DELLARCIPRETE, Ruben Raúl - Permanencia y Superación Del'80 en Dos Escritores de 'Entre Siglos', Enrique Loncán y Eduardo L. Holmberg (Tesis)
DELLARCIPRETE, Ruben Raúl - Permanencia y Superación Del'80 en Dos Escritores de 'Entre Siglos', Enrique Loncán y Eduardo L. Holmberg (Tesis)
DELLARCIPRETE, Ruben Raúl - Permanencia y Superación Del'80 en Dos Escritores de 'Entre Siglos', Enrique Loncán y Eduardo L. Holmberg (Tesis)
http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar
Tesis de Doctorado
Ao 2011
Agradecimientos
Agradezco a mi directora, la Dra. Mara Minellono, que abriera mi inters por la
Literatura Argentina del siglo XIX y me estimulara a realizar el doctorado, algo que no
estaba en mis planes; agradezco tambin su gua y apoyo durante la investigacin y la
paciente y minuciosa correccin que fue realizando a lo largo de la escritura de la Tesis,
sin retacear de la agenda feriados ni fines de semanas; a la Dra. Rosa Belvedresi por
haberme transmitido sus conocimientos sobre Filosofa de la Historia, y particularmente
sobre narrativismo; al Profesor y Msico Emiliano Turchetta por haberme transmitido sus
conocimientos sobre pera y haber corregido el texto sobre el guin de Lin call; al
Profesor y Musiclogo Luciano Bruno Videla que me aport desinteresadamente valiosa
informacin sobre operas sudamericanas de contenido tnico (su campo de estudio) y me
alent a que continuara la investigacin en ese sentido; y finalmente a los trabajadores de
las bibliotecas (Biblioteca de la Facultad de Humanidades, Biblioteca Central de UNLP,
Biblioteca Nacional, y Biblioteca de la Academia Argentina de Letras, instituciones que
fueron el sustento de mi vida universitaria) por su paciencia y generosidad.
PRIMERA PARTE
Introduccin
a. Reflexiones introductorias.
11
21
Captulo I
El pasado desde el mirador: los precursores.
1.1 Convergencia y diversidad en torno de la generacin del 80.
32
33
Captulo II
Lucio V. Lpez y la experiencia de vivir al acecho.
2.1 Un intrprete de la historia reciente. Literatura descriptiva y crtica.
2.2 La ciudad literaria: entre liberales y arribistas.
62
73
SEGUNDA PARTE
Captulo I
Enrique Loncn, del optimismo a la experiencia moderna del
desencanto.
1.1 El arte de la persuasin. La oratoria y la escritura poltica.
80
91
Captulo II
intereses privados.
109
115
117
144
145
154
TERCERA PARTE
Captulo I
Eduardo Ladislao Holmberg: de la exclusin a la hibridacin
socio cultural.
1.1 Armona y disonancias en los principios de fin de siglo.
173
174
180
188
190
c. Lin Calel.
192
192
194
Captulo II
Eduardo Ladislao Holmberg: Monalia, sus modelos sociales y
discursivos
2.1 El origen: literatura y utopa.
200
204
217
2.4 Bartolom Mitre, Vicente Fidel Lpez y Bautista Alberdi: la retrica y sus
usos.
227
232
238
Captulo III
Olimpio Pitango de Monalia o la representacin en clave de los
procesos fundacionales
3.1 Siglo XX: Las restricciones forman al receptor.
244
248
255
264
270
277
CONCLUSIONES
292
FUENTES
312
BIBLIOGRAFA
312
APNDICE
328
Apartado I
331
Apartado II
338
Apartado III
359
Apartado IV
366
Apartado V
397
PRIMERA PARTE
Introduccin
a. Reflexiones introductorias.1
I) Para la Primera Parte y la Segunda Parte de nuestra investigacin partimos del
apoyo terico de dos vertientes del pensamiento contemporneo: la obra del filsofo
Cornelius Castoriadis,
y la de Frederic Jameson,
El marco terico que proponemos a continuacin no agota la totalidad de teoras que utilizaremos como
modelos a lo largo de la investigacin y escritura de la Tesis; define, en cambio, la filosofa terica general
dese la cual abordaremos el corpus de estudio, sin por ello renunciar al aporte de otros autores y
conceptualizaciones que nos resulten competentes en el momento de analizar algunas problemticas
(literarias, histricas, polticas, sociales) en particular.
2
Castoriadis, Cornelius. La institucin imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Ediciones Tusquets, 2010.
3
Ver Gruner, Eduardo. Introduccin, en Jameson, Fredric, Zizek, Slavoj. Estudios Culturales. Reflexiones
sobre el multiculturalismo. Buenos Aires: Paids, 2008.
10
identidades,
4
5
11
ponen de relieve un doble movimiento, el regreso al pasado por parte de quien desarroll
su carrera literaria durante los primeros cuarenta aos del siglo XX (Loncn), y la
evolucin hacia el futuro de Holmberg que se desarroll literariamente a lo largo del 80.
Este doble movimiento el retroceso hacia las fuentes por parte de Loncn y el
progreso rupturista de Holmberg- mantiene una relacin dialctica con la historia social
y poltica del pas en el primer caso, y una relacin con la historia y con la filosofa de la
historia en el segundo, sobre todo en Olimpio Pitango de Monalia, en la medida en que
deconstruye la historiografa liberal oficial.
Un trabajo de investigacin como el que plantea nuestra Tesis necesita de una
metodologa que no se circunscriba a un solo eje de estudio. Resulta imprescindible tener
en cuenta la temporalidad propia de cada movimiento (la generacin del 80 // la
modernidad esttica de principios del siglo XX) e interrogarse tanto sobre la continuidad
como la sincronicidad susceptibles de presentarse a la mirada del crtico.
Nuestro corpus de estudio nos permite trabajar sobre una periodizacin y verificar
durante la misma, la persistencia de ciertos procedimientos literarios, realizando a su vez
cortes transversales que contrasten nuevas especificidades potico-literarias. Una serie de
cortes sincrnicos ponen en perspectiva como sostiene Ives Chevrel- acontecimientos
literarios concernientes a estticas y hasta tiempos diferentes. 6
Por otra parte, utilizar un mtodo comparado contrastivo resulta competente en la
medida que nos posibilita cotejar distintos discursos (polticos, historiogrficos, literarios,
dramtico-musicales) procedentes de autores diferentes que conviven en un mismo espacio
y tiempo, o que por el contrario, se encuentran en diferentes extremos de la periodizacin
previamente delimitada por nuestra hiptesis central. Este tipo de abordaje nos permite
comprender (adems de visualizar la diversidad esttica) las relaciones culturales de
dominacin, resistencia adaptacin o disglosia.
Chevrel, Yves. Problemas de una historiografa literaria comparatista: Es posible una historia comparada
de las literaturas en lenguas europeas?, en Compendio de literatura comparada. Siglo XXI: Mxico, 1994,
pg. 371.
7
Palermo, Zulma. Comparatismo contrastivo y hermenuticas pluritpicas. Variaciones latinoamericanas,
en Elgue de Martini, Cristina et al., eds. Espacio, Memoria e Identidad. Configuraciones en la literatura
comparada. Tomo I y II. Crdoba: Comunicarte, Asociacin Argentina de Literatura Comparada y
Universidad Nacional de Crdoba, 2005, pgs. 147-158.
12
y la categora de
hibridacin. 8
Segn Arturo Cancela, con Enrique Loncn, se cierra para siempre el ciclo de la
literatura mundana comenzado por la generacin del80, en cuyos cnones se inscriben su
personalidad, sus gustos y su literatura.
Mansilla, Lucio V. Lpez, Eduardo Wilde y Miguel Can, pone en prctica su versatilidad
discursiva frecuentando el periodismo, la oratoria, la poltica y la literatura, a la vez que se
desempea en la ctedra universitaria, como diputado en el Congreso Nacional y como
miembro de la diplomacia. El lenguaje de sus textos es el de su estrato social, sin pasar por
alto el uso de galicismos y anglicismos. No excluye, por otra parte, los argentinismos y
hasta trminos propios del lunfardo, cuya elocuencia y poder de sntesis son tan
admirables y expresivos. 10
Enrique Loncn fue un elocuente orador, tanto en la arena poltica, en sus conferencias
de tema literario como en el discurso de celebracin social; testimonio de ello son sus
textos Palabras de la derrota (1919), He dicho (1925), Oraciones de mi juventud (1935) y
Campanas de mi ciudad, campanas argentinas (1935). Su deriva ideolgica lo encuentra,
inicialmente, junto a Lisandro de La Torre y, durante sus ltimos aos, ante el desafo de
nuevas concepciones del pensamiento nacional que se abrieron paso en el debate poltico y
cultural argentino, junto a grupos de orientacin conservadora. Su tesis doctoral El voto
obligatorio (1914), y el ensayo Palabras de la derrota registran la preocupacin del
jurista, por las derivaciones sociales de la experiencia que en 1912 alienta, paradjicamente
para Loncn, alguien de origen conservador (Roque Senz Pea), promoviendo el sufragio
libre y obligatorio que llevar al poder, primero en la provincia de Santa Fe y luego en el
mbito nacional, una fuerza renovadora como el radicalismo.
8
13
no registra una
11
Informacin sobre este punto en las pginas 85, 88, 89 ,91, 92, 93, 97 de la presente Tesis.
14
mayores conocedores del trabajo de Loncn, Jean Paul y Marcos Soboleosky, sin embargo,
insisten en sus crticas, acerca de que la mayor influencia de Aldea Millonaria y La
conquista de Buenos Aires se puede encontrar en las pginas de Memorias de un viejo, de
Vicente G. Quesada (ponemos como fecha de referencia a 1888, edicin organizada por el
mismo Quesada respetando el orden de los artculos que fueron apareciendo en la Nueva
Revista de Buenos Aires). 13 Tal aseveracin, desde nuestro punto de vista, es objetable. El
texto y el contexto de Vicente G. Quesada pueden asimilarse parcialmente a Enrique
Loncn y su obra, pero tambin los separan insalvables diferencias potico-narrativas.
La condicin de periodistas, en ambos casos, la publicacin de sus ficciones previas a
la edicin en formato de libro procedimiento puesto en prctica por Loncn con Las
charlas de mi amigo (Motivos porteos) y con los textos que forman parte de Aldea
Millonaria-; la utilizacin de seudnimo (Vctor Glvez en el caso de Quesada y Amricus
en el caso de Loncn), podra dar sustento a las hiptesis antes mencionadas. Quesada
llev el secreto literario de su seudnimo hasta lmites extremos porque as garantizaba su
libertad crtica y la expansin ldica de su imaginacin, estimulada por el desconcierto de
12
Coutinho, Eduardo. Fronteras imaginadas: el comparatismo y sus relaciones con la teora, la crtica y la
historiografa literarias, en Literatura comparada en Amrica latina. Cali: Universidad del Valle, 2003, pg.
71.
13
Ver: Soboleosky, Marcos. Enrique Loncn. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1962, pg.16.
Paul, Jean. Enrique Loncn, en La Nacin. Buenos Aires: septiembre de 1945, Suplemento Cultural pgs.
1 y 2.
15
sus lectores;
14
Vctor Glvez -Lucy Dowling- estrategia que le facilit legitimar el punto de vista de una
mirada femenina y extranjera.
Ante la diversidad genrica que puso en prctica Enrique Loncn para describir Buenos
Aires (sincdoque de Argentina) en Aldea Millonaria, Quesada escribe en Memorias de un
viejo, un texto exclusivamente autobiogrfico. 15 Las pseudomemorias de Vctor Glvez
y de Lucy Dowling no explotan la potencialidad de narrar una historia puramente
imaginaria. Aunque el yo emergente, con variados identidades ficticias, pretenda no
tener referentes, Vicente G. Quesada es el memorista original que da vida a la
autobiografa. La autointerpretacin es una composicin que se proyecta en diversas
figuras narrativas (Glvez en distintos momentos de su vida, y Dowling en otros); sin
embargo, el riesgo permanente de desplazarse hacia la pura imaginacin o ficcin, queda
conjurado por la puesta en significado de las ideas y la historia personal de Quesada. 16
La adtitud conversacional y apelativa de algunos de los textos de Quesada plantea otra
de las discordancias con los formatos narrativos usuales en Loncn, simplemente
coloquiales. Los crticos, al referirse a los escritores del 80 como conversadores, lo
incluyen a Loncn que los remedara como perpetuacin de una tradicin.
Podemos hablar de texto conversacional en las Causeries de Mansilla, como lo ha
probado en extenso, David Vias.17 Mis memorias de Mansilla tambin apela al lector y lo
ubica como un agente que interacta con la factura literaria de los textos: Tengo pues que
apelar a la sensibilidad exquisita del lector [] Es mi intencin (que cambiara o no),
desarticularme en tres secciones. Esta, que van ustedes leyendo.
18
14
Autorretrato y Quin soy yo? (Glvez, Vctor [Vicente G. Quesada]. Memorias de un viejo. Buenos
Aires: Academia Argentina de Letras, 1990.). Quesada rehusaba dar el nombre real del autor de sus artculos,
a punto tal que Chvez Paz, el primer editor de sus libros, a pesar de su curiosidad e insistencia, nunca pudo
conocer la verdadera identidad de Vctor Glvez.
15
En Grandeza y decadencia de una piedra pmez, Loncn escribe una autobiografa ficcional en clave,
por momentos irnica. En las pginas 75-83 de este mismo trabajo analizamos la identidad y la entidad
narrativa que da forma autobiogrfica al relato sealado.
16
Starobinsky, Jean. El estilo de la autobiografa. La relacin crtica. Buenos Aires: Ediciones Nueva
Visin, 2008.
17
Vias, David. Literatura argentina y poltica. I de los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor, 2005, Pgs. 151-185.
18
Mansilla, Lucio V. Mis memorias. Buenos Aires: Librera Hachette S. A. 1955, pgs. 63, 64.
16
directo con el lector, tal el caso de Meditaciones inopinadas, Toda vez que ustedes se
encuentren en una situacin semejante, djense estar, les aconsejo., o Pginas muertas,
Lector amigo (todo autor tiene uno, se supone), Quieres saber por qu doy a estos
volmenes el ttulo de Pginas muertas y cules son las causas eficientes de su
publicacin? 19, etc.
Vicente G. Quesada modera estos procedimientos pero podra encuadrrselo como
un conversador a la par de Mansilla y Wilde. Uno de los recursos narrativos que pone en
prctica para llevar al lector al ejercicio de la reminiscencia que efecta el yo, es utilizar
la primera persona del plural: Pero no, antes que el olvido borre de la memoria el tiempo
pasado, esforcmonos en reconstruir lo que fue, con sus tipos, sus costumbres, sus trajes y
an sus alegras 20
Tambin utiliza como recurso habitual la pregunta retrica que incorpora
indirectamente al lector: Dnde entr? Qu puerta le dio asilo?[] Qu llevaban en
las manos? 21
Usa adems el discurso polmico que convierte a sus textos literarios en
conversacionales: Dirigindose a El Mosquito Ocpense, si les place, de criticar mis
artculos; pero dejen al hombre en paz [] 22; apelando a sus lectores en general, Les
dir por ltimo, en respetuosa prioridad: hagan ustedes mejor y mustrenme con el
ejemplo la pureza en el decir, la correccin en el hablar, la elegancia castiza en la frase y
la galanura y brillo del estilo. [] Punto y aparte y contino con mi narracin. 23
Estas apelaciones directas al receptor no son utilizadas en los textos literarios o
ficcionales de Loncn; eleccin discursiva que lo alejara de Quesada. Lo acercaran a
Wilde sus relatos organizados en forma de carta, El inteligente zonzo (De una carta a
Lady Chrysssie Camelsfield), por ejemplo. 24
Tampoco utiliza la estrategia puesta en prctica por Quesada en El Teatro de Coln.
Impresiones de una viajera y en La ciudad de Buenos Aires. Apuntes de una viajera,
donde la narracin hibrida campos literarios e histricos. El relato autobiogrfico de
Quesada est historiado por la argumentacin de Lucy Dowling. La experiencia personal
del autor verdadero y la oportunidad de ofrecer su versin sincera sobre Buenos Aires est
19
Wilde, Eduardo. Prometeo & Cia. Buenos Aires: Biblioteca Nacional y Ediciones Colihue, 2005, pgs. 67
y 199.
20
Don Braulio. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg. 186.
21
La mashorca en Buenos Aires. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg. 369.
22
Treinta aos antes. Costumbres cordobesas. Memorias de un viejo. Op. Cit., pg.430.
23
Ibd. pg. 434.
24
Loncn, Enrique. Aldea Millonaria. Buenos Aires: Secretara de Cultura de la Nacin y Fundacin
Universitaria de Estudios Avanzados, 1994.
17
27
La preocupacin por el
25
18
mrmol de Mazzini -es decir por el avance tanto real como simblico de la inmigracin en
el espacio pblico y en el entramado social-, el malestar por el enriquecimiento y la
mercantilizacin inquietan tanto a Quesada, como a Miguel Can, Lucio V. Lpez, y a
Wilde, y por supuesto unos cuantos aos despus, alarman, no tan slo por el
enriquecimiento de los recin llegados sino por su acercamiento y acceso al poder poltico,
al propio Loncn.
En La ciudad letrada, ngel Rama expone con precisin metodolgica el modo de
leer la complejidad creciente de la ciudad moderna en su aspecto urbano y en su
ordenamiento simblico:
Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos
redes diferentes y superpuestas: la fsica que el visitante comn recorre
hasta perderse en su multiplicidad y fragmentacin, y la simblica que la
ordena y la interpreta, aunque slo para aquellos espritus afines
capaces de leer como significaciones los que no son nada ms que
significantes sensibles para los dems, y merced a esa lectura
reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de los
signos. 28
El laberinto de los signos, que percibi Quesada, comienza a verse modificado por
intereses que escapan a los dueos de la gran aldea, proporcionndole a la ciudad un
re-ordenamiento que no responde al poder tradicional. Buenos Aires, en tanto
organizacin espacial de la sociedad y de la actividad cultural, adquiere un valor
explicativo fundamental del proceso socio-histrico, hermenutica presente tambin en
textos de principios de siglo XX como Aldea Millonaria.
A nuestro entender existe una trama notica, potica y praxicolgica 29 esencial que
articula los discursos de Lucio V. Lpez y Eduardo Wilde con la obra de Loncn, en
mayor medida que otros escritores del 80, como el mismo Vicente G. Quesada, Miguel
Can o Eugenio Cambaceres. Los textos de Lpez y Wilde ponen de relieve su
expansin semitico-discursiva formando una cadena de performatividad, recuperable
en el discurso literario y poltico de Loncn. Marcan la continuidad discursiva y del
inconsciente poltico iniciado por la generacin del 80. 30 Los escritores y sus textos,
en este sentido, resultan modlicos y constitutivos del accionar histrico, cuestin que
se ve reflejada en el imaginario e itinerario del sujeto individual Loncn y del sujeto
social que define su condicin de clase. Loncn trata un imaginario que pasa del texto a
28
19
la praxis, y no slo recrea la textualidad, sino que induce prcticas efectivas sobre los
campos sociales de su poca.
El desacuerdo puesto de manifiesto por nuestra lectura, lneas ms arriba, con el
criterio esgrimido por Jean Paul y Marcos Soboleosky, quienes ven en Memorias de un
viejo el modelo de la escritura de Aldea millonaria, puede transformarse en aval
respecto de las influencias de Eduardo Wilde y Lucio V. Lpez. Se puede considerar a
ambos autores como antecedentes representativos de la obra de Enrique Loncn por
diversos motivos. El ttulo mismo del texto -como ya dijimos- Aldea millonria, seala
un nexo con la novela de Lpez, La gran aldea. Tanto Wilde como Lpez comparten,
adems, una mirada crtica sobre el proceso de modernizacin que vive Buenos Aires,
aunque la nostalgia por el tiempo pasado es ambivalente. Julio Rolaz, el narrador de La
gran aldea, encarna el desagrado de Lpez al recordar la dcada del 60, perodo en que
tuvieron lugar los conflictos sobre cmo pensar la historia entre el padre del autor
(Vicente Fidel Lpez) y Mitre, situacin que se resolvi con el destierro voluntario de
la familia Lpez. La virulencia con que el narrador lee el pasado no cambia respecto de
su interpretacin del presente: los cuestionados efectos colaterales que trajo consigo
la modernizacin de los aos 80.
Eduardo Wilde permanece tambin en la obra de Enrique Loncn a travs del tono
irnico, la perspectiva del humor como instrumento crtico, la construccin de sentido
por la parodia, y, en el plano ideolgico, por la defensa a ultranza del liberalismo, que a
Wilde le signific pasar sus ltimos aos de vida en Bruselas, y a Loncn enfrentarse
con el gobierno de Irigoyen, frente al creciente nacionalismo filo fascista que comienza
a tener vigor en el pas, y el avance del nazismo en Europa, fenmeno social y poltico
que termin por empujarlo hacia el suicidio.
La propuesta que sostiene y articula el estudio de la obra de Enrique Loncn no
comienza, entonces, ex nihilo sino que reconoce como modelos poticos previos a los
dos escritores antes mencionados. La inclusin de los mismos en el inicio de nuestro
trabajo pretende dar cohesin a la Primera Parte de la Tesis, y constituye un anlisis
explicativo de la naturaleza categorial, pensado como herramienta de lectura y
conceptual que nos permita realizar un estudio del corpus central previsto para nuestra
investigacin.
20
31
artculo La chocolata, que vio la luz en 1911 en Caras y Caretas. Olimpio Pitango de
Monalia fue escrita entre 1912 y 1915 pero nunca fue publicada hasta que Gioconda
Marn recibi el manuscrito de la novela de manos de sus descendientes, en el ao 1994.
Dentro de su produccin artstica se encuentran, por lo tanto, variedad de formas
discursivas: cuentos, relatos extensos, dilogos, nouvelles o novelas cortas y novelas como
la citada Olimpio Pitango. Se encuentran tambin composiciones de difcil categorizacin
por lo heterogneo de la estructura y la ambigedad de los contornos, a las que podramos
considerar poemas en prosa o prosificaciones poticas. Un ejemplo de las mismas es
Insomnio, texto publicado de dos maneras diferentes: como captulo XXVIII del Viaje
maravilloso del seor Nic-Nac, en 1975, y como texto independiente en La Ondina del
Plata, revista semanal de literatura y modas, en 1976. Tambin aborda la crtica literaria
cuyo texto ms conocido y prestigioso es La noche clsica de Walpurguis (1886),
conferencia sobre el acto homnimo que forma parte del segundo Fausto de Gohete,
ampliada, y publicada luego en forma independiente; escribe adems ensayos crticos de
contenido socio-poltico como Pinceladas descriptivas (1896), o crtica cultural como
Las plagas de Egipto explicadas cientficamente (conferencia leda en 1894 y publicada
en 1895). Por ltimo, como ejemplo de la diversidad de su produccin, podemos citar el
poema pico Lin-Calel, compuesto por 3.000 endecaslabos que albergan expresiones
lingsticas de origen indgena y creencias autctonas que coexisten con el espaol
rioplatense de la poca y sus manifestaciones culturales.
21
32
obra de ficcin, se propuso difundir el darwinismo que todava nuestra cultura se resista a
reconocer, a pesar de que en gran parte de Europa estaba ampliamente aceptado. Holmberg
se convierte as en factor determinante para la consolidacin del naturalismo en estas
tierras, aunque la presencia de Charles Darwin en la Argentina fue anterior a su misin
propagandstica.
Por otra parte, Alberdi se haba fijado la meta de que la nacin creara un plantel de
cientficos y se impartiese el estudio de las ciencias naturales a los nios. Sarmiento,
durante su presidencia (1868-74), haba invitado a un nmero importante de cientficos a
los que el gobierno financi el viaje y proporcion un salario y materiales para sus
32
El cuerpo de la conferencia est dedicado a demostrar su tesis, donde argumenta que las plagas son
fenmenos naturales que se revistieron de carcter sobrenatural por una hbil maniobra poltica de Moiss,
que tuvo una doble intencin. Por un lado, infundir temor y doblegar de este modo la voluntad de los
gobernantes egipcios con el fin de liberar al pueblo judo, y por el otro, asombrar a este mismo pueblo con
sus prodigios y disponer del poder suficiente como para conducirlos a la tierra prometida.
Segn Holmberg, Moiss no era un hombre vulgar, inculto, haba sido iniciado y educado en las artes y
ciencias egipcias. Durante su larga estada en el desierto, como pastor, haba desarrollado pacientemente el
mtodo de observacin aplicada que lo condujo a descifrar el comportamiento de la naturaleza. Su forzada
vigilia le permiti conocer enjambres de hechos positivos vinculados por sus leyes. (Holmberg, Eduardo.
Filigranas de cera y otros textos. Buenos Aires: Ediciones Simurg, 2000, pg. 146) Dada la coyuntura
histrica, el profeta judo march a ver al faran y en nombre de Dios le solicit la libertad de sus
hermanos. El rey le pidi pruebas de su poder como enviado divino. Moiss conocedor de una especie de
serpientes del desierto que tena la particularidad de ponerse rgida como vara cuando se le haca presin en
el lugar indicado, oper el milagro transformando en cayado un reptil. Los magos de Egipto, advertidos del
truco, intentaron desautorizarlo pblicamente, pero Moiss, por medio de su prodigio ya se haba instalado a
los ojos de los suyos como el enviado de Dios. Dice Holmberg Lo nico que deseo demostrar es que Moiss
es un observador insigne, un hombre de ciencia, que aprovechaba sus conocimientos para ponerlos al
servicio de su pueblo (y de su ambicin de mando) (Ibd. pg. 147)
El atrevimiento de Holmberg resulta doble, porque no tan slo desafa el consenso religioso sobre la
palabra bblica, sino tambin porque su explicacin, de no resultar convincente, terminara daando lo que en
definitiva pretenda elevar por encima de cualquier valor de verdad, el conocimiento cientfico, aunque, su
carcter desacralizador y su inclinacin por la trasgresin irnica, nos permite conjeturar que probablemente
su inters principal resida en escandalizar al susceptible mundo de la fe. Otros dos breves ejemplos pueden
dar una idea ms acabada de la estrategia del autor. La primera plaga que consista en transformar las aguas
en sangre, Holmberg la explica por medio de una invasin de mariposas que en su vuelo dejan caer un
lquido rojo que se mimetizara con una posible lluvia de sangre. El mismo fenmeno podra explicarse
tambin a travs de las crecientes peridicas del Nilo que inundaban de rojo el desierto. La segunda plaga, la
invasin de ranas, segn Holmberg, Moiss la poda profetizar porque debido a sus observaciones detalladas
de la poca, conoca las estaciones de lluvia y poda prever la aparicin de numerosos batracios saltando de
manera desenfrenada por el territorio egipcio. Moiss no haca otra cosa que presagiar hechos previsibles,
naturales. Los magos del Faran siguieron mostrndose escpticos y contrariados por lo que a la luz de sus
conocimientos se trataba de un falso prodigio. Pese a sus reparos, la solidez de sus conocimientos sumados a
la estrategia retrica de su discurso logr impresionar a las masas ignorantes y supersticiosas. Su pueblo
qued asombrado y persuadido para el resto de la historia: Sus poderes eran de origen divino!. La misma
tcnica fue aplicada muchos aos despus, en una situacin anloga y con el mismo xito, por un insigne
conocido de los americanos. Ejemplifica Holmberg:
Cristbal Coln, que est a punto de ser canonizado, si no lo ha sido
ya, amenaz con tinieblas a los inocentes salvajes, o con apagarles la
luna en un momento solemne, lo que no se hubiera verificado, como se
verific, si el ilustre navegante no hubiera sabido que, en tal momento, se
deba producir un eclipse total (Ibid 147)
22
33
23
holmbergiano. Pasados tan slo tres aos del inicio de La campaa del desierto, en el
umbral de los ltimos atropellos contra los pueblos originarios, Sarmiento, alejado del
poder y en su perodo ms reaccionario, rememora, a la saga del darwinismo social
presente en Conflictos y armonas de las razas en Amrica (1883) la importancia cultural y
cientfica de
conceptualmente la masacre iniciada a fines de los setenta, aunque poco despus toma
distancia de la influencia del sanjuanino, y produce un punto de inflexin en su
pensamiento que traza una perspectiva diferente respecto de su concepcin del otro.
Su acercamiento a la metodologa poltica y cientfica con que la institucionalidad
chilena haba intentado integrar a la propia la cultura mapuche, despierta en Holmberg una
actitud tolerante respecto de los contactos interraciales e interculturales. Los nombres de
Jos Victoriano Lastarria y Horacio Lara primero, as como Toribio Medina y Toms
Guevara despus, se constituyen en una referencia ineludible para decodificar la revisin
de sus ideas. Tambin influy en su concepcin el cambio de paradigma ideolgico que
experimentaron, parcialmente, las ciencias naturales a fines de siglo XIX, por la actuacin
de investigadores como Roberto Lehman Nitsche.
Concebir de manera homognea la mirada que los integrantes del establishment
proyectaron sobre el mundo indgena, puede llevarnos a apreciaciones de carcter
superficial. Los factores que operaron sobre los comportamientos de la clase dominante
fueron mltiples, aunque tres factores se convirtieron en los ms relevantes, el econmico
-factotum del genocidio roquista-, el poltico y el cientfico. Los dos ltimos nos interesan,
particularmente, para dejar en claro lo impropio que resulta intentar una lectura de
Holmberg sin admitir sus contradicciones. La actitud anfibiolgica del Perito Moreno se
constituye en un patrn que sirve como ejemplo de lo que venimos argumentando.
Recordemos que Moreno no slo practic un relevamiento cientfico de territorios
desconocidos (flora, fauna y antropologa de la Patagonia), sino que dirigi adems el
Museo Nacional de Ciencias Naturales, fund el Museo de Ciencias Naturales de La Plata,
y gracias a su empeo personal y sus conocimientos sobre la zona y la legislacin
internacional aplicable a litigios limtrofes, particip de los tratados que posibilitaron
legalmente nuestra lnea de frontera en territorios claves para el desarrollo del pas y el
resguardo de la soberana.
A fines de 1884, el Teniente Coronel Vicente Laciar y el Teniente Francisco Insay
redujeron sobre la cordillera a los caciques Inakayal y Foyel, quienes fueron obligados a
caminar hasta la costa atlntica y fueron embarcados en Chubut con destino a Buenos
24
Aires. Una vez en la Capital, fueron alojados en los galpones del Retiro donde los visit
Francisco Moreno. En una nota publicada por El Diario de Buenos Aires, a fines de 1884,
despus del encuentro con Ynacayal, Foyel y Saihueque, Moreno critic fuertemente el
trato que se les haba dado tanto a ellos como a sus respectivas familias. Haban sido
vctimas de violencia fsica (los mantuvieron encerrados, sucios y hambrientos), y les
haban robado mujeres y nios con el fin de repartirlos para el servicio de los amigos del
Poder.
35
Estos hechos son escenificados por la narrativa realista de Carlos Mara Ocantos en Quilito, novela
publicada en 1891, donde se puso de manifiesto la misma preocupacin demostrada por Moreno respecto del
sentido de la palabra civilizacin. El personaje llamado Pampa, una sirvienta india objeto de maltrato por el
nio de la casa -quien protagoniza la novela- cansada despus del trabajo diario, entre-dormida, suea con la
terrible experiencia de su desembarco en Buenos Aires. El pasaje es narrado en discurso indirecto libre:
...el buque atracado al muelle...sobre la cubierta el montn de indios
sucios, desgreados, hediondos, como piara de cerdos que se lleva al
mercado...Y un militarote, que arrastra su sable con arrogancia, procede
al reparto entre conocidos y recomendados, separando violentamente a
la mujer del marido, al hermano de la hermana, y lo que es ms
monstruoso, ms inhumano, ms salvaje, al hijo de la madre! Todo en
nombre de la civilizacin. (Ocantos, Carlos Mara. Quilito. Pars:
Librera Espaola de Garnier Hermanos, pgs. 9-10)
36
25
fueron descarnados por sus propios familiares, estudiados sus huesos y exibidos despus.
Recin a fines del siglo XX y principios del XXI, en el marco de la Ley Nacional N 25.
517, comenzaron a restituir los cuerpos a las comunidades originarias. El doble estndar
poltica-ciencia aliment un campo de sentido que hizo prcticamente imposible juzgar (si
intentamos evitar la simplificacin) la conducta de quienes trataron con los indgenas
durante las dcadas de los 80 y los 90. La actuacin de Francisco Moreno, defensor de
los derechos de los cautivos en el terreno poltico, pero imperturbable frente al grado de
crueldad que impona su metodologa cientfica de estudio, resulta un ejemplo apropiado
de la hiptesis que venimos manejando. Probablemente, como ya lo sealramos, Roberto
Lehman Nitsche fuera uno de los pocos cientficos de entonces que pens la situacin de
las culturas nativas -explicacin que desarrollaremos en el cuerpo de la Tesis- desde una
perspectiva diferente. La disciplina que rompi la relacin dicotmica entre poltica y
ciencia fue la literatura, y uno de los escritores que interpuso la imaginacin como
vehculo liberador del cerco en que permaneca atenazada la cultura de fin de siglo, fue,
precisamente, Eduardo Holmberg.
La influencia de Darwin en el Ro de la Plata no solo puede medirse por la
incidencia de sus teoras cientficas en la orientacin de los investigadores locales, sino por
la presencia textual de la descripcin geogrfica del pas y la constitucin de historias de
viajes que se convirtieron, despus, en reescrituras de la literatura argentina.
Holmberg fue un viajero incansable por el interior y entreg a sus contemporneos
memorables pginas que reflejaron itinerarios por territorios poco frecuentados,
37
37
Respecto de Rabian, de donde se deriva rabianismo para sindicar a sus seguidores, es un nombre que no
tiene entidad histrica como tal, es un seudnimo ficticio que representa al principal promotor del sistema
filosfico que defienden los rabianistas. A lo largo de la novela, Holmberg prefiere mantener oculta su
verdadera identidad. Para ello argumenta lo siguiente:
26
38
todava permanece en la
periferia de los verdaderos enfrentamientos que se iban a generar. Su otro texto, donde
trabaja el fondo de la cuestin, ignorado por la crtica, fue Lin Calel, editado durante los
festejos del centenario, en 1910. Los motivos ideolgicos y estticos por los cuales fue
poco ledo y estudiado los desarrollaremos en el Captulo de la Tesis titulado De la
exclusin a la hibridacin como prcticas socio-culturales, en la Segunda Parte de la
misma. A manera de hiptesis previa, podemos adelantar que el mestizaje como motor de
la pica nacional que propone la obra no fue recibido favorablemente por parte de los
gestores culturales del Centenario. La unin mapuches-blancos no representaba el nous
patritico que el imaginario proyectado por Leopoldo Lugones, Rafael Obligado, Calixto
Oyuela, Manuel Glvez, Ricardo Rojas, Jos Ingenieros, entre otros escritores ilustres,
pretendan exponer a la Infanta Isabel de Borbn o a Ramn del Valle Incln.
27
39
cerr un perodo de su literatura y abri uno nuevo durante el cual gest su ltimo libro,
eptome literario ideolgico de lo que proponemos como una superacin del 80, una
alternativa a la restauracin o permanencia que por la misma poca pondra en prctica
Enrique Loncn.
Olimpio Pitango de Monalia fue escrito, segn su curadora y editora Gioconda
Marn, presumiblemente entre 1912 y 1915, pero sus antecedentes, segn nuestra lectura,
se remontan al comienzo de la historiografa liberal, cuyo principal exponente fuera
Bartolom Mitre. La novela de Holmberg constituye, por momentos, una respuesta irnica
al pensamiento mitrista, aunque tambin fija posicin frente a los constructores del
discurso institucional representado por Sarmiento y Alberdi.
Aplicadas a la historia nacional, ratificamos las palabras que Borges utiliz para
describir el universo: Quizs la historia universal es la historia de unas cuantas
metforas.
40
41
39
Segn Holmberg la edicin personal la pag un grupo masnico, cuyo comendador se interes en difundir
la obra, aunque la impresin no super los mil ejemplares. Ver Hablando con el sabio Holmberg. El
Hogar, Nmero XXIII, 8 de julio de 1927, pgs. 13, 24 y 26.
40
Borges, Jorge Luis. La esfera de Pascal. Otras Inquisiciones. Buenos Aires: EMEC Editores, 1969,
pg. 13.
41
La primera versin de Monalia, antes de la intervencin histrico-discursiva de Olimpio, responde a las
concepciones del imaginario utpico, representado en La repblica de Platn, en Utopa de Toms Moro,
28
42
La verdad histrica est constituida por palabras as como la realidad est hecha de
palabras.
Finalmente, cmo articular la recursividad de Enrique Loncn con el itinerario
prospectivo de Eduardo Holmberg; la disputa se encuentra en el plano de la subjetividad,
Ciudad del sol de Tomasso Campanella, La nueva Atlntida de Toms Bacon, y en la descripcin mtica del
estado natural, presentes en Daniel Defoe y Jean Jaques Rousseau.
42
Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura. Barcelona: Ediciones
Paids, 2009, pg. 212.
29
incipiente distopa o utopa negativa, relato propio del siglo XX, donde el pas feliz y
43
30
44
45
44
Jimnez, Jorge. Filosofa de ciudades imaginarias, en: Revista de Filosofa de la Universidad de Costa
Rica. Nmero especial 113, Volumen XLIV, Septiembre-Diciembre, 2006.
45
Como obras representativas de la utopa negativa que denuncia el Estado autoritario propio del siglo XX,
se pueden sealar 1984 de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldoux Huxley, El seor de las moscas de
William Holding, Nosotros de Yevgueni Zamiatin y Walden dos de B. F. Skinner, entre otras.
31
Captulo I
El pasado desde el mirador: los precursores.
1.1 Convergencia y diversidad en torno de la generacin del 80.
Los textos ms conocidos de Loncn se insertan en una tradicin literaria que tuvo
como tema central la ciudad de Buenos Aires. No se encuadraron dentro de una potica
excesivamente estructurada, sino que obedecieron a un conjunto de tentativas para captar
la nueva realidad social, en sintona con la sensibilidad de un escritor influenciado por la
reciente tecnologa, las exigencias de los lectores modernos, la movilidad geogrfica y
social de los nuevos grupos urbanos, y las nuevas costumbres asociadas con el crecimiento
demogrfico de las ciudades. En la ltima etapa de su obra aborda una variedad de
gneros tales como la crnica social, el retrato, la nota humorstica, la memoria, el artculo
de opinin y el relato. Es imposible considerar su corpus literario recortndolo sobre la
ciudad de Buenos Aires, sin mirar el paradigma formal e ideolgico que signific para
Loncn la escritura de fines de siglo XIX. Podemos encontrar otros autores que
compartieron el mismo inters; tal el caso de Buenos Aires, desde setenta aos atrs
(1881) de Jos Antonio Wilde, La gran aldea (1882) de Lucio Vicente Lpez, Memorias
de un viejo (1889) de Vicente Gil Quesada y Las beldades de mi tiempo (1891) de Santiago
de Calzadilla.
Aldea millonaria tiene carcter de continuidad y homenaje a la obra de Lpez, no tan
slo por la sugerencia de su ttulo sino tambin por la repeticin de procedimientos y la
construccin de su mirada crtica. La prosa de Enrique Loncn se distancia
cronolgicamente de la narrativa de Jos Antonio Wilde y del carcter genrico pero no
temtico que intenta Lpez en La gran Aldea. Su estructura compositiva (relatos breves,
siluetas, tipos, dilogos) se mimetiza en algunos casos con el discurso periodstico,
aunque su lenguaje escapa de la urgencia referencial del mismo, para instalarse
decididamente en una ms profunda bsqueda esttica. Su escritura retoma estrategias de
Lpez, Wilde, Can y Mansilla, precursores que van a poner a su disposicin un amplio
repertorio de procedimientos: la irona, la parodia, la digresin, la causerie y el humor,
entre los ms utilizados.
32
Como sostiene Eduardo Romano el rtulo generacin del 80 puede ser abusivo e
inexacto. Su tesis propone que los hombres del 80 presentaron divergencias alrededor de
campos tales como la religin, la economa, la poltica, la pedagoga y tambin la potica:
Segn el repaso que acabo de hacer, falt en la literatura de la dcada
de 1880 unanimidad en cuanto a criterio esttico, as como una
tendencia artstica dominante. Predomin, al contrario, sea la adhesin
tarda a postulados romnticos; sea el realismo-naturalismo, aunque
despojado de sus objetivos de crtica social originales; sea un
tradicionalismo recuperador de materiales legendarios o descriptivo,
pero siempre adverso al entusiasmo cosmopolita; sea un clasicismo
academicista, propugnado casi exclusivamente por Calixto Oyuela
[] 46
No vamos a realizar una evaluacin sobre cules debieran ser las condiciones
necesarias para llamar generacin a un grupo de contemporneos, que compartieron
diversos acontecimientos durante el fin de siglo. Aceptamos la premisa de la diversidad
segn se realice el corte, segn se ponga en perspectiva la mirada, pero tambin utilizamos
la denominacin canonizada y homogeneizadora en la medida que el cruce de ambas
concepciones, nos permita manejar las variables suficientes para indagar nuestro corpus
de estudio. Del marco amplio elaborado por Romano nos vamos a remitir al ncleo
concentrado de escritores reconocidos habitualmente como los ms representativos del 80.
Nos estamos refiriendo en principio a Eduardo Wilde y Lucio V. Lpez, a partir de los
cuales estableceremos una genealoga potica de la escritura de Loncn, y cuando lo exija
el trabajo, profundizaremos las relaciones paradigmticas con Miguel Can y Lucio V.
Mansilla.
46
Romano, Eduardo. Colisin y convergencia entre los escritores del 80, en Punto de Vista. Buenos Aires,
1980, Ao 3, N 10. pgs. 6-7.
33
48
La siguiente
47
Esta postura ha sido mantenida, entre otros, por Silvia Mohillo en Lectura de Wilde (Lecturas desde la
otra acera. Buenos Aires: Sudamericana, 1996.) y Juan Jos Sebreli cuando lo define, simultneamente con
Can y Mansilla, como un autor menor e incompleto en Crtica de las ideas polticas en Argentina. (Buenos
Aires: Sudamericana, 2003.)
48
Respecto del humor establecemos su diferencia con la comicidad. Si bien el humor y lo cmico pueden
desencadenar la risa, el primero suma una instancia crtica. La comicidad se asocia con el divertimento o el
puro espectculo, mientras que el humor (la irona se puede considerar una de sus formas) explota la
capacidad de liberar, como segundo sentido, una mirada negativa sobre lo instituido. Vctor Bravo en
Figuraciones del poder y la irona, (Caracas: Monte vila, 1997, pg. 133) argumenta que Lo cmico
puede formar parte en este sentido del humor pero puede haber humor sin comicidad cuando lo dominante
es lo reflexivo. Es posible decir que cuando el nfasis se coloca en lo cmico, lo desencadenante es la risa;
cuando se coloca en lo reflexivo, el humor se hace escptico, incluso serio. La literatura de Wilde no
trasunta la seriedad desde el humor, pero s provoca la reflexin o pone de manifiesto una mirada dominada
por el descreimiento.
34
reflexin de Milan Kundera sobre un pasaje escrito por Rabelais puede ejemplificar lo que
venimos argumentando:
Esta escena es irreal, imposible: se desprende al menos de ella alguna
moral? Denuncia Rabelais la mezquindad de los comerciantes cuyo
castigo debera alegrarnos, o quiere que nos indignemos contra la
crueldad de Panurgo, o se burla, como buen anticlerical que es, de la
necedad de los estereotipos religiosos que profiere Panurgo? Adivinen!
Cada respuesta es una trampa para tontos. 49
Se podra poner en prctica una hermenutica que defina desde dnde escribe Wilde y
contra quin o quines escribe, pero no dejara de ser una mirada acotada. Su escritura es
un medio operativo sobre los diferentes pliegues que forman el consenso de lo real,
originando a su vez, lecturas que se contradicen, interpretaciones abismales, reveladoras
por otra parte de la alteridad. Lo real no es una construccin simple, que se desarticula, si
el humor interviene sobre su engaosa universalidad.
Segn Mara Eugenia Flores Trevio:
la irona es una figura que posee la extraordinaria caracterstica de
encontrarse in absentia [] posee la cualidad semntica del contraste;
se introduce fcilmente en el dialoguismo como en la ideologa y en sta
ejerce el poder a partir del simulacro. 50
Kundera, Milan. El da en que Panurgo dejar de hacer rer,Los testamentos traicionados, Buenos Aires:
Tusquets Editores, 2009, pg. 13.
50
Flores Trevio, Mara Eugenia. Funcin potica del lenguaje, Mxico: Universidad Autnoma, 2006, pg.
11
35
Kundera, Milan. La desprestigiada herencia de Cervantes. El arte de la novela. Buenos Aires: Tusquets
Editores, 1994, pg 16.
36
entre dos extremos -en algn caso incompatibles para el sentido comn- abre una brecha
que le permite al emisor de la carta experimentar, mediante una alquimia axiolgica las
flexiones del lenguaje, sin correr los riesgos de ser impugnado por formas convencionales
del pensamiento. Retirado en un pueblo de provincia, donde vive precaria y austeramente
para lo que haba sido su existencia cotidiana en Buenos Aires, se declara completamente
feliz. Al desplazamiento geogrfico se suma un viaje en el tiempo, cuando saca a la
superficie los recuerdos de su niez. El protagonista de esos recuerdos es un viejo que se
destaca por su ascetismo, su sabidura y el respeto que las personas ms importantes del
pueblo le profesan. Como lo hicieron otros escritores del 80 Wilde se refugia en el pasado
para encontrarse con su identidad perdida. Tal vez provocara una mueca de disgusto en
Sarmiento y Alberdi dado que la analepsis de Tapioca tiene como objetivo desacreditar lo
que ambos pensadores de la Generacin del 37 haban instalado como proyecto: slo el
advenimiento de la modernidad cambiara nuestros malos hbitos provenientes de la
barbarie de las provincias y de las culturas ligadas al pasado colonial.
A partir de la representacin de una persona mayor con rasgos asimilables a la
tradicin (por el poder simblico que emana de la misma) se podra inferir, en un acto de
ligereza, que Wilde intentaba rescatar la clase patriarcal del olvido, a la vez que de manera
implcita, cuestiona la despolitizacin del 80. La probabilidad existe, pero no se puede
desconocer que el foco de atencin del recuerdo est puesto en los hbitos de la sociedad
argentina pre-moderna y no en la herencia de clase, crculo que se cierra significativamente
en el presente. Los motivos por los cuales Baldomero Tapioca se siente feliz estn
depositados en la soledad y la posesin irrestricta del tiempo que le dispensa la vida en el
interior. Si algo enfatiza la carta es el desahogo y la catarsis, como resultado de
permanecer fuera del acoso existencial que impone el nuevo sistema, regido por el
consumo y la competencia.
A diferencia de la pulsin por el esteticismo que presentan Mansilla, Lpez y Can,
como sostiene David Vias en Literatura argentina y realidad poltica, Wilde mantiene
una actitud de resistencia; se revela ante los materiales y los matices exquisitos, que bien se
podra interpretar como respuesta a los libros de viaje escritos por Lpez y Can entre
1880 y 1882. El viajero esttico disfruta, se complace con la arquitectura, los museos, los
mrmoles, las sedas, los terciopelos, los metales preciosos; Baldomero tapioca invierte la
funcin de los objetos estticos. Cito:
37
53
Las posibilidades
52
Wilde, Eduardo. Vida Moderna Prometeo & Cia, Buenos Aires: Biblioteca Nacional-Ediciones Clihue,
2005, pg. 136.
53
El relato costumbrista La carta de recomendacin, publicado en Tiempo perdido (Buenos Aires: El
ateneo, 1930), podra resultar una referencia clave respecto de la posicin que asume su autor con relacin al
interrogante que nos planteamos. En el texto, Wilde (el cdigo proveniente de la medicina nos autoriza a
suponer que narrador y autor estn estrechamente ligados por eso remitimos el enunciado directamente al
ltimo) cree que este pueblo padece un trastorno funcional de las pasiones. La necesidad de aparecer es
una de ellas. La otra patologa, que ocupa el centro del problema, tiene relacin con el mtodo que
habitualmente se pone en prctica para conseguir un trabajo bien remunerado, nico modo de sostener las
apariencias. El trfico de influencias corporizado en su metonimia la carta de recomendacin conduce la
breve historia. Wilde no inmoviliza la crtica contra este trastorno en la figura del otro. El entre-nos
compone el crculo que recorre como una cinta de Moebius, el trfico social. Tampoco se desliga de su
responsabilidad: yo tambin recibo cartas de recomendacin y las escribo por docenas. Y coloca a la vista
de todos a los dueos de apellidos notables que estimulan la actividad: Luis Varela me recomend a
Bilbao[] Colridgen me recomend a Gutirrez, Gutirrez a Cantilo, Cantilo a Mansilla[] Choquet a
Quesada[] Del Valle a Goyena. (Tiempo Perdido, Op. Cit. Pgs. 172-176.) Si bien las cartas estn
devaluadas como la moneda por la cantidad que circula, denuncian el compromiso de la clase dominante,
narrador incluido. Suponer que la irona aplicada por los escritores del 80 tena como principio desacreditar
o tomar distancia del otro, entendido como el inmigrante arribista, o el burgus en ascenso con aspiraciones
desmedidas y sin respaldo de origen, es una simplificacin desmentida al menos por este relato. El
reproche de Wilde (si es que lo hay porque el humorismo modera la intencin) va dirigido casi
exclusivamente hacia el interior de la clase.
38
humorstica. El idilio de los protagonistas del texto de Saint Pierre transcurre en la isla
Santa Elena. Su tesis principal reproduce la idea que Rousseau desarroll en Sobre el
origen de la desigualdad entre los hombres (1775): la civilizacin ha envilecido al ser
humano. Entre sentencias morales y religiosas, el autor propone una educacin producto de
la relacin con la naturaleza y la vida sencilla, consigna pedaggico-sentimental que remite
sin disimulos a la novela Emilio o la educacin (1762). Wilde, como mediador entre la
novela y el lector desestabiliza la previsibilidad de la propuesta narrativa de Saint Pierre.
Utiliza variedad de recursos que abren diferentes instancias de lectura, eventualidad que el
original niega. La crtica literaria se hace un espacio meta-crtico entre la historia y la
proliferacin de sentidos:
Aqu debera concluir la novela pero no concluye [] Pongo en
conocimiento del lector que el viejo tantas veces nombrado en esta
lamentable historia, slo figura en ella por hallarse presente. Jams ha
hecho cosa alguna que yo pueda narrar pero el autor lo encuentra
indispensable para el desarrollo del drama [] Por fin l tambin muri
y tuvo el gusto (dice el autor) de ser enterrado junto a su novia. 54
39
educacin frvola que no le provey de los medios necesarios para salvar su vida frente al
ataque de la naturaleza, a la crueldad de los patrones que viven en un entorno natural
idlico pero torturan a sus trabajadores, al esquematismo con que algunos romnticos
construyen sus personajes, o desde una perspectiva moderna decadente, a la imposibilidad
de alumbrar un sentimiento puro como el amor? Su modalidad de escritura potencia y
multiplica las interpretaciones, y pone nuevamente en primer plano, el conflicto an
irresuelto para Wilde, entre la vida moderna y la vida buclica o de la sociedad
premoderna.
En As, relato sentimental segn el consenso generalizado de la crtica, reaparece
Baldomero Tapioca, alter ego del narrador (ambos mdicos); denominarlo relato
sentimental puede resultar un exceso conforme nuestra propia interpretacin. Tambin se
lo ha considerado un cuento, pero se aproxima tambin al ensayo: El amor es un tema
universal y eterno, y ningn tratado de filosofa y de moral me prohbe ocuparme de lo
universal y de lo eterno. 56
El narrador cuenta una historia en clave de humor escptico. El dilogo entre
Baldomero y Graciana se pone en prctica por medio del intercambio de cartas
supuestamente amorosas, reproducidas en estilo directo. Baldomero le confiesa su pasin
haciendo uso de un cdigo y de un tono mdico-profesional. Ella, que entiende la forma
pero no el sentido, responde a su requerimiento por medio de un idioma en el que
predomina la libertad fontica, morfolgica y sintctica (se supone que no est
completamente alfabetizada), 57 pidindole que le enve un remedio para el dolor de muelas
de su madre. La arbitrariedad del registro utilizado por Baldomero y la incompetencia
lingstica de Graciana conducen al fracaso de la comunicacin. No obstante los
contratiempos generados por el lenguaje, la pasin se consuma. La belleza de Graciana no
slo seduce a Tapioca sino que inquieta al narrador cuando ingresa enferma al hospital
donde ste trabaja. La pureza del amor romntico se ve potencialmente contaminada. El
despertar de la sensualidad no le genera al mdico amigo de Baldomero ninguna culpa; lo
detiene la condicin de paciente que reviste Graciana. Wilde produce un corrimiento de los
lmites que la moral tradicional le impona al amor, aunque no transgrede la tica
profesional que regula la conducta moderna. La intelectualidad, en sus distintos campos,
56
40
41
Ingenieros, Jos y Lugones, Leopoldo. La montaa. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes, 1996.
Podest, Manuel. Irresponsable. Buenos Aires: Biblioteca de la Nacin, 1954, pg. 210.
42
43
herosmo del que lucha contra la miseria, y elige el amor al trabajo. Ha franqueado la edad
que la sociedad burguesa supone seria, e impunemente sala a la calle a mostrar su
degradacin sin sentirse culpable. Era un inservible. Todo el mundo trabajaba, por
todas partes se vea el progreso, el bienestar 62, apunta el narrador.
La ciudad se haba transformado prodigiosamente y l permaneca en su actitud
sediciosa, revulsiva. El sistema econmico moderno no haba podido inocularle el virus de
la responsabilidad. El narrador, a travs de sus estrategias mdicas, tampoco lo logra. La
instrumentacin poltica de dominio sobre el rdito econmico de los sujetos no llega a
contaminar al hombre de los imanes que permanece inmune a la infeccin capitalista.
As como las novelas de Zola corromperan ideolgicamente a sus lectores, la novela de
Podest resulta un modelo respaldado por el crdito a la cientificidad que ilustra de manera
ejemplar cul es el destino de quienes no respetan las reglas del sistema. El irresponsable
pierde su condicin humana, eclipsado por el vicio y el alcohol que incrementan su
neurosis hasta la locura, cuadro clnico que se cierra con un lenguaje propio de la cultura
catlica: las puertas del infierno de Dante se abrieron de par en par ante sus ojos
63
Los ltimos textos de Wilde que nos interesa abordar, son dos novelas. La primea de
ellas est trabajada desde una sutil irona, y la segunda, Aguas abajo, concentra algunos de
los temas que, en los relatos breves, fueron tratados desde lo heterclito o la relativizacin
de los valores. Aguas abajo por tratarse de su obra final (muere antes de concluirla) retoma
sus preocupaciones centrales aunque mediatiza el tono y los procedimientos, a la par que
experimenta una esttica diferente. En Novela corta y lastimosa (1897) realiza la proeza
62
44
de condensarla en siete captulos y dos pginas y media; desarrolla dos historias, una de
amor y otra, como una suerte de paradoja, registra su impotencia para escribir una
narracin de largo aliento.
