La ciudad anarquista americana se adelanta a las propuestas ecologistas y de administracin polticoeconmica de mediados, fines del siglo XX y principio del XXI. Los intentos de formar pequeas
comunidades agrarias familiares y la experimentacin con la energa solar y con la energa elica vaticinan
las culturas alternativas futuras, as como presagian la formacin de unidades socio-productivas como los
Kibutz en Israel.

212

acciones del protagonista de la novela de Holmberg. Olimpio, entre la perturbacin mental


que le atribuyen y su visin histrica, dinamita el cerco utpico para que la
modernidad conduzca el destino de la nueva Monalia.
Si bien el autor de Olimpio no comulga desde un comienzo con la economa como eje
ordenador del funcionamiento de un pas, alienta la industrializacin como desarrollo y
producto del conocimiento cientfico. Este aspecto de la modernidad (que presentamos en
el Proyecto de Tesis como hiptesis derivada) irrumpe en la nueva Monalia bajo diversas
formas, incluida la fabricacin de armas para proteger la soberana de la isla frente a la
amenaza de los pases imperiales (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia),
concepcin que confronta con otros proyectos de sus contemporneos.
Hija predilecta de la paz y de todos sus beneficios, se extinguira
Monalia como entidad arcaica para convertirse de un golpe en
Humanidad moderna ilustrada y progresista a voces [] Monalia se
vera obligada a exportar en grande escala sus minas de hierro y
carbn; se multiplicaran sus astilleros y usinas; y, a la vez que los
arados, fundiran las barras de oro con que se forjan las espadas y se
construyen los acorazados, los torpederos, los submarinos, sin contar los
otros instrumentos con que los pueblos defienden su existencia o luchan
por la vida. 351

El proyecto progresista de Olimpio, a diferencia de los centros comunitarios de


Quiroule que se ubican en el interior del pas y tienden a cerrarse sobre s mismos, se erige
como un eslabn ms de la economa poltica internacional, aunque como veremos impone
algunas restricciones. La mencin de la necesidad de producir armas de guerra se
encuentra directamente influenciada por el presente histrico de la escritura de Holmberg.
La composicin de la novela fue acompaada por los aprestos blicos de los pases
centrales, que se pertrechaban ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial. Mientras,
en el mbito interno, se converta en pblica la discusin sobre la profesionalizacin del
ejrcito, en vsperas de la guerra. Del debate participaron particularmente las bancadas
socialistas del Congreso, y las dos corrientes enfrentadas dentro de la jefatura militar, la
pro-francesa y la hegemnica pro-germnica. Sus representantes ms destacados en la
compulsa resultaron el entonces coronel Uriburu por un lado y el teniente coronel Severo
Toranzo y el coronel Alberto Noailles, a las rdenes de Senz Pea, por el otro.

352

De

todos modos, si bien (darwinista al fin) la isla debe contar con los instrumentos con que

351

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit. pg. 145.


Ver Garca Molina, Fernando. La prehistoria del poder militar en la Argentina. Buenos Aires: EUDEBA,
2010.
352

213

los pueblos defienden su existencia o luchan por la vida, sus instituciones deben
privilegiar un orden cvico, al punto que [] la nueva constitucin no se promulgara
mientras Monalia no estuviera en condiciones de adherirse al Congreso de la Haya,
sublime smbolo de la paz [] 353
Como se puede anticipar la novela internaliza y superpone distintos mbitos y
tiempos, el pasado y el presente; una mirada defensora de la lucha por la subsistencia
con la necesidad de reglamentar las instituciones de acuerdo a marcos regulatorios
internacionales que propicien la paz. Las significaciones, a lo largo del texto, se van a
entrecruzar sin ofrecer, en la mayora de los casos, seales claras que den preeminencia a
una lectura por sobre otra.
Por otra parte, la monumental industria creada por la Gran Sociedad Universal en la
novela Buenos Aires en el 1950 de Dittrich, controlada por un poder estatal concentrado, se
diferencia de la propuesta republicano-institucionalista de Olimpio y sus seguidores, que
distribuyen la toma de decisiones sobre la industrializacin y el mercado en los distintos
estamentos sociales. Con respecto al funcionamiento del liberalismo econmico, queda
expuesto el posicionamiento de Holmberg, cuando el protagonista de la novela, despus de
haber realizado sus observaciones acerca del funcionamiento del sistema econmico
argentino, se declara contrario a liberar el mercado a sus propias leyes. 354
En el caso de La ciudad anarquista de Quiroule la preeminencia del urbanismo y la
industrializacin a gran escala desaparecen por completo, dando lugar a la
complementariedad campo-ciudad, bajo la tecnificacin a pequea escala, acorde con la
autonoma y la necesidad productiva que presentaban las comunidades rurales, regulacin
que se encuentra fuera de la dinmica histrica propuesta por Olimpio para refundar la
nacin.
Otros dos aspectos frecuentes en el gnero utpico, la planificacin urbanstica y la
reglamentacin de convivencia, se muestran debilitados en la novela de Holmberg. El
primero no tiene prcticamente presencia, como s la tiene en el texto de Quiroule o en el
de Campanella, por traer dos ejemplos que antes hemos citado. A Holmberg no le interes
detenerse en la descripcin escenogrfica, aunque probablemente le hubiera aportado muy
buen material para constatar el proceso de transformacin que haba soportado su isla en
la ltima etapa. Pudo haber pesado en su opcin la complejidad y extensin que habra
adquirido la novela, en detrimento de la agilidad discursiva, factor imprescindible para que
353
354

Ibd.
Ibd., pgs. 152-154.

214

resultara eficaz el tono irnico. En cuanto a la reglamentacin, no tiene razn de ser en una
sociedad que propone la paradoja de una libertad civil absoluta asociada con la
repeticin de las costumbres ancestrales. All la libertad era espontnea, porque las
generaciones sucesivas se haban habituado a ella. 355
La fractura topogrfica y topolgica que separan a la isla del mundo real y refuerzan
su carcter utpico, hacen que la isla de Monalia original se encuentre detenida en un
perodo primario (sin las suficientes variaciones gnicas), como lo indica la etimologa de
la palabra que da nombre al lugar.

356

Al no presentar cambios de ningn tipo entre una

generacin y otra, el texto oscila entre una deformacin del comportamiento de la


naturaleza, segn las teoras naturalistas ms extendidas, y el dogma creacionista que
postula el origen divino del hombre. Si bien el principio de la seleccin natural que
impulsa la lucha por la vida (como estudiamos en captulos anteriores) es un componente
fuerte de la teora darwinista, Holmberg en esta etapa parece preocuparse ms por otro
aspecto de la misma, la descendencia con modificaciones, consecuencia de la variedad, y
porque no, del azar. A propsito de nuestra hiptesis central de esta Tercera Parte de la
Tesis, la superacin del 80 en la literatura de Eduardo Holmberg, toda evolucin se basa
en la mutacin y en la relacin que existe entre inestabilidad (inherente al libre arbitrio que
pone en tela de juicio ideas recibidas y reflejos pavlovianos), creatividad y cambio. El
peso de los hbitos y el temor de lo desconocido presentan serios obstculos para la
transformacin de las mentalidades. La intervencin poltica de Olimpio va a desarticular
el equilibrio gnico de Monalia, as como metafricamente va a desenmascarar el
presunto organicismo del discurso dominante proveniente de fines del siglo XIX.
Po ltimo, el problema que Holmberg detecta en las utopas, radica en la rigidez
conceptual y formal con que son concebidos y elaborados sus universos. No por otra cosa
va a refundar el pas ms hermoso del mundo, donde todos lo poetas y telogos que lo
han visitado han sentido la necesidad imperiosa de considerarlo como un Edn como el
verdadero Paraso Terrenal. 357

355

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 77


La referencia a la isla de Monalia como lugar de los monos, por un lado, es una irona sobre el carcter
primario de los argentinos y, por otro, es depositaria de un potencial que puede desencadenar en una
evolucin hacia estadios superiores del hombre. Tambin en el 80 Cambaceres juega con la idea de una
sociedad integrada por hombres y monas en su novela Msica Sentimental. La diferencia radica en que el
narrador de Cambaceres construye una parodia del evolucionismo, influenciado por la literatura decadentista
y la filosofa pesimista de Shopenahuer. Ver Cambaceres, Eugenio. Msica sentimental. Buenos Aires:
Editorial Losada, 1994, pgs. 68-72.
357
Ibd., pg. 75.
356

215

El Edn es sinnimo de muerte histrica para Holmberg. Los convencionalismos son el


principal enemigo del gnero as como del lector. Las sociedades apartadas, recluidas en
un mundo sofocante de tanta felicidad impersonal, fatalidad que lleva a sus habitantes a
sentirse bendecidos por su modo inalterable de vida, condiciona, maltrata y frustra
cualquier insinuacin de esperanza futura. Las utopas son moralistas y en su mayor
nmero promueven el olvido de s. Son mundos donde domina el Bien por lo tanto
carecen de espesor; se asemejan demasiado a los idilios religiosos de la primera hora. La
utopa privilegia lo homogneo, la repeticin y lo ortodoxo sin considerar que el hombre es
como sostiene Ciorn un animal cismtico. [en la utopa] Reinar nicamente la
unidad, sin el ingrediente del azar o de la contradiccin. 358
Compensado por el humor de tono sarcstico, Holmberg coincide con la imposibilidad
terica y real de una historia atemporal que se repliega en un determinismo clausurado.
Olimpio Pitango irrumpe en el mundo esttico de la utpica Monalia, que no deja de auto
contemplarse. En este punto, aunque podra disentir en otros, Holmberg anticipa la postura
de Emil Cioran: todas las utopas adolecen de sentido mesinico. No es su inters cambiar
un fantasma por otro. La fbulas de la Edad de Oro vacan el yo moderno que se
constituye de tiempo y progresin = cambio. La armona universal y el eterno presente no
existieron ni existirn jams. La aparicin de un loco, (o prcer, para el caso es lo mismo)
visionario y el despliegue de una concepcin de la historia no esencialista, pretenden
liberar a Monalia de su certeza paradisaca, para introducirla en la lucha por la diversidad.
En este punto, Holmberg cierra la primera etapa de su discurso utpico y elabora la
representacin metafrica de una gesta fundacional moderna, que tiene como origen la
invencin discursiva.

358

Ciorn, Emile. Historia y utopa. Barcelona: Tusquets Editores, 2003, pg. 50.
Emile M. Cioran compartira algunos de los cuestionamientos que de manera implcita plantea la novela de
Holmberg. El mundo feliz que proponen las utopas despierta la curiosidad cnica de Cioran. Conociendo
lo que es el hombre, le resulta incomprensible el intento de convertirse en un demiurgo improvisado que
vuelca todo su esfuerzo en la creacin de una realidad alternativa: En ellas nos vemos constreidos a una
felicidad hecha de idilios geomtricos, de xtasis reglamentados, de mil maravillas atosigantes: as se
presenta necesariamente el espectculo de un mundo perfecto, de un mundo fabricado[] para concebir
una verdadera utopa, para esbozar, con conviccin, el panorama de la sociedad ideal, hace falta una cierta
dosis de ingenuidad, hasta de tontera. [] Las nicas utopas legibles son las falsas, las que escritas por
juego, diversin o misantropa, prefiguran o evocan Los viajes de Gulliver, Biblia del hombre desengaado,
quintaesencia de visiones no quimricas, utopa sin esperanza. Merced a sus sarcasmos, Swift desestupidiz
un gnero hasta casi anularlo. (Ibd., pgs. 120-121)

216

2.3 El imaginario histrico y la emergencia de la saga liberal.


Abordar el estudio de una novela como Olimpio Pitango de Monalia de Eduardo L.
Holmberg requiere una metodologa flexible (pluritpica segn Walter Mignolo,
contrastiva segn Zulma Palermo).

359

El texto se encuentra fuertemente asociado a lo

que podramos denominar dos versiones de la historia: la experiencial y la discursiva. Al


representar el proceso fundacional de una nacin, el dilogo entre perodos conviene como
un procedimiento textual activo. Definir las vinculaciones interdiscursivas y contextuales
se impone al momento de elaborar un modelo crtico, que de cuenta de la codificacin
semntico-formal de la obra. Olimpio Pitango construye una trama de relaciones
descentralizadas y multvocas, que se desarrolla en diferentes niveles. Por un lado, se
transforma en una parfrasis del discurso histrico tradicional; retoma algunos de sus
presupuestos como propios y polemiza con otros. Podramos definir este proceso como
simblico: sujetos que debaten en el campo imaginario. Como ya sealamos, para
Holmberg, el pasado no est cerrado; se reinventa una y otra vez.
Por otra parte, considera a la historia no tan slo como discurso sino como
experiencia vivida

360

, que, sin dejar de ser subjetiva, permite la intervencin de otras

opiniones. En este caso nos encontraramos prximos a una concepcin de la historia que
no es exclusivamente una figuracin del lenguaje, si no que presupone una realidad que
existe y se dirime en contacto con el yo. Este nivel incorporara la percepcin emprica del
pasado, el contrato histrico de Holmberg con la realidad de fines del siglo XIX, perodo
donde madur como hombre, profesional de las ciencias y artista.
Finalmente, el presente de la escritura de la novela, principios del siglo XX, nos
presenta un fenmeno diferente. Los cruces entre texto y contexto, como los hemos
pensado hasta aqu, se homogeinizan sin eliminarse, asumen por s mismos las
significaciones de la intencionalidad del autor, desbordan al narrador (como categora
estructural), y tambin a su autor, si nos remitimos al sujeto histrico.

359

Mignolo, Walter. Semiosis colonial: la dialctica entre representaciones fracturadas y hermenuticas


pluritpicas, en Foro Hispnico, N 4, pgs. 11-27, 1992.
Palermo, Zulma. Comparatismo contrastivo y hermenuticas pluritpicas. Variaciones latinoamericanas,
en Elgue de Martini, Cristina et al., eds. Espacio, Memoria e Identidad. Configuarciones en la literatura
comparada. Tomo I y II. Crdoba: Comunicarte, Asociacin Argentina de Literatura Comparada y
Universidad Nacional de Crdoba, 2005, pgs. 147-158.
360
La frase est utilizada en el sentido que le otorga Walter Benjamn en el ensayo Sobre algunos temas en
Baudelaire. All la experiencia vivida se caracteriza por responder a un acto de conciencia y no a un
ejercicio de la memoria involuntaria que, debido a su ndole, desdibujara el acontecimiento histrico.
(Benjamn, Walter. Sobre el programa de la filosofa futura. Barcelona: Editorial Planeta, 1986.)

217

Holmberg abri la novela de tal modo, que la textualizacin de los diferentes perodos
parece hablar sin filtros autorales que lo mediaticen. El texto se encuentra atravesado por
voces que provienen de los ltimos treinta aos del siglo XIX, como as tambin por las
que circulan en el presente histrico de la escritura. Los recurrentes procedimientos
literarios que transitan por toda la obra de Holmberg (cristalizados o modificados) se
combinan esta vez con formalizaciones estticas propias del siglo XX.
Los dos captulos que siguen abordan el estudio del discurso histrico-literario, como
complemento ineludible para ensayar una

aproximacin a la novela y sus claves

simblicas. As como Teseo se orient con el hilo de Ariadna para no perderse en el


laberinto y encontrar al Minotauro, lo que mantiene relacionados los siguientes pargrafos
del Captulo III, es un hilo hermenutico que discurre entre las huellas que deja la escritura
historiogrfica, pregnada tanto por la retrica literaria como por los protocolos propios de
la produccin ficcional. En este discurrir entre historia y literatura se encuentra nuestro
Programa de Investigacin que conduce al ltimo Captulo de la Tesis, donde intentaremos
dar cuenta de Holmberg y sus estrategias creativas en Olimpio Pitango de Monalia.

Las narraciones sobre los procesos fundacionales tanto en registro historiogrfico,


testimonial o como memoria de viajero, son construidas por medio de artificios del
lenguaje, que ponen en escena imaginarios privilegiados por el sujeto de la enunciacin.
Se constituyen como relatos que representan un modo de entender y explicar el origen de
una nacin y su organizacin social e institucional. Por otra parte, a la vez que formulan el
recorte del campo significativo, indican su modo de leerlo. Son textos que no se presentan
como ficciones y responden al intento de ocupar el lugar de la verdad en la memoria
social. Si desplazramos el punto de vista convencional sugerido por las voces de la
lectura, por la inmanencia receptiva que propone el relato fundacional, podramos
concluir que el significado o sentido de un texto historiogrfico o testimonial, no es otra
cosa que una formalizacin, perteneciente en igual medida al campo del significante que a
la pretendida realidad histrica de la referencia. En el ensayo El discurso de la historia,
Roland Barthes cuestiona la presunta facticidad que representaran algunos discursos. De
entre las disciplinas que pretenden el estatuto de cientificidad, slo los estudios histricos
seguan siendo vctimas de lo que denominaban la falacia referencial. 361

361

El discurso de la historia. El susurro del lenguaje. Op. Cit. pg. 193.

218

As como el dispositivo de los sistemas discursivos historiogrficos no puede


desentenderse del legado literario, se puede elaborar tambin un discurso ficcional, que
puede ser no menos verdadero por el hecho de ser puramente imaginario. A la verdad de
la ficcin y a la verdad de la representacin del acontecimiento histrico se las podra
encuadrar, entonces, dentro de un mismo protocolo del saber. Los sistemas simblicos
son instrumentos de conocimiento y construccin de lo real y sus representaciones
constituyen un punto de vista 362
Las narraciones histricas establecen una convencin de lectura que consistira en
enmascarar la poiesis, la invencin socio-histrica, mientras que el pacto de ficcin
pondra de relieve el artificio, aunque no por esto renuncie a la verdad o a la
referencialidad. Segn Adriana L. Goicochea, actualmente el ideologema predominante en
las prcticas significantes y en la intervencin receptiva sobre las mismas (particularmente
en el caso de la literatura), admite la supresin de las diferencias entre la ficcin y el
discurso referencial, entre el discurso mismo y el mundo emprico.

363

Las narraciones que

se estudiarn a continuacin funcionan, algunas como moldes historiogrficos que


ficcionalizan el pasado, en lnea de continuidad con el presente de la enunciacin, y otras
directamente como textos de ficcin, que procesan la informacin adquirida a travs de una
multiplicidad de procedimientos especficamente literarios. 364
El pas imaginado por Eduardo Holmberg est moldeado por las crnicas y versiones
histricas oficiales sobre nuestros orgenes, aunque mediado por el poder desacralizador de
una escritura moderna. Una de las claves para leer el proceso fundacional de Monalia,
novela escrita entre 1912 y 1915, reside entonces en sus antecedentes histricos que
alcanzan inclusive el perodo colonial. Dichos antecedentes los podemos encontrar, entre
otros, en autores como Felix de Azara, perito espaol que trabaj en el Ro de la Plata, el
litoral y Asuncin del Paraguay durante el ltimo tercio del siglo XVIII,

365

y Bartolom

362

Royo, Amelia, Altuna Elena. Prlogo. Literatura e imaginario poltico. Crdoba: Alcin, 2007, pg. 10.
Goicochea Adriana La. El relato testimonial en la literatura argentina de fin de siglo. La Plata: EDULP,
2008.
364
Ankersmit, Frank. Historia y tropologa. Ascenso y cada de la metfora. Mxico: Fondo de Cultura
Econmica, 1994.
Kellner, Huge. Language and Historical Representation. Getting the Story Crooked. Wisconsin: University
of Wisconsin Press, 1989.
365
Flix de Azara no escap al doble encargo de la poca, la produccin de conocimiento cientfico o
pseudocientfico sobre el nuevo mundo y la elaboracin de un discurso legitimador de los intereses de la
colonia. Desembarc en el Ro de La Plata en 1871. Siguiendo una lectura provisoria, se lo podra categorizar
dentro de los viajeros con vocacin erudita que registraron las riquezas bajo una cobertura metodolgica en
forma de catlogos, colecciones de especies y estudios tnicos-culturales, informacin que contribuira a
sentar las bases de la bandera del progreso, proceso que se extendera hasta el siglo XIX. En rigor de verdad,
Flix de Azara no eludi el discurso naturalista predominante en la poca, pero tampoco ocult su vocacin
363

219

Mitre, quien incluy el perodo de la conquista como base de su versin histriogrfica


sobre la fundacin. El Paraguay fue la cuna de la civilizacin del Ro de la Plata,
afirma Mitre en su Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina.

366

Durante el

perodo de la colonia se habra gestado un entramado de ideas y conductas, que segn

por las especulaciones de ndole netamente econmica. Contrast los conocimientos recientemente
producidos por esta nueva ciencia entre la estructura residual del imperio habsburgo y la prctica
administrativa liberal que haba iniciado Felipe V durante los primeros aos del siglo XVIII.
Su narracin sobre la conquista pone de relieve el modelo de comportamiento fundacional llevado adelante
por Domingo Martnez de Irala y sus seguidores. Construye un discurso que no reprime argumentaciones
polmicas contra viajeros e historiadores anteriores a l. Evidencia los yerros de Ulrico Schmidel y Lozano
en materia etnogrfica y geogrfica. Los mismos confunden tanto nombres, procedencia y costumbres que
identifican a distintos grupos indgenas, como ros e indicaciones topogrficas. Desautoriza la descripcin
nefita que han realizado los primeros viajeros, en comparacin con el mayor grado de certeza que
hipotticamente prestara su prctica metodolgica. Corrige sus errores, pero no los inhabilita como fuentes.
Por medio de esta estrategia diferenciadora, se constituye como observador cientfico y por lo tanto dueo de
un instrumento y un rigor que exhiben mayor precisin en el proceso de inteligir la verdad.
Al operar con otros discursos, la cita o alusin que prctica Azara, se convierte en un procedimiento que
privilegia el sentido como seleccin y construccin. La interdiscursividad, por momentos, acta como
principio organizador del campo de la significacin, aunque en este caso particular, el sujeto de la
enunciacin va a ejercer un pleno dominio de las voces incluidas, regulando con determinacin sus dichos.
La tolerancia racial de la conquista en la jurisdiccin del Ro de la Plata y el Paraguay durante la primera
mitad del siglo XVI, no se ejerci por motivos o principios puramente ideolgicos, sino como consecuencia
de leyes naturales, o llevndolo a un lenguaje vulgar, por el imperio de las circunstancias. Aunque Azara,
distante de caer en la idealizacin a la que es ms proclive, por inters, no por inocencia, Mitre, defiende la
actuacin espaola frente a la crtica generalizada que por entonces no discriminaba las regiones, los
conquistadores y sus diversas prcticas.
Digan lo que quieran, slo los espaoles han compuesto un cdigo de
leyes que rebosa en humanidad, y que protege tanto a los indios, que los
iguala a los espaoles, y aun los prefiere en muchas cosas. Dirn que
tales leyes no se han observado, pero no es difcil cotejar los padrones o
listas de los indios que haba cuando se fundaron los pueblos que existen
[] y se hallar como yo he hallado que los indios netos han aumentado.
(Azara, Felix de. Descripcin e historia del Paraguay y del Ro de La
Plata, en Viajes por Amrica del Sur II. Madrid, Aguilar, 1962, pg. 414)
El comportamiento de Irala y sus hombres, segn la descripcin del cronista, se acerca a la conformacin
de una colonia independiente de hecho. Hasta aqu el estado monrquico espaol permanece ausente de sus
registros. Recin con la llegada de lvar Nez y su cdula que lo acredita como Adelantado irrumpe
discursivamente el poder estatal en el tiempo y las tierras de Irala. Tanto los textos de lvar Nez,
interesado directo, como los escritos de Ruy Daz, dan testimonio de cierto descontento en algunos habitantes
de Buenos Aires quienes, segn sus dichos, se sentan desamparados y se convirtieron en desertores. Azara
argumenta que en realidad estn tergiversando el orden cronolgico de los hechos porque presentan a quienes
haban intentado regresar a Espaa durante la desaparicin de Ayolas como si escaparan del rgimen de Irala.
Por si las razones y las fuentes que exhibe no fueran suficientes para defender a Irala y para construir una
nueva versin del discurso imperial, sostiene: As sigo la historia como creo que sucedi. Las palabras
citadas podran representar una sntesis de la epistemologa utilizada por el autor a lo largo de su obra. Lo que
no puede probar lo afirma o lo define sin ms argumento que su punto de vista particular sobre los hechos. La
autoridad que le otorga su calidad de ilustrado es suficiente para acreditar la verdad de los acontecimientos
que relata. Estas confrontaciones, arbitrarias unas veces, fundamentadas otras, revelan el carcter complejo
de la lucha por la hegemona del discurso y la mudanza de las representaciones histricas que llevaba
adelante su autor, complejidad en la cual Mitre insertar la raz fundacional de nuestra historia rioplatense.
366
Tomamos como referencia la versin Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. (Tercera y
nica edicin completa). Prlogo del autor. Buenos Aires: Imprenta y Librera de Mayo, 1876, pg 167.

220

argumenta el director de La Nacin, configurara un molde de primitivas determinaciones


objetivas, a las que podramos considerar una gramtica preformativa. 367
En continuidad con Azara, Mitre conecta los albores de nuestra identidad con el
protoliberalismo que habra tenido lugar desde el ao 1535 en adelante. En el captulo La
sociabilidad argentina de su Historia de Belgrano, estudia los antecedentes coloniales,
las causas eficientes de la independencia de las Provincias del Ro de la Plata

368

y los

componentes ingnitos, segn su denominacin, de la nueva sociedad. Dos


organizaciones de origen tnico diverso contribuyeron a fundar la primera etapa de la
colonizacin sudamericana, la civilizacin europea, es decir, Espaa, y el antiguo imperio
Inca. En los dos casos prevalecan metodologas de dominacin implementadas por un
aparato estatal omnipresente. La colonizacin peruana, como antes la mejicana, se haba
impuesto a travs de un sistema feudalista que tena en mira exclusivamente

la

explotacin de los metales preciosos.


Si bien los imperios originarios de Amrica no tenan como objetivo la extraccin de
riquezas para su exportacin, el trabajo forzado era una obligacin que, para la mirada
liberal, imposibilitaba el desarrollo individual de sus habitantes reducindolos a pobladores
inmovilizados econmica y socialmente por una comunidad coercitiva. Mitre propone una
diferencia de vital importancia entre la conquista y colonizacin del Ro de la Plata y el
resto de la Colonia. En esta regin, la falta de riqueza mineral eliminaba un elemento de
opresin, ausencia que es atribuida al orden natural de las cosas que contribuir desde un
principio con una igualdad primitiva que se desarrollara progresivamente. La conquista
habra tenido, entonces, un carcter ms humano, eludiendo de este modo las horrorosas
hecatombes producto de las guerras de resistencia contra la explotacin. Por otra parte,
los primitivos pobladores del Ro de la Plata no resultaron simplemente aventureros,
sino inmigrantes reclutados en las clases ms desarrolladas de Espaa, por lo general de
Vizcaya, de donde proceda Irala, y Andaluca.

369

Las condiciones naturales de la regin

y la suma cualitativa de los europeos colaboraron con la constitucin de una democracia

367

Elas Palti en su texto El momento romntico, argumenta en el mismo sentido que nosotros: En el
Captulo Primero (se refiere a la Historia de Belgrano), organizado en torno al concepto de la preexistencia
de la nacin, Mitre define all los principios que habran guiado nuestra evolucin nacional e identificaran
la nacionalidad argentina desde su origen (la colonizacin), recortndola claramente dentro del mapa
sudamericano. De esta forma, la historia nacional recupera una unidad de sentido dentro de la cual sus
distintas fases forman una trama compacta y homognea. El hecho revolucionario perda as su carcter
disruptivo marcando slo un hito en un despliegue unitario. (Palti, Elas Jos. El momento romntico.
Buenos Aires: EUDEBA, 2009, pgs. 99-100.
368
Ibd., pg. 23.
369
Ibd., pg. 23

221

rudimental, con instintos de independencia individual y de libertad comunal,

370

prefiguracin de la Monalia utpica donde la libertad era espontnea [] la funcin del


trabajo era orgnica [] la democracia voluntaria. 371
Las claves fundacionales de la Argentina del siglo XIX y su continuidad durante el XX
se encontraran, traducidas al plano histrico social, en el ncleo duro de su composicin
epigentica.

372

Domingo Martnez de Irala y Juan de Garay, fundadores del Paraguay y

de Buenos Aires respectivamente, dejaron por herencia a la posteridad, la organizacin que


ms tarde se constituira en la Nacin Argentina, independiente, libre y rica. Este
esfuerzo de adecuacin de la realidad a un imaginario que la preceda produjo como
resultado una visin subjetiva de la Argentina, que se transmite y se repite en los aos
posteriores a la escritura de la Historia de Belgrano.
La persistencia de la Casa de Contratacin de Sevilla que concentraba el monopolio
del comercio imperial aceler la decadencia de Espaa tanto como de las tierras
conquistadas. La economa en manos del estado fue una variable que Mitre contabiliza
como fundamental en la estimulacin de los intereses emancipatorios. El propsito de
administrar o regular el sistema econmico, advertencia que ya haba realizado Azara, y la
represin de los movimientos sociopolticos no hizo ms que atentar contra el
emprendimiento individual legado por los primeros conquistadores del Ro de la Plata.
Escribe Mitre en su Historia de San Martn y de la emancipacin sudamericana:
Era un mundo rebelde que naca bajo los auspicios del absolutismo que
al dar vuelo al individualismo se encontr en pugna con el mismo
373
feudalismo del que derivaba.

Por otra parte, no son los nicos intereses que entraron en contradiccin. Tambin los
hubo polticos. Carlos III apoy logsticamente, junto a Francia, la independencia de
Estados Unidos respecto de Inglaterra, sin considerar, en su apremio por debilitar el poder
de la isla, que despertaba el imaginario independentista de las colonias sudamericanas
(motivo desencadenante del proceso que impulsa al hroe monlico). La fundacin de la
identidad nacional se proyectara, entonces, desde el comienzo mismo de la conquista del

370

Ibd. pg. 25.


Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pgs. 77 y 86.
372
www.pasapues/buffon/Leclerc, Jean Louis , Conde de Buffon, Historia natural, general y particular.
(Baron de) Montesquieu. Del espritu de las leyes. Pars: Garnier, 1974.
373
Tomamos como referencia la versin Historia de San Martn y de la emancipacin sud-americana: segn
nuevos documentos. Buenos Aires: Imprenta de La Nacin, 1887, pg 21.
371

222

Ro de la Plata, y se habra reactivado con la asuncin de los Borbones y su combinacin


entre las polticas modernas y el absolutismo.
Antes que la gesta emancipatoria diera lugar a un nuevo mundo repblicano, Novos
saecolorum nascitur ordo, la Amrica meridional, a la manera de un ser orgnico,
actuaba segn los dictados de sus leyes naturales (estaramos en presencia de la
configuracin de la primera etapa de Monalia). La filosofa y la moral poltica del relato de
Mitre derivan tambin de estas leyes. Las tendencias independentistas y de organizacin
social, poltico y econmica del Ro de la Plata aparecen nominalizadas por el autor de la
Historia de San Martn, en su captulo I, como inclinaciones espontneas, innatas,
ingnitas. 374
Su insistencia respecto de las leyes naturales que gobernaron la regin tiene dos
paradigmas filosficos claves. Uno reproduce la concepcin del derecho natural,
proveniente tanto del iusnaturalismo del siglo XVIII, como del romanticismo posterior.
375

Podramos encontrar un ejemplo en Rousseau quien lo utiliza como motivo

organizador en sus argumentaciones en el Contrato Social. La sociedad debe unir a cada


uno de sus componentes liberando las inquietudes personales; debe dejar a cada uno actuar
por s mismo sin verse necesariamente obligado a responder, por encima de sus intereses, a
los intereses de la comunidad. El autodeterminismo del individuo constituye un derecho
natural y es la base para distinguir el principio de ciudadana.
El segundo paradigma que influenci a Mitre, con ms fuerza an que el primero, de
plena vigencia adems por la poca, procede de las ideas de Adam Smith. La exposicin
sobre el derecho natural, a pesar de su aparente filiacin, no se encuentra directamente
ligada con quien realiz las primeras conjeturas al respecto, Santo Tomas. La teora inicial
sobre la existencia de un orden a priori, de un patrn orgnico, propone que no se podra
sistematizar arbitrariamente la sociedad, que los sistemas administrativos gubernamentales
no pueden reglamentarse en abstracto, sino que hay que ajustarse a las leyes dictadas por el
374

Ibd., pg. 33.


John Locke fue uno de los filsofos que se preocup por pensar el problema de los derechos naturales.
Sus ideas contribuyeron en gran medida con la nocin moderna del Derecho. Segn Locke los derechos
naturales del hombre no se subordinaban a la condicin de ciudadano, a las leyes implementadas por el
Estado, ni tampoco a las costumbres culturales o religiosas de un grupo tnico en particular. Tanto Locke
como Thomas Hobbes y Jean Jacques Rousseau, protagonistas en la elaboracin del contrato social difundido
durante los siglos XVII y XVIII, sostienen que los derechos del individuo son naturales y que, en el estado
de naturaleza, todos los hombres son titulares de todos los derechos. Esta concepcin de raigambre
romntica, formulada en primer lugar por Herder, imagina las naciones como totalidades orgnicas. Existira
un sustrato que da coherencia al proceso generativo que responde a tendencias evolutivas inherentes al propio
ser (individual-nacional), que son las que presiden y explican el desarrollo efectivo de las organizaciones
sociales.
375

223

Rector Universal, categora que alude a Dios. El presupuesto comn a todo liberal fue
que hay un orden natural y ciertos derechos adquiridos del hombre, que no deben ser
ignorados ni violados. Las comunidades se modifican histricamente, pero ninguna
transformacin puede desarrollarse en ellas si no se respetan algunas de sus alternativas
ingnitas. Si bien la idea acerca de que existira un statu quo previo en el universo, regido
por Dios, se inicia con la teora tomista, el desmo de Smith no impide ser testa, pero no
obliga a serlo.
Mitre consider significativa la autorregulacin del perodo de la Conquista del Ro de
la Plata; esta autorregulacin engendrada por el cdigo natural subordina el derecho
positivo. De ningn modo se podra obliterar la suerte de fatalismo que nos conducira a un
sistema liberal ortodoxo, a no ser que interviniera un loco (si lo pensamos desde
Holmberg, o un neurtico desde Ramos Meja) que lograra hacer prevalecer las leyes
positivas sobre el sustrato inmovilizante que imponen las leyes naturales. 376
376

En los captulos dedicados a las Misiones Jesuticas, es donde Azara textualiza con mayor claridad su
concepcin liberal capitalista. La crtica dirigida a la administracin de raz comunitaria medieval instalada
en las reducciones representan un claro ejemplo de su pensamiento. Sostiene al respecto:
No daban los padres curas licencia a nadie para trabajar en utilidad
propia, precisando a todos, sin distincin de edad ni sexo a trabajar para
la comunidad del pueblo [ ]Para esto almacenaban todos los frutos de
la agricultura y los productos de la industria [] De esto se colige que
los padres eran rbitros de los fondos sobrantes y que ningn indio poda
aspirar a tener propiedad particular. Esto quitaba todos los estmulos de
ejercitar la razn y los talentos, pues lo mismo haba de comer, vestir y
gozar el ms aplicado, hbil y virtuoso que el ms malvado, torpe y
holgazn. (Descripcin e historia del Paraguay y del Ro de La Plata,
en Viajes por Amrica del Sur II. Op. Cit., pg. 415)
El prrafo contiene una doble lectura. La primera, como ya lo sealamos, critica un sistema que el autor
considera parte del pasado, y a su vez, le sirve de modelo para poner al descubierto su inequidad e ineficacia,
que radica, fundamentalmente, en su imposicin por medio del poder poltico religioso, y no en la regulacin
natural que ejercen la iniciativa privada y las leyes del mercado. Los jesuitas utilizaban el estmulo moral y la
toma de conciencia comunitaria y no el estmulo material que alentara el desarrollo de la riqueza personal.
Segn Azara, como resultado de este proceder, los indgenas nunca internalizaron como metodologa para su
sostn y progreso la iniciativa individual, situacin que los llev a la decadencia completa cuando los jesuitas
fueron expulsados y con ellos tambin desapareci la contencin paternalista del estado misionero. Azara
realiz un pormenorizado estudio de las Misiones que se haban levantado y sostenido dentro del campo
geogrfico en el cual l estaba trabajando. Analiz los procedimientos con que los curas haban reclutado a
los aborgenes, su forma de gobierno, la administracin de justicia, el sistema econmico, la educacin
religiosa y secular, y el desarrollo de las artes. La evaluacin negativa no se limit al problema econmico.
Tambin describe de manera crtica los mtodos de reduccin que haban utilizado los padres, quienes segn
sus fuentes (desech los anales escritos por los mismos curas y privilegi voces annimas de naturales que
participaron o fueron testigos de lo ocurrido) utilizaron el engao y la crueldad para formar, principalmente,
las ltimas reducciones. Sobre las primeras no hace ms que una ligera mencin. Mitre, por su parte, se
refiere en distintas oportunidades a las Misiones, encolumnndose en la perspectiva de Azara. El siguiente
prrafo expone con claridad su pensamiento al respecto: Despus de la expulsin de los famosos fundadores
de las Misiones Jesuticas del Paran y Uruguay (1768), fueron secularizadas y sometidas a un rgimen de
explotacin comunista calcado sobre el tipo primitivo, sin la cohesin monstica a que debieron su cohesin
artificial y su ficticia prosperidad. (Historia de San Martn. Op. Cit., pg. 58)
Entre 1903 y 1904, Leopoldo Lugones, por encargo del Ministro del Interior Joaqun V. Gonzlez,
escribi El imperio jesutico. Argumenta all que los jesuitas haban realizado una teocracia perfecta,

224

Existiran dos formas de entender la realidad segn el modelo de Mitre. Una tiene
como objetivo reducir al mnimo la diferencia vigente entre el orden natural y la sociedad
real. Ello lleva a buscar el progreso social, que no es otra cosa que acercar la sociedad al
orden que nos determina la naturaleza por medio de sus leyes estrictas. La otra forma, por
el contrario, radica en adaptar la sociedad real a un orden artificial, tendencia positivista a
la que adhiere Holmberg en Olimpio Pitango de Monalia, postulando la re-fundacin
institucional de la isla.
En los ltimos treinta aos del siglo XX, sin embargo, el campo intelectual ha
cuestionado la concepcin genealgica-teleolgica como explicacin del nacimiento de los
nuevos estados-naciones en hispanoamrica, no sin fundamentos, pero Mitre responde a un
contexto previo. Por otra parte, l no fue un historiador puro, sino un representante del
Poder, que paralelamente a la accin, elabor un imaginario para exponerlo por medio de
su discurso historiogrfico.