Segn Pere Ballart en Eironeia. La figuracin irnica en el discurso literario moderno,
65
sentido de un trmino o expresin. Wilde, en su texto, va a operar con una figura anloga,
la alegora. La prctica literaria moderna difiere del sentido especfico que le daba la
tradicin retrica, aunque no pierde por completo su funcin translativa. La alegora, en
este cambio de contexto, trabaja sobre la restauracin de la multiplicidad de sentidos que el
humor ha destinado a un mbito de negatividades. En todo caso, la versin actualizada de
la alegora se configura en el proceso por resolver un sentido superior a la indeterminacin
y la ambigedad. De cualquier modo la complejidad de los textos modernos no asegura la
efectividad del tropo. Los trminos relativos permanecen a pesar de la competencia idnea
del receptor. Sin abundar en el anlisis, podemos conjeturar que en algunos casos, la
unidad superior de sentido es perfectamente aprehensible. La alegora intenta reconstruir
los significados que se disparan con el humorismo de Wilde, pero se enfrenta con un
trazado sembrado de perplejidades que no elimina de la ponderacin, el riesgo de los
lectores de pasar por cndidos.
En el caso de Novela corta y lastimosa, la lectura literal propone el deseo ertico del
narrador por una mucama italiana. Por ms que el personaje se lo proponga, no encuentra
tema para conversar con la mujer. De este modo pierde el dominio de la situacin y aleja la
oportunidad de satisfacerlo. Se paraliza o inhibe en la sola intencin. Lo mismo le ocurre
con el impulso de desarrollar su relato, no encuentra el tema.
El ttulo del Captulo IV es por dems explcito: Tema insuficiente. El paralelismo
entre mujer y novela adquiere diversas mscaras significantes. El nombre completo de la
mucama, Margarita Lontana, no exige agudizar demasiado el ingenio. El poder
significativo est depositado en su carcter de mujer fustica inalcanzable. Pero el objeto
del deseo posee una doble cara y el giro alegrico es quien se encarga de revelar la
imposibilidad de la escritura. En el plano figurativo el sentido connota la distancia
insalvable entre el narrador y su otro objeto, la novela. Ante los bloqueos que debe
65
Ballart, Pere. Eironeia. La figuracin irnica en el discurso literario moderno, Barcelona: Quaderns
Crema, 1994.
45
67
Novela corta y lastimosa. Prometeo & Cia. Op. Cit., pg. 286.
Erich Auerbach en Mimesis. La representacin de la realidad occidental (Madrid: FCE, 1985) encuentra
en el Satyricon (en estado embrionario) el origen de la novela realista. Entre los intersticios de la heteroglosia
y el polimorfismo, el texto de Petronio representa la realidad, aunque sin la complejidad de la novela
moderna. En nuestro caso, justamente, lo tomamos no como referente protorealista, sino como texto formal y
temticamente desacralizador.
67
46
Su otra aproximacin al gnero novelstico se produjo con Aguas abajo, que tal
como Novela corta y lastimosa, qued sin concluir. 68 El ltimo captulo lo escribi unos
meses antes de su muerte en el ao 1913.
Formalmente el texto se resuelve como un viaje al pasado (comparable de algn
modo con la necesidad de saldar cuentas histricas que experimentaron sus compaeros de
generacin Lucio V. Lpez, Ernesto Quesada, Miguel Can, y con posterioridad el propio
Loncn). Aguas abajo, relato estrechamente ligado a la experiencia de su autor, muestra
cmo el sistema de pensamiento simblico del joven Boris, su protagonista, se form
dialcticamente en relacin con el entorno natural y el contexto socio cultural de Tupiza,
un pueblo al sur de Potos, Bolivia, a mediados del siglo XIX.
El campo cognitivo de Boris se construye a partir de su particular forma de
relacionarse con el lenguaje, la ciencia, la religin, el arte, y la naturaleza. Dos rasgos de su
personalidad resultan relevantes, su pensamiento lgico enfrentado a su sensibilidad.
Desde un punto de vista estricto, podramos pensar un par cercano al oxmoron pero en el
proceso interior que recorre el sujeto no se oponen, sino que ambos se complementan. Por
otra parte, el problema formal de cmo tratar desde la conciencia de un joven temas
intelectualmente complejos, es resuelto por Wilde con un recurso propio de los escritores
de principios de siglo veinte. Utiliza una conciencia escindida que se desplaza
narrativamente, por lo general sin marcas demasiado evidentes, entre el yo nio y el yo
adulto, entre el pasado y el presente. Con la intencin de cubrirse respecto de las
objeciones que pudiera despertar su procedimiento, en la Advertencia adelanta la
decisin tcnica que pondr en prctica:
68
Cuando decimos sin concluir, nos referimos principalmente a la ausencia de trabajo sobre la misma, ms
que a la falta de uno o dos captulos pensados previamente. Es muy probable que el texto hubiera ganado en
densidad literaria si Wilde hubiera tenido la oportunidad de volver sobre l, corregirlo y aumentarlo.
47
Cuando especula sobre la lengua, la voz que evoca el pasado inicitico parte del mismo
presupuesto que Borges en El idioma analtico de John Wilkins:
Notoriamente no hay clasificacin del universo que no sea arbitraria y
conjetural. La razn es muy simple no sabemos qu cosa es el universo.
70
71
sujetos del mismo nombre crea que el nombre propio era exclusivo. 72
Boris defina al sujeto por la actividad que realizaba: Brgida-frutera, Mara-panadera,
Florencio-herrero, Tadeo-sastre. Si se invirtiese el orden no invalidara la lgica
constitutiva de su lenguaje. El individuo es la profesin y la profesin es el individuo.
69
48
Cuando tena que referir las acciones emprendidas en compaa de algn habitante del
lugar, cualquiera fuera, hablar, jugar, trabajar, etc, elaboraba la representacin semitica de
las mismas por contigidad. Si se trataba de Felipe, no jugaba con Felipe, felipeaba. En el
trabajo de construir catlogos lingsticos que asociaran un objeto o persona con una idea o
sensacin que la misma le despertara, su frtil imaginacin le permita incursionar en la
arbitrariedad impresionista:
Diego representa un pan de jabn ordinario de forma cbica.
El de Eusebio daba la idea de una vela de sebo gruesa. (se podra
apelar a la asociacin fnica)
Francisco quera decir hombre maduro vestido con traje gris.
Rodrguez un pedazo de queso con vetas verdosas. 73
La misma operacin mental realizaba con los das que, indefectiblemente, permanecan
asociados a una paleta de colores poco tradicional:
Los lunes eran de color de hoja de lata algo empaada.
Los martes verdes como cipreses.
Los mircoles de un amarillo brillante 74
La relacin sinestsica entre los colores y los signos fnicos que representaban los das
no puede menos que recordar el conocido soneto Vocales de Rimbaud. El poeta francs
le asigna colores a los sonidos de las vocales: negro-A, blanco-E, rojo-I, verde-U, azul-O.
La unin de sensaciones o sensibilidades segn un criterio propio no es producto de una
disfuncin del sistema lmbico o hiperestesia, sino la licencia que se toma un artista (poeta
como Rimbaud, narrador como Wilde) para experimentar con su potencial expresivo. La
cualidad personal, dice Julia Kristeva en Tiempo sensible, dispara esa excentricidad un
poco loca que es la originalidad artstica. 75
El subjetivismo de Wilde provoca la representacin potica que se convierte en una
herramienta para extraer la realidad del pasado y depositarla en el presente. El narrador de
Aguas abajo no busca en el recuerdo la esencia de las cosas sino la materialidad sensible,
cubierta por la ptina del tiempo. El verdadero yo estaba all en la niez y est en el
presente, en el momento de la epifana o transubstanciacin. Por esa va se neutralizan las
distancias fsicas y temporales. El mundo presente y el yo histrico no devienen en un
despliegue subjetivo e incomunicable. Boris-Wilde, excntrico, extrao, interfaz del
73
49
50
frmula directa para expresar sin mediaciones un estado de nimo. Julio Csar Moran, en
Proust y la msica arriba a conclusiones similares a las expuestas por Wilde:
Este poder de la msica de ser la mensajera de las artes se debe a su
modo especfico de ser, esto es impresin vaga, obscura, fugaz, sin
palabras ni lgica usual [] La msica se recibe en una experiencia que
es, para Proust, el paradigma de comunicacin artstica y de la
comunicacin en general, con un carcter de experiencia originaria, ms
bsica y fundante que la separacin de sujeto y objeto[] 79
79
Morn, Julio Csar. Proust y la msica. Proust ms all de Proust. La Plata: Editorial De la Campana,
2001, pg. 55.
80
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 117.
81
Proust ms all de Proust. Op. Cit., pg. 58
51
82
La tensin que propone Kristeva reproduce los diferentes estados del sujeto (BorisWilde-Proust), pero no intenta definir la experiencia del pasado o la relacin con el arte
como una trascendencia sino como una ntima pertenencia de la realidad.
El espritu cientfico de Boris preanuncia la militancia positivista del personaje. En
sus juegos se converta con facilidad en un arquitecto que desarrollaba complejas
reproducciones edilicias y ambientales tomadas de la vida real, o en un ingeniero
hidrulico que trazaba recorridos aliviadores de canales de agua. Posea aptitudes para la
matemtica; supo geometra antes de haberla estudiado. Estaba seguro de la verdad de
los teoremas, si bien no poda demostrarlo. 84
Muchos aos despus, radicado en Blgica, produjo innovaciones en el campo de la
geometra y el lgebra. Pero Boris le daba distintos usos a su capacidad lgica-racional,
interpel, por ejemplo tradiciones culturales como la religin.
No son de extraar estas cavilaciones en un lgico de nacimiento,
cuyos elementos de juicio venan del examen de las imgenes de la
Iglesia, o de algn trozo de evangelio [] 85
82
Es dable consignar que Aguas abajo de Wilde y En busca del tiempo perdido de Proust son obras
contemporneas. La primera se public en 1914 y la segunda entre 1913 y 1927.
83
Tiempo sensible. Op. Cit., pg. 259.
84
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 70.
85
Ibd., pg. 73.
52
86
Segn su mirada, Nuestra Seora no atenda los cuidados que una madre comn prodigaba
a su hijo. En su conciencia se formaron dos conceptos de la Virgen, uno producto de su
imaginacin y el otro de los conos eclesisticos. Lo mismo le ocurri con Jess; uno se lo
relacionaba con las etapas de su niez y era gordo y lustroso y el otro luca, sin
explicacin que mediara el salto esttico, como [] un hermoso joven esbelto que
llevaba la tnica con elegancia; vagabundo, desocupado, indolente, amigo de la vida
meditativa, apreciador de la belleza, predicador y profeta, y, como tal, convencido de que
deba vivir sin trabajar y a expensas de sus admiradores. 87
La carencia de fe sumada a la falta de calidad de las imgenes que poblaron su niez
elev, a sus ojos, la inverosimilitud de las recreaciones del culto. Como pens Sarmiento a
su paso por Roma en 1945, slo el arte perfecto puede representar una religin elevada.
ste justamente no era el caso de Boris-Wilde en Tupiza. De todos modos, la fuerza de la
crtica reside en la objecin que el narrador realiza tras cotejar las representaciones de
diferentes pocas. Debemos recordar que el punto de vista pertenece a la conciencia de un
adulto de la modernidad y no a las observaciones del nio radicado en un pueblito del
interior de Bolivia. La acusacin de vivir sin trabajar y a expensas de sus admiradores es
un problema que debaten las polticas econmicas de fin de siglo y adems una metonimia
de la lucha que llev adelante Wilde contra los compromisos del Estado en relacin con la
manutencin de la Iglesia. 88
La mirada crtica de Boris se extiende ms all del culto a las imgenes. Los
positivismos de su lgica implacable 89 cuestionan las frmulas vacas y mecnicas de los
rezos, a los cuales no les encontraba sentido, y en los que perciba tambin errores
formales. La competencia cognitiva del nio no le permita elaborar una metodologa
crtica que estudiara la religin cristiana desde la teologa. Las relaciones causales que
estableca en sus razonamientos, si bien anticipaban las conductas del adulto, tomaban
como modelo su experiencia
86
53
Ibd., pg. 74
Ibd., pg. 86.
92
Ibd., pg.143.
91
54
La potica romntica, que a fines del siglo XIX mantena todava cierta vigencia en este
campo, en sus textos ocupa un lugar perifrico. Wilde se expresa a s mismo, los
narradores lo expresan a l. Lejos estamos de sostener que es creador de una retrica
amorosa, pero pensamos que intent transfigurar lo vivido, su sentimiento personal, en
palabras. Alma callejera, un relato breve, sencillo en su composicin pero experimental
en su trabajo con la lengua, despliega en un registro metafrico, pleno de delicadeza
sensual, el encuentro amoroso:
55
Igual que En busca del tiempo perdido, el personaje vuelve al pasado para revivir las
sensaciones que lo hicieron feliz. Boris, a diferencia del narrador francs, no declara ni da
por entendido que la literatura le permite recobrar el tiempo puro. Como se infiere del
pasaje citado, la civilizacin tiene un poder desangelador, quita el encanto potico. Ese
parece ser el legado paradjico de Wilde, un positivista funcionario de la modernidad que
descree de sus efectos, pues conducen inevitablemente a la prdida de la poesa, que
erosionan el mundo natural y condenan la prdida del tiempo (que es el verdadero
tiempo perdido).
Si Proust huye de la falta de belleza de la realidad (hombre ms naturaleza), Wilde huye
de la falta de belleza de la modernidad. El espectculo de la fisonoma literaria del 80
sugiere una sociedad escindida (nosotros, los que escribimos, y los otros). Los textos de
96
97
Borges, Jorge Luis. El idioma de los argentinos. Buenos Aires, Alianza, 2008, pg. 83.
Aguas abajo. Op. Cit., pg. 106.
56
Wilde develan, adems, la escisin del sujeto escritor. No sera equivocado descreer
entonces de la homogeneidad de la generacin.
Con relacin al eje interior (Tupiza incluso no pertenece al pas sino como sealamos
previamente a Bolivia) Capital, Jos Luis Romero, en Latinoamrica, las ciudades y las
ideas opina que Las ciudades que se enriquecan no queran la paz sino el torbellino de
la actividad que engendraba riqueza y que poda transformarse en ostensible lujo. 98
La lectura de Wilde pone de manifiesto una continuidad argumentativa que tiene como
motivo rechazar en Vida moderna y escapar en Aguas abajo del torbellino que no
permite pensar ni sentir. Wilde huy fsicamente de Buenos Aires y del poder poltico,
cuando Roca ejerca su segunda presidencia. En realidad su descontento con la clase
gobernante se haba iniciado en los 90, durante el mandato de Jurez Celman. Despus de
la debacle, se fue del pas con la excusa de viajar y, finalmente, durante el gobierno de
Roca, se exili para cumplir distintas misiones diplomticas.
Se podra conjeturar que su salida del gobierno y del pas estuvo motivada por el
escepticismo que le gener el giro poltico dado por la clase dominante, amen de razones
personales. Atrs haba quedado el laicismo de los ochenta. Como ministro de Justicia e
Instruccin Pblica, en el marco de reconciliacin entre Roca y la Iglesia Catlica,
Osvaldo Magnasco reconoca la importancia de la religin en la educacin pblica;
mientras tanto el desarrollo cientfico se vea controlado exclusivamente por la
racionalidad capitalista. Educacin y ciencia, los dos motivos fuertes de su gestin en los
80, sufran un proceso de regresin irrecuperable.
99
El avance
Jos Luis Romero. Latinoamrica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires: Siglo XXI, 2001, pg.249.
Vattimo, Gianni. Utopa, contra-utopa irona. Etica de la interpretacin. Buenos Aires: Editorial Paids,
1992, pg. 103. El sentido que Vattimo le da a la razn instrumental est tomado de la teora revisionista de
la razn que Adorno y Horkeimer practican en Dialctica del iluminismo.
99
57
habituales en los textos de Wilde. Tampoco su excursin tarda a los pases centrales (salvo
Estados Unidos, como en el caso del primer viaje de Sarmiento)
100
le produjo el mismo
disfrute de estar in the right place como a Can en su visita al Covent Garden:
El mundo que all se rene pertenece a las clases elevadas de la
sociedad, por su nombre, su talento o su riqueza. Dos mil personas
elegidas [] una civilidad serena, sin las bulliciosas manifestaciones de
los latinos; 101
Para Can estar en Europa es pertenecer. El lugar lo convierte en un ser singular que se
reconoce y reconoce a sus iguales. Pero no tan slo un lugar recoleto como el Covent
Garden cobija a nuestros viajeros contra las impredecibles tempestades del aluvin
zoolgico de este lado del mundo; tambin por el simple hecho de pisar tierra civilizada
se produce el redescubrimiento del verdadero hogar, olvidado por el tiempo de ausencia:
Desde que pisa uno puerto francs, Burdeos, por ejemplo, [] la
primera sensacin, casi dira fisiolgica, porque no entra en ella, o muy
poco, elemento moral, es de encontrarse uno en su casa, chez soi (hogar)
para emplear la palabra francesa. 102
Can es Can cuando se encuentra en Londres, Pars, o por qu no, Burdeos. Espacios
y culturas lejanas y extraas a Tupiza, de medidos de siglo XIX, donde Wilde se
reencuentra. La fuga al interior del pas que destaca Jose Luis Romero
103
tampoco es del
Cristina Iglesia en su estudio de las crnicas de viaje que Wilde public en el diario La Prensa, afirma que
la mirada del viajero sobre la vieja Europa es distante y pesimista. Su escritura resulta demoledora.
Describe las ciudades centrales con un estilo taxonmico, cargado de caticas enumeraciones que enuncian
una ruptura con el carcter mtico, creado por las lecturas de su juventud y los panegricos de sus
contemporneos. La descomposicin del imaginario en fragmentos irreconciliables de una realidad
desvirtuada acelera su travesa por ciudades ausentes. Eduardo Wilde: Tiempo que perder en La violencia
del Azar (Buenos Aires: FCE, 2003).
101
Can, Miguel. Ensayos. En viaje. Buenos Aires: Secretara de Cultura de la Nacin y Editorial Claridad,
1994, pg. 71.
102
Can, Miguel. Carta a su amigo Rodrguez Larreta tras su arribo a Pars, marzo de 1896, en El
pensamiento de la generacin del 80. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 2009, pg. 219.
103
Latinoamrica, las ciudades y las ideas. Op. Cit., pg. 262.
58
104
Jrgen Habermas en El discurso filosfico de la modernidad, (Madrid: Katz Editores, 2008, pg. 20.)
acompaa esta percepcin de Wilde. Romper la normalidad de un sistema con visos de esclerosis requiere la
articulacin entre lo eterno y lo actual que propona Baudelaire en Le peintre de la vie moderne. El
ensaamiento de la modernidad con la sensibilidad de Boris hace que el personaje desarrolle un campo
perceptivo que lo libere (Wilde necesit recluirse en el extranjero y escribir). Segn Habermas
Slo bajo el disfraz que es el vestido del tiempo se nos muestra la
belleza eterna, este carcter lo confirma ms tarde Benjamn con su
concepto de imagen dialctica. La obra de arte moderna est bajo el
signo de la unin de lo autntico con lo efmero. Este carcter de
actualidad funda tambin la afinidad del arte con la moda (recordemos
Vida moderna), con lo nuevo, con la ptica de lo ocioso, tanto del
genio como del nio a quienes falta la pantalla protectora que son las
formas de percepcin convencionales y que, por tanto, se sienten
expuestos sin proteccin alguna a los ataques de belleza, a los ataques de
los estmulos trascendentales ocultos en lo ms cotidiano.
59
la memoria es una
Finalmente podemos sealar que para Eduardo Wilde y Eduardo Holmberg la ciencia y
la literatura, como ratificaremos en la Tercera Parte de la Tesis, son dos maneras de
observar el mundo, que no se contradicen sino que, por el contrario, se complementan;
tanto uno como otro proyectan su condicin biogrfica de mdicos sobre los protagonistas
de sus ficciones; ambos especulan acerca del fenmeno de la belleza en sus relatos breves
(ver El ruiseor y el artista de Holmberg); los une la preocupacin tico-mdica sobre la
moral (ver La bolsa de huesos de Holmberg); reivindican el laicismo hasta el final de sus
das, y como esttica literaria, reproducen, a su modo, la lnea rabelesiana del humor, la
stira y el polimorfismo discursivo-genrico.
Por otra parte, los dos ponen de manifiesto las exigencias sociales e histricas a travs
de sus ficciones. La problemtica que implica el advenimiento de la modernidad se
encuentra representada en el dominio de lo imaginario. La diferencia entre uno y otro
radicara en que Wilde recurre a la introspeccin y regresa al pasado para poner en
perspectiva y evaluar crticamente el modelo socio-histrico del presente, y Holmberg,
como intentaremos demostrar en la etapa final de la Tesis, flexibiliza las determinaciones
que provienen del pasado, para encauzarlo en una lgica prospectiva modernizadora. Es
decir, frente al escepticismo de Wilde, Holmberg mantiene su conviccin sobre el
progreso.
Con relacin a Loncn, la herencia de Wilde permanece vigente en la reproduccin
potica de los recursos de escritura ya sealados; en el palimpsesto genrico; en la prosa
breve, mordaz y contundente; en la inclinacin por la incorporacin de las lenguas cultas
en sus textos, y en la retrospeccin histrica, aunque probablemente no resulten los
Boris hace un recorte en la compleja e inmanejable red determinante en que se transform la modernidad
para aplicar, como proteccin, criterios propios de sobrevivencia.
105
Jameson, Frederic. Una modernidad singular. Buenos Aires: Editorial Gedisa, 2004, pg. 41.
60
mismos motivos los que estimulen la analepsis de uno y otro. Loncn, con una conducta
incentivada por el voluntarismo, intenta revalorizar la tradicin que Wilde a fines de los
90 haba comenzado a visualizar como un proceso malogrado.
61
Captulo II
Lucio V. Lpez y la experiencia de vivir al acecho.
2.1 Un intrprete de la historia reciente. Literatura descriptiva y crtica.
La lectura sobre la dcada del 60 que realiza Lucio V. Lpez en La gran aldea se
fundamenta en diversidad de motivos, algunos relacionados con el recorrido de Cicern 106
o con el trayecto psquico de Wilde; otros responden a preocupaciones de ndole personal,
como sugiere David Vias en Literatura Argentina y poltica:
A travs del empastado y sublimacin novelescas, Lucio V. Lpez, se
desquita de la humillacin sufrida por su padre Vicente Fidel Lpez,
durante las jornadas de junio de 1852 en las que defendi el pacto de
San Nicols y fue vencido por Mitre y la poltica portea. La gran aldea
se aparece como literatura de venganza. 107
108
Cicern es el nombre del protagonista de La conquista de Buenos Aires, cuento incluido en la coleccin
del mismo nombre de Enrique Loncn.
107
Vias, David. Literatura Argentina y poltica. De los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor, 2005, pg.71.
108
Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Libros Perfil, 1999.
62
109
63
113
Solari, Juan Antonio. Lucio V. Lpez. Buenos Aires: Edicin de Autor, 1949, pg. 11.
El cuerpo del delito. Op. Cit., pg. 28.
114
Argos Panoptes, segn la mitologa griega, era un gigante que posea ojos en la parte trasera de la cabeza,
constitucin que lo converta en un ser ideal para desempearse como guardin.
115
La gran aldea. Op. Cit., pg. 5.
113
64
Lpez resuelve la contradiccin con mayor comodidad que un historiador (al momento
de rendir cuentas epistemolgicas) porque est escribiendo un relato de ficcin, sin dejar
de lado el proceso histrico que es un referente mimetizado con la poiesis formalizada por
la crnica aldeana. La constitucin del sujeto poltico en esta primera parte es ineludible
por el perodo revulsivo que atraviesa: desde la batalla de Pavn hasta las acciones
partidarias previas a las elecciones generales.
Medea y su entorno le permiten al narrador dar cuenta del estndar poltico del
momento, gobernado por un poder personal aunque ausente de cuerpo, inconmovible, casi
de origen divino, un Deus ex machina del grupo.
Trevexo reproduce el pensamiento del general predestinado, pensamiento que
Lpez demuestra conocer en profundidad.
119
116
Ibd., pg. 7.
Ibd., pg.6.
118
Romero, Jos Luis. Los sectores populares urbanos como sujetos histricos, en Sectores Populares
Cultura y poltica. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2007, pg.25.
119
La discriminacin contra los jvenes que contiene el discurso partidario de Trevexo actualiza una
polmica de la cual particip Lpez como representante de las nuevas generaciones. La conciliacin entre
117
65
para instalar la doctrina liberal de Adam Smith. Trevexo sintetiza y legitima la postura
dominante:
La forma democrtica se inspira en el derecho natural [] el derecho
positivo codifica la sancin de las legislaciones inditas del derecho
natural y nosotros exclamamos: El pueblo somos nosotros!. 120
Mitre, Alsina y Avellaneda no cont con su apoyo. Acompa a Aristbulo del Valle en la fundacin del
Partido Republicano o fraccin republicana del Partido Autonomista, en cuyas filas militaron hombres
jvenes bajo la inspiracin de Sarmiento, que desde El nacional sostena su bandera poltica. La relacin
entre Lpez y Sarmiento esta signada por el acercamiento o el alejamiento del sanjuanino respecto de Mitre.
En el nmero 24 de la Revista de Octubre (septiembre de 1873) Lpez escribe un largo comentario crtico
sobre las Cartas Quillotanas. En el mismo expone su punto de vista acerca de las ideas que confrontan
Alberdi y Sarmiento, dedicndole particular atencin al modo en que cada uno de ellos presenta sus
argumentaciones. Si bien durante el desarrollo de la exposicin, Lpez equilibra por partes iguales los
mritos estilsticos y el valor de los pensamientos en disputa, la peripecia crtica final deja muy mal parado a
Sarmiento, confinndolo a una derrota discursiva. La causa por la cual se distancia del sanjuanino se puede
encontrar en otro breve artculo del mismo nmero de la revista, donde describe con cida irona el
oportunista acercamiento de Sarmiento a Mitre durante la inauguracin del monumento a Belgrano. No es
nuestra intencin abonar la teora de la venganza que esgrime Vias, pero la verdad no se encuentra muy
lejana si se recuerda la ardua disputa por la historiografa oficial que venan manteniendo Vicente Fidel
Lpez y Mitre por entonces. Cualquier personaje, por ilustre que fuera, que se acercara al General
Buenaventura caa indefectiblemente bajo la mordacidad crtica de Lpez. (Lucio V. Lpez, op.cit. pg. 1618)
120
La gran aldea. Op. Cit., pg. 23.
121
Ibd., pg. 24.
66
El desprestigio, si uno lo reduce a Medea, lo puede justificar como merecido por los
antecedentes que acredita en la historia, pero si uno lo expone comparativamente con el
trato que reciben en general los personajes femeninos, podra concluirse que est dirigido a
la mujer y no se focaliza exclusivamente en su ta.
Ludmer tambin advierte la actitud misgina del narrador aunque la confina a una
aversin contra las cazafortunas e indignas habites del Coln, institucin que, como el
Covent Garden de Can, debiera producir una purificacin natural de clase y adems de
gnero. Segn Ludmer La misoginia de La gran aldea culmina en la cazuela
gran teatro. El siguiente pasaje ejemplifica la solucin final
124
123
del
No se puede pasar por alto el enfrentamiento hombre / mujer que segn Gabriela
Nouzeilles atravesaba la sociedad de la poca. En su trabajo Polticas mdicas de la
histeria: mujeres, salud y representacin en el Buenos Aires del fin de siglo,
126
expone
Ibd., pg. 24
El cuerpo del delito. Op. Cit. pg. 68.
124
Ibd. pg. 68.
125
Ibd. pg. 119.
126
Nouzeilles, Gabriela. Polticas mdicas de la histeria: mujeres, salud y representacin en el Buenos Aires
del fin de siglo, en Mora, Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Gnero. N 5. Buenos
Aires: Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1999.
123
67
En La gran aldea, la mujer en general, sobre todo las que ocupan un rol significativo
en la segunda parte, incluida Valentina, resultan un foco irradiador de fuerzas
desequilibrantes para la mentalidad burguesa. La clave representativa de este corte
hombre/mujer se produce cuando Julio Rolaz resiste la pulsin ertica y mantiene su
integridad moral frente a la propuesta amorosa de Blanca casada con su to. El sujeto
transgresor o criminalizado por su conducta, si seguimos la lnea de pensamiento de
Nouzilles podra estar representado por Blanca.
Si uno piensa que el Cdigo Civil, redactado por Vlez Sarfield, unos aos despus
de La gran aldea otorgaba a las mujeres los mismos derechos que a los menores de edad,
los locos y los idiotas, puede acordar, sin temor a equivocarse, que en el contexto de la
novela de Lpez y por extensin en la sociedad del 80, la mujer, en ciertas circunstancias,
pas a ocupar el lugar del otro. Por lo tanto si tomamos como referencia vlida la tesis de
la autora citada, encontramos que el relato trasciende las circunstancias que rodean la
relacin entre dos personajes de ficcin, para trasladar al campo literario un problema de
gnero.
Por otra parte, el sujeto autobiogrfico, tras el cual se perciben los hologramas de una
ciudad en trnsito, se reconstruye en el recuerdo.
127
Su metodo de representacin es la
127
Fernando Aliata considera que Lucio V. Lpez, ms all de confinar el pasado a una imagen esttica,
cristalizada, tambin transmite el comienzo del cambio que la ciudad est viviendo. Se sita en el borde de la
ciudad anterior y la que est naciendo. (Ciudad o aldea. La construccin de la historia urbana del Buenos
Aires anterior a Caseros, en Entrepasados, Revista de Historia. Ao II, N 3, 1992, pg. 58) Cito:
En 1873 comienza el largo proceso que culminar con la destruccin
total del antiguo fuerte y su reemplazo por la actual Casa Rosada. En
1882 desaparece la Recova Vieja, ese mismo ao Pedro Benoit modifica
el Cabildo colonial hasta dejarlo irreconocible. Poco despus le llegar
el turno al primer Teatro Coln que es transformado en Banco de la
Nacin. Bajo la gida de Torcuato de Alvear, surge en esos aos la
Avenida de Mayo, se acenta la tendencia al desplazamiento de la elite
hacia el norte y se produce con ello el abandono de las formas
tradicionales de hbitat (Entrepasados, Revista de Historia, op.cit. pg.
55)
En el fin de siglo, se modificaron por completo las representaciones de lo que haba sido la ciudad. Las
redes de sentido que comunicaban a sus habitantes se haban reconfigurado, pero de ningn modo se haba
instalado una fragmentacin o atomizacin espacial que desconectara a los distintos grupos sociales. A pesar
de que los integrantes de la lite tradicional y los nuevos ricos se haban ido desplazando progresivamente
hacia el norte del mapa urbano, dejando el centro y especialmente el sur a las comunidades de inmigrantes, la
esterilizacin no fue total. La necesidad de mano de obra a bajo costo, la ocupacin de terrenos vacos por
indeseados (todava la expansin metropolitana, si bien se perfilaba clasista, era irregular), mantena abiertos
los vasos comunicantes que resultaban transmisores de contagios estticos, lingsticos y, los ms inmediatos
y preocupantes, virales. Guillermo Rawson en un escrito neocientfico, de tono melodramtico, donde
combina estadstica e ideologa, describe, posicionado desde el norte de la ciudad, el hacinamiento en que
vivan los habitantes del sur y advierte sobre las peligrosas consecuencias que pronto se haran sentir hasta en
los sitios econmicamente ms protegidos, si no se aplicaban con rapidez, polticas de higiene y reconversin
ambiental.
68
Rawson elabora un texto que a pesar de su naturaleza tcnica, resulta ms prximo a un relato literario que
a una exposicin nomolgica. Explica los acontecimientos de modo tal que el convencimiento del receptor se
produce por persuasin y no por contundencia lgico-estadstica. Argumenta Rawson:
Entre los problemas sociolgicos y econmicos que se relacionan
estrechamente con la Higiene Pblica, pocos hay que puedan compararse
con el que se refiere a las habitaciones de los trabajadores y de los
pobres [...] Acomodados holgadamente en nuestros domicilios, cuando
vemos desfilar ante nosotros a los representantes de la escasez y de la
miseria, nos parece que cumplimos un deber moral y religioso ayudando
a esos infelices con una limosna [... ] Pero sigmoslos, aunque sea con el
pensamiento, entremos en ese recinto oscuro, estrecho, hmedo e infecto,
en cuyo ambiente se cultivan los grmenes de las ms terribles
enfermedades. De ah salen esas emanaciones, se incorporan a la
atmsfera y son conducidas por ella tal vez hasta los lujosos palacios de
los ricos.
Un da, uno de los seres queridos del hogar, un hijo, que es un ngel se
despierta ardiendo con fiebre de un tifus o de una difteria [...] El tierno
enfermo lucha entonces con la muerte en aquella mansin antes dichosa,
y convertida ahora en un centro de afliccin. (Estudios sobre las casas
de inquilinato de Buenos Aires, en Escritos Cientficos. Buenos Aires: El
Ateneo, 1928, pgs. 65,66)
Para Rawson se torna urgente transformar a ciertos sectores de la ciudad que resultan factores de
degradacin fsica y moral pero No pretendemos dice sugerir remedios para la supresin del pauperismo.
Es un hecho a que est condenada la sociedad por causas que la ciencia econmica consigna. (Ibd. pg.
68.)
Esta visin del inquilinato o de los conventillos como centros de perversin se puede asociar a la tesis que
desarrolla Cambaceres en su novela En la sangre. Igual que los habitantes de los barrios descriptos por
Rawson, Genaro, el protagonista de En la sangre exterioriza y potencia su herencia estimulado por las
circunstancias sociales que le tocan vivir. Una familia disfuncional y un medioambiente que no lo contiene,
hacen que su bsqueda personal encuentre su destino cuando por medios marginales accede a aquellos
espacios que, en principio, le debieran estar vedados por su origen. Eso es lo que justamente Rawson quiere
evitar, la contaminacin de enfermedades, si utilizamos un eufemismo, o la infiltracin de una raza proclive a
la degeneracin. En consecuencia, para solucionar el problema ambiental, propone un proyecto financiero
que permita construir nuevos edificios con el doble objetivo de atar a sus habitantes a una deuda econmica,
por un lado, y a una deuda moral, por el otro: el cumplimiento de la doxa sobre cmo debe vivir un
ciudadano decente. El modelo de urbanizacin lo extrajo de las reformas londinenses. Por entonces, la capital
de Inglaterra intentaba resolver los problemas de infraestructura que le haba generado el desarrollo
industrial. El emprstito que se les otorgara a los futuros habitantes y el estatuto decente de vida que
deberan cumplir para acceder a las nuevas edificaciones, resultaran dos instrumentos de mediacin que no
daran lugar a irresponsabilidades y, a su vez, una coercin directa que los obligara a insertarse en el sistema
laboral. Sarmiento, con una mentalidad menos restrictiva, discuti largamente con su par sanjuanino,
Rawson. Sus artculos publicados en El diario durante 1887, sostienen que el instrumento fundamental de
dominio sobre la inmigracin es la unificacin del lenguaje y por su intermedio la pedagoga, mtodo ms
sofisticado y de largo alcance que la imposicin superficial de conductas, que en breve lapso, slo lograran
aumentar la demografa carcelaria.
69
que la generacin del padre de Lpez haba combatido, la cultura colonial. La concepcin
de Lucio V. Lpez contrara la visin de la Generacin del 37 que asociaba el futuro con el
libre cambio pero es sustento de la aldea millonaria de Loncn, donde se manifiestan las
claudicaciones econmicas y poticas del proyecto liberal. El poder significante del ro por
donde inevitablemente todo lo bueno de la modernidad deba llegar, permitiendo la
evolucin de las ideas y las costumbres, es lateralizado como expectativa nacional.
El lado velado del pasado mtico se inclina hacia la luz cuando el caminante regresa al
presente y observa la actualidad de la ciudad: un muestrario de tiendas a la europea,
128
70
la devocin por el dinero que argumenta Can en sus ensayos, Lpez suma la denuncia de
la inmoralidad en el campo de los afectos. A la conducta difamante de subordinar las
relaciones amorosas al postor de la mayor fortuna econmica, se suma el proceso
degradante que avanza sobre el gusto esttico, ltimo refugio de la lite. Montefiori es
peligroso no slo porque ha alcanzado a ocupar espacios estratgicos del estado como la
diplomacia, sino tambin porque se acerca engaosamente al prototipo del hombre culto.
Habla diversos idiomas (ingls, francs, italiano) y posee una coleccin de arte que si no
fuera por su eclecticismo y mal gusto, lo colocara en el umbral de la singularidad
alcanzada por el autor de la obra y sus compaeros de clase. Lo que expone Lucio V.
Lpez a travs de una lente deformante es la hiptesis de Eric Hobsbawm;
131
las prcticas
sociales del perodo 1870-1914 recorren las distintas clases de manera descendente
principalmente, pero tambin ascendente (aristocracia=burguesa=clase trabajadora). Si
bien el trnsito en toda su extensin es impensable en la Buenos Aires de fines de siglo
XIX, el autor de La gran aldea no deja de percibir los vasos comunicantes que conectan y
contaminan la membrana social en sus capas superiores. Lpez, como reproductor de un
imaginario, moldea y fija los lmites de sus representaciones y las relaciones de poder all
gestadas. Al igual que Loncn, su obra literaria transmite los imaginarios por medio de
representaciones altamente mediatizadas.
Algunos crticos sugieren que Lpez, Can y Wilde afectan sencillismo para
diferenciarse de los nuevos ricos, pero Lpez y Can, en absoluto sienten inclinacin por
una vida sencilla y despojada. Lpez abomina de la prctica deformante que hacen del arte
los insurgentes, provenientes de la inmigracin, o de los estancieros incultos, criticados por
sus ostentosos mausoleos mamarrachescos si se los cotejaba con los de los prceres. 132 Un
131
72
caso diferente es el de Wilde quien, como ya sealamos, niega que el esteticismo o el arte
reflejen la belleza verdadera. l la busca y la encuentra en las distintas manifestaciones de
la naturaleza y de la vida sencilla. Si los patricios de la coalicin, como sostiene Ludmer,
inventan una cultura nacional que es agente de cohesin para el Estado,
133
Wilde se
propone demostrar que esa cultura es puro cuento. Las tangentes dinero y clase,
estancieros incultos y distincin en el gusto esttico, se unen fatalmente en La estirpe
futura y El embajador, ambas obras de teatro escritas por Enrique Loncn; la primera en
los aos 20 y la segunda a principios de los 30 del siglo XX. Loncn-Amricus contina
con la misma inflexin de registro y mediatizacin practicada por Lpez-Rolaz cuarenta
aos antes.
73
135
74
137
representante de la cultura
conservadora, y Buenos Aires, ciudad-puerto, rectora del proceso que ejecutara las ideas
progresistas que modernizaran al pas. No muchos aos despus comprendera su error,
cuando escribi Argirpolis (1850) y propuso desterritorializar la concentracin de Poder
que administraba Buenos Aires. El tiempo terminara por darle la razn. La tradicin
137
75
138
Gorelik, Adrin. La grilla y el parque. Espacio pblico y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936.
Bernal (Buenos Aires): Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pg. 77.
76
en la superficie textual son considerados parte de una coalicin o lite cuasi monoltica. 139
Esos representantes de la coalicin generacional, a partir de procedimientos literarios
anlogos, como el costumbrismo o la irona, ponen al descubierto miradas cruzadas y no
siempre convergentes. Probablemente a Lpez y a Can se los pueda encuadrar en el
ejercicio de una produccin simblica que tuvo como fin el fortalecimiento del sistema. No
resulta del todo convincente que Eduardo Wilde ocupe el mismo espacio. Su puesta en
crisis de la relacin sujeto-sistema delata un distanciamiento de los intereses de clase, y
una percepcin no tan slo reactiva contra la complejidad que caracteriza el entorno. De su
literatura no se infiere un mundo monoltico fundado en la seguridad de la clase
gobernante. Su produccin de sentido remite a mltiples relaciones sujeto-sistema; Wilde
se distancia del operativo de cristalizar el grupo que debiera conducirlo. Can, por el
contrario, cuando el conflicto trasciende el campo simblico, se compromete en una salida
emprica; la Ley de Residencia es un ejemplo.
Las palabras de Juan Carlos Onetti sobre Montevideo ponen en relieve el grado de
significacin que aporta la literatura a la existencia referencial de una ciudad. La toponimia
de Buenos Aires que transita las dcadas del 60 y del 80 del siglo XIX, sus mbitos de
encuentro social, las actividades polticas que se desarrollaron dentro de las coordenadas
espacio/tiempo donde Lpez situ La gran aldea y sus personajes ms representativos,
hacen que la ciudad emerja y se corporice como signo. La Buenos Aires configurada
probablemente no sea geogrfica o histricamente comprobable. Es una construccin
erigida como presupuesto, mediatizada como continuidad simblica. La imagen de ciudad
que Lpez representa, anticipa la Buenos Aires loncaniana de 1930. Las formas que
utiliz primero Lpez, las reprodujo despus Loncn, por medio de la diversidad genrica
que caracteriza su Aldea millonaria. Un modo de sintetizar las formas representativas,
anlogas y recurrentes, la exponemos en el siguiente cuadro:
139
Ver Minellono, Mara. Las tensiones de los opuestos. Libros y autores de la literatura argentina del 80.
Las tensiones de los opuestos. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 2004.
140
Onetti, Juan Carlos. Periquito el aguador y otros textos. Montevideo: Cuadernos de Marcha, 1994, pg.
22.
77
mbitosActuaciones-Tipos
La gran Aldea
Familia
mbitos pblicos
Aldea millonaria
La casa de Medea-Ramn,
Mansin Montefiori.
Batalla de Pavn.
Derrocamiento de
Irigoyen.
Captulo II
Funcionamiento del centro
comercial
(comparacin
La
calle moderna
Florida,
Enrique Loncn, del optimismo
institucional
a la experiencia
entre las costumbres de costumbres y habitus,
del- desencanto.
Rituales callejeros
la gran aldea y el Barrio Norte, bohemia
presente del 80), el noctmbula por las calles
carnaval en el bajo, los del centro y sus bares.
de yPalermo
como poltica.
1. El arte de la persuasin. Labosques
oratoria
la escritura
lugar de cita social.
Personajes-tipos
Medea,
Trevexo,
Buenaventura, Montefiori,
Eleazar de la Cueva,
Benito
Pimpollo
Benavente,
Jovita Villanueva, El
Gordo Ros, Mr. Percy
Harrington Droke, Garay
y Mendoza
78
SEGUNDA PARTE
79
Captulo I
Enrique Loncn, del optimismo a la experiencia moderna del
desencanto.
1.1
141
incluido al que tiene como protagonista y narrador al destacado orador clsico, Marco
Tulio Cicern, plantea la irremediable perdida de la oratoria en la Buenos Aires de
principio de siglo, y por extensin, en el mundo moderno. El discurso oral fue una prctica
constante en la vida pblica de Loncn, quien posea una clara conciencia de su capacidad
persuasiva como instrumento de combate ideolgico, y de su capacidad expresiva, como
manifestacin esttica.
Su aficin por hablar en pblico naci en un perodo donde las discusiones polticas
eran intensas, en el clima previo a la promulgacin de la Ley Senz Pea. Su mayor
actividad en los debates tuvo lugar despus de la sancin de la Ley, durante la lucha
eleccionaria anterior al triunfo de Irigoyen. Fue un orador destacado del Partido Demcrata
Progresista en la campaa 1915-1916, cuando slo tena 24 aos. Un ao antes haba
escrito El voto obligatorio (1914), su tesis doctoral, convertida despus en texto de
141
80
consulta para los constitucionalistas, que a pesar de la puesta en vigencia de la nueva Ley,
no haban concluido con sus disputas. El texto se constituy en una defensa del voto
universal y obligatorio. En primer lugar estableci la nocin del derecho y de la
competencia cvica como instrumentos que favoreceran la igualdad, relegando, acorde con
sus principios liberales, el antagonismo social o la diferencia de clases por el ordenamiento
natural. En su opinin, No puede decirse en el lenguaje jurdico que existan clases en las
sociedades modernas. 142
Adems afirma que las diferencias de cuna tienden a igualarse con el derecho,
aunque las diferencias individuales, por ser naturales, nunca podran modificarse
sustancialmente. Despus de la Revolucin Francesa, el pueblo moderno estuvo en
condiciones de decidir y gobernarse por s mismo. La sociedad progresa bajo el amparo y
el estmulo de la ley, y el sufragio le permite a los ciudadanos intervenir directamente en
[] la administracin de los negocios polticos. 143
El problema terico que plantea el derecho al voto, segn Loncn, se origina al
considerarlo como una facultad libre del hombre que opta por votar o no, o bien estatuirlo
como una obligacin inalienable de todos los ciudadanos. El autor se inclina por
considerarlo como una obligacin, una facultad que no se puede escindir del deber que
imponen la ciudadana y el carcter de la democracia. No se tratara de una facultad
optativa, sino de un deber moral. Por otra parte, desestima la simpleza de la postura
pragmtica que sostena la obligatoriedad del voto por los peligros de la abstinencia
electoral, como as tambin considera que el hombre absolutamente libre representa una
aberracin. 144
El voto obligatorio no atentara contra las libertades individuales, sino que fortalecera
los intereses generales. La obligatoriedad del sufragio contribuira a la formacin de la
conciencia ciudadana. La prctica del voto hace que el sufragante, tarde o temprano, tenga
que informarse sobre el funcionamiento del sistema democrtico, y se adiestre
polticamente para ejercer sus derechos. De otro modo, caera en un campo de inercia e
ignorancia alienante que podra debilitar el poder ciudadano con un cuasi brbara
indiferencia.
142
Loncn Enrique. El voto obligatorio. Buenos Aires: Establecimiento Grfico El Riachuelo, 1914, pg. 16.
Ibd., pg. 25.
144
Ibd., pg. 37.
143
81
En cuanto a la reforma electoral llamada Ley Senz Pea, Loncn sostiene que vino a
solucionar viejos problemas de la prctica eleccionaria, focalizados principalmente en el
fraude ejercido desde anteriores gobiernos.
[] apoderse de la direccin del estado el grupo de los viejos
vividores, que, bajo un exterior solemne y bajo una importancia consular
de patricios, chincancaban en la sombra y gozaban de su festn
cubriendo con ardides lo que hoy detalla con sindicante minucia la
penalidad severa de la nueva ley. 145
El voto obligatorio y secreto desarticulara el poder del caudillo barrial, del cacique
poltico que supervisaba y controlaba cada seccin, incentivara el control de los
representados sobre el comportamiento de sus representantes, quienes permaneceran
sujetos a los compromisos contrados con crculos estrechos de poder, por lo general
pertenecientes a estamentos gubernamentales.
El diputado nacional deba su cargo al gobernador de una provincia o
al presidente de una repblica. 146
La nueva ley despert en el pueblo un inters directo por fiscalizar el accionar de sus
representantes. El control crtico ejercido no les permiti abandonar livianamente las
promesas de campaa o responder con sumisin a la verticalidad conservadora. El voto
obligatorio dobleg o redujo el fraude e impuls el desarrollo de los partidos polticos y
con ellos, la alternancia en el Poder.
En un momento en que el pas se vea atravesado por tensiones polticas divergentes,
representa una ingenuidad suponer que la posicin sostenida por Loncn, en favor del voto
universal y obligatorio, era generalizada y posea un consenso sin fisuras. Muchos de los
intelectuales y gestores culturales que ocupaban un lugar destacado en la informacin y la
formacin ciudadana, militaban activamente en su contra. Un caso paradigmtico fue el de
Leopoldo Lugones, compaero de Loncn en el diario La Nacin donde compartieron a lo
largo de los aos algunas posturas ideolgicas y literarias, y confrontaron en otras. Para
cuando Loncn escribi El voto obligatorio, Lugones ya haba dado su famoso ciclo de
conferencias en el Teatro Oden, las que modificadas y ampliadas se publicaran en su
ensayo El payador. 147
145
82
Si bien para 1916 Loncn asume una fuerte oposicin contra el surgimiento de las
nuevas mayoras, nunca muestra tal grado de desdn, y sostiene su condicin de demcrata
liberal por unos cuanto aos ms. En la Nota a la segunda edicin de la Historia de
Sarmiento, un libro eclctico en su estilo, por momentos ensaystico, en otros, lricodescriptivo, Lugones dej constancia de su trayectoria ideolgica:
[] bajo igual concepto aadir que la ideologa liberal de este libro
no es la que ahora profeso conforme a la rectificacin de criterio que me
impusieron la guerra de 1914 y sus efectos tan universales: estados de
conciencia cuya sinceridad no es del caso discutir 149
Alcibades y Temstocles contra supuestos Jerjes, y opositor acrrimo del voto universal
que se comenzaba a pensar y discutir entre algunos intelectuales de entonces.
Seores estamos empeados en una lucha homrica [] La forma
democrtica se inspira en el derecho natural. En la tribu los ms fuertes,
los ms hbiles, asumen la direccin de agrupaciones humanas: el
148
149
Ibd., pg. 4.
Lugones, Leopoldo. Historia de Sarmiento. Buenos Aires: Babel, 1931, pg 8.
83
necesariamente saliera siempre airoso de sus tentativas. Del estilo literario un tanto
ostentoso y efectista del prlogo,151 pasa a la exposicin terico-tcnica de los captulos
siguientes. El cuerpo de su tesis hace en general un uso medido de figuras retricas, utiliza
un vocabulario ajustado al constitucionalismo y una sintaxis precisa que facilita la
comunicacin de ideas. En el caso de su actuacin poltica, fuera ya del campo acadmico,
su prioridad contina siendo la exposicin de ideas, pero su carcter polmico le permite
incluir la construccin del otro. Recurre tambin, al tono elevado que demanda la tribuna;
interpela a la inteligencia del receptor y no exclusivamente a los estmulos emocionales
que producen la adhesin irreflexiva. A los opositores los define en funcin de sus
transgresiones institucionales, adjudicndoles el posible retroceso que traeran al pas en
materia democrtica.
El discurso que pronuncia el 1 de julio de 1915 en la Primera Asamblea Popular del
Partido Progresista, se convierte en una referencia vlida para analizar sus virtudes como
orador. Durante su alocucin, adems de definir al enemigo extrapartidario, defiende su
150
84
152
153
Loncn, Enrique. Palabras de la derrota. Buenos Aires: Talleres Grficos Rodrguez Giles, 1919, pg. 7.
Ibd., pg. 10.
85
155
La argumentacin, o en este caso la proclama del diario oficial apunta a contener las
fuerzas instintivas provenientes del pasado faccioso (mediato e inmediato), sabiendo que
no resultara tarea fcil revertir, en poco tiempo, los viejos hbitos acumulados en largas
prcticas histricas. La consigna orientadora que propone Loncn, paz, trabajo y
concordia, no se diferencia prcticamente en nada de la esgrimida durante los ltimos
veinte aos del siglo XIX por La Tribuna Nacional y por La Tribuna: paz, progreso y
trabajo.
posteriores a la Ley Senz Pea, Enrique Loncn vuelve a agitar las viejas consignas
discursivas del conservadurismo del 80. Se comienza a abrir una brecha entre su postura
terica de El voto obligatorio, y su posterior actividad partidaria, aunque todava dentro de
los lmites del respeto institucional.
Pero retomando esta lnea argumentativa, una vez alertado el receptor sobre la
acechanza extrapartidaria, el autor de Palabras de la derrota (1919) dirige su mirada hacia
154
86
Bolivar, Adriana. La lectura del discurso poltico. Lingstica e interdisciplinariedad: Desafos del
nuevo milenio. Valparaso: Edicones Universitarias de Valparaso, 2002.
Mac Donell, Davies. Theories of Discourse. Oxford: Basil Blackwell, 1986.
158
Palabras de la derrota. Op. Cit., pgs. 13-14.
87
Loncn no perteneca a las clases bajas. Su padre de origen francs, igual que su
madre, haba fundado y dirigido el Colegio Sadi Carnot. No eran adinerados ni provenan
del patriciado nacional, pero tampoco se los podra identificar, como l lo hace, empleando
una hiprbole voluntarista, con los representantes de la clase proletaria. El deseo no
explicitado es mimetizarse con el sector del electorado que les resultaba esquivo. El
vocativo vosotros, el pronombre posesivo plural vuestras, el animismo puesto en
prctica con la palabra inquietudes, y la autoridad que le otorga el conocimiento,
expresado en un equilibrado paralelismo propio de un hbil retrico,
ubican
probablemente el discurso fuera de los intereses inmediatos del obrero. Adems, el castizo
uso del vosotros se alejaba en el espacio y el tiempo del idioma rioplatense que se
gestaba por entonces entre nosotros. La cuidada esttica de sus palabras resulta distante
para el mundo obrero porque difcilmente pudieran reconocerse en ellas. La sociedad y el
proceso histrico de principios de siglo XX haban producido su propio imaginario y su
lenguaje, representativos de sus intereses y necesidades. Loncn y su discurso quedaron
descentrados de este corpus en la medida que dichos contenidos no podan ser
expresados por cualquier lenguaje. Sin comprender la eleccin que la sociedad haba hecho
de su simbolismo e imagologa, el autor de El voto obligatorio no pudo avanzar
discursivamente ms all de sus necesidades de clase. La emergencia de lo nuevo irrumpe
con particular intensidad en perodos conflictivos que marcan o escanden la existencia de
las sociedades. Sin embargo Loncn obra polticamente como si se encontrara frente a una
sociedad esttica y fra que no presenta sntomas de cambio; la ley Senz Pea y su
aceptacin popular tendran que haber sido suficientes para que su lectura resultara otra.
Advertido de su error, no en vano llam a la compilacin de sus discursos eleccionarios
Palabras de la derrota. Haba intentado unificar los distintos estamentos de la sociedad
argentina, que por entonces presentaba fuertes divergencias de intereses, y haba propuesto
provisoriamente como su representante natural y presidente del Comit de la Juventud
Demcrata a Francisco Uriburu, formalizando una de las lneas que discutiran la interna
del Partido Demcrata Progresista. El apellido de su candidato, por otra parte, resulta un
signo inequvoco de las intervenciones polticas, no constitucionales, que en el futuro
intentaran revertir la derrota de la poltica conservadora.
88
160
161
159
89
Esta concepcin del orden oculta que el conflicto es inherente a la historia y a las
experiencias sociales. Loncn lo atribuye en esta ocasin a la emergencia del radicalismo,
como en los 70 del siglo XIX se lo haban adjudicado a la presencia de las culturas
originarias, y en los 80 a la llegada de la inmigracin. De este modo disimula la
configuracin del conflicto tanto como la condicin propia de todo orden social. Por otra
parte, su pensamiento esttico, ahistrico, atemporal, forma parte de la negacin de la
dinmica de la historia y estimula su actuacin poltica motivada por el pensamiento
heredado o mecanicista. 162
estril. Parece dirigirse, por encima de la juventud montevideana, a un receptor de orden general, que en
otros discursos identifica con la palabra pueblo. La construccin implcita o explcita del otro, nunca alcanza
la exasperacin propia de los polticos en campaa, en defensa apasionada de sus intereses. Ni siquiera en la
extensa polmica que mantuvo con el doctor Pedro C. Molina, extrema el discurso:
Distinguido doctor: Enterado de su segunda rplica, mi primera
impresin fu la de conformarme en dar por definitivamente terminada
la controversia, tanto ms cuanto que no puedo seguirlo en sus
intemperancias porque no las siento ni para usted, ni para nadie, y de
hacerlo me desconocera a m mismo. (Yrigoyen, Hiplito. Discursos,
escritos y polmicas, Buenos Aires: Establecimiento Grfico de T.
Palermo, 1923, Pg. 195)
El lector registra una experiencia similar cuando tiene la oportunidad de acceder a las palabras con que
abri cada una de las sesiones legislativas. En ellas, la intencin es que adquiera peso la razn de Estado por
sobre la enumeracin oportunista de los supuestos logros de gobierno, o las referencias descalificatorias a la
oposicin, actitud que sealamos oportunamente porque el Congreso, tanto en el primero como en el segundo
gobierno, fue un opositor que hizo fracasar con recurrencia sus iniciativas poltico-legislativas. La consigna
de Yrigoyen pareciera ser no evitar el debate o la polmica pero s la agresin, siempre hablando en trminos
discursivos, sin analizar sus decisiones polticas o de gobierno que abren un espacio amplio para las
objeciones de diverso tipo.
162
Para ver esta categora, leer Castoradis en La institucin imaginaria de la sociedad. Op.Cit. pgs. 269429.
90
manifiesto en los discursos previos. Quizs la seguridad del inminente triunfo radical y los
evidentes signos de indiferencia que mostraron los grupos ms tradicionalistas ante su
convocatoria para sumarse a la gesta Demcrata Progresista, opacaron sus piezas oratorias.
En este caso debemos destacar su don de ubicuidad discursiva, su pragmatismo, y el
viraje ideolgico que se registr en la arena poltica. Los principios sostenidos desde la
teora constitucionalista y su defensa del voto obligatorio para terminar con los
mecanismos
eleccionarios
que
implementaba
la
clase
conservadora,
quedaron
91
164
Su activa
165
En esa poca, no era el nico que haca uso de su elocuencia con motivo de una
celebracin. Los escritores pertenecientes al crculo de la revista Martn Fierro
acostumbraban organizar banquetes, que servan de ocasin para recibir ilustres visitantes,
festejar la publicacin de nuevos libros o inaugurar nuevas casas. En esos banquetes eran
de rigor los brindis. Macedonio Fernndez era uno de los ms solicitados a la hora de
hablar o, debido a su timidez, de que leyeran uno de sus discursos. Varios de los brindis
fueron recogidos en sus libros miscelneos. Norah Lange tambin supo ocupar un lugar
privilegiado entre los proclives a las palabras de ocasin festiva. En su texto Estimados
congneres (1968) recogi sus discursos de entonces.
Podramos reconocer, durante las dcadas del 20 y parte del 30, dos lneas discursivas
representadas en las producciones de los autores antes citados. Cada una se inscribira en
una genealoga esttico-potica diferente. Enrique Loncn como heredero literario de fines
del siglo XIX argentino, y Macedonio Fernndez y Norah Lange, prximos a los
movimientos provenientes de la vanguardia europea de principios del siglo XX. En el caso
del primero, ingresaran a su patrimonio oral recursos retricos de carcter tradicional, con
un registro formal e ideolgico definidos por su perspectiva de clase, y en el caso de los
segundos, se podra verificar una intencionalidad discursiva de ruptura, justamente,
caracterizada por un fuerte escepticismo hacia las formas tradicionales y con una propuesta
que intentara unir de manera simbitica el arte con la vida. Para ser coherentes con el
recorte de nuestro corpus de estudio, no realizaremos una sntesis expositiva concluyente,
164
Mariano de Vedia junto a su padre Agustn de Vedia se haban hecho cargo de la redaccin del diario
roquista La Tribuna Nacional despus de la muerte de Olegario Andrade, su primer director. Una segunda
vinculacin con el 80 (adems del puente que establece entre pocas el ex director del diario oficial de Roca)
se puede establecer entre las coyunturas discursivas homlogas que experimentaron tanto Loncn como uno
de los ms reconocidos escritores del diario La Tribuna Nacional y tambin referente constante de nuestra
Tesis, Eduardo Wilde. Ambos se transformaron en notables oradores y se encontraron sujetos, en cuanto
ocasin se tornase propicia, al reclamo de que hicieran uso de la palabra. Un ejemplo de lo que aseveramos,
entre otros que podramos enumerar, se encuentra en el comienzo del discurso dado por Wilde en 1883,
titulado Homenaje a un periodista (se refiere a Ovidio Lagos). Dice Wilde: Esta es la primera vez que voy
a hablar sin que mis palabras sean precedidas de este reclamo-que hable Wilde. (Wilde, Eduardo.
Gobierno y Administracin. Obras Completas. Volumen XVIII. Buenos Aires: Imprenta Belmonte, 1939,
pg. 296.) Con posterioridad retomaremos la va comparativa, ya en el plano de la retrica, entre ambos
autores.
165
Loncn, Enrique. Prlogo. He dicho. Brindis y discursos. Buenos Aires: M. Gleizer-Editor, 1925, pg.
9.
92
sino delinearemos confluencias y divergencias entre los diferentes autores propuestos con
el fin de disear un mapa que precise an ms el recorrido de nuestro escritor eje de esta
segunda parte de la Tesis, Enrique Loncn.
166
memoriam de Emilio Becher, a dos aos de su muerte; breve y festivo como en el brindis
en honor a ngel Bohigas y Carlos M. Murape, secretarios generales de La Nacin;
sencillas piezas oratorias para homenajear a los atletas olmpicos en el Teatro Coln de
Buenos Aires, o un arrebatado panegrico celebrando la valenta de un argentino, Vicente
Almandos Almonacid, defensor de Francia contra la invasin alemana de 1914.
Pronunci innumerables conferencias que no fueron recogidas como texto escrito,
ejemplo de ello fue la brindada en el Jockey Club el da 8 de julio de 1928. Se titul La
elocuencia argentina y tuvo como tema la influencia de los tribunos en la conquista de
las libertades pblicas. Su defensa de la palabra se sostuvo sobre la comparacin entre su
permanente actualidad histrica y la desaparicin de otras manifestaciones simblicas
contemporneas a su enunciacin.
Nada queda de la antigua Acrpolis, en cambio se mantienen intactas,
las oraciones con que Demstenes exalt las virtudes del herosmo, de la
democracia y la libertad. 167
166
Como apoyatura terica para trabajar sobre el arte retrico hemos utilizado a Heinrich Lausberg,
Elementos de retrica literaria, en la edicin, Madrid: Gredos, 1983, y a Norberto Campillo, Retrica y
Potica o Literatura Preceptiva. Mxico: Herrero Hermanos, Sucesores, 1998. Segn los autores citados
tanto la retrica -en sus partes inventio, dispositio y elocutio- como la potica, son ciertamente artes creativas
en el dominio del idioma. Tanto uno como otro son sistemas organizados de recursos que perfeccionan la
lengua. La retrica provee el marco terico a la oratoria que tradicionalmente se divida en judicial,
acadmica, poltica, religiosa, etc. A diferencia del discurso potico, la oratoria se definira como el arte de
convencer, persuadir o conmover a un pblico por medio de la palabra. Se caracterizara entonces, por su
subordinacin a un fin til y prctico. Est dems explicar que para Loncn era un arte, si no tambin una
profesin, en la medida en que su discurso oratorio pretenda dialogar con la belleza, aunque la intencin
principal fuera demostrar una verdad o imponer un punto de vista. Su dominio de la disciplina le permiti
utilizarla para incursionar en diferentes campos, con intenciones persuasivas cuando milit polticamente, o
con un inters ceremonial o de comunin festiva cuando persigui conmover a su auditorio en reuniones
sociales. La solicitacin a la que alude de Vedia en el prrafo citado, se encontraba fundamentada en la
facultad natural que posea Loncn de hablar en pblico. Su elocuencia se destacaba en la improvisacin en
la medida que su capacidad discursiva le permita rpidamente hallar los argumentos necesarios, organizar
lgicamente el discurso, despertar la imaginacin, a la vez que ajustar el tono, y seleccionar adecuadamente
el vocabulario pertinente segn su intuicin innata y su percepcin del auditorio se lo sugiriera. Estamos
hablando de una actividad, entonces, que se la podra definir como composicin literaria.
167
Reproducido por el diario La Nacin. Buenos Aires: 8 de julio de 1928, pg. 25.
93
Repite el argumento poniendo un nuevo ejemplo, el sic transit gloria mundi romano,
frente a la permanencia pedaggica de las Catilinarias ciceronianas. Y termina por advertir
a los prematuros desencantadores de la democracia, que el sistema republicano y
democrtico vive en los oradores contemporneos y se encuentra firmemente enrazado en
la elocuencia de quienes fundaron la nacin. En un escorzo temporal recorre y recuerda la
insoslayable herencia inmediata de Indalecio Gmez, Manuel Quintana, la ms alejada
en el tiempo de Leandro N. Alem, Guillermo Rawson, Nicols Avellaneda, Dalmacio
Vlez Srfield, Jos Manuel Estrada, Pedro Goyena, hasta alcanzar las voces de Juan J.
Castelli, quien pronunci el primer discurso en la vida deliberante de nuestra nacionalidad;
la arenga de Antonio Luis Beruti el 25 de mayo de 1810; el discurso salvador de Juan J.
Paso cuando la revolucin flaqueaba; los prrafos del Den Funes y Bernardo de
Monteagudo durante la jornada del 31 de enero de 1813, que dio lugar a la Asamblea
Nacional Constituyente. Con esta conferencia pronunciada por primera vez en vsperas de
una fecha patria, se present despus en calidad de orador, en diversos sitios del interior
del pas.
94
principio la noche del 14 de julio de 1914. 169 Describi la vida sencilla frente al horror
de la guerra que se cerna sobre el comn de la gente; elogi la disposicin natural del
pueblo francs para ejercer su defensa; opuso el proceso de invasin alemana a la tctica
inicial de retroceder, Retroceded siempre!, ordena el mariscal de Francia, hasta que
el alba del 5 de septiembre []
170
la guerra dio un vuelco que produjo la recuperacin militar y la victoria sobre los
germanos. Durante la tercera instancia discursiva desarrolla la argumentacin, con sus
causas y razones, que explican la gloria de Francia y la derrota de Alemania. [] no fue
solamente la sinfona brbara de millones de caones vomitando fuego [] (la
maquinaria de la guerra) la que desenlaz la batalla de Marne, sino los ancestrales mritos
de la historia francesa. Una pregunta retrica introduce el motivo de la identidad francesa:
Es necesario que diga cules son esos rasgos eternos de Francia? 171
Su identidad patritica, probada desde siempre, inclin el fiel de la balanza. La
penltima etapa oratoria sintetiz, junto a la peroracin, la recapitulacin de los hechos.
Convoc al pblico presente a un acto puramente imaginativo: la traslacin al pasado y la
visita en sueos a las acciones finales y el glorioso retorno de los combatientes. La
confidencia y la integracin a la imagen onrica, como si todos realizaran su aporte al
prodigio mental, convirtieron al oyente en cmplice. La conclusin remat la exposicin
con la afirmacin de la hermandad franco-argentina. En el desfile imaginario de los
defensores no podran estar ausentes los granaderos de San Martn, metonimia
representativa de nuestra nacionalidad. Sus palabras propusieron, ms all de la metfora
militar, que la unin de ambos pueblos implica un fenmeno cultural:
La atraccin de La Repblica Argentina hacia los ideales de Francia
refleja la ndole de nuestra cultura y las aspiraciones de nuestra
civilizacin. 172
169
95
174
que abre el
96
177
97
La fastuosa sede del Jockey Club en la calle Florida amalgamaba habitus de distinta
extraccin poltica, aunque sus fundadores e integrantes haban pertenecido y pertenecan a
las familias ms ricas de Buenos Aires. La conduccin del club, a pesar de su pluralidad,
mantuvo la lnea que impuls Carlos Pellegrini desde un inicio: en el recinto se hablaba de
todo tipo de actividades vinculadas con la cultura en general, pero se atenuaba la
exposicin poltica. Si bien el club no fue un epicentro desde donde se construyera
especficamente el poder poltico, como en los primeros aos del Progreso, se constituy
en un bastin de pertenencia que asordinaba el murmullo creciente del disconformismo
social expresado por las clases populares, as como la irrupcin de estticas que atentaran
contra la racionalidad burguesa.
Abordar algunos de los oradores que no frecuentaban el Jockey Club u otro bastin de
similares caractersticas, nos puede poner en perspectiva o dar mayor precisin sobre el
lugar desde dnde hablaba Loncn, para quines hablaba y, cmo se defina
contextualmente su discurso.
179
Todava vacilaba respecto del uso de la fuerza pblica como una metodologa legtima para
reducir los levantamientos populares, decisin gubernamental que la revista enfrentaba de
manera franca e indeclinable.
179
Si bien Evar Mndez no apoyaba a Irigoyen, Jorge Luis Borges, Francisco Lpez Merino, Leopoldo
Marechal y otros, formaron parte del Comit de Intelectuales Irigoyenistas.
98
Por otra parte, los brindis o discursos sociales se vinculaban en mayor medida con la
actividad literaria de Martn Fierro, ms que con sus posiciones polticas. Al analizar las
diferentes oportunidades en que toma la palabra Norah Lange durante los banquetes
martnfierristas, se puede localizar la persistencia de los preceptos activados por el
Manifiesto del 15 de mayo de 1924, presuntamente escrito por Oliverio Girondo. La
constante apelacin a la necesidad de desterrar la solemnidad; la instigacin a experimentar
con las formas, y la intencin de otorgarle un carcter fundacional al lenguaje, son todos
principios que inexorablemente alejan a quienes practican un discurso tradicional como
hemos calificado al de Loncn. La revista y sus escritores acababan de enterrar al
modernismo, por lo tanto resulta impensable que se propusieran reproducir estructuras
discursivas clsicas o intentaran revivir la retrica del 80. Estas diferencias fueron
impedimento suficiente para que ni siquiera la stira, la parodia, y el humor que se
practicaba en Martn Fierro, y a los cuales adhera literariamente Loncn, pudieran
facilitar el acercamiento.
En el brindis por Evar Mndez, en recordatorio del dcimo aniversario de la primera
publicacin de Martn Fierro, Norah Lange comienza disculpndose por usurpar el lugar
que corresponda por mrito y trayectoria, a Oliverio Girondo, y contina con una
parfrasis de los preceptos poticos que postulaba la revista, a la vez que los pone en
prctica mientras habla. El modernismo y la prosa realista son los referentes devaluados y
demolidos por su discurso post banquete:
Apenas me enter del peridico no me separ de sus pginas
acrobticas, ya que todos los poetas amigos colaboraban en l. La
saludable novedad de los mismos y su Parnaso Satrico nos mantena en
constante pregustacin del enojoso estremecimiento que recorrera, a fin
de semana, el desgastado intelectualismo de sealadas momias en
espera de jubilacin. 180
180
Lange, Norah. Discursos. Buenos Aires: Ediciones, CAYDE, 1942, pg, 16.
99
181
que modificara la
181
100
de Amado Villar a las casas de sus congneres, resultaban una puesta en infinito de su
presencia en la sala de estar. All permaneca imperturbable, alterando la sucesin temporal
slo con intercalacin de palabras aisladas, versos y recitados en un ciclotmico levantarse
y sentarse de la silla que haba ocupado, presuman sus contertulios, quizs para siempre.
Est dems aclarar que el fenmeno no los incomodaba, ni tampoco los entretena o
diverta, sino que estimulaba la necesidad de extraer la poesa que la vida social haba
inhumado. La palabra exhumar era una constante presencia en los discursos de Norah.
Si la perentoria invitacin para atiborrarse de ostras y whisky durante el despertar del
da en un arbitrario recreo del Tigre, Lange la dispona dentro del campo significativo de
los antojos, las flores no pertenecan a una esfera menos potica cuanto extravagante,
desde el punto de vista de una sociedad esclerosada:
[] Villar ha decidido clausurar su entretenida noche injiriendo las
flores que escrupulosas dueas de casa acomodan a igual distancia de
cada invitado [] 182
La rigurosidad del domin familiar con que se decor la mesa tampoco arredra la
vehemencia gstrica de los poetas. La intervencin de Andrada Villar se encargaba, entre
otras cosas, de interferir en los espacios, as como sobre la nocin tradicional del tiempo,
encuadrado por la ignominiosa divisin en noches y das.
Las noches en que su desgano no se inclina demasiado hacia
floriculturas de rechupete, slo realiza gargarismos con uno que otro
crisantemo, algn gladiolo, o deglute sin entusiasmo, distrado manotn
de fatigosas glicinas. 183
101
cultivada por Loncn se lateraliza entonces frente a la alteridad emergente. Por otra parte,
queda claro que ambas corrientes provienen o bien de la tradicin argentina de fines del
siglo XIX, o de las vanguardias europeas de principio de siglo XX y carecen,
estrictamente, de originalidad.
Macedonio Fernndez fue tambin un frecuentador del gnero discursivo de los
brindis, aunque no de los brindis en s mismos. Su timidez, sumada a su parquedad en la
escena pblica -no as en la privada donde su elocuencia se desenvolva con
espontaneidad- haca que la mayora de sus discursos fueran ledos por otro invitado dado
que l se ausentaba o no transiga con pronunciarlos. Cmo pudo llegar el caso de un
brindis oral del faltante es un texto donde enuncia una justificacin a su condicin de
festivo clandestino. Los motivos de su ausencia a las reuniones podran ser varios: que
asistiera al banquete equivocado, donde no lo haban invitado, que llegara un da antes de
la fecha indicada o un da despus del festejo:
o es el profundo desahogo de haber faltado a todo aquello a lo que
asist, por mi condicin delgada y pequea de fsico, de inadvertible, a
quien por extraa arbitrariedad no le fue dada nunca la presencia
completa, hacindose el perpetuo impresenciado. 184
184
185
Fernndez, Macedonio. Papeles de recienvenido. Poemas. Buenos Aires: CEDAL, 1966, pg. 83.
Ibd. pg. 60.
102
Desautoriza, de este modo, la funcin que se supone cumplen los discursos en honor
de. As como el poeta Amado Villar inverta los usos y costumbres, Macedonio
Fernndez vaca de contenido la celebracin social por medio de una prctica
desestabilizadora de la oratoria en todos sus trminos. Ya no se trata de transgredir las
formas, sino tambin de cuestionar la ontologa del gnero discurso o brindis. Expresa
una negacin sin reservas de las realidades discursivas, situacin que despierta una
angustia indefinible, emparentada con la angustia metafsica.
Quien logr convertirse en motivo de un discurso macedoniano fue Norah Lange. Su
condicin de amor inalcanzable neutraliza sus pruritos de antilenguaje.
Norah me dijo hace tiempo, la primera vez: Vuelva usted cuando tenga
veinte aos menos. Cmo me conoci el defecto! 187
El lector se pregunta: el defecto de la edad (por dems visible, pues l tena cerca de
cincuenta aos y ella quince, esa primera vez) o el defecto del enamoramiento? Sin
embargo, No fue tan exigente; slo veinte aos menos. Cunto tiempo necesitar para
retrasar veinte aos?
188
la
186
103
posibilidad de reencontrase con Norah veinte aos ms joven). Para Enrique Loncn, por el
contrario, la esencia del tiempo y de la historia representa una linealidad proyectiva,
tiempo de progreso que se retroalimenta del pasado, de racionalizacin, de realizacin de
un fantasma de omnipotencia.
189
La institucin filosfica del tiempo, Tiempo y creacin, Tiempo identitario, tiempo imaginario. La
institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit. pgs. 300-342.
104
otra parte, all encontrar millares de hijos del Lacio que hicieron fortuna La
bastardilla es nuestra pero los puntos suspensivos pertenecen al original y no son recursos
estilsticos; sugieren los valores que infectan Buenos Aires. Cicern, todava ingenuo, no
toma conciencia de la advertencia velada de la diosa. El orador romano, desplazndose
como una sombra durante sus primeros das en la metrpolis, tiene la oportunidad de
observar y comprender que sus coterrneos se han transformado en mercaderes
enriquecidos, romanos transfigurados en fenicios por obra del tiempo. El mundo moderno,
para Loncn, ha operado progresivamente sobre los valores culturales y ha terminado por
instalar el dinero como un dios omnmodo que ha esmerilado las virtudes de orden
esttico-espiritual. Esta misma tesis, aos antes la haba sostenido Miguel Can en su
artculo Positivismo, incluido en su libro Ensayos (1877). En ese texto, el autor de
Juvenilia se refiere a las virtudes perdidas y a la necesidad de retomar los valores
fundacionales:
S que todo lo bueno, noble y generoso se va; s que las ideas elevadas
no encuentran eco ya en nuestra sociedad mercachiflada; sin embargo
hay un deber sagrado de propender incesantemente al retorno de los
das serenos del reinado de lo bello [] Nuestros padres eran soldados,
poetas y artistas. Nosotros somos tenderos, mercachifles y agiotistas.
190
El relato de Loncn, en definitiva, no es otra cosa que una parfrasis o una metfora de
la tesis que sustentaba Miguel Can, en el prrafo citado.
Cicern instalado en el hotel Castelar, que lleva el nombre de uno de los ms
importantes oradores del Lacio y discpulo suyo, se dispone a ejercer el Derecho. Invitado
a una reunin del Rotary Club (culinarium, deliberatorum, amicus), sentado entre un
cirujano y el representante de la industria de las sandalias, a la pregunta qu vende,
responde que produce elocuencia. El desdn y el descreimiento de los presentes son signo
inequvoco de los tiempos que corren. La ancdota del Rotary Club tuvo base real y como
protagonista, al propio Loncn.
191
190
Can, Miguel. Positivismos, Ensayos. Buenos Aires: Administracin General, Casa Vacaro, 1919, pg.
19
191
Marcos Sobolosky relata la ancdota en el Prlogo a su antologa titulada Enrique Loncn (Buenos
Aires: Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educacin y Justicia, 1962) pg. 9.
105
En Argentina, los juicios se desarrollaban por escrito, por lo tanto ni un solo cliente
traspas la puerta de su estudio. Cicern intent despus dedicarse a la poltica, aunque
luego de la Revolucin de septiembre, golpe de estado que destituy a Irigoyen, la
verdad republicana deba buscarse entre el odium plebis de los demagogos y el quibus
omnia populi argentini dormientibus deferentur de algunos de sus adversarios
192
193
La cantidad, no tan slo como signo monetario, o dicho de otro modo, la popularidad,
era el mrito o el crdito exclusivo que franqueaba el acceso a la conduccin del pas. Los
valores tradicionales, la educacin por los sentimientos y las causas nobles, y con ella el
buen gusto, haban quedado en el olvido.
La lucha por la subsistencia hizo que Cicern emprendiera diferentes oficios: rematador
pblico (impugnado por sus melindres discursivos); profesor de griego y latn (aunque
constatara despus que las materias elegidas haban sido excluidas de los nuevos planes de
estudio). Por ltimo decidi ensear filosofa, la nica disciplina que todava le permita
ganarse el pan y vivir austeramente. El recorrido porteo se cierra cuando la primera
persona retoma la invocacin que haba dado inicio al relato. Marco Tulio Cicern
interroga nuevamente a Agan; por qu lo haba devuelto a la vida. La diosa permanece
largamente en silencio. El lector puede especular que la intencin de Agan fue que
conquistara Buenos Aires, pero como hiptesis resulta dbil. Falta la causa intra textual
que aclare los motivos de la decisin divina. La justificacin debe buscarse, entonces, por
fuera del texto, y sus razones resultan de peso. Una de ellas es el inters compulsivo del
192
193
106
autor por mostrar el funcionamiento de la moderna Buenos Aires; otra, asociada tambin a
una preocupacin personal, es la representacin del lugar que Loncn ocupa en el mundo.
Cmo pretendes que un hroe de hace veinte siglos siguiera sindolo
cuando todo se ha modificado en el alma, en los deseos, en la moral y en
la religin de los hombres?
194
Ibd., pg. 28
Ibd., pg. 29
107
108
Captulo II
Enrique Loncn, continuidad esttica e ideolgica de la
Generacin del 80.
2.1 La prctica periodstica como interpelacin al Estado y legitimacin
de los intereses privados.
Consignamos que Loncn desarroll una actividad poltica intensa, en particular su
intervencin como miembro del Partido Demcrata Progresista en las elecciones
presidenciales de 1916 y legislativas de 1919. Su activismo no se eclips por la derrota
frente a Yrigoyen; se sostuvo a lo largo de toda su vida a la par de ocupaciones
complementarias como el periodismo y la literatura. Casi todos los escritores de la primera
mitad del siglo XX, la mayora por supervivencia econmica, frecuentaron las redacciones
de los diarios y revistas.
Enrique Loncn form parte del plantel de colaboradores habituales de la revista El
Hogar y el diario La Nacin, con distinto grado de compromiso en cada emprendimiento.
Para El Hogar escribi en los primeros aos de la dcada del veinte sus Charlas de mi
amigo, que luego pasaran a formar parte de su primer libro que llev igual nombre y
como subttulo Motivos porteos, publicado en 1922. Entre 1932 y 1933 escribi, para la
misma revista, la mayora de los textos que posteriormente seran publicados en Aldea
Millonaria. Slo tres de los pertenecientes a este ltimo libro fueron publicados en La
Nacin.
196
196
Ninguna de las ediciones de Charlas de mi amigo. Motivos proteos y Aldea Millonaria establecen
cundo y dnde se realizaron las primeras publicaciones. Los datos precisos surgieron a lo largo de la
investigacin que hemos llevado adelante tanto sobre EL Hogar como sobre La Nacin. Cuando analicemos
Adea Millonaria, especificaremos en detalle la informacin necesaria acerca de las primeras ediciones de
cada uno de los textos.
109
197
artculo al respecto, donde uno de los oradores describi el vnculo establecido entre el
diario y Loncn:
[] El seor Juan Pablo Echage quien empez recordando que cinco
lustros atrs se inici Loncn como representante de los argentinos en el
Tercer Congreso de Estudiantes Americanos celebrado en Lima []
Record tambin que haba sido La Nacin el rgano que lo coment en
la ocasin, estimulando al joven orador y augurndole un brillante
porvenir. Rememor igualmente que La Nacin haba sido el hogar
espiritual, generoso, y siempre bien amado. 198
197
Se trata del Vicepresidente Ramn Carrillo, EL Ministro de Obras Pblicas de la Nacin, Manuel Ramn
Alvarado, el Vicepresidente del Senado de la Nacin Antonio Santamarina y el Gobernador de la Provincia
de Buenos Aires Manuel A. Fresco.
198
La nacin. Buenos Aires: 12 de mayo de 1938, pg. 23.
199
Como acotacin marginal podemos hacer mencin del viaje de estudio a Europa que le solvent el diario
en 1921 para su fructuosa juventud. La Nacin. Buenos Aires: 8 de julio de 1921, pg. 30.
110
200
Los
banquetes en su honor ocupan ms espacio grfico que sus propios textos. Un ejemplo es la
nota En obsequio del Dr. Loncn;
201
pblico que le brindan en el Hotel Plaza, en honor de su prximo enlace, con glosas del
discurso del Dr. Augusto Rodrguez Larreta, ms la extensa lista de eminentes invitados.
Se anuncian cada una de las conferencias que da durante la dcada del veinte con su
respectivo comentario. El diario respald desde su seccin Poltica Nacional, la
contribucin de Loncn a la Intervencin de la Provincia de Tucumn llevada adelante por
el gobierno de Uriburu en 1930. Loncn asumi como Ministro de Gobierno del entonces
interventor Dr. Ramn S. Castillo y de Nicols Avellaneda (hijo) que se desempe como
Secretario de la Intervencin. La Nacin desminti las disputas internas que alentaban
otros intereses periodsticos y justific su dimisin, el 10 de octubre de 1931, tan slo un
ao despus de haber asumido. La misma se produjo por su mayor afinidad ideolgica con
el liberalismo que profesaba el general Agustn Pedro Justo. En noviembre de 1931 form
parte del Partido Demcrata Nacional, constituido por los partidos conservadores,
demcratas, liberales y autonomistas, que en alianza con el Partido Socialista
Independiente y los radicales antipersonalistas, llevaron a Justo a la presidencia y a Loncn
a la diputacin.
Debido a su actuacin poltica, Loncn despert diferentes polmicas que logr rebatir
desde las pginas principales del diario. En el momento en que debi cerrar frentes
internos -uno de los casos fue cuando El pueblo public una protesta por lo que se
consider una ofensa a la sensibilidad cristiana, en ocasin de la lectura en Viernes Santo
de su texto Sobre la gloria de tener un hijo
202
del S.A.D.R.A. emitida por Radio Cine Pars)- La Nacin respald la argumentacin que el
escritor present en su descargo. Pocos meses despus, el 5 de octubre de 1934, anunci
una conferencia, titulada Campanas de Buenos Aires, campanas Argentinas,
203
que se
111
204
112
La Nacin public un ltimo texto inconcluso, hallado entre sus papeles, sin consultarlo
con su familia que termin por reclamar pblicamente la intromisin en la vida privada. En
el artculo titulado La hecatombe, referencia a la cada de Pars, comenta el autor:
Escribo estas lneas en la noche entre el 22 y el 23 de junio de 1940. No
he experimentado en toda mi existencia, una sensacin semejante,
mezcla de angustia, de cansancio, de estupor, y de desesperanza. 205
Voces autorizadas suponen que se quit la vida desbordado por la experiencia vivida
durante el ocupamiento nazi, debido al pesar que le ocasion la cada de un pas tan
querido como Francia y la prdida de las libertades pblicas en el baluarte ms poderoso
de la civilizacin occidental. 206
Lejos en el tiempo, sera preferible pensar, aunque con poco grado de certeza, la
hiptesis de que su desazn se increment cuando pudo comparar, entre junio y octubre, el
atropello alemn con el atropello de las fuerzas conservadoras argentinas para instalarse en
el Poder durante la dcada del treinta, proceso del cual no haba permanecido ausente.
Como hemos consignado, la relacin entre Enrique Loncn y La Nacin fue simbitica,
as como el vnculo entre el diario y el Estado cooptado, tambin lo fue. Si bien La Nacin
no haba sido un peridico oficial al estilo de La Tribuna Nacional durante el gobierno de
Roca, su editorial se corresponda con los intereses que intentaban gobernar el pas. Por
medio de su rol, Enrique Loncn contribuy a integrar el diario con el Estado y viceversa.
Este planteamiento y las relaciones periodsticas es una manifestacin de un problema que
comenzaba a generalizarse en la profesin, especialmente despus de 1918 en que se
acentu la industrializacin del periodismo, el modelo monoplico, y el intervencionismo
de la informacin provenientes de intereses privados en los asuntos estatales, prctica
habitual en Estados Unidos que termin por hacer escuela en Argentina y Latinoamrica.
207
205
113
208
conmemoraba los veinte aos de su creacin (fundada por Alberto M. Haynes en 1904)
present un diseo diferente al habitual. La primera parte se titul Veinte aos de
humorismo all record en general a sus colaboradores de mayor renombre: Eduardo
Wilde, Fray Mocho, Lucio V. Mansilla, Bartolito Mitre, Miguel Can, Gregorio de
Laferrere, Roberto Gache, Arturo Cancela, entre otros. El resto de la revista se dividi en
la segunda parte, Los medios de difusin, la tercera, Los caricaturistas, la cuarta, Los
prosistas festivos, la quinta, Los poetas festivos, la sexta, Los escritores teatrales, la
sptima, Los anecdticos y la octava, Los humoristas. En esta ltima, la ms extensa
de todas, su autor Enrique Calzada expone sobre los precursores del humorismo,
incluyendo tanto a Larra como a Wilde y a los colaboradores actuales, Gache, Cancela,
Laferrere, etc. De Loncn dice: Americus se nos presenta como un humorista amable y
benvolo [] Es de sentir que Loncn circunscriba de intento el inters de su obra a un
114
nmero limitado de lectores. De cualquier modo, era necesidad de escritor que refleje en
tono de raillerie ligera, la vida de las altas clases sociales. 209
En las palabras de Calzada queda implcito, no tan slo el reclamo, sino el receptor
popular que intentaba recuperar El Hogar, orientacin que no frecuentaban los escritos de
Loncn. Su pertenencia se acomodaba con mayor naturalidad a las pginas de La Nacin.
210
Calzada, Enrique. Los Humoristas, en El Hogar. Buenos Aires: 4 de enero de 1924, N 742, pg. 108.
Gadamer, Hans. Wahrheit und Methode. Munich: Fink, 1984, pg. 450.
115
211
la obra de
Citado por Ramos, Julio. Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y poltica en el
siglo XIX. Mxico: FCE, 2003, pg. 103.
116
212
212
Como previamente sealamos, ninguna de las ediciones de Aldea millonaria especifica si sus textos
fueron publicados antes en soporte periodstico. Nuestra investigacin en los medios donde habitualmente
colaboraba Loncn, dio como resultado que la mayora de los mismos no permanecan inditos al momento
de ser impresos en formato de libro. Tuvimos la oportunidad entonces, de leer los escritos originales y
cotejarlos de manera comparativa con su publicacin posterior en formato de libro. Prcitcamente no ofrecen
cambios etilsticos ni de contenido que merezcan mencionarse. Lo que resulta manifiesto de inmediato es que
el autor no respeta la cronologa de la edicin perodstica y reacomoda los textos de acuerdo con una
estructura temtica. La primera parte contiene una apertura de neto perfil socio-poltico (el humorismo se
encuentra en todos los escritos), seguido de relatos breves de prosa ligera; despus textos que hacen
referencia a las creencias cristianas, y cierra con El dilogo de los bustos, de contenido decididamente
poltico-institucional. La segunda parte, Kodak Porteo; tipos que pasan, tampoco respeta la cronologa,
intercambiando las posiciones de los tipos o las vietas segn una conveniencia que no privilegia tema o
estilo. El ltimo texto, Topacio, que aparece sin formar parte de ninguno de los dos ejes centrales de
lectura, justifica su ubicacin debido a su condicin de relato sentimental por fuera del recurso humorstico
crtico presente en los dems escritos, si bien haba sido uno de los primeros en publicarse durante febrero de
1933 en la revista El hogar.
Slo cuatro de los textos incorporados a Aldea Millonaria no fueron publicados previamente: El
inteligente zonzo, Un error de imprenta, Intermezzo: sobre la gloria de tener un hijo (texto ledo por
Loncn en Radio Cine Pars, que le trajo polmicas publicas con diferentes agrupaciones catlicas) y El
prcer ferroviario, todos pertenecientes a la primera parte del libro.
117
213
escritores del 80 pero sin suprimir su historia personal ni la historia colectiva del pas. Su
alto grado de compromiso poltico-social hace que sus textos se vean invadidos por una
problemtica procedente de ambos campos, tamizada por el humor y un tono
aparentemente despreocupado.
Bioy Casares y Jorge Luis Borges sostuvieron que los actos cometidos por los
personajes de un libro siempre lo definen menos que la entonacin que les atribuye el
autor. 214
Las siguientes son las primeras ediciones. Reproducimos en un comienzo las publicadas en el diario La
Nacin y posteriormente las publicadas en la revista El Hogar. Relevamos de la Seccin Artes y Letras del
diario La nacin cuatro composiciones, todas firmadas por Amricus: El odio al invicto (Charlas
porteas), (De una carta a Lady Chryssie Camelsfield), Cuarta Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo
21 de agosto de 1932; La sangre dulce (Caso concluyente de insania), Segunda Seccin, Artes y Letras,
pgina 3, Domingo 16 de abril de 1933; El aduln desinteresado (Charlas porteas) Segunda Seccin,
Artes y Letras, pgina 3, Domingo 18 de junio de 1933; El embajador (Tragedia muy lamentable a la
manera de Julio Dantus) Segunda Seccin, Artes y Letras, pgina 3, Domingo 13 de agosto de 1933.
De la revista El Hogar relevamos el siguiente material: El hincha del hombre pblico, Ao XXVIII, N
1178, 13 de mayo de 1932, pg. 8; El pariente de todo el mundo, Ao XXVII, N 1181, 15 de junio de
1932, pgs., 3y 53; Las dos campanas. Ao XXVIII, N 1201, 21 de octubre de 1932, pgs. 1, 2. El
sincero insoportable. Ao XXIX, N 1217, 10 de febrero de 1933, pgs. 11y contina en la 71. Topacio.
Una vida en una carta. Ao XXIX, N 1218, 17 de febrero de 1933, pgs. 2, 3, 4 y contina en la 14.
Grandeza y decadencia de una piedra pmez. Ao XXIX, N 1223, 24 de marzo de 1933, pgs. 8, 9 y
contina en la 14. Kodak porteo; tipos que pasan: El desflorador de escndalos y El cumplidor
contagioso. Ao XXIX, N 1227, 15 de mayo de 1933, pgs. 7, 8 y contina en la 71. Kodak porteo;
tipos que pasan: Usted lo debe conocer y el confidente de muertos ilustres. Ao XXIX, N 1233, 3 de
junio de 1933, pgs. 3, 4 y contina en la 15. Kodak porteo; tipos que pasan: No tiene una amiga? Ao
XXIX, 15 de julio de 1933, pg. 6. Kodak porteo; tipos que pasan: El recetador automtico y El eterno
testigo presencial. Ao XXIX, N 1244, 18 de agosto de 1933, pgs. 6,9 y contina en la 84. Kodak
porteo; tipos que pasan: El servicial que no consigue nada y Es muy amigo pero Ao XXIX N 1250,
29 de septiembre de 1933, pgs. 17 y contina en la 81. Kodak porteo; tipos que pasan: El etiologo de las
grandes fortunasy El husmeador de quiebras. Ao XXIX, N 1251, 6 de octubre de 1933, pgs. 13 y
contina en la 56.
Aldea Millonaria fue publicado a principios de noviembre de 1933. Consignamos detalladamente los textos
revelados para un mejor conocimiento del modo en que Enrique Loncn daba a conocer su obra., En un
anexo a la Tesis presentamos facsmil de los originales y de otros escritos nunca publicados en libros.
213
Algunos de los crticos que opinaron de este modo fueron Jean Paul, Marcos Soboleosky y Horacio
Castillo. Ver Paul, Jean. Enrique Loncn, un cronista de la experiencia urbana. Buenos Aires: Mundi, 1943.
Soboleosky, Marcos. Enrique Loncn. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de
Educacin y Justicia, 1962. Castillo, Horacio. Enrique Loncn y el mito de la gran aldea. Estudio
Preliminar de Aldea Millonaria. Buenos Aires: Secretaria de Cultura de la Nacin. 1994.
214
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Prlogo. Poesa gauchesca. Buenos Aires: FCE, 1998, pg.
XXI.
118
Para Ricardo Piglia La literatura no est puesta en ningn lugar como una esencia,
es un efecto.
215
216
Pero pensar en una despreocupada Buenos Aires en plena dcada del 30, cuando fue
publicada Aldea millonaria, parece cuanto menos una interpretacin ingenua,
condescendiente o sesgada. El humor, ya lo comprobamos con Eduardo Wilde, libera la
mirada negativa, provoca y plantea de manera indirecta el problema del sentido. Si bien
podramos aseverar que el discurso humorstico no es necesariamente verdadero, trabaja
con la verdad, y la verdad para Loncn no es despreocupada ni tampoco amable. Su
lenguaje no necesita ser corrosivo para poner en evidencia el cinismo que lo anima.
Durante el mismo perodo, en la otra punta de la escala social, Roberto Arlt trabajaba con
presupuestos anlogos. La diferencia radic en el foco ideolgico de atencin de ambos.
Enrique Loncn se circunscribi a los aspectos culturales y psicolgicos de la llamada
aldea millonaria, bajo la verstil apariencia de la escritura del relato liviano. No fue un
investigador, no satur sus textos con el conocimiento complejo de la realidad. Sus
hallazgos partieron de su capacidad para interpretar los comportamientos, los ambientes,
las costumbres de clase. Pero a su mirada rpida y aguda no se le escap la ambigedad del
mundo representado, alejndose felizmente del discurso apodctico o dogmtico.
Probablemente le falt tiempo de vida (o vocacin) para intentar una obra que representara
mejor la densidad de los planos ms profundos de la realidad.
Piglia, Ricardo. Crtica y Ficcin. Buenos Aires: Siglo Veinte, Universidad Nacional del Litoral, 1990,
pg. 16.
216
Calzada, Enrique. El Hogar. Op. Cit., pg. 108.
217
Jean Paul. Enrique Loncn, en Seccin Artes y Letras. La Nacin. Buenos Aires: 30 de septiembre de
1945, pg. 1.
119
como si, sera su consigna. El lector puede encontrar documentada una y otra vez su
preocupacin por los problemas socio polticos del momento, pero antes debe despejar el
gesto distractivo que los encubre. El clima de camaradera pasatista lleva una seal de
poca buscada intencionalmente. Mientras entretiene reafirma sus ideas y las de sus
selectos lectores. En este juego controlado de entretener y sostener los intereses de su
clase, Loncn privilegia una u otra variable mediante una estrategia que yuxtapone poltica
y literatura.
218
cumple la funcin de
218
Respecto de los gneros literarios nos ocuparemos ms adelante. Ver pginas: 75-82.
Martn Gerald. Asturias y El Imperial. Pensamiento y creacin literaria, en Asturias, Miguel ngel.
Pars 1924-1933. Periodismo y creacin literaria. Madrid: Coleccin Archivos, 1988.
219
120
121
tiene un crdito mayor que la contingencia del remate. O, por el contrario, que la irona
final desautoriza las presuntas virtudes, convirtiendo el sentido de la enumeracin por la
lgica del absurdo en una crtica negativa. Lo nico que no se puede desconocer es que se
ha instalado, al inicio mismo del relato, la diversidad de significados o interpretaciones
polticas de los acontecimientos de la poca. El lector puede optar en su interpretacin
sobre este punto.
La piedra pmez, depositaria de la suciedad poltica (optaban filosficamente por
lavarse las manos) narra en primera instancia, el ejercicio de la Presidencia de Manuel
Quintana, sucesor de Julio A. Roca, quien lleva los sucesos hacia el futuro, sin desalentar
las analepsis con el pasado. La voz narrativa lo define como el ltimo dandy argentino
y como un seor de la Colonia. De este modo Loncn da por terminado simblicamente
el 80 y se reinstala un nuevo perodo de dependencia, repudiado largamente por los
personajes del siglo XIX. El vnculo con el perodo colonial no pretende exaltar el modelo
de dominacin poltico-econmico sino que trata de idealizar lo colonial espaol; busca un
embellecimiento de los orgenes tal como se intent establecer a fines del siglo XIX y
principios del XX. 222
A partir de Quintana el pas comienza una nueva etapa histrica. Los acontecimientos
jaquean el poder poltico; contraran incluso la institucionalidad que algunos polticos
pregonaban cada vez con ms vigor.
El venerable caballero firm el decreto de intervencin a Tucumn, decisin que
preocupaba a Loncn por dos cuestiones: 1) Adverta la diferencia entre la poltica real y la
terica (insiste con este tema a lo largo del libro). Quintana que haba asumido con la
propuesta de no debilitar las instituciones, inmediatamente haba tenido que desdecirse con
su prctica poltica.
2) Por otra parte, Loncn defenda de manera
implcita la intervencin que el general Uriburu haba llevado adelante en Tucumn, dos
222
Mara Minellono en Las tensiones de los opuestos, cuando analiza a los autores desplazados del canon
del 80, visualiza en la obra de Santiago de Estrada un antecedente del hispanismo que se cultiva durante
los primeros aos del siglo XX. Segn Minellono, Estrada mantuvo una mayor cercana a los autores
espaoles que al modelo francs predominante en la poca. Fue miembro de la Real Academia Espaola y
Antes que los jvenes de la generacin del Centenario nucleados en torno de la revista Ideas (fundada en
1903 por Manuel Glvez y Ricardo Olivera), se plantearan como propsito la rectificacin del rumbo
impuesto al pas por la generacin del 80, con el fin de preservar los valores morales y la tradicin
espiritual del pas, esta preocupacin ya estaba presente en la obra de Santiago de Estrada[] Pero
tambin se anticip a ellos en su hispanismo, restauracin que tuvo continuidad durante la dcada del 30 en
que Loncn escribi su texto. (Las tensiones de los opuestos. Op. Cit., pg. 34.)
122
aos antes de publicar Aldea millonaria, de la cual l mismo haba tomado parte como
Ministro de Gobierno.
Las crticas demoprogresitas todava resonaban fuertemente en sus odos. Por
extensin, defiende tambin las intervenciones complemento del fraude patritico- que
realizara Agustn P. Justo durante su mandato.
Despus se ocupa del presidente que sigui a Quintana, Jos Figueroa Alcorta, quien
experiment con mayor intensidad la fuerza de los acontecimientos internos y externos que
se le imponan. La delegacin de la enunciacin en la voz de la piedra pmez desacraliza la
mirada histrica al instalar en un objeto de escaso valor la funcin de narrar la decadencia
del pas.
223
Con esta alusin crtica Loncn filtra un cuestionamiento sobre Senz Pea por su
teatralizacin condescendiente con los reclamos populares. El tipo de construccin
sintctica modera la impugnacin y mantiene la hiprbole negativa en estado de amenaza.
Su carcter saturado de nobleza, idealista hasta la ingenuidad y sincero hasta el
candor [] 224 muestra un doblez interno del personaje, que no permite decodificar del
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224
123
todo si es digno de un homenaje o de una reprobacin. Por otra parte, el fervor de Roque
Senz Pea por la democracia le permite a la narradora desplazar su ponderada condicin
de defensor de los derechos igualitarios, hacia una monomana patolgica que ella advierte.
El argumento que funciona como desagravio de su imagen pblica es la conmiseracin por
la candidez que revisten sus ideas y sus actos. El mal est hecho, parece decir la piedra
pmez, pero tampoco se pueden negar las buenas intenciones de Senz Pea. El juicio
concluye con la posibilidad de que el gestor de la nueva Ley, algn da podra tener una
estatua como reconocimiento, cuandotranquilizados los nimos ser reverenciado por
todos. 225
Transita el texto casi un doble discurso, aunque el sentido no registre un vuelco
notorio hacia uno u otro polo interpretativo.
El mandato de Victorino de la Plaza, sucesor de Senz Pea, no merece ms que tres o
cuatro prrafos tan inexpresivos como su ejercicio del Poder; se erige como un vaco, una
espera del arribo de la tempestad.
El 12 de octubre de 1916 se produce la alternancia del gobierno nacional como
consecuencia de la Ley Senz Pea. Quien asume como presidente (la voz narrativa no se
digna llamarlo por su nombre, Yrigoyen) trae consigo las masas enardecidas que
asaltan brutalmente la casa de gobierno. La marea ascendente ocupa todos los espacios y la
voz popular se entroniza en el silln de Rivadavia. La conciencia narradora es usurpada y
despojada de una exclusividad, que en adelante, se presume en manos del pueblo. A esta
(la piedra) me la pianto para la garonire.
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228
225
Ibd., pg. 39. Se debe tener en cuenta que Justo y el Partido Demcrata Nacional no pretendan realizar
cambios decisivos en lo institucional, a diferencia de Uriburu que pretenda modificar las instituciones
vigentes mediante la reforma de la Constitucin, la instauracin del voto calificado y la derogacin de la Ley
Senz Pea.
226
Ibd., pg. 40.
227
Ibd., pg. 41.
228
Ibd., pg. 41.
124
Tres aos despus, debido a un nuevo traslado, la piedra recala en un Comit. All
conoce la democracia real, no la que pregonaba el romntico de la quimera, alusin
explcita a Roque Senz Pea.
229
organismo social. Propone un nexo que permite entender desde la parte el todo y el todo
desde la parte. Llega as al conocimiento de una sociedad enferma y decadente por el
anlisis del individuo o en todo caso, por la presencia de los grupos marginales.
La segunda explicacin busca sus motivos fuera del pas.
Aqu no vendrn jams los grandes de la tierra, que, sin patria y sin
ternura, dueos del oro y amos del telgrafo trafican maliciosamente en
cambios internacionales, arruinando pueblos; ni los aviesos
especuladores y acaparadores de productos agropecuarios que []
229
125
Podramos conjeturar que el prrafo citado es una parodia del discurso habitual de un
pensador de izquierda. Esta aseveracin refuerza la idea de que los capitales no tienen
patria, un cliche de ndole liberal. Determinado el lugar desde dnde habla el narrador, el
espacio en blanco que dejamos intencionadamente en la cita, nos orienta en otra direccin.
El original intercala una aclaracin por dems significativa: que, sin ser por suerte
argentinos, arrojan al hambre y a la desesperacin a millares de familias.
231
Se puede inferir, una vez incluida la aclaracin, que la causa de los males tiene su
principio en la crisis capitalista de los aos 29 y 30. Al excluir a los argentinos generalizacin que de ningn modo incluye a los delincuentes que dispararon toda esta
operacin- el sistema econmico parecera funcionar de manera aleatoria, cuanto menos.
Por una elipsis -puro acto de voluntad- la Argentina que la publicidad oficial haba
convertido en un eslabn ms de la modernidad perifrica, incluida en el mundo por medio
de la exportacin agrcola ganadera, en el momento de repartir responsabilidades frente a
la crisis, queda fuera del concierto internacional de inequidades. Loncn, para proteger la
terminal nacional, su grupo de pertenencia, rompe con las reglas filosficas que debieran
mantener una relacin consecuente entre racionalidad y modernidad. Su accin intelectual
desbarata cualquier interpretacin que propusiera una culpabilidad local frente a la debacle
econmica. Tambin interpreta el derrumbe interno, post Quintana, desde el vrtice
superior de la pirmide social. La intencionalidad manifiesta contra Roque Senz Pea
despunta un mnimo de sentido en el panorama nacional. El dilogo con el mundo, sin
embargo, permanece dentro del campo del cogito interruptus, gestado por la elisin que
arrebat a los responsables econmicos del pas, y los convirti en los factores invisibles
del sistema. Para Loncn la economa argentina no es parte de los ciclos mundiales de la
economa, sino un parntesis inocente dentro de la cadena de produccin de la riqueza.
En textos como Grandeza y decadencia de una piedra pmez no se puede dejar de
percibir la presencia potencial de un receptor, que condiciona el texto con una autoridad
igual o superior a la del autor. A modo de partitura, el consenso con las voces ausentes,
cierra el crculo del entre-nos.
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Molloy, Sylvia. Acto de presencia. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1996, pg. 187.
Aldea millonaria. Op. Cit., pg. 32.
127
comisara, representan la topografa urbana que se articula con la trama de sucedidos, pero
al igual que el yo, Buenos Aires se muestra detrs del vidrio de la historia del pas.
La misma actitud, se podra sostener, muestra Julio Rolaz, en La gran aldea de Lucio
V. Lpez. El autor otorga el privilegio a los problemas que atraviesa la Nacin, sin la
necesidad de cotejar archivos ni documentos historiogrficos, slo con la puesta en
funcionamiento del recuerdo, instrumento indispensable para la escritura de un relato. Si
realizamos el recorrido de Moebius y retomamos la narracin de Loncn desde el principio
podemos comprobar que el texto, a pesar de su hibridez, presenta una sola cara: Escribo
para la historia. 236
El dilogo teatral El embajador, texto N 3 de Aldea millonaria, compuesto por
cuatro Jornadas con sus respectivas unidades de accin, lugar y correspondientes
acotaciones escenogrficas, lleva como subttulo Tragedia para magnificar irnicamente
la ignorancia rastacuore del protagonista y la tilinguera del personaje femenino. En
realidad es una comedia que a travs del humor retrata las pasiones humanas (en este caso
deberamos decir de clase) con sus debilidades, sus vicios y excentricidades.
Los acontecimientos escnicos que renen los datos de ambiente donde transcurre la
Jornada I no podran haber sido escritos mejor por Eduardo Wilde:
Soberbio Petit Hotel en el Barrio Parque, calle Coprnico. Comedor
para diario, tipo Exposicin de arte decorativo 1925. Mesas y sillas de
palisandro de Ro con vetas de mrmol potor, firmadas por Maurice
Dufresne y editadas por Metrise.Buffete dressoir en nogal esculpido a
la cera por Paul Folloy y realizado en macassar con panel de marfil
reproduciendo Le char de Ruhlman. Reloj de pie, en bronce y madera,
compuesto por Kevin y ejecutado por Barbedienne. Ocultando el office,
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dirige a ambos cnyugues en francs. El lector comn no puede menos que percibir la
construccin de un clima cercano a lo irreal, a una hiperrealidad que bordea el Kitsch.
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240
239
Aludir al kitsch puede prestarse a confusin si no acotramos el sentido del concepto. Son mltiples sus
acepciones y usos. En particular, nos remitimos al significado dado por quien introdujo la palabra al mundo
literario. Hermann Broch pensaba que el hombre kitsch es quien siente la necesidad de mirarse en el espejo
del engao embellecedor y reconocerse en l con emocionada satisfaccin. Desglosaramos de la
definicin lo relacionado con el aspecto emocional, propio del romntico al que se refera Broch, como
tambin desafectaramos la intencin de complacer y llamar la atencin a travs de la identificacin con un
eclecticismo vulgar y efectista. Una referencia ms precisa de la aproximacin al kitsch por parte de Loncn
puede encontrarse comprendida en la imagen que Victor Hugo revela a los ojos de Nietzsche: la aversin
que Nietzsche sinti por las bellas palabras y por los abrigos ostentosos de Vctor Hugo fue un rechazo
anticipado del kitsch. (Kundera, Miln. El arte de la novela. Op. Cit., pg. 151). El exhibicionismo (un
gesto en el vaco) de lo suntuoso o cierto canon de belleza podra considerarse un sinnimo de Kitsch en
este caso.
240
Pudimos encontrar un resumen del texto en el Archivo del diario La Nacin, agendado en una carpeta
especialmente dedicada al autor.
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241
131
Para verificar el cambio de orientacin o tolerancia con respecto a la problemtica de la eugenesia durante
los primeros decenios del siglo XX en Latinoamrica puede consultarse a O Lery, Mara de los ngeles.
Aportes acerca de la relacin Iglesia eugenesia en Argentina (1930-1940), en Vallejo, Gustavo y Miranda
Marisa (comp.). Polticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalizacin del individuo y la sociedad.
Buenos Aires: Siglo XXI Editora, 2007. lvarez Pelez, Raquel y Garca Gonzlez, Armando. Eugenesia e
imperialismo. Las relaciones Cuba-Estados Unidos (1921-1940). En Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo
(comp.). Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI Editora, 2005.
Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo. La eugenesia y sus espacios institucionales en Argentina. En
Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo. Op. Cit.
En literatura, Fray Mocho ya haba cuestionado el modelo higienista lombrosiano y el naturalismo
descentrado de Cambaceres que proponan como peligros sociales a los inmigrantes y delincuentes,
portadores de una gentica nociva para la moral dominante. Vase Rodrguez Prsico, Adriana. Fray
Mocho, un cronista de los mrgenes, en Herlinghaus, Hermann y Moraa, Mabel (editores). Fronteras de la
modernidad en Amrica Latina. Pittsburg: Instituto de Literatura Iberoamericana, 2003, pg. 115.
243
Caterina, Jos U. y Allio, Carlos R. Anlisis sociolgico y psicosocial de la independencia. Buenos Aires:
Editorial Guadalupe, 1990, pg. 49.
132
A pesar de su carcter fnico, Benavente es un apellido de origen espaol, gentilicio de una villa
castellana. Su accionar en la obra de Loncn lo define como un personaje de la picaresca. Pimpollo
Benavente, solteron irremediable, como Eugenio Cambaceres, vive de rentas y no tiene nada que hacer. Pero
a diferencia del autor de Sin rumbo que se solaza con los escndalos de su pluma en la atmsfera puritana
de la gran aldea, invierte sus rentas y su tiempo en destrozar la mayor cantidad posible de corazones.
(Aldea Millonaria, pg. 212) El siguiente prrafo termina por describir con mayor amplitud la tipologa de
Benavente imposible de asociar con el escepticismo de los protagonistas de las novelas y del mismo
Cambaceres. En Fair Play, Benavente se mide con un astro de la pantalla. Antes de presentarse le asegura
que los dos tienen espacio suficiente para actuar simultneamente en Buenos Aires, ciudad millonara
abierta a todas las aventuras dignas de varones [] Por tratarse de un colega estara mal de mi parte una
auto-semblanza espectacular que resultara necesariamente chocante y pretenciosa; ms como entre
nosotros nos podemos entender con pocas palabras, permtame que le presente mi retrato con la mera
enunciacin de mi estadstica en el ao 1933: mujeres casadas 72, solteras 46, divorciadas 12 y viudas 9.