377

favorecidos por las excepciones fiscales y una legislacin privilegiada. Las tendencias modernas de Carlos
III desplazaron el quietismo y el atraso que imperaba en la colonia (y en las misiones). Al igual que el resto
de las naciones europeas reemplaz el privilegio feudal y noble, e incentiv el capitalismo que, fomentando
el individualismo, puso a las monarquas, segn Lugones, a favor del pueblo. Lo anacrnico del sistema
teocrtico no tuvo ms que replegarse frente a la nueva filosofa socioeconmica. El desptico socialismo
de estado impuesto por los padres en las misiones, permita la igualdad, pero la igualdad de la miseria. A
diferencia de los autores citados anteriormente, Lugones aporta para la crtica del modelo la variable
eugensica. Los indios resultaban incapaces de la civilizacin. Si no eran aptos para la misma, el
exterminio del salvaje era una fatalidad a la cual no caba oponerse sin prejuicio para la raza superior
(Lugones, Leopoldo. El imperio jesutico. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981, pg. 225).
Su argumentacin dispone principalmente dos motivos suficientes para conducir a las reducciones hacia el
fracaso: los guaranes no haban adquirido la nocin de propiedad y no posean de suyo la ambicin por
enriquecerse, y por otra parte no estaban dotados genticamente para elaborar las reglas morales de la
civilizacin. Las guerras que asolaron las misiones hasta despoblarlas han sido una verdadera depuracin
de cuyos resultados podemos felicitarnos (Ibd. pg. 227). Como se puede inferir, Lugones abre varios
frentes de discusin que si bien tienen como referente literal el pasado, es decir, la constitucin de las
Misiones, tambin polemiza con el presente y el futuro. Su defensa de la limpieza gentica pone en la
superficie el problema que representaba la inmigracin para la clase dominante; su crtica al sistema
econmico-poltico de las reducciones tiene como interlocutor inmediato al pensamiento socialista y marxista
que se expanda a principios de siglo XX; finalmente da un giro de ciento ochenta grados para insinuar la
posibilidad de una instancia superadora al rgimen democrtico que lo tendr como uno de los principales
idelogos en pocos aos ms.
377
Lilia Ana Bertoni en su texto Patriotas cosmopolitas y nacionalistas. La construccin de la nacionalidad
argentina a fines del siglo XIX, estudia los debates dados durante los ltimos veinte aos del siglo XIX
acerca del origen de la nacionalidad. Enuncia distintas posiciones al respecto; Joaqun V. Gonzlez intent
remontarse a los tiempos proteicos de Amrica, cuando el pasado del hombre se perda en la memoria.
Francisco Ramos Meja en El federalismo argentino, publicado en 1887, vio la conformacin de la raza en el
pasado colonial; pens que la patria argentina naci, no lo dir al poner los conquistadores su planta
audaz en lo que hoy es la Repblica Argentina, pero s a los nueves meses de que los pusieran sus mujeres
[]. (pgs. 269-270). La simpleza que expone la argumentacin de Ramos Meja es refutada por Manuel
Mantilla: los nacidos en el Ro de la Plata, antes de la revolucin de Mayo, eran institucional y legalmente
espaoles. Vicente G. Quesada, apoyado por Ramos Meja y Joaqun V. Gonzlez, intenta una explicacin
estructural de la argentinidad. La tendencia federal (representada en la constitucin de 1853) la consideraba
una herencia del cabildismo espaol. Mitre se ubica en una posicin distante. Defiende una identidad ideal
como origen de nuestra nacionalidad. No alcanza simplemente con haber nacido, en territorio Argentino, ni
siquiera despus de la Independencia para formar parte del ser nacional. Su postura era de una completa

225

En la lnea del tiempo, Mitre oper en sentido contrario a los descubridores


renacentistas del Nuevo Mundo, pero utiliz el mismo criterio discursivo para otorgarle
significado a sus ideas. Amrica fue en el horizonte de los conquistadores el futuro, que
dio certidumbres y razones a las fantasas y leyendas del pasado. Las nociones mticas
del Paraso pagano y el cristiano ayudaron a definir la imagen del Nuevo Mundo. Se cree
que la Edad de Oro de los textos clsicos no pertenece a un pasado perdido, sino que
pervive en territorio americano: Nuevo Mundo, privilegio de comienzo y de gnesis de un
tiempo y de un espacio. Como escribi Octavio Paz: No se puede entender Amrica si se
olvida que somos un captulo de la historia de las utopas europeas.

378

Si parafraseamos

a Paz, podemos entender la novela de Holmberg, como un captulo pardico de la


historiografa mitrista.
Mitre se adelant a la sentencia del poeta mexicano y la aplic en la elaboracin de la
versin del nuevo captulo, no ya americano, sino de la fundacin nacional. El pasado
rioplatense es observado por el autor de la Historia de Belgrano y de la Historia de San
Martn como una tabula rasa, proclive al futuro donde se podran potenciar planes y
proyectos de toda ndole. En ese Viejo Nuevo Mundo decidi anclar sus ideas polticoeconmicas que prosperaran con toda naturalidad hacia el presente liberal, concepcin
idlica que precedi la aparicin de una mentalidad moderna u olmpica, si
reivindicamos el accionar del hroe monlico.
Las imgenes del deseo explican en buena medida la historia y la produccin
ideolgico-literaria que emergieron de los escritos historiogrficos de Mitre. La pura
abstraccin que realiz cuando visit el pasado y sus protagonistas contiene el origen
mismo del discurso utpico-literario. Los modos de pensar y de imaginar la raz de nuestra
historia a travs de categoras (liberalismo socioeconmico) y urgencias incentivadas por
el presente, se convirtieron en el motor de la historia fundacional, producida entre los aos

disidencia con la iniciativa de reconocer el federalismo en una coyuntura que lo ligara a la tradicin
caudillesca. En esto acordaba con Sarmiento. La deficiente infraestructura colonial de la cual los cabildos
formaban parte, no representaron una solucin, debido principalmente a su escaso potencial
constitucionalista, y atomiz los distintos centros poblacionales; debilit las comunicaciones entre s y con la
metrpolis, dando origen a la formacin de los caudillos regionales y a una federalizacin cimarrona. Mitre
concentra su bsqueda fundacional en Asuncin y el Ro de la Plata, regin donde se desarrollar Buenos
Aires, smbolo de la modernidad y civilizacin para Sarmiento (Captulo 7 de Facundo, Sociabilidad),
ciudadela desde la cual Mitre resistir los avances antiliberales, con la milicia y la palabra. El cimiento
municipal de los futuros estados independientes (expresin tomada de Jos Carlos Chiaramonte,
Modificaciones del pacto imperial) es un tema que permanece en debate. La historiografa contempornea
an no ha saldado la discusin al respecto, inclusive el mismo Mitre se contradice en parte, cuando con la
intencin de realzar el centralismo porteo, considera a la regin geogrfica como una de las claves para
entender la autonoma adquirida por los nuevos estados.
378
La reconstruccin de la utopa. Op. Cit. pg. 116.

226

setenta y ochenta del siglo XIX. Su discurso programtico, con fuertes componentes
desiderativos-subjetivos gener no pocos focos de resistencia. La mezcla de deseos,
intereses y realidades dio lugar a una polivalencia semntica y a una tensin no resuelta
con la cual confrontaron algunos de sus contemporneos. Holmberg lo hace desde la
literatura. La alusin irnica que el personaje de Darwin, en Dos partidos en lucha, le
prodiga a Mitre, no creyndole sus relatos,

379

preanuncia lo que Holmberg refuerza aos

ms tarde con la stira encarnada en su ltima novela, Olimpio Pitango.

2.4 Bartolom Mitre, Vicente Fidel Lpez y Bautista Alberdi: la retrica y


sus usos.
La escritura que el creador del diario La Nacin puso en prctica en sus textos
histricos, tuvo como principio bsico la documentacin y la utilizacin de fuentes
verificables. Mitre mantuvo una extensa discusin con Vicente Fidel Lpez y Dalmacio
Vlez Sarsfield acerca de cmo representar la historia nacional.
Comprobaciones Histricas,

380

En su escrito

sostuvo que no elabora uchronas como Lpez sino

discursos datados en la realidad de los hechos. Las uchronas habituales en las que caera
el creador de Historia de la Revolucin Argentina, pertenecera al campo de las hiptesis
puras. En el intento por explicar distintos acontecimientos de la historia nacional, el
procedimiento retrico que configura su discurso es la presentacin de respuestas al
interrogante Qu hubiera sucedido si? Mitre sostiene que este tipo de especulacin, al no
poder corroborarse ni discursiva ni empricamente, se convierte sustancialmente en
literatura y no en historiografa. Por otra parte, resulta difcil no afiliar a Mitre con el
mundo uchrnico o utpico, si pensramos el modo en que l construy su propio
discurso.
379

Dos partidos en lucha. Op. Cit., pgs 157-159..


Vicente Fidel Lpez y Bartolom Mitre mantuvieron una extensa y ardua polmica sobre historia e
historiografa, sobre acontecimientos histricos y el modo de representarlos. Entre 1880 y 1886 cruzaron
opiniones desde distintas formas comunicacionales. Lpez utiliz el discurso histrico en su reconocida obra
Historia de la revolucin argentina desde sus precedentes coloniales hasta el derrocamiento de la tirana en
1852, texto que le sirvi para atacar la versin mitrista de la historia nacional; tambin public el Debate
nacional en el diario El nacional y dos novelas histricas, La loca de la guardia y La gran semana de
1810. Mitre, por su parte, public sus Comprobaciones histricas, en el diario La Nacin, confrontando
desde su acreditada documentacin y aparente objetivismo las inclinaciones literarias de Lpez para relatar
la historia. Roberto Madero en Poltica editorial y gneros en el debate de la historia. Mitre y Lpez, La
lucha de los lenguajes. Historia Crtica de la literatura argentina, y en El origen de la historia. Sobre el
debate de Vicente Fidel Lpez y Bartolom Mitre, da cuenta de la polmica entre los dos historiadores.
Nosotros asentimos las hiptesis principales de ambos textos, salvo cuando no se pone en crisis la presunta
objetividad de Mitre y su radical concepcin romntica de la historia, debido a que no es afiliada a su
idealismo liberal de base, sustento de todo su aparato ideolgico, incluida, por supuesto, su etapa posterior,
consustanciada con el positivismo cientfico.
380

227

A propsito de la edicin de la Historia de Belgrano y la guerra con el Paraguay, Juan


Bautista Alberdi escribi Grandes y pequeos hombres del Plata (1865), con la intencin
de desacreditar a Mitre como historiador y como hombre de gobierno. Argumenta que para
el primer presidente constitucional Historiar es gobernar, como las ms veces gobernar
es pintar; es decir fair des tableaux d histoire.

381

Alberdi ley a Mitre como un creador de fbulas literarias, se trata de un Belgrano


ideal, no del general argentino que todos conocieron.

382

Incluso utiliz el mismo

argumento con que el director de La Nacin intent desautorizar la metodologa


historiogrfica de Lpez:
La mitad del libro de Mitre es historia hipottica, en pretrito
condicional del subjuntivo; historia de lo que hubiera sucedido si no
sucede lo que sucedi, sin que falten documentos autnticos probatorios
de eso que no sucedi porque sucedi otra cosa. 383

Para Alberdi, el trabajo de Mitre como historiador fue un caso evidente de


falsificacin de la verdad, con el innegable propsito de imponer un imaginario que
diera sustento a sus intereses polticos. Grandes y pequeos hombres del Plata fue pensado
y escrito para desenmascarar cmo se edifica con palabras, desde sus cimientos,

384

la

historia de una nacin. En el captulo De la manera de Mitre de su estilo histrico,


Alberdi ensay un anlisis del discurso con una hermenutica propia de un filsofo
moderno de la historia. Sostuvo:
Mitre habla por figuras y smbolos, aunque hable de la cosa ms
prosaica; tal vez por vocacin potica, tanto como por clculo dirigido
agradar al lector vulgar. l suple las vietas con figuras retricas. []
Eso le ha dado crdito, plata, ttulos, poder. Su arma es la frase no la
espada. Sus disertaciones histricas sobre la revolucin son titilimundis,
no discursos; en ellos hay figuras, no ideas, ni razones. 385
381

Alberdi, Juan Bautista. Prefacio, Grandes y pequeos hombres del plata. Buenos Aires: Fernndez
Blanco, 1962, pg. X). El argumento de Alberdi se lo puede encontrar en la Republica de Platn:
- Cules son sus fbulas y qu censuras en ellas?- pregunt (Glaucn)
- (Scrates, refirindose a Hesodo y Homero y su influencia sobre los posibles gobernantes de la
Repblica) Lo que hay de censurable en ellas ante todo y sobre todo, es decir sus indecorosas
mentiras.
- Qu quieres decir?
- Que han pintado en esas ficciones de una manera errnea la naturaleza de los dioses y de los
hroes, como pintor que hace retratos que en modo alguno se parecen a los modelos que intenta
reproducir. Platn. Repblica. Buenos Aires: EUDEBA, Tomo II, d-e, pgs. 172-173. 1977.)
382
Grandes y pequeos hombres del Plata. Op. Cit., pg. 1.
383
Ibd. pg. 91.
384
Parfrasis de Platn: Edifiquemos con palabras una Repblica desde sus cimientos. (Repblica. Op.
CIt., Tomo III. c, pg. 152.)
385
Grandes y pequeos hombres del Plata. Op. Cit., pg. 271.

228

Est dems aclarar que por una cuestin cronolgica, Alberdi no pudo haber ledo a
Frank Ankersmit, Huge Kellner o Hayden White, pero su metodologa de anlisis es
homologable. La acusacin nada velada que esgrime contra Mitre fue que haca literatura y
no historia: Y luego dicen que la literatura, es decir, la forma, nada vale en Amrica!
Vale ms que el saber real. 386
Alberdi desarrolla, incluso, un pormenorizado estudio sobre las figuras retricas y
expresiones que Mitre nos ha vendido y revendido mil veces con el slo propsito de
imponer su concepcin histrico-poltica. Por otra parte, a lo largo del ensayo, insiste
sobre el inters econmico que secunda e impulsa el patriotismo de Mitre. Se refiere, por
supuesto, a su economa privada. La expresin, nos ha vendido su discurso, resulta por
dems elocuente. El dinero fue motivo y fin de cada uno de los emprendimientos del
vencedor de Pavn: la disputa en el campo simblico, en la guerra y en el control del
gobierno. Compara su vida personal (la de Alberdi) y la vida de Belgrano (ambos
experimentaron sufrimientos, privaciones y pobreza), con las ganancias y canonjas de
los historiadores patriotas, que reciben veinte mil duros al ao, palacios y honores.
387

El liberalismo que critica el autor de Bases, por el cual no se siente representado, es el

liberalismo sujeto, fundamentalmente, a los intereses econmicos que practic Mitre, y del
cual Sarmiento no pareca tomar nota, como s lo hizo Holmberg.
La objecin apuntada por Vlez Sarsfield con respecto al manejo de las fuentes que
realiza Mitre, reside justamente en la parcialidad, arbitrariedad y tendencia a desarrollar la
imaginacin, prctica que no representa una virtud sino un defecto. El defecto de la
Historia de Belgrano es estar sacada de los documentos oficiales [] en los que nunca
aparece la verdad histrica.

388

La eleccin de Flix de Azara como una de sus fuentes,

pareciera convalidar las crticas de Alberdi y Vlez Sarsfield. La insistencia de Mitre en su


documentalismo es una manera de atenuar o enmascarar la intencionalidad de sus escritos.
Azara, por otra parte, fue un narrador, que en gran parte de su Descripcin del Paraguay y
del Ro de la Plata terceriz relatos histricos, modificando sus interpretaciones en funcin
de sus intereses ideolgicos, interseccin textual en la que se encuentra con el autor de la
Historia de Belgrano con la necesidad de instalar uno y de reivindicar el liberalismo socioeconmico, el otro. Mitre produjo un doble movimiento conceptual por el cual redujo el

386

Ibd. pg. 275.


Ibd. pg. XIX.
388
Shumway, Nicols. La Invencin de la Argentina. Buenos Aires: EMECE Editores, 1995, pg. 231.
387

229

imaginario rioplatense a sus modos de representacin y stos al concepto preformativo


genealgico. La utopa retrospectiva, no ya hipottica como la de Lpez, dotada por el
efect du reel, dira Barthes, se convierte en el primer modelo discursivo fundacional que
Holmberg tuvo a disposicin para trabajar sobre Olimpio Pitango de Monalia.

Mitre estableci una continuidad en la organizacin geopoltica y social que, segn su


lectura histrica, se inici naturalmente en el siglo XVI, se fortaleci en el XVIII, tuvo
plena vigencia en el XIX y se extendi al XX. La retrospeccin de la actitud histrica se
articul en funcin de un proyecto que la direccion hacia el futuro. Con Mitre se
aprendera a leer el tiempo al revs. En el comienzo (los orgenes del Ro de la Plata) est
cifrado el final de su estrategia narrativa. La continuidad sobre la lnea homognea del
tiempo cronolgico respondi a la configuracin de una trama de acontecimientos, que
ejecutaron sus agentes o personajes histricos, segn una relacin causa-consecuencia.
Seguir una historia consiste en comprender las acciones, los pensamientos y los
sentimientos que se suceden en una direccin concreta, que nos impulsa a avanzar en la
trama de situaciones y el arte de contar, que el creador de la Historia de Belgrano domin
a la perfeccin. Si seguimos a Barthes,

389

toda construccin discursiva est

lingsticamente articulada por una serie de dispositivos y shifters, que estructuran el


discurso histrico de manera equivalente al discurso literario, por lo que no cabe una
distincin sustancial entre ellos. Tal y como argumentan el estructuralismo (Roland
Barthes), la hermenutica (Paul Ricoeur) y algunos filsofos de la historia (Frank
Ankersmit, Huge Kellner, Hayden White), la forma narrativa del discurso es por
excelencia la del relato literario e histrico, a diferencia de la forma categorial, explicativa
o terica que asume el discurso filosfico.
El arte de elaborar totalidades inscribe el relato de Mitre en la dimensin pblica, en
la dimensin intersubjetiva de la narracin. Cunto de historia y cunto de poiesis literaria
coexisten en el discurso historiogrfico oficial, que se despleg prcticamente sin
interferencias sobre el campo de recepcin durante un largo perodo, es el interrogante que
propone Holmberg mediante su ltima novela.
La utopa liberal logr imponerse. Recin a fines del siglo XIX y el primer tercio del
XX comenz a despertar focos de resistencia, representados tanto por el revisionismo
histrico como por algunas obras de ficcin. La lucha por el relato del pasado hizo que

389

El discurso de la historia El susurro del lenguaje. Op. Cit.

230

emergiera la necesidad de revisar, de reescribir y de apropiarse de la narracin histrica,


introduciendo en la discusin por el poder las nuevas versiones divergentes de la oficial.
La historia contada por Lpez y por Mitre comenz a presentar grietas, que las cclicas
turbulencias de un pas perifrico fueron profundizando. A principios de siglo XX se
pretenda mostrar un balance orgulloso y optimista pero la compleja realidad social sum
contradicciones y continuos conflictos.
Prximos al Centenario, el notable crecimiento econmico distaba de
impedir la desigualdad y la tensin social y poltica que se haca pblica
en huelgas, manifestaciones y atentados callejeros, lo que llev a la
mxima paradoja de la celebracin del aniversario de la libertad: que se
realizara en el marco del estado de sitio. El esplendor del rgimen no
alcanzaba a ocultar el fraude y la corrupcin. Progresivamente se fue
imponiendo desde las bases una reforma poltica que llevara en 1912 a
la Ley Senz Pea. 390

En este contexto, Holmberg escribi su novela. Proces el imaginario producido


durante el siglo precedente en la maquinaria reformista, la heterodoxia y el eclecticismo
poltico, cultural y esttico de principios del siglo XX. El historicismo que postulaba como
sustrato de la historia una genealoga de ideas liberales con punto de partida mtico en el
perodo colonial, se detuvo en el umbral de la comunidad de Monalia. La novela se erigi,
por forma e intencionalidad, en una contranarrativa que intent desarticular las series de
antinomias y presupuestos donde descansaban las ficciones homogneas del discurso
pedaggico de los historiadores oficiales. Sus creaciones discursivas no se encontraban
fundadas exclusivamente en realidades objetivas, ni tampoco la lgica de las mismas tena
un sustento racional, sino que contena puntos de fisura y quiebres conceptuales, que
permanecan ciegos para poder sustentarse.
Holmberg puso al descubierto los procedimientos con que los historiadores
construyeron la ficcin historiogrfica, concepto moderno que los filsofos, tericos e
historiadores comenzaron a pensar recin en la dcada del veinte.

391

La primera mxima

de Monalia fue que la identidad nacional, sus instituciones y su historia son un constructo
mental, entendido en un doble sentido: no slo las ideas modernas de la nacionalidad son
meramente ficticias, dbiles en cuanto a fundamentos objetivos, sino que las
nacionalidades como tales, al igual que toda otra forma de comunidad seran imaginarias.
Las representaciones contranarrativas puestas en funcionamiento para desenmascarar las

390
391

La grilla y el parque. Op. Cit. pg. 181.


Ver Elas Palti, La nacin como problema. Op. Cit.

231

ficciones de identidad, con que normalmente se definen a s mismos los sujetos y por
extensin las comunidades, no resultan propiedad exclusiva de los discursos, sino que
sitan al artista con lo que excede al campo discursivo, que tiende a expresar profundas
conmociones sociales y polticas, como las generadas durante los primeros aos del siglo
XX.

2.5 Discurso y realidad emprica.


La vrit a une structure de fiction.
Jean Lacan. Lthique de la Psychanalyse. Sminaire VII.

Si bien no es el objetivo de este estudio internarse en una larga digresin sobre


Sarmiento, resulta esclarecedor considerarlo como un operador literario activo, en el
proceso de construccin discursiva de la hagiografa liberal, considerando, adems, que
se trat de un experto lector y escritor de textos testimoniales y biogrfcos, y por otra
parte, un modelo siempre vigente para Holmberg y su literatura, tanto para la veneracin
como para la burla. Olimpio, como personaje, toca todas las cuerdas del carcter pblico y
privado del prcer y escritor sanjuanino.
Sarmiento, en sus textos, no slo se expresaba por lo que escriba sino que dejaba un
espacio para la interpretacin a travs de lo que no escriba. La elisin ocup siempre un
lugar elocuente en su retrica. Una lectura cintica de toda su obra podra encontrar el
recurso sealado en diferentes momentos y en diversas formas discursivas, desde la
propuesta literaria en principio menos sistemtica (donde la ausencia del condicionante que
implica un receptor crtico libera el discurso), como puede ser el caso de los Viajes, hasta
sus autobiografas, donde el sujeto de la enunciacin concentra todas las miradas. Los
Viajes son, justamente, un texto testimonial que puede resultarnos eficaz si queremos poner
al descubierto la utilizacin de ciertos procedimientos discursivos, que tienen como fin
legitimar tanto verdades histricas como sucesos y valorizaciones pertenecientes al mbito
personal. En Holmberg podremos reconocer al clebre autor de biografas, a los autores
ocultos de la biografa de Lavalle que estudiaremos en la Galera de celebridades y
tambin anticipar la metodologa que utiliza Olimpio cuando se propone construir la
historia inexistente de Monalia.

232

Los Viajes pertenecen a un perodo creativo donde la escritura de Sarmiento alcanza


la mayor expresividad. Las circunstancias de produccin - recepcin, un espacio ambiguo
entre lo pblico y lo privado, cartas destinadas a familiares y amigos que estuvieron
pensadas desde un primer momento para ser editadas, generaron un contexto ideal para
poner en actividad su potencial retrico, prcticamente sin restricciones. Pocos aos antes,
en 1843, Sarmiento haba escrito un ensayo autobiogrfico que tena como fin limpiar su
imagen pblica. Mi Defensa le sirvi para instalarse en el centro de la escena trasandina; la
presentacin de credenciales sobre su vida, aunque en el extranjero, persegua el fin de
legitimar su voz, de modo tal que pudiese intervenir, sin lugar a objeciones, en los debates
del mundo poltico chileno. Por otra parte, en los Viajes, tampoco se encuentran ausentes
los tonos, las resonancias y los procedimientos lingsticos propios de Facundo, obra
previa pero cercana. Si bien en las cartas publicadas en 1849, la intencin apelativa
renueva su vigor, la expresin se ve moderada a travs de un sintagma menos urgente,
pudindose prever en l, por otra parte, la escritura de Recuerdos de Provincia, un texto
que intenta revalidar su condicin moral, y posicionarlo como actor insustituible en la
construccin del futuro nacional. Pero, sobre todo, lo legitima como escritor.
En las cartas de viajeros, las coordenadas, lenguaje, lugar y cuerpo postulan un fuerte
cuadro situacional, que slo Sarmiento en base a inventiva y transgresin puede poner en
crisis. Las contradicciones, paradojas y sesgos que el sanjuanino practica con resuelta
impunidad, no condicionan el juicio del lector, aunque afecten su valor de verdad. La
realidad emprica desde la perspectiva de Sarmiento es definitivamente una construccin,
aunque presentada como un objeto encontrado. 392
En el caso de los Viajes, su escritura en primera persona, su condicin de experiencia
individual, su gnero epistolar, parecen encuadrarlo en la autobiografa, pero sin embargo
se produce un corrimiento desde lo autobiogrfico puro hacia la intencin pedaggica y el
deseo de introducir al lector en un esquema de conocimiento emprico-objetivo. Mediatiza
la intencin polmica de Mi defensa y la actitud testimonial de Recuerdos de provincia,
para asumir una actitud predicatoria, procedimiento que utiliza Olimpo en su
emprendimiento por construir la historia de Monalia.
Cada experiencia de viaje de Sarmiento, de ndole esttica, religiosa-institucional,
poltico-administrativa, o simplemente turstica concluye en una propuesta que tiene como
destinatarios no tan slo al interlocutor inmediato sino tambin al pblico en general, a

392

Ver Language and Historical Representation. Op. Cit.

233

quien deseaba persuadir. A propsito, escribe el personaje Claudio Moloso, en la novela


de Holmberg:
Tu campaa, Olimpio, ha sido ruda, y por lo tanto ms brillante tu
triunfo. Ya no se trata de un gran grupo de ciudadanos reducidos por tu
393
elocuencia avasalladora sino de la Nacin entera.

No resulta caprichoso, por lo tanto, el paralelismo entre uno y otro hroe discursivo.
La predicacin ideolgica de Sarmiento, por supuesto, nada tiene que ver con el dogma
religioso (como tampoco la de Olimpio). En sus cartas desde el extranjero, la revelacin
anuncia el advenimiento de la modernidad. Utiliza todos los recursos literarios a su alcance
para que los hispanohablantes tomen conciencia de la situacin de retraso en que se
encuentran, y se convenzan de alentar un modelo que asegure el desarrollo y el bienestar.
Durante gran parte del viaje sarmientino, el anuncio permanece en suspenso o en estado de
abstraccin, sin trascender la figura de entelequia ideal o paradigma en ausencia, pues los
pases europeos no respondieron a sus expectativas tericas previas. Recin cuando lleg a
Estados Unidos, segn sus palabras, encontr un modelo socio-econmico que garantizara
su bsqueda por lo menos en algunos aspectos. Debemos adelantar que los filtros
discursivos de la subjetividad sarmientina tuvieron una fuerte incidencia en el proceso de
conversin, que transform la realidad norteamericana en un relato teleolgico de
civilizacin y modernidad. Espejo en el cual Mitre se mir con frecuencia.
Un ejemplo de la elipsis retrica, que lneas ms arriba sealamos como de uso
frecuente en Sarmiento avalara, en sus cartas de viaje, la ausencia pormenorizada de un
lugar fundacional como Inglaterra, con omisin de su imaginario social, econmico e
institucional. Por qu no se detiene sobre la isla? Probablemente en Inglaterra no haya
encontrado tan slo descentramientos o un mal funcionamiento del sistema, como le haba
ocurrido en Francia e Italia, sino las inocultables consecuencias de la civilizacin
industrial. Jos Sazbon en las Jornadas Internacionales Domingo Faustino Sarmiento
compara el Facundo con el libro de Engels, La situacin de la clase obrera en Inglaterra.
En su texto, seala all una serie de analogas y diferencias en la descripcin de los
respectivos modelos sociales, que llevaron a cabo ambos autores. El texto de Engels,
publicado unos pocos aos antes que Sarmiento visitara Inglaterra y contemporneo de la
escritura de Facundo, reflexiona sobre el estado de situacin en que se encuentra el
desarrollo capitalista. Como bien sostiene Sazbon, no se diferencia demasiado la
393

Olimpio Pitango de Monalia. Op.Cit., pg 163.

234

civilizacin industrial si la medimos por su restauracin de condiciones de subordinacin


feudal, por su organizacin autoritaria de la unidad productiva, por su
discriminacin desptica, de la barbarie argentina 394.
Difcilmente haya pasado desadvertida para Sarmiento la situacin crtica que vivan
las distintas ciudades de la isla. Engels focaliza su observacin en Manchester, pero la
situacin se repeta en Londres. Pudo haber escapado a la mirada del sanjuanino lo que
antes haba observado en Francia e Italia, y en esta oportunidad, quizs, se presentaba en
una escala mayor? Los espacios ciudadanos con los que se encontr seguramente no
fueron los esperados. El crecimiento urbano careca de planeamiento. Los suburbios
industriales se haban convertido en concentraciones poblacionales, en las que muchos de
sus habitantes subsistan hacinados en la pobreza. Faltaban los servicios elementales,
limpieza, agua, sanidad. La prostitucin callejera, el alcoholismo, las sucesivas epidemias
producto de las condiciones de vida, pudieron haber escapado a la aguda mirada de
alguien, que con mucho menos, segn los crticos, previ en sus Viajes la revolucin de
1948? 395 En todo caso, es difcil creer que ignorara la situacin.
La relacin causa-consecuencia entre liberalismo, capitalismo, y condiciones miserables
de vida era cuanto menos evidente. La situacin poltica de la poca lo facultaba para
filosofar sobre la sociedad civil y la representacin parlamentaria, el estado
constitucionalista y el estado autoritario, la responsabilidad de gobierno y la
responsabilidad civil dado que todas estas categoras, si se quiere, tenan su correlato
emprico. Pero en el campo econmico, hubiera tenido que extremar su pericia literaria
para desdecir un cuadro histrico que presentaba ms que evidentes signos de conflicto.
Esta imposibilidad, sin embargo, no result insalvable para la logstica discursiva de
Sarmiento. Encontr en la retrica un recurso que ya haba puesto en prctica en ocasiones
previas.
Sylvia Molloy, en Acto de Presencia, estudia la construccin autobiogrfica de
Sarmiento bsicamente con relacin a dos textos, Mi defensa y Recuerdos de provincia.
Resulta ilustrativo el procedimiento utilizado para seleccionar el material biogrfico que
ordena los antecedentes familiares y personales. Ese procedimiento es la elipsis. Segn
Molloy, Sarmiento oblitera de algunos de sus textos, personas y hechos que podran
condicionar o debilitar su posicionamiento frente a la historia. Los traslada desde pasajes
394

Sazbon, Jos. Facundo; la vida de los signos, en Jornadas internacionales Domingo Faustino
Sarmiento. Neuqun: Universidad del Comahue, 1988, pgs. 135,136.
395
Ver Hobsbawm, Eric. La era de la revolucin, 1789-1848. Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 2006.

235

donde su presencia podra resultar molesta a momentos ms inocuos de su obra.

396

Estas

curiosas ausencias o corrimientos pertenecen a un criterio discursivo que de algn modo se


repite en las cartas de viaje. Si el lector espera encontrarse con una descripcin aguda del
sistema socio-econmico emergente que presentaba el desarrollo industrial, principalmente
en Inglaterra, el silencio ser la respuesta. Pero de manera fragmentaria y dispersa, las
referencias van a salir a la superficie textual cuando la coyuntura ideolgica-discursiva le
resulte favorable. Segn las circunstancias Sarmiento produce significado, construye
sentido, sin temer las contradicciones, ni la elisin de la verdad.
Dos ejemplos de elipsis o desplazamiento tienen lugar, uno en el comienzo de la carta a
Valentn Alsina, y el otro durante su visita a Boston. Una vez en Estados Unidos, sin el
compromiso de realizar una descripcin objetiva, puede utilizar la realidad de la isla como
una referencia vlida:
Pittsburg se alza hoi en medio de las selvas americanas, envuelta en su
denso manto de humo hediondo i espeso, que la hace llamar ya el
Birminghan yankee, i ser el Londres futuro, por la multitud de sus
fbricas... 397

Estados Unidos le facilita las cosas. Es un pas en proyeccin donde las consecuencias de
la industrializacin, todava en sus inicios, aunque potenciales, permanecen ausentes, por
lo tanto no lo urge la necesidad de enmascararlas u ocultarlas. Cuando analiza los
suburbios de Boston, entrega una descripcin comparativa donde el sistema industrial
ingls, ahora s expuesto a travs de sus aspectos negativos, le resulta funcional a sus
intereses: ponderar la produccin textil estadounidense.
Cmo luchar con la fabricacin inglesa, producto de injentes
capitales empleados en las fbricas, i de salarios nfimos pagados a un
pueblo miserable i andrajoso? Dcese que las fbricas aumentan el
capital, en razn de la miseria popular que producen. Lowel es un
desmentido a esta teora. 398

Segn la coyuntura, Sarmiento produce significado, construye sentido, sin temer a las
contradicciones, ni a la elisin de la verdad verificable por la experiencia emprica.

396

Acto de presencia. Op. Cit., pg. 208.


Sarmiento, Domingo Faustino. Viajes. Pars: FCE, Coleccin Archivos, 1996, pg. 295.
398
Ibd. pg. 389.
397

236

La impronta discursiva del sanjuanino, por otra parte, no se limita a la generacin de


vacos significantes. El dispositivo ms prdigo en los anales de la historiografa es la
invencin tanto de pruebas como de testigos, procedimiento que comparte con Olimpio.
Cuando Sarmiento visita Italia, genera testimonios como el protagonista de la novela de
Holmberg crea documentos histricos que acrediten su proyecto poltico-institucional.
Entre otras invenciones, Sarmiento reproduce una supuesta carta de un cura de campaa
donde expone sus propias ideas respecto de la asuncin de Pio X. El cura distingue las
virtudes del nuevo Papa, halagando la recomposicin institucional; destaca su aceptacin
popular a travs de una extensa descripcin donde utiliza variedad de tonos, complejas
enumeraciones, comparaciones, metforas y paralelismos. Tampoco resulta aleatorio que
sobre la resolucin de la epstola opine sobre la relacin Iglesia-instruccin escolar desde
la perspectiva con que habitualmente lo haca el sanjuanino.

399

Una lectura detallada del

texto evidencia que su escritura no responde a las habilidades estilsticas de un cura de


campaa sino a un escritor de oficio como lo era el creador del Facundo. Si en Recuerdos
de provincia Sarmiento se reconstruye a s mismo por medio de elipsis y desplazamientos,
en los Viajes (quiz como en varios pasajes de Facundo), extrema el procedimiento
historizando un personaje que slo existi en su imaginacin.
De la creatividad del maestro toma nota Holmberg para representar en clave ficcional
cmo se funda una nacin a partir de la produccin discursivo-imaginaria, al tiempo que
demuestra cmo la historiografa patria debe inventar sus propios testigos o hroes, tal
como lo haba hecho Sarmiento a lo largo de sus obras:
Hoy estamos convencidos que tus geniales invenciones de Cachimbo
Prez y de Botijo, se han transformado en smbolos de una aspiracin
nacional cuya satisfaccin lastima los hbitos de una rutina secular,
pero infecunda e inapelable en la actualidad de la poltica universal. Y
aunque ridculos por su tipo, los has hecho respetables porque has
encarnado en ellos el sentimiento profundo de la Patria y, al darles un
carcter, has tenido la habilidad de hacerlos casi contemporneos de
esas soberbias creaciones de Corneille, entidades de una pieza, tipos
definidos de rumbo fijo en los cuales la voluntad tiene norte y el
carcter una temperatura de rojo-blanco. 400

No tiene importancia, segn la lectura que hace Holmberg de la historia oficial, si


existieron realmente o no los prceres fundadores. Su verosimilitud radica en la
potencialidad discursiva, en la maestra de la poiesis que dio lugar al tipo que nos
399

Sarmiento, Domingo Faustino. Viajes. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, Colleccin Archivos,
2007, pg., 234.
400
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit. pg.163.