Como Vd. Ve la dificultad de cada categora est en razn directa con la cifra alcanzada detallecito que no
escapar, seguramente, a su fina penetracin y a su idnea experiencia. (Fair play. La conquista de
Buenos Aires. Op. Cit., pg. 98) Martn Algarraborde comete el error de creer en el sentido literal de la
palabra embajador, porque Pimpollo lo haba dejado solo y se haba ido en busca de despuntar el vicio de
conquistar mujeres.
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245
246
En este punto se
acerca a Wilde.
245
Ubersfeld. Anne. Semitica teatral. Murcia: Ediciones Ctedra, 1989, pg, 119.
Enrique Loncn conoci a Jos Ingenieros y comparti largas charlas culturales y filosficas. Ejemplo de
ello son las referencias sobre su pensamiento a lo largo de su obra, incluso en Aldea Millonaria. La existencia
de la mediocridad es un mal social que ambos detectaron y reprobaron. Loncn idealiz en su juventud la
teora darwinista acerca de la sobrevivencia y continuidad de la especie (el ser argentino). Renovar la sangre
le permitira conservar y transmitir las variaciones tiles para la estirpe futura. No previ lo que recin
patentiza en El embajador e Ingenieros ya haba advertido con su ensayo El hombre mediocre (1913). Hay
246
134
La Sangre dulce, otro de los textos que integran Aldea millonaria, adopta la forma
de una doble solicitud. La que oficia de marco est escrita con formato judicial y est
dirigida a un juez de Primera Instancia. El emisor es un abogado que acta de hecho.
ciertos tipos que si bien sirven para aglutinar la sociedad, unir estamentos, o como simple y brutal lastre,
ponen en riesgo el progreso. Los hombres sin ideales, dciles, vegetativos, rutinarios, domesticados (la
adjetivacin tomada de Ingenieros es un retrato de Martn Algarraborde) convierten los estados en
mediocracias; la falta de aspiraciones que mantengan alto el nivel de moral y de cultura, ahonda la cinaga
constantemente. (Jos Ingenieros.El hombre mediocre. Buenos Aires: Talleres Grficos, L. J. Rosso, 1917,
pg 46) La definicin sobre el hombre mediocre, que produce un distanciamiento conceptual entre los dos
autores, encuentra su punto de ruptura en la funcin que cada uno le otorga a la relacin contexto socialindividuo. Ninguno de los dos conciben el perfeccionamiento social como producto de la uniformidad.Las
costumbres y las leyes pueden establecer derechos y deberes comunes a todos los hombres, pero estos sern
siempre desiguales. ( Ibd., pg. 30) Sin embargo Loncn preserva el privilegio de clase, la condicin
gregaria en grado selectivo, por encima de la subjetividad. La Argentina la forj una homogeneidad de
pensamiento y conducta encarnados en una estirpe no en sus individuos. Ingenieros, por medio de una teora
hbrida que suma el genio romntico a un superhombre nietzschano cimarrn, sin olvidar la concepcin
darwinista de la sobrevivencia, pone de relieve la individualidad innovadora y libertaria. La ruptura con el
medio social que lo condiciona, y lo termina por transformar en un sujeto conservador si se deja domesticar,
es un impulso creativo destinado a los hombres superiores. En el pensamiento de Loncn no hay lugar para
individualidades heroicas y el problema de la mediocridad se cifra en la falta de interpretacin de los ideales
que porta la tradicin. La falta de heroicidad radica en no estar a la altura del contexto social en que los
personajes actan. Carlos Arredondo es un pecado idealizante de juventud.
135
El golpe de estado ejecutado por Uriburu, llamado por sus seguidores revolucin, se
fortaleci con la deslegitimacin simblica que venan sufriendo tanto la figura como el
gobierno de Yrigoyen. La instalacin en el poder de los nuevos representantes no zanj
la discusin de inmediato. Las distintas fuerzas intervinientes tomaron posicin en la lucha
por apropiarse de un statu quo debilitado, con el propsito de resignificar sus
representaciones. Apremiado por la multilateralidad de la situacin, Loncn interviene ante
los dos frentes: uno en estado de retirada, el populismo irigoyenista, y el otro en plena
actividad, el nacionalismo filofacista o proto-falangista.
A Garay Mendoza lo preocupan los constantes fallos de la justicia en su contra, por lo
tanto intenta modificar la coyuntura econmica, no las convenciones, que impiden a los
jueces actuar con libertad de conciencia. El derecho moderno desde Hobbes se considera
la base racional de la organizacin del Estado. Desde la incursin en la presidencia del
romntico de la quimera, alusin a Roque Senz Pea, la tica institucional haba
crecido en la legitimacin popular. La figura de Yrigoyen corporiz esa necesidad que se
sustentaba en los estamentos sociales ms relegados y en la clase media. Incluso despus
del golpe destituyente, el simulacro democrtico instalado no pudo ocultar el consenso que
todava reuna pblicamente.
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137
neutralizacin tica de las esferas de accin reservadas a una regularizacin jurdicaconstitucional. El simulacro no se hubiera podido mantener sin el eufemstico fraude
patritico, contemporneo a la edicin del libro que nos ocupa. 249
Garay Mendoza contribuye a la discusin de la poca, esgrimiendo el incentivo
econmico como recurso que reemplace la inalcanzable abstraccin de los principios
ticos, como entes exclusivamente reguladores de las sentencias judiciales. Por otro lado,
La convencionalizacin, la legalizacin y la formalizacin del derecho implican que ste
ya no puede alimentarse de la autoridad indiscutida de las tradiciones morales (las que
pretendan imponer las fuerzas conservadoras nacionalistas no liberales), sino que precisa
de una fundamentacin autnoma.
250
es la liberal tericamente constitucionalista que encabezaba Justo. Con l en el poder la poltica econmica
sufri fuertes cambios. El pacto entre Julio A. Roca y Walter Runciman el 1 de mayo de 1933 fue uno de los
hechos ms destacados aunque no el nico. El intervencionismo del estado con fuertes compensaciones a
productores privados y el Banco Central bajo el dominio de capitales extranjeros continuaron una larga lista
de medidas que restauraban y profundizaban el liberalismo econmico. La moral idealista, la moral
neofascista (nacin y religin, fortificados en un evento dominado por el catolicismo ultramontano, el
Congreso Eucarstico de 1934. Vase: Mudrovcic, Mara Eugenia. 1934: escenario del pacto eclesisticomilitar, en Vias, David. La dcada infame y los escritores suicidas, 1930-1940. Buenos Aires: Paradiso
Ediciones, 2007, pgs. 212-220) y el conservadurismo liberal son las tres fuerzas histricas que se transfieren
a la polmica implcita representada en La sangre dulce.
249
La prctica institucionalizada del fraude como un instrumento legalizado por Justo para lograr lo que
legalmente no poda, es cronolgicamente datada en distintos momentos de su gobierno. Algunos
historiadores sostienen que no fue utilizado desde un inicio. No se necesit durante la abstencin eleccionaria
del radicalismo, la nica fuerza capaz de derrotarlo como qued demostrado el 5 de abril de 1931. Esta lnea
de pensamiento propone que los mecanismos oficiales que postergaran el triunfo radical recin se habran
puesto en marcha en 1936 con vistas a las elecciones presidenciales de 1937. Por el contrario, Marta Calvio
considera que el sistema ideado por Justo fue utilizado durante todo su gobierno, hiptesis que se confirma
no tan slo por la necesidad de derrotar al radicalismo, sino por el apremio de sacar amplia mayora en las
elecciones parlamentarias. Dominar ambas cmaras le otorgara al conservadurismo liberal la seguridad de
imponer sus leyes. (Calvio, Marta. Las contradicciones del radicalismo durante la Dcada Infame, en
Romero, Luis Alberto, Fernndez, Jos Luis, Bertoni, Lilia y otros. El radicalismo. Buenos Aires: Ediciones
Cepe, 1974, pg. 191.)
Tulio Halperin Donghi considera que result inevitable el retorno del fraude, aunque los votos hubieran
sido suficientes para asegurarle a Justo la victoria. Se llev adelante con ms decisin y desenfado en la
Provincia de Buenos Aires donde se elega el contingente ms numeroso de electores. Para ello se introdujo
una modificacin parcial del reglamento interno de la Cmara de Diputados y una reforma tambin parcial
de la Ley Senz Pea que el senado recin llegara a considerar en el clima ms enrarecido de 1936.
(Halpering Donghi, Tulio. El camino del fraude y La Repblica del fraude. La Repblica imposible
(1930-1945). Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 2004, pgs 164-207).
250
Reflexiones sobre la posicin evolutiva del derecho moderno. La reconstruccin del materialsimo
histrico. Op. Cit., pg. 238.
251
Aldea Millonaria. Op. Cit., pg. 68.
138
Garay Mendoza pone como ejemplos de jueces probos a Eaco, Minos y Radamanto,
inmensamente ricos y por lo tanto felices, estado de nimo que les permita actuar con
clemencia y ser justos. Sin entrar en disquisiciones rigurosas alude, al pasar, que ellos
haban sido los precursores del nepotismo oligrquico. La mencin se torna inevitable por
su propio peso, pero Loncn se pone a cubierto con un recurso que le permite controlar el
sentido de sus palabras. La disyuncin genera una ambiguedad que le quita precisin a una
figura retrica que, en lugar de aclarar, paradjicamente termina por oscurecer la
interpretacin: (el nepotismo) que ha hecho la desgracia o la felicidad de estas naciones
de Sud Amrica.
252
253
etapas. La primera tuvo lugar al inicio de la Repblica Romana; en ese momento las
diferentes magistraturas eran otorgadas a hombres de fortuna, independientes, amigos del
bao y de la buena mesa. El estado de derecho, entonces, funcionaba de acuerdo a las
exigencias de la ley. La segunda comprendi el caso de la Lex Julia 45 que entreg el
poder de eleccin a los caudillitos de turno, dbiles ante la demagogia poltica o el
dinero espurio. Resulta sencillo suponer con quines est discutiendo Garay Mendoza,
portavoz de Loncn. No faltarn espritus ingenuos, de esos que an creen en aquello de
la satisfaccin del deber cumplido y no hay mayor fortuna que una conciencia limpia
[]254
La sangre amarga imposibilita impartir justicia. Solo es fecunda en elaborar
consignas para justificar lo que tarde o temprano se convertir en prevaricato o
arbitrariedad condicionada.
Cuando el narrador examina el derecho de etnias, elude la posibilidad de referirse a
los jueces del pueblo de Israel para no despertar susceptibilidades. La sensibilidad juda era
extrema debido al surgimiento y crecimiento del nazismo a nivel internacional. Desacredita
entonces, a los intelectuales que detentaban el pensamiento nacional, tal el caso de Manuel
252
139
Glvez y Gustavo Martnez Zuvira. 255 Acotados los dos frentes opositores (el irigoyenista
en retirada y el nacionalista emergente), Loncn enmarca la polmica por la legitimidad
jurdica y la racionalidad sistmica del Estado dentro del mbito econmico, en defensa del
derecho liberal moderno o si se prefiere la sangre dulce. 256
La esfera del derecho concebido de manera independiente de la moral, cualquiera sea
el origen de sta, exige una legitimacin que slo la puede otorgar la justicia en los fallos.
La incentivacin legal es el medio por el cual un juez puede operar sin riesgos de caer en la
255
Despus de la dictadura de Uriburu, Loncn se enfrent con el antisemitismo por cuestiones religiosas de
algunos y por filiacin nazista de otros. Su obra presenta sobrados testimonios. El cuento Los Tmidos
publicado en La conquista de Buenos Aires, presenta como eje narrativo el exilio de un profesor alemn de
la Universidad de Tubinga. Por orden expresa del fuehrer, el profesor Lietzmann deba abandonar el pas
pues se lo consideraba de origen judo. La imputacin de judasmo, por otra parte, poda ser un error en la
investigacin que haba realizado el rgimen, producto de una operacin acadmica dirigida en contra suyo
por intereses universitarios opositores a su ctedra, o proveniente de grupos religiosos intolerantes.
Sospechaba del Internado Catlico de Wilhelnsstift, puritanos e implacables. Lietzmann no profesaba
ninguna fe, pero no por eso se lo poda deportar hacindolo pasar por judo. En su bsqueda de un pas que lo
recibiera, escogi la Argentina y particularmente la Universidad de La Plata.
Tres meses le han bastado al viejo ex magister del Collegium Ilustre
para profesar una fuerte simpata hacia la Repblica Argentina, pas
libre y generoso, tierra de trabajo y de esperanza donde prosperan todos
los humanos de buena voluntad, patria de promisin que no ofrece
obstculos a nadie y donde los judos tienen todas las puertas
especialmente abiertas, las del comercio, de la banca, de la industria, de
las instituciones culturales, de los institutos universitarios del
parlamento y del gobierno, sin excluir las puertas que conducen a
algunos hogares hermticos de la alta sociedad. A nadie le est vedada
la conquista de Buenos Aires. (Los tmidos, La conquista de Buenos
Aires. Op. Cit., pg. 91)
Si Loncn hubiera sido un literato de renombre internacional, el lector podra sospechar que su
manifiesto resultaba un intento de lavar lo que pensaban y practicaban facciones polticas cercanas al
poder. En cambio, debido a su condicin de escritor de Buenos Aires, el texto lo posiciona como alguien que
est polemizando con las ideas de la extrema derecha antisemita.
En 1935, un ao antes de la publicacin de Los tmidos, tuvo lugar la polmica entre Csar Tiempo y
Hugo Wast (no es necesario aclarar que se trata del seudnimo de Gustavo Martnez Zuvira). Mientras los
nazis ya en el poder dictaban las leyes raciales de Nrember, Hugo Wast publica El Kahal y Oro con la
ayuda financiera del Tercer Reich. (Vase: Capella, Daro. La polmica Tiempo/Wast en Vias, David. La
dcada infame y los escritores suicidas, 1930-1940. Op. Cit., pgs. 200-210). El texto novelado activa los
prejuicios nacionalistas contra la posible influencia juda sobre las esferas de poder en la Argentina. Csar
Tiempo escribe La campaa antisemita y el director de la Biblioteca Nacional, donde ataca los textos de
Wast no tan slo por su condicin de libelos racistas sino tambin por sus pretensiones literarias.
Recordemos que contempornemante Loncn plantea en su relato la apertura de los distintos estamentos
sociales, culturales, incluido el gubernamental a los representantes de la comunidad juda.Siguiendo las
palabras de David Vias en Literatura y Poltica, la dcada del 30 exhibe una literatura sumamente
politizada, ecuacin a la que no escapa el autor de Aldea millonaria.
256
El punto de vista democrtico-liberal que parece defender Loncn no se pudo recuperar del catastrfico
impacto que haba sufrido con el progresivo agravamiento de la crisis econmica provocada en 1929.
Fracasadas las reformas que pretendi instalar Uriburu, el sistema democrtico argentino, despus del 30,
sobrevivi como un mero simulacro de una democracia representativa. La tarea ciclpea de Loncn consista
en revertir la imagen sostenida por un espectro amplio de intelectuales y polticos de la opca: la etapa
floreciente de la civilizacin liberal y capitalista y su regimen democrtico consecuente haba llegado a su
fin y estaba lejos de apoyarse en un slido consenso de opinin (Halperin Donghi, Tulio. Prlogo,
Tiene an un futuro la democracia?. La Argentina y la tormenta del mundo. Buenos Aires: Siglo XXI,
2003.)
140
reside en la
257
141
Paul, Jean. Un espectador que se divierte y nos divierte. Aldea Millonaria. Op. Cit., pg. 17.
Con el propsito de aportar argumentos que contribuyan a la hiptesis que venimos sosteniendo, merece
intentarse una comparacin de Loncn con un escritor prcticamente contemporneo y perteneciente
tambin a la escuela costumbrista. Geraldine Rogers en Cultura, poltica y espectculo en los inicios del siglo
XX argentino, sostiene que Fray Mocho trabaja la crnica costumbrista desde el humor y la irona, haciendo
prevalecer la ambivalencia. En muchos de sus textos la mirada del narrador queda oculta detrs de sus
estrategias compositivas.
Aunque el narrador no introduca su punto de vista, el contexto general
de la revista pareca promover una perspectiva crtica contra ese tipo de
personajes. Sin embargo, no es posible descartar que algunos lectores,
como criollos, se identificaran con el comentario cnico y
autojustificatorio de los dos personajes (pertenecientes a Centenarios de
hojalata), opcin nada improbable, considerando que en Caras y
Caretas el humor apuntaba tanto a los otros como a los propios,
poniendo de relieve aspectos de nuestro ridculo y cuyo director era
un caricaturista bondadoso que haca rer a sus propias vctimas,
porque sus stiras acariciaban en lugar de herir la epidermis.
259
142
260
Seguimos a Hodgart
Matthew quien lo define como un modo de considerar la vida. Una perspectiva crticoideolgica para leer la realidad que se crispa con la estupidez humana. 261 El embajador,
texto ya analizado, podra ser un ejemplo que encuadra, sin mayores desviaciones, en esta
definicin. Subyace adems como herencia de la tradicin latina lo que Linda Hutcheton
considera como censura moral o intencin correctora.
262
que persigue el fin de corregir las necedades del comportamiento humano ridiculizndolo,
tambin se encuentra presente en la parodia u la irona. La diferencia podra radicar, en
todo caso, en el grado extremo de ridiculizacin con que opera la stira. Formalmente
Hutcheton alude a una triple competencia compositiva: la lingstica, la genrica, y la
ideolgica. La irona y la parodia dependeran en mayor medida de las dos primeras
competencias y la stira igualmente de las tres. Se presume, entonces que en todos los
casos debera existir una homologa de valores entre obra y receptor, ms an con la
intencionalidad correctiva de por medio, para que la interpretacin tenga lugar. De
143
cualquier modo, sera una apreciacin formal errnea pretender que no se produzcan
prestamos e hibridaciones entre lo satrico, lo pardico y lo irnico.
263
pertenece a la realidad del autor y no de Garay: No insisto en el tema para evitar que en
desagravio la editorial Anaconda publique una edicin a noventa y cinco centavos del
Libro de los jueces del profeta Samuel, lo que importara una competencia ruinosa para
las novelas de mis amigos Manuel Glvez y Gustavo Zuvira. 264
Los escritores citados nada tienen que ver con Garay Mendoza; son amigos y
compaeros de Loncn del diario La Nacin. La intromisin extraa resulta formalmente
imperceptible y arbitraria. Aceptamos que adquiere pertinencia en el marco de la polmica
moral / incentivos econmicos, pero no responde a motivaciones estructurales legtimas.
263
264
144
145
Enrique Loncn no necesita forzar su lenguaje para recrear el universo urbano. Sus
personajes, de mayor o menor calidad en el logro literario, nunca dejan de ser
determinados por Buenos Aires. El autor ha vivido las experiencias que ficcionaliza, ha
convivido con los tipos que retrata. El centro parece ser su hbitat ms que el suburbio.
En ese sentido no articula distintas realidades como haca muy bien Fray Mocho quien
trabajaba por igual la ciudad y el arrabal, lo ciudadano y lo campesino, lo porteo y el
interior. Su Kodak porteo; tipos que pasan se podra asimilar a las tcnicas de las
aguafuertes Arltianas (David Vias con un comentario de tono pcaro lo define como el
Roberto Arlt de barrio norte
266
El Kodak porteo rene trece textos que no superan las tres pginas de extensin.
La dedicatoria es un homenaje a Felix Lima, periodista y cronista de La Nacin, autor de
265
La cita pertenece a una crtica sobre Aldea Millonaria titulada Un humorista juzga a otro humorista que
escribi Arturo Cancela y fue incorporada como colofn a la tercera edicin de La conquista de Buenos
Aires. (Un humorista juzga a otro humorista, La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 229)
266
La dcada infame y los escritores suicidas. Op. Cit., pg 104.
267
Fair Play. La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 100.
146
268
Enrique Loncn, al
igual que Lima, perfila individuos que se reiteran, con el nfasis en uno de sus rasgos, en el
marco de la sociedad de los aos 30, pero de ningn modo trabaja con arquetipos cerrados
como podran considerarse el extranjero, el pobre, el avaro, el dilapidador, el
aventurero, el noble.
269
permanece sujeta literariamente a los influjos, intereses y relaciones que los ligan a su
crculo inmediato. Cada uno de estos tipos es un desprendimiento del township
ideolgico-cultural que lo contiene, estamento social que ostenta autonoma respecto del
resto de la comunidad argentina. La mirada del narrador realiza una barrrida centrpeta
donde detecta las singularidades a las cuales estigmatiza pero no expulsa; forman parte de
ese todo. Se los diferencia para ponerlos en perspectiva y producir una complicidad
hilarante que denuncia al individuo y al grupo de pertenencia. En algunos casos se persigue
una toma de conciencia liviana sobre cuestiones pequeas o mezquinas, y en otros se
acreditan, bajo el efecto humorstico, intereses que revisten una problemtica de orden
poltico republicano.
El primer tipo del que se ocupa es El desflorador de escndalos. El cuadro
comienza con un antagonismo entre diversin y aburrimiento, tpicos frecuentes en la
literatura de Loncn y en otros escritores del 80: Pot-pourri, Msica sentimental y Sin
Rumbo, de Cambaceres, son un ejemplo de esta variable que los escinde. Los escndalos,
escandalitos de sobremesa, despus de todo nada trascendentes, rompen la rutina que
impone la vida social en la Buenos Aires de los primeros aos 30. Adems del lector,
quien se puede encontrar con su nombre propio en las pginas de Aldea Millonaria, se
entretienen con los novedosos acontecimientos narrados, las Zulemas Ramos Pacheco, las
Damas Duendes, las Mams Juntas, individuos -sinqdoques de clase-, pequeas
agrupaciones beatas de beneficencia, que configuran la representacin de la lite por
portacin de apellido o posesin de dinero y tiempo suficiente para dedicarse al altruismo.
Los descendientes de personajes de abolengo como insignes terratenientes, generales y
magistrados, los sobrinos de Obispos y choznos de hroes de la Patria se encargan de
recordar por contraste la conducta ejemplar de sus antepasados. Si los noveauax riches
quieren pertenecer es indispensable que se embarquen en una aventura escandalosa, copia
268
Para ms detalles vase: Garca Germn, La novela argentina. Un itinerario. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana, 1952.
269
Vase: Tipos sociales. Simmel, Georg. Sobre la individualidad y las formas sociales. Bernal,
Universidad Nacional de Quilmes, 2002, pgs. 209-280.
147
de los realizados por los herederos de la patria. El dinero no es suficiente para alcanzar
la virtud democrtica y el pudor republicano, propiedad exclusiva de la clase
tradicional. Mezcla de objetor de conciencia y expositor mordaz, el narrador establece las
conductas del organigrama social.
Una vez despejado el contexto y su escala de valores (la Repblica y la democracia no
responden al orden institucional sino a las costumbres de clase), irrumpe el personaje de
El desflorador de escndalos. Este fiscal oficioso de la moralidad privada hace
circular y reciclar el chisme, el rumor y la calumnia. Vive a la pesca no de la costurerita
que dio el mal paso, por quien se preocupaba Carriego, sino de las damas de la alta
sociedad que pueden brindar un espectculo a los odos y la imaginacin de quienes sufren
el spleen del club o el caf, performances que no han de ser el privilegio de las
costureritas en un pas republicano que se rige por los principios de la igualdad, de la
libertad y de la fraternidad. 270
La irona no se limita a la desvalorizacin de un poeta popular como Carriego; la
hipocresa porta el peso significativo de la expresin. La afirmacin de que la Argentina es
un pas libre e igualitario, lleva implcita la carga negativa de que en realidad no lo es. El
cinismo de Amricus radica en el reconocimiento, la aceptacin y la legitimacin del
rgimen por medio de la burla.
Sobre el final del cuadro recin aparece el citado desflorador de escndalos. Loncn
no realiza ni su descripcin, ni su construccin psicolgica, ni la modelizacin de un
lenguaje propio, ni la caricatura de su personaje. Se limita a la tematizacin de su mana
por aventajar al resto en dar las noticias escandalosas. Si llega tarde, porque la misma ya
est en boca de todos, se queda con la ltima palabra sumando una informacin
desconocida, probablemente producto de su fantasa. Cualquier da lo agarran sin una
primicia.
271
148
atencin pareciera estar dirigido al tipo, pero si aceptamos que el propsito de la palabra
puede ser enmascarar el pensamiento, podemos afirmar que slo es un pretexto para
representar el ambiente donde se instala.
El tercer tipo titulado El eterno testigo presencial, alude a un personaje en relacin
directa con los intereses del autor. La tipologa de Loncn pone en juego la vinculacin
literatura / realidad y ficcin/ escritura. El alcance de lo real en sus textos se construye
desde un discurso y una esttica que si bien busca imitar la realidad, termina por
convertirla en una justificacin o probatio. Los tipos de Aldea millonaria son verosmiles
por la identificacin con los referentes y la apelacin al sentido comn y al conocimiento
general. El chismoso, el que siempre estuvo all, en palabras de Barthes, no superan
el efecto de realidad. El narrador no se ocupa demasiado de ellos; los utiliza para recrear
el ambiente de sus textos. Los modelos literarios cuando ingresan al mundo particular de
Amricus, a pesar de titular los cuadros como si fueran el motivo fundamental de la
historia, se convierten en hologramas de baja intensidad.
El primer prrafo de El eterno testigo presencial est estructurado como una secuencia
de interrrogantes sobre presumibles acontecimientos ocurridos en distintos puntos de la
ciudad. El itinerario retrico produce un relevamiento de lugares claves de Buenos Aires:
Constitucin, el Bar Richmond, el bazar de don Fortuno Fase (perduracin de la aldea), la
quinta del doctor Delcasse, en Belgrano (homenaje literario a una amistad del autor), la
Penitenciara Nacional y la Confitera del Molino. La secuencia de instantneas, soporte
del prrafo inicial, converge en un proceso histrico. Lo ocurrido en cada uno de los
lugares citados ha sido presenciado por el eterno testigo, aunque no lo conozcamos por
medio de su palabra. El personaje permanece recluido en el mbito de lo potencial; no
tiene voz propia. El narrador es quien gobierna el discurso. La toponimia resume la funcin
del tipo pero no le da vida. Hay fechas que son memorables contina Amricus,
refirindose al 6 de septiembre de 1930. Se detiene la sucesin para dar la informacin
significativa. El tipo presenci cuando los civiles fueron a invitar a los conscriptos
para que salieran de los cuarteles. 272
El enunciado no es azaroso, sino axiomtico: el grito revolucionario parti de las
fuerzas vivas que representan a las bases, no provena de un poder verticalista. La
civilidad reclamaba el cambio; no era una
272
149
algunas voces, a un grupo que vea peligrar sus privilegios, parece decir el narrador.
Mientras enumera los argumentos convalidndolos, la pregunta inocente que motiva la
escritura del texto, sera cmo pudo ser testigo simultneo de las diferentes acciones que
convergieron en el golpe de estado. Cuestin absolutamente subsidiaria, por supuesto, de la
necesidad de confirmar los vnculos ideolgicos que lo unan a los receptores. El tono de
voz, el vocativo y la denuncia de una mentira evidente (la ubicuidad del testigo) despierta
una complicidad afectiva y condescendiente. A travs del personaje que representa y nos
representa, prcticamente sin actuar, se consolida no tan slo la identificacin de clase
como en el cuadro anterior, sino la legitimacin de un proceso histrico.
En el texto El nico que sabe lo que es el dumping, Loncn introduce como tema la
crisis econmica que se experiment en 1933. Los signos de la cada por falta de
numerarios en trminos tcnicos, morlacos, segn la voz popular, se registran en la
semiosis que propone la calle Florida. Sus transentes y habitus han dejado de utilizar
chalecos blancos, sntoma de un pas pobre, y ms que todo es un pas que ha perdido la
confianza en s mismo. 273
El chaleco es una metonimia del estado floreciente de la economa argentina as como
la calle Florida es el nfalos del pas o el aleph desde el cual el narrador lee la vida activa
de la ciudadana. El financista improvisado es propio de la coyuntura; intenta explicar a
quienes no quieren escucharlo, el problema del dumping. Si Mac Donald, Hull, Roosvelt o
el presidente de la Repblica le pidieran consejo, se superara la crisis. Barrio Norte, que
asiente perplejo primero y despus con desdn los servicios del monomanaco, concentra
los signos de la debacle. El efecto mariposa lo debe presuponer el lector pero a Amricus
lo tiene sin cuidado. Si desaparecieron los chalecos blancos en Florida, cules seran las
carencias en las zonas ms desprotegidas.
273
150
274
La importancia simblica de las ciudades la podemos inferir de dos ejemplos de diversa ndole. En Las
ciudades invisibles de talo Calvino, Marco Polo para explicarle a Kublai Kan cmo son las civilizaciones
que ha conocido en su viaje, utiliza como referencia constante las caractersticas arquitectnicas y civiles de
las ciudades, resumen e identidad de los pueblos que las habitan. (Filosofa de ciudades imaginarias. Op. Cit,
pgs, 100-103)
Por otro lado, Maquiavelo recomienda la destruccin de las ciudades -so pena, en su defecto, de ser
destruido por ellas- puesto que si sus habitantes no son separados y dispersados, y si sus ciudades no son
arruinadas, sus habitantes mantendrn vivos sus recuerdos, y en consecuencia, firme su identidad, su
151
Loncn fragmenta la vida portea en dos escenarios: el lugar de pertenencia, con sus
lmites acotados de circulacin, y la fortificacin que protege a sus habitantes de la
subversin poltica y cultural. De este modo, su literatura funciona como un medio de
administrar y controlar los procesos de formacin y destruccin de las identidades
colectivas y, por lo tanto, de asegurase el Poder.
psiquis, sus deseos, y se rebelarn. (Remedi, Gustavo. Angel Rama. Estudios crticos, Pittsburg: Mabel
Moraa Editor. 1999, pg. 110.)
275
La ciudad letrada. Op. Cit. pg. 40.
152
Loncn repite el recurso que Mansilla puso en prctica en las Causeries. Sus
dedicatorias al comienzo de cada texto, e inclusive las referencias intratextuales de
personas de su entorno a modo de homenaje, tal como sealamos en un punto anterior de
esta tesis (Grandeza y decadencia de una piedra pmez, pgina 110), ejercen una fuerza
gravitatoria que deja fuera a los que carecen de competencia cultural. Al igual que en El
nico que sabe qu es el dumping, Mansilla, en general, disimula su preocupacin por los
otros. En Loncn, salvo en ocasiones como la sealada, sus referentes tienen un alto
grado de visibilidad. Emergen como adversarios polticos en los discursos publicados en
Palabras de la derrota y alternan progresivamente primeros y segundos planos, sin perder
nunca su vigor polmico en el resto de su obra. Grandeza y decadencia de una piedra
pmez, texto ya citado, mantiene un nivel dialogstico con el otro de una intensidad
similar a la de sus discursos polticos; en El embajador y en La sangre dulce,
permanece en estado potencial, pero no deja de ser una presencia amenazante. El Kodak
porteo es un trabajo que se propone reafirmar el espacio social de pertenencia. La
excusa de los tipos funciona en trminos freudianos como clivaje estructural.
Permanecen en la superficie textual como engarce de las significancias que al autor le
interesa enfatizar. De ese modo intenta mantener la homogeneidad del cuerpo social que
les da sustento, la homogeneidad de clase. El recorte discursivo del proceso histrico que
practica Loncn recorre el Kodak como si fuera un film continuado, y pone en actividad
su funcin preformativa, embozada por la construccin de los tipos. Estos forman un
conjunto o clase de actores culturales que circulan, operan y habitan circuitos localizados
en el centro de la ciudad. La historia de los tipos y la urbe constituyen una mquina de
sentido que produce identidad a la vez que educa al lector. El texto, entonces, trabaja como
una lgica o fuerza que no vemos en una primera lectura, pero que enjaula e intenta
moldear al lector segn sus intereses ms profundos.
Los tipos por s solos no trascienden el papelote, ancdota insustancial, que
algunos crticos acompaaron asocindolos con la literatura liviana. El esfuerzo por
reproducir las formas y los intereses de barrio norte, visto a travs del tiempo
276
Literatura Argentina y poltica. De los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Op. Cit., pg 152.
153
transcurrido, parece desmedido frente a la insoslayable convulsin social que creca por la
poca, circunstancia que recin a fines de la dcada Loncn comprende en su verdadera
dimensin, aunque demasiado tarde. Desde la literatura, probablemente el magnetismo del
crepsculo epocal lo empujara a transitar sus pginas en busca de una explicacin, tratando
de revivir formalmente lo que para su desesperacin y desconsuelo, desapareca. Enrique
Loncn es el final de una dinasta. No estaban los tiempos para la grande mannire. []
quiz est destinado a cerrar por siempre el ciclo de la literatura mundana comenzada por
la generacin del 80 [] En tal supuesto los libros de Amricus quedarn como el
documento psicolgico de un aspecto de la vida portea.
277
277
Un humorista juzga a otro humorista. La conquista de Buenos Aires. Op. Cit., pg. 231.
Por este poema el gobierno de Justo lo detuvo y conden a dos aos de prisin, que no cumpli gracias al
exilio en Espaa y una campaa de solidaridad internacional.
278
154
La historia de la literatura argentina desde el 80 hasta los aos 30 del siglo XX,
espej la sinuosidad del proceso socio-poltico que vivi el pas. Los contornos del objeto
literario no se limitaron a la bsqueda de la pureza de gneros. Probablemente la falta de
consolidacin del campo acadmico posibilitara que los cortes y exclusiones se ejercieran
desde diferentes discursos. Si bien los cnones europeos regulaban algunas poticas
puestas en prctica, el descentramiento de esos modelos sumados a las iniciativas literarias
de extraccin popular dieron como resultado un fenmeno donde la heterogeneidad se
impuso como variable dominante. La especializacin en literatura se fue consolidando a la
par de la profesionalizacin y la progresiva estabilidad que fue adquiriendo el discurso
acadmico.
La heterogeneidad literaria no pudo ser controlada del mismo modo que la
convulsin social de principios de siglo, result irreductible al poder de turno. La variedad
de soportes, diarios, revistas, libros, favoreci tambin el ripio cannico. Multiplicidad de
formas y de voces transitaban los textos literarios. El modernismo todava resonaba en la
lrica y la prosa; el realismo de corte nacionalista se desplegaba en las novelas, se perfilaba
la poesa influida por las vanguardias europeas, a la par que la narrativa y la poesa urbana
se expandan desde y hacia la periferia. En estrechos reductos culturales se daba lugar, por
otra parte, al repliegue formal donde circulaban casi pura y exclusivamente los textos de
autores como Enrique Loncn. La lucha literaria haba terminado por desplazarlos al
mbito de las curiosidades no por la novedad de sus recursos, ni por sus respuestas a las
gestas iniciadas desde la Repblica de las Letras. 279 A pesar de la ilusin literaria generada
por el perodo cronolgico en que se asienta su produccin, Loncn nunca abandono la
gran aldea (su mirador porteo) como lugar de enunciacin de su discurso. Aldea
millonaria (en cantidad de habitantes, no en poder econmico) denuncia desde el ttulo
mismo el excedente demogrfico y expone su crtica.
Como ya dijimos, la cuadrcula o mapa urbano donde despliega sus conquistas
Pimpollo Benavente es una reproduccin grfica del mapa literario de Loncn. Los lmites
naturales de su mirador-aldea se encuentran asediados y desbordados por habitantes e ideas
de extramuros. Debatir sobre la metodologa que pudiera rechazar la invasin fue una de
las prcticas habituales de la clase que senta an sus derechos de posesin indeclinables.
Loncn en El dilogo de los bustos, tambin perteneciente a Aldea millonaria,
escenifica la discusin utilizando como interlocutores a los prceres modlicos, los de ayer
279
Estas confrontaciones pueden verificarse entre los escritores del Segundo Romanticismo, los escritores
nacionalistas, liberales y catlicos. Ver Minellono, Mara. Las tensiones de los opuestos. Op. Cit.
155
y sus propios contemporneos. El motivo del debate consiste en definir cmo ejercer el
poder frente a dos factores desequilibrantes; uno representado por el avance incontenible
de las fuerzas fusticas de la burguesa en desarrollo, el otro emparentado con el brote
poltico del campo popular que se consolidaba a pesar de la represin. Con mayor o menor
grado de acompaamiento, los sectores cercanos al poder legitimaron la Revolucin del
`30 e intentaron fortalecer su resistencia residual durante los siguientes diez aos. Las
calles de Buenos Aires fueron ocupadas por el pregn periodstico, la lucha literaria y las
fuerzas de choque.
La estructura lingstica de El dilogo de los bustos podramos sintetizarla en la
participacin de dos enunciadores (escritor y personajes) y dos destinatarios (compaeros
que escuchan y lectores). Una versin extendida del mismo esquema contempla tambin
los destinatarios indirectos aludidos en las implicancias del dilogo, receptores no
integrados visiblemente en la relacin de interlocucin. Este tipo de destinatarios, que no
escapa a la conciencia del escritor, ocupa un lugar de privilegio en los textos de Loncn. 280
En El dilogo de los bustos se los puede identificar con los representantes del gobierno
de Jos Flix Uriburu, del irigoyenismo (o el campo popular ms extendido), y del Partido
Demcrata Progresista. Se podra concluir que el autor comienza a abrir el espectro
restringido de la recepcin de sus textos.
El inters por decodificar la composicin que Loncn lleva a la prctica tiene como
finalidad reconocer sus intereses e intenciones ideolgicas, que en una primera
aproximacin aparecen dispersas o disimuladas en la multiplicidad de voces que dialogan.
La construccin de los discursos que asume cada personaje, por ejemplo el busto de Julio
Roca, el de Pellegrini o el de Mitre, lo convierte en autor responsable de los mismos
aunque no represente su pensamiento por medio de ellos. Podra haber ocurrido que como
escritor no se hiciera or en el dilogo, o, por el contrario, adoptara alguno de los
personajes en particular como alter ego, en lugar de invisibilizarse o distribuir sus ideas en
los diferentes locutores. De todas maneras, en cualquiera de los casos, no deja de ser
responsable de la totalidad del discurso textual.
Por otra parte, la emisin de enunciados no se limita exclusivamente al momento de la
enunciacin, sino que pertenece, como sostiene Bajtn,
280
156
282
Bajtn, Mijail. Esttica de la creacin verbal. Mxico: Siglo XXI, 2005, pg. 290.
Ver pginas 129-134.
157
283
La Legin Cvica Argentina es uno de los emergentes de la reaccin poltica y social que signific el
golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. Este grupo funcion como una banda paramilitar alentada
primero y oficializada despus por el gobierno de facto del general Uriburu. Sus ideas y mtodos eran
comparables a las ideas totalitarias y las metodologas combativas de grupos similares por entonces en boga
en el viejo continente. La Legin naci como el brazo ciudadano armado en defensa de la amenaza que
significaban las variantes ideolgicas disgregadoras, segn los sectores conservadores que haban tomado
el Poder. En esta tarea no estuvo sola y tuvo como antecedente a la Liga Patritica Argentina.
158
284
quienes le exigen
moderacin, y exhibe una fuerte actitud reaccionaria (anloga con la ltima etapa de su
vida, cuando escribi en 1883, Conflictos y armonas de las razas en Amrica) cuando
acusa a Senz Pea de habilitar a los analfabetos, mulatos y tintorerillos para que voten,
como representantes de la barbarie y nietos degradados de Facundo. No existe entonces
mayor distancia entre su carcter, su discurso y lo que el lector sabe o supone de l.
Resulta pertinente aclarar que ninguno de los otros personajes adquiere el relieve literario
de Sarmiento. Todos permanecen concentrados en sus discursos sin indicios de carcter.
284
Ubersfeld, Anne. Captulo III. La escritura de los intercambios. El dilogo teatral. Buenos Aires:
Galerna, 2004.
285
Aldea millonaria. Op. Cit., pg 160.
159
Una excepcin leve podra ser Victorino de la Plaza. La condicin de bustos pareciera
reconcentrarlos en sus pensamientos, no en su actuacin en el mundo.
El Sarmiento ad hoc, creado por Loncn, piensa que la democracia debe aplicarse
en la medida de la cultura de los pueblos, democracia para pocos. Roca aprueba y afirma
desde su pragmatismo que no se puede pedir a una poca ms de lo que ella puede dar.
286
Cuando l gobernaba, el pas era rico porque los romanticismos a la usanza de Senz
287
288
286
Ibd., pg 162.
LImplicite. Op. Cit.
288
Aldea Millonaria. Op. Cit., pg 163.
287
160
La implicancia de sus palabras se articula con el tema central del debate, la funcin
que cumplir la Legin. Las condiciones de enunciacin proclaman, sin decirlo
directamente, la necesidad de operar coyunturalmente y por fuera de los prejuicios
institucionales.
La ejecucin de la violencia poltica trae a la superficie el debate sobre sus lmites.
Mitre contina argumentando acerca de la digresin cuando pone en debate la oposicin
idealismo/pragmatismo ejecutivo, desde una perspectiva diferente de la de Sarmiento.
Personalmente lo preocupa la libertad de pensamiento y de expresin, problema que en ese
momento alcanzaba a los escritores liberales y a los periodistas como Loncn. El
interrogante que se infiere de las palabras de Mitre se podra sintetizar del siguiente modo:
Hasta dnde debe llegar el silenciamiento y la represin del estado revolucionario?
Sabemos a qu y a quines representa el nombre de Mitre, por lo tanto el reclamo de
condicionar la intervencin de la fuerza represiva del nuevo estado, comprende el
reconocimiento de la gestin realizada por los medios de difusin que colaboraron con la
revolucin. Su intencin es blanquear los alcances de la censura, que al momento de la
creacin de la Legin todava eran difusos. Su prioridad consiste en confirmar las
prerrogativas del establishment frente a un nacionalismo que mostraba signos de
irracionalidad.
El comn acuerdo de intereses no desalienta la revisin de las conductas personales.
Contra el reclamo de Mitre, Avellaneda emite un discurso tico. Le recuerda que en 1861,
por motivos polticos, Mitre le haba clausurado El Nacional, por lo tanto debe reconocer
que las exigencias del momento, condicionamiento que Avellaneda acepta y estimula como
lo demostr con sus decisiones gubernamentales, se encuentran por sobre los intereses
particulares. En el debate de ideas, la confrontacin de dos posiciones intelectuales puede
recurrir a un paradigma que multiplique la posibilidad de respuestas, desde distintos
campos disciplinarios. La alta densidad informativa y el criterio selectivo que Loncn
utiliza para construir los dilogos, demuestra que la mencionada frivolidad de su escritura,
se trata de un juego de abalorios. Conoce a la perfeccin los valores y dis-valores que cada
personaje carga en su historia personal y ese grado de conocimiento de sus criaturas le
facilita la flexin suficiente como para no caer en una perspectiva dogmtica y anacrnica.
Probablemente El dilogo de los bustos pueda considerarse el texto ms logrado
del libro. Las fuentes histricas son utilizadas como pautas literarias, no tan slo
historiogrficas, y trabaja con los documentos de modo tal, que se transforman en
referencia probatoria sin caer en la solemnidad, y a la vez, la incomodidad esttico161
funcional del texto incluido. La carta de Mitre a Avellaneda es un comentario que refuerza
la posicin del Presidente de La Campaa al Desierto, sin debilitar el ritmo y el tono
dialgico. Loncn acredita las fuentes histricas con suficiente cuidado como para no
resentir la agilidad del intercambio oral, y a la vez consolidar el fenmeno literario de
escritura.
El Tercer Momento y su consecuente tercera digresin, desarrolla aprontes
reflexivos sobre la diferencia existente entre la teora y la prctica poltica, otro de los
temas recurrentes en la obra de Loncn. Figueroa Alcorta sugiere el tema y Victorino de la
Plaza, un gobernante no pragmtico, sino facilista, falto de escrpulos, se encarga de
aquilatar la relacin de fuerzas gestada por su antecesor. Para ello parafrasea las palabras
de Maquiavelo: El hombre que llega a la cumbre, si quiere gobernar bien, debe darle un
puntapi a la escalera humana que le ha servido para encaramarse. 289
La traicin como recurso legtimo para sostener el poder y acotar los
condicionamientos que imponen las deudas, libera al Prncipe de quienes le facilitaron el
acceso al gobierno.
Tampoco en esta oportunidad las miserias personales quedan fuera de discusin.
Quien las saca a la luz es Pellegrini cuando le recuerda a de la Plaza que lo suyo es slo
teora porque ni siquiera conoci la escalera humana que lo deposit en el poder.
Mientras se trabajaba para su candidatura, de la Plaza viva en Londres disfrutando de las
rentas argentinas, y por lo tanto no se vea obligado a contraer compromisos morales
que le representaran un impedimento a la hora de tomar decisiones gubernamentales. El
procedimiento de establecer ideas fuerza para luego, en lo inmediato, atribuirles a sus
enunciadores flaquezas de orden tico, no desmerece la propuesta ideolgica sino las
circunstancias personales. La acumulacin de poder discursivo por parte de uno de los
sectores en disputa se disimula por la fragmentacin transitoria que practican las voces
pertenecientes al mismo punto de vista. El conteo general de las intervenciones llevadas a
cabo por Mitre, Avellaneda, Figueroa Alcorta, de la Plaza y Pellegrini pertenecen a un
orden anlogo de pensamiento, ms all del cuestionamiento a la subjetividad que se
realizan unos a otros dentro del mismo grupo.
289
162
Como se puede apreciar, el enfoque de los temas es mltiple y se realiza por medio de
un debate que lateraliza la polmica mediante distintas voces, desplazndose desde la
filosofa poltica hacia la tica y la moral, aunque el centro de la discusin, con el slo fin
de desprestigiar su romanticismo, lo ocupe Senz Pea. En el comienzo del texto, l se
constituye en el eje del dilogo y a su vez en el canal de oposicin; se representa a s
mismo como tambin a parte de los destinatarios indirectos (el irigoyenismo, Lisandro De
la Torre y el Partido Demcrata Progresista). El procedimiento de desprestigio que utiliza
Loncn aliena su voz para abandonarla al aislamiento del soliloquio. Cada vez con mayor
frecuencia el personaje recibe respuestas de compromiso o es ignorado y desautorizado con
frmulas sentenciosas que no admiten defensa. En realidad se trata de un falso dilogo. No
es comparable al confidente de la tragedia clsica cuya tarea remite a escuchar la catarsis
del poderoso, sin lugar a intervencin, como lo marca su condicin de clase, pero se
aproxima a un partenaire indeseado aunque fatal. Las ideas de Senz Pea chocan
contra la indiferencia generalizada que origina a su vez un vaco restrictivo respecto del
potencial desarrollo de su punto de vista. El personaje puede iniciar un tema que los otros
levantan y debaten, pero no puede argumentar y si lo hace, no es escuchado.
Jos Evaristo Uriburu es quien interrumpe la tercera digresin para retomar el tema
central. El anclaje, como a lo largo del texto, se sustenta en la necesidad de discutir la
pertinencia de la Legin Cvica, pero la propuesta queda relegada de inmediato. Se abre
entonces el Cuarto Momento del texto, donde la controversia deriva hacia el problema de
la sucesin presidencial y el derecho que asiste a los presidentes en actividad de sugerir,
apoyar o imponer su candidato.
Mitre se pronuncia en contra de la intervencin del primer magistrado, y para sostener
sus argumentos cuestiona un folleto de Paul Groussac, donde le recomienda a Figueroa
Alcorta que apoye la candidatura de Senz Pea. El creador de La Nacin ocupa
paulatinamente el lugar de opositor que tuviera Senz Pea y contribuye a su
silenciamiento.
290
negativa del Poder, entendido en trminos del control que un grupo ejerce sobre (las
acciones de los miembros) de otro grupo.
291
negativas proporcionan los principios usados por una corporacin dominante que justifica,
legitima o acepta el abuso de Poder. Por otro lado, destaca que no todas las ideologas
negativas son dominantes ni todas las ideologas son negativas; existen tambin las
positivas. Una forma de ideologa negativa que nos interesa destacar se expresa en el
paternalismo; la analoga con los discursos pronunciados en el Saln de los Acuerdos es
bastante sencilla de visualizar. En un sentido amplio, un grupo tiene una ideologa
paternalista que ejerce el Poder sobre otro grupo con el pretexto de obtener un bien para los
dominados, y sin contar con la aceptacin del conjunto afectado, situacin representada en
toda su dimensin por las palabras de Pellegrini. Por otra parte, por medio del paternalismo
Pellegrini hace retrotraer la actividad republicana a sus tiempos, a lo que Natalio Botana
llam el orden conservador. Si en principio el dilogo haba pretendido definir los
lmites y la direccin de la represin, da un giro de 180 con la intencin de reinstalar el
sistema eleccionario dirigista-paternalista de fines del siglo XIX y principios del XX hasta
aproximadamente 1912.
Pellegrini, la inteligentzia del orden conservador neo liberal de los bustos, formula
como valor moral regulador de la sucesin, la honestidad. Se puede accionar respecto de la
candidatura del sucesor siempre y cuando el fin sea honesto. Si antes se tergivers el
contrato republicano despus se produce el vaciamiento del sentido de la palabra
290
291
Van Dijk, Teun. Ideologa y discurso. Barcelona: Editorial Ariel, 2003, pg. 14.
Ibd., pg. 48.
164
292
Impresiona la densidad de los argumentos esgrimidos por la lite de los bustos, pero la
sutileza de Loncn reside en el trabajo con las implicaturas. Las digresiones introducen
discusiones sobre distintos temas, que no podramos definir como aleatorios, pero s
perifricos a la preocupacin central. Todos legitiman, sin proponrselo directamente, la
creacin de la Legin Cvica. A partir del procedimiento instalado por el autor podramos
desdoblar la construccin argumentativa. En la superficie textual encontramos que la
argumentacin toma forma de dilogo: los sujetos establecen un acuerdo tcito para
razonar conjuntamente sobre una preocupacin comn. Pero las discusiones sobre el voto
popular, la relacin pragmatismo-riqueza /capitalismo-democracia, la justificacin de
la violencia poltica en contextos de riesgo para los poderes de hecho, la definicin de
los lmites de la restriccin a las libertades individuales y de expresin, el deber de
influir sobre la sucesin presidencial, o como mantener el estado en manos de unos pocos,
estn cortinando un trasfondo que podra considerarse el proceso argumentativo solapado
292
293
165
294
Walton, David. (1998) The New Dialectic: Conversational Contexts of Argument, Toronto: University
of Toronto,1998.
166
ha preferido ser til a ser popular. Todos consienten que su postura representa la forma
ms bella, si se quiere, de ser popular, El servicio al progreso del pas. La deriva del
dilogo entra en su espiral final debatiendo el populismo como eje. Mitre, al igual que a lo
largo de la discusin, intenta conciliar el liberalismo de las ideas con la prctica poltica,
resolucin que en esta oportunidad lo conduce a una ecuacin que sign el Poder durante
el siglo XX, incluido el principio del siglo XXI. Se trata de enmascarar el liberalismo
econmico bajo un aspecto popular que asegure la gobernabilidad por largo tiempo. En sus
palabras, Loncn retoma con agudeza lo que desde un primer momento propuso la
historiografa y la ideologa liberal mitrista.
Por otra parte, la voz apagada de Senz Pea, se desvanece finalmente en la
intransigencia de su auditorio que lo utiliza como bastonero de ideas que slo merecen ser
refutadas. El pueblo, segn Roca, es infantil, por lo tanto se lo puede engaar con las
prebendas populistas o se lo puede gobernar con la habilidad econmica y la discrecin
poltica para que el bienestar adormezca sus inquietudes institucionales. En el caso
extremo de 1930, sera aceptable la creacin de una Legin que encauzara el
descarrilamiento popular, por medio de la fuerza estatal o para estatal, para despus
retomar el simulacro democrtico. Si no se necesit el cuarto oscuro para organizar el
pas, como argumenta Sarmiento en El dilogo de los bustos, tampoco se afectarn las
instituciones si por un lapso de tiempo la Legin Cvica relega la soberana popular del
voto. Se conculcara as la libertad de sufragio, metodologa con la cual Loncn estaba en
desacuerdo en El voto obligatorio y se legitimara el fraude inaugurado poco despus de la
revolucin de septiembre.
Mitre, siempre en situacin componedora, idealiza la funcin de las fuerzas represivas
para que se tornen presentables para la mayora de los habitantes. Debieran incorporar,
segn sus palabras, al contenido primario de amor a la patria, que da por descontado, el
amplio concepto de justicia social. Es decir, crea una ficcin orientadora que calme la
resistencia y le permita avanzar a las fuerzas conservadoras. Pellegrini y Quintana cierran
el debate con una comparacin que convierte a la Legin en una autoridad histricopatritica indiscutible. Se trata de una nueva Asociacin de Mayo, instalando de este modo
la idea de la refundacin del pas.
Ley de 1912, en el final de la obra enuncia: Estoy seguro de que alguna de sus brigadas
llevar mi nombre. 295
Confirma de este modo su rol de facilitador de las posiciones ms intransigentes.
Pellegrini, adems de numerosas intervenciones es quien expone ms centimetraje
discursivo y quien cierra el texto. Avellaneda y Sarmiento no equiparan las intervenciones
de Pellegrini pero cada vez que hablan, sus discursos superan la media general y mantienen
las posiciones ms duras. El resto de las locuciones operan como una apoyatura logstica.
La disputa y la distribucin de ideas, que en principio podra dividirse en tres posiciones
argumentativas: Avellaneda, Pellegrini, Quintana, Uriburu, Plaza, Roca, Jurez Celman,
Sarmiento y Figueroa Alcorta, por la fuerza principal; Mitre en un falso limbo y Senz
Pea como nico opositor, terminan por resolverse en una sntesis ideolgica que
privilegia al grupo ms numeroso. No tan slo el punto de vista mayoritario pone al
descubierto los intereses e intenciones ideolgicas que apoy Loncn con la escritura del
dilogo; tambin la discusin de los temas secundarios termina, indirectamente, por
legitimar la poltica de choque instrumentada por Uriburu. Precisamente, la diferencia
entre teora y prctica poltica, segn se est en el poder o en el llano, fue motivo de un
extenso artculo periodstico publicado por Loncn, el 13 de febrero de 1931 en el diario El
Orden de Tucumn, dos aos antes de editar Aldea millonaria.
296
Su contenido confirma
168
169
297
de oro, voluntad de los pueblos. Su tesis sostena que el pensamiento poltico de los
ilustres le daba a la patria su sentido liberal y democrtico. Destacaba las ideas
monrquicas de San Martn, Belgrano y Rivadavia porque era lo que exiga el momento
histrico. Reconoca, por otra parte, la actitud de Fray Justo Santa Mara de Oro
abogando por la Repblica, con ser ms simptica a nuestros sentimientos actuales, pero
menos lgica entonces [] Para Loncn, las circunstancias no la ameritaban. Las buenas
intenciones de Fray Justo fueron comparables a la inocencia poltica que haba
dominado por esos aos a Roque Senz Pea.
Durante el perodo de la Independencia, segn el autor de La idea de oro, voluntad de
los pueblos, el problema poltico institucional no hubiera podido resolverse si la actitud
democrtica la hubiera sostenido y juzgado directamente el pueblo soberano. Ya se
apreciaba la fatalidad histrica tantas veces comprobada en nuestro pas:
Las miras de sus clases dirigentes, el criterio de sus hombres ilustrados
y la orientacin doctrinaria de sus ms preclaros espritus no han
coincidido con ese confuso turbin de ideales, de pasiones, de apetitos,
de intereses que con el plural grato a los caudillos se reconoce bajo el
nombre de voluntad de los pueblos. 298
297
298
170
Slo hay una manera de que el coloso pueril (el pueblo) observe una actitud
democrtica; debe ser conducido por patriotas liberales como Mitre, Sarmiento, y
Avellaneda. Cierra la nota con una alusin definidamente aristocrtica aunque moderada
por una retrica engaosa: No estara resuelto el problema si el mismo fervor
democrtico iluminara la inteligencia de los unos y el instinto de los otros? La
declaracin, si bien intenta disimularlo, no da lugar a interpretaciones ambiguas. El pueblo
queda constreido al mbito de lo instintivo, al impulso primario. La inteligencia est dada
para unos pocos, dicotoma que Lisandro de La Torre, a esa altura, ya haba resuelto por
medio de una ecuacin de cuo igualitario.