237

propone. Su poder de convencimiento para instalar emblemas nacionales desplaza la


discusin de si realmente vivieron, si fueron producto de una imaginacin frtil como la
sarmientina o la de Mitre, para citar los autores que ejemplificamos. Destacamos adems,
como una constante, la caricaturizacin y la presencia relativizante del tono irnico
(herencia de la saga humorstica a la que tambin haba adherido Eduardo Wilde) que no
permite al lector una decodificacin rigurosa del sentido. Sin lugar a dudas, estamos en
presencia no tan slo de la creacin de una falsa conciencia o caracterizacin negativa,
sino frente a la supervivencia y transformacin de impulsos creativos propios de la
modernidad esttica de principios de siglo XX. A diferencia de Eduardo Wilde, a quien
Fredric Jameson denominara un moderno clsico, Eduardo Holmberg

no se

conformaba con instalar en un primer plano la ambigedad del significante; pona en


prctica una reflexividad que tiene que ver con el status del artista, e implica un retorno
del arte sobre la creacin del arte.

2.6 El santo memorial, una hagiografa patria.


Tipos dignos de inmortalizarse en lienzos, mrmoles en
bronces
Bartolom Mitre. Galera de Celebridades (1857)

Olimpio Pitango al arengar se transforma: se le inyectan los ojos


[] Su voz es poderosa [] de pronto se exalta, imagina lo que un
historiador tiene el derecho de reclamar, sube el tono, vibra, tiembla
[] ya no es el historiador es l quien exige [] Entonces aparece una
multitud de personajes imaginarios (prceres fundacionales). Es tal la
realidad de la ficcin, de la potencia imaginativa, que uno se queda sin
saber qu pensar, y es mejor no pensar.
Eduardo L. Holmberg. Olimpio Pitango de Monalia.

Durante los aos ochenta y noventa, perodo en que la literatura de Holmberg


adquiri volumen, densidad y presencia, se mantuvo un debate entre polticos e
intelectuales sobre la construccin de un memorial, que contuviera como figuras seeras
los hroes patrios.

401

La cantera que provey a Holmberg el material necesario para

401

[] a partir de 1880 se public un conjunto de libros de gran significacin, entre ellos la versin
definitiva de la Historia de Belgrano y la Historia de San Martn y la emancipacin americana de
Bartolom mitre, que apareci entre 1887 y 1890. Adolfo Saldas public en 1888 Historia de Rosas y su
poca, que reaparecera corregida y aumentada en 1892, como Historia de la Confederacin Argentina. En
1887 se public El federalismo Argentino de Francisco Ramos Meja y en 1888 apareceran La tradicin
nacional de Joaqun V. Gonzlez, las Tradiciones de Buenos Aires de Pastor Obligado y Londres y
Catamarca de Samuel Lafone Quevedo. Entre 1888 y 1893 se publicaron los diez volmenes de la Historia

238

imaginar sus hroes y mostrar cmo los prceres eran instalados en el panten nacional, se
organiz durante este perodo. Con el objetivo de montar la tradicin se operaba sobre el
presente histrico y se reforzaban los vnculos con una seleccin de figuras fundacionales.
Nos parece imprescindible, por lo tanto, revisar el modo en que fueron creados
literariamente los precursores de Olimpio, bajo la mscara discursiva de la biografa. La
morosidad y la extensin del anlisis previo lo justificamos por el valor del modelo con el
cual Holmberg establece un dilogo literario, que propone diversas interpretaciones, y
tambin por la riqueza del material consultado, que prcticamente no fue utilizado como
texto de estudio, tal el caso de la Galera de celebridades argentinas (1857).
La necesidad coyuntural de fortalecer la imagen de los hroes patrios motiv que en los
ltimos veinte aos del siglo XIX, la mirada se dirigiera en busca de merecimientos
personales. La antologa de celebridades argentinas fue resultado de una discusin ardua,
aunque el corpus (los lmites ideolgicos) con el que trabajaron los historiadores profesionales o de ocasin- no fue lo suficientemente amplio como para permitir la
convivencia de las distintas tradiciones. Aunque los creadores del santo memorial de la
poca no presentaran uniformidad de criterios en la seleccin, el sustrato profundo estaba
cristalizado desde varios aos antes. El tibio revisionismo de algunos autores (Vicente. G.
Quesada, Ernesto Quesada, Ramos Meja) no se permita el disenso para imponer algunos
de sus representantes patrios. La matriz heroica estaba prefigurada.
Los diversos posicionamientos discursivos estimularon el debate, pero no excedieron los
matices o lmites de un mismo patrn ideolgico. Las voces de Adolfo Saldas con su
Historia de Rosas (1882) y de David Pea con Juan Facundo Quiroga. Contribucin al
estudio de los caudillos argentinos (1896), pudieron haber aportado una lectura desde una
perspectiva diferente pero su debilidad estratgica dentro del campo intelectual, los releg
a un segundo plano. Contra su intencin lograron el efecto inverso; se erigieron como
referencias oportunas para terminar de legitimar y consolidar el canon establecido. Tanto
en el origen como en el proceso de reconstruccin de lo que podramos llamar
metafricamente el panten nacional encontramos nuevamente dos escritores
fundamentales: Domingo F. Sarmiento y Emilio Bartolom Mitre.
Mitre

y sus circunstanciales colaboradores instalaron su memorial de prceres sin

explicar con profundidad la actuacin contradictoria de algunos de ellos, para no


de la Repblica Argentina de Vicente Fidel Lpez, y entre 1889 y 1890, su Compendio de historia
argentina, mientras que La gran semana de 1810. Crnica de la Revolucin de mayo, apareci en 1896.
(Bertoni, Lilia Ana. Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construccin de la nacionalidad argentina a
fines del siglo XIX. Buenos: FCE, 2007, pg 256). La negrita es nuestra.

239

desautorizar las causas del sitial donde se los pretenda instalar. La brevedad de los textos
de la coleccin contribuy con el recurso descriptivo o icnico que facilitaba la
simplificacin de los pasos. El resultado no contradijo la efectividad de la estrategia.
Los hombres notables rescatados por la Galera fueron San Martn, (nota escrita por
Sarmiento);

402

Bernardino Rivadavia (por Juan Mara Gutirrez); Manuel Belgrano

(sinopsis de lo que despus se transformara en la extensa biografa escrita por Mitre);


Gregorio Funes (firmada por Un amigo de los servidores de la patria); Guillermo
Brown (escrita por Jos Tomas Guido); Manuel Jos Garca (sin firma que acredite su
escritura); Mariano Moreno (por Manuel Moreno); Florencio Varela (por Luis L.
Domnguez) y la de Juan L. Lavalle (sin autor acreditado). Los bigrafos y los biografiados
antes sealados no fueron los nicos. En la primera pgina de la edicin original figuran
tambin como colaboradores, Flix Fras y el General Ignacio lvarez, aunque no se
especifica cules de los textos fueron propios.
Si tomamos como ejemplo la discutida vida poltico-militar de Lavalle, la invencin
pura de un testimonio al estilo sarmientino, para textualizar y legitimar sus propias ideas
probablemente no resulte un equvoco. Se citan palabras, incluso dilogos enteros, sin
acreditar la fuente (modalidad, que, como sabemos, difiere sustancialmente de las
atribuidas a Mitre). Por otra parte, sobre todo a partir de la campaa de Lavalle contra
Rosas, el texto toma forma testimonial a travs de un narrador, en tercera persona plural,
que cuenta desde el lugar de los hechos. El efecto que logra es el de complicidad y
compromiso ideolgico con la causa, pero adems refuerza el valor de verdad con el
supuesto conocimiento directo de los acontecimientos narrados. La apologa tendenciosa y
el exceso retrico presente en la defensa de Lavalle son rasgos constatables de la escritura
sarmientina. La biografa refuerza la identidad literaria con el empleo de construcciones
uchrnicas, las mismas que antes haba desautorizado Mitre en los textos de Vlez
Srfield, acompaadas, en algunos casos, con el desplazamiento de la culpa, por los errores
estratgicos cometidos, hacia terceros.
La creacin de un fuerte campo hipottico debilita notablemente el peso de la realidad
emprica en el discurso biogrfico. La tendencia hacia la autonoma que presenta el texto
402

Sarmiento ya haba publicado su biografa sobre San Martn en una obra que sera el patrn o modelo de
la Galera. La misma se haba editado en Chile, 1854: Coleccin de Biografas Retratos de Hombres
Clebres de Chile. En principio Sarmiento le haba pedido a Alberdi que la escribiera pero desacuerdos sobre
el punto de vista respecto del protagonista, frustr el trato que asumi finalmente Sarmiento. Ver: Yanguay,
19 de julio de 1852 y Yunguay, 2 de septiembre de 1852 (Sarmiento, Domingo Faustino, Alberdi Juan
Bautista. Las ciento y una. Cartas Quillotanas. Buenos Aires: Editorial Losada, 2005.) Con relacin a las
colecciones de biografas sobre hombres clebres, la chilena y la argentina no fueron las nicas. Pocos aos
despus completaron la saga Bolivia y Mjico.

240

es lo que da lugar a una constitucin cercana a lo literario y no a lo historiogrfico.

403

La

explicacin por la forma, o para decirlo de otro modo, que privilegia la forma y la
hiptesis por encima de la informacin histrica convierte a la textualidad en fronteriza,
cuanto menos, con la ficcin.
Si el lenguaje ya no puede ser considerado exclusivamente como la expresin
transparente de una realidad exterior o de un sentido dado, es en su funcionamiento
mismo, en la actualizacin de sus recursos un productor de realidad. Esta conjetura no
es original del siglo XX, Mrmol, en Amalia, sin necesidad de recurrir a precisiones
tericas, quizs de un modo rudimentario, en el mismo pasaje en que Daniel Bello discute
con los unitarios Florencio Varela y Julin Agero acerca de los distintos puntos de vista
sobre la batalla de Sauce Grande ganada por Rosas, escribe lo siguiente:
Indecible es la sorpresa que causa a Daniel ver a aquellos dos
notables personajes empeados en convencerse y en persuadir a los
dems de que el general Lavalle no haba perdido la batalla de Sauce
Grande, cuando l saba a no poder dudarlo, que el suceso era
desgraciadamente cierto, y sobre todo, verlos empeados en querer
404
desvanecer un hecho con slo el poder de la argumentacin.

Para retomar el eje del anlisis, la biografa construye un prcer digno de permanecer
en la memoria nacional debido a su condicin de hroe, figura emblemtica de la literatura
y la mitologa clsica. La condicin de heroicidad es legitimada por la lucha contra
fuerzas superiores sustentadas en poderes sobrenaturales, o en los designios ineludibles
del destino. En este caso Lavalle se aproxima bastante, segn el relato de la Galera a un
hroe pico clsico. La derrota, por otra parte, se transforma en triunfo moral que deja una
figura seera para la patria y una enseanza a seguir. El sesgo pedaggico se complementa
con el sentimiento o la formalidad trgica.
Segn el recorte especulativo que hemos realizado para trazar el itinerario de nuestra
investigacin, el montaje inicial del santoral de prceres nacionales se realiz entonces,

403

Si atendisemos a las marcas discursivas, la primera persona del plural que narra los acontecimientos se
podra desglosar en dos visibles influencias. La primera parte (la guerra de la independencia, la guerra contra
Brasil y el levantamiento de Dorrego), hasta el captulo V, parece dominar la pluma o el concepto
historiogrfico de Mitre: un estilo referencial, literario pero medido en la construccin de imgenes y la
seleccin esttica de palabras, inclusin de numerosas citas y documentos con la fuente debidamente
acreditada. Desde el captulo V en adelante, todo lo que concierne a la campaa contra Rosas hasta la muerte
de Lavalle, se aproxima al estilo tradicional de Sarmiento: tono elevado tanto para la apologa como para la
crtica, uso repetido de la hiprbole, el desplazamiento, la elpsis, la reproduccin de testimonios no
debidamente acreditados, y, como ya sealamos, un uso literario en el dispositivo narrativo, tcnica que
tambin Mitre dominaba a la perfeccin.
404
Amalia, Op. Cit., pg. 292.

241

sobre el sustrato discursivo-ideolgico de dos autores Sarmiento y Mitre. A la sombra de


estos antecedentes se form Eduardo Ladislao Holmberg. No resulta extrao, entonces,
que su ltima novela, bajo su impronta satrica, retome los procedimientos aludidos y los
exponga en un ejercicio meta-discursivo, donde refleja la emergente crisis de la
representacin de la verdad en la historiografa oficial, a la vez que recupera su funcin
pragmtica.
Durante las dcadas de los ochenta y noventa del siglo XIX, se renov con ms
intensidad la necesidad perentoria de fijar un club de hroes. El fantasma de la barbarie
criolla regresaba transfigurado para encarnarse en la horda transatlntica. La impronta
lacrada por Mitre con su Galera se reproduce por entonces de diversas formas; la
estatuaria es una:
A la Pirmide de mayo y las estatuas ecuestres de San Martn (1862) y
Belgrano (1873), se haban agregado apenas sus propios mausoleos (el
de San Martn en la catedral y el de Belgrano en la iglesia de Santo
Domingo), la estatua de Adolfo Alsina en la plaza Libertad (1882), la
columna de Lavalle en la plaza del Parque (1887), la estatua de
Falucho en Florida y Charcas (1897) 405 y la de Sarmiento en Palermo
que realizada por Rodin e inaugurada el 25 de mayo de 1900, se
convierte en el primer gran episodio escultrico local [] 406

Las estatuas de Moreno y Rivadavia formaron parte del proyecto oficial de estos
reconocimientos en 1896, aunque por motivos ajenos a la discusin histrica sus
emplazamientos se fueron retardando en el tiempo. Como se puede interpretar, adems de
algn recordatorio de relativa significancia como el centenario de Dorrego en 1887, o el
tmido revisionismo histrico que pretendi durante los noventa rescatar a Rosas del
olvido (segn Hebe Clementi, poco ms que un intento de hacer liberal al liberalismo
argentino407),

la regleta o tipologa para la impresin haba sido estandarizada de

manera casi definitiva a mediados del siglo XIX y respetada a fines del mismo. La bolsa
de huesos (ttulo de un relato policial de Holmberg incluido en Cuentos fantsticos

408

que contena el esqueleto nacionalista, Holmberg la cargaba desde los aos 80 y revis sus
reliquias poco despus del centenario. De ella extrajo su memorial y reactiv la
importancia que se le atribuy a la historia en la formacin de la conciencia patria.
405

Falucho tambin haba sido rescatado por Bartolom Mitre en 1857. Ver Episodios nacionales.
Biografas. Estudios y rectificaciones histricas. Obras Completas. Buenos Aires: Edicin Ordenada por el
Honorable Congreso de la Nacin, Volumen XII, 1959.
406
La grilla y el parque. Op.Cit., pg. 209.
407
Clementi, Hebe. Rosas en la Historia Nacional. Buenos Aires: La Pleyade, 1970.
408
Cuentos fantsticos. Op. Cit., pg.,

242

Documentos, fuentes orales, anecdotarios de todo tipo, objetos conmemorativos


(puramente histricos, estticos-histricos) cayeron sobre su mesa de trabajo en 1912 y
fueron tomando estado literario alrededor de un personaje fundacional, que se quera
recobrar o redimir por medio de discursos fronterizos con la caricatura, como el que le
atribuimos a Sarmiento cuando la voz narrativa de la Biografa de Lavalle, incluida en
la Galeria de celebridades, se refiere a la repatriacin de sus restos: Pronto estarn entre
nosotros los restos venerandos, y depositados en el panten de los hroes, sern regados
all por el llanto de un pueblo agradecido, por las flores que las vrgenes argentinas irn
esparcir sobre su fosa

409

o por la estatuaria de principios de siglo XX que

corporizaba en los espacios pblicos volmenes de bronce, algo que se repite en la


emergencia de la nueva Monalia.

409

Galera de celebridades argentinas. Op. Cit., pg., 273.

243

Captulo III
Olimpio Pitango de Monalia o la representacin en clave de los
procesos fundacionales.
3.1 Siglo XX: Las restricciones forman al receptor.
Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en l un
ngel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la
mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas.
El ngel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara est vuelta hacia
el pasado. En lo que nosotros aparece como una cadena, l ve una
catstrofe nica, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja
sobre sus pies. El ngel quisiera detenerse, despertar a los muertos y
reconstruir lo despedazado. Pero una tormenta desciende [] lo
arrastra irresistiblemente hacia el futuro. Tal tempestad es lo que
llamamos progreso.
Walter Benjamin, Tesis de filosofa de la historia

Despus del Centenario, Holmberg comenz a escribir Olimpio Pitango de Monalia.


Su situacin haba cambiado respecto del ltimo tercio del siglo XIX. De compartir la
escena con Sarmiento, polemizar con Mitre, animar veladas literarias con Rubn Daro y
tener franco acceso a la publicacin de sus textos en distintos medios, pas a la exclusin
de los mbitos donde se tomaban las decisiones culturales. Los motivos de esta
marginacin pueden ser varios. En relacin con Lin Calel y su lateralidad como texto
representativo de la conmemoracin del Centenario, se pueden argumentar razones
estticas, que las hay y slidas, aunque se debilitan cuando se la compara con otras obras
que obtuvieron reconocimiento, como por ejemplo, el Canto de Calixto Oyuela, un
sobreviviente del 80, como Holmberg. Ms que a razones poticas, la causa de este
desplazamiento quizs est vinculada con las ideas predominantes en 1910. El grado de
probabilidad se aproxima a la certeza, si se enfrenta el mestizaje indio-blanco propuesto
como origen del pas en Lin Calel, con los versos de las Odas seculares de Leopoldo
Lugones, irremplazable autoridad en materia de identidad nacional: Bella sangre de
prsperas razas / esclarece tu altivo linaje. Resulta difcil pensar que pudieran convivir

244

dos posturas cuanto menos divergentes, porque, como se puede apreciar, el logro potico
de los versos citados de Lugones no marcaran mayor relevancia.
Por otra parte, Olimpio Pitango de Monalia ni siquiera lleg a publicarse, a pesar de
los mritos que la convierten en una de sus obras ms logradas. Conjeturar juicios de valor
definitivos no es una intervencin hermenutica aconsejable para leer la novela. El texto
que Holmberg comenz a escribir en 1912 y presumiblemente termin en 1915, qued
depositado de manera residual en dos cuadernos, a la espera azarosa de que se abriera un
resquicio para su publicacin, circunstancia que recin aconteci en 1994.

410

La escritura

de Monalia es el punto final de un largo proceso creativo que se inici en 1876 con Dos
partidos en lucha. Rene una cantidad de procedimientos lingsticos-literarios y motivos
extra literarios, devenidos de diferentes campos del saber, que se pueden encontrar en sus
textos anteriores, pero en esta oportunidad son llevados hasta la exasperacin. El discurso
polmico, la caricaturizacin de los personajes, la heteroglosia lingstica, el polimorfismo
genrico, los motivos filosficos, polticos (geoestratgicos, ideolgicos-doctrinarios,
polticos-institucionales, partidocrticos) sociolgicos, (raciales, culturales, econmicos)
histricos, religiosos y pedaggicos, le otorgan al texto una densidad ausente en la
produccin literaria contempornea. La puesta en literatura o literatureidad de los
diferentes discursos que analizamos segn los cdigos propios de su comunidad
interpretativa (por caso la lingstica-histrica), sufren la distorsin del espejo
holmbergiano. Revisar el pasado a travs de Monalia implica la repeticin en forma de
morisqueta simiesca, pero tambin rescatar el potencial evolutivo que nos deposita en el
homo sapiens, en su ms alto grado de complejidad intelectiva. Olimpio Pitango de
Monalia es un texto agonal, polifactico. La asociacin y la tensin, entre representacin y
transgresin, enmascaran el dominio del sentido, fenmeno que se produce en todos los
niveles del relato. Recorrer los caminos del dilogo y la polmica (con el pasado y el
presente), describir el radio de accin o interferencia del punto de vista del sujeto
(histrico-ideolgico) Holmberg, precisar las funciones de los procedimientos literarios
que dan forma y estructuran a la obra, constituyen algunos de los requerimientos que
desafan la interpretacin de la novela.
El enfrentamiento de dos modelos de nacin, con origen diverso, (leyes naturales uno,
convencin institucionalista el otro) estructuran el texto sobre un proceso dinmico que no

410

Ver la Introduccin a la edicin llevada a cabo por Gioconda Marn. Pgs. 7-69: Holmberg, Eduardo
Ladislao. Olimpio Pitango de Monalia. Buenos Aires: Ediciones Solar, 1994.

245

estabiliza la unidad de sentido ni unifica los criterios de lectura. La siguiente imagen


topogrfica resulta una metfora significativa:
[] innumerables arroyos y torrentes descargan sus aguas en dos ros
que corren al mar en direcciones opuestas: el uno hacia el Naciente y el
otro hacia el Poniente. 411

La novela est entramada simblicamente por esos dos ros que llevan direcciones
distintas, aunque en ocasiones se juntan, contaminan y vuelven a separar, sin brindar
ninguna certeza sobre la divisoria final de aguas. El movimiento, la transmutacin, la
indefinicin parecen constituir el recurso que le garantiza al autor la representacin de la
transformacin que progresivamente padece la nacin.
Monalia era un pas que gozaba de libertad e igualdad social y econmica dentro de un
marco poltico democrtico, instalado por el hbito que las sucesivas generaciones haban
creado de manera espontnea y natural. Durante tres siglos sus habitantes haban vivido en
algo parecido a una arcadia. Antes habamos propuesto como modelo de la creacin
holmbergiana a la utopa tradicional de cuo renacentista, e incluso se podra pensar en el
proyecto capitalino de Sarmiento: Argirpolis, aunque estimamos desde un principio que
Monalia no se puede leer como un texto exclusivamente subsidiario del discurso utpico.
De acuerdo con lo expuesto en captulos previos, y segn nuestro Plan de Tesis, resulta
pertinente pensar el trabajo literario que Holmberg ha realizado en Olimpio Pitango de
Monalia, como una estilizacin del discurso histrico liberal. La estilizacin trazara una
parbola polismica que ira desde el homenaje a la caricaturizacin.
En la novela, las voces de los pensadores liberales dan sustento al pasado monalita y
crean sus bases fundacionales desde donde se proyectan ideas, usos y costumbres:
Rica, feliz, generosa y caritativa, gobernada patriarcalmente dentro de
un concepto clarsimo de la libertad por el equilibrio del derecho y el
deberAll la libertad era espontnea, porque las generaciones
sucesivas se haban habituado a ella; era una funcin del organismo
individual y colectivo, como lo es el respirar, el sentir, y el pensar, y
como un goce tan completo de la libertad no puede adquirirse sin el
hbito de la posesin 412

El discurso histrico que hizo escuela durante el siglo XIX entra en la novela pero no
sale ntegro, sino modificado por las diversas fuerzas gravitacionales que operan sobre l.

411
412

Ibd. pg. 75.


Ibd. pgs. 76,77.

246

Si durante su dominio del imaginario nacional, el discurso (econmico) liberal domestic


los excesos que pudiera ocasionar el derecho positivo, en el texto de Holmberg el
enfrentamiento entre las leyes naturales y la construccin del Estado y sus instituciones a
partir de una imposicin ajena al status quo, va a relativizar los presupuestos de las voces
oficiales.
La necesidad de un cambio en la vida monalita aparece temprano en el relato. Olimpio
Pitango movilizado por los ltimos hechos ocurridos en el pas y el mundo, escribe un
artculo revelador, en el cual sentencia la necesidad de refundar Monalia. Los motivos no
se originan en arduos presupuestos tericos, sino en el impulso de romper con la
inmovilidad y la consolidacin social y por la necesidad estratgica de insertarse en el
concierto de las naciones. Por otra parte, los que s presentan una sofisticacin propia de un
sistema filosfico de pensamiento son los mtodos utilizados para instrumentar la
conversin institucional del pas.
Previamente se ha sealado que Holmberg haca de la doctrina darwinista un punto de
vista activo que con frecuencia y bajo diferentes formas intervena en el campo literario.
La continua mutacin y la necesidad de adaptacin como motivos frecuentes del relato son
traslaciones pertenecientes originalmente al acervo evolucionista, pero una vez aceptada la
vinculacin o para mejor definicin, la cclica reformulacin de la regla naturalista, el
lector se encuentra sometido a una experiencia filosfica de otro orden. No existen
evidencias de que Holmberg haya estudiado particularmente a David Hume, pero utiliza
algunos de los principios que el autor ingls elabor en su filosofa poltica.413 La aguda
capacidad de observacin, mtodo que Holmberg siempre destac dentro del repertorio
cientfico, le permiti representar literariamente las distintas etapas fundacionales que
atraves la nacionalidad argentina a travs de un sistema anlogo, en principio, a corrientes
de pensamiento que tienen a Hume como paradigma. La experiencia durante la revolucin
de 1874, retratada en Dos partidos en Lucha, su enfrentamiento de larga data con Mitre, su
adhesin al Partido Autonomista y su observacin del proceso fundacional llevado
adelante por Roca, junto a las luchas polticas gestadas a principios de siglo XX, se
transforman en material informativo procesado por la estructura interna de la novela.
Nos parece ineludible, por otra parte, hacer mencin a la novela Dos partidos en lucha,
otorgndole un carcter proto-narrativo o embrionario (formal y conceptual), nutriente de
los textos posteriormente escritos por Holmberg, en particular Olimpio Pitango de
413

Morgan S., Edmund. La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en Inglaterra y
Estados Unidos. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2006.

247

Monalia. Dos partidos en lucha, como bien lo seala su ttulo, narra el enfrentamiento de
dos concepciones diferentes sobre la teora evolucionista, con la particularidad de que la
ficcin expone sin enmascaramientos el marco histrico real en que transcurren los hechos
inventados. La pugna de ideas no se reduce al escenario del teatro Coln, sede del
Congreso Cientfico, sino que se expande y toma estado pblico por diversos medios,
principalmente el periodstico. Encontramos en el enfrentamiento partidario y en la red
expansiva de la informacin a travs de los diarios, la saga o gnesis estructural de lo que
muchos aos despus aparecer reformulado en Olimpio Pitango de Monalia. Por otra
parte, Ladislao Kaillitz, el narrador de la novela, pone de manifiesto su aprensin respecto
de la presunta verdad que transmitiran los medios informativos, a diferencia de Olimpio,
que al modo mitrista, transforma lo que en 1874 se interpretaba como tergiversacin, en un
mtodo discursivo eficaz para introducir en el sujeto social las nuevas ideas que
posibilitaran re-inventar el pas. No se trata de mentir entonces, sino de cambiar una visin
del mundo por otra segn Hume. 414

414

La relacin equvoca o ambigua que Holmberg mantena con Mitre, rescate y reconocimiento de su
metodologa historiogrfica y periodstica para imponer sus ideas, y rechazo tanto de su metodologa
revolucionaria por las armas, como de sus presupuestos ideolgicos, queda expuesto significativamene en
dos situaciones que tienen lugar en el Captulo XI de Dos partidos en lucha. El mismo relata la llegada de
Darwin a Buenos Aires, invitado especialmente para tomar parte del Congreso Cientfico, a la vez que
refleja la inestabilidad que atravesaba el pas por entonces:
La opinin pblica, divida an entre la poltica, la ciencia, la crisis
monetaria, y el teatro, se uni para manifestarse en una sola forma: la
admiracin. Darwin en Buenos Aires! El Gobierno Nacional y el
Gobierno Provincial, dispuestos como siempre a hacer a los forasteros
ilustres el homenaje que merecen, ordenaron que el da 28 se hiciera una
salva de trescientos sesenta y cinco caonazos, lo que nadie extraar si
se recuerda que estamos en 1874 que, a no dudarlo, es el ao en que ms
plvora se ha quemado en la Repblica Argentina. (Dos partidos en
Lucha. Op. Cit. pg 158.)
La hiprbole que seala la cantidad de plvora utilizada, si bien queda descontextualizada si se compara
con las guerras fratricidas anteriores a la dcada del 70, tiene como fin la desvalorizacin del levantamiento
armado mitrista de 1874. Holmberg cierra la crtica contra el fundador del diario La Nacin poniendo en boca
de Darwin su propio punto de vista respecto del hroe de Pavn. Ni bien el creador de El origen de las
especies desciende del Hound (Galgo en comparacin implcita y risuea con el Beagle, Sabueso, de FitzRoy), comienza la ronda oficial de bienvenida, situacin que a Holmberg le sirve para rendir tributo o ejercer
la crtica de los hombres que en ese momento diriman cuestiones de vital importancia para el pas. La ronda
protocolar comienza por el presidente Sarmiento, sigue por el vice. Adolfo Alsina, y el presidente electo
Avellaneda, todos saludados con el debido respeto y reconocimiento. Cuando llega el turno del ex-presidente,
Bartolom Mitre, Darwin-Holmberg le hace conocer su contrariedad: En mi vida pacfica general, ms de
una vez he odo vuestro nombre, y al estrecharos la mano por vez primera, permitidme manifestaros que os
aprecio, os admiro y no os comprendo. (Ibd., pg. 158)
Lacnico y lapidario, el autor de la novela sienta posicin respecto del accionar poltico-ideolgico de
uno de los ms importantes actores de fines del siglo XIX, a quien por otra parte, le reconoce haberlo
provisto, junto a Sarmiento, del modus operandi ideal para refundar la nacin monalita, representado por la
causalidad existente en la relacin lenguaje-construccin de la realidad.

248

3.2 Prceres y prosaicos.


Olimpio no es un personaje original. Como hroe fundacional funciona a manera de
polo en el cual convergen diferentes figuras que provienen del pasado. Se podra pensar en
l como una variacin de la especie, que arbitrariamente o no, tuvo su biotipo en
modelos como Francisco de Miranda, precursor en la lucha por la libertad sudamericana.
Fue Miranda quien, al igual que Olimpio, trabaj desde fuera de su pas con el fin de
consensuar criterios que condujeran a la revolucin independentista. La similitud radicara
en los procedimientos. Miranda, adems, fue uno de los primeros en crear lo que Edmund
Morgan llama ficciones orientadoras. A fines del siglo XVIII, organiz la primera
asociacin poltica bajo el dogma republicano con la denominacin Gran Reunin
Americana. Su objetivo, al igual que el protagonista del cambio monalita, era proyectar
ideas vectoras que otorgaran a los individuos una identidad colectiva, un destino nacional
comn.
Este proceso se dio tambin en la mayora de los exiliados polticos que tras haberse
integrado a la sociedad donde se haban asilado, volvan al pas de origen provistos de una
visin global de la problemtica nacional, gracias a la distancia en que haban vivido. Para
establecer una saga representativa, basta con pensar en el exilio europeo de algunos de los
prceres americanos como Andrs Bello, Simn Bolvar, el sealado Miranda, O Higgins,
y en el caso del exilio dentro de Sudamrica, Sarmiento, Alberdi, Mitre y Gabriel Ocampo,
entre otros.
Por supuesto, Olimpio trasciende la singularidad, se ve afectado por las variaciones de
s mismo que no lo inmovilizan en la figura de Miranda, ni de ningn otro hroe de la
Independencia. El personaje es portador de un cmulo de voces y comportamientos, con
mayor o menor proximidad a uno u otro prcer de la emancipacin y construccin
institucional, no tan slo de Sudamrica, sino en particular de Argentina. El trabajo
literario de Holmberg, para no equivocar el criterio de anlisis, no siempre hace lugar al
realismo cuando se trata de construir un personaje. Por lo tanto sera un error estratgico
intentar entender, como mimtico o puramente referencial, el significado que propone a la
confeccin de las representaciones histricas en el mundo de sus ficciones. Su
procedimiento, en muchos de sus relatos breves y novelas, consiste justamente en poner en
crisis el modelo realista por medio del absurdo. El protagonista de Monalia se encuentra
dentro de esta concepcin esttica. Presenta un perfil que forma parte de una galera de

249

personajes iniciada en Dos partidos en lucha (1876) con el rabianista Juan Estaca, un
extravagante exponente del pensamiento antidarwinista.
En su primer libro, Holmberg traza la figura con tinta gruesa; utiliza la irona directa
para articular de manera por dems evidente la relacin significativa entre el apellido del
personaje y su rigidez intelectual (estaca). El mismo tipo de operacin realiza con el doctor
Tmpano, protagonista de Filigranas de cera, quien a travs de un sueo, fabula la
improbable teora del cerumen. En otros textos, libera el significante para demostrar por
este medio la incoherencia que esclaviza a su personaje, como en el caso del excntrico y
disparatado sabio Burbullus de El tipo ms original.
Con el burgomaestre Hipknock,

personaje central de Horacio Kalibang o los

autmatas, utiliza una figura onomatopyica. El recurso nominal sirve de conmemoracin


a la absurda, pattica y gutural muerte de uno de sus antepasados, que deja este mundo
atragantado por un hueso. En el caso de Olimpio Pitango, el nombre deriva de una doble
etimologa, Olimpio de la tradicin griega y Pitango de un argentinismo que designa al
arrayn como pitanga. La mixtura etimolgica y el juego musical de sus significantes, que
convoca a la farsa, opacan deliberadamente la ptina de autoridad utilizada por 1910-1915,
para entronizar a los prceres de la patria.
La construccin de Olimpio, tanto en su carcter como en su funcin dentro del
sistema socio-poltico de Monalia, podra tener como modelo el accionar de Sarmiento, y
representar, a su vez, ciertas ideas de Alberdi. Los dos, como sealamos previamente en el
caso de Miranda, fueron gestores intelectuales de su pas desde el exterior. El tono
enrgico del discurso de Olimpio, su desborde imaginativo, su condicin de loco
razonante, la necesidad de los gobernantes de Monalia de enviarlo al extranjero para que
no interfiriera constantemente en la conduccin de la isla, su relacin directa con el
periodismo escrito, lo acercan considerablemente a la figura histrica de Sarmiento; su
contribucin a la elaboracin de la Constitucin Nacional de Monalia, el hecho de que la
misma fuera una reformulacin de las constituciones liberales europeas y particularmente
de la de los Estados Unidos lo aproximan a Alberdi; su espritu de imitacin conviene a
los dos por igual. 415
415

Frente a posibles asociaciones o especulaciones desacertadas es necesario destacar que el recurso de la


caricatura literaria utilizado por Holmberg, no proviene de las prcticas habituales de la revista Caras y
Caretas para la cual colaboraba con asiduidad. En primer lugar, Holmberg comenz con este tipo de tcnicas
mucho antes que la revista siquiera existiera. En segundo lugar en Caras y Caretas la tendencia general era
caricaturizar a individuos o situaciones concretas que el receptor poda identificar inmediatamente con la
idiosincrasia de los gobernantes del momento o con el funcionamiento insitucional contemporneo.
Holmberg se divierte ridiculizando o ambiguando taxonmicamnete especies o clases hiperonmicas:

250

Como veremos ms adelante, los fines polticos del protagonista de la novela lo


involucran en la creacin de documentos historiogrficos hasta el momento
desconocidos; hace emerger fragmentos estatuarios de un presunto pasado; personajes que
hicieron historia, Cachimbo Prez y el Gran Botijo, se transforman en caballos de Troya
que introducen la heterodoxia por medio del lenguaje.
Antes comentamos que Olimpio concentraba en su accionar y en su carcter, rasgos que
podan representar la tradicin que aglutinaba a los primeros emancipadores, a quienes
lucharon por la institucionalizacin del pas. Pero el trabajo con la nominalizacin en el
plano del significante incorpora nuevos sentidos, que establecen alianzas significativas por
fuera del discurso oficial. El contacto cultural (en este caso no la fusin, la hibridacin
planteada en Lin Calel) se produce en la convivencia fraterna que sugiere el acercamiento
lingstico propuesto por los nombres y apellidos de los personajes: el neoclsico Olimpio
ligado al pitanguero, vocablo proveniente del tupi-guaran que significa rojizo; Cachimbo
de origen bant africano precede al Prez espaol; el Gran Botijo, en un oxmoron que se
equilibra por la atraccin gravitacional de sus significados opuestos, y combina el uso
popular uruguayo con una palabra etimolgicamente latina, butticula.
El uso del lenguaje que propone Holmberg para perfilar sus personajes, filtra y altera el
relato clsico instalado por el discurso dominante. En este punto la novela asume una
representacin en clave o una parfrasis delirante de una descripcin historiogrfica.
Holmberg, no sin una dosis de absurdo y minimalismo, reformula el panten y con l, el
imaginario y las estrategias discursivas de Sarmiento, las narraciones de Bartolom Mitre y
las de Vicente Fidel Lpez.
Otro autor, condiscpulo y amigo, que ejerci una evidente influencia en la obra de
Holmberg, particularmente en la creacin de sus personajes, fue Jos Ramos Meja.
Adems de compartir la profesin mdica, los una una preocupacin: la situacin de la
ciencia en la Argentina. Cuando apareci La neurosis de los hombres clebres, un primer
volumen en 1878 y la edicin completa en 1882, en ambas ocasiones Holmberg tuvo
palabras de elogio para la obra. La neurosis de los hombres clebres result una veta
prdiga en perfiles humanos que pas a enriquecer la literatura holmbergiana. Una lectura
del texto de Ramos Meja, sin necesidad de realizar un estudio pormenorizado, suministra
prceres, polticos, cientficos, etc. El lector puede relacionar, por rasgos, caracteres o actuacin, algn
personaje suyo con una figura reconocida pero siempre va a mediar una ficcin relativizante y por lo tanto
estimula la duda, no la referencia directa, ni un contexo fcilmente decodificable. Tampoco la representacin
de personajes histricos con nombre y apellido pertenece a su catlogo.

251

de inmediato indicios que remiten a los rasgos principales de la personalidad de Olimpio.


Las descripciones y diagnsticos mdicos elaborados por Ramos Meja sobre algunos
hombres relevantes de nuestra historia son portadores genticos del perfil hereditario que
reaparece en el hacedor de Monalia.
En el Captulo II de la Primera Parte de La neurosis de los hombres clebres, La
neurosis en la historia, podemos hallar una sinttica descripcin generalizadora sobre las
celebridades, que podra trasladarse sin fisuras a la personalidad que Holmberg le atribuye
a su protagonista.
Conjeturo que estos hombres no deban esa penetracin extraordinaria
y casi divina que les notamos por intervalos y que los conduca a
engendrar ideas, unas veces disparatadas y extravagantes y otras
sublimes, sino a una perturbacin peridica de la mquina cerebral.
416

Olimpio Pitango, por momentos, es considerado un loco disparatado, y por momentos,


un genio visionario, un generador de ideas y realidades que lo instalan, a ojos del lector, en
el lugar de un demiurgo. Manipula la informacin como el alfarero el barro, y de entre sus
manos amanece un pas con historia sin haber tenido pasado. Pero no tan slo el perfil
neurtico de Olimpio se puede asociar con la obra de Ramos Meja, lo mismo ocurre con
su construccin discursiva. La idea central de la novela, segn la cual existe un entramado
de causalidades entre el discurso (ya sea histrico, cientfico o ficticio) y la realidad, tiene
plena vigencia, aunque podramos suponer involuntaria, en la metodologa aplicada por el
condiscpulo de Holmberg.
La neurosis de los hombres clebres resulta, en este sentido, un modelo que
difcilmente podra haber escapado a las inquietudes literarias de Holmberg. Vicente Fidel
Lpez, a quien Ramos Meja reconoca como su maestro y gua intelectual, escribi en el
prlogo a la primera edicin de La neurosis:
En sus fines, en su estilo, en su plan y en su doctrina, este libro es un
libro de ciencia pura. 417

A la luz de los aos, un lector medianamente avezado en el mtodo cientfico o en la


psiquiatra en particular, encontrara sobrados argumentos para contradecir la aseveracin

416

Ramos Meja, Jos. La neurosis de los hombres clebres. Buenos Aires: La Cultura Argentina, 1915, pg.
26.
417
La neurosis de los hombres clebres. Op. Cit., pg. 15.

252

del ilustre prologuista. La puesta en discusin de las palabras de Lpez y por extensin del
texto mismo de Ramos Meja ofrece un material invalorable para corroborar la hiptesis
sobre la ontologa del discurso que venimos proponiendo.
El objetivo del autor de La neurosis de los hombres clebres era, segn sus palabras,
confeccionar un libro pura y exclusivamente mdico que tuviera en cuenta los presuntos
comportamientos patolgicos de una seleccin de hombres histricamente reconocidos.
Concentr su mirada cientfica sobre La neurosis de Rosas, La melancola del doctor
Francia, El alcoholismo del Fraile Aldao, El histerismo de Monteagudo y El delirio
de las persecuciones del almirante Brown. Dems est decir que ninguno fue paciente
suyo; todos haban muerto para cuando l inici la investigacin y escribi posteriormente
su libro. De este modo, recurri entonces a textos que versaran sobre la vida de los
personajes que lo ocupaban. Utiliz, adems del marco terico especfico, biografas y
libros de historia que le permitieran recuperar del pasado, el accionar de sus pacientes
discursivos. Arribados a este punto, no se nos puede pasar por alto la habitual operatoria
historiogrfica de Mitre, ni la metodologa testimonial de Sarmiento, estudiados en
captulos anteriores.
El primero en descubrir la singularidad de este proceder (no poda haber sido de otra
manera) fue Sarmiento. El segundo, alertado por las observaciones que haba formulado el
sanjuanino, fue Jos Ingenieros. Al respecto, no sin cierto grado de inocencia, Ramos
Meja realiza su descargo:
Para realizarlo he necesitado leer mucho, preguntando e inquiriendo
ms, porque los elementos que en este sentido poda ofrecerme la
medicina de nuestro pas eran completamente nulos. Nuestros mdicos
de antao escriban poco y a no ser lo publicado en la Gaceta de
Buenos Aires, y una que otra escassima y mal confeccionada
monografa, no s que haya nada que valga la pena consultarse. El
archivo ms rico para la adquisicin de estos datos es indudablemente la
tradicin, que es la que he consultado con ms fruto a la par de todas
esas obras histricas que van en el ndice bibliogrfico, y de las cuales
he sacado algunos datos clnicos de mucha importancia. La descripcin
de la Confederacin Argentina por Martn Moussay, la Historia de la
Revolucin Argentina por el Dr. Vicente Fidel Lpez y la Biografa del
fraile Aldao por el Seor General Sarmiento, son las obras que ms he
revisado, las unas para la confeccin de la primera parte, y las otras
para la segunda, que vendr despus. En esta primera parte, y
especialmente en el Captulo II, me he servido mucho de la Historia de
Belgrano por el Sr. General Mitre, cuyos estudios histricos sobre la
poca de la Revolucin e Independencia son de un valor inapreciable.

La ausencia de informacin clnica, que los mdicos contemporneos de los personajes


debieron haber elaborado, hizo que el archivo ms valioso que encontrase Ramos Meja
253

fuese la tradicin historiogrfica. Lo que intenta ser una crtica contra la precariedad con
que se practicaba la medicina en el pasado, comparada con la metodologa moderna que
toma nota y dado el caso teoriza sobre las patologas en estudio, pone al descubierto la fe
ciega en la ciencia y sus mtodos, a punto tal que realiza un diagnstico a travs de la
informacin que le proporciona la tradicin.

Por otra parte, para elaborar cuadros

clnicos y sacar conclusiones de carcter cientfico, se ha servido de libros como Historia


de la Revolucin Argentina del prologuista y mentor de La neurosis de los hombres
clebres, Vicente Fidel Lpez, la Biografa del Fraile Aldao, escrita por Sarmiento, y la
Historia de Belgrano escrita por Mitre. Dejando de lado a Lpez, que si bien lo hemos
mencionado en ms de una oportunidad, no fue eje de nuestro estudio, s podramos
considerar al menos como informacin problemtica las fuentes provenientes de Sarmiento
y Mitre. Resulta suficiente recordar el anlisis pormenorizado que hemos realizado sobre
sus estrategias de escritura, sobre el valor de sus retricas y sobre sus planes narrativos
como para sostener que sus textos representen, justamente, documentos recomendables
cuando se trata de dar apoyo logstico a un discurso de orientacin cientfica.
Sarmiento, que saba muy bien qu haba escrito y cmo lo haba escrito, advierte sobre
la dudosa credibilidad del material que Ramos Meja haba utilizado para evaluar a Rosas.
Ingenieros, apoyado en la argumentacin del sanjuanino, presenta tambin sus reparos
sobre la metodologa acrtica utilizada por Ramos Meja:
Verdad es que el autor no se detuvo a criticar el valor histrico de las
fuentes a que acudi en busca de datos: tom por verdades probadas las
ms burdas patraas de los panfletistas unitarios, repitiendo
disparatadas ancdotas inventadas por la imaginacin febriciente de
algunos proscriptos. Sus citas de Rivera Indarte, de Lamas y de otros,
parecen hoy recortes de crnicas de polica intercaladas por error en
un libro de medicina, escapadas de su destino legtimo: los folletines
terrorficos de Eduardo Gutirrez [] Sarmiento, que tena el don de
husmear el ingenio de los otros, reconociendo a los miembros de su
propia familia, fue de los primeros en escribir sobre las Neurosis (Vol.
XLVI, pg. 293). Honrado como era, no pudo eximirse de dar a Ramos
Meja un consejo de polemista arrepentido, ya que tambin su Facundo
haba contribuido a formar la leyenda de la tirana. Prevengamos al
joven autor que no reciba como moneda de buena ley todas las
acusaciones que se han hecho a Rosas en aquellos tiempos de combate y
de lucha, por el inters mismo de las doctrinas que explicaran los
hechos verdaderos. Sarmiento saba muy bien por qu lo deca.

Ingenieros, que utiliza un tono elevado con la intencin de realzar el contraste entre
verdad y mentira, adjudica el error de Ramos Meja al hecho de no haber mensurado el
sesgo partidario de la documentacin examinada; agrava su miopa lo grosera que

254

resultaba la evidencia. La hiprbole, que por otra parte de manera implcita lo ubica a
Ingenieros en el lugar del cientfico moderno y criterioso, as como antes lo haba hecho
Ramos Meja con respecto a los mdicos del perodo de la independencia (lugar que
dudosamente mereciera Ingenieros, podra sostener un lector actual de sus trabajos),
termina por categorizar pasajes de La Neurosis como pertenecientes al universo de la
ficcin. Su asociacin con los folletines terrorficos de Eduardo Gutirrez (lo de
terrorficos no podramos asegurar si se refiere al contenido de las novelas o a la prctica
literaria de Gutirrez, de ser la segunda opcin nos encontraramos frente a un juicio
discutible) coloca al supuesto texto mdico dentro del campo de la imaginera popular ms
exacerbada. Es decir, entraramos casi en el dominio del buen mentir.
Cuando enuncia Sarmiento saba muy bien por qu lo deca, si bien Ingenieros
parece limitarse al caso de Facundo, nosotros demostramos con pasajes de los Viajes que
la prctica discursiva del sanjuanino logra continuidad en toda su obra; su inventiva no se
limita exclusivamente a las circunstancias que le impone la lucha contra Rosas. Nadie
mejor que Sarmiento para determinar cunto de ficcin o de excesiva intencionalidad, si
queremos morijerar la sentencia, contiene un texto biogrfico o historiogrfico. Lo mismo
podramos sostener respecto de Mitre. Las pruebas ya las expusimos.
En el caso de Francia, Ramos Meja se dispone a estudiar su melancola utilizando
informacin glosada por historiadores y bigrafos opositores al gobernante de Paraguay. El
tipo de fuentes que respaldan sus especulaciones acerca de la neurosis de uno (Rosas) y la
melancola del otro (Francia), determina el lugar poltico-ideolgico que ambos ocupan en
el texto: la tirana, imaginario que dominaba el pensamiento liberal del siglo XIX. El grado
de inocencia del autor se reduce, si pensamos que existe una repeticin del punto de vista y
por lo tanto una doble intencionalidad: la de quien escribi las fuentes y la de quien eligi
considerarlas documentos vlidos para su trabajo. No es necesario abundar en el anlisis de
las dems celebridades para comprender el inters que pudo haber despertado la obra de
Ramos Meja en Holmberg. Probablemente la haya calibrado como valiosa por el material
que le aportaba para la elaboracin de sus personajes literarios. Descartamos que lo
impresionara su relevancia patolgica o histrica. El enmascaramiento del carcter ficticio
(intencionado o no) que adquiere el discurso cientfico de La neurosis de los hombres
clebres, probablemente se convirti en el mayor influjo.

Olimpio Pitango, por un lado, es una reproduccin de la locura heroica o hacedora de


historia que destaca a estos hombres, pero, por otro lado opera como los escritores
255

(cientficos, bigrafos, historiadores) que los representaron discursivamente: se constituye


en un constructor de realidades por medio de sus ideas y palabras.
Finalmente, el traslado que realiza Holmberg del discurso histrico-referencial al
universo propio de la ficcin encuentra una marca distintiva en la elaboracin por el
absurdo. El protagonista de la novela fusiona en su carcter la tradicin humorstica,
idiosincrasia de la literatura holmbergiana, con la locura sublime de los hombres
clebres de Ramos Meja. El uso del absurdo en Olimpio Pitango de Monalia no es una
formalidad del todo comparable al trabajo con la irona, que exige distancia para
desenmascarar al otro. En ocasiones, el absurdo puede unirse al patetismo o a lo grotesco,
y en este sentido provoca un efecto humorstico embarazoso. La caricaturizacin de los
personajes que practica Holmberg connota la falta de fe en los mismos; no despierta una
risa sarcstica, sino amarga, destituyente. Apenas logra disimular el desencanto del autor.
Su absurdo contamina adems al emisor; no lo deja fuera del alcance de la ridiculizacin.
A travs del absurdo, deslegitima el objeto del enunciado como tambin al sujeto de la
enunciacin. Es decir, a s mismo. Por extensin, quien enuncie, si es un discurso
presuntamente serio, responsable, como los dados por la poca (pensemos en Lugones,
Ricardo Rojas) se encontrar afectado por la desvalorizacin. An ms, en momentos en
que la patria y sus conspicuos representantes quieren fijar un rumbo, modelar la memoria
de la Historia Centenaria, la tcnica del grotesco para representar a sus prceres se
convierte en una amenaza.

3.3 Un plan ideal reemplaza el viejo mundo.


Despus de tres siglos de existencia, Monalia se encuentra en un limbo ahistrico. Un
visionario proyecta la re-fundacin para insertar el pas en la modernidad. Este es el punto
en que se puede considerar por completo superado lo que Elas Palti llama el momento
romntico o la teora epigentica de Mitre (que tena a Renn como precursor). El
problema que plantea la novela no se reduce a lo coyuntural, a un simple aggiornamiento.
Olimpio, dueo de una heterognea, imprevisible e incesante imaginacin, se propone
resolver en la prctica, un problema filosfico: la relacin entre lo real y lo ideal que en la
historiografa oficial permanece hbil y tcticamente encubierta.

256

Para David Hume resultaba llamativo que las mayoras fueran dominadas por las
minoras, a pesar de la potencial diversidad de fuerzas a favor de las primeras. Pens que la
clave resida en la opinin, en la creacin del imaginario, en la posesin de la idea.
Nada es ms sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos
humanos con miradas filosfica, que ver la facilidad con que las
mayoras son gobernadas por las minoras; observar la implcita
sumisin con la que los hombres renuncian a sus propios sentimientos y
pasiones a cambio de los de sus gobernantes. Cuando investigamos por
qu medios se produce esta maravilla encontraremos que as como la
Fuerza est siempre del lado de los gobernados, quienes gobiernan no
tienen otra cosa que los apoye ms que la opinin. Es, por lo tanto, slo
en la opinin donde se funda el gobierno, y esta mxima se aplica a los
ms despticos y ms militares de los gobiernos, as como a los ms
libres y populares. 418

Mitre sostuvo con xito la ficcin liberal de que la organizacin econmica provena
de las leyes naturales, del mismo modo que durante los siglos XVI y XVII el gobierno
ingls haba sostenido el derecho divino de los reyes sobre sus sbditos. La realidad en
todos los casos obr en consecuencia. Desarrollando la hiptesis de Hume, Edmund
Morgan en su ensayo La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en
Inglaterra y Estados Unidos, sostuvo que todos los gobiernos descansan sobre ficciones.
El imaginario poltico se combina con la realidad de diversas maneras y en muchas
ocasiones la simulacin pergeada por el mundo de la poltica crea o da forma desde
el discurso y la accin (mezcla de poiesis y praxis en palabras de Castoriadis) 419 al mundo
real. Para Morgan es impensable vivir sin las ficciones que en el campo pblico obran de
modo tal que modelan el mundo de acuerdo a lo que pensamos o queremos. Cuando la
ficcin asume el mando y modifica la realidad, podemos denominar dicho proceso como
revolucin o reforma, segn el grado de intensidad que comporta el cambio.
Por medio de la teora de las ficciones orientadoras, el autor explica la idoneidad de
los parlamentarios ingleses para desplazar la antigua creencia de que el rey ejerca el
poder por mandato divino. Los habitantes del Palace of Westminster fueron los principales
interesados en reemplazar el imaginario tradicional por un renovado conjunto de ficciones.
El nuevo ideario aseguraba que la autoridad de los reyes estaba por debajo de la autoridad
del pueblo y de sus representantes. Aunque Dios era quien otorgaba el poder, el imaginario
418

Hume, David. De los primeros principios del gobierno. Ensayos y tratados sobre varios temas. Citado
por Morgan, Edmund. La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en Inglaterra y
Estados Unidos. Op. Cit., pg. 13.
419
La institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit.

257

moderno, que poco a poco se fue imponiendo, proclamaba que el pueblo era el verdadero
receptor del mandato divino y por medio suyo el Parlamento, el beneficiario ltimo de la
alteracin del statu quo.
En la novela de Holmberg, su protagonista lleva adelante una operacin similar a la que
termin por desplazar al rey del poder. Su texto titulado Un artculo incendiario presenta
un diagnstico del estado de situacin en que se encuentra el pas y propone algunas de las
medidas que haba que tomar para producir el salto hacia la modernidad.
Nosotros no tenemos prceres, no tenemos himnos, no tenemos
ruinas, ni cmaras, ni constitucin, ni comits, ni siquiera partidos
polticos [] lo nico que tenemos es la paz de la edad de oro, el
bienestar, la riqueza, y la justiciaSi carecemos de prceres, los
inventaremos; como han hechos otros y como los pueblos son ms
sugestionables que los individuos, los pueblos acabarn por
convencerse de que tienen prceres. Una vez convencidos de su
existencia lo estarn tambin de sus hazaas [] Surgirn los
historiadores de la patria- que nos hagan conocer la evolucin de la
misma en todas sus formas y dedicarn interminables veladas al
estudio de las opiniones y de las sangrientas luchas con que las
sustentaron aquellos nclitos varones de la libertad. Nuestros
palegrafos encontrarn documentos de todos los sacrificios
420
nacionales o los construirn en su defecto

El pasaje citado no representa otra cosa que una parfrasis del comportamiento
discursivo fundacional de nuestros escritores, hroes e inventores de la patria y de cmo se
debe leer nuestra historia. Si la historia oficial de Monalia an no exista slo haba que
inventarla. Las realidades polticas descansan en ficciones con la condicin de que no se
alejen demasiado de lo verosmil. En el caso de Olimpio, para instaurarlas, slo tuvo que
hacer visible los sistemas institucionales contemporneos (puestos en actividad en los
modernos pases occidentales) y, de este modo, la suspensin voluntaria de la incredulidad
no correra riesgos. Sus ficciones orientadoras hicieron que la nueva realidad (con pasado
incluido para regocijo de los investigadores) desembarque, no sin resistencias, en la isla.
Olimpio y sus seguidores subvierten las convenciones para abrir una brecha que
permita dar origen al mito, prefiguracin de las nuevas convenciones sobre la realidad. La
oposicin entre los dos mundos, el mundo irreal de Olimpio (que adquiere dimensin
pblica cuando se inscribe como relato en la comunidad) y el mundo ordinario, cotidiano,
se dirime en la fortaleza de la idea. El tiempo finalmente termina por limar la discordia
entre las dos esferas. En este punto, resulta ineludible la asociacin con el cuento Tln,
Uqbar, Orbis Tertius. Cuando debe justificar la intromisin de Tln en la realidad
420

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pgs. 83,84. La negrita es nuestra.

258

ordinaria, Borges piensa en un procedimiento anlogo al que pone en prctica el personaje


de Holmberg. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de
astrnomos, de bilogos, de ingenieros, de metafsicos [] dirigidos por un oscuro
hombre de genio.

421

Se podra establecer una continuidad de pensamiento donde Borges ocupara, en esta


lectura, el ltimo eslabn. Mitre fue quien con ms poder de disuasin discursiva y
convencimiento idelgico instal la explicacin de los procesos fundacionales a travs de
las teoras de los grandes hombres y las "minoras ilustradas. Los cambios fueron
pensados y ejecutados desde estos sectores de privilegio y recepcionados por las masas
como si se tratara de una ley, que se deba cumplir sin lugar a resistencias. Holmberg, si
bien no respeta el arquetipo (lo pone en crisis) no deja de repetir el procedimiento.
El vasto plan de origen ideal implementado en Tln reemplaza progresivamente el
viejo mundo y durante el proceso de sustitucin tienen lugar fenmenos que guardan cierta
relacin de similitud con lo ocurrido en Monalia:
La metdica elaboracin de brnir (dice el Onceno Tomo) ha prestado
servicios prodigiosos a los arquelogos. Ha permitido interrogar y hasta
modificar el pasado, que ahora no es menos plstico y menos dcil que
el porvenir 422

Los brnir, como se sabe, son la materializacin de objetos inexistentes, copia de


modelos ideales previos. En la novela de Holmberg, frente a la necesidad de acreditar la
existencia de una historia, prceres que la ejecuten y discursos que la legitimen, Olimpio y
sus seguidores presentan testimonios escritos respaldados por la palabra de estudiosos,
segn ellos inobjetables, aunque de existencia real incomprobable. La incredulidad de los
gobernantes de la isla y de los opositores al cambio logra desmentir los primeros
documentos con pruebas que no pueden ser refutadas, poniendo al descubierto el grado de
locura que acompaa el intento desestabilizador.
Promediando la novela, la imposicin del nuevo relato acerca del pas se torna
imposible de desconocer, no tan slo por la insistencia de su creador, sino porque la
realidad que los rodea, poco a poco se va consustanciando con la ficcin olmpica.
Verdad o mentira, ni el gobierno ni el poder meditico pueden revertir el proceso. El
campo simblico abandona la esfera del artificio para ocupar el mundo natural, social y
421

Borges, Jorge Luis. Tln, Uqbar, Orbis Tertius. Ficciones. Buenos Aires: Emec Editores, 1992, pg.
19.
422
Ibd. pg. 28.

259

poltico. Se legitiman y homologan en este punto los trabajos previos de Mitre y Sarmiento
que contribuyeron prima facie como modelos de la constitucin imaginaria de la historia
nacional y de sus hroes, y con la organizacin poltico-econmica e institucional de la
sociedad argentina. La hiptesis que sustentamos al respecto es que cualquier construccin
discursiva parte de una trama imaginaria y es la intencionalidad del sujeto enunciador la
que define su carcter ficticio o histrico. La imaginacin (el simulacro en Morgan)
consiste en su postulacin como recurso performativo de la poiesis, plasma de
significaciones sustanciales y efectivas que construyen lo real en sus diversas dimensiones
y densidades. De esta manera, la imaginacin y lo imaginario ejercen un efecto ontolgico.
Es decir, frente a una concepcin ingenua dominada por el fetichismo de realidad, las ideas
o los recursos imaginarios tejen una urdimbre que trasciende el discurso, haciendo efectiva
la transformacin de lo ordinariamente perceptible como real. La historia segn Castoriadis
es esencialmente poiesis, no poesa imitativa, sino creacin y gnesis ontolgica en y por
el hacer y el representar/decir de los hombres. 423

Olimpio enva desde el exterior, donde fue confinado como Ministro Plenipotenciario,
nuevas pruebas, brnir, que encontr en una biblioteca que contena verdaderos tesoros
en libros viejos y manuscritos sobre Monalia. Manda un discurso (no en muy buen estado
porque la biblioteca original donde haba sido conservado, haba sido quemada,
informacin que comienza a emerger y formar parte de la nueva historiografa), un
retrato de uno de los prceres grabado en madera y fechado, e informa sobre la aparicin
de partes de una estatua del Gran Botijo. El pasado no est del todo consolidado y
comienza a sacar a la superficie del presente fragmentos de una historia que hasta el
momento no haba existido, pero que se materializa como respuesta al conjuro de la idea
de nacin que Olimpio pretende instaurar. El gobierno y los habitantes de Monalia, a esta
altura de las circunstancias, no logran articular una argumentacin que desautorice el
avance de la mentira, y desactive el incendio que ya se propaga por las diferentes
clulas de la trama social.

Un procedimiento habitual en la literatura de Holmberg, mencionado tambin en la


lectura de Lin Calel, es el enfrentamiento dialctico entre facciones ideolgicas opuestas.
Como ya sealamos, en Dos partidos en lucha, adems de la disputa escenificada en el
423

La institucin imaginaria de sociedad. Op. Cit., pgs. 12-13.

260

teatro Coln entre rabianistas y darwinistas, Holmberg considera la actuacin social de los
medios grficos como voceros y formadores de opinin. Su fuente es la realidad inmediata
que por entonces le toca vivir al autor: la lucha poltica entre mitristas y alsinistas. Repite
el recurso en Olimpio Pitango de Monalia, pero el trasfondo histrico remite no tan slo a
la problemtica propia del siglo XIX, sino tambin a las polmicas pblicas de principio de
siglo XX, que tenan como protagonistas a radicales, liberales, conservadores y socialistas.
La novela pone en perspectiva, con una representacin cruzada por sentidos
contrapuestos, la epopeya que signific construir o reconstruir una nacin para quienes
dirigan polticamente la Argentina de entonces. El perodo de entre siglos es el tiempo que
refleja el proceso experimentado por Monalia. La necesidad de mantener la independencia
de la isla, como lo consigna su doctrina (parodia de las palabras de Monroe, South
America for the South Americans, y la reformulacin del lema Amrica para la
humanidad, de Roque Senz Pea), frente al poder de las naciones del primer mundo,
activa en la ficcin la institucionalizacin republicana y la creacin y el desarrollo de los
partidos polticos y sus rganos propagandsticos: los peridicos.
La necesidad de insertar la isla en el mundo desarrollado, obliga a su mente ms
brillante a reinventar su historia y a reformular sus estructuras institucionales, segn los
usos y las condiciones exigidas por la modernidad. Ante la presin olmpica, se fundaron
dos partidos polticos que tendran la misin de canalizar a lo largo de todo el pas las
inquietudes ciudadanas, uno fue el Partido Patriota y otro el Partido Regulador, carentes
inicialmente y por igual de doctrinas. Junto a los partidos y como consecuencia prctica de
los innumerables actos pblicos que se dieron lugar en toda la isla, se cre la oratoria. En
segunda instancia, se vieron en la necesidad de intensificar el desarrollo del discurso
escrito, como complemento de la difusin oral de las ideas, por lo tanto nacieron dos
peridicos, uno El Patriota, fundado con el slo fin de sostener los principios del Partido
Patriota y otro, El Regulador, que representaba a la agrupacin poltica de su mismo
nombre. Pronto se produjo un cisma en el Partido Patriota que se dividi en Los
Insistentes y Los Patriotas. La causa de la disputa fue la conmemoracin del nacimiento de
la patria. Dado que la fatalidad haba hecho que Monalia naciera un 29 de febrero, ao
bisiesto, unos proponan que se festejara cada cuatro aos y los otros, todos los aos. No
se detuvo all el proceso de fragmentacin, parodia de la habitual segmentacin que
experimentaban las agrupaciones polticas de principios de siglo XX, tanto por cuestiones
ideolgicas como por personalismos:

261

Los Reguladores tuvieron su cisma tambin, porque, si bien es


cierto que un grupo importante no aceptaba en forma alguna la
propaganda de Olimpio Pitango, otro, no menos numeroso, tena sus
veleidades por el estilo aflautado del escritor, y constituyendo otra
agrupacin con el nombre de Los Olmpicos se distanci de Los
Reguladores. Pero Los Olmpicos no pudieron entenderse, porque los
unos aceptaban la celebracin anual y los otros las olimpadas, en lo que
coincidan con Los Patriotas. Entonces, los que aceptaban las
olimpadas, conservaron el nombre de Olmpicos, y los otros, los de la
conmemoracin anual, formaron dos grupos: Olmpicos de Febrero y
Olmpicos de Marzo, que sostenan, los primeros, la conmemoracin el
da 28 de Febrero y los segundos el 1 de Marzo. Los Insistentes,
disgregados de Los Patriotas, discreparon tambin y en la misma forma,
constituyeron tres grupos: 1. Los Insistentes Februarios que adoptaron
la conmemoracin el 28 de Febrero en los aos no bisiestos; 2 Los
Insistentes Marciales, el 1 de Marzo; y 3. Los Insistentes Terciarios
que queran la celebracin del da 28 y del 1 siempre, ms el 29 de
Febrero en los bisiestos. 424

La dinmica de la modernidad contribuy con la expansin del disparate olmpico. Su


palabra multiplicada por la red que formaban los partidos polticos, sus clones y el sistema
periodstico en expansin, comienza a ocupar el espacio pblico y a formar opinin en los
otrora despreocupados habitantes de la isla utpica; el despliegue de la farsa olmpica
debilita el axioma de que la realidad es la nica verdad. Holmberg, a su manera, explor lo
que desde hace cuatro siglos se ha vuelto, crecientemente, un tema literario-filosfico: el
reemplazo del mundo real por las representaciones del mundo. Desde el barroco en
adelante, una serie de artistas y escritores tomaron conciencia de esta divisin entre el
mundo y sus representaciones: entre las cosas y las palabras, entre el modelo y el cuadro, el
objeto y su reflejo en un espejo, la vigilia y los sueos, el mundo y el teatro, la locura y la
cordura, la percepcin y las memorias que de ellas guardamos. Cervantes, Caldern y
Velsquez, por mencionar slo a los ms prominentes, se hicieron cargo de explorar las
vinculaciones y discrepancias ms notorias entre los dos rdenes, y al explorarlas,
ahondarlas, y multiplicar sus paradojas. Holmberg no postula discrepancias entre la ficcin
y la realidad, como por otra parte tampoco lo hace Borges en Tln. Las dos realidades (la
material y la inventada) son sustancialmente lo mismo, slo que para Borges y los barrocos
la realidad tiene la misma consistencia que un sueo. En cambio, para el ltimo
Holmberg, la realidad y la ficcin representan diferentes, intercambiables (esto tambin
para Borges) y episdicas manifestaciones de la verdad.
Si bien Holmberg, como Leibniz (que luego se desdijo) y Blanqui en sus respectivas
filosofas, o Borges y Bioy Casares en sus ficciones, crea en la existencia simultnea de
424

Olimpio Pitango. Op. Cit., pgs. 89-90

262

numerosos mundos posibles, de mltiples realidades convergentes, divergentes y


paralelas -ejemplo de ello pueden ser su novela, El maravilloso viaje del seor Nic Nac
(1875), as como los relatos El ruiseor y el artista (1876) o Nelly (1896), para sealar
slo algunos ejemplos- en Monalia, se desentiende del paralelismo propuesto por la
filosofa de Flammarion y sus textos Los mundos imaginarios y los mundos reales (1866
en francs, 1873 en espaol) y Pluralidad de mundos habitados (1867 en francs, 1873, en
espaol) que influenciaron la escritura de El maravilloso viaje del seor Nic Nac. Los
principios filosficos de Olimpio se podran simplificar, entonces, con el siguiente
enunciado, que ejerce una escisin respecto de las teoras que sustentan la simultaneidad:
si este mundo no te convence inventa uno nuevo que lo reemplace.
El liberalismo y el cientificismo fomentados durante los 80 no se estratificaron en su
obra como principios tericos invariables. Pablo Crash Solomonoff especula en nuestra
misma lnea de pensamiento cuando afirma que Olimpio Pitango de Monalia acerc a
Holmberg a autores modernos de fines de siglo XIX y principios del XX, como Alfred
Jarry.

425

Si bien la asociacin inmediata podra realizarse por medio de la excentricidad

que unifica a los dos personajes principales creados por ambos escritores, nos referimos a
Ub Rey y a Olimpio, quien los acerca an ms es la Patafsica y en particular uno de los
filsofos en el que se inspiraron los patafsicos, el alemn Hans Vaihinger.
Vaihingier proveniente de la escuela kantiana, concibi una teora general de corte
eclctico, donde el significado especulativo fuerte con que el kantismo indagaba la verdad
de la ciencia y la metafsica, result desplazado por especulaciones sobre la entidad de las
ficciones humanas. La Patafsica admite todas las conjeturas cientfico-filosficas y sus
teoras, tan heroicas como patticas, de adosar la etiqueta de verdad a sus
interpretaciones.

426

Vaihinger contribuy involuntariamente con los patafsicos poniendo

en discusin el problema que significa relacionar la verdad con la realidad. En su obra Die
Philosophie des Als Ob

427

(la filosofa del como si), utiliza la nocin de ficcin de un

modo general, incluyendo categoras que para Kant eran realmente distintas, como las
intuiciones del espacio y del tiempo, las categoras del entendimiento, los conceptos
morales, las ideas de la razn, las nociones y los smbolos religiosos. Para Vaihinger todo

425

Crash Solomonoff, Pablo. Estudio preliminar en Holmberg, Eduardo Ladislao. Viaje maravilloso del
seor Nic-Nac al planeta Marte. Buenos Aires: Biblioteca Nacional y Ediciones Colihue, 2006, pg. 18
426
Ver Shattuk, Roger. En el umbral de la Patafsica. Patafsica. Buenos Aires: Caja Negra Editora,
2009.
427
Vaihinger, Hans. Die Philosophie des Als Ob. Saarbrcken, Alemania: VDM Verlag Dr. Muller, 2007.

263

es ficcin.

428

En su doctrina fiosfica, la idea de verdad es la ms imaginaria de todas las

ilusiones. Al igual que el proceder de Olimpio, los humanos, segn Vaihinger, construimos
nuestro propio sistema de pensamientos y valores, luego vivimos como si la realidad se
conformara segn ese sistema de valores.
Por otra parte el filsofo alemn inscribe su doctrina de las ficciones en una mecnica
biolgica de raz darwiniana, donde el pensamiento resulta una funcin orgnica al servicio
de exigencias y de intereses vitales y prcticos. Su evolucionismo se hace explcito de
manera desembozada en la siguiente mxima: El hombre es un mono aquejado de
megalomana.

Resulta ocioso repetir la mencin sobre la condicin darwinista de

Holmberg, aunque no deberamos olvidar que Monalia significa justamente el pas de los
monos, por lo tanto podemos concluir que las afinidades entre el filsofo alemn y
Holmberg se daran en varios planos.
Otros dos puntos de contacto entre ambos autores son la contemporaneidad y el
conocimiento que Holmberg posea de la lengua alemana y su cultura. Su familia era de
origen alemn, y es conocida la defensa que ejerci en diferentes textos y estrados de los
servicios que le podra prestar a nuestro pas adquirir costumbres y metodologas de
aprendizaje llevadas a la prctica en el pas de sus ancestros.

429

En cuanto al

428

Ver Ribeiro dos Santos, Leonel. Las ficciones de la razn, o el kantismo como ficcionalismo. Una
reapreciacin de Die Philosophie des Als Ob de Hans Vaihinger, en Devenires, Revista de filosofa y
filosofa de la cultura. Morelia, Michoacan, Mxico. Ao IX, No. 18, Julio 2008, pgs. 26-46.
429

La preocupacin didctica est presente en casi todos los textos de Holmberg: artculos periodsticos,
conferencias, obras de ficcin, en general de difusin de la ciencia y de su metodologa experimental para
producir conocimiento, y en particular, para afirmar el evolucionismo darwinista. Pero en sus ficciones, sobre
todo, se pueden encontrar propuestas propeduticas de distinto tipo: por ejemplo sobre el aprendizaje de una
lengua como ocurre en el relato Filigranas de cera. En este cuento, el doctor Tmpano, protagonista de la
historia, hace un descubrimiento maravilloso: el cerumen del odo condensa los sonidos; puede almacenar y
reproducir tanto una pauta musical como un extenso discurso dado en el Congreso de la Nacin. Despus de
verificar su hiptesis estudiando el comportamiento de filigranas de distinta ndole, musicales y lingsticas,
el doctor elabora una teora al respecto y la presenta durante una serie de conferencias en el Crculo Mdico
Argentino.
Finalizada la ltima conferencia, verificada la merma progresiva del pblico asistente, el doctor Tmpano
y los representantes del Crculo Mdico infieren que esa disminucin se ha debido ms que nada a la falta
de preparacin de los asistentes para comprender lo que all se estaba presentando. Como no poda ser de otro
modo, la conversacin deriva hacia el problema de la educacin en la Argentina y se llega a la conclusin de
que distaba mucho de formar convenientemente a los ciudadanos. El doctor Tmpano propone como
herramienta para fortalecer el proceso de educacin la enseanza del alemn, considerado un idioma
eminentemente cientfico. Pero no detiene sus consideraciones en esta sola lengua sino que reflexiona sobre
la importancia del aprendizaje del griego en todo lo que atae a la formacin artstica. Veamos un ejemplo
sobre lo dicho:
-Y cree usted que habra algo que precipitara esa evolucin
intelectual?
- Seguramente, y el estmulo principal sera el estudio del alemn....
- A propsito. He odo decir que se piensa establecer oficialmente la
enseanza del alemn.

264

entrecruzamiento de Holmberg y Vaihinger, facilitado por compartir un mismo perodo de


vida y creatividad intelectual, podramos hacer referencia a que Vaihinger en el largo
Prefacio que acompaa la edicin de Die Philosophie des Als Ob, revela que la obra
haba sido redactada, en un principio, como disertacin acadmica cerca de treinta y cinco
aos antes de su publicacin final, entre 1875 y 1878, poca en que Holmberg empieza a
escribir sus ficciones (El maravilloso viaje del seor Nic Nac y Dos partidos en lucha).
Por ltimo, Die Philosophie des Als Ob, aparece publicada como tal en 1911, un ao antes
que surgieran los primeros borradores de Olimpio Pitango de Monalia.