Conclusin:
El suicidio de Loncn podra interpretarse en clave como:
a) el costo de un encerramiento o clausura temporal que la realidad
(particularmente los conflictos de la Dcada Infame y la irrupcin de la Segunda
Guerra Mundial) se ocup de desestabilizar, o
b) el fin de una poca de nuestro pas que lo ha sorprendido en medio de su tranquila
imprevisin. Su expresin literaria de la sociedad portea, a la vez aldeana y
cosmopolita que, desde ms o menos el ao 80, vive recrendose en la
contemplacin de sus pequeos defectos y fciles virtudes, sociedad cerrada para
protegerse de la historia que pasa. Paulatinamente, a medida que el pas creca, ese
pequeo mundo, agrandado poco a poco con nuevos aportes que moldeaba a su
imagen y semejanza, ha ido quedndose cada vez ms distanciado de la realidad
Argentina.
171
TERCERA PARTE
172
Captulo I
Eduardo Ladislao Holmberg: de la exclusin a la hibridacin
socio-cultural.
173
299
Holmberg, Eduardo. Pinceladas descriptivas. Anales de la Sociedad Cientfica Argentina. Tomo 38,
2do. semestre, 1894.
174
resquicio alguno para voces alternativas. No escaparon a dicho contexto los dos
conferencistas que en el Teatro Nacional recordaron al naturalista ingls con motivo de su
muerte. Holmberg utiliz la categora darwiniana the struggle for life para justificar el
tratamiento dado a los ocupantes de la pampa:
Para comprender mejor la postura pblica tomada en esta oportunidad por el autor de
Lin Calel, no habra que ubicarla en el contexto antes aludido, sino en el mbito
circunscripto a esa noche en particular. El otro orador fue Sarmiento, uno de los referentes
nacionales que ms influy sobre Holmberg, a tal punto que muchos aos despus, en el
protagonista de la novela Olimpio Pitango de Monalia, podramos recobrar rasgos del
carcter y el pensamiento del sanjuanino. La presencia del prcer pudo haber
condicionado las palabras del autor de Olimpio Pitango, si consideramos que Sarmiento
estaba atravesando, como sostiene David Vias en Indios, ejrcito y frontera, su etapa
ms reaccionaria. La posicin que por entonces profundizaba el autor de Facundo, haba
tenido inicio en sus primeras obras donde ya despuntaba la intencin de blanquear, por
cualquier medio, tanto su historia personal como la historia social de su pas. De su ltima
etapa, constituye un testimonio inapelable su ensayo Conflicto y armona de las razas en
Amrica. 301
300
Holmberg, Eduardo. Carlos Alberto Darwin. Buenos Aires: Establecimiento Tipogrfico de El Nacioal,
1882, pgs. 65-66.
301
Conflictos y Armonas de las razas en Amrica es una obra que tiene como propsito explicar por qu en
los pases de habla espaola las instituciones republicano democrticas, despus de tantos aos, no lograron
consolidarse ms all de lo formal. En Facundo, Sarmiento sostuvo como tesis central que el medio
175
302
176
177
Se puede conjeturar que ante la posible prdida de una etnia, haya pesado ms su
condicin de naturalista que su humanismo occidental; la pulsin por conservar un objeto
de estudio o una reliquia cientfica tampoco deberan descartarse como hiptesis. Lo que
extiende esta crtica ms all de la formacin cientfico-naturalista que profesaba
Holmberg, se puede encontrar en las lneas finales de la cita, una preocupacin, antes
ausente, por la ligereza con que actuaban la modernizacin y el progreso al condenar a la
desaparicin ciertas razas que adems constituan un tesoro tnico irrecuperable.
Cuando en el andar de los aos estudiemos las condiciones del mestizaje sostiene
Holmberg, percibiremos la prdida irreparable de un componente, no ya afeminado, dbil
o perezoso como sostendra Sarmiento a travs de Agassiz; agotado y falto de
resistencia como crea Joaqun V. Gonzlez, sino que faltar a la Nacin la contribucin
hereditaria (gentica) de una raza de granito, referencia a los Onas, en esta oportunidad.
Retomando las intenciones puestas de manifiesto en Pinceladas descriptivas,
podemos decir que no se equivoc en casi nada. No mucho tiempo despus de escrito su
texto, los Yahganes, los Onas, los Alakaluf de Tierra del Fuego se extinguieron o
304
Pinceladas descriptivas, Filigranas de cera y otros textos. Op. Cit., pg. 195.
178
305
La fuerte presencia fnica del idioma mapuche, su riqueza en imgenes visuales y, dentro de su simpleza
estructural, su potica manera de recuperar la relacin del hombre con la naturaleza, reemplazan la necesidad
de ejercitar la invencin retrica para lograr la extraeza que persiguieron los romnticos primero y
continuaron los modernistas despus. El lector de Lin Call se podra preguntar si el uso del mapudungun
que hace el autor responde a una pulsin potica o a la intencin de rescatar el idioma, trabajo, que por otra
parte, algunos cientficos ya venan realizando. A juzgar por el detallado glosario a modo de diccionario que
contiene el texto y a las explicaciones paradigmtico / comparativas sobre los distintos usos que los
indgenas daban a su lengua, segn el lugar o la ocasin en que la hablasen, como as tambin, debido a la
continua presencia de especulaciones sobre sus posibles leyes gramaticales, la motivacin o recuperacin
lingstica se encontrara casi en un mismo grado de importancia que la iniciativa potica.
179
306
El marco ideolgico de estos autores, adems, estaba dado por los principios que
sostena parte importante de la intelectualidad trasandina, como por ejemplo
Jos
Holmberg, Eduardo. Lin Call. Buenos Aires: Talleres Grficos J. L. Rosso, 1910, pg. 354.
180
Como no poda ser de otro modo, Sarmiento, asentado en esa poca en Chile y amigo
personal de Lastarria, cuando tiene que resear su trabajo Investigaciones filosficas
sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los espaoles en Chile
expresa su desacuerdo.308 Sobre la herencia espaola, la compatibilidad de puntos de vista
supera las disidencias, pero no deja de sealar como idealizante la caracterizacin del
pueblo araucano que hace el autor chileno, aceptable, segn su parecer, antes de la
Independencia porque se justificaba que agitaran esos valores con el fin de diferenciarse de
los colonizadores, a los que se estaba combatiendo (a la vez que sumaban a las fuerzas
indgenas en esa lucha) pero una vez lograda la independencia no haba que insistir en lo
que haba sido nada ms que un recurso nacido de la literatura.309
En 1883, en su ensayo Conflictos y Armonas de las razas en Amrica, Sarmiento
retoma la polmica en contra de la reivindicacin de los araucanos como padres de la
Patria. Conocedor de la potencialidad que concentra una obra literaria cuando se trata de
construir un imaginario social, Sarmiento comienza su ataque con La Araucana de Ercilla,
texto que, por otra parte, mantiene una fuerte presencia en Lin Calel, extenso poema
pico, que tambin aborda el conflicto tnico. Por una confusin quijotesca, segn
Sarmiento, los reyes de Espaa tomaron como realidad las virtudes morales y guerreras
que Ercilla les haba atribuido a los araucanos, y detuvieron la conquista permitindoles
que se constituyeran en estado dentro del territorio chileno, error que continuaron quienes
lucharon por la Independencia de Chile, atribuyendoles resolucin, firmeza y
conocimientos en el arte de la guerra como herencia. Ya desde los tiempos de la
conquista, Ercilla haba dejado el padrn estereotipado.
310
A la visin idealizada de
307
181
Ercilla, Sarmiento opone en el mismo texto la valoracin del accionar argentino: Harto
conocimos Calfucur, Catriel, Manuel Grande, y tantos otros jefes araucanos, el
terror de nuestras fronteras, hasta que una vez por todas se resolvieron nuestros
generales y gobernantes destruirlos.
311
312
esta obra, segn palabras de Holmberg, sirvi como fuente para la escritura de su texto
pico; no es extrao que as lo fuera porque los estudios all realizados fueron producto de
una mentalidad y de una metodologa cientficas. Los paradigmas cognoscitivos, que
varan segn el tema tratado, corresponden a distintas ciencias: la arqueologa, la geologa,
la paleontologa, la frenologa y la lingstica dan sustento a las hiptesis que Toribio
Medina elabora acerca del mundo araucano. Incluso, cuando debe justificar ciertas
aseveraciones, cita como autoridad al clrigo Cristbal Molina (el mismo que Sarmiento
refuta en Conflictos y Armonas de las razas en Amrica) como as tambin, en ms de una
oportunidad, a La araucana de Ercilla. Toribio Medina intenta, en su trabajo, adems de
presentar los resultados de sus investigaciones, solucionar los vacos historiogrficos que
las voces oficiales se haban preocupado de alimentar con el fin de silenciar, de este modo,
el ejercicio de la violencia y el desconocimiento de los derechos que tericamente les eran
otorgados a los pobladores de la campaa. 313
Otro texto de la poca que no pas desadvertido para Holmberg fue Crnica de la
Araucana
de
Horacio
Lara,
publicado
en
1889,
consecuente
ideolgica
182
entre otras cosas, la discusin que se dio en el Congreso chileno cuando el coronel
Cornelio Saavedra y el Ministro de Guerra Errzuriz solicitaron un incremento de
presupuesto y de hombres, para continuar con la anexin de territorios en manos de los
aborgenes. Lara pasa revista a los distintos puntos de vista de los legisladores y ensaya
una defensa del proyecto reproduciendo la versin oficial: la conquista hecha a la
barbarie...fue realizada por medio de la civilizacin, seguridad de paz y justicia,
tratamiento suave y benigno. Las tribus no abandonaron los lugares que ocuparon las
tropas; poco a poco se fueron acostumbrando al trato de la vida civilizada. Enemigo de la
guerra a sangre y fuego (Cornelio Saavedra). Se fij una conducta invariable: reducirlos
por medio de sugestiones amigables combinadas con el sistema de la paz armada que
vigila y prev.
314
Hasta all la retrica discursiva. Las condiciones de conquista, como se podr prever,
no resultaron exactamente como se las describieron sino que tambin existi la
expropiacin y la reduccin de los indgenas por medio de la violencia sistemtica. Sobre
el final del trabajo, Lara retoma la iniciativa de Toribio Medina e incorpora la voz
indgena para contraponer por medio de testimonios directos, su propia versin de los
hechos. La colonizacin y reduccin de los naturales de Amrica se haba aplicado sobre
diferentes campos de su organizacin y cultura: el espacio, la economa, la sexualidad, los
ritos y costumbres y tambin la palabra. Los indgenas no tenan voz. Su discurso directo
apareca en escasos documentos de la cultura letrada. Se lo utilizaba en forma de
testimonios en el curso de un litigio judicial, frecuentemente tergiversado por quien
reproduca o haca reproducir sus palabras (los indgenas carecan de poder de control
sobre la escritura y su difusin), casi siempre argumentando contra sus propios intereses.
En la historiografa oficial, hasta fines del siglo XIX, el silenciamiento fue una constante
que Lara contribuy a romper.
Toms Guevara contina la operatoria de sus antecesores; estimula a los mapuches
para que cuenten su historia. Esta metodologa de trabajo que corrigi el punto de vista
tradicional del campo de estudio, como as tambin el modo de reproduccin textual de la
informacin, no puede desconocerse como un marco estructural para Holmberg. Si bien el
contrapunto dialctico es una constante en su obra literaria, la decisin de adoptar el
314
Lara, Horacio. Crnica de la Araucana. Santiago: Imprenta del Progreso, 1889, pgs. 368-370.
183
procedimiento dialgico en Lin Call, donde los personajes argumentan a travs del
discurso directo para dar a conocer sus posturas ideolgicas, no es tan slo una opcin
formal influenciada por la pica tradicional, sino tambin una filiacin en la corriente
histrica trasandina. En el Canto I de Lin Call, su autor dispuso el discurso blico contra
los blancos de manera fragmentaria, en breves sintagmas. En casi todos los casos, las
menciones corresponden a actos perlocutivos que intentan inflamar el nimo guerrero
contra el enemigo. En el Canto II, el Viatum se convierte en una exposicin de diversas
lenguas y posturas ideolgicas. Calf Ketral, quien debido a su edad y sabidura es
escuchado y respetado por todos, se remonta al pasado heroico de Colo Colo, Lautaro y
Caupolicn (protagonistas de la gesta de Ercilla) para resear las mentiras y crueldades
con que los blancos redujeron a los aborgenes. Dirige sus palabras contra dos elementos
emblemticos de la conquista espaola: la cruz y la espada. Dos enemigos nos persiguen
siempre /[...]/ la cruz llevando en la siniestra mano, / pendiente al cinto la filosa espada,/
stos matando el cuerpo de los indios,/ y aquellos humillndoles el alma.
315
316
El Canto VII contina la saga iniciada en La Araucana, retomada luego por Lucio
Mansilla en Una excursin a los indios Ranqueles, donde Mariano Rosas defiende el
gobierno de los indios frente a la civilizacin que lo interpela.
Lin Call
317
184
De este modo, el capitanejo Reukenm expone las causas que justifican las
expediciones contra los poblados cristianos. Su postura slo es desbordada cuando Lin
Call le responde con argumentos que pertenecen no al orden de la razn, sino al de los
sentimientos y la religiosidad de sus ancestros. Reukenm es inducido a evocar imgenes
sangrientas de la guerra y toma conciencia de la fiera que ha llevado dentro tanto
tiempo.
319
cristianos del mal y de la culpa, de los cuales hasta ese momento haba permanecido libre.
Se siente transfigurado en su dolor supremo. El hroe se transforma en un personaje
romntico, invadido por valores que le resultan ajenos y lo sumen en un estado de tristeza
y escepticismo. Colonizado por pensamientos extraos, llega a considerar que para l ya no
existen posibilidades de una vida digna. Cuando se encuentra al lmite de la locura, apela a
una categora superadora, propia de fines de siglo XIX: la voluntad. De este modo,
318
185
Lugones, Leopoldo. El imperio jesutico. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981, pg. 235.
Jos Ingenieros, Socialismo y legislacin del trabajo, en Obras Completas, Vol.8, Sociologa Argentina
(1918) Buenos Aires: Elmer Editor, 1957, pg. 184.
321
186
323
Citado por: Prieto, Adolfo. La literatura autobiogrfica argentina. Buenos Aires: CEAL, 1982, pgs. 181187.
323
Lehmann-Nitsche, Roberto, El grupo lingstico Tshon de los territorios magallnicos, en Revista del
Museo de La Plata. La Plata: Tomo XXII (Segunda serie, Tomo IX), pginas 217-276. 1914.
---El grupo lingstico Alakaluf, en Revista del Museo de La Plata. La Plata:
Tomo XXV (Tercera Serie, Tomo I), pginas 15-61, 1918.
324
Lehmann-Nitsche, Roberto. El grupo lingstico Tshon de los territorios magallnicos, en Revista del
Museo de La Plata. La Plata: Tomo XXII (Segunda serie, Tomo IX), 1914, pgs. 217-276.
187
325
Consultamos para el estudio de la pera un Canto y Piano, copia del original escrito y corregido por
Arnaldo D Espsito (su compositor musical), y la partitura para canto y orquesta tambin de D Espsito. El
primer texto fue facilitado por Archivos Musicales del Teatro Argentino de La Plata y el segundo por
Archivos Musicales del teatro Coln. Tuvimos la oportunidad de presenciar adems la reposicin en el
Teatro Argentino, en junio de 2003.
326
La informacin para componer la Ficha Tcnica fue tomada, en parte, del archivo personal del
Musiclogo Lucio Bruno Videla, de la conferencia dada por Gustavo Otero el 24 de mayo de 2003 en el
Teatro Argentino, como as tambin de la informacin suministrada on line por el Teatro Libertador de
Crdoba.
188
Las peras que toman la temtica de las culturas americanas precolombinas, de los
conflictos entre aborgenes y espaoles, o entre aborgenes y las nuevas identidades
nacionales son numerosas en la Argentina y Latinoamrica.
327
Si bien podramos
considerar que todas estas obras tienen un cierto tinte romntico, tanto en su concepcin
argumental, como en su msica, cada una de ellas presenta un universo esttico e
ideolgico con rasgos propios. 328
Con la excepcin quizs de Siripo (que se basa en un texto de fines del XVIII y
principios del XIX sin modificar la versin legendaria original de Ruy Daz de Guzmn,
las obras indigenistas que suben a escena el conflicto entre blancos y aborgenes, ponen
en el lugar de la vctima a los representantes de las culturas originarias. Las injusticias del
sistema son reproducidas dramticamente desde una perspectiva reivindicatoria de
quienes resultaron diezmados cultural y demogrficamente. Esta postura adquiere un
relieve significativo en las peras Tabar y El Oro del Inca, donde el motivo de la traicin
es el principal instrumento de conquista por parte de los espaoles.
Musicalmente hablando, son obras de estructura y concepcin europeas (recordemos
que en la Amrica precolombina no exista el gnero pera). Lo propio de la cultura de
la tierra est dado a travs de la utilizacin de ritmos especficos o estilizacin de especies
lricas y coreogrficas, concepciones tonales (como la pentatona) e inclusin de
327
Aunque esta enumeracin no es completa (el material correspondiente resulta de difcil acceso o
directamente se encuentra perdido) puede transmitir un idea respecto de la cantidad de obras de contenido
indigenista producidas.
- Chaquira Lieu: Texto de Rafael Barreda. Msica de Miguel Rojas. 1879
- Yupanki: Libreto de Enrique Larreta. Msica de Arturo Berutti. 1899
- Atahualpa: Libreto y msica: Ferruccio Cattelani. 1900
- Huemac: Libro Edmundo Montagne. Msica Pascual De Rogatis. 1916
- Tabar: Poema original: Zorrilla de San Martn, dramatizado por J. Servetti Reeves. Msica de
Afredo Schiuma. 1925
- Ollantay: Libro de Vctor Mercante. Msica: Constantino Gaito. 1926
- Corimayo: Libro de Luis Pascarella. Msica de Enrique Casella. 1926
- La leyenda del uruta: libro de Jos Oliva Nogueira. Msica de Gilardo Gilardi. 1932
- La novia del hereje: sobre la novela de V. Fidel Lpez. Dramatizacin de Toms Allende Iragorri. Msica de
Pascual De Rogatis. 1935
- Siripo: Libro: Lavardn. Dramatizado por L. Bayn Herrera. Msica de Felipe Boero. 1937
- Las Vrgenes del Sol: Libro: Ataliva Herrera. Msica: Enrique Mario Casella. 1927
- Las Vrgenes del Sol: Libro: dem. Msica: Alfredo Schiuma. 1939
- Chasca: Libro y msica de Enrique Casella.1939
- El Embrujo de la Copla: Libro de Rubn Olivera. Msica: Enrique Casella. 1935
- La Vidala: Libro: Alberto Crdoba Alais. Msica: Enrique Casella. 1942 (Premio Nacional de Msica)
- Lin Call: Libro: V. Mercante (sobre poema de Holmberg). Msica: Arnaldo DEspsito. 1941
- El Oro del Inca: Libreto y msica: Hctor Iglesias Villoud. 1953
328
La informacin sobre las peras indigenistas, tanto a nivel argumental como musical, nos fue
proporcionada por el especialista en la materia Profesor Lucio Bruno Videla.
190
instrumentos especficos (quena, erke, etc.). En algn caso, como la pera Chasca, la
concepcin pasa por otra variable, como la yuxtaposicin y superposicin, y un tiempo
dramtico diferente al europeo.
En Tabar y Las vrgenes del Sol, se plantea como idea central el reconocimiento del
mestizaje, tal como ocurre en el texto original de Lin Call escrito por Eduardo Holmberg,
que Vctor Mercante desplaz a un segundo plano. Este punto de vista sobre la cuestin
indgena result producto de las nuevas concepciones humansticas y artsticas que
comenzaban a operar ideolgicamente a principios de siglo XX. En La novia del Hereje, se
pueden apreciar las divergencias y convergencias socio-polticas de la Lima virreinal
mediante la intervencin dramtica de sus diversas culturas: hispana, sajona, afroamericana
e indgena. Se da en ella lo que la crtica actual entiende por multiculturalismo.
En cuanto al aspecto musical, en el caso de Chasca y Lin Call, la msica tiene rasgos
modernistas, yuxtapuestos con otros lenguajes, de una manera no-sinttica, que es muy
propia de Latinoamrica. Si bien Lin Call es puramente indigenista en cuanto a su
contenido argumental, la msica presenta motivos meldicos de configuracin pentatnica,
aunque lo documental tnico no es el factor predominante en esta composicin. Tambin
se pone en uso el mtodo de las reminiscencias musicales y de meloda coloreada, no
renuncindose a la vocalidad italiana y utilizando mayoritariamente el airoso. La
musicalidad del autor se canaliza, entonces, en un moderado modernismo, sin caer en
movimientos de vanguardia, que signific, por otra parte, su aspiracin de romper con el
espritu y formas imperantes en el medio musical argentino de entonces. 329
329
Arnaldo D Espsito naci y muri en Buenos Aires. Se destac como pianista, compositor y director de
orquesta. Inici sus estudios musicales con Ernesto Drangosch y Miguel Mastrogiovanni. Fue luego discpulo
de Jorge de Lalewicz en piano y de Athos Palma y Floro Ugarte en armona. Su nombre cobr notoriedad a
raz del estreno de Lin Call -obra que nos ocupa- en el teatro Coln. Posteriormente perfeccion sus estudios
de fuga, composicin e instrumentacin con Constantino Gaito, adquiriendo de ese modo una slida y
completa formacin. Ejerci la docencia en el Conservatorio Nacional. Fue maestro interno del Teatro Coln
y director de orquesta de espectculos de Ballet en el mismo teatro. Recibi el Premio Municipal de Msica
de la ciudad de Buenos Aires en 1937, en dos ocasiones el Premio Municipal de pera y Ballet y el Premio
de la Comisin Nacional de Cultura.
Su participacin en la creacin de la pera Lin Call dio continuidad a un arte lrico local que por
entonces iba camino a la desaparicin. Su modalidad expresiva permiti posicionarlo como un continuador e
inclusive renovador de la orientacin indigenista iniciada por Pascual Rogatis. Sus ctedras en el
Conservatorio Nacional y la direccin de orquesta conspiraron contra su renovacin musical e hicieron que la
misma no se consumara acorde a su potencial.
Entre sus obras podemos mencionar: Quinteto para piano y cuerdas en si menor op. 12 (recibi el premio
Municipal de Msica de 1937), tres Preludios y tres Fugas para piano en homenaje a Bach, un cuarteto con
piano, sonata para violn y piano, canciones, msica para piano, tres Ballets: Tango (compuesto en 1933),
Cuento de Abril (estrenado el 21 de junio de 1940 en el Teatro Coln, inspirado en el relato de Ramn del
Valle Incln y representado luego en 1941, 1944 y 1945) y Ajedrez (estrenado el 10 de noviembre de 1950 en
el Teatro Coln y representado luego en 1951, 1954, 1955 y 1967, con argumento de Manuel Serrano Prez).
Humoreske (divertimento para orquesta), un concierto para piano y orquesta (estrenado en el Teatro Coln en
191
c. Lin Call.
c.1 La adaptacin y la recepcin como proceso.
Como planteamos en la primera parte de este trabajo, Lin Call de Eduardo Holmberg
constituye en muchos aspectos una versin diferente sobre la identidad nacional, en
relacin con las concepciones de la Generacin del 80 y sus continuadores ideolgicos de
comienzos del siglo XX. Holmberg no propone una completa teora de las razas pero s una
hiptesis evolutiva respaldada por su formacin como naturalista. La suya es una voz
peculiar dentro del liberalismo. Reivindica en un texto de carcter pico la mezcla tnica y
multicultural de la patria, que otros niegan pero l presume como inevitable. El cruce
sanguneo y cierto nivel de transculturacin ya se venan produciendo desde muchos aos
atrs. La mezcla que para los pensadores aferrados al discurso dominante representaba el
origen del mal, signific para l el fundamento de la futura estirpe argentina.
Trasladar Lin Call, desde su gnero pico original al campo de la pera, supone un
trabajo de adaptacin que exige decisiones no tan slo formales. Quien adapta el guin, en
este caso Vctor Mercante, puede inspirarse con mayor o menor libertad y producir una
obra buena, mediocre o mala, con autonoma total o relativa; lo que nos ocupa es cmo
Mercante lee el texto base, qu cosas modifica de l y por qu, cmo trabaja los personajes
y sus roles, cmo traslada los contenidos, qu significados elide o agrega y por qu.
Mercante, si bien por la determinacin del nuevo formato reduce comprensiblemente
la complejidad y extensin del texto original, trabaja tambin sobre la significacin,
aunque mantiene con bastante fidelidad la lnea argumental. Toma del texto pico la
trama, dejando fuera todo lo que pueda distraer, en trminos significantes, sus objetivos y
modifica algunos datos esenciales de la obra en funcin de adecuarla a su propia
orientacin ideolgica.
Por otra parte, dentro del proceso de adaptacin debemos tener en cuenta el fenmeno
de la recepcin que seguramente no escap al guionista. La experiencia entre quien lee un
texto pico cmodamente sentado en su hogar y quien presencia una obra escnica en un
teatro, con una orquesta tocando en vivo, presenta marcadas diferencias. Un espectculo
como la pera problematiza el universo de la recepcin literaria que ya no se limita a la
1943 por Ferrucio Calusio y ofrecido luego en 1954 y 1967), el poema sinfnico Rapsodia del Tango
(compuesto en 1938), Preludio (Estrenado en el Teatro Coln en 1955). Dej inconclusas una Misa y una
pera en tres actos sobre texto de Lope de Vega.
192
lectura, sino que necesariamente suma el ver, el escuchar y, de algn modo, el interactuar.
Es en este sentido, el de la interaccin, en cuanto proceso que mantiene en actividad
permanente al receptor, donde observamos que, justamente, el espectador de pera no es
un mero vidente, spectator, hombre que ve y escucha, sino que es un dialogante. La
compleja dramatizacin entre accin argumental (secuencias necesariamente fragmentadas
por su articulacin significante con los dems componentes del gnero), canto, msica, y
semitica escnica convoca al espectador a ser partcipe del espectculo; es decir, a
interactuar con l.
El lenguaje literario se resignifica: ya no hablan solamente los personajes picos o el
narrador. La palabra relativiza su valor fundante, en la medida en que otros cdigos exigen
su reconocimiento. Habla el lenguaje operstico
193
acompaa la aparicin espectral de Auca Lonco. El canto airoso del bartono transmite
un clima siniestro. Su voz eleva una plegaria al Espritu del aire, mientras sus palabras
evocan el reino de la oscuridad. Un Subito Crescendo llena de ira y odio el pecho del
cacique que invoca la muerte con vigor. Antes de cerrar la escena, un Contra Alto apoya
el descenso de Auca Lonco que termina por perderse en la noche. De este modo, Mercante
condensa la simbologa del mal, desde un comienzo mismo, en la figura del cacique
principal de los mapuches, procedimiento que comparte con el texto de Holmberg.
Inmediatamente despus tiene lugar la segunda escena que transcurre en la toldera de
Tromn Cur, padre de Lin Call. Un Pi Molto Spesso, acompasa los movimientos de
la protagonista que teje a la luz del fogn, casi extinguido. Un Andante Dolce, ilumina a
Tromn Cur que observa apaciblemente a su hija, dispuesto a iniciar el dilogo. Cur, de
manera sentida, le agradece a Lin Call que lo cuida durante su vejez. Sus dichos que
siguen el principio interpretativo del verismo italiano se desplazan sobre la evocacin
musical de un Triste Pampeano.
Lin Call tensa la relacin, cuando recuerda palabras que su madre blanca
acostumbraba repetir, poniendo de manifiesto su identificacin con el cristianismo: Hay
que amar al prjimo. La polmica implcita que despierta su enunciacin reside en lo no
dicho, pero entendido por el espectador y Tromen Cur: los pueblos indgenas carecen de
amor y de piedad porque an no han sido civilizados. Ellos debieran amar y no combatir
a los blancos. Desde este punto de vista Mercante construye la lnea de sentido que
fundamenta la obra; enfatiza el enfrentamiento, y de los bandos en pugna, uno solo persiste
en el error segn su concepcin. Holmberg, por el contrario, no haba realizado una lectura
radicalizada, sino que haba formalizado una polmica entre dos perspectivas diversas pero
no excluyentes. De este modo discuta y evaluaba las acciones tanto de las culturas
originarias como de los blancos sin tomar partido por una o por la otra.
Mientras transcurre el dilogo entre Cur y Lin Call, un Allegro introduce el amor
como tema, y dispara, a su vez, un contrapunto entre padre e hija. l la instiga a que acepte
su destino. Ella, incentivada por un Molto Grosso, rechaza la propuesta de casamiento
con Auca Lonco y muestra su disconformidad describiendo al cacique como alguien capaz
de degollar nios sin compasin, amante de derramar sangre inocente. Tromn Cur le
replica que no se deje llevar por las habladuras productos de la envidia y el odio. Rescata
su condicin de valiente en la pelea contra el huinca, en la autoridad sobre sus huestes y en
la bondad a la hora de repartir el botn producto de los malones. Mercante despoja a
Tromen Cur de la posicin contemporizadora que le haba otorgado Holmberg; pierde su
194
condicin de padre protector y privelegia las costumbres tribales por sobre los valores
humanos, virtudes que haban hecho de l un ser confiable para su hija en el texto original.
Entrelazado con un Mezzo Mazzo, el registro soprano de Lin Call elabora imgenes
crueles sobre los malones; alude a cuerpos atravesados por lanzas, cuchillos que sacian su
sed con sangre de hombres blancos. El horror domina su voz, cuando hace mencin de los
raptos de mujeres. Por fin estalla la risa de la locura y sobreviene, en sus palabrasimgenes, la orga que extrema la tensin escnica. Concluye su canto preguntndole a su
padre dnde se encuentra su madre cautiva. La insidia hace de la pregunta una
inquisicin que confina an ms a Tromn Cur al mbito del mal. Del tono y las
palabras de Lin Call se infiere que su padre se comport como un indgena ms con su
cautiva blanca. Le adjudica la culpa de la muerte de su madre. Si bien el Tromn Cur de
Holmberg se disgusta porque su mujer contina profesando el ritual cristiano mientras vive
entre indgenas, no la mata, la libera para que regrese con los suyos. Sobre el final del texto
pico la madre regresa al rescate de su hija.
La segunda escena de la pera termina con un Pi Lento de fondo, implacable, que
estimula a Lin Calel para insistir con su postura intransigente: Mi madre fue tu Huinca
cautiva? El dilogo rspido entre padre e hija no reproduce la relacin que ambos
mantienen en la obra de Holmberg, sino que representa la estigmatizacin en pleno siglo
XX del otro.
La tercera y ltima escena del primer cuadro comienza con la orquesta desarrollando un
Adagio de transicin que introduce en la accin dramtica a Colikeo. En el texto pico
de Holmberg, Colikeo es un personaje secundario que cuida de Lin Call, y es hombre de
confianza de Tromn Cur. Recibe y negocia con el enviado de Auca Lonco, Reukenm,
encargado de arreglar el casamiento del jefe mapuche con la hija de Cur. Mercante
produce cambios sustanciales en la historia, no slo por los nombres y los roles sino por
los contenidos. En la pera, Colikeo se convierte en el enamorado de la protagonista. Por el
contrario, en el texto de Holmberg, quien se enamora de Lin Call es Reukenm, que en
definitiva la ayuda a romper el compromiso con Auca Lonco.
Con la ausencia de Reukenm, Mercante priva al mundo indgena de su propia voz.
Reukenm es quien argumenta ideolgicamente contra los histricos atropellos de los
blancos; polemiza con la ambicin desmedida y la actitud inhumana del huinca; justifica
con razones concluyentes la resistencia heroica de los indgenas dueos naturales de la
tierra. Mercante elude estratgicamente la discusin que Holmberg puso como motivo
195
histrico fuerte de su obra, y de este modo alnea la pera, sin que medie el debate de
ideas, con el discurso liberal econmico dominante.
Durante el encuentro entre Colikeo y Lin Call, sobre el final de la ltima escena, se
desarrolla un Allegretto que acompaa el dilogo entre los amantes. A diferencia de los
primeros encuentros con Reukenm en la obra de Holmberg, donde el amor se entrelaza
con arduas disputas, Colikeo slo habla de cuestiones sentimentales; le ofrece una estrella
para adornar su frente de luna; ambos se funden en un abrazo y se unen en un Canon que
tiene como motivo la admiracin de las estrellas. Ambos ignoran que la perfidia los
acecha; la machi Parnop sabe de sus amoros secretos.
El segundo tema importante de la pera (el primero como sealamos es el amor) resulta
la traicin. Ambos de raigambre exclusivamente dramtica y no pica, como las disputas
tnicas e ideolgicas que privilegiaba Holmberg. La orquesta se despliega en un
Maestoso, mientras Parnop exterioriza su despecho. Lin Call con su accionar amoroso
est ofendiendo a Auca Lonco, su futuro marido por mandato. La machi siente el arrebato
de tomar venganza por mano propia, aunque se detiene a tiempo.
Antes de separase de Lin Calel, Colikeo toma la Piedra azul, smbolo del elegido por
Huentr (dios mapuche del bien); paradjicamente instantes despus jura hacerse cristiano
(actitud que pone en evidencia un sincretismo religioso que Holmberg trabaja con mayor
sutileza, probablemente la brevedad del gnero no le permite a Mercante proceder del
mismo modo) y escapa cubierto por las tinieblas de la noche. La msica pasa de un
Animato a un Molto Lento. Lin Calel, de regreso a su toldo, reza un sentido Ave
Mara conducido por las cuerdas de la orquesta. El cierre de la plegaria est enmarcado por
la intervencin de las maderas que tranquilizan su nimo y la predisponen a dormir.
En la ltima escena del Cuadro I Parnop regresa acompaada por Auca Lonco. La
intencin de ambos es sorprender a los amantes. Un Poco Mezzo Grave crea un clima
tenso. La bsqueda es en vano; no encuentran a Colikeo por ningn lado. La oscuridad que
lo esconde, se cierne sobre el escenario. Los vengadores quedan aislados y es entonces
cuando explota una danza de lucirnagas que se mueven al comps de los arreglos para
oboes y clarines.
Parnop imponga en escena el tercer tema: el engao. La machi tergiversa los deseos de
Fta Huentr, anunciando que el Espritu de lo Alto manda que el cacique Auca Lonco y
Lin Call se unan en matrimonio. Un Allegro confirma la supuesta buena nueva. Tromn
Cur toma parte en favor de la realizacin del casamiento a pesar de la resistencia de su
hija. El rechazo heroico de Lin Call, despierta el enojo de Lonco quien la agrede
llamndola huinca, calificativo que no utiliz mientras esperaba poder convencerla de la
boda. Ante la actitud del cacique, Colikeo sale en defensa de Lin Call y en un duelo mata
a Auca Lonco. El piafar de los timbales presagian la guerra fratricida.
Tromn Cur parece recuperar la lucidez y acompaado de un Poco Mezzo impone el
orden y se hace escuchar antes de que la tragedia se generalice. Su carcter se reviste de
valor, actitud que haba permanecido encubierta durante toda la pera. Los aprestos
marciales se detienen rpidamente y Colikeo aprovecha la quietud para alzar la Piedra
Azul. Este augusto movimiento pone en evidencia que l es realmente el elegido de
Huentr. Un Allegro Giusto respalda musicalmente a Colikeo cuando reivindica por
segunda vez la necesidad de hermanarse con los blancos. Su palabra presagia el acuerdo.
La sangre dejar de correr y junto con los representantes civilizados de oriente vendr la
paz que reinar definitivamente en el desierto. Los mapuches no se mostraban capaces de
conseguirla. Su barbarie les negaba la posibilidad de acceder por s mismos a una cultura
superior, segn el mensaje de Mercante.
El Maestoso final, donde todos cantan la gloria de Lin Call, Colikeo y el triunfo del
amor, elide el desenlace trgico pero auspicioso de la obra de Holmberg. La muerte de
Reukenm, en el texto pico original, deja como legado simblico la posibilidad de que las
distintas razas que habitaban y habitan el pas no tan slo convivan sino tambin se
mezclen. Transfiere como herencia la cosanguineidad, representada en el futuro hijo, y el
encuentro cultural, sntesis de la nueva Argentina. La pera, por supuesto, pasa por alto
una exposicin de ideas que resultan del todo ajenas a los intereses de su autor.
El guin de Vctor Mercante, discpulo laboral e ideolgico de Joaqun V. Gonzlez, no
contempla como fundacional el aporte tnico de las razas originarias. Prefiere dramatizar
sobre el amor, la traicin y el engao.
330
330
Vctor Mercante, egresado de la Escuela Normal de Paran, estuvo al frente de dos escuelas normales de
provincias y se dedic ms tarde a la investigacin psicopedaggica en la Universidad Nacional de La Plata.
Escribi numerosos textos de pedagoga, libros de texto para alumnos y tratados cientficos sobre una nueva
disciplina, la paidologa. Fue un positivista ortodoxo, que busc estructurar una pedagoga cientfica,
asentada en bases psicolgicas y biolgicas, basada en la observacin de miles de nios y adolescentes.
Tambin produjo importantes aportes a la renovacin curricular de planes, programas y textos.
198
En 1890, una vez recibido de Maestro, Mercante se mud a la provincia de San Juan, para dirigir una
escuela normal. All desarroll una intensa actividad durante cuatro aos, asumiendo un cargo en el
Ministerio de Educacin de la Provincia y luego en la Legislatura provincial como diputado. En 1906, el
Ministro del Interior del gobierno nacional (presidido entonces por Julio Argentino Roca), Joaqun V.
Gonzlez, le encomend organizar la seccin pedaggica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de La Plata. Los modelos a seguir eran los centros anlogos de Bruselas y Ginebra. De
esta seccin surgi la Facultad de Ciencias de la Educacin en 1915, de la que Mercante fue primer decano,
adems de profesor de psicopedagoga y metodologa especial y prctica, hasta el ao 1920 en que se jubil.
En este perodo dirigi la revista pedaggica editada por la Universidad: Archivos de Pedagoga y Ciencias
Afines (1906-1914), transformada ms tarde en Archivos de Ciencias de la Educacin (1915-1920).
Por otra parte, Mercante fue un eminente representante de la corriente normalista que tuvo a su cargo la
estructuracin del sistema educativo nacional. Comparti con sus colegas la preocupacin por desarrollar un
mtodo pedaggico eficaz para la educacin del conjunto de la poblacin, y sta fue, probablemente, la gua
que lo llev a interesarse en la psicologa como soporte cientfico de la pedagoga.
A partir de 1920, Mercante se refugi en la actividad de profesor honorario de la Universidad Nacional de
La Plata, conferencista y escritor. Muri en Chile, en 1934, durante el II Congreso Panamericano de
Educadores.
Su obra literaria la comienza a escribir a partir de 1927. Publica primero su ensayo Tut-Ank-Amn y la
civilizacin de Oriente; lo sigue otro ensayo, El paisaje musical; despus edita su primer obra de ficcin,
Cuentos, finalmente la novela Los estudiantes, y ocho dramas lricos: Ollantay, Frenos, Lzaro, Raquela, La
flor del Irup, El carnaval, Lin Call y San Francisco de Asis. En cuanto a la escritura del guin de Lin
Call, es un homenaje a la larga amistad que Vctor Mercante mantuvo con Eduardo Holmberg. Si bien
Holmberg no influy literariamente en l, Mercante lo reconoce como su maestro en el arte de pronunciar
conferencias. Las obras dramticas de Mercante resultaron producto de largas y dificultosas experiencias
escriturarias que no siempre terminaban como su autor hubiese deseado. Lector de Dante, Cervantes,
Quevedo, Moliere, Balzac, Mariano de Larra, con los que, en parte, venca la incorreccin y la dureza de
mi estilo, 330 fue adquiriendo un oficio que despus se vio expresado en sus distintas obras escnicas.
Musicalmente se inici con Pablo Berruti, msico sanjuanino, quien en su Stanway de cola le haca or a
Beethoven, Schumann, Bach, Mendelson, Chopin, Lizts. etc. Complet su formacin a lado de su novia,
primero, y despus esposa, Delia Godoy, eximia pianista, quien le ense los secretos, recursos y tcnica de
la pera. A primera vista le tocaba y enseaba los arreglos de Aida, La Gioconda, La Forza del Destino,
Fausto, Orfeo, Barbero de Sevilla, y posteriormente Wagner. Ver Mercante, Vctor. Una vida realizada (Mis
memorias). Buenos Aires: Imprenta Ferrari Hnos., 1944.
199
Captulo II
Eduardo Ladislao Holmberg: Monalia, sus modelos sociales y
discursivos.
2.1 El origen: literatura y utopa.
Las ciudades o pases imaginarios, conforme el pensamiento de Jorge Jmenez
Hernndez, pudieron ser representados literariamente como utopa o como relato histrico.
331
una meditada intencin fabuladora); planearon proyectos futuros con el fin de operar
polticamente sobre el lector y las sociedades del presente de la escritura.
Si bien nuestra investigacin aborda un texto utpico como Olimpio Pitango de
Monalia, vamos a poner en consideracin, como hiptesis y condicin ineludible para la
existencia de Monalia, el uso ficcional del discurso historiogrfico. Sealamos con
anterioridad que esta obra de Holmberg es una novela, pero su composicin se conecta con
los discursos histricos con los cuales dialoga, hermenutica que vamos a desarrollar con
ms profundidad en los captulos siguientes.
Toda narracin (sea literaria o histrica) utiliza un conjunto de recursos retricos
comunes. Para una sistematizacin ms precisa del estatuto que pretendemos conferirle al
texto, podemos hacer nuestra la siguiente afirmacin:
Los procesos discursivos consistentes en ficcionalizar (lo prospectivo/
desiderativo propio del utopista o del artista) por un lado, y un describir
(propio del cronista o el historiador) por el otro, son a partir de un
cierto enfoque de la filosofa de la imaginacin- esencialmente
equivalentes, ya que la construccin discursiva tanto a priori
(ficcionalizar), como a posteriori (describir), est tramada por un
conjunto de categoras lgicas, epistemolgicas, ontolgicas, estticas,
polticas y culturales que le dan consistencia al acto imaginario que
sirve de base para ambas producciones discursivas. 332
331
Para Jimnez Hernndez las ciudades descriptas por el historiador son esencialmente iguales a las que
describe el realismo literario. Presupone una tensin que se libra en el plano del discurso, entre las ciudades
imaginadas por el utopista y las ciudades que describen los cronistas o historiadores. En el caso del discurso
histrico, se asume que los escenarios que describe la historia son reales en lugar de imaginarios. El
cometido de esta investigacin consiste en argumentar en el sentido de que tales escenarios participan de
una imaginariedad equivalente, en trminos noticos, a los escenarios elaborados por la literatura o la
utopa. (Filosofa de ciudades imaginarias. Ficcin, utopa e historia. Op. Cit., pgs 160-161.)
332
Ibd., pg. 13.
200
333
201
Jorge Jimnez Hernndez, en el ensayo citado, sostiene que los gneros narrativos
utilizan ciertos modelos descriptivos por medio de los cuales esbozan, con mayor o menor
detalle, diversos tipos de ciudades imaginarias [] 334
Jimnez Hernndez clasifica la diversidad descriptiva segn dos modelos bsicos, uno
denominado escenogrfico y el otro sociogrfico. El primer caso tipifica los estados
imaginarios en relacin con escenarios espaciales (paisajes naturales o urbanos) y escenas
(eventos que realizan los personajes dentro de los paisajes descriptos); a su vez divide el
modelo escenogrfico en tres especies:
a) escenario realista o mimtico.
b) escenario anmalo.
c) escenario fantstico.
Esta categorizacin descriptiva complejiza la utilizada tradicionalmente, que divida a
las sociedades alternativas en dos: las utopas del orden y las utopas de la libertad.
La Utopa de Toms Moro inaugurara la serie de utopas de la libertad y La Citta del
sole de Campanella, la del orden.
Fernando Ainsa argumenta que unas son
utopas que describen un estado natural, ideal del ser (utopa de
tradicin popular y revolucionaria) y las otras utopas definen el ser del
Estado (utopas institucionales y totalizantes, cuando no totalitarias).
335
Filosofa de ciudades imaginarias, Ficcin, utopa e historia. Op. Cit., pg. 99.
Ainsa, Fernando. La reconstruccin de la utopa. Buenos Aires: Ediciones del Sol, 1999, pg. 27.
202
337
La
203
como Las leyes o la Repblica de Platn, y alter, tambin, el criterio performativo que
planteaban las utopas anarco-socialistas.
Monalia, como ya adelantamos, rene los caracteres bsicos del gnero utpico. Su
insularidad, rasgo fundamental del canon tradicional, respeta, en principio, el modelo
renacentista (Toms Moro, Tomaso Campanella, Francis Bacon). Incluso Holmberg realiz
un plano geogrfico que adjunt al manuscrito original. El diseo de su isla, con signos de
deformidad para que no resultara tan evidente la analoga grfca pero s la identitaria, se
asemejaba a la figura de Argentina dispuesta al revs. Si lo pensamos respecto de nuestro
pas, Ushuaia se encontrara al norte y la Quiaca al sur. Presenta adems dos islas satlites,
338
Weinberg, Flix. Dos utopas argentinas de principios de siglo. Buenos Aires: Ediciones Solar, 1977, pg.
7.
204
que por latitud, podran ocupar el lugar de las Islas Malvinas. La totalidad del complejo
est ubicado, por supuesto, en el hemisferio sur.
Monalia, igual que Utopa de Toms Moro, en el pasado inmediato estuvo ligada al
continente. El texto renacentista seala al respecto:
que Utopo (de quien, triunfante, recibi nombre la isla, antes llamada
Abraxa, y que logr elevar a una multitud ignorante y agreste a un grado
tal de civilizacin y cultura que sobrepasa actualmente a la de casi todos
los mortales), apenas alcanz la Victoria en su primer desembarco,
mand cortar el istmo de quince millas que la una al continente,
dejando que el mar la circundase. 339
Las dos islas tienen un origen moderno; las separa el tono con que estn descriptas
cada una. La gravedad que utiliza Toms Moro para contar cmo naci su utopa, enmarca
la seriedad con que el lector debe considerar el relato del portugus Rafael Hitlodeo,
portador de la novedad. Por el contrario, el narrador de Monalia utiliza un tono liviano,
digresivo y zumbn, que no confronta pero relativiza la importancia de su existencia.
Como consecuencia de la insularidad surge otro de los rasgos propios de las
creaciones utpicas, la autarqua. Monalia casi no mantiene en el inicio de la novela,
relaciones fluidas con el mundo exterior. Hasta la emergencia de Olimpio, es
autosuficiente respecto de su economa, y se muestra refractaria al comercio y a la
interdependencia, tanto con los pases vecinos como con los pases desarrollados. La isla
posee todos los climas y es rica en minerales, en flora y en fauna. Sus praderas, por otra
parte, son productoras de una prspera ganadera, mientras que la industria aprovecha toda
la materia prima que genera la naturaleza.
339
340
Moro, Toms. Utopas del Renacimiento. Mxico: FCE, 1956, pgs. 39,40.
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg.76.
205
206
La diversidad en la fuente de letra pertenece al original. Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 83.
Dittrich y Quiroule frecuentaron los movimientos libertarios de origen socialista y anarquista
respectivamente. Eran asiduos asistentes a las conferencias y los centros de estudios para obreros que
funcionaban como propagadores de las ideas revolucionarias. Quiroule colabor con medios periodsticos
pertenecientes a la resistencia y escribi tambin ensayos y obras de ficcin. Pierre Quiroule, seudnimo de
Joaqun Alejo Falconner, escribi para El perseguido, La Libert y La protesta. Public en forma de libro El
fusilamiento de Francisco Herrero o sea la infamia negra (1910), Sobre la ruta de la anarqua (1912),
Nueva hiptesis sobre la formacin del universo (1917), Un Espartaco negro: la tragedia de Teach (1912),
El gran origen europeo: drama en cuatro actos y dieciocho cuadros (1917), El ojo maldito (1918), En la
343
207
Buenos Aires en el 1950 de Julio Dittrich, es un texto narrado en primera persona que
comienza en medio del extraamiento del protagonista que se despierta en el futuro. El
personaje ha permanecido en estado inconsciente desde 1910 hasta 1950, y se enfrenta, al
recobrar su lucidez, con un mundo nuevo, con una sociedad ideal. En el ao del Centenario
haba sufrido un golpe durante una represin policial. Cuarenta aos despus recupera la
razn y se encuentra con una Buenos Aires socialista, dentro de un mundo donde casi
todos los pases adhieren a La Gran Sociedad Universal. Slo queda, al revs de la
composicin utpica tradicional, una isla (en sentido literal y metafrico) aferrada todava
al capitalismo; se trata de Inglaterra. A lo largo del relato que cuenta con doce captulos, el
personaje central recorre la ciudad guiado por su hijo, un Virgilio post-revolucionario que
le explica y describe el funcionamiento del nuevo sistema por el cual su padre haba dado
prcticamente la vida. 344
soada tierra del ideal (1924), y el texto que nos ocupa, La ciudad anarquista americana (1914). Julio
Dittrich, en cambio, no tuvo participacin activa como periodista en los rganos de prensa libertarios;
tampoco se destac como intelectual; su nico escrito conocido fue Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen
socialista y su actuacin principal en el mbito pblico, se resolvi como afiliado y militante del Partido
Socialista.
344
En 1925 se haba producido el asalto final al poder y desde entones Buenos Aires haba quedado en
manos de los revolucionarios. La caracterstica que le interesa dimensionar al autor con relacin a las fuerzas
insurrectas es que no hicieron un culto de la violencia para tomar el poder, postura que no todos los
revolucionarios profesaban, como veremos ms adelante en el texto de Quiroule. Una vez instituido el
rgimen socialista, la armona reina en la ciudad por lo tanto las fuerzas represivas no tienen lugar en el
sistema, a no ser la tmida presencia de vigilantes que no se diferencian en nada de un ciudadano comn. Los
obreros y los jvenes fuente de discordia en el perodo anterior son sabios y no tienen motivos para
levantarse contra el nuevo statu quo. Si la educacin contribuy con el cambio de conducta, el bienestar
fsico es un signo representativo de los nuevos tiempos. Los jvenes son ms fuertes y desarrollados, en
comparacin con los que vivieron bajo el rgimen capitalista que a los veinte aos ya se encontraban
gastados, los ricos por sus vicios y los pobres por exceso de trabajo y la falta de nutricin. (Dittrich, Julio.
Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen socialista. Buenos Aires: Taller Grfico Barracas, 1908, pg. 73.)
En la nueva sociedad el apremio por lograr la igualdad y la justicia, hizo que la vida post-revolucionaria
se encontrara racionalmente organizada a punto tal que la uniformidad de criterios no daba lugar a mnimas
divergencias o iniciativas individuales, por ejemplo en la eleccin de la vestimenta. Donde se produce un
cambio radical es en la jurisprudencia laboral. Los obreros se jubilan a los cincuenta aos y trabajan cuatro
horas por da como consecuencia de la distribucin igualitaria de los esfuerzos. El dinero ha desaparecido
como moneda de cambio y en su lugar se utiliza una contrasea proletaria que les permite acceder a las
necesidades bsicas. Con ella se adquieren alimentos, bebidas o se puede asistir a un espectculo artstico. Al
tener fecha de caducidad inmediata, las contraseas no se pueden acumular. El oro, la plata y los diamantes
tampoco se valorizan como fondo de capitalizacin. Filosficamente el problema que parece enfrentar
Buenos Aires en el 1950, reside en la recursividad de la matriz determinante que impona el desarrollo
industrial tradicional. Si bien el autor ha insistido con la descripcin de un trabajador que mejor
sustancialmente su calidad de vida, el sistema productivo no representa una alteridad que justifique con
rigurosidad lgica (ms all de la tecnificacin) los cambios revolucionarios, que a esta altura, podramos
denominar simplemente reformistas. Dittrich parece no pensar la sociedad sino bajo las categoras capitalistas
pre-existentes al modelo utpico. Su relato no alcanza a conformar una alternativa radical que permita
visualizar el surgimiento de un sistema socio-econmico de corte diferente. No podramos afirmar
taxativamente que Buenos Aires en el 1950 resulta una consecuencia absoluta de lo mismo, pero lo distinto
surge de manera cuasi aleatoria y definidamente parcial.
208
En los diversos recorridos que realizan por Buenos Aires, la escenografa ciudadana
se destaca por su higiene y armona, a la par que sus habitantes se muestran ms humanos
comparados con los porteos de principios de siglo XX. Ya no se usa la traccin a sangre
para trasladarse. Dos son los motivos que explican el fenmeno, adems del trato
humanitario con los animales: las personas viven cerca de su trabajo, lo que supone ahorro
de energa, tiempo y nerviosismo (el mal moderno), y se encuentran muy desarrollados
los automviles elctricos. El texto se inscribe, de este modo, en la lnea del socialismo
cientfico gestando una alianza con el utopismo.345
Dittrich no necesita utilizar argumentaciones tericas complejas, ni extensos discursos
ideolgicos. Con planteos de una elaboracin simple, provistos de una mnima
informacin, o de la observacin cotidiana, resuelve la exposicin de una filosofa de vida
bsica que da sustento a La Gran Sociedad Universal. Adems de no contar con una
formacin erudita, su decisin simplificadora se podra asociar con la intencin de
imprimirle al texto un carcter popular. Dicho de otro modo, el lector, representado por el
hombre comn, por los trabajadores, fue un factor determinante para su propia escritura.
Holmberg, en cambio, se decide por una opcin narrativa diferente. Su actitud
transgresora (caeramos en un error si la denominramos revolucionaria) no se refugia en
el arte referencial puro o en el relato de clase, como lo hace Dietrich y antes lo hicieron los
narradores del 80, aunque desde una perspectiva ideolgica opuesta. Olimpio experimenta
con la crisis del signo lingstico, sin llegar a la ruptura. De este modo, ejerce una
aproximacin a la bsqueda de autonoma que por entonces pona en prctica el
modernismo literario europeo. La desestabilizacin de la lgica simblica, a la que
Dietrich se aferra y Holmberg contrara, le permite incentivar una revolucin que tiene por
principio el uso artstico de la palabra, ponindola de este modo en pie de igualdad con la
subversin formulada desde las ideas. El caso de Olimpio Pitango de Monalia se
caracteriza, precisamente, por no prestarse a una lectura simple. La utilizacin de la
polifona, tanto por la inclusin de voces de diverso registro, como por la definicin
ambigua de sus emisores, el uso del discurso indirecto libre, estimulando la fusin de
345
Por la poca, algunas vertientes del pensamiento marxista no aprobaban esta asociacin. El rechazo tuvo
origen en la publicacin del texto de Federico Engels Del socialismo utpico al socialismo cientfico y a
partir de las consideraciones sobre la utopa que Carlos Marx puso de manifiesto en Miseria de la filosofa.