3.4 El proceso de Olimpio Pitango desde el punto de vista de la Filosofa de


la Historia.
Por otra parte, el cruce que venimos proponiendo entre el cuento de Borges y la novela
de Holmberg pone de relieve, en ms de una oportunidad, dos conceptos o valores de
fuerte carga filosfica que intentan definir la realidad (impulsada por los discursos
polticos, histricos y periodsticos) en verdad y mentira. No sera del todo improbable
que el problema fuera pensado desde paradigmas diferentes por cada uno de los autores.
Borges escribe en Tln:

- Y ser la mayor conquista del progreso argentino, no lo dude usted [...]


porque la enseanza de ese idioma es todo un programa de estudios,
cuyos beneficios, si se hace como es debido, sern lentos pero seguros. No
brillamos en el mundo sino por el conocimiento del francs y eso no
porque sea el idioma de la patria de Laplace, Lamarke, Cuvier y otras
tantas lumbreras sino porque el francs se deja aprender solo [...] Citar
a un francs es mirado como una elegancia. Citar a un alemn es mirado
como una pedantera.
- [...] Si bien el conocimiento del griego por su semejanza
extraordinaria con el alemn ofrece las mismas ventajas, este ltimo sin
tener las armonas del griego, por cuanto es mas gutural, tiene toda la
gracia de la construccin y todas las profundidades de la palabra, siendo
un idioma eminentemente cientfico. (Holmberg, Eduardo. Filigranas de
cera y otros textos. Buenos Aires: Ediciones Simurg, 2000, pgs. 93, 94,
95)
Holmberg hablaba francs, ingls, alemn y adems conoca en profundidad las lenguas clsicas. Son
conocidas las ancdotas que circulaban en su poca sobre sus extensos recitados de cantos enteros de la
Ilada en griego clsico, abrazado a una rplica de la Venus de Milo. Su maestro de lenguas clsicas por
otra parte, no fue otro que el conocido profesor Larsen de Juvenilia.
Pero a pesar de su conocimiento de la cultura francesa e inglesa, que predominaban en el gusto de los ms
conspicuos representantes del ochenta, fue el imaginario alemn quin adquiri una relevancia nica en la
obra de Holmberg, hasta el punto de proponerlo como modelo de formacin para los jvenes argentinos. Esto
le vali ms de una polmica, en una de las cuales tuvo como oponente a Miguel Can, quien al criticar su
primera obra de ficcin Dos partidos en lucha, atribuy la oscuridad conceptual del texto a la influencia de
la cultura alemana. Si uno lee Dos partidos en lucha difcilmente piense lo mismo, pero puede deberse a que
el paso del tiempo acrecent nuestra competencia respecto de las teoras all expuestas.

265

Ya ha penetrado en las escuelas el (conjetural) idioma primitivo de


Tln; ya la enseanza de su historia armoniosa (y llena de episodios
conmovedores) ha obliterado a la que presidi mi niez; ya en las
memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nada sabemos
con certidumbre ni siquiera que es falso. 430

El narrador pretende escandalizar a los potenciales receptores con el adjetivo que


cierra y sentencia la exposicin, falso. Da por supuesto que existe una realidad ltima
(encubierta por la ficcin-mentira) que es verdadera. Ningn lector suspicaz, conocedor de
Borges, supondra que sus palabras proponen una ontologa donde la verdad es un valor ms all de la metfora filosfica- superior a la mentira. El narrador de Tln, el otro
Borges, habla desde el comn (emprico). Para el Borges histrico, los dos mundos, el
devenido de los once tomos de la Enciclopedia Britnica y la realidad inmediata del
personaje son sustancialmente lo mismo. Pero su modo de enfrentar el problema en el
relato no deja de ser formalmente clsico. Mantiene y respeta la oposicin entre el ser en s
(substancia), la cosa sensible, y los universales, lo abstracto, lo inteligible, en un marco
aparentemente axiolgico.
A Holmberg hay que leerlo desde otra perspectiva, desde la modernidad. Dice Nietzsche
en La Gaya ciencia:
En algn punto del universo [] hubo una vez un astro en el que unos
animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquel el instante
ms mentiroso y arrogante de la historia universal. 431

ste y no otro es el punto de partida de Michel Foucault, cuando se ocupa de las


diferencias entre ser y parecer. Que la invencin del conocimiento haya sido el instante ms
mentiroso de la historia, seala la capacidad de ocultamiento que posee el discurso en
general, no slo el filosfico. Segn Foucault, Nietzsche opone la palabra invencin a la
palabra origen. Da como ejemplo el caso de la religin. Para el creador de La genealoga de
la moral, la religin no tiene origen como lo supona Schopenhauer, quien la ligaba a un
principio metafsigco. El pensamiento de Nietzsche no concibe la historia de ese modo; la
historia se construye, la religin carece de origen, fue inventada; no exista previamente. Lo
mismo ocurre con la poesa, la historiografa, etc. Este vaco del lenguaje, Foucault lo
considera una prueba de la ausencia del ser, que es necesario invertir, dominar, y llenar

430
431

Tln, Uqbar, Orbis Tertius. Ficciones. Op. Cit., pg. 34.


Nietzsche, Friedrich. La gaya ciencia. Buenos Aires: Poseidn, 1947. 151.

266

mediante la pura invencin. Dos conceptos se convierten en fundamentales en esta lnea


especulativa, la invencin y el origen. El primero es medular en la teora foucaultiana.
El segundo es un concepto propio del modelo narrativo elaborado por Paul Ricoeur.
La aproximacin hermenutica de Ricoeur al tema de la narratividad excede la
concepcin vulgar del tiempo. Habra para el autor diversos grados de profundidad a la hora
de organizar el tiempo en la estructura narrativa y propone, a su vez, distintos niveles para
su indagacin: la intratemporalidad, la historicidad, y la temporalidad. De este modo le da
espesor existencial al relato, mientras intenta recuperar su dimensin ontolgica de
raigambre metafsica. 432
Quien se enfrente a un texto de Foucault podr comprobar, en muchos pasajes del
mismo, el carcter elusivo, el desplazamiento continuo del sentido y del posicionamiento
del emisor. Desconfa de que las palabras representen pensamientos, y mucho menos que
exista una realidad que preceda a las mismas. La enunciacin es lo que constituye un
contenido, un referente, o un objeto del discurso, prctica que caracteriza a Olimpio.
Nunca el discurso saldra del mbito de lo discursivo, por lo tanto la ruptura entre el
discurso y la realidad, entre las palabras y las cosas es incontrastable. No podramos hablar
de contenido o referente de otra manera que no sea intradiscursiva, debido a que la
elaboracin o la puesta en superficie textual del contenido son producto y funcin de los
procedimientos formales.
Si Foucault intenta en todo momento desmarcarse de la mirada crtica, lucha contra la
filiacin de su discurso, contra las deudas ideolgicas (no por esto deja de tenerlas), Ricoeur
recorre el camino inverso. Lucha denodadamente por legitimar su filiacin. A travs de un
alto grado de expansin y complejidad en el desarrollo del campo hermenutico, intenta
justificar filosficamente su paradigma ideolgico previo. El lector sospecha en todo
momento con quin finalmente se va a encontrar. Los dos pensadores se encuentran o
cruzan en la deshistorizacin (en el sentido referencial tradicional) del discurso uno, y de la
narracin el otro.
Ricoeur insiste en que la historia

y la literatura comparten un referente ltimo,

neutralizando la supuesta oposicin entre discurso fctico y discurso ficcional, teora que
nos acerca al dispositivo terico que motoriza la novela de Holmberg. La estructura del
lenguaje es la representacin, o, mejor dicho, la materializacin de la experiencia
existencial del tiempo. Pero no se detiene en el lenguaje como soporte, sino que el lenguaje

432

Ricoeur, Paul. Tiempo y narracin. Mxico: Siglo Veintiuno Editores, 1995.

267

por su capacidad narrativa, es decir, por el entramado de los acontecimientos histricos,


est dotado de significacin temporal. Para Ricoeur, adems, el discurso tanto en su funcin
historiogrfica como literaria es simblico. Lo indecible se podra expresar a travs del
discurso simblico. El enigma de lo indecible parece desocultarse a travs del lenguaje. La
historiografa no narra la historia sino que funciona como configuracin alegrica. La
historia es paradjica y no puede ser aprehendida por el pensamiento humano, excepto en la
forma de un enigma. Dos palabras claves, alegora y enigma, que por s solas
enuncian un compromiso ideolgico con el paradigma metafsico-religioso. El ser en el
mundo (historia), entendido como enigma, implica en trminos literarios, y no tanto, la
resolucin del mismo, resolucin que no se encuentra en la superficie textual pero de la cual
el lenguaje simblico-alegrico es portadora. Lejos quedamos de la casualidad como
engendradora de la historia que pensaba Nietzsche.
Al hablar de poiesis o de creacin, se le puede otorgar a los acontecimientos entidad
histrica, pero el discurso al ponerlos en smbolos y tramarlos, los aproximara a lo
imaginario, los ficcionalizara. Ricoeur, por su parte, tambin seala que el discurso
narrativo no registra pasivamente un mundo ya hecho, sino que moldea y crea algo
nuevo. Pero ese algo nuevo no es un producto de la imaginacin, es referente de una
historicidad que tiene poco de historia y mucho de temporalidad metafsica. La funcin
referencial, por lo tanto, permanece vigente aunque el referente carezca de valor histrico y
resulta ndice de una configuracin que Ricoeur decide elidir o mantener como enigma,
aunque cualquier lector medianamente entrenado, presume. Holmberg estara por completo
de acuerdo con que la narracin (histrica o ficticia) posee la capacidad de crear algo
nuevo, aunque seguramente disentira en otorgarle una competencia que eleve el discurso a
la categora de trascendente.
Hayden White en El contenido de la forma, resuelve con elegancia, de manera
perifrstica, no ya el enigma de la historiografa, sino el que representa el pensamiento
filosfico de Ricoeur. Siguiendo a Charles D. Singleton, White elabora por comparacin la
diferencia entre la narrativa alegrica y la alegora de las Escrituras. stas describen los
hechos, no para ocultar, y al ocultar transmitir la verdad sino ms bien para revelar y al
revelar transmitir otra verdad ms profunda.433
De este modo tiene lugar la funcin referencial que apuntamos lneas ms arriba, y que
Ricoeur normatiza como verdad profunda. La filiacin ideolgica queda reflejada con

433

El contenido de la forma. Op. Cit., pg. 193.

268

nitidez en el siguiente enunciado: Dios escribe en los acontecimientos como los poetas
escriben en palabras. 434
White de este modo articula el valor que Ricoeur le otorga a la historiografa (una
disciplina que lee o revela el sentido que Dios le ha dado al mundo) con los acontecimientos
histrico-temporales llevados adelante por el hombre. La significacin ltima no
permanecera en el campo de la historia, ni de la literatura, sino que seran indicios de orden
metafsico si se lo piensa desde la filosofa o de orden trascendental si se lo piensa desde lo
religioso.

El proceso de encubrimiento es el que contiene potencialmente una lectura distinta. Por


lo tanto, el discurso historiogrfico no es uno y el mismo, sino que adems es
estructuralmente dialgico. Resulta difcil elaborar generalizaciones sobre el pasado por que
cada nueva interpretacin se agrega a los mltiples textos posibles. Si la historia es contada
mediante tcnicas discursivas, la idea de relato verdadero es una contradiccin en sus
trminos, o, de otro modo, puede ser verdadero en la medida en que el lenguaje simblico
sea verdadero. Si lo pensramos desde Ricoeur, sera el nico modo de representar la
verdad profunda, pero no hablaramos tampoco de literalidad o verdad histrica. Para
Foucault, slo seran palabras, discurso: El mundo es lo que digo de l. No muy distante
se sita Roland Barthes quien a esta construccin discursiva la denomin, como ya dijimos,
el efecto de realidad. Lo mismo podramos decir de Derrida cuando sostiene que el
lenguaje no funciona como un espejo, debido a que la realidad no puede ser representada
porque el lenguaje es la realidad ltima. No existe hors du texte.
Los objetos estudiados por los historiadores no son encontrados en la realidad son
inventados (recordemos al tndem Nietzsche-Foucault), retricos, y su nico lugar de
existencia son los textos. No es otro el modo de operar sobre la estructura de la realidad que
lleva adelante Olimpio en su cruzada pica por cambiar Monalia. La relacin verdad
mentira en el texto de Holmberg procede de la prctica social y no de un sistema filosfico
previo, como es el caso de Borges, quien, por otra parte, hubiera incluido el pensamiento de
Ricoeur como un subgnero de la literatura fantstica producida en Tln.
Holmberg no les da una entidad definitiva a la idea ni a la realidad; en su novela se
muestran como categoras literariamente descriptivas del mecanismo representativo que
utiliza la modernidad para construir las convenciones sobre la realidad histrica. Quienes

434

Ibid. Pg. 193.

269

dictaminan la falsedad de algo es porque estn cumpliendo el rol de opositores. El Partido


Regulador y los medios afines, que resisten el avance de Olimpio, califican constantemente
sus palabras de mentira. Los diarios extranjeros, como el Times, utilizan el mismo recurso:
La obra de Olimpio Pitango parece una pesadilla [] Partiendo de
ficciones absurdas ha llegado a convertirlas por una sugestin
maravillosa en hechos que sus adherentes ya consideran probados por
documentos irrefutables [] Existe el peligro de que se extienda a las
naciones continentales vecinas, y como es un solemne mentiroso, conviene
que Inglaterra tome algunas medidas de precaucin 435

En el mundo de Monalia, lo falso no representa el mismo problema que en el texto de


Borges, porque no existe la verdad ltima; existe la lucha de intereses. No tiene la
delicadeza de prefigurar el como si, sutil clave de lectura que codifica Borges. Holmberg
adems, proviene de la ciencia y sabe que toda teora sobre la verdad del mundo es
provisoria, es una instalacin que una teora posterior, ms pronto que tarde, va a rectificar.
El mundo, la nacin, la historia, el sistema poltico, el socio-econmico son imgenes
construidas por el intelecto.
Holmberg que siempre crey en una estructura de la realidad explicada por los saberes
positivos da un viraje que termina por alejarlo tambin de la ciencia como paradigma del
conocimiento. La novela va a ir ms all de los postulados tradicionales de su autor; pondr
en tela de juicio el rol mismo de la ciencia. Sobre el final de la historia aparece en escena
una mujer que propone como metodologa pedaggica la narracin oral de cuentos. Los
gobernantes de la isla la escuchan exponer su teora al respecto. Su profesin es educar a los
nios a travs del relato. El cuento despierta las aptitudes innatas que luego desarrollarn.
Sin la imaginacin:
[] no podran los matemticos que son, entre los intelectuales, los que
ms habitan el mundo del ideal, desenvolverse en la evolucin de sus
problemas, ni tampoco los qumicos, ni los fsicos, ni los naturalistas de
vuelo. El msico, el poeta, el escultor y el pintor no alcanzan sus alas sin
ella, y la misma Historia y la Filosofa encuentran, con su ayuda, lo que
la documentacin, las meditaciones y los mejores talleres no pueden
darles. 436

La ecuacin ciencia ms literatura o literatura ms ciencia que recorre toda la obra de


Holmberg se resuelve en su ltimo libro por la predominancia de la imaginacin. Narrar es
formar. La aceptacin del programa pedaggico que postula la desconocida significa el
435
436

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 97.


Ibd. pg. 181.

270

triunfo final de Olimpio. Al mismo tiempo el lector se entera que esa mujer es su madre.
Huelga concluir que para Holmberg la imaginacin es la sustancia de la realidad y que su
formato es el relato. Lo habamos definido como un escritor moderno en la medida que no
se aferraba a la categorizacin binaria verdadero-falso desde una epistemologa esttica. La
negacin de versiones definitivas, segn Frederic Jameson en Una modernidad singular.
Ensayo sobre la ontologa del presente:

No significa entonces volver a la alarmante posibilidad de un completo


relativismo, que siempre parece resurgir en cualquier discusin de lo
posmoderno (la narratividad se concibe como un eslogan esencialmente
posmoderno), y traer consigo la amenaza ltima de la desaparicin de la
Verdad en s? 437

En el caso de Monalia, la Verdad en s se muestra en crisis, porque se trata de un


perodo de cambio, de un proceso fundacional, y como lectores presenciamos la lucha
discursiva por la imposicin de un relato. En el final de la novela se da por aceptada la
historia de Olimpio, aunque su relato no est cerrado porque lo atraviesan las
significaciones que siguen generando las ruinas (las imaginarias por supuesto, y las
convencionalmente reales) sobre las cuales se construy la nueva narracin. El fin til del
procedimiento (crear una nueva nacin) es lo que neutraliza la relativizacin absoluta (si no
es una contradiccin en sus trminos) alejando de este modo la amenaza posmoderna que
plantea Jameson, y su tendencia al vaciamiento o igualamiento de los valores.

3.5 Condicionamiento y ruptura del gnero.


No escribo lo que quiero sino lo que puedo, sentencia Holmberg, tensin, por otra
parte, siempre presente en la produccin literaria. En muchos de sus relatos, el canon o
modelo formal que regula la escritura se torna fcilmente detectable para un lector
medianamente iniciado, aunque la decisin de adoptar reglas previas para componer sus
obras lo condujo con frecuencia a la esterilidad creativa, pathos heredado de un escritor
del 80 como Wilde, segn demostramos en la Primera Parte. Holmberg, en ms de una
ocasin, se vio necesitado de liberar el discurso encorsetado por el gnero y recin
entonces el texto alcanz su plenitud expresiva.

437

Jameson, Frederic. Una modernidad singular. Ensayo sobre la ontologa del presente. Buenos Aires:
Editorial Gedisa, 2002, pg. 32.

271

Durante los aos 90 del siglo XIX se preocup en reflexionar sobre la lucha entre las
intenciones, las necesidades del escritor, y las limitaciones que impone el acto creativo. Los
tres relatos que vieron la luz pblica en 1896 estn encabezados por una dedicatoria en
forma de palabras preliminares que entre otras cuestiones indaga sobre el problema de la
preceptiva como condicionante. La superacin del 80 que le adjudicamos a Holmberg,
como iniciativa principal en la investigacin de nuestra Tesis, titulada precisamente
Continuidad y permanencia del 80 en dos escritores de entre-siglos, qued expuesta, en
primer lugar, con el proceder de Olimpio. El personaje rompe la inercia de un pas sumido
en la inmovilidad utpica para introducirlo en la lucha evolutiva que impone la dinmica
de la modernidad. Metafricamente Holmberg deja atrs el Estado conservador de
Botana, utilizando lo simblico (el discurso en sus diferentes variables) para que el nuevo
imaginario reemplace la realidad heredada.

438

En segundo lugar, la superacin que

plantea el enunciado de la Tesis, tiene lugar en el campo morfolgico con la adopcin de la


alteridad que se internaliza en la novela por medio del eclecticismo genrico-discursivo.
La dedicatoria de La bolsa de huesos tiene como destinatario al Sr. Belisario
Roldn, quien escuch la lectura de la nouvelle de boca del propio autor antes de que la
publicara.

439

Roldn le realiz varias crticas. La que ms inquiet a Holmberg fue la

sugerencia de que podra haber terminado la historia dos captulos antes. La misma crtica,
segn consta en las palabras preliminares, la escuch de boca de otro amigo (el autor hace
reserva de su nombre), quien adems lo trat despectivamente de decadente y
romntico. Esta ltima objecin encuentra eco en el comportamiento del narradordetective que induce al suicidio a Clara (la asesina serial) en lugar de denunciarla. El
investigador infringe el marco legal al no dar intervencin a la justicia o a la polica,
instituciones que la organizacin social dispone para esas funciones. Holmberg rompe
tambin con el protocolo tradicional que impona el policial clsico: el hroe deba ser
moralmente intachable, precepto que su narracin transgrede. El quebrantamiento de la ley
literaria no habra tenido lugar si terminaba el relato, como sugiri Roldn, dos captulos
antes.
438

La institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit.


Holmberg, Eduardo Ladislao. Cuentos fantsticos. Buenos Aires: Librera Hachette, 1957. La bolsa de
huesos y La casa endiablada son emergentes de un contexto literario que ya haba producido novelas de
carcter policial, La huella del crimen y Clemencia (1877), ambas de Ral Waleis y el cuento La pesquisa
(1884) de Paul Groussac. Debemos agregar tambin que para la poca, eran muy conocidas las obras de
Edgar Allan Poe y Conan Doyle; del primero, incluso, circularon por Buenos Aires a partir de 1984 las
traducciones hechas por Carlos Olivera.
439

272

El decadentismo se hace presente, por otra parte, en la condicin de trasvestida que


asume la asesina junto al motivo ertico de sus crmenes. El conflicto entre la esttica y la
tica que propone el texto de Holmberg se percibe como una disociacin, simblicamente
representada por la doble personalidad de Clara. La transgresin que implica la intrusin de
lo otro, la irrupcin

de lo extrao por debajo de la mscara formal, ocupa un lugar

determinante en la lgica y en la significacin del relato.

440

En La bolsa de huesos

Holmberg experimenta con una potica que le atribuye a lo sensual un lugar relevante, tanto
en el plano del lenguaje como en los contenidos temticos y la argumentacin. Se preocup
por mostrar la fecundidad artstica de lo morboso, del vicio y la locura. 441
La dedicatoria que encabeza la narracin se transform, como consecuencia de las
crticas recibidas, en una defensa pblica de la conducta inmoral de sus personajes

442

de los motivos estructurales que justificaban la trama del relato, precisamente porque no
respondan con exactitud al canon policial dominante de la poca (doble desobediencia tica
y literaria).
440

En su trabajo Las mscaras democrticas del modernismo, Rama sostiene que ms de un escritor
precedido de un aura de renovador esttico, en realidad conmova a la opinin pblica por el grado de
provocacin que contenan sus trabajos en relacin con la rigidez moral de la poca. Si bien los disfraces se
utilizaban en todas las disciplinas culturales, el crtico uruguayo sostiene que:
las ideologas econmicas, las concepciones del poder, las mismas
prdicas revolucionarias, fueron en el campo ertico, donde mayor
presencia adquirieron. Podra decirse que el erotismo que entonces
adviene al mundo se caracteriza por una raigal incapacidad para
manifestarse y alcanzar su intensidad ms alta, si no es mediante el
travestido. Si por un lado nunca demostr ms energa expansiva,
contaminante, irrefrenada, por el otro nunca necesit ms de desviadas
formas expresivas, de trnsitos indirectos, de mscaras cambiantes, como
si el deseo y la mscara constituyeran la explosiva formula ertica de la
modernidad.(Rama, ngel. Las mscaras democrticas de Amrica
Latina. Op. Cit., pg. 88.)
441
Recordemos que por 1896, ao de publicacin de La bolsa de huesos, Rubn Daro, quien comparta
asiduas veladas literarias con Holmberg, public en Buenos Aires Los raros y Prosas Profanas, inspirado en
las corrientes estticas decadentistas provenientes especialmente de Francia.
442
Podemos completar el cuadro de influencias sobre el tema con la referencia a su colega y amigo, Jos
Mara Ramos Meja, que como ya sealamos haba publicado La neurosis de los hombres clebres entre
1878 y 1882, y un ao antes de que Holmberg diera a la luz La bolsa de huesos, public La locura en la
historia. Durante este perodo, la patologa mental va a ser considerada materia privilegiada de estudio, y
motivo frecuente de ficcin. Samuel Gache, tambin por entonces, dio a luz dos trabajos que tuvieron como
tema central la locura; aparecieron, en 1881 El estado mental de la sociedad de Buenos Aires y en 1886
Estudio de Psicopatologa.
En La neurosis de los hombres clebres, Ramos Meja dedica una parte de su ensayo al estudio de las
personalidades encubiertas, situacin dada en general con hombres de antecedentes honorables, que junto a
su vida normal llevaban paralelamente actos de abierta oposicin a las costumbres establecidas. Estos casos,
de acuerdo con la psicologa de la poca, manifestaban una metstasis del principio mrbido a travs de una
alternancia o combinacin incomprensible de razn y locura; eran clasificados como neurticos-nerviosos de
estados intermedios. Segn Ramos Meja, el "sentido genital" es ciertamente el que mejor representa estas
perversiones compatibles con un ejercicio regular de la inteligencia. En el caso de Clara, si bien el engao fue
el elemento que dispar su neurosis criminal y la adopcin de una doble personalidad, se puede sostener
tambin que la sexualidad mantuvo una fuerte presencia en la morfologa criminal que traz su rad delictivo.

273

Como complemento de su estrategia defensiva Holmberg utiliz el argumento de un


tercer crtico (no da su nombre para no comprometerlo), quien lo alent a dejar de lado los
condicionamientos morales y formales. Segn ste, la ancdota y los personajes eran obra
de su invencin y por lo tanto deban responder principalmente a los estmulos de su
escritura y no a preceptos previos. Como se puede apreciar, no estamos frente a una
dedicatoria a modo de homenaje, sino a una exposicin meta-literaria donde se especula
tanto sobre los diferentes modos de narrar como tambin sobre las conductas sociales que
una obra puede representar.
Las palabras preliminares a La casa endiablada, tambin de 1896, estn dirigidas a
Demetrio Correa Morales, su to. 443 Holmbeg recuerda la primera vez que lo vio, cuarenta
aos atrs, cuando todava era un nio. Describe detalladamente su llegada a la casa
familiar de campo, su entrada triunfal, y ms que nada, despus de recibir y brindar
afectos, recuerda la ronda de parientes en torno de una chimenea alimentada con trozos
de olivos. El pequeo Holmberg sentado sobre las rodillas de su to lo escucha fascinado.
El recin llegado posea el don de extraer de su prodigiosa memoria historias producto
de la experiencia y de la fantasa, situacin que se repiti para deleite familiar y del
nio en innumerables ocasiones. En la dedicatoria, Holmberg no deja de reconocer que
muchas de sus narraciones le deben material e inspiracin a los relatos orales que haba
escuchado de boca de su to.
Por otra parte, la misma escena, aunque esta vez no se trate de una reunin familiar, se
repite en el inicio de Nelly, la tercera obra publicada en 1896, cuando por las noches un
grupo de amigos se junta en la estancia de uno de ellos, alrededor del fuego, para
entretenerse relatando historias.

444

Podemos agregar que esta actividad convocante

resultaba una prctica habitual en la vida del hombre de campo y una estrategia narrativa
frecuente en los hombres de letras. La noche y el fogn son el punto de reunin de los
circunstantes para escuchar de boca de diferentes narradores, historias sobrenaturales,
morales, religiosas, sobre crmenes y criminales, con el propsito de pasar el tiempo. Si
bien en estas obras no se cierne el marco que significa la peste como en el caso del
Decamern de Bocaccio o una catstrofe natural como en el Heptamern de Margarita de
Navarra, el encuentro familiar o entre amigos opera como un marco propicio para
desarrollar la actividad protectora del cuento que cumple la funcin de entretener y a la vez
ensear. La intervencin de la experiencia emprica de Holmberg para definir formalmente
443
444

Cuentos fantsticos. Op. Cit.


Ibd.

274

algunos de sus relatos se puede inferir de la cadena significante que forman el prlogo de
La casa endiablada y Nelly.
La Dedicatoria de este ltimo relato excede claramente los alcances del homenaje, el
dilogo o la polmica, para convertirse abiertamente en una introduccin explicativa. Est
dirigida al Profesor Baldemar F. Dobranich y su extensin triplica la cantidad de lneas
escritas en las dedicatorias anteriores. Comienza con una ambientacin que tiene como
contexto una noche otoal en el Jardn Zoolgico (en esa poca Holmberg era el Director
del Jardn de la ciudad de Buenos Aires), donde l y Dobranich se encuentran leyendo los
manuscritos de La bolsa de huesos. La literatura, el clima otoal y el sonido de los
animales durante la noche despert en los lectores un estado emocional que Holmberg
denomin soplo de misterio que bien podra llamarse aura potica o inspiracin.
La velada no termin con la lectura del policial sino que continu en la casa de
Dobranich donde ste ejecut al piano la Sinfona pastoral de Beethoven. Arte y
naturaleza estuvieron presentes en el Zoolgico como as tambin lo estaban en la obra del
msico alemn. Justamente dos temas que recorren tanto la vida de Holmberg como su
literatura. El clima de misterio gestado en el Jardn Zoolgico, los estimul adems para
conversar sobre viajes, paisajes y fakires, motivos ligados al modernismo imperante en la
poca.
Una vez slo en su casa, Holmberg escribi el resto de la noche hasta alcanzar la
maana. La velada inspir las pginas que despus llevaran por ttulo Nelly. Joaqun V.
Gonzlez, hombre de reconocimiento pblico por su actuacin en poltica, educacin y
literatura fue el encargado de anunciar con palabras de elogio en el diario La Prensa, la
prxima aparicin de la nouvelle. Al igual que La bolsa de huesos, el reciente trabajo
recibi ms de una crtica por no respetar las escuelas poticas que regan en la poca.
Oh, la preceptiva!, seala Holmberg con irona. Efectivamente Nelly no responde en
particular a ninguno de los cnones vigentes. En este sentido es una obra
intencionadamente eclctica, pero de ningn modo fallida. Su autor argument en defensa
propia que en los dos textos anteriores, La bolsa de huesos y La casa endiablada,
intent limitarse a la rigidez del gnero, pero las obras no progresaron hasta despus de un
largo tiempo de haber sido iniciadas y en la medida en que su escritura se permiti la
desobediencia deformante. Por lo tanto cuando se dispuso a escribir Nelly la
experiencia le dictamin que deba atender pura y exclusivamente a la pulsin subjetiva de
la escritura. De ah que podemos encontrar en ella un sincretismo formal que supone un
homenaje al Decamern, e influencias tanto del romanticismo -va Hoffman-, de la trama
275

policial y de la potica modernista. El texto se convirti en un mapa literario frecuentado


por distintas escuelas, escenario de conflictos estticos an moderados que fisuran la
tendencia homognica del canon.
En Olimpio Pitango de Monalia, Holmberg exaspera el mtodo, eleccin que pone en
abismo la forma y su interpretacin. Ante la necesidad de contar una historia que no se vea
condicionada por las convenciones del gnero ni las tradiciones narrativas del siglo XIX,
algunas preguntas se debieron acumular en la mente del escritor: Cmo contar la refundacin de un pas sin caer en el discurso argumentativo, secuencial, referencial y
enciclopdico de los textos con pretensiones historiogrficas? Cmo transgredir las
convenciones narrativas sin perder por completo el control de la comunicacin? Cmo
debe narrar un escritor moderno una novela sin caer en una exhibicin presuntuosa de
virtuosismo formal? Las respuestas las encontr como siempre en el eclecticismo. Retuvo
de su propia tradicin literaria y de contemporneos del 80 como Wilde, el tono irnico y
le anex una estructura fragmentada por la insercin acumulativa de discursos
heterogneos. De este modo, la conciencia dominante de un narrador que comanda del
principio al fin su relato, como ocurra en general con las novelas del siglo XIX, se ve
constantemente interrumpida por la emergencia de voces y tipologas discursivas
autnomas que provienen de distinto origen (historiogrfico, judicial, periodstico,
cientfico). El narrador en tercera persona anuda los diferentes fragmentos slo cuando es
indispensable, de lo contrario, hablan directamente los textos, muchas veces
superponindose.
El discurso indirecto libre (que estudiaremos con mayor rigor en la siguiente unidad) y
la contaminacin de conciencias narrativas conviven a lo largo de la novela. El registro
irnico o pardico es utilizado indistintamente. En oportunidades pasa sin solucin de
continuidad del narrador objetivo a la voz de un texto periodstico, como en ocasiones
permanece varado en la frontera que establece la emergencia de un texto ajeno a la tercera
persona. Esta irregularidad formal es lo que paradjicamente da continuidad a la
narracin, a la vez que acenta la inseguridad del lector. Se podra conjeturar, sin temor a
caer en un error, que el formato narrativo adoptado tambin resulta un significante acerca
del proceso de turbulencias y cambio histrico que est experimentando la isla, la cual, por
otra parte, deja de serlo en la medida en que rompe con la tradicin y reflota el hundimiento
de 2 grados y que la separan del continente.
El siguiente cuadro sintetiza la estructura narrativa que venimos describiendo. Slo
pasamos por alto las intervenciones del narrador principal que ocupara los espacios que
276

dejan las reproducciones directas de los discursos insertados. Es importante aclarar, que
dada la brevedad de los captulos, cada emisin ajena al narrador ocupa una parte
importante de su extensin cuando no todo el captulo:
Captulo II: Reproduccin del primer texto periodstico-poltico firmado por Olimpio
Pitango, sin especificar la responsabilidad de la edicin.
Introduccin de voces annimas populares que polemizan. Se las
califica como demagogas o patriotas segn el punto de vista (defensa o
crtica de Olimpio).
Captulo III: Reproduccin de un segundo artculo periodstico, publicado por el diario
El Patriota.
Captulo IV: Reproduccin de una editorial de El Patriota.
Reproduccin de un intercambio polmico entre editoriales de El
Regulador y El patriota
Captulo V: Introduccin de voces annimas que continan la polmica iniciada en el
soporte periodstico.
Reproduccin de una poesa de Olimpio Pitango.
Entrevista del protagonista con el gobierno de Monalia sin marcas de
dilogo.
El narrador reproduce en discurso indirecto libre el punto de vista de los
diarios de Buenos Aires sobre la actuacin del Ministro Plenipotenciario
(Olimpio).
Captulo VI: Reproduccin de un Decreto del gobierno de Monalia respetando el
formato jurdico.
Captulo VIII: Correspondencia de Tupitambo en un registro historiogrfico.
Captulo IX: Transcripcin de un largo telegrama de Toribio Albarda (parodia de un
discurso historiogrfico con constantes digresiones).
Transcripcin de un telegrama de respuesta de Olimpio.
Captulo X: Reproduccin de una carta de Olimpio en los darios de Molenia (capital
de Monalia dirigida a Toribio Albarda).
Captulo XI: Reproduccin de un documento histrico aparentemente antiguo donde se
informa sobre el pasado hasta el momento- inexistente de Monalia.
Reproduccin de un discurso cientfico que acredita el documento como
verdadero.
Reproduccin de un debate periodstico entre artculos publicados en El
Regulador y El Patriota.
Captulo XII: Dilogo directo por correspondencia entre Toribio Albarda y Olimpio.
Tres Cartas.
Captulo XV: Incluye un cuento narrado por la madre de Olimpio y una breve
pieza oratoria final del mismo.
277

La sumatoria o acumulacin poli-discursiva refuerza la ficcin histrica que inventa


el protagonista y perturba la lectura convencional de la ficcin de Holmberg. De todos
modos, el procedimiento de escritura no alcanza la categora exclusiva de inventario o
catlogo que hara peligrar el relato por saturacin, sino que altera el ritmo desarticulando la
trama con la interferencia de informacin yuxtapuesta. El discurso pasa abruptamente de
narracin a dilogo y de dilogo a narracin, sin transiciones progresivas ni explicaciones
que sirvan de eslabn entre una y otro: un mtodo anlogo a otras experimentaciones
artsticas como las composiciones cubistas de Picasso (contemporneas a Olimpio, entre
1907-1914), los cortes de montaje de Eisenstein y la fragmentacin de T.S. Eliot en La
Tierra Balda, obras producidas pocos aos despus de la novela de Holmberg. La
discontinuidad, la fragmentacin y el montaje son caractersticas que se pueden encontrar
en el arte experimental de los primeros veinte aos del siglo XX. Por otra parte, la ruptura
de la lgica causa-consecuencia que debiera estructurar el tiempo lineal del relato y se ve
constantemente interrumpida por lo heterogneo, no es otra cosa que la materializacin en
la escritura de la inestable historia de Monalia.

3.6 Las paradojas del acervo criollo.


Como sealamos la fragmentacin y la multiplicacin discursiva no impiden por
completo reconstruir el sentido. Se pueden rescatar del naufragio recortes ideolgicos del
sujeto histrico; se pueden recobrar de la superficie textual, enmascarados por el
polimorfismo, exponentes de la conciencia socio-histrica representativa de los aos 80 del
siglo XIX, como tambin del perodo reformista que presidi Saenz Pea. El liberalismo de
Holmberg se traduce entonces en una operacin doble. Por una lado, en un movimiento
superador, transgrede las frmulas literarias preconcebidas, hbito instalado en algunos
escritores de su generacin y en sectores cercanos a las vanguardias de principios de siglo
XX, por el otro, establece una continuidad al rescatar principios conceptuales que el
liberalismo oficial haba transmutado por ortodoxia conservadora. En este punto no parece
diferir de las circunstancias que le tocaron experimentar a Wilde por las cuales decidi
exiliarse en Blgica, segn conjeturamos como hiptesis derivada en la Primera Parte de
la Tesis. En este sentido, los postulados laicos son emergentes que hablan por s solos:
Olimpio Pitango estaba convencido de que todas las naciones
hispanoamericanas eran vctimas de una impregnacin venenosa del

278

espritu aejo de su origen, con leyes civiles y militares hediondas de


Inquisicin y de Siete Partidas, tufo de horcas y de conventos, nfulas de
republicanos que hablaban de libertad y democracia mientras hacan
punteras a blasones de apcrifos o banales; como se desdoblaban ante
el mandn; seores feudales civilizados y bruidos en los grandes
centros, y asesinos inmundos de cepo y de ltigo en los tugurios
solariegos adquiridos por la usurpacin a los dbiles; corazones
corrompidos por el ejercicio de una autoridad secular ejercida sobre
almas primitivas a las que no haban dado en tanto tiempo otra luz que la
de los candiles, conservndolas bajo la influencia de un terror perpetuo
con el nombre de religin, la que imponan con la amenaza o el azote,
como lo haban hecho los antepasados con la hoguera y el martirio,
mientras sus arcas, repletas de oro, les permitiran representar todos los
papeles de una tragedia de payasos. 445

La mirada del extranjero que ejerce el narrador a travs de los ojos del Ministro
Plenipotenciario de Monalia, adems de practicar un discurso indirecto libre prximo al uso
contaminante de principios de siglo XX y no a la esterilizacin realista flaubertiana, pone
en ejecucin una ideologa antireligiosa anloga a la de un liberal del 80. A diferencia de los
ms encumbrados representantes (y sus descendientes) de la patria liberal de fines del siglo
XIX, Holmberg no cambi su discurso radicalizado sobre el lugar que deba ocupar la
religin en la sociedad moderna. La diferencia de opiniones sobre este punto se haba
iniciado en los aos noventa con el surgimiento de una alianza poltico ideolgica que se
fortaleci despus de la crisis socio-econmica originada durante el gobierno de Jurez
Celman, momento en el que Wilde comenz a poner distancia con el Poder.
Durante este perodo, se form un frente de intelectuales interesados en unificar la
identidad de la nacin a travs de la lengua y de la raza. La consigna que haba instalado
Vicente Fidel Lpez, depositario de la memoria de la elite, de volver al pasado en bsqueda
de la tradicin, convoca a revisar la idea que se tena sobre lo hispano.446 Su hijo, Lucio V.
Lpez, contribuy con el consentimiento de cortar los pasajes del Himno Nacional que
resultaban lesivos para la imagen de Espaa. Calixto Oyuela, Vicente Quesada y su hijo,
Ernesto Quesada, dieron el combate por recuperar el espritu de la raza y la unidad de la
lengua. Definitivamente el pensamiento de Sarmiento se encontr frente a frente con su
fracaso. La referencia a Sarmiento no es azarosa. Desde 1860 el sanjuanino vena bregando
por la no intrusin de la religin en las atribuciones que pertenecan a la rbita del Estado.
447

445

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 170.


Aliata, Fernando. Ciudad o aldea, en Entrepasados, Revista de historia. Buenos Aires: Ao II. N 3.
Fines de 1992.
447
En su discurso parlamentario de la sesin del da 11 de mayo de 1860, argument contra el proyecto de
enmienda constitucional de Flix Fras. En el mismo, rechaz categricamente que la religin Catlica
Apostlica Romana se convirtiera en religin oficial y el gobierno costeara exclusivamente su culto.
446

279

Holmberg representa la continuidad del pensamiento sarmientino, y la avanzada laica de


los 80, postura que se comienza a debilitar, como ya sealamos, en los noventa y an ms
en el Centenario. Un ejercicio ejemplificador puede resultar recordar la Logia Docente
formada a partir del Congreso Pedaggico de 1882, que tuvo continuidad en distintos
debates a lo largo de la dcada. Estaba compuesta por un grupo de intelectuales,
catedrticos y profesionales: Leandro N. Alem, Carlos Pellegrini, Roque Senz Pea,
Eduardo Holmberg, Hiplito Irigoyen. Otros miembros, entre los que se encontraban
Vicente Fidel Lpez y Lucio V. Lpez, fueron ms volubles y permeables a las presiones
institucionales que ejerci la religin catlica y moderaron o cambiaron sus posturas.
Una herramienta inestimable que les facilit modificar la conducta liberal a gran parte
de la clase dominante, fue la encclica Rerum Novarum (1891). Dicho documento
denunciaba el mal que se expanda por el mundo industrializado: riquezas en manos de
unos pocos, mayora de pobres y, por otro lado, un desarrollo exacerbado del agnosticismo
y el atesmo; dentro del campo poltico objetaba al socialismo, al comunismo y
anarquismo.

448

al

Algunos frente a la amenaza de un futuro con salida imprevisible

Sarmiento previ la peligrosidad que implicaba facultar a la fe religiosa de un rango estatal: Las religiones
por lo mismo que son una verdad descendida del cielo, son intolerantes y perseguidoras. (Sarmiento,
Domingo Faustino. Discursos parlamentarios. Buenos Aires: Librera Cientfica y Literaria El Ateneo, 1933,
pg. 26.) Expone (con una voz que se podra mimetizar, sin mayores objeciones, con la voz del narrador de
Olimpio citada anteriormente), sobre la violencia que despiertan sus pasiones: esos beatos llenos de
entusiasmo por la libertad (de su culto se entiende), empezaron a matarse en Amrica y a quemarse vivos
entre s. (Ibd. pg. 24.)
En La escuela sobre la religin de mi mujer (1857), el sanjuanino ya haba reflexionado sobre el tema.
Contextualiz en su lugar el rol de la religin catlica segn lo consignado en la Constitucin de 1853, patrn
que consider no se deba alterar. Defendi la igualdad y la libertad de cultos, tal como Alberdi las haba
concebido transcribindolas de la constitucin francesa de 1848.
Intent deslindar, adems, el
financiamiento por el estado de la religin de estado, divisin no del todo precisa que Flix Fras y otros
intelectuales pretendan utilizar de acuerdo a sus intereses. Como ejemplo puso a Francia que sostena los
gastos de los tres cultos ms importantes: el catlico, el protestante y el israelita. (Sarmiento, Domingo
Faustino. La escuela sobre la religin de mi mujer, en Cuadernos de Ctedra Lisandro De La Torre. N 1,
Mayo, 1956, pgs. 39-91.)
En Argentina se habra convenido en financiar nicamente al culto catlico porque los otros dos eran
prcticamente inexistentes, pero esto no deba confundirse, como en la prctica se intentaba, con religin
oficial. En 1871 se abri otra vez el debate constituyente. Eugenio Cambaceres continuar la lnea
argumental presentada por Sarmiento con anterioridad. Propuso una enmienda al artculo 11 de la
Constitucin donde sostena que el Estado no tiene religin ni costea culto alguno, y debe permitir la ms
absoluta libertad de cultos y la ms completa separacin de la Iglesia y el Estado. (Cambaceres,
Eugenio.Enmienda al Artculo once de la Constitucin, en Revista del Ro de la Plata, N 2, Vol. 1, Buenos
Aires. 1871, pp. 275-304).
Segn Luca Glvez, en su libro Como Dios manda?, Lo curioso es que unos y otros (quienes
defendan un Estado sin relign oficial y quienes pretendan imponer un culto desde el Estado) se
declaraban creyentes sin ningn tapujo y esa confusa situacin continuara por aos. (Glvez, Luca.
Cmo Dios manda? Iglesia Masonera y Estado. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2006, pg. 199).
448
Los catlicos argentinos de algn modo se adelantaron a la encclica con la organizacin del Congreso de
1884 (Primer Congreso Catlico Nacional, a la par nace el partido Unin Catlica) donde se preocupan por el
rol de los trabajadores en la produccin de la riqueza, denuncian su exclusin en la distribucin de las
ganancias, piden el feriado dominical y mejores condiciones habitacionales. Quizs ste fuera el ao de

280

prefirieron volver sobre sus pasos y refugiarse en el statu quo (religin incluida) que haba
regido en el pasado y que progresivamente comenz a retomar su lugar en la mesa de las
decisiones.

449

La tradicin se instal, a nuestro entender, por la va menos aconsejable.

Junto con la cultura criollo espaola, la religin catlica se recuper de los reveses
circunstanciales que haba sufrido durante los ochenta con las leyes laicas, y se reforz
adems con la moral del mismo cuo que trajo gran parte de la inmigracin. El liberalismo
si bien no pudo cambiar el trasfondo ideolgico de la lite, termin por establecer una
alianza estratgica: sistema liberal en lo econmico y conservador en lo ideolgico. En los
ltimos aos del siglo XIX se gest el renacimiento de la tradicin que con fuerza apareci
en el nacionalismo del Centenario y se proyect al ncleo duro de los aos veinte y treinta
del siglo XX.
En este sentido, Holmberg recurre a los principios ochentistas y a una esttica propia de
la modernidad de principios de siglo XX con el fin de poner distancia del presente literario,
encarnado en autores que responden a la reposicin del realismo y su variable neoconservadora. Manuel Glvez podra servir de modelo. En El diario de Gabriel Quiroga:
opiniones sobre la vida (1910), contemporneo de la ltima novela de Holmberg, su
narrador propone la refundacin de la patria, al igual que Olimpio. Para ello establece un
dilogo con el pasado que saca nuevamente a la superficie lo que justamente los polticos e
intelectuales del 80 haban intentado superar. Glvez revaloriza las coordenadas EuropaArgentina, Buenos Aires-Interior, invirtiendo la vieja dicotoma sarmientina.

Gabriel

Quiroga, alter ego de Manuel Glvez,450 reivindica la tradicin espaola, la cultura

mayor virulencia en la disputa pblica, cuando las diferencias se radicalizaran con mayor intensidad. El
gobierno de entonces reaccion de manera poco consecuente con sus principios liberales. Wilde destituy de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Crdoba, a los profesores Rafael Garca, Nicforo Castellanos y
Nicols Berrotarn por apoyar desde la ctedra la resistencia del vicario Jernimo Clara contra el
nombramiento de la seorita Amstrong como presidenta del Consejo de Educacin y Directora de la Escuela
Normal. El rechazo que produjo la tesis de Ramn J. Crcano sobre las igualdades civiles trajo como
consecuencia la destitucin de Jos Manuel Estrada como Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires
primero, y despojado despus de sus ctedras de Instruccin Civil y Economa Poltica. La discordia entre
laicos y catlicos, de imposible conciliacin por entonces, tiempo despus cerrar filas frente a enemigos
comunes.
449
Ante el avance de lo religioso sobre las decisiones oficiales, y la cada vez ms acentuada identificacin
entre nacionalidad y catolicismo, Loncn (como queda expuesto en El voto obligatorio) al igual que
Holmberg, retoma los principios laicos del 80:
la religin pertenece al dominio exclusivo de la tica individual [] En
el terreno del derecho pblico, la Iglesia debe permanecer ajena a toda
intervencin directa; [] Tendencias mezquinas y espritus interesados
pretenden resucitar una cuestin sobre la que ya se ha dicho la ltima
palabra, cuestin que en nada afecta, por lo dems, al triunfo de la
democracia en marcha. (El voto obligatorio. Op. Cit., pg. 19)
450
En las palabras preliminares, Manuel Glvez intenta despegarse del narrador: [] mi condicin de editor
no me responsabiliza de las ideas del autor (supuestamente Gabriel Quiroga). (Glvez, Manuel. El diario de

281

provinciana, la religin catlica, en contraposicin con el cosmopolitismo, el materialismo,


la decadencia moral que representa la ciudad puerto ms ligada a la cultura europea que a
la patria. Actualiza y desarrolla, de este modo, lo que anteriormente introdujimos como
una gesta embrionaria de fines de siglo XIX. Esta concepcin restringida de patria, con
matices xenfobos, se enfrenta con las libertades civiles, la libertad de culto y pensamiento
que se intenta instalar en la contempornea Monalia. La sentencia siguiente sera
impensable en el Holmberg de 1912:
La urgencia de afianzar el sentimiento de la nacin y los peligros de
que el cosmopolitismo haga desaparecer la repblica del mapa
poltico, imponen algunas violencias que es preciso realizar an en delito
de faltar la Constitucin y a ciertos deberes humanitarios. Para este
objeto la mejor medida de polica espiritual sera expulsar del pas
todos los apstoles de religiones extranjeras y de doctrinas sociales
internacionalistas. La Constitucin es sin duda muy respetable pero la
nacionalidad debe primar sobre la Constitucin; la salvacin de aqulla
exige la violacin de esta. 451

Del mismo modo que la ltima expresin de la cita puede ser adjudicada al acervo
literario-ideolgico de Enrique Loncn,

452

el consenso constitucional y las convenciones

civiles, en Olimpio, son indeclinables; primero fueron parte de un proceso natural y despus
producto de un debate nacional. Por otra parte, los enfrentamientos internos para dirimir
tanto la institucionalizacin como la educacin y la economa del pas siempre son resueltos
discursivamente, nunca se propone la violencia.
La disyuntiva termina de tomar fuerza cuando se compara la construccin de los
personajes principales. En el prlogo, Manuel Glvez presenta a Gabriel Quiroga como un
sujeto sobre el que predomina lo sentimental. Las ideas se inician siempre en su corazn, un
carcter que se podra encontrar en muchos hroes romnticos de fines del siglo XVIII o
principios del XIX. Olimpio est construido por una combinacin de ideas racionales y

Gabriel Quiroga. Buenos Aires: Arnoldo Moen & Hno. Editores, 1910, pg. 36) Tres aos despus de
publicada la novela, escribe un artculo llamado Desagraviando a Crdoba que apareci en el diario La
voz del interior y posteriormente su hijo edit en La vida mltiple (1916). En el mismo, insiste en
diferenciarse del pensamiento de Gabriel Quiroga: Pero tales opiniones, (referidas a Crdoba)-favorables o
desfavorables, que ello por ahora no nos interesa,- han de ser imputadas al autor? Es indudable que no,
sobre todo si el autor declara, como lo hace en el prlogo, que no se responsabiliza de las ideas de su
personaje. (Glvez, Manuel. La vida mltiple. Buenos Aires: Sociedad Cooperativa Nosotros, 1916, pg.
187) A pesar de lo expuesto si uno compara el punto de vista del autor del prlogo con el del personaje,
respecto de la ciencia, los acadmicos, la generalidad de los literatos de la poca, los socilogos, el
sentido de la nacionalidad, y constata la continuidad en el tono discursivo, para no abundar con ejemplos,
concluye que no existen diferencias sustanciales entre la voz autorial y su criatura.
451
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 68.
452
Ver al anlisis que realizamos del texto de Loncn titulado El dilogo de los bustos, Segunda Parte de la
Tesis, Captulo II, pgs 152-159.

282

voluntad de poder.

453

Es un personaje decididamente optimista, nietzschano, si se quiere.

El principio filosfico fundante de la personalidad de Quiroga y de su manera de entender


el mundo es el pesimismo. La observacin de la vida y la inquietud metafsica llevan
siempre al pesimismo. 454
Incluso llega a proponer una guerra con Brasil, de la cual el pas saldra seguramente
perdedor, para engendrar ideales nacionalistas a partir del desastre. La lgica de la derrota
en el mundo, o la venganza de los dbiles, segn Niezsche, como medio para alcanzar
valores trascendentales permanecen fuera del campo de pensamiento y accin de Olimpio,
quien opera en sentido contrario: a partir de una idea construye una nacin. Holmberg
saba que la identidad de un pas es un constructo que depende de una de las ms frgiles y
falibles de nuestras facultades, la memoria colectiva. Una nacin es lo que es por sus actos
y su memoria, y, dado el caso, si sta no existe o no nos corresponde debemos inventarla y
actuar en consecuencia.

Antes se hizo referencia sobre la continuidad discursiva entre la voz del autor y la del
personaje. En el prlogo, Manuel Glvez alerta tambin sobre las variantes estilsticas con
las que se encontrara el lector cuando incursione en el diario: Al lado de pginas serenas
y graves se leen otras irnicas, agresivas burlonas, otras casi malignas y otras -muy
pocas felizmente- escritas con alguna pedantera. 455
Si bien existen cambios de tono, el registro no es tan amplio. El texto se aproxima ms
a un manifiesto que a un diario ntimo, formato propuesto inicialmente para la novela. En
todo momento se encuentra presente la intencin pedaggica, moralizante y por lo tanto, se
presupone la figura del receptor como un ente relativamente pasivo y en lnea con el
mensaje. Sin embargo, la forma de diario y el carcter supuestamente ficcional, su

453

El problema del uso de la razn adquiere diferentes matices en el texto de Glvez. En principio, sorprende
la dura crtica que Gabriel Quiroga despliega contra la ciudad de Crdoba, si se considera que en el eje
provinciasCapital, el narrador privilegiaba a las primeras. Tal es as que tiempo despus tuvo que escribir un
desagravio, texto citado anteriormente, para acallar las innumerables voces que se haban levantado en su
contra. Sera un exceso aclarar que Crdoba pertenece al interior y que Sarmiento justamente la haba
descalificado en Facundo en funcin de las presuntas virtudes que Quiroga enaltece en su diario. La
respuesta al interrogante inicial surge despus de una lectura minuciosa. El problema reside en una lucha que
pertenece al orden teolgico. Crdoba fue fundada por la Compaa de Jess en la matriz estril de la
escolstica, segn Quiroga. Crdoba representa a la Espaa no querida, a la conducta docta, arrogante,
conceptista. Los jesuitas formaron la ciudad a su imagen y semejanza. La racionalidad, nominalizada en el
texto de manera eufemstica (escolstica o conceptismo) fue un principio teolgico sumamente resistido por
otras rdenes del catolicismo, tras las cuales el narrador se encolumna.
454
El diario de Gabriel Quiroga. Op. Cit., pg. 180.
455
Ibd. pg. 26.

283

estructura emparentable con una composicin musical le otorgan un grado de literatureidad


que el trabajo con el lenguaje le niega.
Podemos imaginar a Gabriel Quiroga disponiendo su diario en forma de partitura.
Piensa previamente los temas y subtemas que va a trabajar: el enfrentamiento interiorBuenos Aires, Argentina-Europa, religin-liberalismo, tradicin-cosmopolitismo, federalesunitarios, el ser nacional, lo espaol, el mestizaje, la inmigracin, y los organiza segn el
canon (musicalmente hablando). Expone uno de los temas, desarrolla las variaciones,
orquestadas sin contrapuntos, aplica las transiciones de rigor y vuelve a recomenzar
mecnicamente el mismo ciclo. La espontaneidad representara la distribucin formal
propia del derivar de un diario, pero en cambio la novela se rige por un orden premeditado,
alternativa que la conduce definitivamente hacia un trabajo de tesis.
Los das fechados del diario componen los compases cortos o largos segn su nmero
de pginas, que marcan el tempo de la narracin. El escritor hace las veces de un director
de orquesta o de coro. Debe saber manejar y articular muy bien las voces, los tonos, los
silencios, pausas largas o pausas breves en el sintagma. La bsqueda sonora de las palabras
es un procedimiento que en algunos casos se realiza por una necesidad consciente y en otros
es un trabajo que la musicalidad interna de cada escritor va pautando. El autor armoniza las
voces, hace que el narrador y los personajes ejecuten los arreglos en funcin de un todo que
es la novela. En el caso de Gabriel Quiroga, la tarea se simplifica, no termina de asomar el
contrapunto de voces o instrumentos ni la complejidad o profundizacin de la variable
temtica que s trabaja, por ejemplo, el relato de Holmberg. No se corren riesgos. La
partitura narrativa respeta la exposicin tradicional, fonolgica de ideas. Slo se rompe el
esquema o la mecanizacin cuando el sincretismo resuelve contradicciones ideolgicas
imposibles de sostener de otro modo.
La mentalidad de Gabriel Quiroga estimulada por el acervo criollo revive la lectura
facciosa de mediados del siglo XIX. Su revisionismo histrico polemiza con la
historiografa de Mitre y textualiza lo que sta con tanto esmero se haba preocupado en
ocultar: el caudillismo como agente fundacional del pas. Con Mitre y Sarmiento se hace
evidente una de las paradojas que Quiroga-Glvez resuelve por medio de una transmutacin
de los valores. Aunque parezca contradictorio, el epgrafe inicial del libro est dedicado al
reconocimiento de ambos autores:
A la memoria de aquellos dos espritus eminentes que enaltecieron la
patria de prestigios insignes, espritus fecundos y prodigiosos, espritus
preclaros en los libros y en las armas y en el gobierno de los pueblos;

284

aquellos dos espritus romnticos y buenos, que fueron el ornamento de


nuestra historia, que expresaron el alma de la patria vieja y que llevaron
sobre la tierra estos nombres sonoros, augustos inolvidables: Mitre y
Sarmiento. 456

Cmo sostener el provincianismo, el federalismo, el hispanismo, y a la vez homenajear


a quienes lucharon toda su vida, con las armas y las letras, contra estos principios? De
Mitre, Quiroga rescata su condicin de patricio. Para l la verdadera democracia es cuestin
de espritus aristocrticos, condicin que rene, sin reparos, el primer mandatario
constitucional de la Argentina. De Sarmiento, sostiene que por carcter y estilo informe
de escritura, encarna el caudillo que siempre critic. A los dos los describi a travs de un
sofisma de relativa eficacia: Unitarios que no tenan el espritu del unitarismo. Es decir:
no eran seres artificiosos y decorativos, ms europeos que argentinos; en realidad nunca
haban sido democrticos como Rivadavia y Alberdi.
La eleccin de Glvez para desautorizar el liberalismo oficial limita el campo de accin a
la lucha de ideas. La estructura cannica de la narracin en forma de diario que adopta el
escrito de Gabriel Quiroga, la restriccin narrativa que se exterioriza con pretensiones
objetivantes, clausuran la polmica dndole supremaca a la voz demandante por sobre la
voz demandada.

457

Por otra parte, la novela da continuidad a los textos de los aos ochenta

y noventa que pretendan excluir a las razas inferiores y a los desclasados que intentaban
ascender econmicamente y compartir el espacio de poder con la lite dirigente. La fusin

456

Ibid pg. 9.
El habitual recurso literario de transfiguracin unilateral del protagonista (Gabriel se consideraba un artista
modernista antes de regresar de Europa y reconocerse como argentino) para dar lugar al nuevo ser, simplifica
el mundo interior, la subjetividad del personaje, y revitaliza un maniquesmo esquemtico que el texto de
Holmberg pone en crisis. No obstante, Glvez (al igual que lo hizo con Sarmiento y Mitre) ejecuta un enroque
ideolgico que desvirta la oposicin tradicional. La inversin que haba utilizado Sarmiento (ver Facundo,
Captulo VII, Sociabilidad) para desacreditar al principal lder federal es a su vez desprestigiada por Glvez:
Se ha dicho que Rosas fue en la prctica un verdadero unitario. Esta absurda afirmacin es, sin embargo,
un lugar comn [] Rosas fue un genuino federal. (El diario de Gabriel Quiroga. Op. Cit. pg. 223)
En el mismo prrafo lleva a la prctica el recurso que acaba de desautorizar: Roca es el tipo de actual
federal y entre los rasgos que en este sentido ms le caracterizan debe contarse el haber sido comandante de
campaa. (Ibd., pg. 223.)
El desplazamiento de Roca para posicionarlo como representante de su antpoda ideolgica conduce a un
sincretismo emblemtico que, en principio, podra despertar sorpresa, pero la historia del siglo XX se
encargar de legitimarlo. Por otro lado, Gabriel Quiroga forma parte del enroque al asumir l mismo, confeso
federal, ideas del acerbo liberal dominante en los ochenta y noventa. Sealar a los inmigrantes como afectos
slo al dinero y carentes de valores y virtudes relacionados con la patria, la inteligencia, la alta cultura no es
otra cosa que una parfrasis de textos como La mala sangre de Cambaceres, para sealar slo uno. La
continua mencin despectiva hacia el rastacuerismo de opereta y la guaranguera edita una maniobra
consecuente con escritores como Cambaceres o Miguel Can. Aunque Quiroga reconozca el mestizaje como
parte de la raza argentina (incluso llega a recriminarle a Alberdi el no haberlo hecho) no resulta bice para
adjudicarle a los componentes genticos indgenas, negros y de la escoria europea los defectos que
erosionan el ser nacional. Cuando las personas, respetables, cultas correctas [] realizan un acto indigno,
es el mulato (el indio, el inmigrante) que reaparece. (Ibd., pg. 140)
457

285

operada por Glvez hizo que el federalismo y el liberalismo se encontrarn en un mismo


frente en pugna con ciertos principios desprestigiados y desplazados hacia el lugar del
unitarismo figurado (compartir espacio con el socialismo y el anarquismo). Se reinstala
la lucha facciosa, pero con algunos trnsfugas (como Mitre y Sarmiento) que por razones
obvias no podan ejercer su defensa.
El esfuerzo criollista de Glvez, al punto de invertir los principios ideolgicos de Mitre
y Sarmiento, se transform en un gesto intil, en una batalla perdida. En los primeros diez
aos del siglo XX la economa capitalista haba adquirido definitivamente una escala
internacional. El sorprendente desarrollo en los medios de transporte y de comunicacin
hizo que la circulacin de informacin adquiriera una velocidad y un alcance sin
precedentes. La difusin cultural se expanda con rapidez a los ms alejados territorios del
planeta. En esta poca las tendencias imperantes en Pars en muy poco tiempo despus
eran conocidas en Buenos Aires. La prosperidad econmica de la High society ampli el
abanico de consumos considerablemente. La innovacin en la produccin generada por los
adelantos tecnolgicos y por el nacimiento de una economa de masas transform el
cambio de vida en irreversible. La poca en s misma alentaba la transformacin. Lo raro
hubiera sido que la sociedad argentina, particularmente la portea, no hubiera modificado
sus costumbres, su estilo de vida. Abandonar los usos criollos era un signo elocuente del
imaginario sarmientino. De este modo, la mudanza que atraves Buenos Aires resulta
impensable sin tener en cuenta el contexto internacional, emergencia que Glvez intenta
rehuir. Por otra parte, como queda demostrado metafricamente en Olimpo Pitango de
Monalia, la sociedad de entonces no actu por inercia, incorporando pasivamente los
dictados internacionales. Los cambios no le sucedieron, sino que fueron deliberadamente
buscados o provocados.

Holmberg, si bien confront con algunos aspectos del discurso oficial (lo demostramos
con su intencin de recobrar el laicismo en vas de extincin) tambin transgredi las
formas canonizadas (lo sealamos con el anlisis formal del captulo anterior). Las tcnicas
modernas de narracin ponen en crisis la relacin tradicional entre literatura, historia y
poltica, a las cuales Glvez pareci no adscribir. Cuando se compara la escritura del
ltimo perodo de Holmberg y los textos de Manuel Glvez, se profundizan las diferencias
entre una potica producto de la modernidad de entre siglos y las creaciones genricas
provenientes de los autores del siglo XIX. Las nuevas escrituras intentan prescindir de los
esquemas tradicionales de representacin. Tanto los personajes como la trama se
286

transforman en materia de experimentacin. En algunos casos extremos, la ausencia de la


trama borra del espacio textual la estructura temporal como soporte del relato y la falta de
un protagonista narrado estrictamente en tercera persona, diluye la conciencia omnisciente.
La novela moderna nace del abandono que realizan los autores respecto del personaje
provocando una suspensin del juicio moral. De este modo, cobra decisiva vigencia el
sujeto narrador, que habita el ambiguo espacio entre la historia y la ficcin. Emerge
entonces, un sujeto de la enunciacin que narra lo que podramos llamar experiencia
histrica desde una conciencia en crisis.
Podramos caracterizar al narrador moderno, como alguien que no condiciona su relato
a la supuesta validez referencial de la informacin que porta, sino a quien presenta todo
como si fuera del mismo orden ontolgico, tanto lo real como lo imaginario. Esta postura
pareciera diluir tambin la responsabilidad moral sobre lo enunciado. Vivir la modernidad
programada por la racionalidad es lo que genera la crisis o ambigedad de la conciencia y
por lo tanto provoca la ruptura de la prctica narrativa convencional al momento de
expresar o exteriorizar dicha experiencia. Es decir, en la modernidad de principios del siglo
XX

el discurso y la realidad traman una relacin ambigua pero no estanca. Segn

Frederic Jameson cuando se habla de desrealizacin modernista del acontecimiento, se


remite a una resistencia a la plena historicidad, a travs de un mtodo representativo que
tiene a la ambigedad como efecto. Los acontecimientos se tornan espectrales, son
representables, aunque requieren tcnicas de representacin de algn modo diferentes de
aquellas desarrolladas en la cima del realismo artstico. 458
El relato secuencial tradicional puede aportar un tipo de expresividad que vehiculice la
ansiedad o la perturbacin de sujetos que experimentan el apremio de la modernidad.
Como medio de contencin, pareciera parcialmente aceptable pero como representacin,
limitada. La solucin a esta problemtica del orden del discurso parece encontrarse en los
tipos de relatos no-narrativos puestos en texto por algunos escritores tanto de fines del
siglo XIX como del siglo XX. Jameson habla de psicopatologa de los escritos para
caracterizar la ruptura de las estructuras convencionales del relato como representacin de
un sujeto cuanto menos neurtico, producto de las experiencias traumticas o, por qu no,
de la vida cotidiana que impone la modernidad. 459

458

Ver: Fredric Jameson. El modernismo como ideologa. Una modernidad singular. Buenos Aires:
Editorial Gedisa S. A. 2002.
459
Aqu no se considera la psicosis como un caos o un desorden sino como un orden trastornado. Excluimos
la posibilidad de que se lo interprete como un fenmeno orgnico, sino ms bien adquirido, como parece

287

Olimpio Pitango de Monalia, es una novela lmite que adopta tcnicas representativas
prximas a una potica moderna. Corre el riesgo de introducir cierta dosis de anarqua
textual a travs de la flexibilizacin de la escritura. En ciertos pasajes el narrador en tercera
persona pierde el dominio de s y se muestra desbordado, a diferencia del riguroso control
que se ejerce sobre el discurso en la novela de Glvez. El narrador de Monalia no define
con nitidez el distanciamiento que debe medir entre l y el protagonista, que por supuesto
nunca se constituye en un alter ego del autor. Las conciencias del narrador (autor?) y del
personaje se encuentran, se mezclan y separan a lo largo de la obra con cierta lenidad. La
frase que citamos a continuacin resulta representativa de que no existen compartimentos
estrictamente diferenciados entre uno y otro, aunque tampoco resulten lo mismo. Durante el
pasaje de donde se extrajo la cita, el relato avanza a travs de la mirada extranjera que
Olimpio ejerce sobre la Argentina: La patria tuvo una constitucin. 460
El subjetivema patria, en un contexto de descripcin supuestamente objetiva, despega al
narrador de la conciencia de Olimpio, para reconocerse argentino (est dems decir que
Olimpio era monalita). La pregunta sera Quin est hablando finalmente? El punto de
vista es de una ductilidad (o si se quiere despropsito) fronteriza con el flujo de conciencia.
461

Buena parte de la ficcin escrita durante el siglo XX ha intentado librar al sujeto de la

carga de una personalidad estable, para abrirlo a la multiplicidad de posibilidades, al


reconocimiento de que es un montn de cosas y que al mismo tiempo no es nada. A sus pies
no hay un suelo sino un abismo. Sin embargo no se puede desconocer que otras formas de

sugerir Jameson Utilizamos como bibliografa de apoyo al texto de Soler, Colette. El inconsciente a cielo
abierto. Buenos Aires: JVE Ediciones, 2004.
460
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 171.
461
En la frase analizada nos encontraramos con una acotacin propia del autor intrusivo. La siguiente cita de
David Lodge puede resultar ejemplificadota de la estrategia narrativa que utiliza Holmberg:
Hay dos tcnicas bsicas para presentar la conciencia en la ficcin en
prosa. Una es el monlogo interior, en el que el sujeto gramatical del
discurso es un yo, y nosotros, por decirlo as, omos a escondidas al
personaje verbalizando sus pensamientos a medida que se producen. El
otro, llamado estilo indirecto libre, se remonta por lo menos a Jane
Austen, pero fue empleado con creciente alcance y virtuosismo por
novelistas modernos como Virginia Woolf. Reproduce el pensamiento del
personaje en estilo indirecto (en tercera persona y en pretrito) pero
respeta el tipo de vocabulario propio del personaje, y suprime algunas
acotaciones, tales como pens, se pregunt, etc, que requerira un
estilo narrativo ms tradicional. Eso produce la ilusin de un acceso
ntimo a la mente de un personaje, pero sin renunciar completamente a la
participacin autorial en el discurso. (Lodge, David. El arte de la
ficcin. Barcelona: Ediciones Pennsula, 2002, pg. 78)
Sin acercarse a la epopeya psicolgica del Ulises de Joyce, la deriva casi libre de la conciencia holmbergiana
nos devuelve intervenciones subjetivas con una carga ideolgica identificable.

288

la ficcin han intentado revertir la situacin con una afirmacin de la personalidad a travs
de la forma ms palmaria y obvia (quiz porque el mundo se perciba como una amenaza).
Pensemos la edad cronolgica de Holmberg por entonces y la marginalidad en que
escriba. Olimpio Pitango de Monalia pone en juego cierto grado de autonoma; no como
representante de una posicin arstocrtica o de exilio interior, sino como identificacin con
valores literarios que no eran propios de la tradicin de la cual provena su autor.
Holmberg procede como si le importara poco la construccin de una historia lineal de la
personalidad. Prefiere configurar un sujeto episdico, flexible, transgresor de los protocolos
divisorios entre historia y ficcin literaria, que el narrador u autor olvide partes de su vida y
se acuerde de otras tal como alternan los fenmenos de su conciencia en relacin con los
acontecimientos experimentados en la realidad.
Segn Marshall Berman la voz autorial reproduce la duplicidad que identifica la
segunda fase de la modernidad: sensacin de vivir en el pasado y el presente al mismo
tiempo, formar parte de dos universos distintos pero consecuentes.
Los entornos y las experiencias modernas atraviesan todas las fronteras
de la geografa y la etnia, de la clase, y la nacionalidad, de la religin y
la ideologa: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda
la humanidad. Pero esa unidad paradjica, la unidad de la desunin, nos
arroja a todos en una vorgine perpetua de desintegracin y renovacin,
de lucha y contradiccin, de ambigedad y angustia. Ser modernos es
formar parte de un universo en el que como dijo Marx: todo lo slido se
desvanece en el aire. 462

Como ocurre con el ngelus Novus de Klee (citado en el epgrafe del Captulo I,
Tercera Parte de la Tesis), en la mirada de Holmberg se agita la tempestad de la historia. El
autor de El tipo ms original fue distintas personas a lo largo de su historia. El tiempo lo
experimenta como quiebre o transicin en que irrumpe lo nuevo (proceso de adaptacin
en el viejo cdigo darwinista)

No adquiere sentido la representacin de una figura

solidificada, o la alternancia de una dualidad pretoriana. Mientras aumente la solidificacin


del yo, decae la pericia para contar historias con matices, con frases levemente
distorsionadas (que expresen variaciones de sentimiento, de pensamiento), con estructuras
divorciadas del neorrealismo nacional.
Para finalizar, Holmberg escribi parte de la novela durante la reforma poltica de
1912. El enfrentamiento entre el orden oligrquico y los intereses democratizadores ocupa
462

Berman, Marshall. Todo lo slido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Buenos


Aires: Siglo XXI, 1992, pg 10.

289

en la narracin espacios que no podran definirse como isotopas ideolgicas regulares y


constantes. El modelo estructural, como ya sealamos, est tomado del marco histrico,
pero el autor procesa de tal modo la informacin que, en gran medida, desvirta los
posicionamientos de uno y otro sector cuando los traslada a la ficcin. Una lectura poco
rigurosa podra suponer que la antigua Monalia representa el orden patriarcal, oligrquico,
y

la

avanzada

constituyente,

encabezada

por

Olimpio

Pitango,

las

fuerzas

democratizadoras, pero esta simplificacin no resiste un anlisis crtico preciso. Unos y


otros estn atravesados por principios y acciones que los podran ubicar alternativamente
en cualquiera de los dos bandos. Adems se suma a este cuadro de situacin, un repliegue
cronolgico que pone nuevamente a consideracin problemticas poltico-institucionales
pertenecientes a discusiones dadas durante la segunda mitad del siglo XIX. En
consecuencia, la tarea de relevar el mapa ideolgico y el posicionamiento textual del sujeto
histrico Holmberg se complejiza. Su fragmentacin en una diversidad de puntos de vista
narrativos conspira contra la posibilidad de sostener juicios que trasciendan la categora de
provisionales.
Vimos a la voz autoral mimetizarse estratgicamente con las reflexiones de Olimpio
Pitango; Toribio Albarda en el debate constitucional se convierte en vocero del
progresismo social de Holmberg, cuando propone que se reglamente el derecho al
divorcio; las mujeres de Monalia hacen lo propio cuando agradecen a la Convencin
Constituyente el reconocimiento de su influencia decisiva en el desenvolvimiento social,
econmico y poltico de la Nacin al serles otorgado el derecho al voto, iniciativa
proveniente del momento histrico (poco tiempo despus se convirti en un postulado
cvico-poltico del irigoyenismo, que no prosper); por otra parte, tomando distancia de la
prctica Argentina, la Constitucin de Monalia expresa la libertad absoluta de cultos, lo
que exclua la necesidad del patronato y de la representacin oficial de cualquier iglesia.
463

Si bien las propuestas sealadas son producto de un imaginario cvico decididamente


progresista para la poca, se complementan con sugerencias de sesgo reaccionario. La

463

Gioconda Marn, en el estudio que precede a la primera edicin de Olimpio Pitango de Monalia,
sostiene que de acuerdo a las fechas de los cuadernos originales, la presencia en el texto de indicaciones
histricas contemporneas a la escritura, como as tambin material para-textual (recortes periodsticos de
1912) encontrado junto a los originales, se podra afirmar que el inicio de la narracin corresponde a dicho
ao. Durante 1913 continu el trabajo que recin termin en 1915 introduciendo variantes a los manuscritos.
El autor no deja explicaciones respecto de porqu no logr publicarlo aunque si adelanta que en el ao de su
culminacin tena planes para llevarlo a la imprenta.