El utopismo reformista aparece criticado en la medida que las proposiciones de cambio de la estructura social
no se fusionan con un estudio cientfico de la realidad. Buenos Aires en el 1950, producto de un autor
aficionado a la ciencia e impulsor de la lucha de clases, simplifica y sintetiza las aspiraciones marxistas,
neutralizando de este modo la condena a la utopa, por ilusoria y racionalmente improbable, que haban
ejercido sus dos principales detractores. Ver Snchez Vzquez, Adolfo. Del socialismo cientfico al
socialismo utpico. Mxico: Ediciones Era, 1975.
209
Por momentos el imaginario de Dittrich representa el ser del Estado, una corporacin
moral que no logra deshacerse de concepciones autoritarias o fuertemente dirigistas, a
pesar de presentarse como un proyecto alternativo de sectores poltica y socialmente
legitimados como revolucionarios. En el caso de Monalia, paradjicamente, Holmberg le
otorga a la mujer una participacin poltico-institucional que para la poca representaba
una postura de vanguardia en materia de gnero, incluido el derecho al voto.
Dittrich, Julio. Buenos Aires en el 1950: bajo el rgimen socialista. Buenos Aires: Taller Grfico
Barracas. 1908, pg. 97.
347
Kropotkin, Pedro. El apoyo mutuo en la ciudad medieval. El apoyo mutuo. Un factor de la evolucin.
Valencia: F. Sempere, 1905. Mucho antes que El apoyo mutuo. Un factor de la evolucin de Krpotkin,
James Burg en 1764 haba presentado a sus compatriotas ingleses un proyecto alternativo de sociedad basado
en comunidades que tenan como actividad principal la agricultura. Curiosamente las haba situado en la
Patagonia, bajo la organizacin de la racionalidad protestante de sus habitantes de origen holands. (Ainsa,
Fenando. De la edad de oro a El Dorado. Mxico: FCE, 1998.) La divisin del trabajo en industrial y
agrcola, programa medular en La ciudad anarquista, se puede asociar tambin a la idea que haban
desarrollado tanto Robert Owen como Albert Owen (este ltimo en su propuesta de 1872 Metrpolis
socialista de Occidente) sobre la organizacin de la ciudad utpica americana. Por otra parte, se podra
inferir del texto de Quiroule la influencia de los falansterios pensados por Fourier, y la unin activa de
210
348
ambos medios de produccin (trabajo agrcola-trabajo industrial) preconizados por Saint Simon (La
reconstruccin de la utopa. Op. Cit.). Felix Weinberg relaciona esta concepcin distributiva y
complementaria, entre campo y ciudad, con la ascendencia que pudo haber ejercido News from Nowhere de
William Morris, aunque su traduccin fue posterior a la publicacin de la obra de Quiroule. La sociedad
imaginaria de Morris transforma el Estado y difunde el trabajo colectivizado en pequeas unidades, idea que
responde a la tradicin medieval de las artes y oficios. Podramos sumar al listado de probables influencias a
otro texto de Krpotkin, Campos, fbricas y talleres, y por supuesto a la obra de Toms Moro en la cual se
puede apreciar la alternancia ensamblada entre industria y agricultura que posteriormente fuera aplicada por
las primeras utopas prcticas en Amrica. A modo de ejemplo, dos intentos que podran ligarse al imaginario
utpico y que fueron llevados a la prctica en el nuevo continente, son los trabajos del Obispo Vasco de
Quiroga en Mxico y la obra misionera de los Jesuitas en la mesopotamia argentina y sus fronteras con
Paraguay y Brasil. (Cro, Stelio. Realidad y utopa en el descubrimiento y conquista de la Amrica Hispana
(1492-1682). Madrid: Fundacin Universitaria Espaola, 1983.)
348
El derrocamiento del gobierno y la confiscacin del control por una minora iluminada generan en la
novela el primer contratiempo. Las mayoras permanecen en la ignorancia. La toma de conciencia no se
genera de manera verticalista y automtica, situacin que debilita los vasos comunicantes del tejido social y
pone en riesgo la solidez del rgimen revolucionario recin instaurado. Por otra parte, explica Quiroule, la
insurgencia del cambio producido en lo inmediato deja al descubierto que rotaron los hombres pero no se
modific el sistema. Descentralizar el Estado y la economa es la segunda y urgente etapa. Se debe
fragmentar el poder y atomizar la urbanizacin. Al igual que en Buenos Aires en el 1950 de Dittrich, los dos
modelos, el escenogrfico y el sociogrfico forman parte del andamiaje narrativo de la utopa.
Las Delicias (nombre literario e irnico que representa a Buenos Aires) post revolucionaria contina
siendo un centro ciudadano de alta densidad demogrfica que requiere las mismas prestaciones de servicios
capitalistas previos a la revolucin. Se toma la decisin de abandonar progresivamente la gran ciudad para
instalarse en pequeas comunidades autoabastecidas.
La independencia se encuentra ligada a la cultura del suelo. Se aprovechan primero los talleres e industrias
de la capital hasta que en el trmino de unos pocos aos se puedan construir pequeas fbricas comunales
que provean a los habitantes de las herramientas y maquinarias indispensables para la produccin necesaria.
Dentro de La ciudad anarquista americana, el autor recurre a una cuadrcula ciudadana que rene las
condiciones necesarias como para facilitar la administracin civil y optimizar el circuito productivo. De este
modo los intereses ideales y las necesidades materiales se articulan en un medio que no presenta
incoherencias de fundamento. Los pueblos presentaban una plaza central donde funcionaba la Sala del
Consejo Comunista (en el sentido de comunitario), rodeada de dos cinturones. En el primero se desplegaba
el barrio industrial y en el segundo se levantaban los depsitos, garajes y almacenes. Esta traza del ejido
urbano, compuesto de un tramado edilicio de arquitectura austera, tena por objeto poner a disposicin de los
habitantes los suministros, sin mayores costos ni contratiempos, y facilitar su acceso al lugar de trabajo. La
premisa queremos luz, queremos aire, queremos sol rige desde la morfologa del espacio pblico hasta la
arquitectura de las viviendas particulares donde predomina el material vidriado y el contacto directo con los
espacios abiertos y la naturaleza.
El modelo escenogrfico es fuertemente descriptivo de los intereses que fundamentan el mundo postrevolucionario, pero el modelo sociogrfico introduce otro tipo de elementos que terminan por cerrar con
211
349
Quiroule intenta alejar el riesgo del relativismo que estimula Holmberg. Pretende
instaurar una verdad de tipo epistemolgico cuya axiologa se regula por los principios de
la vida colectiva y la decisin poltica unilateral. Sucede entonces que este proyecto y
proceder se desentiende del peso de antiguas instituciones y categoras como ciudadana,
sociedad civil / representacin parlamentaria, responsabilidad / virtud cvica, vaciadas
todas, segn su ptica, por un Estado irresponsable. As como estos principios
republicanos fueron los tpicos centrales del siglo XVIII y del perodo fundacional de la
Argentina, lo son tambin de la discusin que plantea Monalia como sociedad moderna.
Holmberg escribe por oposicin a los textos de Dittrich y Quiroule.
La utopa de Pierre Quiroule pretende encarnar una revolucin autntica guiada por
la doctrina anarquista: reemplazar el Estado por comunas independientes, libertad
individual, igualdad, justicia y contacto armnico con la naturaleza.350 Detiene el
expansionismo sin lmites del capitalismo y descentraliza el poder estatal, fragmentando la
sociedad en pequeos grupos autosuficientes. En cambio, el liberalismo estimula las
ms precisin el proyecto de Quiroule. La moral es el eje que tensa las fuerzas de modo tal que se mantenga
un equilibrio, una simetra, entre la esfera de lo individual y de lo social. La instrumentacin de la igualdad y
la justicia tiene como referencia constante el desplazamiento de ese eje que centrifuga actividades y
conductas propias del sistema capitalista-burgus derrocado. Desaparece el comercio, el derroche, la
especulacin, la corrupcin; el alcohol fue desterrado al igual que la delincuencia. La abolicin de la
propiedad privada, la desvalorizacin del oro y de los bienes materiales, y la satisfaccin de las necesidades
bsicas eliminaron la necesidad de delinquir. Por otra parte, lo que ms contribuy con el establecimiento de
la justicia en todos sus aspectos -axiolgica e institucionalmente- fue la presin moral del ejemplo. Los
refractarios poco a poco se acostumbraron a la vida compartida, regenerndose en el ejemplo ajeno. El
sistema no se encontr con la exigencia de implementar la represin. La prostitucin se convirti en una
ocupacin innecesaria dentro de una sociedad sexualmente libre. Eran pocos los libertarios que continuaban
viviendo en familia, y como si le respondiera a Dittrich, Quiroule especifica que la mujer no asociaba su
existencia a la de ningn compaero ni a la de una micro estructura como el ncleo familiar. Repudiando
toda sujecin masculina, ella tena home propio, en el que viva sola e independiente. (Quiroule, Pierre.
La ciudad anarquista. Buenos Aires: La Protesta, 1914, 165.)
349
Ibd. pg. g154.
350
La ciudad anarquista americana se adelanta a las propuestas ecologistas y de administracin polticoeconmica de mediados, fines del siglo XX y principio del XXI. Los intentos de formar pequeas
comunidades agrarias familiares y la experimentacin con la energa solar y con la energa elica vaticinan
las culturas alternativas futuras, as como presagian la formacin de unidades socio-productivas como los
Kibutz en Israel.
212
352
De
todos modos, si bien (darwinista al fin) la isla debe contar con los instrumentos con que
351
213
los pueblos defienden su existencia o luchan por la vida, sus instituciones deben
privilegiar un orden cvico, al punto que [] la nueva constitucin no se promulgara
mientras Monalia no estuviera en condiciones de adherirse al Congreso de la Haya,
sublime smbolo de la paz [] 353
Como se puede anticipar la novela internaliza y superpone distintos mbitos y
tiempos, el pasado y el presente; una mirada defensora de la lucha por la subsistencia
con la necesidad de reglamentar las instituciones de acuerdo a marcos regulatorios
internacionales que propicien la paz. Las significaciones, a lo largo del texto, se van a
entrecruzar sin ofrecer, en la mayora de los casos, seales claras que den preeminencia a
una lectura por sobre otra.
Por otra parte, la monumental industria creada por la Gran Sociedad Universal en la
novela Buenos Aires en el 1950 de Dittrich, controlada por un poder estatal concentrado, se
diferencia de la propuesta republicano-institucionalista de Olimpio y sus seguidores, que
distribuyen la toma de decisiones sobre la industrializacin y el mercado en los distintos
estamentos sociales. Con respecto al funcionamiento del liberalismo econmico, queda
expuesto el posicionamiento de Holmberg, cuando el protagonista de la novela, despus de
haber realizado sus observaciones acerca del funcionamiento del sistema econmico
argentino, se declara contrario a liberar el mercado a sus propias leyes. 354
En el caso de La ciudad anarquista de Quiroule la preeminencia del urbanismo y la
industrializacin a gran escala desaparecen por completo, dando lugar a la
complementariedad campo-ciudad, bajo la tecnificacin a pequea escala, acorde con la
autonoma y la necesidad productiva que presentaban las comunidades rurales, regulacin
que se encuentra fuera de la dinmica histrica propuesta por Olimpio para refundar la
nacin.
Otros dos aspectos frecuentes en el gnero utpico, la planificacin urbanstica y la
reglamentacin de convivencia, se muestran debilitados en la novela de Holmberg. El
primero no tiene prcticamente presencia, como s la tiene en el texto de Quiroule o en el
de Campanella, por traer dos ejemplos que antes hemos citado. A Holmberg no le interes
detenerse en la descripcin escenogrfica, aunque probablemente le hubiera aportado muy
buen material para constatar el proceso de transformacin que haba soportado su isla en
la ltima etapa. Pudo haber pesado en su opcin la complejidad y extensin que habra
adquirido la novela, en detrimento de la agilidad discursiva, factor imprescindible para que
353
354
Ibd.
Ibd., pgs. 152-154.
214
resultara eficaz el tono irnico. En cuanto a la reglamentacin, no tiene razn de ser en una
sociedad que propone la paradoja de una libertad civil absoluta asociada con la
repeticin de las costumbres ancestrales. All la libertad era espontnea, porque las
generaciones sucesivas se haban habituado a ella. 355
La fractura topogrfica y topolgica que separan a la isla del mundo real y refuerzan
su carcter utpico, hacen que la isla de Monalia original se encuentre detenida en un
perodo primario (sin las suficientes variaciones gnicas), como lo indica la etimologa de
la palabra que da nombre al lugar.
356
355
215
358
Ciorn, Emile. Historia y utopa. Barcelona: Tusquets Editores, 2003, pg. 50.
Emile M. Cioran compartira algunos de los cuestionamientos que de manera implcita plantea la novela de
Holmberg. El mundo feliz que proponen las utopas despierta la curiosidad cnica de Cioran. Conociendo
lo que es el hombre, le resulta incomprensible el intento de convertirse en un demiurgo improvisado que
vuelca todo su esfuerzo en la creacin de una realidad alternativa: En ellas nos vemos constreidos a una
felicidad hecha de idilios geomtricos, de xtasis reglamentados, de mil maravillas atosigantes: as se
presenta necesariamente el espectculo de un mundo perfecto, de un mundo fabricado[] para concebir
una verdadera utopa, para esbozar, con conviccin, el panorama de la sociedad ideal, hace falta una cierta
dosis de ingenuidad, hasta de tontera. [] Las nicas utopas legibles son las falsas, las que escritas por
juego, diversin o misantropa, prefiguran o evocan Los viajes de Gulliver, Biblia del hombre desengaado,
quintaesencia de visiones no quimricas, utopa sin esperanza. Merced a sus sarcasmos, Swift desestupidiz
un gnero hasta casi anularlo. (Ibd., pgs. 120-121)
216
359
360
opiniones. En este caso nos encontraramos prximos a una concepcin de la historia que
no es exclusivamente una figuracin del lenguaje, si no que presupone una realidad que
existe y se dirime en contacto con el yo. Este nivel incorporara la percepcin emprica del
pasado, el contrato histrico de Holmberg con la realidad de fines del siglo XIX, perodo
donde madur como hombre, profesional de las ciencias y artista.
Finalmente, el presente de la escritura de la novela, principios del siglo XX, nos
presenta un fenmeno diferente. Los cruces entre texto y contexto, como los hemos
pensado hasta aqu, se homogeinizan sin eliminarse, asumen por s mismos las
significaciones de la intencionalidad del autor, desbordan al narrador (como categora
estructural), y tambin a su autor, si nos remitimos al sujeto histrico.
359
217
Holmberg abri la novela de tal modo, que la textualizacin de los diferentes perodos
parece hablar sin filtros autorales que lo mediaticen. El texto se encuentra atravesado por
voces que provienen de los ltimos treinta aos del siglo XIX, como as tambin por las
que circulan en el presente histrico de la escritura. Los recurrentes procedimientos
literarios que transitan por toda la obra de Holmberg (cristalizados o modificados) se
combinan esta vez con formalizaciones estticas propias del siglo XX.
Los dos captulos que siguen abordan el estudio del discurso histrico-literario, como
complemento ineludible para ensayar una
361
218
363
365
y Bartolom
362
Royo, Amelia, Altuna Elena. Prlogo. Literatura e imaginario poltico. Crdoba: Alcin, 2007, pg. 10.
Goicochea Adriana La. El relato testimonial en la literatura argentina de fin de siglo. La Plata: EDULP,
2008.
364
Ankersmit, Frank. Historia y tropologa. Ascenso y cada de la metfora. Mxico: Fondo de Cultura
Econmica, 1994.
Kellner, Huge. Language and Historical Representation. Getting the Story Crooked. Wisconsin: University
of Wisconsin Press, 1989.
365
Flix de Azara no escap al doble encargo de la poca, la produccin de conocimiento cientfico o
pseudocientfico sobre el nuevo mundo y la elaboracin de un discurso legitimador de los intereses de la
colonia. Desembarc en el Ro de La Plata en 1871. Siguiendo una lectura provisoria, se lo podra categorizar
dentro de los viajeros con vocacin erudita que registraron las riquezas bajo una cobertura metodolgica en
forma de catlogos, colecciones de especies y estudios tnicos-culturales, informacin que contribuira a
sentar las bases de la bandera del progreso, proceso que se extendera hasta el siglo XIX. En rigor de verdad,
Flix de Azara no eludi el discurso naturalista predominante en la poca, pero tampoco ocult su vocacin
363
219
366
Durante el
por las especulaciones de ndole netamente econmica. Contrast los conocimientos recientemente
producidos por esta nueva ciencia entre la estructura residual del imperio habsburgo y la prctica
administrativa liberal que haba iniciado Felipe V durante los primeros aos del siglo XVIII.
Su narracin sobre la conquista pone de relieve el modelo de comportamiento fundacional llevado adelante
por Domingo Martnez de Irala y sus seguidores. Construye un discurso que no reprime argumentaciones
polmicas contra viajeros e historiadores anteriores a l. Evidencia los yerros de Ulrico Schmidel y Lozano
en materia etnogrfica y geogrfica. Los mismos confunden tanto nombres, procedencia y costumbres que
identifican a distintos grupos indgenas, como ros e indicaciones topogrficas. Desautoriza la descripcin
nefita que han realizado los primeros viajeros, en comparacin con el mayor grado de certeza que
hipotticamente prestara su prctica metodolgica. Corrige sus errores, pero no los inhabilita como fuentes.
Por medio de esta estrategia diferenciadora, se constituye como observador cientfico y por lo tanto dueo de
un instrumento y un rigor que exhiben mayor precisin en el proceso de inteligir la verdad.
Al operar con otros discursos, la cita o alusin que prctica Azara, se convierte en un procedimiento que
privilegia el sentido como seleccin y construccin. La interdiscursividad, por momentos, acta como
principio organizador del campo de la significacin, aunque en este caso particular, el sujeto de la
enunciacin va a ejercer un pleno dominio de las voces incluidas, regulando con determinacin sus dichos.
La tolerancia racial de la conquista en la jurisdiccin del Ro de la Plata y el Paraguay durante la primera
mitad del siglo XVI, no se ejerci por motivos o principios puramente ideolgicos, sino como consecuencia
de leyes naturales, o llevndolo a un lenguaje vulgar, por el imperio de las circunstancias. Aunque Azara,
distante de caer en la idealizacin a la que es ms proclive, por inters, no por inocencia, Mitre, defiende la
actuacin espaola frente a la crtica generalizada que por entonces no discriminaba las regiones, los
conquistadores y sus diversas prcticas.
Digan lo que quieran, slo los espaoles han compuesto un cdigo de
leyes que rebosa en humanidad, y que protege tanto a los indios, que los
iguala a los espaoles, y aun los prefiere en muchas cosas. Dirn que
tales leyes no se han observado, pero no es difcil cotejar los padrones o
listas de los indios que haba cuando se fundaron los pueblos que existen
[] y se hallar como yo he hallado que los indios netos han aumentado.
(Azara, Felix de. Descripcin e historia del Paraguay y del Ro de La
Plata, en Viajes por Amrica del Sur II. Madrid, Aguilar, 1962, pg. 414)
El comportamiento de Irala y sus hombres, segn la descripcin del cronista, se acerca a la conformacin
de una colonia independiente de hecho. Hasta aqu el estado monrquico espaol permanece ausente de sus
registros. Recin con la llegada de lvar Nez y su cdula que lo acredita como Adelantado irrumpe
discursivamente el poder estatal en el tiempo y las tierras de Irala. Tanto los textos de lvar Nez,
interesado directo, como los escritos de Ruy Daz, dan testimonio de cierto descontento en algunos habitantes
de Buenos Aires quienes, segn sus dichos, se sentan desamparados y se convirtieron en desertores. Azara
argumenta que en realidad estn tergiversando el orden cronolgico de los hechos porque presentan a quienes
haban intentado regresar a Espaa durante la desaparicin de Ayolas como si escaparan del rgimen de Irala.
Por si las razones y las fuentes que exhibe no fueran suficientes para defender a Irala y para construir una
nueva versin del discurso imperial, sostiene: As sigo la historia como creo que sucedi. Las palabras
citadas podran representar una sntesis de la epistemologa utilizada por el autor a lo largo de su obra. Lo que
no puede probar lo afirma o lo define sin ms argumento que su punto de vista particular sobre los hechos. La
autoridad que le otorga su calidad de ilustrado es suficiente para acreditar la verdad de los acontecimientos
que relata. Estas confrontaciones, arbitrarias unas veces, fundamentadas otras, revelan el carcter complejo
de la lucha por la hegemona del discurso y la mudanza de las representaciones histricas que llevaba
adelante su autor, complejidad en la cual Mitre insertar la raz fundacional de nuestra historia rioplatense.
366
Tomamos como referencia la versin Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. (Tercera y
nica edicin completa). Prlogo del autor. Buenos Aires: Imprenta y Librera de Mayo, 1876, pg 167.
220
368
y los
la
369
367
Elas Palti en su texto El momento romntico, argumenta en el mismo sentido que nosotros: En el
Captulo Primero (se refiere a la Historia de Belgrano), organizado en torno al concepto de la preexistencia
de la nacin, Mitre define all los principios que habran guiado nuestra evolucin nacional e identificaran
la nacionalidad argentina desde su origen (la colonizacin), recortndola claramente dentro del mapa
sudamericano. De esta forma, la historia nacional recupera una unidad de sentido dentro de la cual sus
distintas fases forman una trama compacta y homognea. El hecho revolucionario perda as su carcter
disruptivo marcando slo un hito en un despliegue unitario. (Palti, Elas Jos. El momento romntico.
Buenos Aires: EUDEBA, 2009, pgs. 99-100.
368
Ibd., pg. 23.
369
Ibd., pg. 23
221
370
372
Por otra parte, no son los nicos intereses que entraron en contradiccin. Tambin los
hubo polticos. Carlos III apoy logsticamente, junto a Francia, la independencia de
Estados Unidos respecto de Inglaterra, sin considerar, en su apremio por debilitar el poder
de la isla, que despertaba el imaginario independentista de las colonias sudamericanas
(motivo desencadenante del proceso que impulsa al hroe monlico). La fundacin de la
identidad nacional se proyectara, entonces, desde el comienzo mismo de la conquista del
370
222
223
Rector Universal, categora que alude a Dios. El presupuesto comn a todo liberal fue
que hay un orden natural y ciertos derechos adquiridos del hombre, que no deben ser
ignorados ni violados. Las comunidades se modifican histricamente, pero ninguna
transformacin puede desarrollarse en ellas si no se respetan algunas de sus alternativas
ingnitas. Si bien la idea acerca de que existira un statu quo previo en el universo, regido
por Dios, se inicia con la teora tomista, el desmo de Smith no impide ser testa, pero no
obliga a serlo.
Mitre consider significativa la autorregulacin del perodo de la Conquista del Ro de
la Plata; esta autorregulacin engendrada por el cdigo natural subordina el derecho
positivo. De ningn modo se podra obliterar la suerte de fatalismo que nos conducira a un
sistema liberal ortodoxo, a no ser que interviniera un loco (si lo pensamos desde
Holmberg, o un neurtico desde Ramos Meja) que lograra hacer prevalecer las leyes
positivas sobre el sustrato inmovilizante que imponen las leyes naturales. 376
376
En los captulos dedicados a las Misiones Jesuticas, es donde Azara textualiza con mayor claridad su
concepcin liberal capitalista. La crtica dirigida a la administracin de raz comunitaria medieval instalada
en las reducciones representan un claro ejemplo de su pensamiento. Sostiene al respecto:
No daban los padres curas licencia a nadie para trabajar en utilidad
propia, precisando a todos, sin distincin de edad ni sexo a trabajar para
la comunidad del pueblo [ ]Para esto almacenaban todos los frutos de
la agricultura y los productos de la industria [] De esto se colige que
los padres eran rbitros de los fondos sobrantes y que ningn indio poda
aspirar a tener propiedad particular. Esto quitaba todos los estmulos de
ejercitar la razn y los talentos, pues lo mismo haba de comer, vestir y
gozar el ms aplicado, hbil y virtuoso que el ms malvado, torpe y
holgazn. (Descripcin e historia del Paraguay y del Ro de La Plata,
en Viajes por Amrica del Sur II. Op. Cit., pg. 415)
El prrafo contiene una doble lectura. La primera, como ya lo sealamos, critica un sistema que el autor
considera parte del pasado, y a su vez, le sirve de modelo para poner al descubierto su inequidad e ineficacia,
que radica, fundamentalmente, en su imposicin por medio del poder poltico religioso, y no en la regulacin
natural que ejercen la iniciativa privada y las leyes del mercado. Los jesuitas utilizaban el estmulo moral y la
toma de conciencia comunitaria y no el estmulo material que alentara el desarrollo de la riqueza personal.
Segn Azara, como resultado de este proceder, los indgenas nunca internalizaron como metodologa para su
sostn y progreso la iniciativa individual, situacin que los llev a la decadencia completa cuando los jesuitas
fueron expulsados y con ellos tambin desapareci la contencin paternalista del estado misionero. Azara
realiz un pormenorizado estudio de las Misiones que se haban levantado y sostenido dentro del campo
geogrfico en el cual l estaba trabajando. Analiz los procedimientos con que los curas haban reclutado a
los aborgenes, su forma de gobierno, la administracin de justicia, el sistema econmico, la educacin
religiosa y secular, y el desarrollo de las artes. La evaluacin negativa no se limit al problema econmico.
Tambin describe de manera crtica los mtodos de reduccin que haban utilizado los padres, quienes segn
sus fuentes (desech los anales escritos por los mismos curas y privilegi voces annimas de naturales que
participaron o fueron testigos de lo ocurrido) utilizaron el engao y la crueldad para formar, principalmente,
las ltimas reducciones. Sobre las primeras no hace ms que una ligera mencin. Mitre, por su parte, se
refiere en distintas oportunidades a las Misiones, encolumnndose en la perspectiva de Azara. El siguiente
prrafo expone con claridad su pensamiento al respecto: Despus de la expulsin de los famosos fundadores
de las Misiones Jesuticas del Paran y Uruguay (1768), fueron secularizadas y sometidas a un rgimen de
explotacin comunista calcado sobre el tipo primitivo, sin la cohesin monstica a que debieron su cohesin
artificial y su ficticia prosperidad. (Historia de San Martn. Op. Cit., pg. 58)
Entre 1903 y 1904, Leopoldo Lugones, por encargo del Ministro del Interior Joaqun V. Gonzlez,
escribi El imperio jesutico. Argumenta all que los jesuitas haban realizado una teocracia perfecta,
224
Existiran dos formas de entender la realidad segn el modelo de Mitre. Una tiene
como objetivo reducir al mnimo la diferencia vigente entre el orden natural y la sociedad
real. Ello lleva a buscar el progreso social, que no es otra cosa que acercar la sociedad al
orden que nos determina la naturaleza por medio de sus leyes estrictas. La otra forma, por
el contrario, radica en adaptar la sociedad real a un orden artificial, tendencia positivista a
la que adhiere Holmberg en Olimpio Pitango de Monalia, postulando la re-fundacin
institucional de la isla.
En los ltimos treinta aos del siglo XX, sin embargo, el campo intelectual ha
cuestionado la concepcin genealgica-teleolgica como explicacin del nacimiento de los
nuevos estados-naciones en hispanoamrica, no sin fundamentos, pero Mitre responde a un
contexto previo. Por otra parte, l no fue un historiador puro, sino un representante del
Poder, que paralelamente a la accin, elabor un imaginario para exponerlo por medio de
su discurso historiogrfico.
377
favorecidos por las excepciones fiscales y una legislacin privilegiada. Las tendencias modernas de Carlos
III desplazaron el quietismo y el atraso que imperaba en la colonia (y en las misiones). Al igual que el resto
de las naciones europeas reemplaz el privilegio feudal y noble, e incentiv el capitalismo que, fomentando
el individualismo, puso a las monarquas, segn Lugones, a favor del pueblo. Lo anacrnico del sistema
teocrtico no tuvo ms que replegarse frente a la nueva filosofa socioeconmica. El desptico socialismo
de estado impuesto por los padres en las misiones, permita la igualdad, pero la igualdad de la miseria. A
diferencia de los autores citados anteriormente, Lugones aporta para la crtica del modelo la variable
eugensica. Los indios resultaban incapaces de la civilizacin. Si no eran aptos para la misma, el
exterminio del salvaje era una fatalidad a la cual no caba oponerse sin prejuicio para la raza superior
(Lugones, Leopoldo. El imperio jesutico. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981, pg. 225).
Su argumentacin dispone principalmente dos motivos suficientes para conducir a las reducciones hacia el
fracaso: los guaranes no haban adquirido la nocin de propiedad y no posean de suyo la ambicin por
enriquecerse, y por otra parte no estaban dotados genticamente para elaborar las reglas morales de la
civilizacin. Las guerras que asolaron las misiones hasta despoblarlas han sido una verdadera depuracin
de cuyos resultados podemos felicitarnos (Ibd. pg. 227). Como se puede inferir, Lugones abre varios
frentes de discusin que si bien tienen como referente literal el pasado, es decir, la constitucin de las
Misiones, tambin polemiza con el presente y el futuro. Su defensa de la limpieza gentica pone en la
superficie el problema que representaba la inmigracin para la clase dominante; su crtica al sistema
econmico-poltico de las reducciones tiene como interlocutor inmediato al pensamiento socialista y marxista
que se expanda a principios de siglo XX; finalmente da un giro de ciento ochenta grados para insinuar la
posibilidad de una instancia superadora al rgimen democrtico que lo tendr como uno de los principales
idelogos en pocos aos ms.
377
Lilia Ana Bertoni en su texto Patriotas cosmopolitas y nacionalistas. La construccin de la nacionalidad
argentina a fines del siglo XIX, estudia los debates dados durante los ltimos veinte aos del siglo XIX
acerca del origen de la nacionalidad. Enuncia distintas posiciones al respecto; Joaqun V. Gonzlez intent
remontarse a los tiempos proteicos de Amrica, cuando el pasado del hombre se perda en la memoria.
Francisco Ramos Meja en El federalismo argentino, publicado en 1887, vio la conformacin de la raza en el
pasado colonial; pens que la patria argentina naci, no lo dir al poner los conquistadores su planta
audaz en lo que hoy es la Repblica Argentina, pero s a los nueves meses de que los pusieran sus mujeres
[]. (pgs. 269-270). La simpleza que expone la argumentacin de Ramos Meja es refutada por Manuel
Mantilla: los nacidos en el Ro de la Plata, antes de la revolucin de Mayo, eran institucional y legalmente
espaoles. Vicente G. Quesada, apoyado por Ramos Meja y Joaqun V. Gonzlez, intenta una explicacin
estructural de la argentinidad. La tendencia federal (representada en la constitucin de 1853) la consideraba
una herencia del cabildismo espaol. Mitre se ubica en una posicin distante. Defiende una identidad ideal
como origen de nuestra nacionalidad. No alcanza simplemente con haber nacido, en territorio Argentino, ni
siquiera despus de la Independencia para formar parte del ser nacional. Su postura era de una completa
225
378
Si parafraseamos
disidencia con la iniciativa de reconocer el federalismo en una coyuntura que lo ligara a la tradicin
caudillesca. En esto acordaba con Sarmiento. La deficiente infraestructura colonial de la cual los cabildos
formaban parte, no representaron una solucin, debido principalmente a su escaso potencial
constitucionalista, y atomiz los distintos centros poblacionales; debilit las comunicaciones entre s y con la
metrpolis, dando origen a la formacin de los caudillos regionales y a una federalizacin cimarrona. Mitre
concentra su bsqueda fundacional en Asuncin y el Ro de la Plata, regin donde se desarrollar Buenos
Aires, smbolo de la modernidad y civilizacin para Sarmiento (Captulo 7 de Facundo, Sociabilidad),
ciudadela desde la cual Mitre resistir los avances antiliberales, con la milicia y la palabra. El cimiento
municipal de los futuros estados independientes (expresin tomada de Jos Carlos Chiaramonte,
Modificaciones del pacto imperial) es un tema que permanece en debate. La historiografa contempornea
an no ha saldado la discusin al respecto, inclusive el mismo Mitre se contradice en parte, cuando con la
intencin de realzar el centralismo porteo, considera a la regin geogrfica como una de las claves para
entender la autonoma adquirida por los nuevos estados.
378
La reconstruccin de la utopa. Op. Cit. pg. 116.
226
setenta y ochenta del siglo XIX. Su discurso programtico, con fuertes componentes
desiderativos-subjetivos gener no pocos focos de resistencia. La mezcla de deseos,
intereses y realidades dio lugar a una polivalencia semntica y a una tensin no resuelta
con la cual confrontaron algunos de sus contemporneos. Holmberg lo hace desde la
literatura. La alusin irnica que el personaje de Darwin, en Dos partidos en lucha, le
prodiga a Mitre, no creyndole sus relatos,
379
380
En su escrito
discursos datados en la realidad de los hechos. Las uchronas habituales en las que caera
el creador de Historia de la Revolucin Argentina, pertenecera al campo de las hiptesis
puras. En el intento por explicar distintos acontecimientos de la historia nacional, el
procedimiento retrico que configura su discurso es la presentacin de respuestas al
interrogante Qu hubiera sucedido si? Mitre sostiene que este tipo de especulacin, al no
poder corroborarse ni discursiva ni empricamente, se convierte sustancialmente en
literatura y no en historiografa. Por otra parte, resulta difcil no afiliar a Mitre con el
mundo uchrnico o utpico, si pensramos el modo en que l construy su propio
discurso.
379
227
381
382
384
la
Alberdi, Juan Bautista. Prefacio, Grandes y pequeos hombres del plata. Buenos Aires: Fernndez
Blanco, 1962, pg. X). El argumento de Alberdi se lo puede encontrar en la Republica de Platn:
- Cules son sus fbulas y qu censuras en ellas?- pregunt (Glaucn)
- (Scrates, refirindose a Hesodo y Homero y su influencia sobre los posibles gobernantes de la
Repblica) Lo que hay de censurable en ellas ante todo y sobre todo, es decir sus indecorosas
mentiras.
- Qu quieres decir?
- Que han pintado en esas ficciones de una manera errnea la naturaleza de los dioses y de los
hroes, como pintor que hace retratos que en modo alguno se parecen a los modelos que intenta
reproducir. Platn. Repblica. Buenos Aires: EUDEBA, Tomo II, d-e, pgs. 172-173. 1977.)
382
Grandes y pequeos hombres del Plata. Op. Cit., pg. 1.
383
Ibd. pg. 91.
384
Parfrasis de Platn: Edifiquemos con palabras una Repblica desde sus cimientos. (Repblica. Op.
CIt., Tomo III. c, pg. 152.)
385
Grandes y pequeos hombres del Plata. Op. Cit., pg. 271.
228
Est dems aclarar que por una cuestin cronolgica, Alberdi no pudo haber ledo a
Frank Ankersmit, Huge Kellner o Hayden White, pero su metodologa de anlisis es
homologable. La acusacin nada velada que esgrime contra Mitre fue que haca literatura y
no historia: Y luego dicen que la literatura, es decir, la forma, nada vale en Amrica!
Vale ms que el saber real. 386
Alberdi desarrolla, incluso, un pormenorizado estudio sobre las figuras retricas y
expresiones que Mitre nos ha vendido y revendido mil veces con el slo propsito de
imponer su concepcin histrico-poltica. Por otra parte, a lo largo del ensayo, insiste
sobre el inters econmico que secunda e impulsa el patriotismo de Mitre. Se refiere, por
supuesto, a su economa privada. La expresin, nos ha vendido su discurso, resulta por
dems elocuente. El dinero fue motivo y fin de cada uno de los emprendimientos del
vencedor de Pavn: la disputa en el campo simblico, en la guerra y en el control del
gobierno. Compara su vida personal (la de Alberdi) y la vida de Belgrano (ambos
experimentaron sufrimientos, privaciones y pobreza), con las ganancias y canonjas de
los historiadores patriotas, que reciben veinte mil duros al ao, palacios y honores.
387
liberalismo sujeto, fundamentalmente, a los intereses econmicos que practic Mitre, y del
cual Sarmiento no pareca tomar nota, como s lo hizo Holmberg.
La objecin apuntada por Vlez Sarsfield con respecto al manejo de las fuentes que
realiza Mitre, reside justamente en la parcialidad, arbitrariedad y tendencia a desarrollar la
imaginacin, prctica que no representa una virtud sino un defecto. El defecto de la
Historia de Belgrano es estar sacada de los documentos oficiales [] en los que nunca
aparece la verdad histrica.
388
386
229
389
389
230
391
La primera mxima
de Monalia fue que la identidad nacional, sus instituciones y su historia son un constructo
mental, entendido en un doble sentido: no slo las ideas modernas de la nacionalidad son
meramente ficticias, dbiles en cuanto a fundamentos objetivos, sino que las
nacionalidades como tales, al igual que toda otra forma de comunidad seran imaginarias.
Las representaciones contranarrativas puestas en funcionamiento para desenmascarar las
390
391
231
ficciones de identidad, con que normalmente se definen a s mismos los sujetos y por
extensin las comunidades, no resultan propiedad exclusiva de los discursos, sino que
sitan al artista con lo que excede al campo discursivo, que tiende a expresar profundas
conmociones sociales y polticas, como las generadas durante los primeros aos del siglo
XX.
232
392
233
No resulta caprichoso, por lo tanto, el paralelismo entre uno y otro hroe discursivo.
La predicacin ideolgica de Sarmiento, por supuesto, nada tiene que ver con el dogma
religioso (como tampoco la de Olimpio). En sus cartas desde el extranjero, la revelacin
anuncia el advenimiento de la modernidad. Utiliza todos los recursos literarios a su alcance
para que los hispanohablantes tomen conciencia de la situacin de retraso en que se
encuentran, y se convenzan de alentar un modelo que asegure el desarrollo y el bienestar.
Durante gran parte del viaje sarmientino, el anuncio permanece en suspenso o en estado de
abstraccin, sin trascender la figura de entelequia ideal o paradigma en ausencia, pues los
pases europeos no respondieron a sus expectativas tericas previas. Recin cuando lleg a
Estados Unidos, segn sus palabras, encontr un modelo socio-econmico que garantizara
su bsqueda por lo menos en algunos aspectos. Debemos adelantar que los filtros
discursivos de la subjetividad sarmientina tuvieron una fuerte incidencia en el proceso de
conversin, que transform la realidad norteamericana en un relato teleolgico de
civilizacin y modernidad. Espejo en el cual Mitre se mir con frecuencia.
Un ejemplo de la elipsis retrica, que lneas ms arriba sealamos como de uso
frecuente en Sarmiento avalara, en sus cartas de viaje, la ausencia pormenorizada de un
lugar fundacional como Inglaterra, con omisin de su imaginario social, econmico e
institucional. Por qu no se detiene sobre la isla? Probablemente en Inglaterra no haya
encontrado tan slo descentramientos o un mal funcionamiento del sistema, como le haba
ocurrido en Francia e Italia, sino las inocultables consecuencias de la civilizacin
industrial. Jos Sazbon en las Jornadas Internacionales Domingo Faustino Sarmiento
compara el Facundo con el libro de Engels, La situacin de la clase obrera en Inglaterra.
En su texto, seala all una serie de analogas y diferencias en la descripcin de los
respectivos modelos sociales, que llevaron a cabo ambos autores. El texto de Engels,
publicado unos pocos aos antes que Sarmiento visitara Inglaterra y contemporneo de la
escritura de Facundo, reflexiona sobre el estado de situacin en que se encuentra el
desarrollo capitalista. Como bien sostiene Sazbon, no se diferencia demasiado la
393
234
Sazbon, Jos. Facundo; la vida de los signos, en Jornadas internacionales Domingo Faustino
Sarmiento. Neuqun: Universidad del Comahue, 1988, pgs. 135,136.
395
Ver Hobsbawm, Eric. La era de la revolucin, 1789-1848. Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 2006.
235
396
Estas
Estados Unidos le facilita las cosas. Es un pas en proyeccin donde las consecuencias de
la industrializacin, todava en sus inicios, aunque potenciales, permanecen ausentes, por
lo tanto no lo urge la necesidad de enmascararlas u ocultarlas. Cuando analiza los
suburbios de Boston, entrega una descripcin comparativa donde el sistema industrial
ingls, ahora s expuesto a travs de sus aspectos negativos, le resulta funcional a sus
intereses: ponderar la produccin textil estadounidense.
Cmo luchar con la fabricacin inglesa, producto de injentes
capitales empleados en las fbricas, i de salarios nfimos pagados a un
pueblo miserable i andrajoso? Dcese que las fbricas aumentan el
capital, en razn de la miseria popular que producen. Lowel es un
desmentido a esta teora. 398
Segn la coyuntura, Sarmiento produce significado, construye sentido, sin temer a las
contradicciones, ni a la elisin de la verdad verificable por la experiencia emprica.
396
236
399
Sarmiento, Domingo Faustino. Viajes. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, Colleccin Archivos,
2007, pg., 234.
400
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit. pg.163.
237
no se
401
401
[] a partir de 1880 se public un conjunto de libros de gran significacin, entre ellos la versin
definitiva de la Historia de Belgrano y la Historia de San Martn y la emancipacin americana de
Bartolom mitre, que apareci entre 1887 y 1890. Adolfo Saldas public en 1888 Historia de Rosas y su
poca, que reaparecera corregida y aumentada en 1892, como Historia de la Confederacin Argentina. En
1887 se public El federalismo Argentino de Francisco Ramos Meja y en 1888 apareceran La tradicin
nacional de Joaqun V. Gonzlez, las Tradiciones de Buenos Aires de Pastor Obligado y Londres y
Catamarca de Samuel Lafone Quevedo. Entre 1888 y 1893 se publicaron los diez volmenes de la Historia
238
imaginar sus hroes y mostrar cmo los prceres eran instalados en el panten nacional, se
organiz durante este perodo. Con el objetivo de montar la tradicin se operaba sobre el
presente histrico y se reforzaban los vnculos con una seleccin de figuras fundacionales.
Nos parece imprescindible, por lo tanto, revisar el modo en que fueron creados
literariamente los precursores de Olimpio, bajo la mscara discursiva de la biografa. La
morosidad y la extensin del anlisis previo lo justificamos por el valor del modelo con el
cual Holmberg establece un dilogo literario, que propone diversas interpretaciones, y
tambin por la riqueza del material consultado, que prcticamente no fue utilizado como
texto de estudio, tal el caso de la Galera de celebridades argentinas (1857).
La necesidad coyuntural de fortalecer la imagen de los hroes patrios motiv que en los
ltimos veinte aos del siglo XIX, la mirada se dirigiera en busca de merecimientos
personales. La antologa de celebridades argentinas fue resultado de una discusin ardua,
aunque el corpus (los lmites ideolgicos) con el que trabajaron los historiadores profesionales o de ocasin- no fue lo suficientemente amplio como para permitir la
convivencia de las distintas tradiciones. Aunque los creadores del santo memorial de la
poca no presentaran uniformidad de criterios en la seleccin, el sustrato profundo estaba
cristalizado desde varios aos antes. El tibio revisionismo de algunos autores (Vicente. G.
Quesada, Ernesto Quesada, Ramos Meja) no se permita el disenso para imponer algunos
de sus representantes patrios. La matriz heroica estaba prefigurada.
Los diversos posicionamientos discursivos estimularon el debate, pero no excedieron los
matices o lmites de un mismo patrn ideolgico. Las voces de Adolfo Saldas con su
Historia de Rosas (1882) y de David Pea con Juan Facundo Quiroga. Contribucin al
estudio de los caudillos argentinos (1896), pudieron haber aportado una lectura desde una
perspectiva diferente pero su debilidad estratgica dentro del campo intelectual, los releg
a un segundo plano. Contra su intencin lograron el efecto inverso; se erigieron como
referencias oportunas para terminar de legitimar y consolidar el canon establecido. Tanto
en el origen como en el proceso de reconstruccin de lo que podramos llamar
metafricamente el panten nacional encontramos nuevamente dos escritores
fundamentales: Domingo F. Sarmiento y Emilio Bartolom Mitre.
Mitre
239
desautorizar las causas del sitial donde se los pretenda instalar. La brevedad de los textos
de la coleccin contribuy con el recurso descriptivo o icnico que facilitaba la
simplificacin de los pasos. El resultado no contradijo la efectividad de la estrategia.
Los hombres notables rescatados por la Galera fueron San Martn, (nota escrita por
Sarmiento);
402
Sarmiento ya haba publicado su biografa sobre San Martn en una obra que sera el patrn o modelo de
la Galera. La misma se haba editado en Chile, 1854: Coleccin de Biografas Retratos de Hombres
Clebres de Chile. En principio Sarmiento le haba pedido a Alberdi que la escribiera pero desacuerdos sobre
el punto de vista respecto del protagonista, frustr el trato que asumi finalmente Sarmiento. Ver: Yanguay,
19 de julio de 1852 y Yunguay, 2 de septiembre de 1852 (Sarmiento, Domingo Faustino, Alberdi Juan
Bautista. Las ciento y una. Cartas Quillotanas. Buenos Aires: Editorial Losada, 2005.) Con relacin a las
colecciones de biografas sobre hombres clebres, la chilena y la argentina no fueron las nicas. Pocos aos
despus completaron la saga Bolivia y Mjico.
240
403
La
explicacin por la forma, o para decirlo de otro modo, que privilegia la forma y la
hiptesis por encima de la informacin histrica convierte a la textualidad en fronteriza,
cuanto menos, con la ficcin.
Si el lenguaje ya no puede ser considerado exclusivamente como la expresin
transparente de una realidad exterior o de un sentido dado, es en su funcionamiento
mismo, en la actualizacin de sus recursos un productor de realidad. Esta conjetura no
es original del siglo XX, Mrmol, en Amalia, sin necesidad de recurrir a precisiones
tericas, quizs de un modo rudimentario, en el mismo pasaje en que Daniel Bello discute
con los unitarios Florencio Varela y Julin Agero acerca de los distintos puntos de vista
sobre la batalla de Sauce Grande ganada por Rosas, escribe lo siguiente:
Indecible es la sorpresa que causa a Daniel ver a aquellos dos
notables personajes empeados en convencerse y en persuadir a los
dems de que el general Lavalle no haba perdido la batalla de Sauce
Grande, cuando l saba a no poder dudarlo, que el suceso era
desgraciadamente cierto, y sobre todo, verlos empeados en querer
404
desvanecer un hecho con slo el poder de la argumentacin.
Para retomar el eje del anlisis, la biografa construye un prcer digno de permanecer
en la memoria nacional debido a su condicin de hroe, figura emblemtica de la literatura
y la mitologa clsica. La condicin de heroicidad es legitimada por la lucha contra
fuerzas superiores sustentadas en poderes sobrenaturales, o en los designios ineludibles
del destino. En este caso Lavalle se aproxima bastante, segn el relato de la Galera a un
hroe pico clsico. La derrota, por otra parte, se transforma en triunfo moral que deja una
figura seera para la patria y una enseanza a seguir. El sesgo pedaggico se complementa
con el sentimiento o la formalidad trgica.
Segn el recorte especulativo que hemos realizado para trazar el itinerario de nuestra
investigacin, el montaje inicial del santoral de prceres nacionales se realiz entonces,
403
Si atendisemos a las marcas discursivas, la primera persona del plural que narra los acontecimientos se
podra desglosar en dos visibles influencias. La primera parte (la guerra de la independencia, la guerra contra
Brasil y el levantamiento de Dorrego), hasta el captulo V, parece dominar la pluma o el concepto
historiogrfico de Mitre: un estilo referencial, literario pero medido en la construccin de imgenes y la
seleccin esttica de palabras, inclusin de numerosas citas y documentos con la fuente debidamente
acreditada. Desde el captulo V en adelante, todo lo que concierne a la campaa contra Rosas hasta la muerte
de Lavalle, se aproxima al estilo tradicional de Sarmiento: tono elevado tanto para la apologa como para la
crtica, uso repetido de la hiprbole, el desplazamiento, la elpsis, la reproduccin de testimonios no
debidamente acreditados, y, como ya sealamos, un uso literario en el dispositivo narrativo, tcnica que
tambin Mitre dominaba a la perfeccin.
404
Amalia, Op. Cit., pg. 292.
241
Las estatuas de Moreno y Rivadavia formaron parte del proyecto oficial de estos
reconocimientos en 1896, aunque por motivos ajenos a la discusin histrica sus
emplazamientos se fueron retardando en el tiempo. Como se puede interpretar, adems de
algn recordatorio de relativa significancia como el centenario de Dorrego en 1887, o el
tmido revisionismo histrico que pretendi durante los noventa rescatar a Rosas del
olvido (segn Hebe Clementi, poco ms que un intento de hacer liberal al liberalismo
argentino407),
manera casi definitiva a mediados del siglo XIX y respetada a fines del mismo. La bolsa
de huesos (ttulo de un relato policial de Holmberg incluido en Cuentos fantsticos
408
que contena el esqueleto nacionalista, Holmberg la cargaba desde los aos 80 y revis sus
reliquias poco despus del centenario. De ella extrajo su memorial y reactiv la
importancia que se le atribuy a la historia en la formacin de la conciencia patria.
405
Falucho tambin haba sido rescatado por Bartolom Mitre en 1857. Ver Episodios nacionales.
Biografas. Estudios y rectificaciones histricas. Obras Completas. Buenos Aires: Edicin Ordenada por el
Honorable Congreso de la Nacin, Volumen XII, 1959.
406
La grilla y el parque. Op.Cit., pg. 209.
407
Clementi, Hebe. Rosas en la Historia Nacional. Buenos Aires: La Pleyade, 1970.
408
Cuentos fantsticos. Op. Cit., pg.,
242
409
409
243
Captulo III
Olimpio Pitango de Monalia o la representacin en clave de los
procesos fundacionales.
3.1 Siglo XX: Las restricciones forman al receptor.
Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en l un
ngel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la
mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas.
El ngel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara est vuelta hacia
el pasado. En lo que nosotros aparece como una cadena, l ve una
catstrofe nica, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja
sobre sus pies. El ngel quisiera detenerse, despertar a los muertos y
reconstruir lo despedazado. Pero una tormenta desciende [] lo
arrastra irresistiblemente hacia el futuro. Tal tempestad es lo que
llamamos progreso.
Walter Benjamin, Tesis de filosofa de la historia
244
dos posturas cuanto menos divergentes, porque, como se puede apreciar, el logro potico
de los versos citados de Lugones no marcaran mayor relevancia.
Por otra parte, Olimpio Pitango de Monalia ni siquiera lleg a publicarse, a pesar de
los mritos que la convierten en una de sus obras ms logradas. Conjeturar juicios de valor
definitivos no es una intervencin hermenutica aconsejable para leer la novela. El texto
que Holmberg comenz a escribir en 1912 y presumiblemente termin en 1915, qued
depositado de manera residual en dos cuadernos, a la espera azarosa de que se abriera un
resquicio para su publicacin, circunstancia que recin aconteci en 1994.
410
La escritura
de Monalia es el punto final de un largo proceso creativo que se inici en 1876 con Dos
partidos en lucha. Rene una cantidad de procedimientos lingsticos-literarios y motivos
extra literarios, devenidos de diferentes campos del saber, que se pueden encontrar en sus
textos anteriores, pero en esta oportunidad son llevados hasta la exasperacin. El discurso
polmico, la caricaturizacin de los personajes, la heteroglosia lingstica, el polimorfismo
genrico, los motivos filosficos, polticos (geoestratgicos, ideolgicos-doctrinarios,
polticos-institucionales, partidocrticos) sociolgicos, (raciales, culturales, econmicos)
histricos, religiosos y pedaggicos, le otorgan al texto una densidad ausente en la
produccin literaria contempornea. La puesta en literatura o literatureidad de los
diferentes discursos que analizamos segn los cdigos propios de su comunidad
interpretativa (por caso la lingstica-histrica), sufren la distorsin del espejo
holmbergiano. Revisar el pasado a travs de Monalia implica la repeticin en forma de
morisqueta simiesca, pero tambin rescatar el potencial evolutivo que nos deposita en el
homo sapiens, en su ms alto grado de complejidad intelectiva. Olimpio Pitango de
Monalia es un texto agonal, polifactico. La asociacin y la tensin, entre representacin y
transgresin, enmascaran el dominio del sentido, fenmeno que se produce en todos los
niveles del relato. Recorrer los caminos del dilogo y la polmica (con el pasado y el
presente), describir el radio de accin o interferencia del punto de vista del sujeto
(histrico-ideolgico) Holmberg, precisar las funciones de los procedimientos literarios
que dan forma y estructuran a la obra, constituyen algunos de los requerimientos que
desafan la interpretacin de la novela.
El enfrentamiento de dos modelos de nacin, con origen diverso, (leyes naturales uno,
convencin institucionalista el otro) estructuran el texto sobre un proceso dinmico que no
410
Ver la Introduccin a la edicin llevada a cabo por Gioconda Marn. Pgs. 7-69: Holmberg, Eduardo
Ladislao. Olimpio Pitango de Monalia. Buenos Aires: Ediciones Solar, 1994.
245
La novela est entramada simblicamente por esos dos ros que llevan direcciones
distintas, aunque en ocasiones se juntan, contaminan y vuelven a separar, sin brindar
ninguna certeza sobre la divisoria final de aguas. El movimiento, la transmutacin, la
indefinicin parecen constituir el recurso que le garantiza al autor la representacin de la
transformacin que progresivamente padece la nacin.
Monalia era un pas que gozaba de libertad e igualdad social y econmica dentro de un
marco poltico democrtico, instalado por el hbito que las sucesivas generaciones haban
creado de manera espontnea y natural. Durante tres siglos sus habitantes haban vivido en
algo parecido a una arcadia. Antes habamos propuesto como modelo de la creacin
holmbergiana a la utopa tradicional de cuo renacentista, e incluso se podra pensar en el
proyecto capitalino de Sarmiento: Argirpolis, aunque estimamos desde un principio que
Monalia no se puede leer como un texto exclusivamente subsidiario del discurso utpico.
De acuerdo con lo expuesto en captulos previos, y segn nuestro Plan de Tesis, resulta
pertinente pensar el trabajo literario que Holmberg ha realizado en Olimpio Pitango de
Monalia, como una estilizacin del discurso histrico liberal. La estilizacin trazara una
parbola polismica que ira desde el homenaje a la caricaturizacin.
En la novela, las voces de los pensadores liberales dan sustento al pasado monalita y
crean sus bases fundacionales desde donde se proyectan ideas, usos y costumbres:
Rica, feliz, generosa y caritativa, gobernada patriarcalmente dentro de
un concepto clarsimo de la libertad por el equilibrio del derecho y el
deberAll la libertad era espontnea, porque las generaciones
sucesivas se haban habituado a ella; era una funcin del organismo
individual y colectivo, como lo es el respirar, el sentir, y el pensar, y
como un goce tan completo de la libertad no puede adquirirse sin el
hbito de la posesin 412
El discurso histrico que hizo escuela durante el siglo XIX entra en la novela pero no
sale ntegro, sino modificado por las diversas fuerzas gravitacionales que operan sobre l.
411
412
246
Morgan S., Edmund. La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en Inglaterra y
Estados Unidos. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2006.
247
Monalia. Dos partidos en lucha, como bien lo seala su ttulo, narra el enfrentamiento de
dos concepciones diferentes sobre la teora evolucionista, con la particularidad de que la
ficcin expone sin enmascaramientos el marco histrico real en que transcurren los hechos
inventados. La pugna de ideas no se reduce al escenario del teatro Coln, sede del
Congreso Cientfico, sino que se expande y toma estado pblico por diversos medios,
principalmente el periodstico. Encontramos en el enfrentamiento partidario y en la red
expansiva de la informacin a travs de los diarios, la saga o gnesis estructural de lo que
muchos aos despus aparecer reformulado en Olimpio Pitango de Monalia. Por otra
parte, Ladislao Kaillitz, el narrador de la novela, pone de manifiesto su aprensin respecto
de la presunta verdad que transmitiran los medios informativos, a diferencia de Olimpio,
que al modo mitrista, transforma lo que en 1874 se interpretaba como tergiversacin, en un
mtodo discursivo eficaz para introducir en el sujeto social las nuevas ideas que
posibilitaran re-inventar el pas. No se trata de mentir entonces, sino de cambiar una visin
del mundo por otra segn Hume. 414
414
La relacin equvoca o ambigua que Holmberg mantena con Mitre, rescate y reconocimiento de su
metodologa historiogrfica y periodstica para imponer sus ideas, y rechazo tanto de su metodologa
revolucionaria por las armas, como de sus presupuestos ideolgicos, queda expuesto significativamene en
dos situaciones que tienen lugar en el Captulo XI de Dos partidos en lucha. El mismo relata la llegada de
Darwin a Buenos Aires, invitado especialmente para tomar parte del Congreso Cientfico, a la vez que
refleja la inestabilidad que atravesaba el pas por entonces:
La opinin pblica, divida an entre la poltica, la ciencia, la crisis
monetaria, y el teatro, se uni para manifestarse en una sola forma: la
admiracin. Darwin en Buenos Aires! El Gobierno Nacional y el
Gobierno Provincial, dispuestos como siempre a hacer a los forasteros
ilustres el homenaje que merecen, ordenaron que el da 28 se hiciera una
salva de trescientos sesenta y cinco caonazos, lo que nadie extraar si
se recuerda que estamos en 1874 que, a no dudarlo, es el ao en que ms
plvora se ha quemado en la Repblica Argentina. (Dos partidos en
Lucha. Op. Cit. pg 158.)
La hiprbole que seala la cantidad de plvora utilizada, si bien queda descontextualizada si se compara
con las guerras fratricidas anteriores a la dcada del 70, tiene como fin la desvalorizacin del levantamiento
armado mitrista de 1874. Holmberg cierra la crtica contra el fundador del diario La Nacin poniendo en boca
de Darwin su propio punto de vista respecto del hroe de Pavn. Ni bien el creador de El origen de las
especies desciende del Hound (Galgo en comparacin implcita y risuea con el Beagle, Sabueso, de FitzRoy), comienza la ronda oficial de bienvenida, situacin que a Holmberg le sirve para rendir tributo o ejercer
la crtica de los hombres que en ese momento diriman cuestiones de vital importancia para el pas. La ronda
protocolar comienza por el presidente Sarmiento, sigue por el vice. Adolfo Alsina, y el presidente electo
Avellaneda, todos saludados con el debido respeto y reconocimiento. Cuando llega el turno del ex-presidente,
Bartolom Mitre, Darwin-Holmberg le hace conocer su contrariedad: En mi vida pacfica general, ms de
una vez he odo vuestro nombre, y al estrecharos la mano por vez primera, permitidme manifestaros que os
aprecio, os admiro y no os comprendo. (Ibd., pg. 158)
Lacnico y lapidario, el autor de la novela sienta posicin respecto del accionar poltico-ideolgico de
uno de los ms importantes actores de fines del siglo XIX, a quien por otra parte, le reconoce haberlo
provisto, junto a Sarmiento, del modus operandi ideal para refundar la nacin monalita, representado por la
causalidad existente en la relacin lenguaje-construccin de la realidad.
248
249
personajes iniciada en Dos partidos en lucha (1876) con el rabianista Juan Estaca, un
extravagante exponente del pensamiento antidarwinista.
En su primer libro, Holmberg traza la figura con tinta gruesa; utiliza la irona directa
para articular de manera por dems evidente la relacin significativa entre el apellido del
personaje y su rigidez intelectual (estaca). El mismo tipo de operacin realiza con el doctor
Tmpano, protagonista de Filigranas de cera, quien a travs de un sueo, fabula la
improbable teora del cerumen. En otros textos, libera el significante para demostrar por
este medio la incoherencia que esclaviza a su personaje, como en el caso del excntrico y
disparatado sabio Burbullus de El tipo ms original.
Con el burgomaestre Hipknock,
250
251
416
Ramos Meja, Jos. La neurosis de los hombres clebres. Buenos Aires: La Cultura Argentina, 1915, pg.
26.
417
La neurosis de los hombres clebres. Op. Cit., pg. 15.
252
del ilustre prologuista. La puesta en discusin de las palabras de Lpez y por extensin del
texto mismo de Ramos Meja ofrece un material invalorable para corroborar la hiptesis
sobre la ontologa del discurso que venimos proponiendo.
El objetivo del autor de La neurosis de los hombres clebres era, segn sus palabras,
confeccionar un libro pura y exclusivamente mdico que tuviera en cuenta los presuntos
comportamientos patolgicos de una seleccin de hombres histricamente reconocidos.
Concentr su mirada cientfica sobre La neurosis de Rosas, La melancola del doctor
Francia, El alcoholismo del Fraile Aldao, El histerismo de Monteagudo y El delirio
de las persecuciones del almirante Brown. Dems est decir que ninguno fue paciente
suyo; todos haban muerto para cuando l inici la investigacin y escribi posteriormente
su libro. De este modo, recurri entonces a textos que versaran sobre la vida de los
personajes que lo ocupaban. Utiliz, adems del marco terico especfico, biografas y
libros de historia que le permitieran recuperar del pasado, el accionar de sus pacientes
discursivos. Arribados a este punto, no se nos puede pasar por alto la habitual operatoria
historiogrfica de Mitre, ni la metodologa testimonial de Sarmiento, estudiados en
captulos anteriores.
El primero en descubrir la singularidad de este proceder (no poda haber sido de otra
manera) fue Sarmiento. El segundo, alertado por las observaciones que haba formulado el
sanjuanino, fue Jos Ingenieros. Al respecto, no sin cierto grado de inocencia, Ramos
Meja realiza su descargo:
Para realizarlo he necesitado leer mucho, preguntando e inquiriendo
ms, porque los elementos que en este sentido poda ofrecerme la
medicina de nuestro pas eran completamente nulos. Nuestros mdicos
de antao escriban poco y a no ser lo publicado en la Gaceta de
Buenos Aires, y una que otra escassima y mal confeccionada
monografa, no s que haya nada que valga la pena consultarse. El
archivo ms rico para la adquisicin de estos datos es indudablemente la
tradicin, que es la que he consultado con ms fruto a la par de todas
esas obras histricas que van en el ndice bibliogrfico, y de las cuales
he sacado algunos datos clnicos de mucha importancia. La descripcin
de la Confederacin Argentina por Martn Moussay, la Historia de la
Revolucin Argentina por el Dr. Vicente Fidel Lpez y la Biografa del
fraile Aldao por el Seor General Sarmiento, son las obras que ms he
revisado, las unas para la confeccin de la primera parte, y las otras
para la segunda, que vendr despus. En esta primera parte, y
especialmente en el Captulo II, me he servido mucho de la Historia de
Belgrano por el Sr. General Mitre, cuyos estudios histricos sobre la
poca de la Revolucin e Independencia son de un valor inapreciable.
fuese la tradicin historiogrfica. Lo que intenta ser una crtica contra la precariedad con
que se practicaba la medicina en el pasado, comparada con la metodologa moderna que
toma nota y dado el caso teoriza sobre las patologas en estudio, pone al descubierto la fe
ciega en la ciencia y sus mtodos, a punto tal que realiza un diagnstico a travs de la
informacin que le proporciona la tradicin.
Ingenieros, que utiliza un tono elevado con la intencin de realzar el contraste entre
verdad y mentira, adjudica el error de Ramos Meja al hecho de no haber mensurado el
sesgo partidario de la documentacin examinada; agrava su miopa lo grosera que
254
resultaba la evidencia. La hiprbole, que por otra parte de manera implcita lo ubica a
Ingenieros en el lugar del cientfico moderno y criterioso, as como antes lo haba hecho
Ramos Meja con respecto a los mdicos del perodo de la independencia (lugar que
dudosamente mereciera Ingenieros, podra sostener un lector actual de sus trabajos),
termina por categorizar pasajes de La Neurosis como pertenecientes al universo de la
ficcin. Su asociacin con los folletines terrorficos de Eduardo Gutirrez (lo de
terrorficos no podramos asegurar si se refiere al contenido de las novelas o a la prctica
literaria de Gutirrez, de ser la segunda opcin nos encontraramos frente a un juicio
discutible) coloca al supuesto texto mdico dentro del campo de la imaginera popular ms
exacerbada. Es decir, entraramos casi en el dominio del buen mentir.
Cuando enuncia Sarmiento saba muy bien por qu lo deca, si bien Ingenieros
parece limitarse al caso de Facundo, nosotros demostramos con pasajes de los Viajes que
la prctica discursiva del sanjuanino logra continuidad en toda su obra; su inventiva no se
limita exclusivamente a las circunstancias que le impone la lucha contra Rosas. Nadie
mejor que Sarmiento para determinar cunto de ficcin o de excesiva intencionalidad, si
queremos morijerar la sentencia, contiene un texto biogrfico o historiogrfico. Lo mismo
podramos sostener respecto de Mitre. Las pruebas ya las expusimos.
En el caso de Francia, Ramos Meja se dispone a estudiar su melancola utilizando
informacin glosada por historiadores y bigrafos opositores al gobernante de Paraguay. El
tipo de fuentes que respaldan sus especulaciones acerca de la neurosis de uno (Rosas) y la
melancola del otro (Francia), determina el lugar poltico-ideolgico que ambos ocupan en
el texto: la tirana, imaginario que dominaba el pensamiento liberal del siglo XIX. El grado
de inocencia del autor se reduce, si pensamos que existe una repeticin del punto de vista y
por lo tanto una doble intencionalidad: la de quien escribi las fuentes y la de quien eligi
considerarlas documentos vlidos para su trabajo. No es necesario abundar en el anlisis de
las dems celebridades para comprender el inters que pudo haber despertado la obra de
Ramos Meja en Holmberg. Probablemente la haya calibrado como valiosa por el material
que le aportaba para la elaboracin de sus personajes literarios. Descartamos que lo
impresionara su relevancia patolgica o histrica. El enmascaramiento del carcter ficticio
(intencionado o no) que adquiere el discurso cientfico de La neurosis de los hombres
clebres, probablemente se convirti en el mayor influjo.
256
Para David Hume resultaba llamativo que las mayoras fueran dominadas por las
minoras, a pesar de la potencial diversidad de fuerzas a favor de las primeras. Pens que la
clave resida en la opinin, en la creacin del imaginario, en la posesin de la idea.
Nada es ms sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos
humanos con miradas filosfica, que ver la facilidad con que las
mayoras son gobernadas por las minoras; observar la implcita
sumisin con la que los hombres renuncian a sus propios sentimientos y
pasiones a cambio de los de sus gobernantes. Cuando investigamos por
qu medios se produce esta maravilla encontraremos que as como la
Fuerza est siempre del lado de los gobernados, quienes gobiernan no
tienen otra cosa que los apoye ms que la opinin. Es, por lo tanto, slo
en la opinin donde se funda el gobierno, y esta mxima se aplica a los
ms despticos y ms militares de los gobiernos, as como a los ms
libres y populares. 418
Mitre sostuvo con xito la ficcin liberal de que la organizacin econmica provena
de las leyes naturales, del mismo modo que durante los siglos XVI y XVII el gobierno
ingls haba sostenido el derecho divino de los reyes sobre sus sbditos. La realidad en
todos los casos obr en consecuencia. Desarrollando la hiptesis de Hume, Edmund
Morgan en su ensayo La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en
Inglaterra y Estados Unidos, sostuvo que todos los gobiernos descansan sobre ficciones.
El imaginario poltico se combina con la realidad de diversas maneras y en muchas
ocasiones la simulacin pergeada por el mundo de la poltica crea o da forma desde
el discurso y la accin (mezcla de poiesis y praxis en palabras de Castoriadis) 419 al mundo
real. Para Morgan es impensable vivir sin las ficciones que en el campo pblico obran de
modo tal que modelan el mundo de acuerdo a lo que pensamos o queremos. Cuando la
ficcin asume el mando y modifica la realidad, podemos denominar dicho proceso como
revolucin o reforma, segn el grado de intensidad que comporta el cambio.
Por medio de la teora de las ficciones orientadoras, el autor explica la idoneidad de
los parlamentarios ingleses para desplazar la antigua creencia de que el rey ejerca el
poder por mandato divino. Los habitantes del Palace of Westminster fueron los principales
interesados en reemplazar el imaginario tradicional por un renovado conjunto de ficciones.
El nuevo ideario aseguraba que la autoridad de los reyes estaba por debajo de la autoridad
del pueblo y de sus representantes. Aunque Dios era quien otorgaba el poder, el imaginario
418
Hume, David. De los primeros principios del gobierno. Ensayos y tratados sobre varios temas. Citado
por Morgan, Edmund. La invencin del pueblo. El surgimiento de la soberana popular en Inglaterra y
Estados Unidos. Op. Cit., pg. 13.
419
La institucin imaginaria de la sociedad. Op. Cit.
257
moderno, que poco a poco se fue imponiendo, proclamaba que el pueblo era el verdadero
receptor del mandato divino y por medio suyo el Parlamento, el beneficiario ltimo de la
alteracin del statu quo.
En la novela de Holmberg, su protagonista lleva adelante una operacin similar a la que
termin por desplazar al rey del poder. Su texto titulado Un artculo incendiario presenta
un diagnstico del estado de situacin en que se encuentra el pas y propone algunas de las
medidas que haba que tomar para producir el salto hacia la modernidad.
Nosotros no tenemos prceres, no tenemos himnos, no tenemos
ruinas, ni cmaras, ni constitucin, ni comits, ni siquiera partidos
polticos [] lo nico que tenemos es la paz de la edad de oro, el
bienestar, la riqueza, y la justiciaSi carecemos de prceres, los
inventaremos; como han hechos otros y como los pueblos son ms
sugestionables que los individuos, los pueblos acabarn por
convencerse de que tienen prceres. Una vez convencidos de su
existencia lo estarn tambin de sus hazaas [] Surgirn los
historiadores de la patria- que nos hagan conocer la evolucin de la
misma en todas sus formas y dedicarn interminables veladas al
estudio de las opiniones y de las sangrientas luchas con que las
sustentaron aquellos nclitos varones de la libertad. Nuestros
palegrafos encontrarn documentos de todos los sacrificios
420
nacionales o los construirn en su defecto
El pasaje citado no representa otra cosa que una parfrasis del comportamiento
discursivo fundacional de nuestros escritores, hroes e inventores de la patria y de cmo se
debe leer nuestra historia. Si la historia oficial de Monalia an no exista slo haba que
inventarla. Las realidades polticas descansan en ficciones con la condicin de que no se
alejen demasiado de lo verosmil. En el caso de Olimpio, para instaurarlas, slo tuvo que
hacer visible los sistemas institucionales contemporneos (puestos en actividad en los
modernos pases occidentales) y, de este modo, la suspensin voluntaria de la incredulidad
no correra riesgos. Sus ficciones orientadoras hicieron que la nueva realidad (con pasado
incluido para regocijo de los investigadores) desembarque, no sin resistencias, en la isla.
Olimpio y sus seguidores subvierten las convenciones para abrir una brecha que
permita dar origen al mito, prefiguracin de las nuevas convenciones sobre la realidad. La
oposicin entre los dos mundos, el mundo irreal de Olimpio (que adquiere dimensin
pblica cuando se inscribe como relato en la comunidad) y el mundo ordinario, cotidiano,
se dirime en la fortaleza de la idea. El tiempo finalmente termina por limar la discordia
entre las dos esferas. En este punto, resulta ineludible la asociacin con el cuento Tln,
Uqbar, Orbis Tertius. Cuando debe justificar la intromisin de Tln en la realidad
420
258
421
Borges, Jorge Luis. Tln, Uqbar, Orbis Tertius. Ficciones. Buenos Aires: Emec Editores, 1992, pg.
19.
422
Ibd. pg. 28.
259
poltico. Se legitiman y homologan en este punto los trabajos previos de Mitre y Sarmiento
que contribuyeron prima facie como modelos de la constitucin imaginaria de la historia
nacional y de sus hroes, y con la organizacin poltico-econmica e institucional de la
sociedad argentina. La hiptesis que sustentamos al respecto es que cualquier construccin
discursiva parte de una trama imaginaria y es la intencionalidad del sujeto enunciador la
que define su carcter ficticio o histrico. La imaginacin (el simulacro en Morgan)
consiste en su postulacin como recurso performativo de la poiesis, plasma de
significaciones sustanciales y efectivas que construyen lo real en sus diversas dimensiones
y densidades. De esta manera, la imaginacin y lo imaginario ejercen un efecto ontolgico.
Es decir, frente a una concepcin ingenua dominada por el fetichismo de realidad, las ideas
o los recursos imaginarios tejen una urdimbre que trasciende el discurso, haciendo efectiva
la transformacin de lo ordinariamente perceptible como real. La historia segn Castoriadis
es esencialmente poiesis, no poesa imitativa, sino creacin y gnesis ontolgica en y por
el hacer y el representar/decir de los hombres. 423
Olimpio enva desde el exterior, donde fue confinado como Ministro Plenipotenciario,
nuevas pruebas, brnir, que encontr en una biblioteca que contena verdaderos tesoros
en libros viejos y manuscritos sobre Monalia. Manda un discurso (no en muy buen estado
porque la biblioteca original donde haba sido conservado, haba sido quemada,
informacin que comienza a emerger y formar parte de la nueva historiografa), un
retrato de uno de los prceres grabado en madera y fechado, e informa sobre la aparicin
de partes de una estatua del Gran Botijo. El pasado no est del todo consolidado y
comienza a sacar a la superficie del presente fragmentos de una historia que hasta el
momento no haba existido, pero que se materializa como respuesta al conjuro de la idea
de nacin que Olimpio pretende instaurar. El gobierno y los habitantes de Monalia, a esta
altura de las circunstancias, no logran articular una argumentacin que desautorice el
avance de la mentira, y desactive el incendio que ya se propaga por las diferentes
clulas de la trama social.
260
teatro Coln entre rabianistas y darwinistas, Holmberg considera la actuacin social de los
medios grficos como voceros y formadores de opinin. Su fuente es la realidad inmediata
que por entonces le toca vivir al autor: la lucha poltica entre mitristas y alsinistas. Repite
el recurso en Olimpio Pitango de Monalia, pero el trasfondo histrico remite no tan slo a
la problemtica propia del siglo XIX, sino tambin a las polmicas pblicas de principio de
siglo XX, que tenan como protagonistas a radicales, liberales, conservadores y socialistas.
La novela pone en perspectiva, con una representacin cruzada por sentidos
contrapuestos, la epopeya que signific construir o reconstruir una nacin para quienes
dirigan polticamente la Argentina de entonces. El perodo de entre siglos es el tiempo que
refleja el proceso experimentado por Monalia. La necesidad de mantener la independencia
de la isla, como lo consigna su doctrina (parodia de las palabras de Monroe, South
America for the South Americans, y la reformulacin del lema Amrica para la
humanidad, de Roque Senz Pea), frente al poder de las naciones del primer mundo,
activa en la ficcin la institucionalizacin republicana y la creacin y el desarrollo de los
partidos polticos y sus rganos propagandsticos: los peridicos.
La necesidad de insertar la isla en el mundo desarrollado, obliga a su mente ms
brillante a reinventar su historia y a reformular sus estructuras institucionales, segn los
usos y las condiciones exigidas por la modernidad. Ante la presin olmpica, se fundaron
dos partidos polticos que tendran la misin de canalizar a lo largo de todo el pas las
inquietudes ciudadanas, uno fue el Partido Patriota y otro el Partido Regulador, carentes
inicialmente y por igual de doctrinas. Junto a los partidos y como consecuencia prctica de
los innumerables actos pblicos que se dieron lugar en toda la isla, se cre la oratoria. En
segunda instancia, se vieron en la necesidad de intensificar el desarrollo del discurso
escrito, como complemento de la difusin oral de las ideas, por lo tanto nacieron dos
peridicos, uno El Patriota, fundado con el slo fin de sostener los principios del Partido
Patriota y otro, El Regulador, que representaba a la agrupacin poltica de su mismo
nombre. Pronto se produjo un cisma en el Partido Patriota que se dividi en Los
Insistentes y Los Patriotas. La causa de la disputa fue la conmemoracin del nacimiento de
la patria. Dado que la fatalidad haba hecho que Monalia naciera un 29 de febrero, ao
bisiesto, unos proponan que se festejara cada cuatro aos y los otros, todos los aos. No
se detuvo all el proceso de fragmentacin, parodia de la habitual segmentacin que
experimentaban las agrupaciones polticas de principios de siglo XX, tanto por cuestiones
ideolgicas como por personalismos:
261
262
425
que unifica a los dos personajes principales creados por ambos escritores, nos referimos a
Ub Rey y a Olimpio, quien los acerca an ms es la Patafsica y en particular uno de los
filsofos en el que se inspiraron los patafsicos, el alemn Hans Vaihinger.
Vaihingier proveniente de la escuela kantiana, concibi una teora general de corte
eclctico, donde el significado especulativo fuerte con que el kantismo indagaba la verdad
de la ciencia y la metafsica, result desplazado por especulaciones sobre la entidad de las
ficciones humanas. La Patafsica admite todas las conjeturas cientfico-filosficas y sus
teoras, tan heroicas como patticas, de adosar la etiqueta de verdad a sus
interpretaciones.
426
en discusin el problema que significa relacionar la verdad con la realidad. En su obra Die
Philosophie des Als Ob
427
modo general, incluyendo categoras que para Kant eran realmente distintas, como las
intuiciones del espacio y del tiempo, las categoras del entendimiento, los conceptos
morales, las ideas de la razn, las nociones y los smbolos religiosos. Para Vaihinger todo
425
Crash Solomonoff, Pablo. Estudio preliminar en Holmberg, Eduardo Ladislao. Viaje maravilloso del
seor Nic-Nac al planeta Marte. Buenos Aires: Biblioteca Nacional y Ediciones Colihue, 2006, pg. 18
426
Ver Shattuk, Roger. En el umbral de la Patafsica. Patafsica. Buenos Aires: Caja Negra Editora,
2009.
427
Vaihinger, Hans. Die Philosophie des Als Ob. Saarbrcken, Alemania: VDM Verlag Dr. Muller, 2007.
263
es ficcin.
428
ilusiones. Al igual que el proceder de Olimpio, los humanos, segn Vaihinger, construimos
nuestro propio sistema de pensamientos y valores, luego vivimos como si la realidad se
conformara segn ese sistema de valores.
Por otra parte el filsofo alemn inscribe su doctrina de las ficciones en una mecnica
biolgica de raz darwiniana, donde el pensamiento resulta una funcin orgnica al servicio
de exigencias y de intereses vitales y prcticos. Su evolucionismo se hace explcito de
manera desembozada en la siguiente mxima: El hombre es un mono aquejado de
megalomana.
Holmberg, aunque no deberamos olvidar que Monalia significa justamente el pas de los
monos, por lo tanto podemos concluir que las afinidades entre el filsofo alemn y
Holmberg se daran en varios planos.
Otros dos puntos de contacto entre ambos autores son la contemporaneidad y el
conocimiento que Holmberg posea de la lengua alemana y su cultura. Su familia era de
origen alemn, y es conocida la defensa que ejerci en diferentes textos y estrados de los
servicios que le podra prestar a nuestro pas adquirir costumbres y metodologas de
aprendizaje llevadas a la prctica en el pas de sus ancestros.
429
En cuanto al
428
Ver Ribeiro dos Santos, Leonel. Las ficciones de la razn, o el kantismo como ficcionalismo. Una
reapreciacin de Die Philosophie des Als Ob de Hans Vaihinger, en Devenires, Revista de filosofa y
filosofa de la cultura. Morelia, Michoacan, Mxico. Ao IX, No. 18, Julio 2008, pgs. 26-46.
429
La preocupacin didctica est presente en casi todos los textos de Holmberg: artculos periodsticos,
conferencias, obras de ficcin, en general de difusin de la ciencia y de su metodologa experimental para
producir conocimiento, y en particular, para afirmar el evolucionismo darwinista. Pero en sus ficciones, sobre
todo, se pueden encontrar propuestas propeduticas de distinto tipo: por ejemplo sobre el aprendizaje de una
lengua como ocurre en el relato Filigranas de cera. En este cuento, el doctor Tmpano, protagonista de la
historia, hace un descubrimiento maravilloso: el cerumen del odo condensa los sonidos; puede almacenar y
reproducir tanto una pauta musical como un extenso discurso dado en el Congreso de la Nacin. Despus de
verificar su hiptesis estudiando el comportamiento de filigranas de distinta ndole, musicales y lingsticas,
el doctor elabora una teora al respecto y la presenta durante una serie de conferencias en el Crculo Mdico
Argentino.
Finalizada la ltima conferencia, verificada la merma progresiva del pblico asistente, el doctor Tmpano
y los representantes del Crculo Mdico infieren que esa disminucin se ha debido ms que nada a la falta
de preparacin de los asistentes para comprender lo que all se estaba presentando. Como no poda ser de otro
modo, la conversacin deriva hacia el problema de la educacin en la Argentina y se llega a la conclusin de
que distaba mucho de formar convenientemente a los ciudadanos. El doctor Tmpano propone como
herramienta para fortalecer el proceso de educacin la enseanza del alemn, considerado un idioma
eminentemente cientfico. Pero no detiene sus consideraciones en esta sola lengua sino que reflexiona sobre
la importancia del aprendizaje del griego en todo lo que atae a la formacin artstica. Veamos un ejemplo
sobre lo dicho:
-Y cree usted que habra algo que precipitara esa evolucin
intelectual?
- Seguramente, y el estmulo principal sera el estudio del alemn....
- A propsito. He odo decir que se piensa establecer oficialmente la
enseanza del alemn.
264
265
430
431
266
neutralizando la supuesta oposicin entre discurso fctico y discurso ficcional, teora que
nos acerca al dispositivo terico que motoriza la novela de Holmberg. La estructura del
lenguaje es la representacin, o, mejor dicho, la materializacin de la experiencia
existencial del tiempo. Pero no se detiene en el lenguaje como soporte, sino que el lenguaje
432
267
433
268
nitidez en el siguiente enunciado: Dios escribe en los acontecimientos como los poetas
escriben en palabras. 434
White de este modo articula el valor que Ricoeur le otorga a la historiografa (una
disciplina que lee o revela el sentido que Dios le ha dado al mundo) con los acontecimientos
histrico-temporales llevados adelante por el hombre. La significacin ltima no
permanecera en el campo de la historia, ni de la literatura, sino que seran indicios de orden
metafsico si se lo piensa desde la filosofa o de orden trascendental si se lo piensa desde lo
religioso.
434
269
270
triunfo final de Olimpio. Al mismo tiempo el lector se entera que esa mujer es su madre.
Huelga concluir que para Holmberg la imaginacin es la sustancia de la realidad y que su
formato es el relato. Lo habamos definido como un escritor moderno en la medida que no
se aferraba a la categorizacin binaria verdadero-falso desde una epistemologa esttica. La
negacin de versiones definitivas, segn Frederic Jameson en Una modernidad singular.
Ensayo sobre la ontologa del presente:
437
Jameson, Frederic. Una modernidad singular. Ensayo sobre la ontologa del presente. Buenos Aires:
Editorial Gedisa, 2002, pg. 32.
271
Durante los aos 90 del siglo XIX se preocup en reflexionar sobre la lucha entre las
intenciones, las necesidades del escritor, y las limitaciones que impone el acto creativo. Los
tres relatos que vieron la luz pblica en 1896 estn encabezados por una dedicatoria en
forma de palabras preliminares que entre otras cuestiones indaga sobre el problema de la
preceptiva como condicionante. La superacin del 80 que le adjudicamos a Holmberg,
como iniciativa principal en la investigacin de nuestra Tesis, titulada precisamente
Continuidad y permanencia del 80 en dos escritores de entre-siglos, qued expuesta, en
primer lugar, con el proceder de Olimpio. El personaje rompe la inercia de un pas sumido
en la inmovilidad utpica para introducirlo en la lucha evolutiva que impone la dinmica
de la modernidad. Metafricamente Holmberg deja atrs el Estado conservador de
Botana, utilizando lo simblico (el discurso en sus diferentes variables) para que el nuevo
imaginario reemplace la realidad heredada.
438
439
sugerencia de que podra haber terminado la historia dos captulos antes. La misma crtica,
segn consta en las palabras preliminares, la escuch de boca de otro amigo (el autor hace
reserva de su nombre), quien adems lo trat despectivamente de decadente y
romntico. Esta ltima objecin encuentra eco en el comportamiento del narradordetective que induce al suicidio a Clara (la asesina serial) en lugar de denunciarla. El
investigador infringe el marco legal al no dar intervencin a la justicia o a la polica,
instituciones que la organizacin social dispone para esas funciones. Holmberg rompe
tambin con el protocolo tradicional que impona el policial clsico: el hroe deba ser
moralmente intachable, precepto que su narracin transgrede. El quebrantamiento de la ley
literaria no habra tenido lugar si terminaba el relato, como sugiri Roldn, dos captulos
antes.
438
272
440
En La bolsa de huesos
Holmberg experimenta con una potica que le atribuye a lo sensual un lugar relevante, tanto
en el plano del lenguaje como en los contenidos temticos y la argumentacin. Se preocup
por mostrar la fecundidad artstica de lo morboso, del vicio y la locura. 441
La dedicatoria que encabeza la narracin se transform, como consecuencia de las
crticas recibidas, en una defensa pblica de la conducta inmoral de sus personajes
442
de los motivos estructurales que justificaban la trama del relato, precisamente porque no
respondan con exactitud al canon policial dominante de la poca (doble desobediencia tica
y literaria).
440
En su trabajo Las mscaras democrticas del modernismo, Rama sostiene que ms de un escritor
precedido de un aura de renovador esttico, en realidad conmova a la opinin pblica por el grado de
provocacin que contenan sus trabajos en relacin con la rigidez moral de la poca. Si bien los disfraces se
utilizaban en todas las disciplinas culturales, el crtico uruguayo sostiene que:
las ideologas econmicas, las concepciones del poder, las mismas
prdicas revolucionarias, fueron en el campo ertico, donde mayor
presencia adquirieron. Podra decirse que el erotismo que entonces
adviene al mundo se caracteriza por una raigal incapacidad para
manifestarse y alcanzar su intensidad ms alta, si no es mediante el
travestido. Si por un lado nunca demostr ms energa expansiva,
contaminante, irrefrenada, por el otro nunca necesit ms de desviadas
formas expresivas, de trnsitos indirectos, de mscaras cambiantes, como
si el deseo y la mscara constituyeran la explosiva formula ertica de la
modernidad.(Rama, ngel. Las mscaras democrticas de Amrica
Latina. Op. Cit., pg. 88.)
441
Recordemos que por 1896, ao de publicacin de La bolsa de huesos, Rubn Daro, quien comparta
asiduas veladas literarias con Holmberg, public en Buenos Aires Los raros y Prosas Profanas, inspirado en
las corrientes estticas decadentistas provenientes especialmente de Francia.
442
Podemos completar el cuadro de influencias sobre el tema con la referencia a su colega y amigo, Jos
Mara Ramos Meja, que como ya sealamos haba publicado La neurosis de los hombres clebres entre
1878 y 1882, y un ao antes de que Holmberg diera a la luz La bolsa de huesos, public La locura en la
historia. Durante este perodo, la patologa mental va a ser considerada materia privilegiada de estudio, y
motivo frecuente de ficcin. Samuel Gache, tambin por entonces, dio a luz dos trabajos que tuvieron como
tema central la locura; aparecieron, en 1881 El estado mental de la sociedad de Buenos Aires y en 1886
Estudio de Psicopatologa.
En La neurosis de los hombres clebres, Ramos Meja dedica una parte de su ensayo al estudio de las
personalidades encubiertas, situacin dada en general con hombres de antecedentes honorables, que junto a
su vida normal llevaban paralelamente actos de abierta oposicin a las costumbres establecidas. Estos casos,
de acuerdo con la psicologa de la poca, manifestaban una metstasis del principio mrbido a travs de una
alternancia o combinacin incomprensible de razn y locura; eran clasificados como neurticos-nerviosos de
estados intermedios. Segn Ramos Meja, el "sentido genital" es ciertamente el que mejor representa estas
perversiones compatibles con un ejercicio regular de la inteligencia. En el caso de Clara, si bien el engao fue
el elemento que dispar su neurosis criminal y la adopcin de una doble personalidad, se puede sostener
tambin que la sexualidad mantuvo una fuerte presencia en la morfologa criminal que traz su rad delictivo.
273
444
resultaba una prctica habitual en la vida del hombre de campo y una estrategia narrativa
frecuente en los hombres de letras. La noche y el fogn son el punto de reunin de los
circunstantes para escuchar de boca de diferentes narradores, historias sobrenaturales,
morales, religiosas, sobre crmenes y criminales, con el propsito de pasar el tiempo. Si
bien en estas obras no se cierne el marco que significa la peste como en el caso del
Decamern de Bocaccio o una catstrofe natural como en el Heptamern de Margarita de
Navarra, el encuentro familiar o entre amigos opera como un marco propicio para
desarrollar la actividad protectora del cuento que cumple la funcin de entretener y a la vez
ensear. La intervencin de la experiencia emprica de Holmberg para definir formalmente
443
444
274
algunos de sus relatos se puede inferir de la cadena significante que forman el prlogo de
La casa endiablada y Nelly.
La Dedicatoria de este ltimo relato excede claramente los alcances del homenaje, el
dilogo o la polmica, para convertirse abiertamente en una introduccin explicativa. Est
dirigida al Profesor Baldemar F. Dobranich y su extensin triplica la cantidad de lneas
escritas en las dedicatorias anteriores. Comienza con una ambientacin que tiene como
contexto una noche otoal en el Jardn Zoolgico (en esa poca Holmberg era el Director
del Jardn de la ciudad de Buenos Aires), donde l y Dobranich se encuentran leyendo los
manuscritos de La bolsa de huesos. La literatura, el clima otoal y el sonido de los
animales durante la noche despert en los lectores un estado emocional que Holmberg
denomin soplo de misterio que bien podra llamarse aura potica o inspiracin.
La velada no termin con la lectura del policial sino que continu en la casa de
Dobranich donde ste ejecut al piano la Sinfona pastoral de Beethoven. Arte y
naturaleza estuvieron presentes en el Zoolgico como as tambin lo estaban en la obra del
msico alemn. Justamente dos temas que recorren tanto la vida de Holmberg como su
literatura. El clima de misterio gestado en el Jardn Zoolgico, los estimul adems para
conversar sobre viajes, paisajes y fakires, motivos ligados al modernismo imperante en la
poca.
Una vez slo en su casa, Holmberg escribi el resto de la noche hasta alcanzar la
maana. La velada inspir las pginas que despus llevaran por ttulo Nelly. Joaqun V.
Gonzlez, hombre de reconocimiento pblico por su actuacin en poltica, educacin y
literatura fue el encargado de anunciar con palabras de elogio en el diario La Prensa, la
prxima aparicin de la nouvelle. Al igual que La bolsa de huesos, el reciente trabajo
recibi ms de una crtica por no respetar las escuelas poticas que regan en la poca.
Oh, la preceptiva!, seala Holmberg con irona. Efectivamente Nelly no responde en
particular a ninguno de los cnones vigentes. En este sentido es una obra
intencionadamente eclctica, pero de ningn modo fallida. Su autor argument en defensa
propia que en los dos textos anteriores, La bolsa de huesos y La casa endiablada,
intent limitarse a la rigidez del gnero, pero las obras no progresaron hasta despus de un
largo tiempo de haber sido iniciadas y en la medida en que su escritura se permiti la
desobediencia deformante. Por lo tanto cuando se dispuso a escribir Nelly la
experiencia le dictamin que deba atender pura y exclusivamente a la pulsin subjetiva de
la escritura. De ah que podemos encontrar en ella un sincretismo formal que supone un
homenaje al Decamern, e influencias tanto del romanticismo -va Hoffman-, de la trama
275
dejan las reproducciones directas de los discursos insertados. Es importante aclarar, que
dada la brevedad de los captulos, cada emisin ajena al narrador ocupa una parte
importante de su extensin cuando no todo el captulo:
Captulo II: Reproduccin del primer texto periodstico-poltico firmado por Olimpio
Pitango, sin especificar la responsabilidad de la edicin.
Introduccin de voces annimas populares que polemizan. Se las
califica como demagogas o patriotas segn el punto de vista (defensa o
crtica de Olimpio).
Captulo III: Reproduccin de un segundo artculo periodstico, publicado por el diario
El Patriota.
Captulo IV: Reproduccin de una editorial de El Patriota.
Reproduccin de un intercambio polmico entre editoriales de El
Regulador y El patriota
Captulo V: Introduccin de voces annimas que continan la polmica iniciada en el
soporte periodstico.
Reproduccin de una poesa de Olimpio Pitango.
Entrevista del protagonista con el gobierno de Monalia sin marcas de
dilogo.
El narrador reproduce en discurso indirecto libre el punto de vista de los
diarios de Buenos Aires sobre la actuacin del Ministro Plenipotenciario
(Olimpio).
Captulo VI: Reproduccin de un Decreto del gobierno de Monalia respetando el
formato jurdico.
Captulo VIII: Correspondencia de Tupitambo en un registro historiogrfico.
Captulo IX: Transcripcin de un largo telegrama de Toribio Albarda (parodia de un
discurso historiogrfico con constantes digresiones).
Transcripcin de un telegrama de respuesta de Olimpio.
Captulo X: Reproduccin de una carta de Olimpio en los darios de Molenia (capital
de Monalia dirigida a Toribio Albarda).
Captulo XI: Reproduccin de un documento histrico aparentemente antiguo donde se
informa sobre el pasado hasta el momento- inexistente de Monalia.
Reproduccin de un discurso cientfico que acredita el documento como
verdadero.
Reproduccin de un debate periodstico entre artculos publicados en El
Regulador y El Patriota.
Captulo XII: Dilogo directo por correspondencia entre Toribio Albarda y Olimpio.
Tres Cartas.
Captulo XV: Incluye un cuento narrado por la madre de Olimpio y una breve
pieza oratoria final del mismo.
277
278
La mirada del extranjero que ejerce el narrador a travs de los ojos del Ministro
Plenipotenciario de Monalia, adems de practicar un discurso indirecto libre prximo al uso
contaminante de principios de siglo XX y no a la esterilizacin realista flaubertiana, pone
en ejecucin una ideologa antireligiosa anloga a la de un liberal del 80. A diferencia de los
ms encumbrados representantes (y sus descendientes) de la patria liberal de fines del siglo
XIX, Holmberg no cambi su discurso radicalizado sobre el lugar que deba ocupar la
religin en la sociedad moderna. La diferencia de opiniones sobre este punto se haba
iniciado en los aos noventa con el surgimiento de una alianza poltico ideolgica que se
fortaleci despus de la crisis socio-econmica originada durante el gobierno de Jurez
Celman, momento en el que Wilde comenz a poner distancia con el Poder.
Durante este perodo, se form un frente de intelectuales interesados en unificar la
identidad de la nacin a travs de la lengua y de la raza. La consigna que haba instalado
Vicente Fidel Lpez, depositario de la memoria de la elite, de volver al pasado en bsqueda
de la tradicin, convoca a revisar la idea que se tena sobre lo hispano.446 Su hijo, Lucio V.
Lpez, contribuy con el consentimiento de cortar los pasajes del Himno Nacional que
resultaban lesivos para la imagen de Espaa. Calixto Oyuela, Vicente Quesada y su hijo,
Ernesto Quesada, dieron el combate por recuperar el espritu de la raza y la unidad de la
lengua. Definitivamente el pensamiento de Sarmiento se encontr frente a frente con su
fracaso. La referencia a Sarmiento no es azarosa. Desde 1860 el sanjuanino vena bregando
por la no intrusin de la religin en las atribuciones que pertenecan a la rbita del Estado.
447
445
279
448
al
Sarmiento previ la peligrosidad que implicaba facultar a la fe religiosa de un rango estatal: Las religiones
por lo mismo que son una verdad descendida del cielo, son intolerantes y perseguidoras. (Sarmiento,
Domingo Faustino. Discursos parlamentarios. Buenos Aires: Librera Cientfica y Literaria El Ateneo, 1933,
pg. 26.) Expone (con una voz que se podra mimetizar, sin mayores objeciones, con la voz del narrador de
Olimpio citada anteriormente), sobre la violencia que despiertan sus pasiones: esos beatos llenos de
entusiasmo por la libertad (de su culto se entiende), empezaron a matarse en Amrica y a quemarse vivos
entre s. (Ibd. pg. 24.)
En La escuela sobre la religin de mi mujer (1857), el sanjuanino ya haba reflexionado sobre el tema.
Contextualiz en su lugar el rol de la religin catlica segn lo consignado en la Constitucin de 1853, patrn
que consider no se deba alterar. Defendi la igualdad y la libertad de cultos, tal como Alberdi las haba
concebido transcribindolas de la constitucin francesa de 1848.
Intent deslindar, adems, el
financiamiento por el estado de la religin de estado, divisin no del todo precisa que Flix Fras y otros
intelectuales pretendan utilizar de acuerdo a sus intereses. Como ejemplo puso a Francia que sostena los
gastos de los tres cultos ms importantes: el catlico, el protestante y el israelita. (Sarmiento, Domingo
Faustino. La escuela sobre la religin de mi mujer, en Cuadernos de Ctedra Lisandro De La Torre. N 1,
Mayo, 1956, pgs. 39-91.)
En Argentina se habra convenido en financiar nicamente al culto catlico porque los otros dos eran
prcticamente inexistentes, pero esto no deba confundirse, como en la prctica se intentaba, con religin
oficial. En 1871 se abri otra vez el debate constituyente. Eugenio Cambaceres continuar la lnea
argumental presentada por Sarmiento con anterioridad. Propuso una enmienda al artculo 11 de la
Constitucin donde sostena que el Estado no tiene religin ni costea culto alguno, y debe permitir la ms
absoluta libertad de cultos y la ms completa separacin de la Iglesia y el Estado. (Cambaceres,
Eugenio.Enmienda al Artculo once de la Constitucin, en Revista del Ro de la Plata, N 2, Vol. 1, Buenos
Aires. 1871, pp. 275-304).
Segn Luca Glvez, en su libro Como Dios manda?, Lo curioso es que unos y otros (quienes
defendan un Estado sin relign oficial y quienes pretendan imponer un culto desde el Estado) se
declaraban creyentes sin ningn tapujo y esa confusa situacin continuara por aos. (Glvez, Luca.
Cmo Dios manda? Iglesia Masonera y Estado. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2006, pg. 199).
448
Los catlicos argentinos de algn modo se adelantaron a la encclica con la organizacin del Congreso de
1884 (Primer Congreso Catlico Nacional, a la par nace el partido Unin Catlica) donde se preocupan por el
rol de los trabajadores en la produccin de la riqueza, denuncian su exclusin en la distribucin de las
ganancias, piden el feriado dominical y mejores condiciones habitacionales. Quizs ste fuera el ao de
280
prefirieron volver sobre sus pasos y refugiarse en el statu quo (religin incluida) que haba
regido en el pasado y que progresivamente comenz a retomar su lugar en la mesa de las
decisiones.
449
Junto con la cultura criollo espaola, la religin catlica se recuper de los reveses
circunstanciales que haba sufrido durante los ochenta con las leyes laicas, y se reforz
adems con la moral del mismo cuo que trajo gran parte de la inmigracin. El liberalismo
si bien no pudo cambiar el trasfondo ideolgico de la lite, termin por establecer una
alianza estratgica: sistema liberal en lo econmico y conservador en lo ideolgico. En los
ltimos aos del siglo XIX se gest el renacimiento de la tradicin que con fuerza apareci
en el nacionalismo del Centenario y se proyect al ncleo duro de los aos veinte y treinta
del siglo XX.
En este sentido, Holmberg recurre a los principios ochentistas y a una esttica propia de
la modernidad de principios de siglo XX con el fin de poner distancia del presente literario,
encarnado en autores que responden a la reposicin del realismo y su variable neoconservadora. Manuel Glvez podra servir de modelo. En El diario de Gabriel Quiroga:
opiniones sobre la vida (1910), contemporneo de la ltima novela de Holmberg, su
narrador propone la refundacin de la patria, al igual que Olimpio. Para ello establece un
dilogo con el pasado que saca nuevamente a la superficie lo que justamente los polticos e
intelectuales del 80 haban intentado superar. Glvez revaloriza las coordenadas EuropaArgentina, Buenos Aires-Interior, invirtiendo la vieja dicotoma sarmientina.
Gabriel
mayor virulencia en la disputa pblica, cuando las diferencias se radicalizaran con mayor intensidad. El
gobierno de entonces reaccion de manera poco consecuente con sus principios liberales. Wilde destituy de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Crdoba, a los profesores Rafael Garca, Nicforo Castellanos y
Nicols Berrotarn por apoyar desde la ctedra la resistencia del vicario Jernimo Clara contra el
nombramiento de la seorita Amstrong como presidenta del Consejo de Educacin y Directora de la Escuela
Normal. El rechazo que produjo la tesis de Ramn J. Crcano sobre las igualdades civiles trajo como
consecuencia la destitucin de Jos Manuel Estrada como Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires
primero, y despojado despus de sus ctedras de Instruccin Civil y Economa Poltica. La discordia entre
laicos y catlicos, de imposible conciliacin por entonces, tiempo despus cerrar filas frente a enemigos
comunes.
449
Ante el avance de lo religioso sobre las decisiones oficiales, y la cada vez ms acentuada identificacin
entre nacionalidad y catolicismo, Loncn (como queda expuesto en El voto obligatorio) al igual que
Holmberg, retoma los principios laicos del 80:
la religin pertenece al dominio exclusivo de la tica individual [] En
el terreno del derecho pblico, la Iglesia debe permanecer ajena a toda
intervencin directa; [] Tendencias mezquinas y espritus interesados
pretenden resucitar una cuestin sobre la que ya se ha dicho la ltima
palabra, cuestin que en nada afecta, por lo dems, al triunfo de la
democracia en marcha. (El voto obligatorio. Op. Cit., pg. 19)
450
En las palabras preliminares, Manuel Glvez intenta despegarse del narrador: [] mi condicin de editor
no me responsabiliza de las ideas del autor (supuestamente Gabriel Quiroga). (Glvez, Manuel. El diario de
281
Del mismo modo que la ltima expresin de la cita puede ser adjudicada al acervo
literario-ideolgico de Enrique Loncn,
452
civiles, en Olimpio, son indeclinables; primero fueron parte de un proceso natural y despus
producto de un debate nacional. Por otra parte, los enfrentamientos internos para dirimir
tanto la institucionalizacin como la educacin y la economa del pas siempre son resueltos
discursivamente, nunca se propone la violencia.
La disyuntiva termina de tomar fuerza cuando se compara la construccin de los
personajes principales. En el prlogo, Manuel Glvez presenta a Gabriel Quiroga como un
sujeto sobre el que predomina lo sentimental. Las ideas se inician siempre en su corazn, un
carcter que se podra encontrar en muchos hroes romnticos de fines del siglo XVIII o
principios del XIX. Olimpio est construido por una combinacin de ideas racionales y
Gabriel Quiroga. Buenos Aires: Arnoldo Moen & Hno. Editores, 1910, pg. 36) Tres aos despus de
publicada la novela, escribe un artculo llamado Desagraviando a Crdoba que apareci en el diario La
voz del interior y posteriormente su hijo edit en La vida mltiple (1916). En el mismo, insiste en
diferenciarse del pensamiento de Gabriel Quiroga: Pero tales opiniones, (referidas a Crdoba)-favorables o
desfavorables, que ello por ahora no nos interesa,- han de ser imputadas al autor? Es indudable que no,
sobre todo si el autor declara, como lo hace en el prlogo, que no se responsabiliza de las ideas de su
personaje. (Glvez, Manuel. La vida mltiple. Buenos Aires: Sociedad Cooperativa Nosotros, 1916, pg.
187) A pesar de lo expuesto si uno compara el punto de vista del autor del prlogo con el del personaje,
respecto de la ciencia, los acadmicos, la generalidad de los literatos de la poca, los socilogos, el
sentido de la nacionalidad, y constata la continuidad en el tono discursivo, para no abundar con ejemplos,
concluye que no existen diferencias sustanciales entre la voz autorial y su criatura.
451
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 68.
452
Ver al anlisis que realizamos del texto de Loncn titulado El dilogo de los bustos, Segunda Parte de la
Tesis, Captulo II, pgs 152-159.
282
voluntad de poder.
453
Antes se hizo referencia sobre la continuidad discursiva entre la voz del autor y la del
personaje. En el prlogo, Manuel Glvez alerta tambin sobre las variantes estilsticas con
las que se encontrara el lector cuando incursione en el diario: Al lado de pginas serenas
y graves se leen otras irnicas, agresivas burlonas, otras casi malignas y otras -muy
pocas felizmente- escritas con alguna pedantera. 455
Si bien existen cambios de tono, el registro no es tan amplio. El texto se aproxima ms
a un manifiesto que a un diario ntimo, formato propuesto inicialmente para la novela. En
todo momento se encuentra presente la intencin pedaggica, moralizante y por lo tanto, se
presupone la figura del receptor como un ente relativamente pasivo y en lnea con el
mensaje. Sin embargo, la forma de diario y el carcter supuestamente ficcional, su
453
El problema del uso de la razn adquiere diferentes matices en el texto de Glvez. En principio, sorprende
la dura crtica que Gabriel Quiroga despliega contra la ciudad de Crdoba, si se considera que en el eje
provinciasCapital, el narrador privilegiaba a las primeras. Tal es as que tiempo despus tuvo que escribir un
desagravio, texto citado anteriormente, para acallar las innumerables voces que se haban levantado en su
contra. Sera un exceso aclarar que Crdoba pertenece al interior y que Sarmiento justamente la haba
descalificado en Facundo en funcin de las presuntas virtudes que Quiroga enaltece en su diario. La
respuesta al interrogante inicial surge despus de una lectura minuciosa. El problema reside en una lucha que
pertenece al orden teolgico. Crdoba fue fundada por la Compaa de Jess en la matriz estril de la
escolstica, segn Quiroga. Crdoba representa a la Espaa no querida, a la conducta docta, arrogante,
conceptista. Los jesuitas formaron la ciudad a su imagen y semejanza. La racionalidad, nominalizada en el
texto de manera eufemstica (escolstica o conceptismo) fue un principio teolgico sumamente resistido por
otras rdenes del catolicismo, tras las cuales el narrador se encolumna.
454
El diario de Gabriel Quiroga. Op. Cit., pg. 180.
455
Ibd. pg. 26.
283
284
457
Por otra parte, la novela da continuidad a los textos de los aos ochenta
y noventa que pretendan excluir a las razas inferiores y a los desclasados que intentaban
ascender econmicamente y compartir el espacio de poder con la lite dirigente. La fusin
456
Ibid pg. 9.
El habitual recurso literario de transfiguracin unilateral del protagonista (Gabriel se consideraba un artista
modernista antes de regresar de Europa y reconocerse como argentino) para dar lugar al nuevo ser, simplifica
el mundo interior, la subjetividad del personaje, y revitaliza un maniquesmo esquemtico que el texto de
Holmberg pone en crisis. No obstante, Glvez (al igual que lo hizo con Sarmiento y Mitre) ejecuta un enroque
ideolgico que desvirta la oposicin tradicional. La inversin que haba utilizado Sarmiento (ver Facundo,
Captulo VII, Sociabilidad) para desacreditar al principal lder federal es a su vez desprestigiada por Glvez:
Se ha dicho que Rosas fue en la prctica un verdadero unitario. Esta absurda afirmacin es, sin embargo,
un lugar comn [] Rosas fue un genuino federal. (El diario de Gabriel Quiroga. Op. Cit. pg. 223)
En el mismo prrafo lleva a la prctica el recurso que acaba de desautorizar: Roca es el tipo de actual
federal y entre los rasgos que en este sentido ms le caracterizan debe contarse el haber sido comandante de
campaa. (Ibd., pg. 223.)
El desplazamiento de Roca para posicionarlo como representante de su antpoda ideolgica conduce a un
sincretismo emblemtico que, en principio, podra despertar sorpresa, pero la historia del siglo XX se
encargar de legitimarlo. Por otro lado, Gabriel Quiroga forma parte del enroque al asumir l mismo, confeso
federal, ideas del acerbo liberal dominante en los ochenta y noventa. Sealar a los inmigrantes como afectos
slo al dinero y carentes de valores y virtudes relacionados con la patria, la inteligencia, la alta cultura no es
otra cosa que una parfrasis de textos como La mala sangre de Cambaceres, para sealar slo uno. La
continua mencin despectiva hacia el rastacuerismo de opereta y la guaranguera edita una maniobra
consecuente con escritores como Cambaceres o Miguel Can. Aunque Quiroga reconozca el mestizaje como
parte de la raza argentina (incluso llega a recriminarle a Alberdi el no haberlo hecho) no resulta bice para
adjudicarle a los componentes genticos indgenas, negros y de la escoria europea los defectos que
erosionan el ser nacional. Cuando las personas, respetables, cultas correctas [] realizan un acto indigno,
es el mulato (el indio, el inmigrante) que reaparece. (Ibd., pg. 140)
457
285
Holmberg, si bien confront con algunos aspectos del discurso oficial (lo demostramos
con su intencin de recobrar el laicismo en vas de extincin) tambin transgredi las
formas canonizadas (lo sealamos con el anlisis formal del captulo anterior). Las tcnicas
modernas de narracin ponen en crisis la relacin tradicional entre literatura, historia y
poltica, a las cuales Glvez pareci no adscribir. Cuando se compara la escritura del
ltimo perodo de Holmberg y los textos de Manuel Glvez, se profundizan las diferencias
entre una potica producto de la modernidad de entre siglos y las creaciones genricas
provenientes de los autores del siglo XIX. Las nuevas escrituras intentan prescindir de los
esquemas tradicionales de representacin. Tanto los personajes como la trama se
286
458
Ver: Fredric Jameson. El modernismo como ideologa. Una modernidad singular. Buenos Aires:
Editorial Gedisa S. A. 2002.
459
Aqu no se considera la psicosis como un caos o un desorden sino como un orden trastornado. Excluimos
la posibilidad de que se lo interprete como un fenmeno orgnico, sino ms bien adquirido, como parece
287
Olimpio Pitango de Monalia, es una novela lmite que adopta tcnicas representativas
prximas a una potica moderna. Corre el riesgo de introducir cierta dosis de anarqua
textual a travs de la flexibilizacin de la escritura. En ciertos pasajes el narrador en tercera
persona pierde el dominio de s y se muestra desbordado, a diferencia del riguroso control
que se ejerce sobre el discurso en la novela de Glvez. El narrador de Monalia no define
con nitidez el distanciamiento que debe medir entre l y el protagonista, que por supuesto
nunca se constituye en un alter ego del autor. Las conciencias del narrador (autor?) y del
personaje se encuentran, se mezclan y separan a lo largo de la obra con cierta lenidad. La
frase que citamos a continuacin resulta representativa de que no existen compartimentos
estrictamente diferenciados entre uno y otro, aunque tampoco resulten lo mismo. Durante el
pasaje de donde se extrajo la cita, el relato avanza a travs de la mirada extranjera que
Olimpio ejerce sobre la Argentina: La patria tuvo una constitucin. 460
El subjetivema patria, en un contexto de descripcin supuestamente objetiva, despega al
narrador de la conciencia de Olimpio, para reconocerse argentino (est dems decir que
Olimpio era monalita). La pregunta sera Quin est hablando finalmente? El punto de
vista es de una ductilidad (o si se quiere despropsito) fronteriza con el flujo de conciencia.
461
sugerir Jameson Utilizamos como bibliografa de apoyo al texto de Soler, Colette. El inconsciente a cielo
abierto. Buenos Aires: JVE Ediciones, 2004.