290

posibilidad de que se instrumente el voto no obligatorio, iniciativa opuesta a la Ley Sanz


Pea que se discuta por entonces (estudio que ya realizamos cando abordamos la tesis de
Enrique Loncn), est enmascarada en la idealizacin o voluntarismo de quien supone un
alto grado de compromiso y conciencia cvica del ciudadano. Dicha postura, en la prctica,
tena como efecto la disminucin del voto de las clases populares favoreciendo de este
modo a las minoras que ejercan el gobierno. Joaqun V. Gonzlez, reformista
conservador, en el campo ya no de la ficcin sino de la historia, justificaba su oposicin a
la obligatoriedad con un argumento demostrativo, por lo elemental, del apremio que
experimentaba al respecto la clase dirigente: consideraba inviable el voto obligatorio
porque no resultaba punible su incumplimiento debido a lo extenso del territorio y a lo
disperso de la poblacin. Otro tanto ocurre cuando con tono aprobatorio se comunica que
la Constitucin de Monalia dejara abierta la posibilidad de que tarde o temprano se
imponga el voto calificado. Los estigmas residuales de una ideologa oligrquica se
textualizan de manera franca en la Carta Magna pensada por Olimpio y sus epgonos. Los
ejemplos con relacin al sufragio resultan elocuentes por s solos pero el siguiente caso
estilizado por el sarcasmo podra representar la ambigedad ideolgica que por momentos
asume el texto: La pena de muerte est abolida. (Pero los extranjeros mal intencionados
dicen que algunos criminales suelen caerse por casualidad desde el Manicomio Tarpeyo al
mar: 5.500 metros).

464

Es sabido que el itinerario literario de Holmberg est signado por su intercambio con la
ciencia. Ms all de la recurrente motivacin cientfica presente en casi todos sus textos de
ficcin, vimos tambin cmo opera su pensamiento desde un sistema de ideas emergente
de las ciencias naturales en particular (qued expuesto en el anlisis de Lin Calel). En el
caso de Olimpio Pitango, no se evidencia la necesidad militante de instalar un nuevo
modelo de cientfico, como haba propuesto mediante sus trabajos literarios durante el
ltimo tercio del siglo XIX, aunque su prctica de la escritura podra considerarse un
trabajo anlogo al mtodo experimental. Podramos caracterizar a su novela como una
narrativa del corte, la incrustacin y el collage discursivo. La heterogeneidad de los
materiales se constituye en un elemento no aceptado por los standards oficiales. Al
prestar odos a estos discursos la novela se contamina con la multiplicidad genrica que
produce la nueva realidad extratextual que la circunda.

Holmberg emprende una

redefinicin del gnero desde su interior, a travs de la reescritura del imaginario utpico y

464

Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 176.

291

del discurso historiogrfico cannico a los que somete a la estilizacin y la parodia. El


procedimiento consiste en alternar tradicin e irreverencia, combinar discursos prudentes,
formales, oficiosos con referencias banales y absurdas. El humor irreverente de Holmberg
resemantiza la nada inocente adopcin de motivos polticos-histricos tradicionales. A
partir de estos recursos subversivos se exterioriza uno de los fundamentos de su proyecto,
la ampliacin de los lmites de lo literario. Cualquier historia o relato pueden ser abordados
desde cualquier discurso o registro, ya sean yuxtapuestos o contrapuestos. Se podra
conjeturar, entonces, que su desplazamiento de la escena literaria del centenario se debi
tanto a su personal alejamiento de los foros poticos vigentes como a su prctica esttica
que atentaba contra la totalidad y la integracin como mitos necesarios. La hiptesis para
explicar la no edicin de Olimpio Pitango en su momento, por lo tanto, se podra pensar a
partir de una suerte de anacronismo: todava en los crculos literarios que frecuentaba el
autor no estaban creadas las condiciones de recepcin para una obra trabajada desde la
heterodoxia esttica que apelara al exceso como recurso significante.
En Lin Calel, como sealamos oportunamente, el cruce de razas es un tema central para
el manifiesto que viene a cerrar o, mejor dicho, a continuar el arco ideolgico iniciado con
el discurso en conmemoracin de Darwin en 1882. Si bien el mestizaje no es tema de
Olimpio Pitango, no se podra decir que permanece por completo ajeno a la novela. El
mismo puede reconocerse en la particular forma con que el autor trabaja el lenguaje con
mezclas improcedentes entre materiales de la alta cultura y de la cultura popular. El texto
ofrece una pluralidad de voces de distinto nivel cultural que fusionan lo tnico americano y
lo nacional, con lo extranjero. Conviven en el discurso voces indgenas, populismos
rioplatenses, lenguas extranjeras de insercin en lo que se podra considerar un nivel social
alto (latn, francs, ingls, alemn), como as tambin voces pertenecientes a un estrato
lingstico bajo, los dialectos y jergas de los inmigrantes (el andaluz y el italiano de la baja
Italia). Como se puede ver, el mestizaje en Holmberg no se detuvo en una discusin
naturalista sino que, casi en un gesto de vanguardia, se manifest tambin en la
heteroglosia lingstica; en la mezcla de gneros practicados a lo largo de toda la novela:
narrativo, lrico, periodstico; y en el polimorfismo ideolgico expresado a travs de
distintas disciplinas: las ciencias naturales, la filologa, la pedagoga y la reflexin
histrica. Sus ltimos aos lo encontraron, entonces, alejado formal e ideolgicamente de
la aplicacin, sin mediaciones, de sistemas de pensamiento cerrados, motivados por la
exclusin o la depuracin tnica, a los cuales haba adherido a principios de la dcada del
80 en el siglo XIX.
292

Conclusiones
I
En nuestra Tesis hemos reflexionado sobre dos autores representativos de un proceso
literario que tuvo sus orgenes en la Generacin del 80: Enrique Loncn y Eduardo
Holmberg responsables de un universo esttico-ideolgico, enriquecido por los modos,
tonos, lenguajes, smbolos y gneros de la cultura literaria de entre-siglos. Naturalmente, a
modo de complemento, hemos realizado una cuidadosa seleccin de otros autores
provenientes de diversos campos discursivos, relacionados con nuestras hiptesis
medulares. Para los fines argumentativos que debe asumir toda tesis, llevamos a la prctica
una divisin del trabajo intelectual, incorporando lecturas de otros escritores y actores
sociales del perodo estudiado, ms un marco terico ad hoc. La delimitacin de este
campo nos permiti abordar la permanencia y la superacin del 80, como lo consigna el
ttulo de la Tesis, no tan slo en la actividad literaria sino tambin en el campo social,
especficamente en la crisis moderna que atraves el pas durante esos aos.
En sntesis, el tiempo de la modernidad que contiene la nocin de progreso, es pensado
en estado puro como un desarrollo lineal, continuo, acumulativo y sin rupturas. A partir de
esta concepcin podra sostenerse que estaramos condenados al progreso, al incremento de
laexperiencia y de los conocimientos cientficos, a la normatizacin de la justicia y de la
nivelacin social. Pero la crisis que sealamos como nuestro referente ineludible pone
en tensin el concepto de modernidad previo, que en nuestro caso, se ve representado por
dos obras literarias, cuando menos divergentes: la de Enrique Loncn y la de Eduardo
Holmberg.
Ddurante la investigacin se nos plante el desafo de no ser tentados por una
hermenutica contradictoria. Lo que nos permiti la regularidad de criterio en nuestros
enfoques fue la conceptualizacin de una serie de preguntas sin respuesta explcita, que
vertebraron la investigacin y la posterior escritura de la Tesis: En qu consiste el saber
alternativo o produccin de conocimiento de la literatura? En qu sistema de valores
se sustenta la autoridad del discurso literario? Qu prstamos o hibridaciones la
constituyen y a su vez trazan el referente del texto literario?

465

465

Ver Mignolo, Walter. Semiosis colonial: la dialctica entre representaciones fracturadas y hermenuticas
pluritpicas, en Foro Hispnico, N 4, pgs. 11-27, 1992.

293

En el caso de los precursores, tratados en los Captulo I y Captulo II de la Primera


parte de la Tesis, Eduardo Wilde y Lucio V. Lpez, les hemos adjudicado la funcin de
miradores, una plataforma desde donde Wilde, por ejemplo, realiza el doble movimiento
de observar el presente que lo rodea e indagar simultnemanete sobre su mundo interior.
Desde Bruselas, elabora por medio de la ficcin un pasaje al pasado (su niez) y a una
geografa distante (Tupiza, un pueblito de Bolivia). Bajo esta retrospectiva, el pasado
aparece como superficie y como signo cuyos significantes y significados van a desplegar el
mundo interior de la dupla Boris-Wilde. La lucidez del interprete-escritor convierte las
sombras del ayer en una intimidad moderna. La niez, el arte, la religin, la naturaleza, la
ciencia, la sensualidad, encierran un saber que transforma el mito y la fbula en
presente histrico. Por otra parte, al tomar distintos elementos de la cultura que lo form,
individualiza y codifica la matriz identitaria de la Nacin, categora que permanece vigente
en la construccin de su imaginario.
Boris-Wilde nos revelan la identidad representada por una doble estructura psquica:
la percepcin sensorial y la razn. Wilde se dedica a indagar en s mismo y por lo tanto en
el hombre moderno, la materia prima que lo convierte en un ser social y tambin en un ser
histrico. El anlisis de algunos de sus relatos breves y de su novela, Aguas abajo, nos
muestra el perfil de un sujeto moderno, que en su caso particular, al igual que en el de
Lucio V. Lpez, encarna un representante poltico activo del 80.
Wilde proyecta su trabajo literario como un discurso crtico de la modernidad perifrica.
Su mirada se orienta, en un primer momento, a travs del humor, actitud esttico-crtica
que pretende reterritorializar la Argentina del `80 cambindole su impronta, y ante lo
infructuoso de su prdica, se aleja del poder poltico y cultural, para luego auto-confinarse
en el extranjero y recluirse finalmente en el mbito de su propia psiquis. Como lcido
lector y eficaz exponente artstico de la realidad contempornea, el autor de Vida
moderna nos permiti elaborar, a travs de sus textos un modelo que da cuenta de
determinados dominios y saberes del fin de siglo.
Es precisamente la relacin estratgica entre la literatura y su tiempo la que define el
carcter polmico del sujeto moderno. Aunque las condiciones de experiencia y el
objeto de experiencia que enfrentan Lucio V. Lpez y Eduardo Wilde son similares, sus
lecturas y representaciones no son idnticas.
Lpez no cuestiona los valores de clase establecidos; su mirador focaliza el campo de
visin, y segn el objeto, modifica o no su perspectiva. Cuando discute el pasado lo hace

294

desde su faccin, el antimitrismo; cuando polemiza con el presente involucra su


condicin de gnero y de origen.
La visin de Lpez (semejante a la de Loncn) se constituye a partir de lo que
Castoriadis llama la reflexin heredada.

466

Su pensamiento en torno de la historia y la

sociedad se ubica siempre dentro del plano de la lgica y de la ontologa heredadas, sin
permitirse transgredir sus fronteras. Este modelo reflexivo reduce lo histrico social a las
ideas y conceptos que lo preceden. La sociedad y la historia, a travs de su literatura, estn
subordinadas a operaciones conservadoras de un sistema de valores a los que no pone en
peligro, ni modifica, sino que pretende afirmar en la lnea sucesoria del tiempo.
El itinerario que seguimos nos posibilit reconocer que los recursos poticos y
retricos de Wilde se reprodujeron en Loncn, aunque vacos del intento superador que
pretenda el mismo Wilde, fortalecidos, a su vez, como expresin de resistencia en Aldea
Millonaria, actitud compartida con Lucio V. Lpez en La gran aldea. Se podra inferir que
las obras literarias de Wilde, Lpez y Loncn ejercieron la pedagoga oficial, funcin que
Wilde abandon progresivamente del mismo modo que lo hizo Eduardo L. Holmberg, el
ltimo de los escritores que aborda nuestra investigacin.
Si bien durante el fin del siglo XIX los sectores que controlaban el poder haban
logrado aunar un consenso por oposicin a lo otro, se puede afirmar que durante los
primeros aos del siglo XX esta lgica binaria se complejiza social y polticamente. Las
causas tradicionales, incapaces de adaptarse a la nueva realidad se muestran sorprendidas
y desbordadas, exasperacin que se manifiesta en la obra de Loncn y se reproduce en la
diversidad de textos que la componen. Durante la primera dcada del siglo XX sucedieron
importantes transformaciones en Argentina. Los sectores tradicionales no fueron
desplazados de manera categrica del Poder y de sus distintas esferas de influencia, pero
mediatizaron su capacidad ejecutiva. Se clausur un estado de cosas que esos sectores
haban construido y sobre el cual mantenan una injerencia significativa. Si bien no
controlaban por completo la poltica, la economa y el flujo de la cultura, tampoco
quedaron absolutamente desplazados de las esferas del Poder.
En un principio demostramos que el valor de la palabra poltica de Loncn haba
experimentado una regresin, cuando la pusimos en perspectiva con la defensa del voto
obligatorio, argumentacin desarrollada en su libro homnimo publicado durante el
optimismo que haba despertado la sancin de la Ley Senz Pea. Cuando las

466

Ver La institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit. Captulo IV, Lo histrico-social.

295

consecuencias polticas de la Ley desbordaron el dique de contencin levantado por la


distribucin conservadora del poder, su proyecto ideolgico intent resolver los
desajustes entre teora y prctica, apoyando la intervencin de facto de Jos Evaristo
Uriburu y la seudo democracia de Juan B. Justo.
En el Captulo I de la Segunda Parte consideramos el discurso poltico y los brindis de
ocasin, segn la categora elaborada por Norman Fairclough.

467

Fairclough considera la

oratoria poltica y de ocasin festiva, como una forma de prctica social donde el discurso,
adems de ser un modo de representacin es un modo de accin, una manera de que los
individuos puedan actuar sobre el mundo y particularmente sobre los otros. El apoyo de
Loncn a los gobiernos intervencionistas, la militancia discursiva constante en todos los
mbitos y su desazn final ante la inutilidad de la prdica, los podemos relacionar con la
incesante renovacin poblacional, donde sus palabras no encontraban arraigo, y en buena
medida, a una realidad poltica donde los sectores populares tuvieron una participacin
activa, contribuyendo con la creacin de un imaginario donde el igualitarismo y la
debilidad de las nociones de jerarqua se constituyeron como rasgos emblemticos.
Sostuvimos que la funcin predominante de la oratoria poltica loncaniana procur
persuadir el conglomerado opositor al radicalismo personalista, as como los brindis
sirvieron para imponer un punto de vista

ideolgico por medio del goce y el

entretenimiento pasatista. En ambas prcticas la ideologa condicion la forma. Por lo


tanto, en sintona con nuestras hiptesis principales, podemos aseverar que su elocuencia
no actu creativamente; no reestructur las normas discursivas que la regulaban, sino que
confirm las relaciones de poder que las sostenan. Lo comprobamos especficamente en el
cotejo que llevamos adelante entre la oratoria de Loncn y la de Norah Lange y Macedonio
Fernndez. Loncn se confin en un claustro oratorio que representaba un mundo social y
un estilo de vida en franco retroceso, mientras sus contemporneos experimentaban con las
conductas y las estticas provenientes de los nuevos modelos estticos europeos.
Si se piensa la modernidad en lnea con la retrica clsica, como lo haca Loncn,
debera considerrsela como una bsqueda particular y nica del efecto retrico. El tropo
de la modernidad, segn lo define Fredric Jameson,

468

puede considerarse, en este

sentido (el sentido loncaniano) como performativo. Pero analizado desde la perspectiva de
los escritores martinfierristas, su emergencia indica un nuevo tipo de figura y discurso que
intenta romper con las tradiciones previas. Este concepto de lenguaje moderno dramatiza
467
468

Fairclaugh, Norman. Discourse and Social Change. Cambridge: Polity Press. 1992, pgs. 21-64.
Ver Una modernidad singular. Op. Cit. Primera Parte, Las cuatro mximas de la modernidad.

296

sus propias pretensiones. Por lo tanto, la teora de la modernidad implicada en los discursos
de Norah Lange y Macedonio Ferbnndez, sera poco ms que la proyeccin de una
retrica vanguardista.
En el Captulo II de la Segunda Parte, al abordar especficamente los textos literarios
de Loncn verificamos que se han convertido en objetos densos y complejos. Su punto de
vista no aparece abiertamente expuesto sino mediatizado. Ahora bien, si ya no persiste la
intencin directa de inspirar movimientos o acciones sociales, su escritura no deja de
actualizar la tradicin del 80. Segn nuestra lectura la heterogeneidad de las formas,
presente en Aldea millonaria, herencia de Eduardo Wilde, cumple una funcin significante
de singular relevancia en la constitucin de sus ficciones.
Hemos inferido que la crnica o memoria autobiogrfica que da forma al relato titulado
Grandeza y decadencia de una piedra pmez, no es posible de ser reducida a un mero
decorado recreativo de la ciudad o a un manifiesto costumbrista sobre la cotidianidad
metropolitana, sino que pone en letra la temporalidad vertiginosa de la Buenos Aires
moderna. Pasa del Olimpo donde conviven y discuten ideas los prceres liberales de fines
del siglo XIX y principios del XX, a los arrabales del populismo irigoyenista. Convergen
en el texto, entonces, el deseo de continuidad y permanencia, junto a la resistencia al
cambio histrico.
La flexibilidad formal le permiti a Loncn proyectar su preocupacin polticoideolgica de manera cclica y repetitiva. Modificaba el gnero literario pero mantena sus
obsesiones: los peligros de la moderna experiencia urbana.
Aldea millonaria y particularmente Grandeza y decadencia se convirtieron en una
gua socio-crtica sobre la cada vez ms compleja vida cultural, econmica y poltica de
Buenos Aires.
El dilogo teatral, por otra parte, es utilizado por Loncn, para dramatizar sobre la
hibridacin de clases, que no quera ni poda legitimar sin antes alertar sobre su potencial
decadencia. El carisma del lujo, predominante en El embajador, activa el fetichismo
seductor de la riqueza, decorado habitual del poder, y como pregona la obra, causa
insuficiente para ejercerlo. La preocupacin del autor se focaliza sobre el comportamiento
de los sujetos que habitan ese decorado. La perpetuacin del entre-nos comenzaba a
mostrar sntomas de fragilidad, simblicamente protagonizada por la ostentacin material y
la presuntuosa exhibicin de vnculos sociales ilusorios de los recin llegados. Nuevamente
el cambio (el trasvasamiento generacional) es presentado como conflicto o contingencia

297

que hostiga la cotidianidad de los habitantes de barrio norte, quienes pasan de ejercer el
Poder ad eternum a constituirse en inquilinos pro tempore de la Casa Rosada.
Las circunstancias que experimentan los personajes de El embajador representan la
repercusin de un profundo cambio de escenario, que no se limita exclusivamente al
interior de las fronteras nacionales. Estos reacomodamientos internos conectados con el
mundo externo (el capitalismo proyectaba de manera inexorable las reglas econmicopolticas desde el centro hacia sus terminales perifercas) favorecieron la incorporacin
de advenedizos con dinero, como Martn Algarraborde, que lograron unirse a las familias
de la alta sociedad y a los viejos terratenientes. La sociedad agraria tradicional haba
completado su ciclo y se dise, en consecuencia, un nuevo campo de accin donde los
seores no terminaban de aceptar la formacin espontnea de una nueva clase y de una
nueva cultura. No resulta desatinado conjeturar entonces, que las circunstancias por las que
atravesaba el nuevo entramado social provocaran la sensacin de fin de poca, en
escritores como Enrique Loncn.
El autor de Aldea millonaria no encuentra sosiego. Una y otra vez intenta elaborar una
formula literaria que le asegure permanencia, perpetuidad, pero sus pretensiones de
fondear la realidad no encuentran firmeza en la evanescente modernidad. As como
Lucio Vicente Lpez viva al acecho de sus contemporneos comprometida su
pertenencia a la clase tradicional- y mantena adems cierta cuota de control sobre las
relaciones de Poder, Loncn slo atinaba a resistir el acoso de la ascendente cultura de
masas, a esa altura poco menos que incontrolable. La historia de la alta sociedad nos
muestra un progresivo pero rotundo cambio cultural en pocos aos. El pasaje del
provincianismo al elitismo refinado de los aos 80 y 90 del siglo XIX, que se define por
un desvanecimeinto de las pretensiones aristocrticas en los primeros veinte aos del siglo
XX, son transformaciones que Enrique Loncn experimenta como testigo privilegiado.
La potencia de las transformaciones hizo que su escritura se convirtiera en un sutil y por
momentos ingobernable instrumento crtico, que disociaba el campo significativo. En ms
de una oportunidad la produccin de saber literario alternativo se hizo presente, a pesar
de la tendencia fiscalizadora, que ejerci el autor. Una y otra vez nos encontramos con un
elemento disonante que logr atravesar la fragmentacin genrica, el tono humorstico, la
intransigencia y la radicalizacin, para instalarse como una contra lectura en la superficie
de sus textos. El escorzo o la superposicin de planos que practica en la construccin de
sus Tipos, resulta un ejemplo significativo sobre la capacidad de conocimiento simblico
que produce un texto literario. A la manera de un pintor barroco, Loncn trabaja con luces
298

y sombras y con la parodia, para construir de este modo la deriva significante que se
desplaza del tipo al contexto o experiencia urbana y de la experiencia urbana
nuevamente al tipo.
Engaosamente, la luz narrativa parece iluminar un personaje porteo, aunque recorta
sobre el fondo, desde la oscuridad, un conflicto socio-histrico que pertenece al
entramado conceptual de Aldea millonaria, y no al Kodak ocasional. El narrador en
apariencia despreocupado, disimula la emergencia que abre una disputa significativa por el
anecdotario que contiene la obra. Loncn no reproduce un trasfondo mtico de Buenos
Aires sino un proceso vital, que a pesar de su intento por ser desvalorizado o legitimado
(segn el caso), en ms de una oportunidad escapa a su propio dominio del significante. Si
la literatura en s misma es un fenmeno esttico que produce un saber, los tipos
porteos, en su representacin de planos y contraplanos, proponen lecturas de segundo
grado, configuraciones de sentido que atraviesan Aldea millonaria sin reparar en las
divisiones formales ni en la tutela del autor.
Representar Buenos Aires es un intento de dominarla y reterritorializarla cambiando
su significacin. Las calles se encuentran en manos del enemigo poltico. El poder se
reparte entre el accionar de facto de las cpulas y la expansin de la resistencia popular.
Los diferentes estamentos que componen el poder oficial se proponen reorganizar la
ciudad. Para esto modifican los espacios urbanos a travs del monumentalismo, y fomentan
sistemas estables (conservadores) de representacin utilizando la industria cultural
oficiosa. Creci el nmero de plazas y paseos, (este proceso se haba iniciado con las
reformas de Torcuato de Alvear), donde se levantaron imponentes monumentos a los
hroes patrios. Por otra parte, se llev adelante tambin la construccin de numerosos
edificios gubernamentales y privados, de estilo clsico o francs, que pusieron de
manifiesto el control esttico y el gusto por la ostentacin, significante que pretenda
intimidar al arribismo capcioso. De un modo simblico se intent contener el proceso de
desarrollo heternomo, aunque el perfil de la transformacin urbana no hizo ms que
admitir, indirectamente, la nueva significacin de las clases populares y su progresiva
influencia en la toma de decisiones.
Frente a la dimensin inesperada que adquirieron las fuerzas socio-polticas emergentes,
los textos de Loncn legalizan

un modo de entender el funcionamiento de las

instituciones que lo aproximan al lmite de lo ticamente aceptable, problemtica


consignada en La sangre dulce. En este sentido, su obra presupone la desmoralizacin
de la Justicia, subsidiaria entonces del mayor o menor enriquecimiento de sus jueces,
299

condicin que les permite liberarse de las ataduras econmicas que podran presionar sobre
el ejercicio de la verdad. Establecer justicia no dependera del rigor con que se aplicaran
las leyes, sino de la variable econmica que regulaba el humor de quienes la
dictaminaban. Epitomiza, de este modo, el sometimiento del sujeto social bajo una
estructura de lo pblico, que tiende a ocluir, cada vez ms, el derecho colectivo. Pedro
Altamira, nico apellido con el blasn suficiente como para defender a Garay Mendoza
en La sangre dulce (Captulo II, Segunda Parte de la Tesis), utiliza en su Solicitud para la
sancin de un nuevo Proyecto de Ley, una estrategia que propone como mtodo la
negociacin. El relato no transcurre durante un perodo institucional legtimo, sino
durante una poca de restauracin o reposicin, por lo tanto las transformaciones
constitucionales ya no tenan otra salida que la negociacin con la democracia saliente y
con la remanencia de un partido poltico que no dejaba de ser mayora, a pesar de las
persecuciones y proscripciones.
Hemos comprobado que en su obra no es necesario hablar de estructuras y de procesos
pasados para representar la historia. Loncn textualiza el sentido histrico ficcionalizando
el presente. El discurso literario proporcionara los principios suficientes para que las
visiones histricas de los sucesos narrados formen una construccin que represente, si no
los sucesos de manera referencial y directa, por lo menos la expresin esencial de los
mismos. No podramos hablar de documentos cuando nos remitimos a los textos de
Loncn, pero podramos definirlos como una configuracin comprometida del proceso
histrico, la mayora de las veces por una bsqueda intencionada del autor, y en ocasiones,
debido a la pregnancia que las fuerzas insurgentes le imponen a su escritura.
Uno de los interrogantes que planteamos al comienzo de las Conclusiones, enfatizaba
la necesidad de revelar los diversos tipos de discursos que constituyen las fronteras de lo
literario. El trabajo legitimador que propone Loncn, no tan slo en La sangre dulce,
sino en casi todos los textos de Aldea Millonaria, acredita el mbito institucional, ya no
como frontera discursiva sino como un sistema de valores factible para el abordaje
literario. No nos encontraramos frente a contornos o fronteras discursivas, sino a una
estructura interna. Loncn, de este modo, logra mantener un substrato que condiciona lo
especficamente literario, concepcin potica que relativiza la aparente autonoma o
pasatismo que le hemos adjudicado en diferentes oportunidades y por diversas causas. Su
estilo educado, convencional, elocuente, pretendidamente elegante, est cargado de
sorpresas, reservas ideolgicas y vuelcos inesperados, que construyen (y no deconstruyen)
satricamente tpicos y estereotipos. Loncn, a pesar de su mordacidad, no desprecia a sus
300

criaturas de ficcin (como s parece hacerlo Holmbeg, en quien despunta un resentimiento


que no se podra adjudicar a una actitud premeditada

469

). Sus comentarios irnicos, salvo

excepciones, intentan salvar y no estigmatizar, a travs de la toma de conciencia, las


costumbres y los cdigos institucionales y polticos de la clase social sobre la cual
despliega su acidez humorstica.
En Mirador porteo (Nuevas charlas de mi amigo)

470

Loncn denomina manes

tutelares del buen gusto en esa liteatura difcil del mundanismo a Lucio V. Lpez, Miguel
Can, Lucio V. Mansilla y Eduardo Wilde. Desde su perspectiva, Amricus era un ejemplo
retardado y mediocre de La gran aldea de Lpez. La reproduccin del fragmentarsmo,
de la prosa ligera, de la irona, de la mana por la dedicatoria, de la constante inclusin
del ingls y del francs en sus textos convirtieron a su literatura en algo impenetrable para
los nuevos lectores. Rastrear cada uno de estos recursos poticos, configurar un modelo, y
aplicarlo a la obra de Loncn resultara, adems de un proceso mecnico de anlisis, una
aceptacin a ciegas del pretendido snobismoque aparenta de manera aviesa su autor.
Durante nuestra investigacin intentamos quebrar esa ptina distractoria que encubra a un
hombre profundamente poltico, no exento de preocupaciones existenciales. Prueba
indiscutible de la seriedad con que asumi la vida y la literatura resulta su decisin final de
suicidarse, cuando era un hombre an joven y sano. No se lo podra considerar un vulgar
chic, si se nos permite el oxmoron, o un mero epgono esttico de la Generacin del 80.
Su pensamiento estuvo movilizado desde el inicio por intereses que no se limitaban a la
forma de expresarse, como algunos crticos -atendiendo a su gesto de superficiepretendieron consignarlo. Lo poltico, lo social, lo histrico estuvieron decididamente e
intencionadamente entramados con sus escritos e implicados por la fuerza del mundo
moderno, que eluda todo control tutorial. Detrs de la adopcin de su esttica liviana surge
entonces, el otro Loncn; el que resisti las nuevas maneras de hacer literatura y puso en
cuestin los nuevos tiempos, acosado por la creciente influencia poltica del campo popular
y por el avance determinante, para entonces, del nacismo en Europa.

469
470

Ver Freud, Sigmund. El chiste y su relacin con lo inconsciente. Madrid: Alianza. 2000.
Mirador porteo (Nuevas charlas de mi amigo). Buenos Aires: Viau y Zona, 1932, pgs. 8-13.

301

II
En la Tercera Parte de esta Tesis, que abarca el perodo que se extiende desde Lin Calel
(poema pico) hasta Olimpio Pitango de Monalia (novela), podemos trazar un recorrido
que da cuenta del arco literario-ideolgico de Eduardo Holmberg donde advertimos una
superacin de s mismo y del contexto que lo tuvo como emergente: la Generacin del 80.
En su caso particular, el discurso o modelo epistemolgico que desde un comienzo da
sustento a su obra, es la ciencia natural, modelo que a su vez da lugar a un cruce
significativo con el liberalismo como filosofa poltica y prctica cultural.
La literatura le permite a Holmberg experimentar con la creatividad de modo tal que la
experiencia de una temporalidad vertiginosa y fragmentaria no conspira (al revs que en
Loncn) contra una obra que acredite la invencin de formas y sentido. La conjuncin de
ciencia, liberalismo y literatura configuran un modelo discursivo por esencia mutable.
En el caso de Lin Calel la cristalizacin del endecaslabo y de la potica romntica,
colocan al texto en el lmite de lo anacrnico, aunque no resulta motivo suficiente como
para neutralizar las resonancias del mestizaje que impone una concepcin moderna de las
determinaciones tnico-sociolgicas. Si observamos la parbola que transita en relacin
con la cultura indgena, los cambios en sentido progresista de su lgica argumentativa,
resultan por dems elocuentes. De la inapelable categora darwiniana the struggle for life,
en su conferencia de 1882, al enrgico reclamo por la desaparicin de las razas ms
australes, frente a la inoperancia de los gobiernos de turno que caracteriza en Pinceladas
descriptivas (conferencia pronunciada en la Sociedad Cintfica Argentina), Holmberg
exhibe una serie de cambios que finaliza con la escritura de un texto reivindicativo del
mestizaje entre diferentes razas. La variabilidad gnica -concepcin terica de lo que
podramos denominar darwinismo cientfico puro, propuesta en el poema, se sita en las
antpodas del darwinismo social Spenceriano, enunciado tanto por Holmberg como por
Sarmiento durante la conmemoracin de la muerte de Darwin.
Los 3000 versos que terminan por fusionar textualmente a blancos e indgenas
perfilando una identidad nacional hbrida, no fueron publicados por ninguna editorial. Lo
que menos se pretenda durante el festejo del Centenario era agitar nuevamente lo que se
haba presentado de cara al mundo exterior como una dificultad para el desarrollo del
pas, que en su momento haba sido debidamente eliminada.
Para 1910, en Argentina nos considerbamos todos blancos. Habamos superado
nuestro perodo adoslescente de barbarie y transitbamos una prspera y bien ganada

302

respetabildiad ante los ojos del mundo. Por qu volver al pasado? La acumulacin de
materias primas en vas de exportacin dese el puerto de Buenos Aires, y la llegada de
materiales suntuosos, que desarrollaran lo que podramos llamar la Belle poque
verncula, bonanza disfrutada por unos cuantos habitantes de Barrio Norte, frecuentadores
de la Regent Street portea, la calle Florida, representaban una relacin basesuperestructura lo suficientemente consistente y consolidadada como para que la pudieran
debilitar anacrnicas y opacas voces poticas.
Sobre un sistema sutentado en el estado de sitio y la represin, escriban, conversaban
y debatan los intelectuales y polticos orgnicos, quienes procesaban sin pudor etapas que
iban desde el liberalismo a ultranza hacia el nacionalismo, tal el caso de Leopoldo
Lugones. Otros persistan consecuentes con su postura liberal, tal el caso de Augusto
Rodrguez Larreta, Bartolito Mitre, Nicolas Avellaneda, Jos Figueroa Alcorta, Jos
Victorino de La Plaza o Roque Saenz Pea, que intercambiaban en el Jockey Club
conocimientos sobre deportes, apuestas y teatro con Diego de Alzaga, Joaqun Samuel de
Anchorena, Juan Jos Silvestre Blaquier Sagastizabal o Carlos Torcuato de Alvear.
En este contexto, reivindicar el mestizaje slo poda atribuirse a una mente
afiebrada, aunque su dueo formara parte de una familia tradicional que haba peleado
por la Independencia. Holmberg, adems de exteriorizar su incompatibilidad con la clase
dominante del momento, permaneca confinado en el sector de los parientes pobres del
grupo fundacional, como lo retratan las ltimas entrevistas que dio y testimonian quienes
en la poca lo vean caminar por Buenos Aires, bastante desaliado en su modo de vestir y
en su aspecto personal. No se esperaba que emergiera de su pobreza por adopcin y
dedicacin una idea que resultara representativa del Centenario.
Conocedor de que todo conflicto se resuelve necesariamente en movimiento,
Holmberg se propuso ampliar y desarrollar, en su ltimo texto, las hiptesis planteadas de
manera embrionaria en Lin Calel. En Olimpio indaga y demuestra de qu modo la ficcin
se puede convertir en motor de transformaciones socio-histricas. Lo que en l podra
simplemente considerarse una reproduccin de los procesos fundacionales que vivi el
pas, puede ser traducido como una hermenutica ontolgica del discurso, tanto literario
como historiogrfico.
El proceso fundacional de la nueva Monalia pareciera desconocer la diferencia entre la
realidad y la capacidad ficcional del hombre; pareciera sugerir que todos los
acontecimientos son igualmente imaginarios, o mejor dicho producto de la imaginacin.
Monalia es un fenmeno esencialmente ideal. No es otra cosa la Argentina, pensaba
303

Holmberg, a juzgar por su entramado discursivo, gestado por mentalidades y voluntades


brillantes (socas de Olimpio) como Mitre y Sarmiento.
Por otra parte, Monalia no resultara menos imaginaria si la considerramos una utopa.
Un pas o nacin, segn el grado de abstraccin conceptual que queramos otorgarle, se
gesta de invencin en invencin; resulta una fundacin constante. Como sealamos en ms
de una oportunidad, ste sera el punto de divergencia entre Loncn y Holmberg; el
primero propone el retroceso al 80 y el segundo la proyeccin hacia el siglo XX (el
proceso histrico como progreso). De este modo el contrato que originalmente media entre
el lector del siglo XIX y el escritor de novelas ha sido disuelto por Holmberg, aunque sera
engaoso creer que se trata de un desconocimiento o deconstruccin nihilista de la
realidad, como lo proponen los actuales relatos posmodernos. La metaficcin que elabora
Holmbeg, si bien dota a los acontecimientos histricos de componentes imaginarios o
ficticios, propone la realidad como una entidad autnoma y objetiva durante la etapa final
de su proceso de escritura. Lo ideal-imaginario convive con lo real; uno es la consecuencia
del otro, produciendo un encadenamiento unificador y no desintegrador.
El acontecimiento moderno se resiste a la categorizacin definitiva y a la legitimacin
permanente de las convenciones heredadas. De ah la esterilidad del intento loncaniano,
como bien lo visualiza su amigo Arturo Cancela: A l le ha tocado ser el pintor de un
ocaso.

471

Los textos de Loncn (parafraseando uno de sus ttulos) se convierten entonces en


palabras de la derrota, mientras que Holmberg traza un derrotero que puede ser
cuestionado por el mayor o menor talento artstico con que trabaja, pero sin desconocer
su comprensin del estatus simblico que posee la realidad. Su ltima novela lo perfila
como un escritor moderno, que se desentiende de los modelos literarios preexistentes. No
se propone reproducir una forma dada, aunque reformula algunas de las estrategias
discursivas frecuentes en los escritores del 80. La superacin de los cdigos perimidos, la
liberacin del material significante para que muestre sus propios dilemas, y la reflexividad
sobre los distintos tipos discursivos lo proyectan necesariamente hacia el siglo XX.
Se puede narrar el tiempo? Esto se lo preguntaron Thomas Mann en La montaa
mgica y Paul Ricoeur en Tiempo y narracin. Ambos concluyeron en una afirmacin: la
narracin hace realidad el tiempo; lo divide, periodiza o lo convierte en una continuidad
sostenida por la sucesin de hechos. El tiempo del relato puede coexistir con el de los

471

La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 231.

304

hechos narrados y tambin puede transportarnos a imaginarios que se extienden por cinco
o cincuenta aos, y hasta trascienden los lmites posibles de la experiencia humana. La
narracin realiza el tiempo a travs de esos imaginarios e incursiona en una dimensin no
del todo aprehensible, desplazando la seguridad que representan el antes y el despus.
Holmberg, en su ltima novela, trabaja el tiempo de manera ambiga. Parte de la
inmovilidad consumada en la figura de la topa inicial; se reconstituye en la
experimentacin de una trama por momentos abierta que desrealiza o diversifica el tiempo
narrado, y por ltimo, delnea un horizonte determinado cuando clausura su relato de
manera tradicional. Su escritura no escapa de la potencial volubilidad que caracteriza al
tiempo narrativo sino que la incentiva, prueba de ello es la representacin de los hechos
que protagoniza Olimpio, acontecimientos que no se enlazan en una secuencia durativa,
sino en una historia que se revela en gran medida por sus quiebres. El narrador se redime,
en parte, de la multiplicidad y las variaciones corales

472

con el descenso hacia la

factibilidad de una conclusin: Monalia ha sido transformada en una sociedad moderna.