460
Olimpio Pitango de Monalia. Op. Cit., pg. 171.
461
En la frase analizada nos encontraramos con una acotacin propia del autor intrusivo. La siguiente cita de
David Lodge puede resultar ejemplificadota de la estrategia narrativa que utiliza Holmberg:
Hay dos tcnicas bsicas para presentar la conciencia en la ficcin en
prosa. Una es el monlogo interior, en el que el sujeto gramatical del
discurso es un yo, y nosotros, por decirlo as, omos a escondidas al
personaje verbalizando sus pensamientos a medida que se producen. El
otro, llamado estilo indirecto libre, se remonta por lo menos a Jane
Austen, pero fue empleado con creciente alcance y virtuosismo por
novelistas modernos como Virginia Woolf. Reproduce el pensamiento del
personaje en estilo indirecto (en tercera persona y en pretrito) pero
respeta el tipo de vocabulario propio del personaje, y suprime algunas
acotaciones, tales como pens, se pregunt, etc, que requerira un
estilo narrativo ms tradicional. Eso produce la ilusin de un acceso
ntimo a la mente de un personaje, pero sin renunciar completamente a la
participacin autorial en el discurso. (Lodge, David. El arte de la
ficcin. Barcelona: Ediciones Pennsula, 2002, pg. 78)
Sin acercarse a la epopeya psicolgica del Ulises de Joyce, la deriva casi libre de la conciencia holmbergiana
nos devuelve intervenciones subjetivas con una carga ideolgica identificable.
288
la ficcin han intentado revertir la situacin con una afirmacin de la personalidad a travs
de la forma ms palmaria y obvia (quiz porque el mundo se perciba como una amenaza).
Pensemos la edad cronolgica de Holmberg por entonces y la marginalidad en que
escriba. Olimpio Pitango de Monalia pone en juego cierto grado de autonoma; no como
representante de una posicin arstocrtica o de exilio interior, sino como identificacin con
valores literarios que no eran propios de la tradicin de la cual provena su autor.
Holmberg procede como si le importara poco la construccin de una historia lineal de la
personalidad. Prefiere configurar un sujeto episdico, flexible, transgresor de los protocolos
divisorios entre historia y ficcin literaria, que el narrador u autor olvide partes de su vida y
se acuerde de otras tal como alternan los fenmenos de su conciencia en relacin con los
acontecimientos experimentados en la realidad.
Segn Marshall Berman la voz autorial reproduce la duplicidad que identifica la
segunda fase de la modernidad: sensacin de vivir en el pasado y el presente al mismo
tiempo, formar parte de dos universos distintos pero consecuentes.
Los entornos y las experiencias modernas atraviesan todas las fronteras
de la geografa y la etnia, de la clase, y la nacionalidad, de la religin y
la ideologa: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda
la humanidad. Pero esa unidad paradjica, la unidad de la desunin, nos
arroja a todos en una vorgine perpetua de desintegracin y renovacin,
de lucha y contradiccin, de ambigedad y angustia. Ser modernos es
formar parte de un universo en el que como dijo Marx: todo lo slido se
desvanece en el aire. 462
Como ocurre con el ngelus Novus de Klee (citado en el epgrafe del Captulo I,
Tercera Parte de la Tesis), en la mirada de Holmberg se agita la tempestad de la historia. El
autor de El tipo ms original fue distintas personas a lo largo de su historia. El tiempo lo
experimenta como quiebre o transicin en que irrumpe lo nuevo (proceso de adaptacin
en el viejo cdigo darwinista)
289
la
avanzada
constituyente,
encabezada
por
Olimpio
Pitango,
las
fuerzas
463
Gioconda Marn, en el estudio que precede a la primera edicin de Olimpio Pitango de Monalia,
sostiene que de acuerdo a las fechas de los cuadernos originales, la presencia en el texto de indicaciones
histricas contemporneas a la escritura, como as tambin material para-textual (recortes periodsticos de
1912) encontrado junto a los originales, se podra afirmar que el inicio de la narracin corresponde a dicho
ao. Durante 1913 continu el trabajo que recin termin en 1915 introduciendo variantes a los manuscritos.
El autor no deja explicaciones respecto de porqu no logr publicarlo aunque si adelanta que en el ao de su
culminacin tena planes para llevarlo a la imprenta.
290
464
Es sabido que el itinerario literario de Holmberg est signado por su intercambio con la
ciencia. Ms all de la recurrente motivacin cientfica presente en casi todos sus textos de
ficcin, vimos tambin cmo opera su pensamiento desde un sistema de ideas emergente
de las ciencias naturales en particular (qued expuesto en el anlisis de Lin Calel). En el
caso de Olimpio Pitango, no se evidencia la necesidad militante de instalar un nuevo
modelo de cientfico, como haba propuesto mediante sus trabajos literarios durante el
ltimo tercio del siglo XIX, aunque su prctica de la escritura podra considerarse un
trabajo anlogo al mtodo experimental. Podramos caracterizar a su novela como una
narrativa del corte, la incrustacin y el collage discursivo. La heterogeneidad de los
materiales se constituye en un elemento no aceptado por los standards oficiales. Al
prestar odos a estos discursos la novela se contamina con la multiplicidad genrica que
produce la nueva realidad extratextual que la circunda.
redefinicin del gnero desde su interior, a travs de la reescritura del imaginario utpico y
464
291
Conclusiones
I
En nuestra Tesis hemos reflexionado sobre dos autores representativos de un proceso
literario que tuvo sus orgenes en la Generacin del 80: Enrique Loncn y Eduardo
Holmberg responsables de un universo esttico-ideolgico, enriquecido por los modos,
tonos, lenguajes, smbolos y gneros de la cultura literaria de entre-siglos. Naturalmente, a
modo de complemento, hemos realizado una cuidadosa seleccin de otros autores
provenientes de diversos campos discursivos, relacionados con nuestras hiptesis
medulares. Para los fines argumentativos que debe asumir toda tesis, llevamos a la prctica
una divisin del trabajo intelectual, incorporando lecturas de otros escritores y actores
sociales del perodo estudiado, ms un marco terico ad hoc. La delimitacin de este
campo nos permiti abordar la permanencia y la superacin del 80, como lo consigna el
ttulo de la Tesis, no tan slo en la actividad literaria sino tambin en el campo social,
especficamente en la crisis moderna que atraves el pas durante esos aos.
En sntesis, el tiempo de la modernidad que contiene la nocin de progreso, es pensado
en estado puro como un desarrollo lineal, continuo, acumulativo y sin rupturas. A partir de
esta concepcin podra sostenerse que estaramos condenados al progreso, al incremento de
laexperiencia y de los conocimientos cientficos, a la normatizacin de la justicia y de la
nivelacin social. Pero la crisis que sealamos como nuestro referente ineludible pone
en tensin el concepto de modernidad previo, que en nuestro caso, se ve representado por
dos obras literarias, cuando menos divergentes: la de Enrique Loncn y la de Eduardo
Holmberg.
Ddurante la investigacin se nos plante el desafo de no ser tentados por una
hermenutica contradictoria. Lo que nos permiti la regularidad de criterio en nuestros
enfoques fue la conceptualizacin de una serie de preguntas sin respuesta explcita, que
vertebraron la investigacin y la posterior escritura de la Tesis: En qu consiste el saber
alternativo o produccin de conocimiento de la literatura? En qu sistema de valores
se sustenta la autoridad del discurso literario? Qu prstamos o hibridaciones la
constituyen y a su vez trazan el referente del texto literario?
465
465
Ver Mignolo, Walter. Semiosis colonial: la dialctica entre representaciones fracturadas y hermenuticas
pluritpicas, en Foro Hispnico, N 4, pgs. 11-27, 1992.
293
294
466
sociedad se ubica siempre dentro del plano de la lgica y de la ontologa heredadas, sin
permitirse transgredir sus fronteras. Este modelo reflexivo reduce lo histrico social a las
ideas y conceptos que lo preceden. La sociedad y la historia, a travs de su literatura, estn
subordinadas a operaciones conservadoras de un sistema de valores a los que no pone en
peligro, ni modifica, sino que pretende afirmar en la lnea sucesoria del tiempo.
El itinerario que seguimos nos posibilit reconocer que los recursos poticos y
retricos de Wilde se reprodujeron en Loncn, aunque vacos del intento superador que
pretenda el mismo Wilde, fortalecidos, a su vez, como expresin de resistencia en Aldea
Millonaria, actitud compartida con Lucio V. Lpez en La gran aldea. Se podra inferir que
las obras literarias de Wilde, Lpez y Loncn ejercieron la pedagoga oficial, funcin que
Wilde abandon progresivamente del mismo modo que lo hizo Eduardo L. Holmberg, el
ltimo de los escritores que aborda nuestra investigacin.
Si bien durante el fin del siglo XIX los sectores que controlaban el poder haban
logrado aunar un consenso por oposicin a lo otro, se puede afirmar que durante los
primeros aos del siglo XX esta lgica binaria se complejiza social y polticamente. Las
causas tradicionales, incapaces de adaptarse a la nueva realidad se muestran sorprendidas
y desbordadas, exasperacin que se manifiesta en la obra de Loncn y se reproduce en la
diversidad de textos que la componen. Durante la primera dcada del siglo XX sucedieron
importantes transformaciones en Argentina. Los sectores tradicionales no fueron
desplazados de manera categrica del Poder y de sus distintas esferas de influencia, pero
mediatizaron su capacidad ejecutiva. Se clausur un estado de cosas que esos sectores
haban construido y sobre el cual mantenan una injerencia significativa. Si bien no
controlaban por completo la poltica, la economa y el flujo de la cultura, tampoco
quedaron absolutamente desplazados de las esferas del Poder.
En un principio demostramos que el valor de la palabra poltica de Loncn haba
experimentado una regresin, cuando la pusimos en perspectiva con la defensa del voto
obligatorio, argumentacin desarrollada en su libro homnimo publicado durante el
optimismo que haba despertado la sancin de la Ley Senz Pea. Cuando las
466
295
467
Fairclough considera la
oratoria poltica y de ocasin festiva, como una forma de prctica social donde el discurso,
adems de ser un modo de representacin es un modo de accin, una manera de que los
individuos puedan actuar sobre el mundo y particularmente sobre los otros. El apoyo de
Loncn a los gobiernos intervencionistas, la militancia discursiva constante en todos los
mbitos y su desazn final ante la inutilidad de la prdica, los podemos relacionar con la
incesante renovacin poblacional, donde sus palabras no encontraban arraigo, y en buena
medida, a una realidad poltica donde los sectores populares tuvieron una participacin
activa, contribuyendo con la creacin de un imaginario donde el igualitarismo y la
debilidad de las nociones de jerarqua se constituyeron como rasgos emblemticos.
Sostuvimos que la funcin predominante de la oratoria poltica loncaniana procur
persuadir el conglomerado opositor al radicalismo personalista, as como los brindis
sirvieron para imponer un punto de vista
468
sentido (el sentido loncaniano) como performativo. Pero analizado desde la perspectiva de
los escritores martinfierristas, su emergencia indica un nuevo tipo de figura y discurso que
intenta romper con las tradiciones previas. Este concepto de lenguaje moderno dramatiza
467
468
Fairclaugh, Norman. Discourse and Social Change. Cambridge: Polity Press. 1992, pgs. 21-64.
Ver Una modernidad singular. Op. Cit. Primera Parte, Las cuatro mximas de la modernidad.
296
sus propias pretensiones. Por lo tanto, la teora de la modernidad implicada en los discursos
de Norah Lange y Macedonio Ferbnndez, sera poco ms que la proyeccin de una
retrica vanguardista.
En el Captulo II de la Segunda Parte, al abordar especficamente los textos literarios
de Loncn verificamos que se han convertido en objetos densos y complejos. Su punto de
vista no aparece abiertamente expuesto sino mediatizado. Ahora bien, si ya no persiste la
intencin directa de inspirar movimientos o acciones sociales, su escritura no deja de
actualizar la tradicin del 80. Segn nuestra lectura la heterogeneidad de las formas,
presente en Aldea millonaria, herencia de Eduardo Wilde, cumple una funcin significante
de singular relevancia en la constitucin de sus ficciones.
Hemos inferido que la crnica o memoria autobiogrfica que da forma al relato titulado
Grandeza y decadencia de una piedra pmez, no es posible de ser reducida a un mero
decorado recreativo de la ciudad o a un manifiesto costumbrista sobre la cotidianidad
metropolitana, sino que pone en letra la temporalidad vertiginosa de la Buenos Aires
moderna. Pasa del Olimpo donde conviven y discuten ideas los prceres liberales de fines
del siglo XIX y principios del XX, a los arrabales del populismo irigoyenista. Convergen
en el texto, entonces, el deseo de continuidad y permanencia, junto a la resistencia al
cambio histrico.
La flexibilidad formal le permiti a Loncn proyectar su preocupacin polticoideolgica de manera cclica y repetitiva. Modificaba el gnero literario pero mantena sus
obsesiones: los peligros de la moderna experiencia urbana.
Aldea millonaria y particularmente Grandeza y decadencia se convirtieron en una
gua socio-crtica sobre la cada vez ms compleja vida cultural, econmica y poltica de
Buenos Aires.
El dilogo teatral, por otra parte, es utilizado por Loncn, para dramatizar sobre la
hibridacin de clases, que no quera ni poda legitimar sin antes alertar sobre su potencial
decadencia. El carisma del lujo, predominante en El embajador, activa el fetichismo
seductor de la riqueza, decorado habitual del poder, y como pregona la obra, causa
insuficiente para ejercerlo. La preocupacin del autor se focaliza sobre el comportamiento
de los sujetos que habitan ese decorado. La perpetuacin del entre-nos comenzaba a
mostrar sntomas de fragilidad, simblicamente protagonizada por la ostentacin material y
la presuntuosa exhibicin de vnculos sociales ilusorios de los recin llegados. Nuevamente
el cambio (el trasvasamiento generacional) es presentado como conflicto o contingencia
297
que hostiga la cotidianidad de los habitantes de barrio norte, quienes pasan de ejercer el
Poder ad eternum a constituirse en inquilinos pro tempore de la Casa Rosada.
Las circunstancias que experimentan los personajes de El embajador representan la
repercusin de un profundo cambio de escenario, que no se limita exclusivamente al
interior de las fronteras nacionales. Estos reacomodamientos internos conectados con el
mundo externo (el capitalismo proyectaba de manera inexorable las reglas econmicopolticas desde el centro hacia sus terminales perifercas) favorecieron la incorporacin
de advenedizos con dinero, como Martn Algarraborde, que lograron unirse a las familias
de la alta sociedad y a los viejos terratenientes. La sociedad agraria tradicional haba
completado su ciclo y se dise, en consecuencia, un nuevo campo de accin donde los
seores no terminaban de aceptar la formacin espontnea de una nueva clase y de una
nueva cultura. No resulta desatinado conjeturar entonces, que las circunstancias por las que
atravesaba el nuevo entramado social provocaran la sensacin de fin de poca, en
escritores como Enrique Loncn.
El autor de Aldea millonaria no encuentra sosiego. Una y otra vez intenta elaborar una
formula literaria que le asegure permanencia, perpetuidad, pero sus pretensiones de
fondear la realidad no encuentran firmeza en la evanescente modernidad. As como
Lucio Vicente Lpez viva al acecho de sus contemporneos comprometida su
pertenencia a la clase tradicional- y mantena adems cierta cuota de control sobre las
relaciones de Poder, Loncn slo atinaba a resistir el acoso de la ascendente cultura de
masas, a esa altura poco menos que incontrolable. La historia de la alta sociedad nos
muestra un progresivo pero rotundo cambio cultural en pocos aos. El pasaje del
provincianismo al elitismo refinado de los aos 80 y 90 del siglo XIX, que se define por
un desvanecimeinto de las pretensiones aristocrticas en los primeros veinte aos del siglo
XX, son transformaciones que Enrique Loncn experimenta como testigo privilegiado.
La potencia de las transformaciones hizo que su escritura se convirtiera en un sutil y por
momentos ingobernable instrumento crtico, que disociaba el campo significativo. En ms
de una oportunidad la produccin de saber literario alternativo se hizo presente, a pesar
de la tendencia fiscalizadora, que ejerci el autor. Una y otra vez nos encontramos con un
elemento disonante que logr atravesar la fragmentacin genrica, el tono humorstico, la
intransigencia y la radicalizacin, para instalarse como una contra lectura en la superficie
de sus textos. El escorzo o la superposicin de planos que practica en la construccin de
sus Tipos, resulta un ejemplo significativo sobre la capacidad de conocimiento simblico
que produce un texto literario. A la manera de un pintor barroco, Loncn trabaja con luces
298
y sombras y con la parodia, para construir de este modo la deriva significante que se
desplaza del tipo al contexto o experiencia urbana y de la experiencia urbana
nuevamente al tipo.
Engaosamente, la luz narrativa parece iluminar un personaje porteo, aunque recorta
sobre el fondo, desde la oscuridad, un conflicto socio-histrico que pertenece al
entramado conceptual de Aldea millonaria, y no al Kodak ocasional. El narrador en
apariencia despreocupado, disimula la emergencia que abre una disputa significativa por el
anecdotario que contiene la obra. Loncn no reproduce un trasfondo mtico de Buenos
Aires sino un proceso vital, que a pesar de su intento por ser desvalorizado o legitimado
(segn el caso), en ms de una oportunidad escapa a su propio dominio del significante. Si
la literatura en s misma es un fenmeno esttico que produce un saber, los tipos
porteos, en su representacin de planos y contraplanos, proponen lecturas de segundo
grado, configuraciones de sentido que atraviesan Aldea millonaria sin reparar en las
divisiones formales ni en la tutela del autor.
Representar Buenos Aires es un intento de dominarla y reterritorializarla cambiando
su significacin. Las calles se encuentran en manos del enemigo poltico. El poder se
reparte entre el accionar de facto de las cpulas y la expansin de la resistencia popular.
Los diferentes estamentos que componen el poder oficial se proponen reorganizar la
ciudad. Para esto modifican los espacios urbanos a travs del monumentalismo, y fomentan
sistemas estables (conservadores) de representacin utilizando la industria cultural
oficiosa. Creci el nmero de plazas y paseos, (este proceso se haba iniciado con las
reformas de Torcuato de Alvear), donde se levantaron imponentes monumentos a los
hroes patrios. Por otra parte, se llev adelante tambin la construccin de numerosos
edificios gubernamentales y privados, de estilo clsico o francs, que pusieron de
manifiesto el control esttico y el gusto por la ostentacin, significante que pretenda
intimidar al arribismo capcioso. De un modo simblico se intent contener el proceso de
desarrollo heternomo, aunque el perfil de la transformacin urbana no hizo ms que
admitir, indirectamente, la nueva significacin de las clases populares y su progresiva
influencia en la toma de decisiones.
Frente a la dimensin inesperada que adquirieron las fuerzas socio-polticas emergentes,
los textos de Loncn legalizan
condicin que les permite liberarse de las ataduras econmicas que podran presionar sobre
el ejercicio de la verdad. Establecer justicia no dependera del rigor con que se aplicaran
las leyes, sino de la variable econmica que regulaba el humor de quienes la
dictaminaban. Epitomiza, de este modo, el sometimiento del sujeto social bajo una
estructura de lo pblico, que tiende a ocluir, cada vez ms, el derecho colectivo. Pedro
Altamira, nico apellido con el blasn suficiente como para defender a Garay Mendoza
en La sangre dulce (Captulo II, Segunda Parte de la Tesis), utiliza en su Solicitud para la
sancin de un nuevo Proyecto de Ley, una estrategia que propone como mtodo la
negociacin. El relato no transcurre durante un perodo institucional legtimo, sino
durante una poca de restauracin o reposicin, por lo tanto las transformaciones
constitucionales ya no tenan otra salida que la negociacin con la democracia saliente y
con la remanencia de un partido poltico que no dejaba de ser mayora, a pesar de las
persecuciones y proscripciones.
Hemos comprobado que en su obra no es necesario hablar de estructuras y de procesos
pasados para representar la historia. Loncn textualiza el sentido histrico ficcionalizando
el presente. El discurso literario proporcionara los principios suficientes para que las
visiones histricas de los sucesos narrados formen una construccin que represente, si no
los sucesos de manera referencial y directa, por lo menos la expresin esencial de los
mismos. No podramos hablar de documentos cuando nos remitimos a los textos de
Loncn, pero podramos definirlos como una configuracin comprometida del proceso
histrico, la mayora de las veces por una bsqueda intencionada del autor, y en ocasiones,
debido a la pregnancia que las fuerzas insurgentes le imponen a su escritura.
Uno de los interrogantes que planteamos al comienzo de las Conclusiones, enfatizaba
la necesidad de revelar los diversos tipos de discursos que constituyen las fronteras de lo
literario. El trabajo legitimador que propone Loncn, no tan slo en La sangre dulce,
sino en casi todos los textos de Aldea Millonaria, acredita el mbito institucional, ya no
como frontera discursiva sino como un sistema de valores factible para el abordaje
literario. No nos encontraramos frente a contornos o fronteras discursivas, sino a una
estructura interna. Loncn, de este modo, logra mantener un substrato que condiciona lo
especficamente literario, concepcin potica que relativiza la aparente autonoma o
pasatismo que le hemos adjudicado en diferentes oportunidades y por diversas causas. Su
estilo educado, convencional, elocuente, pretendidamente elegante, est cargado de
sorpresas, reservas ideolgicas y vuelcos inesperados, que construyen (y no deconstruyen)
satricamente tpicos y estereotipos. Loncn, a pesar de su mordacidad, no desprecia a sus
300
469
470
tutelares del buen gusto en esa liteatura difcil del mundanismo a Lucio V. Lpez, Miguel
Can, Lucio V. Mansilla y Eduardo Wilde. Desde su perspectiva, Amricus era un ejemplo
retardado y mediocre de La gran aldea de Lpez. La reproduccin del fragmentarsmo,
de la prosa ligera, de la irona, de la mana por la dedicatoria, de la constante inclusin
del ingls y del francs en sus textos convirtieron a su literatura en algo impenetrable para
los nuevos lectores. Rastrear cada uno de estos recursos poticos, configurar un modelo, y
aplicarlo a la obra de Loncn resultara, adems de un proceso mecnico de anlisis, una
aceptacin a ciegas del pretendido snobismoque aparenta de manera aviesa su autor.
Durante nuestra investigacin intentamos quebrar esa ptina distractoria que encubra a un
hombre profundamente poltico, no exento de preocupaciones existenciales. Prueba
indiscutible de la seriedad con que asumi la vida y la literatura resulta su decisin final de
suicidarse, cuando era un hombre an joven y sano. No se lo podra considerar un vulgar
chic, si se nos permite el oxmoron, o un mero epgono esttico de la Generacin del 80.
Su pensamiento estuvo movilizado desde el inicio por intereses que no se limitaban a la
forma de expresarse, como algunos crticos -atendiendo a su gesto de superficiepretendieron consignarlo. Lo poltico, lo social, lo histrico estuvieron decididamente e
intencionadamente entramados con sus escritos e implicados por la fuerza del mundo
moderno, que eluda todo control tutorial. Detrs de la adopcin de su esttica liviana surge
entonces, el otro Loncn; el que resisti las nuevas maneras de hacer literatura y puso en
cuestin los nuevos tiempos, acosado por la creciente influencia poltica del campo popular
y por el avance determinante, para entonces, del nacismo en Europa.
469
470
Ver Freud, Sigmund. El chiste y su relacin con lo inconsciente. Madrid: Alianza. 2000.
Mirador porteo (Nuevas charlas de mi amigo). Buenos Aires: Viau y Zona, 1932, pgs. 8-13.
301
II
En la Tercera Parte de esta Tesis, que abarca el perodo que se extiende desde Lin Calel
(poema pico) hasta Olimpio Pitango de Monalia (novela), podemos trazar un recorrido
que da cuenta del arco literario-ideolgico de Eduardo Holmberg donde advertimos una
superacin de s mismo y del contexto que lo tuvo como emergente: la Generacin del 80.
En su caso particular, el discurso o modelo epistemolgico que desde un comienzo da
sustento a su obra, es la ciencia natural, modelo que a su vez da lugar a un cruce
significativo con el liberalismo como filosofa poltica y prctica cultural.
La literatura le permite a Holmberg experimentar con la creatividad de modo tal que la
experiencia de una temporalidad vertiginosa y fragmentaria no conspira (al revs que en
Loncn) contra una obra que acredite la invencin de formas y sentido. La conjuncin de
ciencia, liberalismo y literatura configuran un modelo discursivo por esencia mutable.
En el caso de Lin Calel la cristalizacin del endecaslabo y de la potica romntica,
colocan al texto en el lmite de lo anacrnico, aunque no resulta motivo suficiente como
para neutralizar las resonancias del mestizaje que impone una concepcin moderna de las
determinaciones tnico-sociolgicas. Si observamos la parbola que transita en relacin
con la cultura indgena, los cambios en sentido progresista de su lgica argumentativa,
resultan por dems elocuentes. De la inapelable categora darwiniana the struggle for life,
en su conferencia de 1882, al enrgico reclamo por la desaparicin de las razas ms
australes, frente a la inoperancia de los gobiernos de turno que caracteriza en Pinceladas
descriptivas (conferencia pronunciada en la Sociedad Cintfica Argentina), Holmberg
exhibe una serie de cambios que finaliza con la escritura de un texto reivindicativo del
mestizaje entre diferentes razas. La variabilidad gnica -concepcin terica de lo que
podramos denominar darwinismo cientfico puro, propuesta en el poema, se sita en las
antpodas del darwinismo social Spenceriano, enunciado tanto por Holmberg como por
Sarmiento durante la conmemoracin de la muerte de Darwin.
Los 3000 versos que terminan por fusionar textualmente a blancos e indgenas
perfilando una identidad nacional hbrida, no fueron publicados por ninguna editorial. Lo
que menos se pretenda durante el festejo del Centenario era agitar nuevamente lo que se
haba presentado de cara al mundo exterior como una dificultad para el desarrollo del
pas, que en su momento haba sido debidamente eliminada.
Para 1910, en Argentina nos considerbamos todos blancos. Habamos superado
nuestro perodo adoslescente de barbarie y transitbamos una prspera y bien ganada
302
respetabildiad ante los ojos del mundo. Por qu volver al pasado? La acumulacin de
materias primas en vas de exportacin dese el puerto de Buenos Aires, y la llegada de
materiales suntuosos, que desarrollaran lo que podramos llamar la Belle poque
verncula, bonanza disfrutada por unos cuantos habitantes de Barrio Norte, frecuentadores
de la Regent Street portea, la calle Florida, representaban una relacin basesuperestructura lo suficientemente consistente y consolidadada como para que la pudieran
debilitar anacrnicas y opacas voces poticas.
Sobre un sistema sutentado en el estado de sitio y la represin, escriban, conversaban
y debatan los intelectuales y polticos orgnicos, quienes procesaban sin pudor etapas que
iban desde el liberalismo a ultranza hacia el nacionalismo, tal el caso de Leopoldo
Lugones. Otros persistan consecuentes con su postura liberal, tal el caso de Augusto
Rodrguez Larreta, Bartolito Mitre, Nicolas Avellaneda, Jos Figueroa Alcorta, Jos
Victorino de La Plaza o Roque Saenz Pea, que intercambiaban en el Jockey Club
conocimientos sobre deportes, apuestas y teatro con Diego de Alzaga, Joaqun Samuel de
Anchorena, Juan Jos Silvestre Blaquier Sagastizabal o Carlos Torcuato de Alvear.
En este contexto, reivindicar el mestizaje slo poda atribuirse a una mente
afiebrada, aunque su dueo formara parte de una familia tradicional que haba peleado
por la Independencia. Holmberg, adems de exteriorizar su incompatibilidad con la clase
dominante del momento, permaneca confinado en el sector de los parientes pobres del
grupo fundacional, como lo retratan las ltimas entrevistas que dio y testimonian quienes
en la poca lo vean caminar por Buenos Aires, bastante desaliado en su modo de vestir y
en su aspecto personal. No se esperaba que emergiera de su pobreza por adopcin y
dedicacin una idea que resultara representativa del Centenario.
Conocedor de que todo conflicto se resuelve necesariamente en movimiento,
Holmberg se propuso ampliar y desarrollar, en su ltimo texto, las hiptesis planteadas de
manera embrionaria en Lin Calel. En Olimpio indaga y demuestra de qu modo la ficcin
se puede convertir en motor de transformaciones socio-histricas. Lo que en l podra
simplemente considerarse una reproduccin de los procesos fundacionales que vivi el
pas, puede ser traducido como una hermenutica ontolgica del discurso, tanto literario
como historiogrfico.
El proceso fundacional de la nueva Monalia pareciera desconocer la diferencia entre la
realidad y la capacidad ficcional del hombre; pareciera sugerir que todos los
acontecimientos son igualmente imaginarios, o mejor dicho producto de la imaginacin.
Monalia es un fenmeno esencialmente ideal. No es otra cosa la Argentina, pensaba
303
471
471
304
hechos narrados y tambin puede transportarnos a imaginarios que se extienden por cinco
o cincuenta aos, y hasta trascienden los lmites posibles de la experiencia humana. La
narracin realiza el tiempo a travs de esos imaginarios e incursiona en una dimensin no
del todo aprehensible, desplazando la seguridad que representan el antes y el despus.
Holmberg, en su ltima novela, trabaja el tiempo de manera ambiga. Parte de la
inmovilidad consumada en la figura de la topa inicial; se reconstituye en la
experimentacin de una trama por momentos abierta que desrealiza o diversifica el tiempo
narrado, y por ltimo, delnea un horizonte determinado cuando clausura su relato de
manera tradicional. Su escritura no escapa de la potencial volubilidad que caracteriza al
tiempo narrativo sino que la incentiva, prueba de ello es la representacin de los hechos
que protagoniza Olimpio, acontecimientos que no se enlazan en una secuencia durativa,
sino en una historia que se revela en gran medida por sus quiebres. El narrador se redime,
en parte, de la multiplicidad y las variaciones corales
472
Holmberg recre una saga literaria con un fuerte potencial que alcanz su desarrollo
en prcticas escriturarias futuras. Ya sealamos la contemporaneidad con Alfred Jarry, fiel
de la balanza holmbergiana donde convergen pasado, presente y futuro. Pero no slo eso,
al igual que Jarry, Holmberg valoraba las mquinas, un objeto vulgarizado por el uso, y tan
despreciado como temido por los poetas, pero asombroso para quien considerara su
virtualidad, su potencial frente a las carencias del cuerpo humano. El autor de Dos partidos
en lucha, como veremos en prrafos posteriores, estimaba a la mquina como un ser al
lado del cual un humano pareca automtico, y a su juicio, bastante ridculo. Ni la
mquina era tan desalmada ni el hombre tan natural. En este punto, inevitablemente nos
acercamos a una de las cuestiones presentes en todos los estudios sobre Holmberg,
temtica que nosotros hemos abordado lateralmente, a excepcin del anlisis realizado
sobre su conferencia Pinceladas descriptivas, pronunciada en la Sociedad Cientfica
Argentina en 1896: la relacin entre ciencia y literatura.
Lo que a priori podra considerarse una convivencia que inevitablemente podra
despertar incomodidades o antagonismos, en Holmberg se resuelve con un alto grado de
472
Con la palabra corales realizamos una asociacin libre entre la multiplicidad temporo-narrativa posible
y la polfona, no tan slo asociada a la teora bajtiniana, sino tambin al uso musical. En la msica
contempornea se estila, una vez expuesto el tema, designar con la palabra coro a cada una de las
variaciones que realiza el msico hacia ariba o hacia abajo sobre el registro instrumental.
305
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473
Con respecto a la relacin ciencia literatura, se gener una prolongada discusin entre Miguel Can y
Eduardo Holmberg durante fines del siglo XIX. Las siguientes palabras de Can fueron escritas en 1877,
inmediatamente despus de la publicacin de Dos partidos en lucha. Conociendo el carcter polemista de
Holmberg y su defensa de la cultura alemana, no pudieron menos que ser bienvenidas: primero porque le
iban a permitir ejercitar sus dotes de argumentador y segundo, porque la crtica de Miguel Can abri la
posibilidad a una polmica que lo instalaba en el selecto grupo de las letras nacionales, situacin que no todos
podan lograr, menos con su primer obra. Miguel Can argumenta en relacin con algunos pasajes de Dos
partidos en lucha:
El error, o ms bien, el egosmo aristocrtico de la cultura alemana,
es el origen de la obscuridad aparente de sus manifestaciones
intelectuales. Los alemanes escriben solamente para aquellos a quienes
el tecnicismo cientfico de su lenguaje es tan familiar como para el vulgo
el idioma que se arrastra. Hablan para ellos y ellos se entienden.
Y no solamente esa obscuridad, esa generalizacin agobiadora en la
exposicin, constituyen un obstculo difcil de vencer, sino que muchas
veces es el plan mismo de la obra el que presenta caracteres anlogos.
Si Heguel, Kant Lessing, etc., son inexpugnables en el estilo, el segundo
Fausto de Goethe es incomprensible en la concepcin. (Can, Miguel.
Op. Cit., pg. 142.)
Poco tiempo despus Holmberg le dar continuidad a la polmica, cuando ya tena bien ganado un lugar
entre los escritores porteos, y en el momento de mayor brillo de Can, el ao en que public En viaje y
Juvenilla. En el cuento Filigranas de cera (1884), como selamos con anterioridad, propone justmente
como instrumento pedaggico idneo para educar a la juventud argentina al idioma alemn, enjuiciando por
otra parte el afrancesamiento que manifestaban tanto el pensamiento como la escritura de Can, as como la
prctica literaria de la mayora de los hombres representativos de la llamada Generacin del 80.
474
Su tesis sobre la necesidad de que los cientficos se apropiaran del lenguaje literario para que sus estudios
adquierieran una mayor elocuencia, se ecuentra expuesta y desarrolada con mayor determianacin en su
ensayo titulado La noche clsica de Walpurguis (Anales de la Sociedad Cientfica Argentina. Tomo 40,
2do. Semestre, 1895) donde analiza en detalle el segundo Fausto de Goethe, escritor al que consideraba un
modelo de inteligencia filosfico-literaria-cientifica imprescindible dentro de la modernidad. Por otra parte,
la conferencia citada, devenida ensayo un ao despus, representa el ltimo captulo del cruce discursivo con
Miguel Can.
306
Damos por entendido que estos escritores no lo haban ledo, ni siquiera haban sabido
de la existencia de su obra. Pero nos interesa destacar que Holmberg, a fines del siglo
XIX, abordaba una temtica que se perfeccionara a mediados del XX, indicio de una
modernidad que podramos calificar como involuntaria.
Segn Elena Bracenas, en su trabajo crtico que cierra en forma de pslogo la antologa
Cuentos con humanos, androides y robots,
475
476
literarios que despus seran los componentes fundamentales del gnero, no tan solo en la
Argentina sino tambin y principalmente, en los Estados Unidos durante el perodo de
apogeo de la ciencia ficcin, desde los aos cincuenta hasta principios de los ochenta, en el
siglo XX.
En la novela Do androids dreams of electric sheep? de Philip Dick, la Rosen Associaton
ha estado fabricando androides, en un todo igual a los hombres, tanto en su aspecto
exterior como en sus funciones, que con el paso del tiempo y el mejoramiento de la tcnica
475
Bracenas, Elena. Comp. Cuentos con humanos, androides y robots. Buenos Aires: Colihue, 2000.
Horacio Kalibang... es un cuento que se public por primera vez en forma de folleto en 1879. Narra
la historia de cmo la humanidad ha sido infiltrada sin percibirlo por rplicas de hombres y mujeres
construidos a travs de la mecnica. Durante el pargrafo IV del relato, uno de sus personajes, Baum,
despliega una demostracin, frente a los ojos azorados de Hipknock, el protagonista, de la variedad de
ejemplares creados por su propia ciencia. Una de las rplicas toca el violoncello imitando a Fritz (personaje
secundario del cuento), eximio ejecutante del mismo instrumento (al igual que Holmberg en la vida real);
otro, a travs de un arte pictrico consumado retrata a un compaero; finalmente, asisten a una representacin
mltiple donde se escenifica y reproduce por medio de dobles la fiesta de la noche anterior, en honor a Luisa,
hija de Hipknock. El cierre contiene el germen de una preocupacin que en el futuro va a aparecer una y otra
vez en relatos de esta especie:
Y estn todos aqu? Pregunta Hipknock. No -Responde Baum- hay
algunos miles de ellos que andan rondando por el mundo. Cuando se les
acabe lo que ustedes llaman la cuerda, y que nuestro conductor llama su
habilidad, volvern a recibir nueva fuerza y entonces, seor
burgomaestre, entonces.... (Cuentos fantsticos. Op. Cit. pg. 164).
476
Incluso el mismo Baum, all presente, probablemente se trate de una rplica, advierte el lector. La
preocupacin que destila el prrafo est ntimamente ligada a la cada vez ms factible infiltracin y
reemplazo de la humanidad por autmatas. Durante el siglo XX el peligro del reemplazo estar asociado a
robots smil humanos, androides, humanoides, aliengenas que tienen la facultad de convertirse a imagen y
semejanza de los hombres, y ltimamente, principios del siglo XXI, el riesgo se asocia a las pruebas
genticas de laboratorio.
Por otra parte, la fabricacin de autmatas en 1879, no era una novedad. A lo largo de la historia hubo
diversos constructores de autmatas: el filsofo Descartes (1596- 1650), habra construido un autmata con
figura de mujer a quien llamaba su hija Franchina. Sin embargo, la poca dorada de los autmatas surgi
en forma paralela al progreso de la relojera durante los siglos XVIII y XIX. Los ms perfectos fueron los del
mecnico francs Vaucanson (1709-1782) y los del mecnico suizo Droz (1752-1791), quienes a mediados
del siglo XVIII construyeron gran cantidad de autmatas de cuidada perfeccin; autmatas con figuras
humanas y una gran precisin de movimientos. Si bien estas creaciones, en el tiempo, estn un poco lejos de
Holmberg, son contemporneas a la juventud de E. T. Hoffmann, autor de relatos breves de quien el autor
argentino recibe las ms variadas influencias.
307
(al igual que lo hizo el personaje Oscar Baum de Horacio Kalibang) han ido
perfeccionndose de modo tal, que los ltimos Nexus-6, eran prcticamente imposible de
diferenciar de los humanos. Una mezcla de negligencia empresaria y malas intenciones
contribuy para que muchos de ellos se infiltraran en la tierra, (la fbrica estaba en Marte),
y debido a su difcil deteccin y peligrosidad pusieran en riesgo la vida de los terrqueos.
El protagonista, Rick Deckard (epgono involuntario de Nathaniel y Fritz, personajes de
Horacio Kalibang que se enamoraron de una doble de Luisa) hizo lo propio con un
androide femenino. Deckard, encargado de retirar a los androides, termin
enamorndose de Rachel, nuevo modelo sin fecha de vencimiento, que por otr parte no
tena conciencia de serlo, pues le haban implantado una memoria artificial, humana,
fenmeno que tena el incmodo efecto colateral de introducir en cada interlocutor un
principio de incertidumbre: Si un androide puede no saber que no es humano, cmo puede
un humano saber si no es un androide? Operatividad que por otra parte Olimpio llev
adelante con el intercambio entre ficcin e historia. Los habitantes de Monalia terminaron
por aceptar e igualar lo que en teora se presentaba como un enfrentamiento entre un
mundo imaginario potico y un mundo real prosico.
477
Ver Magias parciales del Quijote, Borges Jorge Luis. Otras Inquisiciones. Buenos Aires: EMEC
Editores, 1960.
308
paranoia que Philip Dick manifiesta en sus textos. Por otra parte, la paranoia literaria
de Dick radicaba en principios filosficos que conceban la realidad como
multidimensional, postura que en este caso se podra asociar con la primera etapa creativa
de Holmberg (El maravilloso viaje del seor Nic Nac).
Holmbeg en textos como Horacio Kalibang advierte los posibles usos de la ciencia,
pero no se horroriza por sus resultados, ms bien se asombra. En Filigranas de cera,
como bien sostiene Rodrigo Guzmn Conejeros, se cuestionan varios aspectos del
positivismo. El descubrimiento del Dr. Tmpano da lugar a reflexiones crticas acerca del
funcionamiento de las instituciones cientficas y educativas del pas y acerca de la
responsabilidad social de la ciencia y el cientfico. 478
Este motivo resulta recurrente en los textos de ciencia ficcin de mediados de siglo XX,
pero podra constituir un error de apreciacin considerarlo un proceso doctrinario
moralizador que destruye la eficacia de la ficcin, como sostiene Cristina Iglesia.
479
En
el caso de Horacio Kalibang, tampoco nos encontraramos frente a una crtica oblicua
que denuncia la presencia de entes extraos provenientes de ultramar.
Horacio Kalibang recrea la complejidad de las relaciones entre literatura y realidad,
entre ciencia y devenir del mundo, perspectiva que Holmberg abord desde un principio y
fue mutando durante la escritura de su obra.
En su perodo ms purista, dcada del 70, Holmberg consideraba la prctica cientfica
como un sacerdocio laico. El tipo ms original (1875-1876) resulta una crtica al cientfico
arquetpico, al invariable que no puede rever sus teoras. Analizada desde este punto de
vista, la ciencia correra el riesgo de estratificarse en un pathos que podra definirse por
un descontrol que hiciese peligrar el orden social e institucional. La relacin saber-poder es
una tensin presente en todos los rdenes del pensamiento holmbergiano (Ver Captulo III,
Tercerqa Parte).
Sobre principios del siglo XX, no sin una dosis de irona, propone literariamente con su
ltima novela que slo la neurosis de los hombres clebres puede contribuir con la
transformacin de las relaciones de Poder que permita asegurar un progreso indefinido.
Ya no se trata de encerrar a los locos o eliminar al otro, como se podra leer en El tipo
ms original o La bolsa de huesos, sino de potenciar el desequilibrio mental de
sujetos que favorezcan la construccin de una versin diferente de la realidad. El sustrato
478
309
axiolgico de esta propuesta concibe al tiempo como infinito. El progreso, por lo tanto, no
tendra lmites si se aceptara el carcter conflictivo implcito en esta matriz de modernidad.
Loncn y Holmberg, como continuidad y superacin del 80, inevitablemente se
interfieren o cruzan en este punto.
El siguiente pasaje tomado de Sandra Gasparini y Claudia Romn habla sobre el
protagonista de El tipo ms original, pero muy bien podra describir metafricamente a
Enrique Loncn, haciendo la salvedad, por supuesto, que ste no era cientfico aunque su
gentica social perteneciera, probablemente, al corte generacional que dio nacimiento
al sabio Burbullus.
El tipo ms original es, tambin, el cientfico ms empecinado en no
ceder a la produccin de variaciones en s mismo: es alguien que carece
de autocrtica. Ese plus es la anomala, la monstruosidad, dado que
no se puede ser ms perfecto que el ideal (un platonismo exacerbado),
ms original que el original mismo. Esa obsesin de Burbullus lo
condena al fracaso en la lucha por la supervivencia. Porque para el
evolucionismo, lo nuevo deviene predominante y las variedades no
regresan a la forma original. 480
310
481
481
En el captulo XVI de Olimpio, los gobernantes de Monalia se encuentran decidiendo, entre otras cosas
la formalizacin de la instruccin pblica, cuando les traen la informacin de que una mujer educa a los
nios relatndoles historias. La citan a una entrevista a casa de gobierno, y una vez all se rene con el
presidente monalita, Claudio Moloso. El mandatario se muestra interesado en la capacidad manifiesta de
encantar a los oyentes que posee dicha mujer, creando de este modo un marco propicio para instrumentar la
enseanza de contenidos. Ella le responde que su mtodo es muy sencillo: Lo que yo hago es contarles
cuentos. (Olimpio Op. Cit., pg. 181)
Al igual que esta intuitiva pedagoga monalita, Walter Benjamn sostiene como principio el fin til de la
narracin. l, contrariamente a Platn, ve en el narrador a un personaje que puede transmitir sabidura.
La narracin tiene, abierta o secretamente, su utilidad. Esa utilidad
puede consistir a veces en una moral, en una recomendacin prctica, en
una regla de vida. En todos los casos el narrador es el hombre que da un
consejo a quien lo oye [...] El consejo entretejido en la tela de vida
vivida, es sabidura. En la actualidad, el arte de narrar se acerca a su fin,
porque el lado pico de la verdad, la sabidura, est en trance de
desaparecer. (Benjamn, Walter. El narrador, consideraciones sobre la
obra de Nicolai Leskov, Sobre el programa de la filosofa futura.
Barcelona: Planeta-Agostini, 1986, pags. 189-211)
Ms all del pesimismo ltimo de Benjamin, probablemente infundado, la narracin imaginaria, segn
sostiene Mara, motiva y enriquece tanto a los matemticos, los qumicos, los naturalistas (mentalidades
puramente cientficas), como a los msicos, poetas, escultores y pintores. La misma historia y la filosofa
encuentran, con su ayuda, lo que la documentacin, las meditaciones y los mejores talleres no pueden darle.
311
482
Se debe conceder
483
De acuerdo con lo expuesto se puede concluir entonces, que en su ltima etapa creativa,
prevaleci el artista que produjo relatos de ficcin por sobre el pragmtico positivista que
haba dominado la escena de los aos ochenta del siglo XIX. Atravesado el umbral del
siglo XX, Holmbergg deposita toda su confianza en la verdad de lo imaginario. Como dira
aos despus Martn Heidegger en Arte y Poesa: El arte permite surgir a la verdad [...]
el arte en su esencia es un origen y no otra cosa: una manera extraordinaria de llegar a
ser la verdad y hacerse histrica.
484
482
Como sostiene el Ingeniero Russo en la pera La ciudad ausente de Ricardo Piglia y Gerardo Gandini:
los polticos les creen a los cientficos y los cientficos les creen a los novelistas. Un indicio ms de la
modernidad literaria que puso en prctica Holmberg con la escritura de su ltima novela, se puede inferir de
la inevitable analoga entre Elena, la mquina de contar historias, mujer eternizada por Macedonio Fernndez
y el Ingeniero Russo, quien con su ininterrumpida narratividad va infiltrando la realidad y la va cambiando
por historias ficcionales, actividad equivalente a la que lleva adelante Olimpio con el propsito de refundar
Monalia.
483
Para complementar el tema tratado en este prrafo ver: Ricoeur, Paul. La metfora viva. Madrid:
Ediciones Cristiandad. 1980.
484
Heidegger, Martn. Arte y Poesa. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1958, pg., 92.
312
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He dicho (Brindis y discursos). Buenos Aires: Gelizer, 1925.
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pgs. 41-44; 15 de julio de 1876, pgs. 90-92; 15 de agosto de 1876, pgs. 112-123; 15 de
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--1884.
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--mayo de 1903.
--1903.
--1903.
--de 1904.
--octubre de 1906.
--junio de 1907.
--junio de 1907.
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328
APNDICE
A pesar de que algunos de los textos estudiados durante la investigacin han sido
publicados en distintas oportunidades, actualmente no estn en el circuito comercial, sobre
todo los que pertenecen a la obra de Enrique Loncn. Se los puede hallar, casi en su
totalidad, en la Bilioteca Nacional y la obra completa en la Biblioteca de la Academia
Argentina de Letras. No obstante, hemos realizado un estudio de campo que nos permito
indagar sobre las publicaciones periodsticas originales, antes de ser editadas en el soporte
libro. Si bien pudimos tomar contacto con los artculos pertenecientes a Las charlas de mi
amigo (Motivos porteos); Campanas de mi ciudad, campanas argentinas; La conquista
de Buenos Aires (ltimas charlas de mi amigo); El secreto de la calle Florida, publicados
la mayora en El Hogar y La Nacin, durante las dcadas del 20 y del 30, en esta
oportunidad, con respecto a la ficcin, hemos privilegiado anexar en el Apndice
slamente los textos pertenecientes a Aldea millonaria por ser la obra que focaliz nuestro
trabajo de investigacin. Por otra parte, sumar el resto del material complicara -debido a la
cantidad- el manejo adecuado de la informacin y no aportara una documentacin
relevante a lo analizado en la Tesis.
Habra sido de nuestro inters adjuntar un original de su obra teatral La estirpe futura.
Sus familiares nos comentaron que tenan idea de su existencia, pero evadieron la
posibilidad de que pudieramos acceder a ella. Nos acercaron una versin de El voto
obligatorio (la edicin de imprenta, Buenos Aires: UBA, 1914, que tambin se encuentra
en las bibliotecas citadas) y las obras de publicacin conocida como Las charlas de mi
amigo (Motivos porteos), Aldea millonaria, La conquista de Buenos Aires (ltimas
charlas de mi amigo) por nosotros ya relevadas de las distintas bibliotecas o compradas en
las libreras de usados, por lo tanto de valor nulo como material original. Tuvimos la
oportunidad de abordar algunas carpetas con textos periodsticos de los cuales pudimos
tomar nota para encontrar sus primeras publicaciones en las revistas y diarios
mencionados. No nos permitieron sacar fotocopias ni tomar fotografas digitales.
Probalemente tuvieran mucho ms material que no nos permitieron estudiar por temor a
que hiceramos difusin del mismo sin su consentimiento. La argumentacin esgrimida por
la familia fue que no era de su inters que los textos aparecieran publicados libremente por
internet. Aunque el problema de fondo, presumimos, no estaba relacionado con la obra ni
con el mismo Enrique Loncn padre, sino con las reservas respecto de Enrique loncn hijo,
quien tuvo una participacin activa en los das previos al golpe de estado de 1976.
329
Prefirieron que el apellido familiar no saliera por ningn medio que ellos no controlasen, ni
siquiera el acadmico. No obstante pudimos reconstruir el recorrido de su obra, y alcanzar
la mayora de las versiones primarias.
Finalmente, el estudio del archivo del diario La Nacin nos permiti encontrar un
resumen de La estirpe futura, probablemente utilizada para escribir la nota crtica que
reproducimos en el apndice, y tambin nos sirvi de gua para buscar y encontrar en otros
diarios como El Orden de Tucumn (fundado en 1883 y cerrado en 1943) y la revista El
pueblo, artculos polticos escritos por Enrique Loncn o con relacin a Enrique Loncn.
Por una cuestin de economa y precisin temtca slo reproducimos los textos
necesarios, particularmente los que hacemos mencin durante la Tesis. Para demostrar lo
que argumentamos en la Segunda Parte, Captulo II, que el diario La Nacin sostuvo al
autor en cuestin como uno de sus representantes en el poder poltico sin pertenecer
orgnicamente a la empresa (la estrategia fue darle visibilidad en sus pginas mencionando
los eventos culturales y polticos de los cuales Loncn tomaba parte), adjuntamos artculos
publicados en diversos perodos (en este punto realizamos tambin una seleccin a modo
de ejemplo para no sumar material redundante) escritos sin firma, o rubricados por
reconocidos autores del plantel habitual del diario.
En lo que respecta a Eduardo Holmberg, no consideramos necesario adjuntar ms que
una entrevista realizada por la revista El Hogar en julio de 1927, donde se describen
algunas particularidades de la personalidad del escritor que respaldan el perfil intelectual y
de hombre pblico destacado a lo largo de la Tesis. En la entrevista, Holmberg confirma
que mientras ejerci la medicina no cobraba las consultas y recetaba, en algunos casos,
hierbas curativas, actitud que le vali el desdn de los mdicos profesionales, y admirte
tambin el desencanto de la clase poltica cuando rechaz la candidatura a Diputado
Nacional porque se interes ms por construir el Jardn Zoolgico y proseguir con sus
clases de Botnica antes que frecuentar los pasillos del Congreso, decisiones ambas que
revelan su descentramiento o indiferencia por pertenecer. En el dilogo, se hace mencin
a la escritura de Olimpio Pitango de Monalia, texto del cual no hubo ninguna informacin
hasta que Gioconda Marn encontr los cuadernos originales en su archivo personal. La
nota reproduce tambin, en parte, el proceso de creacin de Lin Call. Las dos obras
mencionadas son en la actualidad de fcil acceso. Olimpio Pitango de Monalia y Lin Call
(lo mismo la versin de la pera para canto y orquesta y para canto y piano) son
demasiados extensos y se los puede encontrar en distintas bibliotecas y archivos del Teatro
Coln y el Teatro Argentino de La Plata, por lo que consideramos innecesario incluirlos en
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APARTADO I
Diario La Nacin
Por Amricus
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APARTADO II
Revista El Hogar
Por Amricus
1. El hincha del hombre pblico, (Charlas Porteas) Ao XXVIII, N
1178, 13 de mayo de 1932, pg. 8.
2. El pariente de todo el mundo, (Charlas Porteas) Ao XXVII, N
1181, 15 de junio de 1932, pgs., 3y 53.
3. Las dos campanas. Ao XXVIII, N 1201, 21 de octubre de 1932,
pgs., 1, 2.
4. El sincero insoportable. (Charlas Porteas) Ao XXIX, N 1217, 10
de febrero de 1933, pgs., 11y contina en la 71.
5. Topacio. Una vida en una carta. Ao XXIX, N 1218, 17 de febrero
de 1933, pgs. 2, 3, 4 y contina en la 14.
6. Grandeza y decadencia de una piedra pmez. Ao XXIX, N 1223,
24 de marzo de 1933, pgs. 8, 9 y contina en la 14.
7. Kodak porteo; tipos que pasan: El desflorador de escndalos y El
cumplidor contagioso. Ao XXIX, N 1227, 15 de mayo de 1933,
pgs. 7, 8 y contina en la 71.
8. h. Kodak porteo; tipos que pasan: Usted lo debe conocer y el
confidente de muertos ilustres. Ao XXIX, N 1233, 3 de junio de
1933, pgs. 3, 4 y contina en la 15.
9. Kodak porteo; tipos que pasan: No tiene una amiga? Ao XXIX,
15 de julio de 1933, pg. 6.
10.Kodak porteo; tipos que pasan: El recetador automtico y El
eterno testigo presencial. Ao XXIX, N 1244, 18 de agosto de 1933,
pgs. 6,9 y contina en la 84.
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APARTADO III
Artculos periodsticos
Por Enrique Loncn
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APARTADO IV
Artculos periodsticos sobre Enrique Loncn.
1. La Nacin de ayer fue puesta en Crdoba a las 10. 15 hs. de la
mana. La Nacin, Seccin Primera, 16 de julio de 1919, pgs. 4y5.
2. Libros Nuevos: Palabras de la derrota. La Nacin, Seccin Cuarta,
Artes y Letras, 15 de enero de 1920, pg. 3.
3. En obsequio del Dr. Enrique Loncn. La Nacin. Seccin Segunda,
12 de diciembre de 1921, pg. 2.
4. Teatros y Conciertos. La Nacin. Seccin Cuarta, Artes y Letras, 6
de octubre de 1923, pg. 3.
5. Sobre Las Charlas de mi amigo. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y
Letras, 10 de febrero de 1924, pg. 3.
6. Bibliografa: He dicho. La Nacin, Seccin Cuarta, 3 de marzo de
1925, pg. 3.
7. En el Jokey Club. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 7 de
julio de 1928, pg. 3.
8. Mirador Porteo. La nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 21 de
julio de 1932, pg. 2.
9. Mirador Porteo se titula un nuevo libro del Sr. Enrique Loncn. La
Prensa, 31 de julio de 1932, pg. 23.
10.Periodismo y Letras. La Nacin, Seccin Cuarta, Artes y Letras, 7
de agosto de 1932, pg. 2.
11. El desagravio que corresponda. El Pueblo, 2 de abril de 1934, pg.
9.
12. Periodismo y Letras. La Nacin, Seccin Segunda, 3 de abril de
1934, pg. 2.
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APARTADO V
Entrevista a Eduardo Holmberg.
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