Holmberg recre una saga literaria con un fuerte potencial que alcanz su desarrollo
en prcticas escriturarias futuras. Ya sealamos la contemporaneidad con Alfred Jarry, fiel
de la balanza holmbergiana donde convergen pasado, presente y futuro. Pero no slo eso,
al igual que Jarry, Holmberg valoraba las mquinas, un objeto vulgarizado por el uso, y tan
despreciado como temido por los poetas, pero asombroso para quien considerara su
virtualidad, su potencial frente a las carencias del cuerpo humano. El autor de Dos partidos
en lucha, como veremos en prrafos posteriores, estimaba a la mquina como un ser al
lado del cual un humano pareca automtico, y a su juicio, bastante ridculo. Ni la
mquina era tan desalmada ni el hombre tan natural. En este punto, inevitablemente nos
acercamos a una de las cuestiones presentes en todos los estudios sobre Holmberg,
temtica que nosotros hemos abordado lateralmente, a excepcin del anlisis realizado
sobre su conferencia Pinceladas descriptivas, pronunciada en la Sociedad Cientfica
Argentina en 1896: la relacin entre ciencia y literatura.
Lo que a priori podra considerarse una convivencia que inevitablemente podra
despertar incomodidades o antagonismos, en Holmberg se resuelve con un alto grado de

472

Con la palabra corales realizamos una asociacin libre entre la multiplicidad temporo-narrativa posible
y la polfona, no tan slo asociada a la teora bajtiniana, sino tambin al uso musical. En la msica
contempornea se estila, una vez expuesto el tema, designar con la palabra coro a cada una de las
variaciones que realiza el msico hacia ariba o hacia abajo sobre el registro instrumental.

305

complementariedad. 473 l se consideraba al mismo tiempo cientfico y literato, y tanto una


como otra actividad resultaban metodologas competentes para el anlisis de la realidad y
medios idneos para divulgar el conocimiento. No retomaremos aqu la predica
holmbergiana sobre la necesidad de que el lenguaje cientfico no deba desplazar por
completo su codificacin lingstica, pero s ganar en claridad expositiva y expresividad, a
travs de la utlilizacin de la retrica literaria.

474

Nos proponemos dar cuenta, sin

embargo, de su condicin de precursor en el uso de la temtica cientfica en textos de


ficcin. Conectar, adems, estas dos lneas (ciencia y literatura) nos permite demostrar el
carcter moderno y prospectivo de algunos de sus relatos breves. Adems de los cuentos o
nouvelles ms conocidos y estudiados que retoman el modelo policial de Poe, el cuento
romntico o el relato modernista, Holmberg escribi relatos como Horacio Kalibang o los
autmatas, donde pone de manifiesto su opcin por las mquinas humanas, y dio
origen a una saga que se prolong independientemente de sus intenciones primigenias, en
otros escritores del siglo XX.

473

Con respecto a la relacin ciencia literatura, se gener una prolongada discusin entre Miguel Can y
Eduardo Holmberg durante fines del siglo XIX. Las siguientes palabras de Can fueron escritas en 1877,
inmediatamente despus de la publicacin de Dos partidos en lucha. Conociendo el carcter polemista de
Holmberg y su defensa de la cultura alemana, no pudieron menos que ser bienvenidas: primero porque le
iban a permitir ejercitar sus dotes de argumentador y segundo, porque la crtica de Miguel Can abri la
posibilidad a una polmica que lo instalaba en el selecto grupo de las letras nacionales, situacin que no todos
podan lograr, menos con su primer obra. Miguel Can argumenta en relacin con algunos pasajes de Dos
partidos en lucha:
El error, o ms bien, el egosmo aristocrtico de la cultura alemana,
es el origen de la obscuridad aparente de sus manifestaciones
intelectuales. Los alemanes escriben solamente para aquellos a quienes
el tecnicismo cientfico de su lenguaje es tan familiar como para el vulgo
el idioma que se arrastra. Hablan para ellos y ellos se entienden.
Y no solamente esa obscuridad, esa generalizacin agobiadora en la
exposicin, constituyen un obstculo difcil de vencer, sino que muchas
veces es el plan mismo de la obra el que presenta caracteres anlogos.
Si Heguel, Kant Lessing, etc., son inexpugnables en el estilo, el segundo
Fausto de Goethe es incomprensible en la concepcin. (Can, Miguel.
Op. Cit., pg. 142.)
Poco tiempo despus Holmberg le dar continuidad a la polmica, cuando ya tena bien ganado un lugar
entre los escritores porteos, y en el momento de mayor brillo de Can, el ao en que public En viaje y
Juvenilla. En el cuento Filigranas de cera (1884), como selamos con anterioridad, propone justmente
como instrumento pedaggico idneo para educar a la juventud argentina al idioma alemn, enjuiciando por
otra parte el afrancesamiento que manifestaban tanto el pensamiento como la escritura de Can, as como la
prctica literaria de la mayora de los hombres representativos de la llamada Generacin del 80.
474
Su tesis sobre la necesidad de que los cientficos se apropiaran del lenguaje literario para que sus estudios
adquierieran una mayor elocuencia, se ecuentra expuesta y desarrolada con mayor determianacin en su
ensayo titulado La noche clsica de Walpurguis (Anales de la Sociedad Cientfica Argentina. Tomo 40,
2do. Semestre, 1895) donde analiza en detalle el segundo Fausto de Goethe, escritor al que consideraba un
modelo de inteligencia filosfico-literaria-cientifica imprescindible dentro de la modernidad. Por otra parte,
la conferencia citada, devenida ensayo un ao despus, representa el ltimo captulo del cruce discursivo con
Miguel Can.

306

Damos por entendido que estos escritores no lo haban ledo, ni siquiera haban sabido
de la existencia de su obra. Pero nos interesa destacar que Holmberg, a fines del siglo
XIX, abordaba una temtica que se perfeccionara a mediados del XX, indicio de una
modernidad que podramos calificar como involuntaria.
Segn Elena Bracenas, en su trabajo crtico que cierra en forma de pslogo la antologa
Cuentos con humanos, androides y robots,

475

Eduardo Ladislao Holmberg fue el iniciador

de la ciencia ficcin en Argentina. Justamente el relato Horacio Kalibang o los


autmatas confirmara esta presuncin.

476

En el entramado del cuento existen motivos

literarios que despus seran los componentes fundamentales del gnero, no tan solo en la
Argentina sino tambin y principalmente, en los Estados Unidos durante el perodo de
apogeo de la ciencia ficcin, desde los aos cincuenta hasta principios de los ochenta, en el
siglo XX.
En la novela Do androids dreams of electric sheep? de Philip Dick, la Rosen Associaton
ha estado fabricando androides, en un todo igual a los hombres, tanto en su aspecto
exterior como en sus funciones, que con el paso del tiempo y el mejoramiento de la tcnica
475

Bracenas, Elena. Comp. Cuentos con humanos, androides y robots. Buenos Aires: Colihue, 2000.
Horacio Kalibang... es un cuento que se public por primera vez en forma de folleto en 1879. Narra
la historia de cmo la humanidad ha sido infiltrada sin percibirlo por rplicas de hombres y mujeres
construidos a travs de la mecnica. Durante el pargrafo IV del relato, uno de sus personajes, Baum,
despliega una demostracin, frente a los ojos azorados de Hipknock, el protagonista, de la variedad de
ejemplares creados por su propia ciencia. Una de las rplicas toca el violoncello imitando a Fritz (personaje
secundario del cuento), eximio ejecutante del mismo instrumento (al igual que Holmberg en la vida real);
otro, a travs de un arte pictrico consumado retrata a un compaero; finalmente, asisten a una representacin
mltiple donde se escenifica y reproduce por medio de dobles la fiesta de la noche anterior, en honor a Luisa,
hija de Hipknock. El cierre contiene el germen de una preocupacin que en el futuro va a aparecer una y otra
vez en relatos de esta especie:
Y estn todos aqu? Pregunta Hipknock. No -Responde Baum- hay
algunos miles de ellos que andan rondando por el mundo. Cuando se les
acabe lo que ustedes llaman la cuerda, y que nuestro conductor llama su
habilidad, volvern a recibir nueva fuerza y entonces, seor
burgomaestre, entonces.... (Cuentos fantsticos. Op. Cit. pg. 164).
476

Incluso el mismo Baum, all presente, probablemente se trate de una rplica, advierte el lector. La
preocupacin que destila el prrafo est ntimamente ligada a la cada vez ms factible infiltracin y
reemplazo de la humanidad por autmatas. Durante el siglo XX el peligro del reemplazo estar asociado a
robots smil humanos, androides, humanoides, aliengenas que tienen la facultad de convertirse a imagen y
semejanza de los hombres, y ltimamente, principios del siglo XXI, el riesgo se asocia a las pruebas
genticas de laboratorio.
Por otra parte, la fabricacin de autmatas en 1879, no era una novedad. A lo largo de la historia hubo
diversos constructores de autmatas: el filsofo Descartes (1596- 1650), habra construido un autmata con
figura de mujer a quien llamaba su hija Franchina. Sin embargo, la poca dorada de los autmatas surgi
en forma paralela al progreso de la relojera durante los siglos XVIII y XIX. Los ms perfectos fueron los del
mecnico francs Vaucanson (1709-1782) y los del mecnico suizo Droz (1752-1791), quienes a mediados
del siglo XVIII construyeron gran cantidad de autmatas de cuidada perfeccin; autmatas con figuras
humanas y una gran precisin de movimientos. Si bien estas creaciones, en el tiempo, estn un poco lejos de
Holmberg, son contemporneas a la juventud de E. T. Hoffmann, autor de relatos breves de quien el autor
argentino recibe las ms variadas influencias.

307

(al igual que lo hizo el personaje Oscar Baum de Horacio Kalibang) han ido
perfeccionndose de modo tal, que los ltimos Nexus-6, eran prcticamente imposible de
diferenciar de los humanos. Una mezcla de negligencia empresaria y malas intenciones
contribuy para que muchos de ellos se infiltraran en la tierra, (la fbrica estaba en Marte),
y debido a su difcil deteccin y peligrosidad pusieran en riesgo la vida de los terrqueos.
El protagonista, Rick Deckard (epgono involuntario de Nathaniel y Fritz, personajes de
Horacio Kalibang que se enamoraron de una doble de Luisa) hizo lo propio con un
androide femenino. Deckard, encargado de retirar a los androides, termin
enamorndose de Rachel, nuevo modelo sin fecha de vencimiento, que por otr parte no
tena conciencia de serlo, pues le haban implantado una memoria artificial, humana,
fenmeno que tena el incmodo efecto colateral de introducir en cada interlocutor un
principio de incertidumbre: Si un androide puede no saber que no es humano, cmo puede
un humano saber si no es un androide? Operatividad que por otra parte Olimpio llev
adelante con el intercambio entre ficcin e historia. Los habitantes de Monalia terminaron
por aceptar e igualar lo que en teora se presentaba como un enfrentamiento entre un
mundo imaginario potico y un mundo real prosico.

477

La posibilidad de ser cooptados y paulatinamente sustituidos por seres artificiales que


en el siglo XIX de Holmberg se vea como algo potencial o inslito, en pleno siglo XX es
una inminencia producto del desborde de la ciencia que puede despertar un sensible estado
de paranoia. En el cuento La segunda variedad, tambin de Philip Dick, escrito durante
la carrera armamentista entre Rusia y los Estados Unidos, quienes terminaron por dominar
el mundo fueron seres artificiales, que en principio haban sido creados por la Unin
Sovitica, y debido a su excelente performance fueron copiados y reproducidos por
Estados Unidos. Estos seres, autmatas dira Holmberg, elementales mquinas de guerra al
comienzo, se fueron sofisticando e independizando hasta el punto de mimetizarse,
infiltrarse y atacar indiferentemente a uno u otro bando. No es otra la sorpresa del narrador
testigo de Horacio Kalibang cuando no puede distinguir un autmata de un humano y
comienza a sospechar que los hombres estn siendo reemplazados por humanoides.
La capacidad de crear androides a travs de la ciencia dispar el alerta sobre el futuro
del hombre. Algunos crticos, no sin cierta ligereza, han inferido que detrs de los dobles
que inventaba Holmberg se ocultaba su rechazo metafrico por la avanzada inmigrante, su
resistencia ante la intrusin de los otros. Pero Horacio Kalibang carece de la
477

Ver Magias parciales del Quijote, Borges Jorge Luis. Otras Inquisiciones. Buenos Aires: EMEC
Editores, 1960.

308

paranoia que Philip Dick manifiesta en sus textos. Por otra parte, la paranoia literaria
de Dick radicaba en principios filosficos que conceban la realidad como
multidimensional, postura que en este caso se podra asociar con la primera etapa creativa
de Holmberg (El maravilloso viaje del seor Nic Nac).
Holmbeg en textos como Horacio Kalibang advierte los posibles usos de la ciencia,
pero no se horroriza por sus resultados, ms bien se asombra. En Filigranas de cera,
como bien sostiene Rodrigo Guzmn Conejeros, se cuestionan varios aspectos del
positivismo. El descubrimiento del Dr. Tmpano da lugar a reflexiones crticas acerca del
funcionamiento de las instituciones cientficas y educativas del pas y acerca de la
responsabilidad social de la ciencia y el cientfico. 478
Este motivo resulta recurrente en los textos de ciencia ficcin de mediados de siglo XX,
pero podra constituir un error de apreciacin considerarlo un proceso doctrinario
moralizador que destruye la eficacia de la ficcin, como sostiene Cristina Iglesia.

479

En

el caso de Horacio Kalibang, tampoco nos encontraramos frente a una crtica oblicua
que denuncia la presencia de entes extraos provenientes de ultramar.
Horacio Kalibang recrea la complejidad de las relaciones entre literatura y realidad,
entre ciencia y devenir del mundo, perspectiva que Holmberg abord desde un principio y
fue mutando durante la escritura de su obra.
En su perodo ms purista, dcada del 70, Holmberg consideraba la prctica cientfica
como un sacerdocio laico. El tipo ms original (1875-1876) resulta una crtica al cientfico
arquetpico, al invariable que no puede rever sus teoras. Analizada desde este punto de
vista, la ciencia correra el riesgo de estratificarse en un pathos que podra definirse por
un descontrol que hiciese peligrar el orden social e institucional. La relacin saber-poder es
una tensin presente en todos los rdenes del pensamiento holmbergiano (Ver Captulo III,
Tercerqa Parte).
Sobre principios del siglo XX, no sin una dosis de irona, propone literariamente con su
ltima novela que slo la neurosis de los hombres clebres puede contribuir con la
transformacin de las relaciones de Poder que permita asegurar un progreso indefinido.
Ya no se trata de encerrar a los locos o eliminar al otro, como se podra leer en El tipo
ms original o La bolsa de huesos, sino de potenciar el desequilibrio mental de
sujetos que favorezcan la construccin de una versin diferente de la realidad. El sustrato
478

Filigranas de cera. Op. Cit., pg. 52.


Ibd. pg. 154. La tesis de Cristina Iglesia slo es sostenible bajo una lectura parcial de la obra de
Holmberg, respaldada adems en concepciones cristalizadas provenientes del pasado que an no fueron
debidamente reconsideradas.
479

309

axiolgico de esta propuesta concibe al tiempo como infinito. El progreso, por lo tanto, no
tendra lmites si se aceptara el carcter conflictivo implcito en esta matriz de modernidad.
Loncn y Holmberg, como continuidad y superacin del 80, inevitablemente se
interfieren o cruzan en este punto.
El siguiente pasaje tomado de Sandra Gasparini y Claudia Romn habla sobre el
protagonista de El tipo ms original, pero muy bien podra describir metafricamente a
Enrique Loncn, haciendo la salvedad, por supuesto, que ste no era cientfico aunque su
gentica social perteneciera, probablemente, al corte generacional que dio nacimiento
al sabio Burbullus.
El tipo ms original es, tambin, el cientfico ms empecinado en no
ceder a la produccin de variaciones en s mismo: es alguien que carece
de autocrtica. Ese plus es la anomala, la monstruosidad, dado que
no se puede ser ms perfecto que el ideal (un platonismo exacerbado),
ms original que el original mismo. Esa obsesin de Burbullus lo
condena al fracaso en la lucha por la supervivencia. Porque para el
evolucionismo, lo nuevo deviene predominante y las variedades no
regresan a la forma original. 480

Durante la modernizacin motorizada en el 80, el lema Orden y Progreso era


fundamental para el buen funcionamiento de la sociedad. Eduardo Holmberg trabaj
intensamente por los intereses que respondan al gobierno roquista, pero en las
postrimeras del siglo XIX, su postura ideolgica sufri una variacin: el Progreso no se
articulaba necesariamente con el Orden. A esta altura, no slo cuestionaba determinados
aspectos del positivismo, como ya lo haba hecho en Filigranas de cera y Nelly, sino
que cuestionaba su tesis ingenua y bsica: la idea de que el progreso y la modernidad
garantizaran un futuro mejor y ms feliz para todos, en el sentido ednico de la primera
etapa social de Monalia. En sus ltimos aos de vida slo estvo en condiciones de avalar
un proceso evolutivo que contemplara la eventualidad de cambios histricos, motivo
suficiente para explicar, desde un foco ms restringido, la nacin y el comportamiento de
sus instituciones.
En esta etapa, quizs la ms valiosa por su dilatada experiencia de vida, podramos
concluir de manera provisoria que el artista desplaz al cientfico, quien propona como
principio de verdad la necesaria verificacin experimental de la realidad; recordemos el
ensayo Las plagas de Egipto (Ver Introduccin a la Tesis).
480

Gasparini, Sandra y Romn Claudia. Posfacio: Las calavereadas perdonables de Eduardo L.


Holmberg., en Holmberg, Eduardo. El tipo ms original. Buenos Aires: Ediciones Simurg, 2001. Las
negritas pertenecen al original.

310

Hacia el final de su obra, Holmberg pensaba que el soporte fundacional de todo


conocimiento se encontraba en la imaginacin (como lo propone Mara, la pedagoga oficial
de Monalia),

481

a partir de la cual, cualquier competencia intelectual poda ser

incrementada. La imaginacin era la motivacin del arte y de la imagen; si la pensamos


desde el plano de la lengua, era el fundamento ontolgico del lenguaje con el cual se
expresaban los artistas, a diferencia del lenguaje referencial de los cientficos. En el preciso
momento en que sucede la plabra, el hombre olimpco se separa del hecho natural y
empieza a ser su constructor; su naturaleza es fundamentalmente artstica. Pero como
sostiene Paul Ricoeur, este uso del lenguaje no tiene un mero fin accesorio que se disipa en
el ornamento, sino que potencia la capacidad de mostrar y de hacer ver. La garanta formal
de una trama dispersa es la metfora. La potica de Olimpio expone la verdad entre
yuxtaposcin, sesgo, oscuridad y acumulacin de detalles hasta que todo se sintetiza en la
metfora, aunque siempre de manera transitoria. La novela de Holmberg es una metfora
de las diversas fundaciones de una nacin (particularmente la Argentina). Por supuesto,
Ricoeur no limita la competencia metafrica al plano de la lengua, sino que la extiende al
mbito del mytho, morfognesis que podramos considerar como atributo esencial del
relato.

481

En el captulo XVI de Olimpio, los gobernantes de Monalia se encuentran decidiendo, entre otras cosas
la formalizacin de la instruccin pblica, cuando les traen la informacin de que una mujer educa a los
nios relatndoles historias. La citan a una entrevista a casa de gobierno, y una vez all se rene con el
presidente monalita, Claudio Moloso. El mandatario se muestra interesado en la capacidad manifiesta de
encantar a los oyentes que posee dicha mujer, creando de este modo un marco propicio para instrumentar la
enseanza de contenidos. Ella le responde que su mtodo es muy sencillo: Lo que yo hago es contarles
cuentos. (Olimpio Op. Cit., pg. 181)
Al igual que esta intuitiva pedagoga monalita, Walter Benjamn sostiene como principio el fin til de la
narracin. l, contrariamente a Platn, ve en el narrador a un personaje que puede transmitir sabidura.
La narracin tiene, abierta o secretamente, su utilidad. Esa utilidad
puede consistir a veces en una moral, en una recomendacin prctica, en
una regla de vida. En todos los casos el narrador es el hombre que da un
consejo a quien lo oye [...] El consejo entretejido en la tela de vida
vivida, es sabidura. En la actualidad, el arte de narrar se acerca a su fin,
porque el lado pico de la verdad, la sabidura, est en trance de
desaparecer. (Benjamn, Walter. El narrador, consideraciones sobre la
obra de Nicolai Leskov, Sobre el programa de la filosofa futura.
Barcelona: Planeta-Agostini, 1986, pags. 189-211)
Ms all del pesimismo ltimo de Benjamin, probablemente infundado, la narracin imaginaria, segn
sostiene Mara, motiva y enriquece tanto a los matemticos, los qumicos, los naturalistas (mentalidades
puramente cientficas), como a los msicos, poetas, escultores y pintores. La misma historia y la filosofa
encuentran, con su ayuda, lo que la documentacin, las meditaciones y los mejores talleres no pueden darle.

311

Holmberg privilegia el mythos sobre el logos; el discurso polimorfo, la literatura y sus


avatares se imponen sobre el discurso sistemtico de la ciencia.

482

Se debe conceder

adems que la narracin, a pesar de su carcter irreverente y confrontativo con los


discursos netamente expositivos, contiene tambin la capacidad inherente de portar
informacin no tan slo esttica.

483

De acuerdo con lo expuesto se puede concluir entonces, que en su ltima etapa creativa,
prevaleci el artista que produjo relatos de ficcin por sobre el pragmtico positivista que
haba dominado la escena de los aos ochenta del siglo XIX. Atravesado el umbral del
siglo XX, Holmbergg deposita toda su confianza en la verdad de lo imaginario. Como dira
aos despus Martn Heidegger en Arte y Poesa: El arte permite surgir a la verdad [...]
el arte en su esencia es un origen y no otra cosa: una manera extraordinaria de llegar a
ser la verdad y hacerse histrica.

484

482

Como sostiene el Ingeniero Russo en la pera La ciudad ausente de Ricardo Piglia y Gerardo Gandini:
los polticos les creen a los cientficos y los cientficos les creen a los novelistas. Un indicio ms de la
modernidad literaria que puso en prctica Holmberg con la escritura de su ltima novela, se puede inferir de
la inevitable analoga entre Elena, la mquina de contar historias, mujer eternizada por Macedonio Fernndez
y el Ingeniero Russo, quien con su ininterrumpida narratividad va infiltrando la realidad y la va cambiando
por historias ficcionales, actividad equivalente a la que lleva adelante Olimpio con el propsito de refundar
Monalia.
483
Para complementar el tema tratado en este prrafo ver: Ricoeur, Paul. La metfora viva. Madrid:
Ediciones Cristiandad. 1980.
484
Heidegger, Martn. Arte y Poesa. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1958, pg., 92.

312

FUENTES
1 Inditas
1.1 Archivo General de La Nacin
--- Archivo y Coleccin de los Lpez
--- Archivo Jos Felix Uriburu
--- Archivo Miguel Can
--- Archivo Roque Senz Pea

1.2 Archivo del diario La Nacin


1.3 Archivo del Teatro Coln
1.4 Archivo del Teatro Argentino
1.5 Anales de la Sociedad Cientfica Argentina
2 Impresas
2.1 Prensa y publicaciones perodicas
--- Caras y Caretas
--- El Hogar
--- La Nacin

BIBLIOGRAFA
Enrique Loncn public, en vida, los siguientes textos en castellano:
El voto obligatorio. Su publicacin. Tesis. Buenos Aires: UBA, 1914.
Palabras de la derrota. Discursos de la campaa electoral. Buenos Aires: Rodrguez
Ailes, 1919.
Las charlas de mi amigo (Motivos porteos). Buenos Aires: Gleizer, 1922.
He dicho (Brindis y discursos). Buenos Aires: Gelizer, 1925.
Aldea millonaria (Penltimas charlas de mi amigo). Buenos Aires: Viau y Zona, 1933.
Campanas de mi ciudad, campanas argentinas. Buenos Aires: Viau y Zona, 1935.
Oraciones de mi juventud. Buenos Aires: Viau y Zona, 1935.
La conquista de Buenos Aires (ltimas charlas de mi amigo). Buenos Aires: El
Ateneo, 1936.

En francs:

313

En Argentina on sourit. Pars: Librairie Stuck, 1939.

Tambin se reeditaron:
El secreto de la calle Florida. Buenos Aires: Emec, 1954.
Las charlas de mi amigo. Antologa. Buenos Aires: Emec, 1981.
Aldea millonaria (Penltimas charlas de mi amigo). Buenos Aires: Secretara de
Cultura de la Nacin - Editorial Universitaria de Estudios Avanzados, 1994.

Bibliografa sobre Enrique Loncn:


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Zuleta lvarez, Enrique. El nacionalismo argentino. Buenos Aires: La Bastilla, 1975.

328

APNDICE
A pesar de que algunos de los textos estudiados durante la investigacin han sido
publicados en distintas oportunidades, actualmente no estn en el circuito comercial, sobre
todo los que pertenecen a la obra de Enrique Loncn. Se los puede hallar, casi en su
totalidad, en la Bilioteca Nacional y la obra completa en la Biblioteca de la Academia
Argentina de Letras. No obstante, hemos realizado un estudio de campo que nos permito
indagar sobre las publicaciones periodsticas originales, antes de ser editadas en el soporte
libro. Si bien pudimos tomar contacto con los artculos pertenecientes a Las charlas de mi
amigo (Motivos porteos); Campanas de mi ciudad, campanas argentinas; La conquista
de Buenos Aires (ltimas charlas de mi amigo); El secreto de la calle Florida, publicados
la mayora en El Hogar y La Nacin, durante las dcadas del 20 y del 30, en esta
oportunidad, con respecto a la ficcin, hemos privilegiado anexar en el Apndice
slamente los textos pertenecientes a Aldea millonaria por ser la obra que focaliz nuestro
trabajo de investigacin. Por otra parte, sumar el resto del material complicara -debido a la
cantidad- el manejo adecuado de la informacin y no aportara una documentacin
relevante a lo analizado en la Tesis.
Habra sido de nuestro inters adjuntar un original de su obra teatral La estirpe futura.
Sus familiares nos comentaron que tenan idea de su existencia, pero evadieron la
posibilidad de que pudieramos acceder a ella. Nos acercaron una versin de El voto
obligatorio (la edicin de imprenta, Buenos Aires: UBA, 1914, que tambin se encuentra
en las bibliotecas citadas) y las obras de publicacin conocida como Las charlas de mi
amigo (Motivos porteos), Aldea millonaria, La conquista de Buenos Aires (ltimas
charlas de mi amigo) por nosotros ya relevadas de las distintas bibliotecas o compradas en
las libreras de usados, por lo tanto de valor nulo como material original. Tuvimos la
oportunidad de abordar algunas carpetas con textos periodsticos de los cuales pudimos
tomar nota para encontrar sus primeras publicaciones en las revistas y diarios
mencionados. No nos permitieron sacar fotocopias ni tomar fotografas digitales.
Probalemente tuvieran mucho ms material que no nos permitieron estudiar por temor a
que hiceramos difusin del mismo sin su consentimiento. La argumentacin esgrimida por
la familia fue que no era de su inters que los textos aparecieran publicados libremente por
internet. Aunque el problema de fondo, presumimos, no estaba relacionado con la obra ni
con el mismo Enrique Loncn padre, sino con las reservas respecto de Enrique loncn hijo,
quien tuvo una participacin activa en los das previos al golpe de estado de 1976.
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Prefirieron que el apellido familiar no saliera por ningn medio que ellos no controlasen, ni
siquiera el acadmico. No obstante pudimos reconstruir el recorrido de su obra, y alcanzar
la mayora de las versiones primarias.
Finalmente, el estudio del archivo del diario La Nacin nos permiti encontrar un
resumen de La estirpe futura, probablemente utilizada para escribir la nota crtica que
reproducimos en el apndice, y tambin nos sirvi de gua para buscar y encontrar en otros
diarios como El Orden de Tucumn (fundado en 1883 y cerrado en 1943) y la revista El
pueblo, artculos polticos escritos por Enrique Loncn o con relacin a Enrique Loncn.
Por una cuestin de economa y precisin temtca slo reproducimos los textos
necesarios, particularmente los que hacemos mencin durante la Tesis. Para demostrar lo
que argumentamos en la Segunda Parte, Captulo II, que el diario La Nacin sostuvo al
autor en cuestin como uno de sus representantes en el poder poltico sin pertenecer
orgnicamente a la empresa (la estrategia fue darle visibilidad en sus pginas mencionando
los eventos culturales y polticos de los cuales Loncn tomaba parte), adjuntamos artculos
publicados en diversos perodos (en este punto realizamos tambin una seleccin a modo
de ejemplo para no sumar material redundante) escritos sin firma, o rubricados por
reconocidos autores del plantel habitual del diario.
En lo que respecta a Eduardo Holmberg, no consideramos necesario adjuntar ms que
una entrevista realizada por la revista El Hogar en julio de 1927, donde se describen
algunas particularidades de la personalidad del escritor que respaldan el perfil intelectual y
de hombre pblico destacado a lo largo de la Tesis. En la entrevista, Holmberg confirma
que mientras ejerci la medicina no cobraba las consultas y recetaba, en algunos casos,
hierbas curativas, actitud que le vali el desdn de los mdicos profesionales, y admirte
tambin el desencanto de la clase poltica cuando rechaz la candidatura a Diputado
Nacional porque se interes ms por construir el Jardn Zoolgico y proseguir con sus
clases de Botnica antes que frecuentar los pasillos del Congreso, decisiones ambas que
revelan su descentramiento o indiferencia por pertenecer. En el dilogo, se hace mencin
a la escritura de Olimpio Pitango de Monalia, texto del cual no hubo ninguna informacin
hasta que Gioconda Marn encontr los cuadernos originales en su archivo personal. La
nota reproduce tambin, en parte, el proceso de creacin de Lin Call. Las dos obras
mencionadas son en la actualidad de fcil acceso. Olimpio Pitango de Monalia y Lin Call
(lo mismo la versin de la pera para canto y orquesta y para canto y piano) son
demasiados extensos y se los puede encontrar en distintas bibliotecas y archivos del Teatro
Coln y el Teatro Argentino de La Plata, por lo que consideramos innecesario incluirlos en
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el Apndice. Respecto de los discursos sobre Darwin y Pinceladas descriptivas, si bien


en su momento, tuvimos que acudir a la edicin de Establecimiento Tipogrfico de El
Nacional, 1882 y a los Anales de la Sociedad Cientfica Argentina para estudiarlos,
ltimamente han salido publicados en la coleccin Cuadernos de Antao de la Editorial
Simurg.
Por ltimo, el apndice lo hemos organizado en cinco apartados. El primero contiene
los textos originales de Aldea millonaria publicados en el diario La Nacion; el segundo, los
textos de Aldea millonaria publicados en El Hogar; el tercero presenta los artculos
polticos de Loncn publicados en El Orden y La Nacin; el cuarto, los artculos
periodsticos publicados en distintos medios sobre Enrique Loncn y el quinto, la
entrevista a Eduardo Holmberg en la revista El Hogar.

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APARTADO I
Diario La Nacin
Por Amricus

a. El odio al invicto (Charlas Porteas), (De una carta a Lady Chryssie


Camelsfield), Cuarta Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo 21
de agosto de 1932.
b. La sangre dulce (Caso concluyente de insania), Segunda Seccin,
Artes y Letras, pgina 3, Domingo 16 de abril de 1933.

c. El aduln desinteresado (Charlas Porteas) Segunda Seccin, Artes


y Letras, pgina 3, Domingo 18 de junio de 1933.
d. El embajador (Tragedia muy lamentable a la manera de Julio Dantus)
Segunda Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo 13 de agosto de
1933.

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APARTADO II
Revista El Hogar
Por Amricus
1. El hincha del hombre pblico, (Charlas Porteas) Ao XXVIII, N
1178, 13 de mayo de 1932, pg. 8.
2. El pariente de todo el mundo, (Charlas Porteas) Ao XXVII, N
1181, 15 de junio de 1932, pgs., 3y 53.
3. Las dos campanas. Ao XXVIII, N 1201, 21 de octubre de 1932,
pgs., 1, 2.
4. El sincero insoportable. (Charlas Porteas) Ao XXIX, N 1217, 10
de febrero de 1933, pgs., 11y contina en la 71.
5. Topacio. Una vida en una carta. Ao XXIX, N 1218, 17 de febrero
de 1933, pgs. 2, 3, 4 y contina en la 14.
6. Grandeza y decadencia de una piedra pmez. Ao XXIX, N 1223,
24 de marzo de 1933, pgs. 8, 9 y contina en la 14.
7. Kodak porteo; tipos que pasan: El desflorador de escndalos y El
cumplidor contagioso. Ao XXIX, N 1227, 15 de mayo de 1933,
pgs. 7, 8 y contina en la 71.
8. h. Kodak porteo; tipos que pasan: Usted lo debe conocer y el
confidente de muertos ilustres. Ao XXIX, N 1233, 3 de junio de
1933, pgs. 3, 4 y contina en la 15.
9. Kodak porteo; tipos que pasan: No tiene una amiga? Ao XXIX,
15 de julio de 1933, pg. 6.
10.Kodak porteo; tipos que pasan: El recetador automtico y El
eterno testigo presencial. Ao XXIX, N 1244, 18 de agosto de 1933,
pgs. 6,9 y contina en la 84.

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11.Kodak porteo; tipos que pasan: El servicial que no consigue nada y


Es muy amigo pero Ao XXIX N 1250, 29 de septiembre de
1933, pgs. 17 y contina en la 81.
12. Kodak porteo; tipos que pasan: El etilogo de las grandes fortunasy

El husmeador de quiebras. Ao XXIX, N 1251, 6 de octubre de


1933, pgs. 13 y contina en la 56.

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APARTADO III
Artculos periodsticos
Por Enrique Loncn

1. Por el bien conservador. Porque apoyar a Uriburu es apoyar al pas en


su camino de reconstruccin. El orden, Tucumn, 12 de febrero de
1931, pgs. 1,2 y 3.
2. La idea de oro, voluntad de los pueblos. La Nacin, Edicin
Especial, Domingo 9 de julio de 1933, pgs. 1 y 2.
3. En torno al mitn de afirmacin nacionalista. La Nacin, Seccin
Tercera, 22 de mayo de 1936, pg. 15.
4. La Hecatombe. La Nacin, Seccin Segunda, 13 de octubre de 1940,
pg. 1. Artculo publicado incompleto por el diario (Loncn se suicid
antes de concluirlo) sin el consentimiento de la familia.

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APARTADO IV
Artculos periodsticos sobre Enrique Loncn.
1. La Nacin de ayer fue puesta en Crdoba a las 10. 15 hs. de la
mana. La Nacin, Seccin Primera, 16 de julio de 1919, pgs. 4y5.
2. Libros Nuevos: Palabras de la derrota. La Nacin, Seccin Cuarta,
Artes y Letras, 15 de enero de 1920, pg. 3.
3. En obsequio del Dr. Enrique Loncn. La Nacin. Seccin Segunda,
12 de diciembre de 1921, pg. 2.
4. Teatros y Conciertos. La Nacin. Seccin Cuarta, Artes y Letras, 6
de octubre de 1923, pg. 3.
5. Sobre Las Charlas de mi amigo. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y
Letras, 10 de febrero de 1924, pg. 3.
6. Bibliografa: He dicho. La Nacin, Seccin Cuarta, 3 de marzo de
1925, pg. 3.
7. En el Jokey Club. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 7 de
julio de 1928, pg. 3.
8. Mirador Porteo. La nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 21 de
julio de 1932, pg. 2.
9. Mirador Porteo se titula un nuevo libro del Sr. Enrique Loncn. La
Prensa, 31 de julio de 1932, pg. 23.
10.Periodismo y Letras. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 7
de agosto de 1932, pg. 2.
11. El desagravio que corresponda. El Pueblo, 2 de abril de 1934, pg.
9.
12. Periodismo y Letras. La Nacin, Seccin Segunda, 3 de abril de
1934, pg. 2.

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13. A propsito de una aclaracin. El Pueblo, 5 de abril de 1934, pg.


10.
14. Conferencias. La nacin, Seccin Segunda, 5 de octubre de 1934,
pg. 3.
15. Conferencias. La Nacin, Seccin Segunda, 6 de octubre de 1934,
pg. 3.
16. Oraciones de mi juventud. La Nacin, Seccin Segunda, 23 de
diciembre de 1934, pg. 2.
17. Enrique Loncn. La Nacin, Seccin Segunda, 23 de julio de 1936,
pg. 3
18. La Conquista de Buenso Aires. La Nacin, Segunda Seccin, 6 de
septiembre de 1936, pg. 4.
19. Ofreciose una demostracin al Dr. Enrique Loncn. La Nacin,
Segunda Seccin, 12 de mayo de 1938, pg. 2.
20. En Argentina on sourit. La Nacin, Segunda Seccin, 4 de junio de
1939, pg. 3.
21. Enrique Loncn. (por Jean Paul) La Nacin, Segunda Seccin, 30
de septiembre de 1945, pgs. 1 y 2.
22. El secreto de la calle Florida. La Nacin, Segunda Seccin, 16 de
enero de 1955, pg. 4.

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APARTADO V
Entrevista a Eduardo Holmberg.

1.

Hablando con el sabio Holmberg. El Hogar, Nmero XXIII, 8 de


julio de 1927, pgs. 13, 24 y 26.

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